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Anécdotas
de un peluquero
Ramón Héctor Romero
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© «Anécdotas de un peluquero»
Héctor Ramón Romero
Diseño e impresión:
Editorial MILOR Talleres Gráficos
Mendoza 1221 - Salta - Argentina
Tel./Fax: (0387) 4225489
E-mail: [email protected]
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Impreso en Argentina /Printed in Argentina
Prólogo
Tengo un amigo peluquero, que me atiende solícitamente, cada
vez que requiero sus servicios. Un hombre de trabajo, reconociendo
por la comunidad salteña, ya que son distintos los aportes que realiza
a Salta. Uno de ellos, es haber fundado en su local comercial de calle
Buenos Aires, un museo que recrea la actividad de su oficio, exhibiendo
variados elementos de otros tiempos. Además, en sus ratos de ocio,
este buen amigo pinta con la escuela que le dicta su instinto y una
profesora que le enseña las técnicas elementales. Luego apareció
por su vida el recordado hombre de radio Hugo Alberto Orellano, quien
descubrió en Romero, un cofre lleno de recuerdos. Lo invitó a realizar
un programa radial en su emisora, que lo denominaron «Charlas al
pelo», donde dialogaba con distintos protagonistas de la ciudad con
disímiles actividades.
Todo esto acontecía en la peluquería del amigo Romero, hasta
que me tocó en suerte ser entrevistado en su programa radial y empezar
a compartir sabrosos diálogos llenos de anécdotas. Allí me contó de
su paso por la Ciudad Estudiantil que fundara el general Juan Domingo
Perón y de su rica experiencia con sus habituales clientes.
Sorprendido por tantas evocaciones de otros tiempos, lo invito a
escribirlas, y que se las iba a publicar en La Gauchita, que en ese
momento era un suplemento del Diario «El Tiempo de Salta». Estas
publicaciones pronto repercutieron en distintas regiones del país y
lograron una distinción en la ciudad de Luján provincia de Buenos
Aires. Así fue el comienzo de este querido amigo, que escribe con la
pluma de la vida, prescindiendo de todas las técnicas literarias porque
lo suyo es visceral. Festejo este su libro, que por simple tiene vocación
de popular. Además, esto me enseña que la historia la escribimos
entre todos los que formamos un pueblo. Sus recuerdos son parte de
esa gruesa tela de la historia de la cultura popular.
Le damos la bienvenida a su trabajo y lo alentamos a que siga
buscando el secreto a la vida. Gracias Romero.
Eduardo Ceballos.
Agradecimiento
La vida nos lleva por caminos impensados, cosas linda y feas.
Me tocó la suerte un día de conocer a un amigo, Hugo Alberto
Orellano, que ya no está con nosotros, se marchó por el camino
celestial y hoy descansa en Paz.
El con su esposa Gladys (Pimpi), me brindaron la oportunidad de
conocer una emisora radial, el famoso Locutor y Periodista me invitó
a su programa "Hola Salta" en la vieja "Radio Güemes" para que
hable sobre la Historia de la Peluquería y me quedé veinte años sin
ser Hombre de Radio.
Luego de su muerte Gladys me brindó un espacio para que yo
haga mi propio programa que era todas anécdotas, se llamaba "Charlas
al Pelo" luego "El Sillón del Peluquero".
También la suerte, que me brindó un amigo, a quien aprecio y
admiro, se trata del Poeta y Escritor Eduardo Ceballos, el creador de
la famosa revista salteña "La Gauchita", fue él quien me dijo un día
que volvía a reaparecer La Gauchita como suplemento Literario
Dominical en el Diario salteño "Tiempo de Salta" me alegré y me dijo
ahí va a tener un espacio "El Peluquero", como es eso pregunto, me
dice, Ud. va a escribir sus anécdotas que son muchas. Le dijo mire
Maestro yo solamente tengo sexto grado no soy para eso, me dice lo
que importa es el espíritu, lo que Ud. cuenta, así escribí sin ser escritor.
Al poeta Hugo Ovalle, Director de Cultura de la Municipalidad,
para que el Libro se haga realidad.
A Rolandito Soria presentador oficial del "Boliche Balderrama" que
siempre me brinda una mano.
Al Centro de Peluqueros de Salta.
A Pablo Copa, Rogelio López y todos mis colegas.
Por último a mi amigo santiagueño Rodolfo Tamer, quien me motivó
para la edición de este Libro, que nunca estuvo en mis pensamientos.
A mis nietitos Julián y Macarena.
Gracias a todos por bancarme.
Ramón H. Romero
e-mail: [email protected]
«Anécdotas de un peluquero»
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«Anécdotas de un peluquero»
Recuerdos juveniles
Me llamo Ramón Héctor Romero, nací en Ledesma el 2 de
diciembre de 1941. Soy hijo de padres catamarqueños, mi padre era capataz de un lote (pequeña población) y vivíamos muy
cómodos; en el año 1953 mi padre, enfermó de diabetes y
encegueció y nos vinimos a Salta. Por acá teníamos familiares
de mi madre y pensaban en mejorar su enfermedad. En ese
lapso nosotros éramos cuatro hermanos (somos). Entré en el
Hogar Escuela en el mes de Febrero y fue un golpe muy duro, a
pesar de que no nos faltaba nada, no teníamos amor y el calor
de hogar, no solo lo sentía yo, sino que de noche, después que
nos apagaban las luces se sentían llantos de todos los changos.
Con el tiempo nos fuimos acostumbrando y se hizo más liviano, ya teníamos amigos preferidos, el estudio o el deporte que
no nos dejaban pensar. No nos faltaba nada, teníamos ropa,
útiles, vestíamos de lo mejor, por ahí sentíamos un poquito a la
familia pero era más llevadero. Lo que sí sentía era cuando nos
sacaban al parque, donde era la cancha de fútbol y el perímetro
estaba cerrado por alambrados con nosotros adentro, y veíamos a la gente pasear por el parque a familias enteras. Los días
sábados venían a «sacarnos» para volver a casa y era una rigurosa «Infantería» hasta la Necochea y Sarmiento. No había
monedas para el ómnibus y cuando estaba en el rancho con mi
familia se notaba la diferencia de vida y pensaba cómo viven
ellos y, cómo vivo yo, me daba pena y lloraba en silencio donde
nadie me viera. En el mes de Agosto me sacaron del Hogar
Escuela porque mi padre estaba muy grave y murió 14 de Agosto
de 1953. Ahí se agravó la situación familiar, mi madre vivía
con un solo riñón, época en que la mujer no trabajaba, y se nos
complicó mucho más la situación.
Yo la pasaba bien, pero cuando volvía al rancho era la «cosa».
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Ramón Héctor Romero
Yo vivía bien, ¿pero ellos? Ibamos en el 53 a la escuela Nº 390
tras del Hogar Escuela, en la calle Francisco Arias. En el 54
cambiamos a la escuela Urquiza, ahí hice el sexto grado, era
una escuela a la iban los hijos de buena familia y nos discriminaban. Me contaron que el alumno Juan Carlos Jiménez, alias
«Chinchín», cansado del menosprecio le dio una trompada a
un grandote que se mofaba y le dejó tendido en el suelo.
Llegó el momento de la triste despedida, era diciembre del
55, los que salíamos del sexto grado teníamos que seguir estudiando todas las tardes en la casa de la señorita Apaza, en la
calle Rivadavia y Vicente López. Eramos internos y externos.
Llegó casi el fin de mes de Febrero y recuerdo que una noche
cae a mi rancho una camioneta del hogar y una notificación a
mi madre porque el día sábado teníamos que presentarnos a
rendir en el Hogar. Creo que éramos como doce, y así fue el día
sábado, a las 17 hs, que estábamos todos y nos presentaron al
señor que había venido de Buenos Aires, de apellido Bartolomé,
creo que era el director de la Ciudad Estudiantil. Me acuerdo
que la directora le dijo que tenía el aula preparada, todavía
recuerdo «mi banco» que estaba calado a la derecha donde
estaba el tintero de vidrio y la pluma, cuaderno y otras cosas
para el examen, pero el hombre dijo: «No hay examen yo voy a
conversar con los chicos y de ahí voy a elegir». No sabíamos
cuántos viajábamos, recuerdo que nos sentamos al borde de la
pileta de natación donde nos daba la sombra de los eucaliptos,
era una charla amena y él nos estudiaba a cada uno. Habían
pasado 2 horas y terminó la charla, volvímos a la dirección y
nos dijeron que teníamos que volver al otro día con los papás.
Todo era incertidumbre, volví a «pata» a mi rancho a contarle
a mi vieja, el día domingo a las 20 hs. Estábamos todos en el
Hogar Escuela y todo era un bullicio terrible porque volvían los
chicos de sus casas a internarse. Todos los ex estábamos juntos
cuando de pronto se abre la puerta y sale una señorita diciendo: «Jurado, Molina, Guzmán y Romero, con sus padres aden- 12 -
«Anécdotas de un peluquero»
tro». Nos mirábamos con asombro con los otros chicos porque
no sabíamos cuántos, ni quienes iban. Una vez adentro
Bartolomé dice: «Sras, las felicito, sus hijos son los elegidos para
viajar a la Ciudad Estudiantil». Quedamos helados, enmudecidos y empezaron las preguntas de mamás y el hombre les explica muy bien y clarito: yo los llevo mañana a las 18 Hs, porque viajamos en avión «Panagra». No teníamos que llevar nada
más que lo puesto porque allá nos daban todo, agotadas las
preguntas y respuestas de las viejas se despidieron todas agradecidas.
Cuando salíamos estaban los changos y nos preguntaban
con cara de asombro e incertidumbre que pasaba. Les dijimos
que nosotros ibamos. Ellos decían ¿y nosotros? Les contestamos
que no sabíamos y ellos nos dijeron nada, pero era doloroso y
tenían cara de vencidos. Cuando ya salíamos del hogar venían
las viejas hablando entre ellas y yo venía con Guzmán y le digo
«Mirá, yo no tengo zapatos, viajaré en alpargatas y vino la respuesta_ «Mirá, vamos hasta mi casa, yo te doy esto porque
tengo otros». Ese gesto me quedó grabado para siempre, son
gestos que salen del alma y siempre lo cuento.
El día lunes teníamos que estar en el Hogar a las 16 Hs. Ahí
nos prepararon para viajar, nos dieron té con limón (el estómago vacío para que no devolviéramos en el vuelo. Todos los empleados venían a vernos porque éramos como bichos raros. Eramos los chicos que viajaban a Buenos Aires. Después subimos
al ómnibus… despedida de los familiares y maestros, consejos,
portate bien, escribí y todo era alegría y llanto contenido.
Juntos nos miábamos y era una extraña sensación. Cuando
salíamos de la ciudad nos hacíamos señas sin hablar con los
otros: llegamos al aeropuerto y seguiamos de asombro en asombro. Teníamos que subir al avión (los dos con los ojos grandes
como huevo frito), arriba del avión más asombrados todavía,
encima el temor. Ajustasen los cinturones, se alzaba el avión y
todos pálidos hasta que se estabilizó. Rezamos como nunca y
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Ramón Héctor Romero
nos buscabamos con la mirada. Salimos a las 18 hs, ya de noche
bajó el avión en Córdoba y el señor Bartolomé nos dijo que
ibamos a cenar ahí, en el restaurant del aeropuerto. Todo muy
lindo y nosotros sin comprender. Después de la cena de nuevo
al avión. Luces ténues para poder dormir, cerré los ojos y no
comprendía. El día anterior estaba raspando la azucarera,
chapaleaba barro había tenido hambre y frío y hoy estos dentro de un avión que era el lujo mayor para cualquier persona.
Llegamos a Buenos Aires a las 12 de la noche. Nos esperaba
un ómnibus de la Ciudad Estudiantil. Después de un largo rato
de viaje bajamos en la ciudad con el asombro, susto y todo lo
que uno se imagina. Nos hicieron pasar a un pabellón y para
después derivarnos a las habitaciones, nos relajamos y charlábamos como cotorras y solo entre nosotros hasta que el sueño
venció. En un momento sentí que alguien me samarreó. Me
desperté, eran como las 10 de la mañana. Nos cambiamos y
bajamos, éramos el asombro. Nos gritaron al comedor a desayunar y venían los curiosos a preguntarnos de dónde éramos.
La Ciudad Estudiantil estaba situada en la capital, en el barrio de Belgrano, para un costado está Palermo y el otro Nuñez.
Todos los alumnos eran del Interior. Habían universitarios y
secundarios. Nosotros éramos los más chicos. Después del desayuno saliamos al patio: La ciudad estudiantil tenía un predio
de 4 hectarias. Había un estadio de fútbol con los vestuarios
más lujosos, un gimnasio con cancha de básquet, piso parquet,
todo para la gimnasia sobre aparatos, pileta de natación olímpica, 4 dormitorios donde teníamos piezas para 5-3-1- camas,
habían 2 canchas de básquet al aire libre, enfermería, consultorio médico, odontólogos, sastre, cocinero, peluquero y todo oficio que se necesita. Todo se manejaba por altoparlante que estaban distribuídos en los rincones. Esa misma mañana mientras recorriamos conociendo vimos un estadio de fútbol, preguntamos de quién era, y nos contestaron «ese es River». Quedamos helados, el día anterior estábamos en Salta y de repente
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«Anécdotas de un peluquero»
nos encontrábamos delante de toda esa fantasía. Por la tarde
sentimos por los altoparlantes «Los alumnos que llegaron de
Salta presentarse en Ropería», era para nosotros. Fuimos a la
ropería nos presentamos, nos pidieron los datos y empezaron a
darnos la ropa de invierno y verano, zapatos galocha, piloto,
sobretodo de piel de camello. Cuando volvímos a nuestros dormitorios parecíamos ekekos de tan cargados que veníamos.
Una tarde nos llamaron de nuevo para presentarnos ante
secretaria que nos dijeron que sigamos a cierta persona que nos
esperaba afuera un ómnibus de la Ciudad Estudiantil. Nosotros calladitos nos mirábamos y nos preguntábamos adonde
nos llevarían. Mientras viajaban todo era asombroso. Era el centro de Buenos Aires. Veía con asombro los letreros comerciales
con luces de neón de distintos colores. Bajamos y entramos a
una sastrería que recuerdo todavía el nombre «City House».
Nos tomaron las medidas de 2 trajes de invierno y 2 de verano.
Poco a poco ibamos entrando en confianza con los demás
alumnos, vivíamos en medio del lujo, éramos señoritos; pero
llegaba la noche y cuando estábamos a solas con la almohada
empezaba el calvario. «Yo aquí con todo menos con el cariño
maternal», pensaba además «acá me sobre y en mi rancho deben pasar hambre los míos. Otra vez venía el silencio, la amargura y las lágrimas hasta que el silencio nos vencía y amanecía… y éramos felices de nuevo.
Empezaron las clases, a mí me tocó el Colegio Nacional en
San Fernando como a 50 kms. Nos llevaban en ómnibus. El día
empezaba para nosotros con una marcha por los altoparlantes
que nos hacían despertar si o si, sino teníamos que quedarnos.
