C O N T E N I D O (Tabla original de la Revista antes de ser digitalizada Presentación ............................................................. 5 ENRIQUE MENDOZA TOLOSA. Las artesanías en esparto: un aspecto de la cultura material en el municipio de Ráquira, Boyacá ................................................9 CRISTÓBAL GNECCO VALENCIA. El paradigma paleoindio en Suramérica ................................. 35 CARL HENRIK LANGEBAEK Buscando sacerdotes y encontrando chuques: de la organización religiosa muisca ......................................79 Testimonio NINA S. DE FRIEDEMANN Animas y Pilatos en escena: semana santa en Coteje, Cauca ................................................................. 105 Debates FELIPE CÁRDENAS ARROYO Mitos y verdades sobre la desnutrición entre los muiscas: una visión crítica ................................................................. 127 CARL H. LANGEBAEK Patologías de la población muisca y la hipótesis de la economía autosuficiente .......................................................141 Comentarios Ana Mana Boada Rivas, sobre el debate: Mitos y verdades sobre la desnutrición entre los muiscas: una visión crítica.........161 Roberto Lleras Pérez sobre el debate: Mitos y verdades sobre la desnutrición entre los muiscas: una visión crítica ........162 Santiago Mora C, sobre el debate: Patologías de la población muisca y la hipótesis de la economía autosuficiente...164 2 Informes MYRIAM JIMENO SANTO YO Antropólogos, proyectos de desarrollo y movimientos sociales............................................................173 FABIO E. LÓPEZ de la ROCHE La jornada regional de cultura popular en Silvia (Cauca): un diálogo atento y fructífero en torno a la cuestión de las identidades............................................................... 185 MARÍA VICTORIA URIBE ALARCON Cronología absoluta de la arqueología colombiana .................205 Documentos Memoria de los ritos y ceremonias de los muiscas en el siglo XVI Miguel de Ibarra (Oidor de la Real Audiencia) Francisco de Porras Mexía (Provisor del Arzobispado) Transcripción y presentación por Eduardo Londoño ..............235 índice de artículos, documentos y reseñas publicados en la Revista 1985- 1990...........................................................259 El cambio de nombre de nuestra Revista de Antropología por el de Revista de Antropología y Arqueología, obedece a los requisitos legales impuestos por el Gobierno Nacional. Con el fin de establecer el registro de nombres de todas las publicaciones de carácter antropológico en el país, se nos ha solicitado reconsiderar el título de la publicación puesto que era muy parecido a otras que circulan en Colombia. La Revista sigue impulsando el debate académico escrito. Hacemos un llamado a todos los colegas para que escriban sus comentarios sobre temas que consideren importantes, o que presenten sus debates al editor. La Revista no publica solamente debates solicitados sino que anima la presentación espontánea del gremio en este campo. 3 ENRIQUE MENDOZA TOLOSA (1949-1990) Muchos de nosotros crecimos con Enrique. Compartimos clases, ideales, viajes y sueños de estudiantes. Más tarde, trabajamos juntos y pudimos contar con su penetrante inteligencia y siempre solidaria y respetuosa actitud. Como compañeros y colegas fuimos testigos de su maduración como hombre y antropólogo, una profesión que vivió como se nos enseñó que había que vivirla, como parte de nuestra vida diaria y cotidiana, con honestidad y entrega. Para los estudiantes del Departamento Enrique fue no solamente un profesor, sino también un amigo. Fue un docente exigente, cuchilla si se quiere, pero siempre justo: una persona que jamás estableció vallas ni distancias, sino que con su trato afable y cordial, instruía y formaba, ya sea en clase, o en su oficina, llena de postales religiosas, en la esquina del pasillo del Departamento. La Universidad y el gremio de antropólogos e historiadores han perdido en Enrique, sin duda, uno de sus mejores profesores y profesionales: sus amigos, una persona a quien confiar nuestras preocupaciones e inquietudes. A quienes trabajamos con Enrique en quizás su último trabajo de investigación, nos será inolvidable su entereza y partida por la vida, a pesar que ya lo aquejaba la implacable enfermedad. Por designios que no podemos descifrar, Enrique partió primero que nosotros, prematuramente. Nos dolió no solamente su partida, sino el hecho que no hubiéramos podido acompañarlo en esos momentos; y que hubiésemos estado al lado de Susy, y Camila, su pequeña hija. Con nuestra presencia, estudiantes, profesores, Anita, Stella, Jaime y demás amigos colegas, queremos expresarte, Susy, nuestra amistad perenne. Roberto Pineda Camacho Base de datos para fechas arqueológicas de C-14 y Termoluminiscencia en Colombia Las interpretaciones del pasado que hace el arqueólogo se basan en dos dimensiones fundamentales: tiempo y espacio. El tiempo es una dimensión que puede hacerse cuantificable mediante diversos métodos físico químicos, siendo el más conocido el del radiocarbono o 14 C, que produce fechas en términos de años antes del presente (AP). La otra forma que tiene el arqueólogo de manejar el tiempo es cuando las culturas que estudia ya lo han cuantificado produciendo calendarios. En Colombia las fechas de radiocarbono abarcan desde el período que se conoce como Paleoindio (10.000 años AC) hasta la época de la Colonia, incluyendo todos los períodos intermedios de evolución cultural. Las investigaciones arqueológicas aumentan cada día, y cada año se producen nuevos resultados de fechación en los diversos laboratorios del mundo. Sin embargo, el acceso a estos datos no siempre es fácil. Muchas veces los informes de los investigadores no se publican por falta de recursos y un buen número de datos permanecen inéditos sin que otros investigadores se puedan beneficiar de ellos. Otros, aun cuando se publiquen, muchas veces no son de fácil consulta o se publican en ediciones limitadas de poca circulación. Una solución para este problema es el establecimiento de una base de datos de fechados radiocarbónicos (BDFR) que incluya todas las fechas publicadas e inéditas que se hayan analizado para los sitios arqueológicos en Colombia, y que además suministre otra serie de datos referentes al contexto arqueológico en que se excavó la muestra. En los Estados Unidos se pretende establecer este sistema, mediante el empleo de programas como Dbase III y Dbase III+, compatibles IBM, de amplio uso universal. El trabajo de recopilación que presenta María Victoria Uribe en este número es de gran valor para todos los arqueólogos en Colombia; pero por razones de espacio, no toda la información relacionada con las fechas ha podido publicarse. De tal manera, dicha autora está trabajando en una sistematización más completa que podrá consultarse en forma de base de datos en el sistema central de la Universidad de los Andes desde la terminal IBM del Departamento de Antropología. De esta forma, ofrecemos una opción de consulta rápida y precisa de la cronología arqueológica absoluta en Colombia. Felipe Cárdenas Arroyo 5 Revista de Antropología y Arqueología Vol.VI, No.l, 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. Bogotá. LAS ARTESANÍAS EN ESPARTO: UN ASPECTO DE LA CULTURA MATERIAL EN EL MUNICIPIO DE RAQUIRA, BOYACA Enrique Mendoza Tolosa q.e.p.d 6 LAS ARTESANÍAS EN ESPARTO: UN ASPECTO DE LA CULTURA MATERIAL EN EL MUNICIPIO DE RAQUIRA, BOYACA1 Enrique Mendoza Tolosa2 Departamentos de Antropología y de Historia, Universidad de Los Andes Introducción Los diferentes implementos que el hombre elabora manual o industrialmente y de los cuales hace uso, ya sea en su vida cotidiana o en actividades especiales, son tradicionalmente denominados "cultura material". Como expresión material de una cultura, estos objetos representan una tradición, una historia, y están cargados de sentidos y connotaciones específicos dentro del grupo del cual provienen; y también pueden ser ejemplo de una sociedad masificada en el consumo de bienes, en el caso de la producción industrial. La "cultura material" de los pueblos puede ser subdividida en dos grupos: (1) Aquellos objetos que tienen sentido netamente utilitario, y (2) aquellos objetos que tienen sentido y uso mágico religioso. Se incluye aquí el llamado "arte primitivo". Estas dos categorías, que tienen sentido en el grupo que produce los objetos, bien pueden desaparecer cuando tales implementos son sacados del grupo al cual "pertenecen", o bien que 1 Ponencia presentada en el IV Congreso Nacional de Antropología en Popayán, 1987. 2 Quiero expresar mis agradecimientos a la Empresa Artesanías de Colombia y al Servicio Nacional de Aprendizaje - SENA - por la financiación brindada para la realización del trabajo de campo necesario para el presente estudio, efectuado durante el período octubre 1985-febrero 1986. Parte de la información de este artículo aparece consignada en el informe que el autor presentó en 1986 a la Empresa Artesanías de Colombia, bajo el título "Artesanías en la provincia de occidente, Boyacá. Estudio socio -económico". En esta institución quiero agradecer el apoyo brindado por Hernando Téllez y Josefina Aya. 7 sean utilizados de una manera distinta a la prevista (por ejemplo, las creaciones artísticas haciendo uso de material de desecho industrial); adquiriendo ahora un carácter estético, y en algunos casos conservando o adquiriendo un sentido utilitario. Una vez que algunos impleme ntos de la "cultura material" de los pueblos son aceptados por otras comunidades (gracias a las diversas modalidades que adquieren los sistemas de intercambio), en el grupo productor puede comenzar a darse un proceso de especiálización para la manufactura de tales implementos. En aquellos casos en los cuales se hace uso de la tecnología artesanal para la manufactura de dichos objetos, ahora denominados artesanías, se va produciendo un proceso de especialización regional y de identificación de tales implementos con las diversas localidades y regiones, proceso mediante el cual la artesanía se va tornando en expresión de la cultura popular y cumple una función doble en el grupo (familia, localidad, región) que la produce: (1) tiene una función económica, ya sea como actividad productiva principal o secundaria, y (2) cumple una función social, (a) ya sea como continuador de una tradición (familiar, local, regional y eventualmente nacional), (b) bien como elemento a través del cual se mantiene contacto dentro del grupo (socializador); y (c) define relaciones hacia el exterior del mismo grupo (el productor o productores son identificados como tales por los demás miembros de la sociedad). En general se puede afirmar que al hablar de "cultura material" se piensa siempre en las comunidades de indígenas, y se da como supuesto válido el que las comunidades de campesinos o ciertos grupos urbanos no poseen tal "cultura material", pero sí artesanías: pues bien, además del análisis socioeconómico del sector de las artesanas que trabajan la fibra de esparto en Ráquira, con el presente estudio se pretende dar cuenta de la validez en la utilización del concepto "cultura material" dentro de la población que nos ocupa, ya que al final de cuentas importa más la asociación que establecemos entre la figura que observamos y su. lugar de origen. Una figura hecha en tagua proviene de Chiquinquirá; un balay proviene del Vaupés; una mochila puede venir de la Sierra Nevada de Santa Marta, de Córdoba, etc, y así sucesivamente. Por tanto, es posible establecer una serie de asociaciones que lo único que nos ratifican es la correspondencia que identificamos entre un objeto y un grupo social en particular, o sea en la expresión material de un agregado social, sin que por el momento sea de interés detallar los cambios en el diseño de una u otra artesanía o elemento 8 de la cultura material, ya que este debe ser abordado, desde una perspectiva diacrónica y de cambio cultural. El presente estudio socioeconómico de las características y condiciones de trabajo de los artesanos del esparto en la localidad de Ráquira, consiste de tres partes. En la primera se presenta una serie de generalidades sobre el Departamento de Boyacá, la Provincia de Occidente de este departamento y se establecen algunas comparaciones entre las localidades de Chiquinquirá (cabecera de la Provincia), Ráquira y Tinjacá. En la segunda parte -Las artesanías rurales - se presenta la información relativa a los trabajos del esparto. En la tercera y última parte - Conclusiones - se comparan una serie de elementos socioeconómicos extraídos de los apartados anteriores. Generalidades El departamento de Boyacá está dividido en 12) provincias, a la cabeza de cada cual hay una capital de provincia. La Provincia de Occidente está conformada por 18 municipios, entre los cuales se pueden mencionar: Chiquinquirá (su capital), Muzo, Otanche, Puerto Boyacá, Ráquira, Sutamarchán y Tinjacá. El total de población de la Provincia de Occidente es de 174.254 habitantes, cifra que representa el 15,99% del total de población del departamento - 2 millones y medio aproximadamente. Del total de la población de la provincia, el 33,93% (59.124) de ellos viven en cabeceras, y el restante 66,07% (115.130) en el sector rural (DAÑE 1986). Ahora bien, comparando las anteriores cifras parciales con el total del departamento de Boyacá, se observa que los 59.124 residentes de las cabeceras municipales representan el 14,13% del total de habitantes residentes en cabeceras municipales del departamento, y los 115.130 habitantes del campo representan el 17,16% de los mismos en el contexto departamental (DANE 1986). Con base en la tabla No.l, se observa que el 38,4% del total de los habitantes del departamento son urbanos y los restantes 61,6% son rurales1 . De acuerdo con esta distribución total, es 1 Dado que en 1973 al Departamento de Boyacá le fue segregado el territorio correspondiente a la Intendencia del Casanare, no es posible hacer un análisis diacrónico de la evolución de la composición de la población del departamento, ya que los datos totales entre los cuales se contrastaría la información de cada municipio tendrían un base diferente. Es por estos motivos que en esta 9 posible afirmar que Chiquinquirá está desmedidamente por fuera de tales proporciones. En efecto, el 78,2% de la población es urbana y el 21,8% es rural, con lo cual se aproxima más a la distribución del total nacional, la cual era en 1985 de 69,9% urbana y 30,1% rural, antes que asemejarse a la distribución que presentaba la ciudad de Tunja: 93,7% y 6,3% respectivamente (DANE 1986). Los casos de Raquirá y Tinjacá son semejantes pero inversos, puesto que la población de estos municipios presentaba las siguientes condiciones: urbana 12,1% en Ráquira y 10,9% en Tinjacá; mientras que la población rural constituía el 87,9% y el 89,1% respectivamente. En cuanto se refiere a la distribución por sexos de la población, se observa que hay un relativo equilibrio para ambos sexos tanto en las cabeceras municipales como en el resto de las mismas localidades. El único ligero desbalance en comparación con los otros dos municipios se presenta en el sector de la cabecera en Ráquira, en donde las cifras para cada sexo están invertidas en comparación con los otros datos que se presentan en la tabla. Ahora bien, la última columna de la tabla No.l, en la cual aparece el número total de viviendas en cada municipio, se considera importante por el dato en sí mismo, pero carece de validez porque: (a) no discrimina cuántas viviendas son urbanas y cuántas son rurales; (b) el número es absoluto, pero no aclara cuántas están o no habitadas. Se considera importante este último hecho puesto que la persona que sirvió de empadronadora para el censo 1985 en el municipio de Tinjacá, afirmó al autor del presente estudio que "en el pueblo hay 888 casas, y más o menos hay 400 desocupadas". Las condiciones de Tinjacá bien pueden estarse repitiendo en otras localidades pero el censo 1985 no da cuenta de tales hechos. Por otra parte, al hacer una comparación por municipios con los datos del censo de 1964, se observa que en términos generales la población del departamento de Boyacá tiende lentamente hacia la agrupación en las cabeceras municipales, antes que en los sectores rurales (tabla No.2). oportunidad se presenta un estudio comparativo tomando únicamente los datos arrojados por el Censo de 1985 (DANE 1986). 10 La tabla No.2 muestra que, en cuanto a población urbana se refiere, desde hace más de 20 años el municipio de Chiquinquirá presenta una proporción mayor que Tunja y que el total del departamento de Boyacá. Este hecho, sujeto a posteriores estudios, puede deberse a su localización como centro de una región económicamente rica y casi que paso forzado, desde la época colonial, para quienes quisieran entrar o salir de Bogotá hacia la Costa Atlántica por vía del río Magdalena 1 Los procesos que presentan los municipios de Ráquira y Tinjacá también son tendientes hacia una vida "urbana", pero el ritmo al cual se ha venido dando el cambio es muy lento. De la misma manera lo que se observa - y que es importante es una disminución de la población en estas localidades mientras que Chiquinquirá y Tunja tienden hacia un crecimiento poblacional. Considerando los datos presentados previamente sobre áreas de las localidades y los resultados del censo 1985, se puede decir que para 1985 las densidades de población para Ráquira y Tinjacá eran de aproximadamente 28 y 25 habitantes por km2 , mientras que la densidad de población de Colombia para este mismo año era de aproximadamente 23 habitantes por km2 . Claro está que de seguir ocurriendo la tendencia hacia la disminución poblacional que se presenta en la tabla No.2, tales densidades de población en los municipios en cuestión seguirá bajando. La tendencia hacia un despoblamiento más acelerado se observa en Tinjacá, ya que de 36 habitantes por km2 en 1964 bajó a 25 en 1985; mientras que el proceso en Ráquira es más lento: de 29 habitantes por km2 en 1964 disminuyó a 28 en 1985. Las explicaciones para este proceso de despoblamiento no han sido estudiadas todavía, pero bien podría afirmarse que a este contribuyen las pocas oportunidades de trabajo que coadyuven a mantener a la gente en sus lugares de origen. A este respecto, se puede recordar lo dicho por John Orbell en relación con Ráquira: En el censo de 1928 hubo 8000 habitantes en todo el municipio. La población aumentó a diez mil hasta la época de la violencia, cuando salieron hasta las ciudades la mitad de las personas viviendo allí. Desde entonces, la población disminuye cada año, 1 Dadas las facilidades de co municación y transporte existentes entre la Provincia de Occidente y la capital de la República, las actividades económicas de aquella (agricultura, ganadería y minería) han girado tradicionalmente en torno a Bogotá antes que a Tunja. 11 especialmente del área rural. Al contrario en la cabecera municipal, la población incrementa cada año (por la creación de trabajo en los talleres del pueblo), dejando entonces casas abandonadas en el campo y la necesidad de construir más viviendas en el pueblo y la parte urbana..." (Orbell 1980:3). Tentativamente y hasta tanto se de una aprobación o no al planteamiento que aquí se emite, estos hechos pueden ser causados por la presencia de uno o más de los siguientes elementos: a. Condiciones de vida difíciles en el campo y lento proceso de pauperización del campesino. b. Atractivo hacia las ciudades debido al supuesto acceso a las "mejores condiciones de vida" (salud, vivienda, educación, trabajo) y vinculación con una vida más moderna. c. Impacto regional de la violencia que vivió el país en años pasados. d. Proceso de expansión por parte de los medianos y grandes propietarios de terrenos rurales, en detrimento de las parcelas campesinas, lo cual puede ir acompañado de una transformación en el uso de la tierra (nuevos cultivos, expansión de la ganadería, etc.). Tenencia y uso de la tierra La agricultura constituye la principal actividad económica del departamento de Boyacá. Los principales productos que se cultivaban en 1983 eran: papa (763.700 ton), caña para panela (49.500 ton), yuca (25.000 ton), plátano (52.200 ton), maíz (41.430 ton), trigo (12.410 ton), cebada (8540 ton), y fríjol (4880 ton) (DANE 1986:561). Pero si el sector agrícola es importante, también lo son el industrial y el minero. Sin embargo, el departamento de Boyacá también es conocido en el contexto nacional por sus artesanías. Actualmente existen en el departamento tres asociaciones de artesanos: Asociación de Artesanos de Tundama, Asociación de Artesanos de Chiquinquirá y Asociación de Artesanos de Tenza. "Las poblaciones de Tenza, La Capilla, Cerinza y Tinjacá, se distinguen por ser los mayores productores de artesanías en el departamento y en algunas de ellas el 80% de sus habitantes se ocupan en dichos trabajos" (Departamento de Boyacá 1982:232-233). En la localidad de Ráquira funciona un centro artesanal dependiente de Artesanías de Colombia. En general, la región de Ráquira, Tinjacá, Sutamarchán, etc., se caracteriza actualmente por su aridez, aunque las zonas 12 correspondientes a las vegas de los ríos que la surcan son fértiles, y por tanto aprovechadas en la agricultura. Tal aridez, sin embargo, "se debe esencialmente a la acción del hombre: desmontes y talas sistemáticas acabaron con los bosques allí existentes en alguna época, y privaron al suelo de su capa vegetal. Pero esta acción no se inició con la conquista, pues el problema citado debe tener origen en tiempos precolombinos (Falchetti 1972:7)". La explicación que da Falchetti a estos hechos se centra en la manufactura de artículos cerámicos, con la cual el método de cocción al aire libre empleado por los aborígenes supone la utilización de grandes cantidades de leña para la cocción de cada lote de cerámica y añade la autora: "Durante la Conquista, y sobre todo en la Colonia, al lado de la actividad alfarera que continuó en algunos sectores como la explotación de madera continuó en forma sistemática: los indígenas talaban bosques bajo las órdenes españolas; la madera se empleaba en la construcción de villas, ciudades, monasterios, iglesias, y rara vez se utilizaba en grandes cantidades para los hornos de teja y ladrillo; la lefia era transportada por los indios de la región a Tunja y Villa de Leyva (Falchetti 1972:8). Pero si desde que llegaron los españoles a la región sus suelos ya presentaban problemas de erosión, ésta debió ser acelerada con los cultivos intensivos de trigo que se practicaron ininterrumpidamente durante más de cuatro siglos por los habitantes de la zona, cultivos estos que durante la Colonia competían con los provenientes de la Sabana de Bogotá para satisfacer los mercados de Honda, Mompox, Cartagena, y las regiones mineras del Tolima y de Antioquia (Villamarín 1975). Pero, si bien es cierto que los trigos y harinas de las regiones de Tunja y Villa de Leyva competían con los productos de la Sabana de Bogotá, las secuelas que tales cultivos dejaron en Boyacá son parecidas, según Falchetti, a las descritas por el padre Pérez Arbeláez para el sur de Bogotá: "Las raíces del trigo alcanzan un volumen tres veces mayor que su parte aérea antes de la floración, y después de ella diez veces mayor. Por lo tanto al podrirse disgregan mucho el suelo y esa puede ser una de las causas de las terribles erosiones que se presentan en el sur de Bogotá, donde los colonizadores del Nuevo Reino tuvieron sus trigales" (Citado por Falchetti 1972:9). Si bien en la región objeto de este estudio los cultivos de trigo siguen siendo importantes en el presente, también se cosecha papa, maíz, arveja, cebada y hortalizas. Los frutales son muy 13 escasos, tanto que no se pueden comprar en las tiendas locales, y su oferta en el mercado de Ráquira es muy baja1 . Actualmente se oye con frecuencia a la gente del departamento de Boyacá, y a cualquier otro individuo a quien se le pregunte al respecto, que Boyacá es un departamento eminentemente agrícola y que los predios son mayoritariamente minifundios. Sin embargo, es pertinente anotar que el minifundio, aquella "pequeña propiedad insuficiente" a la cual se refiere Orlando Fals Borda (1973:13), se ha venido fraccionando lentamente, tal como lo presagiaba el mismo Fals, dando origen a aquella forma de tenencia de tierra que él denomina "el microfundio de menos de una fanegada" (1973:13). Las condiciones de presencia del "microfundio" han alcanzado tal punto, que para 1981 el número total de predios en el departamento cuya extensión era menor de una hectárea alcanzaba la cifra de 191.626 (DANE 1981:191). En la tabla No. 3 se presentan los datos comparativos de los tres municipios que han venido siendo trabajados y del total del departamento en cuanto a distribución y superficie de los predios rurales para el mes de julio de 1981. Con base en la tabla No. 3 se puede afirmar que mientras el 48,3% del total de predios rurales en Boyacá son menores de una hectárea, la superficie que éstos ocupan es tan sólo el 4,1% del total del área rural del departamento. Estos datos verifican la apreciación de Fals Borda (1973) en cuanto al "microfundio". Ahora bien, si se acepta que aquellos predios rurales cuya superficie es menor a 3 hectáreas (cinco fanegadas) sean catalogadas como minifundio, se observa según la tabla anterior que el 76, 09% del total de predios rústicos del departamento están dentro de esta categoría, la cual, a su vez, representa únicamente el 14,1% del total de la superficie rural boyacense. En el otro extremo, el 0,5% del total de predios tiene una superficie mayor de 100 hectáreas y representa el 35,7% de las tierras del departamento. Los hechos anteriores muestran claramente el por qué los minifundios y sus familias tienen "vocación" para convertirse en trabajadores estacionales o permanentes en diversas regiones del país - en el caso de la población masculina - y en empleadas 1 En Tinjacá, aunque hay un día a la semana definido como 'día de mercado', en realidad no hay tal, pues sólo acuden unos cinco vendedores minoristas de diversos productos. 14 domésticas y sub-empleadas urbanas - en el caso de las mujeres. En otras oportunidades la opción que toman unos y otros es dejar el país e irse a trabajar legal o ilegalmente a Venezuela (Bermúdez 1979 y González 1980). Sin embargo, aquellas familias o familiares que optan por quedarse en las parcelas se ven forzados a buscar nuevas fuentes de ingresos con el propósito de complementar el presupuesto familiar, cuando no pasan a depender casi que totalmente de tales ingresos. Es posible pensar que la alta proporción de predios clasificados como minifundios y la reducida superficie que los minifundistas controlan (76,0% y 14,1% respectivamente) sean la explicación del por qué Boyacá es reconocida en el contexto nacional por su "vocación artesanal y sus artesanías". Las cifras anteriores también pueden ayudar a explicar por qué "las poblaciones de Tenza, Tipacoque, Cerinza, Tinjacá, se distinguen por ser los mayores productores de artesanías en el departamento y por qué en algunas de ellas el 80% de sus habitantes se ocupan en dichos trabajos" (Departamento de Boyacá 1982d:232-233), pasando la producción de artesanías a ocupar en estos últimos casos la principal fuente de ingresos para muchas familias residentes en algunas de las localidades antes mencionadas. Ráquira y la producción artesanal en esparto Dentro del contexto regional, Ráquira y Tinjacá son conocidas por sus artesanías. Esta aseveración está respaldada por un refrán popular: "En Villa de Leyva son los quesos, en Tuta las mantequillas, en Suta las longanizas, en Ráquira son las ollas y en Tinjacá las mochilas". Si bien es cierto que Ráquira es conocida por su producción cerámica, no es menos cierto que el trabajo de la fibra del esparto también caracteriza a este municipio. En en departamento de Boyacá son tres los municipios que tradicionalmente han sido identificados como lugares en los cuales se trabaja el esparto (Espartina patens-junca ): Cerinza, Belén y Ráquira (Solano 1974). De acuerdo con los planteamientos del mismo Solano (1974), en el municipio de Ráquira son tres las veredas en las que se trabaja el esparto: Torres, Resguardo Occidente y San Cayetano. Sin embargo, de acuerdo con nuestro trabajo de campo en el municipio de Ráquira, los artesanos que trabajan el esparto están asentados mayoritariamente en la vereda Torres de dicho municipio. En efecto, de las 37 15 familias identificadas que trabajan tal fibra, 35 de ellas viven en la dicha vereda Torres, otra familia habita en la vereda San Cayetano, y la otra en Aposentos. La agricultura constituye la principal actividad económica de la vereda Torres. En las faenas agrícolas participan tanto hombres como mujeres, adultos y niños. Cuando la atención de los cultivos así lo requiere, se suspende cualquier otra actividad por el tiempo que sea necesario y toda la fuerza de trabajo familiar - e incluso de jornaleros - es utilizada en el arado de la tierra, siembra y recolección de las cosechas. Al igual que en el resto del municipio, y como sucede en la mayoría de los municipios boyacenses, las propiedades rurales son minifundios ("El Raquireño", 1980 No.002). En tales parcelas, los principales cultivos son maíz, papa, arveja, nabos, repollo morado y cebolla, todos ellos destinados al autoconsumo. Las unidades domésticas, en su gran mayoría conformadas por una familia nuclear, también poseen gallinas para el consumo familiar y para la obtención de los huevos que ellos mismos consumen. Son pocas las familias que poseen ovejas y, salvo perro y gato, no hay más animales domésticos. Los ingresos monetarios de las familias provienen, en el caso de los hombres, del jornaleo en la región y/o fuera de ella. Esta última condición se puede ejemplificar con el caso de una familia en la cual el padre de familia (49 años) y los dos hijos varones mayores (21 y 18 respectivamente), trabajan como recolectores de café en el Tolima, en donde permanecen todo el año, excepto "unos quince días que vienen y se demoran en enero y después se regresan" (Notas de campo). Una de las personas entrevistadas afirmaba que normalmente "salen unos 20 o 30 muchachos enganchados para la cosecha de café", con lo cual se puede ratificar una afirmación previa sobre el alto porcentaje de minifundios en la región y su impacto sobre la fuerza de trabajo disponible en la misma. En cuanto al jornaleo en la región, durante los meses del presente estudio, Octubre 1985 - Febrero 1986, el jornal variaba "entre $500 y $600 a todo costo", lo cual quiere decir que el trabajador corre con los gastos de su alimentación, y "$200-$300 con comida". 16 El aporte en dinero de las mujeres a los ingresos familiares proviene de la venta de los artículos de esparto en Ráquira los días de mercado (domingos), ya sea en la plaza de mercado, en los almacenes de artesanías1 , o bien a los turistas. Aquellas artesanas quienes "conocen mejor el oficio", venden también a un intermediario quien vive en la vereda y compra artesanías en la región y las transporta en su camión hasta Bogotá, en donde las vende a algunos almacenes de artesanías. Otra actividad artesanal de la vereda, y que también se da en otras veredas del municipio de Ráquira, es la fabricación de cerámicas. Estas son llevadas los domingos a la cabecera municipal y vendidas allí al detal o "menudeo". Esta ocupación de ceramista es especialidad masculina, aunque en algunas oportunidades la mujer ayuda al esposo. El trabajo del esparto data de tiempos anteriores a la llegada de los españoles al Nuevo Mundo. Pablo Solano (1974) afirma que aunque "no podemos situar con exactitud el origen de su utilización, es evidente que a la llegada de los españoles, este material - llamado "chusa" en lengua chibcha - pertenecía ya al sistema de vida de nuestros aborígenes en forma de esterillas y variada cestería. Esta actividad había alcanzado un notorio desarrollo al emplear innumerables técnicas que aplicaban a diversas fibras y hojas" (Solano 1974:S.P). Las personas dedicadas a trabajar el esparto son fundamentalmente mujeres quienes, como se mencionó anteriormente, realizan esta actividad artesanal como algo 'secundario" a las faenas agrícolas. En otras palabras, el tiempo dedicado a producción de artículos de esparto es el "tiempo libre", una vez han colaborado con sus esposos o hermanos en las labores agrícolas, y una vez han cumplido con las tareas asignadas o consideradas como propias de la mujer dentro de estas familias, las 1 En Ráquira funcionan once almacenes de venta de artesanías, catalogados cuatro de ellos como de primera categoría, y los siete restantes como de segunda categoría. Tales diferencias son establecidas por el municipio con base en "tamaño del local, el aspecto del local y los artículos que venden" (información oral). La importancia de aquellas categorías se plasma en los impuestos que pagan al municipio, pues mientras un local de primera categoría paga $600 mensuales de impuestos, uno de segunda paga $400. Las fábricas o talleres de objetos cerámicos no pagan impuestos. 17 cuales pueden ser resumidas bajo una frase: "atención y cuidado del hogar” Las características arriba anotadas, junto con la poca disponibilidad de dinero y la restricción espacial de las viviendas campesinas, no permiten que cada unidad doméstica cuente con un lugar* especial para la fabricación de artesanías. Esto hace que la fibra de esparto esté almacenada en la cocina, se haga uso de ella en una olla para hervir el agua en la cual se han de disolver los colorantes, y finalmente sean guardados los productos acabados en los mismos dormitorios mientras se llega el día domingo de cada semana para bajar a Ráquira y venderlos allí. Quien trabaja el esparto es la mujer. Esto permite que los hijos de uno y otro sexo aprendan el "oficio". Pero dada la división sexual del trabajo (hombres faenas agrícolas y/o jornalear; y la mujer labores del hogar y colaborar en trabajos del campo), el "tejer el esparto" se ha convertido en una actividad fundamentalmente femenina, aunque los hombres también conocen el "oficio". Las campesinas "van haciendo el oficio" mientras van caminando por la carretera o camino real, mientras van y vienen de los lugares en los cuales colaboran en la producción agrícola, o bien cuando disponen de un "rato libre en la casa". Naturalmente que ésta división sexual del trabajo no se cumple tan rigurosamente, como en el caso de los hijos que acuden a la escuela, aunque preferencialmente las mujeres, que son quienes durante los fines de semana o durante las vacaciones escolares también "trabajan el oficio". En última instancia se puede afirmar que es el ama de casa quien sirve de maestra y guía para sus propios hijos. En efecto, es común el escuchar al momento de estar hablando con una artesana que ella aprendió de pequeña de su propia madre, que se inició con oficios sencillos (i.e. coladores), y "ya luego se inventó los otros diseños, y ahí viendo se van copiando una de otras" y así fueron "aprendiendo a tejer fruteros, guchuberos, petaquitas, revisteros, individuales, porta-huevos y porta-vasos". *. Trabajando el oficio El tejer el esparto u "oficio" se inicia con la compra de la fibra de esparto durante el mercado dominical de Ráquira. Dado que la materia prima se da silvestre en tierras con bastante humedad e idealmente dentro del agua, el esparto no crece en la vereda. Por eso lo traen de zonas próximas a lagunas (por ejemplo Fúquene) o 18 de los páramos. De acuerdo con Solano, el esparto "generalmente alcanza 60 cm. de altura, con hojas muy enrrolladas sobre sí mismas, duras y elásticas" (1974). Para obtener la fibra no se requiere mayor trabajo, pues basta con agarrar el esparto casi en su base y enroscarlo en torno a la mano y halar fuerte con el propósito de rasgar la mata. Por estas condiciones particulares, en la mayoría de los casos la tarea de colectar la fibra corresponde a la mujer. Por regla general no hay problema en la consecución de la fibra; claro está que "hay que llegar temprano al mercado". Pero, sin embargo, hay ocasiones en las cuales escasea, por tanto "en veces, toca encargar el esparto". Estas dificultades y facilidades para lograr la materia prima hacen que el precio de una mano de esparto1 fluctúe entre $250 y $500. Con el propósito de ejemplificar el rápido aumento de los precios del esparto, se citan a continuación algunas afirmaciones de Pablo Solano (1974): "El precio actual del esparto - con ligeras fluctuaciones - es de $40 la arroba o de $20 la adocena de llaves (una arroba de material permite la elaboración de artículos para un valor aproximado de $150)". Con base en la información de Solano se puede llegar a pensar que la elaboración de artesanías en esparto "era rentable para el artesano". Sin embargo, si se considera que el precio de la materia prima ha experimentado un aumento entre 12 y 25 veces el precio de 1974, se puede afirmar, tal como se verá más adelante, que los precios de venta del artesano al comprador o intermediario no han tenido un aumento proporcional al de las materias primas. Una vez la fibra ha sido conseguida (la cual viene verde), se procede a iniciar el procesamiento de la misma antes de comenzar el trabajo de oficio ". El primer paso a seguir es cocinar el esparto con el proposito de ablandar la fibra. El tiempo socialmente necesario de esta primera fase es de aproximadamente tres horas, durante las cuales se cocina con fuego de leña una mano de esparto. Como consecuencia de la cocción, la mano de esparto se reduce casi en un 1 Una mano está compuesta por una docena de manojos de esparto, un manojo o anillo corresponde con la cantidad de fibra que cabe en el momento de cerrar la mano y que las yemas de los dedos pulgar, índice y corazón se toquen, y dos manos de esparto, o sea dos docenas de manojos, corresponden aproximadamente a una arroba. 19 65%. Esto quiere decir que aproximadamente 2,5 manojos de esparto verde se reducen después de cocinados y vienen a ser el equivalente a una "llave" (es la unidad para el esparto ya cocinado). Con el propósito de mantener vivo el fuego es necesario estar "al pie del fogón" durante las tres horas continuas. Esto hace que a estas tres horas de trabajo se les asigne un jornal de $225, tomados sobre el hecho de que por las ocho horas de trabajo diario pagan $600 y por tanto cada hora trabajada resulta a $75. En segunda instancia se procede al blanqueado de la fibra, para lo cual es necesario extender, voltear y recoger el esparto. La materia prima se deja permanentemente "al sol y al sereno". Dependiendo del clima imperante durante esos días, el blanqueado de la fibra puede tomar ocho días, si el tiempo es soleado; y quince si el tiempo es lluvioso. El tiempo calculado para estas tres actividades es de media hora diaria por cada docena de esparto, lo cual da un estimado de $18 diarios aproximadamente. Posteriormente se pasa a teñir con anilinas la cantidad de esparto que se desee. Una onza de anilina (la preferida es la marca 'El Indio') tiene un precio de $80, con la cual "se pueden teñir unas cuatro llaves, pero el rosado anilina rinde menos que la anilina verde". En el trabajo de Pablo Solano Artesanía boyacense (1974) el autor afirma que para aquel año "el precio de las anilinas corrie ntes es de $3,50 la onza". Esta cifra permite ratificar el rápido aumento de los precios de las materias primas: previamente se hizo mención al precio del esparto, y ahora se observa que en un período de once años, tiempo transcurrido entre 1974, año de publicación del trabajo de Solano, y 1985-86, período durante el cual se obtuvo la información para el presente trabajo, el precio de la onza de anilina de la misma marca ('El Indio'), pasó de $3,50 a $80, o sea un aumento de poco más de 22 veces. Esta relación de precios de la anilina guarda un paralelo con el incremento de precios del esparto. Sin embargo, se puede afirmar, como se verá más adelante, que estos incrementos no se reflejan proporcionalmente en el precio de venta del producto acabado por parte de los artesanos hacia sus compradores (intermediarios o usuarios). Para la teñida se vuelve a colocar el esparto en agua junto con la anilina mientras que el agua hierve, lo cual ocurre en hora y media aproximadamente. A esta hora y media de trabajo se le calcula un costo en jornales de $112,50. Una vez concluida esta tercera fase, se procede a iniciar el "oficio". Es frecuente que la fibra de esparto se reseque antes de ser utilizada en el "oficio". Esta condición lleva a que la fibra se rompa o quiebre en el momento de 20 ser entrelazada con otra. Por lo tanto, y con el propósito de hacer más maleable el esparto, este se sumerge en agua durante pocos minutos, ya que si está demasiado húmedo se presenta otro problema: no agarra el tejido, o sea que los nudos se pueden soltar. A manera de ejemplo se pasa a continuación a describir el "oficio" del guchubero ya que este es uno de los artículos que tiene más venta o "salida" en la región. Para tejer un guchubero se requiere media docena de esparto, o sea que en materia prima se invierten $250. Es necesario recordar que el precio de la docena de esparto fluctúa entre $250 y $500. Para efectos del presente estudio se ha tomado el precio máximo por docena ($500), con el propósito de mostrar que en ciertas oportunidades, cuando la artesana tiene que pagar el precio máximo por la materia prima, la cantidad de dinero que recibe por el producto terminado no alcanza a sufragar siquiera los costos de la materia prima. La fibra de esparto necesita ser ablandada, y por lo tanto se pone a hervir durante tras horas. Luego., de tres horas que permanece cocinando, se le ha calculado un monto de $225. Una vez cocinado el esparto se procede a blanquearlo, para lo cual es necesario extender, voltear y finalmente recoger la fibra. Si por cada docena de esparto se ha estimado que ésta labor toma media hora cada día, se le ha calculado un costo diario de $18, en el caso de la media docena de esparto necesaria para el guchubero el costo diario sería de $9. Ahora bien, como anteriormente se afirmó que esta actividad hay que repetirla durante 8 a 15 días, dependiendo de si hay clima soleado o lluvioso, se puede adoptar un total de 10 días para blanquear la media docena de esparto en cuestión, lo cual da un costo acumulado para esta fase de $90. Pero como todo el esparto no se trabaja del mismo color, es necesario teñir cierta cantidad de fibra. Para tal efecto se hace uso de media onza de anilina, que tiene un precio de $40. Con el propósito de que los tintes se fijen en la fibra, se requiere que la mezcla se mantenga hirviendo por una hora y media, lo que significa alimentar el fuego con leña y revolver la mezcla. A esta actividad se le ha calculado un costo de $112,50. En resumen, se puede decir que en materia prima (esparto y anilina) la artesana ha gastado $290 y en tiempo trabajado dedicado a la preparación del esparto, antes de iniciar el tejido del "oficio", ha invertido 7 horas de su tiempo, las cuales debieran tener una 21 retribución de $525 ya que se ha tomado como base un jornal diario de $600 por ocho horas de trabajo, esto es, a $75 la hora/trabajo1 Una vez que están los materiales listos, la artesana emplea 20 horas tejiendo el mencionado guchubo, lo que debería representar una retribución económica de $1500. Para calcular el valor real del producto, es necesario tomar las cuentas en dinero correspondientes a jornales ($1500), anilinas ($40), preparación de los materiales ($525) y los costos del esparto mismo ($250). La suma total de las partidas del costo real de producción de un guchubo es $2315. Pero resulta que el precio de venta al intermediario es de $200.oo, con lo cual la artesana deja de recibir $2115 del costo real de su producción por cada guchubo que teje. Ahora bien, ese mismo guchubo puesto en Bogotá y vendido a un almacén de artesanías,-tiene un valor de $350.oo, con lo cual se ve que quien se beneficia del trabajo artesanal no es el productor sino el intermediario quien vende el producto al consumidor. A continuación se presenta la tabla No.4, en la cual aparecen algunos de los principales artículos de las artesanas. El cuadro contempla los costos de materia prima (esparto y anilinas), os jornales por fuerza de trabajo, costos de preparación de materiales, precios de venta al público e intermediarios, y finalmente las utilidades de la transacción realizada. Para cada uno de los artículos listados en la tabla se puede realizar un cálculo semejante al que se hizo con el guchubo, y de esa manera conocer cuánto deja de percibir cada artesana en los diferentes artículos que teje. Del análisis de la tabla anterior se desprenden tres hechos importantes: a. El saldo final siempre es negativo para el artesano; lo cual quiere decir que el artesano del esparto no tiene ganancia alguna en esa actividad. b. El artesano no considera el tiempo dedicado a la elaboración del producto, o sea que no toma en cuenta los jornales (día u hora) que debería agregarle al precio del producto final, a partir de lo cual la actividad artesanal se tornaría eventualmente en una actividad económica de importante significación en cuanto a sus ingresos en 1 Estos cálculos no incluyen los costos de los combustibles empleados en el proceso de cocción. Desafortunadamente éste rubro no pudo considerarse en la tabla porque la sugerencia fue planteada por Fabricio Cabrera (a quien hoy doy gracias por la misma) casi tres años después del trabajo de campo, y hacerlo a postcriori hubiese forzado un reajuste total de las cifras que aquí se presentan. 22 para las familias que participan de esta ocupación "complementaria" a las labores agrícolas, con lo cual "redondean" los ingresos familiares. c Actualmente, en períodos de abundancia del esparto, el precio aproximado de una arroba de esta fibra es de $600. Tal arroba de esparto una vez procesada permite la manufactura de diversos productos cuyo precio agregado generalmente no excede de mil pesos ($1000). Al comparar esta aseveración con una afirmación previa de Pablo Solano: "Una arroba de material permite la elaboración de artículos por valor aproximado de $150" (1974), se observa que, aun cuando el monto en dinero que representa tal arroba de esparto ha experimentado un incremento de algo más de 7 veces durante el período comprendido entre 1974 y 1985-86, los precios de las materias primas (esparto y anilinas) durante estos mismos años han sido aumentados entre 12 y 25 veces para el esparto y en 22 veces para las anilinas. Otro análisis que se puede llevar a cabo es ver internamente la producción artesanal y contrastar los "rendimientos" (menor pérdida) para cada uno de los productos. Con tal propósito se presentan en la tabla No.5, en la cual se toman como bases el tiempo social de producción de los diversos artículos y luego se comparan productos, teniendo como criterio aquel artículo en el cual se invierten por unidad la mayor cantidad de horas de tejido y, de esta forma, se determina un volumen comparable de producción de los diversos artículos. Con base en tales volúmenes de producción, se determinan y contrastan "rendimientos" de los diversos artículos. El cuadro anterior muestra que es mejor para la artesana tejer el ropero que hacer cualquier otro "oficio", ya que este es el producto que, aunque por unidad producida consume más cantidad de tiempo, es el que menos pérdidas le representa; y, por el contrario, aquellos productos que por unidad producida consumen menos tiempo, son los que al final arrojan mayores pérdidas. Por lo tanto, sería mejor para las artesanas dejar de tejer los siguientes artículos en el siguiente orden: cazueleros, individuales ovalados, individuales redondos, y guchubos, para dedicarse mejor a tejer roperos. Si lo anterior es la teoría, tal afirmación estaría cuestionada por un hecho observado: después de visitar diversos almacenes de artesanías y souvenirs turísticos en la ciudad de Bogotá, no fue posible encontrar en dichos almacenes tales roperos, pero sí los 23 otros artículos. Los precios de tales artesanías fluctuaban de la siguiente forma: guchubo, alrededor de $300 unidad, mientras que a la artesana se lo pagan en Ráquira a $200. Mientras que la artesana recibe $250.oo por revistero unidad - cuando le pagan bien - en Bogotá el mismo artículo vale unos $500 en los mismos almacenes. En Bogotá una docena de individuales, ya sean redondos u ovalados, vale entre $560 y $780; pero en Ráquira la artesana recibe $350 por la docena de los redondos y $500 por la de ovalados. Finalmente, mientras que en Ráquira la docena de cazueleros es pagada a $350 a la artesana, en Bogotá esa misma docena se vende al consumidor a precios que fluctúan entre $480 y $600. Venta del oficio Una vez que las artesanas han terminado sus "oficios", bajan el domingo por la mañana a Ráquira con el propósito de vender allí sus artesanías. El tiempo que ha transcurrido mientras que vinieron al pueblo a comprar el esparto verde hasta que bajan con el producto terminado es de tres a cuatro semanas. Lo anterior no quiere decir que ellas bajen al pueblo únicamente cada tres o cuatro semanas. Lo que se quiere mencionar aquí son dos puntos: 1. Las artesanas procuran bajar cada semana con el propósito de obtener la suficiente materia prima que les permita estar "trabajando en el oficio" constantemente, porque en algunas ocasiones esta escasea y "en veces toca encargar el esparto". Esto es así porque de su trabajo depende fundamentalmente la consecución del dinero en efectivo para comprar durante el mismo día domingo todos los víveres que necesitan para comer. 