LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO ILUSTRADA XVIII. LA PROSA Los ilustrados neoclásicos hicieron uso de sus obras en prosa para desarrollar todo un programa de reformas educativas y sociales. Intentaron diseñar las bases para construir una nueva sociedad moderna, guiada por los ideales del progreso y del trabajo. Para ello, crearon todo un programa de actuación que pasaba por la crítica de aquellos aspectos del país que consideraban anticuados o bárbaros. Los siguientes textos muestran algunas de sus principales preocupaciones. Fray Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764) fue uno de los primeros ilustrados españoles. Como profesor universitario y miembro de la iglesia procuró utilizar sus conocimientos y su curiosidad científica en la modernización de la enseñanza en España. En su Teatro crítico universal (obra científica en ocho grandes volúmenes publicada entre 1726-1740) desarrolló algunas de estas ideas. Veamos algunos textos extraídos de esta obra. La importancia de la educación La educación es una de las principales preocupaciones ilustradas. Estos intelectuales sentían su vital importancia para la mejora de un país. ¿Es la instrucción pública el primer origen de la prosperidad social? Sin duda. Esta es una verdad no bien reconocida todavía, o por lo menos no bien apreciada; pero es una verdad. La razón y la experiencia hablan en su apoyo. Las fuentes de la prosperidad social son muchas; pero todas nacen de un mismo origen, y este origen es la instrucción pública. Ella es la que las descubrió, y a ella todas están subordinadas. La instrucción dirige sus raudales para que corran por varios rumbos a su término; la instrucción remueve los obstáculos que pueden obstruirlo, o extraviar sus aguas. Ella es la matriz, el primer manantial que abastece estas fuentes. Abrir todos sus senos, aumentarle, conservarle es el primer objeto de la solicitud de un buen gobierno, es el mejor camino para llegar a la prosperidad. Con la instrucción, todo se mejora y florece; sin ella, todo decae y se arruina en un estado. La sabiduría nace de la experiencia, no de la especulación Una de las principales preocupaciones ilustradas fue la reforma de la enseñanza universitaria. Hay que tener en cuenta que esta enseñanza seguía métodos que apenas se habían modificado desde el siglo XIV. Las carreras universitarias se centraban en los estudios de derecho y teología, y apenas prestaban atención a las ciencias experimentales. Además, los métodos de estudio se basaban en la lectura de textos antiguos y en el aprendizaje memorístico de comentarios a los mismos. [...] porque la experiencia es, como hemos dicho, el único conducto para saber algo de la naturaleza, y sólo experimentan la naturaleza los que en varios ministerios mecánicos manejan varios entes naturales; no los que, divertidos en especulaciones, viven retirados en las escuelas. El pescador sabrá algo de las propiedades de los peces; el piloto de los vientos y los mares; el cazador de las aves y las fieras; el labrador de la generación y aumento de las plantas. Pero el filósofo, ¿qué sabe? Dudar de todo y nada más... [...] Si algún desengaño o conocimiento cierto se ha adquirido en orden a uno u otro teorema físico, no nació en el aula; vino de afuera a beneficio de la experiencia. La falta de resultados en los estudios universitarios Otro problema de la universidad española estaba en el gran número de estudiantes (hijos de nobles la mayoría) que se matriculaban sin conocimientos ni interés, sólo porque era un requisito necesario para poder trabajar en la administración del estado (ministerios, concejalías, abogados, escribanos, notarios...). Estos trabajos estaban reservados para ellos y apenas producían ningún beneficio para el país. [...] Bien creo yo que se encuentran algunos tan rudos en las aulas que, a menos de darles la doctrina mascada y digerida de este modo, no saben usar de ella en la disputa. Mas lo que se debe practicar con estos es despacharlos para que tomen otro oficio. Conviniera mucho al público que en cada universidad hubiese un visitador o examinador señalado por el príncipe o por el supremo senado que, informándose cada año de los que son aptos o ineptos para las letras, purgase de estos las escuelas. Con este arbitrio habría más gente en la república para ejercer las artes mecánicas, y las ciencias abundarían de más floridos profesores [...]. [...] Tengo para mí por cierto que de escribanos, receptores, procuradores, notarios y ministriles sobran más de la mitad de los que hay. Y si he de hacer, en orden a toda España, el cálculo por lo que pasa en el país que habito, diré que de escribanos, de tres partes, las dos. La multitud de esas gentes no sólo es inútil, mas aún perniciosa en los pueblos. Otro importante ensayista del siglo XVIII fue José Cadalso (1741-1782), autor de las Cartas marruecas (1789). Se trata de una obra epistolar (formada por cartas enviadas por los personajes). El libro parte de una situación ficticia. El joven Gazel, hijo de un noble marroquí llamado Ben Beley, recorre España en un viaje con fines educativos. Su amigo Don Nuño le sirve de guía y comentarista para lo que ve en su viaje. La obra recopila las cartas que los tres personajes intercambian comentando las observaciones de Gazel. Esta ficción permite a Cadalso realizar un retrato crítico de la sociedad española y de algunas de sus costumbres más discutibles. Veamos algunos textos de la obra que tratan temas representativos del pensamiento ilustrado. La educación de un noble español Un problema social de primer orden era la ignorancia y zafiedad de la nobleza. El problema era de la mayor gravedad, si se tiene en cuenta que la nobleza acaparaba los puestos de mayor relevancia dentro de la sociedad (gobierno local y nacional, dirección de los ejércitos...). En esta carta, Gazel describe las costumbres del hijo de un noble andaluz. Carta VII. De Gazel a Ben Beley [...] Llegábamos ya cerca del cortijo, sin que el caballero me hubiese contestado a materia alguna de cuantas le toqué. Mi natural sinceridad me llevó a preguntarle cómo le habían educado, y me respondió: ― A mi gusto, al de mi madre y al de mi abuelo, que era un señor muy anciano que me quería como a la niña de sus ojos. Murió de cerca de cien años de edad. Había sido capitán de Lanzas de Carlos II, en cuyo palacio se había criado. Mi padre bien quería que yo estudiase, pero tuvo poca vida y autoridad para conseguirlo. Murió sin tener el gusto de verme escribir. Ya me había buscado un ayo, y la cosa iba de veras, cuando cierto accidentillo lo descompuso todo. ― ¿Cuáles fueron sus primeras lecciones? ―preguntéle yo―. Ninguna ―respondió el muchacho: ya sabía yo leer un romance y tocar unas seguidillas; ¿para qué necesita más un caballero? Mi dómine bien quiso meterse en honduras, pero le fue muy mal y hubo de irle mucho peor. El caso fue que había yo concurrido con otros amigos a un encierro. Súpolo, y vino tras mí a oponerse a mi voluntad. Llegó precisamente a tiempo que los vaqueros me andaban enseñando cómo se toma la vara. No pudo traerle su desgracia a peor ocasión. A la segunda palabra que quiso hablar, le di un varazo tan fuerte en medio de la cabeza, que se la abrí en más cascos que una naranja; y gracias a que me contuve, porque mi primer pensamiento fue ponerle una vara lo mismo que a un toro de diez años; pero, por primera vez, me contenté con lo dicho. Todos gritaban: “¡Viva el señorito!” Y hasta el tío Gregorio, que es hombre de pocas palabras, exclamó: “Lo ha hecho usía como un ángel del cielo”. ― ¿Quién es ese tío Gregorio? ―preguntéle, atónito de que aprobase tal insolencia; y me respondió: ― El tío Gregorio es un carnicero de la ciudad que suele acompañarnos a comer, fumar y jugar. ¡Poquito le queremos todos los caballeros de por acá! En ocasión de irse mi primo Jaime María a Granada y yo a Sevilla, hubimos de sacar la espada sobre quién se lo había de llevar; y en esto hubiera parado la cosa, si en aquel tiempo mismo no le hubiera prendido la justicia por no sé qué puñaladitas que dio en la feria y otras frioleras semejantes, que todo ello se compuso al mes de cárcel. Dándome cuenta del carácter del tío Gregorio y de otros iguales personajes, llegamos al cortijo. Presentóme a los que allí se hallaban, que eran amigos o parientes suyos de la misma edad, clase y crianza, y se habían juntado para ir a una cacería [...]. El orgullo español Entre las costumbres españolas, el mito del “español orgulloso” fue objeto de frecuentes críticas por parte de los ilustrados. Veamos un ejemplo de Cadalso por boca de Gazel. Carta XXXVIII. De Gazel a Ben Beley Uno de los defectos de la nación española, según el sentir de los demás europeos, es el orgullo. Si esto es así, es muy extraña la proporción en que este vicio se nota entre los españoles, pues crece según disminuye el carácter del sujeto parecido en algo a lo que los físicos dicen haber hallado en el descenso de los graves hacia el centro: tendencia que crece mientras más baja el cuerpo que la contiene. El rey lava los pies a doce pobres en ciertos días del año, acompañado de sus hijos, con tanta humildad que yo, sin entender el sentido religioso de esta ceremonia, cuando asistí a ella me llené de ternura y prorrumpí en lágrimas. Los magnates o nobles de primera jerarquía, aunque de cuando en cuando hablan de sus abuelos, se familiarizan hasta con sus ínfimos criados. Los nobles menos elevados hablan con más frecuencia de sus conexiones, entronques y enlaces. Los caballeros de las ciudades ya son algo pesados en punto de nobleza. Antes de visitar a un forastero o admitirle en sus casas, indagan quién fue su quinto abuelo, teniendo buen cuidado de no bajar un punto de esta etiqueta, aunque sea a favor de un magistrado del más alto mérito y ciencia, ni de un militar lleno de heridas y servicios. [...] Todo lo dicho es poco en comparación de la vanidad del hidalgo de aldea. Este se pasea majestuosamente en la triste plaza de su pobre lugar, embozado en su mala capa, contemplando el escudo de armas que cubre la puerta de su casa medio caída, y dando gracias a la providencia divina de haberle hecho don Fulano de Tal. No se quitará el sombrero; no saludará al forastero que llega al mesón, aunque sea el general de la provincia o el presidente del primer tribunal de ella. Lo más que se digna hacer es preguntar si el forastero es de casa solar conocida al fuero de Castilla, qué escudo es el de sus armas, y si tiene parientes conocidos en aquellas cercanías. Pero lo que te ha de pasmar es el grado en que se halla este vicio en los pobres mendigos. Piden limosna; si se les niega con alguna aspereza, insultan al mismo a quien poco ha suplicaban. La nobleza hereditaria El enorme número de nobles que había en España (algunos hidalgos pobrísimos que habían heredado su nobleza de antepasados lejanos) se satiriza en varias de las Cartas marruecas. El problema era grave si se tiene en cuenta que los nobles no pagaban impuestos y rechazaban el trabajo manual por considerarlo vergonzoso. Carta III. De Don Nuño a Gazel. [...] Nobleza hereditaria es la vanidad que fundo en que, ochocientos años antes de mi nacimiento, muriese uno que se llamó como yo me llamo, y fue hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo. Carta XII. De Gazel a Ben Beley En Marruecos no tenemos idea de lo que por acá se llama nobleza hereditaria, con que no me entenderías si te dijera que en España no sólo hay familias nobles, sino provincias que lo son por heredad. Yo mismo que lo estoy presenciando no lo comprendo. Te pondré un ejemplo práctico y lo entenderás menos, como me sucede; y si no, lee: pocos días ha, pregunté si estaba el coche pronto, pues mi amigo Nuño estaba malo y yo quería visitarle. Me dijeron que no. Al cabo de media hora, hice igual pregunta, y hallé igual la respuesta. Pasada otra media, pregunté y me respondieron lo propio. De allí a poco, me dijeron que el coche estaba puesto, pero que el cochero estaba