CONTENIDO Prólogo / Miguel Altieri vii Nota preliminar xi Introducción / Peter Rosset y Martin Bourque xiii La agricultura cubana previo a 1959 hasta 1990 / Armando Nova 1 El movimiento cubano de agricultura orgánica / Fernando Funes 15 El sector agrario y la seguridad alimentaria / Marcos Nieto y Ricardo Delgado 39 Reordenamiento agropecuario y estructura social / Lucy Martin 57 Estructuras de producción y sostenibilidad en la agricultura campesina cubana / Mavis Álvarez 71 La agricultura urbana en Cuba / Nelso Companioni, Egidio Páez, Yanet Ojeda y 93 El cultivo popular del arroz en Cuba / Miguel Socorro, Luis Alemán y Salvador Sánchez 111 La medicina verde: Una opción de la riqueza / Mercedes García 119 Caña de azúcar y sostenibilidad: Enfoques y experiencias cubanas / Rafael Suárez 127 Catherine Murphy Rivacoba y Rafael Morín UBPC de tabaco y caña: Estudios de caso / Niurka Pérez y Dayma Echevarría 145 Tracción animal, mecanización y agricultura sostenible / Arcadio Ríos y 159 Félix Ponce Avances en el manejo de los suelos y la nutrición orgánica / Eolia Treto, Margarita García, Rafael Martínez Viera y José M. Febles 167 Manejo ecológico de plagas / Nilda Pérez y Luis L. Vázquez 191 Policultivos / Antonio Casanova, Pedro L. Quintero y Adrián Hernández 225 Integración ganadería – agricultura / Marta Monzote, Eulogio Muñoz y Funes Monzote Educación y capacitación agroecológicas / Luis García Fernando 235 257 PRÓLOGO Agroecología: Principios y estrategias desde la perspectiva cubana E l concepto de agricultura sustentable es una respuesta relativamente reciente a la declinación en la calidad de la base de los recursos naturales asociada con la agricultura moderna. El concepto de sustentabilidad ha dado lugar a mucha discusión y ha promovido la necesidad de proponer ajustes mayores en la agricultura convencional para hacerla ambiental, social y económicamente más viable y compatible. Se han propuesto algunas posibles soluciones a los problemas ambientales creados por los sistemas agrícolas intensivos en capital y tecnología a partir de investigaciones que tienen como fin evaluar sistemas alternativos. El principal foco está puesto en la reduc-ción o eliminación de agroquímicos a través de cambios en el manejo, que aseguren la adecuada nutrición y protección de las plantas empleando fuentes de nutrientes orgánicos y un manejo integrado de plagas, respectivamente. En países en vías de desarrollo, la preocupación también ha sido que estos sistemas alternativos ofrezcan posibilidades reales para que los pequeños agricultores, espe-cialmente los más pobres, puedan incrementar la productividad de sus sistemas, garantizando seguridad alimentaria, protegiendo el ambiente y también incremen-tando sus ingresos. La experiencia cubana ha demostrado que la adopción de tecnologías agroecológicas en las comunidades rurales (y también en las ciudades con la agricultura urbana) puede reportar beneficios productivos, y a la vez conser-var los recursos naturales, mejorando la viabilidad económica, y lo que es aún más importantemente, incrementando la equidad social. A inicios del periodo especial muchos de los proyectos orientados a crear sistemas agrícolas y tecnologías ambientalmente más sanos, se enfocaron desde una perspectiva de sustitución de insumos, con una tendencia altamente tecnológica, enfatizando en la supresión de los factores limitantes mediante productos biopesticidas y biofertilizantes que reemplazaron la ausencia de agroquímicos. La filosofía prevaleciente era que las plagas, las deficiencias de nutrientes u otros factores eran la causa de la baja productividad, en una visión opuesta a la que considera que las plagas o los nutrientes sólo se transforman en una limitante si el agroecosistema no está en equilibrio Por esta razón, persistía en Cuba la visión estrecha de que la productividad se ve afectada por causas específicas y que la solución de estos factores limitantes se resolvía mediante nuevas tecnologías. Esta visión, que impedía a los agrónomos darse cuenta que los factores limitantes sólo representan los síntomas de una enfermedad más sistémica inherente a desbalances dentro del agroecosistema, ha ido cambiado, gracias a los esfuerzos de capacitación e investigación agroecológica emprendidos por instituciones gubernamentales tanto docentes, como de producción e investigación, apoyadas por la promoción y activismo del entonces Grupo Gestor de la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica (ACAO), la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), la Fundación Antonio Nuñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, el Departamento de Coordinación y Asesoría de Proyectos del Consejo de Iglesias de Cuba (DECAP-CIC) y otras organizaciones. Esta evolución permitió que los técnicos y agricultores de la Isla tuvieran mayor conocimiento de la ciencia de la agroecología, que es definida como la aplicación de los conceptos y principios ecológicos para diseñar agroecosistemas sustentables, y provee una base para evaluar la complejidad de los agroecosistemas. La idea de la agroecología es ir más allá del uso de prácticas alternativas y desarrollar agroecosistemas con una dependencia mínima de agroquímicos y subsidios de energía, haciendo énfasis en los sistemas agrícolas complejos, en los cuales las interacciones ecológicas y los sinergismos entre sus componentes biológicos proveen los mecanismos para que los sistemas subsidien la fertilidad de su propio suelo, la productividad y la protección de los cultivos. Hoy en día en Cuba existen muchas fincas diseñadas y manejadas con principios agroecológicos. El éxito de tales propiedades está basado en la aplicación de los siguientes principios ecológicos: 1. Aumentar el reciclaje de biomasa y optimizar la disponibilidad y el flujo balanceado de nutrientes. 2. Asegurar condiciones de suelo favorables para el crecimiento de las plantas, particularmente a través del manejo de la materia orgánica y aumentando la actividad biótica del suelo. 3. Minimizar las pérdidas debidas a flujos de radiación solar, aire y agua mediante el manejo del microclima, la cosecha de agua y el manejo de suelo a través del aumento en la cobertura. 4. Diversificar específica y genéticamente el agroecosistema en tiempo y espacio. 5. Aumentar las interacciones biológicas y los sinergismos entre los componentes de la biodiversidad, promoviendo procesos y servicios ecológicos fundamentales. El objetivo final del diseño agroecológico es integrar los componentes de manera tal que aumente la eficiencia biológica general y se mantenga la capacidad productiva y autosuficiente del agroecosistema. Para esto la diversificación del agroecosistema es una estrategia clave. Existen varias estrategias para restaurar la diversidad agrícola en tiempo y espacio incluyendo rotaciones de cultivos, cultivos de cobertura, poli-cultivos, integración ganadería-agricultura y otras estrategias similares. Los agroecólogos están reconociendo actualmente que los policultivos, la agroforestería y otros métodos de diversificación imitan los procesos ecológicos naturales y que la sustentabilidad de los agroecosistemas complejos se basa en los modelos ecológicos que ellos siguen. Mediante el diseño de sistemas de cultivo que imiten la naturaleza puede hacerse un uso óptimo de la luz solar, de los nutrientes del suelo y de la lluvia. El manejo agroecológico trata de optimizar el reciclado de nutrientes y de materia orgánica, cerrar los flujos de energía, conservar el agua y el suelo y balancear las poblaciones de plagas y enemigos naturales. La estrategia explota las complementariedades y sinergismos que resultan de varias combinaciones de cultivos, árboles y animales, en diversos arreglos espaciales y temporales. Lo que se ha logrado en Cuba hasta el momento, y que aparece reflejado en este libro, contiene muchas lecciones para las miles de personas que en el mundo están relacionadas con la promoción de la agricultura sustentable. Al hojear los diversos capítulos de esta obra es posible extraer varios principios importantes: • Optimizar el uso de insumos localmente disponibles combinando los diferentes componentes del sistema de la finca, por ejemplo, plantas, animales, suelo, agua, clima y personas de manera tal que se complementen los unos a los otros y tengan los mayores efectos sinergéticos posibles. • Reducir el uso de insumos externos a la finca y los no renovables con gran potencial de daño al ambiente y a la salud de los productores y consumidores, y un uso más restringido y localizado de los insumos remanentes, con la visión de minimizar los costos variables. • Basarse principalmente en los recursos del agroecosistema reemplazando los insumos externos por el reciclaje de nutrientes, una mejor conservación y uso eficiente de los insumos locales. • Mejorar la relación entre los diseños de cultivo, el potencial productivo y las limitantes ambientales del clima y el paisaje, para asegurar la sustentabilidad a largo plazo de los niveles actuales de producción. • Trabajar para valorar y conservar la biodiversidad, tanto en zonas silvestres como domesticadas, haciendo un uso óptimo del potencial biológico y genético de las especies de plantas y animales presentes dentro y alrededor del agroecosistema. • Aprovechar el conocimiento y las prácticas locales, incluidas las aproxima-ciones innovativas no siempre comprendidas del todo por los científicos, aunque ampliamente adoptadas por los agricultores. No hay dudas, y así lo demuestra el trabajo en Cuba, de que la Agroecología ofrece una guía para desarrollar agroecosistemas que saquen provecho de los efectos de la integración de la biodiversidad de plantas y animales. Tal integración aumenta las complejas interacciones y sinergismos y optimiza las funciones y procesos del agroecosistema, tales como la regulación biótica de organismos perjudiciales, reciclaje de nutrientes, así como la producción y acumulación de biomasa, permitiendo al agroecosistema solventar su propio funcionamiento. El resultado final del diseño agroecológico es mejorar la sustentabilidad económica y ecológica del agroecosistema, con un sistema de manejo propuesto a tono con la base local de recursos y con una estructura operacional acorde con las condiciones ambientales y socioeconómicas existentes. En una estrategia agroecológica los componentes de manejo son dirigidos con el propósito de resaltar la conservación y mejoramiento de los recursos locales (germoplasma, suelo, fauna benéfica, diversi-dad vegetal, etc.) enfatizando el desarrollo de una metodología que valore la parti-cipación de los agricultores, el uso del conocimiento tradicional y la adaptación de las explotaciones agrícolas a las necesidades locales y las condiciones socioeco-nómicas y biofísicas. Miguel A. Altieri NOTA PRELIMINAR Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre. Fidel Castro 1 D esde hace ya más de una década, Cuba, pequeño país subdesarrollado, tercer-mundista, sufre los embates de una crisis económica producto del reforza-miento del injusto bloqueo que padece la isla hace más de 40 años por parte del gobierno de los Estados Unidos, acentuado por el colapso del campo socialista y la desintegración de la URSS. Como una respuesta a ello, desde inicios de los 90, el paradigma de una agricultura intensiva-industrial tipo “Revolución Verde”, se ha ido transformando paulatinamente en una agricultura sostenible, de bajos insumos, mayormente autodependiente y que emplea técnicas orgánicas de producción. Esta agricultura ha llevado a la práctica numerosos resultados producto de los avances obtenidos por la ciencia y la técnica, de las tradi-ciones conservadas por el campesinado del país, de la buena preparación cultural del pueblo cubano y de la prioridad conferida desde años anteriores por el Estado cubano a estos aspectos. Muy pronto estas prácticas comenzaron a brindar resultados que de inmediato influyeron en la recuperación y avance de la agricultura en el país. Estos logros fueron dados a conocer al mundo en gran medida a través de la obra The Greening of the Revolution de Rosset y Benjamín (1994), que mostró los avances obtenidos en Cuba en muy corto tiempo, empleando técnicas orgánicas de producción y despertó un marcado interés al demostrarse lo que un pequeño país, bajo tan difíciles circunstancias, puede hacer con dedicación, inteligencia y recursos mínimos en pro de garantizar seguridad alimentaria, ambiental y salud a su población. Los avances de los años siguientes nos han estimulado a editar este nuevo libro, escrito mayormente por autores cubanos y contando con el apoyo de un proyecto de colaboración con el Instituto para las Políticas de Alimentación y Desarrollo (Food First) y el apoyo financiero de la Fundación C.S. Mott, de Estados Unidos. 1 Fragmento de discurso pronunciado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Río de Janeiro, Brasil, 1992. La obra trata de situar al lector en la situación de nuestra agricultura antes de los 90, en aspectos de la seguridad alimentaria del cubano y en cultivos donde aún se depende de ciertos niveles de insumos como son la caña de azúcar y el tabaco, pero que conside-ramos de valor incluirlos. Se relata la evolución y desarrollo en el pensamiento orgánico y sostenible de los técnicos y productores para ir acompañando los cambios operados por el Estado cubano en la agricultura. Se dedican algunos capítulos a las distintas estructuras de producción en que se sustenta la agricultura actual del país con énfasis en la cooperativa y campesina. Los programas de gran éxito como manejo ecológico de plagas, arroz popular, plantas medicinales y agricultura urbana, se unen a los de la recuperación de la tracción animal, manejo de suelos y nutrición orgánica, así como al importante papel de la capacitación para el avance de esta nueva forma de hacer agricultura. Los policultivos y en particular la integración de animales/cultivos/árboles, aportan un enfoque agroecológico holístico de los sistemas de producción que brinda nuevos e importantes elementos sobre la eficiencia biológica, económica, ambiental y energética, que merecen reflexión y análisis futuro. Hemos añadido listados de siglas, acrónimos, abreviaturas y términos de común empleo en Cuba, así como nombres vulgares y científicos, unidades de medida e información de los autores y sus instituciones, que esperamos les resulte útil. Agradecemos el paciente trabajo de revisión y arbitraje realizado a todos los capítulos por un gran número de colaboradores de distintas instituciones del país, que han sido decisivos en la realización de esta obra y no incluimos para evitar omisiones involuntarias. Por último, queremos reconocer que toda esta hermosa obra de la agricultura sostenible realizada en nuestro país en los últimos años, no hubiera sido posible sin la abnegación y diario sacrificio de miles y miles de agricultores, técnicos, investigadores y profesores y sin la voluntad de cambio que ha tenido el gobierno cubano en momentos tan difíciles. Los editores INTRODUCCIÓN Lecciones de la experiencia cubana Peter M. Rosset1 y Martin Bourque2 1 – Instituto para Políticas de Alimentación y Desarrollo - Food First 2 – The Ecology Center E n el Instituto para Políticas de Alimentación y Desarrollo (Food First), hemos estudiado durante 25 años el hambre en todo el mundo y su relación con la agricultura y el desarrollo rural. A través de los años hemos visto a muchos países entrar en crisis alimentarias. Las causas inmediatas han sido muchas y van desde guerras hasta sequías o inundaciones, aunque invariable-mente y en última instancia, han estado estrechamente relacionadas con la desigual-dad o con la falta de justicia social, ya sea en cuanto al acceso a la tierra, al trabajo, la ayuda gubernamental o la estructura de la economía mundial. A menudo tales crisis han derivado en hambrunas que solo han podido resolverse con la intervención internacional masiva y la ayuda alimentaria, dejando a la región o país afectado, más incapaz de autoalimentarse en el futuro y más dependiente que nunca de las impor-taciones de alimentos de Occidente (Lappé y Collins, 1977; Lappé et al., 1998). La experiencia de Cuba durante los años 90 contrasta con este panorama. Cuando el derrumbe de las relaciones comerciales condujo a esta nación a una crisis alimen-taria, la ayuda internacional estuvo escasamente disponible, debido al reforzamiento del bloqueo norteamericano. Cuba se vio obligada a recurrir a sus propios recursos naturales y humanos y a conjugar viejos y nuevos métodos para impulsar la produc-ción de los alimentos básicos sin depender de las importaciones. No resultó fácil, pero de diversas maneras el pueblo y el gobierno cubanos estaban singularmente preparados para enfrentar este reto; la población, educada y enérgica, puso en la tarea su dinamismo e ingenio, en tanto el gobierno mantuvo su compromiso de alimentar a todos y a la vez mantener apoyo a la ciencia y la tecnología del país. Los cubanos y su gobierno superaron la crisis, y su historia ofrece una convincente lección sobre la autosuficiencia y las políticas y métodos de producción alternativos que bien podrían servir a otros países que enfrentan sus propias crisis rurales y alimentarias (Rosset, 1998; Rosset y Altieri, 1994). Nuestro sistema alimentario global se encuentra en medio de una crisis multifacé-tica con dimensiones ecológicas, económicas y sociales. Para superar esta crisis se necesitan cambios políticos y sociales que permitan el amplio desarrollo de alternativas. Mientras en todo el mundo existen múltiples modelos de desarrollo agrícola alternativo que son comunitarios e impulsados por los mismos productores, que funcionan y son económicamente viables, Cuba ofrece uno de los pocos ejemplos donde se han adoptado cambios en la política y considerables recursos gubernamentales han apoyado este movimiento. Por ello resulta importante para todas las personas interesadas en desarrollar sistemas alimentarios que son socialmente justos, ambientalmente sustentables y económicamente viables, prestar mucha atención a la política actual y los desarrollos tecnológicos de Cuba. El sistema alimentario mundial, basado durante largo tiempo en el modelo con-vencional de la “Revolución Verde”, es productivo —no debe existir duda alguna en cuanto a esto— considerando que la cantidad de los alimentos percápita produ-cidos en el mundo durante los últimos 35 años, se ha incrementado en un 15 por ciento. Pero esta producción se concentra cada vez más en menos manos y a mayor costos en términos económicos y ecológicos. A pesar de estos incrementos y de un excedente percápita de calorías, proteínas, y grasas, hay al menos 800 millones de personas en el mundo que no se benefician adecuadamente de esta producción. Tal situación está empeorando. En los últimos veinte años el número de personas hambrientas en el mundo –excluyendo China– ha aumentado en 60 millones (Lappé et al., 1998). Ecológicamente, el modelo agrícola industrial ha ejercido su impacto en las aguas subterráneas debido al abuso del riego y al escurrimiento de pesticidas y fertili-zantes, en la biodiversidad a través del monocultivo a gran escala y de la eliminación de variedades de cultivo tradicionales, y en la capacidad de los agroecosistemas de ser productivos en el futuro (Rosset y Altieri, 1997; Rosset, 1997a). Económicamente, los costos de producción aumentan al estar los campesinos for-zados a usar maquinarias y productos químicos agrícolas cada vez más caros, mientras los precios de las cosechas continúan una tendencia descendente desde hace varias décadas estrechando los márgenes de ganancia y llevando a la quiebra a decenas de millones de campesinos en todo el mundo. En el orden social tenemos la concentración de la tierra agrícola en cada vez menos y menos manos debido a que los bajos precios de las cosechas hacen que la agricultura a pequeña escala no sea rentable (a pesar de ser más alta la productividad total por unidad de área de las fincas pequeñas), y las corporaciones transnacionales agroalimentarias extienden su control sobre un número cada vez mayor de rubros básicos (Rosset y Altieri, 1997). Está claro que el sistema alimentario transnacional dominante no es capaz de orien-tarse adecuadamente a las necesidades de las personas o del ambiente. Pero existen todavía obstáculos sustanciales para la amplia adopción de alternativas. Los mayores son los presentados por poderes político-económicos y los intereses creados. Sin embargo, hay veces en que la barrera psicológica de creer que las alternativas pueden funcionar parece ser todavía más difícil de superar. El reto, tantas veces repetido, es: "¿Podrá alguna vez la agricultura orgánica (o la agroecología, producción local, fincas pequeñas, la agricultura sin pesticidas, etc.) alimentar realmente a toda la población de un país?" (Rosset, 1999). La historia cubana más reciente –la superación de una crisis de alimentación a través de la autosuficiencia, las fincas más pequeñas y la tecnología agroecológica– nos demuestra que las alternativas pueden verdaderamente alimentar a una nación, y de esta forma ofrece un estudio de caso crucial para el debate en curso. Los agricultores, activistas e investigadores de todo el mundo están trabajando para crear un nuevo modelo agrícola que responda a las múltiples facetas de la crisis. Las metas de este modelo son de ser ambientalmente sano, económicamente viable, socialmente justo y culturalmente apropiado. La experiencia cubana que se presenta en esta compilación ofrece muchas ideas novedosas para este movimiento. Una breve historia Cuando las relaciones comerciales con los países del este europeo se derrumbaron a fines de 1989 y 1990, y los Estados Unidos recrudecieron el bloqueo económico, Cuba se sumergió en una crisis económica. En 1991 el gobierno declaró el "Período Especial en tiempo de paz", que básicamente puso al país en un programa austero con un estilo de economía de tiempo de guerra. Hubo una reducción inmediata del 53 por ciento en las importaciones de petróleo, que no solo afectó su disponibilidad para la economía, sino que también redujo a cero el intercambio internacional que Cuba había logrado anteriormente con la reexportación de este producto. Las importaciones de trigo y otros granos para el consumo humano se redujeron en más del 50 por ciento, mientras otros alimentos disminuyeron aún más. La agricultura cubana se enfrentó a una caída de más del 80 por ciento de disponibilidad de fertilizantes y pesticidas, y más del 50 por ciento de combustible y otras fuentes de energía producidas a partir del petróleo (Rosset y Benjamín, 1994). De repente, un país con un sector agrícola tecnológicamente similar a California, se encontró casi sin insumos químicos, con un acceso drásticamente reducido al com-bustible y el riego, y con el colapso de las importaciones de alimentos. A principios de los años 90 el promedio diario de consumo de calorías y proteínas de la población cubana llegó a ser el 30 por ciento menor que los niveles de los años ochenta. Afortunadamente, Cuba no estaba totalmente desprevenida para enfrentar la situa-ción crítica que surgió a partir de 1989. Durante años el país había hecho énfasis en el desarrollo de sus recursos humanos y, por consiguiente, contaba con científicos e investigadores que podrían ofrecer resultados innovadores para enfrentar la crisis. Mientras Cuba contaba con sólo el 2 por ciento de la población de América Latina, tenía casi el 11 por ciento de sus científicos (Rosset y Benjamin, 1994). Tecnologías alternativas En respuesta a la crisis, los cubanos y su gobierno se apresuraron a desarrollar e implementar alternativas. Debido a la drásticamente reducida disponibilidad de in-sumos químicos, el estado pronto los reemplazó por productos locales y, en la mayo-ría de los casos, por sustitutos biológicos. Esto ha derivado en el uso de biopesticidas (inoculantes microbianos) y enemigos naturales para combatir plagas de insectos, variedades de plantas resistentes, rotaciones de cultivos y antagonistas microbianos contra patógenos vegetales y mejores rotaciones y cultivos de cobertura para suprimir malezas. Los escasos fertilizantes sintéticos fueron complementados con biofertilizantes, lombrices de tierra, compost y otros fertilizantes orgánicos, roca fosfórica natural, estiércoles y abonos verdes, y la integración de animales de pastoreo. En lugar de tractores, para los que el combustible, los neumáticos y las piezas de repuesto estaban poco disponibles, hubo un retorno contundente a la tracción animal (Rosset y Benjamín, 1994). Cuando la crisis comenzó, los rendimientos cayeron drásticamente en todo el país. Sin embargo, los niveles de producción de los productos agrícolas para consumo doméstico subieron en breve tiempo, sobre todo en las cooperativas de producción agro-pecuaria (CPA) y en las fincas de los pequeños productores o campesinos. Realmente no fue del todo difícil para el sector de las pequeñas fincas producir con eficiencia y menos insumos. Después de todo, los pequeños agricultores de hoy son los descendientes de generaciones de pequeños productores con largas tradiciones familiares para producir con pocos insumos. Ellos hicieron básicamente dos cosas: rescatar viejas técnicas como el policultivo y el uso de abonos, que sus padres y abuelos habían usado antes del advenimiento de los químicos modernos; y simul-táneamente incorporaron a sus prácticas de producción los biopesticidas y biofertilizantes (Rosset, 1997b; 1997c). Por otra parte, el sector estatal enfrentó la incompatibilidad de las grandes exten-siones de monocultivos con la tecnología de bajos insumos. Los efectos de escala son muy diferentes para la administración convencional de químicos y para las alternativas de bajos insumos externos. En los sistemas convencionales un solo técnico puede manejar varios miles de hectáreas sobre la base de una "receta", sim-plemente con escribir algunas instrucciones para una fórmula en particular de fertilizante o pesticida a ser aplicado con maquinaria en toda el área. No funciona así en el caso de la agroecología. Quienquiera que maneje la finca debe estar fami-liarizado con la heterogeneidad ecológica de cada parche individual de tierra. El agricultor debe saber, por ejemplo, dónde es necesario añadir materia orgánica y dónde se encuentran los refugios y puntos de entrada de las plagas y sus enemigos naturales (Altieri, 1997). Esto explica parcialmente la dificultad del sector estatal para incrementar los rendimientos con insumos alternativos. Una respuesta parcial se obtuvo con un programa que empezó aún antes del Período Especial, titulado “Vinculación del Hombre al Área”, que buscó unir más estrechamente a los obreros agrícolas de las granjas estatales con determinadas parcelas de tierra, pero ello aún no fue suficiente (Enríquez, 1994). En septiembre de 1993 Cuba comenzó la reorganización radical del sector estatal para crear unidades de gestión en pequeña escala que resultaban más efectivas para el Período Especial. El gobierno emitió un decreto que terminó con la mayoría de las granjas estatales, convirtiéndolas en Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), una especie de empresa o cooperativa perteneciente a los obreros. La mayor parte del 80 por ciento de toda la tierra agrícola que antes había sido admi-nistrada por el estado, incluyendo las plantaciones de caña de azúcar, pasó esen-cialmente a manos de sus trabajadores. Las UBPC permiten a colectivos de obreros agrícolas arrendar tierras estatales libres de costo, en perpetuidad. Los derechos de propiedad permanecen en las manos del estado y las UBPC deben alcanzar las metas de producción en los cultivos principales, pero los colectivos obreros son dueños de lo que producen. Los excedentes de su cuota de producción pueden venderlos libremente en los mercados agropecuarios que se han abierto en los últimos años. Esta última reforma, hecha en 1994, ofreció un incentivo a los productores para hacer más eficaz el uso de las nuevas tecnologías (Rosset, 1997). El paso de la consolidación de las UBPC ha variado grandemente en sus primeros años de vida. Existe una variedad de esquemas de dirección internos. En casi todos los casos el tamaño efectivo de gestión de la unidad ha sido drásticamente reducido. Está claro que el proceso de convertir a obreros de granja en agricultores tomará algún tiempo—esto no puede lograrse de la noche a la mañana– y muchas UBPC están esforzándose, mientras otras tienen gran éxito. Como promedio, los agri-cultores pequeños y las CPA todavía obtienen niveles más altos de productividad que la mayoría de las UBPC. La escasez de comida fue superada A fines de los años 90 la escasez más crítica de alimentos era cosa del pasado, aunque las carencias esporádicas de artículos específicos seguían siendo un pro-blema, y los costos de la comida para la población habían aumentado signifi-cativamente. La escasez fue superada fundamentalmente a través del incremento de los productos nacionales, que en un inicio provinieron por lo general de las pe-queñas fincas y, en el caso de los huevos y la carne de cerdo, de la producción en patios domésticos (Rosset, 1998). La proliferación de agricultores urbanos también ha sido sumamente importante para el suministro alimentario (Grupo Nacional de Agricultura Urbana, 2000; Murphy, 1999). Las primeras escaseces de alimentos y el consiguiente aumento de sus precios convirtió de repente a la agricultura urbana en una actividad altamente provechosa para los cubanos, y una vez que el gobierno destinó su apoyo a este naciente movimiento, explotó hasta acercarse a proporciones colosales. Los que antes eran terrenos y patios baldíos en todas las ciudades cubanas, ahora se dedican a la producción de alimentos y a la cría de animales domésticos, y el producto fresco se vende en las áreas urbanas a precios substancialmente inferiores a los de los mercados agropecuarios. No puede haber duda alguna en cuanto a que la agricultura urbana, dependiendo casi exclusivamente de técnicas orgánicas, ha jugado un papel clave para la seguridad alimentaria de las familias cubanas en los últimos años. ¿Un paradigma alternativo? ¿Hasta qué punto podemos apreciar el perfil de un paradigma alternativo de sistema alimentario en esta experiencia cubana? ¿O es que Cuba es un caso tan singular en todos los sentidos que no podemos generalizar sus experiencias como lecciones para otros países? La primera cosa a señalar es que la Cuba contemporánea viró de cabeza la creencia convencional. Se nos ha dicho que los países pequeños no pueden autoalimentarse, que necesitan de importaciones para cubrir la deficiencia de su agricultura local. No obstante, Cuba ha dado pasos agigantados hacia la auto-suficiencia desde que perdió sus relaciones comerciales más importantes. Escucha-mos que un país no puede alimentar a su población sin químicos agrícolas sintéticos, sin embargo, Cuba está haciéndolo virtualmente. Nos dicen que necesitamos la eficiencia de las empresas transnacionales con sus producciones a gran escala o de las fincas estatales para producir suficientes alimentos, y por otra parte encontramos a los agricultores pequeños y a los horticultores urbanos a la vanguardia de la recuperación de la crisis alimentaria en Cuba. De hecho, ante la ausencia de maquinarias subvencionadas e insumos químicos importados, las fincas pequeñas son más eficientes que las grandes unidades de producción. Constantemente escuchamos que la ayuda alimentaria internacional es la respuesta a la escasez de alimentos, sin embargo, Cuba ha encontrado una alternativa en la producción local y nacional. Resumiendo de esta experiencia, los elementos de un paradigma alternativo podrían, por lo tanto, ser: Tecnología agroecológica en lugar de productos químicos: Cuba ha usado exitosamente el cultivo intercalado, los biopesticidas producidos localmente, el compost y otras alternativas a los pesticidas y fertilizantes sintéticos. Precios justos para los agricultores: los agricultores cubanos incrementaron la producción en respuesta a los altos precios de los productos agrícolas. Los pro-ductores de todas partes carecen de incentivo para producir cuando los precios se mantienen artificialmente bajos como sucede a menudo. Una vez motivados, producen, casi sin importar las condiciones específicas bajo las que esa producción debe tener lugar. Redistribución de la tierra: los agricultores pequeños y los horticultores urbanos han sido los más productivos de todos los productores cubanos bajo las condiciones de bajos insumos. De hecho, las fincas más pequeñas a nivel mundial producen mucho más por unidad de área que las grandes. En Cuba la redistribución fue relativamente fácil de lograr porque la parte mayor de la reforma agraria ya había ocurrido, en el sentido de que no había ningún propietario para resistirse al cambio posterior. Mayor énfasis en la producción local: la población no debe tener que depender de los caprichos de los precios en la economía mundial, del transporte a largas distancias y de la "buena voluntad" del superpoder para obtener su próxima co-mida. El alimento producido local y regionalmente ofrece mayor seguridad, así como vínculos sinérgicos para promover el desarrollo de la economía local. Además, tal producción es más sana ecológicamente, debido a que la energía invertida en el transporte internacional se malgasta y es ambientalmente in-sostenible. Con la promoción del cultivo urbano, las ciudades y sus áreas circun-dantes pueden hacerse virtualmente autosuficientes de alimentos perecederos, embellecerse y ofrecer mayores oportunidades de empleo. Cuba nos brinda una pista del potencial hasta hoy subexplotado de la agricultura urbana. La experiencia cubana ilustra que podemos alimentar bien la población de una nación con un modelo alternativo basado en una tecnología ecológicamente apropiada, y al hacerlo es posible hacerse más autosuficiente en la producción de alimentos. Los productores deben recibir mayores beneficios económicos de su producción, y de esta forma estarán más estimulados a producir. Los costosos insumos químicos, la mayoría de los cuales son innecesarios, son también y en buena medida prescin-dibles. Las lecciones más importantes de Cuba que podemos aplicar en cualquier otra parte, son la agroecología, los precios justos, la reforma agraria y la producción local, incluyendo la agricultura urbana. Este volumen Para aquellos interesados en conocer los detalles de la experiencia cubana, estamos orgullosos de co-publicar este volumen de ensayos elaborados por expertos cubanos. El libro comienza con una apreciación global de la historia agrícola cubana a cargo de Armando Nova. A continuación Fernando Funes perfila el movimiento cubano de agricultura orgánica, seguido por un debate discusión en torno a la seguridad ali-mentaria con la firma de Marcos Nieto y Ricardo Delgado. Rafael Suárez Rivacoba y Rafael Morín comentan los delicados problemas de la producción y sostenibilidad del azúcar, y Niurka Pérez y Dayma Echevarría nos proporcionan estudios de caso en azúcar y tabaco. Lucy Martin profundiza en las estructuras sociales en el recientemente reorganizado sector agrícola cubano, y Mavis Álvarez nos brinda una apreciación global de la his-toria y participación del sector campesino. Nelso Companioni, Egidio Páez, Yanet Ojeda y Catherine Murphy describen el extremamente importante crecimiento de la agricultura urbana; mientras Miguel Socorro, Luis Alemán y Salvador Sánchez hacen un resumen del creciente movi-miento de “arroz popular”. Algo lejos de la producción alimentaria, Mercedes García escribe sobre otro aspecto del nuevo modelo agrícola que ha ayudado a los cubanos durante el Período Especial, la producción de “medicina verde.” Arcadio Ríos y Félix Ponce explican el papel de los animales en la agricultura sustentable, en tanto Eolia Treto, Margarita García, Rafael Martínez Viera y José M. Febles debanten en torno al manejo orgánico de los suelos y la nutrición de las plantas. Nilda Pérez y Luis L. Vázquez resaltan los impresionantes logros de Cuba en cuanto al manejo de plagas; y Antonio Casanova, Pedro Luis Quintero y Adrián Hernández describen el uso de los policultivos —la siembra intercalada de varios cultivos en un mismo campo--. Marta Monzote, Eulogio Muñoz y Fernando Funes Monzote comentan las enormes ventajas que ofrece la integración de la ganadería y la agricultura; y Luis García cierra con una admirable apreciación de las actividades educativas cubanas en agricultura sustentable. Considerándola de conjunto, esta compilación está llena de lecciones e importantes experiencias que serán útiles en muchos escenarios y en muchos países. La ponemos a disposición de nuestros lectores con gran placer y orgullo. Referencias Altieri, M. A. 1997. Agroecología: Bases Científicas para una Agricultura Sustentable. La Habana: CLADES-ACAO. Enríquez, Laura. 1994. The Question of Food Security in Cuban Socialism. International and Area Studies, University of California at Berkeley. Berkeley: Institute of Grupo Nacional de Agricultura Urbana. 2000. Manual Técnico de Organopónicos y Huertos Intensivos. La Habana: ACTAF, INIFAT, MINAG. Lappé, Frances Moore and J. Collins. 1977. Food First: Beyond the Myth of Scarcity. 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Institute for Food and Development Policy, Food First Policy Brief No. 4. Rosset, P. M. y M. A. Altieri. 1994. Agricultura en Cuba: Una Experiencia Nacional en Conversión Orgánica. Agroecología y Desarrollo (Chile), Número Especial 7 agosto 1994 Rosset, P.M. y M.A. Altieri. 1997. Agroecology Versus Input Substitution: A Fundamental Contradiction of Sustainable Agriculture. Society & Natural Resources 10 :3:283-295. Rosset, P.M. and Medea Benjamín. 1994. The Greening of the Revolution: Cuba's Experiment with Organic Agriculture. Australia: Ocean Press. LA AGRICULTURA CUBANA 1990 PREVIO A 1959 HASTA Armando Nova Centro de Estudios de la Economía Cubana, Universidad de La Habana (UH) a presencia del capital foráneo en casi todas las esferas económicas, el íntimo estrechamiento y fusión de intereses con la oligarquía agronofi-nanciera criolla, el alto grado de concentración de la propiedad en la agricultura a través del latifundio cañero y ganadero, caracterizaban la agricultura cubana antes de 1959. Trece compañías azucareras norteamericanas poseían 1 173 miles de hectáreas (Mha) de tierra estimándose que en su conjunto el 25% de la tierra pertenecía al capital extranjero, mientras que solamente nueve grandes latifundistas azucareros cubanos poseían más de 620 Mha, los que unidos a toda la burguesía agraria criolla, concentraban más del 20% (1 800 Mha) del área existente. Además, la pequeña y mediana burguesía y los campesinos propietarios, poseían unas 2 500 Mha. Por otra parte, 9.4% de los propietarios poseían el 73,3% de la tierra del país, una ejemplifi-cación esta de la forma inhumana en que se encontraba distribuido el fundamental medio de producción del sector agropecuario (tabla 1). L Tabla 1. Tenencia de la tierra en 1959 (Acosta, 1972) Superficie Fincas Propietarios UM ha (%) Uno (%) Uno (%) Total 8 522 276 100 42 089 100 30 587 100 Hasta 65 ha Hasta 400 ha 628 673 1 641 440 7.4 19.3 28 375 9 752 68.3 23.2 20 229 7 485 66.1 24.5 > 400 ha 6 252 163 73.3 3 602 8.5 28.73 9.4 La dinámica y estructura de las exportaciones alcanzadas en el período 1953-57 por la economía cubana, deformada, monoproductora y monoexportadora se pueden apreciar en la tabla 2. Entre los alimentos elaborados, el azúcar ocupó un lugar fundamental con más del 75% del valor total exportado. Las consecuencias de la estructura económica del país se acentuaba en las con-diciones de vida de la población particularmente en la población campesina. Los ingresos anuales máximos del obrero agrícola resultaban inferiores a 300 pesos, sus condiciones de vida eran realmente sub-humanas, el 60% vivía en bohíos de techo de guano y piso de tierra, carecían de servicios sanitarios, simples letrinas o agua corriente. El 70% se alumbraba con kerosene el resto no tenía ningún tipo de iluminación nocturna; respecto a la alimentación sólo el 11% consumía leche, el 4% carne y el 20% huevo, siendo su alimentación básica arroz, frijoles y 1 viandas. El 43% eran analfabetos y el 44% jamás habían asistido a la escuela. Tabla 2. Porcentajes de la dinámica y estructura de las exportaciones (%) (DGE, 1957) Exportaciones Bienes de consumo duradero Bienes de consumo no duradero Alimentos frescos Alimentos elaborados Alimentos en conservas Bebidas Tabaco Otros Bienes de producción de capital fijo Bienes de producción de capital circulante 1953 5.0 86.6 0.8 78.6 0.4 0.2 6.5 0.1 0.2 12.7 1954 0.6 84.7 1.5 74.9 0.3 0.2 7.6 0.2 0.2 14.5 1955 0.6 84.7 1.9 74.3 0.4 0.3 7.3 0.3 14.9 1956 86.2 4.5 74.3 0.5 0.2 6.6 0.3 12.8 1957 0.6 87.6 2.7 78.2 0.7 0.2 5.9 0.1 0.4 11.4 En el período pre-revolucionario en la agricultura, se combinaban residuos semi-feudales con modernidades capitalistas; dentro de los residuos feudales se encon-traban: pago con vales o bonos y la presencia de la guardia rural como órgano represivo del Ejército en los campos cubanos. Respecto a las modernidades capitalistas se aplicaba el salario, formas modernas de organización y el empleo de recursos técnicos avanzados. Por otro lado, los precios que recibía el productor agrícola, sobre todo el pequeño productor, eran poco estimulantes, sin embargo, según datos de la época, los interme-diarios recibían elevadas ganancias durante el proceso de comercialización (tabla 3). Tabla 3. Precio de los productos agrícolas (J.N.E., 1953) Precio en pesos ($) MN Producto Productor Pimiento 2.8 Calabaza 0.6 Tomate 1.4 Piña 3.1 Aguacate 1.0 Naranja dulce 0.9 * veces con respecto al productor Mayorista Minorista 15.0 3.5 30.0 20.8 9.0 2.7 20.0 5.0 45.0 30.0 15.0 4.0 Incremento minorista* 7.2 8.1 32.6 9.8 14.8 4.4 La economía cubana en la década de los años 50, deformada como resultado de un largo proceso, se había convertido en suministrador de productos primarios, fundamentalmente el azúcar, y mercado de ventas de productos importados, sobre todo de Estados Unidos, a pesar de poseer condiciones favorables para producir esos pro-ductos en el país, creándose, de esta forma, una alta dependencia del mercado esta-dounidense (tabla 4). Tabla 4. Importaciones del consumo total (Adaptado a partir de varias fuentes) Productos Grasas comestibles Vegetales Cereales Productos cárnicos Conservas de frutas % 88 33 40 63 84 Después de 1959 Con la promulgación de la primera y segunda Leyes de Reforma Agraria pasaron a manos del Estado cubano más del 70 % de las tierras agrícolas, creándose el sector estatal en la agricultura. El fondo de distribución de tierra constituido por el área nacionalizada ascendió a 5.5 millones de hectáreas (MMha), de las cuales 1.1 MMha fueron distribuidas al que la trabajaba, quedando finalmente en manos del Estado unas 7.8 MMha (71 % de la superficie total). El surgimiento del sector estatal creó condiciones para una reorganización territorial de forma planificada (Vilariño y Domenech, 1986). Desde un inicio se trazó como estrategia la diversificación de la agricultura con el objetivo de reducir la depen-dencia de un solo producto, el azúcar, así como sustituir importaciones y diversificar las exportaciones de productos alimenticios. Con la suspensión de la cuota azucarera cubana por parte de los Estados Unidos, como una de las primeras medidas económicas aplicadas contra Cuba, y ante la política de diversificación, se decidió reducir las áreas cañeras y por ende la pro-ducción azucarera. No obstante, la ex Unión Soviética y demás países socialistas del este de Europa decidieron adquirir el azúcar cubano, contándose a partir de ese instante con un mercado seguro, precios estables y preferentes en el largo plazo. Esta decisión contribuyó a reconsiderar que la vía del desarrollo inicial se podía apoyar en la agroindustria azucarera y esto condujo a la prolongación de la dependencia de un solo producto. Otros factores también apoyaron esta vía, entre ellos: • Las condiciones naturales favorables e idóneas para el cultivo de la caña de azúcar • Existencia de una gran experiencia en el cultivo y la producción azucarera • En la industria azucarera se concentraban las principales capacidades indus-triales instaladas y las mayores inversiones La política agraria seguida en los primeros años de la Revolución con relación al destino de la tierra nacionalizada fue expuesta con claridad por el líder de la Revolución, Dr. Fidel Castro, en la clausura del I Congreso Campesino en febrero de 1959: "Para mantener el consumo, para mantener la riqueza, para hacer la Reforma Agraria, no es posible repartir la tierra en un millón de pedacitos... deben instalarse cooperativas en los lugares que sean propicios a este tipo de producción y hacerse un cultivo planificado de los terrenos ..." (Castro, 1959). Se creó el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), como organismo encar-gado de la aplicación y control de la Ley de Reforma Agraria y dadas las carac-terísticas de los diferentes latifundios nacionalizados, se establecieron dos sistemas de organización de la producción: las granjas del pueblo en latifundios ganaderos y tierras vírgenes y las cooperativas en los latifundios cañeros. Una vez finalizada la zafra de 1960, una gran parte de las áreas cañeras expropiadas se convirtieron en cooperativas cañeras, donde el estado poseía el derecho de la propiedad sobre la tierra, el resto de los medios de producción y el poder econó-mico y jurídico de toda la actividad, constituyendo una forma de administración obrera del usufructo de tierra. Desde mediados del año 1962 se consideró que estas formas organizativas habían agotado sus posibilidades de desarrollo y se decidió transformarlas en Granjas Estatales del Pueblo. Al momento de crearse en 1963 las Agrupaciones Agropecuarias como forma de organización empresarial estatal, existían alrededor de 272 Granjas del Pueblo, 613 cooperativas cañeras y 669 Granjas Administrativas (formadas a partir de tierras expropiadas), al finalizar el año 1964, de acuerdo con la nueva estructura organi-zativa, se habían constituido 263 empresas de nuevo tipo. En el período que media desde la promulgación de la Primera Ley de Reforma Agraria hasta 1975, el fomento de la organización colectiva de la producción en el sector de los propietarios individuales agrícolas no tuvo un desarrollo significativo, no así a través de la creación de las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y las comunidades agrícolas. El V Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), en cumplimiento de los acuerdos del I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), propició un impulso a la creación y organización de las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), habiéndose creado hasta 1998 unas 1 139 cooperativas que comprenden unas 710 Mha cooperativizadas con más de 63 mil socios y un área promedio de unas 625 ha por cooperativa; se mantenían las CCS, que comprenden unas 980 Mha y están formadas por más de 168 mil asociados. Como forma menos desarrollada de la propiedad colectiva que las CPA y CCS existían alrededor de 250 asociaciones campesinas con más de 9 400 asociados, que cubrían un área de más de 26 Mha. Al traspasar y retener en manos del estado la mayoría de las tierras expropiadas se pretendía, además de los aspectos sociales señalados, un amplio desarrollo de las tecnologías de avanzada e incrementos significativos de la productividad, al con-servar una estructura productiva que encerraba una potencialidad no explotada, heredada de los grandes latifundios, constituyendo esto el punto de partida de la creación de las grandes entidades empresariales agropecuarias. El inicio de una distribución más justa de la riqueza, donde las nuevas relaciones de producción establecidas facilitaran el desarrollo de las fuerzas productivas, posibi-litó el crecimiento de la producción agropecuaria, la cual por lo general mantuvo una tendencia alcista a partir de 1959. Como una vía rápida y más económica para el suministro inmediato de proteína de origen animal a la población, se priorizó, dentro de la ganadería vacuna la línea de producción de leche y dentro de la ganadería avícola, la línea de producción de huevos. Alimentos de origen animal Ganadería vacuna Para el desarrollo de la línea de producción de leche se importaron unas 20 mil vacas lecheras y toros sementales de alta calidad racial para mejorar la masa y se empezó a crear una infraestructura adecuada como la creación de escuelas de inseminadores en 1961, se dividieron las grandes extensiones ganaderas en pasto-reos, se inició la siembra de pastos mejorados y la preparación de heno y ensilaje. El incremento de los ingresos de la población aumentó también la demanda de ali-mentos, lo que determinó en gran medida, que en 1962 se implantara el racionamiento de los productos alimenticios y, dentro de ello, la venta de carne a la población y un riguroso control de sacrificio con vista a resguardar la masa ganadera para propiciar su posterior recuperación. En el período 1961-70 se originaron grandes transformaciones sobre la tenencia de la masa ganadera vacuna, según se aprecia en la tabla 5. Tabla 5. Cantidad de cabezas de ganado UM: miles (González y Miranda, 1984) Total nacional Sector estatal Sector privado Agosto 1961 5 776 1 400 4 376 Cantidad % 100 24 76 Diciembre 1965 6 700 3 844 2 856 Cantidad % 100 57 43 El sector privado se dedicó a la cría y mejora del ganado de carne, efectuando posteriormente las ventas al estado y el peso de la producción de leche se concentró en el sector estatal. En el período 1962-70 se fue consolidando una base técnico-material con vista a la producción de leche, lográndose a principio de 1970 la transformación genética de la masa ganadera donde alrededor del 50% del rebaño hembra presentaba marcadas características lecheras y cerca de 900 mil vacas se inseminaban anualmente. Se puede afirmar que en 1976 el Sector Estatal había logrado una estructura racial en el rebaño, donde predominaban las características lecheras, condición mantenida hasta el presente. La masa mejoró sustancialmente sus características genéticas, pero a la vez se convertía en más exigente desde el punto de vista alimentario para poder explotar plenamente la capacidad productiva creada con el mejoramiento genético lechero logrado. La transformación del rebaño hacia características lecheras posibilitó que la pro-ducción de leche registrara importantes crecimientos (tabla 6). Tabla 6. Producción de leche fresca (González y Miranda, 1984; MINAG, 1983, 1991) U: MM litros/año Año 1963 Cantidad 375.9 Año 1973 Cantidad 496.9 1982 Año Cantidad 901.2 1964 437.8 1974 533.7 1983 920.4 1965 395.8 1975 574.2 1984 917.8 1966 462.1 1976 662.5 1985 901.8 1967 455.3 1977 700.6 1986 899.5 1968 366.3 1978 759.1 1987 912.5 1969 366.8 1979 767.7 1988 891.9 1970 368.4 1980 862.8 1989 897.8 1971 373.4 1981 898.9 1990 793.4 1972 462.5 Nota: A partir de 1968 se refiere al Sector Estatal, se estima que el sector privado produce un promedio anual de 150 MMl Como consecuencia de la política iniciada a partir de 1962 sobre la protección de la masa, las entregas a sacrificio disminuyeron. Esto, conjuntamente con otras medi-das tecnológicas, motivó que en 1967 la masa de ganado vacuno alcanzara la exis-tencia más alta en la historia de la ganadería cubana hasta el presente, de 7.2 millones de cabezas. No obstante las medidas adoptadas para preservar la masa, en 1973 se decide tomar medidas adicionales ante el continuo descenso de la misma (5.5 MM de cabezas), como: extender el ciclo de entrega de carne de res a la población, reducir el 50 % de entrega a los becarios por la vía del hogar ya que recibían alimentación extra y gratuita en sus respectivas escuelas y entregar carne de ave, cerdos y sus derivados en sustitución equivalente a la carne vacuna. Las nuevas medidas motivaron incre-mentos en la masa ganadera superando en 1975 (5.6 MM de cabezas) los niveles de existencia de 1973, sin embargo, posteriormente comienza a registrarse una ten-dencia descendente en la existencia de la masa ganadera hasta nuestros días. La producción de leche fresca registró aumentos significativos en el período de 1963 a 1983 (920.4 Mt), sin embargo, en casi toda la década de los años ochenta se mantiene prácticamente estancada con una ligera tendencia descendente a partir de 1984, reduciéndose el número de vacas en ordeño, mientras que la producción de litros por vaca total prácticamente permaneció estacionaria. En la producción de carne el peso promedio por hectárea descendió de unos 338 kg en 1981 a 325 kg en 1988; la tasa de extracción del rebaño durante el período 1980-1988 se mantuvo en un 18%, correspondiendo a una ganadería con características extensivas, cuando este indicador para ganaderías intensivas debe oscilar entre 25-40%. El traspaso de las mejores áreas ganaderas a otras producciones como la caña de azúcar, la baja calidad de los suelos disponibles, la insuficiente fertilización y la carencia de riego afectaron los pastos, siendo estos la fuente energética fundamental de alimentos, los cuales debían aportar alrededor del 70% de los requerimientos de la ganadería vacuna, según la tecnología que se empleaba. Ganadería porcina La crianza y explotación del porcino antes de 1959 por lo general se encontraba concentrada en manos del campesino individual, mientras que en las haciendas agrí-colas era una actividad derivada del aprovechamiento de los residuos de las cose-chas y otras actividades. En el período 1960-1961 se hicieron intentos por desarrollar la producción porcina, se importaron de Canadá una 30 mil puercas para garantizar una sólida base genética, pero es a partir de 1968 que comienza a desarrollarse la producción porcina sobre la base de un programa de desarrollo, registrandose crecimientos de la masa. En 1971 la presencia de la fiebre porcina africana que se presentó en la provincia de La Habana obligó a sacrificar más de 80 mil cabezas en el sector estatal y más de 230 mil cabezas en el sector privado. Asimismo se adoptaron una serie de medidas sanitarias que posibilitaron erradicar la enfermedad, quedando prohibida desde entonces la crianza de ganado porcino por parte del privado en dicha provincia hasta el año 1990. En 1978 fue detectado otro foco de esta enfermedad en la provincia oriental de Guantánamo, tomándose una serie de medidas similares a las adoptadas en 1968 y que posibilitaron erradicar por completo la enfermedad. En la producción porcina se registraron importantes avances, tanto en existencia de puercos, como entrega a sacrificio (102.4 millones de toneladas). A pesar de los importantes resultados obtenidos en la producción porcina, a partir de 1986 co-mienza a registrarse una tendencia decreciente en un grupo de indicadores de eficiencia (tabla 7). Tabla 7. Indicadores de eficiencia en la producción porcina (C.E.E., 1989) Años 1985 1986 1987 1988 1989 Muertes, M Cbzas Mortalidad crías, % 100.5 103.7 119.5 132.3 160.0 7.1 7.6 8.3 8.9 9.4 Ganadería avícola Peso promedio, kg 89.0 86.3 85.8 86.3 85.1 Alimentos consumidos (Mt) Pienso líquido 295.0 313.2 341.9 361.1 397.5 Mieles Pienso 193.3 151.5 181.6 209.1 226.5 874.0 952.3 1 015.1 1 082.8 1 200.0 La producción de la ganadería avícola antes de 1959 presentaba niveles incipientes, en el año 1963 se inicia una política acelerada para el desarrollo de la producción avícola, se importaron huevos de líneas puras para la reproducción y sentar las bases genéticas necesarias. En 1964 se crea el Combinado Avícola Nacional (CAN) como entidad vertical. La avicultura, sector priorizado en la agricultura, dio lugar a incrementos sostenidos en la producción (tabla 8), desarrollándose el huevo como la línea más importante dentro de esta producción. Tabla 8. Dinámica de la producción avícola (C.E.E., 1974, 1980, 1985, 1989) Año Existencia IP U/Cbza PH MMU PC, MCbzas P, MCbzas 1962 5 222 640 - 179 1965 - - 209 915 1967 2 505 5 707 196 1970 1 121 7 066 197 1975 4 488 7 028 1980 7 819 8 658 1985 9 469 1986 9 541 1987 1988 ES Mt Conversión VP, % pienso kg/10 kg/kg huevos carne - - - - - 1.86 - - 1 667 24 1.94 - 94.4 1 426 20 1.94 3.4 91.3 235 1 851 56 1.66 2.8 93.7 246 2 326 90 1.60 2.9 94.0 8 476 249 2 523 113 1.54 2.5 94.8 9 033 246 2 519 113 1.55 2.5 94.2 8 945 9 088 245 2 495 109 1.62 2.6 93.2 9 700 9 005 236 2 460 114 1.69 2.6 93.0 1989 9 917 222 2 522 117 1.62 2.7 91.9 Nota: PC – Pollos de ceba, P – Ponedoras, IP – Indice de puesta, PH – Producción de huevos, ES – Entrega a sacrificio, VP – Viabilidad pollo de ceba, U - Unidades Se aprecian los logros significativos alcanzados en esta producción con caracterís-ticas industriales de elevada eficiencia, aunque a partir de 1986 se comienza a regis-trar cierto deterioro en algunos indicadores (Nova, 1990). Producción de pienso La producción de pienso mantuvo una tendencia ascendente de unos 1.5 MMt promedio anual en el período 1981-1985 a unos 1.9 MMt en el período 1986-1990. El período 1981-1990 se caracterizó por la dependencia en la importación de ma-terias primas para la producción, según se ejemplifica en la tabla 9. Tabla 9. Participación de las importaciones en la producción de piensos (García y Fernández, 1990) Productos Porcentaje de las importaciones, % Alimentos básicos Proteína de origen vegetal Proteína de origen animal Alimentos fosforados Producción 1981 – 1985 Producción 1986 - 1990 Importación 85 71 58 88 Importación 85 86 60 93 Nacional 15 29 42 12 Nacional 15 14 40 7 La agroindustria azucarera La actividad de la agroindustria azucarera posee una alta tradición productiva en Cuba, la caña de azúcar introducida por los españoles durante la colonización encontró condiciones naturales favorables para su propagación y a finales del siglo XVII comenzó a fabricarse azúcar en forma cristalizada. La producción azucarera ha transitado por diversas etapas desde principio del presente siglo hasta 1958 (tabla 10). En la década de los años cincuenta se registra la más elevada producción de la etapa pre-revolucionaria. Tabla 10. Comportamiento de la producción azucarera 1902-1958 (AAC, 1958) Etapa Período Año Inicio de la República 19021911 Pre I Guerra Mundial 19121914 I Guerra Mundial 19151919 Pos I Guerra Mundial 19201927 Ciclo Crítico 19281930 1902 1906 1912 1914 1915 1919 1920 1924 1927 1928 1935 Azúca r Mt 0.850 1178 1845 2598 2609 4009 3735 4113 4508 4041 2538 Etapa Período Año Pre II Guerra Mundial 19361939 II Guerra Mundial 19401945 Pos II Guerra Mundial 19461950 Años 50 19511958 1936 1939 1940 1945 1946 1950 1951 1952 1958 Azúcar Mt 2557 2723 2779 3515 4011 5492 5690 7138 5862 Antes de la Revolución la agricultura cañera controlaba unas 200 mil caballerías (2 680 Mha), de ellas alrededor del 75% pertenecían a los centrales azucareros y el resto eran arrendadas. Se cortaban anualmente unas 90 mil cabs. (1 207 Mha), la caña quedada oscilaba entre 25-30 mil cabs. (unas 360 M ha), la cual se mantenía en reserva de acuerdo con el comportamiento de los precios en el mercado azucarero. Ante las nuevas posibilidades que surgieron con la apertura del mercado de la antigua Unión Soviética y otros países socialistas del este de Europa se revitaliza la siembra de caña y la producción azucarera. Se hacen grandes esfuerzos inver-sionistas, sobre todo en la industria a finales de la década del sesenta (Nova, 1988a), con vista a lograr una producción de 10 MMt en 1970, nivel no alcanzado, aunque se logró la mayor producción anual de azúcar hasta el presente (8.5 MMt). En el período pre-revolucionario los rendimientos por área en la caña de azúcar eran bajos. A partir de 1965 se observa una tendencia ascendente en los rendi-mientos agrícolas, los cuales se han incrementado en más de un 37%, no obstante aún son bajos, si son comparados con los rendimientos que obtienen otros impor-tantes productores mundiales. En el año 1988 el rendimiento de las áreas estatales fue de 55.9 t/há, mientras que el privado fue de 61.3 t/há (CEE;1988). Un importante logro alcanzado en la actividad agroindustrial azucarera ha sido, el corte y alza mecanizada de la caña, en la actualidad se corta de forma mecanizada más del 66% del área y el alza se encuentra al 100%, con importantes incrementos en la productividad del trabajo, así como hacer más humano el rudo trabajo del obrero agrícola (Cruz et al., 1989). En 1979 se detectó la roya (Puccinia melanocephala) por lo cual, durante el año 1980, fue obligado realizar esfuerzos significativos en la reposición y siembra de las áreas afectadas por variedades de cañas resistente a dicha enfermedad con vista a reducir al mínimo las afectaciones en la producción de azúcar. Las ventajas comparativas para producir azúcar, teniendo en cuenta las condiciones naturales favorables para este cultivo y sobre todo los factores de estimulación eco-nómica, basados en mercados seguros y precios que evitaban el deterioro de la relación de intercambio, contribuyeron grandemente a la continuidad de la dependencia de prácticamente un sólo producto extremadamente frágil en las condiciones del mercado mundial. Para reducir esta dependencia se trabajó, de forma sostenida, hacia la obtención de derivados de la producción cañera (Noa, 1977). Sin embargo, en 1988 el azúcar continuó siendo prácticamente el principal producto de exportación con 74% dentro del 75.6% de alimentos elaborados exportados (C.E.E., 1988). Alimentos de origen vegetal La producción arrocera posee una vieja tradición en la agricultura cubana, así como el consumo de arroz ocupa un lugar importante en la dieta diaria del cubano. Se tienen referencias que alrededor de 1862 Cuba producía cerca del 50% de sus necesidades internas. El surgimiento de los grandes latifundios cañeros y ganaderos y los intereses de los productores y exportadores norteamericanos afectaron el desarrollo de la producción arrocera. Durante y posterior a la II Guerra Mundial, las dificultades de transportación y abastecimiento motivaron reducciones en las importaciones, estimulando esto la producción nacional. A partir de 1951 se incrementaron las áreas de siembra a unas 4 mil cabs (54 Mha), hasta llegar a sembrar en 1958 unas 8 473 cabs (113 707 ha) con un nivel de producción de 135 Mt de arroz consumo, con un rendimiento de promedio de 1.86 t por há de arroz cáscara seco, además se importaban alrededor de unas 190 Mt, para un consumo per cápita de unos 50 kg. A pesar de que la producción arrocera había alcanzado un alto grado de mecaniz-ación y poseía un aseguramiento aceptable en el suministro de agua y fertilizantes, no disponía de una técnica agrícola adecuada, lo cual se manifestaba en los pobres rendimientos obtenidos, que tan sólo alcanzaban el 79% del rendimiento que logra-ban los arroceros norteamericanos. Posterior al triunfo de la Revolución se comienza el desarrollo de un programa para incrementar la producción. Sin embargo, a partir de 1964 se decide reducir las áreas y con ello la producción de arroz como resultado de las garantías de aseguramiento por medio de las importaciones procedentes de la República Popular China. Ante desacuerdos en las relaciones con ese país, se opta por reiniciar el desarrollo de la producción arrocera en 1968. Se acometieron grandes inversiones en presas, siste-mas de riego, instalaciones industriales, amplio empleo de la mecanización y la aviación agrícola, así como el aseguramiento en el suministro de fertilizantes y pesticidas, también se logró desarrollar la base genética necesaria que garantizara el suministro de semillas de alta calidad. Hasta principios de la década del 90 se cosechaban alrededor de 10.6 M cabs (142.2 M ha) y se obtenía una producción de unas 400 M t de arroz cáscara seco con un rendimiento de cerca de 3 t/ha de arroz cáscara seco (registrando un incre-mento de cerca del 60% con relación a 1958) y la producción cubre aproximadamente el 50% de las necesidades nacionales. El crecimiento de la producción arrocera, se continuará ampliando con vista a tratar de lograr el autoabastecimiento en este importante renglón alimenticio. La producción de tubérculos y raíces, frijol, maíz, plátano, frutales tropicales y hortalizas constituyen un grupo importante de productos agrícolas que conforman una parte significativa de la canasta de productos destinados fundamentalmente a la alimentación de la población. Según el Censo agrícola de 1946 el nivel de producción de frijol logrado en ese año abastecía las dos terceras partes del consumo nacional, el consumo de frijol negro se satisfacía plenamente con la producción nacional, mientras que la producción de frijol colorado cubría el 50% del requerimiento interno; el resto del surtido como: frijol blanco, garbanzo y chícharos se cubrían con importaciones procedentes de Chile, EE.UU. y México. La producción de frijol posee una alta tradición y en 1961 y 1962 se alcanzaron producciones de 59.5 y 55.7 miles de toneladas respectivamente, posterior a esa fecha ha mantenido una tendencia descendente oscilando los niveles de producción anual entre 8 a 14 Mt, lo que condujo a la necesidad de importar más de 100 Mt anuales de estas leguminosas con destino a la alimentación directa de la población, con una erogación anual de más de 40 MM de pesos (García y Nova, 1987). También los niveles de producción de maíz eran significativos, los cuales se mantuvieron posterior a 1959. En la actualidad la producción de maíz se concentra en el maíz tierno y las importaciones anuales de maíz en grano han llegado a ascender a unas 400 Mt, con un importe estimado de 40 MM de pesos, destinado fundamentalmente al insumo industrial para la producción de concentrado para alimento animal. Los bajos niveles de producción en hortalizas parecen estar asociados a la no existencia de un hábito de consumo en dicha época (año 1946). En la actualidad los niveles de oferta son mucho más elevados, con el correspondiente aporte nutritivo por su importante contenido de vitaminas y minerales. La agroindustria de los cítricos La producción de cítricos data desde la época colonial española; los cítricos tuvie-ron poco desarrollo y propagación durante el período republicano, tomando en consideración que las posibilidades del desarrollo de la citricultura en Cuba como fondo exportable se encontraba limitada ante la potente industria citrícola estadou-nidense y la falta de estimulación interna para el desarrollo de este y otros cultivos. Se estima que el área existente en 1958 ascendía a unas 12 Mha y que el volumen de producción era de unas 60 Mt aproximadamente. A partir de 1959 son elimina-das una serie de trabas que impedían el desarrollo del cultivo de cítricos, comienza un ascenso en la producción nacional como resultado del fomento de nuevas áreas y de un programa serio de rehabilitación de las plantaciones existentes y un mejora-miento constante en las atenciones culturales (Nova, 1988b). Lo anterior caracterizó una primera etapa en el desarrollo de la citricultura cubana durante los primeros años del triunfo revolucionario, la cual se extendió hasta 1968, que permitió aumentar las disponibilidades de frutas, pero en realidad no respondió a un programa de desarrollo citrícola definido, siendo más bien parte de un plan general trazado que contempló la diversificación de la agricultura y el aprovecha-miento amplio de las posibilidades naturales del país. A partir de 1968 se decide que la citricultura cubana comenzara a ejecutarse confor-me a un Programa de Desarrollo Integral. Hasta 1989 se habían podido consolidar unas 145 Mha, que representa el 63% del área total sembrada durante el período 1959 a 1989. La producción de cítricos alcanzó en 1990 más de un millón de toneladas, la que se ha multiplicado en más de dieciséis veces con relación a los niveles alcanzados antes de 1959. Hasta 1990 el valor de las exportaciones cítricas aportó el 3% del valor total de las exportaciones anuales del país. Dentro de los objetivos fundamentales del Programa de Cítricos se encuentra con-tribuir al mejoramiento de la dieta cubana, el consumo per cápita de fruta fresca se encuentra alrededor de 18 kg; representando 2.1 veces superior al nivel alcanzado antes de 1959. El propio Programa en su desarrollo ha motivado el surgimiento de la industria derivada productora de jugos concentrados y naturales, aceite esencial, mermeladas entre otros productos. Hasta principios de la década del 90 existían tres Combinados Industriales con una capacidad de procesamiento de 104 toneladas por hora (Input). El Programa de Cítricos requirió importantes esfuerzos inversionistas, lo que ha posibilitado lograr un nivel tecnológico comparable al nivel internacional. No obs-tante, los rendimientos agrícolas por há, aunque se han duplicado con relación a las obtenidas antes de 1959, aún son bajos siendo de unas 9 t/há a inicios de los 90. Este programa se desarrolló inicialmente dentro de los marcos de especialización del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). El cambio radical de las relacio-nes de intercambio y comerciales con la desaparición del CAME, condujo a una reorientación de la citricultura, donde la producción industrializada ocupó una proporción importante en la producción total citrícola. El desarrollo de la agroindustria citrícola cubana deberá ejecutarse sobre las bases de la mayor efectividad económica, para lograr con ello la competitividad y la rein-serción necesaria en los mercados internacionales (Nova y González, 1990). Conclusiones Posterior al año 1959 y antes del Período Especial o de crisis económica, los incre-mentos registrados en la producción nacional de alimentos son meritorios. No obstante, a finales de los años 80 se observa un decrecimiento de los rendimientos y de otros indicadores de eficiencia en un grupo importante de producciones agrope-cuarias, sustentadas en un modelo de desarrollo intensivo, basados en altos insumos y con una elevada dependencia externa (principalmente maquinaria, combustibles y productos agroquímicos) para sostener sus producciones. Esta cuestión también ocurrió en otros países que aplicaron el mismo modelo productivo (Rosset, 1997). Por otra parte, los volúmenes obtenidos no fueron suficientes para lograr el total o una elevada participación en el autoabastecimiento de la población sobre las bases de la efectividad económica, existía una importante proporción de las tierras desti-nadas a la producción de fondos exportables (tabla 11), y los suelos ya presentaban ciertas limitaciones referidas a la salinidad, erosión, acidez y mal drenaje, entre otras. Tabla 11. Destinos económicos de la tierra, % (Adaptado del C.E.E., 1989) Destinos económicos Fondos exportables Producción de alimentos Otros Total en % Bajo cultivo 53 44 3 100 Estatal 54 43 3 100 No estatal 48 48 4 100 Los aspectos anteriormente señalados indicaron la necesidad de realizar transfor-maciones económicas, estructurales, técnicas y organizativas en tan importante sector de la economía. Esta necesidad se hizo más urgente con los acontecimientos por todos conocidos ocurridos en los países de Europa del Este. Referencias Acosta, J. 1972. Las leyes de Reforma Agraria en Cuba y el sector privado campesino. Revista Economía y Desarrollo, No. 12 AAC. 1958. Anuario Azucarero de Cuba( Varios hasta 1958). Comité de Estabilización del Azúcar. La Habana, Cuba Castro, F. 1959. Discurso pronunciado en clausura del I Congreso Campesino. Cuba CEE. 1974,1980,1985,1986,1987,1988 y 1989. Anuario Estadístico de Cuba. Comité Estatal de Estadísticas. La Habana, Cuba Cruz, V.; N. Torres y S. Aguerreberre. 1989. Análisis de los diversos aspectos de la mecanización agrícola Revista Cuba Economía Planificada: 3 DGE. 1957. Agricultura. Anuario Estadístico de Cuba. Dirección General de Estadísticas. Ministerio de Hacienda, Habana. Cuba. García, Anicia y P. Fernández. 1990. La ganadería cubana: análisis del decenio 1981-90 y algunas consideraciones sobre su desarrollo perspectivo. García, C. y A. Nova. 1987. Importancia y perspectiva económica de la producción del frijol en Cuba Revista Economía Planificada.. González, Ch. y R. Miranda. 1984. Economía Agropecuaria Editorial Pueblo y Educación. La Habana. Cuba. J.N.E. 1953. Junta Nacional de Economía. Instituto Nacional de Reforma Económica (INRE). La Habana. MINAG. 1983. Series históricas (Sector Estatal) 1971-1982. Viceministerio de Ganadería.La Habana. MINAG. 1991. Series históricas (Sector estatal) 1980-1991. Viceministerio de Ganadería. La Habana. Noa, H. 1977. La industrialización de los derivados como apoyo a la economía de producción azucarera. Sobre los derivados de la caña de azúcar:11:77. Nova, A. 1988 a. Apuntes sobre el proceso inversionista en la actividad agropecuaria Revista Economía y Desarrollo: 4. Nova, A. 1988. b. Aspectos económicos de los cítricos en Cuba. Editorial Científico- Técnica. La Habana. Nova, A. y Ch. González. 1990. La organización agroindustrial en Cuba. Editorial Científico- Técnica, La Habana. Rosset, P.M. 1997. La crisis mundial de la agricultura convencional y la respuesta agroecológica. Conferencias. III Encuentro Nacional de Agricultura Orgánica. UCLV. Villa Clara. Cuba: 87-95. Vilariño, A. y J. Domenech. 