2. No todas las artesanas tienen las mismas posibilidades de vender fácil y a "buen precio" sus productos; es frecuente el hecho que "no pagan bien el oficio", y "con lo que se gana apenas alcanza pa'l esparto". Unas tienen más "facilidad" que otras para vender su "oficio" porque trabajan mejor el esparto, es decir, que hay diferencias en el tejido mismo (se refiere al espacio dejado entre una fibra y la siguiente de la trama) y los remates o terminados de los objetos elaborados por la artesana. Con base en los criterios anteriores, es posible discriminar un "buen oficio" de un "mal oficio". Sin embargo, una de las artesanas afirmaba que "en veces pagan muy poco y hay que darlo a guardar (al oficio)"; entonces "hay que valerse (firmar vales que posteriormente, cuando hay 24 dinero serán cancelados) de compadres y conocidos para el mercado porque o si no es muy difícil". La mayoría de las artesanas trabajan por encargo; esto quiere decir que algún intermediario les pide que tejan uno u otro producto, y el intermediario les cancelará contra entrega el pedido. Pero sucede que tales personas pueden jugar un rato con los precios, de acuerdo con la oferta del artículo, y bajan un poco sus precios! Esto es posible dado que el artesano no mantiene un ritmo constante y fijo de producción porque, como se dijo anteriormente, el trabajo artesanal se suspende cada vez que las faenas agrícolas y las obligaciones del hogar así lo requieran. El efecto económico del intermediario, sin embargo, no se detiene allí. Casi que por regla general ellos no cancelan la totalidad de la cuenta al artesano sino que le dan parte del dinero al momento de la transacción, y les dicen que el resto será cancelado en una o dos semanas. Con este sistema de compra, el intermediario hace nuevos encargos a las artesanas y así se mantiene un grupo de proveedoras. Aunque el sistema de venta por encargo es el más frecuente, no todas las artesanas acuden a tal estrategia. En efecto, una de las personas que mejor trabaja el oficio en la vereda Torres, afirma que ella "vende en Ráquira en almacenes porque me pagan pronto", y añade que "es mejor vender más barato en los almacenes, pero se coge ahí mismo la plata". Claro está que según otra artesana de la vereda "el oficio de aquella es tan bien trabajado que no la dejan bajar a la carretera cuando ya se lo han comprado, la gente de por acá mismo". Reflexiones finales A manera de conclusión de lo planteado en las páginas anteriores se pueden destacar los aspectos siguientes: 1. El oficio del esparto es aprendido por niños y niñas como parte del proceso de socialización y endoculturación de la población infantil. Pero lentamente esta actividad se va tornando en ocupación exclusiva de las mujeres. 2. Dadas las dinámicas opuestas de concentración de la tierra en manos de pocos propietarios, y por ende del aumento en el número total de microfundios, las unidades domésticas campesinas (familias nucleares) tie nden a tornarse en incompletas porque los varones adultos se desplazan hacia otras regiones del país en busca 25 de empleo. En aquellos casos en los cuales los hombres se quedan a trabajar en su lugar de origen, no son muchas las posibilidades de empleo que encuentran, dado que casi todos ellos son minifundistas o microfundistas. Las condiciones anteriores han llevado a la población objeto del presente estudio a depender cada vez más de la producción artesanal, para así conseguir el dinero en efectivo necesario para la obtención de alimentos que ellos no producen en sus parcelas, o de otros elementos necesarios (vestidos, medicinas, etc.) para su vida diaria. Si bien es cierto que el departamento de Boyacá es conocido en el país por su vocación artesanal, esta vocación es más bien producto del poco acceso a tierras aptas para la agricultura, del proceso de expansión de los grandes propietarios y de pauperización del campesino pobre. 3. Con base en los procesos arriba mencionados, se puede afirmar que el sector de la población rural objeto del presente estudio está experimentando una serie de profundos cambios sociales y económicos. En relación con las condiciones sociales, la mujer es quien está pasando a convertirse en la cabeza de la unidad doméstica, ya que su esposo permanece fuera del hogar casi todo el año. En cuanto hace a las condiciones económicas estrechamente vinculadas con las sociales, la producción artesanal está pasando a ser la principal fuente de ingresos para las unidades domésticas, con lo cual se rompe con la subordinación económica de la mujer ante los hombres. Estos dos elementos, se puede afirmar, han de modificar a mediano o largo plazo la percepción e interpretación de su vida cotidiana, y por ende han de replantear sus valores sociales, a la vez que también se viene alterando el concepto que para el sector rural se tenía de la unidad doméstica campesina: familia nuclear y algunas veces familia extendida, para llegar a ser una "familia incompleta". 4. Estrechamente relacionado con el aspecto anterior, está la distinción que establecen las mismas artesanas entre trabajo y oficio. En efecto, se puede afirmar que la producción artesanal recibe el nombre de oficio por ser una actividad netamente femenina. Se podría llegar a pensar que aquí ocurre lo mismo, pero a la inversa, que en la comunidad arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta: mientras que allí la mujer que "no teje mochila" es una mujer que no trabaja, así desarrolle o colabore con otras actividades productivas, en las artesanas del esparto de la región estudiada, su representación social de las actividades productivas las lleva a afirmar que el trabajo corresponde con las faenas agrícolas, mientras que el oficio de tejer artesanías es propio de la mujer. 26 Otra complementaria de la ant erior es que se reserva la categoría de trabajo para las labores agrícolas especialmente masculinas, aunque la mujer también participa de ellas - mientras que el oficio, por ser algo propio de la mujer, no tiene una retribución económica para las horas dedicadas al tiejido del mismo oficio; de ser así, tal vez dejaría de ser oficio para pasar a convertirse en trabajo, el cual recibe una retribución económica de acuerdo con el tiempo dedicado a la producción de bienes; y podría llevar a una competencia o conflicto entre el hombre; y la mujer en lo relacionado con el sustento familiar. 5. Finalmente, se afirmó repetidas veces en el texto que el mercadeo de las artesanías es uno de los principales. problemas a los que se tienen que enfrentar las artesanas (otros problemas son la consecución de la materia prima y fallas de orden técnico), ya que esta carencia de garantías en la venta del producto final es lo que crea la incertumbre e inseguridad dentro del secttor artesanal en general, porque de dicha carencia sufren tanto Los artesanos de Ráquira como los demás de Boyacá y del país. Ante estos hechos, las diversas agremiaciones regionales de artesanos (en las cuales encuentran cabida tanto, los verdaderos artesanos, como también intermediarios, cacharreros, dueños de almacenes artesanales y los hippies criollos) propusieron como solución general al problema del mercadeo, la celebración de ferias artesanales (léase venta de artesanías a domicilio)! en los diversos municipios del país. Pero resulta que el verdadero artesano no cuenta con los dineros ni con el volumen de producción suficiente para desplazarse de una ciudad a otra con el fin de participar en las ferias artesanales. Por este motivo, los artesanos han visto que sus posibilidades de participación se restringen lentamente al ámbito local del cual provienen, mientras que son los intermediarios, cacharreros y hippies quienes van de un lugar a otro vendiendo a domicilio las artesanías de diversas regiones del país. La celebración de ferias artesanales puede ser benéfica para los consumidores de las artesanías, porque no tienen que transportar de una localidad a otra los objetos que compran en la feria. Estos tampoco corren con el riesgo de llegar si su destino para encontrarse con que están en malas condiciones, y a que todas esas molestias y riesgos los corre el artesano o el intermediario que acude a tales ferias. Pero si las anteriores son las ventajas que para el consumidor ofrecen las ferias artesanales, desde la perspectiva de la 27 cultura material las ferias pueden ser un factor de pérdida de identidad de la artesanía. En efecto, si en un principio, tal como se afirmó en las primeras páginas de este escrito, se asociaba una artesanía con una localidad o una región particular, y en muchos casos los visitantes de uno u otro lugar compraban objetos artesanales con el propósito de llevar consigo una parte de esa cultura plasmada en la artesanía, ahora, con la venta de artesanías a domicilio, se está perdiendo el contenido simbólico de las artesanías, aunque se conozca su lugar de origen, a la vez que los artesanos están vendiendo menos en sus lugares de origen, y dependiendo más de los intermediarios de las artesanías. BIBLIOGRAFÍA Bermúdez, Suzy Denise. 1979 Centros de recepción de emigrantes laborales. En: Mi graciones laborales. Primer seminario sobre políticas de migración laboral, pp 69 -94. Medellín. Bogotá: Proyecto PNUD - O I T Migraciones laborales. Col. 72/027/. DANE. 1918 Censo general de Colombia. Imprenta General de la Nación. Bogotá. 1984 1986 1986 Anuario e s t a d í s t i c o d e B o y a c á 1 9 8 0-1981. Avance de resultados preliminares. Censo 85, DAÑE. Bogotá. Colombia estadística 86 DANE. Bogotá. Departamento de Boyacá. 1982a Plan integral de desarrollo. 1982. Plan general (1). Gobernación de Boyacá. Tunja. 1982b Plan integral de desarrollo. 1982. Autodiagnóstico propuestas. (2). Gobernación de Boyacá. Tunja. y 1982c Plan integral de desarrollo. 1982. Inventario de necesidades municipales. (3). Gobernación de Boyacá. Tunja. 1982. 1982d Plan integral de desarrollo 1982. Sectores de producción estratégicos y de apoyo. (4). Gobernación de Boyacá. Tunja. 28 1982c Plan integral de desarrollo 1982. Desarrollo social: sectores culturales y sociales. (5). Gobernación de Boyacá. Tunja. 1982. I 9 8 2f Plan integral de desarrollo 1982. infraestructura (6). Gobernación de Boyacá. Tunja. Sectores de Falchetti, Ana María. 1972 Arqueología de Sutamarchán. Boyacá. Tesis de grado, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes. Bogotá. Fals Borda, Orlando. 1973 El Hombre y la tierra en Boyacá. Desarrollo histórico de una sociedad minifundista. Bogotá. Punta de Lanza. González, Clara. 1980 Funcionamiento de las unidades económicas campesinas en dos r e g i o n e s . E n : M u j e r y c a p i t a l i s m o a g r a r i o . E s t u d i o d e cuatro regiones colombianas, pp. 225 -261, Magdalena León de Leal, Directora de Investigación, ACEP. Bogotá. Mendoza Tolosa, Enrique. 1986 Artesanías en la provincia de occidente, Boyacá. Estudio socioeconómico. Informe presentado a Artesanías de Colombia. Bogotá (inédito). Orbell, John. 1980 El desarrollo urbano y rural en Ráquira. Mimeo. Solano, Pablo. 1974 Artesanía Boyacense. Arco. Bogotá. Villamarín, Juan A. 1975 Haciendas en la Sabana de Bogotá, Colombia, en la época Colonial: 1539 -1810. En: Enrique Floriscano (compilador) Haciendas, l a t i f u n d i o s y p l a n t a c i o n e s e n A m é r i c a L a t i n a , p p . 3 2 7- 3 4 5 . Siglo XXI Editores, S.A. México Periódico 'El Raquireño'. Organo de difusión de Ráquira, nos. 001-002. 29 30 31 32 33 34 Revista de Antropología y Arqueología Vol. VI, No.l 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes, Bogotá. EL PARADIGMA PALEOINDIO EN SURAMERICA Cristóbal Gnecco 35 EL PARADIGMA PALEOINDIO EN SURAMERICA Cristóbal Gnecco1 Washington University Rodeada de especulaciones y polémicas, la cuestión del poblamiento temprano de Suramérica está aún sin resolver, a pesar de que ha sido motivo de especulación, primero, y de investigación, después, por muchísimos años (cf.Bryan 1978b). El paradigma 2 Paleoindio, de acuerdo al cual los primeros pobladores del subcontínente fueron cazadores especializados de caza mayor que ocuparon el hemisferio sur de América justo al final del Pleistoceno, ha sido por años la posición dominante en el debate. De hecho permite hacer comparaciones con el bien estudiado Complejo Llano de Norte América y, por tanto, definir a esos primeros pobladores como cazadores de grandes mamíferos pleistocénicos, la mayoría ya extintos. Más aún, el paradigma ha contribuido al sostenimiento de la hipotética entrada de los primeros seres humanos a América no más allá del último interestadial de la última época glacial. Sin embargo, las investigaciones arqueológicas que se han llevado a cabo en Suramérica en las 1 La primera versión de éste trabajo fue originalmente presentada al seminario sobre Arqueología Suramericana que David Browman organizó en Washington University, en el otoño de 1987. Desde entonces, el trabajo fue revisado y ampliado sustancialmente. Gonzalo Correal, Diógenes Patino, y David Browman, leyeron distintas versiones del manuscrito e hicieron importantes comentarios y sugerencias. Desde luego, las incongruencias lógicas, errores, y fallas de interpretación de los datos discutidos, son responsabilidad exclusiva del autor. 2 Después de más de 20 años de uso académico indiscriminado del término "paradigma" (Kuhn 1962), su imprecisión conceptual es evidente. En este trabajo el término es usado en el sentido que Kuhn mismo quiso recuperar para él en un intento de precisión semántica (Kuhn 1970:175). "Paradigma", entonces, denota una parte de la actividad científica de cómo un modelo llega a reemplazar reglas explícitas en la resolución de otros problemas de la misma disciplina. Aspectos más sociológicos de la práctica científica, que Kuhn ha preferido llamar "matriz disciplinaria" (Kuhn 1970:182) son, sin embargo, tratados también en el texto. La diferencia conceptual, que no se hará explícita sino en esta nota, debe tenerse en cuenta. 36 últimas tres décadas hacen que el paradigma Paleoindio sea cada vez más difícil de sostener y que muchos de sus defensores hayan adoptado posturas conciliatorias que, junto con la evidencia encontrada, terminarán por obligar a su abandono definitivo. En este trabajo de resumen los hallazgos que han sostenido el paradigma Paleoindio, se entrega una perspectiva histórica de la evidencia que lo cuestiona y, finalmente, se realiza una evaluación crítica de la información más reciente. Deben hacerse dos anotaciones: (a) en este artículo se ha usado la frontera PleistocenoHoloceno propuestas por Van der Hammen (1975:11), esto es, ca. 10.000 A.P; (b) en consecuencia, en este trabajo no se discutirá ninguna información que sea más tardía que esa frontera. Más aún, las tradiciones bifaciales posteriores al horizonte de puntas "cola de pescado" , agrupadas por algunos en el estadio Paleoindio (cf. Lunch 1978:457; Mayer-Oakes 1986c:3), no serán consideradas. Tampoco serán considerados algunos sitios y complejos que han rendido fechas tempranas consideradas erróneas por sus excavadores o cuya información publicada es todavía muy fragmentaria: Telarmachay (Lavallee 1985), Pachamachay (Rick 1980), Pre-Las Vegas (Stothert 1985), Quirihuac (Ossa 1978). Finalmente, y aunque parezca obvio, es necesario aclarar que cualquier discusión de la información arqueológica relativa al Pleistoceno tardío en Suramérica debe verse en un contexto continental, bajo la premisa de que América fue gradualmente poblada de norte a sur. En los casos en que datos relevantes aportados por la arqueología de Norte y Centro América no sean mencionados, es sólo por limitaciones de espacio; por lo tanto, esto no debe ser tomado como una deliberada desviación metodológica. El paradigma paleoindio En un artículo publicado hace cinco décadas, Junius Bird (1938) reportó sus hallazgos arqueológicos en las provincias chilenas y argentinas de la Patagonia, incluidas las excavaciones realizadas en varios abrigos y cuevas situados a lo largo de la costa norte del estrecho de Magallanes1 . De los sitios investigados, las cuevas Fell y Palli Aike ofrecieron la más completa secuencia de ocupaciones humanas. En Fell, Bird encontró que el nivel más 1 El año pasado, University of Iowa Press publicó póstumamente un libro en el que se amplían los reportes originales de Bird sobre sus exc avaciones en el estrecho de Magallanes (Bird 1988). Aunque el libro no ofrece nada nuevo con relación a los hallazgos e interpretaciones que Bird publicó en vida, por primera vez sus investigaciones en el sur del continente se presentan con todo detalle. 37 antiguo contenía cuatro fogones, fragmentos de hueso, lascas y artefactos líricos. Los huesos, algunos quemados, eran de caballo americano, perezoso gigante, y guanaco, los dos primeros extintos. Entre los artefactos se destacaron 14 puntas pedunculadas y dos piezas cilindricas; los otros útiles eran toscos raspadores unilaterales, dobles, y terminales, además de cinco artefactos de hueso, al parecer útiles de talla. El nivel fué totalmente sellado cuando la arenisca adherida al conglomerado de la cueva se desprendió y cubrió el piso de ocupación (Bird 1938:270). En Palli Aike la asociación fué similar, aunque las puntas pedunculadas sólo estuvieron representadas por un pedúnculo roto; además, Bird encontró tres enterramientos humanos evidentemente cremados (Bird 1938:269). Algunos años más tarde, Bird (1946) definió seis períodos para la secuencia cultural en el estrecho de Magallanes. El período más antiguo, Magallanes I, se atribuyó a individuos que cazaron mulodon y caballo y utilizaron, entre otros útiles, las características puntas de proyectil con pedúnculo expandido en la base (Bird 1946:19). Aparte de la descripción y caracterización del Magallanes I, Bird no aventuró ninguna posible relación, asi fuera tipológica, entre los conjuntos magallánicos y otras series líricas del continente. Aunque las excavaciones iniciales de Bird precedieron al descubrimiento de la datación radio-carbónica, varios años después Bird logró obtener dos fechas tempranas para el nivel más antiguo de Fell: 11.000 A.P (Bird 1969:52) y 10.700 A.P (Lanning and Hammel 1961:147); la primera de las dos se convertiría inmediatamente en el umbral de aceptabilidad temporal del paradigma Paleoindio. Como Lynch (1978:480) ha dicho, "puesto que los depósitos del período I de la cueva Fell fueron sellados por desprendimientos del techo, las asociaciones de artefactos con fechas 9.050 y 8.770 A.C obtenidas sobre carbón, junto con huesos de caballo, mylodon, y guanaco, están fuera de toda duda". Años más tarde un equipo francés excavó en varias cuevas del estrecho de Magallanes - Fell entre ellas reafirmando las interpretaciones básicas de Bird (Emperaire y otros 1963:174). Gordon Willey, en un intento por correlacionar las secuencias culturales en el hemisferio sur de América (Willey 1958), colocó el Magallanes I al mismo nivel del Toldense I de la secuencia patagónica reportada por Menghin unos años antes (Menghin 1952). Aunque la relación entre los dos períodos de las dos secuencias regionales trató de ser general, es evidente que esta se basó en la común ocurrencia de las puntas de proyectil 38 pedunculadas encontradas inicialmente por Bird en el nivel más antiguo de Fell (cf. Menghin 1952:37-38). En 1960 las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en El Inga, en el norte del Ecuador, fueron dadas a conocer por primera vez (Bell 1960; Mayer-Oakes y Bell 1960a, 1960b). Aunque el sitio había sido parcialmente destruido por labores agrícolas y carencia de asociaciones confiables, ciertas similitudes tipológicas permitieron relacionar uno de los dos tipos de puntas de proyectil de El Inga con las puntas características del Magallanes I (Mayer-Oakes y Bell 1960a: 1805) Más aún, a pesar de la ausencia total de fauna fósil en los depósitos culturales del sitio, se sugirió una relación, exclusivamente tipológica, con el Complejo Llano de Norte América. Esa relación se basó en el hecho de que algunas de las puntas de El Inga presentaban atributos de acanalamiento, a pesar de que se destacó su "distintiva forma suramericana" (Bell 1960:106; Mayer-Oakes y Bell 1960a: 1805). El paradigma Paleoindio, con la tácita definición de un horizonte cultural comparable al Complejo Llano del Paleoindio de Norte América, empezaba a tomar cuerpo. Por eso, no es una sorpresa que el Magallanes I, Toldense I, y El Inga, que compartían las puntas de proyectil "cola de pescado"1 , fueron los únicos representantes del Período I de la secuencia propuesta por Lanning y Hammel en 1961 para las industrias líticas de Suramérica. En el artículo de Lanning y Hammel se enfatizaron tres hechos: (a) la tecnología de acanalamiento presente en El Inga era incuestionablemente pleistocénica en Norte América; (b) las confiables fechas obtenidas por Bird en el estrecho de Magallanes; (c) la asociación de la industria lítica del Magallanes I con fauna extinta, "la única asociación probada de artefactos humanos y fauna fósil en Suramérica" (Lanning y Hammel 1961:147-148). Aunque Mayer-Oakes (1963) hizo un estudio detallado de las similitudes entre las puntas "cola de pescado" del sur de Chile y del 1 El término "cola de pescado", usado para designar las puntas de proyectil con pedúnculo expandido en la base características del Magallanes I, aparece en la literatura arqueológica al comenzar la década de los años sesenta (cf. Lanning y Hammel 1961). Aunque Bird no usó ese término en sus publicaciones hasta mucho después (Bird 1969), todo parece indicar que lo utilizó, por lo menos informalmente, desde el momento mismo en que encontró las puntas. En el diario que la esposa de Bird escribió durante la temporada de excavación (parcialmente publicado en Bird, 1988), el término "cola de pescado" aparece en la anotación correspondiente al día 2 de Enero de 1937, el día del hallazgo de la primera de ese tipo de puntas de proyectil. 39 sur de Chile y del Ec uador - estudio complementado después por Bell (1965) y el mismo Mayer-Oakes (1966) - no fue sino hasta cuando Bird hizo una comparación sistemática de las puntas que la pretendida conexión cercana entre esos artefactos encontró sustentación empírica (cf. Bird 1969). Bird encontró que ambos grupos de puntas tenían varios elementos en común: acanalamiento, forma general, proceso de manufactura, y patrón similar de quebramiento (Bird 1969:54-58). Varios otros hallazgos de puntas "cola de pescado", la mayoría fuera de contexto, fueron realizados posteriormente. Estos hallazgos de lo que él originariamente llamó el horizonte El Inga-Los Toldos (Schobinger 1969:108) no estaba limitada a los Andes. Schobinger sugirió una dispersión de las puntas - y la gente que las produjo, desde luego - a lo largo de los flancos orientales de los Andes y tierras adyacentes, antes del establecimiento de la cerrada selva amazónica postglacial (Schobinger 1973:48). De hecho, la más notable concentración de puntas "cola de pescado" reportadas por Schobinger ocurrió en el sur del Brasil; Uruguay, Patagonia, y la Pampa. Aunque las implicaciones culturales del argumento de Schobinger son discutibles, su trabajo mostró que la dispersión de las puntas "cola de pescado" era más amplia de lo que originalmente se había creído y que era posible usarlas como un marcador diagnóstico de un horizonte Paleoindio del Pleistoceno tardío. Desde entonces, se han hecho otros hallazgos en la costa del Perú (Ossa 1976; Chauchat y Zevallos 1979), en la cueva Jaywamachay del valle de Ayacucho, en los Andes Centrales peruanos (MacNeish y otros 1980:51-53), en la costa norte de Colombia (Correal 1978), y al parecer también en algunos sitios del estado Lara, en Venezuela (Sanoja 1988:66). Mientras que el horizonte caracterizado por las puntas "cola de pescado" ha sido confiablemente fechado en el sur de la Patagonia alrededor de 11.000 A.P, el hecho de que la mayoría de los hallazgos han sido aislados y fortuitos hace que la dimensión temporal del horizonte fuera de la Patagonia sea complicada. La ocupación más antigua de El Inga fué incialmente calculada alrededor de 1000 años antes que el Magallanes I (Mayer-Oakes y Bell 1960a: 1806). Este cálculo pareció razonable a Lanning y Hammel (1961:148) porque "si las puntas cola de pescado se difundieron hacia el sur a lo largo de los Andes, debieron comenzar más temprano en la parte norte que en el extremo sur del continente". Sin embargo, no sólo la sugerencia de una difusión norte-sur del tipo es una hipótesis aún sin probar, sino también casi tres décadas de investigación en El Inga y sitios cercanos han 40 fallado en entregar fechas absolutas confiables. Mayer-Oakes (1986a: 134) ha resumido las fechas obtenidas en El Inga y San José, tanto radiocarbónicas como de hidratación de obsidiana, y ha mostrado que, aunque en términos generales son estratigráficamente coherentes, no suministran un completo y satisfactorio control de la dimensión cronológica. De hecho, las fehas de C-14 oscilan entre 3400 y 6500 A.P, mientras que las de hidratación de obsidiana, realizadas en muestras provenientes de los mismos niveles que el carbón fechado, se agrupan entre 9300 y 11.250 A.P. Es significativo que el acertijo cronológico en el norte del Ecuador haya hecho derivar la investigación hacia el establecimiento de atributos tipológicos con validez temporal (cf. Mayes-Oakes 1986a, 1986c). Como ya se anotó, las puntas "cola de pescado" no fueron los únicos útiles asociados con fauna extinta en el Magallanes I. También fueron encontrados artefactos de hueso, además de varios tipos de raspadores y útiles unifaciales. También se encontraron piedras discoidales de función desconocida (Bird 1970). Estas últimas fueron halladas también en los niveles Tóldense de la cueva 3 de Los Toldos, junto con puntas "cola de pescado", útiles bifaciales y unifaciales, y algunos artefactos de hueso (cf. Menghin 1952; Cardich 1987) muy a pesar de Bell (1965), las asociaciones en los sitios de la sierra norte del Ecuador no son de manera alguna concluyentes, aunque parece claro que la industria de obsidiana de El Inga se puede caraterizar por la distintiva tecnología de buril y la preferencia por los útiles sobre hojas (Mayer-Oakes 1986a: 143). Aun cuando resulta evidente que el horizonte de puntas "cola de pescado" ha sido básicamente definido con base en criterios tipológicos, Mayer-Oakes ha propuesto un modelo tecnológico secuencial en el cual los atributos de acanalamiento son usados como diagnósticos del Paleoindio temprano, por lo menos para la región andina (Mayer-Oakes 1984, 1986b, 1986c). El modelo implica que la tecnología de acanalamiento pudo haberse desarrollado localmente en un período de por lo menos 1000 años. El modelo de Mayer-Oakes contradice la idea tradicional, sólidamente apoyada en numerosas fe chas de sitios norteamericanos, que indica que la tecnología de acanalamiento en Suramérica es derivada de Norte América, excluyendo la posibilidad de una invención independiente de dicha tecnología en el hemisferio sur del continente (Lynch 1976:79, 1978:467). A pesar de la evidencia cronológica, Rouse (1976:607) sugirió que el horizonte de puntas "cola de pescado" se originó en el sur de América hace unos 11.000 años, para después dispersarse hacia el 41 norte. Bryan (1983:139) construyó una hipótesis intermedia: la tecnología de acanalamiento se habría originado en Norte América, desde donde penetró al istmo Panamá-Darién y de allí a Suramérica a lo largo de los Andes, al mismo tiempo que la tradición "cola de pescado" se estaba difundiendo hacia el norte. El Inga, entonces, sería el ejemplo del encuentro de las dos tradiciones: puntas "cola de pescado" acanaladas. Pero el modelo de Bryan no solo es excesivamente mecanicista, sino que no da cuenta del hecho fundamental de que algunas puntas "cola de pescado" magallánicas y patagónicas son tan acanaladas como las de El Inga. Ante esta disyuntiva, y ante la ausencia de un mejor marco temporal para el horizonte fuera del extremo sur del contienente, el modelo de Mayer-Oakes tiene el inmenso mérito de aportar elementos tecnológicos diagnósticos; sin embargo, no dejará de ser un modelo provisional hasta que la secuencia sea incontrovertiblemente demostrada en un depósito estratificado. El horizonte de puntas "cola de pescado", sobre el que el paradigma Paleoindio ha descansado por años, ha sido mostrado como la expresión arqueológica de una economía basada en la caza de animales de gran tamaño (cf. Willey 1971:43). Por eso, el paradigma implica que quienes poblaron el subcontinente hace unos 11.000 años eran cazadores especializados, poseedores de un complejo utillaje en el cual las puntas "cola de pescado" fueron altamente características. La derivación lógica de esas afirmaciones es que las primeras adaptaciones humanas en el hemisferio sur de América debieron ocurrir en manadas de grandes mamíferos pleistocénicos y permitir el desarrollo de técnicas comunales de cacería (Lynch 1976:86, 1978:457; cf. Lynch 1967:70-72). Además, la identificación de los Paleoindios suramericanos como cazadores especializados debe mucho al hecho de que varios de los sitios del complejo Llano de Norte América que han producido puntas de proyectil acanaladas asociadas a fauna extinta, son sitios de matanza (cf. Haynes 1970). El clima del paradigma En el debate sobre el poblamiento inicial de Suramérica, las condiciones climáticas y vegetacionales existentes al final del Pleistoceno han jugado un papel fundamental. De acuerdo con el paradigma Paleoindio, el cruce del istmo Panamá-Darién no pudo ocurrir si el istmo estaba cubierto por la selva tropical que actualmente lo cubre (Lothrop 1961:464). Ante la necesidad de conciliar la idea de los primeros pobladores como cazadores adaptados a espacios abiertos y su eventual cruce del istmo, Sauer 42 (1944:558) postuló la existencia de un corredor relativamente seco, libre de selva tropical, en el lado Pacífico del istmo, hacia el final del último estadio glacial. Lothrop (1961:114), por otra parte, sugirió que al final del Pleistoceno ocurrieron en el istmo cambios climáticos y disminución del nivel del mar capaces de crear condiciones más favorables que las actuales; condiciones que pudieron haber permitido el cruce del área por los hipotéticos cazadores Paleoindios. Estas dos hipótesis han sido cuidadosamente desarrolladas por Thomas Lynch (1976:74-79; 1978:464-467), quien ha sugerido que una extrema aridez al final del Pleistoceno y un drástico descenso del nivel del mar, pudieron permitir el desarrollo de franjas de sabana, interrumpidas por bosques de galería, a lo largo del lado Pacífico del istmo. Los supuestos cazadores Paleoindios habrían aprovechado ese hipotético habitat temporalmente abierto para expandir su territorio .hacia espacios abiertos en el norte de Suramérica. La información disponible referente al paleoclima del Pleistoceno tardío en la región del istmo Panamá-Darién y en el ¡norte de Suramérica, no es, sin embargo, evidencia concluyente para el sostenimiento del paradigma Paleoindio, aunque tampoco lo es para su rechazo. Para el norte de Suramérica, los mas extensos y detallados estudios palinológicos han sido realizados por Van der Hammen y sus asociados. Estos han demostrado que hace unos 21.000 años, con el advenimiento del llamado Pleniglacial, el clima se volvió muy frío y seco, condiciones que duraron hasta hace unos 13.000 años. Durante el Pleniglacial, los cinturones vegetacionales bajaron hasta 1200 y 1500 metros, la precipitación fué menos de la mitad de la actual, y los glaciales andinos se desplazaron hasta una altura de 3000 metros. Entre 14.000 y 11.000 A.P, el clima empezó a ser menos severo. Este último período glacial duró hasta hace unos 10.000 años y presentó fluctuaciones climáticas menores: el húmedo interestadial Guantiva - entre 13.000 y 11.000 A.P, con clima no muy diferente de como es actualmente - y el estadial El Abra - entre 11.000 y 9500 A.P. Durante este último el clima fue más frío y seco, con los glaciales localizados a unos 3900 metros de altura; lo que indica que el retroceso glaciar no fue debido a un calentamiento del clima sino a una disminución de la precipitación (Van der Hammen y Gonzáles 1960, 1964; Van der Hammen 1974)1 . 1 Durante el Pleniglacial terminal y el último período Glacial, sucedieron al parecer varias fluctuaciones climáticas menores de corta duración; aunque es probable que hayan afectado la configuración de los ecosistemas, por el momento es difícil hacer una evaluación en ese sentido. De hecho, esas 43 Aunque la mayoría de estos estudios han sido realizados en las tierras altas de la cordillera Oriental de Colombia, existe evidenc ia de que el comportamiento climático pudo haber sido similar por lo menos en algunas áreas de las tierras bajas tropicales, como las sabanas interiores de Guyana y Amazonia (cf. Wijmstra y Van der Hammen 1966). Sin embargo, la información palinológica obtenida en la zona costera de Guyana y Surinam sugiere una marcada disminución de la temperatura y de la precipitación durante el último período glacial (Van der Hammen 1974:21), quizás con un patrón similar a las condiciones áridas y semiáridas que se han determinado para el cinturón Pericaribeño durante la misma época (Lynch 1976:74; Oschsenius 1981:365) Esta diferencia de información entre las tierras bajas del norte de Suramérica indica que no es prudente hacer extrapolaciones paleoclimáticas basadas en secuencias regionales. Desafortunadamente, es muy escasa la información que se ha obtenido directamente en el área del istmo Panamá-Darién. Se ha dicho, sin embargo, que el área cercana a lo que hoy es el canal de Panamá experimentó una temperatura hasta de 2,5 grados centígrados menos que la actual y, al parecer, una más intensa precipitación entre 11.300 y 9600 A.P. No de otra manera se entiende que el área estuvo cubierta por especies de selva húmeda tropical que actualmente crecen a mayores altuaras (Bartlett y Barghoorn 1973:235). Por otra parte, la evidencia de descenso marino en el istmo durante el último período glacial, que tanto convendría al argumento de Lynch, no es concluyente (Bartlett y Barghoorn 1973:235). Si el cruce del istmo necesitó de condiciones climáticas que eventualmente permitieran el desarrollo de vegetaciones abiertas, estas condiciones pudieron haber ocurrido durante el Pleniglacial, más que durante el climax o el final del último período glacial, tal como ha sugerido Lynch (1978:466). Todo el argumento de Lynch necesario a las premisas del paradigma Paleoindio, parece estar viciado por la atribución de una excesiva responsabilidad a la variable temperatura, en detrimento de la variable precipitación. En este sentido, es importante recordar que Van der Hammen (1972:643) sugirió que la vegetación de las tierras bajas tropicales debió verse más afectada por la disminución en la precipitación que por los cambios de temperatura. Una disminución sustancial de la fluctuaciones solamente se han determinado localmente en algunas columnas de polen de la cordillera Oriental de Colombia (cf. Van der Hammen y Vogel 1966:34; Van der Hammen y otros 1980:336). 44 precipitación pudo haber provocado eventualmente una extensión de vegetación tipo sabana en áreas actualmente cubiertas de selva tropical. En otras palabras, la posibilidad de la existencia de espacios abiertos en el istmo pudo haber sido mas factible (aunque esto no quiere decir que realmente ocurrió) durante períodos fríos y secos, como el Plenigalical, que durante períodos más húmedos como el estadial El Abra. Desde luego, la gran ventaja del argumento de Lynch, que permite ver cómo opera el sostenimiento de un paradigma ante la ausencia de pruebas sólidas que lo ataquen es, como ya se dijo, que la información paleoclimática para las tierras bajas tropicales del istmo Panamá- Darién y del norte de Suramérica es todavía muy limitada, y que cualquier extrapolación (como la que se acaba de hacer) no puede tomarse como evidencia sino como una simple hipótesis. Ranere (1980a) propuso un argumento contrario al del corredor abierto, bajo la premisa de que los primeros Paleoindios que penetraron a Suramérica fueron realmente cazadores especializados. La hipótesis de Ranere se basa en el hecho de que la composición de la biomasa animal de las tierras altas al sur del istmo de Tehuantepec es idéntica a la de las tierras bajas. Esto quiere decir que, obligados a abandonar las tierras altas de ¦ Centroamérica para cruzar el istmo, los cazadores Paleoindios encontraron distintas composiciones vegetacionales, pero siguieron cazando las mismas especies. De esta forma, su estrategia adaptativa pudo no sufrir modificaciones sustanciales. Ranere (1980a:44) fue categórico rechazando la sugerencia de la existencia de grandes espacios abiertos en el istmo antes de la introducción de la agricultura, sugiriendo que la adaptación Paleoindia debió ocurrir en los sistemas tropicales cerrados. Lynch (1976:84, 1978:473) se ha opuesto a estas ideas en vista de que, evidentemente, la ocupación precerámica más temprana que Ranere ha determinado en la selva tropical de Panamá la fase Talamanca, ha sido fechada entre 6600 y 4300 A.P (Ranere 1980b:29). Además, Lynch sostiene que la baja densidad de biomasa animal de las formaciones selváticas del trópico no pudo haber permitido la orientación económica que viene implícita en el paradigma Paleoindio. Ignorando la polémica sobre las condiciones ecológicas del Pleistoceno final en el istmo Panamá-Darién que, tal como se acaba de indicar, por el momento ni apoya ni rechaza el paradigma Paleoindio, Bray (1984:310-311) ha formulado una pregunta crítica: ¿Qué encontraron los Paleoindios al otro lado del Darién?. Bray ha seguido a Van der Hammen (1986:28) al indicar que durante las épocas extremadamente frías, las áreas de páramo de las 45 altas montañas andinas pudieron estar conectadas con la vegetación seca y abierta del valle del Magdalena; de esta manera, un amplio corredor de vegetación abierta pudo haberse formado, uniendo las tierras bajas del Caribe con la sabana de Bogotá (Bray 1984:311). Pero no solamente esta hipótesis tiene un valor exclusivamente regional sino que, como Van der Hammen mismo ha dicho (1986:29), el supuesto corredor pudo haberse formado únicamente en el Pleniglacial. Ninguna de estas dos observaciones ofrece apoyo a la hipótesis de que los altos Andes ofrecieron en el último período glacial un habitat relativamente homogéneo (propicio para los supuestos cazadores Paleoindios), favoreciendo una rápida penetración del subcontinente desde el norte (Hester 1966:378; Lynch 1976:84, 1978:473- 476). Esta hipótesis ha tenido implicaciones fundamentales: (a) restringió las ocupaciones iniciales de Suramérica a los espacios abiertos alto-andinos, y por tanto favoreció un movimiento hacia afuera del eje norte-sur; (b) implicó que cualquier movimiento exlcusivo andino, que hubiera traído consigo cambios medioambientales sustanciales, no pudo ser posible por cuanto dichos cambios hubiesen forzado el abandono de una economía basada en la caza de especies de gran tamaño. En este modelo tan cerrado, las adaptaciones no andinas fueron consideradas solamente como excursiones temporales de cazadores andinos por fuera de su habitat, o como adaptaciones holocénicas posteriores. Pero entonces surgen varias preguntas: ¿Hubo en Suramérica adaptaciones exitosas por fuera de los Andes al final del Pleistoceno?. ¿Fueron los Paleoindios realmente cazadores especializados adaptados a espacios abiertos?. Más aún, había hombres viviendo en Suramérica antes de la aparición del horizonte de puntas "cola de pescado", con una economía más generalizada?. La evidencia alternativa La idea de que los primeros pobladores de Suramérica deben identificarse como cazadores especializados ha, sido confrontada con la sugerencia de que estos arribaron como recolectores-cazadores generalizados. Además, se ha dicho que poseían un conjunto básico de útiles compuesto por artefactos de lascas y bifaces gruesas que les permitió hacer una clase variada de herramientas en hueso, madera y piedra para la adaptación a las distintas condiciones medio ambientales que iban encontrando a medida que se expandían por todo el hemisferio. De acuerdo con este argumento, este simple pero flexible conjunto tecnológico fue la base para innovar localmente artefactos más complejos, como las puntas de proyectil bifaciales (cf. Bryan 1973:253). Aunque esta alternativa ha tenido que luchar contra un paradigma tan arraigado 46 como el Paleoindio, lo cierto es que poco a poco ha ido afianzándose, y puede actualmente ofrecer un cuerpo de datos difícil de ignorar. Los hallazgos de conjuntos Uticos caracterizados por la ausencia de puntas de proyectil bifaciales se acumularon a través de los años; pero fue apenas a mediados de la década de los años sesenta que Krieger (1964) se propuso darle un tratamiento sistemático a la información dispersa. Krieger organizó los datos en estadios, supuestamente sin valor cronológico alguno, pero dispuestos secuencialmente. Toda la información que Krieger consideró anterior a los horizontes Paleoindios con puntas de proyectil bifaciales (cf. Krieger 1965) fue agrupada en el estadio "Pre-puntas de Proyectil", que se caracterizaba por la ausencia de talla distinta de la simple persecución directa (Krieger 1964:42). Sin embargo, todos los sitios complejos agrupados en el nuevo estadio eran descontextualizados o pobremente documentados - como Ampajango en Argentina (Cigliano 1962; Rouse y Cruxent 1963), Ghatchi I, en Chile (Le Paige 1958), y varios otros. Obviamente, el estadio "Pre-puntas" tenía errores metodológicos y teóricos que fueron rápidamente criticados: (a) el nombre, connotando una definición negativa, se consideró inapropiado, puesto que un conjunto exhibiendo "baja tecnología" bien pudo haber incluido puntas de proyectil hechas en materiales perecederos; (b) las series líticas de "baja tecnología", tal como Bird (1965) demostró para el sitio de Taltal (Chile), tenían amplia distribución temporal, inclusive llegando hasta tiempos históricos; (c) fue apresurado y metodológicamente incorrecto derivar un significado cultural y cronológico de colecciones de superficie o sitios especializados, sin tener en cuenta el sistema total de asentamiento. La situación cambió con el hallazgo de Cerro Chivateros (Patterson y Lanning 1964; Patterson 1966), un supuesto taller cantera en la costa peruana, sitio que permitió a Lanning y Patterson (1967) reorganizar la información que Krieger había estudiado. De hecho, Chivateros carecía de puntas de proyectil bifaciales, presentaba un depósito estratificado, y contaba con una fecha cercana a 11.000 A.P derivada de residuos vegetales sin carbonizar. La interpretación estratigráfica fue hecha asumiendo una correlación entre la formación de salitre costero con los avances glaciares, bajo la premisa de que estos fueron sincrónicos entre dos hemisferios. Chivateros fue usado como una especie de columna matriz, en la cual se colocaron otros complejos suramericanos supuestamente contemporáneos. Dos industrias, una caracterizada por tajadores y otra por buriles, fueron ubicadas entre 14.000 y 47 11.500 A.P, mientras que una de bifaces (aparentemente ejemplificada en el sitio mismo) se fechó directamente y su rango temporal fue definido entre 11.500 y 8000 A.P. La significación de Chivateros es obvia: en lugar de un vago y general estadio "Prepuntas", Lanning y Patterson sugirieron tres, lo que les permitió discriminar los datos disponibles de acuerdo a criterios tecnológicos mejor definidos. Tres años mas tarde, Lanning (1970) reorganizó aún más los datos discutidos en su trabajo con Patterson: la industria de tajadores fue reemplazada por una de útiles con bordes retocados, mientras que una adicional de raspadores laterales se ubicó entre la industria de bifaces y el horizonte de puntas "cola de pescado". Además, Lanning reclasificó algunos complejos y discutió nueva información. En cuanto a esta última, debe destacarse la referencia, aunque muy preliminar, a los resultados del proyecto Ayacucho (Perú), y las fechas obtenidas por entonces en Venezuela: 14.000 A.P. para Rancho Peludo, 16.400 y 14.300 para Muaco, y 14.400 y 13.000 para Taima-Taima (Lanning 1970:91). Dos síntesis adicionales que sugerían organizaciones secuenciales alternativas, fueron presentadas casi al comienzo de los años setenta. Schobinger (1969), usando una terminología prestada de la prehistoria del Viejo Mundo - tal como ya había hecho Max Uhle en las primeras décadas del siglo (cf. Willey 1988:xvi) - agrupó todos los sitios y complejos que pensó relacionados con "cazadores-recolectores inferiores" (antecedentes al horizonte El Inga-Los Toldos) como "culturas Protolíticas". La información utilizada por Schobinger fue, básicamente, la misma que ya habían discutido Krieger (1964), y Lanning y Patterson (1967), con la notable excepción de Viscachani (Menghin 1953; Ibarra Grasso 1955), un sitio de superficie en el altiplano de Bolivia que había sido considerado por Krieger como puramente Paleoindio. Pero no solamente el esquema de Schobinger careció de una discriminación mayor (repitiendo el error de Krieger), sino que como Moseley (1971:932) observó, Schobinger no fue lo suficientemente crítico con la información discutida, lo que debilitó notablemente sus argumentos. Esta observación de Moseley fue igualmente pertinente para todos los modelos anteriores. En su conocida obra sobre la arqueología americana, Gordon Willey (1971) intentó darle una nueva organización a los datos relacionados con ocupaciones presumiblemente anteriores a los horizontes Paleoindios. Willey propuso dividirlos en tres tradiciones: "lascas", "tajadores", y "bifaces", todas antecediendo a 48 la "Antigua Tradición Suramericana de Caza", de la que el horizonte de puntas "colas de pescado" formaba parte. Aunque es claro que este esquema no difiere en lo esencial de los propuestos por Lanning y Patterson (1967) y por Lanning (1970), Willey fué más crítico con el aspecto cronológico de las tradiciones, evitando situaciones embarazosas, como la de Bird respecto a la caracterización económica de las tres tradiciones, que tanto habría contribuido para que su modelo marcara una pauta metodológica y teórica (ya que el paradigma Paleoindio se ha sostenido no solamente en terrenos tipológicos sino también en su definición económica). Willey (1971:42) fué demasiado cauto, aduciendo que esta determinación estaba aún por hacerse. Lo que debe resaltarse del modelo de Willey es que: (a) mostró la cada vez mayor - aun cuando controvertida información arqueológica presumiblemente anterior a los horizontes de puntas de proyectil bifaciales; (b) implicó la derivación norteamericana de estos últimos; y (c) sugirió que el poblamiento de Suramérica ocurrió en más de dos "oleadas", en cada una de las cuales se introdujeron diferentes niveles tecnológicos. La década del setenta marcó una revaluació n general de las supuestas tradiciones tecnológicas tempranas. Para empezar, Chivateros se volvió a excavar y las conclusiones de Lanning y Patterson se pusieron en duda. Fung y sus asociados (Fung y otros 1972) encontraron que los depósitos se habían formado bajo condiciones climáticas diferentes de aquellas que pensaron Lanning y Patterson, por lo que concluyeron que la correlación con los eventos glaciales fué errónea; además, observaron que los suelos eran residuales y no deposicionales. Aún más, afirmaron que la única fecha de C-14 obtenida en el sitio fue hecha sobre material sin carbonizar que bien pudo ser tafonómico, y por tanto no encontraron ninguna razón para asociar esa fecha con actividad humana. Lynch (1974:362) observó también que hubiese sido más prudente tratar los materiales de Chivateros como un solo complejo. Por último, tanto Chauchat (1975) como Bonavía (1982) concluyeron que las toscas bifaces de Chivateros no eran más que pre- formas para la elaboración de puntas Luz, decididamente holocénicas, que Lanning mismo había definido años atrás (Lanning 1963, 1965). Pero Chivateros no fue el único sitio cuestionado. Lynch (1974) fue el crítico más agudo al examinar la información que Willey, Lanning, Patterson, Schobinger, y Krieger, habían usado para construir sus tradiciones tempranas. Los legítimos cuestionamientos de Lynch (véase Forbis 1974:15) se basaron (a) 49 en que la mayoría de los sitios eran superficie, sin fechas absolutas o con fechas no confiables; (b) algunos sitios o niveles fechados no ofrecían prueba suficiente de actividad humana; (c) el conjunto de útiles recuperado en muchos de los sitios era tan pequeño que no era posible excluir la existencia de puntas de proyectil bifaciales; (d) algunos sitios eran canteras o talleres, muchas veces fechados a través de criterios geológicos, pero sin fechamientos concluyentes. Sin embargo, nuevos y mejores datos se obtuvieron durante esos años. Tal vez los hallazgos más notables ocurrieron en el Valle de Ayacucho, en el Perú. En efecto, la secuencia de ocupaciones humanas en varias cuevas estratificadas y sitios abiertos excavados por MacNeish y su equipo de trabajo, permitió definir siete fases precerámicas, después de una cuidadosa investigación arqueológica (MacNeish 1971; MacNeish y otros 1980, 1981). Las dos fases carentes de puntas de proyectil bifaciales, definidas con base en las excavaciones de la cueva Pikimachay, fueron llamadas Paccaicasa, fechada entre 25.000 y 15.000 A.P; y Ayacucho, entre 15.000 y 13.000 A.P. La primera se basó en cuatro fechas de C-14 y está compuesta por 80 supuestos artefactos toscos hechos en la tufa que formó la cueva; más otros pocos mejor definidos y fabricados con materia prima obtenida fuera del sitio. Los artefactos se asociaron a mylodon, caballo, y otros mamíferos. Sin embargo, Paccaicasa se cuestionó arguyendo que los artefactos de tufa no podían considerarse incuestionablemente como tales (ver las fotografías en MacNeish y otros 1980) y que las otras herramientas bien podían ser intrusas (Haynes 1974:380; Lynch 1974:365; Waters 1985:133). La integridad de los supuestos pisos de ocupación también fue puesta en duda, puesto que su definición se basaba en el discutido carácter cultural de los "artefactos" (Dincauze 1984:288; Dillehay 1985:200). La fase Ayacucho, en cambio, estaba mejor sustentada, con artefactos indudablemente producidos por seres humanos (tajadores, cantos y lascas retocadas, puntas unifaciales, herramientas en hueso) asociados con mylodon, caballo, camélidos, y otras especies pleistocénicas (MacNeish 1976:318). Aunque sólo se obtuvo una fecha para esta fase, la cronología se reforzó con base en una compleja correlación entre la secuencia completa y los eventos glaciales, asumiendo una no correspondencia de estos entre los dos hemisferios. Además, tal como ocurrió en Fell, después de la formación de los niveles con base en los cuales las fases Paccaicasa y Ayacucho fueron 50 definidas, el techo de la cueva se desprendió y selló los depósitos (MacNeish 1971:44)1. Lynch (1974:365) objetó el control cronológico de la fase Ayacucho, no su contenido cultural, arguyendo que las fechas sobre hueso no son confiables y que la no sincronicidad de los eventos glaciales, sobre el que descansa parte de la secuencia, no ha sido probada. Sin embargo, se ha demostrado que las fechas obtenidas sobre la fracción orgánica de los huesos es altamente confiable y no hay razón aparente para dudar de las fechas obtenidas en Pikimachay. En cuanto a la no sincronicidad glacial, Lynch quizás tenía razón, puesto que toda la evidencia disponible actualmente apunta hacia el hecho de que los eventos glaciales de los dos hemisferios ocurrieron simultáneamente (cf. Van der Hammen 1961:678; Heusser 1966; Van der Hammen y Vogel 1966:35; Van der Hammen 1974:25). Por otro lado, un fuerte argumento en favor de Ayacucho es el hecho de que en Pikichamay fue definida otra fase precerámica pleistocénica, Huanta, datada por cronología relativa entre 13.000 y 10.000 A.P (MacNeish y otros 1981:214). A pesar de que la caracterización de Huanta no es totalmente categórica (el nivel tenía pocos artefactos, entre ellos puntas bifaciales lanceoladas, y no se fechó directamente), la categoría de la fase Ayacucho como anterior a los horizontes con puntas de proyectil bifaciales parece haberse aceptado definitivamente (cf. MacNeish 1983; Dillehay 1985). El paradigma visto de nuevo Es muy sintomático que las más recientes síntesis de la evidencia arqueológica temprana en Suramérica tiendan a enfatizar estrategias adaptativas y no solo atributos tipológicos (cf. Lynch 1976, 1978; Bate 1983; Bryan 1983). Los datos que se han obtenido en la última década son muy consistentes al indicar que el poblamiento inicial del sub-continente ocurrió no hace menos de 13.000 años, por individuos que usaron una gran variedad de 1 MacNeish (1971), con base en la secuencia precerámica del valle de Ayacucho, propuso una secuencia general para las tradiciones precerámicas de América, conformada por tradiciones de "herramientas sobre núcleo", "herramientas sobre lascas y hueso", "hojas, buriles y puntas lanceoladas", y "puntas bifaciales especializadas". Sin embargo, esta secuencia ~ que fue refinada años después (MacNeish 1976, 1978) -- no significó nada nuevo con relación a las mencionadas anteriormente en el text o (exceptuando, quizás, un menor énfasis en criterios exclusivamente tipológicos), por lo que puede ser criticada con los mismos argumentos. 