Ponente: Ariel García Martínez. Estudiante del doctorado en antropología social. Universidad Iberoamericana. cel: 7821152807 email: [email protected] IV CONGRESO LATINOAMERICANO DE ANTROPOLOGÍA "Las antropologías latinoamericanas frente a un mundo en transición" Familia y juventud en el Totonacapan: emergencias identitarias en el norte de Veracruz. Resumen El propósito de este trabajo es hacer una reflexión sobre la emergencia de las juventudes indígenas y su relación con el grupo doméstico en el Totonacapan, región ubicada al norte del estado de Veracruz, México. De igual modo se pretende explicar el surgimiento de las juventudes indígenas, en tanto fenómeno identitario, en el marco de los procesos sociales de cambio que han modificado la organización domestica y la trayectoria vital establecida entre los totonacos. El punto de partida consiste en considerar el surgimiento de la juventud indígena como consecuencia de la interacción que experimentan las sociedades de los pueblos originarios con las sociedades nacionales y globales en las primeras décadas del siglo XXI. Palabras clave: Juventudes indígenas, familia, cambio social, totonacos o tutú nakú. Introducción. Si alguna importancia tiene elaborar un estudio de las juventudes indígenas esta consiste en contemplarla como un ejemplo de la transformación de las pueblos originarios en los procesos de desarrollo contemporáneos. No es gratuito que en años recientes surja en el seno de estas sociedades una categoría de personas a las que podemos llamar “juventudes indígenas” en sus distintas variaciones a quienes consideramos producto del contacto entre la sociedad étnica y nacional. Por lo tanto consideramos necesario hacer una reflexión sobre los hallazgos etnográficos relativos a la familia y la emergencia de las identidades juveniles 1 indígenas en el Totonacapan, tomando como referencia el caso de Coyutla, Veracruz, poblado ubicado en la sierra de Papantla. En términos generales consideramos que la familia en el Totonacapan forma parte del sistema familiar mesoamericano como en los casos planteados por David Robichaux (2002) donde la familia y grupo doméstico comparten ciertas características de residencia y parentesco y patrones de herencia específicos. Para poner un ejemplo, en las comunidades de Coxquihui, Espinal y El Tajín, a finales de los años noventa del siglo pasado la herencia de tipo patrilineal era dominante (Del Ángel y Mendoza, 2002, 104). En esta región los individuos convencionalmente transitaban de la infancia a la edad adulta a través de ceremonias que consagraban el compromiso matrimonial a edad muy temprana. Sin embargo, la experiencia etnográfica ha permitido constatar que tales costumbres se han reformulado en la medida que los procesos de desarrollo económico y articulación a la cultura nacional han cobrado una mayor presencia en la región. Estos elementos externos se han constituido en factores que influyen en la gestación de nuevas identidades a través de la educación, la tecnología, el trabajo y la migración (García 2009). El enfoque que se emplea apara analizar el estudio de las juventudes es entenderlas “como una construcción sociocultural, históricamente definida” (Valenzuela, 1997: 13), considerando también a la juventud indígena como un periodo vital reciente, marcado en términos biológicos con la entrada a la pubertad y en términos sociales con la interrupción del tránsito del estado infantil al adulto de acuerdo a la ruta vital establecida por la propia cultura (García, 2009). Los sujetos que transitan por este periodo pueden denominarse “juventudes indígenas”, debido a su carácter plural y se caracterizan por la generación de un nuevo estatus al interior de la sociedad y la familia a la par que se experimentan procesos identitarios de autopercepción y heteropercepción. De esta manera, proponemos que en situaciones donde la sociedad nacional ha alterado sustancialmente el estilo y forma de vida a partir de factores específicos como la educación (a través del sistema escolar); la comunicación (a través de caminos y medios masivos como la televisión, la radio, la internet y la telefonía 2 celular); y la economía (modificando el aparato productivo local) pueden darse fenómenos similares. Estos factores van a impactar en la organización social y familiar de los pueblos donde se van a generar nuevos espacios de identidad. Estas juventudes indígenas son herederas del acervo