LA DUPLICACIÓN DIGITAL Y LA IDENTIDAD COMO UN ASUNTO DE INESTABILIDAD ESENCIAL 1 A duplicação digital e a identidade como um assunto de instabilidade essencia Digital duplication and identity as a matter of essential instability José Pablo Concha Lagos 1* Recibido: 13/04/2015 Aceptado: 03/05/2015 Disponible en línea: 06/06/2016 Resumen Este artículo reflexiona sobre las dificultades de afirmar una posible identidad en la época de los aparatos digitales. Se tematiza la propia noción de identidad a partir de la imagen técnica y su desmaterialización. Se reflexiona, además, sobre la pertenencia a una identidad de «masa» en la que se sustentaría identitariamente al sujeto contemporáneo por la vía de los sistemas digitales, la que se complejiza cuando la imagen que la constituye forma parte de depósitos inmensurables de imágenes, lo que tensionamos críticamente desde la noción de archivo. Palabras clave: fotografía digital, identidad, duplicación, archivo, inestabilidad ontológica. Revista Kaypunku / Volumen 3 / Número 1 / Junio 2016, pp. 27-40 Documento disponible en línea desde: www.kaypunku.com Esta es una publicación de acceso abierto, distribuida bajo los términos de la Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-Sin ObraDerivada 4.0 Internacional (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/), que permite el uso no comercial, compartir, descargar y reproducir en cualquier medio, siempre que se reconozca su autoría. Para uso comercial póngase en contacto con [email protected] * Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile. [email protected] 1 Este artículo es resultado preliminar del proyecto de investigación FONDECYT N°1130016 «De la piel fotográfica a la ultrapiel digital. Contribuciones para una analítica filosófica de la «aparición» digital en el debate post fotográfico contemporáneo», dirigido por Rodrigo Zúñiga y del que el autor es co-investigador. Resumo Este artigo reflexiona sobre as dificuldades de afirmar uma possível identidade na época dos aparelhos digitais. Tematizase a própria noção de identidade a partir da imagem técnica e sua desmaterialização. Reflexiona-se, além do mais, sobre o fato de pertencer a uma identidade de “massa” na qual se sustentaria a identidade do sujeito contemporâneo pela via dos sistemas digitais, o que se torna complexo quando a imagem que a constitui faz parte de depósitos imensuráveis de imagens, o que tencionamos criticamente desde a noção de arquivo. Palavras-chave: Fotografia digital, identidade, duplicação, arquivo, instabilidade ontológica. Abstract This article reflects on the difficulties of stating a possible identity in the era of digital devices. The very notion of identity is thematized from the technical image and its dematerialization. It also reflects on the sense of belonging to a «mass» identity in which the contemporary subject would sustain its identity by means of digital systems. This identity becomes more complex when the image that constitutes it is part of immeasurable deposits of images, all of which we criticize from the notion of archive. Keyword: digital photography, identity, duplication, file, ontological instability. LA DUPLICACIÓN DIGITAL Y LA IDENTIDAD COMO UN ASUNTO DE INESTABILIDAD ESENCIAL 29 H ay ausencia en el momento en que un determinado objeto no está frente a nuestra percepción, pero mantenemos el recuerdo de que en algún momento lo estuvo. La posibilidad de tener una experiencia, en esta circunstancia, se verifica como una imposibilidad respecto de lo ausente. El espíritu se dirige hacia la actualización de la experiencia con el objeto original, pero frente a este impedimento se recurre al sustituto débil que es la imagen al interior de la conciencia (o concepto, pero que permite volver sobre una experiencia pasada). Sabemos ya con la fenomenología sartreana (1964), que dicha imagen en la conciencia solo es posible desde la «ausencia» del objeto requerido, que es, además, aquí una pura parcialidad que completa su significación por la acumulación de