51 Paradigma paleoindio artefactos, entre los cuales las puntas bifaciales acanaladas son significativamente ausentes. Más aún, todo parece señalar que esos individuos no fueron cazadores especializados de caza mayor, por lo que es improbable que su expresión arqueológica se encuentre únicamente en espacios abiertos. También es claro que los esquemas rígidos tienden a abandonarse, favoreciendo secuencias regionales menos especulativas. Ya no es necesario usar conjuntos mal documentados - como tuvieron que hacerlo Krieger, Lanning y Patterson, Schobinger, Willey y otros. No es extraño, entonces, que el énfasis puesto anteriormente en sitios y complejos problemáticos se haya desplazado hacia una información mucho más fundamentada. Una mirada panorámica a la información arqueológica preholocénica disponible en Suramérica, muestra claramente la gran variedad de adaptaciones, material cultural y, quizás, énfasis económico, que es posible documentar en el sub-continente entre 14.000 y 11.000 A.P. (ver Bryan 1983). En el noroeste colombiano se han encontrado un gran cantidad de útiles elaborados con una tecnología de lascas y núc leos - que Hurt (1977) ha denominado Tradición de Herramientas con Bordes Devastados -que debieron permitir a sus fabricantes explotar ambientes tropicales y sub-tropicales. En la franja árida del Caribe venezolano hay evidencia de que mamíferos de gran tamaño, algunos ya extintos, fueron cazados con puntas de proyectil lanceoladas tipo El Jobo en TaimaTaima, hace unos 13.000 años (Bryan et.al 1978; Ochsenius y Gruhn 1979), y quizás también en otros sitios cercanos. Algunos individuos se adaptaron a sabana s altas en el norte del subcontinente, donde produjeron herramientas sobre lascas y núcleos en sitios como El Abra (Hurt y otros 1977). Cacería de megafauna pleistocénica extinta ha sido documentada en Tibitó (Correal 1981), un sitio de matanza cerca de Bo gotá, hace 11.700 años. Más hacia el sur, en los Andes Centrales, individuos que usaron herramientas sobre lascas dejaron vestigios culturales en cuevas como Pikimachay hace unos 14.000 años (MacNeish 1971) o Guitarrero (Lynch y Kennedy 1970; Lynch 1980), quizás recolectando una gran variedad de plantas y cazando animales grandes y medianos. En la costa norte del Perú hay evidencia de adaptaciones costeras tempranas. En Talará se encontró una industria de artefactos unifaciales (Richardson 1973,1978) con fechas mayores a 11.000 A.P; mientras que en La Cumbre se han encontrado puntas pedunculadas tipo Paiján, supuestamente usadas para cazar megafauna extinta (Ossa y Moseley 1971; Ossa 1978). Tagua- 52 Tagua y Quereo, en las tierras bajas del centro de Chile, ha n suministrado datos de caza pleistocénica de hace unos 11.000 años, junto con artefactos líteos unifaciales y, al parecer, útiles de uso efímero (Montané 1968; Núñez y otros 1987). Aunque la evidencia es problemática, parece que un grupo humano que usó artefactos de piedra, madera, y hueso muy simples, y que dependió básicamente de recursos vegetales, vivió en Monte Verde, en el centro-sur de Chile, hace unos 12.000 años (Dillehay 1984, 1986; Dillehay y Pino 1986). Hace unos 12.500 años había individuos viviendo en la Patagonia, donde han sido encontradas herramientas unifaciales sobre lascas en los niveles inferiores de la cueva 3 de Los Toldos, y en la cueva 7 de El Ceibo (Cardich 1978,1987; Mansur-Franomme 1984); además, el nivel más antiguo de esta última fué sellado por un derrumbe del techo (Cardich 1987:101). Menos de dos milenios después, las puntas de proyectil "cola de pescado" fueron usadas aparentemente para cazar caballo americano y camélidos, tal como se evidencia en los niveles 9 y 10 de Los Toldos (Cardich 1978) y en los niveles inferiores de las cuevas Fell y Palli Aike (Bird 1946, 1988). La evidencia disponible fuera de la región andina también es muy sugerente. En Rio Grande do Sul, en la cuenca del río Uruguay, se recuperaron gruesas bifaces discoidales y útiles unifaciales junto con un cráneo de mylodon del que se obtuvo una fecha de 12.700 A.P (Bombin y Bryan 1974:301). En esa área del sur del Brasil, Miller (1987:47) ha definido la fase Ibicuí, caracterizada por artefactos sobre núcleos y lascas aparentemente asociados a fauna extinta, y fechada alrededor de 12.700 A.P.. En el sitio Alice Boer fueron encontradas puntas espigadas y útiles unifaciales sobre lascas asociadas a una fecha de 14.200 A.P. (Beltrao 1974:246); en los niveles inferiores no fechados se obtuvieron herramientas toscas sobre lascas, tal vez indicando que los depósitos pueden ser más antiguos (Bryan y Beltrao 1978:303; Hurt 1986). Sin embargo, varias fechas por termoluminiscencia de lidita proveniente de los mismos niveles fechados por C-14, arrojaron fechas cercanas a 11.000 A.P. (Beltrao y otros 1986). Recientemente se han publicado varios informes sobre excavaciones en abrigos estratificados cerca a Sao Raimundo Nonato, con fechas anteriores a 12.000 A.P para artefactos unifaciales. En Toca do Sitio do Meio se han obtenido fechas entre 14.300 y 12.000 A.P. para una débil asociación de un artefacto bifacial y varias lascas sin retoque (Guidon 1986:168). En otro abrigo, Toca do Boqueirao da Pedra Furada, se han obtenido fechas entre 32.000 y 17.000 A.P (Guidon y Delibrias 1986), incluyendo el "arte rupestre más antiguo de América" (Guidon 53 1983) y algunos útiles unifaciales sobre lascas y cantos rodados (Guidon 1986:161-167). En opinión de Guidon (1986:171), entre 31.000 y 14.000 A.P, la industria lírica del área se caracterizó por una simple tecnología de tajadores, mientras que entre 14.000 y 11.000 A.P estuvo dominada por herramientas unifaciales sobre lascas. En Lapa Vermelha, en la región de Lagoa Santa, se han encontrado restos humanos asociados a lascas de cuarcita fechadas entre 15.300 y 11.600 A.P (Prous 1986:176); en el mismo sitio, otras lascas con escaso retoque fueron fechadas en más de 25.000 años. Como puede pensarse, no toda la información anterior es concluyente. Desde que Cruxent anunció el descubrimiento de puntas de proyectil cilindricas lanceoladas en el norte de Venezuela (Cruxent y Rouse 1956), los informes sobre asociaciones de puntas El Jobo en contexto pleistocénico se acumularon. La evidencia encontrada en Cucuruchú es problemática, por cuanto las fechas obtenidas son muy recientes, además de que los depósitos no fueron encontrados en su posición original (Bryan 1973:248). Mientras los hallazgos en Muaco (Rouse y Cruxent 1963:34-36; Bryan 1973:246) son controvertibles y dudosos, puesto que el depósito no solo tenía puntas El Jobo y fauna pleistocénica, sino también vidrio y cerámica, en Taima-Taima (Bryan y otros 1978; Ochsenius y Gruhn 1979) se han obtenido más de diez fechas de C-14 agrupadas alrededor de 13.000 A.P., fechando asociaciones confiables de mastodonte y puntas El Jobo. Aunque se ha observando que tanto Muaco como Taima- Taima fueron manantiales en los que la actividad de agua pudo haber alterado los niveles de conformación originales (Haynes 1974:380; Lynch 1974:374; Waters 1985:136), la coherencia de las fechas y la consistencia de las asociaciones en Taima - Taima (Dincauze 1984:289) son un buen argumento en favor de la afirmación de Bryan (1983:141) de que grandes mamíferos pleistocénicos fueron cazados en el norte de Venezuela antes del comienzo del Holoceno. La asociación de 18 lascas y un raspador rectangular con una fecha de 12.400 A.P en la sub-unidad C3 de El Abra pudo deberse a la intrusión de los útiles desde niveles superiores (Hurt y otros 1977:6), aunque sus excavadores, sobre todo con base en correlaciones con otros sitios tempranos de las tierras altas de la Cordillera Oriental de Colombia, la aceptan como válida (Hurt y otros 1977:20). En Guitarrero la situación también es controvertida; la única fecha pertinente para esta discusión, 12.560 A.P, se obtuvo en el llamado Complejo I, compuesto de artefactos sobre lascas y de algunos útiles bifaciales asociados con fauna no extinta 54 (Lynch 1980:31). Lynch consideró las asociaciones como válidas, a pesar de que, dada la poca profundidad del depósito, una intrusión de las piezas bifaciales no sería sorpresiva; esta interpretación fué favorecida por "aquellos que hubieran preferido una clara demostración de superposición estratigráfica de una industria de artefactos bifaciales sobre una industria de lascas unifaciales" (Lynch 1980:31). Varias revaluaciones de las fechas mostraron que aquella de 12.560 A.P estaba fuera de orden estratigráfico (Lynch y otros 1985:864); y una fechación con acelerador de masa (AMS) realizada en Oxford falló en su confirmación (Gowlett 1986:55). Más allá del aspecto puramente metodológico, el caso de Guitarrero es singular, por cuanto el sitio, que potencialmente controvierte el paradigma Paleoindio, fué excavado por uno de sus más fervientes defensores. La sugerida asociación de mastodonte y un fragmento de punta Paiján en La Cumbre no es categórica (Ossa y Moseley 1971:14); aún más, dos fechas obtenidas sobre la fracción no orgánica de los huesos del mastodonte presentan un hiatus de casi dos milenios (10.530 y 12.360 A.P); algo sorpresivo si se considera que las fechas fueron obtenidas sobre el mismo individuo (Ossa 1978:293). Sin embargo, otras fechas obtenidas para el denominado Complejo Paiján tienden a apoyar el supuesto de que las puntas de pedúnculo alargado y otros artefactos bifciales fueron hechos por seres humanos en la costa norte del Perú hacia finales del Pleistoceno (cf. Ossa 1978). Los conjuntos Amotape en Talara, fechados en 11.200 A.P., y compuestos de artefactos unifaciales sobre lascas, aun no han suministrado asociaciones verdaderamente significativas. La información obtenida en Querco (cuyos depósitos pleistocénicos fueron divididos en dos ocupaciones) es más sólida. Aunque se ha dic ho que Querco I puede ser anterior a 12.000 B.P, lo cierto es que las tres fechas del sitio van de 11.600 a 11.100 A.P. La muestra de artefactos encontrados (piedra, madera, y hueso) es todavía muy pequeña para ser concluyente, especialmente por cuanto los útiles se han definido como de "uso efímero" y con bordes naturales de uso, pero no retocados. La indicación de que se cazó megafauna pleistocénica en el sitio utilizando rocas lanzadas desde los escarpes cercanos debe presentar mejor sustentación. Sin embargo, es muy sugestivo el hecho de que algunos restos óseos (caballo y paleollama) presentan marcas que parecen indicar que los animales fueron faenados in-situ (cf. Núñez 1983: Núñez y otros 1987). Monte verde es aún más problemático. A pesar de que fue anunciado por Bryan (1986:2) como el cuerpo de datos mas 55 significativo encontrado en Suramérica en lo relativo a una comundiad con economía generalizada, la información no parece ser concluyente. Tres fechas que oscilan entre 13.965 y 12.350 A.P. (Dillehay et.al, 1982:55; Dillehay 1986:326) fechan la supuesta ocupación de una pequeña aldea con habitaciones con estructura de madera, cuyos habitantes dependieron básicamente de recursos vegetales (aunque los restos de seis mastodontes fueron encontrados en el sitio) y usaron simples artefactos de piedra, madera, y hueso (Dillehay 1984; Collins y Dillehay 1986; Dilehay y Pino 1986)1 . Sin embargo, los ítems arquitectónicos son dudosos y los artefactos, especialmente los de madera, difíciles de reconocer como tales. Además, el sitio fue repetidamente inundado por un arroyo cercano, lo que indica que las asociaciones sugeridas deben tomarse con cautela (Waters 1985:135). Aunque es posible que por lo menos los niveles más antiguos de Alice Boer hayan sido alterados por acción animal (Waters 1985:135), la verdad es que los hallazgos del Brasil aun no han sido cuidadosamente examinados (cf. Gowlett 1986:57). Sin embargo, Schmitz (1986, 1987) ha expresado reserva hacia las fechas anteriores a 13.000 A.P dada la naturale za y el tamaño de las presumidas asociaciones. Schmitz ha propuesto, en cambio, dos tradiciones líticas: Uruguay e Itaparica, la primera caracterizada por puntas bifaciales pedunculadas y la segunda por útiles unifaciales; a Uruguay le ha asignado el medio-ambiente abierto del sur del Brasil, mientras que a Itaparica la ha ubicado en las zonas tropicales del este del pais, ambas existiendo más o menos contemporáneamente hacia 11.000 A.P. En suma, existe sólida evidencia, no sólo cuantitativa sino también cualitativa, de que hace unos 11.000 años había grupos humanos en Suramérica usando una amplia variedad de artefactos. Por lo menos tres tradiciones de puntas de proyectil (El Jobo, Paiján, y las puntas espigadas del Brasil) fueron contemporáneas o más antiguas que la tradición de puntas "cola de pescado". Varias fechas y asociaciones más tempranas indican la existencia de tecnologías menos sofisticadas en áreas tan disímiles como el noroeste de Colombia, los Andes Centrales, la costa del Perú, la 1 La publicación de la primera monografía íntegramente dedicada a Monte Verde ha sido anunciada para los primeros meses de 1989 por la Smithsonial Institution. Desafortunadamente, en el momento en que este artículo se escribe, el libro no ha sido lanzado al mercado. 56 Patagonía, y tal vez el centro y sur del Brasil. La variedad de estrategias adaptativas preholocénicas indicadas en este artículo sugiere que una adaptación exclusiva a espacios abiertos, tal como implica el paradigma Paleoindio, no existió realmente. Aún más, si asumimos que el proceso del poblamiento de Suramérica ocurrió de manera gradual a medida que los distintos grupos humanos se adaptaron a diversos medio ambientes, es necesario concluir que la diversidad cultural pleistocénica indicada en este artículo no pudo ocurrir si el subcontinente fue poblado en el último período glacial por cazadores especializados con un repertorio cultural homogéneo. Aunque la evidencia más sólida indica la presencia de seres humanos en Suramérica no hace más de 14.000 o 13.000 años, las fechas más tempranas de Brasil y la posibilidad de una mayor antigüedad de la ocupación de Monte Verde hace que debamos, por lo menos, dejar abierta la posibilidad de que esa presencia se remonte hasta antes del Pleniclacial. Si esto resulta ser cierto, la disgresión climatológica hecha en este artículo no sería relevante. Comentarios finales La caracterización económica de los habitantes de Suramérica al final del Pleistoceno no es fácil de hacer, por cuanto la información en este sentido es todavía muy escasa. Sin embargo, si puede hacerse una definición negativa: no fueron cazadores especializados, por lo menos no en el sentido de "especialización" implícito en el paradigma Paleoindio. Esto no quiere decir que después no ocurrieran adaptaciones con un gran énfasis en la cacería en espacios abiertos, como lo ha demostrado Rick (1980) para la puna de Junín, en el Perú; pero este tipo de adaptación no parece haber ocurrido en Suramérica antes de la aparición de los horizontes de puntas de proyectil bifaciales. Sólo por esa razón, es obvio que un modelo basado en los sitios de matanza paleoindios de Norte América no es extrapolable a Suramérica. Hasta ahora, muy pocos sitios de matanza han sido excavados en el hemisferio sur de América en contexto pleistocénico (Tabla 1). Mientras que Monte Verde, La Cumbre y tal vez Quereo son dudosos, los otros tres están mejor documentados. Taima-Taima, a pesar de las críticas, es uno de los mejores ejemplos, puesto que la asociación de puntas El Jobo y mastodonte es inequívoca (Bryan et.al 1978; Ochsenius y Gruhn 1979). Tagua- Tagua (Montane 57 1968; Núñez et.al 1987:179) y Tibitó (Correal 1981), a pesar de carecer de puntas de proyectil, presentan suficiente evidencia para que su catalogación como sitios de matanza sea muy segura. Es importante anotar que los sitios indicados en la Tabla 1, con la probable excepción de La Cumbre, se encontraban cerca de fuentes de agua, lo que quizás indica un tipo de cacería oportunista. Otros sitios en Suramérica, distintos de sitios de matanza (Tabla 2), han ofrecido asociaciones de megafauna extinta y artefactos de factura humana; pero debe observarse que algunos de los restos de grandes herbívoros, como el mylodon, bien pueden ser tafonómicos (cf. Bird 1938:269); Mengoni 1986:275). En cualquier caso, tal parece que por lo menos sí hubo cacería de caballos y camélidos cerca de cuevas como Fell, Palli Aike, El Ceibo 7, Los Toldos 3, y Pikimachay. Borrero (1984, 1986) ha demostrado convincentemente que con base en la información actualmente disponible, es posible sostener que la megafauna no fue una parte significativa de la dieta de los habitantes tempranos de Suramérica; es posible, en cambio, que esta fuese apenas un recurso complementario probablemente obtenido en ocasiones fortuitas (cf. Bryan 1986:7). 58 La Tabla 3 muestra la presencia de especies de fauna extinta comparadas con fauna moderna encontrada en contexto arqueológico pleistocénico en Suramérica. La tabla indica claramente que no es posible determinar un predominio absoluto de megafauna en el registro arqueológico de los sitios mencionados, por cuanto la presencia de especies modernas de menor tamaño y cuyo hábitat no es el mismo de los grandes mamíferos extintos) es igualmente significativa. Lo más que se puede decir es que la cacería de megafauna puede ser documentada (sin que esto quiera decir que los individuos que la cazaron dependieran fundamentalmente de ella, tal y como está implícito en el paradigma Paleoindio) en el extremo norte del sub-continente usando puntas El Jobo y tal vez en la costa norte del Perú usando puntas Paiján. Los datos de las cuevas del extremo sur del continente son menos claros puesto que, como ya se dijo, los restos de mylodon encontrados en los mismos niveles que las puntas "cola de pescado" no indican necesariamente que este animal hubiese sido cazado con esos 59 artefactos; aunque la evidencia es mas sólida con relación a la cacería de caballo americano, este no es ni mucho menos el prototipo de megafauna a la cual hace referencia el pardigma Paleoindio. Tabla 3 Si la economía de los más tempranos habitantes de Suramérica no estaba orientada básicamente a la caza de megafauna, ¿cómo debe entonces caracterizarse? El término "recolectorescazadores generalizados" usado como una alternativa viable, sugiere una economía mixta de recolección (frutas, plantas tuberosas, semillas), cacería (ocasionalmente de megafauna, pero sobre todo de especies de menor tamaño) y, en hábitats apropiados, pesca. Desafortunadamente, esta hipotética definición no tiene hasta el momento ningún fundamento empírico en Suramérica (con la excepción quizás de Monte Verde, si es que la información allí obtenida logra despejar algún día el inmenso mar de dudas que la rodea). Entonces, aparte de reafirmar la definición negativa hecha antes, resta esperar una reorientación metodológica en la excavación de sitios pleistocénicos en el subcontinente (como una utilización 60 más generalizada de técnicas de flotación, por ejemplo), tendiente a logar una recuperación más completa de datos concernientes a los patrones de subsistencia. Además, ya es tiempo de que la atención casi que exclusiva que se le ha prestado a los artefactos líricos se preste también a otras clases de industrias; sólo entonces será posible percibir mejor la dimensión cultural y las diferencias entre las distintas adpataciones tempranas que ocurrieron en Suramérica. Si muchas de las premisas en las que descansa el paradigma Paleoindio deben ser rechazadas, tal como este artículo ha intentado mostrar, ¿qué debemos hacer con el término? Por lo menos se nos presentan cuatro opciones: (a) el término Paleoindio, con discriminación en estadios más discretos, puede usarse para toda la evidencia "prearcáica", como lo ha hecho MacNeish (1976): (b) el término debe restringirse a las varias tradiciones de puntas de proyectil bifaciales (Mayer-Oakes 1986c:2); (c) el término debe ser definitivamente descartado; (d) el término debe ser conservado pero redefinido y separado del paradigma que ha sido motivo de este artículo. Mi opción sería una combinación de la primera y la última. Conservar y redefinir el término y usarlo para toda la evidencia "prearcáica" evitaría una proliferación inútil de terminologías, a la vez que permitiría establecer relaciones con el Paleoindio, tal como se entiende en otras partes del continente. Ante un pardigma Paleoindio cada vez más difícil de sostener, es necesario definir criterios metodológicos y teóricos que permitan evaluar la validez o invalidez de la información encontrada (veáse Dincauze 1984; Dillehay 1985; Alsoszatai-Petheo 1986). Esos criterios permitirán a su vez la definición de un nuevo paradigma desde el cual se oriente la investigación futura y se logre explicar el disímil registro arqueológico del Pleistoceno tardío en Suramérica. 61 62 En la tabla anterior se han tratado de discriminar, cuando la información publicada lo ha permitido - en las fechas obtenidas sobre hueso - aquellas obtenidas con la fracción orgánica (hueso-C) o la fracción no-orgánica (hueso-A). La diferencia es particulamente importante dada la controversia sobre confiabildiad que rodea las obtenidas con la fracción no orgánica (cf. Tamers 1972; Hassan y otros 1977). Adenda: Como sucede tantas veces cuando un artículo se tarda en publicar, he conocido después de escribirlo nueva información que hubiese enriquecido su contenido, aunque sin modificar los supuestos y conclusiones esenciales. Puesto que me resulta imposible - y poco atractivo - re-escribir el artículo para incluir la nueva información de una manera orgánica, me limito a dar cuenta de ella y de su procedencia. Ranere y Cooke (1989a; 1989b) han dado a conocer en este año nuevos datos sobre los paleoambientes del Pleistoceno tardío y 63 Holoceno temprano en Centroamérica. Estos datos refuerzan la sospecha de que el istmo de Panamá-Darién estuvo íntegramente cubierto de formaciones boscosas (a excepción, quizás, de la zona baja de Guanacaste en Costa Rica, y de la llanura costera que bordea la bahía de Panamá) durante el Pleistoceno terminal, ca.14.000- 10.000 A.P. La depresión de los cinturones vegetacionales - en algunos casos hasta de 800 metros - se debió a un descenso en la temperatura de 4 o 5 2 C. Los datos sobre humedad y precipitación son contradictorios. La posibilidad de que existieran gr andes espacios abiertos en el istmo a finales del Pleistoceno, como hubiese querido el paradigma paleoindio, es aún más remota. Nuevos hallazgos de puntas "cola de pescado" en la Patagonia, en Cueva del Medio y Cerro de La China, han confirmado aún más las fechas obtenidas por Bird en el estrecho de Magallanes, con fechas cercanas a la mitad del XI milenio A.P, y asociación con fauna extinta (Politis, comunicación personal; véase Miotti y otros 1988 para referencias). BIBLIOGRAFÍA Alsoszatai-Petheo, J. 1986 An Alternative Paradigm for the Study of Early Man in the New World. En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Bartlett, A.S. y E.S. Barghoorn. 1973 Phytogeographic History of the Isthmus of Panamá During the Past 12.000 Years (A History of Vegetation, Climate, and Sea-Level Change). En: Graham, A, Ed: Vegetation and Vegetational History of Northern Latín America. Elsevier Scientific Publication Company: 203-299. Nueva York. Bate, L.F. 1983 Comunidades primitivas de cazadores-recolectores en Sudamérica. Italgráfica. Caracas. Bell, R.E. 1960 Evidence of a Fluted Point Tradition in Ecuador. American Antiquity 26:102-106. 1965 Archaeological Investigations at the Site of El Inga, Ecuador. Casa de la Cultura Ecuatoriana. Quito. 64 Beltrao, M.C. 1974 Datacoes arqueologicas mais antigas do Brasil. Anais da Academia Brasileira de Ciencias. 46:212-251. Beltrao, M.C; C.R. Enriquez; J.Danon; E.Zuleta, y G. Poupeau. 1986 Thermoluminescence Dating of Burnt Cherts from the Alice Boer Site (Brasil). En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp.203-213. Center for the Strdy of Early Man, University of Maine. Orono. Bird,J. 1938 Antiquity and Migrations of the Early Inhabitants of Patagonia. The Geographical Review. 28:250-275. 1946 The Archaeology of Patagonia. En: Stewart, J. Ed: Handbook of South American Indians, Vol. 1, pp.17 -24. Smithsonian Institution. Washington. 1965 The Concept of a Pre -Projectile Point Cultural Stage in Chile and Peni. American Antiquity 31:262-270. 1969 A Comparison of South Chilean and Ecuadorian "Fishtail" Projectile Points. The Croeber Anthropological Society Papers, 40:52-71. 1970 Paleoindian Discoidal Stones Antiquity. 35:205-209. 1988 from Southern America. American Travels and Archaeology in South Chile. Edited by J. Hyslop. Iowa City, University of Iowa Press. Bombin, M. y A.L. Bryan. 1978 New Perspectives on Early Man in Southwestern Rio Grande do Sul, Brazil. En: Bryan, A.L. Ed: Early Man in America From a Circum-Pacific Perspective, pp.301-302. Occasional Papers No. 1 of the Department of Anthropology, University of Alberta. Edmonton. Bonavia, D. 1982 El complejo Chivateros: una ap roximaci6n tecnoldgica. Revista del Museo Nacional 46:19-37. Lima. Borrero, L.A. 1984 Pleistocene Extinctions in South America. En: Rabassa, J. Ed: Quaternary of South America and Antarctic Peninsula, pp.115-125. A.A. Balkalema. Rotterdam. 65 1986 Cazadores de mylodon en la Patagonia austral. En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp.281294. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Bray.W. 1984 Across the Darien Gap: A Colombian View of Isthmian Archaeology. En: Lange, F.W. y D.E. Stone Ed: The Archaeology of Lower Central America. Albuquerque, University of New Mexico Press. 305338. Bryan, A.L. 1973 Paleoenvironments and Cultural Diversity in Late Pleistocene South America. Quaternary Research. 3:237-256. 1974 Paleoenvironments and Cultural Diversity in Late Pleistocene South America: a Rejoinder to Vance Haynes and a Reply to Thomas Lynch. Quaternary Research. 5:151-159. 1978a An Overview of Paleo -American Prehistory from a Circum-Pacific Perspective. En Bryan, A.L. Ed: Early Man in America From a Circum-Pacific Perspective, pp.306-327. Occasional Papers No. 1 of the Department of Anthropology, University of Alberta. Edmonton. 1978b The Contribution of J.M. Cruxent to the Study of the Paleo-Indian Problem in the New World. Separata del libro Unidad y variedades. Ensayos en homenaje a Josl M. Cruxent 6 3- 75. IVIC, Centra de Estudios Avanzados. Caracas. 1983 South America, en Shutler, R. fid: Early Man in America. 137-146. Sage Publications 1. Beverly Hills. 1986 Paleoamerican Prehistory as Seen from South America. En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp.1-14. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Bryan, A.L. y M.C. Beltrao. 1978 An Early Stratified Sequence Near Rio Claro, East Central Sao Paulo State, Brazil. En: Bryan, A.L. Ed: Early Man in America From a Circum-Pacific Perspective, pp.301-305. Occasional Papers No. 1 of the Department of Anthropology, University of Alberta. Edmonton. Bryan A.L.; R.M. Casamiquela; J.M. Cruxent; R. Gruhn y C. Oschsenius. 1978 An El Jobo Mastodon Kill at Taima -Taima Venezuela. Science 200:1275-1277. 66 Cardich, A. 1978 Recent Excavations at Lauricocha (Central Andes) and Los Toldos (Patagonia). En Bryan, A.L. Ed: Early Man in America From a Circum-Pacific Perspective, pp.269-300. Occasional Papers No.l of the Department of Anthropology, University of Alberta. Edmonton. 1987 Arqueología de Los Toldos y El Ceibo (Provincia de Santa Cruz, Argentina). En: Niifiez, L. y B. Meggers Ed: Investigaciones paleoindias al sur de la l í nea ecuatorial, pp.98-117. Universidad del Norte. San Pedro de Atacama. Chauchat, C. 1975 The Paijin Complex, Pamapa de Cupisnique, Peru. Nawpa Pacha. 13:8596. Chauchat, C. y J. Zevallos. 1979 Una punta cola de pescado procedente de la costa norte del Peru. Nawpa Pacha. 17:143-147. Cigliano, E.M. 1962 El Ampajanguense. Rosario, Instituto de Universidad Nacional del Literal, publication No. 5. Antropología, Collins, M.B. y T.D. Dillehay. 1986 The Implications of the Lithic Assemblage from Monte Verde for Early Man Studies. En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp339-355. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Correal, G. 1981 Evidencias culturales y megafauna pleistocénica en Colombia. Fundacitin de Investigaciones Arqueol6gicas Nacionales, Banco de La Repiiblica. Bogota". 1983 Evidencia de cazadores especializados en el sitio de La Gloria, golfo de Uraba\ Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Fisicas y Naturales. 58:77- 82. Cruxent, J. M.. 1962 Artifacts of Paleo -Indian i Type, Maracaibo, Zulia, Venezuela. American Antiquity 27:576-579. 1970 Projectile Points with Pleistocene Ma mmals in Venezuela. Antiquity 44:223-225. 67 Cruxent, J.M. y I. Rouse. 1956 A Lithic Industry of Paleo -Indian Type in Venezuela. American Antiquity. 22:172-179. Dillehay, T.D. 1984 A Late Ice-Age Settlement American. 251:106-117.in Southern Chile. Scientific American. 251:106—17. 1985 A Regional Perspective of Preceramic Times in the Central Andes. Review in Anthropology 12:193- 205. 1986 The Cultural Relationships of Monte Verde: a Late Pleistocene Settlement Site in the Sub-Antarctic Forest of South -Central Chile. En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp.319-337. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Dillehay, T.D. y M. Pino. 1986 Monte Verde: An Early Man Site in South-Central Chile, En: Matos, R.; S.A. Turpin, y H.H. Eling Ed: Andean Archaeology: Papers in Memory of Clifford Evans. Monograph XXVII, pp. 1-17, Institute of Archaeology, University of California, Los Angeles. Dillehay, T.D.; M. Pino; E.M. Davis; S. Valastro; A.G. Vare la; y R. Casamiquela. 1982 Monte Verde: Radiocarbon Dates from an Early-Man Site in South-Central Chile. Journal of Field Archaeology, 9:547-550. Dincauze, D. 1984 An Archaeo-Logical Evaluation of the Case for Pre -Clovis Occupations, en Wendorf, F. y A.E. Close Ed: Advances in World Archaeology, Vol. 3, pp.275-323. Academic Press. Orlando. Emperaire, J.; A. Laming-Emperaire y H. Reichlen. 1963 La Grotte Fell et autres sites de la region volcanique della Patagonie Chilienne. Journal de la Sociéte' des Américanistes (nouvelle serie) 52:167-254. Forbis, R. 1974 The Paleo-Americans, en Gorenstein, S. Ed: Prehispanic America, pp.11-28.. Thames and Hudson. Londres. Fung, R.; C.F. Cenzano y A. ZAvaleta. 1972 El taller lítico de Chivateros, Valle del Chilló n. Re vista del Museo Nacional 36:61-72. Lima. 68 Gowlett, J.A. 1986 Problems in Dating the Early Human Settlement of the Americas, en Gowlett, J.A. y R.E. Hedges Ed: Archaeological Results from Acelerator Dating. Oxford University Committee for Archaeology, pp.51-59. Oxford. Guidon, N. 1983 Contribution a l'étude de Tart rupestre de l'Amérique du sud. Anthropologie. 87:257 -270. 1986 Las unidades culturales de Sao Raimundo Nonato, sudeste del Estado de Piaui, Brasil, En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas , pp. 157-171. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Guidon, N. y G. Delibrias. 1986 Carbon-14 Dates Point to Man in the Americas 32.000 Years Ago. Nature 321:769-771. Hassan, A.A.; J.D. Termine, y C.V. Haynes. 1977 Mineralogical Studies on Bone Apatite and their Implications for Radiocarbon Dating. Radiocarbon 19:364-374. Haynes, V.C. 1970 eochronology of Man -Mam moth Sites and their Bearing on the Origins of the Llano Complex, En: Dort, W. y J.K. Jo nmes Ed: Pleistocene and Recent Enviroments of the Central Great Plains, pp.77-92.The University of Kansas Press. Lawrence. 1974 Paleoenvironments and Cultural Diversity in Late Pleistocene South America: a Reply to A.L. Bryan. Quaternar y Research, 4:378- 382. Hester, J J. 1966 Late Pleistocene Environments and Early Man in South America. The American Naturalist. 100:377 -388. Heusser, C.J. 1966 Polar Hemispheric Correlation: Palynological Evidnece from Chile and the Pacific Northwest of North America, En: Sawyer, J.S. Ed: World Climate From 8000 to 0 B.C., pp.l24-141. Royal Meteorological Society. Londres. Hurt, W.R. 1977 The Edge-Trimmed Tool Tradition of Northwest South America, En: Cleland, C. Ed: For the Director: Research Essays in Honor of James B. Griffin. Anthropological Papers No. 61 of the Museum of Anthropology, pp.268-294. University of Michigan. An Arbor. 69 1986 The Cultural Relationships of the Alice Boer Site, State of Sao Paulo, Brazil. En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas , pp.215-219. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Hurt, W.R.; T. Van der Hammen y G. Correal. 1977 The El Abra Rockshelters , Sabana de Bogota, Colombia, South America. Occasional Papers and Monogrpahs No. 2, Indiana University Museum. Bloomington. Ibarra Grasso, D.E. 1985 Hallazgo de puntas paleolíticas Bolivia. 31st International Congress of Americanists (1954). 2:561 -568. Krieger, A. 1964 Early Man in the New World, En: Jennings, J. y E. Norbeck Ed: Prehistoric Man in the New World, p p . 2 3- 81. University of Chicago Press. Chicago. 1965 Reply to Bird. American Antiquity. 31:270-272. Kuhn, T.S. 1962 The Structure of Scientific Revolutions . Chicago Press. Chicago. 1970 University of Postcript. En: Kuhn, T.S.; The Structure of Scientific Revolutions (Segunda edición). University of Chicago Press. Chicago. Lanning, E.P. 1963 A Pre -Agricultural Occupation on the Central Coast of Peru. American Antiquity, 28:360- 371. 1965 Early Man in Peru. S cientific American. 213:68-76. 1970 Pleistocene Man in South America. World Archaeology. 2:90-111. Lanning, E.P. t E. Hammel. 1961 Early Lithic Industries of Western South America. American Antiquity 27:360-371. Lanning, P.P. y T. Oatterson. 1967 Early Man in South America. Scientific American 217:44-50. Lavalle, D. 1985 Telarmachay, chasseurs et pasteurs pré historiques des Andes. Editions Recherche sur les Civilisations. Paris. 70 Le Paige, G. 1958 Antiguas culturas atacameñas en la Cordillera chilena. Re vista Universitaria (Universidad Cat61ica de Chile). 43:139-165. Lothrop, S.K. 1961 Early Migrations to Central and South America: An Anthropological Problem in the Light of Other Sciences. Journal of the Royal Anthropological Institute. 91:97-123. Lynch, T.F. 1967 The Nature of the Central Andean Preceramic. Occasional Papers of the Idaho State University Museum, 21. Pocateilo. 1974 The Antiquity of Man in South America. Quaternary Research 4:356-377. 1976 The Entry and Post-Glacial Adaptation of Man in Andean South America, En: Griffin, J.B. Ed: Habitats humains anterieurs a I'Holocene en Amerique. IX Congreso de la UISPP, Coloquio XVfl. 69-100. Niza. 1978 The South American Paleoindians, En: Jennings, J. Ed: Ancient Native Americans, pp.455-489. W .H. Freeman and Co. San Francisco. 1980 Stratigraphy and Chronology, En: Lynch, T.F. Ed: Guitarrero Cave: Early Man in the Andes , pp.29-43. Academic Press. Nueva York. Lynch, T.F. y K.A. Kennedy. 1970 Early Human Cultural and Skeletal Remains from Guitarrero Cave, Northern Peru . Science 169:1307-1309. Lynch, T.F.: R. Gillespie; J.A. Gowlett, y R.E. Hedges. 1985 Chronology of Guitarrero Cave, Peru. Science 229:864-867. MacNeish, R.S. 1971 Early Man in the Andes. Scientific American 224:36-46. 1976 Early Man in the New World. American Scientist 63:316-327. 1978 Late Pleistocene Adaptations: A New Look at Early Peopling of the New World as of 1976. Journal of Anthropological Research 34:475-496. 1983 Early Man or Early Early Man in the New World . AnthroQuest 26:15-18. 71 Mac Neish, R.S.; R.K. Vierra; A. Nelken-Temer, y C.J. Phagan. 1980 Prehistory of the Ayacucho Basin, P e r u . Volume III: NonCeramic Artifacts. University of Michigan Press. Ann Arbor. MacNeish, R.S.; A. Garcia Cook; L.G. Lumbreras; R.K. Vierra, y A. NelkenTemer. 1981 Prehistory of the Ayacucho Basin, Peru. Volume II: Excavations and Chronology. University of Michigan Press. Ann Arbor. Mansur-Franchomme, M.E. 1 9 8 4 P r e h i s t o i r e d e P a t a g o n i e : L ' i n d u s t r i e " N i v e l 11" d e l a province de Santa Cruz (Argentina). Technologie lithique e t traces d'utilisation. BAR International Series 216, Oxford. Mayer-Oakes, W. 1963 Early Man in the Andes. Scientific American 208:117-128. 1966 El Inga Projectile Points-Surface Collections. American Antiquity 31:644661. 1984 Fluted Projectile Points: A North American Shibboleth Viewed in South American Perspective. Archaeology of Eastern North America 12:231-247. 1986a Early Man Projectile Points and Lithic Technology in the Ecuadorian Sierra. En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp. 133-157. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. 1986b El Inga: A Paleo-Indian Site in the Sierra of Northern Ecuador. Transactions of the American Philosophical Society, Vol. 76, Pane 4. Filadelfia. 1986c South American Paleo-Indian Points. Trabajo presentado al Congreso Mundial de Arqueologia, Londres. Mayer-Oakes, W. y R.E. Bell. 1960a Early Man Site Found in Highland Ecuador. Science 131:1805-1806. 1960b An Early Site in Highland Ecuador. Current Anthropology. 1:429430. Menghin, O.F. 1952 Fundamentos cronológicos de la prehistoria de Patagonia. Runa 1:2343. 1953 Culturas precerámicas en Bolivia. Runa 6:125-132. Mengoni, G.L.. 72 1986 Patagonian Prehisto ry: Early Exploitation of Faunal Resources (13.500- 8500 b.p). En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp.271-279. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Miller, E. Th. 1987 Pesquisas arqueológ icas paleoindigenas de Brasil Occidental, En: Nú ñ e z, L. y B. Meggers Ed: Investigaciones paleoindias al sur de la línea Ecuatorial. pp.37-61 Universidad del Norte. San Pedro de Atacama. Miotti, L; Salemme, M; Menegaz, A. 1988 El manejo de los recursos faunisticos durante el Pleistoceno final y Holoceno temprano en Pampa y Patagonia. En: Precirculados IX Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Buenos Aires. Montane, J. 1968 Paleo-Indian Reamins from Laguna de Tagua-Tagua, Central Chile. Science 161:1137-1138. Moseley, M.E. 1971 A Review of Juan Schobinger's Prehistoria de Suramérica. American Anthropologist. 73:932- 933. Nunez, L. 1983 Paleoindian and Archaic Cultural Periods in the Arid and Semiarid Regions of Nothern Chile. En: Wendorf, F. y A.E. Orlando, 161-203. Academic Press. Nuftez, L.; J. Varela, t R. Casamiquela. 1987 Ocupacidn Paleoindia en el centro-norte de Chile: adaptaci6n circunlacustre en las tierras bajas, En: Núñez, L. y B. Meggers Ed: I n v e s t i g a c i o n e s P a l e o i n d i a s a l s u r d e l a l i n e a E c u a t o r i a l , pp. 142-185. Universidad del Norte. San Pedro de Atacama. Ochsenius, C. 1981 Ecologia del Pleistoceno tardio en el cinturón arido pericaribeño. Revista CIAF (Bogot á). 6:365-372. Ochsenius, C. y R. Gruhn. 1979 Taima -Taima: A Late Pleistocene Paleoindian Kilf Site in Northernmost South America. Final Reports of 1976 Excavations. Edición Privada. Alemania. Ossa, P. 1976 A Fluted "Fishtail" Projectil Point From Late La Cumbre, Moche Valley, Peru. Nawpa Pacha. 13:97-98. 73 1978 Paijan in Early Andean Prehistory: the Moche Valley Evidence.en Bryan, A.L. Ed: Early Man in America From a Circum-Pacific Perspective, pp.290-295. Occasional Papers No. 1 of the Department of Anthropology, University of Alberta. Edmonton. Ossa, P. y M.E. Moseley. 1971 La Cumbre: A Preliminary Report on Research into the Early Lithic Occupation of the Moche Valley, Peru. Nawpa Pacha. 9:1-16. Patterson, T.C. 1966 Early Cultural Remains on the Central Coast of Peru. Nawpa Pacha. 4:144-155. Patterson, T.C. y E.P. Lanning. 1964 Changing Settlement Patterns on the Central Peruvian Coast. Nawpa Pacha. 2:113-123. Prous, A. 1986 Os mais antigos vestigios arqueologicos no Brasil Central (Estados de Minas Gerais, Goias e Bahia). En: Bry?n, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp. 173- 182. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Ranere A J. 1980a Human Movement into Tropical America at the End of the Pleistocene. En: Warren, C.N.; D.R. Touhy, y L.B. Harten Eds: Anthropologic a l P a p e r s i n H o n o r o f E a r l H . S w a n s o n , J r , pp.41-47. Idaho State University Press. Pocatello. 1980b Preceramic Shelters in the Talamanca Range. En: Linares, O.F. y AJ. Ranere Eds: Adaptative Radiations in Prehistoric Panama., pp. 16-43. Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, Hardvard University. Cambridge, Mass. 1989a Paleo-Indian Occupation in the Central American Tropics. En: Bonnichsen, R y Flandmark, K, Ed: Clovis: Origins and Human Adaptation. Center for the Study of the First Americans. Orono. 1989b Early Human Migration Through the Isthmus of Panama. Ponencia presentada en la reuni6n sobre prehistoria circunpacffica. Seattle. Richardson, J.B. 1973 The Preceramic Sequence and the Pleistocene and Post-Pleistocene Climate of Northwest Peru. En: Lathrap, D.W. y J. Douglas Eds: Variation in Anthropology: Essays in Honor of John C. McGregor, pp.199-211. Illinois Archaeological Survey. Urbana. 74 1978 Early Man on the Peruvian North Coast, Early Maritime Exploitation and the Pleistocene and Holocene Environment. En Bryan, A.L. Ed: Early Man in America From a Circum-Pacific Perspective, pp.274-289. Occasional Papers No. 1 of the Department of Anthropology, University of Alberta. Edmonton. Rick, J.W. 1980 Prehistoric Hunters of the High Andes. Academic Press. Nueva York Rouse, I. 1976 Peopling of the Americas. Quaternary Research. 6;597-612. Rouse, I. y J.M. Cruxent. 1963 Venezuelan Archaeology. Yale University Press. New Haven. Sanoja, M. 1988 La formaci6n de cazadores recolectores en Venezuela. En: Vargas, I. Ed: Actas del segundo simposio de la Fundaci6n de Arqueologfa del Caribe, pp. 58-84. Fundaci6n de Arqueologfa del Caribe. Washington. Sauer, C.O. 1944 A Geographic Sketch of Early Man in America. The Geographical Review. 34:529-573. Schmitz, P.I. 1986 Cazadores antiguos en el sudoeste de Goias, Brasil. En: Bryan, A.L. Ed: New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas, pp.183-193. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. 1987 Prehistoric Hunters and Gatherers of Brazil. Journal of World Archaeology. 1:53-126. Schobinger, J.. 1969 Prehistoria de Suramérica. Editorial Labor. Barcelona. 1973 Nuevos hallazgos de puntas "cola de pescado" y consideraciones en torno al origen y dispersion de la cultura de cazadores superiores Toldense (Fell I) en Sudamérica. Atti del XL Congresso Internazionale degli Americanisti. 1:33-50. Tilgher. Génnova. Stothert, K.E. 1985 The Preceramic Las Vegas Cultures of Coastal Ecuador. American Antiquity. 50:613-637. Tamers, M.A.. 1972 Radiocarbon Dating of Kill Sites. Archaeometry 14:21-26. 75 Van der Hammen, T.. 1961 The Quaternary Climatic Changes of Northern South America. Annals of the New York Academy of Sciences 95-676-683. 1972 Changes in Vegetation and Climate in the Amazon Basin and Surrounding Areas During the Pleistocene. Geologie en Mijnbouw. 51:641-643. 1974 The Pleistocene Changes of Vegetation and Climate in Tropical South America. Journal of Biogeography. 1:3-26. 1986 Cambios medioambientales y la extinci6n del mastodonte en el none de los Andes. Revista de Antropología, Universidad de los Andes. Vol II, Nos. 1-2:27-33. Van der Hammen, T. y E. Gonzáles. 1960 Upper Pleistocene and Holocene Climate and Vegetation of the "Sabana de Bogota (Colombia, South America). Leidse Geologische Mededelingen. 25:261-315. Van der Hammen, T. y J.C. Vogel. 1966 The Susaca-Interstadial and the Subdivisions of the Late Glacial. Geologie en Mijnbouw. 45:33-35. Van der Hammen, T.; J. Barelds; H. De Jong, t A.A. De Veer. 1980 Glacial Sequence and Environmental History in the Sierra Nevada del Cocuy (Colombia). Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 32:247-340. Waters, M.R.. 1985 Early Man in the New World: An Evaluation of the Radiocarbon Dated PreClovis Sites in the Americas, En: Mead, J.I. y D.J. Meltzer Ed: Environments and Extinctions: Man in Late Glacial North America, pp. 125-143. Center for the Study of Early Man, University of Maine. Orono. Wijmstra, T.A. y T. Van der Hammen. 1966 Palynological Data on the History of Tropical Savannas in Northern South America. Leidse Geologische Mededelingen, 38:71-90. Willey, G.R. 1958 Estimated Correlations and Dating of South and Central American Culture Sequences. American Antiquity 23:353-378. 1971 An Introduction to American Archaeology. Vol. 2. PrenticeHall. Englewood Cliffs. 1988 Biographical Essay. En: Bird. J: Travels and Archaeology in South Chile. University of Iowa Press, xiii-xxxi. Iowa City. 76 Revista de Antropología y Arqueología Vol.VI, No.l, 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. Bogotá. BUSCANDO SACERDOTES Y ENCONTRANDO CHUQUES: DE LA ORGANIZACIÓN RELIGIOSA MUISCA. Carl Henrik Langebaek 77 BUSCANDO SACERDOTES Y ENCONTRANDO CHUQUES: DE LA ORGANIZACIÓN RELIGIOSA MUISCA. Carl Henrik Langebaek1 Departamento de Antropología, Universidad de Pittsburgh El estudio de los cacicazgos como estadio de evolución social que marca el inicio de las sociedades complejas, se ha caracterizado por una serie de supuestos sobre la naturaleza de las transformaciones políticas y económicas que le dieron origen. En general, se acepta que constituyen un nivel de desarrollo en el cual la autonomía de los grupos locales da paso a la conformación de unidades supralocales caracterizadas por relaciones asimétricas en poder y/o prestigio entre sus comunidades constituyentes (Carneirol981 y Renfrewl988). Esta es, quizás, una de las características más relevantes del proceso de evolución cultural, porque representa el rompimiento de una larguísima tradición histórica donde la autonomía de las unidades locales, "bandas" o "tribus", se disolvió en beneficio de unidades multicomunales. Sin embargo, los mecanismos, trayectorias y grados de cohesión que distinguen a los "cacicazgos" son aún motivo de polémica. Por esta razón, el término "cacicazgo" ha venido utilizándose como una forma bastante arbitraria de acomodar los datos en una categoría que para unas personas significa una cosa y, para otras, algo muy diferente (Drennan y Uribe l987): por un lado, se distingue el grupo de personas que consideran el surgimiento de los cacicazgos como un cambio cualitativo en el modo de organización tribal; por otro, ciertos investigadores consideran a los cacicazgos como un modelo de organización política que sólo difiere cuantitativamente de su antecesor tribal y en la cual gran parte de las características de la sociedad igualitaria lograba sobrevivir. 1 La presente investigación fue realizada durante el verano de 1988 en Dumbarton Oaks (Trustees of Harvard University, Washington) institución que me otorgó una beca de verano que permitió continuar con mis investigaciones. En esta institución, la colaboración de todos sus funcionarios fue inmensa. Desde luego, también agradezco a los empleados del Archivo Nac ional de Colombia, en Bogotá, sin cuyo apoyo el presente artículo no hubiera podido ser escrito. Por otra parte, agradezco el empeño con que Eduardo Londoño revisó la transcripción del documento de Iguaque. 