Bibliografía Yoga Social BIBLIOGRAFÍA SOBRE YOGA SOCIAL Todas las referencias están disponibles en las bibliotecas públicas. Para acceder al catálogo y ver en qué biblioteca concreta está disponible cada libro, consulta http://aladi.diba.cat/) Esta bibliografía irá ampliándose a medida que avance el curso y tengamos nuevas sugerencias. Mirar también el material de la escuela y los trabajos de Yoga Social de otras promociones. Yoga para gente mayor ● Yoga y personas mayores / Sergio Mario Chazin (editorial CCS DL, 2013) ● Yoga para la fibromialgia : mejorar la calidad de vida con el movimiento, la respiración y la relajación / Shoosh Lettick Crotzer (editorial Tutor, 2010) Yoga para niños ● Yoga en la selva / Ramiro Calle, Nívola Uyá (editorial Cuento de Luz, 2014) ● Yo te cuento un cuento y tú haces yoga / un relato de Tere Puig sobre el origen del yoga ; ilustrado por Júlia Martínez (editorial Yekibud Yekinabud, 2014) ● El Yoga, una aventura para niños : actividades de yoga para niños en grupo / Helen Purperhart (editorial Neo Person, 2008) ● Yoga para niños / Ramiro A. Calle (editorial Kairós, 2014) Yoga para adolescentes ● Yoga y expresión corporal para niños y adolescentes / Jacques Choque (editorial Paidos, 1990) ● Yoga para dos : ejercicios en pareja para el desarrollo físico, emocional y espiritual / Cain Carroll y Lori Kimata (editorial RBA, 2002) ● Manual de yoga dinámico : un programa de ejercicios para mantenerse en forma / Kia Meaux (editorial Javier Vergara, 2002) Yoga para embarazadas ● El Método yoga para un parto natural : guía para conseguir el parto respetado que deseas / Dorothy Guerra (editorial Oniro, 2014) ● Especial yoga: prenatal y postparto (DVD) (Divisa DL, 2007) ● Yoga para embarazadas / Aixa Hernández de Prono (editorial Kier, 2006) ● Yoga y embarazo : guía práctica para el embarazo y parto natural / María Teresa Palomas Peix (editorial Océano, 2005) ● Yoga para bebés / Françoise Barbira Freedman (editorial Gaia, 2001) Yoga en la empresa ● Yoga para ejecutivos : técnicas eficaces de relajación para mejorar el rendimiento en el trabajo / Alejandra Vidal (editorial Profit, 2015) ● Filosofía yoga para el trabajo : sabiduría ancestral para afrontar la complejidad de la vida actual / Maren Showkeir y Jamie Showkeir (editorial Empresa Activa, 2013) ● Yoga para usuarios de ordenador : programa preventivo para conservar sanos el cuello, los hombros, las muñecas y las manos / Sandy Blaine (editorial Tutor, 2010) ● Yoga para aliviar el dolor de espalda : ejercicios suaves y efectivos para mantener una espalda sana / Stella Weller (editorial Oniro, 2001) ● Yoga para la oficina : cuide su cuerpo y su mente mientras trabaja / Julie T. Lusk (editorial Oniro, 2000) Gerard Oncins Indicaciones sobre la realización del trabajo de Yoga Social PAUTAS PARA EL TRABAJO SOCIAL ESCUELA DE FORMACIÓN YOGA SÍNTESIS INTRODUCCIÓN -La necesidad de un yoga adaptable a diferentes colectivos. -La realidad del colectivo que has elegido: características propias, relevancia en la población actual, perspectivas de este colectivo a medio y largo plazo en la sociedad urbana. -¿Cómo puede el yoga incidir positivamente en este colectivo? EL YOGA Y EL COLECTIVO DE TU ELECCIÓN -Necesidades específicas del colectivo a nivel físico. -Necesidades específicas del colectivo a nivel mental. -Necesidades específicas del colectivo a nivel relacional. -Aplicación general del yoga al colectivo (aquí se puede detallar qué trabajo de yoga es el más adecuado, qué partes/valencias/potencialidades corporales hay que trabajar específicamente. -Precauciones en la aplicación del yoga al colectivo. -Adaptación del yoga mediante el uso de soportes: silla, cinta, bloque, pared, trabajo por parejas o en grupo, etc. PROPUESTA PRÁCTICA 1. PLANIFICACIÓN ANUAL DE UN CURSO ESPECÍFICO Imagina que eres profesor/a y planeas un curso anual (9 meses de clases) de dos sesiones semanales de 1 hora para el colectivo de tu elección. ¿Cómo diseñarías el curso de manera global? Para organizarlo, puedes escoger diferentes centros de interés; uno de ellos podría ser organizar el curso trabajando los chakras, o bien organizar el curso trabajando los diferentes segmentos del cuerpo, las diferentes valencias físicas (fuerza, resistencia, elasticidad, etc.), plantear una estructura de yoga basado en las estaciones o incluso en los diferentes, yamas, niyamas o actitudes sabias a desarrollar, etc. Pistas para no perderse: Para facilitarte el plan, te propongo que en una de las clases semanales trabajes de manera más global y en la otra, de manera más específica el segmento, chakra, valencia, etc. de tu elección. Recuerda que puedes repetir el contenido de las sesiones cambiando, por ejemplo, el enfoque de la misma. Por ejemplo, una misma sesión se puede plantear una primera vez con un énfasis más pedagógico (aprender las posturas), una segunda vez incidiendo más en la atención respiratoria y una tercera, en la interiorización. Realizar una planificación global no consiste en definir en detalle todas las posturas, pranayamas meditaciones que vas a realizar. Se trata de hacer un esquema (eso sí, con cierto detalle) para que durante el transcurso del curso puedas ir construyendo las clases sin perder la globalidad del trabajo anual. Introduce de manera esporádica sesiones “diferentes” que rompan con la tónica general del trabajo global. El yoga es muy amplio y vale la pena trabajar aspectos diversos que ayuden a cohesionar el grupo y a insuflar aire fresco a la rutina. En definitiva, 9 meses de clases son 72 sesiones. ¿Cómo las vas a distribuir para que el trabajo sea completo? Para ello necesitas tener claros los objetivos que quieres alcanzar y las posibilidades del colectivo con el que trabajas. PROPUESTA PRÁCTICA 2. DETALLE DE UNA CLASE GLOBAL DE 60 MINUTOS Plantea con todo detalle la estructura de una clase global para tus alumnos. Dibuja la serie a realizar y explica el por qué de cada postura, pranayama y meditación. Pistas para no perderse: La