Primero pasábamos por el baño, volvíamos a arreglas las camas, nos cambiábamos. Teníamos que salir bien vestidos, peinados, zapatos lustrados: desayunábamos muy bien y de ahí
directo al colectivo que me llevaba a San Fernando. Salíamos
del colegio como a las 13.30, volvíamos y almorzábamos de
primera. Descansábamos un rato y a gimnasia, allí conocí por
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primera y única vez en mi vida una jabalina, garrocha para el
salto en algo. Jugábamos al sosbol, eso era hasta las 17, después
el baño y a estudiar hasta las 21:30 que era la hora de cenar,
luego recreación hasta las 23 y por último ibamos a dormir.
Algunos seguían estudiando, siempre respetando al compañero, nada de gritos o burlas. Los días sábados por los altoparlantes se sentía: «Los alumnos que quieran salir esta noche presentarse en Secretaría, Había filas para ir al Teatro Colón, al Luna
Park, cines u otras diversiones y nos decían que todos los grupos tenían un compañero encargado y había que respetarlo.
Nosotros la primera vez optamos por ir al Teatro Colón. Bien
vestidos como señoritos subíamos al ómnibus y nos dejaban en
la puerta. Luego de la función nos venían a buscar.
Cuando entramos al Colón nos tocó un palco, no podíamos
salir del asombro. Todo estaba alfombrado, con cortinados, luces, lujo. Era una noche de ópera y nosotros fuimos de «culiyos».
Empezó la función y seguía el asombro al ver semejante movimiento en escena. Luego vino el cansancio porque no entendíamos nada y empezamos a salir del palco y meternos a curiosear
en otro lado. Estábamos desesperados para que termine y nos
busque el ómnibus.
El día domingo otra vez los altoparlantes: «Los alumnos que
quieran ir a la cancha presentarse en Secretaría, los que quieran ir a River aquí, a las otras canchas… allá» y así siempre
había un encargado al que había que respetar y obedecer. Almorzábamos y luego agarrábamos un bolso deportivo. Nos íbamos a la cocina y había «cerros» de sándwichs de jamón y queso, dulce de batata y queso y Coca Cola. Sacábamos lo que
necesitábamos y subíamos al ómnibus.
Algunos feriados nos sacaban cerca de Luján, nos hacían
asado, luego nos llevaban a la ciudad a conocer la Iglesia, los
bosques de la Plata y otras estancias. Cuando llegaron las vacaciones de julio veníamos con todo pago, hasta la comida en el
coche comedor. Y nos dieron viáticos encima. Yo me vine con
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«Anécdotas de un peluquero»
toda la ropa para mostrar en mi casa. Llegué con una cata
bolanchao y otras cosas que compré en Santiago del Estero.
Cosa de un chico que nunca agarró un peso.
Cuando volví a la Ciudad Estudiantil ya salíamos a veces.
Solo íbamos a UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Era un
complejo deportivo cerca del nuestro en la que se podía practicar cualquier tipo de deporte. En una oportunidad fuimos y
entramos al estadio de básquet. Estaban jugando un campeonato y uno de mis compañeros que ya era canchero me dijo:
«¿sabés quién es el que está sentado allá en frente?». Le dije que
no entonces me respondió es el General Perón. No lo podía creer,
se me desorbitaban los ojos y era él. Un compañero consultó
con los otros y nos dijo «¿Y si lo invitamos a cenar a la Ciudad
Estudiantil?» Luego los otros respondieron que sí. Yo estaba
calladito, los seguía a los grandotes. Salímos y nos metimos en
una sala donde había varios «monos» (eran grandotes los guardaespaldas). Nos preguntaron qué queríamos. Ahí los chicos le
comentaron de la invitación para el General, nos pidieron el
carnet de la Ciudad Estudiantil y se la mostramos. Hablaban
entre ellos, y uno desapareció y luego entra al rato diciéndo: «El
General los va a atender luego del partido». No lo podíamos
creer lo que estaba pasando y yo… calladito. Ahí al rato nos
hicieron pasar y de pié nos atendió el General. Nos dio a todos
la mano, yo estaba tieso, frío. Los otros hablaron, lo invitaron al
General y nos dijo que aceptaba la invitación y que tenía varias
motonetas «Paperino» para regalarle a los alumnos. Nos despedimos.
Era cerca de setiembre y no pudo ser. Cayó el General y a
nosotros nos quitaron los ómnibus y si queríamos estudiar teníamos que ir en tren, uno local que tomábamos en Belgrano,
pasábamos por la Lucila, Martínez, Acasuso, La Florida, Vicente López, San Isidro y como no teníamos plata, ya cancheros
nos ibamos colados. Todo estaba planificado, había alumnos
en todos los coches.
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El que veía subir al guardia nos avisaba y nos bajábamos en
cualquier estación, y luego subir en otro hasta que llegábamos.
Si no haciamos así, no estudiábamos.
Me olvidé de contar que teníamos motos y nos enseñaron a
manejar. Salíamos a pasear por Palermo, íbamos en caravanas.
Eran motos puma con 3 cambios a palanca en el tanque de
nafta.
Y llegó la hora de la vuelta. A mi en el estudio me fue muy
mal, yo estaba en Buenos Aires y mi mente estaba en Salta.
Sufrí el desarraigo, lo aguanté pero no lo pude superar. Cuando volvímos nos dieron pasajes en segunda y una lata de dulce
de batata. Eran tres días y dos noches de viaje.
Recordábamos la ida en avión Panagra y todo lo demás. Las
vacaciones en coche de primera con todo pago y encima plata.
A la vuelta en Diciembre, vinimos muertos de hambre. No dejó
de ser un lindo sueño y aventura porque nos tocó bien surtidito.
Ahora que escribo esto y pienso lo que me tocó vivir agradezco a Dios porque puedo ver lo que los otros no pueden ver,
sentir lo que otros no pueden sentir. A veces le cuento este tipo
de cosas a mis hijos y me dicen que no podía ser tan pobre, no
puede ser lo que cuento.
Ellos no lo pasaron, yo si. Con respecto al hogar ese sí es un
muy lindo recuerdo de todo el personal, las maestras, preceptoras, mucamas, que nos enseñaron y guiaron, y hoy después de
46 años volvemos a «reconocernos». Sentado en una mesa de
la amistad, recuerdo que muchas veces veía a una maestra y no
me animaba a hablarla pero si sentía una gran alegría al verla,
lo que pasó, pasó, y ahora estaremos juntos más seguido, ¿churo,
no?
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«Anécdotas de un peluquero»
Usura – Usurero o que
Una mañana de invierno estaba en mi peluquería bien
temprano, leyendo el diario. Siento que me golpean la vidriera, levanto la vista y veo al cliente que era nuevito, lo
hago pasar y me dice si lo puedo atender. Le digo que si, me
dice, al pelo así gano tiempo, después ya me voy al laburo
temprano.
Le pregunto a donde laburaba, me dice, yo tengo una oficina, soy prestamista o usurero como todos dicen. Quedé
medio raro por la contestación, pero dentro mío nació la curiosidad y empecé a preguntarle.
Con la escaces de guita debe estar fiero también para usted, me contesta, que no que esta época es la mejor por cuanto, la gente sale a buscarlo a ellos. Le digo si que sienten cuando tienen que quitarle una propiedad a alguien que no pago,
me dice: yo eso no lo hago, le digo vos tenés suerte que todos
te pagan, le digo: y que haces, me contesta a que el tiene
contactos con bancos entonces le propone hacer una hipoteca en 2º término yo cobro enseguida y el queda enredado
con el banco, pero puede pagar en cuotas y seguro que se
salva.
Le digo: eso es lo que tenía que hacer primero y no lo hizo.
Ahí esta la cosa la gente no sabe y yo no soy aviva giles,
luego me dice pero ya estoy en otro rubro, ahora compro
casas y departamentos en remates. Me voy a ver un tasador
me dice está bien pagada es tanto, si la saco entra otro equipo en un tipo que hace gas, electricidad, albañilería, plomería, así que empezamos a darle cuando está terminado, parece nuevito a un costado dejó a la vista la cañería vieja,
cables u otros chirimbolos, así cuando vienen a comprarla
saben que todo está nuevo y eso vale. Entra por los ojos, mire
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Ramón Héctor Romero
lo que me pasó. La otra vez pasada compré una casa en Tres
Cerritos, voy una mañana ya me estaba esperando la gente
que tenía que trabajar, entonces le digo hagan esto le daba
ordenes, la deja tan bonita, pileta, asador, pintura, todo.
La compré en $80.000 y la vendí a 170.000. Cuando salí
esa mañana de esa casa una vecina me para y me dice Sr.
Cuando termine ese trabajo quiere que arregle la mía, le digo
Sra. Yo no arreglo. Usted tiene que hablar con el Sr. Tal que
está ahí adentro, la mujer le dice, yo pensaba que usted era
el capataz, el le dice no señora yo soy el dueño, me mira fiero
y me dice ¿Usted el dueño?, claro como me ha vista negrito y
bien olvidadito de la mano de Dios, no me creía, le digo así
como me ve yo soy millonario y pensar que desde niño laburé
con el lomo y no es así, hay que laburar con el mate.
Le digo: como hiciste tanta guita, mire yo trabajaba en
una empresa que luego se fundió y me indemnizó, mi mujer
me había dejado por pobre, con la guita que tenía no sabía
que hacer, un amigo me dice hacete «arbolito», le digo que
yo no entiendo esto del cambio, ya vas a aprender, pero no
te vas a descapitalizar y así hice me fui golpeando y aprendiendo a cambiar, documentos, cheques, pero todo no fue
dulce, muchas veces me hicieron «zapatear», tengo una hija
que la tengo como una reina, el mejor colegio, la mejor ropa,
no le hace falta nada, todo lo que tengo esta a nombre de los
dos y mi ex mujer, loco por volver conmigo, ahora que tengo
plata. ¡Jamás!
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«Anécdotas de un peluquero»
Un padre que llora
Las cosas que pasan por mi confesionario, (el sillón de
peluquero) tengo un cliente amigo de muchos años es «adicto al trabajo para él la palabra descanso, feriado, vacaciones no existían, tenía su familia empezó de la nada y llegó a
ser millonario, contaba que se levantaba a las seis de la mañana y se acostaba recién al otro día a las 2 de la mañana o
sea que dormía 4 horas por día pero hizo fortuna.
Un hijo estaba por terminar el secundario y conversando
le dice hijo ya decidiste que estudiar, el chango le contesta
quiero estudiar medicina y el padre le dice hijo yo creo que
vos tenés que estudiar licenciatura en administración de
empresa o contador, mirá que yo ya me tengo que ir retirando y ustedes tienen que manejar todo lo que hice.
El chango se quedó cabizbajo y meditabundo, luego estalló en llanto y le dijo al viejo, mira papá todo lo que vos hiciste no me importa un c... . El padre sorprendido le contesta,
pero hijo me sacrifique por ustedes y me salís con esto. El
chango le constesta todo lo que vos tenés, negocios, casa,
deptos, autos, camionetas, me quitó a mi papá cuando yo
era un niño o adolescente, cuando iba a la escuela y tenía
que izar la bandera, no estaba mi papá. Yo sentía orgullo y
amargura y a escondida me ponía a llorar, porque los otros
chicos sí tenían a su papá, y yo no, donde está mi papá.
Haciendo guita, yo cambiaría todo lo que me corresponde
por un cachito de felicidad, ,los chicos del barrio se iban a
pescar al parque o a jugar a la pelota. Yo no podía ir porque
mi papá estaba haciendo guita, no podía ir al cine por que
mi papá no estaba, por eso papá odio todo lo que tenés, todo
eso me quitó mi papá mientras me contaba todo esto lloraba
y yo quedaba mudo con un llanto en la garganta, que feo
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Ramón Héctor Romero
que es ver llorar a un hombre cuando cuenta esas tristes historia. Luego me contaba que cuando el chango ya estudiaba
en Buenos Aires, tenía que venir el 24 de diciembre para
nochebuena y mi amigo pasaba por un concesionario de auto,
y se le antoja comprarle una camioneta al hijo, como regalo
de navidad entra y pregunta cuanto cuesta esta de contado,
el vendedor le dice tanto, el le dice bueno te doy 5 cheques
escalonados, el vendedor le dice pero es otro precio, mi amigo le dice no hay negocio, chau.
Desesperado el vendedor lo ataja y le dice que va consultar con el gerente, cuando viene el gerente ya interiorizado
le dice bueno, mi amigo le dice, pero ahora quiero pagarlo
en 6 cuotas, se miraron y tuvieron que aflojar ante el poder
de la guita y luego le dice al vendedor: quiero que mañana
24 de diciembre a las siete de la tarde, me dejen el auto frente a mi casa en San Lorenzo, le contesta que imposible por
que ellos trabajan el 24 solamente medio día, mi amigo le
dice bueno entonces rompamos la operación, me voy a comprar a otro lado tuvieron que aflojar nuevamente. Llegó la
noche buena, empiezan los regalos del arbolito a pasar a sus
dueños eran 5 hijos, al último le dice al chango recién llegado, esto es tuyo y le da una llave, que es esto pregunta, el
chango, el viejo le dice: esa camioneta que esta afuera es tuya,
el chango la mira y le dice para comprarme eso no me hubieses comprado nada y no lo acepto, cuando contaba, lloraba,
le tuve que traer un vaso con agua y yo tenía el corazón
comprimido, casi me largo a llorar.
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«Anécdotas de un peluquero»
Oye chico
Estaba una tarde en mi peluquería, cuando entra una
persona y me dice: oye chico me dijeron que tú hacés la
barba, le contesto sí, entonces pelo y barba ordena, comprendido chico, le contesto que sí. Le pregunto de dónde
sos, me contesta salteño, que cara habré puesto ya que me
dice si no le creía. Le digo para mi tenés tonada centroamericana, mira chico me dice, yo nací en Salta y me fui hace
mucho, cuando Salta casi era una aldea, vuelvo por que
cumple aniversario de muerte de mamita y me vine a ponerle flores y ver a los parientes y esa tonada, mira chico yo
estoy casado con una cubana y vivo en Miami en el barrio
cubano, así que imagínate si no se me pegó el habla, le digo
mira yo soy muy curioso.
Quisiera preguntarte la vida en Miami, porque hay gente
que va, y te cuenta cosas distintas en cambio vos vives allá,
mira chico me dice, ,pregunta lo que quieras, yo te contesto.
Le digo como la notas a Salta. Me contesta linda como
nunca un centro bello especialmente de noche, autopista, todo
hermoso, pero estamos en el quinto mundo por lo que yo
conozco, le digo dame un ejemplo. Bueno te cuento tengo
un primo acá y me dice que vamos el domingo a visitar un
familiar en Jujuy, acompáñame al mecánico. Llegamos y sabes lo que ví, mi primo al lado del mecánico, cuando le estaba arreglando la rueda del auto, yo le digo que tiene de malo
eso, si es normal.
No chico no es así, allá al taller mecánico vos entrás y a
los metros hay una línea desde la pared baja al suelo y vuelve a subir y un letrero que dice, hasta aquí usted está asegurado, si pasa esa línea y tenés un accidente nadie es responsable. El domingo vamos a Jujuy temprano por la autopista,
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Ramón Héctor Romero
decía velocidad 80 kms por hora. Mi primo iba a 150 le digo
vas muy fuerte, mira el cartel y me contesta no hay problema, hasta iba por línea central y él iba sobre el otro carril y
me dice no es nada acá esas cosas no se respetan como allá.
Acá en los talleres hay fosas, allá gatos hidráulicos, las fosas
causan mucho accidentes y están prohibidas, allá tenés que
manejar y tener el carnet de tránsito al día como el seguro.