1986. El Sistema de Dirección y Planificación de la Economía Nacional, historia, actividad y perspectiva. Editorial Pueblo y Educación. La Habana. EL MOVIMIENTO CUBANO DE AGRICULTURA ORGÁNICA Fernando Funes Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF) E n las últimas décadas la agricultura orgánica ha venido tomando cada vez mayor relevancia y hoy es reconocida como un fuerte movimiento inter-nacional. El propósito fundamental de esta es la búsqueda de un modelo alternativo de desarrollo a la agricultura moderna o convencional tipo “Revolución Verde”, la cual tuvo efectos iniciales de gran impacto en los rendimientos agropecuarios, pero pronto manifestó fragilidad, vulnerabilidad y riesgos para el ambiente, la salud humana, los agroecosistemas y para la seguridad socioeconómica de los agricultores más pobres. El reconocimiento mundial de los problemas ambientales de hoy día, que han cau-sado y continúan ocasionando efectos globales de consecuencias impredecibles, no emergió a la palestra pública hasta la Cumbre de Río en Brasil (1992). Especial-mente en la agricultura, son motivo de preocupación mundial en el presente los problemas ambientales ocasionados por el modelo agrícola industrial, que han pro-vocado la erosión, salinización e infertilidad de gran parte de los suelos agrícolas, la reducción de la biodiversidad biológica, la deforestación y los problemas socioeco-nómicos que existen en el medio rural, incluido el éxodo hacia las ciudades, entre otros. Muchos llamados de alerta de la comunidad científica internacional se han hecho eco de estos problemas y solo citaremos tres obras que encierran las preocupaciones de las dos últimas generaciones al respecto: “Primavera Silenciosa” (Carson, 1964), “Nuestro Futuro Robado” (Colborn et al., 1996) y “El hambre en el mundo: 12 mitos” (Lappé et al., 1998), que profundizan en las causas y con ejemplos reales de-muestran las consecuencias ambientales que ha provocado el modelo agrícola practicado en las últimas décadas. En ellas se proponen alternativas de solución a partir de un enfoque ecológico del desarrollo agrícola. En Cuba hemos tenido precursores del actual movimiento orgánico. Desde nuestros grandes pensadores agrícolas como Álvaro Reynoso, Francisco de Frías, Tranquilino Sandalio de Noda, Francisco Javier Balmaseda, Antonio Bachiller y Morales, José Comallonga, Isaac del Corral, José L. Amargós, Juan Tomás Roig, Julián Acuña, Jesús Cañizares, entre otros, hasta los más contemporáneos, citados en este trabajo, que con un amplio quehacer naturalista han sentado las bases de una tradición agrícola próspera y llena de enseñanzas con plena vigencia actual y que han donado a las generaciones venideras conocimientos, conceptos e ideas a través de sus valiosas vidas y obras. En las últimas décadas, especialmente a partir de los años 90, el movimiento orgá-nico en nuestro país ha tomado forma y podemos afirmar que se han logrado grandes avances en su aplicación práctica, no solo en nuestros sistemas agropecuarios, sino en toda la concepción ambiental de desarrollo de la nación, cuyo desarrollo ha im-pulsado el Estado cubano a través de la constitución de organismos especializados, legislaciones promulgadas al respecto, investigación, docencia y puesta en práctica productiva. Según Lane (1997) el “modelo cubano de desarrollo” tiene potencia-lidad para convertir a nuestro país en una de las primeras sociedades sostenibles del siglo XXI y demuestra en su análisis que el desarrollo científico y educacional de Cuba es uno de los pilares básicos para ello. Pretendemos que este capítulo refleje los principios y avances del movimiento de agricultura orgánica cubano y brinde a los lectores información integral sobre los distintos aspectos que posteriormente serán tratados con mayor profundidad por los diversos autores que han contribuido en esta obra. Cuba: Características principales La República de Cuba está formada por un archipiélago situado en el Mar Caribe, a la entrada del Golfo de México y al norte está muy cercana al Trópico de Cáncer. Su superficie es de 110 860 km² y su largo de 1200 km. El país presenta un clima tropical caracterizado por abundantes lluvias desde mayo hasta octubre, en que se concentra el 80% de un promedio anual de 1300 mm, con escasas y esporádicas precipitaciones en seca (noviembre a abril). La temperatura media anual es de 25°C, su fluctuación en el año de 23-27°C y la humedad relativa del 80% (IM, 2000). Los suelos predominantes son oxisoles y ultisoles (68%), inseptisoles (16%) y vertisoles (16%). La población cubana es de 11 142 600 habitantes para una densidad de poco más de 100 habitantes/km² y una población urbana del 74%. La capital es la Ciudad de La Habana y el idioma oficial el español. La división político administrativa del país está formada por 14 provincias y el Municipio Especial de la Isla de la Juventud. La población la compone un 66% de blancos, un 21.9% de mestizos, 12% de negros y 0.1% de asiáticos. La agricultura cubana: Recuento histórico hasta 1990 Surgimiento y desarrollo antes de 1959 Para hacer la historia del movimiento orgánico y de agricultura sostenible en Cuba, debemos remontarnos a los inicios de la agricultura en el país. En la época preco-lombina los indígenas practicaban una agricultura rudimentaria que, junto a la caza y la pesca, garantizaba su sustento. Se considera que la agricultura cubana surge en la colonia a partir de 1511, cuando Diego Velázquez inicia la colonización del país y posteriormente realiza las primeras reparticiones de tierras en 1513. Poco después, en 1536, surge la solicitud y real ocupación de la tierra en el cabildo de Sancti Spíritus y se otorgan tierras para estancias y sitios de labor. El proceso de distribución de la tierra en los siglos XVI, XVII y XVIII dio lugar al arraigo de los propietarios rurales a sus terrenos y al nacimiento del agricultor cubano. La intro-ducción de grandes masas de esclavos africanos, que fueron traídos a la Isla a partir de finales del siglo XVIII en número de más de 650 000, creando el nacimiento y expansión de la industria azucarera, fue un hecho de marcado interés para el desarrollo agrícola cubano, dando lugar además al cultivo de frutos menores y a la crianza animal (Moreno Fraginals, 1978; Bergard et al., 1995). A los métodos utili-zados por los pobladores indígenas, que fueron exterminados en corto tiempo y de los cuales prácticamente no quedaron vestigios, se unieron los de los negros escla-vos y los traídos de Europa y otras partes de América por los españoles, cuyas técnicas fusionadas y adecuadas a las condiciones naturales de la Isla, originaron una agricultura típicamente sostenible, caracterizada en muchos casos por la selec-ción y uso adecuado del suelo, fechas de siembra en función del clima, policultivos y rotaciones, enmiendas y fertilización orgánica, entre otras. Durante cuatro siglos la tendencia fue incrementar pequeñas y medianas propieda-des, especialmente en la actividad agrícola, pues en la ganadería desde el siglo XVI hasta inicios del XVIII abundaban las grandes propiedades, que comenzaron a subdividirse en haciendas comuneras de pequeño y mediano tamaño de agricultura diversificada, en la medida en que la población del país iba creciendo (Nova, 1997). En época tan lejana como 1862, Francisco de Frías y Jacob, Conde de Pozos Dulces, señalaba que “la asociación y rotación de cultivos en Cuba, echará por tierra ese valladar levantado por la ignorancia y la codicia” dando muestras desde aquellos tiempos de su pensamiento agroecológico. Las particularidades de esta etapa han sido brillantemente reseñadas por ilustres historiadores nacionales como Ramiro Guerra y Fernando Ortiz. Antes de la Guerra de Independencia contra el colonialismo español (1895-1898) había en Cuba 90 700 fincas de labor y al final de la misma quedaban aún 60 711 con un promedio de 58 ha, predominando las de menos de 13 ha, que ocupaban cerca del 50% de las áreas agrícolas del país. Las fincas grandes de más de 135 ha se dedicaban al cultivo de caña de azúcar (Saccharum officinarum) y a la ganadería. Aun en las fincas cañeras se dedicaban tierras a potreros, bosques y cultivos alimenticios, frutales y otros (Nova, 1997). A principios del siglo XX, con la intervención norteamericana y entrada de capital a la Isla, se inició la expansión azucarera basada en grandes extensiones territoriales bajo explotaciones especializadas en caña o en otros casos ganado, con la consi-guiente reducción de las pequeñas y medianas propiedades diversificadas. En 1934 había solo 38 130 fincas medianas y pequeñas. Seguidamente el cultivo del arroz (Oryza sativa) siguió al de la caña en la tendencia latifundista. A partir de los grandes latifundios de monocultivo de las compañías norteamericanas, comenzó a imperar en nuestro país la aplicación de los principios de la agricultura “conven-cional o moderna”. En 1958 el 56% de la población cubana vivía en el campo y confrontaba acentuados desequilibrios sociales. En el sector rural solo un 9.4% de los poseedores de tierra eran propietarios del 73.3% de las mismas, el 85% de los campesinos pagaban renta, existían más de 4 millones de hectáreas sin cultivar, había 200 mil familias sin tierra, altos índices de analfabetismo, mortalidad infantil e insalubridad en el país. De una población de algo más de 6 millones, había 600 000 cubanos desempleados y más de 500 000 obreros del campo subempleados, que solo trabajaban cuatro meses al año. Más de la mitad de las mejores tierras agrícolas estaban en poder de propietarios extranjeros (Castro, 1975). La agricultura en el período revolucionario Al triunfar la Revolución cubana en 1959, se entregan tierras a más de 200 mil familias campesinas mediante las dos Leyes de Reforma Agraria (1959 y 1963) y el 70% de las tierras en poder de grandes latifundios pasaron al Estado. Paralelamente se inician grandes esfuerzos en planes de desarrollo en educación, cultura, salud y economía, se construyen comunidades rurales, carreteras y caminos, redes eléctricas, servicios de salud, escuelas, universidades y centros científicos por todo el país. En el sector agropecuario se trazaron como principales objetivos: • Cubrir los requerimientos alimentarios de la población • Crear fondos exportables • Asegurar materias primas para la industria • Erradicar la pobreza e insalubridad en el campo A inicios del período revolucionario se propugnó la diversificación agrícola y un enfoque más naturalista en la agricultura. No obstante, posteriormente el desarrollo agropecuario se planea, conforme a las exigencias y tendencias de la época, sobre la base de la agricultura convencional, siguiendo los principios de estrategia global llevados a cabo por los países industrializados, incluyendo el campo socialista del este de Europa. Aunque es indudable que en el país se obtuvieron marcados éxitos en relación con la situación imperante anteriormente, no es menos cierto que el modelo agropecuario empleado, con el decursar de los años, comenzó a mostrar fisuras que tuvieron implicaciones económicas, ecológicas y sociales, tales como: • Alta especialización, monocultivo y excesiva intensificación • Gran dependencia de insumos externos (fertilizantes, agrotóxicos, concentrados, mecanización, riego) • Deforestación de grandes áreas • Salinización, erosión, compactación e infertilidad de los suelos • Ganadería vacuna, avícola y porcina basadas en sistema intensivo-industrial muy poco autosostenible • Éxodo de campesinos a las ciudades (56% de población rural en 1956, 28% en 1989 y menos de 20% a mediados de los 90) Sin embargo, los profundos cambios sociales llevados a cabo impidieron que la agricultura convencional llevara a la pobreza a miles de campesinos como en otros países subdesarrollados o en vías de desarrollo por haber quebrado sus economías en competencia con la agricultura derrochadora de insumos. En esta etapa, el 80% de las tierras estaban concentradas en el sector estatal y el 20% en el privado, anualmente se empleaban un promedio de 1 300 000 t de ferti-lizantes químicos, 600 000 t de concentrados para la ganadería, se invertían 80 MM de dólares en plaguicidas y el parque de tractores se incrementó hasta 90 mil unidades. Las yuntas de bueyes se redujeron a menos de 100 mil. No obstante, en las primeras tres décadas del período, Cuba contaba con un intercambio comercial mayoritario y mutuamente favorable con los países socialistas, en especial con la Unión Soviética, que lograba amortiguar los gastos necesarios para desarrollar dicho modelo agrícola (Funes et al., 1999). Muchos pequeños campesinos, en diversas zonas del país, organizados en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y nucleados en Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) o de Créditos y Servicios (CCS), mantuvieron el concepto de diversificación e integra-lidad en sus áreas, conservaron tradiciones campesinas de gran valor, continuaron usando tracción animal e intuitivamente practicaban la ciencia agroecológica, lo que mantuvo el manejo y economía de sus fincas de manera sostenible, empleando muy bajos y a veces nulos insumos externos. Cambios en la agricultura cubana Desde la década del 70 el gobierno cubano se percató de algunos de los problemas que confrontaba la actividad agropecuaria y comenzó a implementar cambios con-ducentes a una agricultura de menos insumos, más racional y acorde con nuestra realidad. Así se inicia una fuerte política hacia la sustitución de insumos y materias primas importadas, se estimula el ahorro monetario y material en todos los sectores y se enfatizan los aspectos económicos y la autosuficiencia. Por otra parte, los centros de investigación orientaron sus objetivos y estrategias hacia nuevos programas de trabajo sobre bases más racionales y sostenibles. En este período repercute en el país la crisis mundial de la energía y los precios imperantes de los combustibles, fertilizantes, concentrados, pesticidas, las manufacturas y otros influyeron negativamente en nuestra economía agrícola. En los años de la década del 80 se incrementan la investigación, extensión y desarrollo en cuanto a las técnicas de sustitución de insumos (Funes, 1997). En toda esta etapa se continuó desarrollando un sólido sistema de investigacio-nes, iniciado en los años 60, tanto en el Ministerio de la Agricultura (MINAG) con 17 centros de investigación y 38 estaciones experimentales (795 investiga-dores y 168 doctores en distintas ramas) distribuidos a través de todo el país, como en el Ministerio de Educación Superior (MES) y su red de centros de investigación y universidades, así como el Ministerio de Educación (MINED) y otras instituciones afines que hoy realizan investigaciones con enfoque agroeco-lógico. La crisis del campo socialista europeo: El “Período Especial” en Cuba En 1989 sobreviene, súbitamente una aguda crisis, con el colapso de los países socialistas europeos y la desintegración de la Unión Soviética. En ese momento más del 85% de nuestro comercio era con estos países y sólo algo más del 10% con el área capitalista. Por otra parte, debe tenerse presente que Cuba no dispone de recursos energéticos suficientes ni de capital abundante. Como consecuencia, la capacidad de compra se redujo al 40%, la importación de combustibles a un tercio, la de fertilizantes al 25%, la de plaguicidas al 40 %, con-centrados al 30% y todas las actividades agropecuarias fueron seriamente afectadas. Cuba importaba dos terceras partes de sus alimentos, casi todo su combustible, 80% de su maquinaria y piezas de repuesto de los países socialistas. Abruptamente desa-parecieron 8 mil millones de dólares anuales de negocios. Entre 1989 y 1993 el Pro-ducto Nacional Bruto cayó de $19.3 a $10.0 miles de millones. Las importaciones se redujeron un 75%, la mayoría en alimentos, piezas de repuesto, agroquímicos y equipamiento industrial. Muchas fábricas cerraron, y el transporte público y las plantas de producción de electricidad trabajaban al mínimo (Espinosa, 1997). Súbitamente, un sistema agrícola “moderno” e industrializado se vio enfrentado al gran reto de incrementar la producción de alimentos, reduciendo a más de la mitad los insumos, y manteniendo al mismo tiempo la producción de cultivos de expor-tación. Para enfrentar la crisis el gobierno cubano puso en práctica medidas económicas y cambios emergentes como: una nueva política financiera interna, apertura a la inver-sión extranjera, liberalización de la tenencia del dólar, otorgamiento de licencias para realizar trabajos por cuenta propia en diversos sectores, entre otras. Por otra parte, los resultados científico técnicos obtenidos en décadas anteriores en el sector agropecuario se comenzaron a emplear masivamente, así como se implementaron diversas medidas, entre las cuales podemos citar: • Descentralización del sector estatal a través de nuevas formas y estructuras de producción • Distribución de tierras en distintos cultivos y regiones del país como una forma de estimulación • Reducción de la especialización en diferentes ramas de la agricultura • Desarrollo de la producción de controles biológicos y biofertilizantes • Recuperación de la tracción animal • Creación del movimiento de agricultura urbana, familiar y comunal • Apertura del mercado agropecuario con relaciones de oferta y demanda Los objetivos de la política agraria durante este “Período Especial”, de lograr una agricultura que se sustente con bajos insumos externos y a la vez aumentar la pro-ducción, han requerido una mayor organización de la estructura de la investigación y la extensión agrícola en Cuba, así como del flujo de información y menor énfasis en las tecnologías que requieren de mucho capital y energía. Mientras esto ha estado ocurriendo, las acciones del bloqueo económico a la isla se intensifican. En 1992 se aprueba la Ley Torricelli (1992), la cual cortó los embarques de alimentos y suministros médicos de las subsidiarias de compañías americanas en terceros países y posteriormente la Helms-Burton (1996), que promulga la limitación de inversiones en Cuba. Estas leyes han sido reforzadas con diversas enmiendas que incrementan los efectos del bloqueo, llevándolo a posi-ciones extremas cada vez más crueles. No obstante todo ello, se han logrado mantener altos indicadores sociales; así, la tasa de alfabetización en Cuba continúa siendo de más del 95%, la educación es gratuita y obligatoria hasta los 16 años, el nivel escolar medio es de 9no.grado y de los 11 millones de habitantes del país, más de medio millón son graduados universitarios. La tasa de mortalidad infantil es de 6.4 por mil nacidos vivos, hay cerca de 60 médicos y de 9 estomatólogos por cada 10 000 habitantes y la esperanza de vida es de más de 75 años. De cada 100 cubanos laboralmente activos trabaja el 96.2% (Francisco, 2000). Las mujeres constituyen el 43% de la fuerza de trabajo del país, son mayoritarias en la educación, en los servicios de salud y en el sector científico-técnico. Con sólo el 2% de la población de América Latina, en el presente Cuba cuenta con el 12% de sus científicos (Ellwood, 1998). En la agricultura se han ido recuperando muchos sectores, especialmente en el agrí-cola las raíces y tubérculos y las hortalizas, que lograron récord histórico de producción en 1999 y la cubierta forestal hoy sobrepasa el 21% (Peláez, 2000). La agricultura urbana constituye un importante aporte para la seguridad alimentaria, se ha avanzado en los programas de producción de arroz popular y plantas medicinales, se ha logrado recuperar el empleo de la tracción animal, se desarrollan los mercados agropecuarios sobre la base de oferta y demanda y los mercados “topados” a precios más asequibles para la población por parte del MINAG y otras entidades del estado, entre como otros avances. Estructuras administrativas relacionadas con la agricultura El MINAG es el órgano nacional encargado de dirigir y controlar la producción agropecuaria y forestal para satisfacer la alimentación de la población, las demandas de la industria y el turismo, así como sustituir importaciones y fomentar las exportaciones con la máxima eficiencia. Para lograr estos fines se apoya en el uso racional de la tierra, el agua y los medios técnicos de que se disponen, preservando el suelo, el genofondo de las especies de la fauna doméstica y silvestre, la conser-vación y utilización de los recursos fitogenéticos y de semillas en la agricultura no cañera y especies forestales. Además garantiza los servicios y controles de los sis-temas de sanidad vegetal y animal y protección del medio ambiente, velando por una adecuada atención a los trabajadores y sus cuadros de dirección (MINAG, 1999). Su fuerza de trabajo total asciende a 1 153 000 trabajadores, incluyendo los cooperati-vistas de las UBPC, de ellos 26 352 profesionales de nivel superior y 62 200 téc-nicos de nivel medio (MINAG, 1999). El MINAG en su Sistema Empresarial Estatal cuenta con 487 empresas, 222 granjas independientes y cerca de 400 000 trabajadores para ejecutar su trabajo en los secto-res agropecuario (69%), silvicultura (10%), industria (9%), construcción (2%), transporte (1%) y comercio (9%), además de servicios y otros de menor peso (MINAG, 1999). Para atender el cultivo de la caña de azúcar y la industria azucarera, por su impor-tancia para la economía del país, existe el Ministerio del Azúcar (MINAZ) que tiene a su cargo un área agrícola aproximada de 1 500 000 ha y funciones similares a las del MINAG en los sectores agrícola e industrial de ese importante cultivo. Otros organismos del país estrechamente relacionados con la agricultura son: • La ANAP, que agrupa el movimiento campesino cubano organizado en CPA, CCS y campesinos individuales. Se ocupa tanto de apoyarlos en los aspectos organizativos y productivos, como en capacitación, divulgación, comercializa-ción, cooperación internacional, etc. Esta asociación atesora entre sus miembros una gran parte de las tradiciones, experiencias y acervo cultural campesino de la nación, los cuales han sido y son de gran importancia para los cambios hacia una agricultura sostenible y agroecológica. • El Ministerio de Educación (MINED), que se encarga de la enseñanza técnica de nivel medio en el país y cuenta con una red de Institutos Politécnicos Agro-pecuarios (IPA). En general estos poseen áreas e instalaciones de producción agropecuaria que deben atender los propios estudiantes en el marco de sus planes de enseñanza con un enfoque teórico practico y que por otra parte obtie-nen producciones que contribuyen al autoabastecimiento de los alumnos y profesores. • El Ministerio de Educación Superior (MES), que tiene a su cargo la enseñanza universitaria y posgraduada del país. Dentro de su estructura están comprendi-das todas las universidades agrícolas y además cuenta con un grupo de Institutos de Investigación y Estaciones Experimentales, varios de ellos de gran prestigio nacional e internacional, que prestan un importante apoyo a la actividad del MINAG. • El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), fundado en pleno “Período Especial” (1994), que como su nombre indica traza e imple-menta la política estatal en cuanto a la ciencia, la técnica y la problemática ambiental en el país, entre cuyas prioridades está el sector agropecuario. • Otros Ministerios como el de la Alimentación (MINAL), Ministerio para la Inversión Extranjera y la Colaboración Económica (MINVEC) y organismos como el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), tienen estrechos vínculos de trabajo con la actividad agrícola del país. Cambios en las estructuras de producción En septiembre de 1993 el Estado cubano realizó transformaciones de las estructuras de tenencia de la tierra en anteriores Empresas y Granjas Estatales, gran parte de las cuales se convirtieron en Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC). Estas tierras se otorgaron en carácter de usufructo gratuito (no pagan renta) para los antiguos trabajadores estatales, que compraron los medios de producción (equipos agrícolas, animales, herramientas de trabajo, edificaciones, etc.). Son áreas general-mente mucho mayores que las CPA, auto administradas y financieramente indepen-dientes. Por ello el sector privado hoy ocupa un lugar mayoritario en la producción agrope-cuaria, ya que comprende las CPA y las CCS, creadas en la década de los años 70 y organizadas en la ANAP y las anteriores tierras estatales que pasaron a constituir las UBPC, así como otros productores privados. Por otra parte, se han creado las Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT) en aquellos lugares donde no existen condiciones para la constitución de UBPC y cuyo rasgo principal es contar con mayor autonomía de gestión en comparación con las anteriores Granjas Estatales. Al amparo de la Resolución 419 del MINAG se entregaron 80 748 ha de tierra para fomentar el cultivo del café, 53 948 ha para tabaco y 17 004 ha a parceleros urbanos y periurbanos. El total de agricultores bene-ficiados sobrepasa las 142 600 personas (MINAG, 1999). Diferentes estructuras de tenencia de la tierra Estructura CPA Origen Propietarios de tierras CCS Arrendatarios, obre-ros agrícolas, partida-rios, aparceros, propietarios Trabajadores de anteriores Empresas estatales UBPC Tierras en usufructo, sector rural Áreas estatales. Cultivos café, cacao y tabaco principalmente Agricultura Urbana Patios, techos, balcones, parcelas urbanas o periurbanas Granjas de nuevo tipo Granjas Estatales sin condiciones para formar UBPC Empresas estatales Tierras pertenecientes al Estado cubano Tierras y medios Entrega voluntaria y asociación Tierras privadas y en usufructo Beneficios económicos Directos según participación personal Créditos banco, beneficios personales en utilidades Usufructo colectivo de tierras. Compraron medios de trabajo, animales, etc. Usufructo tierras del Estado Beneficio según participación Venta al Estado del cultivo principal, libre autoabastecimiento familiar y venta libre de excedentes de otros cultivos Privadas o en usu-fructo. Autoabastecimiento familiar, Uso de métodos venta al vecindario, principalorgánicos. Usufructo mente vegetales, flores, condihasta 0.25 ha mentos y animales de corral Tierras, medios y Acordes con el trabajo herramientas estatales. realizado y los resultados Mayor autonomía productivos administrativa que Granjas Estatales Todos los medios son Abastecimiento a la pobla-ción del estado y para la exportación, trabajadores asalariados El Movimiento de Agricultura Orgánica en Cuba La extraordinaria labor de los precursores que ya señalamos anteriormente, marcó la formación de posteriores generaciones que en mayor o menor intensidad laboraron y aportaron conocimientos, ideas y experiencias, junto a miles de campesinos y productores cubanos, para forjar los fundamentos y principios del actual movimiento de agricultura orgánico cubano. Desde las décadas de los años 70 y 80 muchos técnicos y productores del país comenzaron a trabajar en la búsqueda de alternativas para solucionar los aspectos vulnerables que presentaba la agricultura especializada de altos insumos que se aplicaba. Como ya citamos, varios centros de investigación iniciaron líneas de trabajo en este sentido y de esa manera se fue creando una con-ciencia y certeza de que teníamos la posibilidad de disminuir los insumos y hacer más sostenibles los sistemas agrícolas desde el punto de vista económico y ambiental. Teniendo en cuenta los antecedentes históricos y las transformaciones iniciadas por el estado cubano en la década de los años 90, en 1992 un grupo de profesores e in-vestigadores, principalmente del MES, conscientes de la necesidad de promover las alternativas para el cambio de la agricultura convencional, se unen para discutir las ideas agroecológicas en el entonces Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (ISCAH), hoy Universidad Agraria de La Habana (UNAH). De esta manera se convoca al Primer Encuentro Nacional de Agricultura Orgánica, el cual se celebró en mayo de 1993 en el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), con la participación de más de 100 delegados cubanos y 40 extranjeros. En este encuentro se creó el Grupo Gestor de la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica (ACAO), cuyos principales objetivos fueron: Crear una conciencia nacional sobre la necesidad de realizar una agricultura en armonía con la naturaleza y el hombre, así como la de producir económicamente alimentos suficientes y sanos al alcance de toda nuestra población. • Instrumentar proyectos de base para el desarrollo de una agricultura agroecoló-gica, así como la formación y capacitación de los protagonistas de este nuevo paradigma de desarrollo rural. • Estimular la investigación y enseñanza agroecológica, así como el aprendizaje y rescate de los principios en que se han basado tradicionalmente muchos siste-mas de producción. • Coordinar la asesoría a productores y promover el establecimiento de sistemas de producción agrícolas orgánicos y naturales. • Propiciar el intercambio de experiencias con organizaciones extranjeras (con énfasis en el trópico y subtrópico latinoamericano) y con los actores individua-les que trabajen en agricultura sostenible y desarrollo rural de base. • Promover y difundir la importancia de la comercialización de productos orgá-nicos. A partir de ese momento se llevó a cabo una labor de desarrollo de conciencia a través de talleres, días de campo, charlas en universidades y centros de investiga-ción, conferencias, eventos y reuniones participativas con productores, así como mediante la rotación de • bibliotecas agroecológicas por diferentes centros de producción, investigación y docencia, cooperativas agropecuarias y otros organismos interesados. Al mismo tiempo se llevó a cabo un programa de trabajo con los productores para crear “Faros Agroecológicos” con el objetivo de promover sistemas de producción sostenibles en diferentes localidades del país donde se apliquen los conceptos agroecológicos. El proyecto Faros Agroecológicos se inició en tres CPA en dos municipios de la provincia La Habana y el área de influencia comprendió más de 150 núcleos familiares y aproximadamente 400 campesinos de base. El mismo fue apoyado por el proyecto SANE (Sustainable Agriculture Networking and Extension – Red de Agricultura Sostenible y Extensión) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y contempló también acciones de capacitación con la UNAH e Institutos Politécnicos Agropecuarios (IPA). Recientemente se han abierto siete nuevos faros en UBPC, CCS y CPA de las provincias de Pinar del Río, La Habana, Ciudad de La Habana, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Villa Clara y Las Tunas y se continúan acciones en los tres faros pioneros de este movimiento. Los nuevos proyectos que incluyen faros, se ejecutan con apoyo financiero de Pan para el Mundo de Alemania, Hivos de Holanda y Oxfam América de Estados Unidos. Al mismo tiempo se han brindado conferencias, encuentros participativos, discusión de videos en los cursos teórico-prácticos de la Escuela Nacional de la Aso-ciación Nacional de Agricultores Pequeños “Niceto Pérez” (ANAP) y se han ofrecido cursos y talleres sobre Agroecología y Agricultura Orgánica en diferentes provincias del país. El Grupo Gestor de Agricultura Orgánica trabajó mancomunadamente durante estos años con varios organismos como el MINAG, MINAZ, MINED, MES, CITMA y una fuerte vinculación con la ANAP y el DECAP. Con estos organismos se trabajó con vistas a la producción y comercialización de productos orgánicos y también se ha colaborado e interactuado en la creación de programas de educación, investigación y desarrollo en agricultura sostenible. En mayo de 1995 y 1997 tuvieron lugar el Segundo y Tercer Encuentros Nacionales de Agricultura Orgánica, en el Instituto de Ciencia Animal en La Habana y en la Universidad Central de Las Villas en Villa Clara, respectivamente. En el marco del Segundo Encuentro se organizaron, en coordinación con diferentes instituciones, actividades tales como un Viaje de Estudio por distintos lugares del país de pro-motores de Agricultura Orgánica de diversos países, en especial de América Latina, dos Talleres (Lucha biológica y Laboreo de suelo tracción animal), dos minicursos (Policultivos y Diseño de Sistemas Agroecológicos), el Encuentro de tres días de duración, así como el II Curso Internacional de Agricultura Orgánica. En el Tercer Encuentro, también de tres días, participaron más de 400 personas (180 extranjeros y 240 cubanos). Anterior al evento se realizaron los Talleres: Desarrollo de la Montaña, Agricultura Urbana y Manejo Ecológico de Plagas. Paralelamente sesionó la Reunión Internacional del Proyecto SANE, posteriormente otra reunión de la Red de Acción en Plaguicidas (PAN) y postevento el III Curso Internacional de Agricultura Orgánica. En el contexto del Tercer Encuentro Nacional se realizó el I Encuentro de Certificadores Latinoamericanos con el objetivo de conocer las ini-ciativas en la región con relación a la certificación, identificar puntos críticos del proceso y definir un plan de actividades orientadas a la búsqueda de alternativas de solución para los problemas más relevantes detectados para la región. En cuanto a la labor de capacitación, el CEAS (Centro de Estudios de Agricultura Sostenible) de la Universidad Agraria de La Habana (UNAH), ha dado inicio a cursos de maestría y doctorados en Agroecología y desde 1997 comenzó un curso anual a distancia con amplia participación en todo el país, en lo cual el grupo tam-bién ha colaborado activamente. También se realizó un curso sobre Certificación de Productos Orgánicos y otro sobre Producción y Certificación de Café Orgánico, así como conferencias y talleres participativos con productores. Por otra parte, se coordinó con la Asociación Italiana de Agricultura Biológica (AIAB) el apoyo de esta en la capacitación en Italia de dos profesionales como inspectores internacionales en agricultura orgánica, reconocidos por la Comunidad Europea para realizar dicha función. La Revista “Agricultura Orgánica” inició su publicación en 1995, con una frecuen-cia cuatrimestral. El objetivo de la misma ha sido analizar, debatir y difundir dife-rentes aspectos y avances de la agricultura orgánica, así como toda tecnología de bajos insumos externos con base agroecológica con fines de sostenibilidad de los sistemas. También divulga problemas ambientales, sociales y económicos ocasiona-dos por la agricultura convencional en distintas partes del mundo. Dicho órgano ha tenido muy buena aceptación, tanto por los lectores nacionales como extranjeros (Monzote y Funes, 1997). Por otra parte, ha habido un intenso trabajo de intercambio y cooperación, tanto nacional como internacionalmente. En el ámbito nacional prácticamente todos los miembros del Grupo proceden o trabajan en los organismos e instituciones que de-sarrollan programas o tienen vinculación con esta forma de hacer agricultura y tra-bajan conjuntamente en los proyectos, cursos, publicaciones, organización de eventos y otras vías. En el plano internacional, además del trabajo en proyectos de colaboración, se ha tenido una activa participación en eventos internacionales, se han organizado giras de diversas delegaciones extranjeras por el país, cuyos parti-cipantes suman miles y los cuales han conocido y difundido posteriormente por todo el mundo las experiencias cubanas en agricultura orgánica y sostenible. También, delegaciones o especialistas y productores cubanos han llevado la voz y experiencia de nuestro país en este tipo de agricultura a numerosos países del mundo como Australia, Bolivia, Colombia, Costa Rica, España, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Holanda, Laos, Malasia, México, Nepal, Nicaragua, Nueva Zelanda, Perú, Sri Lanka, Venezuela y otros, donde se ha interactuado con miles de personas de esos países y regiones. El Grupo recibió en 1996 el Premio Saard Mallinkrodt, que fue anunciado en la Reunión de IFOAM en Copenhage, Dinamarca, por su trabajo de promoción de la agricultura orgánica. En abril de 1999 el Grupo Gestor de Agricultura Orgánica pasó a formar parte de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF) como su Grupo de Agricultura Orgánica, con lo que ha logrado su oficialización en el país. Actualmente continúa desplegando su trabajo sobre las mismas premisas de creación y desarrollo de una cultura agroecológica. En diciembre de 1999 el Grupo de Agricultura Orgánica, por su labor de divulga-ción y promoción de la agricultura orgánica, recibió en sesión solemne del Parlamento Sueco, la honorable Distinción del Premio Nobel Alternativo (Right Livelihood Award) como reconocimiento a toda esta hermosa obra que es la Agri-cultura Orgánica, y que miles de hombres y mujeres cubanos desarrollamos día a día, como otra forma de desafiar las dificultades impuestas por el recrudecimiento del bloqueo económico que ha padecido el país por más de 40 años. Bases científico - técnicas y socioeconómicas para el desarrollo de la agricultura orgánica en Cuba Desde el inicio del “Período Especial”, comenzaron a repercutir en el país los efec-tos de la crisis, pero de manera inmediata se inició la reacción y en la actividad agropecuaria fue fundamental contar con las experiencias obtenidas en el empleo de principios y métodos orgánicos que diversos centros de investigación venían expe-rimentando desde años anteriores, así como la posibilidad de rescatar las expe-riencias de los campesinos, contemporáneas o heredadas de pasadas generaciones que habían sido olvidadas o desplazadas por la agricultura convencional. La prepa-ración cultural, política y técnica del pueblo cubano, acumulada durante los años del proceso revolucionario, resultó ser un factor decisivo para el cambio brusco. Así, con gran celeridad, el MINAG comienza a aplicar masivamente resultados acaba-dos o en procesos iniciales de investigación o desarrollo, para lograr atenuar y en otros casos resolver satisfactoriamente los efectos de la crisis en nuestra agricultura. Por otra parte, otros ministerios toman medidas jurídicas, económicas, sociales, adaptadas a las nuevas condiciones. Pronto aparecieron alternativas y se fue creando conciencia en muchos productores de base, técnicos, investigadores, profesores y dirigentes del sector de que puede hacerse agricultura con otra visión, a través de la cual se pueden obtener cosechas productivas de manera económica, protegiendo el ambiente y la naturaleza, sin con-taminar suelos, aguas y aire y producir alimentos sanos sin excesivos gastos ener-géticos y reducida inversión de capital. Posterior al inicio del “Período Especial” se produjo un vuelco generalizado en la investigación, docencia y producción. A través de todo el país se han aplicado resultados obtenidos en décadas anteriores a los 90 y posterior a esta fecha. Durante esta última etapa se ha ido demostrando la potencialidad de esas “nuevas técnicas” que han comenzado a dar solución a muchos problemas críticos que confrontaba la actividad agropecuaria del país, para lo cual la actividad científico técnica y la experiencia acumulada por nuestros agricultores han resultado decisivas (Funes et al., 1999). No obstante, podemos decir que hasta el presente se ha venido aplicando en el país una agricultura de sustitución de insumos o de conversión horizontal (producción con menos insumos agroquímicos, técnicas para recuperación de suelos, etcétera), pues aún los resultados obtenidos de forma aislada no se relacionan bajo una con-cepción agroecológica del desarrollo agrícola con el objetivo de aprovechar los me-canismos de sinergia. De cualquier manera, esta fase ha sido y es de gran impor-tancia en la solución de la problemática actual y crea las bases para ir consolidando la aplicación de la agricultura orgánica en los sistemas agropecuarios a mayor escala. A continuación y de forma resumida presentamos algunos de los principales temas de trabajo en los que se han obtenido resultados de importancia en los últimos años, de los cuales se da una información detallada en otros capítulos de este libro. Alternativas para la fertilización orgánica y la conservación de los suelos Existe un gran volumen de resultados en cuanto al uso de estiércoles, cachaza, abonos verdes, compost, biotierras, humus de lombriz, residuos de centros de acopio, aguas residuales, cultivos de cobertura, arrope o mulch, biofertilizantes (Rhi-zobium, Bradyrhizobium, Azotobacter, Azospirillum, microorganismos solubiliza-dores del fósforo, micorrizas vesículo arbusculares), entre otros. En general estos abonos orgánicos y biofertilizantes han producido incrementos de rendimiento, área cubierta, contenido de materia orgánica de los suelos y mejora de las propiedades físicas de éstos. Por otra parte han sustituido en distinto grado los fertilizantes quí-micos y requerimientos nutritivos de los cultivos obtenidos anteriormente mediante aportes externos, así como en algunos casos reducido su demanda hídrica. En estos aspectos han trabajado diversas instituciones del país, principalmente los Institutos de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (INIFAT), de Investigaciones Hortícolas (IIH “Liliana Dimitrova”), de Viandas Tropicales (INIVIT), de Ciencias Agrícolas (INCA), de Cítricos y Frutales (IICF), de Suelos (IS), de Pastos y Forrajes (IIPF), de Ciencia Animal (ICA), de Ecología y Sistemática (IES), la Universidad Central de Las Villas (UCLV) y otras universidades e Institutos Politéc-nicos Agropecuarios (IPA), así como otros centros de investigación. Soluciones ecológicas a plagas, enfermedades y malezas Para la conversión hacia la agricultura orgánica, uno de los retos principales es la eliminación del uso de plaguicidas. En este sentido, el trabajo realizado por el Ins-tituto de Sanidad Vegetal (INISAV) del MINAG de Cuba con la creación de una Red Nacional de Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), donde se realiza una producción “artesanal” y descentralizada de agentes biocontroladores, es una demostración de que es posible contar con soluciones loca-les ecológicas al ataque de plagas y enfermedades. Estas prácticas son consideradas por la agricultura orgánica de gran interés para la etapa de sustitución de insumos y son un ejemplo en el mundo porque han sido desarrolladas masivamente, lo que ha llamado mucho la atención a científicos y productores orgánicos extranjeros. Se trabaja intensamente en el control biológico a partir de la utilización de agentes entomófagos, entomopatógenos y antagonistas para el control de plagas agrícolas, plantas con cualidades insecticidas, fungicidas, bactericidas, herbicidas y nemáto-dos parasíticos, entre otros. En Cuba se han establecido 276 CREE, de ellos 222 atendidos por el MINAG y 54 por el MINAZ. También funcionan tres plantas industriales y otra se encuentra en construcción por el MINAG, todos los cuales prestan servicios a los productores agrícolas del país (Pérez, 1997). Hoy se protegen cerca de 1 millón de hectáreas con la aplicación de medios biológicos de los cinco millones de hectáreas dedicadas a la agricultura en el país, cubriendo un amplio rango de cultivos (INISAV, 2000). También se han destacado en este trabajo centros del MES como la Universidad Agraria de La Habana (UNAH), el Centro de Referencia para Producciones Biológi-cas del MINAZ, varios IPA del MINED, CREE vinculados a la ANAP y otros. Tecnologías de manejo en sistemas de cultivos y animales Rotación de cosechas y policultivos. Ambos métodos son comúnmente empleados en la agricultura orgánica y los trabajos realizados han mostrado respuesta positiva especialmente en cuanto a la utilización de la tierra y rendimientos agrícolas. Diver-sos policultivos han resultado muy buenos para el mejoramiento de la cobertura y condiciones del suelo, con IET (índice equivalente de la tierra) desde 1.01 hasta mas de 3.0. Por otra parte ha sido demostrado el papel que juegan ambos en cuanto al control de plagas y enfermedades perjudiciales (Hernández et al., 1998; Serrano, 1998), además de asegurar un aporte sistemático de alimentos para la población. También son muchos los centros de investigación que se destacan en este trabajo, pero especialmente la mayor experiencia la han aportado los campesinos de base que nunca abandonaron estas prácticas. Sistemas basados en el uso de leguminosas para la alimentación animal, siste-mas silvopastoriles, sistemas integrados ganadería – agricultura. La producción animal ha sido una de las ramas más afectadas de la agricultura, ya que en las últimas décadas el desarrollo de vacunos, aves y cerdos se basó en razas muy espe-cializadas, altamente productivas, en sistemas intensivos basados en abundante con-sumo de alimentos concentrados. Sin embargo, esos animales eran altamente vulne-rables a cualquier variación en su modelo de dieta, manejo, etc. y mucho más a cambios drásticos, producto de lo cual los índices productivos y reproductivos se vieron reducidos, principalmente la producción lechera. Obviamente, el daño fue mayor en las zonas del país más “desarrolladas” y menor en aquellas adaptadas a trabajar con menos recursos. Como es lógico, la recuperación en la producción animal es mucho más lenta que en la agrícola. Sin embargo, se han dado pasos para retornar razas y cruces más rústicos en todas las especies, cría a campo en parte de las aves y cerdos, empleo de dietas con recursos nacionales, uso de leguminosas en bancos proteicos y silvopastoreo en ganado vacuno, diversificación e integración con otras producciones en la finca y otros (Muñoz, 1997; Monzote y Funes-Monzote, 1997). Se han destacado en estos trabajos los Institutos de Pastos y Forrajes (IIPF), de Ciencia Animal (ICA) y la Estación Experimental de Pastos y Forrajes “Indio Hatuey”, entre otros. Técnicas ecológicas para el laboreo y conservación de suelos Los estudios de suelos, partiendo de su mapificación detallada y las investigaciones sobre exigencias y necesidades nutricionales de los cultivos, han permitido estable-cer un Servicio Nacional para el uso y manejo de las tierras agrícolas. En relación con el manejo, conservación y recuperación de suelos compactados, salinizados, erosionados, entre otras degradaciones, los Institutos de Investigaciones de Suelos (IIS) y de Mecanización Agropecuaria (IIMA) del MINAG, así como el Centro de Mecanización Agropecuaria de la UNAH, han desarrollado diferentes alternativas. Existen suficientes conocimientos por parte del personal técnico cubano, en lo que respecta a conservación y recuperación de suelos. Técnicas orgánicas, como la utili-zación de barreras vivas, coberturas con pastizales adaptados a los condiciones donde se trabaja, así como curvas de nivel, entre otras, son utilizadas en estos casos. Sin embargo, aun queda mucho por hacer en este sentido (Durán, 1998; Riverol, 1998). Hoy se cuenta con un sistema de labranza conservacionista, que comprende nume-rosas técnicas desarrolladas totalmente en el país sobre bases científicas y que tienen incorporado también el acervo y la experiencia práctica del campesino cubano. Programas exitosos basados en el empleo de la agricultura orgánica Agricultura urbana A inicios de los años 90 surge un fuerte movimiento de agricultura urbana, a través del cual miles de familias producen alimentos mediante métodos orgánicos, ayudan-do de manera importante a la canasta familiar del cubano. Se desarrollan distintas modalidades como: organopónicos, huertos intensivos, parcelas y patios, fincas sub-urbanas, autoabastecimientos de empresas y organismos, cultivos domésticos y otros (Companioni et al., 1997). En este programa se demuestra el valor de las técnicas orgánicas. Esta agricultura en las ciudades es la que posiblemente se acerca mas a sistemas integrados agroecoló-gicos, debido en primer lugar a la prohibición del uso de químicos por su proximi-dad a grandes poblaciones. El Programa Nacional de Agricultura Urbana, que llega a todos los rincones del país, ha estado dirigido por el INIFAT y ha contado con la colaboración, en mayor o menor grado, prácticamente de todos los centros de in-vestigación, docencia y producción agropecuaria del país y desde los niveles de base hasta la nación, aunque sus principales protagonistas son los agricultores que día a día con su esfuerzo y el de sus familias han llevado adelante este movimiento. Este programa tiene hoy día un peso significativo en la producción hortícola nacional y en su consumo por la población Popularización del arroz La producción popular de arroz (alimento principal en la dieta cubana) surgió de forma espontánea como consecuencia de las restricciones económicas sufridas. Este programa de producción de “arroz popular” consiste en producir este cereal en pe-queñas parcelas para garantizar el consumo familiar y la venta de los excedentes, lo que constituye una fuente importante de ingresos. Estas producciones han sido un factor determinante para la presencia estable del estimado grano en los agromerca-dos, con precios aceptables (Socorro et al., 1997). Ante el auge de este movimiento, el MINAG tomó la decisión de organizar y darle un soporte técnico a esta alternativa de producción sostenible, cuyo programa ha encabezado el Instituto de Investigaciones del Arroz (IIA). Plantas medicinales En 1992 se comienza en el país la producción de plantas medicinales de forma orga-nizada, aunque existía una tradición popular respecto a su utilización. Esta decisión responde a las tendencias en auge de retomar el empleo de la medicina verde para la prevención o cura de determinadas afecciones y también para cubrir el déficit de me-dicamentos como consecuencia del “Período Especial”. Este programa comenzó como iniciativa del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), pero hoy día se ha organizado como una producción conjunta del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y del MINAG, este último se encarga de producir y secar la masa vegetal y el primero procesa, elabora y dis-tribuye los medicamentos a su red de farmacias y hospitales. En la actualidad existen 13 fincas provinciales y 136 módulos municipales con 700 ha de plantas medicinales bajo sistemas orgánicos de producción. La producción actual de plantas medicinales, condimentos y colorantes es de 1 000 t anuales, con perspectivas de incrementarse en los próximos años. Otros programas en desarrollo Producción de Azúcar Orgánica En la actualidad se desarrollan las primeras experiencias sobre producción de azúcar orgánica. La más avanzada se realiza en un pequeño central azucarero perteneciente a la Universidad Central de Las Villas, que ha comenzado a producir a escala piloto en un esfuerzo conjunto con la firma alemana Naturkost und Naturwaren y el apoyo técnico especialmente en certificación por parte de la AIAB de Italia. Se dan pasos iniciales para comenzar producciones orgánicas en Complejos Agro-industriales (CAI) del MINAZ y el primero en hacerlo será el CAI “Carlos Baliño” de Villa Clara, que por primera vez fabricará a escala comercial unas 3 000 toneladas de azúcar orgánica o ecológica. Según los planes, se crearán condiciones para que en cada provincia haya, por lo menos, un central azucarero produciendo este tipo de azúcar en los próximos años (Varela-Pérez, 2000). En estos sistemas productivos se utilizan prácticas orgánicas o ecológicas que incluyen el cultivo intercalado o en rotación de la soya y otras leguminosas, control de plagas con medios biológicos, uso de biofertilizantes, compost, cachaza, abonos verdes y otras. Fruticultura Orgánica Muchas de las plantaciones de frutales en el país, alrededor de 32 mil ha, han sido cultivadas sin el uso de agroquímicos durante la última década. En estas áreas se ha iniciado un programa de selección de plantaciones con posibilidades de recupe-ración de su potencial productivo y se ha comenzado su proceso de conversión a orgánicas. Cítricos: En 1997 se inició un programa de producción de fruta y jugos orgánicos a partir de la selección y conversión de áreas comerciales. En la actualidad existen áreas en conversión en empresas citrícolas de las provincias La Habana, Cienfuegos, Ciego de Ávila, Granma, Guantánamo y en el municipio especial Isla de la Juventud (ACTAF, 2000), donde se están desarrollando proyectos con organizaciones extran-jeras, con la asesoría técnica del Instituto de Investigaciones de Cítricos y Frutales (IICF) y participación del IIPF. Otros frutales: Con el auge creciente del turismo se potencia el desarrollo de los frutales en condiciones sostenibles y una alternativa muy atractiva la constituye el fomento de fincas ecológicas para el consumo directo de las frutas tropicales. Ya existen en el país más de cinco proyectos con este objetivo con apoyo de la Orga-nización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y algunas ONG. Por otra parte, se incursiona en el mercado de productos orgánicos para la exportación de coco (Cocos nucifera), existiendo 300 ha en conversión. Está en perspectiva el desarrollo de áreas de piña (Ananas comosus) y de mango (Mangifera indica) orgánico, así como la utilización de compost fabricado a partir de residuales sólidos de las plantas industriales de cítricos (5 plantas) enriquecidas con cachaza y biofertilizantes (IICF, 2000). Café y cacao: Existe demanda en el mercado internacional de café (Coffea arabica) y cacao (Theobroma cacao) orgánicos, en tal sentido se ha iniciado un proyecto de conversión de áreas de estos cultivos en el país. En el cultivo del cafeto existen se-leccionadas 3 000 ha en el macizo montañoso oriental de las provincias Guantánamo y Santiago de Cuba. Se estima producir 150 t con destino a Europa. Existe 1 500 ha de cacao en fase de conversión en la provincia Guantánamo con posibilidades de obtener alrededor de 200 t en los primeros años. Actualmente la Estación Nacional de Café y Cacao (ENCC) trabaja en la capacitación del personal técnico y en la implementación para el desarrollo de estas producciones orgánicas (ENCC, 2000). Divulgación, educación, capacitación e investigación El rápido tránsito hacia una agricultura sostenible llevó a las universidades cubanas, encabezadas por el ISCAH (actualmente UNAH), a desarrollar cursos y actividades para formar y actualizar a sus graduados en una orientación agroecológica, sustitu-yendo la enseñanza en tecnologías de altos insumos por otras de más conocimientos y habilidades. El Centro de Estudios de Agricultura Sostenible (CEAS) de la UNAH, lleva a cabo un sistema integral que incluye cursos cortos, entrenamientos prácticos, un Diplomado a Distancia sobre Agroecología y Agricultura Sostenible, una Maestría en esas materias y el Doctorado en Agroecología (García et al., 1999). En la capacitación de dirigentes ha sobresalido la de líderes campesinos, que en nú-mero de miles han iniciado o ampliado sus conocimientos sobre agroecología en la Escuela Nacional del ANAP “Niceto Pérez”, cuestión que propicia un fuerte impul-so a sus respectivas cooperativas y organismos de base. Ha resultado muy prove-chosa la metodología campesino a campesino con perfil altamente participativo, en lo cual se destacan acciones organizadas por la agricultura urbana, así como las que conduce la ANAP con apoyo del Departamento de Coordinación y Asesoría de Proyectos (DECAP) del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC) (Sánchez y Chirino, 1999). Según García (1999), otros actores principales en la capacitación agroecológica en Cuba han sido: los centros de investigación, los IPA, la Asociación Cubana de Pro-ducción Animal (ACPA), el Grupo de Agricultura Orgánica, los Faros Agroeco-lógicos, los profesores e investigadores de todos los niveles y los agricultores de base, que cada día se han ido adentrando más en este tipo de agricultura y son excelentes promotores y divulgadores de la misma. A las miles de personas que se capacitan a través de vías más formales, se unen otros cientos de miles de agri-cultores capacitados por el MINAG, MINAZ y la ANAP, donde se emplean diversas técnicas y formas de enseñanza informales (Monzote, 1999). En lo referente a la investigación, el CITMA ha dado prioridad en éstos últimos años a la experimentación sobre esta temática, mediante la aprobación de diferentes pro-yectos sobre diversificación, agroecología, integración agricultura/ganadería, agri-cultura orgánica y sostenible, etc. En muchos casos estos han recibido apoyo extra a través de financiamiento de organizaciones de cooperación internacional, lo cual ha dado respaldo a su ejecución. Casi todos los centros de investigación del MINAG, MINAZ, MES, del propio CITMA, además de universidades, politécnicos y otros vinculados a la actividad agropecuaria han estado involucrados en mayor o menor grado en estos programas que han arrojado resultados muy importantes para su aplicación en la agricultura del país. En cuanto a la divulgación, también el trabajo se ha intensificado en los últimos años, que han sido prolíficos en la edición de materiales como revistas, libros, folle-tos, plegables, notas de prensa, programas radiales y televisivos y otras acciones que han apoyado esta nueva concepción de la agricultura cubana. Es de señalar algunos de los esfuerzos realizados como la publicación de la Revista “Agricultura Orgá-nica”, de la Revista “Se Puede” del Grupo de Permacultura de la Fundación de la Naturaleza y el Hombre, el programa “De Sol a Sol” del MINAG y el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) y varios programas radiales que han llevado el mensaje agroecológico a nuestro pueblo. Queremos resaltar la labor educativa que realizó durante muchos años a través del programa “Hoy mismo” de la TV Cubana, el siempre recordado activista del movimiento orgánico cubano, Profesor Manuel Alvarez Pinto, fallecido recientemente (Funes et al., 1999). Por último, debe mencionarse el apoyo en colaboración y apoyo internacional recibido en estas fases iniciales de la educación, investigación y divulgación agroe-cológicas por parte de diversas organizaciones, entre las cuales citaremos a la FAO, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Federación Interna-cional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM), Movimiento Agroecoló-gico Latinoamericano (MAELA), Consorcio Latinoamericano para el Desarrollo (CLADES), FOOD FIRST, AIAB, Pan para el Mundo (PPM), OXFAM, HIVOS, CERAI, CEDECO y otras. También es de significar que profesores, investigadores y productores cubanos han transmitido sus conocimientos y experiencias sobre este tema en diferentes países en especial latinoamericanos y de otras regiones del mundo. El reto del presente y el futuro La aplicación de la agricultura orgánica y la agroecología no es solo un cambio de modelo tecnológico sino también de concepción agrícola. Este proceso en lo parti-cular implica una transformación de la conciencia social, acorde con el contexto en que se desarrolle. La agricultura orgánica y la agroecología pueden insertarse en el contexto socio-económico cubano ya que en general este tipo de agricultura mantiene una posición revolucionaria, sus principios se oponen a la globalización despiadada representada por el neoliberalismo y se sitúa a favor de una globalización justa, humana y soli-daria, sin dependencia de las transnacionales (autosuficiencia), no daña el ambiente, reduce intermediarios, desarrolla conciencia de productores y no solo de consumi-dores, aplica conocimientos y no paquetes tecnológicos, es aliada de la naturaleza y considera al agricultor una unidad cultural y no productiva. Desde el punto de vista social, Cuba cuenta con condiciones favorables para de-mostrar las posibilidades de la agricultura orgánica y lograr sistemas agrícolas soste-nibles (Monzote y Funes, 1997) como: • • • • • • • • Demanda de productos de la agricultura por parte de la población Suficiente personal calificado vinculado a la actividad agrícola Experiencia en el trabajo comunitario Estructuras administrativas y sociales que apoyan la autosuficiencia alimentaria Medios de difusión oficiales que propician campañas favorables en beneficio del pueblo Resultados experimentales que se pueden adaptar al nuevo modelo Retorno de muchas personas al campo en los últimos años Organizaciones que tienen como objetivo principal crear cultura agroecológica Como se conoce, a la producción orgánica no se llega a través de un cambio drástico, variando bruscamente el sistema productivo anterior en todo el país como ocurrió en Cuba debido a las circunstancias económicas, sino generalmente a través de un proce-so paulatino de conversión. Cuba cuenta con condiciones para continuar perfec-cionando sus producciones con menos insumos teniendo en cuenta las condiciones específicas de cada lugar, cultura, propósito productivo y factibilidad técnico-económica y para hacer una conversión más rápida especialmente en algunas producciones como el café, cítricos y frutales frescos o procesados, azúcar y miel de abejas. No obstante, como problema estratégico y práctico, mantendrá sistemas agropecuarios convencionales e irá insertando los sistemas orgánicos y agroecológicos. Las condiciones económicas actuales de bajo capital en divisas, también favorecen la puesta en marcha de la agricultura y comercialización orgánicas, si se tiene en cuenta el alto costo que ocasiona continuar desarrollando la agricultura convencional. No obstante, debe tenerse en cuenta que un producto no puede certificarse y comer-cializarse como orgánico si para su obtención no se han seguido las normativas establecidas para este tipo de agricultura. Por tanto, se hace necesario, para el futuro inmediato, desarrollar una política al respecto, la cual ya se ha iniciado, donde se tenga en cuenta: definir las normativas y regulaciones legales que controlen estas producciones; crear certificadora cubana; realizar estudio de mercado para definir prioridades y posibilidades dentro y fuera del país y realizar diagnóstico por cultivo. La necesidad de crear un sistema de certificación para las producciones orgánicas deberá estar enfocada, en primer lugar, a desarrollar la conciencia nacional hacia el consumo de estos productos por su unión indisoluble con el cuidado de la salud y del medio ambiente, así como por su independencia de las trasnacionales. Habiendo ya dado los primeros pasos en el país con la aplicación de una agricultura exitosa de sustitución de insumos, el reto del futuro es desarrollar sistemas agrope-cuarios más complejos que combinen de manera armónica y coherente, la agricul-tura, la ganadería, el componente forestal y otros subsistemas, basados en métodos orgánicos y sostenibles, para lograr mecanismos sinérgicos y consolidar los sistemas agroecológicos como un escalón superior de nuestro quehacer agropecuario. Al respecto existen resultados experimentales y la experiencia empírica de campesinos que han practicado tradicionalmente la agroecología en sus fincas, donde usualmente integran animales, cultivos, árboles frutales y maderables, reciclan residuos, emplean tracción animal y la energía eólica entre otros métodos (SANE, 1999). Será necesario también, continuar los programa de investigación y desarrollo para documentar cada día más las posibilidades de la agricultura orgánica y la agroe-cología; aplicar metodologías más eficaces para la promoción; intensificar la divul-gación; perfeccionar y apoyar la capacitación, así como buscar vías de colaboración externa. A su vez, no debe perderse la dinámica de trabajo en todas aquellas personas e insti-tuciones que, conscientes de la importancia del cambio de paradigma agrícola, cono-cen las amenazas que enfrenta esta concepción ante la posibilidad de disponer nuevamente de insumos, ya que todavía en el sector agropecuario muchos produc-tores aplican técnicas orgánicas por necesidad y no por conciencia. Referencias ACTAF. 2000. Desafíos de la Agricultura Orgánica para los países en desarrollo. La experiencia cubana al alcance de todos. Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales. Bergard, L. W.; Fé Iglesias and María del Carmen Barcia. 1995. 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Objetivo: Alcanzar rendimientos superiores a la media general en cultivos como arroz, granos, viandas y horta-lizas con menos insumos y sobre la base de no dañar el ambiente y los recur-sos naturales, y que al mismo tiempo resulten rentables a los productores. 3 Producción de alimento animal por vías biotecnológicas y sostenibles. 35 proyectos y 10 instituciones científicas y universidades. Objetivo: Desarrollar sis-temas o tecnologías de producción animal diversificadas y sostenibles desde el punto de vista ecológico y económico, basados en el uso de alimentos autóctonos y no convencionales y cuya aplicación posibilite incrementos de leche y carne. 4 Desarrollo sostenible de la montaña. 60 proyectos y 38 instituciones científicas y universidades. Objetivo: Diseñar, poner en práctica y evaluar modelos socioeconómicos sostenibles en los ecosistemas montañosos que tengan en cuenta la participación local y el manejo racional del medio am-biente y que permitan brindar alternativas que contribuyan a la transforma-ción, consolidación de la economía, el desarrollo social a nivel comunitario y la estabilidad de la población. Fuente: Base de datos Gerencia de Programas y Proyectos Priorizados. CITMA, 2000 EL SECTOR AGRARIO Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA Marcos Nieto1 y Ricardo Delgado2 1 – Grupo Negociador Ministerio de la Agricultura (MINAG) 2 – Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF) S i se hiciera un recuento de las cuatro primeras décadas de la Revolución Cubana, tendría que inscribirse, en el terreno de la atención del Estado a la disponibilidad de alimentos, un saldo indudablemente positivo. La prioridad dada al tema y la planificación centralizada han permitido otorgar la adecuada atención a las necesidades alimentarias de la población, aunque, por una parte, los resultados versus las expectativas hayan presentado alguna brecha, y por otra, las condiciones climáticas y el desarrollo productivo hayan también mantenido diferencias territoriales en la satisfacción. Panorama general de la situación económica Ya en la segunda mitad de los años 60, la economía cubana alcanzó adecuados niveles de desarrollo, con ritmo de crecimiento medio anual del Producto Interno Bruto (PIB) por habitante superior al 2.5%. Los esfuerzos de todos estos años precedentes permitieron el establecimiento de capacidades industriales, el montaje de una infraestructura base –carreteras, aeropuertos, puertos y puentes– y la calificación de los recursos humanos, pilares en que se ha basado el desenvolvimiento económico del país y, a la par, antecedentes de las actuales estrategias. A finales de los años 80 el gobierno cubano, en recuento crítico de su política eco-nómica, decide, en consulta abierta, iniciar una nueva etapa de transformaciones que se dio en conocer como de “Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”. Fueron objeto de debate, la reidentificación de los sectores claves, el diagnóstico de los problemas que impedían crecer por la vía de la eficiencia, el reconocimiento de la necesidad de nuevas formas de propiedad. Sin tiempo para completar las nuevas políticas, se produce la abrupta desaparición del campo socialista en Europa del Este, que impone a Cuba graves consecuencias en las relaciones económicas externas, ocurren la brusca reducción del intercambio comercial y desaparición de los créditos, en condiciones blandas para las inversiones vinculadas al desarrollo estratégico. En el primer caso, entre 1989 y 1993 las importaciones decrecieron en un 75% y las exportaciones en un 79%. Son en este terreno muy sensibles, las pérdidas por el deterioro de los precios de las principales exportaciones cubanas. En el segundo caso, se paralizaron total o parcialmente numerosas inversiones sin posibilidades de completamiento, que inmovilizaron cuantiosos recursos empleados, de consecuen-cias irreparables. Esto provocó de una parte, la semiparalización de la39economía a consecuencia de la interrupción del suministro de las materias primas, combustible y piezas de repuesto y de otra parte, fuertes recortes en la alimentación y los servicios a la población. Este período aún no superado, se le ha llamado Período Especial. El déficit presupuestario en 1998 alcanzó la cifra de 559.7 millones de pesos (MMP) y aunque la magnitud de la liquidez en poder de la población estuvo muy por encima de las necesidades de la circulación, no llegó a ser tan crítica como en el año 1993 donde representaba 15.4 meses de salario sin respaldo productivo. Fueron igualmente fuertes las restricciones de las relaciones externas, con gran escasez de divisas e irregular situación de las finanzas con un creciente endeudamiento. La disposición sólo de créditos financieros a corto plazo y altas tasas de interés, sin existencia de créditos para el desarrollo y con el incremento del bloqueo económico hacia Cuba, completa la descripción del escenario donde nos encontramos. Fueron implementadas entonces varias medidas para: • Atención preferencial de las actividades que producían fondos exportables, sus-titución de importaciones y aquellas otras que propiciaban las ventas en divisas de productos y servicios en frontera, tanto para el desarrollo turístico como para la presencia del capital extranjero • Ahorro y restricciones del consumo energético • Prioridad a la producción agroalimentaria • Apoyo al desarrollo de la industria médico-farmacéutica y biotecnológica Estas, entre otras medidas, conformaron los puntos vitales para las transformaciones de todos estos años. Estudiando vías para llevarlas a cabo y con un amplio proceso de consulta popular, Cuba enfrentó una profunda reestructuración para la salida de la crisis, con alcance a cambios funcionales y estructurales, adaptándose a la rea-lidad del mundo actual para la inserción definitiva en el mercado internacional. La estrategia diseñada ha conducido a una recuperación, discreta pero asentada, que detuvo la recesión en 1994, con un ligero incremento del PIB del 0,7%, tuvo un segundo ascenso en 1995 para las primeras señales de fortalecimiento (2,5%) y llevó al crecimiento pronosticado en el Plan Económico del año 1999, de 4,2%. Al analizar las medidas tomadas y sus resultados, se tiene una idea de la situación actual de la economía cubana, a siete años del inicio de sus reformas más profundas. La reestructuración de los vínculos económicos externos tiene reflejo, como primer punto, en la fuerte reorientación de las relaciones de intercambio que han tenido lugar. El mayor peso lo alcanza América Latina y Canadá, seguidas de las regiones europeas y asiáticas. Un segundo punto lo constituye la descentralización del comercio exterior, donde se triplica la cifra de entidades que ejecutan directamente su comercialización. Las exportaciones de mercancías, que comenzaron a recu-perarse en 1994 (con 15.6% de crecimiento), se comportaron igualmente favorables en 1995 con 12.5%. Ya en 1998 las exportaciones alcanzaron el 15.8% del PIB. Ha jugado también un papel importante la inversión extranjera en el logro de nuevos mercados, y en la elevación de la competitividad de las producciones cubanas con la inserción de tecnologías y capitales. Tanto la apertura al capital extranjero como la descentralización del comercio exterior, son dos elementos del nuevo orden económico, aunque no los únicos. El capital extranjero, considerado como agente económico desde 1983, se refuerza en los cambios constitucionales de 1992 y se arraiga legalmente en la política económica, con nuevos procedimientos y amplias garantías explícitas en 1995. Los cambios conceptuales que anulan el monopolio del Estado en el comercio exterior y conceden los vínculos directos a entidades cubanas y de capital mixto, son parte del estilo del sistema económico que se despliega a partir de la reestructura-ción del aparato estatal para la descentralización, desburocratización y flexibiliza-ción de sus acciones. La contracción del aparto central que se inicia en abril de 1994, (de 50 a 32 orga-nismos) tiene por supuesto fuertes efectos en la simplificación funcional, el perfec-cionamiento de la planificación y control sobre bases financieras y la implantación de una nueva cultura de gestión. La continuación y extensión del proceso de reestructuración estatal alcanza ahora los niveles de base en dos sentidos: Uno, el proceso de redimensionamiento industrial dirigido a la reorganización de flujos de producción, adecuación de capacidades, concentración de eficiencia y ajuste de tareas. El otro, el perfeccionamiento empresarial para abarcar el orden de las relaciones contractuales, la autonomía de funcio-namiento y la autosuficiencia económica. El desenvolvimiento de las empresas mixtas, la autorización de importación directa, el crecimiento del turismo, el surgimiento de los esquemas de financiamiento, el aumento de las remesas que se reciben de familiares en el exterior y los sistemas de estímulos en moneda libremente convertible (que abarcan a más de un millón de trabajadores), fueron diferentes vías para estimular el movimiento de divisas en el país, que precisaron de la despenalización del uso y tenencia de esa moneda. En los cambios organizacionales, el de la nueva estructura de la propiedad agraria fue realmente el de mayor trascendencia. En breve lapso de tiempo se añadieron a los relativamente escasos conglomerados de cooperativistas y privados existentes, una masa de nuevos cooperativistas y campesinos, hacia donde se trasladó el 42.3% de las tierras agrícolas del Estado. En suma, hoy día el 67.3% de la superficie agrícola está en manos de productores no estatales, lo que representa el 40.7% de la superficie total del país. Lo que fueron grandes extensiones de tierra de cientos de granjas o empresas estatales, se agrupan hoy en casi 3 000 Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), con la entrega en usufructo gratuito de la tierra. Por otra parte se de-sarrollan nuevas formas de estímulo a la producción, se incentiva la agricultura tradicional en los cultivos que no pueden ser atendidos por el modelo tecnológico anterior a consecuencia de la falta de recursos importados y se entregan fincas y parcelas de tierra a miles de familias, para los cultivos de café (Coffea arabica), cacao (Theobroma cacao), tabaco (Nicotiana tabacum) y otros. Ello ha fortalecido el sector, con la recuperación de una población rural perdida y ha hecho posible el crecimiento de la actividad agropecuaria. Se mantienen contratos de compra con el Estado para todos los productores, lo que garantiza la distribución de productos normados que constituyen una canasta básica mínima para toda la población. En 1994 se creó el mercado agropecuario que funciona a precios de oferta y demanda, el que ha resultado un complemento de la alimentación y un incentivo a los productores, al cual concurren después de cumplir el compromiso estatal. El funcionamiento del mercado no es solo de estímulo para los campesinos y coope-rativistas, sino también para los obreros agrícolas de las granjas estatales, pues tienen por esta vía la posibilidad de crecer los ingresos de sus entidades incremen-tando la rentabilidad y de participar en las ganancias. La reanimación de la producción, el incremento de los servicios y la apertura de los mercados agropecuarios y de artículos industriales se combinaron para la extracción del dinero en circulación, permitiendo la revalorización del peso cubano como moneda oficial. De una cotización en el mercado informal de 150 pesos por dólar a principios de 1994, es de 20 por uno a finales del 1999. Estas medidas y otros ajustes junto al crecimiento sostenido de la producción en los últimos años hacen que el déficit de unos 1500 MMP en 1993, se reduzca suce-sivamente a cerca de 1 420 MMP en 1994, 765.5 MMP en 1995, 580 MMP en 1996 y 268 MMP en 1998. Este último constituye alrededor del 2% del PIB, cuando llegó a ser el 33% en 1993. Situacion de la seguridad alimentaria en el país La producción agrícola y forestal De la superficie total de Cuba, ascendente a 11 millones de hectáreas (MMha), 6.7 MMha son cultivables, de la cuales, al cierre de 1998 aproximadamente 4.5 MMha estaban cultivadas. De la superficie no agrícola unas 2.6 MMha tienen vocación fo-restal y el resto se dedican a reservorios de agua (0.4 MMha) en la infraestructura civil. Esto último representa más del 90% de la capacidad de embalse de agua del país. El potencial hidráulico para la agricultura ha mejorado sustancialmente en los últi-mos años a partir de un amplio programa de construcción de presas y micropresas, que conjuntamente con un adecuado manejo y explotación de las aguas subterrá-neas, permite disponer de 5 500 millones de m3 de agua por año para el regadío y el abasto al sector agrícola no cañero, con un área bajo riego de unas 564 M ha. A pesar de los avances conseguidos entre las décadas de los años 60 y 80, la agri-cultura cubana no alcanzó el nivel de desarrollo requerido para proporcionar su-ficientes y variados alimentos a la población. Por ello, el país llegó a finales de los años 80 a importar aproximadamente el 50% de sus necesidades básicas, tanto para el consumo humano como para la producción de piensos para la alimentación animal La situación que enfrentó el país desde los inicios de los años 90, ha tenido un impacto muy fuerte de carácter recesivo en los volúmenes de producción agrope-cuaria, debido a la disminución de la capacidad de compra de insumos, como com-bustibles, fertilizantes, plaguicidas, maquinarias y otros indispensables para aquel modelo de producción agrícola. Sin embargo, en tan difíciles condiciones se ha lo-grado elevar la producción agrícola en algunos cultivos. Los principales rubros de la producción, comparando los resultados alcanzados en 1998 y 1989, presentaron el siguiente balance: Producto Raíces y tubérculos Hortalizas Frijoles Arroz, cáscara húmedo Cítricos frescos Otros frutales Leche de vaca Huevos Carne bovina Carne de ave UM 1989 1998 Mt Mt Mt Mt Mt Mt MML MMU Mt Mt 972.6 610.2 14.1 536.4 825.7 218.9 1131.3 2672.6 289.1 142.8 1107.1 702.9 25.5 337.9 655.6 112.3 697.7 1621.1 137.3 37.4 98/89, % 114 116 181 63 79 51 62 61 48 26 En términos de volumen total, la producción agropecuaria experimentó un descenso en algunos rubros con un carácter mucho más agudo en los productos portadores de proteínas como la leche, carne y huevos y donde las posibilidades de recuperación en el corto plazo estarán en dependencia de que mejore la situación económica general del país. Sin embargo, se han logrado incrementos significativos en la pro-ducción de raíces, tubérculos y hortalizas en los últimos años. Durante los años de estabilidad económica y fomento de la producción agrícola, se llegó a niveles considerablemente altos, pero aún insuficientes para satisfacer las necesidades. De ahí la iniciativa y decisión política de la dirección de la Revolución de llevar adelante el Programa Alimentario Nacional (PAN) que se vio seriamente interrumpido al entrar el país en situación de Período Especial. Las condiciones anteriores a la etapa presente, no exigían que se incluyeran las pro-ducciones de parcelas, patios y otros tenedores, por su poca significación. En las condiciones actuales ello es un imperativo, por su importante papel ya que en el sector urbano se produjo en 1999 mas de 800 Mt de productos agrícolas, fundamen-talmente hortalizas. La no inclusión de estas magnitudes subvalora la disponibilidad de alimentos en el caso de los productos agropecuarios, lo que se considera particu-larmente importante a partir de 1994. La disponibilidad de materias primas para la producción de piensos en la avicultura, se ha reducido en más de un 30% y los suministros recibidos, además de insuficien-tes llegan con poca estabilidad, teniendo en ocasiones que recurrirse a dietas de sostenimiento y no de producción para mantener viva la masa en espera de solu-ciones más estables. Como consecuencia, la producción de huevos, que histórica-mente había constituido la fuente principal, abundante y estable de proteínas para la población, disminuyó en el 23% en el quinquenio 1991-95, reduciéndose en el 55% comparados con los años de máxima y mínima producción, con una equivalencia de 493.1 millones de huevos menos. Por su parte, la producción de carne de aves se redujo desde 142.8 Mt en 1989, hasta 37.8 Mt en 1998, con grandes pérdidas en eficiencia al tener que sacrificar animales sin los pesos mínimos establecidos por inestabilidad e inseguridad en la composición y cuantía de las dietas. La producción de leche que llegó a alcanzar en 1989 la cifra total de 1 131.3 MML (sector estatal + no estatal) se redujo a menos de la mitad, a causa de que la produc-ción estaba asentada básicamente en una ganadería de leche con alta existencia de ganado HolsteinFriesian y sus cruzamientos, muy buen productor con dosis suple-mentaria de alimentos, pero susceptible a condiciones adversas. En el último período se ha logrado un modesto incremento que aún dista mucho de las producciones logradas en la pasada década. La falta de alimentos para el ganado vacuno, así como la carencia de otros insumos, unido a criterios tecnológicos aplicados para su explotación, determinaron que la masa vacuna disminuyera entre 1989 y 1998, con un efecto directo sobre la producción de carne de vacuno, que bajó desde 289.1 Mt en 1989 hasta 137.3 Mt en 1998, en lo cual influyó además la necesidad de dedicar miles de animales machos a adiestrarlos como bueyes para tracción animal. La producción de viandas y hortalizas experimentó entre 1989 y 1994 una reducción del 10%. Esto afectó más a las hortalizas por su alta dependencia de insumos impor-tados (fertilizantes y pesticidas), afectándose la producción en un 34% para este período (de 610.2 Mt en 1989 a 402.3 Mt en 1995), mientras que las viandas lograron un incremento productivo del 5%, debido fundamentalmente a la recupera-ción del cultivo de la papa, que alcanzó una producción de 281.6 Mt en 1995, cercana al récord histórico de 307.3 Mt en 1985. Sin embargo, entre 1994 y 1998 se han ido incrementando estas producciones lográndose un 104% de incremento en 1998 con respecto al año 1989. En 1999 la producción de raíces y tubérculos creció considerablemente, alcanzándose la notable cifra de 2 272.2 Mt de viandas (raíces y tubérculos) y hortalizas, lo que significa el 143% y el 125% con respecto a lo producido en ambos rubros en 1989 y 1998, respectivamente. La decisión de incrementar la producción del plátano de manera rápida mediante un programa con la aplicación de alta tecnología, como el riego con micro aspersores (“microjet”) en sus diversas formas, para alcanzar altos rendimientos y suministrar el producto en forma estable todo el año, se interrumpió bruscamente por la falta de insumos esenciales como fertilizantes y combustible para el regadío. En términos numéricos, la producción de plátano bajó en 1995 a 400 Mt, habiendo alcanzado un máximo de 515 Mt en 1992. Dentro de la estrategia del PAN un lugar importante lo ocupaba la producción de carne de cerdo, concebida en un programa de desarrollo a mediano plazo con el establecimiento de una red de centros integrales porcinos de alta productividad en todo el país. Este programa también fue interrumpido por la falta de alimentos con-centrados, subproductos agrícolas y desperdicios de alimentos. Por el papel que juega en la dieta de la población cubana, el arroz ha sido quizás el producto más sensible dentro del marco de dificultades que aquí se examinan. Para suplir los déficits de la producción local el Gobierno ha tenido que desembolsar importantes cantidades de divisas. La producción de arroz llegó a estabilizarse en el quinquenio 1986-90 con un promedio anual de 507.6 Mt en arroz húmedo, y descendió a su nivel más bajo en 1993 con sólo 147.6 Mt. Al ser un cultivo muy dependiente de los insumos importados y al mismo tiempo de ciclo productivo muy corto, ha sufrido más que otros. En los últimos años, la producción de arroz popular, mediante nulos o muy bajos insumos ha llegado a producir cerca de la mitad del arroz que se obtiene en el país. La producción de frijol (Phaseolus vulgaris) para consumo humano no tiene un peso importante en la producción nacional de alimentos, ya que este grano se importa casi en su totalidad. Los cítricos han tenido que enfrentar también serias dificultades, debido a la disminución de los insumos principales. Sólo a partir del año 1993 es que se obtiene financiamiento externo con el cual se ha comenzado la revitalización de esta actividad para la exportación, la cual ha crecido significativamente en los últimos años, acercándose hoy día a la cifra récord histórica. En el quinquenio 1986-1990 se acrecentaron los ritmos de crecimiento, tanto de la producción forestal como de la silvicultura, que ya se observaban en el lustro ante-rior. Las plantaciones forestales registraron un crecimiento de casi el doble, al po-nerse en marcha en 1987 un sistema de reforestación que involucra, además de las empresas forestales estatales y el sector cooperativo y campesino, a la población en general a través de sus organizaciones sociales y de masas. La producción de madera aserrada creció en un 40% alcanzando la cifra de 106.4 Mm3 en 1990; se organizó la producción de envases para productos agrícolas, inexistente hasta 1986, alcanzando en el mencionado año 2.3 MMU. El ritmo anual de plantaciones pasó de 45-50 M ha (hasta 1985) a 90-100 M ha (en el período 1986-90). Otras actividades silvícolas orientadas al tratamiento y mejoría de las plantaciones existentes y bosques naturales, tuvieron discretos incrementos o se mantuvieron en los niveles históricos. A partir de 1991 en que se inicia el Período Especial, se observa un brusco descenso en las producciones de la industria forestal y de la resina de pino, acompañado de un fuerte crecimiento de la producción de leña para combustible, asociado a la falta de los derivados del petróleo. La producción de madera aserrada en 1993 cayó al 36% de lo alcanzado en 1990; la producción de envases agrícolas a cerca del 50% y la resina de pino a cerca del 24%, mientras la producción de leña casi se duplicó. La producción de carbón, aunque muy demandada como sustituta de la kerosina, también decayó hasta 50.0 Mt, debido a la falta de insumos para su producción. A partir de 1994 se observa un proceso de recuperación de las producciones industria-les, pero lejos aún de los niveles logrados en 1990. Importación de alimentos Según ha sido planteado, los acontecimientos ocurridos en los países ex socialistas y la agudización del bloqueo norteamericano provocaron un brusco descenso del inter-cambio comercial cubano. La necesaria reorganización y desplazamiento geográfico del comercio exterior transcurrió con severas implicaciones, tales como: las pérdidas en precios de expor-taciones e importaciones por eliminación súbita de acuerdos preferentes; la dismi-nución de mercados de compra-venta; el incurrir en mayores gastos de fletes y las demoras en recibir las importaciones. Súmese al aumento de gastos por las causas mencionadas, la desaparición de las facilidades de crédito, que en las nuevas condiciones se afrontan con créditos cos-tosos, en peores condiciones de amortización y más elevadas tasas de interés, a consecuencia de la falta de dinero líquido y las presiones norteamericanas a finan-cistas y proveedores de otros países. No obstante que el comercio exterior fue uno de los sectores donde la repercusión negativa ha sido más notable, a partir de 1994 logra una reanimación, aunque la balanza de pagos muestra incrementos de saldo negativo. Mientras en 1990 los alimentos representaban el 16% de las importaciones, en el período 1993-95 alcan-zan el orden del 28% del total. Dentro de la estructura de productos alimenticios que se importan, el peso (tanto en cantidades como en valores) lo llevan los cereales, granos, la leche en polvo y las grasas comestibles. Suficiencia alimentaria Cuba, debido a las desproporciones existentes por su dependencia de las exporta-ciones de productos agrícolas y la importación de una parte importante de los suministros alimentarios, clasifica como deficitaria en alimentos. A pesar de las in-versiones acometidas durante décadas, en infraestructura y aplicación de la ciencia y la técnica, las actividades agrícolas no pudieron alcanzar la suficiencia alimentaria del país, dependiendo en buena medida del complemento de la importación de alimentos directos y materias primas para su fabricación, además de la mayoría de los insumos productivos. Los cambios ocurridos en la economía cubana han tenido características excepcio-nales, en primer término por la magnitud del ajuste, superior al experimentado por los países latinoamericanos en los ochenta y sólo comparable con la crisis econó-mica de 1933 en la propia historia cubana. En