la literatura española del siglo xviii. la prosa ilustrada

LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO
ILUSTRADA
XVIII.
LA PROSA
Los ilustrados neoclásicos hicieron uso de sus obras en prosa para desarrollar
todo un programa de reformas educativas y sociales. Intentaron diseñar las bases
para construir una nueva sociedad moderna, guiada por los ideales del progreso y
del trabajo. Para ello, crearon todo un programa de actuación que pasaba por la
crítica de aquellos aspectos del país que consideraban anticuados o bárbaros.
Los siguientes textos muestran algunas de sus principales preocupaciones.
Fray Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764) fue uno de los primeros ilustrados
españoles. Como profesor universitario y miembro de la iglesia procuró utilizar sus
conocimientos y su curiosidad científica en la modernización de la enseñanza en
España. En su Teatro crítico universal (obra científica en ocho grandes volúmenes
publicada entre 1726-1740) desarrolló algunas de estas ideas. Veamos algunos
textos extraídos de esta obra.
La importancia de la educación
La educación es una de las principales preocupaciones ilustradas. Estos intelectuales sentían su vital
importancia para la mejora de un país.
¿Es la instrucción pública el primer origen de la prosperidad social? Sin duda. Esta es una verdad no
bien reconocida todavía, o por lo menos no bien apreciada; pero es una verdad. La razón y la
experiencia hablan en su apoyo.
Las fuentes de la prosperidad social son muchas; pero todas nacen de un mismo origen, y este
origen es la instrucción pública. Ella es la que las descubrió, y a ella todas están subordinadas. La
instrucción dirige sus raudales para que corran por varios rumbos a su término; la instrucción remueve
los obstáculos que pueden obstruirlo, o extraviar sus aguas. Ella es la matriz, el primer manantial que
abastece estas fuentes. Abrir todos sus senos, aumentarle, conservarle es el primer objeto de la
solicitud de un buen gobierno, es el mejor camino para llegar a la prosperidad. Con la instrucción, todo
se mejora y florece; sin ella, todo decae y se arruina en un estado.
La sabiduría nace de la experiencia, no de la especulación
Una de las principales preocupaciones ilustradas fue la reforma de la enseñanza universitaria. Hay que tener
en cuenta que esta enseñanza seguía métodos que apenas se habían modificado desde el siglo XIV. Las
carreras universitarias se centraban en los estudios de derecho y teología, y apenas prestaban atención a las
ciencias experimentales. Además, los métodos de estudio se basaban en la lectura de textos antiguos y en el
aprendizaje memorístico de comentarios a los mismos.
[...] porque la experiencia es, como hemos dicho, el único conducto para saber algo de la naturaleza, y
sólo experimentan la naturaleza los que en varios ministerios mecánicos manejan varios entes
naturales; no los que, divertidos en especulaciones, viven retirados en las escuelas. El pescador sabrá
algo de las propiedades de los peces; el piloto de los vientos y los mares; el cazador de las aves y las
fieras; el labrador de la generación y aumento de las plantas. Pero el filósofo, ¿qué sabe? Dudar de todo
y nada más... [...] Si algún desengaño o conocimiento cierto se ha adquirido en orden a uno u otro
teorema físico, no nació en el aula; vino de afuera a beneficio de la experiencia.
La falta de resultados en los estudios universitarios
Otro problema de la universidad española estaba en el gran número de estudiantes (hijos de nobles la
mayoría) que se matriculaban sin conocimientos ni interés, sólo porque era un requisito necesario para poder
trabajar en la administración del estado (ministerios, concejalías, abogados, escribanos, notarios...). Estos
trabajos estaban reservados para ellos y apenas producían ningún beneficio para el país.
[...] Bien creo yo que se encuentran algunos tan rudos en las aulas que, a menos de darles la doctrina
mascada y digerida de este modo, no saben usar de ella en la disputa. Mas lo que se debe practicar con
estos es despacharlos para que tomen otro oficio. Conviniera mucho al público que en cada universidad
hubiese un visitador o examinador señalado por el príncipe o por el supremo senado que, informándose
cada año de los que son aptos o ineptos para las letras, purgase de estos las escuelas. Con este arbitrio
habría más gente en la república para ejercer las artes mecánicas, y las ciencias abundarían de más
floridos profesores [...].
[...] Tengo para mí por cierto que de escribanos, receptores, procuradores, notarios y ministriles
sobran más de la mitad de los que hay. Y si he de hacer, en orden a toda España, el cálculo por lo que
pasa en el país que habito, diré que de escribanos, de tres partes, las dos. La multitud de esas gentes
no sólo es inútil, mas aún perniciosa en los pueblos.
Otro importante ensayista del siglo XVIII fue José Cadalso (1741-1782), autor de las
Cartas marruecas (1789). Se trata de una obra epistolar (formada por cartas enviadas por
los personajes). El libro parte de una situación ficticia. El joven Gazel, hijo de un noble
marroquí llamado Ben Beley, recorre España en un viaje con fines educativos. Su amigo
Don Nuño le sirve de guía y comentarista para lo que ve en su viaje. La obra recopila las
cartas que los tres personajes intercambian comentando las observaciones de Gazel. Esta
ficción permite a Cadalso realizar un retrato crítico de la sociedad española y de algunas de
sus costumbres más discutibles. Veamos algunos textos de la obra que tratan temas
representativos del pensamiento ilustrado.
La educación de un noble español
Un problema social de primer orden era la ignorancia y zafiedad de la nobleza. El problema era de la mayor
gravedad, si se tiene en cuenta que la nobleza acaparaba los puestos de mayor relevancia dentro de la sociedad
(gobierno local y nacional, dirección de los ejércitos...). En esta carta, Gazel describe las costumbres del hijo de
un noble andaluz.
Carta VII. De Gazel a Ben Beley
[...] Llegábamos ya cerca del cortijo, sin que el caballero me hubiese contestado a materia alguna de
cuantas le toqué. Mi natural sinceridad me llevó a preguntarle cómo le habían educado, y me respondió:
― A mi gusto, al de mi madre y al de mi abuelo, que era un señor muy anciano que me quería
como a la niña de sus ojos. Murió de cerca de cien años de edad. Había sido capitán de Lanzas de
Carlos II, en cuyo palacio se había criado. Mi padre bien quería que yo estudiase, pero tuvo poca vida y
autoridad para conseguirlo. Murió sin tener el gusto de verme escribir. Ya me había buscado un ayo, y la
cosa iba de veras, cuando cierto accidentillo lo descompuso todo.
― ¿Cuáles fueron sus primeras lecciones? ―preguntéle yo―. Ninguna ―respondió el
muchacho: ya sabía yo leer un romance y tocar unas seguidillas; ¿para qué necesita más un caballero?
Mi dómine bien quiso meterse en honduras, pero le fue muy mal y hubo de irle mucho peor. El caso fue
que había yo concurrido con otros amigos a un encierro. Súpolo, y vino tras mí a oponerse a mi
voluntad. Llegó precisamente a tiempo que los vaqueros me andaban enseñando cómo se toma la vara.
No pudo traerle su desgracia a peor ocasión. A la segunda palabra que quiso hablar, le di un varazo tan
fuerte en medio de la cabeza, que se la abrí en más cascos que una naranja; y gracias a que me
contuve, porque mi primer pensamiento fue ponerle una vara lo mismo que a un toro de diez años; pero,
por primera vez, me contenté con lo dicho. Todos gritaban: “¡Viva el señorito!” Y hasta el tío Gregorio,
que es hombre de pocas palabras, exclamó: “Lo ha hecho usía como un ángel del cielo”.
― ¿Quién es ese tío Gregorio? ―preguntéle, atónito de que aprobase tal insolencia; y me
respondió:
― El tío Gregorio es un carnicero de la ciudad que suele acompañarnos a comer, fumar y jugar.
¡Poquito le queremos todos los caballeros de por acá! En ocasión de irse mi primo Jaime María a
Granada y yo a Sevilla, hubimos de sacar la espada sobre quién se lo había de llevar; y en esto hubiera
parado la cosa, si en aquel tiempo mismo no le hubiera prendido la justicia por no sé qué puñaladitas
que dio en la feria y otras frioleras semejantes, que todo ello se compuso al mes de cárcel.
Dándome cuenta del carácter del tío Gregorio y de otros iguales personajes, llegamos al cortijo.
Presentóme a los que allí se hallaban, que eran amigos o parientes suyos de la misma edad, clase y
crianza, y se habían juntado para ir a una cacería [...].
El orgullo español
Entre las costumbres españolas, el mito del “español orgulloso” fue objeto de frecuentes críticas por parte de
los ilustrados. Veamos un ejemplo de Cadalso por boca de Gazel.
Carta XXXVIII. De Gazel a Ben Beley
Uno de los defectos de la nación española, según el sentir de los demás europeos, es el orgullo. Si
esto es así, es muy extraña la proporción en que este vicio se nota entre los españoles, pues crece
según disminuye el carácter del sujeto parecido en algo a lo que los físicos dicen haber hallado en el
descenso de los graves hacia el centro: tendencia que crece mientras más baja el cuerpo que la
contiene. El rey lava los pies a doce pobres en ciertos días del año, acompañado de sus hijos, con tanta
humildad que yo, sin entender el sentido religioso de esta ceremonia, cuando asistí a ella me llené de
ternura y prorrumpí en lágrimas. Los magnates o nobles de primera jerarquía, aunque de cuando en
cuando hablan de sus abuelos, se familiarizan hasta con sus ínfimos criados. Los nobles menos
elevados hablan con más frecuencia de sus conexiones, entronques y enlaces. Los caballeros de las
ciudades ya son algo pesados en punto de nobleza. Antes de visitar a un forastero o admitirle en sus
casas, indagan quién fue su quinto abuelo, teniendo buen cuidado de no bajar un punto de esta
etiqueta, aunque sea a favor de un magistrado del más alto mérito y ciencia, ni de un militar lleno de
heridas y servicios. [...]
Todo lo dicho es poco en comparación de la vanidad del hidalgo de aldea. Este se pasea
majestuosamente en la triste plaza de su pobre lugar, embozado en su mala capa, contemplando el
escudo de armas que cubre la puerta de su casa medio caída, y dando gracias a la providencia divina
de haberle hecho don Fulano de Tal. No se quitará el sombrero; no saludará al forastero que llega al
mesón, aunque sea el general de la provincia o el presidente del primer tribunal de ella. Lo más que se
digna hacer es preguntar si el forastero es de casa solar conocida al fuero de Castilla, qué escudo es el
de sus armas, y si tiene parientes conocidos en aquellas cercanías.