clase global no pretende trabajar ningún objetivo específico, sino más bien abarcar a la persona en su totalidad. Recuerda bien las limitaciones y necesidades de adaptación de tus alumnos. La clase global puede tener varias intensidades: brahmana (intensa y dinámica), langhana (lenta y reposada) y samana (equilibrada). Escoge una de ellas para conservar la armonía dentro de la sesión. Cada postura necesita una cierta preparación y también una correcta compensación y complementación. Ayúdate de las series que encontrarás en la web de la escuela para entender como preparar cada postura y mitigar sus posibles efectos secundarios. Deja espacio para las posturas de suspensión (abandono). La mayoría de las veces, menos es más. PROPUESTA PRÁCTICA 3. DETALLE DE UNA CLASE ESPECÍFICA DE 60 MINUTOS En este caso, escoge un objetivo concreto que quieras trabajar y diseña en detalle una serie que pueda abordarlo. De nuevo, sírvete de dibujos para ejemplificar la serie y explica el por qué de cada postura, pranayama y meditación. Pistas para no perderse: Sería fantástico que la clase global (propuesta práctica 2) y la clase específica (propuesta práctica 3) formaran parte de la planificación anual (propuesta práctica 1). De este modo, la clase global y la específica serían dos clases que, en cierto punto del curso, acabarías dando a tus alumnos. ENTREVISTA CON EL COLECTIVO En este apartado os proponemos que recojáis impresiones sobre personas que formen parte del colectivo con el que trabajéis. Podéis enfocarlo de manera libre y creativa. CONCLUSIONES Para finalizar, vale la pena cerrar el trabajo con las impresiones principales que hayáis obtenido del mismo y con todo aquello que os ha llamado la atención y os ha sorprendido. No os olvidéis de recoger aquí todas las dificultades que hayáis encontrado durante la realización del trabajo, pues de estas dificultades los profesores podemos aprender a guiaros más y mejor en vuestra práctica personal y en vuestra formación. DETALLES PRÁCTICOS Escribe el cuerpo del trabajo en Word utilizando la fuente Arial 12 puntos. El trabajo está planteado para que cada uno de vosotros realice una parte en concreto. Cuando tengáis el grupo formado, el primer paso será repartiros los diferentes apartados del trabajo, de manera que podáis trabajarlos individualmente. Una vez tengáis el reparto hecho, os pediré que me indiquéis de qué sección os vais a encargar cada uno. Utilizad el esquema de trabajo que os proponemos para que cada uno sepa claramente su labor en el grupo. Sabemos que es difícil encontrar el tiempo para dedicarlo al proyecto entre los quehaceres cotidianos. Sin embargo, desde la escuela os animamos a que no lo dejéis para el final. Para ello, iremos fijando fechas a lo largo del curso en las que podamos compartir los progresos hechos y resolver todas las dudas que hayan surgido. Una vez el trabajo esté terminado, no hace falta que lo imprimáis, pues lo podréis presentar en formato pdf. A final de curso, los trabajos se colgarán en la web de la escuela para que todos los alumnos los puedan consultar. Gerard Oncins Yogasûtras: Esquema árbol del Yoga Ver en PDF: Esquema árbol del Yoga Por Luisa Cuerda Meditación: actitudes Dicen que la felicidad no es llegar a una meta determinada… si acaso, la podemos encontrar en la forma de viajar. Es posible que sea tan importante el camino como la meta, y hablando de meditación, tan importante la actitud como la técnica. Más adelante nos referiremos a los pasos a dar en la meditación: a las técnicas de concentración, a la postura y a la respiración… Hablaremos en detalle de todo ello, pero hay algo previo que a menudo olvidamos: la actitud en la meditación, la forma de encararla, de sentirla, de vivirla, de ser uno con ella. Cuando un novato quiere hacer la postura del triángulo en yoga (por poner un ejemplo), piensa que lo importante es llegar al movimiento final; con la experiencia, sin embargo, se irá dando cuenta de que la postura empieza mucho antes: con una escucha, con una visualización, con un abordaje preciso y delicado, progresivo y respetuoso. Se da cuenta, en definitiva, de que la postura es todo un viaje que no podemos hacer a trompicones ni de forma acelerada. Por ilustrarlo de otra manera, así como es importante el tipo de alimento que comemos, no lo es menos la actitud con la que lo hacemos. Por muy bueno que sea el alimento que ingerimos, si lo hacemos de forma ansiosa, con poco tiempo, sin masticar suficientemente y en un entorno agresivo, lo más probable es que no nos siente bien. Es posible que la actitud sea lo primero y lo último, algo que depende de nuestra sabiduría, la que al final se ha integrado en nuestro ser. Decíamos que la meditación es desnudez, desnudez del ser. Y en esa desnudez nos sobra casi todo, por no decir todo. Todas las intenciones, todas las imposturas, todos los deseos, toda la memoria, el carácter y hasta el cúmulo de experiencias, sobran. Especialmente, es importante dejar caer la ropa psicológica que nos hemos de quitar para encontrar de nuevo la desnudez, esa desnudez necesaria para que la vida profunda emerja a borbotones. Meditar sin miedo será necesario para que aparezca nuestra confianza; meditar sin esfuerzo, para conectar con nuestra relajación; meditar sin juicio, para observar nítidamente la realidad; meditar sin frustración, para dejar que surja nuestra paciencia; meditar sin el bagaje de nuestra experiencia, para que se abra camino la curiosidad; meditar sin expectativas, para lograr la satisfacción del momento presente, y meditar sin apego para sentir la libertad. Y aunque sea cierto que una pasión del carácter esconda una virtud del alma -amordazada o maniatada-, lo cierto es que conviene recordar en primera instancia aquello que hemos de soltar. He aquí siete obstáculos y siete actitudes que nos parecen nucleares a la hora de meditar. Siete maneras de entregarse a la práctica que son el secreto más profundo de la meditación y que, probablemente, bastarían para