segundo lugar, es excepcional por la forma en que ha sido implementado, ya que la equidad y el consenso social se han mantenido durante todo el transcurso del mismo. A ello se adiciona que el país ha continuado expuesto al bloqueo de EE.UU., recrudecido primeramente por la Ley Torricelli (1992) y posteriormente por la Ley Helms-Burton (1995), lo que unido a otras enmiendas de leyes introducidas por el gobierno norteamericano en los últimos años, le han dado mayor dramatismo al proceso. Una decisión importante fue mantener los principios de equidad implantados por la Revolución, como preservar el empleo y los ingresos de los trabajadores; mantener los niveles de salud, educación y seguridad social y distribuir lo más igualita-riamente posible los bienes de consumo disponibles. Fue tan grave el recorte que el consumo de alimentos, en 1993, experimentó una contracción del 30% respecto a 1989. La disponibilidad de alimentos se situó en niveles críticos, por debajo de los requerimientos nutritivos de la canasta básica, a pesar de que las importaciones de alimentos y sus materias primas alcanzaron casi la cuarta parte del monto total de las deprimidas importaciones del país, cuando anteriormente constituían del 10-12%. A partir de 1994 creció el consumo de los hogares, en especial por la mayor dis-ponibilidad del mercado agropecuario, la oferta de trabajadores por cuenta propia, las ventas de tiendas en divisas y el autoconsumo. Ello, junto al crecimiento de diferentes producciones agropecuarias ha posibilitado una mejoría en la situación alimentaria de hoy respecto a 1993, aunque persisten niveles de insatisfacción con repercusiones en el estado nutricional de la población. Según dictamen divulgado por el Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos (INHA), las recomendaciones medias sitúan las necesidades calóricas en 2 400 kilo-calorías por día. En términos globales, el aporte nutricional de los productos alimen-ticios consumidos por la población aún no es suficiente para satisfacer dichos reque-rimientos, aunque se observa una notable mejoría respecto a la situación de 1993. No obstante, es válido apuntar que los estimados de consumo están subvalorados, pues las estimaciones de la oferta de alimentos de fuentes no estatales y de autoa-bastecimientos o “autoconsumos” estatales se incluyeron de manera muy conser-vadora, cuando a partir de las transformaciones de la propiedad de la tierra esta tiene valores significativos en las dietas de un grupo importante de ciudadanos. Acceso a los alimentos La situación socioeconómica actual en Cuba y la forma de funcionamiento de la economía, difieren en magnitud importante, en relación con los mecanismos y el sistema que operaban para el período anterior a 1989. Las mayores diferencias en el terreno que nos ocupa se refieren a que se han diversificado las vías de distribución de los alimentos y se han ampliado las fuentes de ingresos monetarios de la población. Hoy día se tiene que los ingresos de la población no provienen solamente de los vínculos de ésta con el Estado, a través del pago por el trabajo o por los beneficios de la Seguridad Social. Por una parte, se está desarrollando la ocupación no estatal, aumentando las transacciones entre la propia población y la magnitud relativa de los ingresos del autoempleo. Por otro lado, surgieron los ingresos en divisas, provenientes tanto del envío de remesas de familiares residentes en el exterior, como por la aplicación de sistemas especiales de estimulación laboral, el desarrollo del turismo y de la propia actividad privada de servicios a los turistas. Los sistemas de estimulación, la disminución del exceso de liquidez monetaria acu-mulada y la dinámica de la canasta básica, unidos a los crecimientos de la oferta de productos, han propiciado una renovación del estímulo laboral, que se manifiesta en una mayor proporción de la población que retorna a los centros o que busca empleo. Por el lado de la distribución de alimentos, frente a los problemas de insuficiencia en la disponibilidad, se mantienen las vías de distribución vinculadas a la política social, es decir, la venta de productos racionados a los hogares, la alimentación a precios módicos en las escuelas y comedores obreros y la gratuita en las instala-ciones de salud. Para una parte de la población, una fuente de acceso gratuito o de precios módicos, es también el autoabastecimiento agropecuario de parcelas, patios y cooperativas, o el de las ventas de excedentes –-de este mismo concepto-- que realizan a sus empleados los organismos que tiene asignadas tierras que eran ociosas y se emplean en producir para el mantenimiento de sus comedores obreros. Otras ofertas estatales (los mercados agropecuarios, tiendas de productos pesqueros, la gastronomía o las tiendas en divisas), así como las no estatales, son de acceso limitado a una parte de la población, bien por sus precios más altos –-aunque se ha operado un descenso-- o por la necesidad de acceder a las divisas para las compras. Se presta especial atención a la identificación de grupos de la población que pu-dieran estar en desventaja para el acceso a los alimentos, ya sea por ser de bajos ingresos o por otras causas, y hacia ellos se dirigen políticas de atención específicas. En el primer caso, el régimen de asistencia social cubre los déficit en los ingresos familiares cuando existen razones para la no existencia de vínculos laborales o los que se perciben son insuficientes; en el segundo se aplican planes de atención parti-cularizados a los diferentes grupos según las causas. Así, se mantiene vigilancia sobre la dieta de los niños, ancianos y embarazadas; se controla el comportamiento de la distribución de la población en los diferentes territorios y las implicaciones que ello pudiera tener por razones de concentración de población, zonas de difícil acce-so, tierras con limitaciones de suelos por factores físico-naturales desfavorables, entre otras medidas. Para las zonas montañosas se integró el Plan Turquino-Manatí, una estrategia de rescate y desarrollo de los cuatro macizos montañosos del país. Por último es importante aclarar, que de lo antes expuesto no se puede deducir la existencia de pobreza en Cuba, que fue eliminada por el resultado de las políticas sociales aplicadas, guiadas por el principio de justicia y amparo social a todos los ciudadanos. Los estudiosos de estos temas coinciden en que para evaluar la situación de Cuba en esta materia no es válido utilizar los criterios y métodos de medición usuales. En este caso el análisis tendría que ser más abarcador que la simple consideración del costo de la canasta básica de alimentos, dada la amplitud de los distintos meca-nismos de acción social existentes. Análisis de las políticas, programas y medidas actuales que inciden en la seguridad alimentaria Nuevas políticas económicas En la política económica, además de las medidas dirigidas directamente al sector agrícola y la actividad alimentaria, se adoptaron otras con incidencias en la seguir-dad alimentaria de la población: • Medidas financieras para la eliminación del exceso de liquidez monetaria, propiciar el aumento del poder adquisitivo de la moneda nacional, impulsar la expansión de la economía de la economía y lograr el descenso en los precios, fundamentalmente de los productos agropecuarios. • Aprobación e implantación gradual de un sistema tributario, regulador de la distribución de los ingresos. • Aplicación de nuevos sistemas de gestión más eficientes en las granjas estatales agropecuarias. • Despenalización de la tenencia de divisas, autorización de las remesas desde el exterior, pago de estímulo en divisas o moneda cubana convertible y la apertura de un sistema de tiendas que venden en estas monedas donde se incluye la venta de algunos alimentos deficitarios. • Reanimación de los Grupos Territoriales de Alimentos (GTA), presididos por los gobiernos locales y representantes de todas las fuerzas productoras de alimentos, para el desarrollo de políticas y programas de auto abastecimiento y sostenibilidad. Programas nacionales Los programas nacionales para enfrentar los problemas de seguridad alimentaria que se están confrontando en Cuba pueden clasificarse en tres direcciones básicas: Dar seguimiento y evaluar el estado nutricional y de alimentación de la población, y adoptar medidas de salud preventivas o curativas acorde con las situaciones que se detecten. • Incrementar la producción nacional de alimentos, tanto en cantidad como en lo relativo a su aporte y calidad nutricional. • Garantizar el acceso de toda la población a los productos disponibles y atender en especial a los grupos vulnerables en materia de alimentación y nutrición. En el sector agrario los programas principales son los siguientes: • Consolidación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC): Se ejecuta un conjunto de medidas para apoyar esta nueva forma de organización, consistentes en construcción de viviendas, fomento del autoconsumo campesino, uso de la tracción animal, capacitación técnica en economía, gerencia y otras relacionadas con la producción. • Incremento de la producción de arroz: El énfasis se realiza en aumentar los rendimientos en la producción a través de la utilización de mejores variedades, establecimiento de nuevas tecnologías de laboreo, recuperación y mejoramiento de suelos de baja calidad y modernización de los sistemas de riego y drenaje. Por otra parte, se ha dado notable impulso en los últimos años al programa de popularización del arroz (Oryza sativa). • Aumento de la producción de leche y carne vacuna: Da prioridad a la utilización de los pastos y la siembra de caña (Saccharum officinarum), king-grass (Pennisetum purpureum) y leguminosas para la alimentación; la adecuación genética de los animales y la mejora de la reproducción de los rebaños. • Hortalizas, raíces y tubérculos: Acciones para la introducción de nuevas variedades, reproducción acelerada de semillas y promoción de mejores atenciones culturales. • Proyectos científico-técnicos para la producción de alimentos por métodos sos-tenibles: Impulsa la producción de semillas, utilizando vías tradicionales y bio-tecnológicas, desarrollo de sistemas fitotécnicos, diseño de modelos de desarrollo sostenible y otros objetivos relacionados con la transformación del modelo de dirección y producción agraria. • Medidas para el acceso a los productos Las acciones para garantizar el acceso de la población de los productos disponibles se estructuran en tres programas principales: • Distribución racionada de productos alimenticios: Se oferta a la familia una canasta de alimentos esenciales como arroz, frijoles, cárnicos, grasas, azúcar, pescado, huevos, pan, derivados de la harina y lácteos a precios subsidiados. Los niños hasta 6 años y los enfermos reciben surtidos y cuotas diferenciadas. También se da prioridad a algunos territorios de alta densidad de población como Ciudad de La Habana y Santiago de Cuba. La canasta actual es limitada, estimándose que sólo cubre los requerimientos nutritivos de los niños de 0 a 6 años. • Alimentación social: Se encarga de la alimentación en las escuelas internas y seminternas, círculos infantiles, hospitales, hogares maternos y de ancianos, así como la alimentación en comedores obreros. • Asistencia social: El programa se concentra en proporcionar a personas de distintos grupos sociales que lo requieran, los medios económicos para adquirir alimentos y otros productos. Está conformado por cuatro subprogramas amparados bajo la Ley 24, de 1979: Atención integral al anciano en la comunidad (apoyo monetario y alimenta-ción en centro de trabajo cercanos a su hogar). Trabajo social con las madres solas y menores (garantía económica para una alimentación básica, capacitación y apoyo en búsqueda de empleo). Atención integral a discapacitados (prestaciones monetarias, capacitación en talleres especiales y oferta de empleo). Atención integral a menores en desventaja social (menores de familias necesitadas de asistencia social, niños que han desertado del sistema educa-cional o con trastornos de conducta). Estas acciones de asistencia social se han ido adecuando a las nuevas características de sociedad cubana, se incrementó el nivel de las prestaciones y se ha fortalecido la participación de la comunidad. En general, estos programas de política social han jugado un papel decisivo en el propósito de que no se deteriorara aún más la seguridad alimentaria en Cuba. Ello explica por qué dicho deterioro no guarda correspondencia con la magnitud del ajuste económico implementado. Organizaciones no gubernamentales (ONG) Las ONG cubanas están ideando y ejecutando soluciones prácticas, realistas, poco costosas, que retoman prácticas culturales tradicionales, revalorizan el papel de la comunidad y fortalecen la capacidad de los productores para generar iniciativas y resolver sus problemas. Con ese enfoque se está logrando la incorporación de un mayor número de personas a las actividades de capacitación y a la producción de alimentos mediante la autogestión, e incluso, buscando una mayor vinculación de los técnicos y profesionales que habitan en la comunidad. Pese a las dificultades económicas, las ONG cubanas desarrollan múltiples proyec-tos con los productores de alimentos, cuyos contenidos tienden a incorporar y afianzar los principios de la agricultura sostenible, aumentar el empleo de fuentes de energía renovable, aprovechar al máximo los productos obtenidos, mejorar la alimentación animal, manejo de rebaños, conservación de la biodiversidad, reduc-ción en el uso de los agroquímicos, empleo de prácticas agrícolas de bajo costo, producción de semillas de calidad, elaboración y aplicación de biofertilizantes y bioplaguicidas, rescate de prácticas de agricultura tradicional, revalorización de la economía agrícola familiar, etc. Un componente principal de estos programas es promover y encauzar la partici-pación de la mujer en la toma de decisiones y acciones comunitarias relacionadas con la seguridad alimentaria. Siendo este tema de alta sensibilidad para el sostén y estabilidad de la familia, el papel de la mujer crece en importancia y deviene en un factor de autosostenibilidad alimentaria. Por el nivel de instrucción y la calificación que la mujer rural ha alcanzado en la sociedad cubana, ellas participan como obreras calificadas, técnicas, especialistas y ejecutivas en prácticamente todas las tareas del sector agropecuario, por esa razón los proyectos de las ONG se enfocan a potenciar ese papel, crear oportunidades de empleo, facilitar el acceso de las mujeres a la información y al espacio participativo del medio laboral y familiar, tradicionalmente machista y patriarcal. También se están ejecutando proyectos de desarrollo integral autosostenibles en varios territorios del país, donde los programas convencionales han quedado interrumpidos total o parcialmente por falta de recursos. Son regiones en condiciones naturales difíciles y que requieren apoyo externo para complementar los esfuerzos locales. El grupo de ONG cubanas que trabajan con prioridad en la seguridad agroali-mentaria está aumentando su contribución e influencia en la solución del problema alimentario. Dentro de ese grupo se cuentan la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), el Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), el Centro de Estudios de las Relaciones Interamericanas (CIERI) y la Asociación Técnicos Azu-careros (ATAC), entre otras. En el futuro se espera que la cooperación internacional por esta vía adquiera mayor relevancia, no sólo por el aumento de los aportes financieros y técnicos que se reciben para los programas de desarrollo y acciones puntuales, sino para aprovechar las potencialidades y capacidades de las instituciones cubanas para colaborar con las ONG exteriores en sus proyectos de colaboración con otros países del área. Medidas de carácter estructural Las principales medidas de carácter estructural adoptadas por la dirección del país en el sector agropecuario (sin incluir el área agrícola que ocupa el cultivo de la caña de azúcar, que ha transformado de igual forma su estructura productiva), son las siguientes: 1. Creación de las Unidades Básicas de Producción Agropecuaria (UBPC) Se constituyen por colectivos de trabajadores a partir del patrimonio de las granjas y empresas estatales otorgándoseles a los cooperativistas el derecho de usufructo gra-tuito de la tierra y de traspaso mediante compra-venta de los medios de producción. Las UBPC se constituyen por plena voluntad y participación directa de sus miem-bros y su autoridad máxima está regida por la asamblea general de su membresía, disfrutan de personalidad jurídica y económica propias, de acuerdo con la legisla-ción cubana y gozan de plena libertad para la toma de decisiones. Desde el 1ro de septiembre de 1993 hasta el primer semestre de 1999 se habían constituido en el Ministerio de la Agricultura (MINAG), 1 612 UBPC, con un área total en usufructo de 1,5 MM ha. La composición de las UBPC constituidas hasta 1999 para los diferentes fines productivos es la siguiente: Tipo de cultivo o actividad Cultivos alimenticios Ganadería Cítricos y frutales Café y cacao Tabaco Arroz Apicultura Total Cantidad UBPC 347 719 117 289 53 11 65 1 612 2. Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT) Con el objetivo de estimular la producción agropecuaria en aquellos lugares donde no se dan las condiciones para la constitución de las UBPC, se han constituido las denominadas Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT), cuya característica prin-cipal es contar con una mayor autonomía de gestión respecto a las granjas estatales tradicionales. 3. Entrega de fincas a familias campesinas Otro cambio importante en materia de estructura agraria y que se ha aplicado mayoritariamente a los cultivos de tabaco y café que no producen propiamente alimentos, pero que ocupan un papel muy importante en la economía cubana, ha sido la entrega de fincas a familias campesinas. Las resoluciones del MINAG 357/93 y 419/94 amparan la entrega de tierras o fincas estatales en usufructo a solicitud de los bene-ficiarios, bajo las condiciones de producir tabaco y café como cultivo principal, pudiendo además producir todo tipo de alimentos, ya sea para el propio consumo de la familia o destinando sus excedentes al Mercado Agropecuario. 4. Entrega de parcelas para la producción de alimentos En la búsqueda de alternativas para aumentar la producción agrícola y en particular de alimentos, el gobierno adoptó la decisión de entregar en usufructo parcelas de terrenos de hasta 0,2 hectáreas de extensión para la producción doméstica de alimentos con fines de auto abastecimiento familiar, pudiendo estos productores comercializar libremente los excedentes de productos. Si bien la magnitud de apli-cación real de esta medida no ha tenido una extensión significativa, constituye en sí misma una facilidad otorgada para aumentar la autonomía de producción de alimentos y contribuir a la seguridad alimentaria familiar. 5. Fomento del auto abastecimiento de alimentos La caída de la producción de alimentos del sector agropecuario y la disminución de las importaciones han obligado a adoptar formas muy diversas desde el punto de vista institucional para satisfacer las necesidades alimenticias. Así, progresivamente se ha consolidado y se ha puesto en práctica el concepto de autoabastecimiento comúnmente denominado “autoconsumo”. El autoabastecimiento fundamentalmente destinado al consumo social de sectores no especializados en la producción agrícola, ha hecho una importante contribución al balance alimentario nacional, utilizando tierras ociosas, fuerza laboral subem-pleada, medios rudimentarios de trabajo en muchos casos y ausencias casi total de insumos importados, lo cual de hecho lo convierte en una agricultura auto sostenible y una producción de tipo orgánica. El programa de autoabastecimiento se encuentra en fase de consolidación y con-tinuará desarrollándose para realizar una contribución mayor a la seguridad alimentaria nacional. 6. Agricultura urbana La agricultura urbana ha sido otra iniciativa que ha pasado a ocupar un papel rele-vante en el abastecimiento de los principales centros urbanos y poblacionales del país, particularmente en cuanto al suministro de hortalizas y condimentos a la localidad durante todo el año, aunque ya existen 25 subprogramas que incluyen la producción animal y otras muchas actividades y cultivos. Una particularidad de esta agricultura es que se realiza bajo condiciones de agri-cultura orgánica, sin empleo de agroquímicos contaminantes de los alimentos y el ambiente. La producción por esta vía alcanzó en 1999 la importante cifra de mas de 850 Mt y se espera para el año 2000 que se llegue a producir 1.2 MMT. 7. Las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) La mayoría de las CPA se formaron hace dos o tres decenios atrás y están mucho más adaptadas a trabajar como tales. Fueron el modelo que sirvió de guía para formar las UBPC, ya que su rendimiento económico supera el de las Granjas Estatales. Su organización interna es similar a la de las UBPC; pero en general, las relaciones cooperativas son mucho más avanzadas y consolidadas y son dueños de la tierra. Muchos miembros fueron pequeños productores independientes antes de entregar voluntariamente sus tierras a la CPA y dependen menos en sus decisiones de las instituciones del Estado. Las CPA poseen unas 335.9 M ha (sin incluir las dedicadas al cultivo de la caña de azúcar), que globalmente produjeron en 1998 algo más del 7.3% de la producción total de alimentos del país. Las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) Las CCS son asociaciones de pequeños campesinos, dueños de parcelas de tierra individuales, pero que obtienen servicios, a través de sus cooperativas, que también los ayuda con sus solicitudes de créditos. De esta forma, pueden aprovechar las economías de escala para algunas de sus actividades. Al igual que los miembros de las CPA, eran normalmente pequeños agricultores, antes de la Reforma Agraria que les otorgó a muchos aparceros y arrendatarios, los títulos de propiedad de la tierra que trabajaban. Están acostumbrados a trabajar en sus cooperativas y algunos tienen parcelas grandes que les permiten producir una cantidad considerable de productos para el mercado, aunque la mayoría de sus miembros poseen pequeñas parcelas de tierra. Las CCS las integran unos 168 000 asociados, que poseen 979.9 M ha. Medidas futuras El desarrollo de la economía en los últimos 10 años ha demostrado la capacidad de resistir del pueblo cubano y de continuar las transformaciones económicas, para consolidar los avances alcanzados y eliminar las dificultades que subsisten. Quedan aún por resolver cuestiones de importancia en todos los sectores, en las cuales se vienen dando pasos, entre las que citaremos las siguientes: • Se atenderán con máxima prioridad aquellas medidas que apoyan o producen impacto en la agricultura y la producción de alimentos. • El Estado fortalecerá su papel activo dentro de la economía, a la par que conti-nuará desarrollando las formas organizativas y las de propiedad cooperativa, privada y mixta. • Un tema central que se continuará atendiendo es el de la recuperación de la acti-vidad azucarera. • Se continuará el proceso de cooperativización agrícola con las UBPC. • • • • • • • • Se controlará el funcionamiento de los GTA (Grupos Territoriales de Alimentos), encargados de establecer las políticas y tomar decisiones estratégicas para la producción de alimentos para el consumo local. Se emplearán los recursos disponibles y se extenderán mecanismos de incentivación como vía para desarrollar las producciones nacionales de alimentos --agrícolas e industriales-- que permitan revertir la actual situación de las importaciones. Se ejecutará la restructuración y modernización del sector financiero, con alcance a las instituciones especializadas en sistemas crediticios para el fomento, producción y comercialización agrícolas. Se impulsará la recuperación de la industria alimentaria, para buscar niveles óptimos de actividad según recursos disponibles, costos mínimos y eficiencia tecnológica y energética. Se perfilarán mecanismos de regulación económica y gestión acordes con las nuevas condiciones, acoplados con el carácter planificado de la economía cubana. Se redimensionará el sistema empresarial y se desarrollarán programas de empleo alternativo. Se adecuará la política social a las nuevas características de distribución de los ingresos de la población, en especial a favor de los grupos vulnerables de la sociedad. Los cambios, contando por una parte, con la introducción de los mecanismos de mercado y por otra, manteniendo la planificación para la previsión y pronóstico, se seguirán dirigiendo al perfeccionamiento del Socialismo como Sistema. REORDENAMIENTO AGROPECUARIO Y ESTRUCTURA SOCIAL Lucy Martin Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) L a realidad actual del campo cubano es tan atractiva como compleja, caracteri-zada por la reformulación de estrategias y concepciones que permitan un reajuste a las nuevas condiciones y la salida de la crisis (que tuvo su génesis en el derrumbe de los países socialistas del Este de Europa y la desaparición de la Unión Soviética) sin renunciar a los principios que definen nuestro proyecto social. Desde una perspectiva socioestructural emergen interrogantes como ¿Qué tipo de estructura socioclasista se está formando en la agricultura? ¿Qué elementos diferen-cian o caracterizan a sus grupos fundamentales? ¿Qué rasgos aporta esta estructura al modelo que se está conformando? ¿Cuán congruente es con un modelo de igual-dad y justicia social? Por supuesto que respuestas acabadas no tengo, pero sí la certeza de que cualquier intento de acercamiento debe partir en primer lugar del conocimiento de los pro-cesos fundamentales que están conformando el actual modelo de desarrollo agro-pecuario, como hilo conductor para la identificación de los principales escenarios (según forma de propiedad) donde se operan esos cambios y las características y tendencias de reproducción de los grupos sociales a ellos vinculados. Pretendo en este artículo acercarme lo más posible a las tendencias y características de reproducción de los grupos fundamentales, que son en definitiva los encargados de poner en práctica los programas de transformación y sin cuya participación consciente y activa es impensable cualquier proceso de cambio en pos de la eficiencia y una nueva racionalidad productiva. Procesos fundamentales. Una mirada necesaria Las transformaciones que se operan en la agricultura en la búsqueda de estrategias para la salida de la crisis y la conformación de un modelo de desarrollo más endó-geno, implican profundos cambios en la política tecnológica y económica. Esto evidencia el tránsito de un modelo altamente tecnificado y por tanto dependiente de hidrocarburos y componentes químicos, en grandes extensiones, con predominio de la propiedad estatal y el obrero agrícola (asalariado de empresa estatal), y con ele-vada centralización y planificación de la gestión (tanto productiva como comercial), a otro más sustentable que entre sus rasgos esenciales revela: • La coexistencia de diferentes sistemas de propiedad y gestión • Aplicación combinada de mecanismos de economía planificada y mercantil • Modificación progresiva del manejo de los sistemas agrícolas • Cambio tecnológico basado en el uso de tecnologías sustentables Desarrollo de una economía participativa donde se produce la articulación entre los 57 productores y los resultados finales de la gestión Como antecedente necesario, habría que señalar que en el período que precede a la crisis, la producción de alimentos experimentó crecimientos sostenidos en casi todos los renglonesN aun cuando los volúmenes obtenidos no lograban satisfacer las necesidades de la población ni estaban a la altura de los recursos materiales que se invertían en la agricultura. Por otra parte, la infraestructura técnica creada por el gobierno revolucionario en esa etapa dotó al país de una de las agriculturas más tecnificadas del continente. El análisis comparado del sector estatal y campesino evidencia que la propiedad estatal ha garantizado durante todos estos años el mayor peso de la producción agropecuaria, teniendo una participación decisiva en renglones claves para la ali-mentación de la población como arroz, leche, carne de res y ave, viandas y en importantes rubros exportables como la caña, el cítrico y el café. El sector campesino, por su parte, aporta los mayores volúmenes de frijoles, maíz, hortalizas, tabaco y cacao2. • Pero paralelamente se encuentra el análisis de la eficiencia de cada sector de propiedad. A pesar de ser minoritario en cuanto a cantidad de tierras, número de trabajadores y contar con peores condiciones técnicas y de aseguramiento material, la producción del sector campesino ha sido mayor que la estatal en importantes renglones y alcanza rendimientos iguales o superiores a esta. Con el 20 % del área total y de los insumos empleados para la producción, este sector contribuyó con el 35 % de los productos agrícolas al nivel nacional (Nova, 1994). En los 90 en el crecimiento de la participación del sector no estatal o campesino concurren dos importantes factores: la extensión de las áreas y la reapertura de los mercados agropecuarios para la libre comercialización de los excedentes. A continuación se trata de reflejar los impactos de las principales transformaciones ocurridas en la agricultura cubana en los últimos cinco años desde la vertiente de la propiedad, 1a introducción de mecanismos de mercado, el cambio tecnológico y la participación e implicación de los productores. Reestructuración de las formas de propiedad Desde finales de 1993 se dan importantes pasos en la transformación de las rela-ciones de propiedad que aunque no son suficientes para el establecimiento de nuevas relaciones de producción, sí constituyen una condición necesaria en la búsqueda de la efectividad económica. Con el fraccionamiento de la gran propiedad estatal en unidades más pequeñas, Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), la existencia de asociaciones con capital extranjero y el reparto de tierras que permanecían ociosas a los interesados en hacerlas producir en régimen de usufructo, se ha diversificado el cuadro por formas de propiedad existente en la agricultura que se había conformado en sus rasgos esenciales para 1977, dando lugar a un sistema económico agrope-cuario que tiene por pilares básicos la economía de tipo campesino - parcelero y la de base colectivo - cooperativista (Figueroa, 1996). Pueden identificarse diez formas fundamentales de organización de la producción, exponentes de tres sectores de organización productiva (tabla 1). Tabla 1. Sectores, tipos y formas de organización de la producción SECTOR ESTATAL Empresa Estatal Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT) Granjas agropecuarias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), incluido el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) y del Ministerio del Interior (MININT) Autoabastecimiento de centros de trabajo y Organismos Estatales Producción Colectiva SECTOR NO ESTATAL Producción Individual Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) Usufructo Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) Cooperativa - Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) - Privada Usufructuarios (individuales y familiares) Propietarios dispersos - Privada SECTOR MIXTO Empresa Mixta - Estatal Sector estatal Se reduce en magnitud, tanto de tierras como de equipos y de trabajadores y disminuye su peso económico. El área cultivable en manos del estado pasó de un 75,2% en 1992 al 32,8% en 1996 (ONE, 1995 y 1997). El grupo de trabajadores que integra el sistema empresarial se ha ido concentrando en producciones o ramas estratégicas como la genética animal, la producción avícola y porcina a gran escala, que requieren mayor presencia de trabajo mecanizado, de los avances de la ciencia y la técnica y de personal calificado; exigencias estas que unidas a los cambios que comienzan a introducirse en la organización y estimulación del trabajo, deben estar marcando diferencias con el obrero agrícola tradicional. Las granjas agropecuarias de los Ministerios del Interior (MININT) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que incluye el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), son parte del Sector Estatal. Estas granjas producen para su autoabastecimiento pero además generan cantidades considerables de alimentos para las cadenas estatales de acopio. El EJT se distingue por la comercialización de sus productos a la población y representa uno de los sectores más eficientes dentro de la agricultura estatal. Paralelamente se han repartido tierras a instituciones y centros de trabajo para desarrollar la producción de autoabastecimiento para la alimentación de los traba-jadores en el esfuerzo por contribuir a la alimentación de la población Sector no estatal A tenor con los cambios que se operan en la agricultura se produce la ampliación numérica, el fortalecimiento económico y la diversificación en las formas de expre-sión de la producción cooperativa (UBPC y CPA) y en las formas de producción individual (CCS, usufructuarios y campesinos privados dispersos). Producción colectiva Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) A las tradicionales CPA constituidas a partir de 1977 por campesinos que decidieron voluntariamente unir sus tierras y recursos en general para la gestión productiva, comercializadora y económico - financiera, se le suman, en los años 90, las UBPC. Con la creación de las UBPC a finales de 1993, emerge una nueva forma de coope-rativa, no por la socialización de la propiedad privada, sino por la desestatización de la tierra y del capital. Las UBPC constituyen estructuras productivas con formas cooperativas de funcionamiento sobre la base de la propiedad estatal de la tierra que se entrega en usufructo gratuito. Los otros medios de producción, tales como los edificios, maquinaria, animales, equipos de riego, herramientas, etc., son propiedad de las UBPC. Se mantienen relaciones comerciales con las empresas de donde surgieron, con las cuales negocian los planes de producción y precios de los productos. Las empresas también prestan diversos servicios técnicos y materiales a las UBPC. Es en la actualidad la forma de producción predominante en la agricultura. En 1995, el 23% de las cooperativas cañeras y el 52% de las no cañeras fueron rentables, situación más favorable a la existente en 1993 en las estructuras estatales de aquel entonces (Rodríguez, 1996). En 1997 había constituidas 2 654 UBPC que ocupaban el 42 % de la tierra y contaban con 272 407 cooperativistas (ONE, 1997). Constituidas por obreros estatales en su inmensa mayoría provenientes de las anteriores empresas, enfrentan el reto de la conformación de un nuevo tipo de productor, bajo nuevas relaciones de trabajo, en las cuales se desarrolle la necesaria implicación económica para lograr mayor eficiencia. Este es un componente socioestructural en plena transición entre dos formas de propiedad y presenta un carácter ambivalente entre el obrero agrícola y el campesinado, que no es sino el reflejo del carácter dual (entre empresa y cooperativa) de esta nueva forma de producción agrícola. Lo cierto es que con la UBPC emerge un nuevo sujeto económico en el agro: el grupo de cooperativistas en tierras del estado, quien además de pasar a ser el grupo más numeroso, tiene la responsabilidad, o el encargo social de aportar, en condi-ciones de menor disponibilidad de recursos los mayores volúmenes de producción. Para ello tiene que romper con modelos o modos de hacer tradicionales en el sector del que proviene y bajo el control de la empresa que se convierte en algunos casos en excesivo tutelaje que sustituye la necesaria planificación y concertación de intereses en relaciones de subordinación y dependencia. Este es por tanto un grupo que reclama atención medular por su novedad, por su magnitud y por el encargo social que se le asigna en la actual estrategia. Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) Junto a las nuevas UBPC se encuentra el tradicional grupo de los campesinos cooperativistas asociados en CPA que después de un sostenido decrecimiento numérico desde 1984 comenzó a recuperarse en 1993. Esta recuperación respondió fundamentalmente a la incorporación de nuevos efectivos provenientes de los más diversos sectores de ocupación, dadas las ventajas que en materia de ingresos, alimentación y en menor medida vivienda pudieron encontrar en las cooperativas. En 1997 había un total de 1 156 CPA en el país, que ocupaban el 9.4% de las tierras y tenían 62 155 miembros (ONE, 1997). A finales de los 80 la edad promedio de los campesinos cooperativistas era de 41 años (Domínguez, 1990), pero el hecho de retomar su carácter de grupo receptor debe favorecer su rejuvenecimiento, dada la estructura de edades de los efectivos que se incorporan, donde predominan los menores de 40 años. El crecimiento del grupo por la incorporación de trabajadores de otros sectores y actividades econó-micas también debe impactar la vida y funcionamiento de las cooperativas, al ser portadores de otra disciplina de trabajo, otros hábitos y motivaciones que exigirán un proceso de reacomodo o reajuste. Aunque es un proceso a estudiar, lo cierto es que se produce una mayor diversificación de este grupo en cuanto a extracción social, características socioprofesionales y estructura de necesidades e intereses. El análisis de la propiedad cooperativa en su conjunto evidencia que dadas las carac-terísticas de la producción cooperativa (gran flexibilidad para combinar produc-ciones y tecnologías), la heterogeneidad y preparación de la fuerza de trabajo y la capacidad real e incuestionable de conformar grupos de intereses comunes (eco-nómicos, comunales, ideológicos y hasta familiares) junto al peso numérico y el en-cargo social que se le asigna, el grupo de cooperativistas deviene en el más impor-tante de la estructura social en el campo. Producción individual Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) En este tipo de cooperativa los productores se unen para realizar el trabajo y para la obtención de los créditos y los servicios del estado, también poseen en común equipos y maquinarias (sobre todo en las CCS fortalecidas), no así la tierra que sigue siendo propiedad individual. En 1997 había 2 709 CCS en el país, que ocupaban el 11.8% de la tierra y donde trabajaban 159 223 miembros (ONE, 1997). El acelerado ritmo de crecimiento de este grupo en los últimos años (fundamental-mente a partir del inicio de la crisis en 1989)en comparación con el de los coope-rativistas de CPA, aunque puede estar determinado por varias razones, tiene en el fondo un elemento económico que, como tendencia, y muy esquemáticamente se expresa en que el agricultor individual de las CCS tiene mayores ingresos que el cooperativista de las CPA, bien porque es más ágil para tomar decisiones, bien por un mayor sentimiento de pertenencia y formas de gestión que implican un uso más eficiente de los recursos, bien por un menor comprometimiento social o más bien por la concurrencia de todos estos elementos. Constituido en grupo receptor debe, al igual que los cooperativistas de CPA, experimentar un rejuvenecimiento, disminu-yendo la edad promedio que para finales de los 80 era de 50 años (Domínguez, 1990). Después de una sostenida tendencia decreciente hasta 1988 (aunque nunca llegó a ser grupo minoritario dentro del campesinado) inició un proceso de recuperación, no sólo numérica, sino también en tierras (de un 42% del total de las tierras del campe-sinado que llegó a tener en 1986 al 55% que tiene en la actualidad) y mantiene su fuerza económica. Usufructuarios A las CCS se han incorporado recientemente personas que trabajan terrenos entre-gados en usufructo. Desde 1993 se comenzaron a entregar a personas individuales tierras en una superficie de hasta 27 ha en usufructo permanente y gratuito para los cultivos de tabaco, café y cacao. Aunque todavía en número reducido (43 015) (Lage, 1996), debe crecer perspectivamente y muestra una composición muy heterogénea, pues se nutre de todos los grupos socioclasistas, aunque con probable predominio de los antiguos trabajadores agropecuarios que retornan a esta actividad. Es política de la organización campesina, Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) incorporar a estas familias a las CCS y a la propia organización, por lo que constituirán un nuevo segmento dentro del campesinado. También en las ciudades y sus áreas circundantes, han entregado pequeñas parcelas de hasta 0.25 ha a los que las soliciten de manera individual para producir alimentos para consumo familiar y cuando existan excedentes, para comercializar entre los vecinos. Sector mixto Las asociaciones de empresas estatales con capital extranjero existen en el cultivo de los cítricos, a la vez que paralelamente se dan otras variantes como el financiamiento para determinadas producciones (arroz, algodón, tomate) pudiendo en perspectiva extenderse a otros cultivos. Cuánto afecta esto a la fuerza de trabajo en la agricul-tura, y cuáles son los rasgos que identifican y diferencian a este nuevo grupo de trabajadores vinculados a la propiedad mixta, son aspectos en los que la investi-gación deberá profundizar. Sin embargo, un rasgo importante de esta apertura al capital foráneo, es que se da sólo a través del estado, ningún productor puede establecer relaciones directas con el capital extranjero, por lo que el estado permanece como regulador de las diferencias socioeconómicas por esta vía. El análisis de conjunto de todas estas formas particulares de organización de la producción (escenarios) y de los grupos fundamentales a ellas asociados (actores), revelan una gran diversidad socioeconómica y socioestructural, pero también, y esto es importante, la posibilidad que ofrece precisamente esta heterogeneidad para la aplicación de las distintas variantes o alternativas tecnológicas en la agricultura si se concibe en un sistema articulado. Cada una de las formas descritas posee sus propias características que aportar, y su integración podría significar, en un diseño así concebido mayor fortaleza en su integralidad al sistema como un todo, mediante una red de vínculos que permitan la interacción y complementación, la colaboración y la competencia. Flexibilidad de la comercialización e introducción de mecanismos de mercado Históricamente ha sido tarea y responsabilidad del Estado la comercialización de la producción del sector agropecuario a precios accesibles a toda la población, excepto durante el breve período de duración del Mercado Libre Campesino (1980-1986). Con la creación de los Mercados Agropecuarios en 1994 se dio otro paso importante en el perfeccionamiento de las relaciones de producción al posibilitar que los excedentes no comprometidos en el plan de entrega a los organismos acopiadores, puedan ser comercializados libremente bajo la ley de la oferta y la demanda. Las posibilidades de obtener ingresos superiores a partir de volúmenes de pro-ducción que rebasen los compromisos con el estado, provocan necesariamente una implicación más eficiente y activa de los productores que repercute en un mayor abastecimiento a la población. La estructura de ventas en el mercado agropecuario en 1996 evidencia una mayor participación de los productores privados. 70.7% Privados CPA 25.7% Estatal UBPC Fuente: Estadísticas Agropecuarias (ONE, 1997) 1.9% 1.7% Aunque repercute en todos los productores, este cambio es particularmente impor-tante para los trabajadores que se han venido desempeñando como obreros estatales y que en la actualidad son miembros de las UBPC o continúan en las empresas, pero que ahora no sólo producen, sino que tienen también la posibilidad de obtener ga-nancias como resultado de la gestión colectiva. Es el tránsito hacia un mayor nivel de autogestión en los colectivos y de implicación económica de los individuos. La posibilidad de participar directamente como colectivo con ingresos propios en el comercio, rompe con la separación entre el productor y el consumidor, posibilita mayor libertad de acción y potencia el esfuerzo individual y colectivo en búsqueda de la ganancia económica. No existe contraposición absoluta entre el plan y el mercado. Este último debe ocu-par un sitio (aún cuando se tenga conciencia de sus efectos en la desigualdad social) y de hecho lo va ocupando en el movimiento desde la planificación centralizada hacia la autogestión. La tensión se expresa en el necesario equilibrio entre ambos elementos, de modo que se creen condiciones que propicien la iniciativa, el interés, la implicación econó-mica, y con ello el crecimiento de la producción agrícola sin caer en la anarquía, la ingobernabilidad y la imposibilidad del estado de sostener y desarrollar objetivos de alta significación en la estrategia socialista. En términos más concretos se expresa en la posibilidad de mantener en un papel subordinado las formas no socialistas de producción a la vez que el control sobre las ganancias. La expresión socioestructural de esta transformación es entonces el fortalecimiento socioeconómico internamente diferenciado por forma de propiedad, de la fuerza de trabajo agropecuario a cuenta de las posibilidades de participación en el mercado, condicionada a su vez por la actividad fundamental, zona geográfica, cercanía a los mercados y disponibilidad de medios de transportación3. Participación e implicación económica Al ideal de producción estatalizada de alta tecnificación y decisiones centralizadas, se le hicieron inherentes prácticas que implicaban el consumo de recursos sin respuestas productivas o por debajo de las potencialidades de costosas inversiones, poca agilidad operativa en los servicios y la adopción de normas y decisiones sobre prácticas agrícolas alejadas de las necesidades reales. La necesidad de transfor-mación, como apuntamos anteriormente, va más allá. Los cambios operados propician el desarrollo del interés, la iniciativa y las potencialidades de los productores. Para ilustrar los efectos de estos cambios en los productores, referimos algunas de sus propias vivencias4. Una presidenta de UBPC expresa: “cuando era jefa de granja estatal no pensaba como ahora, sólo cuando uno está aquí es que sabe las cosas que de verdad hacen falta y está en eso de gastar lo menos posible y ser rentable”. Y ejemplificaba: “a nosotros la empresa nos “tiraba”(acarreaba) dos viajes de agua y nos costaba casi 30 pesos... yo dije: Esto no puede seguir así... cogí un trailer (tractor), le monté una pipa y ahora no me sale ni en dos pesos”. Una vaquera, respondiendo a la pregunta de si trabajaban por norma, decía: “...yo no sé ni qué decirte, porque nosotros no tenemos ni horario, porque si hay que bañar animales eso es hasta que se termine... y además no podemos decir vamos a dejar el trabajo ahora, porque por la tarde somos los que tenemos que hacerlo, y no podemos decir vamos a dejarlo para que fulano o mengano lo haga”. Y más adelante: “tenemos que preocuparnos más por el trabajo porque él (su esposo) es el adminis-trador y yo, como su esposa, tengo que ayudar más”. El funcionamiento de las empresas cooperativas en su evolución deberá transitar por cambios en los mecanismos de dirección y administración hacia el establecimiento de un sistema de relaciones entre las distintas unidades de producción y entre estas y las entidades estatales que posibilite la existencia y desarrollo de empresas produc-tivas con pleno ejercicio de sus derechos donde quede comprometida la voluntad y creatividad de sus miembros, sin que el vínculo con el estado devenga en nexo de dependencia y subordinación, pero que a la vez se enlace mediante diferentes mecanismos a la planificación estatal centralizada5. Reestructuración tecnológica Conjuntamente con los cambios descritos se produce una reestructuración tecnoló-gica en un movimiento desde un modelo convencional, altamente tecnificado, a una agricultura basada en el uso de tecnologías apropiadas. Cuba también abrazó la agricultura intensiva, la introducción acelerada de la técnica y productos químicos en aras de altos rendimientos y maximización de la fuerza de trabajo, y también nuestra agricultura se ha visto afectada por la cada vez menor respuesta productiva a los fertilizantes, la degradación y empobrecimiento de los suelos (compactación, salinización, erosión), la resistencia a los plaguicidas y el aumento de plagas por la ruptura de las cadenas naturales y la extendida práctica del monocultivo, los cambios climáticos y de los sistemas de vientos por la defores-tación, entre otros muchos efectos negativos de la llamada agricultura convencional. A este cuadro se le suma la imposibilidad de mantener el nivel de consumo de productos químicos, combustible y adquisición de maquinarias por la falta de suministros provenientes fundamentalmente de los países ex socialistas. Otro factor no menos importante que determinó la necesidad del cambio tecnológico (por su incidencia en los resultados productivos) es el referido a las relaciones de trabajo asentadas en la concepción de desarrollo imperante en todos estos años que privilegiaba la propiedad estatal, el empleo del obrero agrícola y alto grado de centralización de la gestión tanto productiva como comercializadora en el empeño de desarrollar una agricultura intensiva. Estos elementos condicionaron la necesidad de cambios en el modelo agrícola, que no se reducen al manejo agroecológico de los sistemas productivos que es lo más frecuente en la generalidad de las experiencias en el mundo, sino que atañe además a algo tan esencial como las relaciones de producción, lo que otorga integralidad a esta concepción de cambio tecnológico a la vez que marcan importantes diferencias con otras realidades. Entre los elementos con que cuenta el país para enfrentar este tránsito es necesario destacar la existencia de una política científica orientada hacia un desarrollo nacio-nal de adaptación y creación de tecnologías, que crea las bases para una relación más fructífera entre tecnología y desarrollo que nos permita, con identidad propia, efectuar los cambios que exige un desarrollo sostenible. Desde mediados de los 70 se vienen realizando acciones como la producción nacional de semillas mejoradas, la producción de bioplaguicidas y biofertilizantes, la aplicación de controles biológicos, nuevos métodos de preparación de tierras, etc. tendientes a lograr una mayor racionalidad productiva y proteger el medio ambiente. Pero esta creciente actividad de investigación en el país, tiene uno de sus más altos exponentes en la biotecnología agrícola para el mejoramiento genético, que plantea el riesgo de alterar las formas de vida tal y como hasta ahora las conocemos. Ambos movimientos: hacia una agricultura más en consonancia con la naturaleza y la tendencia a separar la producción agrícola de su medio natural confluyen en el cambio tecnológico de la agricultura cubana. Tenemos entonces que el tipo de tecnología y sus niveles de introducción provocan efectos desiguales según las características del medio en que se insertan y muy en particular de los sujetos sociales encargados de su puesta en marcha, por lo que la búsqueda de tecnologías apropiadas debe caracterizarse por la coexistencia de tecno-logías de punta como el trasplante de embriones con las más rudimentarias como la tracción animal en el empeño de combinar las posibilidades y las exigencias de la producción y los productores. En la actualidad existe un gran debate, también en Cuba, entre corrientes de pensa-miento que absolutizan u otorgan un mayor peso a la aplicación del paradigma tecnológico de la agricultura moderna y los que promueven la llamada agricultura orgánica (alternativa, natural). Sin embargo, esta contradicción no tendría mucho sentido, al menos en Cuba, si tenemos en cuenta la diversidad de formas de propie-dad, de condiciones del suelo, medioambientales etc. existente. Partiendo de esta gran heterogeneidad tendría más sentido hablar de tecnologías apropiadas para una agricultura sostenible, que implica la adecuación de estrategias que de cabida a todas las alternativas tecnológicas y todos los tipos de insumos y equipos para satisfacer determinados requerimientos, a lo que algunos denominan “pluralismo tecnológico” o “combinación de tecnologías”. Lo anterior evidencia que las estrategias a adoptar requieren necesariamente de concepciones bien flexibles, que se adecuen a las diferentes realidades y donde convivan elementos de los paradigmas tradicional y convencional, de alta tecnología y de los sistemas más rudimentarios, sin que se conciba únicamente como 1imita-ciones que imponen situaciones de crisis económicas, sino como algo consustancial a la heterogeneidad socioestructural existente en la agricultura. Por otra parte, para el éxito de una estrategia de cambio tecnológico se impone un trabajo de extensionismo rural donde el centro lo constituya el propio trabajador que ha de implantar la tecnología y la necesidad de pasar a la elaboración de proyectos, aunque simples, de factibilidad, parcela por parcela, y con el productor directo, que conduzcan a una mayor compatibilidad entre la tecnología (equipos, insumos y prác-ticas productivas), forma de tenencia de las tierras y características medioambientales6. Conclusiones Podemos afirmar que las transformaciones descritas conducen a una fuerte diferen-ciación socioeconómica de la fuerza de trabajo agrícola que acentúa la heteroge-neidad socioestructural ya existente y la complejidad de 1os procesos de cambio. Desde e1 ángulo socioestructural se aprecia la reproducción ampliada de la fuerza de trabajo agrícola y el aumento de la heterogeneidad interna que en síntesis pudiera expresarse en: • Aparición de nuevos grupos sociales en el agro: el grupo de los cooperativistas en tierras del estado, el grupo de los usufructuarios (individuales y familiares) y el grupo de los vinculados a la propiedad mixta • Incremento numérico y diversificación socioprofesional de la fuerza de trabajo agrícola • Fortalecimiento numérico y económico del campesinado en general y en parti-cular del pequeño agricultor individual • Predominio numérico del grupo de cooperativistas • Disminución y especialización del obrero agrícola • Mayor diferenciación social entre los grupos que integran la fuerza de trabajo agrícola a partir del tipo de organización productiva en la que se integran, el vínculo con el mercado y las alternativas tecnológicas, que se expresan en los ingresos, las condiciones de vida y la estructura de intereses y necesidades que los caracteriza. Continúan teniendo peso como criterios diferenciadores la forma de propiedad, acti-vidad económica fundamental a la que se vinculan los distintos grupos, recursos para la producción, ingresos y condiciones materiales de vida (entre los fundamen-tales), pero esta vez determinados o mediatizados como nunca antes por su parti-cipación en el mercado, cuya acción socioestructural más evidente es que disminuye el papel regulador del estado en la diferenciación de los productores, adquiriendo mayor peso las formas de organización y gestión de los recursos que cada productor o forma de organización productiva sea capaz de movilizar para una gestión más eficiente. Muy relacionado con lo anterior, características como mayor interés, implicación económica y eficiencia en el manejo de los recursos, emergen con fuerza en todos los escenarios en que se desenvuelve la producción agropecuaria, aún cuando sea posible identificar grados diferentes según las distintas formas de organización de la producción en que se expresen. Pero lo que sí se hace evidente, como rasgo clave de la estructura socioclasista en el campo, es el fortalecimiento de los vínculos entre crecimiento de grupos sociales y la eficacia productiva de estos. El carácter descentralizador y de fortalecimiento de las economías locales que tienen todos estos procesos de fragmentación de la propiedad, apertura de mercados y cambios tecnológicos favorecen también una descentralización de los procesos de reproducción de los componentes sociales del campo. Procesos de fragmentación de la estructura conviven con procesos de fortalecimiento socioeconómico diferen-ciados, pero que, a contrapelo de otras realidades, se desenvuelven en una lógica de funcionamiento de la sociedad en que el estado juega un papel protagónico en la redistribución de las riquezas en favor de las mayorías. Referencias Domínguez, María Isabel, 1990. Diferencias y relaciones generacionales en el campesinado. Informe de Investigación. Ejemplar mecanografiado. Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) – CITMA, Cuba Figueroa, V. 1996. El nuevo modelo agrario en Cuba bajo los marcos de la Reforma Económica En: UBPC. Desarrollo rural y participación. Colectivo de Autores, La Habana. Lage, C. 1996. Informe al V Pleno del Partido Comunista de Cuba (PCC) Periódico Granma 26/3/1996. Nova, A. 1994.Cuba:modificación o transformación agrícola. Material mecanografiado. Instituto Nacional de Investigaciones Económicas(INIE). Cuba. ONE, 1995.Estadísticas agropecuarias. Indicadores sociales y demográficos de Cuba. Oficina Nacional de Estadísticas. Cuba. ONE, 1997.Estadísticas agropecuarias. Indicadores sociales y demográficos de Cuba. Oficina Nacional de Estadísticas. Cuba. Rodríguez, J. 1996. Cuba 1990-1995. Reflexiones sobre una política económica acertada. En: Revista Cuba Socialista.1:24. N otas 1 En entrevista a Carlos Lage, Secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros de Cuba, este destaca que frente a la idea del fracaso de la agricultura estatal hay que reconocer que desde el triunfo de la revolución, en los principales renglones agrícolas la producción creció muchas veces más que la población, llegando a alcanzar en algunos renglones índices de eficiencia comparables con los de otros países. Periódico Granma 30/10/1993:6 2 En el año 1999, según reporte de la ONE, los campesinos produeron el 86.3% del tabaco, el 68% del maíz, el 72.6% de los frijoles, el 46.6% de las viandas y hortalizas y el 55.9% del cacao. 3 Ahora como nunca antes se profundiza la diferenciación socioeconómica en el campesinado por el papel fuertemente diferenciador del mercado. En un reciente análisis de la ANAP (Ver informe Caracterización de los actores sociales campesino y cooperativista. Esfera agroalimentaria, 1996) se apunta que la participación en el mercado asegura ingresos más altos en la actividad de cultivos varios, mientras que los ingresos más bajos se registran en café, cacao y frutales, de zonas montañosas porque tienen menos posibilidades de concurrir al mercado, por los niveles de producción autorizados a vender y por la transportación. 4 Este y los siguientes testimonios aparecen recogidos en el trabajo (resultado de una investigación de campo: Presencia femenina en las UBPC ¿un problema aún por resolver?. Teresita Almaguer et. al. Mecanografiado. Centro de Documentación, Federación de Mujeres Cubanas (FMC). 1996. 5 Al respecto resulta bien interesante el análisis y la propuesta contenidos en el artículo del Dr. José Luis Martín y Angel M. Suero La competencia decisional en las UBPC En: Agroecología y Agricultura Sostenible. Curso para Diplomado de Post-Grado. Módulo 3. CLADES-ISCAH, 1997. También puede consultarse, del Dr. Miguel Limia, Las UBPC como forma embrionaria de un nuevo colectivo laboral. En: Resúmenes de investigaciones sobre UBPC. Programa FLACSO-UH, 1994. 6 Una experiencia de cambio tecnológico al nivel local es la realizada por un equipo multidisci-plinario vinculado al proyecto SANE en tres CPA de cultivos varios en provincia Habana, Cuba. Ver: Manejo agroecológico de la producción de alimentos en el sector cooperativo. Dra. Eolia Treto et al. Informe de Investigación. Mecanografiado. Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA). 1998. Resumen de la Estrategia Ambiental del Ministerio de la Agricultura Principales problemas ambientales relacionados directa o indirectamente con la actividad agropecuaria y forestal • Degradación de los suelos • Deforestación • Contaminación de aguas terrestres • Pérdida de la diversidad biológica Problemas relacionados con el manejo de recursos naturales • Falta de políticas y estrategias ambientales • Uso de tecnologías inapropiadas concebidas bajo el paradigma de la revolución verde • Déficit de recursos materiales y financieros • Insuficiente capacitación • Alto gasto energético • Deficientes regulaciones y su aplicación para minimizar los impactos negati-vos de actividades agropecuarias • Afectaciones en cuencas hidrográficas Misión Contribuir a lograr el desarrollo sostenible de la agricultura cubana sobre la base de la protección del medio ambiente en correspondencia con la misión del Ministerio de la Agricultura. Objetivos • Contribuir a la conservación y uso sostenible de los recursos agropecuarios y forestales • Incrementar la protección, conservación y mejoramiento de los suelos • Identificar, generar y transferir conocimientos, productos y tecnologías ambientalmente adecuados • Fortalecer las capacidades institucionales y gerenciales para la comprensión, manejo y uso sostenible de los recursos naturales, el patrimonio forestal y la diversidad biológica a cargo del organismo • Contribuir a lograr una mayor participación de decisiones, trabajadores y ciu-dadanos en general, en la protección ambiental y uso sostenible de los recursos • Contribuir a fortalecer la cooperación nacional e internacional para la mayor conservación y uso sostenible de los recursos naturales • Identificar los vacíos en la legislación ambiental complementaria y las normas sobre la base de los requerimientos nacionales e internacionales ESTRUCTURAS DE PRODUCCIÓN Y SOSTENIBILIDAD EN LA AGRICULTURA CAMPESINA CUBANA Mavis D. Álvarez Licea Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) P or lo general existe bastante desconocimiento en el exterior de Cuba acerca de las estructuras de producción de los agricultores cubanos. Con frecuencia observamos, aún en expertos y personas familiarizadas con el tema agrario, cierta confusión respecto a la agricultura campesina. Experiencias personales me han permitido apreciar --en eventos públicos o encuen-tros particulares-- sorpresa o dudas sobre la existencia de un sector de agricultores privados en Cuba. Es obvio que en esa percepción influyen ideas o juicios previos sobre procesos tales como la nacionalización, estatización, socialización y cooperati-vización. No es mi pretensión con este trabajo entrar en aclaraciones conceptuales, por demás bien difíciles de abordar a profundidad, cuando se requiere de argumentos teóricos y abundantes referencias prácticas para llegar a una diferenciación aclaradora de transformaciones sociopolíticas cuyas particularidades no son en absoluto simples. Parece más práctico aprovechar el espacio disponible en aportar la mayor infor-mación posible sobre esa parte del mundo rural cubano conformada por productores privados y cooperativistas, intención que nos encara a otro tema interesante y polémico, la diferenciación entre propiedad privada y propiedad cooperativa. Suelen preguntarnos si realmente las cooperativas campesinas cubanas pueden considerarse un modelo de agricultura “privada”, quizás una respuesta aclaratoria debe partir de un mayor conocimiento del régimen de propiedad de la tierra y bienes productivos imperantes en este archipiélago caribeño llamado Cuba. Así que, yendo directo al grano, nos preguntaremos: ¿Existe realmente un sector de agricultores “privados” en Cuba? ¿Cómo se organizan para la producción? ¿Cómo se insertan en la agroeconomía del país? ¿Han asumido en sus prácticas agrícolas un modelo de desarrollo sustentable? Las respuestas a esas preguntas requieren de una premisa forzosa y es la necesidad de aclarar diferencias virtuales y reales entre propiedad privada y propiedad coope-rativa. La esencia del asunto es si realmente las cooperativas campesinas pueden considerarse una forma de agricultura “privada”, si esa agricultura con sus estructu-ras actuales mantiene un nivel de producción interna importante para la macroecono-mía y la seguridad alimentaria, si las transformaciones socio-económicas que han tenido lugar en la agricultura cubana en la última década reevalúan el rol de los productores campesinos y, finalmente, cómo se comporta este sector de producción frente al imperativo de encontrar un modelo de desarrollo agrícola sustentable para el país. Cooperativas y campesinos. Organización para la producción En Cuba se conoce como sector agropecuario no estatal aquel formado por las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y una minoría de poseedores de tierra que pueden ser pequeños productores llamados “dispersos” por no estar asociados a alguna de las formas de organización campesi-na existentes, en general son conocidos como parceleros y su producción es básica-mente para el autoconsumo familiar, con algunos excedentes que se comercializan en los diversos mercados. La categorización “no estatal” es convencional para definir aquellas unidades de producción poseedoras legales de las tierras, bien en propiedad (CPA y CCS) o en usufructo (UBPC, parceleros y otros). Con esta denominación se establece la dife-rencia con otras estructuras agropecuarias organizadas en áreas de propiedad pública o como se le llama en el país: áreas estatales o tierras del patrimonio estatal. En otros trabajos incluidos en este libro puede encontrarse información más amplia sobre la organización socioeconómica y estructural del campo cubano. El sector cooperativo y campesino --llamado así en Cuba-- abarca fundamentalmente las estructuras de producción constituidas por las CPA y las CCS. Entre ambas ocu-pan el 22% de las tierras agrícolas del país, más de millón y medio de hectáreas de suelos productivos y potencialmente aptos para sustentar una explotación económica eficiente. Sobre este último punto conviene acotar una diferencia sustancial respecto a otras experiencias de transformaciones agrarias. En el caso cubano las leyes de reforma agraria aplicadas en 1959 y 1963 no sólo reconocieron y establecieron el derecho a la propiedad de la tierra para los campe-sinos, también se tuvo la previsión de que esas tierras fueran productivas y aptas para proporcionar alimentos y recursos económicos a los dueños y sus familiares (La O, 1997). Por lo general los campesinos beneficiados por las leyes agrarias revolucionarias quedaron asentados en predios de suelos apropiados para la actividad agrícola, inclusive hubo cambios de tierras y reubicaciones cuando fue necesario para dotar a los nuevos dueños de mejores condiciones de vida y trabajo a la vez que se asegura-ban las premisas indispensables para el futuro desarrollo rural. El derecho de propiedad, según las leyes agrarias, se extiende a los instrumentos y aperos de labranza, a las viviendas y edificaciones y al producto de su trabajo. En lo que respecta a la propiedad, esas leyes continúan vigentes y la legislación agraria posterior a las fechas de su promulgación respetan y se atienen a sus preceptivas. Leyes de Reforma Agraria promulgadas por la Revolución Primera Ley: 17 de mayo de 1959 Segunda Ley: 3 de octubre de 1963 Como vimos en una tabla anterior, a mediados del 1999 había un total de 1 139 cooperativas de producción agropecuaria y 2 578 cooperativas de créditos y servi-cios, las primeras con casi 63 mil socios/cooperativistas y las segundas con más de 168 mil miembros. Relacionemos estas estructuras de producción con el sistema de propiedad. En las CCS cada uno de sus miembros es propietario individual de sus tierras y bienes de producción, los que pueden trasmitirse en herencia a sus hijos, padres, hermanos y el cónyuge sobreviviente siempre y cuando hayan trabajado la tierra en forma perma-nente y estable desde cinco años antes de su fallecimiento. Como vemos se trata del prototipo de productor individual privado cuya actividad económico productiva reproduce el modelo tradicional. Ahora bien, este agricultor es miembro de una aso-ciación creada para la cooperación mutua en función del progreso de la comunidad y como tal asume una identidad que trasciende el interés personal/familiar para proyectarse hacia lo colectivo/social mediante su participación en las cooperativas de créditos y servicios. En el caso de las CPA nos encontramos igualmente ante propietarios que son dueños legítimas de sus medios de producción, adquiridos inicialmente a partir de un proceso de integración o incorporación de campesinos aportadores de tierras y bienes. Ese proceso ha tenido sus etapas y como todo fenómeno social, también sus evoluciones, pero en esencia lo notable es el paso de la propiedad individual a la propiedad social o colectiva, propiedad legal de un grupo social comunitario. No se trata de una propiedad pública, es una propiedad social particular, exclusiva de un grupo de personas que han unido voluntades y medios para crear un patri-monio común y administrarlo con el fin de obtener ganancias para el progreso y desarrollo de toda la comunidad. Desde luego, esta afirmación no pasaría de ser un enunciado si no estuviera respaldada por las leyes nacionales que reconocen la per-sonalidad jurídica de las CPA y su derecho a la propiedad de la tierra y otros bienes adquiridos por el aporte de sus miembros. Ese reconocimiento parte desde la propia Constitución de la República de Cuba, vigente a la fecha y en cuyos artículos pueden encontrarse categóricas descripciones como las siguientes (La O, 1997): • El Estado reconoce la propiedad de los agricultores pequeños sobre las tierras que legalmente les pertenecen y los demás bienes muebles e inmuebles que les resulten necesarios para la explotación a que se dedican, conforme a lo que establece la Ley. • Se prohibe el arrendamiento, la aparcería, los préstamos hipotecarios y cualquier acto que implique gravamen o cesión a particulares de los derechos emanados de la propiedad de los agricultores pequeños sobre sus tierras. • Los agricultores pequeños pueden incorporar sus tierras a CPA, pueden venderlas, permutarlas o trasmitirlas por otro título al Estado y a CPA o a agricultores pequeños en los casos, formas y condiciones que establece la Ley. • Los agricultores pequeños tienen derecho a asociarse entre sí, en la forma y con los requisitos que establece la Ley, tanto a los fines de la producción agropecuaria como a la obtención de créditos y servicios estatales. • Se autoriza la organización de cooperativas agropecuarias en los casos y la forma que la Ley establece. • La propiedad cooperativa es una forma de propiedad colectiva de los campesinos integrados en ellas. • El Estado apoya la producción cooperativa de los pequeños agricultores. Como puede apreciarse, el derecho de los campesinos cubanos a asociarse para la producción se recoge explícitamente en la vigente Constitución de la República y en numerosos preceptos constitucionales, legales y jurídicos. Ese derecho lo ejercen de forma individual o colectiva, según sean miembros de una CCS o una CPA. El 22 de julio de 1982 se promulgó la Ley No. 36 de cooperativas agropecuarias (La O, 1997), donde se regulan los principios y procedimientos para la organización y funcionamiento de las cooperativas de campesinos, ya sean estos productores indivi-duales en sus fincas o unidos trabajando en un patrimonio común. En las disposi-ciones generales del Capítulo 1 de esa Ley se hacen las precisiones conceptuales fundamentales, vale la pena transcribirlas: Artículo 1.- Esta Ley tiene por objeto regular el ejercicio del derecho reconocido constitucionalmente a los agricultores pequeños a asociarse entre sí en coope-rativas agropecuarias. Artículo 2.