CARLOS IGNACIO PEDEMONTE Y TALAVERA1 En la villa de San

CARLOS IGNACIO
PEDEMONTE Y TALAVERA1
En la villa de San Clemente de Pisco, a
230 kilómetros al sur de Lima, el 16 de
octubre de 1774 nació Carlos Ignacio
Pedemonte y Talavera, hijo de Carlos
Pedemonte
y Velásquez Tineo,
abogado y capitán de Dragones, y de
María Ignacia de Talavera y Talledo. Era
Pisco en aquél tiempo, a la vez que
puerto, lugar de haciendas y centro de
elaboración de un aguardiente de uva
particular,
el
que
empezaba
a
identificarse con el mismo nombre del
valle. En su Crónica del Perú, el soldado
e historiador Pedro Cieza de León
refiere que la denominación de Pisco
proviene del nombre de unas aves; y
fue, justamente, contemplando una
bandada de pariguanas o flamencos,
que don José de San Martín, recostado
en la playa de Pisco, según reza la
tradición, habría elegido los colores
blanco y rojo para confeccionar la
bandera del Perú2.
Refiere Porras Barrenechea que, precisamente, en la casa de los Pedemonte fue
que San Martín instaló su cuartel general en Pisco. En la actualidad la noción de
progreso, que todo lo destruye, para sustituirlo por novedades, nos ha privado de
ese lugar histórico, y por allí transcurre la avenida que lleva el nombre del
Protector y Fundador de la Libertad del Perú. En dicho cuartel general San Martín
expidió sus proclamas iniciales, firmadas el 8 de setiembre de 1820, día de su
desembarco, calificado por él mismo como Primer día de la libertad del Perú.3
1
Óleo de Raúl María, ubicado en la Galería de retratos de los Presidentes del Congreso, Palacio
Legislativo, Lima.
2
Sin perjuicio de la tradición, es necesario igualmente considerar que la bandera del Reino de
Castilla y León, al cual estaban vinculadas las colonias hispanoamericanas, también era roja y
blanca, dividida en cuatro campos en cruz; la sanmartiniana, con los mismos colores y, asimismo,
cuatro campos, presentaba un diseño diagonal. La actual bandera española –de tres franjas
horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas–,
fue creada como pabellón para la marina hispana en 1785, durante el reinado de Carlos III,
extendiéndose su uso progresivamente.
3
San Martín desembarcó en la bahía de Paracas el 8 de septiembre de 1820, en las inmediaciones
de Pisco, pasando a instalarse en esta última ciudad una vez que las tropas virreinales se
replegaron sin dar batalla ni entorpecer la acción. Allí emitió una proclama y un decreto cesando al
Gobierno español. El 28 de febrero de 1983, a través del artículo 1º de la Ley Nº 23586, el
1
Bandera del Reino de Castilla y León, y primera bandera del Perú,
ideada por el general José de San Martín
El niño Carlos Ignacio recibió el bautismo a los seis meses de edad. Tan sólo ocho
días antes del evento, el 20 de abril de 1775, su padre, nieto de genovés, había
apadrinado el bautismo de José Félix Fernández Núñez, un mestizo de un año de
nacido. Ello es buena muestra de los sentimientos que animaban a sus
progenitores, inculcando la religión en su entorno.
Expresa su partida de bautismo:
“(al margen) Carlos Ignacio de edad de
En veinte y ocho días del mes de abril de mil setecientos setenta y cinco
años, yo el doctor don Juan de Cevallos, Cura Vicario Juez Eclesiástico de
esta villa de Pisco y su Partido, y en ella Comisario del Santo Oficio de la
Inquisición puse óleo, y chrisma a Carlos Ignacio quien nació el día diez y
seis de octubre del año pasado de mil setecientos y setenta, y quatro, hijo
legítimo de don Carlos Pedemonte y de doña María Ignacia de Talavera. Le
echó el agua del bautismo el Licenciado Don Joseph Manrique fue su
padrino don Justo Alarcón Manrique y testigos Máximo Ramírez y Gregorio
Núñez; y para que conste lo firmé juntamente con dicho Don Justo Alarcón
Manrique.
Doctor Don Juan de Cevallos.” 4
Carlos Ignacio era el cuarto de los hijos del matrimonio Pedemonte y Talavera,
que ya habían procreado a Manuela, José María y Manuel José. Después de él
Congreso de la República dispuso: “Reconócese que el 8 de setiembre de 1820 fue el «Primer día
de la libertad del Perú», según declaración expresa contenida en Decreto de igual fecha, expedido
«en el cuartel general del Ejército Libertador del Perú, en Pisco», por el general José de San
Martín”. En su artículo 2º la misma norma declaró a la provincia de Pisco como «Cuna de la
primera Bandera Nacional» en recuerdo del decreto de su establecimiento, en dicho lugar, el 21 de
octubre de 1820.