cotejar las profundidades del Ser. Meditar sin expectativa La sociedad nos acostumbra a sembrar para recoger, a invertir para obtener una ganancia, y en general a hacer para conseguir un resultado práctico. Todo esto es de sentido común y no hay nada de malo en ello. Sin embargo, a fuerza de anticipar el efecto de nuestras acciones y de calcular el beneficio y el perjuicio, hemos olvidado el tesoro mismo que tenemos delante: la profundidad del momento presente. La vida se asemeja a una gran cadena de infinitos eslabones. Cada eslabón hace de unión entre los dos adyacentes, pero no es solamente un enlace; es también una totalidad interdependiente. En este sentido, cada acto es un medio para otra cosa, pero sin duda también un fin en sí mismo. Nuestra mente está polarizada hacia un futuro prometedor a corto, medio o largo plazo; nuestras acciones son, la mayoría de las veces, tendenciosas. Somos grandes estrategas que calculan cuántos soldados estamos dispuestos a sacrificar para ganar una batalla y cuántos dejamos en la retaguardia. Es posible que nos sentemos a meditar calculando, consciente o inconscientemente, el bienestar psíquico o las experiencias genuinas que podamos cosechar. No obstante, sentarse de esa forma es escapar del momento presente, que es precisamente donde radica la meditación. Por muy buenas intenciones que tengamos al meditar, desde sentir la libertad más absoluta hasta simplemente calmar la ansiedad, el mero hecho de ir a ella con expectativas creará en nosotros una tensión psíquica que nos impedirá estar plenamente abiertos al presente. Es como las anteojeras que lleva el burro, que resultan útiles para ayudarle a seguir un camino recto pero constituyen obstáculos para percibir la amplitud del horizonte que le rodea. Dichosa la persona anciana que aprovechaba cada paseo matutino para esparcir semillas… para que un día, estando ya ella bajo tierra, apareciera, como de la nada, un espléndido bosque… sin aspirar a un provecho inmediato ni a un reconocimiento social: con el único aliciente del amor a los bosques, los que hay, los que desaparecieron y los que están destinados a nacer. No obstante, hemos de trascender hasta los deseos más altruistas, hemos de aprender a permanecer en lo atemporal del presente sin ninguna especulación. Aunque evidentemente las acciones se solapan y se generan con ellas nuevos efectos, como si de una onda expansiva se tratara, lo cierto es que al momento presente no le falta ni le sobra nada. La meditación es la capacidad de estar satisfechos y de que esa plenitud no dependa de ninguna circunstancia. No hay mayor nobleza que la de sentarse sin esperar nada, sin esperar que algo viaje desde el futuro a nuestro encuentro. Cuando tenemos expectativas sobre algo que va a ocurrir en el futuro, en realidad estamos anteponiendo nuestro propio deseo. Y el deseo -ya lo sabemos- termina por desgajar la totalidad en la que nos encontramos. No saber lo que nos vamos a encontrar puede ser desalentador, pero también puede ser muy enriquecedor. Estamos llenos de prejuicios con respecto a la meditación. Hemos visto muchas películas del mundo espiritual, y es posible que nos hayamos hecho una idea equivocada del mismo. Como en el cuento de la lechera, en los primeros proyectos todos hemos caído en la ingenuidad de pensar el rendimiento que nos podían dar a corto plazo, y todos hemos caído varias veces en la misma piedra. Se trata, pues, de rendirse al momento presente sin esperar nada a cambio. Y ya que es la mente -y no el alma- la que espera, bastaría con encontrar una actitud de vacío mental. Meditar sin esforzarse Sentarse en meditación es fluir como un río. Cuando nos encontramos en medio del cauce, resulta tan absurdo nadar contracorriente como empujar el río abajo. En ambos casos, lo único que cosecharíamos sería un cansancio descomunal. Lo mejor, entonces, es relajarse, y relajarse no es sólo aflojar el exceso de tensión de la musculatura o soltar las articulaciones… implica también un estado de ánimo, una actitud de abandono. Cuando nos sentamos a meditar, tratamos de sentarnos sin más y, para ello, no es necesario llevar más carga que la estrictamente necesaria. Dejamos en el perchero nuestra mochila de responsabilidades y preocupaciones. No necesitamos, para el caso, ningún kit de supervivencia. Simplemente sentarse con ánimo tranquilo termina por resolver el exceso que nos provoca nuestra vida, condicionada por una sociedad acelerada y acumulativa. Un mismo alimento puede nutrirnos si lo ingerimos moderadamente, cebarnos si lo hacemos en exceso, o incluso dañarnos si comemos de manera totalmente desordenada. Bastaría con dejar de comer unos días, o al menos con hacer dieta una temporada, para restablecer el equilibrio perdido. Si el ayuno es la respuesta puntual a la dieta, el silencio y la quietud lo son a un desorden en cuanto a nuestras habladurías y manipulaciones. Dejar de hacer es una manera de desactivar la acción precipitada, condicionada o ignorante que tantos reveses nos trae luego y que, a regañadientes, muchas veces no queremos admitir. Sentarse relajadamente es una buena manera de responder a ese exceso en el hacer. Podemos aflojar el cuerpo y soltar las manos, esas manos tan habituadas a coger y soltar, a retorcer y enderezar, en definitiva, a manipular la realidad. No podemos meditar con el cuerpo tenso y la mente ávida: hemos de aprender a relajarnos, drenar el exceso de tensión y ponernos en actitud de disponibilidad. Para ello, nos ayudan la postura vertical, la respiración lenta, las técnicas de visualización y la concentración, relajada y atenta. Meditar sin miedo Imaginemos, por poner una imagen extrema, que cada hora nos tomáramos el pulso, desconfiados de que nuestro corazón pudiera detenerse, o que temiéramos quedarnos dormidos por si en mitad del sueño dejáramos involuntariamente de respirar. No caminamos por la calle volviéndonos una y otra vez para impedir que un posible asesino nos clave una navaja por la espalda, ni