Si te para tránsito lo primero que te pide son esas 2 cosas,
ni pensar en coimearlo, seguro que vas a la cárcel, nos falta
mucho chico, mirá también viví en Canadá.
Una vez me hice mil kilómetros para escucharlo a Los
Chalchaleros, la nostalgia te mata, pero el respeto que hay
hacia la persona es grandiosa. Te cuento yo vivía en un barrio porque y mi vecino tenía el auto que perdía aceite, le
hago notar que estaba ensuciando el pavimento, me dice
gracias vecino yo lo arreglo, pasó el tiempo cada vez más
grande la mancha de aceite, le repito de nuevo, me dice ya lo
arreglo y nada. Me voy a lo que aquí sería el municipio y
hago la denuncia, allá lo citan le piden el carnet que es una
deshonra cuando le quitan, le dicen acá tiene la lista de todos los talleres.
Vaya al que quiera y tráigame dentro de una hora el recibo que usted entregó el auto para reparación y dentro de 30
días me trae el recibo del arreglo, le devolvemos el carnet
después de haber pagado una suculenta multa. Luego estaba en mi casa, suena el timbre, quien era, mi vecino y me
dice que se siente avergonzado por lo que hizo y le viene a
pedir disculpa y a felicitarlo por la actitud que tuvo en denunciarlo. Amigo lector le dijo a usted el interrogante. ¿qué
hubiéramos hecho nosotros?
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«Anécdotas de un peluquero»
Mis amigos los ciegos
Conocí a los ciegos del Habib Yazlle, cuando hace años
los invité a mi programa radial «charlas al pelo», en Radio
Provincia y lo sigo haciendo a menudo. Para conocer ese fabuloso mundo de los ciegos, a secas porque a ellos no les
gusta que le digan cieguitos porque se consideran personas
que pueden vivir y manejarse bien si no tendrían todos los
obstáculos que nosotros le ponemos a diario, para que ellos
se golpeen. Así conocí a su presidente, la Sra. Nieves de
Quiroga, a la poeta Agustina Calizaya, Luciano Gamboa,
profesor del sistema braile, a Sebastián Vargas, Manuel Flores, J.C. Ovejero y a Pablito, el más chico tiene 18 años y
sueña con cantar cumbia en radio o en algún conjunto. Su
presidente Nieves es una Sra. buena moza de lindos modales
muy emprendedora, siempre anda buscando cosas para su
gente en alguna oficina estatal y amiga de todos los medios
de comunicación. La mayoría de ellos son músicos, profesores de piano, teoría y solfeo, tocan toda clase de instrumentos me cuentan que ellos festejan todo acontecimiento.
Tienen en su sede un salón de fiestas y ahí desgranan toda
su alegría. Van al cine especialmente a ver películas argentinas, para ellos eso es como cuando nosotros escuchamos
radionovelas. También ahí aprenden varios oficios.
Me contaba Nieves una anécdota graciosa, que pudo ser
tragedia.
Venían caminando por calle Ituzaingó al 300 cuando pasan por la vereda de Atsa, hay un desnivel para un sótano,
donde guardan autos, ella perdió el pie y la tuvieron que
sacar de abajo donde fue a parar. Me contaba Agustina
Calizaya que en Jujuy ella venía caminando, de repente se
siente sujetada por una soga en la cintura y enseguida un
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Ramón Héctor Romero
grito. Sra. disculpe somos de la perrera si no la enlazaba a
usted caía a un pozo que estaba a centímetros. Después de
pararme y comprobar con mi bastón que era verdad se largó
a reír. Así quedó esa hermosa anécdota. Le pregunto que
tenemos que hacer nosotros cuando queramos ayudar a un
ciego a cruzar la calle o un obstáculo.
Me dice lo mejor es que le demos el brazo así ellos caminan tranquilos y no a la inversa o agarrarle el bastón.
Dicen que nosotros caminamos apurados sin fijarnos en
ellos y sin querer lo vivimos golpeando, yo tengo una anécdota muy interesante por lo menos para mí hace años cuando tenía que armar mi peluquería en la terminal de ómnibus no me alcanzaba la plata y tuve que acudir al Banco
Provincia.
Tenía amigos en el directorio, me hacían ir a las 7.30 y
luego se floreaban en gambeta, que no está que está en reunión y los albañiles no me dejaban respirar pidiéndome plata y materiales. Me citan para una mañana, ya era seguro la
guita. Voy esa mañana y me hicieron otra gambeta larga.
Salí desconcertado, amargado, digo me voy a desayunar en
alguna confitería.
Iba por la Mitre al llegar al pasaje La Continental venía
un ciego ya grande, le pido el diario y me dice Sr. que linda
lluvia la de esta mañana. Me quedé helado cuando recapacité, pensé esto es un mensaje de Dios, yo amargado por unos
pesos y ellos sin vista que felices que son. Esos son mis amigos los ciegos.
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«Anécdotas de un peluquero»
La percanta
Tenía un amigo de bastante edad, no era cliente mío, pero
se que me apreciaba muchísimo, cada vez que me veía a los
gritos me saludaba de una manera demasiada amable, era
un hombre que vestía muy bien, muy pulcro siempre risueño alegre pero nunca podía charlar con él, yo decía el día
que pueda lo voy a hacer.
Se dio el momento nos encontramos, después de los saludos le digo amigo yo a usted lo envidio, me dice por qué, le
digo usted siempre anda cantando, alegre, parece que no
tiene días malos, me dice:
Después de lo que me pasó en la vida, digo que le pasó,
me dice, tenés tiempo para tomar algo, si le digo.
Vamos a un café y empieza a desgranar su historia, me
dice, mirá changuito, yo vivía en Bs. As., en una situación
muy cómoda económicamente, familia bien constituida,
cuando me enamoro de una mina jovencita y empecé a cambiar, luego decidimos irnos a vivir juntos, así que despacito
empecé a pasar propiedades, hacer desaparecer cosas a mi
mujer.
Le dejé bien económicamente, pero el metejón era muy
grande. Así que me separé y puse todas mis cosas a nombre
de mi querida, por supuesto mi familia llegó a odiarme.
Un día me salió un tours a Europa de 50 días me fui solamente con amigos, mi amada se quedó esperándome, al volver quería darle una sorpresa y le llegó con anticipación cuando tocó el timbre del departamento sale un señor y me pregunta que deseo le digo quien es usted, que hace en mi departamento, el tipo dice que es de él yo que era mío.
Luego me aclara con papeles a la vista que mi querida se
la había vendido en mi ausencia, como todo estaba a su nom- 27 -
Ramón Héctor Romero
bre me dejó en la calle. Y yo el «minudo» buscándola, no
apareció nunca más, se la tragó la tierra.
A mi casa no podía volver, así que decidí por el suicidio,
conocía un monoblock viejo.
Me subí hasta la azotea me trepé a la cornisa y parapeto y
no se porque en vez de caer al vacío caigo al piso, cuando
despierto, no se si me desmayé tenía una herida en la cabeza
manaba sangre al cuerpo, mojado porque había llovido y
lleno de carbonilla que había en el piso, todavía pienso que
es lo que me pasó, no se si soñé que yo veía una luz o resplandor que me decía, viste pícaro como se pagan las maldades en esta tierra y lloraba y yo me acordaba del tango que
dice «y he visto llorar a guapos por mujeres como vos», el
llanto era incontenible nadie me había visto pasaron horas
hasta que bajé, volví a mi casa a pedirle perdón a mi esposa,
pero no me perdonó, de la percanta nunca más supe donde
disfrutó mi guita, me vine al interior y recalé en Salta donde
estoy muy bien.
Formé una pareja, por eso es que siempre estoy alegre,
Dios me regaló un cacho más de vida, me enseñó la lección,
yo atónito no podía articular palabra, pero el hombre pudo
desembuchar, nos levantamos le di un abrazo, y me venía
silbando, meditabundo y me acordaba aquel viejo adagio que
dice «donde hay un hay otro y donde hay yeguas nacen potros» siempre hay un más vivo.
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«Anécdotas de un peluquero»
Evocaciones
Trabajé de peluquero varios años en la central de policía
cuando comencé, era un extraño con el tiempo me fui
mimetizando y comencé a hacer amigos, siempre me picaba
la curiosidad, la intriga que era la policía para unos odiada
por otra amada cana para que nos salve.
Y empecé a conocer ciertas cosas por medio de tantos «tiras» fogueados conocedores de cada uno tiene su historia, su
orgullo por haber hecho un descubrimiento en algún laburo
turbio. Le pregunté: ¿Cómo saben ustedes quien es un pugna
o carterista, como lo junan? Me dicen: son personas que andan en la calle observando a la gente y cuando un tipo me
gusta (en la jerga policial, gustar) significa que le vieron algo,
siempre andan en los amontonamiento la gente es muy descuidada. La billetera en el bolsillo abulta y el punga espera el
momento y zas un empujón y el tipo se queda sin guita, documento porque ahí ponen todo, la mujer es más fácil más descuidada, si va a pagar o viene el ómnibus, cuando está arriba,
recién empieza la ceremonia, abre la cartera, revuelve todo lo
que hay, encuentra la billetera y muestra toda la plata que
tiene y los ojos zagaces del punga observando esta, trabajo
concluido, a veces un tiempo me gusta lo sigo y me juna el
ami, le hago vidriera, que es vidriera, le pregunto. Me dice,
me pongo de espalda donde anda «junando» a el me pongo a
observar la vidriera y eso me sirve de espejo, yo lo veo a él y el
no a mi y veo todos sus movimientos también están las
mecheras, son las mujeres que trabajan en pareja. Uno distrae
al personal, la otra hace el laburo, entran con paquetes supongamos una caja de zapatos, por supuesto bien envuelto,
pero la parte de abajo a sido recortada o sea que está vacía
hacen sacar mercadería que la apoyan en el mostrador luego
- 29 -
Ramón Héctor Romero
asientan la caja, meten la mercadería y a rajar, y así cada
delincuente tiene su oficio.
Hay scruchantes, sogueros, asaltantes, descuidista,
cuenteros, me contaba que un día sábado a eso de las 17 de
su negocio va a buscar el auto no lo encuentra era día sábado, va a la policía y le dice al jefe de la sección lo que le pasó,
le cuenta, me robaron el auto, el cana sabedor psicólogo le
contesta donde está su hijo, por que el cana sabía quien era
el bicho, le contesta no se todavía no fui a casa, entonces
déjeme la marca y patente del auto, que hago ya nomás un
operativo cerrojo, luego el domingo mi amigo el cana escucha el partido river y boca, José María Muñoz transmitía el
partido por radio y empieza a opinar lo que son estos partidos. Viaja gente de lugares lejanos, acá tenemos en nuestra
cabina 2 muchachos que vinieron desde Salta, en un auto,
para ver el partido, los presenta. El cana escucha los nombres alza el tubo le dice sra. Apareció su hijo, le dice que no,
entonces no se aflija, su hijo lo tiene al auto, esta viendo el
partido en Bs. As., luego ordena que apenas entre a Salta en
la garita detengan a todos los que llegan el día martes.
Mi amigo llega a su oficina y le dicen que están ya detenidos
los ocupantes del auto, le avisan a la sra. Mientras tanto el tipo
decía hermosos insultos al jefe, le dice a sus empleados: muchachos vamos a hacer una parodia. Ustedes pónganse al lado de
la celda, digan que esta noche se lo llevan a la cárcel al gordo,
el otro le contesta pobrecito, ahora este si que sonó imagínate te
lo que es la cárcel. La parodia funcionó, el tipo adentro empezaba a llorar y pedir por su mamita, a la noche llegó la señora a
la policía el jefe le dice Sra. ¿hace la denuncia? Le dice no puedo, a pesar de las cosas que me hace, entonces, ordena que lo
liberen, el tipo viene corriendo parecía toro de lidia, se arrodilla
delante de la madre llorando y gritando mamita, mamita no
dejes que me lleven, la madre le contesta ahora soy tu mamita,
en la casa soy a vieja (p...) sinvergüenza.
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«Anécdotas de un peluquero»
El tapao
Cuando estaba con mi peluquería en la terminal de ómnibus, tenía un cliente muy particular. Era un chango de unos 30
años. Siempre se aparecía con distintos vehículos: camión, camioneta, auto, motos importadas, tractor... venía solo o lo traían
sus choferes. Era un chango bien «culiyo», tenía finca, hacía
algo de minería y negocio acá en Salta.
Vestía muy y me contaba que para cada estación del año
viajaba a Bs. As. a comprarse pilchas. Si la ropa que él traía
alguien la usaba acá, él la tiraba porque era muy exclusivo.
Siempre caía a la peluquería con distintas minas. Yo lo cargaba y le decía «paganini» y el me contestaba: «peor sería morirse sin haber gozado y que otros disfruten mi dinero. Tenés
razón le decía. En una oportunidad mientras el se estaba atendiendo cae un señor y le dice si era uno de los capataces que
tenía en la mira. Vamos a estar en Cabra Corral, el sábado y el
domingo. Iban en barra, varones y mujeres. Y armaban la joda.
Le tenía que limpiar un lugar, donde hacían campamentos y
una vez bien desyuyando tenían que llevar varias carpas, el
grupo electrógeno, la lancha, comida y bebida, el equipo de
música y todo de lo mejor, le decía no me lleves porquerías
refiriéndose a lo que iban a consumir. Sus vacaciones las realizaba en Miami, Mar del Caribe, Chile, Perú, o Brasil, siempre bien acompañado.
Económicamente pisaba fuerte. En una oportunidad le pregunté si recibió alguna herencia, porque sos muy joven y estas
bien parado. Me cuenta mira el viejo, me dejó una finquita que
la laburamos los 2. El viejo murió yo quedé con la finquita. Un
día se me dá por agrandar y empecé a arar un montecito. Lo
hacía de noche por el calor, en una de esas venía arando en
forma contraria donde había arado veo algo brilloso y me pregunto qué será. Me acerco y veo monedas brillosas. Parecían de
oro, había roto una tinaja o un tapao. El corazón me quería
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Ramón Héctor Romero
estallar, me saqué la camisa me hice una especie de bolsa y
empecé a juntar todos esos chirimbolos.
Se me venían presentimientos que alguien me estaba viendo
o que había hecho algo malo. Me fui al rancho, tranqué bien las
puertas, metí a los perros, tapé puertas y ventanas y me puse a
curiosear, no salía de mi asombro. Al otro día tempranito lo
escondí en un lugar insólito que conocía bien, un aljibe abandonado. Metí varios tarros, esos de grasa de 20 kilos y los cubría
con basura y até al perro más bravo. Volví a la noche a seguir
arando con la esperanza de encontrar más y tuve suerte de
encontrar varias más y me pasé semanas limpiándolas. Un día
salí con algunas muestras para saber si eran de oro y fui a distintos lugares. Están los buscas que pueden conocer el oro pero
no el valor histórico de las monedas. Tenía que saber el precio
aproximado hasta que llegué a un tipo que sí conocía y me
compró algunas y me basurió con el precio. Había que pagar
derecho de piso seguí investigando y llegué a Bs. As. y empecé
a pataconear y encontré a un potente interesado. Yo había llevado solamente una muestra de cada una. El tipo se vino conmigo, se hospedó en un hermoso hotel y pactamos. Yo tenía
mis guarda espaldas pero no sabían de que se trataba hasta que
entregué todo el tesoro. Vino la guita y ahí empecé todo esto. Le
digo no puedo creer, me parece una fábula. Pasaron los años,
yo me vine con la peluquería a la calle Bs. As., el chango no me
siguió. Después de algunos años estaba trabajando de espalda
a la calle, siento que me dicen hola romerito, era mi amigo, me
pregunta, che ¿arriba es la oferta? Tengo que aclarar que yo
abajo tengo un precio de corte de cabellos y arriba es más barato. Yo estaba con varias personas que me esperaban y no pude
charlar. Cuando bajó me dolió el alma por no haber reaccionado y decirle que yo lo iba a atender. Con el tiempo encontré un
amigo de él y le pregunté por nuestro amigo. Me cuenta que lo
había agarrado esas crisis económica tan común en nuestro
país y quedó en la lona.