cultural de sus pueblos y al mismo tiempo seleccionan, a través de un fenómeno de creación y apropiación, aquellos elementos que le permiten dialogar con la sociedad nacional. De manera simultánea esta readecuación de papeles genera un estado de tensión con las atribuciones asignadas tradicionalmente a los hombres y mujeres al interior de las comunidades y demuestra que la familia tutu nakú es flexible a los cambios lo cual podría ser una de las claves para entender la supervivencia de las culturas originarias. Ubicación geográfica del Totonacapan. El Totonacapan es una región comprendida entre la cuenca de los ríos Cazones al norte y Tecolutla al sur, al este limita con el Golfo de México y al oeste con la Sierra Norte de Puebla (Velázquez, 1996:159). Se trata de una región históricamente integrada y reordenada por condicionamientos económicos y políticos. En este sentido, es pertinente anotar que durante el siglo XIX el Totonacapan sufrió una serie de transformaciones encaminadas a facilitar su integración a la economía nacional (Chenaut, 1995:225). Más tarde, estos cambios se vieron acelerados a partir del primer tercio del siglo XX con el desarrollo de la industria petrolera que reconfiguró el ordenamiento económico de la región, a la par que se generaban nuevos centros urbanos como Poza Rica. Por otra parte, se fortalecieron núcleos de población como Coyutla, Zozocolco o Coxquihui, en la sierra, y Papantla en la costa. A pesar de que estas transformaciones ocurrieron durante el siglo XIX y buena parte del XX, la sociedad tutú nakú pudo reproducir la cultura y la sociedad local conservando una serie de elementos propios como son la lengua, la religión, la indumentaria, entre otros aspectos (García, 2009, 45). La familia en el Totonacapan. 3 Para comprender las transformaciones de la familia en el Totonacapan contemporáneo es necesario recordar que diversos estudios han establecidos las características de la familia tutú nakú tradicional ubicada en un entorno agrario con una economía de subsistencia. No obstante la calidad de estas etnografías clásicas (Isabel Kelly y Ángel Palerm,1952; Alain Ichon,1990) es innegable que las transformaciones en las últimas cuatro décadas han dado un giro a las relaciones sociales y las convenciones establecidas específicamente a las costumbres asociadas al matrimonio y a los roles de los hijos. Una de las características de la familia campesina tutú nakú es el reconocimiento de la autoridad familiar que descansa generalmente en el hombre de mayor edad, el hijo mayor y, a falta de estos, en la mujer de mayor edad. Esto es más evidente cuando la familia, en tanto grupo de parientes que viven bajo el mismo techo, interactúa con otros agentes sociales y políticos en tareas de cooperación y colaboración donde el jefe o jefa de familia se constituye como la voz del grupo. (Del Ángel y Mendoza, 2002, 114). En la familia tradicional el matrimonio se realizaba de acuerdo a un procedimiento que iniciaba como el interés de los padres por casar al hijo o por el deseo de este último de tener una compañera. Si los padres estaban de acuerdo visitaban a los progenitores de la muchacha y hacían la propuesta de petición de novia y boda. Cuentan que antiguamente, cuando un muchacho alcanzaba la edad apropiada, los padres platicaban y decían: “creo que ya es tiempo que pidamos una muchacha para nuestro hijo, lo vamos a casar”, los jóvenes no intervenían en esta decisión. Así que los padres visitaban a los de la muchacha, “aunque no fuera del gusto del joven” (García, 2009, 75). Una maestra de la telesecundaria de Coyutla afirma: Antes se tenía la costumbre de pedir a la novia, se le apartaba desde los 12 o 13 años y luego se esperaba un poquito para desposarla. Cuando se establecía el compromiso iba toda la familia. Todos llegaban con regalos: una pierna de puerco, mucha bebida, mucha cerveza. La familia de la novia los esperaba y se hacía una pequeña fiesta entre ellos. Una vez hecho el compromiso, las viejitas les daban consejos a la novia, al igual que los viejitos al novio (OG). 