analizamos químicamente cada bocado que tomamos en un restaurante, por si estuviera envenenado. Simplemente, confiamos, y elegimos la confianza como la mejor manera de vivir. Confiamos en que el cuerpo desempeña sus funciones adecuadamente -aunque ya sabemos que a veces falla-, y confiamos en la gente -aunque también sabemos que esa confianza no es muy sólida-, pero confiamos. Sin embargo, a veces se evapora la confianza y entra a borbotones el miedo. Sabemos que entrar en una actitud paranoica es una forma de malvivir. A veces vivimos temerosos, con miedo a perder el trabajo, a contraer una enfermedad grave, a ser abandonados por nuestra pareja o a acabar arruinados. Muy sutilmente, nos tensamos y protegemos, nos armamos de seguros de todo tipo y empezamos a desconfiar. La meditación sólo se puede abordar desde la confianza. Meditamos porque confiamos en que el proyecto humano se despliega en cada uno de nosotros adecuadamente. Cada uno le dará su matiz y su peculiaridad, pero todos nos dirigimos hacia la serena luz de la conciencia. Siempre es bueno tomar perspectiva. Desde los inicios, la vida se ha abierto camino ante grandes dificultades: eras glaciales, incendios colosales, meteoritos gigantescos… Se han producido extinciones masivas de especies y, en cada vuelta de tuerca, evolutivamente hemos dado un salto. Nuestro cuerpo y nuestra mente incorporan cada etapa evolutiva, y de esta manera adquirimos una inteligencia labrada entre la adaptación y la creatividad. ¡Qué mejor lección podemos obtener de la vida -una gran maestra- que la que tenemos en nuestros propios genes! ¿Por qué entonces tanto miedo? ¿Por qué cuesta tanto entregarnos a la meditación? ¿Será por el temor a lo desconocido que habita dentro de nosotros? Tal vez sea que nos hemos separado de la vida, que hemos confrontado naturaleza y cultura, cuerpo y mente, materia y espíritu, y que en esa fractura hemos fabricado un mundo ideal, confortable y tecnológico, paralelo a la realidad. Lo hemos de decir alto y claro: vivimos con miedo, y el miedo es un no vivir. Llegamos a este mundo con una moneda en la mano: en una cara tenemos la marca del orden, el encuentro, el éxito, el amor, la seguridad, el placer, la paz… Es la cara amable de la moneda, la que nos mira de frente. La cruz permanece oculta, pero no por ello desaparece. El fracaso, el desorden, el desamor, el dolor, la inseguridad, el desencuentro y la guerra también existen, también actúan, también forman parte del mundo dual. El miedo tiene la función de protegernos… pero en demasía nos paraliza. El que niega el miedo es un temerario, un insensato, un imprudente, pero el que lo cosifica es un cobarde. La impermanencia de la realidad nos fuerza a comprender que el riesgo es consustancial a la vida; asumirlo es tarea del héroe o heroína que llevamos dentro. Meditar implica un gran coraje, la gran tarea de desmontar el edificio mental que prometía seguridades y atrevernos a vivir con el torso desnudo, sin corazas ni escudos. Meditar sin apego Gran parte de las fotos que hacemos en nuestros largos viajes son un intento desesperado de apropiarnos de momentos especiales, intensos, exóticos, para inmortalizarlos después en el museo de nuestros álbumes fotográficos. Poseer las cosas, controlar las relaciones, acumular experiencias nos da una sensación de seguridad, aunque esa seguridad a la larga se demuestre falsa… pues las cosas se pierden, las relaciones se rompen y a las experiencias se las va comiendo el pozo oscuro del olvido… La identidad es un conglomerado de impresiones e ideología, y nuestras posesiones son como el alfiler que engancha todo el puzzle en la cartulina. Acumulamos y acumulamos hasta que ya no queda ningún rincón vacío, creyendo ilusamente que ese vacío interno se puede llenar con seres o enseres. Esa avaricia también la detectamos en la meditación: estamos prestos a cosechar todo tipo de experiencias para certificar un estado superior; en el fondo, lo que hay ahí es un orgullo espiritual bien camuflado tras una cortina de pseudofilosofía. Nos hemos apegado a la teta de nuestra madre, al cómic del superhéroe, a la banda de rock, al libro de cabecera y al cigarrillo. Han pasado las modas, hemos cambiado de vestuario y de grupo social, de pareja y de residencia… pero el apego se ha mantenido todo el tiempo, como un arnés que nos protege de caer en el vacío, de disolvernos en la nada… Es absurdo apegarnos a nuestro cojín de meditación, a nuestro ritual iniciático, a los símbolos trascendentes con los que nos rodeamos y al conocimiento adquirido. Es absurdo porque sólo son medios hábiles, nada más. En el momento de “saltar” hacia ese espacio infinito, cualquier apego se convertirá en piedra en la mochila, en un lastre. Meditar sin apego es andar por la cuerda floja de la confusión sin red de seguridad, sólo con nuestros pies descalzos y nuestro equilibrio. Meditar sin juicio Previamente a la caza, el cazador tiene que haber observado escrupulosamente los hábitos de su presa para anticiparse y pillarla desprevenida. Observar es captar el movimiento fluctuante, impermanente y a veces caprichoso de la vida desde una quietud interior. No buscamos observar –por ejemplo- cuando vamos a galope encima del caballo, sino cuando ya hemos parado y han cesado la actividad y la agitación. La vida que observamos fuera es similar a la vida que acontece dentro; por eso es tan útil la meditación como herramienta de resolución de conflictos: porque el nudo problemático en el exterior está anudado dentro, y es el espacio meditativo el que nos permite percibir con nitidez el trenzado y saber de qué hebra hemos de tirar para desanudarlo. Observar —observarnos— es todo un arte de difícil ejecución, más que nada porque la observación se tiñe enseguida de nuestros gustos y disgustos, y se colorea fácilmente de nuestros juicios. Al ego le gusta juzgar todo el tiempo porque emitiendo sentencias divide la realidad entre lo que le favorece y lo que le amenaza. Critica para defenderse