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«Anécdotas de un peluquero»
El mulita Castro
Este oficio de peluqueros tiene la virtud de poder conocer
tantas clases de personajes de toda laya, así conocí al famoso ex boxeador el Mulita Castro, hoy mecánico de cocina, un
tipo agradable sonriente siempre dispuesto a jugarte una
broma, a mi siempre me gustó el boxeo, pero verlo y le preguntaba al mulita por que te metiste a boxeador. Me dice
porque desde chico siempre fui camorrero, en la escuela en
el barrio andaba con la nariz «chalchaleada» y los ojos en
compota y un día me metí en el viejo Luna Park de la calle
Necochea bajo la dirección del viejo. Ezpeleta, un gran maestro que sacó varios campeones, siempre me iba bien y porque el mote de mulita, dicen que pegaba fuerte y era más
bien técnico, una vez hicieron una selección para presentar
a Salta en un campeonato olímpico en la Capital y le tocó ir
en su categoría lo llevaron a un lujoso hotel eran varios muchachos, cuando bajan al comedor todo le llamaba la atención el lujo de la gente.
Al rato lo ven venir al mozo trayendo un bols para cada
uno que contenía algo parecido al agua, todos miraban extrañados hasta que uno que era el más audaz, dice: si la han
puesto es para que la tomen y agarró el bols y se la tomó,
había sido agua, seguida la curiosidad hasta que vieron a
unos comensales que terminaron de comer y metía la punta
de los dedos y se secaban, luego vino la cargada para el que
tomó el agua, a él le hacen la propuesta de quedarse en Bs.
As. bajo la dirección de los hermanos Segura que eran técnico de Pascualito Pérez único campeón del mundo en esa
época, la llevaban bien hasta que un día sale una pelea en
Lanús con el ídolo de ahí, llegó la noche de la pelea y estaba
solo en su camarín cambiándose. Cuando le tocan la puerta,
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Ramón Héctor Romero
él abre y aparece un tipo retacon morrudo la cara fiera pómulos con cicatrices y le dice. Pibe vos sos Castro y le toma el
brazo y dicee: yo soy tu rival de esta noche, que flaquito que
sos, por favor colega no me gusta lastimar si ves que la cosa
viene mal, tirate que a mi también me duele cuando castigo
a otro, chao pibe, no te hagas castigar, pensalo. El mulita
decía que tengo que hacer aquí solo y por unos mangos hacerme golpear, mañana mismo me «piro» a Salta, comenzó
la pelea y el empezó a correr porque le temía al otro. Termina el 2º raund y el manager no le pone ni el banquito y le
dice que le pasa a usted, esta muerto de miedo, ese es un
perro, no te ve la cara cicatrices por todos lados, por que
todo lo que hizo este hombre es tragarse «bollos». Si yo con
la edad que tengo si subo lo liquido, si no lo saca en el 3º yo lo
dejo solo y me voy, empezamos el otro raund y me animé en
2 minutos lo saqué, luego nos fuimos a cenar y me dice, pibe
que le pasó, le cuento que entró al camarín y lo que me dijo y
como me lo dijo esos son trucos psicológicos que todos apelan, luego se vino a Salta ya alejado del ring.
Le pregunto te gusta el boxeo, volverías a hacerlo, no me
dice, es muy jodido, no sabes lo que se sufre y el público. Ni sabe
por ejemplo acabas una pelea y terminas con el lomo inflado
por el roce de las cuerdas el cuerpo te duele todo, la panza el
hígado, riñón y piernas hasta se llega a orinar sangre.
Un día lo encuentro en la peatonal y me dice acompañame
voy a la tienda aquella donde el gerente es un amigote, ahí
estaba el gerente rodeado de empleadas lo ve y grita haciéndole una broma chicas consiganle una gorra al peladito, era
todo risas el zorro viejo le contesta hermanito cambiate pañales tenes un olor a meado barato, las chicas lo miran al
gerente pensando que era verdad y le dice infeliz no me hagas esas bromas las chicas van a creer que es verdad y le dice
viejo no te pongas colorado, yo también uso pañales... la venganza es el placer de los dioses.
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«Anécdotas de un peluquero»
El dolor
Tenía un cliente joven, bien formado, de buenos modales, profesional. Lo atendí por años. Luego se perdió de la
peluquería. Un día lo encuentro en la calle y me dice –hermano, ¿te molestaría atenderme en la casa?, -¿por qué?; aunque no creas, no tengo tiempo; -mucho laburo; -¡¡no!!
Después te cuento. Tenía que ir un día domingo porque
otro día él no podía. Fui y empezamos a conversar. Cargándolo, le pregunto si está facturando bien, que no tiene
tiempo. Me comenta – tengo a mi vieja a cargo, está enferma! Una señora la cuida de día, así puedo laburar. Pero de
noches y feriados, estoy solo y me la tengo bancar. Averiguo si tiene familia. Me comenta que tiene un hermano y
dos hermanas, pero se hacen los giles y si la tiene que aguantar solito. –Pero, ¿es para tanto?; -¡No me lo vas a creer! Yo
estaba de novio y nos dejamos porque no podía visitar a mi
novia. -¿y tus hermanos, no te socorren en esto?. –Mirá,
mis hermanos están bien económicamente. Cuando les hablo de la vieja, no tienen tiempo para venir a verla. Llegó a
pasar 6 meses sin venir ni llamar por teléfono. Al contrario
la vieja me «hincha» que quiere hablar con ellos, tengo que
llamarlos, y darle el tubo a la vieja. El sabe que se gasta en
remedios, médicos, enfermera, mantención de la vieja, pero
siempre la excusa: «no tengo guita, ni tiempo» porque cambió el auto o le manda guita a los chicos que están estudiando afuera o llegan las vacaciones y se van; pero de la
vieja no se acuerdan. Mi venganza va ser grande. Y así son
mis hermanas. Una está en Entre Ríos, muy bien económicamente. Le tengo que marcar el número a la vieja, para
que ella hable. Hace años que no viene, ni llama. Tampoco
la otra hermana. Dice que no puede creer cuando me pon- 35 -
Ramón Héctor Romero
go a recordar como nos criaron los viejos, ,cuánto nos dieron ¡Y hoy somos tan ingratos!
Recuerdo los cumpleaños, las fiestas, las pilchas que teníamos, ¡Que vida que nos dieron! Lo veo pasar por frente a
la casa y no bajarse a ver a su madre. Vos podés creer o no,
pero es así. Son momentos duros cuando uno tiene que escuchar estas cosas, pero son gajes del oficio.
Pasó el tiempo prolongado. Un día cae a la peluquería
hubo sorpresa. Le pregunté: -Hermano, ¿cómo está la vieja?
–Mamá falleció. Le pedí disculpas por la pregunta. Me contó
como fueron los últimos días de ella. -¡vinieron tus hermanos
al velatorio?, no, porque no les avisé. -¡epa! ¿cómo es eso? –
mirá, cuando murió la vieja junté amigos muy íntimos, que
sabían mi drama. Me juraron, que no dirían nada. Sacamos
el cuerpo de la vieja. Había hecho todas las diligencias. La
llevamos a la capilla del cementerio, hicimos la misa y al
descano eterno. Al tiempo, recibo llamado de un hermano.
Me pregunta como está la vieja. Le contesté que bien y colgué. Volvió a llamar preguntando porque le hago eso. Le
respondí: mirá, la vieja murió y no quiero escucharte ni verte más.
Se vino al humo a la casa. Lo antendí por la ventana le di
el número de la parcela donde está. Se puso a llorar: -¡cómo
no me avisaste! -¿para qué? si cuando estaba viva no la venías a ver ¿para que querés ver un cadáver? Luego, vino la
hermana ya alertada.
Me cuestionaba como podía yo haberle hecho esto. Me
llamaron de Entre Ríos diciéndome: hermano ¿cómo pudiste
hacer esto? ¿cómo no avisaste? –Si tuvieras molestado en llamarla a la vieja alguna vez, pero nunca te interesó.
La escuchaba y pensaba cuantos hijos obramos igual. Y
me acordé de un viejo dicho: «Una madre puede mantener
10 hijos, 10 hijos no pueden mantener una madre».
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«Anécdotas de un peluquero»
Cubanos
Conocí a 2 hermanos cubanos, los invité a mi programa de
radio, titulado «Charlas al pelo», se llama Rolando y Marcos
Mora, empezamos a desgranar incógnitas, porque siempre hay
alguien que fue a Cuba y cuenta algo distinto, digo vamos a
salir de la duda, son muchachos que llegaron a Salta porque
trabajan en un hospital militar en Cuba, son técnicos en terapia física y rehabilitación, atendiendo a chicos salteños cuando era el 1 a 1 y se podía viajar, luego por intermedio del
gobierno se hizo un pedido a Fidel y lograron llegar a Salta,
pero no tienen el título por que todavía no lo revalidaron solamente hacen masoterapia y empiezan a contarme la vida en
Cuba, donde la educación y salud es gratis, el estudiante hace
el 1º y 2º nivel al llegar al 9º grado pasan al preuniversitario o
escuela de oficio, antes tienen que pasar por psicólogos, si alguien quiere estudiar medicina o cualquier otra carrera y el
psicólogo dice que no es su vocación, tiene que cambiar si o si,
el servicio militar se hace a los 18 años y se hacen 2 años el
estudio universitario, un año, un empleado común gana 15
dólares mensuales, la entrada a la disco cuesta 2 dólares, cada
trabajador tiene una libreta alimenticia que le sirve para ir a
comprar su mercadería que paga con su dinero, cada uno tiene estipulado la cantidad por grupo familiar, a cada persona
le corresponde por ejemplo 6 huevos mensuales, al grupo familiar ¼ de aceite cada 3 meses, así como lee, me dice papá es
médico Master sanitarista y epidemiologico y coronel del ejército y gana 30 dólares mensuales, allá una persona puede tener un negocio por ejemplo un restorante que allá se llama
«paladar» nadie lo pone por que los impuestos son muy alto,
en televisión hay un solo cable con dos canales, le digo muchachos acá nosotros tenemos el domingo que es día de des- 37 -
Ramón Héctor Romero
canso generalmente comemos una comida más rica y con tranquilidad. Hagan de cuenta que están en casa y mamá le sirve
una hermosa comida que es arroz a la cubana, es arroz hervido, sal, un huevo y banana frita, me sorprende, la carne roja
ni por asomo, matar una vaca significa 20 años de prisión,
poroto negro se come a fin de año, el garbanzo allá es como
aquí comer caviar, me dicen que vivían en un edificio de 30
departamentos y había 20 personas entre médicos y enfermeros, hay policías de la medicina o sea que si hay un enfermo y
no se trata urgente, va el médico, por que prefieren la prevención, a la enfermedad, hay policías educativos, políticos, del
trabajo, todo está controlado, la religión después de la venida
del Papa, la Iglesia volvió a funcionar y eso que Castro fue
educado en un colegio religioso, para ustedes que era Dios me
contestan, la fe y broma me dice «un familiar en el extranjero», allá a pesar de la poca comida no existe desnutrición ni
analfabetismo casi nada de colesterol o ácido úrico, el que no
estudia, al campo, se dice que sin negro no hay agricultura, la
cultura y la 3º edad están protegidas, contame como fue tu
preparativo para el viaje a Argentina me dicen que soñaban
de tantas cosas que le habían contado, cuando llegan a Bs.
As. y empiezan a conocer no podían creer al ver tantas clases
de zapatillas, ropas, comidas, carnes rojas, se rien y me dicen
preguntale a mi hermano qué le pasó los primeros días, pregunto que le pasó y me contesta que se le habían llagado las
encías por comer carne rojas, risas, ya en Salta, no salían de
su asombro al ver cuando desgarraban la carne y la tiraban a
la grasa, veían la comida para perros que acá se cocinan y
dicen que allá eso es manjar, me dicen que en 4 meses engordaron como 20 kilos, no se imaginan que habiendo tanta comidas, en argentina allá desnutrición, como puede ser que en
este país tan bendito sucedan estas cosas, yo le pregunto como
pueden los cubanos aguantar aquello y se despiden con una
frase del poeta cubano José Marti «en los montes, monte soy».
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«Anécdotas de un peluquero»
La terminal
Estuve 10 años en la Terminal de ómnibus con mi peluquería, era la época que se terminó, la vida del ferrocarril, así que
eso era el punto neurálgico para la llegada de viajeros.
Todos los días a la peluquería caía gente de toda laya, así
conocí por ejemplo a varios loquitos del ex Cristofredo Jacob.
Uno de ellos era un señor grande de 75 años, siempre andaba de saco y corbata, era sangre azul, muy educado y culto, no le daba bolilla a los otros locos, cuando lo hablaban. El
podía hablar de las guerras mundiales, de Homero, La Ilíada
y otras cosas con total precisión. Gente que sabía, quedaba
admirada de las charlas que daba y eso que era loco. Se iba a
las revistería y pedía el diario o algunas revistas, nadie se la
negaba, se sentaba y agarraba los diarios con tal delicadeza
que parecía que nunca lo habían usado y lo que leía después
lo explicaba y hacía sus análisis y era perfecto.
Cierta vez lo estaba atendiendo y me contaba que él lo
veía siempre al ángel de la guarda, no lo contradecía, me
preguntaba si yo lo veo, le dije que todavía no tengo esa
suerte.
También caía un muchacho bien instruído que decía tenía 3º año de ingeniería, que para esos tiempos no cualquiera llegaba a la universidad, él contaba que el diablo, siempre
lo seguía y quería que se suicide y efectivamente se suicidó,
metiéndose una naranja grande en la boca, nadie lo vió y
murió asfixiado ¿coincidencias?.
Los loquitos llegaban cerca de las 8 de la mañana. Habían
tres disquerías que ponían música y ellos se paraban en la
puerta y empezaban a bambolearse al compás de la música,
era como una terapia, ellos felices en su mundo.
Allí conocí a Don Oscar Pedraza, un hombre muy traba- 39 -
Ramón Héctor Romero
jador y buena persona, aprendí mucho de él, escuchándolo,
estuvo varias décadas con su revistería en la Terminal, también compraba y vendía libros usados. Una vez le cae una
chica ofreciéndole un libro de William Shakespeare editado
en el año 1901, escritura inglesa antigua, en papel de arroz,
tenía sello de Cónsul del Paraguay». Lo tenía como trofeo de
caza en su boliche, sabía que nadie lo iba a comprar, hasta
que apreció un señor que «junó» el libro y le pide que le enseñe, le muestre, lo ojea y le dice ¿Cuánto cuesta?, le contesta de mala gana para no venderlo $ 350, él lo había pagado
$ 30 a Pedraza le dolió desprenderse pero también pensó
que negocio que hice, a los días vuelve a aparecer el Sr. Y le
pregunta si tenía otro libro algo similar al otro, le dice que
no, le pregunta si el coleccionaba esos libros, el Sr. Le dice
que no pero los revendía a coleccionistas, el que Ud. Me vendió en $ 350 yo lo coloqué en $ 35.000.-
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«Anécdotas de un peluquero»
El camino del oro
Tengo un amigo, Rubén Ramos, de oficio relojero, no es
joyero pero entiende de joyas y oro y se dedica a la compra.