- Las cooperativas a que se refiere la presente Ley son: • cooperativas de producción agropecuaria • cooperativas de créditos y servicios • cualesquiera otras que, de acuerdo con la Constitución y esta Ley, tengan como objetivo formas superiores de producción del trabajo de los campesinos La Ley 36 es definitoria en establecer la legitimidad de las organizaciones coopera-tivas, ya ejerzan su derecho a la propiedad de forma individual o colectiva. Por tanto, a nuestro juicio, es totalmente válido y legítimo reconocer la existencia de un sector de propiedad no estatal, ni pública, en la agricultura cubana cuando a las CPA y CCS nos referimos. Principios y fines de las cooperativas campesinas Ateniéndonos a la Ley de Cooperativas Agropecuarias vigente en el país, los prin-cipios y fines de las cooperativas formadas por agricultores pequeños (campesinos) parten de definiciones bien precisas en varios de sus artículos que aclaran concep-tualmente qué es una CPA y qué es una CCS. • La CPA es la asociación voluntaria de agricultores pequeños que unen sus esfuerzos para la producción agropecuaria colectiva, de carácter socialista, sobre la base de la unificación de sus tierras y demás medios de producción. La Cooperativa de Producción Agropecuaria es una organización económica y social y en su gestión goza de autonomía respecto al Estado, tiene personalidad jurídica propia y desarrolla su actividad dentro de los intereses generales de la sociedad y conforme con la democracia interna cooperativista y el trabajo común de sus miembros. • La CCS es la asociación voluntaria de agricultores pequeños que mantienen la propiedad de sus respectivas fincas y demás medios de producción, así como sobre la producción que obtienen. La CCS constituye una entidad económica con personalidad jurídica propia y responsabilidad limitada a su patrimonio. El Estado apoya la producción de los pequeños agricultores organizados en estas cooperativas. En cuanto a los fines de las CPA y CCS, quedan muy bien precisados en la Ley. Las CPA se organizan y trabajan para: • Desarrollar la producción agropecuaria atendiendo a los intereses de la sociedad y de la propia cooperativa, dentro de los límites de su competencia. • Consolidar e incrementar la explotación social de los bienes de la CPA. • Incrementar la producción y comercialización de los productos agropecuarios. • Elevar la productividad del trabajo y la eficiencia de la producción social. • Propiciar la mejor aplicación de la ciencia y la técnica. • Coadyuvar a la satisfacción de las crecientes necesidades materiales y culturales de los cooperativistas y sus familiares, estimular su participación en las diversas manifestaciones de la vida social, contribuir a la elevación del nivel de vida y al establecimiento de relaciones socialistas de convivencia entre sus miembros. Es importante puntualizar que el Estado cubano no se desentiende de sus responsa-bilidades con el desarrollo del cooperativismo agrario y en la misma Ley 36 se establece la obligación del Estado en la prestación a la Cooperativa de ayuda econó-mica y técnica y en recursos humanos calificados para que aumente su producción, al igual que se compromete a propiciar el proceso de identificación de los intereses de la cooperativa con los intereses de la sociedad. En otro artículo puntual de la Ley se expresa que la CPA tiene personalidad jurídica propia y en otro importante artículo se dice que esta entidad debe reglamentar su vida interna mediante un Reglamento Interno de la CPA que debe ser aprobado por la Asamblea General de Miembros. Esta regulación apunta al ejercicio de la demo-cracia cooperativa como norma de funcionamiento interno. El órgano superior de dirección y administración en una CPA es la Asamblea General de Miembros, esta elige una Junta Directiva como órgano ejecutivo y administra-tivo. La Junta debe rendir cuentas a la Asamblea que es también la facultada para elegir y renovar periódicamente los cargos de la Junta Directiva. El presidente dirige la actividad de la cooperativa y asegura el cumplimiento de las decisiones adoptadas por la Asamblea General y la propia Junta Directiva. El Reglamento General de las CPA, aprobado por el Consejo de Ministros en su Decreto No. 159 de fecha 20 de septiembre de 1990, regula las atribuciones y funciones principales del presidente y la Junta Directiva, así como los deberes y derechos de los cooperativistas (La O, 1997). Todos los miembros de la CPA tienen derecho a participar en las utilidades de ésta, según la cantidad y calidad del trabajo que personalmente hayan realizado. En el período que media entre balances económicos anuales el cooperativista recibe un anticipo en dinero efectivo equivalente al cumplimiento de las jornadas de trabajo y al cierre de los balances recibe las utilidades correspondientes al trabajo aportado. El trabajo de los cooperativistas es la fuente principal de incremento del patrimonio colectivo. Ese patrimonio lo constituye un conjunto de bienes, los más importantes: • La tierra y otros medios e instrumentos de producción, las viviendas, instalaciones, medios culturales, recreativos y otros bienes aportados por sus miembros o adquiridos por la cooperativa, mediante compra o construidos por sí propio. • Los animales y plantaciones, la producción agropecuaria y forestal y otras producciones obtenidas por la cooperativa. • Los fondos acumulados y los recursos financieros de la CPA. • Sus derechos y acciones. Respecto a los fondos vale aclarar que en el Reglamento General de las CPA se especifica cuáles fondos deben crearse y su utilización, y otorga facultades a la Asamblea General para fijar su cuantía de acuerdo con sus características. A semejanza de las CPA, las CCS cuentan con un Reglamento General, aprobado en 1993, donde se reitera que la integración de los campesinos (pequeños agricultores) y sus familiares a las CCS es una decisión libre y voluntaria, de acuerdo con sus intereses económicos, políticos y sociales. Basado en las funciones y atribuciones que el Reglamento General reconoce a las CCS, cada una de estas elabora y aprueba en asamblea general de asociados su propio Reglamento Interno. Las CCS se organizan para: • Fomentar la ayuda mutua y otras formas de cooperación entre los agricultores y sus familiares. • Contribuir al mejoramiento de la situación económica y social de sus integrantes. • Tramitar y viabilizar la asistencia técnica y financiera que el Estado brinda a la producción de los cooperativistas. • Elaborar anualmente el Plan Técnico Económico de la CCS, que es la suma de los planes individuales de sus asociados, teniendo en cuenta las potencialidades de las fincas y los recursos humanos y materiales disponibles. • Contratar en nombre, representación y por cuenta de sus miembros, los abastecimientos técnico-materiales y servicios para la producción, las ventas de productos agropecuarios y las solicitudes y entregas de préstamos bancarios. Las CCS autofinancian su gestión con el aporte de sus miembros. Estas entidades pueden crear un fondo colectivo mediante contribución de un porcentaje de la venta bruta de la producción acopiada por cada socio. Con ese fondo la CCS puede adquirir maquinarias, equipamiento agrícola y medios de uso común para beneficio del colectivo de productores. En su Reglamento Interno la CCS precisa los procedi-mientos y requisitos para el uso de dichos fondos. El órgano superior de dirección de una CCS es la Asamblea General, esta elige al Presidente y demás miembros de la Junta Directiva, que es el órgano ejecutivo y se elige por un período de cinco años. Tanto el Presidente como la Junta Directiva deben infor-mar a la Asamblea sobre las actividades productivas y sociales desarrolladas por los asociados y anualmente analizar los resultados de las tareas fundamentales de la CCS y proponer los planes de trabajo y objetivos de la próxima etapa. A partir de 1993 se inició en Cuba un profundo proceso de transformaciones en la agricultura estatal, reorganización que modificó sustancialmente los mecanismos de asistencia técnica, servicios, suministros, etc. de la las empresas estatales agrope-cuarias a la producción de las CCS y agricultores individuales, funciones que con las nuevas estructuras --es el caso de las UBPC-- no pueden asumir estas entidades autogestionadas por sus trabajadores. Por otra parte, la prioridad del proceso de organización de CPA, iniciado en 1977, ocupó recursos humanos y materiales en su mayoría provenientes de las CCS, justamente debido a la naturaleza unificadora de las nuevas formas de producción, en consecuencia, las CCS, sus direcciones y estructuras se debilitaron progresiva-mente. Ante esta situación era evidente la necesidad de fortalecer las CCS, ya que es una de las organizaciones campesinas de base donde participan más de la mitad de los asociados a la ANAP y en 1995 se tomó la decisión de iniciar un profundo proceso de fortalecimiento de las CCS, que en lo esencial significa fortalecer sus direcciones seleccionando y capacitando a los dirigentes de sus juntas directivas y al equipo administrativo encargado de la prestación de servicios a los socios. Las CCS reforzadas, con estas y otras medidas de apoyo material en infraestructura productiva y de servicios, aumentan su aporte en la producción y los acopios de alimentos y otros productos agropecuarios y también crecen en número de aso-ciados por la incorporación de sus familiares y de los nuevos poseedores usufruc-tuarios de tierras que voluntariamente deciden hacerlo. En los párrafos precedentes, de manera muy sintética, se recogen los principales cuerpos legales, jurídicos y normativos del cooperativismo agrario campesino en Cuba. Ellos constituyen la base de principios y procedimientos vigentes para la organización y funcionamiento de esas cooperativas, tanto las de producción agropecuaria como las de créditos y servicios. Integración de las CPA y CCS a la agroeconomía nacional Las cooperativas de campesinos, como entidades económico productivas del sector rural de la economía cubana tienen un papel importante en los resultados de la producción agrícola y ganadera. Los campesinos poseen y cultivan plantaciones de café y cacao, caña, viandas y hortalizas con mayor o menor especialización según la ubicación, ganadería semiintensiva o extensiva, granos básicos como el arroz, maíz y frijoles, carnes, leche, frutas, miel, cera, propóleo, productos forestales. En 1998 este sector productivo aportó a la agroeconomía importantes cantidades de rubros exportables. La tabla 4 muestra datos de las producciones de mayor peso económico, sin em-bargo, no incluye otras producciones no menos relevantes para la alimentación de la población como son las carnes de ovinos, conejos, aves de corral, huevos, leche de cabras. Por otra parte, estas cifras se refieren a las ventas a empresas comercializadoras estatales con las cuales las cooperativas contratan la mayor parte de su producción fundamental. Otras cantidades se venden en los mercados agropecuarios que funcionan en el país regidos por los mecanismos de precio según la oferta y demanda. No son visibles tampoco --en términos estadísticos oficiales-- las cantidades de ali-mentos producidos en las fincas y tierras colectivas que se destinan al consumo de los agricultores, sus familiares y otros pobladores de las comunidades rurales benefi-ciarios de esta producción local, se estima que los agricultores campesinos (indivi-duales y cooperativistas) con sus respectivas familias conforman un grupo de población rural de algo mas de un millón de habitantes (Álvarez, 1999). El eje de integración o inserción de los productores del llamado sector campesino y cooperativo a la economía nacional, lo constituye el conjunto de las relaciones de las CPA y CCS con el Estado mediante sistemas especializados de planificación, con-tratación, finanzas, precios, créditos, seguros agropecuarios y seguridad social, entre otros. Las CPA y las CCS como personas jurídicas y los agricultores individuales como personas naturales, son sujetos económicos que participan en la ejecución del Plan de desarrollo económico-social de la nación. Como tales se incorporan al proceso de discusión y elaboración de las cifras de siembras, ventas, suministros, etc. para con-formar y aprobar el plan técnico-económico anual de la producción agropecuaria del sector. Las personas jurídicas estatales, ya sean organismos, empresas, uniones de empresas, unidades presupuestadas u otras formas de propiedad pública también son partes ejecutoras del Plan. Las relaciones económicas y monetario-mercantiles entre las partes se rigen por contratos económicos. Los contratos económicos precisan las obligaciones de los contratantes, entre sí y con el Plan. Hay diversos tipos de contratos: de compraventa de bienes, compraventa especial de productos agropecuarios, suministros, servicios, transporte, ejecución de obras, seguro de bienes, etc. En el contrato de compraventa especial el productor vendedor entrega y el compra-dor, recibe y paga. Los productores vendedores, en el caso de la agricultura campe-sina, son las CPA, las CCS y los agricultores individuales. Los compradores son las empresas, organismos u órganos estatales encargados de la comercialización de los productos del agro. Las normas básicas para los contratos económicos entre las partes ejecutoras del Plan se rigen por el Decreto Ley 15/78 del Consejo de Ministros. Las CPA y los agricultores individuales reciben préstamos para la producción e inversiones productivas mediante el sistema nacional de créditos bancarios que los reconoce como sujetos de crédito. Los créditos de producción cubren los gastos corrientes de cada ciclo productivo y los de inversión cubren los gastos para adquirir o construir medios básicos y sus reparaciones capitales, también se otorgan para el fomento, renovación o rehabilitación de plantaciones permanentes y para la cons-trucción de viviendas. La tramitación de los créditos puede efectuarla la CCS a nombre y en representación de sus asociados si así lo acuerdan. Existen normas respaldadas por resoluciones del Banco Nacional de Cuba para el otorgamiento, control y recuperación de los cré-ditos agropecuarios. Los préstamos bancarios devengan intereses por el tiempo que media entre su otorgamiento y la amortización. Las tasas de interés actuales son del 4 al 6% para los préstamos de producción e inversiones, según el caso, para vivien-das rurales la tasa puede ser de 2 al 3% dependiendo si se localizan en las montañas o en el llano. Las CCS pueden solicitar créditos para actividades de beneficio común y uso colectivo de los cooperativistas. Esos préstamos se pagan con los ingresos generados por el cobro de las ventas de insumos o servicios. La garantía de recuperación de los créditos, su respaldo material, lo constituyen las producciones en proceso y terminadas, inventarios de medios básicos y de rotación e ingresos por conceptos de servicios prestados o ventas de medios básicos. En ningún caso la tierra y los bienes productivos pueden ser embargados o enajenados a sus propietarios por causa de no pago de sus deudas al vencimiento de los plazos de amortización acordados. Como personas jurídicas o naturales, las cooperativas agropecuarias y los agricul-tores individuales contribuyen con el pago de impuestos, tasas y contribuciones al sistema tributario nacional, aunque el sector agropecuario disfruta de un régimen tributario especial que regula la aplicación de bonificaciones y exenciones de pago como un estímulo adicional a la producción. Las CPA pagan anualmente una contribución para garantizar la seguridad social de sus miembros. Las CCS cuando emplean fuerza de trabajo en sus funciones adminis-trativas también contribuyen con el pago del impuesto correspondiente. Los precios de los productos agropecuarios en el país son regulados por el órgano estatal facultado, el Ministerio de Finanzas y Precios. Las propuestas de nuevos precios o modificaciones de los existentes generalmente se hacen mediante análisis y consultas entre las partes interesadas. En ese proceso participan los productores, directamente o representados por sus organizaciones, los ministerios del ramo y otros organismos. La fijación de precios oficiales sobre la base de los costos de producción ofrece al productor garantía de precios justos y rentabilidad según los resultados de su trabajo. El sistema de precios incluye mecanismos de estimulación para algunas producciones de interés nacional como rubros exportables o alimentos básicos. También se reconocen precios diferenciados por sobrecumplimientos de producción y calidades. En los últimos años se ha facultado a las localidades para que, según las características de su producción, fijen algunos precios en los territorios principalmente a productos de consumo fresco o directo, esas medidas tienden a mejorar la alimentación y reducir las pérdidas de vegetales y frutas.. Como mencionamos antes en alguna parte de este trabajo, desde 1994 se creó el Mercado Agropecuario, entidad donde los productores pueden vender a precios liberados a la oferta y demanda la producción no contratada y los excedentes de la contratada, por lo general estos productos no constituyen producciones comerciales fundamentales de los productores y no suelen ser objeto de contratación habitual con las empresas acopiadoras. Los agricultores cubanos estatales y no estatales cuentan con la protección de un sistema de seguros agrícolas, pecuarios y otros bienes que les ampara contra los daños o pérdidas ocasionadas a sus siembras, cosechas, animales y bienes por causas naturales u otras contingencias. De forma general y resumida hemos expuesto los principales mecanismos de integración mediante los que las estructuras de producción de los cooperativistas y agricultores individuales se insertan en el sistema global y los sistemas ramales de la agroeconomía nacional para ejercer, como ciudadanos miembros de esta sociedad, sus obligaciones y derechos de propietarios y productores. En las difíciles circunstancias económicas que se desenvuelve la producción agrícola en nuestro país, bloqueado económica y políticamente por una potencia hegemónica poderosa e influyente como Estados Unidos, cuyas sucesivas administraciones han endurecido más que aflojado sus medidas restrictivas hacia Cuba, con la crisis resul-tante de la desaparición de la Unión Soviética y el bloque de países socialistas este-europeos, es obvio que la eficiencia y operatividad de los sistemas diseñados para articular un conjunto de partes en un propósito común de producción sufre de negativos impactos por carencias de recursos materiales, situaciones que en ciertos suministros como los combustibles, piezas de recambio, reposición de equipos e insumos importados limitan realmente el desarrollo de una actividad agrícola normal. Eso sin mencionar las agresiones biológicas a los cultivos y crianzas que periódicamente afectan nuestra agricultura. Es absolutamente cierto que la crisis que Cuba enfrenta alcanza también a los agri-cultores e impacta fuertemente en su capacidad para producir alimentos, son factores adversos que se unen a las contingencias naturales propias de un archipiélago ubicado en el centro del Caribe, paso casi obligado de ciclones, huracanes, tormentas y, por si fuera poco, en los últimos años, la incidencia de sequías por largos períodos en vastas regiones del oriente del país. En estas circunstancias es una cuestión de sobrevivencia la introducción y extensión de métodos agrícolas sustentables e integradores de los intereses sectoriales, sociales y humanos. La sostenibilidad en la agricultura campesina cubana En la estructuración de un modelo de agricultura sustentable para los campesinos cubanos hay que considerar, en primer término, las ventajas del factor estabilidad con relación a los medios de trabajo y su posibilidad de utilizarlos, permanencia garantizada por la posesión legal de la tierra y otros bienes, el acceso a créditos, mercados, la protección de un seguro agrícola, de la seguridad social, etc., sin mencionar otros beneficios que como ciudadano recibe en una sociedad equitativa en el tratamiento a sus integrantes. Estos son factores indispensables para la sustentabilidad, como lo es también la capacidad de organizarse en asociaciones de base con poder social y económico reconocido y contar con su propia organización nacional como la Asociación Na-cional de Agricultores Pequeños – ANAP-- representativa de sus intereses ante el Estado, el Gobierno y las demás organizaciones e instituciones de la sociedad cubana. Recordemos que el agricultor cubano es un hombre de campo instruido, que suma a su experiencia y acervo cultural tradicional, la educación y los conocimientos técnicos que han estado a su alcance por casi cuatro décadas de desarrollo generado por la Revolución Cubana, particularmente a través de sistemas de enseñanza y capacitación gratuitos y generalizados. En el propósito de convertir la agricultura campesina cubana en un modelo eficiente y efectivo de desarrollo sustentable la ANAP, como institución responsabilizada con el progreso social y económico de sus miembros, ha asumido una posición comprometida aprobando estrategias, políticas y líneas de trabajo resumidas en planes concretos como los siguientes: • Programas masivos de divulgación y formación/capacitación para los campesinos y cooperativistas de las organizaciones de base y directivos de la ANAP. • Promover y divulgar las experiencias de agricultura sostenible entre los campesinos a partir de sus propios ejemplos y con su activa participación aplicando métodos de comunicación directa de campesino a campesino. • Ampliar los planes de estudio del Centro Nacional de Capacitación de la ANAP y del sistema formativo/educativo incorporando materias para generalizar los conoci-mientos sobre la Agroecología. • Introducir en los proyectos de cooperación al desarrollo que se ejecutan con la colaboración de organizaciones externas acciones específicamente dirigidas a fomentar y extender principios de sostenibilidad agrícola. • Participar en redes regionales de organizaciones de productores, técnicos e investigadores interesados en el tema de la seguridad alimentaria y el desarrollo sustentable. Divulgación y capacitación La práctica de divulgar y propagar conocimientos técnicos en el campo movilizando a los propios campesinos para ello data de los primeros años del proceso revolucio-nario cuando la ausencia de personal calificado parecía ser un obstáculo poderoso para los planes de desarrollo rural. Entrenados y organizados por los pocos técnicos y profesionales de las ramas agro-pecuarias disponibles en esa época, hombres y mujeres de los campos aprendieron a vacunar sus cerdos y otros animales de crianza, a extraer sangre para los análisis, a curar lesiones, asistir partos, a prevenir enfermedades mediante prácticas higiénico-sanitarias y a enfrentar situaciones de urgencia. Los que aprendían enseñaban a otros y asi se logró reducir progresivamente los índices de mortalidad e incidencia de enfermedades en los rebaños. Esta experiencia, surgida de una necesidad histórica, fue una anticipación de lo que sería en 1961 una gigantesca movilización popular para erradicar el analfabetismo, limitante del desarrollo humano que en Cuba alcan-zaba al 40% de la población rural. La influencia ulterior de la campaña masiva de alfabetización y su seguimiento per-manente potenció las posibilidades de comunicación con el hombre del campo, de modo que la ANAP, desde su fundación en 1961, incorporó como método de trabajo el activismo de sus asociados en función de objetivos e intereses determinados. Divulgar, convencer, trasmitir ideas con el fin de modificar conductas, a veces en oposición a hábitos y costumbres arraigadas en la conciencia, es una tarea que requiere de la acción concertada de los recursos humanos y materiales disponibles y de la vinculación basada en la mutua confianza y credibilidad entre los emisores del mensaje y sus receptores. Ese papel lo cumple la ANAP mediante el contacto directo con sus asociados, la vinculación efectiva con colaboradores de las instituciones científicas y técnicas y el soporte de su estructura orgánica que le posibilita llegar al campesino en cualquier lugar del territorio nacional donde este vive y trabaja. Para su labor divulgativa y promocional la ANAP cuenta con el apoyo de una red de más de cincuenta programas radiales –-algunos de cobertura nacional y otros, la mayoría, locales/comunitarios-- que trasmiten con frecuencia diaria, semanal o quincenal. Al dis-positivo radial se suman emisiones televisivas con programas, algunos de ellos espe-cíficamente dirigidos al sector campesino, que reflejan su quehacer social y pro-ductivo y llevan mensajes educativos e informativos. Las publicaciones escritas también reflejan la actividad de los agricultores, sus resul-tados y aportes, difunden conocimientos prácticos y científicos sobre la agricultura; la ANAP edita una revista bimestral con una tirada promedio de cincuenta mil ejemplares y un variado perfil temático donde se mantiene permanente información sobre cuestiones relacionadas con la Agroecología y se divulgan los mejores ejem-plos de agricultura sustentable en cualquier lugar del país. Cada año se publican y distribuyen a través de la ANAP decenas de miles de materiales divulgativos que llevan a los productores conocimientos sobre ciencia y técnica agropecuaria, orientaciones para prevenir y combatir ataques de plagas y enfermedades a los cultivos y crianzas utilizando medios biológicos, medidas de protección del medio ambiente y los recursos naturales, prácticas agroecológicas para el manejo de sus plantaciones, conservación de alimentos y otros muchos temas similares. Conociendo el temperamento propio del hombre del campo pocas personas dudarían en reconocer que la comunicación directa es la vía más eficaz de transmisión de información y formación de conciencia en el medio rural, de manera que cualquier diseño estratégico para promover y extender los conceptos y principios de la agricultura ecológica, debe tomar en cuenta el intercambio entre campesinos como un mecanismo indispensable para conseguir tal objetivo. En 1989 la UNESCO otorgó a la ANAP el premio de su Programa Internacional para el Desarrollo de la Comunicación (PIDC) en reconocimiento al trabajo de comunicación rural basado en el activismo campesino, mantenido y perfeccionado desde su constitución por más de quince años (UNESCO, 1989; UNESCO, 1989a). Si bien las limitaciones de recursos materiales derivadas de la situación de estrechez económica que sufre el país han obligado a reducir las publicaciones y moviliza-ciones de personal, la labor de promover y divulgar conocimientos y experiencias útiles a los agricultores continúa y aún crece con iniciativas y vías alternativas que aseguran su efecto multiplicador. La voluntad política de la ANAP por fomentar y desarrollar una agricultura real-mente sustentable en las tierras de los campesinos y cooperativas se concretó en un esquema de trabajo que conjuga y articula bases organizativas y metodológicas para la generalización de prácticas y conocimientos, combinando las experiencias acumuladas por el activismo técnico campesino de los años anteriores y los criterios más recientes sobre la comunicación horizontal donde el productor asume el doble papel de experimentador y promotor/divulgador de sus resultados. Para una mejor comprensión valdría explicar que el sistema tiene su eje en el Centro Nacional de Capacitación de la ANAP “Niceto Pérez”, que a su vez se articula con las dependencias especializadas de las direcciones provinciales y estas con sus homólogas de los municipios. Para la capacitación en la base el sistema se descen-traliza hacia los llamados “puntos de encuentros territoriales” donde coinciden --con frecuencia previamente establecida-- los activistas, formadores y técnicos para desarrollar las actividades contempladas en cada uno de los planes y programas. Los puntos de encuentros pueden ubicarse en los lugares más apropiados según los temas a tratar, bien sean las propias fincas o cooperativas, las instalaciones de la ANAP o los centros locales de servicios técnicos del Ministerio de la Agricultura. Para cada ciclo de estudios se elaboran materiales de divulgación, medios de apoyo didáctico audiovisuales y se programan giras de recorrido para conocer experiencias útiles y replicables, ya sea en fincas de productores o centros de investigación y experimentación agrícolas. Esta modalidad, parecida en muchos aspectos a la capacitación a distancia, la aplicamos para múltiples propósitos, es particularmente efectiva en procesos donde se aspira a movilizaciones masivas. En el extensionismo actual, una de cuyas vertientes conocemos popularmente como “de campesino a campesino” se trata de identificar y rescatar prácticas tradicionales que han demostrado su eficacia productiva y efecto positivo en la conservación y mejoramiento de los recursos naturales. Es innegable que el acervo cultural de los campesinos, su capacidad para adaptarse a las condiciones naturales en búsqueda permanente de una relación equilibrada con la naturaleza, unido a su innato instinto de observación, los dotan de una mejor preparación para enfrentar las situaciones adversas derivadas de causas naturales o escasez de recursos materiales. En las difíciles condiciones del período especial de crisis económica que afecta a Cuba desde hace varios años, los agricultores campesinos han contribuido notable-mente a la alimentación del pueblo, han mantenido y aumentado su aporte produc-tivo y constituyen, sin duda alguna, un ejemplo de subsistencia asentado en un modelo de sustentabilidad de los recursos naturales que bien vale la pena conocer y multiplicar. La promoción agroecológica que hace la ANAP se fundamenta en esos valores y tiene tres ejes temáticos principales: • Rescatar y promover las prácticas campesinas y el intercambio de ejemplos de agricultura sustentable directamente entre los campesinos • Promover mediante metodologías participativas, los procesos horizontales de validación, discusión y adaptación de las tecnologías que se consideran apropiadas para introducir en la agricultura campesina • Obtener elementos básicos para elaborar las propuestas de divulgación, extensión y transferencia de tecnologías apropiadas con un enfoque agroecológico dentro de los modelos de producción ANAP Esquema del Sistema Continuo de Formación y Capacitación Activismo Técnico Campesino Curso de entrenamiento como formadores a campesinos seleccionados de todo el país en el Centro Nacional de Capacitación de la ANAP “Niceto Pérez” y elaboración de contenidos de los programas de extensión a desarrollar Talleres de organización y preparación en las provincias con la participación de los formadores previamente entrenados, colaboradores de los servicios técnicos especializados y dirigentes de la ANAP Encuentros educativos/demostrativos en puntos localizados en territorios de todos los municipios del país guiados por los formadores y participando activistas de base Evaluación del aprendizaje y del impacto del programa con la participación de formadores, activistas, colaboradores y ejecutivos de ANAP Encuentros de conocimientos e intercambios de experiencias en los niveles de base, provincia y nación Evaluación y recalificación de los formadores Cierre y apertura de ciclos de extensión La promoción agroecológica de campesino a campesino se estructuró como un movimiento participativo dentro de la ANAP a partir de la celebración del Séptimo Encuentro Regional del Programa Campesino a Campesino en noviembre de 1996, evento que tuvo como sede el Centro Nacional de Capacitación de la ANAP en Güira de Melena, provincia de La Habana y al que asistieron representantes de organizaciones campesinas y sociales de México, Centroamérica y el Caribe, muchas de ellas trabajando desde inicios de los 90 por el intercambio de expe-riencias agrícolas, culturales y el acercamiento entre los pueblos de nuestra área geográfica. Mediante el contacto con estas organizaciones hemos podido conocer de resultados positivos en la aplicación de la metodología que ellos utilizan para la promoción y popularmente califican como del “aprender haciendo”. La ANAP actualmente es miembro de la Coordinación Regional del Programa Campesino a Campesino (ANAP, 1997). A finales de 1999 ya se han identificado más de 200 campesinos con marcada vocación agroecológica, un centenar de ellos con aptitudes para ser facilitadores y promotores del movimiento “campesino a campesino”, ese proceso de diagnóstico y selección se inició como un proyecto experimental en la provincia de Villa Clara con la colaboración de la organización Pan para el Mundo (PPM) de Alemania y el Departamento de Coordinación y Asesoría de Proyectos (DECAP) del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC). Se prevé extenderlo en el año 2000 a las provincias vecinas de Cienfuegos y Sancti Spíritus y progresivamente, a medida que los recursos disponibles lo permitan, al resto de las provincias cubanas, en algunas de las cuales, como Holguín, ya existen focos locales de extensión del movimiento. Otra vía importante de divulgación son las asambleas generales de socios de las CPA y CCS donde se incluyen periódicamente temas de agroecología introducidos por los facilitadores, promotores y activistas de base, si tenemos en cuenta que hay mas de 3 mil 700 cooperativas campesinas, y que las asambleas son mensuales, no es exagerado estimar en decenas de miles las personas del campo que sistemática-mente reciben un mensaje convincente sobre temas de sustentabilidad. La práctica nos ha enseñado que esas personas manifiestan un alto grado de confiabilidad cuando pueden observar directamente aquello que se les dice y escucharlo de la voz de los propios ejecutores. La dinámica generada por el movimiento de campesino a campesino, su rápida propagación y aceptación determinó la necesidad de revisar y adaptar los programas regulares de formación/capacitación que desarrolla la ANAP incorporando enfoques ecológicos a los contenidos de las materias agrotécnicas que se imparten mediante el sistema nacional de capacitación de la organización campesina. En el Centro Nacional funciona desde el año 1998 la Cátedra de Agroecología y Desarrollo Rural Sustentable con profesores calificados en las distintas materias y vinculada con la Universidad Agraria de La Habana (UNAH), los principales centros de investigación agropecuaria del territorio y las cooperativas y fincas de campesinos, que constituyen centros de referencia práctica y demostrativa. Anualmente pasan por esa escuela un promedio de mil estudiantes, dirigentes y campesinos de base de todo el país. Como norma se ha instituido que todos deberán recibir información y actualizarse sobre los principios de agroecología que inciden en la sostenibilidad de la producción agrícola. Ya en este Centro se imparten cursos de Diplomado en Agroecología del Centro de Estudios de Agricultura Sostenible (CEAS) de la Universidad Agraria de La Habana. En el primer trimestre de 1999 se diplomaron 36 profesionales de la ANAP y las cooperativas y en el futuro se preparan condiciones para extender esta modalidad de superación profesional a otras provincias mediante el sistema descentralizado que se aplica para la capacitación de los activistas. Los programas de formación/capacitación requieren de respaldo material, especial-mente en insumos para edición y reproducción de publicaciones, medios audio-visuales, costos de transportación y otros gastos que, en las condiciones de la economía cubana, precisan de moneda libremente convertible para su adquisición por tratarse de bienes importados. Cooperación nacional e internacional La cooperación con organizaciones no gubernamentales del exterior y agencias de desarrollo de varios países ha contribuido a reforzar el papel de la ANAP como centro orientador de estrategias y coordinador de acciones para el desarrollo de la agricultura campesina. Este tipo de cooperación es una actividad reciente en la ANAP, nuestros primeros contactos datan de 1993, a través de relaciones con organizaciones campesinas de Centroamérica, coyuntura coincidente con el agravamiento de la situación económica cubana por el desmembramiento de la Unión Soviética y el campo socialista europeo. La agricultura en general y la campesina, en particular, se encontraban fuertemente afectadas por la falta de insumos, el deterioro del equipamiento y la escasez aguda de combustibles y piezas de repuesto. En medio de esas condiciones arreciaba el aislamiento ocasionado por el bloqueo estadounidense y en tal situación el contacto con las ONG que ya trabajaban en otros países del área podría construir una alianza útil para preservar lo que habíamos logrado y, lo que es más importante, recabar apoyo y solidaridad con el pueblo cubano y su lucha de resistencia. Las primeras respuestas llegaron desde Nicaragua de la ONG Ayuda Popular Noruega, posteriormente se sumó el Grupo Sur integrado por ACSUR, Oxfam Bélgica y Tierra de Hombres. A estos primeros contactos siguieron otros, la cooperación se incrementó y en 1999 la ANAP mantiene estre-chas relaciones de colaboración con medio centenar de ONG de más de veinte países (Álvarez, 1998). En 1996 iniciamos la experiencia de cooperación Norte-Sur-Sur en un proyecto para el desarrollo del cooperativismo agrario entre los campesinos que trabajan indi-vidualmente sus tierras en el municipio de San Antonio de los Baños. La triangula-ción funciona con apoyo financiero de la agencia de cooperación belga a través de la ONG de ese país NCOS, esta canaliza la gestión mediante su contraparte ame-ricana, la ONG Centro Cooperativista Uruguayo (CCU), que se relaciona con la ANAP para la asesoría técnica, control de ejecución y otros propósitos del proyecto. Este modelo de cooperación lo valoramos mucho porque contribuye al acercamiento entre interesados en los mismos problemas y facilita a nuestros agricultores y a la ANAP mostrar y compartir sus resultados. Tenemos algunas experiencias con ONG de Centroamérica y el Caribe, las cuales emplean fondos de proyectos financiados por ONG del Norte para que vengan a Cuba productores y dirigentes campesinos a intercambiar con sus colegas cubanos sobre agricultura ecológica (Álvarez, 1997). Los recursos obtenidos de la cooperación, en conocimientos, experiencias y fondos en divisas han complementado las capacidades endógenas en medios materiales, recursos humanos e infraestructura docente y productiva de la ANAP y las coope-rativas campesinas para afianzar la sostenibilidad como principio básico de la pro-ducción agrícola cubana. Son varias las ONG interesadas que han colaborado y continúan apoyando a la ANAP en este empeño de promover una agricultura viable y sustentable entre los campesinos, cabe mencionar a Fundescoop, ISCOD, la Fundación Largo Caballero, el Centro de Estudios Rurales de la Politécnica de Valencia (CERAI), Entre Pueblos, todos de España; Oxfam Solidaridad de Bélgica; Grupo de Voluntariado Civil de Italia y la ONG alemana Pan para el Mundo (Simón, 1999). En el ámbito nacional, la ANAP trabaja estrechamente con otras instituciones coincidentes en la política de defensa del ecosistema y que trabajan activamente por lograr una agricultura sana y equilibrada, por mencionar algunas con las que tenemos proyectos concretos: el Grupo de Agricultura Orgánica de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF); el DECAP del Consejo de Iglesias; el Centro de Estudios de Agricultura Sostenible de la Universidad Agraria de La Habana; el Instituto de Investigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical (INIFAT); el Centro Nacional de Sanidad Vegetal (CNSV); los Institutos de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV), de Suelos (IIS), Hortícolas “Liliana Dimitrova” (IIHLD) y de Mecanización Agrícola (IIMA); entre otros. En el plano internacional la ANAP participa en redes regionales de organizaciones de productores, técnicos e investigadores interesados en el tema de la seguridad alimentaria y el desarrollo sustentable. Formamos parte de la Vía Campesina, de la Coordinadora Regional del Programa Campesino a Campesino, de la Red Internacional de Agricultura y Democracia, entre otras organizaciones continentales y mundiales que mantienen contactos e intercambios regulares y crecientes con la ANAP. El balance arroja resultados notables si tenemos en cuenta las difíciles circunstancias en que se desenvuelve la economía de nuestro país. Es alentador el hecho de que, pese a todas las limitaciones, se avanza en lo que, a nuestro juicio, resulta la mayor dificultad subjetiva: el cambio de hábitos y prácticas propias de la agricultura de gran escala que por muchos años se trasladaron a la agricultura campesina familiar y cooperativa, como fue el uso excesivo e indiscriminado de agroquímicos, el derro-che de recursos energéticos, la contaminación de las aguas y los suelos, la destruc-ción de bosques y ecosistemas, el incorrecto manejo de los suelos y las prácticas agrotécnicas inapropiadas, entre otras muchas de las barbaridades que han llevado al planeta al borde de la catástrofe ecológica. Se avanza en el rescate y divulgación de la sabiduría campesina acumulada en los ejemplos de los buenos productores y se gana en la comprensión de que son mo-delos a imitar cuando esos ejemplos se enriquecen y sustentan con los conoci-mientos técnicos al alcance de todos. Dificultades no han faltado, escasez de materiales, persistencia de conceptos y hábitos resistentes a cambios, poco tiempo para preparar y organizar, en fin, pero lo cierto es que ya pueden mostrarse resul-tados interesantes y novedosos, por ejemplo podemos mencionar las tecnologías alternativas aplicables a la producción de pequeña y mediana escala, en especial aquellas que tienden a la reducción del consumo energético y a la utilización de energía renovable. En casi un centenar de comunidades rurales de las provincias orientales se han instalado sistemas de abasto de agua por gravedad para consumo doméstico y regadío agrícola aprovechando desniveles del terreno y fuentes naturales, arietes hidráulicos, molinos de viento, y bombas de soga son construidos e instalados en fincas y cooperativas de esos territorios severamente afectados por sequías periódicas. En la provincia de Camagüey se construyeron y funcionan dos plantas de produc-ción de biogás para abastecer combustible doméstico a las viviendas de sendas comunidades cooperativas y adicionalmente obtener biofertilizantes como producto residual. Se trabaja en la producción de plaguicidas botánicos a partir de extractos de frutos del árbol del Nim, extendido su cultivo a todos los territorios y establecido planta-ciones en los lugares donde se construyen los centros de procesamiento. Las dos primeras plantas de producción se instalan en CPA de las provincias de Matanzas y La Habana respectivamente (ANAP, 1997a). El empleo de los medios biológicos para el control de plagas y enfermedades en los cultivos y crianzas y la fertilización van dejando de ser novedades y poco a poco se han ido integrando a la cultura productiva. Hay un mayor grado de conciencia en los productores respecto a la necesidad de disminuir el empleo de sustancias químicas para el control de las plagas, lo que se refleja en el incremento del uso de los biopreparados producidos en los Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE) (ANAP, 1997b; ANAP, 1999). Es innegable que estas respuestas mucho tienen que ver con los programas de educación, capacitación y en particular la acción de los activistas que comunican directamente con otros campesinos para demostrarle prácticamente la efectividad de estos medios. Avances importantes se han logrado también en la aplicación de medidas agrotéc-nicas para un adecuado manejo de los suelos, la asociación y rotación de cultivos, la diversificación, el empleo de abonos orgánicos, de abonos verdes para incorporar al suelo, en la producción y selección de semillas de calidad y el empleo de la tracción animal con implementos diseñados y construidos por los propios productores. Los pequeños y medianos agricultores en Cuba (en esta última categoría considera-mos a las CPA) tienen la responsabilidad de producir un porcentaje significativo de los alimentos que consume la población, pero también el compromiso de manejar más racionalmente los recursos naturales del entorno que le da vida. Proteger esos recursos es protegerse a sí mismo y a los suyos, ese es el sentido de sus esfuerzos por practicar una agricultura más sana, más armónica y más equilibrada. La organización social de los campesinos, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, también ha asumido conscientemente ese compromiso con una definición estratégica muy clara en sus múltiples vertientes de trabajo, ya sea orientando, orga-nizando, coordinando y facilitando toda acción que conduzca al fortalecimiento de las organizaciones campesinas de base, a incrementar sus aportes productivos a la alimentación del pueblo, a rescatar y difundir toda la sabiduría acumulada por los hombres del campo y a convertir la agricultura del sector de los campesinos y cooperativas en un verdadero ejemplo de agricultura moderna y sostenible como requiere y conviene a la defensa de la seguridad y soberanía del país. Referencias Álvarez, Mavis D. 1997. El futuro de la cooperación internacional en el marco institucional de la ANAP. Informe al Buró Nacional de la ANAP. Álvarez, Mavis D. 1998. Experiencias de la cooperación con Cuba. Ponencia Mesa Redonda. Seminario sobre la colaboración de la Unión Europea con Cuba a través de las ONG europeas. MINVEC-Unión Europea. Ciudad de La Habana. Álvarez, Mavis D. 1999. Estructuras de Producción de las CPA y CCS. Documento interno de la ANAP Nacional.15 p. ANAP, Dirección de Cooperación, 1997. Promoción Productiva Agroecológica de campesino a campesino, Proyecto de Cooperación al Desarrollo ANAP-Pan para el Mundo, CUB-9710-004. Oct. 1997. Dir. de Cooperación ANAP. 15 p. ANAP, Dirección de Cooperación, 1997a. Utilización del potencial agroecológico del árbol del Nim. Construcción de una planta procesadora para frutos y semillas del Nim en la CPA Cubano-Búlgara. Proyecto de Cooperación al Desarrollo ANAP-Sodepaz-GTZ. 50 p. ANAP, Dirección de Cooperación, 1997b. Extensión de las Técnicas de Empleo de los Productos Biológicos en el Control de Plagas en la Agricultura, Proyecto de Cooperación al Desarrollo ANAP-Oxfam Solidaridad de Bélgica, 13 p. ANAP, Dirección de Cooperación, 1998. Dirección Nacional de la ANAP. Informes Estadísticos Anuales, Ciudad de La Habana, Cuba. ANAP, Dirección de Cooperación, 1999. Agricultura Sostenible en Cuba: Desarrollo y Produc-ción de Biopreparados, Proyecto de Cooperación al Desarrollo ANAP/GVC/Entre Pueblos, 25 p. La O Sosa, M. 1997. En: Compendio de Legislación Agraria y Documentos de Interés para el Trabajo de las Cooperativas de Producción Agropecuaria y de Créditos y Servicios. Prensa Latina S. A, 1997. World Data Research Center, 1997.Ciudad de La Habana. 710 p. MINAG, 1998. Boletines estadísticos sobre la producción del sector cooperativo y campesino, Ministerio de la Agricultura. Simón Santa Cruz, F. 1999. Cooperación ANAP-ONG. En Revista ANAP. 38: 3. UNESCO, 1989. Sources. No. 3 Abril, 1989. Planéte. Prix PIDC pour la communication rurale. pp. 21. UNESCO, 1989a. Boletín de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO. No. Ene-jun/89. Artículo Editorial “Recibe la ANAP premio PIDC de comunicación rural”. pp. 18 – 19. LA AGRICULTURA URBANA EN CUBA Nelso Companioni1, Yanet Ojeda1 †, Egidio Páez2 y Catherine Murphy3 1 – Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (INIFAT) 2 – Delegación del Ministerio de la Agricultura, Ciudad de La Habana 3 – Institute for Food and Development Policy (Food First) E n los últimos años se ha desarrollado en Cuba un fuerte movimiento agrícola en las ciudades y asentamientos poblacionales, al cual denomi-namos Agricultura Urbana. El objetivo de este movimiento es obtener la máxima producción de alimentos diversos, frescos y sanos en áreas disponibles, ante-riormente improductivas. Esta producción se basa en prácticas orgánicas, que no contaminan el ambiente, en el uso racional de los recursos de cada territorio, y en una comercialización directa con el consumidor. Esto ha demandado el desarrollo de un grupo de actividades y estructuras capaces de garantizar la estabilidad de este sistema productivo. Esta agricultura en Cuba, tiene un claro sentido de sostenibilidad, fundamentalmente en lo concerniente al amplio uso de la materia orgánica y de los controles bioló-gicos, así como su principio de territorialidad que se observa en el aseguramiento de los insumos necesarios para la producción en cada provincia. El destino de la misma constituye un fuerte apoyo al cumplimiento del consumo mínimo energético/proteico, de 2 300 kcal/persona/día y 62 gramos de proteína, de la cual alrededor del 25 % debe ser de origen animal (Companioni et al., 1997) Tiene sus propias características, que la diferencian de la agricultura convencional o de grandes extensiones, como ejemplos; su diversidad y cantidad de actores sociales que participan en su desarrollo. Esto le infiere un matiz especial al extensionismo, donde se pueden innovar modelos de gestión o estilos de trabajo que conduzcan a alcanzar niveles de sostenibilidad dentro de cada territorio. Es una agricultura participativa, popular, en la cual la gran heterogeneidad de las condiciones en que se desarrolla, obliga al productor a realizar constantes ajustes en las técnicas a utilizar, para crear las mejores condiciones a las plantas o los animales en producción. Por su ubicación geográfica y destino de consumo, es una agricultura de bajos insumos, que no permite el uso de agrotóxicos, con extrema economía en el uso del agua, y exquisitez en el cuidado de la fertilidad de sus tierras, manejo de los cultivos y de los animales. La agricultura urbana ha recibido y recibe una atención priorizada por la máxima dirección del Ministerio de la Agricultura y del Gobierno del país. Antecedentes y estado actual Durante la primera mitad del siglo la agricultura urbana estuvo dirigida a la pro-ducción de algunas hortalizas, fundamentalmente de hojas, a pequeña escala y producida por una minoría de personas, así como a la cría de algunos animales domésticos en patios y pequeñas fincas dirigidas al auto abastecimiento familiar y del vecindario. A partir de los años 60 se introduce en el país una nueva modalidad de producción hortícola, basada un una compleja tecnología constructiva y de manejo de los cultivos, como lo fueron los hidropónicos y zeopónicos, que requerían de una alta utilización de productos industriales y químicos. La especialización de estos sistemas y el vertiginoso desarrollo de grandes empresas, durante el período de los años 70 y 80, dedicados a la producción, entre otros cultivos, de las hortalizas, acaparó la atención y expectativas del abastecimiento de productos hortícolas, relegándose a un segundo plano estas producciones a pequeña escala (Companioni, et al.,1996). Cuba no fue la excepción en la industrialización de la agricultura, y con el ánimo de producir alimentos suficientes para el pueblo en los años después del triunfo de la revolución, optamos por marchar a la vanguardia en la "Revolución Verde". Tampoco fuimos la excepción y nos sensibilizamos con conocimiento de causa, sobre todo a partir de la Cumbre de Río y comenzamos el cambio hacia una agricultura más natural, con la cual la calidad de la producción, la nutrición de la población y los recursos naturales son más beneficiados. Debido a las dificultades económicas de los años 90, a la baja calidad de algunas producciones hortícolas, a la ausencia de especies tradicionales, así como a las amplias potencialidades productivas en las ciudades, es que se retoma en los últimos años la agricultura urbana en Cuba. De esta forma se fueron instrumentando muchas producciones en pequeñas áreas, atendidas fundamentalmente, con los recursos existentes en cada localidad para su venta directa en el lugar de producción. La sencillez en la explotación de estas unidades y el incremento de los rendimientos a medida que se fue perfeccionando la tecnología, permitió un desarrollo tal de la actividad, que en poco tiempo se convirtió en un verdadero movimiento popular. Esto trajo consigo la posibilidad de emplear 160 000 personas de las más variadas procedencias incluyendo obreros, albañiles, mecánicos, amas de casa, jubilados, profesionales, etc. (López, 2000). La vinculación de un considerable número de trabajadores a esta agricultura, constituye una de las más notables manifestaciones de su impacto social, impulsado este fenómeno, principalmente, por las ventajosas condiciones salariales que alre-dedor de esta actividad se fueron creando, lo cual no atrajo la atención sólo a obreros operarios, sino incluso a distintos profesionales de las más diversas ramas, quienes han tenido el apoyo del Estado en la entrega de tierra, créditos, servicios e insumos. Esta nueva fuerza laboral agrícola que en general posee un considerable y amplio nivel cultural, ha impregnado dinamismo e innovación a este movimiento en cada territorio a través de las Granjas Urbanas Municipales. Dicha granja es la unidad organizativa que agrupa todas las unidades productivas de la agricultura urbana en un municipio y juega un papel de vital importancia en la ejecución del trabajo de extensión, no solo al encargarse de la asesoría técnica de los productores sino de ser el vínculo entre estos últimos y los centros de investigación, docencia y servicios (Ojeda et al., 1999). A partir del desarrollo de su principio fundamental, producir con los recursos del territorio, cada Granja Urbana organiza la producción de sus unidades teniendo en cuenta los recursos, insumos y potencialidades disponibles y sobre esta base define las tecnologías a utilizar para garantizar la producción de alimentos. Para ello se hace imprescindible una intensa labor en la capacitación técnica de los productores, la cual ha jugado un papel decisivo en los modestos logros alcanzados hasta el presente. Premisas que proporcionaron su desarrollo • La alta demanda de los productos alimenticios que generan las grandes concentraciones de población, muchos de los cuales, como las hortalizas frescas y las frutas, son de fácil deterioro y altos costos por la transportación a grandes distancias, ha constituido una de las principales premisas para el desarrollo de la producción de alimentos lo más cercano posible al consumidor. • La producción de hortalizas, frutas, flores, condimentos y otros, así como la crianza intensiva de animales exige el empleo de abundante fuerza de trabajo la que precisamente se encuentra en gran disponibilidad en pueblos y ciudades. El 75% de la población cubana es urbana, siendo el campo la principal fuente que ha propiciado este incremento, por lo que de hecho, ésta cuenta con suficientes conocimientos empíricos para el manejo de los cultivos y la producción pecuaria. • Para evitar una excesiva concentración de población, el desarrollo urbanístico actual prevé áreas libres. Asimismo, el crecimiento periférico de las ciudades, a partir de la migración desde el campo, deja innumerables espacios vacíos. Estos espacios se convierten en verdaderos basureros y fuente de todo tipo de vectores, lo que además de afear nuestras ciudades, constituye una amenaza para la salud humana. Dedicar estas áreas a la producción de alimentos ha permitido eliminar estos males, saneando y embelleciendo a su vez a nuestras ciudades. Principios básicos Todo el accionar de la agricultura urbana se rige por un conjunto de principios a partir de los cuales se definen los objetivos específicos y su estructura. Entre estos principios básicos se encuentran los siguientes: • Distribución uniforme por todo el país. • Correspondencia entre la producción planificada y el número de habitantes de cada lugar. • Interrelación cultivo – animal con máxima utilización de las posibilidades para el incremento de ambas. • Uso intensivo de la materia orgánica y los controles biológicos preservando la fertilidad de los suelos y sustratos. • Utilizar cada área disponible para producir alimentos de forma intensiva con el fin de obtener altos rendimientos de los cultivos y animales. • Integración multidisciplinaria e intensa aplicación de la ciencia y la técnica. • Mantener un suministro de productos frescos y garantizar una producción balanceada de no menos de 300 g per cápita diario de hortalizas y adecuado surtido de fuentes de proteína animal. • Máxima utilización de todo el potencial existente para producir alimentos, fundamentalmente la fuerza laboral y el uso de residuos o subproductos para la nutrición vegetal y animal. Estructura organizativa La agricultura urbana cuenta con una estructura que está presente en todos los poblados y ciudades del país dado por el impacto y desarrollo alcanzado en esta forma popular de producción de alimentos y al grado de urbanización de la población cubana, que se expresa en la tabla 1. Esta actividad está dirigida por el Grupo Nacional de Agricultura Urbana, el cual está integrado por especialistas, funcionarios y productores procedentes de distintos ministerios e instituciones, tanto científicas como de producción. Ejerce su influencia hasta el nivel de base a través de los grupos provinciales y municipales. Estos grupos territoriales están responsabilizados con la organización, desarrollo y control de esta actividad en su territorio. Entre sus actividades está presente la más estrecha coordinación entre todos los organismos y factores que de una u otra forma se encuentran relacionados con la producción, procesamiento y distribución de alimentos en el perímetro de cada municipio y provincia, en primer lugar con el Poder Popular que es la unidad básica de organización del Gobierno. En el Consejo Popular (gobierno del barrio) la agricultura urbana se coordina a través de un representante o delegado de la agricultura. También se encuentran representadas numerosas actividades relacionadas como son: la medicina veterinaria, sanidad vegetal y otras. El escenario de acción al nivel de Consejo Popular contempla todas las unidades de producción en las distintas modalidades productivas. Además, coordinan las actividades con las unidades técnicas y de servicio como son: la clínica veterinaria, la tienda del agricultor, casas de posturas, laboratorios de producción de bioplaguicidas, entre otras. La coordinación entre todos los Consejos Populares que conforman un municipio se realiza a través de la Granja Urbana Municipal. Esta cuenta con la infraestructura mínima necesaria para realizar, además de la actividad de coordinación, otras de carácter técnico y de prestación de servicios ya que tiene la posibilidad de agrupar a todos los recursos científicos, técnicos y productores de las diferentes unidades de producción e instituciones afines de su territorio, en función de realizar dichas actividades Estructura productiva La agricultura urbana cuenta actualmente con 26 subprogramas que abarcan temas específicos como la producción de hortalizas, plantas medicinales, condimentos, granos, frutas y crianza de animales (gallinas, conejos, ovinos, caprinos, porcinos, abejas y peces), que se desarrollan a través de todo el país (tabla 2). A continuación comentaremos objetivos, características y algunos resultados de un grupo de los subprogramas con mayor experiencia de trabajo. 1. Hortalizas y condimentos frescos (Organopónicos, huertos intensivos, parcelas y patios) Esta fue la primera actividad realizada por la agricultura urbana, por tanto, la más desarrollada. Contempla entre sus principales tareas, la producción de no menos de 30 millones de qq (1 380 000 t) de hortalizas frescas con rendimientos superiores a 20 kg/m2/año en los organopónicos, 10 kg/m2/año en los huertos intensivos y 10 kg/m2/año en las parcelas y patios. El crecimiento perspectivo de este programa prevé finalizar el año 2000 con no menos de 5 m2/habitante de área dedicada a estas producciones. Basándose en esta área y en los rendimientos previstos se dará un sus-tancial aporte a la producción hortícola nacional para alcanzar no menos de 300 g de hortalizas diarios per cápita que nos hemos propuesto suministrar a toda la población. La heterogeneidad de las condiciones a través de todo el país, junto a la diversidad de las posibilidades en las que se puede obtener producción agropecuaria y en este caso hortícola, ha permitido el desarrollo de modalidades donde se desarrollan cul-tivos y animales de forma integrada. En nuestras condiciones se encuentran, entre las más extendidas, las siguientes: Organopónicos y huertos intensivos Son las modalidades más destacadas en los últimos años en todo el país, contri-buyendo hoy de manera sobresaliente al rescate de nuestro acerbo hortícola. Son un ejemplo de cómo deben accionar de forma conjunta, los científicos y los productores (MINAG, 2000). La principal diferencia entre estos dos sistemas de producción hortícola radica en que los organopónicos se desarrollan en áreas con suelos infértiles o con serias limitantes para su explotación, así como sobre superficies artificiales, en que los canteros están construidos por guarderas o paredes laterales de diferentes materiales, los cuales se rellenan con un sustrato conformado con materia orgánica y suelo sobre el cual crecen los cultivos. El huerto intensivo se desarrolla en áreas cul-tivables conformándose los canteros in situ sin utilizar soportes o paredes laterales y la materia orgánica se aplica directamente al suelo durante el proceso de laboreo para la siembra (Peña, 1995,1997). Parcelas y huertos populares Es la modalidad más popularizada por el alto número de participantes. Como regla, el área que atiende un productor es pequeña y está sujeta a cuanto espacio útil o potencialmente cultivable existe entre edificaciones y calles, o en viviendas situadas en solares con área disponible para la producción agropecuaria. Por lo general, las parcelas, patios y huertos populares, situados en áreas periféricas de las ciudades, alcanzan mayor superficie que las ubicadas en el área central urbana. La producción en parcelas y patios o huertos populares alcanza un nivel importante en el abastecimiento familiar y regional. De estas modalidades productivas, se encuentran en producción en la actualidad 104 087 parcelas y patios en un área de 3 595 ha , los cuales aportan una producción algo superior a la de los organopónicos y huertos intensivos en conjunto. La utilización de estas tierras proporciona un gran apoyo a la alimentación de la población urbana, además del significado que tiene para el desarrollo de una cultura agrícola, así como para el ambiente urbanístico ya que contribuye a la eliminación de vertederos urbanos con sus correspondientes secuelas de vectores y plagas, además de crear condiciones para el empleo del tiempo libre en una labor productiva y socialmente útil (Ojeda et al., 1997). Fincas de autoabastecimiento de fábricas y empresas (“autoconsumos”) La concentración de la producción industrial de las direcciones administrativas y de innumerables entidades de educación, salud y servicios, en los principales núcleos de población, requiere del funcionamiento de miles de comedores obreros cuyo abastecimiento necesita del suministro de considerables cantidades de productos del agro con adecuado surtido. Con el fin de darle solución a esta demanda dirigida a la alimentación de los trabajadores, un considerable número de centros laborales ha organizado la producción agropecuaria en áreas aledañas o cercanas a sus unidades, con lo que se evita competir con el abastecimiento de la población de las ciudades. La magnitud de la producción agropecuaria de las fincas de autoabastecimiento de centros de trabajo (conocidas popularmente como “autoconsumos”), ha alcanzado un nivel que les permite figurar como una modalidad independiente dentro del contexto de la agricultura urbana, teniendo en cuenta las particularidades propias del sistema de producción y manejo de estas unidades agropecuarias. Sólo en la capital del país funcionan más de 300 fincas de autoabastecimiento, con un área de 5 368 ha (400cab), los cuales obtienen cada año cantidades importantes de hortalizas, viandas, granos y frutas, así como carne, leche, pescado huevos y condimentos. Fincas suburbanas Las fincas suburbanas integrales conforman el llamado cordón o anillo de las ciudades y su ubicación ha estado influenciada por factores urbanísticos, ya que forman parte del entorno de la ciudad y por tanto de sus exigencias actuales de planeamiento y desarrollo. Sin pretender cubrir todas las necesidades alimentarias de la población, son unidades con un nivel de producción y de integración entre los distintos componentes de la producción agropecuaria superior a las parcelas o huertos populares ya que su tamaño fluctúa entre 2 y 15 ha. El sistema de explotación y los objetivos de su producción reciben la influencia de las poblaciones cercanas desde el punto de vista de infraestructura, uso de resi-duales, productos a ofertar, comercialización de la producción, etc., por lo que la tecnología de explotación agrícola tiene que contemplar determinados requisitos, entre los que sobresale la explotación intensiva, máxima utilización del área disponible, uso racional del agua, así como la eliminación o reducción al mínimo del uso de agrotóxicos. Han alcanzado un importante auge en todas las provincias en los últimos años, fundamentalmente en Ciudad de La Habana, Santa Clara, Sancti Spíritus, Camagüey y Santiago de Cuba. En la Ciudad de La Habana, se encuentran en producción más de 2 000 fincas suburbanas de campesinos y 285 en áreas estatales, las que agrupan en su conjunto 7 718 ha (575 cab.), con niveles de producción elevados. Cultivos protegidos y agricultura del hogar Estas dos modalidades se encuentran en su fase inicial de desarrollo. Los cultivos protegidos comprenden la utilización de “casas de tapado” de tecnología española, israelita y cubana, tanto para la obtención de productos agrícolas, como de posturas para la siembra, desarrollándose en las mismas los ajustes tecnológicos necesarios para su optimización en nuestras condiciones. Esta tecnología permite el cultivo de hortalizas durante todo el año, especialmente durante los meses más cálidos y de sol intenso. La agricultura del hogar comprende la utilización de las más variadas posibilidades productivas que van desde el cultivo en recipientes con sustratos y soluciones hasta el uso de cultivos en canteros reducidos, balcones, techos, etc. utilizando sustratos mínimos. Cuenta con su tecnología de explotación y formas de organización propias (Carrión, 1996). Resultados obtenidos en el subprograma de hortalizas Durante los últimos años el subprograma hortícola ha experimentado crecimientos sostenidos, tanto en el nivel de producción alcanzado, como en el rendimiento obtenido (figura 1). 1000 25 900 800 20 15 Producción de organopónicos y huertos intensivos (miles de t) 10 Rendimiento de organopónicos (kg./m2) 700 600 500 400 300 200 5 100 0 0 94 95 96 97 98 99 Figura 1. Comportamiento productivo de organopónicos y huertos intensivos 1999) (MINAG, 1994 – La producción alcanzada durante 1999, en organopónicos y huertos intensivos, permitió una oferta a la población de 215 g/día per cápita de hortalizas frescas (MINAG,1999), lo que representa un poco más de la mitad de la norma que nos proponemos (tabla 3). Teniendo en cuenta el avance alcanzado por algunos territorios, esta cifra alcanza hoy niveles importantes en Cienfuegos, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y La Habana. Dicho subprograma ha sido el laboratorio donde se han experimentado, comprobado y consolidado los principios, objetivos y lineamientos perspectivos del desarrollo de la agricultura urbana en Cuba. 2. Arroz popular Este subprograma ha alcanzado en los últimos tres años un significativo avance en todos los territorios del país, llegándose hoy a producir por esta vía de pequeñas áreas, atendidas con los recursos de cada territorio, un rendimiento superior al alcanzado en las empresas arroceras del país. 3. Plantas medicinales y condimentos secos Al igual que el anterior, es un subprograma de reciente inclusión dentro de la agricultura urbana. Sin embargo, tanto las plantas de condimento como las medi-cinales, han tenido por la vía de organopónicos y huertos intensivos un subprograma independiente, por lo que las mismas cuentan con mayor o menor extensión en los distintos territorios, cada uno de los cuales desarrolla planes definidos. En algunos casos se comercializa parte de las producciones con dependencias del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) para su procesamiento como medicina verde, que se expende a la población a través de la red de farmacias. El resto es vendido verde o seco para el consumo doméstico. La finalidad de los condimentos secos consiste en su uso en la cocina cubana, debido al nivel de superproducción de algunas especies, lo que ha requerido desarrollar su secado y procesamiento. El consumo de condimentos en Cuba ha llegado a alcanzar 120 g per cápita anual. Para formar hábitos de consumo de muchas de estas plantas condimenticias en la población, se ha realizado una intensa labor educativa y divulgativa sobre su conservación, procesamiento y modo de empleo en el hogar, mediante publicaciones, radio y televisión (Figueroa y Lama, 1997, 1998 y 1999). 4. Plantas ornamentales y flores Entre los cultivos es un subprograma en desarrollo en la mayoría de los territorios, existiendo solo algunas unidades dedicadas a la producción de flores. Este programa ha alcanzado mayor masividad en las provincias habaneras y en otras como Camagüey y Ciego de Ávila, que se propone en su etapa inicial la producción de cinco docenas de flores per cápita al año. 5. Frutales A pesar de haberse incluido recientemente como subprograma de producción de la agricultura urbana, ha sido tradicional la siembra, cuidado y explotación de árboles con distintas finalidades, así como de café (Coffea arabica), en perímetros urbanos. La práctica ha demostrado el alto potencial productivo que hoy caracteriza este programa, fundamentalmente en lo concerniente al mango (Mangifera indica), aguacate (Persea americana) y cítricos (Citrus spp.). El desarrollo actual prevé un amplio programa de viveros y producción de injertos con vista a acelerar la producción de éstos y otros frutos. 6. Avícola Entre los subprogramas de producción animal, éste ha alcanzado el mayor de-sarrollo, fundamentalmente en la crianza de gallinas y patos. Para el desarrollo de las primeras se ha puesto en práctica un plan mediante el cuál se le asigna al productor un pie de cría de 10 hembras y 1 macho de las llamadas gallinas semirrús-ticas, las cuales se obtienen mediante el cruce de aves criollas con razas de mayor potencial productivo como la Rhode Island Red. A partir de este cruce se obtienen gallinas caracterizadas por su resistencia a las adversidades del ambiente, rusticidad y características de doble propósito (carne y huevos). En su etapa adulta esta gallina con condiciones de alimentación mejorada (109 g /ave/día) se mantiene poniendo todo el año, alcanzando una producción promedio anual de 200 huevos por ave. También se ha alcanzado algún desarrollo en la crianza de patos, que es el ave doméstica de más rápido crecimiento ya que en solo 7-8 semanas de edad puede alcanzar entre 2.8 y 3.2 kg de peso vivo, con una conversión cercana a 3 kg de alimento por kg de ganancia. Esta ave es menos exigente a las condiciones de las instalaciones y alimentación y más resistente a algunas enfermedades infecciosas comunes en las aves. Además de las citadas especies, se producen gansos, pavos y guineos en pequeña escala (Companioni et al., 1996 a). 7. Porcino El desarrollo de este subprograma tiene particularidades especiales, porque la crianza de cerdos en perímetros urbanos requiere una serie de exigencias sanitarias de imprescindible cumplimiento, orientadas por el servicio veterinario como vacu-nación y medidas profilácticas. Por tal motivo el desarrollo de este subprograma tiene su ejecución fundamentalmente en áreas suburbanas, cumpliendo las siguientes condiciones definidas por el Instituto de Medicina Veterinaria (IMV), en su proyecto de municipios productivos: • Organizar la correcta alimentación • Abasto de agua en cantidades suficientes para el animal y la higiene • Crianza mediante estabulación total • Fosa para depositar los residuos o biodigestor • Piso de cemento o lozas y techo para la protección de las inclemencias del tiempo Para la crianza de cerdos, el productor puede establecer un convenio ventajoso con el Grupo de Producción Porcina y el Servicio Técnico Territorial Porcino. A través de este el productor adquiere animales de 12-20 kg de peso a precio módico, además de una parte del alimento necesario para cebar. Después de 4-5 meses, cuando el cerdo adquiere 90 kg o más, el Estado le compra al productor la carne comprometida a precio oficial y el excedente del compromiso se le paga a precio diferenciado (más elevado). Si el productor organiza un programa de producción de alimento para los cerdos estará en capacidad de garantizar el 100% del alimento, comprando solamente las vitaminas y minerales. Para ello, según el Instituto de Investigaciones Porcinas, para cebar 40 animales por ciclo de 140 días y terminar 100 animales con 90 kg de peso promedio durante el año, se necesita sembrar 4 hectáreas de soya (Glycine max), 7 de girasol (Helianthus annus) y 6 de caña de azúcar (Saccharum officinarum). 8. Materia orgánica Entre los lineamientos de trabajo de la agricultura urbana se encuentra: “aplicar sistemáticamente la materia orgánica mediante el uso de todas las alternativas locales y el desarrollo de programas territoriales que aseguren este importante insumo”. Debido a la importancia de esta actividad para desarrollar los planes previstos y conscientes del poco uso que aún se le da al potencial existente, se creó un subprograma que se ocupa de la organización, fomento y desarrollo de toda la actividad y de asegurar su acopio, procesamiento, conservación y distribución (GNAU, 2000). La coordinación del movimiento se realiza por el Grupo Nacional de Agricultura Urbana apoyado en el Centro de Referencia de Abonos Orgánicos, ubicado en el Instituto Nacional de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (INIFAT) en Ciudad de La Habana, así como en los centros provinciales y munici-pales de abonos orgánicos. Su actividad se extiende hasta los centros de base organizados en cada Consejo Popular y se auxilia de un Grupo Técnico Operativo formado por especialistas y productores de distintos organismos e instituciones. Los Centros Territoriales de Abonos Orgánicos tienen la responsabilidad de orga-nizar y asesorar la actividad en su territorio, sobre la base de la mayor proliferación posible de pequeñas unidades ubicadas en las fuentes de materia orgánica o en las unidades de producción agrícola, para acercar este importante insumo a su consumidor directo. Esta actividad se caracteriza por una mayor utilización de los estiércoles y la cachaza y un insuficiente procesamiento de los residuos urbanos para convertirlos en abonos orgánicos. 9. Semillas Este subprograma, cuyo objetivo esencial es el autoabastecimiento territorial de semillas, tiene la mayor incidencia en el éxito de la agricultura urbana, sin el cual no podrá existir ni estabilidad ni sostenibilidad de la producción. Su necesidad está dada fundamentalmente por el comportamiento regional de los cultivos a producir y lo imprescindible de contar con su semilla en el momento oportuno para la siembra. Para satisfacer esta necesidad se ha organizado una red de fincas provinciales de semillas las cuales darán además su modesto aporte a la actividad nacional de semilla. Además, en el caso de algunos cultivos de fácil producción de semilla como son el pepino (Cucumis sativus), las vignas (Vigna spp.) y otras, en las unidades se produce una cantidad de semilla que garantiza realizar un nuevo ciclo productivo. De esta forma hoy se produce semilla en el 100% de las Granjas Urbanas. 10. Alimento animal El auge de la crianza de animales no puede sustentarse sólo en el uso de residuos para su alimentación, por lo que se hizo necesario, con el fin de obtener la máxima producción de proteína animal por unidad de área, organizar un subprograma que contemple, además del uso de todos los residuos de las viviendas y de los restos de otras cosechas, la producción de alimentos en dependencia del tipo y número de animales que se produzca. En nuestras condiciones esto se realiza fundamentalmente sobre la base del cultivo de granos, tubérculos, raíces y caña de azúcar. A pesar de lo que se ha avanzado en esta dirección, hoy se produce alimentos para los animales sólo en todas las Granjas Urbanas. 11. Ciencia, tecnología y enseñanza Sería imposible lograr el perfeccionamiento tecnológico de la producción en la agricultura urbana, si a su vez no se ejecuta un subprograma de capacitación de los productores, que contemple fundamentalmente su entrenamiento práctico en las nuevas técnicas, directamente sobre el surco o cantero o en los corrales de crianza animal. En nuestras condiciones esto se facilita gracias al sistema de extensión en el cual participan con carácter nacional y territorial los centros de investigación científica, los productores más avanzados, otros organismos relacionados con la actividad y los propios extensionistas de la agricultura urbana. La actividad de extensión centra su atención en las condiciones imperantes en cada lugar de introducción de las nuevas tecnologías. Además, trasmite a los productores los fundamentos teórico prácticos de las tecnologías a perfeccionar, lo cual sin duda repercute en su preparación para tomar decisiones ante las distintas situaciones a que se enfrente. Otros subprogramas Los restantes subprogramas son de reciente inclusión, entre los cuales se encuentran el cunícola, ovino-caprino, apícola, acuícola, plátano popular, forestales y café, raíces y tubérculos tropicales, oleaginosas, riego y drenaje, pequeña agroindustria y uso de la tierra. Estos aún se encuentran en pleno desarrollo en la mayoría de los territorios. Sin embargo, varias provincias han alcanzado cierto nivel de desarrollo en algunos de ellos, como sucede con la crianza de conejos en las provincias del occidente del país. Factores decisivos para el desarrollo de la agricultura urbana De acuerdo con el nivel alcanzado por la agricultura urbana, para su desarrollo perspectivo se hace imprescindible dedicarle la máxima atención a la organización y puesta en práctica de las siguientes actividades: Conservación y manejo de la fertilidad de suelos y sustratos El potencial productivo de las áreas disponibles para la producción de alimentos, ya sea a través de los cultivos o de la crianza de animales, está en relación directa con el nivel de fertilidad que tengan los suelos y los sustratos. A pesar de ser múltiples los factores que inciden en la conservación de la fertilidad, algunos de ellos nece-sitan mayor atención que otros en las condiciones actuales, entre ellos se encuentran las medidas antierosivas, que consisten en mantener la estructura y condiciones físicas del suelo. Las características de nuestro régimen de lluvia propician un inten-so lavado de los nutrientes, de la materia orgánica y hasta de la propia capa super-ficial del suelo y de los canteros mejorados. Por este motivo se hace necesario poner en práctica todo tipo de medidas, fundamentalmente de carácter agrotécnico que protejan el suelo del efecto de la erosión. Por otra parte, es imprescindible la aplicación de forma periódica de materia orgánica al suelo y substratos de los canteros, que permita devolver los nutrientes extraídos por la cosecha anterior y crear la fertilidad requerida para la obtención de altos rendimientos en las próximas siembras (Peña, 1995). Además, la adecuada rotación de cultivos y el manejo fitotécnico de acuerdo con la época de siembra, las características del área y los cultivos en producción son también aspectos importantes. Perfeccionamiento del sistema integrado para el control de plagas y enfermedades Este sistema comprende entre sus principales componentes el manejo fitotécnico y el uso de biopesticidas. El manejo fitosanitario se basa principalmente en el uso de la selección del área y época de siembra, variedades resistentes a ataques de plagas y enfermedades, manejo adecuado del suelo, eliminación de hospederos, rotación de cultivos, eliminación de plantas enfermas, deshije y deshoje adecuado. En las condiciones climáticas de Cuba, durante los meses de primavera – verano, la producción de posturas se está realizando bajo condiciones de cultivo protegido con la técnica de “cepellones”. Para este fin se cuenta en el INIFAT con una tecnología totalmente orgánica que garantiza posturas de calidad con alta rentabilidad y es factible de utilizar con recursos existentes en cada territorio. El uso de “cepellones” ha reducido los problemas fitosanitarios debido al saludable y resistente estado, tamaño, y edad de las plántulas cuando son transplantados al campo. El uso de biopesticidas y el de controles biológicos necesita perfeccionarse, tanto en el suministro territorial del bioproducto como en la disciplina tecnológica de su aplicación. Bacillus thuringiensis y Beauveria bassiana se han generalizado a partir de su producción artesanal en los Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), utilizados para diversas plagas de insectos. Trichoderma spp.se emplea para el control de enfermedades del suelo. La introducción de nuevas tecnologías como el uso de extractos a partir del árbol del Nim (Azadirachta indica) y su manejo artesanal y semindustrial, así como la de nuevos biofungicidas cuya efectividad y factibilidad se ha comprobado, son de gran importancia para la agri-cultura urbana. No obstante, la producción de alimentos en las ciudades se caracteriza por una baja incidencia de plagas y enfermedades debido a que se tienen muy en cuenta los facto-res antes mencionados, fundamentalmente el abonado con materia orgánica de los suelos y substratos, así como al tamaño de las unidades de producción, que por lo general son inferiores a una hectárea. Perfeccionamiento de la tecnología de cultivos y de crianza de animales La necesidad de mantener la mayor biodiversidad posible junto al objetivo de obtener la mayor producción por unidad de área, obliga a los especialistas y pro-ductores de la agricultura urbana al constante perfeccionamiento de las tecnologías de producción. Esto es aún más necesario debido a las diferentes características y limitaciones que trasmiten al proceso productivo las condiciones de las ciudades. Por este motivo se hace aún más necesario la estrecha vinculación entre investi-gadores y productores en el logro de una producción intensiva e integral sobre bases orgánicas. En el perfeccionamiento tecnológico se le dedica especial atención a los aspectos relacionados con la integración cultivo-animal, encontrándose ya más de la mitad de las granjas urbanas con una vinculación efectiva entre ambas direcciones productivas. La sostenibilidad en la agricultura urbana Las bases orgánicas de la agricultura urbana por sí mismas no garantizan su soste-nibilidad. Para ello es necesario alcanzar el mayor nivel de racionalidad en el desarrollo de los sistemas productivos, logrando a su vez la mayor interrelación entre los distintos programas donde cada uno complementa la ejecución del otro y donde en cada acción se obtenga el mejor resultado con el menor costo. La máxima expresión de esto se manifiesta mediante el uso de los residuos de cosechas y su parte no comercializable para alimentar al ganado, a cambio del uso del estiércol de éste para alimentar los cultivos. Un grupo de indicadores permite perfeccionar los niveles de sostenibilidad de la agricultura urbana encontrándose entre los principales los siguientes: • Materia orgánica acopiada procesada y aplicada • Area mejorada o con sistemas antierosivos organizados respecto al área total • Autoabastecimiento territorial de semilla y pie de cría animal • Especies, variedades y razas seleccionadas según las condiciones del lugar • Sistema alimentario para la producción animal (integración cultivo - animal) • Espejo de agua en el territorio (m2 por unidad de superficie) • Eficiencia de utilización del agua • Cantidad de alimento producido/ha/año • Cantidad de alimento per cápita producido • Sistema integrado de prevención de plagas y enfermedades • Costo por peso producido • Participación del productor en actividades de superación técnica y extensión El seguimiento de estos indicadores forma parte del proceso de evaluación de la agricultura urbana a todos los niveles. En la medida en que se perfeccionen estos indicadores se consolidará la sostenibilidad de la agricultura urbana. Conclusiones El movimiento de agricultura urbana ha sentado las bases para demostrar las posibilidades que existen de producir alimentos en las ciudades. Este sector se ha desarrollado en los últimos años de manera sostenida, siendo hoy un importante abastecedor de alimentos a la población de las ciudades. Esto ha sido posible en primer lugar por el apoyo recibido del gobierno cubano a esta tarea, así como por el esfuerzo decisivo de los agricultores urbanos. Actualmente se cuenta con un alto nivel organizativo que permitirá, a partir del desarrollo de los programas en ejecución, lograr mayores niveles productivos que satisfagan en un grado elevado las necesidades alimentarias de la población. Referencias Carrión, Miriam. 1996. Agricultura del Hogar en La Agricultura Urbana y el Desarrollo Rural Sostenible. MINAG- FIDA- CIARA: 58-72. Companioni, N.; A. Rodríguez Nodals; E. Fuster; Miriam Carrión; Elizabeth Peña; Rosa María Alonso; M. García y A. Martínez. 1996. La Agricultura Urbana en Cuba. En: La Agricultura Urbana y el Desarrollo Rural Sostenible MINAG - FIDA - CIARA: 9-15. Companioni, N.; Miriam Carrión; Elizabeth Peña y Yanet Ojeda.1996a. Los Fertilizantes Orgánicos: Vínculo fundamental entre la crianza de animales y los cultivos en la Agricultura Urbana. Primera Reunión Regional sobre Disminución del Impacto Ambiental de la Producción Animal Intensiva en Zonas PeriUrbanas, República Dominicana. FAO-JAD. Companioni, N.; A. Rodríguez Nodals; Miriam Carrión; Rosa María Alonso; Yanet Ojeda y Elizabeth Peña. 1997. La Agricultura Urbana en Cuba. Su participación en la seguridad ali-mentaria. Conferencias. III Encuentro Nacional de Agricultura Orgánica. UCLV, Villa Clara: 9:13. Figueroa, Vilda y J. Lama. 1997. Manual para la Conservación de Alimentos en el Hogar. Proyecto Comunitario Conservación de Alimentos. Ciudad de La Habana: 110 pp. Figueroa, Vilda y J. Lama. 1998. Cómo Conservar Alimentos y Condimentos con Métodos Sencillos y Naturales. Proyecto Comunitario Conservación de Alimentos. Ciudad de La Habana: 182 pp. Figueroa, Vilda y J. Lama. 1999. El Cultivo de las Plantas Condimentosas y su empleo en la Cocina. . Proyecto Comunitario Conservación de Alimentos. Ciudad de La Habana: 87 pp. GNAU. 2000. Lineamientos para los subprogramas de la Agricultura Urbana. Grupo Nacional de Agricultura Orgánica. Ministerio de la Agricultura. Ciudad de La Habana. 46 pp. López, F. 2000. El país espera por la respuesta de los orientales en el año 2000. Periódico Granma, miércoles 26 de enero:2. MINAG, 1994-1999. Informes Anuales 1994, 1995, 1996, 1997, 1998, 1999. Comisión Nacional de Organopónicos y Huertos Intensivos. Grupo Nacional de Agricultura Urbana. Ministerio de la Agricultura. MINAG. 2000. Manual Técnico de Organopónicos y Huertos Intensivos. INIFAT. GNAU. Ciudad de La Habana: 145 pp. Ojeda, Yanet. 1997. Impacto Económico Social del Extensionismo Agropecuario en la Agricultura Urbana, XI Fórum de Ciencia y Técnica, INIFAT. Ciudad de La Habana. Ojeda Yanet. 1999. La Granja Urbana: Elemento facilitador del desarrollo de la agricultura urbana. I Fórum Tecnológico Especial de Agricultura Urbana. Nivel Provincial. Peña, Elizabeth. 1995. Cachaza como Sustrato en Organopónicos. II Encuentro Nacional de Agricultura Orgánica. Instituto de Ciencia Animal. La Habana. Peña, Elizabeth. 