y halaga para conseguir favores. Se alimenta de los juicios favorables de los demás y ningunea o margina los que le son desfavorables. Esta pauta neurótica de ataque y defensa la vamos a ver magnificada en la meditación. Meditar es instalarse más en la observación respetuosa que en el juicio; acoger lo que viene sin ningún prejuicio, sin ninguna desconfianza, sin ningún resquemor. Lo más probable es que todo lo que ocurre y deja una estela en la vivencia tenga su razón de ser; por eso mismo, no merece un juicio previo, sino una buena acogida, incluso un lugar en nuestro corazón. No nos olvidemos de que somos mucho más que una imagen social, más que una idealidad, más que un conjunto de intenciones. Todo eso que somos y que, a menudo, no sabemos que somos, también tiene derecho a existir. La ausencia de juicio es el derecho que todos tenemos a la presunción de inocencia. En todo caso, no somos nosotros los jueces sino la vida, que nos regula a través del delicado ajuste del destino. Meditar sin experiencia Todos hemos saboreado en algún momento la suerte del principiante: uno se adentra en el juego que apenas conoce, en clara desventaja respecto de los jugadores avanzados… e inesperadamente ¡gana! La mente del novato, que aún no está filtrada por el hábito ni condicionada por las normas, sin saber cómo, conecta con esa intuición en el juego que le permite ganar. En la meditación pasa algo parecido. Cuando uno está resabiado en la técnica de la meditación, cuando ya ha recorrido muchos senderos y tiene a sus espaldas un cúmulo de experiencias, pareciera que le costara conectar con el estado de meditación en sí. Muy al contrario, el principiante, que no sabe lo que le espera, no sabe muy bien qué sendero tiene que elegir en su experiencia interna y, entonces, avanza por terrenos desconocidos y fecundos. Sucede también en la vida cotidiana: conocemos poco nuestra ciudad porque nos arrastra el hábito, y así, transitamos casi siempre por los mismos rincones y callejuelas. Terminamos tomando el mismo té en los mismos bares. El turista, en cambio, se adentra por calles por las que a nosotros nunca se nos ocurriría. Pero no hagamos tan fácilmente una apología del principiante: demasiada carga nos condiciona, pero demasiada inexperiencia nos hace dar excesivas vueltas o llevarnos a una precipitación indeseada. En el arte de meditar, el meditador tiene experiencia, tiene claves, estructura… pero no ha perdido la frescura de su mente, y así puede ver lo mismo de siempre con la mirada nueva, sin filtro, sin condicionamientos. El funambulista no puede andar por la cuerda floja con los criterios y la experiencia del equilibrio del día anterior: se tiene que ajustar al momento presente, al movimiento de su cuerpo, so pena de caer en el vacío. Miremos la piedra, la flor, la nube, ¿son únicas, o son una repetición de lo ya sabido? En realidad, la mente, en su profunda estrategia económica, nos juega una mala pasada. Al reconocer la manzana, al interpretar el “esquema” manzana, nos ahorra un esfuerzo sensitivo e interpretativo, pero nos priva así de una experiencia única, ya que esa manzana que tenemos en la mano es la primera vez que la vemos y la primera y última vez que la saboreamos. La mente juega a ordenar categorías muy rápidamente; selecciona eficazmente cosa, alimento, fruta, manzana, dulce, etc., pero no aterriza en la experiencia única. La mente de principiante es una mente abierta, flexible para adoptar diferentes puntos de vista y curiosa. La curiosidad es un impulso a desvelar el misterio, pero sin encerrarlo en una cárcel cognitiva. Nos zambullimos en el juego de apartar velos y más velos en la certeza de que habrá infinitos, y sin la ansiedad de llegar al último. Basta con el asombro, como el de un niño, de saber lo que hay detrás de la cortina y después lo que hay detrás de la puerta, arriba de las escaleras, debajo de la cama… y vuelta a empezar. Meditar sin frustración A veces, el invierno se hace muy largo y desesperamos porque no estalla la primavera; otras veces nos sentimos frustrados porque no avanzamos convenientemente en nuestra práctica o en nuestros estudios. La respuesta que nos daban nuestros mayores era: “Ten paciencia, todo llegará a su debido tiempo”. Necesitamos cultivar la paciencia en nuestra vida cotidiana porque hemos hecho del mundo algo complejo y hemos construido muros que hemos de saltar, si queremos seguir adelante. Pero aún más: hemos de cultivar la paciencia en el mundo espiritual porque los dones de su práctica se hacen demasiado de rogar. En la meditación regamos, podamos y sulfatamos, y los frutos siguen verdes. La frustración es la otra cara de la moneda del éxito; a veces, la moneda cae de cara y otras muchas, de cruz. En ambos casos, deberíamos ser tolerantes con la frustración, así como moderados con el éxito. ¿Por qué se nos hace tan insufrible la espera? Nuestra mente tiene habilidad para colocarse más fácilmente en la posición de llegada que en la de salida, más en el premio que en el esfuerzo; en definitiva, más en el futuro edulcorado que en el presente desnudo. En la práctica meditativa, echar la mirada hacia atrás puede reconfortar al ver el camino realizado: la suma abultada de horas y horas de meditación. Ahora bien, la mente también mira hacia delante y, ante el camino inmenso que queda todavía por recorrer, nos sentimos desesperados, dispuestos incluso a tirar la toalla… Sin embargo, esto es un espejismo, un juego tramposo de la mente, presa del tiempo psicológico. En la meditación estamos fuera de ese tiempo lineal, pues salimos disparados por la tangente del tiempo y aterrizamos en un espacio atemporal. En ese eterno presente no hay un camino que hemos transitado y otro que hemos de transitar: sólo existe el estado de comunicación con la realidad que percibimos. Es lo único que importa. La frustración se da en el tiempo, y el único antídoto es la paciencia. La paciencia es la antesala del presente: hace gala de un tiempo dilatado, de un