Le pregunto como es el caso del oro, porque dicen oro
puro 24 kilates o menos. ¿Cómo saben ustedes cuando compran? Explícame que no entiendo nada. Me dice: no sos el
único, casi nadie sabe nada e esto. Mirá, a la pepitas le llaman oro de reflujo, o sea que son impuras, luego procesada
oro puro, es el de mil kilates. Luego está el de 24 k, el de 18 k,
es 75% oro, el resto plata. Luego viene 16 y 14, que vale la
mitad de precio que el 18 k. Está el 14 kl, aleación de oro con
bronce. El enchapado en oro, es bronce o cobre con baño
grueso de oro 24k. Oro amarillento es oro plata y cobre. Oro
rojizo, más cobre que plata. Oro paraguayo, 14 k bronce con
plomo.
Le pregunto, cómo sabes el número de kilates. Mira para
esto es según donde caigas, porque están los «pijoteros», los
«buscas», que saben hacerte el verso y más si se dan cuenta
que son de «choreo». El vendedor quiere la guita y «pirarse». El tipo, le pasa suponete a un anillo con una especie de
amoladora en miniatura y le pone ácido nítrico, al raspar
cualquier oro ennegrece. El tipo de buena fe, en vez de rasparlo, le pasa un borrador ese que usan los escolares y, luego
el ácido y ahí te canta los kilates. Cuando es oro no ennegrece la pieza. Si es bronce hierve y ennegrece la pieza. Me dice
que hay gente que compra oro paraguayo y vienen a vendérmelo a mi para hacerse la guita y se dan que ya le habían
metido el perro. El sello donde dice el número y los kilates,
cualquiera lo puede comprar y meterle al metal y nosotros
chochos porque dice tantos kilates. Por ejemplo, vienen tipos con anillos con piedras o perlas, no tienen idea cuanto es
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Ramón Héctor Romero
una perla cultivada o falsa, lo mismo con piedras o brillantes. Hay que saber cuántos puntos tiene un brillante, quizás
es valioso y el comprador en vez de darle un peso por gramo
le 2 y el cliente chocho por el negocio, pero se fue dejando
una joya finísima, por ejemplo la libra esterlina, los mejicanos o el dólar oro son de 21,2 kl.
Le pregunto quién rige el precio del oro, me dice la onza
inglesa que también tiene su cotización como el dólar. Hay
gente que compra oro, va juntando y cuando subió urgente
a venderlo.
En una oportunidad atendí a un señor que era joyero en
Buenos Aires y le preguntaba por el camino de oro y me decía que de las provincias van a la capital, venden a minoristas, estos venden a joyerías y hay otros que compran para
transformarlo en barras y de ahí parten para Norteamérica
o Europa.
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«Anécdotas de un peluquero»
Los chicos de la calle
Que triste es ver a los chicos de la calle, deambulando a
cualquier techo, con un colchón de cartón o tratando de hacer
unos manguitos chirola por chirola, andando por el centro,
especialmente por las confiterías, levantando los «requechos»
y bebiendo sobras o haciendo piruetas en alguna esquina con
la complicidad de la pobre madre, que no sabrá que hacer
para mantener a la «tracalada» de hijos que tiene. Por ahí
leo, escucho o veo por la tele que no hay que darle nada,
porque se mal acostumbran. ¿Y si no consiguen, se mueren
de hambre?
Si le das van a los jueguitos o a comprar cucharadita de
poxi, para evadirse un rato de la dura realidad.
Alguna vez leí que los chicos que piden o van dejando
estampitas en algún café, son carne de cañón para los degenerados. Hoy les dan moneditas, mañana más y así… Lo
hacen caer y serán el «semillero» del mañana, como prostituta o travesti.
Yo les doy mis chirolitas tal vez le sirva para «yapar». Quizás esté mal, pero hago lo que siento, me acuerdo de tiempos
viejos, cuando una mamá iba a algún vecino del barrio, que
tenía un oficio y le decía mire Don Pedro, tengo el changuito
que ya esta maltoncito y no quiero que ande «vagueando» en
la calle. Usted me lo podría tener aunque no le pague, pero
que yo sepa que está aquí. Algún día «hay» que aprender. El
buen hombre lo tomaba y empezaba baldiando veredas, con
el tiempo fueron grandes maestros en su oficio, hombres de
bien, en cambio hoy, cuando viene un chico para que le enseñen, hay que cerrarle la puerta, porque los de la CGT o dirección de trabajo, los derechos del niño, los derechos humanos,
y no se que otros derechos los tienen chuecos a los chicos.
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Ramón Héctor Romero
Hoy es preferible ver vagos, patoteros, ladronzuelos,
punguistas, fumando porro o chupando a que alguien este
bajo un techo aprendiendo un oficio. Alguien dijo que esto
se derrumbó, cuando se acabó el servicio militar, eso servía
para saber el estado de salud de los changos y a la vez aprender disciplina si no la tenían.
Pero alguien se mandó un moco y colmó el vaso y se abolió el servicio militar.
Después está el contra que dice que el servicio lo único
que sacaban eran ser mandaderos de algunos capos, en fin
no se quien tiene razón o si a mí me saltó la chaveta.
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«Anécdotas de un peluquero»
Fábrica de pinta
Corrian los años 70, cuando me inicio como peluquero. Un
día domingo, veo por primera vez, una propaganda de peluquería, que decía: mañana inaugura peluquería Ernesto para
caballeros. Como novedad ofrecía corte de cabello a la navaja,
que incluía lavado con shampú, peinado con secador, spray,
tinturas para el cabello, y otros yerbas. Poseía servicio de bar
donde ofrecían café, whisky, gaseosas. Para mí era todo un
acontecimiento, ya que era peluquero de barrio y me dije mañana me voy a «husmear». Quedaba en la calle Buenos Aires
primera cuadra. Fui y me atendió Ernesto. Me presenté como
colega. Me hace conocer el local y con asombro veo muchas
lúces, paredes revestidas de madera, aire acondicionado, muchos espejos, lavadero de cabeza, y otros «chirimbolos», que
para mí eran novedad. Todo estaba armado con muy buen
gusto. Ernesto fue el pionero, el hombre que cambio la mentalidad del peluquero, jerarquizó la profesión. Siempre digo, hasta
ese entonces hubo un antes y un después de Ernesto.
Cuando vuelvo a la peluquería donde trabajaba no le digo
nada a mi patrón, poque estaba ocupado. Yo reflexionaba y
miraba el único foco con luz mortesina, las paredes oscuras,
trapos blancos que parecían sábanas. Usábamos guardapolvos blancos hasta los tobillos. En Ernesto se usaba chaqueta,
zapatos y pantalón blanco.
Era una diferencia abismal, con las mejores peluquerías del
momento y me decía que me gustaría trabajar ahí. Un día me
llegó y le pregunto a Ernesto si tendría un lugarcito para mí y
me contesta que cualquier cosita lo busco. Pasó un tiempo y
una noche ca Ernesto buscándome y me dice: lo espero para
charlar. Voy y quedamos de acuerdo y empiezo a trabajar. Yo
como sapo de otro pozo, había que pagar derecho de piso.
Con el tiempo se hizo la peluquería mas famosa del norte y
alguien le puso el slogan «fábrica de pinta». Los colegas hasta
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Ramón Héctor Romero
ese entonces hacían el sábado inglés, laburaban medio día, en
especial los del centro y luego vieron desaparecer sus clientes
y tuvieron que empezar a trabajar el sábado todo el día es
cuando empiezan a cambiar y mejorar las peluquerías y los
precios. Por ejemplo una afeitada costaba el 30 por ciento de
un corte, ahora costaba igual.
Luego llegó la firma «Loreal de Paris» que trajo el gran
adelanto con el corte a la navaja. Ellos dictaban cursos que
eran bastante caros y el que no lo hacía perdía el tren. En
primer curso venia el «lavado de cerebro», luego venía la parte técnica, había que lavar el cabello, luego el corte con navaja, luego peinar con cepillo colocando un mus y secador. Una
vez peinado spray y luego para dar brillo aceite de visón. Toda
la materia primera era producto de la firma. Terminado el
curso posábamos par la gran foto, entrega del diploma, que
era muy bonito y en francés. Nos decían ahora ustedes son
peluqueros peinadores profesionales y no simples barberos,
ahora vayan mejoren sus peluquerías y aumenten los precios.
En Ernesto llegué a conocer personajes impensables, eran
la crema de Salta; Perdiguero, El Cuchi, Castilla, el fiero Arias,
Echenique, Jiménez (Dúo Salteño)… el Dr. Chalita, que su
debilidad era barrer los pelos en la peluquería, si así como lo
lee, a Zamba Quipildor, cuando recién comenzaba., Elías
Antar, Roberto Rufino, los Hermanos Saluzzi, Leo Dan.
Horacio Guaraní, Jaime Torres. El Chúcaro, Enrique M.
Franchini, o sea que es un pedacito de la historia de Salta.
Muy poco reconocido por nosotros los colegas y alumnos que
alguna vez éramos capaz de trabajar gratis para tener un
lugarcito. Eramos ovejitas, después que aprendimos, ya éramos lobos. Nunca un reconocimiento. Sin embargo en
Tucumán lo reconocieron y le hicieron un homenaje. Según
ellos nunca visto, así es la vida.
Adagio: «lo dijo: Un sabio profundo con experiencia madura, que no se hace pan sabroso, sin amarga levadura».
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«Anécdotas de un peluquero»
La Gauchita
Me cae un día a la peluquería un amigo que es taxista y
empezá la conversación. El ritual diario, como te va, que
haces, como andas y el me dice. Mirá tuve una noche muy
jodida, mira estaba con el taxi en la puerta de una confitería,
dormitando, cuando siento que me «manijeaban» la puerta
de atrás. Miro y veo a un gauchito con sombrero. Sube y le
digo adonde vamos, a un reservado tenemos que buscar a
alguna chica, me dice no. Mire amigo ahí se va en pareja,
eso no es un cabaret. Yo le notaba al gaucho voz femenina.
El tipo me dice, mire amigo, yo no soy gaucho, soy gauchita
voy ir disfrazada así para darle la «cana» a mi marido, que
lo hice seguir. Siempre me engaña y se desmiente, ahora ya
le he junado y lo voy a piyar, en sus porquerías. Siempre que
salía se «enlocionaba» bien y volvía raro. Le digo, Sra. Mire
si Ud. Piensa mandarse una «macana», a mi no me comprometa, mire que yo soy un laburante, tengo familia y voy a ir
en cana por algo que yo no hice. La gauchita, le contesta,
mire joven no tengo armas, le juro por lo que más quiero que
estoy desarmada, solamente quiero decirle que lo descubrí,
que no son «alcahueterías».
Me convenció y vamos. Al llegar me dice pega la vuelta y
nos quedamos a metros de la entrada. Sabía a que hora había entrado, así que se imaginaba la hora de salir. De repente
sale un auto, me dice, ese es mi marido, sígalo.
Llegamos a una estación de servicio que tiene la confitería
toda vidriada, se sentaron y los tortolitos estaban a los «arrumacos» y nosotros la veíamos como en cinemascope.
En eso me dice la mujer, ya vengo, le digo Sra. Págueme,
yo me voy. Se queda hijo no voy a hacer nada y te voy a
pagar bien esperáme. Entró a la confitería, se sentó tras de
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Ramón Héctor Romero
ellos. Por mi cabeza pasaban cien películas, lo veía al tipo
con un cuchillo en la espalda, tiros, piñas, sangre, y yo en
cana.
Al rato se levanta la gauchita y lo enfrenta. Veo que se
saca el sombrero, a los tortolos se le veían los ojos como huevos fritos, asombrados y la mujer muy tranquila hablándoles. Luego sale, yo en todo momento tenía el auto en marcha,
por si acaso había que picar. Subió la gauchita, yo mudo.
Ella me dice, vio amigo que no hice ningún quilombo. Le
pregunto que le dijo. Mirame bien ahora no me dirás que
son «alcahueterías», así que pasa por la casa, sacá todas tus
pilchas y quedate con esta, así no tener que andar a las escondidas. La dejé en su casa y me dio muy buena propina.
«Adagio: cuando, fuiste martillo no tenías clemencia, ahora
que sos yunque ten paciencia».
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«Anécdotas de un peluquero»
El profesor, Cajal Vaca
Conocí al profesor Humberto Cajal Vaca, cuando trabajaba en la fábrica de pinta (peluquería Ernesto). Hace varios
años, andaba en la boca de todos, se hizo famoso como técnico de fútbol con la escuelita de Villa Primavera, en los famosos campeonatos de escuela, que organizaba el Diario El
Tribuno. Para ese entonces Villa Primavera era como un asentamiento, donde residían gente de trabajo como albañiles y
otra gente de la construcción. El profe trabajaba en esa escuelita
que participa en el campeonato. Para ir a la villa el ómnibus
llegaba hasta San Martín y Olavaria, donde terminaba el asfalto. En los días de lluvia había que pelear con el agua y el
barro. La cuestión es que salió campeón la villa. Que era un
ejemplo de equipo principalmente por la disciplina, la vestimenta y todos con el cabello bien cortadito, me contaba El
Colorao Albornoz, ex Nº 3 de Juventud. Me dice mira al profe
yo lo conocí cuando tenía 10 años, lo tuve varias oportunidades como técnico y te puedo decir que conozco el suceso que
fue villa primavera con la llegaba del profe. Después del campeonato, todos los equipos le copiaron la fórmula. Me decía
que el profe le inculcaba primero la educación luego el deporte, el quería para el mañana hombres de bien. Pasó casi por
todos los equipos de Salta y Jujuy. En Juventud cuando tenía
semejante equipazo (lo reconozco porque yo soy cuervo), donde estaban semejantes nenes como Laguna, Luñiz, Iñiguez y
otros que eran peso pesado y había que dominar un grupo de
más de 20 jugadores en la cual todos querían jugar. El sin
malas palabras o exhabrutos, ni guapeza se hacía respetar,
unía al grupo y físicamente una preparación que fue envidia
de muchos.
