Nosferatu. Revista de cine (Donostia Kultura) Título: Hermano lobo Autor/es: Savater, Fernando Citar como: Savater, F. (1998). Hermano lobo. Nosferatu. Revista de cine. (27):4-5. Documento descargado de: http://hdl.handle.net/10251/41064 Copyright: Reserva de todos los derechos (NO CC) La digitalización de este artículo se enmarca dentro del proyecto "Estudio y análisis para el desarrollo de una red de conocimiento sobre estudios fílmicos a través de plataformas web 2.0", financiado por el Plan Nacional de I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (código HAR2010-18648), con el apoyo de Biblioteca y Documentación Científica y del Área de Sistemas de Información y Comunicaciones (ASIC) del Vicerrectorado de las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones de la Universitat Politècnica de València. Entidades colaboradoras: Licántropo Fernando Savater .!arinto J lolt'nu akton'rl l':.agun 1'¡pi1 da /hui.\ 'ase/~ \Ten goiú::t'I/Oz eta!u:c;pm u'ar lwldurre:.ko gt'llt'mko ([k/nre emkw f!:arriemt hd(lkalu da. /Jermgeitik gomko zilll'ZCtleonlw l IJI'm el(/ u.un' !.!.·i:.olso 1/(t!.!.UStá . ' " l l lguicn dijo, y sin duda dijo bien, q ue el hombre es lobo para e l hombre. Con la misma seguridad cabe afirmar que Jac into Molina fue hombre-lobo para muchos de noso tros, q uienes aho ra fr isa mos por arriba o por abajo el medio s ig lo. E n los títulos de crédito d e la NOSFERATU 27 pantalla Jac into Molina se llamó Paul Naschy, y la so la menc ión de es te seudó nimo suscita una inm ediata sonri sa d e s impa tía, comp lic idad y hasta nostalg ia entre mu chos españoles de mi generación. Nos viene a las mientes una época de se udó nim os, en que las novelas de vaqueros d el kiosko las f irmaba c ierto Alf Manz que era Alfredo Ma nzano y las mejores diatribas antifra nquistas de Ruedo ibérico un tal Luis Ramírez que en realidad era m i recordado amigo L uciano Rincó n. En su personaje de licántropo, Jacinto Moli na-Paul Naschy (no se rían, que tampoco Cary G rant se llamaba así y el nombre de Jolm Wayne no era Jolm s ino Mm·ion, tan macho como fue) tuvo denomin ac io nes aún m ás góti cas, como Waldemar Daninsky. Quizá el mundo no se di vide entre buenos y malos o r icos y pobres, sino entre aqu ellos cuyo primer hombre-lobo se apellidó Talbot y los que tuvimos q ue conform arnos con un Daninsky para abrir la boca .. . y aullar. Estoy convenc ido, y que me perdone la ovej a Dolly, de que la a fición al cine de terror es una determinac ió n ge nét ica. E n el mundo perfecto que se avecina, quizá alg ún nuevo doctor Strangclove la extitvará de los cro mosomas para que el ciudadano no disfrute más que con películas chorreantes de buen g usto y sentimientos política mente correctos: por el momento, la enfe rmedad no tiene cura. Pero la vida es injusta. Los adolescentes que padecen hoy el morbo en cuestión tienen cientos de vamp iros, Freddy K ruegers, Aliens y demás delicias que llevarse a sus gozosas pesadillas. En los que llamaré ge nerosam ente mis buenos tiempos, la cosa no estaba tan fác il. Para un menor de dieciséis años, ver un buen m onstruo en acción era casi tan di fici l como contemplar en la panta lla -fuera de ella pa ra qué hablar- un estimulante par de tetas. Incluso rebasada fe lizmente esa edad fatal de la censura que nos obligaba a fals ificar el DNT aún más que la policía franquista, la ofett a tampoco resultaba abunda nte. Los viciosos nos solazá bamos con lo que teníamos a ma no y lo celebrábamos calurosamente. Aún rec ue rdo con inm e ns a g ratitud A bbot y Cos t cll o contra los fa ntasmas ( 1948), en la que vi por primera vez a Beta Lugosi, Lo n Chaney, Jr. y un mo nstruo de Frankenste in interpretado por G lenn Strange que me s irv ió de aperitivo hasta