ritmo holgado y de una actitud tolerante con el devenir. Meditación Síntesis Julián Peragón Editorial Acanto YS carta bienvenida Primer curso 20162017 Hola a todos: Encantado de daros la bienvenida a la escuela Yoga Síntesis y al inicio de curso 2016-2017. Seguramente ya hemos hablado en alguna entrevista o nos hemos visto en alguna presentación. Es importante que tengáis claro la organización de la escuela y que no dudéis en preguntarme cualquier cosa. En el blog del alumno (www.cuerpomenteyespiritu.es), en la pestaña de Escuela encontraréis más información sobre el funcionamiento general. Recordad que queremos daros al inicio de trimestre unos contenidos básicos para que podáis seguir el ritmo de la formación con la mejor calidad de atención. Tenéis también los diferentes archivos de esta introducción. Hablaremos de la bibliografía el primer día. De momento, no os compréis ningún libro. En cuanto al material hay dos cosas importantes: la esterilla y el cojín de meditación. La esterilla debería ser antideslizante y con el suficiente grosor para proteger la columna y amortiguar la presión sobre las rodillas en algunas posturas. En cuanto al cojín sugerimos que sea suficientemente alto para elevar la pelvis, de semillas para ajustar mejor el apoyo de los isquiones y en forma de semiluna para que encajen bien los talones. Si ya tenéis uno en el que os sentáis a gusto, será suficiente. Otro elemento a tener en cuenta es una cinta para hacer sujeción en algunas posturas. Ya os explicaremos más adelante cómo hacer la ficha de salud que nos dará paso a la primera entrevista para ir orientando la práctica, e iremos acordando según vuestra disponibilidad las entrevistas. Para el grupo Residencial es muy importante manejar con fluidez el archivo Doodle que enviamos a la casa de acogida para calcular exactamente en número de comidas que vais a realizar y si hay alguna intolerancia alimenticia. Abajo os colocamos también el link a la información del archivo Doodle. Preguntad si tenéis alguna duda. En las diferentes presentaciones ya he comentado que aprovecharemos este primer trimestre del curso (octubre, noviembre y diciembre) para hacer una introducción a los contenidos de la formación. Así, el grupo Residencial empezará el viernes 7 de octubre a las 18 horas en La Plana, y el grupo Ciudad, el jueves 6 de octubre a las 16 horas (una hora antes del horario oficial durante el primer trimestre). Si no podéis asistir ya os daremos la información y os mantendremos informados. Y también os ponemos la carta para el trabajo de Yoga Social que haremos en pequeños grupos durante todo el curso. Pero esto lo recordaremos al principio de curso. Bastaría sólo enviar vuestro listado de preferencias acerca de los diferentes temas que vamos a tratar. Recordaros, por último, que estamos a vuestra disposición para arrancar un camino de formación de autoconocimiento que nos parece muy sugerente y revelador, y que juntos podemos caminar un trecho del camino. Nos dice Patañjali, en el primer sûtra del libro primero que “Ahora la enseñanza del Yoga”, en el sentido de que las condiciones son las adecuadas y también como fórmula para invocar la buena fortuna o el buen augurio al inicio de esta etapa. Os deseamos lo mejor. De todo corazón. Julián Peragón (Arjuna) http://www.cuerpomenteyespiritu.es/2016/09/informacion-de-los-eventos-en-doodle/ http://www.cuerpomenteyespiritu.es/2016/09/introduccion-al-yoga-social/ http://www.cuerpomenteyespiritu.es/2016/09/carta-curso-2016-2017/ Obstáculos para la meditación: Miedo y vértigo a la disolución Obstáculos y retos: Miedo y vértigo a la disolución Si tuviéramos que responder a la pregunta sobre el terror universal que profesamos a la muerte, la respuesta no sería nada fácil. Incluso si estamos sufriendo una enfermedad grave y crónica, si hemos perdido facultades básicas de comunicación o de autonomía, o si nuestra vida esté bajos mínimos… preferimos seguir viviendo. El instinto de supervivencia es tan grande y tan feroz que ni los sabios pueden liberarse del apego a la vida. Hemos construido nuestro yo en el mundo y al lado de un espejo, y lo hemos glorificado batalla tras batalla, reto tras reto. Ante el vértigo que nos produce la totalidad, nos hemos refugiado en un pequeño o gran yo, y no estamos dispuestos a tirar todo por la borda, a morir a la seguridad que nos han brindado nuestras fronteras internas. Ese vértigo a la disolución del yo es lo que aparece en la meditación. En medio de esa nada o de ese todo, según se mire, no somos nada, no somos nadie, no hay un yo que registre, que juzgue o que interprete lo maravilloso de la experiencia. Ante ese miedo, ante esa sensación inevitable de vértigo, no podemos hacer otra cosa que confiar profundamente. ¿Cómo hace si no el polluelo para saltar por primera vez al vacío desde la rama más alta, o el feto que rompe en su nacimiento la casa cálida y acuosa que le ha arropado todo el tiempo? ¿Cómo hacemos para dar el primer paso sin apoyos? Esto sólo parece posible con una buena dosis de coraje y con una confianza innata en la vida. Precisamente, ese éxtasis que anticipa la meditación es tan deseado como temido. Promete elevarnos a las alturas, pero también puede dejarnos caer sin previo aviso. No en vano más de uno se ha estrellado al no poder integrar adecuadamente dicha experiencia de disolución. Tradicionalmente, el camino espiritual ha estado guardado celosamente para que no se devaluara un determinado conocimiento y para que el adepto no entrara en contacto con aquello que lo podía desequilibrar a través de pruebas de iniciación. En todo caso, nuestro esquema meditativo es progresivo, y es preferible pasar de una etapa a otra una vez que ya hemos superado sus obstáculos y retos. Siempre será conveniente tener un guía de meditación que vaya clarificando las distintas etapas. Julián Peragón Meditación Síntesis Editorial Acanto Obstáculos en la meditación: Fantasía Obstáculos y retos: Fantasía Desde este nivel, como desde la cima de