Un día cae el profe por mi peluquería y me invita a una
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Ramón Héctor Romero
cena que el organizaba. Estaban invitados, los exfubolistas, el
Tito Cancino, Juanito Martínez, Ramonera Apaza, Benito
Rodríguez, El Pollo Tejeda, Chato Ferreira y otros muchachos
profesionales que un día fueron sus alumnos. Ya a los postres
se levanta el profe diciendo que esta cena se debía a su cumpleaños y que el quería invitar a tantos amigos pero no pudo
uno por no encontrarlo o tenía que hacerlo en el «Padre
Martearena». Todos estabamos de pie, luego habla Ramonera
Apaza, con voz entrecortada, y con lágrimas en los ojos, dice;
este hombre lo conocí cuando era un niño, tuve esa suerte
porque el me marcó el camino cuando yo estaba un poco descarriado. Para mí el profe es mi tata porque gracias a sus consejos soy un trabajador, hombre de bien. Formé una familia,
mis hijos lo llaman abuelo, luego siguieron otros, dando su
testimonio. Yo tenía un nudo en la garganta, esta gente grande, hombres hechos testimonian de esa manera el agradecimiento a su maestro. Nunca me habia tocado estar en una
situación similar. Luego El Pollo Tejeda recordaba que el profe,
lo había llevado a Boca cuando era changuito. También fue
Chaneton y otros estuvieron unos años luego alguien empezó
a flojear porque añoraba el pago. Lo estaba contagiando a
otros y parece que alguien de la familia le pasó el dato al profe
y un día se le presenta en La Candela, donde vivían practicaban y estudiaban. Fue un encuentro que ellos creían que era
casual, ya había pedido permiso para sacarlos a cenar a los
changos. Cuando termina la cena en lo que esperaban, comenzó el profe a decirles como puede ser posible que se quieran volver cuando hay millones de chicos que quisieran estar
en ese lugar y ellos por flojos quieran volverse. Todos estos
ejemplos de vida que casi nunca se cuentan (no sé como recibirá el profe esta nota porque es de perfil bajo). Tal vez alguien se acuerde de grandes personajes que tiene Salta, con
algún homenaje en vida o alguna calle que lleve sus nombres.
Ese es el Sr. Cajal Vaca que yo conozco, el caballero.
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«Anécdotas de un peluquero»
Hirpace
El otro día invité a mi programa de radio a gente de
Hirpace, fue la profesora de educación especial, Sra. Adriana
Saravia y el alumno José Acuña. Ahí me entere tantas cosas, de majestuosas obras de bien, gente que prácticamente
están en el anonimato. Hirpace fue fundado en el año 1965
por la Sra. Nelly Barbarán Alvarado y el Dr. Ramos, junto
a una gran comisión directiva. En la actualidad trabajan
entre otros la Sra. Marta C. del Del Val, Bety de Eckart.
Todo empezó como hogar para los paralíticos cerebrales,
desde recién nacidos, hasta los 18 años. Hoy por falta de
presupuesto, ya no es hogar, hay 300 alumnos en dos turnos, mañana y tarde, donde desayunan, almuerzan y meriendan.
Tienen un sistema RAD, rehabilitación a distancia, para
chicos del interior para evitar el desarraigo, vienen una vez
al mes lo revisan los profesionales y le dan las indicaciones
que tienen que seguir en su lugar de origen, por profesionales de allí. El equipo de profesionales de la institución
está formado por médicos traumatólogos, neurólogos, pediatras, técnicos, terapistas, físicos, psicólogos, asistentes
sociales, nutricionistas, profesionales docentes de educación
especial, estimuladora visual, de todos estos profesionales
solamente el 35% está solventado por el estado los demás,
estas nobles damas tienen que buscar la forma de que esto
subsista.
Necesitan socios protectores sin cuota fija o sea que un
mes pueden, ponen, lo que esté a su alcance. La mayoría de
los alumnos utilizan pañales descartables, hay 70 niños en
lista de espera, también necesitan personas que trabajen ad
honorem para la institución.
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Ramón Héctor Romero
Hay tantos amigos jubilados que le sobra tiempo, pueden hacer una obra de bien acercándose a Santiago del Estero 1951 o tel. 4313203.
También necesitan ad honorem un profesor de básquet
en silla de rueda. Todas estas cosas que cuento y otras que
me olvidé, todas estas personas de la institución desde el
ordenanza, hasta la directora son abnegados para ellos.
La vida en la institución es un sacerdocio y lo mejor
que reciben es la sonrisa de sus niños, felicitaciones, son
actos para imitar y contarlo.
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«Anécdotas de un peluquero»
Inseguridad
Siempre cae alguien a la peluquería con alguna novedad
respecto a la seguridad que vivimos los salteños, con los asaltos, choreos, cuentos del tío, secuestros Express y otras yerbas.
Me cae un cliente y me cuenta que la mamá había ido al
banco a cobrar la jubilación, cuando iba por Caseros y Adolfo Güemes, se le acerca un tipo joven bien vestido y la llama
por su nombre, le dice mire Sra. Le pagaron de menos, por
suerte la alcancé, hoy le vino un aumento, la viejita entró
como caballo. El tipo le dice a ver muéstreme lo que cobró.
Le entrega la plata y le dice, para que no camine espéreme
aquí, deme su documento y yo le traigo él nuevo recibo con
el aumento y la plata, por supuesto nunca más lo vio.
Otro amigo de 77 años, había cobrado en el banco, iba
por Caseros y Pueyrredón, cuando se descuelga de la bici un
tipo, lo agarra de la solapa y le pone el chumbo en la costilla
y le dice dame la guita, le contesta no tengo nada, en eso
viene otro en contramano, deja la bici y también lo apura a
los golpes. Dame la guita, no tengo le dice, te vimos cobrar
en el banco $ 872. Dame la guita, le dio y volvió a la casa con
las chirolas.
Otro me contaba que le entraron a la casa cuando la madre estaba sola, le mostraron distintivos de la compañía de
teléfonos. Venimos a revisar porque hay quejas en esta cuadra que le están facturando mucho. La mujer accede, pasan,
revisan las líneas, luego en un descuido la agarran, le tapan
la boca, la zamarrean y le piden la guita, luego las joyas.
Agarran una bolsa para consorcio metieron tapado, sacos
de piel y se fueron. Nadie vio nada.
Otro Sr. Jubilado que vive solo en su departamento siente
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Ramón Héctor Romero
que lo llaman por el portero eléctrico y le dicen. Sr. Me dijo
Juan el encargado del edificio que a la familia tal que vive
abajo del departamento suyo le está goteando. Necesito revisar, bueno le dice y lo deja pasar. Cuando esta arriba le pregunta cuantos grifos tenía y tenemos que revisar a todos,
por favor usted largue la ducha y gríteme si merma el agua.
Bueno le dice, así estuvo como veinte minutos hasta que se
cansó y empezó a gritar. Che, hasta cuando voy a estar así,
al no responder nadie, cierra el agua y no lo encuentra al
tipo. Se había hecho un festín, le «chorió» 40 cd de tangos,
ropa, plata y el pobre viejo viendo caer el agua.
A mi me tocó aterrizar traste para arriba en la Alberdi 1ª
cuadra cuando un tipo me metió la mano al bolsillo y me hizo
caer. Gracias a Dios que solamente tuvo algunos maguyones,
luego sufrí el secuestro Express por teléfono, tampoco me pasó
nada. La inseguridad es mucha en el centro.
Hay muchos cadetes de policía, pero solamente son cadetes changuitos bien entrenados, que pueden agarrar corriendo cualquiera, pero de policías sabrán de acá a unos
años. Los azules también representan la autoridad, pero
creo que no conocen a los gatos, entonces yo fulero veo un
cana y me hago el santito y paso lejos, al contrario de los
vendedores ambulantes, guardia de seguridad, inspectores
y barrenderos de la peatonal, lo identifican a los fules, la
hora que llegan, como se mueven, como se visten, pero se
tienen que callar por temor a que los casquen. Todos los
días se encuentra en los basureros los «cueros» con documentos o papeles que los gatos tiran, solamente retiran guita y tarjetas de crédito.
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«Anécdotas de un peluquero»
Aparecidos
Un día, contaba mi colega Rogelio López que yendo por
la ruta a Vaqueros un canita le hacía dedo, él lo sube a su
auto y le dice que sólo va hasta Vaqueros, el canita le dice
que no importa total en la garita hago dedo y llego hasta La
Caldera.
El canita le cuenta algo extraño que había pasado, resulta
que un camionero venía de La Caldera hacia Salta y antes
de llegar al puente del Wierna atropelló a una mujer. Era de
noche, entonces del julepe se vino no nomás, se arrepintió y
se entregó a la policía de Vaqueros. Queda detenido él y el
camión y empiezan las averiguaciones. El cuenta lo sucedido, salen al lugar del hecho policías, ambulancias, pero al
llegar no había rastro de sangre o cuerpo alguno, se comunican con La Caldera, donde tampoco había llegado ningún
accidentado, y en Salta lo mismo. Llegan los canas especialistas en rastros, ven el camión y no tenía huellas de sangre
golpes o cabello. El camionero juraba que él la golpeó con el
parabrisas y la puerta. Un cana viejo que llegó en esos momentos al escuchar todas las versiones ls dice: lo que le pasó
a este tipo en que le salió «la viuda negra». Pasó la noche y al
otro días rastrearon la ruta y hondonada y no había nada y
no tuvieron que soltar al camionero. Todo eso me lo contó
mi amigo en el café. Cuando regreso a la peluquería, me encuentro con un cliente de La Caldera le digo si el sabía que
asustaban en esa ruta y el me contesta que: se dice que si
pero a mi una sola vez me pasó, algo. Venía de noche a caballo y solo escuche un silbido, el caballo se paró en dos patas del susto cai y el caballo se fue y me tuve que volver a
pata 5 kms. Le preguntó, que silbido era y me contesta nada
parecido al humano imaginarte para que el caballo se asus- 55 -
Ramón Héctor Romero
te. Lo que si la gente comenta que si asustan, hay un chango
que es remisero y cuenta que una noche tenía que viajar a
Salta a llevar pasajeros y saliendo desde La Caldera por el
puente a la salida de este, se disfurca el camino, uno a Jujuy
y el otro a Salta. Está todo bien iluminado, en el último foco
hay un árbol inmenso que tapa toda la luz. El remisero ve
que una señora sale a la ruta sorpresivamente y le hace seña
este para, preguntándole si venía a Salta, ella le mueve la
cabeza afirmativamente y viajan los dos callados. Cuando
pasan el puente de Vaqueros el remisero le pregunta: ¿Sra.
Donde se baja usted? Y nadie le contesta. Se da vuelta el
chofer y no ve a nadie. Para, pensando que se había caído al
piso del auto, pero no había nadie. Dicen que ese remisero
nunca más salió a la ruta de noche.
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«Anécdotas de un peluquero»
El viaje
Tengo un viejo amigo de la infancia de mi querido barrio
de Necochea y Adolfo Güemes, llamado hace muchos años
el barrio de puente Alsina, ahí crecimos una hermosa barra
que sabíamos atorrantear en nuestra juventud, este amigo
ahora afincado en San Carlos, cuando viene me dice: andá a
visitarme.
Un día me animé y me llegué solo en mi auto, salí oscuro
de madrugada, cuando pasaba por Talapampa, una señora
con una nenita me hacen dedo, hacía mucho frío.
Paro y me dice hágame el favor de acercarme hasta el
«anfiteatro», tenían unos bolsos grandes, suben y empezamos a conversar, me dice que ella y su marido son alfareros
y hacen cositas que venden en el anfiteatro.
Me dice; al frente tenemos nuestro campamento, mi marido ya esta allá, llegamos al lugar se bajan nos despedimos,
cuando había recorrido unos 150 metros y me acuerdo de
mi celular que lo tenía en medio de los 2 asientos y no estaba,
me bajo saco las alfombras miro bien y nada, yo no me había
bajado para nada y digo esta mujer lo robó, pego la vuelta y
empiezo a buscar a la mujer que se había bajado para el lado
del río en el anfiteatro por que ahí tenía su campamento, al
rato la diviso cruzando la ruta con la nena, me voy encima
de la mujer y le digo que me entregue el celular.
Se negaba a muerte, cuando le digo que la denuncio, me
lo entrego, llego a San Carlos. Nos encontramos con mi amigo que me tenía preparado un asadito y empezamos a darle
a la lengua, el vive en un lugar muy solitario, esta solo su
casa esta rodeada de plantas y le digo, flaco no tenés miedo
de estar solo.
Me dice: no, cuando llega la noche me encierro me pongo
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Ramón Héctor Romero
a leer, tengo 4 perros que duermen en la casa, no tengo guita
más que la necesaria, quien puede venir a joderme, además
tengo una escopeta de dos caños, así que estoy bien resguardado, mi amigo es un chango muy inteligente y leído como
dice la gente del campo y es medio ateo, un día le digo que
Dios existe, me dice bueno presentámelo para salir de la duda
para mi 2 + 2 son cuatro, me cuenta que una noche estaba
durmiendo, se despierta con un ruido, dentro de su casa,
eran ruidos de pasos, le llamaba la atención los perros que
no reaccionaban, prende la luz, los perros lo miraban a el
con cara extraña, se levanta y nada, todo en orden, las puertas bien cerradas, prende las luces de afuera, y nada, se acuesta pensando, yo estoy seguro que escuche pasos. Al otro día
a mi me llaman avisándome la muerte de un amigo de la
barra, aca en Salta, lo hablo al flaco a San Carlos para avisarle la mala noticia y me dice ya me avisaron, parece que el
amigo se fue a despedir mmmmm ¿qué sera?, luego me dice
yo no creo en espanto, nada de eso pero esto me paso luego
me conto, que en un tiempo vivía en las afueras de Cachi y le
cae otro amigo a visitarlo, quería que lo acompañe a un lugar que le indicaron ahí en Cachi para buscar urnas funerarias, su amigo tenía una hermosa camioneta, nuevita, se van,
llegan al lugar y después de andar varias horas se topan con
la urna funeraria, despacito la desentierran la suben a la
camioneta, se vuelven ya de noche.
Este chango quería más urnas funerarias y quería volver.
Al otro día mi amigo le dice meta, volvamos.
Al otro día, al alba, se preparan, suben a la camioneta, los
dos sabían de motores y no arrancó, mi amigo le dice bueno
vamos en la mía que esta anda muy bien, suben le dan arranque y nada otra vez a travesiar y no hubo caso no arrancó.
A todo esto el sol ya estaba alto y ellos renegando, en eso
se acerca un viejo lugareño y le dice que le pasa le cuentan,
el hombrecito le dice miren changos con los muertos no se
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«Anécdotas de un peluquero»
juega, entierren la urna y todos vamos a estar en paz. Se
dieron por vencidos, enterraron la urna, almorzaron van a
la camioneta le dan arranque, y al primer toque, arranca. A
ver la tuya, lo mismo, arranca, mi amigo me dice en eso si
creo porque lo viví, con los muertos no se juega, todo esto le
contaba luego al amigo en mi peluquería, camionero viejo
conocedor de todo el Valle Calchaquí, me dice: hermano no
tenés que alzar a nadie menos al accidentado, porque le digo.
Mirá lo que me paso a mí una tarde pasando por Moldes,
una señora me hace seña que me pare, había un chango tirado y sangrante, me dice hagame el favor llévelo hasta el hospital del El Carril, le digo a la Sra. Vamos, me dice que no,
que ella no puede, voy a El Carril, no lo atienden, me dice
que lo deje en el San Bernardo.
Llego aquí, lo bajamos en el hospital, el chango inconciente.
Cuando me voy a ir, me dice el cana, Sr. Usted no se puede
retirar, esto fue un accidente y esta detenido. Fui a parar
incomunicado a la novena.
Era viernes, recién el lunes me llevan al juez. Mi familia
no sabía nada, en eso entra una cana a darme la comida y
me dice que haces gordo que te paso, le cuento mi infortunio, me dice: tranquilo no digas a nadie, yo le hago avisar a
tu familia y manda un emisario. Le cuenta todo y la mujer le
dice al pobre, Ud. Debe ser otro que andubo en la joda con
mi marido capaz que chupando y chinitiando por eso esta
en cana, conclusión socorrer al herido me costó $ 1.000 y la
bruja casi me mata.