4 Una vez que los futuros consuegros recibían la petición examinaban la propuesta y si les parecía adecuado para su hija se establecía una fecha para una próxima reunión donde asistían los parientes del novio y sus padrinos de bautizo. Hasta ese momento los novios no podían cruzar palabra. Luego se pactaba una reunión posterior donde el novio llevaba una serie de regalos y es en ese momento que se fijaba la fecha para la boda. Posteriormente había otras visitas entre las que destacaba la realizada en todos santos donde el novio llevaba una pierna de cerdo para la ofrenda. Cuando el compromiso ya era un hecho, la novia era vigilada para que no tuviera con otros hombres y su reputación no corriera peligro pues era importante que la novia llegara virgen al matrimonio. Estas preocupaciones no eran ociosas en tanto que, si la muchacha no estaba de acuerdo, pudiera fugarse antes de realizarse el compromiso (Chenaut, 2001: 271- 273; García, 2009,107). Para la realización de la boda los padres del novio contaban con el apoyo de los padrinos de bautizo, parientes y vecinos. Los padres y los padrinos tenían que comprar la ropa y accesorios de la novia. Una vez llegado el día del compromiso la madrina del joven vestía a la novia y el padrino de ella al novio y, una vez terminada la ceremonia religiosa, la pareja era acompañada a la casa de los padres del esposo donde los esperaban los rezanderos quienes hacían una ceremonia. Durante este proceso la novia permanecía sentada en un petate en compañía de su madrina. Un elemento importante esta ceremonia era el empleo de un guajolote con el cual se bailaba y su comportamiento estaba relacionado con la virginidad y los ritos adivinatorios Como se puede notar, la mujer era asimilada a la familia del esposo y el nuevo matrimonio tenía que vivir en casa de los padres de él hasta que la pareja lograra obtener una autonomía económica y pudiera construir una casa en el terreno familiar. La asimilación de la mujer a la familia del esposo contemplaba formas de apoyo y trato que no siempre se cumplían ya que en algunas ocasiones los suegros y los cuñados podían recibir mal a la nuera y ello derivar en la separación de la pareja (Chenaut, 1999, 273277, 362). Como contaba un pastor a principios de la década pasada: Anteriormente los jóvenes cuando se casaban no tenían por qué dejarse [es decir, separarse], temían a la autoridad, no se permitía el divorcio y si un hombre golpeaba bastante a su mujer era encarcelado o lo ponían a hacer 5 faenas para que no hiciera eso a su esposa. También intervenían los padrinos, los padres, las autoridades. Los padrinos iban a aconsejar al ahijado y a la ahijada para tratar de mejorar las cosas (MLH) De este modo se puede observar que una sociedad indígena, fuertemente ligada a un estilo agrario habían podido mantener estables las relaciones al interior de la familia. No obstante los cambios sociales que se avecinaban van a obligarlos cambiar ciertas pautas sobre todo en la aceptación de un nuevo sujeto emergente, el joven y la joven indígena, y el cambio en ciertos patrones asociados sobre todo al noviazgo y al matrimonio. La sociedad tutú nakú antes de la carretera y el surgimiento de lo juvenil indígena. Con los antecedentes citados, considero que el surgimiento del fenómeno juvenil en el Totonacapan está ligado a la transformación de la región y de la sociedad indígena debido a que durante las últimas cuatro décadas se ha desarrollado un proceso de transformación ligado visiblemente al mejoramiento de las vías de comunicación, particularmente la carretera hacia la zona serrana que empezó a proyectarse desde 1968 y cuya construcción se realizó en 1985. Esta vía viene a constituirse como el referente inmediato de un “antes” y un “después” en la historia reciente como un detonante del cambio en la zona serrana del Totonacapan (García, 2009, 88). En la versión de los propios habitantes de la sierra, la apertura de este medio de comunicación es de gran trascendencia ya que este orden se va a ver trastocado con la aparición de una generación que han migrado o estudiado y que implícitamente van a poner en entredicho algunos aspectos de la organización familiar, como sería el control de los padres sobre los hijos y del hombre sobre la mujer. Otro factor de gran importancia es la aparición de la escuela ya que los jóvenes y las jóvenes indígenas obtienen, a través de ella un mejor dominio del español y un nivel educativo que puede llegar a la secundaria, preparatoria e incluso a nivel universitario. Estas experiencias en su conjunto les permitieron forjar un nuevo tipo 6 de conciencia sobre sí mismos y sobre su relación con la familia y la comunidad donde la transformación de costumbres y hábitos de vida van a encontrar su síntesis en la aparición