4
Se ha adecuado el lenguaje y completado las siglas para facilidad de lectura.
2
vendrían María Bárbara, María Martina y Pedro Ignacio, quien también integró el
primer Congreso Constituyente. Se crió, pues, en una familia extensa, como en
general eran las de la época. Su sobrina Isabel de la Quintana y Pedemonte, hija
de María Martina, casaría más adelante con Domingo Elías Carbajo, quien asumió
la Presidencia del Perú brevemente, en junio de 1844.
Pariguanas en Paracas, como las que habrían inspirado a San Martín
la elección de los colores de la bandera del Perú5
Siendo muchacho fue enviado al Real Convictorio de San Carlos a seguir los
primeros estudios. Allí conoció a quien sería uno de los próceres e ideólogos de la
independencia más eminentes, el sacerdote Toribio Rodríguez de Mendoza, rector
por muchos años del mencionado instituto carolino, semillero de patriotas. Con el
tiempo, Rodríguez de Mendoza, con quien compartirían trabajos en el primer
Congreso Constituyente, llegaría a decir de Pedemonte… "fui su superior, su
maestro de Teología y soy su amigo".
Y, en efecto, tan amigos fueron que, cuando Rodríguez de Mendoza se sintió en la
necesidad de preparar su testamento, designó a Pedemonte como uno de sus
albaceas en el poder para testar que otorgó ante el escribano Vicente de Aizcorbe,
en Lima, el 26 de octubre de mil ochocientos dos, mencionando además, en otro
documento similar, que le había transmitido cierta información confidencial. A más
de ello, nada menos que veintidós años después, el 29 de mayo de 1824,
mediante un codicilo que asimismo otorgó ante el escribano José Antonio de
Cobián, también en Lima, volvió a designar a Pedemonte como uno de sus
5
Fotografía y su título del Sr. Arturo Bullard G., reproducida en la página web:
http://arturobullard.blogspot.com/2012/07/la-parihuana-el-ave-bandera-del-peru.html
3
albaceas testamentarios; nombrando, igualmente en el mismo documento y para
función similar, subsidiariamente, a Manuel José Pedemonte, hermano de Carlos,
y sacerdote también del Oratorio de San Felipe Neri. La amistad del ex rector del
Convictorio Carolino, con los Pedemonte tuvo, como se ve, larga data.
Partida de bautismo de Carlos Ignacio Pedemonte y Talavera6
Pasó el joven Carlos Pedemonte a estudiar en la entonces Real y Pontificia
Universidad de San Marcos, graduándose en 1793 como doctor en Cánones y
Leyes. Enseñó Artes en San Marcos; y su prestigio creciente lo llevó, como se
verá, a ser designado como vicerrector del Convictorio de San Carlos, donde
había estudiado.
En esos años decide Pedemonte atender a su vocación religiosa pero
manteniendo un margen importante de libertad personal. Es así que decide
ingresar a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, que le facilitaba
incursionar en el sacerdocio, a la par de no tener que hacer ninguna clase de voto,
pudiendo administrar sus propiedades y continuar sus labores docentes que
también eran parte de su vida. Tras la expulsión de los jesuitas, producida en
1767, en tiempos del virrey Amat, la Congregación del Oratorio había recibido en
administración los bienes de aquellos, entre los cuales estaban el Colegio Máximo
de San Pablo así como la iglesia de San Pedro, de Lima. Pedemonte tuvo allí un
considerable campo de acción, más aún desde que fue electo como prepósito del
convento oratoriano en 1800. Además, como se ha mencionado, formó parte
también de la misma Congregación, Manuel José Pedemonte, hermano de
nuestro biografiado.
6
Partida reproducida y accesible en: https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-195-900634-149?cc=1877097&wc=MMRX-SYR:n519629581
4
Iglesia de San Clemente de Pisco aún en pie antes del terremoto de 2007.
En ella fue bautizado, y cincuenta y seis años después enterrado,
Carlos Pedemonte y Talavera7
No obstante, la profesión religiosa no le restó a Pedemonte una motivación
política. Cuando llegó el momento de la elección de diputados a las Cortes de
Cádiz, en 1813, el clérigo pisqueño fue uno de los candidatos; y como quiera que,
en dos sesiones sucesivas, Pedemonte fue especialmente acucioso en cuestionar
a otros posibles candidatos, el propio virrey Abascal se vio en la necesidad de
intervenir enérgicamente para hacer desistir a Pedemonte de su posición y poder
proceder al acto eleccionario, en el cual no resultó electo el clérigo.