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Ramón Héctor Romero
El profesor
Cuando tenía mi peluquería en la Terminal, una mañana
llega un joven alto, bueno mozo, bien vestido. Se bajó de un
auto Ford verde, bien cuidado, que relucía. Se acercó a la peluquería y me dice con tonada cordobesa: Che negro arreglame
un poco la barba, peiname y poneme spray. Como era nuevito, poca comunicación y se hizo cliente de todos los días. Subía al ómnibus de media distancia y volvía al atardecer. Algunas veces llegaba a la peluquería y ya en confianza le pregunto a que se dedicaba, y me dice: yo, soy busca. Siempre andaba con grandes portafolios o bolsos, me dice; llevo mercadería, peines, revistas o cualquier otra baratija y le vendo a la
gente en el ómnibus, me bajo en algún pueblo, hago un recorrido y subo en otro ómnibus. Una vez vuelve al atardecer y
me dice: Negro ayudame a ordenar la guita, sacaba billetes y
monedas de todos los bolsillos y los ibamos acomodando según el valor, y me decía: Negro así se gana la guita, no con el
cuerpo vos vas a llegar a viejo con los pies a la miseria de tanto
estar parado lleno de várices y cuando te des cuenta no has
vivido, no seas gil pensá, cambiá y nos dejaba de contramano
cuando veíamos la guita y escuchabamos eso, luego yo veía
como los changos los maleteros le habían copiado y ellos también vendían en los ómnibus y un día le digo cuidado que los
changos te van a desbancar ellos están haciendo lo mismo,
me contesta; imposible viejo, aunque vos no creas, yo les doy
clase, les enseño como tienen que hacer, pero ellos se ganan
un mango y ya salen a comer sándwich de mortadela y vino
ordinario y se ponen en curda, vos me viste tomar o comer
algo aquí a mi, jamás, estos changos son negros de cuerpo y
alma, no van a aprender jamás. Pasaron los años yo me vine
ala Buenos Aires con mi peluquería y el no me siguió.
- 60 -
«Anécdotas de un peluquero»
Después de casi quince año, veo una propaganda en el
diario, en la parte superior, un tipo con el turbante y un rubí
de esos que usan los de la India, pero la cara me parecía que
era la del cordobés y decía algo asi como consejero Espiritual, daba la dirección, era por la calle Alvarado por el centro. Será posible tanta audacia. Pasaron los días y me cae el
cordobés luego de los saludos y abrazos empezamos a charlar y le pregunto si el de la propaganda era él y me confirma
que sí, le digo si no tenía miedo que lo casquen por lo que
hacia y me dice por que, le digo si ves no sos ni adivino ni
cosa que se le parezca, él me contesta que vos estás como
una señora que fue el otro días a mi consultorio. La persona
que me visita tiene que verla a mi secretaria y pagar la tarjeta $ 30. Luego pasa me deja la tarjeta y así llevo él control.
Pasa la señora y me dice toda nerviosa ahora ud. Me tiene
que decir la verdad que es lo que yo tengo si ud. Es adivino,
el cordobés canchero le dice, mire señora, usted se equivocó
yo no soy adivino, si fuese adivino ya me hubiese sacado la
lotería, rifa, tómbola y todo lo que se le parezca, usted esta
muy mal, le busco el lado flaco y le dice que él es consejero
espiritual que eso es lo que ella necesita. Pero como se equivocó la invita que pase por la secretaria, le puso la tarjeta en
la mano, para que le devuelvan la plata, la mujer se frenó y
le dijo que no que ella quería ahora hablar con él y le dice
que le cuenta que le pasa la mujer suelta el rollo bastante
nerviosa y le dice espere, señora, le voy a dar un vaso de
agua, que la tengo que energizar, me espera un momento.
Vuelve el tipo y le dice que bebiendo esa agua al minuto se
va a sentir mejor, luego le pregunta como está , ella contesta
que parece mentira como cambió su ánimo.
El le dice que el agua energizada que le hizo efecto. Sigamos y dice la mujer quien vuelve a su relato. El cordobés
escucha y una vez que terminó la mujer de hablar, le dice
bueno usted tiene que hacer lo siguiente actúe de esta mane- 61 -
Ramón Héctor Romero
ra, le da consejos y verá como todo va a cambiar en su vida
desde ahora, pero lindo sería reforzar todo eso con el agua
energizada. La mujer ante la curiosidad le pregunta cuanto
cuesta, él le dice que es medio carita, la mujer pregunta cuanto, él le dice $30, la botella y le dice que esa botella le puede
durar meses si no desperdicia el líquido elemento y aumenta
su bienestar la mujer dice la llevo entonces. El le dice todas
las mañanas al levantarse póngase un chorrito de agua en la
palma de la mano y empiece a esparcirla en la puerta de
entrada de su casa, en la cama, en las esquinas, puertas de
atrás y siempre rezando, verá el cambio.
Me largo yo una carcajada ante tamaño relato. Le digo;
infeliz tenés coraje de hacer todo eso y encima te pagan y
que querís que haga negro si vos te ponés a pensar la gente
necesita ser escuchada y nadie le da pelota y te aseguro que
esa mujer se ha ido aliviada, se sacó un peso de encima y su
vida a mejorar solamente porque alguien que la escuchó.
Otro día entro a una confitería del centro y el estaba rodeado de gente. Habían juntado 3 mesas, las personas que lo
acompañaban se los veía típica gente del interior por su ropaje y bultos que tenían. Cuando me ve entrar me dice como
le va Romero, como está usted? Bien profesor le contesto. Me
dice: sus cosas mejoraron? Le contesto que si. Cualquier cosa
que le suceda me comunica recuerde que soy su amigo, los
acompañantes de él me miraban asombrados con los ojos
desorbitados.
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«Anécdotas de un peluquero»
El Pichi
Cuando estaba con mi peluquería en la Terminal, había
un vendedor de diarios que todos los días me dejaba el periódico. A este muchacho era alcohólico de ahí viene el mote
de pichi casu un sinónimo de pichero, se tomaba con la venta del primer diario, un vaso que le llamaba florero, porque
era más grande que uno de trago largo. Y ya quedaba machao.
La bicicleta en un lado los diarios desparramados, el durmiendo por el otro lado.
La gente lo ayudaba y así por años hasta que un día lo
vemos venir a pie con su ropa humilde, pero limpio,
arregladito y nosotros de malditos, empezamos a cargarlo,
he pichi que estas enfermo. El contesta, por que. Nosotros
«porque estas sano» y nos dice: changos ya deje de tomar y
nosotros lo seguíamos cargando, hasta que nos dice: gracias
a mi señor deje de tomar, nos pusimos serios y empezó a
contarnos su historia. Se había convertido en una rama de la
religión evangélica y dejó la bebida, increíble, sin alcohólicos
anónimos, ni psicólogos, ni nada solamente la fe.
De ahí paso a ser mi ídolo lo veía y no podía creer semejante cambio.
Pasaron los años, me vengo con mi peluquería a la calle
Bs. As. En ese entonces yo había llegado a la radio Güemes
de la mano del inolvidable Hugo Orellano, a su programa
«Hola Salta» que se transmitía en horas de la siesta. El Hugo
me invitó para hablar de la historia de la peluquería, era los
días jueves. Un día se me acabo el repertorio y le digo al
Hugo, hasta aquí llegamos me dice no siga viniendo traiga
invitado, que la peluquería es una caja de sorpresas y usted
debe conocer cada personaje, así que seguí llendo los jueves.
El Hugo me presentaba y me decía: Romerito a quién tra- 63 -
Ramón Héctor Romero
jo de invitado y el lo reporteaba, hasta que un día me viene a
traer el diario el pichi. Le digo que tenía un programa en
radio y lo quería presentar el me dice meta, yo les digo pero
te tengo que presentar como ex «pichero», me dice que problema hay mejor testimonio de mi Sr. Dios, le digo, vos decis
eso pero no te olvides que tenes una familia y eso quizás no
le guste, anda y conversa con ellos si están de acuerdo, avísame, vuelve y me dice, no hay problema.
Llega el día jueves, estamos en la radio, el Hugo me presenta yo lo presento al pichi, el Hogo empieza preguntándole, es cierto lo que dice Romero que usted era pichero. El
contesta que si y empieza a desgranar una historia que era
muy triste. Era borracho desde los 13 años, la pobreza, lo
había llevado a esa y empezaron a llover llamadas por que el
pichi era un canillita muy popular, diciendo que lo conocían
y se alegraban por el cambio.
En resumen se «trago» el micrófono, no tenía miedo, yo
era el más sorprendido, por que el pichi recién empezó a leer
y escribir con los de su iglesia y en la radio se despachó muy
bien.
Al otro día en la peluquería llega un señor, bien vestido,
pregunta por mi y me dice que el es el pastor de la Iglesia del
pichi, que escuchó el programa y venía a agradecerme, le
digo que sorprendido estoy del pichi, No tuvo miedo ni nervios, el me contesta, ahí estuvo presente Dios por eso fue así,
aclaró que esto no es propaganda para los evangelistas, por
que yo, soy Católico apostólico Romano, pero esto es verdad.
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«Anécdotas de un peluquero»
Japón
Muchas veces a la peluquería caen clientes que llegan de
vacaciones por distintas partes del mundo. Siempre me atrapó
la vida de Japón, pero siempre es contada por personas que
estuvieron de paso. Esta vez, me encontré con el amigo Eduardo Yarad, propietario del restaurant «Andén de las Nubes». El
vivió allí 8 años con su familia. Incluso hablan Japonés. Y lo
«martille» a preguntas. Por ejemplo, me contaba que él vivia en
Tokio, en un lugar tokaido. Justo por allí, pasa la falla sísmica, y
a veces llegan a 300 movimientos sísmicos por día.
Algunos ya son imperceptibles. Allí, en las casas se rellenan
los cimientos con bolillones de goma primero, luego sigue lo
común hasta la capa aisladora, luego se levanta la casa con
madera, aglomerado o plástico.
Deben ser livianas y tienen un promedio de duración de 40
años. Lo que es caro, es el terreno. Los bancos otorgan préstamos, hereditarios hasta 100 años. Una casa señorial en Tokio
puede costar 4 millones de dólares por ser país chico y con 130
millones de habitantes. Allá, en caso de divorcio, los jueces le
dan siempre la tenencia de los hijos al varón. En ese país hay
un porcentaje, muy elevado, de viejos. Los casorios son siempre
después de los 35 años. Ahora el gobierno premia cuando una
familia llega el 3º hijo. Ese llega con 10.000 dólares bajo el brazo. Me dice que el japonés vive para trabajar y hacer la guita.
Hay 3 feriados fijos: Año nuevo, el cumpleaños del emperador
y el día del trabajador.
Hay fábricas que no cierran nunca, se trabaja 8 hs, por día
pero en época de alta producción, llegan hasta 14 hs.
Las vacaciones son 3 o más días al comienzo de cada estación del año. Un sueldo bajo es de 2000 dólares, las mujeres
ganan un 30% menos.
- 65 -
Ramón Héctor Romero
La educación NO es gratis. En las escuelas del estado, los
primarios pagan 50 dólares mensuales, los intermedios 300
dólares y los universitarios 1200 dólares mensuales. Tienen que
trabajar para poder estudiar, o sea, que ahí no van de joda. Me
contaba que los automovilistas están concientizados con lo que
es el alcohol, que la tolerancia alcohólica es cero. Al que lo
chapan en curda va a la cárcel, derecho, le ponen traje a raya.
No hay abogado ni político que lo salve y es un mes de prisión,
por eso es que existen los taxis con 2 choferes. Cuando el ponja
está en curda, llama uno de esos y lo llevan a él y al auto.
Para comprar un vehículo, primero tiene que demostrar que
tiene garage o estacionamiento en un playa. Previa comprobación, recién le venden el auto. Para deshacerse del vehículo,
tienen que pagar 300 dólares para el desguase.
Me contaba Luciana, la hija de Eduardo, que allá no hay
mendigos, no se ven chicos de la calle. No hay villas miserias.
Los viejos, con su jubilación, viven cómodos con familiares o en
buenos geriátricos. El desayuno es arroz (infaltable en las comidas), pescado, omelet, fruta, misoshiru (sopa) y ocha (té verde). Se bebe mucha cerveza y sake (un destilado de arroz).
Las drogas se ven muy poco entre los japoneses. Los consumidores son los latinos.
La religión es el shintoismo, tienen un templo donde van a
orar a sus antepasados y rinden culto a la naturaleza. También
esta el budismo y los evangelicos en todas sus ramas.
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«Anécdotas de un peluquero»
Viejo… mi querido viejo
Estaba una mañana en mi peluquería, cuando entra un
amigo de años.
Nos saludamos, luego viene el común de la charla, como
te va, como estas, que haces, me dice estoy triste, amargado,
por dolor ajeno. Le digo como es eso y me empieza a contar
que tiene un amigo del alma, esos amigos que de chango
pasaron en el barrio todas las pillerías que a esa edad se puede hacer, crecieron, cada uno formo su hogar y la vida los
fue separando, pero el cariño siempre estaba, esa mañana se
encontraron de casualidad y el amigo le dice que suerte que
te encuentro.
Tenes tiempo de tomar un café, le dice que sí, y ahí empieza la historia y le dice hermano tengo que desahogarme y
perdonáme que sea en vos. Mi amigo, afligido lo ve con algunos lagrimones y luego empieza a contarle este Sr. Tiene varios hijos, todos profesionales, buena situación económica.
El fue profesional y funcionario público de renombre en algunas épocas y es viudo le relata que un hijo lo llamó por
fono y le dice.
Viejo que haces el domingo le contesta que nada, entonces vamos a ir todos los hijos a comer asado.
Le dice meta, llegó el domingo y empezaron a caer camionetas, autos, cajones con comida, la nuera le dice voy hacer
limpieza en la cocina, meta le contesta. Al hijo voy a limpiar
el fondo para poner ahí la mesa, bueno contesta era todo
asombro cuando tiempo hacía que no lo visitaban sus hijos,
ni jugaba con sus nietos, se sientan todos a la mesa, alegría,
bromas, recuerdos, y a los postres el hombre pregunta, hijos
estuve pensando todos estos días, a que se debe semejante
alegría entre nosotros no hay cumpleaños o aniversario para
- 67 -
Ramón Héctor Romero
festejar todos se quedan mudos y uno de ellos, se aclara la
garganta y dice, mirá viejo en medio de la semana estuvimos
reunidos todos los hermanos y llegamos a un acuerdo que
teníamos que hablar con vos.
Ya estas viejo y solo, nosotros por nuestras obligaciones
no podemos atenderte como es debido y pensamos que lo
mejor es, hacer algo y ser realistas, podés vender esta casa, el
departamento que tenes alquilado, dejamos la casa de fin de
semana por si acaso querés ocuparla y nos repartimos proporcionalmente la plata de la venta, y vas al geriátrico que
ya visitamos para saber como es allá, vas a estar con gente
de tu edad bien acompañado hay servicio de salud, diversión y nosotros estaremos más tranquilos.
Te iremos a visitar, vos vivirás de tu jubilación que es buena, más la plata de los inmuebles y te quedás con el coche
¿qué nos dice papá?