ocupado. Indagué la ocupación al bajar las escaleras, y él mismo me desengañó, saliéndome al encuentro y diciéndome: “Aunque soy cochero, soy noble. Han venido unos vasallos míos y me han querido besar la mano para llevar este consuelo a sus casas; con que por esto me han detenido, pero ya despaché. ¿Adónde vamos?” Y al decir esto, montó en la mula y arrimó el coche. LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII. EL TEATRO NEOCLÁSICO Leandro Fernández de Moratín El sí de las niñas Alegato feminista. El sí de las niñas, aparte su testimonio para comprender a Moratín, importa también como alegato en defensa de los derechos de la mujer, a casarse con quien ama, y no por conveniencias de familia, según era normal. Es, no obstante, una defensa tímida; ni Francisca ni Carlos se rebelan para defender su amor (tendrá que ser don Diego, el novio por interés, quien imponga un desenlace justo al conflicto). Estamos ya lejos de lso héroes amatorios de nuestro teatro clásico, vehementes y rebeldes, y aún a distancia del inminente Romanticismo, que volverá por los fueros de la sinceridad apasionada del amor. EL SÍ DE LAS NIÑAS Primer Acto. La acción —que dura desde las siete de la tarde hasta las cinco de la madrugada siguiente: diez horas— transcurre en la sala de paso de una posada en Alcalá de Henares, a la que dan las puertas de sendas habitaciones. Están allí el viejo don Diego y doña Irene, de regreso de Guadalajara, adonde han ido a buscar a doña Francisca, la cual se estaba educando allí en un convento, y ha sido pedida en matrimonio por el primero. Al comenzar la acción, don Diego habla con su criado Simón, y deja traslucir que va a haber boda pronto. Simón no puede sospechar que don Diego vaya a casarse con una jovencita de dieciséis años, y piensa que su amo la ha pedido para casarla con don Carlos, sobrino y pupilo del caballero, el cual es teniente coronel por méritos de guerra en Zaragoza. Don Diego lo saca de su error: él es quien va a casarse. Llegan doña Irene y doña Francisca, que han ido a visitar a una parienta monja. DOÑA FRANCISCA._ ¿Nos vamos adentro, mamá, o nos quedamos aquí? DOÑA IRENE._ Ahora, niña, que quiero descansar un rato. DOÑA FRANCISCA._ Hoy se ha dejado sentir el calor en forma. DOÑA IRENE._ (Refiriéndose a las mojas que han visitado) ¡Y qué fresco tienen aquel locutorio! Está hecho un cielo [...]. Mi hermana es la que está bastante delicadita. Ha padecido mucho este invierno... Pero, vaya, no sabía qué hacerse con su sobrina la buena señora. Está muy contenta con nuestra elección [...]. DON DIEGO._ Sólo falta que la parte interesada tenga la misma satisfacción que manifiestan cuantos la quieren bien. DOÑA IRENE._ Es hija obediente, y no se apartará jamás de lo que determine su madre. DON DIEGO._ Todo eso es cierto, pero... DOÑA IRENE._ Es de buena sangre, y ha de pensar bien, y ha de proceder con el honor que le corresponde. Doña Francisca se va, sin que le hayan arrancado una palabra de complacencia por el matrimonio que le preparan. El caballero manifiesta a la madre su inquietud por este comportamiento, pero ella lo tranquiliza, alegando que se trata de timidez y modestia. Con su charla incesante, doña Irene no logra tranquilizar a don Diego. Preparan las cosas para proseguir su viaje a Madrid al amanecer. Entra Calamocha, asistente de don Carlos; ambos acaban de llegar de Zaragoza. En una conversación con la criada Rita, sabemos que el oficial está enamorado de Francisca, y que esta le ha escrito anunciándole que van a casarla a la fuerza, aunque no le dice con quién. Y se han puesto en camino inmediantamente para impedirlo. Ocurre que Carlos y la joven se conocieron una tarde en Guadalajara, en casa de unos amigos comunes; desde entonces, han mantenido mutuo amor (aunque él no le ha revelado su nombre: con ella finge llamarse don Félix). Rita comunica a su señorita que el galán está en Alcalá, y que va a alojarse en aquella misma posada. La alegría de doña Francisca es inmensa; pero resulta inquietante la coincidencia de todos en aquel lugar. Acto Segundo. Doña Irene amonesta a su hija por la frialdad que manifiesta a don Diego, cuyo elogio le hace una vez más. DOÑA IRENE._ Es un señor muy mirado, muy puntual. ¡Tan buen cristiano!¡Tan atento!¡Tan bien hablado!¡Y con qué garbo y generosidad se porta! [...] ¡Y qué casa tiene! Es mucho aquello. ¡Qué ropa blanca! ¡Qué batería de cocina! ¡Y qué despensa, llena de cuanto Dios crió...! Pero tú no parece que atiendes a lo que estoy diciendo. DOÑA FRANCISCA._ Sí, señora, bien lo oigo; pero no la quería interrumpir a usted. DOÑA IRENE._ Allí estarás, hija mía, como el pez en el agua. Pajaritas del aire que apetecieras las tendrías, porque, como él te quiere tanto, y es un caballero tan de bien y tan temeroso de Dios... Pero, mira, Francisquita, que me cansa de veras el que siempre que te hablo de esto hayas dado en la flor de no responderme palabra... ¡Pues no es cosa particular, señor! DOÑA FRANCISCA._ Mamá, no se enfade usted. DOÑA IRENE._ No es buen empeño de... Y ¿te parece a ti que no sé yo muy bien de dónde viene eso? ¿No ves que conozco las locuras que se te han metido en esa cabeza de chorlito? ¡Perdóneme Dios! DOÑA FRANCISCA._ Pero... Pues ¿qué sabe usted? DOÑA IRENE._ Me quieres engañar, ¿eh? ¡Ay, hija mía! He vivido mucho, y tengo yo mucha trastienda y mucha penetración para que tú me engañes. DOÑA FRANCISCA._ (Aparte, creyendo que su madre conoce sus relaciones con don Carlos.) ¡Perdida soy! DOÑA IRENE._ Sin contar con su madre... Como si tal madre no tuviera... Yo te aseguro que, aunque no hubiera sido con esta ocasión, de todos modos era ya necesario sacarte del convento [...]. ¡Mire usted qué juicio de niña este! Que porque ha vivido un poco de tiempo entre monjas, ya se le puso en la cabeza el ser monja también... Ni qué entiende ella de eso, ni qué... En todos los estados se sirve a Dios, Frasquita; pero el complacer a una madre, asistirla, acompañarla, y ser el consuelo de sus trabajos, esa es la primera obligación de una hija obediente... Y sépalo, si no lo sabe. DOÑA FRANCISCA._ Es verdad, mamá... Pero yo nunca he pensado abandonarla a usted. DOÑA IRENE._ Sí, que no sé yo... DOÑA FRANCISCA._ No, señora. Créame usted. La Paquita nunca se apartará de su madre ni le dará disgustos. [...] DOÑA IRENE._ Pues, hija, ya sabes lo que te he dicho. Ya ves lo que pierdes, y la pesadumbre que me darás si no te portas en un todo como corresponde... Cuidado con ello. DOÑA FRANCISCA._ (Aparte.) ¡Pobre de mí! Doña Irene comunica a don Diego sus barruntos de que Francisca quiera ser monja, y él piensa que ello puede deberse al deseo de evitar aquel matrimonio porque no le complace. Pregunta a la muchacha, y la madre interviene para apartar tales sospechas; pero el caballero la hace callar: es Francisca la que debe responder francamente. DON DIEGO._ Yo soy ingenuo; mi corazón y mi lengua no se contradicen jamás. Esto mismo le pido a usted, Paquita: sinceridad. El cariño que a usted le tengo no la debe hacer infeliz... Su madre de usted no es capaz de querer una injusticia, y sabe muy bien que a nadie se le hace dichoso por fuerza. Si usted no hall en mí prendas que la inclinen, si siente algún otro cuidadillo en su corazón, créame usted, la menor disimulación en esto nos daría a todos muchísimo que sentir. Pero Francisca, por obediencia a su madre, no recoge esta generosa invitación a la sinceridad. No dice que sí, pero tampoco niega: doña Irene contesta por ella, para que las cosas sigan adelante. Por fin, llega don Carlos —don Félix, para Paquita— y se entrevista con su amada. Viene dispuesto a impedir la boda: “Amor ha unido nuestras almas en estrechos lazos —le dice— y solo la muerte bastará a dividirlas”. El militar se encuentra con su tío, a quein no sospechaba hallar. Don Diego se sorprende de que haya abandonado el regimiento sin permiso, y le ordena regresar a Zaragoza inmediatamente. Lo quiere como a un hijo, pero no le tolera ninguna irregularidad. Don Carlos le pide perdón, pero no le confiesa el motivo de su viaje; y está dispuesto a obedecer. Doña Francisca queda desolada al enterarse de que su amado se ha ido sin anunciarle siquiera la marcha. Acto tercero. De madrugada, don Carlos, que sigue en Alcalá, da una serenata a Paquita y le arroja una carta por la ventana. Pero no la encuentra, y el papel va a manos de don Diego, que así se entera de los verdaderos sentimientos de la muchacha y de por qué ha venido su sobrino. Y quiere obligar a doña Francisca a que sea sincera. DON DIEGO._ Venga usted acá. Hablemos siquiera una vez sin rodeos ni simulación... Dígame usted: ¿no es cierto que usted mira con algo de repugnancia este matrimonio que se le propone? ¿Cuánto va que, si le dejasen a usted entera libertad para la elección, no se casaría conmigo? DOÑA FRANCISCA._ Ni con otro. DON DIEGO._ ¿Será posible que usted no conozca otro más amable que yo, que la quiera bien, y que le corresponda como usted merece. Pero ella sigue obstinada en negar. Don Diego desea obligarle a que hable con libertad. DON DIEGO._ Pero, ¡qué obstinado, qué imprudente silencio! Cuando usted misma debe presumir que no estoy ignorante de lo que hay. DOÑA FRANCISCA._ Si usted lo ignora, señor don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si, en efecto, lo sabe usted, no me lo pregunte. DON DIEGO._ Bien está. Una vez que no hay nada que decir, que esa aflicción y esas lágrimas son voluntarias, hoy llegaremos a Madrid, y dentro de ocho días será usted mi mujer. DOÑA FRANCISCA._ Y daré gusto a mi madre. DON DIEGO._ Y vivirá usted infeliz. DOÑA FRANCISCA._ Ya lo sé. DON DIEGO._ Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarle a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas una vez que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinana en que el tempreamento, la edad ni el genio no han de tener influencia en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se les permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo. Le promete ayudarla contra las posibles iras de su madre, y ella le besa las manos con emocionada gratitud. Simón ha ido a buscar a don Carlos, el cual cuenta a su tío cómo conoció a Paquita, el año anterior, y se enamoró de ella; cómo, por ese motivo, se entretuvo en Guadalajara, fingiendo llamarse don Félix para que no llegara a su tío la noticia de que estaba en dicha ciudad y no en Zaragoza. Don Diego, para probar la sinceridad de su amor, le anuncia que está dispuesto a casarse con ella. El oficial experimenta dolor, pero tampoco se rebelará. DON CARLOS._ Usted se llamará su marido; pero si alguna o muchas veces la sorprende, y ve sus ojos hermosos inundados en lágrimas, por mí las vierte... No le pregunte usted jamás el motivo de sus melancolías: yo, yo seré la causa. Los suspiros, que en vano procurará reprimir, serán finezas dirigidas a un amigo ausente. DON DIEGO._ ¿Qué temeridad es esta? DON CARLOS._ Ya se lo dije a usted... Era imposible que yo hablase una palabra sin ofenderle. Pero acabemos esta odiosa conversación... Viva usted feliz, y no me aborrezca, que yo en nada le he querido disgustar... La prueba mayor que yo puedo darle de mi obediencia y respeto es la de salir de aquí inmediatamente. Pero no me niegue, a lo menos, el consuelo desaber que usted me perdona. DON DIEGO._ Conque, en efecto, ¿te vas? DON CARLOS._ Al instante, señor. Y esta ausencia será bien larga. DON DIEGO._ ¿Por qué? DON CARLOS._ Porque no me conviene verla en mi vida... Si las voces que corren de una próxima guerra se llegaran a verificar... entonces... DON DIEGO._ ¿Qué quieres decir? (Asiendo de un brazo a don Carlos, le hace venir más adelante). DON CARLOS._ Nada... que apetezco la guerra porque soy soldado. DON DIEGO._ ¡Carlos!... ¡Qué horror!... ¡Y tienes corazón para decírmelo! Pero don Diego le manda que aguarde en un cuarto. Y él habla con doña Irene, a la que explica cómo su hija está enamorada de otro hombre. Ella no quiere creerlo: piensa que es excusa del caballero