Pero lo que te ha de pasmar es el grado en que se halla este vicio en los pobres mendigos. Piden
limosna; si se les niega con alguna aspereza, insultan al mismo a quien poco ha suplicaban.
La nobleza hereditaria
El enorme número de nobles que había en España (algunos hidalgos pobrísimos que habían heredado su
nobleza de antepasados lejanos) se satiriza en varias de las Cartas marruecas. El problema era grave si se tiene
en cuenta que los nobles no pagaban impuestos y rechazaban el trabajo manual por considerarlo vergonzoso.
Carta III. De Don Nuño a Gazel.
[...] Nobleza hereditaria es la vanidad que fundo en que, ochocientos años antes de mi nacimiento,
muriese uno que se llamó como yo me llamo, y fue hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo.
Carta XII. De Gazel a Ben Beley
En Marruecos no tenemos idea de lo que por acá se llama nobleza hereditaria, con que no me
entenderías si te dijera que en España no sólo hay familias nobles, sino provincias que lo son por
heredad. Yo mismo que lo estoy presenciando no lo comprendo. Te pondré un ejemplo práctico y lo
entenderás menos, como me sucede; y si no, lee: pocos días ha, pregunté si estaba el coche pronto,
pues mi amigo Nuño estaba malo y yo quería visitarle. Me dijeron que no. Al cabo de media hora, hice
igual pregunta, y hallé igual la respuesta. Pasada otra media, pregunté y me respondieron lo propio. De
allí a poco, me dijeron que el coche estaba puesto, pero que el cochero estaba ocupado. Indagué la
ocupación al bajar las escaleras, y él mismo me desengañó, saliéndome al encuentro y diciéndome:
“Aunque soy cochero, soy noble. Han venido unos vasallos míos y me han querido besar la mano para
llevar este consuelo a sus casas; con que por esto me han detenido, pero ya despaché. ¿Adónde
vamos?” Y al decir esto, montó en la mula y arrimó el coche.
LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII. EL TEATRO
NEOCLÁSICO
Leandro Fernández de Moratín
El sí de las niñas
Alegato feminista. El sí de las niñas, aparte su testimonio para comprender a Moratín, importa
también como alegato en defensa de los derechos de la mujer, a casarse con quien ama, y no por
conveniencias de familia, según era normal. Es, no obstante, una defensa tímida; ni Francisca ni
Carlos se rebelan para defender su amor (tendrá que ser don Diego, el novio por interés, quien
imponga un desenlace justo al conflicto). Estamos ya lejos de lso héroes amatorios de nuestro teatro
clásico, vehementes y rebeldes, y aún a distancia del inminente Romanticismo, que volverá por los
fueros de la sinceridad apasionada del amor.
EL SÍ DE LAS NIÑAS
Primer Acto. La acción —que dura desde las siete de la tarde hasta las cinco de la madrugada
siguiente: diez horas— transcurre en la sala de paso de una posada en Alcalá de Henares, a la que
dan las puertas de sendas habitaciones. Están allí el viejo don Diego y doña Irene, de regreso de
Guadalajara, adonde han ido a buscar a doña Francisca, la cual se estaba educando allí en un
convento, y ha sido pedida en matrimonio por el primero. Al comenzar la acción, don Diego habla con
su criado Simón, y deja traslucir que va a haber boda pronto. Simón no puede sospechar que don
Diego vaya a casarse con una jovencita de dieciséis años, y piensa que su amo la ha pedido para
casarla con don Carlos, sobrino y pupilo del caballero, el cual es teniente coronel por méritos de
guerra en Zaragoza. Don Diego lo saca de su error: él es quien va a casarse. Llegan doña Irene y
doña Francisca, que han ido a visitar a una parienta monja.
DOÑA FRANCISCA._ ¿Nos vamos adentro, mamá, o nos quedamos aquí?
DOÑA IRENE._ Ahora, niña, que quiero descansar un rato.
DOÑA FRANCISCA._ Hoy se ha dejado sentir el calor en forma.
DOÑA IRENE._ (Refiriéndose a las mojas que han visitado) ¡Y qué fresco tienen aquel locutorio! Está
hecho un cielo [...]. Mi hermana es la que está bastante delicadita. Ha padecido mucho este invierno...
Pero, vaya, no sabía qué hacerse con su sobrina la buena señora. Está muy contenta con nuestra
elección [...].
DON DIEGO._ Sólo falta que la parte interesada tenga la misma satisfacción que manifiestan cuantos la
quieren bien.
DOÑA IRENE._ Es hija obediente, y no se apartará jamás de lo que determine su madre.
DON DIEGO._ Todo eso es cierto, pero...
DOÑA IRENE._ Es de buena sangre, y ha de pensar bien, y ha de proceder con el honor que le
corresponde.
Doña Francisca se va, sin que le hayan arrancado una palabra de complacencia por el matrimonio
que le preparan. El caballero manifiesta a la madre su inquietud por este comportamiento, pero ella lo
tranquiliza, alegando que se trata de timidez y modestia.
Con su charla incesante, doña Irene no logra tranquilizar a don Diego. Preparan las cosas para
proseguir su viaje a Madrid al amanecer. Entra Calamocha, asistente de don Carlos; ambos acaban
de llegar de Zaragoza. En una conversación con la criada Rita, sabemos que el oficial está
enamorado de Francisca, y que esta le ha escrito anunciándole que van a casarla a la fuerza, aunque
no le dice con quién. Y se han puesto en camino inmediantamente para impedirlo. Ocurre que Carlos
y la joven se conocieron una tarde en Guadalajara, en casa de unos amigos comunes; desde
entonces, han mantenido mutuo amor (aunque él no le ha revelado su nombre: con ella finge
llamarse don Félix). Rita comunica a su señorita que el galán está en Alcalá, y que va a alojarse en
aquella misma posada. La alegría de doña Francisca es inmensa; pero resulta inquietante la
coincidencia de todos en aquel lugar.
Acto Segundo. Doña Irene amonesta a su hija por la frialdad que manifiesta a don Diego, cuyo
elogio le hace una vez más.
DOÑA IRENE._ Es un señor muy mirado, muy puntual. ¡Tan buen cristiano!¡Tan atento!¡Tan bien
hablado!¡Y con qué garbo y generosidad se porta! [...] ¡Y qué casa tiene! Es mucho aquello. ¡Qué
ropa blanca! ¡Qué batería de cocina! ¡Y qué despensa, llena de cuanto Dios crió...! Pero tú no parece
que atiendes a lo que estoy diciendo.
DOÑA FRANCISCA._ Sí, señora, bien lo oigo; pero no la quería interrumpir a usted.
DOÑA IRENE._ Allí estarás, hija mía, como el pez en el agua. Pajaritas del aire que apetecieras las
tendrías, porque, como él te quiere tanto, y es un caballero tan de bien y tan temeroso de Dios...
Pero, mira, Francisquita, que me cansa de veras el que siempre que te hablo de esto hayas dado en
la flor de no responderme palabra... ¡Pues no es cosa particular, señor!
DOÑA FRANCISCA._ Mamá, no se enfade usted.
DOÑA IRENE._ No es buen empeño de... Y ¿te parece a ti que no sé yo muy bien de dónde viene eso?
¿No ves que conozco las locuras que se te han metido en esa cabeza de chorlito? ¡Perdóneme Dios!
DOÑA FRANCISCA._ Pero... Pues ¿qué sabe usted?
DOÑA IRENE._ Me quieres engañar, ¿eh? ¡Ay, hija mía! He vivido mucho, y tengo yo mucha trastienda y
mucha penetración para que tú me engañes.
DOÑA FRANCISCA._ (Aparte, creyendo que su madre conoce sus relaciones con don Carlos.) ¡Perdida
soy!
DOÑA IRENE._ Sin contar con su madre... Como si tal madre no tuviera... Yo te aseguro que, aunque no
hubiera sido con esta ocasión, de todos modos era ya necesario sacarte del convento [...]. ¡Mire usted
qué juicio de niña este! Que porque ha vivido un poco de tiempo entre monjas, ya se le puso en la
cabeza el ser monja también... Ni qué entiende ella de eso, ni qué... En todos los estados se sirve a
Dios, Frasquita; pero el complacer a una madre, asistirla, acompañarla, y ser el consuelo de sus
trabajos, esa es la primera obligación de una hija obediente... Y sépalo, si no lo sabe.
DOÑA FRANCISCA._ Es verdad, mamá... Pero yo nunca he pensado abandonarla a usted.
DOÑA IRENE._ Sí, que no sé yo...
DOÑA FRANCISCA._ No, señora. Créame usted. La Paquita nunca se apartará de su madre ni le dará
disgustos. [...]
DOÑA IRENE._ Pues, hija, ya sabes lo que te he dicho. Ya ves lo que pierdes, y la pesadumbre que me
darás si no te portas en un todo como corresponde... Cuidado con ello.
DOÑA FRANCISCA._ (Aparte.) ¡Pobre de mí!
Doña Irene comunica a don Diego sus barruntos de que Francisca quiera ser monja, y él piensa
que ello puede deberse al deseo de evitar aquel matrimonio porque no le complace. Pregunta a la
muchacha, y la madre interviene para apartar tales sospechas; pero el caballero la hace callar: es
Francisca la que debe responder francamente.
DON DIEGO._ Yo soy ingenuo; mi corazón y mi lengua no se contradicen jamás. Esto mismo le pido a
usted, Paquita: sinceridad. El cariño que a usted le tengo no la debe hacer infeliz... Su madre de
usted no es capaz de querer una injusticia, y sabe muy bien que a nadie se le hace dichoso por
fuerza. Si usted no hall en mí prendas que la inclinen, si siente algún otro cuidadillo en su corazón,
créame usted, la menor disimulación en esto nos daría a todos muchísimo que sentir.
Pero Francisca, por obediencia a su madre, no recoge esta generosa invitación a la sinceridad. No
dice que sí, pero tampoco niega: doña Irene contesta por ella, para que las cosas sigan adelante. Por
fin, llega don Carlos —don Félix, para Paquita— y se entrevista con su amada. Viene dispuesto a
impedir la boda: “Amor ha unido nuestras almas en estrechos lazos —le dice— y solo la muerte
bastará a dividirlas”. El militar se encuentra con su tío, a quein no sospechaba hallar. Don Diego se
sorprende de que haya abandonado el regimiento sin permiso, y le ordena regresar a Zaragoza
inmediatamente. Lo quiere como a un hijo, pero no le tolera ninguna irregularidad. Don Carlos le pide
perdón, pero no le confiesa el motivo de su viaje; y está dispuesto a obedecer. Doña Francisca queda
desolada al enterarse de que su amado se ha ido sin anunciarle siquiera la marcha.