En 1817, cuando ya la ola independentista se aprestaba a cobrar sus impulsos
definitivos luego de que José Fernando de Abascal y Sousa fuera removido el año
anterior como Virrey del Perú y sustituido por Joaquín de la Pezuela y Sánchez
Muñoz de Velasco, precisó este último sustituir en el rectorado del Real
Convictorio de San Carlos a Toribio Rodríguez de Mendoza –que lo había
regentado por treinta años– colocando en su lugar a Pedemonte. Así, el 31 de
mayo de ese año, expidió el correspondiente decreto de nombramiento,
comunicándolo al elegido al cargo mediante oficio en el que expone que, en
atención a los méritos y avanzada edad del entonces rector Rodríguez de
Mendoza, se ve en la necesidad de acceder a la renuncia presentada por éste. No
le da el Virrey margen a Pedemonte para resignar el encargo, pues le manifiesta
estar seriamente resuelto a no admitir excusa alguna.
Pero si fue la intención de Pezuela con el nombramiento de Pedemonte
contrarrestar las ideas en pro de la independencia, que iban cobrando mayor
fuerza, no quedaron, en todo caso, satisfechos dichos planes pues dos años
7
Fotografía reproducida en: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1328105
5
después lo sustituyó por José Cabero y Salazar, emparentado con influyentes
familias limeñas y natural de Pisco, igual que Pedemonte. El Virrey envió a
Pedemonte a España, junto con diversos pliegos para el Rey. Recibido por
Fernando VII, luego de una travesía de casi cuatro meses que duraba el viaje, a
bordo de la fragata San Antonio, quiso el monarca otorgarle algunas mercedes,
pero Pedemonte con suma humildad las rechazó. Los acontecimientos en el Perú
se precipitaron, San Martín proclamó la independencia el 28 de julio de 1821 y,
unos pocos meses después, convocaba a un Congreso Constituyente a fin de que
prepare la Constitución del Perú.
Firma de Carlos Pedemonte y Talavera
Pedemonte fue electo como representante al Congreso Constituyente por el
departamento de Tarma, de manera que, luego de revisados sus poderes, fue
autorizado por el Pleno a incorporarse al mismo, lo que efectuó el 21 de febrero de
1823 prestando el juramento de estilo y jurando, igualmente, las Bases de la
Constitución, que ya se encontraban aprobadas desde unos meses antes.
En el Congreso Pedemonte participó en diversas Comisiones, como la de
Constitución, la de Reglamento de imprenta –a la que fue designado el mismo día
de su incorporación al Pleno–; asimismo, formó parte de la Eclesiástica, de la de
Legislación, de la de Premios y Agricultura, de Funerales de Diputados, en la
encargada de asignar distintivo a los Diputados, en la de Investigación de los
sucesos de Trujillo, en la de Instrucciones a Plenipotenciarios enviados a Londres,
en la de Investidura del Libertador, en la encargada de conferenciar con el
Libertador, en la de anuncio al Libertador de estar instalado el Congreso, en la
Especial de Premios y Honores, en la de contestación al Mensaje del Libertador y
a las Memorias de los Ministros, en la encargada de examinar el Manifiesto de
Riva Agüero, enjuiciamiento de Tagle y Berindoaga, y sobre las provincias del otro
lado del Desaguadero, en la de Contestación al Libertador, y en la de auxilios a
Colombia, con motivo de la invasión de una escuadra francesa a las costas de
Maracaibo.
Llegado el cumplimiento del período de la presidencia del Diputado Nicolás
Araníbar, tocó proceder a la elección del nuevo Presidente, Vicepresidente y
Secretario, lo que se llevó a cabo el lunes 21 de abril de 1823, obteniendo Carlos
Pedemonte un total de treinta y ocho votos a favor, mientras que sus
contendientes obtuvieron los siguientes resultados: Tafur, tres votos; Forcada, tres
votos; Gregorio Paredes, dos votos; Ofelan, un voto; y Cuéllar, un voto. Por su
6
parte, fueron elegidos Vicepresidente del Congreso, el Diputado Tiburcio José de
la Hermosa –abogado–; y, Secretario, el Diputado Toribio Herrera y Oricaín –
clérigo y abogado, como Pedemonte–, este último electo en segunda votación.