para no cumplir su compromiso, pero lee la carta que él le da, en la cual el militar explicaba a la niña por qué se retiraba: don Diego es su tío. Irene se enfurece con su hija, y va a golpearla; pero sale don Carlos y lo impide. DON DIEGO._ Aquí no hay escándalos. (A doña Irene.) Ese es de quien su hija de usted está enamorada... Separarlos y matarlos viene a ser lo mismo... Carlos... No importa... Abraza a tu mujer. (Se abrazan don Carlos y doña Francisca, y después se arrodillan a los pies de don Diego) [...] DOÑA FRANCISCA._ Conque, ¿usted nos perdona y nos hace felices? DON DIEGO._ Sí, prendas de mi alma, sí. (Los hace levantar con expresión de ternura.) DOÑA IRENE._ ¿Y es posible que usted se determine a hacer un sacrificio...? DON DIEGO._ Yo puedo separarlos para siempre y gozar tranquilamente la posesión de esta niña amable, pero mi conciencia no lo sufre... ¡Carlos!... ¡Paquita! ¡Qué dolorosa impresión me deja en el alma el esfuerzo que acabo de hacer...! Porque, al fin, soy hombre miserable y débil. DON CARLOS._ Si nuestro amor, si nuestro agradecimiento pueden bastar a consolar a usted en tanta pérdida... DOÑA IRENE._ ¡Conque el bueno de don Carlos! Vaya que... DON DIEGO._ Él y su hija de usted estaban locos de amor, mientras que usted y las tías fundaban castillos en el aire, y me llenaban la cabeza de ilusiones, que han desaparecido como un sueño... Esto resulta del abuso de autoridad, de la opresión que la juventud padece, y estas son las seguridades que dan los padres y los tutores, y esto lo que se debe fiar en el sí de las niñas... Por una casualidad, he sabido a tiempo el error en que estaba. Y así, con nuevas finezas de don Diego para Paquita y Carlos, acaba la comedia. TEMA 2. EL ROMANTICISMO ESPAÑOL: ESPRONCEDA, BÉCQUER Y ROSALÍA LA POESÍA DE JOSÉ DE ESPRONCEDA Espronceda es el principal poeta del Romanticismo español no sólo por su poesía sino también por su experiencia vita: exiliado en Londres y París por su lucha contra el absolutismo, ferviente liberal, rebelde escandaloso, diputado liberal en las primeras cortes constitucionales tras la caída de la monarquía absoluta y fallecido en plena juventud. Su trayectoria vital y poética tiene mucho que ver con la del poeta romántico inglés Lord Byron, al que admiraba. La canción del pirata La obra de Espronceda se centra en la poesía, en la que logró sus mejores frutos (también escribió tres obras de teatro y una novela). El texto más simbólico de su obra es la famosa Canción del pirata (1835) cuyo personaje simboliza al héroe del Romanticismo exaltado, que se enfrenta con las convenciones de la sociedad en su lucha por una libertad absoluta. El texto se publicó por vez primera en la cabecera del primer número de la revista literaria El artista (1835). CANCIÓN DEL PIRATA 5 10 15 20 25 Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín: bajel pirata que llaman por su bravura El Temido, en todo el mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar riela, en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá, a su frente, Estambul. “Navega, velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza ni a sujetar tu valor. Veinte presas hemos hecho 30 35 40 45 a despecho del inglés, y han rendido sus blasones cien naciones a mis pies. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.” [...] “A la voz de '¡barco viene!' es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar; que yo soy el rey del mar y mi furia es de temer. En las presas yo divido lo cogido por igual, sólo quiero por riqueza la belleza sin rival. Que es mi barco mi tesoro...” A una estrella La contemplación de la naturaleza, lo infinito de los cielos y los astros en el silencio de la noche evocan al poeta la propia insignificancia del hombre ante la grandeza de la creación, la imposibilidad del hombre de controlar el tiempo o el espacio. Esta famosa oda a una estrella reflexiona sobre alguno de estos temas. A UNA ESTRELLA (fragmento) 5 [...] ¿Quién eres tú, lucero misterioso, tímido y triste entre luceros mil, que cuando miro tu esplendor dudoso, turbado siento el corazón latir? ¿Es acaso tu luz recuerdo triste 10 15 20 25 de otro antiguo perdido resplandor, cuando, engañado como yo, creíste eterna tu ventura que pasó? Tal vez con sueños de oro la esperanza acarició tu pura juventud, y gloria y paz, y amor, y venturanza vertió en el mundo tu primera luz. Y el primer triunfo del amor primero que embalsamó en aromas el Edén, luciste acaso, mágico lucero, protector del misterio y del placer. Y era tu luz voluptüosa y tierna la que entre flores resbalando allí, inspiraba en el alma un ansia eterna de amor perpetuo y de placer sin fin. Mas ¡ay! que luego el bien y la alegría en llanto y desventura se trocó: tu esplendor empañó niebla sombría; sólo un recuerdo al corazón quedó. Y ahora melancólico me miras, y tu rayo es un dardo del pesar; si amor aún al corazón inspiras, es un amor sin esperanza ya. José de Espronceda, Poesías, 1840 El reo de muerte Una parte de la obra poética de Espronceda está dirigida a la crítica social (denuncia de la injusticia, poemas comprometidos con la causa de los constitucionalistas...). En este poema, el poeta realiza una poderosa crítica de la pena de muerte. Espronceda se centra en el patetismo de los sentimientos que pasan por la mente del condenado a muerte durante su última noche. La angustia del condenado contrasta con la tranquilidad de la noche madrileña. EL REO DE MUERTE (fragmento) 5 10 15 20 [...] Serena la luna alumbra en el cielo, domina en el suelo profunda quietud. Ni voces se escuchan, ni ronco ladrido, ni tierno quejido de amante laúd. Madrid yace envuelto en sueño, todo al silencio convida, y el hombre duerme y no cuida del hombre que va a expirar. Si tal vez piensa en mañana, ni una vez piensa siquiera en el mísero que espera para morir, despertar; que sin pena ni cuidado los hombres oyen gritar: ¡Para hacer bien por el alma del que van a ajusticiar! 25 ¡Y el juez también en su lecho duerme en paz! ¡Y su dinero 45 30 35 40 el verdugo placentero entre sueños cuenta ya! Tan sólo rompe el silencio en la sangrienta plazuela el hombre del mal que vela un cadalso a levantar. Loca y confusa la encendida mente, sueños de angustia y fiebre y devaneo el alma envuelven del confuso reo, que inclina al pecho la abatida frente. Y en sueños confunde la muerte, la vida. Recuerda y olvida, suspira, respira con hórrido afán. Y en un mundo de tinieblas vaga y siente miedo y frío, y en su horrible desvarío palpa en su cuello el dogal [...]. Espronceda, Poesías, 1840 A Jarifa en una orgía Frente a la Canción del pirata, que representa al romántico en su momento de optimismo, otros poemas de Espronceda ponen de manifiesto el sentimiento de fracaso y pesimismo que es también característico del Romanticismo. A JARIFA, EN UNA ORGÍA (fragmento) 5 10 [...] Yo me arrojé, cual rápido cometa, en alas de mi ardiente fantasía doquier mi arrebatada mente inquieta dichas y triunfos encontrar creía. Yo me lancé con atrevido vuelo fuera del mundo en la región etérea, y hallé la duda, y el radiante cielo vi convertirse en ilusión aérea. Luego en la tierra la virtud, la gloria busqué con ansia y delirante amor, y hediondo polvo y deleznable escoria mi fatigado espíritu encontró. 15 20 Mujeres vi de virginal limpieza entre albas nubes de celeste lumbre; yo las toqué, y en humo su pureza trocarse vi, y en lodo y podredumbre. Y encontré mi ilusión desvanecida, y eterno e insaciable mi deseo. Palpé la realidad y odié la vida: sólo en la paz de los sepulcros creo. Y busco aún y busco codicioso y aun deleites el alma finge y quiere; pregunto, y un acento pavoroso “¡Ay!”, me responde, “desespera y muere.” José de Espronceda, Poesías, 1840 Las obras mayores EL DIABLO MUNDO (1840) Dos obras de gran extensión destacan en la producción de Espronceda. El diablo mundo, que dejó incompleta, es un largo poema en varias partes que expone el modo en el que la sociedad corrompe al hombre. Su segunda sección, el Canto a Teresa, es la obra maestra del autor y del Romanticismo español, un poema dedicado a la muerte de Teresa Mancha, la mujer que fue amante del poeta y que murió en la indigencia a causa del rechazo de la sociedad. EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA (1837) El estudiante de Salamanca (1837) es un extenso poema que expone un relato legendario y fantástico. Veremos una antología de este obra. Parte I. La obra consta de cuatro partes. La primera de ellas es la más breve; se destina a presentar a los dos protagonistas. Don Félix, en un ambiente nocturno y sobrecogedor, acaba de matar a un hombre. Adviértase la orientación romántica del léxico hacio lo aterrador y fantasmal. 5 10 15 20 Era más de media noche, antiguas historias cuentan, cuando en sueño y en silencio lóbrego envuelta la tierra, los vivos muertos parecen, los muertos la tumba dejan. Era la hora en que acaso temerosas voces suenan informes, en que se escuchan tácitas pisadas huecas, y pavorosos fantasmas entre las densas tinieblas vagan, y aúllan los perros amedrentados al verlas; en que tal vez la campana de alguna arruinada iglesia da misteriosos sonidos de maldición y anatema, que los sábados convoca a las brujas a su fiesta [...] Súbito rumor de espadas cruje, y un ¡ay! se escuchó; 25 30 35 40 un ay moribundo, un ay que penetra el corazón, que hasta los tuétanos llega y da al que lo oyó temblor. Un ay de alguno que al mundo pronuncia el último adiós. El ruido cesó, un hombre pasó embozado, y el sombrero, recatado, a los ojos se caló. Se desliza y atraviesa junto al muro de una iglesia, y en la sombra se perdió. Ese hombre es don Félix de Montemar, que sube por la calle del Ataúd, alumbrada solo por el candil que arde ante una imagen de Cristo. El tétrico paraje no le arredra: aun los fantasmas huirían a su paso. En Salamanca admiran al gallardo estudiante. 45 Que su arrogancia y sus vicios, caballeresca apostura, agilidad y bravura ninguno alcanza a igualar, 50 que hasta en sus crímenes mismos, en su impiedad y altiveza, pone un sello de grandeza don Félix de Montemar. Parte II En la segunda parte, Elvira aguarda a Félix. Inútilmente, porque él ya la ha olvidado. Espronceda evoca el jardín, bajo la luz de la luna; describe a Elvira errando sin esperanza, como Ofelia en Hamlet; y la invoca con famosas quintillas: 55 Mas, ay, que se disipó tu pureza virginal, tu encanto el aire llevó cual la ventura ideal que el amor te prometió. 60 Hojas del árbol caídas juguetes del viento son; las ilusiones perdidas, ay, son hojas desprendidas del árbol del corazón. La desventurada muchacha muere de amor, no sin haber escrito a don Félix una carta de despedida, perdonándolo. Parte III La tercera parte combina, muy al gusto romántico, la narración y el diálogo. Este es realmente una escena de un drama. En una habitación están jugando a las cartas seis hombres, apostando fuerte. Llega don Félix, arrogante, desesperado y cínico, y empieza perdiendo. No duda en apostar el retrato de una amada, pues ya no tiene dinero. Entra embozado don Diego de Pastrana, hermano de Elvira, que viene a desafiar a Montemar, para vengarla. Él ya está ganando en el juego, y no le hace ningún caso. 65 DON FÉLIX Gané otra vez. (Al embozado.) No he entendido qué dijisteis, ni hice aprecio de si hablasteis blando o recio cuando me habéis respondido. DON FÉLIX 90 DON DIEGO A solas hablar quería. 70 75 DON FÉLIX Podéis, si os place, empezar, que por vos no he de dejar tan honrosa compañía. Y si Dios aquí os envía para hacer mi conversión, no despreciéis la ocasión de convertir tanta gente, mientras que yo humildemente aguardo mi absolución. 80 DON FÉLIX A vos no, mas sí a una hermana que imagino que tenéis. DON DIEGO Y, ¿no sabéis que murió? DON FÉLIX Téngala Dios en su gloria. DON DIEGO Pienso que sabéis su historia y quién fue quien la mató. DON DIEGO (Desembozándose.) Don Félix, ¿no conocéis a don Diego de Pastrana? DON DIEGO ¡Mentís!