perceptos. Si el objeto reaparece en la experiencia, la conciencia lo privilegia, dejando de inmediato en la inoperancia a la imagen en la conciencia. Esta acción manifiesta la intención y privilegio de la experiencia y la debilidad ontológica de la «reproducción». La ausencia del ente es la imposibilidad de la experiencia. Pero la pregunta que cabe es, ¿cuál es la razón por la que dicha debilidad ontológica —la reproducción— sea tan relevante en la voluntad de quien la piensa? Una posible respuesta es que el modo de vivenciar la imagen al interior de la conciencia es de tal potencia significadora que es capaz de modificar la voluntad del sujeto (por ejemplo, instalando deseos inexistentes) porque ella es «pura voluntad», y por esta razón pura intención. La reproducción no es evocación, sino que ella toma el lugar del mundo fáctico, y se convierte en la objetividad del acontecer del sujeto. Todo aquello que se percibe es incorporado por quien tiene la experiencia y el modo en que se configura la imagen al interior del sujeto y la manera en que se acumulan las percepciones van determinando, a su vez y progresivamente, el modo en que se percibe.2 Un asunto que se desprende es el de la representación tanto desde la perspectiva del arte, como desde la técnica misma. ¿De qué es representación el arte y la imagen técnica si fuera del sujeto nada hay? Luego, ¿cuál es el valor de registro mimético de la representación? Si decimos que la conciencia es pura voluntad y en ella se configura la experiencia de la «realidad», las representaciones tendrán como referencia ya no a un mero objeto (debilitando de este modo la noción de registro), sino a la interpretación posible de ese Por 2 ejemplo, quien ha sido expuesto a fenómenos sutiles, como gradaciones débiles de colores (educación artística desde pequeño) tendrá una mayor capacidad para discernir entre un color y otro. Por lo tanto, todo lo percibido está determinado con la intencionalidad producida al momento de la acumulación de perceptos al interior de la conciencia. ISSN: 2410-1923 REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3 / NÚM. 1 / 2016 PP. 27-40 30 JOSÉ PABLO CONCHA LAGOS objeto en un contexto de significación dado por la conciencia del sujeto. En este sentido, la «virtualización» de mundo viene a ser una proyección de la propia conciencia. Tal vez lo más indicador de esta nueva configuración de mundo sea la creación de las redes sociales virtuales. La pregunta que aparece es, ¿qué condiciones sociales han facilitado su proliferación? Elías Canetti (1981) inicia su libro Masa y poder haciendo la siguiente afirmación: «Todas las distancias que el hombre ha creado a su alrededor han surgido de este temor a ser tocado» (p. 9). Argumenta este asunto desde la necesidad de estar a resguardo de posibles delincuentes o de cierta aversión a ser tocado. Vemos que justamente el del temor a ser tocado es fundamento del uso que caracteriza a las redes sociales contemporáneas. Es decir, la peculiaridad de la «masa» de no querer ser tocada se verifica en una nueva manera de ser masa. Ya no es la aglomeración pública el lugar de encuentro, sino que el sentido gregario de la especie se manifiesta a resguardo de cualquier contaminación biológica. La contaminación virulenta es de igual manera virtual, por lo tanto, el cuerpo sigue estando a salvo (Concha, 2011). Sloterdijk (2002), en El desprecio de las masas, siguiendo a Canetti, observa: En lo esencial, las masas actuales han dejado de ser masas capaces de reunirse en tumultos; han entrado en un régimen en el que su propiedad de masa ya no se expresa de manera adecuada en la asamblea física, sino en la participación en programas relacionados con medios de comunicación masivos. Por ello, las mayorías han dejado de «rebosar» o de «inundar». En virtud de una suerte de «cristalización», ellas se han alejado de esa situación en la que su aglomeración era una posibilidad constantemente peligrosa o preñada de esperanzas. De la masa tumultuosa hemos pasado a una masa involucrada