Al tiempo que Pedemonte se hizo cargo de la Presidencia del Congreso
Constituyente, ya la Junta Gubernativa, que el propio Congreso había designado,
estaba desactivada y don José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, Marqués de
Montealegre de Aulestia, ocupaba el sillón presidencial al frente del Poder
Ejecutivo. Su nombramiento por el Congreso fue el corolario del Motín de
Balconcillo8, encabezado por el general Andrés de Santa Cruz. En dicha
oportunidad, que constituyó el primer golpe de Estado de nuestra historia
republicana, los jefes militares dieron un ultimátum al Congreso para que designe
un solo jefe del Ejecutivo. Carlos Pedemonte había sido del parecer de que la
Junta Gubernativa se encontraba malquistada con la población, y por tanto ya se
encontraba desautorizada y debía ser disuelta; pero que el Congreso carecía de
libertad para proceder a elegir nuevo Gobierno. Finalmente, en el transcurso del
debate se aceptó la proposición, presentada por Hipólito Unanue, en el sentido de
disponerse el retiro de los militares a sus cuarteles, el cese de la Junta
Gubernativa y la designación, interinamente, del oficial de mayor graduación del
Ejército como encargado de la administración del Poder Ejecutivo.
Como consecuencia de la proposición de Unanue, el Congreso tomó el juramento
respectivo a José Bernardo de Tagle, Marqués de Torre Tagle, como Jefe
Supremo interino, procurando con ello el retorno a la calma por ser Torre Tagle el
jefe de mayor graduación del Ejército; sin embargo, ante la presión de Santa Cruz,
optó, tan sólo al día siguiente, por nombrar a Riva Agüero como Presidente de la
República. No contó Riva Agüero sino con la adhesión formal de Pedemonte, a
quien no debe haberle merecido simpatía el forzamiento al Congreso para que
acepte la dicha designación.
Los acontecimientos, mientras tanto, eran cada vez más desfavorables a la causa
de la República. Riva Agüero acaba fracasando militarmente tanto como la Junta
Gubernativa a la que había sustituido. Los representantes al Congreso y, entre
ellos, Pedemonte, empezaron a mirar a Bolívar como posible salvador, y las tropas
realistas se asomaron sobre Lima.
El 23 de abril, bajo la presidencia de Carlos Pedemonte, el Congreso había
aprobado un decreto estableciendo que los Diputados no dependen de autoridad
alguna fuera de la del Congreso, y el 27 del mismo mes había empezado a discutir
el proyecto de Constitución, quedando definidos los textos de los primeros
diecinueve artículos. De otra parte, aprobó también, entre otros asuntos, la
publicación del Conciso o extracto de sus sesiones. En esas circunstancias, el 16
de mayo, en la misma sesión en que se discutieron los artículos diecisiete al
diecinueve del proyecto de Carta Magna, se publicó un decreto aprobado el día 14
anterior, mediante el cual se mandaba al Poder Ejecutivo que solicitase a Bolívar
8
Producido el 27 de febrero de 1823
7
informe al Congreso Gran Colombiano que los votos del Perú son uniformes y los
más ardientes porque tenga el más pronto efecto su venida al territorio.
Al día siguiente, el 17 de mayo, Santa Cruz acudió al Congreso, el que entró en
sesión secreta luego de los discursos respectivos del General en Jefe de los
Ejércitos del Perú y del Presidente Pedemonte. Ya el 24 de abril anterior el mismo
Pedemonte había informado al Legislativo sobre la posibilidad de que el Ejército
realista invadiese la capital, por lo que la sesión secreta habría versado sobre ese
y otros temas militares.
El Congreso Constituyente retomó sus actividades el 21 de mayo, fecha en que,
por treinta y siete votos, fue reelecto Pedemonte como titular del Legislativo por un
nuevo período mensual. En esta elección obtuvo ocho votos el Diputado Otero,
dos votos el Diputado José Gregorio Paredes y uno los Diputados Figuerola,
Pérez de Tudela, Pezet y Tafur. En el mismo sufragio fueron elegidos como
Vicepresidente, el Diputado Francisco Agustín de Argote (comerciante); y, como
Secretario, el Diputado Gerónimo Agüero (abogado, vicerrector y catedrático de
artes en el Colegio Mayor de San Martín, vocal de la Junta Conservadora de la
Libertad de Imprenta, fiscal del Tribunal de Seguridad Pública y secretario de la
Cámara de Comercio).9
Avenida San Martín (Pisco), a comienzos de 1900. En ella estuvo ubicada la casa de los
Pedemonte, la misma que sirvió de cuartel general a don José de San Martín luego de su
desembarco en las costas del Perú con la Expedición Libertadora10
9
Agüero resultó electo en una segunda ronda de votación.
Reproducida en http://4.bp.blogspot.com/-P4dcPoP6h8/UbrnAXPfZCI/AAAAAAAACWQ/DPXP_S45eWE/s1600/00_Av+San+Martin.jpg
10
8
Aunque continuó la discusión del proyecto de Constitución y se aprobaron los
artículos desde el 20 al inciso 1 del 33, todo ello quedó desplazado por el impacto
del traslado del Congreso al puerto del Callao ante la inminencia de la llegada de
las tropas del virrey11. El 19 de junio inició sus sesiones en la nueva ubicación,
pero bajo tanto apremio que el mismo día aprobó un nuevo traslado, esta vez a la
ciudad de Trujillo, juntamente con el Gobierno y los tribunales, a la brevedad
posible. Paralelamente, y al parecer para desquitarse de la presión que Riva
Agüero había ejercido sobre él, el Congreso aprobó la conformación de un Poder
Militar, que encargó a Antonio José de Sucre, preparando de esta forma la venida
de Bolívar y reduciendo al Presidente en funciones a su mínima expresión.