1998. Uso de diferentes dosis de materia orgánica en los cultivos de lechuga y tomate En 7MA Jornada Científica La Agricultura Urbana en Cuba. Estructura y Fundamentos Orgánicos. Ciudad de La Habana. EL CULTIVO POPULAR DEL ARROZ EN CUBA Miguel Socorro, Luis Alemán y Salvador Sánchez Instituto de Investigaciones del Arroz (IIA) E l arroz (Oryza sativa) constituye un alimento básico en la dieta del pueblo cubano. Datos oficiales (Castillo, 1997) atestiguan que el consumo per cápita anual asciende a 44 kg, tomando en consideración la cantidad total de arroz que se comercializa, el total de habitantes que tiene el país así como también el consumo social (círculos infantiles, escuelas, hogares de ancianos, hospi-tales, etc.). Sin embargo, este consumo per cápita es más elevado entre la población rural y campesina que son productores habituales de este cereal y que lo producen fundamentalmente para satisfacer necesidades familiares; en esta población, el per cápita de consumo no debe ser menor del doble del oficialmente reportado por las estadísticas antes citadas. A partir del per cápita anual de 44 kg, significa que cada cubano ingiere diariamente 120 g de arroz, que proporcionan los aportes de nutrientes que a continuación se relacionan en la tabla 1. O sea, que el arroz proporciona una buena parte de la energía que consume el cubano, así como también proteínas, vitamina B1 y niacina, en tanto que tiene determinado grado de participación en el aporte de varios otros nutrientes esenciales para la vida humana. Acorde con los hábitos de consumo de la población, el arroz es mayorita-riamente ingerido cocinando el grano blanco y pulido, aunque con frecuencia se cocina en combinación con el frijol negro o rojo (Phaseolus vulgaris), que se conoce como arroz congrí. Aunque el autoabastecimiento nacional de este cereal siempre ha constituido una meta, la producción nacional de arroz especializada en la década de los años 80 logró satisfacer la demanda interna como máximo en un 60 % teniendo que impor-tarse el resto del arroz a consumir. Sin embargo, la ulterior depresión económica iniciada a principios de la última década ha provocado la reducción de las áreas de siembra y de la producción, lográndose satisfacer sólo el 20-25% de las necesidades, lo que ha incrementado las importaciones para satisfacer los niveles de consumo establecidos. La desaparición del mercado agropecuario en la década de los años 80 como primer factor, seguido de la ausencia del arroz en el mercado de venta paralela dio motivos para el inicio de siembras de áreas pequeñas, en lugares marginales, áreas de terrenos bajos con disponibilidades de agua, que fueron incrementándose a medida que aumentaban los efectos de la crisis económica, provocada por el derrumbe del campo socialista y que se denominó en el país el “Período Especial”. Ello dio origen al llamado Cultivo Popular del Arroz. A partir de los años 1992-1993 comenzaron a ampliarse estas áreas de siembra sobre todo en las provincias occidentales y centra-les del país. La posterior reapertura del mercado agropecuario en 1993 y los altos precios que alcanzó el arroz en esos momentos contribuyeron a su desarrollo, porque este cereal, cultivado de ese modo, constituyó para muchos la forma principal de garantizar los requerimientos de la familia, en tanto que para otros --los que más área sembraban--, los excedentes producidos constituían una fuente importante de ingresos, toda vez que el arroz bien atendido y cultivado produce en esas condi-ciones, buen nivel de rendimiento. También constituyó un estímulo para diferentes entidades agropecuarias o no, producir el arroz necesario para sus comedores, para venderles a los trabajadores y, si aún quedaban excedentes, venderlo en el mercado agropecuario. La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) así como la dirección de atención al Sector Campesino del Ministerio de la Agricultura (MINAG) prestaron atención al desenvolvimiento de las producciones de arroz por esta vía en los primeros años de su desarrollo, en tanto que el Instituto de Investigaciones del Arroz (IIA), recibió la encomienda en 1996 de parte del MINAG de atender y estimular el desarrollo de estas formas populares de producción de arroz, con el objeto de poten-ciar al máximo sus posibilidades en cuanto a rendimientos y niveles de producción. A partir de esos momentos el arroz ha tenido una presencia estable en el mercado agropecuario, con precios aceptables que oscilan entre $2.00 y $5.00 pesos cubanos la libra ($0.92-$2.30/kg), dependiendo ello de los momentos del año en que coin-ciden los picos de cosecha, así como los meses de menos oferta por parte de los productores. Los cambios que se han producido en la organización de la producción agrícola del país, han favorecido el desarrollo de las siembras de este cultivo. Entre las principales peculiaridades de esta producción se encuentra el hecho de que la misma se realiza con el empleo de los recursos locales y con muy bajo o práctica-mente nulo empleo de insumos como fertilizantes químicos, insecticidas y herbi-cidas, ya que no se hacen asignaciones para ello (Socorro et al., 1997a). Por su parte, el Ministerio de la Agricultura ha emitido una resolución legal que facilita la entrega de pequeñas parcelas de tierra en usufructo gratuito por lo que un número considerable de personas provenientes de ciudades, pueblos, obreros de empresas agropecuarias, personas jubiladas, etc. han podido contar con facilidades de tierra para sembrar arroz. El desarrollo de iniciativas locales también ha desem-peñado un papel importante e incluso en algunos lugares del país esta medida ha contribuido a dar solución en la búsqueda de nuevas fuentes de empleo, motivados todos por la gran aceptación y tradición que tiene este cereal como alimento para la población. En función del grado de desarrollo que se ha logrado en cada provincia del país con respecto al área de siembra se ha hecho una agrupación que comprende: ♦ Provincias grandes como Pinar del Río que siembra anualmente 15000-16000 hectáreas y produce no menos de 26000 toneladas de arroz consumo. Provincias medianas como Ciego de Avila que siembra anualmente aproxima-damente 6000 hectáreas y produce unas 6000 toneladas de arroz consumo. *0Provincias pequeñas como Santiago de Cuba que siembra anualmente 600-800 ha produce unas 700 toneladas de arroz consumo como promedio. En los tres últimos años se han sembrado como promedio en todo el país entre 90 y 100 mil hectáreas bajo esta forma de producción y se han producido unas 110-130 mil toneladas de arroz consumo, con la particularidad de que la totalidad de las provincias del país tienen un determinado grado de participación no totalmente cuantificado. Características tecnológicas generales Las diversas condiciones de suelo y clima del país han favorecido el desarrollo de diferentes tecnologías de cultivo, lo que enriquece el acervo cultural sobre este cultivo existente en el país (Socorro et al., 1997a). Si hasta principios de los años 90 sólo se habló en Cuba de siembras de arroz de riego (con lámina de agua) en grandes planicies de topografía llana (ITCA, 1994), con tecnología especializada y grandes gastos en insumos, hoy en día es necesario tener en cuenta el cultivo bajo condiciones de secano (que depende fundamental-mente de las lluvias) y que constituye alrededor del 40 % de las áreas del arroz popular, como se puede apreciar a continuación: % del área sembrada con riego en los meses secos del año (diciembre - abril) - 20 %. % del área sembrada con riego en los meses lluviosos del año (mayo - agosto) - 40 %. % del área sembrada en condiciones de secano (sólo depende de las lluvias de mayo agosto) - 40%. Los resultados antes señalados son de gran importancia porque condicionan el uso de las variedades y de las tecnologías de cultivo. Así por ejemplo, Alfonso (1998) recomienda las siguientes variedades para condiciones de secano: IR-1529, Perla, IA Cuba-23, IA Cuba-24. Estudios similares han sido informados por Byerle (1994). El arroz popular también se cultiva en condiciones de montaña y pre-montaña en las zonas oriental y central de Cuba y por último ha quedado demostrada la factibilidad de efectuar siembras de arroz en los meses de septiembre y octubre (fuera del calendario oficial practicado usualmente en el país) en la zona más oriental de Cuba, tomando en consideración que las temperaturas y el régimen de lluvias tienen sus particularidades específicas en dicha zona, y en especial en la región de Baracoa en la provincia Guantánamo, la más oriental del país (Aira, 1997). Una práctica que se ha ido extendiendo desde la zona occidental hacia el resto del país es el empleo del trasplante, de la misma manera que se realiza en los países asiáticos. Con esta práctica generalizada en las provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Villa Clara se elimina el uso de los herbicidas, que ha sido la práctica más común cuando se siembra el arroz de forma directa como se hace en las áreas especializadas para este cultivo no sólo en Cuba, sino también en Estados Unidos, Australia, Italia y el resto de los países que no emplean la siembra por el método de trasplante y donde están obligados a planificar la aplicación de 2-3 tipos diferentes de herbicidas para controlar eficientemente la diversidad de especies de adventicias que abundan en los campos de este cultivo. La eliminación del uso de herbicidas es además un método de reducir la contaminación del medio ambiente con productos tóxicos. La preparación de tierra en áreas inundadas (fangueo) destruye totalmente la vegeta-ción espontánea, y al colocar las plantas (trasplantar) de arroz con más de 25 días de edad, éstas tienen un desarrollo suficiente que no permite la posterior salida de hierbas si se mantiene la lámina de agua sobre el terreno. El trasplante garantiza además una población uniforme que constituye un factor pri-mordial en la obtención de altos rendimientos, del orden incluso de las 10 t/ha en algunos casos y donde la media nunca es inferior a las 5 t/ha (Lerch, 1972). Si lo comparamos con los rendimientos obtenidos en las áreas de producción especia-lizada de arroz en Cuba debemos señalar que estos valores de hasta 10 t/ha también se pueden alcanzar en campos de producción con la aplicación de una alta y depu-rada tecnología, aunque ello no es muy común. En dependencia de la variedad empleada y de la época del año, en algunas provin-cias del país los campesinos que cosechan a mano obtienen una segunda cosecha de retoño o “capadura” como algunos le llaman, logrando obtener rendimientos del orden de 30-40% de los obtenidos en la cosecha principal, con la ventaja que se alcanza en un lapso de tiempo muy breve. La diversidad de variedades empleadas es muy grande y ha estado condicionado en lo fundamental a la cercanía de las áreas con las grandes empresas estatales especia-lizadas en la producción de arroz actualmente llamados Complejos Agroindustriales Arroceros (CAI Arroceros), que han sido la principal fuente de obtención de las semillas que se emplean. Variedades nacionales como Amistad-82, Perla de Cuba, Caribe-1, J-104 están entre las más cultivadas, mientras que en lugares más apartados y remotos todavía se pueden encontrar siembras de variedades llamadas tradicionales, bautizadas con nombres locales pero que están asociadas a las de tipo Honduras, Patiprieto, Blue Bonnet, que se caracterizan por tener un porte alto, supe-rior a 1 m, bajos rendimientos pero de gran calidad del grano y que se sembraban en Cuba hace 30-40 años (Socorro et al., 1997). Un propósito que se tiene en el desarrollo de este programa, es dotar a los produc-tores de las variedades mejor adaptadas para cada condición específica de cultivo como por ejemplo riego, secano y salinidad, de bajos requerimientos de insumos como fertilizantes minerales de síntesis y además que sean variedades resistentes a las principales plagas y enfermedades presentes en el país, lo que constituye el pilar fundamental de la agricultura sostenible en este cultivo. Una alternativa que tiene gran interés y perspectivas en nuestro país es el empleo de sesbania (Sesbania rostrata) como abono verde. Esta leguminosa, introducida y estudiada por el IIA presenta entre sus características la posibilidad de su cultivo en condiciones similares a las del arroz: posee buenas cualidades en cuanto a la capaci-dad de fijación de nitrógeno atmosférico, ya que la bacteria Azorhizobium caulinodans, produce gran cantidad de nódulos en la parte superior de la planta (tallo y ramas) que puede aportar hasta 80 kg de nitrógeno por hectárea para la subsiguiente cosecha de arroz. Dadas sus características de crecimiento rápido en los meses de alta temperatura, esta leguminosa es capaz de aportar 30-40 toneladas/ha de biomasa en un período no superior a los dos meses de edad, en tanto que el desarrollo radicular profundo bene-ficia las condiciones del suelo y contribuye al mejoramiento del status del fósforo y potasio del suelo. En resumen, que esta planta puede contribuir decisivamente como un componente principal de la fertilización del cultivo del arroz, con la ventaja de no producir contaminación alguna y de no requerir de gastos específicos para su cultivo. Dado el potencial de área existente en el país factible de utilizarse, en un futuro no lejano, puede aspirarse a que el área de arroz popular pueda al menos igualar e incluso superar al área física disponible para la producción de arroz especializada que es de 150 mil hectáreas, pero que por limitaciones de carácter económico no se explota a plenitud en la actualidad. Otros aspectos de carácter tecnológico como por ejemplo el uso de la tracción animal para la preparación de la tierra tanto en condiciones de suelo seco como en fangueo son características peculiares actuales, en tanto que se dan los primeros pasos para imple-mentar el uso del búfalo para estas labores, de la misma forma que se utiliza en países como Vietnam, China y otros, especialmente en el sudeste asiático. Organización La atención al desarrollo del programa de las siembras populares de arroz debe garantizarse desde la base y por ello se ha concebido que sea el Consejo Popular o gobierno de la comunidad y el municipio quienes desempeñen esta tarea de impulso y control, identifiquen las áreas aptas y establezcan el balance de necesidades y posibilidades con el objetivo supremo de lograr por esa vía, primero el autoabasteci-miento de la comunidad, luego del municipio y finalmente de la provincia, teniendo en cuenta no sólo los intereses y necesidades individuales y colectivas, sino también sociales. Existe una clara tendencia al incremento tanto del área como de la producción, que deberá estabilizarse en los años próximos, aunque todavía existen grandes potencia-lidades de áreas en las provincias de Las Tunas, Holguín y Guantánamo, que es donde existe un menor desarrollo de este programa, y donde deberá focalizarse el mayor esfuerzo. Estas provincias de menor desarrollo se encuentran en las zonas montañosas de la zona oriental del país, que coincidentemente son las de menor disponibilidad de agua donde, por tanto, su desarrollo futuro se hará fundamentalmente en áreas de secano, para lo cual deberán emplearse las variedades más adecuadas para tales condiciones y que el Instituto de Investigaciones del Arroz está responsabilizado en obtener. Otra posible alternativa de lograr mayores producciones es a través del incremento del rendimiento por unidad de área, que podrá materializarse por medio del empleo de mejores variedades, obtenidas en el país y que actualmente se prueban en las diferentes condiciones. Variedades cubanas como IACuba-18, IACuba-20, IACuba-25, LP-2, LP-6 y LP-7 ya han demostrado en las pruebas preliminares tener buen comportamiento y aceptación para su cultivo por parte de los productores. El uso de tecnologías apropiadas, así como la capacitación son otros componentes básicos de este programa. El IIA ha implementado un programa de capacitación (Socorro, 1997b) que se ha desarrollado en diferentes provincias. Los beneficios obtenidos durante 1997 y 1998 han permitido capacitar a más de 300 productores, así como más de una decena de ingenieros capacitadores de los diferentes territorios, que se encargan de difundir los conocimientos adquiridos. La experiencia en los cursos teórico-prácticos ya impartidos demuestra que son varios los beneficios que se han obtenido a través de la aplicación de los conoci-mientos difundidos; entre los principales se puede señalar: La forma efectiva de seleccionar un área para la siembra de arroz y establecer su esquema de riego y drenaje si se dispone de agua. I. Cómo ahorrar semilla a través del empleo de la siembra por trasplante, que consume cinco veces menos semilla que la siembra directa. Cómo aprovechar las mejores épocas de siembra para obtener los mejores rendimientos. II. Cómo utilizar mejor las variedades en función de las condiciones de cultivo. III. Cómo utilizar más racionalmente el agua y eliminar incluso el uso de herbicidas. IV. Cómo encontrar alternativas para la nutrición del cultivo sin tener que depender de fertilizantes minerales y otros agroquímicos de importación. Cómo y cuándo realizar la cosecha, evitando las pérdidas de producto, así como también el beneficio industrial del grano, los subproductos que se obtienen y cómo pueden utilizarse. La producción de arroz de carácter popular es beneficiada (secado y limpieza) por métodos artesanales empleando el sol como fuente de energía para el secado y el viento para la limpieza, mientras que el descascarado y pulido del grano se realiza en pequeños molinos mayoritariamente artesanales y de propiedad privada, que prestan servicios a los productores. Los altos niveles de producción de arroz que actualmente se obtienen generan además grandes volúmenes de producción de sub-productos del orden de varios miles de toneladas de salvado, que sirven de fuente de alimento para aves de corral y cerdos, contribuyendo de esta forma el cultivo del arroz con la producción de proteína animal (carne, grasa y huevos), que son otros componentes básicos de la dieta humana. La perspectiva actual y futura de la producción popular de arroz en Cuba está basada en su incremento paulatino y sostenido, dada la gran aceptación de este alimento para la generalidad del pueblo cubano. Por su forma de desarrollo deberá continuar siendo un ejemplo de cultivo en el que se aplique al máximo los principios de sostenibilidad, lo que garantiza a su vez obtener producciones a un bajo costo. Todo ello permitirá que por esta vía se alcance producir y satisfacer no menos del 35% de las necesidades de consumo de este cereal. Referencias Aira, A. 1997. Resultados obtenidos en el cultivo popular de arroz en la provincia de Guantá-namo durante 1997. Informe interno presentado en V Reunión Nacional de Popularización del Arroz. Morón. Cuba. Alfonso, R. 1998. Determinación de parámetros genético-fisiológicos indicadores del estrés hídrico para su empleo en el mejoramiento genético del arroz. ISCAH. Tesis presentada en opción al grado científico de Dr. en Ciencias Agrícolas. La Habana. Cuba. Byerle, D. 1994. Modern varieties productivity and sustainability. Recent experiences and sustainability. Recent experience and emerging challenges. CIMMYT. México: 26. Castillo, D. 1997. La calidad del Arroz en Cuba. Ponencia X Reunión Internacional para arroz en América Látina y el Caribe. Acarigua. Venezuela. ITCA, 1994: Instructivos Técnicos del Cultivo del Arroz. MINAG, Cuba. Juliano, B. O. 1985. Polysacharids, proteins and lipids of rice. In: Rice: Chemistry and Technology. 2nd Edition Published by the American Associatión of Cereal Chemists Inc. U.S.A. Chapter 3: 59-174. Lerch, G. 1972. En: Desarrollo y rendimiento del arroz variedad IR-8 en Cuba. Serie Agrícola. No. 21 ACC . La Habana. Cuba. 96. Socorro, M.; L. Alemán; F. Cruz; J. Deus; R. Caballero y A. García. 1997. El cultivo de arroz en Cuba en el contexto de la agricultura orgánica. Conferencias III Encuentro Nacional de Agricultura Orgánica. Las Villas. Cuba, 82-84. Socorro, M.; L. Alemán; S. Sánchez; G. García; C. Pelaez y A. Aira. 1997a. La investigación-desarrollo en el contexto del Programa de Popularización del Arroz. Ponencia Coloquio Franco-Cubano: Métodos y Experiencias en Extensión Agropecuaria para un Desarrollo Sostenible. Holguin. Cuba:5. Socorro, M.; S. Sánchez; F. Cruz; A. Hernández y R. Sanzo. 1997b. Desarrollo de la comu-nicación en el Programa de Popularización del Arroz. Ponencia presentada en Coloquio Franco-Cubano: Métodos y Experiencias en Extensión Agropecuaria para un Desarrollo Sostenible. Holguín. Cuba:4. LA MEDICINA VERDE: UNA OPCIÓN DE LA RIQUEZA Mercedes García Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF) L a medicina verde (se denomina así a los productos preparados a partir de plantas medicinales), a pesar de ser muy antigua y de haberse transmitido de generación en generación, sigue estando vigente en todo el mundo y especialmente en los países más desarrollados. El carácter mulitirracial y uniétnico de la nacionalidad cubana compuesta por espa-ñoles, negros africanos, chinos y en menor medida por otros europeos y asiáticos que se sumaron a los aborígenes, contribuyó a enriquecer el caudal de conoci-mientos sobre las plantas medicinales. En Cuba nunca se abandonó el uso de las plantas medicinales pues los campesinos, y también sus descendientes, aunque no continuaran viviendo en el campo, mante-nían la confianza en el poder curativo de ellas, de modo que el auge de la medicina industrial y la masificación del sistema de salud ocurrido en los últimos 40 años no impidió que la cultura popular siguiera esta práctica. Además desde el punto de vista científico, un investigador del prestigio del sabio cubano Dr. Juan Tomás Roig y Mesa, quien es considerado como el padre de la medicina verde cubana, desde las primeras décadas de este siglo se dedicó al estudio de la flora cubana y sentó las bases para lo que es hoy un complejo sistema de investigación-producción (Roig, 1942, 1942a, 1945, 1945a). En 1973 se fundó la Estación Experimental de Plantas Medicinales en la provincia de La Habana, cuyos investigadores han sido capaces de continuar el trabajo ini-ciado por el Dr. Roig desde el punto de vista botánico, el cual incluye más de 5 000 especies y cuyos resultados fueron publicados bajo el título de “Plantas Medicinales y Venenosas de Cuba” (Roig, 1974) y a partir de 1982 la revista “Plantas Medici-nales: Boletín de Reseñas”, comienza a publicar los resultados de estudios genéticos de la flora medicinal cubana (Lima, 1988; Fuentes et al., 1988, 1989; Fuentes y Granda, 1989). Así, las plantas medicinales nunca dejaron de ser importantes para la gran mayoría de la población de modo que se aceptó de buen grado la revalorización que éstas recibieron desde el inicio del llamado “Período Especial”. ¿Cómo fue posible implementar un cambio tan profundo en tan corto tiempo? Debemos detenernos a ver cómo fue el proceso: las Fuerzas Armadas Revolucio-narias (FAR), tenían contemplado en sus planes para tiempo de guerra, considerando que el país totalmente bloqueado no recibiría suministros externos de ningún tipo, la fabricación de medicamentos a partir de las plantas medicinales, con los medios mínimos imprescindibles, pero con la calidad suficiente para garantizar la salud de las tropas y de la población en general. Tal política implica que el país119 se preparaba estratégicamente para autoabastecerse de medicamentos en caso de un bloqueo total a la Isla. Por tanto, esta institución armada había recopilado toda la información necesaria, resultado de la investigación durante muchos años y se había identificado cómo emprender de inmediato el trabajo en el momento oportuno. El Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), cuenta además con el Laboratorio Central de Medicina Herbolaria del Instituto Superior de Medicina Militar. La situación económica que se vivió a inicios de los 90, después de la desaparición del campo socialista, de donde provenían la mayor parte de los insumos y materias primas, muy poco se diferenciaba del estado de guerra concebido muchos años antes, es por ello que el MINFAR es la institución que orienta en ese momento la implantación de los nuevos métodos para producir medicamentos. Hubo que determinar qué especies eran las más útiles por sus características agronó-micas y sus comprobadas propiedades terapéuticas, de ello se encargó un grupo nacional constituido por expertos de diferentes instituciones de los Ministerios de Salud Pública (MINSAP), Agricultura (MINAG), Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y MINFAR. La coordinación entre el MINSAP y el MINAG condujo a la legalización de las plantas que a partir de ese momento formarían parte del sistema nacional de salud pública. A tal efecto se creó en 1990 el Departamento de Plantas Medicinales del MINAG que se responsabilizó con la producción en especies y volúmenes. Otro aspecto a tener en cuenta es que Cuba con sólo el 2% de la población de América Latina cuenta con el 11% de los científicos y una estructura de investiga-ción bien definida, que hizo posible sustituir con innovación tecnológica los insu-mos no disponibles. Los estudios sobre la flora medicinal fueron reproducidos en diferentes provincias del país teniendo en cuenta las propiedades curativas que se le adjudicaban sobre todo entre la gente más vieja y se comparó estadísticamente el uso de las plantas en el campo y la ciudad (Acosta, 1993) Un grupo de investigadores de distintas instituciones dejó conformada la ubicación de un centenar de especies en dos puntos que difieren climática y geográficamente. Cuarenta de esas especies estaban representadas en ambas zonas y se observaron durante mas de tres años con el propósito de determinar el impacto del clima y la altura sobre las características fenológicas. La clasificación se basó en el momento de floración, la época de siembra, etc., la que fue seguida por la investigación sobre la translocación de los compuestos químicos con las propiedades medicinales. Estos resultados dieron la información necesaria sobre la mejor hora del día, estación, etc. para cosechar aquella parte de la planta que contiene los compuestos químicos deseados. Al final se escogieron unas 30 especies para el tratamiento de las enfermedades más comunes. El uso de ellas se ha evaluado internamente en Cuba y comparado con el uso medicinal reportado en otros países antes de ser recomendadas. Además se continúa la investigación de nuevas especies. La primera decisión fue crear fincas para la producción de la masa verde en cada provincia, las que tendrían la misión de sembrar las plantas aprobadas por el grupo nacional, cultivarlas y cosecharlas teniendo en cuenta las características particulares de cada planta: su época de siembra, las normas de cultivo, el momento óptimo de cosecha y la parte de planta donde se encuentran mas concentrados sus principios activos. El hecho de existir las fincas especializadas, garantiza en primer lugar, la calidad de la planta, ya sea en estado fresco o seco; ya que en la mayoría de ellas se realiza el secado y se comercializa como “droga seca”. Pero no debe considerarse esta finca como un área de monocultivo ya que se practica el intercalamiento con otras especies para el consumo humano, se realiza la rotación de cultivos y la asociación, en aquellas especies que así lo permiten. A modo de ejemplo puede mencionarse la finca “María Teresa” ubicada en la provincia de La Habana, que cuenta con 75 especies de plantas medicinales y un total de 120-150 especies cultivadas en 65 hectáreas bajo condiciones estrictamente de agricultura orgánica. Posee su propia fuente de fertilizantes a partir de la lombricultura y se autoabastece de semillas. Esta es la más importante del país ya que debe satisfacer las necesidades de la Ciudad de La Habana y de la provincia de La Habana, donde se concentra la mayor población del país, a partir de una pro-gramación que se hace anualmente con la especificación de especie, cantidad y mes para abastecer a la industria farmacéutica cuyos volúmenes de droga seca son con-siderables, pues constituyen producciones nacionales. Es necesario insistir en que el proceso agrícola que se describe tiene que ser emi-nentemente orgánico, no pueden utilizarse productos químicos como fertilizante o para combatir plagas, enfermedades o malezas en plantas que después constituirán un medicamento, pues estos agrotóxicos, como es conocido, pueden afectar la salud. En las fincas especializadas las plantas se benefician y se secan convirtiéndose así en “droga seca”. El balance de producción de la “droga seca” en estas fincas, está basado en la planificación mensual, según la demanda que realiza el MINSAP, tomando en cuenta para establecer las cifras, la información suministrada por los Médicos de Familia y las Clínicas de Medicina Natural, de la incidencia y tipo de enfermedades a escala municipal o provincial. Ya en 1993 las fincas de plantas medicinales contaban con una superficie de 343 hec-táreas que produjeron ese año 261.6 toneladas de materia verde (Pagés, 1993). También se comercializan las plantas frescas cultivadas en huertos, patios y orga-nopónicos, ya que muchas personas prefieren adquirirlas así y preparar su infusión o cocimiento en casa. Tal forma de producción debe cumplir idénticos requisitos que las fincas estatales. En 1995 el MINAG convocó el primer Evento Técnico Nacional de Agrotecnia, Beneficio y Comercialización de las Plantas Medicinales, donde se expusieron más de 100 trabajos realizados por investigadores, técnicos de nivel medio y campesinos productores de plantas medicinales. La diversidad de los temas y la comunidad de intereses que primó en este encuentro dio la magnitud de lo alcanzado hasta el momento e inspiró nuevos objetivos (E. Martínez, comunicación personal). Para la preparación de los medicamentos existen centros de elaboración, en cada territorio, donde se recibe la droga seca y el resto de la materia prima (alcohol natu-ral, azúcar de caña, etc.), los que cuentan con los medios para realizar las extrac-ciones tanto en forma de tintura como de extracto fluido. Los extractos pueden consumirse directamente o servir de base para la preparación de jarabe, elixir, pomada o crema. También se preparan los apifármacos, los que utilizan la miel de abejas junto a las tinturas o extractos de las plantas medicinales y se conocen con el nombre de “melitos”, la miel por sí misma agrega propiedades curativas a la planta (tabla 1). Los centros de elaboración por lo general forman parte del sistema de Salud Publica, pero también existen centros de investigación o de producción con condiciones para la producción de medicamentos que han recibido autorización para ello y se rigen por las normas nacionales establecidas al efecto. En 1988 se importaron 52 extractos, el 25% de los cuales hubieran podido producirse en el país, hoy regu-larmente se producen mas de 60 (Fuentes, 1988). Los Laboratorios Biológico Farmacéuticos (LABIOFAM), se dedican a la producción de medicamentos de origen vegetal para uso veterinario y su prestigio sobrepasa ya los límites nacionales pues han obtenido productos muy efectivos en razas domés-ticas y comerciales. Al mismo tiempo se desarrolla un programa de capacitación y formación del personal médico y paramédico, con el propósito de elevar sus conocimientos acerca de la medicina natural y tradicional, se han elaborado diferentes materiales de apoyo para los médicos como la “Guía Terapéutica Dispensarial de Fitofármacos y Api-fármacos” (MINSAP, 1992) y una serie de libros conocidos por “FITOMED I, II y III” (MINSAP, 1993), así como otros manuales que sirven de referencia para la prescripción de los medicamentos naturales. En estos libros se recoge, la descripción botánica de la planta, con lo que se facilita su identificación, sus propiedades terapéuticas comprobadas, el modo de preparación, dosis recomendadas y las advertencias si las hubiera. El Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes publicó en 1995 un libro dedicado a la población que se titula “Saber y hacer sobre plantas medicinales”, el mismo ha tenido gran aceptación por lo útil que resulta en el hogar ya que en él se encuentra la información que brindan los libros mencionados, pero en un lenguaje popular y de fácil acceso para cualquier persona interesada (García, 1995). En el citado libro puede encontrarse una ilustración de las plantas y los requisitos para su siembra y cultivo, de modo que quien disponga de algún área cultivable, un jardín o incluso unas macetas, puede tener sus propias plantas medicinales. El libro ofrece además varios índices que agilizan la información. Varios materiales de carácter popular han sido publicados con este propósito, tales como “El Libro de la Familia” editado por las FAR (1991) y se realizan cursos y talleres con grupos de base y comunidades para promover el uso de la medicina verde en el hogar. Por otra parte también con la población se llevan a cabo campañas publicitarias utilizando la prensa escrita, radial y televisiva. Los periódicos “Trabajadores” y “Juventud Rebelde” (de tirada nacional) y los provinciales dedican espacios fijos a la divulgación del uso de las plantas medicinales y la televisión divulga cortos, “spots” y otros espacios en su programación con mensajes referentes al uso de las mismas. Durante los últimos años se han inaugurado numerosas Clínicas de Medicina Natural y Tradicional donde se realiza un trabajo muy importante en la atención primaria de salud, ya que sirven de soporte para la promoción y validación cien-tífica, no sólo de la Medicina Verde, sino también de otras terapias que contribuyen al auge que ha ido tomando en estos últimos años la aplicación de la medicina con un enfoque holístico. Las Clínicas de Medicina Natural y Tradicional cuentan con Especialistas en Medicina Natural y con personal calificado en acupuntura, fisio-terapia, digitopuntura, técnicas de la medicina china y se van incorporando otras especialidades a medida que se capacita al personal. Existen ya clínicas de este tipo en todas las provincias y en la mayoría de los muni-cipios y su prestigio ha ido en aumento según se extiende su servicio, funda-mentalmente a personas de la tercera edad o aquellos que por hipertensión, diabetes u otros padecimientos deben evitar el uso de medicamentos químicos. Conclusiones En una novedosa mezcla de tradición y ciencia, el gobierno cubano ha incorporado el uso de las plantas medicinales a un sistema de salud reconocido internacional-mente por su alto grado de desarrollo. Se ha explicado cómo el MINAG trabaja junto al MINSAP en las investigaciones relacionadas con su siembra, cultivo y co-mercialización a gran escala a partir de 1990. Afortunadamente los actuales investigadores contaron con profundos estudios de la flora medicinal cubana y con una sólida estructura de salud capaz de aprovechar la sabiduría popular, enriquecerla con la base científica y llevarla a la práctica de forma rápida y eficiente. La población cubana, que en un primer momento pudo pensar que ésta sería una solución propia del “Período Especial”, ha ido paulatinamente comprendiendo todas las ventajas de la medicina natural para el hombre y los animales a través de la capacitación que ha recibido el personal de salud y la población en general por los medios de comunicación masiva, e incluso a través de visitantes y amigos extran-jeros que ponderan su capacidad de curar y su inocuidad. Se prevé que en el futuro siga profundizándose y ampliándose el uso y conocimiento de las plantas medicinales en Cuba, ya que como expresara hace unos años el Ministro de las Fuerzas Armadas, General de Ejército Raúl Castro: “La Medicina Verde no es una necesidad de la pobreza, sino una opción de la riqueza”. Referencias Acosta, Lérida. 1993. Proporciónese salud. Cultive plantas medicinales. Editorial Científico – técnica. Ciudad de La Habana. FAR. 1991. El Libro de la Familia. Colección Verde Olivo. MINFAR. Ciudad de La Habana, Fuentes, V. R. 1988. Las Plantas Medicinales en Cuba. Tesis en opción al grado científico de Dr. en Ciencias Biológicas. La Habana. Fuentes, V. R. y Y. M. M. Granda. 1989. Potencialidad fitoquímica de la flora de Cuba. Plantas Medicinales . Boletín de Reseñas: 20. Fuentes, V. R.; Diana E. Ordaz y Y. M. M. Granda. 1989. Comparación de la utilización de las plantas medicinales en la medicina tradicional de varios países. Plantas Medicinales. Boletín de Reseñas: 20 Fuentes, V. R.; N. Rodríguez y Diana Ordaz. 1988. Plantas medicinales de uso popular referidas como tóxicas. Plantas Medicinales. Boletín de Reseñas: 19 García, María Mercedes. 1995. Saber y hacer sobre plantas medicinales. IIPF – CIC. Ed. Programa Biovida. Ciudad de La Habana. pp 84. Lima, H. 1988. Sobre el mejoramiento genético de plantas medicinales. Revista Cubana de Farmacéuticos: 22: 3: 113-118. MINSAP, 1992. Guía Terapéutica Dispensarial de Fitofármacos y Apifármacos. MINSAP. Ciudad de La Habana. MINSAP. 1993. Plantas Medicinales. FITOMED I,II y III. Ministerio de Salud Pública. Ciudad de La Habana. Pagés, Raisa. 1993. Avanza programa de apoyo a la industria farmacéutica. Periódico Granma. 19 de Agosto. Ciudad de La Habana. Roig, J.T. 1942. El cultivo y la industria de plantas medicinales en Cuba. Almanaque Agrícola Nacional: 196-200. Roig, J.T. 1942a. Cultivo de plantas medicinales en Cuba. Revista Nacional. La Habana: 1:4. Roig, J.T. 1945. Plantas Medicinales y Aromáticas. Revista de Agricultura. Ministerio de Agricultura. La Habana.. Roig, J.T.1945a. Plantas Medicinales, Aromáticas o Venenosas de Cuba. Primera Edición. La Habana. Roig, J.T.1974. Plantas Medicinales, Aromáticas o Venenosas de Cuba. Academia de Ciencias de Cuba. Tercera Edición. Ediciones Científico - Técnicas. Instituto del Libro La Habana. CAÑA DE AZÚCAR Y SOSTENIBILIDAD: ENFOQUES Y EXPERIENCIAS CUBANAS Rafael Suárez Rivacoba1 y Rafael B. Morín2 1- Ministerio del Azúcar (MINAZ) 2- Oficina Nacional de Normalización (ONN) E l azúcar constituye, desde hace cientos de años, uno de los componentes más importantes y universalmente utilizados de la dieta humana. Su im-portancia viene dada en su aporte energético a bajo costo, en combina-ción con su capacidad de endulzar. Se produce en las más diversas condiciones climáticas, prácticamente en todos los países del orbe. En las regiones de clima templado se obtiene a partir de la remola-cha y en las zonas tropicales y subtropicales a partir de la caña. La producción mundial azucarera ha estado, en los últimos años, alrededor de los 120 millones de toneladas anuales, de las cuales 60-65% proceden de la caña y el resto de la remolacha. Estas cifras no incluyen la producción sin centrifugar que bajo distintos nombres, tiene relativa importancia económica y social en países como Colombia y Ecuador en América, y en la India y otros países asiáticos. Pero desde hace ya muchos años el azúcar viene enfrentando una situación muy crítica como producto de comercialización internacional, lo cual se evidencia en la continua reducción relativa del llamado "mercado libre", y la prevalencia de precios en el mercado mundial por debajo de los costos de producción. Las causas que originan esta situación están suficientemente claras y son amplia-mente conocidas. El proteccionismo de los países desarrollados, principalmente de Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea, hicieron que, en unos pocos años, el primero redujera sus importaciones de 4-5 millones de toneladas anuales a menos de dos millones, y que la segunda pasara, de importador neto, a uno de los principales abastecedores del "mercado libre". La caña de azúcar, cuyo potencial genético aún está lejos de ser bien aprovechado, puede ser cultivada con técnicas mucho más apropiadas y sustentables, tanto en términos económicos como ecológicos, que las que hasta hoy se han venido "impor-tando" de los países desarrollados, basadas en el uso intensivo de fertilizantes mine-rales y plaguicidas. Por otra parte, la caña es una planta de características excepcionales, capaz de sinte-tizar carbohidratos solubles y material fibroso a un ritmo muy superior al de otros cultivos comerciales. Esta propiedad le abre una posibilidad prácticamente infinita de aprovechamiento para la producción de cientos de derivados, en muchos casos de mayor valor agregado e importancia económica que el azúcar. Esto permite un desarrollo basado en la integración agroindustrial, donde como se verá más adelante, los residuos agrícolas y efluentes industriales, lejos de ser un factor de perjuicio al medio ambiente, pasan a jugar un papel importante en su aprovechamiento económico y restitución de los elementos vitales del suelo. Agricultura cañera Las distintas variedades de caña que hoy se cultivan en el mundo con fines comer-ciales son especies e híbridos del género Saccharum, de la familia de las gramíneas (Poaceae). Es un cultivo de los llamados permanentes, que se cosecha en períodos que oscilan entre 12 y 24 meses. La duración de la cepa tiene como promedio entre 5 y 10 cosechas, aunque esto varía bastante entre regiones y según las distintas prácticas agrotécnicas. Para la nación cubana, la caña y el azúcar forman parte integrante de la historia, la cultura y las tradiciones del pueblo. Una historia que estuvo caracterizada por la injusticia social y que alcanzó su más cruel expresión durante la etapa colonial, con la introducción de esclavos africanos para los trabajos en las plantaciones cañeras y la operación de los trapiches de azúcar(Guerra, 1961; Moreno-Fraginals, 1978). A partir de 1959, en la agricultura cañera se desarrolló un proceso de modernización dirigido a una agricultura más intensiva, de altos insumos y caracterizada fundamentalmente por la introducción de la mecanización, que a finales de la década de los años 80 alcanzaba el 75% de la cosecha y el 100% del alza, lográndose una pro-ducción nacional promedio de más de 7.5 millones de t/año. En la década de los años 90, se crean situaciones extremadamente difíciles para Cuba por la desaparición del campo socialista. Por primera vez, la producción azu-carera cubana, en proporción de un 90% destinada a la exportación, se ve enfrentada de manera total al llamado mercado libre, que como se sabe, es un mercado de precios extremadamente deprimidos, motivado fundamentalmente por las medidas proteccionistas de los países más desarrollados. La falta de capacidad financiera o de créditos para la adquisición de insumos, obli-gan a iniciar un proceso de transformación de la tecnología agrícola en búsqueda de alternativas que aprovechen al máximo las características y potencialidades de la planta y su interacción con las condiciones naturales. La caña de azúcar (Saccharum officinarum) es un cultivo de extraordinaria capaci-dad, que en buenas condiciones culturales, produce volúmenes superiores a las 100 t/ha de tallos y si se incluyen las hojas y puntas, que no se emplean para la pro-ducción de azúcar; el volumen de biomasa vegetal se eleva en 20%. Esa alta productividad de la caña se explica por su elevada eficiencia fotosintética en comparación con otros cultivos comerciales, que le permite una mayor utilización de la energía solar y consecuentemente, un mayor coeficiente de absorción del CO2 at-mosférico (Alexander, 1985 y 1986). Solamente por esto, el cultivo de la caña de azúcar representa un aporte ecológico de importancia como vía para aliviar el calentamiento de la atmósfera que se origina a través del llamado "efecto invernadero". Aun cuando no están disponibles estudios definitivos sobre la actividad fotosintética de la caña, a partir de algunos estudios básicos (Rhodes y Rank, 1991), ha sido posible estimar, muy conservadoramente, una capacidad de fijación de carbono superior a 2 t por ha por año, solamente com-parables con la de los bosques deciduos de las zonas templadas (Acosta, 1992). Desde el comienzo de la década de los años 90, se viene trabajando sistemática-mente para lograr una agricultura cañera cada vez más ecológica, u orgánica, menos dependiente de los costosos insumos de productos químicos y que basada en el más moderno desarrollo científico-técnico posea una verdadera racionalidad ecológica y sustentabilidad económica. En Cuba la cosecha de caña verde se ha venido introduciendo paulatinamente y hoy está generalizada en alrededor del 90% de las áreas. También se emplea un sistema de cosecha mecanizada (74% del área) con máquinas que realizan una limpieza parcial de la caña por medios neumáticos. La paja extraída queda sobre el suelo en forma de una cubierta protectora que realiza una importante función de conservación de la humedad, evita la erosión y contribuye a la lucha contra malas hierbas. Sola-mente por este concepto se reportan disminuciones en el consumo de herbicidas de un 35% y hasta un 50% si se aplica localizado y las labores de cultivo mecánico de hasta un 33% (Díaz-Casas, 1996). Este cambio tiene un tremendo impacto en múltiples aspectos de la producción cañera; que inciden favorablemente, ya sea desde el punto de vista tecnológico, económico, como de protección del medio ambiente; pues se reducen labores de cultivo, consumo de agrotóxicos y los costos de producción, además del efecto beneficioso al medio ambiente por reducción de la contaminación del aire y de la degradación de los suelos. Una segunda limpieza de la caña se lleva a cabo en los llamados centros de acopio, donde además se realiza un transbordo a los carros de ferrocarril que transportan la caña al central azucarero; una parte significativa de estos residuos se utiliza como combustible en las propias calderas de bagazo, y más recientemente como materia prima para la producción de compost. La utilización de este compost, donde también se emplea cachaza (torta de filtro), resulta de un alto valor como mejorador orgánico de los suelos cañeros, existiendo un amplio programa para su generalización y perfeccionamiento mediante el uso de inóculos microbiológicos y las excretas del ganado estabulado alrededor de los propios centros. En combinación con la aplicación de las cenizas de bagazo del ingenio y el uso de los residuales industriales para el riego, se logra la sustitución de importantes cantidades de fertilizantes minerales, y se va cerrando un ciclo inte-grador entre el campo cañero, la industria procesadora y la producción pecuaria. El incremento en el aprovechamiento de la tracción animal ha venido a sustituir la falta de combustible y de maquinaria para la agricultura. En la actualidad hay una serie de actividades en la agricultura cañera que se realizan con bueyes, entre ellas las labores de cultivo, que en 1997 alcanzó casi el 50% del área cañera. Otras prácticas consideradas dentro de las técnicas de la agricultura orgánica que se vienen empleando en Cuba de forma extensiva son el laboreo mínimo de los suelos (Bouza et al., 1996) y la rotación e intercalamiento de cultivos (Crespo, 1996). Con el laboreo mínimo no sólo se consigue disminuir los costos de preparación del terre-no, sino que al emplear equipos que no invierten el prisma, se logra una menor afec-tación del suelo por la erosión y el efecto de los intensos rayos solares del trópico. En la rotación e intercalamiento de cultivos se ha dado preferencia al uso de legu-minosas como frijoles (Phaseolus vulgaris) y soya (Glycine max), que además del aporte económico que de por sí representan, contribuyen a mejorar la fertilidad de los suelos por la vía de la fijación de nitrógeno y otros efectos físicos y microbio-lógicos característicos de este tipo de cultivo. El uso óptimo de los fertilizantes se alcanza mediante un Servicio de Recomenda-ciones de Fertilizantes y Enmiendas (SERFE) (INICA, 1996) para la caña de azú-car, el que tiene el objetivo fundamental de aplicar sólo aquel fertilizante que se halla en déficit en el suelo y que la planta necesita para su normal desarrollo. Con este sistema se evita la fertilización irracional que tanto afecta al medio ambiente y el incremento de los costos de producción, contribuyendo además a mantener el equilibrio biológico del suelo. También en el terreno de la fertilización se desarro-llan investigaciones para el uso de bacterias fijadoras de nitrógeno. Se ensayan dife-rentes cepas de azotobacter, azospirillum y otros microorganismos. Otra acción importante en la conservación de los suelos contra la erosión es la siembra en contorno, que se está desarrollando en aquellos suelos donde se cultiva caña, con pendientes mayores del 8%; existiendo aún 228 mil ha con esta caracterís-tica. (Álvarez, 1995). Con la aplicación de esta técnica se pueden incrementar los rendimientos agrícolas en un promedio de 15 mil @/cab (13 t/há). En la actualidad se trabaja para aplicar esta técnica en las áreas que lo requieran, que se desarrolla por un Programa Nacional aprobado para este fin. El control de las plagas y enfermedades se lleva a cabo mediante los programas para la obtención de variedades resistentes y el de lucha biológica por medio de la libe-ración de insectos y microorganismos benéficos. El programa cubano de variedades garantiza que constantemente se estén incorpo-rando a la producción nuevos individuos para sustituir variedades que van degene-rando y comienzan a ser susceptibles a plagas y enfermedades. Actualmente, el 92% de las variedades en producción son cubanas y sólo el 8% de ellas proceden del extranjero. Estas últimas son sometidas a rigurosos estudios de campo, donde se analiza su comportamiento y adaptación en las diferentes regiones edafoclimáticas del país y sólo son aceptadas si son iguales o superan en rendimiento y otros parámetros a los patrones cubanos. El mismo cuenta con un banco de germoplasma con más de 2 500 individuos, 14 estaciones regionales, 63 bloques experimentales en áreas comerciales, un sistema de semillas certificadas, con un Banco de Semillas básicas en cada una de las provincias, que se multiplica en los bancos de semillas Registradas y Certificadas y una estación cuarentenaria. Se emplea la micropropagación acelerada como comple-mentación a los métodos tradicionales de reproducción de semillas. En la actualidad se están produciendo alrededor de 10 millones anuales de vitro plantas en nuestras biofábricas, En la lucha biológica la mayor prioridad se concede al control del barrenador del tallo (Diatraea saccharalis), que es la plaga de mayor afectación económica en Cuba. Se dispone de 50 Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), donde cada año se liberan decenas de millones de pupas de la mosca cu-bana (Lixophaga diatraeae). Se comienzan a ensayar otros enemigos naturales como las avispas del género Aphanteles y Trichogramma, la esterilización de machos y la producción bioindustrial de hongos y bacilos. Azúcar orgánico Todo lo expresado anteriormente ha contribuido favorablemente a que Cuba pueda desarrollar en un tiempo breve, un período de conversión de su agricultura cañera hacia la aplicación de técnicas orgánicas. No obstante, para ello se requiere de una experiencia inicial a pequeña escala, que se ha venido poniendo en práctica desde 1997 en áreas aledañas a la Universidad Central de Las Villas (UCLV) para la producción de caña orgánica, sin la aplicación de insumos químicos con buenos resultados. Esta caña es procesada en una planta piloto que posee dicha Universidad, ubicada en la región central del país y que puede llegar a producir hasta 1000 t de azúcar por año para la exportación con destino al mercado europeo, que en el pre-sente año 2000 recibirá las primeras cantidades de azúcar orgánico cubano, certifi-cada por Ecocert Internacional, que es un organismo de Control para este tipo de producción radicado en Alemania. El inicio de la aplicación de esta tecnología, amigable con el medio ambiente y la salud humana, es producto de coordinaciones realizadas hace más de cuatro años, por el actual Grupo de Agricultura Orgánica con el Ministerio del Azúcar y la citada Universidad. Para ello se contó con un especial apoyo de la Asociación Italiana de Agricultura Biológica (AIAB) en la preparación de especialistas que trabajaran en Cuba por el cumplimiento de los estándares en conformidad con el reglamento 2092/91 de la Comunidad Económica Europea para estas producciones. El desarrollo exitoso de esta experiencia a pequeña a pequeña escala que se ejecuta en la Universidad Central, ha aportado los conocimientos necesarios para que el Ministerio del Azúcar los tomara como base para poner en práctica una producción a escala industrial, para lo que se dedicará un Complejo Agro-Industrial (CAI) azu-carero de capacidad media de procesamiento de caña, que oscila entre 4 600 y 6 900 t/día. Esta industria procesará solamente caña orgánica para lograr con ello un pro-ducto de alta calidad para la exportación y de mejor seguridad para el consumidor. Algunos de los subproductos de esta producción serán reciclados como abonos orgá-nicos en sus propias áreas y otros podrán ser utilizados en el futuro en la elaboración de otros productos también orgánicos de gran demanda popular. Todo este conjunto de tecnologías en aplicación creciente y asociadas unas con otras, soportadas sobre una base científico-técnica sólida, permiten un acercamiento progresivo hacia una efectiva integración agroindustrial y una agricultura cañera realmente sostenible. La diversificación en el uso de la caña El hecho de que la caña de azúcar haya sido utilizada durante más de 400 años como materia prima para la producción de azúcar, contribuyó a crear una mentalidad de que la síntesis de sacarosa es la característica más importante de esta planta. Alrededor de las dos terceras partes de los casi 250 millones de toneladas de caña que se producen cada año en el mundo se destinan a la producción de alcohol etílico para combustible automotor, tanto en forma directa, como para aditivo de gasolina. Si se piensa en un aprovechamiento integral de la caña como fuente de biomasa, hay que tener en cuenta que además de los tallos, que es la fracción empleada para la producción azucarera, la caña está integrada también por cantidades apreciables de hojas y cogollo (puntas). La fracción puntas (cogollos) más hojas (verdes y secas) al momento de la cosecha, constituyen un residuo agrícola que se quema o se desaprovecha casi universalmente. La tabla 1 muestra la composición química de ambas fracciones. La proporción entre tallos y cogollos más hojas depende de la variedad, el manejo agrotécnico y la edad de la caña. Estudios realizados en Cuba (Casanova, 1982) demuestran que existe una relación directa entre esta proporción y el rendimiento agrícola, como se muestra en la tabla 2. Con los esquemas actuales de procesamiento de caña para producción de azúcar, por cada 100 t de tallos limpios entrados a fábrica, se pueden obtener las cantidades de productos que se muestran en la tabla 3. Se trata de combinar el adecuado aprovechamiento integral de la caña y la utiliza-ción de los subproductos de la industria azucarera. "La diversificación equivale al uso integral de la caña de azúcar, la optimización del uso de los subproductos de la fabricación de azúcar y el uso del azúcar en sí, y de la caña de azúcar, como materias primas para su transformación en otros productos valiosos desde el punto de vista de su repercusión económica y social. También equivale al uso óptimo de la tierra dedicada a este cultivo, por ejemplo, mediante la introducción de cultivos intercalados o en rotación. En ningún caso se debe entender que la diversificación significa la sustitución de la caña de azúcar por otros cultivos". Se entiende por tanto de la comprensión de que la diversificación no es una estra-tegia para enfrentar la crisis del mercado azucarero, sino un camino para la industrialización y el desarrollo social de nuestros países. Los azúcares solubles, principalmente sacarosa, glucosa y fructuosa, pueden extraerse en solución acuosa mediante molinos o difusores, tal como se hace para la producción de azúcar o alcohol. Las posibilidades de transformación de estos azúcares por vía química o biotecnológica en otros productos, darían un listado prácticamente interminable. La rentabilidad de los productos derivados de la miel final en general depende fuer-temente del precio de ésta. Pueden emplearse mieles intermedias del proceso azucarero (miel A ó B), e incluso partir del azúcar como materia prima, tal como se hace en Cuba para la producción de dextrana, glucosa, y sirope de fructuosa (Cordo-vés, 1978), tensoactivos biodegradables, etc. Por su parte, la fracción lignocelulósica de la caña, ya sea el bagazo que resulta como residuo al extraer el jugo azucarado, o la paja (hojas y puntas), puede ser utilizada en diversas aplicaciones. El bagazo es, ante todo, un combustible que en los esquemas actuales de producción de azúcar se emplea para obtener toda la energía que requiere la fábrica. Como se verá más adelante, con esquemas térmicos eficientes, un ingenio azucarero puede autoabastecerse energéticamente, y obtener sobrantes de bagazo hasta del orden de 30%, que quedarían disponibles para otros usos. La paja de caña puede ser también empleada como combustible en los propios centrales azucareros u otras industrias. Procesados adecuadamente por métodos químicos, físicos o biotecnológicos, tanto el bagazo como la paja, rinden alimentos energéticos de buena calidad para el ganado vacuno. Otra gran cantidad de productos de mayor valor agregado pueden obtenerse a partir del bagazo, y ya se producen hoy a escala comercial en varios países. El bagazo sustituye a la madera en diferentes aplicaciones, en ocasiones con ventajas técnicas y económicas. Varios surtidos de tableros aglomerados, papeles y cartones, celulosa y sus derivados, xilosa, furfural y otros productos, pueden obtenerse a partir del bagazo. Cuando el bagazo se emplea para la producción de derivados, generalmente se le fija un precio basado en su valor energético y el precio prevaleciente del combustible necesario para sustitución en la fábrica de azúcar. Como promedio, puede tomarse una relación de sustitución de 5.2 t. de bagazo (50 % de humedad) por tonelada de fuel-oil. De especial relevancia económica y social para muchos países cañeros resulta la utilización del bagazo como materia prima en la industria de pulpa, papel y tableros, teniendo en cuenta los limitados recursos forestales disponibles. Este es el caso de Cuba, donde se ha dedicado gran atención al desarrollo de tecnologías en este campo. Más adelante se examinará en detalle las potencialidades del bagazo como fuente anualmente renovable de fibra. Hasta aquí se han mencionado solamente algunos de los derivados que se han dado en llamar de "primera" o "segunda" generación. Los desarrollos científico-técnicos recientes en el campo de la biotecnología, la evidencia del carácter perecedero de los recursos fósiles, principalmente el petróleo, las limitaciones en recursos forestales y la necesidad de preservarlos, la escasez de alimentos y otros factores, abren un nuevo panorama para los derivados de la caña. Por otra parte comienzan a introducirse derivados de "tercera" y "cuarta" generación mediante la transformación de los primeros, en productos de mayor valor agregado. La sacarosa se convierte en materia prima para medicamentos como la vitamina C por la ruta glucosa-sorbitol, polímeros como el poli-hidroxi-butirato y tensoactivos biodegradables. La celulosa obtenida del bagazo permite llegar al celofán, los acetatos, rayón, carboxi-metil-celulosa (CMC), celulosa micro-cristalina, etc. El alcohol etílico obtenido por fermentación da origen a toda una industria alcoquí-mica, en la que pueden obtenerse masas plásticas, acetaldehido y sus derivados y otros muchos productos. En países como Brasil, India y Perú (GEPLACEA, 1988) algunos de estos esquemas operan ya a escala comercial con resultados económicos satisfactorios. En resumen, el número de alternativas es prácticamente interminable y existe una extensa literatura sobre el tema. El Manual de los Derivados editado por ICIDCAGEPLACEA-PNUD (ICIDCA-ONUDI-GEPLACEA, 1985) brinda datos técnicoeconómicos sobre una gran cantidad de productos y tecnologías. La caña para alimento animal Los pronósticos acerca de la población en América Latina y del Caribe, prome-diaban un incremento de unos cien millones de habitantes hasta el presente año 2000. En contraste, la producción total de alimentos de la región del Caribe y América Latina, en el período 1975 a 1986 decreció en un 8% aproximadamente (Preston, 1986). No son necesarias muchas más cifras para comprender el efecto en la agudización de la ya alarmante situación de desnutrición de la población de nuestro continente. La caña puede ser no sólo lo que ha sido desde siempre, una fuente importante de calorías en la dieta por vía del azúcar, sino también un aporte de peso para la producción pecuaria en las condiciones de muchos países, con grandes déficits de cereales, pastos, otras fuentes proteicas para sostener los esquemas tradicionales de alimentación animal. Los dos problemas fundamentales a tener en cuenta en el diseño de una base ali-mentaria para cualquier tipo de animal son la energía metabolizable y la proteína. El modelo que podemos llamar clásico o tradicional resuelve estos dos factores a partir de pastos de altos rendimientos, cereales y granos proteicos. La caña de azúcar y los subproductos de la industria azucarera, ofrecen alternativas de solución tanto para la energía metabolizable como para el suministro de proteínas a los animales. Estas alternativas tienen no sólo importancia económica para los países de clima tropical, sino que representan una contribución estratégica a largo plazo para aliviar la crítica competencia entre el hombre y la ganadería en el con-sumo de cereales y energía (Pimentel, 1997; Preston, 1997). A continuación se discuten brevemente algunos conceptos básicos de las principales alternativas Uso integral de la caña Las experiencias de más de 15 años en varios países han llevado a establecer la posibilidad y las ventajas económicas de la caña de azúcar como la base energética fundamental para la alimentación del ganado vacuno, tanto en la producción de carne como de leche (Preston, 1977; Murgueitio, 1990). Estos sistemas adquieren especial relevancia para los países de clima tropical du-rante el período de seca, pues coincide que ésta es la época óptima para la cosecha de la caña y a su vez la de más crítica disponibilidad de pastos y forrajes. Cuando se satisfacen algunos relativamente modestos requerimientos de comple-mentación, las dietas basándose en caña integral molida pueden permitir pro-ducciones de leche de 10-12 litros por día y ganancias en peso superiores a los 800 gramos diarios (Álvarez, 1986; Preston y Murgueitio, 1988). Los requerimientos fundamentales son la adición de urea como fuente de nitrógeno, algunas cantidades mínimas de proteína verdadera (vegetal, animal o unicelular) y precursores gluc-génicos como los provenientes de residuos de trigo, arroz, etc. Las dietas óptimas dependerán de la disponibilidad y los precios de cada región, pero la experiencia indica que siempre estas raciones basándose en caña en las condiciones de la mayor parte de los países azucareros, resultan mucho más viables que los sistemas convencionales. Un aspecto de interés es la posibilidad de incrementar el contenido de proteína verdadera de la caña mediante la fermentación en fase sólida de los carbohidratos solubles presentes en la misma. Algunas experiencias recientes de Cuba vienen dando resultados alentadores, y se comienza a generalizar el uso de un producto denominado saccharina, con contenido de proteína en el orden del 6-8 %. En este sentido, en Cuba se viene empleando no sólo la caña finamente molida, sino también el llamado "bagacillo del tandem" que se extrae de las fábricas de azúcar con una composición (contenido de fibra y azúcares) muy semejante al de la caña misma; en esta variante, se aprovecha la infraestructura industrial existente sin afectar la capacidad de la fábrica, y se obvian nuevas inversiones para moler caña. Las mieles y el jugo Como alternativa al uso de la caña de forma integral hay que tener en cuenta la posi-bilidad de su "fraccionamiento" (Preston, 1988), es decir, separar el jugo contenien-do los azúcares, del bagazo, lo cual sin dudas brinda las ventajas de un aprovecha-miento más dirigido, que tenga en cuenta las potencialidades específicas de cada fracción. La forma más difundida de empleo de carbohidratos solubles en la alimentación animal es la del uso de la miel final, lo cual se practica no sólo en los países pro-ductores de azúcar, pues algunos países desarrollados importan miel final (melaza) con este objetivo. Importantes trabajos de investigación realizados en Cuba desde los años sesenta, crearon las bases científico-técnicas para el desarrollo de diferentes sistemas de alimentación basados en las mieles, en sustitución de cereales como fuente de energía metabolizable (Elías, 1986). En el caso de los rumiantes, para emplear la melaza como fuente de energía, al igual que al usar la caña integral, el éxito depende de una adecuada complementación. En la práctica, las alternativas más económicas de complementación utilizan urea como fuente de nitrógeno fermentable y algún forraje proteico o combinaciones de forrajes y concentrados proteicos restringidos como aporte de nutrientes sobrepasantes (Preston, 1977). El uso de mieles para ganado vacuno se emplea en Cuba desde hace años (Figueroa y Ly, 1990) al igual que en otros países. En las dietas a base de mieles se sumininis-tra urea como fuente de nitrógeno fermentable y se complementan con algunas can-tidades de forraje, minerales y proteína verdadera. En el caso de la producción porcina también existe en Cuba experiencia de varios años de trabajo investigativo y aplicación a escala comercial del uso de las mieles de caña (Figueroa y Ly, 1990). Para Cuba, donde la carne de cerdo es un componente importante en la dieta tradicional de la población y con serias limitaciones climáticas para la producción de cereales, la utilización de los subproductos de la industria azucarera, adquiere una especial relevancia. En la alimentación de cerdos con mieles, se ha demostrado que el alto contenido de sustancias no-azúcares presentes en la miel final, determinan un pobre aprovecha-miento del valor energético de la misma (Ly, 1989). Como alternativa, en Cuba se utiliza desde hace algunos años la sustitución de la miel final por mieles intermedias (A o B) del proceso azucarero, más ricas en azúcar, habiéndose demostrado la con-veniencia económica de esta sustitución (Pérez, 1986). Por otra parte, el uso directo del jugo de la caña para la ceba de cerdos se viene aplicando desde hace algunos años con buenos resultados, tanto técnicos como eco-nómicos, en varios países. En Cuba existen experiencias de este tipo basadas en la extracción del jugo en pequeños trapiches o molinos de caña anexos al cebadero porcino. Esta variante tiene el inconveniente de los bajos niveles de extracción del jugo (aproximadamente 45%), pero se logra con instalaciones sencillas y se puede apro-vechar el bagazo rico en azúcar para alimentación de rumiantes. En Cuba también se ha ensayado de esta forma, pero además se viene difundiendo la práctica de emplear el jugo de primera extracción del central. Bagazo y bagacillo Como se sabe, una fábrica de azúcar de caña puede liberar importantes cantidades de bagazo para distintos usos. El bagacillo, que es la fracción más fina que resulta de tamizar el bagazo, o cuando se desmedula antes de enviarlo a las fábricas de papel o tableros, también es una materia prima que puede estar disponible con relativa facilidad y a bajo costo. La utilización de estos productos para la alimentación animal tiene el significativo atractivo de que se requieren inversiones modestas para la construcción y operación de las instalaciones procesadoras. Su principal limitante, en comparación con otros residuos agrícolas, es el bajo nivel de digestibilidad. A escala comercial se han venido empleando básicamente dos tecnologías con el objetivo de aumentar la digestibilidad de estos materiales. Mezclas de bagacillo con miel final y urea se emplean en Cuba desde hace años con resultados modestos en cuanto a un adecuado aprovechamiento del material lignocelulósico (Suárez Riva-coba, 1987). El tratamiento químico alcalino con hidróxido de sodio se desarrolló en Cuba en los años 70 y se ha venido empleando extensamente. Con cualquiera de los sistemas es posible elevar la digestibilidad de los materiales, desde 30-35 % hasta valores cercanos al 60%, lo cual los hace comparable a otros forrajes y residuos agrícolas tradicionales. Recientemente se ha comenzado a generalizar en Cuba una tecnología (predical) donde el hidróxido de sodio se sustituye por cal (hidróxido de calcio) con excelentes resultados. Estudios económicos realizados sobre estos sistemas de tratamiento (González, 1987; González y Saez, 1991) demuestran que: El aumento de la energía metabolizable que se obtiene en cualquiera de ellos compensa los costos de los mismos. Con el aumento continuado de los precios del hidróxido de sodio y la energía, la alternativa empleando la cal se muestra altamente atractiva. Al igual que se indicó para el uso de la caña y las mieles, una adecuada comple-mentación de estos productos es decisiva para obtener resultados óptimos, tanto en el orden técnico como económico. Proteína a partir de la caña En comparación con los cereales, granos y pastos, la principal limitante de la caña y los subproductos de la industria azucarera es su casi nulo contenido de proteína. Sin embargo, los carbohidratos solubles presentes en las mieles o en el jugo pueden ser transformados en proteína unicelular mediante tecnologías de fermentación amplia-mente conocidas. Desde finales de los años 70, en Cuba existen once plantas de 10-12 mil toneladas anuales de capacidad que producen levadura torula a partir de miel final. La levadura torula es un concentrado con contenido de proteína de 45-48%, en forma de polvo. Desde hace algunos años, una parte importante de la capacidad instalada se viene utilizando en forma de crema mezclada con mieles intermedias del proceso azucarero, para obtener un producto denominado miel proteica, con un contenido de proteína de 15% base seca. A partir de este producto se ha desarrollado toda una tecnología de producción porcina (Figueroa, 1990) cuyos resultados en las condi-ciones de Cuba, resultan económicamente ventajosos en comparación con las tecnologías tradicionales. El uso de la levadura de recuperación en las fábricas de alcohol permite obtener magníficos indicadores tecnológicos en la ceba de cerdos garantizando buenos resul-tados económicos. Los residuos agrícolas Aunque los residuos agrícolas (hojas y puntas) constituyen alrededor del 20% del peso de la planta, hasta el presente su aprovechamiento en la mayor parte de los países es casi nula. Como ya se explicó, el “sistema cubano de cosecha”, permite concentrar en centros de limpieza de caña importantes volúmenes de residuos agrícolas. En la actualidad operan 930 estaciones y centros de limpieza (centros de acopio), en los cuales se obtienen como promedio unas 40 toneladas por día de residuos, que dan una disponibilidad total de alrededor de 5 millones de toneladas anuales; una parte significativa de estos residuos se emplean como forraje para el ganado vacuno, de gran importancia por coincidir con la época de sequía, El valor alimenticio de estos residuos, cuando se consumen frescos, es aún superior al de los otros materiales lignocelulósicos mencionados (bagazo y bagacillo), y son también susceptibles de su tratamiento para aumentar la digestibilidad. Ya se mencionó anteriormente, el impacto económico y ecológico que representa la utilización de parte de estos residuos, en combinación con las excretas del ganado estabulado y la cachaza del ingenio, para la producción de compost. Caña de azúcar y energía Si se analiza la relación entre el valor energético de la biomasa contenida en la caña de azúcar y la energía necesaria para su cultivo y cosecha, se obtiene una relación de 20 a 1, calculada para una agricultura cañera con altos niveles de fertilización, uso de riego y cosecha mecanizada. Esto significa que la energía invertida en la producción de caña representa, cuando más, el 5% de su potencial (López y de Armas, 1980). En términos prácticos, esta potencialidad tiene que ser expresada en alguna de las formas de uso de la energía en la vida moderna. De ellas, las de mayor importancia actual son la producción de electricidad, los combustibles para la generación de vapor en la industria y los combustibles líquidos para vehículos automotores. El ingenio azucarero tradicional es ineficiente desde el punto de vista energético. Los consumos de vapor para procesos oscilan entre 450 y 550 kg/t de caña, cuando cifras en el orden de 350 kg y menos, pueden ser alcanzados por tecnologías y equipos conocidos y probados (Correia, 1991; Ogden, 1990). Si el objetivo de la fábrica es obtener bagazo excedente con el propósito de producir derivados o venderlo como combustible a otras empresas, los factores importantes son disminuir el consumo de vapor y maximizar la eficiencia de combustión, pero no se requieren altas presiones. En estas condiciones, con presiones relativamente bajas, de 200-400 lb/plg2 se puede producir toda la energía eléctrica y mecánica demandada y obtener excedentes de bagazo de 30% y más (de Armas y González, 1986). Obtener buenos niveles de eficiencia en la combustión de bagazo demanda el uso de calderas modernas con hornos que permitan disminuir el exceso de aire y dotadas de superficies recuperadoras para hacer un mayor aprovechamiento de los gases (de Armas y González, 1986), las cuales son producidas hoy día por diversos fabricantes en distintos países, incluso latinoamericanos como Cuba y Brasil. Una posibilidad que permite mejorar, con inversiones modestas, la eficiencia de calderas existentes, es la incorporación de secadores de bagazo que emplean los gases de chimenea para reducir la humedad de este combustible, desde 50%, que es como sale de los molinos, hasta niveles de 25-30%. En Cuba existen positivas experiencias con este sistema (Arrascaeta, 1988). Los nuevos ingenios construidos en Cuba en los últimos años, con esquemas y equipamiento relativamente simples, están diseñados para operar a presión de 400 lb/plg2 y entregar cada zafra 40-50 mil t de bagazo y 7-8 mil MW-hr de electricidad exce-dente. Otras decenas de fábricas también se han ido incorporando progresivamente al sistema energético nacional y entregan excedentes que se traducen en la reducción de importaciones de petróleo. Otras alternativas que se vienen aplicando con éxito son el aprovechamiento de los residuos agrícolas de la cosecha como combustible y la obtención de biogás me-diante la digestión anaeróbica de los residuales de la industria. La utilización de los residuos de la cosecha ha sido posible gracias al sistema ya mencionado de meca-nización, que permite obtener grandes volúmenes de biomasa concentrados en los centros de acopio y limpieza de caña. Con una adecuada reducción del tamaño de partícula, este producto se quema en las propias calderas de bagazo del ingenio, sin grandes diferencias con ese combustible. Alternativamente permite satisfacer las necesidades energéticas de plantas de derivados anexas al central azucarero. La producción de biogas a partir de los residuales de la industria azucarera o de los mostos de destilería, puede aportar ahorros energéticos de consideración, además de los beneficios relacionados con la disminución de la contaminación. En Cuba y en Brasil existen experiencias a escala comercial sobre esta alternativa. Los residuos del proceso de producción de biogas, tanto el efluente líquido como los lodos, cons-tituyen dos elementos de alto valor como fertilizantes, retornables sin peligro ecoló-gico a las áreas cañeras. El bagazo como fuente de fibra renovable El bagazo, entre los materiales fibrosos, tiene la ventaja de que su recolección está garantizada por la industria azucarera. El problema consiste en el transporte del bagazo a grandes distancias, en función de la capacidad de la planta de pulpa y la capacidad y ubicación de los centrales que lo suministran. Comprendiendo la importancia actual y futura del bagazo como materia prima fi-brosa, en Cuba se han dedicado serios esfuerzos al trabajo de investigación para el desarrollo y perfeccionamiento de las tecnologías. Solidarias con estos esfuerzos y comprendiendo el papel que debe jugar el bagazo para gran cantidad de países en desarrollo, la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) brindó cooperación y ayuda financiera a Cuba, con lo cual se creó la Unión Investigación-Producción Celulosa de Bagazo, también conocida como Pro-yecto Cuba-9. Los conceptos y tecnologías que se mencionan en este documento, son en gran medida resultado del trabajo de esa institución, demostrados y aplicados en sus propias instalaciones industriales (GEPLACEA, 1990). En Cuba se han estudiado los efectos de estos residuales nocivos y se han encon-trado soluciones. Se ha desarrollado el uso de etapas de delignificación y extracción alcalina con oxígeno que reducen a la mitad la generación de compuestos clorados. El control microbiológico de la pila de almacenaje y la recirculación controlada de los licores durante el mismo, así como la sedimentación y separación de la médula húmeda, logran una disminución de la Demanda Química de Oxígeno (DQO) del 90% y de sólidos del 80%. También ha sido desarrollado el pulpeo de alto rendimiento (Bambanaste, 1988; García, 1988) así llamado por disolver solo el 15-20% del bagazo, comparado con un 45-55% de la tecnología química convencional. Los niveles de DQO son la mitad del proceso químico con recuperación. Una planta de alto rendimiento de 200 t tiene el mismo impacto ecológico que una planta de pulpa química de 44 t/día sin recu-peración. Su factibilidad técnica y económica para la producción de papel periódico, medio corrugado para cajas y otros surtidos, ha sido demostrada y reconocida inter-nacionalmente (GEPLACEA, 1990). Una ventaja importante de la tecnología quimi-mecánica es que su economía de escala y alto rendimiento hace rentables pequeñas plantas de pulpas anexas a cen-trales azucareros entregándole todo el bagazo como excedente energético. Como conclusión se puede afirmar, que la contaminación generada por los resi-duales de la producción de pulpa y papel a partir del bagazo, puede hacerse dentro de los límites establecidos para la industria de madera si se usan soluciones tecno-lógicas existentes, así como el empleo de nuevas tecnologías, como el pulpeo de alto rendimiento. Las demandas crecientes de la humanidad de productos derivados de la fibra, junto a la imperiosa necesidad de conservación de las reservas forestales, encuentran en el bagazo de caña una alternativa de gran peso económico y ecológico. Conclusiones La única pretensión de este trabajo es la de fijar el concepto de que la caña de azúcar posee todas las características necesarias para constituir la base de un desarrollo social económicamente viable, autoenergético y ecológicamente sustentable. Existe gran cantidad de experiencias, argumentos, cifras y alternativas que, por razones de espacio, no han podido ser incluidas en el documento. De cualquier manera, las siguientes afirmaciones son las conclusiones que se han querido demostrar: Es posible desarrollar una agricultura cañera con técnicas orgánicas con mínimos insumos químicos contaminantes del medio ambiente. Un conjunto de técnicas de este tipo se emplean ya a escala comercial. Para lograr esta aspiración, resultan factores vitales la aplicación de los adelantos científicos-técnicos y una fuerte integración entre el campo y la industria. La cosecha de la caña sin quemar constituye un aspecto de decisiva importancia para la protección del medio ambiente. Esto no solo es técnica y económica-mente viable, sino que introduce beneficios adicionales a partir del aprovecha-miento de los residuos agrícolas. El llamado Sistema Cubano de Cosecha esta diseñado con esta concepción y se ha ido perfeccionando a lo largo de muchos años de explotación extensiva. La diversificación del uso de la caña, además de representar una alternativa a la crisis del mercado azucarero, constituye una estrategia lógica y económicamente ventajosa de desarrollo. El abanico de productos de alto valor que pueden ob-tenerse de la caña y sus derivados de la industria, es prácticamente infinito. La potencialidad de la caña como recurso energético renovable es superior a la de otros cultivos o especies conocidas. La producción de azúcar o alcohol puede llevarse a cabo sin consumo energético externo y además dejar disponibles exce-dentes considerables de energía para otros usos. La caña de azúcar y los subproductos de la industria azucarera permiten crear una base alimentaria para la ganadería en las condiciones tropicales, comparable, a los esquemas tradicionales de pastos y granos utilizados en las regiones templadas. El bagazo de caña es una fibra de buena calidad para la producción de una gran cantidad de surtidos de pulpa, papel, derivados químicos de celulosa y tableros aglomerados. Por su carácter renovable y las características de las tecnologías disponibles, el uso del bagazo representa un aporte ecológico de importancia como alternativa a la explotación forestal. El carácter agroindustrial de una industria procesadora de caña de azúcar, permite dar una solución a los residuales líquidos a través de su aprovechamiento económico y retorno a los campos, como es el caso de las tecnologías de biogas y fertirrigación. Consecuencia: procesos industriales verdaderamente "limpios". Referencias Acosta, R. 1992. 