78 antecesor tribal y en la cual gran parte de las características de la sociedad igualitaria lograba sobrevivir. Los investigadores dedicados a estudiar la organización de los cacicazgos se han concentrado en la comparación de elementos de su organización política, infraestructura económica y organización religiosa, con los de las comunidades autónomas. En el campo de lo religioso, el desarrollo de una élite sacerdotal se destaca, en general, como uno de los rasgos más útiles para definir un cacicazgo y diferenciarlo de sociedades más simples. Entre los que consideran al cacicazgo como modelo de organización política radicalmente distinto al de la tribu, el grado de desarrollo de la centralización religiosa ha sido, naturalmente, enfatizado. Recientemente, Johnson y Earle (1988:21 y318) definen a los cacicazgos ante todo como entidades políticas regionales en donde una élite impone sus intereses tanto a nivel local como regional, se desarrolla la propiedad privada y las ceremonias religiosas en su conjunto sirven para legitimizar el acceso a recursos por parte de esa élite. Los jefes o sumos sacerdotes, tienen la última palabra no sólo en la esfera ceremonial, sino también a veces en la guerra, la distribución de tierras y la diplomacia. En oposición a esa idea, se destaca la de autores como Service (1964) y Sahlins (1968). En palabras de Service, por ejemplo, si bien una de las características de la organización religiosa de los cacicazgos es la del surgimiento de una élite sacerdotal, ésta no implica la desaparición de los chamanes locales y una gran variedad de creencias y rituales propios de cada una de las comunidades integradas en el cacicazgo (Service 1964:170-171). Esta posición implicaría paradójicamente que el número de clases de practicantes de oficios religiosos se incrementa con el grado de centralización política (Winkelman 1986). Los "cacicazgos" en Colombia Los presupuestos de la discusión teórica en torno a la naturaleza de los cacicazgos ha modelado en parte el desarrollo de la interpretación etnohistórica y arqueológica de Colombia. Como en este país no se ha reconocido que las definiciones de "cacicazgo" no concuerdan en la literatura antropológica, el término ha venido utilizándose cada día con mayor frecuencia para describir una enorme variedad de sociedades diferentes entre sí, no sólo por su cronología y ubicación geográfica sino también - habría que reconocer - por su modelo de organización política. En esta medida, "cacicazgo" como categoría clasificatoria ha venido aplicándose a veces en el sentido que le dan autores como Earle y Johnson y en otras ocasiones en los 79 términos planteados por Service y Sahlins. "Cacicazgo", en consecuencia, ha servido para describir sociedades tan disímiles como las del altiplano cundiboyacense, la Sierra Nevada de Santa Marta, el valle del río Cauca, los Llanos Orientales y la Amazonía. El proceso tras el cual los investigadores asumen que la categoría "cacicazgo" puede ser aplicada a determinada sociedad, implica que ésta se puede asimilar a cierta idea de "complejidad". Las comunidades más desarrolladas, usualmente aquellas que en el siglo XVI constituyeron las fuentes más importantes de mano de obra indígena, tienden a figurar en las fuentes como las más complejas desde el punto de vista de sus instituciones económicas y políticas. Quizás, como afirma Taussig (1986) a medida que esas sociedades se parecen más al prototipo estatal, pasan a constituir entidades más "reales" sobre las cuales es mucho más fácil proyectar nuestros propios modelos de "complejidad". Típicamente, cuando se habla de estos grupos, los investigadores utilizan una definición de "complejidad" que permite la utilización de términos como "nobleza", "clase social" o "élite dominante". En oposición a esas comunidades, los grupos menos desarrollados, "marginales" desde el punto de vista colo nial muchas veces, pasan a ser clasificados como "complejos", con base en argumentos muy diferentes. Ciertamente, se trata de sociedades con un modelo de organización política mucho más simple, así que la "complejidad" se mide en términos "ideológicos". La posición inestable de los líderes políticos y religiosos, sus sistemas económicos que generalmente no superaban el nivel de la horticultura y, en fin, todo un conjunto de variables más asociadas a las "tribus" o a las "bandas", se enmarca en categorías como "riqueza intelectual" o "sabiduría ecológica". Cuando no se puede encontrar complejidad" en términos de subsistencia económica se pasa, en síntesis, a encontrarla en los "modelos de pensamiento". En fin, el público y los propios antropólogos se encuentran ante dos posiciones: una pretende mirar ciertas sociedades como un espejo en el cual se encuentran reflejados aquellos elementos que las hacen "más como nosotros". Otra constituye el anverso de este espejo: al fin y al cabo, resulta difícil asimilar a ciertas comunidades a nuestra propia racionalidad y por lo tanto se define una complejidad" distinta en la cual se les pueda clasificar. En ambos casos se trata de "invenciones". En el primero se construye un tipo de sociedad a nuestra imagen y semejanza en términos occidentales"; en el segundo, como anota Kuper (1988:235) se 80 pretende idealizar una sociedad "prototipo" que a la vez constituya un ideal de vida social y espiritual. La visión tradicional de la organización religiosa de los cacicazgos muiscas y objetivos En este artículo quisiera reflexionar sobre el grado de "complejidad" que se ha proyectado en el caso de la organización religiosa de los cacicazgos muiscas del Altiplano Cundiboyacense en el siglo XVI. Diversas razones me llevan a escoger este tema. En primer lugar, se trata de un excelente ejemplo de una sociedad considerada como "compleja" en términos de su organización económica y política. Frecuentemente esa complejidad se ha descrito en términos que parecen más los de una sociedad como la nuestra que en términos más objetivos. En el siglo XIX, los historiadores se refirieron a los muiscas como "imperio"; luego, se hicieron comunes otros términos como "estado" o, más recientemente, "cacicazgo". En segundo lugar, aunque algunos pasos se han dado para criticar la "invención" de sociedades como "modelos de pensamiento complejos" (Taussigl987 y Kuperl988), poco se ha hecho para criticar la "construcción" de sociedades donde la "complejidad" se mide en términos de organización política y económica, homologándolos a los nuestros. Los muiscas han sido, en efecto, la "tribu" oficial de la nación colombiana. Se asume que los antiguos habitantes del altiplano constituyen la versión criolla de los aztecas e incas. Los retratos imaginados del cacique de Bogotá o de "sacerdotes" de sitios como Sogamoso, pueden exhibirse como honorables antecesores de los líderes políticos y religiosos contemporáneos. La organización de la vida religiosa entre los muiscas ha sido interpretada, en consecuencia, como si se tratara de una sociedad en la cual existía un sector de déspotas religiosos. Esta posición se remonta a las crónicas de la conquista. Juan de Castellanos (/1601/1955IV: 115) afirmaba a principios del siglo XVI que los muiscas seguían ciegamente los dictámenes de sus "sacerdotes". Posteriormente, en el siglo XIX, el término "clase" se utilizó frecuentemente para describir al grupo de especialistas religiosos (Restrepo 1972:203 y Uricoechea l971:66). Para algunos investigadores contemporáneos, los "sacerdotes" constituían una "casta hereditaria" que cobraba tarifas a la población comunera por sus servicios (Posada s.f:66). Para otros, se trataba de un grupo de personas con intereses opuestos a los de la población general, cuya función consistía en manipular los conocimientos religiosos en su propio beneficio (Rozol978:74). 81 En este artículo quiero mostrar cómo esas descripciones de la organización religiosa de los cacicazgos muiscas no coinciden con lo que las fuentes documentales describen sobre los especialistas religiosos en el altiplano. Para demostrarlo, tomaré como fuente principal de información la "visita de santuarios" realizada al pueblo de Iguaque en el año del5951 . Con la información de esa "visita", aunada a la que suministran otras fuentes, pretendo: (1) hacer un inventario descriptivo de los "santuarios" y ofrendas encontradas por los españoles en Iguaque. Esta información me permitirá criticar la visión tradicional sobre la existencia de grandes "santuarios" desde donde una "élite" de especialistas religiosos monopolizaba los conocimientos esotéricos, así como la producción y circulación de artículos de ofrenda; y (2) interpretar el papel y funcionamiento de los especialistas religiosos en el altiplano y su organización jerárquica. En este punto pretendo sugerir que si bien existía una verdadera jerarquización religiosa, el cargo de especialista religioso estaba abierto a una gran cantidad de personas, incluso de la población comunera. También quiero hacer énfasis en que muchas de las prácticas religiosas tenían una esfera de acción limitada a las comunidades locales, "pueblos", y a los grupos de descendencia "capitanías" -que los conformaban. El documento de la visita a Iguaque Como punto de partida quiero explicar por qué seleccionamos la visita a Iguaque como principal fuente de información En el Archivo Nacional de Colombia (Bogotá) hay una buena cantidad de documentos sobre las prácticas religiosas de los muiscas en el siglo XVI. Algunos de ellos se refieren a la persistencia de la religiosidad nativa en Fontibón (Restrepol929; Pachecol953 y Casilimas y López 1982), Lenguazaque (Casilimas y López 1982; Cruzl984 y Langebaekl987) y una larga lista de pueblos de Boyacá (Cortésl960). Otros documentos, aunque no específicamente orientados a describir santuarios, hacen referencias sobre la existencia de prácticas religiosas tradicionales y la sobrevivencia de templos indígenas en sitios como Guasca (ANC TC XXXII f:56r) y Tibaquirá (ANC EC XXXI f:967r). Ninguno de los anteriores documentos, incluso los más completos y detallados, ofrece una panorámica general sobre la organización religiosa de los muiscas. Uno de ellos, el que se refiere a Lenguazaque, ofrece quizá la mejor descripción de un santuario, así como invaluables referencias sobre 1 La transcripción completa se encuentra publicada en Revista de Antropología, Vol.IV, No.2 1988. Universidad de Los Andes. Bogotá. 82 las prácticas de los orfebres en el altiplano, sus técnicas e incluso el sistema de sucesión en el cargo; otros documentos, como el de Fontibón, resultan de primera importancia para conocer las líneas de resistencia aborigen a someterse a las órdenes de los españoles para que dejaran sus antiguas idolatrías. Con la visita de santuarios a Iguaque sucede lo mismo. En este artículo la he seleccionado como fuente principal de información en la medida en que sirve para apoyar la idea de descentralización de las prácticas esotéricas entre los muiscas, precisamente en uno de los que se supone fue de los lugares religiosos más importantes. Iguaque, un pueblo ubicado en el suroccidente del departamento de Boyacá, jugaba un papel fundamental en los mitos de origen muiscas y, además, constituía un centro de peregrinación quizás asociado al célebre "observatorio astronómico" construido con columnas monolíticas en el cercano sitio del Infiernito, sobre el valle de Leiva (<biblio>). Hasta el momento no se contaba con una publicación completa del documento, si bien autores como Broadbent (1963), Casilimas y López (1982), De la Cruz (1984) y Langebaek (1987) habían descrito previamente su importancia. Antecedentes de la visita a Iguaque La visita de santuarios a Iguaque se efectuó en 1595, probablemente como continuación de la visita ordinaria que Egas de Guzmán realizara a ese pueblo en el mismo año (ANOVis Boy XIX f:varios). Según se infiere de los documentos, se trata sólo de una parte de un proceso más largo que buscaba extirpar la idolatría muisca en la región y, fundamentalmente, obtener las ofrendas de artículos de oro y las esmeraldas que los indígenas acostumbraban ofrecer a sus deidades. Años antes, en 1577, los españoles ya habían encontrado que los caciques y capitanes de Iguaque tenían "santillos" y continuaban asistiendo a santuarios (Cortésl960:228-229). En esa ocasión los indígenas de Iguaque fueron despojados de 47 santillos de oro recién fundidos. Sin embargo, el resultado de la persecución religiosa que las autoridades coloniales desencadenaron en el pueblo no obtuvo el resultado esperado por los españoles. En el presente documento encontraremos mencionados algunos indígenas sobre los cuales también hizo referencia la visita de 1577 (don Juan Cacique, indígena Comba y otros) quienes, pese a todo, continuaron practicando su religión ancestral. Más aún, tampoco podemos considerar que los resultados de la visita a Iguaque en 1595 extirpara la "idolatría" nativa. Un año después, en 1596, Iguaque se vuelve a mencionar como un lugar donde abundaban los santuarios indígenas (ANC:Vis Boy XII f:836v). 83 La estructura del proceso aquí descrito sigue la más típica factura colonial ibérica: basados en la mutua acusación entre testigos atemorizados por la tortura, los funcionarios españoles pudieron ubicar diversos santuarios y obtener las ofrendas en ellos depositadas, para luego quemar públicamente lo que no tuviera valor monetario. Establecida la "culpa" de los poseedores de santuarios, se asignaron penas de acuerdo con la gravedad del delito. Luego, nombrado un defensor de oficio, cuya cortísima y obligatoria intervención no ayudó en nada a los indígenas, se ratificaron las penas (De la Cruzl984). En realidad el documento registra una espiral ascendente de paranoia y terror: inicialmente, se parte de la acusación que se hace a un grupo limitado de personas en cuanto a que tenían santuarios. La gran mayoría de los acusados, un total de seis entre siete personas, aceptaron los cargos. Los españoles encontraron vacías las cucas de estos individuos y así empezó la escalada de tortura orientada a descubrir dónde estaban las ofrendas. Por último, se debe mencionar la gran paradoja implícita en que algunas de las penas consistieran en obligar a los indígenas acusados de continuar con sus tradiciones religiosas a construir otro gran santuario: la iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá. El documento concluye con un acalorado alegato sobre la supuesta existencia de "minas de oro" en los alrededores del pueblo, aunque claramente otros documentos indican que los indígenas de Iguaque, como los de la generalidad de los pueblos muiscas, lo adquirían gracias a redes de intercambio con el Valle del Río Magdalena (ANC:Vis Boy XIX f:801r). En este punto el documento finaliza aparentemente incompleto. Santuarios y chuques en Iguaque En la introducción a este artículo he señalado mi interés en analizar la información de la visita de santuarios a Iguaque desde el punto de vista de la descentralización en la organización religiosa del altiplano. Este objetivo general lo quiero cumplir mostrando la gran cantidad de especialistas religiosos que había en Iguaque, así como la enorme variedad de ofrendas que estaban en manos de la población comunera. Uno de los aspectos más relevantes de la visita a Iguaque lo constituye, sin duda, la mención sobre numerosos santuarios - o cucas - en el sólo pueblo y sus alrededores. La cifra exacta es difícil de calcular. Inicialmente el documento parte de la confesión del Cacique, dos principales y tres comuneros en cuanto a que tenían 84 cucas. En el curso del pleito resulta que muchas otras personas, incluyendo mujeres, también los tenían. Los testigos insisten en que las cucas se heredaban de tío a sobrino siguiendo la filiación matrilineal que predominaba en el altiplano (véase sobre las normas de filiación muiscas Broadbent l964; Villamarín l975; y Helmsl980). En este punto los datos sobre Iguaque coinciden con otras referencias que sugieren que las diferentes capitanías o incluso individuos particulares tenían su propio bohío-santuario asociado a un nombre específico y consagrado a una deidad particular con una función claramente delimitada (Langebaek 1987b). Cuando las crónicas españolas tocan este punto, generalmente se refieren a los grandes templos dedicados a deidades mayores como los del sol en Sogamoso, el de la Luna, en Chía, y los de varios ídolos en Guatavita (Casilimas y López 1982). Sin embargo, Quesada (en Ramos 1972:200) insiste en que para los santuarios en general resultaba válido que cada uno estuviera "dedicado al nombre de cada ídolo". Esto lo ratifica el padre Medrano cuando sostiene que los muiscas tenían ídolos para diversas enfermedades, sementeras, casas, partos, caminos y fuerzas naturales (en Pachecol953:175). Esta variedad de propósitos entre los varios santuarios, implicaba que los indígenas acudían a realizar ofrendas con el fin de satisfacer necesidades específicas y que no debía ser raro que un sólo individuo acudiera no a uno sino a varios santuarios. En el pueblo de Iguaque ningún testimonio se refiere a esta situación. Sin embargo, un testigo de la visita de Lenguazaque afirmó que había: "ayunado dos veces y ofrecido a santuarios: una vez a un santuario de un sobrino suyo... y otra vez a otro santuario y otra vez en el santuario de sus antepasados". (ANC C+I XVI f: 572v). En el documento se destaca la información acerca de que cada santuario era administrado por un chuque diferente, con el obvio resultado de que la cantidad de esos especialistas podía ser enorme. La visita a Iguaque no es particularmente rica en detalles sobre la vida de los chuques, pero brinda información invaluable sobre su cantidad y sobre el carácter ecléctico de sus propietarios. La visita a Lenguazaque ofrece algunos datos complementarios relevantes. Según testigos llamados a rendir testimonio en ese lugar, a las "iglesias" - o cucas - "que en lengua española quiere decir casa santa" sólo podían entrar los chuques, usualmente ancianos, y "que no entra allí ningún indio porque tienen mucho miedo" (ANC: C+I 85 Pectoral en forma de ave con alas desplegadas, correspondiente a las "águilas descritas en Iguaque. Foto: Jorge Mario Manera -Museo del Oro - pieza No.6355.. 86 XVI f: 569v). Al parecer, los indígenas que no eran considerados chuques no entraban a los santuarios porque eso "les causaría enfermedad" (ANC: C+IXVI f:571r). Este testimonio coincide con el de algunos propietarios de cucas en Iguaque, como Bentura o Sebastián Sepaquen, quienes declaraban que no sabían qué había en los santuarios (f:19r). La situación que se describe en Iguaque sobre una enorme cantidad de chuques coincide con otras referencias de crónicas y de archivo. Al fin y al cabo, el número de "sacerdotes" que existía en el altiplano llamó la atención de los españoles durante todo el siglo XVI (Pacheco 1953:182). En lugares como Fontibón, está documentada la existencia de una enorme cantidad de especialistas religiosos. El historia dor Restrepo (1929:436) transcribió segmentos de algunos de los testimonios de una visita de santuarios que se llevó a cabo en ese lugar por el año de 1594, pertenecientes a documentos ahora bajo propiedad del Archivo de Sevilla, en España. Por esa época, se murmuraba que don Alonso, el Cacique del pueblo, estaba empeñado en seguir con sus prácticas religiosas y "que todos los indios allí tenían ídolos". Al realizar la investigación sobre el caso, los españoles encontraron que don Alonso mantenía cuatro chuques pero que, además de esos individuos, había en Fontibón la increíble cantidad de cien personas consideradas como chuques, por no mencionar "treinta y cinco que andaban fuera del pueblo". En Iguaque había muchos santuarios y muchos chuques, ninguno de ellos homologable a los "sacerdotes" o "templos" mayores a los que nos tiene acostumbrados la bibliografía sobre los muiscas. El aspecto de los santuarios de Iguaque requisados por las autoridades no debía ser impresionante, lo cual reafirma la existencia de santuarios menores y de chuques de bajo rango. Desde luego resulta obvio que no se trataba de construcciones fáciles de detectar a simple vista porque de otra manera los ibéricos hubieran podido detectarlos sin necesidad de recurrir al testimonio de los indígenas. Esta información coincide, por cierto, con otras referencias sobre bohíossantuario en el altiplano: en la Sierra Nevada del Cocuy, los funcionarios de la administración colonial española compararon las pequeñas y temporales construcciones que los indígenas construían al lado de sus parcelas en los páramos con los santuarios que habían tenido oportunidad de conocer anteriormente. En la visita realizada a Lenguazaque en 1595 se refirió, además, la existencia de un santuario de puerta muy pequeña, "más adelante" de los bohíos de viviendas comunes y corrientes, indistinguible de los demás bohíos de la aldea (ANC: C+I XVI f: 565r-v). Esta es la misma impresión que 87 se desprende, por lo demás, de los documentos relativos a la visita general de santuarios que los españoles realizaron a los pueblos de Boyacá en 1577. Vicenta Cortés señala que según la opinión del escribano Velázquez de Porres, los santuarios tenían una entrada muy pequeña y eran construidos en varas y paja "sin distintivo exterior que denotase la importancia ritual de la casa...sin que el aspecto mereciera encomios por la limpieza y brillantez de la disposición" (Cortés 1960:244). Esta descripción es, por supuesto, muy diferente a la de los grandes templos comunales administrados por chuques, como los de Sogamoso. Con frecuencia, las ofrendas estaban en las mismas casas de los indígenas del común. Esto sucedió con las ofrendas de Aguinche y Diego Sipaquencha, entre otros. En palabras de este testigo: "... tiene un santuario en su casa que se lo dejaron sus antepasados y el dicho señor oidor fue a el bohio del dicho indio el cual encontró en el... y saco dos santillos de oro revueltos en una mantilla que tenía unas esmeraldinas" (folio 20v) Ahora bien, al margen de los numerosos bohíos-santuarios, la visita a Iguaque resulta particularmente valiosa para identificar otros lugares de ofrenda diferentes a los grandes templos comunales. En primer lugar se destaca una cueva "en frente de una sierra que allí está muy grande" y en la cual se conservaba el fardo funerario de un antiguo cacique (folio 25v). Se habla también de un lugar entre unas piedras ubicado "fuera de este pueblo en una sierra" (folio 26r) y de un nacimiento de agua localizado a quinientos pasos del pueblo, "junto a unos árboles" (fo lio 42v). Estas referencias sobre Iguaque coinciden con la impresión que deja Juan de Castellanos (/1601/1955:157) en cuanto a que los indígenas del altiplano hacían sus ofrendas en sitios tales como fuentes, ríos, cuevas, quebradas y al pie de plantas. Las ofrendas de Iguaque Así como las fuentes permiten identificar una gran cantidad de sitios considerados como santuarios por la población muisca, también quiero señalar la gran diversidad de ofrendas que estaba en manos de los chuques de menor rango, o en las de los caciques o comuneros dueños de santuarios y no, como se podría imaginar, en las de sacerdotes más importantes que controlaban los grandes templos. Las ofrendas que se describen para el pueblo de Iguaque, así como el carácter de sus propietarios, no se aleja de la que en 1960 reportara Vicenta Cortés como generalidad de los pueblos de 88 Boyacá. Las siguientes ofrendas mencionadas en el documento estaban en manos de indígenas comuneros, algunos de ellos mujeres: 1- Una "ollita" con dos santillos de oro bajo, algodón, un pedacito de manta colorada y unos "huesos" que reposaban al lado de un pedacito de manta blanca, un poquito de algodón, un santillo de oro bajo y seis esmeraldas escondidas bajo unas piedras. Estas ofrendas se encontraron en una labranza alejada del pueblo y eran propiedad de Clara Chera (folios 19v-20r). 2- Dos santillos de oro bajo, unas esmeraldas y una mantilla, así como una "mantilla de oro bajo" encontradas en un bohío-santuario del indígena Aguinche (folios 20v-21r). 3- Dos santillos de oro bajo de Juan Pirasaque, indígena del común de la capitanía de don Fernando (folio 20v). 4- Un "tunjo de hilo de algodón" con unas esmeraldas y dos santillos de oro bajo encontrados en el santuario de Sipa Guencha (folio 2 Ir). 5- Una petaca blanca en la cual se encontraron un santillo de oro, dos "águilas", unos "rostrillos" y un "apretadorcillo" también metálicos, así como unas "mantillas de algodón" que fueron encontradas en el santuario de Juan Neaquenchia entre unas rocas (folio 21v) 6- Siete santillos y unas esmeraldas que el indio Picama tenía en su bohío-santuario (24r) y "otros dos santillos de oro y cuatro de hilo" que tenía en "otra labranza". 7- Un fardo funerario correspondiente a los huesos de un antiguo cacique llamado Unbabuya, cuyo ajuar funerario consistía en "cinco o seis mantas", unas esmeraldas, un "apretadorcillo" de oro, unas "pepitas" de algodón y restos de maíz y fríjoles (folios 25r-26v). 8- "Seis tunjos de hilo de algodón chiquitos" encontrados al lado de un camino que salía del pueblo (folio 26r). 9- Dos santillos de Ventura Cuchica (folio 26v). 10- Dos santillos de Francisca Fasgay (folio 26v). 11-Cuatro santillos de Picama (folio 26v). 12- Una "ollita" con dos santillos de Juan Pirascua (folio 27v). 89 13- Cuatro santillos y unas "esmeraldinas" de Luis Sasmia (folio 28r). 14- Dos santillos de Elena Pene (folio 29r). 15- Dos santillos de Pedro Pacacuca (folio 29v). 16- Un san tillo de Lucas Cuy seque (folio 29v). 17- Dos santillos y dos tejuelos de Luis Aguaquen (folio 30r). 18- Dos santillos de Pedro Gambasicha (folio 31v). 19- Dos "muertos" enterrados en una labranza, un cinto de oro batido "que tenían los susodichos" y dos santillos que trajo Combaria (folio 42v). 20- Seis pedazos de metal, uno de los cuales "parece plata" y los demás de oro y cobre, encontrados en un "tiesto como gacha" en cercanías al manantial a quinientos pasos de la población (folio 42v). Entre los artículos de ofrenda más mencionados se encuentran los de orfebrería y que, precisamente, se asume tradicionalmente estaban bajo el control de la élite religiosa. Por lo general, sólo se les describe como "santillos", casi siempre hechos en aleación de oro y cobre. Excepciones a esta regla son la cintilla encontrada en el santuario de Aguinche; los "rostrillos", el "apretador" y las dos "águilas" que estaban en la petaca blanca propiedad de Cristóbal Sanabria así como los tejuelos de Aguaquen que estaban elaborados en oro de buena ley. Por otra parte, algunas de las ofrendas se describieron como simples "pedazos" de metal. La descripción de los santillos incluye ocasionalmente interesantes detalles que coinciden con lo que sabemos de la arqueología muisca. De uno de los santillos se afirma que era "hueco y lleno de tierra por dentro", lo cual correspondería a una pieza fundida con núcleo, como a veces fueron hechas algunas de las figuras votivas muiscas. El hallazgo de tejuelos de oro en ofrendatarios ha sido confirmado arqueológicamente (véase Duquel979). Las dos "águilas" que se mencionan en el texto podrían corresponder a los conocidos pectorales en forma de ave con alas desplegadas, uno de los motivos iconográficos más comunes de la orfebrería del altiplano (Reichel- Dolmatoffl988 y fotol). Algunos otros detalles no tienen confirmación arqueológica: al igual que lo anotado por Cortés (1960:246) las ofrendas en Iguaque manifiestan 90 una notable tendencia a aparecer en pares y de un santillo se sostiene que fue encontrado "quemado". Otro detalle interesante es que las "águilas" se describieran como hechas en oro "batido", es decir martillado, técnica poco usual en el altiplano. Aparte de los artículos de metal, los siguientes objetos se indican como ofrenda: maíz, fríjoles, pedazos de textil colorados o blancos, algodón en bruto, mantillas, tunjos de hilo de algodón, esmeraldas de pobre calidad, el fardo mortuorio de un cacique antiguo y su ajuar, los cuerpos de los dos indios y el de un capitán originalmente enterrado en la iglesia católica. Como recipientes de las ofrendas se mencionan vasijas de barro y petacas. Arqueológicamente, tenemos confirmación de la práctica de hacer ofrecimientos de restos de maíz (Herreral972) y esmeraldas (Langebaekl987:108), hacer fardos funerarios y depositar ofrendas en vasijas de cerámica (Duque 1979). Los chuques como especialistas artesanales Las fuentes que se refieren a Iguaque no aclaran específicamente si las diferentes ofrendas podían ser elaboradas o mandadas a elaborar por los chuques mismos, como se asume sucedía en el caso de los templos mayores. Probablemente algunas ofrendas lo eran y otras no. Reichel- Dolmatoff (1988) ha propuesto la interesante hipótesis en el sentido de que existían chamanes - o chuques para utilizar el término que aparece en los documentos - que al mismo tiempo cumplían funciones de orfebres. En otro lugar (Langebaek 1987) he sugerido que entre los muiscas existía una clara división entre orfebres dedicados a producir artículos de adorno corporal y orfebres que hacían figuras de ofrenda. Al parecer, tanto los orfebres que fundían ofrendas como aquellos que hacían adornos existían en una gran cantidad de aldeas bajo patrocinio de caciques y capitanes particulares, aunque sólo centros especializados como Guatavita se mencionan en las crónicas como centros destacados por sus actividades de fundición y laboreo de metales. Dos hechos ponen de relieve que muchas aldeas muiscas no estaban al margen de la producción orfebre y que, por lo tanto, la centralización en el trabajo de los metales en aldeas específicas también puede ser una falsa conclusión establecida a partir de la lectura de crónicas. En primer término, cuando los españoles hicieron la requisa de santuarios de los pueblos de Boyacá en 1577, los caciques y capitanes de los distintos pueblos afectados se apresuraron a ordenar a los orfebres de su propia comunidad hacer figuras votivas que pudiesen entregar a los españoles. El resultado es 91 que el número de orfebres mencionado por los españoles es sorprendentemente alto (véase Cortésl960 y Rojasl965). De don Alonso, el cacique de Fontibón que fue acusado de continuar con prácticas religiosas tradicionales, también se decía que tenía su propio orfebre en 1595 (Restrepol929:436). Por otra parte, vestigios de matrices de orfebrería o de otros artefactos asociados a la fundición de metales no solamente han sido encontrados en los alrededores de lugares como Guatavita sino también en otras diversas localidades del Altiplano. El que hubiera orfebres locales no constituye prueba alguna de que los chuques de cada pueblo fueran necesariamente orfebres. Sin embargo, incluso si dejamos a los chuques menores al margen del trabajo de los metales, no necesariamente significa que no elaboraran otras clases de ofrenda. Gracias al historiador Ernesto Restrepo (1928), particularmente a su transcripción parcial de documentos del Archivo de Sevilla, sabemos que los chuques muiscas recibían entrenamiento en la producción de tejidos (véase también Cortés 1987). En Lenguazaque, por cierto, un testigo sostuvo que los textiles utilizados como ofrenda en las cucas eran hechos por "los indios que tienen cuidado de guardar las dichas casas" (ANC C+I XVI f:569v). De esta información se desprende que los especialistas religiosos no solamente vivían de "manipular" conocimientos esotéricos. Por el contrario, se trataba de especialistas que participaban directamente en la producción artesanal. Chuques mayores y chuques menores La información que brinda la "visita de santuarios" a Iguaque, así como un conjunto coherente de datos proveniente de otros documentos, contradice la imagen que tradicionalmente se ha proyectado sobre los especialistas religiosos entre los muiscas. En una sola aldea existía una buena cantidad de modestos santuarios propiedad de las diferentes "capitanías" y aún de individuos particulares. Cada santuario estaba dedicado a deidades específicas. Los "capitanes", como líderes políticos de cada "capitanía" tenían su propio santuario, pero es posible que existieran otras clases más: unos vagamente definidos como "de la capitanía" y aquellos en manos de los miembros comunes y corrientes del grupo. Así como no hemos encontrado referencias sobre un templo comunal, tampoco conozco datos sobre un lider religioso cuyas funciones afectaran la esfera del pueblo en general. Qué tan válida es la información de la visita a Iguaque sobre la descentralización religiosa para tiempos prehispánicos, es algo que 92 debemos considerar críticamente. Una posibilidad es que tanto la información sobre la organización "centralizada" de la administración religiosa como la "descentralizada" sean válidas para tiempos prehispánicos. Entre las características asociadas a los cacicazgos, se destaca la del surgimiento de instituciones ideológicas que, a la par de la integración religiosa, unen a las diversas comunidades incorporadas (Servicel964). Sin duda, se puede argüir que los grandes templos comunales administrados por prestigiosos chuques fueron los primeros en recibir el impacto de la presión española y que por esa razón ya para 1595 resulta difícil encontrar referencias sobre su existencia. De hecho, los más grandes fueron destruidos durante el mismo proceso de conquista: al fin y al cabo se trataba de los santuarios más ricos en términos del valor económico de sus ofrendas y sus custodios ofrecían el más evidente peligro de liderar una oposición colectiva contra la invasión española. Como hipótesis de trabajo la visita de santuarios realizada a Iguaque en 1595, así como los datos que he transmitido sobre otras visitas semejantes, permite plantear que entre los muiscas habrían existido dos niveles de integración religiosa: por un lado se destacaban los templos mayores dominados por sacerdotes o chuques de alto prestigio, con una esfera de acción que abarcaba pueblos y aun regiones enteras, en cuyo caso se trataba de los conocidos centros de peregrinación más concurridos. Por otra parte, existía una jerarquía de chuques en un nivel más local que se encargaban de cultos y ceremonias también locales. Quizás - y esto es tan sólo una posibilidad - los templos mayores eran aquellos santuarios "de capitanía" que precisamente correspondían a las capitanías de mayor "status", las cuales constituían los grupos de descendencia de los caciques de los pueblos. En apoyo de esta hipótesis se podría mencionar, por cierto, que según los datos de la visita de santuarios realizada a Fontibón, el chuque más importante era un individuo de nombre Tachegón que era, precisamente, el encargado de custodiar "el oratorio del cacique" (Restrepo 1929:436). Una de las características de los cacicazgos muiscas es que cada "pueblo" estaba constituido por capitanías de diferente "status" político, y que el cargo de cacique usualmente seguía, como el de los chuques, una bien definida línea de sucesión matrilineal en su propia capitanía (Broadbent 1964; Londoño 1985; Langebaek 1987). Esto implicaría que en cada uno de estos grupos se habrían reproducido paralelamente, generación tras generación, los cargos políticos y religiosos. Quizás por esta razón, las cabeceras políticas más importantes de los cacicazgos muiscas se pueden asociar, 93 usualmente, a una cabecera religiosa paralela: Bogotá, como líder político en el sur del territorio muisca y Chía, "el templo de la luna" a él asociado es un buen ejemplo. Otro caso lo constituye Tunja, centro de control político y Ramiriquí, su asociado "ceremonial" al norte (para otras posibles interpretaciones sobre este último caso véase Londoño 1985). En síntesis, los datos sugieren que aun cuando existía una clara jerarquización religiosa el oficio de especialista religioso no se limitaba a un pequeño número de individuos privilegiados o a centros religiosos determinados. Una interpretación como la antecedente sólo constituye el primer paso para explorar más a fondo las características de la organización de la vida religiosa muisca. Evidentemente, es necesario explorar la naturaleza de la articulación de las dos esferas de la vida religiosa entre los muiscas para poder profundizar en el tema general de la organización de los cacicazgos muiscas. Lamentablemente es muy poco lo que pueden ayudar los documentos conocidos. Algunas de las generalidades que han logrado establecer los etnólogos pueden, por el momento, brindar algunas ideas relevantes. La idea de especialistas "mayores" y "menores" en el campo de lo religioso no es ajena a diversas sociedades "primitivas" en el norte de Suramérica, ya sea que se trate de comunidades de las tierras bajas ó de la región andina. Esto, por supuesto, no implica que las comparaciones etnográficas me sirvan para "probar" la idea de la existencia de un sistema similar de descentralización religiosa entre los muiscas. Sin embargo, considero que la información etnográfica es lo suficientemente abundante y coherente como para poder aceptar la idea de que se trata de un modelo que de ninguna manera resulta "atípico": En el caso de los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, Reichel-Dolmatoff (1950 y 1975) ha demostrado la existencia de una notable diversidad de santuarios así como la presencia de mamas - el equivalente a nuestros chuques - "mayores" y "menores", cada uno en posesión de su respectiva casa ceremonial. Una de las relaciones más evidentes que Reichel observa entre los diferentes mamas y entre estos y la comunidad en general, es la del intercambio de conocimientos y consejo por bienes y servicios. Los mamas "menores" aspiran a "aprender" de los "mayores". En la Sierra Nevada la relación entre los diferentes especialistas religiosos incluye muchos aspectos también presentes en la sociedad muisca del siglo XVI. Variaciones en el prestigio de determinados mamas se asocian a diferencias de rango entre sus respectivos santuarios. Gran 94 parte del conocimiento esotérico que manejan los mamas tiene que ver con el adiestramiento de los futuros especialistas religiosos en actividades que incluyen, entre otras cosas, el tejido. Esta información de Reichel- Dolmatoff sobre la jerarquización de especialistas religiosos, así como sobre la naturaleza de los vínculos entre ellos, es válida también para otras sociedades: Entre los makuna del Vaupés, Arnhem (1981:73) indica la existencia de varias categorías de chamanes de acuerdo con sus conocimientos; todos los comuneros están, de hecho, en capacidad de poder ser chamanes. En la sociedad cubeo (Goldman 1979:264-265), así como en la tukano (Reichel- Dolmatoff 1979:78, 81 y 98) una de las principales funciones de los chamanes es la de entrenar a los aprendices, generalmente a cambio de bienes. Para los barasana, quizás donde se ha reportado con mayor detalle esta relación, existen chamanes con poderes que ningún otro chamán posee y, por esa razón, aun cuando existe una gran Cantidad de especialistas religiosos, únicamente unos cuantos tienen el derecho exclusivo de liderar determinados ritos. Estos individuos, conocidos como kumus, viven en casas especiales donde se realizan las danzas y ceremonias colectivas (Hugh-Jonesl979:120,133). Esta información se puede ampliar para sociedades indígenas cercanas a las fronteras colombianas. Harner (1973:122) informa para los jívaros del Ecuador que hasta uno de cada cuatro hombres puede ser considerado chamán (lo cual coincide muy bien con los datos para los muiscas, particularmente si se tienen en cuenta estadísticas como la de Fontibón) y anota que una de las relaciones más visibles entre ellos obedece a la distinción entre chamanes superiores e inferiores, la cual lleva a la conformación de una intrincada red de intercambio de conocimientos por servicios o bienes. Kaplan (1975:45 y 64), refiriéndose a los piaroa de la cuenca del río Orinoco, sostiene que los individuos que cumplen con la función de chamán se llaman Ruwang. Según Kaplan, todos los hombres adultos se pueden considerar, en mayor o menor grado Ruwang. Sin embargo, sólo unos pocos podrían ser considerados como Ruwang Itso'fhe, chamanes poseedores de conocimientos especiales que son respetados en amplios territorios. Finalmente, de acuerdo con Ruddle (1983) entre los yupka de la serranía de Perijá se diferencian dos clases de chamanes: los tomaría y los tuano; cada grupo de parentesco tiene su propio tomaría encargado de estipular cómo y cuándo se deben hacer las ceremonias propias de esos grupos en particular. Por encima de ellos, el tuano tiene un mayor 95 prestigio porque tiene un mayor conocimiento sobre plantas y sus actividades afectan a los diversos grupos de parentesco. Perspectivas de investigación Recientemente, Maurice Godelier (1988) ha llamado la atención sobre una constante en las sociedades pre-estatales: el poder de los chamanes, no importa qué tan aceptado sea en amplias regiones, respeta la esfera de acción de cada uno de los grupos de parentesco. Es sólo en las sociedades estatales donde se conforma una "clase" o "casta" de especialistas religiosos que aspira a monopolizar el manejo del conocimiento esotérico. Como resume Sahlins (1968:110) una definición de "cacicazgo" como la de Earle y Johnson, y en general todos los intentos de homologar a los chamanes en una sociedad pre-estatal a términos como "clase y casta", no tiene en cuenta que en esas sociedades: "... el culto a las deidades mayores está codificado y se reproduce de manera fija. Con todo, la diferenciación de los intereses ligados al parentesco en la base misma de la organización segmentaría persiste en todas sus formas... Los problemas personales son eternos... Por ello, ritos y cultos de la infraestructura, magia y brujería entre otros, no son eliminados"1 La historia que se ha construido en torno a la organización de la religión en los cacicazgos muiscas, como caracterizada por la existencia de una miñona compuesta por despóticos sacerdotes que controlaban la vida comunal, no tiene prueba empírica alguna. Por el contrario, la información indica que si bien existían jerarquías entre los especialistas religiosos, en ningún momento se constituyó una "clase" o "casta" que monopolizara el conocimiento esotérico y la producción de ofrendas. El campo de la ideología seguía en el siglo XVI estrechamente ligado a grupos de parientes o "capitanías", cada una de las cuales tenía sus propios santuarios y deidades. Una serie de evidencias etnográficas sugiere, por cierto un paralelismo entre ese modelo de organización religiosa y el que aún predomina entre diversas comunidades indígenas del norte de Suramérica, cuyo modelo de organización política está muy alejado de la conformación de "estados". Las visión que tradicionalmente se ha presentado sobre la organización religiosa de los muiscas, es un magnífico ejemplo en 96 cuanto que no es únicamente la "ausencia de datos" la que impide profundizar nuestros conocimientos sobre las sociedades prehispánicas. Algunas de las referencias en las que he basado el argumento de este artículo, como los documentos transcritos por Ernesto Restrepo, fueron publicados hace ya más de setenta años. La misma "visita de santuarios" a Iguaque, aun cuando nunca antes transcrita en su totalidad, ya era conocida para un buen número de investigadores desde hace por lo menos veinte años. Es fácil burlarse de los investigadores del siglo XIX y su afán por elevar a la sociedad muisca a la "racionalidad" de las organizaciones estatales e imperiales. Aún hoy, sin embargo, los investigadores han continuado proyectando una imagen sobre la organización religiosa muisca que está más cerca de la del estado que la del cacicazgo. El continuar con esa falsa imagen ha implicado que algunos investigadores sólo tengan en cuenta la información sobre las altas jerarquías religiosas y olviden de plano cualquier mención sobre la descentralización del manejo del conocimiento esotérico en el altiplano. Cuando los arqueólogos y etnohistoriadores utilizan categorías como "cacicazgo" no pueden seguir creyendo que se desligan de una vieja carga de imágenes y conceptos que hunden sus raíces en los prejuicios de los cronistas españoles. Ese conjunto de "inventos" sólo puede satisfacer una definición muy estrecha de lo que constituye nuestra tarea y no es capaz, por supuesto, de sobrevivir al más rudimentario escrutinio de la información empírica. BIBLIOGRAFÍA A.N.C. (Archivo Nacional de Colombia). Fondos Encomiendas Cundinamarca (EQ, Visitas Boyacá (Vis Boy) y Caciques e Indios (C+I). Arhem, Kaj. 1981 Makuna Social Organization. Acta Univers itats Upsaliensis. Estocolmo. Broadbent, Silvia. 1963 Construcciones megalíticas en el territorio chibcha. R e v i s t a Colombiana de Antropología, 12:81-88. Bogotá. 1964 Los Chibchas organización sociopolítica. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 97 Carneiro, Robert. 1981 The Chiefdom, Precursor of the State. En: The Transition to the Statehood in the New World, pp.37-39. Cambridge University Press. Cambridge. Casilimas, Clara y López, María. 1982 Etnohistoria muisca: de los jeques a los doctrineros. Tesis de grado, Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Castellanos, Juan de. /1601/1955 Elegías de varones ¡lustres de Indias. Biblioteca de la Presidencia de la República. Bogotá. Cortés, Vicenta. 1960 Visita a los santuarios indígenas de Boyacá. Re vista Colombiana de Antropología, Vol.IX: 199-273. Bogotá. Cruz, Martha de la. 1984 Represión religiosa en el altiplano cundiboyacense durante la Colonia. Tesis de grado Universidad de los Andes. Bogotá. Drennan, Robert y Uribe, Carlos Alberto. 1987 Chiefdoms of the Americas. University Press of America. Duque, Luis. 1979 El oro en las prácticas religiosas de los muiscas. Boletín Museo del Oro, 2:1-20. Bogotá. Godelier, Maurice. 1988 The Making of the Great Men. Cambridge University Press. Cambridge. Goldman, Irving. 1979 The Cubeo; Indians of Northwest Amazon. University of Illinois Press. Helms, Mary. 1980 Sucession to High Office in Precolumbian Circum Caribbean Chiefdoms. Man, 15(1):718-731. Hamer, Michael. 1973 The Jívaro. University of California Press. Berkeley. Herrera, Luisa Fernanda. 1972 Excavación arqueológica en Pasca. Tesis de grado Universidad d e los Andes. Bogotá. 98 Hosbawn, Eric and Ranger, Terence (eds). 1983 The Invention of Tradition. Cambridge Un iversity Press. Cambridge. Hugh-Jones, Stephen. 1979 The Palm and the Pleiades. Cambridge University Press. Cambridge. Johnson, Alien y Earle, Timothy. 1987 The Evolution of Human Societies. Stanford University Press. Kaplan, Joana. 1975 The Piaroa. A People of the Orinoco Basin. Clarendon Press. Oxford. Kuper, Adam. 1988 The Invention of Primitive Society, Transformations of an Illusion. Routledge. Londres. Langebaek, Carl Henrik. 1987 Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas. Colección Bibliográfica Banco de la República. Bogotá. 1987b Las ofrendas en los Andes septentrionales de influencia chibcha. Boletín Museo del Oro, 16:40-47. 1987c Persistencia de prácticas de orfebrería muisca en el siglo XVI: el caso de Lenguazaque. Universitas Humanística 16(27):45-52. Bogotá. Londoño, Eduardo. 1985 Los cacicazgos muiscas a la llegada de los españoles: el caso del zacazgo o "reino" de Tunja. Tesis de grado Universidad de los Andes. Bogotá. Pacheco, Juan Manuel. 1953 El P. Alonso Medrano y su descripción del Nuevo Reino de Granada. Revista Javeriana, 40(198):174-183. Bogotá. Ramos, Demetrio. 1972 Xímenez de Quesada - Cronista. Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla. Madrid. Reichel-Dolmatoff, Gerardo. 1950 Los Kogi. Instituto Etnológico Nacional (2 volúmenes). Bogotá. 1975 Templos Kogi - introducción al simbolismo y a la astronomía del espacio sagrado. Revista Colombiana de Antropo logía, 1 9 :199 240. 99 1975b The Shaman and the Jaguar. Temple University Press. Filadelfia. 1979 Desana. Universidad de los Andes. Bogotá. 1987 Arqueología de Colombia - Un texto introductorio. Fundación Segunda Expedición Botánica. Bogotá. 1988 Orfebrería y chamanismo. Estudio iconográfico del Museo del Oro. Editorial Colina Medellín. Renfrew, Colin. 1988 Varna and the Emergence of Wealth in Europe. En: Appadurai Ed: The Social Life of Commodities in Cultural Perspective. 141168. Cambridge University Press. Cambridge. Restrepo, Ernesto. 1928 Audiencia de Santa Fé. Boletín de Historia y Antigüedades, 17(194): 65-80. Bogotá. 1919 Audiencia de Santa Fé. Boletín de Historia y Antigüedades, 17(198):435440. Bogotá. Rojas, Ulises. 1965 El cacique de Turmequé y su época. Imprenta Departamental, Tunja. Ruddle, Kenneth y Wilbert, Johannes. 1983 Los motilones. En: Cooperns, ed: Los aborígenes de Venezuela. Fundación La Salle de Ciencias Naturales. Caracas. Sahlins, Marshall. 1968 Tribesmen. Foundation of Modern Anthropology. Prentice Hall. Service, Elman. 1964 Primitive Social Random House. Organization - An Evolutionary Perspective. Steward, Julián y Faron, Louis. 1959 Native Peoples of South America. Mc. Graw-Hill Book Company. Taussig, Michael. 1986 Shamanism, Colonialism and the Wild Man - a Study in Terror and Healing. University of Chicago Press. Villamarín, Juan y Judith. 1975 Kinship and Inheritance Among the Sabana of Bogotá Chibcha at the Time of the Spanish Conquest. Ethnology, 14:173-179. Winkelman, Michael. 1986 Magico -religious Practitioners and Socioeconomic Conditions. En: Behavior Sciences Research, 206:17-46. Departamento de Antropología, Universidad de Pittsburgh. 