Acto tercero. De madrugada, don Carlos, que sigue en Alcalá, da una serenata a Paquita y le arroja
una carta por la ventana. Pero no la encuentra, y el papel va a manos de don Diego, que así se
entera de los verdaderos sentimientos de la muchacha y de por qué ha venido su sobrino. Y quiere
obligar a doña Francisca a que sea sincera.
DON DIEGO._ Venga usted acá. Hablemos siquiera una vez sin rodeos ni simulación... Dígame usted:
¿no es cierto que usted mira con algo de repugnancia este matrimonio que se le propone? ¿Cuánto
va que, si le dejasen a usted entera libertad para la elección, no se casaría conmigo?
DOÑA FRANCISCA._ Ni con otro.
DON DIEGO._ ¿Será posible que usted no conozca otro más amable que yo, que la quiera bien, y que
le corresponda como usted merece.
Pero ella sigue obstinada en negar. Don Diego desea obligarle a que hable con libertad.
DON DIEGO._ Pero, ¡qué obstinado, qué imprudente silencio! Cuando usted misma debe presumir que
no estoy ignorante de lo que hay.
DOÑA FRANCISCA._ Si usted lo ignora, señor don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si, en efecto, lo
sabe usted, no me lo pregunte.
DON DIEGO._ Bien está. Una vez que no hay nada que decir, que esa aflicción y esas lágrimas son
voluntarias, hoy llegaremos a Madrid, y dentro de ocho días será usted mi mujer.
DOÑA FRANCISCA._ Y daré gusto a mi madre.
DON DIEGO._ Y vivirá usted infeliz.
DOÑA FRANCISCA._ Ya lo sé.
DON DIEGO._ Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña:
enseñarle a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las
juzgan honestas una vez que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinana en que el
tempreamento, la edad ni el genio no han de tener influencia en sus inclinaciones, o en que su
voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se les permite, menos la sinceridad.
Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se
presten a pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya
están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el
silencio de un esclavo.
Le promete ayudarla contra las posibles iras de su madre, y ella le besa las manos con
emocionada gratitud. Simón ha ido a buscar a don Carlos, el cual cuenta a su tío cómo conoció a
Paquita, el año anterior, y se enamoró de ella; cómo, por ese motivo, se entretuvo en Guadalajara,
fingiendo llamarse don Félix para que no llegara a su tío la noticia de que estaba en dicha ciudad y no
en Zaragoza. Don Diego, para probar la sinceridad de su amor, le anuncia que está dispuesto a
casarse con ella. El oficial experimenta dolor, pero tampoco se rebelará.
DON CARLOS._ Usted se llamará su marido; pero si alguna o muchas veces la sorprende, y ve sus ojos
hermosos inundados en lágrimas, por mí las vierte... No le pregunte usted jamás el motivo de sus
melancolías: yo, yo seré la causa. Los suspiros, que en vano procurará reprimir, serán finezas
dirigidas a un amigo ausente.
DON DIEGO._ ¿Qué temeridad es esta?
DON CARLOS._ Ya se lo dije a usted... Era imposible que yo hablase una palabra sin ofenderle. Pero
acabemos esta odiosa conversación... Viva usted feliz, y no me aborrezca, que yo en nada le he
querido disgustar... La prueba mayor que yo puedo darle de mi obediencia y respeto es la de salir de
aquí inmediatamente. Pero no me niegue, a lo menos, el consuelo desaber que usted me perdona.
DON DIEGO._ Conque, en efecto, ¿te vas?
DON CARLOS._ Al instante, señor. Y esta ausencia será bien larga.
DON DIEGO._ ¿Por qué?
DON CARLOS._ Porque no me conviene verla en mi vida... Si las voces que corren de una próxima
guerra se llegaran a verificar... entonces...
DON DIEGO._ ¿Qué quieres decir? (Asiendo de un brazo a don Carlos, le hace venir más adelante).
DON CARLOS._ Nada... que apetezco la guerra porque soy soldado.
DON DIEGO._ ¡Carlos!... ¡Qué horror!... ¡Y tienes corazón para decírmelo!
Pero don Diego le manda que aguarde en un cuarto. Y él habla con doña Irene, a la que explica
cómo su hija está enamorada de otro hombre. Ella no quiere creerlo: piensa que es excusa del
caballero para no cumplir su compromiso, pero lee la carta que él le da, en la cual el militar explicaba
a la niña por qué se retiraba: don Diego es su tío. Irene se enfurece con su hija, y va a golpearla; pero
sale don Carlos y lo impide.
DON DIEGO._ Aquí no hay escándalos. (A doña Irene.) Ese es de quien su hija de usted está
enamorada... Separarlos y matarlos viene a ser lo mismo... Carlos... No importa... Abraza a tu mujer.
(Se abrazan don Carlos y doña Francisca, y después se arrodillan a los pies de don Diego) [...]
DOÑA FRANCISCA._ Conque, ¿usted nos perdona y nos hace felices?
DON DIEGO._ Sí, prendas de mi alma, sí. (Los hace levantar con expresión de ternura.)
DOÑA IRENE._ ¿Y es posible que usted se determine a hacer un sacrificio...?
DON DIEGO._ Yo puedo separarlos para siempre y gozar tranquilamente la posesión de esta niña
amable, pero mi conciencia no lo sufre... ¡Carlos!... ¡Paquita! ¡Qué dolorosa impresión me deja en el
alma el esfuerzo que acabo de hacer...! Porque, al fin, soy hombre miserable y débil.
DON CARLOS._ Si nuestro amor, si nuestro agradecimiento pueden bastar a consolar a usted en tanta
pérdida...
DOÑA IRENE._ ¡Conque el bueno de don Carlos! Vaya que...
DON DIEGO._ Él y su hija de usted estaban locos de amor, mientras que usted y las tías fundaban
castillos en el aire, y me llenaban la cabeza de ilusiones, que han desaparecido como un sueño...
Esto resulta del abuso de autoridad, de la opresión que la juventud padece, y estas son las
seguridades que dan los padres y los tutores, y esto lo que se debe fiar en el sí de las niñas... Por una
casualidad, he sabido a tiempo el error en que estaba.
Y así, con nuevas finezas de don Diego para Paquita y Carlos, acaba la comedia.
TEMA 2. EL ROMANTICISMO ESPAÑOL: ESPRONCEDA, BÉCQUER
Y ROSALÍA
LA POESÍA DE JOSÉ DE ESPRONCEDA
Espronceda es el principal poeta del Romanticismo español no sólo por su poesía sino también por su
experiencia vita: exiliado en Londres y París por su lucha contra el absolutismo, ferviente liberal, rebelde
escandaloso, diputado liberal en las primeras cortes constitucionales tras la caída de la monarquía absoluta y
fallecido en plena juventud. Su trayectoria vital y poética tiene mucho que ver con la del poeta romántico inglés
Lord Byron, al que admiraba.
La canción del pirata
La obra de Espronceda se centra en la poesía, en la que logró sus mejores frutos (también escribió tres obras
de teatro y una novela). El texto más simbólico de su obra es la famosa Canción del pirata (1835) cuyo personaje
simboliza al héroe del Romanticismo exaltado, que se enfrenta con las convenciones de la sociedad en su lucha
por una libertad absoluta.
El texto se publicó por vez primera en la cabecera del primer número de la revista literaria El artista (1835).
CANCIÓN DEL PIRATA
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Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman
por su bravura El Temido,
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá, a su frente, Estambul.
“Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
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a despecho
del inglés,
y han rendido
sus blasones
cien naciones
a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.”
[...]
“A la voz de '¡barco viene!'
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual,
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
Que es mi barco mi tesoro...”
A una estrella
La contemplación de la naturaleza, lo infinito de los cielos y los astros en el silencio de la noche evocan al
poeta la propia insignificancia del hombre ante la grandeza de la creación, la imposibilidad del hombre de
controlar el tiempo o el espacio. Esta famosa oda a una estrella reflexiona sobre alguno de estos temas.
A UNA ESTRELLA (fragmento)
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[...] ¿Quién eres tú, lucero misterioso,
tímido y triste entre luceros mil,
que cuando miro tu esplendor dudoso,
turbado siento el corazón latir?
¿Es acaso tu luz recuerdo triste
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de otro antiguo perdido resplandor,
cuando, engañado como yo, creíste
eterna tu ventura que pasó?
Tal vez con sueños de oro la esperanza
acarició tu pura juventud,
y gloria y paz, y amor, y venturanza
vertió en el mundo tu primera luz.
Y el primer triunfo del amor primero
que embalsamó en aromas el Edén,
luciste acaso, mágico lucero,
protector del misterio y del placer.
Y era tu luz voluptüosa y tierna
la que entre flores resbalando allí,
inspiraba en el alma un ansia eterna
de amor perpetuo y de placer sin fin.
Mas ¡ay! que luego el bien y la alegría
en llanto y desventura se trocó:
tu esplendor empañó niebla sombría;
sólo un recuerdo al corazón quedó.
Y ahora melancólico me miras,
y tu rayo es un dardo del pesar;
si amor aún al corazón inspiras,
es un amor sin esperanza ya.
José de Espronceda, Poesías, 1840
El reo de muerte
Una parte de la obra poética de Espronceda está dirigida a la crítica social (denuncia de la injusticia, poemas
comprometidos con la causa de los constitucionalistas...). En este poema, el poeta realiza una poderosa crítica
de la pena de muerte. Espronceda se centra en el patetismo de los sentimientos que pasan por la mente del
condenado a muerte durante su última noche. La angustia del condenado contrasta con la tranquilidad de la
noche madrileña.
EL REO DE MUERTE (fragmento)
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[...] Serena la luna
alumbra en el cielo,
domina en el suelo
profunda quietud.
Ni voces se escuchan,
ni ronco ladrido,
ni tierno quejido
de amante laúd.
Madrid yace envuelto en sueño,
todo al silencio convida,
y el hombre duerme y no cuida
del hombre que va a expirar.