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En no pocos casos, la búsqueda de la sostenibilidad económica de la unidad y la escasez de recursos han inducido el retorno a prácticas tradicionales y ecológicas. D Principales experiencias y avances de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa Los objetivos de la remodelación del régimen de tenencia y explotación de la tierra se centraron en la diversificación de las formas de producción y de los agentes productivos, así como en el redimensionamento de las áreas. Las propias cir-cunstancias hacían necesario desarrollar una agricultura ecológica, de bajos insumos, y la necesidad de promover nuevos incentivos para captar y estabilizar la fuerza de trabajo en el sector. A partir de septiembre de 1993 y en las tierras de las Empresas Estatales que funcionaban hasta el momento, se crearon las UBPC por iniciativa y acuerdo del Buró Político del Partido Comunista de Cuba. Los Ministerios de la Agricultura (MINAG) y del Azúcar (MINAZ) elaboraron un cuerpo jurídico para llevar a efecto dicho acuerdo. Entre los principales antecedentes de las UBPC como estructuras agrícolas se encuentran las Cooperativas Cañeras de principios de los años 60, las Sociedades Agropecuarias y las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), impulsadas a partir de 1975. En los POR CUANTOS del Decreto Ley No. 142 sobre las UBPC se expresa que "... con el propósito de buscar fórmulas que incentiven y motiven a los hombres a entregar sus reservas productivas en función de lograr mayores volúmenes de producción con el menor gasto posible de recursos materiales, es necesario llevar a cabo importantes innovaciones en la agricultura estatal, incluyendo la creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa como una nueva forma de organización de la producción agropecuaria..." El funcionamiento de las nuevas empresas estaría regido por cuatro principios fundamentales que aparecen en la Legislación, a saber: a) la vinculación del hombre al área como forma de estimular su interés por el trabajo y su sentido concreto de responsabilidad individual y colectiva; b) el autoabastecimiento del colectivo de obreros y su familia con esfuerzo cooperado así como el mejoramiento progresivo de las condiciones de vivienda y otros aspectos relacionados con la atención al hombre; c) la asociación rigurosa de los ingresos de los trabajadores a la producción alcanzada; d) el amplio desarrollo de la autonomía de gestión y la administración de sus recursos, a fin de hacerse autosuficiente en el orden productivo. El ritmo del proceso de constitución fue diferente, según la labor principal de las granjas estatales de las que surgían. En las cañeras fue muy acelerado, mientras que en el sector no cañero se produjo más lentamente. El proceso de constitución fue bastante homogéneo en todo el país, según los principios que estableció la legis-lación. Por otro lado, en general, el diseño del modelo UBPC como unidad econó-mica no tomó en consideración la diversidad de cultivos, las diferencias regionales, las relaciones microeconómicas y las particularidades de las unidades. Los Reglamentos Generales de las UBPC las definen como "una organización eco-nómico y social, integrada por obreros con autonomía de gestión, recibe el usufructo de las tierras por tiempo indefinido y posee personalidad jurídica propia..." Otras de las características de esta nueva forma de propiedad son: los miembros se unen de forma voluntaria, son dueños colectivos de la producción, que será vendida a la Empresa -como representante del Estado-- en la forma que ésta (la Empresa) decida. Deben pagar el aseguramiento técnico-material que brinda la Empresa así como comprar a crédito los medios fundamentales de producción. Además eligen el colectivo de dirección que debe rendir cuentas de forma periódica a los socios que conforman la Asamblea General, quienes son, en última instancia quienes aprueban las decisiones fundamentales. A cinco años de constituidas, es indiscutible que el comportamiento de la partici-pación de los trabajadores en las UBPC ha transitado por diferentes momentos muy vinculados a los cuatro principios que sustentan su actividad. No obstante, según nuestra opinión, dos de ellos son los más importantes: el desarrollo de la autonomía de gestión y el referido a la vinculación del hombre al área. Entre los avances más significativos producidos en la agricultura cubana posterior a la creación de las UBPC se pueden señalar: • En lo económico se observa cierto interés de los socios, así como de las Juntas de Administración en la ganancia, los costos de la producción y los resultados productivos. • Disminución de las pérdidas a través de la reducción de los gastos. • La UBPC puede considerarse como un proyecto que abre nuevos espacios de participación enmarcados en el proceso de la producción agrícola para un amplio sector de la producción. Las esferas de participación están limitadas al ámbito productivo y más recientemente al mercado agropecuario. • Existe una tendencia a la utilización de prácticas agroecológicas, entre otras razones debido a la escasez de insumos producida a partir de la desaparición del campo socialista. • Las UBPC han manifestado la intención de lograr el tamaño óptimo según cultivo para su manejo racional. Estos últimos aspectos se han desarrollado en función “del tránsito forzado del modelo de desarrollo agrícola basado en la utilización de agroquímicos, sistemas de riego y maquinarias agrícolas con alto consumo de petróleo, a un Modelo Alter-nativo que implica el uso de fertilizantes orgánicos, el control biológico de plagas, uso de la tracción animal y formas alternativas de energía, la diversificación, las prácticas de intercalar y rotar cultivos y el acercamiento a las tradiciones campesinas relacionadas con los métodos de explotación de la tierra”. Prácticas productivas y ecológicas según estudios de caso en UBPC tabacaleras y cañeras El cultivo del tabaco se tuvo en cuenta por su carácter histórico, vinculado a la exportación. Regionalizado en el centro y occidente del país, en menor medida en otras regiones para consumo local, decayó su cultivo por pérdida de tierras y agricultores. A partir de 1993 por la necesidad de ampliar las exportaciones se encuentra en proceso de expansión. El cambio de política agraria relacionado con la producción tabacalera y que se manifiesta en la creación de las UBPC y la entrega de tierras a productores individuales, introduce nuevos actores en esta rama, hasta entonces lidereada por productores privados y cooperativos. Es la actividad agrícola más dinámica por el financiamiento externo, recibe más recursos productivos, aporta mayor cantidad de divisas al Ministerio de la Agricul-tura para reactivar otras producciones agrícolas nacionales, además es la producción más diversificada. Por las propias condiciones de la producción tabacalera, en la finca se produce tabaco y alimentos, estos últimos tienen un impacto en la alimentación familiar y en la comercialización en el mercado agropecuario. En 1998, de un total de 2 701, había 53 UBPC tabacaleras en el país. Por otra parte, se seleccionó el cultivo de la caña de azúcar por ser una actividad agroindustrial de carácter nacional, extendida por todas las provincias del país. Principal actividad agrícola nacional, producción de carácter histórico, vinculada a la exportación. Principal empleadora en el campo cubano (agricultura más industria). Hay 154 Complejos Agroindustriales Azucareros (CAI) en el país. En septiembre de 1997 funcionaba 1 063 UBPC cañeras en Cuba con 141 785 socios . UBPC “La Jocuma” La UBPC “ La Jocuma” se encuentra situada en el municipio Consolación del Sur, provincia de Pinar del Río, de amplia tradición tabacalera y, además, especializada en la producción de capote. Fue constituida en septiembre de 1993 en las tierras de la entonces granja “Juan Casanueva”, que pertenecía a la Empresa Tabacalera Con-solación del Sur. La dinámica de la vega de tabaco campesina, que fue asumida en parte por las UBPC tabacaleras, tiene como uno de sus principios el desarrollo intensivo de cultivos para garantizar el autoabastecimiento familiar en áreas no aptas para tabaco y las siembras intercosechas que no afectan la calidad del suelo para el cultivo fundamental. Además, la escasez de insumos ha propiciado el regreso a productos y tecnologías tradicionales que eran poco utilizadas en las granjas estatales. La UBPC mantiene el tabaco como cultivo histórico de la zona junto al desarrollo de producciones de viandas (yuca, boniato, malanga) y en menor medida hortalizas (col, lechuga, rábano, tomate), dedicadas en lo fundamental al autoabastecimiento familiar. Las tierras de tabaco solo se rotan con maíz. No es posible rotar las tierras de tabaco con boniato porque este cultivo es invadido por muchas plagas y utiliza los mismos nutrientes que el tabaco. Tampoco se puede rotar con frijol porque con frecuencia es atacado por el moho azul. En ocasiones intercalan el maíz con frijoles. La semilla de tabaco la obtienen a través de la Empresa Tabacalera que a su vez la compra de la Empresa de Semillas Varias del MINAG. En 1994 y 1995 la Empresa Tabacalera produjo su propia semilla pero los altos costos encarecían su producción y decidieron no continuarla. La variedad de tabaco a sembrar la determina la Empresa. En los primeros años de surgida la UBPC sembraron la variedad Burley caracterizada por su rendimiento y resistencia al moho azul, pero que con facilidad es atacada por otros hongos. Después sembraron Habana 92, una variedad de producción nacional que mantiene las características anteriores pero de menor rendimiento, que necesita más atenciones culturales y es más resistente. En la zafra 97-98 sembraron de nuevo la variedad Burley pero fue afectada por el Fusarium. En la zafra 98-99 volvieron a sembrar Habana 92. Este cambio de variedad preocupa a la Junta de Administración porque supone el incremento en los gastos de fuerza de trabajo y en materiales (cujes) en relación con la variedad Burley. Desde la zafra 96-97 la UBPC ha generado áreas de semilleros. Aunque necesitan de una esmerada atención e insumos, las posturas que allí se obtienen logran un mayor por ciento de germinación que las compradas en la Empresa, entre otras razones, debido a que llegan más frescas a las áreas de siembra. También en la búsqueda de la diversificación de ingresos, la UBPC vende los mazos de postura a campesinos individuales de la zona. La semilla para el resto de los cultivos la producen dentro de la UBPC. Para pre-servarlas utilizan diferentes métodos según el tipo de semilla. Por ejemplo, la semilla para el frijol es preseleccionada en ocasiones, después la aíslan de la luz y el aire, en un saco o en un tanque plástico, sellado con cera. La semilla de maíz, des-granada o en mazorca, luego de ser seleccionada por su calidad, se deposita de igual forma pero se le aplica una fórmula en polvo para evitar que sea atacada por plagas. Para la preparación del suelo utilizan de forma general la tracción animal, aunque la mayor parte del laboreo es manual. En el caso de las labores para el tabaco, se han retomando formas tradicionales de mejorar las tierras erosionadas antes de la preparación del suelo, a esta labor la llaman “relleno”. La UBPC realiza en el mes de abril una pro-gramación para aplicar el “relleno” y rota las áreas en los diferentes años. Por ejemplo, esparcen carretones con palos de tabaco secos, que quedan como residuos de la escogida, esparcen cucharones de tierras fértiles cercanas a los ríos, arroyos u orillas, humus producido por lombrices, las cañas de maíz se pican y se dejan en la tierra; esto se realiza un mes o dos antes de comenzar la preparación del suelo. En menor medida utilizan abonos químicos granulados que aplican también de forma manual. Solo emplean herbicidas para limpiar el área de semillero. La limpieza de maleza la realizan por lo general de forma manual con guatacas o cultivadora, solo en ocasiones emplea chapeadora. En 1992-1993 se limpiaron áreas para la siembra con una brigada de desmonte. La madera que allí se obtuvo se utilizó para hacer carbón. La preparación de la tierra para la siembra se realiza en general a partir de la tracción animal, la rompen con arado, después utilizan, según la disponibilidad de combustible, el tractor con la grada o bueyes una o dos veces y la surcan con el surcador. A partir del arranque de posturas del semillero comienza la siembra de tabaco que es totalmente manual y por lo general necesita de agua. Después del transplante, se riega a los siete días, se resiembra si es necesario, se le aplica abono químico, se aporca, más tarde se le pasa la cultivadora dos veces a los 18-20 días y se vuelve a regar. El resto de las labores son manuales: guataquear, fumigar (primero cada siete días, después cada 14 y luego cada 21), se realiza el repaso (consiste en eliminar los botones que nacen en la inserción de la hoja y el tronco de la planta), recolección de libre pie (tipo de hoja mayor tamaño cercana a la raíz de la planta) a los 45 días después de la siembra y ensarte (labor realizada generalmente por mujeres que consiste en coser las hojas de tabaco por la vena principal en pares e irlas colocando sobre un cuje para su secado). Posteriormente se produce el deshije (eliminación de los retoños que nacen en la inserción de la hoja y el tronco de la planta, recolección de centro (a los siete días después de la primera recolección) y ensarte, recolección de la corona (hoja que se encuentra en la parte superior de la planta) y ensarte y corte de capadura. El proceso de recolección se puede realizar hoja a hoja o por el corte en secciones de la planta y debe concluir a los 65-70 días después de la siembra. Una vez en la casa de tabaco se seca durante un mes o mes y medio. Después el tabaco ensartado se deshila, y junto con el cortado se ponen en grupos que llaman pilones (el tabaco Burley no necesita este proceso) por espacio de 20-25 días. Luego se empaca y se lleva a la escogida para comercializarlo. Para los cultivos no fundamentales, de forma general utilizan métodos tradicionales. La preparación de la tierra la realizan con tracción animal, las principales labores culturales se realizan de forma manual o con el empleo de bueyes. No reciben fertilizantes químicos para este fin y por lo tanto los abonos orgánicos son de gran ayuda. Para realizar el control de las plagas utilizan medios químicos y biológicos. Para el resto de los cultivos no reciben plaguicidas. Ellos producen una sustancia que llaman “tabaquina”. En los semilleros de tabaco para evitar la entrada de Thrips palmii y otras plagas comunes al tabaco, preparan una especie de “trampa”, en la que utilizan estacas de caña brava y sacos blancos de nylon untados de miel de purga (subproducto de la caña de azúcar), dispuestos a medio metro del cantero. Así los insectos quedan atrapados en el nylon. También siembran alrededor de estas áreas maíz como barrera a las plagas. Este control se programa por el técnico en sanidad vegetal. Tienen un sistema de regadío por gravedad y por motores que extraen agua del río y el arroyo cercano. El semillero necesita de humedad por eso allí el regadío es muy importante. Según el grado de humedad de la tierra, en el tabaco riegan sema-nalmente hasta la primera recolección. Aplican el agua por surcos, con la ayuda de guatacas dirigen el flujo de agua hacia el área que lo necesite en forma escalonada, a través de las curvas de nivel. Para el resto de los cultivos utilizan el mismo método en dependencia de la disponibilidad de petróleo para el motor. No utilizan aguas residuales. Según la opinión de uno de los entrevistados: “No se recolecta agua cuando llueve, no se atienden las fases climáticas, eso lo hace el campesino, pero no aquí”. Utilizan los residuos de cosechas para la alimentación de los cerdos y aves de corral. El ganado vacuno, ovino y caprino se alimenta de pastos naturales. UBPC “Carlos de la Rosa” La UBPC cañera “Carlos de la Rosa”, pertenece al Complejo Agroindustrial (CAI) Osvaldo Sánchez, y está ubicada al sur del municipio de Güines en la provincia La Habana. La superficie total abarca una extensión territorial de 1 472 ha, de ellas 1 244 ha se dedican al cultivo de la caña. En la zafra de 1998, el área fomentada de caña fue de 1 119 ha y el área cortada de 920 ha. El área destinada para la producción de autoconsumo se mantiene constante (38 ha). La variedad de caña que históricamente se sembró en esta zona fue la Jaronú 60-5, caracterizada por su alto contenido de azúcares pero poco resistente a la enfermedad del carbón de la caña; por ello se empieza a sustituir, en la medida que se va demoliendo por la Barbados 43-62 y la Jaronú 43-72, ambas tienen buenos ren-dimientos azucareros, pero son también muy sensibles al carbón. En Cuba hay 13 variedades de caña afectadas por esta enfermedad. En la UBPC, se fue perdiendo la composición de variedades adecuadas de cañas y de cepas. Este proceso comenzó en el año 1990 y se agudizó en el período de 1993-1995 pues, dadas las limitaciones de la crisis, no fue posible fertilizar. En las dos últimas zafras, se recomenzó el proceso de fertilización en la mayoría de las áreas cañeras, que unido a una fuerte programación en las actividades de limpia y aporque, se espera que permita el aumento progresivo de los rendimientos. En el año 1995, se comenzó a ordenar la reposición de cepas. Lograr una adecuada estructura de cepas, que permita elevar la edad de las cañas que se corta, se hace imprescindible ante la necesidad de obtener el mayor rendimiento por área. En la UBPC sólo se realizó en una ocasión la siembra de un cultivo intercalado en caña, específicamente de frijol. En las áreas no cañeras tampoco se practica la asociación de cultivos, solo se aplica la rotación de estos (en las áreas en demolición se siembra arroz). En el área de autoconsumo se realiza la siembra intercalada de cultivos, por ejemplo calabaza con maíz, frijol con maíz y tomate y frutabomba. La rotación de cultivos y ganadería no se ejecuta en la cooperativa. Durante los primeros años del período especial se afectó todo el sistema de produc-ción de caña y especialmente los bancos de semilla. En la UBPC esta actividad se vio limitada, aunque no se abandonó completamente. La UBPC tiene un buen banco de semilla certificada, que provienen del banco de semillas registradas del CAI, que a su vez las recibe de la estación experimental, donde se someten a un riguroso proceso de selección. Al banco de semilla se le realizan chequeos fitosanitarios, con una frecuencia generalmente semanal por los técnicos del Centro de Semilla Registrada. El certificador efectúa inspecciones cada tres o seis meses. En la zafra 97-98,según los análisis realizados, la Jaronú 60-5, fue la de mayor rendimiento azucarero, pero con mucha incidencia de carbón. El saneamiento de los campos para combatir este hongo, se realiza de forma manual, ahora con menor frecuencia, porque al aumentar su propagación necesitan emplear mucha fuerza de trabajo y solo cuentan con unas cuantas brigadas para esta actividad (extraer el látigo y sacar el hongo fuera de los campos de caña para quemarlo). Las variedades actuales que se siembran en la cooperativa son: la Jaronú 64-19, la Cuba 323, la Cuba 87-51 y la Tayabito. Todas son de un alto rendimiento, de forma particular la última citada. En la UBPC casi toda la preparación del suelo se efectúa de forma mecanizada. La utilización de bueyes en esta labor es muy escasa. Algunas de las razones, que según los entrevistados, explican esta problemática son: el difícil traslado de los bueyes a los diferentes y distantes lugares (teniendo en consideración la extensión de la cooperativa que es aproximadamente de 1 248 ha), así como la inexistencia de un lugar, con seguridad, para dejar los animales una vez terminado el trabajo. En el proceso de preparación de los suelos, entre la primera actividad (roturación con arado) y la segunda (cruce), es necesario un intervalo entre 10 y 15 días, para que la maleza se seque y de esta forma su semilla no germine. Esta práctica es muy eficiente en el control de las malas hierbas, además contribuye con otra de las actividades que se realiza (surcar) al quedar la tierra más descompactada. Las siguientes labores que se realizan en este proceso, según orden de realización, son: recruzar, utilizar la grada pesada, utilizar la grada fina, pasar el Land-plane. A continuación se realiza el surcado, que debe ser profundo dados los requeri-mientos de la caña. Alistar y sembrar son las actividades finales. La programación y secuencia de las diferentes operaciones, se realiza de manera similar en las siembras de frío y primavera, solo se modifican si ocurren afecta-ciones por la lluvia. En 1998, Camilo Ramos Ramos de la UBPC “Carlos de la Rosa” fue entrevistado por Miriam García y opinó, que en la UBPC se es muy exigente con la siembra, además señaló que el actual método que se emplea en esta labor, aunque es muy efectivo al germinar casi el 100 % de la caña (al no tener paja brota más rápido), es muy costoso y necesita que todas las actividades se realicen de forma manual. El corte de la caña de semilla es uno de los primeros pasos de la siembra, y se realiza por el mes de mayo, puede durar unos 45 días en dependencia de la cantidad de áreas que hayan planificado sembrar, así como la fuerza de trabajo disponible orga-nizada para esta actividad. Una segunda actividad consiste en despajar manual-mente la caña, no se utiliza el machete porque daña los “ojos” o yemas del tallo; a continuación se pica en trozos de tres a cuatro yemas sobre una goma o un burro de madera, el corte debe efectuarse de una sola vez y de forma redonda, nunca debe quedar en forma de cuña. Concluidas las operaciones anteriores, la caña se alza manualmente a las carretas, y se lleva al campo para regarla, sembrarla y taparla. Uno de los socios entrevistados, jefe de brigada desde la constitución de la UBPC, con gran experiencia en todas las labores agrícolas, explicó que: no se puede limpiar por limpiar la maleza, antes de establecer un programa de control de las malezas, es necesario conocer como se comportan en el territorio, en cuanto a la presencia y abundancia las principales especies que se desarrollan, teniendo en cuenta el tipo de suelo, la humedad y las condiciones ambientales. Señaló además que las malezas no solo se deben controlar sino manejar, conocer la composición de la flora, sus períodos de interferencia con el cultivo principal, realizar una combinación de diferentes prácticas, medidas y métodos de preservación, a través de las labores de cultivo entre surco, el desyerbe, el uso de herbicidas, con vistas a lograr el manejo técnicamente más efectivo y económicamente más viable. El control de la maleza debe iniciarse lo antes posible después de la siembra. Comienza con tres o cuatro labores de deshierbe con guataca, mediando entre cada una un intervalo de tres a cuatro semanas como promedio. En ocasiones se aplican herbicidas, con mochila o con máquina, para combatir las malezas, en dependencia del nivel de enyerbamiento y la disponibilidad de estos. La etapa de aplicación es después de sembrada la semilla y antes que nazca la planta. La programación de la limpia de malezas se ejecuta en correspondencia con el enyerbamiento existente. Los entrevistados afirmaron que mientras más actividades/ cultivos se realicen, será menor la lucha contra la maleza. Otras medidas preventivas pueden ser la limpieza de las orillas de los campos, cercas, y caminos. El administrador de la UBPC, José Luis Hernández Riol, al ser entrevistado apuntó: “siempre debe tenerse presente que la fertilización como actividad económica debe reportarnos ganancias, elevando los rendimientos agrícolas y haciendo más larga la vida útil de los cañaverales, debe contrarrestar los efectos negativos de las condi-ciones climáticas adversas.” La ingeniera agrónomo Mercedes Oliva de la UBPC explicó en la entrevista los diferentes pasos que se siguen para establecer los índices de fertilizantes a aplicar en cada bloque cañero. Estos son: Después del segundo cultivo y el deshierbe, se fertiliza con amoníaco y el resto con urea, lo que provoca una respuesta productiva mayor. En caña nueva se fertiliza con fósforo y potasio, para ello se surca primeramente la tierra, luego se riega con una fertilizadora de modo que las dosis son enterradas lo más cerca posible del centro de la cepa y posteriormente se tapan. Después del corte, a los retoños se le realizan las labores de cultivo y la fertilización con amoníaco y urea enterrados. A los 20 o 30 días de fertilizar se riega, de no hacerse así se pierde el abono. El papel de la fertilización en la producción cañera es fundamental, según considera el jefe de producción de esta cooperativa, realizarla de forma adecuada produce incrementos entre un 15-40 % de los volúmenes de caña a moler, alargando la vida útil de la cepa y permitiendo un mayor número de cortes. En la UBPC no se usa el control químico para combatir las plagas. La mosca (Lixophaga diatraeae), es el control biológico más empleado en la lucha contra el bórer, (Diatraea saccharalis). Generalmente se libera antes de la zafra o después de ella, si está disponible en el CAI en el momento necesario. La norma que la UBPC tiene con relación a este control biológico es de 1000 moscas por caballería (13.42 ha) de caña de semilla y 500 para caña de producción. La ingeniera y otros entrevistados consideran que el control mencionado anteriormente es muy efectivo. En la UBPC realizan muestreos para conocer los daños que han causado el carbón (Ustilago scitaminea) y la roya (Puccinia melanocephala). Los ratones son otra de las plagas, que aunque de forma menos significativa que el bórer, atacan la caña de azúcar en la UBPC. Los daños que ocasionan pueden afectar el peso y reducir el contenido de azúcar, dada la fermentación en los tallos dañados y por un incremento de la susceptibilidad a las enfermedades, principalmente la pudrición roja. Entre las medidas de control que se aplican en la UBPC para combatir los roedores están: limpia de malas hierbas, eliminación de desechos, uso de diferentes tipos de trampas, como uno de los más antiguos que se emplea para estimar las poblaciones de roedores. En los últimos años, para estos fines, se utiliza control microbiológico, comercializado con el nombre de Biorrat. La programación de la cosecha se rige por un muestreo que se efectúa a todos los bloques de caña de la UBPC en los laboratorios del CAI, donde se ejecuta la prueba de rendimiento, madurez y pureza. Atendiendo a los resultados de estas, la variedad de las cepas y la edad de las cañas se determina las programaciones de corte, tratando de que las cañas elegidas no tengan nunca menos de 18 meses y una madurez por encima del 85 %. En todo el proceso de cosecha se emplea un método mecanizado, con maquinarias cosechadoras cubanas de tipo KPT2M y KPT remotorizadas. El riego debe produ-cirse por método de pronóstico, con el objetivo de garantizar el humedecimiento necesario según el desarrollo vegetativo de la variedad. Los entrevistados consideran que el riego es una de las actividades afectadas por las limitaciones de combustible, lo que influye desfavorablemente en los rendimientos cañeros. En la UBPC se riega poco. Las prioridades en este sentido son: cuando se siembra (a los retoños), se fertiliza, después del corte de caña a los 8 ó 10 días, y si la germi-nación se retarda. El aniego o riego por surcos, es el tipo de riego, por canales de gravedad y mediante un sistema de pozos con motores y turbinas. Los pozos están distribuidos por zonas y cultivos, no todos se emplean a la misma vez, sino en dependencia de las programaciones realizadas en función de las diferentes nece-sidades productivas. Cuando el CAI está moliendo, 6 caballerías (80 ha) de caña de la cooperativa, se benefician con sus aguas residuales. Años atrás, se regaba por aniego con las aguas del canal del municipio de Quivicán, pero estudios realizados posteriormente demos-traron que se afectaba el manto freático de Ciudad de La Habana y se prohibió su utilización. Es importante considerar las opiniones de algunos entrevistados que expresaron que el riego por sí solo no produce caña, es necesario combinarlo con una buena agrotecnia (preparación del suelo, calidad de la semilla, siembra, cultivo, limpia y fertilización). Conclusiones Las características históricas de cada cultivo introducen diferencias sustanciales en las prácticas ecológicas. La caña se caracterizó por ser un cultivo extensivo, con fuerte vínculo industrial, desarrollado en grandes extensiones donde las máquinas humanizan el trabajo (aunque entre otros aspectos, perjudican el suelo). El tabaco es un cultivo intensivo, desarrollado en pequeñas áreas, a partir de mano de obra familiar, con un ciclo de producción semiartesanal y donde la intervención de las máquinas era mínima. Durante la segunda década de la revolución y a partir del estrechamiento de los vínculos con el CAME, se implementó en la agricultura un modelo que ponía énfasis en la aplicación de productos químicos y una amplia utilización de maquinaria agrícola. La agricultura cañera fue abanderada en su puesta en práctica, por la importancia económica de este renglón para el país, de ahí que al desaparecer este organismo internacional y por ende el comercio con el campo socialista, las afectaciones en la caña fuera más graves. En los casos estudiados, para los productores de tabaco, los déficit de insumos fueron menos dramáticos ya que mantenían el uso tradicional de prácticas eco-lógicas, que por necesidades coyunturales, tuvieron que reforzar y ampliar. La UBPC cañera, altamente dependiente de insumos industriales y maquinaria, continúa en la búsqueda de alternativas, ecológicas o no, a la escasez de productos y combustible. Lo cierto es que aún queda un largo camino para el desarrollo de producciones orgánicas a escala nacional en ambos cultivos, aunque a pequeña escala ya diversos agricultores y unidades encaminan sus pasos hacia este objetivo Referencias Alvarez, A.. 1995. Por qué es importante una correcta preparación de suelos en la caña de azúcar. Revista Cañaveral, Vol. I , #2, pp.23-25. Cabrera. A. 1995. El cultivo de la caña de azúcar en un modelo de agricultura sostenible. II Encuentro Nacional de Agricultura Orgánica. Conferencias y Mesas Redondas. La Habana, Cuba, pp. 34 -42. Castro, F. 1998. La agricultura en Cuba. Selección temática 1953-1997. Tomo 3. Política Agraria. Editora Política. La Habana. Deere, Carmen Diana. 1993. Cuban National Foods Program and its prospects for food security. Agriculture and Human Values. 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Rosset, P. and Medea Benjamin., 1994. The Greening of the revolution. Cuba´s experiment whit organic agriculture. Ocean Press and Global Exchange, Australia- USA. TRACCIÓN ANIMAL, MECANIZACIÓN Y AGRICULTURA SOSTENIBLE Arcadio Ríos1 y Felix Ponce2 1- Instituto de Investigaciones de Mecanización Agropecuaria (IIMA) 2- Universidad Agraria de La Habana (UNAH) E l ganado vacuno ha sido usado como animal de trabajo en Cuba desde la época de la conquista y colonización por los europeos hace cinco siglos. Especialmente bueyes de razas rústicas en yuntas, para diferentes labores de preparación de suelos, cultivo y transporte de productos. Los équidos, sólo como excepción, se han empleado para roturación y cultivo, pero son muy comunes para el transporte, especialmente los mulos para el acarreo de café y otros productos en zonas montañosas. Antes del triunfo de la Revolución en 1959, la mecanización agropecuaria era muy limitada y la casi absoluta mayoría de las labores se efectuaba manualmente o con tracción animal. En 1960 existían 500 000 bueyes, 800 000 caballos y unos 35 000 burros y mulos. En cambio, la cantidad de tractores no pasaba de 9 000, casi todos de baja potencia (Ríos, 1995). La tabla 1 muestra las variaciones en la existencia de animales de trabajo y tractores desde 1960. La "tractorización" y sus consecuencias Entre los factores que influyeron decisivamente en las variaciones en el uso de la tracción animal en la agricultura cubana estaba la disponibilidad de medios técnicos motorizados. Durante los primeros años del período revolucionario se comenzó una masiva introducción de tractores como parte de una estrategia encaminada a la transformación y modernización de la agricultura. Durante tres décadas, de 1970 a 1990 el número de tractores se incrementó diez veces, llegando hasta 85 000 en 1990 y el crecimiento no fue solo en cantidad, sino también en calidad, ya que la potencia media de los tractores creció de 40 hasta 75 H.P. (Caballos de fuerza). En el mismo período el número de bueyes experimentó una aguda reducción hasta unos 163 000 (Ríos y Aguerrebere, 1998). La creciente adopción de las tecnologías tractorizadas fue fomentada también por la concentración de la agricultura según el modelo socialista: la producción agrícola en grandes granjas estatales con alto nivel de mecanización. Esto condujo a un fuerte sector estatal que no fomentaba el uso de la tracción animal. Sólo permaneció un limitado sector cooperativo y de propietarios privados. La ayuda soviética con créditos blandos respaldó no sólo la importación e introducción masiva de tractores, com-binadas, implementos, piezas de repuesto y combustible, sino también de productos alimenticios, todo lo cual, unido a dificultades provocadas por factores externos e internos se tradujo en drásticos cambios en las estructuras, organización y nivel de la producción agropecuaria e incluso de los hábitos alimenticios. En la década del 80, en pleno desarrollo de la “Revolución Verde”, Cuba ya contaba con una buena capacidad productiva y alto nivel de desarrollo científico-técnico. La población casi se había duplicado con respecto al período pre-revolucionario pero debido al éxodo de la población de las áreas rurales ya la mecanización reemplazaba a la labor campesina. Se construyeron comunidades rurales con los beneficios sociales que disponía el país, y la producción agrícola se incrementaba gradualmente con el empleo de potentes tractores, instalaciones de riego y abundante uso de productos agroquímicos, característicos de una agricultura intensiva. Entre los principales daños que este tipo de agricultura mecanizada y de altos insumos fue produciendo en el suelo se encuentran: Compactación excesiva, que por ejemplo, en la agricultura cañera trajo una gradual disminución de los rendimientos y de la duración de las cepas de caña. La compac-tación se produce por el pase sucesivo por el campo de tractores, combinadas, remolques, asperjadoras y otros medios, así como por el uso de arados de discos y vertederas. Estudios realizados en las condiciones de Cuba por Ponce et al. (1996), demostraron que el tractor produce un grado de apisonamiento del suelo cinco a ocho veces superior a los animales de tiro, usando tecnologías semejantes de preparación de suelos. Según Carrobello y Díaz (1998) existen 2.5 millones de hectáreas en el país con diversos grados de compactación del suelo. En nuestros suelos se ha producido una fuerte erosión debido a técnicas inadecuadas de roturación y cultivo, especialmente el excesivo número de operaciones de laboreo del suelo, la eliminación por períodos prolongados de la cubierta protectora de hierbas y cultivos, el arrastre de la capa vegetal, etc. En la producción de tubérculos, hortalizas, caña y otros cultivos agrícolas a veces se realizaban sucesivas labores de roturación, cruce, gradeo, etc., para mantener el suelo mullido en espera de condiciones favorables para la siembra, o por atrasos provocados por otras causas, lo cual favorece tanto la erosión eólica como el arrastre de la capa vegetal por las lluvias. Las tecnologías de laboreo mínimo prácticamente no se utilizaban. Según la misma fuente, un total de 4.2 millones de ha están erosionadas. Por otra parte ha ocurrido una salinización acelerada y mal drenaje de una gran parte de las áreas productivas por el sobreuso de las aguas y otros factores. Aunque se han investigado equipos, implementos y tecnologías adecuadas para la recupe-ración de áreas salinas, puede decirse que ésta es aún una tarea por desarrollar en gran escala, pues deberán recuperarse mas de 1.0 millón de ha salinizadas. El trabajo de drenaje ha tenido más éxito, especialmente en la agricultura cañera, pero aún hay 1.5 millones de ha afectadas (Carrobello y Díaz, 1998). Todos estos daños, derivados directamente de la alta mecanización de la agricultura y el uso de implementos y máquinas inadecuadas, pueden evitarse con una adecuada política de conservación. La caída de los países socialistas europeos produjo en Cuba una dramática escasez de divisas para la adquisición de insumos para la agricultura, especialmente combustible, maquinaria y piezas de repuesto, lo que hizo insostenible el alto nivel de mecanización alcanzado. El mantenimiento de la producción de alimentos a niveles razonables en tales condiciones se convirtió en una tarea enorme, por lo que se desarrollaron nuevas políticas y estrategias en la agricultura. Para suplir en parte el empleo de tractores se decidió incrementar rápidamente el uso de la tracción animal y el desarrollo de su infraestructura. Se comenzó una nueva orga-nización de la maquinaria, que incluyó el incremento en la fabricación de implementos y la baja o conservación de los tractores y otros equipos no imprescindibles. La tracción animal y la mecanización en las nuevas condiciones Para enfrentar con enfoque realista las nuevas condiciones, la más importante de las medidas tomadas fue la transformación de una parte sustancial de las grandes em-presas agrícolas estatales en Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), en las cuales los productores tienen un sistema de autogestión y una parte de la producción se vende bajo contrato al Estado, y la otra parte se puede comerciar en el mercado agrícola a precios liberados. También para la producción de algunos culti-vos como tabaco y café se comenzó la entrega de pequeñas parcelas a productores familiares. La estructuración de las unidades productivas en superficies más pequeñas crea condiciones favorables para la adopción de tecnologías productivas de bajos insumos y conservacionistas, entre ellas, el uso de tracción animal, la aplicación de fertilizantes y control fitosanitario de origen biológico, la adopción de implementos agrícolas menos agresivos, y lo que es tal vez más importante, un mayor acercamiento y vinculación del productor al pedazo de tierra del que extrae el fruto de su trabajo. No obstante, dadas las condiciones actuales de distribución de la tierra y déficit de fuerza de trabajo en el campo, debe tenerse en cuenta continuar tomando medidas de conservación que aunque menos efectivas a gran escala, sí son necesarias para hacer más sostenibles las producciones agrícolas. Una de las medidas importantes para enfrentar el llamado “Período Especial” en la agricultura, fue el inicio de un vasto programa de incremento de la tracción animal en las diferentes estructuras de producción de las unidades agropecuarias, para la realización de todas las labores en que esta tecnología fuera posible o económicamente justificada. Sin embargo, ésta no ha resultado una tarea fácil ya que los campesinos, habituados a operar tractores, solo con dificultad asumen la tarea de trabajar con una yunta de bueyes, y a veces no sólo los productores, sino también algunos técnicos y dirigentes, aún hoy, ven la mecanización como un símbolo de progreso y la tracción animal como “un regreso al pasado”. Este programa se inició en 1992 cuando Ministerio de la Agricultura (MINAG) y el Ministerio del Azúcar (MINAZ) establecieron un grupo de recomendaciones para fomentar el uso de la tracción animal, respaldado por un serio control en el combus-tible suministrado para el uso en tractores y en la distribución de las piezas de repuesto adquiridas con las escasas divisas disponibles. Una de las grandes limitantes en la adopción e incremento en el uso de la fuerza de tracción animal era la limitada infraestructura en esta actividad, caracterizada por el serio problema logístico que tuvo que enfrentar el MINAG en la obtención de un numero elevado de bueyes para ser suministrado al sector agrícola, especialmente en las actuales condiciones en que la existencia de ganado es muy limitada, mientras que para las unidades agrícolas el problema radicaba en la selección y entrenamiento de boyeros, crear las condiciones para la doma de los bueyes, y garantizar la alimentación, cuidado sanitario y protección de éstos. Limitando al mínimo el ganado entregado para sacrificio, prácticamente todos los toros en buenas condiciones físicas fueron seleccionados y dispuestos para ser entregados a las cooperativas y empresas estatales. El primer programa en 1991-1992 incluyó el suministro de 100 000 bueyes y en un segundo programa en 1993-1995 otros 100 000. El programa continúa, y actualmente hay alrededor de 376 000 bueyes de trabajo en Cuba, cerca de 2.5 veces los existentes en 1990. Anualmente se entrenan más de 30 000, pues no solo hay que aumentar la cantidad de yuntas sino también reponer las bajas (Ruiz, 1998). En la tabla 2 se muestra la distribución de los bueyes de trabajo en los diferentes sectores agropecuarios. Es muy significativa la relación existente entre el tipo de estructura de la producción agropecuaria y la utilización de la tracción animal, la cual se concentra en el sector privado. Este sector con el 15% de la tierra posee el 78% de los bueyes. Sin embargo, la tractorización es muy grande en el sector estatal y otros de orientación más centralizada, que poseen el 22% de los animales con un 85% de la tierra (Ríos y Aguerrebere, 1998; MINAG, 1997). Este comportamiento puede explicarse en parte por la tradición, pues a pesar de la introducción masiva de tractores, en algunas regiones se continuó utilizando en gran escala la tracción animal. En la producción tabacalera, por ejemplo, hay múltiples labores que siempre se han hecho exclusivamente a mano para garantizar la calidad de la hoja o por otros requerimientos y este sector nunca abandonó el uso de animales. También influye grandemente el grado de desarrollo del territorio donde radique la unidad agropecuaria. Un ejemplo de ello es que en la provincia de La Habana, de alto nivel técnico, hay una mecanización más desarrollada que en Pinar del Río, en que se hace un mayor uso de la tracción animal. En muchas otras provin-cias del país es también predominante el empleo de animales (Ponce et al.,1996). Selección y promoción de nuevas técnicas de preparación de suelos Por largo tiempo las técnicas para la preparación de suelos con tractor han sido los arados de discos, y con tracción animal los arados de vertedera y arados conven-cionales de madera. En las condiciones de los suelos cubanos, estas tecnologías tradicionales de laboreo y cultivo han producido una gran degradación de la fertilidad, un mayor enyerbamiento, incremento de las áreas erosionadas y otros múltiples daños, a veces irreversibles. Un cambio fundamental ha sido el desarrollo de un nuevo tipo de arado, patentado por el Instituto de Investigaciones de Mecanización Agropecuaria (IIMA) y el Instituto de Investigaciones de Suelos y Agroquímica (IISA) bajo el nombre de “multiarado”, del cual ya hay variantes para tractor y tracción animal, y como órganos individuales para barras portaimplementos. El multiarado esta destinado a la roturación, cruce, surcado, cultivo, aporque, etc., y con diferentes aditamentos puede usarse para sembrar, tapar y otras labores. Su principio de funcionamiento es completamente diferente a los arados de discos o de vertedera, pues produce la roturación mediante el corte horizontal del suelo, sin inversión del prisma de tierra, a diferencia de los arados convencionales que mezclan las diferentes capas de suelo, produciendo a la larga una pérdida de su fertilidad. Otra ventaja de este tipo de órgano de corte es que favorece el control de la vegetación indeseable, especialmente las yerbas rizomatosas, ya que con los discos se cortan en pedazos que después se reproducen individualmente, multiplicándose de forma acelerada. Se habilitaron herrerías y talleres de fabricación de arreos y otros insumos para estas tecnologías. La labor del IIMA, y de otras instituciones e innovadores de todo el país ha creado una serie de nuevos implementos más productivos, versátiles y eficientes que ya se están generalizando como el multiarado de tiro animal denominado “6 en 1”, que posibilita hacer 6 o más labores diferentes con sencillos cambios de elementos. Están en diversas etapas de introducción otras máquinas de tracción animal como sembradoras de granos, plantadoras de papas, multicultivadores, cultivadores de gran ancho, asperjadoras, etc. En la tabla 3 vemos que en el período 1990-1997 la cantidad de implementos de tracción animal creció en 2.34 veces, y la de herrerías en 5.6 veces. El plan de construcción de implementos supera las 11 000 unidades por año. Sin embargo, a pesar del esfuerzo realizado, la relación de 1.04 implementos por yunta es aún muy baja. (MINAG, 1997). Capacitación y demostración de tecnologías En el uso de las distintas tecnologías que se derivan de las fuentes energéticas disponibles tiene gran influencia el nivel de desarrollo de los conocimientos de los obreros, dirigentes y técnicos enfrascados en la producción agropecuaria. En otros países del Tercer Mundo el conocimiento técnico de los campesinos es muy bajo y ello influye decisivamente en el uso predominante de la fuerza manual y del trabajo con animales. En cambio, en Cuba el grado cultural de los obreros agrícolas es rela-tivamente alto y se cuenta además en todos los niveles con dirigentes y profesionales calificados. Es por ello que no resulta difícil el empleo de nuevas tecnologías y medios técnicos complejos como tractores, combinadas y otros equipos. Esto ha traído como consecuencia una predilección por el uso de medios energéticos mecanizados, y las nuevas generaciones ven la tracción animal como un atraso, sin percatarse de su importancia económica y conservacionista. En la etapa inicial de la implementación del proyecto de incremento de la tracción animal se hizo evidente que no podían obtenerse resultados satisfactorios sin un intenso programa de demostraciones y capacitación en el uso de los nuevos implementos y tecnologías que incluyera: • Demostraciones de implementos nuevos y poco conocidos. • Selección y promoción de los implementos mas adecuados. • Competencias y demostraciones de boyeros, herreros y fabricantes de yugos y arneses. • Discusiones e intercambio de experiencias sobre tracción animal. Los eventos abarcan no solo la tracción animal, sino también la tracción mecanizada, el transporte, el riego y otras, de modo que todos los obreros, técnicos y dirigentes de la agricultura puedan conocer los adelantos logrados en cada nivel, y seleccionar los mejores resultados para su divulgación a otros niveles superiores. Estas actividades se realizan en la mayoría de las unidades de producción (coope-rativas, granjas, etc.) y en todos los municipios y provincias, así como al nivel nacional, con miles de participantes en total, especialmente operadores de tractor, choferes, obreros de taller, boyeros, entrenadores, técnicos, personal de dirección y otros. En 1997 se realizaron en el país 2 344 eventos de este tipo, de ellos 1 818 en la base, con un total de 64 279 participantes (MINAG, 1997). Un papel muy importante en el desarrollo de la mecanización agropecuaria y la asimilación de las nuevas tecnologías motorizadas y con tracción animal lo tienen los Institutos de Investigación y la red de centros docentes formadores de obreros calificados, técnicos y profesionales. En cada provincia hay una o más Escuelas de Capacitación para formación y reciclaje de personal, así como están distribuidos por todo el país numerosos Institutos Politécnicos Agropecuarios (IPA) y Universidades que gradúan profesionales en materias afines a esta rama. El Ministerio de la Agricultura (MINAG) y el Ministerio del Azúcar (MINAZ) cuentan con una red de 19 Institutos de Investigación en temas agropecuarios, a los que se suman los pertenecientes al Ministerio de Educación Superior (MES), el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y otros. Conclusiones En los últimos años se ha producido en Cuba una recuperación en el uso de la tracción animal, al crecer en 2.5 veces la existencia de bueyes respecto a 1990, pero esto aún está lejos de las posibilidades y necesidades reales, por lo que el programa continúa. Los incrementos ulteriores dependen en gran medida de la continuidad de las acciones que en los últimos años se llevan a cabo para el aumento del número de animales, implementos, arreos y otros medios, así como la capacitación del personal. La experiencia ha corroborado algo que, aunque conocido, a veces no se tiene en cuenta: la tracción animal, la tracción mecanizada y las labores manuales generan tecnologías productivas que tienen diferente grado de perjuicio al medio, especialmente a un recurso tan vital como el suelo. Estas tecnologías no son excluyentes entre sí, sino que deben considerarse siempre como complementarias, pues la cuestión no radica en reemplazar al tractor, sino que la selección de una u otra variante depende de muchos factores, entre los cuales siempre debe predominar el de los costos. Sin embargo, a veces hay otros factores que generan estrategias, como lo han sido, en el caso de Cuba, las políticas de ahorro de combustible o de uso de tecnologías conservacionistas del suelo. Referencias Carrobello, C. y R. Díaz. 1998. Agricultura en Cuba. Revista Bohemia, 90:17, La Habana, Cuba. MINAG. 1997. Dictamen de la comisión de mecanización y tracción animal. II Encuentro Nacional de Mecanización y Tracción Animal. Yaguajay, Cuba. Ponce, F.; R Torres y R. Vento. 1996. Determinación del grado y la intensidad de apisonamiento del suelo por los animales de tracción y los tractores ligeros. II Congreso Internacional de Tracción Animal. FAO-IIMA. La Habana, Cuba. Ríos, A. 1995. 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A partir de 1492 hubo un período largo de cuatro siglos como colonia de España donde comienza a desarrollarse la agricultura; fundamentalmente la caña de azúcar (Saccharum officinarum) y el café (Coffea arabica). Se inicia la tala de los bosques, la quema de los residuos y la degradación de los suelos hace su aparición. Después le sucede un período relativamente breve de cincuenta y siete años donde Cuba pasa a ser neocolonia norteamericana. Este período fue decisivo en la depau-peración acelerada de los suelos por varias razones. Si en cuatro siglos de coloni-zación española habían desaparecido la mitad de nuestros bosques, en apenas cincuenta años sólo quedaba en pie el 14% de la cubierta forestal (figura 1). Para agravar esta situación surgen los grandes latifundios dedicados la mayoría al cultivo de la caña de azúcar. Se entroniza así el monocultivo y su acción degradante del suelo y del país. Por otra parte, en esta etapa no existió la voluntad política para preocuparse y ocuparse por frenar estos fenómenos negativos. % 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 1492 1812 1900 1959 1991 1995 1997 años Figura 1. Transformación de la cubierta forestal en Cuba (MINAG, 1997 citado por CITMA, 1998) A continuación de este período se inicia otro de casi treinta años de grandes cambios decisivos para toda la vida del país, el período de la revolución socialista; con cooperación económica del campo socialista del este de Europa. Si bien en esta etapa continúa la degradación de los suelos, se comenzó el estudio de estos fenómenos y la implementación de medidas de conservación como el control de la tala indiscriminada de los bosques así como el inicio y desarrollo de la refores-tación organizada, entre otras. Esto logró frenar la deforestación y comenzar a recuperar la cubierta forestal perdida (figura 1). Los grandes latifundios se nacionalizaron y se crearon las grandes empresas estatales socialistas. Estas, como modelo de desarrollo “moderno” tuvieron como caracte-rística la utilización de gran cantidad de maquinaria agrícola pesada, equipos de riego, alta aplicación de productos químicos, persistencia del monocultivo y otras prácticas degradantes. Por otra parte sin embargo, se fundaron y desarrollaron institutos de investigación que se dedicaron al estudio de los suelos y de medidas para su recuperación. También el Ministerio de la Agricultura (MINAG) creó la Dirección General de Suelos y Fertilizantes (DGSF) con la misión de implementar su cuidado y conservación. El quinto período histórico comenzó en el año 1990, cuando Cuba sigue siendo so-cialista, pero tiene que enfrentar una severa crisis económica producto del derrumbe del campo socialista del Este de Europa, además de continuar sometida a un bloqueo económico por parte de los Estados Unidos de América de casi 40 años. El surgimiento de ésta crisis y acontecimientos mundiales como la toma de concien-cia de los graves problemas ecológicos que el hombre ha creado con su proceder, han cambiado profundamente la estructura y el modo de acción de la agricultura cubana. Las grandes empresas estatales se dividieron, en su mayoría, en pequeñas o media-nas cooperativas, se desarrolló a gran escala la agricultura en la periferia de las ciudades, todo esto con métodos de bajos insumos, uso de materia orgánica, tracción animal, rotación de cultivos, policultivos y otras prácticas que ayudan a la con-servación del suelo. Por otra parte se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) que ha impulsado leyes y programas para la protección del suelo y el medio ambiente en general. Entre otras se promulgó la Ley 81 del Medio Ambiente, el Programa y la Estrategia Nacional Ambiental. Recientemente se discutió el Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Entre otros este programa ha comenzado el trabajo en todas las cuencas hidrográficas del país, con un estilo integrador y multidisciplinario. Existe además un programa nacio-nal de Desarrollo Integral de la Montaña el cual contempla la protección del suelo. De los estudios efectuados se conoce que el catorce por ciento del territorio nacional está afectado por la desertización (CITMA, 1998) y en la actualidad aún gran can-tidad de suelos están afectados por diferentes procesos degradativos (tabla 2). Los problemas económicos y ecológicos que han estado afectando al país nos llevaron a dar pasos acelerados para la implementación práctica de los resultados obtenidos hasta este momento con relación al uso de alternativas, destacándose la utilización de los residuos de la agroindustria azucarera, los biofertilizantes, la producción y utilización de humus de lombriz, compost y biotierras, así como se retomaron las investigaciones y el uso de los abonos verdes entre otros. En este documento se resumen algunos de los resultados obtenidos por diferentes instituciones científicas en el uso de estas alternativas así como las experiencias de su introducción en la práctica productiva cubana. Utilización de los residuos de la agroindustria azucarera como abonos orgánicos Uno de los residuos de la industria azucarera más investigado y utilizado en Cuba como abono orgánico es la cachaza (torta de filtro). Existen informes de su utili-zación, sobre todo en el cultivo de la caña de azúcar, desde el año 1917 hasta la fecha. Este abono también ha dado buenos resultados en otros cultivos. Posee un alto valor fertilizante, destacándose por el elevado contenido de fósforo, calcio, nitrógeno y en menos proporción de potasio. Por lo general contiene más del cincuenta por ciento de materia orgánica. La disponibilidad de la cachaza estará en dependencia de la caña que se muela, constituyendo del 3 al 4% del peso de ésta. En la caña puede sustituir todo el fertilizante químico (tabla 3) durante tres años en suelos arenosos y en suelos arcillosos silícicos como promedio hasta cinco años cuando se emplean dosis de 120 a 160 t/ha y 180 a 240 t/ha respectivamente; se puede reducir la dosis en 1/3 - 1/4 si se aplica localizado. Cuando se aplicó cachaza, los rendimientos aumentaron como promedio entre 10-20 t/ha/año en comparación con el tratamiento donde solo se aplicaron fertilizantes minerales (Arzola et al., 1990). En piña (Ananas comosus)resultó ser superior a la gallinaza, la turba o el bagacillo, obteniéndose buenos resultados con dosis de 80 t/ha que permite sustituir todo el fertilizante mineral fosforado, 90% del nitrógeno y 40% del potasio (Treto et al., 1992). En árboles jóvenes de cítricos logró cubrir durante cuatro años el 70% de las necesidades nutricionales, duplicando la producción de los tratamientos sin ferti-lización. Además, en viveros, cuando se utilizó como patrón el naranjo agrio (Citrus aurantium) se obtuvieron resultados satisfactorios con una mezcla de 50% de suelo ferralítico rojo y 50% de cachaza sin necesidad de aplicar fertilizante mineral, adelantando el crecimiento en 30 días con respecto a los que crecieron en suelo solo. Se han informado resultados muy positivos en otros cultivos como café, plátano (Musa spp.), hortalizas, arroz (Oryza sativa), así como vegetales en organopónicos (Peña et al., 1995). Se ha propuesto el uso de los diversos residuos de los centros de acopio de caña con los que se puede elaborar compost de buena calidad. En la tabla 4 se muestra la composición promedio de los residuos del centro de acopio "La Paulina" del Com-plejo Agroindustrial (CAI) “Abraham Lincoln” de la provincia La Habana (Pane-que, et al., 1986). En condiciones normales los residuos que produce un centro de acopio en una zafra son suficientes para fertilizar 160 ha de caña de azúcar a razón de 4.3 t/ha, que aportan entre otros 13 kg N/ha, 63 kg P2O5/ha. y 112 kg de K2O/ha (tabla 5). Otra fuente importante de nutrientes para las plantas puede obtenerse con la utilización de las aguas residuales de la industria azucarera y sus derivados. En Cuba se producen aproximadamente 47 millones de m3/año, que van a contaminar los ríos, mares y acuíferos si no se emplean para irrigar y fertilizar. En Cuba Paneque y Martínez (1992), en investigaciones realizadas por el INCA, concluyeron que es posible utilizar con éxito las aguas residuales producto de la fabricación de azúcar crudo, destilerías de alcohol y fábricas de levadura torula para el riego y fertilización de la caña de azúcar. En la tabla 5 aparece la composición química de esta agua. Particularmente ricas en nutrientes son las aguas residuales de las destilerías de alcohol; según Paneque y Martínez (1992) estas pueden aplicarse a través del riego combinada con agua de la producción de azúcar en la proporción de 1:7. Si se aplican tres riegos de 500 m3/ha el aporte sería de 56 kg de N, 69 de P2O5, 1 030 de K2O y 8,6 t/ha de M. O. equivalentes a una aplicación de 53 t/ha de cachaza, esta fertilización sería suficiente para cuatro cosechas de caña. De acuerdo con los resultados de muchos experimentos se elaboró un manual con la metodología para aplicación de los residuales de la industria azucarera, como riego y fertilización de la caña de azúcar (Paneque, 1999). Al aplicarse 500 m3/ha de agua residual del combinado de cítricos se aportan 85 kg de N, 25 kg de P2O5, 125 kg de K2O y 5,5 t de materia orgánica. La planta genera 2,500 m3 por día de aguas residuales, trabajando 300 días al año, aportaría 750,000 m 3 con un potencial equivalente a 622 t de sulfato de amonio, 192 t de superfosfato sencillo y 312 t de cloruro potasio (Paneque y Grass, 1992). Biofertilizantes Una de las vías que se puede emplear para mejorar la fertilidad del suelo y lograr estimular la nutrición de las plantas es incrementar la población de microorganismos que ayudan en este proceso, partiendo de su inoculación a las plantas, las semillas o el suelo. En todo el mundo y desde hace mucho tiempo se han utilizado los inocu-lantes comerciales a partir de cepas de Rhizobium japonicum para inocular las semillas de soya (Glycine max). En Cuba se han obtenido muy buenos resultados, lográndose suplir las necesidades de nitrógeno de este cultivo entre un 80 y un 100%. Se utilizan así mismo cepas de Rhizobium específicas de frijol (Phaseolus vulgaris), vigna (Vigna sp.) y maní (Arachis hypogaea) con ahorros desde 70 a 100% del fertilizante mineral nitrogenado. En Cuba Pijeira y Treto (1983), así como Pijeira et al. (1986), producto de los resultados de varios años de investigación en soya (1981-1985), recomendaron el uso de la inoculación con la cepa 3412 (ICA 8001) efectiva y eficiente para numerosas variedades comerciales cubanas o introducidas. Otros biofertilizantes a base de cepas de Rhizobium específicos se utilizan con éxito en frijol (Hernández, et al., 1998), vigna (Hernández, et al., 1994), maní y leguminosas forrajeras (López, 1994). Se utilizan extensamente los biopreparados a base de azotobacter (Azotobacter chroococcum) por la amplia gama de cultivos que pueden beneficiar. Esta bacteria se encuentra en gran parte de los suelos de Cuba, en poblaciones entre 1 000 y 10,000 células/g de suelo. Con estas poblaciones, la acción beneficiosa de las bacterias se manifiesta en un nivel muy bajo, por lo que se hace necesario aumentarlas artificialmente mediante la aplicación de biopreparados obtenidos por métodos biotecnológicos, lo que permite alcanzar hasta 100 MM de células/g de suelo de la inoculación con el biofertilizante (Martínez Viera y Dibut, 1996). Las cepas cubanas seleccionadas son capaces de suministrar hasta el 50% de los requerimientos de nitrógeno de las plantas mediante la fijación biológica. Igualmente, las cepas cubanas de azotobacter sintetizan una variedad de sustancias biológicamente activas (auxinas, citoquininas, giberelinas, aminoácidos y vitaminas) que estimulan el desarrollo y rendimiento de los cultivos económicos (Dibut, 1998). El conjunto de estas sustancias, que son asimiladas por las plantas a través de las raíces, permite que cada una de ellas actúe en el momento en que la planta lo requiera; así algunas estimulan el desarrollo de las raíces o el de la planta entera; otras aumentan la floración o reducen el aborto floral; por último, algunas posibi-litan que el fruto se forme antes y madure en un tiempo menor. Todos estos efectos permiten el desarrollo más precoz de plantas vigorosas, así como el incremento del rendimiento. Como un ejemplo de los beneficios que aporta la aplicación de los biofertilizantes en la agricultura cubana, se presentan algunos resultados que muestran el efecto de las aplicaciones de bioproductos a base de azotobacter sobre los más importantes culti-vos económicos del país, exceptuando la caña de azúcar, sobre la cual se están deter-minando actualmente los mejores métodos de aplicación. En lo que se refiere a las hortalizas, la acción de la inoculación con azotobacter en Cuba puede resumirse con el ejemplo del tomate (Licopersicon esculentum)) (Martínez Viera y Dibut, 1996 a). En los semilleros se obtiene un aumento en la población de plántulas entre 30-40%, lo que permite que se logre un mayor número de plantas viables por kg de semillas, con la posibilidad de reducir la superficie necesaria para producir la cantidad de posturas que deben ser trasplantadas posteriormente. Las sustancias activas producidas por las bacterias aceleran el desarrollo de las plantas en el semillero: es mayor la altura (30% como promedio), el número de hojas (20%), el diámetro del tallo (40%) y la masa seca de las plantas (52%). Esto posibilita acortar el período entre la siembra del semillero y el momento del transplante, entre 7 y 10 días antes, con el consiguiente ahorro de agua, petróleo, plaguicidas y mano de obra, al mismo tiempo que se reduce el ciclo total del cultivo. El número de flores por planta es mayor en los campos tratados, la fructificación de las plantas ocurre más temprano y el número de frutos por planta es 35% superior en la época normal y 60% fuera de época. Se obtiene un incremento promedio del rendimiento de 25% en época normal y 40% fuera de época, lo que permite rendi-mientos altamente rentables en las siembras de períodos anormales. La calidad de los frutos es superior. En valores, entre 80 y 85% de los frutos son de primera calidad, en comparación con 60-70% de las siembras no tratadas. Estos resultados se obtienen eliminando el 40% de fertilizante nitrogenado. En la yuca (Manihot esculenta)y el boniato (Ipomoea batatas) se aprovecha, además de la actividad fijadora de nitrógeno, la capacidad que tienen las sustancias activas sintetizadas por las bacterias de estimular la fotosíntesis (acumulación de com-puestos) y reducir la respiración (gasto de compuestos) de las plantas, lo que permite el almacenamiento de fotosintatos, que constituye la base de la formación de tubérculos y raíces, constituidas por material de reserva. En la tabla 6 se ofrecen los rendimientos obtenidos con la aplicación de biopreparados a base de azotobacter sobre dos clones de yuca y dos de boniato (Martínez Viera, 1997). La aplicación no solo compensa el 50% del nitrógeno necesario para estos cultivos, sino que además incrementa los rendimientos por la acción de las sustancias activas. En el plátano, el biofertilizante produce una aceleración de las distintas variables fenológicas y de productividad agrícola, siempre que se respeten las recomenda-ciones técnicas usuales para este cultivo, en el cual puede sustituirse el 30% de fertilizante nitrogenado, como puede verse en la tabla 7 (Dibut et al., 1996). En la aplicación del biofertilizante con la dosis completa de fertilizante nitrogenado no hay fijación de nitrógeno, porque las bacterias utilizan el que abundantemente tiene a su alcance y no gastan energía en la fijación (que tiene un alto costo de energía biológica), pero se observa el incremento del rendimiento por la acción de las sustancias activas. En el medio tropical ocurre también fijación de nitrógeno en la filosfera, zona que está en contacto con la hoja y la atmósfera, sometida a la actividad reguladora de ambas. Los microorganismos que viven en las hojas, entre los cuales se encuentran las bacterias del género Azotobacter, toman el agua y los gases disueltos de la atmósfera y los nutrientes a partir de los exudados de las hojas vivas, los cuales están regulados por el estado nutricional de las plantas. El follaje funciona como soporte, trampa de agua y centro de producción de nutrimentos y acondiciona el medio para el crecimiento microbiano; además, procesa y distribuye compuestos nitrogenados en rápido flujo a través de la planta hacia las partes más jóvenes. Esta propiedad, y la habilidad para concentrar materia resuspendida o disuelta en la atmósfera con gran rapidez, hace que las hojas tengan una gran importancia en los ecosistemas agrícolas (Bhat et al., 1971). Al determinar los métodos de aplicación de biofertilizantes a base de A. Choococcum, en Cuba, se aprovecharon los conocimientos existentes acerca del papel de la filos-fera, y se comprobó que las aplicaciones foliares en las extensas plantaciones de cítricos del país, utilizando el avión, eran de gran efectividad, como se demuestra en la tabla 8 (Martínez Viera et al., 1996). Otro microorganismo útil para la nutrición de las plantas es la bacteria Azospirillum brasilense, capaz, en asociación con las raíces de algunas gramíneas, de fijar N atmosférico y producir hormonas del crecimiento vegetal. En Cuba se comenzaron los estudios del efecto de la inoculación en arroz y caña de azúcar, lográndose suplir hasta un 50% de las necesidades de nitrógeno de la caña (Roldos et al., 1992) y de un 25 a un 50% de las del arroz (Velazco et al., 1992). Micorrizas El aumento de la población de hongos micorrizógenos o micorrizas vesículo arbus-culares (MVA) en el suelo puede beneficiar la nutrición vegetal al actuar como extensores del sistema radical de las plantas, de esta forma los cultivos pueden aumentar su capacidad de absorber agua y nutrientes. En Cuba se han obtenido muy buenos resultados al inocular con hongos micorrizó-genos los viveros de cítricos, café, maracuyá (Passiflora edulis), mango (Mangifera indica), piña así como semilla de tabaco (Nicotiana tabacum) como han demostrado los trabajos realizados por Herrera (1994) Fernández et al. (1997), Cueto y Sánchez (1994), Garciga et al. (1992) y Ruiz (1993) en raíces y tubérculos. En viveros de vitroplántulas de plátano las posturas incrementaron entre 60-70% la masa seca y se pudo reducir un 50% el riego al inocular con (Glomus mosseae) (Noval et al., 1997). Las vitroplantas de piña inoculados con MVA incrementaron su masa seca entre 50100% reduciéndose la fase de adaptación en 15-30 días (Noval et al., 1995). En experimentos realizados en viveros de café durante 1990-1992 en cuatro suelos: Pardos sin carbonatos, Ferralíticos, Fersialíticos, Pardo rojizos y Aluviales con mezcla de suelo: humus de lombriz 5:1, Bustamante et al. (1992), informaron que en los suelos pardos sin carbonatos Glomus fasciculatum incrementó la altura y el área foliar en 20-25% respectivamente. En los suelos Fersialíticos pardo rojizos la cepa nativa concentrada, incrementó en 12% la altura y 51% el área foliar. En los Aluviales la Glomus sp1 (pelú) fue la más efectiva e incrementó la altura y el área foliar en 7 y 25% respectivamente. En suelos Ferríticos no hubo diferencias. Fernández y colaboradores probaron cinco cepas en arroz y trigo (Triticum vulgare), destacándose, Glomus mosseae y G. manihotis por aumentar el rendimiento entre 20-45% y a escala comercial en arroz (Fernández et al., 1997). Desde 1992 se comenzó la producción a pequeña escala de inoculantes a partir de bacterias y hongos micorrizógenos, conocidos estos productos comercialmente como Azofert, Ecomic y Rhizofert (INCA, 1997). Estos han sido probados con éxito en la agricultura cubana y en países como Colombia y Bolivia, empleándose en la produc-ción de posturas de café, cítricos y frutales, semilleros de tomate y hortalizas; en la fase de adaptación de vitroplantas de piña, banano y caña; así como en cultivos de siembra directa como arroz, maíz (Zea mays), tomate, soya y sorgo (Sorghum bicolor). En siembra directa los biofertilizantes, entre ellos el Ecomic han sido empleados a gran escala, utilizando la novedosa técnica de recubrimiento de la semilla (pellets), imple-mentada está también por el INCA (Fernández et al., 1997). Microorganismos "solubilizadores" de fósforo Otros microorganimos que pueden ayudar a mejorar la nutrición fosforada de las plantas son los llamados "solubilizadores" de fósforo. Estos han sido estudiados en el Instituto de Investigaciones de Suelos y los primeros resultados fueron informados en el I Taller Internacional Bioferto 1992, en La Habana. Con la aplicación de biopreparados en base a estos microorganismos se han podido suplir total o parcial-mente las necesidades de fósforo en varios cultivos como tomate, pepino (Cucumis sativus), tabaco, caña de azúcar y cítricos entre otros. La respuesta ha estado muy relacionada con el tipo de suelo; así en el caso del tomate se logró sustituir 75-50% del fertilizante fosforado recomendado, si se trataba de un suelo Ferralítico cuarci-tico amarillo rojizo lixiviado o Ferralítico cuarcitico amarillo lixiviado respecti-vamente. En Ferralítico rojo y Pardo con carbonatos sustituye de 75-100% con aumentos de rendimientos de 5-38%. Se han obtenido resultados satisfactorios tanto remojando las posturas durante 5 minutos con fosforina sin diluir (8 l/ha) o al asperjar el suelo con una solución diluida 1:10 a razón de 20 l/ha. con una solución final de 200 l. En semilleros de tabaco se lograron incrementos entre 30-50% de masa seca de las posturas y un ahorro de 50% de la dosis de fósforo recomendada en el caso de Burley 32 y Corojo tapado cultivados en un suelo Ferralítico cuarcitico amarillo lixiviado. En la caña de azúcar se logró, con la variedad Ja-60-5, incrementar la brotación, aumentar el 38% en rendimiento agrícola, en 42% el pol en caña y en 46% el conte-nido de fósforo en jugo, cuando se aplicaron solubilizadores de fósforo a un suelo Ferralítico rojo típico que contenía 6 mg de P2O5/100g. de suelo (extracción con ácido sulfúrico). Biofertilizantes múltiples Se han logrado resultados promisorios con el uso combinado de varios microor-ganismos: Azotobacter, MVA y solubilizadores de fósforo. Nardo et al. (1992) pro-baron que con las combinaciones de MVA, fosfobacterias y estimuladores del creci-miento se redujo el tiempo de aviveramiento del mandarino (Citrus reticulata) Cleopatra. En el Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT), Ruiz (1993) obtuvo un incremento del 30% del rendimiento sobre el testigo sin inocular cuando le aplicó a la yuca la combinación de microorganismos azotobacter, fosforina y MVA llegando a producir 28 t/ha de raíces. Bustamante et al. (1992) informaron buenos resultados con la coinoculación con MVA, bacterias solubilizadoras del fósforo y Azotobacter chroococum en viveros de café; así como Rivera et al. (1997) utilizando MVA y bacterias rizosféricas. Por otra parte, Corbera (1998) probó que la coinoculación con Bradyrhizobium japonicum y MVA en soya resultó efectiva para garantizar su nutrición. A manera de resumen en la tabla 9 se reflejan los biofertilizantes más utilizados en la agricultura cubana en los últimos tiempos, así como sus potencialidades para el suministro de nutrientes. Estiércoles, compostes, biotierras y humus de lombriz Una práctica muy conocida y aplicada en el mundo entero es el uso de estiércol de diversos animales para restituir nutrientes al suelo. Las dosis utilizadas fluctúan entre 25-80 t/ha. Tiene la ventaja de que además de restituir los elementos mayores, aporta otros que han sido exportados del campo con las cosechas y enriquece el suelo con materia orgánica tan necesaria para mantener su fertilidad. En Cuba se aprovecha fundamentalmente el estiércol vacuno depositado en las naves de las vaquerías. Según Crespo y Gutiérrez (1992), se puede aumentar la efec-tividad de éste, mezclando los excrementos con zeolita en proporción 8:1 (base seca), añadiendo además fosforita. De esta forma se logra aumentar el nitrógeno dis-ponible y se duplica la solubilidad del fósforo. Otros estiércoles utilizados con buenos resultados son los de ovinos y gallinaza, este último sobre todo para suelos ácidos, puesto que debido a razones sanitarias en las unidades de producción avícola se añade cal a estas deyecciones, por lo cual se debe tener precaución con los cultivos sensibles a alta concentración de calcio y elevado pH. Otra opción para la preparación de un abono orgánico de calidad es la confección de compost donde se utilizan todos los restos de cosechas, yerbas y otros desechos orgánicos. En Cuba una variante que se ha estado utilizando es la llamada "biotierra". Su con-fección y puesta en práctica ha sido impulsada en la Universidad Central de Las Villas (Mayea, 1994), con buenos resultados prácticos obtenidos en la Empresa de Cultivos Varios de Nueva Paz, provincia de La Habana. Estas biotierras se obtienen al inocular los desechos orgánicos con diversos microorganismos que contribuyen a una degradación acelerada. El producto obtenido es un abono orgánico de alta calidad que en dosis relativamente pequeñas (6-7 t/ha) produce efectos positivos. Tiene además de esa ventaja, la de controlar por antagonismo a otros microorga-nismos patógenos de las plantas cultivadas. La biotierra preparada en Cuba se ob-tiene por la acción de 4 microorganismos: el Azospirillum orizae (bacteria), la Tricho-derma sp (hongo), la Sacharomyces cereviseae (levadura) y el Bacillus nato (bacteria). Otro abono de alta calidad es el llamado “casting” o humus de lombriz. En Cuba investigadores del Instituto de Suelos han dado un gran impulso a la lombricultura. Una valoración muy positiva de esta práctica ha sido informada por Ramón-Cuevas et al. (1996) y su opción productiva por González et al. (1996) del Instituto de Inves-tigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF). Esta técnica se basa en la cría de lombrices especialmente domesticadas. Según instructivo técnico elaborado por la Delegación Provincial del Ministerio de la Agricultura en La Habana (MINAG, 1993), para su alimentación se utiliza cualquier desecho orgánico, que ellas transforman en humus. La especie Roja Californiana (Eisenia foetida) ha dado buenos resultados, ofre-ciendo las siguientes ventajas: • Se pueden manejar densidades de 10 000 a 50 000 lombrices/m2, permitiendo un reciclaje rápido • Es muy prolífera, se reproduce desde los tres meses de edad, puede aparearse cada 10 días y nacen de cada capullo entre 2 y 20 lombrices • Es resistente a cambios de la temperatura, pH y humedad • Se adapta bien a distintos tipos de substratos alimenticios • En una hectárea de tierra se puede obtener por la crianza de lombrices de 2 500 a 3 500 m3 de humus si se realizan tres cosechas al año y se le suministran 9 000 m3 de residuos Se han obtenido buenos resultados en la nutrición de los cultivos aplicando localiza-damente cantidades relativamente pequeñas, del orden de 2,5 a 5 t de humus/ha. Se logró suplir las necesidades de fósforo de la papa (Solanum tuberosum) en un suelo Ferralítico con 18 mg de P2O5 y 0.6% de K2O. Por otra parte, en un suelo aluvial poco diferenciado se han obtenido buenos resul-tados en el maíz al aplicar 2,5 t/ha de humus, combinado con 100 y 60 kg./ha de N y P2O5 respectivamente, alcanzando rendimientos de maíz tierno del orden de 12 t/ha. El uso del humus de lombriz en diferentes cultivos agrícolas, las dosis utilizadas y su potencialidad para la sustitución de fertilizantes químicos se reflejan en la tabla 10. La producción de humus de lombriz y de compost se incrementó en el país, llegándose a producir hasta 78 000 y 701 000 t respectivamente (figura 2). El mismo comportamiento se observa en la aplicación de abonos orgánicos en la agricultura no cañera, la cual llegó a duplicarse en el período 1984 - 1990 (figura 3). Posteriormente, producto de la crisis económica, hubo un descenso que comenzó a recuperarse a partir de 1997 - 1998. 