Estudio-vida de 2 Corintios CONTENIDO 1. INTRODUCCIÓN(1) 2. INTRODUCCIÓN(2) 3. INTRODUCCIÓN(3) 4. INTRODUCCIÓN(4) 5. EL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO (1) 6. EL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO(2) 7. EL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO(3) 8. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (1) 9. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (2) 10. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (3) 11. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (4) 12.LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (5) 13.LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (6) 14.LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (7) 15.UN MODELO DE UNO QUE VIVE A CRISTO POR CAUSA DE LA IGLESIA (1) 16.UN MODELO DE UNO QUE VIVE A CRISTO POR CAUSA DE LA IGLESIA (2) 17. ADHERIDOS, UNGIDOS, SELLADOS, CAPTURADOS, SOMETIDOS Y GUIADOS PARA ESPARCIR EL INCIENSO DE CRISTO (1) 18.ADHERIDOS, UNGIDOS, SELLADOS, CAPTURADOS, SOMETIDOS Y GUIADOS PARA ESPARCIR EL INCIENSO DE CRISTO (2) 19.SU COMPETENCIA PROVIENE DE CRISTO, QUIEN ES EL ALFABETO QUE SE USA PARA REDACTAR CARTAS VIVAS CON EL ESPÍRITU VIVIFICANTE DEL DIOS VIVO (1) 20. SU COMPETENCIA PROVIENE DE CRISTO, QUIEN ES EL ALFABETO QUE SE USA PARA REDACTAR CARTAS VIVAS CON EL ESPÍRITU VIVIFICANTE DEL DIOS VIVO (2) 21.IRRADIAR LA GLORIA DEL NUEVO PACTO (1) 22. IRRADIAR LA GLORIA DEL NUEVO PACTO (2) 23. TRANSFORMADOS DE GLORIA EN GLORIA EN LA IMAGEN DEL SEÑOR COMO POR EL SEÑOR ESPÍRITU, AL MIRAR Y REFLEJAR SU GLORIA A CARA DESCUBIERTA (1) 24. TRANSFORMADOS DE GLORIA EN GLORIA EN LA IMAGEN DEL SEÑOR COMO POR EL SEÑOR ESPÍRITU, AL MIRAR Y REFLEJAR SU GLORIA A CARA DESCUBIERTA (2) 25. LA ESENCIA DEL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO (1) 26. LA ESENCIA DEL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO (2) 27. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU COMO PROVISIÓN DE VIDA Y DE LA JUSTICIA COMO EXPRESIÓN DE DIOS (1) 28. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU COMO PROVISIÓN DE VIDA Y DE LA JUSTICIA COMO EXPRESIÓN DE DIOS (2) 29. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU COMO PROVISIÓN DE VIDA Y DE LA JUSTICIA COMO EXPRESIÓN DE DIOS (3) 30. LOS MINISTROS Y EL MINISTERIO LLEGAN A SER UNO 31.LA MANIFESTACIÓN DE LA VIDA POR MEDIO DEL ANIQUILAMIENTO EFECTUADO POR LA CRUZ (1) 32. LA MANIFESTACIÓN DE LA VIDA POR MEDIO DEL ANIQUILAMIENTO EFECTUADO POR LA CRUZ (2) 33. LA MUERTE QUE OPERABA EN JESÚS, Y LA RENOVACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR (1) 34. LA MUERTE QUE OPERABA EN JESÚS, Y LA RENOVACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR (2) 35. LA MUERTE QUE OPERABA EN JESÚS, Y LA RENOVACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR (3) 36. LA NUEVA CREACIÓN EN CRISTO LLEGA A SER LA JUSTICIA DE DIOS POR MEDIO DEL SEGUNDO PASO DE LA RECONCILIACIÓN (1) 37. LA NUEVA CREACIÓN EN CRISTO LLEGA A SER LA JUSTICIA DE DIOS POR MEDIO DEL SEGUNDO PASO DELA RECONCILIACIÓN (2) 38. LA MEZCLA DE LA DIVINIDAD CON LA HUMANIDAD 39. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO(8) 40. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (9) 41.LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (10) 42. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (11) 43. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (12) 44. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (13) 45. LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (14) 46. LA COMUNIÓN DEL APÓSTOL EN CUANTO A LA MINISTRACIÓN A LOS SANTOS NECESITADOS (1) 47. LA COMUNIÓN DEL APÓSTOL EN CUANTO A LA MINISTRACIÓN A LOS SANTOS NECESITADOS (2) 48. LA COMUNIÓN DEL APÓSTOL EN CUANTO A LA MINISTRACIÓN A LOS SANTOS NECESITADOS (3) 49. LA COMUNIÓN DEL APÓSTOL EN CUANTO A LA MINISTRACIÓN A LOS SANTOS NECESITADOS (4) 50. PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (1) 51.PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (2) 52. PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (3) 53. PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (4) 54. PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (5) 55. PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (6) 56. PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (7) 57.PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (8) 58. EXHORTACIONES FINALES, UN SALUDO Y UNA BENDICIÓN (1) 59. EXHORTACIONES FINALES, UN SALUDO Y UNA BENDICIÓN (2) El versículo 1 dice: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya”. Acaya estaba ubicada al sur de Macedonia. Era una provincia del imperio romano y constituía la mayor parte de lo que hoy es Grecia. La ciudad de Corinto se encontraba en dicha provincia. Pablo y Timoteo eran los escritores de 2 Corintios, y los destinatarios eran la iglesia de Dios que estaba en Corinto, con todos los santos en toda Acaya. La primera epístola a los corintios presenta el argumento del apóstol, argumento que derrotó y sometió a los corintios distraídos y confusos. Ahora, la segunda epístola los trajo de nuevo a experimentar a Cristo, quien es el tema del argumento que Pablo presenta en la primera epístola. Por tanto, la segunda epístola se centra más en la experiencia, es más subjetiva y más profunda que la primera. En la primera epístola, tenemos como temas principales a Cristo, el Espíritu con nuestro espíritu, la iglesia y los dones. En la segunda, se describe más detalladamente a Cristo, al Espíritu con nuestro espíritu, y a la iglesia, pero no se mencionan los dones. En esta epístola, en lugar de los dones, tenemos el ministerio, cuyo elemento constitutivo es las experiencias de las riquezas de Cristo, y que es producido y formado por las mismas, las cuales son obtenidas por medio de los sufrimientos, las presiones abrumadoras, y la obra aniquiladora de la cruz. La segunda epístola nos proporciona un modelo, un ejemplo, de cómo se lleva a cabo este aniquilamiento, de cómo Cristo es forjado en nuestro ser, y de cómo nosotros llegamos a ser la expresión de Cristo. Estos procesos forman la propia constitución de los ministros de Cristo y producen el ministerio que lleva a cabo el nuevo pacto de Dios. La primera epístola trata de los dones en términos negativos, y la segunda trata del ministerio en términos positivos. La iglesia necesita mucho más el ministerio que los dones. El ministerio consiste en ministrar al Cristo que hemos experimentado, mientras que los dones sólo sirven para enseñar las doctrinas acerca de Cristo. La comprobación de que los apóstoles son ministros de Cristo no consiste en los dones que poseen, sino en el ministerio que es producido y formado al experimentar ellos los sufrimientos, las aflicciones, de Cristo. B. Presionados por las tribulaciones hasta el punto de perder la esperanza de vivir En el versículo 5, Pablo dice: “Porque de la manera que abundan para con nosotros los sufrimientos del Cristo, así abunda también por el Cristo nuestra consolación”. Estos sufrimientos no son los que padecían los discípulos por Cristo, sino los propios sufrimientos de Cristo, de los cuales ellos participaban (Mt. 20:22; Fil. 3:10; Col. 1:24; 1 P. 4:13). “El Cristo” designa la condición de Cristo; no es un nombre (Darby). En este contexto se refiere al Cristo que sufrió, al Cristo que padeció aflicciones por Su Cuerpo conforme a la voluntad de Dios. Los apóstoles participaron de los sufrimientos de tal Cristo, y por medio de tal Cristo, ellos recibieron consolación. Según los versículos 6 y 7, las tribulaciones y consolación que experimentaron sirvieron para consolar a los creyentes. El versículo 8 dice: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir”. La palabra “abrumados” en este versículo, la misma palabra griega que aparece en 5:4, significa cargados, oprimidos. Pablo se encontraba en Asia cuando escribió 1 Corintios. En aquel entonces, él y sus compañeros se hallaban atribulados, ya que las persecuciones y los ataques contra ellos eran extremadamente duros. Por consiguiente, fueron abrumados excesivamente, más allá de sus fuerzas; es decir, que fueron abrumados a tal grado que según sus fuerzas naturales no pudieron soportar más, que incluso perdieron toda esperanza de vivir. Conforme a su evaluación de la situación, no les quedaba ninguna esperanza de vivir. Estaban seguros de que iban a morir, de que sus perseguidores los matarían. En el versículo 9, Pablo agrega: “De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”. La palabra “sentencia” significa literalmente contestación, o respuesta. Cuando los apóstoles estaban bajo la presión de aflicciones, habiendo perdido la esperanza aun de conservar la vida, pudieron haberse preguntado cuál sería el resultado de sus sufrimientos. La contestación, o respuesta era ésta: la muerte. Mientras los apóstoles eran perseguidos, se preguntaron en qué terminaría todo aquello. Según lo que evaluaron, ellos iban a morir. Habiendo percibido esto, tomaron una decisión vital: a no confiar en sí mismos. Para ellos, no había ninguna salida. Su confianza estaba puesta en Dios, que levanta a los muertos. La experiencia que tenemos de la muerte nos lleva a experimentar la resurrección. La resurrección es el propio Dios que resucita a los muertos, y es la cruz que opera en nosotros de una manera que pone fin a nuestro yo para que experimentemos a Dios en resurrección. La experiencia de la cruz siempre da por resultado que disfrutamos al Dios de resurrección. Esta experiencia produce y forma el ministerio. Esto se describe con más detalles en 4:7-12. Hacia el final de 1 Corintios, Pablo habla de la resurrección. Ahora, al principio de 2 Corintios, él trae de nuevo a los creyentes al tema de la resurrección. Como veremos más adelante, esto tiene que ver con el ministerio. El ministerio no está relacionado con lo que hacemos, sino con el vivir que llevamos. Tanto el ministerio como el vivir que se revela en esta epístola pertenecen a la vida de resurrección. En 1 Corintios Pablo declara el hecho de la resurrección. La resurrección debe ser nuestra vida diaria; ella debe ser el poder con el cual vencemos el pecado y la muerte, y vivimos en el primer día de la semana. Ahora en 2 Corintios, Pablo dio un testimonio de cómo los apóstoles vivían en el primer día de la semana. Para ellos no era posible que vivieran en el séptimo día, en la vieja creación. Esto significa que no había posibilidad de que ellos vivieran en sí mismos, pues no tenían ninguna confianza en ellos mismos. El no tener confianza en nosotros mismos significa que ya no nos es posible vivir en la vieja creación. Ya que los apóstoles vivían en el primer día de la semana, su confianza estaba puesta únicamente en el Dios de resurrección, el Dios que levanta los muertos. Se consideraban a sí mismos ya muertos. Esto indica que Pablo no sólo escribió acerca de la resurrección, sino que vivió la resurrección. En el versículo 10, Pablo añade: “El cual nos libró de tan gran muerte, y nos librará; y en quien esperamos que aún nos librará”. La palabra “librará” al emplearse la primera vez, se refiere al futuro inmediato, mientras que al usarse la segunda vez en la frase: “aún nos librará”, alude al futuro en un sentido más general. Aquí Pablo no dijo que Dios los libraría a ellos de una gran aflicción, sino de “tan gran muerte”, lo cual significa que Dios los libró de una condición de muerte. El versículo 11 dice: “Si cooperáis también vosotros con la petición a favor nuestro, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos”. Las palabras griegas traducidas “cooperáis ... vosotros” significa también “trabajar juntos”. En este versículo, “el don” se refiere a la gracia que les había sido dado (v. 12), la gracia que los apóstoles disfrutaban al experimentar la resurrección que libra de la muerte. La palabra “personas” significa literalmente “rostros”, lo cual implica que son las personas de semblantes alegres las que dan estas gracias. El don del versículo 11 es muy diferente de los dones de 1 Corintios. Este don es la gracia de Dios, y esta gracia es la vida de resurrección, el Cristo resucitado, quien, como gracia, fue dado a los apóstoles. Esto les permitió disfrutar y experimentar la resurrección, en medio de condiciones de muerte. Pablo nos ha dado un testimonio de lo que es vivir en resurrección. Los apóstoles vivían en resurrección. Dios los había puesto en una situación particular, en una situación que en realidad era la muerte. Ningún ser humano podía escapar de ese ambiente de muerte ni tener el poder de vencerla. Sólo el Dios de resurrección, el Dios mismo que es resurrección, podía liberarlos. El vino a liberar a los apóstoles de esa muerte. Esta liberación fue la experiencia que ellos tuvieron de la resurrección. Dios los resucitó de la muerte, y así experimentaron a Dios como la resurrección. Además, fue una experiencia en la que disfrutaron al Cristo resucitado como la gracia, como el don que recibieron de Dios. En estos versículos Pablo les relata a los corintios cómo los apóstoles fueron consolados y, por ende, hechos aptos para consolar a otros. Luego les dice cómo él experimentó al Cristo resucitado y al Dios de resurrección. Pablo y sus colaboradores, al experimentar esta gracia, tenían la capacidad espiritual necesaria para consolar a los demás. Esta clase de experiencia los hizo ministros del nuevo pacto, ministros de la gracia. Así que lo que se ve en 2 Corintios no es los dones, sino el ministerio. Además, el ministerio se produce concretamente al forjarse en nosotros la gracia por medio de los sufrimientos que experimentamos. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE DOS INTRODUCCIÓN (2) Lectura bíblica: 2 Co. 1:12—14 En este mensaje vamos a considerar únicamente tres versículos, 1:12-14. En estos versículos hay algo muy profundo, no en doctrina sino en experiencia. Si no hemos experimentado lo que se describe en este pasaje, no podremos entender lo que Pablo quiere decir en él. Aparentemente las palabras de Pablo son sencillas y fáciles de entender; en realidad, Pablo se refiere a algo muy profundo. IV. LOS APÓSTOLES SE GLORÍAN DE SU CONDUCTA EN LA GRACIA DE DIOS En el versículo 12 Pablo dice: “Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”. En este versículo Pablo declara que la gloria de ellos era el testimonio de su conciencia respecto a la manera en que vivían y se comportaban. Necesitamos cierta perspicacia para entender lo que Pablo quiere decir aquí. La palabra griega traducida “sencillez” en el versículo 12 puede ser traducida también “simplicidad”. En lugar de sencillez o simplicidad, algunos manuscritos dicen “santidad”. El profundo pensamiento y la rica experiencia que encontramos en el versículo 12 se relacionan principalmente con la palabra griega que significa sencillez, sinceridad. Esta palabra aparece por lo menos en cinco ocasiones en el Nuevo Testamento. Diferentes versiones adoptan diferentes traducciones: sencillez, simplicidad, liberalidad, generosidad, abundancia. Sin una experiencia adecuada, resultaría difícil decidir cuál palabra usar en esta traducción. El versículo 12 empieza con la palabra “porque”, lo cual indica que este versículo explica los versículos anteriores. Por tanto, si queremos entender el versículo 12, debemos tener presente lo que dijo Pablo en los versículos anteriores. Pablo acababa de hacerles notar a los creyentes corintios que él y sus colaboradores tenían en sí mismos sentencia de muerte. En el versículo 10, él testificó que Dios los había librado de “tan gran muerte”. Es cierto que el poder, la sabiduría y los métodos del hombre pueden solucionar toda dificultad, problema o situación difícil, pero no pueden hacer nada frente a la muerte. Ningún ser humano puede vencer la muerte. La gente rica soluciona problemas emitiendo cheques con grandes sumas de dinero. Hay un proverbio que dice: “El dinero lo compra todo”. Esto significa que el dinero puede solucionar todos los problemas. Sin embargo, ni siquiera la persona más rica puede vencer la muerte. Cuando le llega la muerte a un multimillonario, ninguna suma de dinero le puede ayudar a evadirla. Pablo, antes de escribir esta epístola, tenía en sí mismo sentencia de muerte. Desde la perspectiva humana, no había salida a la situación en la cual se encontraba Pablo; sin embargo, para el apóstol y para los que creen en la resurrección sí lo hay. Esa salida es el Dios de resurrección. La situación en la que se encontraba Pablo en Asia le obligó a ser sencillo o simple en la manera en que hizo frente a ella. Las personas adineradas, capacitadas y cultas no son sencillas en la manera en que se enfrentan a situaciones difíciles. Por el contrario, ejercen su conocimiento, su sabiduría. Si un método no funciona, usan otro. Sus mentes son muy complicadas; están lejos de ser sencillos. Por ser conocedoras y capaces, tienen muchas formas de encarar las distintas situaciones. Una persona que tiene muchas maneras de solucionar las distintas situaciones, con toda seguridad no es sencilla. Según los versículos anteriores, Pablo y sus colaboradores se encontraban en una situación que los restringía a un grado que ningún método humano podía ayudarles. La salida para ellos era el Dios de resurrección. No sólo se hallaban en dificultades y aflicciones, y no sólo tenían problemas, sino que ellos se hallaban frente a la muerte. No importa cuánto conocimiento tengamos y cuán capaces o ricos seamos, no hay nada que podamos hacer frente a la muerte. La única escapatoria que tenían Pablo y sus colaboradores era el Dios de resurrección. Una persona muerta siempre es sencilla; pero una persona viva no es sencilla. Ésta, por el contrario, siempre tiene una alternativa con la cual enfrentar las situaciones. Nosotros los seres humanos no somos sencillos. Todos disponemos de diversas alternativas; pero bienaventurados los que son sencillos. ¿Qué clase de persona puede ser sencilla? Sólo una persona muerta. Cuando Pablo y sus colaboradores sufrían aflicciones en Asia, ellos estaban presionados de tal manera que se daban por muertos. No tenían ninguna opción para hacerle frente a su situación. No tenían depositada su confianza en ellos mismos, sino en el Dios que resucita a los muertos. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TRES INTRODUCCIÓN (3) Lectura bíblica: 2 Co. 1:15—22 El pasaje de 2 Corintios 1:15—22 forma parte de la extensa introducción de este libro. Hemos señalado que Pablo escribió esta larga introducción para tranquilizar a los creyentes corintios y aliviarlos. Los corintios, quienes eran bastante complicados, hablaban de Pablo e incluso lo criticaban. Algunos tal vez decían: “Pablo nos dijo que vendría a Corinto, pero no ha venido todavía. Parece inconstante; dice que sí un día y que no al día siguiente. Así que Pablo no es fiel ni es digno de confianza. Que diga lo que quiera; siempre está cambiando de parecer”. Debido a que por lo menos algunos corintios tenían esa actitud, Pablo incluyó 1:15-22 en su introducción. V. EN CUANTO A LA VENIDA DEL APÓSTOL El versículo 15 dice: “Con esta confianza quise ir primero a vosotros, para que tuvieseis una doble gracia”. Con la expresión “esta confianza”, Pablo se refiere a lo que acababa de decir en los versículos del 12 al 14, que el testimonio de su conciencia era que él y sus colaboradores se conducían con sencillez y sinceridad de Dios, y no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios. Con esta confianza deseaba Pablo visitar a los corintios. Su intención y su decisión de visitar Corinto no se debían a la diplomacia ni era algo voluble. Pablo y sus colaboradores no vivían así; antes bien, vivían con la sencillez y sinceridad de Dios. Su sí era sí y su no era no. Ellos no decían que sí en un momento dado y que no, en otro. En el versículo 15 Pablo hace mención de una segunda gracia dada a los corintios. Esta gracia alude a la doble gracia que las dos visitas del apóstol trajo a Corinto, la visita mencionada en este versículo y la que se menciona en el siguiente. Por la venida del apóstol, se impartió la gracia de Dios, es decir, se impartió a Dios como suministro de vida y disfrute espiritual en los creyentes. Las dos visitas de Pablo les brindaron a los corintios una doble porción de esta gracia. El versículo 16 dice: “Y por vosotros pasar a Macedonia, y desde Macedonia venir otra vez a vosotros, y ser encaminados por vosotros a Judea”. Macedonia era una provincia del Imperio Romano situada al norte de Acaya, en la cual se encontraban las ciudades de Filipos y Tesalónica. En el versículo 17, Pablo pregunta: “Así que, teniendo esta intención, ¿procedí acaso con inconstancia? ¿O lo que pienso hacer, lo pienso según la carne, para que haya en mí sí, sí y no, no?” La palabra “inconstancia” significa volubilidad, o sea que cambia de parecer con facilidad. Pablo indica aquí que él no procedió con inconstancia; pues no dijo que sí y después que no, y viceversa. Además, él no pensó hacer nada según la carne. Pablo no mostraba dos caras; él no decía que sí y que no al mismo tiempo, porque no hacía nada según la carne. En el versículo 18, Pablo declara: “Mas, como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es sí y no”. La palabra “mas” presenta un contraste. En el versículo anterior, el apóstol se refiere a la acusación de que él era un hombre con doblez, o sea, un hombre de sí y no. En este versículo, él se defiende diciendo que puesto que Dios es fiel, la palabra de la predicación de ellos no era sí y no. Así que, no eran personas inconstantes, de sí y no. Lo que ellos eran concordaba con su predicación, es decir, vivían conforme a lo que predicaban. La palabra de la predicación de los apóstoles (1 Co. 1:18) en el versículo 18, la palabra que dirigían a los corintios, era su mensaje acerca de Cristo (v. 19). En el versículo 18, Pablo indica que él era uno con Dios. Pablo no era inconstante; ya que no pronunciaba un sí y luego cambiaba a un no. Más bien, él era tan fiel como Dios. La palabra que él dirigía a los corintios, la palabra de su ministerio, no era sí y no. El no cambió de tono; su predicación llevaba la misma nota desde su primera visita a los corintios hasta la presente epístola. No había ningún cambio en la palabra del ministerio. En el versículo 19, Pablo dice además: “Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido sí y no; mas nuestra palabra ha sido sí en El”. La palabra “porque” presenta la razón por lo que fue mencionado en el versículo anterior. Dios es fiel e inmutable, especialmente en cuanto a Sus promesas acerca de Cristo. Por consiguiente, la palabra que los apóstoles predicaban acerca de Cristo también era inmutable, porque el mismo Cristo que Dios había prometido en Su palabra fiel y a quien ellos predicaban en su evangelio, no vino a ser sí o no. Más bien, en Él está el sí. Puesto que el Cristo a quien predicaban conforme a las promesas de Dios no vino a ser sí y no, la palabra que ellos predicaban acerca de Él tampoco era sí y no. No sólo su predicación era conforme a lo que Cristo es, sino también su vivir. Predicaban a Cristo y lo vivían. No eran hombres de sí y no, sino hombres que eran lo mismo que Cristo. En el versículo 20, Pablo declara: “Porque para cuantas promesas hay de Dios, en El está el Sí, por lo cual también a través de El damos el Amén a Dios, para la gloria de Dios, por medio de nosotros”. Una vez más, la palabra “porque” explica lo que se ha mencionado en el versículo anterior. Cristo, a quien el Dios fiel prometió y a quien los apóstoles sinceros predicaron, no vino a ser sí y no, o sea, no hubo variación con Él, porque en Él está el Sí de todas las promesas de Dios, y por medio de Él, los apóstoles y los creyentes le dan el Amén a Dios para Su gloria. Cristo es el Sí, la respuesta encarnada, el cumplimiento de todas las promesas que Dios nos hizo. Este Amén es el Amén que damos a Dios por medio de Cristo (véase 1 Co. 14:16). Cristo es el Sí, y nosotros decimos Amén a este Sí delante de Dios. La frase “para la gloria” significa para la gloria de Dios. Cuando decimos “Amén” delante de Dios al hecho de que Cristo es el Sí, el cumplimiento, de todas las promesas de Dios, Dios es glorificado por medio de nosotros. El “nosotros” del versículo 20 no solamente se refiere a los apóstoles, quienes predicaban a Cristo conforme a las promesas de Dios, sino también a los creyentes, los cuales recibieron a Cristo conforme a la predicación de los apóstoles. Por medio de ambos se da gloria a Dios cuando dicen “Amén” a Cristo, quien es el gran Sí de todas las promesas de Dios. La decisión de ir a cierta ciudad no es un asunto de gran importancia. Ciertamente, no podemos comparar esta clase de decisión con la que una persona toma cuando decide casarse. No obstante, los corintios criticaban a Pablo por un asunto tan insignificante. Probablemente algunos dijeron: “Pablo dijo que vendría a Corinto y no ha venido. Esto demuestra que él es un hombre de sí y no”. Pablo se defendió frente a dicha acusación. Vemos así que aun en esta epístola cuyo fin era ofrecer consolación, se puede hallar discusión y vindicación. A. Decide ser uno con el Cristo inmutable del Dios fiel En estos versículos Pablo parece decir: “Vosotros corintios estáis equivocados. Cuando decidí ir a Corinto, no tomé la decisión por mi propia cuenta, sino que la tomé en unión con el Cristo inmutable del Dios fiel”. Pablo, al vindicarse, habla de Dios y de Cristo, e indica a los complicados corintios que él era totalmente uno con Dios y con Cristo. Dios es fiel, y Pablo también era fiel. Cristo, el Hijo de Dios, es inmutable, y Pablo, quien era uno con este Cristo, también era inmutable. No tomó esta decisión conforme a la sabiduría humana, sino en unión con el Dios fiel y con el Cristo inmutable. Estos versículos nos indican claramente que Pablo vivía totalmente en Cristo y en Dios; él era uno con Dios y con Cristo. En 1 Corintios se nos revela lo que Dios busca hoy. Dios desea obtener un pueblo que viva a Cristo y que sea uno con Él, un pueblo de esta índole, con el tiempo, llega a ser la iglesia. ¿Sabe usted qué es la iglesia? La iglesia es un pueblo colectivo que vive a Cristo y es uno con Dios. El deseo del corazón de Dios es obtener dicho pueblo, y esto es lo que Él se propuso en la eternidad. Esto se revela brevemente en 1 Corintios, donde Pablo exhorta a los creyentes a que se olvidaran del judaísmo, de la filosofía griega y de la sabiduría y cultura humanas, y que se dieran cuenta de que Dios desea obtener un pueblo que viva a Cristo y que sea uno con Él. Luego, en 2 Corintios, Pablo les muestra que él y sus colaboradores eran personas de esta índole. Todos los apóstoles eran uno con Dios y vivían a Cristo. Por consiguiente, aun en cosas insignificantes como ir a cierta ciudad, Pablo no tomaba la decisión en sí mismo, sino en Cristo y con Cristo. No tenía ninguna intención que no proviniese de Dios o que no tuviera que ver con Él. No; Pablo era uno con el Dios fiel, y vivía al Cristo inmutable. Su decisión de visitar a los corintios él la tomó en unión con el Cristo inmutable del Dios fiel. 1. Adheridos a Cristo En el versículo 21 Pablo añade: “Y el que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios”. Tanto los apóstoles, que predicaban a Cristo conforme a las promesas de Dios y que vivían al Cristo que predicaban, como los creyentes, que recibieron a Cristo conforme a la predicación de los apóstoles, eran unidos a Cristo, hechos uno con Él, a través de quien decían, delante de Dios “Amén” al gran Sí de las promesas de Dios, el cual es Cristo mismo. Pero no eran ellos, sino Dios quien los adhería a Cristo. Su unión con Cristo no provenía de ellos mismos ni era realizada por ellos mismos, sino que provenía de Dios y era llevada a cabo también por medio de Dios. Al principio del versículo 21, la conjunción griega traducida “y” en realidad indica un contraste, Pablo acababa de indicar que él era uno con el Dios fiel y que vivía al Cristo inmutable. Entonces, ¿por qué empieza el siguiente versículo con una palabra que implica un contraste? En el griego, el uso de esta palabra a menudo comunica un contraste no favorable. Pablo usa esta conjunción para indicar que aun el ser uno con Dios y el vivir a Cristo no provenía ni dependía de él. Así que, Pablo parecía decir: “Sí, yo soy uno con Dios y vivo a Cristo; pero eso no procede de mí, sino de Dios, quien nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo y quien nos ha ungido. El hecho de que yo sea uno con Dios y viva a Cristo, procede de Dios y no de mí mismo. No tengo ninguna base para gloriarme de eso. Sólo puedo gloriarme en Dios”. a. Con los creyentes En el versículo 21 Pablo habla de ser adherido firmemente con los creyentes a Cristo, el Ungido (Dn. 9:26; Jn 1:41). La frase griega traducida “nos adhiere firmemente con vosotros” también podría traducirse “nos conecta firmemente con vosotros”. La palabra “adhiere” significa literalmente establece. Dios establece a los apóstoles juntamente con los creyentes en Cristo. Esto significa que Dios adhiere los apóstoles juntamente con los creyentes a Cristo, conectando a los apóstoles y a los creyentes con Cristo, el Ungido. Por tanto, los apóstoles y los creyentes no sólo son uno con Cristo, el Ungido, sino también los unos con los otros, compartiendo la unción que Cristo ha recibido de Dios. Puesto que Dios nos ha adherido a Cristo, el Ungido, somos ungidos espontáneamente con Él por Dios. Los versículos 21 y 22 son muy profundos, porque a pesar de que la palabra griega traducida “adhiere” en el versículo 21 significa establece, su verdadero significado aquí no es establecer sino adherir. En este versículo, Pablo no se está refiriendo al hecho de ser establecidos en Cristo, sino a que Dios nos adhiere a Cristo. No debemos pasar por alto este versículo ni pensar que lo entendemos. ¿Qué quiere decir Pablo cuando declara que Dios “nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo”? El pronombre “nos” denota a los apóstoles, y “vosotros” alude a los creyentes. Además afirma que Dios adhiere los apóstoles junto con los creyentes a Cristo, y no en Cristo. La preposición original griega, aquí traducida “a”, implica un resultado, un fin determinado que está por venir. La misma preposición griega se traduce “para” con el mismo sentido en el libro de Romanos, donde aprendemos que hemos sido justificados “para vida eterna”, lo cual significa que la justificación da por resultado la vida, o que la justificación tiene como fin la vida. Así pues, en 1:21 Pablo declara que Dios adhiere los apóstoles junto con los creyentes con miras a un resultado determinado, y este resultado es que quedemos adheridos a Cristo. b. Ungidos por Dios En el griego, “Cristo” significa el Ungido. De hecho, “Cristo” es la forma españolizada del vocablo griego. Cristo, el Ungido, está lleno de ungüento, lleno de unción. ¡Aleluya, Dios adhiere los apóstoles junto con todos los creyentes al Ungido! Por estar adheridos a Él, el ungüento fluye en nosotros. El versículo 21 declara que Dios nos ha adherido firmemente a Cristo y nos ha ungido. ¿Cómo nos unge Dios? Él nos unge al adherirnos al Ungido. Una vez más, podemos usar el ejemplo de la electricidad y los aparatos eléctricos. La planta eléctrica no necesita transmitir electricidad directamente a la lámpara. Cuando la lámpara está correctamente “adherida” al enchufe, la electricidad fluye a ella. Asimismo, nosotros somos ungidos al estar adheridos a Cristo, el Ungido. Como creyentes, todos hemos recibido al Espíritu de esta manera. Si alguien le pregunta si usted ha recibido al Espíritu, usted puede contestar: “He sido adherido al Ungido, y a diario recibo al Espíritu; soy ungido todos los días”. Pablo se dio cuenta de que podía ser uno con el Dios fiel y vivir a Cristo porque él había sido adherido a Cristo y ungido por Dios. Puesto que Dios ungió a Pablo al adherirlo a Cristo, Pablo podía ser uno con Cristo y uno con el Dios fiel. Anunciar esta palabra constituye la verdadera predicación del evangelio completo. ¡Alabado sea el Señor porque hemos sido adheridos al Ungido! Por habernos unido al Ungido universal, también hemos sido ungidos. En el universo, una sola persona ha sido ungida por Dios, y esta persona es Cristo, el Ungido. Ahora todos estamos en el Ungido. Hemos sido ungidos al ser adheridos a Él. Ahora, por haber sido adheridos al Ungido, podemos ser uno con el Dios de resurrección y llevar una vida de resurrección. En 1 Corintios 6, Pablo habla de ser miembros de Cristo. ¿Qué significa ser un miembro de Cristo? Significa que formamos parte del Ungido. ¡Aleluya que todos formamos parte del Ungido, porque Dios nos ha adherido a Él! Quisiera llamar su atención al hecho de que en el versículo 21 el verbo “adhiere” está en tiempo presente, mientras que el verbo “ungió” está en tiempo pasado, lo cual no es muy común. Esto indica que el ungimiento se produjo antes de la adhesión. Esto debe llevarnos a hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuándo fuimos ungidos? Fuimos ungidos cuando Cristo fue ungido. Cuando la Cabeza fue ungida, el Cuerpo fue ungido también, tal como lo indica el salmo 133. El ungüento derramado sobre la cabeza de Aarón descendió sobre la barba y bajó hasta el borde de sus vestiduras. Asimismo, el ungüento que se derrama sobre la Cabeza desciende sobre el Cuerpo. Por haber sido ungidos cuando Cristo fue ungido, esto quiere decir que fuimos ungidos incluso antes de nacer. Sin embargo, es durante el transcurso de nuestra vida que Dios nos adhiere a Cristo. Dios nos adhiere en la era presente, pero nos ungió mucho antes de que naciéramos, pues nos ungió cuando Cristo fue ungido. Quisiera repetir que como miembros del Cuerpo, fuimos ungidos al mismo tiempo que la Cabeza fue ungida. Si entendemos eso, comprenderemos por qué los verbos “adhiere” y “ungió” están en tiempos verbales distintos. c. El sello y las arras En el versículo 22, que contiene otra palabra muy profunda, Pablo, refiriéndose a Dios, dice: “El cual también nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones”. El ungimiento del versículo anterior también significa sellar. Puesto que Dios nos ungió con Cristo, también nos selló en Él. No debemos pensar que el sellado y la unción son dos cosas distintas. En realidad, la unción lleva implícita el sello. Al aplicarnos la unción, ésta se convierte en el sello. Así llegamos a ser diferentes a los otros. Además, el sello nos hace portar la apariencia de Dios. Supongamos por ejemplo que un sello de tinta estampa cierta imagen en un papel. El papel queda inmediatamente sellado y lleva la imagen del sello. El sello es la imagen. Siguiendo el mismo principio, cuando Dios nos unge, la unción nos sella. La unción imparte la esencia divina en nosotros, así como el sello de goma aplica el elemento de la tinta en el papel. Primero, por medio de la unción, Dios añade Su esencia a nosotros. Luego, esta unción nos sella con la esencia de Dios y hace de nosotros la imagen de Dios. En el versículo 22 Pablo dice también que Dios nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones. Las arras del Espíritu son el Espíritu mismo como arras. El sello es una señal que nos marca como la herencia de Dios, Su posesión, o sea, indica que pertenecemos a Dios. Las arras garantizan que Dios es nuestra herencia, o posesión, y que Él nos pertenece. El Espíritu, que está dentro de nosotros, es las arras, la prenda, de que Dios es nuestra porción en Cristo. Al adherirnos Dios a Cristo se producen tres resultados: primero, una unción que nos imparte los elementos de Dios; segundo, un sello que forma, con los elementos divinos, una impresión que expresa la imagen de Dios; y tercero, las arras que nos dan un anticipo como muestra y garantía de que gozaremos de la plenitud de Dios. Es por medio de estas tres experiencias que tenemos del Espíritu que unge, junto con la experiencia de la cruz, que el ministerio de Cristo es producido. Estos tres —la unción, el sello y las arras— son una sola realidad que consta de tres aspectos. Primero somos ungidos, luego somos sellados y después recibimos la garantía de las arras. ¡Aleluya que tenemos la esencia, la imagen y la garantía! Todo esto no es más que el Dios procesado, quien ahora es el Espíritu. El Espíritu es el aceite con el cual somos ungidos, la esencia con la cual somos sellados y las arras que garantizan que Dios nos pertenece y que Él es nuestra porción. Por haber sido ungidos y sellados y por haber recibido las arras, podemos ser uno con el Dios fiel y vivir a Cristo. Ahora somos aptos y estamos equipados para vivir al Cristo inmutable. Según lo que dice Pablo en el versículo 22, las arras del Espíritu se encuentran en nuestros corazones. El Espíritu, las arras de Dios como nuestra porción, es un anticipo para nosotros; por tanto, vemos aquí que Él está en nuestros corazones. En Romanos 5:5 y en Gálatas 4:6 se mencionan el amor, por ende, tratan del Espíritu que está en nuestro corazón. Pero Romanos 8:16 habla acerca de la obra del Espíritu, pues declara que el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu. Nuestro corazón es el órgano que ama, mientras que nuestro espíritu es el órgano que labora. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUATRO INTRODUCCIÓN (4) Lectura bíblica: 2 Co. 1:23—2:11 En este mensaje vamos a considerar 1:23—2:11. En estos versículos Pablo explica las razones de su demora en su llegada a Corinto. B. Las razones de la demora 1. Por consideración a los corintios En 1:23 Pablo dice: “Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que por consideración a vosotros no he pasado todavía a Corinto”. El que Pablo tuviera consideración de los corintios muestra lo comprensivo que era. El apóstol no quiso visitar a los creyentes corintios con vara para disciplinarlos, sino que quería visitarlos con amor y espíritu de mansedumbre para que fuesen edificados (1 Co. 4:21). Por un lado, se abstuvo de ir para evitar cualquier sentimiento desagradable; los trató con poca severidad y no quiso ir a verlos con tristeza (2 Co. 2:1). Por otro, a él no le gustaba enseñorearse de la fe de ellos, sino que deseaba colaborar con ellos para su gozo (1:24). Esto era la verdad, y Pablo invocó a Dios para que diera testimonio de esto a favor de él. a. Invoca a Dios por testigo sobre su alma Según el versículo 23, el apóstol Pablo invocó a Dios por testigo sobre su alma; es decir, para que diera testimonio contra su alma, o sea, contra él mismo, por si acaso hablaba falsamente. Invocar a Dios no es solamente orar a Dios o pedirle que haga algo por nosotros. Decir “Oh Dios” u “Oh Padre” no es solamente orar; más bien, es invocar a Dios. Hoy muchos cristianos carecen de un espíritu de invocación, un espíritu fuerte con el cual invocar a Dios. Si las circunstancias o la situación lo permitieran, me gustaría invocar continuamente: “Oh Padre mío” u “Oh Señor Jesús”. Hay una diferencia entre la invocación y la oración. Por ejemplo, alguien puede orar así: “Padre Dios; Tú eres fiel; Tú nunca cambias; ayúdame también a ser fiel y a no cambiar. Te pido esto en el nombre del Señor Jesús. Amén”. Por muy buena que sea esta oración, tal vez no sea muy viviente. Además, es posible que oremos al Señor Jesús de una manera no muy viviente. Tal vez digamos: “Señor Jesús, yo te doy gracias por amarme. Señor, te amo también, pero Tú sabes que soy débil. Señor, ayúdame, por favor, en mi debilidad”. Muchos cristianos oran así, pero lo hacen con desgana y sin ejercitar el espíritu. Tal vez ni siquiera entienden lo que significa ejercitar el espíritu en oración. En Juan 4:24, el Señor Jesús dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren”. Adorar a Dios también incluye orar a Él. Ya que orar es adorar, y puesto que el Señor Jesús declara que debemos adorar a Dios en espíritu, debemos entonces orar también en espíritu. Las palabras que pronunciamos para expresarnos en la oración son algo secundarias; lo más importante es que ejercitemos nuestro espíritu para contactar a Dios. Cuando oramos, debemos invocar a Dios, ejercitar nuestro espíritu y decir: “Oh Padre, Oh mi Dios, mi Padre”. Esto es invocar a Dios. Dios el Padre se alegra cuando nos oye invocarle. Según lo que expresó el Señor en Juan 4, el Padre busca ahora a personas que lo adoren en espíritu. Según mi conocimiento, la mejor manera de ejercitar el espíritu es invocar a Dios. Invocar en voz alta no es necesario, pues muchas veces no es conveniente ni apropiado hacerlo. Por ejemplo, es posible que las personas que nos rodeen estén trabajando o durmiendo, y los molestaríamos si invocásemos en voz alta. Podemos ejercitar nuestro espíritu aun invocando en voz baja. Pablo fue muy cuidadoso y tuvo mucha consideración en cuanto a qué palabras usar al escribir sus epístolas. En 1:23 él no dijo: “Le pido a Dios” ni tampoco: “Oro a Dios”; más bien dijo: “Yo invoco a Dios”. Esta invocación exige el ejercicio del espíritu. Pablo era una persona que vivía en el espíritu y que adoraba a Dios en el espíritu. Si no vivimos en el espíritu, ciertamente nos resultará difícil adorar a Dios en el espíritu. En el versículo 23 leemos que Pablo invocó a Dios por testigo sobre su alma. Esto significa que invocó a Dios para que diera un testimonio en contra suya. Pablo parecía decir: “Hermanos corintios, no actué en el alma. Si lo hubiera hecho, Dios habría testificado en contra mía. Yo no soy una persona que vive en el alma ni se conduce en el alma. No fue en mi alma que determiné venir a vosotros. De haberlo hecho, Dios habría testificado en contra mía”. Es interesante que Pablo no dijo: “Invoco a Dios por testigo sobre mi espíritu, para que testifique que yo determiné en mi espíritu venir a vosotros”. Por el contrario, él invocó a Dios para que testificara contra su alma. Lo invocó para que testificara que realmente él no había determinado nada en su alma, es decir, en su yo. No hay duda alguna que Dios testificaría en contra de tal determinación. Esta clase de testimonio, un testimonio en el cual se testifica en contra de alguien, es a veces más contundente que un testimonio de parte de los que están a favor. La razón por la cual Pablo no visitó Corinto fue por consideración a los corintios, y no porque él fuera inconstante, que dijera que sí y que no al mismo tiempo. Pablo no quería ir a Corinto con vara disciplinaria, sino que tuvo consideración de los corintios y quiso ir a ellos en amor. Él invocó a Dios por testigo con respecto a esto. Pablo es un buen ejemplo a seguir. Por la misericordia del Señor, todos debemos aprender de él y seguirle. Pablo era una persona maravillosa. Él era espiritual, tenía a Cristo forjado en él, y también tenía mucha experiencia y madurez en cuanto a las riquezas de Cristo. Por ser una persona así, tuvo consideración de los corintios y, por esta razón, no había ido a Corinto. b. No se enseñorea de la fe de los creyentes, sino que colabora con ellos para su gozo En el versículo 24 Pablo dice además: “No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos con vosotros para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes”. La fe subjetiva es necesaria para que los creyentes se mantengan firmes en la fe objetiva (1 Co. 16:13). El que uno se enseñoree de la fe subjetiva de los creyentes debilita la fe de ellos, pero el que uno colabore con ellos para su gozo la fortalece. 2. Por no ir a ellos con tristeza En el versículo 1 del capítulo dos Pablo dice: “Esto determiné para conmigo, no ir otra vez a vosotros con tristeza”. Por una parte, Pablo invocó a Dios por testigo sobre su alma; por otra, nos dice que él determinó algo para consigo mismo. ¿Acaso no está relacionado esto con el alma? Así que, vemos en 2:1 que el yo de Pablo es un yo espiritual, un alma espiritual, un alma bajo el control y la dirección del espíritu. En sí mismo, Pablo determinó no ir otra vez a los corintios con tristeza. Su determinación no fue inspirada por el Espíritu; sino que fue algo que él mismo se propuso. No obstante, debemos recordar que esta determinación fue tomada por una persona que estaba bajo el control y la dirección del espíritu. Esto muestra una vez más el principio de la encarnación, el cual se halla en Gálatas 2:20. El principio de la encarnación siempre opera de esta manera. El Señor Jesús, como hombre, realizó milagros; mas, Dios fue aquel que los llevó a cabo. En esto consiste el principio de la encarnación. En el versículo 2, Pablo les pregunta: “Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo contristé?” Esta frase es muy filosófica, lógica y espiritual. En el versículo 3 Pablo añade: “Y esto mismo os escribí, para que cuando llegue no tenga tristeza de parte de aquellos de quienes me debiera gozar; confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros”. La palabra “escribí” se refiere a lo que Pablo había escrito a los corintios en la primera epístola. En el versículo 4 Pablo declara: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que conocieseis el amor desbordante que os tengo”. Aquí Pablo se está refiriéndose a sí mismo. Algunas personas, supuestamente espirituales, insisten en que uno nunca debe de hablar de sí mismo. Durante los años que estuve en la Asamblea de los Hermanos se me enseñó que los creyentes jamás deberían hablar de sí mismos, y eso es lo que hice durante muchos años; pero más tarde, me di cuenta de que eso no siempre es correcto. El hablar o no hablar de nosotros mismos depende de nuestros motivos. En 2 Corintios Pablo tenía mucho que decir acerca de sí mismo. En su introducción, él no sólo habla de sí mismo, sino que también argumenta y se vindica a sí mismo. A veces es necesario que hablemos de nosotros mismos. Cristo necesita testigos. Cristo es la realidad, y nosotros somos testigos de esta realidad. Como testigos, no debemos ser ni orgullosos ni humildes. En el momento oportuno, debemos testificar del Señor con honestidad y denuedo. Y esto es precisamente lo que Pablo hizo cuando les dijo a los corintios en la primera epístola que por la mucha tribulación y angustia del corazón él les escribió con muchas lágrimas. Así les escribió a los corintios, no con el afán de entristecerlos sino con el fin de darles a conocer el amor que él sentía por ellos. El versículo 5 dice: “Pero si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino en cierto modo (por no ser yo gravoso) a todos vosotros”. Pablo tomó la precaución de no exagerar. Él escribió prudentemente y usó la expresión “en cierto modo”. Ser gravoso significa aplicar demasiada presión, hablar más de lo debido. Pablo dijo que el culpable había causado tristeza en cierto modo a toda la iglesia. Dijo “en cierto modo” para no agraviarlos con mucha presión, no fuera que exagerara. Esto indica que él era una persona tierna, prudente y considerada. En el versículo 6 Pablo declara: “Le basta a tal persona este castigo infligido por la mayoría”. Esto indica que después de que la mayoría de los creyentes corintios habían leído la primera epístola de Pablo, reprendieron y castigaron al que había cometido el incesto. Pablo señala que el castigo aplicado por la mayoría había sido suficiente. Por tanto, en el versículo 7, añade: “Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de excesiva tristeza”. En este contexto, perdonar significa también tratar de manera benévola. En lugar de reprenderle, ahora los corintios debían consolarle y perdonarle, y también aliviarle y vendarle sus heridas. Por consiguiente, en el versículo 8, Pablo declara: “Por lo cual os exhorto a que confirméis vuestro amor para con él”. El versículo 9 dice: “Porque también para este fin os escribí, para conocer vuestro carácter aprobado, y ver si sois obedientes en todo”. “Conocer vuestro carácter aprobado” significa “poneros a prueba”. Un carácter aprobado es una calidad intrínseca de alguien que ha pasado por una prueba. La meta de Pablo al escribir la primera epístola a los corintios era conocer el carácter aprobado de ellos. Escribió con el fin de ponerlos a prueba y comprobar su obediencia. Ahora Pablo se daba cuenta de que los corintios eran obedientes y aprobados. Al obedecer a la primera epístola, ellos fueron aprobados a los ojos de Pablo. El versículo 10 dice: “Y al que vosotros algo perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en la persona de Cristo”. Es posible que haya algunos que piensen que perdonar en la persona de Cristo significa perdonar en nombre de Cristo. Los que sostienen esta perspectiva tal vez nos remitan a Juan 20:23, donde dice que los discípulos tienen la autoridad de perdonar los pecados. Según esta interpretación, perdonar a un hermano que peca significa perdonarle en nombre del Señor y como representante del Señor. Esta comprensión no es errónea, pero tampoco es una interpretación exacta de lo que Pablo está diciendo en el versículo 10. La palabra griega traducida “persona” significa literalmente faz, como en 4:6. Es la parte que está alrededor de los ojos, la expresión que señala los pensamientos y sentimientos interiores, la cual exhibe y manifiesta todo lo que la persona es. Esto indica que el apóstol vivía y se conducía en la presencia de Cristo, conforme a la expresión que indicaba toda Su persona, según se trasmitía en Sus ojos. La primera sección de 2 Corintios, de 1:1 a 2:11, es una larga introducción a esta epístola, la cual sigue a la primera epístola que Pablo escribió a los desordenados creyentes de Corinto. Él fue consolado y animado después de recibir información de que ellos se habían arrepentido (7:6-13) al aceptar las reprimendas que les había hecho en la primera epístola. Así que Pablo escribió la segunda epístola para consolarlos y animarlos de modo personal, tierno y afectuoso, de tal manera que la epístola de 2 Corintios, en cierto sentido, es considerada como su autobiografía. En esta epístola vemos a una persona que vivía a Cristo conforme a lo que había escrito con respecto a Él en su epístola anterior, en un contacto muy íntimo y estrecho con Él, actuando conforme a la expresión de Sus ojos. Vemos que Pablo era uno con Cristo, que estaba lleno de Cristo y saturado de Él. Pablo había sido quebrantado y aun terminado en su vida natural, también había sido ablandado y hecho flexible en su voluntad. Al mismo tiempo, era afectuoso, aunque restringido en sus emociones; era considerado y sobrio en su mente, y puro y genuino en su espíritu hacia los creyentes, para beneficio de ellos, a fin de que pudieran experimentar y disfrutar a Cristo como él lo hacia, para el cumplimiento del propósito eterno de Dios en la edificación del Cuerpo de Cristo. Hemos señalado que la palabra “persona” indica la parte que está alrededor de los ojos, la expresión de los pensamientos y sentimientos de una persona, y que representa todo lo que ella es. Si usted desea saber lo que una persona siente por usted, si está alegre o triste, satisfecha o insatisfecha, no le miraría a la cara de manera general, sino que también se fijaría en la parte que se halla alrededor de sus ojos, la cual expresa sus pensamientos y sentimientos. Cuando Pablo perdonó al hermano que había pecado, él lo hizo mirando la expresión de los ojos del Señor Jesús. Si los ojos del Señor expresaban insatisfacción con su decisión de perdonar a ese hermano, entonces Pablo no lo habría perdonado. En otras palabras, Pablo se habría dado cuenta de que el Señor no aprobaba lo que él estaba haciendo. En el momento en que perdonaba al hermano, Pablo tenía la mirada puesta en el Señor Jesús y se daba cuenta de que el Señor lo alentaba. Así Pablo podía afirmar que él perdonaba en la persona de Cristo. Esto indica que Pablo era uno que vivía y actuaba en la presencia de Cristo. En 1940 el hermano Nee dijo que Deuteronomio puede ser considerado como la autobiografía de Moisés, y 2 Corintios, la autobiografía de Pablo. En 2 Corintios Pablo habla mucho de sí mismo; de hecho, habla más de sí mismo que de Cristo. Sin embargo, en esta epístola autobiográfica, Pablo da testimonio de Cristo. En este libro vemos a alguien que vive a Cristo conforme a lo que él mismo escribió acerca de Cristo en 1 Corintios. Pablo vivía en un estrecho e íntimo contacto con Cristo, actuando según la expresión de los ojos de Él. Pablo era verdaderamente uno con Cristo, estaba lleno de Cristo y saturado de Él. En el versículo 11, Pablo dice: “Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”. Este versículo revela que el maligno, Satanás, está detrás del escenario en todas las circunstancias y opera a través de todas las cosas. La palabra griega traducida “maquinaciones” significa planes, complots, estratagemas, designios, engaños, intenciones y propósitos. Es posible que incluso en la vida de iglesia, Satanás puede estar operando detrás del escenario. No piensen que perdonar a un hermano solamente tiene que ver con la iglesia y no con las estratagemas de Satanás. Es posible que aun detrás de este asunto, Satanás esté agazapado, buscando la manera de ejecutar sus malvados planes y devorar a los débiles. En estos versículos vemos que Pablo se relacionaba con los santos de una manera personal, que él era espiritual y que estaba alerta. Él cuidaba a los santos de una manera íntima, vivía conforme a la expresión del ser de Cristo, y estaba alerta ante los sutiles complots del enemigo, que operaba detrás del escenario de todas las circunstancias que se encuentran en la vida de iglesia. Todos debemos aprender de Pablo con respecto a cuidar a los santos, a vivir a Cristo y a estar al tanto de la sutileza del enemigo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCO EL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO (1) Lectura bíblica: 2 Co. 2:12-17 Después de la introducción (1:1—2:11), Pablo presenta el ministerio del nuevo pacto (2:12—3:11). Este ministerio difiere totalmente de los dones externos y milagrosos. En 1940, el hermano Nee dio unos mensajes sobre 2 Corintios en los que hizo hincapié en la diferencia que existe entre 1 y 2 Corintios. El hizo notar que el primer libro habla de los dones externos y milagrosos, particularmente el don de hablar en lenguas. El hermano Nee, usó el ejemplo del asno de Balaam, que hablaba en el lenguaje de los hombres, haciendo notar que esto fue un verdadero don milagroso. El hecho de que un asno recibiera repentinamente la capacidad de hablar fue, sin duda, un milagro. El hermano Nee añadió que uno puede recibir un don repentinamente; sin embargo, se necesita por lo menos veinte años para que se produzca un ministerio. En cuanto al ministerio, el hermano Nee declaró que Cristo debe ser entretejido en nuestro ser. Esto significa que Cristo debe forjarse en nosotros de modo que llegue a ser nuestra propia constitución. En esto consiste el ministerio, o sea, lo que Cristo es, lo que El ha hecho y lo que ha logrado y obtenido debe forjarse en nosotros. Cristo ha obtenido el trono, la gloria y el poder más elevado. Cristo también ha obtenido ciertos logros, los cuales son el resultado de lo que El ha realizado y alcanzado. Ahora, lo que Cristo es, lo que El ha realizado y obtenido, y lo que ha logrado se encuentran en el Espíritu vivificante. Esto da a entender que el Espíritu vivificante y todo-inclusivo es la corporificación de Cristo con relación a estos cuatro asuntos. El Espíritu todo-inclusivo es la corporificación de lo que Cristo es, y de lo que El ha realizado, obtenido y logrado. Este Espíritu todo-inclusivo es una bebida todo-inclusiva que contiene muchos ingredientes. Hemos señalado en varias ocasiones que el Espíritu todo-inclusivo es tipificado por el ungüento mencionado en Éxodo 30. Este ungüento se compone de aceite mezclado con cuatro especias distintas: mirra, canela, cálamo y casia; como tal, es un cuadro del Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Ahora este Espíritu está forjándose en nosotros, dando por resultado una constitución compuesta del Dios procesado y los hombres redimidos. Un creyente en quien está forjado el Espíritu todo-inclusivo llegará a ser un ministro de Cristo, y su labor y servicio serán el ministerio del Nuevo Testamento. El ministerio neotestamentario es único; el Nuevo Testamento tiene un solo ministerio. Pablo y Pedro tenían parte en este ministerio, y todos los apóstoles también participaban de este único ministerio neotestamentario. Este único ministerio, que es el ministerio del nuevo pacto, no se obtiene con ayuno y oración, pues todo lo que se produce de esa manera sería un don y no un ministerio. El ministerio se produce como resultado de que el Espíritu vivificante y todo-inclusivo se forje en nosotros hasta llegar a ser nuestra propia constitución. Cristo, con todo lo que Él es, todo lo que Él tiene, y todo lo que Él ha obtenido y logrado, debe forjarse en lo más profundo de aquellos que Dios ha escogido y redimido. Solamente así se produce un ministerio. Mi carga no consiste únicamente en predicar el evangelio ni en enseñar la Biblia, sino en llevar a cabo este ministerio neotestamentario y ayudar a los que buscan sinceramente al Señor y les interesa el deseo de Su corazón, a que participen de este ministerio. Éste es el ministerio del que habla Pablo en 2 Corintios, particularmente en el capítulo tres, donde en varias ocasiones se usa la palabra “ministerio”. Pablo comparó este ministerio con el del antiguo pacto. El ministerio del nuevo pacto supera por mucho al del antiguo. El nuevo pacto no sólo tiene que ver con la vida divina, sino que también es una constitución en vida y de vida. Por consiguiente, el tiempo es un requisito necesario para que este ministerio crezca y madure en la vida divina. En 1943 me enfermé con tuberculosis y estuve al borde de la muerte. Le doy gracias al Señor que por causa de Sí mismo y de Su ministerio, me resguardó y me ha mantenido hasta hoy día. El hermano Nee solía decirnos que puesto que se toma muchos años para que el Señor se forje por completo en una persona, debemos cuidar debidamente nuestra salud. Esto significa que debemos hacer todo lo posible por evitar una muerte prematura. Si somos verdaderamente espirituales, aprenderemos a cuidar nuestra salud con el fin de vivir muchos años. No basta con unos cuantos años para crecer en vida y para que el Dios Triuno se forje en nosotros hasta darnos una nueva constitución. Por haber pasado por muchas cosas en el transcurso de los años, puedo testificar que una persona debe vivir por lo menos sesenta años antes de que esta constitución sea forjada plenamente en ella. Además, para que esto le suceda a dicha persona, ella debe de haber sido salva antes de los veinte años de edad. Una persona que haya sido salva a los cuarenta años probablemente no llegue a madurar en la vida divina al cumplir sesenta años. Durante los primeros veinte años de nuestra vida cristiana, debemos aprender ciertas cosas; luego necesitaremos otros veinte años más para que el Espíritu vivificante se forje en nosotros. Los jóvenes quizás se desanimen al oír que se necesita tanto tiempo para llegar a ser ministros del nuevo pacto. Jóvenes, les aliento a que no se desanimen por el hecho de que necesiten veinte años para aprender ciertas cosas y otros veinte años más para que su constitución cambie. Estamos hablando de la vida más elevada, la vida divina, la cual se está forjando en nuestra vida humana. Ciertamente esto requiere tiempo. Aun en la vida humana natural, un hombre no llega completamente a la madurez a los cuarenta años de edad. Indudablemente, yo no confiaría en un presidente que solamente tenga cuarenta años de edad. En todo lo que hagamos, necesitamos experiencia. Esto es verdad aun con relación a conducir un automóvil. Cuanto más años llevemos conduciendo, más experiencia y habilidad tendremos. No creo que una persona menor de sesenta años de edad tenga la madurez suficiente como para ejercer correctamente las funciones de un presidente o de un jefe de estado. Esto muestra que para crecer en la vida divina se requiere tiempo. Necesitamos más santos maduros entre nosotros, y espero que en los años venideros se produzcan muchos padres en el recobro del Señor. Es una bendición tener padres así, o sea, personas maduras entre nosotros. El hecho de que están presentes con nosotros es una gran bendición. Quisiera repetir de nuevo que el ministerio no puede formarse en poco tiempo. Estoy contento de haber escuchado hablar del ministerio por boca del hermano Nee en 1940. Aproximadamente veinte años más tarde, el Señor me envió a este país. Ahora sí estamos preparados para examinar los versículos del 12 al 17 del capítulo dos, los cuales forman parte de la introducción a la sección que trata del ministerio del nuevo pacto. El pasaje de 1:1—2:11 es la introducción de todo el libro de 2 Corintios, mientras que 2:12-17, es la introducción de la sección que habla del ministerio. Después de esta sección, sigue un pasaje extenso que trata de los ministros del nuevo pacto (3:12—7:16). SU TRIUNFO Y SU EFECTO A. Preocuparse más por la iglesia que por el evangelio Pablo presenta el ministerio de una manera muy personal e íntima, o sea, de una manera que no es nada doctrinal. En 2:12 Pablo no dice: “He terminado mi introducción. Ahora quiero presentarles algunas doctrinas acerca de nuestro ministerio”. Antes bien, él declara: “Además, cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo y se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; mas, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia” (2:12-13). Además de lo que se ha mencionado en los versículos 10 y 11, el apóstol les dijo a los creyentes corintios que él estaba preocupado por ellos. Aunque en Troas a Pablo se le había abierto una puerta en el Señor, o sea no fue resultado del esfuerzo humano, él no tuvo reposo en su espíritu cuando no halló a Tito. Anhelaba ver a Tito para recibir de él noticias acerca del efecto que su primera epístola había causado entre los corintios. Por eso, partió de Troas para ir a Macedonia (v. 13), queriendo encontrarse con Tito para obtener esa información debido al gran afecto que él sentía por los corintios. Por tanto, su preocupación por la iglesia era mucho más grande que su preocupación por la predicación del evangelio. Según indica 1 Corintios 16:18, Pablo era una persona que vivía y actuaba en su espíritu. A él se le abrió una puerta en el Señor. La expresión “en el Señor” fue usada por Pablo intencionalmente para indicar que él no fue quien abrió la puerta; o sea, que él no se valió de ninguna destreza o maniobra natural para abrirla, sino que fue el Señor quien lo hizo. Aunque a Pablo se le había abierto una puerta en el Señor, él no sentía paz en su espíritu. ¿Cómo reconciliamos el hecho de que el Señor abrió la puerta a Pablo y que éste no sentía paz en su espíritu para permanecer allí? Esto parece ser contradictorio, pero antes de responder a esta pregunta, quiero recalcar que la razón por la cual Pablo no sentía paz era que no había hallado todavía a Tito. Lo que a él le preocupaba no era la predicación del evangelio, sino encontrar a Tito para saber la situación en que se encontraban los corintios. Pablo esperaba a Tito para que éste le diera un informe acerca de cómo los creyentes corintios habían respondido a su primera epístola. Por eso, Pablo partió para Macedonia. Esta epístola fue escrita en Macedonia después de la estancia de Pablo en Efeso, durante su tercer viaje ministerial (8:1; Hch. 20:1). Hemos visto que el Señor le había abierto una puerta a Pablo, pero éste no se valió de ella. Parece que él no tomó en cuenta el hecho de que el Señor le había abierto una puerta, sino que siguió lo que le daba alivio a su espíritu. Aquí hallamos la respuesta a la pregunta relacionada con la puerta abierta y con el reposo del espíritu. Cuando el Señor hace algo exteriormente, pero usted no siente reposo en su espíritu, ¿qué seguirá: la situación exterior o lo que siente en su espíritu? Pablo siguió lo que sentía en su espíritu. A veces el Señor hace dos cosas a la vez: exteriormente El hace que la situación sea propicia, pero al mismo tiempo, no le da a usted una sensación de paz. Esto le obligará a usted a decidir entre la circunstancia exterior y el sentimiento interior. Si estando en esa situación usted ejercita su espíritu y honra lo que siente su espíritu, usted es verdaderamente un hombre espiritual. Eso significa que si obedece la sensación interior y no sigue ciertas circunstancias propicias, usted es verdaderamente una persona espiritual. Éste fue el caso de Pablo en estos versículos. Él siguió lo que daba paz a su espíritu y partió para Macedonia a fin de recibir noticias de Tito acerca de los creyentes de Corinto. B. Una procesión triunfal para celebrar la victoria de Cristo En el versículo 14 Pablo dice: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su conocimiento”. Un comentarista bíblico, Conybeare, escribió lo siguiente acerca de este versículo: “El verbo que se usa aquí, llevar, significa ‘conducir a un hombre como cautivo en un desfile triunfal’; la frase completa significa ‘llevar como cautivo en triunfo sobre los enemigos de Cristo’ ... Dios celebra Su triunfo sobre Sus enemigos. Pablo (quien había sido un gran opositor del evangelio) es ahora un cautivo que anda en el séquito del desfile triunfal, y al mismo tiempo (por un cambio de metáfora, que es muy propio de Pablo) es un portador de incienso, que esparce incienso (lo que siempre se hacía en tales ocasiones) mientras el desfile sigue adelante. Algunos de los enemigos conquistados eran ejecutados cuando el desfile llegaba al capitolio; para ellos, el olor del incienso era ‘un olor de muerte para muerte’; mientras que para otros, a quienes se les perdonaba la vida, era ‘un olor de vida para vida’”. En Colosenses 2:15 se usa la misma metáfora. Dios siempre conduce a los apóstoles de manera triunfal para su ministerio. Aquí el pronombre “nos” se refiere a los cautivos subyugados que desfilan en el séquito triunfal de Cristo, quienes celebran el triunfo de Cristo y participan del mismo. Los apóstoles eran esta clase de cautivos; lo que ellos hacían como cautivos de Cristo en su ministerio para Él, era la celebración que Dios hacía de la victoria que Cristo obtuvo sobre Sus enemigos. En la segunda sección de esta epístola, 2:12—7:16, el apóstol habló de su ministerio y del ministerio de sus colaboradores. Primero, Pablo comparó su ministerio con la celebración de la victoria de Cristo. La obra que ellos realizaban en su ministerio para Cristo era como un desfile triunfal que iba de lugar en lugar bajo la dirección de Dios. Pablo y sus colaboradores eran cautivos de Cristo, que llevaban el incienso fragante de Cristo, para Su gloria triunfal. Cristo los había conquistado, y ellos habían llegado a ser Sus cautivos en el séquito de Su triunfo, y esparcían Su grato olor de lugar en lugar. Éste era el ministerio que ellos ejercían para Él. En el versículo 14 Pablo dice que él era un cautivo de Cristo. Aunque luchó contra Cristo, el General celestial, Pablo fue finalmente derrotado, subyugado y capturado, y así llegó a ser un cautivo de Cristo. Saulo de Tarso luchaba contra Cristo, contra la economía de Dios y contra las iglesias; sin embargo, fue derrotado y subyugado por Cristo mientras iba camino a Damasco. En aquel momento, el Señor Jesús le dijo que no diera coces contra el aguijón, es decir, que no luchara contra Él. El Señor parecía decirle a Saulo: “¿Qué haces? ¿Por qué das coces contra el aguijón? ¿No te das cuenta de que te puedo someter fácilmente? Lo único que tengo que hacer es mover Mi dedo meñique y serás derrotado, subyugado y capturado”. Después de que Saulo de Tarso fue capturado, fue agregado al desfile triunfal de Cristo. Los tres primeros cautivos de este desfile fueron Pedro, Juan y Jacobo. Pablo fue otro de los cautivos en el séquito de enemigos vencidos y, como tal, fue llevado en el desfile triunfal de Cristo. Pablo usa como metáfora el desfile celebrado en honor a la victoria de un general romano, con el fin de mostrarnos lo que él era en el ministerio. El ministerio de Pablo era el desfile triunfal de un general victorioso, el Señor Jesús, que conduce a muchos cautivos. Pablo y sus colaboradores eran cautivos que marchaban en ese desfile. Esto indica que el ministerio apropiado del Nuevo Testamento es un desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo. En lo profundo de mi ser yo también siento que soy un cautivo que está en el desfile triunfal de Cristo y, como tal, testifico que también yo era un enemigo, pero fui derrotado, subyugado, capturado y sometido a Cristo. El ministerio del Nuevo Testamento consiste en testificar que Cristo es Vencedor y Victorioso. Yo creo que mientras Pablo marchaba en el desfile triunfal de Cristo, él podía alabar al Señor por Su victoria y así dar testimonio de Él. Asimismo, como cautivo de Cristo, ahora yo también soy un testigo Suyo. Puedo testificar que Él me ha vencido, cautivado y subyugado, y ahora soy un cautivo sometido, uno que dice el amén a la victoria de Cristo y que lo alaba. Este es nuestro ministerio. Nosotros los que estamos en el recobro del Señor nos encontramos en un desfile que celebra la victoria de Cristo. Si alguien le pregunta qué hace usted en la vida de iglesia, puede contestarle: “Tenemos un desfile, un desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo. Él nos ha derrotado, subyugado y capturado, y ahora nos sometemos a Él”. Hemos señalado que Pablo primero compara el ministerio con la celebración de la victoria de Cristo. Lo que los apóstoles realizaban en el ministerio era semejante a una celebración triunfal, un desfile que iba de un lugar a otro bajo la dirección de Dios. Adondequiera que iba ese desfile, los apóstoles celebraban la victoria de Cristo y testificaban del triunfo de Cristo sobre ellos. ¡Aleluya, todos fuimos derrotados por Cristo! Ahora somos cautivos sumisos y como tales nos hallamos en el desfile de Cristo. Tal vez usted haya sido cristiano por muchos años sin darse cuenta de que el ministerio neotestamentario es un desfile que celebra la victoria de Cristo. ¿Quién nos ha derrotado, subyugado, capturado y hechos sumisos? El Cristo victorioso lo ha hecho. ¡Aleluya, porque el ministerio neotestamentario es un desfile que celebra el triunfo de Cristo! En el versículo 14 Pablo se compara a sí mismo y a sus colaboradores con portadores de incienso; como tales, ellos difundían el olor del conocimiento de Cristo en Su ministerio triunfal. Los apóstoles eran tanto portadores de incienso en el ministerio de Cristo como cautivos en el séquito de Su triunfo. En cuanto a la frase “el olor del conocimiento”, un expositor de la Biblia, Vincent, declara: “Según el griego, las palabras ‘olor’ y ‘conocimiento’ están en aposición, de modo que el conocimiento de Cristo es simbolizado por un olor que trasmite su propia naturaleza y eficacia a través de la obra del apóstol”. El excelente conocimiento que los apóstoles tenían de Cristo se había convertido en un olor agradable. En el versículo 15 Pablo dice además: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que perecen”. Los apóstoles, estando impregnados de Cristo, llegan a ser un grato olor de Cristo. No se trata meramente de que ellos eran un grato olor producido por Cristo, sino que Cristo mismo era ese olor, un olor para Dios que se exhalaba en la vida y obra que ellos llevan; en los que se salvan, como olor de vida para vida, y en los que perecen, como olor de muerte para muerte. El versículo 16 declara: “A éstos olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” Las expresiones “para vida” y “para muerte” significan que da por resultado la vida o la muerte. Esto se refiere a los distintos efectos que el ministerio de los apóstoles tenía en diferentes personas. ¡El ministerio es un asunto de vida y de muerte! Sólo los cautivos de Dios en Cristo, quienes están completamente llenos de Cristo por el Espíritu, son competentes y están capacitados para estas cosas (3:5-6). La palabra griega traducida “suficiente” significa competente, calificado, apto, digno. En el versículo 5 del capítulo tres también se usa la misma palabra griega. C. Ministrar la palabra de Dios En el versículo 17 Pablo declara: “Pues no somos como muchos, que medran adulterando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”. En este versículo, hablar en Cristo significa ministrar la palabra de Dios. La expresión “medran adulterando” alude a la venta de artículos de baja calidad a precios altos, hecha de modo engañoso por buhoneros de baja calaña. Muchos participaban de esta clase de venta, y adulteraban la palabra de Dios para su propio beneficio, pero los apóstoles no lo hacían. Con sinceridad y de parte de Dios, ellos, en su ministerio, hablaban en Cristo y ante Dios la palabra de Dios. ¡Qué sinceros y genuinos eran los apóstoles en su ministerio! ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE SEIS EL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO (2) Lectura bíblica: 2 Co. 3:1-6 En el mensaje anterior abarcamos el triunfo y efecto del ministerio del nuevo pacto. Dijimos que este ministerio es un desfile triunfal, y adondequiera que vaya, pone de manifiesto el triunfo de Cristo que se ha convertido en la victoria del ministerio. Adondequiera que iban Pablo y sus colaboradores, el ministerio de ellos era un desfile triunfal que celebraba la victoria de Cristo. Esta celebración siempre manifestaba la victoria de Cristo, y es en dicha victoria donde vemos el triunfo del ministerio. El triunfo del ministerio es la misma victoria de Cristo celebrada por los cautivos derrotados que participan en el desfile. Todos los que participaban de ese desfile habían sido conquistados, subyugados y capturados. Hoy nosotros también hemos sido capturados y sometidos por Cristo. Debemos apropiarnos de esto por fe. El hecho de estar en el desfile muestra que nosotros fuimos capturados y sometidos, ya sea que lo sintamos o no. Si no hubiéramos sido capturados y subyugados, no estaríamos en el desfile. ¡Alabado sea el Señor porque todos estamos en el desfile triunfal de Cristo! Pablo tenía el concepto de que el ministerio de la predicación era un desfile triunfal que celebraba la victoria de Cristo. Ahora nosotros somos un ejemplo que representa la victoria que Cristo obtuvo sobre nosotros. Por haber sido conquistados, sometidos y capturados por Cristo, estamos ahora en Su desfile y le predicamos. El hecho de que estemos en este desfile y que prediquemos a Cristo testifica que Él nos ha conquistado. En Filipenses 3, Pablo declaró que él consideraba todas las cosas como basura por causa de la excelencia del conocimiento de Cristo. Pero aquí en 2:14, él habla del olor del conocimiento de Cristo. El excelente conocimiento de Cristo era una fragancia, un aroma, lo cual significa que nosotros quienes fuimos conquistados, capturados y puestos en el desfile triunfal para celebrar la victoria de Cristo, comunicamos a los demás el excelente conocimiento de Cristo. Todo cuanto hablamos representa el excelente conocimiento que tenemos de Cristo, pues le conocemos por la experiencia y el disfrute que tenemos de Él. Mientras marchamos en el desfile triunfal, nosotros hablamos de este Cristo a los demás, y lo que decimos de Él constituye un olor aromático agradable. La manifestación del olor del conocimiento de Cristo tiene un doble efecto, un doble resultado: o resulta en vida para vida, o resulta en muerte para muerte. Éste es el triunfo y el efecto del ministerio, el cual se forma al forjarse Cristo en nosotros. II. SU FUNCIÓN Y SU COMPETENCIA En este mensaje abarcaremos el tema de la función y la competencia del ministerio del nuevo pacto (3:1-6). Después de que Pablo nos presenta un cuadro del triunfo y del efecto del ministerio, nos muestra la función de este ministerio y también su competencia. ¿Qué clase de labor cumple este ministerio? ¿Cuál es su función? Además, ¿quién puede llevar esta responsabilidad, una responsabilidad de vida y muerte? Puesto que el ministerio resulta en vida para vida o en muerte para muerte, Pablo exclamó en 2:16: “Y para estas cosas ¿quién es suficiente?” Por eso, en 3:1-6, él nos muestra un cuadro que describe la función y la suficiencia de este ministerio. A. Su función: el de escribir cartas de Cristo En el versículo 1 del capítulo tres, Pablo dice: “¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de parte vuestra?” El apóstol hizo estas preguntas debido a las palabras francas y fieles que expresó en el versículo anterior con respecto a sí mismo y a sus colaboradores. Por lo que escribió Pablo en su primera epístola a los corintios y también en la presente epístola, los corintios pudieron haber pensado que Pablo y sus colaboradores estaban de nuevo recomendándose a sí mismos. Por eso, Pablo hizo esas dos preguntas en 3:1 y respondió a ambas preguntas con un no categórico. Ellos no estaban recomendándose a sí mismos, ni tampoco necesitaban cartas de recomendación. El versículo 2 dice: “Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres”. Los creyentes eran el fruto de la labor de los apóstoles, lo cual recomendaba a los apóstoles y su ministerio a otros. De esta manera, los creyentes llegaron a ser las cartas vivas de recomendación de los apóstoles, las cuales los apóstoles escribieron, en cada parte del ser interior de los creyentes valiéndose del Cristo que moraba en ellos como contenido de dicha carta. Pablo dijo que los corintios eran una carta “escrita en nuestros corazones”. Los creyentes corintios, como carta viva de recomendación de los apóstoles, estaban escritos en los corazones de los apóstoles; por tanto, eran llevados por los apóstoles y no podían ser separados de ellos. Estaban en los corazones de los apóstoles (7:3), y eran llevados por ellos por todas partes como su recomendación viva. El versículo 3, que es la continuación del versículo 2, dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne”. Una carta de Cristo tiene a Cristo como su contenido a fin de transmitir y expresar a este Cristo. Todos los creyentes deben ser una carta viva de Cristo tal como se describe aquí, de modo que otros puedan leer y conocer al Cristo que está en su ser. Los apóstoles estaban llenos de Cristo, de modo que su ministerio espontáneamente ministraba a Cristo a aquellos con quienes tenían contacto, escribiendo a Cristo en sus corazones y haciendo que fueran cartas vivas que trasmitían a Cristo. En el versículo 2, Pablo menciona “nuestra carta”, y en el versículo 3, les dice a los corintios: “Sois carta de Cristo”. Tal vez nos parezca que existen dos clases de cartas: la carta que está escrita en los corazones de los apóstoles, y los creyentes como carta de Cristo. En realidad, no son dos cartas distintas. Según la gramática, en estos versículos Pablo dice: “Vosotros sois nuestra carta porque sois carta de Cristo”. La expresión “siendo manifiesto” significa que algo es evidente. Era evidente que los corintios, como carta de los apóstoles, eran una carta de Cristo. Pero, ¿qué viene primero: la carta de Cristo o “nuestra carta?” La carta de Cristo ha de venir primero porque antes de poder ser una carta escrita en el corazón de los apóstoles, los creyentes tienen que ser una carta de Cristo, o sea, los creyentes son la carta de los apóstoles porque primero ellos son una carta de Cristo. El versículo 2 dice: “escrita en nuestros corazones” y el versículo 3: “en tablas de corazones de carne”. El versículo 2 habla de los corazones de los apóstoles, mientras que el versículo 3, de los corazones de los creyentes corintios. La misma carta ha sido inscrita tanto en los corazones de los apóstoles como en los corazones de los creyentes. Por muchos años no entendía este versículo, pues me preguntaba ¿en dónde se escribe la carta, en los corazones de los apóstoles o en los corazones de los creyentes? Si llegamos a contestar esta pregunta, entenderemos el punto principal de este mensaje. Debemos ver que la misma carta está escrita en los corazones de dos clases de personas: en los corazones de los apóstoles y en los corazones de los creyentes. ¿Qué significa esto? Aquí, indudablemente se nos presenta un problema con respecto nuestra comprensión de 2 Corintios 3. Sin embargo, el hecho de reconocer un problema ya es señal de que somos buenos estudiantes de la Biblia. Si no hallamos ningún problema al leer la Palabra, eso quiere decir que no la estamos leyendo correctamente. Ahora que hemos encontrado el problema aquí, a saber, que una sola carta ha sido inscrita en los corazones de los apóstoles y en el de los creyentes, debemos hallar la manera de explicarlo. La función del ministerio del nuevo pacto no consiste en llevar a cabo una labor, sino en escribir cartas. Por supuesto, aquí se nos presenta una figura retórica. Frecuentemente Pablo, para explicar sus enseñanzas profundas o para exponer una verdad profunda, recurría al uso de las metáforas. Por ejemplo, en el versículo 14 del capítulo dos vemos dos metáforas: la primera es la de los cautivos que marchan en el desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo; y la segunda es la de los portadores de incienso que esparcen la excelencia del conocimiento de Cristo como fragancia, la cual resulta en muerte o en vida. Ahora en el capítulo tres, Pablo usa otra metáfora, la de escribir cartas. Según el versículo 3, la carta de Cristo está “escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo”. El Espíritu del Dios vivo, quien es el propio Dios viviente, no es el instrumento, como lo es una pluma, la cual se usa para escribir, sino el elemento, como la tinta, con el cual los apóstoles ministraban a Cristo como contenido para escribir cartas vivas que trasmitían a Cristo. El escritor de esta carta no es el Espíritu de Dios, sino los apóstoles. El Espíritu del Dios viviente es la “tinta”, el elemento, la esencia, de la carta. Eso significa que el Espíritu del Dios vivo es el elemento con el cual se escribe la carta. Este tema es muy crucial. El ministerio de los apóstoles consiste en escribir cartas con el Espíritu vivificante como esencia. Cuanto más le ministran a usted los apóstoles, más imparten en usted el elemento del Espíritu vivificante. Podemos usar como ejemplo el escribir con tinta en una hoja de papel. Cuanto más escribimos en el papel, más tinta es impartida en el papel. Siguiendo el mismo principio, mediante el ministerio de los apóstoles el Espíritu vivificante es impartido en los creyentes. Éste es un tema muy importante que todos debemos ver. En el versículo 3 Pablo dice que la carta de Cristo está escrita “no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne”. Nuestro corazón, que se compone de nuestra conciencia (la parte principal de nuestro espíritu), nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, es la tabla donde las cartas vivas de Cristo están escritas con el Espíritu vivo de Dios. Esto implica que, con el Espíritu del Dios vivo como elemento, Cristo es inscrito en cada parte de nuestro ser interior para hacer de nosotros Sus cartas vivas, a fin de que, en nosotros, Él sea expresado y sea leído por otros. Una carta escrita correctamente debe estar bien centrada en la hoja de papel. Cuando uno redacta una carta, uno no escribe en las esquinas o en el margen del papel, sino en el centro de la hoja. De la misma manera, la carta de Cristo escrita en nuestro ser sigue el mismo principio; dicha carta está escrita en la parte central de nuestro ser, o sea en nuestro corazón, el cual se compone del alma y de la conciencia, la parte principal de nuestro espíritu. Por tanto, la carta de Cristo está escrita en nuestro espíritu y en nuestra alma. Cuando los apóstoles predicaban a Cristo o ministraban a Cristo, ellos lo impartían al corazón de los creyentes y al espíritu de ellos. Primero, Cristo como Espíritu vivificante es ministrado al espíritu del creyente, lo cual significa que Cristo es inscrito en el espíritu de ese creyente. Luego, a medida que se le ministra a Cristo, gradualmente Cristo se extiende del espíritu del creyente a su mente, parte emotiva y voluntad. Con el tiempo Cristo llegará a inscribirse en cada parte de nuestro ser. Usando las mismas palabras de Efesios 3, esto significa que Cristo se está estableciendo en nuestro corazón, es decir, que está haciendo Su hogar allí. El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón significa que Él está siendo inscrito en todo nuestro ser. Esto hace que el creyente llegue a ser una carta viva de Cristo. Una persona así expresa a Cristo en todo lo que dice y hace, pues ha llegado a ser una carta viva que otros pueden leer. Todos los creyentes deben ser tales cartas. La carta que los ministros del nuevo pacto escriben en nuestros corazones tiene como elemento el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Este elemento es, en realidad, el Dios procesado. Esto significa que el Dios Triuno es aquel que se está inscribiendo en nuestro ser. Ésta es la carta que los ministros del nuevo pacto escriben con el Dios Triuno procesado como Espíritu vivificante. Así pues, Dios es inscrito en nosotros y, como resultado, nosotros nos convertimos en una carta de Cristo. ¿Cómo puede la misma carta ser inscrita también en el corazón de los ministros del nuevo pacto? Esto no es fácil de explicar. Una pregunta como ésta sólo encuentra respuesta en el campo de la experiencia espiritual, ya que, sin la debida experiencia, no sabríamos como contestarla. Por experiencia sabemos que mientras Pablo ministraba a Cristo a los creyentes corintios, inscribiendo en ellos el Cristo que es el Espíritu vivificante, lo mismo que escribía en ellos estaba siendo inscrito en su propio corazón. Hoy en día, mientras nosotros ministramos a Cristo a los demás, Él está siendo redactado simultáneamente en aquel a quien ministramos así como en nosotros. Por consiguiente, una misma redacción produce dos ejemplares; uno queda escrito en nuestro corazón, y el otro, en el corazón de aquel a quien ministramos. Mientras Pablo ministraba a Cristo a los creyentes que estaban en Corinto, la carta era redactada tanto en los corazones de los creyentes como en el suyo. De esta manera, los creyentes llegaron a ser una carta de Cristo, y esta misma carta también estaba en el corazón del escritor, el apóstol. Por tanto, la misma carta que estaba escrita en el corazón de Pablo también estaba escrita en los corazones de los creyentes. Adondequiera que iba Pablo, esa carta estaba en él, porque los creyentes se habían convertido en su carta. Por una parte, ellos eran la carta de Cristo; y por otra, ellos eran la carta de los apóstoles, escrita en sus corazones. Nunca podré olvidarme de aquellas personas a quienes les he ministrado a Cristo. Mientras escribía a Cristo en ellos, el mismo Cristo también estaba siendo escrito en mí, o sea, que una misma acción de escribir produjo dos ejemplares. Sin embargo, el escribir una carta de Cristo es algo que no existe en una predicación superficial, como la que comúnmente se da entre los cristianos de hoy. Una predicación superficial no puede producir cartas, pero el verdadero ministerio siempre escribe algo de Cristo en los corazones de aquellos que reciben el ministerio y también en el corazón de aquel que ministra. Puedo testificar que en mi corazón hay muchas cartas que se han escrito de esta manera. En los versículos 2 y 3, Pablo hace notar que era manifiesto que los corintios eran una carta de Cristo, y por eso eran también la carta inscrita en los corazones de los apóstoles. Por tanto, estas dos cartas fueron redactadas mediante una sola inscripción. La misma inscripción tuvo un doble efecto, en los corazones de los apóstoles y en los corazones de los creyentes. Los apóstoles no ministraban nada a la ligera ni de forma superficial. Por el contrario, todo lo que ministraban llevaba mucho peso espiritual, y por tanto, podía ser inscrito en los corazones de los creyentes y también en sus propios corazones. Por esta razón, los apóstoles podían asegurar a los corintios que jamás ellos los olvidarían porque los creyentes habían sido escritos en sus corazones. Adondequiera que iban los apóstoles, llevaban a los creyentes con ellos porque ellos estaban escritos en sus corazones. Aquí vemos algo que es muy subjetivo y que puede ser aplicado a nuestra experiencia. Esta experiencia va más allá de una simple unión, pues supone que dos corazones llegan a ser uno solo. Les insto a que comparen el ministerio de los apóstoles con las obras que llevan a cabo los cristianos hoy en día. El ministerio de los apóstoles está estrechamente ligado a la vida divina y es de mucho peso espiritual. De hecho, el ministerio de ellos no consiste en llevar una obra, sino en escribir cartas. Tal como hemos visto anteriormente, ésa es la función del ministerio del nuevo pacto, y al hablar de esto, no encontramos palabras adecuadas para expresar esta realidad. Quizás ésta sea la razón por la cual Pablo usó la metáfora de las cartas. Si usted analiza a fondo dicha metáfora, ora y tiene comunión al respecto, verá mucho más y la entenderá mejor. Usted verá que ésta es verdaderamente la función del ministerio neotestamentario. Dios no tiene la intención de usar a Sus ministros para que lleven a cabo una labor a grande escala. El ministerio de los apóstoles no es una labor de producción en serie. La especie humana no se reproduce de esa manera. Antes de nacer un niño, éste necesita permanecer nueve meses en el vientre de su madre. Nadie puede acelerar ese proceso con el fin de reproducir seres humanos en masa. Esto muestra que el principio por el cual Dios actúa es la vida, no el de la producción en serie. No esperen que el recobro del Señor llegará a ser una obra de producción en masa. Algunos hermanos tienen este concepto, e incluso piensan que en poco tiempo sus compatriotas entrarán por millones al recobro del Señor. Cuando Pablo inició su ministerio, no vemos que su ministerio ganara a millares de personas para el Señor. Por ejemplo, la iglesia en Éfeso se reunía en una casa, lo cual demuestra que no había muchos creyentes en esa ciudad. ¿Creen ustedes que un creyente de aquellos tiempos disponía de una casa que podía recibir a mil creyentes? Indudablemente nadie vivía en una casa así. En 1 Corintios 16:8 y 9, Pablo dice: “Pero estaré en Efeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los que se oponen”. Cuando leemos que a Pablo se le abrió una puerta tan grande, tal vez pensemos que millares de creyentes fueron añadidos a la iglesia por medio de su ministerio. Sin embargo, la iglesia en Éfeso seguía reuniéndose en la casa de Aquila y Priscila. Entonces, ¿cómo podía haber habido muchos creyentes allí? Menciono esto para demostrarles que la manera en que Dios opera no consiste en ganar muchas personas por medio de una producción masiva. Podemos usar como ejemplo el cultivo de flores naturales con la fabricación de flores artificiales para contrastar la diferencia que existe entre la producción en masa y el principio por el cual Dios actúa, el de la vida. Para que las flores crezcan en el jardín se requiere tiempo. Sin embargo, en una fábrica se puede producir centenas, e incluso miles de flores artificiales en un solo día. Asimismo, para engendrar un niño se requiere un largo y lento proceso. Ninguna madre puede olvidarse de su propio hijo, porque el hijo nació de ella y forma parte de su ser. A esto nos referimos cuando hablamos del principio de la vida. Lo que Pablo dijo con respecto a escribir cartas de Cristo deja implícito que Dios actúa basado en el principio de la vida. De hecho, los creyentes no sólo habían sido escritos en el corazón del apóstol, sino que también habían quedado grabados en su corazón. Por tanto, Pablo nunca podía olvidarse de ellos. Dicha inscripción se llevó a cabo por medio de la vida, por medio del Espíritu vivificante. B. Su competencia ¿Quién es apto para escribir cartas vivas de Cristo? Sólo Dios puede hacerlo. Debe ser Dios quien escribe las cartas en nosotros. De ninguna manera, podemos hacer esto en nosotros mismos, ya que no hay lugar para lo que somos en nosotros mismos o para lo que podemos hacer por esfuerzo propio. Necesitamos que el Dios Triuno se forje en nuestro ser, y sólo entonces podremos ser tal escritor. No estoy aquí solamente para predicar el evangelio o para enseñar la Biblia. Mi carga consiste en escribir cartas vivas de Cristo. Si quiero ser esta clase de escritor, debo ser una persona que tiene al Dios Triuno forjado en su ser. De esta manera, no seré yo el que escribe estas cartas, sino Dios, quien se ha forjado en mí como el verdadero escritor. Como escritor, El se inscribe en los creyentes. En los versículos 4 y 5, Pablo dice: “Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para considerar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios”. Aquí vemos que el propio Dios vivo es la suficiencia, la competencia y la capacidad del ministerio que los apóstoles ejercen para la economía neotestamentaria de Dios, la cual consiste en impartir a Cristo en el pueblo escogido de Dios para la edificación del Cuerpo de Cristo. Lo que somos y lo que hagamos por nosotros mismos, nada de ello cuenta. Sólo el Dios Triuno, forjado en nosotros, es competente para llevar a cabo la obra de escribir cartas vivas de Cristo. Refiriéndose a Dios, Pablo dice en el versículo 6: “El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, ministros no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica”. La palabra griega traducida “hizo” significa también capacitar, hacer apto, hacer competente. La expresión “no de la letra” modifica a la palabra ministros y no a la palabra pacto. Con la palabra “letra”, Pablo se refiere al código de la ley. El Espíritu es el Espíritu del Dios vivo, con quien los apóstoles ministraban a Cristo a los creyentes para hacer de ellos cartas vivas de Cristo. A diferencia del ministerio mosaico en el Antiguo Testamento, el ministerio apostólico que se lleva a cabo en el Nuevo Testamento, no es de la letra muerta, sino del Espíritu viviente, quien da vida. En el versículo 6, Pablo nos dice que la letra mata, pero que el Espíritu vivifica. La letra que mata es la letra de la ley, la cual sólo hace exigencias al hombre y no puede suministrarle vida (Gá. 3:21). La ley mata al hombre (Ro. 7:9-11) debido a la incapacidad de éste para cumplir sus requisitos. Por el contrario, el Espíritu, quien es la máxima expresión del Dios Triuno procesado, imparte la vida divina, o sea al propio Dios, en los apóstoles y en los demás creyentes, y los hacen ministros de un nuevo pacto, el pacto de vida. Así que, el ministerio de ellos es un ministerio constituido del Dios Triuno de vida por Su Espíritu vivificante. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE SIETE EL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO (3) Lectura bíblica: 2 Co. 3:7-11 En 2 Corintios 2:12-17, Pablo habla sobre el triunfo y el efecto del ministerio apostólico; en 3:1-6, de su función y su competencia; y en 3:7-11, de su gloria y su superioridad. Como veremos ahora, los versículos del 7 al 11 muestran la inferioridad de la gloria del ministerio mosaico, el ministerio de la ley, un ministerio de condenación y de muerte. Estos mismos versículos también muestran la superioridad del ministerio apostólico, el ministerio de la gracia, un ministerio de la justicia y del Espíritu. El primero fue dado por medio de la gloria de manera temporal; mientras que el segundo permanece en gloria para siempre. Después de que Pablo había hablado del triunfo y del efecto del ministerio del nuevo pacto, él pasó a hablar de su función y su competencia. La función del ministerio consiste en escribir cartas vivas de Cristo, y su competencia, su capacidad, es Dios mismo. El escritor de estas cartas vivas, en realidad, no fue Pablo, sino Dios, quien estaba forjado en el ser de Pablo. Por lo tanto, Dios no es solamente el escritor, sino que también es la “tinta”, la sustancia o elemento, de lo que se escribe. Esto significa que Dios se está inscribiendo en Su pueblo elegido, dando como resultado que el Dios Triuno llegue a ser la misma constitución de Su pueblo. Así que, Dios es el escritor, Dios es la sustancia con la que se escribe y Dios es también, el producto, el resultado. Podemos usar como ejemplo la manera en que escribimos con un bolígrafo a fin de entender cómo Dios se inscribe en nosotros. Primero hay que llenar el bolígrafo de tinta, y luego, podemos usarlo para escribir en el papel. En realidad, lo que escribe no es el bolígrafo, sino la tinta, la sustancia de la cual está llena el bolígrafo. En otras palabras, lo que queda impreso en el papel no es el bolígrafo en sí, sino la tinta, o sea, la sustancia. Finalmente, lo que escribimos en el papel se convierte en una composición, que está constituida de la tinta. Siguiendo el mismo principio, podemos decir que el Dios Triuno procesado, como Espíritu vivificante y todo-inclusivo, es tanto el escritor como la sustancia con la que se escribe. Así que, el Espíritu es la sustancia que se inscribe en nosotros, las cartas vivas de Cristo. En este mensaje llegamos a la gloria del ministerio del nuevo pacto. La sustancia con la cual se escribe la carta es algo interno, pero la gloria es algo externo. El elemento con el cual se escribe la carta es algo escondido, pero la gloria es expresada. En realidad, la gloria es el resplandor de la sustancia escondida. De nuevo, podemos usar como ejemplo la electricidad. El elemento de la electricidad se trasmite a un bombillo. Este elemento es la sustancia de la luz que resplandece desde el interior del bombillo. Pero el resplandor de la luz es la gloria de la electricidad. Por esto, la electricidad posee una esencia, un elemento, así como un resplandor, la gloria. Lo que Pablo ha escrito sobre el ministerio del nuevo pacto sigue un buen orden. Primero nos muestra que el ministerio del nuevo pacto es triunfante y eficaz debido a que Cristo obtuvo el triunfo y la victoria. Es también triunfante porque Cristo cautivó y sometió a los apóstoles. Todos los primeros apóstoles fueron conquistados, subyugados y capturados por Cristo y llegaron a ser personas sumisas. El hecho de que predicaban el evangelio era una señal de su sumisión. Consideremos el caso de Saulo de Tarso. ¡Cuán rebelde era él ante el Señor Jesús, las iglesias, la administración de Dios e incluso ante la economía neotestamentaria de Dios! Pero a pesar de haber sido tan rebelde, fue conquistado, subyugado y capturado. De esta manera, llegó a ser una persona tan sumisa que dejó de representar un problema para la economía de Dios. Al contrario, adondequiera que iba, predicaba la economía neotestamentaria de Dios, lo cual era una prueba contundente de que llegó a ser una persona que se sometió al gobierno y administración de Dios. Por tanto, Pablo se convirtió en un sumiso cautivo de Cristo. Su sumisión era una expresión de la victoria de Cristo. Todo cautivo que marcha en el desfile triunfal de Cristo representa una prueba de que Cristo ha obtenido la victoria. Mientras los apóstoles marchaban en este desfile, el cual celebra la victoria de Cristo, ellos podían decir: “Judíos y gentiles, mírennos y vean cuán triunfante es Cristo”. Este era el concepto de Pablo presentado en el versículo 14 del capítulo dos. Mientras pasaba por Éfeso, Troas y Macedonia, él se hallaba en el desfile triunfal de Cristo. Ahora Dios también nos ha llevado a participar del desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo, y en este desfile todos somos cautivos . Por tanto, Cristo nos ha conquistado y subyugado, y también nos ha hecho personas muy sumisas. ¡Alabado sea Él! El ministerio del nuevo pacto no es solamente triunfante, sino también eficaz. Es tan eficaz porque para algunos resulta en vida para vida, y para otros, en muerte para muerte. Por tanto, este ministerio es una cuestión de vida o muerte. Tal como hemos recalcado, la función del ministerio del nuevo pacto consiste en escribir, y aun en inscribir, cartas vivas de Cristo. También dijimos que la competencia de dicho ministerio es el Dios Triuno procesado como Espíritu vivificante. La gloria de este ministerio es el resplandor, la expresión que éste tiene. III. SU GLORIA Y SU SUPERIORIDAD A. Su gloria 1. La gloria del ministerio del antiguo pacto En 3:7 Pablo dice: “Ahora bien, si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras vino en gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se desvanecía...”. El ministerio de muerte alude al ministerio del antiguo pacto, un pacto de letra muerta que mata. La gloria del versículo 7 es la gloria que resplandeció momentáneamente en el rostro de Moisés (Ex. 34:29, 35). La palabra griega traducida “ahora bien”, en el versículo 7, debería más bien traducirse “además” o “más aún”, ya que esto se acercaría más al pensamiento de Pablo. Después de hablarnos del triunfo y del efecto del ministerio, así como de su función y su competencia, Pablo además nos habla de la gloria y de la superioridad del ministerio. El ministerio del nuevo pacto posee gloria, y esta gloria sobrepasa a la gloria del ministerio del antiguo pacto. 2. La gloria del ministerio del nuevo pacto El versículo 8 dice: “¿Cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu?” Este ministerio es el ministerio apostólico del nuevo pacto, un pacto del Espíritu viviente, quien da vida. La gloria, en este versículo, es la gloria de Dios manifestada en la faz de Cristo, gloria que es el propio Dios que resplandece para siempre en los corazones de los apóstoles (4:6), la cual excede la gloria del ministerio mosaico del antiguo pacto (v. 10). Pablo fue muy cuidadoso en cuanto a las palabras que usó. En el versículo 7, nos dice que el ministerio del antiguo pacto vino en gloria, y en el versículo 8, nos indica que el ministerio del Espíritu estará en gloria. Es decir, en un versículo dijo “vino” en gloria mientras que en el otro, “estará” en gloria. ¿Por qué cambió el verbo “venir” por el verbo “estar”? Si hubiéramos escrito esta epístola, probablemente habríamos dicho que tanto el ministerio de condenación como el ministerio del Espíritu vinieron en gloria. Sin embargo, existe una diferencia entre el verbo “venir” y el verbo “estar”. “Venir” se refiere a algo temporal e incluso superficial; mientras que “estar”, a algo permanente y profundo. La antigua gloria vino y se desvaneció, mientras que la nueva gloria está y sigue estando aquí. En otras palabras, la antigua gloria vino por un tiempo y luego desapareció; pero la nueva gloria no sólo está aquí, sino que permanecerá aquí. Mientras Pablo escribía esta epístola, él sabía perfectamente que la gloria del ministerio del antiguo pacto era temporal, y que la gloria del ministerio del nuevo pacto permanecería para siempre. Además, en el versículo 9 Pablo dice que “mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. El ministerio apostólico del nuevo pacto no sólo tiene gloria, sino que también abunda en la gloria de Dios. Esta gloria sobrepasa la gloria del ministerio mosaico del antiguo pacto (v. 10). En los versículos 7 y 8, Pablo nos presenta un contraste notable entre el ministerio de muerte y el ministerio del Espíritu. Por lo general, no pensamos que el Espíritu es contrario a la muerte, sino que es la vida la que se opone a la muerte. Por tanto, esperamos que Pablo nos va a hablar del ministerio de vida y no del ministerio del Espíritu. Sin embargo, Pablo no usa la expresión ministerio de vida; más bien, habla del ministerio del Espíritu. No hay duda de que el ministerio del Nuevo Testamento es un ministerio de vida, pero la razón por la cual Pablo nos habla del ministerio del Espíritu aquí, y no del ministerio de vida, se debe a que el Espíritu es la fuente, el elemento y la esfera de la vida. Sin el Espíritu, no hay fuente de vida, ni tampoco el elemento ni la esfera de vida. Por tanto, aquí no abarcaría tanto, si en lugar de hablar del ministerio del Espíritu, Pablo hablase del ministerio de vida. Pablo escogió la mejor expresión y en lugar de comparar la muerte con la vida, comparó la muerte con el Espíritu. En el versículo 9, Pablo dice además: “Porque si el ministerio de condenación tiene gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. El ministerio del antiguo pacto se convirtió en un ministerio de muerte porque el antiguo pacto introdujo condenación para muerte (Ro. 5:13, 18, 20-21) y muerte para condenación. Por consiguiente, era también un ministerio de condenación. El ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu que da vida (vs. 8, 6), porque el nuevo pacto introduce la justicia de Dios para vida (Ro. 5:17, 21) y también la vida que produce justicia. Por tanto, es también un ministerio de justicia. En este mismo versículo vemos que el ministerio de condenación tiene gloria, mientras que el ministerio de justicia abunda en gloria. “Abundar” es una palabra más rica que “tener”. En este versículo, tal vez sería mejor usar el verbo venir, al igual que se ha usado en el versículo 7, con relación a la gloria del antiguo pacto. Nos es bastante difícil afirmar que el antiguo pacto tenía gloria, pero sí sabemos que vino en gloria. Venir en gloria no es igual que tener gloria. Por ejemplo, tal vez una persona no tenga dinero, pero puede ir a usted con dinero a fin de cumplir un servicio en nombre de otra persona. Así que, una cosa es tener dinero y otra, es venir con dinero. Asimismo, que el ministerio del antiguo pacto viniera en gloria es diferente a que dicho ministerio tuviera gloria. En cambio, el ministerio neotestamentario abunda en gloria. Este ministerio no sólo está en gloria sino que también abunda en gloria, lo cual significa que la gloria se extiende y aumenta. B. Su superioridad En el versículo 10 Pablo añade: “Porque también lo que fue glorificado en este respecto, no fue glorificado a causa de la gloria supereminente”. El ministerio del antiguo pacto fue glorificado temporalmente en el resplandor del rostro de Moisés, mas no fue glorificado debido a que la gloria del ministerio de la ley fue una gloria temporal que resplandeció en el rostro de Moisés. En este respecto dicha gloria temporal se desvanecía a causa de la gloria supereminente. En otras palabras, la gloria temporal del ministerio de la ley se desvaneció y dejó de existir por causa de la gloria del ministerio del nuevo pacto (la cual es la gloria de Dios, Dios mismo, que se manifiesta para siempre en la faz de Cristo y que supera la gloria temporal del ministerio del antiguo pacto, la cual resplandeció en el rostro de Moisés). Para entender el contraste entre la gloria del ministerio del antiguo pacto y la gloria del ministerio del nuevo pacto, comparemos la luz artificial con la luz solar. Las luces del salón de reunión son de un resplandor muy intenso, pero si los rayos solares entraran en el salón, la luz artificial prácticamente pasaría desapercibida. En el mismo principio, cuando comparamos la gloria del ministerio del Nuevo Testamento con la del ministerio del Antiguo Testamento, la gloria del antiguo pasa desapercibida. En el versículo 10 Pablo usa la palabra glorificado de manera muy cuidadosa. El ministerio del antiguo pacto fue glorificado porque resplandeció en el rostro de Moisés. Por tanto, en este sentido, sí fue glorificado. Cuando Moisés descendió del monte, su rostro resplandeció y los hijos de Israel pudieron contemplar ese resplandor. Indudablemente, ésta fue la glorificación del ministerio que trajo la ley al pueblo de Dios. Sin embargo, una cosa es la glorificación y otra cosa es la gloria misma. En otras palabras, es posible que una cosa sea glorificada sin que ésta tenga gloria propia. El ministerio del antiguo pacto fue glorificado temporalmente, pero nunca tuvo ninguna gloria a causa de la gloria supereminente. Si bien, el ministerio del antiguo pacto fue glorificado, el ministerio del nuevo pacto poseía la gloria misma, incluso la gloria supereminente. Así que, cuando comparamos la glorificación del ministerio del Antiguo Testamento con la gloria supereminente del ministerio del Nuevo Testamento, aquella resulta inferior. El versículo 11 dice: “Porque si aquello que se desvanecía fue dado por medio de gloria, cuánto más lo que permanece estará en gloria”. La expresión “se desvanecía” se refiere a que estaba siendo abolido mediante la propagación del ministerio del nuevo pacto. En el versículo 11 Pablo no dice que lo que se desvanecía estaba en gloria o acompañado de gloria. Hemos señalamos anteriormente que en el versículo 7 Pablo nos declara que el ministerio del antiguo pacto vino en gloria. Pero aquí, en el versículo 11, él dice que fue dado por medio de gloria, y que el ministerio del nuevo pacto está en gloria. El primero fue dado por medio de gloria temporalmente, mientras que el último sigue en gloria permanentemente. Además, la gloria del ministerio del antiguo pacto resplandeció en el rostro de un solo hombre, mientras que la gloria del ministerio del nuevo pacto resplandece en millones de creyentes. La gloria que visitó a Moisés fue fugaz, ya que resplandecía brevemente en su rostro. Sin embargo, una vez que la gloria del ministerio del nuevo pacto llega, permanece para siempre y jamás desaparecerá. Esta nueva gloria no resplandece sobre los creyentes, es decir, sobre su rostro; más bien resplandece desde el interior de ellos. En lugar de visitarnos, esta gloria nos invade, nos infunde, nos empapa, nos impregna y nos satura. Primero nos satura y luego resplandece desde nuestro interior. La antigua gloria resplandeció en el rostro de Moisés individualmente, pero la gloria del Nuevo Testamento resplandece desde el interior de muchos creyentes. Al considerar todos estos puntos relacionados con la gloria del ministerio del nuevo pacto, nos damos cuenta de que esta gloria supera por mucho a la del ministerio del antiguo pacto. ¡Aleluya, la gloria del ministerio neotestamentario resplandece en todos nosotros! Puedo testificar que cuando vine a este país por causa del ministerio del Señor, el Señor resplandecía dentro de mí. El honró el ministerio y lo usó. Se abrieron puertas aquí y allá, y se me invitó a distintos lugares. Indudablemente Dios me llevó a participar en el desfile triunfal de Cristo. Yo era un cautivo en ese desfile y también un portador de incienso, que esparcía el dulce conocimiento de Cristo. Un gran número de creyentes recibieron ayuda espiritual. Ahora el Dios Triuno como Espíritu vivificante y todoinclusivo resplandece en muchos creyentes. Esto difiere mucho de la gloria del antiguo pacto. La gloria del Nuevo Testamento no viene a visitarnos; viene con el fin de permanecer en nosotros e irradiar desde nuestro interior. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE OCHO LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (1) Lectura bíblica: 2 Co. 3:12-18 En 2 Corintios Pablo primero habla del ministerio y luego, de los ministros. En el versículo 14 del capítulo dos él compara el ministerio con un desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo. Luego habla de la función y la competencia del ministerio y, también de su gloria y su superioridad. Ahora, en 3:12—7:16, Pablo aborda el tema de los ministros del nuevo pacto. Según 3:12-18, los ministros son constituidos por el Señor y del Señor, quien es el Espíritu vivificante y transformador. En estos versículos se abarcan estos dos aspectos del Espíritu. Si entendemos estos aspectos, veremos de qué manera se constituyen los ministros neotestamentarios. A estos ministros no sólo se les enseña y adiestra, sino que también algo está forjado en su ser y así ha llegado a ser su propia constitución I. SON CONSTITUIDOS POR EL SEÑOR Y DEL SEÑOR, QUIEN ES EL ESPÍRITU VIVIFICANTE Y TRANSFORMADOR A. Su esperanza y franqueza 1. Usan de mucha franqueza El versículo 12 dice: “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza”. Esta es la franqueza con la cual los ministros hablaban pública y francamente acerca de su ministerio, sin ocultar nada, como lo hizo Moisés cuando puso un velo sobre su rostro (v. 13). La gloria permanente del ministerio del nuevo pacto es la base de la esperanza de los apóstoles. En el ministerio de los apóstoles, éstos tienen una esperanza, en contraste con el ministerio de Moisés en el cual no existía tal esperanza. Al leer Éxodo 34, donde dice que Moisés puso un velo sobre su rostro para esconder el resplandor, tal vez tengamos una buena impresión de ello. Sin embargo, en 2 Corintios 3, Pablo no interpreta el significado del velo en un sentido positivo, sino en un sentido negativo. Según su interpretación, Moisés puso un velo sobre su rostro porque tenía miedo de que los hijos de Israel vieran el desvanecimiento de la gloria. La palabra “desvanecer” significa que algo está llegando a su fin. Por tanto, según lo que Pablo entendía, Moisés se dio cuenta de que el resplandor que había sobre su rostro no iba a permanecer por mucho tiempo. En este sentido, Moisés no tenía ninguna esperanza, sino que se sentía temeroso y preocupado. Pero en el versículo 12, Pablo declara que los ministros del nuevo pacto sí tienen esperanza, porque permanece para siempre la gloria resplandeciente del ministerio del nuevo pacto. Con esta esperanza, los apóstoles usaron de mucha franqueza. Si usted lee detenidamente el libro de Éxodo, se dará cuenta de que Moisés no tenía tanta franqueza al dar la ley como la tenían los apóstoles al ministrar a Cristo. Cuanto más ministraban, más franqueza tenían; cuanto más ministraban, más osados eran. Tal franqueza provenía de la confianza que ellos tenían en la gloria perdurable. El mismo principio se aplica a nosotros hoy. Puedo testificar que cuanto más ministro a Cristo, más osado me siento. A pesar de la oposición que sufre este ministerio hoy, sigo teniendo esperanza, ya que sé que con el tiempo la oposición se desvanecerá. Tenemos la confianza de que ministramos la verdad que conlleva la gloria, y que la gloria que hay en esta verdad permanecerá. Quizás algunas personas no crean lo que predicamos, pero en la era venidera, o en la Nueva Jerusalén, lo creerán. 2. “No como Moisés” En el versículo 13, Pablo dice además: “Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que se desvanecía”. Mientras Moisés declaraba la palabra de Dios a los hijos de Israel, mantenía descubierto su rostro glorificado. Pero después de terminar de hablar, ponía un velo sobre su rostro (Éx. 34:29-33) para que no vieran el fin de su ministerio, el cual se desvanecía. Moisés no quería que los hijos de Israel fijaran la vista en la terminación de aquello que se desvanecía, que es la gloria de su ministerio, el de la ley. 3. En Cristo, el velo es quitado El versículo 14 dice: “Pero las mentes de ellos se endurecieron; porque hasta el día de hoy, les queda el mismo velo cuando leen el antiguo pacto, no siéndoles revelado que en Cristo el velo es quitado”. La palabra griega traducida “mentes” es literalmente “pensamientos” y denota “lo que procede de la mente (2:11; Fil. 4:7). Así por derivación, las mentes mismas” (Vincent). Ya que a los hijos de Israel no se les había sido revelado que en Cristo el velo es quitado, sus pensamientos se endurecieron y sus mentes fueron cegadas. El velo es quitado en Cristo por medio de la economía del nuevo pacto; no obstante, ese mismo velo todavía permanece sobre el corazón de ellos cuando leen el antiguo pacto (v. 15). El versículo 15 dice: “Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos”. El nombre “Moisés” en este contexto alude a los escritos de Moisés, el Pentateuco (Jn. 5:47). B. El proceso por el cual son constituidos ministros 1. Su corazón se vuelve al Señor, y el velo es quitado El versículo 16 dice: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. Las palabras “su corazón” se refiere al corazón de los hijos de Israel. Esto indica que cuando el corazón de ellos está lejos del Señor, el velo está puesto sobre su corazón; sin embargo, cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. En realidad, su corazón alejado del Señor es el velo mismo; volver el corazón al Señor es quitar el velo. ¿Sabe usted por qué los cristianos carecen de luz y de revelación? Se debe a que están cubiertos por un velo muy espeso. Por supuesto, hay unos pocos que sí vuelven su corazón al Señor, y cuando lo hacen, el velo es quitado, y ellos ven luz. Pero hoy muchos cristianos todavía se hallan cubiertos de ese velo espeso, y ésta es la razón por la cual reciben tan poca luz. Muchos de entre nosotros podemos testificar que cuando nos volvimos al Señor, fuimos iluminados. Llegamos a ver claramente qué clase de personas éramos, nuestra situación y la condición de nuestro ser interior. Al volvernos al Señor y al reunirnos con la iglesia, todo se hizo más claro. Los que son constituidos apóstoles son creyentes cuyo corazón se ha vuelto al Señor. Saulo de Tarso llegó a ser esta clase de creyente. Cuando iba camino a Damasco, el Señor Jesús le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Inmediata e inconscientemente Saulo volvió su corazón al Señor y clamó diciendo: “¿Quién eres, Señor? (Hch. 9:5). A pesar de que Saulo no sabía quién era Él, lo llamó Señor. Lo invocó sin pensarlo, e incluso ciegamente. Muchos de nosotros hicimos lo mismo, pero más tarde, comprendimos lo que sucedió y nuestro cielo espiritual quedó completamente despejado. Después de que el Señor se le apareciera a Saulo y de que éste le invocara, Saulo quedó ciego. Antes de que sucediera esto, él era un líder religioso que dirigía a otros en la persecución de la iglesia. Pero después de que invocó el nombre del Señor, necesitó que alguien lo dirigiera a él. En Hechos 9:6, el Señor Jesús le dijo que fuese a la ciudad y que allí se le indicaría lo que debía hacer. Poco después, Ananías fue a verle, y cayeron algo semejante a escamas de los ojos de Saulo. Esto indica que el velo fue quitado y que Saulo recibió luz. El velo fue quitado porque el corazón de Saulo de Tarso se volvió al Señor. ¡Cuánta luz recibió este hombre! Él escribió todas sus epístolas bajo el resplandor de esa luz. La razón por la cual Pablo recibió tanta luz se debió a un solo factor: volvió su corazón al Señor y el velo fue quitado. 2. Son librados de la esclavitud de la ley y disfrutan al Señor como el Espíritu El versículo 17 dice: “Y el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Cuando el corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. Además de esto, el Señor es el Espíritu, quien nos da libertad. Puesto que el Señor es el Espíritu, cuando el corazón se vuelve a Él, el velo es quitado, y el corazón es librado de la esclavitud de la letra de la ley. Según el contexto de esta sección, que empieza en 2:12, la expresión “el Señor” aquí debe de referirse a Cristo el Señor (2:12, 14, 15, 17; 3:3-4, 14, 16; 4:5). Este pasaje de la Biblia nos dice clara y enfáticamente que Cristo es el Espíritu. “El Señor Cristo del versículo 16 es el Espíritu que satura y anima el nuevo pacto, del cual somos ministros (v. 6), y cuya administración es con gloria (v. 8). Compárense Romanos 8:9-11; Juan 14:16, 18” (Vincent). “El Señor del versículo 16 es el Espíritu ... que vivifica, del versículo 6, lo cual significa que ‘el Señor’, como se menciona aquí, ‘Cristo’, ‘es el Espíritu’, es idéntico al Espíritu Santo: ... Cristo, aquí, es el Espíritu de Cristo” (Alford). “El Espíritu en su totalidad, el que mora en nosotros y nos transforma, es Cristo mismo. ‘El Señor es el Espíritu’” (Williston Walker). Algunos niegan que el Señor del versículo 17 se refiere a Cristo el Señor; pues afirman que denota a Dios en un sentido general. Además, basándose en Juan 4:24, afirman que el versículo 17 sólo está diciendo que Dios es el Espíritu. No obstante, si examinamos este versículo conforme al contexto, nos daremos cuenta de que el Señor del versículo 17 tiene que referirse a Cristo. Por consiguiente, este versículo declara enfáticamente que Cristo el Señor es el Espíritu. Además, la expresión “el Espíritu del Señor” indica que el Espíritu y el Señor son uno solo. De hecho, el Espíritu del Señor es uno con el Señor, y “donde está el Espíritu del Señor”, significa “donde está el Espíritu, el Señor”. A lo largo de los siglos ha habido numerosos maestros que han creído, según el versículo 17, que Cristo el Señor es el Espíritu. Sin embargo, hay todavía muchos cristianos que se hallan bajo la influencia de los credos, particularmente el credo de Nicea. Para cuando se convocó el Concilio de Nicea (año 325 D. C.), el libro de Apocalipsis aún no había sido reconocido oficialmente, y quizás ésta sea la razón por la cual en el Credo de Nicea no se menciona en absoluto los siete Espíritus. En el libro de Apocalipsis, el tercero de la Trinidad es los siete Espíritus de Dios. Además, según Apocalipsis 5:6, estos siete Espíritus también son los siete ojos del Cordero. Los que afirman que el Espíritu es una Persona separada del Hijo, nos gustaría preguntarles cómo puede la tercera Persona, el Espíritu, ser los ojos de la segunda Persona, el Hijo. Definitivamente no podemos negar lo que el libro de Apocalipsis declara acerca de los siete Espíritus, a saber, que el tercero de la Trinidad es los ojos del segundo. Por esta razón, no debemos hablar de Cristo y del Espíritu como si fueran dos Personas separadas. El Espíritu del versículo 17, quien es la máxima expresión del Dios Triuno, en Juan 7:39 todavía no era tal, porque en aquel entonces, Jesús todavía no había sido glorificado. Todavía no había terminado el proceso por el cual Él, como corporificación de Dios, tenía que pasar. Después de Su resurrección, es decir, después de haber terminado todos los procesos por los cuales el Dios Triuno tenía que pasar en el hombre para llevar a cabo Su economía redentora, procesos tales como la encarnación, la crucifixión y la resurrección, Él llegó a ser un Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En el Nuevo Testamento, al Espíritu vivificante se le llama “el Espíritu” (Ro. 8:16, 23, 26-27; Gá. 3:2, 5, 14; 6:8; Ap. 2:7; 3:22; 14:13; 22:17), el Espíritu que nos da la vida divina (2 Co. 3:6; Jn. 6:63) y nos libera de la esclavitud de la ley. El Espíritu del Señor es el Señor mismo, en quien hay libertad. Gozar de esta libertad significa estar libres de la letra de la ley, de estar bajo el velo (Gá. 2:4; 5:1). 3. A cara descubierta, mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor En el versículo 18, Pablo añade: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. La palabra “mas” aquí indica que nosotros los creyentes somos diferentes de los hijos de Israel. Primero, el corazón se vuelve al Señor para que el velo sea quitado (v. 16); segundo, el Señor como el Espíritu nos libra de la esclavitud de la ley (v. 17); y finalmente, nosotros, a cara descubierta, miramos y reflejamos como un espejo la gloria del Señor y así somos transformados en Su imagen de gloria en gloria. En el versículo 18, “nosotros” denota a los apóstoles, quienes, como ejemplos y representantes de todos los creyentes, son los ministros de Cristo. Aunque estos versículos describen como se conducen los apóstoles, no debemos pensar que no tienen nada que ver con nosotros. El hecho de que los apóstoles sean ejemplos y representantes de los creyentes significa que lo que los apóstoles deberían ser, así también deberíamos ser nosotros. Por tanto, estos versículos también se aplican a nosotros. La cara descubierta está en contraste con la mente y el corazón que están cubiertos por el velo (vs. 14-15). Si nuestra cara está descubierta, esto significa que nuestro corazón se ha vuelto al Señor, de modo que el velo ha sido quitado, y el Señor como Espíritu nos ha librado de la esclavitud, del velo, de la ley, así que ya no hay nada que nos separe del Señor. Según el versículo 18, miramos y reflejamos como un espejo la gloria del Señor. Mirar significa que vemos al Señor y reflejar es hacer posible que otros lo vea a Él a través de nosotros. Es decir, somos como espejos que miran y reflejan la gloria del Señor. Al ser éste el caso, nuestra cara debe estar completamente descubierta de modo que veamos claramente y reflejemos precisamente. La gloria del versículo 18 es la gloria del Señor, quien es Aquel que resucitó y ascendió, quien como Dios y también como hombre, pasó por la encarnación, el vivir humano en la tierra y la crucifixión. Después entró en resurrección, efectuó la plena redención y se hizo el Espíritu vivificante. Este Espíritu mora en nosotros para que Él mismo, junto con todo lo que cumplió, obtuvo y logró, se haga real a nosotros, a fin de que seamos uno con Él y seamos transformados en Su misma imagen, de gloria en gloria. 