en programas generales; de ahí que esta, por definición, se haya liberado de la posibilidad de reunirse físicamente en un entorno lo suficientemente amplio como para albergarla. En ella uno es masa en tanto individuo. Ahora se es masa sin ver a los otros. El resultado de todo ello es que las sociedades actuales o, si se prefiere, posmodernas han dejado de orientarse a sí mismas de manera inmediata por experiencias corporales: solo se perciben a sí mismas a través de símbolos mediáticos de masas, discursos, modas, programas y personalidades famosas. Es en este punto donde el individualismo de masas propio de nuestra época tiene su fundamento sistémico. (p. 17) REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3/ NÚM. 1 / 2016 / PP. 27-40 ISSN: 2410-1923 LA DUPLICACIÓN DIGITAL Y LA IDENTIDAD COMO UN ASUNTO DE INESTABILIDAD ESENCIAL 31 Este nuevo modo de ser masa, propio de la posmodernidad determinada por los mass media, es el antecedente estructural para una radicalización de esta experiencia. Los medios masivos establecían una comunicación unilateral, siendo ellos la fuente de los criterios de opinión pública en general y el observador convertido en un receptor pasivo. La radicalización se observa hoy en que la fuente se hace multilateral y de comunicación en dos direcciones, por medio de Internet. Esta modalidad sugeriría una interacción que permitiría una comunicación mayor con otros en las mismas circunstancias; es decir, se generaría una comunidad estrechamente unida, que genera, además, grandes volúmenes de información, eliminándose la hegemonía de un solo centro de producción de contenidos mediáticos. Pero la experiencia muestra que la excesiva disponibilidad de información y de recursos mediáticos abre una distancia descomunal entre quienes usan este sistema; es decir, la posibilidad de administrar, para el uso personal, la inmensa cantidad de información disponible en Internet para fines individuales hace que las horas frente a la pantalla sean potencialmente muchas. Debemos considerar acontecimientos contemporáneos que podrían suponer que la vigencia de la masa «física» no estaría en vías de abolición o, incluso, por el contrario, de actualización. Las movilizaciones políticas que observamos en Latinoamérica, por ejemplo, de estudiantes, de «indignados» o las recientes manifestaciones masivas en contra del gobierno de Dilma Rousseff, podrían sugerir que la masa se manifiesta poderosa en la plaza pública, que el temor al contagio indicado por Sloterdijk sería menor al temor de seguir bajo determinadas condiciones sociales o políticas. Pero, si pensamos en el sistema aglutinador de esta masa circunstancial, nos encontramos con una extensa red de información contextualizada únicamente por esa misma red; es decir, la realidad física viene a ser una proyección material de la virtualidad en que se despliega la experiencia contemporánea. La masa se aglutina circunstancialmente no gracias a una orgánica, sino como residuo material en el nuevo escenario de manifestación política virtual. Esta comunicación establecida en Internet es fundamentalmente sostenida desde la imagen, a la que se le agrega lenguaje (escrito o verbal). Lo que hace patente este sistema de comunicación es que para que una imagen sea eficiente, el referente necesariamente debe estar ausente. Si lo real está sostenido por ISSN: 2410-1923 REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3 / NÚM. 1 / 2016 PP. 27-40 32 JOSÉ PABLO CONCHA LAGOS imágenes y estas son eficientes, es porque el sujeto frente a la pantalla está lleno de ausencias, es decir, paradojalmente, para estar comunicado hoy se debe estar en soledad. La pantalla se llena de imágenes; estas son las herramientas fundamentales de vinculación entre los individuos, pero la experiencia del sujeto es con el aparato y residualmente con el otro sujeto, quien en realidad «aparece» en términos puramente icónicos. De esta manera, se verifica la «desmaterialización» de los individuos en la experiencia. Esta soledad constituye un