de las juventudes. Junto a ellos se encuentran aquellos que no pudieron ir a la escuela pero que buscan en la migración un recurso para obtener ingresos que el sector agrícola no podía proporcionarles. Para muchos jóvenes migrar era atractivo porque en las ciudades percibían nuevas posibilidades de trabajo y la generación de posibilidades de elección (Urteaga, 2008, 694). En cierto sentido, la educación y el trabajo, sumado la migración, proporcionan al joven indígena elementos para moverse en el mundo de una manera en que sus padres no pudieron hacerlo. Es por ello que la generación que nació alrededor de 1985 marca un antes y un después en los procesos de cambio de la familia entre los tutú nakú. Identidad y juventud indígena Conviene hacer una pausa para recordar que los procesos identitarios no se reducen a una esencia sino que consisten en un procesos continuos de autorreconocimiento (Giménez, 1993). La identidad de un colectivo tiene carácter plural, resultado de la múltiple inserción en “círculos de pertenencia” y a un carácter de identificación generacional. El estudio de la identidad parte de que ésta “no es una esencia, un atributo o una propiedad intrínseca del sujeto, sino que tiene un carácter intersubjetivo y relacional” (Giménez, 1997). Es decir, se trata de un fenómeno relacional circunscrito a un momento histórico específico como los que se han registrado en el norte de Veracruz En este proceso de identificación es de vital importancia el punto de vista del sujeto ya que no son únicamente los rasgos culturales los que proporcionan un sentido de identidad sino la autoadscripción a los mismos, en la medida en que el sujeto los reconoce, selecciona, jerarquiza y codifica “para marcar de manera simbólica sus fronteras al interactuar con otros actores sociales” (Giménez, 1993). Esto encaja muy bien en el estudio de la relación de las juventudes indígenas y la construcción de procesos identitarios al interior de la familia. 7 Un fenómeno que contribuyó a la realización de dichos procesos fue el ingreso de los sectores indígenas a la economía de consumo y las continuas crisis económicas que afectaron el modo de vida agrario y que volvieron urgente la necesidad de migrar para hacer frente a la necesidad originada por el desplome de los precios del café en la década de los ochenta (Moctezuma-Pérez, 2011). Así, a la par que se cubría la necesidad de cubrir el sustento de sus familias, los migrantes indígenas poco a poco van a incorporar a su vida elementos novedosos, como la manera de vestirse o la música, lo que podría entenderse como un acto de apropiación frente a otros interlocutores dentro y fuera de la propia comunidad. Migrar para estudiar Por un lado, como ya se anotó, la articulación a la economía nacional va a convertir a la región en vulnerable a las crisis económicas nacionales. Estas crisis van a afectar el ámbito local al grado que se presenta un fenómeno migratorio donde los primeros en desplazarse son los hombres adultos y jóvenes no casados cuyo destino principal serán los corredores industriales del centro del país. Estos migrantes irán a trabajar a las ciudades como albañiles, cargadores, vendedores callejeros o empleados en fábricas. En muchos casos la migración será de carácter transitorio, en otros es permanente. En la primera circunstancia, muchos jóvenes regresan al pueblo para apoyar a sus padres en la época de las cosechas o para participar en danzas locales. Los estudiantes que logran salir de la región lo hacen con el apoyo de la familia, otros combinan el estudio con el trabajo. Para expresarlo de otra manera, los estudiantes han interiorizado la importancia de la escuela y entre sus planes se encuentra seguir estudiando por lo menos hasta el bachillerato. Por otro lado, un sector más reducido intentará continuar los estudios universitarios en diferentes ciudades como Tuxpan, Poza Rica, Xalapa, Veracruz o el Distrito Federal. En la experiencia de un ingeniero agrónomo y promotor cultural, la situación del estudiante que migra es compleja por la dificultad de adaptarse a un lugar extraño 8 y luego la dificultad que entraña el retorno. En su opinión la actitud de los jóvenes que salen del pueblo se proyecta en dos sentidos: Los jóvenes estudiantes se enorgullecen de ser indígenas pero los que no estudian y se van como trabajadores manuales tratan de ocultarlo. Esto se debe a todas las barbaridades a que se tienen que