¡Vos! Calma, don Diego, que si os morís vos luego, es tanta mi desventura que aún me lo habrán de achacar, y es en vano ese despecho. Si se murió, a lo hecho pecho; ya no habrá de resucitar. 85 DON FÉLIX (Con sarcasmo.) ¡Quizá alguna calentura! 95 100 DON DIEGO Os estoy mirando y dudo si habré de manchar mi espada con esa sangre malvada, o echaros al cuello un nudo con mis manos, y con mengua, en vez de desafiaros, el corazón arrancaros y patearos la lengua. ¡Villano! [...] en mi colérico brío vuestras injurias escucho. 110 DON DIEGO Salid de aquí; que a fe mía, que estoy resuelto a mataros, y no alcanzara a libraros la misma Virgen María [...] Venid conmigo. DON FÉLIX 105 DON FÉLIX Tened, don Diego, la espada, y ved que estoy yo muy sobre mí, y que me contengo mucho; no sé por qué, pues, tan frío 115 Allá voy; pero si os mato, don Diego, que no me venga otro luego a pedirme cuenta. Parte IV La parte cuarta tiene más de mil versos. Don Félix ha matado a don Diego, y cuando regresa por la calle del Ataúd, ve una fantasmal mujer que reza ante la imagen de Cristo. Don Félix corteja aquella sombra flotante. La aparición le pide que no continúe desafiando a Dios, pero él la sigue. Suenan campanas, lo rodean espectros... De pronto, silencio y soledad. Es la ciudad de los muertos, por la que pasa un entierro con dos cadáveres. 120 Calado el sombrero y en pie, indiferente, el féretro mira don Félix pasar, y al paso pregunta con su aire insolente los nombres de aquellos que al sepulcro van. Mas, cuál su sorpresa, su asombro cuál fuera, cuando horrorizado con espanto ve que el uno don Diego de Pastrana era, y el otro, ¡Dios santo, y el otro era él! El estudiante se burla de aquel “error”, y sigue instando a la dama para que se le rinda. Todo aquel misterio lo enardece más: 125 Grandiosa, satánica figura, alta la frente, Montemar camina, espíritu sublime en su locura, provocando la cólera divina; Es un segundo Lucifer, alucinado y perverso; llegan al fin a un extraño monumento, que es lecho y tumba a la ve. Félix pide a la visión que se descubra el rostro. Estalla un terrorífico estruendo de lamentos. 130 135 Y algazara y gritería, crujir de afilados huesos, rechinamiento de dientes y retemblar los cimientos, y en pavoroso estallido las losas del pavimento separando sus junturas irse poco a poco abriendo, siente Montemar, y el ruido más cerca crece, y a un tiempo escucha chocarse cráneos ya descarnados y secos. El fantasma le tiende su mano helada y seaa; pero él, temerario, le alza el velo: es un esqueleto. Los espectros los proclaman esposos. Y don Diego lo confirma. Montemar continúa alardeando cínicamente, y dice a Pastrana: 140 145 150 155 “En cuanto a ese espectro que decís mi esposa, raro casamiento venísme a ofrecer; su faz no es, por cierto, ni amable ni hermosa, mas no se os figure que os quiera ofender. Por mujer la tomo, porque es cosa cierta, y espero no salga fallido mi paln, que, en caso tan raro, y mi esposa muerta, tanto como viva no me cansará [...]”. El carïado, lívido esqueleto, los fríos, largos y asquerosos brazos le enreda en tanto en apretados lazos y mudo le acaricia en su ansiedad; y con su boca cavernosa busca la boca a Montemar, y, a su mejilla, la árida, descarnada y amarilla, junta y refriega repugnante faz. Los espectros bailan una danza macabra, celebrando las espantosas nupcias. Por fin, Montemar desfallece y muere. Llega la mañana. Por Salamanca corre la noticia de que el diablo, disfrazado de mujer, se ha llevado al infierno a Montemar. Espronceda acaba con un rasgo de humor: Y si, lector, dijerdes ser comento, como me lo contaron te lo cuento. LOS POETAS ROMÁNTICOS TARDÍOS Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer Texto 1 La búsqueda de un nuevo lenguaje. Bécquer. RIMA I Yo sé un himno gigante y extraño que anuncia en el fondo del alma una aurora, y estas páginas son de ese himno cadencias que el aire dilata en las sombras. 5 10 Yo quisiera escribirle, del hombre domando el rebelde, mezquino idioma, con palabras que fuesen a un tiempo suspiros y risas, colores y notas. Pero en vano es luchar; que no hay cifra capaz de encerrarle, y apenas, ¡oh hermosa! teniendo en mis manos las tuyas pudiera, al oído, cantártelo a solas. [Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas.] Texto 2 La búsqueda de un nuevo lenguaje. Rosalía de Castro. 5 ¡Silencio! A man nerviosa e palpitante o seo, as niebras dos meus ollos condensadas, con un mundo de dudas nos sentidos, i un mundo de tormentos nas entrañas, sentindo cómo loitan 10 15 en sin igual batalla inmortales deseios que atormentan e rencores que matan, mollo na propia sangre a dura pruma rompendo a vena inchada, i escribo..., escribo... ¿para qué? ¡Volvede ó máis fondo da i-alma, tempestosas imaxes! ¡Ide a morar cas mortas relembranzas! ¡Que a man tembrosa no papel só escriba palabras, e palabras, e palabras! Da idea a forma inmaculada e pura, ¿dónde quedou velada? [Rosalía Castro de Murguía, Follas novas.] Texto 3. La mujer y la poesía. 5 10 RIMA XI — Yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo de la pasión; de ansia de goces mi alma está llena. ¿A mí me buscas? — No es a ti, no. — Mi frente es pálida, mis trenzas de oro, puedo brindarte dichas sin fin; yo de ternuras guardo un tesoro. ¿A mí me llamas? — No, no es a ti, no. — Yo soy un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz; soy incorpórea, soy intangible; no puedo amarte. — ¡Oh, ven; ven tú! G. A. Bécquer, Rimas Texto 4 La búsqueda del ideal 5 10 15 RIMA XV Cendal flotante de leve bruma, rizada cinta de blanca espuma, rumor sonoro de arpa de oro, beso del aura, onda de luz, eso eres tú. ¡Tú, sombra aérea, que cuando voy a tocarte, te desvaneces, como la llama, como el sonido, como la niebla, como el gemido del lago azul! En mar sin playas onda sonante, en el vacío cometa errante, largo lamento del ronco viento, ansia perpetua de algo mejor, eso soy yo. 20 ¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía, los ojos vuelvo de noche y día; yo, que incansable corro y demente, tras una sombra, tras la hija ardiente de una visión! G. A. Bécquer, Rimas, 1871 Texto 5. La angustia ante lo infinito. 5 Los astros son innúmeros, al cielo no se le encuentra fin, y este pequeño mundo que habitamos, y que parece un punto en el espacio, inmenso es para mí. 10 Después... tantos y tantos, cual las arenas del profundo mar, seres que nacen a la vida, y seres que sin parar su rápida carrera, incierta siempre, vienen o se van. 15 Que se van o se mueren, esta duda es en verdad cruel; pero ello es que nos vamos o nos dejan, sin saber si después de separarnos volveremos a hallarnos otra vez. R. de Castro, En las orillas del Sar (1884). Texto 6. El dolor romántico. 5 10 15 20 Unha vez tiven un cravo cravado no corazón, i eu non m’acordo xa s’era aquel cravo d’ouro, de ferro ou d’amor. Soio sei que me fixo un mal tan fondo, que tanto m’atormentou, qu’eu día e noite sin cesar choraba cal chorou Madalena na Pasión. “Señor, que todo o podedes, —pedínlle unha vez a Dios— daime valor pra arrincar dun golpe cravo de tal condizón”. E doumo Dios e arrinqueimo mas... ¿quen pensou?... Despois xa non sentín máis tormentos nin soupen qu’era dolor; soupen só que non sei qué me faltaba en donde o cravo faltou, e seica... seica tiven soidades d’aquela pena... ¡Bon Dios! Este barro mortal qu’envolve o esprito ¡quén o entenderá, Señor! Rosalía de Castro, Follas novas. TEMA 4. EL MODERNISMO. POESÍA MODERNISTA Texto I. Los poetas del modernismo encuetran un nuevo ritmo, una nueva musicalidad para la poesía. Huyen de los temas tradicionales y evocan mundos fantásticos, legendarios, de duquesas, mujeres voluptuosas, caballeros... El lujo de los espacios que describen es, en ocasiones, tan logrado que el lector se siente asombrado por tanto esplendor. En este poema, Rubén Darío describe un triunfante desfile militar. 5 10 MARCHA TRIUNFAL (fragmento) ¡Ya viene el cortejo! ¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines. La espada se anuncia con vivo reflejo; ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines1. Ya pasa, debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes, los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas, la gloria solemne de los estandartes llevados por manos robustas de heroicos atletas. Se escucha el ruïdo que forman las armas de los caballeros, los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra, los cascos que hieren la tierra, y los timbaleros que el paso acompasan con ritmos marciales [...]. Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza Texto II. La mitología será fuente de inspiración habitual para los modernistas. Un mito de especial atractivo para los decadentes será el de Leda y el cisne. El mito se convierte en un pretexto para un ejercicio de estilo verbal prodigioso, que busca impresionar al lector por su erotismo y sensualidad. 5 10 15 LEDA2 El cisne en la sombra parece de nieve; su pico es de ámbar, del alba al trasluz; el suave crepúsculo que pasa tan breve las cándidas alas sonrosa de luz. Y luego, en las ondas del lago azulado, después que la aurora perdió su arrebol, las alas tendidas y el cuello enarcado, el cisne es de plata, bañado de sol. Tal es, cuando esponja las plumas de seda, olímpico pájaro herido de amor, y viola en las linfas sonoras a Leda, buscando su pico los labios en flor. Suspira la bella desnuda y vencida, y en tanto que al aire sus quejas se van del fondo verdoso de fronda tupida chispean turbados los ojos de Pan. Rubén Darío, Prosas profanas Texto III. La inspiración en mitos alejados de la tradición grecolatina es también característica de los modernistas. En este texto, un soneto modernista (véanse las alteraciones métricas a las que Rubén Darío somete el soneto tradicional), el poeta se inspira en el mítico héroe araucano (la antigua etnia chilena) Caupolicán. Todas las tribus araucanas ansían encontrar a su guía y capitán (“el toqui”). Para 1 paladines: los caballeros que participan en un torneo. Leda: personaje mitológico. Ninfa de la que se enamoró el dios Júpiter, quien la poseyó físicamente transformado en cisne. Esa es precisamente la situación que se evoca en el poema. 2 elegirlo, imponen una terrible prueba: todos los aspirantes deberán llevar al hombro un tronco de árbol. Sólo el que soporte su peso durante más tiempo será el rey de los araucanos. 5 10 Es algo formidable que vio la vieja raza robusto tronco de árbol a cuestas de un campeón, salvaje y aguerrido, cuya fornida maza blandiera el brazo de Hércules o el hombro de Sansón. Por casco sus cabellos, su pecho por coraza, pudiera tal guerrero de Arauco en la región, lancero de los bosques, Nemrod3 que todo caza, desjarretar4 un toro o estrangular un león. Anduvo, anduvo, anduvo. Lo vio la luz del día, lo vio la tarde pálida, lo vio la noche fría. Y siempre el tronco de árbol a cuestas del Titán. “¡El toqui, el toqui!”, clama la conmovida casta. Anduvo, anduvo, anduvo... La aurora dijo “¡basta!” e irguióse la alta frente del gran Caupolicán. Texto IV. Los temas superficiales, cuya única intención son causar una impresión placentera en el lector, alejarlo de la realidad, son propios del Modernismo, como sucede en este famoso poema de Rubén Darío: una princesa de cuento de hadas se entristece sin razón en su prodigioso palacio. Junto a la princesa no faltan cisnes, lagos, bufones, guardianes, halcones, príncipes y, por supuesto, hadas madrinas... 5 10 15 20 25 3 SONATINA La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? ¡Los suspiros se escapan de su boca de fresa! ¡Que ha perdido la risa! ¡Que ha perdido el color! La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y, en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales, parlanchina, la dueña dice cosas vanales, y, vestido de rojo, piruetea el bufón. ¡La princesa no ríe! ¡La princesa no siente! La princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China o en el que ha detenido su carroza argentina5 para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz6? Pobre princesa de la boca de rosa, quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el cielo sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur... Y están tristes las flores por la flor de la corte: Nemrod: personaje del bíblico libro del Génesis, legendario fundador de Babilonia, al que se describe como extraordinario cazador. 