modo de desvinculación material con el mundo. Lo interesante es que, de igual modo, se pertenece a una masa, aunque ahora virtual. Byung-Chul Han (2014) en su libro En el enjambre y en particular en el capítulo «Huida a la imagen» escribe: Hoy las imágenes no son solo copias, sino también modelos. Huimos hacia las imágenes para ser mejores, más bellos, más vivos. Sin duda no solo nos servimos de la técnica, sino también de las imágenes para llevar adelante la evolución. ¿Podría ser que la evolución descansara en una imaginación, que la imaginación fuera constitutiva para la evolución? El medio digital consuma aquella inversión icónica que hace aparecer las imágenes más vivas, más bellas, mejores que la realidad, percibida como defectuosa. (p. 49) El filósofo coreano muestra la posición contemporánea de la imagen, en la que esta ya no es solo representación, tampoco sustitución, sino que instalación de una nueva presencia que se autonomiza de lo que alguna vez representó, porque ahora la imagen es mejor que su referente. Si bien con la imagen fotográfica analógica se experimentaba, del mismo modo que en la digital, la exacerbación de los atributos de los objetos en la imagen, hoy la relación con esta imagen es que la «vida» se debilita. Por esta razón, es más satisfactorio el vínculo de las imágenes con otras imágenes y no entre sujetos, porque estos necesariamente se verán disminuidos frente a su representación; es más seguro estar detrás de un disfraz, una máscara que me mantiene a resguardo de cualquier amenaza, porque en ella me manifiesto mejor de lo que soy, por lo tanto, el disfraz es siempre mejor que el disfrazado y por esto se verifica la debilidad ontológica del representado. REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3/ NÚM. 1 / 2016 / PP. 27-40 ISSN: 2410-1923 LA DUPLICACIÓN DIGITAL Y LA IDENTIDAD COMO UN ASUNTO DE INESTABILIDAD ESENCIAL 33 La «representación» puede ser concebida como un tipo de metáfora que ha cruzado la historia de occidente, desde los mitos platónicos, hasta la posibilidad de representación del mundo heideggeriana. Esta metáfora expone una dualidad clave que se manifiesta metafísicamente al momento de pensar que las cosas no son lo que parecen. Las dualidades fenómeno y nóumeno, esencia y ente, son algunas maneras en que se ha pensado esta metáfora. Son precisamente la metafísica y la fenomenología las disciplinas que más han profundizado sobre este asunto. La pregunta que surge es, ¿los entes son iguales a su esencia? En este plano, entra al ruedo la disputa sobre la «Verdad», ¿qué es la verdad? Evidentemente, este no es el lugar para resolver esta pregunta, pero nos sirve para reconocer la relevancia de los problemas que convoca la «representación». Gianni Vattimo (1998), en su libro El sujeto y la máscara, tematiza el asunto nietzscheano del ser y parecer que el filósofo alemán observa respecto de la antigüedad clásica como punto de referencia para la actualidad. Nietzsche reconocería una discontinuidad, una anomalía, una falta de correspondencia entre «forma-contenido, interior- exterior, ser-parecer» (p. 20). Esta diferencia no correspondería a un asunto de carácter estético, sino más bien, como indica Vattimo, a uno de carácter antropológico ya que es el propio hombre, tanto de la antigüedad clásica como los contemporáneos de Nietzsche, el que no corresponde su apariencia con su ser. La manifestación propia del hombre será a través de lo que Nietzsche denomina «disfraz». La aparición de este disfraz será el resultado del estado de decadencia sostenida justamente por esta discordancia entre forma y contenido. Se produce, de esta manera, una presentación falseada de lo verdadero en tanto que lo que se da a ver, lo que está «a la luz», es aquello que oculta, que ensombrece a lo verdadero. La observación crítica pre-fenomenológica que hace Nietzsche de la relación ser-parecer impone al juicio la existencia tanto del «ser» y del «parecer». El ser sería aquello en donde descansa y se define lo verdadero y el parecer, desde