enfrentar un indígena: la mayoría de las veces su español no es muy fluido...y el hecho de que no pronuncies bien el español [te hace sujeto de] desprecio a ese nivel (MPL). En este punto la experiencia que se relata tiene un amplio parecido con lo que se ha escrito sobre con migrantes mixtecos oriundos de San Pedro Jicayán, en la costa de Oaxaca, México, donde para evadir la discriminación los migrantes ocultan los signos “más evidentes” de la indianidad, como la vestimenta y la lengua, al incorporar las competencias y atributos de los mestizos, poniendo en marcha una especie de “mestizaje estratégico” sin por ello despreciar su propio origen aunque esto no significa que no surjan conflictos al interior de la familia, especialmente con las mujeres quienes se rehúsan a reproducir las costumbres relativas al matrimonio.(Pepin Lehalleur, 2006:110-111). Migrar para trabajar El ámbito laboral de la juventud indígena se ha diversificado en la medida que las poblaciones experimentan un crecimiento ligado no sólo al cultivo de productos comerciales, como el café, la vainilla y la pimienta, sino también al incremento de las actividades comerciales y los servicios públicos. Sin embargo, esta oferta no puede satisfacer la demanda de empleos y los pocos empleos que existen son mal remunerados, lo que orilla a una gran cantidad de personas a desplazarse a la ciudad de México, Reynosa o a los Estados Unidos. Esta situación se agrava en los periodos de crisis, como el producido por el desplome del precio de productos regionales como el café, las sequías y los desastres. Consecuencias de la migración Las consecuencias de la migración tienen un efecto significativo para las juventudes y sus familias en el sentido que se reordena el tiempo, la dinámica y la lógica de las relaciones sociales comunitarias y familiares. 9 En el estudio de Del Ángel y Mendoza, en tres poblados del Totonacapan, analizan y comparan las dinámicas de las familias a partir de técnicas cuantitativas y cualitativas y encuentran correlaciones entre sus aspectos organizativos y factores externos, principalmente económicos (Del Ángel y Mendoza, 2002, 95). En mi propio trabajo (García, 2009) sobre la región he podido constatar el debilitamiento de las condiciones de vida agrario que van a dificultar la reproducción social de los patrones culturales relativos al matrimonio indígena y en ello tiene mucho que ver con el surgimiento de las nuevas juventudes, específicamente las mujeres, que van a cuestionar fuertemente estos patrones. Cuando no se cumplen las condiciones mínimas de reproducción económica se tiene que generar nuevas alternativas que van constituirse en un factor que va a alterar las formas organizativas tanto en la familia nuclear y extensa. En lo que respecta al tipo de familia predominante en el Totonacapan, en la investigación de Del Ángel y Mendoza se pensaba originalmente que había una mayor cantidad de familias nucleares sobre las extensas. Sin embargo al combinar la técnica estadística con la etnografía obtuvieron una visión dinámica que les permitió dilucidar que tanto la familia nuclear como la familia extensa no eran otra cosa que manifestaciones de un mismo ciclo de desarrollo del grupo doméstico que debido a su articulación con el capitalismo había acelerado estos procesos creando la ilusión de que la familia nuclear había desplazado a la familia extensa. Tomando como telón de fondo los cambios que han ocurrido en el Totonacapan en las últimas décadas estos autores plantean que las repercusiones también afectan al grupo familiar de tal manera que este se constituye en un mecanismo para hacer frente a los procesos de modernización (Del Ángel y Mendoza, 2002, 99-103). Una manera específica de entender la adaptación del grupo familiar es la estrategia de permitir y asimilar las identidades emergentes donde los y las jóvenes tienen un rango de autonomía mucho mayor frente a la autoridad paterna a partir de su acceso al trabajo asalariado y un mayor nivel educativo que les hace invocar derechos que eventualmente van en contra de la costumbre. Otra de las consecuencias de la migración a nivel de las juventudes tiene que ver con el abandono del traje llamado “tradicional”. Esto ocurre porque la experiencia 10 les ha enseñado que en la ciudad pueden ser blanco fácil de los robos y agresiones. Transformaciones En el proceso de emergencia de las juventudes indígenas se van construyendo