En la misma sesión del 19 en el Callao, el Diputado Manuel Antonio Colmenares
propuso que se invite directamente al Libertador Presidente de la República de
Colombia para que venga a salvar al Perú, por medio de una legación de dos
individuos del seno del Congreso. La proposición fue aprobada, designándose
para el cumplimiento del encargo a los diputados José Joaquín Olmedo y José
Faustino Sánchez Carrión. Además, se absolvió de todo cargo y responsabilidad a
la Junta Gubernativa. Estos cuatro acuerdos12 quebraron definitivamente el poder
de Riva Agüero. Ese día concluía la presidencia de Pedemonte, procediendo el
Congreso a elegir, al día siguiente, a Justo Figuerola como su sucesor.
Con un Congreso claramente opositor13, Riva Agüero procedió a efectivizar el
traslado hacia Trujillo, viajando Pedemonte hacia finales del mes. El 19 de julio
Riva Agüero disolvió el Congreso, deportó algunos diputados y designó un
Senado, con carácter consultivo, integrado por un Representante de cada
provincia, en el cual no consideró, obviamente, a Pedemonte. Mientras tanto,
Sucre, ejerciendo el Poder Militar que el Congreso le había conferido, había
designado a Torre Tagle como encargado del alto mando político y militar del
Perú, por lo que este, que anteriormente había sido desplazado por Riva Agüero,
resultaba ahora revestido con una nueva legitimidad. El 5 de agosto Torre Tagle
decretó el inmediato restablecimiento del Congreso en Lima. Al día siguiente, a las
10 de la mañana, se procedió a restablecer el cuerpo soberano en la actitud y
dignidad que tenía el 17 de junio último, ordenando pasar el aviso correspondiente
a Carlos Pedemonte, quien era el Presidente del Poder Legislativo en dicha fecha.
El Congreso Constituyente, luego de reinstalado, resolvió que no hubiese elección
de Mesa Directiva hasta el 20 de agosto, por lo que permanecerían en sus cargos
hasta esa fecha Carlos Pedemonte, Presidente del Congreso; Tiburcio José de la
11
El 11 de junio el Gobierno había informado, en sesión secreta del Congreso, del avance de las
tropas realistas hasta Yauli, en el actual departamento de Junín, limítrofe con Lima; por lo que la
invasión de la capital constituía una posibilidad cercana.
12
El traslado a Trujillo, dejándole la capital a Bolívar; la creación del Poder Militar, la invitación al
Libertador y la absolución de la Junta Gubernativa desplazada por Riva Agüero.
13
El 22 de junio el Congreso aprobó el cese de las funciones de Riva Agüero como Presidente en
los puntos que servían de teatro a la guerra; y, al día siguiente, lo exoneró del gobierno y autorizó
que se le expidiese pasaporte para que salga del país. Riva Agüero no hizo caso de la exoneración
y continuó ejerciendo el cargo, produciendo el traslado a Trujillo.
9
Hermosa, Vicepresidente; y Gregorio Luna Villanueva y Pedro Pedemonte –
hermano de Carlos–, Secretarios.
Asistió Torre Tagle a la sesión convocada para el 6 de agosto en la cual, luego de
expresar su respaldo al Congreso y lamentar los sucesos de Trujillo, recibió la
respuesta del titular del Legislativo, Carlos Pedemonte, en la que le hizo presente
ser un deber del Soberano Congreso el continuarlo en el supremo mando que
ejercía, en cuya virtud esperaba continuase desempeñando la confianza que en él
había depositado el General en Jefe Antonio José Sucre, seguro de que el
Soberano Congreso descansa placentero en las generosas ofertas de los
valientes colombianos.
Bajo la presidencia de Carlos Pedemonte la actitud del Congreso se tornó
abiertamente enemiga de Riva Agüero, a quien declaró reo de alta traición y sujeto
al rigor de las leyes. El día 11 el Congreso celebró sesión secreta en la que
decidió que Justo Figuerola asuma la Presidencia de la asamblea. Así, el día 12
de agosto de 1823, luego de escuchada la exposición que hizo Figuerola ante la
Representación Nacional sobre los sucesos de Trujillo, tomó la palabra Carlos
Pedemonte para recomendar al pueblo la conducta heroica de los señores
diputados de Trujillo contra los atentados de aquel gobierno intruso, concluyendo
con ceder la presidencia a Figuerola según había sido acordado.