este lugar, sería lo anómalo debido a su lejanía con lo verdadero, porque lo encubre y produce el engaño. Más allá de lo dicho por la fenomenología husserliana y heideggeriana y por último sartreana, a diario nos enfrentamos a esta dualidad. Podríamos resumir esto en que las cosas nunca son lo que parecen, por lo tanto, el ir a las cosas mismas, como aserto fenomenológico, estaría invalidado. ¿Cómo es posible argumentar esto? El mundo, entendido como la cultura en su totalidad, es susceptible de ser interpretado y, si bien esto no asegura la existencia de un ser esencial, su sola posibilidad indica una discontinuidad entre apariencia y significado. ISSN: 2410-1923 REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3 / NÚM. 1 / 2016 PP. 27-40 34 JOSÉ PABLO CONCHA LAGOS Una manera en que occidente pretendió salvar este escollo, ha sido el sometimiento del acontecer al orden causal. De este modo, al menos en la descripción racional de los hechos y fenómenos, se comprenderá desde dónde vienen y qué consecuencias tienen determinados comportamientos de determinados fenómenos. Por ejemplo, se podrá saber inequívocamente por qué las hojas de los árboles son verdes, pero, ¿resuelve esto el problema de la relación entre apariencia y ser? La racionalidad a ultranza será vista por Nietzsche como manifestación de decadencia encarnada en la figura de Apolo. La luminosidad apolínea es la simbolización de lo que será el propio Sócrates para occidente. Sócrates, dirá Nietzsche, es el ocultamiento de la decadencia del espíritu de su tiempo. Lo grave es que la historia occidental ve en Sócrates la luminosidad del amanecer del pensamiento. En este caso, Sócrates es la apariencia luminosa de un ser en decadencia. Vattimo (1998), interpretando a Nietzsche indica que: […] la máscara y el disfraz [en tanto apariencia] son considerados, sobre todo en el plano «moral», como indicio y a la vez consecuencia de una ausencia de unidad estilística, es decir de carácter y de fuerza […] considera el surgir de la ciencia como sistema de ficciones excogitadas por el intelecto para garantizar la supervivencia del animal en medio de una naturaleza hostil, y ante todo en la disputa con otros individuos de la misma especie. Lo que interesa aquí, sin embargo, es ver cómo la ficción, en su acepción más general, que cubre a la vez el acto de camuflarse y el de excogitar ficciones útiles como los conceptos científicos, está en cualquier caso ligada al temor, a la inseguridad, a la lucha por la existencia. (p. 21) Toda apariencia está ligada al temor como posibilidad de resguardo de amenazas directas a lo que se es, más cuando lo que se es, es indefinible. La máscara o el disfraz llenan de identidad particular a un sujeto que se ve enfrentado a otros y este enfrentamiento lo pone en zona de riesgo existencial. El disfraz es, entonces, un aparato de defensa velado, presentado como realidad, es un sistema de apariencias que oculta un sustrato frágil. Esta conciencia de la dualidad ya no es una cuestión meramente particular, sino por el contrario, las colectividades definen sistemas de apariencias o disfraces colectivos que permiten vínculos de distinta índole con otras. Si aceptamos estas ideas nos enfrentamos a REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3/ NÚM. 1 / 2016 / PP. 27-40 ISSN: 2410-1923 LA DUPLICACIÓN DIGITAL Y LA IDENTIDAD COMO UN ASUNTO DE INESTABILIDAD ESENCIAL 35 un estado de precariedad ontológica grave en la contemporaneidad. La preeminencia de la imagen técnica es precisamente la preeminencia del disfraz, de la apariencia; de la imagen que toma el lugar de lo representado, pero como sustituto débil de un fundamento ontológico tal vez más débil. Un dispositivo que aparece como salvador es aquel que permite «guardar» todo aquello que se me aparece y, de este modo, tener a mano aquello que irremediablemente se me escapa, la propia experiencia. El archivo ha sido esta herramienta. Hoy, en el contexto de archivación atomizada, es necesario detenerse en un sistema archivístico