Si tal vez piensa en mañana,
ni una vez piensa siquiera
en el mísero que espera
para morir, despertar;
que sin pena ni cuidado
los hombres oyen gritar:
¡Para hacer bien por el alma
del que van a ajusticiar!
25
¡Y el juez también en su lecho
duerme en paz! ¡Y su dinero
45
30
35
40
el verdugo placentero
entre sueños cuenta ya!
Tan sólo rompe el silencio
en la sangrienta plazuela
el hombre del mal que vela
un cadalso a levantar.
Loca y confusa la encendida mente,
sueños de angustia y fiebre y devaneo
el alma envuelven del confuso reo,
que inclina al pecho la abatida frente.
Y en sueños
confunde
la muerte,
la vida.
Recuerda
y olvida,
suspira,
respira
con hórrido afán.
Y en un mundo de tinieblas
vaga y siente miedo y frío,
y en su horrible desvarío
palpa en su cuello el dogal [...].
Espronceda, Poesías, 1840
A Jarifa en una orgía
Frente a la Canción del pirata, que representa al romántico en su momento de optimismo, otros poemas de
Espronceda ponen de manifiesto el sentimiento de fracaso y pesimismo que es también característico del
Romanticismo.
A JARIFA, EN UNA ORGÍA (fragmento)
5
10
[...] Yo me arrojé, cual rápido cometa,
en alas de mi ardiente fantasía
doquier mi arrebatada mente inquieta
dichas y triunfos encontrar creía.
Yo me lancé con atrevido vuelo
fuera del mundo en la región etérea,
y hallé la duda, y el radiante cielo
vi convertirse en ilusión aérea.
Luego en la tierra la virtud, la gloria
busqué con ansia y delirante amor,
y hediondo polvo y deleznable escoria
mi fatigado espíritu encontró.
15
20
Mujeres vi de virginal limpieza
entre albas nubes de celeste lumbre;
yo las toqué, y en humo su pureza
trocarse vi, y en lodo y podredumbre.
Y encontré mi ilusión desvanecida,
y eterno e insaciable mi deseo.
Palpé la realidad y odié la vida:
sólo en la paz de los sepulcros creo.
Y busco aún y busco codicioso
y aun deleites el alma finge y quiere;
pregunto, y un acento pavoroso
“¡Ay!”, me responde, “desespera y muere.”
José de Espronceda, Poesías, 1840
Las obras mayores
EL DIABLO MUNDO (1840)
Dos obras de gran extensión destacan en la producción de Espronceda. El diablo mundo, que dejó incompleta,
es un largo poema en varias partes que expone el modo en el que la sociedad corrompe al hombre. Su segunda
sección, el Canto a Teresa, es la obra maestra del autor y del Romanticismo español, un poema dedicado a la
muerte de Teresa Mancha, la mujer que fue amante del poeta y que murió en la indigencia a causa del rechazo
de la sociedad.
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA (1837)
El estudiante de Salamanca (1837) es un extenso poema que expone un relato legendario y fantástico.
Veremos una antología de este obra.
Parte I.
La obra consta de cuatro partes. La primera de ellas es la más breve; se destina a presentar a los dos
protagonistas. Don Félix, en un ambiente nocturno y sobrecogedor, acaba de matar a un hombre. Adviértase la
orientación romántica del léxico hacio lo aterrador y fantasmal.
5
10
15
20
Era más de media noche,
antiguas historias cuentan,
cuando en sueño y en silencio
lóbrego envuelta la tierra,
los vivos muertos parecen,
los muertos la tumba dejan.
Era la hora en que acaso
temerosas voces suenan
informes, en que se escuchan
tácitas pisadas huecas,
y pavorosos fantasmas
entre las densas tinieblas
vagan, y aúllan los perros
amedrentados al verlas;
en que tal vez la campana
de alguna arruinada iglesia
da misteriosos sonidos
de maldición y anatema,
que los sábados convoca
a las brujas a su fiesta [...]
Súbito rumor de espadas
cruje, y un ¡ay! se escuchó;
25
30
35
40
un ay moribundo, un ay
que penetra el corazón,
que hasta los tuétanos llega
y da al que lo oyó temblor.
Un ay de alguno que al mundo
pronuncia el último adiós.
El ruido
cesó,
un hombre
pasó
embozado,
y el sombrero,
recatado,
a los ojos
se caló.
Se desliza
y atraviesa
junto al muro
de una iglesia,
y en la sombra
se perdió.
Ese hombre es don Félix de Montemar, que sube por la calle del Ataúd, alumbrada solo por el candil que arde
ante una imagen de Cristo. El tétrico paraje no le arredra: aun los fantasmas huirían a su paso. En Salamanca
admiran al gallardo estudiante.
45
Que su arrogancia y sus vicios,
caballeresca apostura,
agilidad y bravura
ninguno alcanza a igualar,
50
que hasta en sus crímenes mismos,
en su impiedad y altiveza,
pone un sello de grandeza
don Félix de Montemar.
Parte II
En la segunda parte, Elvira aguarda a Félix. Inútilmente, porque él ya la ha olvidado. Espronceda evoca el
jardín, bajo la luz de la luna; describe a Elvira errando sin esperanza, como Ofelia en Hamlet; y la invoca con
famosas quintillas:
55
Mas, ay, que se disipó
tu pureza virginal,
tu encanto el aire llevó
cual la ventura ideal
que el amor te prometió.
60
Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son;
las ilusiones perdidas,
ay, son hojas desprendidas
del árbol del corazón.
La desventurada muchacha muere de amor, no sin haber escrito a don Félix una carta de despedida,
perdonándolo.
Parte III
La tercera parte combina, muy al gusto romántico, la narración y el diálogo. Este es realmente una escena de
un drama. En una habitación están jugando a las cartas seis hombres, apostando fuerte. Llega don Félix,
arrogante, desesperado y cínico, y empieza perdiendo. No duda en apostar el retrato de una amada, pues ya no
tiene dinero. Entra embozado don Diego de Pastrana, hermano de Elvira, que viene a desafiar a Montemar, para
vengarla. Él ya está ganando en el juego, y no le hace ningún caso.
65
DON FÉLIX
Gané otra vez.
(Al embozado.) No he entendido
qué dijisteis, ni hice aprecio
de si hablasteis blando o recio
cuando me habéis respondido.
DON FÉLIX
90
DON DIEGO
A solas hablar quería.
70
75
DON FÉLIX
Podéis, si os place, empezar,
que por vos no he de dejar
tan honrosa compañía.
Y si Dios aquí os envía
para hacer mi conversión,
no despreciéis la ocasión
de convertir tanta gente,
mientras que yo humildemente
aguardo mi absolución.
80
DON FÉLIX
A vos no, mas sí a una hermana
que imagino que tenéis.
DON DIEGO
Y, ¿no sabéis que murió?
DON FÉLIX
Téngala Dios en su gloria.
DON DIEGO
Pienso que sabéis su historia
y quién fue quien la mató.
DON DIEGO (Desembozándose.)
Don Félix, ¿no conocéis
a don Diego de Pastrana?
DON DIEGO
¡Mentís!¡Vos!
Calma, don Diego,
que si os morís vos luego,
es tanta mi desventura
que aún me lo habrán de achacar,
y es en vano ese despecho.
Si se murió, a lo hecho pecho;
ya no habrá de resucitar.
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DON FÉLIX (Con sarcasmo.)
¡Quizá alguna calentura!
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100
DON DIEGO
Os estoy mirando y dudo
si habré de manchar mi espada
con esa sangre malvada,
o echaros al cuello un nudo
con mis manos, y con mengua,
en vez de desafiaros,
el corazón arrancaros
y patearos la lengua.
¡Villano! [...]
en mi colérico brío
vuestras injurias escucho.
110
DON DIEGO
Salid de aquí; que a fe mía,
que estoy resuelto a mataros,
y no alcanzara a libraros
la misma Virgen María [...]
Venid conmigo.
DON FÉLIX
105
DON FÉLIX
Tened,
don Diego, la espada, y ved
que estoy yo muy sobre mí,
y que me contengo mucho;
no sé por qué, pues, tan frío
115
Allá voy;
pero si os mato, don Diego,
que no me venga otro luego
a pedirme cuenta.
Parte IV
La parte cuarta tiene más de mil versos. Don Félix ha matado a don Diego, y cuando regresa por la calle del
Ataúd, ve una fantasmal mujer que reza ante la imagen de Cristo. Don Félix corteja aquella sombra flotante. La
aparición le pide que no continúe desafiando a Dios, pero él la sigue. Suenan campanas, lo rodean espectros...
De pronto, silencio y soledad. Es la ciudad de los muertos, por la que pasa un entierro con dos cadáveres.
120
Calado el sombrero y en pie, indiferente,
el féretro mira don Félix pasar,
y al paso pregunta con su aire insolente
los nombres de aquellos que al sepulcro van.
Mas, cuál su sorpresa, su asombro cuál fuera,
cuando horrorizado con espanto ve
que el uno don Diego de Pastrana era,
y el otro, ¡Dios santo, y el otro era él!
El estudiante se burla de aquel “error”, y sigue instando a la dama para que se le rinda. Todo aquel misterio lo
enardece más:
125
Grandiosa, satánica figura,
alta la frente, Montemar camina,
espíritu sublime en su locura,
provocando la cólera divina;
Es un segundo Lucifer, alucinado y perverso; llegan al fin a un extraño monumento, que es lecho y tumba a la
ve. Félix pide a la visión que se descubra el rostro. Estalla un terrorífico estruendo de lamentos.
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Y algazara y gritería,
crujir de afilados huesos,
rechinamiento de dientes
y retemblar los cimientos,
y en pavoroso estallido
las losas del pavimento
separando sus junturas
irse poco a poco abriendo,
siente Montemar, y el ruido
más cerca crece, y a un tiempo
escucha chocarse cráneos
ya descarnados y secos.
El fantasma le tiende su mano helada y seaa; pero él, temerario, le alza el velo: es un esqueleto. Los espectros
los proclaman esposos. Y don Diego lo confirma. Montemar continúa alardeando cínicamente, y dice a Pastrana:
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155
“En cuanto a ese espectro que decís mi esposa,
raro casamiento venísme a ofrecer;
su faz no es, por cierto, ni amable ni hermosa,
mas no se os figure que os quiera ofender.
Por mujer la tomo, porque es cosa cierta,
y espero no salga fallido mi paln,
que, en caso tan raro, y mi esposa muerta,
tanto como viva no me cansará [...]”.