Concluyó de esta forma el tercer período de la presidencia de Pedemonte al frente
del Congreso Constituyente, no volviendo a ocuparla hasta el fin de las sesiones,
abocándose a los trabajos de Comisiones.
Con fechas 14 de abril, 15 de mayo y 14 de junio, Carlos Pedemonte –juntamente
con Toribio Rodríguez de Mendoza, Hipólito Unanue, Manuel Pérez de Tudela,
Justo Figuerola, José Pezet, José Gregorio Paredes, José Joaquín Olmedo, José
Faustino Sánchez Carrión y Francisco Javier Mariátegui–, suscribió la primera,
segunda y tercera parte, respectivamente, del llamado Discurso preliminar del
proyecto de Constitución, verdadera exposición de motivos que, redactado
principalmente por Sánchez Carrión, y sustentándose en las entonces ya juradas
Bases de la Constitución, son el fundamento de nuestra primera Constitución, la
que fue aprobada por el Congreso el 12 de noviembre de 1823, firmando su texto
Carlos Pedemonte junto con los demás diputados.
El 16 de enero de 1824 encontramos a Pedemonte ejerciendo su ministerio
religioso al bautizar, en la parroquia del Sagrario, de Lima, a María Mercedes
Sánchez Carrión Dueñas, hija del Tribuno de la República, don José Faustino
Sánchez Carrión. La amistad entre ambos ha de haber surgido desde el tiempo en
que Sánchez Carrión ejerció las cátedras de Filosofía, Leyes y Cánones, así como
la de Digesto Viejo en el Real Convictorio de San Carlos, cuando Pedemonte era
rector de ese centro de estudios14; inclusive, luego del fallecimiento del prócer en
14
En agosto de 1818, siendo rector del Convictorio, Pedemonte expidió una constancia o
certificado muy elogioso sobre Sánchez Carrión, en el que menciona su constante y ejemplar
10
junio de 1825, tan solo un año y medio después del bautismo de su hija, la viuda
de Sánchez Carrión, en carta que dirigió a Bolívar comunicándole el fallecimiento
de su marido, alude a que la noticia ya se la había transmitido Pedemonte al
Libertador, por donde se aprecia que primero fue informado Pedemonte del
sorpresivo deceso de su colega y amigo.
En 1824 Carlos Pedemonte fue nombrado arcediano y gobernador eclesiástico del
obispado de Trujillo. Poco después, su simpatía por Bolívar influyó para que este,
al decretar la creación de una Universidad en dicha ciudad el 10 de mayo de 1824,
lo designara como su primer rector, encargándole, además, la elaboración de los
estatutos de dicho centro de estudios. En carta que el 24 del mismo mes le dirige
José Faustino Sánchez Carrión, colega en el Congreso Constituyente y secretario
de Bolívar, le señala que aunque se sabía de su estado de salud afectado, su
patriotismo, (…) su puntual exactitud en cuanto se le entregue a su cuidado y su
particular gusto en todo lo que tiene relación con las letras y la educación de la
juventud, le harían sobrellevar esta nueva carga (…) con la segura confianza de
que será cumplidamente sostenida.
El 27 de enero de 1825 decretó el Libertador la constitución de la Sociedad
Económica Amantes del País, en cuya comisión organizadora incluyó a
Pedemonte, quien al mes siguiente asiste también como Representante al nuevo
Congreso Constituyente organizado por Bolívar, que inmediatamente se
autodisolvió, luego de prorrogar por un año la dictadura de este último.
Bolívar no dejó de seguir premiando a Pedemonte y así, el 10 de octubre de 1825,
le concedió, junto a otras personalidades, la medalla cívica con el busto del
Libertador. En 1826 llegó a proponerlo como Arzobispo de Lima, pero la Santa
Sede no ratificó la designación. El mismo año Pedemonte fue electo Diputado por
Ica al nuevo Congreso Constituyente que no llegó a reunirse, y que más bien
solicitó a Bolívar el aplazamiento de la convocatoria hasta el año siguiente,
dejándole campo libre a aquél para formular y conseguir la aprobación de su
Constitución Vitalicia por parte de los Colegios Electorales.