instalado en la vida diaria: la fotografía digital. Los volúmenes de acumulación de material fotográfico son cada vez más grandes. Las memorias de los dispositivos fotográficos son capaces de guardar, literalmente, miles de imágenes en buena calidad de información. Si con la película fotográfica se podían obtener treinta y seis fotos de un paseo familiar, hoy no hay dificultad en capturar cientos de imágenes; buenas, regulares y malas, en términos técnicos. El orden archivístico es largamente superado por el volumen de producción, es decir, el productor aficionado verterá todo el contenido de su memoria técnico-fotográfica en su computador, definiendo carpetas de carácter muy generales, por ejemplo: «fotos de las vacaciones». Si bien cada foto digital lleva adherida una ficha técnica (posible de ser vista por medio del botón derecho del mouse), en la práctica es ignorada, y el día y la hora, la relación diafragma y tiempo de obturación y la sensibilidad, no son relevantes. Frente a tan inconmensurable acumulación de imágenes reconocemos que el dispositivo acumulador, el computador, no es un archivo sino un depósito. La administración de estas imágenes define que unas irán a las redes sociales de internet, pero la gran mayoría descansará, sin forma ni contexto, en el depósito del disco duro, haciendo inviable su uso como dispositivo mnémico. ¿Sirve de algo esta excesiva acumulación imaginaria? Recordarlo todo es una atrofia, realmente un sinsentido. Si esto es así, debemos entender que esta práctica excesiva no tiene ISSN: 2410-1923 REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3 / NÚM. 1 / 2016 PP. 27-40 36 JOSÉ PABLO CONCHA LAGOS ninguna razón o justificación atendible; si el medio lo permite, entonces, se usa. ¿Será una respuesta «pulsional» como resistencia al inexorable fin definitivo? ¿Se podrá explicar esta conducta como la posibilidad de crear una trama de sentido que permita contextualizar el acontecer individual? La autorreferencia fotográfica contemporánea produce un ecosistema que sostiene al productor de la imagen frente a la fugacidad existencial. La disponibilidad técnica define la práctica y perfila la necesidad, pero es una que se fundamenta en la preeminencia óptico lumínica; es decir, la potencia contextual existencial de la imagen solo se entiende desde nuestra dependencia sensorial de los ojos. Es como si la producción de fotografías fuera una parte constitutiva de la experiencia como prolongación somática; en todo momento se está preparado para transformar los acontecimientos en imágenes, para luego almacenarlas; es una energía movilizadora que ve en la fotografía la posibilidad de perpetuación al infinito de todo el acontecer, que por definición es caduco. Todo puede ser duplicado imaginariamente y luego olvidado en el depósito. Es una acumulación infinita de imágenes, pero que pierden su capacidad mediadora porque ya no hay referente reconocible. La arqueología como modelo de capas para el trabajo de investigación en archivos (Alvarado, 2010) se sumerge en un océano de fotografías, pero que no conducen a ningún lugar. En este sentido, esta acumulación, no es capaz de representar nada; millones de imágenes en cientos de miles de aparatos computacionales en todo el mundo imposibles de administrar y de categorizar. Como planteamos en un trabajo anterior: Cada depósito como un relato mudo, como una historia imposible de ser estructurada, aunada por un mismo sentido. Ya no es posible ningún relato, porque este implicaría una dimensión que se extingue en estos depósitos; no hay pasado, porque las fotografías están hiper-disponibles, todas en un mismo lugar y en un mismo tiempo. Cada aparato computacional conectado a la red es otro depósito más, siendo esta un hiper-depósito. La hiper-disponibildad, al eliminar las variables temporales y espaciales, destruye toda posibilidad de tradición. Las fotografías ya no son registro de una historia, ya que no hay secuencialidad, ni diacronía archivística; todo está en el mismo nivel; no hay