4 desjarretar: torcerle el cuello hasta descoyuntar los huesos vertebrales. 5 carroza argentina: carroza de planta. 6 Ormuz: Estrecho del Mar Rojo, famoso por sus perlas. 30 35 40 45 los jazmines de oriente, los nelumbos del norte, de occidente las dalias y las rosas del Sur. Pobre princesa de los ojos azules, está presa en sus oros, está presa en sus tules 7, en la jaula de mármol del palacio real. El palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel8 que no duerme y un dragón colosal. ¡Oh quién fuera Hypsipila9 que dejó la crisálida! (¡La princesa está triste! ¡La princesa está pálida!) ¡Oh visión adorada de oro, plata y marfil! ¡Quién volara a la tierra dónde un príncipe existe! (¡La princesa está pálida! ¡La princesa está triste!) Más brillante que el alba, más hermoso que abril. “Calla, calla, princesa”, dice el hada madrina, “en caballo con alas hacia acá se encamina, en el cinto la espada, en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte y que llega de lejos, vencedor de la muerte, a encenderte los labios con su beso de amor”. Rubén Darío, Prosas profanas 1. Este es uno de los poemas más famosos de Rubén Darío. ¿Cómo es el mundo que describe? ¿Te parece una reflexión profunda sobre la vida o superficial? ¿Qué es lo que le importa al poeta: decir algo profundo u otra cosa? 2. Observa los nombres geográficos que se citan. Enuméralos. ¿Qué tipo de pensamientos evocan? 3. La belleza sensorial es el ideal absoluto que buscan los modernistas: observa todos los objetos que tratan de transmitir el refinamiento y delicadeza de la escena. 4. El poema se titula sonatina. Es un término musical. ¿Cómo es la métrica del poema? Observa la acentuación del mismo. ¿Produce algún efecto musical? Texto V La evocación de lo lejano, de lo exótico, de los viajes de aventuras, así como la creación de un ambiente brumoso e indefinido (que busca más sugerir una emoción antes que expresarla concretamente) son rasgos propios del estilo decadente modernista. En este extraordinario poema, Rubén Darío evoca el mundo de la imaginación de un marinero envuelto en la niebla gris de sus sueños. 5 10 15 7 SINFONÍA EN GRIS MENOR El mar, como un vasto cristal azogado, refleja la lámina de un cielo de zinc; lejanas bandadas de pájaros manchan el fondo bruñido de pálido gris. El sol como un vidrio redondo y opaco, con paso de enfermo camina al cenit; el viento marino descansa en la sombra teniendo la almohada su negro clarín. Las ondas, que mueven su vientre de plomo, debajo del muelle parecen gemir. Sentado en un cable, fumando su pipa, está un marinero pensando en las playas de un vago, lejano, brumoso país. Es viejo ese lobo. Tostaron su cara los rayos de fuego del sol del Brasil; tules: tela de seda extremadamente fina y traslúcida. lebrel: raza de perro de gran fiereza. 9 Hypsipila: personaje mitológico que se transformó en mariposa. 8 20 25 30 los recios tifones del mar de la China le han visto bebiendo su frasco de gin. La espuma, impregnada de yodo y salitre ha tiempo conoce su roja nariz, sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta, su gorra de lona, su blusa de dril. En medio del humo que forma el tabaco, ve el viejo, lejano, brumoso país, adonde una tarde caliente y dorada, tendidas las velas, partió el bergantín... La siesta del trópico. El lobo se duerme. Ya todo lo envuelve la gama del gris. Parece que un suave y enorme esfumino del curvo horizonte borrara el confín. La siesta del trópico. La vieja cigarra ensaya su ronca guitarra senil, y el grillo preludia su solo monótono en la única cuerda que está en su violín. Rubén Darío, Prosas profanas Texto VI Junto a la búsqueda de una belleza idealizada, a veces un poco superficial, los poetas modernistas tratan también en sus poemas temas profundos y humanos: la vida, la muerte, sus misterios, sus preguntas sin respuesta... Recuerda que el modernismo reproduce las preocupaciones del Romanticismo añadiéndole un nuevo lenguaje. Aquí Darío, expresa en su lenguaje fuertemente evocador la melancolía sin sentido ni explicación que envuelve su alma. Es el sentimiento de decadentismo tan característico de la emoción del fin de siglo. MELANCOLÍA 5 10 Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía. Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas. Voy bajo tempestades y tormentas ciego de ensueño y loco de armonía. Ese es mi mal. Soñar, la poesía es la camisa férrea de mil puntas crüentas que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas dejan caer las gotas de mi melancolía. Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo; a veces me parece que el camino es muy largo, y a veces que es muy corto... Y en este titubeo de aliento y agonía cargo lleno de penas lo que apenas soporto. ¿No oyes caer las gotas de mi melancolía? Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza Texto VII En este poema, Rubén Darío se cuestiona sobre el destino y la muerte. Las dudas más hondas del ser humano son expresadas con una intensidad extraordinaria con el nuevo lenguaje del siglo XX. LO FATAL 5 Dichoso el árbol que es apenas sensitivo y más la piedra dura, porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror... Y el espanto seguro de estar mañana muerto, 10 y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber adónde vamos ni de dónde venimos! Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza Texto VIII La prosa modernista presenta las mismas características que el verso. Observa el modo en el que Ramón del Valle Inclán elabora un lenguaje prosístico cercano al del verso en su Sonata de estío. El marqués de Bradomín, de viaje por México, admirado por la belleza y la crueldad de la hermosa niña Chole, acaba de ver morir devorado por un tiburón a un joven negro. Yo debía estar más pálido que la muerte, pero como ella fijaba en mí sus hermosos ojos y sonreía, vencióme el encanto de los sentidos, y mis labios, aún trémulos, pagaron aquella sonrisa de reina antigua con la sonrisa del esclavo que aprueba cuanto hace su señor. La crueldad de la criolla me horrorizaba y me atraía. Nunca como entonces me pareciera tentadora y bella. Del mar oscuro y misterioso subían murmullos y aromas: la blanca luna les prestaba no sé qué rara voluptuosidad. La trágica muerte del aquel coloso negro, el mudo espanto que se pintaba aún en todos los rostros, un violín que lloraba en la cámara, todo en aquella noche, bajo aquella luna, era para mí objeto de voluptuosidad depravada y sutil... GENERACIÓN DEL 98. POESÍA DEL NOVENTAYOCHO Todos los escritores del 98 son en su origen escritores modernistas. Comienzan como admiradores de Rubén Darío y, sólo cuando comprenden que la simple búsqueda de la belleza no basta, comienzan a cambiar de rumbo. Texto I El tema fundamental del 98 es el tema del paisaje castellano. En él se simboliza la esencia de España: su pobreza, su atraso, su miseria. En otras ocasiones, el paisaje sirve para mostrar un sentimiento subjetivo del poeta (su pena, su angustia...). 5 10 Es la tierra de Soria árida y fría. Por las colinas y las sierras calvas, verdes pradillos, cerros cenicientos, la primavera pasa dejando entre las hierbas olorosas sus diminutas margaritas blancas. La tierra no revive, el campo sueña. Al empezar Abril está nevada la espalda del Moncayo; el caminante lleva en su bufanda envueltos cuello y boca, y los pastores pasan cubiertos con sus luengas capas. Antonio Machado, Campos de Castilla Texto II 5 Tú me levantas, tierra de Castilla, en la rugosa palma de tu mano, al cielo que te enciende y te refresca, al cielo, tu amo. Tierra nervuda, enjuta, despejada, madre de corazones y de brazos, toma el presente en ti viejos colores del noble antaño. 10 15 20 Con la pradera cóncava del cielo lindan en torno tus desnudos campos, tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro y en ti santuario. Es todo cima tu extensión redonda y en ti me siento al cielo levantado, aire de cumbres es el que se respira aquí, en tus páramos. ¡Ara gigante, tierra castellana, a ese tu aire soltaré mis cantos, si te son dignos bajarán al mundo desde lo alto! Miguel de Unamuno, Cancionero. Texto III Otras veces, el poeta del 98 se vuelve íntimo y trata temas más personales, como en este caso. El buitre del mito de Prometeo se transforma en un símbolo existencialista: el dolor que corroe al ser humano por el mero hecho de existir. 5 10 10 11 12 Este buitre voraz de ceño torvo 10 que me devora las entrañas fiero y es mi único constante compañero labra mis penas con su pico corvo. El día en que le toque el postrer11 sorbo apurar de mi negra sangre, quiero que me dejéis con él solo y señero12 un momento, sin nadie como estorbo. Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía mientras él mi último despojo traga, sorprender en sus ojos la sombría mirada al ver la suerte que le amaga sin esta presa en que satisfacía el hambre atroz que nunca se le apaga. Miguel de Unamuno, Cancionero. torvo: retorcido. postrer: último (arcaísmo). señero: separado de compañía, sólo, destacando en el espacio vacío. TEMA 5. LA OBRA POÉTICA DE A. MACHADO Y J. R. JIMÉNEZ A. ANTONIO MACHADO (1875-1939) Es el caso más importante de poeta que comienza con el modernismo y evoluciona hacia posiciones de la generación del 98. La primera etapa. Se corresponde con su primer libro Soledades, galerías y otros poemas, obra influida por el modernismo. Se caracteriza por su lenguaje personal e íntimo. Veamos un pasaje del prólogo donde el poeta expresa su intención. Texto I. Yo también admiraba al autor de Prosas profanas [Rubén Darío] ... Pero yo pretendí ―y reparad que no me jacto de éxitos, sino de propósitos― seguir camino bien distinto. Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra con su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que se dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta al contacto con el mundo. Y aún pensaba que el hombre puede sorprender algunas palabras de un íntimo monólogo, distinguiendo la voz viva de los ecos inertes; que puede también, mirando hacia dentro, vislumbrar las ideas cordiales, los universales del sentimiento. Texto II. 5 POEMA XXXII Las ascuas de un crepúsculo morado detrás del negro cipresal humean... En la glorieta en sombra está la fuente con su alado y desnudo Amor de piedra, que sueña mudo. En la marmórea taza reposa el agua muerta. Texto III. 5 POEMA LXIV Desde el umbral de un sueño me llamaron... Era la buena voz, la voz querida. ―Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?... Llegó a mi corazón una caricia. ―Contigo siempre... Y avancé en mi sueño por una larga, escueta galería, sintiendo el roce de la veste13 pura y el palpitar suave de la mano amiga. La segunda etapa. Se corresponde con su obra Campos de Castilla (1912). Esta obra supone un cambio de temática respecto al libro anterior. De acuerdo con las ideas de la Generación del 98, el tema del libro es Castilla y el paisaje castellano. Veamos dos textos diferentes. En el primero, el tema de Castilla adquiere una dimensión crítica. El segundo, en cambio, toma el paisaje de Castilla como un símbolo del estado anímico del poeta. Texto I. A ORILLAS DEL DUERO El Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla. ¡Oh tierra triste y noble, la de los altos llanos y yermos y roquedas, 13 veste pura: vestimenta de color blanco y suave. 