una montaña, el horizonte es muy amplio. Podemos divisar fácilmente nuestra biografía con suma nitidez, e incluso anticipar los siguientes pasos que daremos en el camino. Todo se vuelve diáfano, no hay lugar para la duda. La visión del águila es muy poderosa: escudriña el terreno palmo a palmo hasta dar con la presa. Sin embargo, cuando se acerca al terreno, hay más arbustos y sombras de las que esperaba; no siempre el águila se lleva el gato al agua. Algo parecido nos pasa a nosotros cuando elevamos nuestro nivel de conciencia. Desde nuestra altura filosófica, las preguntas y las respuestas son claras y contundentes, pero a ras de suelo son más ambiguas y complicadas. En nuestra meditación, a veces se despliegan verdaderas visiones integradoras, luminosas, prometedoras. Son visiones que anticipan lo que va a venir, que nos señalan el atajo para salir de una crisis o nos dan ideas relacionadas con un nuevo proyecto. A menudo, esas visiones chocan con la cruda realidad que vivimos día a día y no se articulan suficientemente. No es de extrañar que nuestro mecanismo de defensa salte por los aires, que empecemos a fantasear allí donde la realidad se mantiene fija; en definitiva, que nos quedemos colgados en las alturas, esperando infructuosamente que la realidad cambie. La fantasía, sea de un color o de otro, es una huida hacia delante. Escapamos de un mundo duro, de una realidad triste, de un entorno empobrecido y, a golpe de sublimación, reconstruimos un mundo feliz en el que nos gustaría vivir. Con todo, la meditación no es una invitación a despegar hacia dimensiones desconocidas sino a aterrizar justo en esta dimensión, en la realidad más desnuda. Es muy humano fantasear, añadir a la realidad aquel pedazo que le falta y limar aquél que le sobra para que se adapte a nuestras expectativas. Si pudiéramos despojarnos de todas esas expectativas, de cómo tendrían que ser las cosas y de cómo nos ven los demás, tal vez el frío de la nieve no sería tan helado, la soledad tan lúgubre ni la muerte tan terrorífica. Julián Peragón Meditación Síntesis Editorial Acanto Obstáculos en la meditación: Sopor y aburrimiento Obstáculos y retos: Sopor y aburrimiento La mejor postura, la que acumula menos tensiones, placentera y dulce, es la postura del cadáver. Pero esta postura que adoptamos cada noche, boca arriba o boca abajo, no es apta para meditar por la sencilla razón de que la utilizamos para abrazar a Morfeo. La postura horizontal, y el mismo gesto de cerrar los ojos, nos invitan, casi sin darnos cuenta, al sueño reparador. Necesitamos pues una postura que, siendo estable, requiera un plus de atención por nuestra parte para mantenernos erguidos. Ya la tenemos: sentados con las piernas cruzadas o en paralelo y la columna vertical. No obstante, somos capaces de dormirnos aún de pie si tenemos un déficit de sueño o si meditamos a horas muy madrugadoras o a medianoche, cuando el hábito del cuerpo es desconectar. La carencia de sueño tiene muy fácil arreglo: basta con un fin de semana haciendo la dulce terapia de dormir. Sin embargo, hay otra somnolencia que no procede de la falta de sueño, sino de la evasión. A veces, en meditación nos sobreviene una pasión de sueño claramente sospechosa, una pasión que nos impide permanecer alertas, estar presentes. Como comprobamos a menudo, la mente es inestable y caprichosa. Su centro egoico se alimenta en parte de estímulos y se recrea en los circunloquios de sus deseos y temores; hace sus cambalaches con el mundo y se entretiene muy a menudo en crucigramas, puzzles, chistes, historietas y rumores. En parte suena a caricatura, pero esa conciencia ordinaria, preocupada y dispersa, está en nosotros, y la podemos observar en el metro, la oficina y la cena de amigotes. Nos hemos sentado en el cojín de meditación con muy buenas intenciones, pero tras unos minutos de mirar el suelo y la pared, después de cerrar los ojos y quedarnos en la nada de la pantalla mental… nos sobreviene el tedio. Aburridos aún, le sacamos la gracia al desconchado de la pared, pero ni siquiera eso dura mucho: irremediablemente buscamos una salida, el sueño. Somos expertos en escapismo cuando algo no nos interesa o nos amenaza, cuando algo nos da miedo o nos produce angustia. La meditación nos ayuda a permanecer despiertos sin los estímulos externos, porque no se trata de entretener al ego (como si le diéramos un sonajero a un bebé); se trata de abrirnos a una presencia eterna que está en nuestro interior y se actualiza fuera, una curiosidad del alma que no ve la pared y el desconchado sino el infinito que hay tras ellos. Qué duda cabe de que estaríamos despiertos si tuviéramos que coger el último tren de la noche, si estuviésemos esperando a nuestro gran amor después de meses de ausencia, si estuviéramos en la línea de salida de nuestro deporte favorito. En esas situaciones es fácil mantenernos despiertos. También lo sería si en vez de estar haciendo una meditación más, dentro de una práctica diaria, fuera la única e irrepetible meditación, en la que gritamos “tierra” después de un largo viaje en barco. De todas maneras, existe un antídoto para el sopor en la meditación: la postura. Una postura de meditación demasiado cómoda acogerá fácilmente el ataque de sueño; pero si anudamos más las piernas, si estiramos más la espalda hacia la vertical, si mantenemos con rigor el gesto de las manos, la lengua contra el paladar y si abrimos bien los ojos, es posible que podamos lidiar con el sueño. Julián Peragón Meditación Síntesis Editorial Acanto Obstáculos en la meditación: Negatividad Obstáculos y retos: Negatividad Las heridas duelen, y hasta que no están cicatrizadas supuran, pican y molestan. Hay muchos tipos de heridas, pero las más aparatosas son las que hacen mella en nuestra valía personal, en nuestra imagen y autoestima. De niños, todos hemos inflado más de la cuenta un globo que al más mínimo roce explotó en bellos colores. Entonces, no fue fácil consolarnos por la pérdida. Ya de adultos, casi