causalidad. Por otro lado, la duplicación del material fotográfico, especialmente el digital, no deja huella. Así se elimina también la posibilidad de reconocer el original, cada copia es totalmente igual a otra, es una pura secuencia informativa que al ser repetida y luego decodificada produce exactamente la misma apariencia icónica. La vinculación material entre la fotografía análoga y el referente se debe a que en la imagen hay un residuo óntico desprendido del objeto fotografiado que se desplaza hacia la imagen, que es parte constituyente de ella. Es REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3/ NÚM. 1 / 2016 / PP. 27-40 ISSN: 2410-1923 LA DUPLICACIÓN DIGITAL Y LA IDENTIDAD COMO UN ASUNTO DE INESTABILIDAD ESENCIAL 37 evidente que este residuo óntico es incapaz de dar cuenta de la totalidad del referente, en este sentido, la representación es débil ontológicamente ya que la imagen que pretende actualizar al referente es siempre una parcialidad. La condición de dependencia establecida entre la apariencia y su ente original define la debilidad ontológica de la apariencia, esta nunca es autónoma. Pero, ¿qué ocurre en el momento en que esa vinculación óntica (en un tipo de fotografía que miramos de buena fe) es transformada en código, por lo tanto en lenguaje y este elimina todo rastro óntico? El lenguaje absorbe y elimina todo resto material. Fácticamente, el lenguaje toma el lugar de las cosas; ya no hay mediación posible, sino que es la cosa misma; no hay mediación porque detrás de la apariencia no hay más que solo apariencias. La materia se transforma en código; semánticamente es contemporánea esta transformación a la lectura del código genético del propio ser humano y es el sentido común el que cree ver en este código la esencia del hombre. De esta misma manera, la imagen técnica es código, así como casi todo lo técnico. Si pensamos que la técnica digital es la más abarcadora, la imagen es su puesta en escena masiva. (Concha, 2011) El mundo es un código y de lo único que podemos apropiarnos es de su apariencia, de su superficie que es un simulacro. La experiencia, al modo que la entenderemos aquí, es la que se debilita a cada instante en el simulacro cotidiano del código. Pero, ¿qué debemos entender al momento de escuchar este concepto, la experiencia? Pensamos que la experiencia describe un tipo de relación especial entre un sujeto y su circunstancia, y esta relación es la de la encarnación. La experiencia es la encarnación en el sujeto de aquello que se presenta a los sentidos. Esta encarnación implica tanto a la percepción, como al proceso reflexivo que reconoce a esta encarnación en el ámbito subjetivo del individuo. Martin Jay (2003), en su libro La crisis de la experiencia en la era postsubjetiva, revisa este concepto a la luz de la filosofía occidental, mostrándolo problemático desde sus raíces etimológicas, hasta sus diversos usos por diferentes pensadores. Lo que queda claro, es que desde Nietzsche en adelante entra en crisis, a partir de dos lugares distintos: el primero, desde una perspectiva conceptual o teórica, ya que no hay consenso —nos dice Jay— en una sola definición (p. 39); la segunda, desde la pérdida de la materialidad objetiva en la imposibilidad de experiencia con cualquier acontecer subjetivo. Jay (2003) cita un fragmento de La jerga de ISSN: 2410-1923 REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3 / NÚM. 1 / 2016 PP. 27-40 38 JOSÉ PABLO CONCHA LAGOS la autenticidad de T. Adorno en la que se dice: «En el mundo universalmente mediado, todo lo que se experimenta en términos originarios está culturalmente preformado» (p. 104). Lo que se muestra como imposibilidad es el acceso a algo original, porque todo está mediado y, más aún, predeterminado por la cultura: es decir, el anhelo de una experiencia primordial se frustra en la medida en que cualquiera de ellas ya es parte de una cultura que la determina y da sentido. Si bien la observación de esta circunstancia muestra cómo se perdería algo originario, por el mero hecho