100 TESTIMONIO 101 ANIMAS Y PILATOS EN ESCENA: SEMANA SANTA EN COTEJE (CAUCA) Nina S. de Friedemann 102 ANIMAS Y PILATOS EN ESCENA: SEMANA SANTA EN COTEJE (CAUCA)1 Nina S. de Friedemann Universidad Javeriana Inquietudes y Reflexiones El año pasado durante mi participación en este mismo espacio de discusión en torno a la cultura negra y sobre el tema de los cabildos negros como refugios culturales de los africanos y de sus descendientes en la Colonia, me permití hacer algunas reflexiones (Friedemann 1988). Entre ellas una que aludía al estatus y al papel que habrían jugado los santos católicos en el ámbito religioso de los grupos negros colombianos. Porque los trabajadores africanos llegaron con sus creencias y sus deidades y debieron inventar maneras de expresión y de protección a las mismas no sólo en el infierno de la trata. Las generaciones posteriores también lo hicieron. Abundan los testimonios culturales en el campo de la música, de la liturgia escénica y en general en las visiones del mundo de los grupos negros en distintos lugares de América. En efecto, en Cuba y en Brasil, a Changó se le ha encontrado detrás de Santa Bárbara; Obatalá parece que halló refugio en la figura de Jesucristo y Omolú en San Lázaro. Ello para mencionar apenas tres figuras del panteón religioso de sociedades negras contemporáneas en América. Al respecto, recuerdo que Manuel Zapata Olivella afirmó en alguna ocasión que "la historia cultural del negro en Colombia ha de reconocer capítulo especial a los Santos", añadiendo que "ellos fueron los mejores aliados de los negros durante el período colonial y aún después de la independencia" (1983). En mi presentación expliqué, además, cómo las proyecciones que realicé eran posibles gracias al uso del método 1 Esta ponencia fue preparada para el Segundo Seminario de Cultura Negra en el Literatura de la Universidad del Cauca, los días 22, 23 y 24 de septiembre de 1988. 103 comparativo con otros lugares y circunstancias históricas en países como Brasil, Cuba o Perú. Seguidamente anoté que de todos modos cualquier inferencia tendría que ser validada mediante mayor investigación en terreno; investigación que debería abarcar áreas urbanas y rurales y, por otro lado, contextos dependientes de la Iglesia y otros que se dan por fuera de ella de modo independiente (Friedemann 1966-69:63-83), como por ejemplo las misas en honor a un santo celebradas por un sacerdote; o las luminarias en los caseríos del litoral Pacífico, también en honor a una santa Virgen, pero sin la dirección y antes bien contra la voluntad o sin la aprobación de un oficial de la religión católica. Es decir, rituales que desde el punto de vista etnocéntrico católico podrían considerarse, el primero, sagrado y el segundo profano, pero que desde la visión propia de las comunidades vendrían a ser apenas ceremonias religiosas y naturalmente sagradas. Pues bien. Mi presentación en este seminario narra detalles de una jornada de terreno que hace pocos meses realicé en un poblado minero sobre el río Coteje en su confluencia sobre el Timbiquí, en las tierras bajas del departamento del Cauca. Intenté documentar la Semana Santa que se realizó en un contexto independiente de la guía de la iglesia católica. En mi libreta de apuntes y en las grabaciones realizadas, hay suficientes Jatos que me permitirían describir linealmente el ritual. Sin embargo, voy a hacer énfasis en dos episodios sin abandonar el contexto general de la conmemoración, y en esas dos escenas voy a destacar las representaciones de los pilatos y las ánimas. Esta es una decisión que sólo tomé al regreso del terreno cuando comencé a organizar materiales, porque los objetivos del trabajo tienen la meta principal de examinar los símbolos y las expresiones de algunas figuras religiosas en la conmemoración de rituales religiosos sin sacerdote católico. Claro que tengo que admitir el estremecimiento que sentí al ver aparecer a los pilatos en medio de la baraúnda de la crucifixión el Viernes Santo y luego saber de las ánimas en la madrugada del sábado de gloria. Es que han sido tantas y tantas las páginas leídas y tantas las reflexiones y discusiones en torno al tema de las huellas de africanía en las culturas negras de América, que de pronto ver aparecer una sombra de esas huellas puede dejarle a uno sin aliento. 104 Los ríos del poeta del mar Yo no sé cuántos de ustedes habrán tenido la oportunidad de viajar por los ríos que a Helcías Martán Góngora, el poeta del mar, le inspiraron poemas como: Naya y Micay cantando van siempre a la mar Timbiquí, Saija y Guají van a dar oro al mar Bubuey Tapaje Iscuandé también le dan su amor al mar Tan sólo tú río Guapi por la orilla de Chamón regresas en cada sueño al delta del corazón. De todos modos, para llegar a Coteje hay que recorrer algunos de los ríos de la poesía de Martán Góngora (1980). Una vez en las aguas del Guapi, primero debe navegarse hasta la costa del océano para luego entrar por una de las bocanas del río Timbiquí y empezar a subir sus aguas y sus piedras hasta encontrar el pueblo a varias horas de canoa. "¿Pa onde van?" - nos preguntó un viejo desde la orilla cuando vió que Silvio, Efrén, Edison y los tres palanqueros empujaban la canoa de la cual las cuatro mujeres que allí viajábamos nos habíamos tenido que salir1 . Las aguas eran escasas y las grandes piedras impedían que la embarcación avanzara normalmente con el impulso del motor. 1 Nina S. de Friedemann, antropóloga; Argenis Castellanos, promotora CVC en Guapi; Nelly Pérez, ingeniera forestal CVC en El Charco; Greta Friedemann, estudiante de antropología, Universidad de los Andes. 105 "Para Coteje a la Semana Santa" - le respondimos. "¡Ay Virgen del Carmen!" - dijo el hombre. Después de haber tenido que saltar trece veces de la canoa, volviéndose a meter en ella otras tantas, de atravesar pasos bajos del río con el agua hasta el cuello y con miedo por todo el cuerpo, de recorrer largos trechos de playas de piedras duras y quién sabe qué más, entendimos la invocación a la Virgen de horas antes. Y también las notas del padre Bernardo Merizalde del Carmen, en su libro de 1921 sobre la costa del Pacífico donde anota "los peligros de la navegación a causa de la impetuosa corriente de este río, que aunque se hace en embarcaciones menores y con bogas muy duchos para subir y bajar saltos y chorros, aún así y todo se lamentan frecuentes desgracias". Pues bien. Ese Miércoles Santo habíamos salido a las doce del día de Santa Bárbara de Timbiquí debajo de un sol inclemente. Y finalmente llegaríamos a Coteje a las 6 de la tarde bajo un aguacero torrencial. El cura no sabía tanto Meses antes, dentro de un trabajo sobre arte étnico en la región1 , había aparecido la información de que en Coteje la Semana Santa venía celebrándose desde hacía varios años, independientemente de cualquier dirección por parte de sacerdotes de la prefectura católica en Guapi; lo cual no era una excepción, ya que lo mismo ocurriría en otros poblados del mismo río y de otros, como por ejemplo en el Napi y en el Guají. Sin embargo, los contornos de la conmemoración independiente de Coteje sí obedecían a una voluntad expresa de la comunidad. En Guapi se sabía que el conflicto lo había originado un sacerdote y que a Coteje no podía arrimar ninguno desde hacía varios años. "Los papas no dejaron pasar al cura. No sabía tanto. Entonces lo mandaron a regresar para estudiar más. Y no ha venido más" - fue la razón que en el mismo pueblo me dieron cuando intentaba averiguar por qué motivo la Semana Santa no estaba dirigida por un sacerdote. Por supuesto que esta era una metáfora con la cual la comunidad explicaba el choque entre ella y la jerarquía religiosa. Fácil de entender porque meses antes, en diciembre de 1987, yo 1 Auspiciado por Artesanías de Colombia S.A. 106 había presenciado un conflicto que había generado rechazo al cura párroco en el mismo río Timbiquí, pero en Santa Bárbara, la cabecera municipal. Allí, en diciembre, la gran fiesta a la Virgen tenía la tradición de pasearla en el río montada en una balsa de canoas, debajo de arcos de flores, de música, de tambores y de guasas, además de ofrecerle una luminaria de velas y fuegos artificiales en una estructura de guadua frente a la iglesia. Aquí, esta parte de la fiesta tiene un significado especial pues, además, su santa patrona es Santa Bárbara, la abogada de las tempestades y de los relámpagos, la misma que en otros lugares de América con población de ascendencia africana representa a Changó, la deidad del trueno, la centella y el rayo. Pero el cura párroco, Carlos Zuñiga, le había montado al pueblo su oposición a la tradición, aduciendo el derroche de dinero en pólvora y en bebida durante la fiesta callejera. El argumento era que los fondos y el esfuerzo deberían dedicarse a obras en la iglesia. La población reaccionó. Mantuvo silencio. No salió a la calle con sus arrullos ni con los cununos. Ni preparó balsada. Y cuando, coincidencialmente, en esos mismos días de diciembre el prefecto apostólico con sede en Guapi, Monseñor Alberto Lee, llegó para celebrar los 25 años de ejercicio profesional del cura Zúñiga, los altoparlantes de la iglesia y las campanas se cansaron durante dos días de invitar a la gran misa con diáconos y etcéteras en honor al párroco. La población continuó muda y permaneció inmóvil. El prefecto, vestido en sus blancas y brillantes galas y en el vacío de la iglesia, no pudo más que lamentarse a la hora del sermón así: "En esta cabecera, un pequeño grupo de jóvenes de la juventud franciscana, algunos representantes de las organizaciones piadosas de la comunidad, 2 o 3 personas amigas escasamente alcanza a representar a la población de Santa Bárbara de Timbiquí"'; esta celebración de unas bodas de plata sacerdotales en el marco de la población entre la frialdad y la indiferencia de la comunidad son la realidad... por la que tenemos que estar siempre reclamando, porque tenemos que cumplir con la tarea que el Señor nos ha encomendado. Tenemos que hablar y anunciar el Reino de Dios en su realidad total aun cuando no nos guste, aunque resulte antipático, aunque para muchos sea insoportable, aunque no esté de moda..." La realidad, desde luego, era una respuesta a la rigidez e incomprensión de la Iglesia jerárquica frente a la expresión 107 religiosa de la comunidad. Este hecho es el que meses más tarde sería resumido sabiamente en Coteje cuando, conforme mencioné anteriormente, sus gentes explicaban que el cura debía aprender más. Porque creo que nadie puede negar que la religiosidad es una característica de las gentes negras en el litoral Pacífico. La representación alegórica de la Semana Santa en Coteje, además, es un testimonio de teatralidad expresado sin restricciones. El escenario El drama de Cristo se monta en el escenario del caserío del río y con los recursos de su cotidianidad. Los de la música, los de su saber tradicional y aquel aprendido en el rito cristiano. En la liturgia escénica se destacan la riqueza gestual y el habla regional. En la comunidad se renueva la autoridad de los viejos en la dirección de la celebración. El jueves es la fiesta de las mujeres, dicen, porque es la fiesta de la Virgen de los Dolores, "de las madres que sabemos cuál es el dolor". Así, desde el miércoles por la noche, la procesión de las estaciones lleva tras de una cruz alta envuelta en un manto blanco, un grupo de mujeres que entonan cánticos de alabados siguiendo el patrón de una cantadora y respondedoras. De igual manera recorren el pueblo el jueves, antes de la representación de la Ultima Cena. El viernes es la fiesta de los hombres, porque es el día de Cristo que es varón. El dueño y líder de la fiesta este año fue Santiago Banguera, y guió algunos de los episodios ayudándose con parte de un libro antiguo. Así, recitó el sermón de las siete palabras el Viernes Santo frente a una extraordinaria escenografía de ramas que se asemejaban a un monte de árboles erguidos en el sitio del altar principal y que servían de paisaje a la escena de Cristo y los dos ladrones, todos crucificados a lo vivo. La milicia La liturgia enmarca cada uno de sus actos en la actividad de la milicia, que es un grupo de adultos jóvenes y adolescentes uniformados con camisetas color amarillo oro, pantalones y botas de caucho y armados de escopetas de verdad y machetes de madera (interpretación de la guardia romana). Recorren el pueblo marchando en busca de Jesús de Nazareno, a tiempo que anunc ian el episodio próximo. Como milicia van en dos columnas, una al lado de la otra, guiados por el toque de cucunos y a partir del 108 religiosa de la comunidad. Este hecho es el que meses más tarde sería resumido sabiamente en Coteje cuando, conforme mencioné anteriormente, sus gentes explicaban que el cura debía aprender más. Porque creo que nadie puede negar que la religiosidad es una característica de las gentes negras en el litoral Pacífico. La representación alegórica de la Semana Santa en Coteje, además, es un testimonio de teatralidad expresado sin restricciones. El escenario El drama de Cristo se monta en el escenario del caserío del río y con los recursos de su cotidianidad. Los de la música, los de su saber tradicional y aquel aprendido en el rito cristiano. En la liturgia escénica se destacan la riqueza gestual y el habla regional. En la comunidad se renueva la autoridad de los viejos en la dirección de la celebración. El jueves es la fiesta de las mujeres, dicen, porque es la fiesta de la Virgen de los Dolores, "de las madres que sabemos cuál es el dolor". Así, desde el miércoles por la noche, la procesión de las estaciones lleva tras de una cruz alta envuelta en un manto blanco, un grupo de mujeres que entonan cánticos de alabados siguiendo el patrón de una cantadora y respondedoras. De igual manera recorren el pueblo el jueves, antes de la representación de la Ultima Cena. El viernes es la fiesta de los hombres, porque es el día de Cristo que es varón. El dueño y líder de la fiesta este año fue Santiago Banguera, y guió algunos de los episodios ayudándose con parte de un libro antiguo. Así, recitó el sermón de las siete palabras el Viernes Santo frente a una extraordinaria escenografía de ramas que se asemejaban a un monte de árboles erguidos en el sitio del altar principal y que servían de paisaje a la escena de Cristo y los dos ladrones, todos crucificados a lo vivo. La milicia La liturgia enmarca cada uno de sus actos en la actividad de la milicia, que es un grupo de adultos jóvenes y adolescentes uniformados con camisetas color amarillo oro, pantalones y botas de caucho y armados de escopetas de verdad y machetes de madera (interpretación de la guardia romana). Recorren el pueblo marchando en busca de Jesús de Nazareno, a tiempo que anuncian el episodio próximo. Como milicia van en dos columnas, una al lado de la otra, guiados por el toque de cucunos y a partir del 109 Apóstoles y Jesucristo: Viernes Santo, Coteje (Cauca) abril de 1988 Foto: Greta Friedemann Pílalos después de la crucifixión: Viernes Santo, Coteje (Cauca) abril de 1988 Foto: Nina S de Friedemann 110 Jueves Santo también por la matraca1 que las encabezan. A medida que recorren las calles unos entonan y otros contestan: "Ayayay qué pasó una araña me picó ¿Te dolió? No me dolió Cuando salga del cuartel a mi casa voy a dir a mi novia un abrazo y a mi suegra un balazo". La Semana Santa en muchos poblados del litoral cuenta además con una tradición que es propia de los niños y adolescentes. La de hacer pitos con palma de totora y también con canutos de guadua. Desde el Domingo de Ramos, el sonido de los pitos es constante. Los niños pitan y no cesan de pitar a toda hora y en todo lugar. En Coteje también pitaban los niños, pero la mayoría lo hacía con pitos largos hechos de guadua a los que llamaban churos. El jueves después de que la milicia gritó por las calles "Vengan a la cena", "ya comienza la cena" y cuando se representó el prendimiento de Jesús, su canto cambió así: "Viva que lo cogimos a Jesús de Nazareno por picaro y traicionero". y la contestación era: "Viva que lo cogimos por picaro y traicionero a Jesús de Nazareno". El escenario para la representación de la Ultima Cena se arregló en la nave izquierda de la iglesia. Una mesa con manteles blancos sombreada por grandes ramas de guamo fue preparada para el ágape. Los apóstoles vestidos con sus túnicas blancas y sus cabezas también cubiertas con lienzos blancos, salieron de la sacristía por entre la muchedumbre para ocupar sus sitios alrededor 1 La matraca en forma de pez, tallada en madera. Los cununos son tambores. 111 de la mesa. Jesús vestido de azul y cuellos de encaje. Una gran peluca negra y larga enmarcaba el rostro sonreído de Cruz del Carmen Banguera, quien ha sido Cristo desde hace varios años. Después de repartir ga lletas como símbolo de pan y una taza de vino, se levantó, tomó en sus manos una galleta y pronunció el "este es mi cuerpo" - y luego con el vino - "esta es la sangre", etc. Cuando terminó el acto, el grupo de apóstoles con Jesús desfilaron en medio de la guardia de la milicia que estrepitosamente había entrado a la iglesia. Bajaron las escalas del templo que se alza en la parte alta del pueblo y en medio de cirios, velas y antorchas colocadas en el piso del pueblo, se dirigieron a las afueras del mismo hacia una colina pequeña. Iban al Monte de los Olivos. Pero algunos me dijeron que iban a otra cena. En realidad, el episodio que se preparaba era el prendimiento de Jesús. En la colina, los apóstoles se arrodillaron y besaron la tierra. Se incorporaron y Judas señaló a Jesús. En ese momento irrumpió brutalmente la milicia por entre la multitud. La gente se arremolinó en torno a Jesús. Los milicianos se abrieron paso a la fuerza y lo prendieron en medio de gritería general. Tan pronto como iniciaron el descenso del monte hacia las calles del poblado, el remolino se convirtió en turba desaforada, que alzaba los brazos, gritando unos a otros: "¡lo cogieron! ¡lo cogieron!". El drama había alcanzado esa noche uno de sus momentos máximos. Salen los pilatos El viernes desde muy temprano, en los bordes de algunas calles se clavaron grandes ramas del árbol amargo. Por las calles de la amargura dijeron que pasaría la procesión y se harían los números, es decir, en la liturgia católica algunas de las estaciones de viacruc is y unos pasajes de la vida de Cristo. En Coteje buena cantidad de personas con quienes conversé me dijeron que el viernes es el mejor día de la Semana Santa. En primer lugar hay una participación activa de muchos individuos que se encargan de actuar en cada uno de los números. Que se conocen como Lázaro, La Samaritana, el mercado, la disputación de los doctores de la ley, Simón Cirineo, Samuel Beribel y por último el rostro de Jesús. Todas estas son escenas que tienen lugar al aire libre, debajo del sol o de la lluvia y antes de entrar a la iglesia a presenciar el enclave y el desenclave, y que arrastran al resto del pueblo como espectadores. 112 Cada número se desarrolla en un marco escénico construido en el cruce de calles. Se cuelgan telas blancas que semejan telones de fondo y laterales, formando un nicho donde se colocan mesas y sillas y la parafernalia alusiva a la representación. El número de Lázaro, por ejemplo, tenía además una cortina frontal que Jesús levantó cuando llegó a resucitarlo con el vigor de su mandato. "¡Levántate y anda!". Aquí los aplausos de los testigos animaron el acto. El número de Samuel de Beribel, personificación del borracho, músico y mujeriego, se montó en la esquina donde arrancan las escalinatas para el templo. Ahí, en una hamaca, Samuel tocaba guitarra en los brazos de una mujer y la música de salsa en el cassette de una grabadora atronaba el ambiente. El biche, uno de los términos con que se llama el aguardiente, se repartía a granel. Y las parejas bailaban y bailaban. El Nazareno, con la corona de espinas sobre su cabeza y arrastrando la cruz, entró en la tienda de Samuel, le pidió agua y Samuel se la negó. "Anda, falso profeta ... embaucador... si eres hijo de Dios, ¿por qué no llamas a los ángeles?" Y Jesús le contestó: "Yo luego descansaré, pero tú andarás sin cesar hasta que yo vuelva, hasta el siglo venidero. Serás el judío errante!". Después de este número, Jesús y sus apóstoles lavados en sudor, subieron al templo arrastrando la cruz. Este Viernes Santo fue terriblemente caluroso y húmedo. Era difícil tomar fotografías. Las sombras eran muy acentuadas. La presencia de los niños frente al lente de la cámara era constante. Aunque los actores principales querían que tomáramos toda la información grabada y fotográfica, nuestro trabajo se dificultaba a cada momento, más aún con la profusión de enormes grabadoras que, como biombos, tapaban a los actores. Sus dueños habían empezado a llegar desde principios de la semana. Eran familiares de cotéjenos y vivían en Cali, Buenaventura y hasta en Bogotá. Después de un descanso y cuando el sol comenzaba a aplacarse, la milicia llenó nuevamente las calles con el grito que anunciaba el próximo episodio: "¡Al entierro de Cristo!" "¡Al entierro de Cristo!" 113 Efectivamente, en el templo no cupo toda la gente. Trajeron bancos y asientos. El telón azul que tapaba el altar mayor anunciaba en su parte superior en un gran letrero la escena próxima: Muerte de Cristo. Detrás y en la sacristía se preparaba el acto más importante de la tarde, y para el trabajo de documentación antropológica de cultura negra en esta parte de Colombia, un momento afortunado. Desde luego que Cruz del Carmen Banguera, quien personificaba a Cristo, nos había prevenido sobre el acto de la muerte y el desenclave de Cristo. Que no nos fuéramos a asustar, que no nos diera mucho miedo y otros consejos por el estilo. Cuando la séptima palabra del sermón acabó de leerse, se descorrió el telón y aparecieron los tres crucificados. Un rumor creciente invadió el ambiente. Las ramas de naidi que cada persona había traído empezaron a agitarse por encima de sus cabezas con el ruido que hace el viento en una tempestad; Cristo expiró entonces. Un par de disparos de escopeta sonaron y detrás de los crucificados salieron los llamados pilatos: cinco hombres vestidos con harapos, costales, sombreros viejos, una especie de faldellín de fibras vegetales, una pipa que vomitaba fuego y un hacha con la que cada uno amenazaba a la gente. Tenían la cara refregada con greda amarilla y líneas de carbón como arrugas. Corrían detrás de la concurrencia que en tropel y despavorida abandonó la iglesia. Los cinco pilatos actuaban en todo el poblado haciendo morisquetas en medio del temor divertido de niños y grandes, y de la batalla que los niños les oponían haciendo sonar sus pitos de guadua en el oído de cada pilato. Se disfrutó así una festividad de color y de gesto, de risotada y de mímica, de símbolo y de mística, que duró hasta cuando la luz del día se fue y Coteje se sumió en la noche. Quienes salieron de la misma iglesia como un estallido a la hora de la muerte de Cristo, eran nada menos que otra versión de los famosos diablitos negros, que no son demonios católicos sino personajes que, representando a los antepasados míticos africanos, se incrustaron primero en las cofradías sevillanas y luego se hicieron parte desde el siglo XVI de las fiestas del Corpus Christi. Diablitos que viajaron a América no sólo como expresión teatral y festiva en los autos sacramentales de la Iglesia Católica, sino como parte del equipaje religioso oculto que trajeron los africanos. Por supuesto que encontrar diablitos en el bosque minero del litoral Pacífico es un acontecimiento en estos tiempos 114 contemporáneos. Pero asimismo, es un hecho que requiere confrontaciones allí mismo en la región. Por ello, el trabajo de documentación debió extenderse a otros poblados. Por ejemplo al de Santa María, otro sitio minero en el río Sesé también en su confluencia con el Timbiquí. A unas tres horas río arriba en canoa con motor, cuando el agua lo permite. Allí también se encontró a Pilatos o Bato, un personaje que en la tradición oral de sus gentes fue descrito como "un monstruo del monte, descalzo, que se viste con un poco de ramas y se cuelga hojas de maíz en los puños". Pero además, con máscara de calabazo 1 y asustando a los niños no sólo durante Semana Santa sino el 25 de diciembre y el 6 de enero. De él nos hablaron varias personas, entre ellos, don Justino Sinisterra, un anciano ahora pero quien ha sido mayordomo de la iglesia de Santa María desde 1932. Además, desde ese tiempo dijo que ha visto la marimba en la iglesia para la Semana Santa. "Es música de toque triste". Se oye el jueves día y noche y hasta el sábado a las 12 de la noche. Allí en Santa María, en cambio, la milicia no marcha con tambor. Un análisis del proceso de ingreso, de recreación de perfiles del personaje, de cambio y de elaboración del mismo, de cara al personaje Pilatos detrás del cual parece haber encontrado refugio el antepasado mítico africano, es una cuestión que aún no se ha realizado. El hacha, por ejemplo, según explican las gentes de Coteje, de Santa María y de Calle Larga, poblado éste sobre el río Napi donde también aparece, simboliza muerte. Pero es un elemento que no tenía el personaje del Corpus Christi en Ciénaga y tampoco surge entre los diablos de Loiza en Puerto Rico, ni entre los diablos en el Carnaval de Barranquilla, para mencionar unas pocas de sus apariciones. Descienden las ánimas Pero regresemos al litoral caucano. En Santa María la procesión del sepulcro empieza como en Coteje después de las 12 de la noche. Puede ser a las dos de la madrugada como efectivamente sucedió este año. Decenas de velas y de cirios 1 Fray Vicente Valencia, actualmente trabajando en la Prefectura Apostólica de Guapi informó que en el poblado de Calle Larga en la Semana Santa de este año vió a Poncio Pilatos usando una máscara de madera de balsa pintada con colores amarillo, rosado y arena. 115 empezaron a subir los escalones de la iglesia en Coteje, debajo de una llovizna frí a. Los cánticos tenues de las mujeres rompieron la oscuridad. No habían llegado todas las cantadoras. Los doce apóstoles en sus túnicas blancas y sus cabezas arropadas cargaron el sepulcro y lo bajaron al pueblo. Más mujeres envueltas en toallas salieron de sus casas y engrosaron los coros de la pasión detrás del sepulcro. Los alabados a Cristo como a cualquier otro difunto hablaban de sus virtudes y de los recuerdos que había dejado, así: "Que encarnó en María Virgen y naciente se quiso hermanar para mi re medio". "Conversó en el mundo con malos y buenos para mis remedios con inmenso precio". Quienes andaban en la procesión y aquellos que apenas tuvieron tiempo para envolverse en una colcha de hilo y salir a los balcones a mirarla, sabían que detrás del coro iban las ánimas que habían llegado del purgatorio. En Santa María se les llama las ánimas tristes. Sólo se les distingue por una lucecita que vuela c o m o el cocuyo. Estas ánimas también tienen en la procesión del sepulcro u n a liturgia escénica. Aparecen en bandadas juguetonas y su representación alegórica está a cargo de hombres enfundados en sábanas blancas a modo de hábitos que en algunos lugares se complementan con gorros altos y puntiagudos. Blanden un látigo de cuero de novillo. Entran a las casas en s on de reclamo. Allá donde están no han oído suficientes rezos. "Uno le reza al ánima de un pariente muerto, para que le proteja de las otras ánimas que hacen cosas ... Yo le rezo a mi abuelo" - me explicaba Edison, uno de los tres canoeros en el viaje a Sa nta María. "Allí este año salieron diesiseis ánimas tristes". "¡Descansen en paz, descansen en paz!" - les gritaban hasta cuando las pudieron atrapar y echar a las aguas del río, agobiadas por la tempestad de los pitos o churos que niños y adolescentes soplaban sin parar. 116 Desde luego que esta parte de la liturgia es también alegórica del culto a los muertos en las culturas africanas y en las negroamericanas. Pero se refiere a las almas de los parientes naturales, los que la gente podría identificar. A tiem po que la aparición de los pilatos evoca antepasados míticos. Me parece interesante anotar el carácter juguetón que al fin y al cabo tienen tanto los pilatos como las ánimas y el papel que con a m b o s personajes desempeñan los pitos o churos de los niños, como exorcizantes. El mundo en el litoral De cualquier modo, una interpretación de la Semana Santa en términos generales o de partes de su liturgia en relación con los procesos culturales de la religión de los grupos negros en esta parte d e Colombia no es fá cil, e implica empezar a conocer las visiones del mundo en las cuales se enmarcan sus expresiones. No son muchas las investigaciones que han logrado dibujar las visiones émicas, es decir, las propias de la gente en su hábitat. Norman Whitten (1974) presentó trazos de lo que él llamó el universo a f r o h i s p á n i c o , b a s a d o en sus trabajos en el litoral Pacífico c o l o m b i a n o y e c u a t o r i a n o . A n n M a r i e L o s o n c z y ( 1 9 8 6 ) recientemente delineó también una parte de esa visión en cuanto a la concepción y el nacimiento de los niños en el Chocó. Y Juana Elbein Dos Santos y Deoscoredes Dos Santos (1977) hicieron planteamientos generales sobre religión y cultura negra en un horizonte de afroamérica. Con estos estudios uno podría intentar un bosquejo que le ayudara a revisar crític a m e n t e l o s d a t o s de terreno, para emprender un análisis interpretativo de la naturaleza y del material factual, y más adelante describir la simbología y quizás reconstruir la trama de los signos, de los gestos, de la parafernalia, etc. Por lo pronto y para no alargar más mi intervención, delinearé trazos de esa visión del mundo con la cual podrían examinarse datos de terreno como los que he citado aquí. "Las vidas de los hombres son lámparas que arden en el cielo sobre una mesa grande. Cuidando tantas luminarias está el ángel de la muerte...Un día Dios le permitió a un hombre subir al cielo y mirar las vidas de los hombres. ¡Que inmenso mar de luces! Unas son chiquitas y pálidas casi arrastradas por 117 el suelo. Otras son gruesas, fuertes, como las de los ambiles l de palma. Muchas son serenas aunque el viento las azote con fuerza". Estas imágenes hacen parte de visiones émicas de gente en el litoral que Rogelio Velázquez anotó hace unos tres decenios (1961). Hace poco más de un mes yo oí trazos de esta visión e n Buenaventura en el verso de Benildo Castillo que contaba que: "Una vez en un letargo soñando que estaba muerto me subí a los elementos y anduve un rato paseando Llegué donde estaba el rayo el relámpago y el trueno. Yo conversé con la luna que estaba en su aposento Hablé con todos los muertos sin dificultad ninguna. Pasé por una columna donde estaba un dios pasando y con él estuve hablando por espacio de una hora. Llegué a la puerta del cielo soñando que estaba muerto vi el palacio central de los ángeles del cielo. Vi a mi padre San Pedro de rodilla en un altar y llegué a la puerta de la gloria y anduve un rato paseando". Con estos trazos casi que sobra dibujar el universo físico del hombre del litoral húmedo y lluvioso circundado y recorrido por agua; y el mundo celestial abstracto, infinito e ilimitado donde está la gloria, hábitat de las entidades divinas, de los antepasados m í t i c o s y de las almas. Dos mundos que se comunican entre ambos: en el sueño como el de Benildo Castillo que sube a los e l e m e n t o s y s e asoma a la puerta del cielo; o en la liturgia de 1 Ambil, embil: especie de antorcha. 118 santos, como San Antonio y Santa Bárbara, a quienes invocándosele con arrullos pueden descender a la tierra; o con la música de la marimba, el instrumento que, según dicen, se tocaba en el cielo siendo allá San Pedro el mejor marimbero (Friedemann y Arocha 1986). Además, es bien conocido el ritual poético y el juego del chigualo que acompañan al angelito o sea al infante difunto en su viaje de regreso al cielo. U n o s versos que hace unos años se cuenta eran entonados para despedir al niño dicen (Velázquez 1961): Ayúdeme prima con esta canción porque se me arranca hasta el corazón Angelito anda pa' cielo anda mostrame el camino pa' cuando se mueran tú madrina y tú padrino ¡Si se embarca y se va buen viajeeee! En la Semana Santa de Coteje la liturgia de pilatos y ánimas mostró el viaje a la tierra de estas figuras desde dos espacios del cielo. Los pilatos desde la gloria y las ánimas desde el purgatorio. Hay un ámbito más que es integral a ese universo y que hace p a r t e d e u n c o m p l e j o e n t e n d i d o c o m o o t r o s m u n d o s , q u e están más allá de las aguas del mar que rodean la tierra. Son mundos habitados por espíritus a los que el poeta Alfredo V anín (1988) se refirió el año pasado como personajes de encantamiento: la tunda, el riviel, la candela, las sirenas y los barcos fantasmas entre otros. Su existencia también aparece relacionada con los seres de carne y hueso del litoral. Sin embargo, para entrar en la tierra d e b e n s u m e r g i r s e e n l a s a g u a s marinas y en las mareas que empujan las corrientes dulces de ríos y esteros. Todo ello, permite además afirmar que no es fácil recorrer la selva de lluvia, mangles y creencias en el litoral Pacífico, especialmente cuando son frágiles las embarcaciones. Y en esta ocasión el trayecto ha sido tortuoso. 119 Si. No es fácil entender el proceso cultural de estos grupos. Aunque sabemos que para lograr un espacio vital y articular una visión propia del mundo en nuevos escenarios, debieron recurrir a lo que tenían y a aquello de lo que han podido echar mano. Se trataba y se trata de sobrevivir. La hazaña increíble es que para lograrlo han inventado no sólo nueva poesía y teatro, sino otros modos culturales y sociales. Y aún cuando las condiciones son adversas en Colombia, su premisa incontestable sigue siendo la misma de la del resto de la diáspora africana en América: sobrevivir para vivir. BIBLIOGRAFÍA Dos Santos, Juana; Deoscoredes Dos Santos. 1977 Religión y cultura negra. África en América Latina. (Relator M. Moreno Fraginals). Siglo XXI Editores, pp.103-128. México Friedemann, Nina S de. 1966-69 Contextos religiosos en un área negra de Barbacoas (Nariño). Revista Colombiana de Folklore IV(10):63-83. Bogotá. 1986a La marimba que navegó hasta el mar. De sol a sol. (Friedemann y Arocha). Planeta Colombiana Editorial S.A. Bogotá. 1986b El diablo de Riosucio no es el demonio católico. Reseña libro Cantares al diablo (Héctor Jaime Montoya et al),1985. Boletín Cultural y Bibliográfico XXIII(8):81-82, Banco de la República. Bogotá. 1988 Cabildos negros: huellas de africanía en Colombia. Revista Montalbán No. 20. Universidad Católica Andrés Bello, pp.128-135. Caracas. Friedemann, Nina S de; Arocha, Jaime. 1986 De sol a sol. Planeta Colombiana Editorial S.A. Bogotá. Losonczy, Anne Marie. 1986 La sagesse et le nombril. Rites de naissance et sages femmes- chez les Embera et les afro-colombiens du Haut Choco (Colombie). Civilisations, Vol. XXXVIII. Bruselas. Martan Góngora, Helcias. 1980 Poesía. De casa de caracol a saga de extranjero. Volumen 2. Esparavel. Santiago de Cali. 120 Mbiti, John S. 1970 African Religions and Philosophy. Anchor Books. Nueva York. Merizalde del Carmen, Bernardo. 1921 Estudio de la costa colombiana del Pacífico. Imprenta del Estado Mayor General. Bogotá. Vanin, Alfredo. 1988 Las culturas fluviales del encantamiento. El Espectador: Magazín Dominical (Marzo). Bogotá. Velásquez, Rogelio. 1961 Ritos de la muerte en el Alto y Bajo Chocó. Revista Colombiana de Folklore. Vol. II, No. 6. Segunda época. Bogotá. Whitten, Norman. 1974 Black Frontiersmen, John Willey and Sons. Nueva York. Zapata Olivella, Manuel. 1983 Religiosidad afroamericana (seminario). Museo de Arte Religioso. Banco de la República. 121 DEBATES 122 Revista de Antropología y Arqueología .Vol .VI, No.l, 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. Bogotá. MITOS Y VERDADES SOBRE LA DESNUTRICIÓN ENTRE LOS MUISCAS: UNA VISION CRÍTICA Felipe Cárdenas Arroyo 123 MITOS Y VERDADES SOBRE LA DESNUTRICIÓN ENTRE LOS MUISCAS: UNA VISION CRÍTICA Felipe Cárdenas Arroyo Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes Instituto Colombiano de Antropología "Las carnes que comen lo s indios en aquella tierra son venados, de que hay infinidad, en tanta abundancia que les basta a mantener como acá los ganados. Asimismo comen unos animales a manera de conejos, de que también hay gran cantidad, que ellos llaman fucos" (Anónimo, s.f: Epítome de la Conquista del Nuevo Reino de Granada) Una de las disciplinas desarrolladas dentro del marco de la antropología física es el análisis de los restos humanos arqueológicos óseos y momificados, para inferir los niveles de nutrición o desnutrición y las patologías de las poblaciones del pasado. Sin embargo, las primeras inferencias que se hacen en Colombia particularmente para el territorio de los cacicazgos muiscas (Rodríguez, José Vicente 1987,1988; y Rodríguez, José Vicente en: Botiva 1989), carecen de una sólida fundamentación científica. Por este motivo se han generado hipótesis acerca de una aparente desnutrición en estos cacicazgos que, entre otras cosas, contaban con una aceptable producción agrícola y fuentes de fauna, como también con el acceso a diferentes pisos térmicos en tierras de buena carga productiva. Sobre esto último debe consultarse el trabajo reciente de Langebaek(1987). Me parece indispensable hacer una revisión seria y constructiva sobre algunos aspectos bioantropológicos que presenta Rodríguez en un reciente compendio sobre la arqueología del altiplano cundiboyacense (En: Botiva 1989), y hacer también algunas observaciones sobre propuestas similares en otros trabajos del mismo autor (Rodríguez 1987; 1988). Hay que partir de un hecho fundamental: la antropología física tiene limitaciones interpretativas, especialmente cuando se abordan temas tan complicados como los relacionados con la 124 nutrición de poblaciones que dejaron de existir hace cientos o miles de años. Por una parte, hay que tener presente que no todas las patologías que se presentan en un esqueleto se producen por problemas metabólicos ocasionados por una alimentación deficiente; segundo, no todos los procesos patológicos se manifiestan en el tejido óseo; y, tercero, los que sí se manifiestan, pueden haber sido causados por una, por varias, o por una combinación de enfermedades y circunstancias ambientales - biológicas y/o culturales en la ontogenia de un individuo. Por tal razón, el interés de este debate es (1) presentar con claridad las posibles etiologías de algunas enfermedades o condiciones patológicas, para luego evaluar críticamente su eventual incidencia en las poblaciones muiscas; (2) hacer una revaluación de las propuestas paleodemográficas expuestas para estos mismos indígenas; y (3) presentar un debate sobre la razón por la cual la antropología física está lejos de poder reconstruir aspectos tan complicados como la organización de parentesco entre los muiscas. El caso de la osteomalacia Rodríguez ha sugerido que la osteomalacia fue una enfermedad común en la población arqueológica muisca encontrada recientemente en Soacha (Cundinamarca) (Rodríguez 1987; 1988; 1989). Con esto da a entender que se trataba de un problema generalizado, o por lo menos que se presentaba en frecuencias relativamente significativas. De acuerdo con sus deducciones, 14 mujeres, 3 hombres y 5 infantes dentro de una población estudiada de 40 individuos, presentan evidencia de la enfermedad (Rodríguez 1987:109). Esto produce un altísimo procentaje de 55% de la población con osteomalacia en algún grado de desarrollo. La osteomalacia es un problema que surge por la deficiencia de vitamina D en el cuerpo. Ello se puede deber a una mala absorción de vitamina- D del intestino (como por ejemplo por causa de enfermedades intestinales e infecciones); por una baja exposición a la radiación solar; o por una deficiencia en su ingestión externa. El mismo problema en los niños se conoce como raquitismo, pero en el adulto toma ciertas características que hacen necesaria la utilización de esta terminología diferencial. En los primeros, la osteína sin calcificar se presenta principalmente en las metáfisis de los huesos que son las áreas de crecimiento efectivo - mientras que en los adultos es un problema generalizado del hueso. Los huesos se componen de una matriz orgánica (principalmente colágeno) y de otra inorgánica (principalmente formada por calcio y fósforo). La 125 Pelvis con deformación causada por osteomalacia (según Wells 1964). 126 primera le suministra al hueso su elasticidad, mientras que la segunda le da la resistencia. La vitamina-D es indispensable en la absorción de calcio a partir de los intestinos, y además la piel tiene la capacidad de producir ergosterol (D3) al estar expuesta a los rayos solares. Por esto, el calcio tiene como una de sus funciones más importantes mineralizar la osteína ("calcificarla") para darle dureza al hueso. Al existir una deficiencia de vitamina- D, la absorción de calcio se reduce, la mineralización es mala y se producen huesos deformes por el peso del cuerpo (ver Lám.l y Lám.2). Sin embargo, aún en territorios como en el norte de Europa, en donde la radiación solar promedio anual es inferior a la que se presenta en latitudes tropicales, como Colombia, y dond e la gente se veía forzada a cubrirse el cuerpo debido a las bajas temperaturas, la osteomalacia no fue un problema significativo en épocas antiguas. Ortner y Putschar (1985) hacen referencia a muy pocos casos que, al tomarse en cuenta como indicadores estadísticos de esta condición en poblaciones grandes, pasan casi desapercibidos. Su aumento estadístico parece estar ligado con el hacinamiento en las grandes ciudades y capitales europeas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con la revolución industrial. Algunos casos medievales también han sido diagnosticados, aun cuando son muy pocos. Wells (1964) llegó a asegurar que tanto el raquitismo como la osteomalacia fueron enfermedades prácticamente desconocidas en las Américas, y realmente los casos reportados son mínimos. Así es que la posibilidad de que en Colombia hubiera sido un problema común, afectando a más del 50% de la población muisca es extremadamente remota, si no utópica. Es posible que se hubieran presentado casos aislados, particularmente en aquellos en los que se preparaban individuos para la posición de jeques1 , debiendo permanecer encerrados en un bohío sin luz y con un mínimo de alimentación durante varios años, además de sufrir una obligatoria inmovilización que debía afectar considerablemente la actividad de osteoblastos. Allí se daban las condiciones ideales para que ocurriera la osteomalacia; pero, aún así, la evidencia es casi nula. Un caso en particular, excavado por Boada en Samacá, Boyacá (comunicación personal) puede tratarse de osteomalacia, con fuerte deformidad de la pelvis, aun cuando los diagnósticos están aún divididos. Casos como el anterior son avanzados; pero aquellos cuya evaluación macroscópica es difícil son sumamente complicados de diagnosticar con certeza. 1 Ver el documento sobre las memorias de los mitos y ceremonias de los muiscas que se publica en este volumen. 127 Por tal motivo, plantear una hipótesis sobre la presencia común de osteomalacia entre una población como la muisca, debe tener en cuenta las condiciones de su génesis: (1) habría que comprobar que los muiscas ingerían menos de la cantidad normal de vitamina- D en un día; (2) habría que comprobar que los muiscas vivían aislados de la radiación solar durante períodos considerables de tiempo; y/o (3) habría que comprobar que los muiscas sufrían de afecciones intestinales que les impedirían una normal absorción de vitamina-D del intestino. Esta última situación, sin embargo, tiene buenas probabilidades de haber ocurrido aun cuando por sí sola no sería necesariame nte determinante para causar osteomalacia. Por otra parte, hay sectores de las poblaciones humanas más propensos que otros a esta enfermedad. La mujer embarazada y la mujer lactante son altamente susceptibles, porque su misma condición exige mayor absorción de calcio de los huesos. Steinbock (1976:272) dice que de 131 casos que conoce reportados en la literatura paleopatológica, 85 (64%) corresponden a mujeres embarazadas o en sobreparto, 25 (26.7%) corresponden a mujeres no embarazadas, y solamente 11 casos (8.3%) corresponden a hombres. Esto indica que la incidencia de la maternidad en la osteomalacia puede resultar más importante que cualquier otra circunstancia. Así, a partir de diagnósticos poco estrictos y teniendo en cuenta la etiología que se expuso arriba, creo que la hipótesis de la osteomalacia entre los muiscas debe tomarse con mucha reserva. Aun cuando es cierto que la vitamina-D se obtiene principalmente de productos lácteos y sus derivados - que obviamente no tenían los indígenas - si tenían otras fuentes para su obtención, como por ejemplo el hígado y el pescado, cuyo consumo está bien documentado para los muiscas (Langebaek 1987:71-73). De ninguna manera se puede decir que esto sea un indicio de desnutrición en estas poblaciones. El caso de la anemia Dice Rodríguez que la desnutrición no era crónica puesto que no se encontró evidencia de anemia (1989:101). Me parece que precisamente la anemia 57 pudo tener mucha más influencia en la salud general de las poblaciones en cuestión que la propia osteomalacia. Veamos por qué: la anemia no es una enfermedad sino la manifestación de una o varias condiciones patológicas. Se trata de una reducción importante de eritrocitos (glóbulos rojos) en la sangre 128 y puede deberse a varios factores. Por otra parte, su manifestación en los huesos - cuando la hay - es muy similar de caso a caso, con lo cual se dificulta mucho su diagnóstico preciso. Sin embargo, es sumamente importante buscar datos referentes a este problema en nuestras poblaciones prehispánicas, pues seguramente tuvo mayor incidencia en la salud que la osteomalacia. En términos generales, las anemias pueden ser de origen genético o pueden ser adquiridas, lo que nos indica que su eventual presencia no solamente podía deberse a problemas nutricionales. Excelentes discusiones sobre las anemias de origen genético (como por ejemplo los diferentes tipos de talasemias, siclemia, etc) se encuentran en Steinbock (1976:213-252) y Ortner y Putschar (1985:251-263). Aquí concentraremos el debate sobre las anemias adquiridas. Las anemias adquiridas se presentan por deficiencias en la alimentación que pueden eventualmente afectar el estado nutricional de un individuo; o también por condiciones producidas por organismos parásitos, particularmente aquellos que infestan los intestinos, por infecciones o por hemorragias. La anemia producida por deficiencia nutricional se conoce comúnmente como anemia de deficiencia férrica, aun cuando también se produce por deficiencia de vitamina- Bl2 y de proteínas. Sin embargo, la deficiencia de hierro es la más corriente. Pero el problema con su detección arqueológica es que su manifestación en los huesos es muy ocasional. Inclusive hay casos en los cuales personas que sufren anemias graves por deficiencia de hierro, presentan menos manifestaciones óseas de su condición que aquellas con estados anémicos menos pronunciados. La razón (o razones) de esta manifestación diferencial se desconocen, pero representa un serio contratiempo para su diagnóstico arqueológico. Una opción para lograr un diagnóstico más preciso de este tipo de anemia fue sugerido por Von Endt y Ortner (1977). Propusieron que la deficiencia de hierro en la dieta debía afectar la producción de dos aminoácidos de la proteína ósea: hidroxilisina e hidroxiprolina. Al hacer el experimento con uno de los dos únicos casos arqueológicos de deficiencia férrica, provenientes del suroccidente de los Estados Unidos y ahora en la colección del Museo de Historia Natural de Washington, y usando además un control de un niño sano reciente y otro normal arqueológico, encontraron que efectivamente el niño anémico tenía un 5% menos de hidroxiprolina y un 25% menos de hidroxilisina, mientras que los individuos de control mostraban su nivel normal (Ortner y Putschar 1985:262). De tal forma que sí existe una forma para 129 asegurarnos en nuestras poblaciones arqueológicas sobre la anemia producida directamente por deficiencia nutricional de hierro. Estoy en desacuerdo con la aseveración de Rodríguez sobre la inexistencia de problemas anémicos en las poblaciones muiscas, pues se ha visto que su manifestación en el tejido óseo no es fácil de detectar. Es posible que al hacer un estudio bien controlado de nuestros cementerios muiscas logremos inferir algunos datos con respecto a la incidencia de la anemia en la salud. Me atrevo a sugerir además que la anemia sí fue un problema en el pasado, aun cuando no tanto por problemas nutricionales como si por afecciones intestinales, debidas a malas condiciones higiénicas, dando como resultado la infestación intestinal de parásitos (ver por ejemplo Hom 1985); por períodos prolongados de lactancia que reducen el contenido de hierro de las madres y les suministran a los niños una leche de bajo contenido férrico; o por determinantes genéticos. Hay que aclarar también que, aun cuando los productos agrícolas como el maíz y el fríjol - ambos de consumo corriente entre los muiscas tienen altos contenidos de hierro (particularmente el maíz), la absorción de hierro en términos de alimento real a partir de ellos es muy baja (Steinbock 1976:238). Problemas con la paleodemografía "Una población desaparecida, cuyas características demográficas se desconocen, enterró a sus muertos a lo largo de un período de tiempo desconocido, de acuerdo con reglas desconocidas. Esto origina una población ósea" (Johannson & Horowitz, 1986) Más complicada aún que la paleopatología, puede resultar la paleodemografía. Al buscar la dinámica demográfica de una población arqueológica, se cuenta básicamente con algunos datos relativos a la mortalidad y de los cuales se deben extraer cálculos estadísticos sobre la vida; así es que las limitaciones son grandes. La paleodemografía se basa en dos variables principales: (1) la edad de los individuos al momento de morir; y (2) la estimación precisa del sexo. Sin embargo, se presenta un problema importante y es que en los restos óseos es imposible determinar el sexo en personas menores de 15 o 16 años, y aun resulta muy tentativo en aquellas de 17 a 19 años. Esto se debe a que las características sexuales secundarias no se han desarrollado bien todavía. De otra 130 Tibia normal (izq) comparada con una libia con osteomalacia (dcr). (colección ICAN) Cribra orbitalia en un cráneo del altiplano. (colección ICAN) 131 parte, los métodos empleados para estimar la edad y el sexo deben aplicarse con un criterio estadístico estricto; esto quiere decir que no solamente se deben tener en cuenta todos los criterios posibles, sino que igualmente se debería recurrir al concepto de varios investigadores para basarse finalmente en un consenso. Los restos óseos de Soacha han sido sexados por Rodríguez (1987:8) con base en criterios aceptados universalmente. La edad, sin embargo, presenta algunos problemas. Se basó principalmente en el grado de obliteración de las suturas (¿cuáles?). Menciona únicamente la esfeno-basilar, lo cual es un dato poco específico porque es una sutura que solamente nos advierte que el individuo puede ser mayor de 21 años. Las suturas craneales no las menciona con precisión, y el método se basa en trabajos muy antiguos, como el de Gratiolet (1856), Topinard (1885) o Parsons (1905); y, aun cuando se han elaborado trabajos más recientes, el consenso aceptado en el mundo de la antropología física moderna es que se trata de un método muy impreciso. La utilización de una escala de atrición dental parece provenir de estudios en poblaciones asiáticas (su autor, M. Guerasimov no aparece en la bibliografía de ninguno de los tres trabajos citados de Rodríguez y por consiguiente no se pudo constatar la fuente). Por supuesto, su vaildez como modelo al aplicarlo a una serie precolombina muisca deja ciertas dudas. Los problemas en la estimación de la edad se hacen más evidentes al elaborar una tabla de vida con los datos suministrados por Rodríguez (1987, Tablas 6 y 7). A esto hay que agregarle varios errores estadísticos y demográficos que sesgan considerablemente los resultados, como por ejemplo establecer cohortes de edad de seis años repitiendo la edad en cada cohorte. El promedio de edad de una población que se considere estacionaria, es un buen indicador de la expectativa de vida al momento de nacer, esto es, a la edad 0 (cero). El promedio de edad, discriminado por sexos, ya es un indicador mucho menos preciso y no puede equipararse con la esperanza de vida a la edad 0 (cero). Sin embargo, puesto que en una población ósea el sexo solamente es determinable con seguridad a partir de la cohorte de los 20-24 años, es fácil darse cuenta al construir la tabla de vida de Soacha que los estimativos de Rodríguez son incorrectos. Puesto que dicho investigador no elaboró los cálculos estadísticos requeridos, me he tomado la libertad de construir las tablas de vida de la población muisca de Soacha, con base en sus datos presentados en el informe final entregado al ICAN, para sustentar mi debate. 