que llegó el insuperable Boris KarlofL La gratitud se extiende a otros pio neros patrios de ese género que Jesús Franco de nomina con gracia "de caspa y ensayo": el propio Jes ús Franco o Jess Frank (¡s iempre los seudó nimos !), el Am ando de Ossorio con sus resucitados templarios, León Kli movsky ... y, naturalmente, Paul Naschy. Desde luego nuestro hombre-lobo domés ti co (¡nunca domes ticado!) d i fí c i!mente puede ser catalogado entre los gra ndes acto res de l sépti mo arte, pero incluso esa torpeza también ailadió encanto a sus interpre tac io nes. Era como si uno de nosotros, los afic ionados rabi osos, se hubiera disfrazado de mo nstruo y lograse una películ a para él so li to. Naschy no fue el "auténtico" y artístico ho mbre-lo bo sino e l licántrop o amateur que los espectad ores del género quisiéram os haber hecho por lo menos una vez. Yo le envidi o sobre tod o cierta a nécdota, que hasta puede ser cierta porque cosas mucho más raras han llegado a suceder. Cuentan -lo cuenta el propio Naschy- que durante un descanso en el rodaje de La noche de Walpurgis (1970), un o de sus hits más divertidos, nuestro hombre-lobo nacio nal se fue a estirar las zarpas por el cementerio en que transcurría la acc ión ... pero maquillado de 1icántropo. A pareció distra ída mente por detrás de una lápida justo cuando una anc ianita depositaba su ofrenda floral en la tumba de l di funto esposo. La buena señora estuvo a punto de sufrir un infar to entre alaridos y hasta demandó luego a la productora, poniéndole un pleito. Lo cual es inj usto, porque bien mi rado disfru tó de un lwppening monoplaza muchís imo más impactante y sobre todo más corto que los que por aquellos alios so lía manu facturar el Living Thcatre. No me digan que este episodio no es cosa que todo buen fo rofo de las viej as películas de la U niversal o de la Hamm cr hubiese -¡hubiéramos !qucrido protagonizar. ti tu lada Memorias de 1111 hombre lobo (Alberto Santos Ed.), en e l que narra la anécdota de la anciana y muchas otras también sabrosas: su encuentro con Jarabo, el célebre serial killer del franquism o (que por cierto es tudió en el mismo colegio madrileiio en que yo conc luí mi bachillerato), una o rgía satanista en Alemania, los hábitos alimenticios de los ti gres durante los rodaj es cinemográficos, el d ía que vio llorar a Boris Karloff y cien cosas más. También nos recuerda esta o bra que Paul Nasehy no sólo ha s ido licántropo sino faraón egipcio convenientemente momificado, ho mbre de Cromagnon cántabro, Lucifer, G illes de Rais, F u-Manchú, vampiro, Jack e l Destripador, el jorobado de la Morgue, psicópata, caníbal, la Muerte misma y otros muchísimos papeles no menos tenebrosos y estupendos. La verdad es que tod o lo que ha hecho Jacinto Molina en su vida me parece enorm emente más d ivertido que ser regis trador de la propi edad, ingeniero de minas o cated rático de filosofia. Ha cumplido de un modo u otro, con mayor o menor aceptac ión pública, todos los suci1os negros de los que el niilo que fuimos y somos los aficionados al cinc de terro r nunca se desprende. Si no un príncipe, por lo menos ha sido un sargento chusquero de las tinieblas y por ello merece e l culto entus iasta que le rinden espectado res faná ti cos de este mundo y del otro (me refiero a E uropa y América, claro). Peripecias envidiab les que cuenta en sus memor ias, un libro entretenido, algo dad o a la va naglori a -¿por qué no?- y q ue habla de una época en que los peores lobos rondaban fu era de la pantalla y bien afeitados, para que no se les notase. Como ahora mismo, si ustedes me disculpan la alus ió n. Ahora Jacinto Molina ha publicado una autobiogra fía, lóg icam ente NOS FERATU 2 7
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