El carïado, lívido esqueleto,
los fríos, largos y asquerosos brazos
le enreda en tanto en apretados lazos
y mudo le acaricia en su ansiedad;
y con su boca cavernosa busca
la boca a Montemar, y, a su mejilla,
la árida, descarnada y amarilla,
junta y refriega repugnante faz.
Los espectros bailan una danza macabra, celebrando las espantosas nupcias. Por fin, Montemar desfallece y
muere.
Llega la mañana. Por Salamanca corre la noticia de que el diablo, disfrazado de mujer, se ha llevado al
infierno a Montemar. Espronceda acaba con un rasgo de humor:
Y si, lector, dijerdes ser comento,
como me lo contaron te lo cuento.
LOS POETAS ROMÁNTICOS TARDÍOS
Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer
Texto 1
La búsqueda de un nuevo lenguaje. Bécquer.
RIMA I
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en el fondo del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
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10
Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarle, y apenas, ¡oh hermosa!
teniendo en mis manos las tuyas
pudiera, al oído, cantártelo a solas.
[Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas.]
Texto 2
La búsqueda de un nuevo lenguaje. Rosalía de Castro.
5
¡Silencio!
A man nerviosa e palpitante o seo,
as niebras dos meus ollos condensadas,
con un mundo de dudas nos sentidos,
i un mundo de tormentos nas entrañas,
sentindo cómo loitan
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en sin igual batalla
inmortales deseios que atormentan
e rencores que matan,
mollo na propia sangre a dura pruma
rompendo a vena inchada,
i escribo..., escribo... ¿para qué? ¡Volvede
ó máis fondo da i-alma,
tempestosas imaxes!
¡Ide a morar cas mortas relembranzas!
¡Que a man tembrosa no papel só escriba
palabras, e palabras, e palabras!
Da idea a forma inmaculada e pura,
¿dónde quedou velada?
[Rosalía Castro de Murguía, Follas novas.]
Texto 3.
La mujer y la poesía.
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RIMA XI
— Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas? — No es a ti, no.
— Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas? — No, no es a ti, no.
— Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte. — ¡Oh, ven; ven tú!
G. A. Bécquer, Rimas
Texto 4
La búsqueda del ideal
5
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RIMA XV
Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.
¡Tú, sombra aérea, que cuando
voy a tocarte, te desvaneces,
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul!
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.
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¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente,
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!
G. A. Bécquer, Rimas, 1871
Texto 5.
La angustia ante lo infinito.
5
Los astros son innúmeros, al cielo
no se le encuentra fin,
y este pequeño mundo que habitamos,
y que parece un punto en el espacio,
inmenso es para mí.
10
Después... tantos y tantos,
cual las arenas del profundo mar,
seres que nacen a la vida, y seres
que sin parar su rápida carrera,
incierta siempre, vienen o se van.
15
Que se van o se mueren, esta duda
es en verdad cruel;
pero ello es que nos vamos o nos dejan,
sin saber si después de separarnos
volveremos a hallarnos otra vez.
R. de Castro, En las orillas del Sar (1884).
Texto 6.
El dolor romántico.
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20
Unha vez tiven un cravo
cravado no corazón,
i eu non m’acordo xa s’era aquel cravo
d’ouro, de ferro ou d’amor.
Soio sei que me fixo un mal tan fondo,
que tanto m’atormentou,
qu’eu día e noite sin cesar choraba
cal chorou Madalena na Pasión.
“Señor, que todo o podedes,
—pedínlle unha vez a Dios—
daime valor pra arrincar dun golpe
cravo de tal condizón”.
E doumo Dios e arrinqueimo
mas... ¿quen pensou?... Despois
xa non sentín máis tormentos
nin soupen qu’era dolor;
soupen só que non sei qué me faltaba
en donde o cravo faltou,
e seica... seica tiven soidades
d’aquela pena... ¡Bon Dios!
Este barro mortal qu’envolve o esprito
¡quén o entenderá, Señor!
Rosalía de Castro, Follas novas.
TEMA 4. EL MODERNISMO. POESÍA MODERNISTA
Texto I.
Los poetas del modernismo encuetran un nuevo ritmo, una nueva musicalidad para la poesía.
Huyen de los temas tradicionales y evocan mundos fantásticos, legendarios, de duquesas, mujeres
voluptuosas, caballeros... El lujo de los espacios que describen es, en ocasiones, tan logrado que el
lector se siente asombrado por tanto esplendor. En este poema, Rubén Darío describe un triunfante
desfile militar.
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MARCHA TRIUNFAL (fragmento)
¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
La espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines1.
Ya pasa, debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas,
la gloria solemne de los estandartes
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruïdo que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los cascos que hieren la tierra,
y los timbaleros
que el paso acompasan con ritmos marciales [...].
Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza
Texto II.
La mitología será fuente de inspiración habitual para los modernistas. Un mito de especial
atractivo para los decadentes será el de Leda y el cisne. El mito se convierte en un pretexto para un
ejercicio de estilo verbal prodigioso, que busca impresionar al lector por su erotismo y sensualidad.
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LEDA2
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bañado de sol.
Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.
Rubén Darío, Prosas profanas
Texto III.
La inspiración en mitos alejados de la tradición grecolatina es también característica de los
modernistas. En este texto, un soneto modernista (véanse las alteraciones métricas a las que Rubén
Darío somete el soneto tradicional), el poeta se inspira en el mítico héroe araucano (la antigua etnia
chilena) Caupolicán. Todas las tribus araucanas ansían encontrar a su guía y capitán (“el toqui”). Para
1
paladines: los caballeros que participan en un torneo.
Leda: personaje mitológico. Ninfa de la que se enamoró el dios Júpiter, quien la poseyó físicamente transformado en cisne.
Esa es precisamente la situación que se evoca en el poema.
2
elegirlo, imponen una terrible prueba: todos los aspirantes deberán llevar al hombro un tronco de
árbol. Sólo el que soporte su peso durante más tiempo será el rey de los araucanos.
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Es algo formidable que vio la vieja raza
robusto tronco de árbol a cuestas de un campeón,
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules o el hombro de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod3 que todo caza,
desjarretar4 un toro o estrangular un león.
Anduvo, anduvo, anduvo. Lo vio la luz del día,
lo vio la tarde pálida, lo vio la noche fría.
Y siempre el tronco de árbol a cuestas del Titán.
“¡El toqui, el toqui!”, clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo... La aurora dijo “¡basta!”
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
Texto IV.
Los temas superficiales, cuya única intención son causar una impresión placentera en el lector,
alejarlo de la realidad, son propios del Modernismo, como sucede en este famoso poema de Rubén
Darío: una princesa de cuento de hadas se entristece sin razón en su prodigioso palacio. Junto a la
princesa no faltan cisnes, lagos, bufones, guardianes, halcones, príncipes y, por supuesto, hadas
madrinas...
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3
SONATINA
La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?
¡Los suspiros se escapan de su boca de fresa!
¡Que ha perdido la risa! ¡Que ha perdido el color!
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y, en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales,
parlanchina, la dueña dice cosas vanales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
¡La princesa no ríe! ¡La princesa no siente!
La princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China
o en el que ha detenido su carroza argentina5
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz6?
Pobre princesa de la boca de rosa,
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el cielo sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur...
Y están tristes las flores por la flor de la corte:
Nemrod: personaje del bíblico libro del Génesis, legendario fundador de Babilonia, al que se describe como extraordinario
cazador.
4
desjarretar: torcerle el cuello hasta descoyuntar los huesos vertebrales.
5
carroza argentina: carroza de planta.
6
Ormuz: Estrecho del Mar Rojo, famoso por sus perlas.
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45
los jazmines de oriente, los nelumbos del norte,
de occidente las dalias y las rosas del Sur.
Pobre princesa de los ojos azules,
está presa en sus oros, está presa en sus tules 7,
en la jaula de mármol del palacio real.
El palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel8 que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh quién fuera Hypsipila9 que dejó la crisálida!
(¡La princesa está triste! ¡La princesa está pálida!)
¡Oh visión adorada de oro, plata y marfil!
¡Quién volara a la tierra dónde un príncipe existe!
(¡La princesa está pálida! ¡La princesa está triste!)
Más brillante que el alba, más hermoso que abril.
“Calla, calla, princesa”, dice el hada madrina,
“en caballo con alas hacia acá se encamina,
en el cinto la espada, en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte
y que llega de lejos, vencedor de la muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor”.
Rubén Darío, Prosas profanas
1. Este es uno de los poemas más famosos de Rubén Darío. ¿Cómo es el mundo que
describe? ¿Te parece una reflexión profunda sobre la vida o superficial? ¿Qué es lo que le
importa al poeta: decir algo profundo u otra cosa?
2. Observa los nombres geográficos que se citan. Enuméralos. ¿Qué tipo de pensamientos
evocan?
3. La belleza sensorial es el ideal absoluto que buscan los modernistas: observa todos los
objetos que tratan de transmitir el refinamiento y delicadeza de la escena.
4. El poema se titula sonatina. Es un término musical. ¿Cómo es la métrica del poema?
Observa la acentuación del mismo. ¿Produce algún efecto musical?
Texto V
La evocación de lo lejano, de lo exótico, de los viajes de aventuras, así como la creación de un
ambiente brumoso e indefinido (que busca más sugerir una emoción antes que expresarla
concretamente) son rasgos propios del estilo decadente modernista. En este extraordinario poema,
Rubén Darío evoca el mundo de la imaginación de un marinero envuelto en la niebla gris de sus
sueños.
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SINFONÍA EN GRIS MENOR
El mar, como un vasto cristal azogado,
refleja la lámina de un cielo de zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.
El sol como un vidrio redondo y opaco,
con paso de enfermo camina al cenit;
el viento marino descansa en la sombra
teniendo la almohada su negro clarín.
Las ondas, que mueven su vientre de plomo,
debajo del muelle parecen gemir.
Sentado en un cable, fumando su pipa,
está un marinero pensando en las playas
de un vago, lejano, brumoso país.
Es viejo ese lobo. Tostaron su cara
los rayos de fuego del sol del Brasil;
tules: tela de seda extremadamente fina y traslúcida.
lebrel: raza de perro de gran fiereza.
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Hypsipila: personaje mitológico que se transformó en mariposa.
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los recios tifones del mar de la China
le han visto bebiendo su frasco de gin.
La espuma, impregnada de yodo y salitre
ha tiempo conoce su roja nariz,
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta,
su gorra de lona, su blusa de dril.