5 10 15 de campos sin arados, regatos ni arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones, y atónitos palurdos sin danzas ni canciones que aún van, abandonando el mortecino hogar, como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecio cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. [...] Texto II. A UN OLMO SECO 5 10 15 20 25 30 Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana14, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas de alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. La tercera etapa Se caracteriza por el acercamiento del poeta a la poesía tradicional y popular (cantares, canciones breves). En esta época destacan sus Nuevas canciones (1924) y sus Poemas de la guerra. Ponemos varios ejemplos de poesía de tono popular y un poema escrito durante la guerra civil. I. 14 A las palabras de amor les sienta bien su poquito de exageración. melena de campana: pieza de madera que, unida a la campana, sirve para voltearla. II. 5 10 5 10 Caminante, son tus huellas el camino, y nada más: caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve el camino que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar. MUERTE DEL NIÑO HERIDO Otra vez es la noche... Es el martillo de la fiebre en las sienes bien vendadas del niño. ―Madre, ¡el pájaro amarillo! ¡Las mariposas negras y moradas! ―Duerme, hijo mío. Y la manita oprime la madre junto al lecho. ―¡Oh flor de fuego! ¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime? Hay en la pobre alcoba olor de espliego: fuera la oronda luna que blanquea cúpula y torre a la ciudad sombría. Invisible avión moscardonea. ―¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? El cristal del balcón repiquetea. ¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría! B. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (1881-1958) Trayectoria poética Juan Ramón Jiménez es uno de los más grandes autores de la literatura española de este siglo y, probablemente, uno de los mejores poetas del siglo XX en todo el mundo. Es imposible en unas pocas líneas dar cuenta de toda su obra, pues es un autor muy complejo. Su poesía expresa un anhelo constante de encontrar una algo, la revelación de una verdad superior y absoluta a través del lenguaje poético. Las etapas del poeta El propio Juan Ramón Jiménez resumió las etapas de su poesía en el siguiente poema perteneciente a su libro Eternidades. 5 10 15 POESÍA Vino primero, pura, vestida de inocencia. Y la amé como un niño. Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes. Y la fui odiando, sin saberlo. Llegó a ser una reina, fastuosa de tesoros... ¡Qué iracundia de hiel y sinsentido! ...Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía. Se quedó con la túnica de su inocencia antigua. Creí de nuevo en ella. Y se quitó la túnica, y apareció desnuda toda... ¡Oh pasión de mi vida, poesía desnuda para siempre! Preguntas: 1. El poeta utiliza un símbolo para exponer su pensamiento. ¿En qué objeto simboliza la poesía? ¿Qué sentimiento añade al poema la precisa elección de este símbolo por parte del poeta? 2. ¿Qué tres fases se señalan en el poema? ¿Qué tipo de poesía representa cada fase? I. Los comienzos En su libro Arias tristes (1903) encontramos una representación de esa primera poesía “vestida de inocencia”. Veamos un ejemplo en el siguiente poema: 5 10 Entre el velo de la lluvia que pone gris el paisaje, pasan las vacas, volviendo de la dulzura del valle. Las tristes esquilas suenan alejadas, y la tarde va cayendo tristemente sin estrellas ni cantares. La campiña se ha quedado fría y sola con sus árboles; por las perdidas veredas hoy no volverá ya nadie. Voy a cerrar mi ventana porque si pierdo en el valle 15 mi corazón, quizás quiera morirse con el paisaje. Preguntas: 1. El poema refleja un estado de ánimo, en cierto modo, la descripción del paisaje, estilizada, cuidadosa, simboliza o sugiere un sentimiento, ¿cuál? 2. El poeta se identifica con el paisaje progresivamente. Explica el sentimiento reflejado en la última estrofa. II. La etapa modernista Ya hemos dicho que, a lo largo de su vida, Juan Ramón renegaría de los poemas modernistas. La influencia de Rubén Darío y de su poesía generosamente adornada es muy evidente en estos años (hasta 1914 más o menos). Veremos un ejemplo de su libro La soledad sonora que pone de manifiesto la belleza sensual propia del movimiento modernista. 5 10 Viene una esencia triste de jazmines con luna y el llanto de una música romántica y lejana... de las estrellas baja, dolentemente, una brisa con los colores nuevos de la mañana... Espectral, amarillo, doloroso y fragante, por la niebla de la avenida voy perdido, mustio de la armonía, roto de lo distante, muerto entre los rosales pálidos del olvido... Y aun la luna platea las frondas de tibieza cuando ya el día rosa viene por los jardines, anegando en sus lumbres esta vaga tristeza con música, con llanto, con brisa y con jazmines... Preguntas: 1. Con frecuencia, la poesía modernista evoca un sentimiento “decadente” (de ahí que se haya llamado a este movimiento también decadentismo). ¿Cuál es el sentimiento decadente que se evoca en este texto? 2. El poema es refinadísimo. ¿Qué elementos selecciona el poeta para crear una impresión de melancólica tristeza? III. La etapa de la “poesía desnuda” Desde 1915 el poeta empieza a concebir la poesía como la búsqueda de un lenguaje esencial que le permita establecer un contacto físico con el mundo a través del poema. El poema, por tanto, se transforma en un intento de “fijar” el tiempo en la eternidad, de apoderarse del mundo a través de la palabra. Veremos dos ejemplos del libro Eternidades (1918) y de Poesía (1923): 5 10 ¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas! ...Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente. Que por mí vayan todos los que no las conocen, a las cosas; que por mi vayan todos los que ya las olvidan, a las cosas; que por mí vayan todos los mismos que las aman, a las cosas... ¡Intelijencia, dame el nombre exacto, y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas! Preguntas: 1. ¿Qué le pide el poeta a la inteligencia y con qué fin? 2. ¿Qué crees que pretende el poeta expresar con la expresión “que mi palabra sea/ la cosa misma”? 5 ¡Esta es mi vida, la de arriba, la de la pura brisa, la del pájaro último, la de las cimas de oro de lo oscuro! ¡Esta es mi libertad, oler la rosa, cortar el agua fría con mi mano loca, desnudar la arboleda, cogerle al sol su luz eterna! Preguntas: 1. El poema expresa un anhelo íntimo del escritor por medio de una acumulación de deseos contradictorios. Por un lado, la vida del poeta es “la de arriba”. ¿Qué crees que expresa esa frase? ¿Con qué ideales, objetos o seres se identifica esa “vida de arriba”? Después, Juan Ramón habla de “su libertad”. Parece que la libertad del poeta está asociada a determinadas sensaciones, que la vida auténtica consiste en una forma particular de sentir la vida, ¿con qué hechos concretos la identifica el poeta en los versos finales? IV. La última etapa. El exilio El poeta ahonda en esta concepción “esencial” de la poesía como una búsqueda de la verdad. En sus últimos libros, los poemas adoptan mayor extensión. La poesía comienza a identificarse con un Dios esencial al que el poeta aspira a alcanzar y comprender. Ponemos un ejemplo que pertenece al último libro del autor Dios deseado y deseante (1948). 5 10 15 20 25 Dios del venir, te siento entre mis manos, aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa de amor, lo mismo que un fuego con su aire. No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo, ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano; eres igual y uno, eres distinto y todo; eres dios de lo hermoso conseguido, conciencia mía de lo hermoso. Yo nada tengo que purgar. Toda mi impedimenta no es sino fundación para este hoy en que, al fin, te deseo; porque estás ya a mi lado, en mi eléctrica zona, como está en el amor el amor lleno. Tú, esencia, eres conciencia; mi conciencia y la de otro, la de todos, con forma suma de conciencia; que la esencia es lo sumo, es la forma suprema conseguible, y tu esencia está en mí, como tu forma. Todos mis moldes llenos estuvieron de ti; pero tú, ahora, no tienes molde, estás sin molde; eres la gracia que no admite sostén, que no admite corona, 30 35 que corona y sostiene siendo ingrave. Eres la gracia libre, la gloria del gustar, la eterna simpatía, el gozo del temblor, la luminaria del clariver, el fondo del amor, el horizonte que no quita nada; las trasparencia, dios, la trasparencia, el uno al fin, dios ahora sólito en lo uno mío, en el mundo que yo por ti y para ti he creado. TEMA 6. LA GENERACIÓN DEL 27. POETAS Y TEXTOS I. LA ÉPOCA FORMALISTA DE LA “POESÍA PURA” Durante los años 20 los poetas de la generación del 27, influenciados por las vanguardias formalistas y por la poesía barroca española, desarrollaron la tendencia que se llamó “poesía pura”, y que el poeta Jorge Guillén definió como “una poesía químicamente pura”, lo que queda tras haber extraído del poema todo lo sentimental. La poesía pura, por tanto, adoptó un estilo muy formalista, en ocasiones cercano a un puro juego verbal. A pesar de los aspectos comunes que todos los poetas compartieron en la época pura, cada uno le proporcionó su propio sello personal. En general, la poesía pura adoptó tres tendencias: A. La poesía pura de estilo neotradicionalista inspirada en Juan Ramón Jiménez. Tanto Rafael Alberti como Federico García Lorca desarrollaron en sus primeras obras una poesía inspirada en las canciones tradicionales. El poeta juega con la música y el significado de las palabras causando una impresión de engañosa sencillez. Veamos tres ejemplos de esta tendencia “pura”. Rafael Alberti ganó el Premio Nacional de poesía con su primer libro Marinero en tierra, que el poeta gaditano dedicó a Juan Ramón Jiménez. Todo el libro está compuesto de ligeras canciones en las que el poeta evoca desde Madrid el mar de su tierra andaluza. I. 5 10 El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar? En sueños, la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar. Padre, ¿por qué me trajiste acá? II. 5 10 Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un barco bajel de guerra. ¡Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella, y sobre la estrella el viento, y sobre el viento la vela! Federico García Lorca, en cambio, añade a su poesía de corte tradicional un rico simbolismo, alejándose del puro juego verbal. En esta canción, el poeta trata uno de sus temas favoritos, el destino trágico y la premonición de la muerte. CANCIÓN DEL JINETE Córdoba. Lejana y sola. 5 Jaca negra, luna grande, y aceitunas en mi alforja. Aunque sepa los caminos yo nunca llegaré a Córdoba. Por el llano, por el viento, jaca negra, luna roja. La muerte me está mirando 10 desde las torres de Córdoba. ¡Ay qué camino tan largo! ¡Ay mi jaca valerosa! ¡Ay que la muerte me espera antes de llegar a Córdoba! 15 Córdoba. Lejana y sola. Libro de poemas B. La poesía pura de formalista de Jorge Guillén. Guillén crea en estos años una poesía que utiliza formas métricas tradicionales (décimas, sonetos...) y un lenguaje profundamente retórico, en el que se percibe la influencia de la poesía de Góngora, que los poetas del 27 admiraron y recuperaron. Además de Jorge Guillén, Rafael Alberti y García Lorca escribieron poemas inspirados en esta tendencia. El siguiente poema pertenece a Cántico de Jorge Guillén. Es uno de los ejemplos máximos de esa poesía formalista y algo fría inspirada en las formas clásicas. El poeta dedica un poema a su sillón favorito, descrito como si se tratase del centro de su universo personal. 5 10 BEATO SILLÓN ¡Beato sillón! La casa corrobora su presencia con la vaga intermitencia de su invocación en masa a la memoria. No pasa nada. Los ojos no ven, saben. El mundo está bien hecho. El instante lo exalta a marea, de tan alta, de tan alta, sin vaivén. Rafael Alberti escribió en 1925 un libro entero inspirado en la poesía barroca española (Cal y canto). Todos los poemas reflejan el gusto por las formas clásicas y por el lenguaje retórico característicos de estos años. Amaranta ...calzó el viento... (Góngora) 5 10 Rubios, pulidos senos de Amaranta, por una lengua de lebrel limados. Pórticos de limones desviados por el canal que asciende a tu garganta. Rojo, un puente de rizos se adelanta e incendia tus marfiles ondulados. Muerde, heridor, tus dientes desgranados, y corvo, en vilo, al viento te levanta. La soledad, dormida en la espesura, calza su pie de céfiro, y desciende del olmo alto al mar de la llanura. Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende, y gladiadora, como un ascua impura, entre Amaranta y su amador se tiende. Federico García Lorca nunca se dejó arrastrar por las modas renunciando a su estilo propio, basado en sus obsesiones personales y en símbolos intemporales (la luna, la muerte, el agua, la sangre). En los años 20, Lorca encontró un modo de canalizar ese lenguaje simbólico a través del mundo gitano, que el poeta identificó con el “alma andaluza”, y mediante el cual intentó expresar sus preocupaciones profundas y universales (el destino, la angustia ante la vida, la ansiedad sexual...). Son los años de su Romancero gitano, una de las obras maetras del período formalista de la generación. El poeta utiliza una forma métrica tradicional (el romance de versos octosílabos y rima asonante en los versos pares) y un lenguaje ricamente metafórico para revelar sus temas obsesivos. Romance de la pena negra 5 10 15 20 25 30 35 40 45 Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora, cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya. Cobre amarillo, su carne, huele a caballo y a sombra. Yunques aumados sus pechos gimen canciones redondas. Soledad: ¿por quién preguntas sin compaña y a estas horas? Pregunte por quien pregunte, dime: ¿a ti qué se te importa? Vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona. Soledad de mis pesares, caballo que se desboca, al fin encuentra la mar y se lo tragan las olas. No me recuerdes el mar, que la pena negra brota en las tierras de aceituna bajo el rumor de las hojas. ¡Soledad, qué pena tienes! ¡Qué pena tan lastimosa! Lloras zumo de limón, agrio de espera y de boca. ¡Qué pena tan grande! Corro a mi casa como una loca, mis dos trenzas por el suelo, de la cocina a la alcoba. ¡Qué pena! Me estoy poniendo de azabache, carne y ropa. ¡Ay mis camisas de hilo! ¡Ay mis muslos de amapola! Soledad: lava tu cuerpo con agua de las alondras, y deja tu corazón en paz, Soledad Montoya. Por debajo canta el río: volante de cielo y hojas. Con flores de calabaza la nueva luz se corona. ¡Oh pena de los gitanos! Pena limpia y siempre sola. ¡Oh pena de cauce oculto y madrugada remota! C. La poesía cubista de Gerardo Diego. Dentro de la tendencia “pura” es la poesía que se inspira en los principios de la vanguardia. El poeta concibe el poema como un juego. Cada verso describe una imagen de múltiples lecturas, en la que cada palabra proyecta su significado sobre todas las demás. El poema se convierte, así, en un texto ilógico, que sólo tiene sentido en sí mismo. NOCTURNO ESTÁN todas 5 10 También las que se encienden en las noches de moda Nace del cielo tanto humo que ha oxidado mis ojos Son sensibles al tacto las estrellas No sé escribir a máquina sin ellas Ellas lo saben todo Graduar el mar febril y refrescar mi sangre con su nieve infantil La noche ha abierto el piano y yo las digo adiós con la mano II. LA POESÍA DE LOS AÑOS 30. LA ÉPOCA “REHUMANIZADA”. Los años 30 conocieron la influencia del surrealismo y un retorno a los temas “humanos”: poesía sentimental, emocional, que se escapa del lenguaje formalista de los años anteriores. Los poemas tratan temas como la pasión y el amor. Formalmente, los poemas de estos años abandonan las formas métricas clásicas en favor del verso libre (poemas formados por verso sin medida, rima o estructura estrófica alguna). Cada poeta desarrolló su propio lenguaje. Pedro Salinas, sin abandonar el lenguaje formal de los años 20, escribió en 1932 un intenso libro de poesía amorosa, La voz a ti debida. El siguiente poema procede de ese libro: 5 10 15 20 25 ¡Si me llamaras, sí, si me llamaras! Lo dejaría todo, todo lo tiraría: los precios, los catálogos, el azul del océano en los mapas, los días y sus noches, los telegramas viejos y un amor. Tú, que no eres mi amor, ¡si me llamaras! Y aún espero tu voz: telescopios abajo, desde la estrella, por espejos, por túneles, por los años bisiestos puede venir. No sé por dónde. Desde el prodigio, siempre. Porque si tú me llamas —¡si me llamaras, sí, si me llamaras!— será desde un milagro, incógnito, sin verlo. Nunca desde los labios que te beso, nunca desde la voz que dice: “No te vayas”. También Luis Cernuda escribió en estos años tres libros amorosos que se inspiran en el lenguaje surrealista (imágenes poéticas irracionales, expresión poética emocional, verso libre...). Los dos poemas que transcribimos reflejan la experiencia personal de un una intensa pasión amorosa. En el primero de ellos el poeta confiesa su amor en términos arrebatados (lo que los surrealistas llamaron el amour fou). El segundo, pone de manifiesto el dolor del poeta ante la ruptura. 5 Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz; si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad del amor, la verdad de sí mismo, 10 15 20 25 5 10 15 20 que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo, yo sería al fin aquel que imaginaba; aquel que con sulengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero. Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y mi espíritu flotan en su cuerpo y espíritu, como leños perdidos que el mar anega o levanta libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad por que muero. Tú justificas mi existencia, si no te conozco no he vivido; si muero sin conocerte, no muero; porque no he vivido. Los placeres prohibidos. Donde habite el olvido, en los vastos jardines sin aurora; donde yo sólo sea memoria de una piedra sepultada entre ortigas, sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Donde mi nombre deje al cuerpo que designa en brazos de los siglos, donde el deseo no exista. En esa gran región donde el amor, ángel terrible, no esconda como acero en mi pecho su ala, sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, sometiendo a otra vida su vida, sin más horizonte que otros ojos frente a frente. Donde penas y dichas no sean más que nombres, cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, disuelto en niebla, ausencia, ausencia leve como carne de niño. Allá, allá lejos, donde habite el olvido. Donde habite el olvido. El surrealismo también influyó en otros poetas dando lugar a libros escritos en un lenguaje irracional a base de imágenes poéticas visionarias, cuya interpretación solo puede establecerse emocionalmente. Federico García Lorca utilizó este lenguaje en su obra Poeta en Nueva York (originada a partir de su viaje a la capital norteamericana en el año 30). Rafael Alberti lo aplicó en su libro de 1930 Sobre los ángeles. 5 LA AURORA La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada. La aurora llega y nadie la recibe en su boca 10 15 20 5 10 5 10 15 20 25 porque allí no hay mañana ni esperanza posible. A veces las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños. Los primeros que salen comprenden con sus huesos que no habrá paraíso ni amores deshojados; saben que van al cieno de números y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto. La luz es sepultada por cadenas y ruidos en impúdico reto de ciencia sin raíces. Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recién salidas de un naufragio de sangre. Federico García Lorca, Poeta en Nueva York El cuerpo deshabitado Yo te arrojé de mi cuerpo, yo, con un carbón ardiendo. -Vete. Madrugada. La luz, muerta en las esquinas y en las casas. Los hombres y las mujeres ya no estaban. -Vete. Quedó mi cuerpo vacío, negro saco, a la ventana. Se fue. Se fue, doblandolas calles. Mi cuerpo anduvo, sin nadie. Rafael Alberti, Sobre los ángeles Los ángeles muertos Buscad, buscadlos: en el insomnio de las cañerías olvidadas, en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras. No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube, unos ojos perdidos, una sortija rota o una esttrella pisoteada. Porque yo los he visto: en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas. Porque yo los he tocado: en el destierro de un ladrillo difunto, venido a la nada desde una torre o un carro. Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos. En todo eso. Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego, en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados, no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes. Buscad, buscadlos: debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro o la firma de uno de esos rincones de cartas que trae rodando el polvo. Cerca del casco perdido de una botella, de una suela extraviada en la nieve, de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio. Rafael Alberti, Sobre los ángeles TEMA 9. LA POESÍA DESDE LA GUERRA CIVIL TEMA 9. LA POESÍA DESDE LA GUERRA CIVIL I. LA GENERACIÓN PERDIDA DEL 36. MIGUEL HERNÁNDEZ Miguel Hernández llegó a Madrid en el año 36 como una gran promesa. Su principal influencia literaria en su juventud había sido el gongorismo de los años 20, que le había inspirado un libro juvenil de carácter neobarroco (Perito en lunas). Su obra hasta el estallido de la guerra civil tiene un marcado tradicionalismo, que conjuga el uso de formas poéticas tradicionales (el romance, el soneto) con una intensísima emoción expresiva. Este lenguaje visceral y formalista aparece en su gran libro del 36 El rayo que no cesa, formado por una colección de sonetos existenciales y amorosos, y una magistral elegía en tercetos dedicada a la muerte de su amigo Ramón Sijé. I. 5 10 ¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de fraguas coléricas y herreras donde el metal más fresco se marchita? ¿No cesará esta terca estalactita de cultivar sus duras cabelleras como espadas y rígidas hogueras hacia mi corazón que muge y grita? Este rayo ni cesa ni si agota: de mí mismo tomó su procedencia y ejercita en mí mismo sus furores. Esta obstinada piedra de mí brota y sobre mí dirige la insistencia de sus lluviosos rayos destructores. II. 5 10 Como el toro he nacido para el luto y el dolor, como el toro estoy marcado por un hierro infernal en el costado y por varón en la ingle con un fruto. Como el toro lo encuentra diminuto todo mi corazón desmesurado, y del rostro del beso enamorado, como el toro a tu amor se lo disputo. Como el toro me crezco ante el castigo, la lengua en corazón tengo bañada y llevo al cuello un vendaval sonoro. Como el toro te sigo y te persigo, y dejas mi deseo en una espada, como el toro, burlado, como el toro. La guerra civil dirigió la poesía de Miguel Hernández, comprometido republicano, hacia los temas sociales y políticos. Su lenguaje telúrico y visceral se vuelca entonces en poemas políticos que reflejan las duras condiciones de la guerra con intenso patetismo (Canción del esposo soldado) o con evidente intención de denuncia, como en este famosísimo texto. III. Aceituneros Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos? 5 No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor. 10 15 20 [...] Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién amamantó los olivos? Vuestra sangre, vuestra vida, no la del explotador que se enriqueció en la herida generosa del sudor. [...] Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién de quién son estos olivos? Jaén, levántate brava sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava con todos tus olivares. Terminada la guerra, Hernández fue ingresado en la cárcel, donde sobrevivió a una pena de muerte conmutada por otra de cadena perpetua. Su débil constitución física, sin embargo, no le permitió sobrevivir a la tuberculosis que acabó con su vida en la cárcel de Orihuela. Precisamente en la cárcel tuvo noticia del nacimiento de su hijo y de las duras condiciones en las que se le criaba, con cebollas como único alimento. A esa anécdota se refiere uno de los más famosos poemas de los últimos años del poeta, las Nanas de la cebolla pertenecientes a su último libro de poemas Cancionero y romancero de ausencias. IV. Nanas de la cebolla 5 10 15 20 25 30 La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchaba de azúcar, cebolla y hambre. Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma, al oírte, bata el espacio. Tu risa me hace libre me pone alas. 35 40 Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. [...] Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. [...] II. LOS AÑOS 40. LA POESÍA EXISTENCIAL I En el año 1944 Dámaso Alonso da a la estampa el libro Hijos de la ira en el que expone la reflexión existencial que le suscita la realida de la postguerra española y mundial. Este es el poema inicial del libro. Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna. Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, porqué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches? II El poeta vasco Blas de Otero, que será uno de los más destacados autores de la poesía social, escribió también numerosos poemas de corte existencial, casi siempre desde un punto de vista religioso. Este soneto de su libro Ancia refleja bien esta temática en su manera de definir al hombre y la existencia en el mundo. 5 10 HOMBRE Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte, al borde del abismo, estoy clamando a Dios. Y su silencio, retumbando, ahoga mi voz en su vacío inerte. Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando solo. Arañando sombras para verte. Alzo la mano, y tú me la cercenas. Abro los ojos, me los sajas vivos. Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. Esto es ser hombre: horror a manos llenas. Ser —y no ser— eternos, fugitivos. ¡Ángel con grandes alas de cadenas! III. LOS AÑOS 50 Y 60. LA POESÍA SOCIAL I. He aquí un pasaje celebérrimo de un poema de Gabriel Celaya (Cantos iberos) en el que este autor expone su concepción de la poesía como un arma contra la injusticia. 5 10 Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, la poesía no puede ser sin pecado un adorno [...]. Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho. II. Jaime Gil de Biedma Los poetas de la generación del 60, entre los que destacaron Ángel González, Jaime Gil de Biedma y Claudio Rodríguez, continuaron con la idea de que la poesía debe consistir en un compromiso entre el poeta y los problemas del mundo en el que le ha tocado vivir. Sin embargo, estos autores aúnan a este compromiso un mayor rigor estético, un deseo de realizar una poesía de expresión intemporal. El poeta Jaime Gil de Biedma creó un estilo propio basado en el uso de un lenguaje coloquial para reflexionar poéticamente sobre los hechos de la realidad cotidiana en sus aspectos humanos más universales. Su mirada irónica sobre la realidad y sobre sí mismo le permite crear una poesía muy personal y moderna. En los años 80 los poetas jóvenes se inspiraron en ella para crear la llamada “poesía de la experiencia”. El poeta se inspira en hechos concretos de la experiencia cotidiana y saca de ellos una reflexión universal. Veamos dos ejemplos de este estilo. I. NOCHE TRISTE DE OCTUBRE, 1959 Definitivamente parece confirmarse que este invierno que viene, será duro. 5 10 15 20 Adelantaron las lluvias, y el Gobierno, reunido en consejo de ministros, no se sabe si estudia a estas horas el subsidio de paro o el derecho al despido, o si sencillamente, aislado en un océano, se limita a esperar que la tormenta pase y llegue el día, el día en que, por fin, las cosas dejen de venir mal dadas. En la noche de octubre, mientras leo entre líneas el periódico, me he parado a escuchar el latido del silencio en mi cuarto, las conversaciones de los vecinos acostándose, todos esos rumores que recobran de pronto una vida y un significado propio, misterioso. Y he pensado en los miles de seres humanos, hombres y mujeres que en este mismo instante, 25 30 35 con el primer escalofrío, han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones, por su fatiga anticipada, por su ansiedad para este invierno, mientras que afuera llueve. Por todo el litoral de Cataluña llueve con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas, ennegreciendo muros, goteando fábricas, filtrándose en los talleres mal iluminados. Y el agua arrastra hacia la mar semillas incipientes, mezcladas en el barro, árboles, zapatos cojos, utensilios abandonados y revuelto todo con las primeras Letras protestadas. Aunque la poesía de Gil de Biedma no es política en el sentido estricto de la palabra, no carece de poemas en los que realiza un juicio desdeñoso de la situación social española. No abandona, incluso en estos textos, ese estilo suyo lleno de sarcasmo y humor, ni se olvida de describir con rápidas pinceladas el mundo urbano que caracteriza a su poesía. En este poema, el autor se burla descarnadamente de la solemnidad de los discursos nacionales dando una imagen miserable y vulgar de “la España victoriosa” que había resultado de la Guerra civil. II. AÑOS TRIUNFALES ... y la más hermosa sonreía al más fiero de los vencedores. Rubén Darío Media España ocupaba España entera con la vulgaridad, con el desprecio total de que es capaz, frente al vencido un intratable pueblo de cabreros. 5 10 15 20 Barcelona y Madrid eran algo humillado. Como una casa sucia, donde la gente es vieja, la ciudad parecía más oscura y los Metros olían a miseria. Con luz de atardecer, sobresaltada y triste, se salía a las calles de un invierno poblado de infelices gabardinas a la deriva, bajo el viento. Y pasaban figuras mal vestidas de mujeres, cruzando como sombras, solitarias mujeres adiestradas ―viudas, hijas o esposas― en los modos peores de ganar la vida y suplir a sus hombres. Por la noche, las más hermosas sonreían al más descarado de los vencedores. Otras veces, la perspectiva irónica la vuelca Gil de Biedma sobre sí mismo, revelando una ácida visión de la vida en la que la autocomplacencia está ausente: el mundo puede no ser perfecto, pero desde luego, el poeta tampoco lo es. Esta capacidad analítica de la propia personalidad en un tono distanciado y sarcástico debe contrastarse con el modo en que los románticos cantaban sus propias penas y angustias personales. Biedma se distancia del romanticismo y logra un lenguaje y una visión del mundo en la que la angustia y el fracaso vital se ven de un modo mucho menos dramático. Es el estilo de la modernidad. III. CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, dejar atrás un sótano más negro que mi reputación ―y ya es decir―, poner visillos blancos y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, zángano de cólmena, inútil, cacaseno, con tus manos lavadas, a comer en mi plato y a ensuciar mi casa? Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche, los chulos, las floristas, las calles muertas de la madrugada y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho, y te a paras a verte en el espejo la cara destruida, con ojos todavía violentos que no quieres cerrar. Y si te increpo, te ríes, me recuerdas el pasado y dices que envejezco. Podría recordarte que ya no tienes gracia. Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años, y que tu encantadora sonrisa de muchacho soñoliento ―seguro de gustar― es un resto penoso, un intento patético. Mientras que tú me miras con tus ojos de verdadero huérfano, y me lloras y me prometes ya no hacerlo. Si no fueses tan puta! Y si yo no supiese, hace ya tiempo, que tú eres fuerte cuando yo soy débil y que eres débil cuando me enfurezco... De tus regresos guardo una impresión confusa de pánica, de pena y descontento de volver a sufrir, otra vez más, la humillación imperdonable de la excesiva intimidad. A duras penas te llevaré a la cama, como quien va al infierno para dormir contigo. Muriendo a cada paso de impotencia, tropezando con muebles a tientas, cruzaremos el piso torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos reprimidos. Oh innoble servidumbre de amar a seres humanos, y la más innoble que es amarse a sí mismo! IV. NO VOLVERÉ A SER JOVEN Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde ―como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. 5 10 Dejar huella quería y marcharme entre aplausos ―envejecer, morir, eran tan solo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejercer, morir, es el único argumento de la obra. El tono conversacional consigue, en ocasiones una particular forma de verdad íntima y personal, como en este famoso poema de su primer libro Compañeros de viaje que el poeta dedica a sus amigos. V. AMISTAD A LO LARGO 5 10 15 20 25 Pasan lentos los días y muchas veces estuvimos solos. Pero luego hay momentos felices para dejarse ser en amistad. Mirad: somos nosotros. Un destino condujo diestramente las horas, y brotó la compañía. Llegaban noches. Al amor de ellas nosotros encendíamos palabras, las palabras que luego abandonamos para subir a más: empezamos a ser los compañeros que se conocen por encima de la voz o de la seña. Ahora sí. Pueden alzarse las gentiles palabras ―ésas que ya no dicen cosas―, flotar ligeramente sobre el aire; porque estamos nosotros enzarzados en mundo, sarmentosos de historia acumulada, y está la compañía que formamos plena, frondosa de presencias. Detrás de cada uno vela su casa, el campo, la distancia. Pero callad. Quiero deciros algo. 30 Sólo quiero deciros que estamos todos juntos. A veces, al hablar, alguno olvida su brazo sobre el mío, y yo aunque esté callado doy las gracias, 35 40 porque hay paz en los cuerpos y en nosotros. Quiero deciros cómo todos trajimos nuestras vidas aquí, para contarlas. Largamente, los unos con los otros en el rincón hablamos, tantos meses! que nos sabemos bien, y en el recuerdo el júbilo es igual a la tristeza. Para nosotros el dolor es tierno. Ay el tiempo! Ya todo se comprende. IV. LOS AÑOS 70. LOS NOVÍSIMOS I. La poesía novísima tiene un lenguaje que la acerca claramente a las vanguardias de los años 20. Las referencias culturales a la cultura camp y pop de los años 70 supusieron un intento de internacionalizar el lenguaje de la poesía española alejándolo de la expresión social de los autores del 60. Veamos un par de ejemplos de este intento. ARDE EL MAR Oh ser un capitán de quince años viejo lobo marino las velas desplegadas las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio de las barcazas las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo las huelgas de los cargadores las grúas paradas ante el cielo de zinc los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo en las aguas con sordo estampido el humo de los cafetines Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara los relatos de pulpos serpientes y ballenas de oro enterrado y de filibusteros Un mascarón de proa el viejo dios Neptuno Una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar bajo los cocoteros Pere Gimferrer, Arde el mar II. Arrancaré de ti una lámina de oro, el delicado rosal que habita en tu garganta o la dulce penumbra de tus deseos convertidos en lenta metamorfosis de pestañas. Te arrancará de mí, fustán o carcaj al margomar tus labios como la nieve se arranca de unos besos tan blancos que ya sangran. Los unicornios verdes que aceifan en tus ojos demandarán perdón, tan triste, y será como un fluido vals de crisantemos en el que la paciencia de un continuo dolor haga manar de ti como una perla una dulce dulzura en la distancia... Luis A. de Villena, Sublime solarium III. QUERUBES 5 Entregados al mal y a los deseos, aman la sangre y los placeres turbios, el vértigo infinito de los labios, el peligro que acecha tras las curvas. Pero su cuerpo es bello y seductores son sus ojos como ramos de lilas, hay huertos escondidos en sus labios, cálidos ríos en su piel nocturna. 10 Todo se desconoce de su origen. Son una raza extraña sus fulgores hermosos. Ancho dolor de deseos. Les darías la vida como un ebrio, porque hay rosas de amor en sus labios, y nada importa el mal en cuerpos bellos. L. A. Villena, Viaje a Bizancio
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