4. Son transformados en la imagen del Señor Cuando a cara descubierta miramos y reflejamos la gloria del Señor, Él nos infunde los elementos de lo que Él es y de lo que Él ha hecho. De esta manera, somos transformados metabólicamente hasta tener la forma de Su vida por medio del poder y esencia de la misma, es decir, somos transfigurados en Su imagen, principalmente por la renovación de nuestra mente (Ro. 12:2). La expresión “somos transformados” indica que estamos en el proceso de transformación. La constitución de una vida tiene que ver con la esencia de la vida, el poder de la vida y la forma de la vida. Toda clase de vida tiene estos tres componentes: la esencia, el poder y la forma. Por ejemplo, un clavel tiene su esencia y su poder. Por tanto, crece con determinada forma; es decir, mientras que crece con su esencia de vida y por su poder de vida, toma cierta forma. Lo mismo sucede con la vida divina, la cual tiene su esencia, su poder y su forma. La forma de la vida divina es la imagen de Cristo. Por tanto, en el versículo 18 se nos presenta la idea con respecto a ser transformados en la misma imagen. Esto significa que seremos moldeados a la imagen de Cristo. Con base en este hecho y al significado que Pablo le da a la palabra “transformados”, estamos hablando de ser constituidos metabólicamente. Este término se basa en el concepto de que somos transformados en la imagen de Cristo. Según 2 Corintios 4, nosotros somos vasos de barro. Como tales vasos, nuestra cara debe estar descubierta, es decir, debemos estar abiertos a la vida divina y a su poder, a su esencia y a su forma. A medida que abrimos nuestro ser al Señor, Él como Espíritu vivificante entra en nosotros para infundirnos Su esencia de vida, para obrar en nosotros por Su poder de vida y para moldearnos a Su imagen. Esta es la constitución de vida que nos hace ministros del nuevo pacto. La imagen del versículo 18 es la imagen del Cristo resucitado y glorificado. Ser transformado en la misma imagen significa ser conformado al Cristo resucitado y glorificado, o sea, ser hecho igual a Él (Ro. 8:29). Ser transformado de gloria en gloria en la misma imagen significa ser transformado de un grado de gloria a otro. Esto indica un proceso continuo de vida en resurrección, el cual proviene de “el Señor Espíritu”. La palabra griega traducida “por” da a entender que la transformación procede del Espíritu, en lugar de ser causada por Él. “El Señor Espíritu” puede considerarse un título compuesto, tal como “Padre Dios” y “el Señor Cristo”. Esta expresión es otro indicio muy claro e incluso una confirmación de que el Señor Cristo es el Espíritu, y que el Espíritu es el Señor Cristo. En este capítulo, el Espíritu es revelado como el Espíritu que inscribe (v. 3), el Espíritu que da vida (v. 6), el Espíritu que ministra vida (v. 8), el Espíritu que libera (v. 17) y el Espíritu que transforma (v. 18). Este Espíritu todo-inclusivo es crucial tanto para los ministros de Cristo como para su ministerio, cuya meta es la economía del nuevo pacto de Dios. Después de que el apóstol habla del ministerio del nuevo pacto, pasa a hablar de los ministros del nuevo pacto. Desde el versículo 12 hasta el versículo 18, él nos ha descrito primeramente a los ministros del nuevo pacto como personas cuyo corazón se han vuelto al Señor, cuyas caras están descubiertas, quienes disfrutan al Señor como el Espíritu, lo cual los libera de la esclavitud de la ley, y quienes son transformados en la imagen del Señor al mirarlo y reflejarlo. Por medio de tal proceso de transformación, ellos son constituidos ministros de Cristo por el Espíritu con los elementos de la persona y la obra de Cristo. Por eso, su persona está constituida de Cristo, Cristo es el elemento constitutivo de su ser, y su ministerio consiste en ministrar a Cristo en otros, infundiéndoles al Cristo todo-inclusivo como el Espíritu vivificante que mora en ellos. Todos los creyentes deben imitarlos con el fin de ser las mismas clases de personas y llevar a cabo la misma clase de ministerio. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE NUEVE LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (2) Lectura bíblica: 2 Co. 4:1-7 En 2 Corintios 3:12-18 se trata el primer aspecto de la descripción de los ministros del Nuevo Testamento. Hemos visto que el Señor, como Espíritu que da vida y que transforma, los constituyó ministros y es también el elemento constitutivo forjado en ellos. Luego, en los capítulos del cuatro al siete vemos una descripción más detallada acerca de los ministros neotestamentarios. Según 4:1-6, estos ministros se conducen con miras a que resplandezca el evangelio de la gloria de Cristo. Por tanto, el segundo aspecto relacionado con los ministros del nuevo pacto consiste en la manera en que ellos se conducen. II. SE CONDUCEN CON MIRAS A QUE RESPLANDEZCA EL EVANGELIO DE LA GLORIA DE CRISTO Antes de considerar cómo se conducen los ministros del nuevo pacto, primero veamos la meta, el objetivo y el propósito de su conducta. La conducta de estos ministros está gobernada y controlada por un propósito, el cual consiste en que resplandezca la gloria del evangelio de Cristo. Los ministros del nuevo pacto se conducen de tal manera para que el evangelio de Cristo resplandezca por medio de ellos y desde el interior de su ser. Esta es la meta, el propósito, de su vivir. Por consiguiente, ellos no sólo predican el evangelio, sino que también por su conducta logran que el evangelio de la gloria de Cristo resplandezca. El evangelio que Pablo predicaba era un evangelio de gloria, un evangelio lleno de luz y de gloria. Esta gloria no se trasmite por el hecho de que uno hable o predique el evangelio, sino que ha de expresarse mediante un resplandor. Además, este resplandor debe ser el vivir de los ministros neotestamentarios, es decir, que el vivir de ellos es el resplandor mismo del evangelio que predican. Para ellos, el evangelio no es una mera doctrina, ya que una doctrina no exige ningún resplandor. El evangelio que ellos predican, el evangelio de gloria, rebosa de resplandor. Esta gloria es Dios mismo, o sea, Dios corporificado en el evangelio que predican. Por consiguiente, el evangelio que predican los ministros del nuevo pacto no es una teoría, una filosofía ni una mera doctrina, sino que es la corporificación del Dios de la gloria. No se puede dar a conocer este evangelio simplemente mediante la predicación; más bien, debe de haber cierto resplandor. Los ministros que llevan a cabo este evangelio de gloria son como luminares, es decir, son personas que resplandecen. Por ser luminares, ellos no tienen luz propia, pero sí tienen la capacidad de reflejar la luz que proviene de otra fuente, así como la luna que refleja la luz del sol. El evangelio puede compararse con el Cristo que resplandece como el sol, el Dios de la gloria corporificado en Su obra redentora. Todos debemos entender el evangelio de esta manera. No piensen que el evangelio es una filosofía o una enseñanza. No, el evangelio es la corporificación del Dios de la gloria, y este evangelio necesita muchas personas que resplandezcan, muchos luminares, para que reflejen su luz. El reflejar la luz del evangelio de gloria es el vivir mismo de todos los ministros del nuevo pacto. Este acto de reflejar la luz del evangelio constituye la conducta misma de los apóstoles. En el versículo 4, Pablo usa la palabra iluminación. En lo profundo de su espíritu, Pablo se consideraba a sí mismo y a sus colaboradores como luminares. Hoy nosotros también debemos ser los luminares que reflejan la gloria del evangelio de Cristo. La meta, el objetivo y el propósito del vivir de los ministros neotestamentarios consiste en resplandecer de esta manera. La meta de la conducta de Pablo consistía en hacer resplandecer por su conducta, su vivir, el evangelio. Tanto él como sus colaboradores, los ministros del nuevo pacto, se conducían con el fin de hacer resplandecer el evangelio de la gloria de Cristo. A. Su conducta En 2 Corintios 4:1 Pablo dice: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no nos desanimamos”. En 3:12-18, el apóstol describe la manera en que están constituidos los ministros del nuevo pacto. En este capítulo, del versículo 1 al versículo 6, nos sigue describiendo la manera en que ellos, como ministros del nuevo pacto, se conducían para llevar a cabo su ministerio y, del versículo 7 al versículo 18, la clase de vida que ellos vivían. 1. Tienen el ministerio del nuevo pacto En 4:1 Pablo habla de tener “este ministerio”. Este es el ministerio descrito en 2:12— 3:18. La expresión “este ministerio” indica que todos nosotros, los apóstoles de Cristo, aunque somos muchos, tenemos un solo ministerio: el ministerio del nuevo pacto, cuyo fin es cumplir la economía neotestamentaria de Dios. Todas las obras de los apóstoles tienen como fin llevar a cabo este ministerio único, es decir, ministrar a Cristo en las personas para la edificación del Cuerpo de Cristo. En el versículo 1, Pablo habla de un solo ministerio, en singular. Esto es una prueba contundente de que todos los colaboradores tenían un solo ministerio, el ministerio único. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo hay un solo ministerio. El ministerio único del Nuevo Testamento es el ministerio de la justicia y del Espíritu. En este ministerio, Cristo es ministrado en las personas. Hoy en día es común que los predicadores hablen de distintos ministerios. Aunque yo no digo que sea erróneo hablar de ministerios, debemos ser muy cuidadosos al referirnos a ello de esta manera. Lo crucial aquí es lo que queremos decir con el uso de las palabras “ministerio” y “ministerios”. En 2 Corintios el ministerio es único; no se habla de varios ministerios. En otras palabras, “este ministerio” es el único y solo ministerio del Nuevo Testamento. En el capítulo uno de Hechos, Pedro también hace referencia al ministerio, al decir que era necesario que alguien ocupara el lugar que faltaba entre los apóstoles, alguien que se uniera a los once para que tomara parte de este ministerio. Los doce apóstoles tenían un solo ministerio, y este ministerio consistía en predicar a Cristo en resurrección. Asimismo, en 2 Corintios, los apóstoles también tienen un solo ministerio, el cual es ministrar a Cristo en las personas. 2. No se desaniman El primer aspecto de la conducta de los apóstoles es que ellos no se desanimaban. Puedo testificar que por tener parte en este ministerio, no me desanimo. El ministerio es un incentivo y una motivación; me fortalece, me sostiene, me respalda y hace que no me desanime. Incluso la oposición que hay contra este ministerio es una señal de que está bajo la bendición del Señor y que es eficaz. No nos desanimamos, no importa cuánta oposición se levante contra nosotros. 3. Renuncian a lo oculto y vergonzoso En el versículo 2 Pablo declara: “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”. Debemos tener una conciencia que pueda declarar a los ángeles y a los demonios que no tenemos nada que ocultar ni avergonzarnos; más bien, somos transparentes y diáfanos. La palabra griega traducida “adulterar” significa principalmente poner una trampa. Además también significa corromper, como en la adulteración del oro o del vino. Pero su significado aquí es más limitado que la expresión “medran adulterando” de 2:17, la cual implica hacer algo para ganancia propia. Adulterar el oro consiste en mezclarlo con algún metal inferior con el propósito de venderlo a un precio más alto que el de su verdadero valor. Asimismo, adulterar el vino consiste en mezclarlo con otra clase de líquido con el propósito de presentarlo como si fuera vino de buena calidad. Incluso en el primer siglo, algunos llamados predicadores adulteraron la Palabra de Dios de esta manera. Añadieron cosas inferiores a la Palabra. Hoy hay algunos predicadores que adulteran la Palabra de Dios. A pesar de que usan versículos bíblicos en sus sermones, los adulteran añadiendo otros elementos. Afirman que lo que predican es la Palabra de Dios, pero en realidad, sólo un pequeño porcentaje de lo que predican es la Palabra y el resto son elementos que ellos han añadido. De esta manera, adulteran el oro divino y el vino divino contenidos en la Biblia. La manera en que Pablo se conducía era totalmente opuesta. Con toda certeza, él no adulteró la palabra de Dios; más bien presentó el oro puro, el oro refinado, de la Palabra. Por la manifestación de la verdad, Pablo y sus colaboradores se recomendaban a sí mismos a toda conciencia humana delante de Dios. Aquí, “la verdad” es otra manera de denominar la palabra de Dios (Jn. 17:17). Ella significa la realidad, lo cual alude a todas las cosas verdaderas reveladas en la palabra de Dios, las cuales son principalmente Cristo como la realidad de todas las cosas de Dios. La expresión “la manifestación de la verdad” se refiere a la manera en que los apóstoles vivían a Cristo. Cuando ellos vivían a Cristo, quien es la verdad (Jn. 14:6), manifestaban la verdad. Mientras Cristo era expresado en el vivir de ellos, la verdad era manifestada en ellos. De esta manera ellos se recomendaban a toda conciencia humana delante de Dios. Los apóstoles no adulteraban la palabra de Dios, sino que manifestaban la verdad para que resplandeciera el evangelio de la gloria de Cristo, por medio del poder excelente del tesoro inestimable, el propio Cristo que había entrado en ellos y llegado a ser su contenido (2 Co. 4:7) mediante la iluminación del resplandor de Dios (v. 6). B. El resplandor del evangelio de la gloria de Cristo 1. Su evangelio está encubierto entre los que perecen En el versículo, 3 Pablo añade: “Y aun si nuestro evangelio está encubierto, entre los que perecen está encubierto”. Para algunos, el evangelio está encubierto debido a los viejos conceptos, especialmente los conceptos que uno tiene acerca de la ley (3:14-15). En principio, un velo es todo aquello que impide que la gente aprehenda el evangelio de Cristo, ya sea la filosofía o las tradiciones culturales. Así que, cuando predicamos a Cristo, esto debe quitarles el velo, así como quitamos la tapa que protege la lente de una cámara fotográfica para tomar una foto. Lo que dice Pablo en el versículo 3 da a entender que el evangelio que el apóstol predicaba no debiera estar encubierto; no existe motivo alguno por el cual debe estar encubierto. No obstante, si está encubierto, lo está en los que perecen, es decir, en aquellos para quienes el aroma del conocimiento de Cristo es muerte para muerte. En el versículo 4, Pablo dice además: “En los cuales el dios de este siglo cegó las mentes de los incrédulos, para que no les resplandezca la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. El dios de este siglo es Satanás, el engañador, el príncipe del siglo actual, y es él, quien domina el mundo de hoy y ciega las mentes y los pensamientos de las personas con el fin de que le adoren. En este versículo, la palabra “cegó” significa poner un velo sobre el entendimiento de las personas. Además, la expresión “las mentes” aquí denota entendimiento y pensamiento. Cristo, como imagen de Dios, es el resplandor de Su gloria (He. 1:3). Por consiguiente, el evangelio de Cristo es el evangelio de Su gloria que ilumina y resplandece. Satanás, el dios de este siglo, ha cegado los pensamientos y las mentes de los incrédulos, para que no resplandezca en sus corazones la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo. Esto es semejante a cubrir la lente de una cámara fotográfica para que la luz no penetre en ella. Lo que Pablo describe en el versículo 4 es una clase de fotografía espiritual. Nosotros somos como cámaras fotográficas; tenemos “un lente” y “un obturador”. Cuando oprimimos el obturador, la luz junto con la imagen del objeto entra en la cámara, y la imagen queda fijada en el rollo de película. La luz, en efecto, trae la imagen del objeto a la cámara donde queda registrada en la película. No obstante, si cubrimos la lente de la cámara, la luz no podrá entrar en ella. A veces, las personas a las que predicamos el evangelio parecen ser cámaras fotográficas, pero con la lente tapada; por consiguiente, la luz no puede resplandecer en ellos. ¡Alabado sea el Señor que, por Su misericordia y gracia, Él ha quitado de nuestras mentes la tapa satánica! No sólo tenemos una cara descubierta, sino también una mente sin velos. En 3:18 “a cara descubierta” alude a la mente sin velos del capítulo cuatro. Según el concepto de Pablo, estas dos cosas son una sola. Por consiguiente, tener una cara descubierta equivale a tener una mente sin velos. Es igual que una cámara fotográfica que está abierta al resplandor de la luz. Cuando la luz penetra en nosotros, la luz nos trae la imagen de Cristo. Esta iluminación entra a nuestro espíritu a través de nuestra mente. Podemos comparar nuestro espíritu con una película fotográfica. Cuando el resplandor entra en nosotros por medio de nuestra mente abierta, llega a nuestro espíritu y trae consigo la figura de Cristo, la imagen de Dios. En la iglesia tomamos fotos espirituales y celestiales de esta manera. Literalmente, la palabra griega traducida “resplandezca” en el versículo 4, significa principalmente ver claramente, discernir; segundo, también significa resplandecer. Por tanto, la segunda parte de este versículo podría traducirse: “Para que no vean la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Puesto que el dios de este siglo ha cegado la mente de los incrédulos, éstos no pueden ver la iluminación de la gloria del evangelio, al igual que un ciego, o un hombre que tiene los ojos tapados, no puede ver la luz del sol. 2. No se predican a sí mismos, sino a Cristo como Señor El versículo 5 dice: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús”. La palabra “porque” explica el motivo por el cual el evangelio de los apóstoles, que es el evangelio de la gloria de Cristo, no debe estar encubierto. La razón se debe a que ellos no se predicaban ni se exaltaban a sí mismos, sino a Cristo Jesús como Señor de todo, y a que ellos se conducían como esclavos de los creyentes por amor de Jesús, como lo hizo Jesús, quien siendo Maestro, vino a servir como esclavo (Mt. 20:26-28). La expresión “Cristo Jesús como Señor” incluye a Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito para siempre (Ro. 9:5), al Verbo eterno encarnado para ser un hombre (Jn 1:14), a Jesús crucificado como hombre para ser nuestro Salvador (Hch. 4:10-12) y resucitado para ser el Hijo de Dios (Hch. 13:33), y a Cristo exaltado para ser el Señor (Hch. 2:36), el Señor de todos los hombres (Hch. 10:36; Ro. 10:12; Jn. 20:28; 1 Co. 12:3), quien es la imagen de Dios, el resplandor de la gloria de Dios (He. 1:3). Esto es el contenido mismo del evangelio. Por tanto, el evangelio es el evangelio de la gloria de Cristo, la cual ilumina, irradia y resplandece en el corazón del hombre. Si el corazón del hombre no está encubierto con ningún velo ni está cegado por Satanás, quien es el dios de este siglo, el hombre puede ver la iluminación del evangelio. La palabra “esclavos” del versículo 5 está en contraste con “Señor”. Los apóstoles exaltaban a Cristo como Señor, pero se consideraban a sí mismos como simples esclavos que servían a los creyentes. Por tanto, ellos no solamente eran esclavos de Cristo, sino también de los creyentes. 3. Dios resplandece en sus corazones El versículo 6 declara: “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. Esto explica lo que se mencionó en el versículo anterior. Los apóstoles predicaban a Cristo como Señor y a sí mismos como esclavos de los creyentes porque el propio Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, fue el que resplandeció en sus corazones. Cuando Dios resplandeció en el universo, fue producida la antigua creación. Pero al resplandecer en los corazones de los apóstoles, los hizo una nueva creación. Por lo tanto, en su predicación, podían exaltar a Cristo como Señor, y en su servicio, se conducían como esclavos de los creyentes. Lo que los apóstoles hacen por Cristo y lo que ellos son para los creyentes es el resultado del resplandor de Dios. El resplandor de Dios produce los ministros del nuevo pacto y el ministerio de ellos. La expresión “en nuestros corazones” se refiere a algo mucho más profundo que la piel del rostro de Moisés (3:7; Ex. 34:29-30). Esto presenta un contraste entre la gloria del ministerio apostólico del evangelio y la gloria del ministerio mosaico de la ley. El hecho de que se trata del corazón indica que tiene que ver con la vida interior, mientras que el cutis del rostro no tiene nada que ver con ella. La gloria del antiguo pacto se manifiesta de forma externa, mientras que la gloria del nuevo pacto tiene gran profundidad. La expresión “nuestros corazones” denota los corazones de los apóstoles, quienes representan a todos los creyentes del nuevo pacto. El resplandor de Dios en nuestros corazones da por resultado la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo, es decir, en la iluminación que nos permite conocer la gloria del evangelio de Cristo. La iluminación que nos da a conocer la gloria del evangelio de Cristo tiene su origen en el resplandor de Dios en nuestros corazones. La faz de Jesucristo está en contraste con el rostro de Moisés (3:7). La gloria del evangelio en la faz de Jesucristo es muy superior a la gloria de la ley en el rostro de Moisés. La gloria del evangelio resplandece en la faz de Aquel por quien vinieron la gracia y la realidad. La gloria de la ley resplandeció en el rostro de aquel por quien fue dada la ley (Jn. 1:17), la cual produjo condenación y muerte (3:7, 9). Dios resplandece en nuestros corazones para iluminarnos, no para que conozcamos la gloria que se halla en el rostro de Moisés, sino la gloria que está en la faz de Cristo; este resplandor tiene como fin iluminarnos no para que conozcamos la ley de Moisés del antiguo pacto, sino el evangelio de Cristo del nuevo pacto. Dios produjo dos creaciones: la vieja y la nueva. La vieja creación se produjo al resplandecer Dios en las tinieblas externamente, mientras que la nueva creación se lleva a cabo al resplandecer Dios en nuestros corazones interiormente. Llegamos a ser una nueva creación cuando Dios resplandeció en nuestros corazones, y este resplandor se encuentra en la faz de Cristo. Ahora, si queremos que esto llegue a ser nuestra experiencia, debemos tener un contacto directo, personal e íntimo con Cristo, ya que cuando lo hacemos, esto hará que Dios resplandezca en nuestro corazón. Dios puede resplandecer sobre nosotros, pero si queremos que resplandezca en nosotros, debemos tener un contacto directo, personal e íntimo con Él. Esta es la razón por la cual lo invocamos, diciendo: “¡Oh Señor Jesús!” Por ejemplo, Saulo de Tarso fue salvo al invocar el nombre del Señor. Cuando él invocó al Señor, se halló delante de Él, cara a cara con Él. Y cuando dijo: “¿Quién eres, Señor?”, el Señor contestó inmediatamente: “Yo soy Jesús”. Esta es una manera muy íntima y personal de responder. No fue algo dicho desde lejos, sino una conversación de cara a cara. Saulo de Tarso experimentó el resplandor de Dios en su corazón. Supongamos que usted le predica el evangelio a un incrédulo. Aunque él asienta con la cabeza y diga que cree en el Señor Jesús y lo recibe como su Salvador, no dé por sentado que él haya sido verdaderamente salvo. Usted debe preguntarle si ha invocado al Señor, de manera que él haya tenido un contacto personal con Él. Si dicho incrédulo invoca el nombre del Señor Jesús, él verá la faz de Cristo y tendrá inmediatamente un contacto personal con Él. Solamente teniendo un contacto tan directo, personal e íntimo con el Señor, podremos experimentar el resplandor interior. Esto sucede lo mismo con nosotros que con un incrédulo que se acerca por primera vez al Señor. Si queremos que el Señor resplandezca en nosotros de nuevo, nuestro contacto con el Señor deber ser íntimo. Cuando invocamos al Señor de una manera tierna e íntima, nos hallamos delante de Su faz, y Dios resplandece en nuestro corazón. Es así como los apóstoles recibieron el resplandor interior. Luego, ellos irradiaron lo que habían recibido. Así se conducían ellos con miras a que resplandeciera la gloria del evangelio de Cristo. El poder que propicia este resplandor se menciona en el versículo 7. 4. Dios resplandece en sus corazones e introduce un tesoro en ellos, los vasos de barro En el versículo 7 Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. Cuando Dios resplandece en nuestros corazones, se introduce en nosotros un tesoro, el Cristo de gloria, quien es la corporificación de Dios para ser nuestra vida y nuestro todo. Pero los que contenemos este tesoro somos vasos de barro, frágiles y sin ningún valor. No obstante, en estos vasos sin valor se halla un tesoro inestimable. Esto ha hecho que los vasos sin valor sean ministros del nuevo pacto, con un ministerio inestimable. Esto ha sido llevado a cabo por el poder divino en resurrección. La excelencia del poder ciertamente es de Dios, y no de nosotros. Los apóstoles, al hablar de su ministerio, el cual realiza el nuevo pacto de Dios, usaron cinco metáforas significativas y expresivas para describir la manera en que ellos como ministros del nuevo pacto, junto con su ministerio, fueron constituidos, cómo se comportaban y vivían, y cómo su ministerio era llevado a cabo. Estas metáforas son: cautivos en un desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo (2:14a); portadores de incienso que difunden el olor de Cristo (2:14b-16); cartas escritas con Cristo como contenido (3:1-3); espejos que miran y reflejan la gloria de Cristo a fin de ser transformados en Su imagen gloriosa (3:18); vasos de barro que contienen al Cristo de gloria, el tesoro excelente (4:7). Estos vasos son como una cámara fotográfica moderna, en los cuales entra la imagen de Cristo por medio del destello del resplandor de Dios (4:4, 6). Este tesoro, el Cristo que mora en nosotros los vasos de barro, es la fuente divina de la provisión necesaria para la vida cristiana. Es por medio del poder excelente de este tesoro que los apóstoles, como ministros del nuevo pacto, pueden llevar una vida crucificada, de tal modo que se manifieste la vida de resurrección de Cristo, a quien ellos ministran. De esta manera, ellos manifiestan la verdad para que resplandezca el evangelio. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE DIEZ LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (3) Lectura bíblica: 2 Co. 4:7-15 Los capítulos tres y cuatro de 2 Corintios son los capítulos más importantes de 1 y 2 Corintios. En estas epístolas, ningún otro capítulo presenta el hecho de que Cristo se forja en las personas para que experimenten más profundamente la vida divina. Estos dos capítulos son muy profundos en cuanto a la experiencia de vida. Primero, revelan cómo los apóstoles, en calidad de ministros del nuevo pacto, fueron intrínsecamente constituidos tales. Los apóstoles, al ser hechos ministros del nuevo pacto, experimentaron una reestructuración en su ser, un cambio total. Pablo se consideraba a sí mismo el principal de los pecadores. ¿Cómo ese hombre que se rebeló contra Dios pudo llegar a ser un ministro del nuevo pacto, un ministro de Cristo cuyo objetivo era llevar a cabo la economía de Dios? Indudablemente, es algo sumamente importante lo de convertir a una persona que se rebela contra Dios en un ministro de Cristo cuya meta es llevar a cabo la administración de Dios en la era neotestamentaria. Pablo, para llegar a ser un ministro de Cristo, primero tuvo que nacer de nuevo y luego tuvo que recibir una nueva constitución. Nacer de nuevo no es suficiente para hacer de alguien un ministro del nuevo pacto; es necesario también que la persona experimente una reestructuración en su ser, un cambio total, que reciba una nueva constitución. Sin embargo, para recibir una nueva constitución se requiere un nuevo elemento. Sin el elemento que sea la esencia de la constitución, nada puede forjarse en nosotros. La redención de Cristo nos devuelve a Dios, pero no forja en nosotros una nueva constitución. Para esto se requiere un elemento además de la sangre redentora de Cristo. Este elemento no es solamente la vida o el Espíritu; es el Dios procesado. Quisiera que consideráramos los pasos del proceso por el cual pasó Dios: la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Estos cuatro pasos fundamentales del proceso que experimentó Dios también son los ingredientes del Dios procesado, quien es el elemento que llega a ser nuestra nueva constitución. Estos ingredientes son tipificados por las cuatro especias que se mezclan con el aceite de oliva para formar el ungüento de Éxodo 30. El aceite de oliva era el elemento básico, y las cuatro especias eran los ingredientes que se mezclaban con dicho elemento. El elemento que se producía como resultado de este proceso era el ungüento compuesto por todos sus ingredientes. Dios es el Espíritu, el aceite de oliva, es decir, el elemento básico. Las cuatro especias tienen que ver con la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. La encarnación introdujo la divinidad en la humanidad y las convirtió en una sola entidad. Sin embargo, ni la divinidad ni la humanidad cambió de naturaleza. La divinidad sigue siendo la divinidad, y la humanidad sigue siendo la humanidad. Esto lo ejemplifica la mezcla del aceite con la harina fina en la preparación de la ofrenda de harina. El aceite y la harina se mezclaban y llegaban a formar una sola entidad con dos naturalezas. Sin embargo, cada una de las naturalezas permanecía separada y completa por sí misma; ni el aceite ni la harina cambiaban de naturaleza. Lo que sí sucedía es que el aceite y la harina se mezclaban y producían una sola entidad. Pero esta entidad no constituía una tercera naturaleza, algo que no era ni aceite ni harina; más bien, era una entidad completa que poseía dos naturalezas: la naturaleza del aceite y la naturaleza de la harina. Esto ejemplifica cómo la encarnación introdujo la divinidad en la humanidad, e hizo de ambas una sola entidad y propició que ambas vivieran como una sola. El Señor Jesús, una maravillosa persona que posee dos naturalezas, la divinidad y la humanidad, vivió en casa de un carpintero de Nazaret durante treinta años. Después de terminar Su ministerio, fue crucificado. El hecho de que llevó una vida humana implica que Él experimentó todo lo humano relacionado con la primera creación. Cuando Él fue crucificado, llevó toda la vieja creación a la cruz y allí le puso fin. Puesto que a la vieja creación ya se le dio fin, ya no deben abrumarnos nuestros problemas. A los ojos de Dios, se le puso fin a todos estos problemas. Dios, quien está sentado en Su trono, puede decir a Satanás: “Pequeño Satanás, ¿qué intentas hacer? ¿Todavía estás causando problemas? Te voy a dar un poco más de tiempo para que juegues, pero debes darte cuenta de que ya te aniquilé. Ya te puse fin, a ti y a la vieja creación”. La muerte de Cristo en la cruz le puso fin a Satanás y a la vieja creación, así como también a nosotros. En esto consiste el verdadero significado de la crucifixión. Cristo, mediante Su resurrección, introdujo en Dios aquellos que Dios había escogido y redimido. La encarnación introdujo a Dios en el hombre, y la resurrección introdujo al hombre en Dios. Ahora nosotros, el pueblo que Dios remidió, no sólo tenemos a Dios en nosotros, sino que también estamos en Dios. Tener a Dios en nosotros es maravilloso, pero es todavía más maravilloso estar en Dios. Quizás usted no esté tan consciente del hecho de que usted está en Dios. Por la misericordia del Señor, yo puedo testificar que ciertamente tengo la sensación y estoy consciente de que soy un hombre que está en Dios. Aparentemente soy un hombre que vive en la tierra; pero de hecho, soy un hombre que está en Dios. Dios está en mí, y yo estoy en Él. Dios entró en nosotros por medio de la encarnación, y nosotros entramos en Dios mediante la resurrección de Cristo. Éste es el Dios Triuno, el Dios procesado. El Dios Triuno procesado es el elemento mismo que llega a ser nuestra nueva constitución. Algunos dirán: “Yo no siento que el Dios Triuno procesado esté forjado en mí”. Quizás no lo sienta, pero debe creerlo. Como cristianos, debemos vivir por fe y andar por fe, no por vista (5:7). Somos creyentes, no somos personas que andan por vista. ¿Es usted un creyente o una persona que anda por vista? Un creyente es uno que no confía en las cosas que se ven, sino que se apropia de ciertas cosas invisibles, las confiesa y las experimenta por fe. Ser una persona que actúa conforme a los sentimientos es todavía peor que ser uno que anda por vista. Tal vez usted no sienta que está viviendo en cierto lugar, pero de hecho vive allí. Los sentimientos no son confiables. Tal vez sienta que usted es maravilloso, pero es posible que su condición sea deplorable. No crea en sus sentimientos; crea en los hechos. Es un hecho que todos fuimos introducidos en Dios. El Dios Triuno procesado es el elemento mismo que se ha forjado en nosotros. Tal vez no sienta que tiene una nueva constitución, o que ha ocurrido un cambio en su interior, pero de nuevo le digo, sea un creyente, uno que anda por fe, no sea uno que anda conforme a sus sentimientos. Cuando Dios declara algo, usted también debe declararlo, simplemente porque la Biblia así lo dice. La Biblia revela que Dios se procesó pasando por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Ahora en resurrección, Él es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu como el elemento constitutivo. La Biblia dice esto, y nosotros debemos creerlo. El hermano Nee solía decir que primero tenemos el hecho, luego la fe y después la experiencia. La secuencia no es experiencia, fe y hecho. Los hechos siempre van primero. Pero ¿cómo nos damos cuenta de los hechos? Los hechos constan en el Nuevo Testamento. Este testamento es algo más fuerte y mejor que un pacto. Un pacto constituye un acuerdo parecido a un contrato. Pero un testamento alude a algo que ya se cumplió. Supongamos que un testamento lega un millón de dólares a una persona. La evidencia, la prueba, de ello es el testamento mismo. El Nuevo Testamento es lo mismo. Este testamento declara que el Dios procesado se encuentra ahora en nosotros, que Él es nuestra porción, y que Él es nuestro elemento constitutivo. Definitivamente hemos recibido una nueva constitución. Debemos creer este hecho, así como creemos que somos hijos de Dios. A veces el diablo nos dice: “¡Mírate a ti mismo! ¿te dices ser hijo de Dios? ¿Cómo puedes decir que eres hijo de Dios cuando esta mañana te enojaste?” Aunque nos enojemos, debemos seguir creyendo que somos hijos de Dios. Así que debemos declarar: “Satanás, a pesar de haber perdido la calma muchas veces, sigo siendo hijo de Dios. El hecho de perder la calma no cambia el hecho de que soy hijo de Dios. Satanás, al declararte este hecho te ahuyento”. III LLEVAN UNA VIDA CRUCIFICADA PARA MANIFESTAR LA VIDA DE RESURRECCIÓN POR EL SUPEREMINENTE PODER DEL TESORO CONTENIDO EN LOS VASOS DE BARRO A. El tesoro en vasos de barro En 2 Corintios 4:7 leemos las siguientes palabras: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro”. La palabra “pero” indica un contraste con lo que se dijo antes. En el versículo 6, Pablo declara: “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. La expresión “este tesoro” se refiere al versículo 6. Debido a que Dios resplandeciera en nuestros corazones, ahora tenemos este tesoro maravilloso, precioso y admirable. No obstante, tenemos este tesoro en vasos de barro, en algo que no tiene nada de admirable. Puesto que el tesoro se encuentra en vasos de barro, Pablo comienza el versículo 7 con “pero”. El versículo 7 en su totalidad lee así: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. La palabra griega traducida “excelencia” significa también trascendencia, eminencia, grandeza que lo excede todo. El hecho de que somos vasos de barro demuestra que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros. Aquí Pablo parece decir: “Yo no soy más que un vaso de barro, insignificante y sin valor. En mí mismo, soy un hombre pecaminoso, caído e insignificante. ¿Cómo una persona así podría manifestar la verdad e irradiar la gloria del evangelio? No tengo el poder necesario para hacer esto. La excelencia del poder no proviene de mí, sino de Dios. Aunque soy un vaso de barro sin valor, Dios, al resplandecer en mí, ha infundido este precioso tesoro en mi interior. Ahora este tesoro se ha convertido en la fuente de poder que me vigoriza y capacita para que irradie la gloria de Dios y manifiesta la verdad”. ¿Acaso no tiene usted un motor divino en su interior? El maravilloso tesoro es ahora un motor celestial que nos da poder. Tal vez este motor no nos inquiete mientras durmamos, pero sí nos inquieta durante el resto del día. Los predicadores acostumbran decirles a las personas que Cristo les dará paz. Pero según mi experiencia, Él a menudo no me da paz. Él me proporciona gozo, pero en lugar de darme paz, me molesta. Si no le hago caso cuando me molesta interiormente, no tengo paz. A veces coopero con la inquietud que Él genera en mí y experimento gozo, pero aun así no hay paz. En su experiencia, ¿puede usted sentarse tranquilamente en su casa y disfrutar paz? ¿Acaso no es cierto que el Señor con frecuencia le molesta interiormente? Cristo es una persona que molesta. Este tesoro es un tesoro vivo y activo que opera dentro de nosotros. Este tesoro incluso nos constriñe a hacer ciertas cosas. Según 2 Corintios 5, el amor de Cristo nos constriñe. Cristo no sólo nos molesta, sino que también nos constriñe, nos obliga a seguir adelante. Éste es el poder, la fuente, de la fuerza, con la cual los apóstoles pudieron conducirse de tal manera que hicieran resplandecer el evangelio y manifestaran la verdad. B. Una vida crucificada cuyo fin es manifestar la vida de resurrección A partir del versículo 8, vemos que los apóstoles no llevaban una vida gloriosa, sino una vida crucificada. Llevar una vida crucificada significa llevar una vida que lo muele a uno. Es ser como los granos que pasan por la piedra de molino. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él llevó una vida en la que fue molido. Su madre, Sus hermanos, Sus discípulos y los que se oponían a Él y lo perseguían sirvieron de piedras de molino. A diario el Señor Jesús era molido. Para moler el grano se pueden usar dos piedras: una piedra fija abajo y la otra movible arriba. Podemos decir que los fariseos y los saduceos fueron la piedra fija para el Señor Jesús, y la piedra de arriba, la piedra movible, fue Su madre, Sus hermanos y Sus discípulos. En el proceso de moler, la piedra de abajo necesita la piedra de arriba, para que corresponda y coopere con ella. Esto significa que la madre, los hermanos y los discípulos del Señor ayudaron a los fariseos y saduceos a moler al Señor Jesús. En principio, nuestra experiencia actual es igual. Los que se oponen al recobro del Señor son la piedra de abajo, la piedra fija. Pero nuestro cónyuge, los ancianos de la iglesia, los colaboradores y los santos constituyen la piedra de arriba. Así que, los miembros de nuestra familia y los santos de la iglesia cooperan con los que nos persiguen y se oponen a nosotros para molernos. Hermanos, ¿acaso no es su experiencia que su esposa le muele mucho más que los opositores? Las críticas de ella lo muelen a usted. Si no fuera por las personas allegadas a nosotros, los opositores no podrían molernos. Lo que realmente nos muele proviene de las personas allegadas a nosotros. Los opositores sólo echan los cimientos para que seamos molidos. Una vez se echan los cimientos, nuestro esposo o nuestra esposa o algún santo acabará por molernos. Si volvemos a leer los cuatro evangelios, veremos que fueron los que estaban cerca del Señor Jesús los que provocaron que Él fuera molido. Cuando el Señor era perseguido, Él estaba feliz. Pero un día, mientras predicaba a la multitud, Sus amigos pensaban que Él estaba fuera de Sí (Mr. 3:21). En cierto momento, el Señor Jesús preguntó: “¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos? (Mt. 12:48) Luego dijo: “Porque todo aquel que hace la voluntad de Mi padre que está en los cielos, ése es Mi hermano, y hermana, y madre” (Mt. 12:50). Hoy nosotros también somos molidos por aquellos que están allegados a nosotros, por aquellos que nos quieren y nos cuidan de una manera natural. 1. Oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados En el versículo 8, Pablo declara: “Estamos oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados; en apuros, mas no sin salida”. La palabra griega traducida “oprimidos” puede ser traducida también “afligidos”. La palabra “ahogados” significa también restringidos. La descripción de la vida de los apóstoles, que se extiende del versículo 8 al versículo 18, muestra que ellos llevaban una vida crucificada en resurrección, o sea, que llevaba la vida de resurrección bajo el aniquilamiento efectuado por la cruz, para cumplir su ministerio. 2. En apuros, mas no sin salida Literalmente “en apuros” significa aquí incapaces de encontrar una salida. La palabra traducida “sin salida” significa literalmente sin ninguna posibilidad de encontrar una salida; o sea, que el camino está totalmente cerrado. Aquí el apóstol dice que ellos estaban en apuros, sin poder encontrar una salida, mas no sin salida, no sin ninguna posibilidad de salir. 3. Perseguidos, mas no abandonados El versículo 9a dice: “Perseguidos, mas no abandonados”. La palabra griega traducida “perseguidos” significa también acosados (por enemigos). Ser abandonados es ser desamparados; literalmente ser dejados atrás, en alguna situación terrible. 4. Derribados, pero no destruidos El versículo 9b dice: “Derribados, pero no destruidos”. “Derribados” significa también echados para abajo, y “destruidos” también quiere decir perecer, como en el versículo 3, es decir, muertos. 5. Llevan en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús El versículo 10 añade: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. “La muerte” aquí alude al aniquilamiento, es decir, a la obra de la muerte, la operación de la cruz, que el Señor Jesús padeció y por la cual pasó. Cuando el Señor estaba en la tierra, Él se encontraba a diario bajo el aniquilamiento. Él experimentó la muerte día tras día. Los apóstoles pasaron por la misma experiencia. Cada día se hallaban bajo el aniquilamiento; a diario eran pasados por la muerte. Los apóstoles experimentaron este aniquilamiento “para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. La palabra traducida “Para que” implica un resultado. El aniquilamiento efectuado por la cruz da por resultado la manifestación de la vida de resurrección. Esta muerte diaria tiene como fin liberar la vida divina en resurrección. La vida que se menciona en el versículo 10 es la vida de resurrección, la cual el Señor Jesús vivió y expresó por medio de la operación de la cruz. La operación continua que nos muele a diario tiene un propósito específico, a saber: que la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Esta vida es la vida de resurrección. El Señor Jesús vivió la vida de resurrección antes de ser crucificado. La vida que Él llevó en la tierra fue una vida de resurrección. Esta vida de resurrección es capaz de pasar por la muerte. En el versículo 11, Pablo añade: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. El título “Jesús” en los versículos 10 y 11 implica que los apóstoles llevaron una vida como la que el Señor Jesús llevó en la tierra, una vida bajo el aniquilamiento efectuado por la cruz para la manifestación de la vida de resurrección. El hecho de que las palabras “carne” y “cuerpos” se usen de modo intercambiable en los versículos 10 y 11 indica que la carne mortal es nuestro cuerpo caído. 6. La muerte actúa en ellos, mas en los creyentes la vida El versículo 12 dice: “De manera que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida”. Cuando experimentamos la operación de la muerte del Señor, Su vida de resurrección es impartida en otros a través de nosotros. Cuando sufrimos el aniquilamiento efectuado por la cruz, el resultado de esto siempre es que la vida se imparte a los demás. En el versículo 12 Pablo parece decir: “Nosotros morimos, pero vosotros corintios, sois vivificados. Nuestra muerte infunde vida en vosotros y os vivifica. Para nosotros, es un aniquilamiento; para vosotros, es una impartición de vida”. 7. Tienen el espíritu de fe En el versículo 13 Pablo declara: “Y teniendo el mismo espíritu de fe conforme a lo que está escrito: ‘Creí, por lo cual hablé’, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”. El “mismo espíritu” se refiere al mismo espíritu que se expresa en las palabras citadas de Salmos 116:10. En cuanto al espíritu del versículo 13, Alford declara: “No exclusivamente el Espíritu Santo; pero, por otro lado, no meramente una inclinación humana: el Espíritu Santo que mora en nosotros penetra y caracteriza a todo el hombre renovado”. Vincent declara: “Espíritu de fe: no exclusivamente el Espíritu Santo, ni tampoco, por otro lado, una facultad o inclinación humana, sino una mezcla de los dos”. Esto significa que este espíritu es la mezcla del Espíritu Santo con nuestro espíritu humano. Nosotros debemos ejercitar tal espíritu para creer y hablar, como lo hizo el salmista, lo que hemos experimentado del Señor, especialmente Su muerte y Su resurrección. La fe se halla en nuestro espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu Santo, y no en nuestra mente. Las dudas están en nuestra mente. Aquí la palabra “espíritu” indica que fue por medio del espíritu mezclado que los apóstoles llevaron una vida crucificado en resurrección para cumplir su ministerio. El versículo 14 dice: “Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará aprobados juntamente con vosotros”. Esto indica que los apóstoles se daban por muertos (1:9), porque siempre estaban entregados a muerte por causa del propósito del Señor. Habían puesto su única esperanza en el Dios que resucitó al Señor Jesús y que los resucitaría a ellos también. Ellos vivían con esta clase de fe. En el versículo 15, Pablo declara: “Porque todo es por vuestro bien, para que abundando la gracia por medio de la mayoría, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios”. Conforme al contexto, la gracia es Cristo mismo, quien vivía en los apóstoles como su vida y suministro de vida para capacitarles a llevar una vida crucificada a fin de que se manifestara la vida de resurrección y ellos llevaran a cabo su ministerio para el nuevo pacto de Dios. Al mismo tiempo que los apóstoles experimentaban el aniquilamiento, la vida era impartida a otros, y la gracia abundaba por medio de la mayoría. Como resultado de esto, abundaba también la acción de gracias. A Pablo no le importaban los sufrimientos, porque se daba cuenta de que al ser aniquilado él, la vida se impartía a otros y esta vida llegaría a ser la gracia para ellos. Como resultado de esto, todos darían gracias a Dios. Esta fue la vida que llevaron los apóstoles, una vida crucificada que manifestaba la vida de resurrección por el excelente poder del tesoro escondido en los vasos de barro. Tarde o temprano, todos nosotros seremos molidos. Seremos molidos entre la piedra de arriba y la piedra de abajo. En cuanto a esto, no tenemos alternativa, pues todos necesitamos ser molidos. Ser molidos así propicia que se manifieste la vida de resurrección. A los ojos de Dios, ciertamente ya recibimos la nueva constitución, pero aún necesitamos las pruebas que determinen a qué grado la hemos recibido, y también necesitamos ser molidos para que se forje en nosotros esta constitución de manera práctica y experimental. De hecho ya tenemos esta constitución, pero todavía necesitamos que se forje por completo en nosotros. Esto se lleva a cabo principalmente a través de la oposición que viene a nosotros y de la molienda que sufrimos a manos de nuestros seres queridos. Cada iglesia es un molino. Quizás a usted no le agrada la iglesia de su localidad y desee mudarse a otro lado. Si usted se muda para evitar el ser molido, descubrirá que en el lugar donde se traslade será molido todavía más. Por tanto, si usted se muda para evadir el ser molido, esté preparado para que lo muelan aún más. Esto no se puede evitar. Esto nos ha sido ordenado; éste es nuestro destino. ¡Alabado sea el Señor por la experiencia de ser molidos, porque ella propicia que la vida de resurrección sea manifestada! ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE ONCE LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (4) Lectura bíblica: 2 Co. 4:16-18 En este mensaje llegamos a los tres últimos versículos del capítulo cuatro, los versículos del 16 al 18. Estos versículos también están relacionados con la experiencia de llevar una vida crucificada para que se manifieste la vida de resurrección por medio del excelente poder del tesoro contenido en los vasos de barro. En los capítulos tres y cuatro vemos que primero los apóstoles recibieron al propio Dios como su constitución. Esta constitución está totalmente relacionada con su vivir y su conducta, en el sentido de que cada aspecto de su vivir y su comportamiento se basaba en esta constitución. Además, esta constitución les proporcionaba el suministro de vida así como el poder, la fuerza, las riquezas, la sabiduría e incluso el ministerio. Ellos ministraban lo que se había forjado en ellos. Los apóstoles no predicaron algo que simplemente había oído o que se les había enseñado. Lo que ministraban no era algo que sólo les había sido revelado en una visión. Al contrario, lo que predicaban, enseñaban y ministraban era lo que se había forjado en ellos. Los apóstoles eran personas de una nueva constitución habiendo sido reestructurados intrínsecamente. Por tanto, ellos ministraron lo que eran, lo que habían llegado a ser. Esto significa que su ser, el cual había recibido una nueva constitución, se convirtió en su ministerio. Los escritos de Pablo difieren mucho de los escritos cristianos de hoy. Los escritos de Pablo son un relato de su constitución, mientras que los escritos que se producen hoy en día giran esencialmente en torno a la teología, las doctrinas, las enseñanzas, las exposiciones y a las interpretaciones. De las catorce epístolas que escribió Pablo, los capítulos tres y cuatro de 2 Corintios son los más ricos en lo que respecta a la experiencia que él tuvo de Cristo. Estos capítulos presentan un relato exacto y precioso de la constitución espiritual de Pablo. Si queremos conocer la clase de persona que era Pablo como ministro del nuevo pacto, debemos dedicar mucho tiempo a estos dos capítulos, los cuales revelan la constitución espiritual de Pablo. El ministerio requiere constitución, y por esta razón, el hermano Nee nos dijo que se puede recibir un don inmediatamente, pero uno no puede tener un ministerio en poco tiempo. Se requiere años para que la nueva constitución sea forjada en uno, pues supone que debemos crecer y madurar. Todo lo relacionado con esta constitución es orgánico y proviene de la vida. Esta vida se experimenta por el Espíritu, quien es la máxima consumación del Dios procesado. Pablo era una persona en la cual Dios se había forjado. No es suficiente hablar de él como de un Dios-hombre, pues en realidad fue una persona que tenía a Dios forjado en su ser. Por tanto, el ministerio de Pablo fue su propio ser. Él predicaba y enseñaba lo que él era. Él ministraba a los demás su propio ser. Mientras Pablo ministraba de esta manera, Cristo era impartido a los demás, porque Pablo y Cristo habían llegado a ser uno. Pablo era uno con Cristo y Cristo se había forjado en él. El ministerio de Pablo consistía en ministrar al Cristo que se había forjado en su ser. Sin esta clase de ministerio, no se puede edificar apropiadamente la iglesia ni preparar adecuadamente a la novia. La Biblia indica que lo que Dios inició en el principio, se cumplirá. Además, Dios es un Dios de resurrección. Como tal, Su propósito no puede fallar, y Él no puede ser vencido. Por el contrario, todo estorbo y distracción demuestra Su inmutabilidad, demuestra que Él es el Dios inmutable. Él cumplirá lo que ha determinado. Al final Él cumplirá lo que se propuso al principio. En el Nuevo Testamento, Dios empezó con un grupo de ministros; Pablo se encontraba entre ellos. Al final, Dios tendrá también un grupo de ministros de esta misma clase. Aquí y allí alrededor del mundo, Él necesita ministros del nuevo pacto. Mi carga es que muchos entre nosotros lleguen a ser ministros del nuevo pacto. Espero que estos mensajes que tratan del ministerio y de los ministros del nuevo pacto tendrán un efecto perdurable en ustedes. Espero especialmente que los que toman la delantera, los colaboradores y todos los que tienen un corazón entregado al recobro del Señor aspiren a ser los ministros actuales del nuevo pacto. No solamente debemos ser personas que aman al Señor de una manera general, sino que también debemos desear ser ministros del Nuevo Testamento. Si éste es nuestro deseo, debemos entregarnos seriamente al Señor y permanecer en estos dos capítulos de 2 Corintios, orar, tener comunión al respecto y decirle al Señor que estamos dispuestos a abrirnos para que Él opere en nosotros. Debemos decirle que estamos dispuestos a ser quebrantados, molidos y a que Él forje una nueva constitución en nosotros; que estamos dispuestos a llevar una vida crucificada; que estamos dispuestos a renunciar a nosotros mismos, a negarnos a nosotros mismos con el fin de que los elementos del Dios Triuno procesado se forjen en nosotros diariamente; y que estamos dispuestos a ser el Pablo de hoy, no una persona grande o un creyente famoso, sino un hombre pequeño, un hombre crucificado, aun un nazareno. Jesús de Nazaret no procuró ser grande ni famoso. Por el contrario, Él era un grano de trigo que cayó en la tierra y murió. Así Jesús llegó a ser el primer ministro del nuevo pacto. Debemos seguir Su ejemplo y ser también ministros del nuevo pacto. En cuanto a esto, debemos acudir al Señor y orar a Él desesperadamente. C. Su hombre exterior se desgasta y su hombre interior se renueva de día en día 1. No se desanimaban En 4:16 Pablo declara: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. En este versículo, Pablo declara, como lo hace en 4:1: “No nos desanimamos”. Sucedieron muchas cosas que hubieran podido desilusionar y desanimar a Pablo y a sus colaboradores. Casi no había nada que fuera motivo de aliento; no obstante, ellos estaban en resurrección y no se desanimaron. En realidad, la resurrección requiere la muerte, el desaliento y la desilusión para manifestarse. Sin la muerte, ¿cómo podría manifestarse la vida de resurrección? La muerte permite que la resurrección se manifieste. Por tanto, al pasar por la muerte, los apóstoles no se desanimaron. A pesar de los numerosos acontecimientos desalentadores que se suscitaron, no se desanimaron. En el versículo 16 Pablo declara que nuestro hombre exterior se va desgastando. El hombre exterior se compone de nuestro cuerpo como su órgano físico y del alma como su vida y persona. El hombre interior consta del espíritu regenerado como su vida y persona, y del alma renovada como su órgano. En cuanto a la vida del alma, debemos negarnos a ella (Mt. 16:24-25), pero las funciones del alma, es decir, la mente, la parte emotiva y la voluntad, deben ser renovadas y elevadas al ser sometidas (2 Co. 10:4-5), con el fin de que el espíritu, es decir, la persona del hombre interior, pueda usarlas. La palabra griega traducida “desgastando” significa también consumiendo desmoronando, acabando. Por el efecto continuo de la muerte, o sea, por su operación, nuestro hombre exterior, es decir, nuestro cuerpo material con su alma, de la cual procede su vigor (1 Co. 15:44), se va consumiendo y desgastando. En el versículo 16, prefiero la palabra “consumir” en lugar de “desgastar”. La palabra desgastar implica que algo se desintegra por sí mismo sin ninguna intervención ajena. Aquí Pablo no quiere decir que los apóstoles se estaban desgastando. Según el contexto, ellos no iniciaron su aniquilamiento. Si ellos hubieran tomado la iniciativa en esto, entonces podríamos decir que se estaban desgastando. Pero puesto que la iniciativa que producía su aniquilamiento la tomaban los que los perseguían, las circunstancias y el entorno, es preferible decir que se iban consumiendo. Se iban acabando. El significado de la palabra griega incluye la idea de desgastar, consumir y acabarse. Los perseguidores y el entorno operaban en los apóstoles. No era una operación que los apóstoles se aplicaran a sí mismos. La acción de moler granos nunca la inicia los granos mismos; antes bien, quien la inicia es la persona que los muele. Los apóstoles no eran las personas que molían; más bien, ellos eran los que eran molidos. Su hombre exterior era consumido, destruido, acabado por la muerte. Los maestros de la Biblia tienen distintas interpretaciones y explicaciones acerca de la expresión “el hombre exterior”. Algunas personas de la línea de la vida interior consideran que el hombre exterior es el hombre anímico, el hombre natural, y piensan que el hombre espiritual, uno que vive en el espíritu, es el hombre interior. En 1 Corintios 2 y 3 Pablo sí habla del hombre espiritual, del hombre anímico y del hombre carnal. Una persona carnal es una que vive en la concupiscencia de su carne, mientras que una persona anímica es una que vive en el alma. Las personas anímicas son facciosas, es decir, en la vida de iglesia, tienen sus propias preferencias y gustos. Una persona espiritual, así como Pablo y los apóstoles, vive y anda en el espíritu. Según algunos maestros de la línea de la vida interior, o somos personas anímicas, quienes viven en el hombre exterior, o personas espirituales, quienes viven en el hombre interior. Según el contexto de 2 Corintios 4, el hombre exterior se refiere principalmente al cuerpo en el versículo 10 y a la carne mortal en el versículo 11. Estas expresiones se usan de modo intercambiable, porque nuestro cuerpo caído se ha convertido en la carne mortal. El hombre exterior del versículo 16 se refiere ciertamente a este cuerpo caído, a esta carne mortal; sin embargo, no es del todo exacto decir que el hombre exterior denota simplemente el cuerpo. Esta comprensión no es completa, porque el cuerpo por sí solo no puede ser un hombre, una persona. El cuerpo es simplemente un órgano. En 1 Corintios 15:44 Pablo habla de un cuerpo anímico, un cuerpo natural, que es animado por el alma, un cuerpo en el cual predomina el alma. Por tanto, el hombre exterior tiene el cuerpo como su órgano, y el alma como su vida y persona. Por consiguiente, el hombre exterior comprende el cuerpo y el alma. El cuerpo no es la persona; la persona es el alma, y el cuerpo es un órgano. Asimismo, el cuerpo no es la vida; la vida del hombre exterior es el alma. El alma es la persona y también la vida del hombre exterior. Sí, el cuerpo es una parte principal del hombre exterior, pero no deja de ser un simple órgano, dirigido, animado y usado por el alma. El hombre interior es nuestro espíritu regenerado, cuyo órgano es nuestra alma. El espíritu es la vida y la persona, y el alma renovada es el órgano. En cuanto a la vida del alma, la vida anímica, debemos negarnos a ella, mientras que las funciones del alma, a saber, la mente, la voluntad y la parte emotiva, deben ser renovadas. En la vida de iglesia experimentamos la renovación de la mente y su elevación. A medida que el Señor somete nuestra mente, ésta se renueva. Entonces puede ser usada por nuestro espíritu, el cual es la persona del hombre interior. El hombre exterior se va consumiendo; se va desgastando y va muriendo. Pero el hombre interior se va renovando de día en día. La acción de ser consumido implica una disminución, y el renovarse implica un aumento. Por tanto, nuestro hombre exterior va disminuyendo, y nuestro hombre interior va aumentando. Exteriormente mi cuerpo se está envejeciendo, pero mi hombre interior se vuelve cada vez más joven y más nuevo. Exteriormente todos nos estamos envejeciendo, pero interiormente nos estamos haciendo más nuevos. El hombre interior se va renovando al ser nutrido con el suministro fresco de la vida de resurrección. Mientras nuestro cuerpo mortal, nuestro hombre exterior, está siendo consumido por la operación de la muerte, nuestro hombre interior, es decir, nuestro espíritu regenerado, junto con las partes interiores de nuestro ser (Jer. 31:33; He. 8:10; Ro. 7:22, 25), de día en día está siendo renovado metabólicamente con el suministro de la vida de resurrección. Ser renovado es similar a recibir una nueva constitución. En ambos casos, se necesita cierto elemento. Para ser renovados, necesitamos que se nos añada cierto elemento. Este elemento renovador es el tesoro que está escondido en nosotros (v. 7). No obstante, no es suficiente simplemente que el tesoro esté en nuestro interior. Se necesita también que seamos aniquilados, destruidos, consumidos, molidos. Ésta es la razón por la cual interiormente tenemos el tesoro y exteriormente tenemos el entorno. Dios usa soberanamente nuestras circunstancias para colocarnos en medio de las piedras que nos muelen. Es imposible escapar de la mano de Dios. ¿Es usted maduro? ¿Ha sido usted quebrantado? Es posible que usted todavía recurra a su astucia para evadir el ser quebrantado y molido. Quizás nadie puede con usted. No obstante, los que se esfuerzan más por escapar del quebrantamiento son los que sufren más. Nuestro destino es ser consumidos. Hermanos, el Señor usará probablemente a su esposa para molerlo a usted. Él usa hasta la mejor esposa con este fin. El Señor, en Su soberanía, usa nuestro entorno para consumirnos. No piensen que necesitamos ser consumidos porque estamos mal; de hecho, es porque estamos bien que necesitamos ser consumidos. Cuanto más bien estemos, más consumidos debemos ser. Pablo era muy recto, y por eso mismo necesitaba ser consumido sobremanera. Sin embargo, esto no significa que usted debe hacer algo malo a propósito; si lo hace, tal vez sea castigado. Usted se preguntará qué debe hacer, ya que será consumido si está bien y castigado si está mal. La respuesta es que usted no debe hacer nada. Tarde o temprano, el Señor lo colocará en la piedra que muele. Nosotros amamos al Señor y por eso estamos dispuestos a ser molidos. Pero eso no significa que debemos colocarnos entre las piedras que muelen. Esto no sería ser molidos, sino cometer suicidio. Permitamos que en Su soberanía, el Señor nos muela. No es necesario hacer nada al respecto; esto sucederá espontáneamente. Cristo puede ser expresado en nuestro vivir y ministrado a los demás únicamente cuando nuestro hombre exterior es consumido. Este el camino que el Señor toma. Sólo de esta manera se ha de preparar la novia para Él. 2. La leve tribulación momentánea produce en ellos un eterno peso de gloria En el versículo 17, Pablo declara: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. La tribulación aquí se refiere a la obra aniquiladora, la operación, de la cruz. Literalmente, las palabras “cada vez más excelente” significan excesivamente, hasta el extremo. El eterno peso de gloria está en contraste con la leve tribulación momentánea. La gloria aquí es la expresión de Dios como vida de resurrección y está en contraste con la tribulación. La leve tribulación momentánea produce en nosotros un eterno peso de gloria. Este peso de gloria se convertirá en la belleza de la novia ataviada. 3. No miran las cosas que se ven y que son temporales, sino las cosas que no se ven y que son eternas El versículo 18 dice: “Por cuanto no miramos nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. Las cosas que se ven pertenecen a la tribulación momentánea, pero las cosas que no se ven pertenecen a la gloria eterna. A Pablo no le preocupaba la tribulación, el entorno, la pobreza, la oposición, la persecución ni el ser molido. Estas cosas, cosas que se ven, son temporales. A él le interesaban únicamente las cosas eternas. Él sabía que mientras estaba siendo molido, la tribulación producía algo de peso, algo hermoso y eterno. Así nosotros seremos ataviados como la novia radiante y hermosa dispuesta para Cristo a Su venida. En estos capítulos vemos a los ministros y su ministerio, y también vemos el resultado del ministerio. Aquí tenemos un retrato de los ministros del nuevo pacto y de su hermoso y maravilloso ministerio que edifica a la iglesia y embellece a la novia. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE DOCE LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (5) Lectura bíblica: 2 Co. 5:1-8 En 2 Corintios 5 se da continuidad a la descripción de los ministros del Nuevo Testamento. Esta descripción empezó en 3:12, con lo dicho en cuanto a la constitución intrínseca de los ministros. En el capítulo cuatro vemos la manera en que estos ministros se comportan (4:1-6), y en él también se presenta un relato acerca de su modo de vivir (4:7-18). Ellos estaban constituidos del Dios Triuno, se comportaban de tal manera que hacían resplandecer el evangelio de la gloria de Cristo y llevaban una vida crucificada que manifestaba la vida de resurrección. En 5:1-8 vemos otra característica: su anhelo por revestirse del cuerpo transfigurado. IV. ANHELAN SER REVESTIDOS DEL CUERPO TRANSFIGURADO Al mismo tiempo que los ministros del nuevo pacto se conducían conforme a su constitución interna y llevaban una vida crucificada con miras a manifestar la vida de resurrección, ellos anhelaban, deseaban, ser revestidos del cuerpo transfigurado e incluso aspiraban a ello. Esto significa que anhelaban la redención de su cuerpo. Su espíritu había sido regenerado, y su alma había sido renovada y transformada, pero todavía existía un problema relacionado con su cuerpo caído y mortal. Este cuerpo representaba una carga para ellos. Ellos suspiraban, gemían, bajo esta carga. Ellos no tenían ningún problema en su espíritu ni en su alma. En su alma se había forjado el elemento divino. Pero aun tenían un problema con el cuerpo mortal. En la salvación plena y completa que Dios efectúa, hay un asunto que se encarga de nuestro cuerpo mortal, a saber, la transfiguración. La transfiguración cambia nuestro cuerpo mortal en un cuerpo de gloria, como el cuerpo resucitado del Señor Jesús. Este aspecto de la salvación que Dios efectúa es muy prometedor; es la esperanza de gloria. Después de presentarnos un claro panorama de la manera en que el Dios Triuno se había forjado en los ministros del nuevo pacto y de cómo ellos se conducen con miras a que resplandezca el evangelio y cómo llevan una vida crucificada, Pablo habla del anhelo que ellos tienen de que su cuerpo caído sea redimido. Sin embargo, en esta epístola, Pablo no habla de la redención de nuestro cuerpo, expresión que usa en Romanos 8; más bien, él escoge otra palabra, una expresión un poco más profunda. A. Una morada eterna en los cielos que sustituya su morada-tabernáculo terrestre 1. Un edificio de parte de Dios En 2 Corintios 5:1 leemos: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una morada no hecha de manos, eterna, en los cielos”. La palabra “porque” indica que lo que sigue es una explicación de lo tratado en 4:13-18. En este capítulo, el apóstol nos describe cómo los apóstoles aspiraban a la redención de sus cuerpos (Ro. 8:23), y habla de su ambición y su determinación de agradar al Señor (2 Co. 5:9-15) y de la comisión que habían recibido del Señor con relación a Su nueva creación (vs. 16-21). A ellos les interesaban las cosas que no se ven, y no las cosas que se ven. La palabra “terrestre” del versículo 1 no significa hecho de tierra, sino que está en la tierra. La palabra “tabernáculo” indica que nuestro cuerpo físico, en el cual mora nuestra persona, no sólo nos es necesario para nuestra existencia, sino también para la adoración que rendimos a Dios (véase 1 Co. 6:19). La palabra “edificio” denota un edificio que tiene un fundamento, en contraste con el tabernáculo, el cual no tenía fundamento. Este edificio es de Dios, procede de Dios, es una “morada”, la cual es nuestro cuerpo espiritual (1 Co. 15:44). En contraste con lo que está en la tierra, se trata de una casa en los cielos. La expresión “morada-tabernáculo” no es nada común. Nuestro cuerpo es una morada y también un tabernáculo. La palabra tabernáculo indica que la morada es temporal. No es un edificio con fundamentos, sino un tabernáculo similar al que se erigió en el desierto. Como lo indica Pablo, un día esta morada-tabernáculo, se deshará. Aquí Pablo no dice simplemente que nuestro cuerpo morirá; más bien, habla de que la moradatabernáculo terrestre se deshará. Cuando esto suceda, tendremos un edificio de parte de Dios, y no otro tabernáculo. Este edificio será sólido y tendrá fundamentos. Además, esta morada no es los cielos, sino que está en los cielos, en contraste con estar en la tierra. Este edificio será nuestro cuerpo resucitado y transfigurado, el cuerpo espiritual mencionado en 1 Corintios 15. Ahora nuestro cuerpo es un cuerpo anímico, pero un día será transfigurado en un cuerpo espiritual. Como cuerpo anímico, es animado ahora por el alma, pero cuando llegue a ser un cuerpo espiritual, será dirigido por el espíritu. Dicho edificio se convertirá en nuestra morada, una morada hecha no con manos humanas, sino que proviene de Dios, una morada en los cielos. En el versículo 2 Pablo dice: “Y en este tabernáculo también gemimos, deseando ser revestidos de nuestra habitación celestial”. “Ser revestidos” significa ser transfigurados y conformados al cuerpo de la gloria de Cristo. Los apóstoles anhelaban esto. Nuestra morada, la cual es del cielo, o que procede del cielo, alude a la morada en los cielos del versículo 1. En nuestro espíritu nos regocijamos, y en nuestro cuerpo gemimos. Si desea regocijarse, entre a su espíritu. Pero si quiere gemir o suspirar, permanezca en el cuerpo. Como dice Pablo, en el cuerpo, gemimos, deseando ser revestidos de nuestra habitación celestial. Puesto que todavía no tenemos la experiencia de ser revestidos de esta manera, no podemos hablar mucho de ello. Sabemos qué es regocijarnos en el espíritu y gemir en el cuerpo, pero no sabemos lo que significa ser revestidos del cuerpo resucitado, espiritual y celestial. Sin embargo, según lo que se profetiza en el Nuevo Testamento, un día seremos revestidos de ese cuerpo. Éste es uno de los legados del Nuevo Testamento. Tengo la plena confianza de que esto sucederá y lo estoy esperando. 2. No ser hallados desnudos El versículo 3 dice: “Para que, estando así vestidos, no seamos hallados desnudos”. Estar desnudos significa carecer del cuerpo. Una persona que ha muerto, habiendo sido separada del cuerpo, está desnuda, o sea, no tiene el cuerpo que la cubre delante de Dios. Los apóstoles esperaban ser transfigurados en su cuerpo, esto es, ser revestidos de un cuerpo espiritual para encontrarse con el Señor antes de morir y ser separados del cuerpo, a fin de no ser hallados desnudos. Muchos cristianos piensan que una vez que muere uno que ha creído en Cristo, se irá al cielo. Si esto es cierto, entonces en el cielo hay una gran cantidad de personas desnudas, porque los que han muerto, están separados de su cuerpo. Pero Dios no permitirá que personas desnudas entren en Su presencia. El Antiguo Testamento dice que una persona indebidamente vestida no puede entrar en la presencia de Dios. Los sacerdotes, particularmente, tenían que llevar un vestido largo, lo cual era un tipo de la realidad. Si deseamos estar en la presencia de Dios, no podemos encontrarnos desnudos, es decir, no podemos separarnos de nuestro cuerpo. Cuando Pablo dice que no quería ser hallado desnudo, eso significa que él no quería morir. Morir equivale a estar desnudo. El deseo de Pablo era ser revestido y así no ser hallado desnudo. Por supuesto, una vez transfigurados nuestros cuerpos, ninguno de nosotros será hallado desnudo; más bien, viviremos eternamente. El punto importante es que en el versículo 3, estar desnudo significa morir. 3. Gimen abrumados En el versículo 4 Pablo dice: “Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos abrumados; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida”. “Abrumados” aquí significa agobiados, deprimidos, oprimidos. Los apóstoles gemían en su deseo de no ser desnudados, separados del cuerpo, es decir, en su deseo de no morir sino de revestirse, de ponerse del cuerpo espiritual. Esto es lo que significa el que nuestro cuerpo sea transfigurado (Fil. 3:21), que sea redimido (Ro. 8:23). En el versículo 4, “lo mortal” denota nuestro cuerpo mortal (2 Co. 4:11; Ro. 8:11; 1 Co. 15:53). El que nuestro cuerpo mortal sea “absorbido por la vida” significa que es transfigurado al absorber la vida de resurrección la muerte que está en nuestro cuerpo mortal (1 Co. 15:54). Nuestro cuerpo caído y mortal representa una gran carga para nosotros. Bajo el peso de esta carga, gemimos, no por encontrarnos desvestidos o hallarnos desnudos, sino por desear ser revestidos de un cuerpo transfigurado. Pablo no quería morir, pero sí anhelaba ser arrebatado. Él quería ser revestido del cuerpo espiritual, es decir, quería que su cuerpo fuera transfigurado; pues entonces lo mortal sería absorbido por la vida. Cuando seamos arrebatados, transfigurados y revestidos del cuerpo celestial, espiritual y resucitado, lo mortal será absorbido por la vida. Éste era el anhelo de Pablo, pero la mayoría de nosotros todavía no hemos llegado a esta etapa en nuestra vida cristiana. Por el contrario, es posible que los jóvenes prefieran permanecer en la tierra. Sin embargo, aquellos que son mayores desean ser arrebatados. 4. Dios nos hizo para esto mismo El versículo 5 dice: “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado en arras el Espíritu”. La palabra griega traducida “hizo” también puede ser traducida elaboró, formó, preparó, dispuso. Dios nos hizo, nos elaboró, nos formó, nos preparó, nos dispuso con el propósito de que nuestro cuerpo mortal sea absorbido por la vida de resurrección. De esta manera, todo nuestro ser será saturado de Cristo. Dios nos ha dado el Espíritu para que sea las arras, la prenda, el anticipo, la garantía, de esta parte maravillosa de Su salvación completa, la cual Él ha preparado para nosotros en Cristo. ¿De qué manera nos preparó Dios? Primero, Él mismo se sembró en nuestro ser. Esto lo indica la parábola del sembrador presentado en Mateo 13. El Señor Jesús vino como sembrador para sembrarse a Sí mismo en nosotros. Nuestro corazón es la tierra donde Cristo ha de crecer. Un día, Cristo crecerá en nosotros y saturará todo nuestro ser. Esta es la preparación necesaria para que Cristo sature nuestro cuerpo. Por una parte, cuando seamos transfigurados, seremos revestidos de un cuerpo espiritual exteriormente. Por otra parte, el ser transfigurados significa que el Cristo que mora en nosotros satura nuestro cuerpo y absorbe el elemento de muerte que hay en él. Cristo se sembró en nuestro espíritu y en nuestro corazón, y ahora Él satura nuestra alma. Un día Él se extenderá del alma al cuerpo y saturará el cuerpo. Cuando nuestro cuerpo sea plenamente saturado, llegará a ser un nuevo cuerpo, un nuevo edificio, con el cual seremos revestidos. Según el versículo 5, Dios, que nos hizo para esto mismo, nos ha dado las arras del Espíritu. El Espíritu es la garantía de que Dios cumplirá esto. El Espíritu es Cristo, y Cristo es la corporificación de Dios. De hecho, Dios mismo ha entrado en nuestro ser como garantía de que Él cambiará nuestro cuerpo y que seremos totalmente conformados a Cristo en resurrección. B. El cuerpo es su domicilio En el versículo 6, Pablo dice además: “Así que estando siempre llenos de buen ánimo, y sabiendo que mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos en tierra extranjera lejos del Señor”. Nuestro cuerpo está en la esfera material; el Señor está en la esfera espiritual. En este sentido, estamos ausentes del Señor cuando estamos presentes en nuestro cuerpo. El versículo 7 dice: “(Porque por fe andamos, no por vista)”. La vista alude a las cosas que se ven. Los apóstoles regulan sus vidas y andan por fe, como se menciona en Hebreos 11, y no por las cosas que se ven. De esta manera se dan cuenta de que mientras están en su cuerpo físico, están ausentes del Señor. Esto corresponde a lo dicho en 4:18. Hoy casi toda la humanidad anda por vista. Los médicos, los científicos y los profesores son los primeros en andar por lo que ven. Cuando hablamos de un edificio en los cielos, un edificio eterno hecho por Dios, consideran esto una insensatez. Pero un día se comprobará que ellos están equivocados al dudar de esta verdad y que nosotros tenemos razón al creerla. Tendremos un cuerpo celestial. Y hasta el día en que seamos transfigurados, andaremos por fe, no por vista, no por lo que vemos. En el versículo 8, Pablo declara: “Estamos, pues, llenos de buen ánimo, y preferiríamos más bien estar fuera del cuerpo, y habitar con el Señor”. Estar fuera del cuerpo significa morir, es decir, estar fuera de la esfera material y estar con el Señor en la esfera espiritual. Los apóstoles, quienes siempre son perseguidos a muerte (1:8-9; 4:11; 11:23; 1 Co. 15:31), prefieren morir para ser librados del cuerpo que los encierra, a fin de habitar con el Señor en una esfera mejor (Fil. 1:23). Mientras los apóstoles vivían conforme a su constitución espiritual para hacer resplandecer la gloria del evangelio, y mientras llevaban una vida crucificada, anhelaban continuamente ser revestidos de un cuerpo celestial. Deseaban ser arrebatados, ser transfigurados. Esto es una descripción de los ministros del nuevo pacto. Ellos son personas que no pertenecen a la tierra; más bien, ellos pertenecen a otra esfera y viven en ella. Aunque se encuentran en la tierra, aspiran a estar en otra esfera. Su deseo es ser revestidos de otro cuerpo y estar en otra morada con el Señor. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TRECE LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (6) Lectura bíblica: 2 Co. 5:9-15 En los capítulos tres y cuatro, Pablo habla de los requisitos que uno tiene que cumplir para ser ministro del Nuevo Testamento. El primero es que el Dios Triuno se forje en uno hasta llegar a ser su propia constitución. Este requisito es fundamental. Llegamos a ser competentes, suficientes, equipados y aptos para ser ministros del nuevo pacto al permitir que se forje plenamente en nosotros el Dios Triuno, quien ahora es el Espíritu vivificante todo-inclusivo. Al forjarse en uno esta persona maravillosa, la eficacia de la muerte todo-inclusiva de Cristo opera en él poniéndole fin a la vieja creación y aniquilando la carne y la vida natural. La constitución forjada en los apóstoles contiene varios factores o elementos, los cuales son tipificados por las especias usadas para preparar el ungüento de Éxodo 30. Uno de estos factores es la eficacia de la muerte de Cristo. A diario este elemento, este factor, opera en los apóstoles. Por esta razón, en su diario vivir no hay nada que pertenezca a la vieja creación: no está el yo, la carne, ni la vida natural. Este elemento aniquilador se puede comparar a un antibiótico usado para eliminar microbios. Además del factor que pone fin a la vieja creación, existe otro factor, un factor positivo, a saber, el factor de la resurrección. Este ingrediente no solamente incluye la divinidad, sino también la humanidad resucitada y elevada de Cristo. El propio Cristo resucitado es la resurrección. El Espíritu vivificante y todo-inclusivo es el Dios procesado. El Dios procesado como Espíritu vivificante incluye la divinidad, la humanidad, la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Por tanto, el hecho de que el Dios Triuno se forje en nosotros hasta ser nuestra propia constitución es muy importante. Dios se procesó y nosotros hemos recibido un nuevo elemento constitutivo. Dios se procesó por medio de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Hoy en día, el Cristo resucitado es también el Cristo ascendido, el Cristo exaltado y entronizado. Una persona puede recibir el beneficio de la medicina sin conocer todos los ingredientes que ella contiene. Asimismo, aunque ayuda conocer todos los elementos del Espíritu vivificante todo-inclusivo, podemos beneficiarnos de estos ingredientes aun cuando no los conozcamos. Sencillamente debemos tomar la “dosis” del Espíritu. Entonces los elementos de la muerte y la resurrección operarán dentro de nosotros. A medida que la resurrección opera en nosotros, llegamos a ser celestiales, somos fortalecidos y recibimos autoridad. El ingrediente de la resurrección a menudo actúa en nosotros aun cuando no estamos conscientes de ello. Esto se compara a la manera en que un antibiótico ejerce su acción en nuestro organismo aunque no nos demos cuenta de ello. Ahora mismo el ingrediente de la resurrección está operando en nosotros. Pablo, en cuanto a su vivir, poseía la humanidad más elevada. De hecho, su humanidad era una expresión del vivir humano de Jesús. La vida de Jesús se había forjado en él, y por tanto, él era un a ser humano apropiado, es decir, llegó a expresar la humanidad de Jesús. Cuando lleguemos a los demás capítulos de este libro, veremos cuán extraordinaria era la humanidad de Pablo. Hemos señalado que el requisito fundamental que un ministro del nuevo pacto tiene que cumplir es que en él sea forjado el Dios Triuno procesado hasta que Él mismo haya llegado a ser la propia constitución de dicho ministro. La constitución es la base, el fundamento, de los requisitos que tiene que cumplir. Hoy nosotros también necesitamos este fundamento. Para hacer o aprender cualquier cosa, necesitamos una base. Si deseamos ser ministros del nuevo pacto, debe haber en nosotros la debida constitución como requisito fundamental. El segundo requisito que los ministros del nuevo pacto tienen que cumplir es que ellos se conduzcan de manera que hace resplandecer el evangelio. Su conducta y comportamiento son productos de su constitución. Debido a que poseen cierta constitución, llevan una vida que manifiesta la verdad y que irradia la gloria del evangelio. Los apóstoles no necesitaban hacer nada para resplandecer. No; sin estar conscientes y sin proponérselo, sencillamente por la manera en que vivían, se producía un resplandor que surgía de su ser. Su constitución llegó a ser su resplandor. Por ejemplo, el carbón no puede resplandecer, pero una moneda de oro sí resplandece. Existe una diferencia de constitución entre el carbón y el oro. Los apóstoles, debido a su constitución, irradiaban la gloria del evangelio. No necesitaban predicar, porque su ser resplandecía. Debido a que este resplandor provenía de su ser, de su propia constitución, la manera en que se conducían no era una actuación. Hoy en día, las personas a menudo se conducen según la ocasión. Esta conducta es una actuación. Por ejemplo, en algunas ocasiones tal vez se conducen con orgullo, como si fuesen dignatarios, y en otras, se conducen humildemente como si fueran subalternos. Todo esto es una actuación. Pero los que están capacitados como ministros del nuevo pacto no se comportan de esta manera. Por el contrario, su comportamiento, basado en su constitución interna, es genuino. Éste es el segundo requisito que un ministro del nuevo pacto tiene que cumplir. Aspiro a seguir el ejemplo de Pablo. Por la misericordia del Señor, no quiero llevar a cabo ninguna actuación; deseo que mi comportamiento emane de mi constitución. Tercero, los apóstoles llevaban una vida crucificada. Ellos eran molidos diariamente. Así como Jesús de Nazaret llevó una vida crucificada, los apóstoles también llevaban esa clase de vida. El Señor Jesús fue crucificado durante toda Su vida. Él llevó una vida crucificada desde que nació en el pesebre. Luego, a lo largo de Sus años, se le crucificó continuamente. A Él se le puso en el molino, se le aniquiló, se le dio muerte. Pero este aniquilamiento le brindó la oportunidad de manifestar la vida de resurrección que estaba dentro de Él. Antes de que Cristo fuera clavado en la cruz, ya había llevado una vida crucificada. Asimismo, antes de que fuera resucitado, la vida de resurrección ya se había manifestado en Él. Los apóstoles, al llevar a cabo su ministerio, por una parte eran cautivos en el desfile triunfal del Señor, y por otra, eran personas crucificadas, personas que llevaban a diario una vida crucificada. A ellos les daban muerte, los crucificaban, no sólo los opositores, sino también los creyentes. Al leer el libro de 1 Corintios podemos ver que los creyentes corintios ponían en la cruz a los apóstoles. Ésta fue la razón por la cual Pablo dijo: “Cada día muero” (1 Co. 15:31). A diario se le daba muerte. Esto es llevar una vida crucificada con miras a manifestar la vida de resurrección y a la verdad de todo lo que ministraban los apóstoles a los demás. Los apóstoles eran molidos, y a consecuencia de esto, su hombre exterior era consumido. Sin embargo, al mismo tiempo eran renovados en el hombre interior. El Dios Triuno se había forjado en ellos de modo que Él mismo llegó a ser la constitución de ellos, ellos se conducían según esta constitución con miras a hacer resplandecer la gloria del evangelio, y llevaban una vida crucificada que consumía su hombre exterior y renovaba su hombre interior. Éstos eran los requisitos que tenían que cumplir para ser ministros del nuevo pacto. Espero que estos asuntos dejen una profunda impresión no sólo en los que llevan la delantera en las iglesias, sino también en todos los santos, incluyendo a los jóvenes. No piensen que son demasiado jóvenes como para experimentar estas cosas. Sí, hice notar que se necesitan muchos años para que el Señor se forje en uno, pero también es cierto que el Señor puede usar aun a los que son jóvenes. Puedo testificar que al poco tiempo de ser salvo, el Señor empezó a usarme, pues yo tenía cierta medida de constitución divina. Esta constitución es la base, el fundamento, para que el Señor nos use como ministros del nuevo pacto. Esta constitución afecta nuestro comportamiento. Cuando fui salvo, se produjo un cambio en mi constitución interior, y espontáneamente comencé a comportarme según esa constitución. Aunque nunca me enseñaron a llevar una vida crucificada, empecé automáticamente a llevar esa clase de vida. Como resultado, temprano en mi vida cristiana llegué a ser un pequeño ministro del nuevo pacto. Ser ministro del nuevo pacto es algo gradual. Todos podemos ser ministros del nuevo pacto, mientras tengamos la debida constitución y nos conduzcamos conforme a ella y llevemos una vida crucificada con los elementos de la resurrección y la ascensión. Entonces, todos nosotros, hermanos y hermanas, podremos ser usados por el Señor como pequeños ministros del nuevo pacto. Al final del capítulo cuatro, vemos que Pablo ha enumerado plenamente las aptitudes de los ministros del Nuevo Testamento. En 5:1 él expresa su aspiración, su deseo y anhelo, de ser arrebatado. Pablo era una persona madura y, como tal, él estaba listo para ser arrebatado. Era como el trigo maduro que está listo para la cosecha. Este trigo es dorado, ya no es verde, y por tanto, está listo para ser cosechado. Esta manera de entender el arrebatamiento difiere mucho de las doctrinas “azucaradas” de hoy en día. D. M. Panton señaló en una ocasión que los predicadores de hoy a menudo regalan a la gente “boletos de admisión” que no serán aceptados por los que están a la “puerta” vigilando quién entra. Sí, tal vez usted posea un “boleto”, pero un día se descubrirá que dicho “boleto” no es válido, que es inaceptable. A los cristianos de hoy les dan “boletos” que, según ellos, les garantizan ser arrebatados. Pero un día se darán cuenta de que han sido engañados. El arrebatamiento depende de la madurez. ¿Qué agricultor cosecharía granos que todavía están tiernos y verdes? Ningún agricultor haría eso. Por el contrario, él permitiría que esos granos tiernos permanezcan en el campo y crezcan hasta que estén listos para la cosecha. Pablo era una persona madura en Cristo, madura en vida. Por tanto, él ciertamente estaba listo para ser arrebatado. Sin embargo, en la época de Pablo no muchos creyentes habían alcanzado la madurez. Por esta razón, no se pudo segar la cosecha. Aun después de mil novecientos años, el Señor Jesús aún no ha venido. Este retraso obedece a que no muchos han madurado en vida. Muchos creyentes no tienen el deseo ni el anhelo sincero de ser arrebatados. Esta falta de deseo se debe a que ellos no están maduros. Por ejemplo, los niños sólo desean jugar y divertirse; pero al crecer y madurar, desean graduarse de la escuela, tener un buen trabajo, casarse y criar una familia. El deseo siempre va relacionado con la madurez. Un niño tiene deseos sencillos porque carece de crecimiento y obviamente de madurez. Pero cuanto más crezcamos y maduremos, más profundos y más elevados serán nuestros deseos. Si usted afirma tener el deseo de ser arrebatado, de ser revestido de un edificio celestial, debe pasar por 2 Corintios 4. Únicamente hasta después de experimentar este capítulo, podremos tener ese deseo. De lo contrario, seremos como niños de kinder que afirman tener el deseo de graduarse de la universidad. En 5:1, Pablo habla de “nuestra morada terrestre, este tabernáculo”, una expresión muy particular. En la Biblia, la palabra tabernáculo es una expresión especial que alude a la morada de Dios. El hecho de que Pablo usara esta palabra en 5:1 indica que nuestra morada es también la morada de Dios. Además, este tabernáculo no es solamente una morada para Dios y nosotros, sino que también es un lugar donde adoramos a Dios. Hoy nuestro cuerpo físico es un tabernáculo, un templo. Nuestro cuerpo físico, en el cual mora nuestra persona, no sólo nos sirve para vivir, sino también para adorar a Dios. Ésta es la razón por la cual Pablo se refiere a nuestro cuerpo como “nuestra morada terrestre, este tabernáculo”. El pensamiento de Pablo es profundo y está plenamente saturado de Dios. El ciertamente era maduro; por eso anhelaba ser arrebatado. No deseaba estar desnudo, sino ser revestido de un cuerpo transfigurado. Cuando usted sienta ese anhelo, esa aspiración, entonces será un creyente maduro, un creyente listo para ser arrebatado, para ser cosechado. V. TIENEN POR META AGRADAR AL SEÑOR AL VIVIR PARA ÉL A. Su empeño Nosotros, además de desear ser arrebatados, debemos empeñarnos por agradar al Señor. Pablo habla de esto en el versículo 9: “Por tanto nos empeñamos también, sea en este domicilio o fuera de él, en conseguir el honor de serle agradables”. Después de que Pablo describió, en 5:1-8, su anhelo de ser revestido del cuerpo transfigurado, él habla de su empeño de agradar al Señor al vivirlo a Él (5:9-15). En el versículo 9, la expresión “nos empeñamos” significa tener celo con una meta firme, esforzarnos con diligencia para agradar al Señor. Éste fue el empeño de Pablo, sea “en este domicilio o fuera de él”. Las expresiones “en este domicilio” y “fuera de él” significan vivir y así permanecer en el cuerpo, o morir y así estar con el Señor. En el versículo 9, Pablo parece decir: “Mi empeño es agradar al Señor. Ya estoy maduro y listo para ser arrebatado. No me queda más por hacer; pero mientras espero, mi corazón anhela una sola cosa: agradar a mi Señor. No tengo ningún otro empeño, propósito o meta. Mi único empeño es complacer al Señor al vivir para Él”. ¿Por qué Pablo en el pasaje 5:9-15 habla de vivir para el Señor y no de vivir por Él, dedicado a Él, o con Él? Para contestar esta pregunta, nos ayudaría leer Gálatas 2:19, donde dice: “Porque yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios”. Aunque es difícil definir la expresión “vivir para Dios”, ella tiene muchas implicaciones. En Gálatas 2:19 Pablo declara que él vive para Dios, no para la ley. Si vivimos para la ley, esto significa que estamos bajo la ley, que somos dirigidos y gobernados por la ley, y que tenemos la responsabilidad de cumplir la ley, pero si vivimos para Dios o para el Señor, esto significa que estamos bajo la dirección y el control del Señor y que queremos cumplir con Sus requisitos, satisfacer Sus deseos y llevar a su consumación lo que Él ha propuesto. En 5:15 Pablo declara: “Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado”. Las personas del mundo viven para sí, pero en cuanto a nosotros, el amor de Cristo nos constriñe a vivir para Él y no para nosotros mismos. Vivir para nosotros significa que estamos bajo nuestro propio control, dirección y gobierno, y que lo único que nos interesa es nuestros objetivos y metas. Esto no sólo es vivir dedicados a nosotros mismos, sino para nosotros mismos. Pero los apóstoles, que eran maduros y que estaban listos para ser arrebatados, se empeñaban únicamente en agradar al Señor al vivir para Él. Ellos se sometían absolutamente al Señor; eran dirigidos, controlados y gobernados por Él. Todo lo que hacían tenía como fin cumplir el propósito y deseo del Señor. Por ser personas así, no vivían para la ley, para sí mismos, ni para nada que no fuese el Señor mismo. Los que trabajan para cierta empresa tal vez viven para ella con el fin de obtener un ascenso. En todo lo que hacen, se preguntan qué pensará de ellos su jefe. Por lo tanto, con relación a su conducta, a su forma de vestir y a la manera en que se cortan el pelo, viven para la empresa. Incluso cuando escogen un nuevo par de zapatos viven para su empresa. Al hacer esto, su objetivo es agradar al jefe con miras a recibir un ascenso. Sin lugar a dudas, un empleado que vive para la empresa avanzará y tendrá éxito. Del mismo modo, un pastor de cierta congregación tal vez viva para esa congregación. Todo lo que hace, incluyendo la manera de vestirse, lo hace para esa iglesia. Se da cuenta de que si no vive en todo sentido para los miembros de esa iglesia, lo podrían despedir de la posición de pastor. Pablo no vivía para sí ni para nada que no fuera su Amo, Cristo. Él siempre se ejercitaba para hacer lo que agradaba al Señor. Él era muy diferente de los rabinos que vivían para la ley y lo hacían todo con miras a la ley. Como una persona madura y lista para ser arrebatada, la única meta de Pablo era agradar a su Amo, la persona cuya venida él esperaba. Pablo procuraba agradar al Señor, no llevando a cabo una obra, sino viviendo para Él en todos los aspectos de su vida diaria. Asimismo, nosotros hoy en día no debemos agradarnos a nosotros mismos, sino procurar serle agradables al Señor al vivir para Él. Todo lo que hagamos, debemos hacerlo para Él. Éste es el asunto vital en este pasaje de 2 Corintios 5. Como hice notar, hay empleados que viven para sus empresas. Ahora quisiera ilustrar lo que es vivir para Cristo usando la experiencia de algunas mujeres que viven para sus maridos con el deseo de agradarlos. En todo lo que dicen y hacen toman en cuenta a sus maridos. Toda esposa que viva para su marido de esta manera ciertamente lo agradará. La manera de complacer a otros es vivir para ellos. En 1934 visité a algunos creyentes en el sur de China. El amor que sentían por mí los llevó a preparar cierta clase de pan. Aunque de hecho, hubiera preferido un simple tazón de arroz, porque los chinos del sur no sabían preparar adecuadamente esa clase de pan. No obstante, fui constreñido por ellos a comer el pan que habían preparado. Ellos hicieron algo por mí, mas no lo que a mí me agradaba. Uso esto como ejemplo del hecho de que muchos cristianos que aman al Señor no viven para el Señor; antes bien, viven para sí mismos. Ellos son diferentes a Pablo, cuyo empeño consistía en complacer a su Amo, no al obrar para el Señor, sino viviendo para Él. En el versículo 10 Pablo dice: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas por medio del cuerpo, según lo que haya practicado, sea bueno o sea malo”. La palabra “porque” explica el motivo del empeño mencionado en el versículo 9. El tribunal es el lugar donde Cristo juzgará a Sus creyentes a Su regreso, no con respecto a la salvación eterna de ellos, sino a su recompensa dispensacional (1 Co. 4:4-5; 3:13-15). La palabra “reciba” es una palabra técnica que significa recibir salario (Alford). Mientras todavía residamos en nuestro domicilio, el cuerpo, debemos hacer lo que agrada al Señor, para que seamos recompensados por el Señor cuando venga. En el versículo 11 Pablo añade: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias”. La frase “conociendo, pues el temor del Señor” significa estar conscientes de temer al Señor. La palabra “pues” indica que estar así conscientes se debe al tribunal de Cristo mencionado en el versículo 10. Además, el temor del Señor, como lo menciona este versículo, no se refiere a que el Señor nos infunda temor, sino a que nosotros le tememos a Él. Los apóstoles, conscientes de que debían temer al Señor, persuadieron a los hombres con respecto a su integridad, en cuanto a la clase de hombres que eran para con Dios y para con el hombre. No necesitaban persuadir a Dios, porque para Dios ya era manifiesto lo que eran; no obstante, los apóstoles esperaban que esto también fuera manifiesto en la conciencia de los creyentes. El versículo 12 dice además: “No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón”. La expresión “con qué” denota tener palabras con las cuales responder a los que se glorían. Literalmente, la palabra griega traducida “apariencias” es rostros, una referencia a la apariencia de los judaizantes. El corazón es donde se encuentran la sinceridad y la realidad de las virtudes. El versículo 13 dice: “Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros”. Estar locos para Dios significa estar enloquecidos, como necios, para la gloria de Dios (Hch. 26:24-25). El éxtasis del apóstol no era un frenesí de locura; era un éxtasis para Dios y con Dios para Su gloria. Aquí ser cuerdos significa tener dominio propio en amor, para el bien de otros. B. El amor de Cristo los constriñe a vivir para Él En el versículo 14 Pablo explica: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron”. El amor de Cristo para con nosotros se manifestó en la cruz al morir Él por nosotros (Gá. 2:20). Este amor nos constriñe. La palabra constreñir literalmente significa presionar por todos lados, mantener para un solo fin, limitar por fuerza, confinar dentro de ciertos límites con miras a un solo objetivo, encerrar en una sola línea y con un solo fin, como en un sendero estrecho y amurallado. (La misma palabra griega se usa en Lc. 4:38; 12:50; Hch. 18:5; Fil. 1:23). De esta manera los apóstoles eran constreñidos por el amor de Cristo a vivir para Él. La expresión “habiendo juzgado así” significa habiendo llegado a la conclusión, (probablemente en el momento de su conversión). Pablo concluyó que puesto que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron. La muerte de Cristo, sufrida por amor, era el factor motivador que constriñó a los apóstoles a llevar una vida de amor para Él. Puesto que Cristo murió como nuestro sustituto, sufriendo la sentencia de muerte por todos nosotros, a los ojos de Dios todos morimos. Así que, no tenemos que morir como está establecido para los hombres, o sea, morir y después de esto, el juicio (He. 9:27). Como hicimos notar, Cristo murió por todos nosotros para que ya no vivamos para nosotros, sino para Él. La muerte de Cristo no sólo nos salva de la muerte a fin de que ya no muramos, sino que también hace posible, por medio de Su resurrección, que ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Él. V. TIENEN POR META AGRADAR AL SEÑOR AL VIVIR PARA ÉL A. Su empeño Nosotros, además de desear ser arrebatados, debemos empeñarnos por agradar al Señor. Pablo habla de esto en el versículo 9: “Por tanto nos empeñamos también, sea en este domicilio o fuera de él, en conseguir el honor de serle agradables”. Después de que Pablo describió, en 5:1-8, su anhelo de ser revestido del cuerpo transfigurado, él habla de su empeño de agradar al Señor al vivirlo a Él (5:9-15). En el versículo 9, la expresión “nos empeñamos” significa tener celo con una meta firme, esforzarnos con diligencia para agradar al Señor. Éste fue el empeño de Pablo, sea “en este domicilio o fuera de él”. Las expresiones “en este domicilio” y “fuera de él” significan vivir y así permanecer en el cuerpo, o morir y así estar con el Señor. En el versículo 9, Pablo parece decir: “Mi empeño es agradar al Señor. Ya estoy maduro y listo para ser arrebatado. No me queda más por hacer; pero mientras espero, mi corazón anhela una sola cosa: agradar a mi Señor. No tengo ningún otro empeño, propósito o meta. Mi único empeño es complacer al Señor al vivir para Él”. ¿Por qué Pablo en el pasaje 5:9-15 habla de vivir para el Señor y no de vivir por Él, dedicado a Él, o con Él? Para contestar esta pregunta, nos ayudaría leer Gálatas 2:19, donde dice: “Porque yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios”. Aunque es difícil definir la expresión “vivir para Dios”, ella tiene muchas implicaciones. En Gálatas 2:19 Pablo declara que él vive para Dios, no para la ley. Si vivimos para la ley, esto significa que estamos bajo la ley, que somos dirigidos y gobernados por la ley, y que tenemos la responsabilidad de cumplir la ley, pero si vivimos para Dios o para el Señor, esto significa que estamos bajo la dirección y el control del Señor y que queremos cumplir con Sus requisitos, satisfacer Sus deseos y llevar a su consumación lo que Él ha propuesto. En 5:15 Pablo declara: “Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado”. Las personas del mundo viven para sí, pero en cuanto a nosotros, el amor de Cristo nos constriñe a vivir para Él y no para nosotros mismos. Vivir para nosotros significa que estamos bajo nuestro propio control, dirección y gobierno, y que lo único que nos interesa es nuestros objetivos y metas. Esto no sólo es vivir dedicados a nosotros mismos, sino para nosotros mismos. Pero los apóstoles, que eran maduros y que estaban listos para ser arrebatados, se empeñaban únicamente en agradar al Señor al vivir para Él. Ellos se sometían absolutamente al Señor; eran dirigidos, controlados y gobernados por Él. Todo lo que hacían tenía como fin cumplir el propósito y deseo del Señor. Por ser personas así, no vivían para la ley, para sí mismos, ni para nada que no fuese el Señor mismo. Los que trabajan para cierta empresa tal vez viven para ella con el fin de obtener un ascenso. En todo lo que hacen, se preguntan qué pensará de ellos su jefe. Por lo tanto, con relación a su conducta, a su forma de vestir y a la manera en que se cortan el pelo, viven para la empresa. Incluso cuando escogen un nuevo par de zapatos viven para su empresa. Al hacer esto, su objetivo es agradar al jefe con miras a recibir un ascenso. Sin lugar a dudas, un empleado que vive para la empresa avanzará y tendrá éxito. Del mismo modo, un pastor de cierta congregación tal vez viva para esa congregación. Todo lo que hace, incluyendo la manera de vestirse, lo hace para esa iglesia. Se da cuenta de que si no vive en todo sentido para los miembros de esa iglesia, lo podrían despedir de la posición de pastor. Pablo no vivía para sí ni para nada que no fuera su Amo, Cristo. Él siempre se ejercitaba para hacer lo que agradaba al Señor. Él era muy diferente de los rabinos que vivían para la ley y lo hacían todo con miras a la ley. Como una persona madura y lista para ser arrebatada, la única meta de Pablo era agradar a su Amo, la persona cuya venida él esperaba. Pablo procuraba agradar al Señor, no llevando a cabo una obra, sino viviendo para Él en todos los aspectos de su vida diaria. Asimismo, nosotros hoy en día no debemos agradarnos a nosotros mismos, sino procurar serle agradables al Señor al vivir para Él. Todo lo que hagamos, debemos hacerlo para Él. Éste es el asunto vital en este pasaje de 2 Corintios 5. Como hice notar, hay empleados que viven para sus empresas. Ahora quisiera ilustrar lo que es vivir para Cristo usando la experiencia de algunas mujeres que viven para sus maridos con el deseo de agradarlos. En todo lo que dicen y hacen toman en cuenta a sus maridos. Toda esposa que viva para su marido de esta manera ciertamente lo agradará. La manera de complacer a otros es vivir para ellos. En 1934 visité a algunos creyentes en el sur de China. El amor que sentían por mí los llevó a preparar cierta clase de pan. Aunque de hecho, hubiera preferido un simple tazón de arroz, porque los chinos del sur no sabían preparar adecuadamente esa clase de pan. No obstante, fui constreñido por ellos a comer el pan que habían preparado. Ellos hicieron algo por mí, mas no lo que a mí me agradaba. Uso esto como ejemplo del hecho de que muchos cristianos que aman al Señor no viven para el Señor; antes bien, viven para sí mismos. Ellos son diferentes a Pablo, cuyo empeño consistía en complacer a su Amo, no al obrar para el Señor, sino viviendo para Él. En el versículo 10 Pablo dice: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas por medio del cuerpo, según lo que haya practicado, sea bueno o sea malo”. La palabra “porque” explica el motivo del empeño mencionado en el versículo 9. El tribunal es el lugar donde Cristo juzgará a Sus creyentes a Su regreso, no con respecto a la salvación eterna de ellos, sino a su recompensa dispensacional (1 Co. 4:4-5; 3:13-15). La palabra “reciba” es una palabra técnica que significa recibir salario (Alford). Mientras todavía residamos en nuestro domicilio, el cuerpo, debemos hacer lo que agrada al Señor, para que seamos recompensados por el Señor cuando venga. En el versículo 11 Pablo añade: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias”. La frase “conociendo, pues el temor del Señor” significa estar conscientes de temer al Señor. La palabra “pues” indica que estar así conscientes se debe al tribunal de Cristo mencionado en el versículo 10. Además, el temor del Señor, como lo menciona este versículo, no se refiere a que el Señor nos infunda temor, sino a que nosotros le tememos a Él. Los apóstoles, conscientes de que debían temer al Señor, persuadieron a los hombres con respecto a su integridad, en cuanto a la clase de hombres que eran para con Dios y para con el hombre. No necesitaban persuadir a Dios, porque para Dios ya era manifiesto lo que eran; no obstante, los apóstoles esperaban que esto también fuera manifiesto en la conciencia de los creyentes. El versículo 12 dice además: “No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón”. La expresión “con qué” denota tener palabras con las cuales responder a los que se glorían. Literalmente, la palabra griega traducida “apariencias” es rostros, una referencia a la apariencia de los judaizantes. El corazón es donde se encuentran la sinceridad y la realidad de las virtudes. El versículo 13 dice: “Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros”. Estar locos para Dios significa estar enloquecidos, como necios, para la gloria de Dios (Hch. 26:24-25). El éxtasis del apóstol no era un frenesí de locura; era un éxtasis para Dios y con Dios para Su gloria. Aquí ser cuerdos significa tener dominio propio en amor, para el bien de otros. B. El amor de Cristo los constriñe a vivir para Él En el versículo 14 Pablo explica: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron”. El amor de Cristo para con nosotros se manifestó en la cruz al morir Él por nosotros (Gá. 2:20). Este amor nos constriñe. La palabra constreñir literalmente significa presionar por todos lados, mantener para un solo fin, limitar por fuerza, confinar dentro de ciertos límites con miras a un solo objetivo, encerrar en una sola línea y con un solo fin, como en un sendero estrecho y amurallado. (La misma palabra griega se usa en Lc. 4:38; 12:50; Hch. 18:5; Fil. 1:23). De esta manera los apóstoles eran constreñidos por el amor de Cristo a vivir para Él. La expresión “habiendo juzgado así” significa habiendo llegado a la conclusión, (probablemente en el momento de su conversión). Pablo concluyó que puesto que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron. La muerte de Cristo, sufrida por amor, era el factor motivador que constriñó a los apóstoles a llevar una vida de amor para Él. Puesto que Cristo murió como nuestro sustituto, sufriendo la sentencia de muerte por todos nosotros, a los ojos de Dios todos morimos. Así que, no tenemos que morir como está establecido para los hombres, o sea, morir y después de esto, el juicio (He. 9:27). Como hicimos notar, Cristo murió por todos nosotros para que ya no vivamos para nosotros, sino para Él. La muerte de Cristo no sólo nos salva de la muerte a fin de que ya no muramos, sino que también hace posible, por medio de Su resurrección, que ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Él. A. Una nueva creación en Cristo 1. A nadie conocen según la carne En 2 Corintios 5:16 dice: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. Puesto que los apóstoles concluyeron que la muerte de Cristo, por medio de la resurrección, hace de todos nosotros un nuevo hombre, un hombre que no es conforme a la carne, ellos ya no quieren conocer a nadie según la carne. Habían conocido a Cristo de esa manera, pero ahora ya no lo conocen así. Conocer a los demás según la carne equivale a conocerlos según la vieja creación, mientras que conocer a otros según el espíritu equivale a conocerlos según la nueva creación. Anteriormente, Pablo, como Saulo de Tarso, conocía a Cristo según la carne; lo tenía como un simple nazareno. Todo el pueblo judío conocía a Cristo de esta manera, conforme a la carne. Pero Pablo, después de la experiencia que tuvo mientras iba camino a Damasco, experimentó un cambio en su manera de pensar, en vez de conocer a Cristo según la carne iba a conocerlo según el espíritu. Además, él aprendió a no conocer a los santos según la carne, sino según el espíritu. 2. El que está en Cristo es una nueva creación El versículo 17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. Esto confirma lo que se dice en el versículo 16. Los apóstoles ya no conocerían a nadie según la carne, porque el que está en Cristo es una nueva creación; las cosas viejas de la carne pasaron por medio de la muerte de Cristo, y todas son hechas nuevas en la resurrección de Cristo. Estar en Cristo significa ser uno con Él en vida y naturaleza. Esto proviene de Dios a través de nuestra fe en Cristo (1 Co. 1:30; Gá. 3:26-28). La vieja creación no tiene la vida y la naturaleza divinas, pero la nueva creación, constituida de los creyentes, quienes renacieron de Dios, sí las tiene (Jn. 1:13; 3:15; 2 P. 1:4). Por lo tanto, los creyentes son una nueva creación (Gá. 6:15), no según la vieja naturaleza de la carne, sino según la nueva naturaleza de la vida divina. Las palabras “he aquí son hechas nuevas” son en efecto un llamamiento a observar el cambio maravilloso de la nueva creación. Aquí lo hecho nuevo son todas las cosas viejas. Pablo, por una parte, consideraba a los corintios la vieja creación, porque seguían viviendo en la carne. No obstante, por otra parte, los consideraba la nueva creación, porque sabía que ellos estaban en Cristo. Por estar ellos en Cristo, las cosas viejas habían pasado, y ellos eran una nueva creación. B. Se les encomienda el ministerio de la reconciliación 1. Todo proviene de Dios El versículo 18 dice: “Mas todo proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. La palabra “todo” alude a todas las cosas positivas mencionadas en los versículos del 14 al 21, de las cuales Dios es Originador e Iniciador. Proviene de Dios el hecho de que Cristo haya muerto para salvarnos de la muerte a fin de que vivamos para Él; proviene de Dios el que hayamos llegado a ser una nueva creación en Cristo; proviene de Dios el que Cristo haya sido hecho pecado por causa nuestra para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él; proviene de Dios el hecho de que Él haya reconciliado consigo al mundo; y proviene de Dios el que los apóstoles sean embajadores de Cristo, quienes tienen la comisión de representarlo para reconciliar a los hombres con Dios, a fin de que éstos sean hechos justicia de Dios y nueva creación para el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Pablo tenía la certeza de que los apóstoles habían sido plenamente reconciliados con Dios. Ellos habían experimentado ambos pasos de la reconciliación y, por lo tanto, se encontraban en el Lugar Santísimo. Dios los había reconciliado consigo por medio de Cristo y les había dado el ministerio de la reconciliación. Puesto que ellos habían vuelto a Dios, tenían el ministerio de reconciliar a otros con Dios. En esta epístola, Pablo no procuraba reconciliar con Dios a los pecadores; más bien procuraba ayudar a los creyentes a experimentar plenamente la reconciliación. Él no procuraba sacarlos del atrio para introducirlos en el tabernáculo, sino sacarlos del Lugar Santo, donde se habían quedado, e introducirlos en el Lugar Santísimo. En el versículo 19, Pablo declara: “A saber, que en Cristo Dios estaba reconciliando consigo al mundo, no imputándoles a los hombres sus delitos, y puso en nosotros la palabra de la reconciliación”. “La palabra de la reconciliación” es la palabra que se da para el ministerio (v. 18). 2. Embajadores en nombre de Cristo En el versículo 20, Pablo añade: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, exhortándoos Dios por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”. El hecho de que Pablo usa la palabra “embajadores” indica que a los apóstoles se les ha encomendado un ministerio específico, el de representar a Cristo con miras a llevar a cabo el propósito de Dios. En el versículo 19, el mundo es reconciliado con Dios, mientras que en el versículo 20, los creyentes, los que ya han sido reconciliados con Dios, deben ser reconciliados con Él de una manera más profunda. Esto indica claramente que se requieren dos pasos para que los hombres sean completamente reconciliados con Dios. El primer paso es reconciliar a los pecadores con Dios, separándolos del pecado. Con este propósito Cristo murió por nuestros pecados (1 Co. 15:3), para que Dios los perdonara. Éste es el aspecto objetivo de la muerte de Cristo. En este aspecto, Él llevó nuestros pecados en la cruz para que Dios los juzgara en Él por causa de nosotros. El segundo paso consiste en reconciliar con Dios a los creyentes que viven en la vida natural y así salvarlos de la carne. Con este propósito murió Cristo por nosotros, las personas, para que vivamos para Él en la vida de resurrección (2 Co. 5:14-15). Éste es el aspecto subjetivo de la muerte de Cristo. En este aspecto, Él fue hecho pecado por nosotros para que nosotros fuéramos juzgados y eliminados por Dios, a fin de que fuésemos hechos justicia de Dios en Él. Por medio de los dos aspectos de Su muerte, Él reconcilió completamente con Dios al pueblo escogido de Dios. Hemos indicado que estos dos pasos de reconciliación son representados claramente por los dos velos del tabernáculo. El primer velo es llamado “la rejilla” (Ex. 26:37, lit.). Un pecador que era llevado a Dios, mediante la reconciliación de la sangre expiatoria, entraba en el Lugar Santo pasando esa rejilla. Esto tipifica el primer paso de la reconciliación. El segundo velo (Ex. 26:31-35; He. 9:3) todavía lo separaba de Dios, quien está en el Lugar Santísimo. Este velo tenía que ser rasgado para que el pecador pudiera ser llevado a Dios en el Lugar Santísimo. Este es el segundo paso de la reconciliación. Los creyentes corintios habían sido reconciliados con Dios, habiendo pasado el primer velo y entrado en el Lugar Santo; no obstante, todavía vivían en la carne y necesitaban pasar el segundo velo, el cual ya había sido rasgado (Mt. 27:51; He. 10:20), para entrar en el Lugar Santísimo y vivir con Dios en su espíritu (1 Co. 6:17). La meta de esta epístola era llevarlos allí para que fueran personas que vivían en el espíritu (1 Co. 2:14), en el Lugar Santísimo. Esto es lo que quiere decir el apóstol cuando dice: “Reconciliaos con Dios”. En esto consistía el presentarlos perfectos en Cristo (Col. 1:28). Quisiera recalcar el hecho de que las palabras “reconciliaos con Dios” de 5:20 fueron dirigidas a creyentes que ya estaban en el Lugar Santo, y no a rebeldes y pecadores que se hallaban en el atrio. Es como si Pablo les dijera: “Corintios, queridos creyentes de Cristo, necesitáis ser reconciliados con Dios más profundamente. Tal vez vosotros digáis que ya fuisteis reconciliados con Dios, y efectivamente, lo fuisteis, pero a medias. Habéis dado el primer paso de la reconciliación. Ahora debéis avanzar al segundo paso y ser plenamente reconciliados con Dios. Ya fuisteis reconciliados con Dios en el sentido de haber pasado del atrio al Lugar Santo, pero Dios no se encuentra en el Lugar Santo, sino en el Lugar Santísimo. Vosotros ya fuisteis reconciliados con Dios al pasar por un velo, pero todavía existe otro velo que os separa de Dios. Este velo es vosotros mismos, vuestra carne, vuestra vida natural. Como ya os dije, vosotros los corintios seguís siendo carnales. Mientras permanezcáis en la carne, no estáis en el Lugar Santísimo. Puesto que el velo de la carne, el velo de la vida natural, permanece con vosotros, todavía no estáis en el Lugar Santísimo. Corintios, mi carga es ayudaros a daros cuenta de que este segundo velo ya fue rasgado y que vosotros debéis negarse a vuestra carne y crucificarla. Por tanto, a vosotros que habéis sido parcialmente reconciliados con Dios, os dirijo estas palabras: reconciliaos plenamente con Dios”. C. La base de la reconciliación 1. Cristo no conoció pecado El versículo 21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”. Pablo tuvo la osadía como para afirmar que Dios hizo a Cristo pecado por nosotros. Dado que Cristo lo sabe todo, entonces ¿cómo pudo decir Pablo que Cristo no conoció pecado? Él no conoció pecado ni por contacto directo ni por experiencia personal (véase Jn. 8:46; 1 P. 2:22; He. 4:15; 7:26). En la Biblia, la palabra “conocer” a menudo tiene un sentido más profundo que un mero conocimiento mental. Según Mateo 7:23, el Señor Jesús dirá un día a aquellos que hacen iniquidad: “Nunca os conocí”. Por supuesto, esto no significa que el Señor no tenía conocimiento de ellos. Vemos el mismo principio en 2 Corintios 5:21. Por experiencia, por contacto directo, el Señor Jesús no tuvo nada que ver con el pecado, y no conoció pecado. 2. Dios hizo a Cristo pecado por nosotros El pecado provino de Satanás, quien se rebeló contra Dios (Is. 14:12-15), entró en el hombre (Ro. 5:12), e hizo que el hombre no sólo fuera pecador, sino el pecado mismo bajo el juicio de Dios. Por consiguiente, cuando Cristo se hizo un hombre en la carne (Jn. 1:14), Él fue hecho pecado (no pecaminoso) por causa nuestra para ser juzgado por Dios (Ro. 8:3), con la finalidad de que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él. Si hemos de entender lo que significa decir que Dios hizo a Cristo pecado por nosotros, debemos leer Juan 1:14 y Romanos 8:3. Juan 1:14 declara que el Verbo, quien es Dios mismo, se hizo carne, la cual se refiere al hombre caído. Cuando Cristo se hizo hombre, el hombre ya había caído, y este hombre caído es la carne. Por lo tanto, cuando Cristo se hizo hombre, Él se hizo carne. Cuando unimos Juan 1:14 y 2 Corintios 5:21, vemos que cuando Cristo se hizo carne, Él fue hecho pecado. A los ojos de Dios, nosotros, la carne caída, somos efectivamente el pecado. No sólo somos pecaminosos y pecadores, sino que somos el pecado mismo. Puesto que Cristo se hizo carne, en este sentido Él fue hecho pecado por nosotros. Romanos 8:3 dice: “Dios, enviando a Su hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. Sí, Cristo fue hecho pecado, pero en este versículo se nos dice que Él vino en semejanza de carne de pecado, lo cual significa que Él fue hecho en forma de pecado. Esto es lo que representa en tipología la serpiente de bronce. Cuando las serpientes mordieron a los hijos de Israel, éstos recibieron la naturaleza venenosa de la serpiente y, por ende, a los ojos de Dios, todos se convirtieron en serpientes. Por tanto, Dios le pidió a Moisés que colgara una serpiente de bronce sobre un asta. Esta serpiente de bronce tipifica al Cristo que murió en la cruz como nuestro sustituto. Como lo indica claramente Juan 3:14, la serpiente que fue puesta sobre el asta tipifica al Cristo que fue levantado por nosotros, pues así como la serpiente fue levantada en el desierto, Cristo fue levantado en la cruz. Además, así como la serpiente de bronce tenía la forma de la serpiente, mas no su naturaleza venenosa, Cristo también tenía la forma, la semejanza, de la carne de pecado, mas no la naturaleza del pecado. Él tenía la forma de la serpiente, mas no la naturaleza serpentina. Para experimentar nosotros el primer paso de la reconciliación, Cristo tuvo que morir por nuestros pecados, y en 1 Corintios 15:3, Pablo declara: “Cristo murió por nuestros pecados”, pero para ser nosotros reconciliados con Dios de una manera más profunda, de una manera completa, Cristo tuvo que morir también por nosotros, y no solamente por nuestros pecados. El hecho de que Cristo murió a por nuestros pecados es una cosa, pero el que Él murió por nosotros es otra. Cristo murió por nuestros pecados para que Dios nos perdonara de ellos y nos los quitara. Cristo también murió por nosotros para darnos fin. El hecho de que Cristo murió por nuestros pecados cumple el primer paso de la reconciliación, mientras que Su muerte por nosotros cumple el segundo paso. Pablo tiene presente este segundo paso cuando dice: “Uno murió por todos” (5:14). Según este versículo, Cristo no murió por los pecados, sino por las personas. El aspecto objetivo de la muerte de Cristo incluye el hecho de que Él murió por nuestros pecados, mientras que el aspecto subjetivo de Su muerte incluye el hecho de que Él murió por nosotros, lo cual hace posible que nosotros los creyentes seamos reconciliados plenamente con Dios. El aspecto objetivo de Su muerte también incluye el hecho de que Cristo llevó nuestros pecados, mientras que el aspecto subjetivo trata de que Él mismo llegó a ser pecado. Hoy entre los cristianos se enseña bastante acerca de que Cristo murió por nuestros pecados y de que Él llevó nuestros pecados, pero se habla muy poco de que Cristo fue hecho pecado por nosotros. Puesto que nosotros, los seres humanos caídos, somos pecado, esto significa que en realidad Cristo, quien fue hecho pecado, llegó a ser nosotros mismos. El aspecto subjetivo de la muerte de Cristo pone fin a nosotros. Según Romanos 8:3, Dios condenó el pecado en la carne, lo cual significa que Él nos condenó a nosotros; Él condenó al hombre natural. Además, el velo, el hombre natural, la vida natural, la carne, fue rasgado por medio del aspecto subjetivo de la muerte de Cristo. Cuando el pecado fue condenado y el velo fue rasgado, fuimos aniquilados. Como resultado, se quitó el segundo velo y fuimos plenamente reconciliados con Dios. Por consiguiente, no debemos permanecer en el Lugar Santo; debemos avanzar al Lugar Santísimo. Además, ya no debemos conocernos unos a otros según la carne, sino que debemos conocernos según el espíritu. En este capítulo, Pablo desea mostrarnos que los apóstoles, como ministros del nuevo pacto, son aquellos que, espontánea y completamente, pueden hacer volver a otros a Dios. Me gustaría pedirles que comparen la situación de los ministros del nuevo pacto con lo que existe entre los cristianos de hoy. Algunos son devueltos a Dios en teoría solamente, pues permanecen en el atrio. Otros se hallan en una mejor situación: han sido devueltos a Dios y están ahora en el Lugar Santo. Todo verdadero cristiano que ha sido salvo, lavado por la sangre y regenerado por el Espíritu, ha sido introducido en el Lugar Santo. A pesar de esto, muchos siguen viviendo en la carne, en la vida natural, e incluso algunos aún viven en pecados viles. Los que se encuentran en el atrio pueden introducir a otros al atrio, y no más allá. Asimismo, los cristianos genuinos que están en el Lugar Santo han sido llevados allí por algunos que ya estaban en el Lugar Santo. Han sido reconciliados con Dios hasta ese punto, mas no completamente. ¿Hasta dónde puede llevar usted a otra persona? ¿Cuán cerca de Dios puede llevar usted a los demás? Esto depende de cuánto usted haya sido reconciliado con Él. Aquellos que usted ha llevado a Dios no pueden ir más allá del lugar donde usted se encuentra. Así que, si usted ya entró al Lugar Santo, podrá llevar a otras personas allí, y si se encuentra a la entrada del Lugar Santo, podrá llevar a otros a la entrada, pero si está en el centro del Lugar Santo, podrá llevar a otros allí. Lo que queremos decir en esencia es que solamente podemos llevar a otros al lugar donde nosotros hemos llegado. Éste es el pensamiento de Pablo en el capítulo cinco. Aquí Pablo parece decir: “Nosotros, los apóstoles, hemos sido introducidos en el Lugar Santísimo. Dios nos ha reconciliado plenamente consigo. Por tanto, Él nos da espontáneamente el encargo de reconciliar consigo a los demás de una manera completa. Por haber sido reconciliados con Él a este grado, podemos ayudar a otros a ser reconciliados al mismo grado”. Los ministros del nuevo pacto han sido reconciliados con Dios completamente. Todos los velos han sido eliminados, y no existe nada entre ellos y Dios. Han sido completamente reconciliados con Dios, y el Dios Triuno se ha forjado plenamente en ellos. Se comportan conforme a su constitución: llevan una vida crucificada que manifiesta la verdad e irradia el evangelio, son maduros y están listos para ser arrebatados. Su única meta, su único empeño, es agradar al Señor al vivir para Él. Ellos son personas que pueden hacer volver a otros a Dios de una manera completa. Por estar en el Lugar Santísimo, pueden traer allí a otras personas. 3. Vienen a ser justicia de Dios en Cristo Finalmente, aquellos que han sido devueltos a Dios en el Lugar Santísimo, disfrutarán a Cristo a lo sumo y aun llegarán a ser justicia de Dios en Él. Pablo menciona esto en 5:21, donde dice: “Para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”. La justicia proviene de Dios para Su administración (Sal. 89:14; 97:2; Is. 32:1). Esta justicia es Cristo como nuestra justicia (Fil. 3:9; 1 Co. 1:30), quien nos hace justicia de Dios en Él, no solamente justos delante de Dios. Por medio de la obra redentora de Cristo, el hombre, quien es un pecador e incluso el pecado mismo, es hecho justicia de Dios, siendo reconciliado con el Dios justo, y también una nueva creación que vive para Dios con miras a Su propósito eterno. Los apóstoles tienen la comisión de ministrar a este Cristo, junto con todos los resultados gloriosos de Su logro maravilloso, a Sus creyentes, quienes son los miembros que forman Su Cuerpo. ¡A Él sea la gloria y la alabanza para siempre! La expresión “en Él” significa en unión con Cristo, no sólo en cuanto a posición, sino también orgánicamente en resurrección. Nosotros éramos enemigos de Dios (Col. 1:21) por haber llegado a ser pecado, el cual provino de Satanás, quien se rebeló contra Dios. Cristo fue hecho pecado por nosotros al hacerse uno con nosotros por medio de la encarnación. Dios lo condenó en la carne como pecado en nuestro lugar, por medio de Su muerte, a fin de que fuésemos uno con Él en Su resurrección y fuésemos justicia de Dios. Por esta justicia, nosotros, los enemigos de Dios, pudimos ser reconciliados con Dios (2 Co. 5:18-20; Ro. 5:10). En la unión orgánica con Cristo, aquellos que han sido devueltos totalmente a Dios son hechos justicia de Dios. Ellos no sólo llegan a ser justos, sino que ellos mismos son la justicia de Dios. Esto significa que no sólo llegan a ser personas justas, sino que llegan a ser la justicia misma. Dios desea tener un pueblo en la tierra que no solamente sea justo; Él desea un pueblo que, a los ojos de Dios, del diablo, de los ángeles y de los demonios, sea la justicia misma de Dios. Ser hecho justo ante Dios es una cosa, y ser la justicia de Dios es otra muy distinta. Llegar a ser la justicia de Dios es el disfrute más elevado que podemos tener del Dios Triuno en Cristo. En Adán, caímos tan bajo que llegamos a ser pecado. No solamente éramos pecaminosos ante Dios, sino que nos convertimos en el pecado mismo. Pero ahora en Cristo, habiendo sido devueltos completamente a Dios, podemos disfrutar a Cristo hasta el punto de ser, en Él, la justicia de Dios. ¡Qué salvación! ¡Qué reconciliación! Disfrutar esto equivale a estar en la cumbre de la salvación de Dios, a estar en la cumbre de nuestra santa Sion. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE QUINCE UN MODELO DE UNO QUE VIVE A CRISTO POR CAUSA DE LA IGLESIA (1) Lectura bíblica: 2 Co. 1:8-9, 12, 17-22 Nuestro Dios siempre está progresando. Por esta razón, no debemos permanecer en el ayer ni intentar vivir en el mañana, sino que debemos vivir en el hoy. Los que llevan una vida cristiana normal no tienen ayer, ni tampoco mañana. Nosotros sólo tenemos hoy. Por esta razón la Biblia dice: “Entre tanto que se dice: ‘Hoy’ ” (He. 3:13). Dios no es el Dios de ayer ni el Dios de mañana; Él es el Dios de hoy. A diario Dios avanza, sigue adelante. Por tanto, debemos estar abiertos a lo que Él habla hoy, pues Su palabra es Su mover. El título de este mensaje es: “Un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia”. ¡Cuán maravilloso es vivir a Cristo por causa de la iglesia! No creo que ninguno de nosotros, antes de 1980, haya conocido la expresión “vivir a Cristo por causa de la iglesia”. Esta expresión la empezamos a usar recientemente. Sin embargo, no sólo nos interesa el vivir a Cristo por causa de la iglesia; además, queremos ver el modelo de una persona que vivió así. Pablo es un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. UN LIBRO QUE HABLA DE VIVIR A CRISTO POR CAUSA DE LA IGLESIA En 1 Corintios vemos el tema de vivir a Cristo por causa de la iglesia, pero sólo en 2 Corintios encontramos el modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. Quisiera pedirles que consideren lo que se revela en los dieciséis capítulos de 1 Corintios. Estos capítulos revelan cómo disfrutar a Cristo, cómo tomar a Cristo como nuestra vida, cómo vivir a Cristo de tal manera que podamos experimentar la realidad de la iglesia y Cristo pueda obtener la realidad de Su Cuerpo, el cual ha de cumplir el propósito eterno de Dios. Pocos de los que leen la Biblia se han dado cuenta de que 1 Corintios es un libro que habla de vivir a Cristo por causa de la iglesia. En el Estudio-vida de 1 Corintios hice notar que esta epístola trata de muchos problemas, los cuales pertenecen a dos categorías: los que se hallan en la esfera de la vida humana y los que están relacionados con la esfera de la administración divina. Es muy importante llevar una vida humana apropiada, y no hay duda de que la administración divina es muy crucial. Debemos llevar una vida humana apropiada para poder llevar a cabo la administración de Dios. Pero ¿cómo podemos llevar esa vida humana, y cómo podemos llevar a cabo la administración de Dios? ¿Por qué clase de vida podemos llevar una vida humana adecuada, y por qué medio, por qué instrumento, podemos llevar a cabo la administración divina? Cristo es el factor por medio del cual se solucionan los problemas que se hallan en la esfera de la vida humana, y la iglesia es el factor por medio del cual se resuelven los problemas relacionados con la administración divina. LA SOLUCIÓN ÚNICA Cristo es el antibiótico celestial y divino que mata los microbios negativos que hay en nosotros. Debido a la caída, estos microbios se introdujeron en nuestra vida familiar y también en la vida de iglesia. En 1 Corintios se revela que la iglesia en Corinto había sido invadida por estos microbios negativos, lo cual resultó en ruina y corrupción. Cristo es el único “antibiótico” que puede acabar eficazmente con estos microbios. Por tanto, en los diez primeros capítulos de 1 Corintios, vemos al Cristo que es el factor, el elemento, la “medicina”, que resuelve todos los problemas de la vida humana y que cura las enfermedades de la vida de iglesia. La iglesia en Corinto estaba verdaderamente enferma. Los santos sufrían espiritualmente de enfermedades tales como la división, el reclamo de derechos, la fornicación y el abuso de los derechos dados por Dios con relación al comer y al matrimonio. ¿Qué podía sanar a los creyentes de estas enfermedades? La única cura era Cristo, la medicina divina. NUESTRA PORCIÓN Repasemos los capítulos del uno al diez de 1 Corintios para ver lo que dicen acerca de Cristo y de cómo Él es el antibiótico que sana todas las enfermedades de la iglesia. Primero, Cristo es nuestra única porción, la persona a cuya comunión nos llamó Dios (1 Co. 1:2, 9). En 1 Corintios 1:2 se dice que Cristo es de “ellos y nuestro”. El versículo 9 dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Puesto que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo, el Hijo es ahora nuestra porción. NUESTRA JUSTICIA, SANTIFICACIÓN Y REDENCIÓN DIARIAS En 1 Corintios 1:30 vemos algunos aspectos de esta porción: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios (1 Co. 1:24). Puesto que Cristo es la sabiduría que se nos da a nosotros de parte de Dios, Él llega a ser nuestra justicia, santificación y redención diarias. A diario podemos disfrutar a Cristo como nuestra justicia. Si lo disfrutamos de esta manera, podremos declarar: “Ángeles y demonios, y todos los seres humanos, yo estoy bien con Dios y con los hombres. Estoy bien con mi familia y con todos mis hermanos y hermanas que están en la iglesia. Éste es mi testimonio porque a diario Cristo es mi justicia”. Además, también podremos testificar que Cristo es nuestra santificación y santidad diarias. Día tras día lo disfrutamos como tal porción. Por tanto, podremos esperar que los ángeles y los demonios confirmen el hecho de que estamos santificados. Podremos decir: “Ángeles y demonios, deben darse cuenta de que yo soy santo. Les pido que confirmen el hecho de que en Cristo tengo santidad. El Hijo de Dios, quien es la sabiduría de Dios y también el poder de Dios, está llegando a ser mi santidad y santificación diarias”. La santidad es la sustancia, mientras que la santificación es la actividad, el proceso, de ser hechos santos. Día tras día, no sólo tenemos la santidad, el elemento, sino también la santificación, el proceso. El Cristo que es nuestra porción para nuestro disfrute nos está santificando día tras día. Una pareja de casados puede experimentar a Cristo como su justicia y santificación en su vida matrimonial. Supongamos que el marido se siente descontento con su mujer y la hace pasar un mal rato. Si la hermana invoca el nombre del Señor Jesús, ella ganará a Cristo como justicia y también como santificación. Ella experimentará que el Señor la santifica desde su interior. La operación del Señor en el interior de ella la librará de enojarse con su esposo. De otro modo, ella tal vez se ofenderá y empezará a altercar con él. Simplemente invocando el nombre del Señor Jesús experimentamos algo misterioso y maravilloso dentro de nosotros, el cual nos santifica y nos libra de enojarnos. Finalmente, esta santificación llega a ser nuestra santidad. Además, esta santidad es una Persona, el Hijo de Dios, la porción única a la cual Dios nos ha llamado. Dios nos ha llamado a la comunión de Cristo. Ahora, a diario y a cada hora, debemos disfrutarle, primero como justicia, luego como santificación y después como redención. LAS PROFUNDIDADES DE DIOS En el capítulo dos de 1 Corintios vemos que Cristo, Aquel que es misterioso, es las profundidades de Dios. Si queremos discernirlo y conocerlo, debemos ser espirituales, debemos ejercitar el espíritu y vivir en el espíritu. Si somos anímicos, o sea, si vivimos en el alma, no podremos conocerle. Únicamente viviendo en el espíritu y ejercitando nuestro espíritu, podremos conocer a Cristo y experimentarlo. UN FUNDAMENTO VIVO Según lo que dijo Pablo en 1 Corintios 3, Cristo es un fundamento vivo, un fundamento que crece. En este capítulo, Pablo declara que él plantó, que Apolos regó y que Dios da el crecimiento. Dar el crecimiento tiene que ver con cultivar a Cristo. El Cristo que crece en nosotros es el fundamento único. Por tanto, es un fundamento vivo, un fundamento que crece. A medida que el fundamento crece en nosotros, este crecimiento produce oro, plata y piedras preciosas, es decir, los materiales necesarios para la edificación de la iglesia. Esto es experimentar a Cristo, disfrutar a Cristo y participar de Cristo para que seamos transformados para la obra de edificación. De esta manera se obtienen los materiales preciosos para la edificación del Cuerpo. Esto es vivir a Cristo por causa de la iglesia. NUESTRO BANQUETE En 1 Corintios 5:8 vemos que Cristo es nuestro banquete. Cristo no es simplemente nuestra Pascua; Él es nuestro banquete pascual. Ahora comemos ricamente de Él y lo disfrutamos como los panes sin levadura. El Cristo que es nuestra porción, es nuestro disfrute sin levadura. Cuando disfrutamos de esta porción, somos purificados de toda clase de levadura. Al disfrutar a Cristo como el pan sin levadura, somos purificados de la levadura. Esta purificación de toda clase de levadura no es un sufrimiento para nosotros. No resulta de ser colocados en una mesa quirúrgica; más bien, es el fruto de sentarnos a la mesa de banquete, donde disfrutamos a Cristo como el pan sin levadura. MIEMBROS DE CRISTO En el capítulo seis vemos que Cristo es el Espíritu y que somos un solo espíritu con Él (1 Co. 6:17). Un día el Espíritu nos saturará y hará que incluso nuestros cuerpos físicos sean miembros de Cristo. Esto significa que no sólo nuestro espíritu está unido orgánicamente con Él, sino que incluso nuestros cuerpos llegarán a ser miembros de Cristo. Aun nuestro cuerpo es injertado a Cristo. A menudo pensamos que nuestro cuerpo físico es la carne, llena de concupiscencia. Esto es cierto cuando vemos el cuerpo desde el punto de vista de la caída; pero según la plena salvación que Cristo efectúa, la cual incluye la transformación metabólica, nuestro cuerpo está injertado en Cristo y llega a ser miembro de Cristo. Cuando vi eso, me puse muy contento y declaré: “¡Oh Señor Jesús, aleluya! No sólo soy un miembro Tuyo en mi espíritu, sino que aun mi cuerpo es miembro Tuyo. ¡Mi cuerpo es parte Tuya, un miembro de Cristo!” ¿Cree usted que su cuerpo es un miembro de Cristo? Todos debemos creer esto. Cuanto más lo creamos, más el Espíritu que mora en nosotros saturará nuestro cuerpo y lo unirá orgánicamente a Cristo. TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO Además, nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. A menudo declaramos que nuestro espíritu es la morada de Dios. Generalmente decimos que el templo de Dios está en nuestro espíritu. Pero 1 Corintios 6:19 indica claramente que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. ¿Cómo puede ser nuestro cuerpo miembro de Cristo por una parte y templo del Espíritu Santo por otra? La respuesta a esto se halla en 1 Corintios 6:17: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Puesto que somos un solo espíritu con el Señor, nuestro cuerpo llega a ser miembro de Cristo. Además, debido a que somos un solo espíritu con el Señor, nuestro cuerpo aun llega a ser templo del Espíritu Santo. Esto va más allá de la redención o de la santidad. Esto significa que todo nuestro ser se une a Dios y es hecho Su templo. Todo nuestro ser se une a Cristo, y nuestro cuerpo llega a ser miembro de Cristo. En 1 Corintios 6:15-20 se ve al Dios Triuno y al hombre tripartito. En todo nuestro ser — espíritu, alma y cuerpo— estamos unidos al Dios Triuno. Ahora el Dios Triuno está relacionado con nuestro ser tripartito. Éste es Cristo como el factor que nos sana de todas las enfermedades espirituales. Cuando permitimos que el Dios Triuno llegue a las tres partes de nuestro ser, llegamos a ser santos genuinos. Llegamos a ser más santos que incluso los ángeles. Para poder entender los escritos de Pablo, debemos conocer el espíritu de Pablo y sentir la carga que llevaba en su espíritu. También debemos percibir el concepto profundo de Pablo. Las epístolas de Pablo siempre están relacionadas con su concepto, su carga y su espíritu. En 1 Corintios, él tenía algunos conceptos acerca de la iglesia que estaba en Corinto. Además, en su espíritu estaba la carga de mandar una carta a la iglesia de allí. En el capítulo seis, el concepto de Pablo era que los creyentes corintios debían saber que ellos eran un solo espíritu con el Señor y que sus cuerpos debían ser empapados y saturados del Espíritu, de modo que llegaran a ser miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo. Pablo sentía la carga de que el Dios Triuno se apoderara de los corintios hasta poseerlos por completo. En esto consiste la carga de Pablo en 1 Corintios 6. CRISTO SE NOS DA PARA SER NUESTRA COMIDA Y NUESTRA BEBIDA El capítulo diez revela que el mismo Cristo que es nuestra porción, que es nuestra justicia, santificación y redención diarias, que es uno con nosotros al grado de hacer de nuestros cuerpos miembros Suyos y templo del Espíritu Santo, se ha dado a nosotros para ser nuestra comida y nuestra bebida. Cristo se dio a Sí mismo a nosotros como nuestra comida y nuestra bebida para que lo disfrutemos. Cristo se dio a Sí mismo a nosotros por medio de Su muerte. El hecho de que la sangre esté separada del cuerpo muestra la senda de la muerte. Cada vez que la sangre está separada del cuerpo, eso indica muerte. Cristo murió en la cruz, derramando Su sangre y sacrificando Su cuerpo, no sólo con el propósito de redimirnos, sino también con miras a darse a Sí mismo a nosotros. Ahora, cuando acudimos a la mesa del Señor, lo comemos a Él y lo bebemos. Comer y beber implica recibir. Cada vez que bebemos o comemos algo, lo recibimos, lo ingerimos. Cristo se dio a Sí mismo a nosotros, y ahora lo estamos recibiendo. ¡Aleluya por este disfrute de Cristo! El rico Cristo revelado en 1 Corintios es el factor único que soluciona todos los problemas que surgen en la vida humana. Si disfrutamos plenamente a este Cristo, no tendremos ningún problema. Todo problema quedará resuelto, porque tendremos la solución única a todos los problemas. La segunda epístola a los corintios indica que las enfermedades de los corintios fueron sanadas por la “medicina” que Pablo ministró en su primera epístola. En capítulo tras capítulo, Pablo les “inyectó” a Cristo. Como resultado, los corintios empezaron a llevar una vida humana apropiada. Esa vida humana es una vida que vive a Cristo. Si no vivimos a Cristo, no podremos llevar una vida humana apropiada. Podemos llevar una vida así únicamente al recibir a Cristo y al vivirlo. La meta de esta clase de vivir es la iglesia. Debemos vivir a Cristo por causa de la iglesia. EL CUERPO FUNCIONA BAJO AUTORIDAD La administración divina se lleva a cabo por medio de una iglesia que se somete a la autoridad de Cristo y de Dios. Bajo esta autoridad, los miembros del Cuerpo funcionan usando sus dones. Ésta es la operación que lleva a cabo la administración de Dios, lo cual sólo se puede llevar a cabo en la vida de resurrección. En la esfera de la administración divina, primero tenemos la autoridad de la Cabeza, luego el Cuerpo, después las funciones de los miembros con sus dones y después la vida de resurrección. La resurrección es Cristo hecho Espíritu vivificante. Este Espíritu, la realidad del Cristo resucitado, es la resurrección. Antes de que el Señor Jesús fuera crucificado y resucitado, Él dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). Por consiguiente, la resurrección es una persona viva, el Cristo maravilloso. En esta resurrección, el Cuerpo funciona sometido a la autoridad con miras a llevar a cabo la administración de Dios. EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA El último tema tratado en 1 Corintios es la colecta para los santos necesitados. Como lo declara Pablo, las ofrendas se daban en el primer día de cada semana. El primer día de la semana, el día del Señor, era una señal, un símbolo, del Cristo resucitado. El día sábado, el séptimo día de la semana, era una señal de Dios el Creador. Ahora el primer día simboliza que el Dios Triuno se procesó en resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Hoy nuestro Dios no es el Dios del séptimo día, quien es el Dios judío. Nuestro Dios es el Dios del primer día de la semana, lo cual significa que Él es Dios no solamente con relación a la creación, sino mucho más, Él es Dios con respecto a la resurrección. Ahora tenemos a Dios no solamente con relación a la creación, sino también con respecto a la resurrección. Al Dios de la creación se le adora, mientras que al Dios de la resurrección, además de adorársele, se le disfruta. Los judíos saben adorar únicamente a Dios el Creador, pero nosotros disfrutamos a nuestro Dios Triuno, quien es el Espíritu vivificante. El Dios de la resurrección se nos da a nosotros para que lo disfrutemos. En principio, todo lo que hagamos en la vida de iglesia se debe hacer en el primer día de la semana. Esto significa que todo debe ser hecho en resurrección. Si en nuestra experiencia vivimos a Cristo y lo disfrutamos, Él será resurrección para nosotros todos los días. Entonces cada día será el primer día de la semana. El primer día no simboliza un día, sino al Dios Triuno, quien, habiéndose procesado, llegó a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo a quien podemos disfrutar. Ahora podemos disfrutar este Espíritu, y al disfrutarlo, estamos en el primer día de la semana. Esto tiene como fin que se lleve a cabo la administración de Dios. Puedo dar testimonio de que en mi experiencia estoy en el primer día de la semana. Estoy en resurrección disfrutando al Espíritu todo-inclusivo, a Aquel que es el Dios procesado y que se me da a mí para ser mi porción. ¡Aleluya por tal porción! Ahora en nuestras reuniones, podemos llevar a cabo la administración divina en resurrección, en el primer día de la semana, participando del Dios Triuno procesado, quien es el Espíritu vivificante. Cada vez que hablo de este tema, interiormente reboso de alegría. ¡Alabado sea el Señor por la maravillosa revelación contenida en 1 Corintios! LA NECESIDAD DE UN MODELO El libro de 1 Corintios habla de que uno debe vivir a Cristo por causa de la iglesia, y nos dice cómo hacerlo. A lo largo de los siglos, el pueblo del Señor no se ha dado cuenta de que 1 Corintios nos exhorta a vivir a Cristo por causa de la iglesia. Los creyentes no han conocido este lenguaje porque no han tenido la experiencia espiritual que lo produce. El lenguaje con sus palabras y expresiones satisface las necesidades de la experiencia. Por ejemplo, hace muchos años no existía la palabra computadora. Pero después de que se inventó la computadora, fue necesario un término para describirla. ¡Aleluya por nuestra nueva experiencia espiritual! Según esta experiencia, debemos vivir a Cristo por causa de la iglesia. Puedo testificar que todo mi ser está ocupado en esto. No tengo espacio para ninguna otra cosa. Cada uno de mis mensajes es el fruto de esta experiencia. Exteriormente, tal vez me ocupe de muchas cosas, pero en lo profundo de mi ser estoy siempre ocupado en vivir a Cristo por causa de la iglesia. Puedo testificar que antes de dar este mensaje, no sabía con claridad lo que debía hablar, y oré de esta manera: “Señor, estamos abiertos a Ti. No hemos tomado ninguna decisión en cuanto a este mensaje. Señor, no sabemos lo que quieres que digamos. Dirígenos y guíanos, Señor. Infunde en nosotros Tus pensamientos y Tu sentir”. Luego, en lo profundo de mi ser, empecé a sentir que debía hablar acerca del modelo de uno que vive a Cristo por causa de la vida de iglesia. Hemos recalcado que 1 Corintios revela que debemos vivir a Cristo por causa de la iglesia, pero sólo en 2 Corintios vemos el modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. La maravillosa y admirable revelación contenida en 1 Corintios necesita el modelo presentado en 2 Corintios. Por consiguiente, Pablo, después de escribir la primera epístola, escribió la segunda con el fin de mostrar a los creyentes de Corinto el modelo de una persona que vive a Cristo por causa de la iglesia. En el siguiente mensaje estudiaremos los detalles de dicho modelo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE DIECISÉIS UN MODELO DE UNO QUE VIVE A CRISTO POR CAUSA DE LA IGLESIA (2) Lectura bíblica: 2 Co. 1:8-9, 12, 17-22 En la epístola de 1 Corintios se revela el tema de vivir a Cristo por causa de la iglesia. Si leemos detenidamente esta epístola, tal vez nos preguntemos si de verdad existe un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. Al leerla, quizás digamos: “Pablo, muéstranos un modelo. Hemos visto muchas cosas en nuestros padres, parientes, vecinos, amigos y colegas, pero nunca hemos visto a una persona que viva a Cristo por causa de la iglesia. Quisiéramos ver un modelo, porque un modelo es mucho mejor que miles de palabras”. Pablo, al darse cuenta de esta necesidad, presenta dicho modelo en 2 Corintios. Por consiguiente, en esta epístola vemos un modelo vivo. UN TESTIMONIO PERSONAL Pablo inicia cada una de sus epístolas de una manera distinta. Por ejemplo, la manera en que empieza Romanos difiere de la manera en que inicia Efesios. La epístola de 2 Corintios empieza también de una manera particular. Después de que Pablo presenta los saludos y después de hablar de la paz en 1:1 y 2, él sigue adelante, pero no habla de algo doctrinal ni presenta una revelación, sino que da un testimonio personal. En 1:8 él declara: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir”. Es como si Pablo dijera: “Creyentes corintios, quisiera daros mi testimonio acerca de la manera en que vivo a Cristo por causa de la iglesia. Cuando estuvimos en Asia, fuimos abrumados sobremanera y muy presionados. Fuimos presionados más allá de nuestras fuerzas, más allá de nuestra capacidad de resistir la opresión, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir. Nos era muy claro que íbamos a morir”. En esto no hay nada doctrinal. Por el contrario, Pablo da un testimonio. Este testimonio forma parte del modelo. EL DIOS DE LA RESURRECCIÓN En 1:9 Pablo añade: “De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”. Puesto que los apóstoles sabían que iban a morir, no depositaron ninguna confianza en sí mismos; pusieron su confianza en Dios. El Dios en quien confiaban ellos no era simplemente el Creador de los cielos y la tierra; más bien, ellos confiaban en el Dios de la resurrección, el Dios que resucita a los muertos. Aquí Pablo no dice: “Invoco de testigo al Dios que creó los cielos y la tierra”. En el versículo 9, Pablo no se refiere al Dios de la creación, sino al Dios de la resurrección. Pablo no confiaba en sí mismo, sino en el Dios de la resurrección, el Dios que levanta a los muertos. El hecho de confiar en el Dios de la resurrección y de no confiar en nosotros mismos equivale a vivir a Cristo. Si yo confío en mí mismo, ciertamente me vivo a mí mismo; no vivo a Cristo. Pero vemos aquí a un apóstol que no confiaba en sí mismo. Su confianza estaba puesta completamente en el Dios que levanta a los muertos. En este asunto, él es un modelo de lo que es vivir a Cristo. LA SENCILLEZ Y LA SINCERIDAD DE DIOS En el versículo 12 Pablo añade: “Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”. Este testimonio está relacionado con el modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. La conciencia de Pablo testificaba que él vivía en sencillez; él no se conducía con diplomacia. Pablo no daba lugar a la politiquería; por el contrario, él era sincero. Pero él no expresaba su propia sencillez y sinceridad, sino la sencillez y sinceridad de Dios. La expresión “sencillez de Dios” implica que Dios mismo es esta sencillez. Asimismo, la expresión “sinceridad de Dios” significa que Dios mismo es esta sinceridad. En 1:12 Pablo no habla de su sencillez y sinceridad humanas, pues Dios mismo era su sencillez y sinceridad. LA GRACIA DE DIOS En 1:12 Pablo dice también que él no se conducía con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios. La gracia es el Dios Triuno procesado. En 1 Corintios se revela que el Dios Triuno se procesó para llegar a ser el Espíritu vivificante que podemos disfrutar. Este disfrute que tenemos del Dios Triuno procesado es la gracia. En 1 Corintios 15:10 Pablo dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. En este versículo y en 2 Corintios 1:12, la expresión “la gracia de Dios” indica que la gracia es de hecho Dios mismo. La gracia de Dios es Dios mismo. Por consiguiente, la gracia no es algo que pertenece a Dios; la gracia es el propio Dios. Además, esta gracia no es el Dios que no ha sido procesado, sino el propio Dios Triuno que está en resurrección. La gracia no es el Dios que se revela en Génesis 1, sino el Dios revelado en las epístolas de Pablo. El Dios que se revela en el ministerio de Pablo no es meramente el Dios de la creación, sino también el Dios que está en resurrección. La resurrección supone los procesos de encarnación, vivir humano y crucifixión. Después de pasar por este proceso, el Dios Triuno entró en resurrección. Por tanto, cuando decimos que Dios es el Dios de la resurrección, dejamos implícito el proceso por el cual Él pasó. Cristo pasó por la encarnación, por un vivir humano de treinta y tres años y medio y por la crucifixión, la cual duró seis horas. Después de morir, fue colocado en una tumba. Luego, fue al Hades, donde hizo un viaje por el dominio de la muerte. Después de eso, salió en resurrección. Ahora Él no sólo es el Dios de la creación, sino también el Dios de la resurrección. Este Dios procesado es ahora nuestra gracia. ¡Cuán contento estoy de estar en Él! Él es mi disfrute, mi banquete, mi descanso, mi fuerza. Éste es mi Dios. UNO CON EL CRISTO INMUTABLE En el versículo 17 Pablo dice: “Así que, teniendo esta intención, ¿procedí acaso con inconstancia? ¿O lo que pienso hacer, lo pienso según la carne, para que haya en mí sí, sí y no, no?” Pablo no era ni diplomático ni inconstante. Él no era la clase de persona que decía que sí en un momento dado y que al poco tiempo cambiaba su respuesta y decía que no. Para Pablo, el sí era sí y el no era no. Todo lo que decidía hacer, lo decidía siendo uno con el Cristo inmutable del Dios fiel. Pablo era completamente uno con Cristo, con el Ungido de Dios. Por eso podía decir: “Mas, como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es sí y no. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido sí y no; mas nuestra palabra ha sido sí en El” (vs. 18-19). En los versículos 20 y 21, Pablo dice además: “Porque para cuantas promesas hay de Dios, en El está el Sí, por lo cual también a través de El damos el Amén a Dios, para la gloria de Dios por medio de nosotros. Y el que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios”. Cristo es el Ungido de Dios, y Pablo estaba firmemente adherido a Él. Este Cristo es el Cristo inmutable del Dios fiel. Pablo, por ser una persona que vivía a Cristo, era uno con el Cristo inmutable del Dios fiel. Si deseamos vivir a Cristo, nosotros también debemos mantenernos unidos a Él. Pablo podía decir de sí mismo: “Soy una persona que siempre es uno con Cristo. Cristo no es sí y no, sino que en Él es el Sí. Si vosotros decís que sí y que no, no estáis viviendo a Cristo. En Cristo está el Sí. Cada vez que Él dice que sí, es sí para siempre; Él no cambia, y soy uno con este Cristo inmutable. Cuando decidí ir a visitaros, lo hice unido a Él. No hice esto en mí mismo ni por mí mismo. En unidad con Cristo, tomé la firme decisión de visitaros. Él es el Ungido, y yo estoy firmemente adherido a Él”. Esto también forma parte del modelo de lo que es vivir a Cristo por causa de la iglesia. UN MODELO VIVO En este mensaje, mi carga consiste en hacer notar que en la introducción de 2 Corintios, Pablo se presenta a sí mismo a los creyentes corintios como modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. Pablo parece decir: “Corintios, en mi primera epístola os di una revelación de lo que significa vivir a Cristo por causa de la iglesia. Ahora, sé que también necesitáis un modelo de tal vivir. En mi segunda epístola, me presento a vosotros como ese modelo vivo. Os pido que me miréis y veáis que yo no confío en mí mismo; al contrario, mi confianza está totalmente depositada en el Dios de la resurrección. Por tener mi confianza en Él, vivo a Cristo. Además, cada vez que decido algo, lo hago tomando a Cristo como mi persona. Estoy firmemente adherido a Cristo, el Ungido de Dios. Él es el Cristo del Dios fiel, el Dios en quien no hay ni sombra de cambio; por tanto, yo, Pablo, soy uno con el Dios Triuno”. Ésta es una persona que vive a Cristo por causa de la iglesia. Pablo vivía a Cristo con el fin de que, por medio de la iglesia, se llevara a cabo la administración de Dios. Si deseamos saber cómo vivir a Cristo por causa de la iglesia, debemos considerar la vida de Pablo y aprender de él, pues él es nuestro modelo, nuestro ejemplo. Entre las epístolas escritas por Pablo, 2 Corintios es única. Ésta epístola comienza con el testimonio personal de Pablo, y este testimonio no se da de manera breve; antes bien, se presenta de manera detallada. Pablo les dice a los corintios que no quería que ellos ignorasen las aflicciones que él había experimentado en Asia. Él quería que los creyentes de Corinto supieran que los apóstoles se encontraban bajo fuerte opresión; que la presión era tan pesada, que superaba su capacidad de resistirla; que incluso perdieron la esperanza de vivir y que tuvieron sentencia de muerte dentro de sí; que según ellos, iban a morir. ¿Por qué los puso Dios en tal situación? Dios lo hizo porque quería que se les diera fin. Así que Pablo podía decir: “La intención de Dios es darnos fin. Él no desea que sigamos viviendo; antes bien, Él quiere que Cristo viva en nosotros”. SE NOS DA FIN PARA QUE VIVAMOS A CRISTO Es fácil hablar de que necesitamos llegar a nuestro fin, pero para que se nos dé fin de verdad, necesitamos pasar por muchos sufrimientos. Por ejemplo, el Señor usará al cónyuge y a los hijos para darnos fin. Si usted es una esposa, el Señor usará al marido para darle fin. Si usted es un marido, el Señor usará la esposa para darle fin. Además, los hijos serán muy útiles para que se le dé muerte, a fin de que Cristo viva en usted. Es fácil decir de manera doctrinal que hemos sido crucificados juntamente con Cristo, que ya no vivimos nosotros, y que Cristo vive en nosotros. Pero esto podría ser una mera enseñanza. Además, es posible seguir repitiendo esto por años, citando Gálatas 2:20 una y otra vez, y con todo, no vivir a Cristo por causa de la iglesia. Para llegar a nuestro fin, debemos experimentar de manera práctica que algo se parte en nuestro ser interior. El Señor incluso usará a los santos que están en la vida de iglesia para lograr esto. En cierto sentido, la vida de iglesia es una vida de matadero, una vida de aniquilación. ¡Alabado sea el Señor porque estamos dispuestos a ser llevados al matadero a causa de nuestro deseo de vivir a Cristo! Si vivimos a Cristo, nuestra confianza estará puesta en el Dios de la resurrección, en el Dios que levanta a los muertos. Entonces nos conduciremos en la gracia de Dios y seremos uno con el Cristo inmutable del Dios fiel, el Cristo que es el sí único. Le damos gracias al Señor de que en todos estos versículos de 2 Corintios 1, vemos que Pablo era un modelo de uno que vivía a Cristo por causa de la iglesia. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE DIECISIETE ADHERIDOS, UNGIDOS, SELLADOS, CAPTURADOS, SOMETIDOS Y GUIADOS PARA ESPARCIR EL INCIENSO DE CRISTO (1) Lectura bíblica: 2 Co. 1:21-22; 2:14-16 En el mensaje anterior vimos un modelo de uno que vivía a Cristo por causa de la iglesia. Pablo no es un modelo de uno que vivía conforme a cierta cultura; más bien, él es un modelo de uno que vivía a Cristo por causa de la iglesia. Cuando hablamos de vivir a Cristo por causa de la iglesia, debemos saber quién es Cristo y también qué es la iglesia. PREGUNTAS CRUCIALES ¿Quién es Cristo? Cristo es el Dios que se procesó para ser el Espíritu vivificante y todoinclusivo. Esta expresión, breve y precisa, da una explicación de Cristo conforme a la revelación del Nuevo Testamento y a nuestra experiencia espiritual. ¿Con qué propósito deberíamos vivir a Cristo? ¿Deberíamos vivir a Cristo por causa de la evangelización? ¿por causa de nuestra espiritualidad? La respuesta es que debemos vivir a Cristo por causa de la iglesia. Puesto que debemos vivir a Cristo por causa de la iglesia, debemos contestar una pregunta importante: ¿Qué es la iglesia? Primero, la iglesia es la asamblea de los llamados. Segundo, la iglesia es el Cuerpo orgánico de Cristo. Además, la iglesia es la plenitud de Cristo y también de Dios, el nuevo hombre, la morada de Dios y la novia. Ésta es la secuencia que sigue Pablo en el libro de Efesios. Además, según el libro de Apocalipsis, la iglesia es el candelero. Al final de la Biblia, a la iglesia se le llama la novia. Por tanto, si queremos saber qué es la iglesia, debemos ver que la iglesia es la asamblea llamada, el Cuerpo orgánico de Cristo, la plenitud de Cristo y de Dios, el nuevo hombre, la morada de Dios, el candelero y la novia. CRISTO JUNTO CON LA IGLESIA Ahora quisiera hacer otra pregunta, una pregunta que parece muy común y ordinaria: ¿Qué es lo que revela la Biblia? En particular, ¿qué se revela en el Nuevo Testamento? Muchos maestros cristianos contestarían que el Nuevo Testamento es una revelación de Cristo. Aquellos que poseen una comprensión más completa, tal vez dirían que la Biblia habla de Cristo y la iglesia. Yo diría que la mejor respuesta a esta pregunta es que el Nuevo Testamento revela a Cristo junto con la iglesia. LA CARNE DE LA PALABRA No debemos conocer a Cristo de una manera superficial, sino de una manera profunda y misteriosa. Algunos creyentes afirman que Cristo es el Dios que se encarnó para ser un hombre llamado Jesús, y que este Jesús, un hombre de Nazaret, fue crucificado y resucitó. Por supuesto, esto es cierto, pues concuerda con lo que dice la Biblia. Nosotros creemos todo esto acerca de Cristo, porque la Biblia nos habla de ello. Sin embargo, la Biblia revela también asuntos más profundos relacionados con Cristo. La Biblia no solamente nos muestra cosas comparables a “plumas” y “piel”, sino que también revela cosas comparables a “carne”. Muchas clases de seres vivientes tienen o piel o plumas. Incluso el ajo tiene algunas capas finas de cáscara que lo recubren. Antes de comerse el ajo, uno primero debe pelar la cáscara. Los pollos y otras clases de aves tienen plumas. Cuando comemos pollo, lo que nos interesa es la carne, y no las plumas. Un proverbio chino asemeja los asuntos insignificantes a las plumas del pollo y a la cáscara del ajo. Cuando decimos que algo se puede asemejar a las plumas de pollo o a la cáscara de ajo, no estamos diciendo que ese asunto no signifique nada o que no tenga importancia. Las plumas de pollo se pueden usar para rellenar una almohada, y la cáscara del ajo se puede usar para preparar medicinas. Al contrario, mi propósito al usar este ejemplo es afirmar que aun la revelación divina de la Biblia contiene “cáscara” y “plumas”, es decir, asuntos que son necesarios e importantes pero que de alguna manera son un poco superficiales. Además, podemos usar también el ejemplo del cascarón de un huevo. El huevo sin cascarón no podría existir. Sin embargo, cuando comemos el huevo, no comemos el cascarón, sino lo que éste contiene. Podemos comparar la revelación bíblica con un huevo con su cascarón y su contenido. Muchos cristianos centran su atención en el “cascarón”. Usando el ejemplo de las plumas de pollo y de la cáscara de ajo, podemos decir que estos cristianos se centran en las “plumas” y en la “cáscara” de la Biblia. El cascarón, la cáscara y las plumas aluden a asuntos que son verdaderos e importantes, pero que, como procuraremos dejar muy claro, no son la “carne” de la revelación divina. Durante el período conocido como la Edad Media, es decir, la edad de las tinieblas, que se extendió desde aproximadamente el sexto siglo hasta el siglo dieciséis, la Biblia estuvo fuera del alcance de los hombres y estuvo, en efecto, cerrada, dando por resultado que se perdieron hasta la cáscara y las plumas. Durante la Reforma, la Biblia fue abierta hasta cierto grado, y la revelación de la Palabra divina fue recobrada en cierta medida. Durante la Reforma, la cáscara y las plumas fueron recobradas; sin embargo, las profundidades de la Palabra no fueron expuestas a mayor escala. PARTICIPAR DEL ALIMENTO RICO Tomemos algunos ejemplos de 1 Corintios para mostrar lo que queremos decir cuando hablamos de las plumas, la cáscara y la carne de la Palabra. En 1 Corintios 1:12 se dice: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. Este versículo habla de la división. En cuanto a la división, algunos maestros de la Asamblea de los Hermanos dijeron algo así: “En 1 Corintios 1:12, Pablo reprende a los que decían que eran de Cefas, de Apolos, de Pablo y de Cristo. Entonces, ¿por qué vosotros adoptáis nombres tales como luteranos, bautistas, presbiterianos, o wesleyanos? Afirmar ser luterano significa que usted es de Lutero. ¿Acaso las palabras de Pablo no se aplican al hecho de adoptar nombres denominacionales? Esta práctica debe ser desaprobada”. Esta enseñanza es sana y fundamental. No obstante, ella está en la categoría de cáscara y de plumas; no es la carne de la Palabra. Si deseamos aprender a comer de manera saludable, no debemos comer las plumas ni la cáscara; antes bien, debemos comer la carne. Cuando como pollo, como solamente la carne, no las plumas, ni la piel, ni los huesos. En el mismo principio, cuando leemos el primer capítulo de 1 Corintios, no debemos prestar atención meramente a las plumas del versículo 12, sino a la carne del versículo 9. ¿Revela 1 Corintios principalmente el tema de la división? No, su revelación básica es la comunión del Hijo de Dios. Además, este capítulo enseña que Cristo, Aquel que fue crucificado, nos es sabiduría y poder de parte de Dios. Este Cristo es ahora nuestra justicia, santificación y redención diarias. Ésta es la revelación básica del capítulo uno de 1 Corintios. Si deseamos comer la carne de un pollo, debemos sacarle las plumas y quitarle la piel. Asimismo, si deseamos encontrar la carne del capítulo uno de 1 Corintios, debemos ir más allá de las plumas y la piel de este capítulo. Entonces veremos más allá de las divisiones y del espíritu divisivo, y veremos que Cristo, el Hijo de Dios, es nuestra porción, y que podemos disfrutarlo a Él, la sabiduría y el poder de Dios, como nuestra justicia, santificación y redención diarias. Todos debemos ver a Cristo de esta manera y participar de este alimento tan rico. Si permanecemos en el versículo 12, centrados en el tema de la división, lo único que obtendremos será las plumas y la piel; no disfrutaremos de la carne saludable, de Cristo como nuestra porción. Yo puedo testificar que cuando leo el primer capítulo de 1 Corintios, no presto atención únicamente a la piel de la división; antes bien, disfruto al Cristo crucificado como mi porción y como mi justicia, santificación y redención. Muchos cristianos no han visto la carne del primer capítulo de 1 Corintios. Algunos sólo ven las plumas, otros profundizan un poco más y ven la piel. Pero cuando les digo a los creyentes que deben ir más allá de la piel y de las plumas y apropiarse de la carne, algunos se ofenden e incluso se oponen a mí. Son semejantes a mis nietos, los cuales se quejan cuando les pido que se coman la carne del pollo y no la piel. En mi ministerio, hago todo lo posible por mostrar al pueblo de Dios la carne que está abajo de las plumas y de la piel. MINISTRAR LA CARNE DE LA PALABRA Hace poco leí un artículo en el que se me acusa de arruinar la práctica de celebrar la Navidad. En realidad, no tengo ninguna intención de atacar dicha práctica. Todo mi tiempo está dedicado a ministrar a Cristo a los demás. Pero mientras ministro a Cristo, la Navidad queda espontáneamente al descubierto. Sí, he dicho que debemos interesarnos exclusivamente en Cristo y olvidarnos de la llamada Navidad. También he dicho que debemos ser cristianos, pero que no nos debe interesar ningún “ismo”, ni siquiera el cristianismo. Ciertamente no tengo la intención de oponerme a la Navidad o al cristianismo. Lo que he dicho en mi ministerio es que debemos ocuparnos en Cristo y ser cristianos genuinos, pero que no debemos tener nada que ver con los “ismos”, inclusive el cristianismo. Ciertas personas, al oír estas palabras, me acusan de oponerme al cristianismo y de arruinar la práctica de celebrar la navidad. En realidad, la Navidad y el sistema del cristianismo incluyen muchas cosas que ni siquiera son plumas y pieles genuinas de la Biblia. Es un hecho de que Cristo nació en un pesebre y que fue criado en Nazaret. Éstas definitivamente son verdades bíblicas, pero son “verdades de plumas” o “verdades de pieles”, y no “verdades de carne”. Un ejemplo de una “verdad de carne” se encuentra en Juan 1:1 y 14. Estos versículos declaran que el Verbo, quien es Dios, se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y de realidad. Juan 1:16 añade: “Porque de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia”. El versículo 4 de este mismo capítulo declara: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. En estos versículos no encontramos plumas ni piel, sino carne En los capítulos catorce y quince del Evangelio de Juan encontramos más carne. Juan 14:23 dice: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Este versículo no dice nada acerca de la Navidad, de la Pascua ni del sistema del cristianismo; tampoco hace mención de ellos ningún otro versículo del Evangelio de Juan. Este versículo declara que el Hijo y el Padre harán morada con aquel que ama al Señor Jesús. Además, en Juan 15:4, el Señor declara: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. En este capítulo, Él declara también: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (v. 5). Versículos tales como éstos no tienen ninguna pluma ni piel; al contrario, ellos están llenos de carne nutritiva. Cuando usted cena pollo, ¿le presta atención principalmente a la piel o a la carne? Ciertamente todos nos concentramos en la carne. Si mi esposa me sirviera un plato de piel de pollo, yo no estaría muy contento, aunque claro está que mi esposa jamás haría tal cosa, ella me serviría más bien la carne nutritiva del pollo. Yo disfruto esta clase de carne, y ésta me fortalece y me nutre. ¿Qué clase de Biblia tiene usted? ¿Es su Biblia un libro que contiene solamente plumas y piel, o es más bien un libro de carne? Debemos tener mucho cuidado al contestar esta pregunta. La mejor respuesta es decir lo siguiente: “Mi Biblia no es solamente un libro de plumas y piel, sino también un libro de carne exquisita”. Un pollo necesita plumas, piel y también carne. Sin las plumas y la piel, el pollo no podría crecer. Asimismo, en la Biblia tenemos piel, plumas y carne. Pero lo trágico entre los cristianos de hoy es que ellos se preocupan por las plumas y la piel, y no les interesa mucho la carne. Por esta razón, siento la carga de ministrar la carne de la Palabra al pueblo del Señor. COMER RICAMENTE DE CRISTO En el libro de 1 Corintios hay muchas plumas y bastante piel, pero al cocinar la comida espiritual, debemos prestar más atención a la carne. La mayoría de los que leen 1 Corintios 5 prestan atención a una pluma horripilante, al caso del hermano pecaminoso que cometió incesto. Cuando leemos este capítulo, no podemos evitar ese asunto, pero éste no es el único tema que abarca ese capítulo. En los versículos 7 y 8, Pablo dice: “Porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así que celebremos la fiesta...”. Lo que dice Pablo acerca de la Pascua y de celebrar la fiesta no es ni piel ni plumas, sino carne. Aquí Pablo indica que celebramos la fiesta de los panes sin levadura. Cristo es nuestra Pascua y nuestra fiesta de panes sin levadura, y podemos disfrutarlo a Él y alimentarnos de Él a lo largo de nuestra vida cristiana. La fiesta de los panes sin levadura duraba siete días. Esos siete días tipifican toda la trayectoria de nuestra vida cristiana. Por tanto, durante toda nuestra vida cristiana, Cristo es nuestra fiesta, nuestro pan sin levadura. Cuanto más comamos ricamente de Él, más se eliminará la levadura. UNA AYUDA EN NUESTRO ESTUDIO DE LA BIBLIA Al comparar la carne y las plumas de 1 Corintios 5, aprendemos la manera correcta de estudiar la Biblia. Al leer la Biblia, no solamente debemos prestar atención a las plumas y a la piel, sino mucho más a la carne. Espero que lo que hemos dicho acerca de las plumas, de la piel y de la carne nos ayude en nuestra lectura de la Palabra de Dios. ASPECTOS DEL MODELO En el mensaje anterior hicimos notar que Pablo es un modelo de una persona que vive a Cristo por causa de la iglesia. Ahora debemos avanzar y preguntarnos qué clase de persona era Pablo como tal modelo. La respuesta a esta pregunta es que Pablo era una persona adherida a Cristo, al Ungido. En 2 Corintios 1:21, Pablo dice: “Y el que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios”. Toda persona que no está adherida a Cristo, toda persona no adherida, no puede vivir a Cristo por causa de la iglesia. Si deseamos vivir a Cristo por causa de la iglesia, debemos aprender de Pablo, quien es nuestro modelo, a ser personas adheridas a Cristo. Según 1:21, los que están adheridos a Cristo son ungidos por Dios. Por tanto, el que vive a Cristo por causa de la iglesia debe ser una persona ungida. No es suficiente ser culto, instruido o adiestrado; tenemos que ser ungidos. Si no somos ungidos, no podemos vivir a Cristo por causa de la iglesia. Es preciso que todos seamos ungidos. En 1:22 Pablo añade que Dios “nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones”. El que vive a Cristo por causa de la iglesia es también una persona que ha sido sellada por Dios. Ser sellado por Dios significa que Él es nuestro dueño, que somos posesión Suya. Si no hemos sido sellados por Dios, no podemos vivir a Cristo por causa de la iglesia. Pablo dice en 2:14: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su conocimiento”. Hemos señalado que la expresión “nos lleva en triunfo” significa llevar cautivo a un hombre en un desfile triunfal. Así que, en este versículo Pablo se refiere a ser capturado por Cristo. Según el concepto humano, no es bueno ser capturado, y a nadie le gusta ser capturado. No obstante, debemos ser capturados por el Señor a fin de vivir a Cristo por causa de la iglesia. Además, debemos ser sometidos. No obstante, ni a los hermanos ni a las hermanas les gusta ser sometidos. Ciertamente resulta muy difícil para una mujer joven someterse a su marido. Por el contrario, su actitud puede ser que aunque se casó con su marido, no tiene ninguna intención de someterse a él. En términos humanos, a nadie le gusta ser sometido. Para nosotros, ser sometidos es humillante. No obstante, si deseamos vivir a Cristo por causa de la iglesia, tenemos que ser sometidos. Ser sometidos por el Señor no es nada humillante; más bien es algo glorioso. Finalmente, si deseamos vivir a Cristo por causa de la iglesia, debemos ser guiados por Él. Debemos ser capturados, sometidos y guiados. Sin embargo, nosotros preferimos guiar a otros, y no que otros nos guíen a nosotros. Si deseamos vivir a Cristo por causa de la iglesia, todos debemos ser guiados. En cuanto a vivir a Cristo por causa de la iglesia, hemos enumerado seis asuntos: ser adheridos, ser ungidos, ser sellados, ser capturados, ser sometidos y ser guiados. Como veremos en el siguiente mensaje, todo esto tiene como fin que esparzamos el incienso de Cristo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE DIECIOCHO ADHERIDOS, UNGIDOS, SELLADOS, CAPTURADOS, SOMETIDOS Y GUIADOS PARA ESPARCIR EL INCIENSO DE CRISTO (2) Lectura bíblica: 2 Co. 1:21-22; 2:14-16 Pablo es un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. Conforme a lo que escribe en 2 Corintios, si queremos vivir a Cristo por causa de la iglesia, debemos ser adheridos, ungidos, sellados, capturados, sometidos y guiados para poder esparcir el incienso de Cristo. En 2:14 Pablo declara: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su conocimiento”. En este versículo Pablo usa dos metáforas: la de ser cautivos en el desfile triunfal y la de ser portadores de incienso que esparcen el incienso en dicho desfile. Por ser portadores de incienso, los apóstoles esparcen el olor del conocimiento de Cristo en el ministerio triunfal de Cristo como en un desfile triunfal. Los apóstoles son tales portadores de incienso en el ministerio de Cristo y son también cautivos en el séquito de Su triunfo. Pablo fue adherido, ungido, sellado, capturado, sometido y guiado para que esparciera el incienso de Cristo. Nosotros también debemos experimentar todos estos asuntos para que podamos esparcir el incienso de Cristo. ESPARCEN EL INCIENSO Los versículos 1:21 y 22, y 2:14-16 de 2 Corintios son versículos maravillosos. Estos cinco versículos contienen varias verdades maravillosas. Según 1:21 y 22, debemos ser adheridos firmemente a Cristo, debemos ser ungidos por Dios y debemos ser sellados con el Espíritu. Además, según 2:14-16, debemos ser capturados, sometidos y guiados. Todo eso tiene como fin que esparzamos el incienso de nuestro Salvador, el incienso de Aquel a quien amamos a lo sumo. En mi ministerio, yo no soy meramente un maestro o un predicador; soy uno que esparce el incienso de mi Señor. Casi no puedo contenerme del amor que siento por Él, y deseo esparcir Su incienso. Todo aquel que está en el recobro del Señor debe ser una persona que esparce el incienso de Cristo. Adondequiera que vayamos, debemos esparcir este incienso. Algunos se han preguntado por qué muchos cristianos de este país han recibido con solicitud mi ministerio. La razón es que esparzo el incienso de Cristo. Ésta es mi única ocupación, mi única profesión. Mi especialidad en la universidad celestial fue en esparcir el incienso de Cristo. Espero que en los años venideros muchos de entre nosotros, y particularmente los jóvenes, respondan al Señor y esparzan el incienso de Cristo. Jóvenes, su aspiración debe ser esparcir el incienso de Cristo. Con respecto a esto, deben decir: “Por la gracia del Señor, me convertiré en uno que esparce el incienso de Cristo por dondequiera que vaya”. Tengo fe de que en los próximos diez años, muchos jóvenes se convertirán en personas que esparcen el incienso de Cristo. Tengo la convicción de que todavía habrá tiempo para que los jóvenes crezcan y sean usados por el Señor. A causa de la inmadurez de los cristianos, la novia todavía no está preparada para la venida del Señor. El Señor no vendrá por la novia hasta que ésta sea madura y esté lista para Él. Mientras que la novia no esté lista, el Señor seguirá ejecutando el gobierno de Dios y llevando a cabo Su ministerio celestial para acelerar el proceso de nuestra madurez. No podemos alcanzar la madurez de la noche a la mañana. Todo lo que tiene vida necesita tiempo para crecer. Uno puede confeccionar centenas de flores artificiales en un día, pero las flores auténticas necesitan tiempo para crecer. Soy de la creencia de que durante el tiempo requerido para que la novia crezca y madure, muchos jóvenes esparcirán el incienso de Cristo. En los años venideros, el Señor quizás enviará a algunos a distintos lugares. Adondequiera que vayamos, debemos esparcir el incienso. Puedo testificar que la oposición al recobro del Señor de hecho es una señal positiva. Es una señal de que el recobro verdaderamente es del Señor y que es Su mover en la tierra. ¡Aleluya, estamos en el recobro del Señor! Estamos creciendo y estamos siendo preparados para esparcir el incienso de Cristo. ADHERIDOS CORPORATIVAMENTE AL UNGIDO En 1:21 Pablo declara: “Y el que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios”. Pablo no fue adherido a Cristo de una forma individual. Más bien, él declara que los apóstoles fueron adheridos junto con todos los demás creyentes. La palabra griega traducida “con” en el versículo 21 significa juntamente con. Los apóstoles fueron adheridos a Cristo, el Ungido, juntamente con los demás creyentes. Esto demuestra que Pablo no era individualista. Aunque era el apóstol más destacado, aún necesitaba a todos los demás creyentes. Fue junto con los creyentes de Corinto que él fue adherido a Cristo. Por consiguiente, él fue adherido a Cristo corporativamente, y no de manera individualista. Aquel a quien fuimos adheridos es Cristo, el Ungido de Dios. La Biblia revela que todo el ungüento de Dios fue derramado sobre el Ungido de Dios. Sin Él, no hay ungüento, no hay unción. Cuando la unción fue derramada sobre Cristo, el proceso de ungimiento fue completado. No existe ningún ungüento además del que fue derramado sobre Cristo, el Ungido. Dios ya no unge a nadie. Lo que hace ahora con relación a nosotros es adherirnos al Ungido. Por haber sido adheridos a Él, estamos adheridos a la unción. Por esta razón, la unción sigue a la adhesión. Dios nos ha adherido, y también nos ha ungido. Una vez que somos adheridos, somos ungidos espontáneamente. ¿Sabe usted qué significa ser ungido por Dios? Significa que se nos ubica en todas las riquezas del Dios Triuno. Las riquezas del Dios Triuno son ahora el ungüento, y el ungüento ha sido derramado sobre Cristo. Cuando somos adheridos a Cristo, estamos bajo la unción y, de esta manera, somos ungidos, o sea, somos introducidos en el disfrute práctico de todas las riquezas del Dios Triuno. POSEÍDOS POR EL SEÑOR En 1:2 Pablo añade que Dios también nos ha sellado y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones. La unción del versículo 21 es el sellar. Puesto que Dios nos ha ungido en Cristo, Él también nos ha sellado en Él. Este sello es una marca que Dios pone sobre nosotros. Podemos comparar esta marca con la firma de una persona. Cada vez que compro un nuevo libro, escribo inmediatamente mi nombre en él. Cada libro que me pertenece lleva mi firma. La acción de escribir mi firma en un libro es un ejemplo de lo que significa ser sellado por Dios. Si deseamos vivir a Cristo, debemos ser adheridos a Él y disfrutar la unción. Entonces esta unción llegará a ser un sello que indica que somos posesión del Señor. Habiendo sido ungidos y sellados, ya no pertenecemos a Satanás ni al mundo, ni siquiera nos pertenecemos a nosotros mismos. Pertenecemos al Señor, a Cristo, quien es el Ungido de Dios. ¡Aleluya, somos de Él! Si hemos de vivir a Cristo, primero debemos tener a Cristo. Esto es igual, en principio, a gastar dinero. Para gastar dinero es necesario primero tenerlo. Si estamos endeudados y no tenemos dinero en nuestra cuenta, no tendremos dinero que gastar. Asimismo, si no tenemos a Cristo, no es posible vivirlo. Pero puesto que fuimos adheridos al Ungido, ungidos con las riquezas del Dios Triuno y también sellados, tenemos las riquezas espirituales necesarias para girar “cheques” y para retirar de las riquezas de nuestra cuenta bancaria espiritual. Podemos vivir a Cristo porque tenemos a Cristo, y tenemos a Cristo porque hemos sido adheridos, ungidos y sellados. Pablo, el modelo de una persona que vive a Cristo por causa de la iglesia, fue adherido, ungido y sellado. Una persona así tiene abundancia de riquezas que usar por el bien de la iglesia. PLENAMENTE CAPTURADOS Y SOMETIDOS Aunque hemos sido adheridos, ungidos y sellados, aún necesitamos ser plenamente capturados por Cristo. ¿Acaso no es cierto que por lo menos parte de nuestro ser todavía no ha sido capturado por el Señor? Quizás un gran porcentaje de nuestro ser interior todavía no ha sido capturado por Él. Un hermano que ha sido parcialmente capturado por Cristo tal vez piense así: “Mañana es día del Señor una vez más, y no quiero ir a la reunión de la iglesia, aunque es necesario que vaya. Lamento haberme hecho cristiano, pues ahora que soy salvo, sé que no puedo escaparme del Señor. Me gustaría alejarme de Él, pero es imposible porque Cristo no me dejaría. Además, mi esposa ama al Señor y está entusiasmada por la vida de iglesia. Ella lleva a nuestros hijos a la iglesia. Por mi parte, preferiría hacer algo diferente en lugar de asistir a la reunión de mañana, pero en esto mi familia me ha dominado. Todos quieren que yo asista a la reunión; así que, no me queda otra alternativa. Debo ir a la reunión de mañana a sufrir y sentirme mal”. Ésta es la actitud de una persona que ha sido capturada por Cristo en un grado muy limitado. Si no hemos sido capturados por Cristo, no podremos vivirle. Yo ciertamente he aprendido este secreto. No piensen que yo siempre estoy dispuesto a ser capturado por el Señor; a veces hay una parte de mi ser que no quiere ser capturada por Él. He aprendido que si deseamos ser capturados, necesitamos la gracia. Cada vez que usted siente que una parte de su ser no está dispuesta a ser capturada por el Señor, recuerde que usted ha sido adherido, ungido y sellado. A veces, cuando siento que algo dentro de mí no está dispuesto a ser capturado, recuerdo el hecho de que he sido adherido, ungido y sellado. Entonces me doy cuenta de que mi destino es ser capturado y sometido para vivir a Cristo. Sólo aquellos que han sido capturados y sometidos por Cristo pueden vivirle por causa de la iglesia. Éste es nuestro destino, y, al final, no nos queda otra opción, elección, preferencia u opinión al respecto. Es imprescindible que seamos capturados y sometidos. ¿Ha sido usted sometido por el Señor? Conozco algunas esposas que finalmente fueron sometidas por sus maridos. Después de un período de varios años, estuvieron dispuestas a reconocer que el marido era la cabeza. No obstante, el hecho de ser sometido por el marido no es tan agradable como ser sometido por Cristo. Cristo siempre es amable, pero a la vez fuerte y persistente. Él puede esperar lo que sea necesario hasta que estemos dispuestos a ser sometidos por Él. Si no estamos dispuestos a ser sometidos hoy, Él puede esperar otro año o aun más. Si no somos sometidos en esta era, Él sabe que seremos sometidos en la próxima era o en la Nueva Jerusalén. Un día, todos seremos sometidos por el Señor, pero es mucho mejor ser sometidos hoy. El hecho de que seamos sometidos ahora es tanto sabio como muy provechoso. Esperar para someternos, aunque sea poco tiempo, podría causarnos pérdida. Puedo testificar que no lamento el haber sido sometido por Cristo. Cuando yo era joven, tenía un buen trabajo con un buen sueldo. Un día, Cristo lo interrumpió todo exigiendo que dejara mi trabajo y que le sirviera a Él a tiempo completo. Sin embargo, yo tenía muchas preguntas, a lo cual el Señor me dijo que simplemente creyera en Él. Le dije al Señor que estaba dispuesto a padecer hambre por Él siempre y cuando Él cuidara a mi esposa e hijos. El Señor me alentó y me pidió que le encomendara a Él todo lo concerniente a mi esposa y a mis hijos. Con todo, me preocupaba lo que sería de mi familia si yo dejara mi trabajo para servir al Señor. Sabía que el Señor es el Todopoderoso, pero todavía me parecía a mí que era más seguro que mi familia estuviera bajo mi cuidado. Luché con el Señor por mucho tiempo. Me preguntaba por qué me había dado una esposa e hijos si Su intención era que le sirviera. Pero al poco tiempo, cedí al Señor. Esto fue hace casi cincuenta años, y puedo testificar que el Señor me ha recompensado al ciento por uno. Lo que quiero decir es que cada vez que el Señor exige que hagamos algo, Él ciertamente nos suplirá lo necesario para aquello que nos exige. El que vivamos a Cristo no es solamente una exigencia; es un requisito que implica una promesa. Toda exigencia contenida en el Nuevo Testamento implica que el Señor suplirá lo que necesitemos para satisfacer aquella exigencia. Cuanto más nos exija, más nos suplirá. Para poder vivir a Cristo, primero debemos ser capturados por el Señor, y luego, sometidos por Él. Si yo me hubiera quedado con mi trabajo y no lo hubiera dejado para servir al Señor a tiempo completo, eso habría sido una señal de que no había sido capturado ni sometido por Él. Si ése hubiera sido el caso, el Señor no habría podido usarme para establecer iglesias en Su recobro. El establecimiento de tantas iglesias dependía de que una persona fuera capturada y sometida. Lo que el Señor pueda hacer a través de usted depende también de cuán dispuesto esté a ser capturado y sometido por Él. Por tanto, el hecho de ser capturado y sometido por Cristo es algo muy importante. GUIADOS POR CRISTO Pablo podía decirle al Señor: “Gracias, Señor Jesús, porque me has adherido a Ti, me has ungido, sellado, capturado y sometido. Ahora estoy listo para ser guiado por Ti”. Entonces el Señor pudo guiar a Pablo en Su desfile triunfal. Como apóstol, Pablo no hizo nada conforme a su propia elección, preferencia o gusto. Por el contrario, él verdaderamente fue guiado por el Señor. Pablo tomó la dirección del Señor, cualquiera que ésta fuese. En cuanto a la dirección del Señor, Pablo no tenía ninguna alternativa. Como lo indica la metáfora de 2:14, él se consideraba un cautivo que había sido colocado en el desfile triunfal de Cristo, un desfile que celebraba la victoria de Cristo. ¿Cómo podía un cautivo tal como él tener otra alternativa? Los cautivos no tienen ninguna alternativa. Debido a que Pablo, un cautivo, estaba dispuesto a ser guiado, a dondequiera que iba, ésa era la dirección del Señor. Pablo no viajó en Asia Menor para llevar a cabo una obra de evangelización. Su viaje constituía un avance en el desfile de Cristo. El desfile triunfal de Cristo avanzaba a Asia Menor y de allí a Macedonia y a Acaya. Pablo se encontraba en un desfile que Dios dirigía para celebrar la victoria del Hijo de Dios. No creo que mi llegada a este país podría asemejarse en lo más mínimo a una especie de obra misionera. Como Pablo mi llegada fue también un avance en el desfile de Cristo, en la celebración que el Señor hacía de Su victoria en Su recobro. Por ser yo uno que ha sido capturado, sometido y guiado, soy un cautivo que marcha en este desfile. ¡Alabado sea el Señor porque el desfile que celebra la victoria de Cristo en el recobro ha llegado a este país! Por haber sido adheridos, ungidos, sellados, capturados, sometidos y guiados, esparcimos el incienso de Cristo. De hecho, este esparcimiento de incienso equivale a vivir a Cristo. El Cristo a quien vivimos tiene incienso, e incluso Él mismo es este incienso. Por tanto, cuando esparcimos el incienso de Cristo, esparcimos a Cristo mismo. Este esparcimiento de Cristo como incienso tiene un efecto: es un asunto de vida o muerte. Para los que han sido escogidos por Dios, el esparcimiento de incienso es para vida; pero para los demás, es para muerte. Éste es un asunto muy serio, y Pablo pregunta: “Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (2:16). Alabamos al Señor porque es posible ser los que esparcen el incienso de Cristo. Una vez que hayamos sido adheridos, ungidos, sellados, capturados, sometidos y guiados, esparciremos el incienso de Cristo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE DIECINUEVE SU COMPETENCIA PROVIENE DE CRISTO, QUIEN ES EL ALFABETO QUE SE USA PARA REDACTAR CARTAS VIVAS CON EL ESPÍRITU VIVIFICANTE DEL DIOS VIVO (1) Lectura bíblica: 2 Co. 3:3-6 En el libro de 2 Corintios, un libro muy profundo, Pablo se presenta a sí mismo como un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. En esta epístola, Pablo nos presenta su vivir, la manera en que él vive. La vida de Pablo es un modelo para todos los cristianos. A comienzos de mi vida cristiana, escuché repetidas veces que Cristo es nuestro ejemplo y que debemos imitarlo. También se me enseñó que el apóstol Pablo es un ejemplo para nosotros. En 1 Timoteo 1:15 y 16 Pablo dice que él era el más grande pecador, el primero de los pecadores, pero que recibió misericordia para convertirse en ejemplo, en modelo, para los creyentes. Sin embargo, yo nunca oí que en 2 Corintios Pablo se presenta a sí mismo como un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. Pablo es un modelo no solamente de uno que vive a Cristo, sino de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. Nuestro destino, como nueva creación de Dios, es vivir a Cristo. Además, hemos de vivir a Cristo no solamente para ser salvos, para ser espirituales, para tener poder o para realizar una obra evangélica, sino por causa de la iglesia. Vivir a Cristo por causa de la iglesia es el destino que Dios ha designado a Su nueva creación. JUSTIFICACIÓN PARA VIDA El vivir a Cristo por causa de la iglesia es algo que se ha perdido y que debe ser recobrado. Durante la Reforma, Martín Lutero recobró la justificación por fe. Por la gracia de Dios, Lutero estaba dispuesto a arriesgar su vida para recobrar la verdad de la justificación por fe. De manera objetiva, la justificación por fe se puede asemejar a la piel de un pollo, es decir, no es la carne. Según Romanos y Gálatas, la justificación por fe debe tener un resultado. Estos libros revelan que la justificación por fe es para vida, lo cual significa que la justificación se efectúa con miras a la vida. No debe ser un fin en sí misma, sino que debe dar por resultado la vida. Caspar Schwenckfeld vio que la justificación tiene que dar por resultado la vida. Él puede ser considerado como uno que no solamente tocó la “piel” de la revelación de la Biblia, sino que también empezó a ver la “carne” que está debajo de la piel. Un día quedé muy sorprendido cuando me enteré de que Schwenckfeld empleó algunas de las expresiones que nosotros usamos hoy para hablar de la vida. Él incluso habló del Espíritu vivificante. Me refiero a Lutero y a Schwenckfeld con el fin de mostrar que el Señor desea recobrar no solamente la piel, es decir, ciertas enseñanzas fundamentales, sino también la carne que se halla debajo de la “piel” de la Palabra. CRISTO: NUESTRA PORCIÓN NUTRITIVA En el mensaje diecisiete de este estudio-vida, hice notar que se puede asemejar las verdades de la Biblia a las plumas, la piel y la carne de un pollo. Por ejemplo, al leer el primer capítulo de 1 Corintios tal vez prestemos atención a las plumas y descuidemos la piel. En 1 Corintios 1:12 Pablo dice: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo: y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. En este versículo encontramos plumas, pero no carne. Los que leen el primer capítulo de 1 Corintios a menudo prestan atención a las plumas de este versículo y pasan por alto la carne del versículo 9, donde Pablo dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Muchos leen el primer capítulo de 1 Corintios sin prestar la debida atención a este versículo y a la carne que contiene. Otros lo estudian sin una comprensión adecuada de la palabra comunión. Piensan que tener comunión con el Hijo significa simplemente tener contacto con el Hijo de Dios a manera de oración. Pocos creyentes se dan cuenta de que la comunión del Hijo equivale al disfrute que tenemos del Hijo de Dios. Aquí el Hijo de Dios es la rica carne dada a nosotros por porción. El pensamiento de disfrutar al Señor como una carne rica y nutritiva se halla en Lucas 15. En la parábola del hijo pródigo, el pródigo se arrepiente y vuelve a casa. El padre lo recibe y lo viste con el mejor vestido. Algunos maestros bíblicos usan esta parábola para enseñar que la salvación es por gracia, no por obras. El hijo tenía pensado decir al padre que lo hiciera como a uno de sus jornaleros; no obstante, el padre lo interrumpió y pidió a los siervos que le pusieran el mejor vestido. Este vestido representa a Cristo como nuestra justicia. Nosotros no recibimos este vestido por nuestras obras, sino por la gracia, el don gratuito, de Dios el Padre. También yo prediqué mensajes evangélicos usando Lucas 15, en los cuales recalqué este punto. Con todo y eso, es necesario ver que esta parábola contiene más que el vestido; también incluye el becerro gordo. El vestido se asemeja a la piel, y el becerro gordo, a la carne. Por años prediqué el “evangelio del vestido” es decir, el mensaje de que la salvación es por gracia. Pero un día me di cuenta de que Lucas 15 habla también del becerro gordo. El vestido es algo externo, algo que nos cubre; mientras que ingerir el becerro gordo es algo interno, es alimento que nutre. Después de ver eso, empecé a predicar el evangelio de una manera distinta, haciendo hincapié en el becerro gordo así como también en el vestido. No obstante, algunos que sólo vieron el vestido y no el becerro gordo, sólo la piel y no la carne, no estaban contentos con esta clase de predicación del evangelio. No estaban de acuerdo con la enseñanza de que debemos comer el becerro gordo. A veces, cuando predicaba basándome en Lucas 15, decía que el hijo pródigo se arrepintió y volvió no porque su ropa estuviese sucia, sino porque tenía hambre. El hijo volvió a casa porque tenía hambre, tenía tanta hambre que estaba dispuesto a comer incluso las algarrobas que se daban a los cerdos. Lucas 15:17, refiriéndose al hijo pródigo, dice: “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!” Entonces, decidió: “Me levantaré e iré a mi padre” (v. 18). Él no dijo que en la casa de su padre había muchos vestidos; al contrario, él se acordó que allí había “abundancia de pan”. En lugar de permanecer donde estaba y perecer de hambre, decidió volver a casa. Supongamos que el padre hubiera dicho: “Pobre hijo mío, pareces limosnero. Pediré a los jornaleros que saquen el vestido que he preparado para ti y te lo pongan para que tengas una buena apariencia”. Si el padre únicamente le hubiera proporcionado vestido a su hijo, éste habría dicho: “Padre, tengo hambre; para ti, el vestido es suficiente, pero yo necesito algo para comer. Por favor dame alimento”. No obstante, el padre no se preocupó solamente por el vestido. Después de pedir a los jornaleros que trajeran el mejor vestido, el padre dijo: “Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos” (v. 23). Además, el hijo mayor tuvo celos, no por el vestido, sino por el banquete, y se quejó con su padre y le dijo: “He aquí, tantos años te he servido, sin haber desatendido jamás un mandato tuyo, y nunca me has dado ni un cabrito para regocijarme con mis amigos” (v. 29). El hijo mayor no dijo que el hijo pródigo tenía el mejor vestido; sus celos se debían a que al hermano menor se le había preparado el becerro gordo. En ciertos aspectos, lo que se enseña en el recobro del Señor difiere de lo que es común entre los cristianos de hoy. Aquellos que se interesan únicamente por el vestido y no por el becerro gordo se atreven a afirmar que nuestra enseñanza es herética, pero en el recobro, tenemos el vestido y también el becerro gordo. Lutero recobró el vestido, pero ahora estamos disfrutando el recobro del becerro gordo. Por la misericordia del Señor, estamos en Su recobro disfrutando a Cristo, el becerro gordo, como nuestra porción rica y nutritiva. MIEMBROS DE CRISTO Al leer el capítulo seis de 1 Corintios, ¿qué atraerá nuestra atención, las plumas o la carne? Las palabras de Pablo que condenan la fornicación constituyen una “verdad de pluma”. Cualquier persona ética y moral apreciará las palabras que Pablo expresó al respecto. Al leer este capítulo, algunos cristianos prestan atención al versículo 19, donde Pablo dice que nuestro cuerpo es templo de Dios y que debemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo porque hemos sido comprados a un precio. Al leer este capítulo, otros centrarán su atención en lo que dice Pablo acerca de los litigios entre hermanos. Pocos reconocerían que el versículo clave de este capítulo es el versículo 15. Algunos tal vez se pregunten por qué digo que el versículo 15 es el versículo clave, cuando he hecho tanto hincapié en el versículo 17. En el versículo 17, Pablo dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. En el versículo 15, él dice: “Vuestros cuerpos son miembros de Cristo”. El versículo 17 explica lo que hace posible que nuestros cuerpos sean miembros de Cristo. Puesto que nuestros cuerpos son miembros de Cristo, no debemos darles otro uso que el debido. Nuestros cuerpos han sido unidos orgánicamente a Cristo y ahora forman parte de Cristo. ¿Cómo podríamos usar estos cuerpos santos para cometer pecado? Pero, ¿cómo pueden ser nuestros cuerpos miembros de Cristo? Esto es posible porque somos un solo espíritu con el Señor. Puesto que nuestro espíritu se ha unido al Señor como un solo espíritu, nuestro espíritu debe ser la parte predominante de nuestro ser. Entonces nuestro cuerpo debe estar bajo el control del espíritu y debe ser saturado por el espíritu. Primero, el espíritu llega a ser el espíritu de nuestra mente, y al final, llega a ser el espíritu de nuestro cuerpo. De esta manera nuestros cuerpos llegan a ser miembros de Cristo. En esto consiste la carne del capítulo seis de 1 Corintios. CARTAS VIVAS En los capítulos dos, tres y cuatro de 2 Corintios resulta difícil encontrar plumas o piel. En ellos definitivamente no hay ninguna pluma, aunque es posible que en el capítulo tres haya una capa fina de piel. En 3:1 Pablo pregunta: “¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de parte vuestra?” Algunos grupos cristianos, basándose en este versículo, han establecido un sistema que consiste en escribir cartas de recomendación para los que se desplazan de una ciudad a otra. Los que practican esto afirman que durante la época de Pablo se escribían cartas de recomendación para los santos. Esto, no obstante, constituye una capa fina de piel; definitivamente no es la carne de 2 Corintios 3. En este capítulo, Pablo no tuvo la intención de escribir algo referente a tales cartas de recomendación; por el contrario, su intención fue dar una palabra en cuanto a escribir cartas vivas por el Espíritu vivificante del Dios vivo. Pablo, un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia, era competente para escribir cartas vivas. Él había cumplido todos los requisitos y poseía la maestría, la destreza, necesaria para ello. Su competencia provenía de Cristo, y por eso pudo escribir estas cartas vivas con Cristo mismo como alfabeto espiritual. El libro de Apocalipsis dice claramente que Cristo es el alfa, la primera letra del alfabeto griego, y también la omega, la última letra del alfabeto griego. Ciertamente Cristo es también todas las demás letras que están entre el alfa y la omega. Por muy larga que sea una composición escrita, ésta se redacta con las palabras del alfabeto. Si usamos una máquina de escribir para escribir la palabra “Dios”, sencillamente debemos presionar las teclas D-i-o-s. Después podemos escribir otras palabras, y luego frases, párrafos y capítulos. Según el mismo principio, Pablo pudo escribir cartas vivas con Cristo como el alfabeto celestial. Basándonos en la afirmación que hace el libro de Apocalipsis de que Cristo es el alfa y la omega, decimos también que Él es todas las letras del alfabeto celestial. ¿Cree usted que Cristo es únicamente dos letras y no las demás? No es así; Él es todas las demás letras. Todo aquel que vive a Cristo por causa de la iglesia sabe que Cristo es alfa, beta, gamma, delta y todas las demás letras del alfabeto celestial. INSCRIBIR A CRISTO EN LOS SANTOS Pablo también sabía cómo usar la máquina de escribir divina para inscribir a Cristo en otros. Siempre que estaba con los santos, les inscribía a Cristo. Pablo conocía a Cristo de manera detallada, y también sabía cómo escribir cartas vivas de Cristo. Si Pablo hablara con usted por algún tiempo, cierta cantidad de Cristo, quizá un párrafo entero, se escribiría en su corazón. En 2 Corintios 3 Pablo usa la palabra “inscribir” para mostrar la manera en que él redactaba cartas vivas de Cristo. Su redacción no sólo escribía a Cristo sobre los santos, sino que lo inscribía en ellos. En mi ministerio, también procuro seguir a Pablo en inscribir a Cristo en los santos. No es mi deseo simplemente comunicar las doctrinas; ni siquiera me gusta hablar de ser un solo espíritu con el Señor simplemente en términos doctrinales. Al contrario, lo que me interesa es escribir a Cristo en vida. De esta manera los santos no sólo recibirán el conocimiento de la doctrina, sino que Cristo será inscrito en sus corazones. Supongamos que un hermano aprende la doctrina de que él es un solo espíritu con el Señor. Sin embargo, es posible que esta doctrina no le ayude en su relación con su esposa. No obstante, si un hermano permite que Cristo se inscriba en él, experimentará en su vida matrimonial el hecho de ser un solo espíritu con el Señor. Esto demuestra que él ha sido ayudado por el ministerio que inscribe a Cristo dentro de su ser. Pablo, un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia, fue hecho competente, suficiente y apto para escribir cartas vivas. Su competencia provenía de Cristo y de todo lo que Cristo es. En los escritos espirituales de Pablo, Cristo era cada letra, cada palabra, cada frase, cada párrafo y cada capítulo. Este asunto de inscribir a Cristo en otros es un aspecto más profundo que el de vivir a Cristo por causa de la iglesia. Vivir a Cristo no es lo único que me preocupa, sino también que Él sea inscrito en los santos. Inscribo a Cristo en otros no por causa de mi propia obra, sino por causa de la iglesia, con miras a que se lleve a cabo la administración de Dios y se cumpla Su propósito eterno. El recobro del Señor tiene un futuro muy prometedor. El futuro es brillante porque Cristo es todas las letras del alfabeto celestial. Tengo la convicción de que en los años venideros, el Señor usará a muchos santos para inscribir a Cristo en otros. Estos santos no predicarán el evangelio meramente de manera doctrinal, sino que escribirán a Cristo en el ser interior de las personas. Los que oigan esta predicación del evangelio quizás no recuerden todos los puntos doctrinales, pero no podrán borrar al Cristo que se ha inscrito en ellos. Además, es posible que olvidemos muchos de los mensajes que hemos oído. Con todo, Cristo ha sido inscrito en nosotros, y permanece en nuestro ser. Aun si usted se rebela contra el Señor, no podrá eliminar lo que tiene inscrito de Cristo. Algunos me han escrito diciendo que no pueden olvidar al Cristo que les ministré. Aunque no están de acuerdo conmigo en ciertos asuntos, aprecian el hecho de que les he ministrado a Cristo. Esto demuestra que no podemos borrar al Cristo que ha sido inscrito en nuestro ser. La religión depende meramente de la doctrina, y no de la experiencia que tenemos de Cristo. Muchos siguen argumentando sobre las doctrinas, pero en el recobro del Señor nos ocupamos de Cristo de una manera profunda, y no de una manera superficial. Queremos profundizar e ir más allá de las plumas y de la piel para tocar la carne que es Cristo, es decir, para experimentar al Cristo que es las profundidades de Dios, al Cristo que es nuestra porción. Llegué a este país con una carga muy positiva: la de inscribir a Cristo en otros. Los pecadores no son los únicos que necesitan que se les inscriba a Cristo; aun los pastores, teólogos y profesores necesitan que más Cristo se inscriba en su ser. Muchos han dedicado un tiempo considerable para obtener cierto nivel académico, pero no tienen mucho de Cristo inscrito en ellos. Algunos tienen un conocimiento cabal del idioma griego, mas no experimentan a Cristo como todas las letras del alfabeto celestial. CARTAS DE CRISTO LEÍDAS POR OTROS Por una parte, debemos procurar inscribir a Cristo en los demás; por otra, nosotros mismos somos cartas vivas de Cristo, epístolas vivas, y los demás pueden leer al Cristo que ha sido inscrito en nosotros. Jóvenes, cuando visiten a sus padres, tengan la seguridad de que ellos leen al Cristo que está inscrito en ustedes. Quizás los observen a ustedes en secreto, sin decirles que los están leyendo. Algunos quizás se opongan a ustedes y critiquen la vida de iglesia que disfrutamos en el recobro del Señor. Les aliento a que no se molesten por esa clase de oposición o crítica. En vez de ofenderse o desanimarse, deben darse cuenta de que sus padres están leyendo al Cristo que ha sido inscrito en ustedes. A veces, hasta la oposición es una señal de que los demás nos están leyendo. Conozco muchos casos de padres que finalmente se volvieron al recobro del Señor a causa de lo que leyeron de Cristo en sus hijos. Un padre podría llegar a arrepentirse, llorar en presencia de su hijo y decirle: “Hijo, lamento haberte ofendido. A través de los años me opuse a ti e incluso te reprendí, pero durante todo ese tiempo te estuve leyendo. Tengo que reconocer que vi algo en ti, y lo que vi en ti ahora me hace llorar delante de ti y delante del Señor. Me gustaría acompañarte a una de las reuniones de la iglesia”. Los padres que hoy se oponen a sus hijos, podrían más tarde entrar a la vida de iglesia. Es posible que a un joven le tome algún tiempo para exhibir delante de sus padres al Cristo que ha sido inscrito en él. Pero después de cierto tiempo, los padres quedarán convencidos por la autenticidad de esta experiencia de Cristo. Jóvenes, cuando visiten a sus padres, deben exhibirles a Cristo, pero esta exhibición no debe ser una actuación. Tampoco ustedes deben intentar defender el recobro del Señor, argumentando con sus padres o afirmando conocer mucho. Sencillamente sean lo que son. En 1 Corintios 15:10 Pablo declara: “Por la gracia de Dios, soy lo que soy”. Cuando visiten a sus padres, simplemente sean lo que son por la gracia de Dios. Cristo ha sido inscrito en ustedes. Los demás quedarán convencidos, no por la actuación de ustedes, sino por lo que ustedes son. Lo que se ha forjado en un joven convence particularmente a sus padres, porque todo padre desea lo mejor para sus hijos. Finalmente, si siguen permitiendo que Cristo sea inscrito en ustedes y manifiestan a este Cristo a sus padres, ellos quedarán convencidos e incluso tal vez decidan acompañarlos a la vida de iglesia. El punto importante es que Cristo sea inscrito en nosotros. Cuanto más Cristo se escriba en nuestro ser, más los demás lo podrán leer en nosotros. ESTUDIO VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTE SU COMPETENCIA PROVIENE DE CRISTO, QUIEN ES EL ALFABETO QUE SE USA PARA REDACTAR CARTAS VIVAS CON EL ESPÍRITU VIVIFICANTE DEL DIOS VIVO (2) Lectura bíblica: 2 Co. 3:3-6 En 3:3 Pablo dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne”. Aquí Pablo habla de una carta de Cristo que es redactada por el ministerio de los apóstoles. Esta carta es escrita, inscrita, con el Espíritu del Dios vivo. Todos los colaboradores y los que toman la delantera en las iglesias, deben pedirle al Señor que les conceda Su misericordia y Su gracia para llevar a cabo la obra de escribir a Cristo en los santos. En lugar de meramente enseñar doctrinas o de sólo enseñar la Biblia, debemos llevar a cabo la obra única de escribir cartas vivas de Cristo. CRISTO EN NUESTRA EXPERIENCIA Si deseamos inscribir a Cristo en otros, primero debemos experimentar a Cristo de manera práctica. Si en nuestra experiencia no tenemos a Cristo, ¿con qué escribiremos una carta de Cristo? Por supuesto, no tendremos nada con qué escribir. Si intentamos escribir algo, será como intentar escribir con una máquina de escribir cuya cinta está seca. Un día, yo escribía algo a máquina, y de repente me di cuenta de que el papel estaba en blanco. Entonces me enteré de que la cinta estaba completamente seca. En la cinta no había la tinta que imprimía las letras en el papel. Me refiero a esto para ejemplificar el hecho de que para escribir una carta viva de Cristo, primero debemos experimentar a Cristo nosotros mismos. LA TINTA CELESTIAL Las cartas vivas de Cristo se escriben con el Espíritu vivificante del Dios vivo. El Espíritu vivificante es la tinta celestial. Si queremos tener esta clase de tinta, debemos experimentar a Cristo y ser llenos de Él. Esto significa que debemos ser completamente saturados del Espíritu vivificante. Si somos personas que están llenas de Cristo y saturadas del Espíritu vivificante, tendremos las riquezas de Cristo necesarias para escribir a Cristo en los demás. Además, también tendremos al Espíritu vivificante del Dios vivo como tinta celestial. La tinta es el Espíritu, la esencia de la tinta es Cristo, y nosotros somos la pluma. Toda tinta tiene una esencia específica. La tinta es diferente del agua. No se puede escribir una carta con agua. Al agua se le debe añadir cierta sustancia para convertirla en tinta. Alabamos al Señor, porque la tinta celestial es el Espíritu, y la esencia de este Espíritu-tinta es Cristo con todas Sus riquezas. Si hemos de experimentar esta tinta, debemos disfrutar a Cristo, poseer a Cristo, ser llenos de Cristo, saturados de Él y revestidos de Él. Otros siempre deben encontrarnos en Cristo. En Filipenses 3:9 Pablo habla de ser hallado en Cristo. Él deseaba que los demás lo hallasen en Cristo, y en nada más. Pablo no quería ser hallado en sí mismo, en su cultura, ni en su propia manera de vivir. Nosotros también debemos aspirar a ser hallados en Cristo, a ser uno con Él, a estar saturados de Él y a que Él incluso se forje en nosotros y reestructura nuestro ser. Entonces, ungidos con el Espíritu y llenos del Espíritu vivificante, tendremos al Espíritu como la tinta con la cual escribir a Cristo en otros. Entonces, mientras les hablemos, escribiremos espontáneamente sobre ellos con el Espíritu vivificante del Dios vivo. El elemento de las riquezas de Cristo se infundirá en ellos, o sea, se impartirá en su ser. De esta manera se inscribirá Cristo en ellos. Escribir así a Cristo en otros equivale a vivir verdaderamente a Cristo por causa de la iglesia. EXPERIMENTAR AL DIOS TRIUNO El título de este mensaje es: “Su competencia proviene de Cristo, quien es el alfabeto que se usa para redactar cartas vivas con el Espíritu vivificante del Dios vivo”. Este título alude al Dios Triuno: a Cristo, al Espíritu vivificante y al Dios vivo. Primero, Cristo, el Hijo, nos hace competentes. Puesto que Cristo nos hace competentes, podemos escribir cartas vivas con el Espíritu vivificante. Por tanto, tenemos al Hijo y al Espíritu. Estas cartas vivas provienen del Dios vivo, es decir, del Padre. Por consiguiente, al escribir cartas vivas, experimentamos la Trinidad de una manera real. La revelación pura de la Trinidad en la Biblia es muy diferente del concepto triteísta de la Trinidad que algunos cristianos sostienen sin darse cuenta. En algunos grupos fundamentales, se les enseña a los creyentes que el Padre, el Hijo y el Espíritu son personas separadas y distintas. En realidad, eso se llama triteísmo, la creencia de que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Por supuesto, casi nadie enseñaría explícitamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. No obstante, algunos creyentes sostienen este concepto de manera subconsciente y sin darse cuenta de ello. COEXISTIR Y MORAR EL UNO DENTRO DEL OTRO Hace varios años, algunas personas hicieron pública una declaración en la que afirmaban que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas distintas y separadas. En nuestra refutación, hicimos notar que los tres del Dios Triuno se pueden distinguir, mas no están separados. Como resultado de eso, algunas de esas personas evitan el uso de la palabra separados, con respecto a los tres de la Trinidad. Enseñar que el Padre, el Hijo y el Espíritu están separados constituye una herejía. Según la Biblia, es imposible separar al Padre del Hijo, ni al Hijo del Espíritu. En Juan 14:10, el Señor Jesús dijo: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y que el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras”. Las palabras del Señor indican claramente que el Padre y el Hijo son inseparables. En el versículo 11, el Señor añadió: “Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”. Aquí vemos no solamente la coexistencia del Padre con el Hijo, sino también el hecho de que el uno mora en el otro. Los tres de la Deidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu— coexisten y moran el uno dentro del otro. Todos debemos conocer estas expresiones: coexistir y morar mutuamente el uno en el otro. El Padre, el Hijo y el Espíritu existen al mismo tiempo. Esto se llama coexistencia. Además, el Padre existe en el Hijo y en el Espíritu; el Hijo existe en el Padre y en el Espíritu; y el Espíritu existe en el Padre y en el Hijo. Esto es morar el uno dentro del otro, es decir, la “coinherencia”. Por tanto, si queremos tener una comprensión adecuada en cuanto a la Trinidad, debemos reconocer no solamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu coexisten, sino también creer que ellos moran el uno dentro del otro. EL DIOS QUE ES TRES Y A LA VEZ UNO Nosotros no creemos en el triteísmo; nosotros creemos en el Dios Triuno. La palabra “triuno” significa que algo es tres y a la vez uno. Se compone de dos raíces latinas: tri, que significa tres, y unus, que significa uno. Por tanto, triuno significa que algo es tres y a la vez uno. No podemos entender cómo Dios puede ser triuno, es decir, cómo puede ser tres y al mismo tiempo uno. Estas matemáticas eternas y divinas van más allá de lo que podemos entender. No obstante, según las matemáticas divinas, Dios es tres y al mismo tiempo uno. El hecho de que Dios es triuno se puede ejemplificar con el hecho de que la Biblia habla del Espíritu de Dios y también de los siete Espíritus. El Espíritu de Dios, ¿es uno o siete? Quizás la mejor respuesta sea que el Espíritu de Dios es siete y a la vez uno, y uno y al mismo tiempo siete. Por una parte, todos sabemos que el Espíritu de Dios es uno solo. Por otra, en el libro de Apocalipsis, donde encontramos la revelación consumada y final del Dios Triuno, leemos acerca de los siete Espíritus. Apocalipsis 1:4 y 5 dice: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo”. Aquí los siete Espíritus indudablemente son el Espíritu de Dios, porque en estos versículos se mencionan junto con el Dios Triuno, entre el Padre (Aquel que es, y que era y que ha de venir) y el Hijo, Jesucristo. En sustancia y existencia, el Espíritu de Dios es uno. En la función y la obra intensificadas de la operación de Dios (representadas por el número siete), el Espíritu de Dios es séptuple. En Apocalipsis 4:5 y 5:6, leemos también acerca de los siete Espíritus. No obstante, en el credo de Nicea, redactado en el año 325 d. de C., en el concilio de Nicea bajo la dirección de Constantino el Grande, no se hace mención de los siete Espíritus de Dios. En el tiempo que se tuvo dicho concilio, todavía no se había reconocido oficialmente la autoridad de siete libros del Nuevo Testamento, entre los cuales figuraban Apocalipsis y Hebreos. Quizás ésta sea la razón por la que el credo de Nicea no incluye nada acerca de los siete Espíritus. Ésta es una de las razones por las cuales afirmamos que el credo de Nicea no está completo. Otros cristianos tal vez siguen los decretos de los concilios y los credos, pero nosotros seguimos toda la Biblia, la palabra pura de Dios. Luchar por la verdad revelada en la Palabra de Dios es un asunto serio y significativo. Hemos señalado que algunos cristianos, sin darse cuenta, creen en tres Dioses, y no en el Dios que es tres y a la vez uno. Otros intentan explicar la Trinidad afirmando que las tres personas son una sola en esencia, pero que están separadas con respecto a Su persona, o sea, que en cuanto a Su sustancia son uno, pero que son tres unidades. Esto equivale a decir que tres mesas son una en cuanto a su sustancia, o esencia, por haber sido hechas de la misma clase de madera, pero que son distintas con respecto a su forma. ¿Hay tres mesas o una sola? Ciertamente hay tres mesas. Este ejemplo muestra que cuando uno habla de la Trinidad de esta manera, de hecho, está enseñando el triteísmo. Muchos creyentes sostienen inconscientemente el concepto de que hay tres Dioses, pero nosotros creemos en el único Dios, quien es triuno. Al escribir cartas vivas con el Espíritu vivificante, experimentamos al Dios que es tres y al mismo tiempo uno. Somos hechos competentes, lo cual proviene de Cristo, escribimos cartas con el Espíritu, y este Espíritu es del Dios vivo. ¡Aleluya, éste es el Dios Triuno! SOBRE TODOS, Y POR TODOS, Y EN TODOS ¿Ha observado usted alguna vez que la descripción del Padre en Efesios 4:6 hace alusión al Dios Triuno? Este versículo dice: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Esto indica que aun el Padre mismo es tres. La expresión “sobre todos” es una referencia al Padre, quien es la fuente; la expresión “por todos”, al Hijo, quien es el caudal, y la expresión “en todos”, al Espíritu, quien es Aquel que mora en nosotros. Por consiguiente, esta descripción triple del Padre como de Aquel que es sobre todos, por todos y en todos, hace alusión al Dios Triuno. NO UNA TEOLOGÍA SISTEMÁTICA La teología tradicional y fundamental ha llegado a ser una teología sistematizada o sistemática. Muchos cristianos admiran la teología sistemática. Pero en cuanto a mí, no puedo aceptar la teología sistemática porque la revelación divina contenida en la Biblia no puede ser sistematizada. Tratar de sistematizar la revelación divina es equivalente a tratar de sistematizar un organismo vivo. Si uno intenta sistematizar algo vivo, aquello morirá. ¿Puede usted sistematizar su vida humana física? ¿Puede usted ordenar sistemáticamente su mente, sus emociones, su voluntad, su alma, su corazón, su conciencia y su espíritu? ¿Sabe usted dónde está su alma? ¿Puede usted localizar su mente o su espíritu? ¿Puede usted decir dónde se encuentra su corazón psicológico? Si somos sinceros, reconoceremos que no podemos localizar estas partes de nuestro ser interior. Si no podemos sistematizar nuestro propio ser, que es finito, ¿cómo podríamos pensar que con nuestra mente humana limitada podríamos sistematizar al Dios que es ilimitado e infinito? ¡Esto es ridículo! Creo que fue Agustín el que dijo que tratar de analizar al Dios Triuno es como usar un cucharón para medir el océano. En lugar de intentar sistematizar al Dios Triuno, simplemente debemos creer en todo lo que la Biblia revela acerca de Él. Aunque no podemos sistematizar a Dios, sí podemos permitir que Cristo nos haga competentes para escribir cartas vivas con el Espíritu del Dios vivo. Esto significa que en nuestra experiencia, disfrutamos al Dios Triuno al escribir cartas vivas. Somos cartas vivas de Cristo, y Pablo era uno que escribió tales cartas. Ahora debemos seguirle en inscribir a Cristo en otros y así redactar cartas vivas de Cristo. Adondequiera que vayamos, debemos escribir a Cristo en los demás. La gente está cansada de teología y de religión; lo que necesitan es que Cristo sea inscrito en ellos. Oremos y pidamos que muchos de nosotros escriban cartas vivas con el Espíritu vivificante del Dios vivo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTIUNO IRRADIAR LA GLORIA DEL NUEVO PACTO (1) Lectura bíblica: 2 Co. 3:7-11, 18; Jn. 17:1; Lc. 24:26; Hch. 3:15; Ro. 6:4 TOCAR LA REALIDAD INTERNA DE LA PALABRA En los mensajes anteriores, hice notar que si queremos tocar la “carne” de la Biblia, debemos ir más allá de las “plumas” y de la “piel”. La Biblia, al igual que muchos otros escritos, posee una apariencia externa y una realidad interna. Por ejemplo, el ser humano tiene un aspecto externo y también una realidad interna. Si conocemos a una persona únicamente según su aspecto externo, en realidad no la conocemos. Para conocerla completamente, es necesario que la conozcamos según su ser interior, lo cual requiere que pasemos mucho tiempo con esa persona para saber cómo es por dentro. En 5:16 Pablo dice: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne”. El hecho de conocer a otras personas según la carne significa que las conocemos simplemente según su aspecto externo. Pablo, por su parte, deseaba conocer a otros según el espíritu, es decir, según la realidad interna. Ésta era también la manera en que Pablo conocía a Cristo: “Y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no le conocemos así”. Este versículo significa que Pablo ya no conocía a Cristo según el porte exterior, sino conforme al espíritu interior. Este principio se aplica también a nuestro estudio de la Biblia. Si deseamos conocer la Biblia, no sólo debemos conocer la manifestación externa de la Palabra, sino también la realidad interna. Nací en el cristianismo y de niño aprendí el cántico: “Jesús me ama, yo lo sé, pues la Biblia me lo dice así”. Éste es un buen cántico, pero la verdad que contiene es solamente una verdad “que está en “las plumas”; ni siquiera forma parte de “la piel” de la Palabra. Muchos de los sermones que se dan entre los círculos cristianos de hoy se clasifican o como plumas o como piel. Muy pocos de los mensajes que se dan entre los cristianos causan que los oyentes profundicen más allá de “la piel” ni les ayudan a tocar la verdadera carne de la Palabra. Antes de la segunda guerra mundial, todavía se publicaban libros que contenían mensajes de peso acerca de la carne de la Palabra. Sin embargo, en años recientes ha sido sumamente difícil encontrar nuevos libros de esta clase. A lo largo de los años, he observado la situación que impera entre los cristianos. He puesto un interés especial en ver la calidad de libros y artículos que se han publicado sobre temas espirituales. Según he observado, desde 1945 se han publicado pocos libros que toquen la carne de la Biblia. Si otros saben de más libros, apreciaría que me dieran sus títulos y sus autores. En 2 Corintios 3 Pablo habla del resplandor de la gloria del nuevo pacto. Esto forma parte de la carne de la Palabra; no se trata de plumas ni de piel. LA GLORIA Y EL ESPÍRITU ¿Qué es la gloria del nuevo pacto? Al responder a esta pregunta, tal vez algunos digan que el resplandor de la gloria del nuevo pacto es el Espíritu. Otros quizás contesten que es la resurrección o que es Cristo en resurrección. Ciertamente es verdad afirmar que la gloria del nuevo pacto es el Espíritu. En 2 Corintios 3:18 leemos: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Existe una conexión entre la expresión “de gloria en gloria” y “por el Señor Espíritu”. Esta conexión se hace evidente en el uso que Pablo da a la palabra “como”. Esto indica que “de gloria en gloria” es algo que procede del Espíritu, lo cual nos da la base para afirmar que la gloria está íntimamente relacionada con el Espíritu. De hecho, en este versículo, la gloria equivale al Señor Espíritu. En 3:18 Pablo dice que somos transformados en la misma imagen. Cuando nosotros, a cara descubierta, miramos y reflejamos la gloria del Señor, Él nos infunde los elementos de lo que Él es y de lo que ha efectuado, y, como resultado, somos transformados metabólicamente de modo que obtenemos Su forma de vida mediante Su poder de vida y con Su esencia de vida, o sea, somos transfigurados en Su imagen, principalmente por medio de la renovación de nuestra mente (Ro. 12:2). La expresión “somos transformados” indica que nos encontramos en el proceso de transformación, mientras que la expresión “de gloria en gloria” significa de un grado de gloria a otro, lo cual alude a un continuo proceso de vida en resurrección. Además, la expresión “por el Señor Espíritu” indica que el proceso procede del Espíritu. EL ESPÍRITU Y LA NOVIA La primera vez que se usa un título divino en la Biblia se halla en Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Este versículo habla de Dios. La palabra Dios es Elohim en el hebreo. Pero en el último capítulo de la Biblia, en Apocalipsis 22, vemos otro título divino. Apocalipsis 22:17 dice: “Y el Espíritu y la novia dicen: Ven”. Aquí no se menciona a Dios, a Elohim, sino al Espíritu. Además, el Espíritu y la novia hablan juntos. ¿Cómo puede ser esto, ya que el Espíritu es divino y la novia no lo es? En Génesis 1 no se encuentran palabras como éstas. No hay ningún versículo que diga: “En el principio Dios y los ángeles crearon los cielos y la tierra”. Por el contrario, Génesis 1:1 habla solamente de Dios; no dice: “Dios y...”. Pero Apocalipsis 22:17 habla del Espíritu y la novia. Debemos observar dos aspectos importantes de Apocalipsis 22:17. Primero, como hemos visto, se menciona al Espíritu con la novia; en otras palabras, el Espíritu se menciona con algo más. Segundo, este versículo no presenta una exigencia; antes bien, contiene una promesa relacionada con el agua de vida. Cuando se casa un hermano joven, deja de ser solo, o sea deja de ser soltero, y se le añade a él una esposa. Ahora, en lugar de una persona soltera, existe una pareja. Antes de casarse, todo lo que dice el hermano, lo dice por sí mismo, pero después de casarse, es posible que él y su esposa hablen como una sola persona. Entonces se podría escribir en cuanto a esta pareja: “El y su esposa dicen...”. UNA PAREJA UNIVERSAL En la Biblia vemos el mismo principio con respecto al Espíritu y la novia. Toda la Biblia nos habla de un romance universal, el romance de una pareja universal. Esta pareja se compone de Dios, el Marido, y de Sus escogidos, quienes son la novia. Por tanto, al final de la Biblia se revela esta pareja universal. Cuando el Señor Jesús vino, Juan el Bautista lo llamó el Cordero de Dios. Según Juan 1:29, Juan dijo al ver a Jesús que venía a él: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” Según el tercer capítulo del Evangelio de Juan, Juan el Bautista se refirió al Señor Jesús como el Novio. Algunos de los discípulos de Juan tuvieron celos por el hecho de que muchos se iban con el Señor Jesús y lo seguían. Ellos dijeron a Juan: “Rabí, mira Aquel que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a El” (Jn. 3:26). Juan, como parte de su respuesta, declaró: “El que tiene la novia, es el novio; mas el amigo del novio, que está allí y le oye, se goza grandemente de la voz del novio” (v. 29). Con esto vemos que el Señor Jesús no es solamente el Cordero de Dios, sino también el Novio que merece recibir a la novia. El concepto de la pareja universal no sólo se encuentra en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo Testamento. Incluso en el Antiguo Testamento vemos que Dios desea llevar una vida matrimonial con Sus elegidos. Por ejemplo, Isaías 54:5 declara: “Porque tu marido es tu hacedor; Jehová de los ejércitos es Su nombre”. Dios ama a Su pueblo así como un novio ama a su novia. Por tanto, el deseo de Dios es casarse con Su pueblo, que ellos se le añaden a Él. El hecho de que a Adán le fuera dada Eva como complemento muestra también que el matrimonio implica que a un hombre se le añade la esposa. Según Génesis 2, Adán fue creado primero. Según Génesis 2:18, el Señor Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Dios no quería que Adán permaneciera solo, o sea, soltero. Por ende, hizo caer sueño profundo sobre Adán, tomó una de sus costillas y de ella formó una mujer. Antes de que la mujer fuera hecha y presentada a él, Adán no pudo encontrar nada que correspondiera a él. Génesis 2:20 dice: “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él”. Pero cuando Dios le presentó la mujer, Adán dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (v. 23). Eva era el aumento de Adán, lo que se le añadió a él, lo cual muestra el principio de que el matrimonio supone una adición. Además, el marido y la mujer se pueden asemejar a las dos mitades de un melón. El marido es una mitad del melón, y su esposa, la otra mitad. Sólo cuando se juntan las dos mitades se tiene un melón completo. Así como no era bueno que Adán estuviera solo, o sea, que fuese soltero, asimismo no es bueno que Dios esté solo, que sea “soltero”. Si Dios no tuviese Su pueblo elegido como novia, Dios estaría solo. Él es solamente la mitad de la pareja universal. Estoy consciente de que este pensamiento alarma la mente doctrinal o teológica. Al oír eso, algunos dirán: “¿Enseña usted que Dios no está completo en Sí mismo? ¿Cómo puede comparar a Dios con un soltero o con la mitad de un melón? ¡Eso es herejía! ¡Nadie debe seguir esa falsa enseñanza! Dios es todopoderoso, perfecto y completo. Como el gran Dios, el Rey, el Príncipe de los cielos, Él es el objeto de nuestra adoración. Nosotros fuimos creados por Él y debemos postrarnos ante Él en adoración”. Por supuesto, Dios en Sí mismo está completo. Pero muchos de los que se basan en la verdad de que Dios está completo para argumentar contra la revelación bíblica acerca de la pareja universal, ven solamente la apariencia exterior de la Palabra. Conocen solamente las plumas y la piel. Si captamos la realidad interior de la Palabra, nos daremos cuenta de que Dios jamás estará satisfecho con recibir una mera adoración objetiva de parte de Sus criaturas. Sabremos que en lo profundo de Su corazón, Él desea una esposa. Un amigo puede hacer muchas cosas por un hermano. No obstante, en su interior, el hermano quizás no esté satisfecho, y diga: “No estoy satisfecho con ninguna de estas cosas. Lo único que me interesa es una esposa. Lo que deseo no es tener amigos que me compren cosas o hagan cosas por mí; mi único deseo es disfrutar de una esposa que me ame”. Si verdaderamente conocemos la Biblia, nos daremos cuenta de que el único deseo del Señor es tener una esposa. Por esta razón, un día, según Apocalipsis 19, se hará una proclamación: “Han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado” (Ap. 19:7). Finalmente, en Apocalipsis 21 y 22, el Señor tendrá Su esposa por la eternidad. Entonces estará satisfecho, y el Espíritu y la novia dirán juntos: “Ven”. En China, se acostumbraba que sólo el marido firmaba el anuncio o invitación de bodas, mientras que en el oeste se acostumbra que tanto el marido como la esposa lo firmen. Lo que se practica en el oeste ejemplifica la revelación de la Biblia acerca del Espíritu y la novia. En Apocalipsis 22:17 vemos que Dios ha dejado de estar soltero; ahora está unido a Su esposa. Por esta razón, el Espíritu y la novia dicen: Ven. Esto significa que Dios tiene una esposa. LAS PROFUNDIDADES DE LA PALABRA Los que consideran que es herético afirmar que Dios tiene una esposa tienen un conocimiento muy superficial de la Biblia; en efecto, no han tocado las profundidades de la Palabra. Pero si queremos saber algo, debemos conocer las profundidades de aquello. Esto también es verdad, como lo hemos indicado, del hecho de conocer a una persona. Si usted conoce únicamente mi porte exterior, y no las profundidades de mi ser, en realidad no me conoce. Hoy en día pocos predican las profundidades de la Biblia. Sólo hablan de lo que está en la superficie, de las plumas, o de la piel. No sirven la carne de la Palabra a los demás. Pero si alguien lo invita a usted a cenar pavo, ¿le sirve acaso las plumas y la piel? ¡Por supuesto que no! A usted le sirven la carne del pavo. No obstante, a muchos cristianos de hoy no le sirven carne a uno; lo único que le ofrecen es plumas y piel. No debemos sentirnos plenamente satisfechos con ninguna clase de enseñanza o predicación que no nos sirva la carne de la Biblia. No den demasiado crédito a los que sólo presentan las plumas y la piel. Lo que necesitamos urgentemente es entrar en las profundidades de la Biblia. EL ESPÍRITU TODO-INCLUSIVO El Dios que se revela en Génesis 1:1 es un Dios “soltero”. Podemos decir también que es el Dios “no procesado”, el Dios “crudo”. Los sesenta y seis libros de la Biblia revelan el proceso por el cual pasó el Dios “soltero”. Primero, Él creó los cielos y la tierra como entorno de este proceso. Luego, un día, Dios se encarnó, o sea, nació de una virgen en Belén. Indudablemente eso formaba parte del proceso. Si usted no considera eso como un proceso, ¿qué nombre le dará? Mediante el proceso de encarnación, Dios se hizo un niño. Isaías 9:6 declara que el nombre del niño que nos es nacido es Dios fuerte. Aquel que nació en el pesebre de Belén y que creció en la casa de un carpintero era el Dios fuerte. El Señor Jesús vivió allí en Nazaret, una pequeña aldea, durante treinta años. Luego, empezó a ministrar, aunque, en realidad, nadie lo entendió. Los que creían conocerlo, dijeron: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre María, y Sus hermanos, Jacobo, José, Simeón y Judas? Y Sus hermanas, ¿no están todas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” (Mt. 13:55-56). No pudieron entender de dónde obtuvo Él “esta sabiduría y estas obras poderosas” (Mt. 13:54). Un día, el Señor Jesús fue a la cruz. Cuando murió en la cruz, aparentemente Él murió allí solo, pero a los ojos de Dios, todo el universo y toda la creación murió juntamente con Él. La muerte de Cristo fue todo-inclusiva, porque esta muerte le puso fin a todo. Después de que el Señor Jesús fue crucificado, le pusieron en una tumba. Luego, hizo un recorrido por el Hades, el dominio de los muertos. Al tercer día, Cristo resucitó corporal y espiritualmente. Ahora, en resurrección, Él es el Espíritu vivificante. Como Espíritu vivificante, Cristo es todo-inclusivo. Este Espíritu incluye la divinidad, la humanidad, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. En este Espíritu tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu, aun los siete Espíritus. Puesto que este Espíritu contiene la realidad de todas las cosas positivas, afirmamos que el Espíritu es todo-inclusivo. El ungüento compuesto de Éxodo 30 tipifica este Espíritu todo-inclusivo. Este ungüento se componía de aceite de oliva y de cuatro clases de especias. El aceite de oliva tipifica al Espíritu de Dios. Pero el ungüento no se componía sólo de aceite, sino que a este aceite se le añadían cuatro especias. Estas especias tipifican a Cristo en Su humanidad, con Su crucifixión y resurrección. El aceite de oliva y las especias se mezclaban para producir un ungüento y éste tipifica al Espíritu. El aceite de oliva estaba solo; no era todo-inclusivo. Pero el ungüento sí era todoinclusivo, como lo tipifica el hecho de que se componía de varios elementos. En Génesis 1, el Espíritu de Dios también estaba solo, pero en Apocalipsis 22, el Espíritu es todoinclusivo. El Espíritu es la máxima expresión del Dios Triuno. Este Espíritu incluye todo lo que Cristo ha realizado, logrado y obtenido. Este Espíritu todo-inclusivo comprende también todo lo que Cristo es. Además, este Espíritu tiene un complemento, un aumento, algo que se le ha añadido a Él, lo cual significa que el Espíritu tiene algo que lo complementa. Dios ya no está solo, ya no está soltero, pues ya tiene una novia como complemento. Por esta razón, la revelación final de la Biblia es la del Espíritu todo-inclusivo y la novia. La expresión “el Espíritu” es corta y sencilla, pues contiene solamente dos palabras. No obstante, este título sencillo es todo-inclusivo. El Espíritu comprende todo lo que el Dios Triuno es, todo lo que Él ha realizado, obtenido y logrado. Este Espíritu incluye también el proceso por el cual pasó el Dios Triuno. Puesto que Dios pasó por ese proceso tan largo, y puesto que el Espíritu es Su máxima expresión, Apocalipsis 22:17 no dice “Dios y la iglesia”, sino “El Espíritu y la novia”. APTOS PARA SER LA NOVIA Si queremos ser aptos para ser la novia del Señor, debemos crecer y pasar por muchas cosas. Para ser la novia se necesita más que ser la iglesia. Por ejemplo, una pequeña niña no es apta para ser una desposada. Antes de ser desposada, debe crecer y madurar. Ella también debe asistir a la escuela y aprender muchas cosas. Luego, un hombre la elegirá por novia. Cada hombre tiene principios distintos según los cuales elige a una esposa. Por ejemplo, un hombre que posee un doctorado tal vez deseará una esposa con una educación elevada. Él considerará a cualquiera que no tenga una maestría, como indigna de ser su esposa. Asimismo, el Espíritu tiene requisitos muy elevados para Su esposa. ¿Tomará el Espíritu por esposa a una novia inmadura? Por supuesto, la respuesta es no. El Señor no vendrá por Su novia hasta que ella esté madura y completamente preparada para Él. No piensen que mientras seamos la iglesia, hemos cumplido todos los requisitos necesarios para ser la novia. Decir esto sería como afirmar que cualquier mujer, sin importar su edad o madurez, es apta para casarse. No; se necesita satisfacer ciertos requisitos para ser la novia. A los cristianos les resulta fácil afirmar que todos somos la iglesia. Pero cuando el Señor Jesús venga como el Novio, ¿seremos aptos para ser Su novia? En aquel momento, tal vez Él nos diga que aún no somos aptos, que nos hace falta más crecimiento y madurez. Esta manera de entender la relación del Novio y la novia concuerda con la revelación de la Palabra santa. Muchos cristianos han sido engañados e incluso embotados por enseñanzas que no van más allá de las plumas y de la piel de la Palabra. ¡Oh, cuánto necesitamos ver las profundidades de las verdades que el Señor ha revelado de Su palabra a Su recobro! ¡Cuánto le agradezco por habernos abierto Su palabra y revelado lo que se halla en las profundidades de ella! Alabo al Señor por eso. Puedo dar testimonio de que valoro mucho las palabras, “el Espíritu y la novia”. Cuando leo de ello en Apocalipsis 22:17, siento deseos de brincar de gozo. Puedo testificar que deseo profundamente formar parte de la novia del Señor. ¿No desea esto usted también? Pero, ¿tiene usted la seguridad de que será incluido como parte de la novia? ¿Está satisfecho con ser simplemente un dominguero y asistir a las reuniones de la iglesia? No creo que alguien que sea un dominguero pueda formar parte de la novia del Señor. Al llegar el momento en que el Señor tome a Su novia, ¿estará usted listo? ¿Habrá satisfecho los requisitos necesarios y estará maduro? ¿Será necesario que el Señor le diga: “Yo te salvé, pero todavía no has crecido?” Todos debemos crecer y madurar, para que cuando el Señor venga, seamos aptos para formar parte de Su novia. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTIDÓS IRRADIAR DE LA GLORIA DEL NUEVO PACTO (2) Lectura bíblica: 2 Co. 3:7-11, 18; Jn. 17:1; Lc. 24:26; Hch. 3:15; Ro. 6:4 El resplandor de la gloria del nuevo pacto es de hecho el vivir de Cristo. Esto significa que vivir a Cristo es hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto. VENIR EN GLORIA Y ABUNDAR EN GLORIA En 3:7 y 8 Pablo dice: “Ahora bien, si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras vino en gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se desvanecía, ¿cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu?” Pablo dice que el ministerio de muerte, es decir, el ministerio del viejo pacto, vino en gloria; no dice que el ministerio del viejo pacto tenía gloria. La traducción correcta del versículo 9 debe ser ésta: “Pues si el ministerio de condenación vino en gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. El ministerio de muerte vino en gloria pero no tenía gloria. Podemos usar como ejemplo de esto la acción de viajar en un automóvil. Aunque tal vez usted no tenga automóvil, puede ser que llegue a la reunión en un automóvil que pertenece a otra persona. El hecho de que usted vino en un automóvil no quiere decir que ese automóvil sea suyo. Por tanto, una cosa es poseer un automóvil y otra muy distinta es llegar en un automóvil. En el mismo principio, tener la gloria es muy diferente a venir en gloria. Además, en el versículo 9 Pablo declara que el ministerio de la justicia abunda en gloria. Existe una gran diferencia entre los verbos, venir y abundar. Una vez más, podemos usar el ejemplo de la persona que viaja en un automóvil, y decir que ella viene en un automóvil, mientras que de otra persona podríamos decir que ella posee varios automóviles, es decir, que abunda en automóviles. El antiguo pacto vino en gloria, pero el ministerio del nuevo pacto tiene gloria y abunda en ella. ¿Cuál fue la gloria con la que vino el antiguo pacto? Pablo habla de esta gloria en 3:7, donde dice que los hijos de Israel no pudieron mirar el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, una gloria que se desvanecía. Esa gloria era la luz que resplandecía temporalmente en el rostro de Moisés. Así que, la gloria en la que vino el antiguo pacto era una gloria temporal, quizás no duró ni siquiera un día, pues el resplandor del rostro de Moisés duró poco tiempo. CRISTO FLORECE EN RESURRECCIÓN Entonces, ¿cuál es la gloria del nuevo pacto? ¿Cuál es la gloria que posee el nuevo pacto y en la cual abunda? En la Biblia, el uso de la palabra “gloria” básicamente significa la expresión de Dios. Cada vez que Dios es expresado, eso es gloria. La expresión de Dios es Dios glorificado. Por consiguiente, decir que Dios es glorificado significa simplemente que Él es expresado. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él era el Dios encarnado. Él no vino como el Dios expresado; vino como el Dios que se esconde. Dios estaba oculto en el cuerpo físico del Señor Jesús; dentro de Él estaba Dios, y por fuera estaba la carne. Con relación a esta carne, no había gloria. Según Juan 17, cuando el Señor Jesús estaba a punto de morir, oró: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti” (v. 1). En Juan 17:5, el Señor añade: “Ahora pues, Padre, glorifícame Tú junto contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. En Su oración, es como si el Señor dijera: “Padre, ahora es el momento de que glorifiques a Tu Hijo. Padre, permite que Tu Hijo te glorifique. Los discípulos no han visto plenamente lo que es Tu Hijo y lo que Tú eres en Mí. Padre, Tú estás encubierto y Yo también. Por esta razón, te pido que glorifiques a Tu Hijo para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. Podemos usar el florecimiento de un clavel como ejemplo de lo que significa que el Señor Jesús sea glorificado. Una semilla de clavel no tiene ninguna gloria. Una vez plantada en la tierra, la semilla de clavel muere y empieza a crecer. Primero brota, luego se convierte en planta, y finalmente florece. Este florecimiento es la glorificación de la semilla de clavel. Puesto que la semilla de clavel muere cuando es sembrada en el suelo, podemos decir que su florecimiento es su resurrección. Por consiguiente, la glorificación equivale a la resurrección. El brote de una semilla de clavel es el comienzo, la fase inicial de la resurrección. El crecimiento que experimenta después es la continuación del proceso de resurrección. Pero el florecimiento del clavel es la resurrección en plenitud. Cuando el Señor Jesús oró al Padre pidiendo que lo glorificara, en realidad pidió que, al morir y resucitar, fuera introducido en la gloria. En Lucas 24:26 el Señor Jesús preguntó a los dos discípulos que iban camino a Emaús: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrará en Su gloria?” Cuando el Señor Jesús pronunció estas palabras, Él ya estaba en resurrección. Por tanto, para Él, entrar en Su gloria significaba estar en resurrección. Este versículo revela claramente que la glorificación de Cristo fue Su resurrección. La resurrección del Señor fue Su florecimiento. El florecimiento de Cristo, Su glorificación, alude a Su resurrección en plenitud. EL CRISTO RESUCITADO COMO ESPÍRITU VIVIFICANTE Con esta comprensión, ahora podemos contestar la pregunta acerca de lo que es la gloria del nuevo pacto. En realidad, la gloria del nuevo pacto es la resurrección de Cristo en plenitud. En otras palabras, el propio Cristo resucitado es la gloria del nuevo pacto. Además, este Cristo en resurrección, o el Cristo resucitado, es el Espíritu vivificante. Por consiguiente, la gloria del nuevo pacto, que es el Cristo resucitado, o la resurrección de Cristo, es el Espíritu. Ahora entendemos correctamente qué es la gloria del nuevo pacto. La gloria del nuevo pacto es el Cristo resucitado como Espíritu vivificante. Afirmar que Pablo hacía resplandecer la gloria del nuevo pacto significa que él expresaba en su vivir al Cristo resucitado. Pablo vivía a Cristo en resurrección, es decir, él vivía al Espíritu vivificante. En 2 Corintios 3:18 se dice: “Más, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. En este versículo, la gloria es la del nuevo pacto e incluye muchos elementos. Es la gloria del Señor en calidad del Cristo resucitado y ascendido, Aquel que es Dios y también hombre, Aquel que pasó por los procesos de encarnación, de vivir humano y de crucifixión, Aquel que entró en resurrección, habiendo efectuado la plena redención, y llegó a ser el Espíritu vivificante. Como Espíritu vivificante, el Cristo resucitado mora en nosotros a fin de que Él mismo, junto con todo lo que realizó, obtuvo y logró, sea real para nosotros a fin de que seamos uno con Él y seamos transformados en Su imagen de gloria en gloria, como por el Señor Espíritu. Ésta es la gloria del nuevo pacto. Algunos cristianos tienen conceptos bastante extraños en cuanto a la gloria de Dios. Conozco a algunos que piensan que esta gloria no es más que una luz física. En sus reuniones, afirman ver una gran luz de esta clase. Una vez asistí a una reunión donde alguien gritaba que había visto una gran luz. Pero esto no tiene nada que ver con lo que Pablo quiere decir en 2 Corintios 3 acerca de la gloria del nuevo pacto. VIVIR AL CRISTO RESUCITADO La gloria del nuevo pacto es la realidad del Cristo resucitado, quien es ahora el Espíritu vivificante y todo-inclusivo que mora en nuestro espíritu. Debemos vivir al Cristo resucitado andando y conduciéndonos en nuestro espíritu diariamente y momento a momento. Por una parte, debemos vivir en el espíritu; y por otra, debemos permitir que el Espíritu vivificante sature todo nuestro ser. El Espíritu no debe empapar solamente nuestro ser interior, sino también nuestro cuerpo y así hacerlo un miembro de Cristo. Esto es vivir a Cristo; esto es hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto. Si vivimos a Cristo irradiándolo en resurrección, seremos resplandecientes adondequiera que vayamos. Cuando las personas nos vean, se darán cuenta de que tenemos una especie de resplandor. Los padres verán en sus hijos el brillante resplandor del Cristo que está en resurrección. Recientemente di un mensaje donde hablé de llegar a ser cartas vivas de Cristo. En ese mensaje hice notar que cuando Cristo se inscriba en nosotros, los demás podrán leer al Cristo que está en nosotros. Específicamente, a los padres de los jóvenes les debe ser fácil ver al Cristo que está inscrito en sus hijos. Después del mensaje, muchos santos testificaron que sus padres sí han leído al Cristo que está en ellos. Me sentí muy contento de oír esos testimonios en cuanto a ser cartas vivas de Cristo. Espero que entre los santos del recobro del Señor haya más testimonios similares. HACER RESPLANDECER LA GLORIA DEL CRISTO RESUCITADO Debemos tener testimonios brillantes, testimonios del resplandor de la gloria del Cristo resucitado. Cuando vivimos a Cristo, Él, como la luz resplandeciente, se expresará desde nuestro interior. Entonces, otras personas no solamente nos leerán, sino que estarán también bajo nuestro resplandor. Ésta es la debida comprensión de lo que significa hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto. Vivir a Cristo al irradiar Su gloria en resurrección es algo muy distinto a meramente intentar mejorar nuestra conducta de una manera externa. Vivir a Cristo al irradiarlo no es lo mismo que intentar ser una mujer sumisa o un marido amoroso. Una persona ética quizás se esfuerce por ser tal esposa o tal marido, pero eso no equivale a hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto. Una persona tal vez lleve una vida ética siguiendo las enseñanzas de Confucio. No obstante, eso es completamente diferente de lo que se revela en la Biblia acerca de vivir a Cristo. Según la revelación contenida en el Nuevo Testamento, nosotros debemos vivir a Cristo y no simplemente mejorar nuestro comportamiento. Además, en 2 Corintios 3 vemos que vivir a Cristo equivale a hacer resplandecer a Cristo. Hoy en día Cristo en resurrección como Espíritu vivificante mora en nuestro espíritu. Ésta es una realidad. Cristo como Espíritu vivificante no es una mera doctrina, teoría, filosofía o sistema ético; más bien, Él es el Dios Triuno viviente que, como Espíritu vivificante, desea ser nuestra vida y nuestra provisión de vida. Él quiere saturar nuestro ser, que incluye nuestra mente con su facultad de pensar, nuestra parte emotiva con todos los sentimientos que surgen de ella, y nuestra voluntad con la cual tomamos determinaciones, resoluciones y decisiones. Él desea saturar incluso nuestros cuerpos físicos, haciéndolos sanos, fuertes y vivientes y convirtiéndolos en los miembros de Cristo (1 Co. 6:15). Ser saturados del Espíritu vivificante de esta manera equivale a vivir a Cristo. Vivir a Cristo al ser saturados de Él y al irradiarlo es algo muy diferente de llevar una vida simplemente ética o moral. El vivir a Cristo de esta manera es algo mucho más elevado que la ética o la moralidad. El vivir a Cristo consiste en que el Dios Triuno procesado llegue a ser nuestra provisión de vida que satura todo nuestro ser para que lo expresemos a Él en nuestro vivir diario desde nuestro interior. Este vivir es nuestro resplandor y también es la gloria de Cristo. Este vivir es el testimonio de Jesús, la verdadera expresión del Dios Triuno en una iglesia local. Esto es lo que el Dios Triuno, el Señor Espíritu, desea obtener hoy. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTITRÉS TRANSFORMADOS DE GLORIA EN GLORIA EN LA IMAGEN DEL SEÑOR COMO POR EL SEÑOR ESPÍRITU, AL MIRAR Y REFLEJAR SU GLORIA A CARA DESCUBIERTA (1) Lectura bíblica: 2 Co. 3:16-18 ASPECTOS DEL MODELO En los mensajes anteriores hicimos notar que Pablo es un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. En 2 Corintios, este modelo es revelado en varios aspectos, de los cuales hemos tratado cuatro. Primero, una persona que vive a Cristo por causa de la iglesia no confía en sí misma, sino en el Dios que resucita a los muertos. Pablo se refiere a este aspecto en 1:9: “De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”. Esto incluye el asunto de no conducirnos con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios y el de ser uno con el Cristo inmutable del Dios fiel. En 1:12 Pablo declara: “Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”. En 1:18 Pablo declara que Dios es fiel; en el versículo 19, dice que [su palabra] en Cristo es sí; y en el versículo 20, afirma que “para cuantas promesas hay de Dios, en El está el Sí”. Por consiguiente, hablamos del Cristo inmutable del Dios fiel. El segundo aspecto tiene que ver con ser adheridos, ungidos, sellados, capturados, sometidos y guiados a esparcir el incienso de Cristo. Pablo habla de estos asuntos en 1:21 y 22 y en 2:14-16. En 3:3-6 Pablo llega al tercer aspecto del modelo de vivir a Cristo por causa de la iglesia, el cual consiste en que nuestra competencia proviene de Cristo, quien es el alfabeto espiritual que se usa para escribir cartas vivas con el Espíritu vivificante del Dios viviente. El cuarto aspecto de este modelo es el de hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto (3:7-11), y el quinto aspecto, el cual estudiaremos en este mensaje y en el siguiente, es el de ser transformados de gloria en gloria en la imagen del Señor como por el Señor Espíritu, al mirar y reflejar Su gloria a cara descubierta. Valoro mucho todos estos aspectos de Pablo, quien se presenta como modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. Pablo y los demás apóstoles llevaban una vida en la cual no tenían ninguna confianza en sí mismos; antes bien, ponían toda su confianza en el Dios de la resurrección. No se conducían con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios. Además, eran uno con el Cristo inmutable del Dios fiel, es decir, eran uno con el Cristo que es el Sí. Además, estaban adheridos al Ungido de Dios, y Dios los había ungido y sellado. Por estar adheridos al Ungido, eran personas capturadas, sometidas y guiadas por Dios a celebrar la victoria de Cristo. Como cautivos que marchaban en el desfile triunfal de Cristo, esparcían el incienso de Cristo adondequiera que iban. De hecho, el viaje ministerial de los apóstoles no era un viaje ordinario, sino un desfile triunfal que celebraba la victoria de Cristo en el universo. Pablo y sus colaboradores también tenían una competencia que provenía de Cristo, quien es el alfabeto celestial que se usa para escribir cartas vivas de Cristo, con Cristo y para Cristo. La “tinta” que usaban para escribir estas cartas era el Espíritu vivificante del Dios viviente. Los apóstoles inscribían a Cristo en los santos y de esta manera escribían cartas vivas con el Espíritu como la tinta. Como resultado, los santos llegaron a ser cartas vivas de Cristo que otros podían leer. Además, Pablo y sus colaboradores irradiaban al Cristo glorificado y resucitado. Se podía ver en sus vidas al Cristo floreciente, al Cristo que estaba en resurrección. Irradiaban al Cristo que es el Espíritu vivificante, pues en ellos se podía ver tal resplandor, tal gloria. UNA TRANSFORMACIÓN DIARIA Pablo y sus colaboradores se encontraban día tras día y a toda hora en el proceso de ser transformados en la misma imagen, la imagen del Cristo glorificado. “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (3:18). Esta transformación no se produjo de una vez por todas, sino que fue gradual. Los apóstoles fueron transformados de un grado de gloria a otro. Fueron transformados de gloria en gloria, como por el Señor Espíritu. Las palabras traducidas “como por” en 3:18 también se pueden traducir “es decir”. Por tanto, los apóstoles eran transformados de gloria en gloria, es decir, del Señor Espíritu. Ellos eran transformados en la imagen del Señor a partir del Señor Espíritu. Según el libro de 2 Corintios, el modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia incluye el aspecto de la transformación diaria. Todo aquel que vive a Cristo por causa de la iglesia debe estar en el proceso de ser transformado día tras día. Si no nos encontramos en el proceso de transformación, algo anda mal con nosotros en nuestra vida cristiana, pues día tras día debemos ser transformados. UN PROCESO METABÓLICO La palabra “transformados” es una buena palabra; sin embargo, no comunica todo el significado de la palabra griega. En lugar de “transformados”, algunas versiones de la Biblia usan la palabra “cambiados”, la cual se aleja aún más del significado de la palabra griega. Incluso algunas otras traducen esta palabra griega como “transformados” en Romanos 12:2, pero la traducen como “cambiados” en 2 Corintios 3:18. Debemos conocer la diferencia entre un cambio y una transformación. La transformación supone un proceso de metabolismo. Es posible que algo cambie sin ser afectado metabólicamente. Muchas cosas pueden cambiar exteriormente sin experimentar ninguna transformación metabólica por dentro. En el proceso del metabolismo, se suministra un nuevo elemento al organismo. Este nuevo elemento reemplaza el viejo elemento y lo elimina. Por consiguiente, al mismo tiempo que ocurre el metabolismo en un organismo vivo, se crea algo nuevo que reemplaza el viejo elemento, el cual es eliminado. Por tanto, el metabolismo incluye tres cosas: primero, se suministra un nuevo elemento; segundo, con él se reemplaza el viejo elemento; y tercero, se elimina el viejo elemento para que se produzca algo nuevo. La digestión y la asimilación de los alimentos que ingerimos suponen un proceso metabólico. Primero, ingerimos el alimento que luego va a nuestro estómago. Luego, la comida es digerida metabólicamente, lo cual nutre nuestro ser con nuevos elementos que reemplazan los elementos viejos y permiten que se produzcan nuevas células. Mediante este proceso de metabolismo, crecemos y somos fortalecidos. Además, si tenemos un metabolismo normal, somos sanados de ciertas enfermedades. Mediante el proceso metabólico, se produce continuamente una sanidad en nuestros cuerpos físicos. Esta sanidad no es producto de la medicina prescrita por un médico; es la sanidad generada por el funcionamiento adecuado del mismo cuerpo. A diario podemos experimentar la sanidad gracias al proceso de metabolismo. Deseo recalcar el hecho de que la transformación es un proceso metabólico, un cambio metabólico. Podemos definir la transformación como un metabolismo espiritual. En cuanto a esto, valoro mucho el cuidado que puso Pablo al escoger las palabras. Pablo, un escritor maravilloso, siempre fue preciso en las palabras que escogió. En 3:18, él escogió a propósito una palabra griega cuya mejor traducción es la palabra transformados. LA GLORIA DEL SEÑOR Hemos señalado que la transformación supone un metabolismo y que el metabolismo incluye la suministración de nuevos elementos que sustituyen lo viejo. Ahora debemos preguntar cuál es, en el concepto de Pablo, el nuevo elemento que se nos suministra mientras pasamos por la transformación. Según la perspectiva de Pablo, este nuevo elemento es la gloria del Señor. La gloria del Señor es en realidad el Cristo resucitado. Hemos visto que la gloria del Señor en 3:18 es la gloria del Señor Jesús, quien es Aquel que resucitó y ascendió, Aquel que es Dios y también hombre y que pasó por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección, para llegar a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo que mora en nuestro espíritu. ¡Cuán rico es el Cristo resucitado! El Cristo resucitado junto con todas Sus riquezas constituye el nuevo elemento que se añade a nosotros para nuestra transformación. Este elemento, el Cristo resucitado junto con Sus riquezas, es la gloria del Señor. Esto no es simplemente la carne de la Palabra, sino una porción selecta de la carne. La palabra “transformados” deja implícito el inescrutablemente rico suministro de Cristo. Al recibir dicho suministro, éste reemplaza el viejo elemento que está en nosotros, lo elimina y lo desecha. El resultado de esto es que algo nuevo se produce en nosotros, así como el proceso metabólico produce en nuestro cuerpo nuevas células y tejidos. Éste era el concepto de Pablo acerca de la transformación en 3:18. De lo contrario, Pablo no habría dicho que somos transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor Espíritu. Estamos siendo transformados de gloria en gloria, es decir, de un grado de gloria a otro. DEL SEÑOR ESPÍRITU AL SEÑOR ESPÍRITU Por muchos años he intentado entender la expresión “de gloria en gloria” empleada en 3:18. He consultado muchos libros, pero no he logrado encontrar una explicación satisfactoria. No debemos tomar este asunto por sentado o pensar que lo entendemos. ¿Qué es esta gloria, y qué significa “de gloria en gloria?” “De gloria en gloria” significa del Señor Espíritu al Señor Espíritu. El Señor Espíritu está sobre el Señor Espíritu. Esto significa que el Señor Espíritu, quien es el rico suministro, se añade continuamente a nuestro ser. Usemos el ejemplo de lo que sucede cuando comemos, para entender cómo es que se añade el Señor Espíritu a nosotros. Supongamos que a usted se le invita a la casa de una familia que come mucho pollo. Día tras día le sirven comida que tiene pollo. Al comerla, usted va de pollo en pollo. Finalmente, al comer tanto pollo, usted llegará a estar constituido del elemento del pollo. Este elemento saturará sus tejidos y sus células y, en cierto sentido, su cuerpo físico será transformado interiormente en pollo. Día tras día y a cada hora, Cristo, el pollo celestial, se añade a nosotros, y somos transformados en Su imagen. Esta transformación va de gloria en gloria, del Señor Espíritu al Señor Espíritu. UN TESTIMONIO DE LA TRANSFORMACIÓN En uno de los mensajes anteriores hice notar que es posible que los padres de los jóvenes de la iglesia puedan leer al Cristo que se ha inscrito en ellos. Después de que di ese mensaje, muchos testificaron que cada vez que visitan a sus padres, sus padres los leen y observan el cambio que se ha generado como resultado del Cristo que ha sido inscrito en ellos. Estoy convencido de que un día algunos padres darán un testimonio en el que dirán algo así: “Cuando nuestra hija entró en la vida de iglesia, nos opusimos a ella al principio. Pero cuando vino a casa a visitarnos, nos dimos cuenta de que algo era diferente en ella. Cada vez que venía a vernos, observamos que el cambio en su vida era cada vez mayor. Para nosotros, el cambio era maravilloso. Finalmente, después de varias visitas, ya no pudimos resistirnos a lo que estaba sucediendo en ella. Esto puso fin a nuestra oposición, y ahora estamos aquí en la reunión testificando que hemos leído al Cristo que se ha inscrito en nuestra hija”. Si los padres de esta joven entendieran las cosas tal y como son, no hablarían simplemente de un cambio, sino de una transformación. Dirían: “Nos hemos dado cuenta de que a través de los años nuestra hija ha ido experimentado una transformación. Ella está siendo transformada de gloria en gloria, del Señor Espíritu al Señor Espíritu”. En uno de los mensajes anteriores, dijimos que la gloria de 3:18 es el Cristo que florece en resurrección. Usamos el ejemplo del florecimiento de un clavel para referirnos a esta gloria. La resurrección de Cristo fue Su florecimiento. El Cristo que florece, el Cristo resucitado, es la gloria. Ahora estamos en el proceso de ser transformados de esta gloria a otra gloria. Esta gloria es nuestro suministro diario. Ésta es la razón por la cual ser transformados de gloria en gloria sobrepasa con creces una simple mejoría externa de comportamiento, una mejoría conforme a la enseñanza religiosa o ética. COBRE U ORO Confucio habló mucho acerca de la ética. Pero las enseñanzas éticas de Confucio se pueden asemejar al cobre, mientras que lo que revela la Biblia acerca de la vida cristiana se puede asemejar al oro. A veces, en apariencia, el cobre se parece al oro. Ésta es la razón por la cual la gente adultera el oro usando cobre, así como adulteran el vino añadiéndole agua. Algunos de los misioneros que fueron a China no pudieron discernir la diferencia entre las enseñanzas éticas de Confucio y las enseñanzas de la Biblia que hablan de la vida cristiana. Yo oí a algunos misioneros decir que lo que enseña la Biblia es exactamente igual a lo que está escrito en los libros de Confucio. Si eso fuese cierto, ¿para qué necesitarían los chinos la Biblia, si ya tienen los escritos de Confucio? ¿Para qué se necesitaría que los misioneros fueran a China a enseñar ética? En Efesios 5 Pablo habla de que la mujer debe someterse al marido. Pero Confucio exhorta que la mujer debe experimentar una sumisión triple: primero, a su padre, después, a su marido, y en caso de que falleciera su marido, a su hijo. Parece que Confucio enseña más acerca de la sumisión que la Biblia. Sin embargo, a mí no me interesa cuánto se diga acerca de la sumisión; lo que me interesa es la naturaleza de esta sumisión. ¿Se trata de una sumisión de “cobre” o de una sumisión de “oro”? La sumisión que enseñaba Pablo en Efesios 5 es de oro, pero la sumisión triple que enseña Confucio es de cobre. ¿Prefiere usted una sumisión de oro o una de cobre? Indudablemente, todos preferimos la de oro. Si no tuviéramos la Biblia, yo ciertamente valoraría los escritos de Confucio. Pero ¡alabado sea el Señor porque tenemos la Biblia y porque ella está llena de oro! Al leer la Palabra, deseo obtener más y más oro y olvidarme del cobre de las enseñanzas éticas que hablan de mejorar nuestra conducta. En el recobro del Señor, no enseñamos a las personas a simplemente mejorar su comportamiento de modo exterior. Una enseñanza de esta índole sólo ayudaría a los santos a pulir su cobre y hacerlo resplandecer más. Pero nosotros no estamos aquí para fomentar esta clase de enseñanza religiosa o ética. En el recobro, lo que nos interesa es que nuestro cobre sea reemplazado por el oro. Cuanto más recibimos el suministro del Señor, más se reemplaza nuestro cobre por el oro. Hoy en día la mayoría de nosotros somos una mezcla de cobre y oro. Algunos tienen veinticinco por ciento de oro y setenta y cinco por ciento de cobre. Pero independientemente del porcentaje de cobre y de oro que tengamos, el porcentaje de cobre se va reduciendo poco a poco y el porcentaje de oro se va incrementando. El oro está siendo añadido a nosotros para reemplazar el cobre y eliminarlo. Tomemos el ejemplo de un joven que está en la vida de iglesia y que es sumiso a sus padres y obediente a ellos. Él se comporta bien y es un buen muchacho; no obstante, debemos hacerle una importante pregunta: esta sumisión y obediencia, ¿es cobre u oro? ¿Proviene simplemente de tratar de comportarse debidamente como ser humano, o es el resultado de ejercitar el espíritu regenerado para vivir al Espíritu que mora en nosotros? Puede ser que su buen comportamiento, su sumisión y su obediencia se deriven de él mismo. Si éste es el caso, él es un muchacho de “cobre”. Su sumisión, su obediencia e incluso su amor son cobre. Este cobre no es glorioso, pues no es el Cristo resucitado. Su comportamiento puede ser muy bueno, pero no es la gloria. EXPERIMENTAR LA TRANSFORMACIÓN ¿Qué debemos hacer cuando nos demos cuenta de que nuestro comportamiento es cobre y no oro? Debemos acudir desesperadamente al Señor y decirle: “Señor, ahora tengo la revelación. Veo lo que eres Tú y lo que soy yo. Lo mejor que puedo ser es un cobre brillante, resplandeciente, pero Señor, Tú eres oro. Cuando me comparo contigo, que eres oro, empiezo a detestar mi comportamiento de cobre. Aborrezco mi propia sumisión, obediencia y amor. Señor, necesito que Tú seas mi sumisión. Señor, quiero experimentarte como mi obediencia y amor. Señor, si Tú no amas en mí, yo no amaré tampoco. Señor, no quiero hacer nada sin Ti. Señor, Tú vive en mí. Ven y reemplaza mi cobre con Tu oro. ¡Oh Señor Jesús, reemplázame!” Después de hacer esto, durante todo el día debemos tener contacto con el Señor invocándole y permitiendo que nos reemplace consigo mismo. De esta manera, experimentaremos poco a poco que el Señor viva en nosotros. Nos daremos cuenta de que nuestro comportamiento no se origina en nosotros, sino que es el Cristo resucitado. Esto es la gloria. Si practicamos esto día tras día, seremos transformados de gloria en gloria. Además, otros notarán algo diferente en nosotros; verán una diferencia en nuestra sumisión, obediencia y amor. Sí, seguiremos siendo sumisos, pero esta sumisión es diferente en naturaleza. Anteriormente, nuestro comportamiento era cobre, pero ahora es oro, y por ser oro, brilla mucho más que antes; de hecho, es glorioso. Espero que todos veamos la diferencia entre el cobre y el oro. Antes íbamos de cobre en cobre, pero ahora somos transformados de oro en oro, de gloria en gloria. A través de los años, me he dicho a mí mismo: “Todavía eres una mezcla de cobre y de oro”. No obstante, puedo testificar que el cobre ha ido disminuyendo y que el oro ha ido aumentando. LO QUE SIGNIFICA SER TRANSFORMADOS En todos nosotros debe quedar una impresión profunda de lo que significa ser transformados. Ser transformados equivale a que Cristo se añade a nuestro ser y reemplaza lo que somos a fin de que Él aumente y nuestra vida natural disminuya. A medida que transcurre en nosotros el proceso de transformación, el viejo elemento de nuestro ser natural es eliminado, y la gloria, el Cristo que florece, el Cristo resucitado como Espíritu vivificante, se añade a nosotros y reemplaza el elemento natural. Hoy es diferente de ayer, y mañana será diferente de hoy, pues cada día tenemos menos del elemento natural y más de Cristo. Esto es lo que significa ser transformados de gloria en gloria. Yo no adquirí este entendimiento en cuanto a la transformación simplemente leyendo libros. Ninguno de los libros que he leído me ayudó a comprender completamente lo que significa “de gloria en gloria”. En el transcurso de los años, he aprendido de mi propia experiencia y de lo que he observado en la vida de iglesia lo que significa ser transformados de gloria en gloria. Hace más de veinte años no habría podido dar un mensaje como éste. En aquel entonces, aún no tenía un entendimiento tan claro de la expresión que empleó Pablo: “de gloria en gloria”. Ahora veo que esta gloria es el Cristo que florece, Cristo en resurrección. Además, este Cristo como gloria es el Espíritu vivificante. Por consiguiente, tanto por mi experiencia como por lo que he observado, puedo testificar que la gloria de 3:18 es de hecho el Espíritu vivificante. Cuanto más vivimos y andamos en el Espíritu vivificante, más se añade la gloria a nuestro ser, y por tanto, vivimos de gloria en gloria. Estamos en el proceso de ser transformados en la misma imagen, de gloria en gloria, es decir, del Señor Espíritu al Señor Espíritu. Ésta es la experiencia de todo aquel que vive a Cristo por causa de la iglesia. Pablo era un modelo de esta clase de vida, y ésta fue su experiencia. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTICUATRO TRANSFORMADOS DE GLORIA EN GLORIA EN LA IMAGEN DEL SEÑOR COMO POR EL SEÑOR ESPÍRITU, AL MIRAR Y REFLEJAR SU GLORIA A CARA DESCUBIERTA (2) Lectura bíblica: 2 Co. 3:16-18 En 3:18 Pablo dice: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Hemos visto que Pablo, como modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia, experimentaba la transformación cada día. La transformación de la que habla 3:18, que es un cambio metabólico, va de gloria en gloria, es decir, del Señor Espíritu al Señor Espíritu. Hemos abarcado estos asuntos en el mensaje anterior. En este mensaje vamos a ver cómo somos transformados de gloria en gloria. MIRAR Y REFLEJAR Como lo indica el título de este mensaje, somos transformados mirando y reflejando la gloria del Señor. No solamente somos transformados al ver al Señor, sino también al reflejarlo. Un espejo tiene la capacidad de mirar un objeto y reflejarlo. Las palabras “mirando y reflejando como un espejo” son la traducción de una sola palabra griega. El uso de esta palabra en 3:18 es metafórico. Por una parte, un espejo mira a una persona o un objeto; por otra, el espejo refleja lo que mira. Éstos son los dos aspectos de la función de un espejo. Cada vez que usted está enfrente de un espejo, éste lo mira y también lo refleja. Puesto que el espejo tiene ambas propiedades, usted se puede ver en él. LA NECESIDAD DE QUE NINGÚN VELO NOS CUBRA En nuestra experiencia, todos debemos ser espejos que miran al Señor y lo reflejan. No obstante, si queremos ser espejos que miran y reflejan la gloria del Señor, no debemos tener ningún velo sobre nosotros. Supongamos que un espejo está bien en todos los sentidos y se encuentra en la posición correcta en cuanto al objeto que debe mirar y reflejar, pero al espejo lo cubre un velo. Si el espejo esté cubierto con una tela, con un velo, pierde su función. El velo impide que el espejo mire y refleje. Asimismo, si un velo nos cubre a nosotros, no podremos mirar ni reflejar la gloria del Señor. Si por la misericordia y la gracia del Señor se nos quitan todos los velos, seremos espejos en el sentido de que lo miraremos a Él y lo reflejaremos a cara descubierta. Como espejo que usted es, ¿le cubre algún velo? Si es así, aunque invoque el nombre del Señor, no podrá mirar al Señor. Si queremos mirar y reflejar al Señor, todos los velos deben ser quitados. Cada uno de nosotros debe estar libre de todo velo. CUBIERTOS POR EL VELO DE NUESTROS CONCEPTOS RELIGIOSOS Muchos cristianos no pueden mirar ni reflejar al Señor porque están cubiertos con un denso velo o tal vez con varias capas de velos. Consideren cuánta gente está en el catolicismo actual, y cuántos han sido cubiertos por la influencia del catolicismo. Supongamos que no existiera tal cosa como el catolicismo, y que todos los que están en él fueran incrédulos que no supieran nada de Dios. ¡Cuánto más fácil sería predicarles el evangelio y conducirles al Señor! Muchos recibirían y entenderían con prontitud las cosas espirituales. Sin embargo, si usted intenta hablarles de la economía neotestamentaria de Dios a personas que están en el catolicismo, descubrirá que la mayoría está cubierta de velos. Por tanto, es extremadamente difícil que ellos vean las cosas de Cristo de una manera genuina. Cierto hermano que está en el recobro del Señor fue criado en el catolicismo. Cuando era niño, sirvió como monaguillo. Pero cuando estaba en la secundaria, recibió al Señor Jesús y fue genuinamente salvo. Contento y lleno de entusiasmo, les contó a los demás la experiencia que tuvo con el Señor. Les dijo: “¡Ahora tengo al Señor Jesús!” Pero uno de sus familiares señaló hacía una imagen de Jesús que estaba en la pared y contestó que ellos ya tenían a Jesús. Indudablemente, esa persona estaba cubierta con un denso velo. Uso este ejemplo para mostrar el hecho de que la religión ha causado que mucha gente esté cubierta de velos, y estos velos les impiden ver al Señor. A las personas que no han tenido un trasfondo religioso, a menudo les resulta más fácil profundizar en las verdades del Nuevo Testamento que a los que han sido criados en el catolicismo o en el protestantismo. No obstante, aun los que no tienen un trasfondo religioso se encuentran bajo la influencia de la religión. Aun antes de ser cristianos, ya tienen conceptos acerca de la manera en que se debe adorar a Dios. Tal vez ya tienen el concepto de que en el servicio de adoración cristiano hay un pastor que hace ciertas cosas y que la congregación ora o canta de cierta manera. Aun los que no son cristianos son afectados por los conceptos religiosos. Estos conceptos pueden llegar a ser velos. CUBIERTOS POR EL VELO DE NUESTROS CONCEPTOS NATURALES Además de los conceptos religiosos que son como velos que cubren a las personas, toda persona está cubierta por ciertos conceptos o ideas que provienen del hombre natural. A menudo estos velos están relacionados con la clase de persona que somos en nuestra constitución natural. Si usted es una persona tranquila, preferirá adorar a Dios en una catedral de techo alto, con vitrales y con luces de poca intensidad. Al entrar a tal edificio, usted actuará inmediatamente con reverencia. El ambiente espontáneamente hará que usted se sienta tranquilo y solemne, que quiera guardar silencio y que no hable ni siquiera con la persona que está a su lado. Por ser de naturaleza una persona callada, usted preferirá el ambiente tranquilo de una catedral. Si esta clase de persona asistiera a una reunión de la iglesia en la que los santos alaban al Señor, se molestaría y se preguntaría cómo alguien podría adorar a Dios de esa manera. No encontraría nada digno de aprecio en la reunión; al contrario, sentiría que no puede adorar a Dios en un lugar así. Cuando Pablo escribió estas palabras acerca de mirar y reflejar la gloria del Señor a cara descubierta, tenía en cuenta sus orígenes judaicos. Él sabía por experiencia que a los judíos los cubría el velo de su religión. Pablo mismo había estado cubierto de esa manera. Muchos judíos estaban cubiertos específicamente por el velo de sus conceptos acerca de la ley, y en especial, de la circuncisión. Había muchos judíos que no querían escuchar a Pablo, porque éste enseñaba que la ley se había terminado y que la circuncisión ya no era necesaria. La doctrina de ellos acerca de la ley y la circuncisión, era un velo que les impedía ver al Cristo que Pablo predicaba. CUBIERTOS POR EL VELO DE NUESTRO CARÁCTER NACIONAL Además de los velos religiosos y de los velos de nuestros conceptos naturales, también nos cubre el velo de nuestro carácter racial y nacional. Por ejemplo, los japoneses preferirán una cosa, mientras que los alemanes, algo totalmente distinto. Las diferencias relacionadas con el carácter nacional pueden impedir que creyentes de diversos países adoren juntos. Los caracteres, formas de ser, hábitos y costumbres nacionales son velos que nos impiden mirar y reflejar al Señor. Los que están cubiertos por el velo de sus características raciales, nacionales o culturales no pueden recibir al Cristo que ministra una persona de otra raza, nacionalidad o cultura. Tal vez escuchan palabras acerca del Cristo glorioso, resucitado y que florece, pero éstas no penetran en ellos. Debido a que están cubiertas por esos velos, no pueden ver nada de este Cristo maravilloso. La luz de la verdad no puede resplandecer en ellos. Los que están cubiertos de esta manera son semejantes a cámaras que tienen el lente cubierto. Cuando el lente de una cámara está cubierto, ninguna luz puede entrar, ni ninguna imagen se puede registrar en la película. No debemos suponer que no tenemos velos que nos cubren. En lugar de dar por sentado que no tenemos ningún velo, debemos acudir al Señor y pedirle misericordia para que nos sean quitados todos los velos a fin de poder mirar y reflejar al Señor. CUBIERTOS POR EL VELO DE NUESTRO CONCEPTO CON RESPECTO A CÓMO REUNIRNOS Algunos que han estado por muchos años en la vida de iglesia en el recobro del Señor quizás estén cubiertos por el velo de sus conceptos con respecto a la mejor manera de reunirse. Supongamos que alguien que ha estado en la vida de iglesia en el lejano oriente se muda a Estados Unidos, y dice: “Las iglesias en Estados Unidos se reúnen de una manera muy distinta a la del lejano oriente. No puedo soportar esa manera de reunirse. La manera que practicábamos allá ciertamente era la mejor”. Esto también es un velo que nos impide ver la luz de la verdad. Si queremos mirar y reflejar la gloria del Señor a cara descubierta, debemos orar algo así: “Señor, no me importa si la reunión es tranquila o ruidosa; Señor, no me importa cómo nos reunamos; no me interesa si la reunión de la iglesia en este lugar es distinta a la que yo estaba acostumbrado en el pasado. Lo único que me importa es Cristo”. Si ésta es nuestra actitud cuando llegamos a una reunión de la iglesia, entonces los velos han sido realmente quitados de nosotros, y tenemos un corazón, un espíritu y una mente que no tienen nada que los cubre. PERSONAS QUE ESTÁN ABIERTAS AL SEÑOR Y LO MIRAN Si todavía estamos cubiertos de algún modo, seremos como una cámara cuyo lente está cubierto, en el sentido de que ninguna luz penetrará en nuestro ser interior. Si no queremos estar cubiertos, debemos decirle al Señor: “Señor, quita todo lo que me cubre. Señor, quita mis velos. Quita toda opinión que me cubre. Señor, quiero estar completamente abierto y no tener ningún velo”. Entonces, a cara descubierta, miraremos y reflejaremos la gloria del Señor y seremos transformados en Su imagen de gloria en gloria. Hoy la gloria es el Cristo resucitado, y este Cristo es el Espíritu. Esto significa que el Señor como gloria es el Espíritu que vive en nosotros y que mora en nuestro espíritu. Ahora que el Espíritu mora en nuestro espíritu, debemos ejercitar nuestro espíritu cada vez más, orando, leyendo la Palabra e invocando el nombre del Señor. Cuanto más ejercitemos nuestro espíritu a cara descubierta, más miraremos al Señor. Al mirarlo, también lo reflejaremos, y a medida que miramos y reflejamos al Señor de esta manera, Su elemento, Su esencia, se añadirá a nuestro ser. Este nuevo elemento reemplazará y desechará el elemento de nuestra vida vieja y natural. Entonces experimentaremos la transformación, ese cambio metabólico, y seremos transformados en la imagen del Señor. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTICINCO LA ESENCIA DEL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO (1) Lectura bíblica: 2 Co. 3:3, 6-9, 18; 4:1a El título de este mensaje es: “La esencia del ministerio del nuevo pacto”. La palabra “esencia” está relacionada con lo que Pablo dice acerca de la gloria y de la superioridad del ministerio del nuevo pacto en 3:7-11. Estos versículos muestran la inferioridad de la gloria del ministerio mosaico, el cual es el ministerio de la ley, un ministerio de condenación y muerte, y la superioridad del ministerio apostólico, el cual es el ministerio de la gracia, un ministerio de justicia y del Espíritu. El primero vino por medio de la gloria de modo temporal; el segundo permanece en gloria para siempre. En 2:12-17 el apóstol habla del triunfo y efecto del ministerio apostólico; en 3:1-6, de su función y competencia; y en 3:7-11, de su gloria y superioridad. En los mensajes anteriores hemos abarcado muchos asuntos básicos relacionados con el ministerio del nuevo pacto: la esencia, el efecto, la función, la competencia, la gloria y la superioridad. Ahora en este mensaje debemos concentrarnos en qué es la esencia del ministerio del nuevo pacto. INSCRITAS CON EL ESPÍRITU COMO ESENCIA Tal vez algunos digan que la palabra “esencia” no se encuentra en 2 Corintios 3. Pero aunque esta palabra no se use, el concepto de esencia está implícito en el versículo 3: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne”. En este versículo, la palabra griega traducida “redactada por ministerio nuestro” en realidad significa “servida”. La palabra griega significa servir algo a alguien, como por ejemplo, lo que hace un camarero en un restaurante o una azafata en un avión. Por tanto, Pablo declara que los creyentes corintios son una carta de Cristo servida por los apóstoles. No obstante, al darse cuenta de que la palabra “servir” no es adecuada, Pablo usó también la palabra “escrita”, lo cual explica el significado de la palabra griega en este contexto. La manera que Pablo empleaba para servir en su ministerio era escribir. En 3:3, Pablo declara: “escrita no con tinta”; él no dice: “escrita no por tinta”. La palabra “con” indica que la tinta espiritual, el Espíritu del Dios vivo, es una esencia, un elemento, del que se vale el que inscribe o redacta. Es importante que prestemos atención a cómo Pablo usa la preposición “con”. Esta preposición indica que el Espíritu no es ni el escritor ni el instrumento que se usa para escribir, sino la esencia, el elemento, la sustancia que se usa al escribir. El Espíritu del Dios vivo, quien es el Dios vivo mismo, no es un instrumento, tal como una pluma, sino un elemento, la tinta celestial que se usa para escribir, de la cual se valen los apóstoles para ministrar a Cristo como contenido en su redacción de cartas vivas que trasmiten a Cristo. Tomemos como ejemplo el simple hecho de escribir una carta con un bolígrafo. Usted podrá ser el escritor, pero el bolígrafo es el instrumento. La tinta, por su parte, no es ni el autor ni el instrumento; es el elemento, la esencia. Si se le acaba la tinta a su bolígrafo, todo lo que usted intente escribir será en vano. Tal vez escriba palabras en una hoja de papel, pero la hoja quedará en blanco. En ese caso, habrá un escritor y un instrumento, mas no habrá tinta, la cual es la esencia que se necesita para escribir. En 2 Corintios 3:3, el Espíritu Santo no es el escritor, el instrumento, ni siquiera el poder. Hoy, cuando muchos cristianos hablan del Espíritu, lo relacionan con el poder. Pero si leemos detenidamente este versículo, examinándolo en su contexto, veremos que el Espíritu aquí es un asunto de esencia, no de poder. Debido a que muchos cristianos pasan por alto que el Espíritu es una esencia, en este mensaje he optado a propósito por recalcar la palabra “esencia”. Entre los cristianos de hoy, ¿quiénes consideran al Espíritu como una esencia? Por lo general, los cristianos piensan que el Espíritu es un instrumento o un poder; otros, que han visto algo más, hablan del Espíritu como una persona divina, pero no conozco ningún predicador que hable del Espíritu como lo hace Pablo en 2 Corintios 3. En este capítulo, la perspectiva que Pablo tiene del Espíritu es que éste es una esencia que se usa para escribir cartas de Cristo. Aquí él no ve al Espíritu como una persona, un instrumento o un poder; más bien, considera al Espíritu como la esencia que se usa para escribir cartas vivas de Cristo. El ministerio del nuevo pacto no consiste meramente en enseñar. Ninguno de los maestros que ustedes tuvieron en la escuela inscribió jamás en ustedes alguna esencia. Tal vez ellos les inculcaron conceptos, pero no depositaron en ustedes la esencia de algún elemento. El ministerio del nuevo pacto, por su parte, hace mucho más que solamente enseñar; dicho ministerio escribe en nosotros. Además, el ministerio del nuevo pacto inscribe en nosotros no con conceptos, conocimiento o teología, sino con una esencia, con algo real y sustancial. Al estar en la vida de iglesia en el recobro del Señor, ¿no tiene usted la sensación de que algo espiritual se está inscribiendo en usted? Muchos de nosotros podemos dar testimonio de que por medio del ministerio del nuevo pacto, Cristo ha sido inscrito en nosotros. Una esencia divina ha sido escrita en nuestro ser, y esta esencia es el Espíritu. Sin embargo, aún necesitamos definir qué es esta esencia. Nos damos cuenta de que hemos sido inscritos con el Espíritu, pero ¿qué es este Espíritu? LA MUERTE EN OPOSICIÓN AL ESPÍRITU Debemos examinar la terminología que se usa con relación al ministerio del nuevo pacto. En 3:7 Pablo habla del ministerio de muerte, y en el versículo 8, del ministerio del Espíritu. Por tanto, en estos versículos tenemos una comparación entre el ministerio de muerte y el ministerio del Espíritu. El ministerio de muerte alude al ministerio del viejo pacto, al ministerio mosaico. Pablo fue muy audaz al hablar del ministerio de muerte. No es de sorprender que los judíos se ofendieran por lo que él dijo. Luego, Pablo compara el ministerio de muerte con el ministerio del Espíritu. La mayoría de nosotros no contrastaría la muerte con el Espíritu, pues la muerte siempre está en oposición a la vida. Para nosotros, es un asunto de vida o muerte, de muerte o vida. Pero en lugar de usar la palabra “vida” en 3:8, Pablo habla del Espíritu. Esto indica que el Espíritu aquí está relacionado con la vida, ya que la vida es lo que está en contraste con la muerte. En 3:6 Pablo ya había dicho que el Espíritu da vida. Por tanto, el Espíritu aquí alude al Espíritu que da vida y también a la vida dada por el Espíritu. El ministerio del viejo pacto era un ministerio de muerte; el ministerio del nuevo pacto es un ministerio de vida, el cual se halla corporificado en el Espíritu. La esencia del Espíritu inscrita dentro de nosotros es la vida. La vida aquí no es un instrumento, una persona, un poder, una fuerza, una capacidad, un talento, o un don. Si comprendemos que aquí el Espíritu es el Espíritu de vida, entenderemos qué es la naturaleza de la esencia que se inscribe en nosotros mediante el ministerio del nuevo pacto. Los cristianos a menudo se refieren al Espíritu como un instrumento, un poder o un don. Además, es posible que nosotros, bajo la influencia de la tradición, tampoco le prestemos la debida atención al hecho de que el Espíritu es la esencia que se inscribe en nosotros. Por esta razón, quiero recalcar el hecho de que el Espíritu de 2 Corintios 3 no es un poder ni un instrumento, sino una esencia. DE GLORIA EN GLORIA El versículo 18 confirma este entendimiento: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Aquí la gloria no es un instrumento, un poder, una capacidad ni un don. La gloria también es una esencia. A medida que miramos la gloria del Señor a cara descubierta, la gloria como esencia nos transforma. En uno de los mensajes anteriores, hicimos notar que la expresión “de gloria en gloria” del versículo 18 significa “del Señor Espíritu al Señor Espíritu”, porque en este versículo la gloria y el Espíritu son sinónimos. Por tanto, ser transformados de gloria en gloria equivale a ser transformados del Espíritu al Espíritu. La versión amplificada del Nuevo Testamento traduce las palabras griegas “de gloria en gloria” como “de un grado de gloria a otro”. Es correcto afirmar que somos transformados de un grado de gloria a otro grado de gloria, pero debemos entender qué es la gloria. La gloria de 3:18 es en realidad el Espíritu. Esta gloria alude también al Cristo resucitado, o a Cristo en resurrección. El Señor Jesús fue glorificado mediante la resurrección (Lc. 24:26). Por consiguiente, la gloria, el Espíritu y la resurrección aluden a lo mismo. Ahora el Espíritu que está en nosotros es gloria y también es la realidad de la resurrección. Por consiguiente, una vez más vemos que en 2 Corintios 3, el Espíritu es una esencia, y no un instrumento ni un poder. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU Y DE LA JUSTICIA En 3:9 Pablo añade: “Porque si el ministerio de condenación [vino en] gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. La expresión “el ministerio de condenación” también alude al ministerio mosaico del viejo pacto. Ese ministerio era un ministerio de muerte y también un ministerio de condenación. Pablo demostró osadía al declarar el hecho de que el ministerio de Moisés fue un ministerio de muerte y de condenación. Pero como lo indica el versículo 9, aun este ministerio vino en gloria. Así como el ministerio del viejo pacto era de muerte y de condenación, el ministerio del nuevo pacto es del Espíritu y de la justicia. La muerte está en oposición a la vida, la cual se halla corporificada en el Espíritu, y la condenación está en oposición a la justicia. Tal vez esperábamos que Pablo usara la palabra justificación en lugar de justicia. Pero aquí Pablo habla de la justicia, no de la justificación. Basándonos en el principio de que en este capítulo el Espíritu es una esencia, la justicia aquí también debe ser considerada una esencia. Por lo tanto, el ministerio del nuevo pacto tiene una esencia en dos aspectos: el primer aspecto es del Espíritu, y el segundo aspecto es de la justicia. Hemos señalado que el Espíritu en 2 Corintios 3 está relacionado con la vida. En dicho capítulo, el Espíritu alude a la vida. Pero ¿a qué se refiere la justicia? Para contestar esta pregunta, debemos darnos cuenta de que Pablo coloca la justicia en la misma categoría que al Espíritu. Tanto la justicia como el Espíritu están en el mismo nivel. El ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu y de la justicia, y ambos son aspectos de la esencia de este ministerio. Así como una mesa está constituida de madera y de pintura, el ministerio del nuevo pacto también está constituido del Espíritu y de la justicia. Supongamos que se pinta una mesa de madera. La madera es la sustancia de la mesa y la pintura le da a la mesa un aspecto particular. Por consiguiente, en la mesa vemos la sustancia y el aspecto. El principio es el mismo con relación al ministerio del nuevo pacto. Este ministerio tiene una sustancia y también un aspecto, una expresión. El Espíritu es la sustancia del ministerio del nuevo pacto, y la justicia es su expresión. EL ESPÍRITU Y LA JUSTICIA EN NUESTRO DIARIO VIVIR Consideremos lo relacionado con el Espíritu y la justicia a la luz de nuestra experiencia con el Señor. Cuando usted, que ama al Señor y va en pos de Él, vive a Cristo, ¿no siente en su interior algo sustancial, viviente y activo? Esta sustancia viva no es ninguna clase de doctrina, enseñanza o teología; al contrario, esta sustancia viva y activa es el Espíritu. Hoy, a través del ministerio, a todos se nos ha inscrito el Espíritu en nuestro ser. Muchas veces, después de la reunión, sentimos algo vivo, sustancial y activo dentro de nosotros. Esta sustancia viva es el Espíritu, el Espíritu que nos ha sido inscrito. En otras palabras, se nos ha añadido la esencia divina. Si una persona nunca ha experimentado esto, dudo que halla sido verdaderamente salva y regenerada. Creo que todos los que estamos en la vida de iglesia podemos testificar que hemos experimentado al Espíritu en nuestro interior de una manera viva, activa y sustancial. Además de la sustancia interior, tenemos también una expresión exterior. Esta expresión es la justicia. Todo aquel a quien se le ha inscrito el Espíritu del Dios vivo tendrá una expresión de justicia en su diario vivir. Por ejemplo, un hermano que es casado experimentará al Espíritu como sustancia viva dentro de él por medio de la inscripción que efectúa el ministerio del nuevo pacto. Espontáneamente, su esposa se dará cuenta de que algo le ha sucedido a su marido, y tal vez se diga: “Algo le ha ocurrido, pero no entiendo qué es. Parece estar bien en todo y con todo. Antes, actuaba mal casi en todo lo que hacía, incluso en la manera de guardar las cosas, pues nunca las ponía en su lugar. Pero ahora, se encarga de cada detalle como se debe. Además, veo también una diferencia en la manera en que me habla. Cuando se va a trabajar, se despide de mí de una manera muy agradable; me dice: ‘Querida, me voy a trabajar’. Mi esposo se conduce correctamente aun en la manera en que cuida al perro. No sé qué le pasa”. Lo que pasa es que puesto que el hermano experimenta interiormente al Espíritu como sustancia, él expresa la justicia en su vivir en la casa. Cuando no vivimos a Cristo, actuamos mal en muchas cosas. Tal vez actuemos mal en la manera en que cerramos la ventana o la puerta. En lugar de cerrar la puerta correctamente, quizás la cerremos bruscamente. Pero cuando vivimos a Cristo y experimentamos en nosotros algo sustancial y activo, llegamos a conducirnos debidamente aun en la manera en que cerramos las ventanas y las puertas. De hecho, todo lo que hagamos, lo haremos correctamente. Algunos son muy descuidados en la manera en que mantienen sus zapatos o su ropa. Si usted pudiera ver sus habitaciones, descubriría que muchas cosas están desordenadas. Pero si estas personas experimentan al Espíritu como la sustancia que está en ellos, empezarán a actuar correctamente aun en la forma de acomodar sus zapatos y su ropa. Todo estará colocado en orden. Si usted experimenta al Espíritu en lo profundo de su ser y expresa la justicia en su conducta, otros se darán cuenta de que usted es diferente. Esto es producto del ministerio del nuevo pacto. Este ministerio escribe una esencia en nuestro ser, una esencia que tiene un aspecto externo y un aspecto interno. El aspecto interno es el Espíritu vivo que se mueve en nosotros; y el aspecto externo es la justicia como nuestra expresión. EXPRESAR LA IMAGEN DE DIOS El Espíritu y la justicia están relacionados con el hecho de que expresemos la imagen de Dios. Esto se debe a que el Espíritu y la justicia en realidad son Dios mismo. Dios como Espíritu actúa como sustancia en usted y como esencia vive en usted, pues Él mismo se ha añadido a su interior por medio del ministerio del nuevo pacto. Así que, interiormente, usted tiene al Espíritu. La justicia que usted expresa exteriormente también es Dios mismo; por consiguiente, usted no sólo se conduce correctamente con relación a tantas cosas y no sólo es justo, sino que también Dios mismo es su justicia. Dios como justicia llega a ser su propia expresión. Primero, Dios es el Espíritu vivificante que vive, se mueve y actúa dentro de usted. Luego, Dios llega a ser su expresión externa, su aspecto, de justicia. Ésta es la esencia del ministerio del nuevo pacto. La obra del ministerio del nuevo pacto es totalmente diferente de la que lleva a cabo la mayoría de los predicadores y maestros de hoy. La obra del ministerio del nuevo pacto no consiste simplemente en enseñarnos a mejorar nuestro comportamiento; más bien, este ministerio inscribe en nosotros el propio Espíritu. Escribir significa añadir más esencia de Dios a nosotros. Interiormente, esta esencia es el Espíritu; exteriormente, es la justicia. Pero como hemos visto, tanto el Espíritu que está por dentro como la justicia que se ve por fuera son el propio Dios. Por consiguiente, el ministerio del nuevo pacto, un ministerio del Espíritu y de la justicia, es simplemente el ministerio de Dios. Afirmar que el ministerio del nuevo pacto es del Espíritu y de la justicia equivale a decir que el ministerio del nuevo pacto es de Dios. No obstante, afirmar que este ministerio es de Dios es hablar en términos generales, mientras que afirmar que este ministerio es del Espíritu y de la justicia es hablar de una manera más específica. ¡Alabado sea el Señor porque el Espíritu es el propio Dios que está en nosotros y que vive, se mueve y actúa en nosotros, y que la justicia es el Dios que se expresa por medio de nosotros para ser nuestra apariencia externa! La visión central de la Biblia está relacionada con la imagen de Dios que es expresada por la vida de Dios. En cuanto a esto, los primeros dos capítulos de Génesis son muy importantes. En Génesis 1 tenemos la imagen de Dios: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza ... y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó” (vs. 26-27). Dios desea que lo expresemos a Él con Su imagen, pero si hemos de expresar a Dios de esta manera, necesitamos Su vida. La vida de Dios es representada por el árbol de vida de Génesis 2:9. El Espíritu es la vida que está en nosotros, y la justicia es la imagen que expresamos exteriormente. ¡Alabado sea el Señor por el ministerio del nuevo pacto con sus dos aspectos: la vida y la expresión! Interiormente tenemos al Espíritu como vida, y exteriormente tenemos la justicia como expresión. VIVIR A CRISTO Entre todos los habitantes de la tierra, las personas más justas son aquellas que viven a Cristo. Cada vez que usted viva a Cristo, se conducirá bien en todo. No necesitará que nadie le enseñe cómo conducirse correctamente, pues el Cristo que vive en usted lo llevará a estar bien con todo y con todos. Si somos desordenados con nuestras cosas o con respecto a la manera en que cerramos la puerta, eso indica que no estamos viviendo a Cristo. Si vivimos realmente a Cristo, cerraremos la puerta correctamente, y cuando se trate de tocar a la puerta o de usar el timbre, lo haremos como se debe. Una vez más declaro que no es necesario que nadie nos enseñe a cerrar una puerta, a cómo tocarla o a usar el timbre. La Biblia no contiene tales instrucciones. Si la Biblia contuviera una regla para cada aspecto de nuestro diario vivir, sería tan grande que no la podríamos llevar con nosotros. El Espíritu es aquel que está dentro de nosotros y nos hace justos en nuestro vivir. Lo que necesitamos es que el Espíritu se inscriba más en nosotros. El ministerio del nuevo pacto es el ministerio del Espíritu. Cuando alguien escribe en nosotros con en el Espíritu, la esencia divina se imparte en nuestro ser. Esta esencia genera el proceso de metabolismo espiritual en nosotros, y como resultado de este proceso, somos transformados en la imagen del Señor. TRANSFORMACIÓN INTERNA Y JUSTICIA EXTERNA Hemos visto que ser transformados en la imagen del Señor de gloria en gloria equivale a ser transformados del Espíritu al Espíritu. Si experimentamos esta transformación interna, espontáneamente expresaremos la justicia en nuestro aspecto externo. Entonces estaremos bien con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Pero muchas personas no están bien con Dios, con los demás ni consigo mismas. A diario ofenden a Dios y a los que los rodean. Además, por faltarles la esencia divina, no están bien con ellos mismos. Así que, necesitan el ministerio que escribe la esencia divina en ellos. Interiormente, esta esencia será el Espíritu que mora en ellos, y exteriormente, esta esencia será expresada como su justicia. Esta manera de entender 2 Corintios 3, particularmente el versículo 18, no es meramente conforme a la doctrina, sino conforme a la experiencia. Por años he procurado entender 3:18. Ahora, por la experiencia que tengo en el Señor, me doy cuenta de que el Espíritu es la esencia del Dios que vive, se mueve y actúa dentro de mí, y que la justicia es la esencia de Dios manifestada exteriormente como la imagen de Dios para expresarlo a Él. Como resultado de tener al Espíritu interiormente y la justicia como imagen de Dios exteriormente, llego a estar bien con Dios, con los hombres, conmigo mismo y con tantos aspectos de mi diario vivir. Cuando estamos bien en todo, tenemos paz, gozo, descanso y fe. Éste es el fruto, el resultado, del ministerio del nuevo pacto. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTISÉIS LA ESENCIA DEL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO (2) Lectura bíblica: 2 Co. 3:3, 6-9, 18; 4:1a EL MINISTERIO Y LOS MINISTERIOS Hoy en día muchos cristianos hablan de distintos ministerios y de recibir toda clase de ministerios. El tema del ministerio o de los ministerios no es sencillo. Según 2 Corintios, existe un solo ministerio, el ministerio único. En 4:1 Pablo dice: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no nos desanimamos”. Por una parte, aquí Pablo dice “nosotros”; por otra, él habla de “este ministerio”, y no de “estos ministerios”. Según este versículo, son muchas las personas, pero el ministerio es uno solo. Con todo, en 1 Corintios 12:5, Pablo habla de “diversidad de ministerios”. ¿Cómo puede haber un solo ministerio y al mismo tiempo muchos ministerios? La respuesta es que en el Nuevo Testamento, Dios tiene una sola operación u obra. Además, Él tiene un solo ministerio con que lleva a cabo Su única obra. Todos los apóstoles, Pedro, Jacobo, Juan, Pablo, Timoteo, llevaron a cabo el mismo ministerio. Pedro no llevó a cabo un ministerio, Pablo otro y Timoteo otro diferente. Sin embargo, entre los predicadores, maestros y ministros de hoy existe otra situación, a saber, ellos llevan a cabo distintas clases de ministerios. La razón por la cual hay tantas denominaciones es que hay distintas clases de ministerios. Los bautistas llevan a cabo el ministerio bautista para realizar la obra bautista; los presbiterianos llevan a cabo otra clase de ministerio para realizar la obra presbiteriana; y sucede lo mismo con respecto a los episcopales, los luteranos y los metodistas. Todas estas denominaciones llevan a cabo distintas clases de ministerios por el bien de sus propias obras. Según el Nuevo Testamento, esta práctica no es correcta. El Nuevo Testamento revela que existe un solo ministerio. Hoy en día las iglesias locales no llevan a cabo distintas clases de ministerios para realizar muchas obras. Dios tiene una sola operación u obra, la cual la lleva a cabo el único ministerio. Ahora debemos ver lo que hace este ministerio único. El ministerio único del Nuevo Testamento sirve a Cristo a las personas; inscribe en ellas a Cristo como Espíritu que opera en nuestro ser interior y como justicia que llega a ser nuestra expresión. Ésta es la función del ministerio único. Cuando prediquemos el evangelio, debemos hacerlo de esta manera. Asimismo, cuando enseñemos la Biblia, cuando edifiquemos a los santos o a las iglesias, debemos hacerlo de esta manera. Todo lo que hagamos en la vida de iglesia, lo debemos llevar a cabo con el fin de inscribir a Cristo en los santos. En cuanto a esto, no tenemos muchos ministerios distintos. El Nuevo Testamento indica claramente que el ministerio es uno solo, pero habla también de distintos ministerios. Estos ministerios se refieren a varios servicios que existen en la iglesia. Cuando 1 Corintios 12:5 habla de ministerios, se refiere a los distintos servicios. En la vida de iglesia, los santos participan en distintos servicios. Por ejemplo, algunos cuidan a los niños; ésta es una clase de servicio. Algunos pastorean a los jóvenes o a los más débiles; ésta es otra clase de servicio. Pero todos estos distintos servicios llevan a cabo el ministerio único, el servicio único. Como hemos visto, la función del servicio único consiste en ministrar a Cristo al pueblo escogido de Dios. ¿De qué manera debemos cuidar a los niños? Debemos hacerlo de una manera que les ministre a Cristo. Asimismo, ¿cómo debemos pastorear a los jóvenes o a los más débiles? En el pastoreo, debemos ministrar a Cristo a los demás. Aun cuando las hermanas se reúnan para orar, todas deben ministrar a Cristo. Los numerosos servicios tienen un solo objetivo, el cual es el servicio único, y los numerosos ministerios también tienen un solo objetivo: el ministerio único. Nosotros aceptamos todos los ministerios que llevan a cabo el ministerio único con miras a cumplir la operación de Dios. Pero no podemos aceptar un ministerio que procura establecer o cumplir algo distinto de la única operación que Dios lleva a cabo. Por ejemplo, no podemos aceptar un ministerio cuya meta sea establecer la denominación presbiteriana; tampoco podemos aceptar un ministerio que procure llevar a cabo la obra bautista, luterana o episcopal. Estos ministerios causan división; por tanto, no podemos aceptarlos. Los ministerios que aceptamos son aquellos que tienen por meta el ministerio neotestamentario único. Si usted vuelve a leer el Nuevo Testamento, y específicamente las epístolas, con esta comprensión acerca del ministerio y los ministerios, se dará cuenta de que esta comprensión es acertada. Le aliento a estudiar las epístolas con esta perspectiva, prestando especial atención a las palabras “ministerio” y “ministerios”. Si emprenden un estudio así, verá que todos los distintos ministerios o servicios tienen por objetivo llevar a cabo el único ministerio del nuevo pacto. Para que se lleve a cabo la economía neotestamentaria de Dios, el ministerio es uno solo. Pero para realizar este ministerio único, especialmente en la vida de iglesia, se necesitan muchos servicios, se necesitan diversos ministerios. Con todo, quisiera volver a recalcar el hecho de que la meta de todos estos distintos ministerios y servicios es llevar a cabo el ministerio único, el cual es el ministerio del nuevo pacto. Este ministerio inscribe en los santos al Dios todo-inclusivo, quien es el Espíritu que está en nosotros y la justicia como nuestra expresión exterior. UN MINISTERIO QUE INSCRIBE Como señalamos en el mensaje anterior, el Espíritu y la justicia son los dos aspectos de la esencia que se inscribe en nosotros mediante el ministerio del nuevo pacto. El Espíritu vivo es el aspecto interior, y la justicia perfecta es el aspecto exterior. La esencia del ministerio del nuevo pacto incluye los dos aspectos del Espíritu y la justicia. En las iglesias locales nuestro ministerio debe ser un ministerio que inscribe. No debería simplemente enseñar. Si sólo enseñamos a los demás, no se inscribirá en ellos la esencia divina. La enseñanza no requiere ninguna esencia; pero para inscribir sí se requiere una esencia, así como para escribir con un bolígrafo se necesita tinta. Si uno intenta escribir con un bolígrafo vacío, no habrá ninguna palabra en la hoja de papel. Si queremos escribir, necesitamos tinta, la cual es la esencia con que se escribe. Entonces, cuanto más escribamos, más palabras se escribirán en la hoja. Asimismo, necesitamos la esencia divina si queremos inscribirla en el ser de los santos. El ministerio que inscribe es único, y la esencia utilizada para inscribir también es única. Pedro no inscribió de una manera y con cierta esencia, y Pablo, de otra manera y con otra clase de esencia. No, los apóstoles no estaban divididos, ni causaban división; por el contrario, todos inscribían de la misma manera y con la misma esencia. Pero hoy, los predicadores tienen distintas maneras de inscribir, distintas clases de enseñanza. Como resultado de ello, cuanto más enseñan y predican, más divisiones se producen. Por consiguiente, la inscripción única debe realizarse con la esencia única. EL DIOS TRIUNO PROCESADO ES LA ESENCIA ÚNICA INSCRITA EN NOSOTROS ¿Cuál es la esencia única que se debe inscribir en los santos? Esta esencia es el Dios Triuno como el Espíritu. El término “el Espíritu” según se emplea en el Nuevo Testamento es muy significativo. “El Espíritu” alude al Dios Triuno que pasó por un proceso para ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. En Génesis 1:2 leemos del Espíritu de Dios. En otras partes, el Antiguo Testamento habla del Espíritu de Jehová. En el Nuevo Testamento, se usa la expresión “el Espíritu Santo”. Luego, en Hechos 16:7, leemos del Espíritu de Jesús; en Romanos 8:9, del Espíritu de Cristo; y en Filipenses 1:19, del Espíritu de Jesucristo. En Romanos 8 se nos exhorta a andar en el Espíritu. En el Nuevo Testamento, no se hace énfasis en andar en el Espíritu Santo ni en andar en el Espíritu de Dios; más bien, se hace énfasis en andar en el Espíritu. Finalmente, al final de la Biblia, en Apocalipsis 22:17, leemos del Espíritu y la novia. Por tanto, la Biblia no concluye hablando del Espíritu de Dios, ni del Espíritu Santo, sino del Espíritu. El Espíritu mencionado en Apocalipsis 22:17 es el Dios Triuno procesado. Estoy consciente de que hablar de un Dios procesado perturba la mente religiosa. Recuerdo la primera vez que usé la palabra “procesado” con relación al Dios Triuno en un mensaje. Después de dar el mensaje, me pregunté si no habría sido demasiado audaz al decir que Dios se procesó. En ese mensaje señalé que Dios hoy ya no es un Dios no procesado, que ya no es el Dios “crudo”; hoy Dios es el Dios procesado. Pero después de considerar este asunto más profundamente y de orar al respecto, sentí en lo profundo de mi ser, y creo que ese sentir venía del Espíritu, que si no hubiera usado la palabra “procesado”, no habría tenido ninguna otra palabra mejor. Me dije a mí mismo: “Si no usas las palabras “crudo” y “procesado”, ¿cómo podrás dar mensajes que hablen de que el Dios Triuno es tu disfrute? ¿Cómo podrás expresar la verdad acerca de las etapas por las cuales pasó Dios para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo? ¿Eres tímido o temes que se opongan a ti y te critiquen?” Así que, después de mucha oración y consideración, sentí la confirmación para usar esta expresión. Nos hemos enterado recientemente de que William Law y Andrew Murray usaron también este término en sus escritos. Aunque no se hallan algunos términos en la Biblia, sí existen los hechos que justifican el uso de ciertas palabras para describirlos. Por ejemplo, la palabra Trinidad no se encuentra en la Biblia. Sin embargo, la Biblia revela que la existencia de la Trinidad es un hecho. Hay un solo Dios, pero Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu. ¿No es esto la Trinidad? Ciertamente lo es. En realidad, la Trinidad no significa tres en uno, sino tres y uno. El adjetivo de la palabra trinidad es triuno, compuesto de dos raíces latinas: tri, que significa tres, y unus, que significa uno. Por tanto, la palabra triuno significa tres y uno, y no tres en uno. Puesto que la Biblia revela que Dios es triuno, ¿qué tiene de malo que empleemos la palabra “Trinidad” para hablar de Dios como el Padre, el Hijo y el Espíritu? Necesitamos alguna palabra para expresar el hecho. En el mismo principio, la Biblia no usa la palabra “procesado” con respecto al Dios Triuno. No obstante, la Biblia revela el hecho de que Dios pasó por un proceso. Mientras luchaba con respecto al uso de la palabra “procesado”, consideraba el hecho de la encarnación de Cristo. Cristo, el Dios eterno, fue concebido en el vientre de una virgen y nació en un pesebre en Belén. Luego vivió en la tierra durante treinta y tres años y medio. Posteriormente, fue crucificado y puesto en una tumba. Después de visitar el Hades, salió de allí en resurrección. Mientras pensaba en todo esto, me dije: “Si esto no es un proceso, entonces ¿qué es? Puesto que es un proceso, tienes que atreverte a usar esta palabra en tus mensajes”. ¿Qué tiene de malo decir que hoy Dios es el Dios procesado, que Él ha dejado de ser el Dios no procesado, el Dios “crudo”? Si usted pesca un pescado y lo trae a casa, ese pescado está crudo. Pero después de cocinarlo y servirlo en la mesa, deja de ser un pescado crudo. Ahora es un pescado procesado. Nuestro Dios ha dejado de ser un Dios crudo. En Génesis 1, Él era el Dios crudo. De hecho, en todo el Antiguo Testamento, Él fue un Dios crudo; todavía no había sido “cocinado”; todavía no había sido procesado por medio de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. La encarnación de Cristo forma parte de Su proceso. El hecho de que fue concebido en el vientre de María y que nació en Belén son aspectos de este proceso. Por nueve meses, el Señor Jesús estuvo en el vientre de una virgen, lo cual fue un proceso. Luego, Él vivió en la tierra durante treinta y tres años y medio, fue crucificado, estando en la cruz durante seis horas, y luego estuvo en la tumba durante tres días. ¿No es todo esto un proceso? Algunos dirán que la encarnación del Señor, Su vivir humano, Su crucifixión y Su resurrección fueron simplemente procedimientos, pero no un proceso. Según esta comprensión, la encarnación fue un procedimiento a través del cual Dios se hizo hombre, y la crucifixión fue un procedimiento por medio del cual nuestro Redentor murió por nuestros pecados. Pero aun si cambian la palabra “proceso” por “procedimiento”, los hechos permanecen igual. Además, este procedimiento, si lo llaman así, es en efecto un proceso. EL ESPÍRITU Y LA NOVIA En el Nuevo Testamento, el Espíritu alude al Dios Triuno procesado. En realidad, el Espíritu es la máxima expresión del Dios Triuno procesado. Hemos visto que Apocalipsis 22:17 dice: “Y el Espíritu y la novia dicen: Ven”. No hay expresión en el lenguaje humano que supere ésta. El Espíritu es la máxima expresión del Dios Triuno procesado, y la novia es la máxima expresión del hombre tripartito transformado. Para la época de Apocalipsis 22:17, el Dios Triuno procesado y el hombre tripartito transformado se han casado y han llegado a ser una pareja universal. Esto significa que el Dios Triuno procesado y el hombre tripartito transformado llegan a ser uno. ¡Qué boda será aquella! Será la boda más grandiosa del universo, y todos estamos invitados a participar en ella. El Espíritu, quien es el Dios Triuno procesado, es la esencia que se inscribe en nuestro ser. Puesto que esta esencia se ha inscrito dentro de nosotros, no podemos ser los mismos. En nosotros se está llevando a cabo una transformación. Quizás aun mientras ha estado leyendo este mensaje, algo de la esencia divina se ha inscrito en usted. Tal vez no recuerde los puntos del mensaje, pero lo que se ha inscrito en usted de la esencia divina no se borrará jamás. La esencia divina que se ha inscrito en nosotros a través de los años que hemos estado en las iglesias locales, tendrá una expresión particular, y esta expresión es la justicia. Cuando experimentamos la justicia como expresión de la esencia que se ha inscrito en nosotros, estamos bien con Dios, con otros y con todo lo relacionado con nuestra vida diaria. Esto significa que el Dios que mora en nosotros llega a ser nuestra justicia, la cual a su vez llega a ser nuestra apariencia, nuestra expresión. Esta expresión es la imagen de Dios. Este Espíritu y esta justicia son la esencia del ministerio del nuevo pacto. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTISIETE EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU COMO PROVISIÓN DE VIDA Y DE LA JUSTICIA COMO EXPRESIÓN DE DIOS (1) Lectura bíblica: 2 Co. 3:8-9, 18; 5:21; Col. 3:10; 1 Co. 1:30; 15:34; Ro. 8:2, 4; 14:17; Fil. 1:19; 3:9; Ap. 19:7-8; Ef. 4:24; Mt. 5:6, 10, 20 El ministerio del nuevo pacto es un tema muy importante, pues abarca todo el Nuevo Testamento, el cual se compone de veintisiete libros. En los mensajes anteriores hemos visto, del capítulo tres de 2 Corintios, que en la era del Antiguo Testamento había un solo ministerio, un ministerio que en 2 Corintios 3 se le llama el ministerio de muerte y de condenación. Con todo, los cristianos a menudo consideran que en el Antiguo Testamento había tres clases de ministerios: el ministerio de los sacerdotes, el ministerio de los reyes y el ministerio de los profetas. Los cristianos sostienen este concepto porque el Antiguo Testamento habla de tres clases de personas: los sacerdotes, los reyes y los profetas. Puesto que estas tres clases de personas se mencionan en el Antiguo Testamento, muchos estudiantes y maestros de la Biblia piensan que en el Antiguo Testamento había tres clases de ministerios. Pablo consideraba todo el Antiguo Testamento como la ley. En 1 Corintios 14:21, él dice: “En la ley está escrito: ‘Por medio de hombres de otras lenguas y con los labios de otros hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor’”. En este versículo, Pablo cita un pasaje del libro de Isaías. Aunque Isaías era un profeta, Pablo considera el libro de Isaías la ley. Esto indica que los libros de los profetas también eran considerados parte de la ley. De hecho, a todo el Antiguo Testamento se le consideraba la ley. Esto comprueba que en los tiempos del Antiguo Testamento había un solo ministerio, el cual era el ministerio del antiguo pacto, el ministerio de muerte y de condenación. EL MINISTERIO ÚNICO DEL NUEVO TESTAMENTO En el Nuevo Testamento también existe un solo ministerio. Los doce apóstoles tenían este ministerio único. Después de que Judas traicionara al Señor y se suicidara, Pedro se levantó y dijo que Judas había sido contado con ellos y que se le había asignado “una porción de este ministerio” (Hch. 1:17). Luego, pidieron al Señor que les mostrara a quién había escogido Él para que tomara “parte de este ministerio y apostolado” (v. 25). Esto indica que todos los apóstoles tenían un solo ministerio. No era cuestión de que Pedro tenía un ministerio, que Juan tenía otro, y que Jacobo, otro. Si ése hubiera sido el caso, los doce apóstoles habrían tenido doce ministerios distintos. Pero no, ellos tenían un solo ministerio, el ministerio único. Posteriormente, el Señor levantó más apóstoles, el más prominente de los cuales era Pablo. Pablo y sus colaboradores también tenían el mismo ministerio, el ministerio único del nuevo pacto. Por tanto, en el Nuevo Testamento hay muchos apóstoles, pero un solo ministerio. Este ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu y de la justicia. A lo largo de los siglos, ha habido solamente dos ministerios: el ministerio del antiguo pacto y el ministerio del nuevo pacto. Sin embargo, entre los cristianos de hoy existen muchos ministerios distintos. La razón por la cual los cristianos se han dividido en grupos y en denominaciones es que han inventado muchas clases de ministerios. Cada denominación tiene su propio ministerio. Los episcopales tienen un ministerio episcopal, los metodistas tienen el ministerio metodista, y los bautistas, los presbiterianos y los pentecostales tienen sus propios ministerios. En la actualidad hay quienes dicen ser de mentalidad abierta y por eso quieren aceptar todas las distintas clases de ministerios para demostrar que no son estrechos, sectarios ni facciosos. Quieren ser todo-inclusivos y recibir los ministerios del catolicismo, de la iglesia ortodoxa griega, de las denominaciones protestantes y de todos los grupos independientes. Esto queda en contraste con el ministerio del nuevo pacto, el cual es uno solo. El ministerio del nuevo pacto es único en naturaleza, esencia, función y propósito. ¿En qué clase de ministerio estamos? Específicamente, ¿qué clase de ministerio tiene usted? Ciertamente ninguno de nosotros diría que estamos en el ministerio de muerte y condenación del antiguo pacto. Pero, ¿está usted en el ministerio del catolicismo?, ¿de la ortodoxia griega?, ¿de alguna denominación protestante? Los que tienen el ministerio bautista ciertamente recalcarán el bautismo por inmersión. Los que están en el ministerio episcopal ciertamente estarán a favor de un gobierno de obispos. Asimismo, los que tienen el ministerio presbiteriano estarán a favor de una administración regida por los presbíteros. Los que están en estas denominaciones practican estos ministerios. Además, estas denominaciones se han establecido para llevar a cabo dichos ministerios. Los pentecostales también tienen su propia clase de ministerio, el cual recalca el hablar en lenguas, la sanidad y los milagros. Pero ninguno de estos ministerios es el ministerio único del nuevo pacto. El ministerio del nuevo pacto, ¿es un ministerio de bautismo por inmersión?, ¿un ministerio de obispos, de presbíteros o de hablar en lenguas? Sin lugar a dudas, la respuesta a estas preguntas es no. El ministerio del nuevo pacto es un ministerio totalmente del Espíritu y de la justicia. Éste es el ministerio único en el Nuevo Testamento. Cuando decimos que el ministerio del nuevo pacto es único, no queremos decir que es el ministerio de una sola persona. Por ejemplo, es una infamia acusarme de afirmar que el ministerio único hoy en día es el ministerio de Witness Lee. Nosotros no decimos eso, ni tampoco lo insinuamos. Cuando hablamos de un solo ministerio, del ministerio del nuevo pacto, nos referimos al ministerio del Espíritu y de la justicia. Quien ministre el Espíritu y la justicia a los demás participa en el ministerio único, sea quien sea esa persona. Pedro, Juan, Jacobo, Pablo, Timoteo, Tito, Apolos, todos tenían el ministerio único. Los ministros son muchos, pero el ministerio es uno solo. Si usted ministra al Espíritu y la justicia a los demás, usted participa en este ministerio único. En varias ocasiones se me ha preguntado algo así: “Hermano Lee, usted afirma que el ministerio es único, lo cual significa que existe un solo ministerio. Cuando usted dice que hay un solo ministerio, que el ministerio es único, ¿quiere usted decir que su ministerio es ese ministerio único?” Algunas personas que me preguntan eso quizás piensen que yo me considero un José Smith, el fundador del mormonismo. Siempre contesto esta pregunta de esta manera: “No, definitivamente no quiero decir que mi ministerio sea el ministerio único”. Otros preguntan si aceptamos todos los ministerios. La respuesta es que no aceptamos todas las distintas clases de ministerios. Entonces, algunos tal vez digan: “Por una parte, usted dice que su ministerio no es el ministerio único; por otra parte, no acepta todos los ministerios. Entonces ¿qué practica usted en cuanto al ministerio?” Debido a que los que hacen esta pregunta tal vez carecen de conocimiento y se encuentren también bajo el efecto embotador de los conceptos tradicionales, no es fácil explicarles este asunto. A veces me digo a mí mismo: “Yo simplemente soy lo que soy, pero ustedes han sido embotados y no entienden lo que dice el Nuevo Testamento acerca del ministerio”. El ministerio del nuevo pacto es único; es el ministerio del Espíritu y de la justicia. Aunque no aceptamos todas las distintas clases de ministerios, sí aceptamos el ministerio de cualquiera que verdaderamente ministre al Espíritu y la justicia. Lo que estoy diciendo en este mensaje acerca del ministerio es algo nuevo y también antiguo. Es antiguo porque ha existido por casi dos mil años; por otra parte, es algo nuevo porque es un asunto que se perdió y que ha sido recobrado. Agradecemos al Señor porque ha recobrado la verdad acerca del ministerio. Le damos gracias por mostrarnos en 2 Corintios 3 que en la Biblia existen dos ministerios: el ministerio del antiguo pacto, el cual es el ministerio de muerte y condenación, y el ministerio del nuevo pacto, el cual es el ministerio del Espíritu y de la justicia. Como cristiano, o como uno que cree tener cierta clase de ministerio, ¿qué clase de ministerio tiene usted? Si no está en el ministerio del nuevo pacto, es decir, en el ministerio que ministra a Cristo como el Espíritu vivificante y como la justicia a otros, usted debe decirnos qué clase de ministerio tiene. ¿En qué ministerio está? Si no está en el ministerio del Espíritu y de la justicia, ni en el ministerio de muerte y de condenación, ¿en qué ministerio está? Algunos dirán que tienen el ministerio de la predicación del evangelio. Esta respuesta no es correcta. Usted debiera afirmar que su ministerio de predicación del evangelio forma parte del único ministerio del nuevo pacto, en el cual usted le ministra a otros a Cristo como el Espíritu y la justicia. Es mejor no decir que tenemos el ministerio de la predicación del evangelio; más bien, debemos decir que nuestra predicación del evangelio forma parte del único ministerio del nuevo pacto. EL ESPÍRITU COMO SUMINISTRO DE VIDA Algunos cristianos ven el ministerio del Espíritu principalmente como un ministerio del Espíritu como poder. Ellos esperan que si hablan en el poder del Espíritu, mucha gente será ganada para el Señor. Pero el ministerio del Espíritu en 2 Corintios 3 es un ministerio del Espíritu como vida y como suministro de vida. Mi base para decir esto se encuentra en el versículo 6, donde Pablo declara que Dios “nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, ministros no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica”. Aquí Pablo no dice que el Espíritu dé poder, realice milagros o imparta dones, sino que el Espíritu da vida. También en otros versículos de este capítulo, el Espíritu está relacionado con la vida, y no con el poder, los dones, ni los milagros. Esta comprensión de que el Espíritu es un suministro de vida la confirma Pablo cuando dice en Filipenses 1:19: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mí salvación”. En este versículo Pablo no habla del poder abundante del Espíritu ni de Su capacidad abundante, sino de la abundante suministración del Espíritu. Recalco este punto porque muchos cristianos tienen un concepto erróneo acerca del Espíritu y piensan que el Espíritu es principalmente una fuente de poder, de capacidad o de impacto. Por ejemplo, algunos grupos recalcan lo que comúnmente llaman “caer al suelo por poder del Espíritu Santo”. Había una mujer que era bien conocida por esta práctica. ¿Acaso es éste el Espíritu que es el suministro de vida? Por supuesto que no. En 1962, al poco tiempo de empezar a ministrar en este país, me invitaron a hablar a un grupo de cristianos en San Diego. Algunos de los que estuvieron allí me alentaron a ir a cierta ciudad de Texas donde supuestamente ocurrían muchos milagros. Algunos aseguraban que, de forma milagrosa, a una persona se le había rellenado los dientes con oro, y que algunas personas que asistieron a la reunión incluso olieron el oro. Sin embargo, cuando les hice algunas preguntas al respecto, no pudieron confirmar ese informe. Además, les dije que si tal cosa había sucedido, lo habrían publicado en los periódicos. Les dije también que si nuestro Dios deseaba rellenar nuestros dientes, ¿por qué no los restauraba a su condición normal en lugar de usar oro? Ciertamente nuestro Dios jamás sanaría los dientes de una persona llenándolos de oro. No presten atención a esos falsos informes. En 2 Corintios Pablo no habla de dones ni de milagros, pero sí habla de que el Espíritu da vida. En 1 Corintios Pablo menciona el hablar en lenguas, por ejemplo, con la intención de limitar esta práctica en las reuniones de la iglesia. Pero en 2 Corintios él ni siquiera menciona el hablar en lenguas. Este libro hace hincapié en que el Espíritu es el suministro de vida. El ministerio del nuevo pacto tiene que ver con el Espíritu como suministro interno y con la justicia como expresión externa de Dios. EL MINISTERIO DE LA JUSTICIA En 2 Corintios 3:8 Pablo habla del ministerio del Espíritu, y en el versículo 9, del ministerio de la justicia. Tal vez entendamos lo que es el ministerio del Espíritu, pero, ¿qué es el ministerio de la justicia? ¿Sabe usted lo que quiere decir Pablo con eso? Hace muchos años, no entendía lo que Pablo quería decir cuando hablaba del ministerio de la justicia. Pensaba que al hablar del ministerio de la justicia se refería al ministerio de la justificación, porque en este capítulo parece haber una comparación entre la condenación y la justificación, la cual es lo opuesto a la condenación. Pero en lugar de hablar de la justificación, Pablo habla aquí de la justicia. Si él hubiera dicho que el ministerio del nuevo pacto era un ministerio de justificación, sería fácil entender lo que quería decir. Inmediatamente sabríamos que el ministerio de la ley consistía en condenar, o sea, que era un ministerio de condenación, pero que el ministerio del nuevo pacto consiste en justificar a la gente, o sea, que es un ministerio de justificación. Puesto que en el tercer capítulo de 2 Corintios Pablo declara que el ministerio del nuevo pacto es el ministerio de la justicia, y no el ministerio de la justificación, debemos hacer lo posible por entender lo que quería decir con esto. Ciertamente es muy significativo que el ministerio del nuevo pacto sea el ministerio del Espíritu y de la justicia. Si queremos entender lo que es el ministerio de la justicia, primero debemos entender debidamente qué es la justicia. La justicia tiene que ver con estar bien con los demás. Cuando permitimos que el Espíritu viva, se mueva y actúe dentro de nosotros de una manera real y sustancial, automáticamente estamos bien con Dios, con otros y con nosotros mismos. Esta comprensión de lo que es la justicia es correcta, mas no es completa. Así que, debemos ver algo más acerca de la justicia. VOLVER A LA SOBRIEDAD, COMO ES JUSTO En 1 Corintios 15:34 Pablo dice: “Volved a la sobriedad, como es justo, y no pequéis; porque algunos de vosotros no conocen a Dios”. En este versículo, volver a la sobriedad equivale a despertar del aturdimiento de la embriaguez, es decir, dejar de embriagarse, como es justo. Todo aquel que duerme espiritualmente, no está bien con Dios, con otros, consigo mismo ni con la iglesia. Este versículo tiene por contexto lo que dice Pablo acerca de la resurrección. Afirmar que no hay resurrección ofende a Dios y a los hombres, y constituye un pecado. Por tanto, el apóstol aconsejó a los desviados corintios que despertaran de ese pecado y volvieran a la sobriedad, para que restauraran su relación con Dios y con los hombres. Ellos estaban ebrios injustamente, estaban en el estupor de la herejía de que no había resurrección. Por eso, necesitaban salir de ese estupor. Aceptar la idea herética de que no hay resurrección equivale a dejarse drogar, a caer en una condición de aturdimiento. Esto significa también caer en un sueño. Los que se encuentran bajo tal estupor, hablan de manera insensata con respecto a la resurrección y, como resultado, no están bien con Dios, con la iglesia ni con ellos mismos. Por el contrario, ofenden a Dios, a la iglesia y aun a miembros de su propia familia. Los que están embotados de esta manera a menudo causan problemas sin darse cuenta de ello. Por tanto, Pablo exhorta a los corintios a que despierten y vuelvan a la sobriedad como es justo. ¿Qué significa volver a la sobriedad como es justo? Significa volver a la sobriedad de tal manera que estemos bien con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Un creyente sobrio, como es justo, estará bien con su esposa, con sus hijos, con sus vecinos, con todos los santos, con la iglesia y también consigo mismo. Los que no estén bien en todos estos aspectos están en cierto estupor. EXPERIMENTAR EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU EN LA VIDA DE IGLESIA Sin el ministerio del nuevo pacto, no tendríamos al Espíritu ni la justicia. Antes de entrar en la vida de iglesia y de recibir el ministerio en el recobro del Señor, ¿cuánto experimentó usted al Espíritu como suministro de vida? Por supuesto, como persona salva, en su interior ya moraba el Espíritu, pero probablemente usted no estaba muy consciente de que el Espíritu vivía, era activo, real y sustancial en usted. Muchos de nosotros podemos testificar que después de entrar en la vida de iglesia, empezamos a darnos cuenta de que hay algo en nosotros que está vivo, que es real y sustancial. Nos referimos al Espíritu que está operando en nuestro ser, haciéndonos gozosos, pacíficos y tranquilos. Éste es el Espíritu de vida, el cual, como suministro de vida, nos es impartido por el ministerio en el recobro del Señor. Antes de que usted experimentara al Espíritu de esta manera, tal vez le era muy fácil discutir con su cónyuge. Pero si usted experimenta al Espíritu como su suministro de vida, algo en su interior le restringirá cuando quiera discutir. Por ejemplo, es posible que una hermana se sienta tentada a culpar a su marido, pero en lo profundo de su ser, se da cuenta de que debe ir a su cuarto y orar. Esta experiencia proviene del Espíritu como suministro de vida, impartido en nosotros mediante el ministerio del nuevo pacto. Quizás en una reunión de la iglesia no se diga ni una sola palabra acerca de que el Espíritu es el suministro de vida. Y tal vez usted no esté consciente de que le está siendo impartido el Espíritu. Sin embargo, aun cuando no se diga nada al respecto, es un hecho que en la reunión a usted le es impartido el Espíritu. Hay un ministerio en el recobro que inscribe al Dios Triuno procesado, como Espíritu vivificante, en nuestro ser. En las reuniones de la iglesia a menudo recibimos la suministración del Espíritu sin estar conscientes de ello. Puedo testificar que muchas veces he vuelto a casa después de una reunión sintiéndome algo descontento. Parecía que estaba molesto con todos y con todo. No obstante, algo dentro de mí operaba y vivía. Era el Espíritu vivificante que había experimentado en la reunión. Aun cuando estamos molestos o descontentos, este Espíritu opera en nosotros. Si nos volvemos al Señor y le decimos, “Señor”, nuestra infelicidad y nuestro enojo serán absorbidos. Esto lo lleva a cabo el Espíritu vivificante que fue ministrado a nosotros sin que nos diéramos cuenta. Puesto que en las reuniones de la iglesia recibo la suministración del Espíritu vivificante, muy rara vez me pierdo una reunión. A mí no me interesa quién hable en determinada reunión, porque mi único deseo es estar en la reunión y recibir el suministro. Específicamente, disfruto la reunión de oración de la iglesia en Anaheim. Durante esa reunión, el Espíritu se me infunde y me satura. Después de unos momentos, todo me parece que es de oro y tengo la sensación de que el árbol de la vida crece dentro de mí y que el río de vida fluye en mi interior. Aunque no se dé ningún mensaje ni se den palabras de aliento, el Espíritu vivificante es impartido en mi ser. Muchos de entre nosotros podemos dar testimonio de esta experiencia. LLEGAMOS A SER JUSTOS Llegamos a ser justos como resultado de experimentar al Espíritu viviendo y operando en nosotros. Espontáneamente nuestro ser interior llega a ser transparente y resplandeciente como cristal, y nosotros llegamos a conocer el corazón de Dios. Inmediatamente, sin esfuerzos, conocemos la mente del Señor y poseemos un entendimiento con respecto a Su voluntad y obra. Entonces, lo que hacemos concuerda con la mente y la voluntad del Señor. Esto es la justicia. Muchos cristianos tienen el concepto de que cuando hacemos algo malo, no estamos bien con Dios. Este concepto de lo que es la justicia es demasiado superficial, pues aun cuando no hagamos nada malo, es posible que no estemos bien con Dios, porque nuestro ser quizás no esté en conformidad con la mente y con la voluntad del Señor. Aparentemente, no hemos hecho nada malo; sin embargo, es posible que todo nuestro ser esté lejos de estar bien con Dios. Tal vez nuestro ser no concuerde con la mente del Señor, y lo que hacemos quizás no sea Su voluntad. Mientras no hagamos la voluntad de Dios, no estaremos bien; más bien, estaremos desperdiciando nuestras vidas y todo lo que el Señor nos ha dado. Supongamos que un joven que está en la escuela no hace nada malo, pero apenas estudia como debe. Además, cuando está en clase, su mente está distraída. Aunque tal vez no haga nada malo, él es peor que los demás estudiantes. Exteriormente, él quizás no esté mal, pero interiormente, todo su ser está mal. En el mismo principio, exteriormente muchos santos no actúan mal en nada, pero de hecho, no están en la voluntad del Señor. Esta comprensión en cuanto a estar bien con Dios no es según la doctrina; más bien, concuerda con la experiencia. Si el Espíritu vivificante se infunde en usted y lo satura, su ser interior se volverá transparente. Entonces usted sabrá lo que hay en la mente del Señor. También entenderá la voluntad del Señor y espontáneamente, andará en Su voluntad y la llevará a cabo. Como resultado, usted llegará a estar bien con Él. Además, sabrá cómo debe actuar para con otros y aun cómo debe administrar sus posesiones materiales. Entonces llegará a ser una persona justa, una persona que está bien en cosas pequeñas así como en cosas grandes, una persona que tiene una relación correcta con Dios, con los demás y consigo misma. Ésta es una persona que expresa a Dios, pues su justicia es la imagen de Dios, Dios expresado. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTIOCHO EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU COMO PROVISIÓN DE VIDA Y DE LA JUSTICIA COMO EXPRESIÓN DE DIOS (2) Lectura bíblica: 2 Co. 3:8-9, 18; 5:21; Col. 3:10; 1 Co. 1:30; 15:34; Ro. 8:2, 4; 14:17; Fil. 1:19; 3:9; Ap. 19:7-8; Ef. 4:24; Mt. 5:6, 10, 20 Debemos saber la definición correcta de la palabra “justicia”. Los incrédulos, por supuesto, no conocen el significado bíblico de esta palabra; sin embargo, hay muchos creyentes de Cristo que tampoco lo conocen. Hablando con propiedad, en la Biblia la palabra “justicia” alude a la expresión de la imagen de Dios. Esto significa que, según la Biblia, la justicia es Dios expresado. LA VIVA EXPRESIÓN DE DIOS ¿Cómo podemos afirmar que en la Biblia la justicia alude a la expresión de Dios? Para contestar esta pregunta, debemos ver que en la Palabra, la justicia se refiere primero al hecho de cumplir la ley. Si guardamos la ley y la cumplimos, somos justos, o sea, tenemos justicia. Pero si quebrantamos la ley, o si ofendemos a otros al quebrantar la ley, no somos justos, o sea, no tenemos justicia. Por tanto, en la Biblia el primer significado de la palabra “justicia” es que la justicia equivale al cumplimiento de la ley. La ley denota los Diez Mandamientos. Pero, ¿cuál es el significado de los Diez Mandamientos? El Antiguo Testamento indica claramente que los Diez Mandamientos son el testimonio de Dios. El arca era llamada el arca del testimonio (Ex. 25:16), y el tabernáculo, el tabernáculo del testimonio (Ex. 38:21). Este testimonio se refiere a la ley; la ley, por lo tanto, es el testimonio de Dios. Como testimonio de Dios, los Diez Mandamientos eran un retrato de Dios, una descripción de Él. Esto significa que la ley es una clara descripción, definición y explicación de Dios en el sentido de que revela qué clase de Dios es nuestro Dios. Si usted estudia los Diez Mandamientos, verá que nuestro Dios es santo. Él no es común; Él está separado [de lo común] y es diferente de todo lo demás. Por consiguiente, uno de los mandamientos declara que debemos tener un solo Dios y que no debemos hacernos ninguna imagen ni adorar ídolos. Además, no debemos tomar el nombre del Señor en vano, y debemos reconocer que el sábado es un día para recordar a Dios como el Creador único. Al estudiar detenidamente los primeros cuatro mandamientos, vemos que ellos indican que Dios es celoso. Él es celoso porque Él es santo y único. La Biblia usa la relación matrimonial para mostrar cuán especial es Dios. Así como una esposa tiene un solo marido, nosotros también, como pueblo de Dios, no debemos tener ningún otro Dios. Dios es nuestro único marido, y no debemos tener otro marido aparte de Él. Así como el esposo de una mujer está separado de todos los demás hombres, y por ende, no es común, también Dios está separado de todo lo demás y no es común. Esto significa que nuestro Dios es santo. Si leemos los últimos seis mandamientos, veremos que Dios es justo. Él es un Dios recto, un Dios de equidad. Además, Él es un Dios de amor y de luz. Por consiguiente, según la descripción de Dios contenida en los Diez Mandamientos, Dios es santo y justo, y Él es un Dios de amor y de luz. Éste es nuestro Dios. Los últimos seis mandamientos revelan claramente que Dios es justo y que Él es un Dios de amor y de luz. Honrar a nuestros padres ciertamente es justo. Es justo no matar, no cometer fornicación, no robar, no dar falso testimonio, ni codiciar. Si cumplimos estos mandamientos, seremos justos para con los demás en la sociedad. Además, el cumplimiento de estos seis mandamientos supone el amor. Sin lugar a dudas, una persona que mata no tiene amor. Si usted amara a los demás, no cometería fornicación, no robaría ni daría falso testimonio; tampoco codiciaría las posesiones ajenas. Por tanto, los Diez Mandamientos presentan a un Dios que es santo y justo y que está lleno de amor y de luz. Si guardamos los Diez Mandamientos, tenemos justicia, y esta justicia es la expresión de Dios, es decir, la imagen de Dios. Por tanto, según el significado bíblico, la justicia consiste en guardar la ley de manera que presente a los demás una imagen, una expresión, de Dios. De esta manera damos a conocer la clase de Dios que adoramos. Si somos justos, llenos de justicia, esta justicia llega a ser la expresión del Dios que adoramos y servimos. Supongamos que alguien afirma ser de Dios y dice que adora a Dios y le sirve, pero esta persona roba, miente y codicia. Esto hará que los demás digan que ellos jamás creerían en el Dios de ese hombre. Esta persona causa que otros tengan una impresión equivocada de quién es Dios. Pero supongamos que adoramos a Dios, le servimos y afirmamos ser de Él. Supongamos que además llevamos una vida santa, separada para Dios, y una vida justa y llena de amor y de luz, una vida que toma en cuenta a los demás. Honramos a nuestros padres, no robamos, no damos falso testimonio ni codiciamos. En otras palabras, servimos a Dios y adoramos a Dios y también somos justos. Como resultado de esto, tenemos la expresión, la imagen, de Dios. Entonces los que están a nuestro alrededor se darán cuenta de que ciertamente nuestro Dios es el Dios verdadero, y tendrán el deseo de aceptar a este Dios como su Dios. Cristo, nuestro precioso Redentor, mora ahora dentro de nosotros como Espíritu vivificante para ser nuestra vida y suministro de vida. Ahora tenemos una maravillosa motivación y suministración en nosotros. Como Espíritu, Cristo nos suministra, nos motiva y aun nos sostiene todo el día. Si vivimos por Él y lo expresamos, nuestro vivir manifestará una justicia genuina. Esta justicia es la imagen viva, la expresión viva, de Dios. Ésta es la razón por la cual decimos que el Espíritu está dentro de nosotros como vida y que la justicia es la expresión externa. El propósito del ministerio del nuevo pacto es ministrar a los santos el Espíritu vivificante y la justicia. Tanto el Espíritu vivificante como la justicia son en realidad Cristo mismo. El Cristo que vive en nosotros es el Espíritu vivificante, y el Cristo que se expresa por medio de nosotros es la justicia, la cual es la imagen de Dios. ¡Cuán maravilloso es esto! En 3:8 y 9 Pablo habla primeramente del Espíritu y luego de la justicia. En el versículo 8 declara: “¿Cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu?” Aquí leemos del ministerio del Espíritu. En el versículo 9 Pablo añade: “Porque si el ministerio de condenación [vino en] gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. Aquí tenemos el ministerio de la justicia. Por esta razón decimos que el ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu y de la justicia. UN MINISTERIO QUE REDUNDA EN QUE SE EXPRESE LA IMAGEN DEL SEÑOR En 3:18 Pablo usa una palabra que es sinónima de justicia en 3:9. Esta palabra es imagen. En 3:18, Pablo dice: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. A medida que miramos y reflejamos al Señor, somos transformados en Su imagen, y esta imagen es sinónima de la justicia que se menciona en el versículo 9. Por tanto, el ministerio de la justicia es un ministerio que redunda en que se exprese la imagen del Señor. ¿Cómo podemos obtener esta imagen? ¿Cómo podemos tener una justicia viva que sea la imagen del Señor? Podemos tener esta imagen, esta justicia, solamente por medio del Espíritu. Según el versículo 18, somos transformados en la imagen del Señor, de gloria en gloria, como por el Espíritu. Esto significa que la fuente y la sustancia de esta imagen, de esta justicia, es el Espíritu. El Espíritu, que mora dentro de nosotros, es el factor que produce la imagen de Dios, la justicia de Dios como expresión Suya. EL ESPÍRITU, LA JUSTICIA Y LA IMAGEN No llegué a entender así al Espíritu, la justicia y la imagen meramente estudiando. Además de los muchos años de estudio, he tenido muchos años de experiencia. Por experiencia empecé a darme cuenta de que cuando el Espíritu vivificante se infunde en mí, me lleva a tener espontáneamente un vivir que es justo en todos los sentidos. Hago la voluntad de Dios, no ofendo a los demás, y no me conduzco injustamente con ellos. Cuando soy saturado del Espíritu, mi vivir se convierte en la expresión del Cristo que mora en mí. El Cristo que mora en mí y que expreso en mi vivir es la justicia como expresión de Dios, y esta expresión es la imagen de Dios. Esta comprensión, a saber, que la justicia es la propia imagen de Dios, es confirmada por Efesios 4:24 y Colosenses 3:10. Efesios 4:24 dice: “Y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. Aquí Pablo habla de la justicia en relación con el nuevo hombre. En Colosenses 3:10, él declara: “Y vestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”. Si comparamos estos versículos, vemos que el nuevo hombre es creado a la imagen de Dios y que en esta imagen está la justicia. Con estos versículos nos damos cuenta de que la justicia viva es la imagen de Dios, la expresión de Dios. Esta imagen, esta expresión, es Cristo como Espíritu vivificante, a quien expresamos en nuestro vivir. ¿Sabe usted lo que es el ministerio del nuevo pacto? ¿Es éste un ministerio o servicio que enseña a otros a hablar en lenguas o que les instruye a bautizarse de cierto modo? No; en todo aspecto y en todo sentido el ministerio del nuevo pacto imparte en nosotros a Cristo como Espíritu vivificante. Entonces, este Espíritu vivificante llega a ser una abundante suministración en nosotros. Simultáneamente, el ministerio del nuevo pacto nos presenta a Cristo como la justicia, como la viva imagen de Dios, para que seamos Su expresión. HALLADOS EN CRISTO Sabemos por el libro de Filipenses que el anhelo de Pablo era ser hallado en Cristo. En Filipenses 3:9 Pablo declara: “Y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Según este versículo, el propio Cristo en quien Pablo deseaba ser hallado es la justicia de Dios. Pablo deseaba ser hallado en Cristo, no teniendo nada de sí mismo como justicia, sino teniendo al Cristo que es la justicia de Dios. Podemos ejemplificar el asunto de ser hallados en Cristo con el hecho de llevar un traje y ser hallados por los demás usando ese traje. Supongamos que llevo un traje gris. En la reunión, me encuentran en ese traje, y en la casa también me encuentran usando el mismo traje. Puesto que ése es el traje que llevo puesto, dondequiera que vaya, me encuentran en ese traje. Asimismo, si deseamos ser hallados en Cristo, debemos llevar puesto al Cristo vivo como nuestro vestido, como nuestra justicia. Esto es ser hallado en Él quien es la expresión de Dios, Su imagen. LA META DEL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO La meta del ministerio del nuevo pacto es nada menos que ministrar a Cristo como el Espíritu vivificante que tenemos en nuestro interior y como la justicia viva que manifestamos exteriormente. Aunque nuestra experiencia pueda ser limitada, creo que en el recobro del Señor, el Espíritu y la justicia viva han sido impartidos a nosotros, al menos en pequeña escala, por el ministerio del nuevo pacto. Antes de entrar en la vida de iglesia, a menudo ministraba sobre temas tales como los diez cuernos, los diez dedos y las setenta semanas. Estos temas me ocupaban por completo. En cierto sentido, me encontraba en un estupor espiritual; ciertamente necesitaba “volver a la sobriedad, como es justo”, como exhorta Pablo a los corintios en 1 Corintios 15:34. Cuando me encontraba con otros cristianos, les preguntaban si sabían lo que la Biblia enseñaba acerca de las setenta semanas. Si no lo sabían, aprovechaba la oportunidad para explicárselo. Además, hablaba bastante acerca del arrebatamiento. Pero doy gracias al Señor porque un día desperté, como es justo, de mi estupor, de mi aturdimiento. En lugar de recalcar cosas como los diez cuernos, las setenta semanas y el método de bautismo, empecé a interesarme únicamente en Cristo y la iglesia. Ahora mi diccionario bíblico consta de una sola palabra: Cristo. Junto con esta única palabra, hay una nota de pie de página que dice: “y la iglesia”. Por lo tanto, mi diccionario bíblico es el diccionario de Cristo y la iglesia. Puedo testificar que durante todos los años que he estado en este país, no he enseñado otra cosa que no sea Cristo y la iglesia. Éste es el ministerio del Nuevo Testamento. El ministerio del nuevo pacto es un ministerio de Cristo. El ministerio del antiguo pacto, por su parte, era un ministerio de la ley. Los sacerdotes, los reyes y los profetas, todos ministraban la ley al pueblo. Puesto que la ley mata, ese ministerio era un ministerio de muerte. Además, era también un ministerio de condenación, pues todo lo que está muerto, también está condenado. Así que, el ministerio único del antiguo pacto era un ministerio de muerte y de condenación. Pero ahora existe un solo ministerio, el ministerio del nuevo pacto. Este ministerio es un ministerio del Espíritu y de la justicia. Es vital que todos veamos esto. Nuestro ministerio no se centra en asuntos tales como el bautismo o el hablar en lenguas. Nuestro ministerio, el ministerio del nuevo pacto, ministra una sola cosa, un solo asunto, una sola persona, a saber, el Cristo todoinclusivo como Espíritu vivificante, quien se nos da como el suministro de vida que tenemos por dentro y como nuestra justicia que manifestamos exteriormente. Cuando Cristo vive en nosotros, Él es nuestra vida y suministro de vida. Pero cuando lo expresamos en nuestro vivir, Él llega a ser nuestra justicia. Él fue hecho pecado por nosotros, y ahora nosotros estamos llegando a ser la justicia de Dios en Él. Éste es el ministerio del nuevo pacto. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE VEINTINUEVE EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU COMO PROVISIÓN DE VIDA Y DE LA JUSTICIA COMO EXPRESIÓN DE DIOS (3) Lectura bíblica: 2 Co. 3:8-9, 18; 5:21; Col. 3:10; 1 Co. 1:30; Ro. 8:2, 4; 14:17; Fil. 1:19; 3:9; Ap. 19:7-8; Ef. 4:24; Mt. 5:6, 10, 20 Debemos estudiar algunos versículos claves de Romanos 8 a fin de obtener una mejor comprensión del ministerio del Espíritu según se presenta en 2 Corintios 3. En Romanos 8:2 Pablo dice que la ley del Espíritu de vida nos libra de la ley del pecado y de la muerte. En este versículo, la frase clave es “el Espíritu de vida”. En Romanos 8:4 Pablo habla de andar conforme al espíritu, lo cual incluye el andar conforme al Espíritu de vida mencionado en el versículo 2. Debemos andar conforme al Espíritu de vida a fin de que los requisitos justos de la ley se cumplan en nosotros. Esto no significa que nos esforzamos por guardar la ley, sino que la ley se cumple en nosotros de manera espontánea y sin que nos demos cuenta de ello, cuando andamos conforme al Espíritu. LOS REQUISITOS DE LA LEY SE CUMPLEN EN NOSOTROS Si no vivimos en el Espíritu de vida ni andamos conforme a este Espíritu, y con todo, intentamos guardar la ley, no lo lograremos. Y aunque lográsemos guardar la ley de manera externa, no poseeremos la justicia. Pero cuando vivamos en el Espíritu de vida y andemos conforme al Espíritu de vida, automáticamente guardaremos la ley, aun cuando no tengamos la intención de hacerlo, y todos los requisitos de la ley se cumplirán espontáneamente en nosotros. Consideremos ahora detalladamente cómo la ley de Dios, los Diez Mandamientos, se cumple en nosotros cuando andamos conforme al Espíritu de vida. Cuando vivamos y andemos en el Espíritu, ciertamente tendremos un solo Dios. Nunca tendremos ningún otro Dios aparte de nuestro Dios. Esto significa que cumpliremos espontáneamente el primer mandamiento. Además, jamás haríamos una imagen con el fin de adorarla como a los ídolos. No nos haríamos ni imágenes visibles ni invisibles. A veces creamos imágenes invisibles en nuestra imaginación o en nuestras fantasías. Por ejemplo, tal vez alguien piense que en el futuro llegará a ser un médico opulento, un multimillonario con muchas posesiones. Al soñar de esta manera él crea un ídolo invisible, una imagen invisible. Entonces él hará todo lo posible por realizar este sueño. Esto equivale a adorar una imagen invisible. Los jóvenes, en especial, fácilmente se forjan ídolos en su imaginación. Tal vez un hermano sueñe con la maravillosa mujer con la que un día se casará. Luego, quizás buscará la persona de sus sueños. Cuando va a las reuniones de la iglesia, busca a la mujer perfecta que él ha soñado. Este sueño es un ídolo invisible para este hermano. Si andamos conforme al Espíritu, condenaremos todo sueño de esta naturaleza. Pero los que no andan conforme al Espíritu, pasan mucho tiempo meditando sobre sus sueños y disfrutándolos. Pero cuando andamos conforme al Espíritu, cumplimos espontáneamente el segundo mandamiento. Pasa lo mismo en cuanto al tercer mandamiento, el mandamiento de no tomar el nombre del Señor en vano. Si vivimos y andamos en el Espíritu de vida, jamás mencionaremos el nombre divino, el nombre santo, en vano. Por el contrario, siempre mencionaremos el nombre del Señor con veracidad y con un propósito específico. Además, guardaremos espontáneamente el día conmemorativo del Señor, y cumpliremos así el cuarto mandamiento. Así que, cuando andamos conforme al Espíritu de vida, se cumplen en nosotros los cuatro primeros mandamientos. Lo que es cierto de los cuatro primeros mandamientos, también es cierto de los seis últimos. Cuando vivimos y andamos conforme al Espíritu, los seis últimos mandamientos, que tienen que ver con nuestra relación con otros, se cumplen espontáneamente. El quinto mandamiento requiere que honremos a nuestros padres. Si andamos conforme al Espíritu, honraremos a nuestros padres automáticamente, y no será necesario que nos propongamos honrarlos ni que nos esforcemos por hacerlo. No será necesario que el joven se diga a sí mismo: “En el pasado no he tenido una actitud adecuada hacia mi madre y mi padre. Ahora que soy cristiano, tendré la actitud correcta, me comportaré como conviene y llegaré a ser un buen ejemplo para mis hermanos menores”. Todo aquel que se proponga honrar a sus padres de esta manera, no tendrá éxito. Esto se puede comparar con un gato que intenta volar como pájaro. El gato es gato y no puede volar, pues simplemente no tiene la capacidad, la habilidad, de volar. Pasa lo mismo con todo aquel que intenta, por su vida natural, cumplir el quinto mandamiento. Pero si vivimos a Cristo, si vivimos y andamos en el Espíritu de vida, honraremos espontánea y automáticamente a nuestros padres. Cuando nuestros padres vean esto, se quedarán muy sorprendidos y se preguntarán qué nos ha pasado. En 2 Corintios 3:3 Pablo dice que los corintios eran cartas de Cristo redactadas por el ministerio de los apóstoles. Al permitir que Cristo se inscriba en nosotros, también nosotros llegamos a ser cartas vivas de Cristo que otros pueden leer. Conozco muchos casos de jóvenes que han sido leídos por sus padres. Al principio, sus padres se oponían a ellos porque se habían vuelto al Señor o porque habían entrado a la vida de iglesia. Pero mientras se les oponían, sus padres leían al Cristo que se había inscrito en ellos. Como resultado, después de cierto tiempo, muchos de los padres que se oponían a sus hijos, se convirtieron al camino del Señor. He oído muchos testimonios maravillosos con respecto a esto. Aun si sus padres se les oponen a ustedes, jóvenes, al mismo tiempo ellos están observándolos, están leyendo las cartas de Cristo, que ustedes son. Un día, si ustedes viven y andan en el Espíritu de vida al relacionarse con sus padres, ellos quedarán convencidos. Aunque ustedes no intenten honrarlos, espontáneamente les brindarán un respeto maravilloso y excelente, porque ustedes andan conforme al Espíritu. Sus padres notarán esto, lo valorarán, y un día, eso los convencerá y los vencerá. Durante los más de cincuenta años que llevo en la vida de iglesia, he visto muchos casos parecidos. Al principio, algunos santos sufrieron oposición por parte de sus padres. En algunos casos, los padres eran budistas; en otros casos, eran cristianos. Debido a que el camino del recobro del Señor era nuevo para ellos y les parecía extraño, se opusieron a sus hijos. Algunos dijeron: “Otros cristianos asisten a la iglesia una sola vez por semana. ¿Por qué tienes que asistir a las reuniones varias veces por semana? ¿Qué te atrae a ir a la iglesia con tanta frecuencia? Anteriormente te gustaban muchas cosas, pero ahora parecen no importarte. ¿Qué te ha pasado? ¿Has perdido la razón? ¿Qué clase de influencia tiene sobre ti esa iglesia?” Cuando los hijos amaban las cosas mundanas, los padres estaban contentos con ellos, pero tan pronto las abandonaron, los padres se turbaron. Perplejos por lo que les pasaba a sus hijos, decidieron oponerse a la iglesia y hacer todo lo posible por alejarlos de la vida de iglesia. Estos casos sucedieron centenas de veces en China y también en Estados Unidos. Pero delante del Señor puedo testificar que en la gran mayoría de los casos, al final, los padres se volvieron al Señor y a Su camino. Algunos se volvieron al Señor después de unos cuantos años; otros tardaron más de treinta años. En algunos casos, los padres llegaron a la reunión de la iglesia, y con lágrimas, se levantaron para dar testimonio de cómo se habían opuesto a la iglesia al oponerse a sus hijos. Luego, declararon que el vivir de sus hijos los había convencido y que se habían arrepentido. ¿Por qué ganó la victoria el Señor en tantos casos? Él ha sido victorioso simplemente porque los santos han vivido en el Espíritu de vida y han andado conforme al Espíritu. Respetaron y honraron automáticamente a sus padres de tal manera que sus padres quedaron convencidos de que el camino que habían tomado sus hijos era el camino del Señor. Si andamos conforme al Espíritu, también cumpliremos los mandamientos que prohíben matar, fornicar, robar, dar falso testimonio y codiciar. Si decidimos guardar estos mandamientos, no lo lograremos de manera completa. En Romanos 7 Pablo nos dice que él intentó vencer la codicia, pero que no lo logró. Por el contrario, este mandamiento lo mató. Luego, él se condenó a sí mismo y exclamó: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (Ro. 7:24). Luego, en Romanos 8, él pudo declarar: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (vs. 1-2). Pablo también se dio cuenta de que los requisitos justos de la ley se cumplieron en él automáticamente cuando anduvo conforme al Espíritu de vida. Ésta también puede ser nuestra experiencia hoy en día. No necesitamos proponernos cumplir los Diez Mandamientos. Una vez más digo que si andamos conforme al Espíritu de vida, cada mandamiento se cumplirá en nosotros espontáneamente y sin que nos demos cuenta de ello. Cada mandamiento se cumplirá a cabalidad en nosotros. LA EXPRESIÓN DE DIOS Cuando los justos requisitos de la ley se cumplen en nosotros debido a que andamos conforme al Espíritu, entonces tendremos la justicia. La justicia, como señalamos en el mensaje anterior, alude a la expresión de Dios, a Su imagen. Cuando tenemos la justicia, tenemos la expresión del Dios a quien servimos y adoramos. Puesto que tenemos esta expresión, que es la justicia que espontáneamente expresamos en nuestro vivir al andar por el Espíritu de vida, otros quedarán convencidos y sometidos. Por esta razón, con el tiempo, los que se oponen a nosotros serán convencidos al ver la expresión de Dios en nuestro vivir. En Romanos 8:4 Pablo habla del justo requisito de la ley, y en el versículo 29, de la imagen del Hijo de Dios: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el Primogénito entre muchos hermanos”. Si tomamos en cuenta este versículo junto con los versículos 2 y 4, veremos al Espíritu, la justicia y la imagen. Día tras día debemos andar conforme al Espíritu de vida a fin de cumplir la justicia de la ley. Esto equivale a ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. Tal vez nos preguntemos cómo podemos ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. La manera de ser conformados a Su imagen es andar conforme al Espíritu de vida para que los justos requisitos de la ley se cumplan en nosotros. Entonces tendremos la justicia, y esta justicia es la imagen misma del Hijo de Dios. Por tanto, el Espíritu produce la justicia, y la justicia es la imagen. LA JUSTICIA Y EL REINO Romanos 14:17 dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. En este versículo, Pablo nos presenta otro aspecto de la justicia. En Romanos 8 vemos que la justicia está relacionada con el Espíritu de vida y que da por resultado la imagen del Hijo de Dios, mientras que en Romanos 14:17 la justicia está relacionada con el reino de Dios. En este capítulo, el reino de Dios denota la vida de iglesia. Las reuniones de la iglesia son una exhibición del reino de Dios. En la vida de iglesia tenemos una condición y una situación que muestran a los demás lo que es el reino de Dios. La vida de iglesia es el reino de Dios, y el reino de Dios es justicia. Las palabras de Pablo en Romanos 14:17 corresponden con lo que está escrito en el Antiguo Testamento. Según Salmos 89:14, la justicia es el cimiento del trono de Dios. Este versículo puede ser traducido también en el sentido de que la justicia es el establecimiento del trono de Dios. El trono de Dios se establece con la justicia como fundamento. El libro de Isaías también tiene mucho que decir acerca de la justicia. Por ejemplo, Isaías 32:1 declara: “He aquí que para justicia reinará un rey”. Aquí la justicia se relaciona nuevamente con el reino. Donde está la justicia de Dios, allí también está Su reino. Además, Hebreos 1:8 y 9 declara: “Tu trono, oh Dios; por el siglo del siglo; cetro de rectitud es el cetro de Tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la iniquidad”. Estos versículos son una cita del salmo 45. En el Antiguo Testamento, la justicia a menudo es sinónima de reino. Por tanto, la justicia está relacionada con el gobierno, la administración, los reglamentos y las reglas. La justicia alude a que las cosas están establecidas y mantenidas en buen orden. Donde hay justicia, todo está en buen orden. Esto es el reino. La justicia primero da como resultado la imagen de Dios. Luego, la justicia establece el reino de Dios. En Romanos 8 vemos la justicia y la imagen de Dios, y en Romanos 14 vemos la justicia y el reino de Dios. Tanto la imagen como el reino se basan en la justicia. Apliquemos ahora este aspecto de la justicia a nuestra vida familiar y a nuestra vida de iglesia. Cuando marido y mujer no están contentos el uno con el otro y cuando la situación en el hogar no es agradable, en esa vida familiar no hay justicia, no se manifiesta la imagen del Hijo. Tampoco está presente el reino de Dios, porque el reino de Dios es justicia. Los que observan esa situación nunca verán allí la imagen de Cristo, la expresión de Dios. Pero supongamos que el hermano y su mujer viven en el Espíritu y andan conforme al Espíritu. Ellos estarán felices, y sus hijos también. ¡Qué vida familiar tan gloriosa será esa! Los demás podrán ver la imagen de Dios y se darán cuenta de que el reino de Dios está presente en esa familia. Ésta es la justicia manifestada en la vida familiar. Supongamos que en determinada iglesia, los santos murmuran, critican y chismean. Además, supongamos que en las reuniones hay desorden. Si una iglesia se encuentra en esa condición, allí no habrá expresión de Dios ni reino de Dios. Pero supongamos que en lugar de murmurar, criticar y chismear, se hallan la comprensión, las alabanzas, la invocación del nombre del Señor y la comunión. Además, supongamos que las reuniones son vivientes, están en buen orden y son ricas en función. Ciertamente en esa iglesia podremos ver el reino de Dios, lleno de justicia. Todo allí estará en orden y en paz. La meta del ministerio del nuevo pacto es impartir en otros al Espíritu todo-inclusivo del Dios Triuno procesado como suministro. Simultáneamente, este ministerio imparte a Cristo en los creyentes como justicia. Entonces, los creyentes, al vivir y andar conforme al Espíritu, estarán en una condición que expresa a Dios y que manifiesta la imagen del Hijo de Dios. Además, serán en realidad el reino de Dios, establecido en justicia, en orden y bajo la debida autoridad. También tendrán paz y gozo en el Espíritu Santo. Éste es el producto del ministerio del nuevo pacto. En contraste, los distintos ministerios de hoy generan diferencias de opinión, divisiones y desorden. ADORNADA DE JUSTICIA Apocalipsis 19:7 y 8 dice: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. La novia aquí alude a la humanidad tripartita redimida y transformada. Esta novia se vestirá de lino blanco, el cual es las acciones justas de los santos. Debemos adornarnos de justicia si deseamos formar parte de esta novia, la cual está adornada de justicia brillante, resplandeciente y pura. Día tras día debemos preparar el vestido de lino brillante para vestirnos con él. Esto se refiere a nuestra justicia diaria. ¿Cómo podemos producir este vestido de justicia? Lo producimos al andar a diario conforme al Espíritu de vida y al llevar una vida conforme al Espíritu. Si preparamos nuestro vestido de boda día tras día, mes tras mes y año tras año, al llevar esta vida en el Espíritu, no seremos hallados desnudos cuando vuelva el Señor. Al contrario, a Su regreso, llevaremos un vestido de boda brillante y puro. Finalmente, la novia de Apocalipsis 19 llegará a ser la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 y 22. La ciudad de la Nueva Jerusalén tendrá la apariencia de jaspe. Refiriéndose a la Nueva Jerusalén, Apocalipsis 21:11 dice: “Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Según Apocalipsis 21:18, “el material de su muro era de jaspe”. Además, el primer cimiento de la Nueva Jerusalén también es jaspe (Ap. 21:19). Por tanto, la apariencia de la ciudad será de jaspe. Apocalipsis 4 indica que el Dios que está sentado en el trono en los cielos también tiene apariencia de jaspe. Por consiguiente, el jaspe denota la imagen de Dios, Su expresión. El hecho de que el jaspe sea tanto la apariencia de Dios como la de la Nueva Jerusalén indica que la ciudad santa llevará la misma apariencia que Dios. Toda la ciudad expresará a Dios. El jaspe de la Nueva Jerusalén equivale a la justicia de la novia. Hoy estamos preparando nuestro vestido de novia, un vestido que tendrá la apariencia de justicia, la cual es la expresión de Dios. Finalmente, en la Nueva Jerusalén, nuestro vestido tendrá la apariencia de jaspe. LA JUSTICIA MORA EN EL CIELO NUEVO Y EN LA TIERRA NUEVA En 2 Pedro 3:13 dice: “Pero nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Según se emplea en este versículo, la palabra “justicia” es rica en significado. Afirmar que la justicia morará en los cielos nuevos y en la tierra nueva significa que todo estará en orden, bajo autoridad y regulado. Todo estará gobernado, controlado y bajo el régimen adecuado, pues el trono de Dios, el reino, la administración divina, estarán presentes allí. Como resultado de todo esto, habrá paz y gozo. Cuando la justicia more en el cielo nuevo y en la tierra nueva, la situación será muy distinta a la de hoy. En la actualidad hay poca justicia en la tierra. En lugar de justicia, imperan la injusticia, el desorden y la confusión. Pero ¡alabado sea el Señor porque en la iglesia, donde tenemos un anticipo del cielo nuevo y de la tierra nueva, mora la justicia! Además, debiéramos decir que, por la misericordia del Señor, la justicia mora también en nuestra vida familiar. Hoy muchos cristianos pasan por alto el ministerio del nuevo pacto. En lugar de ministrar el Espíritu y la justicia a los demás, discuten acerca de los distintos métodos de bautismo. Debaten sobre si las personas deben bautizarse boca arriba o boca abajo, una sola vez o tres veces, en el nombre de Jesús o en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los distintos llamados ministerios han dividido a los hijos de Dios. Estos facciosos ministerios no son el ministerio del nuevo pacto. El ministerio del nuevo pacto simplemente imparte en las personas a Cristo en dos aspectos: como Espíritu para que sea la suministración de vida que ellos disfrutan interiormente, y como la justicia que es la expresión de Dios que manifiestan exteriormente. Esta expresión de Dios como justicia, la propia imagen de Dios, trae el reino, donde todo está reglamentado, en orden y bajo la debida autoridad. Esto nos proporciona un anticipo del reino venidero y de la Nueva Jerusalén, los cuales existirán en el cielo nuevo y en la tierra nueva. En esto consiste la función del ministerio del nuevo pacto. Todos los santos, incluyendo a los jóvenes, deben ser los actuales ministros del nuevo pacto, no solamente los colaboradores y los ancianos de las iglesias. Esto significa que todos debemos llevar a cabo el ministerio a fin de ministrar a Cristo como el Espíritu vivificante y como la justicia. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA LOS MINISTROS Y EL MINISTERIO LLEGAN A SER UNO Lectura bíblica: 2 Co. 3:8-9, 16-18; 4:6-7 Antes de considerar el tema de este mensaje, un tema que trata de que los ministros y el ministerio llegan a ser uno, debemos considerar lo que dijo el Señor Jesús en cuanto a la justicia. Cuando Él dio la promulgación acerca de la constitución del reino de los cielos (Mt. 5:1-7:29), dijo algunas cosas importantes en cuanto a la justicia. Una y otra vez hizo énfasis en la justicia. Él declaró: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt. 5:6). Luego, añadió: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:10). También enseñó a Sus discípulos: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5:20). El Señor Jesús también hizo hincapié en la justicia cuando dijo: “Mas buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). Así que, nosotros, en lugar de preocuparnos por la comida o por la vestimenta, debemos buscar el reino de Dios y Su justicia. Pero, ¿cuál es esta justicia que recalca el Señor Jesús? Esta justicia es el Cristo que vivimos y que llega a ser la expresión de Dios y el reino de Dios. Cuando tenemos esta justicia, ciertamente tenemos el reino de Dios; tenemos el mando, la administración y el gobierno de Dios. Esto significa que tenemos el reino, y además, paz y gozo, en nuestra vida diaria, en nuestra vida familiar y en nuestra vida de iglesia. Quisiera recalcar una y otra vez el hecho de que el ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu y de la justicia. Nunca me canso de repetir esto. Es este ministerio el que se lleva a cabo en el recobro del Señor. En el recobro, sólo ministramos a Cristo como el Espíritu vivificante y como nuestra justicia viva. Si leemos 3:8, 9 y del 16 al 18, podemos ver claramente que todos los ministros del nuevo pacto llegan finalmente a ser uno con su ministerio. Esto significa que los ministros son el ministerio. Su ministerio es lo que ellos mismos son, no meramente lo que hacen o la obra que realizan. El ser mismo de los ministros del nuevo pacto es su ministerio. Por tanto, podemos hablar del hecho de que los ministros y el ministerio llegan a ser uno. LAS DOS ETAPAS DEL MINISTERIO DEL NUEVO PACTO En 2 Corintios 3:8 y 9 se dice: “¿Cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu? Porque si el ministerio de condenación tiene gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. Observe que el versículo 8 declara que el ministerio del nuevo pacto está en gloria, y el versículo 9 declara que este ministerio abunda en gloria. Aquí vemos dos etapas del ministerio del nuevo pacto. La primera etapa es el ministerio del Espíritu; la segunda etapa es el ministerio de la justicia. Cuando el ministerio es del Espíritu, está en la primera etapa; éste es el ministerio que está en gloria. Cuando el ministerio es de la justicia, se encuentra en la segunda etapa. En esta etapa, el ministerio del nuevo pacto no sólo está en gloria, sino que abunda en gloria. El ministerio del nuevo pacto abunda en gloria porque de él emana la justicia. Estas dos etapas del ministerio del nuevo pacto se pueden aplicar a nuestra vida de familia. Supongamos que un hermano, su esposa y su hijo reciben el ministerio del Espíritu. En este ministerio del Espíritu hay gloria, pero dicho ministerio no abunda en gloria, porque todavía no se manifiesta la justicia. Pero quizás después de cierto tiempo, el marido, la esposa y el hijo expresan la justicia conforme al Espíritu de vida que está en ellos, y con esto se ve el ministerio de la justicia abundando en gloria. Todo aquel que visite a esta familia notará la gloria que está con ellos. En la etapa inicial, la etapa del ministerio del Espíritu, el ministerio del nuevo pacto está en gloria. Pero cuando este ministerio llega a ser el ministerio de la justicia, el ministerio abunda en gloria. Cada vez que el ministerio del Espíritu es expresado en nuestro vivir, lo cual produce una expresión de justicia, el ministerio abunda en gloria. En 3:8 y 9, las palabras “en gloria” y “abunda en gloria” están relacionadas con el ministerio. Pero en los versículos del 16 al 18, la gloria no está relacionada con el ministerio, sino con los ministros. En el versículo 18 Pablo declara: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. En este versículo, la palabra “nosotros” se refiere a los apóstoles, quienes, como ejemplos y representantes de todos los creyentes, son los ministros de Cristo. Por tanto, en los versículos 8 y 9, la gloria está relacionada con el ministerio, mientras que en el versículo 18, está relacionada con los ministros. Aunque la gloria mencionada en los versículos 8 y 9 está relacionada con el ministerio, y la gloria del versículo 18 está vinculada a los ministros, no existen dos clases de gloria. No hay una clase de gloria adherida al ministerio y otra clase de gloria relacionada con los ministros. No, existe una sola clase de gloria. Esto demuestra que finalmente todos los ministros del nuevo pacto llegan a ser uno con su ministerio. Lo que ellos son con respecto a su propio ser, o sea, a su persona, es lo que conforma su ministerio. EL VIVIR DE LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO El hecho de que los ministros y el ministerio son uno, se comprueba plenamente en 2 Corintios 4. En este capítulo Pablo indica claramente que el ministerio es exactamente lo que son los ministros del nuevo pacto. De hecho, los ministros del capítulo cuatro no laboran; ellos simplemente viven. Por tanto, su vivir es su laborar. Aparte de su vivir, no necesitan realizar ninguna obra, pues su vida es su obra, su ministerio. Su ser, su persona, es realmente su ministerio. Lo que cuenta en el ministerio del nuevo pacto es lo que los ministros del nuevo pacto son con respecto a su vivir y a su persona. La situación de los ministros del nuevo pacto es muy distinta a la de muchos predicadores cristianos de hoy en día. Es común que los ministros y predicadores cristianos laboren de una manera y vivan de otra. Esto significa que lo que hacen es una cosa y lo que verdaderamente son es otra. Tal vez enseñen a los demás a vivir conforme a ciertas normas elevadas, pero ellos mismos no viven conforme a dichas normas. Por tanto, hay una discrepancia entre su obra y su ser. Pero un ministro del nuevo pacto es uno con su ministerio. Lo que hace es lo que él es. La manera en que labora es la manera en que vive. Su vivir, su persona, es su ministerio. Como resultado, la gloria de su ministerio es su gloria, y su gloria es la gloria de su ministerio. LA GLORIA INVISIBLE La gloria de los ministros del nuevo pacto no es visible ni externa. Esta gloria es tanto interna como invisible y tiene que ver con que lo que otros aprehenden de la realidad de Cristo manifestada en el propio vivir de tales ministros. Por ejemplo, si usted visita la casa de cierto hermano, tal vez observe en su vida familiar una condición, un estado, de gloria. Esta gloria no es Cristo mismo visto por otros, sino que más bien es el Cristo hecho real para otros tal y como se observa en el diario vivir de esa familia. Las personas tienen la sensación de que en la vida de esa familia hay algo glorioso. Ésta es la gloria de los ministros del nuevo pacto y su ministerio. Cuando Moisés descendió del monte, la gloria resplandeció en su rostro de manera visible. Sin embargo, no hubo semejante resplandor de gloria en el rostro de Pablo. En el caso de Moisés, la gloria era física y visible; pero el resplandor de esa gloria no duró mucho. En el caso de Pablo, el resplandor de gloria no fue visible ni físico; sin embargo, en él había un resplandor de gloria interior y espiritual. Todo aquel que permanecía con Pablo por algún tiempo, se daba cuenta de que en él había un resplandor invisible. Aunque no podían ver con ojos físicos este resplandor, sí podían sentirlo, podían percibirlo. Éste es el resplandor de la gloria interna. En el caso de Pablo, no había un resplandor exterior, sino algo glorioso que irradiaba de su interior. Agradezco al Señor de que hoy en día también hay ministros que irradian, no una luz externa, sino una luz interna, una luz que proviene de su interior. DIOS RESPLANDECE EN NUESTROS CORAZONES He aprendido por experiencia que los ministros del nuevo pacto resplandecen interiormente con una gloria invisible. Pero, no queriendo poner mi confianza sólo en mi propia experiencia, estudié este asunto conforme a la Biblia. Cuando lo hice, descubrí que en 4:6 Pablo dice: “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. El mismo Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, ha resplandecido en los corazones de los ministros del nuevo pacto. Cuando Él resplandeció en el universo, se produjo la vieja creación. Ahora, cuando Él resplandece en los corazones de los ministros del nuevo pacto, hace de ellos una nueva creación. De esta manera, ellos pueden exaltar a Cristo como Señor en su predicación, y conducirse como esclavos de los creyentes en su servicio (v. 5). Tanto lo que hacen por Cristo como lo que son para los creyentes es el resultado del resplandor de Dios que irradia en ellos. El resplandor de Dios produce los ministros del nuevo pacto y su ministerio. En la vieja creación, el resplandor de Dios era externo. Pero en cuanto a nosotros, en la nueva creación, el resplandor de Dios es interno. Dios ha resplandecido en nuestros corazones. Ahora, el resplandor, la gloria, la iluminación, está dentro de nosotros. El resplandor de Dios en nuestros corazones da por resultado la iluminación de conocer la gloria de Dios en la faz de Cristo, es decir, Su resplandor resulta en la iluminación que nos permite conocer la gloria del evangelio de Cristo. La iluminación, el alumbramiento, que nos da a conocer la gloria del evangelio de Cristo, se produce cuando Dios resplandece en nuestros corazones. Muchos de nosotros hemos experimentado la gloria del Señor resplandeciendo en nuestros corazones. Un día, algo del Señor empezó a resplandecer en nosotros. Antes de experimentar este resplandor interior, estábamos en tinieblas. Esto fue lo que yo experimenté mientras estuve en el cristianismo institucional durante muchos años. Escuché historias acerca de Cristo, y se me enseñó referente a la cruz. Pero no fue sino hasta que fui salvo, que pude experimentar el resplandor interior. Hoy algunas personas religiosas sostienen un concepto supersticioso de una cruz física. Algunos colocan una cruz de madera o de concreto encima del lugar donde adoran. Otros llevan una cruz de oro en una cadena alrededor de su cuello; y otros practican el persignarse. No hace mucho, vino a verme un hombre que llevaba un collar de clero, del cual pendía una gran cruz. Tal clase de cruz no salva a nadie; pues no tiene ningún poder. Aun así, algunas personas realmente creen que si colocan una cruz material sobre algún enfermo, esa cruz cuenta con el poder para sanarlo. ¡Qué superstición! El concepto de una cruz externa y física no tiene nada que ver con el ministerio del nuevo pacto. El ministerio del nuevo pacto se halla exclusivamente en la esfera del Espíritu. No tiene nada que ver con las cosas visibles o físicas. El ministerio del nuevo pacto es invisible; no obstante, es algo que podemos asir. Es algo real que podemos sentir, percibir, experimentar y disfrutar. Ésta es la gloria, el resplandor, la realidad, el poder y la fuerza del ministerio del nuevo pacto. EL TESORO EN VASOS DE BARRO En 4:7 Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. El resplandor de Dios en nuestros corazones introduce en nosotros un tesoro, el Cristo de gloria, quien, como corporificación de Dios, es nuestra vida y nuestro todo. Sin embargo, nosotros, los que llevamos este tesoro, somos vasos de barro sin valor y frágiles. ¡Qué tesoro más precioso está en vasos que no valen nada! Esto hace que los vasos sean hechos ministros del nuevo pacto, los cuales tienen un ministerio inestimable. La excelencia del poder proviene ciertamente de Dios y no de nosotros. Este tesoro, el Cristo que mora en nosotros, los vasos de barro, es la fuente divina de la cual proviene el suministro necesario para que podamos vivir la vida cristiana. Por el poder excelente de este tesoro, los apóstoles, como ministros del nuevo pacto, pueden llevar una vida crucificada de modo que manifiestan la vida de resurrección de Cristo. La realidad resplandeciente de Cristo es el tesoro que está en nosotros, los vasos de barro. Exteriormente, somos vasos de barro, pero interiormente tenemos un tesoro que no tiene precio. Este tesoro es Cristo, la propia corporificación del Dios Triuno procesado, quien está en nosotros como Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Este tesoro tiene un poder, y este poder es excelente. Cristo como Espíritu vivificante en nosotros, es Aquel que resplandece y labora. Éste es el tesoro que está en nosotros. Los ministros del nuevo pacto con su ministerio son vasos de barro que contienen un tesoro admirable. Su ministerio se halla totalmente en la esfera del Espíritu, es algo real y vivo; es algo que podemos sentir, disfrutar, percibir y experimentar. Esto es lo que el Señor desea en Su recobro hoy. Éste es el testimonio del Nuevo Testamento, y es lo que Dios desea que haya entre nosotros. Debemos estar en el recobro de este ministerio. Debemos llevar esta clase de vida y estar en una iglesia que tenga este ministerio. Además, debemos ministrar esto a otros, no principalmente por medio de lo que hagamos, sino especialmente por medio de lo que somos y por la manera en que vivimos. Éste es un cuadro que nos muestra los ministros y su ministerio del nuevo pacto. No cabe duda que los ministros y el ministerio son una sola entidad. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y UNO LA MANIFESTACIÓN DE LA VIDA POR MEDIO DEL ANIQUILAMIENTO EFECTUADO POR LA CRUZ (1) Lectura bíblica: 2 Co. 4:1-18 LA DOCTRINA Y LA EXPERIENCIA Los capítulos tres y cuatro de 2 Corintios difieren en naturaleza. De hecho, el capítulo tres es un capítulo de doctrina. Estoy consciente de que para muchos de nosotros, la palabra doctrina no es positiva. Debido a nuestro trasfondo, un trasfondo religioso lleno de doctrinas, no consideramos que la doctrina sea algo agradable ni de buen gusto. Cuando damos testimonios en las reuniones de la iglesia, nos gusta decir: “Lo que quiero compartir con ustedes no es una doctrina; más bien, es una experiencia real y valiosa”. Todos valoramos la palabra experiencia, y cada vez que tenemos la oportunidad, nos gusta testificar acerca de la experiencia que hemos tenido del Señor o de nuestra experiencia en el Señor. Titubearíamos antes de levantarnos para decir: “Lo que voy a presentarles es una doctrina”. Con todo, me atrevo a decirles que el capítulo tres de 2 Corintios es un capítulo que trata de doctrina. Por supuesto, como regla, la doctrina debe incluir la experiencia. Asimismo, toda experiencia espiritual genuina incluye la doctrina. Por consiguiente, podemos afirmar que el tercer capítulo de 2 Corintios trata de la doctrina, pero con cierto grado de experiencia. Permítanme darles las razones por las cuales afirmo que el tercer capítulo de 2 Corintios habla de doctrina. Los versículos 8 y 9 hablan del ministerio del Espíritu y del ministerio de la justicia. Por tanto, el ministerio del nuevo pacto primero es el ministerio del Espíritu, y luego, el ministerio de la justicia. ¿Acaso no es esto un asunto de doctrina? Si somos imparciales, y si no dejamos que el concepto negativo en cuanto a la doctrina influya en nosotros, reconoceremos que de hecho se trata de la doctrina. Puesto que la Biblia es un libro de doctrina, no podemos evitar la doctrina o pasarla por alto. El capítulo tres, en especial, presenta la doctrina de que el ministerio del nuevo pacto es el ministerio del Espíritu y de la justicia. No obstante, el capítulo tres contiene también cierta cantidad de experiencia. Por ejemplo, en el versículo 18, Pablo declara: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Este versículo contiene tanto la doctrina como la experiencia. Aunque Pablo habla aquí desde la perspectiva de la experiencia, al mismo tiempo sus palabras incluyen la doctrina. Si el tercer capítulo de 2 Corintios básicamente trata de la doctrina, ¿cuál podría ser la naturaleza del capítulo cuatro? El capítulo cuatro de 2 Corintios trata de la experiencia. ¿Cómo sabemos esto? El versículo 1 nos proporciona un indicio de que este capítulo gira en torno a la experiencia: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no nos desanimamos”. Aquí Pablo habla de tener “este ministerio”. Aun esto está relacionado con la doctrina y también con la experiencia. Pero el hecho de no desanimarnos ciertamente tiene que ver con nuestra experiencia. Aun en el capítulo cuatro, cuyo tema principal es la experiencia, podemos encontrar la doctrina. Asimismo, el capítulo tres, el cual trata de la doctrina, contiene cierta cantidad de experiencia. Podemos decir que el tercer capítulo de 2 Corintios trata de la doctrina a manera de experiencia, y que 2 Corintios 4 trata de la experiencia a manera de doctrina. Es esencial comprender estos dos capítulos de esta manera para poder captar lo que abarcaremos en este mensaje. LA MANIFESTACIÓN DE LA VIDA ¿Qué clase de experiencia encontramos en el capítulo cuatro? No es la experiencia de la salvación, la justificación, o del perdón. Algunos tal vez digan que en este capítulo encontramos la experiencia de la cruz. No obstante, esto equivaldría a hablar de la experiencia que se halla en el capítulo cuatro de una manera demasiado negativa. Lo que encontramos en este capítulo es la manifestación de la vida, pues este capítulo trata de la experiencia de manifestar la vida. Es posible que los cristianos lean el cuarto capítulo de 2 Corintios sin darse cuenta de que este capítulo trata de la manifestación de la vida. Los versículos 10 y 11 dicen: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. En estos versículos Pablo no usa el adjetivo “manifiesto”, sino el verbo “se manifieste”. Existe una diferencia entre algo manifiesto y algo que se manifiesta. La palabra manifiesto no supone una experiencia o un proceso, pero usar la forma verbal y decir que algo se manifiesta sí supone un proceso, un procedimiento. En estos versículos Pablo no dice que la vida de Jesús puede ser manifiesta. Si hubiera dicho eso, no quedaría supuesto ningún proceso o procedimiento, y no sería necesario que pasemos por ninguna experiencia. Pero cuando Pablo habla de que la vida de Jesús se manifieste en nosotros, eso implica un proceso. El hecho de que la vida de Jesús se manifieste requiere un proceso, un procedimiento. En 4:10-12 podemos ver claramente la manifestación de la vida, lo cual indica que este capítulo gira en torno a la experiencia de permitir que la vida se manifieste. La manifestación de la vida se produce por medio del aniquilamiento efectuado por la cruz. Por esta razón, el título de este mensaje es: “La manifestación de la vida por medio del aniquilamiento efectuado por la cruz”. Por supuesto, aunque en el capítulo cuatro no encontramos mención de la cruz, el concepto de la cruz sí está implícito. Por ejemplo, la expresión “la muerte de Jesús” mencionada en el versículo 10, ciertamente deja implícita la cruz. La muerte de Jesús aquí se puede traducir “el dar muerte a Jesús”, lo cual implica la muerte que operaba en Jesús. Existe por lo menos cierta diferencia entre las dos expresiones. La experiencia de manifestar la vida está relacionada con la muerte que operaba en Jesús. Después de que Pablo, en el capítulo tres, presentó el ministerio del nuevo pacto de una manera un tanto doctrinal, él presenta en el capítulo cuatro la experiencia de un ministro del nuevo pacto. Al hacerlo, ¿por qué habla de llevar la muerte de Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste? Indudablemente, Pablo y los demás apóstoles tenían distintas clases de experiencia. ¿Por qué entonces presenta él esta experiencia en el capítulo cuatro? El enfoque principal de este capítulo no es otro que la manifestación de la vida por medio del aniquilamiento efectuado por la cruz. En el capítulo tres, Pablo nos hace saber en qué consiste el ministerio del nuevo pacto. Luego, en el capítulo cuatro, testifica de este ministerio basándose en su experiencia. Para poder testificar del ministerio del nuevo pacto, el ministerio del Espíritu y de la justicia, es necesario que Pablo presente la experiencia de manifestar la vida por medio del aniquilamiento efectuado por la cruz. EL MINISTERIO ES CONFIRMADO En 4:1 Pablo dice: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no nos desanimamos”. Supongamos que Pablo hubiera redactado este versículo de manera diferente y hubiera dicho: “Por lo cual, teniendo este servicio según la gracia abundante que hemos recibido, somos consolados”. ¿Acaso confirmaría este modo de escribir lo que declara Pablo en el capítulo tres? Por supuesto que no. No habría ninguna belleza ni riquezas que correspondieran a los asuntos mencionados en el capítulo tres. En el tercer capítulo de 2 Corintios, Pablo abarca algunos puntos maravillosos: el ministerio del Espíritu, el ministerio de la justicia, la transformación de gloria en gloria. En el capítulo cuatro vemos algo que corresponde con cada uno de estos puntos, los cuales describen el maravilloso ministerio del nuevo pacto, un ministerio que es del Espíritu, de la justicia y para la transformación que va de gloria en gloria. Es necesario que este ministerio, descrito de manera doctrinal en el capítulo tres, sea confirmado. Y en el capítulo cuatro Pablo nos da la experiencia que confirma los puntos que acaba de presentar acerca del ministerio del nuevo pacto. Una persona que lee el capítulo tres podría decir: “Pablo, acabas de describirnos tu ministerio. Tu ministerio es del Espíritu y de la justicia, y su objetivo es nuestra transformación de gloria en gloria. Esto es maravilloso. Pero ¿podrías confirmarnos este tan excelente ministerio con tu propia experiencia? ¿Podrías contarnos algunas experiencias como confirmación de tu ministerio?” Pablo, como si hubiera sabido que le harían esas preguntas, parece decir en esta epístola: “En el siguiente capítulo, el capítulo cuatro, os hablaré de mi experiencia”. Por consiguiente, lo que Pablo dice en el capítulo cuatro acerca de su experiencia, debe recalcar los asuntos cruciales abarcados en el capítulo tres. Esto significa que él debe recalcar algo relacionado con el Espíritu, la justicia, la transformación y la gloria. Al leer el capítulo cuatro, debemos descubrir cuáles asuntos corresponden a todos los asuntos presentados en el capítulo tres. De lo que se menciona en el capítulo cuatro, ¿qué corresponde con el Espíritu mencionado en el capítulo tres? No sería correcto decir que el “espíritu de fe”, mencionado en el versículo 13, porque esto se refiere a algo distinto. El asunto del capítulo cuatro que corresponde con el Espíritu, es la vida. La vida del capítulo cuatro es sinónima del Espíritu. En un capítulo que habla de la doctrina, Pablo habla del Espíritu, pero en un capítulo que trata de la experiencia, él habla de la vida. En cuanto a la doctrina, la vida es el Espíritu, y con respecto a nuestra experiencia, el Espíritu es la vida. Podemos ejemplificar la diferencia que existe entre el Espíritu y la vida con la que existe entre los comestibles que llevamos a la casa del supermercado y la comida ya cocinada. Antes de preparar la comida, lo que tenemos es varias clases de ingredientes. Sin embargo, no nos comemos los ingredientes, sino la comida cocinada con dichos ingredientes. La doctrina se puede comparar con los ingredientes, y nuestra experiencia espiritual, con la comida cocinada que nos comemos. El Espíritu mencionado en el tercer capítulo de 2 Corintios es los “ingredientes”, mientras que la vida de la cual habla el capítulo cuatro es la “comida ya cocida”. Así que, podemos decir que la vida es el Espíritu “cocinado” o procesado para que lo experimentemos. Además, todos somos cocineros. Cada vez que cocinamos al Espíritu, el Espíritu llega a ser vida para nosotros. Por consiguiente, ahora disfrutamos comida cocinada. Esto significa que la vida del capítulo cuatro es el Espíritu procesado. Después de que el Espíritu es procesado, es decir, cocinado, Él llega a ser vida para nosotros en nuestra experiencia. Por ahora no intentaremos encontrar qué elementos del capítulo cuatro corresponden a la justicia del capítulo tres; más bien, preguntémonos qué corresponde a la transformación. Así como la vida es sinónima del Espíritu, el ser renovado es sinónimo de ser transformado. En el versículo 16, Pablo habla de la renovación, cuando dice que el hombre interior “se renueva de día en día”. Aunque la transformación y la renovación son sinónimas, existe una diferencia entre ambas. La transformación supone un proceso, y cuando este proceso está en marcha llega a ser la renovación. ¿Cuál es el sinónimo, en el capítulo cuatro, de la gloria mencionada en el capítulo tres? De hecho, no hay sinónimo. Por mucho que se procese la gloria, sigue siendo gloria. En los capítulos tres y cuatro, Pablo habla de la gloria. No obstante, la gloria del capítulo tres no tiene tanto peso como la del capítulo cuatro. En 4:17 Pablo habla de un “eterno peso de gloria”. La gloria del capítulo tres tiene un peso dispensacional en esta era, pero la gloria del capítulo cuatro tiene un peso eterno. En otras palabras, en el capítulo tres, la gloria tiene un peso con relación a esta era, mientras que en el capítulo cuatro, la gloria tiene un peso con relación a la eternidad. Debemos recordar que 3:18 habla de pasar de un grado de gloria a otro. Indudablemente, la gloria del capítulo cuatro representa el grado más avanzado. Por lo menos, se encuentra en un nivel más elevado que la gloria del capítulo tres. En el capítulo tres, el Espíritu, la transformación y la gloria se presentan de manera un poco doctrinal. Pero en el capítulo cuatro, los asuntos correspondientes tienen que ver con la experiencia. Como hemos visto, el Espíritu llega a ser la vida; la transformación llega a ser la renovación; y la gloria dispensacional llega a ser la gloria eterna. EL ESPÍRITU Y LA VIDA La manifestación de la vida equivale a la manifestación del Espíritu. En 3:8, Pablo declara que su ministerio, el ministerio del nuevo pacto, es el ministerio del Espíritu. En el capítulo cuatro, él nos presenta la experiencia que confirma esto. En ese capítulo, él parece decir: “Permitidme confirmaros que mi ministerio es un ministerio del Espíritu. Cuando vine a vosotros, ¿acaso no visteis algo manifestado en mí? ¿Qué visteis? ¿La religión judía? ¿Las prácticas, hábitos y costumbres judíos? No, no visteis nada de eso. Vosotros los corintios tenéis que reconocer que lo que visteis en mí fue la manifestación de la vida, no la manifestación de ninguna religión, filosofía, costumbre o práctica judías”. La vida manifestada en Pablo era el Espíritu que él había experimentado, el Espíritu procesado, el Espíritu que había sido cocinado. Cuando Pablo estaba con los corintios, él era viviente y poderoso, pero también era amable, humilde y comprensivo. Todas estas virtudes formaban parte de la manifestación del Espíritu que él experimentaba. Su ministerio era el ministerio del Espíritu manifestado en él como vida. Así que, Pablo estaba lleno de vida. La vida no sólo se manifestó sobre él, sino que también operaba en los creyentes que estaba en Corinto en aquel entonces. La vida podía manifestarse en Pablo porque él había experimentado el aniquilamiento efectuado por la cruz. Supongamos que Pablo no hubiera experimentado ningún problema, ninguna dificultad, ninguna oposición ni ninguna persecución. Supongamos que hubiese sido fuerte físicamente y que nunca hubiese tenido ningún problema de salud. Si ése hubiera sido el caso, hay pocas probabilidades de que la vida se pudiera haberse manifestado en él. Pero cuando Pablo estuvo con los corintios, él tuvo problemas y dificultades, experimentó oposición y persecución. A veces, incluso los santos de Corinto le causaron problemas. Pablo sabía que si todo hubiese sido fácil y cómodo, no habría sido posible que la vida se manifestara de la misma manera. Cuando nos encontramos en un ambiente agradable, hay menos oportunidades de que se manifieste la vida. Pero cuando se nos oponen, somos perseguidos y criticados, cuando tenemos problemas de salud y cuando nos hacen la vida pesada los santos de la iglesia, estamos en una situación propicia para que se manifieste la vida. Cuando Pablo estaba con los corintios, él se hallaba en esa clase de situación. Eso le brindó una excelente oportunidad de permitir que el Espíritu que estaba en él se manifestara como vida. En los versículos 8 y 9 Pablo da a conocer la situación difícil en la que se encontraba. Él declara: “Estamos oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados; en apuros, mas no sin salida; perseguidos, mas no abandonados; derribados, pero no destruidos”. En estos versículos Pablo menciona cuatro cosas. Primero, declara que estaban oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados. La versión china declara que ellos eran atacados en todo aspecto, atacados por las cuatro direcciones: por enfrente, por atrás, por la derecha y por la izquierda. No obstante, no estaban ahogados en la estrechez. Esto alude a la vida. Estar en esa situación y no ahogarse equivale a permitir que la vida se manifieste. Segundo, Pablo dice que estaban en apuros, mas no sin salida. Los apóstoles fueron encerrados; no tenían salida. Pero no es que no tuvieran ninguna salida. Esta parte del versículo 8 contiene, en el griego, un juego de palabras. Primero, Pablo dice que no podían encontrar salida, y luego, que no era el caso que no podían encontrar alguna salida. Una vez más, ésta es la vida. Aparentemente no podían encontrar salida; pero gracias al Espíritu que estaba en ellos como vida, no estaban completamente sin salida. Tercero, Pablo dice que eran perseguidos, más no abandonados. Esto significa que eran perseguidos por enemigos, pero que no estaban abandonados; es decir, no habían sido abandonados en un maligno dilema. Finalmente, en el versículo 9, Pablo declara que estaban derribados, pero no destruidos. Aunque fueron derribados, no perecieron. Pablo fue afligido, estaba perplejo, fue perseguido y derribado. Todo esto permitió que la vida se manifestara. La vida vence todas estas cosas. Aunque Pablo fue afligido, estuvo perplejo, fue perseguido y derribado, él seguía manifestando la vida. Él no estaba ahogado, ni desesperado; tampoco estaba abandonado ni destruido. Ciertamente la vida se manifestó en él. EL VIVIR DE PABLO Y SU MINISTERIO Pablo indicaba, al presentar su propia experiencia como confirmación de su ministerio, que él y su ministerio eran uno. Lo que Pablo era y lo que vivía constituía su ministerio. El ministerio era lo que Pablo era, y no solamente lo que él hacía ni la labor que él realizaba. Pablo vivía de tal manera que su vivir era una confirmación de su ministerio. Su ministerio era del Espíritu, y su vivir estaba lleno de vida. Esto significa que su vivir era la manifestación del Espíritu procesado, el Espíritu cocinado. Pablo vivía por el Espíritu, y la vida emanaba de él. La vida fue manifestada a los corintios y les fue ministrada. Cuando esta vida entró en ellos, se convirtió inmediatamente en el Espíritu. Luego, cuando ellos, en su vivir, expresaban al Espíritu, el Espíritu llegaba a ser vida para otros. Ésta era la confirmación del ministerio de Pablo, la confirmación del ministerio del nuevo pacto. En 2 Corintios 4 Pablo parece decir a los corintios: “Nuestro vivir y nuestro ser son la confirmación de nuestro ministerio. Nosotros y el ministerio somos uno. Esto significa que nosotros somos el ministerio. El ministerio es nuestro ser, nuestra persona, nuestro vivir. Lo que vivimos es la confirmación del ministerio. Os he dicho que el ministerio es el ministerio del Espíritu. Ahora confirmo esta afirmación al daros testimonio de mi experiencia de manifestar la vida en medio de circunstancias difíciles”. OPRIMIDOS EN TODO ASPECTO A veces el Señor permite que nos encontremos en situaciones donde somos oprimidos en todo aspecto. ¿Se siente usted feliz cuando se halla en esas circunstancias? A veces nos parece que el Señor nos deja caer en medio de semejante entorno, en el cual nos atacan de frente, de atrás, de la izquierda y de la derecha. Somos oprimidos en todo aspecto, es decir, conforme al significado del griego, somos oprimidos por todos lados. El fin de todo esto es que la vida sea manifestada. Quizás usted se pregunte quiénes son los que atacan, quiénes son los que oprimen por todos lados. Los que más lo atacan quizás sean los de su propia familia. Es posible que su cónyuge, sus hijos, o su familia política, le causen dificultades. Si clama al Señor para que tenga misericordia de usted, quizás Él le indique que la mayor misericordia que le puede conceder es que usted se encuentre en esa situación para que experimente la manifestación de la vida. La vida, el Espíritu cocinado, es la expresión del Espíritu. Por tanto, debido a que Pablo manifestaba la vida, su vivir y su ser eran la confirmación de su ministerio. Él y el ministerio del Espíritu eran uno. En el capítulo tres, Pablo indica que los apóstoles eran uno con su ministerio. Luego, en el capítulo cuatro, él presenta una vida que confirma la afirmación de que los ministros del nuevo pacto y el ministerio del nuevo pacto son uno. Lo que ellos son y lo que viven constituye su ministerio. Ellos ministran vida a los demás, no solamente con sus palabras, sino más bien, con su modo de vivir. Lo que viven confirma lo que hablan y fortalece su ministerio. Por tanto, los ministros y el Espíritu son uno solo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y DOS LA MANIFESTACIÓN DE LA VIDA POR MEDIO DEL ANIQUILAMIENTO EFECTUADO POR LA CRUZ (2) Lectura bíblica: 2 Co. 4:1-18 En el mensaje anterior hicimos notar que el tercer capítulo de 2 Corintios trata de la doctrina, mientras que el cuarto capítulo de 2 Corintios trata de la experiencia. Además, vimos que lo que Pablo dice en el capítulo cuatro es una confirmación, basada en su propia experiencia, de lo que él declara acerca del ministerio en el capítulo tres. Cada materia principal del capítulo tres que está relacionada con el ministerio, tiene un paralelo en el capítulo cuatro. Por tanto, la vida corresponde al Espíritu, la renovación, a la transformación, y el peso de gloria, a los grados de gloria. Pero, ¿qué corresponde a la justicia mencionada en el tercer capítulo de 2 Corintios? Si hemos de contestar correctamente esta pregunta, debemos decir algo más acerca de la justicia. TODO EN BUEN ORDEN La justicia se refiere a una condición, un estado, donde todo está en buen orden. Donde está la justicia, allí no hay perturbación, confusión ni desorden. Por ejemplo, en la reunión de la iglesia a menudo se puede ver manifestada la justicia, porque en la reunión todo está correcto y en buen orden. Como resultado, la reunión se encuentra en una condición, en un estado, de justicia. Pero supongamos que los hermanos argumentan, las hermanas están enojadas y los niños corren por todo el local. ¡Qué desorden habría! En esa clase de situación, una condición de desorden, no habría ninguna justicia. La justicia alude a un estado donde todo está en buen orden. En 2 Pedro 3:13 se dice: “Pero nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. El hecho de que la justicia more en los cielos nuevos y en la tierra nueva, indica que todo estará en buen orden, que nada estará mal, que no habrá desorden ni confusión. En lugar de desorden y confusión, habrá paz y orden. A los ojos de Dios, ese estado es la justicia. Todo lo que se halle en los cielos nuevos y en la tierra nueva, será justicia. Nada estará en desorden; por el contrario, todo allí estará ordenado. Esta condición de orden es una condición de justicia. En 4:8 Pablo habla de ser oprimido en todo aspecto, o de ser atacado por todos lados. Por mucho que él era oprimido o atacado, en él no había ninguna perturbación; antes bien, en él vemos la manifestación de la vida. Esta manifestación produjo un estado de paz y de tranquilidad. Supongamos que su cónyuge, sus hijos y su familia política le causan a usted problemas por todos lados. Sin embargo, en lugar de sentirse molesto y atormentado, usted manifiesta la vida. Esto significa que la vida emana de usted en esa situación, y como resultado, usted estará en condiciones de paz y de orden. A pesar de los problemas que le sobrevienen por todos lados, usted permanece en esa condición ordenada y apacible. El Espíritu procesado, el Espíritu “cocinado”, que está dentro de usted y que usted experimenta como vida, pacifica toda la situación. Ésta es la justicia. En 4:8 y 9 Pablo habla de ser oprimido, de estar en apuros, y de ser perseguido y derribado. Podríamos pensar que tal situación redundaría en confusión. Pero si usted se encuentra en tal situación y aun así todo llega a estar en tranquilidad y orden, la vida se ha manifestado en esas circunstancias. Además, ese estado de orden es un estado de justicia. LLENO DE VIDA Y DE JUSTICIA Cada vez que el Espíritu se expresa como vida, habrá justicia. Donde haya justicia, allí todo estará tranquilo, pacífico y ordenado. Si usted experimenta esto en su vida familiar, sus hijos se tranquilizarán, y su cónyuge será sometido. Una vida así siempre tranquiliza el desorden. Cuando otros reciban esta vida de parte de usted, ellos también disfrutarán de un estado pacifico. La vida de iglesia es una vida de justicia. En la vida de iglesia, todo debe estar tranquilo, pacífico y ordenado. Ciertamente, el milenio, el reino de mil años, estará lleno de justicia. Puesto que en el reino habrá justicia, allí habrá también paz. El reino es simplemente una esfera de justicia y de paz. Esta justicia es el resultado de la vida. Según la Biblia, en el milenio, la muerte será limitada y restringida en gran manera (Is. 65:20). Allí habrá abundancia de vida. Como resultado, en el milenio el medio ambiente será tranquilo. La Biblia usa la palabra justicia para denotar dicho estado y dicha condición de paz. Después del milenio, vendrán los cielos nuevos y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén, no habrá muerte, y la vida fluirá para mantener una condición pacífica (Ap. 21:4; 22:1). Ésta será una justicia eterna. Entonces todos viviremos y expresaremos la vida divina en una condición de justicia. La vida de iglesia de hoy debe ser una miniatura de esa clase de condición. Lo mismo debe ser verdad con respecto a nuestra vida de familia. Por la misericordia y la gracia del Señor, nuestra vida de iglesia y de familia debe estar llena de vida y de justicia. Un vivir que rebosa de vida y de justicia es una confirmación del ministerio del nuevo pacto. Según lo que Pablo nos dice en el tercer capítulo de 2 Corintios, el ministerio del nuevo pacto es el ministerio del Espíritu y de la justicia. Este ministerio suministra a Cristo como el Espíritu y como la justicia a los demás. En el cuarto capítulo de 2 Corintios, Pablo presenta la experiencia del Espíritu y de la justicia. Cuando experimentamos al Espíritu, la vida se manifiesta. Cuando la vida se manifiesta, somos llevados a una condición de paz, donde nada está mal o desordenado. Ésta es la justicia, un estado donde todo está vivo, recto y ordenado. A los ojos de Dios, ésta es la justicia. Los apóstoles experimentaron al Espíritu, manifestaron la vida y vivieron en una condición de justicia. Vemos una vez más que su vivir y su ministerio eran uno. CONSUMIDO Hemos visto que la renovación del capítulo cuatro corresponde con la transformación del capítulo tres. En 4:16 Pablo declara: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. La traducción, “nuestro hombre exterior se va desgastando”, es correcta. No obstante, muchos de nosotros preferiríamos decir que nuestro hombre interior está siendo consumido, desmoronado, acabado. La diferencia radica en que “se va desgastando” es activo, mientras que “ser consumido” es pasivo. Podemos ejemplificar esto con la caída de las hojas de un árbol. En el otoño, muchos árboles pierden sus hojas, y durante el invierno, estos árboles están como adormecidos. Por una parte, la caída de las hojas de un árbol es activa, y por otro, es pasiva. Es activa en el sentido de que los árboles sueltan sus hojas. Ninguna fuerza exterior provoca la caída de las hojas. El árbol mismo es el que suelta sus hojas. Podemos decir que cuando un árbol suelta sus hojas, se va desgastando. Esto es algo activo. Pero en otro sentido, los árboles son forzados a soltar sus hojas. Si un árbol pudiera hablar, diría: “¡Ayúdenme! No quiero perder mis hojas. Me gustaría que la temporada pasara directamente del otoño a la primavera; así no perdería mis hojas”. La pérdida de las hojas por parte del árbol también se puede considerar como algo pasivo. Las palabras de Pablo “nuestro hombre exterior se va desgastando” son activas, pero también se pueden entender como si estuvieran en la voz pasiva. Por tanto, podemos decir que nuestro hombre exterior está siendo consumido, o desmoronado. Apliquemos ahora este entendimiento a nuestra experiencia cotidiana. Supongamos que un hermano es oprimido por todos lados. Ciertamente una persona oprimida o atacada de esta forma se desgastaría, sería consumida. Si usted fuera el que sufriera esa opresión, acaso no exclamaría: “Rescátenme por favor, estoy siendo consumido. Todos ustedes me están desmoronando y desgastando. Estoy siendo consumido por todos ustedes”. No obstante, este hermano, junto con todos nosotros, debe darse cuenta de que así como un árbol está destinado a perder sus hojas, nuestro destino es que nuestro hombre exterior sea consumido. Aquel que creó los árboles decidió que muchas clases de árboles soltaran sus hojas. Como “árboles” cristianos, nosotros también estamos destinados a “soltar nuestras hojas”. Puesto que nuestro destino es soltar nuestras hojas, con el tiempo, algo o alguien nos obligará a soltarlas. Dios nunca quiso que nuestro hombre exterior sobreviviera tanto tiempo. Por el contrario, Él determinó que nuestro viejo hombre, el hombre exterior, se desgastara, que fuera consumido. Por tanto, el destino del hombre exterior es morir. Tal vez usted tiene una larga vida, pero finalmente su hombre exterior morirá. La intención de Dios no es prolongar la vida de nuestro hombre exterior. Así que, no pida que Él le ayude a preservar su hombre exterior, ni pida que le rescate de aquellas cosas o personas que le consumen. Antes bien, usted debe decir: “Señor, te doy gracias. Todas estas personas y cosas me ayudan a soltar mis hojas más pronto y más rápido. Señor, quiero cooperar. Quiero soltar mis hojas más rápido, porque entonces maduraré más pronto. ¡Señor, te alabo por esta ayuda!” El Señor usa nuestra vida matrimonial para consumir nuestro hombre exterior. Antes de casarse, un hermano joven tal vez sueñe con la clase de hermana con la cual se casará. Luego, buscará la hermana de sus sueños. Asimismo, las hermanas jóvenes buscan un “héroe” por esposo. Todos los jóvenes sueñan acerca de su futura vida matrimonial. Algunos tal vez viajan de una iglesia local a otra esperando encontrar al hermano o a la hermana de su predilección. Pero, jóvenes, por más astutos que sean, no podrán vencer a Dios. El ya ha determinado el destino de ustedes en cuanto a la vida matrimonial. No necesitan gastar tanta energía buscando la esposa o el marido de sus sueños. Antes bien, sencillamente deben orar: “Señor, Tú ya determinaste mi destino. No necesito viajar de un lugar a otro, buscando un cónyuge; más bien, quiero ser el Isaac de hoy, que espera que le mandes al cónyuge que Tú ya determinaste”. Con todo, dudo que muchos jóvenes sigan este camino o tomen este consejo. Sin embargo, estoy seguro de que después de algunos años de vida matrimonial, ellos adorarán al Señor y le dirán: “Señor, Tú eres soberano. No he sido yo el que ha elegido, sino que Tú así lo destinaste”. Hermanos, les aseguro que el Señor les dará la esposa más conveniente para que les aflija e incluso les ataque, a fin de que su hombre exterior sea consumido. Toda esposa conoce el mejor momento de atacar a su marido. Ciertamente, esto es soberano del Señor. A veces, cuando usted comete un error, su esposa se mostrará muy amable y le dirá que no se preocupe por ello. Pero cuando usted no ha cometido ningún error, le atacará fuertemente sin haber motivo. De hecho, sí hay motivo: Dios en Su soberanía le permite eso a ella para que usted, como árbol, suelte sus hojas. Por una parte, el árbol suelta sus hojas por sí mismo; por otra, la estación y el entorno obligan al árbol a hacer eso. Cuando llega el otoño, el árbol debe soltar sus hojas, por muy verde y floreciente que haya estado durante el verano. Asimismo, cuando llegan las estaciones del otoño y el invierno en la vida cristiana, es posible que seamos oprimidos por los miembros de nuestra familia. Durante la época de frío severo, nos vemos obligados a soltar nuestras hojas. Esto significa que, por una parte, nuestro hombre exterior se va desgastando, y que por otra, está siendo consumido. Cuando experimentamos el desgastamiento de nuestro hombre exterior, tal vez le decimos al Señor que no podemos soportar más esa situación. No obstante, el Señor quizás nos diga que debemos soportarla por más tiempo, pues nuestro destino es que nuestro hombre exterior sea consumido. Así entiendo yo este asunto conforme a mi experiencia. LA RENOVACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR Por experiencia puedo testificar también que el desgastamiento, el ser consumidos, tiene un resultado, el cual es la renovación del hombre interior. Sí, nuestro hombre exterior se va desgastando, pero nuestro hombre interior se renueva. Si se nos diera a escoger, por supuesto escogeríamos la renovación y evitaríamos el desgastamiento. Pero si pudiéramos evitar el desgastamiento del hombre exterior, no se produciría la renovación del hombre interior. Todos preferimos ser como árboles que siempre están verdes. En cierto sentido, cuando entra la primavera, dichos árboles no están tan frescos. Pero los árboles que sueltan sus hojas y que están adormecidos durante el invierno, están frescos cuando llega la primavera. En el mismo principio, cuando experimentamos el desgastamiento del hombre exterior, disfrutamos la renovación del hombre interior. En el tercer capítulo de 2 Corintios Pablo habla de la transformación. En el proceso de transformación, se añade a nuestro ser un elemento divino, el cual llega a ser parte de nuestra constitución. Esta constitución produce una transformación. Como hemos visto, en el cuarto capítulo de 2 Corintios, la transformación llega a ser la renovación. Esta renovación no simplemente incluye la adición del elemento divino a nuestro ser. De hecho, nuestra vieja naturaleza, nuestro hombre exterior, es eliminada para que la vida divina que está en nosotros, es decir, el Espíritu de vida, tenga la oportunidad de desarrollarse. Este desarrollo de la vida que está en nosotros es la renovación. Una vez más, podemos usar los árboles como ejemplo de esto. Durante el invierno, los árboles están adormecidos, pero en la primavera podemos ver en ellos el desarrollo de la vida interior. En esto no se ve solamente la transformación, sino también la renovación. La transformación es un asunto de constitución; la renovación supone un reemplazo. Ser renovado significa que el hombre exterior es consumido. Así como el árbol suelta sus hojas, el viejo elemento del hombre exterior se desgasta. El resultado de esto es que la vida interior se desarrolla de una manera fresca. Cuando llega la primavera, el árbol se llena de lozanía, se vuelve fresco y vigoroso, echa nuevas hojas, y finalmente, florece y da fruto. Éste es un cuadro de la renovación de nuestro hombre interior. Por la experiencia que tenemos de esta renovación, pasamos de gloria en gloria. La gloria va en aumento de un nivel a otro, de la gloria del presente a la gloria eterna. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y TRES LA MUERTE QUE OPERABA EN JESÚS, Y LA RENOVACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR (1) Lectura bíblica: 2 Co. 4:10-18 Hemos visto que, como continuación del tercer capítulo de 2 Corintios, el capítulo cuatro presenta el cuadro de la vida que capacita a los ministros del nuevo pacto para ser uno con su ministerio. ¿Cómo podían los apóstoles demostrar que eran ministros del nuevo pacto? Ellos podían comprobarlo llevando la clase de vida que se describe en el capítulo cuatro. Es por medio de esta vida que ellos son uno con su ministerio. En el cuarto capítulo de 2 Corintios Pablo no habla de su obra; no se refiere a lo que ha hecho o cumplido. Más bien, él habla de una vida, la clase de vida que él y sus colaboradores llevaban. Según este capítulo, Pablo y sus colaboradores vivían de tal manera que su vida llegó a ser su ministerio. EL NOMBRE DE JESÚS Al presentar la vida que llevaba como ministro del nuevo pacto, Pablo usa el nombre de Jesús de una manera muy particular. En ningún otro lugar de entre todo lo que escribió, usa Pablo el nombre de Jesús como lo hace en el cuarto capítulo de 2 Corintios. En el versículo 10, Pablo declara: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. Aquí Pablo se refiere a la muerte de Jesús y a la vida de Jesús. En el versículo 11 añade: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Pablo usa también el nombre de Jesús en el versículo 14: “Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará aprobados juntamente con vosotros”. En estos versículos, Pablo usa repetidas veces el nombre de Jesús. Es importante descubrir por qué en este capítulo, Pablo usa el nombre de Jesús de un modo tan particular. No es fácil explicar la razón. De hecho, tal vez haya más de una razón. En este mensaje empezaremos a considerar por qué Pablo usa el nombre de Jesús como lo hace en el cuarto capítulo de 2 Corintios. UNA CRÓNICA DE LA VIDA Hemos señalado que en el capítulo cuatro, Pablo describe la vida que él y sus colaboradores llevaban. Ésta es la vida que los hizo uno con su ministerio. Esta vida está en contraste con las obras que se recalcan entre los cristianos de hoy. El cristianismo se ha convertido en una religión. Toda religión depende de ciertas obras, pues sin obras, una religión no puede sobrevivir. Una religión no puede existir si sus seguidores no llevan a cabo ciertas obras. Como resultado, en la religión vemos obras de muchas clases. Pero aunque resulta fácil reconocer las obras de la religión, es muy difícil encontrar allí algo de vida. Por tanto, un principio básico de la religión es que ella está llena de obras, pero carece de vida. Esto no sólo es cierto de la religión cristiana, sino también de cualquier otra religión. Toda religión está llena de trabajo, actividades y obras. Pero en la religión no hay vida. Con esta comprensión acerca de la religión, miremos una vez más la historia de Jesús. Cuando consideramos la crónica de la vida terrenal del Señor, no vemos un énfasis en las obras. Los cuatro evangelios no recalcan lo que hizo el Señor, las obras que realizó. El relato que habla del Señor Jesús, el cual vemos en los evangelios, gira principalmente en torno a la vida. En los evangelios se hace énfasis en la vida, y no en las obras ni en las actividades. Los evangelios son biografías que presentan a una persona que vive de cierto modo. Por tanto, los evangelios no son principalmente una crónica de las maravillosas obras del Señor, sino una descripción de la vida que el Señor Jesús llevó en la tierra. Ésta es una razón por la cual, en el cuarto capítulo de 2 Corintios, Pablo con tanta frecuencia usa el nombre de Jesús. El uso de este nombre en el capítulo cuatro nos lleva de nuevo al Señor como hombre, cuya vida fue uno con Su ministerio. El Señor vivió de tal modo que Su persona fue uno con Su ministerio. Hablando con propiedad, podemos decir que el Señor no llevó a cabo una obra; antes bien, Él simplemente vivió cierta clase de vida. Al oír algunos que los evangelios recalcan la vida del Señor y no Sus obras, tal vez querrán argumentar: “Hermano Lee, ¿acaso los evangelios no nos presentan una crónica de las obras del Señor Jesús?” Sí, ciertamente lo hacen. No niego que los evangelios describen la obra del Señor. Sin embargo, si leemos los evangelios detenidamente, veremos que el cuadro que allí encontramos, no describe una crónica de las obras del Señor. Antes bien, el cuadro que presentan los evangelios nos muestra la vida del Señor. Por lo menos podemos decir que en este cuadro, la vida del Señor Jesús es presentada de una manera más enfática que Sus obras. Los evangelios nos muestran más de la vida del Señor que de Su obra. Sí, los evangelios describen las obras del Señor, pero más que eso, presentan la vida que Jesús llevó y nos muestran de qué manera vivió. Los evangelios contienen varios indicios de que el Señor Jesús no se ocupó en llevar a cabo una gran obra. Sabemos que durante Su ministerio, el Señor realizó muchos milagros, uno de los cuales fue el de alimentar, con cinco panes y dos pescados, a una multitud de más de cinco mil personas. ¿Acaso no fue un maravilloso milagro el que el Señor Jesús alimentara, con cinco panes y dos pescados, a tan grande multitud? Ciertamente eso fue un gran milagro. Juan 6:14 describe la respuesta de la gente a ese milagro: “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Éste verdaderamente es el Profeta que habría de venir al mundo”. El versículo siguiente describe la respuesta del Señor Jesús: “Entonces Jesús, sabiendo que iban a venir para apoderarse de Él, y hacerle rey, volvió a retirarse al monte El solo”. Esto indica que al Señor Jesús no le interesó tener muchos seguidores. En lugar de preocuparse por la muchedumbre, se alejó. Pero si nosotros hubiéramos estado allí con el Señor, probablemente habríamos estado muy entusiasmados al ver que la multitud lo seguía. Quizás habríamos dado alabanzas a Dios por las bendiciones que Él había brindado en tal obra, y le habríamos dado gracias por tantos seguidores. No obstante, el Señor Jesús no se mostró entusiasmado. Él no permitió que la gente lo erigiese rey; más bien, dejó la muchedumbre y se fue al monte a orar. En Juan 12 encontramos otro ejemplo de cómo el Señor se preocupó por la vida, y no por la obra. En Jerusalén una gran multitud dio una calurosa bienvenida al Señor Jesús. Tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” (Jn. 12:13). Aun los fariseos reconocieron que el mundo se había ido tras Él (v. 19). Además, cuando Andrés y Felipe dijeron al Señor que los griegos lo buscaban, el Señor contestó: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (vs. 2324). Esto indica claramente que lo que al Señor Jesús le interesaba era la vida, y no la obra. En los cuatro evangelios encontramos muchos casos tales como éstos. Siempre que la gente pensaba, según sus propios conceptos, que la oportunidad era propicia para que el Señor realizara una gran obra, Él jamás se aprovechaba de esas oportunidades para hacerlo; más bien, se apartaba de ellas, pues no había venido a realizar una gran obra. A Él le interesaba la vida. HECHO APTO POR LA VIDA No fue un gran obrero Aquel que fue a la cruz para efectuar la redención con el propósito de que se cumpliera el propósito eterno de Dios. Lo que hizo apto al Señor Jesús para ser el Redentor no fue realizar una gran obra, sino la vida que Él llevó. Los evangelios nos muestran que Jesús no era una persona famosa que vivía en una mansión en una gran ciudad. Al contrario, Él fue un hombre criado en la casa de un carpintero de Nazaret, una menospreciada población del menos preciado distrito de Galilea. Pero la vida que llevó le hizo apto para ser el Redentor que cumpliría el propósito eterno de Dios. Es crucial ver que la vida es lo que hizo apto al Señor Jesús, y no las obras. El hecho de que la vida tiene mayor prioridad que las obras es un aspecto muy importante del recobro actual del Señor. El Señor desea recobrar una vida; Él no procura realizar una obra de avivamiento. LO QUE SE VE EN JESÚS ES LA VIDA Desde la Reforma, los cristianos han orado mucho por un avivamiento. Algunos han orado para que se dé un gran avivamiento que despierte a todos los creyentes. Pero, según la historia, nunca ha ocurrido tal avivamiento. Por supuesto, hace aproximadamente ochenta años, se produjo un avivamiento en Gales. Algunos líderes cristianos estaban emocionados y esperaban que ese avivamiento se extendiera a todos los continentes. Pero no se extendió a todo el mundo. De hecho, después de unos años, se extinguió, aun en Gales. En 1958, me invitaron a cierto lugar en Londres. Un día, mi huésped me llevó a los campos de Inglaterra y de Escocia. Mientras conducía, él señaló hacia la gente que vivía en los campos escoceses y me dijo que muchos de ellos nunca habían oído de Jesús. Me dijo también que Escocia se parecía mucho a un país pagano. No obstante, Escocia no está lejos de Gales, donde había ocurrido un gran avivamiento. Esto indica que tomar el camino de los avivamientos no funciona. Una sola cosa funciona: la vida. Por esta razón el Señor Jesús no vino a realizar una gran obra. Él vino, más bien, a llevar una vida. Ahora Su vida se ha extendido a todos los rincones de la tierra. La característica sobresaliente del Señor Jesús no es la obra, sino la vida. Tengo que decirles a los santos que están en el recobro del Señor, que a muchos de nosotros, tanto los jóvenes como los viejos, todavía nos interesa llevar a cabo una obra. Subconsciente o inconscientemente nos interesa realizar una obra para el Señor. Por ejemplo, algunos aspiran a ser grandes evangelistas. Puede ser que el pensamiento de llevar a cabo una gran obra todavía esté en nuestro corazón, en nuestra subconciencia. Les aliento a desechar ese pensamiento. Dios no valora ninguna obra. Mucho del daño que han sufrido los cristianos ha sido el resultado de las obras humanas. Cuanto más intentemos trabajar para el Señor, más problemas crearemos y más daño causaremos. Creemos que ésta es la razón por la cual Pablo, cuando presenta la confirmación de su ministerio, usa el nombre de Jesús. Él no dice: “El Señor Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores”. Más bien, él habla simplemente de Jesús: la muerte de Jesús, la vida de Jesús y la causa de Jesús. La vida que se manifestaba en el cuerpo de Pablo no era la vida de un gran hombre, sino la vida de Jesús, un hombre poco conocido de una región menospreciada. LA VIDA MANIFESTADA EN LA CARNE MORTAL En el cuarto capítulo de 2 Corintios Pablo no se gloría de su obra; no dice: “Corintios, tenéis que daros cuenta de que yo soy el apóstol principal. He establecido iglesias desde Chipre hasta Corinto. Estoy listo para proseguir a Roma, a España, y luego, a las partes más remotas de la tierra. Ésta es la confirmación del ministerio que el Señor me ha encargado”. En lugar de hablar Pablo de su obra y de sus logros, habla de ser oprimido. En el versículo 8, él dice: “Estamos oprimidos en todo aspecto”. Si nosotros hubiésemos sido Pablo, probablemente habríamos dicho: “Corintios, somos bendecidos en todo aspecto. ¿No os dais cuenta de que nuestra obra ha sido bendecida por el Señor? La bendición que reposa sobre nuestra obra demuestra que nuestro ministerio es del Señor y que nuestra obra proviene de Él”. Pablo dijo a los corintios que él y sus colaboradores estaban oprimidos en todo aspecto. La gente del mundo consideraría eso una señal de maldición, no de bendición. Ellos tal vez preguntarían: “¿Cómo puede decir que alguien disfruta la bendición de Dios si se halla oprimido? ¿Por qué está oprimido en todo aspecto?” Con todo, Pablo habló también de estar en apuros, de ser perseguidos y de estar derribados. Algunos quizás le darían a Pablo cierto reconocimiento por ser perseguido, porque esto podría significar que él estaba haciendo una buena obra; pero no le darían ningún crédito por la opresión, los apuros y por ser derribado. Pablo no termina esta descripción en los versículos 8 y 9. En el versículo 10, añade: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. En este versículo, Pablo no dice: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la gran bendición del Dios todopoderoso”. Al contrario, él habla de llevar en el cuerpo la muerte de Jesús. Aparentemente Pablo era un apóstol miserable que se hallaba en una situación miserable. En el versículo 11, Pablo dice además: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Quizás hubiéramos esperado que Pablo dijera: “Siempre somos rescatados de la muerte”, en lugar de decir que estaban entregados a muerte. Sin embargo, Pablo siempre estaba entregado a muerte para que la vida de Jesús se manifestara en su carne mortal. Observen que Pablo no habla del cuerpo mortal, sino de la carne mortal. La palabra cuerpo es positiva, pero la palabra carne es negativa. La palabra mortal implica que la carne está muriendo. No creo que nos agradaría que alguien se refiriera a nuestro cuerpo como carne mortal. Con todo, Pablo adoptó tal expresión al hablar de sí mismo. A Pablo no le gustaba jactarse. Él prefería ser pequeño y permanecer en un estado de humillación. De hecho, el nombre Pablo significa pequeño. En estos versículos, Pablo parece decir: “Prefiero permanecer en mi pequeñez. La vida manifestada en mí es la vida de un nazareno, y no la vida de un gran hombre del mundo. Además, la vida de Jesús se manifiesta en mi carne mortal. No soy una gran persona que manifiesta algo maravilloso en un cuerpo espléndido. Al contrario, soy una persona pequeña que manifiesta en su carne mortal la vida de Jesús, un hombre de Nazaret”. MINISTRAR LA VIDA MURIENDO En el versículo 12, Pablo dice: “De manera que la muerte actúa en nosotros; mas en vosotros la vida”. En este versículo, Pablo se refiere a su obra. Su obra era una obra de muerte, la cual actuaba en él. ¿Cuál es la obra de los apóstoles? La obra de los apóstoles es la obra de muerte, que actúa en ellos para que la vida opere en los creyentes. Quizás no nos agrade oír que la muerte operaba en los apóstoles. Sin embargo, el producto, el resultado, de la operación de la muerte es maravilloso: la vida opera en los demás. Ésta es la verdadera obra del ministerio del nuevo pacto. No se trata de laborar, sino de morir. En el recobro del Señor, necesitamos morir para que la vida actúe en los demás. Por tanto, nuestra muerte es nuestra labor. El Señor no necesita que usted lleve a cabo una obra para Él; lo que Él necesita es que usted muera. Si usted muere, la vida operará en los demás. Al morir usted, ministrará la vida a los demás. Por tanto, laborar es morir. Los versículos que hemos examinado en este mensaje son una ventana a través de la cual podemos ver la experiencia de Pablo. Ahora podemos entender que los apóstoles no seguían una gran persona, sino un pequeño hombre: Jesús de Nazaret. Además, en lugar de ser exaltados, ellos siempre estaban entregados a muerte para que la vida de Jesús se manifestara en su carne mortal. La muerte operaba en ellos para que la vida actuara en los creyentes. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y CUATRO LA MUERTE QUE OPERABA EN JESÚS, Y LA RENOVACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR (2) Lectura bíblica: 2 Co. 4:10-18 En 4:10 Pablo dice: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. En este versículo Pablo habla de llevar “la muerte de Jesús” [la muerte continua que el Señor Jesús padeció]. ¿Por qué usa esta expresión aquí? Para contestar esta pregunta, debemos considerar una vez más quién es Jesús. El origen, la fuente, del hombre Jesús es Dios. Jesús es el Dios encarnado, el Dios que fue concebido en el vientre de una virgen. Exteriormente, Jesús es un hombre, pero interiormente, Él es Dios. Por tanto, la persona de Jesús no es nada sencilla. Este nazareno es una persona maravillosa. Cuando estaba en la tierra, exteriormente Él era una persona humilde en todos los aspectos. Nació en un pesebre, y se crió en la casa de un carpintero pobre en la menospreciada ciudad de Nazaret. Sin embargo, interiormente, Jesús era glorioso, porque Dios el Altísimo estaba en Él. Exteriormente, Jesús era un hombre humilde; interiormente, Él era Dios el Altísimo. Verdaderamente Jesús es maravilloso. LA MUERTE DE JESÚS Ahora debemos ver algo acerca de la muerte de Jesús. Cuando muchos cristianos mencionan la muerte de Cristo, ellos se limitan al aspecto de la redención. Según su concepto, la muerte de Jesús sirvió únicamente para la redención. A menudo, citan el versículo que declara: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). Indudablemente, es cierto que la muerte de Cristo sirvió para realizar la redención. Lo creemos tanto como lo creen los demás cristianos, tal vez aún más. No obstante, la redención no es más que un solo aspecto de la muerte de Cristo. Su muerte tiene también muchos otros aspectos. En el cuarto capítulo de 2 Corintios no vemos el aspecto de la obra redentora, ni el de la impartición de vida, sino el de una obra destructora y consumidora. Según este capítulo, la muerte de Jesús tiene por objetivo consumir, desmoronar, nuestro hombre exterior. Por esta razón Pablo declara en 4:16 que “nuestro hombre exterior se va desgastando”. A pesar de que el hombre Jesús era Dios encarnado, es decir, Dios hecho hombre, fue necesario que Su hombre exterior fuera consumido. Según Su condición exterior, el Señor Jesús era un hombre humilde, pero en el sentido espiritual, el Señor Jesús no era un hombre insignificante. Por el contrario, Jesús representaba toda la vieja creación. Cuando Él fue crucificado, no fue solamente un hombre de Nazaret quien murió en la cruz, sino que toda la vieja creación fue crucificada también, incluyéndonos a todos nosotros. El Señor Jesús murió para cumplir el propósito eterno de Dios, no solamente para efectuar la redención. La primera meta del propósito eterno de Dios es darle fin a la vieja creación. El Señor Jesús es Dios hecho carne y, como tal, formaba parte de la vieja creación. En el proceso de la encarnación, Él no vino a ser un hombre de la nueva creación, sino un hombre de la vieja creación, un hombre que necesitaba ser consumido. A la edad de treinta años, el Señor Jesús empezó a ministrar. Durante los tres años y medio de Su ministerio, a Él se le daba muerte continuamente. Como hombre maduro de treinta años, continuamente experimentaba el proceso de muerte. No debemos pensar que Jesús fue crucificado solamente durante las seis horas en que estuvo sobre aquella cruz material. No, Él fue crucificado a diario durante por lo menos tres años y medio. Cada día llevaba una vida crucificada. El Señor Jesús era clavado en la cruz a diario. A veces era crucificado por Su madre. Otras veces, lo crucificaba Pedro o algún otro discípulo. A Jesús lo clavaba en la cruz incluso el amor de Sus discípulos. Por ejemplo, cuanto más amaba Pedro al Señor Jesús, más lo crucificaba. Por tanto, antes de ser literalmente crucificado por los romanos, Jesús había sido crucificado repetidas veces por Su madre, Sus hermanos y Sus discípulos. En Juan 7, encontramos un ejemplo de cómo el Señor fue crucificado por Sus hermanos. De hecho, durante los tres años y medio del ministerio del Señor Jesús, por la mayor parte Él no sólo vivía, sino que moría. Él llevó una vida crucificada. Esto es lo que quiere decir Pablo cuando hace referencia a la muerte de Jesús. Se trata de una crucifixión lenta, gradual y continua. Ahora podemos entender que el Señor Jesús fue crucificado no solamente durante las seis horas que Él estuvo en aquella cruz material. Por lo menos durante tres años y medio, Él era crucificado continua, gradual y lentamente. A esta clase de muerte hace referencia Pablo en 4:10. MORIR A DIARIO Los apóstoles fueron designados por el Señor para que fuesen Sus seguidores. Ellos no fueron designados por Él para que realizaran una gran obra al seguir a un Cristo de gran porte exterior, sino que fueron designados para que llevaran cierta clase de vida. Habían de seguir al hombre Jesús y así llevar la vida que este hombre pequeño vivió. Ésta no es una vida que la gente recibe con gusto; es una vida que es rechazada, una vida que siempre es crucificada, a la cual siempre se le da muerte. Jesús llevó esta clase de vida, y Sus seguidores, los apóstoles, también la llevaron. Ésta es la razón por la que Pablo dice que siempre llevaban en el cuerpo la muerte de Jesús. Seguir a Jesús de Nazaret implica ser aniquilado; no supone realizar una gran obra. Además, el ser hecho mártir en un instante es algo bastante fácil, pero morir gradual, lenta y constantemente es algo sumamente difícil. La muerte gradual acarrea más sufrimientos que la casi instantánea muerte de un mártir. Al Señor Jesús, durante por lo menos tres años y medio, se le aplicó una muerte gradual. Ésta fue también la experiencia de Pablo durante un largo período. Adondequiera que él iba, experimentaba en su cuerpo la muerte de Jesús. Refiriéndose a esto, él dice en 1 Corintios 15:31: “Cada día muero”. Aquí Pablo parece decir: “En lugar de vivir, en realidad muero día tras día. Estoy pasando por una muerte lenta, gradual y continua”. A esta muerte continua se refiere Pablo cuando menciona la muerte que operaba en Jesús. EL HOMBRE EXTERIOR ES CONSUMIDO Llevar la muerte de Jesús tiene como fin consumir la vieja creación que forma parte de nosotros. Cuando Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre, Él tenía una parte exterior, que representaba la vieja creación, y una parte interior, que representaba al Dios eterno. La parte exterior era consumida, se le daba muerte, pero la parte interior era levantada, resucitada. Esto fue así en el caso del Señor Jesús, fue así en el caso de los apóstoles y es así en el caso de todos los creyentes. Mediante nuestro nacimiento natural, llegamos a ser personas de la vieja creación, y por medio de la regeneración, hemos llegado a ser personas de la nueva creación. Como personas regeneradas, todavía poseemos una parte externa que representa la vieja creación. Esta parte debe de ser consumida, desmoronada, acabada. Pero al mismo tiempo, tenemos una parte interior que representa al Dios eterno, y esta parte debe ser desarrollada, resucitada y renovada. La muerte de Jesús, mencionada en 4:10, está relacionada con el hombre exterior, el cual debe ser consumido. En todos nosotros, como creyentes genuinos, hay una parte que Pablo describe como el hombre exterior. Este hombre exterior se va desgastando; está siendo consumido, desmoronado, acabado. Este desgastamiento del hombre exterior es la misma muerte que operaba en Jesús. Por tanto, llevar la muerte de Jesús es sinónimo de experimentar que nuestro hombre exterior sea consumido. En el recobro del Señor, experimentamos la muerte de Jesús para que el hombre exterior sea consumido. Estamos pasando por un proceso de muerte, un proceso en el que se le da muerte al hombre exterior. Supongamos que cierto hermano joven es muy inteligente. En muchos grupos cristianos, a este joven inteligente se le admiraría y aun se le exaltaría. Sin embargo, en la vida de iglesia en el recobro del Señor, en lugar de ser entronizado, él experimentará la muerte de Jesús. En el recobro, parece que cuanto más inteligente es una persona, más es clavada en la cruz. Esta obra de crucifixión a menudo la lleva a cabo el Señor por medio de los que nos rodean, especialmente los que integran nuestra vida familiar. Por ejemplo, antes de que una hermana joven llegara a la vida de iglesia, es posible que su marido rara vez le hiciera pasar malos ratos. Pero ahora que ella está en el recobro, pareciere que su marido se ha vuelto muy difícil. Esta hermana no debe culpar a su marido. El Señor todopoderoso, que está en el trono, usa al marido de esta hermana para consumir en ella la vieja creación, el hombre exterior. Es como si el Señor le haya encargado al marido la tarea de llevar a cabo la obra de clavar en la cruz a su esposa. La hermana quizás llore y clame al Señor, diciéndole que ya no puede soportar eso. No obstante, todavía le hace falta experimentar mucho más de esta obra de crucifixión, y la hermana debe prepararse para ello. El Señor tal vez use al marido para clavarle un clavo, y a los hermanos y hermanas, e incluso a los ancianos de la iglesia, para clavarle muchos otros clavos. Entonces la hermana quizás diga: “No puedo soportar esta situación con mi marido ni con la iglesia. ¿Por qué los ancianos me causan tantas dificultades?” La razón es que el Señor usa diferentes personas para clavar a esta hermana en la cruz, es decir, para consumir su hombre exterior. Cuando algunos santos no están contentos con la iglesia de su localidad, quieren mudarse a otra parte. Puesto que los santos los clavan en la cruz, o sea, les dan muerte, quieren ir a otra iglesia donde, según ellos, la situación será diferente. De hecho, si se mudan con el propósito de evadir la muerte de Jesús, quizás les espere una cuota aun mayor de esta experiencia en otra localidad. Si usted no puede sobrepasar la situación que vive con la iglesia de su localidad, eso indica que tampoco logrará estar bien en ninguna otra iglesia local. En lugar de mudarse de un lugar a otro, quédese simplemente donde está y permita que los santos le den muerte. Además, el hecho de que usted llora a causa de su situación indica que todavía no ha sido crucificado. Una persona muerta no derrama ninguna lágrima. Si todavía llora a causa de la experiencia de ser consumido, eso indica que usted necesita experimentar más de la muerte de Jesús. Permanezca donde está hasta que haya sido plenamente crucificado. NUESTRO DESTINO FINAL: LA RESURRECCIÓN Al oír estas palabras acerca de llevar la muerte de Jesús, algunos dirán: “¡Oh, qué terrible destino nos espera en el recobro del Señor! Estamos siendo crucificados, consumidos, muertos”. Es nuestro destino llevar la muerte de Jesús, pero no es nuestro destino final. Nuestro destino final es la resurrección. A los que no estén dispuestos a ser crucificados, les tocará sufrir. Pero los que estén dispuestos a ser crucificados, experimentarán gozo; se regocijarán en la resurrección. En 4:14 Pablo dice claramente que nuestro destino final es la resurrección: “Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará aprobados juntamente con vosotros”. Aquí Pablo no habla de ser sepultados juntamente con Jesús o de ser crucificados con Él, sino de ser levantados, resucitados, con Jesús. Ésta es una declaración de victoria, e indica que la resurrección es nuestro destino final. Pareciera que la vida de iglesia en el recobro del Señor es un altar, un matadero. Pero de hecho, la vida de iglesia es un disfrute que se experimenta en resurrección. Desde el momento mismo en que nos disponemos a ser crucificados, podemos experimentar este gozo en resurrección. Luego, tal vez nos lamentemos por habernos rehusado a ser clavados en la cruz en el pasado. Tal vez pensemos: “Si yo hubiera estado dispuesto a recibir más clavos, ¡cuánto más gozo tendría ahora!” Puesto que nuestro destino final es la resurrección, no debemos llorar porque se nos aplique la muerte de Cristo. Antes bien, con espíritu fuerte, debemos regocijarnos en la resurrección. EL ESPÍRITU DE FE En 2 Corintios 4:13 se dice: “Y teniendo el mismo espíritu de fe conforme a lo que está escrito: ‘Creí, por lo cual hablé’, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”. Este espíritu es el espíritu mezclado, el Espíritu divino mezclado con el espíritu humano regenerado. Tanto Alford como Vincent, en sus comentarios sobre este versículo, hablan del espíritu mezclado, pero de una manera un tanto vaga. Alford dijo: “No exclusivamente el Espíritu Santo; pero, por otro lado, no meramente una inclinación humana: el Espíritu Santo que mora en nosotros penetra y caracteriza a todo el hombre renovado”. Por una parte, Alford habla del Espíritu Santo, pero por otra, él indica que algo humano, representado por la palabra inclinación, queda también implícito. De hecho, a lo que se refería Alford era al espíritu humano. Vincent declara: “Espíritu de fe: no exclusivamente el Espíritu Santo, ni tampoco, por otro lado, una facultad o inclinación humana, sino una mezcla de los dos”. Los comentarios de Vincent representan una ampliación de lo que dijo Alford. La palabra “facultad” ciertamente es mejor que la palabra “inclinación”. Además, Vincent habla de la mezcla del Espíritu con una facultad humana específica. En realidad, esta mezcla es la mezcla del Espíritu Santo con nuestro espíritu humano. Actualmente contamos con una expresión más clara y concreta. No necesitamos usar la palabra inclinación o facultad para describir al espíritu de fe de 4:13, pues sabemos que este espíritu es nuestro espíritu mezclado con el Espíritu Santo. Debemos ejercitar este espíritu para creer y hablar, como lo hizo el salmista (Sal. 116:10), las cosas que hemos experimentado del Señor, especialmente Su muerte y resurrección. La fe está en nuestro espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu Santo, y no en nuestra mente. Las dudas se encuentran en nuestra mente. El espíritu en este contexto indica que es por el espíritu mezclado que los apóstoles llevaban una vida crucificada en resurrección a fin de llevar a cabo su ministerio. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y CINCO LA MUERTE QUE OPERABA EN JESÚS, Y LA RENOVACIÓN DEL HOMBRE INTERIOR (3) Lectura bíblica: 2 Co. 4:10-18 En 4:10 Pablo dice: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. En el versículo 16, Pablo añade: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. La experiencia que implica llevar la muerte de Jesús da por resultado la renovación del hombre interior. EL HOMBRE EXTERIOR Y EL HOMBRE INTERIOR ¿Qué es el hombre interior? Es difícil explicar lo que es el hombre interior. Por más de cuarenta años, he considerado y estudiado el significado de las expresiones halladas en 4:16: “el hombre exterior” y “el hombre interior”. Algunos autores han afirmado que el hombre exterior denota nuestro hombre natural y que el hombre interior denota nuestro hombre espiritual. Yo no diría que este entendimiento es erróneo, pero sí que es ambiguo. Si consideran el contexto de este capítulo, el hombre exterior alude principalmente al cuerpo físico. En el versículo 10 Pablo habla de “llevar en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús”, y en el versículo 11 menciona la carne mortal. Llevar en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús equivale a que nuestro hombre exterior sea consumido, desgastado. Por tanto, el hombre exterior del versículo 16 tiene que referirse principalmente al cuerpo. Asimismo, el hombre interior, aquí en este versículo, debe de referirse a nuestro espíritu regenerado, como lo indica el versículo 13, donde Pablo usa la expresión “el mismo espíritu de fe”. Como hemos señalado, este espíritu es el espíritu mezclado, el espíritu humano regenerado que ha sido mezclado con el Espíritu Santo. El cuerpo ha de ser consumido, pero el espíritu regenerado ha de ser renovado de día en día. Según este contexto, el hombre exterior se refiere al cuerpo, y el hombre interior es principalmente el espíritu regenerado. Nuestro hombre exterior incluye nuestro cuerpo, que es su órgano físico, y nuestra alma, que es su vida y persona. El hombre interior consta del espíritu regenerado, que es su vida y persona, y del alma renovada, que es su órgano. La vida del alma debe ser negada (Mt. 16:24-25), pero las funciones del alma —la mente, la voluntad y la parte emotiva— deben ser renovadas y llevadas a un nivel más alto al ser subyugadas (2 Co. 10:4-5), a fin de que el espíritu, la persona del hombre interior, pueda usarlas. Según lo dicho por Pablo en el versículo 16, el hombre exterior se va consumiendo, desmoronando, acabando. Por el aniquilamiento continuo, o sea, por la operación de la muerte, nuestro hombre exterior, es decir, nuestro cuerpo material junto con el alma, de la cual procede su vigor (1 Co. 15:44), se va consumiendo y desmoronando. El hombre exterior, cuyo órgano es el cuerpo y cuya vida y persona es la vida del alma, debe ser consumido. Todos tenemos un hombre exterior. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él también tenía un hombre exterior, el cual tuvo que ser consumido. En el versículo 16 Pablo declara también que nuestro hombre interior se va renovando de día en día. La renovación del hombre interior se produce al ser nutrido éste con el fresco suministro de la vida de resurrección. Mientras nuestro cuerpo mortal, nuestro hombre exterior, está siendo consumido por la operación de la muerte, nuestro hombre interior, es decir, nuestro espíritu regenerado, junto con las partes interiores de nuestro ser (Jer. 31:33; He. 8:10; Ro. 7:22, 25), de día en día está siendo renovado metabólicamente con el suministro de la vida de resurrección. Mientras el hombre interior se va renovando, las funciones del alma, a saber, la mente, la parte emotiva y la voluntad, también son renovadas. EL DESGASTAMIENTO DEL HOMBRE EXTERIOR Apliquemos ahora este asunto a nuestro diario vivir, en especial a nuestra vida familiar y a nuestra vida de iglesia. Supongamos que un hermano joven y una hermana joven que están en la vida de iglesia se casan. El hermano es fuerte, sano, inteligente y enérgico. No tomará mucho tiempo para que la hermana descubra que su marido es una persona fuerte y que posee una vida natural muy prominente. El hombre exterior del hermano se compone de su energético cuerpo y de su predominante alma. Su hombre exterior debe experimentar la muerte de Jesús. El Señor usará a la esposa de este hermano para consumir el hombre exterior de dicho hermano. Al mismo tiempo, usará al hermano para consumir el hombre exterior de la hermana. El hombre exterior no merece ser edificado, fortalecido, exaltado ni entronizado. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él no necesitaba que Su hombre exterior fuese entronizado. Al contrario, necesitaba que a Su hombre exterior se le diera muerte. Ya que todos tenemos un hombre exterior fuerte, necesitamos experimentar la muerte de Jesús. En la vida de iglesia he descubierto que el hombre exterior de las hermanas es aun más preponderante que el de los hermanos. Por esta razón, generalmente le es mucho más difícil ser crucificada a una hermana que a un hermano. Parece que se necesitan más clavos en el caso de las hermanas. Se puede comparar al hombre exterior de los hermanos con el cristal, y el hombre exterior de las hermanas, con el hule. Es mucho más fácil romper un cristal que romper el hule. Pero ya sea nuestro hombre exterior como el cristal o sea como el hule, ninguno de nosotros es quebrantado con facilidad. Parece que ciertos santos necesitan una crucifixión perdurable, porque su hombre exterior tiene demasiada resistencia. Algunos hermanos y hermanas han estado en la vida de iglesia por veinte años y todavía su hombre exterior no ha sido quebrantado. No tienen ninguna intención de ser quebrantados. Parece que siempre pueden evadir el ser puestos en la cruz. Cuanto más es consumido nuestro hombre exterior, cuanto más experimenta la muerte, más se renueva nuestro hombre interior. Nuestro espíritu regenerado, junto con nuestra mente, parte emotiva y voluntad renovada, debe ser resucitado, desarrollado, agrandado y refrescado. Por tanto, a medida que el hombre exterior es consumido, el hombre interior es resucitado, renovado y desarrollado. Únicamente cuando llevamos una vida en la cual nuestro hombre exterior continuamente experimenta la muerte y nuestro hombre interior se renueva y resucita, podemos llevar a cabo el ministerio del nuevo pacto. De hecho, esta clase de vida es el ministerio del nuevo pacto. Se necesitan esta vida y este ministerio para el recobro actual del Señor. Sólo esta clase de ministerio puede impartir vida a otros, puede ministrar a Cristo como el Espíritu vivificante y como la justicia. Ni los dones, ni la capacidad, ni la enérgica actividad ni las obras diligentes pueden lograr esto. Lo único que se necesita es una vida crucificada, la vida en la que el hombre exterior experimenta continuamente la muerte de Jesús a fin de que las partes internas de nuestro ser sean resucitadas, refrescadas y desarrolladas. Espero que deje en nosotros una profunda impresión el hecho de que el ministerio del nuevo pacto no es cuestión de talento ni de habilidad. Este ministerio comprende únicamente la vida divina. En esta clase de vida, al ser natural se le da muerte para que el ser espiritual sea resucitado, renovado y desarrollado. Esta vida se necesita de manera crucial para el recobro actual del Señor. DISTINTAS CLASES DE SUFRIMIENTOS En los mensajes anteriores y en este mensaje hemos dicho mucho acerca de experimentar la muerte de Jesús. Me preocupa profundamente que algunos santos tengan una comprensión errada acerca de este asunto. Quizás piensen que cualquier clase de sufrimiento constituye una experiencia de la muerte de Jesús. Cuando cantan himnos como el que dice: “Con cada golpe” (Himnos, #295), tal vez no tengan el entendimiento correcto de este himno ni de lo que quiere decir Pablo cuando habla de experimentar la muerte de Jesús. Por tanto, para evitar malentendidos, deseo hacer notar que no todos los sufrimientos que experimentamos los cristianos pertenecen a la misma categoría. De hecho, existen por lo menos tres clases de sufrimientos que experimentamos los cristianos. Consideremos estas categorías. El sufrimiento que padecemos por estar en la vieja creación La primera clase de sufrimientos es la que es común a todos los seres humanos. Por supuesto, los cristianos no son los únicos que sufren. Todo el mundo sufre. El sufrimiento es universal debido a la caída del hombre. A causa de la caída, la creación envejeció. Ésta es una condición muy negativa, ya que la vejez de la creación indica que la creación está en una condición caída, corrupta y que se va desgastando. Debido a la vieja creación y al hombre caído, hay muchas calamidades y enfermedades. Por vivir nosotros en la vieja y caída creación, estamos propensos a enfermarnos. Alguien puede contraer tuberculosis; a otros se les puede desarrollar un cáncer. No debemos pensar que una persona se vuelve víctima de una enfermedad como éstas porque es mala. Éste no es el caso; la enfermedad es una de las calamidades comunes que se hallan en este universo caído. Los creyentes y los incrédulos son seres humanos y, como tales, no podemos evitar las calamidades. Al oír estas palabras acerca de las enfermedades y de las calamidades, algunos tal vez digan: “¿Acaso no nos protege Dios?” Sí, Dios nos protege, pero cuando surge una calamidad, es posible que todos, creyentes e incrédulos, sufran. Ciertamente Pablo no se refiere a esta primera clase de sufrimientos cuando habla de la muerte de Jesús. No apliquemos el sufrimiento causado por las calamidades relacionadas con la vieja creación a lo que significa llevar la muerte de Jesús en 2 Corintios 4. Si se aplicara lo que significa llevar la muerte de Jesús de esta manera, entonces sería el caso que todos los incrédulos experimentaran la muerte de Jesús, pues ellos también padecen de enfermedades y calamidades. Es un error muy grave pensar que llevar la muerte de Jesús se refiere a experimentar los sufrimientos provocados por las calamidades de la vieja creación, los cuales son comunes a todos los hombres. El sufrimiento que padecemos a causa de pecados y de errores La segunda clase de sufrimientos que experimentamos los cristianos es la que proviene de los pecados y errores. Si somos descuidados e insensatos al ejercer nuestras responsabilidades, es posible que suframos cierta clase de pérdida. Por ejemplo, tal vez un hermano tiene un empleo que le exige llegar a cierta hora. Sin embargo, es posible que él constantemente llegue bastante tarde, y como resultado, lo despiden del trabajo. Esto puede ser considerado una especie de sufrimiento; pero este sufrimiento es fruto de la negligencia. Si un hermano pierde su trabajo por este motivo, no debe decir que este sufrimiento equivale a llevar la muerte de Jesús. Este sufrimiento no tiene nada que ver con experimentar la muerte de Jesús; al contrario, se debe a que uno no cumple con su responsabilidad. En 4:10 Pablo habla de experimentar la muerte de Jesús. Luego, en el versículo 11, declara: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Quisiera llamar la atención a las palabras “por causa de Jesús”. Las palabras “llevar la muerte de Jesús”, del versículo 10, se usan de manera intercambiable con la frase “estamos entregados a muerte por causa de Jesús”, del versículo 11. Esto significa que llevar la muerte de Jesús supone cierto sufrimiento por causa de Jesús. Un hermano que pierde su empleo por negligencia e irresponsabilidad no es despedido por causa de Jesús. No debe atribuirle esto a Jesús. Él fue despedido por causa de su negligencia. No sería justo considerar esta clase de sufrimiento como la experiencia de llevar la muerte de Jesús, como un sufrimiento por causa de Jesús. Sufrir a causa de pecados y errores que cometemos no constituye experimentar la muerte de Jesús. Para aclarar aun más este asunto, usemos otro ejemplo. Supongamos que usted no cierra con seguro la puerta de su casa cuando se va a la reunión de la iglesia. De hecho, incluso olvida cerrar la puerta. Mientras está en la reunión, alguien entra en su casa, roba muchas cosas y hace muchos daños. Cuando usted repase el daño y las pérdidas, no debe decir: “Alabado sea el Señor, ésta es una experiencia de llevar la muerte de Jesús”. Una vez más, esta clase de sufrimiento y de pérdida no equivale a experimentar la muerte de Jesús. No se debe atribuir esa clase de pérdida a Jesús, ni pensar que está experimentando la muerte de Jesús. Cuando sufrimos puramente por causa de Jesús y por causa de la iglesia, el Cuerpo, eso sí equivale a experimentar la muerte de Jesús. Cuando cantemos un himno como el que dice: “Con cada golpe”, debemos tener cuidado de no introducir inconscientemente el ascetismo. El ascetismo supone un suicidio gradual, un aniquilamiento lento y continuo, como el que se describe en el libro La imitaciónde Cristo. Ese libro contiene un marcado elemento de ascetismo. Cuando los que practican el ascetismo hablan de llevar la cruz, en realidad se refieren a un aniquilamiento que uno se aplica a sí mismo. Nosotros no debemos tener un concepto ascético cuando cantemos el himno que dice: “Con cada golpe”. De hecho, cantar este himno en relación con llevar la muerte de Jesús podría indicar que nuestra comprensión de lo que es llevar la muerte de Jesús no es acertada. La experiencia de llevar la muerte de Jesús no consiste en padecer sufrimientos comunes. De hecho, el propósito de llevar la muerte de Jesús no es causarnos sufrimiento, sino consumir nuestro hombre exterior. La muerte que operaba en Jesús La tercera categoría de sufrimientos que experimentamos los cristianos es la de llevar la muerte de Jesús. Pablo no experimentó esto porque estuviera mal; al contrario, él estaba bien en todo sentido. No obstante, él fue oprimido, estuvo en apuros, y fue perseguido y derribado. Pero todo esto lo sufrió por causa de Jesús, por causa del Cuerpo y por causa del ministerio del nuevo pacto. Pablo y los demás apóstoles no habían errado, y estos sufrimientos específicos no estaban relacionados con ningún error que ellos cometieron. No obstante, ellos todavía tenían el hombre exterior, y este hombre exterior debía ser consumido. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él no cometió ningún error, ni actuó mal en nada. Sin embargo, Él tenía un hombre exterior que necesitaba ser consumido. Por tanto, llevar la muerte de Jesús no es un castigo, una corrección ni una disciplina. Esto está relacionado con la segunda categoría de sufrimiento cristiano. Corregirnos, castigarnos o disciplinarnos no constituye la meta por la cual experimentamos la muerte de Jesús. Tampoco se trata de que pasemos por calamidades naturales. Antes bien, es una especie de persecución, de operación o de disciplina, que nos sobreviene para consumir nuestro hombre natural, nuestro hombre exterior, nuestra carne, a fin de que nuestro hombre interior tenga la oportunidad de desarrollarse y ser renovado. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y SEIS LA NUEVA CREACIÓN EN CRISTO LLEGA A SER LA JUSTICIA DE DIOS POR MEDIO DEL SEGUNDO PASO DE LA RECONCILIACIÓN (1) Lectura bíblica: 2 Co. 5:1-21 En 2 Corintios 5 Pablo trata varios temas importantes. Primero mencionaremos brevemente estos asuntos, y posteriormente profundizaremos en ellos. SEIS ASUNTOS IMPORTANTES En este capítulo, Pablo primero habla del anhelo de ser revestido de un cuerpo transfigurado (5:1-8), lo cual está relacionado con la redención del cuerpo. Pablo deseaba ser revestido de un cuerpo transfigurado, de un cuerpo que estuviera en resurrección. En los versículos 1 y 2, él dice: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una morada no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y en este tabernáculo también gemimos, deseando ser revestidos de nuestra habitación celestial”. El segundo asunto que abarca Pablo en este capítulo es el empeño de serle de agrado al Señor: “Por tanto nos empeñamos también, sea en este domicilio o fuera de él, en conseguir el honor de serle agradables” (v. 9). Aquí empeñarse significa tener celo con una meta firme, esforzarse con diligencia para agradar al Señor. Todos debemos empeñarnos en complacer al Señor. No debemos ambicionar ninguna clase de posición en la vida de iglesia; más bien, debemos empeñarnos en serle de agrado al Señor. El tercer asunto es el ser constreñido a vivir para el Señor. En los versículos 14 y 15 Pablo declara: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado”. En estos versículos Pablo habla de ser constreñidos a vivir para el Señor y no dedicados al Señor. En los versículos 16 y 17 Pablo menciona el cuarto asunto, la nueva creación: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. Hallamos el quinto asunto en los versículos del 18 al 20, donde Pablo habla del ministerio de la reconciliación. En el versículo 18 él declara: “Mas todo proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. En el versículo 19, él habla de “la palabra de la reconciliación”, y en el versículo 20, ruega a los santos, en nombre de Cristo, que se reconcilien con Dios. Finalmente, en el versículo 21, tenemos el crucial asunto de la justicia de Dios: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”. Aparentemente, estos seis asuntos pertenecen a distintas categorías y no están relacionados entre sí. Así que, uno podría leer este capítulo y no ver ninguna continuidad entre un asunto y otro. Pero de hecho sí existe una continuidad entre ellos, y no es difícil verla. No sólo los asuntos importantes del capítulo cinco siguen una secuencia, sino que el capítulo cinco en sí es una continuación del capítulo cuatro, lo cual indica el hecho de que 5:1 empieza con la palabra “porque”. “Porque” indica que lo que se abarcará en este capítulo es una explicación de lo que se dijo en 4:13-18. ANHELAR LA TRANSFIGURACIÓN En 5:1 Pablo habla de que nuestra morada terrestre, nuestro tabernáculo, se deshará. El hecho de que nuestro cuerpo como nuestra morada terrestre, nuestro tabernáculo, se deshaga significa que nuestro hombre exterior será consumido, será desmoronado. Hacia el final del cuarto capítulo de 2 Corintios, Pablo declara que nuestro hombre exterior se va desgastando, que nuestro hombre interior se va renovando y que nosotros no miramos las cosas que se ven, sino las que no se ven. Esto significa que vivimos y andamos por fe. Luego, en 5:1, él se explica, diciendo que sabemos que si nuestro hombre exterior, nuestra morada terrestre, nuestro tabernáculo, se deshace, tenemos una mejor morada en los cielos. Por tanto, en el capítulo cinco se ve una clara secuencia de lo que Pablo dice en el capítulo cuatro. Esta continuidad indica que al final del capítulo cuatro, Pablo se había convertido en una persona verdaderamente madura. Él había sido regenerado en su espíritu y transformado en su alma; todo su ser había sido renovado. Lo único que quedaba por completarse era la plena redención de su cuerpo físico. El cuerpo de Pablo aun permanecía en la vieja creación, es decir, aún no había sido cambiado, transfigurado. Por tanto, en 5:1-8, Pablo expresa su anhelo, su aspiración, de que su cuerpo fuera transfigurado. Pablo no deseaba estar desnudo, es decir, que su cuerpo le fuese quitado. Deseaba ser revestido, es decir, deseaba vestirse de un cuerpo transfigurado. La muerte hace que la persona se separe de su cuerpo. A veces, durante los servicios fúnebres, los ministros dicen que el fallecido se ha ido, que se ha marchado y que ya no está con nosotros. A menudo los cristianos usan la expresión “se fue para estar con el Señor”. El anhelo de Pablo no era quedarse sin cuerpo. Él no deseaba ser desnudado, o sea, que le fuera quitado su cuerpo; antes bien, anhelaba ser revestido de un cuerpo resucitado. Esto significa que anhelaba que su cuerpo fuese redimido. Él sabía que su espíritu había sido regenerado y que su alma había sido transformada, pero también se daba cuenta de que su cuerpo todavía no había sido transfigurado. Por tanto, él anhelaba y esperaba la redención de su cuerpo. En los primeros ocho versículos del capítulo cinco, se habla de este anhelo. MOLDEADOS POR DIOS En el versículo 5 Pablo declara: “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado en arras el Espíritu”. La palabra griega traducida “hizo” significa también elaboró, formó, preparó, dispuso. Dios nos hizo, nos elaboró, nos formó, nos preparó y nos dispuso con el propósito de que nuestro cuerpo mortal sea sorbido por Su vida de resurrección. De esta manera todo nuestro ser será saturado de Cristo. Dios nos ha dado el Espíritu para que sea las arras, la prenda, el anticipo, la garantía, de esta maravillosa y admirable parte de la salvación completa que Dios en Cristo ha preparado para nosotros. Dios tiene la intención de revestirnos de un cuerpo de resurrección. Pero si hemos de ser revestidos de un cuerpo transfigurado, necesitamos cumplir con ciertos requisitos. Un pecador no está calificado para ser revestido de un cuerpo transfigurado; no es apto para un cuerpo así. Pero Dios nos hizo, nos formó, nos moldeó, para esto. Así como un sastre le da la forma a un saco para que le quede a nuestro cuerpo, así Dios nos está moldeando para que nos revistamos de un cuerpo de resurrección. Dios no está moldeando un cuerpo; nos está moldeando a nosotros. Cuando usted compra un nuevo par de zapatos, escoge zapatos que tengan la forma de su pie. Dios actúa al contrario: Él moldea nuestros pies para que le queden a los zapatos. Nos moldea, nos prepara a nosotros para que podamos vestirnos de un cuerpo resucitado. ¿Cómo moldea Dios a un pecador para que se vista de un cuerpo resucitado? Él lo moldea al perdonar sus pecados, al impartir la vida divina en él para regenerar su espíritu, y luego, al transformar su alma. Esto es lo que significa que Dios nos moldee. ¿Ha sido usted moldeado por Dios? La mejor respuesta es decir que hemos sido moldeados hasta cierto grado. Aunque he sido moldeado por Dios hasta cierto punto, sé que no he sido completamente moldeado por Él. Por tanto, necesito ser moldeado más. LAS ARRAS DEL ESPÍRITU En cuanto al hecho de que Dios nos moldea, Pablo dice que Dios nos ha dado las arras del Espíritu. Esto indica que Dios mismo, el propio Espíritu vivificante, se imparte en nosotros como garantía, como estas arras, y que este hecho constituye el factor principal en Su obra de moldearnos. Esto significa que Dios se ha dado a Sí mismo en arras a nosotros a fin de realizar esto por nosotros. Él, como Espíritu vivificante, se ha puesto en nuestro espíritu para garantizar que un día nos revestirá de un cuerpo de resurrección. Tenemos las arras que aseguran que fuimos creados y hechos aptos para este propósito. Esto también va incluido en el ministerio del nuevo pacto. Mediante el ministerio del nuevo pacto, somos moldeados, hechos aptos y preparados para ser revestidos de un cuerpo de resurrección. Todos estamos esperando que esto suceda. EMPEÑARNOS EN AGRADAR AL SEÑOR ¿Qué deberíamos hacer mientras esperamos ser revestidos de un cuerpo transfigurado? El versículo 9 nos da la respuesta: “Por tanto nos empeñamos también, sea en este domicilio o fuera de él, en conseguir el honor de serle agradables”. La expresión “Por tanto” al principio del versículo 9 establece la conexión entre el versículo 9 y el versículo 8. Puesto que esperamos ser revestidos de un cuerpo transfigurado, nos empeñamos en agradar al Señor. Asimismo, mientras esperamos la redención de nuestro cuerpo, nos empeñamos en conseguir el honor de serle agradables al Señor. Lo que declara Pablo en los versículos del 10 al 13 está relacionado con su empeño de agradar al Señor. CONSTREÑIDOS A VIVIR PARA EL SEÑOR En el versículo 14 Pablo añade: “Porque el amor de Cristo nos constriñe”. Una vez más, la palabra “porque” indica una conexión, una continuación. Nos empeñamos en agradar al Señor porque Su amor nos constriñe. El amor de Cristo del versículo 14 es el amor que fue manifestado en la cruz a través de Su muerte por nosotros. La palabra griega traducida constriñe significa literalmente “presionar por todos lados, mantener para un solo fin, limitar por fuerza, confinar dentro de ciertos límites con miras a un solo objetivo, encerrar en una sola línea y con un solo fin, como en un sendero estrecho y amurallado”. La misma palabra griega se usa en Lucas 4:38, 12:50; Hechos 18:5; y en Filipenses 1:23. De esta manera los apóstoles eran constreñidos por el amor de Cristo y así obligados a vivir para Él y serle agradables. Hemos visto que ser constreñidos significa ser presionados por todos lados y mantenidos para un solo fin. Cuando somos constreñidos, somos limitados, como si camináramos en una senda estrecha y amurallada, y somos obligados a ir en cierta dirección. Aunque amamos al Señor, no siempre estamos dispuestos a tomar Su camino. Si Él no nos amurallara, probablemente ya nos habríamos escapado de Él y de la iglesia. Pero el amor de Cristo nos constriñe; nos presiona por todos lados y nos mantiene en una sola meta. No nos queda otra alternativa; no nos queda otro camino que seguir. De hecho, no nos toca escoger a nosotros. Si nos tocara escoger a nosotros, posiblemente todos estaríamos en otra parte hoy en día. No; no nos corresponde a nosotros escoger; es el amor de Cristo el que nos constriñe. Según 5:14 y 15, el amor de Cristo nos constriñe a vivir para Él. El versículo 15 dice: “Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado”. Es fácil entender lo que significa vivir dedicado a Cristo, pero no es fácil explicar lo que significa vivir para Él. Hoy en día, tanto en el catolicismo como en las denominaciones, las personas le dedican muchas actividades a Cristo. Sin embargo, es posible dedicarle alguna actividad al Señor sin vivir para el Señor. Si consideramos esto según el contexto, veremos que vivir para el Señor significa vivir la clase de vida que el Señor Jesús vivió. En el capítulo cuatro vemos que los apóstoles experimentaban el llevar la muerte de Jesús. Cuando llevamos la muerte de Jesús, podemos llevar la clase de vida que llevaba Jesús. Esto es vivir para el Señor. Vivir para el Señor es llevar una vida crucificada; es vivir de tal modo que a nuestro hombre exterior siempre se le dé muerte. El Señor Jesús llevaba esta clase de vida, y los que llevan tal vida hoy, viven para el Señor. Esta comprensión de lo que es vivir para el Señor concuerda con el concepto expresado en el capítulo cuatro. Los cristianos a menudo intentan vivir dedicados al Señor según sus propios conceptos. En un mensaje anterior, ejemplifiqué esto contándoles cómo unos chinos del sur me obligaron a comerme un pan que habían preparado, aunque éste no estaba completamente cocinado y era muy difícil de digerir. Aunque yo prefería comer arroz, insistieron en que me comiera ese pan. Ellos me prepararon ese pan con mucha dedicación, pero no lo hicieron para mí según mis propios gustos. Asimismo, es posible que nos dediquemos a hacer muchas cosas para el Señor, pero que no las hagamos viviendo para el Señor. Lo que el Señor desea no es que nos afanemos por causa de Él. Él quiere que experimentemos Su muerte para que se le dé fin a nuestro hombre natural y a nuestro activo ser. Muchos somos activos o muy emprendedores con respecto a las cosas del Señor, pero lo hacemos en nuestra vida natural. Hacemos cosas para Él con nuestro dinamismo natural. Esto ofende al Señor y nos aparta de Él e impide que lo disfrutemos. Por tanto, lo que necesitamos es ser constreñidos por el amor del Señor a simplemente vivir para Él. Si deseamos vivir para el Señor, debemos negarnos a nuestro hombre exterior. El hombre exterior es la carne. Cuando vivimos para Cristo, no vivimos por nuestro hombre exterior, por nuestra carne. Esto significa que vivir para Cristo requiere que vivamos por nuestro hombre interior, por nuestro espíritu regenerado. CONOCER A LOS DEMÁS SEGÚN EL ESPÍRITU En el versículo 16, el cual es la continuación de los versículos 14 y 15, Pablo declara: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. El no conocer a otros según la carne significa que no los conocemos según el hombre exterior. En la vida de iglesia apropiada, tanto los que toman la delantera como los que llevan a cabo un servicio no conocen a los demás según el hombre exterior. Sin embargo, entre los cristianos de hoy es común conocer a los creyentes según el hombre exterior. Por ejemplo, a la gente se le conoce según su profesión, posición, talentos y aptitudes. No obstante, en la iglesia debemos conocer a los demás según el hombre interior, es decir, según el espíritu. Como continuación del versículo 16, el versículo 17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. ¿Qué es la nueva creación? La nueva creación es una persona regenerada con la vida de Dios y que vive en el hombre interior, y no en el hombre exterior. Una persona que vive en el hombre exterior está en la carne, en la vieja creación, y por ende, está vieja. Pero aquel que vive para el Señor en el hombre interior está en la nueva creación. Ahora podemos ver la conexión que existe entre cuatro asuntos importantes. El empeño de complacer al Señor está conectado con la aspiración a tener un cuerpo resucitado. Vivir para el Señor está relacionado con el empeño de agradar al Señor. Si no vivimos para el Señor, no podremos complacerle. Si deseamos agradar al Señor, debemos vivir para Él, y si hemos de vivir para el Señor, debemos darle muerte a nuestro ser natural. Entonces podremos serle agradables al Señor. Si llevamos una vida así, ciertamente seremos una nueva creación, una persona que vive en el espíritu, en el hombre interior. Por tanto, aspirar a tener un cuerpo transfigurado está conectado con el empeño de agradar al Señor; el empeño de serle agradable está conectado con vivir para el Señor; y vivir para el Señor está conectado con el hecho de ser la nueva creación. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y SIETE LA NUEVA CREACIÓN EN CRISTO LLEGA A SER LA JUSTICIA DE DIOS POR MEDIO DEL SEGUNDO PASO DE LA RECONCILIACIÓN (2) Lectura bíblica: 2 Co. 5:1-21 En el mensaje anterior abarcamos varios asuntos importantes de 2 Corintios 5, los cuales son: aspirar a tener un cuerpo transfigurado, empeñarse uno en serle de agrado al Señor, vivir para el Señor y ser una nueva creación. En el versículo 17, Pablo habla de la nueva creación: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. La vieja creación no posee la vida y la naturaleza divinas, pero la nueva creación, constituida de los creyentes, quienes renacieron de Dios, sí posee la vida y la naturaleza divinas (Jn. 1:13; 3:15; 2 P. 1:4). Por tanto, los creyentes son una nueva creación (Gá. 6:15), no según la vieja naturaleza de la carne, sino según la nueva naturaleza de la vida divina. Las palabras “he aquí” del versículo 17 nos llaman a observar el cambio maravilloso de la nueva creación. EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN En los versículos del 18 al 20, Pablo habla del ministerio de la reconciliación: “Mas todo proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; a saber, que en Cristo Dios estaba reconciliando consigo al mundo, no imputándoles a los hombres sus delitos, y puso en nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, exhortándoos Dios por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”. Debemos leer estos versículos detenidamente. Las palabras “así que” del versículo 20 unen el versículo 20 a los versículos anteriores. Según el versículo 20, los embajadores de Cristo son uno con Dios; son semejantes a Dios, y exhortan como Dios. Su palabra es la palabra de Dios, y lo que hacen es la acción de Dios. Además, las palabras “en nombre de Cristo” significan en representación de Cristo. Como personas que representan a Cristo, los apóstoles eran embajadores de Él. Hoy en día un embajador es una persona autorizada para representar su gobierno. Asimismo, los apóstoles eran autorizados por Cristo para representarle y realizar la obra de la reconciliación. La forma en que Pablo redacta 5:20 no es común. Después de decir que son “embajadores”, declara que Dios exhorta por medio de ellos. Es como si Pablo dijera: “Somos embajadores de Cristo y estamos realizando una obra de reconciliación. Es como si Dios os exhortara a vosotros por medio de nosotros. Nosotros somos uno con Cristo y uno con Dios. Cristo es uno con nosotros, y Dios también es uno con nosotros. Por tanto, Dios, Cristo y nosotros, los apóstoles, todos somos uno”. El ministerio del nuevo pacto es un ministerio en el que Dios, Cristo y los ministros son uno. Lo que Pablo dice en el versículo 20 es fuerte y enfático. Él declara: “Somos embajadores..., exhortándoos Dios por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”. Dios, Cristo y los apóstoles eran uno en llevar a cabo el ministerio de la reconciliación. LOS DOS PASOS DE LA RECONCILIACIÓN Lo que escribe Pablo en el versículo 20 acerca de ser reconciliados con Dios no está dirigido a los pecadores, sino a los creyentes que estaban en Corinto. Estos creyentes ya habían sido reconciliados con Dios, pero sólo en parte; no habían sido reconciliados plenamente. No sería cierto afirmar que los creyentes corintios no habían sido reconciliados con Dios en absoluto. En el primer capítulo de 1 Corintios Pablo se refiere a ellos como santos, como personas que habían sido llamadas por Dios a la comunión de Su Hijo. Así que, ciertamente ellos habían sido reconciliados con Dios hasta cierto grado; probablemente habían sido reconciliados con Él a medias. Los libros de 1 y 2 Corintios demuestran que los creyentes de Corinto, después de ser reconciliados parcialmente con Dios, seguían viviendo en la carne, en el hombre exterior. Entre ellos y Dios quedaba el velo separador de la carne, del hombre natural. Este velo corresponde al velo que estaba en el tabernáculo, el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo; no se refiere al velo que se hallaba a la entrada del Lugar Santo. Los creyentes de Corinto quizás se hallaban en el Lugar Santo, mas no estaban en el Lugar Santísimo. Esto significa que todavía estaban separados del lugar donde se encontraba a Dios. Por tanto, no habían sido reconciliados con Dios de manera completa. En el versículo 19, es el mundo el que debe reconciliarse con Dios, mientras que en el versículo 20, son los creyentes, aquellos que ya habían sido reconciliados con Dios, los que debían ser aún más reconciliados con Él. Esto indica claramente que se requieren dos pasos para que los hombres sean completamente reconciliados con Dios. El primer paso consiste en que los pecadores sean reconciliados con Dios de tal modo que sean separados del pecado. Con este propósito Cristo murió por nuestros pecados (1 Co. 15:3), dando por resultado que Dios nos perdonara los pecados. Éste es el aspecto objetivo de la muerte de Cristo. En este aspecto Él llevó nuestros pecados en la cruz para que Dios los juzgara en Cristo por causa de nosotros. El segundo paso consiste en que los creyentes que viven en la vida natural, sean reconciliados con Dios de tal modo que ya no vivan en la carne. Con este propósito Cristo murió por nosotros, dando por resultado que vivamos para Él en la vida de resurrección (2 Co. 5:14-15). Éste es el aspecto subjetivo de la muerte de Cristo. En este aspecto, Él fue hecho pecado por nosotros para ser juzgado y eliminado por Dios a fin de que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él. Por medio de los dos aspectos de la muerte de Cristo, Él ha reconciliado completamente con Dios al pueblo escogido de Dios. Estos dos pasos de reconciliación son representados claramente por los dos velos del tabernáculo. El primer velo es llamado “la rejilla” (Ex. 26:36, heb.). Un pecador era llevado a Dios mediante la reconciliación de la sangre propiciatoria para que entrara en el Lugar Santo a través de esta rejilla. Esto tipifica el primer paso de la reconciliación. El segundo velo (Ex. 26:31-35; He. 9:3) todavía lo separaba de Dios, quien estaba en el Lugar Santísimo. Este velo tenía que ser rasgado para que el pecador pudiera ser traído a Dios, quien estaba en el Lugar Santísimo. Éste es el segundo paso de la reconciliación. Los creyentes corintios habían sido reconciliados con Dios, habiendo pasado el primer velo y entrado en el Lugar Santo. No obstante, todavía vivían en la carne. Tenían que pasar el segundo velo, el cual ya había sido rasgado (Mt. 27:51; He. 10:20), para poder entrar en el Lugar Santísimo y vivir con Dios en su espíritu (1 Co. 6:17). La meta de esta epístola es conducir a los corintios hasta este punto para que sean personas que vivan en el espíritu (1 Co. 2:14), en el Lugar Santísimo. Esto es lo que el apóstol quería decir con la expresión: “Reconciliaos con Dios”. En el Antiguo Testamento, cuando un pecador se presentaba ante Dios, él primero tenía que ir al altar para que sus pecados fueran perdonados por medio de la sangre de la ofrenda por el pecado. Después de experimentar el perdón de los pecados, él podía entrar al Lugar Santo. Éste es el primer paso de la reconciliación, el paso por el cual un pecador empieza a ser reconciliado con Dios. Ésta era la situación de los creyentes de Corinto, y es también la situación de la mayoría de los cristianos genuinos de hoy. Sólo en parte hemos sido reconciliados con Dios por medio de la cruz sobre la cual Cristo murió como nuestra ofrenda por el pecado, y donde derramó Su sangre para lavarnos de nuestros pecados. Cuando creímos en Él, fuimos perdonados por Dios, reconciliados con Él y devueltos a Él. Anteriormente, nos alejamos de Dios y nos descarriamos, pero mediante el arrepentimiento, volvimos a Él y fuimos reconciliados con Él. Sin embargo, fuimos reconciliados con Dios sólo en parte, a medias. UNA RECONCILIACIÓN COMPLETA Aunque los corintios habían sido salvos y reconciliados con Dios a medias, todavía vivían en la carne; es decir, vivían en el alma, en el hombre exterior, que es el ser natural. El velo de la carne, del hombre natural, seguía separándolo de Dios. Esto significa que su ser natural era un velo de separación. Por tanto, ellos necesitaban el segundo paso de la reconciliación. En 2 Corintios 5 Pablo laboraba para llevar a cabo este segundo paso. Él laboraba en los corintios para eliminar el velo de la carne, crucificar la vida natural y consumir el hombre exterior. Lo que el apóstol Pablo hacía en 1 y 2 Corintios era rasgar el velo de la carne, un velo de separación, para que los creyentes corintios pudieran entrar al Lugar Santísimo. Las bendiciones de Dios se encuentran en el Lugar Santo, pero Dios mismo está en el Lugar Santísimo. En el Lugar Santo se hallan las bendiciones de Dios: el Espíritu, el candelero y el altar del incienso, pero no se encuentra la presencia directa de Dios. Si queremos poseer a Dios mismo, tenemos que ser reconciliados más con Él y entrar en el Lugar Santísimo. Si hemos de ser introducidos en la presencia de Dios, debemos dar el segundo paso de la reconciliación. Ésta es la reconciliación completa. Esta reconciliación no sólo nos separa del pecado, sino también de la carne, del hombre natural, del ser natural. Entonces somos introducidos en Dios y llegamos a ser uno con Él. LA MÁXIMA CONSUMACIÓN DE LA SALVACIÓN DE DIOS El versículo 21, el último versículo del capítulo cinco, dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”. Aquí tenemos la máxima consumación de la salvación de Dios: la justicia de Dios. Debemos recordar que el ministerio del nuevo pacto es el ministerio del Espíritu y de la justicia. Este ministerio imparte el Espíritu de vida en los creyentes. Esto resulta en un estado, una condición, que se llama justicia. Antes de que fuésemos salvos, nos encontrábamos en una condición totalmente condenada por Dios. Nada estaba bien, y Dios de ninguna manera podía justificar la condición en la que estábamos. Pero después de ser salvos, fuimos introducidos en un estado donde pudimos ser justificados por Dios. Esto es la justicia. No obstante, si somos sinceros, reconoceremos que, por una parte, estamos en una condición justa, pero por otra, ciertos aspectos de nuestro vivir todavía no están bien. Quizás estos aspectos no se comparen con el grave pecado en el que tal vez vivíamos antes de ser salvos. Sin embargo, hay asuntos que no están bien. Específicamente, por causa de nuestro hombre natural, nuestro yo, sigue existiendo una separación entre nosotros y Dios. Esto es el pecado. Supongamos que un hombre y su esposa no son salvos. A ellos se les dificulta llevarse bien, seguido discuten, y a veces de una manera muy ofensiva. Pero supongamos que un día el marido es salvo y entra en la vida de iglesia. Él empieza a cambiar, y este cambio afecta a su esposa. Un día, ella también es salva y entra en la vida de iglesia. Al igual que su marido, ella también empieza a cambiar. Ahora este hombre y esta mujer están en un estado que la Biblia llama la justicia. No obstante, el hombre, ahora un hermano en el Señor, tiene una forma de ser muy patente. (La forma natural de ser difiere del carácter, pues es una parte innata de nuestro ser, de nuestra propia constitución.) Además, la mujer es muy peculiar y rara vez está de acuerdo con los demás; a menudo los contradice. ¿Cómo podrían ella y su marido vivir en paz, cuando la forma de ser de él es tan predominante y ella es tan peculiar? Quizás ya no pelean como antes, pero tampoco se ponen de acuerdo. Como resultado, hay muy poca comunicación entre ellos. Puesto que sus conversaciones conducen siempre al desacuerdo, el marido quizás le diga a su esposa que es mejor que no hablen. Lo que tienen este hombre y esta mujer es una reconciliación a medias y una justicia a medias. Sin embargo, supongamos que este hermano y esta hermana escuchan un mensaje sobre la necesidad de una reconciliación adicional. El marido empieza a condenar su propia forma de ser, y la esposa condena su peculiaridad, y ambos condenan su vida natural. Como resultado, existe la posibilidad de que sean llevados al Lugar Santísimo para que allí disfruten al Señor. Entonces el marido tal vez diga: “¡Alabado sea el Señor!”, y la esposa conteste: “¡Amén!” Si ésta es la situación de esta pareja, entrarán en una condición que puede ser llamada la justicia de Dios. En 5:17-21 vemos tres asuntos: la nueva creación, la plena reconciliación y la justicia de Dios. ¿Por qué decimos que esta justicia es la máxima consumación de la salvación de Dios? Esta aseveración está basada en 2 Pedro 3:13, donde habla de que la justicia more en los cielos nuevos y en la tierra nueva. El hecho de que la justicia morará en los cielos nuevos y en la tierra nueva indica que todo regresará plenamente a Dios. Todo estará bajo la autoridad de la Cabeza y en buen orden. Nada estará mal, y nada estará fuera de orden. En el cielo nuevo y en la tierra nueva todo estará bien y será satisfactorio a los ojos de Dios. Dios podrá mirar a todo el universo y justificarlo todo. ¿Ha sido usted salvo e introducido a Cristo? ¿Está usted ahora en Cristo? Si usted satisface estas condiciones, usted es una nueva creación. Pero aunque tenga la seguridad de decir que usted es una nueva creación en Cristo, quizás no se atreva a declarar que usted es la justicia de Dios. La razón por la cual no se atreve a declararlo es que usted se parece a una mariposa que no ha emergido completamente de su capullo. Sólo hasta que hayamos salido completamente de nuestros “capullos” podremos afirmar que somos la justicia de Dios. Hasta entonces, lo único que podemos afirmar es que somos la justicia de Dios sólo en parte. Debemos permitir que la cruz opere más en nosotros para que se consuma lo que queda de nuestro capullo. Finalmente, a más tardar en la Nueva Jerusalén, seremos plenamente la justicia de Dios. Entonces Dios podrá gloriarse ante Su enemigo Satanás, de que todo en la Nueva Jerusalén es justicia, de que nada está mal o con defecto, de que todo satisface a Dios. De esta manera, Dios podrá justificarlo todo en la Nueva Jerusalén. Ésta es la justicia que es la consumación del ministerio del nuevo pacto. LLEGAR A SER LA JUSTICIA DE DIOS El ministerio del nuevo pacto, el ministerio del Espíritu y de la justicia, producirá una condición de justicia, primero, en personas individualmente, segundo, en la iglesia, y tercero, en el reino milenario. Cuando venga el reino, habrá justicia en la tierra. Entonces todo satisfará a Dios, y Dios lo justificará todo. Aunque aún no ha llegado la era del reino, podemos tener un anticipo de la justicia del reino hoy en día en la vida de iglesia y en nuestra vida familiar. A veces, la condición de cierta iglesia local puede ser tal, que todas las cosas, todas las personas y todos los asuntos son justificados por Dios. Una iglesia así es la justicia de Dios. Esta clase de condición también puede estar presente en nuestra vida de familia. En algunos casos, he visto que en familias cuyos miembros han sido totalmente salvos, existe una condición en que nada está mal, y todo satisface a Dios y es justificado por Él. Éstas son familias de justicia. El fruto del ministerio del nuevo pacto consiste en producir esta clase de justicia. Los capítulos tres, cuatro y cinco tratan del ministerio del nuevo pacto y sus ministros. Sin embargo, esta sección concluye con lo que Pablo añade acerca de la justicia de Dios. Hoy muchos cristianos únicamente saben que Cristo murió por sus pecados; no se dan cuenta de que Cristo murió por ellos, por personas que son la carne y la vieja creación. Pero en 2 Corintios Pablo no habla de que Cristo murió por nuestros pecados; más bien, en 5:14 él dice: “Uno murió por todos”. Esto significa que Cristo murió por nosotros. En 1 Corintios 15:3 Pablo nos dice que Cristo murió por nuestros pecados a fin de que éstos nos fuesen perdonados por Dios. Esto, sin embargo, representa simplemente la etapa inicial de la reconciliación. Cristo murió en la cruz no solamente por nuestros pecados, sino también por nosotros, por nuestra carne, por nuestro ser natural, nuestro hombre exterior. Cristo murió en la cruz a fin de que se le diera fin a nuestro hombre exterior, nuestro ser natural, y llegásemos a ser la justicia de Dios. Por tanto, Cristo murió por nuestros pecados para que seamos perdonados y justificados por Dios; pero Cristo murió por nosotros a fin de que lleguemos a ser la justicia de Dios. Llegar a ser la justicia de Dios es algo más profundo que ser justificados por Dios. El ministerio del nuevo pacto nos lleva de nuevo a Dios a tal grado que de hecho llegamos a ser la justicia de Dios. No sólo somos justificados por Dios, sino que incluso llegamos a ser la justicia de Dios. EL PECADO, LA CARNE Y EL HOMBRE EXTERIOR En el versículo 21 Pablo declara que Cristo fue hecho pecado por nosotros para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él. Aquí el pecado es sinónimo de la carne. Juan 1:14 dice que Cristo como Verbo se hizo carne. En 2 Corintios 5:21 se declara que Él fue hecho pecado. Según Romanos 8:3, Dios mandó a Su Hijo en semejanza de carne de pecado. Por tanto, el pecado y la carne son sinónimos. Además, puesto que la carne es el hombre exterior, éste es totalmente pecado. Nosotros mismos, nuestro ser natural, no somos más que pecado. El hecho de que Cristo fue hecho carne equivale a que Él fue hecho pecado. Cuando Cristo fue a la cruz, llevó consigo esta carne, lo cual significa que nos llevó a nosotros, nuestro ser natural, nuestro hombre exterior, a la cruz. En el capítulo cuatro Pablo habla del hombre exterior, y en el capítulo cinco, del pecado. El hombre exterior es la carne, y la carne es el pecado. Por tanto, el hombre exterior, la carne y el pecado son sinónimos. Cristo, en Su encarnación, fue hecho carne; es decir, fue hecho pecado, lo cual significa también que Él fue hecho nosotros. Cuando fue crucificado, Él llevó nuestro hombre natural, el hombre exterior, la carne, el pecado, a la cruz y lo clavó allí. Fue en ese momento que Dios condenó el pecado, la carne, el hombre exterior. Cuando Cristo murió en la cruz, Dios condenó nuestro hombre natural; Él lo condenó a usted y a mí. La meta de Dios al hacer esto era que nosotros, en Cristo, llegásemos a ser la justicia de Dios. El Cristo resucitado es la justicia, la resurrección y el Espíritu vivificante. En tal persona llegamos a ser la justicia de Dios. Éste es el producto, el resultado, la máxima consumación, de la salvación de Dios, y esto es lo que producirá el ministerio del nuevo pacto. La conclusión de estos capítulos que tratan del ministerio del nuevo pacto y sus ministros es simplemente la justicia de Dios. ¿Es su vida familiar la justicia de Dios? ¿Es usted la justicia de Dios? ¿Es la iglesia de su localidad la justicia de Dios? Creemos que el ministerio del nuevo pacto opera con la meta de hacer de nosotros, de nuestra vida familiar y de nuestra vida de iglesia, la justicia de Dios. Entonces, cuando llegue la era del reino, la justicia de Dios estará en la tierra. El reino traerá el cielo nuevo y la tierra nueva, y la Nueva Jerusalén. En ese cielo nuevo y esa tierra nueva morará la justicia. Éste es el resultado y la consumación del ministerio del nuevo pacto. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y OCHO LA MEZCLA DE LA DIVINIDAD CON LA HUMANIDAD Lectura bíblica: 2 Co. 3:18; 4:7-15 LOS PASOS PRINCIPALES EN LA PLENA SALVACIÓN QUE DIOS EFECTÚA En la plena salvación que Dios efectúa hay varios pasos principales, los cuales incluyen la redención, la regeneración, la transformación y la glorificación. Nosotros, como criaturas de Dios, fuimos creados por Él para cumplir Su propósito. Sin embargo, llegamos a ser personas caídas. Ser una persona caída equivale a estar perdido. Nos perdimos a causa de haber caído en el pecado. Sin embargo, Dios se hizo hombre en la persona del Hijo con el fin de ser nuestro Redentor. Como tal, Cristo murió en la cruz por nuestros pecados. Aunque estábamos caídos y perdidos, Dios vino como hombre para efectuar la redención y traernos de nuevo a Él. La redención, no obstante, es simplemente la etapa inicial de la plena salvación que Dios efectúa. Cuando creímos en el Señor Jesús, fuimos redimidos para Dios, y al mismo tiempo, el Espíritu de Dios, con la redención de Cristo como base, entró en nuestro ser. Específicamente, el Espíritu entró en nuestro espíritu para regenerarnos, para impartir la vida de Dios a nuestro espíritu, el cual estaba muerto, y así vivificar nuestro espíritu. De esta manera, fuimos regenerados por Dios. Ser regenerado no es lo mismo que nacer de nuestros padres y recibir la vida física; es nacer de Dios para recibir la vida espiritual. Esto significa que el propio Dios quien es vida entró a nuestro espíritu para ser nuestra vida, nuestra naturaleza y nuestra persona. En nuestra experiencia, la redención y la regeneración ocurren al mismo tiempo. Fuimos redimidos, y nuestros pecados fueron perdonados. Como resultado, fuimos justificados por Dios y reconciliados con Él. Ahora que Cristo nos ha redimido para con Dios, ya no existe ningún problema entre Dios y nosotros. Al mismo tiempo que fuimos redimidos, fuimos regenerados, nacimos de nuevo, nacimos de Dios. Por medio de la regeneración, hemos llegado a ser hijos de Dios. LA TRANSFORMACIÓN, LA CONSTITUCIÓN, LA REORGANIZACIÓN La regeneración, al igual que la redención, es simplemente el comienzo, la etapa inicial, de la obra salvadora de Dios. Así como el nacimiento es el comienzo de la vida humana, la regeneración es el comienzo de la vida espiritual. Después de la regeneración, necesitamos la transformación. Si queremos entender el significado de la transformación, debemos usar términos tales como constitución y reorganización. La palabra constitución, usada con relación a la transformación, significa que se añade un elemento nuevo a nuestro ser y se forja en nosotros. Por supuesto, el elemento que se añade a nosotros es el elemento divino. Antes de ser regenerados, no poseíamos el elemento divino. Todos nosotros, fuéramos buenos o malos, poseíamos únicamente el elemento humano. Los que están caídos y los redimidos son iguales en que ambos tienen el elemento humano. Nosotros nos parecemos a un vaso de agua. Sea que el vaso esté limpio o sucio, no contiene más que pura agua. No tiene otros contenidos, otros elementos. Por lo tanto, lo que está en el vaso no tiene el sabor ni el color de nada que no sea el agua. Sin embargo, si se añade té al vaso de agua, se agrega otro elemento al agua. Entonces, dos sustancias, el agua y el té, el té y el agua, se mezclan. A esta mezcla nos referimos cuando usamos el término “constitución”. El agua penetra en el té, y el té, en el agua. Usando el ejemplo del agua y del té, queremos hacer notar que es imposible que el agua se convierta en té si el elemento del té no se añade al agua. Hay una sola forma en que el agua se convierte en té, la cual es poner el té en el agua. Cuando el elemento del té se añade al agua, este elemento efectuará un cambio en el agua, y el resultado será el té. Una vez que el agua se convierte en té, tiene dos elementos: el té y el agua. Cualquiera que beba de ese té, recibirá estos dos elementos. Ingiere una clase de bebida, pero recibe dos clases de elementos. Disfruta del agua para satisfacer su sed, y del té para que le dé cierto sabor. NO SE PRODUCE UNA TERCERA SUSTANCIA Debemos entender claramente, sin embargo, que la mezcla del té con el agua no produce una tercera sustancia, una sustancia que no es ni té ni agua. Decir que el elemento del té se mezcla con el agua no significa que las dos sustancias originales, el té y el agua, quedan anuladas y dejan de existir. Por el contrario, el agua sigue siendo agua, y el té sigue siendo té. La diferencia es que una vez que el té y el agua se mezclan, dejan de estar separados. Se pueden distinguir, mas no están separados, porque se han mezclado y han llegado a ser una sola entidad, una sola bebida. En el mismo principio, cuando lo divino se mezcla con lo humano, tanto la divinidad como la humanidad siguen existiendo. No sería verdad afirmar que esta mezcla produce una tercera sustancia, algo que no es ni divino ni humano. EL COMIENZO DE LA MEZCLA Cuando fuimos regenerados, el té divino fue añadido a nosotros. Antes de que esto sucediera, sea que nuestra conducta fuera buena o mala, teníamos únicamente el elemento humano. Tanto un asaltante de bancos como una persona altamente ética son iguales en que ninguno de los dos posee el elemento divino, mientras no sean regenerados. Alabamos al Señor porque en el momento en que fuimos regenerados, Dios entró en nuestro ser. En ese momento, la Persona divina, juntamente con la vida divina, la naturaleza divina y el Ser divino, se añadieron a nosotros. ¡Qué diferencia tan tremenda hace esto! Ahora, como personas salvas y regeneradas, poseemos dos elementos: el elemento humano y el elemento divino. Además, tenemos la vida divina así como la vida humana, y la naturaleza divina así como la naturaleza humana. El elemento de la divinidad se ha añadido al elemento de nuestra humanidad. La adición del elemento divino a nuestro ser en el momento de la regeneración marca el comienzo de la mezcla de lo divino con lo humano dentro de nosotros. La regeneración, por tanto, es simplemente el comienzo de la mezcla. Cuando se añade té al agua, tanto el té como el agua operan para producir una sola entidad, una sola bebida. Podemos decir que el té y el agua cooperan para producir esta bebida. Según el mismo principio, una vez que Dios se ha añadido a nuestro ser, Él empieza a obrar en nosotros. Ahora nosotros debemos cooperar con la obra de Dios, con Su operación. Desde el momento en que fuimos regenerados, ha estado ocurriendo en nosotros un proceso de constitución y de transformación. Este proceso supone también una reorganización. Cuando nosotros los seres humanos nacimos, fuimos organizados de cierta manera. Pero ahora que ha entrado a nuestro ser un nuevo elemento, el elemento divino, nosotros necesitamos ser organizados de otra manera. Por tanto, necesitamos la constitución, la transformación y la reorganización. En los primeros siglos de la historia de la iglesia, ciertos maestros de la Biblia, maestros de antaño, vieron el asunto de la mezcla, lo experimentaron y lo enseñaron. No obstante, algunos maestros se fueron a un extremo y afirmaron que en la mezcla de la divinidad con la humanidad en el caso de Cristo, las dos naturalezas originales produjeron una tercera naturaleza. Esto es una herejía que fue condenada por el concilio de Calcedonia. Después de eso, a los maestros cristianos les dio miedo hablar de la mezcla de lo divino con lo humano. Sin embargo, nos hemos enterado de que a través de los siglos algunas personas siguieron enseñando correctamente acerca de la mezcla de la divinidad con la humanidad. Recientemente leí dos libros de autores católicos que hablan correctamente de esta mezcla. LA TIPOLOGÍA DE LA MEZCLA La ofrenda de harina, compuesta de flor de harina mezclada con aceite, tipifica la mezcla de la divinidad y la humanidad. En algunos casos, se derramaba el aceite sobre la flor de harina; en otros casos, se mezclaba con ella. En el caso en que el aceite se mezclaba con la harina para hacer una torta que se usaba en la ofrenda de harina, se mezclaban dos sustancias, la harina y el aceite. El aceite no se añadía simplemente a la harina; se mezclaba con él. Pero en esta mezcla, ninguno de sus elementos cesaba de existir. El aceite seguía siendo aceite, y la flor de harina seguía siendo harina. No obstante, mediante el proceso de mezclar la harina y el aceite, los dos elementos llegaban a ser una sola entidad. Pero ni el aceite ni la harina perdían su naturaleza particular a causa de la mezcla. Además, la mezcla del aceite con la harina no produjo una tercera naturaleza, una sustancia que no era ni harina ni aceite. El producto de la mezcla era una torta con dos naturalezas, dos elementos, dos sustancias. La ofrenda de harina tipifica a Cristo. La humanidad de Cristo es tipificada por la flor de harina, y Su divinidad es tipificada por el aceite. La mezcla del aceite con la harina fina indica que en Cristo, la divinidad no sólo se añadió a la humanidad, sino que se mezcló con ella. Así como se mezclaba el aceite con la harina, en Cristo la divinidad se mezcló con la humanidad. Por tanto, Cristo tiene dos naturalezas, la divinidad y la humanidad, mezcladas en Su única persona. Durante Su vida en la tierra, era obvio que Él era un hombre genuino, pero muchas veces era manifiesto que Él verdaderamente era Dios. En el caso de la torta que se usaba en la ofrenda de harina, se podía gustar tanto el aceite como la harina. Asimismo, en el caso de Cristo, la humanidad y la divinidad son manifiestas. LA CABEZA Y EL CUERPO Cristo hoy es la Cabeza del Cuerpo, y nosotros, Sus seguidores, somos Sus miembros. Él, como Cabeza, tiene dos naturalezas, y nosotros, como Sus miembros, también tenemos estas dos naturalezas. Cristo, la Cabeza, tiene divinidad y humanidad, y nosotros, Sus miembros, tenemos también humanidad y divinidad. Consideren su cuerpo físico: la cabeza y los miembros del cuerpo son de la misma sustancia. No es posible que la cabeza sea de una sustancia, y los miembros del cuerpo sean de una sustancia diferente. No, todo el cuerpo es de la misma sustancia, del mismo elemento. Todo nuestro cuerpo tiene la misma sangre, la misma vida y la misma naturaleza. Esto también es cierto con respecto a la relación que existe entre Cristo y la iglesia. Lo que Cristo es y lo que Cristo tiene, también lo somos y lo tenemos nosotros, como miembros Suyos. Cristo tiene humanidad y divinidad, y nosotros también tenemos divinidad y humanidad. Esto significa que Cristo y nosotros, los que creemos en Él y que somos miembros Suyos, tenemos dos naturalezas. No obstante, queremos recalcar una vez más que la mezcla de la divinidad con la humanidad en nosotros no produce una tercera naturaleza. Nuestra humanidad no deja de existir. Ni la divinidad ni la humanidad queda anulada en la mezcla. LA DIVINIDAD Y LA HUMANIDAD SE ENTRETEJEN ENTRE SÍ En el estudio-vida de Éxodo hicimos notar que el efod, una prenda de vestir que llevaba el sumo sacerdote, era hecho al entretejer hilo de lino e hilo dorado. Estos hilos no eran superpuestos ni encimados; más bien, eran entretejidos de manera que formaban un solo tejido. En esta tela, se podía distinguir el hilo de oro y el hilo de lino. Esto también tipifica la mezcla de la divinidad con la humanidad en Cristo. El hilo de oro representa la divinidad de Cristo, y el hilo de lino, Su humanidad. Este entretejido de hilo de oro y de hilo de lino en el efod indica que en Cristo, las dos naturalezas, la humana y la divina, no sólo se añaden la una a la otra, sino que se entretejen, se mezclan, entre sí. Además, así como al entretejerse los hilos de oro y de lino no se produjo una tercera sustancia, la mezcla de la humanidad con la divinidad en Cristo no anula la divinidad ni la humanidad, lo cual produciría una tercera naturaleza. EL PROCESO DE LA MEZCLA Es muy importante que nos demos cuenta de que todo cristiano genuino, toda persona que verdaderamente cree en Cristo, es una persona que experimenta la mezcla de la vida y la naturaleza divinas con la vida y la naturaleza humanas. La vida divina no sólo se mezcló con nuestra vida humana, sino que se sigue mezclando. Como resultado, somos seres humanos divinos. Además, también podemos decir que somos seres divinos humanos. Por eso decimos que los cristianos son Dios-hombres. Nuestra vida es la vida de un Dios-hombre, y nuestro vivir, como lo indica el efod, compuesto de hilo dorado y de hilo de lino, es un vivir que proviene de la mezcla de lo divino con lo humano. Nuestra vestimenta espiritual no es solamente lino, sino que también es oro. Tenemos tanto oro como lino entretejidos en un solo vestido, lo cual caracteriza nuestra conducta, nuestro comportamiento, nuestro carácter, nuestro vivir. Alabamos al Señor de que el proceso de mezcla se sigue dando en nosotros. Este proceso continuo es la transformación. También nos podemos referir a ello como una constitución y reorganización. La Biblia revela que como creyentes de Cristo, estamos siendo transformados, constituidos, reorganizados. Sin embargo, esto no se enseña entre la mayoría de los cristianos de hoy. En lugar de ello, a los creyentes se les enseña a mejorar su carácter y comportamiento. Esta clase de enseñanza, sin embargo, no es conforme a la Biblia. Todo lo que la Biblia dice con relación a nuestro comportamiento o conducta supone una transformación. Es vital que nos demos cuenta de que la transformación es el camino correcto. En el proceso de transformación, el elemento de Dios, Su divinidad, opera en nosotros para transformar nuestra humanidad, de una humanidad natural a una humanidad espiritual. Pero esto no significa que nuestra humanidad se perderá. Tampoco significa que la divinidad cambiará o será alterada de algún modo. No, ni nuestra humanidad ni la divinidad de Dios cambiará; lo que sí sucederá es que ambas se mezclarán en una sola entidad, en un solo ser. Esta mezcla produce Dios-hombres genuinos. También produce el té-agua celestial, el cual podemos beber y disfrutar cada día. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE TREINTA Y NUEVE LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (8) Lectura bíblica: 2 Co. 6:1-13 LO QUE SOMOS Y LO QUE HACEMOS En 2:12—3:11 Pablo habla del ministerio del nuevo pacto, y en 3:12—7:16, de los ministros del nuevo pacto. La sección de esta epístola que trata de los ministros del nuevo pacto es mucho más extensa que la sección que habla del ministerio del nuevo pacto. Esto se debe a que a Dios le interesan mucho más los ministros que el ministerio. En otras palabras, Dios se interesa más por lo que somos que por lo que hacemos, lo cual significa que lo que somos es mucho más importante para Él que lo que hacemos. En la actualidad, tanto en el mundo cristiano como en el mundo secular, se le da más atención a lo que las personas hacen que a lo que son. Los cristianos centran su atención principalmente en la obra o ministerio, y pasan por alto el ser de la persona que lleva a cabo la obra. Prestan atención a la obra y al ministerio mucho más que al obrero o ministro. Pero según la Biblia, Dios le da más atención a lo que una persona es que a lo que ésta hace, o pueda hacer. A Él le interesa la clase de persona que nosotros somos y la clase de vida que llevamos. Por tanto, en 2 Corintios, Pablo presenta primeramente el ministerio del Nuevo Testamento. Luego, muestra que este ministerio excelente y maravilloso necesita ministros excelentes que lleven una vida excelente. El hecho de que a Dios le interesa más lo que somos que lo que hacemos debe quedar grabado profundamente en nosotros. Lo que hacemos debe ser medido por lo que somos. Además, nuestro ser debe corresponder con nuestra obra, es decir, lo que somos debe corresponder con lo que hacemos. Nuestro ser debe corresponder con nuestras acciones. Por tanto, nuestro ser y nuestro hacer van juntos. Si nos interesamos únicamente por lo que hacemos y no por ser la clase de persona adecuada, lo que hagamos no tendrá mucho peso. Nuestro hacer tendrá peso únicamente cuando vaya complementado con lo que somos en nuestro ser. LABORAR POR MEDIO DE UNA VIDA QUE SE ACOMODA A TODO En 6:1 Pablo dice: “Nosotros, pues, como colaboradores Suyos, os rogamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios”. La palabra “pues” indica una continuación. En la última parte del capítulo cinco (vs. 16-21) el apóstol nos dijo que a ellos, los ministros del nuevo pacto, se les había encomendado el ministerio de la reconciliación para la nueva creación del Señor. A partir de este versículo y hasta el final del capítulo siete, él nos dice cómo ellos laboraban. Ellos laboraban con Dios por medio de una vida (no por medio de algún don), la cual es todo suficiente y madura, capaz de adaptarse a todas las situaciones, es decir, capaz de resistir cualquier tipo de trato, de aceptar cualquier clase de entorno, de obrar bajo cualquier clase de condiciones y de aprovechar cualquier oportunidad, con el fin de llevar a cabo su ministerio. Al leer esto, algunos dirían: “Éstas son excelentes palabras para los colaboradores y los ministros, pero no se aplican a mí. Yo soy laico, no ministro”. Pero en el recobro del Señor no hay laicos. Todos somos ministros, colaboradores e incluso tenemos el potencial y la capacidad de ser apóstoles. En otra parte, hicimos notar que los apóstoles son ejemplos y modelos de lo que deben ser todos los creyentes. En Efesios 3, Pablo declara que él es menos que el más pequeño de todos los santos. Además, el nombre Pablo significa “pequeño”. Si Pablo, que se consideraba menos que el más pequeño de todos los santos, pudo ser ministro y apóstol, ¿qué de usted? Todos tenemos la capacidad de ser ministros del nuevo pacto. En cuanto a esto, no debemos poner énfasis en lo que podemos hacer, sino en lo que somos. Nuestra capacidad no está ligada principalmente con lo que hacemos, sino con lo que somos. Yo diría que en 6:1—7:16 podemos ver que los apóstoles laboran juntamente con Dios por medio de una vida que se adapta a todo. Este pasaje de 2 Corintios no indica que ellos laboran junto con Dios por medio de un poder todo suficiente o por un don maravilloso. Los cristianos de hoy, sin embargo, prestan su atención principalmente en el poder y en los dones. Algunos tal vez pregunten: “¿Tienen ustedes poder? ¿Acaso no sabe que el doctor fulano de tal es un predicador poderoso? ¿Qué dones tienen ustedes? Oh, el doctor fulano de tal tiene muchos dones”. Con todo, entre los cristianos de hoy se habla muy poco de la vida o del vivir. Hay algunos que no tienen un poder genuino, pero aún así dan la impresión de ser poderosos. Por ejemplo, es posible que de una manera presuntuosa oren: “¡En el poderoso nombre de Jesús, ato a todos los demonios!” Pero es muy interesante que en 2 Corintios Pablo no habla de esa manera. De hecho, él habla muy poco de los dones o del poder. Según se emplea en 2 Corintios, el don no se refiere a los dones milagrosos, y el poder no tiene la connotación que le atribuyen los cristianos de hoy. Si uno lee detenidamente todo el libro de 2 Corintios, se dará cuenta de que Pablo se centra en la vida. Por tanto, en 6:1—7:16, vemos que él laboraba junto con Dios por medio de una vida que se adapta a todo. El hecho de que uno sea ministro del Nuevo Testamento no depende de los dones ni del poder; antes bien, depende de que lleve una vida que es capaz de acomodarse a toda clase de situaciones. Obviamente en 6:1-13 no se usa la expresión “que se acomoda a todo”. Pero si examinamos el contenido de estos versículos, veremos que ellos describen una vida que ciertamente se adapta a todo. Como veremos en otro mensaje, aquí Pablo menciona dieciocho requisitos que ellos llenan, tres grupos de cosas y siete clases de personas. Pablo, por ende, había cumplido con los requisitos necesarios para ser ministro del nuevo pacto en todas estas maneras. En 6:1-13, Pablo no enumera entre estos requisitos, tales cosas como la filosofía y la psicología. Si queremos ser ministros idóneos del nuevo pacto, debemos tener las dieciocho cualidades mencionadas por Pablo, y los tres grupos de cosas, y debemos poseer las cualidades de las siete clases de personas. Sólo así podremos llenar todos los requisitos para ser colaboradores de Dios con miras a Su ministerio neotestamentario. En 6:1 Pablo no dice que los apóstoles son colaboradores unos de otros. Al contrario, él declara que son colaboradores de Dios. Los apóstoles no sólo habían sido comisionados por Dios en su ministerio, sino que también laboraban junto con Él. Ellos eran colaboradores de Dios (1 Co. 3:9). Pablo y sus colaboradores trabajaban junto con Dios. RECONCILIADOS CON DIOS Si queremos entender correctamente lo que significa laborar juntamente con Dios, debemos recordar lo que dijo Pablo al final del capítulo cinco. Pablo dijo que Dios le había encomendado el ministerio de la reconciliación, es decir, la obra de reconciliar a otros con Dios. Hace muchos años, mi comprensión en cuanto a la reconciliación era muy limitada. Mi entendimiento era que antes de ser salvos, nosotros éramos enemigos de Dios, y que no había paz entre Dios y nosotros; creía que en lugar de estar en paz, estábamos enemistados con Dios, pero que cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, Su sangre lavó nuestros pecados y recibimos el perdón de Dios. Como resultado, fuimos justificados por Dios y reconciliados con Él. Habiendo sido reconciliados con Dios de esta manera, ya no había ninguna enemistad entre nosotros y Dios; en lugar de ello, teníamos paz con Él. Este entendimiento de la reconciliación es muy limitado en comparación con el significado completo que presenta el Nuevo Testamento, pues no es el significado completo de la reconciliación según la ministra el apóstol Pablo. ¿Cuál es la reconciliación que ministraba Pablo? He leído varios libros que se refieren a este tema, pero ninguno de ellos señala que el ministerio de la reconciliación no consiste simplemente en traer a los pecadores de vuelta a Dios, sino en introducir a los creyentes plenamente en Dios. Por tanto, no es suficiente simplemente ser devueltos a Dios; también debemos estar en Él. El último versículo del capítulo cinco, el versículo 21, declara: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”. Según este versículo, llegamos a ser la justicia de Dios no solamente por medio de Cristo, con Cristo o por Cristo, sino también en Cristo. En este versículo también vemos que no solamente llegamos a ser justos delante de Dios, sino que nos convertimos en la justicia misma de Dios. Ser justos es una cosa, pero llegar a ser la justicia es algo muy distinto. Por ejemplo, tal vez un objeto sea dorado, pero es posible que no sea oro puro. ¡Qué maravilloso es que en Cristo podamos llegar a ser la justicia misma de Dios! ¿Tiene usted la confianza de declarar que está en Cristo? Como creyentes genuinos, podemos testificar que estamos en Él. Pero ¿estamos en Cristo de una manera práctica en nuestro diario vivir? Por ejemplo, ¿está usted en Cristo cuando bromea? Cuando usted bromea, ¿tiene la seguridad de que está en Él? Debe reconocer que en esos momentos está fuera de Cristo. No existe un terreno neutral: o estamos en Cristo o estamos fuera de Él. Por no estar siempre en Cristo de una manera práctica, necesitamos más reconciliación. Necesitamos una reconciliación que nos introduzca de nuevo en Cristo. Supongamos que usted se encuentra en una situación donde tiene que hacer fila por mucho tiempo. Mientras espera, quizás no se sienta muy contento. De hecho, se siente extremadamente molesto. ¿Está usted en Cristo en ese momento? No, usted está fuera de Cristo. Entonces, ¿dónde está usted? Usted está en usted mismo. A veces su situación tal vez sea aun peor, pues es posible que usted esté en la carne, quizás en su enojo. Por consiguiente, necesita que el ministerio de la reconciliación lo introduzca de nuevo en Dios. No creo que muchos de los que leen 2 Corintios 5 entiendan que la reconciliación consiste en ser traídos de nuevo a Dios e introducidos en Él. ¿Es ésta la comprensión que usted tenía de la reconciliación según este capítulo? Si no, ciertamente esto es lo que en efecto Pablo quiere decir cuando habla de la reconciliación. Por años leí los capítulos cinco y seis de 2 Corintios sin darme cuenta de que el capítulo seis es la continuación del capítulo cinco. En 2 Corintios 5 Pablo nos dice que a él se le encomendó el ministerio de reconciliar a otros con Dios. En el capítulo seis, Pablo lleva a cabo dicho ministerio en relación con los corintios. UNO CON DIOS AL MEZCLARSE CON ÉL Según la Biblia, la reconciliación incluye mucho más que simplemente ser traído de nuevo a Dios; consiste en ser introducido de nuevo en Él. Por tanto, conforme a la Biblia, llevar a otros a Dios implica introducirles en Dios y hacerlos absolutamente uno con Él. Sin embargo, se encuentra en muchas de las enseñanzas cristianas que el asunto de ser uno con Dios ha sido malentendido. Según el concepto que tienen muchos cristianos, el ser uno con Dios puede ser comparado con una esposa que es uno con su marido. En el caso de un marido y una esposa, existe una clase de unidad corporativa. Pero en la Biblia, el ser uno con Dios significa ser mezclado con Él; significa estar en Dios y permitir que Dios entre en nuestro ser. Según la Biblia, el ser uno con Dios implica una unión en la cual entramos en Dios y Dios entra en nosotros. Por eso el Señor Jesús dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 15:4). No dijo: “Permaneced conmigo y Yo con vosotros”. Es una lástima que algunos cristianos se opongan al maravilloso concepto bíblico de ser uno con Dios al ser mezclado con Él. INTRODUCIDOS NUEVAMENTE EN DIOS Necesitaremos el ministerio de la reconciliación, el ministerio que le fue encomendado a Pablo hasta que seamos plenamente uno con el Señor, estemos en Él y le permitamos estar completamente en nuestro ser. A Pablo se le encomendó la obra de introducir a los creyentes en Dios de una manera completa y práctica. Una vez que veamos esto, seremos aptos para entender la última parte del capítulo cinco y la primera parte del capítulo seis. Como lo hemos señalado, la palabra “pues” al principio de 6:1 indica que el capítulo seis es la continuación de la última parte del capítulo cinco. Les ruego que no se aferren a su concepto viejo y limitado acerca de la reconciliación. Quizás hayan estudiado libros religiosos o espirituales y sientan que tienen la interpretación correcta acerca de la reconciliación. Pero les aliento a que reciban esta comprensión nueva y más completa acerca de la reconciliación y vean que ser reconciliados equivale a ser introducidos en Dios, y que el ministerio de la reconciliación es el ministerio que introduce a las personas en Dios. En Corinto había muchos problemas entre los creyentes, y todos estos problemas eran indicios de que los creyentes no estaban completamente en Dios. En muchos asuntos específicos no estaban en Dios. Aunque habían sido salvos y habían nacido de Dios, no vivían en Él. Por esta razón, en cuanto a muchos asuntos de su diario vivir, se hallaban fuera de Dios. Por consiguiente, Pablo tenía la carga de introducirlos en Dios. Esto es reconciliarlos con Dios. LABORAR CON DIOS A los apóstoles no sólo se les encomendó la obra, el ministerio, de la reconciliación, sino que laboraban con Dios en su empeño de introducir a otros en Dios. Sabían que por sus propios esfuerzos no podían introducir a nadie en Dios; no tenían esa habilidad, esa capacidad. Necesitaban realizar esta obra con Dios. En el pasado muchos de nosotros afirmamos que laborábamos para el Señor. Pero cuando laborábamos para Él, ¿sentíamos que laborábamos con Él? Existe una diferencia importante entre el hecho de laborar para Dios y laborar con Él. Aun en nuestro vivir humano, laborar con otra persona es diferente de simplemente trabajar para ella. Tomemos el ejemplo de una esposa que prepara la comida para su esposo. La esposa tal vez disfruta cocinar para su esposo, pero es posible que no le guste cocinar con su esposo. Si su esposo entrara a la cocina e intentara preparar la comida con ella, ella tal vez diría: “Por favor, déjame cocinar esta comida para ti. No vengas a la cocina a molestarme. Siéntate y descansa hasta que la comida esté lista”. Esto indica que la esposa prefiere cocinar para su marido, mas no con él. Lo mismo es verdad con relación a laborar para el Señor. A menudo nos gusta trabajar para el Señor, pero no queremos laborar con Él. Nuestra actitud tal vez sea que el Señor debe quedarse en el cielo, mientras laboramos para Él en la tierra. Si laboramos de esta manera, no podremos reconciliar a otros de manera que sean introducidos en el Señor. Por no estar nosotros mismos en el Señor de una manera práctica al llevar a cabo esta labor, no podremos reconciliar a nadie con el Señor. Solamente laborando con el Señor, podremos reconciliar a otros de manera que sean introducidos en Él. El hecho de que laboremos juntamente con Dios significa que estamos en Él. Cuando estamos en Él, podemos introducir a los demás en Él. Sólo una persona que está en Dios puede introducir a otros en Dios. Si usted no está en Él, ciertamente no podrá introducir a nadie más en Él. El resultado de nuestra obra manifiesta cuán íntimos nosotros somos con Dios. Si estamos lejos de Dios, no podremos acercar a otros a Él. El grado al que podemos traer a otros a Dios e introducirlos en Dios depende siempre de dónde estamos nosotros con respecto a Dios. Si somos personas que son uno con Dios, entonces podremos llevar a los demás al mismo lugar donde estamos. Por tanto, si queremos introducir a los demás en el Señor, primero debemos estar en Él nosotros mismos. Cuanto más estemos en Él, más podremos reconciliar a otros de manera que entren en Él. ¡Que este asunto quede grabado en nosotros! NO RECIBIR LA GRACIA DE DIOS EN VANO En la última parte de 6:1, Pablo dice a los corintios: “Os rogamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios”. Este ruego es la obra de la reconciliación, como se menciona en 5:20. Pablo rogaba a los creyentes de Corinto que no recibieran en vano la gracia de Dios. La gracia es el Cristo resucitado hecho el Espíritu vivificante para introducir en resurrección al Dios procesado en nuestro ser, a fin de que sea nuestra vida y suministro de vida, para que vivamos en resurrección. Esto significa que la gracia es el Dios Triuno hecho nuestra vida y el todo para nosotros. Por esta gracia, Saulo de Tarso, el primero de entre los pecadores (1 Ti. 1:15-16), llegó a ser el apóstol más destacado, quien laboraba más abundantemente que todos los apóstoles (1 Co. 15:10). La gracia de Dios siempre nos hace volver a Él. Según el contexto de 6:1, no recibir la gracia de Dios en vano significa ser conducido de nuevo a Dios y no permanecer en nada que nos distraiga de Él. LA PLENA SALVACIÓN En 6:2 Pablo añade: “Porque dice: ‘En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido’. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. Las palabras “tiempo aceptable” se refieren al momento en que somos reconciliados con Dios, cuando Él nos acepta. La salvación en este versículo, según el contexto, se refiere a la reconciliación. De hecho, la reconciliación alude a la plena salvación. En el capítulo cinco, Pablo habla de la reconciliación, y en el capítulo seis, de la salvación. Por tanto, la salvación mencionada en 6:2 realmente se refiere a la reconciliación. Sólo cuando nosotros los creyentes, los que somos salvos en Cristo, hayamos sido plenamente reconciliados con Dios, seremos plenamente salvos. Hasta entonces, sólo somos salvos en parte; todavía no hemos sido salvos en plenitud. En 6:1-13 vemos el cuadro de una persona que ha sido plenamente salva. Nosotros comprobamos nuestra plena salvación llevando una vida que se adapta a todo. En estos versículos, Pablo es un modelo de un creyente que ha sido plenamente salvo, un modelo de alguien que lleva una vida que se acomoda a todo. En el siguiente mensaje vamos a considerar los detalles de esta vida. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (9) Lectura bíblica: 2 Co. 6:3-13 En 6:1 y 2 vemos la obra del ministerio de la reconciliación, y en 6:3-13, la vida adecuada para el ministerio. Desde 6:3 hasta el final del capítulo siete, el apóstol describe una vida que se adapta a todo para llevar a cabo el ministerio del nuevo pacto. En el versículo 3 Pablo declara: “No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que el ministerio no sea vituperado”. El ministerio mencionado en este contexto es el ministerio del nuevo pacto (3:8-9; 4:1). En este mensaje, vamos a considerar la vida que es adecuada para tal ministerio. Esta vida es la vida que se adapta a todo. LA PRIMERA CATEGORÍA DE REQUISITOS NECESARIOS En mucha perseverancia En el versículo 4 Pablo dice: “Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias”. En los versículos del 4 al 7, Pablo nos presenta la primera categoría de requisitos que uno debe llenar para ser ministro de Dios, un ministro del nuevo pacto (3:6). Cuando leí estos versículos hace muchos años, me inquietó mucho el hecho de que el primer requisito que menciona Pablo es la perseverancia. Yo pensaba que al hablar de los requisitos que deben cumplir los ministros del Nuevo Testamento, Pablo debía haber empezado con algo más importante. Sin embargo, él comienza con las palabras “en mucha perseverancia”. Si un creyente de hoy en día solicitara servir como misionero médico, él ciertamente mencionaría su educación. ¿Creen ustedes que él afirmaría poseer perseverancia? No obstante, la primera cualidad que Pablo menciona es la perseverancia. Muchos traductores concuerdan en que la palabra griega traducida perseverancia en 6:4 implica paciencia. Algunas versiones usan la palabra paciencia en lugar de perseverancia. Sin embargo, traducir la palabra griega como paciencia, no es adecuado. Existe una diferencia entre la paciencia y la perseverancia. Por supuesto, tanto la paciencia como la perseverancia son virtudes positivas. Pero la paciencia no es exactamente lo mismo que la perseverancia. La paciencia no implica sufrimiento, a diferencia de la perseverancia. Si usted me hablara de algo por mucho tiempo, necesitaría paciencia para escucharle. Pero si fuera necesario que yo pasara por alguna clase de sufrimiento, además de paciencia, necesitaría perseverancia. El primer requisito que debe cumplir un ministro neotestamentario es la capacidad de soportar tribulaciones. Tal ministro debe ser capaz de soportar presiones, opresión, persecución, pobreza y toda clase de prueba. El hermano Watchman Nee dijo una vez que la persona más poderosa es la que puede perseverar. La perseverancia requiere fortaleza. Si deseamos soportar las tribulaciones, debemos ser fortalecidos y llegar a ser llenos de poder. El hermano Nee mostró mucha perseverancia durante los veinte años que estuvo encarcelado. Una cosa es morir como mártir en un instante y otra muy distinta es ser encarcelado por muchos años. Una persona que muere como mártir puede ser arrestada, juzgada y ejecutada en muy poco tiempo. Para esto, no se necesita perseverancia. Pero si lo echan a uno en la cárcel y luego lo someten a juicio por muchos años, sin lugar a dudas, se necesita la perseverancia. Todo ministro del Nuevo Testamento debe aprender a ser perseverante. Los apóstoles, los ancianos y los diáconos necesitan la perseverancia. Ciertos santos son muy buenos para agotar a los ancianos. En esta coyuntura, me gustaría dirigir unas palabras a los hermanos que aspiran a ser ancianos: ustedes deben estar dispuestos a ser molidos continuamente. Si llegan a integrar el cuerpo de ancianos, serán colocados entre las piedras del molino. Algunos hermanos y hermanas los molerán constantemente. Parece que ellos tienen la “comisión” de poner a prueba la espiritualidad de los ancianos. Por medio de ellos, ustedes serán puestos a prueba para ver cuánto pueden perseverar. Pero cuando perseveramos, ministramos vida a los demás. Los que tienen perseverancia son los que ministran vida a los demás. En tribulación Pablo habla de su tribulación en 1:8: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir”. Pasar por tribulaciones es otro requisito que un creyente debe satisfacer para ser ministro del nuevo pacto. En necesidades Es difícil captar el verdadero significado de la palabra traducida necesidades. Darby, en su traducción, también usa la palabra necesidades. La versión china usa la palabra pobreza. Cada vez que estamos limitados, carentes de comida, albergue y vestido, estamos en necesidades. En 12:10, donde se usa la misma palabra griega, la versión china usa la palabra estrechez. La palabra griega denota limitaciones, necesidades urgentes que apremian en gran manera. Se refiere a los sufrimientos que provienen de calamidades y de estrechez. Un ejemplo de una calamidad fue la erupción de la montaña Santa Elena hace algún tiempo. Ésa fue una calamidad para todos los que vivían alrededor del volcán. El resultado de ese tipo de calamidades es la carencia, la falta, de las provisiones cotidianas. Pablo pasó por muchas calamidades y limitaciones, y como resultado, estuvo en necesidades. Los cristianos de hoy evalúan al siervo de Dios, no por las necesidades que haya experimentado, sino por las riquezas que haya adquirido. Si alguien posee cuantiosas riquezas, se le considera bendecido por el Señor. Pero si un creyente empobrece y carece de alimentos, de albergue, de ropa o de cualquier otra necesidad de la vida diaria, muchos dirán de él: “Este hermano no es aprobado por Dios. Dios no lo bendice porque no está contento o complacido con él”. Entonces, ¿qué diríamos de Pablo, quien se hallaba en necesidades? Ciertamente él era aprobado por Dios. No debemos creer que las riquezas son símbolo de que somos bendecidos por el Señor o aprobados por Él. Al contrario, es muy posible que la escasez, las necesidades y la pobreza sean lo que verdaderamente caracteriza a un ministro del nuevo pacto. En angustias En el versículo 4 Pablo habla de angustias. Literalmente, la palabra griega traducida angustias significa estrechez de espacio, por ende, estrechez, dificultades, angustias. No es fácil explicar la diferencia que existe entre las tribulaciones y las angustias. Incluso algunos traductores cambian el orden de las palabras del versículo 4, usando angustias en lugar de tribulaciones, y tribulaciones en lugar de angustias. Podríamos decir que las angustias son los sufrimientos internos que surgen como reacción a las tribulaciones externas. Por las varias palabras que usa Pablo en el versículo 4, sabemos que él enfrentaba diversas clases de problemas. Este versículo indica claramente que la vida de Pablo era una vida de tribulaciones, calamidades, estrechez, necesidades y angustias. ¿Le agrada a usted oír de estas cosas? ¿Todavía desea ser ministro del nuevo pacto cuando oye de las dificultades y problemas que afrontaba Pablo? Hoy se alienta mucho a los jóvenes a estudiar para el ministerio. Se les dice que después de graduarse del seminario, podrán encontrar un buen trabajo como pastor o ministro, y que, además, se les proveerá alojamiento y un buen salario. Pablo, sin embargo, no era un ministro de esta índole, ni llevaba esa clase de vida. En lugar de ello, la vida de Pablo, la que lo hizo apto para ser ministro del nuevo pacto, fue una vida de perseverancia, de tribulación, de necesidades y de angustias. En azotes El versículo 5 dice: “En azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en vigilias, en ayunos”. Los azotes se refieren a los golpes que Pablo recibió. En 11:23 él habla de “azotes sin número”, donde la palabra traducida “sin número” significa literalmente “más de la medida”. En 11:24 Pablo dice: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno” Además, según Hechos 16:23, en Filipos, Pablo y Silas recibieron muchos azotes y luego fueron encarcelados (Hch. 16:23). En cárceles En 11:23 Pablo declara que había estado “en cárceles más”. Varias veces Pablo fue echado a la cárcel. Nos hemos referido a esa ocasión en Filipos. En Efesios 3:1 Pablo se refiere a sí mismo como “prisionero de Cristo Jesús” y en Efesios 4:1, como “prisionero en el Señor”. Y luego, en 2 Timoteo 1:8 y Filemón 9 y 23, Pablo una vez más se refiere al encarcelamiento. En tumultos Los tumultos se refieren a rebeliones, a revueltas y a grandes disturbios. Hechos 17:5 describe uno de esos tumultos. Hechos 19 describe un gran tumulto que sucedió en Éfeso. El versículo 23 de ese capítulo declara: “Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino”. En trabajos En 2 Corintios 11:23 Pablo declara que él estaba “en trabajos más abundante”, y en el versículo 27, él habla de “trabajos y penas”. Pablo menciona esto en 1 Tesalonicenses 2:9: “Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; como trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os proclamamos el evangelio de Dios”. Él se refiere a esto nuevamente en 2 Tesalonicenses 3:8, donde dice: “Ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros”. En vigilias Las vigilias aluden a desvelos, como los que experimentaron los apóstoles en Hechos 16:25; 20:7-11 y 31 y también en 2 Tesalonicenses 3:8. Pablo hace referencia a lo mismo en 2 Corintios 11:27, donde habla de “muchas vigilias”, lo cual se refiere a una situación en la que uno no puede dormir, ni hay tiempo de dormir. Éste fue un aspecto del vivir de Pablo. En ayunos Los ayunos mencionados en el versículo 5 no son los ayunos relacionados con la oración. Los ayunos mencionados aquí son los ocurren por causa de una falta de comida. En 11:27 se mencionan los ayunos junto con trabajos y penas, vigilias, hambre y sed. Puesto que se enumera los ayunos junto con las penas, deben referirse a ayunos involuntarios por falta de comida. Un ayuno de esta índole es diferente del hambre. El hambre puede darse en una situación donde no hay manera de obtener alimento; el ayuno involuntario puede estar vinculado a una situación de pobreza. En pureza El versículo 6 añade: “En pureza, en conocimiento, en longanimidad, en bondad, en un espíritu santo, en un amor no fingido”. La pureza aquí está ligada con nuestras intenciones. En cuanto a sus intenciones, Pablo era puro. La palabra pureza de este versículo implica muchas cosas. Si nuestra intención no es sencilla, no es pura. Si lo que nos motiva es algo que no sea el Señor mismo, nuestra motivación no es pura. Asimismo, si nuestra meta es ganar algo que no sea la gloria de Dios, nuestra meta no es pura. La pureza indica que no nos preocupamos sino por Dios y Su gloria. En conocimiento El conocimiento, por supuesto, esta relacionado con la mente. La inclusión que Pablo hace de “en conocimiento” indica que ningún ministro del Nuevo Testamento debe ser una persona no inteligente. Como los ministros del nuevo pacto que somos, debemos estar bien instruidos. Por esta razón, aliento a los jóvenes a que reciban una educación adecuada y a que aprendan idiomas extranjeros. Específicamente, si desean ser usados por el Señor, deben adquirir el conocimiento del griego o del hebreo. También es útil estudiar historia. Por supuesto, debemos estudiar la Biblia y aprender la revelación bíblica adecuada. Si queremos ser ministros del nuevo pacto, debemos ser personas bien instruidas. En longanimidad Es difícil diferenciar entre la perseverancia y longanimidad. La perseverancia hace énfasis en la fuerza o la capacidad de soportar sufrimientos, mientras que la longanimidad recalca la duración de dichos sufrimientos. Si queremos ser ministros del Nuevo Testamento, tenemos que darnos cuenta que sin sufrimiento no se puede realizar nada en pro del propósito eterno de Dios. Desde la época de la caída del hombre, todo en la vida humana se lleva a cabo a través de sufrimientos. Según Génesis 3, las mujeres sufren dolores de parto. El sufrimiento es algo que debemos padecer en la crianza de nuestros hijos. Por supuesto, nosotros, los que somos padres, disfrutamos a nuestros hijos. Cuando una madre abraza a su pequeño hijo y lo mira cuando está dormido, ella se siente muy feliz. No obstante, es un hecho que los hijos causan problemas a sus padres. En la crianza de los hijos, es posible que haya más sufrimiento que disfrute. Además, también según Génesis 3, el hombre tiene que trabajar para ganarse la vida, porque del suelo salen espinas y cardos. Da la impresión de que en el campo, la hierba crece más que lo que sembramos. Esto es una señal de los problemas, los sufrimientos, del vivir humano. Toda la gente, rica o pobre, tiene problemas. Si nosotros, los ministros del nuevo pacto, hemos de ayudar a los demás cuando sufren, ¿cómo podríamos evitar los sufrimientos? No podemos ser una excepción. Antes bien, debemos sufrir y llegar a experimentar la longanimidad. Nunca pensemos que como ministros, podemos evitar el sufrimiento. Experimentarán algo de gozo en su vida matrimonial o en su vida familiar, pero también pasarán por sufrimientos, probablemente más sufrimientos que gozo. De hecho, un ministro del nuevo pacto sufre más que los demás. Como ministro, él es uno que debe llevar una vida humana apropiada como lo hizo el Señor Jesús. El Señor sufrió más que cualquier otra persona. Llevar una vida humana genuina equivale a sufrir. La vida humana no es una vida principalmente de disfrute sino de sufrimiento. Cuanto más llevemos esta vida humana en la cual ministramos a Cristo a los demás, más sufriremos. Por tanto, necesitamos la cualidad de ser longánimos. En bondad Me parece que en el pensamiento de Pablo existe una conexión entre la longanimidad y la bondad. Generalmente cuando sufrimos, no tenemos la capacidad de preocuparnos por los demás. Pero la bondad implica que nos importan los demás. Creo que el concepto de Pablo era éste: mientras sufrimos, también debemos pensar en los demás y ser bondadosos con ellos. Vivimos en longanimidad y también en bondad. Aun cuando sufrimos, debemos ser benévolos con los demás. En un espíritu santo La mayoría de las versiones considera que el espíritu del versículo 6 se refiere al Espíritu Santo. Por lo tanto, escriben las palabras espíritu y santo con mayúscula. Pero aquí, según el contexto, Pablo no se refiere al Espíritu de Dios, sino a nuestro espíritu. Esto significa que nuestro espíritu debe ser santo. Las palabras “un espíritu santo” aluden al espíritu regenerado de los apóstoles. En un amor no fingido El amor es un asunto del corazón. En este versículo se habla de nuestras intenciones, de la mente, del corazón y del espíritu. Con azotes en el cuerpo (v. 5), conocimiento en la mente y amor en el corazón, los apóstoles luchaban con todo su ser, que consta de cuerpo, alma y espíritu, en su vida diaria para realizar su ministerio. Si queremos ser ministros del nuevo pacto, todo nuestro ser, nuestro cuerpo, alma y espíritu, debe estar en la debida condición. En la palabra de verdad En el versículo 7 Pablo declara: “En la palabra de verdad, en el poder de Dios”. La verdad aquí se refiere a la realidad del nuevo pacto. La verdad significa realidad y denota todas las cosas verdaderas reveladas en la palabra de Dios, las cuales son principalmente Cristo como corporificación de Dios y la iglesia como Cuerpo de Cristo. La palabra de verdad es la declaración, la expresión, de la realidad divina según se revela en el Nuevo Testamento. En el poder de Dios El poder de Dios corresponde a la palabra de verdad. La palabra de verdad sin el poder de Dios es simplemente conocimiento de la letra. En el poder de Dios, la palabra se convierte en realidad. El poder es el Espíritu de Dios, incluso Dios mismo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y UNO LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (10) Lectura bíblica: 2 Co. 6:3-13 En 6:4-7a Pablo, con las expresiones que siguen, enumera dieciocho requisitos que uno debe cumplir para ser ministros del nuevo pacto: en mucha perseverancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en vigilias, en ayunos, en pureza, en conocimiento, en longanimidad, en bondad, en un espíritu santo, en un amor no fingido, en la palabra de verdad, en el poder de Dios. De la mitad del versículo 7 al versículo 10, Pablo habla de tres grupos de cosas y de siete clases de personas. Consideremos ahora estos grupos y estas personas. TRES GRUPOS Mediante armas de justicia a diestra y a siniestra En el versículo 7 Pablo dice: “Mediante armas de justicia a diestra y a siniestra”. Esto indica que la vida que llevan los apóstoles con respecto a su ministerio era una vida de batallas, en la cual luchaban por el reino de Dios. Las armas de justicia sirven para pelear con el fin de que tengamos una relación recta con Dios y con los hombres según la justicia de Dios (Mt. 6:33; 5:6, 10, 20). Las armas que se usan en la diestra, como por ejemplo, la espada, son ofensivas; las que se usan en la siniestra, como el escudo, son defensivas. A través de gloria y de deshonra En la primera parte del versículo 8, Pablo dice: “A través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama”. La gloria proviene de Dios y de quienes lo aman; la deshonra proviene del diablo y de quienes lo siguen. Si queremos ser buenos ministros del nuevo pacto, en nuestra experiencia recibiremos siempre dos clases de evaluaciones. Algunos nos darán gloria y dirán que somos excelentes; otros nos acusarán de ser miserables y de dar lástima, y amontonarán deshonra sobre nosotros. A través de mala fama y de buena fama La mala fama proviene de los opositores y los perseguidores (Mt. 5:11); la buena fama proviene de los creyentes y de quienes reciben la verdad predicada y enseñada por los apóstoles. Ésta ha sido nuestra situación a lo largo de los años. Hemos recibido mala fama y buena fama. Si usted siempre recibe buena fama, es probable que no sea sincero ni fiel al Señor. Si es fiel al Señor y sincero con la iglesia y los santos, recibirá mala fama y buena fama. SIETE CLASES DE PERSONAS Como engañadores, pero veraces Hacia el final del versículo 8 Pablo declara: “Como engañadores, pero veraces”. Es como si a los ojos de los judaizantes y de las personas de otras religiones o filosofías, los apóstoles fueran engañadores, pero a los ojos de quienes amaban la verdad de Dios, fueran veraces. En Mateo 10:16 el Señor Jesús dice: “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Algunos nos pueden acusar de ser serpientes, engañadores, pero nosotros debemos ser sencillos, sinceros, como palomas. Todos debemos aprender a ser prudentes como serpientes; de lo contrario, no seremos “como engañadores”. Esto es lo que significa tener la forma de serpiente, sin la naturaleza venenosa de la misma. Debemos aprender a ser prudentes como serpientes, es decir, como serpientes en apariencia, mas no en realidad. Dejemos que otros digan que somos engañadores, que somos serpientes. Sin embargo, de hecho somos veraces, porque en nosotros no hay ningún veneno serpentino. Como desconocidos, pero bien conocidos En el versículo 9 Pablo dice: “Como desconocidos, pero bien conocidos”. Los apóstoles eran como desconocidos en el sentido de que no se exhibían a sí mismos, pero también eran bien conocidos en el sentido de que daban testimonio de la verdad de Dios. Nosotros también debemos ser desconocidos en el sentido de no anunciarnos ni exhibirnos. Como resultado de esto, los demás no nos conocen. No obstante, al mismo tiempo, podremos ser bien conocidos porque testificamos de la verdad de Dios. Primero debemos ser desconocidos, y luego, bien conocidos. En lugar de anunciarnos, como para obtener fama, seamos siempre fieles y testifiquemos de la verdad de Dios a otros. Como moribundos, mas he aquí vivimos Los apóstoles eran moribundos al sufrir persecuciones (1:8-10; 4:11; 1 Co. 15:31), pero estaban vivos en la resurrección del Señor (2 Co. 4:10-11). Nosotros asimismo debemos ser personas a quienes se les da muerte, aquellos que son como moribundos, y también debemos vivir en resurrección. Como castigados, mas no muertos En el versículo 9 Pablo declara también: “Como castigados, mas no muertos”. Según la comprensión superficial de los opositores, los apóstoles parecían castigados, mas no eran muertos, porque disfrutaban del cuidado soberano del Señor. Mientras sufrimos, los que tienen una visión superficial de las cosas, tal vez dirán: “Estas personas sufren el castigo de Dios. Si no estuvieran siendo castigadas por Dios, ¿por qué estarían tan afligidas?” No obstante, aun en el momento mismo en que sufrimos, nos encontramos bajo el cuidado soberano del Señor y no se nos da muerte. Así que, sufrimos, pero seguimos viviendo. Como entristecidos, mas siempre gozosos Los apóstoles estaban como entristecidos debido a las condiciones negativas de las iglesias (11:28), mas siempre se regocijaban en la gracia suficiente y la vida de resurrección de Cristo (12:9-10). Como pobres, mas enriqueciendo a muchos En el versículo 10 Pablo, una vez más haciendo referencia a los apóstoles, dice: “Como pobres, mas enriqueciendo a muchos”. Ellos eran como pobres en cosas materiales, mas enriquecían a muchos en riquezas espirituales (Ef. 3:8). Como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo Finalmente, en el versículo 10, Pablo declara: “Como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”. En el sentido humano, ellos no tenían nada, mas lo poseían todo en la economía divina. Debemos preguntarnos si formamos parte de las siete clases de personas descritas en estos versículos. También debemos examinarnos en cuanto a los dieciocho requisitos necesarios y acerca de los tres grupos de cosas. En estos versículos se usa la palabra “en” dieciocho veces; luego, [en el griego la preposición que significa] “mediante” aparece tres veces [traducida, respectivamente “mediante” y “a través de” (la segunda ocurrencia de “a través de” está implícita)]; y la palabra “como” se usa siete veces. En cuanto a las siete clases de personas, debemos ser como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí que vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; y como no teniendo nada, más poseyéndolo todo. Por una parte, debemos parecer ser engañadores, desconocidos, moribundos, castigados, entristecidos, pobres y como quienes no tienen nada. Por otra parte, debemos ser veraces, bien conocidos, vivientes, no muertos, siempre gozosos, quienes enriquecen a muchos y quienes lo poseen todo. Nosotros no debemos ser los únicos ricos en las cosas espirituales, sino que también debemos enriquecer a otros. Además, debemos ser bien conocidos, por lo menos entre los ángeles. LA BOCA ABIERTA Y EL CORAZÓN ENSANCHADO PARA CON LOS CREYENTES En el versículo 11 Pablo añade: “Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado”. Los apóstoles, quienes eran maduros en todo aspecto y quienes podían adaptarse a cualquier situación, según lo descrito en los versículos del 3 al 10, habían abierto su boca y ensanchado su corazón a los creyentes. Con un corazón ensanchado, podían acoger a todos los creyentes, sin importar la condición de ellos, y habiendo abierto su boca, tenían la libertad de hablar con franqueza a todos los creyentes con respecto a la verdadera situación en que se encontraban por haberse desviado del camino. Esta clase de franqueza y grandeza de corazón es necesaria para reconciliar con Dios a los creyentes desviados y distraídos, o sea, para hacerlos volver a Él. En el versículo 12 Pablo dice además: “No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro interior”. Los creyentes corintios, por ser niños (v. 13), eran presionados y restringidos en su interior para con los apóstoles. Todos los niños son muy estrechos en sus sentimientos y fácilmente se ofenden con quienes los corrigen. Literalmente, la palabra griega traducida “interior” es entrañas. Es la misma palabra que se traduce cariño en 7:15. Se usa la misma palabra en Filipenses 1:8: “Porque Dios me es testigo de cómo os añoro a todos vosotros con el entrañable amor de Cristo Jesús”. Esta palabra griega significa afecto interior, y por ende, misericordia y comprensión tiernas. En 2 Corintios 6:13 Pablo apela a los corintios: “Pues, recíprocamente en pago (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros”. El apóstol quería que los creyentes corintios le dieran cierto pago, esto es, un corazón igualmente ensanchado, de modo que lo recibieran a él con afecto entrañable. El hecho de que Pablo use la palabra “hijos” en el versículo 13 indica que el apóstol consideraba infantiles a los creyentes corintios, y que al tratar con ellos les hablaba como un padre habla a sus hijos. En este versículo Pablo exhorta a los corintios a que se ensancharan. Para ensancharse se requiere crecimiento y madurez en vida, de lo cual los creyentes corintios carecían (1 Co. 3:1, 6; 14:20). El apóstol laboraba en ellos para suplir lo que les faltaba. Según el contexto, el cual comienza al final del capítulo cinco, ser ensanchados al crecer y madurar en vida equivale a ser completamente reconciliados con Dios. Al escribir eso, el apóstol llevaba a cabo su ministerio, el cual consistía en reconciliar a los creyentes, quienes estaban reconciliados a Dios sólo a medias. En 2 Corintios 6:3-13 se nos muestra lo que significa ser plenamente salvo. En estos versículos vemos el modelo de una persona que ha experimentado una salvación completa. Comprobamos que hemos sido plenamente salvos al llevar una vida que se adapta a todo. Por tanto, el modelo de uno que ha experimentado la plena salvación es el modelo de uno que lleva una vida que se adapta a todo. No debemos pensar que la vida que se adapta a todo, descrita en 6:3-13, es sólo para personas como Pablo. No, cada creyente tiene la posibilidad de ser un ministro del Nuevo Testamento. Todo aquel que ha sido plenamente salvo ciertamente es un ministro del nuevo pacto y lleva una vida que se adapta a todo. Esto significa que si usted, como creyente neotestamentario, no es un buen ministro del nuevo pacto, todavía no ha sido plenamente salvo. Si hemos sido plenamente salvos y llevamos una vida que se adapta a todo, cualquier situación y cualquier circunstancia será propicia para que ministremos vida a los demás. Ser plenamente salvos es lo que nos hace aptos para ser ministros del Nuevo Testamento. No debemos pensar que todos los requisitos mencionados en estos versículos aplican únicamente a Pablo o a ciertos ministros del nuevo pacto, mas no a nosotros. Pablo es un modelo de lo que deberían ser todos los creyentes. Lo que Pablo tenía es también lo que nosotros necesitamos hoy. Todos debemos llevar una vida que se adapte a todo. Si hemos de llevar una vida que se adapte a todo, necesitamos un corazón ensanchado, un corazón que incluya a todo el pueblo de Dios. No sólo los apóstoles y los ancianos deben tener un corazón ensanchado; todo creyente de Cristo debe poseer un corazón igualmente grande. Si no podemos ensancharnos debidamente en esta era, el Señor hará que nos ensanchemos en la próxima era. Ciertamente, para cuando entremos en la Nueva Jerusalén, nuestro corazón habrá sido ensanchado. Por lo menos para entonces, podremos decir: “Hermano Pablo, ahora soy igual a usted. Usted tiene un corazón ensanchado, y yo también”. Sin embargo, confío en que no esperaremos hasta la próxima era para ser de corazón ensanchado. Es mucho mejor serlo ahora. La meta de estos mensajes es ensancharnos. La meta no es que lleguemos a ser grandes personas. He visto a muchas personas muy bien conocidas cuyos corazones eran muy estrechos. Eran tenidos por grandes hombres, pero sus corazones eran minúsculos. Yo prefiero ser una persona pequeña pero con un gran corazón, un corazón ensanchado que reciba a todo creyente de Cristo. Si hemos satisfecho los primeros dieciocho requisitos necesarios, si los tres grupos de cosas figuran en nuestra experiencia, y si somos personas tales como las que están descritas en este capítulo, entonces verdaderamente hemos sido ensanchados. Los dieciocho requisitos expresados en las frases que empiezan con “en” pueden ser organizadas en nueve pares: en mucha perseverancia y en tribulaciones, en necesidades y en angustias, en azotes y en cárceles, en tumultos y en trabajos, en vigilias y en ayunos, en pureza y en conocimiento, en longanimidad y en bondad, en un espíritu santo y en un amor no fingido, en la palabra de verdad y en el poder de Dios. Hemos señalado que la longanimidad y la bondad van juntas. Mientras sufrimos, debemos ser bondadosos con los demás. Asimismo, los tumultos y los trabajos van juntos. Aparentemente no conforman un par; pero de hecho sí lo conforman. Por experiencia sabemos que los trabajos que realizamos en la obra del Señor provocarán oposición, y que esta oposición resultará en tumultos. Un espíritu santo y un amor no fingido también forman un par. Cuando tenemos un espíritu santo, también tenemos un amor no fingido. Finalmente, la palabra de verdad y el poder de Dios van juntos. Es muy significativo que en la lista que hace Pablo, la perseverancia y la tribulación figuran como el primer par, y la palabra de verdad y el poder de Dios, como el último. Nosotros probablemente habríamos hecho de los últimos los primeros, la cabeza, pero Pablo los pone al final, de último. Aquí el objetivo de Pablo era hacer hincapié en la vida que se adapta a todo, una vida que se acomoda a cualquier situación y que no hace que otros tropiecen. Aquí él no tiene mucho que decir acerca de la palabra de verdad y del poder de Dios. Pablo, como ministro del nuevo pacto, llevaba una vida que ayudaba a otros, en lugar de hacerles tropezar. Era una vida que podía adaptarse a cualquier situación. Para ser esta clase de personas, debemos tener un corazón grandemente ensanchado, al grado de que satisfagamos los dieciocho requisitos presentados en nueve pares, así como los que están implícitos en los tres grupos de cosas y las siete clases de personas. Los grupos y las personas también están organizados en pares. En el primer juego de tres pares se hallan: a través de gloria y deshonra, [a través de] de mala fama y de buena fama, y mediante armas de justicia a diestra y a siniestra. Además hay siete pares que empiezan con la palabra “como”: como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. Los que han satisfecho todos estos requisitos, han sido ensanchados y llevan una vida que se adapta a todo, lo cual los hace aptos para ser idóneos ministros del nuevo pacto. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y DOS LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (11) Lectura bíblica: 2 Co. 6:1-13 Muchos maestros de la Biblia consideran el sexto capítulo de 2 Corintios como si fuera un capítulo completamente separado del capítulo cinco. Ellos no hacen notar que entre los capítulos cinco y seis hay una conexión, pero de hecho, el capítulo seis es una explicación del capítulo cinco. LLEGAR A SER LA JUSTICIA DE DIOS Hemos visto que en el capítulo cinco, los apóstoles reciben el ministerio de la reconciliación para hacer que el pueblo de Dios, no solamente los pecadores, vuelva a Dios de modo que llegue a ser la justicia de Dios en Cristo. A los apóstoles se les había encomendado este ministerio para que introdujeran al pueblo de Dios en Dios y lo hiciera uno con Él orgánicamente. Cuando somos introducidos de nuevo en Dios de esta manera, llegamos a ser la justicia de Dios. Puesto que la justicia es un atributo de Dios, llegar a ser la justicia de Dios en Cristo equivale a llegar a ser este atributo divino. En este sentido, llegamos a ser lo que Dios es. Dios es justicia, y, en Cristo, llegamos a ser la justicia de Dios, un atributo de lo que Dios mismo es. ¡Cuán maravilloso es esto! Éste es el propósito de la salvación de Dios y la meta de Su economía. La economía de Dios al salvarnos consiste en hacer de nosotros la expresión de Dios, incluso uno de Sus atributos. Esto se revela en el capítulo cinco de 2 Corintios. LA NECESIDAD DE SER AÚN MÁS RECONCILIADOS Pablo se daba cuenta de que la descripción que hizo de la reconciliación en el capítulo cinco suponía algo muy profundo. Por ende, en el capítulo seis, él explica que la reconciliación del capítulo anterior equivale a la plena salvación. Por esta razón, en 6:2 él se refiere a la reconciliación como salvación. La salvación en este contexto no es la salvación de los pecadores; es la salvación del pueblo de Dios que ha sido reconciliado sólo a medias. Aquellos que han sido reconciliados con Él sólo en parte, necesitan ser aún más reconciliados, aún más salvos. Todos podemos declarar con confianza que hemos sido salvos. No obstante, es posible que no seamos plenamente salvos. Por tanto, debemos humillarnos delante del Señor y orar: “Oh Señor, te doy gracias de que por Tu misericordia y gracia me has salvado. Pero Señor, todavía no he sido plenamente salvo. Necesito más de Tu salvación”. Algunos creyentes han sido salvos en un grado bastante amplio. Otros, sin embargo, han sido salvos únicamente en pequeña escala. En estos mensajes, siento la carga de que todos experimentemos la salvación en un grado más completo. Me preocupa el porcentaje de su salvación. ¿Hasta qué grado, en qué medida, ha sido usted salvo? La salvación que han experimentado algunas personas que han recibido este ministerio por muchos años todavía es una salvación muy limitada. Además, el porcentaje de su salvación aumenta muy lentamente. Lo que quiero decir es que la reconciliación y la salvación se miden en grados. Esto es cierto especialmente de la reconciliación. Espero que el grado en que somos reconciliados con Dios aumente con mayor rapidez. Lo que se halla en el capítulo seis es un progreso relacionado con la salvación. Según el contexto, ser salvos (6:2) simplemente significa ser reconciliados con Dios. Mientras que ciertas partes de nuestro ser no sean salvas, existe en ellas una discrepancia entre nosotros y Dios. Una palabra más exacta para describir esta condición sería “enemistad”. En Romanos 8, Pablo declara que la mente puesta en la carne es enemistad contra Dios, pero que la mente puesta en el espíritu, es vida y paz (Ro. 8:6). Cuando estamos en el espíritu, tenemos vida y también paz. El hecho de tener paz es un indicio de que hemos sido reconciliados con Dios. Mientras subsista algo en nosotros que carezca de paz, cierta parte de nosotros está en enemistad con Dios. Esto indica que, por lo menos en ciertos asuntos, no hemos sido reconciliados con Dios, ya que con relación a ellos, no hay paz entre nosotros y Dios. Sin lugar a dudas, siempre que no hay paz, hay enemistad. Pero cuando viene la paz, desaparece la enemistad. También podemos decir que cuando desaparece la enemistad, viene la paz. Si hemos de estar en paz o no, depende de que seamos reconciliados con Dios. NO RECIBIR EN VANO LA GRACIA DE DIOS En 6:1 Pablo les dice a los corintios: “Nosotros, pues, como colaboradores Suyos, os rogamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios”. Pablo parece decir: “Creyentes de Corinto, no recibáis en vano la gracia de Dios. Dios os ha concedido mucha gracia. Os ha concedido gracia sobre gracia. Puesto que vosotros habéis recibido tanto de la gracia de Dios, os ruego que no la recibáis en vano”. Recibir la gracia de Dios en vano significa recibir la gracia sin experimentar ningún progreso en el asunto de ser salvos. Si queremos ser aquellos que no reciben la gracia de Dios en vano, necesitamos más salvación. Ésta es la razón por la cual Pablo añade en el versículo 2: “Porque dice: ‘En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido’. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. Los predicadores a menudo usan este versículo para predicar el evangelio. En su predicación, dicen algo así: “Ahora es el momento, el día, de la salvación. No pierda la oportunidad de recibir la gracia de Dios”. Sin embargo, en el versículo 1, Pablo no habla de recibir la gracia de Dios; él nos advierte que no debemos recibir la gracia de Dios en vano. Los corintios ya habían recibido la gracia de Dios. Lo que necesitaban era permitir que esta gracia operara en ellos. Si permitían que la gracia de Dios operara en ellos, no recibirían la gracia de Dios en vano. Esto equivale a ser reconciliados con Dios plenamente y en todo aspecto. Además, esto equivale a experimentar una salvación actual. Hoy debe ser un día de más salvación, un día de progreso en ser reconciliados con Dios por medio de Su gracia. LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA ENSANCHADO Si hemos de ser plenamente reconciliados con Dios, plenamente salvos, nuestros corazones deben ser ensanchados. Pablo les apeló a los corintios a ser ensanchados: “No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro interior. Pues, recíprocamente en pago (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros” (6:12-13). Como hemos señalado, para ser de corazón ensanchado se requieren los aspectos de la vida que se adapta a todo, descrita en 6:3-10. Se requiere los dieciocho aspectos expresados en las frases que empiezan con la palabra “en”: en perseverancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en vigilias, en ayunos, en pureza, en conocimiento, en longanimidad, en bondad, en un espíritu santo, en un amor no fingido, en la palabra de verdad, en el poder de Dios. También se requieren los tres pares que empiezan con la preposición griega que significa “mediante”: mediante las armas de justicia a diestra y siniestra, a través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama. Finalmente, se requieren los siguientes siete pares que empiezan con la palabra “como”: como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. Si tenemos todas estas características de la vida que se adapta a todo, verdaderamente nos hemos sido ensanchado. Durante los pasados cincuenta años he conocido muchos hermanos queridos y preciosos que fueron ancianos y colaboradores. Un buen número de estos hermanos era muy estricto y recto. En cuanto a lo que el Señor dice en Mateo 10:16 acerca de ser “prudentes como serpientes”, estos rectos hermanos no podrían ser “como serpientes”. Tampoco podían ser “como engañadores, pero veraces”. Aquí ser veraces significa ser rectos. Los hermanos que menciono no sólo eran estrictos; ellos eran extremadamente rectos. Por ejemplo, uno de estos hermanos decía: “¡Oh, esa persona no debería estar en la iglesia. ¡Échenla! ¿Cómo podríamos aceptarla? Oh, esa hermana es terrible. Ella debería ser condenada”. Muchas veces hicimos lo mejor que pudimos por convencer a estos hermanos rectos de que fueran más flexibles. Les decíamos algo así: “Se trata de un verdadero hermano en el Señor. Sin duda, él está mal en ciertas cosas. Pero de todos modos debemos recibirlo; debemos perdonarlo y darle una oportunidad de que mejore”. No obstante, a veces uno de estos hermanos rectos contestaba: “¡No! ¡Eso no es lo que dice la Biblia!” Esta actitud indica claramente que los que son estrictos y rectos de esta manera necesitan un corazón ensanchado. Debemos ser rectos y estrictos. Sin embargo, debemos ser estrictos con nosotros mismos, no con los demás. Si queremos ser estrictos con nosotros mismos y no con los demás, debemos ensancharnos. Los que son muy rectos generalmente son también muy estrechos. Ellos necesitan ensanchar sus corazones. Cuando logramos tener un corazón ensanchado, no debemos volvernos sueltos. Antes bien, debemos seguir siendo estrictos y rectos para con nosotros mismos, mas no debemos aplicar este principio a los demás. Si el Señor ha hecho tal obra en nosotros, esto significa que nuestra capacidad ha sido ensanchada. Me gustaría pedirles que consideren una vez más todos los asuntos que abarca Pablo en 6:3-10. Si tenemos todas estas características y cualidades, tendremos un gran corazón. Exteriormente, tal vez seamos muy pequeños, pero nuestro corazón será tan grande como el océano. Pero si no hemos satisfecho estos requisitos, tendremos un corazón muy minúsculo. Tal vez seremos grandes a nuestros propios ojos, pero tendremos un corazón sumamente estrecho. Por ejemplo, nuestra actitud tal vez será que si alguien comete un error, no debemos tener nada que ver con él, a menos que se arrepienta. Ésta es una señal de estrechez. También es una indicación de que no podemos reconciliar a otros con Dios, porque nosotros mismos no hemos sido plenamente reconciliados con Él. Nuestra estrechez es una clara indicación de que hemos sido reconciliados con Dios sólo parcialmente y de que el porcentaje en que hemos sido salvos es bastante bajo. Lo ancho de nuestro corazón depende del grado en que hemos sido reconciliados con Dios. PERDONAR Y OLVIDAR A menudo, cuando asisto a una reunión de bodas, me piden decir algunas palabras. Pero yo soy reacio a hablar en las bodas. El problema no es que no tenga nada que decir, sino que lo que verdaderamente quisiera decir tal vez sea demasiado franco y sincero para la ocasión. Siento un rotundo rechazo por las palabras bonitas y agradables que son comunes en las bodas, porque casi siempre están muy lejos de la verdad. Si me tocara hablar en una boda, me gustaría decir la verdad, en especial, acerca de la dificultad que enfrentan los maridos y las esposas al perdonarse mutuamente. Una vez que un hermano ha sido ofendido por su esposa, quizás no olvide jamás la ofensa, ni perdone jamás a su esposa. Por supuesto, muchas esposas son idénticas. Lo que me gustaría decir a un hermano recién casado y a su esposa es esto: “Hermana, haga todo lo posible por no ofender a su marido, porque si lo ofende, quizás le tomará muchos años para que la perdone. Hermano, no se imagine que su esposa es un ángel. Ella ciertamente no es un ángel. Además, usted debe amarla siempre. Si deja de expresarle el amor que siente por ella, ella tal vez se ofenderá y recordará su falta por mucho tiempo”. Uso esto como otro ejemplo de lo que es tener un corazón estrecho. Todos los hermanos y hermanas casados deben ensanchar su corazón. Hermanos, ¿les ha ofendido su esposa? Les exhorto a que lo olviden. Si usted es capaz de perdonar una ofensa y olvidarla, eso muestra que usted ha llegado a ser una persona ensanchada, una persona de corazón amplio. Cuando alguien le ofende, ¿está usted dispuesto a perdonar a esa persona? En realidad, perdonar es olvidar. Quizás, en lugar de hablar de perdonar, deberíamos hablar de olvidar. Entonces el marido diría a su esposa: “Querida, olvidémonos de esa ofensa”. Olvidar es perdonar de verdad. Tanto en nuestra vida familiar como en la vida de iglesia, tal vez nos hemos sentido ofendidos muchas veces. ¿Conserva usted una lista de todas las ofensas? ¿Se acuerda de cómo su cónyuge lo ofendió, o cómo fue ofendido por cierto anciano? ¿Se acuerda usted de todas las ofensas causadas por los santos? Debemos perdonar y olvidar todas las ofensas. Tal vez perdonemos, pero es posible que nos resulte más difícil olvidar. Esta dificultad para perdonar y olvidar se debe a un corazón que no ha sido debidamente ensanchado. Por tanto, vemos una vez más que nuestro corazón debe ser ensanchado. Ser plenamente reconciliados y salvos hará que nuestros corazones sean verdaderamente ensanchados. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y TRES LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (12) Lectura bíblica: 2 Co. 6:14—7:1 Hemos visto que ser plenamente reconciliados con Dios equivale a experimentar plenamente la salvación de Dios. También hemos visto que ser plenamente reconciliados y salvos equivale a que nuestros corazones sean ensanchados. Ahora, en 6:14—7:1, examinemos una franca exhortación emitida por el ministerio de la reconciliación. NO UNIRNOS EN YUGO DESIGUAL El versículo 14 dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” El apóstol profirió estas palabras basándose en el hecho de que su boca se había abierto para con los creyentes y en que su corazón se había ensanchado para con ellos, como dijo en el versículo 11. Habiendo establecido Pablo el hecho de que la plena reconciliación es la plena salvación, lo cual resulta en el ensanchamiento del corazón, él exhorta a los creyentes corintios a que no se unan en yugo desigual con los incrédulos. La palabra “desigual” del versículo 14 implica una diferencia de género. Esto se refiere a Deuteronomio 22:10, donde se prohibe unir en un mismo yugo dos animales de especie diferente. Los creyentes y los incrédulos son personas diferentes. Debido a la naturaleza divina y a la posición santa de los creyentes, ellos no deben unirse en un mismo yugo con los incrédulos. Esto debe aplicarse a todas las relaciones íntimas que puedan existir entre creyentes e incrédulos, y no sólo al matrimonio y a los negocios. Estas palabras indican que los creyentes corintios se habían unido en yugo desigual con los incrédulos, y ellos no se habían apartado para Dios separándose de la gente mundana, lo cual significa que no estaban completamente, reconciliados con Dios. Por eso, el apóstol les exhortó a que no se unieran en yugo desigual con los incrédulos, y a que se apartaran de ellos para poder ser completamente reconciliados con Dios, es decir, conducidos de nuevo a Él. Según el Antiguo Testamento, el ganado pertenecía a dos categorías: los limpios y los inmundos. Los limpios rumiaban y tenían la pezuña hendida. Las ovejas y los bueyes eran animales limpios, mientras que los asnos, los caballos, las mulas y los cerdos, no lo eran. Por tanto, Deuteronomio 22:10 declara: “No ararás con buey y con asno juntamente”. Aquí vemos que la ley exigía que los hijos de Israel no debían unir bajo el mismo yugo a un animal limpio y a un animal inmundo, que no los debían unir con el mismo yugo. Un animal limpio, como por ejemplo el buey, se podía ofrecer a Dios, mas no un animal inmundo. Por consiguiente, el animal limpio y el inmundo eran desiguales. En 6:14, a Pablo no le interesa meramente enseñar la ley; lo que sí le interesa es el significado espiritual de la ley. Hoy en día, nosotros, los creyentes, somos las personas limpias; somos los bueyes y los corderos que se ofrecen a Dios. Los incrédulos, en cambio, son inmundos, y no debemos unirnos en yugo desigual con ellos. Unirnos en yugo desigual con los incrédulos equivale a ser distraídos de tal modo que nos apartamos de Dios. Liberarnos de ese yugo desigual equivale a volver a Dios y ser reconciliados con Él. Por ejemplo, un hermano no debe casarse con una persona incrédula. Casarse con un incrédulo es unirse en yugo desigual, lo cual alejaría de Dios al hermano. Asimismo, asociarse en un negocio con un incrédulo es también unirse en yugo desigual. Supongamos que un creyente y un incrédulo son socios en un negocio, y comparten los mismos intereses y metas. De hecho, ellos son un par unido en yugo desigual. Esta clase de asociación, de unión, debe terminar. Todo aquel que se involucre en una asociación de negocio de esta manera, se alejará de Dios a causa del negocio. El negocio lo alejará de Dios cada vez más. Todo hermano que se encuentre en una situación así, debe deshacerse de ese yugo desigual relacionado con el negocio y ser reconciliado con Dios, volver a Dios. Además, la amistad con los incrédulos puede ponernos bajo un yugo desigual. A los jóvenes en especial, les gusta hacer amigos. Hermanos y hermanas jóvenes, si ustedes desarrollan amistades íntimas con incrédulos, eso les pondrá bajo un yugo desigual. Esta clase de relación los alejará de Dios. Sus amigos incrédulos no les ayudarán a acercarse más a Dios; por el contrario, los alejarán de Él. Mientras mantengan esa amistad desigual, serán distraídos y se alejarán más y más de Dios. Por tanto, Pablo nos exhorta a que no nos unamos en yugo desigual con los incrédulos, a fin de que seamos preservados en Dios y devueltos plenamente a Él. LA DIFERENCIA QUE EXISTE ENTRE LOS CREYENTES Y LOS INCRÉDULOS En 6:14-16 el apóstol usa cinco ejemplos para describir la diferencia que existe entre los creyentes y los incrédulos diciendo que no puede haber: ningún compañerismo, ningún intercambio, entre la justicia y la injusticia; ninguna comunión entre la luz y las tinieblas; ninguna concordia, armonía, entre Cristo y Belial; ninguna parte, ninguna porción, compartida por un creyente y un incrédulo; ningún acuerdo, ningún consentimiento, entre el templo de Dios y los ídolos. Estos ejemplos también revelan el hecho de que los creyentes son justicia, luz, Cristo y el templo de Dios; y que los incrédulos son injusticia, tinieblas, Belial (Satanás, el diablo) e ídolos. En el versículo 14 Pablo declara: “¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” No debe existir ninguna clase de comunicación entre la justicia y la injusticia; no debe haber ninguna relación, ningún compañerismo entre ellas. Asimismo, la luz y las tinieblas no tienen nada que ver la uno con la otra; no pueden tener ninguna comunión. Como creyentes, nosotros estamos en la luz. Si tenemos comunión, o amistad íntima, con los incrédulos, esa clase de amistad es comunión entre la luz y las tinieblas. Cuando un creyente se casa con un incrédulo, ese creyente participa de la comunión entre la luz y las tinieblas. En el versículo 15 Pablo añade: “¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” Belial es otro nombre de Satanás, el diablo. No puede haber concordia entre Cristo y el diablo. Nosotros, los creyentes, somos de Cristo, y los incrédulos son de Satanás. Si amistamos con los incrédulos, esto significa que establecemos concordia entre Cristo y Satanás. El creyente no tiene parte alguna con el incrédulo. En el versículo 16 Pablo dice además: “¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios viviente, como Dios dijo: ‘Habitaré entre ellos y entre ellos andaré, y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo’ ”. Aquí vemos que no debe existir ningún acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos. Los incrédulos tienen ídolos, pero nosotros somos el templo de Dios. ¿Cómo podría haber una relación estrecha entre los creyentes y los incrédulos? EL TEMPLO DEL DIOS VIVIENTE En el versículo 16 Pablo dice que somos el templo del Dios viviente. Nuestro Dios es el Dios viviente y, como tal, Él mora en nosotros y anda entre nosotros a fin de ser nuestro Dios de manera subjetiva para que nosotros participemos de Él y seamos Su pueblo y así experimentarlo de una manera viviente. En 1 Timoteo 3:15 Pablo declara que somos la iglesia del Dios viviente. El Dios viviente, quien vive en la iglesia, debe ser subjetivo para la iglesia y no objetivo. Un ídolo de un templo pagano no tiene vida. El Dios que no sólo vive en Su templo vivo, la iglesia, sino que también actúa y obra en él, es viviente. Debido a que Él es viviente, la iglesia también es viviente en Él, por Él y con Él. Por definición, el Dios viviente y la iglesia viviente, viven, actúan y obran juntos. La iglesia viviente es la casa y familia del Dios vivo. Por lo tanto, llega a ser la manifestación de Dios en la carne. Dios dijo: “Habitaré entre ellos y entre ellos andaré, y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo” (2 Co. 6:16). Ésta es nuestra situación hoy en día. Dios vive en nosotros, mora en nosotros y anda entre nosotros. Él es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo. SEPARADOS Y RECONCILIADOS En el versículo 17 Pablo exhorta a los corintios, diciéndoles: “Por lo cual, ‘salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y Yo os recibiré’ ”. Apartarse significa ser reconciliados con Dios, ser conducidos de nuevo a Él (5:20) de modo práctico. La expresión “lo inmundo” denota lo que pertenece a la injusticia, a las tinieblas, a Belial, y a los ídolos, según se menciona en los versículos del 14 al 16. Al no tocar estas cosas inmundas, somos apartados para Dios y reconciliados con Él. Por tanto, dejar estas cosas y separarse de ellas equivale a ser traído de vuelta a Dios. Cuando nos separamos de esta manera, Dios nos recibe. Las palabras: “Yo os recibiré” aluden al hecho de que Dios recibe con gozo a los creyentes que han sido devueltos a Él, o sea, que han sido reconciliados completamente con Él. HIJOS E HIJAS El versículo 18 dice: “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. Tener a Dios por Padre y ser hijos e hijas de Él es un asunto de vida, y es más profundo que tener a Dios por Dios y ser Su pueblo, como se menciona en el versículo 16. Dios es el que crea, y el Padre es el que engendra. Él nos regeneró y nos hizo hijos e hijas para Él. El versículo 18 constituye la única ocasión en que el Nuevo Testamento indica que Dios tiene hijas. Generalmente dice que los creyentes son hijos de Dios. La razón por la que este versículo habla de hijos e hijas alude a una relación muy personal. Para muchos padres, los hijos son preciosos. Tengo entendido que en el oriente y en el occidente, los padres que tienen solamente hijas anhelan tener por lo menos un hijo. Sin embargo, aunque los hijos son preciosos, las hijas son queridas. Supongamos que un padre tuviera tres hijos y ninguna hija. Ciertamente él querría tener una hija; ella le sería muy querida. Muchos padres que tienen hijos e hijas les dirán que las hijas les son queridas y que los hijos les son preciosos. Creo que en el versículo 18, Pablo desea que veamos que no sólo somos preciosos para Dios como hijos, sino que también le somos queridos para Él como hijas. ¿Quiere usted ser un hijo de Dios o una hija de Dios? Yo soy un hijo de Dios, pero también estoy contento de ser una hija de Dios. Me agrada ser precioso y querido para Él. Pablo, consciente de que podemos ser preciosos y queridos para el Padre, indica que somos hijos y también hijas de Él. Según la Biblia, Dios no le da mucho énfasis a que seamos hombres o mujeres. En un sentido real y positivo, todos somos mujeres a los ojos de Dios. En 11:2, Pablo declara: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. ¿Acaso no indica esto que para Dios, todos los creyentes son mujeres? Si no fuésemos mujeres a Sus ojos, ¿cómo podríamos formar parte de la virgen pura que es presentada a Cristo? Cristo ha de ser nuestro Marido, y nosotros hemos de ser Su esposa. En este sentido, todos somos mujeres. Incluso podemos usar una expresión poco común y afirmar que para Dios, somos hijos hembras. Cuando desempeñamos responsabilidades y llevamos a cabo la guerra espiritual, somos hijos. Debemos ser hijos fuertes cuando se trata de asumir nuestra responsabilidad y de llevar a cabo la guerra espiritual. Pero al mismo tiempo debemos ser hijas, muy queridas y preciosas para el Padre. Así que, por una parte, somos hijos preciosos, y por otra, somos hijas queridas. PERFECCIONAR LA SANTIDAD En 7:1 Pablo dice: “Así que, amados, puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. El hecho de que Pablo use las palabras “así que” al principio de este versículo indica que el versículo 1 es la conclusión de la última parte del capítulo seis, y específicamente, de los versículos del 14 al 18. Las promesas aluden a las que se mencionan en 6:16-18. La contaminación de la carne es una referencia a las cosas materiales, mientras que la contaminación del espíritu es una referencia a las cosas del mundo espiritual, tales como los ídolos. Limpiarnos de toda contaminación de carne y de espíritu significa apartarnos de todas las distracciones para ser plenamente reconciliados con Dios. En 7:1 Pablo habla de perfeccionar la santidad en el temor de Dios. La santidad consiste en estar apartado para Dios de todo lo que no sea Él. Perfeccionar la santidad es hacer que esta separación sea completa y perfecta, que todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea completo y perfectamente apartado y santificado para Dios (1 Ts. 5:23), lo cual equivale a ser plenamente reconciliados con Dios. La palabra “santos” no sólo significa santificados, apartados, para Dios, sino también diferentes, distintos, de todo lo común. Sólo Dios es diferente, distinto, de todas las cosas. Por lo tanto, Él es santo; la santidad es Su naturaleza. Según Efesios 1:4, Él nos escogió para que fuésemos santos, y nos hace santos impartiéndose a Sí mismo, el Santo, en nuestro ser, a fin de que todo nuestro ser sea impregnado y saturado de Su naturaleza santa. Nosotros los escogidos de Dios somos hechos santos al participar de la naturaleza divina de Dios (2 P. 1:4) y al permitir que todo nuestro sea empapado de Dios. Esto es diferente de llegar a una perfección o pureza inmaculada. La verdadera santidad hace que nuestro ser sea santo en la naturaleza y el carácter de Dios, tal como lo es Dios mismo. En 7:1 Pablo menciona el temor de Dios. Este temor está relacionado con el hecho de no atreverse a tocar lo que no pertenezca a Dios o no esté relacionado con Él (6:17). Hemos señalado que los creyentes son justicia, luz, Cristo y el templo. Cuando nos unimos en yugo desigual con los incrédulos, esto significa que en cierto sentido introducimos la justicia de Dios en la injusticia, la luz de Dios en las tinieblas, y a Cristo en el diablo, y que asociamos el templo de Dios con los ídolos. Los ídolos contaminan nuestro espíritu. Por consiguiente, tanto en el mundo espiritual como en el mundo físico, hay contaminación. Separarnos de la contaminación, de las cosas impuras, es de hecho reconciliarnos con Dios. En el capítulo seis se ve a un Pablo que cumple verdaderamente el ministerio de la reconciliación. Él exhorta a los corintios a que se aparten de las cosas profanas. Separarse de lo profano equivale a ser reconciliados con Dios y santificados para Él. Por ende, ser plenamente salvos incluye la separación de lo inmundo, la santificación para Dios y la reconciliación con Dios. Ésta es la razón por la cual al comienzo de este capítulo Pablo habla de la salvación, y al final del mismo habla de la separación. La salvación es la separación, la separación es la santificación, y la santificación es la reconciliación. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y CUATRO LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (13) Lectura bíblica: 2 Co. 7:2-7 El capítulo siete también forma parte de la sección de 2 Corintios que trata de los ministros del nuevo pacto. En esta sección, Pablo describe la clase de vida que llevan los ministros del nuevo pacto. En este mensaje procuraremos percibir el sentir que había en el espíritu de Pablo, según se expresa en 7:2-7. Al leer 7:2-16, lo crucial es percibir el sentir de Pablo y también su espíritu; aunque hacer esto no es cosa fácil. LA PREOCUPACIÓN ÍNTIMA DE LA VIDA QUE MINISTRA A OTROS Lo que vemos en 7:2-16 es la preocupación íntima que muestra la vida que ministra a otros. Todo creyente que ama al Señor y desea ceñirse a lo establecido por Dios, debe convertirse en un ministro del nuevo pacto. Si somos creyentes de Cristo, debemos ser ministros del Nuevo Testamento, ya sea que seamos apóstoles, evangelistas, ancianos o diáconos. Dicho ministro es una persona que suministra Cristo a los demás para que se edifique la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Cuando yo era joven, oí que todo creyente debe ser un predicador del evangelio. Ahora vemos que no debemos ser simplemente predicadores del evangelio, sino también ministros del nuevo pacto, personas que ministran a Cristo como vida para que la iglesia sea edificada como Cuerpo de Cristo. Este ministerio lo deben llevar a cabo no solamente los apóstoles y los ancianos, sino todos los miembros de la iglesia. La meta actual del recobro del Señor es precisamente recobrar el que todos los creyentes impartan a Cristo a fin de que la iglesia sea edificada. Llegamos a este entendimiento basándonos en lo que expresó Pablo en Efesios 4, donde declara que los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros perfeccionan a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo. Si queremos ser aquellos que edifican la iglesia, aquellos que ministran a Cristo para la edificación de la iglesia, debemos llevar una vida que ministre a Cristo a los demás. Si hemos de ser ministros del nuevo pacto, necesitamos llevar tal vida. Debemos llevar una vida que ministre a Cristo a los demás por causa de la iglesia. Hace muchos años, leí varios libros en los que se alentaba a los creyentes a ser espirituales, santos y victoriosos. Pero jamás he leído un solo libro que nos exhortara a llevar una vida que ministre a Cristo a los demás. Muchos de nosotros hemos leído libros que tratan de cómo ser espirituales, de cómo llevar una vida santa, o de cómo ser victoriosos. Pero ¿ha leído usted alguna vez un libro que le explique cómo llevar una vida que ministre a Cristo a otros? No creo que ninguno de nosotros haya leído tal libro. En los pasados cincuenta años he viajado a muchos lugares y me he encontrado con muchas clases de cristianos. Conocí específicamente a algunos que tenían fama de ser espirituales. Pero según mi parecer, ni siquiera estos hermanos, que supuestamente eran espirituales, llevaban una vida ministerial adecuada. Ellos se conducían de una manera muy cuidadosa con el fin de ser “espirituales”, “santos” y “victoriosos”. Pero no llevaban la vida característica de uno que ministra a Cristo a los demás. Por la gracia del Señor, y no por nuestros propios esfuerzos, todos debemos procurar llevar una vida que les ministra a otros. UNA VIDA FRUCTÍFERA La vida que ministra a Cristo a otros, la cual vemos en 2 Corintios, es una vida fructífera. Es posible ser “espirituales”, “santos” y “victoriosos”, y con todo, no llevar fruto. Esta clase de espiritualidad, santidad y victoria presenta problemas, pues es cuestionable si tales características son auténticas y genuinas. ¿Acaso no es extraño que alguien que es “espiritual” no lleve fruto? Según la Biblia, el objetivo de ser espiritual es llevar fruto. En el Evangelio de Juan, el Señor no pide que seamos espirituales, santos ni victoriosos; más bien, en Juan 15 Él nos dice que llevemos fruto, incluso que llevemos fruto abundante, el fruto que permanezca. Esto es llevar una vida que ministra a los demás. Alrededor de mi casa hay varios árboles frutales: un durazno, un limón y un naranjo. Sin embargo, algunos de los árboles no daban fruto, aun después de mucho tiempo. Puesto que no daban fruto, pensábamos tal vez arrancarlos. Aunque estos árboles no daban fruto, seguían creciendo bastante. De hecho, estaban verdes y florecientes, llenos de hojas. No obstante, cuanto más crecían, más molesto me sentía a causa de ellos. A veces, cuando miraba aquellos árboles, decía: “Y ustedes árboles ¿qué están haciendo aquí? Están llenos de hojas verdes, y sus ramas siguen creciendo, pero no producen ningún fruto”. Podemos usar esto como ejemplo de los creyentes que, aunque sean “espirituales”, “santos” y “victoriosos”, no llevan fruto. No producen fruto porque no llevan una vida que ministra a otros. Es muy importante ver que todos debemos llevar una vida que ministra a Cristo a los demás. En mis primeros años de creyente, oí varios mensajes sobre 2 Corintios 7. El énfasis de esos mensajes era el ser contristado según Dios. En ellos se decía que si somos contristados según Dios, no lamentaremos el ser contristados. Sin embargo, aunque escuché mensajes que trataban de este tema, no se me dijo nada respecto a que en este capítulo se puede percibir el sentir y el espíritu de Pablo. Aquí vemos su íntima preocupación. LA NECESIDAD DE UNA PREOCUPACIÓN GENUINA Una persona puede ser entendida en los asuntos espirituales y poderosa en la predicación, y con todo, ser infructuosa. De hecho, en lugar de ser fructuosa y ministrar vida, es posible que mate a los demás. Puede ser que un hermano visite otra localidad y celebre conferencias, pero es posible que a muchos se les dé muerte como resultado de esas conferencias. Se les da muerte no con palabras erróneas, sino con palabras bien dichas. Además, al pastorear a los santos, puede ser que también demos muerte a los demás. La razón por esta muerte, esta falta de fruto, es que no tenemos una preocupación íntima. Es posible que a un hermano que da una conferencia en determinada iglesia sólo le preocupe dar mensajes, y que no sienta una preocupación genuina por la iglesia de esa localidad. Asimismo, es posible que visitemos a una familia para pastorearla, y no sintamos una verdadera preocupación por ella, sino que más bien, lo que nos preocupa sea exhibir nuestro conocimiento, espiritualidad, don o capacidad. Esto produce muerte. Hay madres que al parecer les falta sabiduría. No obstante, a pesar de no ser muy instruidas, crían a sus hijos bien porque los aman y se preocupan por ellos. Algunas madrastras, por el contrario, tal vez sean muy letradas, talentosas e inteligentes, pero no tengan la debida preocupación por sus hijos. En el cuidado de los hijos, lo más importante no es el conocimiento ni la capacidad, sino el tener una verdadera preocupación por ellos. Esto mismo se aplica al cuidar de las iglesias y al pastorear a los santos. Lo que más se necesita es la preocupación íntima de una vida que ministra a otros. Los hermanos que dan conferencias a las iglesias deben sentir una preocupación genuina por ellas. No les debe interesar meramente dar excelentes mensajes que exhiban su conocimiento, talento o capacidad. Cuando yo era joven, me inquietaba un poco el capítulo siete de 2 Corintios. Consideraba que la Biblia era un libro sagrado y clásico, y me parecía que 2 Corintios 7 no era un escrito clásico. Entendía por qué figuraban en la Biblia capítulos como Romanos 5 y Romanos 8, pero no sabía por qué se había incluido un capítulo como 2 Corintios 7. En el versículo 6, Pablo dice que fue consolado por la venida de Tito, y en el versículo 7, añade: “Y no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado a causa de vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestro celo por mí, de manera que me regocijé aun más”. Me parecía que un versículo como éste no debía estar en la Biblia. ¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué 2 Corintios 7 se encuentra en el Nuevo Testamento? Si nunca ha pensado en ello, esto puede ser un indicio de que usted no lea la Palabra con cuidado. Puedo testificar que cuanto más atención presto a este capítulo, más me agrada, más aprendo de él y más me afecta. Este capítulo revela que necesitamos tener una preocupación íntima. Si tenemos la capacidad de llevar a cabo una obra, mas no tenemos una preocupación íntima, nuestra obra será infructuosa. Lo que se necesita para establecer una vida de familia y de iglesia adecuadas, es una preocupación íntima. Lo fructíferos que seremos, es decir, el fruto que daremos, no depende de lo que podamos hacer, sino de que tengamos una preocupación íntima. El hermano Nee nos dijo que en la predicación del evangelio, debemos preocuparnos genuinamente por los demás. Mientras tengamos una preocupación legítima por las personas, habrá muchas posibilidades de que seamos aptos para que Dios nos use a fin de que ellas sean salvas. Vemos un buen testimonio de esto en el libro Seen And Heard [Visto y oído]. En ese libro, el autor, James McKendrick, relata que una vez estuvo frente a un grupo de incrédulos y que se puso a llorar, sin decir una palabra. A pesar de no decir nada, muchos fueron salvos porque podían ver que él tenía una profunda preocupación por ellos. La elocuencia, el don y el poder nunca conmueven a las personas tan profundamente como la verdadera preocupación que mostramos para con ellas. En 1 Corintios Pablo era como un padre que disciplinaba a sus propios hijos. Con todo, lo que lo motivaba a disciplinarlos era la preocupación profunda e íntima que él sentía por ellos. Por ejemplo, es posible que mientras una madre le esté dando una paliza a uno de sus hijos, el niño perciba que ella lo disciplina con un espíritu o actitud de amor. Por tanto, ella puede manifestar amor por su hijo aun mientras lo disciplina. Los niños saben cuando sus padres los disciplinan con un espíritu de amor y cuando no. Pablo escribió el libro de 1 Corintios con un espíritu de amor y de preocupación. Ciertamente, en toda la epístola de 2 Corintios, y particularmente en el capítulo siete, podemos ver la íntima preocupación que Pablo tenía por los creyentes. CONSOLAR A OTROS En 2 Corintios 7 Pablo se mostró muy emotivo. En el versículo 13, él declara que se gozaba “más abundantemente por el gozo de Tito”. J. N. Darby hizo notar que no se puede traducir exactamente la expresión idiomática griega traducida “más abundantemente”. Pablo ministraba la vida de una manera muy humana y emotiva. Él era así de emotivo debido a que tenía una preocupación muy profunda e íntima por los creyentes. Sin esta clase de preocupación, jamás podríamos regocijarnos abundantemente como lo hacía Pablo; más bien, seríamos tan fríos como un congelador, sin preocuparnos en absoluto por los santos. En lugar de contagiarlos con nuestra ternura, los enfriaríamos más. Nada crece en un ambiente frío; necesitamos el clima de la primavera para que nos deshiele y caliente nuestra vida. Una vez más, se necesita una vida que ministre a otros. ¿Sabe usted qué es la vida que ministra a otros? Es una vida que consuela a los demás. Aprenda a hacer sentir bien a los demás. Esto es lo que significa mostrar una preocupación íntima por ellos. Muchos han leído 2 Corintios 7 sin percibir la preocupación íntima que Pablo sentía por los demás. Sin esta clase de preocupación, no podremos llevar fruto. Si deseo ministrar vida a los santos, necesito mostrar una verdadera preocupación por ellos, una preocupación emotiva, profunda e íntima. Incluso debo preocuparme por ellos al grado en que, en ocasiones, ellos tengan la impresión de que me comporto neciamente o que estoy loco. LA SÚPLICA DE PABLO En 7:2 Pablo declara: “Dadnos cabida en vuestro corazón; a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, de nadie hemos tomado ventaja”. La exhortación franca que se encuentra en 6:14—7:1 se da de modo parentético para hacer que los corintios distraídos vuelvan a su Dios santo y dejen de tocar cosas que contaminan, a fin de que sean completamente reconciliados con Él. Así que, 7:2 es en realidad una continuación de 6:11-13, donde Pablo exhorta a los creyentes a que tengan un corazón ensanchado para con los apóstoles, a que les dieran cabida en sus corazones. Desde este versículo hasta el final del capítulo, el apóstol, en su ruego, expresó su preocupación íntima por los creyentes, para que ellos fuesen consolados y alentados a seguir adelante de manera positiva con el Señor después de ser plenamente reconciliados con Él. Cuando Pablo declara: “Dadnos cabida”, de hecho decía a los corintios: “Hermanos, quisiera entrar en vosotros y morar en vosotros, pero estáis estrechos y os habéis cerrado. No tenéis un corazón ensanchado que nos reciba. Yo os amo, y vosotros me preocupáis. Por esto os exhorto a que os abráis y que nos deis cabida para que podamos entrar en vosotros y morar en vosotros”. Si usted visita la iglesia de otra localidad sin tener la clase de espíritu que posee Pablo según el versículo 2, tal vez sentirá, sin darse cuenta, que usted es más conocedor de las cosas espirituales que los demás, y que tiene algo que ministrarles. Ésta no es la clase de actitud que necesitamos. En cambio, suponga que usted apela a los santos de la misma manera que lo hace Pablo en el versículo 2, pidiéndoles que le den cabida en sus corazones para que usted more en ellos. Ciertamente esto conmoverá muy profundamente a los demás. En el versículo 2, Pablo dice que a nadie han agraviado, que a nadie han corrompido, que de nadie han tomado ventaja. Parece que Pablo se está justificando a sí mismo, pero con todo profiere esta justificación de una manera íntima y amorosa. En el versículo 3, Pablo añade: “No lo digo para condenaros; pues ya he dicho antes que estáis en nuestro corazón, para morir juntos y para vivir juntos”. Aquí vemos la expresión de una relación muy íntima, no de palabras diplomáticas ni corteses. Pablo es franco en su manera de hablar, pero al mismo tiempo sus palabras son muy íntimas y conmovedoras. El hecho de que Pablo hablara a los corintios de esta manera muestra que entre él y ellos existía una relación íntima. Sólo a personas con quienes tenemos una íntima relación podemos hablarles de esta manera. En el versículo 3 Pablo incluso declara que los corintios estaban en el corazón de los apóstoles, para morir juntos y para vivir juntos. Aquí Pablo parece decir: “No digo esto para condenaros, pues ya he dicho que vosotros estáis en nuestros corazones. Puesto que os tenemos en nuestros corazones y puesto que nuestros corazones están ensanchados, apelamos a vosotros que ensanchéis vuestros corazones y nos deis cabida. Corintios, vosotros estáis en nuestros corazones, para vivir juntos y para morir juntos”. ¡Qué palabras más profundas, tiernas e íntimas! ¡Cuán profundamente conmueven! CONSOLADOS Y GOZOSOS GRACIAS A LA PROFUNDA PREOCUPACIÓN QUE TENÍAN El versículo 4 añade: “Mucha franqueza tengo con vosotros; mucho me glorío con respecto de vosotros; lleno estoy de consolación; sobreabundo de gozo en toda tribulación nuestra”. En el griego esta frase significa literalmente que Pablo está lleno del consuelo, del gozo, lo cual se refiere a un consuelo específico y a un gozo específico. Aquí vemos también que las palabras de Pablo son íntimas y conmovedoras. En el versículo 5 Pablo declara: “Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestra carne, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores”. Aquí la palabra “carne” se refiere al hombre exterior, que incluye el cuerpo y el alma. Los conflictos por fuera y los temores por dentro tienen que ver con el cuerpo y el alma. El no tener reposo en la carne es diferente de no tener reposo en el espíritu. El versículo 6 dice: “Pero Dios, que consuela a los abatidos, nos consoló con la venida de Tito”. Debido a su profunda preocupación con respecto a cómo responderían los creyentes corintios a su primera epístola, el apóstol no tenía reposo en su espíritu (2:13) e incluso estaba abatido, anhelando ver a Tito para obtener información acerca de la respuesta de los corintios. Ahora Tito no sólo había venido, sino que también había traído buenas nuevas de la respuesta positiva de ellos. Eso fue un gran consuelo para el apóstol. En el versículo 7 Pablo añade: “Y no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado a causa de vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestro celo por mí, de manera que me regocijé aun más”. Aquí se ve una vez más que Pablo se muestra muy emotivo debido a su preocupación. Todos debemos ensanchar nuestros corazones, todos debemos ser plenamente reconciliados con Dios. Entonces llevaremos una vida que ministra a Cristo a los demás, una vida que puede llevar mucho fruto. La vida que ministra a los demás es lo único que nos capacita para llevar fruto. Llevar fruto es el producto de una vida que ministra a Cristo a otros. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y CINCO LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO (14) Lectura bíblica: 2 Co. 7:2-16 En 7:2 y 3 Pablo dice: “Dadnos cabida en vuestro corazón: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, de nadie hemos tomado ventaja. No lo digo para condenaros; pues ya he dicho antes que estáis en nuestro corazón, para morir juntos y para vivir juntos”. Lo que dice Pablo aquí revela cuál profunda e íntima era su preocupación por los corintios. Sus palabras no meramente expresaban algo ético, religioso, espiritual o amoroso, pues uno puede pronunciar palabras de amor y sentir amor por otros, y aun así no preocuparse mucho por ellos. El amor que sentimos por los demás debe convertirse en una preocupación por ellos. Pablo tenía una preocupación así por los creyentes de Corinto. Una madre no sólo siente amor por su hijo; también siente una profunda preocupación por él. Sólo una mujer con una preocupación así es apta para ser una madre idónea. Tal vez una mujer carezca de educación, pero si siente una profunda preocupación por sus hijos, ella está calificada para ser una buena madre. Por supuesto, el conocimiento y la habilidad ayudan, pero no son requisitos indispensables. Lo único que se requiere para ser una buena madre es sentir preocupación por sus propios hijos. El mismo principio rige con respecto al cuidado de la iglesia. No es suficiente que los ancianos sientan amor por la iglesia. Su amor debe convertirse en una profunda preocupación por cada uno de los jóvenes y hermanos débiles. Esta preocupación es lo que hace que nuestra labor sea fructífera. Todos necesitamos tener esta clase de preocupación por los demás. Hace poco, mientras laboraba en este capítulo, me preguntaba qué palabra podía usar para describir el sentir de Pablo. Me di cuenta de que lo que Pablo dice en este capítulo no es algo meramente ético, moral, religioso o espiritual. Lo que dice aquí manifiesta una preocupación íntima, una profunda, tierna y afectuosa preocupación por los creyentes. En el versículo 2, Pablo dice: “Dadnos cabida”, y en el versículo 3, dice: “Estáis en nuestro corazón, para morir juntos y para vivir juntos”. Estas palabras no son ordinarias; más bien, son palabras que proceden del cielo, palabras que provienen del corazón de Dios. El anhelo de Pablo era que así como él tenía a los corintios en su corazón, él también pudiera estar en el corazón de ellos. Los creyentes corintios estaban en el corazón de Pablo, para vivir juntos y para morir juntos. Esto ciertamente expresa una íntima preocupación por ellos. En el versículo 8 Pablo dice además: “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa. Aunque sí me pesó entonces (porque veo que aquella carta, aunque por poco tiempo, os contristó)”. Con la palabra “carta” Pablo se refiere a la primera epístola que escribió a los corintios. Lo que dice en cuanto al pesar que sentía indica que él no solamente fue osado y franco al reprender a los creyentes en su primera epístola, sino que también fue tierno y dócil para con ellos. Las palabras “os contristé” del versículo 8 muestran que la primera epístola que el apóstol dirigió a los creyentes corintios, tuvo efecto en ellos. PALABRAS SUAVES Y TIERNAS En el versículo 8 Pablo usa la palabra “aunque” tres veces. Él dice: “Aunque os contristé”, “aunque sí me pesó”, y “aunque por poco tiempo”. ¿Por qué Pablo sigue diciendo: “aunque”? Según mi entendimiento, si elimináramos la palabra “aunque”, el tono de Pablo en este versículo sería demasiado recio. La adición de la palabra “aunque” tiene el efecto de suavizar lo que él dijo. Además, si no hubiera usado esta palabra, en el versículo 8, Pablo habría estado vindicándose firmemente y defendiéndose a sí mismo. Al añadir la palabra “aunque” tres veces, él reduce la impresión de que se está justificando. Los hermanos casados deberían aprender de Pablo si desean evitar discusiones con sus esposas. Mientras el hermano conversa con su esposa, descubrirá que al insertar la palabra “aunque”, él puede suavizar lo que le dice y evitar ofenderla. Además, con la palabra “aunque”, Pablo le da a sus palabras un matiz agradable. El uso de la palabra “aunque” en el versículo 8 puede compararse a añadir miel a una taza de té. Así como el sabor del té puede ser demasiado fuerte sin la miel, las palabras de Pablo habrían sido demasiado fuertes sin el repetido uso de la palabra “aunque”. Al usar esta palabra tres veces, Pablo suaviza sus palabras y las endulza. Mientras Pablo escribía a los corintios, todos los hechos y los argumentos estaban a su favor. Los corintios no tenían caso alguno con qué refutarle. Puesto que Pablo había ganado el caso, fácilmente habría podido escribir algo que a los corintios les habría sido demasiado difícil de aceptar. Así que, al escribirles, Pablo fue sabio y tierno. Si tenemos una preocupación íntima por los demás, seremos tiernos para con ellos. Una persona tosca e insensible no puede mostrar una profunda preocupación por otros. Si un marido no siente la debida preocupación por su esposa, posiblemente será estricto y exigente con ella. Pero si siente una preocupación íntima por ella, esto hará que él se vuelva tierno con ella. Una vez que nos convertimos en personas tiernas, nuestra manera de hablar será suave y dulce. El versículo 8 definitivamente contiene el elemento de suavidad. Pablo dice: “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa. Aunque sí me pesó entonces”. Con esto vemos lo blando que era en su manera de hablar. Pero supongamos que Pablo hubiese dicho: “Al escribirles la primera epístola, yo no hice nada malo y no siento ningún pesar”. Indudablemente, esa manera de hablar habría sido ofensiva. No obstante, Pablo no se expresó de esa manera. Él suavizó sus palabras al añadir la palabra “aunque”. De esta manera, Pablo expresó su tierno sentir por los creyentes. Debe dejar una profunda impresión en nosotros el hecho de que la manera de hablar de Pablo en este versículo sea suave y dulce. Puesto que él habla de esta manera, sin importar lo que dice, no causa ninguna ofensa. La clase de expresión que Pablo usa en el versículo 8 no ofende a los demás. En lugar de ser duro y amargo, es dócil y dulce. Al escribir a los corintios, Pablo no habló de manera apresurada. A menudo, cuando hablamos apresuradamente, expresamos enojo. Por ejemplo, si una hermana se queja de algo que ha hecho su marido, es posible que él conteste rápidamente: “¿Acaso he hecho algo mal? ¡Muéstrame en qué estoy equivocado!” Esta manera de hablar provoca el enojo. Para poder calmar la situación con su esposa, es mejor que el hermano no se apresure para hablar. Él debe hablar de una manera blanda y agradable. Así escribió Pablo a los corintios en el capítulo siete. En este capítulo no encontramos teología, ética ni religión. En cierto sentido, ni siquiera encontramos espiritualidad. Sin la debida experiencia, no podemos describir lo que se revela en 2 Corintios 7. He empezado a entender este capítulo no solamente a través del estudio, sino también basado en la experiencia, aunque la mía ha sido limitada. Por experiencia, me he dado cuenta de que lo que Pablo habla aquí no es ni teología ni doctrina, ni ética ni moralidad, ni religión ni espiritualidad. Él comunica una preocupación tierna, profunda e íntima por los corintios. Sus palabras son muy conmovedoras. Debido a que las palabras de Pablo expresaban lo tierno que él era y el hecho de que sentía una íntima preocupación por los creyentes, éstas tuvieron poder e impacto. Con ellas él los pudo conmover profundamente. Proverbios 25:15 dice: “La lengua blanda quebranta los huesos”. Aun un hueso duro puede ser quebrantado con suaves palabras de mansedumbre. Al hablar Pablo la verdad a los corintios y al presentarles los hechos con franqueza, él sabía que era difícil no condenar a los corintios. Sin embargo, la preocupación y ternura que sentía por ellos lo llevó a pronunciar palabras suaves y frases llenas de dulzura. Espero que todos podamos aprender de él. En el versículo 9 Pablo dice: “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte”. El arrepentimiento mencionado aquí era el resultado que el apóstol deseaba obtener al escribir su primera epístola. La primera epístola del apóstol contristó a los corintios según Dios, y no debido a ninguna otra cosa. Esto indica que habían sido conducidos de nuevo a Dios, o sea, reconciliados con Él. En el versículo 9 pareciera que Pablo sólo trae a colación un punto pequeño, pero a propósito alarga su expresión. Esto también demuestra su ternura, su íntima preocupación. En este versículo vemos que Pablo tenía un espíritu tierno y que todo su ser estaba lleno de dulzura. Tal vez se pregunten cómo sabemos esto. Sabemos que Pablo era una persona tierna con un espíritu y un ser interior dulces, debido a como él se expresa en este versículo. No obstante, no actuaba con diplomacia ni cortesía. El ser tierno, dócil y dulce es diferente de ser cortés. Una persona puede ser muy cortés, y no ser dócil o dulce en lo absoluto. Esa clase de cortesía carece de hermosura. Por una parte, alguien puede ser cortés; y por otra, al mismo tiempo puede ser tosco, altivo y orgulloso. Pablo, por el contrario, no era ni cortés ni diplomático, lo cual es aun peor que ser cortés. Él era tierno, dócil y dulce. CONTRISTADOS SEGÚN DIOS El versículo 10 dice: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, que es sin remordimiento; pero la tristeza del mundo produce muerte”. Esta salvación se refiere a ser reconciliados con Dios (5:20), lo cual da por resultado más vida, que está en contraste con la muerte. Por esta reconciliación, el apóstol ve el fruto de su primera epístola a los creyentes corintios. En el versículo 11 Pablo añade: “Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, y qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué castigo! En todo os habéis mostrado puros en el asunto”. El hecho de ser contristados según Dios, forjó y produjo solicitud en los corintios. La palabra griega traducida solicitud también puede ser traducida diligencia. Esto se refiere a la solicitud que los creyentes corintios arrepentidos tenían por el apóstol, solicitud que brotaba de la tierna preocupación que él tenía por ellos con respecto a la relación que ellos tenían con Dios y a su condición delante de Dios. Anteriormente, no les importaba la preocupación del apóstol; ahora, con su arrepentimiento, mostraban atención y solicitud al respecto. Los siete resultados producidos por la tristeza y el arrepentimiento de los creyentes corintios, según se enumeran en este versículo, constituían una rica cosecha de la primera epístola que el apóstol les escribió. SIETE PALABRAS CRUCIALES El versículo 11 contiene siete palabras cruciales: solicitud, defensa, indignación, temor, ardiente afecto, celo y castigo. La palabra griega traducida “y” significa “no sólo eso, sino también”. Si leemos este versículo detenidamente, veremos que la palabra “solicitud” figura por sí sola, mientras que los últimos seis resultados de la tristeza que produce el arrepentimiento y que es según Dios, forman tres pares: el primero está relacionado con el sentimiento de vergüenza por parte de los creyentes de Corinto, el segundo, con el apóstol, y el tercero, con el ofensor (según Bengel). La traducción de Wuest también indica esto con la expresión: “Sí ... de hecho”, la cual se usa tres veces como sigue: “Sí, defensa verbal de vosotros, de hecho indignación; sí, temor, de hecho ardiente afecto; sí, celo, de hecho la imposición de un castigo disciplinario”. La palabra “solicitud” del versículo 11 significa cuidado esmerado. Aquí Pablo parece decir: “Corintios, vosotros no tuvisteis ningún cuidado por nosotros los apóstoles, y particularmente por mí. Pero en la primera epístola que os escribí, os reprendí, y eso os causó una tristeza según Dios. Esa tristeza produce arrepentimiento para salvación y, por ende, produjo en vosotros un cuidado esmerado por nosotros. Ahora vuestra solicitud para con nosotros ha sido recobrada. Cuando vine a veros la primera vez, vosotros tuvisteis un cuidado esmerado para conmigo, mas algunos falsos maestros os distrajeron a vosotros y os descarriaron, haciendo así que abandonarais la solicitud que teníais para con nosotros. Ahora, gracias a la tristeza que produce arrepentimiento para salvación, vosotros volvéis a sentir una auténtica solicitud por nosotros”. De hecho, Pablo hacía notar a los corintios lo que les faltaba, pero lo hizo de una manera tierna, suave y dulce. Su forma de presentar los hechos era muy tierna. Si yo hubiese sido uno de los creyentes corintios que leía esas palabras, me habría llenado de vergüenza por haber sido distraído y descarriado, y por haber perdido la sincera solicitud por el apóstol, quien era la persona misma por medio de la cual había sido salvo. La palabra griega traducida “defensa” en el versículo 11 significa también vindicación. Esto se refiere al hecho de que los creyentes corintios se vindicaron a sí mismos ante Pablo por medio de Tito, a que proclamaron su inocencia con respecto a la ofensa. Después de experimentar el arrepentimiento para salvación, los corintios se dieron cuenta de que la iglesia en Corinto había errado. En su primera epístola, Pablo los había reprendido y les había exhortado a que se humillasen. Entre ellos había estado presente un mal sumamente grave, y ellos no se sentían avergonzados. Por el contrario, aun habiendo entre ellos un pecado tan grave como el incesto, se sentían orgullosos. Como resultado, toda la iglesia fue reprendida. Por haberse arrepentido, los creyentes corintios se reconciliaron con Dios y quisieron vindicarse. Anhelaban aclarar la situación con el apóstol Pablo. En el versículo 11 Pablo se refiere también a la indignación de los corintios. Estaban indignados por la ofensa y en contra del ofensor. Mientras se esforzaban por vindicarse, los corintios estaban indignados; estaban enojados por la ofensa y también con el ofensor. Sabiendo que su situación era pecaminosa, se arrepintieron, quisieron vindicarse de tal situación y se indignaron por ello. Su sentimiento de indignación estaba presente junto con su defensa, la vindicación de sí mismos. Con respecto a Pablo, los corintios sentían temor y entrañable afecto. Tenían temor del apóstol, no fuera que viniera con vara (1 Co. 4:21); pero también le tenían un entrañable afecto. Los creyentes arrepentidos temían al apóstol, pero también le tenían gran afecto. Ciertamente querían verlo de nuevo. En el versículo 11 Pablo habla también de celo y de castigo. El celo era el deseo de darle al ofensor el debido castigo exigido por la justicia, y el castigo era la imposición de aquella justicia sobre todos los involucrados, como castigo disciplinario (2:6). Una vez más, quiero recalcar que las expresiones que Pablo usa al describir la situación de Corinto están llenas de ternura, de suavidad y de dulzura. Indudablemente, los corintios quedaron al descubierto. Pablo, no obstante, no les escribió de manera áspera. El versículo 8 está lleno de un elemento tierno, y el versículo 11, lleno de sabiduría. El versículo 11 exhibe el mejor escrito de Pablo. Es difícil traducir a cualquier idioma las expresiones griegas que usa Pablo. Esto es cierto particularmente con relación a la palabra traducida “y” en el versículo 11. Como hemos visto, esta palabra griega significa “no solamente eso, sino también”. En el versículo 11, encontramos una maravillosa presentación de la situación que imperaba en Corinto. Con el uso de siete palabras: solicitud, defensa, indignación, temor, ardiente afecto, celo y castigo, Pablo da a conocer a los creyentes corintios la situación verdadera en la cual ellos se encontraban. Al hablar de esta manera, él les expone la situación y les presenta un panorama completo de ella. Aquí vemos la sabiduría tierna de Pablo. No se percibe ninguna asperidad ni dureza; en lugar de ello, se percibe la delicadeza, la ternura, la docilidad y la dulzura. En las palabras de Pablo vemos una íntima preocupación. En lugar de ofender a los corintios, los restaura y sana sus heridas. Ésta es la vida que ministra a Cristo a los demás. No es suficiente aprender a predicar el evangelio o enseñar doctrina. Por supuesto, Pablo era un extraordinario predicador del evangelio y un gran teólogo. Ciertamente él conocía todas las doctrinas de la Biblia. Pero aquí él no ejerce su capacidad para predicar ni exhibe su conocimiento doctrinal. Antes bien, él ejerce, con sabiduría, su tierna e íntima preocupación por la iglesia que estaba en Corinto. HACER MANIFIESTA LA SOLICITUD QUE TENÍAN POR ELLOS En el versículo 12 Pablo dice además: “Así que, aunque os escribí, no fue por causa del que cometió el agravio, ni por causa del que lo padeció, sino para que se os hiciese manifiesta la solicitud que tenéis por nosotros delante de Dios”. Aquí Pablo declara que él no escribió a los corintios por causa del que cometió el agravio, es decir, el hermano que cometió el incesto (1 Co. 5:1), el que hizo el mal, ni por causa del padre del hermano, de aquel contra quien se cometió el agravio. Entonces, ¿por qué escribió Pablo? Él escribió con el propósito de que se hiciese manifiesta la solicitud que ellos tenían por los apóstoles. Los creyentes corintios verdaderamente amaban a los apóstoles y eran solícitos hacia ellos, pero habían sido descarriados por falsos maestros. Por tanto, el apóstol escribió la primera epístola con la intención de hacerlos volver, para que se les hiciese manifiesto el amor y la solicitud que ellos tenían por los apóstoles (2 Co. 7:7). ¿Quién hubiera imaginado que ésta fuera la razón por la cual Pablo escribió a los corintios? Él escribió con el propósito de hacerles manifiesta la solicitud que ellos tenían para con los apóstoles. ¡Cuánta sabiduría manifiesta Pablo en lo que escribe! Aquí Pablo parece decir: “Creyentes corintios, en vosotros había solicitud para con nosotros. Pero estaba sepultada y, por ende, encubierta. Os escribí la primera epístola con el objetivo de haceros manifiesta la solicitud que tenéis para con nosotros. RECIBIR CONSUELO Y GOZARSE MÁS ABUNDANTEMENTE El versículo 13 añade: “Por esto hemos recibido consuelo. Y sobre este consuelo nuestro, nos gozamos más abundantemente por el gozo de Tito, por cuanto su espíritu recibió refrigerio de todos vosotros”. Darby declara que es imposible traducir con exactitud las frases idiomáticas griegas empleadas en este versículo. El hecho de que Pablo declara que él se gozaba más abundantemente por el gozo de Tito indica que él era muy humano y emotivo mientras ministraba la vida divina a los demás. Esta sección principal de 2:12 a 7:16, que trata del ministerio del nuevo pacto llevado a cabo por los apóstoles, y de ellos mismos como ministros del nuevo pacto, empieza con la ansiedad del apóstol por ver a Tito a causa de su preocupación amorosa por los creyentes corintios (2:13), y termina con el consuelo y animo que recibió cuando llegó Tito, quien trajo buenas noticias con respecto a ellos. En el versículo 13 Pablo declara que el espíritu de Tito recibió refrigerio de todos los corintios, lo cual demuestra que aunque los apóstoles eran humanos y emotivos, permanecían en su espíritu cuando ministraban la vida divina a los demás. En el versículo 14 Pablo declara: “Pues si de algo me he gloriado con él respecto de vosotros, no he sido avergonzado; antes bien, así como todo os lo hemos hablado con verdad, también nuestro gloriarnos ante Tito resultó verdad”. Con seguridad, Pablo se había gloriado ante Tito respecto de los corintios. Ahora declara que gloriarse ante Tito resultó verdad. El versículo 15 dice: “Y su cariño para con vosotros es aún más abundante, cuando se acuerda de la obediencia de todos vosotros, de cómo lo recibisteis con temor y temblor”. La palabra griega traducida “cariño” significa literalmente entrañas y es la misma palabra griega traducida “interior” en 6:12. En el versículo 16 Pablo concluye, diciendo: “Me regocijo de que en todo tengo denuedo por causa de vosotros”. Las palabras griegas traducidas “denuedo por causa de vosotros” se pueden traducir también “confianza en vosotros”. El apóstol fue animado por los creyentes corintios y ahora podía tener confianza en ellos. ¡Qué preocupación más profunda e íntima sentía Pablo por ellos! ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y SEIS LA COMUNIÓN DEL APÓSTOL EN CUANTO A LA MINISTRACIÓN A LOS SANTOS NECESITADOS (1) Lectura bíblica: 2 Co. 8:1-15 Pablo escribió las epístolas de 1 y 2 Corintios como un padre amoroso. En su primera epístola, él disciplinó a los corintios. Los padres sabemos que al disciplinar a los hijos, corremos el riesgo de alejarlos de nosotros. Si un padre disciplina a su hijo sin restringirse, el hijo querrá irse de la casa. Habiendo escrito Pablo 1 Corintios, le preocupaba cómo reaccionarían los creyentes corintios ante su disciplina. Él estaba un poco inquieto al respecto e incluso se lamentó por haber escrito la epístola. Le preocupaba que toda la iglesia que estaba en Corinto se apartara de él. Debido a su profunda preocupación, él esperaba ansiosamente que Tito le trajera noticias con respecto a la manera en que los corintios respondieron a su primera epístola. En el capítulo dos, Pablo no tuvo reposo en su espíritu por no haber encontrado a Tito. Pero vemos, en el capítulo siete, que Tito llegó con buenas noticias. La primera epístola de Pablo había causado tristeza a los corintios, pero aquella tristeza produjo arrepentimiento para salvación, y esa salvación fue una plena reconciliación. Cuando Pablo oyó estas buenas nuevas, él estaba fuera de sí por el gozo que sentía. Como dice en 7:13: “Nos gozamos más abundantemente por el gozo de Tito”. Cuando Pablo escribió su segunda epístola, se encontraba en un ambiente de aliento y gozo. Así que, al leer nosotros el capítulo siete, podemos percibir el sentir que había en el espíritu de Pablo, un sentir de profunda preocupación por la iglesia que estaba en Corinto. UNA PROFUNDA COMUNIÓN Todos los que desean cuidar de las iglesias o servir al Señor deben admirar el espíritu que Pablo manifiesta en el capítulo siete. Aquí vemos la apropiada actitud que es necesaria para servir al Señor. También podemos ver que en tiempos antiguos la comunión que existía entre los creyentes y los apóstoles no era tan superficial como sucede entre los creyentes de hoy. En tiempos de antaño, los creyentes estaban en los corazones de los apóstoles, y los apóstoles, en los corazones de los creyentes. La comunión que disfrutaban entre ellos era muy profunda. Vivían juntos en una comunión tan profunda, que incluso estaban dispuestos a morir juntos. La situación que existe entre muchos cristianos de hoy es muy diferente. Hay cristianos que viajan de grupo en grupo sin tener una comunión profunda con nadie. Para ellos, un grupo cristiano es como un hotel donde llega la gente, se queda por un rato y luego se va. La comunión que disfrutamos en el recobro del Señor no debe ser así. Las iglesias locales no deben ser moteles para los que viajan de lugar en lugar. Como miembros de la familia de nuestro Padre, nuestra comunión debe ser profunda; debemos llevarnos los unos a los otros en nuestros corazones, y no debe haber ninguna separación entre nosotros. Aun cuando algunos miembros nos disciplinen, debemos seguir amando a la familia de la iglesia y no abandonarla nunca. UN MINISTERIO EXTRAORDINARIO Los capítulos ocho y nueve de 2 Corintios tratan de la comunión del apóstol en cuanto a la ministración a los santos necesitados. Aparentemente esto no tiene nada que ver con lo que Pablo ha abarcado en los capítulos seis y siete. En 2 Corintios 6 y 7 vemos la obra de la reconciliación que Pablo lleva a cabo, y en los capítulos ocho y nueve, la ministración a los santos necesitados. Sin la reconciliación descrita en los capítulos seis y siete, no se podría llevar a cabo la ministración a los santos necesitados presentada en los capítulos ocho y nueve. Por tanto, la ministración descrita en estos capítulos surge de la obra de reconciliación mencionada en los capítulos anteriores. Esto significa que si deseamos llevar a cabo un ministerio adecuado para los santos necesitados, debemos ser reconciliados con Dios, esto es, traídos de nuevo a Él por completo. Debemos vivir en Dios, y no permitir que nada nos separe de Él. La ministración para los santos necesitados narrada en los capítulos ocho y nueve es extraordinaria. Si queremos experimentar esta extraordinaria ministración, la cual se lleva a cabo para los santos necesitados de otras partes del mundo, necesitamos llevar una vida reconciliada, es decir, una vida plenamente reconciliada con Dios. En su segunda epístola, Pablo primero les mostró a los creyentes corintios que los apóstoles, como ministros del nuevo pacto, habían recibido el ministerio que consistía en plenamente reconciliar con Dios al pueblo de Dios. Luego, en el capítulo seis, Pablo llevó a cabo dicho ministerio haciendo una obra extraordinaria que consistía en reconciliar con Dios de forma completa a los creyentes corintios, quienes se hallaban distraídos. Después de concluir dicha obra, él tuvo comunión con ellos diciéndoles que debían llevar a cabo un ministerio dirigido a ayudar a los santos necesitados. En estos capítulos, la secuencia es importante. Si los capítulos ocho y nueve se encontraran al principio de este libro, ciertamente estarían fuera de lugar. Pero, en lugar de ello, un capítulo sigue al otro, como los peldaños de una escalera. Yo creo que mientras Pablo escribía esta epístola, él sentía que iba escalando paso a paso. Él no les presentó el ministerio que consiste en cuidar a los santos necesitados sino hasta después de haber realizado la excelente labor de reconciliar con Dios, de llevarlos de nuevo a Él, a los distraídos santos. Por tanto, no debemos pensar que estos capítulos están separados y aislados. Aparentemente, los capítulos ocho y nueve tratan de un tema diferente al de los capítulos seis y siete, pero, de hecho, según el pensamiento de Pablo, todos estos capítulos están conectados. Mediante la obra reconciliadora de Pablo, los santos de Corinto fueron llevados de nuevo a Dios, se arrepintieron y recibieron más salvación. Luego, en 8:1, Pablo declara: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado en las iglesias de Macedonia”. La palabra “asimismo” indica que se habían hecho ciertos preparativos y que existía un ambiente y una condición propicias para que el escritor presentara algo adicional. Por tanto, Pablo prosigue a hablar de la gracia que Dios concedió a las iglesias de Macedonia. Su objetivo era que los creyentes corintios participaran en abastecer a los santos necesitados. UNA GRACIA CUÁDRUPLE Hoy en día es común que los cristianos recauden fondos para satisfacer necesidades materiales. A menudo se envían cartas para alentar a los cristianos a ofrendar. Si compara dichas cartas con lo que escribió Pablo en 2 Corintios 8 y 9, se pone de manifiesto que ellas no tienen ningún valor. Comparadas con lo que Pablo escribió, carecen totalmente de valor, de vida y de espíritu. Cuando mucho, no hacen más que exhortar a los demás a que den dinero. En cierto sentido, en estos capítulos Pablo sí está recaudando fondos, pero su proceder al manejar las necesidades materiales es totalmente en el Espíritu y está lleno de vida, algo muy distinto de lo que hacen las organizaciones cristianas de hoy. Pablo no habla de dinero meramente; él habla de la gracia de Dios, y lo hace de una manera llena de vida y del Espíritu. Lo que escribe Pablo en estos capítulos tiene un considerable peso espiritual. Si leemos 8:1-15 detenidamente, veremos que en este pasaje se habla de la gracia de cuatro entidades: Dios, los dadores, los apóstoles y Cristo. Por tanto, podemos hablar de una gracia cuádruple: la gracia de Dios, la gracia de los dadores, la gracia de los apóstoles y la gracia de Cristo. Pablo ciertamente no realiza una simple recaudación de fondos; más bien, él procura motivar a los santos a que participen en la suministración a los santos necesitados. Para participar en el ministerio dirigido a ayudar a los santos necesitados, necesitamos una gracia cuádruple. LA GRACIA DE DIOS En 8:1 Pablo menciona la gracia de Dios que se había dado en las iglesias de Macedonia. Esta gracia es el Cristo resucitado hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para introducir en nosotros al Dios procesado en resurrección a fin de que sea nuestra vida y suministro de vida. La gracia es en realidad el Dios Triuno hecho nuestra vida y el todo para nosotros. Por medio de esta gracia, los creyentes macedonios vencieron la usurpación de las riquezas temporales e inciertas, y se hicieron generosos en la ministración a los santos necesitados. En el día de Pentecostés, los creyentes juntaron todas sus posesiones y tuvieron todas las cosas en común. Hechos 2:44 y 45 dice: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno”. Ellos practicaban lo que podríamos llamar una vida comunitaria. Esta práctica seguía en vigencia en Hechos 4: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (v. 32). A lo largo de los siglos, muchos creyentes han valorado mucho la vida comunitaria de Hechos 2 y 4, y también han intentado tener todas las cosas en común. Un grupo del norte de China practicó esta clase de vida comunitaria. Todo aquel que se unía a ese grupo debía consentir renunciar a sus posesiones materiales y tener todas las cosas en común. Con todo, la vida comunitaria de Hechos no duró mucho. Vemos que ya para el capítulo seis empezaron a surgir problemas, y no mucho tiempo después, la vida comunitaria había llegado a su fin. En los escritos de Pablo se ve claramente que ya no se practicaba la vida comunitaria descrita en Hechos 2 y 4. Las epístolas de Pablo nos permiten ver que el vivir cristiano apropiado no es un vivir comunitario, un vivir en el que se tiene todas las cosas en común, sino uno que consiste en vivir por la gracia. Esta gracia procede de cuatro direcciones: de Dios, de Cristo, de los apóstoles y de los santos. APROBACIÓN POR LA TRIBULACIÓN Pablo, refiriéndose todavía a la gracia de Dios que se había dado en las iglesias de Macedonia, declara en el versículo 2: “Que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su liberalidad”. Los macedonios se encontraban atribulados, sufriendo. Esta tribulación fue una prueba que les mostraba en qué medida Dios los aprobaba. A eso se refiere Pablo cuando habla de prueba de tribulación [o aprobación por la tribulación, gr.]