En medio del humo que forma el tabaco,
ve el viejo, lejano, brumoso país,
adonde una tarde caliente y dorada,
tendidas las velas, partió el bergantín...
La siesta del trópico. El lobo se duerme.
Ya todo lo envuelve la gama del gris.
Parece que un suave y enorme esfumino
del curvo horizonte borrara el confín.
La siesta del trópico. La vieja cigarra
ensaya su ronca guitarra senil,
y el grillo preludia su solo monótono
en la única cuerda que está en su violín.
Rubén Darío, Prosas profanas
Texto VI
Junto a la búsqueda de una belleza idealizada, a veces un poco superficial, los poetas
modernistas tratan también en sus poemas temas profundos y humanos: la vida, la muerte, sus
misterios, sus preguntas sin respuesta... Recuerda que el modernismo reproduce las preocupaciones
del Romanticismo añadiéndole un nuevo lenguaje. Aquí Darío, expresa en su lenguaje fuertemente
evocador la melancolía sin sentido ni explicación que envuelve su alma. Es el sentimiento de
decadentismo tan característico de la emoción del fin de siglo.
MELANCOLÍA
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Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de ensueño y loco de armonía.
Ese es mi mal. Soñar, la poesía
es la camisa férrea de mil puntas crüentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.
Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto...
Y en este titubeo de aliento y agonía
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?
Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza
Texto VII
En este poema, Rubén Darío se cuestiona sobre el destino y la muerte. Las dudas más hondas
del ser humano son expresadas con una intensidad extraordinaria con el nuevo lenguaje del siglo XX.
LO FATAL
5
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo
y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
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y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos
ni de dónde venimos!
Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza
Texto VIII
La prosa modernista presenta las mismas características que el verso. Observa el modo en el que
Ramón del Valle Inclán elabora un lenguaje prosístico cercano al del verso en su Sonata de estío. El
marqués de Bradomín, de viaje por México, admirado por la belleza y la crueldad de la hermosa niña
Chole, acaba de ver morir devorado por un tiburón a un joven negro.
Yo debía estar más pálido que la muerte, pero como ella fijaba en mí sus hermosos ojos y
sonreía, vencióme el encanto de los sentidos, y mis labios, aún trémulos, pagaron aquella
sonrisa de reina antigua con la sonrisa del esclavo que aprueba cuanto hace su señor. La
crueldad de la criolla me horrorizaba y me atraía. Nunca como entonces me pareciera
tentadora y bella. Del mar oscuro y misterioso subían murmullos y aromas: la blanca luna les
prestaba no sé qué rara voluptuosidad. La trágica muerte del aquel coloso negro, el mudo
espanto que se pintaba aún en todos los rostros, un violín que lloraba en la cámara, todo en
aquella noche, bajo aquella luna, era para mí objeto de voluptuosidad depravada y sutil...
GENERACIÓN DEL 98. POESÍA DEL NOVENTAYOCHO
Todos los escritores del 98 son en su origen escritores modernistas. Comienzan como admiradores
de Rubén Darío y, sólo cuando comprenden que la simple búsqueda de la belleza no basta,
comienzan a cambiar de rumbo.
Texto I
El tema fundamental del 98 es el tema del paisaje castellano. En él se simboliza la esencia de
España: su pobreza, su atraso, su miseria. En otras ocasiones, el paisaje sirve para mostrar un
sentimiento subjetivo del poeta (su pena, su angustia...).
5
10
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar Abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.
Antonio Machado, Campos de Castilla
Texto II
5
Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.
Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.
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Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbres es el que se respira
aquí, en tus páramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!
Miguel de Unamuno, Cancionero.
Texto III
Otras veces, el poeta del 98 se vuelve íntimo y trata temas más personales, como en este caso. El
buitre del mito de Prometeo se transforma en un símbolo existencialista: el dolor que corroe al ser
humano por el mero hecho de existir.
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Este buitre voraz de ceño torvo 10
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer11 sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero12
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.
Miguel de Unamuno, Cancionero.
torvo: retorcido.
postrer: último (arcaísmo).
señero: separado de compañía, sólo, destacando en el espacio vacío.
TEMA 5. LA OBRA POÉTICA DE A. MACHADO Y J. R. JIMÉNEZ
A. ANTONIO MACHADO (1875-1939)
Es el caso más importante de poeta que comienza con el modernismo y evoluciona hacia
posiciones de la generación del 98.
La primera etapa.
Se corresponde con su primer libro Soledades, galerías y otros poemas, obra influida por el
modernismo. Se caracteriza por su lenguaje personal e íntimo. Veamos un pasaje del prólogo donde
el poeta expresa su intención.
Texto I.
Yo también admiraba al autor de Prosas profanas [Rubén Darío] ... Pero yo
pretendí ―y reparad que no me jacto de éxitos, sino de propósitos― seguir camino
bien distinto. Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra con su valor
fónico, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda
palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que se dice, si
es que algo dice, con voz propia, en respuesta al contacto con el mundo. Y aún
pensaba que el hombre puede sorprender algunas palabras de un íntimo monólogo,
distinguiendo la voz viva de los ecos inertes; que puede también, mirando hacia
dentro, vislumbrar las ideas cordiales, los universales del sentimiento.
Texto II.
5
POEMA XXXII
Las ascuas de un crepúsculo morado
detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta.
Texto III.
5
POEMA LXIV
Desde el umbral de un sueño me llamaron...
Era la buena voz, la voz querida.
―Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?...
Llegó a mi corazón una caricia.
―Contigo siempre... Y avancé en mi sueño
por una larga, escueta galería,
sintiendo el roce de la veste13 pura
y el palpitar suave de la mano amiga.
La segunda etapa.
Se corresponde con su obra Campos de Castilla (1912). Esta obra supone un cambio de temática
respecto al libro anterior. De acuerdo con las ideas de la Generación del 98, el tema del libro es
Castilla y el paisaje castellano. Veamos dos textos diferentes. En el primero, el tema de Castilla
adquiere una dimensión crítica. El segundo, en cambio, toma el paisaje de Castilla como un símbolo
del estado anímico del poeta.
Texto I.
A ORILLAS DEL DUERO
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla. ¡Oh tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
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veste pura: vestimenta de color blanco y suave.
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de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecio cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. [...]
Texto II.
A UN OLMO SECO
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Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana14,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
La tercera etapa
Se caracteriza por el acercamiento del poeta a la poesía tradicional y popular (cantares, canciones
breves). En esta época destacan sus Nuevas canciones (1924) y sus Poemas de la guerra. Ponemos
varios ejemplos de poesía de tono popular y un poema escrito durante la guerra civil.
I.
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A las palabras de amor
les sienta bien su poquito
de exageración.
melena de campana: pieza de madera que, unida a la campana, sirve para voltearla.
II.
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Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más:
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve el camino que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
MUERTE DEL NIÑO HERIDO
Otra vez es la noche... Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. ―Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
―Duerme, hijo mío. Y la manita oprime
la madre junto al lecho. ―¡Oh flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego:
fuera la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
―¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!
B. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (1881-1958)
Trayectoria poética
Juan Ramón Jiménez es uno de los más grandes autores de la literatura española de este siglo y,
probablemente, uno de los mejores poetas del siglo XX en todo el mundo. Es imposible en unas
pocas líneas dar cuenta de toda su obra, pues es un autor muy complejo. Su poesía expresa un
anhelo constante de encontrar una algo, la revelación de una verdad superior y absoluta a través del
lenguaje poético.
Las etapas del poeta
El propio Juan Ramón Jiménez resumió las etapas de su poesía en el siguiente poema
perteneciente a su libro Eternidades.
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POESÍA
Vino primero, pura,
vestida de inocencia.
Y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes.
Y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros...
¡Qué iracundia de hiel y sinsentido!
...Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda...
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda para siempre!
Preguntas:
1. El poeta utiliza un símbolo para exponer su pensamiento. ¿En qué objeto simboliza
la poesía? ¿Qué sentimiento añade al poema la precisa elección de este símbolo por
parte del poeta?
2. ¿Qué tres fases se señalan en el poema? ¿Qué tipo de poesía representa cada fase?
I. Los comienzos
En su libro Arias tristes (1903) encontramos una representación de esa primera poesía “vestida de
inocencia”. Veamos un ejemplo en el siguiente poema:
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10
Entre el velo de la lluvia
que pone gris el paisaje,
pasan las vacas, volviendo
de la dulzura del valle.
Las tristes esquilas suenan
alejadas, y la tarde
va cayendo tristemente
sin estrellas ni cantares.
La campiña se ha quedado
fría y sola con sus árboles;
por las perdidas veredas
hoy no volverá ya nadie.
Voy a cerrar mi ventana
porque si pierdo en el valle
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mi corazón, quizás quiera
morirse con el paisaje.
Preguntas:
1. El poema refleja un estado de ánimo, en cierto modo, la descripción del paisaje,
estilizada, cuidadosa, simboliza o sugiere un sentimiento, ¿cuál?
2. El poeta se identifica con el paisaje progresivamente. Explica el sentimiento reflejado
en la última estrofa.
II. La etapa modernista
Ya hemos dicho que, a lo largo de su vida, Juan Ramón renegaría de los poemas modernistas. La
influencia de Rubén Darío y de su poesía generosamente adornada es muy evidente en estos años
(hasta 1914 más o menos). Veremos un ejemplo de su libro La soledad sonora que pone de
manifiesto la belleza sensual propia del movimiento modernista.
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Viene una esencia triste de jazmines con luna
y el llanto de una música romántica y lejana...
de las estrellas baja, dolentemente, una
brisa con los colores nuevos de la mañana...
Espectral, amarillo, doloroso y fragante,
por la niebla de la avenida voy perdido,
mustio de la armonía, roto de lo distante,
muerto entre los rosales pálidos del olvido...
Y aun la luna platea las frondas de tibieza
cuando ya el día rosa viene por los jardines,
anegando en sus lumbres esta vaga tristeza
con música, con llanto, con brisa y con jazmines...
Preguntas:
1. Con frecuencia, la poesía modernista evoca un sentimiento “decadente” (de ahí que
se haya llamado a este movimiento también decadentismo). ¿Cuál es el sentimiento
decadente que se evoca en este texto?
2. El poema es refinadísimo. ¿Qué elementos selecciona el poeta para crear una
impresión de melancólica tristeza?