espacios entre la niñez y la vida adulta, espacios novedosos si los comparamos con cánones tradicionales. Como ya se ha mencionado, las sociedades indígenas sufren los impactos originados por la educación, la migración, y el retorno de estudiantes indígenas (Pérez Ruíz, 2008: 23-39). Estos fenómenos, al mismo tiempo que renueva los elementos constitutivos de la cultura producen tensiones y reagrupaciones del acervo cultural, estos rasgos aparecen con toda claridad en el Totonacapan por lo menos desde finales del siglo pasado hasta el presente y pueden localizarse en las demandas de independencia y autonomía en las relaciones de noviazgo y las decisiones sobre con quien pueden casarse. Antes de la introducción de la carretera las mujeres compartían algunas labores domésticas y el lavado de ropa en el río o se visitaban en sus hogares. Cuando se realizaba un matrimonio, éste se asentaba en la casa paterna. Así el niño (ka’hua’chu) será, después del matrimonio, un señor (chi’xcú’). La niña (tzu’ma’jat), de igual modo devendrá en señora (puscat), con los derechos y obligaciones dentro de la familia y la sociedad indígena. En gran medida la estabilidad y permanencia de las instituciones indígenas estaban relacionadas con el matrimonio y la familia. La gran mayoría de sus principios y rituales que daban soporte a las relaciones sociales se establecían sobre la base de una economía agrícola y lo que los antropólogos han denominado “cultura”. De esta forma, el relativo aislamiento de la sociedad nacional permitió que las formas de organización no sufrieran mayores cambios hasta ya muy avanzado el siglo veinte. Sin embargo a finales del siglo las juventudes empiezan a estudiar y a migrar. Uno de los impactos más visibles del fenómeno migratorio tiene que ver con la indumentaria llamada “tradicional”. Los Hombres cambian el calzón de manta por el pantalón de mezclilla y las mujeres la nahua por la falda. 11 Según la versión de un artesano y nativo de Coyutla sobre este tema: Las muchachas indígenas, por ejemplo, un día van a México y regresan... y dicen que ya se les olvidó el totonaco. Aprende a comportarse de otra forma que no combina con su origen. Cuando regresan, la gente la ve cambiada, intentando ambientarse de otra manera. Hasta se mueven diferente cuando caminan (LR). Con respecto a la experiencia de los hombres la cosa no suele ser muy distinta. Sobre esta situación comenta: Los muchachos que se van a trabajar a México, por lo general, se cambian el calzón totonaco por el pantalón. A mi me consta, porque ellos piensan que si llegan a la ciudad de México vestidos de calzón los identifica como gente que no es de allá. Y por eso luego los quieren asaltar o venderles más caras las cosas o los agreden gritándoles “indios”. Y así prefieren comprarse unos zapatitos, pantalones para evitar eso. Tal vez se sienten como que no son iguales, como que los ven menos si van de “calzón” (MAJ). Aparte de la migración, otro factor que ha incidido en el surgimiento de las juventudes ha sido la aparición de las escuelas que han modificado una serie de comportamientos y algunos aspectos de la familia como unidad económica. Evidentemente, la presencia de las escuelas afecta no sólo el aspecto productivo de la familia sino que trastoca ciertas instancias de reproducción de costumbres sociales. De hecho, la escuela puede considerarse también como un detonante de las primeras manifestaciones de la independencia femenil como un fenómeno que inició con conductas de negación o de franca oposición a las costumbres familiares. Las mujeres paulatinamente expresaron su desacuerdo con la sujeción paterna a la que eran sometidas y se dio el surgimiento de nuevas identidades genéricas por parte de las mujeres que empezaron a buscar “condiciones más igualitarias en sus relaciones de género [como tener] una mayor capacidad para elegir a su pareja, definir la edad para contraer matrimonio e incluso planificar el número de hijos” (Chenaut, 2001, 308). Al parecer, las presiones económicas y la búsqueda de alternativas para resolverlas como la escuela, el trabajo asalariado y la migración fueron factores para que las jóvenes mujeres salieran e hicieran vida pública por su cuenta; esto las liberó de las rígidas estructuras familiares y 12 comenzaron a tomar decisiones propias. Por ejemplo, la virginidad como valor es algo que empezó a considerarse como no indispensable para establecer una