132 Como puede observarse en esas tablas de vida, si utilizamos los valores de edad suministrados por Rodríguez, la expectativa de vida de las mujeres en la cohorte de los 15-20 años es de 23,8 años y de 20,0 133 en la cohorte de 20-25. Esto contrasta fuertemente con el promedio de edad de 37,8 años que se calcula como esperanza de vida para las mujeres, porque éste último debería ser un valor aplicable en la cohorte de los 0-4 años, y ya se ha visto que no puede hacerse por la imposibilidad de determinar el sexo en esas cohortes. Para los hombres la expectativa de vida en la cohorte de los 20-25 es de 21,0 años. Esto quiere decir que una mujer de 15 a 20 años podría esperar vivir hasta los 38-43 años; mientras que un hombre en la cohorte de los 20-25 años podría esperar vivir hasta los 41-46 años. Ahora bien, puesto que la cohorte de los 15-20 años entre las mujeres está representada solamente por dos individuos a quienes se les estimó una edad precisa de 18 años, sin considerar un margen de error, debemos comparar realmente las dos cohortes de 20-25 en las cuales vemos que los hombres apenas aventajan a las mujeres en 1 año de esperanza de vida. Aun si suponemos que los estimativos de edad hechos por Rodríguez fueran correctos, tendríamos de todas maneras una expectativa de vida considerablemente alta tanto para hombres como para mujeres, comparada con los promedios normales que otros investigadores han calculado para sociedades cacicales en las Américas. Ubelaker, por ejemplo (1978:95) publica una expectativa de vida promedio de 16 años para las cohortes de 20-24 años en sus excavaciones de Maryland, y los cálculos que estamos desarrollando para la población muisca de Candelaria La Nueva (Cárdenas, en proceso) apoyan la idea de una expectativa de vida mucho más baja que la planteada por Rodríguez. La determinación de la edad con mayor precisión es indispensable para poder elaborar perfiles paleodemográficos de estas poblaciones. El método de observación de los cambios degenerativos que sufre la sínfisis púbica desarrollado Gilbert & McKern y que se utiliza umversalmente para determinar la edad al momento de morir es altamente confiable, aventajado solamente por el conteo microscópico de osteones. 134 135 136 Inferencias no posibles Un último aspecto para comentar es lo que he denominado el "síndrome de la bola de cristal" en antropología física. Esto se presenta al querer explicar fenómenos sociales que esta disciplina no puede aclarar por la naturaleza misma de su método. Con base en datos antropométricos, Rodríguez plantea que hay homogeneidad morfológica entre los hombres, pero que el grupo de las mujeres es muy heterogéneo (Rodríguez 1987:82, 86; 1989:101). Esto lo interpreta como evidencia de "...una población exogámica patrilocal y virilocal" (1987:87). De nuevo, me parece que se hacen interpretaciones con ligereza, con base en elementos que son tan frágiles como una serie de dimensiones métricas. Tomé algunas de éstas al azar, y al calcular la desviación normal se vio que la variabilidad no es significativa con el grupo de los hombres. Para este tipo de comparación, es más certero analizar los caracteres no métricos determinados por estructuras genéticas que sí podrían ser elementos con mayor información poblacional a nivel de establecer diferencias grupales. 1 £ Considero que la inferencia de estructuras de parentesco y de normas matrimoniales entre los muiscas está por fuera de las capacidades de la antropología física. Para ello se debe recurrir a la información documental. Un trabajo excelente es el de Villamarín y Villamarín (1975), en donde se hace patente la complejidad del tema. Uno de los apartes de dicho trabajo que viene al caso de este debate dice: "Parece que los chibcha fueron exógamos con respecto a la uta, aun cuando practicaban tanto la endogamia como la exogamia con respecto a las unidades sociales grandes, la capitanía y la comunidad" (Villamarín y Villamarín 1975:175). y también: "El matrimonio era preferentemente matrilateral entre primos cruzados, con residencia marital virilocal con preferencia de residencia avunculocal de los hijos" (Villamarín y Villamarín 1975:177). Esto es, que los hijos (tanto hombres como mujeres) debían regresar a residir en sus poblaciones de origen dentro del grupo matrilineal. De tal manera, en términos de parentesco la exogamia (1) no era generalizada, (2) cuando sí se practicaba, la residencia era 137 virilocal, lo cual implicaba que (3) la norma de avunculocalidad se cumplía para los hijos. De tal manera, el "pool" genético regresaba a su lugar de origen, y estas personas se quedaban residiendo con el tío hermano de la madre. Por otra parte, virilocal no es sinónimo de patrilocal y en el caso de los muiscas, la sociedad era claramente matrilineal. Espero haber aclarado puntos que me parecen importantes, pues creo que el potencial de los métodos modernos de la antropología física es muy grande, siempre que los datos se trabajen bajo criterios muy estrictos, y que las inferencias sobre procesos históricos se basen sobre un enfoque preferiblemente interdisciplinario. BIBLIOGRAFÍA Anónimo s.f. Epítome de la Conquista del Nuevo Reino de Granada. En: Friede, Juan (1960) Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada y Fundación de Bogotá (1536-1539). Banco de la República. Bogotá. Botiva Contreras, Alvaro 1989 La altiplanicie cundiboyacense. En: Colombia prehispánica. Regiones arqueológicas, pp. 77-115. Instituto Colombiano de Antropología. Bogotá. Hengen, O.P. 1971 Cribra Orbitalia: Pathogenesis and Probable Etiology. Homo Band XXII (2):57-75. Horn, Patrick 1985 A Review of the Evidence of Human Endoparasitism in the PreColumbian New World Through the Study of Coprolites. Journal of Archaeological Science 12: 299-310. Johannson, Ryan S; Horowitz, S. 1986 Estimating Mortality in Skeletal Populations: Influence of the Growth Rate on the Interpretation Levels and Trends during the Transtition to Agricuiture. American Journal of Physical Anthropology 71(2):233-250. Langebaek.Carl H. 1987 Mercados, poblamiento e integración étnica entre los Muiscas, siglo XVI. Colección Bibliográfica, Banco de la República. Bogotá. 138 Revista de Antropología y Arqueología Vol. VI, No.l, 1990 Departamento de Antropología, Universidad de los Andes. Bogotá. PATOLOGÍAS EN LA POBLACIÓN MUISCA Y LA HIPÓTESIS DE LA ECONOMÍA AUTOSUFICIENTE Carl Henrik Langebaek 139 PATOLOGÍAS EN LA POBLACIÓN MUISCA Y LA HIPÓTESIS DE LA ECONOMÍA AUTOSUFICIENTE Carl Henrik Langebaek1 Universidad de Pittsburgh Durante los últimos años novedosas investigaciones realizadas en el altiplano cundiboyacense han aportado nueva información sobre patologías y problemas de nutrición entre la población muisca (Correal 1985,' Boada 1988; Rodríguez 1988). Hoy, como resultado de esos estudios, sabemos más de los problemas de adaptación, prácticas culturales y economía de la población del altiplano que hace apenas unos pocos años, cuando el papel de la antropología física se limitaba a realizar mediciones craneales y del esqueleto postcraneal, así como a especular sobre problemas de filiación étnica, migraciones de pueblos y la supuesta superioridad de una raza sobre otra (Rodríguez 1988). La conciencia que existe entre los arqueólogos trabajando en el altiplano, en cuanto que a partir del estudio de restos óseos humanos somos capaces de inferir sobre patrones de alimentación, pautas de poblamiento y estratificación social, ofrece singulares posibilidades de profundizar nuestros conocimientos sobre los antiguos habitantes del altiplano (Correal 1985). El objetivo de este debate es el de discutir los planteamientos que últimamente se han publicado sobre las deficiencias de nutrición entre la población muisca de Samacá (Boyacá). En recientes publicaciones (Boada 1988; Mora 1987) se ha venido sosteniendo que el descubrimiento de numerosas patologías en esqueletos excavados en ese lugar "sugiere" que la población muisca no tenía una dieta balanceada. A su vez, las patologías descritas se han tomado como posible argumento en contra de la hipótesis desarrollada en trabajos sobre el carácter "autosuficiente" de la economía muisca (idea planteada originalmente en 1984) en la medida en que la evidencia arqueológica sugiere que las necesidades 1 Doy agradecimientos a Elizabeth Ramos y a Carlos Sánchez por leer atentamente el texto y hacer críticas constructivas. También agradezco a Robert Kruger por facilitar información bibliográfica que, de otro modo, me hubiera tomado un tiempo enorme recopilar. 140 nutricionales no pudieron ser solucionadas "de manera satisfactoria" (Boadal988:13). En este debate quisiera mostrar cómo las evidencias obtenidas desde el campo de la antropología física no contradicen la idea de una economía muisca "autosuficiente" tal y como fue planteada en trabajos previos (Langebaek 1984; 1987). Con ese propósito en mente, pretendo recordar cuáles han sido los planteamientos sobre la autosuficiencia de la economía muisca, hacer un recuento de las posibles etiologías de las patologías identificadas a partir de restos óseos y, finalmente, indicar cómo lo uno y lo otro no son incompatibles. Hipótesis sobre el carácter de la economía muisca Los planteamientos sobre la naturaleza "autosuficiente" de la economía muisca se han desarrollado desde dos campos: la arqueología y la etnohistoria. Los argumentos sobre la "autosuficiencia" de la economía muisca a partir del análisis de documentos de archivo se pueden resumir así: primero, que la agricultura constituía el principal renglón de la economía muisca, particularmente en lo que respecta al cultivo del maíz y, secundariamente, de una gran variedad de tubérculos de altura y cultígenos de las tierras bajas; segundo, que la mayor parte de la población muisca tenía sus aldeas de residencia habitual sobre los bordes de los valles fríos, áreas cercanas a pantanos ricos en pesca y cacería, tierras apropiadas para el cultivo y, sobre todo, con acceso a páramos y laderas templadas de la cordillera donde se podían cultivar productos variados propios de cada piso térmico (Langebaek 1984). La existencia de una agricultura intensiva, aunada a las evidencias del control de áreas de diferentes condiciones ecológicas, implica que los cacicazgos muiscas aspiraban a satisfacer autónomamente todas sus necesidades más básicas, particularmente en lo tocante a la producción de alimentos, sin depender de las redes de intercambio. Por otra parte, los excedentes producidos habrían permitido mantener especialistas desligados de la producción directa de alimentos (por ejemplo caciques, jeques y especialistas artesanales entre otros), lo cual habría hecho de la muisca una sociedad con un desarrollo significativo de la especialización artesanál y la complejidad social. Sin embargo, también se hizo énfasis en el carácter "redistributivo" de la economía muisca y en que el "poder" de los caciques dependía de su generosidad al administrar los excedentes comunales (Langebaek 1987). Desde el punto de vista de la arqueología, particularmente a partir de la comparación de diversos yacimientos de los períodos 141 Herrera y Muisca1 , se arguyó que el Muisca correspondió a un período de incremento poblacional (como se puede inferir de la mayor cantidad de asentamientos y su mayor tamaño promedio en relación a períodos anteriores) y de intensificación en el cultivo del maíz (Langebaek 1987b). Aún hoy, resulta fundamental hacer énfasis en que la población del altiplano tenía una "economía autosuficiente en lo que respecta a la producción de comida" - es decir, que los muiscas no dependían de comida producida por otras etnias y que producían excedentes suficientes para alimentar a la comunidad y sostener especialistas - y que la importancia del maíz en relación con otros cultivos era abrumadora (Langebaek 1987). Recientemente, algunos investigadores han llegado a conclusiones semejantes - algunos con bases firmes, otros ciertamente no - particularmente en lo tocante a la explotación simultánea de diversas ecologías, no sólo para el altiplano cundiboyacense, sino también para otras áreas del norte de Colombia (aunque dicho sea de paso, no conozco un solo informe arqueológico que en vez de asumir, corrobore la "microverticalidad" entre los muiscas o entre los grupos de fa Sierra Nevada de Santa Marta). Sin embargo, cuando se hizo el planteamiento inicial, el modelo de la "autosuficiencia" contrastó enormemente con los argumentos que durante años predominaron en la literatura sobre los muiscas. En efecto, muchos autores, tanto antropólogos como geógrafos, sostenían que la base de la economía muisca eran los tubérculos de altura. Incluso, se llegó a pensar que los muiscas descuidaron sus prácticas de agricultura en beneficio de la producción especializada en textiles y productos de orfebrería, artículos que habrían intercambiado por alimentos con grupos de las tierras bajas adyacentes al altiplano. Otra idea comúnmente citada era que existía una población "rural" y otra "urbana" permanente y no un control "vertical" de pisos térmicos autónomo por parte de la población indígena. También se planteaba que los líderes políticos del altiplano eran déspotas que extraían tributo de una "clase" pobre de la población indígena (para un resumen de estos argumentos véase Langebaek 1987). 1 (N del E) Escribimos Muisca con mayúscula cuando se hace referencia al período cultural. El gentilicio, sin embargo, se escribe con minúscula. 142 Patologías identificadas en restos óseos muiscas De acuerdo con la descripción de esqueletos provenientes de Samacá, la población muisca sufría de numerosas patologías, y hay evidencias de problemas de nutrición que dejaron huellas en los huesos. De hecho, en una muestra de 37 esqueletos excavados en Samacá se encontraron evidencias de artropatía degenerativa, espondilolisis, fusión de vértebras, escoliosis, osteoporosis generalizada, tuberculosis de la columna vertebral (o mal de Pott), artritis séptica, otitis media supurativa, exostosis, cribra orbitalia, líneas de Harris, así como también problemas dentales: caries, hipoplasia del esmalte y cálculos adheridos. Algunas evidencias también sugieren la existencia de fracturas y de trepanación, aunque, evidentemente, estas no se pueden vincular necesariamente con deficiencias en nutrición (Boada 1988). Este también sería el caso de la escoliosis, desviación lateral del raquis, usualmente asociado a factores genéticos (Ortner y Putschar 1981:324). En la discusión que sigue, pretendo argumentar que las patologías que se describen para Samacá no contradicen el modelo planteado sobre la "autosuficiencia" de la economía muisca. Este argumento lo voy a desarrollar en dos pasos: Como primera medida, entro a mostrar cómo un modo de vida agricultor (especialmente cuando la dieta está basada en el consumo de maíz), el patrón de asentamiento como el que he descrito para los muiscas y altas densidades de población, se pueden relacionar estrechamente con el surgimiento de ciertas patologías. En otras palabras, se arguye que el modelo de "autosuficiencia" de la economía muisca no es sinónimo de ausencia de patologías. Segundo, quiero hacer énfasis en que para muchas de las patologías específicas descritas para Samacá la etiología no es clara, o probablemente está relacionada con variables como mayor énfasis en la vida sedentaria, énfasis en el cultivo del maíz y otras variables, que fueron planteadas como parte del modelo de economía "autosuficiente" para los muiscas. Economía muisca y patologías Enfermedad y nutrición están íntimamente ligadas. Todas las poblaciones del mundo, en los más contrastantes medios ambientales, condiciones de desarrollo teconológico y complejidad social, han estado expuestas a agentes patógenos. De hecho, no hay sociedad libre de enfermedades (Polgar 1964). Sin duda, una dieta 143 pobre o no balanceada disminuye las posibilidades que tienen los individuos de evitar el contagio o de sobreponerse a las enfermedades. Sin embargo, los procesos de contagio de enfermedades y de resistencia también incluyen complejas variables hereditarias, variables de higiene, patrón de poblamiento, medioambientales y costumbres culinarias entre otras (Goodman 1984 y Kelly 1989). A su vez, diversas enfermedades pueden estar frecuentemente interrelacionadas entre sí (Manchester 1987 y Powell 1988:33). Si por alguna razón el cuerpo humano adquiere una enfermedad, entonces se disminuye su capacidad de asimilar efectivamente los alimentos y ofrecer mayor resistencia a nuevas enfermedades. Una serie de aspectos definidos como parte de la hipótesis de autosuficiencia, como la agricultura intensiva de maíz, la capacidad de generar excedentes almacenables, el patrón de poblamiento que predominaba entre los muiscas y altas densidades de población, no son precisamente las condiciones ideales para reducir el riesgo de contraer enfermedades. Diversas, secuencias arqueológicas, particularmente en Norteamérica, sugieren que un mayor énfasis en la agricultura y la vida sedentaria, el surgimiento de complejidad social y la importancia del maíz, no sólo implican mayor trabajo para los miembros de la sociedad sino, incluso, un aumento importante en los índices de morbilidad (Cohen y Armelagos 1984; Kelly 1989 y Hodges 1989). Un trabajo clásico al respecto es el efectuado por Cassidy (1972) en el cual se comparan patologías inferidas a partir de restos óseos de individuos pertenecientes a comunidades agricultoras de maíz y a grupos cazadores recolectores. Otras evidencias provienen de estudios con restos óseos de poblaciones de Arkansas entre el 400 A.C y el 1800 D.C a partir de las cuales Rose (1984) encuentra una correlación positiva entre aumento demográfico y tasas de infección. Similares conclusiones obtienen Goodman y sus asociados (1984) en su estudio de los montículos Dickson, en Illinois, donde las evidencias de infección se duplican tras la adopción de la agricultura intensiva de maíz. De igual forma, Armelagos (1983:26) reporta cómo el análisis de esqueletos de la población Guangala, en la costa del Ecuador, sugiere que con la adopción de la agricultura se dio un incremento en enfermedades infecciosas, caries y mortalidad infantil. El conjunto de variables que vinculan aumento demográfico, énfasis en la agricultura de maíz y una vida relativamente sedentaria con una mayor incidencia de enfermedades contagiosas, involucra diversos factores. Por un lado, se puede asociar con la capacidad de almacenar alimentos y, con ellos, toda clase de agentes de 144 enfermedad (Cohen 1989:41). Por otra parte, puede tener que ver con las características mismas del maíz: el grano contiene fitatos que tienden a crear lazos insolubles con metales (incluido el hierro) en el intestino, provocando que ellos pasen a través del sistema digestivo sin ser absorbidos, favoreciendo estados de anemia y, por lo tanto, susceptibilidad de adquirir toda clase de enfermedades contagiosas (Cohen 1989:59). Por otra parte, el maíz no es una fuente muy adecuada de proteínas de alta calidad; el grano tiene un radio alto de contenido de leucina- isoleucina y muy poca lisina. Incluso, cuando consumido con fríjol, estos factores dificultan la absorción de nitrógeno, el cual a su vez es fundamental para el metabolismo (Powell 1988:37). Un patrón de poblamiento como el muisca también puede favorecer el contagio de enfermedades. En general, los grupos altamente móviles de cazadores recolectores se exponen a un enorme rango de los distintos agentes patógenos que predominan en las distintas partes donde tienen sus campamentos estacionales. Aunque esto representa una terrible desventaja en términos de exposición a agentes que causan enfermedad, por lo menos no se corren los riesgos que conlleva el permanecer en un sólo sitio la mayor parte del año. Un patrón de poblamiento como el muisca tiene, en términos de exposición a agentes patógenos, las desventajas de un patrón de poblamiento móvil y de uno sedentario. En efecto, el patrón de poblamiento predominante en el altiplano ha sido homologado al modelo de "microverticalidad" descrito por Oberem (1981) para los Andes ecuatorianos. Este modelo implicaba que al menos parte de la población permanecía en la aldea a lo largo del año, criterio que se considera resulta suficiente como para clasificar a una población como "sedentaria" (Rafferty 1985). Simultáneamente, el patrón de "microverticalidad" implica que cada familia tenía dos o más labranzas dispersas en diferentes regiones (Langebaek 1987). El hecho de que la mayor parte de la población permaneciera en un sólo lugar la mayor parte del año, pudo haber conllevado diversos problemas de salud asociados al "sedentarismo"; en particular aquellos derivados de la disposición de basuras que aumentan el riesgo de infección (Cohén 1989: 40-42) y del aumento del grado de "agregación" de la población, el cual, a su vez, incrementa la incidencia de enfermedades parasitarias, bacteriales y virales (Rose 1984 y Kent 1986). Los desplazamientos cortos a diferentes zonas ecológicas, por otra parte, favorecen la exposición a variados agentes patógenos (Cohén 1989:40-42). 145 Evidencias de patologías y su etiología Cribra Orbitalia y osteoporosis generalizada: La cribra orbitalia y la osteoporosis generalizada se asocian frecuentemente a anemia ferropénica (Goodman, Martin y Armelagos 1985). Este tipo de anemia se puede derivar de dietas pobres en hierro, o de dietas en las cuales sí se consumen alimentos ricos en hierro pero otros factores inhiben su asimilación. Algunos autores la han relacionado específicamente con problemas en el acceso a proteínas de alta calidad en la dieta (Cassidy 1972:70), mientras otros mencionan la presencia de parásitos en el intestino (Brothwell 1981:83) o incluso la incidencia de factores climáticos y hereditarios (Steinbock 1976) como variables importantes. Otros factores que pueden favorecer la anemia son la presencia de diarreas o hemorragias (Stuart-Macadan 1989:212213). Muy común resulta, por cierto, la interpretación de deficiencia de hierro como resultado de una dieta basada en el cultivo del maíz. Esta asociación se debe a la dificultad con que se asimila el hierro cuando se consume el grano. Cribra orbitalia resulta, en efecto, muy común en sociedades que dan ¿énfasis al cultivo del maíz (Scrimshaw, Taylor y Gordon 1969; Burguese y Dean 1962; y Cassidy 1972:70). Las evidencias de anemia causada por deficiencia de hierro, han sido tomadas durante mucho tiempo como signo de desnutrición. Recientes estudios plantean, sin embargo, que "es inusual que la anemia esté presente en un individuo saludable sólo como resultado de una dieta pobre" (Passmore y Eastwood et. al. en Stuart-Macadam 1989:212). Algunas investigaciones demuestran cómo individuos que padecen de anemia pueden tener dieta igual a la de individuos que no la padecen (Davison et. al. en Stuart-Macadam 1989:213). Simultáneamente, se sugiere que la deficiencia de hierro puede ser en muchos casos asintomática (Stuart-Macadam 1989). Otros factores dificultan interpretar las evidencias de anemia como síntoma de "mala salud" causada por problemas de desnutrición. En muchos casos, deficiencias en hierro pueden ser un mecanismo adaptativo que favorece que el organismo humano aumente sus defensas frente a agentes microbianos que dependen del hierro para su crecimiento (Stuart-Macadam 1989:215). También se ha sugerido que todos los niños padecen algún tipo de anemia "fisiológica" entre los 6 y 18 meses de vida, independientemente de condiciones de nutrición (Stuart-Macadam 1989:214). Cuando los requerimientos de hierro se incrementan, como por ejemplo en las mujeres durante el embarazo y la lactancia, la anemia ferropnica tiene mayor incidencia (Walker, citado en Kelly 1989:194). 146 Caries: Todas las poblaciones humanas padecen algún tipo de problema dental, sin que ello necesariamente se pueda vincular a escasez de alimentos o a la incapacidad de una población de satisfacer autónomamente el acceso a comida. La caries es una enfermedad infecciosa y transmisible que ocasiona la progresiva destrucción de los dientes. Las bacterias cariogénicas, particularmente Eatobacillus acidophilus y Streptococcus mutans actúan de acuerdo con variables tales como la morfología dentaria, la higiene y la dieta. La presencia de cálculos adheridos en piezas dentarias excavadas en Samacá (Boada 1989) sugiere que la falta de higiene pudo haber sido una variable importante en la incidencia de caries en los muiscas de Samacá. Es importante destacar también que la actividad de las bacterias cariogénicas se incrementa con la descomposición de alimentos ricos en carbohidratos, especialmente cuando tienen una textura pegajosa. Un ejemplo claro de este tipo de alimentos es el maíz. Muchas veces se ha relacionado frecuente ocurrencia de caries con sociedades agriculturas, particularmente con aquellas en las cuales el grano juega un papel importante (Ortner y Putschar 1981:438-439; Ford 1979:314; Scott y DeWalt 1980 y Powell 1985:319-320). Hipoplasia de esmalte: se trata de desórdenes que ocurren en la edad juvenil, descritos como malformaciones en el esmalte producidos por la interrupción metabólica en la producción de las células que producen el esmalte (Pindborg 1970). Es sumamente complicado determinar la etiología de esta malformación porque puede involucrar deficiencia en proteínas, minerales y vitaminas, por no mencionar factores hereditarios (Hodges 1989:35). Con alguna frecuencia, se puede asociar a pueblos que practican la agricultura intensiva, quienes a diferencia de los pueblos cazadores corren menos riesgo de frecuentes períodos de escasez de alimentos, pero mayor riesgo de severos períodos sin suficientes alimentos (Cassidy 1952 y Cohén 1989:110). Por cierto, la ocurrencia de hipoplasia de esmalte no sólo indica que hubo problemas en el acceso a una dieta adecuada durante un breve período de tiempo. Su presencia también indica que el organismo sujeto a esa deficiencia fue capaz de superarla (Hodges 1989:35). Líneas de Harris: Su presencia indica períodos en los cuales se interrumpió el crecimiento del hueso. Las líneas de Harris se pueden asociar a múltiples etiologías: factores congénitos, deficiencia en el acceso a proteínas o vitaminas A, C y D, patologías diversas relacionadas con la presencia de anemia (que a su vez se puede relacionar con la importancia del maíz) e incluso problemas emocionales (Cassidy 1972:133; Steinbock 1976:46-47 y Martin, 147 Goodman y Armelagos 1985:258). Es muy difícil saber si las líneas de Harris indican la presencia de enfermedades de corta duración o, en efecto, malnutrición crónica (Brothwell l981:185; Steinbock 1976:55; Martin, Goodman y Armelagos 1985:258 y Cohen 1989:110). En general, es razonable asumir que sólo cuando una alta proporción de individuos tiene líneas de Harris se puede hablar de problemas de nutrición (Brothwell 1981:185). Boada (1987:8) sostiene que 8 (21.6% de la muestra) esqueletos presentan líneas de Harris. Estudios contemporáneos muestran que hasta un 100% de infantes y un 24.3% de adultos muestran líneas de Harris (Steinbock 1976:49). Al igual que con la hipoplasia del esmalte, la presencia de líneas de Harris indica no sólo que el individuo padeció algún problema durante su crecimiento. Tambié n indica que el organismo fue capaz de superarlo (Hodgesl989:4). Tuberculosis: Algunos estudios sugieren que la resistencia del organismo al contagio de tuberculosis puede decaer por causa de deficiencias nutricionales o por la incidencia de otras enfermedades (Buikstra 1981). La tuberculosis se puede adquirir mediante el consumo de aguas contaminadas, carne cíe animales domésticos y a través de heridas (Kelly 1989:192). El riesgo de contraer tuberculosis también aumenta, desde luego, cuando las condiciones para el desarrollo de las bacterias que causan la enfermedad son propicias. La posibilidad de infección de tuberculosis se incrementa en condiciones de alta incidencia de la enfermedad en poblaciones sedentarias y numerosas (Buikstra 1981 y Manchester 1989:176). Algunos autores favorecen una estrecha correlación entre tuberculosis, altas concentraciones de población, mayor énfasis en la vida aldeana sedentaria y la intensificación de prácticas agrícolas (Cokburn 1963 y Cohén 1989:117). Artropia degenerativa y osteoporosis: Las causas de enfermedades artríticas en general están lejos de ser conocidas. Traumas y factores dietéticos pueden precipitar su manifestación. La artropia degenerativa se asocia también a condiciones duras de trabajo, y a procesos asociados con la edad e incremento en el peso del cuerpo, procesos éstos que constituyen el desgaste natural del cuerpo y no evidencia de "buena" o "mala" salud derivada exclusivamente del factor nutrición (Brothwell 1981:46). Diversos estudios vinculan la agricultura, particularmente la de maíz, con sistemas de producción que demandan considerables cargas trabajo (Boserupl981 y Cohen 1989:117), aunque hay excepciones a la norma (Rose 1984). La vejez también es una variable importante para explicar la osteoporosis, usualmente definida como el proceso de rarefacción en los huesos por aumento de los espacios sin 148 descalcificación (Campillo 1983:133). La caída en la producción de estrógenos asociada a la menopausia se cita, en efecto, como una de las más comunes causas de osteoporosis (Ortner y Putschar 1981). Artritis séptica: es causada por bacterias que entran a través de la corriente sanguínea e infectan el hueso, y con alguna frecuencia se asocia al desarrollo de la osteomielitis (Ortner y Putschar 1981:399 y Steinbock 1976:299). La incidencia de artritis séptica se relaciona con diversos factores como el tipo de microorganismo patógeno y su virulencia, así como la resistencia que oponga el organismo (Morse 1978: 15). La resistencia a la artritis séptica, como en el caso de todas las infecciones contagiosas, puede disminuir por problemas de anemia y la exposición a otros agentes patógenos. Como con las demás enfermedades, las condiciones generadas por sedentarismo y "agregación" de población pueden jugar un papel importante en la adquisición de la enfermedad, gracias al incremento de la posibilidad de estar expuesto a los agentes patógenos que la causan. Conclusiones Los datos aportados por investigaciones desde el campo de la antropología física enriquecen, sin duda, nuestros conocimientos sobre la sociedad muisca. Los hallazgos efectuados en Samacá - y otros lugares del altiplano - demuestran que la población muisca, como cualquier población humana, no estaba libre de enfermedades. Sin embargo, este hecho no resulta suficiente para descartar la idea de una economía autosuficiente entre los cacicazgos que ocupaban el altiplano. Algunas de las patologías identificadas entre los muiscas (Cribra Orbitalia, p.e.) pueden ser, incluso, asociadas a algunas de las características de la economía muisca que hemos descrito en nuestro modelo de "autosuficiencia", particularmente por lo que se refiere al consumo intenso del maíz; en otros casos, las posibles etiologías de las enfermedades (tuberculosis y artritis séptica) y de huellas en los huesos y dientes (líneas de Harris e hipoplasia del esmalte) o bien no son claras, o se inclinan también a apoyar la idea de una agricultura intensiva, niveles de población relativamente altos y una dieta basada en maíz. El modelo de "autosuficiencia" muisca hace énfasis en que los cacicazgos muiscas del altiplano hicieron uso de tierras en diferentes regiones con el fin de solucionar necesidades básicas, sin tener que depender de redes de intercambio que les suplieran de alimentos. Esto no se puede tomar como equivalente a decir que los muiscas vivieran en una paraíso ilusorio libre de patologías. En otras 149 palabras, la presencia de enfermedades en una población dada de ninguna manera puede tomarse como "prueba" de que esta no fue capaz de mantener el acceso autónomo a los alimentos. Una serie de factores, como el grado de virulencia de los agentes patógenos, un mayor énfasis en la vida sedentaria, costumbres de alimentación y de higiene, entre muchas otras, juegan un papel importante en el desarrollo de patologías. Una economía basada en el cultivo del maíz, unida a altas densidades poblacionales, puede generar problemas de nutrición sin que de ninguna manera ello implique que la población tenga que depender de fuentes foráneas para el abastecimiento de alimentos. Finalmente, quisiera hacer un comentario de orden metodológico: una pregunta que inmediatamente se deriva de lo que he venido discutiendo arriba es: ¿hasta qué punto la muestra de esqueletos de Samacá es representativa? Obviamente, una muestra mayor que 37 esqueletos sería bienvenida, pero aún así no comparto el argumento de que "no vale la pena" hacer estudios estadísticos a partir de la muestra de esqueletos excavada en Samacá (Boada 1989). Con una muestra pequeña se pueden hacer estimativos de los valores del universo, con el único inconveniente de que los márgenes de error se hacen más grandes entre más pequeña sea la muestra. Con los datos de Samacá es posible hacer estimativos. Así, por ejemplo, con un 65% de confiabilidad dados 7 esqueletos con osteoporosis y N=37, podríamos estimar que en la población muisca habría entre un 12.5% y un 25.3% de individuos con osteoporosis (asumiendo la u=x+/-S.E). Si queremos hablar con un 80% de certeza, entonces entre la población muisca habría entre un 10.57% y un 27.23% de individuos con osteoporosis, estimativo que de por sí es interesante. Cálculos semejantes se pueden realizar en todos los casos y considero que siempre vale la pena presentar la información en estos términos. Un factor realmente preocupante de la muestra de Samacá, sin embargo, es que el porcentaje de esqueletos de hombres y mujeres está bien alejado del esperado 50-50%, lo cual implica alguna dificultad en asumir que la muestra es representativa. BIBLIOGRAFÍA Armelagos, George. 1983 Human Skeletal Remains from OGSE-MA -172. An Early Guangala Cementery Site on the Coast of Ecuador. Journal of Washington Academy of Sciences, 73(1): 16-27. 150 Boada, Ana María 1988 Las patologías óseas en la población de Marín. Boletín d e Arqueología 3(l):3-24. Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales. Bogotá. Boddington, A.N. et al (eds). 1987 Death, Decay and Reconstruction. Approaches to Archaeology and Forensic Science. Manchester University Press. Manchester. Boserup, Ester. 1981 The Conditions of Agricultural Growth. Aldine Publishers, Chicago. Buikstra, J.E. 1981 Prehistoric Tuberculosis in the Americas. Northwestern Archaeological Program. Evanston. Burguese, A. y Dean R.F. 1962 Malnutrition and Food Habits. Tavistock Publications. Londres. Campillo, Domingo. 1983 La enfermedad en la prehistoria. Introducción paleopatología. Salvat Editores. Barcelona. a la Cassidy, Claire. 1972 A Comparison o f N u t r i t i o n a n d H e a l t h in Preagricultural and Agricultural Amerindian Skeletal Population. Tesis de grado doctoral (sin publicar), Universidad de Wisconsin. Cockbum, Aidan. 1963 The Evolution and Erradication of Infectious Diseases. Johns Hopkins Hospital. Baltimore. Cohén, Mark N. s.f Health and the Rise of Civilization. Yale University Press, Binghamton. Nueva York. Cohén, Mark N y Armelagos, George (eds). 1984 Paleopathology and the Origins of Agriculture. Academic Press. Orlando. Correal, Gonzalo. 1985 Algunas enfermedades precolombinas. Revista de la Universidad Nacional 1(1), Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 151 Ford, Richard. 1979 Paleoethnobotany in American Archaeology. En: Schiffer M. Ed: Advances in Archaeological Method and Theory 2:286-324. Goodman, A et. al. 1984 Health changes at Dickson Mounds, Illinois (A.D. 950-1300). En: Cohén y Armelagos Eds: Paleopathology and the Origins of Agriculture 271-306. Academic Press, Nueva York. Hodges, Denise. 1989 Agricultural Intensification and Prehis toric Health in the Valley of Oaxaca, México. Memoires of the Museum of Anthropology, University of Michigan, 22. Ann Arbor. Kelly, Marc A. 1989 Infectious Diseases. En: Yasar Iscan M. y Kennedy K, E d s : Reconstruction of Life From the Skeleton 129- 160. Alan R. Liss. Nueva York. Kent, Susan. 1986 The Influence of Sedentism and Aggregation on Porotic Hyperostosis and Anemia: A Case Study. Man 21:605-636. Langebaek, Cari Henrik. 1984 Comentarios sobre teorías acerca de limitaciones de la agricultura muisca. II Congreso de Antropología en Colombia, ICFES. Bogotá. 1987a Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, siglo XVI. Colección Bibliográfica, Banco de la República. Bogotá. 1987b Los períodos agroalfareros del altiplano cundiboyacense vistos desde "El Muelle", Sopó, Cundinamarca. Revista de Antropología, 2(1-2): 127-142, Universidad de los Andes. Bogotá. Manchester, Keith. 1987 Skeletal Evidence for Health and Disease. En: Death, Decay and Reconstruction. Approaches to Arc haeology and Forensic Science. Manchester University Press. Manchester. Martin, Debra; Goodman, A. y Armaelagos, George. 1985 Skeletal Pathologies as Indicators of Quality and Quantity of Diet. En: Gilbert, R. y Mielke, J. Eds: The Analysis of Prehistoric Diets 227-270. 152 Mora, Santiago. 1988 Reseña a: Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, siglo XVI. En: Revista Colombiana de Antropología, (26):249250. Morse, Dan. 1978 Ancient Disease in the Midwest. Reports of Investiga tions No. 15, Illinois State University. Oberem, Udo. 1981 El acceso a recursos naturales de diferentes ecologías en la sierra ecuatoriana (siglo XVI). En: Contribución a la Etnohistoria Ecuatoriana. Colección Pendoneros, 70. Otavalo. Ortner, DJ. y Putschar, W.G. 1981 Identification of Pathological Conditions in Human Skeletal Remains. Smithsonian Insütution Press. Washington. Pindborg, Jens Jorgen. 1970 Pathology of the Dental Hard Tissues. W.B. Saunders. Filadelfia. Polgar, Steven. 1964 Evolution and the Ills of Mankind. En: Tax, S. Ed: Horizons in Anthropology 200-211. Aldine. Chicago. Powell, Mary Lucas. 1988 Status, Health and Prehistory. Smithsonian Institution Press. Washington. Rafferty, Janet E. 1985 The Archaeological Record of Sedentism: Recognition, Development Implications. En: Schiffer, M. Ed: Advances in #and Archaeological Method and Theory 8:113-156. Academic Press, Orlando. Rodríguez, J Vicente. 1987 Acerca de la supuesta debilidad mental y física de los muiscas como posible causa de su conquista y posterior extinción. En: Arqueología, 5(2):42-46. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Rose, J. 1984 Paleopathology and the Origins of Maize Agriculture in the Lower Mississipi Valley and Caddoan Culture Áreas. En: Cohén M. y Armelagos G. Ed: Paleopathology and the Origins of Agriculture 393-424. Academic Press. Nueva York. 153 Scott, Eugenie y DcWalt, Billie. 1980 Subsistencc and Dental Pathology Etiologies from Coastal Perú. Medical Anthropology 4(2):263 -285. Scrimshaw, N.; Taylor, C. y Gordon, J. 1969 Interaction of Nutrition and Infection. Organización Mundial de la Salud. Genova. Steinbock, Ted. 1976 Paleopathological Diagnosis and Interpretaron. Charles C. Thomas Publishcr, Springfield, Illinois. Stuart-Macadam, P.L. 1989 Nutriüonal Deficicncy Discases: A Survey of Scuvury, Rickets and IronDcficicncy Anemia. En: Yasar Iscan M. y Kennedy K. Ed: Reconstruction of Life from the Skeleton, pp.201- 222, Alian R. Liss. Nueva York. 154 COMENTARIOS 155 Comentarios sobre el debate: Mitos y verdades sobre la desnutrición entre los muiscas: una visión crítica. Comentario por Ana María Boada R. ¿Hay desnutrición entre "Los muiscas"...o en los modelos? En este número, Cárdenas pone en tela de juicio las conclusiones de la desnutrición de poblaciones en trabajos efectuados en el altiplano, particularmente la de Soacha, exponiendo una serie de argumentos muy específicos. Sin embargo, quisiera detenerme en ciertos temas que se relacionan con la dificultad de los diagnósticos de poblaciones humanas. Muchos de los esqueletos investigados en esta región por Gonzalo Correal, José Vicente Rodríguez, Felipe Cárdenas y Ana María Boada, presentan enfermedades asociadas a una nutrición desbalanceada o que se relaciona con ella. El problema, fuera del ya mencionado por Cárdenas referente al diagnóstico, es establecer hasta qué punto una nutrición es adecuada o no; cuáles son los niveles mínimos de nutrición para que un individuo sobreviva y cuál es el nivel mínimo de tolerancia para que un individuo se desempeñe normalmente durante su vida. Últimamente, las excavaciones de las poblaciones arqueológicas han permitido obtener muestras aceptables de los antiguos habitantes "muiscas" del altiplano cundi-boyacense cuyo análisis ha dejado ver un relativo estado de salud, que ha coincidido en el norte y en el sur de la zona en ser bastante precario. Esta deficiencia general se ha atribuido a malnutrición, lo que contrasta, a juiciode Cárdenas, con algunos trabajos como el de Langebaek (1987) en el que se argumenta una producción alimenticia muy eficiente basada en la explotación de recursos de diversos pisos térmicos. El problema central de esta aparente contradicción estriba, primero, en la confiabilidad d e los diagnósticos efectuados sobre las poblaciones humanas (como lo argumenta Cárdenas para la zona de Soacha); y segundo, en la exactitud de la información referente a la disponibilidad de los "recursos multiclimáticos" en términos espaciales y cronológicos. En este punto, se debería analizar la adquisición de recursos en cada localidad, la cantidad, la calidad y tipo de productos consumidos localmente. Si bien el libro de Langebaek constituye un aporte muy valioso en la identificación de productos p a r a cada localidad, no tiene la información completa puesto que no era ese su objetivo. Sin embargo, el modelo general que plantea sí constituye un inconveniente en el .sentido de inducir a una conclusión de abundancia de producción general en el altiplano cund iboyacense. Esta imagen está construida con base en datos locales reseñados en documentos de archivo que al unirlos forman un mosaico, quizás muy disperso, del cual se llega a una conclusión general. Este trabajo constituye una buena base para empezar a investigar sobre la producción local y con otros datos, eventualmente llegar a reconstruir las dietas de cada población, pero no como modelo general de producción. 156 La reconstrucción de una dieta local requiere de la identificación de las plantas alimenticias a través de documentos de archivo, pero particularmente de análisis de polen, fitolitos y macrorestos. Una vez identificadas las especies animales y vegetales consumidas mediante un contexto arqueológico que las vincule a las poblaciones humanas de la zona -esta información debe relacionarse con el estado de salud de la población que dispuso de ellas pues muchas veces, a pesar de que en una región existe una disponibilidad enorme de recursos, encontramos una deficiencia en salud. La causa de esta falla puede deberse a problemas de malnutrición causados por la explotación de sólo algunos de los recursos contenidos dentro del amplio espectro disponible, cualquiera que sea la razón; o por restricciones de tipo cultural; o porque el control político que ejerce una comunidad sobre un área no le permite a otra tener acceso a una mayor variedad de recursos; o, como lo anota Cárdenas, por problema de metabolismo o parásitos - entre otras razones. De esta manera, aun cuando hay una estrecha relación entre producción y consumo, el hecho de que una sea efectiva no implica que la otra lo sea. Un ejemplo concreto de esto - y para el que definitivamente falta mucha investigación aún - es el de Marín, un asentamiento arqueo-lógico de los siglos XIII y XIV DC ubicado en el Valle de Samacá (Boyacá). El medio ambiente del área estaba constituido por un clima frío y seco (2600 msnm, 21°C-18°C, 500lOOOmm de pluviosidad) y había una laguna cerca del sitio. Los restos de fauna y flora identificados hasta ahora provienen de restos óseos de animales como el venado, curí, borugo, fara, y aves y macrorestos vegetales carbonizados de maíz, fríjol, cereza y otras en proceso de identificación. En la muestra humana se identificaron una serie de patologías como anemia ferropénica, osteoporosis generalizada en todas las edades y ambos sexos, alta incidencia de caries dentales, infecciones - particularmente en piezas dentales en forma de abscesos, líneas de Harris e hipoplasia del esmalte, entre otras. Todo esto llevó a proponer la existencia de malnutrición en esta muestra. Aun cuando evidentemente faltan análisis que suministren un espectro alimenticio más completo, por el momento los datos disponibles dejan ver una dieta disponible muy amplia, que tiende a contrastar con el estado de salud de la población. Es probable que otros factores estén incidiendo en la salud de los habitantes de Marín. Pero para saber qué es, tanto en este caso como en el de Soacha o en cualquier otro, primero es necesario agotar los argumentos referentes a la disponibilidad de productos y luego sí entrar en aspectos más complicados como patrones culturales de consumo, en los que es importante el procesamiento de alimentos, la manera de combinarlos, las restricciones para su ingestión, etc. Desafortunadamente, los análisis de coprolitos, columnas de polen, fitolitos, macrorestos, contenidos químicos de los huesos humanos que dan información sobre las dietas, son un aspecto poco investigado en el país, particularmente porque constituyen un tema que las instituciones nacionales que financian los proyectos no consideran prioritario. 