Siendo el Mariscal Agustín Gamarra Presidente de la República, designó a
Pedemonte como Ministro de Relaciones Exteriores, cargo que ocupó del 4 de
agosto de 1830 hasta el 9 de agosto del año siguiente. Se le ha imputado a Carlos
Pedemonte el haber suscrito un supuesto Protocolo Pedemonte-Mosquera,
aparentemente firmado en 1830, y según el cual se habría reconocido al Ecuador
–entonces perteneciente a la Gran Colombia–, soberanía a partir de la margen
izquierda del río Marañón; pero ha quedado ampliamente demostrada la
inexistencia de tal documento.
dedicación como catedrático, la exquisita doctrina que les ha ministrado a sus discípulos, sus
extraordinarios talentos y delicado gusto en la literatura, así como su vehementísimo amor al
orden, exactitud y formalidad del Convictorio al que ha edificado en todo este año con una vida
verdaderamente filosófica, cristiana, irreprensible.
11
Tras dejar la Cancillería por el quebrantamiento de su salud, retornó a su ciudad
natal, donde permaneció hasta su muerte, acaecida el 25 de setiembre de 1831.
Su partida de defunción dice así:
“(al margen) Sr. Doctor Don Carlos Pedemonte Dignidad de Deán
En la Iglesia Parroquial de la Villa de San Clemente de Pisco en veinte y
seis días del mes de Septiembre de mil ochocientos treinta y uno: Yo el
Infrascripto Vicario, Juez Eclesiástico y Cura propio de la Doctrina di
sepultura eclesiástica con Cruz alta al cadáver del Sr. Dr. Dn. Carlos
Pedemonte Dignidad de Deán de la Santa Iglesia Metropolitana de Lima, y
Gobernador Eclesiástico del Arzobispado, oriundo y honor de la Villa; murió
al parecer de cinquenta y siete años, y con la mayor celeridad, que no dio
lugar para auxiliarlo, y lo que certifico.
Manuel Corbalán”15.
Partida de defunción de Carlos Pedemonte y Talavera16
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL PRESIDENTE DEL CONGRESO,
DON CARLOS PEDEMONTE, AL INCIARSE LA DISCUSIÓN DE LA PRIMERA
CONSTITUCIÓN DEL ESTADO, EN LA SESIÓN DEL 28 DE ABRIL DE 182317
Amaneció, por fin, señores, el día suspirado por los pueblos, en que reunidos los
dignos representantes de la nación peruana van a dar principio a las gloriosas
tareas de constituir su ser político. Tareas que aunque carecen del aparato
bullicioso con que la fuerza armada arroja de un territorio la dominación injusta
15
En realidad habría cumplido 57 años unos días después, en octubre de 1831
Partida reproducida y accesible en https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-1940-667805-182?cc=1877097&wc=MMRX-SBZ:n1768952952
17
Reproducido en http://www.congreso.gob.pe/museo/mensajes/Mensaje-1823-05.pdf
16
12
que lo oprime, son, en cambio de eso, tanto más importantes cuanto que ellas
solas presentan al ciudadano el verdadero objeto de sus sacrificios y la
inapreciable felicidad que ellos le valen. Un país, libertado de la tiranía, no ha
hecho otra cosa que derribar el terrible muro que la ambición de los gobernantes
ofrece de ordinario a la prosperidad de los pueblos; mas esta no se logra con sólo
haber removido los impedimentos de obtenerla. Indispensables son, cierto, y muy
costosas, las fatigas del labrador que roza las malezas de un terreno y que
arrancados de raíz los robustos espinos que le cubren le hace capaz de recibir de
cualquier cultivo. Pero si esto no siguiese –¿cuál sería el premio proporcionado a
sus sudores?– La tierra viciosa abortaría en breve nuestras plantas, más
perniciosas, tal vez, que las primeras; y tanto sudor, tantas fatigas y sacrificios
tantos, sólo habrían servido para mudar la faz del terreno, pero de ningún modo
para mejorarle. ¡Qué suerte tan semejante corren los Estados y los campos! Estos
sin cultivo son del todo estériles y tal vez gravosos a sus mismos dueños; aquéllos
sin leyes son absolutamente infecundos en bienes sociales y las más veces
ominosos a la misma felicidad de los ciudadanos.
Un país independiente, vuelvo a decirlo, por el simple hecho de ser libre, no es
todavía para sus moradores una patria. Este nombre sagrado no le vinculó jamás
nación alguna al territorio en que nos fijó nuestra elección o la naturaleza. Patria
es una asociación de individuos, formada bajo leyes justas que aseguren los
derechos imprescriptibles de cada uno, y le dejen expedito para ser feliz cuanto
pueda sufrirlo el bienestar de los demás. Por apartarse de estas nociones exactas
han visto los pueblos, con dolor, en las épocas de sus revoluciones, profanarse
este título augusto para perturbar a su sombra el orden público, atropellar ajenos
derechos, satisfacer pasiones y consagrar todo el que quiere sus caprichos.