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1991 años 1992 1990 1989 miles de t 800 700 Compost 600 500 400 300 200 100 0 1991 1990 Humus de lombriz 1989 miles de t 80 70 60 50 40 30 20 10 0 años Figura 2. Producción de humus de lombriz y compost en Cuba (miles de t) CNSF, MINAG miles de t 3500 3000 2500 2000 1500 1000 500 años 0 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1995 1996 1997 1998 Figura 3. Aplicación de abonos orgánicos en la agricultura no cañera en Cuba (miles de t) Abonos verdes La alternativa propuesta en los últimos años de una agricultura de orgánica, que sustituye los fertilizantes de origen mineral por abonos orgánicos principalmente estiércoles; viene encontrando obstáculos para su amplia difusión debido a la dificultad de producirlos en los mismos sitios donde van a ser utilizados, las cantidades producidas, que son pequeñas con relación al área que hay que mejorar así como al elevado costo de transporte. Hoy día existe el consenso en definir que el conjunto de alternativas dirigidas a buscar un mejoramiento del recurso suelo deben ser biológicas, social y económicamente ajustables a las realidades de los campe-sinos. En este sentido los abonos verdes han recobrado importancia debido a su posibilidad de reproducir “in situ” la materia orgánica, constituyendo una buena estrategia para ser consideradas en programas de manejo y conservación de suelos al nivel campesino. Desde inicios del siglo en Cuba (1907, 1909 y 1917) se publicaron en la Estación Experimental Agronómica de Santiago de la Vegas indicaciones para el uso de los abonos verdes, recomendándose un grupo con buena adaptación al país: canavalia (Canavalia ensiformis), frijol terciopelo (Mucuna pruriens), crotalaria (Crotalaria sp.), caupí (Vigna sp.), gandul (Cajanus cajan), soya, entre otros. Estas leguminosas aportan nuevas cantidades de N al sistema agrícola por medio de la fijación bioló-gica y reciclan cantidades apreciables de fósforo y potasio. Peña et al. (1988) seña-laban que en Cuba es práctica común de los campesinos de Banao en Sancti Spíritus usar el frijol de terciopelo como abono verde en las áreas productivas de la cebolla. Cancio et al. (1990) recomendaron usar una labranza mínima y abonos verdes en cebolla en esta zona. De acuerdo con Peña et al. (1986) en las condiciones de montaña en el Escambray se han obtenido resultados satisfactorios al utilizar el sorgo como mejorador y protector de los suelos erosionados; esta especie a 15 días de germinada cubrió el 100% de área, aportó 133, 25 y 189 kg de N, P2O5, y K2O respectivamente. Cancio et al. (1989), al probar tres leguminosas --frijol de terciopelo, dolichos (Lablab purpureus) y canavalia-- en los suelos pardo-grisáceos levemente erosionados, determinaron que también el sorgo forrajero fue el mejor, pues produce los mayores incrementos en el rendimiento del tabaco. Uno de los cultivos donde más se ha extendido la práctica del abonado verde en el país es el arroz. En este sentido en trabajos recientes realizados por Cabello et al. (1989) en la Estación Central del Arroz en Cuba se concluyó que es posible utilizar como abono verde para el arroz la (Sesbania rostrata) sembrada en primavera (lluvias) para incorporarla a los 45 días de esta forma se sustituyen de 60 a 80 kg/ha de N, obteniéndose un rendimiento de hasta 6 t/ha de arroz. Existen en estos momentos programas concretos de producción de semillas de S. rostrata en cada Complejo Agroindustrial (CAI) Arrocero del país con vista a garantizar parte del N necesario a este cultivo por esta vía. Un programa de estudio bastante completo se ha realizado desde 1992 en el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas sobre esta alternativa, seleccionando las especies promisorias para el país, las fechas óptimas de siembra, potencialidades para la sustitución de fertilizantes químicos nitrogenados, así como la inclusión de especies idóneas en sistemas de rotación y/o asociación en varios cultivos como calabaza (Cucurbita moschata), papa, malanga (Xanthosoma sagittifolium), maíz y café (García, 1998). De acuerdo con esta autora, la mayoría de las leguminosas y otras plantas utilizadas como abonos verdes presentan un mejor comportamiento en las condiciones del período lluvioso de Cuba en comparación con el no lluvioso en el primero estas plantas aportan mayor cantidad de fitomasa y de nutrientes al suelo: de 10 a 67 t/ha de fitomasa fresca, de 2 a 11 t/ha de fitomasa seca, de 67 a 255 kg/ha de N, de 7 a 22 kg/ha de P y de 36 a 211 kg/ha de K (tabla 11). En el período poco lluvioso existe además el inconveniente de que la mayor parte de estas plantas son fotoperiódicas de días cortos, iniciando su período reproductivo cuando aún no han alcanzado el desarrollo vegetativo requerido para utilizarlas como abono verde. Las leguminosas promisorias para el país, por su adaptación y aportes son: canavalia, crotalaria, mucuna prieta, caupí, frijol mungo, sesbania, sorgo de grano, dolichos y lupino (Lupinus albus). De acuerdo con estos resultados, para mejorar los cultivos de invierno, las especies de abonos verdes deben ser sembradas antes del 15 de septiembre. Como precedente de la calabaza, las mejores especies fueron la crotalaria (C. juncea) y caupí (Vigna unguiculata), que superaron a la fertilización química. En este cultivo los rendimientos se incrementan de 4 t/ha sin abono verde a 10 t/ha con la crotalaria y hasta 6 t/ha con la vigna. Para obtener rendimientos de calabaza por encima de 14 t/ha es necesario añadir sólo 60 kg/ha de N, lo cual representa una considerable disminución de la dosis anterior recomendada que era de 140 kg/ha de N químico. En el cultivo de la papa (dentro de época) la mejor especie fue la canavalia, que sus-tituyó hasta el 50% de sus necesidades de N (80 kg/ha). De forma similar a la calabaza, los más altos rendimientos se obtuvieron al combinar canavalia y 40 kg/ha de N, sustituyéndose de esta forma hasta el 75% del fertilizante. El cultivo asociado de la malanga con leguminosas como el caupí y soya, permitió incrementar los rendimientos totales por área cultivada en un 50% (4 t/ha) en comparación con el cultivo no asociado. Las leguminosas intercaladas cubrieron rápidamente el entresurco de la malanga, controlando el crecimiento de las malezas, conservando mejor la humedad del suelo. En el cultivo de maíz de primavera se obtuvieron buenos resultados al intercalar cuatro leguminosas: sesbania, mucuna prieta, canavalia y crotalaria (C.juncea) (Treto et al., 1994). En el cultivo del maíz de invierno se destacan la canavalia, el frijol diablito y el lupino. En café, la leguminosa más resistente a las condiciones adversas del invierno en las zonas montañosas fue la canavalia, que aportó por cada ha sembrada 4.3 t/ha de masa seca, 19 t/ha de masa fresca y 182; 13 y 76 kg/ha de N, P y K respectivamente (Treto et al., 1994). La inclusión de los abonos verdes a los sistemas agrícolas permite obtener una efectividad económica que oscila entre $ 623 pesos cubanos/ha a $ 1 503 pesos cubanos/ha en dependencia de los cultivos y las especies, añadiendo que las ganancias producidas se deben en su mayor parte a los altos incrementos del ren-dimiento de los cultivos con esta alternativa y en menor cuantía a la posibilidad de sustitución de fertilizantes químicos (García, 1998). A manera de resumen y de acuerdo con los resultados de diversos autores en el país, los abonos verdes pueden sustituir de 35-75% de las necesidades de N en diversos cultivos agrícolas, lo que equivale a cantidades desde 51 a 110 kg/ha de N (tabla 12). En la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) “28 de septiembre” en Bata-banó, provincia La Habana, se ha introducido la asociación de maíz-dolichos con resultados satisfactorios como forraje para la producción animal y como abono verde (SANE, 1999). En la CPA “Jorge Dimitrov” en San Antonio de los Baños en la misma provincia de La Habana, están utilizando la canavalia asociada con el maíz, con resultados posi-tivos en los cultivos subsiguientes. Por otra parte, en la CPA “Gilberto León”, tam-bién en San Antonio, se han probado varias especies intercaladas en el plátano, obteniéndose resultados alentadores con el uso de la canavalia, la crotalaria y el frijol de terciopelo enano. La introducción a escala más extensiva de los abonos verdes depende de numerosos factores, entre ellos: la necesidad de producir las semillas en las mismas unidades donde van a ser utilizadas, la inclusión de estos en los planes de rotación y aso-ciación de los cultivos económicos en las fincas, así como la necesidad de una mayor conciencia de esta práctica entre los agricultores. La acción de los abonos verdes no solo se expresa como sustituto de fertilizantes minerales sino que, a diferencia de estos, aportan otros nutrimentos y mejoran las propiedades físicas de los suelos (tabla 13). Zeolitas De forma general el mejoramiento de los suelos en condiciones de alta degradación puede producir incrementos de hasta un 20%, particularmente en los agroecosiste-mas tendentes a la inercia edafológica. En este contexto, los resultados obtenidos con zeolitas naturales o sus mezclas con residuos orgánicos merecen ser considerados, dado el hecho de que Cuba dispone de elevadas reservas de este valioso mineral, posibilitando su uso a escala regional en dependencia de los requerimientos de los diferentes tipos de suelos. Así, investigaciones realizadas en la Empresa de Cultivos Varios de Manacas en la provincia de Villa Clara con zeolitas naturales, muestran para una dosis óptima de 6 t/ha un mejoramiento integral en las propiedades de un suelo Ferralítico cuarcítico amarillo-rojizo lixiviado. Dosis crecientes de zeolita (o hasta 12 t/ha) en cultivos de boniato, ajo y tomate produjeron efectos positivos en cuanto a humedad higroscó-pica, peso específico y estructura (agregados del suelo). Por otra parte hubo incre-mentos en pH, Ca, Mg, Na, K, CCB, P2O5 y K2O con un aumento en rendimiento que fluctuó entre 17.4 y 20.5 t/ha para el boniato, 1.9 y 3.4 t/ha para el ajo y 8.6 y 21.0 t/ha para el tomate (Febles, 1998). Labranza mínima y uso de la tracción animal Como se pudo observar en la tabla 2, uno de los problemas de degradación de nuestros suelos es la compactación producida entre otros aspectos por un excesivo laboreo y uso de implementos inadecuados como el arado de discos. Estas prácticas además, tienen un alto costo energético y hacen disminuir el contenido de materia orgánica del suelo. Actualmente se ha logrado un incremento considerable del uso de la tracción animal en las labores agrícolas, utilizando bueyes, así como usando implementos que no inviertan el prisma del suelo, como es el multiarado. En la tabla 14 se muestra un ejemplo del efecto de la mecanización de las labores sobre las propiedades del suelo. Introducción del manejo agroecológico del suelo Aunque este término es de reciente introducción en Cuba (1992) estas prácticas se conocen empíricamente por muchos de nuestros campesinos. En muchas fincas se usaban o usa la incorporación de residuos, la rotación de los cultivos, los policul-tivos, la aplicación de abonos orgánicos, la integración de animales y cultivos, la biodiversidad funcional, entre otras. Sin embargo otros productores y profesionales todavía consideran como paradigma la agricultura de la Revolución Verde. Consideramos no obstante, que la conciencia agroecológica ha avanzado, así como la divulgación y la capacitación, tanto de los profesionales como de los agricultores. Resultados alentadores se han obtenido en el sector cooperativo, donde se han de-sarrrollado proyectos para monitorear los efectos del manejo ecológico de tres fincas entre los años 1995 - 1998 en La Habana. Este proyecto forma parte del proyecto SANE (Red de Agricultura Sostenible y Extensión) del PNUD y ha sido apoyado por el CITMA, así como, por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños. Luego de tres años de ejecución se puede observar cómo se ha logrado mantener y mejorar la fertilidad de los suelos en los llamados “Faros Agroecológicos” (tabla 15). Como conclusión se puede afirmar que el proceso de recuperación de la fertilidad de los suelos en Cuba, mediante su manejo ecológico marcha por buen camino, porque cada día mas personas involucradas en su cuidado ganan en conciencia de cómo hacer para que este preciado recurso pueda brindar sus frutos para el bien de todos los cubanos y visitantes. Referencias Arzola, N.; V. Paneque; H. Battle; L. Morejón; C. Alfonso y G. Hernández. 1990. La cachaza como enmienda orgánica y fertilizante para la cañas de azúcar. Folleto divulgativo del INCA. La Habana. Bhat, J.B.; E.S. Limayen y B.L. Vasantharajam. 1971. 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Vázquez2 1- Centro de Estudios de Agricultura Sostenible (CEAS), Universidad Agraria de La Habana (UNAH) 2- Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV) no de los elementos claves dentro del modelo agrícola alternativo que actualmente se esta implementando en Cuba es el desarrollo y aplicación de técnicas de manejo de plagas y malezas, que tienen como fundamento la reducción o eliminación del uso de los plaguicidas sintéticos. Contrario a lo que algunos piensan, la implementación de estas técnicas no tiene su causa en la crisis económica que desde 1990 vive la nación cubana, pues desde los primeros años de la década del 80 se venían aplicando en el país prácticas de manejo de plagas que tenían como base la búsqueda de alternativas a los plaguicidas sin-téticos, pues ya empezaban a manifestarse de forma notoria los efectos negativos del uso intensivo de estos en la fitoprotección. La década del 60 marcó el inicio de una nueva etapa en la protección de plantas en Cuba, pues antes de esa fecha las cantidades de plaguicidas sintéticos que se impor-taban eran insignificantes y las estrategias para el control de plagas estaban basadas fundamentalmente en prácticas culturales y en el uso de plaguicidas de naturaleza inorgánica. U El estado de extrema miseria en que se encontraba sumido el campesinado cubano al triunfar la Revolución, siendo Cuba un país eminentemente agrícola, hizo evidente que cualquier propuesta de desarrollo debía comenzar por resolver el problema agrario, lo que significó por una parte cambiar el régimen semifeudal de propiedad de la tierra y por otra avanzar en el sentido de la construcción de una agricultura moderna y eficiente, léase Revolución Verde, según los cánones vigentes entonces (Montano et al., 1997). Desde luego, con el desarrollo de los sistemas agrícolas intensivos en la década de los sesenta y principios de los setenta, surgió la necesidad del establecimiento de normas de consumo de plaguicidas que antes no existían y se abrió un nuevo ren-glón de importación para el país. En este periodo el control de los organismos plaga estuvo basado casi exclusivamente en el uso de los plaguicidas sintéticos. En los años sesenta las aplicaciones en los diferentes cultivos se hacían por programas y se incluían dentro de las normas técnicas como una medida más a considerar. Es de comprender que en esta etapa de “quimización” las prácticas de control cultu-ral y otras que formaban parte de las tradiciones campesinas, fueran relegadas al olvido como sucedió en la mayor parte de los países después de la aparición en el mercado internacional de los plaguicidas sintéticos. Las consecuencias de esta polí-tica no se hicieron esperar y, como ya dijimos anteriormente, en muy poco tiempo comenzaron a manifestarse nuevos problemas en el campo de la sanidad vegetal. La preocupación por la aparición de nuevos organismos plaga, la ineficiencia en el control de algunas de las ya conocidas y la disminución de las poblaciones de los enemigos naturales, contribuyó a que a mediados de los setenta se creara por el Ministerio de la Agricultura (MINAG) el Sistema Estatal de Protección de Plantas y así surgieron las Estaciones Territoriales de Protección de Plantas (ETPP), que dotadas de metodologías de señalización (seguimiento y decisiones) que luego se fueron perfeccionando, así como mediante otros procedimientos legales y una fuerte capacitación, permitieron que al año de existencia se lograra reducir, prácticamente a la mitad, el consumo nacional de plaguicidas (figura 1). Miles de toneladas 40 35 30 25 20 15 10 5 0 1998 1996 1994 1992 1990 1988 1986 1984 1982 1980 1978 1976 1974 años Figura 1. Importaciones de plaguicidas a partir de la creación de las Para sustentar metodológicamente el trabajo de las ETPP, hubo que realizar una intensa labor científica, principalmente estudiar la biología, ecología, nocividad, umbrales y métodos de control de las plagas principales, lo que permitió una gran solidez a dicho sistema de señalización, a la vez que sentó las bases científicas para el manejo integrado de plagas (MIP). El MIP fue establecido en fecha tan temprana como 1982 como política oficial del Estado Cubano, pues se comenzaron a integrar medidas de control cultural, químico y biológico, en las que el uso de depredadores, parasitoides, patógenos y antagonistas constituyeron y constituyen el elemento más notable. En la década del 90 se produce por segunda vez una disminución notable en el consumo de plaguicidas, con la gran diferencia con respecto a 1974 de que en el 90 ya se encontraban desarrolladas metodologías para la producción masiva de organis-mos para el control biológico y estaba asegurada la base material y organizativa que requiere este, además de la experiencia acumulada en la implementación de dife-rentes programas de MIP que venían desarrollándose desde los 80 y que en estos momentos abarcan 14 cultivos. Entre 1991 y 1998 las importaciones de plaguicidas fluctuaron entre 6 mil y 12 mil toneladas, para una media de 8 375 t/año. Esta reducción ha sido más acentuada para los insecticidas, y en menor medida para los fungicidas y herbicidas, y tiene su explicación en que existen implementadas muchas más alternativas no químicas para el control de plagas de insectos que para el de enfermedades o malezas, esta es una tendencia que se comporta así en otras partes del mundo. En los cultivos de caña de azúcar (Saccharum officinarum), cafeto (Coffea arabica), pastos, boniato (Ipomoea batatas) y yuca (Manihot esculenta) no se aplican insecticidas sintéticos, en el cultivo de la col (Brassica oleracea) las aplicaciones son de bajas a nulas y en los cultivos de cítricos (Citrus spp.), tabaco, (Nicotina tabacum) plátano (Musa spp.) y banano (Musa spp.) son bajas. En el establecimiento del nuevo modelo agrícola en que Cuba está empeñada, una de las tareas más urgentes es encontrar las vías para continuar reduciendo el uso de plaguicidas sintéticos para el manejo de plagas en general. El control biológico es una de estas vías, de hecho constituye actualmente la alternativa principal (Rosset y Benjamín, 1994; Pérez et al., 1995; Rovesti, 1998). El uso de organismos biorre-guladores en el país data de principios de siglo, pero no es hasta los años 60 que se establecen programas más completos para el estudio y aplicación de estos, alcan-zando su mayor desarrollo en la década de los 80. Posterior al triunfo de la Revo-lución, el desarrollo de la protección de plantas en Cuba ha pasado por cuatro etapas o fases decisivas, con una tendencia agroecológica (Vázquez y Almaguel, 1997): La diversificación de la tenencia y uso de la tierra (inicios década de los sesenta) La creación del servicio estatal de protección de plantas a mediados de los setenta La implementación del programa nacional de lucha biológica al final de los ochenta El impulso de los programas de manejo integrado de plagas con un enfoque de manejo del cultivo en los años noventa Esta tendencia agroecológica se ha favorecido con las decisiones más recientes en torno a la tenencia de la tierra, que ha conducido a una menor escala productiva y amplia producción cooperativa, lo que ha convertido a los campos del país en verdaderos mosaicos de cultivos. Control biológico El rol que juega el control biológico en la agricultura sostenible ha sido ampliamente debatido. Está suficientemente argumentado que al restaurarse la biodiversidad funcional de los agroecosistemas se incrementará la regulación natural de plagas. Para llegar gradualmente a esta regulación se precisa, durante el proceso de con-versión, implementar programas de manejo que tengan una sólida base ecológica y propicien la restauración gradual de la biodiversidad perdida. Precisamente el modelo de conversión cubano se ha caracterizado por una etapa de sustitución de insumos químicos por biológicos, en el marco de programas de manejo integrado de plagas (MIP), en los que de forma armónica se incrementa el uso de bioplaguicidas y entomófagos y se hace un uso racional de los plaguicidas sintéticos. En estos programas la lucha fitogenética, las prácticas agronómicas, el manejo del habitat y una fuerte capacitación de los productores, han permitido abrir cada día mayor espacio al manejo agroecológico. Nuestra experiencia es que el control biológico es la piedra angular de las medidas a implementar en estos programas de manejo. En la literatura científica aparecen numerosos ejemplos de cómo con la implementación de las rotaciones, policultivos y el uso de la materia orgánica, los principales mecanismos de regulación natural que se ponen en juego son mecanismos de control biológico. Justamente han sido a las estrategias del control biológico a las que se le ha dado prioridad en el sistema de protección de plantas cubano. El mayor éxito se ha alcanzado en la cría masiva y liberación de enemigos naturales y en el desarrollo, producción masiva y aplicación de patógenos de insectos. Cuba se encuentra actualmente entre los países que lideran en el mundo la producción de medios biológicos para el manejo de plagas y enfermedades. Los primeros intentos de manejar plagas utilizando enemigos naturales en el país datan de 1930, en que se introdujo desde Singapur el parasitoide Eretmocerus serius (avispita amarilla de la India) para el control de la mosca prieta de los cítricos (Aleurocanthus woglumi) y la cotorrita (Rodolia cardinalis) para la lucha contra la guagua acanalada (Icerya purchasi), ambas plagas importantes de los cítricos, lo-grándose el establecimiento de ambos entomófagos (Vázquez y Castellanos, 1997). Este programa de control biológico clásico es uno de los más exitosos en la región, ya que desde su implementación no se han presentado afectaciones por la plaga, excepto cuando se han realizado tratamientos inadecuados de plaguicidas sintéticos. En este mismo año se comienza a desarrollar un programa para la cría y liberación de la mosca cubana (Lixophaga diatraeae), parasitoide endémico del bórer de la caña de azúcar (Diatraea saccharalis). Estos esfuerzos iniciales quedaron en el olvido como sucedió en la mayoría de los países entre los años 40 y 60, en que al control biológico se le prestó escasa atención. Los antecedentes del actual programa de control biológico están en los antiguos laboratorios de cría masiva de la mosca L. diatraeae, pues antes de 1959 existían varios laboratorios que estaban produciendo esta mosca taquínida para el control biológico del bórer. Entre los años 1960-1980 se desarrollaron nuevas tecnologías y se incrementaron las producciones en los seis laboratorios existentes y así en 1980 el Ministerio del Azúcar (MINAZ) creó el Programa Nacional de Lucha Biológica, que ya en 1995 contaba con 50 Centros Reproductores de Entomófagos (CREE), que lograban liberaciones anuales de 78 millones de moscas en 1.6 millones de hectáreas (Fuentes et al.,1998). La producción en estos centros se diversificó y actualmente se producen otros agentes de control biológico, incluyendo entomopatógenos. Como resultado de los avances en el control biológico y de la experiencia acu-mulada en los primeros centros reproductores, creados en su mayoría por el MINAZ, se produce a mediados de la década del 80 el inicio de una fuerte sustitución de los insecticidas sintéticos. Contribuyó también a este avance el hecho de que en los años 60 aparecieron en el mercado los primeros productos biológicos que tenían como base a Bacillus thuringiensis (Bt). La entrada en el país de algunas de estas for-mulaciones de Bt, el éxito que se logró en las primeras pruebas en el control del cogollero del tabaco (Heliothis virescens) y el falso medidor de los pastos (Mocis latipes), estimuló el interés en la búsqueda de cepas nativas. Los resultados obtenidos en estos primeros años y el conocimiento de las expe-riencias en este campo en la ex Unión Soviética, demostraron la factibilidad de desarrollar tecnologías de reproducción de entomopatógenos. Se diseñó un pro-grama para cumplir en dos etapas, la primera consideró el desarrollo de tecnologías de reproducción semiartesanales y una segunda etapa de desarrollo de tecnologías semindustriales e industriales, el cual no significó el abandono de la producción semiartesanal, como veremos más adelante. En 1988 el MINAG aprueba el Programa Nacional de Producción de Medios Biológicos para el trienio 1988-1990, que tuvo como fundamento la ampliación de una red de laboratorios (tabla 1) denominados Centros Reproductores de Entomó-fagos y Entomopatógenos (CREE), que brindan servicio a las empresas estatales, cooperativas y pequeños agricultores. La creación de estos laboratorios es justamente uno de los aspectos más interesantes del manejo de plagas en Cuba. El desarrollo de esta política posibilitó que al pre-sentarse la crisis económica pudiera intensificarse la sustitución de insumos quí-micos por insumos biológicos, pues ya estaban desarrolladas e implementadas tecno-logías de reproducción artesanal y se contaba con el personal técnico calificado; además, los productores habían entendido las ventajas de estos bioproductos. Se produce así, por segunda vez, una reducción en el uso de plaguicidas (figura 1) y se inicia una nueva etapa en la protección de plantas. En 1991, bajo la orientación de la máxima dirección del país, el MINAG y el MINAZ, al revisar el Programa Nacional de Producción de Medios Biológicos, acuerdan la creación de 222 y 54 CREE respectivamente, con tecnologías de repro-ducción semiartesanales, 29 plantas de bioplaguicidas con tecnologías de reproduc-ción semindustrial y una planta piloto central para el desarrollo de nuevas tecnologías. \Los cálculos realizados arrojaron que la capacidad de producción de estos centros debería satisfacer las necesidades de medios biológicos de la agricultura cubana, posibilitando así la disminución gradual del consumo de plaguicidas. De este progra-ma se logró cumplir hasta la fecha con la creación de 280 CREE (4 más de lo pre-visto), tres plantas de fermentación y una planta piloto. Los CREE constituyen la base del programa nacional de control biológico en el país, los que se consideran una verdadera revolución en la producción semindustrial de bioplaguicidas y entomófagos para el control de plagas agrícolas. Los 280 CREE que existen actualmente (53 en áreas donde se cultiva caña de azúcar y 227 en áreas de cultivos no cañeros y frutales) se encuentran distribuidos a lo largo de todo el territorio nacional, en entidades estatales, Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) y Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC). La ubicación se ha hecho teniendo en cuenta las necesidades locales, establecién-dose en las propias áreas agrícolas o muy cerca de estas. Cuentan con un equipo de trabajo formado por especialistas universitarios, técnicos de nivel medio y auxiliares. La decisión de los organismos, cepas y cantidad de medios biológicos a producir está en función de las características de la producción agropecuaria de la región, para la que produce el biolaboratorio. Los productos se distribuyen por el mismo CREE, lo que evita los costos de transportación desde largas distancias, además del almacenaje. La producción en un elevado número de casos está altamente diversificada, aunque a tono con la tendencia mundial el organismo que en mayor cantidad se ha pro-ducido y aplicado es Bt (más de 10 000 t en 10 años). Además de la diversidad de organismos, algo muy importante es que la mayoría de las cepas que se han selec-cionado para la reproducción no son introducidas, sino nativas, lo que toma en cuenta la necesidad de utilizar la biodiversidad local. Precisamente esta ha sido una labor permanente del programa, la búsqueda y selec-ción de cepas nativas, para garantizar nuevos productos y su manejo, como es el caso de la polilla de la col (Plutella xylostella), en que existe un verdadero manejo de cepas a través de los tres biopreparados de Bt (tabla 2) que se utilizan actual-mente como modo de evitar la resistencia. Las metodologías de producción generadas en el país poseen una flexibilidad tal que permiten el uso del sustrato más adecuado y abundante en la localidad. Por ejemplo, para la producción de Bt se recomienda jugo de frutas, estas pueden ser naranja (Citrus sinensis), toronja (Citrus grandis), zanahoria (Daucus carota), pepino (Cucumis sativus), tomate (Lycopersicon esculentum), caña de azúcar u otras en dependencia de la disponibilidad. Para la reproducción de los hongos se ha utilizado un desecho de la producción arrocera (cabecilla), bagacillo del proceso industrial de la caña de azúcar y residuos de la cosecha del café después de despulpado. El hecho de utilizar subproductos o desechos de la producción agroindustrial como sustratros para la producción masiva, hace que se abaraten los costos de producción. Las relaciones de compra - venta se establecen directamente entre el agricultor y la dirección del CREE, que brinda recomendaciones y hace a la vez trabajo de capacitación y extensión. Estudios de costos realizados por Sánchez et al. (1999) demostraron que la repro-ducción de los hongos entomopatógenos resulta más costosa que la de la bacteria B. thuringiensis, por tener ciclos de producción más prolongados, entre otros requeri-mientos. De igual forma, del 27.5 al 46.5% del costo total de producción por tecno-logías artesanales corresponden al salario y también tienen un peso significativo los gastos de control de la calidad. Estos autores determinaron costos unitarios para 10 kg de biopreparado de: 1.72 pesos cubanos para B. thuringiensis por el método líquido estático; 10.43 pesos cubanos para Verticillium lecanii bifásico (líquido/ líquido) y 12.63 pesos para Beauveria bassiana por el método bifásico (líquido/ sólido). Los entomopatógenos que se reproducen masivamente en los CREE en la actualidad son: la bacteria Bacillus thuringiensis, los hongos Beauveria bassiana, Metarhizium anisopliae, Verticillium lecanii y Paecilomyces lilacinus. Recientemente comenzó a producirse en algunos laboratorios Nomuraea rileyi y Paecilomyces fumosoroseus, también se produce el hongo antagonista Trichoderma spp. para el control de hongos fitopatógenos del suelo. La tecnología utilizada en los CREE para la repro-ducción de Bt es la fermentación líquida en cultivo estático. Esta misma tecnología fue utilizada para la reproducción de algunos hongos, pero por no ser la más con-veniente, ya que se presentaban problemas con el tiempo de almacenamiento, que era muy limitado, fue sustituida por el cultivo sólido o bifásico, tecnología con la cual se reproducen actualmente la mayoría de los hongos. Durante 1999 se estu-vieron haciendo pruebas acerca de la factibilidad de producir Bt en cultivo sólido, y los resultados obtenidos hasta el presente han permitido encontrar algunas ventajas sobre el cultivo líquido y en estos momentos se extiende la prueba a un número mayor de CREE. Una de las etapas más importantes dentro del proceso de reproducción es el control de la calidad, en cada laboratorio hay un especialista encargado de esta actividad. Se han elaborado normas nacionales de control de calidad para todos los bioproductos. La evaluación final del control de la calidad se hace al 2% de la producción del día, se determina pureza, concentración y viabilidad de las esporas de los hongos y concentración de cristales para el caso de Bt, virulencia y efectividad técnica en campo. También existen normas de calidad para los insectos que se producen masi-vamente como Trichogramma spp., L. diatraeae y Sitotroga cerealella. Además existe un sistema de control de la calidad, de carácter estatal, que es ejecu-tado por la red de Laboratorios Provinciales de Sanidad Vegetal (LAPROSAV) y las ETPP que monitorean la efectividad en campo, bajo la orientación metodológica y fiscalización del Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV), que suministra las cepas certificadas para todos los CREE del país. La producción masiva no se ha limitado al desarrollo de tecnologías artesanales, paralelamente se han desarrollado producciones industriales, se han puesto a punto tecnologías para la producción por cultivo sumergido de B. bassiana hasta la obten-ción de un formulado en forma de polvo y de Bt hasta producto final como fluido concentrado. Los mayores volúmenes de producción corresponden a Bt, se producen cuatro cepas, tres de ellas para lepidópteros y una para ácaros (Fernández-Larrea, 1999). Los organismos controlados con estos productos aparecen en las tablas 2, 3 y 4. Los hongos entomopatógenos tienen también un gran uso, principalmente B. bassiana y V. lecanii (tabla 3). De gran impacto ha sido la utilización de B. bassiana en combinación con feromonas sexuales para el control del tetuán del boniato (Cylas formicarius elegantulus). Pero el uso más extensivo ha sido en tratamientos contra picudos; se ha aplicado al suelo contra el picudo negro del plátano (Cosmopolites sordidus) y contra el picudo verde azul (Pachnaeus litus) en cítricos y más recien-temente para el control de la bibijagua (Atta insularis). B. bassiana y M. anisopliae también han sido empleados para el control del Thrips palmi en varios cultivos. Particularmente V. lecanii se ha empleado con éxito en el programa de manejo de la mosca blanca (Bemisia tabaci), tanto en tomate como en frijol (Phaseolus vulgaris), en un sistema de tratamientos preventivos ante la presencia de poblaciones de la plaga. De gran aceptación por los productores ha sido el uso de antagonistas del género Trichoderma, principalmente para el control de patógenos del suelo y en tratamien-tos de semillas (tabla 4). toneladas 1800 1600 B.thuringiensis 1400 B.bassiana 1200 V. lecanii 1000 M.anisopliae 800 Paecilomyces 600 Trichoderma spp. 400 200 años 0 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 Figura 2. Producción de entomopatógenos y antagonistas en CREE y Plantas de bioplaguicidas En la figura 2 se muestra la producción total de 1990 a 1999 de entomopatógenos y antagonistas, la artesanal realizada en los CREE y la semindustrial en Plantas de biopreparados. La reproducción de estos microorganismos se hace de acuerdo con un plan que se corresponde con las necesidades de la producción agrícola en cada región y año, de ahí que pueda apreciarse una fluctuación en los volúmenes de producción que va de un mínimo de 1 005 t producidas en 1990 a un máximo de 2 844 t obtenidas en 1994 para una media anual de 2 132 t. Con estas producciones y las de entomófagos (figuras 3 y 4) se logró incrementar la superficie tratada hasta 982 000 hectáreas en 1999. miles de millones 9000 8000 7000 6000 5000 4000 3000 2000 1000 0 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 años Desde el momento en que se pusieron a punto las tres plantas de fermentación semindustriales, las necesidades de uso de Bt se satisfacen con cantidades menores, pues a diferencia del proceso artesanal, en el semindustrial se obtiene un producto final en forma de fluido concentrado, con una mayor concentración de cristales y por tanto se recomienda aplicar con dosis menores por hectárea de cultivo a tratar. Está además el hecho de que a partir de 1994 se comienza a diversificar la producción al incorporarse nuevos microorganismos a este proceso y, por otra parte, en los últi-mos años, a medida que se han ido perfeccionando los programas de MIP estable-cidos, se han incorporado a estos otras medidas de control de plagas, de modo que para el manejo de plagas en numerosos cultivos se cuenta con la integración de múltiples prácticas, muchas de estas de carácter preventivo y no curativo como sucede en el caso de Thrips palmi y de la mosca blanca. Es decir, el proceso de sustitución de insumos no solo ha estado basado en la sustitución de plaguicidas sintéticos por medios biológicos. El entomófago que en mayor cantidad se cría y libera es el parasitoide de huevos Trichogramma spp. La cría se realiza sobre huevos de Corcyra cephalonica o Sitotroga cerealella y la liberación se realiza cuando aproximadamente el 50% de los adultos de Trichogramma han emergido en el CREE, a dosis de 8 000 a 30 000 individuos/ha, en dependencia de la densidad de los huevos de la plaga a controlar. La base del programa de cría masiva y liberación es la colecta de biotipos locales. En la tabla 5 se relacionan los organismos objeto de manejo con Trichogramma spp. y otros entomófagos. Resulta interesante la diversificación que se ha alcanzado con el uso de este parasi-toide de huevos, que ha sido muy exitoso en yuca y pastos. Esto es posible precisa-mente por el adecuado manejo de ecotipos y un fuerte sistema de control de la cali-dad de las producciones. La producción masiva de nematodos se encuentra en desarrollo, se han obtenido resultados satisfactorios con los géneros Heterohabditis y Steinernema; se realizan determinadas producciones que se destinan principalmente a viveros de cítricos para el control del picudo verde azul. Hemos dejado establecido más arriba que la agricultura cubana se encuentra tran-sitando por la etapa de sustitución de insumos y que la sustitución de los plaguicidas sintéticos como base conceptual del manejo de plagas se produjo a mediados de la década del 80 como resultado de los avances en el control biológico (Pérez et al., 1995). Está claro que no sólo con medios biológicos se puede lograr esta sustitución, además únicamente con programas de manejo que incluyan una amplia gama de prácticas ecológicas será posible alcanzar la regulación de las plagas y el balance entre éstas, sus enemigos naturales y las plantas. La sustitución de plaguicidas sintéticos por medios biológicos hizo posible que se ahorraran cientos de miles de dólares. En la tabla 13 aparecen datos de costos de aplicación de medios biológicos y químicos en los cultivos donde mayor uso se hace de los biopreparados. Conservación y manejo de enemigos naturales de plagas En relación con la agricultura sostenible las investigaciones de control biológico necesitan poner énfasis en las estrategias de conservación, pues lamentablemente en los últimos años la tendencia mundial es investigar sobre agentes nuevos de control biológico que puedan ser formulados como un producto comercial, almacenados, vendidos y aplicados de manera similar a un plaguicida químico. La "sustitución de insumos agroquímicos por otras alternativas de baja energía y de carácter biológico" es una de las fases del proceso de conversión de la agricultura convencional a la agricultura sostenible (Altieri, 1994). Lo cierto es que en este pro-ceso los productos biológicos tienen un determinado valor, pero una vez superado ese momento el manejo ha de estar basado en la regulación natural, en la cual, como se ha visto, los enemigos naturales juegan un rol significativo. A diferencia del control biológico clásico y por aumento, que generalmente se dirigen al control de individuos de una sola especie, la conservación de las especies de biorreguladores naturales es una estrategia más bien preventiva, que promueve la regulación del conjunto de poblaciones fitófagas o fitopatógenas presentes en el agroecosistema. Justamente esta es la estrategia que más posibilidades tiene en el manejo de plagas en la agricultura sostenible. Se trata de establecer condiciones que propicien la actividad reguladora de los enemigos naturales, que faciliten el estable-cimiento de los organismos introducidos y de los liberados inoculativa o inundati-vamente. Uno de los ejemplos más ilustrativos de conservación y manejo de enemigos natu-rales en Cuba lo constituye la hormiga leona (Pheidole megacephala). El éxito alcanzado en el control del tetuán en el cultivo del boniato, demostró la factibilidad de utilizar y propagar hormigas depredadoras en cultivos anuales. Carroll y Risch (1990) plantearon que esto es posible en cultivos perennes o de ciclo largo. Cuba es el primer país en poner a punto los procedimien-tos prácticos para el uso y propagación de hormigas generalistas en el control de insectos en cultivos anuales y semiperennes. El sistema de manejo se basa en el establecimiento de reservorios naturales en áreas donde las poblaciones de hormigas son abundantes. Las colonias de P. megacephala son transportadas desde los reservorios a los campos de boniato generalmente utili-zando trampas. Las trampas pueden prepararse con tallos u hojas de plátano, sacos de cáñamo o residuos de coco seco (Cocos nucífera), después de preparadas se asperjan con una solución azucarada o de miel, y se mantienen húmedas para atraer a las hormigas, una vez que las colonias de hormigas se trasladan a las trampas estas se llevan al campo y cuando la trampa se seca las hormigas la abandonan y colonizan las plantaciones de boniato (Castiñeiras, 1986). Este mismo procedi-miento se utiliza para el control del picudo negro del plátano (C. sordidus) con P. megacephala y Tetramoniun guinense (otra hormiga depredadora). Un ejemplo del alcance del uso de estas hormigas es que en 1999 se liberaron en 8 470 hectáreas de boniato en todo el país (figura 5). hectáreas 16000 14000 12000 10000 8000 6000 4000 2000 0 años 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 Figura 5. Superficie bajo manejo con Pheidole megacephala (CNSV, 2000) A medida que se establecen las condiciones que promueven la actividad y repro-ducción de especies entomófagas comienza a manifestarse la regulación. Un caso reciente lo tenemos en la C.P.A. “Jorge Dimitrov”, donde existe un "Faro Agroeco-lógico". Durante la campaña de siembra 1995-1996, en un campo sembrado de col --precedido de maíz en asocio con canavalia– (Canavalia ensiformis), se presentó un ataque intenso de áfidos (Brevicoryne brassicae) que fue regulado en escasos días por el parasitoide Diaeretiella rapae y por hongos entomopatógenos pertenecientes a los géneros Entomophthora y Erynia (Pérez et al., 1998; Pérez y Gómez, 1999). Productos de origen botánico El uso de las plantas en el control de las plagas se practica desde la antigüedad y forma parte de las tradiciones agrícolas en muchos lugares del mundo. Estas sus-tancias tienen un amplio espectro de acción y matan insectos beneficiosos tanto como plagas, por lo que hay un grupo de riesgos asociados a éstas que están limi-tando su uso en los sistemas de producción orgánicos (Dudley, 1988). Pero la flora vegetal es muy rica y ofrece amplias posibilidades. Uno de los extractos vegetales más estudiados en los últimos años es el obtenido a partir del árbol del nim (Azadirachta indica), está demostrada ampliamente su efectividad en el control de insectos, ácaros y nematodos (Schmutterer y Ascher, 1987; Hellpap, 1989). La importancia de los extractos de nim para la agricultura sostenible comparados con otros como los mencionados arriba radica en que tienen solo una ligera acción de contacto, la sustancia tiene que ser ingerida para que actúe, por lo que su efecto sobre los enemigos naturales es limitado, además la diversidad de sustancias bioactivas que contiene hace que los riesgos de que se desarrolle resis-tencia sean mínimos y no es tóxico a los humanos ni a otros mamíferos. Esta diversi-dad hace que tenga diversos mecanismos de acción tales como: repelente, antialimen-tario, esterilizante, repelente de oviposición, insecticida y regulador del crecimiento. En la flora cubana están representadas numerosas especies endémicas y exóticas que producen sustancias que tienen efecto regulador sobre las poblaciones de diferentes organismos nocivos, pero la posibilidad real de incluir productos naturales a partir de las plantas en los programas nacionales de protección de plantas no se consideró hasta 1990, cuando se dio inicio a numerosas investigaciones en esta temática. Se ha observado que diferentes extractos de alrededor de 40 especies pertenecientes a 25 familias poseen actividad biológica sobre hongos, insectos, moluscos y roedo-res. Entre las familias más importantes tanto por el número de especies estudiadas con resultados positivos, como por la versatibilidad de su bioactividad, se encuen-tran las siguientes: Meliaceae, Asteraceae, Fabaceae y Solanaceae. Las especies más significativas son el árbol del nim (Azadirachta indica), el paraíso (Melia azedarach), el güirito espinoso (Solanum mammosum) y la damasquina (Tagetes patula) (Hernández et al., 1994). El programa de desarrollo de ambos incluye las investigaciones y el establecimiento de plantaciones, con el objetivo de obtener productos naturales para uso agrícola y, además contribuir al rescate de terrenos marginales improductivos, así como al in-cremento de la biomasa y por consiguiente a la mejora del entorno ecológico (Estra-da, 1994). Está en ejecución un proyecto para el desarrollo industrial del árbol del nim y del paraíso como un segundo renglón que comprende la siembra de 15 microbosques de 12 hectáreas cada uno (seis de nim y seis de paraíso), cuatro plantas procesadoras (semindustrial) con capacidad de 200 t/año y una planta piloto para la producción industrial. En la actualidad crecen en el país más de 300 000 árboles, de los cuales el 25% está en producción, estos deberán aportar 2 500 t de frutos (semillas) en 1999 (Estrada et al., 1998). Las investigaciones realizadas hasta el momento han demostrado que los productos naturales que tienen como base al nim resultan efectivos en la regulación de insec-tos, ácaros y nematodos que afectan los cultivos hortícolas, por lo que están reco-mendados para su uso en un grupo numeroso de cultivos. En la tabla 7 se relacionan las plagas que pueden ser controladas con productos a base de nim en 14 cultivos, entre los que se encuentran el arroz, tomate, maíz y frijoles que son cultivos donde se precisa continuar desarrollando alternativas al uso de insecticidas. Una de las ventajas que tiene el uso de los extractos de nim es que la producción de estos puede lograrse en pequeña escala utilizando métodos artesanales que pueden implementar los propios agricultores, ya que no se requiere de una técnica muy compleja para hacer las extracciones, este hecho de poder hacerlo en pequeña escala al igual que la producción de medios biológicos, es uno de los elementos que a nuestro juicio nos acerca más a los criterios de sostenibilidad. La tecnología de producción artesanal recomienda un buen beneficio y secado de la semilla, conservarla en lugares frescos y secos, posteriormente molinar hasta obtener un polvo para aplicar en forma de extracto acuoso; para esto se requiere mezclar 20-25 g/l de agua y se deja en reposo entre 6-8 horas, y luego se procede a filtrar. La aplicación del extracto se realizará en horas de la tarde utilizando un volumen de solución final de 300-600 l/ha; en tal caso se requieren entre 6 y 7,5 kg. En trata-miento de suelo para el control de nematodos se aplicarán 100g/m2 (Estrada, 1995). El uso de los extractos de nim no se limita al control de plagas agrícolas. Se ha en-contrado que son efectivos en el control de ectoparásitos del ganado vacuno como la garrapata (Boophilus microplus) y como vermífugo, en gallinas ponedoras para el control del ácaro (Megninia gynglimara) y del piojo aviar (Menopon gallinae) y para el control de los ácaros de la sarna cunícula y porcina. Piojos, pulgas y otros ectoparásitos de los animales domésticos también se han controlado con resultados excelentes (Estrada y López, 1998). Como puede apreciarse en la tabla 7, existe un grupo de formulados de productos naturales que en breve estarán disponibles, eso significa para nosotros tener bien claro que estos productos son más profilácticos que curativos, que no son una solu-ción general, que deben ser usados solamente cuando sean absolutamente necesarios y lo más importante, dentro del contexto de otras medidas de manejo ecológico. A partir de los problemas con moscas blancas en los años 1989-1990, se de-sarrollaron tecnologías sencillas para extraer la nicotina de las partes de hojas que se desechaban como residuos de la producción tabacalera. De esta forma surgió un pro-ducto comúnmente conocido como tabaquina, que se produce en las propias empre-sas y cooperativas de producción agropecuaria y que garantiza altas efectividades en el control de esta y otras plagas. La tabaquina se ha generalizado en el país y aunque se considera de actividad insecticida, la residualidad es de apenas cuatro días. Rotación de cultivos y policultivos para el manejo de plagas Entre las medidas de manejo agroecológico se encuentran prácticas consideradas dentro del control cultural como la rotación de cultivos y los policultivos. En Cuba, al igual que en muchos otros países, los métodos culturales para el control de plagas fueron abandonados con el desarrollo de una agricultura de altos insumos y aunque desde hace más de una década se vienen implementando programas para el manejo integrado de plagas con una sólida base ecológica solo recientemente es que aumentó el uso de otras alternativas que complementan lo que hasta ahora se venía haciendo en el campo del control biológico aplicado. Entre las prácticas culturales que pueden implementarse con la finalidad de crear un ambiente menos favorable para el desarrollo de los organismos nocivos se encuentra la rotación de cultivos. Lampkin (1990) afirmó que en los sistemas de producción orgánicos las rotaciones constituyen la medida principal para el control de malezas, plagas y enfermedades y aunque su importancia fue reconocida en la más remota antigüedad (en los albores del surgimiento de la agricultura) es tan "aparentemente sencilla" y tan poco espectacular que fue una de las primeras prácticas en ser dese-chadas a pesar de formar parte de las más arraigadas tradiciones agrícolas. Tan es así, que al producirse la disminución en la disponibilidad de plaguicidas sintéticos y fertilizantes inorgánicos, es una de las primeras en ser rescatadas por el sector campesino. Hay que destacar que fue justamente en este sector donde se inicia la recuperación después del advenimiento de la crisis y el brusco descenso de los rendimientos agrícolas. En algunos cultivos se hizo evidente que la rotación era un elemento clave en el manejo integrado de determinados organismos, tal es el caso del control de nema-todos en el cultivo del tabaco (Fernández et al., 1990, 1992) y del tetuán del boniato. En el cultivo del boniato está establecido un programa de MIP para el tetuán que tiene como uno de los componentes fundamentales la rotación de cultivos al menos durante dos años, constituyendo una de las medidas principales en el manejo de este insecto monófago de tan difícil control. En el manejo de malezas, aún sobre las más persistentes, donde otras medidas de regulación no funcionan, la rotación puede ser efectiva como en el caso del orobanche (Orobanche ramosa) Cuando se pretende manejar malezas a través de la rotación un aspecto importante a considerar es la habilidad del cultivo para la competencia, pues la rotación con plantas de alta habilidad competitiva puede ejercer una dismi-nución de las malezas tan efectiva como siete u ocho labores manuales. Los productores conocen bien que cuando se utiliza el boniato como cultivo prece-dente al cultivo principal, la incidencia de malezas en este último es mucho menor pues una vez que las plantas de boniato "cierran" en el camellón el campo se man-tiene limpio; la maleza conocida como Don Carlos (Sorghum halepense), es regula-da en rotaciones de boniato con papa, frijoles y maní (Arachis hypogaea). Al respecto se ha recomendado por Paredes (1999) que las rotaciones de cultivos en áreas fuertemente infestadas por malezas deben estar basadas en la inclusión de aquellas especies más precoces y de amplia cobertura, siendo importante el orden de los cultivos en la secuencia para aprovechar su competitividad y capacidad alelopá-tica. Así, contra la maleza Don Carlos y gramíneas anuales son convenientes los siguientes esquemas: boniato-papaleguminosa-papa, boniato-papa-boniato-papa y contra la cebolleta (Cyperus rotundus) los recomendados son: maíz-papa-boniato-frijol, maíz-leguminosa-boniato-frijol, maíz-frijolboniato-papa, sorgo-leguminosa-boniato-frijol (sorgo: Sorghum bicolor). Para la lucha contra escoba amarga (Parthenium hysterophorus) y otras dicotiledóneas anuales, lo adecuado es: maíz o sorgo-papa-maíz-sorgo. La efectividad de las rotaciones depende entre otras cosas del organismo que se pretende regular. El mayor éxito se ha alcanzado en el control de malezas y nemá-todos que atacan las raíces de las plantas, por lo que la rotación de cultivos es una medida utilizada en Cuba en programas de manejo alternativo de malezas, en la regulación de nematodos y, en menor magnitud, para el manejo de insectos y patógenos. Particularmente en el manejo de nematodos existe una amplia experiencia en el país, pues se han recomendado 53 líneas o variedades en 28 cultivos como no suscep-tibles a diferentes especies y razas de Meloidogyne, con posibilidades de incluirlas en rotaciones en áreas infestadas, tanto en campo abierto como en huertos urbanos (Fernández et al.,1998). En la tabla 8 se resumen algunos de los resultados obtenidos en los últimos años, en todos los casos el cultivo principal recibió beneficios de la reducción del índice de infestación de nematodos y de una menor población de malezas. Estos esquemas de rotación están considerados en su mayoría en los programas de manejo de plagas de los cultivos señalados. Con los cultivos asociados ocurrió algo semejante a lo sucedido con la rotación. Con la modernización de la agricultura el monocultivo se intensificó y extendió. Cono-cido es que el creciente aumento de los problemas de plagas está relacionado con la expansión del monocultivo (Altieri y Letourneau, 1982), ya que el proceso de simplificación de la biodiversidad alcanza una forma extrema en estos (Altieri, 1995). De ahí que una de las principales medidas a implementar en un programa de manejo agroecológico es hacer desaparecer el monocultivo como estructura básica del sistema agrícola, para esto se precisa definir estrategias de diversificación y dentro de ellas un elemento clave lo constituyen los policultivos. En la situación actual de la agricultura cubana esto ha representado un desafío, pues históricamente la base de nuestra agricultura ha sido el monocultivo, aunque en el pasado los cultivos asociados fueron una práctica bastante extendida incluso en las áreas cañeras, pues, además de los pequeños productores, siempre precisados de aprovechar al máximo la tierra disponible, el asocio era utilizado por productores medianos y grandes como pago a los obreros agrícolas por las labores que como el deshierbe realizaban en los cañaverales. De esta forma el obrero era autorizado a plantar frijoles y/o maní en los entresurcos --sobre todo en caña planta-- y sólo se les pagaba con dinero los deshierbes adicionales después que recogieran la cosecha. El uso de esta tradicional práctica agrícola fue disminuyendo hasta quedar reducida a un pequeño grupo del sector campesino quienes al igual que en el caso de la rota-ción fueron los primeros en rescatarla al producirse el déficit en la producción de alimentos a inicio de la década de los 90. En los últimos años se ha ido extendiendo, de modo que el manejo de plagas a través de las asociaciones de cultivo se ha implementado por los pequeños agricultores, por los cooperativistas, y en los sistemas conocidos como “organopónicos”, que tanto abundan en los terrenos dedicados a la agricultura urbana. En comunidades agrícolas del municipio montañoso “El Salvador”, en la provincia de Guantánamo, se realizó un estudio etnoecológico de policultivos con el objetivo de identificar las asociaciones de mejor comportamiento productivo y ambiental y de mayor aceptación por parte de los productores. Al concluir se encontró que dentro del subsistema de producción agrícola ascendía a 39 el número de asociaciones que habían sido trabajadas por los campesinos de la zona, dentro de las más frecuentes, estaban los sistemas agroforestal cafetalero y las asociaciones maíz-frijol y yuca- frijol (Ros, 1998). Las poblaciones de los organismos plaga se mantienen tan bajas que no constituyen un problema para la producción agrícola en esa región. Profesionales de un numeroso grupo de instituciones científicas, docentes y produc-tivas se ocupan actualmente de desarrollar investigaciones que validen y documen-ten esta práctica campesina. La tabla 9 resume algunos de los resultados obtenidos. En muchos de los casos evaluados el principal mecanismo de regulación de plagas al que se hace referencia es a los enemigos naturales, el aumento de las poblaciones de depredadores y parasitoides es el elemento común más notable en estas asocia-ciones. La planta más utilizada como cultivo secundario es el maíz, en la literatura científica está suficientemente argumentado el papel facilitador de este cultivo en la actividad de los enemigos naturales, hecho que también se ha comprobado aquí para el cultivo de la yuca (Pérez, 1998). La incidencia de las malezas también puede ser menor en los cultivos asociados, en general un aumento en la densidad de los cultivos se traduce en una disminución de la población de malezas, la supresión de éstas es mayor en asociaciones de especies con crecimiento rápido y abundante follaje donde se produce una mayor dismi-nución de la luz en una fase más temprana, así se ha demostrado en las asociaciones boniato-maíz, caña de azúcar-soya, maízfrijol y yuca-boniato (Leyva, 1993). En la asociación maíz–girasol (Helianthus annus) se ha encontrado regulación de las ma-lezas gambutera (Brachiaria extensa), pangola (Digitaria decumbens) y metebravo (Echinochloa colona) (Pérez et al., 1997). En ensayos realizados por Paredes et al. (1995), se diseñaron dos grupos de poli-cultivos de maíz como cultivo principal, uno para la primavera compuesto por cala-baza, pepino, frijol carita y boniato y el otro para la campaña de frío, integrado por frijol, papa, tomate y pimiento, en los dos ensayos se obtuvieron resultados favora-bles en la reducción de plagas, enfermedades y malezas. En la situación actual de la agricultura cubana se debe prestar mucha más atención al rol de los policultivos en el control de plagas. Hasta el momento poco se conoce de la dinámica de plagas de insectos, enfermedades, malezas y enemigos naturales en los policultivos en las condiciones del país por lo que esta es una de las princi-pales tareas a desarrollar para establecer sistemas de producción sostenibles. Uno de los mejores ejemplos de las potencialidades de los policultivos en el manejo de plagas se aprecia en la agricultura urbana, pues en pequeñas superficies se cultivan diversidad de especies de hortalizas. Las evaluaciones realizadas en estos huertos reafirman la idea de que es posible cultivar hortalizas sin emplear plaguicidas químicos. Se ha demostrado que se pueden reducir las afectaciones por plagas mediante cuatro estrategias básicas: diseño y preparación del huerto, manejo agronómico (tabla 10), control biológico y capacitación-divulgación (Vázquez, 1995). Con este propósito se ha generalizado un programa en el país que ha permitido obtener cosechas sanas y sin residuos de agrotóxicos. Control fitogenético El de uso variedades resistentes, tolerantes o menos susceptibles constituye una de las principales estrategias agronómicas en la lucha contra las plagas. Los resultados de las investigaciones fitogenéticas han permitido generalizar variedades con estas características en varios cultivos, contribuyendo notablemente a la reducción de las afectaciones por determinadas plagas, como es el caso de la obtención y uso de la variedad de tomate Lignon, que se muestra tolerante ante el geminivirus TyLCV (Gómez y Laterrot, 1995). Se puede afirmar que esta es una alternativa de control de plagas que se está trabajando intensamente en el país (tabla 11). El control genético es una de las medidas que se integran en los programas de MIP que están implementados en el país, de los 14 cultivos que están bajo MIP, al menos en 12 se considera entre alto y medio el grado de utilización de esta medida (tabla 12). El desarrollo alcanzado en este campo también ha posibilitado la reducción gra-dual en el uso de insecticidas. Programas de Manejo Integrado de Plagas En la etapa actual el control de plagas en Cuba se realiza básicamente en el contexto de programas de manejo integrado de plagas, muchos de los cuales tienen un enfoque agroecológico. Existen dos factores que contribuyeron decisivamente a la aceptación e implementación de los programas de MIP en el país: Primero, el éxito del sistema de señalización de plagas implementado en la década del 70 y el hecho de que estaba sustentado sobre una sólida base científica y en segundo lugar, el hecho de que el control biológico se introdujera a través de estos programas de MIP, para garantizar su integración en los mismos y que los medios biológicos que se estaban liberando masivamente fueran más efectivos. En Cuba el monitoreo de las plagas no fue una práctica cotidiana hasta la década del setenta, cuando se inició y desarrolló la actual red de ETPP. Con la creación de las mismas se estableció un nuevo sistema para la protección de los cultivos basado en la observación regular de los campos, la determinación de los niveles de infestación y el aviso a los productores de aplicar o no un plaguicida (Murguido, 1997). Este sistema, conocido como de señalización, abarca más de 27 cultivos que poseen mé-todos de monitoreo y aviso para un total de 74 plagas de insectos y ácaros (Mur-guido, 1987) y otras para enfermedades fungosas. En la actualidad existen varios programas de MIP generalizados en la práctica agrí-cola (tabla 12), en los que se puede apreciar una tendencia a la integración de alter-nativas de control no químicas; así en varios cultivos como el cafeto, la caña de azúcar, los pastos, el boniato y la yuca, no se aplican insecticidas para el control de las plagas insectiles y en la col el uso es prácticamente nulo. En la mayoría de los cultivos bajo MIP el uso de insecticidas es bajo o nulo y sola-mente en cinco cultivos, entre los que se encuentran el arroz, maíz, papa, tomate y frijol, se mantiene un nivel de aplicación considerado medio. La reducción en el uso de plaguicidas en el país se ha ido produciendo gradualmente, en la misma medida en que se han ido desarrollando alternativas al control químico se ha ido avanzando en ese proceso de reducción. Para que se produzca una disminución aún mayor en el uso de plaguicidas en los cultivos antes mencionados nuevas alternativas han de ser desarrolladas y en eso precisamente se trabaja en estos momentos. Beneficios económicos Al estudiar los datos económicos (tabla 13), sin entrar en el análisis de otros bene-ficios, vemos que la producción artesanal y uso de los medios biológicos ha ahorrado al país, en el sector rural, cientos de miles de dólares. Si se tiene en cuenta la necesidad tan grande que se tiene de esta moneda fuerte para otros propósitos, como por ejemplo, la compra de medicamentos, podrá comprenderse de manera clara lo que esto significa. Según Maura (1994), el costo total por concepto de uso de medios biológicos para el control de plagas en varios cultivos fue de 1 172 495 pesos cubanos. El precio de la compra de los plaguicidas que se habrían necesitado para hacer el mismo trabajo hubiera sido 6 175 345 (USD). Así, el trabajo que se hizo con los medios biológicos representó un ahorro considerable para el país. Los ahorros en términos de costos de salud pública a mediano y largo plazos son absolutamente incalculables y los impac-tos sociales son igualmente importantes. La aplicación de medios biológicos no solo significa ahorro en el plazo corto, en el plazo largo también. Muchos de estos medios biológicos son aplicados dentro de un programa de MIP (tabla 12). La aplicación continua de estos programas ha llevado a un aumento gradual de los organismos biorreguladores en diferentes cultivos, de modo que cada año se precisa realizar menos aplicaciones, incluso de medios biológicos, tal es el caso de los cul-tivos de cafeto, caña de azúcar, cítricos y yuca donde la estrategia de control bioló-gico por conservación tiene un grado de utilización alto. A la disminución de los costos por concepto de control de plagas también ha contribuido de manera notable la implementación del control cultural. Los programas de MIP con enfoque agroecológico han hecho posible la agricultura urbana. La agricultura urbana proporciona muchas de las frutas y las verduras frescas que se necesitan para el consumo en áreas densamente pobladas, donde las aplicaciones de plaguicidas representan un elevado riesgo para la salud, al estar expuestas a sus efectos nocivos un número elevado de personas. Recomendaciones En el sistema de protección vegetal establecido en Cuba hay muchos elementos po-sitivos que hacen posible que el tránsito hacia una nueva forma de producción agrícola sea más rápido, pues muchas de las técnicas y medidas que hay que implementar para el manejo de plagas en los sistemas agrícolas sostenibles están desarrolladas en el país. A pesar de todo lo que hemos avanzado aún falta mucho por hacer para continuar disminuyendo la dependencia de los químicos. Entre las prioridades del momento están: Investigar e implementar las mejores estrategias de diversificación, acordes con las características socio-económicas del desarrollo de la agricultura cubana y en lo posible minimizar el monocultivo como estructura básica del sistema agrícola. Estudiar la dinámica de plagas de insectos, ácaros, patógenos y malezas en los policultivos en las condiciones de Cuba, así como desarrollar investigaciones que demuestren si existe o no relación entre la disminución de las poblaciones de plagas y patógenos y el incremento de los rendimientos en los policultivos. Poner énfasis en la integración de prácticas culturales, especialmente en la rotación, laboreo mínimo y manejo de fechas de siembra o plantación, entre otras que afectan directamente el nivel poblacional de los organismos nocivos. Continuar perfeccionando la producción de organismos para el control biológico como una alternativa a los plaguicidas sintéticos. Buscar las vías que permitan incrementar la conservación de enemigos naturales; las investigaciones en control biológico deben poner el énfasis en esta estrategia, que hasta ahora ha recibido menos atención. Estudiar las interacciones cultivo-malezas-plagas, pues muy poco se conoce en el país del rol que juegan las malezas en la conservación de los enemigos naturales, así como en la proliferación de plagas. Evaluar el efecto de los fertilizantes inorgánicos y de los plaguicidas sintéticos sobre los organismos plaga, tomando en consideración la teoría de la trofobiosis. Evaluar la efectividad de las coberturas, ya sean vivas o muertas y de la materia orgánica en el control de los patógenos, insectos y malezas. Continuar las investigaciones con productos de origen botánico, extender el uso de los más estudiados, paraíso y nim y considerar el potencial de Tagetes sp., ya que hasta ahora se le ha prestado escasa atención. En este contexto incrementar el cultivo y uso a pequeña escala de plantas con propiedades plaguicidas. Hacer un estudio completo de plantas trampa y plantas con propiedades de repe-lencia, que puedan plantarse asociadas o en barreras y contribuyan a la disuasión de las poblaciones de fitófagos. Conclusiones Como puede apreciarse, existe una política de manejo de plagas en la que se toman en consideración los aspectos ecológicos, económicos y sociales del control de plagas. El actual sistema estatal de protección vegetal está sustentado sobre una sólida base científica y en este la ecología ocupa un lugar cimero. En la década de los años 70, cuando en gran parte de los países de esta región geográfica en que habitamos se incrementaba aceleradamente el consumo de plaguicidas, ya en Cuba se implementaba un sistema de protección vegetal que permitió disminuir en más de un 50% el consumo de estos. Numerosas personas están preguntándose cuál será el futuro del manejo ecológico de plagas en el país, una vez que este salga de la actual crisis económica. Algunos piensan que en la medida en que más recursos monetarios estén disponibles para la compra de plaguicidas en el mercado internacional, Cuba tendría mayores posibili-dades de volver a la dependencia de los químicos, y hasta les parece lógico que el programa que actualmente se implementa para acelerar la reducción en el uso de plaguicidas sea simplemente una forma de mantener la producción en el plazo corto mientras mejoran las condiciones económicas que permitan volver a comprar las cantidades de plaguicidas que se importaban antes de la caída del campo socialista. Otros, y no son pocos, hacen un análisis bien diferente en el que tienen en cuenta los aspectos económicos, sociales, de salud y medioambientales del manejo de plagas y concluyen que el modelo de MIP con enfoque agroecológico simplemente es un mo-delo mejor. La política estatal cubana quedó oficialmente declarada en la recientemente apro-bada ley de Medio Ambiente (Cuba 1997). En el Título Noveno de esta ley, deno-minado “Normas Relativas a la Agricultura Sostenible”, en el articulo 132, incisos b y d, se expresa al respecto del manejo de plagas: b) El uso racional de los medios biológicos y químicos, de acuerdo con las carac-terísticas, condiciones y recursos locales, que reduzcan al mínimo la contaminación ambiental. d) El manejo preventivo e integrado de plagas y enfermedades, con una atención especial al empleo con estos fines de los recursos de la diversidad biológica. Esto significa que lo que actualmente se hace no es una simple sustitución de insu-mos químicos por biológicos y otras alternativas, sino que nos estamos preparando para llegar a manejar sistemas de cultivos donde la diversidad biológica juegue el rol principal, para esto, claro esta, aún nos falta un largo trecho por transitar. A la luz de estos hechos, es muy difícil sostener que Cuba deba volver al modelo anterior de aplicaciones por calendario de los 60 y principios de los 70 o al nivel de dependencia de los 80. Es más fácil, de hecho, defender la idea de que los países en vías de desarrollo, sobre todo aquellos que atraviesan una situación económica critica, deben considerar la posibilidad de adoptar un modelo semejante como una forma de ahorrar recursos y reducir la carga que los agroquímicos representan para el sector de la salud pública. Referencias Altieri, M. A. 1994. Manejo Integrado de plagas y Agricultura Sustentable en América Latina. Taller sobre Manejo Integrado de Plagas en América Latina, Quito, Ecuador. Altieri, M. A. 1995. Rotación de cultivos y Labranza mínima. En: Agroecología. Bases Científicas para una Agricultura Sustentable. Pub. CLADES. Berkeley, California: 173-183. Altieri, M. A. and D. K. Letourneau.1982. Vegetation management and biological control in Agroecosystem. 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Para garantizar la adecuada alimentación de la población y la exportación de productos agrícolas, preservando y mejorando, la capacidad produc-tiva futura de estos recursos, su producción se efectuará de forma sostenible, basán-dose en las disposiciones siguientes: a) El desarrollo de sistemas integrales de gestión de los ecosistemas cultivados, lo cual incluye el manejo de los suelos, de la diversidad biológica, en particular de la diversidad productiva, las aguas, los nutrientes y su reciclaje, las plagas y enfermedades y el establecimiento de una política adecuada de variedades. b) El uso racional de medios biológicos y químicos, de acuerdo con las característi-cas, condiciones y recursos locales, que reduzcan al mínimo la contaminación am-biental. c) La preparación de los suelos conforme a criterios ambientalmente adecuados, propiciando el empleo de técnicas que eviten o disminuyan el desarrollo de procesos degradantes. d) El manejo preventivo e integrado de plagas y enfermedades, con luna atención especial al empleo con una atención especial al empleo con estos fines de los recur-sos de la diversidad biológica. e) El establecimiento de un ordenamiento territorial y una planificación adecuados, ejecutados sobre bases reales y objetivas, en los que las actividades agropecuarias locales se correspondan con las condiciones económicas y ecológicas del área. f) La integración de los logros científicos y técnicos con los conocimientos locales tradicionales de la población y los recursos obtenidos por esta vía, propiciando la participación directa de las comunidades locales en la concepción, desarrollo y per-feccionamiento de los sistemas de producción. g) El establecimiento de mecanismos de regulación económica que estimulen la conservación de la diversidad biológica y el empleo de prácticas agrícolas favorables al medio ambiente y que tiendan a evitar el uso inadecuado de los suelos y demás recursos naturales y el empleo irracional de agroquímicos. Estas regulaciones serán de especial aplicación en los ecosistemas frágiles donde puedan existir procesos degradantes manifiestos. ARTÍCULO 133. Dada la importancia que para la agricultura tienen los recursos genéticos en general y los fitogenéticos en particular, todas las personas naturales y jurídicas están obligadas a su conservación y utilización adecuadas, conjugando las formas de conservación in situ y ex situ y evitando los procesos de erosión genética de las especies económicamente útiles. ARTÍCULO 134. El Ministerio, de la Agricultura, en coordinación con el Minis-terio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, establecerá las estrategias, naciona-les en materia de agricultura sostenible y ambos, en coordinación con el Ministerio del Azúcar, dirigirán, establecerán y controlarán las normas y medidas encaminadas a garantizar el cumplimiento de lo dispuesto en el presente título. POLICULTIVOS Antonio Casanova1, Adrián Hernández1 y Pedro L. Quintero2 1- Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova (IIHLD) 2- Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC) a actual crisis económica que Cuba atraviesa ha llevado al rescate de tradiciones campesinas olvidadas por la implementación de la agricultura moderna. Dentro de estas tradiciones campesinas sobresalen el resurgi-miento de los sistemas de cultivos múltiples o policultivos, que a decir de muchos, representa la máxima expresión de la agricultura sostenible en el trópico. La agricultura cubana a gran escala antes del triunfo de la Revolución estaba sus-tentada en el monocultivo de la caña de azúcar, sobresaliendo el cultivo de otras especies como el tabaco, el café y los frutos menores. A partir de la década del 60 se operan grandes cambios en el campo cubano sobre la base de la concentración y especialización de la producción, estos promueven el aumento de la productividad del trabajo y los rendimientos de los principales cultivos en la agricultura no cañera, en las diferentes formas de producción, especialmente: Empresas estatales y Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA). Estos cambios se caracterizaron, en el orden tecnológico, por una alta mecanización de las labores agrícolas, incluyendo el riego, un incremento notable del empleo de fertilizantes químicos, que rompió el equilibrio dinámico estable del suelo lo que fue disminuyendo su capacidad productiva, y un amplio uso de plaguicidas sintéticos en particular de herbicidas. A finales de la década del 80 se produjeron azotes severos de plagas como la polilla de la col (Plutella xylostella) en ésta y la mosca blanca (Bemisia spp.) en tomate, frijol y otros cultivos de importancia económica, que provocaron un significativo descenso de la producción. Desde el punto de vista agronómico se enfatizó en el monocultivo como modelo productivo predominante, con la consiguiente pérdida de la biodiversidad; se aumentó el tamaño de los campos de producción en busca de una mayor productividad del sistema y se propició una alta especialización de los recursos humanos. Los policultivos, pueden definirse como la producción de dos o más cultivos en la misma superficie durante el mismo año; es una forma de intensificar la producción agrícola mediante un uso más eficiente de los factores de crecimiento, del espacio y del tiempo, y esto se puede lograr, bien sea sembrando las especies consecutivamente o en asociación (Leihner, 1983). Son agroecosistemas con grados variables de complejidad en el arreglo de las especies que los campesinos han seleccionado con las diferentes ventajas que se pueden recibir de estas combinaciones de cultivos (Amador y Gliessman, 1989). En el orden agronómico, los policultivos reducen la posibilidad de que las plagas lleguen al cultivo donde producen daños, debido a que actúan como barreras físicas, además de que desorientan a los insectos por los cambios en el ambiente que producen el olor y color de las diferentes especies cultivadas. Por lo tanto, la velocidad de distribución y multiplicación de las plagas es menor que en condiciones de monocultivo. L Hoy día los policultivos constituyen parte del paisaje agrícola de numerosos países en desarrollo. En Latinoamérica, por ejemplo, más del 40% de la yuca (Manihot esculenta), 60% del maíz (Zea mays) y 80% de los frijoles (Phaseolus vulgaris) son obtenidos en cultivos asociados (Leihner, 1983). Antecedentes de los policultivos en Cuba En Cuba, los policultivos están presentes desde la época precolombina, adquiriendo formas concretas a principios del siglo XIX en el batey de la hacienda rural y del ingenio, en el “conuco” del negro cimarrón y en el sitio de labor, sistema que se proyectó en el tiempo a través de la cultura campesina para manifestarse con inu-sitada fuerza en la agricultura cubana (Álvarez Pinto, 1998; comunicación personal). Posteriormente se ha practicado en el contexto de una agricultura de supervivencia, desarrollada por campesinos, necesitados de lograr un mayor aprovechamiento de su escasa superficie cultivable (Leyva, 1995). Tradicionalmente los productores de caña de azúcar (Saccharum officinarum) intercalaban en plantaciones de fomento, cultivos de ciclo corto como frijol común, tomate (Lycopersicon esculentum), maní (Arachis hypogaea), soya (Glycine max) y otros. En el cultivo del plátano (Musa spp.) y en los frutales perennes, la calle ancha entre las hileras era frecuentemente aprovechada para asociar diversos cultivos de ciclo corto, con lo cual se obtenía una mayor producción total y aprovechamiento de los recursos disponibles en el predio, diversidad de productos, un efecto económico más favorable y menores riesgos en el sistema, ya que disminuía el peligro de plagas. Se conocen prácticas de estos sistemas desarrollados no sólo en áreas de subsistencia y en pequeños predios de campesinos, sino también, en importantes zonas de producción como son los macizos montañosos de Baracoa y Maisí en la región oriental del país que sustentan gran parte de la producción nacional de café (Coffea arabica), cacao (Theobroma cacao) y coco (Cocos nucifera) (Hernández, 1998). Estas áreas no tuvieron una marcada influencia de la agricultura intensivista, que en otros países relegó variedades tradicionales de café e implantó tecnologías de producción “a pleno sol”, y hoy afortunadamente estos agroecosistemas presentan una aceptable biodiversidad de especies que mejoran el “hábitat” que requiere este cultivo. En los últimos años las limitaciones de insumos en la agricultura generada por la crisis económica de la década del 90, conocida en Cuba como Período Especial han favorecido que se retome el uso de los policultivos, combinando granos, hortalizas, viandas tropicales o frutales entre sí o con otras especies, sobre la base de la experiencia campesina acumulada en la agricultura cubana en diferentes regiones del país; por lo que ha sido necesario dar respuesta de carácter científico a esta tradición (Hernández, 1998), adaptándose a las condiciones actuales existentes (nuevas variedades, cambios climáticos, suelo, etc.). En relación con las asociaciones de cultivos, se ha podido constatar que las formas de cultivos intercalados y en franjas son los más usados en la agricultura cubana. Los cultivos mayormente asociados por los productores son: frijol común, maíz, yuca, caña de azúcar, boniato (Ipomoea batatas), calabaza (Cucurbita moschata), plátano, frutales, y en huertos hortícolas: lechuga (Lactuca sativa), rabanito (Raphanus sativus), cebollino (Allium fistulosum), tomate, pimiento (Capsicum annuum) y otras hortalizas (tablas 1 y 2). Situación de las investigaciones Los programas de investigación del país en general no contemplaron en las últimas décadas la necesidad de estudiar los sistemas policulturales. Por la importancia actual de estos sistemas de producción, en los últimos años se han incrementado el número de investigaciones, tesis doctorales y maestrías sobre la temática, como una contribución al conocimiento teórico y al mejoramiento de las condiciones de vida en el campo cubano y de productividad de los agroecosistemas. Otro esfuerzo importante se realiza al incluir en los programas nacionales, inves-tigaciones participativas con los productores, basadas en una real comprensión de los sistemas agrícolas y de las formas en que éstos se insertan en los ambientes sociales y físicos. De esta manera se promueven los objetivos de los agricultores hacia el rescate de las tradiciones y etnociencia campesina compatibles con las formas de producción individual, cooperativa y estatal, haciendo un uso más ra-cional de los recursos disponibles. Los policultivos están siendo estudiados con mayor énfasis en sus diseños de combinaciones espaciales y temporales, denominadas también arreglos topológicos. Más recientemente se realizan estudios referidos a la interacción genotipo-sistema, conservación del suelo, regulación de plagas. Las posibilidades que brindan los sistemas policulturales al productor, promueven su seguridad, la diversificación de cultivos, el aumento de la producción total y la eficiencia en el aprovechamiento del suelo. Para evaluar la eficiencia biológica de los policultivos se utiliza el IET (Índice Equivalente de la Tierra), éste representa la superficie relativa de tierra cultivada en monocultivo que se necesita para obtener la misma producción que en la asociación. Se calcula de la siguiente forma: IET = IET(1) + IET (2) + IET (n) donde: IET= Es el IET del sistema IET(1), IET(2), IET(n) = Son los IET individuales de cada cultivo que participa en la asociación, obtenidos a partir de la expresión: IET (n) = Ax / Ux donde: Ax = Rendimiento del cultivo x en asociación. Ux = Rendimiento del cultivo x en monocultivo. Si: IET > 1, el policultivo es ventajoso IET = 1, es indiferente el modo de siembra IET < 1, el monocultivo supera al policultivo En otras palabras, el IET indica el área total requerida para producir la misma cantidad de cada cultivo cuando se siembran por separado. Por ejemplo, estudios empíricos han demostrado que una hectárea de yuca y tomate sembrados juntos producen lo mismo que 1.86 ha de yuca y tomate cuando se siembran por separado. En la mayoría de las investigaciones realizadas en policultivos evalúan el IET. En la tabla 3 se observa que los valores obtenidos con la aplicación de este índice, sobre-pasan la unidad. En aquellas combinaciones donde interviene la yuca como cultivo principal, los IET obtenidos por diferentes autores oscilan entre 1.60 y 1.98, dando la medida del papel que desempeña este cultivo de ciclo largo en la asociación con otros de ciclo corto. Uno de los cultivos que brinda las mayores posibilidades para el establecimiento de estos sistemas lo constituye la caña de azúcar cuyas características agronómicas le permiten vivir en mutualismo con cultivos de ciclo corto como las leguminosas si dichos sistemas son manejados adecuadamente. Investigaciones recientes han demostrado que bajo las condiciones de clima y suelo de la zona más oriental del país, el uso del frijol caupí (Vigna unguiculata subsp unguiculata ), el maní y el girasol (Helianthus annuus, L.) al ser intercalado entre hileras de caña de azúcar, mostraron IET favorables para el caupí y el maní, no así para el girasol, tanto en caña planta como en retoño (Leyva, 1995). La utilización de cultivos intercalados como el frijol negro y la soya entre las hileras de la caña de azúcar, ha demostrando que resulta una variante económicamente factible. Además del IET, algunos autores consideran importante analizar otros indicadores que contribuyan a medir la eficiencia energética (mj/ha), la producción total de proteínas (kg./ha) y la rentabilidad (%), entre otros. Los resultados reportados por Quintero (1999) indican los beneficios que pueden derivarse de estos análisis y su contribución a la toma de decisión para la adopción de un sistema policultural dado (tablas 4, 5 y 6). Los policultivos como elemento del manejo de plagas Resultados de investigaciones y observaciones de productores, evidencian la in-fluencia de diferentes sistemas policulturales en la disminución de malezas y la regu-lación de plagas. Las ventajas que brindan los policultivos en relación con el control de malezas han sido señaladas en Cuba en asociaciones de varios cultivos principales, entre ellos figura la yuca (Hernández, 1998 y Mojena, 1998). El primero combinó tres genotipos de yuca con tres de frijol de diferentes hábitos de crecimiento y observó una reducción de malezas hasta de un 70% en este sistema, cuando se combinaron clones de yuca con variedades de frijol de hábito de crecimiento indeterminados (figura 1). En cuanto a la regulación de plagas, Quintero (1995b) y Quintero et al. (1997) re-portan que la asociación de boniato + maíz, disminuyó los daños por tetuán, que constituye la principal causa de pérdidas en los rendimientos del boniato en Cuba y otros países productores. El fenómeno se puede explicar por el hecho de que las raíces del maíz segregan sustancias azucaradas, que propician una gran actividad de las hormigas alrededor de las raíces del maíz en policultivo. % reducción de malezas 80 60 40 20 0 1 2 3 4 5 6 Figura 1. Reducción de malezas en policultivos frijol/yuca 7 8 9 Tratamientos (diferentes clones) La hormiga leona (Pheidole megacephala) es considerada un efectivo control biológico del tetuán del boniato, por lo que Vandermeer (1995), al comentar este resultado, afirma que este depredador es el agente de una facilitación del policultivo boniato + maíz, o que el cultivo principal boniato, está facilitado por el cultivo asociado. La citada asociación está generalizada en el municipio de San Antonio de los Baños, provincia de La Habana, a través del Proyecto SANE (Sustainable Agriculture Networking and Extension) que propicia el establecimiento de Faros Agroecológicos en diferentes localidades del país (Treto et al., 1997) y se difunde actualmente en otras zonas productoras cubanas. En el policultivo maíz + frijol común se ha observado disminución de los índices de daños por Spodoptera en el cultivo del maíz. Debido al rápido cubrimiento del suelo que genera el frijol, al insecto se le dificulta la realización del estado pupal que comúnmente realiza sobre suelos descubiertos. Otra combinación de cultivos exitosa ha sido zanahoria (Daucus carota)/col (Brassica oleracea): los efectos repelentes de la zanahoria provocan una reducción sustancial de los daños causados por la polilla de la col (Plutela xilostella) (Santos, comunicación personal, 1995). La asociación de col, sorgo (Sorghum bicolor) y ajonjolí (Sesamum indicum) fue evaluada para el control de la palomilla en la provincia de Villa Clara como parte de un sistema integral de manejo de plagas. El sorgo y el ajonjolí fueron plantados como barreras vivas cada varios surcos de col. Algunas investigaciones en este sentido han mos-trado una asociación de enemigos naturales y disminución sustancial de la polilla de la col y de pulgones (Gómez Sousa, comunicación personal, 1999). Afortunadamente el nivel de conocimiento de la Agroecología en el país se ha ido elevando año tras año y hoy día se aplican muchos principios agroecológicos que contribuyen al aumento de la biodiversidad al nivel de finca o predio de producción. Los policultivos constituyen una útil herramienta dentro de las prácticas de manejos culturales que favorecen las estrategias del Manejo Integrado de Cultivo, en especies tan sensibles como el tomate y la papa (Solanum tuberosum). Tal es el caso de la es-trategia para el control del complejo mosca blanca-geminivirus en el cultivo del tomate, mediante el empleo de barreras de maíz en el exterior y en el interior de los semilleros y campos de producción. Se han comprobado las bondades del maíz como cultivo barrera, sembrado densamente 35-40 días antes de la siembra del semillero o el trasplante del tomate, ya que atrae una rica fauna auxiliar al predio, reportándose la presencia de Orius, Chrysopa y otros ene-migos naturales (Pérez, 1997; Vázquez, et al., 1997 y Piñón, 1998). Se han realizado investigaciones relacionadas con los beneficios que presentan los policultivos al modificar el ambiente físico del agroecosistema. El maíz intercalado en franjas favoreció el comportamiento del tomate cultivado en períodos de estrés ambiental (temprano y tardío), mejorando su fructificación, rendimiento y sus componentes. El maíz establecido en hileras dobles, 40-45 días antes del trasplante, cada cierto número de hileras de tomate - en dependencia de la distancia de plantación - resultó un buen cultivo protector de esta Solanácea. Los rendimientos se incrementaron en la variante asociada comparada con el tomate en monocultivo (Pino, 1997). La inclusión de leguminosas en las asociaciones demuestra los beneficios po-tenciales de estos sistemas policulturales. Al asociar maíz-canavalia (Canavalia ensiformis) se favoreció al cultivo principal asociado, la fertilidad del suelo y el control de malezas (Treto et al., 1997; García, 1998, comunicación personal). Resul-tados similares se observaron en el policultivo maíz-frijol de terciopelo (Mucuna pruriens) (Guzmán, comunicación personal, 1995). Los resultados de observaciones realizadas en fincas de campesinos privados, han demostrado que además de las leguminosas, se pueden producir bajo esta técnica cucurbitáceas, aliáceas, solanáceas e incluso gramíneas como el maíz y el arroz (Oryza sativa).El papel de los sistemas policulturales resultaría de gran interés para el establecimiento de agroecosistemas de agricultura sostenible, como componente para lograr una mayor estabilidad de los rendimientos y la seguridad alimentaria de los productores. Referencias Amador, M, F. y S, R. Gleissman, 1989. An ecological approach to reduce extention impacts through the use of intercropping. In Agroecology. Ecological Studies 78. University of California, Santa Cruz:146-159. Caraza, Rosario; Consuelo Huerres y C. Pereira, 1996. Sistemas de rotación y asociación de cultivos para primavera verano en organopónicos. Agricultura Orgánica 2 (3): 14-16. Casanova, A., 1995. 