157 Comentario por Roberto Lleras Pérez Museo del Oro, Bogotá Jamás me cansaré de repetir que la arqueología es una disciplina extremadamente complicada; en ella se presenta con más fuerza que en cualquiera otra un desequilibrio enorme entre los ambiciosos objetivos del estudio y los muy escasos recursos informativos que proporcionan los hallazgos y yacimientos. Reconstruir la hallazgos y yacimientos. Reconstruir la forma de vida, organización, creencias e historias de sociedades sobre la base de minúsculos fragmentos de tiesto, piedras o huesos: eso es lo que intenta la arqueología. Es natural que ante esta situación en los arqueólogos siempre esté latente una esperanza de encontrar algo o alguien que les resuelva sus dificilísimos problemas, que les entregue nuevas pistas, antes insospechadas, mediante las cuales se pueda armar el rompecabezas de sus hallazgos. En esta dirección se han explorado muchas ciencias auxuliares como la física, la química, la biología y, por supuesto, la antropología física. Dejando de lado los problemas relativos a la preparación de los arqueólogos, que en Colombia son agudísimos, resulta obvio que nadie puede dominar desde la disciplina arqueológica toda la variada gama de conocimientos de las ciencias auxiliares. Hay pues, al tiempo, esperanza y desconocimiento y esta mezcla es terreno fértil para toda suerte de fenómenos curiosos: uno que toca directamente al tema de este comentario es el de ciertos individuos para los cuales no puedo encontrar un apelativo más adecuado que el de Profetas. Los Profetas llegan generalmente desde lejanas tierras, a veces regresando a un país que antes ingratamente no los reconoció. Su ingreso al campo de la arqueología es, casi siempre, marginal; se hace a través de contribuciones menores a proyectos más o menos grandes de corte clásico y viene después, en forma súbita y fulgurante, el despliegue irresistible de la profecía. A manera de ilustración, recordemos a un gran Profeta de hace algunos años, Robert Eidt, quien profetizó que con base en el análisis de fosfatos en suelos podría resolver problemas cronológicos, tipos de plantas cultivados, diferentes clases de usos de los suelos, etc (Eidt 1981, 1983; Plazas y Falchetti 1981). Lo malo es que, invariablemente, después de la profecía viene la decepción ya que ésta no resiste el más mínimo nivel de análisis crítico y se derrumba estruendosamente en medio de la indignación del Profeta y el estupor de sus crédulos adeptos. Las posteriores investigaciones y discusiones, en el caso anterior, han venido a demostrar que del análisis de fosfatos solo se pueden inferir conclusiones bastante más modestas y, sobre todo, más tentativas. Hoy, después del curioso ciclo del auge y caída, el análisis de fosfatos se considera como una herramienta auxiliar muy valiosa, pero incapaz por si misma de resolver todos los problemas de la arqueología. He traído a cuento el ejemplo anterior porque ilustra maravillosamente lo que está ocurriendo actualmente alrededor de la arqueología con la venida del nuevo Profeta de la antropología física. Y no se trata de que, en aras de demeritar un determinado trabajo, se esté exagerando; véanse los planteamientos contenidos en Rodríguez (1987, 1988) y Rodríguez en Botiva (1989) para comprobar que se está profetizando que, a través de sus estudios de antropología física se podrán resolver asuntos como la dinámica 158 paleodemográfica (con base en una muestra restringida de individuos cuya determinación de sexo es dudosa), las reglas de matrimonio y residencia, las estructuras de parentesco y la continuidad étnica de la población de la Sabana de Bogotá a lo largo de cerca de 12.000 años. No vale la pena volver sobre las razones que hacen que tal tipo de inferencias no sean científicamente aceptables, puesto que ellas han sido suficientemente expuestas por Felipe Cárdenas en el debate que aquí se comenta. Lo que sí vale la pena es resaltar que estas profecías no son solamente esporádicos brotes de especulación calenturienta, sino que ade más van revestidas de un absoluto desconocimiento y un total irrespeto por el trabajo de los arqueólogos. Se han necesitado varias décadas y el trabajo de más de una docena de investigadores para definir la peridización cultural de la Sabana de Bogotá; esto ha implicado la obtención de más de 30 fechas absolutas, estudios de polen, la clasificación, análisis y comparación de miles de artefactos líticos y cientos de miles de fragmentos cerámicos. De repente, de buenas a primeras, el Profeta revela una visión inaudita: sus mediciones craneales (refinadas según las más modernas técnicas del siglo pasado - ver fechas de las referencias bibliográficas) le revelan que esta periodización no es válida -¡desde el lítico hasta los muiscas se trató del mismo pueblo! Ad mirable ¿cierto? De la misma forma se ignora el trabajo de los etnohistoriadores y sobre supuestas heterogeneidades u homogeneidades de los esqueletos masculinos o femeninos (cuya determinación sexual es dudosa) se postulan reglas de parentesco y residencia que nada tienen que ver con la realidad; solo profecías vacías de contenido que se pretende hacer valer más que todos los estudios realizados a lo largo de tantos años. Por supuesto, sorprende más el hecho de que la profecía haya llegado a tener alguna credibilidad dentro del ámbito arqueológico que su mismo contenido. Pero, en fin, la historia siempre ha estado llena de profetas y de quienes les siguen. Les corresponde a los científicos con preparación y honestidad profesional ir desbaratando cada brote profético. Este debate, cuidadosamente documentado y cabalmente argumentado por Felipe Cárdenas, constituye un excelente ejemplo de esta nueva tarea que se le impone a la arqueología. Comentarios sobre el debate: Patologías en la población muisca y la hipótesis de la economía autosuficiente. Comentario por Santiago Mora C. Fundación Erigaie Instituto Colombiano de Antropología Anotaciones a un modelo: ¿qué estudia la arqueología en el área muisca? Hace tan solo 40 afios todo era más sencillo. Los depósitos arqueológicos reflejaban directamente la forma en la cual sus habitantes habían vivido. Un fogón se componía de unos pocos elementos como carbón y algunas piedras; la mancha dejada por un agujero era, indudablemente, una vivienda; una alta concentración de fragmentos cerámicos indicaba la 159 presencia de un botadero; un instrumento de piedra con rastros de haber sido utilizado para macerar podía dar origen a una comunidad de cultivadores de maíz. En fin, era posible leer directamente los restos arqueológicos; los mismos revelaban la historia de pueblos enteros. Este procedimiento se vio reforzado en las últimas décadas por importantes desarrollos tecnológicos que permitieron precisar algunos aspectos de las ocupaciones definidas: fue reemplazada la cronología relativa por el uso, hoy difundido, de sistemas absolutos. Este fue el inicio de una serie de cambios relativos al tipo de informaciones con las cuales se podía contar para una región geográfica. Hoy se requiere de una multitud de análisis para poder proponer un modelo que explique, al menos de forma parcial, el comportamiento de los antiguos habitantes de una zona. Una mancha en el suelo no es una vivienda. Es necesario seguir la historia de la formación del sitio, las actividades que allí se dieron durante la ocupación y la forma en la cual los rastros y vestigios fueron afectados (alterados) después del abandono del lugar. Todo esto debe realizarse teniendo en cuenta que los procedimientos involucrados en la recuperación de las informaciones contribuirán a marcar el camino que seguirá la interpretación que la precede. Esta serie de complicaciones son magnificadas cuando se intenta comparar asentamientos, delimitando sus áreas de influencia, zonas de captación de recursos, e insertarlos dentro de un pais aje en el cual coexistieron otros asentamientos que participaron de una red de interacciones. Pero no solmente se debe llegar hasta allí: es necesario incluir dentro de esta explicación, que contiene todas las informaciones de los contextos de ocupación, alteración y recuperación, los datos aportados por fuentes paralelas como lo son la antropología física, la botánica, la zoología y muchas otras. Los cambios en la forma por medio de la cual nos aproximamos a los yacimientos, no solamente tienen que ver con las nuevas técnicas para recuperar datos, analizarlos o precisarlos. Estos se encuentran íntimamente ligados a una nueva concepción que en algunos casos antecedió y en otros precedió la introducción de nuevas técnicas. Esto último es verdadero para la cas i totalidad de la arqueología que se practica en el mundo. Colombia tiene áreas que se han mantenido al margen de estas transformaciones. Una de ellas es el altiplano cundiboyacense y en particular el período de ocupación que ha sido denominado como muisca; algunos investigadores llegaron a pensar que ya todo estaba dicho. Se podría decir que en el altiplano se inició la arqueología de nuestro país y desde sus inicios obedeció a un modelo, al cual nos hemos aferrado por cincuenta años, sin que el mismo sufra transformaciones significativas. Resulta verdaderamente interesante detenernos en las características y estrategias de investigación que han creado un sistema sempiterno. Los cronistas fueron la base que dio pie a esta historia. Desde mediados del siglo pasado se intentó delimitar territorios étnicos, empleando como criterio básico los espacios ocupados por los indígenas que vieran los conquistadores. De este modo fue posible establecer una equivalencia, desde una época temprana en los estudios históricoarqueológicos, entre conjuntos de 160 restos y grupos humanos. De tal forma, los vestigios hallados en zonas particulares tomaron el nombre de un grupo histórico. Ejemplo de ello lo es el altiplano cundiboyacense, que es un sinónimo de muisca (ReichelDolmatoff 1986:18). Con posterioridad y gracias a las excavaciones arqueológicas fue posible detectar grupos más antiguos, tanto de ceramistas como de cazadores -recolectores y horticultores. La distribución de estos conjuntos en una columna temporal definió periodos para las ocupaciones. En el altiplano cundiboyacense correspondió a Muisca el lapso de tiempo comprendido entre el 800 DC y el 1600 DC, aproximadamente1. chibchas: organización sociopolítica, de Sylvia M. Broadbent (1964); y recientemente Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, siglo XVI, de Cari H. Langebaek (1987), para citar algunos de una larga lista. En la totalidad de estos escritos se ha transmitido la idea de una sociedad altamente desarrollada, imagen sustentada por datos relativos a la organización política, legislación y sistemas económicos, con énfasis en el 1 La secuencia cronológica se ha establecido a partir de 25 fechas de C14. El 40% de ellas se ubican entre el año 1400 y 1600 DC; un 20% entre 1200 y 1400 DC; 32% entre el año 1000 y el 1200; y el 8% entre el 800 y el 1000 DC. ¿Pero cómo se construyó la imagen de los muiscas que vieron a lo largo de este tiempo? Indudablemente, esta se basaba en los relatos de cronistas como Oviedo y Valdés (1537), Castellanos (1601), Piedrahita (1668), Simón (1626), y Rodríguez Freile (1636), así como en la consulta de algunos documentos de archivo. Sobre los primeros d ice Broadbent: "...la literatura sobre los chibchas (hoy muiscas) consiste en una secuencia de estudios sobre estudios, basados finalmente en fuentes perdidas" (1964:11). De este modo se han efectuado recuentos buenos y malos. Entre ellos se deben mencionar Del barro al acero en la Roma de los chibchas, de Gabriel Camargo Pérez (1961); Los muiscas: organización social y régimen político, de José Rozo Gauta (1978); De los chibchas a la Colonia y a la República: del clan a la encomienda y al latifundio en Colo mbia, de Guillermo Hernández Rodríguez (1978); Los 161 intercambio y la producción. Igualmente s e ha destacado la existencia de diferentes territorios políticos internamente del área ocupada por los muiscas; un jefe político denominado Zipa controlaba ei sur, en tanto que el Zaque hacía lo propio con el norte. Además existían unos territorios independientes. Estos espacios políticos cobraron una mayor relevancia a partir de la publicación en 1973 del texto El territorio de los muiscas a la llegada de los españoles, de Falchetti y Plazas; en él se incluía un mapa, que desde entonces se transformó en El Mapa del Territorio Muisca. En lo sucesivo, éste sería empleado para ubicar espacialmente datos de cualquier época de la ocupación muisca. El uso de esta sectorización política se ha difundido a tal punto, que no resulta para nadie sorprendente que la organización de las investigaciones arqueológicas de la región sean dispuestas siguiendo los territorios definidos para el siglo XVI. Este es el caso para el libro Colombia prehispánica: regiones arqueológicas (1989) publicado por el Instituto Colombiano de Antropología. Un volumen considerable de información, extraída de fuentes escritas, posibilitó la construcción de un marco. Las variaciones de éste pueden incluirse en dos fases. Durante la primera y más antigua se idealiza la sociedad muisca, otorgándole un carácter de "civilización mágica": se reemplaza la idea del bárbaro por la del buen salvaje. Un caso extremo de esta concepción la da el historiador Germán Arciniegas: "El oro para los chibchas no es sino el que por trueque adquieren de negociar con los caribes, con los coyaimas y natagaimas, con los indios de tierra caliente, que tenían que ser, naturalmente, indios bravos. Indios que comían pescado, manejaban el arco, andaban desnudos y ardían de entusiasmo en las guerras. Y sin embargo...sin embargo en la nación chibcha hay un elemento más sutil, una nota de la inteligencia, un sentido de la política, que le da toda una entidad y la salva por encima de las demás que, contempladas debajo de esta luz, tienen algo de barbarie. Son sus leyes, su organiz ación social, su equilibrio, es decir, una serie de caracteres que como que nacen de esta luz de lámpara turbia que ha continuado presidiendo nuestra vida cotidiana, ya que aún sigue modelando nuestro carácter que con mayor eficacia que ningún otro de los factores sociales o políticos que determinan a los demás pueblos en su evolución histórica. Aquí todo lo da el tono, el matiz, el silencio, las cosas que se callan, las cosas que no se hacen. Es mucho más lo que se sustrae a la vida que lo que se la entrega en manifestaciones ostentosas. Cuando los españoles establecieron su colonia sobre estos territorios, los chibchas se callaron, se recogieron, se confundieron con la azulenca neblina que baja de los páramos. Y eso es todo. (En: Camargo Pérez 1961 :IV). En la segunda fase se efectúan estudios que intentan una aproximación crítica al mundo de los muiscas. Este es el caso de los trabajos de Londoflo (1984a; 1984b) quien destaca elementos correspondientes a una sociedad en constante cambio, tanto en el pasado como durante la dominación española. Las fuentes arqueológicas aportan informaciones cuantitativa y cualitativamente diferentes. Dice Reichel-Dolmatoff refiriéndose a la arqueología del territorio muisca: 162 "Si evaluamo s la cultura muisca sólo s e g ú n l a c a n t i d a d y c a l i d a d d e s u s vestigios materiales que se han hallado hasta hoy en los yacimientos arqueológicos, difícilmente les atribuiríamos un n i v e l t a n a v a n z a d o como aquel que les asigna la literatura histórica arqueológica, antigua y aún moderna. Tomando rasgo por rasgo: arquitectura, urbanismo, funebria, cerámica, metalurgia, etc, queda evidente que varios cacicazgos del valle del Cauca, d e l a c o r d i l l e r a Central, o de la costa C a r i b e h a b í a n logrado un desarrollo similar y aun superior al muisca. Las f u e n t e s históricas muestran que, en términos de cohesión política, o r g a n i z a c i ó n s o c i a l y eficiencia económica, los muiscas ciertamente habían evolucionado más allá de los grupos vecinos, pero los datos arqueológicos no confirman aquella imagen dada por los cronistas, de una sociedad verdaderamente más avanzada q u e s u s c o n t e m p o r á n e o s " ( 1 9 8 6 : 1 6 9 - 170). Los estudios arqueológicos que sucedieron a las recopilaciones históricas partieron de la imagen ya existente. De este modo la sociedad muisca, descrita para el siglo XVI, poco a poco se transformó en una constante en la historia de los últimos ocho siglos del altiplano. Esta estrategia, usada en la gran mayoría de los casos de forma inconciente, permitió a los arqueólogos mezclar datos obtenidos en contextos fechados a lo largo de varios siglos, con hechos limitados a unos pocos años y en muchas ocasiones no del todo claros. Adicionalmente, la necesidad de estudiar la totalidad del territorio descrito por las crónicas, obligó a crear herramientas que permiten registrar de forma precisa los componentes que tienen en común los materiales (homogeneidad), y no las variaciones de los mismos. Las categorías de análisis así desarrolladas se refie ren de forma particular a los fragmentos cerámicos, que son el dato por excelencia del arqueólogo de esta zona andina. Así surgen los clásicos "tipos cerámicos", basados en la consideración de un reducido número de variables y en muchos casos en malas dete rminaciones (Boada, Mora & Therrien 1988). Un ejemplo de este procedimiento que reitera pero no investiga, lo constituyen los trabajos de Eliécer Silva Celis (1945a; 1945b; 1967; 1981; 1986). En ellos la imponencia de la organización de los muiscas se manifiesta en cualquier lugar que contenga algunos de los fragmentos atribuidos a este grupo. Para el autor, además, es posible con unos cuantos tiestos y la copia de un mito, proyectar la ocupación muisca mucho más allá del dato cronológico, basándose en aque llo que tienen en común algunos fragmentos. Salvo contadas excepciones, la arqueología realizada en el altiplano cundiboyacense es un studio reiterativo, compuesto exclusivamente por descripciones que siempre son referidas a una situación exclusiva del siglo XVI. De este modo se ha inventado una sociedad en la cual la reiteración del dato histórico generó un c o n j u n t o homogéneo y estático, semejando las descripciones sobre las que fue edificada. Si bien la homogeneidad histórica y aquella de los criterios de registro han primado, la diversidad es conocida por los arqueólogos, aunque no estudiada. Esta no solamente se encuentra inscrita a los materiales cerámicos como simples tipos, que al ser incluidos 163 en categorías como forma, diseño, manufactura y función revelan una amplia variación, sino que también se encuentra en las costumbres funerarias, tipos de asentamiento, estado de salud de una población, clases de deformación craneana y un sinúmero de elementos. Prueba de ello es que algunos autores han intentado explicar, así sea de forma rápida, esta variación. Neila Castillo propone que los componentes culturales que participaron en la génesis de muisca y en la historia de zonas particulares, puedan ser el origen de las variaciones observadas, sin embargo no va más allá. "No está claro aún, por el desconocimiento de este período en otras áreas, si se trata de una tradición única que se extiende en todo el Altiplano o de elementos provenientes de tradiciones diferentes, que afectan distintas regiones en momentos también diferentes. Esta última posibilidad parece más probable ya que a través de ella podrían explicarse parcialmente las diferencias evidenciadas en los materiales de sub-áreas del Altiplano así como las descritas por los cronistas en el siglo XVI a nivel de la lengua, prácticas religiosas, mitos, etc. (Castillo 1984:229). Las crónicas han cegado a los investigadores del altiplano y homogenizado la cultura. Ño quiere decir esto que haya algo de malo en las crónicas o en su uso, simplemente refleja la adopción de elementos de forma poco crítica y en un marco atemporal. En este número de la Revista se destaca otro ejemplo que ilustra este manejo. Se trata de un intento por asimilar las patologías registradas en una población que vivió hacia el año 1200 DC, a un modelo que predice queden el siglo XVI no se debían dar problemas de alimentación en el territorio muisca. Para ello, Langebaek omite la dinámica de las sociedades que ocuparon el altiplano, se olvida que las fronteras y los límites territoriales camb ian, y que estas transformaciones inciden en las áreas de recursos involucradas en el sostenimiento de asentamientos particulares. El escrito Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, siglo XVI, como lo he dicho en otra parte, constituye uno de los textos más valiosos que se hayan escrito sobre los muiscas. Sin embargo, no quiere decir esto que las tesis expuestas por el autor allí sean válidas para asentamientos que fueron habitados 400 años antes de que ocurrieran los hechos que dieron pie al libro. Es peligroso dar por aceptado el modelo propuesto por Langebaek (1987) como una regla para toda la historia muisca. Aun más peligroso es llevar la discusión al campo del diagnóstico de las patologías, como elemento básico en la demostración. Con ello, en mi opinión, se evade la verdadera discusión sobre quienes eran los muiscas; se intenta dejar de lado las historias particulares de los asentamientos, su dinámica interna, así como la de un territorio que por más de 800 años fue ocupado por grupos que diseñaron estrategias variadas para su subsistencia. Un reduccionismo tal no contribuiría a la búsqueda de las diferentes comunidades que hemos agrupado bajo la etiqueta de muiscas. Es necesario recordar que las estrategias desarrolladas por los grupos humanos para garantizar su subsistencia, hacen parte de un sistema político. A través del mismo se conforman territorios que varían a lo largo del tiempo. Es difícil crer que las condiciones políticas que 164 posibilitaron el uso de diferentes pisos térmicos fueron constantes en toda la historia de la ocupación "muisca", máxime cuando las mismas crónicas y estudios etnohistóricos revelan un paisaje cambiante como resultado de una intensa actividad militar. La aplicación de este esquema es interesante, pero no es un hecho en tanto no cuente con una mayor corroboración, aun para el siglo XVI. Roberto Lleras ha comentado recientemente respecto. un intento de explicación de la diversidad cerámica observada en un área del altiplano: "Podría parecer que esta crítica se basa en un obstinado apego a los métodos tradicionales y, sin embargo, lo único que pretende es expresar los resultados de una experiencia investigativa a lo largo de la cual he podido comprobar la vigencia de los conceptos clasificatorios" (Lleras 1988:209). Es natural que los conceptos clasificatorios funcionen en un sistema que corrobora el dato del relato y no investiga nada; para eso fueron diseñados. Sin embargo, la pregunta es: ¿Es ésta imagen de los muiscas la que nos interesa conservar o es tiempo de explicar la variación a lo largo del tiempo? Referencias Archila, Sonia. 1986 Investigaciones arqueo lógicas en el noroccidente de Boyacá. Tesis de grado, Universidad de los Andes (inédita). Bogotá. Boada, Ana María. 1987 Asentamie n t o s indígenas en el valle de La Laguna. FIAN, Banco de la República. Bogotá. 1988 Deformación craneana e n Marín: un sitio del valle de La Laguna. Revista de Antropología IV (2):127- 141. Universidad de los Andes. Bogotá. Boada, Ana María, Mora C, Santiago y Therrien J, Monika. 1988 La arqueología: cultivo de fragmentos cerámicos (debate sobre la clasificación cerámica del altiplano cundiboyacense). Revista de An tropología IV(2):161-197. Universidad de los Andes. Bogotá. Broadbent, Sylvia. 1964 Los chibchas, organiza ción socio-política. Universidad Nacional de Colombia, Serie Latinoamericana No.5. Bogotá. 1974 Tradiciones cerámicas de las altiplanicies de Cundinamarca y Boyacá. Revista Colombiana de Antropología VI:223-248. Bogotá. 1986 Tipología cerámica en el territorio muisca colombiano. Revista de Antropología 11(1- 2):35-72. Universidad de los Andes. Camargo Pérez, Gabriel. 1961 Del barro la acero en la Roma de los chibchas. Imprenta del departamento de Boyacá. Castillo, Neila. 1984 Arqueología de Tunja. FIAN, Banco de la República. Bogotá. Falchetti, Ana María & Plazas, Clemencia. 165 1973 E l t e r r i t o r i o d e l o s muiscas a la llegada de los españoles. Cuadernos de Antropología 1. Universidad de los Andes. Bogotá. Langebaek, Carl H. 1987 Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, siglo XVI. Colección Bibliográfica, Banco de la República. Londoño L, Eduardo. 1984a Los cacicazgos muiscas a la llegada de los conquis tadores españoles. El caso del zacazgo o "Reino de Tunja". Tesis de grado, Universidad de los Andes (inédita). Bogotá. 1984b Relación de una conquista prehispánica muisca y nuevas noticias sobre el zaque de Tunja. Ponencia presentada al III Congreso Nacional de Antropología en Colombia. Universidad Nacional. Bogotá. Lleras, Roberto. 1988 Comentarios a: La arqueología,cultivo de fragmentos cerámicos. Revista de Antropología. IV(2):206-209. Universidad de los Andes. Bogotá. Reichel-Dolmatoff, Gerardo. 1986 Arqueología de Colombia: un texto introductorio. Fundación Segunda Expedición Botánica. Bogotá. Silva Celis, Eliécer. 1945a Investigaciones arqueológicas en Sogamoso. Boletín de Arqueología Vol.I pp.36-48,83-112,283-397 y 467490. Bogotá. arqueología chibcha. Arqueología Vol.I 1967 Antigüedad y relaciones de la civilización chibcha. Revista Colombiana de Antropología VoLXIII, pp.239-265. Bogotá. 1981 Investigaciones arqueológicas en Villa de Leiva. Boletín Museo del Oro Afio 4, enero-abril. Banco de la República. Bogotá, i 1986 Las ruinas de los observatorios astronómicos precolombinos muiscas. Villa de Leiva: huella de los siglos. Sandri y Cia Editores, Croydon, pp.49-57. Bogotá. 166 INFORMES 167 Revista de Antropología y Arqueología Vol.VI, No.l, 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. Bogotá. ANTROPÓLOGOS, PROYECTOS DE DESARROLLO Y MOVIMIENTOS SOCIALES Myriam Jimeno Santoyo 168 ANTROPÓLOGOS, PROYECTOS DE DESARROLLO Y MOVIMIENTOS SOCIALES Miriam Jimeno Santoyo1 Departamento de Antropología Universidad Nacional de Colombia. Instituto Colombiano de Antropología Hago parte de una generación que se formó intelectualmente en el debate, exaltado por cierto, acerca del significado y alcances de la noción de desarrollo. Así como el concepto de progreso iluminó las discusiones de los académicos y subyace en los avances científicos y tecnológicos de los siglos XVIII y XIX, el de desarrollo, luego de la Segunda Guerra Mundial, emocionó a los universitarios, docentes y estudiantes de distintas latitudes. Pero si parte del concepto de progreso fue la confianza en una marcha sostenida y cierta de la humanidad hacia el bienestar, en el de desarrollo, en cambio, se dividieron las generaciones polarizando a los jóvenes en bandos radicales. Desde entonces, los profesionales formados en ese debate hemos hecho parte, en diferentes niveles de decisión, de muy variados proyectos y programas encaminados a lograr el desarrollo. En ello hemos tenido que encarar fuerzas contrapuestas y enfrentar la complejid ad de la vida social que derrota todo facilismo. Proyectos de desarrollo y antropólogos en Colombia En Colombia, el desarrollo de la antropología como profesión y como disciplina académica data de la segunda mitad de los años sesenta. Fue entonces c uando se fundaron programas de antropología en varias universidades. Previamente, un pequeño núcleo había recibido entrenamiento en antropología, en los años cuarenta, con influencia de Francia, a través de Paul Rivet y otros refugiados en Colombia durante la Segunda Guerra Mundial. 1 Ponencia presentada en el seminario internacional Desarrollo y derechos humanos - la responsabilidad del antropólogo" Asociación Brasileña de Antropología - Universidad de Campiñas - Brasil (abril de 1990). 169 cuarenta, con influencia de Francia, a través de Paul Rivet y otros refugiados en Colombia durante la Segunda Guerra Mundial. El desarrollo de la antropología dentro del medio universitario coincidió con varios fenómenos sociales: por una parte, con un intento de reforma administrativa del aparato de estado, que llevó a la creación de instituciones nuevas en distintos campos de acción oficial y con el requerimiento en ellas de profesionales de un nuevo tipo: los científicos sociales. Esta tendencia fue reforzada por el auge, entre 1960 y 1970, de programas reformistas, particularmente los de la reforma agraria. Los programas de los años sesenta tuvieron una pretensión integral y demandaron un número considerable de profesionales. Jóvenes radicales de la época, desde abogados y agrónomos hasta antropólogos y sociólogos, entraron a diseñar programas de capacitación, organización comunitaria, producción cooperativa y titulación de tierras. Algunos centraron sus esfuerzos en auspiciar la creación de organizaciones campesinas. A comienzos de los años setenta, éstas fueron una realidad; el movimiento campesino presionaba por medidas más drásticas en su favor y exigía a sus auspiciadores, desde las instituciones, una mayor definición política. Algunos optaron por la militancia política, mientras otros intentaron conservar su carácter de profesionales. Por otra parte, y simultáneamente con lo anterior, las universidades vivieron un período agitado de acalorados debates políticos y de enfrentamientos - a menudo de hecho - con representantes de sectores oficiales. Las movilizaciones estudiantiles estuvieron al orden del día. De esta manera, muy pronto - demasiado pronto en relación con su inserción en el medio académico - la antropología recibió un cuestionamiento político. Esto condujo a una doble ruptura: por una parte, con la tradición académica de la antropología, repudiada como sinónimo de colonialismo; por otra, con el Estado y sus instituciones. Estas no tuvieron confianza en los profesionales de las ciencias sociales así formados y ellos, a su vez, condenaron todo programa oficial. La universidad, especialmente los centros oficiales, se vio afectada en su conjunto. La universidad, dominada por posturas contestatarias, se cerró sobre sí misma y perdió paulatinamente contacto con otros sectores sociales y con los programas de agencias estatales que años atrás habían servido de fundamento para la creación de escuelas, tales como la de sociología y antropología. 170 Desde el punto de vista de la formación, si bien en estos años se abrieron las posibilidades de la crítica y el debate académico, estos se condujeron esencialmente de manera superficial, con un abundante pero poco sólido verbalismo. La calidad de la formación dejó mucho que desear y los profesionales encontraron dificultades en su desempeño. La oferta de trabajo para los antropólogos, tal como en la actualidad, estaba en las universidades y dentro de las agencias estatales, donde muchos entraron en conflicto, bien por su perspectiva política, bien por su débil desempeño profesiona l. A pesar de ello, los antropólogos entre 1970 y 1980 hicieron parte, junto con otros profesionales, de numerosos estudios y acciones para proyectos de desarrollo. Este hecho confrontó los sueños juveniles con realidades sociopolíticas complejas. Un sector abandonó la profesión de antropólogo; otro ganó en madurez intelectual. Desarrollo y movimientos sociales: el caso de la reserva natural de la Macarena La Serranía de la Macarena se levanta solitaria, paralela a la cordillera de los Andes, en la zona suroriental del país. Por su valor biótico, fue declarada reserva natural en 1948. La reserva cubrió 1313 km2 , entonces inalterados por la ocupación humana. Se encargó a la Universidad Nacional de Colombia su estudio y protección. Este objetivo rebasaba las posibilidades de la Universidad, cuya sede central distaba unos 300 km del punto más próximo de la reserva y la Universidad avanzó lentamente en el estudio de su flora y su fauna. La Macarena tiene un origen geológico diferente al de la cordillera de los Andes; está ubicada en su proximidad, pero se sitúa en la llanura amazónica. Esto la hizo sitio de privilegio para el desarrollo de sistemas de flora y fauna peculiares: en ella concurren la biota andina, la amazónica y la orinoquense. A pesar de su carácter de reserva natural, la Macarena recibió un flujo de inmigrantes campesinos colonos, que tomó fuerza en los últimos veinte años. Tomaré este caso para referirme al proceso que llevó a la decisión del realinderamiento de la reserva natural de la Serranía de la 171 Macarena, con énfasis en la parte de ese proceso que me correspondió presenciar. A través de una narración sencilla, pretendo ilustrar la tensión que se vive para la toma de decisiones en casos concretos y la complejidad para hacer confluir alternativas dispares de desarrollo. Más allá de los sueños límpidos o de las fórmulas salvadoras, se encuentra una trama delicada donde intereses particulares y luchas sociales de superviviencia intervienen y a menudo se contraponen. Allí las recomendaciones académicas son desbordadas por movimientos sociales que luchan por sobrevivir. La marcha del Iraca Un medio día caluroso encontré, junto con otros miembros de una comisión especial, una marcha de varios miles de campesinos colonizadores de la Macarena. Rodeados por un cordón militar, se encontraban desde varios días atrás, estacionados en la carretera, cerca a la quebrada Iraca con sus familias enteras, a pleno sol y a pocos kilómetros del pueblo de San Martín, en el Meta. La comisión estaba compuesta por delegados de la Universidad Nacional (un abogado y yo en mi doble calidad de antropóloga y vicerrectora de ese centro), de la Consejería Presidencial para la Paz, de la Procuraduría General y del gobierno departamental. No teníamos previsto entrar en contacto con los marchistas. Por el contrario, desde su llegada a Villavicencio, la comisión fue advertida por los funcionarios del gobierno local: no se debían entablar conversaciones, y menos aún aproximarse a la movilización. El peligro era inminente. Los marchistas, se dijo, estaban armados y eran, sin más, un grupo guerrillero. No había nada que hablar, pues su reclamo era ilegal. Se trataba de la invasión a una reserva natural. Tras tensas discusiones, la comisión acordó continuar hasta encontrarse con los campesinos. En el camino hacia el sitio fuimos invitados por el Consejo de la población más próxima a la marcha, San Martín. Los concejales de este pueblo estaban preocupados por la buena imagen del municipio, próximo a celebrar su festejo tradicional el 11 de noviembre. Era el fin de octubre de 1987. Por si este pretexto no nos conmovía, se nos hizo saber que en San Martín no se permitiría, por ninguna razón, que la marcha 172 adelantara ni un metro desde los cinco kilómetros que aún faltaban para llegar. Se tomarían medidas, afirmaron enfáticos, para que ello fuera así. Recordaron los saqueos ocurridos en Bogotá días atrás, con ocasión del entierro del recién asesinado presidente de la Unión Patriótica, Jaime Pardo Leal. Los concejales no entendían por qué el gobierno nacional era tan condescendiente con una marcha subversiva, que reivindicaba la ocupación y destrucción de una riqueza natural. Era un asunto militar, de orden público, y así lo debía manejar. Por todo lo anterior, nos pedían no dialogar con ellos. Así las cosas, comenzaron las dudas en la comisión misma. La prudencia aconsejaba no acercarse a la marcha; de pronto sí, buscar algunos delegados, conversar con ellos aparte, lejos del grupo campesino, pero nunca involucrarse con la manifestación. Los comisionados discutíamos y, sin embargo, avanzamos hasta encontrarnos con los colonos: estaban cercados por las tropas. El comandante del operativo nos recibió, advirtiéndonos una vez más del peligro que corría la comisión. La tensión ya había producido una víctima: se trataba de un colono quien, en hechos todavía confusos, había muerto el día anterior. Oímos al comandante y, sin embargo, avanzamos, la mirada fija en el tumulto que veíamos al frente. Cámaras de televisión y numerosos periodistas hacían su oficio: preguntaban y filmaban. Al vernos desde lejos, la marcha se compactó. Centenares de banderas comenzaron a agitarse y las voces de la multitud cantaron el himno nacional. Arrastrada por una emoción profunda, la comisión avanzó sin detenerse, hasta encontrarse cara a cara con campesinos pobremente vestidos. Eran mujeres y niños que de repente se abrieron en dos largas hileras que rápidamente nos absorbieron. De pronto, la razón se recuperó. Estábamos en medio de la multitud, unas 2000 personas con camiones de víveres y camiones con niños que lloraban. Nadie sabía por donde empezar. Quisimos salir de la marcha con algún delegado; pero, al devolvernos hacia afuera, todo el cuerpo marchista se estremeció y sin suspender el canto, un cordón veloz de mujeres acortó la distancia que los separaba del primer piquete policial, arrastrándonos en su camino. Una voz de mando detuvo apenas a tiempo las manos nerviosas 173 prestas a disparar. Los campesinos se detuvieron frente a frente con los policías. Se le planteó entonces a la comisión la sin salida: era preciso escuchar a los Kderes, o a la multitud abrazada por el sol y prisionera en un estrecho espacio, que acabaría por enfrentarse con la tropa. Con gran dificultad se obtuvo la presencia de los delgados oficiales regionales y se inició al fin una larga discusión, en medio de la multitud. Una negociación a marchas forzadas Los argumentos sobre el valor ecológico de la Macarena, y la necesidad de que los estudios sociales y ecológicos indicaran la situación actual, se estrellaron una y otra vez contra la evidencia: desde los años setenta, miles de familias campesinas habían colonizado lo más accesible de la reserva. Posteriormente, se confirmaría que los pobladores campesinos ascienden en el presente a 25.000 personas. Como todos los colonos que ocupan la llanura amazónica, estos pretendían nuevas tierras para asegurar su supervivencia. Desde los años cincuenta, las familias campesinas ocuparon progresivamente los terrenos orientales de la reserva, las mesetas del norte y las vegas de los principales ríos. El cultivo del maíz, de la yuca, la cría de cerdos y vacunos, les suministraba la base del sustento. A pesar de esta avanzada colonizadora, el gobierno nacional fue errático en la aplicación de una política: tituló a los ocupantes y les facilitó crédito - unas veces - y otras les negó estas prerrogativas, aduciendo que eran invasores de una reserva natural. Pero finalmente, sólo se obtuvo una mayor inmigración campesina hacia zonas extensas de la Macarena, atraída por los precios del cultivo de la coca de los años setenta. En la noche de este interminable día, iluminados por los reflectores de un camarógrafo, se firmó un acuerdo, sobre la base de estudiar los límites de la reserva. Durante el año que siguió a la marcha del Iraca, se vivió un proceso de recorridos, sobrevuelos y reuniones, intentando entre todos llegar a un equilibrio, difícil por lo mismo que impopular, entre los colonos que buscan un título de propiedad y la conservación de las zonas naturales aún no colonizadas: un equilibrio entre el desestímulo a la entrada de nuevos pobladores y el freno a la extensión asechante de la gran propiedad ganadera; entre la necesidad 174 de medidas de protección y educación ecológica, y las luchas locales por tomar como botín electoral a los colonos de la región. Se conformó entonces un grupo de la Universidad Nacional (geógrafos, abogados, antropólogos), geógrafos del instituto correspondiente por Ley y por observadores de la Consejería Presidencial para la Paz y de la Procuraduría de Derechos Humanos; se debían presentar propuestas rápidas, discutidas y aceptadas por los colonos y legalmente factibles. Sobresaltados por el asesinato de dirigentes campesinos, el grupo se esforzó por estudiar los posibles linderos de equilibrio, una vez constatada y localizada la magnitud de la ocupación e intervención de la reserva. El presidente de la Asociación de Colonos fue asesinado dos semanas después de la marcha de Iraca y su cadáver velado en la primera reunión celebrada para estudiar los posibles límites, en conjunto con delegados campesinos. Mas tarde caerían otros. Ley 34 de 1989 Al tiempo que el grupo de la Universidad Nacional, junto con el Instituto Geográfico, trazaba una primera propuesta de linderos con base en recorridos y cartografías, se inició un estudio socioeconómico de mayor envergadura, de la misma Universidad y financiado por la Consejería Presidencial para la Paz. Su propósito era establecer de manera más detallada las características demográficas, económicas y la historia local. No se esperaba, sin embargo, detener las soluciones en espera de sus resultados, lo que generó malestar entre los científicos sociales que lo adelantaron. El primer grupo propuso trazar nuevos linderos dada la magnitud del proceso social creado, avanzar en la investigación sobre la ecología de la Sierra, además de proponer una estrategia posible de protección para el área restante de la Macarena. Había transcurrido un año de discusiones y este grupo se disolvió. Con base en este propuesta, un nuevo gr upo coordinado por otra entidad - el Ministerio de Agricultura - propuso la nueva ley que trazó un nuevo lindero y definió varios tipos de zonas y áreas de manejo especial, al tiempo que integró a un Parque Natural parte de la antigua reserva. Salieron de la reserva natural varios miles de kilómetros. 175 Por su parte, el estudio socioeconómico detallado arrojó recomendaciones un año más tarde. Tomó en cuenta la sensibilidad creciente hacia la protección ecológica y abogó, con simpleza y una buena dosis de vo luntarismo, por una reforma agraria redistributiva y masiva que reubicara parte de los miles de colonos y les ofreciera nuevas alternativas de subsistencia. Una propuesta sin posibilidad política ni económica. Por Decreto Ley de 1989, se definió el realinderamiento sobre una suerte ya echada años atrás, cuando el éxodo de campesinos fue ignorado y estimulado de diversas formas directas e indirectas; cuando frente a la migración, las agencias gubernamentales decidieron cerrar los ojos e insistir tercamente en que el poblamiento era ilegal, como si con ello se detuviera la ocupación; cuando se insistió en el valor natural de la Macarena, sin acompañarlo con acciones que llegaran a los hombres que podían consevarla; cuando se convirtió en una bandera de agitación para distintos grupos políticos. Antropólogos y Desarrollo Ahora está sobre la mesa el tema de la construcción de una vía cercana a lo que aún queda de reserva: la carretera marginal de la selva, y es posible reiniciar la cadena de errores que condujo a afectar de manera, tal vez irrecuperable, un medio ecológico único. De nuevo es posible que se ignoren o subvaloren los efectos sociales de una vía y no se tomen en cuenta en toda su dimensión. Es evidente, y se desprende de la narración anterior, que una vez en marcha y acicateados por la necesidad, los movimientos sociales desbordan las normas y las recomendaciones. Los científicos sociales y entre ellos los antropólogos, se mueven en sus estudios de desarrollo en medio de factores complejos y contradictorios. La toma de decisiones no sigue un proceso planificado y lineal. Los estudios, sean éstos sobre el impacto de grandes obras de infraestructura o bienestar social, tienen como marco de referencia una contraposición de intereses sociales. En países como Colombia, vastos sectores de población no tienen resueltos aún derechos económicos y sociales básicos. Es frecuente que los pobladores adelanten movimientos masivos reivindicativos que no dan espera a los resultados de los estudios 176 pormenorizados. En otros casos, las recomendaciones de estos estudios afectan intereses poderosos y entonces son ignoradas. Actualmente, una de las fuentes de empleo más frecuentes para los antropólogos son los llamados estudios de factibilidad para proyectos que requieren grandes inversiones públicas. Sin embargo, el estudio social se toma más como requisito formal - impuesto por los posibles financistas - que como una necesidad del proyecto. Estos estudios pasan entonces a ser letra muerta, que no trascienden ni a mayores elaboraciones analíticas ni son tomados en cuenta para las decisiones. Quizás no es fácil encontrar una metodología ni hacer un adecuado balance entre perspectivas de conocimientos y tensiones sociales. La discusión en cada caso, es siempre política. Aun cuando nos hemos acostumbrado a que este vocablo es sinónimo de componenda y negociado, es preciso rescatar su significado: la política es el medio del cual disponen las sociedades para incidir en sus propias condiciones de existencia. Mediante la decisión política es posible escuchar las recomendaciones de los científicos, pero también de los pobladores locales, y para lograr en vez de una contradicción entre desarrollo y protección, una síntesis en la que el hombre social sea protagonista. BIBLIOGRAFÍA Arendt, Hannah. 1970 On Violence. Harcourt Brace Jovanovich. Nueva York. Cubides, Fernando. 1989 Una experiencia en investigación interdisciplinaria: la Macarena. Ponencia al VII Congreso de Sociología. Barranquilla. Molano, Alfredo, et.al. 1989 Déjeme decirle una de las cosas...La colonización de la reserva de La Macarena. Fondo FEN Colombia -Corporación Araracuara. Bogotá. Reichel-Dolmatoff, Gerardo. 1989 Algunos conceptos de los indios desana del Vaupés sobre mane jo ecológico (inédito). 177 Todaro, Michel. 1984 El desarrollo económico del Tercer Mundo . Alianza Universidad Textos. Madrid. Universidad Nacional de Colombia. 1989a Consideraciones y propuesta de límites para la reserva de la Macarena. Documento inédito. 1989b Revista de la Universidad Nacional, No. 21: ¿Muere la Macarena? (varios artículos). 178 Revista de Antropología y Arqueología, Vol. VI, No.l, 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. Bogotá. LA JORNADA REGIONAL DE CULTURA POPULAR EN SILVIA (CAUCA): UN DIALOGO ATENTO Y FRUCTÍFERO EN TORNO A LA CUESTIÓN DE LAS IDENTIDADES Fabio E. López de la Roche 179 LA JORNADA REGIONAL DE CULTURA POPULAR EN SILVIA (CAUCA): UN DIALOGO ATENTO Y FRUCTÍFERO EN TORNO A LA CUESTIÓN DE LAS IDENTIDADES Fabio E. López de la Roche Departamentos de Historia y de Humanidades, Universidad de los Andes Investigador CINEP Organizada por Colcultura y el Plan Nacional de Rehabilitación y con la colaboración del Consejo Regional de Cultura del Cauca, se llevó a cabo los días 15, 16, 17 y 18 de diciembre de 1989, en el municipio de Silvia, esta última de las jornadas regionales de cultura organizadas en 1989. Paralelamente con las actividades musicales y teatrales y con la exposición de películas y videos, se realizó un foro que incluyó tres temáticas: (a) Identidad nacional y regional, (b) Cultura popular y región y (c) Planes de Desarrollo Cultural en las regiones. El Foro contó con la participación de sociólogos, lingüistas, antropólogos e historiadores de Bogotá, Cauca, Valle, Putumayo y Nariño y con el valioso aporte de estudiosos indígenas de las comunidades guambiana, páez, e inga y kamsá del valle del Sibundoy. Reseñaremos en la primera parte algunas de las ponencias presentadas. La segunda parte tratará de presentar los argumentos expresados en la discusión de las ponencias. Ponencias e ideas centrales Armando Velasco, a quien correspondió abrir el Foro, dedicó su intervención al tema de "El Cauca, un mosaico de identidades regionales". Segundo Zambrano y Ricardo Oviedo de la Universidad de Nariño y de la Casa de la Cultura de Pasto, hablaron sobre "La cultura tradicional de los indígenas mocondinos" y "Los levantamientos indígenas en el sur de Colombia a fines del siglo XVIII". Especial interés suscitó la ponencia de Franz Faust sobre "La identidad en el pensamiento indígena", a través de la cual 180 introdujo a los presentes en el universo espiritual y filosófico de las comunidades indígenas andinas. Faust dijo que en su concepto "ese sistema cognitivo es la herencia cultural más rica que dejó la madre indígena a los colombianos" y subrayó la importancia de consignar esa tradición oral en formas escritas. Terminó su intervención poniendo de presente que "la identidad se dará cuando todo mundo pueda hablar con frescura. Así el indígena ya no necesitará de la malicia". Rocío Nieves, de la Universidad del Cauca, habló sobre "Identidad y lengua, el caso páez" mostrando el papel de la lengua como expresión del universo cultural de la comunidad. Hugo Pórtela trató el tema del nacer, enfermar y morir en la cultura páez. Fernando Urrea, sociólogo de la Universidad del Valle, presentó dos videos sobre la medicina tradicional ingano-kamsá, habló sobre la presencia del curanderismo de estas comunidades en las ciudades colombianas y acerca de su papel en la configuración de un "corredor cultural" entre los Andes y la Amazonia. Urrea abordó luego los fundamentos botánicos del sistema clasificatorio de la enfermedad propio de estas dos comunidades y mostró la utilización de la botánica en la medicina tradicional ingano-kamsá en dos perspectivas: (a) en términos de la aplicación de las propiedades materiales de las plantas, y b) en términos de la utilización de la representación simbólica sobre "el espíritu de las plantas" o "el fluidofuerza del vegetal". Urrea subrayó la necesidad de vincular la sabiduría botánica de las culturas indígenas con las prácticas del Sistema Nacional de Salud. En este sentido puso de presente la colaboración prestada por organismos oficiales de salud pública del Valle para la elaboración de los dos videos sobre el curanderismo ingano-kamsá y se refirió a los planes de sistematización del conocimiento y la práctica de la sabiduría indígena que vienen realizando en coordinación con la Facultad de Medicina y los departamentos de Química y Farmacología de la Universidad del Valle. Fabio López de la Roche, historiador, presentó una ponencia sobre "La 'alta cultura' y la cultura popular en la construcción de la identidad regional". López subrayó la importancia del distanciamiento de las visiones puristas de lo popular y de aquellas concepciones que han visto las relaciones entre la cultura de las élites y la cultura popular, y entre ésta y la cultura de masas, en términos de oposición tajante. 