III. La etapa de la “poesía desnuda”
Desde 1915 el poeta empieza a concebir la poesía como la búsqueda de un lenguaje esencial que
le permita establecer un contacto físico con el mundo a través del poema. El poema, por tanto, se
transforma en un intento de “fijar” el tiempo en la eternidad, de apoderarse del mundo a través de la
palabra. Veremos dos ejemplos del libro Eternidades (1918) y de Poesía (1923):
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¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
...Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mi vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
Preguntas:
1. ¿Qué le pide el poeta a la inteligencia y con qué fin?
2. ¿Qué crees que pretende el poeta expresar con la expresión “que mi palabra sea/ la
cosa misma”?
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¡Esta es mi vida, la de arriba,
la de la pura brisa,
la del pájaro último,
la de las cimas de oro de lo oscuro!
¡Esta es mi libertad, oler la rosa,
cortar el agua fría con mi mano loca,
desnudar la arboleda,
cogerle al sol su luz eterna!
Preguntas:
1. El poema expresa un anhelo íntimo del escritor por medio de una acumulación de
deseos contradictorios. Por un lado, la vida del poeta es “la de arriba”. ¿Qué crees que
expresa esa frase? ¿Con qué ideales, objetos o seres se identifica esa “vida de
arriba”? Después, Juan Ramón habla de “su libertad”. Parece que la libertad del poeta
está asociada a determinadas sensaciones, que la vida auténtica consiste en una forma
particular de sentir la vida, ¿con qué hechos concretos la identifica el poeta en los
versos finales?
IV. La última etapa. El exilio
El poeta ahonda en esta concepción “esencial” de la poesía como una búsqueda de la verdad. En
sus últimos libros, los poemas adoptan mayor extensión. La poesía comienza a identificarse con un
Dios esencial al que el poeta aspira a alcanzar y comprender. Ponemos un ejemplo que pertenece al
último libro del autor Dios deseado y deseante (1948).
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Dios del venir, te siento entre mis manos,
aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa
de amor, lo mismo
que un fuego con su aire.
No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo,
ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano;
eres igual y uno, eres distinto y todo;
eres dios de lo hermoso conseguido,
conciencia mía de lo hermoso.
Yo nada tengo que purgar.
Toda mi impedimenta
no es sino fundación para este hoy
en que, al fin, te deseo;
porque estás ya a mi lado,
en mi eléctrica zona,
como está en el amor el amor lleno.
Tú, esencia, eres conciencia; mi conciencia
y la de otro, la de todos,
con forma suma de conciencia;
que la esencia es lo sumo,
es la forma suprema conseguible,
y tu esencia está en mí, como tu forma.
Todos mis moldes llenos
estuvieron de ti; pero tú, ahora,
no tienes molde, estás sin molde; eres la gracia
que no admite sostén,
que no admite corona,
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que corona y sostiene siendo ingrave.
Eres la gracia libre,
la gloria del gustar, la eterna simpatía,
el gozo del temblor, la luminaria
del clariver, el fondo del amor,
el horizonte que no quita nada;
las trasparencia, dios, la trasparencia,
el uno al fin, dios ahora sólito en lo uno mío,
en el mundo que yo por ti y para ti he creado.
TEMA 6. LA GENERACIÓN DEL 27. POETAS Y TEXTOS
I. LA ÉPOCA FORMALISTA DE LA “POESÍA PURA”
Durante los años 20 los poetas de la generación del 27, influenciados por las vanguardias formalistas y por la
poesía barroca española, desarrollaron la tendencia que se llamó “poesía pura”, y que el poeta Jorge Guillén
definió como “una poesía químicamente pura”, lo que queda tras haber extraído del poema todo lo sentimental.
La poesía pura, por tanto, adoptó un estilo muy formalista, en ocasiones cercano a un puro juego verbal.
A pesar de los aspectos comunes que todos los poetas compartieron en la época pura, cada uno le
proporcionó su propio sello personal. En general, la poesía pura adoptó tres tendencias:
A. La poesía pura de estilo neotradicionalista inspirada en Juan Ramón Jiménez. Tanto Rafael Alberti
como Federico García Lorca desarrollaron en sus primeras obras una poesía inspirada en las canciones
tradicionales. El poeta juega con la música y el significado de las palabras causando una impresión de
engañosa sencillez. Veamos tres ejemplos de esta tendencia “pura”.
Rafael Alberti ganó el Premio Nacional de poesía con su primer libro Marinero en tierra, que el poeta
gaditano dedicó a Juan Ramón Jiménez. Todo el libro está compuesto de ligeras canciones en las que
el poeta evoca desde Madrid el mar de su tierra andaluza.
I.
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10
El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
II.
5
10
Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un barco bajel de guerra.
¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella,
y sobre la estrella el viento,
y sobre el viento la vela!
Federico García Lorca, en cambio, añade a su poesía de corte tradicional un rico simbolismo,
alejándose del puro juego verbal. En esta canción, el poeta trata uno de sus temas favoritos, el destino
trágico y la premonición de la muerte.
CANCIÓN DEL JINETE
Córdoba.
Lejana y sola.
5
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
10
desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera
antes de llegar a Córdoba!
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Córdoba.
Lejana y sola.
Libro de poemas
B. La poesía pura de formalista de Jorge Guillén. Guillén crea en estos años una poesía que utiliza
formas métricas tradicionales (décimas, sonetos...) y un lenguaje profundamente retórico, en el que se
percibe la influencia de la poesía de Góngora, que los poetas del 27 admiraron y recuperaron. Además
de Jorge Guillén, Rafael Alberti y García Lorca escribieron poemas inspirados en esta tendencia.
El siguiente poema pertenece a Cántico de Jorge Guillén. Es uno de los ejemplos máximos de esa
poesía formalista y algo fría inspirada en las formas clásicas. El poeta dedica un poema a su sillón
favorito, descrito como si se tratase del centro de su universo personal.
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BEATO SILLÓN
¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada. Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén.
Rafael Alberti escribió en 1925 un libro entero inspirado en la poesía barroca española (Cal y canto).
Todos los poemas reflejan el gusto por las formas clásicas y por el lenguaje retórico característicos de
estos años.
Amaranta
...calzó el viento...
(Góngora)
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Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados.
Pórticos de limones desviados
por el canal que asciende a tu garganta.
Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desgranados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.
La soledad, dormida en la espesura,
calza su pie de céfiro, y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.
Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.
Federico García Lorca nunca se dejó arrastrar por las modas renunciando a su estilo propio, basado
en sus obsesiones personales y en símbolos intemporales (la luna, la muerte, el agua, la sangre). En
los años 20, Lorca encontró un modo de canalizar ese lenguaje simbólico a través del mundo gitano,
que el poeta identificó con el “alma andaluza”, y mediante el cual intentó expresar sus preocupaciones
profundas y universales (el destino, la angustia ante la vida, la ansiedad sexual...). Son los años de su
Romancero gitano, una de las obras maetras del período formalista de la generación. El poeta utiliza
una forma métrica tradicional (el romance de versos octosílabos y rima asonante en los versos pares) y
un lenguaje ricamente metafórico para revelar sus temas obsesivos.
Romance de la pena negra
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Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques aumados sus pechos
gimen canciones redondas.
Soledad: ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar,
que la pena negra brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón,
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
a mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache, carne y ropa.
¡Ay mis camisas de hilo!
¡Ay mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.
Por debajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!
C. La poesía cubista de Gerardo Diego. Dentro de la tendencia “pura” es la poesía que se inspira en los
principios de la vanguardia. El poeta concibe el poema como un juego. Cada verso describe una imagen
de múltiples lecturas, en la que cada palabra proyecta su significado sobre todas las demás. El poema
se convierte, así, en un texto ilógico, que sólo tiene sentido en sí mismo.
NOCTURNO
ESTÁN todas
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También las que se encienden en las noches de moda
Nace del cielo tanto humo
que ha oxidado mis ojos
Son sensibles al tacto las estrellas
No sé escribir a máquina sin ellas
Ellas lo saben todo
Graduar el mar febril
y refrescar mi sangre con su nieve infantil
La noche ha abierto el piano
y yo las digo adiós con la mano
II. LA POESÍA DE LOS AÑOS 30. LA ÉPOCA “REHUMANIZADA”.
Los años 30 conocieron la influencia del surrealismo y un retorno a los temas “humanos”: poesía sentimental,
emocional, que se escapa del lenguaje formalista de los años anteriores. Los poemas tratan temas como la
pasión y el amor. Formalmente, los poemas de estos años abandonan las formas métricas clásicas en favor del
verso libre (poemas formados por verso sin medida, rima o estructura estrófica alguna). Cada poeta desarrolló su
propio lenguaje.
Pedro Salinas, sin abandonar el lenguaje formal de los años 20, escribió en 1932 un intenso libro de
poesía amorosa, La voz a ti debida. El siguiente poema procede de ese libro:
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¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
—¡si me llamaras, sí, si me llamaras!—
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: “No te vayas”.
También Luis Cernuda escribió en estos años tres libros amorosos que se inspiran en el lenguaje
surrealista (imágenes poéticas irracionales, expresión poética emocional, verso libre...). Los dos
poemas que transcribimos reflejan la experiencia personal de un una intensa pasión amorosa. En el
primero de ellos el poeta confiesa su amor en términos arrebatados (lo que los surrealistas llamaron el
amour fou). El segundo, pone de manifiesto el dolor del poeta ante la ruptura.
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Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad del amor,
la verdad de sí mismo,
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que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería al fin aquel que imaginaba;
aquel que con sulengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y mi espíritu flotan en su cuerpo y espíritu,
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia,
si no te conozco no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero; porque no he vivido.
Los placeres prohibidos.
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas,
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos,
donde habite el olvido.
Donde habite el olvido.
El surrealismo también influyó en otros poetas dando lugar a libros escritos en un lenguaje irracional
a base de imágenes poéticas visionarias, cuya interpretación solo puede establecerse emocionalmente.
Federico García Lorca utilizó este lenguaje en su obra Poeta en Nueva York (originada a partir de su
viaje a la capital norteamericana en el año 30). Rafael Alberti lo aplicó en su libro de 1930 Sobre los
ángeles.
5
LA AURORA
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
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porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
Federico García Lorca, Poeta en Nueva York
El cuerpo deshabitado
Yo te arrojé de mi cuerpo,
yo, con un carbón ardiendo.
-Vete.
Madrugada.
La luz, muerta en las esquinas
y en las casas.
Los hombres y las mujeres
ya no estaban.