todos, hemos caído en un pecado básico: aparentar ser más de lo que somos. Nos hemos inflado más de la cuenta y hemos tropezado con los seres y… hasta con los enseres. Queremos ser los mejores amigos, los mejores amantes, los mejores en el trabajo y los más simpáticos en la fiesta. Prometemos lo imposible y ofrecemos nuestra disponibilidad absoluta para mediar en crisis, ayudar en mudanzas, aliviar duelos y ser exquisitamente hospitalarios. Mucho de noble hay en esta actitud, pero también mucho gato por liebre y mucho agotamiento. No terminamos de aceptar nuestra carencia y preferimos dar una imagen de abundancia; no nos gusta la inseguridad y adoptamos un discurso de endiablada coherencia; y no nos gusta sentir la vulnerabilidad del amor y nos acorazamos en la no dependencia. En realidad, para amar de verdad hay que desinflarse un poco, hay que hacer hueco al otro, darle un rinconcito en nuestro interior y escucharle sin juicio previo. Amar a otro es regar sus semillas aunque nosotros no vayamos a saborear sus frutos, es apoyarlo incondicionalmente aunque eso signifique perderlo de vista y hasta amar en silencio si las realidades de ambos chocan o se precipitan en la nada. No son palabras bonitas, amar desgarra, ahoga, cuestiona y duele, aunque también, no lo olvidemos, eleva, ilumina y consuela. Nuestro yo inflado no está preparado para amar, pero como buen actor interpreta ficciones amorosas; el problema es que pasada la función se cae la máscara y la comedia se vuelve trágica… Despertarnos ante alguien que apenas conocemos, habiendo perdido el deseo y sin quererle realmente, puede ser dramático. La historia se repite: cambian los escenarios, los actores, los papeles… pero el fondo siempre es el mismo: confundimos amor con enamoramiento, intimidad con cercanía, aceptación con complicidad. El ego no quiere vérselas con un otro real: quiere una prolongación de su deseo, un soporte de su idealidad, un eco de sus opiniones y una sincronía perfecta a su ritmo. Y a esto le llama romanticismo. Pero hay un problema: que tarde o temprano el otro no se dejará cosificar, ningunear y no querrá vivir en una jaula de oro o de hojalata. Querrá ser amado, aunque en su neurosis compita con el mismo juego de poder y de contrapoder. ¿Y qué tiene que ver todo esto con la meditación? Las heridas difícilmente se cierran; por eso, cuando enfocamos el centro del pecho en la meditación, nos sentimos apesadumbrados. Notamos una losa que no nos deja respirar y que congela nuestra alegría; sentimos, a pesar de nuestra buena disposición, una negatividad que nos mantiene encerrados en ese laberinto complejo que es nuestro mundo afectivo. ¿Qué podemos hacer? Volviendo a la imagen anterior, las heridas deben tratarse para que no se infecten. Hay que quitar el apósito viejo, poner antiséptico y vendar adecuadamente. No sería descabellado hacer lo mismo con nuestras heridas narcisistas: ir a un buen terapeuta para revisar y poner orden, para pasar página y aceptar las pérdidas, y para terminar de hacer los duelos. La negatividad, la furibunda pero también la larvada, contamina nuestra meditación. Una pequeña imagen o un antiguo recuerdo pueden disparar nuestra más rancia culpa o airear nuestra más sádica fantasía de venganza. El antídoto ya lo conocemos: el perdón. Perdonar a otro es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos, para no agriarnos el humor y para no hacernos mala sangre. A pesar de las buenas razones que tiene el ego para odiar, el alma susurra que basta con no personalizar las ofensas. A menudo, el daño que nos infringen, o el que infringimos, no está estrictamente destinado a nosotros. El que hiere, a menudo arremete a diestra y siniestra, sin ton ni son, y el golpe llega a nosotros porque nos tiene delante, porque está frustrado y porque, evidentemente, no sabe cómo expresar su amor. Basta con no acoger los regalos ofensivos que nos ofrecen. Al meditar, conectamos con una justicia que no es de aquí. Al respirar cada herida, sabemos que la conciencia, la nuestra y la del otro, hace las veces de juez y de terapeuta, de consejero y de sanador. Abrirnos a la conciencia amorosa permite que el niño herido, quejoso y a veces vengativo, transite hacia la compasión. Duele pero sana. Julián Peragón Meditación Síntesis Editorial Acanto Obstáculos en la meditación: Dispersión Obstáculos y retos: Dispersión Decíamos que la respiración ha sido uno de los grandes soportes que ha tenido la tradición en la meditación, y que ésta ha sido, por su especial flexibilidad, una puerta fabulosa de interiorización. Ahora bien, el ego no acepta plegarse a algo tan aburrido y mecánico como es la respiración; no le encuentra la frescura, la sensibilidad ni el alma. Así, uno de los principales obstáculos que vamos a encontrar en esta etapa es la dispersión. Saltar de estímulo a estímulo, como de flor en flor, es agradable, casi divertido… pero seguir una respiración detrás de otra nos parece cansino. Desde la superficie, cada respiración es igual a otra; desde la presencia, cada una es un universo diferente. Sólo si somos conscientes del vínculo que une la respiración a la sensación, a la percepción, a la imagen, al mismo pensamiento, descubriremos no sólo un fuelle de aire sino un caleidoscopio de vida. Contar respiraciones es útil para mantener la concentración, y contar en sentido inverso es inteligente para romper con el automatismo de contar. Visualizar en cada respiración un pétalo y construir flores y ramilletes viene a ser poesía. Es verdad que toda concentración requiere un cierto esfuerzo mental, sujetarse en torno de un objeto meditativo, pero está claro también que ese esfuerzo mental es un preámbulo para sortear resistencias, dispersiones y tentaciones de nuestro deseo. Más allá, como algo que irrumpe sin esfuerzo, nos unimos íntimamente al objeto de meditación. Y ahí empieza propiamente la meditación. Julián Peragón Meditación Síntesis Editorial Acanto
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