relación seria y permanente. Se empieza a valorar la autonomía personal, el conocimiento y la comprensión de la pareja. De acuerdo con una estudiante de la secundaria Técnica: Pienso que la antigua tradición del matrimonio estaba mal, porque los padres deberían dejar que los hijos decidieran por ellos mismos y además no se casaban a una edad adulta, sino a los 13, 14 años. Se casaban porque los padres hacían una especie de trato o de convenio, y a veces antes de que el niño o la niña nacieran, ya estaba comprometido a casarse con una persona. Yo siento que eso no estaba bien porque uno debe de decidir con quién se quiere casar. Mi mamá así se casó conforme a la tradición pero yo pienso casarme como a los 26 años, más o menos (GJC). Una respuesta similar la planteaba otra estudiante a principios de la década pasada. Ella contaba: Mi mamá se casó con la costumbre de antes. A la edad de 9 o 10 años iban a tu casa y hablaban con tus papás y te piden en matrimonio sin conocerte. Tus padres piensan que eso está bien y dicen que sí y te llevan con ese chamaco. Entonces ni siquiera haces nada, nada más te casan y es como vender algo. Antes era así, ni siquiera te fijabas en alguien, no importaba si no te gustaba o no te caía bien. Ahora ya no es así, ahora cada quien tiene su novio y antes era distinto... Yo pienso que esa costumbre estaba mal, era como vender un puerco que ni siquiera conoce donde va. Yo no aceptaría casarme de esa forma. Me mataba antes que ir con él o me iría de la casa (AAL). Una vez consumado el matrimonio, la primacía del hombre puede estar en camino de verse modificada porque las jóvenes empiezan a considerar que también tienen derecho a tomar decisiones dentro del núcleo familiar. Opina una estudiante: Yo creo que las mujeres también tenemos derecho a decidir, porque supuestamente son los hombres los que pueden mandar en la familia y no las mujeres. Pienso que no es correcto porque los dos tienen la misma obligación y los mismos derechos, pero las personas machistas no se atreven a ayudarle a barrer a su esposa o a cuidar al niño. Simplemente ellos se creen que no se verían bien ayudando a su esposa, sólo piensan que son los únicos que mandan en la casa y eso no es cierto. Creen que son los mejores con todos los derechos pero sin obligaciones (MP). 13 Conclusiones Para finalizar me parece conveniente dejar en claro que estamos hablando de un fenómeno en proceso en el que todavía no es clara la profundidad y permanencia de los cambios que he anotado. En un pasado no muy lejano las mujeres asumían pasivamente el lugar que la sociedad tutú nakú les había asignado. Los padres decidían con quién y cuándo casarse. La virginidad era valor supremo y en la familia el hombre asumía el papel directivo. Las mujeres ayudaban desempeñando labores domésticas que consistían en la cría de animales, la limpieza y cuidado de la casa, el lavado de ropa, elaboración de alimentos y crianza de los hijos. La vida se regía por los ciclos productivos y sociales ligados a la tierra. La vida pública era estrictamente regulada a través de un sistema social muy afianzado en la tradición. En la actualidad mucho de ese mundo y los elementos que le daban firmeza se ha transformado y los roles asignados sobre todo a las mujeres se han alterado en igual medida. La escuela, los nuevos empleos, las comunicaciones han hecho su parte en la posibilidad de elección que antes no existía. No obstante, como se mencionaba en el principio de este apartado sería prematuro considerar estos fenómenos como algo acabado ya que si que si algo nos han enseñado los pueblos originarios es su enorme capacidad de transformación bajo los parámetros del horizonte civilizatorio mesoamericano en un mundo globalizado 14 BIBLIOGRAFÍA Del Ángel Pérez, Ana Lid y Martín A. Mendoza Briseño (2002), “Cultura y sobrevivencia familiar en la etnia Totonaca, México” en Papeles de Población, vol. 8, núm. 32, abril-junio, Universidad Autónoma del Estado de México, México, pp. 95-120. Chenaut, Victoria (1995), Aquellos que vuelan. Los totonacos en el siglo XIX, CIESAS-INI, México, 302 pp. _________ (1999), Honor, disputas y usos del derecho entre los totonacas del Distrito Judicial de Papantla, Tesis doctoral, El Colegio de Michoacán, Zamora, 563 _________ (2001), “Disputas matrimoniales y cambio social en Coyutla, Veracruz (México)” en Boletín Antropológico. 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