-Vete.
Quedó mi cuerpo vacío,
negro saco, a la ventana.
Se fue.
Se fue, doblandolas calles.
Mi cuerpo anduvo, sin nadie.
Rafael Alberti, Sobre los ángeles
Los ángeles muertos
Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una esttrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo eso.
Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.
Rafael Alberti, Sobre los ángeles
TEMA 9. LA POESÍA DESDE LA GUERRA CIVIL
TEMA 9. LA POESÍA DESDE LA GUERRA CIVIL
I. LA GENERACIÓN PERDIDA DEL 36. MIGUEL HERNÁNDEZ
Miguel Hernández llegó a Madrid en el año 36 como una gran promesa. Su principal influencia literaria en su
juventud había sido el gongorismo de los años 20, que le había inspirado un libro juvenil de carácter neobarroco
(Perito en lunas). Su obra hasta el estallido de la guerra civil tiene un marcado tradicionalismo, que conjuga el
uso de formas poéticas tradicionales (el romance, el soneto) con una intensísima emoción expresiva. Este
lenguaje visceral y formalista aparece en su gran libro del 36 El rayo que no cesa, formado por una colección de
sonetos existenciales y amorosos, y una magistral elegía en tercetos dedicada a la muerte de su amigo Ramón
Sijé.
I.
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¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?
Este rayo ni cesa ni si agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.
Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.
II.
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Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.
Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.
Como el toro me crezco ante el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.
Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro, burlado, como el toro.
La guerra civil dirigió la poesía de Miguel Hernández, comprometido republicano, hacia los temas sociales y
políticos. Su lenguaje telúrico y visceral se vuelca entonces en poemas políticos que reflejan las duras
condiciones de la guerra con intenso patetismo (Canción del esposo soldado) o con evidente intención de
denuncia, como en este famosísimo texto.
III.
Aceituneros
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
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No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
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[...] Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
[...] Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Terminada la guerra, Hernández fue ingresado en la cárcel, donde sobrevivió a una pena de muerte
conmutada por otra de cadena perpetua. Su débil constitución física, sin embargo, no le permitió sobrevivir a la
tuberculosis que acabó con su vida en la cárcel de Orihuela. Precisamente en la cárcel tuvo noticia del
nacimiento de su hijo y de las duras condiciones en las que se le criaba, con cebollas como único alimento. A
esa anécdota se refiere uno de los más famosos poemas de los últimos años del poeta, las Nanas de la cebolla
pertenecientes a su último libro de poemas Cancionero y romancero de ausencias.
IV.
Nanas de la cebolla
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La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre
me pone alas.
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Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
[...] Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma. [...]
II. LOS AÑOS 40. LA POESÍA EXISTENCIAL
I
En el año 1944 Dámaso Alonso da a la estampa el libro Hijos de la ira en el que expone la reflexión
existencial que le suscita la realida de la postguerra española y mundial. Este es el poema inicial del libro.
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que
me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de
la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo
como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi
alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
porqué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus
noches?
II
El poeta vasco Blas de Otero, que será uno de los más destacados autores de la poesía social, escribió
también numerosos poemas de corte existencial, casi siempre desde un punto de vista religioso. Este soneto de
su libro Ancia refleja bien esta temática en su manera de definir al hombre y la existencia en el mundo.
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HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en su vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos, me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
III. LOS AÑOS 50 Y 60. LA POESÍA SOCIAL
I.
He aquí un pasaje celebérrimo de un poema de Gabriel Celaya (Cantos iberos) en el que este
autor expone su concepción de la poesía como un arma contra la injusticia.
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Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
la poesía no puede ser sin pecado un adorno [...].
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
II.
Jaime Gil de Biedma
Los poetas de la generación del 60, entre los que destacaron Ángel González, Jaime Gil de Biedma y Claudio
Rodríguez, continuaron con la idea de que la poesía debe consistir en un compromiso entre el poeta y los
problemas del mundo en el que le ha tocado vivir. Sin embargo, estos autores aúnan a este compromiso un
mayor rigor estético, un deseo de realizar una poesía de expresión intemporal.
El poeta Jaime Gil de Biedma creó un estilo propio basado en el uso de un lenguaje coloquial para reflexionar
poéticamente sobre los hechos de la realidad cotidiana en sus aspectos humanos más universales. Su mirada
irónica sobre la realidad y sobre sí mismo le permite crear una poesía muy personal y moderna. En los años 80
los poetas jóvenes se inspiraron en ella para crear la llamada “poesía de la experiencia”. El poeta se inspira en
hechos concretos de la experiencia cotidiana y saca de ellos una reflexión universal. Veamos dos ejemplos de
este estilo.
I.
NOCHE TRISTE DE OCTUBRE, 1959
Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.
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Adelantaron
las lluvias, y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no se sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas.
En la noche de octubre,
mientras leo entre líneas el periódico,
me he parado a escuchar el latido
del silencio en mi cuarto, las conversaciones
de los vecinos acostándose,
todos esos rumores
que recobran de pronto una vida
y un significado propio, misterioso.
Y he pensado en los miles de seres humanos,
hombres y mujeres que en este mismo instante,
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con el primer escalofrío,
han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,
por su fatiga anticipada,
por su ansiedad para este invierno,
mientras que afuera llueve.
Por todo el litoral de Cataluña llueve
con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,
ennegreciendo muros,
goteando fábricas, filtrándose
en los talleres mal iluminados.
Y el agua arrastra hacia la mar semillas
incipientes, mezcladas en el barro,
árboles, zapatos cojos, utensilios
abandonados y revuelto todo
con las primeras Letras protestadas.
Aunque la poesía de Gil de Biedma no es política en el sentido estricto de la palabra, no carece de poemas
en los que realiza un juicio desdeñoso de la situación social española. No abandona, incluso en estos textos, ese
estilo suyo lleno de sarcasmo y humor, ni se olvida de describir con rápidas pinceladas el mundo urbano que
caracteriza a su poesía. En este poema, el autor se burla descarnadamente de la solemnidad de los discursos
nacionales dando una imagen miserable y vulgar de “la España victoriosa” que había resultado de la Guerra civil.
II.
AÑOS TRIUNFALES
... y la más hermosa
sonreía al más fiero de los vencedores.
Rubén Darío
Media España ocupaba España entera
con la vulgaridad, con el desprecio
total de que es capaz, frente al vencido
un intratable pueblo de cabreros.
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Barcelona y Madrid eran algo humillado.
Como una casa sucia, donde la gente es vieja,
la ciudad parecía más oscura
y los Metros olían a miseria.
Con luz de atardecer, sobresaltada y triste,
se salía a las calles de un invierno
poblado de infelices gabardinas
a la deriva, bajo el viento.
Y pasaban figuras mal vestidas
de mujeres, cruzando como sombras,
solitarias mujeres adiestradas
―viudas, hijas o esposas―
en los modos peores de ganar la vida
y suplir a sus hombres. Por la noche,
las más hermosas sonreían
al más descarado de los vencedores.
Otras veces, la perspectiva irónica la vuelca Gil de Biedma sobre sí mismo, revelando una ácida visión de la
vida en la que la autocomplacencia está ausente: el mundo puede no ser perfecto, pero desde luego, el poeta
tampoco lo es. Esta capacidad analítica de la propia personalidad en un tono distanciado y sarcástico debe
contrastarse con el modo en que los románticos cantaban sus propias penas y angustias personales. Biedma se
distancia del romanticismo y logra un lenguaje y una visión del mundo en la que la angustia y el fracaso vital se
ven de un modo mucho menos dramático. Es el estilo de la modernidad.
III.
CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA
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De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación ―y ya es decir―,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de cólmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar mi casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te a paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
―seguro de gustar― es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánica, de pena y descontento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar a seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
IV.
NO VOLVERÉ A SER JOVEN
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
―como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
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Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
―envejecer, morir, eran tan solo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejercer, morir,
es el único argumento de la obra.
El tono conversacional consigue, en ocasiones una particular forma de verdad íntima y personal, como en
este famoso poema de su primer libro Compañeros de viaje que el poeta dedica a sus amigos.
V.
AMISTAD A LO LARGO
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Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
Mirad:
somos nosotros.
Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más:
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
―ésas que ya no dicen cosas―,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.
Pero callad.
Quiero deciros algo.
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Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
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porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo todos trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos con los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que nos sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.
Ay el tiempo! Ya todo se comprende.
IV. LOS AÑOS 70. LOS NOVÍSIMOS
I.
La poesía novísima tiene un lenguaje que la acerca claramente a las vanguardias de los años 20. Las
referencias culturales a la cultura camp y pop de los años 70 supusieron un intento de internacionalizar el
lenguaje de la poesía española alejándolo de la expresión social de los autores del 60. Veamos un par de
ejemplos de este intento.
ARDE EL MAR
Oh ser un capitán de quince años
viejo lobo marino las velas desplegadas
las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio de las barcazas
las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo las huelgas de los cargadores
las grúas paradas ante el cielo de zinc
los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo en las aguas con sordo
estampido
el humo de los cafetines
Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara
los relatos de pulpos serpientes y ballenas
de oro enterrado y de filibusteros
Un mascarón de proa el viejo dios Neptuno
Una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar bajo los cocoteros
Pere Gimferrer, Arde el mar
II.
Arrancaré de ti una lámina de oro, el delicado rosal que habita en tu garganta o la dulce
penumbra de tus deseos convertidos en lenta metamorfosis de pestañas.
Te arrancará de mí, fustán o carcaj al margomar tus labios como la nieve se arranca de unos
besos tan blancos que ya sangran.
Los unicornios verdes que aceifan en tus ojos demandarán perdón, tan triste, y será como un
fluido vals de crisantemos en el que la paciencia de un continuo dolor haga manar de ti como
una perla una dulce dulzura en la distancia...
Luis A. de Villena, Sublime solarium
III.
QUERUBES
5
Entregados al mal y a los deseos,
aman la sangre y los placeres turbios,
el vértigo infinito de los labios,
el peligro que acecha tras las curvas.
Pero su cuerpo es bello y seductores
son sus ojos como ramos de lilas,
hay huertos escondidos en sus labios,
cálidos ríos en su piel nocturna.
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Todo se desconoce de su origen.
Son una raza extraña sus fulgores
hermosos. Ancho dolor de deseos.
Les darías la vida como un ebrio,
porque hay rosas de amor en sus labios,
y nada importa el mal en cuerpos bellos.
L. A. Villena, Viaje a Bizancio