de ser parte de una cultura, por esta razón no hay posibilidad de advertir esa originalidad, por estar —cada uno de los individuos— desde siempre dentro de una determinada cultura. Jay (2003) al comentar esta cita de Adorno nos dice: Hay, en resumen, un sentido implícito de la pérdida de algo que alguna vez existió y ha sido seriamente dañado, si no enteramente destruido, en el presente. La decadencia de lo que llamamos experiencia, alternativamente atribuida por Adorno a los traumas de la guerra mundial, las tecnologías modernas de la información y el «proceso atemporal, tecnificado de la producción de bienes materiales», que parece ser otra manera de referirse a la industrialización capitalista, la decadencia de algo llamado experiencia es para Adorno un índice de la crisis de la vida moderna. (p. 104) La interpretación que hace Jay de lo dicho por Adorno, apunta al diagnóstico de decadencia de la experiencia en nuestra vida contemporánea, lo que tendrá como consecuencia fundamental la «crisis general de la vida moderna». Esta crisis «moderna» ya no será por la ausencia de sentido o por «la muerte de Dios» o por cualquiera de las razones que han determinado las interpretaciones críticas a lo largo de la historia de occidente; esta vez nuestra observación nos indica que la crisis, como experiencia de anonadamiento, se debe en este tiempo por el propio sistema técnico de representación de su propio mundo. En este sistema técnico se representa un mundo del cual nunca podremos tener certeza de su materialidad. La representación visual, que ve a la fotografía como su forma paradigmática, no asegura la existencia material del objeto referencial, sino como un puro espejismo; es decir, como una pura ilusión visual. REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3/ NÚM. 1 / 2016 / PP. 27-40 ISSN: 2410-1923 LA DUPLICACIÓN DIGITAL Y LA IDENTIDAD COMO UN ASUNTO DE INESTABILIDAD ESENCIAL 39 Referencias Alvarado, M. (2010). La fantasía fotográfica de una alteridad visual: claves y herramientas para su desmontaje estético. En José Pablo Concha (Editor y compilador). Fotografía, o la cotidiana finta a la experiencia. (pp. 29-54). Santiago de Chile: Instituto de Estética UC. Han, B. C. (2014). En el enjambre. Barcelona: Herder. Canetti, E. (1983). Masa y poder. Barcelona: Muchnik Concha, J. P. (2011). La desmaterialización fotográfica. Santiago de Chile: Metales Pesados/UC. Jay, M. (2003). La crisis de la experiencia en la era postsubjetiva: Santiago de Chile: UDP. Sartre, J. P. (1940). L’Imaginaire. París: Gallimard. Sloterdijk, P. (2002). El desprecio de las masas. Valencia: Pretextos. Vattimo, G. (1998). El sujeto y la máscara. Barcelona: Península. ISSN: 2410-1923 REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3 / NÚM. 1 / 2016 PP. 27-40 40 JOSÉ PABLO CONCHA LAGOS José Pablo Concha Lagos. Doctor en Filosofía por la Universidad de Chile. Magíster en Teoría e Historia del Arte, Universidad de Chile, Licenciado en Estética, PUC, Fotógrafo Profesional. Profesor de jornada completa de Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director académico de los programas de diplomado en Estética y Filosofía y en Fotografía Digital, impartidos por el Instituto de Estética de la UC. Creador, junto a Margarita Alvarado y Carla Möller de RIIF-UC (Red de Investigación de la Imagen Fotográfica), de la que fue su primer Coordinador. Ha publicado los libros La desmaterialización fotográfica (2011); Fotografía, o la cotidiana finta a la experiencia (2010); Más allá del referente, fotografía. Del index a la palabra (2005) y, junto a Constanza Robles, Estética y técnica en América Latina (2014), entre otros. Como fotógrafo ha realizado las exposiciones La forma del silencio (2007) en Fotogalería Arcos, y Materias veladas (2009) en el Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile. REVISTA DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE ARTE Y CULTURA / VOL. 3/ NÚM. 1 / 2016 / PP. 27-40 ISSN: 2410-1923
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