. Siempre que nos encontremos atribulados o sufriendo, debemos darnos cuenta de que Dios nos ha puesto a prueba para ver dónde estamos y qué somos. El resultado de esta prueba de tribulación, de sufrimiento, es la aprobación. Si podemos soportar la prueba y somos aprobados por Dios, el resultado será una aprobación por tribulación. Los macedonios se encontraban en esa clase de situación. EL GOZO, LA POBREZA Y LAS RIQUEZAS DE LIBERALIDAD En el versículo 2 Pablo relaciona “la abundancia de su gozo” con “su profunda pobreza”. Esto parece ser una combinación poco usual. ¿Cómo podían los macedonios estar en profunda pobreza y al mismo tiempo tener abundancia de gozo? No obstante, los macedonios tenían pobreza y gozo. En el caso de los macedonios, la abundancia de su gozo y la profundidad de su pobreza “abundaron en riquezas de su liberalidad”. La palabra griega traducida “liberalidad” se traduce también simplicidad y sencillez (véase 1:12 y Romanos 12:8). La palabra liberalidad implica cierta generosidad al dar a otros. Los macedonios, pese a ser muy pobres, eran generosos; tenían las riquezas de su liberalidad. Si hemos de ser generosos, debemos ser sencillos y simples. Una persona complicada no puede ser generosa. Las personas sencillas y simples siempre poseerán las riquezas de la liberalidad. Al enterarse ellos de que hay necesidad entre los santos, inmediatamente decidirán dar algo. Pero las personas complicadas lo piensan mucho y luego deciden dar mucho menos de lo que habían planeado originalmente. Esto no es sencillez, simplicidad, generosidad, ni liberalidad. Todos debemos ser generosos y liberales en nuestro modo de abastecer a otros. Para esto, debemos ser sencillos y simples. Cuando yo era joven, me preguntaba por qué el Señor Jesús le dio a Judas la responsabilidad del dinero. Él sabía que Judas era un ladrón, y aún así lo puso ala cargo del dinero. Me parecía que el Señor debió haberle confiado esto a Juan o a Pedro. Pero el Señor Jesús, quien no amaba al dinero, sino que era generoso y liberal, permitió que Judas guardara el dinero. Ciertamente el Señor era simple, sencillo, generoso y liberal. Pablo dice a continuación en 8:3 y 4: “Pues doy testimonio de que, conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, por su propia voluntad, con muchos ruegos nos pidieron la gracia y la participación en la ministración a los santos”. Aunque los macedonios eran pobres y se hallaban en tribulación, dieron generosamente y por su propia cuenta, es decir, voluntariamente. Ellos pudieron hacer esto mediante la gracia de Dios, o sea, por medio del Cristo resucitado, quien, como Espíritu vivificante moraba en ellos. Este Cristo es la gracia de Dios que opera en los creyentes y los motiva a vencer el control que las posesiones materiales ejercen sobre ellos, en particular, a vencer el apego a las riquezas. Los macedonios se encontraban en profunda pobreza, pero la gracia que operaba en ellos les capacitó para vencer el apego a las riquezas y las posesiones materiales, y para usarlas con el fin de cumplir el propósito de Dios. Necesitamos gracia para vencer la usurpación de las posesiones materiales. Dar continuamente por gracia es más difícil que juntar todas nuestras posesiones y tenerlo todo en común. En 1 Corintios 16, Pablo nos dice que apartemos cierta cantidad de dinero el primer día de cada semana. Para dar continuamente de esta manera se requiere la gracia, porque va en contra de nuestra naturaleza humana caída. Si queremos dar continuamente, no solamente una vez por todas, necesitamos que la gracia divina nos motive desde nuestro interior. Se requiere la gracia para tener un ministerio que venza el apego a las riquezas y las posesiones materiales, y las use para el propósito de Dios. LA GRACIA DE LOS APÓSTOLES El versículo 4 dice: “Con muchos ruegos nos pidieron la gracia y la participación en la ministración a los santos”. La palabra griega traducida “gracia” es cáris, que significa gracia, don o favor. Aquí el significado es favor (Vincent). Los creyentes macedonios pidieron con muchos ruegos que los apóstoles les hicieran el favor de permitirles participar, tener comunión, en la ministración a los santos necesitados. En lugar de que los apóstoles pidieran a los santos que participaran en este asunto, fueron los creyentes macedonios los que rogaron a los apóstoles que les permitiesen participar. Consideraban como un favor, una gracia, el que los apóstoles les concedieran tal porción. Los macedonios querían dar bienes materiales a los creyentes judíos, pero no podían hacerlo por sí mismos. Necesitaban a los apóstoles tanto en el aspecto material como en el espiritual. Por tanto, rogaron a los apóstoles que les permitiesen participar en esta gracia, que les diesen esta gracia, a fin de participar en tal ministerio espiritual. Aunque este ministerio tenía que ver con bienes materiales, Pablo lo convirtió en un ministerio espiritual. De hecho, Pablo no era un recaudador de fondos. Él era uno que tomó un ministerio que tenía que ver con cosas materiales y lo convirtió en un asunto espiritual lleno de vida, del Espíritu y de edificación. Los macedonios, por su parte, necesitaban la gracia del apóstol para poder participar en la ministración de bienes materiales de una manera llena de vida. Sin esto, la ministración a los santos necesitados de parte de los macedonios habría consistido sólo de lo material; no habría sido una ministración espiritual llena de vida, que redundara en la edificación del Cuerpo de Cristo. Los macedonios, según su sentir, tenían por gracia el hecho de participar en la ministración a los santos necesitados. Aquella participación era también una comunión en el Cuerpo de Cristo. Por esta razón, le rogaron al apóstol que les diera la gracia de participar en ella. Bajo el ministerio de los apóstoles, la acción de dar suministro material se convirtió en un asunto espiritual lleno de vida y de edificación. Esto es totalmente distinto de la recaudación de fondos que se practica hoy en día, la cual carece de vida, de espíritu y no edifica el Cuerpo de Cristo. Si queremos que nuestra dádiva material se convierta en un ministerio espiritual de vida y de edificación, necesitamos la gracia que viene de Dios y también de los apóstoles. El versículo 5 dice: “Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por medio de la voluntad de Dios”. Este versículo indica que el Señor prefiere mucho más a los creyentes mismos que las posesiones de ellos. Los macedonios se dieron no sólo al Señor sino también a los apóstoles, para ser uno con ellos en el cumplimiento de su ministerio. Por medio de la voluntad de Dios, por medio del agente divino soberano, los creyentes se dieron primeramente al Señor, y luego a los apóstoles. LA GRACIA DE DAR En el versículo 6 Pablo añade: “De manera que rogamos a Tito que tal como comenzó antes, asimismo acabase entre vosotros también esta gracia”. Esta gracia denota la acción de dar. La palabra “también” indica que además de esta gracia, la gracia de dar, Tito también completó otras gracias entre los creyentes macedonios. En el versículo 7 Pablo declara: “Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en conocimiento, en toda solicitud, y en el amor que está en vosotros el cual recibisteis de nosotros, abundad también en esta gracia”. Aquí Pablo habla “del amor que está en vosotros el cual recibisteis de nosotros”. Esto indica que el amor que estaba en los creyentes les había sido infundido por los apóstoles. En el versículo 7, la gracia alude al amor que ellos mostraron al dar bienes materiales a los santos necesitados. La gracia de los creyentes fue resultado de que la gracia de Dios los motivara. En la comunión acerca de la ministración a los santos, el apóstol se refiere a la gracia de Dios, la cual fue dada a los creyentes macedonios con la intención de motivarlos y capacitarlos a dar con liberalidad; también se refiere a la gracia de los apóstoles, la cual permitió que los creyentes participaran en la ministración a los santos necesitados, y a la gracia de los creyentes, la cual era su ministración de cosas materiales a los necesitados. Esto indica que cuando los creyentes ofrezcan al Señor las posesiones materiales con cualquier propósito, dicha acción debe estar absolutamente relacionada con la gracia, y no con maniobras humanas. LA GRACIA DE CRISTO En los versículos 8 y 9, Pablo dice además: “No digo esto como mandato, sino para poner a prueba, por medio de la solicitud de otros, también la autenticidad del amor vuestro. Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros por Su pobreza fueseis enriquecidos”. El hecho de que el Señor Jesús, siendo rico, se hiciera pobre por causa nuestra, es una gracia para nosotros. Según el mismo principio, es gracia para otros que por amor a ellos sacrifiquemos nuestras riquezas materiales. Aparentemente, el que el Señor Jesús se hiciera pobre no tiene nada que ver con la ministración de bienes materiales a los santos necesitados. Pero de hecho, si el Señor Jesús no se hubiese hecho pobre, Él no podría ser nuestra gracia. Supongamos que el Señor Jesús jamás se hubiese hecho hombre. ¿Cómo, entonces, podría Él ser nuestra vida? ¿Cómo podría ser la gracia que opera en nosotros, que nos motiva, fortalece y abastece para que llevemos a cabo la ministración a los santos necesitados? Sería imposible. Es crucial que entendamos que Cristo puede operar en nosotros hoy gracias a que Él se hizo pobre. El hecho de que se hiciera pobre por nosotros debe sernos un ejemplo. Por una parte, Él es la vida que está en nosotros; por otra parte, Él es el modelo, el ejemplo, que seguimos de manera externa. La vida del Señor, quien, siendo rico, se hizo pobre, es la vida que está en nosotros. Cristo por ser tal persona, quien es tanto nuestra vida como nuestro modelo, es gracia para nosotros. Todos debemos recibir gracia de parte del Señor Jesús. Entonces, esta gracia nos capacitará para hacer lo que el Señor Jesús hizo, lo cual fue hacerse pobre por los demás. Aunque nos encontremos en profunda pobreza, tendremos algo que compartir con los santos necesitados. Tenemos una vida interna que nos capacita para hacernos pobres por amor a los demás, y un modelo externo que podemos seguir. Recibamos esta gracia. UNA SUMINISTRACIÓN DE VIDA Si dicha gracia es lo que nos motiva a dar a otros, lo que les demos se convertirá en gracia para ellos. Por nuestra parte, nosotros damos cosas materiales para ayudarlos, pero estas cosas materiales van acompañadas de una gracia espiritual. Cuando proveemos cosas materiales a los santos necesitados de manera correcta, o sea, en espíritu y con vida, la vida y el espíritu acompañan este suministro. Como resultado, los santos necesitados no solamente reciben cosas materiales, sino también las riquezas de la vida. En este mensaje hemos hecho notar que la ministración a los santos necesitados exige que recibamos la gracia de Dios, de los apóstoles y del Señor Jesucristo. Al recibir esta triple gracia, podremos suministrar a otros dándoles una dádiva material en gracia. Todo lo que hagamos al ayudar a los santos, además de ser una ministración de bienes materiales que satisfaga sus necesidades, será también para ellos una suministración de vida. De esta manera les hacemos llegar las riquezas espirituales a los santos necesitados. Esta forma de dar se necesita hoy entre nosotros. Nuestras dádivas materiales deben ser espirituales, estar llenas de vida y edificar a los santos y al Cuerpo de Cristo. Para esto se necesita que tengamos la seguridad de que lo hagamos todo en espíritu, con vida y para la edificación de la iglesia cuando demos algo material al Señor. Dar de esta manera es el fruto, el resultado, de haber sido plenamente reconciliados con Dios. Sólo aquellos que han sido reconciliados con Dios en plenitud pueden participar en una ministración de bienes materiales que proporcione a los santos necesitados el suministro de vida que les trae fortalecimiento espiritual y que edifique el Cuerpo de Cristo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y SIETE LA COMUNIÓN DEL APÓSTOL EN CUANTO A LA MINISTRACIÓN A LOS SANTOS NECESITADOS (2) Lectura bíblica: 2 Co. 8:16-24 En esta epístola el pasaje que comprende los versículos del 16 al 24 del capítulo ocho, nos muestra qué clase de personas eran los apóstoles. En la primera mitad de este capítulo, Pablo tuvo comunión con los santos de Corinto acerca de la ministración a los santos necesitados de Judea. Al leer este capítulo, tal vez nos parezca que esta comunión se termine en el versículo 15 y que sea perfecta y completa. Sin embargo, Pablo no sólo tuvo comunión con los santos corintios acerca de este asunto, sino que también les describió una situación, la cual les aseguró que lo que él hacía se llevaba a cabo de una manera correcta. ASUNTOS RELACIONADOS CON EL MANEJO DEL DINERO El pasaje de 2 Corintios 8:16-24 nos puede ayudar mucho en cuanto a cómo conducirnos con respecto al dinero. Los problemas de la sociedad, en su mayor parte, están relacionados con el dinero. Por consiguiente, todos debemos aprender a tener cuidado con el manejo del dinero. No podemos ni siquiera imaginarnos las diferentes clases de problemas que pueden surgir en relación con el manejo del dinero. El dinero es una fuente de tentación. No debemos considerarnos tan espirituales que jamás podríamos tener problemas en el manejo del dinero. Ciertamente ninguno de nosotros es más fiel o más espiritual que el apóstol Pablo, y él fue precavido y cuidadoso en cuanto al dinero. Yo creo que él era muy prudente en cuestiones de dinero. Por esta razón, después de tener comunión con los santos corintios acerca de la ministración a los santos necesitados de Judea, él añadió los versículos del 16 al 24 para resaltar algunos asuntos importantes relacionados con el manejo de dinero. En estos versículos vemos que Pablo recomendó a los creyentes corintios ciertos hermanos con respecto a la ministración a los santos necesitados. Primero, él recomendó a Tito. Los versículos 16 y 17 dicen: “Pero gracias a Dios que pone en el corazón de Tito la misma solicitud que yo tengo por vosotros. Pues no sólo aceptó el ruego, sino que también, estando muy solícito, por su propia voluntad partió para ir a vosotros”. La palabra griega traducida “solicitud” en el versículo 16 significa también diligencia. Se refiere a la diligencia, la solicitud, que Pablo mostraba para con los creyentes. El ruego mencionado en el versículo 17 se refiere al ruego que el apóstol le hizo a Tito. El versículo 18 dice: “Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se ha difundido por todas las iglesias”. En el versículo 22 Pablo se refiere de nuevo a otro hermano: “Enviamos también con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en muchas cosas, y ahora mucho más diligente por la mucha confianza que tiene en vosotros”. Estos versículos indican que aparte de Tito, dos hermanos más les fueron recomendados a los corintios. El dinero lo utiliza mucho el diablo para seducir al hombre e inducirlo a ser deshonesto, pero el dinero también se necesita en la ministración de bienes materiales a los santos. Los apóstoles querían evitar que por la sospecha del hombre se les culpara en este asunto y, por eso, enviaron como testigo a un hermano de toda confianza para que acompañara a Tito. En el versículo 22 vemos que con estos dos hermanos otro fiel hermano fue enviado a fin de que por boca de tres testigos se estableciera un testimonio firme (Mt. 18:16). De estos tres hermanos, se menciona únicamente el nombre de Tito. No obstante, los otros hermanos eran conocidos en las iglesias, y Pablo aun habló de ellos como apóstoles de las iglesias (v. 23). LA MANERA EN QUE SE CONDUCÍA PABLO EN SU MINISTERIO En esta sección de 2 Corintios no hallamos ni doctrina ni teología, tampoco se hace mención de don o de poder espirituales. Entonces, ¿qué se presenta ahí que sea digno de todo un mensaje? Ahí se ve un cuadro de la clase de vida que llevaba Pablo. El libro de 2 Corintios es un libro que trata de la vida de Pablo. Sin embargo, la mayoría de los cristianos de hoy presta más atención a la obra que a la vida. En 2 Corintios se describe la vida de Pablo; no se recalca su obra. Aquí tenemos un cuadro del comportamiento de Pablo en su ministerio. No hay duda de que a Pablo se le encomendó la porción más elevada de este ministerio. Por tanto, en este libro, él espontáneamente nos presenta un cuadro que muestra cómo se comportó al llevar a cabo su ministerio. Esto no significa que en 2 Corintios Pablo nos relata la manera o el medio por el cual él lleva a cabo su ministerio; más bien, él revela cómo él se condujo. Él no hace hincapié en la manera en que ministró, sino en cómo se condujo. El ministerio del Nuevo Testamento se centra exclusivamente en la vida divina; no se trata meramente de dones o de laborar de cierta manera. La pregunta crucial no es cómo hacemos las cosas o cómo laboramos, sino cómo vivimos y cómo nos conducimos. En el ministerio de Cristo, que es para la iglesia, se debe hacer hincapié en cómo vivimos, y no en cómo laboramos. Siento una carga muy fuerte de que todos veamos que en el recobro del Señor, lo que importa no es cómo hacemos las cosas, sino cómo vivimos. En estos versículos, Pablo recalca principalmente la manera en que él se comportaba. Según el versículo 20, a Pablo se le había confiado una abundancia de cosas materiales. Él había recibido una gran suma de dinero de parte de los santos de varias localidades, dirigida a los santos necesitados de Judea. Consciente de que la responsabilidad de una suma cuantiosa de dinero podía causar problemas, se condujo con mucho cuidado. Primero, escogió a Tito para que lo acompañara. Al leer este libro, podemos ver que Tito era un hermano de buena reputación entre los colaboradores y también entre las iglesias. Por tanto, Pablo lo escogió a él para que tomara la delantera en llevar el suministro material a los santos necesitados. Sin embargo, según el versículo 18, se envió a otro hermano con Tito, un hermano cuya alabanza en el evangelio se había propagado por todas las iglesias y que había sido designado por las iglesias como compañero de viaje en esta gracia (v. 19). Este hermano fue enviado por las iglesias, no solamente por Pablo. Con esto vemos que Pablo a propósito debe de haber pedido a las iglesias que escogieran a ese hermano. En cuanto a dicho hermano, los versículos 19 y 20 declaran: “Y no sólo esto, sino que también fue elegido por las iglesias como nuestro compañero de viaje en esta gracia, que nosotros ministramos para gloria del Señor mismo, y para demostrar nuestra prontitud de ánimo; evitando que nadie halle falta en nosotros en cuanto a la abundancia que ministramos”. Pablo actuó a propósito con cuidado para evitar cualquier reproche en cuanto a la abundancia de los dones materiales. PENSAR DE ANTEMANO EN LO QUE ES HONROSO DELANTE DEL SEÑOR Y DE LOS HOMBRES En el versículo 21 Pablo declara: “Pues pensamos de antemano en lo que es honroso, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres”. Las palabras griegas traducidas “pensamos de antemano” pueden ser traducidas también como actuamos con prevención, consideramos de antemano, como en Romanos 12:17. Ésta debe ser una cita de Proverbios 3:4, donde la Septuaginta declara {traducida en este mensaje al castellano}: “Y pensamos de antemano en lo que es honorable delante del Señor y de los hombres”. Pablo se dio cuenta de que en la ministración a los santos necesitados estaba involucrada una gran suma de dinero. Él sabía que el manejo de tal suma de dinero no era algo sencillo. Por tanto, pensó de antemano en lo que era honroso delante del Señor y también delante de los hombres. Tal vez pensemos que en los santos no habría ningún pensamiento malo con relación a ese dinero. Quizás en los santos mismos no haya ningún pensamiento maligno, pero el diablo está lleno de pensamientos malignos, y él está en ellos. Por esta razón, Pablo pensó de antemano en este asunto para evitar cualquier reproche. Aquí vemos un principio: pensar de antemano. Cada vez que estemos a punto de hacer algo o de comportarnos de cierta manera, debemos pensar de antemano en lo que los demás pensarán de ello. Sí, los hermanos son santos; pero dentro de ellos hay alguien que no es santo, o sea, el diablo. ¿Qué pensamientos malignos no podrán venir del diablo acerca de determinado asunto? Debemos considerar esto. Debemos considerarlo aun en relación con nuestro marido o esposa. A nuestro marido o a nuestra esposa quizás no le sea un problema cierto asunto, pero ¿qué podríamos decir del diablo? ¿Qué clase de pensamientos él desencadenará con respecto a ello? Debemos entender que el diablo está asechando, esperando la oportunidad de destruirnos. Si estamos conscientes de ello, tendremos cuidado y pensaremos de antemano en cuanto a cualquier cosa. Tal vez lo que nos motiva con relación a cierto asunto sea puro, pero de todos modos debemos tener cuidado de cómo nos conducimos. Aunque lo que nos motiva sea puro, es posible que nuestro comportamiento suscite sospechas. Por ejemplo, Pablo era responsable de una gran suma de dinero; así que, él actuó con cuidado y tomó algunos testigos para no dar lugar a sospechas. Según la ley, se necesitaban dos o tres testigos. Pablo pensó de antemano cómo proveerse de un testimonio apropiado. Tengo aprecio por la expresión “pensar de antemano”; significa considerar una cosa antes de que suceda. Así que, si pensamos de antemano, no actuaremos de una manera que dé lugar a que el enemigo actúe. Por experiencia hemos aprendido que, con relación a los asuntos monetarios, es necesario pensar de antemano. Cuando se trate de dinero, debemos pensar de antemano para evitar cualquier culpabilidad. Jamás deberíamos manejar el dinero con ligereza. Si somos descuidados en el manejo del dinero, podría recaer cierta culpabilidad sobre nosotros. En el versículo 20 Pablo dice: “Evitando que nadie halle falta en nosotros en cuanto a la abundancia que ministramos”. También debemos pensar de antemano cada vez que seamos responsables de una gran suma de dinero, a fin de evitar los reproches. Por tanto, con respecto a las finanzas de la iglesia o de la obra, o de las ofrendas que se dan a la iglesia o a la obra, necesitamos dos o tres testigos. Si nos ocupamos de los asuntos monetarios sin testigos, tendremos problemas, porque el dinero es una tentación. No debemos pensar que nuestra situación es distinta a la de Pablo y que nosotros no necesitamos pensar de antemano acerca del dinero. Mientras estemos en la tierra, no podemos evadir los asuntos relacionados con el dinero. Quizás usted intente alejarse del dinero, pero el dinero vendrá a usted. El dinero lo usa mucho el diablo, y la Biblia habla del dinero como las riquezas de injusticia. ¡Alabado sea el Señor porque en la Nueva Jerusalén ya no tendremos que preocuparnos por el dinero! Pero por ahora no podemos vivir ni trabajar sin él. Por tanto, cuando manejemos el dinero, debemos aprender a evitar las faltas pensando de antemano en lo que es honroso delante de Dios y de los hombres. También debemos pensar de antemano acerca de las relaciones entre hombres y mujeres. En otra parte he hecho notar que un hermano no debería conversar por mucho tiempo con una hermana en privado. Consideren el ejemplo del Señor Jesús. Él habló con Nicodemo a solas por la noche en una casa, pero cuando habló con la mujer samaritana, habló con ella al aire libre y en pleno día. El Señor Jesús era un hombre bastante joven, que no tenía más de treinta años de edad. Si Él hubiese hablado con la mujer samaritana a solas en un cuarto durante la noche, los discípulos probablemente se habrían preguntado qué estaba pasando. El Señor Jesús les habría explicado la situación, pero hubiera sido demasiado tarde, porque a los discípulos les habrían sobrevenido ciertos pensamientos al respecto. Por tanto, el Señor Jesús pensó de antemano en la manera en que se comunicaría con la mujer samaritana. En la vida de iglesia nos relacionamos con mucha gente y con muchas cosas. El principio que debe regir todas nuestras relaciones es éste: debemos pensar de antemano en lo que los demás pensarán de nosotros. Es sabio siempre pensar de antemano, porque esto nos salvaguardará y nos protegerá. En particular, debemos pensar de antemano en lo que es honroso delante de Dios y delante de los hombres. Si un hermano sostiene una larga conversación con una hermana a solas y en privado, eso no es honroso a los ojos del hombre. Ese comportamiento tal vez no sea pecaminoso, pero tampoco es honroso. Lo que hagamos debe ser honroso delante del Señor y delante de los hombres. Puesto que el Señor lo sabe todo, es más importante pensar de antemano en lo que es honroso delante de los hombres que en lo que es honroso delante del Señor. Los demás, por supuesto, no saben todo lo que el Señor conoce. No es suficiente que los demás piensen que no tenemos ningún problema; debemos hacer lo que es honroso delante de ellos. Si nos comportamos de una manera deshonrosa, los demás no nos honrarán. Los ancianos, los diáconos y las diaconisas deben particularmente pensar de antemano en lo que es honroso. En el manejo del dinero, en nuestras relaciones con el sexo opuesto y en todas las cosas, el principio es el mismo: pensar de antemano en lo que es honroso delante de Dios y delante de los hombres. Tal vez sepamos que en determinado asunto tenemos la razón, que somos inocentes y puros. Sin embargo, quizá no seamos honrosos a los ojos de los demás. Debemos comportarnos de una manera que los demás consideren honrosa. Entonces no habrá lugar para reproches. Ésta es una lección que todos debemos aprender. El caso de 8:16-24 quizás no parezca importante, pero el principio que nos presenta es de suma importancia. De otro modo, Pablo no hubiera escrito nada al respecto. El hecho mismo de que él escribiera acerca de pensar de antemano en lo que es honroso, indica su importancia. Todos debemos prestar atención a este asunto. En cuanto al dinero, al sexo y todas las demás cosas, debemos comportarnos de una manera que muestre que pensamos de antemano en lo que es honroso delante de Dios y delante de los hombres. Les ruego que reciban estas palabras y las pongan por obra. Si lo hacen, serán preservados y protegidos. De lo contrario, tendrán problemas. LA RAZÓN POR LA CUAL PABLO ERA ÚTIL El apóstol Pablo no solamente era dotado, erudito y poderoso; él también era cauto, cuidadoso y considerado. Jamás actuaba a la ligera. Al leer 2 Corintios, vemos varias virtudes y excelentes características en la persona y vida de Pablo. No es de sorprender, entonces, que Pablo fuera grandemente usado por el Señor. Pablo fue usado por Él principalmente por el vivir que llevaba. Él vivía de una manera no solamente santa, espiritual y victoriosa, sino también cuidadosa, cauta y considerada. Cuando veamos las virtudes de Pablo, las cuales están descritas en los varios capítulos de 2 Corintios en conjunto, entenderemos que Pablo fue útil gracias a sus virtudes. En este mensaje mi carga principal es dejar una impresión en ustedes relacionada con la necesidad de ser cautos, cuidadosos y considerados, de siempre comportarse de una manera que piensen de antemano en lo que es honroso. Aunque tal vez uno sea inocente y puro, necesita pensar de antemano en lo que es honroso. En lugar de confiar en sí mismo, uno debe actuar de manera cuidadosa y considerada. CINCO ASUNTOS IMPORTANTES En los capítulos seis, siete y ocho de 2 Corintios, hemos tratado cuatro puntos principales: primero, la obra de la reconciliación, que consiste en hacer que las personas vuelvan plenamente a Dios; segundo, la vida que se adapta a todo; tercero, el ser de corazón ensanchado; y cuarto, el sentir una preocupación íntima y tierna por los demás. Ahora, en la segunda mitad del capítulo ocho, vemos un quinto asunto importante: el pensar de antemano en lo que es honroso delante de Dios y delante de los hombres. Todos debemos ser reconciliados plenamente con Dios, llevar una vida que se adapte a todo, permitir que nuestros corazones sean ensanchados, sentir una preocupación íntima por los demás y pensar de antemano en lo que es honroso. Estos principios se aplican no solamente a la vida de iglesia, sino también a nuestra vida familiar y a la vida que llevamos en la escuela, en el trabajo y dondequiera que estemos. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y OCHO LA COMUNIÓN DEL APÓSTOL EN CUANTO A LA MINISTRACIÓN A LOS SANTOS NECESITADOS (3) Lectura bíblica: 2 Co. 8:15; 9:1-15 En el capítulo nueve de 2 Corintios, Pablo presenta algo adicional sobre la ministración a los santos necesitados. Tal vez nos parezca que este capítulo es innecesario, pues quizás pensemos que lo que dice Pablo en el capítulo ocho es suficiente. Según lo que entienden ustedes, ¿por qué Pablo presentaría algo adicional en el capítulo nueve? Si volvemos a leer estos dos capítulos, quizás consideremos que en cuanto a la ministración a los santos necesitados, la primera parte del capítulo ocho basta, y que realmente no se necesitan la última parte del capítulo ocho y todo el capítulo nueve. Debemos preguntarnos por qué Pablo le dedicó tanto tiempo a este asunto. Como veremos, le motivaban algunos pensamientos profundos. RECOGER Y SEMBRAR El pensamiento que Pablo presenta al escribir los capítulos ocho y nueve es profundo. La clave para entender el profundo pensamiento de Pablo se encuentra en dos asuntos. Primero, en 8:15, Pablo concluye, diciendo: “Como está escrito: Al que recogió mucho, no le sobró, y al que poco, no le faltó”. Ésta es una cita de Éxodo 16:18, que habla de recoger el maná para el abastecimiento diario. ¿Por qué relaciona el apóstol Pablo lo de proveer bienes materiales a los santos con la recolección del maná? Si consideramos detenidamente este asunto, nos daremos cuenta de que el ministrar bienes materiales a los santos necesitados ciertamente sirve para el suministro diario. El maná era recogido para el suministro diario de los hijos de Israel, y los bienes materiales se ministraban a los santos necesitados para su suministro diario. La cita que Pablo hace de Éxodo 16:18 es un factor crucial que nos ayuda a captar el profundo pensamiento de Pablo. El segundo asunto relacionado con el profundo pensamiento que Pablo presenta en los capítulos ocho y nueve, tiene que ver con lo que él dijo en 9:6 acerca de la siembra: “Pero considerad esto: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra con bendiciones, con bendiciones también segará”. Aquí Pablo compara la ministración de bienes materiales a los santos necesitados con la siembra. La siembra, tal como la recolección del maná, sirve para la suministración diaria. Por ende, tanto la recolección del maná como la siembra sirven el mismo propósito, pues ambas sirven para nuestra subsistencia. DOS MANERAS EN QUE EL PUEBLO DE DIOS PUEDE VIVIR En la Biblia, vemos dos maneras en que el pueblo de Dios puede vivir. La primera concuerda con la ley natural ordenada por Dios y consiste en sembrar semilla y recoger la cosecha. En Génesis 3, Dios estableció que el hombre labrara el suelo para que tuviera algo de qué vivir. La siembra de semilla produce el sustento del hombre. Esto concuerda con la ley natural establecida por Dios. Ninguna raza o nacionalidad puede sobrevivir sin la siembra, sin el cultivo. El cultivo consiste en sembrar la semilla y segar la cosecha. La segunda manera en que el pueblo de Dios puede vivir es por los milagros efectuados a manos de Dios. Cuando los hijos de Israel estaban en Egipto, ellos vivían según lo natural. Pero cuando salieron de Egipto y vagaban en el desierto, vivieron de otro modo; por los milagros de Dios. El pueblo no sembró ninguna semilla, sino que recogió el maná. Podríamos decir que cosecharon sin sembrar, porque el hecho de que recogieran el maná equivale a una cosecha. En el desierto, los hijos de Israel segaban continuamente sin sembrar. La lluvia de maná del cielo sustituía la siembra. Los seres humanos pueden sembrar semilla, pero sólo Dios puede hacer que llueva maná. En el desierto, los hijos de Israel recogieron el maná que Dios les envió. Según Éxodo 16, los hijos de Israel recogían el maná cada mañana, excepto el día de sábado. En el sexto día, juntaban una doble porción para tener provisión suficiente para el día de sábado. Éxodo 16:17 y 18 dicen: “Y los hijos de Israel lo hicieron así: y recogieron unos más, otros menos; y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer”. DIOS EQUILIBRA EL SUMINISTRO ENTRE SU PUEBLO En el desierto, los hijos de Israel no cultivaron, no sembraron, ni realmente cosecharon; ellos simplemente recogieron el maná. Algunos quizás fuesen avaros e intentaran juntar una gran cantidad de maná, mucho más de lo que necesitaban. No obstante, al final del día, lo que quedaba, ya no servía. Éxodo 16:19 y 20 dicen: “Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés”. En el caso de los que juntaron demasiado maná, quizás con la intención de almacenarlo por días o por semanas, Dios destruyó el exceso. A los que eran un tanto débiles y que no podían recoger mucho maná, no les faltó nada. La manera divina consiste en que a los que recogieron poco, no les faltó nada, y a los que juntaron mucho, no les sobró nada. Ésta es la manera celestial en que Dios equilibra el suministro entre Su pueblo. Dios ejerció Su habilidad milagrosa para equilibrar el suministro de maná entre el pueblo. Dios equilibra el suministro diario entre Sus hijos con Su mano soberana y milagrosa. Pablo, al escribir 2 Corintios, combina el hecho de recoger el maná con el hecho de que los creyentes dieron bienes materiales a los santos necesitados. En Éxodo 16 se trataba de recoger, mientras que en 2 Corintios 8 se trata de dar. En cuanto a recoger el maná, el resultado fue el mismo independientemente de que los hijos de Israel recogieran más o menos. Esto indica que no debían haber sido avaros cuando recogían el maná. Su deber era recoger el maná, y ellos habían de cumplir con su deber sin ser avaros. Supongamos que algunos de los hijos de Israel hubiesen dicho: “Dios es misericordioso, soberano y milagroso. Él lo controla todo. Puesto que no me sobrará nada si recojo mucho, ni me faltará nada si recojo poco, en realidad no necesito salir a recoger nada”. Si alguien de entre el pueblo de Dios hubiera hecho esto, esa persona no habría tenido nada que comer ese día. Dios no haría el deber de esa persona. Dios tampoco trabajaría por él ni lo alimentaría. Los hijos de Israel tenían que cumplir con su deber. Mientras que ellos cumplieran con su responsabilidad conforme a lo que Dios había ordenado, ellos tendrían suficiente suministro por mucho o por poco maná que recogieran. En 2 Corintios 8, Pablo compara la acción de dar a los necesitados con el hecho de recoger el maná. Según nosotros, damos y no recogemos. Pero lo que dice Pablo indica que dar equivale a recoger. Las palabras de Pablo implican, a lo mínimo, que nosotros los hijos de Dios no debemos ser avaros. No debemos imaginarnos que si ganamos una gran suma de dinero, podremos conservarlo todo para nosotros. Debemos ver que si damos o no, el resultado será finalmente el mismo. Supongamos que un hermano gana $40,000 dólares al año y que lo que realmente necesita para vivir es una cantidad mucho menor que ésa. Como es bastante avaro, él desea reservar una gran cantidad para sí. Da su diezmo, o sea, $4.000 dólares, con la intención de conservar los otros $36,000 dólares. Diezmar es una buena práctica, pero este hermano podría seguir un camino aún mejor, según el cual él podría conservar lo que necesita para su vivir, digamos $20,000 dólares, y dar el resto. Indudablemente, en términos humanos, casi todos seguirían la primera opción, la de diezmar, en lugar de la segunda, la de dar todo lo que uno pueda. Si el hermano decide diezmar y retener para sí los $16,000 dólares extras, un día aprenderá que Dios, en Su soberanía, tiene muchas formas de hacer desaparecer ese dinero extra. Tal vez se dé alguna enfermedad, algún accidente o alguna calamidad. Si el dinero no desaparece en esta generación, desaparecerá en la siguiente, o definitivamente en la tercera. Dios ejercerá Su mano poderosa y soberana para efectuar un equilibrio celestial sobre las riquezas que hay entre Su pueblo. Durante aproximadamente setenta años, he observado la situación que impera entre los cristianos. Puedo dar testimonio de que no conozco una sola familia cristiana que haya podido retener sus riquezas continuamente por tres generaciones. Quizás la primera generación de una familia cristiana llegue a ser muy rica y ahorre grandes riquezas para la segunda generación. Pero en la segunda o en la tercera generación, el dinero desaparece misteriosamente; parece crecerle alas, y vuela. Conozco algunos casos en los que la próspera tercera generación perdió todas sus riquezas a manos de otras personas. Aunque los miembros de esa generación heredaron grandes riquezas, todas les fueron quitadas. Por tanto, al final se comprueba que es verdad que el que recoge mucho, no le sobra. He visto que los que recogen poco, no les hace falta nada, y que los que recogen mucho, no les sobra nada. Verdaderamente he presenciado cómo la mano milagrosa y soberana de Dios equilibra las riquezas que hay entre Su pueblo. Quizás usted se considere muy sabio en asuntos monetarios. Sabe cómo ganar dinero, cómo ahorrarlo y cómo preservarlo para sus hijos y nietos. Pero por muy sabio que usted sea en el manejo del dinero, Dios es más sabio. Como piloto celestial Él sabe cómo hacer volar el dinero de usted. Él hizo esto con el maná en el Antiguo Testamento, y lo hace con el dinero hoy en día. La cuestión con la que nos enfrentamos es ésta: ¿Queremos equilibrar el suministro material voluntariamente u obligará a Dios a hacerlo de una manera milagrosa y soberana? Puedo asegurarles que tarde o temprano usted será equilibrado con respecto a los asuntos financieros. En cuanto a esto, debemos entender el corazón de Dios. En lo profundo de Su corazón, Dios desea que Su pueblo sea equilibrado en el suministro diario. Por tanto, debemos decirle: “Señor, gracias por permitirme recoger el maná. Pero Señor, en lugar de ahorrar esto para mí, deseo compartirlo con los demás”. Debemos recordar que estemos o no dispuestos a compartir con los demás, el resultado final será el mismo. El resultado será que al que recoja poco, no le faltará nada, y al que recoja mucho, no le sobrará nada. Es una insensatez no compartir con los demás lo que tenemos. SEMBRAR CON BENDICIONES ¿Y qué de sembrar las semillas? Según el capítulo nueve, dar equivale no solamente a recoger, como en el capítulo ocho, sino también a sembrar. La acción de dar equivale a recoger y a sembrar. La recolección del maná es algo milagroso. Hemos recalcado que milagrosamente había cierto equilibrio en esta recolección, en el sentido de que a nadie le faltaba nada ni a nadie le sobraba nada. Ahora de lo que leemos en el capítulo nueve, debemos ver que el dar también se asemeja a sembrar. Según 9:6, el que siembra escasamente, también segará escasamente, y el que siembra con bendiciones, con bendiciones también segará. En el versículo 6, encontramos el pensamiento de sembrar para el beneficio de los demás. ¿Pero qué cultivador, cuando siembra semilla en su campo, tiene el pensamiento de sembrar para beneficio de los demás? Ciertamente, la mayoría de los sembradores tiene el concepto de sembrar para sí mismo. Esta clase de siembra, sin embargo, no acarrea bendiciones. Sembrar con bendiciones equivale a dar a los demás. Esto es sembrar con bendiciones para los demás. Cuando damos nuestro dinero, sembramos, y esta siembra no es para nosotros mismos, sino para otros. Si sembramos con bendiciones para los demás, segaremos con bendiciones de parte de Dios. APRENDER A DAR Como hijos de Dios, todos debemos aprender a dar. Dar es recoger. La cantidad de maná que podemos recoger depende de la cantidad que damos. En Lucas 6:38, el Señor Jesús dice: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, se os volverá a medir”. Este versículo indica que si queremos recibir, es decir, recoger, primero debemos dar. Lo que damos es lo que recogemos, lo que recibimos. Todos debemos recoger el maná cada día. Puesto que lo que recogemos es lo que damos, todos debemos dar para recoger. Recogemos poco porque damos poco. Que quede grabado en nuestro ser el hecho de que lo que damos es lo que recogemos. Con respecto a dar y recoger, se suponen los milagros divinos. No debemos creer de forma superficial que cuanto más demos, más recibiremos. Si ésta es la manera en que entendemos este asunto, daremos con la intención de ganar riquezas para nosotros mismos. Lo que debemos ver en todo esto es la mano equilibrante de Dios. Él distribuye el suministro con el fin de que no seamos ni pobres ni ricos. Ciertamente Él ejerce un equilibrio divino y celestial. Él sabe cómo equilibrar las riquezas que hay entre Su pueblo. Por más de cincuenta años he vivido por fe en el Señor. En ocasiones me he visto muy pobre, pero puedo testificar que aun cuando he estado en extrema pobreza, nunca me ha faltado nada. Recogía poco, pero no me hacía falta nada. En otras ocasiones, tenía un suministro abundante, incluso grandes sumas de dinero. No obstante, tengo que dar testimonio de que nada me sobraba. Por tanto, por mi experiencia puedo proclamar que cuando he recogido mucho, no me ha sobrado nada, y cuando he recogido poco, no me ha faltado nada. ¿Quién equilibra el suministro de esta manera? Dios lo hace con Su equilibrio celestial. Si intentamos recoger más de lo necesario, al final veremos volar ante nuestros ojos el excedente. Si conservamos demasiado excedente, nos parecerá que nuestro dinero haya crecido alas y volará lejos de nosotros. Esto sucede porque el Dios que está en los cielos equilibra el bien social de Sus hijos. Hemos visto que dar está relacionado con recoger y con sembrar. La siembra produce la cosecha. La ley natural dicta que primero se siembra y después se cosecha. Cuando sembramos, debemos sembrar generosamente, y no escasamente. Si sembramos escasamente, segaremos escasamente, pero si sembramos generosamente, segaremos también generosamente. Cuando se trata de sembrar, nosotros somos los generosos y liberales; pero cuando segamos, nos damos cuenta de que el generoso es Dios. ¿Por qué añadió Pablo el capítulo nueve? Él añadió este capítulo para proveernos un ejemplo adicional de lo que es dar. Hemos hecho notar que en 2 Corintios 9, Pablo usa la siembra para ejemplificar lo que es dar. Por tanto, en los capítulos ocho y nueve vemos que dar es recoger y también es sembrar. Estos dos conceptos que moraban profundamente en el ser de Pablo, gobernaron lo que él escribió en estos dos capítulos. DAR Y RECOGER Pablo no escribía de manera superficial; por el contrario, él era un escritor profundo, así como también sus pensamientos fueron profundos. Pablo se dio cuenta, al leer el Antiguo Testamento, que Éxodo 16 habla de que el pueblo de Dios recogía lo que necesitaba para su suministro diario. Según el concepto de Pablo, hoy nosotros nos encontramos en el desierto. A diario trabajamos; pero de hecho, lo que hacemos es recoger maná. Sin embargo, lo que recogemos debe convertirse en lo que damos. Si no damos, no seguiremos recogiendo. Trabajamos para ganar dinero, pero debemos dar de lo que ganamos. Entonces, lo que demos, se convertirá en lo que recogemos, como lo ejemplifica el hecho de que los hijos de Israel recogían el maná en el desierto. Ahora podemos ver que Pablo hace una comparación entre lo que damos y lo que recogemos del maná. Este pensamiento es muy profundo. DAR Y SEMBRAR En el capítulo nueve Pablo continúa su discurso diciendo que cuando damos es como si estuviéramos sembrando. Puesto que en el capítulo ocho él no expresó de manera completa su profundo pensamiento, escribió otro capítulo relacionado con el acto de dar. Este capítulo revela otro aspecto de la dádiva, el aspecto de la siembra. El pensamiento que Pablo expresa aquí es que debemos sembrar, y luego, segar. Además, cuando sembremos, no sólo debemos sembrar para nosotros mismos, sino de manera que traiga bendiciones a los demás. Muchas traducciones de la Biblia no traducen literalmente el versículo 6. En lugar de decir “con bendiciones”, algunas versiones hablan de abundancia o de sembrar abundantemente. Según estas traducciones, si sembramos abundantemente, o con abundancia, segaremos abundantemente, o con abundancia. No obstante, esto es tener un entendimiento natural de este asunto. Lo que Pablo dice aquí literalmente es que debemos sembrar con bendiciones. Debemos dar de manera que traiga bendiciones a los demás. Otros pasajes de las Escrituras nos ayudan a entender la palabra bendiciones de 9:6. En el Antiguo Testamento podemos ver que el acto de dar era una bendición. Cuando Jacob se encontró con su hermano Esaú, le dio algo. Esa dádiva fue una bendición. Con respecto a esto, Génesis 33:11 declara: “Acepta, te ruego, mi bendición que te he traído, porque Dios me ha hecho merced, y todo lo que hay aquí es mío” (heb.). Otros versículos que indican que la acción de dar es una bendición son 2 Reyes 5:15, Jueces 1:15 y Ezequiel 34:16. Cuando damos a los demás le impartimos una bendición. Cuando sembremos de manera que traiga bendiciones a los demás, segaremos con bendiciones de parte de Dios. Además, la cosecha siempre superará la cantidad de semilla sembrada. Tal vez se multiplicará treinta o incluso cien veces. Esto no sucede de manera milagrosa; se produce conforme a la ley natural. Dios controla con milagros el suministro de vida que hay entre Sus hijos. Es por eso que ninguna familia cristiana puede retener sus riquezas por muchas generaciones. Pero la siembra opera conforme a la ley natural, y no conforme a milagros. En cuanto a esto, no es necesario que Dios efectúe nada milagroso. Todos debemos sembrar, o sea, dar. Cuanto más demos, más segaremos. Sin embargo, no debemos hacerlo de manera supersticiosa, con el propósito de obtener riquezas para nosotros mismos. Los dos ejemplos relacionados con recoger y sembrar, tienen que ver con los profundos pensamientos que Pablo presenta en estos capítulos. En el capítulo nueve, el pensamiento profundo consiste en que nosotros los cristianos damos en el sentido de sembrar. Si no damos, no estamos cultivando nada, no estamos sembrando. Además, no debemos sembrar escasamente. Si sembramos escasamente, entonces, según la ley natural, segaremos escasamente. Debemos sembrar de manera que impartamos bendiciones a otros. Si sembramos de forma que otros reciban bendiciones, entonces, según la ley natural, segaremos con bendiciones de parte de Dios para nosotros. Esta bendición será mucho más de lo que hemos sembrado. Puedo testificar que en mi vida cristiana, jamás he visto a un creyente que ha dado a Dios, que no sea grandemente bendecido por Él. El Señor siempre honrará la ley natural que Él ha establecido. CONVERTIRSE EN FACTORES DE ACCIONES DE GRACIA PARA DIOS Debemos reconocer la mano milagrosa del Señor y honrar Su ley natural. Según ambos aspectos, debemos dar. Quizás ahora usted no ve la mano equilibrante de Dios, pero a la larga, tal vez en un período de muchos años, la verá. Entonces usted podrá testificar de cómo Dios equilibra el suministro diario que reciben Sus hijos. También debemos comprender que lo que damos constituye lo que sembramos. Por tanto, si queremos segar, debemos sembrar de manera que impartamos bendiciones a otros. Entonces segaremos con bendiciones de parte de Dios. Debemos sembrar más, y a cambio, cosechar más. La meta no es hacernos ricos. El resultado debe ser que se produzca abundancia de acciones de gracias a Dios. Espero que pronto muchos santos se conviertan en factores de acciones de gracias a Dios. Esto significa que el hecho de dar abundará en muchas acciones de gracias a Dios. Tengo la plena confianza de que si los santos en el recobro del Señor están dispuestos a dar, el recobro jamás carecerá de suministración material. En lugar de carencia, habrá abundancia de acciones de gracias al Señor por medio de muchos santos. Por tanto, ejercitémonos todos en repartir lo que hemos recibido, y que este reparto sea llevado a cabo a manera de recoger y sembrar. VARIOS ASUNTOS RELACIONADOS CON LA ACCIÓN DE DAR En 9:5 Pablo dice: “Por tanto, tuve por necesario rogar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra bendición antes prometida, para que así esté lista como bendición, y no como por codicia”. Esta bendición es una abundancia, una dádiva hecha de buena voluntad y con generosidad como una bendición a otros. Dar de buena voluntad y generosamente hace que la dádiva sea una bendición al que la recibe; dar de mala gana guardando rencor, con un corazón codicioso que retiene algo, hace que la dádiva sea un asunto de codicia para el dador. En el versículo 7 Pablo dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. Estas palabras provienen de Proverbios 22:9, donde la Septuaginta dice: “Dios bendice al hombre alegre y liberal”. La palabra griega traducida “alegre” significa también hilarante, jubiloso. En los versículos 8 y 9 Pablo añade: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde para con vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: ‘Esparció, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre’”. Las palabras “toda gracia” del versículo 8 se refieren a toda clase de gracia. La acción de esparcir, mencionada en el versículo 9, alude al esparcimiento que se hace al sembrar. La palabra “pobres” en este versículo se refiere a alguien que está obligado a hacer trabajos humildes para ganarse la vida a duras penas. No es la palabra que se usa comúnmente con el significado de pobre. En el versículo 9 Pablo habla de la justicia que permanece para siempre. Por una parte, dar generosamente es una bendición para los que reciben, y por otra, es justicia delante de Dios y delante del hombre. En el versículo 13 Pablo habla de la aprobación de este ministerio, en el sentido de que da suministro material a los santos necesitados. Se refiere al hecho de que los santos necesitados de Judea aprobaron la ministración que recibían de los creyentes gentiles. La palabra griega dokime significa prueba, experimento; por tanto, aprobación, comprobación. Esto indica que la ministración a los santos será probada, comprobada y aprobada por los santos mismos, demostrando así el carácter generoso de la ministración. La palabra griega traducida “comunión” en el versículo 13 significa también comunicación (véase “contribuir” en Romanos 12:13 y “participar” en Filipenses 4:15). Se refiere a la ministración de la provisión, la cual era una forma de comunión entre los creyentes gentiles y los de Judea. En los versículos 14 y 15, Pablo concluye, diciendo: “Al mismo tiempo, en la oración de ellos por vosotros, os anhelan a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por Su don inefable!” Este don inefable alude a la gracia que Dios da a los creyentes. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CUARENTA Y NUEVE LA COMUNIÓN DEL APÓSTOL EN CUANTO A LA MINISTRACIÓN A LOS SANTOS NECESITADOS (4) Lectura bíblica: 2 Co. 8:1-5, 15; 9:6-15 En 9:6 Pablo dice: “Pero considerad esto: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra con bendiciones, con bendiciones también segará”. La palabra griega traducida “con” significa literalmente sobre. Estas bendiciones son primeramente donativos abundantes dados como bendiciones para los demás, y luego, cosechas abundantes recibidas como bendiciones de parte de Dios. La ley natural ordenada por Dios dicta que si sembramos escasamente, también segaremos escasamente, pero que si sembramos con bendiciones, con bendiciones también segaremos. En el versículo 7 Pablo dice además: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. No debemos dar con tristeza; antes bien, debemos dar con alegría. Si damos con tristeza, es mejor no dar nada. Además, no debemos dar por necesidad. La palabra griega traducida “necesidad” aquí es la misma que encontramos en el capítulo seis, y significa que somos obligados, o forzados a hacer algo. Dar por necesidad indica que nos es una calamidad. No debemos dar porque somos obligados a hacerlo; ni debemos dar si sentimos que nos trae calamidad. Para algunas personas, el hecho de dar posesiones materiales es como sufrir una calamidad. Ciertamente no debe ser así para nosotros. Como dijo Pablo en este versículo, Dios ama al dador alegre. La palabra griega traducida “alegre” también puede ser traducida hilarante o jubiloso. Cuando demos, debemos ser personas alegres, gozosas, hilarantes. Los versículos 8 y 9 dicen: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde para con vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: ‘Esparció, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre’”. Existen varias clases de gracia. Tito se encontraba entre los corintios para traerles las distintas gracias. Hoy en día nosotros también necesitamos las varias clases de gracia, una de las cuales es la gracia de dar. Los versículos 8 y 9 contienen varios pensamientos tiernos e inestimables. Uno de estos pensamientos es que el hecho de dar generosamente es justicia a los ojos de Dios y de los hombres. Este pensamiento lo confirman las palabras que el Señor profirió en el monte y que constan en Mateo 6. El Señor considera el hecho de dar generosamente no solamente como una gracia, sino también como justicia. En el versículo 10 Pablo dice además: “Y el que liberalmente provee de semilla al que siembra, y de pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia”. Aquí vemos la fuente de la semilla: ésta procede de Dios, quien provee abundantemente al sembrador la semilla y el pan para comer. No debemos creer que el trigo que se usa en la preparación del pan, viene automáticamente de la cosecha; al contrario, viene de Dios. Aunque es cierto que debemos sembrar, no debemos confiar en nuestra siembra. Nuestro deber es sembrar, y debemos sembrar por esta razón; sin embargo, no debemos confiar en lo que sembramos. Si confiamos en nuestra siembra, Dios podría retener la lluvia o permitir que una tormenta hiciera daño a nuestra cosecha. Por tanto, debemos ver que Dios es quien provee el pan. Él nos da la semilla que sembramos y también el pan que comemos después de cosecharlo. Además, es Él quien multiplica nuestra semilla y hace crecer los frutos de justicia. LA COMUNIÓN QUE PABLO DA A LOS SANTOS Quisiera añadir algo acerca de los dos ejemplos que usa Pablo en los capítulos ocho y nueve: el ejemplo de recoger el maná y el ejemplo de sembrar la semilla y recoger la cosecha. Pablo no era una persona superficial. Él sabía que era un asunto muy importante tener comunión con las iglesias acerca del ministerio que ayudaba a los santos necesitados de Judea, que se encontraban lejos de allí. Se daba cuenta de que los santos de Macedonia y de Acaya eran muy pobres; lo indica con lo que dice en 8:1 y 2: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado en las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su liberalidad”. Aquí Pablo habla de una profunda pobreza. Esta expresión indica que la situación económica en Macedonia, y sin duda también en Acaya, no era buena. Los santos de Macedonia y de Acaya eran pobres. Siendo ésta su situación económica, ¿cómo pudo Pablo alentarlos, aun rogarles, que suministraran bienes materiales a otros? Ciertamente su dádiva en medio de esta situación les habría empobrecido más. Además, ¿cuál sería el futuro de los santos? Pablo sabía que algunos santos pobres podrían decir: “¿Y qué de mi futuro? Tengo muy poco; si doy parte de lo que tengo, ¿cómo voy a vivir en el futuro?” Debido a que Pablo entendía la situación y debido a que él era una persona considerada, él manejó el asunto con mucha delicadeza. Cuando tuvo comunión con los creyentes acerca del suministro material para los santos necesitados, Pablo fue muy considerado. Para Pablo era un riesgo tener comunión con los santos acerca de dar y aun más, rogarles que dieran. No obstante, Pablo tenía una seguridad y una confianza que le permitieron tomar ese riesgo. En nuestra opinión, es bastante fácil pedir a la gente rica que dé a los necesitados. Pero rogarles a los pobres, a los que no tienen lo suficiente para su propio vivir, que den de sus posesiones, es algo totalmente diferente. Como hemos señalado, ellos tal vez se preocuparían por su futuro, particularmente de cómo vivirían si daban de lo que tenían. No obstante, puesto que Pablo conocía la economía de Dios y entendía cómo Dios opera, él tenía la confianza necesaria para correr el riesgo de alentar a los santos pobres de Acaya a que dieran para los santos necesitados de Judea. CUIDADOS POR DIOS DE UNA MANERA MILAGROSA Pablo se daba cuenta de que, como resultado de haber estudiado el Antiguo Testamento, Dios siempre suple las necesidades de Su pueblo. Dios puede alimentar a Su pueblo de una manera milagrosa. Los hijos de Israel, que eran más de dos millones, se encontraban en un desierto estéril, en una tierra que nada producía. El desierto no era un lugar adecuado para el cultivo, para la siembra. Pero durante un período de cuarenta años, Dios alimentó a Su pueblo haciendo llover milagrosamente maná del cielo. No creo que alguien pudiera explicar qué era el maná y de dónde procedía. No obstante, es un hecho histórico que Dios alimentó a Su pueblo con maná en el desierto durante cuarenta años. Ciertamente fue un milagro el que más de dos millones de personas pudieran sobrevivir en el desierto por un período tan largo. Tanto la lluvia del maná como la manera en que el maná se repartía fueron actos milagrosos. Pablo hace referencia a esto en 2 Corintios 8:15, donde cita Éxodo 16:18: “Al que recogió mucho, no le sobró, y al que poco, no le faltó”. Según Éxodo 16:18, el maná se medía por gomeres. Los que recogieron mucho, así como los que recogieron poco, tenían un gomer al final. Éste es el equilibrio celestial que Dios ejerce con el maná que recoge Su pueblo. Por muchos gomeres que hubieran recogido algunas personas, después de que era medido el maná, el resultado era que milagrosamente había un gomer para cada persona (Éx. 16:16). En el sexto día de la semana, los hijos de Israel podían juntar una doble porción de maná para la provisión del día de sábado. Pero en los demás días de la semana, no se les permitía juntar más de lo que necesitaban para un día. Los que intentaban ahorrar maná para el día siguiente, lo encontraban lleno de gusanos, lo cual indica que no concuerda con los principios establecidos por Dios el que Su pueblo ahorre algo para sí. Esta clase de ahorro es motivada por la avaricia. Indudablemente, mientras Pablo estudiaba las Escrituras, se infundían en él los pensamientos y los conceptos de éstas, los cuales, a su vez, sirvieron para inspirarlo y gobernarlo. Finalmente, estos pensamientos lo motivaron a escribir los capítulos ocho y nueve de 2 Corintios. En el capítulo ocho, él alienta aun a los santos pobres a dar a los necesitados que moraban en Judea. Puesto que Pablo tenía un profundo conocimiento de la economía de Dios, tuvo la confianza de pedir a los santos que lo hicieran. En este capítulo, Pablo parece decir: “Vosotros no necesitáis pensar en vuestra pobreza; simplemente dad para ayudar a los necesitados. De hecho, vosotros no sois quienes proveíais para vuestras propias necesidades; es vuestro Padre celestial quien suple vuestras necesidades. Él provee el maná, y de esta manera toma cuidado de vosotros. Os puedo asegurar que no necesitáis preocuparos por el futuro. Puesto que vuestro futuro está bajo el cuidado del Padre, os aliento a dar a los necesitados. De una manera milagrosa, el Padre enviará el maná”. La experiencia que tuvieron los hijos de Israel con respecto a la recolección del maná en el desierto, nos enseña que nuestro salario es en realidad una especie de maná. El suministro de maná no dependía de que los hijos de Israel lo recogieran, sino de que Dios lo enviara. Si Dios no hubiera mandado el maná, ¿cómo habrían recogido algo los hijos de Israel? El que ellos pudieran recoger el maná dependía totalmente de que Dios lo hiciera llover. El principio es el mismo con respecto al ingreso. Tal vez piense que usted recibe un ingreso porque trabaja, o sea, que su ingreso proviene de su trabajo. Pero, ¿quién le dio a usted ese trabajo? El trabajo se lo dio Dios. Pero si usted piensa que obtuvo ese trabajo por medio de su capacidad o educación, es posible que Dios provoque un incidente en su empresa que cause que usted pierda su trabajo. Entonces se dará cuenta de que su ingreso no depende de la capacidad que usted tiene, sino de la soberanía de Dios. Es muy importante que todos nosotros entendamos esto. Si pensamos que nuestro ingreso depende de nuestra educación, capacidad, o destreza, somos personas superficiales y miopes. SEMBRAR Y SEGAR Pablo, al usar en el capítulo nueve el ejemplo de la siembra y la cosecha, muestra que Dios usa también la ley natural para alimentar a Su pueblo. La siembra y la siega tienen que ver con la ley natural. El dar es realmente una siembra. Pero, ¿de dónde obtenemos la semilla que usamos para la siembra? Dios nos la provee. La fuente de la semilla es Dios mismo. Según 9:10, Él abastece abundantemente la semilla al que siembra. No debemos imaginarnos que por el mero hecho de sembrar semilla, se nos garantiza una abundante cosecha; más bien, debemos orar: “Señor, he sembrado la semilla, pero si he de recoger una buena cosecha o no, depende totalmente de Tu misericordia”. El crecimiento de la semilla sembrada depende de Dios. Si Él cambia el clima, lo que hemos sembrado quizás no produzca nada, y como resultado, no tendremos alimento. Por consiguiente, debemos adorar al Señor y decirle: “Señor, aunque mi suministro parece provenir de mi cosecha, Tú eres realmente el que da el alimento”. DIOS ES LA FUENTE ÚNICA Nosotros los hijos de Dios estamos bajo Su cuidado. Dios nos cuida y nos alimenta de dos maneras: por medio de milagros y por medio de la ley natural. Debemos agradecer al Señor por cuidar de nosotros de una manera milagrosa. ¿Acaso no se da cuenta usted de que Dios lo ha cuidado milagrosamente y que usted vive por Sus milagros? El hecho de que usted tenga un buen trabajo es un milagro. Además, el tener una casa apropiada y ser protegidos y preservados hasta ahora constituyen milagros. Todas estas cosas proceden del milagroso envío del maná por parte de Dios. Lo que hacemos cada día es simplemente cumplir con nuestro deber de recoger el maná. Cuando va a trabajar cada día, usted recoge el maná, pero el maná en sí es fruto de los milagros de Dios. Si no puede creer esto ahora, algún día lo creerá. Usted verá que aun su vida física depende de los milagros de Dios. La primera forma en que Dios alimenta a Su pueblo es por milagros. ¡Qué esto deje en todos nosotros una profunda impresión y que nos provoque a adorar a Dios al respecto! Debemos darnos cuenta de que no vivimos por nuestra educación ni por nuestra capacidad, sino por el hecho de que Dios hace llover el maná. La segunda manera que Dios emplea para cuidarnos es la ley natural de la siembra y la cosecha. Sí, necesitamos sembrar, pero es Dios quien nos da la semilla que sembramos. Además, Dios permite que la semilla crezca a fin de que recojamos una cosecha. Nosotros podemos sembrar la semilla, pero no podemos hacer que ésta crezca. Dios provee la semilla, Él la hace crecer y Él también nos da el pan que comemos. En cuanto al suministro que recibimos mediante milagros y mediante la ley natural, Dios es la fuente. Por una parte, Él envía el maná; por otra, Él provee la semilla que sembramos y el pan que comemos. Si tenemos una profunda comprensión de esto, no nos preocuparemos por nuestro futuro. El Señor Jesús dijo: “No os inquietéis por el día de mañana” (Mt. 6:34). Pablo, sabiendo que los creyentes no debían inquietarse por el día de mañana, porque Dios es nuestra fuente de suministro, tuvo la confianza de alentar a los santos empobrecidos a dar para los santos necesitados. Nosotros debemos encargarnos de la necesidad de Dios y de Su propósito. Entonces, Él se encargará de nuestro futuro. Nuestro futuro no está bajo nuestro cuidado, sino bajo el cuidado de nuestro Padre. No depende de que nosotros recojamos, sino de que Dios haga llover el maná. Además, no depende de nuestra siembra, sino de que Él provea. Si Dios no nos provee la semilla, ¿qué sembraremos? Nuestro futuro tampoco depende de lo que cosechamos, sino de que Dios haga crecer la semilla hasta que se produzca una cosecha. Pablo, teniendo un profundo entendimiento de estos hechos y poseyendo un conocimiento cabal de la economía de Dios, tuvo la confianza y la paz de alentar a los santos empobrecidos a que dieran lo que tenían, para satisfacer las necesidades de otros. LA SEGURIDAD DE PABLO Ahora podemos entender los pensamientos que motivaban a Pablo a escribir los capítulos ocho y nueve. En el capítulo ocho Pablo usó la recolección del maná como base para tener comunión con los santos en cuanto a dar bienes materiales a los necesitados. En el capítulo nueve Pablo usó la siembra y la cosecha como base para dicha comunión. Por tanto, Pablo tenía una doble base sobre la cual tener comunión con los santos acerca de la ministración de bienes materiales. Esto le dio la seguridad y la confianza de decir a los santos que si daban lo más que pudieran, no tenían por qué preocuparse por el futuro. Aquí Pablo parecía decir: “Santos, dad todo lo que podáis. No necesitáis preocuparos por el día de mañana. Vuestro futuro está totalmente en las manos de Dios. Yo tengo plena confianza en eso y por eso mismo os aliento a que deis. No corro ningún riesgo al pediros que deis a los necesitados. Si tomáis mi palabra y lo hacéis, os multiplicaréis las acciones de gracias a Dios. Además, si estáis dispuestos a sembrar con dádivas, Dios enviará un incremento en vuestras cosechas. Él aumentará los frutos de vuestra justicia”. ¿Por qué tuvo Pablo la confianza de alentar a los santos empobrecidos a dar de esta manera? Él tuvo esa confianza porque conocía la palabra de Dios. Además, él conocía la economía de Dios y Sus principios divinos. Se daba cuenta de que era algo muy serio pedir a iglesias que se hallaban en una situación de pobreza económica, que dieran para ayudar a otros que estaban necesitados. Él no pedía a un individuo que ayudara a otro; él alentaba a las iglesias de Europa que ayudaran a las iglesias de Judea. Pareciera que Pablo corría un riesgo, porque los santos podrían haber sufrido en el futuro. Pero Pablo sabía que no estaba tomando ningún riesgo, porque tenía la seguridad de que Dios intervendría y haría llover el maná, es decir, proveería la semilla para la siembra, el pan para el sustento. Ésta es la manera correcta de entender lo que dice Pablo en 2 Corintios 8 y 9. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (1) Lectura bíblica: 2 Co. 10:1-6 Al leer nosotros el libro de 2 Corintios, tal vez nos parezca que para el final del capítulo nueve Pablo había tratado todos los puntos necesarios y que no era necesario que siguiera escribiendo. Sin embargo, en los últimos cuatro capítulos de esta epístola, Pablo se dirige a otro asunto crucial que estaba en su corazón, a saber, la cuestión de su autoridad apostólica. Él comentó algo al respecto en 1 Corintios, pero debido a que el tiempo no era propicio, no habló de ello en detalle. Cuando se escribió 1 Corintios, los corintios no habían sido lo suficiente preparados como para que Pablo tratara el tema de su autoridad apostólica. Pero para el tiempo en que escribía 2 Corintios 10, las tormentas habían cesado, y todo estaba en calma. Por tanto, estando todos sosegados y en paz, reinaba un ambiente tranquilo. En ese ambiente, en esa condición, Pablo aborda el tema de su autoridad apostólica. En los capítulos diez, once, doce, y parte del trece, Pablo presenta este asunto ante los corintios, y lo enfoca de distintos ángulos. Pablo, un excelente escritor, siempre trata los temas, cualquiera que sea, de manera exhaustiva, sin dejar lugar para cuestionamientos. Como veremos, este principio se aplica también a la vindicación que él hace de su autoridad apostólica. Los creyentes corintios necesitaban entender claramente esto, y nosotros también debemos entenderlo claramente. UN CONTRASTE En 10:1 Pablo dice: “Mas yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que (según vosotros) estando presente soy tan poca cosa entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros”. Observemos que este versículo empieza con la palabra “mas”, la cual indica un contraste. En los capítulos ocho y nueve, el apóstol habló de un modo agradable a los queridos santos de Corinto, animándoles a tener comunión en la ministración para los santos necesitados de Judea. Inmediatamente después de eso, él deseaba explicarse con claridad, por medio de una palabra severa y no agradable, vindicando su apostolado, y más específicamente, su autoridad apostólica. Eso fue necesario debido a la situación vaga y confusa causada por los falsos apóstoles judaicos (11:11-15), cuya enseñanza y énfasis en su posición había distraído a los creyentes corintios, apartándolos de las enseñanzas fundamentales de los apóstoles auténticos y especialmente del entendimiento correcto con respecto a la posición que Pablo tenía como apóstol. Debe quedar grabado en nosotros el hecho de que esta sección de 2 Corintios se halle en total contraste con la sección anterior. En los capítulos del seis al nueve, las palabras de Pablo son agradables, pero lo que él dice en los capítulos del diez al trece a veces es severo e incluso no agradable. Al leer los últimos cuatro capítulos de este libro, tal vez nos preguntemos si Pablo había perdido su preocupación tierna e íntima. Algunos quizás lo critiquen por su severidad. Pero la realidad es ésta: Pablo pudo escribir estos capítulos tal como lo hizo debido a que era tan espiritual. LA MANERA EN QUE PABLO RUEGA En 10:1 Pablo nos dice que él rogó a los corintios por la mansedumbre y ternura de Cristo. Sin embargo, no nos dice el propósito de su ruego. Él nos dice cómo rogó, mas no nos especifica por qué rogó. Si usted lee todo este capítulo, tratando de descubrir el propósito del ruego de Pablo, no lo encontrará. Pablo simplemente no dice cuál es el propósito de su ruego. ¿Cometió entonces algún error? No; lo que a Pablo le interesa es cómo ruega a los santos, más que el propósito por el cual les ruega. Esto indica que la manera en que Pablo ruega es más importante que el propósito de su ruego. Por esta razón, Pablo hace notar que él rogó a los creyentes por la mansedumbre y ternura de Cristo. Supongamos que un hermano da un mensaje y se preocupa únicamente por el propósito por el cual presenta ese mensaje, y no por la manera en que lo da. Eso sería un grave error. Debemos aprender de Pablo y prestar más atención a la manera en que hacemos algo, que al propósito por el que lo hacemos. De hecho, a Dios le interesa más la manera en que hacemos algo, que el propósito, la meta, que tenemos al hacerlo. No obstante, hoy a muchos cristianos les interesa muy poco la manera de hacer las cosas; ellos se preocupan principalmente por el propósito, la meta, el resultado. Hay un refrán que dice que el fin justifica los medios. Los que creen en este refrán no se preocupan por la manera en que realizan las cosas; a ellos sólo les interesa su propósito. Este concepto es deplorable y debe ser condenado. Los cristianos tal vez piensen que mientras su intención sea realizar una obra para el Señor, no necesitan preocuparse por los medios que usan para llevarlo a cabo. Por ejemplo, en la predicación del evangelio, usan métodos o entretenimientos mundanos. Por ello, deseo recalcar que en la Biblia Dios muestra que para Él lo más importante es cómo laboramos y no nuestro propósito al hacerlo. Pablo era un embajador celestial y, como tal, él también se preocupaba más por la manera de hacer las cosas, que por el propósito. Ésa es la razón por la cual él describe la manera en que rogó a los corintios, mas no menciona el propósito. Que todos aprendamos de él al respeto. LA MANSEDUMBRE Y LA TERNURA DE CRISTO En 10:1 Pablo declara que él hace su ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo. Esto indica que el apóstol, quien estaba firmemente adherido a Cristo (1:21) y quien era uno con Él, vivía por Cristo y se conducía según las virtudes de Cristo. Todas las virtudes de Cristo llegaron a ser las virtudes de Pablo. La mansedumbre es una virtud de la humanidad de Cristo que fue expresada por la vida divina. La mansedumbre de Cristo no es algo sencillo, pues ésta se halla en Su humanidad y se manifiesta mediante la vida divina. Cuando Cristo estuvo en la tierra, llevó una vida humana por la vida divina. Mediante esta mezcla de la divinidad con la humanidad, se manifestó la virtud de mansedumbre. El principio es el mismo con relación a la ternura de Cristo, la cual es una virtud. La ternura es otra virtud de Cristo que Él manifestó en Su humanidad mediante la vida divina. ¿Conoce usted la diferencia entre la mansedumbre y la ternura? Tener la virtud de la mansedumbre significa que usted no invade a los demás ni pelea contra ellos; antes bien, está dispuesto a ceder. Los mansos ceden ante los demás, pero los que son fuertes de manera natural, luchan y se niegan a ceder. Por lo menos, quieren mantenerse en su posición. Pero los mansos ceden, no pelean, ni invaden el territorio ajeno. Tener ternura significa que usted está dispuesto a permitir que los demás lo invadan. También significa que está dispuesto a sufrir tribulación e injuria. Tener mansedumbre significa que no invadimos a los demás, sino que cedemos a ellos; tener ternura significa que estamos dispuestos a ser invadidos por los demás. Éstas son dos de las virtudes que Cristo expresó en Su humanidad por la vida divina. Puesto que Pablo vivió a Cristo, las virtudes de Cristo llegaron a ser las suyas. La expresión “por la mansedumbre y ternura de Cristo” indica que Pablo era uno con Cristo y que tomó a Cristo como su vida. Por tanto, él rogó a los creyentes, no por sí mismo, sino por las virtudes de Cristo, y particularmente por la mansedumbre y ternura de Cristo. Pablo rogó a los demás por Cristo, en Cristo y con Cristo. LA PERSONA DE PABLO Después de que Pablo nos dice la manera en que ruega, él habla de la clase de persona que era. Declara en el versículo 1: “Mas yo Pablo ... que ... estando presente soy tan poca cosa entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros”. Esta descripción de la persona de Pablo corresponde con el tema de 2 Corintios. El tema de esta epístola tiene que ver con la clase de persona que era Pablo y la clase de vida que llevaba. A Pablo no le interesaba mucho la clase de obra que hacía; a él le preocupaba mucho más su persona y su vivir. Como hemos hecho notar, en el capítulo diez, él ni siquiera menciona el propósito de su ruego. Él tenía tanto interés en la manera en que hacía su ruego, que ni siquiera mencionó por qué rogaba. En cuanto a su persona, Pablo declara que él era poca cosa entre los corintios, y que era osado para con ellos cuando no estaba presente. El apóstol era valiente, y en esta epístola tuvo la osadía de describir la verdadera situación que existía entre los corintios. Podemos aprender de Pablo a ser mansos en presencia de los demás, y osados cuando estemos lejos de ellos. Cuando usted esté en presencia de determinada persona, no debe ser demasiado osado; pero al escribirle una carta, puede ser osado. Algunos tal vez digan: “Yo suelo ser osado en presencia de las personas, pero cuando no estoy con ellas, mi osadía parece esfumarse”. Esto indica que la osadía que usted ejerce en presencia de esa persona no es apropiada. Si su osadía no se esfuma después de haberse despedido de esa persona, entonces tal vez se trate de una osadía apropiada. Pablo fue muy osado al escribir a los corintios. Pero si pudiéramos estar en presencia de Pablo, lo encontraríamos manso y muy poca cosa. Hay mucho que podemos aprender de la manera en que Pablo se conducía. Cada vez que deseemos tratar a una persona con osadía, debemos esperar hasta que no estemos en presencia de ella y ver si nuestra osadía permanece. Así se condujo Pablo con los corintios. Les rogó por la mansedumbre y ternura de Cristo, y era poca cosa entre ellos, pero cuando les escribió, él fue osado. En estos versículos vemos la mansedumbre de Pablo, su ternura, su humildad y su osadía, la cual era apropiada. LA GUERRA ESPIRITUAL En el versículo 3 Pablo habla de la guerra espiritual: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne”. Como seres humanos, los apóstoles aún están en la carne; por eso, andan en la carne. Sin embargo, especialmente en la guerra espiritual, no andan conforme a la carne; antes bien, andan conforme al espíritu (Ro. 8:4). En el versículo 3 Pablo parece decir: “Debido a que todavía estamos en la vieja creación, aún estamos en la carne. Pero no andamos según la carne. En particular, no militamos conforme a la carne. No niego que aún estoy en la carne, pero no soy una persona que vive, habla y actúa según la carne. Por el contrario, ando conforme al espíritu. Por consiguiente, en cuanto a la guerra espiritual, lucho conforme al espíritu. Corintios, vosotros erráis completamente al pensar que nosotros los apóstoles luchamos según la carne. Eso no es cierto, pues nuestra guerra es conforme al espíritu”. En los versículos 4 y 5, Pablo sigue con el mismo tema: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar fortalezas, al derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y al llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. Puesto que en la guerra espiritual no se pelea contra carne, sino contra fuerzas espirituales (Ef. 6:12), las armas no deben ser carnales sino espirituales. Tales armas son poderosas para derribar las fortalezas del enemigo. Los argumentos y pensamientos se hallan en la mente y pertenecen a ella. Dichos pensamientos y argumentos son las fortalezas de Satanás, el adversario de Dios, las cuales están en las mentes de quienes desobedecen a Dios. Por medio de la guerra espiritual, estos argumentos deben ser derribados, y todo pensamiento debe ser llevado cautivo a la obediencia a Cristo. La altivez, mencionada en el versículo 5, se refiere a todo lo altivo que se encuentre en la mentalidad reprobada y que se opone al conocimiento de Dios. Esto también debe ser derribado por las armas espirituales. La meta de esta batalla espiritual es derribar las fortalezas de Satanás, las cuales se hallan en la mente humana reprobada. Estas fortalezas son los pensamientos orgullosos, los pensamientos altivos y la imaginación de la mente humana. La mentalidad altiva y los pensamientos orgullosos son fortalezas que construye Satanás en la mente del hombre. Éstas se oponen al conocimiento de Dios. La meta de nuestra lucha es derribar tales fortalezas. La gente se rebela contra Dios por causa de estas fortalezas, de estos argumentos y pensamientos altivos. Por tanto, debemos combatir estas cosas para que todo pensamiento sea llevado cautivo a la obediencia a Cristo. En el versículo 6 Pablo declara: “Y estamos prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”. La palabra “castigar” es una palabra osada y severa, dicha a manera de reprimenda. La referencia que Pablo hace a la obediencia indica que nuestra obediencia provee al Señor una base para acabar con la desobediencia de los demás. En la época de Pablo, muchos judíos creyeron en Cristo y luego asumieron la posición de maestros. En sus enseñanzas, daban un lugar preeminente a la ley. Como resultado, sus enseñanzas contenían una mezcla del evangelio del Nuevo Testamento y la ley del Antiguo Testamento. Esto causó problemas, particularmente cuando el evangelio llegó al mundo gentil bajo el apostolado de Pablo. Los judaizantes, aquellos que confundían el Nuevo Testamento con el Antiguo, no estaban de acuerdo con Pablo. De hecho, existía una gran discrepancia entre las enseñanzas de Pablo y las de ellos. Algunos de ellos iban a propósito a los gentiles a visitar a las iglesias con el propósito de propagar sus enseñanzas judaicas. Como resultado, causaron mucho daño a las iglesias. Según los libros de Gálatas y 1 y 2 Corintios, vemos que estos judaizantes fueron a Galacia y Acaya a incitar a los santos y a causar problemas. En 1 y 2 Corintios vemos que a los creyentes de Corinto les fueron infundidas las enseñanzas judaicas y ellos fueron perturbados por ellas. Lo que dice Pablo en 10:5 acerca de los argumentos y de la altivez que se elevan en contra del conocimiento de Dios, hace referencia a las enseñanzas de los judaizantes. Esto era el trasfondo de lo que Pablo escribió en este versículo. Conforme a lo que Pablo declara, la guerra espiritual que libraban los apóstoles consistía en derribar las fortalezas, los argumentos y la altivez que se levantaban contra el conocimiento neotestamentario genuino y adecuado de Dios. Además, Pablo agrega que la meta de la guerra espiritual que él libraba consistía en llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. En particular, Pablo tenía en mente los pensamientos que se originaban en las enseñanzas judaicas. Por una parte, los maestros judaizantes profesaban ser de Cristo; por otra, enseñaban muchas cosas acerca de la ley que de hecho iban en contra de Cristo. Creían en Cristo, pero enseñaban cosas que se oponían a Él . No se habían entregado completamente a Cristo, ni lo obedecían de forma total. Había algo en su mentalidad que debía ser sometido. Por tanto, lo que Pablo enseña en 2 Corintios constituye una lucha contra los pensamientos, argumentos e imaginaciones judaicas, una lucha cuyo fin era llevar cautivo a la obediencia de Cristo aquellos pensamientos que estaban llenos de la influencia del judaísmo. El versículo 6 indica que entre los santos de Corinto, había algunos que, bajo la influencia de los argumentos y pensamientos judaicos, eran rebeldes. Por esta razón, Pablo dijo que él estaba dispuesto a castigar toda desobediencia cuando la obediencia de los corintios fuera perfecta. La desobediencia mencionada en este versículo se refiere a la que tiene que ver con las enseñanzas judaicas. La prontitud de Pablo para castigar esa desobediencia tenía una condición, y esa condición era la obediencia de los corintios. Era necesario que ellos fueran totalmente obedientes al evangelio de Cristo. No podían estar parcialmente en pro del evangelio del Nuevo Testamento y parcialmente en pro de la ley del Antiguo Testamento. Estar en pro de la ley, aunque fuera parcialmente, era rebelión y desobediencia. Cuando los corintios llegasen a obedecer completamente al evangelio neotestamentario, la situación sería propicia para que Pablo castigara toda desobediencia. La situación de Corinto le permitiría tener una base para castigar la desobediencia de los judaizantes. Ésta es la interpretación correcta de este pasaje de la Palabra. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y UNO PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (2) Lectura bíblica: 2 Co. 10:7-18 En 10:7-18 Pablo habla de la medida de la regla de Dios. Examinemos este pasaje, versículo por versículo. ASPECTOS DE LA AUTORIDAD APOSTÓLICA El versículo 7 dice: “Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto también piense por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo”. Éstas son palabras francas, y difieren de las palabras que encontramos en los capítulos seis y siete. Indudablemente, los judaizantes eran los que estaban persuadidos en sí mismos de que eran de Cristo. Aunque estos judaizantes eran cristianos, no estaban dispuestos a ser uno con Pablo en cuanto a su ministerio. Ellos profesaban ser de Cristo; por tanto, Pablo procuraba aclarar que los apóstoles ciertamente eran de Cristo también. Esto indica que ser de Cristo es un asunto importante; es vital para la vida y el ministerio cristianos. En los versículos 8 y 9 Pablo declara: “Porque aunque me gloríe en cierto modo más abundantemente de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificaros y no para derribaros, no me avergonzaré. Digo esto para que no parezca que os amedrento por mis cartas”. El versículo 8 indica que en el pasado Pablo dijo algo a los corintios acerca de su autoridad apostólica. La autoridad apostólica no se otorga para gobernar a los creyentes, lo cual concuerda con el concepto natural, sino para edificarlos. En el versículo 9 Pablo habla de que no era su intención amedrentar a los creyentes con sus cartas. Eso quizás se refiera a la primera epístola de Pablo a los corintios. En esa epístola Pablo se refirió a su autoridad apostólica, y es posible que algunos corintios pudieron haber considerado que sus palabras los amedrentaban. Pero aquí Pablo indica que no debían amedrentarlos. En el versículo 10 Pablo dice: “Porque, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable”. Esto confirma lo que dijimos en el mensaje anterior acerca de que Pablo era poca cosa cuando estaba presente entre los corintios. Él era manso y no era nada fuerte físicamente. Además, sus palabras, su expresión, eran menospreciables, sin importancia. La palabra griega traducida “menospreciable” significa literalmente tenida en nada. En el versículo 11 Pablo dice a continuación: “Esto tenga en cuenta tal persona, que así como somos en la palabra por cartas, estando ausentes, lo seremos también en hechos, estando presentes”. Aunque Pablo parecía ser diferente cuando estaba presente en comparación con su modo de ser manifiesto en sus cartas, él en efecto era el mismo. Debemos aprender de él a no ser políticos ni corteses de manera natural; no obstante, debemos ser flexibles. En presencia de los demás, no debemos ser tan osados ni fuertes. Sin embargo, esto no significa que realmente seamos débiles o que no sepamos nada. Más bien, quizás queramos evitar ofender a los demás innecesariamente. No obstante, a veces es posible que sea necesario expresar algo que aparentemente sea osado o fuerte. A veces es necesario expresar algo muy fuerte en lo que escribimos, pero no estamos dispuestos a hacerlo. En otras ocasiones, no debemos ser tan osados en presencia de las personas, y lo somos. Esto indica que no somos sabios, flexibles, ni comprensivos. Que todos aprendamos a ser genuinos, y no diplomáticos. Al mismo tiempo, aprendamos a ser flexibles. Por una parte, debemos hacer lo posible por no herir los sentimientos de los demás; y por otra, a veces debemos hablar francamente con la verdad y con cierta osadía. En el versículo 12, Pablo dice: “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se recomiendan a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, carecen de entendimiento”. Los que estén tan envueltos y engañados consigo mismos, no tienen un entendimiento apropiado. NO GLORIARSE DESMEDIDAMENTE El versículo 13 dice: “Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la medida de la regla que el Dios que mide todas las cosas nos ha repartido, para llegar aun hasta vosotros”. El apóstol era osado, pero no de manera desmedida. Esto muestra que él estaba restringido por el Señor. Su jactancia se conformaba a la medida de la regla que le había repartido el Dios que mide todas las cosas, el Dios que rige. El ministerio que Pablo llevaba al mundo gentil, incluyendo a Corinto, era conforme a la medida de Dios (Ef. 3:1-2, 8; Gá. 2:8). Por consiguiente, se gloriaba dentro de ese límite, y, en contraste con los maestros judaizantes, no lo hacía desmedidamente. La palabra “regla” del versículo 13 significa literalmente una vara para medir; como la regla de medir de un carpintero. Jamás deberíamos gloriarnos desmedidamente. Cuando damos un testimonio de lo que hemos aprendido del Señor, debemos tener un límite, una medida. La palabra “medida” del versículo 13 indica que uno es regido por Dios. Dios nos ha asignado una medida con respecto a nuestra obra y experiencia. Además, Él ha establecido cuánto podemos disfrutar. Por tanto, cuando damos un testimonio acerca de nuestra obra, experiencia o disfrute del Señor, debemos testificar conforme a dicha medida, es decir, dentro de cierto límite. Al dar un testimonio o un informe, nunca debemos exagerar. A diferencia de esto, los informes que aparecen en ciertas publicaciones cristianas son exageraciones; esos informes van más allá de la medida, de los límites, y no tienen restricción alguna. Por tanto, al testificar de nuestra experiencia, debemos permanecer dentro de la medida que Dios nos ha dado. No debemos gloriarnos desmedidamente, más allá de la medida, sino según la regla que nos ha repartido el Dios que mide. Hay uno que rige y que mide, y esta persona es el Dios que establece la medida, el Dios que gobierna. Por tanto, debemos permanecer dentro de los límites de la regla de Dios, de Su medida. Las palabras de Pablo: “para llegar aun hasta vosotros”, indican que su visita a los corintios fue bajo la regla y la medida de Dios. El versículo 14 añade: “Porque no nos hemos extralimitado, como si no llegásemos hasta vosotros, pues fuimos los primeros en llegar hasta vosotros con el evangelio de Cristo”. En contraste con los maestros judaizantes, Pablo y los demás apóstoles no se extralimitaron. Ellos fueron los primeros en ir con el evangelio a Europa, y por ende, a los corintios. Si los judaizantes hubiesen llegado primero, probablemente los apóstoles no habrían ido, y eso habría sido una señal de que Europa no les había sido repartida bajo la regla de Dios. Esto está relacionado con lo que Pablo desea transmitir al argumentar con los judaizantes. En los versículos 15 y 16, Pablo dice: “No nos gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos engrandecidos entre vosotros en abundancia, conforme a nuestra regla, para anunciar el evangelio en los lugares más allá de vosotros, no para gloriarnos en la medida de la regla de otro hombre en lo que ya estaba preparado”. En estos versículos podemos ver que los apóstoles tenían la esperanza de que por medio del crecimiento de la fe de los creyentes corintios, su ministerio fuese magnificado (en el sentido de ser alabado) al ser agrandado y aumentado abundantemente, pero conforme a la regla, la medida, que Dios les había asignado. Pablo esperaba ser magnificado entre los corintios conforme al límite de la medida de Dios. RESTRINGIDOS POR DIOS En los versículos 13, 14 y 15 vemos que aunque esperamos que la obra del Señor se extienda, debemos aprender a ser restringidos por Dios. No debemos esperar una propagación sin medida. Esa clase de propagación ciertamente no estaría dentro del límite de un andar conforme al Espíritu. Por experiencia, podemos testificar que si propagamos la obra conforme al Espíritu, siempre habrá cierto límite. Interiormente tendremos la sensación de que el Señor desea extender la obra solamente hasta cierto punto. Además, exteriormente, en las circunstancias, el Señor tal vez se valga de algunas cosas para restringir la propagación de la obra. Por tanto, interiormente no sentimos la paz como para propagar la obra más allá de cierto punto, y exteriormente, las circunstancias no nos permiten ir más allá de ciertos límites. Los jóvenes todavía no están completamente involucrados en la obra del Señor. No obstante, les aliento a que guarden estas palabras en su interior, pues algún día las experimentarán. Todos debemos aprender que al servir al Señor y al laborar con Dios siempre hay un límite. Esto aplica también al servicio de la iglesia. El Señor está interesado en restringir particularmente a los jóvenes. Si los jóvenes no tienen un corazón que desee servir al Señor, Él los motivará a que le sirvan. Pero una vez que han sido motivados, Él los limitará. A la naturaleza humana no le gusta esta clase de limitación. Por ejemplo, es posible que con respecto al sueño o al desempeño de alguna actividad, no nos guste ser restringidos. En términos espirituales, cuando estemos dormidos, Dios nos levantará, pero cuando lleguemos a ser demasiado activos, Él nos restringirá. Conozco algunos jóvenes que se han ofendido porque Dios les ha hecho esto. Un hermano joven quizás desee ser un líder entre los jóvenes. Si llega a ser líder, entonces quizás querrá ser un diácono o un anciano en la iglesia. En estos asuntos, él quizás espere progresar rápidamente. No obstante, la manera en que Dios opera consiste en primero acelerarnos y luego en frenarnos; primero nos levanta y luego nos baja. Cuando estemos abajo, Él nos levantará; pero cuando subamos demasiado, Él nos bajará. Así que, la manera en que Dios nos prepara consiste en levantarnos y bajarnos, en bajarnos y levantarnos. Si podemos soportar esto, al final llegaremos a ser útiles en Su obra. Muchos jóvenes no pueden tolerar el hecho de que Dios los esté levantando y bajando. Después de experimentarlo varias veces, quieren renunciar. Su actitud tal vez sea ésta: “Si Dios me quiere levantar, que me deje ir hasta los cielos y permanecer allí hasta que el Señor Jesús regrese; pero si Dios me quiere bajar, que me deje abajo. Lo que no me gusta es subir y bajar, y luego bajar y volver a subir”. Esta falta de conformidad con los altibajos que Dios nos hace pasar, es una expresión del carácter natural de muchos jóvenes. Dios no desea que estemos siempre arriba o siempre abajo. Aun testifica de esto la forma en que en la naturaleza alternan el día y la noche. No existe un día sin fin o una noche sin fin. Antes bien, después del día sigue la noche, y después de la noche sigue el día. Dios no nos creó para que tuviéramos un día o una noche que durara muchos años. Quizás esto corresponda a la manera en que nosotros operamos, mas no a la manera en que opera Dios. DEBEMOS APRENDER A ACEPTAR LA RESTRICCIÓN QUE PROVIENE DE PARTE DEL SEÑOR Dios tiene muchas formas de hacernos bajar. A algunos jóvenes su vida matrimonial les ha hecho bajar. Antes de casarse, cierto hermano quizás haya sido semejante a un águila que vuela en el aire. A él le era fácil hablar de la maravillosa y gloriosa vida de iglesia. Pero poco tiempo después de casarse, pareciera que la vida de iglesia dejó de ser gloriosa. Dios usa el matrimonio para calmar al entusiasta hermano. En algunos casos, es posible que este hermano quede desanimado por un largo período después de su casamiento, pero finalmente, se vuelve a levantar, aunque no de una manera tan entusiasta como antes. Con esto da muestras de mejoramiento. A veces Dios usa a uno de los ancianos para hacernos descender. Si le sucede esto a usted, debe darse cuenta de que es Dios quien lo hace descender, y no el anciano; Él lo hace por medio del anciano. Sin tener la mínima intención, es posible que ese anciano le dirija ciertas palabras, y esas palabras lo hacen descender. Dios nos trata de esta manera porque Él es el Dios que mide, que nos asigna cierta medida. Me doy cuenta de que estar desanimado es algo muy serio. Hay hermanos que permanecen desanimados por tanto tiempo que pareciere que jamás se volverán a levantar. Pero quizás después de cierto tiempo, se vuelven a levantar. Ninguno de nosotros debería atreverse a decir cuál será la situación de otro hermano. Estos altibajos están más allá de nuestro control o dirección. Efectivamente, nosotros no controlamos esto ni lo dirigimos. Por consiguiente, todos debemos darnos cuenta de que Dios está en control y que ésta es la manera en que nos mantiene dentro de nuestra medida. En este país, el recobro del Señor se ha extendido en cierta medida. Sin embargo, pareciere que esta propagación ha experimentado un límite. No obstante, esto no significa que el Señor detendrá la propagación del recobro de manera permanente. Lo que quiero decir es que, según nuestro concepto, una vez que el recobro del Señor empieza a extenderse, debe progresar continuamente sin restricción alguna. Pero éste no concuerda con el concepto de Dios. No debemos pensar que Pablo era tan espiritual que era totalmente diferente de nosotros. Aun él tuvo que aprender a aceptar la restricción que provino de parte del Señor. Por ejemplo, Pablo quería ir a Roma, pero no esperaba ir allí en cadenas. Además, él dijo a los creyentes de Roma que esperaba ir a España y ser encaminado por ellos (Ro. 15:24). Pablo jamás fue a España, y llegó a Roma en cadenas. Esas cadenas fueron la medida, los límites, que el Señor le asignó. Dios no asignó libremente Roma a Pablo; antes bien, Dios lo condujo allí como prisionero. Sí, Pablo estuvo en Roma, pero estuvo allí encarcelado. Ese encarcelamiento era una restricción. Roma no fue territorio de Pablo de una manera sin restricción. Dios es soberano, y todo lo que le sucedió a Pablo estaba bajo Su soberanía. Esto significa que las cadenas y el encarcelamiento de Pablo representaban la restricción soberana que Dios le había impuesto. Pablo estuvo dispuesto a someterse a la medida que Dios le había asignado. Él ni transgredió esa restricción, ni se rebeló contra ella. En este asunto, él no dio coces contra los aguijones. PABLO ACTUABA DENTRO DE SU JURISDICCIÓN Pablo, basándose en el principio de la medida de Dios, dijo a los corintios que todo lo que él hizo y habló, no iba más allá de la medida que se le había asignado. Pablo siempre actuaba y se conducía dentro de su medida. Usando la terminología de hoy, diríamos que él actuaba dentro de su jurisdicción. En contraste con los judaizantes, él jamás fue más allá de su jurisdicción. En los versículos del 13 al 15, Pablo parece decir: “Corintios, como iglesia, habéis sufrido bastante a causa de la venida de los predicadores judaicos. Estos predicadores, aunque son cristianos, no están dispuestos a abandonar el judaísmo. Por una parte, predican a Cristo; por otra parte, siguen enseñando la ley mosaica. Al hacer esto, causan problemas y hacen daño a la vida de iglesia. Ellos han influido mucho en vosotros corintios. Por tanto, debéis daros cuenta de que estos judaizantes jamás debieron haber venido a Corinto. Dios no les asignó la ciudad de Corinto; Corinto no está en su jurisdicción. Hablando sinceramente, Corinto es mi jurisdicción, mi territorio”. Éste es el concepto que Pablo presenta en estos versículos. No obstante, le resultaba difícil hablar de ello de forma directa y franca. Pero en esto se percibe la implicación de que Pablo condenó a los judaizantes por haber ido a Corinto. Por tanto, Pablo parece decir: “Nosotros no nos extralimitamos, como lo hacen los judaizantes. Nosotros fuimos los primeros en llegar a vosotros con el evangelio de Cristo. Esto fue una señal de que Corinto nos había sido asignada. Vinimos conforme a la regla de Dios. Dios nos asignó Corinto a nosotros, no a los judaizantes. De hecho, Dios no ha repartido nada a los judaizantes. No deberían ir a ninguna parte. Sus movimientos son totalmente ilegales a los ojos de Dios y están fuera de la debida jurisdicción”. Éste es el pensamiento fundamental de estos versículos, y éste era el sentir que imperaba en el espíritu de Pablo mientras escribía. Los apóstoles siempre actuaban conforme a la regla de Dios. Todo lo que Dios les medía y les asignaba, llegaba a ser su jurisdicción, y los demás no debían interferir con ello. Si Dios hubiera asignado cierto territorio a los judaizantes, los apóstoles no habrían ido a ese territorio, porque al hacerlo, se habrían extralimitado. Esto es lo que Pablo dice aquí. Hoy en día muchos predicadores y maestros se extralimitan e interfieren con la jurisdicción de otros. Esta extralimitación e interferencia siempre causa problemas. DEBEMOS PERMANECER DENTRO DE LA MEDIDA ASIGNADA POR DIOS En el servicio de la iglesia, debemos darnos cuenta de que Dios nos ha asignado cierta medida y no debemos extralimitarnos. Debemos conocer nuestros límites, nuestra jurisdicción, y no extendernos al territorio de los demás. Al igual que Pablo, debemos movernos y actuar conforme a nuestra regla, es decir, conforme a la medida que Dios nos ha asignado. Pablo sabía, por el llamado macedonio que recibió, que Corinto estaba bajo su regla, su medida. En Hechos 16 nos enseña que Pablo entendió claramente que Dios lo había llamado a Europa. Él fue a Acaya con el evangelio de Cristo conforme a la regla de Dios. Tanto Macedonia como Acaya se encontraban bajo la regla de Pablo. Por tanto, los judaizantes no debieron haber entrado en ese territorio y causado problemas. Éste era el profundo sentir que había en Pablo mientras escribía estos versículos. En esta sección de 2 Corintios, Pablo vindica su autoridad apostólica. Esta autoridad está relacionada con la jurisdicción. Si Pablo no hubiera tenido ninguna jurisdicción, ¿en qué basaría su autoridad? Al vindicar su autoridad apostólica, Pablo se condujo de manera que no sobrepasó los límites de su medida. Él es un buen ejemplo de una persona que se encuentra totalmente restringida por Dios. Aliento especialmente a los jóvenes a que estudien este pasaje de la Palabra y aprendan de él cómo deben conducirse en el servicio de la iglesia y cómo deben comportarse en el recobro del Señor. Jóvenes, ustedes deben conocer su regla, sus límites. Esto significa que deben saber cuánto Dios les ha medido, cuanto les ha repartido. Esta restricción, esta limitación, quebranta de manera práctica nuestra carne. Nuestro hombre natural quiere ser libre de limitaciones; pero Dios conoce nuestro problema. Por tanto, Él pone límites y restricciones para que permanezcamos dentro de la medida que Él nos ha asignado. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y DOS PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (3) Lectura bíblica: 2 Co. 11:1-15 Como lo indica el libro de 1 Corintios, los corintios tenían muchos problemas que los alejaron del Señor. Pero gracias a la primera epístola que Pablo les escribió, muchos de los creyentes volvieron al Señor, experimentando así una reconciliación adicional con Dios. Es posible que algunos incluso volvieran a Dios de manera completa. Muchos de sus problemas fueron solucionados, pero aún así permanecía uno más: la cuestión del apostolado de Pablo. Lo más sutil que ocurre en una iglesia local es el surgimiento de dudas acerca de los apóstoles, acerca de los que ministran a Cristo a las iglesias. Pablo dejó este tema para el final porque era necesario resolver primero los otros asuntos para poder tratar éste. Si los santos seguían con problemas y si la situación entre ellos no estaba sosegada, no habría sido apropiado que Pablo hablara de su apostolado; no habría sido el momento propicio para que él vindicara su autoridad apostólica. Sin embargo, puesto que por lo menos la mayoría de los corintios se había tranquilizado y los problemas entre ellos habían sido solucionados, Pablo se dio cuenta de que el tiempo había llegado para solucionar el último problema, a saber, el problema que tenían los creyentes con respecto a su apostolado. El último problema de una iglesia local siempre es el que tiene que ver con los que ministran, con los apóstoles. Así como a cualquiera le resulta difícil vindicarse, a Pablo también le fue difícil vindicar su autoridad apostólica. Si él hubiera vindicado la autoridad apostólica de Pedro, el asunto habría sido mucho más fácil. Siempre es más fácil hablar por otra persona que hablar directamente de nosotros mismos. En los capítulos del diez al trece, Pablo emprende la difícil tarea de vindicar su apostolado y solucionar así el último problema que existía en la iglesia que estaba en Corinto. De no solucionar este problema, la iglesia en Corinto habría seguido enferma. Cualquier iglesia que tenga problemas relacionados con los apóstoles, está enferma. Debido a que la iglesia en Corinto tenía problemas con Pablo, el que ministraba a Cristo a ellos, esa iglesia estaba enferma. Por tanto, los últimos cuatro capítulos de 2 Corintios se escribieron con el propósito de solucionar este problema. Habría sido mucho mejor si otra persona, como por ejemplo Timoteo o Pedro, hubiese hecho esto por Pablo. No obstante, nadie podría escribir estos capítulos como lo hizo Pablo. BAJO LA INFLUENCIA DE LAS ENSEÑANZAS JUDAICAS En los capítulos del diez al trece, Pablo de hecho afronta el problema causado por los judaizantes. Esto significa que él les hace frente a los judaizantes mismos, los cuales representaban un grave problema. Al confrontarlos, Pablo dice primeramente en el capítulo diez que las armas de la milicia de los apóstoles no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar fortalezas. En otra parte del capítulo diez, Pablo dice que él permaneció dentro de sus límites, pero que los judaizantes se extralimitaron. En el capítulo diez Pablo primero indica a los corintios que ellos habían sido indoctrinados, que por lo menos habían sido afectados por las enseñanzas judaicas. Según lo que dice Pablo en 10:5, aquellas enseñanzas eran argumentos y altiveces que se levantaban contra el conocimiento de Dios. Esos pensamientos rebeldes habían sido inyectados en los corintios y habían hecho que ellos se rebelaran. Por tanto, se necesitaba librar una guerra espiritual para derribar las fortalezas de esos argumentos de altivez y llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. La fuente de esa rebelión era los judaizantes. Los judaizantes se habían extralimitado. Dios, según Su soberanía, no había asignado el territorio de Acaya a los judaizantes. De hecho, Dios no les había asignado nada. A pesar de esto, ellos se extralimitaron y salieron por su cuenta, y como resultado, interfirieron con la jurisdicción del apóstol. Mientras Pablo se vindicaba a sí mismo ante los judaizantes, se dio cuenta de que no convenía mencionarlos abiertamente por escrito. Ésta es la razón por la cual a muchos cristianos se les dificulta entender el capítulo diez. Cuando yo era joven, leí varias veces este capítulo sin entender de qué hablaba Pablo. En aquel entonces, no tenía idea de los antecedentes de este capítulo. Un día descubrí su historia y su trasfondo, y eso me permitió conocer el sentir y el espíritu que Pablo proyecta en este capítulo. Entonces empecé a entender 2 Corintios 10 de la manera explicada anteriormente. Ahora podemos ver que Pablo escribió este capítulo para confrontar a los judaizantes, quienes habían suscitado rebelión entre los creyentes que estaban en Corinto. Los versículos del 4 al 6 de 2 Corintios 10 no se refieren a los incrédulos, sino a los creyentes corintios. Los apóstoles salieron a predicar el evangelio y a enseñar la verdad dentro de la medida de Dios y conforme a Su regla. Su actividad provenía verdaderamente de Dios. Luego, los judaizantes se extralimitaron y violaron la jurisdicción de los apóstoles. Extralimitarse así siempre produce rebelión; en efecto, fue la causa de la rebelión que surgió en los creyentes de Corinto, lo cual obligó a Pablo a luchar contra los pensamientos de altivez y los razonamientos de rebeldía. En el capítulo diez, Pablo de hecho está participando en una guerra contra esta clase de rebelión. En este capítulo vemos rebelión y también el hecho de ir más allá de la medida debida. ALGUNAS PALABRAS DURAS Aunque Pablo se muestra fuerte en el capítulo diez, él es todavía más fuerte en el capítulo once. En 11:13-15 él habla lo siguiente acerca de los judaizantes: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se transfiguran para hacerse pasar por apóstoles de Cristo. Y no es de maravillarse, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz. Así que, no es gran cosa si también sus ministros se transfiguran para hacerse pasar por ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”. La palabra griega traducida “se transfiguran” en el versículo 13 significa también “se visten”. Los falsos apóstoles, siendo engañadores, adoptaron la apariencia de los apóstoles verdaderos, quienes eran veraces en todo aspecto. El versículo 14 indica que Satanás es la fuente de los falsos apóstoles. Ellos lo seguían en su engaño para frustrar la economía de Dios. Dios es luz y Sus ángeles pertenecen a la luz. En contraste, Satanás es tinieblas, y todos sus seguidores están en tinieblas. No hay comunión entre la luz y las tinieblas (6:14). Los ministros de justicia mencionados en el versículo 15 son los verdaderos apóstoles, quienes realizan el ministerio de la justicia (3:9). Todo lo que hacen los ministros de Satanás es completamente injusto. La justicia no tiene compañerismo con el vivir que se realiza sin ley (6:14). En 11:5 Pablo se refiere a los judaizantes como a superapóstoles: “Pero pienso que en nada he sido inferior a aquellos superapóstoles”. Al usar el término superapóstoles, es decir, apóstoles de un grado superlativo, Pablo alude irónicamente a los falsos apóstoles, mencionados en el versículo 13 y en 12:11, quienes sobrepasaron el grado de autenticidad de los apóstoles. Los falsos apóstoles eran los judaizantes que habían venido a Corinto para predicar a otro Jesús con un espíritu diferente y con un evangelio diferente (v. 4). Los corintios pensaban que los judaizantes eran personas maravillosas y que hacían una obra excelente al ayudarlos. Pero de hecho, los judaizantes hacían exactamente la misma obra que hacía Satanás. Se transfiguraban en ministros de justicia, en apóstoles de Cristo. Así que, Pablo usa cuatro expresiones para describirlos: falsos apóstoles, obreros fraudulentos, superapóstoles y ministros de Satanás. Pablo se refiere a los judaizantes también en el versículo 4: “Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis”. La expresión “otro Jesús” significa otra persona; “otro espíritu” denota un espíritu de otra naturaleza y “otro evangelio” indica un evangelio de otro género. Los judaizantes usaban los mismos términos que los apóstoles: Jesús, espíritu y evangelio. Profesando ser apóstoles de Cristo, predicaban a Jesús y ministraban cierta clase de espíritu. Además, afirmaban que lo que enseñaban era el evangelio. No obstante, ellos tenían a otro Jesús, un espíritu diferente y un evangelio diferente. Indudablemente estos judaizantes eran elocuentes y muy atrayentes. Tenían mucho conocimiento del Antiguo Testamento, y conocían también el evangelio del Nuevo Testamento. Pero Pablo, al hablar de ellos, fue osado, y los llamó falsos apóstoles, obreros fraudulentos, ministros de Satanás. Incluso les dio el apodo de “superapóstoles”. En el versículo 4 Pablo les dice a los corintios que ellos toleraban bien a los judaizantes. La palabra griega traducida “bien” significa también “de manera estupenda o ideal”. Se usa en un sentido irónico. En el versículo 1 el apóstol expresa su deseo de que los creyentes corintios, quienes lo toleraban a él, lo toleraran más. En este versículo les recuerda el hecho de que ellos toleraban formidablemente a los falsos apóstoles. La idea de Pablo es ésta: “Puesto que a los falsos apóstoles vosotros los toleráis de una manera tan buena, tan estupenda y tan ideal, os ruego que a mí me toleréis más”. Por esto él usa la palabra “porque” al principio de este versículo. LOS JUDAIZANTES DE HOY ¿Cree usted que la situación que enfrentamos hoy es distinta de la que afrontó Pablo? Nuestra situación es bastante parecida. En principio, siguen existiendo judaizantes hoy en día, así como existieron en la época de los apóstoles. Cuando yo era joven, pensaba que la era apostólica debe de haber sido excelente, admirable y maravillosa. Con el tiempo aprendí que la situación de aquel tiempo era idéntica, en principio, a la situación que vivimos hoy en día. Si entendemos esto, no nos desilusionaremos cuando encaremos oposición. Algunos alaban al Señor por el recobro; no obstante, cuando piensan en la oposición, tal vez se inquietan profundamente. Les aliento a que no se inquieten, porque la situación que enfrentamos hoy es idéntica, en principio, a la que encaró Pablo en la era apostólica. LUCHAR PARA SOMETER LOS PENSAMIENTOS REBELDES En el capítulo once de 2 Corintios, Pablo tuvo que afrontar la situación de una iglesia que él había levantado directamente. Ciertos falsos apóstoles, obreros fraudulentos, ministros de Satanás, visitaron la iglesia en Corinto y suscitaron rebelión contra Pablo y sus enseñanzas. A pesar de que Pablo había llegado a Corinto primero y había llevado a muchos corintios al Señor por medio de su predicación, los creyentes corintios aceptaron a los falsos apóstoles. Hechos 16 relata cómo Pablo llegó a Macedonia. Él predicaba en Asia Menor, en una región que Dios le había asignado. En cierto momento, Pablo sintió en lo profundo de su ser que debía continuar su predicación en otra parte. No obstante, no sabía qué hacer ni adónde ir. Quizás pensara que no debía ir a Europa, y que debía permanecer en Asia. Luego, tuvo un sueño en que un varón macedonio decía: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hch. 16:9). Después de reflexionar sobre aquel sueño, Pablo concluyó que Dios lo llamaba a ministrar a Europa. Por tanto, él predicó el evangelio en Filipos, Tesalónica, Atenas y Corinto. Como resultado de su predicación, se levantó una iglesia en Corinto. Luego, después de algún tiempo, los judaizantes llegaron a Corinto y causaron problemas. Es difícil de creer que los santos de Corinto aceptaran las enseñanzas de los judaizantes; con todo, es un hecho que por lo menos algunos de ellos las aceptaron y fueron motivados por ellas o por lo menos afectados por ellas. Esas enseñanzas hicieron que algunos dudaran del apostolado de Pablo y se opusieran a él y a su ministerio. Hemos visto que Pablo había ayudado a los corintios a solucionar varios problemas, pero el problema tocante a la relación entre los creyentes corintios y el apóstol Pablo quedaba sin solución. Por supuesto, no todos los corintios tenían problemas con Pablo; sólo algunos de ellos tenían sus dudas. Aún así era necesario que Pablo dedicara cuatro capítulos para solucionar ese problema. Hemos visto que Pablo se muestra fuerte en el capítulo diez, y aún más fuerte en el capítulo once, donde habla de falsos apóstoles, de obreros fraudulentos, de ministros de Satanás y de superapóstoles. Si usted fuese un creyente de Corinto que había aceptado las enseñanzas de los judaizantes, ¿habría recibido lo que dijo Pablo en cuanto a los falsos apóstoles? Es probable que no. Ésta es la razón por la cual Pablo lucha para someter los pensamientos rebeldes que existían entre los corintios. LA MANERA EN QUE PABLO LUCHA Veamos ahora la manera en que Pablo libra la batalla contra las enseñanzas judaicas. En 11:1 él dice: “¡Ojalá me toleraseis un poco de necedad! Pero en verdad me toleráis”. El uso de la palabra “necedad” alude irónicamente a la vindicación y la jactancia del apóstol, a las cuales se vio obligado. Aquí Pablo parece decir a los corintios: “Os ruego que me toleréis un poco de necedad. Hasta ahora he sido sabio. Ahora quisiera hablar de manera necia. Pero antes de hacerlo, os pido que me toleréis un poco de necedad. No me gloriaré ni hablaré neciamente sin medida. Habrá un límite a lo que procuro decir”. En el versículo 2, Pablo dice además: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Este celo se puede comparar al celo que siente un esposo por su esposa. La palabra “virgen” en este versículo significa que los creyentes han de ser la novia para el Novio (Jn. 3:23), es decir, la esposa del Cordero (Ap. 19:7). Al proclamarse las palabras narradas en el versículo 2, Satanás es derrotado, y todos los judaizantes son derribados. Sea en la época de Pablo o en la nuestra, los judaizantes nunca nos ministran nada que nos haga valorar más al Señor Jesús como Aquel que es el más querido y precioso. Por el contrario, lo que ministran los judaizantes suscita nuestro celo por la religión. Los judaizantes de hoy dicen algo así: “Esta enseñanza es herética y destruye nuestra religión. Contradice la tradición que heredamos de nuestros padres”. A lo largo de las generaciones y de los siglos, los judaizantes se han esforzado por proteger su religión y aferrarse a su doctrina tradicional. Los judaizantes que llegaron a Corinto quizás dijeran: “Sí, debemos creer en Jesucristo, pero ¿cómo podríamos abandonar la ley que Dios dio por medio de Moisés? Este hombre Pablo es un hereje. Él ha destruido la ley, y está en contra de la circuncisión. Esto significa el fin de nuestra religión. ¿Acaso se equivocó Dios al dar la ley? ¿Acaso se equivocaron Moisés, Josué, Samuel, David, Elías y todos los demás profetas? ¿Acaso Pablo es el único que tiene razón? Pablo, quien vino a vosotros como apóstol, debe ser condenado”. Así hablaron los judaizantes en la época de Pablo y así hablan hoy en día. Los que se oponen al recobro del Señor, a menudo dicen algo así: “¿Creen ustedes que todos y todo están mal, y sólo ustedes tienen la razón? ¿Acaso sus enseñanzas son las únicas que son correctas? Nos levantaremos contra la iglesia local y la venceremos. Esto debe llegar a su fin”. MOTIVADOS A AMAR AL SEÑOR JESÚS Debido a que Pablo era sabio, no disputó contra los judaizantes en cuanto a la doctrina. Más bien, él les dijo a los corintios que los celaba con celo de Dios. También les dijo que los había desposado con un solo esposo, para presentarlos como una virgen pura a Cristo. ¡Qué manera tan maravillosa de hablar! Las palabras de Pablo en el versículo 2 son muy conmovedoras; tocan profundamente nuestro corazón y fomentan nuestro amor por el Señor Jesús. A menudo los mensajes de estudio-vida tocan nuestro corazón de la misma manera. Después de que leemos unas cuantas páginas de un mensaje, se despierta en nosotros una tierna sensación hacia el Señor Jesús, y nos damos cuenta nuevamente de lo querido y precioso que Él es para nosotros. En cambio, a veces nuestra mente teológica y doctrinal se turba y empieza a hacer preguntas acerca de la Trinidad o acerca del hecho de que Cristo es el Espíritu. Tal vez nos pongamos a pensar acerca del modalismo. Quizás nos preguntamos si el ministerio en el recobro del Señor es fidedigno. No obstante, después de leer un pasaje de un mensaje del estudio-vida, empezamos a sentir nuevamente que el Señor Jesús, el Novio, es atractivo y precioso, y espontáneamente decimos: “Oh Señor Jesús, querido Novio, te amo. Señor, gracias por Tu palabra, por Tu ministerio y por Tu recobro”. Pero después de cierto tiempo, tal vez empecemos de nuevo a preguntarnos acerca de las denominaciones: “¿Acaso todas las denominaciones están mal? ¿Será realmente cierto que debe haber una sola iglesia en cada ciudad? Si así es, ¿qué será de los demás cristianos?” Es característica de los judaizantes suscitar muchas preguntas, pero el verdadero ministerio despierta nuestro amor por el Señor Jesús, nuestro Novio. Los judaizantes de hoy buscan hacer vacilar a los creyentes y apartarlos del simple amor que éstos sienten por el Señor Jesús. Pero nosotros debemos dejar la ley mosaica y los profetas y fijar toda nuestra atención en el Señor. Debemos ver en 11:2 que hemos sido desposados con un solo esposo para ser presentados como una virgen pura a Cristo. Por tanto, debemos decir: “Nuestro querido Señor Jesús es nuestro único Marido, y yo formo parte de Su virgen. No me interesa la doctrina ni la teología. Lo único que me interesa es el ministerio que me ministra a Cristo. Cristo es la persona agradable y querido a quien yo amo”. Mi carga en este mensaje consiste en plantar profundamente en los santos lo dicho por Pablo en el versículo 2: “Os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Hemos visto que en el capítulo once, Pablo escribe algunas cosas fuertes acerca de los judaizantes, los falsos profetas. Pero antes de expresar tales palabras, les recuerda a los creyentes corintios que él los ha desposado con un solo Esposo, no para presentarlos como estudiantes de teología, sino para presentarlos como una virgen pura a Cristo. SENCILLEZ Y PUREZA PARA CON CRISTO En el versículo 3 Pablo dice: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, se corrompan vuestros pensamientos, apartándose de alguna manera de la sencillez y pureza para con Cristo”. La palabra griega traducida “sencillez” puede ser traducida simplicidad. Esto se refiere a la absoluta lealtad, la firme fidelidad, que los creyentes tenían hacia Cristo. A Pablo le preocupaba que los pensamientos de los creyentes corintios fueran corrompidos. Ellos eran una virgen pura para Cristo, pero así como la serpiente engañó a Eva, los pensamientos de ellos corrían el riesgo de corromperse y desviarse de la sencillez y pureza para con Cristo. De hecho, algunos corintios ya se habían corrompido de esta manera. Por tanto, aquí Pablo parece decir: “Queridos corintios, mi interés es que vosotros mantengáis vuestra sencillez y pureza para con Cristo. Olvidad las enseñanzas y la religión judaicas y sed sencillos para con Cristo. Cristo es vuestro querido Esposo, y simplemente necesitáis amarlo a Él”. No es la meta del recobro del Señor recobrar la doctrina o la teología, sino recobrar a Cristo mismo como el único Esposo a quien debemos amar. Debemos pertenecerle solamente a Él. En tanto que hayamos sido desposados con este Esposo como una virgen pura, y en tanto que lo amemos, apreciemos y pertenezcamos sólo a Él, seremos preservados. Esto nos guardará, nos santificará, nos saturará y nos transformará. Como veremos, en los últimos cuatro capítulos de esta epístola no hay nada doctrinal ni teológico. Lo que vemos es una Persona querida, el Esposo único y universal. Todos nosotros hemos sido presentados como virgen pura a Cristo. Somos para Él, y sólo Él nos debe atraer; debemos amarlo, apreciarlo y valorarlo. Esto nos preservará y nos ayudará a ser santificados y transformados. El recobro del Señor no es un asunto de teología, tradición, religión ni prácticas. Más bien, se trata de una Persona viva, el Señor Jesucristo, nuestro Esposo. Él nos ha atraído, y hemos sido presentados como virgen pura a Él. Ahora sólo debe interesarnos Él, sólo debemos amarlo a Él sin permitir que nadie lo sustituya en nuestros corazones. Además, nuestro amor por Él debe ser puro, nuestra mente debe ser sencilla y todo nuestro ser debe centrarse en Él. Esto nos preservará, nos santificará, nos saturará y nos transformará. ¡Alabado sea el Señor; esto es Su recobro! ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y TRES PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (4) Lectura bíblica: 2 Co. 11:1-15 En 11:3 Pablo dice: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, se corrompan vuestros pensamientos, apartándose de alguna manera de la sencillez y pureza para con Cristo”. Aquí el apóstol Pablo indica que se puede comparar las enseñanzas de los judaizantes con las palabras engañosas que la serpiente dirigió a Eva en Génesis 3. En otras palabras, Pablo compara las actividades de los judaizantes con lo que hizo la serpiente a Eva. Al leer Génesis 3, vemos que la serpiente distrajo a Eva y la apartó del disfrute del árbol de la vida. La manera en que la alejó del disfrute del árbol de la vida fue mostrarle otro árbol, el árbol del conocimiento del bien y del mal, el cual produce muerte. LOS DOS ÁRBOLES Hemos dicho muchas veces que el árbol de la vida es sencillo. Este árbol contiene un solo elemento, el cual es la vida divina. El árbol de la vida resulta en vida; mientras que el árbol del conocimiento del bien y del mal, por el contrario, es complicado y también complica. En ese árbol tenemos el bien, el mal, el conocimiento y la muerte. La Biblia, en su totalidad, narra el desarrollo de estos dos árboles. El árbol de la vida representa a Dios, quien está en Cristo como el Espíritu, a fin de ser vida para nosotros. El árbol del conocimiento del bien y del mal representa a Satanás como muerte. Satanás es el poder de la muerte. El árbol del conocimiento del bien y del mal, que representa a Satanás como muerte, incluye el conocimiento, el bien y el mal. La serpiente alejó a Eva del árbol de la vida valiéndose del árbol del conocimiento del bien y del mal y de las complicaciones de éste. Eva, por haber sido distraída y cautivada, perdió su sencillez y pureza para con Dios, lo cual dio por resultado que Eva cayó, y la muerte se introdujo a través de la caída. Ésta es la historia de cómo la serpiente distrajo a Eva alejándola de la economía de Dios. SATANÁS Y LOS JUDAIZANTES En 2 Corintios 11 Pablo relaciona lo que los judaizantes hacían a la iglesia que estaba en Corinto con lo que la serpiente hizo a Eva. Yo creo que Pablo, en lo profundo de su espíritu, se daba cuenta de que estos dos asuntos eran en realidad uno solo, y que lo que sucedía en Corinto era una repetición de lo que había sucedido en el huerto de Edén. Eva era una esposa, y la iglesia de Corinto era una virgen pura, desposada con un solo marido, Cristo. Por esta razón, en 11:2 Pablo declara: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Además, la esposa que vemos en el huerto de Edén fue distraída por la astuta serpiente. En Corinto, la virgen estaba siendo distraída por Satanás por medio de los judaizantes. En otra parte de este capítulo, Pablo asocia a los judaizantes con Satanás. “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se transfiguran para hacerse pasar por apóstoles de Cristo. Y no es de maravillarse, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz” (vs. 13-14). Aquí Pablo indica que los judaizantes, los falsos apóstoles, son ministros de Satanás. El versículo 15 dice: “Así que, no es gran cosa si también sus ministros se transfiguran para hacerse pasar por ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”. El hecho de que los judaizantes son ministros de Satanás significa que no ministran a Cristo a los demás; lo que realmente ministran es a Satanás. Pablo pudo discernir que los judaizantes tenían a otro Jesús, otro espíritu y otro evangelio. En el versículo 4 Pablo dice a los corintios: “Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, y si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis”. Los judaizantes profesaban predicar a Jesús, pero Pablo discernía que ellos predicaban a otro Jesús, y no al Señor Jesús que Pablo predicaba. Además, afirmaban que tenían un espíritu. Quizás afirmaban que este espíritu era el Espíritu Santo. Pablo también discernía que el espíritu de ellos no era el Espíritu Santo; los judaizantes tenían otro espíritu. Además, los judaizantes afirmaban que lo que predicaban era el evangelio. Pero Pablo declaró que el evangelio de ellos era otro evangelio. Cuando la serpiente se presentó ante Eva, no negó abiertamente la palabra de Dios. Más bien, la serpiente dijo a la mujer: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gn. 3:1). Aquí vemos que la serpiente preguntó: “¿Conque Dios os ha dicho?” Por una parte, esta clase de pregunta parece reconocer lo que Dios ha dicho; por otra, socava la palabra de Dios. Al hacer esta pregunta, la serpiente inyectó veneno a Eva para socavar lo que Dios había dicho. A los creyentes corintios les resultaba difícil discernir la diferencia entre el Jesús que predicaba Pablo y el que predicaban los judaizantes. El nombre era el mismo, pero se necesitaba discernimiento. Lo mismo era verdad con respecto al evangelio. Pablo fue a los corintios con el evangelio, y los judaizantes también profesaban predicar el evangelio. Pero Pablo podía discernir que el evangelio predicado por los judaizantes era distinto del que predicaban los apóstoles. No era el mismo evangelio que predicaba Pablo. En principio, nuestra presente situación es la misma que la de los corintios. La terminología, las definiciones y los títulos de varios asuntos tal vez sean los mismos que nosotros usamos. Pero si ejercitamos el debido discernimiento, nos daremos cuenta de que en realidad no son los mismos. SEPARADOS DEL DISFRUTE DE DIOS Quisiera hacer notar algo importante relacionado con el evangelio verdadero, el espíritu sincero y el Jesús auténtico. Dondequiera que se predique el evangelio verdadero y al Jesús verdadero, con un espíritu sincero, el Señor Jesús será ministrado a los demás de manera que lo valoren más, lo amen, lo sigan y lo tomen como el todo. A lo largo de los siglos, muchos han predicado de la Biblia y han enseñado la Biblia; no obstante, su predicación y enseñanza alejó a los creyentes de la preciosa Persona del Señor Jesucristo. En principio, esas personas alejan a los creyentes de la misma manera en que lo hizo la serpiente en Génesis 3. La meta de Dios es la vida. Esta vida, representada por el árbol de la vida, es Dios mismo en Cristo como el Espíritu. La manera en que obra el enemigo, Satanás, la serpiente, es alejar a las personas de esta vida. Su objetivo es llevarlos al conocimiento, al bien y al mal, cuyo resultado es muerte. La muerte consiste en estar separado del disfrute de Dios. El entendimiento correcto en cuanto a la muerte es que ésta denota que uno ha sido separado del disfrute de Dios. Esto significa que si no disfrutamos a Dios, estamos muertos. Asimismo, si somos separados de este disfrute, moriremos. Esto se revela plenamente en Romanos 8. Romanos 8:6 dice: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz”. En este versículo, la muerte equivale a la separación, a quedar separado del disfrute que se tiene de Dios. La vida es lo opuesto de la muerte, porque equivale a disfrutar a Dios. Cuando disfrutamos a Dios, no existe separación alguna entre nosotros y Dios, estamos en vida, y la vida opera en nosotros. Al distraer y alejar a los creyentes del árbol de la vida, Satanás procura separarnos del disfrute de Dios, nuestra vida. Por siglos, la astuta serpiente ha usado las enseñanzas para evitar que los escogidos de Dios disfruten a Dios como su vida. En general, estas enseñanzas están relacionadas con el conocimiento, con el bien y el mal. El resultado de dichas enseñanzas es que ellas nos separan de Dios. Desde la época de los apóstoles hasta hoy, ha habido muchas enseñanzas relacionadas con la doctrina, la teología, la religión, las prácticas, los rituales y la adoración a Dios. Enseñanzas de esta índole están en la línea del árbol del conocimiento. Estas enseñanzas no nos conducen a disfrutar a Dios. Por el contrario, nos separan de dicho disfrute. Cuando los judaizantes de antaño llegaron a las iglesias, ellos fingieron ser veraces. Tal vez decían que eran hebreos, israelitas, del linaje de Abraham. Ellos también profesaban predicar a Cristo y ser ministros de Cristo. Además, tenían un espíritu y decían que lo que predicaban era el evangelio. Si usted hubiera estado en Corinto cuando llegaron los judaizantes, ¿habría diferenciado el auténtico Jesús, el espíritu puro y el verdadero evangelio, de los falsos? Si usted hubiera estado allí, como uno de los creyentes corintios, posiblemente lo habrían engañado. Usted no debe sentirse confiado de poder discernir lo que Pablo pudo discernir. En el capítulo once de 2 Corintios, Pablo se mostró fuerte y osado, diciendo que los judaizantes eran falsos profetas, obreros fraudulentos, ministros de Satanás. Puesto que ellos no eran apóstoles auténticos, Pablo los llamó superapóstoles, aquellos que excedían su medida y se atribuían un nivel superior. Hoy en día, por la misericordia del Señor, podemos entender que Pablo ciertamente era el apóstol más sobresaliente y que estaba en el nivel más elevado del ministerio. No obstante, los judaizantes afirmaban que ellos eran superiores a Pablo. Su actitud era que Pablo no era nada comparado con ellos, que él sabía mucho menos que ellos. En 2 Corintios se percibe, se insinúa, que los judaizantes creían saber más que Pablo. No es de sorprender que Pablo los llamara superapóstoles. Por supuesto, esta expresión es irónica; Pablo no la usa positivamente. De hecho, los judaizantes no eran superapóstoles, pues no eran apóstoles auténticos en absoluto. ¿No se da usted cuenta de que nuestra actual situación es la misma, en principio, a la que vivieron Pablo, los judaizantes y los corintios? Puesto que nuestra situación es igual, es importante discernir lo verdadero de lo falso. LA LLAVE QUE NOS AYUDA A DISCERNIR La mejor manera de discernir un asunto es discernirlo conforme a la vida o a la muerte. Debemos hacer preguntas como ésta: ¿Me ayuda esta enseñanza a disfrutar más al Señor y me introduce más en la vida, o me inyecta el veneno de la muerte? Es posible que descubra que si acepta cierta clase de enseñanza o predicación, recibiéndola en su interior, sienta inmediatamente que se corta el disfrute que tiene del Señor. Algunas cosas funcionan como un objeto aislante que detiene el fluir de la electricidad divina. Por tanto, debemos aprender a discernir, a diferenciar, las cosas conforme a la vida y la muerte. Supongamos que los judaizantes de hoy se presentan ante usted y les predican a otro Jesús. ¿Tiene usted la certeza de poder discernir entre el Jesús de ellos y el verdadero Jesús, el Jesús que predicaba Pablo? Yo no tengo la seguridad de que usted tendría el discernimiento necesario. Pero gracias al Señor tenemos la llave para discernir lo verdadero de lo falso. Este secreto consiste en discernir una predicación o una enseñanza preguntándonos si ella nos ayuda a disfrutar al Señor y a recibir más suministro de vida. Si la predicación de una persona detiene el disfrute que tenemos del Señor, esa predicación debe de provenir de la serpiente, de Satanás. Pero si la predicación de alguien nos ayuda a disfrutar al Señor, esa predicación es de Dios. Por tanto, según la manera revelada en Romanos 8, debemos discernir conforme a la vida o a la muerte. Muchos de los que se han ido del recobro del Señor no tienen ni el suministro de vida ni el disfrute. Esto es un indicio de que ellos han recibido algo que no es del Señor. La llave par discernir lo verdadero de lo falso consiste en discernir conforme a la vida o a la muerte. Cualquier enseñanza que haga cesar el disfrute que usted tiene del Señor, pertenece a la muerte, por muy buena que parezca. Mientras que la enseñanza o la predicación de una persona nos robe el disfrute del Señor como nuestro suministro de vida, esa enseñanza es de la serpiente. El ministerio genuino del Señor, por su parte, siempre nos fortalece en el disfrute que tenemos de Él como nuestro suministro de vida. No debemos esperar que se reduzca el número de judaizantes. Por el contrario, es probable que su número aumente. Siempre que usted los oiga hablar o lea sus libros, recuerde este principio de discernir conforme a la vida y la muerte. Todo lo que nos prive del disfrute del Señor proviene de la serpiente. Pero todo lo que haga aumentar el disfrute que tenemos del Señor, es del Espíritu y del ministerio neotestamentario. LA ESTRATEGIA DE SATANÁS Los versículos 2 y 3 de 2 Corintios 11 son sumamente importantes. Éstos indican que Pablo entendía claramente la estrategia de Satanás. Se daba cuenta de que la estrategia de Satanás consistía en propagar una trampa doctrinal que atrapara a los santos. Por tanto, Pablo se mantuvo alejado de esa trampa. Además, él procuró alejar de ella a los santos, al recordarles que él los celaba con celo de Dios y que los había desposado con un solo esposo, para presentarlos como virgen pura a Cristo. Les dijo a los santos que el Señor no quería que amaran nada ni a nadie en lugar de Él, sino que deseaba que lo amaran a Él de forma única, sencilla y absoluta. En el versículo 3, Pablo revela su preocupación de que los creyentes corintios fueran engañados y perdieran su sencillez y pureza para con el Señor. De este versículo vemos que debemos ser sencillos y puros. No se complique en su mente, en su entendimiento, con tantas enseñanzas e “ismos”. Antes bien, manténgase sencillo y puro, y disfrute al Señor como su suministro de vida. En 2 Corintios 11 Pablo habla de otro Jesús, de otro espíritu, de otro evangelio, de falsos apóstoles, de obreros fraudulentos, de que Satanás se transfigura en ángel de luz y de que los ministros de Satanás se transfiguran en ministros de justicia. Si oramos-leemos todos estos versículos y los llevamos a comunión, recibiremos más luz y obtendremos más suministro de vida. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (5) Lectura bíblica: 2 Co. 11:16-33 Hasta ahora hemos abarcado tres aspectos de la vindicación que Pablo hace de su autoridad apostólica: su lucha según el Espíritu, la medida de la regla de Dios y el hecho de que celaba a los creyentes por causa de Cristo con miras a protegerlos de los falsos apóstoles. En este mensaje vamos a considerar un cuarto aspecto, el de la jactancia forzada de Pablo. En una sección bastante extensa de 2 Corintios (11:16—12:18), Pablo vindica su autoridad con una jactancia forzada. Él no quería gloriarse, pero fue necesario que lo hiciera. PARECE SER NECIO En 11:16-33 Pablo no fue sabio de una manera natural, ni jugó a la diplomacia. Si él hubiera sido sabio o político, no se habría gloriado. No obstante, Pablo estuvo dispuesto a parecer necio gloriándose. Debemos aprender de Pablo que hay ocasiones en que no debemos ser tan sabios ni diplomáticos. Nuestra cortesía natural podría ser una especie de sabiduría sutil. Nosotros necesitamos más bien ser fieles, honestos y francos. Pero al hacerlo, tal vez pareceremos necios a los ojos de los demás. En estos versículos Pablo ruega a los corintios a que toleren su necedad. Les pide permiso para ejercer necedad al gloriarse. En el versículo 16 él declara: “Otra vez digo: Que nadie me tenga por necio; o de otra manera, recibidme como a necio, para que yo también me gloríe un poquito”. Aquí Pablo parece decir: “Tolerad mi necedad. Hasta ahora he sido sabio, pero ahora debo hablar duramente. Antes de hacer eso, os pido que toleréis mi necedad. Estoy a punto de deciros algo de manera muy franca”. Luego, Pablo usa ciertas expresiones francas y severas. Una persona que ejerce sabiduría jamás hablaría de esta manera. Por el contrario, sería cortes y trataría de ganar el aprecio de los demás. En los capítulos anteriores, Pablo fue sabio, pero aquí él parece ser necio, gloriándose y usando expresiones irónicas. En ocasiones, para poder pronunciar la verdad, tal vez tengamos que parecer necios a los demás. Martín Lutero hizo esto cuando le declaró al cristianismo degradado que la justificación se obtiene totalmente por fe. Cuando hizo eso, él ejerció necedad. Todo aquel que desee mantener una posición elevada en la jerarquía religiosa, jamás haría eso. Como hemos indicado, en el capítulo once vemos la necedad de Pablo. Él ya ha usado expresiones tales como falsos apóstoles, obreros fraudulentos y ministros de Satanás. Cuando leemos estas expresiones, todos nos ponemos del lado de Pablo. No obstante, cuando él escribió esta epístola, no le era fácil usar esas expresiones. Si usted hubiera sido Pablo, ¿habría tenido la osadía de escribir esta epístola? Probablemente la mayoría de nosotros jamás escribiría de esta manera. Quizás habríamos hablado con amabilidad acerca de los judaizantes. No habríamos tenido la osadía de usar expresiones tales como falsos apóstoles, obreros fraudulentos, o ministros de Satanás. Pero puesto que Pablo estuvo dispuesto a parecer necio, él tuvo la osadía de hablar de esa manera. ¿No diría usted que el versículo 16 lo escribió una persona necia? Primero Pablo declara: “Que nadie me tenga por necio”; luego, añade: “De otra manera, recibidme como a necio, para que yo también me gloríe un poquito”. ¿Qué pensaría usted si una persona llegara a su localidad y hablara así? ¿No lo tendría por una persona muy necia? Una persona sabia ciertamente hablaría de otro modo. En los versículos 17 y 18, Pablo dice: “Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino como en necedad, con esta confianza de gloriarme. Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré”. ¿No diría usted que Pablo parece estar fuera de sí cuando declara que él hablará algo que no es según el Señor? Tal vez pensemos que si Pablo no habla conforme al Señor, él debe callarse. ¿Cómo podría un apóstol hablar algo que no es según el Señor? No obstante, Pablo pronunció esas palabras. Si hubiéramos estado presentes en ese momento, quizás le habríamos aconsejado que no escribiera de esa manera. ¿Qué quiere decir Pablo cuando usa la expresión “con esta confianza” en el versículo 17? Esta confianza parece estar relacionada con el hecho de que Pablo es necio, con el hecho de que él está fuera de sí. Si él no tuviera esa confianza, ciertamente no podría gloriarse. De otro modo, se habría conducido como una persona muy culta y no se habría gloriado en lo absoluto. Una persona que tiene la confianza de que no está fuera de sí, jamás se gloriaría de la manera en que Pablo lo hizo en 2 Corintios 11. Después de expresar palabras irónicas a los corintios acerca de que ellos toleraban de buena gana a los necios (v. 19), Pablo declara en el versículo 20: “Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno os toma como presa, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas”. Aquí Pablo parece decir: “Si vosotros toleráis de buena gana todo esto, ¿no podráis tolerarme a mí, uno que es necio y que está fuera de sí?” UNA COMPARACIÓN ENTRE PABLO Y LOS JUDAIZANTES En el versículo 21 Pablo dice, también irónicamente: “Como teniéndonos en poco, digo esto: Nosotros mismos fuimos débiles. Pero en lo que otro tenga osadía (hablo con necedad), también yo tengo osadía”. Aquí Pablo parece decir: “Me olvido de mi posición, de mi honor y de mi gloria, y hablo a manera de deshonra. No me importa lo que penséis de mí. Hablo como si hubiera sido débil”. Luego, Pablo se compara con los judaizantes, diciendo que él también es hebreo, israelita, del linaje de Abraham y ministro de Cristo. En estos versículos encontramos una comparación entre Pablo y los judaizantes. En el versículo 23 Pablo habla de estar en trabajos más abundantes, en cárceles más; en azotes sin número; en muerte constantemente. En los versículos 24 y 25 Pablo declara: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar”. Los azotes mencionados en el versículo 24 eran dados por los judíos, mientras que las varas mencionadas en el versículo 25 las usaban los romanos (Hch. 16:22-23; 22:25). Sin incluir el naufragio en Melita (universalmente conocido como Malta), Pablo naufragó tres veces, y ninguno de esos naufragios se relata en Hechos. Por supuesto, los judaizantes no sufrieron ninguna de estas cosas. No hay comparación entre ellos y Pablo en asuntos como éstos. El versículo 26 declara: “En caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la cuidad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos”. Los ríos aquí son aquellos que están sujetos a cambios bruscos y violentos a causa de crecimientos repentinos de las corrientes de las montañas o de inundaciones de canales secos. Los ladrones mencionados en estos versículos pertenecían a las tribus que habitaban en las montañas situadas entre la meseta de Asia Menor y la costa, tribus muy conocidas por los robos que cometían. Los falsos hermanos mencionados en el versículo 26 aluden principalmente a los cristianos judaizantes. El versículo 27 dice a continuación: “En trabajos y penas, en muchas vigilias, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez”. Puesto que los ayunos se mencionan junto con las penas, debe de referirse al ayuno involuntario por falta de comida. Un ayuno de esta índole es diferente del hambre. Tal vez el hambre aquí se refiera a una situación donde no hay manera de obtener alimento; el ayuno involuntario quizá se refiera a una situación de pobreza. El frío se debía al clima y a la falta de ropa adecuada; la desnudez se refiere al estado de no tener la ropa adecuada o de estar desnudo por haber sido azotado o por haber padecido naufragio. En el versículo 28 Pablo declara: “Y además de otras cosas no mencionadas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”. En este versículo, la palabra griega traducida “se agolpa” significa literalmente muchedumbre. Denota una multitud de preocupaciones que se agolpaban sobre Pablo. Esto se refiere a la preocupación incesante por todas las iglesias. Cuando se habla de cosas no mencionadas, se alude a las que no se mencionan en los versículos del 23 al 27. Los versículos del 23 al 28 abarcan casi treinta asuntos. En sólo dos de ellos se hace una comparación entre Pablo y los judaizantes: trabajos y cárceles. Los judaizantes trabajaban y a veces eran encarcelados. Pero Pablo estaba en trabajos más abundantes y en cárceles más. Además, los judaizantes no habían sufrido ninguna de las demás cosas. De seguro no sentían ninguna preocupación por las iglesias. Pero los apóstoles, particularmente Pablo, a diario se preocupaban por todas las iglesias. En el versículo 29 Pablo dice además: “¿Quién está débil, y yo no estoy débil? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no ardo?” La palabra “ardo” significa arder con tristeza e indignación por lo que causó el tropiezo. En el versículo 30 Pablo añade: “Si es necesario que me gloríe, me gloriaré en lo que es de mi debilidad”. Aquí Pablo se refiere a sus sufrimientos y dificultades, que lo hacían parecer inferior, débil y despreciable a los ojos de sus adversarios. Estas cosas, no la fortaleza de la cual se jactaban sus adversarios, confirmaban que él era un verdadero apóstol. Los sufrimientos de Pablo lo hicieron parecer débil a los ojos de los demás. Un hombre fuerte puede hacer muchas cosas para eliminar el sufrimiento o reducirlo. Pero Pablo no pudo hacer nada acerca de sus sufrimientos. El hecho de que no pudiera reducir sus sufrimientos indica que él era débil. Por lo tanto, a los ojos de los opositores, él era una persona débil y digna de lástima. En tiempos de antaño, al igual que hoy, existía el concepto de que una persona bendecida por Dios no debe sufrir. Los adversarios de Pablo pensaban que si Pablo era verdaderamente de Dios, Dios lo bendeciría y él no sufriría. Para ellos, los sufrimientos de Pablo indicaban que él no era de Dios o que no gozaba de la bendición de Dios. El concepto de Pablo era diferente. En este versículo Pablo parece decir a los judaizantes: “Si vosotros verdaderamente fuerais de Dios, Dios permitiría que sufrierais mucho. Un verdadero ministro de Cristo es uno que sufre”. Hoy muchos cristianos tienen el concepto de que si alguien es rico, próspero y floreciente, entonces él es un fiel siervo de Dios y goza de la bendición de Dios. Ellos también sostienen el concepto de que las personas que tienen que pasar por sufrimientos y penurias no gozan de la bendición de Dios. En los versículos del 31 al 33 Pablo concluye, diciendo: “El Dios y Padre del Señor Jesús, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la cuidad de los damascenos para prenderme; y fui descolgado del muro en un canasto por una ventana, y escapé de sus manos”. Si usted hubiera sido Pablo, ¿no se habría sentido avergonzado de escapar de esta manera? Algunos tal vez pregunten: “¿Por qué un embajador de Cristo tuvo que escapar en un canasto? ¿Por qué no reclamó la victoria de Jesús y la autoridad del Rey de reyes sobre ese gobernador? No era necesario escapar en un canasto a través de una ventana. Este hombre no puede ser el escogido de Dios, porque Dios no lo bendice”. LA MANERA EN QUE DIOS TRABAJA Debemos entender por qué Pablo escribió estos versículos como lo hizo. En términos humanos, Pablo no tenía ninguna gloria ni honor. Además, su manera de hablar en este capítulo parece necia. Pablo se encontraba en una situación muy difícil; sufría mucho, e incluso carecía de alimentos. Parece que Dios no estaba con él y no lo honraba. ¿Dónde están los milagros prometidos en Marcos 16? Parece que el Señor no le suministraba nada a Pablo. Él aun permitió que naufragara y pasara un día y una noche en el mar. ¿Por qué Pablo hizo hincapié en cosas que no son ni honrosas ni gloriosas? La manera en que Pablo actúa es la manera divina. En contraste, el concepto de muchos cristianos va en contra de la manera en que Dios trabaja. Lo que Pablo escribe en este capítulo corresponde ciertamente a la vida del Señor Jesús. Cuando el Señor estaba en la tierra, Él sufrió tribulaciones. Aunque era el Hijo de Dios, no llevaba una vida de prosperidad ni de bendiciones visibles. En apariencia, el Señor Jesús no era bendecido por Dios. Cuando fue crucificado, los judíos se mofaron de Él y dijeron que si Él fuera de Dios, Dios lo libraría de la cruz. Pero Dios, en lugar de enviar ángeles para que rescataran al Señor Jesús, permitió que muriera en la cruz. En principio, la experiencia de Pablo fue igual. Pablo, con su modo de escribir este capítulo, expuso claramente la manera en que Dios trabaja, y lo hizo para el beneficio de todos los creyentes de Cristo que han vivido a lo largo de los siglos, y no sólo para el beneficio de los creyentes corintios. La manera en que Dios opera se ve en los apóstoles auténticos, en los ministros genuinos del nuevo pacto, y no en los llamados super apóstoles. Los falsos apóstoles tal vez sean prósperos y florecientes, y quizás no tengan que escapar en un canasto, pero los verdaderos apóstoles experimentan adversidad y sufrimientos, porque la tierra entera se opone a la economía de Dios. Además, la presente era no es tiempo para que nosotros prosperemos y florezcamos. Por el contrario, nos toca sufrir por el bien del Cuerpo de Cristo. Dicho en las palabras de Colosenses 1:24, completamos lo que falta de las aflicciones de Cristo por Su Cuerpo, que es la iglesia. En la cruz, el Señor Jesús sufrió por causa de nuestra redención, pero durante Su vida terrenal, sufrió por la edificación del Cuerpo. Nosotros no podemos participar de los sufrimientos que Cristo padeció para obtener la redención. Sería una blasfemia decir que podemos participar en esos sufrimientos. No obstante, debemos participar de los sufrimientos de Cristo por causa de Su Cuerpo. Esto significa que debemos seguir Su camino, el camino estrecho. Debemos andar en Sus pisadas y llevar la cruz. El Señor Jesús llevó una vida de sufrimiento, y nosotros debemos hacer lo mismo. Esto es completar lo que falta de los sufrimientos de Cristo por causa de la edificación de la iglesia, que es Su Cuerpo. Los judaizantes no sufrían por el Cuerpo de Cristo. Por tanto, Pablo escribió este capítulo de tal forma que aclarara quiénes son los verdaderos ministros del Nuevo Testamento y quiénes no lo son. Este asunto no lo determina la prosperidad de un ministro, sino el sufrimiento. DOS LLAVES En el capítulo once vemos dos llaves que nos ayudan a discernir lo verdadero de lo falso: el disfrute que tenemos del Señor como nuestro suministro de vida y el sufrimiento que padecemos por seguir al Señor. Por un lado, disfrutamos al Señor Jesús; por otro, lo seguimos al llevar una vida de sufrimiento. Este disfrute y este sufrimiento son factores determinantes por los cuales podemos discernir qué es verdadero y qué es falso. Todo lo que nos ayude a disfrutar al Señor y nos fortalezca para seguirle en Su sufrimiento, es genuino. Lo que no nos aliente en estos dos asuntos, es falso. Al principio del capítulo once Pablo dice que el Señor es nuestro querido Esposo. Hacia el final de ese capítulo, él menciona las iglesias. La primera llave que nos ayuda a discernir tiene que ver con el disfrute que tenemos de Cristo como nuestro Esposo; y la segunda llave, con tener la debida preocupación e interés por todas las iglesias, una preocupación que nos lleve a completar lo que falta de los sufrimientos de Cristo por el Cuerpo. Estos asuntos están bastante encubiertos en este capítulo tan extenso. Por tanto, es necesario que lo leamos detenidamente. De otro modo, no podremos captar estos puntos cruciales. Agradecemos al Señor por mostrarnos que debemos disfrutarlo a Él como nuestro Esposo, amarlo con un corazón puro y sencillo, y tener una mente que no sea corrompida por el engañador. También le agradecemos por mostrarnos que debemos seguir Sus pisadas y estar dispuestos a sufrir lo que Él sufrió por causa de la edificación de la iglesia, Su Cuerpo. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y CINCO PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (6) Lectura bíblica: 2 Co. 12:1-10 En 2 Corintios 12:1-10 se halla un excelente pasaje de la Palabra. Estos versículos muestran que Pablo era una persona profunda y que poseía una sabiduría igualmente profunda. Los judaizantes se gloriaban de cuánto sabían y profesaban ser más conocedores que el apóstol Pablo. Pablo, en lugar de argumentar con ellos, primero se glorió de sus debilidades. Ahora, en 12:1-10, él llega a las visiones y las revelaciones. La sabia estrategia de Pablo consiste en vencer a los arrogantes judaizantes mostrándoles que en realidad ellos no tienen ninguna visión ni ninguna revelación. Lo que sabían los judaizantes no era más que vanidad. EL PROPÓSITO DE PABLO Creo que al escribir estos diez versículos, el propósito de Pablo es mostrar a los creyentes de Corinto que él era mucho más conocedor que los judaizantes. Él tenía el conocimiento no solamente de la vida humana que se vive en la tierra, sino también de las cosas que hay en el paraíso y aun en el tercer cielo. Pablo no sólo conocía estas cosas, sino que también tuvo una visión de ellas. Pablo hizo mención de esto para poner de manifiesto las necedades de los judaizantes. Si los corintios compararan lo que Pablo sabía y lo que había visto, con el conocimiento que poseían los judaizantes, habrían dicho: “Los judaizantes son superficiales. Lo único que tienen es un limitado conocimiento del Antiguo Testamento en cuanto a la ley mosaica y a los rituales tradicionales. Pero aquí está un hombre lleno del conocimiento del nuevo pacto. Él posee el conocimiento de la vida humana y de las cosas que están en el paraíso y en el tercer cielo”. LA JACTANCIA DE PABLO Yo diría que en 12:1-10 encontramos la principal jactancia de Pablo. Además del Señor Jesús, ¿ha existido alguna persona aparte de Pablo que haya visto las cosas que hay en el tercer cielo y en el paraíso? El Señor Jesús es Dios mismo y, como tal, Él estaba en los cielos. Luego, se hizo hombre, vivió en la tierra, murió en la cruz y fue al Hades. Por tanto, Él viajó a través de los cielos, de la tierra y de la región debajo de la tierra. Pablo, un hombre que nació en la tierra, fue al tercer cielo y vio lo que había allí. Él también fue al paraíso y contempló las cosas que había debajo de la tierra. Indudablemente, en la historia humana no hay nadie que se compare con el Señor Jesús y con el apóstol Pablo. ¿Qué podían decir acerca de esto los judaizantes? En 12:1 Pablo declara: “Es necesario gloriarse, aunque ciertamente no conviene; no obstante, vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor”. El apóstol se vio obligado a gloriarse, debido a la necedad de los corintios. Aunque eso no le convenía a él, era necesario para el beneficio de ellos. Para la edificación de ellos, él tenía que gloriarse, a fin de que ellos volvieran a tener un entendimiento sobrio y correcto acerca de su relación con el apóstol. La palabra “vendré” de este versículo significa que ahora Pablo se gloriaría de las visiones y revelaciones que había recibido del Señor. En el versículo 1 Pablo habla de visión y de revelación. La revelación implica que se ha quitado el velo de las cosas ocultas; la visión es la escena, o el panorama, que se ve cuando el velo es quitado. Muchas cosas relacionadas con la economía y la administración de Dios en el universo están escondidas. El Señor las reveló al apóstol, y éste recibió visiones de dichas cosas. UN HOMBRE EN CRISTO Según los versículos del 2 al 5, Pablo se considera a sí mismo dos personas. En el versículo 2 él declara: “Conozco a un hombre en Cristo”. Refiriéndose a este hombre en Cristo, afirma en el versículo 5: “De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades”. El hombre en Cristo del versículo 2 es el apóstol (v. 7), no como parte de la vieja creación sino como parte de la nueva creación (5:17). En esta sección, el apóstol desea gloriarse de la nueva creación en Cristo al gloriarse de sus debilidades en la carne, la vieja creación (vs. 5, 9). El hombre en Cristo mencionado en el versículo 2 no era Saulo, sino Pablo. Saulo era el hombre natural, y Pablo es el nuevo hombre en Cristo. Sería muy bueno si todos tuviéramos dos nombres: un nombre que denote la persona que éramos antes de ser salvos, lo que éramos en Adán, y un nombre que denote la persona que ahora está en Cristo. Antes éramos un Saulo; ahora somos un Pablo. Hace algún tiempo oí que un escritor dijo que había dos personas de nombre William Law. El primer William Law era un hombre de doctrina, de conocimiento, de teología, de letra y de tradición. El segundo William Law era una persona del Espíritu y en el Espíritu. El primer William Law no sabía nada del Espíritu, aunque tenía mucho conocimiento de la teología y de la tradición. Pero un día tuvo un nuevo comienzo, y se convirtió en una persona del Espíritu. Éste fue aquel que, con base en las enseñanzas de ciertos autores místicos, escribió algo más claro y más práctico. Podríamos decir que, al final, William Law llegó a ser un hombre en Cristo. Más tarde, Andrew Murray recibió ayuda de los escritos de William Law. Cuando Pablo habla de un hombre en Cristo, él se refiere a su segundo nombre, a su segunda persona. Él sí se gloriaría de ese hombre, mas no del viejo yo. En el versículo 5, la expresión “mí mismo” se refiere al viejo yo de Pablo, no a su nuevo yo. Se refiere a Saulo, no a Pablo. El nuevo yo de Pablo estaba totalmente en Cristo. Este hombre en Cristo era una nueva creación. Si nos examinamos a nosotros mismos como creyentes que somos, nos daremos cuenta de que también nosotros somos dos personas. Por una parte, somos personas que poseen un viejo yo. Por otra parte, somos personas que tienen un nuevo yo; estamos en Cristo y somos una nueva creación. Ya no nos debe importar ser la primera persona; antes bien, debemos ocuparnos de ser la segunda. Lo que le sucedió a Pablo, un hombre en Cristo, según se relata en estos versículos, es algo misterioso. Ni siquiera Pablo pudo decir si él estaba en el cuerpo o fuera del cuerpo. En el versículo 3, él declara: “...(si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe)”. Lo que sí está claro es que Pablo no experimentó un trance. No debemos pensar que lo que se describe en este versículo es la experiencia de alguien que entra en un trance. Lo que le sucedió a Pablo excedía su capacidad de expresar, pues ni él mismo lo entendía a cabalidad. EL PARAÍSO Y EL TERCER CIELO Según los versículos 2 y 4, a Pablo le sucedieron dos cosas. Primero, fue arrebatado al tercer cielo; segundo, fue arrebatado al paraíso. En el versículo 2 Pablo dice: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo”. La palabra griega traducida “arrebatado” es la misma que se usa en Hechos 8:39 y en 1 Tesalonicenses 4:17. Literalmente, la palabra griega traducida “hasta” significa hacia adentro. Las nubes visibles pueden considerarse como el primer cielo, y el firmamento, como el segundo cielo. El tercer cielo debe ser el cielo que está por encima de los cielos, el cielo más alto (Dt. 10:14; Sal. 148:4), donde el Señor Jesús y Dios están ahora (Ef. 4:10; He. 4:14; 1:3). Observe que el versículo 2 no dice que Pablo fue arrebatado y llevado arriba, sino que fue arrebatado hasta el tercer cielo. Existe una importante diferencia entre los dos. En Hechos 8:39, Felipe fue arrebatado por el Espíritu; él sabía que estaba en el cuerpo cuando fue arrebatado. Pero Pablo no sabía si estaba en el cuerpo o fuera de él cuando fue arrebatado hasta el tercer cielo. El tercer cielo es una expresión hebrea que denota el cielo más alto. Como hemos señalado, podríamos decir que las nubes son el primer cielo, y el firmamento es el segundo cielo. Por tanto, el tercer cielo debe de ser el cielo que se halla sobre el firmamento, es decir en términos bíblicos, el cielo que está arriba de los cielos. Hoy el Padre y el Hijo, el Señor Jesucristo, están en el cielo más alto. Pablo fue arrebatado hasta el cielo más alto. En los versículos 3 y 4, Pablo dice además: “Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al Paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar”. La conjunción “y” tiene una función importante en este contexto, pues indica que lo mencionado en los versículos 3 y 4, y lo mencionado en el versículo anterior, son dos asuntos diferentes. El versículo 2 nos dice que el apóstol fue arrebatado hasta el tercer cielo. Ahora, los versículos 3 y 4 nos dicen algo más, que el apóstol también fue arrebatado a otro lugar, al Paraíso. Esto indica claramente que el Paraíso no es sinónimo del tercer cielo del versículo 2; se refiere a un lugar que no es el tercer cielo. Muchos intérpretes y expositores de la Biblia creen que el tercer cielo y el Paraíso son el mismo lugar. Según su comprensión, cuando Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo, también fue arrebatado al Paraíso. Sin embargo, el Paraíso no es sinónimo del tercer cielo. La conjunción al principio del versículo 3 indica que aquí Pablo describe dos experiencias distintas. Primero, él fue arrebatado al tercer cielo; y después fue arrebatado al Paraíso. El Paraíso es la sección agradable del Hades, donde están los espíritus de Abraham y todos los justos, mientras esperan la resurrección (Lc. 16:22-23, 25-26), y a donde el Señor Jesús fue después de Su muerte y donde estuvo hasta que resucitó (Lc. 23:43; Hch. 2:24, 27, 31; Ef. 4:9; Mt. 12:40). Este paraíso difiere del paraíso mencionado en Apocalipsis 2:7, el cual será la Nueva Jerusalén en el milenio. En esta sección, el apóstol habla de la suma grandeza de las revelaciones que había recibido. En el universo hay tres secciones principales: los cielos, la tierra y el Hades, el cual está debajo de la tierra (Ef. 4:9). El apóstol, por ser un hombre que vivía en la tierra, conocía las cosas de la tierra. Pero los hombres no conocen las cosas que están en los cielos ni las que están en el Hades. No obstante, el apóstol fue arrebatado a esas dos regiones desconocidas. Así que, recibió visiones y revelaciones de esas regiones escondidas. Por esta razón, él menciona estas dos partes remotas del universo. Cuando el Señor Jesús murió, Él no fue inmediatamente al tercer cielo; más bien, fue a un lugar llamado Paraíso. Uno de los ladrones le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en Tu reino” (Lc. 23:42). El Señor Jesús contestó: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (v. 43). Además, según el capítulo dos de Hechos, el Señor Jesús fue al Hades después de morir (v. 31). Si juntamos estos dos pasajes de la Palabra, vemos que el Paraíso tiene que estar situado en el Hades. En Lucas 16 vemos un cuadro de las dos secciones del Hades, la sección agradable y la sección de tormento. Cuando Lázaro murió, él fue a la sección agradable, donde se encontraba con Abraham. Cuando el hombre rico murió, él fue a la sección de tormento. Por lo tanto, el Paraíso es la sección agradable y apacible del Hades. UN PANORAMA COMPLETO DEL UNIVERSO Pablo, el nuevo hombre en Cristo, por una parte fue arrebatado hasta el tercer cielo, y por otra, fue arrebatado al Paraíso, la sección agradable del Hades. Puesto que Pablo había llegado a conocer las cosas del cielo y las cosas que están debajo de la tierra, así como también las que están sobre la tierra, él tenía un panorama completo del universo. Todo aquel que desee tener un panorama completo del universo debe conocer estas tres secciones: el tercer cielo, la tierra y la región que se halla debajo de la tierra. Pablo era una persona instruida en las cosas de la tierra. Un día, el Señor lo arrebató hasta el tercer cielo y le permitió ver lo que había allí. Él también lo llevó al Paraíso para mostrarle lo que había allí. En cuanto al Paraíso, Pablo dice que él oyó cosas “que no le es dado al hombre expresar” (2 Co. 12:4). Por tanto, él no era libre de hablar de ello a los corintios. Pablo, un nuevo hombre en Cristo, ciertamente tenía un conocimiento pleno y una visión completa de todo el universo. Los judaizantes, en comparación con Pablo, se habían encerrado en su mundo. No podían ver más allá de los confines de su mundo, el cual era el Antiguo Testamento y el judaísmo con sus rituales. Pero Pablo pudo gloriarse de las visiones y revelaciones que había recibido de parte del Señor. Él pudo declarar: “Corintios, el Señor me ha concedido ver un panorama maravilloso de todo el universo. Me llevó hasta el tercer cielo y al Paraíso. En el Paraíso oí palabras inefables de las cuales no se me permite hablar”. No es de extrañar que Pablo se refiera a la excelente grandeza de las revelaciones que él recibió (v. 7). Sólo dos personas, Jesús y Pablo, han visto un panorama tan completo del universo. LA REVELACIÓN ES SEGUIDA POR EL SUFRIMIENTO En los versículos 6 y 7, Pablo dice a continuación: “Porque si acaso quisiera gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad; pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí. Y para que la excelente grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás, para que me abofetee, a fin de que no me enaltezca sobremanera”. La palabra griega traducida “excelente grandeza” significa también sobreabundancia, gran excelencia, exceso. La palabra traducida “aguijón” se usa frecuentemente en el griego clásico en el sentido de un palo o una estaca. Aquí puede referirse a cierta clase de sufrimiento físico, tal como el problema que tenía Pablo en sus ojos. La palabra griega traducida “abofetee” significa golpear con el puño; es diferente de la palabra traducida “golpear” en 1 Corintios 9:27, una palabra que significa golpear debajo del ojo. El versículo 7 indica que después de la revelación, siempre viene el sufrimiento. Para un ser humano, es algo muy peligroso recibir la visión que Pablo vio. Aun para Pablo era un riesgo recibir tal visión. El peligro era que después de recibir una revelación tan extraordinaria, Pablo se enalteciera y se enorgulleciera. El Señor, en Su soberanía, con el fin de ensanchar a Pablo y ampliar su visión a un nivel universal, lo arrebató al tercer cielo y también al Paraíso. Pero el Señor sabía también que se corría el riesgo de que Pablo fuera perjudicado o dañado por eso. Por tanto, Él envió a Pablo un aguijón, un mensajero de Satanás, que lo abofeteara y le causara dolor. El propósito de este aguijón era humillar a Pablo y mantenerlo humilde. Aquí vemos que no es cosa sencilla estar en la mano del Señor. A veces, la mano del Señor nos enaltecerá; pero después que nos haya enaltecido, nos humillará. Puesto que los judaizantes no estaban en la mano del Señor, con relación a ellos no había ni elevación ni humillación. Antes bien, eran como un llano. Pero la experiencia de Pablo estaba llena de montes y valles, lo cual significa que el Señor lo elevó, y luego, lo humilló. EXPERIMENTAR A CRISTO COMO GRACIA Y PODER Los versículos 8 y 9 dicen: “Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que este aguijón me sea quitado. Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. Muchas veces el Señor nos asigna sufrimientos y dificultades a fin de que experimentemos a Cristo como gracia y poder. Por ello, a pesar del ruego del apóstol, el Señor no quiso quitarle el aguijón. Quizás Pablo hubiera orado así: “Oh Señor, quítame el aguijón. Elimina este mensajero de Satanás. Estoy sufriendo, y no puedo soportar más este aguijón”. El Señor contestó la oración de Pablo, mas no a la manera de Pablo. Asimismo, el Señor contestará nuestra oración, pero quizás no la conteste a nuestra manera. Es como si el Señor dijera a Pablo: “No, no quitaré el aguijón. Estoy usando este aguijón para mantenerte humilde. Yo sé que sufres y te daré la gracia que necesitas. Pablo, bástate Mi gracia. No me pidas que te quite el aguijón. Si lo quitara, tendría que llevarme las revelaciones y las visiones, y la única manera de hacer eso sería llevarte conmigo. Pablo, sin este aguijón, tal vez te enorgullecerías y te enaltecerías demasiado. No puedo permitir que eso suceda. La mejor manera de mantenerte humillado es dejarte este aguijón; pero te daré Mi gracia y Mi apoyo para que puedas soportar este sufrimiento. Además, en tu experiencia, Mi gracia se convertirá en un poder que se perfecciona en la debilidad. El aguijón pone de manifiesto tus debilidades. Sin él, no te darías cuenta cuán débil eres. Ahora, necesitas que Yo sea tu gracia. En tu experiencia, mientras me disfrutas a Mí, Mi gracia se convertirá en el poder que extiende tabernáculo sobre ti”. La gracia que experimentó Pablo era realmente el propio Señor Jesucristo. Creo que Pablo, en su experiencia, se dio cuenta de que la gracia del Señor llegó a ser un poder que se extendía sobre él como una tienda. Por tanto, este poder de gracia llegó a ser una morada para Pablo en sus sufrimientos. Mientras Pablo sufría, él podía morar en el tabernáculo que se había extendido sobre él. Este tabernáculo, esta tienda, lo sostenía, lo apoyaba, lo mantenía y lo guardaba. Debemos pasar por sufrimientos para que la suficiencia de la gracia del Señor sea magnificada. Asimismo es necesario que padezcamos debilidad para que se exhiba la perfección del poder del Señor. Por tanto, el apóstol de buena gana se gloriaría de sus debilidades, para que el poder de Cristo extendiera tabernáculo sobre él. La gracia es el suministro, y el poder es la fuerza, la capacidad, de la gracia. Los dos son el Cristo resucitado, quien ahora es el Espíritu vivificante que mora en nosotros (1 Co. 15:45; Gá. 2:20), para que le disfrutemos. La palabra griega que se traduce “extienda tabernáculo” en el versículo 9 es episkenóo, un verbo compuesto de epi y skenóo.Skenóo, que significa morar en una tienda, se usa en Juan 1:14 y en Apocalipsis 21:3. Episkenóo significa aquí fijar una tienda o habitación sobre algo o alguien, y describe cómo el poder de Cristo, Cristo mismo, habita sobre nosotros como una tienda extendida sobre nuestro ser, cubriéndonos con Su sombra en nuestras debilidades. En el versículo 10, Pablo concluye, diciendo: “Por lo cual, por amor a Cristo me complazco en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy poderoso”. La palabra griega traducida “complazco” significa también estar muy contento, como en Mateo 3:17. Las “afrentas” son maltratos, y las “necesidades” son limitaciones, necesidades urgentes que presionan mucho. La palabra griega traducida “angustias” literalmente significa estrechez de espacio; por lo tanto, apuros, dificultades, angustias. Al final de este versículo, Pablo habla de ser débil y también poderoso. Él era débil en su viejo ser, pero poderoso en el Cristo que lo cubría con Su sombra. EL SEÑOR COCINA A PABLO Lo que encontramos en estos versículos es que el Señor “está cocinando” a Pablo. El Señor “cocinó” a Pablo e hizo de él un delicioso “platillo”, para que todos lo disfrutemos. Por más de cincuenta años, he estado disfrutando al apóstol Pablo. Pero tengo que testificar que jamás lo he disfrutado tanto como lo he hecho recientemente. Él ciertamente es un delicioso banquete cocinado por el Señor Jesús. En la preparación de la comida china, a veces se pone la comida primero en el fuego, y luego, en agua fría. Parece que este proceso de cocimiento produce el mejor sabor. Esto muestra lo que el Señor hizo con Pablo, cómo lo cocinó. Primero, el Señor elevó a Pablo hasta el tercer cielo; luego, lo llevó al Hades, y después, permitió que le fuera dado un aguijón. Si yo hubiera sido Pablo, probablemente me habría preguntado qué me estaba sucediendo. Ciertamente le habría dicho al Señor que no era capaz de soportar el aguijón. Pero como hemos hecho notar, la gracia suficiente del Señor le fue suministrada a Pablo, y esta gracia se convirtió en el poder que extendió tabernáculo sobre él. SE ENRIQUECE EN LA EXPERIENCIA DE CRISTO Mientras Pablo consideraba las elevadas visiones y las maravillosas revelaciones, el aguijón operaba en él para impedir que se enorgulleciera y se enalteciera. Pero al mismo tiempo que el aguijón mantenía a Pablo humillado, la gracia lo suministraba y lo sostenía, y el poder lo cubría con su sombra. Ésta era la manera maravillosa en que el Señor cocinaba a Pablo a fin de que él le experimentara como el Cristo que todo lo abarca. Como resultado, Pablo era rico en la experiencia de Cristo. Los judaizantes ciertamente no podían compararse con Pablo. ¡Cuán necios habían sido los corintios al hacerles caso! Los judaizantes no tenían ninguna revelación ni ninguna visión. Tampoco tenían el aguijón, la gracia ni el poder que extiende tabernáculo. Estaban totalmente desprovistos de la experiencia de Cristo. Pablo, por el contrario, había recibido visiones y revelaciones. Además, el Señor había hecho algo con Pablo a través del aguijón para que éste experimentara al Señor como gracia y como poder de una manera muy práctica. Por tanto, Pablo era un hombre lleno de visión, de sufrimiento, de experiencia y del disfrute del Señor. El Señor se hizo gracia para él y también el poder que se extendía sobre él como una tienda. Lo que el apóstol Pablo experimentó, prácticamente no existe entre los cristianos de hoy. Muchos creyentes son naturales y tradicionales. Al igual que los judaizantes, tienen una religión vieja y tradicional, una Biblia de letra muerta y muchos rituales y reglas. En principio, son iguales a los judaizantes, aun con respecto a que predican a un Jesús que no es totalmente genuino. En ellos no hay visión, ni revelación, ni aguijón, ni gracia. Interpretan la Biblia de una manera natural y siguen las tradiciones y las regulaciones. Con ellos no vemos ningún poder que fije tabernáculo sobre ellos. ¡Qué contraste entre la experiencia de Pablo y la de los judaizantes de hoy! No se desaliente si le sobreviene un aguijón después de recibir una revelación del Señor. Las visiones y las revelaciones siempre son seguidas por los sufrimientos. No es necesario que ore mucho en cuanto al aguijón. El aguijón no le será quitado. Antes bien, el Señor permitirá que permanezca en usted con el propósito de darle más gracia para que la disfrute. Esta gracia se convertirá entonces en su fuerza diaria e incluso en su morada, en un tabernáculo que lo cubrirá con su sombra. Esto enriquecerá su experiencia espiritual. Cuando disfrutemos la gracia del Señor y moremos bajo la sombra de Su poder, siempre tendremos algo que decir acerca de Cristo y la iglesia. EL SEÑOR COCINA A PABLO Lo que encontramos en estos versículos es que el Señor “está cocinando” a Pablo. El Señor “cocinó” a Pablo e hizo de él un delicioso “platillo”, para que todos lo disfrutemos. Por más de cincuenta años, he estado disfrutando al apóstol Pablo. Pero tengo que testificar que jamás lo he disfrutado tanto como lo he hecho recientemente. Él ciertamente es un delicioso banquete cocinado por el Señor Jesús. En la preparación de la comida china, a veces se pone la comida primero en el fuego, y luego, en agua fría. Parece que este proceso de cocimiento produce el mejor sabor. Esto muestra lo que el Señor hizo con Pablo, cómo lo cocinó. Primero, el Señor elevó a Pablo hasta el tercer cielo; luego, lo llevó al Hades, y después, permitió que le fuera dado un aguijón. Si yo hubiera sido Pablo, probablemente me habría preguntado qué me estaba sucediendo. Ciertamente le habría dicho al Señor que no era capaz de soportar el aguijón. Pero como hemos hecho notar, la gracia suficiente del Señor le fue suministrada a Pablo, y esta gracia se convirtió en el poder que extendió tabernáculo sobre él. SE ENRIQUECE EN LA EXPERIENCIA DE CRISTO Mientras Pablo consideraba las elevadas visiones y las maravillosas revelaciones, el aguijón operaba en él para impedir que se enorgulleciera y se enalteciera. Pero al mismo tiempo que el aguijón mantenía a Pablo humillado, la gracia lo suministraba y lo sostenía, y el poder lo cubría con su sombra. Ésta era la manera maravillosa en que el Señor cocinaba a Pablo a fin de que él le experimentara como el Cristo que todo lo abarca. Como resultado, Pablo era rico en la experiencia de Cristo. Los judaizantes ciertamente no podían compararse con Pablo. ¡Cuán necios habían sido los corintios al hacerles caso! Los judaizantes no tenían ninguna revelación ni ninguna visión. Tampoco tenían el aguijón, la gracia ni el poder que extiende tabernáculo. Estaban totalmente desprovistos de la experiencia de Cristo. Pablo, por el contrario, había recibido visiones y revelaciones. Además, el Señor había hecho algo con Pablo a través del aguijón para que éste experimentara al Señor como gracia y como poder de una manera muy práctica. Por tanto, Pablo era un hombre lleno de visión, de sufrimiento, de experiencia y del disfrute del Señor. El Señor se hizo gracia para él y también el poder que se extendía sobre él como una tienda. Lo que el apóstol Pablo experimentó, prácticamente no existe entre los cristianos de hoy. Muchos creyentes son naturales y tradicionales. Al igual que los judaizantes, tienen una religión vieja y tradicional, una Biblia de letra muerta y muchos rituales y reglas. En principio, son iguales a los judaizantes, aun con respecto a que predican a un Jesús que no es totalmente genuino. En ellos no hay visión, ni revelación, ni aguijón, ni gracia. Interpretan la Biblia de una manera natural y siguen las tradiciones y las regulaciones. Con ellos no vemos ningún poder que fije tabernáculo sobre ellos. ¡Qué contraste entre la experiencia de Pablo y la de los judaizantes de hoy! No se desaliente si le sobreviene un aguijón después de recibir una revelación del Señor. Las visiones y las revelaciones siempre son seguidas por los sufrimientos. No es necesario que ore mucho en cuanto al aguijón. El aguijón no le será quitado. Antes bien, el Señor permitirá que permanezca en usted con el propósito de darle más gracia para que la disfrute. Esta gracia se convertirá entonces en su fuerza diaria e incluso en su morada, en un tabernáculo que lo cubrirá con su sombra. Esto enriquecerá su experiencia espiritual. Cuando disfrutemos la gracia del Señor y moremos bajo la sombra de Su poder, siempre tendremos algo que decir acerca de Cristo y la iglesia. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y SEIS PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (7) Lectura bíblica: 2 Co. 12:11-18 PALABRAS DIRIGIDAS A TODOS LOS CREYENTES Muchos obreros cristianos de hoy pasan por alto lo que Pablo abarca en 12:11-18. Todos los santos que están en el recobro del Señor deben entender lo que revelan estos versículos, porque se aplican a todos nosotros, no solamente a los que son ancianos o colaboradores. No debemos pensar que lo que Pablo trata aquí no tiene nada que ver con nosotros. Lo que Pablo era, lo que hizo y la manera en que se condujo constituyen un modelo para todos los creyentes, no solamente para los que toman la delantera. El Nuevo Testamento revela que todos los creyentes de Cristo deben llevar una vida que edifique el Cuerpo de Cristo, como lo hizo Pablo. Esto se revela enfática, contundente y definitivamente en el libro de Efesios. Según Efesios, cada miembro del Cuerpo debe llevar una vida que edifique el Cuerpo. Inconsciente y subconscientemente, todavía estamos bajo la influencia de nuestro pasado religioso. Seguimos bajo el control, la dirección y la manipulación de los conceptos tradicionales. Esta influencia nos induce a creer que las palabras de Pablo en el capítulo doce se limitan a líderes, ancianos, colaboradores, diáconos y diaconisas. Tal vez pensemos que por ser miembros comunes del Cuerpo, este capítulo no tiene nada que ver con nosotros. Pero de hecho, lo que dice Pablo es para todos nosotros. Por esta razón, me resulta bastante difícil decir cuántos colaboradores tengo. Interiormente, la comprensión que tengo es que todos los que se reúnen con nosotros en el recobro del Señor son colaboradores. No obstante, debido a la influencia de nuestro pasado religioso, quizás pensemos que si no somos apóstoles, ancianos o diáconos, lo que dijo Pablo en 12:11-18 no aplica a nosotros. Debemos leer estos versículos con la comprensión de que éstos fueron dirigidos a todos nosotros. Incluso los jóvenes que están entre nosotros deben comprender que estos versículos son para ellos. No podemos predecir hasta dónde llevará el Señor a nuestros jóvenes y hasta qué punto los usará en el futuro. Digo esto como palabras introductoras a nuestro estudio de lo que revelan estos versículos. HABLA A FAVOR DE OTROS En el versículo 11 Pablo dice: “Me he hecho un necio; vosotros mismos me obligasteis a ello, pues yo debía ser recomendado por vosotros; porque en nada he sido inferior a esos superapóstoles, aunque nada soy”. Aquí Pablo declara que los corintios lo obligaron a hacerse necio. Ellos eran los responsables de eso, de recomendar a Pablo, pero fueron distraídos y no lo hicieron. Era erróneo que se quedaran callados; ellos debieron haber hecho algo para recomendar a Pablo, porque no era correcto que él se viera obligado a hablar de sí mismo. Éste, sin duda, era el sentir que había en el espíritu de Pablo mientras escribía el versículo 11. Este versículo nos debe enseñar que hay ocasiones en las que debemos decir algo a favor de los ancianos o de los que están en el ministerio. Si cierto hermano es el blanco de ataque o de oposición, quizás él no pueda decir nada para defenderse a sí mismo. En tal situación, debemos hablar por él y recomendarlo. Por ejemplo, hace muchos años el hermano Nee fue el blanco de ataque, y yo hice algo para vindicarlo. Los jóvenes, en especial, deben aprender a recomendar a alguien que se encuentre en semejante situación. Deben ser osados para decir algo. No deben quedarse callados, y otros no deben restringirlos. En el versículo 11 Pablo se vio obligado a decir a los corintios que él en nada era inferior a los superapóstoles. Ciertamente no fue nada agradable para Pablo el hecho de que tenía que hablar de sí mismo. No debería haber sido necesario que él expresara esas palabras, pues él era el blanco de la oposición. Algunos de los que estaban en Corinto debieron haber dicho esas palabras por parte de Pablo. Debieron haber declarado: “Vosotros judaizantes debéis daros cuenta de que Pablo no es inferior a vosotros en nada”. Como hemos señalado, Pablo había recibido visiones y revelaciones extraordinarias. Ciertamente él no era inferior a aquellos judaizantes arrogantes, jactanciosos, que se recomendaban a sí mismos. Pero el silencio de los corintios obligó a Pablo a hablar por sí mismo. Él dijo francamente que en nada era inferior a los jactanciosos judaizantes. En el versículo 11 Pablo declara que él no era inferior a los superapóstoles, aunque él no fuera nada. Por supuesto, no es cierto que Pablo no era nada. Él realmente era algo; pero no podía decir esto de sí mismo. Así que, se vio obligado a señalar que, aunque no fuera nada, no era inferior a los judaizantes. LAS SEÑALES DE APÓSTOL En el versículo 12 Pablo añade: “Ciertamente, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda perseverancia, por señales, prodigios y obras poderosas”. Las “señales” son milagros que confirman el apostolado y que proveen credenciales del mismo; los “prodigios” son milagros asombrosos y sorprendentes; y las “obras poderosas” son milagros que demuestran el poder de Dios. Yo creo que la expresión “las señales de apóstol” la usaron primero los corintios, no Pablo. Es posible que los creyentes corintios hubieran estado discutiendo el asunto de las señales de un apóstol. Quizás se hubieran preguntado cuáles eran las señales que mostraban que Pablo era un apóstol. Si ellos no hubieran hecho esta pregunta, posiblemente Pablo no lo habría mencionado aquí. La expresión “las señales de apóstol”, tal vez nos parece extraña, pero no les pareció extraña a los corintios. Al contrario, esta expresión les era muy conocida, pues ellos fueron probablemente quienes la inventaron. Es posible que algunos de ellos pensaran que los judaizantes poseían más señales que Pablo. Ésta fue la razón por la cual, en el versículo 12, Pablo habla de las señales de su apostolado. En cuanto a las señales del apóstol, lo primero que menciona Pablo es “en toda perseverancia”. Esto indica que la perseverancia es la principal señal de un apóstol. Con respecto a los corintios, Pablo sufrió difamación. Algunos de ellos se atrevieron a decir que Pablo era astuto y que con engaño se aprovechó de ellos. Pablo usa la palabra “engaño” en el versículo 16. Darby, en una nota sobre este versículo, la cual aparece en su traducción New Translation [Nueva Traducción], dice {traducida al castellano}: “El apóstol no dice que hizo esto, sino que contesta a una acusación de que él había guardado la apariencia en el sentido de que no tomó nada de ellos para sí mismo, pero que, sabiendo cómo recompensarse de manera indirecta, usó a Tito para recibir algo de ellos. La acusación era falsa, como él mismo lo demuestra más adelante”. Los corintios alegaban que Pablo no vendría personalmente a Corinto para recaudar dinero. Que por eso les enviaba a Tito, para que él lo hiciera, y que de esta manera usaba a Tito para cubrirse a sí mismo. Es difícil de creer que algunos corintios difamaran a Pablo a tal grado. Ahora podemos entender por qué Pablo recalca el asunto de la perseverancia. En 12:12 Pablo parece decir a los corintios: “Vosotros me preguntáis cuáles son las señales de mi apostolado. La primera señal es mi perseverancia. Vosotros me habéis criticado y me habéis difamado, y yo he podido soportarlo”. Luego, Pablo hace mención de señales, prodigios y obras poderosas. Éstas son cosas milagrosas. Pero según el contexto, aunque Pablo habla de ellas, no las recalca. Más bien, parece decir: “Vosotros habláis de milagros como señales del apostolado. Cuando estuve con vosotros, se efectuaron muchas señales, prodigios y obras poderosas. Pero en lugar de recalcar esas cosas, quisiera hablar primeramente de mi perseverancia”. NO TRATADOS COMO INFERIORES En el versículo 13 Pablo dice: “Porque ¿en qué fuisteis tratados como inferiores a las demás iglesias, sino en que yo mismo no os he sido carga? ¡Perdonadme esta injusticia!” La iglesia que estaba en Corinto no fue tratada como inferior a las demás iglesias ni como más débil. Después de que Pablo hace notar esto, dice irónicamente: “¡Perdonadme esta injusticia!”, refiriéndose al hecho de que él no fue una carga para los creyentes. En el versículo 13 Pablo parece decir: “En el asunto de recibir dones, gracia y la bendición de Dios, vosotros corintios no sois inferiores a las demás iglesias. Yo os engendré en Cristo, e hice lo mejor que pude para estableceros como una iglesia que no le faltara nada. No os traté como inferiores a las demás iglesias. Hice lo mejor que pude para engendraros en Cristo, estableceros como iglesia y edificaros. En cuanto a la salvación de Dios, Su bendición, Su gracia divina y los dones espirituales, vosotros no sois inferiores a ninguna otra iglesia. Entonces, ¿de qué manera fuisteis vosotros tratados de modo inferior? Sólo en que yo no os fui carga. Yo no os fui ninguna carga. ¡Perdonadme esta injusticia!” Era una vergüenza para los corintios el que Pablo tuviera que hablar de esta manera. Lo único que él no hizo por ellos fue serles carga. En otra parte, Pablo aun declara que él recibió dinero de otras iglesias para trabajar entre los corintios. Aunque Pablo trabajó a favor de los corintios, ellos no le dieron nada. Por tanto, su única injusticia era que no les había impuesto ninguna carga. Las palabras del versículo 13 no son agradables; no obstante, Pablo las dijo con osadía. NO BUSCA LO DE ELLOS El versículo 14 dice: “He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos”. Este versículo contiene unas palabras muy importantes: “No busco lo vuestro, sino a vosotros”. Estas palabras deben dejar una profunda impresión en nosotros y debemos recordarlas. Siempre que laboremos para el Señor, no debemos buscar lo que pertenece a los demás; debemos buscarlos a ellos mismos. Esto significa que no debemos buscar el dinero de los demás, ni querer su dinero. Pablo pudo decir con denuedo a los corintios: “Yo os busco a vosotros y os quiero a vosotros, no busco lo que es de vosotros: vuestros bienes, vuestras posesiones y vuestras cosas materiales; os busco a vosotros”. Por lo menos algunas veces, el hermano Nee nos dijo que si alguien que trabaja para el Señor no puede ser fiel en todo lo relacionado con el dinero, tampoco podrá ser fiel ni fuerte en la obra del Señor. Muchos obreros cristianos, cuando se trata de la cuestión de dinero, inmediatamente se debilitan. Por temor a que su soporte financiero sea cortado, no se atreven a predicar ciertas cosas, a enseñar ciertas verdades, o a reprender ciertos pecados. Además, tampoco están dispuestos a confrontar ciertos asuntos, también por temor a que si lo hacen, les sea cortado el suministro de dinero. Los que tienen este problema son subyugados por el dinero. No piensen que somos los únicos en conocer la verdad acerca de la iglesia tal como se revela en la Palabra. Al menos algunos otros conocen esta verdad; pero no se atreven a practicarla. Saben que en cada localidad debe haber una sola iglesia; pero, por temor a que se les acabe el suministro de fondos, no están dispuestos a enseñar esto ni a practicarlo. Me preocupa que cuando empiecen a laborar en el ministerio genuino por el Señor y se enfrenten al asunto del dinero, no defiendan la verdad con valentía. Ser afectado por el dinero es verdaderamente un fracaso. Es una vergüenza y una derrota ante el enemigo. Todos debemos recibir la gracia de olvidar toda preocupación en cuanto al dinero y tener la valentía de decir a los creyentes: “No busco lo vuestro, sino a vosotros”. En estos versículos no encontramos doctrinas, pero sí hallamos varios asuntos muy prácticos. En el versículo 14 Pablo declara que los hijos no deben atesorar para los padres, sino los padres para los hijos. Aquí vemos una vez más que Pablo era franco y sincero. Él no estaba dispuesto a dejar su posición con respecto a los corintios. En este versículo Pablo parece decirles: “Corintios, no podéis negar que yo soy vuestro padre espiritual. Yo os engendré en Cristo por medio del evangelio, y os he criado como hijos míos. Como padre vuestro, yo no busco lo que es de vosotros. Es una vergüenza que los padres busquen el dinero de los hijos. Los hijos no deben atesorar para los padres, sino los padres para los hijos. Corintios, no quiero recibir nada de vosotros; yo quiero daros a vosotros”. SE GASTA DEL TODO En el versículo 15 Pablo dice además: “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas. Amándoos más, ¿seré yo amado menos?” En este versículo “gastaré” significa gastar lo que él tiene, refiriéndose a sus posesiones. La expresión “me gastaré del todo” significa gastar lo que él es, refiriéndose a su ser. Pablo estaba dispuesto a sacrificarse a sí mismo —su alma, su vida, todo su ser— por los creyentes. También estaba dispuesto a dar todo su dinero y sus posesiones materiales. El Señor Jesús dio Su alma por nosotros; Él se gastó del todo por nosotros. Asimismo, el deseo de Pablo era gastarse del todo por los corintios. Todos los santos que están en el recobro del Señor deben aprender esta crucial lección: recibir la gracia de gastar lo que tenemos y de gastarnos del todo por los santos y por las iglesias. En el versículo 15 Pablo declara que él estaba dispuesto a gastarse, aunque amando a los creyentes más abundantemente, él fuera amado menos. Pablo todavía estaba dispuesto a gastarse por los corintios aun cuando él los amara más y ellos lo amaran menos. A Pablo no le interesaba la condición de ellos. Esta condición no podía cambiar la actitud que él tenía para con ellos. Aquí Pablo parece decir: “No importa cuál sea vuestra actitud para conmigo, os sigo amando, y me complace gastar lo que tengo y lo que soy por vosotros”. ACUSAN A PABLO DE ASTUCIA El versículo 16 dice: “Pero admitiendo esto, que yo no he sido carga, sino que, según algunos de vosotros dicen, como soy astuto, os prendí por engaño”. Como hemos señalado, ésta era la acusación que algunos corintios tenían contra el apóstol. Decían que él era astuto para obtener ganancias, asegurando su provecho al enviar a Tito para que éste recibiera la colecta destinada a los santos pobres. Las palabras “admitiendo esto” significan hacer a un lado el primer asunto. Esto es olvidar el pasado, dejarlo atrás. Aunque Pablo no fue ninguna carga para los corintios, algunos de ellos decían que él era astuto y que los prendió por engaño. Ellos afirmaban que Pablo no vendría personalmente, sino que usaría a Tito para asegurar su provecho, mientras él mismo permanecía encubierto. Acusaban a Pablo de ser aquel que en realidad recogía el dinero por medio de Tito. Según ellos, ésta era la astucia de Pablo. Y Pablo, habiendo percibido una advertencia interna al respecto, envió más de una persona con Tito para que recaudaran el dinero. Él hizo esto para callar las lenguas difamadoras. Sin embargo, aunque Pablo actuó con cuidado, pensando de antemano, algunos corintios lo difamaron de todos modos. De la experiencia de Pablo aprendemos que aunque los santos sean honestos, Satanás se esconde entre ellos. Satanás usa el dinero para perjudicar la situación entre los que ministran y los santos. Entre los distraídos corintios, algunos criticaban a Pablo de ser astuto en los asuntos monetarios. PROCEDE CON EL MISMO ESPÍRITU En los versículos 17 y 18 Pablo pregunta: “¿Acaso he tomado ventaja de vosotros por alguno de los que os he enviado? Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Acaso se aprovechó de vosotros Tito? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y en las mismas pisadas?” En el versículo 18, la expresión “el mismo espíritu” denota nuestro espíritu regenerado, donde mora el Espíritu Santo. Este espíritu debe gobernarnos, regirnos, conducirnos, regularnos y guiarnos en nuestro andar cristiano (Ro. 8:4). Los apóstoles andaban en tal espíritu. Lo que dice Pablo en los versículos 16, 17 y 18, nos ayuda a entender lo que algunos corintios decían acerca de Pablo y Tito. Ellos acusaban a Pablo de haberlos engañado, de haberles tendido una trampa, y de haberse aprovechado de ellos al mandar a Tito para que recogiera el dinero. Ciertamente el hecho de que Pablo tenía que escribir respecto a esas cosas no fue nada agradable para él. Tal vez nos parezca que palabras como éstas no deberían encontrarse en los escritos de un santo apóstol, de alguien a quien el Señor había encomendado un ministerio tan elevado. En este pasaje de 2 Corintios, Pablo le practica una cirugía a la iglesia que estaba en Corinto. Él los abrió y les quitó las partes que estaban corruptas. La iglesia en Corinto estaba tan gravemente enferma que la medicina no la habría podido curar. Lo único que podía ayudarles era una intervención quirúrgica. Por tanto, Pablo, un cirujano espiritual, practicó una cirugía para sanar a la iglesia y restaurarla, recobrarla. Mientras que la relación entre los creyentes y el apóstol no se corrigiera, la iglesia seguiría enferma. Por tanto, se necesitaba una operación. En este capítulo vemos cuán honesto era Pablo como siervo de Dios. Conforme al título de este mensaje, aquí vemos la vindicación que Pablo presenta acerca de su autoridad apostólica. De hecho, no me gusta usar la palabra vindicación. Probablemente Pablo no tenía el sentir de que se estaba vindicando. Por el contrario, él buscaba sanar a los corintios practicándoles una operación, es decir, extirpando del Cuerpo todo lo corrupto. Creo que este mensaje puede ayudar a todos aquellos, particularmente a los jóvenes, quienes tienen un buen corazón para con el recobro del Señor. A su tiempo, los jóvenes estarán en las manos del Señor, y ciertamente les será necesario entender correctamente lo referente al dinero. Todos debemos aprender a no ser avaros, y a gastar lo que tenemos en los demás, aun a gastarnos nosotros mismos, nuestro propio ser. Debemos estar dispuestos a derramar todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— por el Cuerpo de Cristo. Entonces, lo que hagamos y lo que seamos será un beneficio para el Cuerpo. Cuando toquemos la obra del Señor en pro de Su Cuerpo, debemos tener una motivación pura y una actitud correcta. En lugar de buscar las posesiones de los demás, debemos buscarlos únicamente a ellos y desear ganarlos para el Cuerpo del Señor, y gastar del todo lo que somos y lo que tenemos por causa del Cuerpo. Entonces el Cuerpo será sanado, y nosotros seremos preservados. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y SIETE PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA (8) Lectura bíblica: 2 Co. 12:19—13:10 HABLA DELANTE DE DIOS EN CRISTO En 12:19 Pablo dice: “Todo este tiempo habéis estado pensando que nos defendíamos ante vosotros. Delante de Dios en Cristo hablamos; y todo, muy amados, para vuestra edificación”. Al igual que los corintios, nos es posible creer que en estos capítulos, Pablo se defiende. El título de este grupo de mensajes habla incluso de la vindicación de Pablo de su autoridad apostólica. En estos capítulos, Pablo aparentemente se vindica; pero de hecho, él ni se vindica ni se defiende. En este versículo, Pablo dice que él habla delante de Dios en Cristo. La expresión “en Cristo” indica la vida por la cual los apóstoles hablaban, y se refiere al medio y a la sustancia de sus palabras. La frase “delante de Dios” indica el ambiente en el cual hablaban los apóstoles, y se refiere a la esfera en la que hablaban. Tal vez parezca que Pablo no es consistente. En 11:17 él declara que no habla según el Señor, sino con necedad. Ahora él afirma que habla delante de Dios en Cristo. No creo que Pablo se defendería contra la acusación de ser inconsistente; o lo entendemos, o no. Pablo sabía lo que hacía y lo que decía. Hoy a nosotros también se nos acusa de ser inconsistentes y de que nos contradecimos. Debemos considerar la situación en que vivía Pablo en 2 Corintios. Cuando él hablaba como con necedad, declaraba que no hablaba según el Señor. En otras palabras, Pablo decía que su necedad, y no el Señor, era lo que lo motivaba a hablar. Pero en 12:19, él afirma que él habla en Cristo, es decir, por Cristo como su vida. Además, dice también que él habla delante de Dios, es decir, en el propio Dios quien es la esfera en que habla. Aquí Pablo parece decir: “Yo no me estoy defendiendo; por el contrario, hablo por Cristo como mi vida y delante de Dios como mi esfera. Además, hablo por causa de la edificación de vosotros. Amados, todas estas cosas no tienen como fin vindicarnos, sino edificaros a vosotros. Quiero gastar y gastarme del todo por vosotros. No me interesa defenderme. Solamente vosotros y vuestra edificación me interesan. Éste es el enfoque de mi preocupación. No estoy tratando de convenceros de que me recibáis como apóstol. Mi preocupación es que vosotros seáis edificados. Si vosotros sois edificados, quedaré satisfecho. Estoy dispuesto a sacrificar cualquier cosa por esto”. UNA LISTA DE COSAS NEGATIVAS El versículo 20 dice: “Pues me temo que cuando llegue, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas, celos, iras, ambiciones egoístas, maledicencias, murmuraciones, engreimientos, tumultos”. Pablo deseaba que los corintios estuvieran en Cristo, vivieran a Cristo y fuesen edificados como el Cuerpo. Pero a Pablo le preocupaba que al llegar a ellos, los encontrara de otro modo. Además, él estaba consciente de que los corintios tal vez lo encontraran a él no como desearían, porque quizás Pablo tendría que mostrarse firme para con ellos y disciplinarlos, y por ende, parecería que él no era ni tierno ni amoroso. En el versículo 20 Pablo menciona contiendas, celos, iras, ambiciones egoístas, maledicencias, murmuraciones, engreimientos, tumultos. Todas estas cosas son características de personas que viven en la carne y que sólo buscan sus propios intereses. La palabra griega traducida “contiendas” significa también debates, contenciones, peleas. Asimismo, la palabra traducida “maledicencias” significa denigraciones, calumnias, y la que se traduce “murmuraciones” significa calumnias secretas. Con la palabra “engreimientos”, Pablo se refiere a la arrogancia excesiva. En griego, esta palabra se deriva de la que se traduce “hinchéis de orgullo” en 1 Corintios 4:6. La palabra traducida “tumultos” puede ser traducida también disturbios. En este versículo Pablo dice a los corintios: “Si sois personas así, seré puesto en vergüenza cuando llegue de nuevo a vosotros. Os he estado sirviendo y ministrando. Ya os he escrito una epístola. Si os hallo llenos de contiendas, celos, iras, ambiciones egoístas, maledicencias, murmuraciones, engreimientos y tumultos, quedaré avergonzado. Dios me humillará y yo tendré que pedirle misericordia por el lamentable resultado de mi ministerio. Ciertamente sería una vergüenza para mí si estas cosas todavía existen entre vosotros cuando yo llegue”. En el versículo 21 Pablo dice a continuación: “Que cuando vuelva, mi Dios me humille ante vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han practicado”. En este versículo no hay doctrina ni teología. Lo que tenemos en este pasaje de 2 Corintios es algo relacionado con la práctica de la vida de iglesia. Hoy muchos cristianos no prestan atención a estos capítulos, porque no sienten que son necesarios. La razón por la cual no sienten que son necesarios es que ellos no tienen la vida de iglesia. Pero estos capítulos son imprescindibles para los que están en la vida práctica de iglesia. Agradecemos al Señor porque, por Su misericordia, sí sabemos que necesitamos estos capítulos. Estar consciente de nuestra necesidad es un indicio de que estamos bajo la misericordia del Señor. En los versículos 20 y 21 Pablo menciona once cosas negativas: contiendas, celos, iras, ambiciones egoístas, maledicencias, murmuraciones, engreimientos, tumultos, inmundicia, fornicación y lascivia. Algunos quizás se pregunten cómo es posible que estas cosas se encuentren en la vida de iglesia. Oh, debemos despertar y no soñar acerca de estas cosas. Además, debemos considerar nuestra propia situación. ¿Tiene usted ambiciones egoístas o críticas? Quizás cuando cierta persona se pone de pie en una reunión, usted diga para sí: “Aquí está de nuevo”. ¿No es eso una especie de murmuración? ¿Hay entre ustedes contiendas, celos, iras, o ambición egoísta? ¿Podría usted afirmar que en la vida de iglesia no ha tenido ninguna ambición egoísta? Los puntos mencionados en el versículo 20 tal vez parezcan pecados refinados, y no pecados graves. Las personas más cultas critican a los demás a sus espaldas. Las personas cultas y refinadas no critican a otros de una manera cruda. Antes bien, murmuran y los critican a espaldas de ellos. Además, debemos examinarnos para ver si no somos engreídos. Es posible que interiormente tengamos un espíritu de engreimiento, y lo exhibamos exteriormente con nuestra actitud. Aunque usted sea una persona instruida, refinada y culta, no puede esconder su actitud arrogante. Junto con los pecados más refinados del versículo 20, Pablo nombra tres pecados graves en el versículo 21. Todas estas cosas pecaminosas pueden infiltrarse en la vida de iglesia. Ésta es la razón por la cual Pablo dijo que temía llegar a Corinto y ver que tales cosas todavía existían entre los creyentes. Eso habría sido una vergüenza para él y para su ministerio. El capítulo doce de 2 Corintios no tiene conclusión. Con las palabras prácticas que encontramos en él, resulta difícil concluir. El tema se deja abierto para más consideración. Por tanto, en el capítulo doce Pablo no presenta una conclusión. SIN MIRAMIENTOS En 13:1 Pablo añade: “Ésta es la tercera vez que voy a vosotros. Por boca de dos o de tres testigos constará toda palabra”. Según mi conocimiento, Pablo jamás fue a Corinto por tercera vez. Él estuvo en Corinto en Hechos 18, y volvió en Hechos 20. Poco tiempo después, él fue a Jerusalén, donde lo arrestaron, y luego, a Roma. Por tanto, él no tuvo la oportunidad de ir a Corinto por tercera vez. En el versículo 2 Pablo declara: “He dicho antes, cuando estaba presente, y lo digo de antemano, estando ahora ausente, a los que antes pecaron, y a todos los demás, que si voy otra vez, no tendré miramientos”. Esto indica que hasta ahora Pablo había tolerado la situación, pero que si volvía por tercera vez, ya no la toleraría; no tendría miramientos. UNA PRUEBA DE QUE CRISTO HABLA EN PABLO En el versículo 3 Pablo añade: “Puesto que buscáis una prueba del Cristo que habla en mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros”. Cristo es poderoso en los creyentes mientras habla en el apóstol. Para los creyentes ésta es verdaderamente una prueba sólida y subjetiva de que Cristo habla en el apóstol. El versículo 3 indica contundentemente cuántas dudas tenían algunos corintios en cuanto a Pablo. Pedían pruebas de que Cristo hablaba en Pablo. Indudablemente, dudas de esta índole dieron lugar a que intervinieran los judaizantes. Es bastante difícil entender la respuesta que Pablo da en el versículo 3. Aquí Pablo declara que Cristo no es débil para con los corintios, sino que es poderoso en ellos. Lo que Pablo parece decir es esto: “Corintios, vosotros ponéis en tela de juicio la prueba de que Cristo habla en mí. Mientras yo hablo, ¿acaso no está Cristo en vosotros? ¿Quién os ministró a Cristo? ¿Acaso fueron los judaizantes? Debéis admitir que fui yo quien os ministré a Cristo. Si Cristo no hablara en mí, ¿cómo podríais vosotros tener a Cristo en vuestro ser por medio de mi ministerio? Antes de que vinieran a vosotros los judaizantes, vosotros ya teníais a Cristo en vuestro ser. Cuando vine a Corinto, yo os ministré a Cristo; impartí a Cristo en vosotros. Es un hecho que Cristo fue impartido en vosotros a través de mí, y particularmente, por medio de mis palabras. Además, el Cristo que está en vuestro interior no es débil para con vosotros. Por el contrario, Él es poderoso en vosotros. Ciertamente no diríais que tenéis a un Cristo débil. Vosotros sabéis que Cristo es poderoso en vosotros. ¿Por medio de quién recibisteis vosotros a este poderoso Cristo? No lo recibisteis por medio de los judaizantes. Tenéis que confesar que este poderoso Cristo vino a vosotros por medio de mí. ¿Acaso no es ésta una prueba evidente de que Cristo habla en mí?” Aquí vemos la sabiduría que Pablo usa al prender a los corintios. Ellos, como eran orgullosos, jamás reconocerían que tenían a un Cristo débil. Pablo sabía que ellos dirían que el Cristo que estaba en ellos era poderoso. Esto le daría la base para hacer notar que ellos recibieron a este poderoso Cristo por medio de lo que él les había anunciado. Esto era una prueba de que Cristo hablaba en Pablo. DÉBILES EN CRISTO En el versículo 4 Pablo dice: “Porque ciertamente fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios. Pues en verdad nosotros somos débiles en El, pero viviremos con El por el poder de Dios para con vosotros”. La debilidad de la que habla este versículo alude a la debilidad del cuerpo, igual que en 10:10. Cristo no necesita ser débil con relación a Sí mismo en ningún aspecto, pero para realizar nuestra redención, Él estuvo dispuesto a ser débil en Su cuerpo, a fin de ser crucificado. Sin embargo, ahora, después de ser resucitado, Él vive por el poder de Dios. En el versículo 4 Pablo dice que los apóstoles son débiles en Cristo, pero que viven con Él por el poder de Dios para con ellos. Los apóstoles siguieron el ejemplo de Cristo y estaban dispuestos a ser débiles en la unión orgánica con Él, para poder llevar una vida crucificada con Él. De esta manera vivirían juntamente con Él por el poder de Dios, para con los creyentes. Aparentemente, eran débiles para con los creyentes; pero de hecho, eran poderosos. Si Cristo no hubiera sido débil, Él no habría sido arrestado, y mucho menos clavado en la cruz. Sólo una persona débil puede ser crucificada. Con el fin de efectuar la redención, Cristo a propósito se hizo débil, incluso al grado de ser arrestado y crucificado. Pero ahora que la redención ha sido efectuada y que Cristo ha resucitado, Él ya no es débil. En el versículo 4 Pablo hace notar a los corintios que los apóstoles son débiles en Cristo. Mediante la unión orgánica, ellos son uno con Cristo siendo débiles. Ellos se hacen débiles de esta manera por causa de la edificación de la iglesia. Cuando los apóstoles vinieron a Corinto, no vinieron con fuerza, sino con debilidad, con el propósito de impartir a Cristo en los corintios y de fortalecerlos, perfeccionarlos, para que fueran edificados como el Cuerpo de Cristo. De hecho, los apóstoles no eran débiles; pero voluntariamente se hicieron débiles, y, según el versículo 4, seguían siendo débiles en Cristo. La frase “en El” del versículo 4 es muy importante. Probablemente, jamás habían escuchado que se puede ser débil en Cristo. Según nuestro concepto, el estar en Cristo significa ser fuerte, no débil. No obstante, en este versículo, Pablo declara que somos débiles en Él. ¿Con qué propósito somos débiles en Cristo? Para llevar una vida crucificada. En estos versículos Pablo parece decir: “Queridos creyentes de Corinto, ¿no sabéis cuánto habéis ayudado que yo sea crucificado? Incluso muchos de vosotros me seguís crucificando. Me ponéis en la cruz cuando me acusáis de engañaros o de actuar con engaño. Yo jamás he hecho nada para engañaros. He sido débil en Cristo y sigo siendo débil en Él a fin de llevar una vida crucificada”. En el versículo 4 Pablo no sólo declara que los apóstoles son débiles en Cristo, sino también que ellos vivirán con Cristo por el poder de Dios para con los creyentes. No podemos entender a cabalidad lo que Pablo quiere decir con esto. Según lo que entiendo, Pablo les dice a los corintios que al llegar por tercera vez a Corinto, él ya no seguirá siendo débil para con ellos; por el contrario, él será poderoso y les castigará. EXAMINARSE A SÍ MISMOS En el versículo 5 Pablo dice a los corintios: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” Examinarnos es determinar nuestra condición; probarnos es verificar que satisfacemos los requisitos de nuestra condición. Aquí Pablo pide a los corintios que se examinen si están en la fe. Ésta es la fe objetiva (Hch. 6:7; 1 Ti. 1:19). Si alguien está en la fe objetiva, indudablemente tiene la fe subjetiva, o sea que cree en Cristo y en toda la economía neotestamentaria de Dios. Esto es lo que el apóstol pide a los corintios que examinen. Pablo preguntó a los corintios específicamente si reconocían que Jesucristo estaba en ellos. En tanto que un creyente se dé cuenta de que Jesucristo está en él, está calificado, aprobado, como un miembro genuino de Cristo. En el versículo 5, la palabra “reprobados” significa descalificados. Aquí Pablo dice: “¿Está Jesucristo en vosotros o no? Si Él no está en vosotros, estáis reprobados, y no podéis pasar la prueba. Pero si Él está en vosotros, estáis calificados”. Pablo, con base en los hechos implícitos en el versículo 5, pudo demostrar a los corintios cuánto ellos se habían extraviado. Por un lado, ellos se daban cuenta de que Cristo estaba en ellos; por otro, dudaban o cuestionaban el ministerio de Pablo. En realidad, ellos eran los que se contradecían. En el versículo 6 Pablo dice además: “Más espero que reconoceréis que nosotros no estamos reprobados”. Con esto el apóstol dirigió la atención a sí mismo y a los demás apóstoles, indicando que ellos, en quienes Cristo vivía y hablaba, estaban plenamente calificados y no reprobados, especialmente entre los corintios conflictivos. El apóstol anhelaba ardientemente que ellos reconocieran esto y que no tuvieran más dudas acerca de él. En los versículos 5 y 6 Pablo parece decir a los corintios: “Debéis saber que nosotros no estamos reprobados. Algunos de vosotros tal vez lo estéis, pero estoy seguro de que nosotros no estamos reprobados. Cristo está en nosotros y habla en nosotros. Ahora os pido que os examinéis y veáis si Cristo está en vosotros. Esto determinará si estáis calificados o no. Yo me he examinado a mí mismo y tengo la certeza de que Cristo está en mí y que Él habla en mí. Por tanto, puedo pasar la prueba y tener la aprobación de que verdaderamente Cristo habla en mí”. El versículo 7 dice: “Y oramos a Dios que ninguna cosa mala hagáis; no para que nosotros aparezcamos aprobados, sino para que vosotros hagáis lo bueno, aunque nosotros seamos como reprobados”. Esto indica que las buenas obras de los creyentes comprueban la aptitud y las enseñanzas de los apóstoles. Sin embargo, el apóstol no quiere usar esto como base sobre la cual ejercer su autoridad apostólica para disciplinarlos; él se preocupa de que ellos hagan lo bueno a fin de que sean establecidos y edificados. Las palabras “cosa mala” del versículo 7, se refieren a los asuntos mencionados en 12:20 y 21. El que los corintios no hagan ninguna cosa mala significa que ellos no se involucren con las once cosas pecaminosas enumeradas en dichos versículos. Pablo ora pidiendo que los corintios no hagan cosa mala, pero no lo hace con el fin de que los apóstoles queden aprobados. Por el contrario, él quiere que los creyentes hagan lo que es bueno aun si los apóstoles aparecen como reprobados. En el versículo 7 Pablo habla irónicamente, no de manera directa. El hecho de que él tenga que hablar como lo hace es bastante vergonzoso para los corintios. Supongamos que alguien le dice a usted: “Yo le pido a Dios que usted no haga ningún mal”. Esas palabras no serían agradables, ¿o sí? Esto implica que lo que usted hace no está bien. Además, supongamos que la misma persona le dice: “La razón por la cual pido que usted no haga ningún mal no es que yo aparezca aprobado por Dios ni que obtenga un resultado positivo de mi obra, sino que usted haga lo que es bueno”. Ciertamente esta manera de hablar no es agradable. Sin embargo, así se dirigió Pablo a los corintios en este versículo. Él alentaba a los creyentes a preocuparse por sí mismos, y no por la situación de Pablo. POR LA VERDAD En el versículo 8 Pablo añade: “Porque nada podemos contra la verdad, sino por la verdad”. La palabra “porque” al principio de este versículo indica que el versículo 8 es una explicación de lo mencionado en el versículo anterior. El apóstol espera que los creyentes corintios hagan lo bueno, pero no con la intención de que los apóstoles mismos aparezcan aprobados. Edificar a los creyentes para que hagan lo bueno redunda en beneficio de la verdad, pero si los apóstoles hacen algo para aparecer aprobados y defenderse ante los creyentes (12:19), de hecho hacen algo en contra de la verdad. El Señor jamás daría a los apóstoles la capacidad de hacer eso, así que no pueden hacerlo. Al decir que los apóstoles no podían hacer nada contra la verdad, sino por la verdad, Pablo decía a los corintios que estar a favor de la verdad significa edificar a los creyentes para que hagan el bien, y estar en contra de la verdad es hacer algo con el fin de ser aprobados. Defenderse a uno mismo va en contra de la verdad. La verdad de la que habla el versículo 8 se refiere a la realidad del contenido de la fe. Vindicarse a uno mismo está en contra de la verdad, no en pro de la verdad. Por esta razón, debemos olvidarnos de defendernos a nosotros mismos y de vindicarnos, y debemos interesarnos por la edificación de los creyentes. Esto es actuar por la verdad. EL PERFECCIONAMIENTO DE LOS SANTOS El versículo 9 dice: “Por lo cual nos gozamos cuando somos nosotros débiles, y vosotros poderosos; también oramos por vuestro perfeccionamiento”. En este versículo el ser débiles es lo mismo que aparecer reprobados. Cuando los apóstoles aparecen reprobados, son débiles en administrar disciplina a los creyentes. Cuando los creyentes hacen lo bueno, son poderosos y hacen que los apóstoles sean impotentes para disciplinarlos. Los apóstoles se regocijan de esto y oran por ello, es decir, por el perfeccionamiento de los creyentes. La palabra traducida “perfeccionamiento” literalmente significa restauración, e implica reparar, ajustar, poner de nuevo en orden, enmendar, unir perfectamente, equipar completamente, proveer de todo lo necesario; así que significa perfeccionar, completar, educar. Los apóstoles oran por los corintios, para que sean restaurados, puestos de nuevo en orden, y completamente equipados y edificados a fin de que crezcan en vida para la edificación del Cuerpo de Cristo. NO ASUMIR AUTORIDAD En el versículo 10 Pablo concluye esta sección diciendo: “Por esto os escribo estando ausente, para no usar de severidad cuando esté presente, conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificar, y no para derribar”. Este versículo indica que Pablo no asumió ninguna autoridad. Él ni siquiera diría que se defendía o que se vindicaba a sí mismo. Por supuesto, en estos capítulos se da a entender que Pablo era un apóstol. No obstante, él no asumía su apostolado con respecto a los corintios. Entonces, ¿cuál ha sido su objetivo en los capítulos del diez al trece? Él se ha procurado perfeccionar a los creyentes y edificarlos. En estos capítulos, Pablo no se defiende a sí mismo; él perfecciona a los santos. Él no vindica su condición de apóstol ni su autoridad apostólica; él perfecciona a los santos. En otras palabras, según el ministerio de Pablo, aquí él labora para reconciliar a los distraídos creyentes corintios, trayéndolos de nuevo y plenamente a Dios. Mientras que la relación que ellos tenían con los que les ministraban a Cristo no se rectificara ni se corrigiera, los corintios seguirían apartados de Dios. Permanecerían en una condición de separación, aislados del pleno disfrute de Dios. Lo que Pablo hace aquí es tratar de eliminar la última separación entre los creyentes y Dios, y traerlos de nuevo y completamente a Dios para que lo disfruten de manera plena. Hemos visto que el apóstol Pablo es un modelo para todos los creyentes. En el capítulo doce, él nos habla de cómo disfruta a Cristo al máximo como su gracia suficiente, como su poder y como el tabernáculo que lo cubre con su sombra. Cuando Pablo escribió esta epístola a los corintios, la mayoría de ellos no había llegado a disfrutar a Cristo de esta manera. Por tanto, en la última parte del capítulo doce y en la primera parte del capítulo trece, el objetivo de Pablo es introducir a los creyentes en tal disfrute de Cristo, para que lo disfruten como su gracia suficiente, como su fuerza cotidiana, y como la morada que los cubre con su sombra. Pablo no tenía ninguna intención de asumir su apostolado, de ejercer su autoridad apostólica, ni de vindicar su posición apostólica. LO QUE ES UN APÓSTOL Cuando Pablo usa la palabra apóstol, tiene en mente algo en particular, y cuando los cristianos de hoy usan esta palabra, se refieren a algo diferente. El vocabulario es el mismo, pero los diccionarios o léxicos son distintos. Cuando Pablo se refiere a sí mismo como apóstol, lo que intenta decir es que él es un enviado de Dios para ministrarles a Cristo a los pecadores a fin de que éstos lleguen a ser hijos de Dios y miembros de Cristo, y que sean edificados para que crezcan y lleguen a ser el Cuerpo de Cristo. Ésta es la comprensión de Pablo de lo que significa ser un apóstol. Pablo no usa esta palabra con la connotación de que un apóstol es una persona poderosa autorizada por Cristo para controlar y gobernar. Al contrario; en Pablo no existe semejante concepto acerca del apostolado. Dicho concepto es completamente despreciable. No obstante, hoy en día, cuando muchos usan la palabra apóstol, tienen en mente a alguien como un papa o por lo menos un arzobispo. Algunos tienen este concepto incluso acerca de la palabra anciano. De esta manera, ellos les atribuyen a los términos apóstol y anciano una connotación muy desagradable. Debemos entender estas palabras de una manera bíblica, es decir, conforme a la Palabra pura de Dios, y no según la tradición religiosa. Deseo testificar que jamás he pretendido ser un “apóstol”. Definitivamente no soy un apóstol en el sentido de ser una persona que asume autoridad y posición para gobernar. Pero ciertamente estaría de acuerdo si ustedes dijeran que soy un apóstol en el sentido de ser un enviado de Dios que ministra a Cristo a los demás impartiéndoles a Cristo con el fin de que lleguen a ser hijos de Dios y miembros de Cristo, y que crezcan en vida y que sean edificados como el Cuerpo de Cristo. Debemos usar la palabra apóstol en el sentido correcto y con la definición adecuada. Como lo hemos señalado anteriormente, todos podemos ser apóstoles en el sentido de ser personas enviadas a ministrar a Cristo a otros y a ayudarles a crecer a fin de que sean edificados como el Cuerpo de Cristo. Pero ninguno de nosotros debe ser apóstol en el sentido de tomar una posición para ejercer autoridad sobre los demás. En lugar de decir que yo (o cualquiera de los siervos del Señor) soy un apóstol, es mejor que digan que soy un esclavo de Cristo. Quiera Dios que todos fuésemos apóstoles, pero no en el sentido de ser papas, sino en el sentido de ser esclavos que ministran a Cristo a los demás. Todos somos aptos para ser esta clase de apóstoles. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y OCHO EXHORTACIONES FINALES, UN SALUDO Y UNA BENDICIÓN (1) Lectura bíblica: 2 Co. 13:11-14 En este mensaje examinaremos los últimos cuatro versículos de 2 Corintios, 13:11-14. UNA VIDA DE GOZO En 13:11 Pablo declara: “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, tened el mismo pensamiento, y vivid en paz; y el Dios de amor y de paz estará con vosotros”. Puesto que los apóstoles se regocijaban (v. 9), podían exhortar a los creyentes a regocijarse también, pero no lo debían hacer en su vida natural, sino en el Señor (Fil. 3:1; 4:4; 1 Ts. 5:16). Según el Nuevo Testamento, la vida cristiana debe ser una vida de regocijo. Si su vida no es una vida de regocijo, su vida cristiana no es normal. El regocijo incluye mucho más que el hecho singular de tener gozo. Es posible tener gozo sin regocijarse. El gozo es algo interno, mientras que regocijarse significa que nuestro gozo interior se expresa exteriormente. Creo que Pablo diría que para regocijarse, debemos usar nuestra voz, es decir, debemos proclamar nuestro gozo, hacerle audible. Por tanto, proclamar nuestro gozo equivale a regocijarnos. Debemos regocijarnos ya sea cantando, alabando, gritando o invocando al Señor. Así que, regocijarse equivale a dar voz a nuestro gozo interior, a proclamarlo. Este regocijo es una característica importante de nuestra vida cristiana. Si nuestra vida cristiana es normal, será una vida de regocijo. PERFECCIONARSE En el versículo 11 Pablo exhorta también a los corintios a perfeccionarse. Literalmente, la palabra griega traducida “perfeccionaos” significa ser completados totalmente, es decir, reparados o ajustados, puestos nuevamente en orden, arreglados, perfectamente unidos y, por ende, restaurados. En griego, es la raíz de la palabra traducida “perfeccionamiento” en el versículo 9, y “perfeccionar” en Efesios 4:12. Ser perfeccionado significa ser restaurado, arreglado, reparado y ajustado. Consiste en ser traído de nuevo a la posición adecuada y ser restaurado a la senda correcta, a fin de ser edificados con los demás en el Cuerpo. Los libros de 1 y 2 Corintios tratan del perfeccionamiento. La meta única de estas dos epístolas es perfeccionar a los santos de Corinto, quienes habían sido dañados, distraídos y divididos. Los creyentes habían sido dañados, y la situación entre ellos no era sana. Por tanto, estos dos libros fueron escritos para cumplir la tarea necesaria de perfeccionar a los creyentes, hacerlos volver a una condición sana y llena de vida, edificarlos y equiparlos con miras a la edificación del Cuerpo. Todo esto está incluido en la exhortación de Pablo: “Perfeccionaos”. Podemos considerar la exhortación “perfeccionaos” como algo activo y también pasivo. Técnicamente, [en el griego,] el verbo está en voz pasiva, pero contiene también un elemento activo; por esta razón decimos que es activa y pasiva. Dios desea perfeccionarnos; sin embargo, nosotros debemos tomar la iniciativa de ser perfeccionados. Además, el apóstol fue usado para perfeccionar a los corintios. Esto significa que se llevaba a cabo una obra de perfeccionamiento. Con todo, los corintios todavía necesitaban ser perfeccionados. Podemos comparar a Pablo con un médico y decir que él estaba listo para administrar medicina a los creyentes, pero que era necesario que ellos tomaran la iniciativa en recibir la medicina. El doctor estaba presto, y la medicina, lista, pero la pregunta crucial era ésta, ¿estaban dispuestos los corintios a tomar la medicina y ser sanados? Ésta fue la razón por la cual Pablo les exhortó a ser perfeccionados. CONSOLARSE En el versículo 11 Pablo dice también a los corintios que se consuelen. Los apóstoles eran consolados por el Dios de toda consolación (1:3-6). Los corintios se desanimaron mucho con la primera epístola que el apóstol les había escrito. Ahora, en la segunda epístola, él los consuela con la consolación de Dios (7:8-13). Si estudiamos todo el libro de 2 Corintios, entenderemos que en esta epístola la consolación es un asunto importante. Por esta razón, la palabra de Pablo “Consolaos” de 13:11 es muy significativa. Consolarse significa que primero somos alentados y luego, tranquilizados, satisfechos, fortalecidos y habilitados. Entonces, como resultado de todo esto, somos consolados; no nos desanimamos y no estamos desalentados. Aquí Pablo parece decir: “Creyentes de Corinto, la obra de perfeccionamiento que he llevado a cabo en vosotros no debe hacer que os sintáis tristes. Por el contrario, debéis estar contentos y gozosos. Incluso debéis proclamar vuestro gozo. Además, debéis consolaros. Corintios, no os desaniméis”. El libro de 2 Corintios es un libro de consolación. Los capítulos uno y siete están llenos de consolación. Como libro de consolación, esta epístola trae aliento, satisfacción, fuerza, habilitación y gozo. Nos trae todo lo que necesitamos. Si estamos satisfechos, fortalecidos y, por ende, consolados, tendremos la energía de seguir adelante en la vida cristiana y en la vida de iglesia sin desanimarnos. TENER EL MISMO PENSAMIENTO En el versículo 11 Pablo exhorta también a los corintios a tener el mismo pensamiento. Tener el mismo pensamiento debe de haber sido el aspecto principal en el cual los corintios distraídos y confundidos necesitaban ser perfeccionados, corregidos, puestos en orden y restaurados. Pablo les había exhortado, en su primera epístola (1 Co. 1:10), a tener el mismo sentir: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. La palabra griega traducida “perfectamente unidos” en 1 Corintios 1:10 es la misma palabra que se traduce “remendar” en Mateo 4:21. Significa reparar, restaurar, ajustar, remendar, completar totalmente, unir perfectamente algo que se haya destrozado. En conjunto, los creyentes corintios estaban divididos, o sea, destrozados. Necesitaban ser restaurados para estar perfectamente unidos a fin de que estuvieran en armonía, con un mismo sentir y un mismo parecer. Podemos tomar como ejemplo el teclado de un piano. Cada tecla necesita una perfecta afinación para estar en armonía con las demás teclas. Asimismo, Pablo exhortó a los corintios a estar perfectamente unidos en el mismo sentir, es decir, a pensar lo mismo y no tener pensamientos peculiares. Todos debemos, por la gracia, aprender a tener el mismo sentir. VIVIR EN PAZ En 13:11 Pablo exhorta a los corintios a vivir en paz. Esto significa vivir en paz unos con otros, y probablemente también con Dios. Pablo sabía que existían contiendas y ambiciones egoístas entre los corintios. En 1 Corintios 1:11 dice: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de la casa de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”. Esto indica claramente que entre los creyentes corintios no había paz. En 13:11, Pablo les exhorta a vivir en paz. La vida cristiana es una vida de regocijo y también una vida de paz. Por tanto, contender con otros o tener ambiciones egoístas va en contra del principio fundamental que rige la vida cristiana. Las contiendas y las ambiciones egoístas caracterizan la vida de la humanidad caída. Hoy en día, el mundo está lleno de contiendas y de ambiciones egoístas. En todo aspecto de la sociedad humana, son comunes las ambiciones egoístas y las contiendas. La vida cristiana es totalmente distinta de eso. Como pueblo celestial que somos, siempre debemos vivir en paz unos con otros. EL DIOS DE AMOR Y DE PAZ Según lo que dice Pablo en el versículo 11, si nos regocijamos, si somos perfeccionados, consolados, si pensamos la misma cosa y si vivimos en paz, el Dios de amor y de paz estará con nosotros. Los corintios carecían de amor (1 Co. 8:1; 13:1-3, 13; 14:1) y no tenían paz porque eran perturbados por las enseñanzas que los distraían y por los conceptos que los confundían. Por eso, el apóstol desea que el Dios de amor y de paz esté con ellos para que sean corregidos y perfeccionados. Ellos necesitan ser llenos de la paz y del amor de Dios para poder andar según el amor (Ro. 14:15; Ef. 5:2) y tener paz unos con otros (Ro. 14:19; He. 12:14). Los creyentes corintios tenían contiendas y ambiciones egoístas, y debido a esto, ciertamente les faltaba amor. El libro de 1 Corintios dedica todo un capítulo, el capítulo trece, al amor. Ahora Pablo, al concluir 2 Corintios, hace énfasis en el Dios de amor. Él no hace hincapié en el Dios de poder, ni en el Dios de milagros. Aquí Pablo parece decir a los corintios: “Vosotros carecéis de amor y, por tanto, necesitáis al Dios de amor. Debido a vuestra condición, vosotros no necesitáis al Dios de poder ni al Dios poderoso. Lo que necesitáis es al Dios de amor y de paz”. Cuando muchos cristianos piensan en Dios, piensan de Él como el Dios fuerte, el Dios poderoso, el Dios que hace milagros. Pero Pablo hace énfasis en el Dios de amor y de paz. Él les da a entender a los corintios que necesitan al Dios de amor y de paz. Ellos hacían hincapié en los dones, y en particular, en el don de lenguas. Por esta razón, podemos decir que ellos eran los pentecostéses de antaño. Sé por experiencia que los pentecostéses necesitan particularmente al Dios de amor y de paz. Ellos tal vez se abrazan un día y se dividen al día siguiente. Les cuesta mucho trabajo saber lo que es genuino, porque les falta el Dios de amor y de paz. Debemos regocijarnos, ser perfeccionados, ser consolados y vivir en paz. También debemos tener el mismo pensamiento. Si todo esto constituye nuestra propia experiencia, disfrutaremos al Dios de amor y de paz. De hecho, el amor es el factor que nos motiva a regocijarnos. Si carecemos de amor, no tendremos ningún gozo y no podremos regocijarnos. Tal vez intentemos regocijarnos, pero si hay odio en nuestro corazón, no logrará regocijarse. Asimismo, no podemos regocijarnos si estamos llenos de celos. Una persona que se regocija está llena de amor, de amabilidad y de paz. Ciertamente sería muy provechoso enmarcar lo que dice 2 Corintios 13:11 y colocarlo en alguna pared de nuestra casa; pero más importante que eso, debemos guardar estas palabras en nuestro ser. ÓSCULO SANTO En el versículo 12 Pablo dice: “Saludaos unos a otros con ósculo santo”. Este beso es un beso de amor puro, sin ninguna contaminación. Lo que dice Pablo en el versículo 12 implica que nuestra vida cristiana debe tener un equilibrio. No es suficiente tener amor y paz. Nuestro amor debe ser equilibrado con santidad. Pablo, consciente de la necesidad de este equilibrio, exhortó a los corintios a saludarse unos a otros con ósculo santo. Luego en el versículo 13, él dice: “Todos los santos os saludan”. GRACIA, AMOR Y COMUNIÓN Entre los sesenta y seis libros de la Biblia, 2 Corintios es único en que concluye con una bendición: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Esta bendición se compone de los atributos del Dios Triuno: la gracia, el amor y la comunión. El amor de Dios el Padre es la fuente, el origen, y la gracia es el caudal, la expresión, del amor. Teniendo el amor como fuente, podemos actuar en beneficio de los demás o darles algo. Ésta es la gracia que es el rebosamiento y la expresión del amor. Por ejemplo, quizá yo tenga el deseo de darle un reloj a un hermano. El hecho de darle el reloj es una expresión de mi amor por el hermano. El amor que se halla dentro de mí, se expresa en el hecho de darle el reloj. Podemos usar esto como ejemplo del amor de Dios y de la gracia de Cristo. El amor está relacionado con el Padre, quien es la fuente, y la gracia está ligada al Hijo, quien es el caudal, el fluir, la expresión. La comunión del Espíritu Santo es una comunicación, una transportación, una trasmisión. Por tanto, el amor es la fuente, la gracia es el fluir, y la comunión es la trasmisión del fluir con la fuente. De esta manera disfrutamos el amor, la gracia y la comunión, y participamos de ellos. En 2 Corintios 13:14 se dice claramente que la gracia es de Cristo, que el amor es de Dios y que la comunión es del Espíritu Santo. Puesto que el libro de 2 Corintios hace hincapié en la gracia, en 13:14 la gracia se menciona primero. En otras partes de este libro, Pablo hace mucho hincapié en la gracia. Por ejemplo, en 1:12 él declara: “Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”. Luego, en 8:1-15, se presenta la gracia que proviene de cuatro entidades, y en particular, la gracia de Cristo. En 8:9 Pablo declara: “Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros por Su pobreza fueseis enriquecidos”. Luego, en 12:9, tenemos lo que probablemente es el versículo más famoso de toda la Biblia en cuanto a la gracia: “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”. La gracia, según se presenta en 2 Corintios, es en realidad el Dios Triuno, quien está corporificado en el Hijo y se trasmite a nuestro ser por medio del Espíritu para que lo disfrutemos. Por tanto, la gracia es el Dios Triuno dado a nosotros como nuestra vida, nuestro suministro de vida y como nuestro disfrute. Esta gracia procede del amor del Padre y es trasmitida a nuestro ser por el Espíritu. Vemos así la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, o sea, el pleno disfrute del Dios Triuno. ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS MENSAJE CINCUENTA Y NUEVE EXHORTACIONES FINALES, UN SALUDO Y UNA BENDICIÓN (2) Lectura bíblica: 2 Co. 13:11-14 UNA BENDICIÓN TRIPLE En 13:14 tenemos una bendición triple: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. En esta triple bendición se ve al Dios Triuno, porque en ella tenemos la gracia de Cristo el Hijo, el amor de Dios el Padre y la comunión del Espíritu Santo. En el Antiguo Testamento tenemos también una bendición triple, la bendición pronunciada por el sacerdocio levítico al final de Números capítulo seis. En esta triple bendición queda implícito el Dios Triuno. Números 6:24-26 dice: “Jehová te bendiga y te guarde; Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti, y te otorgue Su gracia; Jehová alce sobre ti Su rostro, y te conceda la paz”. Primero, vemos la bendición relacionada con el Padre: “Jehová te bendiga y te guarde”. Segundo, vemos la bendición relacionada con el Hijo: “Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti, y te otorgue Su gracia”. Tercero, tenemos la bendición relacionada con el Espíritu: “Jehová alce sobre ti Su rostro, y te conceda la paz”. Indudablemente, los sacerdotes levíticos valoraban mucho esta bendición. No obstante, no se puede comparar con la bendición mencionada en 2 Corintios 13:14. Lo que se nos da en Números 6:24-26 es una simple bendición, es decir, una bendición sin el mismo disfrute. Pero en 13:14 no sólo encontramos una bendición; encontramos a Dios en Su Deidad Triuna: el Padre, el Hijo y el Espíritu. EL DIOS TRIUNO ES NUESTRA BENDICIÓN ÚNICA Hablar del amor de Dios, de la gracia de Cristo y de la comunión del Espíritu Santo equivale a decir que el amor es Dios, que la gracia es Cristo, y que la comunión es el Espíritu Santo. Así, tenemos a Dios el Padre como amor, a Dios el Hijo como gracia y a Dios el Espíritu como comunión. Esto significa que tenemos al Dios Triuno como nuestro disfrute de manera directa; no simplemente una bendición de parte de Él o por Él. En el Nuevo Testamento, la verdadera bendición es el propio Dios Triuno. Como hemos dicho, esta bendición es triple, una bendición de gracia, de amor y de comunión. El Dios Triuno llega a nosotros para ser nuestra vida, nuestro suministro de vida y nuestro disfrute, y lo hace con el amor como fuente, con la gracia como curso y con la comunión como trasmisión. Ahora, de una manera práctica, podemos disfrutar al Dios Triuno todo el día. Ésta es nuestra bendición neotestamentaria, una bendición que es única en su género. TRES ASPECTOS DE UNA SOLA COSA La gracia del Señor es el Señor mismo dado a nosotros como vida para que lo disfrutemos (Jn. 1:17; 1 Co. 15:10); el amor de Dios es Dios mismo (1 Jn. 4:8, 16) como fuente de la gracia del Señor; y la comunión del Espíritu es el Espíritu mismo como trasmisión de la gracia del Señor y del amor de Dios para que participemos de ellos. Éstos no son tres asuntos separados, sino tres aspectos de una sola cosa, tal como el Señor, Dios y el Espíritu Santo no son tres Dioses separados, sino tres “hipóstases ... del mismo y único Dios indiviso e indivisible” (Philip Schaff). El amor de Dios es la fuente, puesto que Dios es el origen; la gracia del Señor es el caudal del amor de Dios, ya que el Señor es la expresión de Dios; y la comunión del Espíritu es la impartición de la gracia del Señor con el amor de Dios, puesto que el Espíritu es la trasmisión del Señor con Dios, para que nosotros experimentemos y disfrutemos al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, con Sus virtudes divinas. Aquí se menciona primero la gracia del Señor, ya que este libro trata de la gracia de Cristo (2 Co. 1:12; 4:15; 6:1; 8:1, 9; 9:8, 14; 12:9). Este atributo divino compuesto de tres virtudes —el amor, la gracia y la comunión—, y este Dios Triuno compuesto de tres hipóstases divinas —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, lo necesitaban los creyentes corintios, quienes, a pesar de estar distraídos y confusos, habían sido consolados y restaurados. Por lo tanto, el apóstol usó todas estas cosas divinas y preciosas en una sola frase para concluir su afable y querida epístola. TRES HIPÓSTASES En el párrafo anterior usamos dos veces la palabra hipóstasis. Se requiere más explicación para entender el significado de esta palabra. La forma singular de la palabra es hipóstasis. Es la forma hispana de la palabra griega, la cual se compone de dos palabras: hupo, una preposición que significa debajo, y stasis, una palabra que significa apoyo o soporte. Por tanto, esta palabra se refiere a un soporte subyacente, es decir, a un apoyo que está por debajo. La palabra griega hupostasis se usa en 9:4 y 11:17, y denota la base sobre la cual está fundada una superestructura; por ende, un fundamento, una base; por consiguiente, confianza, como se traduce en 9:4 y en 11:17. Si tenemos la debida base o soporte subyacente, entonces podemos tener confianza. Algunos diccionarios asocian la palabra hipóstasis con las tres personas de la Trinidad. Este significado de la palabra, dado en algunos diccionarios, es una interpretación. La palabra hipóstasis no significa persona; no obstante, los teólogos la han usado para referirse a las tres personas de la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu. De hecho, el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres hipóstases, es decir, sustancias de apoyo de la Deidad. En otras palabras, la Deidad se compone de las substancias fundamentales del Padre, del Hijo y del Espíritu. Esto significa que si se eliminan estas tres hipóstases, la Deidad perdería su sustancia. Algunos maestros bíblicos de antaño usaban la palabra hipóstases para referirse al Padre, al Hijo y al Espíritu. Otros teólogos hablaban de las tres hipóstases para referirse a las tres personas de la Deidad. El uso de la palabra persona ha provocado que algunos caigan en el error del triteísmo, la doctrina según la cual el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Como lo hemos mencionado varias veces, W. H. Griffith Thomas dijo que no debemos recalcar demasiado la palabra persona, no sea que hacemos de esto la doctrina del triteísmo. Por consiguiente, no es tan seguro usar la palabra persona de este modo. No obstante, podemos usarla temporalmente. Por ejemplo, la usamos en uno de nuestros himnos (Himnos #287): “¡Qué gran misterio es el Dios Triuno! Uno en sustancia y en persona tres”. No obstante, aunque usamos esta palabra temporalmente, deseamos aclarar enfáticamente que tenemos un solo Dios, el único Dios. Con todo, Dios es triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El uso de la palabra hipóstases es un intento por comunicar la verdad del Dios que es uno y a la vez tres. EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE A SÍ MISMO EN EL HOMBRE En 2 Corintios 13:14 encontramos una prueba contundente de que la trinidad de la Deidad no se revela para que se tenga un entendimiento doctrinal de la teología sistemática, sino para que Dios mismo, en Su trinidad, se imparta en Su pueblo escogido y redimido. En la Biblia, la Trinidad nunca es revelada como una mera doctrina; siempre es revelada o mencionada con respecto a la relación de Dios con Sus criaturas, especialmente con el hombre, el cual fue creado por Él, y más específicamente, con Su pueblo escogido y redimido. El primer título divino que se usa en la revelación divina con respecto a la creación, Elohim, una palabra hebrea, está en plural (Gn. 1:1), lo cual implica que Dios, quien creó los cielos y la tierra para el hombre, es triuno. Cuando Dios creó al hombre a Su propia imagen y conforme a Su semejanza, Él usó las palabras “hagamos” y “nuestra”, refiriéndose a Su trinidad (Gn. 1:26) y dando a entender que Él sería uno con el hombre y que se expresaría a Sí mismo en Su trinidad por medio del hombre. Más adelante, en Génesis 3:22 y 11:7 y en Isaías 6:8, Él se refirió a Sí mismo repetidas veces con el pronombre “nosotros”, en referencia a la relación que tiene con el hombre y con Su pueblo escogido. UNO EN EL DIOS TRIUNO Dios, a fin de redimir al hombre caído y para asegurar que sería uno con él, se encarnó (Jn. 1:1, 14) en el Hijo y mediante el Espíritu (Lc. 1:31-35) como hombre, y vivió una vida humana en la tierra también en el Hijo (Lc. 2:49) y por medio del Espíritu (Lc. 4:1; Mt.12:28). Al comienzo de Su ministerio en la tierra, el Padre ungió al Hijo con el Espíritu (Mt. 3:16-17; Lc. 4:18) a fin de llegar al hombre y hacerlo volver a Él. Poco antes de que Él fuese crucificado en la carne y resucitara para hacerse el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), Él reveló Su misteriosa trinidad a Sus discípulos en palabras claras (Jn.14— 17), afirmando que el Hijo está en el Padre, y el Padre está en el Hijo (14:9-11), que el Espíritu es la transfiguración del Hijo (14:16-20), que los Tres, quienes simultáneamente coexisten y moran el uno en el otro, permanecen en los creyentes para que éstos le disfruten (14:23; 16:7-10; 17:21-23), y que todo lo que el Padre tiene, pertenece también al Hijo, y que todo lo que el Hijo posee es recibido por el Espíritu para darse a conocer a los creyentes (16:13-15). Esta maravillosa Trinidad está estrechamente relacionada con la impartición del Dios procesado en los creyentes (14:17, 20; 15:4-5), para que ellos sean uno en el Dios Triuno y con Él (17:21-23). LA UNIÓN ORGÁNICA CON EL DIOS PROCESADO Después de que Cristo resucitó, Él exhortó a Sus discípulos a hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19), lo cual consiste en introducir a los creyentes en el Dios Triuno, en una unión orgánica con el Dios procesado, quien había pasado por la encarnación, el vivir humano y la crucifixión, y que había entrado en la resurrección. Basándose en esta unión orgánica, el apóstol, al concluir su segunda epístola a los corintios, los bendijo con la bendita Trinidad en la participación de la gracia del Hijo, con el amor del Padre y por medio de la comunión del Espíritu. En la Trinidad, Dios el Padre realiza todas las cosas en todos los miembros de la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, mediante los ministerios del Señor, Dios el Hijo, y por los dones de Dios el Espíritu (1 Co. 12:4-6). EL DIOS TRIUNO PRODUCE LA IGLESIA Toda la revelación divina del libro de Efesios con respecto a la producción, existencia, crecimiento, edificación y lucha de la iglesia como Cuerpo de Cristo, está compuesta de la economía divina, que consiste en que el Dios Triuno se imparte en los miembros del Cuerpo de Cristo. El capítulo uno de Efesios revela que el Padre escogió y predestinó a estos miembros en la eternidad (vs. 4-5), que Dios el Hijo los redimió (vs. 6-12), y que Dios el Espíritu, como arras, los selló (vs. 13-14), impartiéndose así en Sus creyentes para la formación de la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (vs. 18-23). El capítulo dos nos muestra que en la Trinidad Divina, todos los creyentes, tantos judíos como gentiles, tienen acceso a Dios el Padre, por medio de Dios el Hijo, en Dios el Espíritu (v. 18). Esto indica también que los tres coexisten y moran el uno en el otro simultáneamente, aun después de pasar por todos los procesos de encarnación, vivir humano, crucifixión y resurrección. En el capítulo tres el apóstol ora pidiendo que Dios el Padre conceda a los creyentes el ser fortalecidos, mediante Dios el Espíritu, en el hombre interior, para que Cristo, Dios el Hijo, haga Su hogar en el corazón de ellos, es decir, para que ocupe todo su ser, a fin de que sean llenos hasta la medida de la plenitud de Dios (vs. 14-19). Éste es el clímax de la experiencia y participación que los creyentes tienen de Dios en Su Trinidad. El capítulo cuatro muestra cómo el Dios procesado como el Espíritu, el Señor y el Padre, se mezcla con el Cuerpo de Cristo (vs. 4-6) para que todos los miembros experimenten a la Trinidad Divina. El capítulo cinco exhorta a los creyentes a alabar al Señor, Dios el Hijo, con los cánticos de Dios el Espíritu, y a dar gracias a Dios el Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Dios el Hijo (vs. 19-20). Esto es alabar y dar gracias al Dios procesado en Su trinidad divina por el disfrute que tenemos de Él como el Dios Triuno. El capítulo seis nos instruye a que peleemos la batalla espiritual siendo fortalecidos en el Señor, Dios el Hijo, vistiéndonos de toda la armadura de Dios el Padre, y blandiendo la espada de Dios el Espíritu (vs. 10, 11, 17). Ésta es la experiencia y el disfrute que los creyentes tienen del Dios Triuno, incluso en la guerra espiritual. EL DIOS TRIUNO SE DA A NOSOTROS PARA QUE LO DISFRUTEMOS Y PARTICIPEMOS DE ÉL El apóstol Pedro confirma en sus escritos que Dios se revela en Su trinidad para que los creyentes le disfruten, remitiendo a los creyentes a la elección de Dios el Padre, la santificación de Dios el Espíritu, y la redención de Jesucristo, Dios el Hijo, lograda por medio de Su sangre (1 P. 1:2). Y el apóstol Juan refuerza el hecho de que la Trinidad Divina se revela para que los creyentes participen del Dios Triuno procesado. En el libro de Apocalipsis, él bendijo a las iglesias en las diferentes localidades con la gracia y la paz de Dios el Padre, Aquel que es y que era y que ha de venir, y de Dios el Espíritu, los siete Espíritus que están delante de Su trono, y de Dios el Hijo, Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra (1:4-5). La bendición que Juan dio a las iglesias también indica que el Dios Triuno procesado, en todo lo que Él es como Padre eterno, en todo lo que Él puede hacer como el Espíritu siete veces intensificado, y en todo lo que Él ha logrado y obtenido como el Hijo ungido, se revela para que los creyentes le puedan disfrutar y así ser Su testimonio corporativo como los candeleros de oro (1:9, 11, 20). Por consiguiente, es evidente que la revelación divina de la trinidad de la Deidad en la santa Palabra, desde Génesis hasta Apocalipsis, no se da para que se haga un estudio teológico, sino para que comprendamos cómo Dios en Su maravillosa y misteriosa trinidad, se imparte a Sí mismo en Su pueblo elegido, a fin de que nosotros como Su pueblo escogido y redimido podamos, como se indica en la bendición que el apóstol da a los creyentes corintios, participar del Dios Triuno procesado, experimentarle, disfrutarle y poseerle ahora y por la eternidad.
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