Y el hombre estalló en llanto y gritos, hizo volar el mantel
y los hechos a todos luego contó que este Sr. Tenía una sobrina, que siempre se le llegaba o la llamaba por teléfono preguntándole que necesitaba a ella le dejó todos sus bienes,
con donación con usufructo.
Mi amigo tenía los ojos rojos le traje un vaso de agua y a
mi también me contagió.
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«Anécdotas de un peluquero»
El Loco Marongiu
El legendario ex-arquero de Central Norte, que apareció
allá por los años 65 llegó de su Constitución Natal (Sta. Fe)
revelado contra su padre, como ayudante de camionero de
un tío. Acá conocío gente, palabra va y viene cuenta que el
jugó en las inferiores de San Lorenzo, fue alcanza pelotas del
Nene San Felipe, jugó en Rosario Central y lo escuchó el famoso gordo Juárez ex dirigente, ya fallecido, de Central Norte
y lo presentó a Marcial Acosta. El changuito venía con el pase
en blanco.
Lo prueban y queda pero era suplente de Jorge Cuadri hasta que este muchacho se lesiona en pleno partido y Marcial le
pide que haga calentamiento porque va a jugar. Luego le dice
que entre y lo ve con guantes que se había hecho tejer con una
amiga y lo increpa, como va a jugar con guante le dijeron de
todo las hinchadas.
El próximo partido era titular no había arquero suplente,
así que él se cambia solo en el baño y sin decirle nada a nadie
se viste bermuda azul, remera verde, medias blancas y se tiñió
el cabello de rubio y se sentían los gritos donde está Marongiu.
El sale del baño y Marcial se quería morir. Le dice que vaya
a cambiarse que parecía una guacamayo que un payaso, no
era tan chistoso como él. Se pone firme y le dice a Marcial,
juego así o no juego, como no tenía suplente que le haga sombra ganó. Entró a la ancha de ahí le nació el nombre del loco
fue una chifladera de los cuatro costados, payaso, porteño,
palangana, maricon, andate al circo, para el colmo de males
jugaban con mitre y a los 10 minutos le hacen un gol. Pasaron
los años y fue ídolo. También jugó en Juventud Antoniana,
Pellegrini, Cuyaya y Zapla, ahí si que perdió gran parte de su
indumentaria.
- 69 -
Ramón Héctor Romero
En Zapla están los militares y el era un empleado muy bien
pagado, ya estaba casado y con hijos. Así lo hicieron cambiar
de indumentaria, cortarse el pelo y nada de teñidos.
Dejó, el fútbol y trabajó en Agas, luego en un partido de
veteranos le rompieron la rodilla y estuvo 15 meses en silla de
ruedas y le sucedió algo extraño. El vive frente a la Unsa en el
barrio Castañares y todos los días lo sacaban en la silla de
ruedas a la vereda, la gente lo reconocía a los gritos los saludaban otros se bajaban era personas que él no conocía, le ofrecían cosas le mandaban ayuda se venían a tomar mate con él,
traían bollos, pan dulce y era la dulce compañía.
Ahí aprendió lo que es la solidaridad y anda buscando ayuda. Cualquier cosa que le hagan llegar para repartirlo a los
necesitados de ese barrio. Va a los hospitales llevando algo y
haciendo compañía a aquellos que no tienen familia.
Es parrillero de mucha fama con eso se gana la vida: que
lindo sería que haya muchos locos como Marongiu, que ejemplo.
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«Anécdotas de un peluquero»
Los golpes de la vida
Cuando estaba con mi peluquería en la Terminal, tenía un
amigo que trabajaba en la administración pública. Por la tarde
se rebuscaba, era gasista, plomero, un hombre de los mil oficios.
Tenía dos changos y una niña. Siempre teníamos largas conversaciones, me contaba su vida, económicamente estaba bien,
hasta que lo llegué a notar con olorcito a vino, me decía para
mis adentros, anda festejando algo. Para esto pasaron algunos
años.
Un día me cae medio machado. Le digo hermano, te has
dado a la bebida. Si ñaño me dice, pero aborrezco el vino. No
entiendo, lo aborreces y te lo mandas a guardar ¿por qué eso?
Me contesta que la vida le cambió muchas cosas: los changos
crecieron, hay más compromisos económicos, ahora falta laburo.
Desgraciadamente la familia no comprende eso.
Y continúa diciendo, creen que soy el tipo que sale con la
caja de herramientas y vuelve con guita como antes. Converso
con mi mujer le cuento la situación y me dice «negro deja de
llorar, si vos ganás bien, tenés muchos clientes. Lo que pasa es
que, vos a tus hijos no le querés comprar lo que te piden porque
sos pijotero» Poco a poco, empecé a perder el amor de mi mujer. Para ella, todo eran los chicos. Uno jugaba al fútbol en un
equipo. Empezaron a asomar las zapatillas nuevas, que costaban más que un par de zapatos eran de las más caras. Tenía
que comprarle botines, los mejores, el otro era basquetbolista,
también equipo deportivo, zapatillas. La nena ya no era nena,
quería vestir a la moda, yo era el viejo de m… con mi mujer
haciendo punta y «empuando». Paso a ser madre de sus hijos
nada más. Yo era codo un estorbo cuando le decía que dejen de
dormir y vayan a buscar laburo. Tenían 18, 17 y 15. Mi «jermo»
decía, como podés ser tan mal padre, con lo bueno, que son los
chicos, ¿alguna vez te dieron algún dolor de cabeza u otra cosa?
Por eso prefiero llegar en pedo, para no sentir nada, porque
- 71 -
Ramón Héctor Romero
esto para mí es lo más doloroso que pasé.
Un día abrio el diario en obituario y veo la foto de él. Sentí
dolor, era una persona de mi aprecio. Pasaron los años, estaba
solo en la peluquería, y caen dos tipos. Nos saludamos y me
preguntan si los recuerdo, les contesto que me perdonen, pero
no sabía quienes eran. Me contestan que yo les cortaba el pelo
en la Terminal, somos hijos de fulano que era su amigo, agregan. Entonces caigo.
¿De que murió tu viejo? Pregunto. Me informan que al último se volvió alcohólico. No se imagina como cambió, agregan.
Les consulto entonces, si no se ofenden si les cuento por qué
cambio tu viejo y se hizo alcohólico. Ellos creían que era por
alguna mina. Les digo que no. Les aviso que es fuerte lo que les
voy a decir. Metale, me dicen, hable.
Tu viejo venía y me contaba todo lo que pasaba. Ustedes lo
hicieron alcohólico, porque ya eran «maltoncitos», querían vestir
a la moda. A él le cayó el laburo, no llevaba guita a casa y ahí lo
«aguaycaban» todo y ya no era el tatita querido, era el viejo de
m.… Ustedes dormían y a él lo querían «churmar». El prefería
llegar en pedo para no sentir dolor al llegar a su hogar. Ninguno lo comprendió. El odiaba el vino, pero fue su único compañero. Le veía los ojos vidriosos a los changos, hasta que estallaron en lágrimas. No puede ser me dicen.
Soy capaz de repetírselo a tu madre, agrego. Mamá murió.
Se quedaron un rato en silencio. Después uno dice mirá hermano ¡que hijo de p… que fuimos!
Ya calmados, se preguntan cómo pudieron ser tan ciegos y
no ver lo que pasaba a su alrededor, cómo pudo venir a contarle a usted su dolor. Ahora que no podemos pedirle perdón porque lo hicimos sufrir.
No soy quién para dar consejo, pero andá hasta su tumba y
arrodillado, pedile perdón. Esto te va a aliviar. Cuando tengas
hijos, ahí lo vas a comprender a tu viejo. Me dieron un abrazo y
se retiraron con la cabeza gacha como avergonzados.
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«Anécdotas de un peluquero»
Historia, de amor y muerte
En un dia gris, lluvioso y triste, como dicen los tangos,
tengo que recorda a un gran amigo que se fue tristemente
de ésta vida. Era una familia porteña que se afincó en Salta, eran descendientes de tanos. Mi amigo, un chango demasiado pintudo, en una oportunidad, en esos desfiles que
hacemos los peluqueros, lo hice desfilar, las mujeres suspiraban y lo llegaron a piropear. Pero tenía una vida muy
triste era separado 2 veces y problemas terribles con sus ex,
no tenía paz porque siempre la plata era el problema. Me
contaba todos sus dolores, por ejemplo, venían los hijos de
un matrimonio y le pedían ropa de gimnasia, le compraba,
al otro día venían los chicos diciendo, dice la mamá que
esta porquería no quiere, como a los otros le compra de
otra marca y así problemas seguidos. Las veces que se fue
de la casa se fue con lo puesto dejando vivienda, auto y a
empezar de nuevo, tuvo infinidad de parejas pero siempre
problemas de polleras.
Al final venía con una changuita con quien salía. La traía
de minifalda y la sacaba al centro para lucirse. El me contaba que ella no queria salir así, porque sus mismos amigos la
miraban con ojos «leoninos» pero a él no le importaba. Decía que cuando la chica quiso hacer pareja, él le dijo no. Mirá
vos me conoces bien y sabés que puedo fracasar de nuevo.
Me gusta salir y eso va aser problema, la chica le contesta, te
prometo que nada de eso va a pasar, vos salis cuando quieras y se juntaron.
Me contaba que el llegaba del laburo a las 14 hs, y ello lo
estaba esperando en la puerta con una sonrisa y un beso, y
le decía mi amor está el baño listo junto con un güisqui. Era
atendido como nunca, llegaba el viernes de soltero y ella le
- 73 -
Ramón Héctor Romero
decía, mi amor ahí tenés la ropa preparada si querés salir y
sabés sin decirme no, me ganó el lado flaco.
Estaba tan bien con ella y sus actitudes que prefería salir
con ella y no con los amigos, lucían muy felices. El padre de
mi amigo traía a los nietos a la peluquería y él me contó que
el abuelo, cuando lo levantó por primera vez como premonición le dijo en su medio «italiano», «hay pobre ico mio, las
muqueres no te van a dejar vivir, eres demasiado bello».
Lo estaba esperando a mi amigo porque ya era tiempo de
cortarse el pelo, pero una mañana fatídica abro el diario veo
en obituario la foto de él.
Quedé helado, cuando me repongo voy al velorio lo que
menos me imaginaba era el cajón cerrado. Pregunto porque,
un chismoso me dice se metió una escopeta de 2 caños en la
boca y se voló los sesos. La premonición del abuelo se había
cumplido 40 años después y aca el tiempo sigue frio, gris y
triste.
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«Anécdotas de un peluquero»
El mozo
Tenía un cliente que era mozo de una conocida confitería
del centro. Siempre llegaba para arreglarse. Hay clientes que
vienen a sacarse pelo, otros a arreglarse, este chango venía
por los bigotes o pelusa, siempre andaba impecable.
Luego de años empezó a caer en auto que todos los años
cambiaba. Bromeando le digo, che está lindo la mordida en el
laburo. Me dice esto no lo hago con la guita que saco de mozo,
yo tengo otros rebusques.
En eso entra otro cliente y queda la conversación trunca,
me dice yo quisiera hablar con vos en otro lugar donde no
joda nadie así te cuento algo, le digo meta cuando quieras.
Al tiempo nos juntamos y me dice, mira hermano, yo te
voy a contar mi vida porque siempre necesito desahogarme,
le digo gracias por la confianza. Sabés yo era un niño pobre,
no conocí a mi papá, mi mamá trabajaba y yo tenía que hacer
las cosas de la casa, vi cosas muy fules, mi mamá se ponía de
novia y lo traía al novio de visita a la casa o se iban a bailar, y
a mi me dejaban encerrado y no podía dormir hasta que llegaba.
El novio se quedaba un rato más, creían que yo estaba dormido y escuchaba todo lo que hacían. Yo mojaba toda la cama
con mis llantos, hasta que ya empecé a salir a la calle con un
amigo y me consiguió un cajoncito y lustraba alrededor de la
plaza y siempre andaba con el ojo en «compota», porque los
grandotes nos querían correr y había que defender el lugar.
Luego el dueño de una confitería me fichó y me dice: pendejo después tengo que hablar con vos, yo pensé este me raja
de aquí. Cuando me llama me encierra en su escritorio y me
dice ¿quién sos vos?
Yo le cuento to y me dice llamala a tu mamá que yo te voy
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Ramón Héctor Romero
a dar trabajo, solamente si ella viene. Vine con mi mamá nos
encerramos los tres y el tipo empezó, mire Sra. A este changuito
yo lo necesito aquí para lavacopas, limpieza de salón o sea
que aca va ha estar bajo techo, va a tener comida, laburo y no
va a andar lustrando ni peleando con los otros changos.
Yo podía buscar a otro pero no se que le vi a este, pero Ud.
Sabe que yo soy muy jodido y no quiero que usted me venga a
joder a mí, me tiene que decir ya si acepta o busco a otro.
Así empecé fregando luego ya hice otras cosas hasta que
llegó el día en que me dice mi trompa, mirá chango fijate como
laburan los mozos todos los detalles que pronto vas a estar
ahí. Me temblaban las piernas. Llegó el momento y me dice
vas a empezar el lunes.
Andá a cortarte el pelo las uñas, siempre bien bañado que
vas a salir al salón. Me probé el saco blanco, el moñito y no
podía creer que ese era yo. Con el tiempo empecé a conocer a
la gente. Escuchaba todas las conversaciones sin querer, sabía
quien era quien, a que se dedicaban, la mayoría eran buscas,
prestamistas y ya empecé a meter la cuchara, alguien decía
que necesitaba auto, casa, finca, o guita, y yo le decía mira
fulano anda con esto u otro y me tiraban algunos manguitos,
después ya era consultado, si sabía algo muchas veces me
pasaron con las comisiones pero yo mudito decía entre mi ya
van a caer.
Cuando me volvían a preguntar le decía que si, pero usted
se olvidó de mi comisión por lo tanto no le puedo dar el dato y
se ponían en seguida y yo le soplaba donde estaba la cosa y así
me defiendo y ando al pelo, tengo casa, auto, soy soltero. Tengo varias minas o sea que a mi también me llegó la buena
después se perdió.
Hace muchos años que no lo veo, dicen que enganchó una
mina yanqui bien «forrada» y se lo llevó.
- 76 -
INDICE
Prólogo ..................................................................................
Agradecimiento ......................................................................
Recuerdos juveniles ................................................................
Usura – Usurero o que.............................................................
Un padre que llora ...................................................................
Oye chico ..............................................................................
Mis amigos los ciegos.............................................................
La percanta ............................................................................
Evocaciones...........................................................................
El tapao .................................................................................
El mulita Castro......................................................................
El dolor ..................................................................................
Cubanos ................................................................................
La terminal .............................................................................
El camino del oro....................................................................
Los chicos de la calle..............................................................
Fábrica de pinta......................................................................
La Gauchita ...........................................................................
El profesor, Cajal Vaca ............................................................
Hirpace ..................................................................................
Inseguridad ............................................................................
Aparecidos ............................................................................
El viaje...................................................................................
El profesor..............................................................................
El Pichi ..................................................................................
Japón ....................................................................................
Viejo… mi querido viejo ...........................................................
El Loco Marongiu ...................................................................
Los golpes de la vida ..............................................................
Historia, de amor y muerte.......................................................
El mozo .................................................................................
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07
11
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21
23
25
27
29
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33
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37
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75
Se terminó de imprimir
en el mes de Noviembre de 2009
en los Talleres Gráficos de
Editorial MILOR
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