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No obstante, muchos de los pequeños y medianos campesinos conservaron y potenciaron sistemas mixtos de uso de la tierra, basados en la utilización de los recursos locales, los cuales han perdurado incluso en los momentos de mayor respaldo económico y auge de la agricultura especializada. La separación de los sectores agrícola y ganadero condujo a una baja utilización de los subproductos energéticos y nutritivos generados por ambos sectores, no se llevó a cabo con una óptica de complementación. Las producciones ganaderas se desarrollaron con vistas a garantizar, entre otros alimentos, un consumo de leche como dieta básica para todos los niños, los ancianos y personas enfermas, así como los excedentes para el resto de la población. El Período Especial impulsó la búsqueda de alternativas que promovieran el de-sarrollo de un nuevo concepto ganadero a partir de la utilización de recursos natu-rales. Esta línea tiene sus antecedentes en resultados logrados por diferentes centros de investigación desde décadas anteriores relacionados con la sustitución de insu-mos químicos por biológicos y fuentes de alimentos importados por locales; situa-ción que facilita el entendimiento de una visión integrada de producción agrícola/ ganadera. Reseña de la ganadería industrializada La ganadería cubana, que antes del triunfo de la revolución en 1959 se desarrolló de forma extensiva, con poca infraestructura y dirigida fundamentalmente hacia la producción de carne, pasó en gran medida a una forma intensiva, con grandes cantidades de insumos e infraestructura, con predominio de la ganadería lechera. El programa genético se basó en la transformación de la masa Cebú mediante el empleo de sangre Holstein canadiense. El ganado producto de estos cruzamientos presentó niveles productivos aceptables para condiciones tropicales, una buena adaptación al clima de Cuba y menor exigencia que el Holstein por la calidad de los alimentos. Estos animales pueden ser sometidos a sistemas de explotación de bajos insumos, donde expresan su potencial productivo y son utilizados también como animales de doble propósito para la ceba. En este programa se emplearon las téc-nicas de inseminación artificial, llegando a contar con ocho centros provinciales de-dicados a esta actividad, más de 900 sementales y alrededor de 2 500 inseminadores en todo el país (Anon, 1987). Desde la década de los 60 se definió por el Estado que la base alimentaria de la ganadería debía ser a partir de la producción y utilización de los pastos. Por ello se llevó a cabo un amplio programa de siembra de especies y variedades de pastos mejorados, generalmente introducidos (tabla 1), que llegó a abarcar un área de cerca de un millón de hectáreas. La vida útil de estos pastos cultivados no rebasó los cinco años debido, principalmente, a un manejo deficiente. No obstante haberse comprobado experimentalmente la posibilidad de obtener de ocho a doce litros de leche por vaca a base de pastos (Pérez-Infante, 1977; Jeréz, 1986; García Trujillo, 1993 y Funes y Monzote, 1993), el sector ganadero empleaba grandes volúmenes anuales de concentrados (600 000 t), mieles, sales minerales (25 000 t), harina de pescado (36 000 t), urea y otros suplementos. En la década del 80 existían alrededor de 3 100 vaquerías modernas de nueva cons-trucción dotadas de las tecnologías de ordeño y manejo animal más avanzadas, así como vías de acceso, electrificación, redes hidráulicas y 17 300 tractores, infraes-tructura que permitió la intensificación de la producción pecuaria hasta zonas apartadas. Con la tecnología moderna se facilitó el trabajo en el campo y se alcanzó un máximo de producción de más de 900 millones de litros de leche anualmente. La ganadería, aun cuando no logró una eficiencia productiva satisfactoria del sistema, llegó a representar el 14% del producto social global (Anon, 1987). El rendimiento promedio nacional en esa época no rebasó 6.3 litros leche/vaca en ordeño, cifra por debajo del potencial genético de los animales. Sin embargo, se contaba con rebaños aislados que producían más de 20 litros leche/día/vaca y la recordista mundial, Ubre Blanca, que llegó a producir 110.9 litros de leche en un día y 27 000 litros en toda una lactancia. Por otra parte, la producción de leche y carne se obtenía a expensas de un alto consumo de energía, como lo demuestran los cálculos estimados (grosso modo) por Funes-Monzote (1998) a partir del análisis de la eficiencia energética en el período de mayor producción, donde fue necesario emplear 5.7 calorías para producir una (tabla 2). La eficiencia energética, en el caso de Cuba, está muy vinculada a la económica debido, en primer lugar, a la poca disponibilidad de combustible fósil en el país, así como a tecnologías y capital para poder desarrollar una ganadería de altos insumos. Al respecto se planteó en la resolución económica del V Congreso del Partido Comunista de Cuba del año 1998 (Anon, 1998), lo siguiente: “como parte de la eficiencia económica deberá enfatizarse en la disciplina laboral y tecnológica y en la eficiencia energética y productiva, entre otras. Será necesario no sólo alcanzar estos propósitos, sino medirlos con índices que reflejen cuánto se pudo hacer y com-pararlo con lo logrado”. Durante el período de aplicación del modelo agrícola uno de los rasgos más distin-tivos fue la alta dependencia de importaciones, que no lograron suplir comple-tamente las necesidades de alimentación humana y animal, según el programa social del Estado. Tal situación hizo insostenible la producción bovina en estas condiciones. Hacia la autosuficiencia alimentaria Décadas de los años 70 y 80 A finales de la década de los 70, se debatió en el país cómo hacer más eficiente la producción de leche y carne. En ese momento los centros de investigación reorien-tan sus líneas de trabajo hacia el estudio de las leguminosas en asociaciones y bancos de proteínas, producción y uso de bioplaguicidas, biofertilizantes, adaptación y evaluación de variedades de pastos a bajos insumos, cultivo mínimo para el esta-blecimiento de gramíneas y leguminosas, el uso de excretas vacunas como fertili-zantes para la siembra, el silvopastoreo, el uso de bloques multinutricionales, entre otras (Monzote y Funes-Monzote, 1997). Ya en la década de los años 80 comienzan a surgir los primeros resultados (tabla 3). Se documentaron y pusieron en práctica nuevos alimentos a partir de subproductos de cosecha y productos no convencionales para sustituir insumos en la agricultura y la ganadería (tabla 4). La caña de azúcar (Saccharum officinarum) aportó el mayor volumen, la cual llegó a producir más de cuatro millones de toneladas por año de once tipos diferentes de alimentos. De ellos, la ganadería vacuna consumía más de dos millones de toneladas. No obstante los resultados obtenidos a niveles de investigación y semicomercial, la estructura, organización y otros factores del modelo convencional, así como la influencia de un comercio ventajoso con los países socialistas de Europa del este, de donde procedían en gran medida los insumos, no permitieron la generalización de los avances alcanzados en cuanto a autosuficiencia alimentaria de los sistemas ganaderos y en muchos casos los resultados de investigación se quedaron al nivel experimental y semicomercial. Década de los años 90 Con la desaparición del campo socialista de Europa del Este, la producción ganadera se afectó grandemente. Por ejemplo; en la provincia La Habana, donde era más especiali-zada la producción de leche comparado con el resto del país, bajó de 320 a 60 MM de litros de leche/año. Esto provocó un déficit profundo de la oferta en el mercado interno. Los recursos para la alimentación vacuna tanto de importación como nacionales dismi-nuyeron drásticamente. En el caso de la ganadería, la reducción de las importaciones (tabla 5), demostró la vulnerabilidad del modelo ganadero de altos insumos, que hasta ese momento lograba niveles productivos aceptables. Ante la situación creada, la ganadería, dentro de las transformaciones de la dirección tecnológica y socioeconómica de la agricultura, promovió la implantación de algu-nas medidas (Perón y Márquez, 1992) que ayudaron a atenuar la difícil situación de sus producciones: *1Prioridad en la utilización de los pastos *2Crianza del autoreemplazo en las propias fincas *3Autoabastecimiento alimentario *4Utilización de sistemas de amamantamiento en la cría de terneros *5Adecuación de la política genética del ganado *6Construcción de viviendas en las unidades de producción *7Producción de alimentos para el autoabastecimiento de la familia *8Descentralización de las grandes empresas Con relación al sistema de amamantamiento, Ugarte (1972) demostró que tanto las vacas Holstein como las F1 (Holstein x Cebú) producían más leche total y comercia-lizable con amamantamiento que con cría artificial y sus terneros ganaban más peso. Por otra parte, el análisis del comportamiento de las microvaquerías y vaquerías típicas en 1994 en la provincia de La Habana, que contaba con un alto porcentaje de vacas Holstein (Martín, 1996), demostraron la conveniencia de reducir la escala de la unidad de producción en las nuevas condiciones (tabla 6). El surgimiento de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) trajo consigo un cambio en la tenencia de la tierra y de la masa, hasta este momento estatal y redujo el tamaño de los sistemas ganaderos. En 1997 el número de UBPC dedicadas a la ganadería era de 730, con 26.5% de la masa y un aporte de 45% de la producción total de la leche acopiada (tabla 7). El decreto Ley 142 sobre las UBPC (MINAG, 1997), además de reducir el tamaño de las unidades productivas, incentiva la diversificación de la producción, tanto en sus artículos, como en resoluciones y capítulos. Así, en su artículo 1, acerca de los principios, se plantea: b) el autoabastecimiento del colectivo obrero y sus familiares ch) administrar sus recursos, haciéndose autosuficiente en el orden productivo Por otra parte, en el artículo 60 de la cuarta sección de la resolución No. 354/93 acerca del reglamento general de las UBPC, se plantea que cada una de ellas “traba-jará por diversificar sus producciones sin afectar su línea fundamental de produc-ción”. Asimismo, el capítulo 5 referido a la actividad de reforestación, define que “la Empresa y la UBPC elaborarán y acordarán el programa para la creación en sus áreas de las plantaciones forestales y frutales para sus necesidades y para el auto-abastecimiento de la UBPC y la comunidad”. Dentro de la política de recuperación ganadera, se trata de fomentar una base alimentaria propia, con la utilización de la caña de azúcar y uso de leguminosas (fundamentalmente leucaena), king grass y otros forrajes como fuente de alimento para el ganado. No obstante los cambios producidos y la toma de conciencia de la necesidad de diversificar la producción agropecuaria, aún no se logra una verdadera integración ganadería agricultura, al no explotarse las potencialidades de las excretas como abono y los altos volúmenes de biomasa para la alimentación del ganado resultante de los residuos de cosecha, con excepción de los obtenidos de las producciones en monocultivos de caña de azúcar, cítricos y arroz a gran escala, que son transpor-tados, en muchas ocasiones, a largas distancias. Es bien conocido que los subproductos de la industria azucarera, han sido utilizados ampliamente para la alimentación animal en Cuba desde la década de los 60 (Pérez-Infante y García-Vila, 1975), entre ellos las mieles finales, el bagacillo, cachaza y en la década de los 80 la saccharina (producto obtenido a través de la fermentación de la caña molida con urea) (García et al., 1994) y el traslado de los animales hacia los centros de acopio para consumir los residuos de caña fresca. En el caso de los cítricos, se espera que en los próximos años sean utilizadas más de 121 mil t de residuos de cítricos húmedos o secos, que beneficiarán al ganado de las provincias de Ciudad de La Habana, La Habana, Matanzas, Ciego de Ávila y el municipio especial Isla de la Juventud, donde se concentran principalmente las producciones citrícolas (MINAG, 1998). También desde hace años se rotan bovinos de ceba en los resi-duos de las plantaciones de arroz de las provincias de Pinar del Río, Sancti Spíritus y Granma, con resultados aceptables. Las medidas iniciadas en el año 1993, impidieron que siguiera disminuyendo la producción de leche (figura 1). Así, durante el año 1997, los indicadores mostraron resultados alentadores. La producción de leche acopiada aumentó en 19 millones 500 mil litros en comparación a igual período en 1996 (tabla 8) y se continúa dete-niendo el decrecimiento de la masa, fundamentalmente por el incremento en el sector privado (tabla 8) (Rodríguez, 1998), debido en gran medida a la entrega de tierras y animales a este sector, donde coinciden además, las fincas más pequeñas y diversificadas. MM litros 700 600 500 400 300 200 100 0 91 92 93 94 95 96 97 98 99 Años Figura 1. Producción nacional de leche 1991-1999 Fuente: Boletines estadísticos MINAG Por otra parte, si tenemos en cuenta las áreas de autoconsumo de las empresas, par-celeros y Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), las producciones reales son mayores que las señaladas. Sin embargo, las producciones por animal y por área aún son muy bajas, esto no coincide con los resultados científico–técnicos obtenidos para la pro-ducción de leche con bajos insumos, lo que demuestra que puede continuar incre-mentándose aún bajo las condiciones actuales. Integración ganadería–agricultura y agroecología: Una vía para la sostenibilidad de la ganadería cubana La integración de la agricultura a la ganadería y viceversa, es un proceso lento debi-do al grado de especialización que alcanzó Cuba en ambas ramas y aunque se ha iniciado este camino, se realiza principalmente con fines de autoconsumo y muchas veces siguen los esquemas de la agricultura intensiva (García Trujillo y Monzote, 1995). Las técnicas y métodos de agricultura orgánica permiten obtener alimentos de forma sostenible a partir de un sistema integrado de producción animal y vegetal (Muñoz et al., 1993). Dicha integración a gran escala implica altos gastos de recur-sos, principalmente de combustible, que afectan la eficiencia económica y energética de la producción agropecuaria en Cuba y en general en países en vías de desarrollo con escasas fuentes energéticas. Es por ello y por otras razones, que la comunidad científica internacional se interesa en estudiar las posibles potencialidades de los sistemas agrícolas basados en las interrelaciones animales/cultivos al nivel de finca. Numerosos estudios realizados sobre este tema concuerdan en que a través del reci-claje de nutrientes, la conservación o restauración de los recursos naturales del agro-ecosistema y el establecimiento de un orden sistémico en general, se logra incre-mentar los niveles de producción, eficiencia y estabilidad. No obstante, muchas veces son insuficientes los argumentos de análisis y los métodos utilizados que en ocasiones no ilustran el resultado de ese comportamiento (Funes-Monzote, 1998). A partir de los cambios realizados en la ganadería cubana, instituciones afines con este sector como el Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF), el Insti-tuto de Ciencia Animal (ICA), la Estación Experimental de Pastos y Forrajes (EEPF) “Indio Hatuey”, las Universidades Agrarias y otras instituciones, han pre-sentado proyectos experimentales relacionadas con el estudio de los sistemas inte-grados de producción, que han sido aprobados y financiados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y el Ministerio de la Agricultura. La Estación Experimental de Pastos y Forrajes “Indio Hatuey” de Matanzas ha lle-vado a cabo un trabajo de varios años en plantaciones de naranja (Simón y Espe-rance, 1997), donde pastaba ganado equino, con los siguientes resultados: los caballos no dañaron la plantación y favorecieron la producción de naranjas y no fue necesario chapear las calles, lográndose un beneficio de $219.00 pesos/ha/año por ahorro de salarios, combustible y herbicidas. La presión de pastoreo equino redujo las poblaciones de guinea y faragua (Hyparrhenia rufa), en dependencia de la carga, lo cual favoreció el crecimiento de otras gramíneas y leguminosas rastreras, menos agresivas para los árboles. Además, los animales reciclaron 2 t/ha/año de materia orgánica y aportaron 40, 42, 12 y 51 kg/ha de N, P, K y Ca respectivamente. Desde el punto de vista económico, la producción integrada de naranja y caballos produjo una ganancia de $388.00 pesos/ha/año en comparación con el monocultivo sin animales. Esta Estación Experimental ha realizado un amplio trabajo de implantación del silvo-pastoreo con la leucaena en empresas ganaderas de La Habana y Matanzas. El Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes investiga desde 1994 sobre sis-temas integrados ganadería-agricultura con bases agroecológicas. Posteriormente, en 1996, se extendió a siete provincias como parte del proyecto “Desarrollo de Diseños para la Integración Ganadería – Agricultura a pequeña y mediana escalas”, dentro del Programa Nacional “Producción de alimentos por vías biotecnológicas y sostenibles” del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). El proyecto ha concluido, pero se continúa investigando a través de una red de agro-ecología creada en las estaciones de pastos del instituto que agrupa campesinos y productores en general que aplican los principios de la integración ganadería– agricultura en sus fincas (Monzote et al., 1999). Dada la complejidad de la evaluación de los sistemas integrados, muchas veces no se logra expresar claramente en qué se basan los resultados espectaculares que se obtienen frecuentemente. En términos generales se conoce que la diversidad de cultivos y el reciclaje de nutrientes a partir de la integración de animales y cultivos genera sinergias que potencian las capacidades productivas de los sistemas. Entre estas ventajas están además una reducción de la vulnerabilidad a las plagas, enfer-medades y hierbas parásitas; una menor dependencia en insumos externos; menores requerimientos de capital y una mayor eficacia en el uso de la tierra (Rosset, 1998). Aunque actualmente se estudia en todo el mundo como analizar con mayor efec-tividad los sistemas agroecológicos, existen metodologías que permiten interpretar científicamente los resultados obtenidos. Comúnmente se han empleado indicadores para evaluar la actividad productiva, sin embargo, muchas veces éstos no reflejan aspectos vinculados con la sostenibilidad de los sistemas. En el caso de los sistemas agroecológicos es necesario tener en cuenta además de los indicadores productivos, otros que reflejen aspectos relacionados con la eficiencia de la producción, la preservación del suelo como base productiva, la biodiversidad funcional, los aspectos socioeconómicos, etc. Estos deben ser apropiados y, por tanto, elaborados para cada situación específica. La definición de indicadores para la ganadería en las condiciones de Cuba, teniendo en cuenta los niveles de deforestación existente, la escasa utilización del estiércol como un recurso para la fertilización de los suelos, la escasez de combustibles, la falta de fuerza laboral en el campo, entre otras, es una manera de evaluar estos siste-mas ganaderos desde este punto de vista (Funes-Monzote y Monzote, 2000). Eficiencia energética y productiva El análisis de la eficiencia energética constituye un indicador de la productividad de los sistemas agrícolas y está expresada en la cantidad de calorías producidas por cada caloría invertida en la producción. Este término y su alcance para evaluar la efectividad de los sistemas ha sido muy polémico, sin embargo, es un indicador de sostenibilidad que permite establecer comparaciones, fijar niveles y comportamiento de la eficiencia en función de las dos variables fundamentales, los gastos en insumos y las producciones (Funes-Monzote, et. al., 2000). Desde el inicio de la implantación de los sistemas integrados ganadería – agricul-tura, se puede lograr producir, con menos área dedicada al ganado, igual o mayor cantidad de leche además de altos volúmenes de productos agrícolas para la ali-mentación humana, que hacen rentable el sistema ganadero y crean una fuente im-portante de excedentes en recursos comercializables dada la escasez y altos precios de estos productos en el mercado. El rango de producción de leche obtenido de 1-3 t/ha, calculado sobre la base de la superficie total de la finca (sin contar la consumida por los terneros hasta los cuatro meses), implica que se producen hasta 6 t/ha sobre el área de pastoreo, niveles muy altos para condiciones tropicales y con la utilización de bajos insumos (tabla 9) (Funes-Monzote et al., 2000). Las tendencias del mayor número de fincas evaluadas, descifran un incremento sostenido de eficiencia energética y productiva. Un ejemplo de esto se muestra en la tabla 10, donde no sólo se tiene en cuenta la evaluación del sistema sobre la base de su productividad por área, sino el aporte en proteína y energía como componentes básicos de la dieta humana, además de calcular la cantidad de personas que puede sostener dicha producción (Sosa y FunesMonzote, 1998). Biodiversidad El desarrollo del proceso de biodiversificación a partir de sistemas especializados en producción de leche permite desde el primer año un incremento notable. La inser-ción de la agricultura dentro de estos sistemas de producción bovina repercute de manera directa en la elevación de los niveles de biodiversidad, lo que está expresado fundamentalmente por el número de especies de plantas cultivadas, hortalizas, frutales, medicinales y otras que están dentro del esquema agrícola de explotación, incluidas como nuevos componentes de la biodiversidad funcional de la finca. El incremento de la cantidad de productos alimenticios también es un indicador de los niveles de biodiversidad logrados, que oscila comúnmente entre 18 y 27 productos para la alimentación humana. El número de organismos biorreguladores en las fincas integradas indica el efecto de la biodiversidad de plantas cultivadas sobre el control ecológico de plagas y enfer-medades y las capacidades naturales de funcionamiento y estabilidad del sistema (Pérez, 1998). En otro orden de biodiversidad, los valores de actividad biológica en la microflora edáfica, denotan una intensa descomposición del material vegetal, como resultado de la presencia de la fauna benéfica, especialmente de lombrices, cochinillas y diplópo-dos. La actividad biológica y biodiversidad del compost a partir de la obtención de la respiración neta del material compostado, es casi tres veces mayor que la del suelo (0-10 cm) y cuatro veces mayor que la del suelo 10-20 cm bajo el mismo (Rodríguez et al., 1998). La reforestación empleada forma parte de las alternativas de biodiversificación de las fincas integradas a partir de la ganadería. Para llevar a cabo el proceso de refo-restación se definen dos estrategias fundamentales: una es reforestar dentro de las áreas destinadas a la actividad agrícola y otra dentro de las áreas ganaderas (Mon-zote y Funes Monzote, 1997). La reforestación en presencia de animales mayores se dificulta fundamentalmente por el efecto destructivo que realizan los mismos sobre los árboles plantados. De esta forma, las plantaciones de postes vivos presentan bajas persistencia. Es posible obtener buen establecimiento y persistencia usando especies tanto forestales como frutales no palatables para los animales o usando medios de protección, unido a un buen manejo del pasto Uso de abonos orgánicos El aprovechamiento y transformación de las excretas en abonos orgánicos y su uso como fertilizante para los cultivos y áreas forrajeras tiene el objetivo de evitar que se conviertan en contaminantes del ambiente y este es otro indicador de sostenibilidad de suma importancia que está relacionado con el reciclaje de nutrientes (Funes-Monzote y Hernández, 1996). En este sentido la biodiversidad de plantas cultivadas, fundamentalmente en el área agrícola, permite contar con diferentes materias primas para la fabricación del compost, entre ellas subproductos de cosecha (maíz, frijol, yuca, plátano y boniato), pasto seco, leucaena fresca, entre otros. Por otra parte, la disponibilidad de estiércol vacuno y los residuos de la alimentación de los animales (caña de azúcar y leucaena molida, etc.), constituyen fuentes de materiales orgánicos con posibilidades de ser compostados. En Cuba los sistemas ganaderos se desarrollan generalmente bajo condiciones de secano, razón por la cual se emplea la caña de azúcar como forraje en la mayoría de las unidades productivas durante la época seca. Igualmente la yuca es de los cultivos más empleados en dichas condiciones. La caña rechazada por los animales, así como los subproductos de la cosecha de la yuca, son factibles de emplear en la fabricación de compost con resultados positivos (tabla 11). En los sistemas de producción orgánicos con bases agroecológicas la importación de insumos externos de manera frecuente no es considerada ecológicamente aceptable. Existen otras prácticas para la fertilización de los suelos además del compost y el humus de lombriz como alternativa al uso de fertilizantes químicos solubles. Estas prácticas son el abono verde, mulch, barbecho, entre otras que pueden ser em-pleadas como recursos de la propia finca (tabla 12). La aplicación de los diferentes abonos depende del diseño de la finca. Una mayor proporción de agricultura permite contar con más cantidad de biomasa para incorporar al suelo y por ende una mejora de sus cualidades productivas. La utilización de compost y otras fuentes de fertilización orgánica en sistemas especializados de monocultivo y a gran escala presenta una serie de desventajas para nuestras condiciones actuales, como son: disponibilidad de materias primas, elevado costo de aplicación, tiempo y equipamiento a emplear. Sin embargo, en sistemas integrados a pequeña escala, el desarrollo de estas técnicas se convierte en una necesidad funcional del sistema, asegurando el reciclaje de nutrientes. A través de la elaboración y uso de los abonos orgánicos se aprovechan los desper-dicios de la alimentación humana, los subproductos de cosecha, residuos de la ali-mentación animal y el excedente del pasto, transformándolos en abonos ricos en nutrientes que sirven para la fertilización de los cultivos, al imitar el proceso natural de descomposición y regeneración de los nutrientes a través de los microorganismos y la biota edáfica. Por tanto, es necesaria su fabricación y utilización a cualquier escala. Intensidad de la fuerza de trabajo La alta intensidad de fuerza de trabajo es uno de los aspectos más discutidos para la producción orgánica. Sin embargo, en fincas de una hectárea hasta una proporción de 50% de cultivos, la intensidad promedio puede ser de 4 horas/día. La intensidad puede ir disminuyendo paulatinamente en las diferentes escalas en relación con el nivel de estabilidad y establecimiento de la finca. Este es un indicador que se debe analizar con detenimiento, por cuanto está relacionado con las condiciones socioeco-nómicas de cada lugar, la intensificación de la producción, la escala y el nivel de mecanización del proceso. Interpretación de la sostenibilidad de los sistemas integrados La interpretación conjunta de los indicadores nos permite evaluar la sostenibilidad de los sistemas agroecológicos. El análisis de los gráficos de radar o “papalote”, que contienen la información resumida de las fincas, proporciona elementos para la evaluación y la representación de las tendencias y la sostenibilidad (figura 2). La investigación de los sistemas integrados de producción agrícola abre un ancho espectro de posibilidades en el intento por demostrar su viabilidad y sustentabilidad. Para ello es importante tener en cuenta el monitoreo de la finca a través del tiempo con lo cual se identifica el equilibrio de los mecanismos y procesos que ocurren en el sistema. El análisis de componentes principales es uno de los métodos matemáticos estadís-ticos utilizado con éxito para la evaluación, análisis y fundamentación científica de los resultados. Este método ha permitido agrupar las variables estudiadas en nuevas variables que explican el mayor porcentaje de la variabilidad existente, encontrándose correlaciones significativas entre algunos de los indicadores. Además, se ha empleado el análisis de cluster para agrupar fincas y años semejantes, que nos puede indicar la sostenibilidad de las mismas. Los resultados de la diversificación en vaquerías comerciales, sin llegar la concep-ción de la integración, demostraron que el incremento de la producción de leche y el valor de la producción agrícola agregada, permite disminuir las pérdidas y hacer rentables las unidades con costos entre 0.45 y 0.70 por peso producido (Fernández, 1999). 1 1 100 100 80 8 8 2 80 60 60 40 40 20 20 7 0 3 6 7 4 0 4 5 5 Habana 50:50 1 1 1 00 100 80 2 8 60 80 2 60 40 40 20 20 7 3 6 Habana 75:25 8 2 0 3 6 4 7 0 3 6 4 5 5 Sancti Spíritus 58:42 Las Tunas 76:24 ----- Primer año _ _ _ _ Segundo año_____ Tercer año Figura 2. Indicadores de sostenibilidad evaluados en fincas integradas de diferentes proporciones (%) ganadería : agricultura (Funes-Monzote y Monzote, 2000) Nota: 1-Reforestación, 2-Especies totales, 3-Número de productos alimenticios, 4-Intensidad d la fuerza de trabajo, 5- Producción d abonos orgánicos por hectárea, 6-Rendimiento por hectárea, 7Eficiencia energética, 8-Producción de leche por hectárea Otros sistemas de producción bovina sostenible que funcionan sobre la base de la autosuficiencia alimentaria del ganado bajo diferentes condiciones de suelo y clima demuestran la capacidad de producción de biomasa para sostener producciones aceptables de leche con bajos insumos externos. Las producciones por hectárea ob-tenidas llegan a 1 500 litros de leche/ha con una buena reproducción y salud de los animales. En este mismo sistema comprando algunos alimentos como harinas pro-teicas, mieles de caña de azúcar y concentrados (hasta 0.5 t/animal/año) se pudo llegar a producir 2200 litros de leche/ha. En el primer sistema el costo del litro de leche fue alrededor de $ 0.86 y en el segundo es de $ 1.10-1.20, donde los gastos son principalmente de alimentación (Álvarez, et al., 2000). Conclusiones No obstante haberse logrado incrementar la producción bovina con el modelo espe-cializado de desarrollo, dirigido fundamentalmente a la producción de leche, a fina-les de la década de los años 80 se comenzó a detectar la fragilidad del sistema implantado, cuestión que se hizo más notable con la drástica disminución de los insumos en los 90. Esta situación pudo ser más crítica si el Ministerio de la Agricultura no hubiera tomado medidas para comenzar la transformación hacia una ganadería de menor escala, diversificada y autosuficiente apoyado, en parte, en los trabajos de investigación desarrollados con anterioridad. Para continuar los cambios hacia una etapa superior de la diversificación e inte-gración ganadería–agricultura, se desarrollan en la actualidad investigaciones en ese sentido. Hasta el momento, los resultados experimentales demuestran las poten-cialidades y viabilidad de la conversión a sistemas integrados animales/cultivos y cómo esta concepción puede alcanzar implicaciones que van más allá del proceso tecnológico–productivo, sino que influyen directa o indirectamente en los patrones económicos, sociales y culturales de la familia campesina, al reforzar su capacidad de sustento. En este sentido, es importante documentar el caudal de conocimientos y experiencias prácticas que han logrado los campesinos en la conducción de estos sistemas durante muchos años. Desde el punto de vista socio económico, el aumento de la fuerza de trabajo debe ser un componente importante de los sistemas agrícolas futuros por la necesidad de poblar los campos y rescatar el “apego” a la tierra y así revertir el éxodo del campo a las ciudades. Esto se logra a partir de un reordenamiento de las estructuras produc-tivas y la inversión de valores respecto al trabajo de campo, dándole más valor social y económico a esta actividad. La búsqueda de alternativas a los sistemas especializados de producción bovina es una labor prioritaria por la necesidad de lograr su sustentabilidad y que, por lo tanto, está en manos de agricultores y ganaderos ecológicos demostrar que en esta área, al igual que en otras muchas de la producción agrícola, son ellos los que están traba-jando seriamente para encontrar sistemas mejores y resolver algunos de los pro-blemas claves con que se enfrenta la industria ganadera (Boehncke, 1995). La agroecología es una disciplina que proporciona los principios ecológicos básicos para estudiar, diseñar y administrar agroecosistemas alternativos que tienen que ver no sólo con los aspectos ecológicos- ambientales de la crisis de la agricultura moder-na, sino también con los aspectos económicos, sociales y culturales (Altieri, 1995). En este sentido, la estrategia agroecológica para lograr una productividad agrícola sustentable es socavar la estructura del monocultivo, así como la dependencia de insumos externos al diseñar agroecosistemas integrales (Rosset, l998). Sin dudas, en Cuba se están dando pasos para la diversificación e integración de la producción agrícola y pecuaria y, se apoyan las investigaciones científicas en este tema, todo lo cual es la base para la conversión a sistemas orgánicos agroecológicos de producción. Esto, lógicamente, ayudará a la economía del país. Referencias Altieri, M. 1995. Agroecology: the science of sustainable agriculture, Westview Press. Boulder,CO, USA Alvarez, A.; R. García-Vila; R. Ruiz y H. J. Schwartz. 2000. Resultados del proyecto piloto lechero ACPACuba sí. VII Congreso Panamericano de la Leche (FEPALE). Ciudad de La Habana, Cuba. Anon. 1987. La Revolución en la Agricultura, Ed. José Martí la Habana, Cuba: 70. Anon. 1998. 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Representación gráfica de los instrumentos para materializar la Estrategia Ambiental Nacional* EDUCACIÓN Y CAPACITACIÓN AGROECOLÓGICAS Luis García Centro de Estudios de Agricultura Sostenible (CEAS), Universidad Agraria de La Habana (UNAH) La Educación es de importancia crítica para promover el Desarrollo Sostenible y aumentar la capacidad de las poblaciones para abordar cuestiones ambientales y de desarrollo… Fragmento de la Agenda 21 as necesidades de educar en las concepciones agroecológicas y capacitar en estas técnicas a los recursos humanos en Cuba, para lograr un desarrollo agrícola sostenible, no difieren sustancialmente de las del resto del mundo, aunque pudieran considerarse, en general, más apremiantes dada la baja disponibilidad actual de insumos externos para la agricultura cubana Estas necesi-dades se sustentan en que cada vez son mas las pruebas y argumentos que enmarcan al Modelo de Agricultura Industrial en una profunda crisis, tanto en el ámbito lati-noamericano, como mundial. (Vandermeer et al., 1993; FAO, 1993a; FAO-ORLAC, 1993; Rosset, 1997). L El modelo de agricultura a partir de la cual las universidades formaron a los profe-sionales agropecuarios y que los servicios de extensión promovieron entre los agricultores en las anteriores décadas hasta la actualidad, basado en las concepcio-nes de la Revolución Verde, aunque logró que en los últimos 30 años se incre-mentara la disponibilidad mundial de alimentos per cápita en un 18 % también acrecentó la pobreza rural, al desarrollar tecnologías para las grandes empresas agrícolas, en detrimento del pequeño agricultor; promoviendo una distribución de-sigual de dicha mejora alimentaria hacia los países desarrollados y sectores de altos recursos económicos en el mundo. Además de las pruebas innegables de la fuerte degradación del medio ambiente y de los recursos naturales de la propia agricultura que provocó el modelo industrial, su impacto socioeconómico es quizás, la causa más inmediata de su insostenibilidad, por sus altos costos de producción, que en 1992 demandaron subsidios, tan solo en países desarrollados de la astronómica cifra de $ 356 000 millones de USD (FAO-ORLAC, 1996). Se evidencia por ello la necesidad del cambio hacia un nuevo modelo que sea sostenible, económica y ecológicamente y que permita satisfacer las necesidades de la población mundial, actual y futura, de forma socialmente justa y viable (Altieri, 1996). La urgencia de este cambio en Cuba sustenta la alta demanda de la educación y capacitación agroecológica que se ha constatado en nuestro caso. Entre los elementos esenciales del modelo cubano de tránsito hacia una Agricultura Sostenible (García et al, 1997), se encuentra el manejo integrado de plagas, la ferti-lización orgánica, los fertilizantes microbianos, la conservación y recuperación de los suelos, el empleo de la tracción animal y de fuentes alternativas de energía, asociaciones y rotación de cultivos, integración cultivos-producción animal, medi-cina veterinaria alternativa, agricultura urbana, ajuste a las condiciones locales y menor escala productiva, amplio uso cooperativo de la tierra, adecuación de la investigación agraria y el desarrollo de la educación y capacitación agroecológica, elemento este último que ha tenido un papel decisivo en la adopción de los restantes. La implementación gradual de este modelo dinámico, ajustándolo a las caracte-rísticas de cada región ha permitido, hasta el momento, disminuir algunos impactos ambientales negativos y discretos pero sostenidos incrementos en la producción de alimentos, en los últimos años. Dada la importancia trascendental de la educación tanto para el desarrollo sostenible de la sociedad como de la Agricultura, en el presente trabajo analizaremos las prin-cipales experiencias cubanas en la educación y capacitación agroecológica de los recursos humanos para una Agricultura Sostenible. Necesidad de la formación y superación agroecológicas de los recursos humanos para el cambio hacia la Agricultura Sostenible en Cuba En el caso de Cuba, la profesora norteamericano-canadiense Patricia Lane (1997) ha sustentado las potencialidades del Modelo Cubano de Desarrollo para convertirla en una de las primeras sociedades sostenibles del siglo XXI. En dicho análisis se demuestra que el desarrollo científico y educacional constituye uno de los pilares básicos de la sostenibilidad del llamado Modelo Cubano de Desarrollo, basado en las raíces históricas de su nacionalidad y particularmente en el legado ideológico y pedagógico de José Martí. Las propias dificultades de la situación del país, generadas a partir del bloqueo económico impuesto, propiciaron al mismo tiempo una oportunidad única para desarrollar un proceso de construcción colectiva y creativa de alternativas de cono-cimiento científico y soluciones prácticas a los problemas ambientales que hoy preocupan a la humanidad en su conjunto (CIDEA, 1997). Según Fidel Castro (1997) sin la labor desarrollada a partir de 1959 en la Educación de la población cubana, hubiera sido imposible sobrevivir al período especial y continuar nuestro desarrollo. En esta etapa, la disminución de las importaciones a un 30%, y la reducción de la ingesta de nutrientes, por ejemplo, en 1993, a un 60% de las necesidades como promedio y en algunos de ellos, como las grasas, sólo a un 35%, denota la magnitud de la situación que fue necesario encarar (República de Cuba, 1994). Esta situación está siendo enfrentada de una forma muy singular en correspondencia con el alto nivel de organización y educación alcanzado por la sociedad cubana. Durante más de tres décadas, el país ha creado un conjunto de potencialidades que le han permitido en estas circunstancias reorientar su estrategia económica y enfrentar el reto de los próximos años. Actualmente, se dispone de una aceptable infraestructura productiva, una elevada calificación de la fuerza de trabajo, y un considerable potencial científico técnico, dado en un técnico de nivel medio cada 8 trabajadores, un universitario cada 15 y un científico cada 900 habitantes. (República de Cuba, 1994). De particular importancia resulta el esfuerzo realizado en el desarrollo del "capital humano". El analfabetismo en 1959 era del 24 %, habiéndose erradicado muy tem-prano en los años 60. La población económicamente activa pasó de 2do grado de enseñanza como promedio en 1959 a 9no grado a partir de los ochenta. No obstante esta labor general en el campo educacional, no es suficiente para enfrentar el cambio hacia una Agricultura Sostenible. A pesar de que los profe-sionales agropecuarios en Cuba habían sido muy bien preparados y demandados para laborar en Agricultura Convencional, al inicio de los 90 en algunas cooperativas, se les señaló no contar con todas las habilidades necesarias para laborar con éxito en las nuevas condiciones de producción con bajos insumos. Teniendo en cuenta la primera manifestación de este fenómeno, las Universidades agropecuarias cubanas, encabezadas por la más antigua de ellas, la Universidad Agraria de La Habana (antes ISCAH), comenzaron a desarrollar cursos y otras actividades, para actualizar a sus graduados con una orientación agroecológica hacia una Agricultura Sostenible con bajos insumos, en el menor tiempo posible, así como se realizaron modificaciones en algunos programas de pregrado en esta dirección. En este sentido es conocido que el cambio hacia una agricultura sostenible implica necesariamente la sustitución de tecnologías de altos insumos por tecnologías que demandan menos insumos pero más conocimientos y habilidades (CLADES-FAO, 1991). Es generalmente reconocido que la capacitación de los agricultores, en técnicas específicas, conjuntamente con su organización en colectivos (v.g. cooperativas) y la generación de tecnologías apropiadas, son factores decisivos para el éxito de la conversión hacia una agricultura sostenible. Aunque entre ellos la capacitación de-sempeña un papel primario, pues condiciona la posibilidad de generalizar los dos restantes, se reconoce que los tres elementos son extremadamente importantes (FAO-ORLAC, 1995). Por todo lo anterior, en este proceso de cambio en la agricultura, al evaluar los resultados de la capacitación de los agricultores, es necesario analizar la corres-pondencia de esta con los objetivos concretos del proyecto agropecuario en el cual se enmarcan (FAO, 1993b), independientemente del nivel de este (finca, zona, región o país). Se estima que la utilización de técnicas de bajos insumos ya conocidas, fácilmente incorporables por la capacitación, posibilitarían incrementar la producción agrícola latinoamericana en un 40% aproximadamente (UNESCO-OREALC y FAO- ORLAC, 1988). ¿Quiénes necesitan la educación y capacitación agroecológica, qué deben saber y cómo organizarla? Determinación de necesidades de superación La determinación de las necesidades de capacitación, tanto en relación con las per-sonas que la demandan como al contenido de la misma, constituye un primer paso en el desarrollo y evaluación de cualquier proceso educativo. Usualmente se incluye como usuarios de la capacitación agrícola a los agricultores, técnicos medios, profesionales y estudiantes agropecuarios (FAO, 1993b). Sin embargo es necesario en este sentido evidenciar que no se puede separar la práctica de la agricultura sostenible del desarrollo de toda la sociedad y del sector rural. Estos son objetivos que se condicionan entre sí. Es imposible lograr un desarrollo sostenible de la sociedad que no presuponga el del sector agropecuario y la consecuente seguridad alimentaria, así como viceversa. Por ello, así como también por el creciente desarrollo de la Agricultura Urbana en Cuba, no es suficiente con capacitar a estos usuarios. En nuestro caso, además de los mencionados, incluimos también a los directivos de entidades agrícolas estatales y de los diversos tipos de cooperativas agrícolas, otros empresarios y dirigentes estatales del país, así como a la población de las comunidades rurales estimada en más de 2 millones de personas y la población urbana de más de 8 millones, no sólo en cuanto a su reorientación como consumidores, sino también como actores directos, respectivamente del desarrollo rural sostenible y de la agricultura urbana, tanto colectiva como familiar. Por supuesto, los contenidos agroecológicos específicos y el nivel de su profundidad varían de uno a otro caso, al igual que los objetivos a alcanzar y los métodos y medios a emplear. Aunque en una determinación cuantitativa de necesidades de educación y capaci-tación agroecológicas, sensu lato, habría que incluir como usuarios a la casi totali-dad de los 11 millones de cubanos, es indudable que la primera prioridad para ello la constituyen los trabajadores directos de la agricultura, que junto a los del Ministerio del Azúcar y otros de las instituciones agropecuarias de investigación–producción o docencia-producción, hacen un total de casi un millón de personas (tabla 1). A pesar de que no existe un sistema nacional de control estadístico de las personas que reciben capacitación agroecológica; acorde con las matrículas por instituciones, es posible estimar que alrededor de 100 000 personas anualmente asistan a alguna actividad de capacitación sobre los temas agroecológicos, aunque de ellos cerca de 1000 cada año lo hacen en cursos teórico prácticos del máximo nivel y de carácter integral. Determinación participativa de las necesidades de superación Resulta relativamente fácil la determinación centralmente de las personas que deben capacitarse en un tema determinado, a partir de las necesidades de los organismos, instituciones, organizaciones, etc. Sin embargo, más importante es conocer qué personas “sienten” la necesidad de capacitarse y están en disposición y posibilidad de hacerlo. Un aspecto importante en este sentido es el interés demostrado por los usuarios potenciales de la formación agroecológica, ya que las solicitudes voluntarias de matricular en estos cursos es significativamente superior al de otras áreas de conoci-miento agrícola. Por ejemplo, el Diplomado de superación profesional en Agroeco-logía y Agricultura Sostenible, en Cuba, contó en su primera edición en 1995 con una matrícula de 429 alumnos en 11 de nuestras 14 provincias. Ello es sin dudas un reflejo de la pertinencia o necesidad social de estos conocimientos, por lo cual consideramos esta capacitación una necesidad sentida de nuestros agricultores. En la Estrategia Nacional de Educación Ambiental Cubana (CIDEA, 1997), en correspondencia con el diagnóstico previo de los problemas en este campo, se prioriza la Educación Ambiental (EA) de los tomadores de decisiones, los docentes y los comunicadores, lo cual corresponde también a las necesidades del sector agropecuario y en ello se ha laborado por los distintos factores, principalmente capacitando a los docentes de los niveles medio y superior de forma intensa, no obstante también se ha trabajado con los otros dos grupos. En el caso de los diri-gentes, se ha logrado avanzar en mayor medida con los líderes campesinos, que en número de varios miles han iniciado su capacitación agroecológica en la Escuela Nacional de la ANAP en colaboración con el CEAS, lo cual constituye un fuerte aporte al movimiento agroecológico a partir del impulso que estos líderes campe-sinos pueden brindar en sus respectivas cooperativas. En particular dentro del gran universo de la población cubana que demanda una formación agroecológica, se destaca la necesidad de preparar tempranamente a la nueva generación, partiendo de la base de que es mejor educar correctamente que reeducar. Por ello distintas instituciones y ONG han trabajado en el nivel primario de enseñanza, introduciendo las concepciones agroecológicas por vías formales y no formales con la aprobación y apoyo del Ministerio de Educación principalmente a través de los Círculos de Interés extracurriculares (Pérez, 1997). Especialmente los profesionales, técnicos medios y agricultores directos, fueron antes educados en las formas de agricultura de altos insumos de tipo industrial, por lo cual, aunque parte de sus conocimientos básicos les son útiles, requieren obtener conocimientos y habilidades sobre técnicas agroecológicas de bajos insumos, esto es tecnologías de procesos que requieren pocos recursos, pero conocimientos más amplios y profundos, especialmente sobre agroecosistemas, su estructura y funcionamiento. Sin embargo, esto no implica únicamente el empleo de tecnologías diferentes de las que utiliza comúnmente el modelo industrial, sino también un cambio de la concepción general o paradigma de cómo hacer y conceptualizar la agricultura. (Altieri, 1996). Por ello no basta capacitar en técnicas agroecológicas, sino también educar efectiva-mente en las nuevas concepciones de la Agroecología, de manera que se produzcan en consecuencia nuevas actitudes de los actores. Aunque los objetivos, contenidos, métodos, medios, el plan, ejecución y revisión de la capacitación deben subordinarse en general a los objetivos del proyecto de desarrollo sostenible que se trate, es necesario tener en cuenta su organización a los diferentes niveles, tanto micro (unidad productiva, cooperativa) como meso (región) y macro (país). En el caso de Cuba, donde se proyecta una conversión gradual de la agricultura del país hacia un modelo sostenible, se ha ido introduciendo, también gradualmente, la dimensión de la sostenibilidad al nivel macro en el Subsistema Nacional de Educación Agropecuaria, en las universidades y tecnológicos de nivel medio, así como en el Sistema Nacional de Capacitación del Ministerio de la Agricultura y en el de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) para lo cual todos los factores (tabla 2) han realizado un esfuerzo notable en colaboración con el Comité Gestor de la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica (ACAO) a fin de brindar la preparación necesaria al universo de agricultores, técnicos y profesionales. Tabla 2. Actores principales de la capacitación agroecológica en Cuba • Universidades • Institutos Tecnológicos Agropecuarios • Centros de Investigación • Escuelas de la ANAP • Escuelas de los Ministerios de la Agricultura y del Azúcar • Faros Agroecológicos • Agricultores, investigadores, profesores y sus unidades de producción • ONG (ACAO, ANAP) • Consejo de Iglesias • Medios masivos de difusión También resulta necesaria la organización de la Educación y la Capacitación Agro-ecológica al nivel meso. En el caso de Cuba, mediante la cooperación de distintas instituciones y con un papel destacado de las universidades, como responsables de la superación profesional y técnica de cada provincia, se han ido instrumentando planes de capacitación y educación agroecológica a ese nivel. Merece mencionarse en este sentido el plan desarrollado en la provincia Habana por su Universidad Agraria a través del Centro de Estudios de Agricultura Sostenible con una red que actúa en 9 de los 19 municipios de dicha provincia. También se destaca la provincia oriental de Guantánamo, especialmente en lo concerniente al desarrollo de la Agricultura Sostenible en Laderas y el de la occidental provincia de Pinar del Río en todos los aspectos relativos a la protección del Medio Ambiente. En el nivel de base (micro) se han obtenido también resultados satisfactorios con la capacitación en proyectos como el de los Faros Agroecológicos de tres cooperativas de la provincia La Habana (promovidos por el Programa Sustainable Agriculture Network and Extension-PNUD), tanto en la capacitación como en lo productivo, ecológico y socioeconómico. En este proyecto se realizó una capacitación agroeco-lógica previa de los líderes campesinos, la cual se continuó posteriormente hasta el nivel de Maestría a los más destacados y simultáneamente una capacitación masiva de los campesinos participantes. Ello contribuyó de forma significativa al éxito obtenido en este programa y a la capacitación campesino-campesino. Acorde al amplio espectro de sectores de la población que requieren la educación y capacitación agroecológica, así como lo diverso de sus necesidades, se requiere organizar estas, no solo a diferentes niveles, sino también en diferentes formas, en particular no solo de la Educación Formal a través del Sistema Nacional de Educación y Capacitación, sino también por la vía No Formal, mediante actividades extra docentes de diferentes instituciones de la comunidad y el país, tanto científicas y culturales, como de producción y sociales, así como por la vía Informal, generalmente no planificada y espontánea, en la cual se destacan los medios de difusión masiva. (CIDEA, 1997). ¿Qué contenidos deben ser abordados en estas actividades de capacitación y educación agroecológicas? Los contenidos de cada actividad y de cada sub-sistema de educación y/o capacita-ción están determinados por los objetivos específicos y generales que deben ser alcanzados en cada caso con las personas a quienes van dirigidos. Estos variarán según el sector de la población y la economía a que vayan destinados, pero también en correspondencia con la vía formal, no formal o informal, que se utilice. En general se admite que los contenidos a abordar en la capacitación son la resul-tante de la diferencia entre los conocimientos y habilidades actuales y los que son necesarios que la persona posea para desarrollar satisfactoriamente las tareas que debe realizar (FAO, 1993a). Especialmente importante resulta la estructuración sistémica de estos contenidos y su enfoque interdisciplinario o transdisciplinario hacia el cual se ha avanzado en diferentes casos y niveles en la experiencia cubana. Hacia la gran masa de la población se ha utilizado principalmente la vía informal de los medios masivos y la edición de cartillas de instrucción. Ello se ha implementado en programas televisivos y radiales de alta audiencia en todo el país, incluyendo aspectos generales de Agroecología. Agricultura Orgánica y Sostenible, así como otros específicos de Agricultura Urbana, Policultivos, Control Biológico de Plagas, Lombricultura, Biofertilizantes, Tracción Animal, procesamiento post-cosecha doméstico y artesanal de productos agrícolas, consejos relativos a cómo lograr una alimentación mas sana, etc. En la elaboración de estos programas han participado destacadamente el Ministerio de la Agricultura, así como diversas instituciones científicas, universidades y la ACAO, esta última también con la publicación de una revista cuatrimensual “Agricultura Orgánica” de amplia difusión. Es en la educación formal y principalmente en la universitaria y de postgrado donde se han aplicado en mayor medida además de las técnicas de grupo de expertos, las de encuestas, talleres e intercambios con profesores, estudiantes y empleadores agrícolas, con la finalidad de definir los contenidos y demás componentes agroecológicos del proceso docente educativo (CEAS, 1995). Sin embargo, una característica notable en los programas de educación y capaci-tación agroecológica cubanos es su flexibilidad, adecuando los objetivos, conte-nidos, métodos, etc.; a las peculiaridades de cada grupo de alumnos y aun más a las individualidades de cada estudiante. En el nivel universitario, al igual que en los cursos de superación profesional de actualización se han enfatizado luego de su determinación participativa y por sis-temas de expertos, la necesidad de contenidos, tales como: • Impacto del modelo de Agricultura Industrial en el nivel de base y nación • Teoría, práctica y desarrollo de la Agroecología, la Agricultura Orgánica y la Agricultura Sostenible • Estructura y funcionamiento de los agroecosistemas • Diagnóstico y diseño de agroecosistemas sostenibles • Metodologías para el análisis y evaluación de agroecosistemas. Indicadores de sostenibilidad • Uso y evaluación de la biodiversidad en agroecosistemas • Integración de la acuicultura en los sistemas agrícolas • Aspectos socioeconómicos de la agricultura sostenible, métodos para estudio y evaluación • Diseño y evaluación de proyectos agropecuarios • Economía ecológica • Bioética • Certificación y mercadeo de productos orgánicos • Cooperativismo • Ordenamiento territorial y manejo de cuencas • Labranza mínima y cero • Uso y conservación de suelos y agua • Uso de fuentes alternativas de energía • Manejo ecológico del clima en los agroecosistemas • Producción animal en sistemas sostenibles • Manejo agroecológico de los suelos y su fertilidad • Aspectos generales y específicos de los diferentes componentes del modelo cubano de agricultura sostenible. • Manejo agroecológico de plagas y manejo integrado (MIP) • Cultivos intercalados y rotaciones • Sistemas agroforestales y agrosilvopastoriles. Manejo sostenible de bosques • Integración agricultura – ganadería • Tracción animal • Medicina veterinaria tradicional y acupuntura • Mecanización en la agricultura sostenible • En el nivel de postgrado (Maestría y Doctorado) en Agroecología, acorde con los objetivos de estos estudios, se profundiza además de los anteriores en: • Metodología de la investigación en Agricultura Sostenible • Seminarios de investigación • Estadística multivariada, diseños y análisis no paramétricos y en la producción • Etnoecología y conocimiento agrícola tradicional • Ecología General • Evaluación de impacto ambiental • Producción de medios biológicos de control de plagas • Educación y capacitación agroecológica • Sistemas agrícolas de diferentes regiones de América Latina y el mundo • Sociología rural • Economía y desarrollo agrario • Aspectos epistemológicos de la Agroecología En los procesos educativos ambientales y también en particular en los agroecoló-gicos hacia las comunidades una importante experiencia es la capacitación para la participación en la toma de decisiones y en la solución de los problemas locales que contribuyan a mejorar las condiciones de su medio ambiente natural y psico-social, aspecto este que encuentra una fuerte base precedente en los métodos empleados por los órganos locales del Poder Popular desde su creación en 1974. (CIDEA, 1997). Como resultado de estos estudios la Universidad Agraria de La Habana elaboró los Programas de Diplomado, Maestría y Doctorado en Agroecología y Agricultura Sostenible, los cuales fueron aprobados por el Consejo Científico correspondiente, la Comisión Nacional de Postgrado y la de Grado Científico de Cuba, así como los de numerosos cursos cortos y entrenamientos en esta materia. Estos programas fueron aceptados por las universidades cubanas y tienen carácter nacional. A modo de ejemplo, en la tabla 3 aparece una síntesis del plan de estudios inicial de la Maestría. Metodología de la enseñanza de la Agroecología Aunque los cambios principales de la enseñanza de la Agroecología en relación con la enseñanza agrícola convencional están en los contenidos de la misma y en su enfoque inter o transdisciplinario, holístico y de sistemas, enfatizando la necesidad de tomar como objetivo final de estudio, la optimización del funcionamiento y con ello la sostenibilidad del agroecosistema, gradualmente se ha ido definiendo la necesidad de desarrollar una metodología de enseñanza de la misma acorde con sus principios y características propias, la cual posee muchos puntos en común con la metodología de la Educación Ambiental en general (Nova, 1997). Esta metodología según la Estrategia Cubana de Educación Ambiental (CIDEA, 1997) debe ser "activa, flexible y participativa, que estimule la creatividad y el desarrollo de la inteligencia, donde la relación sujeto-objeto sea una interacción de doble sentido y se potencie la actividad del sujeto". Esta se enmarca en la demanda de una educación diferente, por ello difiere de los métodos tradicionales de enseñar y aprender. Según Elba Castro (1997) está íntima-mente relacionada con los principios de Educación activa de Paulo Freire, donde el profesor abandona su lenguaje, descripciones, categorías y conceptos, para analizar la realidad de la situación del alumno y sus relaciones con el mundo real que lo rodea Esta metodología apunta a hacer que los sujetos signifiquen una realidad para transformarla, con la ayuda del "educador" que se convierte en un facilitador, por ello se requiere del desarrollo del proceso educativo participando en las actividades del "mundo real", para consecuentemente proyectar posibilidades o tendencias de acción en asuntos específicos con una visión integradora. (Castro, 1997) En la experiencia cubana el desarrollo del proceso educativo directamente en los campos de agricultores, pequeños y grandes; estatales y particulares (generalmente en cooperativas), demostrando, en la vida real exitosamente que es posible lograr una agricultura sostenible con bajos insumos externos y cómo es posible hacerlo, constituye una piedra angular de la metodología de la enseñanza de la Agroecología. En este sentido resulta muy importante los resultados de los faros agroecológicos desarrollados en algunas cooperativas de la provincia La Habana. El peso del componente práctico resulta fundamental también en la enseñanza agroecológica, por lo cual el principio de "aprender haciendo" esta vigente en la experiencia agroecológica cubana, utilizando alrededor del 50% del presupuesto total de tiempo de los alumnos frente al profesor en prácticas diversas, en tanto los estudios teóricos se realizan en gran medida de forma independiente. El uso de métodos participativos responde a los principios agroecológicos. Esto no solo se refiere al empleo de métodos activos de enseñanza con una amplia participación de los educandos, como sujetos del proceso, sino también a la masividad de este. Teniendo en consideración la magnitud de las necesidades de educación y capacitación agroecológicas, ascendente a millones de personas, es imposible satisfacer esas necesidades por métodos convencionales, especialmente considerando el carácter permanente de las mismas y el volumen notable de nuevos conocimientos que se generan en este campo. Es por ello que los métodos participativos para generar y propagar los conoci-mientos agroecológicos son la única solución para satisfacer estas necesidades educacionales en el plazo de tiempo razonablemente corto que se requiere. El sistema educacional cubano tiene una abundante experiencia en el empleo de los métodos participativos, especialmente en la Campaña Popular de Alfabetización de 1961, en la cual tomaron parte activa miles de personas como maestros voluntarios Apoyándose en ello se han desarrollado numerosas acciones educativas con varios cientos de personas en las provincias Ciudad de La Habana y Villa Clara, siguiendo la metodología campesinocampesino y tomando como base el principio de la peda-gogía revolucionaria cubana de que "el que sabe mas enseñe al que sabe menos". La labor de las universidades en la educación y capacitación agroecológicas En general se acepta que las universidades pueden y deben desempeñar un papel trascendental en la conversión hacia una agricultura sostenible, teniendo en cuenta su importancia en el escenario político latinoamericano, su potencial científico, posibilidades para la investigación agrícola dirigida a satisfacer las necesidades de los agricultores de bajos recursos y la responsabilidad que les está dada en la formación de las nuevas generaciones de profesionales (CLADES-FAO, 1991; Sarandon y Hang, 1995; García, 1997). Aunque esto no se materializa aun en la mayoría de las universidades latinoamericanas, en el caso cubano, estos centros han tenido un protagonismo destacado desde los momentos iniciales del proceso de conversión del país hacia una agricultura sostenible (Funes, 1997). La concepción agroecológica también se ha introducido en los planes de estudios de las carreras universitarias agropecuarias, incorporando un sistema de conocimientos, habilidades, actitudes, aptitudes y valores que parte de los objetivos generales (mo-delo del profesional) y atraviesa todo el plan de estudios, derivando los objetivos de cada una de las asignaturas y concretándose en sus contenidos, según la metodología cubana para el diseño de los planes de estudio (Martínez, 1991). De forma transdisciplinaria el paradigma agroecológico se ha fundido con las diversas disciplinas, desde las que integran las ciencias sociales y otras de formación general hasta las de ejercicio de la profesión, como la de Sanidad Vegetal con el Manejo Agroecológico de Plagas y Suelos con el Manejo Agroecológico de este, culminando con las asignaturas integradoras al nivel de la fitotecnia y la zootecnia. Los cambios más sustanciales se han alcanzado por las universidades en la supera-ción profesional y el postgrado, en particular: un sistema integral ha sido diseñado e implementado en el país por el CEAS que incluye cursos cortos de 40-60 horas, entrenamientos prácticos en técnicas específicas, un Diplomado sobre Agroecología y Agricultura Sostenible que incluye tres módulos, una Maestría en estas materias y estudios de Doctorado en Ciencias Agrícolas (PhD) en la especialidad de Agroe-cología, los cuales están articulados a través de la acumulación sucesiva de créditos de las figuras inferiores a las superiores, eslabonando todo el sistema (figura 1). Esquema de Superación Profesional de Postgrado 1 Cursos generales de Agroecología 3 Entrenamientos específicos Producción de medios biológicos 2 Diplomado Agroecología y Agricultura Sostenible Manejo agroecológico de la fertilidad de los suelos Manejo agroecológico de las plagas Diagnóstico y diseño de sistemas agrícolas sostenibles Postgrado académico 5 Doctorado en Agroecología 4 Maestrías en: Agroecología y Agricultura Sostenible Producción Animal Sostenible Ciencia Agrícola Sanidad Vegetal Figura 1. Superación agroecológica de los profesionales Todas estas formas están estructuradas con carácter nacional, impartiéndose en diferentes provincias con personas provenientes de 13 de las 14 provincias cubanas y el Municipio Especial Isla de la Juventud. En casi todos está organizada la forma presencial y también la semipresencial o a distancia. También las universidades han participado activamente en la capacitación de directivos, agricultores y técnicos medios, en colaboración con los respectivos organismos. No menos importante es la labor que pueden desarrollar las universidades en el campo de la investigación. El Complejo Científico Docente de la UNAH, por ejemplo, desarrolla más del 50% de los temas de investigación en los tres Programas Científico-Técnicos nacionales relacionados con la Agricultura Sostenible. La Agroecología en los Institutos Politécnicos Agropecuarios (IPA) En la actualidad en Cuba se imparten especialidades agropecuarias en 143 politéc-nicos, de ellas agrícolas 111, Ganaderos 17, Mecanización Agrícola 15, y 28 de otras ramas, denominados mixtos. En ellos hay una matrícula de 41 300 alumnos que se preparan como obreros calificados para trabajar en la producción agropecuaria. Esto significó un incremento a partir de 1990 de 100 centros aproximadamente, antes de esa fecha existían solo 55 (MINED, 1996). En el basamento del desarrollo de los Institutos Politécnicos Agropecuarios se tiene como precepto que en las áreas de producción y el área básica experimental se logre una formación profesional de los estudiantes que permita capacitarlos para innovar, adaptar y aplicar tecnologías que puedan encontrar un equilibrio entre la productividad y la estabilidad ambiental de los sistemas agrícolas, que es la esencia de los principios o preceptos de la agricultura alternativa, en sus diferentes corrientes (Santa Cruz y Mayarí, 1997). A partir del curso 91-92 hasta el 96-97, se aprecian avances en la enseñanza de nivel medio en las técnicas alternativas para la producción agropecuaria, especialmente el establecimiento de líneas de control biológico; la producción y uso de biofertilizantes; la utilización de distintas técnicas para la producción de abono orgánico, la implementación de organopónicos para la producción de hortalizas, ya sean canteros rústicos o tecnificados, aprovechando los recursos de la comunidad y áreas margina-les no productivas, uso del silvopastoreo, etc. (tabla 4). Para lograr un adecuado rigor técnico en la aplicación de estas técnicas, se trabaja en la capacitación de los profesores por diferentes vías y se han elaborado metodologías de conjunto con los organismos de producción. De igual forma se inició un análisis del trabajo docente-metodológico que puede realizarse en cada una de las áreas, para definir que objetivos, conocimientos técnicos y habilidades deben lograrse con los estudiantes (“Análisis técnico-pedagógico-productivo de las áreas”). En el análisis de estas técnicas alternativas se definen las habilidades pro-fesionales que deben lograrse con los estudiantes. Capacitación de agricultores A los miles de personas capacitadas por las universidades, se une otra gran cantidad de cientos de miles de agricultores especialmente capacitados por el Ministerio de la Agricultura y por la ANAP, empleándose para ello distintas formas y técnicas de enseñanza, entre ellas cursos, encuentros, talleres y minitalleres, días de campo, charlas e intercambio de experiencias. Se han destacado en este sentido entre otras por sus buenos resultados los cursos impartidos por el Instituto de Medicina Veteri-naria sobre Medicina Tradicional y Acupuntura, así como las conferencias y cursos desarrollados en la Escuela Nacional de la ANAP. Especialmente provechosa ha sido la utilización desde 1995 de la metodología cam-pesino campesino con más de 600 agricultores de la provincia de Ciudad de La Habana. En este caso se publicaron siete plegables divulgativos y siete cuartillas de instrucción agroecológica. Colaboración nacional e internacional de la Educación Agroecológica cubana El trabajo de educación y capacitación agroecológica ha sido intenso en estos años y para realizarlo se ha hecho necesaria una estrecha colaboración entre distintos actores que laboran en este campo. Como un ejemplo de ello, en concreto, puede mencionarse el Diplomado a distancia en Agroecología y Agricultura Sostenible, organizado en 10 de las 14 provincias cubanas, con 429 participantes matriculados el cual se ha desarrollado con el apoyo de la mayoría de las universidades y facultades agrícolas del país, de distintas dependencias del Ministerio de la Agricultura y de la ANAP y Centros de Investigación integrados, bajo la dirección docente y metodológica del Centro de Estudios de la Agricultura Sostenible de la Univer-sidad Agraria de La Habana, con la ayuda decisiva del Grupo Gestor de la ACAO, actualmente Grupo de Agricultura Orgánica de la ACTAF en diferentes tareas de aseguramiento y con el auspicio financiero del PNUD a través del Proyecto SANE (Sustainable Agriculture Networking and Extension), el Instituto Food First y Oxfam América. Al igual que en otras actividades, en la capacitación agroecológica, se ha promovido la alianza estratégica entre distintas instituciones gubernamentales y no gubernamentales. En correspondencia con la tradición solidaria de los educadores cubanos y del movimiento agroecológico internacional, Cuba ha venido desarrollando relacio-nes de colaboración con diferentes organismos internacionales, ONG e instituciones en diferentes países. Un fuerte apoyo a la educación agroecológica en su etapa inicial en Cuba, fue recibida de la FAO a través de un proyecto de cooperación técnica (PCT) para la capacitación en Agricultura Sostenible en 1994-95, simultá-neamente se establecieron relaciones de colaboración con el PNUD, con el Consor-cio Latinoamericano de Agroecología y Desarrollo (CLADES) y con el Instituto para las Políticas de la Alimentación y el Desarrollo (Food First), los cuales han apoyado la capacitación agroecológica cubana, a las que se sumó posteriormente la ONG alemana Pan para el Mundo, entre otras. A partir de 1993 esencialmente profesores, investigadores y productores cubanos en este campo han aportado sus experiencias y conocimientos en diferentes países principalmente a instituciones argentinas, chilenas, uruguayas, bolivianas, brasi-leñas, ecuatorianas, colombianas, peruanas, venezolanas, mexicanas y algunas cen-troamericanas y españolas. Tanto cursos cortos como cuatro ediciones del diplo-mado y tres de la maestría se han desarrollado en universidades de estos países. Varias decenas de profesionales iberoamericanos asisten todos los años a cursos, entrenamientos prácticos, diplomados, maestrías o estudios de doctorado en Agroecología y más recientemente estudiantes universitarios de esos países reciben cursos o pasantías o hacen sus tesis universitarias en Cuba, lo cual hace un total de varios cientos de personas que en Cuba o en sus respectivos países reciben estos conocimientos de educadores cubanos, consolidando fuertes lazos de amistad. Varias decenas de ciudadanos norteamericanos participan también todos los años en visitas de intercambio de experiencias en Cuba. Conclusiones La formación y la superación agroecológica de los recursos humanos ha sido una tarea de importancia estratégica, que ha recibido en la experiencia cubana una gran atención, aprovechando el alto nivel cultural de los agricultores cubanos que permite avances significativos en este sentido. Este trabajo desarrollado en colaboración entre distintas instituciones y ONG ha permitido un gradual incremento de la conciencia agroecológica. Los nuevos méto-dos pedagógicos y de amplia participación popular se han instrumentando de forma satisfactoria y promisoria. Los resultados obtenidos permiten concluir la necesidad de que esta labor abarque a todos los sectores de la población en mayor o menor medida y que se estructure tanto al nivel de los proyectos específicos como de todo el país, partiendo de la dimensión que tiene el proceso de conversión a la Agricultura Sostenible en el caso cubano. Referencias Altieri, M. 1996. Agroecología. 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