Necesario, es, pues, y muy debido a las nobles virtudes del pueblo peruano,
precaverle a tiempo del funesto escollo en que el deseo ardiente de la libertad,
suele estrellarse cuando no hay una patria. Y pues, aun sin haberla, hemos
admirado más de una vez hermanadas perfectamente la subordinación más
arreglada con el entusiasmo más exaltado, fenómeno tan raro en los tiempos de
convulsiones civiles –¿Cuánto no debemos lisonjearnos desde ahora de su
respeto y obediencia a la ley fundamental del Estado, sobre lo que puede cada
uno elevar sin trabas hasta el cielo el edificio de su fortuna?–; tanto importan ¡oh
ciudadanos! Las gloriosas tareas de vuestros representantes, en el arduo empeño
a que hoy entramos. Hónrense, en buena hora, con gratitud eterna, el valor y los
esfuerzos de nuestros libertadores; pero quede reservada a nosotros la
satisfacción de hacernos conocer y gustar los deliciosos frutos de nuestra libertad.
Repitámoslo otra vez: un país independiente puede muy bien ser desgraciado;
pero una nación bien constituida no puede dejar de ser feliz.
¡Padres de la patria! Constitución quiere y necesita el pueblo: comencemos a
dársela. En ella solo contempla afianzados sus derechos y enfrenada por leyes
sabias la peligrosa libertad de gentes irreflexas. Cuanto más retardemos, desde
hoy, la sanción de esta carta sagrada, más aventurados ve el ciudadano sus
sacrificios y los bravos militares adquieren más derecho para demandarnos el
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precio de su sangre. Entremos con ellos en la honrosa competencia de llegar
primero al término de nuestros trabajos. La campaña decisiva ya va a abrirse;
plegue al cielo que cuando destruido el último enemigo vengan nuestros
victoriosos guerreros a decirnos: “Está conquistada vuestra independencia”,
podamos responderles: “También está constituida vuestra patria”.
Plaza Bolívar –antigua Plaza de la Constitución–, Lima, con el monumento erigido a la memoria del
Libertador. Se aprecia la Iglesia de Santa María de la Caridad, hoy inexistente.
SESIÓN DEL PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE DEL PERÚ
DEL 10 DE FEBRERO DE 182518
“(…)
El Presidente de la Comisión, señor Pedemonte (Don Carlos), puso en
consideración del Congreso que, al anunciar al Libertador se hallaba este ya
reunido, le manifestó también su gratitud y reconocimiento porque a su pericia
militar, bien combinados planes y opinión debía el Perú libertad, patria y leyes.
Que cada una de estas cosas o todas juntas al momento que se minorase en la
más pequeña parte la plenitud de su poder, era perdido y expuesto el Perú a la
más terrible anarquía, a que lo reducirían los aspirantes al mando. Que por este
fundado principio, después de anunciar al Libertador que el Congreso había
resuelto continuase en el ejercicio de las facultades dictatoriales mientras en
sesión permanente deliberaba sobre la materia, le aseguró que los representantes
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Transcripción del acta correspondiente a la sesión de reinstalación del Congreso, en 1825.
Bolívar renunció en su discurso a los poderes dictatoriales; sin embargo, aquel mismo día, en
horas de la noche, volvió a reunirse la Representación Nacional y acordó, por unanimidad, volver a
otorgarle poderes omnímodos.
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de la nación unánimemente estaban poseídos de iguales ideas, y que su gratitud
manifestada en el semblante de cada uno le obligaba a prever no vacilarían un
instante en continuarle con el mando dictatorial que le confirió el año pasado en
este mismo día. Bajo de este concepto había concluido suplicando al Libertador a
nombre de la Representación Nacional, que en tal caso se dignase aceptarlo pues
no de otro modo se vería libre esta ciudad de los males que ha sufrido y que no
pueden ser mayores.
Además instruyó de la contestación del Libertador, diciendo fue la más enérgica y
convincente de los generosos sentimientos de que se halla animado para
proporcionar al Perú su más completa felicidad. También hizo ver que ninguno
estaría más penetrado de la terrible investidura del mando dictatorial y que él
mismo, siendo el más exaltado patriota americano, lo había visto en el verdadero
punto de horror y que de ninguna manera convendría en la continuación de este
ilimitado poder que se le había confiado y agradeció al admitirlo, en febrero del
año pasado, porque conoció y sabía que en las circunstancias en que se veía el
Perú, en poder de una mano fuerte era el único que podía salvarlo. Pero hoy no
era honroso al Perú depositar el mando en un extranjero, que siendo Presidente
de Colombia, no podía bilocarse. Esta indicación, dijo el Sr. Pedemonte (Don
Carlos), que al retirarse la Comisión, le obligó a hacer la siguiente exclamación:
¡Desgraciado Perú, si el héroe Simón Bolívar te abandona! El Congreso le oyó con
agrado.
(…)”19
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Artículo elaborado por Manuel Castañeda Jiménez.
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