181 Mostró cómo las visiones del "pueblo" y de "lo popular" como sujeto de la alienación han impedido ver la historia de astucias y complicidades que signa la relación de las élites con los sectores subalternos y viceversa. Enfatizó en que "la cultura no puede ser pensada en oposiciones de blanco y negro, sino más bien en matices y mestizajes" y dijo que "la asunción de la identidad entraña transacciones derivadas de tener que asumir una serie de ambigüedades, una serie de dualidades presentes en cualquier cultura". Aludiendo a Popayán como un centro de la cultura hispánica colombiana, López precisó la necesidad de tener en cuenta lo hispánico democrático, lo hispánico libertario, lo hispánico progresista, en su concepto bastante subvalorado a la hora de las propuestas culturales alternativas, quizá en virtud del rechazo a lo hispánico, generado por décadas de educación de la población en el hispanismo clerical y conservador. Criticando el patriotismo oficial payanes con su valoración de una serie de personajes, poetas, caudillos, "por sef payaneses", sin indagar sus trayectorias políticoideológicas y sus identificaciones de clase, López enfatizó la necesidad de restarle espacio al "espíritu señorial" y de mirar al Cauca como un rico laboratorio de interacciones históricas entre una gran variedad de grupos étnico culturales y sociales. María Teresa Findji de la Universidad del Valle, habló sobre Identidad Nacional e Identidad Regional desde el punto de vista del movimiento indígena. Mostró cómo "indíge na", "indio", quiere decir "pasado" en las representaciones de los colombianos "y cómo una primera identificación nuestra es que "no somos indios" que estaría seguida de otra que nos dice que "todos somos iguales". A estas identificaciones de la colombianidad oficial se agregarían las de "ser católico, apostólico y romano", "hablar castellano" y "pertenecer a uno de los dos partidos tradicionales". Aludió la expositora en su intervención a la "estructura social petrificada" dominante en el Cauca y a la incómoda posición del "mestizo" en este departamento en oposición a la situación del paisa en Antioquia, a quien "jamás se le llamará mestizo". María Teresa rastreó el proceso de toma de conciencia de la población indígena a través del desarrollo de su movimiento en los años 70 y 80. La conciencia regional que existía en los años 70 entre los indígenas era que "somos campesinos indígenas y somos indios (o sea humillados)". El surgimiento y desarrollo del 182 movimiento indígena terrajero conducirá a los indígenas a afirmar que "somos legítimos americanos", "somos dueños de América" y a escribir en la prensa indígena que "tenemos derechos". Posteriormente, un 12 de octubre los guambianos afirmarán que "no somos raza, somos pueblo" y en otras ocasiones dirán "no somos campesinos, somos indígenas" negándose a ser identificados por la actividad económica. Finalmente, la ponencia planteó que el problema central a resolver, era cómo reconocer la diversidad de pueblos, culturas y derechos. "Nos toca inventar nuevos canales de relación" fue la sugerencia final de María Teresa. Carlos Vladimir Zambrano, además de su ponencia sobre el tema "Identidad y trabajador cultural" presentó un video dedicado a recrear la heterogeneidad étnico cultural y espacial colombiana. De la última jornada dedicada a los planes de desarrollo cultural es importante reseñar la intervención de Adonías Perdomo del Departamento de Educación Indígena del resguardo de Pitayó titulada "Nuestra cultura páez" un texto dedicado a recrear los valores, fiestas y tradiciones culturales de su comunidad, imbuido de gran cariño y aprecio por lo suyo y dirigido a la sociedad mayoritaria con un mensaje implícito: Mírenos desprejuiciadamente y sean capaces de apreciar todas estas cosas que dan sentido a nuestra vida. El documento "Para un proyecto nacional de desarrollo cultural" presentado por la Comisión Nacional de Cultura "Afranio o Parra Guzmán" del Movimiento 19 de Abril y expuesto por Karim Raad, hizo énfasis en la necesidad de crear una cultura de la democracia que recoja lo mejor del patrimonio colectivo de los colombianos y sea capaz de superar "una psicosocialidad agresiva y autoritaria "presente en nuestras relaciones sociales. Igualmente llamó a la conformación de un proyecto político-cultural inserto en la tradición y la cultura colombianas, a afirmar la memoria popular y a confluir en una propuesta de reforma cultural y educativa para la nación a través de una concepción de la identidad nacional como una identidad "múltiple, diferencial y unitaria". 183 La discusión Transcribimos algunos apartes de las intervenciones de los participantes en los debates de los días 16 y 17 de diciembre. Lorenzo Muelas, exgobernador guambiano y miembro del Consejo del Cabildo, se quejó de la difusión por parte de los terratenientes de la versión de que "fuimos traídos desde el Perú" y de que una edición reciente del boletín del colegio de las madres franciscanas denominado "Futuro Estudiantil" repitieron la misma idea. "Las hermanas franciscanas viven ya más de 50 años aquí en Silvia y no conocen nuestras raíces" agregó y recalcó la importancia que ellos le confieren a la investigación arqueológica para demostrar su carácter de moradores ancestrales de las tierras que hoy ocupan: "científicamente estamos investigando y hemos encontrado materiales que confirman nuestra presencia 200 años antes de Cristo y 200 años antes de la conquista". Finalmente dijo que había un sector blanco identificado con ellos y con sus necesidades cuya colaboración los indígenas reconocían e hizo al mismo tiempo alusión a "ese sector blanco que nos desconoce". Enseguida tomó la palabra el antropólogo Hernán Darío Correa, quien se refirió a dos actitudes usuales ante el indígena que se estarían expresando también en los videos mostrados a través de la televis ión como preámbulo a la celebración de los 500 años del "descubrimiento". Una sería aquella que exalta al indígena americano, "sus grandes valores y su cultura" que "están en la sangre del nombre americano". Es la reivindicación de "lo indígena diluido en el mestizaje" y que "habría que rastrearlo en algunos rasgos de las costumbres o del carácter de los hombres que viven en la ciudad". La otra actitud en opinión de Correa es la de asumir que "lo indígena está tan determinado por lo urbano que ya no tiene futuro". Estando "atomizado" y "disperso" lo indígena sólo podría aspirar a aportar algunos rasgos culturales "para mejorar a ese hombre mestizo que iría caminando hacia la identidad colombiana". Agregó enseguida que "se está apuntando a ver como un hecho irreversible la descomposición de ciertas etnias y comunidades culturales en función de un proyecto de unificación nacional y de resolver las crisis del Estado Nacional" . Cuestionando el centralismo y la idea del Estado Nacional centralizado se refirió a al "falta de perspectiva" del debate sobre la identidad nacional. Subrayó la necesidad de reconocer culturalmente comunidades, grupos, etnias, y no sólo individuos. 184 El reconocimiento a título individual, "que usted sea ingano" y que el estado le reconozca esa prerrogativa como individuo, es un falso reconocimiento de la diversidad cultural. No puede hacerse un debate sobre diversidad cultural si no se hace un debate sobre "sociedades alternativas" a la que nos está proponiendo el capitalismo aquí en Colombia y en el mundo entero entendiendo éste como forma de trabajar y organizar la vida cotidiana. Anotó también Correa que difería de Franz Faust "cuando él dice que tenemos que tirar a Lévi-Strauss, a Marx, etc., por la borda porque no nos sirven para nada, cuando en realidad su análisis (el de Franz Faust - F.L) es un análisis elaborado netamente con categorías occidentales. No podemos ser fariseos y decir que los occidentales no tenemos nada. Occidente ha producido algo clave que es la crítica. Ha producido la dialéctica, la reflexión sobre la historia, ha producido la capacidad de reconocer la diversidad cultural, así siempre lo haya hecho en minorías. No podemos llegar a decir que como los indígenas tienen otra lógica nosotros no tenemos con nuestros propios elementos culturales de Occidente nada que hacer. El punto no está en si la cultura indígena es compleja o no es compleja. Toda cultura es compleja y eso es lo importante de la intervención de Franz. Tampoco está el problema en decir que todo lo de Occidente es malo, arrasador y capitalista, porque en Occidente ha habido derrotados también y desde hace dos siglos se está luchando por modificar la lógica imperante en la sociedad". En relación con qué construir hacia adelante Hernán Darío expresó que "la realidad a construir hacia adelante está más allá y más acá de lo nacional. Más acá de lo nacional en la realidad cultural regional o en la realidad étnica muy localizada que está luchando por un reconocimiento en Occidente. Más allá de lo nacional en el sentido de la transnacionalización de la cultura y la relación con los medios de comunicación y las tecnologías modernas que las culturas indígenas han sabido incorporar. La cuestión no está en determinar si las comunidades indígenas se parecen a lo que eran hace 500 años, sino en establecer si como cultura han tenido el vigor, la fortaleza de incorporar tecnologías foráneas y afirmarse étnicamente. Lo importante no es si una etnia permanece aislada o no, sino si esa etnia puede controlar aquello que incorpora para mejor vivir, controlarlo desde el punto de vista de afirmar su identidad cultural, buscando lo que Darcy Ribeiro llama "la transfiguración étnica" o sea nuevos puntos de partida para su diferencia. Esa transnacionalidad de la cultura de los medios de comunicación y de muchas tecnologías ya compromete proyectos alternativos a la sociedad que rige que no son simplemente volver al pasado o a una edad media de los pueblos 185 aislados, sino pueblos muy comunicados pero donde se afirma alternativamente su lógica de vida cotidiana. Imaginando nuevas configuraciones regionales Correa anotó que "hay estructuras regionales que ya están creadas en Colombia por efecto de todos los procesos históricos que hemos vivido y que podrían ser replanteadas en su lógica cotidiana. A título de ejemplo digamos que los indígenas deben pensar a Popayán como un centro urbano que debe ponerse al servicio de su vida cotidiana, de sus necesidades de salud, recreación, etc. Esto comprometería naturalmente planes de desarrollo regional donde lo interétnico se reconozca. Esto va a costar, por supuesto, luchas tremendas a la luz de lo que ya han costado reivindicaciones más elementales como la de su derecho a la tierra". Fabio López de la Roche, historiador, intervino luego. Dijo que compartía el énfasis de Franz Faust en la necesidad de rescatar y afirmar identidades individuales, de grupos, de comunidades, pero que al mismo tiempo como investigador que ha prestado bastante atención a los problemas de" la identidad nacional, no compartía la idea de Faust en términos de que la preocupación por la identidad nacional es una preocupación superflua. De la misma manera dijo tener algunas diferencias de matiz con la visión de Hernán Darío Correa acerca de la identidad nacional y de la pertinencia de mirar lo nacional. Habló de la existencia en Colombia de elementos de identidad nacional que es necesario observar y que incluso podrían ser precisados a través de estudios lingüísticos sobre el habla de las comunidades colombianas residentes en Europa o los Estados Unidos. Subrayó también la pertinencia de ver la identidad en relación al desarrollo político del país, "pensar, por ejemplo, cuál ha sido el lugar de las guerrillas o de la violencia en la historia del país" o "aquello que hace de la historia colombiana algo diferente de la historia de Venezuela, con unas particularidades nacionales en sus procesos de mestizaje, poblamiento, etc". Hizo énfasis en la importancia de pensar lo nacional en el momento de imaginar unos modelos alternativos que correspondan a una trayectoria histórica cultural específica. "Lo nacional no se opone a lo regional, ni necesariamente lo aplasta. Pueden convivir perfectamente en un mutuo enriquecimiento". Añadió que "pensar lo nacional es importante en Colombia, porque éste ha sido un país con muy poco aprecio por lo suyo, un país signado por una cultura hispanizante, con unas élites marcadamente europeizantes y que por eso mismo ha tenido muchas dificultades para lograr una figuración de lo popular en lo nacional". 186 El populismo en otros países de América Latina posibilitó una cierta figuración de lo popular a través de lo nacional. En Colombia, la frustración del lopismo y sobre todo del gaitanismo hizo imposible el encuentro del Pueblo y la Nación en el nivel de la simbólica nacional. El 9 de abril y la lectura hecha por las élites de los sucesos de esa tarde agudizaron la percepción negativa y despreciativa de lo popular. Si en otras latitudes el fenómeno nacional-populista estimuló desde el poder el reconocimiento de lo popular o de algunos elementos de lo popular, ese no fue nuestro caso. En América Latina el peronismo, el varguismo o el cardenismo sembraron ciertos elementos de aprecio por lo propio. En Colombia, los intentos de configurar un cierto nacionalismo cultural se vieron obstaculizados por la contrarreforma de Ospina Pérez y Laureano, y por las tentativas de recristianización del país. Me parece que no podemos perder de vista todos estos aspectos que han afectado las opiniones y la cultura de la sociedad mayoritaria. Uno se pregunta por qué en Colombia no hay una fiesta dedicada a Jorge Eliécer Gaitán". Anotó también López que" otro de los aspectos importantes a tener en cuenta en relación con lo nacional, es que lo nacional posibilita unos ciertos niveles de cohesión social. Independientemente de que las sociedades estén divididas en clases, hay que reconocer que cualquier sociedad necesita unos determinados niveles de cohesión para poder convivir. Y creo que en nuestro caso los colombianos necesitamos elementos de cohesión, necesitamos mejorar sustancialmente nuestras relaciones interpersonales, encontrar algunos puntos fundamentales de consenso, cosas en qué creer y creo que allí la identidad nacional puede ayudar mucho". Terminando su intervención López sugirió que "sería muy bueno escuchar las opiniones de los compañeros indígenas, ver cómo han percibido lo nacional, con qué elementos de la cultura nacional estarían dispuestos a convivir, qué lugar le conferirían en sus programas educativos a los elementos culturales de la sociedad mayoritaria". A continuación intervino Vicente Jajoy, indígena Inga y Alcalde Mayor del Cabildo de Colón (Putumayo). Vicente dijo que "cuando hablamos de identidad nacional esto de todas maneras nos involucra a todos los que en este país nos llamamos colombianos". Observó enseguida que "para que realmente haya una identidad nacional tendríamos que volver a nacer". Comentando la mirada tradicional de los blancos sobre su 187 cultura anotó cómo "no se miraba la espiritualidad. Se nos asociaba a plumas, chaquiras, de la misma manera como yo le podría decir a un blanco: que bonita su chaqueta". Subrayó la necesidad de asumir las distintas identidades: regional, local, familiar, individual, pues también es necesario preguntarse "¿Quién soy yo? ¿Cual es mi papel dentro de mi barrio, mi familia, mi pueblo, mi departamento? ¿Cómo contribuyen ellos a mi persona como individuo?". Adonías Perdomo, indígena Páez del resguardo de Pitayó intervino brevemente para anotar que "Colombia es un país multilingüe pero sobre todo multicultural". Agregó que por eso hay que "pensar en la identidad nacional en la pluriculturalidad". Otro participante en el diálogo, de la Universidad de Nariño (su nombre no lo obtuvimos), intervino para decir que "las dos son posibles: la identidad nacional y la regional, siempre y cuando la identidad nacional no se convierta en una forma de escudar una serie de situaciones y de problemas que vive el Estado y que realmente vaya con el fin de superar una carencia total en todos los aspectos de la vida social del país. La identidad nacional no es un punto de salida, sino más bien de llegada a través del fortalecimiento de las entidades regionales". Fernando Urrea, sociólogo, intervino a continuación anotando cómo "lo que se ha llamado identidad nacional en Colombia ha estado asociado a un proyecto de hegemonía o de dominación, cosa que se ve muy clara en la Constitución de 1886 de Caro y Núñez. Los proyectos del país, de Colombia, impulsados posteriormente, han sido proyectos no sólo de ciertos grupos sociales sino también de ciertos grupos étnicos. Cuando hablamos de sociedad mayor lo étnico no puede ser visto sólo como lo que está por fuera de la sociedad mayor. Hay que pensar entonces lo étnico al interior de quienes constituímos o hemos participado como grupos hegemónicos blancos o mestizos de la sociedad mayor. Los intelectuales blancos de la élite han utilizado el concepto del mestizaje para fundamentar la idea de que este país es un país mestizo cada vez más blanco. Este proyecto hegemónico está haciendo crisis hoy día . Este evento que hoy nos reune es un buen ejemplo de esa crisis del proyecto hegemónico. En los últimos 15 años hemos visto el fortalecimiento de la organización de los indígenas y los negros, la emergencia de las regiones, de las etnias, de las naciones indígenas". 188 Urrea llamó luego a ver cómo "ese proyecto hegemónico se apoyó en una serie de procesos culturales que hay que estudiar". Planteó entonces "la necesidad de estudiar una serie de redes que han tejido al país, que lo tejen hoy y lo mantienen vivo: las redes de la religiosidad popular (el Señor de los Milagros, la Virgen de Chiquinquirá, el Señor Caído de Monserrate, etc.) así como el papel de las historias locales y regionales. En relación con el tema de la identidad nacional Urrea dijo que "si bien no estamos de acuerdo con el proyecto hegemónico de la identidad nacional, tenemos que reconocer que hay una cantidad de redes que unen esas historias regionales, esas historias de grupos indígenas, negros, blancos o mestizos. Porque no se trata de decir simplemente 'no va a haber identidad nacional', 'no hemos tenido identidad nacional'. No. La identidad nacional futura debe ser un proyecto lento y dinámico de reconstrucción. Ese proyecto requiere del respeto por las características pluriétnicas de nuestra sociedad, entendiendo lo étnico no en términos de fisonomía, sino en términos de procesos culturales de poblaciones con historias comunes, con dramas comunes, con problemas de cotidianidad comunes. Es en ese sentido, recuperando lo étnico más en términos de significaciones, elementos cognitivos, simbólicos y no simplemente los aspectos antropofísicos, aunque naturalmente también hay que tener éstos en cuenta". Finalmente, Urrea anotó: "Yo creo que es necesaria una unidad nacional pero no puede seguir montándose esa unidad sobre el mantenimiento de hegemonías negadoras de los grupos indígenas y las negritudes y aún de lo diferente y particular de las mismas comunidades blancas y mestizas que han existido en Colombia. Creo, por lo tanto, que la historia de este país debe integrar las historias regionales". En este punto tomó la palabra Lorenzo Muelas quien dijo que "si los colombianos realmente han tenido temor de identificar su propia identidad, nosotros los indígenas si hemos identificado en los últimos 20 años el ser paeces o guambianos". Sobre la relación del mundo indígena con los valores occidentales afirmó que "nosotros no queremos ni pretendemos volver a la época del taparrabo. La filosofía en el mundo guambiano es totalmente encontrada a la filosofía del mundo occidental. Sin embargo, nosotros no desconocemos la ciencia del mundo occidental. Pero ésta debe reconocer la ciencia del mundo indio". Se quejó de que "el gobierno nos tiene clasificados como 189 ciudadanos de segunda clase" y concluyó subrayando la necesidad de tener en cuenta que "en Colombia existen más de 60 comunidades indígenas que aún conservan sus lenguas propias". La segunda parte en las discusiones adelantadas durante el Foro, estuvo relacionada con la exposición de los videos de Fernando Urrea sobre la medicina tradicional ingano-kamsá "Médicos de la selva y la montaña" y "Médicos en las plazas y calles de Colombia". Vistos los videos, Carlos Juaijibioy, indígena kamsá del Sibundoy, tomó la palabra y la tiza para explicar gráficamente el funcionamiento en la cultura ingano-kamsá de la relación entre el hombre, la tierra y el espacio, así como entre el hombre y la naturaleza en cuanto a la búsqueda de la salud humana. Reconoció el problema de que muchos .indígenas "como fuente de trabajo han comenzado a negociar con la sabiduría con propósitos comerciales". Solicitó "que se mire a nivel del Ministerio de Salud la posibilidad de convenios hacia el reconocimiento de la sabiduría de los nativos" y que "se evite que personas inescrupulosas engañen a la gente con cualquier planta". En ese sentido dijo que "en el diagnóstico que hicimos en la comunidad denunciamos al Indio Amazónico quien fue al Valle de Sibundoy y se privó todo un día de hablar castellano para tomarse un nombre y un apellido que no corresponden a nuestra comunidad". Concluyó Juaijibioy su intervención diciendo que "nosotros queremos que la sabiduría y la ciencia sean respetadas y si es de compartirla la podemos compatir". Vicente Jajoy, de la comunidad Inga, hizo también su comentario de los dos videos. Dijo que "la parte mostrada en los videos de la comunidad es verídica". Agregó que no obstante "nos gustaría que la investigación no se hiciera sólo en cuanto al aspecto de la medicina, de la etnobotánica, sino que se reivindicara más el aspecto de la sabiduría, "la naturaleza como espacio de aprendizaje del indio". El sabio, nos han contado nuestros abuelos, era un regulador de la salud social de la comunidad cuando el gobernador no podía solucionar una disputa". Mostró luego cómo de "brujería", "magia indígena", "curanderismo" ya se ha pasado a hablar de "etnobotánica". Subrayó, sin embargo, que para las necesidades de difusión de su saber resulta insuficiente "tan sólo mostrar estos videos. Esto puede ser una parte inicial. Pero ¿cómo hacer para que no se acabe esa sabiduría frente a esta situación del Estado cuando muchas veces por el pueblo mismo y por las 190 instituciones no es reconocida?". Enfatizó en "la necesidad de la formalización de la ciencia indígena de una manera integral, de programas concretos a nivel nacional", sugiriendo la posibilidad de regulación jurídica del acceso a esta ciencia y a este saber médico Vicente recalcó cómo "el señor Rueda no tiene por qué ponerse el nombre de Cacique Amazónico". Finalmente dijo que "los programas no los debe diseñar el señor Estado, tienen que nacer de la comunidad, del pueblo indígena". A continuación intervino el antropólogo Luis Guillermo Vasco, quien anotó que en los videos se confundían de manera inconveniente tres planos. Dijo que los videos confundían "un saber y un poder que es global" con "curanderismo", y que confundían además "curanderismo" con "la venta de drogas con recetas aprendidas de memoria en mesas tiradas en las calles". Observó que una cosa es el curaca del valle de Sibundoy y otra cosa "el joven que va al valle del Sibundoy, compra los productos al por mayor, se aprende la receta de memoria y las vende en las calles". Sobre la presentación del video en el Cabildo inga de la capital, expresó que "en Bogotá no hay una comunidad inga. La comunidad inga del Sibundoy negó el reconocimiento del Cabildo inga en Bogotá. Están de acuerdo en el no reconocimiento y en no dividir la unidad de la comunidad. El Cabildo de Bogotá no es el mismo tipo de cabildo que existe en las comunidades indígenas sino un ropaje que se quiso dar a una forma asociativa de vendedores ambulantes. Este Cabildo inga no salió de los indígenas (...). No hay una comunidad inga en Bogotá, sino un conjunto de personas venidas del valle del Sibundoy con profesión de vendedores ambulantes a diferentes niveles, porque no todos venden plantas. La sabiduría, el poder de los curacas no se encuentra en Bogotá". De otro lado, Vasco expresó su desacuerdo con "la visión de estos sabios como médicos". Vicente Jajoy intervino en este punto para precisar que no era cierto que los tres Cabildos inganos del valle del Sibundoy se hubieran opuesto a la aceptación jurídica del cabildo en Bogotá. Agregó que Víctor Jacanamijoy ha estado trabajando durante 4 años desde la ONIC por su reconocimiento y ratificó el apoyo de la comunidad inga a la iniciativa de los inganos de Bogotá. En relación con la utilización comercial del conocimiento indígena reconoció la existencia al lado del "real representador" de ese saber del "avispón vividor" de él. 191 Fernando Urrea, respondiendo a Vasco, dijo que conocía cómo en torno a la constitución del cabildo se realizó "toda una discusión alrededor de un año entre los ingas de Bogotá". Anotó cómo hay una serie de intereses que se oponen a la conformación del cabildo: "grupos políticos, empresas farmacéuticas, vendedores ambulantes". En relación con la ocupación como vendedores ambulantes de muchos de los inganos en Bogotá, Urrea pidió tener en cuenta que los inganos han sido, además de agricultores, comerciantes nómades. Dijo además que la opción por el trabajo como vendedores ambulantes era una opción de supervivencia perfectamente legítima que no se les podía negar. Finalmente precisó que el término "curanderismo" no era un término negativo. Hernán Darío Correa cerró la discusión a propósito de los videos de Fernando Urrea y del tema de la sabiduría indígena, diciendo que "la cultura nuestra es mayoritaria, pero no mejor" y llamando a ver "las insuficiencias y fracasos de la ciencia occidental". A continuación hubo dos intervenciones más, que retomaron el tema de la identidad nacional. Carlos Vladimir Zambrano anotó cómo "aquí estamos dialogando no solamente sobre la cuestión de la identidad como un proble ma de investigación, sino sobre los componentes humanos que nutren una nación". Desafortunadamente, "el molde de conocimiento al cual nosotros hemos sido adscritos no nos ha permitido confrontar una realidad sino que nos la ha mantenido escondida, academizada. Las comunidades nos han sido presentadas en el anonimato y la ignorancia. Cuando comienzan a salir del anonimato a través de sus luchas, el reacomodo de ese saber trata de neutralizarlas con categorías como "lo arcaico", "lo aborigen", "lo pretérito". Nos muestra entonces una cultura sedentaria, quieta y no una cultura que es nómade, que se mueve, que lucha por nuevas formas de bienestar. A través de esas luchas los "indígenas" se han dado cuenta que ya no son tan indígenas otan negros, sino arhuacos, inganos, paeces, coconucos, guambíanos con sus respectivos pasados, patianos, porteños, barbacoanos, cada uno de ellos expresando tradiciones e historias específicas, formas de vida, luchas por construir sus palenques, por recuperar su tierra". 192 Zambrano mostró cómo hoy "el indígena cobra una nueva dimensión que es la de una nueva relación social, una relación posiblemente también permeada por lo clasista pero con un contenido muy particular: la posibilidad de ser pueblo, de reivindicarse a sí mismo como una unidad y de reivindicar la diversidad que había sido negada". Subrayó entonces cómo "esto tiene que ver fundamentalmente con un proyecto político. Nosotros no podemos perder esto de vista y quedarnos en una intelectualidad. A esa inteligencia debemos también incorporar el sentido de la lucha, y a esa lucha incorporar el sentimiento. Y esos tres principios son básicos para la nueva objetividad que nosotros tenemos que presentar. Porque no estamos tras una verdad. Estamos tras un conocimiento paulatino: la emergencia de sectores que habían sido negados, que es la base fundamental de las constituciones históricas. Porque tras de recuperar, de rescatar, estábamos olvidando a los hombres fundamentalmente. Lo que tenemos que hacer antes de recuperar una cultura o de rescatarla es incorporar y reincorporar con nuevos derechos a ese sujeto que está luchando y que está trabajando por buscar una nueva identidad, por buscar una nueva relación social para nuestro país, por crear nuevas condiciones de vida y de biene star, por buscar la paz". La última intervención en el debate fue de Mario Luna, economista de la Universidad del Valle. Mario dijo que encontraba en el conjunto de las discusiones tres tipos de palabras o de "discursos". Uno "es el del investigador que quiere reconocer, identificar y estudiar las realidades de las culturas subalternas o populares o la del investigador que nos viene a mostrar la complejidad de una cultura pero no tanto el funcionamiento de esa cultura, sino lo que se ha perdido. En ese sent ido me parece muy importante lo que dice Franz Faust sobre el nombre de Colombia: que viene de Colón, que corresponde a un proyecto de colonización, porque esto tiene que ver con el lugar que la cultura que él está investigando ocupa en el país. Es un tipo de discurso que nos enriquece y que nos lleva al reconocimiento de las diferencias sociales y culturales que tenemos". En cuanto al segundo tipo de discurso, dijo que "yo creo que este esfuerzo del investigador no es ajeno a la palabra de los propios indígenas. La palabra del indígena es el regreso de lo reprimido, de lo dominado, de lo que ha estado reducido a ciertos espacios, a ciertos reconocimientos, a ciertos ocultamientos. La palabra del indígena es el surgimiento de esos actores subordinados tradicionalmente por eso que Fernando Urrea ha llamado aquí "una hegemonía" y que ellos reconocen detrás de la palabra "blanco". Me parece 193 entonces muy importante aquello que el compañero del Putumayo decía hace un momento: "Estamos pensando en el país pero yo creo que para ver un país diferente tenemos que ver nacer un país diferente". ¿Y quiénes podemos dar ese parto hacia el país diferente? ¿Y lo vamos a hacer con las mismas personas que han detentado la hegemonía? ¿Con los mismos blancos? Porque todos hablan de reconstruir el país. Barco y Belisario han hablado de reconstrucción del país. Aquí enlazo yo el tercer discurso: el discurso del investigador como sujeto político, "como con un proyecto político". Yo creo que aquí caemos en las mayores ingenuidades. Cuando oigo hablar de identidad cultural nacional yo escucho de fondo la necesidad de reconstruir el estado nacional y la hegemonía que está en crisis. Entonces, ¿a quién le llevamos los ladrillos? Anotó luego que "las características regionales en este país no han sido reconocidas por el Estado, no porque el Estado no sea democrático, sino porque ha hecho democracia a la manera como se ha hecho en todos los países: con principios abstractos, generales, que no tienen en cuenta las diferencias culturales. Fernando mencionó el año 1886 de la construcción de esa hegemonía, pero hubo un siglo en el que las identidades regionales estuvieron pugnando. Siempre se ha tomado que esto ha sido de los liberales y conservadores. Pero ¿cuántos indígenas no estaban ligados a las luchas de conservadores y liberales, cuántos campesinos, cuántos artesanos, cuántos trabajadores identificando su propia perspectiva con la perspectiva de liberales y conservadores que eran cafeteros, banqueros, capitanes de industria? A mí no me parece ajena ni al liberalismo ni al conservatismo la reconstrucción nacional con Núñez en 1886. No me parece ajena ni la de Núñez ni la de López en los años 30. Es una reconstrucción de una hegemonía, hay que ver las cartas que se cruzan López Pumarejo y Laureano Gómez frente a los movimientos populares de la época en los años 20. Entonces, yo creo que no solamente hay que pensar el problema de la identidad nacional en términos de valores culturales, sino hay que preguntarse, y ésta es la pregunta de Hernán Darío: cuál es la perspectiva que se reivindica, cuál es el futuro. Y en ese sentido me parece que lo que Hernán Darío dice no es que los indígenas no tengan futuro, sino que su futuro tienen que enlazarlo no solamente con la pelea local por su tierra, por su lengua, sino con la ampliación de su presencia cultural en los distintos espacios e instancias de la sociedad". 194 Comentario final Hemos tratado de presentar de la manera más fiel posible los argumentos planteados a lo largo del Foro por los ponentes y los participantes en la discusión. Omitimos algunos aspectos secundarios o marginales de las intervenciones así como ciertos apartes de ellas que resultarían reiterativos. Prescindimos de hacer unas conclusiones finales sobre las tesis fundamentales surgidas en el desarrollo de las intervenciones. Nos parece que el texto es suficientemente claro al respecto y dejamos al lector el trabajo y el disfrute de percibir las ideas centrales y los distintos matices presentes en las intervenciones. Quisiéramos, para terminar, subrayar dos cosas: Primero, la importancia de estimular diálogos al estilo del que aquí reseñamos, donde sean posibles la apertura de los participantes a muy distintas sensibilidades profesionales y la superación de las percepciones estrechas de la realidad que con frecuencia están determinadas por la imposibilidad de trascender los marcos de nuestra psicología de profesionales de unas disciplinas específicas. En este sentido nos parece urgente estimular diálogos atentos y respetuosos entre historiadores y antropólogos, entre los sociólogos y los historiadores, entre los lingüistas y los antropólogos, entre los sociólogos, los semiólogos y los investigadores de los medios de comunicación de masas y de sus relaciones con la cultura. Sobra decir que el diálogo con los estudiosos o intelectuales indígenas o con representantes de otras comunidades étnico-culturales, sin prevenciones mutuas y sin paternalismos por lo visto cada vez más innecesarios, puede estimular también una apertura, en este caso ya no a otras sensibilidades profesionales, sino a otras sensibilidades culturales y personales. Una segunda sugerencia tiene que ver con la forma de participar los investigadores en estos encuentros. Algunos presentan sus ponencias, responden a las preguntas y se retiran del evento sin escuchar las otras intervenciones que eventualmente pueden poner en cuestión, apoyar o matizar las tesis por ellos expresadas. Las posibilidades de enriquecimiento mutuo, de aclarar dudas, de producir nuevas ideas o de sugerir nuevas interpretaciones de un fenómeno que podría producir un saludable "toma y dame" de ideas, se pierden con frecuencia debido a tal actitud. 195 Finalmente, queremos decir que el Foro de Silvia constituyó una buena muestra de que los colombianos podemos tener diálogos francos, atentos y productivos, y nos mostró que la realización periódica de este tipo de eventos puede contribuir al encuentro de necesarios consensos y a cimentar una nueva cultura de la discusión. 196 Revista de Antropología y Arqueología, Vol.VI, No.l 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. Bogotá. CRONOLOGÍA ABSOLUTA DE LA ARQUEOLOGÍA COLOMBIANA Recopilada por María Victoria Uribe 197 Cronología absoluta, arqueología colombiana CRONOLOGÍA ABSOLUTA DE LA ARQUEOLOGÍA CO LOMBIANA Recopilada por María Victoria Uribe Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes La base de datos que publicamos a continuación, está constituida, en gran medida, por fechas absolutas obtenidas en diferentes laboratorios a lo largo de las ultimas decadas, por el método del radiocarbono (C-14). Hay algunas fechas determinadas por termoluminiscencia y unas pocas por hidratación de obsidiana. La gran mayoría están sin calibrar y figuran con su respectivo márgen de error. Las referencias bib liográficas correspondientes no figuran en esta base de datos. Estas podrán consultarse en un archivo computarizado en el Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. El interés principal de este trabajo está en proporcionarle al investigador una recopilación sistematizada de fechas por regiones, y por siglos o milenios, con el objeto de permitirle visualizar los vacíos y las rupturas o discontinuidades que presentan las diferentes secuencias. Es posible que falten algunas fechas o datos, como por ejemplo número de muestra o laboratorio correspondiente. '' La abundancia de fechas absolutas en algunas de las regiones arqueológicas contrasta con la escacés o ausencia de las mismas en zonas donde la investigación arqueológica no ha sido sistemática. Las secuencias mas completas corresponden al altiplano cundiboyacense en la cordillera Oriental; el valle del río Calima en la cordillera Occidental; la etapa Formativa y de los Desarrollos Regionales de las Llanuras del Caribe; y finalmente, al curso medio del río Caquetá en la región del Amazonas. Estas zonas han sido privilegiadas por investigaciones sistemáticas, interesadas en consolidar columnas de fechas absolutas. Con el objeto de facilitar la lectura, el país ha sido dividido en cuatro grandes regiones culturales con sus respectivas subregiones de la siguiente forma: 198 I Andes del Norte: 1. Altiplano cundiboyacense 2. Montaña santandereana 3. Magdalena medio II- Andes Septentrionales: 1. Valle del río Calima 2. Valle medio del río Cauca 3. Macizo colombiano: 3.1. San Agustín 3.2. Tierradentro; valle de La Plata 4. Altiplano nariñense 5. Costa Pacífica III- Costa Caribe: 1. Llanuras del Caribe 1.2. Depresión momposina, bajo Sinú. 2. Sierra Nevada y Ciénaga Grande de Santa Marta. 3. Golfo de Urabá; Alto Sinú. 4. Noroeste antioqueño. 5. Península de la Guajira. IV- Región amazónica: 1. Cuenca del río Caquetá. 2. Llanos orientales. 199 Las fechas de carbono 14, termoluminiscencia e hidratación de obsidiana que figuran en esta base de datos, han sido obtenidas por diversos investigadores en los laboratorios cuyas siglas corresponden a: Alpha: B: BM: Gak: Gif: GrN: Gx: HV: I: IAN: INAH: JVIC: Beta Analytic Inc, Coral Gables, Florida. USA (TL) Beta Analytic Inc, Florida. USA (C-14) British Museum, Londres. Inglaterra Gakushuin University Radio Carbón Laboratory. Francia Groningen, Holanda Geochron Laboratory; Cambridge, Massachusetts. Hannover. Isotopes, Westwood Labs. N.J. USA. Instituto de Asuntos Nucleares, Bogotá. Instituto Nacional de Antropología e Historia, Méx. Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Caracas. M: Michigan, USA NPL: National Physical Laboratory, Middlesex, Inglaterra. Ny: Nancy (C.N.R.S.), Francia. OX., OXA: Oxford Research Laboratory, Inglaterra. PITT: University of Pittsburgh, USA. SI: Smithsonian Institute, Washington. USA Tk: Tokio, Japón. UsG: University of Georgia. USGS: United States Geological Service, UCLA, California.USA Y: Yale University, USA. 200 201 202 203 204 205 206 207 208 209 210 211 212 213 214 215 216 217 218 219 220 221 222 223 224 225 226 DOCUMENTOS 227 Revista de Antropología y Arqueología Vol. VI, No.l, 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes, Bogotá. MEMORIA DE LOS RITOS Y CEREMONIAS DE LOS MUISCAS EN EL SIGLO XVI Miguel de Ibarra Oidor de la Real Audiencia Francisco de Porras Mexía Provisor del Arzobispado Transcripción y notas de Eduardo Londoño Universidad de Los Andes Museo del Oro 228 MEMORIA DE LOS RITOS Y CEREMONIAS DE LOS MUISCAS EN EL SIGLO X V I Eduardo Londoño Museo del Oro Universidad de Los Andes A doña Carlota Bustos Losada La memoria de los ritos y ceremonias es una descripción de primera mano del proceso de educación e investidura de los sacerdotes muiscas del altiplano cundiboyacense, llamados jeques. La existencia de este texto de fines del siglo XVI en el Archivo General de Indias de Sevilla (AGÍ. Santafé, 17, ramo 3), era conocida desde 1928 por un resumen publicado por Ernesto Restrepo Tirado en el Boletín de Historia y Antigüedades. Sin embargo, la transcripción que ahora publicamos, literal y completa, incluye documentos de importancia comparable a la de la memoria misma: la descripción del proceso y extirpación de santuarios, la contabilidad del oro y las esmeraldas incautados como elementos de idolatría; y sobre todo un listado de 100 jeques con sus nombres y capitanías ("parentelas") que posibilitará una mejor comprensión de la organización social muisca (Londoño, en preparación). La memoria en sí "no lleva fecha ni nombre de autor" (Restrepo Tirado 1928:66); pero los demás documentos permiten introducirla en el contexto de su cronología, su autoría y su influencia sobre cronistas posteriores. Las diligencias de extirpación El pueblo de Fontibón nos dejó como ningún otro del altiplano, el registro completo de su aculturación religiosa, pues los funcionarios coloniales se encargaron de batallar contra las idolatrías recurrentes en la que fuera encomienda de la real corona. En 1563 se halló que celebraban "...fiestas gentílicas...grandes idolatrías, adulterios, estupros, embriagueces y sacrificios de muchachos y otros delitos y excesos abominables" (Tegonía 1944:323), y aun en 1608 sus indios se consideraron los "...más 229 perdidos y relajados en materia de costumbres y más sin fé de cuantos hay en este Reino". Sólo tras la labor de los jesuitas pasaron a ser en 1727 "...no sólo...los pueblos mejor educados e instruidos de todo este Reino, sino los de mayor número de indios y los que con mayor prontitud satisfacen sus tributos" (Velandia 1983:56,60; Pacheco 1959:1:311). Tal era la fama de Fontibón y su cacique, que su nombre motejó a ciertos indios de Pamplona, "...idólatras como los moxcas; tienen sus santeros o mohanes que hablan con el demonio, el cual les hace entender que él hace llover, entre los cuales hay uno que es principal y éste es un capitán del pueblo llamado Cirivita, que los españoles llamaron Fontibón por la similitud que tiene a un pueblo de indios moxcas que está legua y media de la ciudad de Santafé del Nuevo Reino de Granada, que se llama de este nombre". (1550. Aguado/1581/: 1:466). En 1594, la prolongada causa contra el cacique don Alonso, nacido al tiempo de la conquista, llevó a Fontibón al licenciado Francisco Mexía de Porras, maestro y juez en lo eclesiástico y cabeza encargada del arzobispado vacante, quien el viernes 6 de mayo dio aviso a la Real Audiencia sobre la existencia de ídolos y ofrendas. El sábado iniciaron las diligencias de extirpación el licenciado Miguel de Ibarra, oidor, y el escribano Andrés de Alcalá, identificando en ese mismo día cien jeques {cheque, chiquy ) o tibas, "que son los xeques curas y los tibas sacristanes". El domingo siguiente, después de misa, el cacicazgo completo escuchó el sermón del maestrescuela de la catedral traducido por Gonzalo Bermúdez, catedrático de la lengua muisca - y acto seguido los indígenas iniciaron una entrega de elementos religiosos que duró ocho días. Durante una semana más, se redactarían en Santafé los informes y cartas con el fin de enviarlos al Real Consejo, aprovechando el viaje de Bartolomé de Villagómez Campuzano, corregidor de Tunja. Sin embargo, Campuzano no fue entonces a España (Rojas 1962:209) y así perdemos el rastro de cómo y cuándo llegó el expediente ante el rey. De los días transcurridos en Fontibón data entonces la memoria de los ritos y ceremonias, resultado de un verdadero trabajo de campo de los licenciados Ibarra y Mexía y el lenguaraz Bermúdez. 230 Representación en oro de un cercado muisca con dos divisiones internas no concéntricas y tres puertas donde se llevaba a cabo el reconocimiento del nuevo jeque. (Museo Etnográfico, Berlín. No.VA 13.636 - Foto Jorge Nieto, por cortesía de Clemencia Plazas). 231 La visita de Ibarra Miguel de Ibarra había iniciado desde el 12 de febrero de 1593 una visita general de Santafé, donde no desdeñó anotar rasgos etnográficos muiscas (Restrepo Tirado 1929:17:515-518)1 . El 15 de julio del 94 delimitó el resguardo de Chinga observando... "...un hoyo grande que los dichos indios dijeron llamarse Moya, e que aquel hoyo llamado Moya desde que amaneció el mundo los indios dijeron haberlo tenido por mojón y señal entre los dichos pueblos de Churuaca y Chinga, e por allí pasaban cuando corrían la tierra cada año". (ANC. VisBoy: 17: 128r). "...una vereda que los indios dijeron llamarse Chibiuya porque dijeron ser el camino por donde el cacique de Chía arrastraba y llevaba la madera para sus cercados" (ANC. VisBoy: 17 13 Ir). Como parte de su procedimiento de visita, Ibarra interrogaba a los indios sobre sus ritos, su poligamia y los trib utos pagados antiguamente a los caciques (Tovar 1980). Por su visita a Bobota [sic] sabemos que los muiscas identificaban el útero con un calabazo de poporo (Londoño 1990); en Guasca y Guatavita señaló por mojones antiguos santuarios con calzadas ceremonia les (Velandia 1979-82:3:1337, 1387); en Sutatausa registró la actividad salinera (Langebaek 1987:78); en Siminjaca notó la presencia dual de caciques simultáneos (ANC. VisBoy: 17:543r, como en Londoño 1985:206); y en numerosos pueblos listó a los indígenas tributarios con sus esposas, hijos, edades y procedencias, distinguiendo en ocasiones las capitanías menores de las mayores (Villamarín /1975/1981; Langebaek 1987:28). El oidor terminaría su comisión el 18 de marzo de 1595 sin recibir denuncias de idolatría semejantes a la de Fontibón (Restrepo Tirado 1929:17:641-644). En Cucunubá, como en tantos otros pueblos, los indios declararon ser... 1 "Miguel de Ibarra era oriundo de Eibar (Guipúzcoa), nacido en el seno de una familia de la pequeña nobleza vasca y hermano de don Juan de Ibarra, secretario del Consejo de Indias. Fue nombrado oidor de la Audiencia de Santafé el 23 de noviembre de 1591 y en dicho cargo duró hasta septiembre de 1599, pasando de allí a presidir la Audiencia de Quito hasta su muerte acaescida en 1608" (Ruiz Rivera 1:75:27-28). 232 "...cristianos y como tales acuden a la iglesia y no tienen santuarios ni jeques ni usan de idolatrías, que los indios que esto hacían ya son muertos que eran los viejos, y los que agora son son cristianos y acuden a las cosas de la iglesia" (ANC. VisCund:4: 43r). La visita eclesiástica Sin embargo, la idolatría permanecía incólume entre los muiscas. Durante dos meses de 1599, el nuevo arzobispo de Santafé, Bartolomé Loboguerrero, llevó a cabo una visita de extirpación por los pueblos de la sabana de Bogotá; su informe de Fontibón sorprende por la similitud con la visita de Ibarra, como si ni en las conciencias ni en el número de ídolos hubiera hecho mella el oidor: "La visita comenzó por Fontibón...Los indios, impresionados y temerosos, entregaron más de tres mil ídolos que guardaban ocultos bajo tierra y escondidos en los techos y paredes de sus casas. Los mas, fabricados de plumas de varios colores, fueron entregados al fuego, mientras se cantaba: 'Confundantur omnes qui adorant seulptilia'. Los de oro se fundieron para aprovechar el precioso metal en la construcción y adorno de los templos. Algunos de los indios mas culpables fueron castigados, entre ellos dos jeques o sacerdotes muiscas. Otros ochenta jeques fueron sentenciados a destierro de la población, pero por no haber sitio apropiado en Santafé para instruirlos, se les dejó en Fontibón al cuidado del párroco" (Pacheco 1959:1:75). La formación de los jeques El jesuita Alonso Medrano, de quien Pacheco toma al parecer el relato anterior, es asimismo autor de una "Descripción del Nuevo Reino de Granada" (/1600/1953)l donde se refiere a la educación e investidura de los jeques (en Pacheco 1959:1:301) en términos que podemos comparar con la Memoria y con un conocido pasaje de la crónica del franciscano Pedro Simón (71625/1981:3:383-384). Los tres documentos describen los mismos aspectos del encierro durante el cual se entrenaban los futuros sacerdotes. 1 Es urgente una publicación completa de estos dos documentos de Medrano. 233 Comparándolos resulta que ninguno de los textos es copia de otro (ver tabla). Medrano se destaca como el más diferente por ser mucho más riguroso en privaciones (es también el que más fuertemente ataca "este maldito sacerdocio") y por presentar un carácter más chamanístico que sacerdotal: "...enséñanle a emborracharse con ciertos humos de tabaco, y estando así se le aparece el demonio y hace pacto con él, y le instruye en las cosas de su culto y le queda familiar en adelante" (en Pacheco 1959:1:301). Las tres fuentes narran enseguida el proceso posterior a la exclaustración, incorporando los mismos elementos en distinto orden. En la Memoria, los candidatos salen y - en compañía de los jeques solamente - se bañan en ollas cuya agua se arroja a un arroyo, se ponen mantas blancas nuevas, van a su casa donde sus parientes les tienen fiesta y al santuario donde con sus tíos pasan un examen de ceremonias. Tras esta etapa privada, acuden donde un cacique especial que les horada las orejas en señal de ser jeques y, luego, ante su propio cacique, quien en una ceremonia de tres días los reconoce y les da mochila, poporo, cofia y dos indias doncellas con las cuales durante cuatro meses han de demostrar continencia. Según el padre Simón, las orejas y las narices se les horadaban al salir del encierro y con nutrida concurrencia se bañaban en una quebrada, vestían mantas nuevas e iban donde su propio cacique a recibir la investidura del sacerdocio, mochila, poporo y mantas pintadas; había luego grandes fiestas y ofrecían sacrificios para ejercitarse. La versión de Medrano recoge menos detalles pero retoma el bonetillo que es signo de graduación, entregado esta vez por un "gran cacique a quien ellos tienen por sumo sacerdote". El jesuita coloca además a la india doncella en el encierro mismo de siete años, "a la que no ha de llegar", y como Simón y otros cronistas, insiste en el celibato de por vida de los sacerdotes muiscas (1600/1981:182) apartándose de la Memoria. La Memoria que publicamos resulta ser, de las tres, la. descripción más larga y detallada. El complejo proceso que involucra la purificación con los maestros, la recepción por los parientes de su capitanía, el visto bueno de un cacique principal (al que no llama jeque) y finalmente la alianza e investidura (comida-bonete) por el cacique local, es similar al de confirmación y reconocimiento de los caciques mismos (Londoño 1985:181-183). 234 El fin del siglo XVI, cuando la preocupación por erradicar la infidelidad entre los muiscas hizo que se usaran la lengua nativa y técnicas hasta cierto punto etnográficas, nos dejó un acopio de ricos documentos que, como éste, invitan al análisis y permitirán entender cada vez mejor esta sociedad desaparecida. BIBLIOGRAFÍA Fuentes primarias: AGÍ, Santafé//Archivo General de Indias, Sevilla, fondo Audiencia de Santafé. ANC. VisBoy, VisCund//Archivo Nacional de Colombia. Fondo Visitas de Boyacá y Visitas de Cundinamarca de la Sección Colonia. Fuentes secundarias: Aguado, fray Pedro. 1581/1956 Recopilación historial. Biblioteca de la Presidencia de la República (4 vol). Bogotá. Langebaek, Cari Henrik. 1987 Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, siglo XVI. Banco de la República. Bogotá. Londoño, Eduardo. 1985 L o s c a c i c a z g o s m u isca a la llegada de los conquistadores españoles. Tesis de grado, Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. Bogotá. 1986 Un mensaje del tiempo de los muiscas - el caso de un ofrendatario muisca entontrado en Fontibón. Boletín Museo del Oro No. 16, Banco de la República. Bogotá. 1988 La conquista del cacicazgo de Bogotá. Boletín Cultural y Bibliográfico, 25(16):23-33. Banco de la República. Bogotá. 1990 Santuarios, santillos, tunjos - objetos votivos de los muiscas en el siglo XVI. Boletín Museo del Oro No.24-25. Banco de la República (en prensa). Bogotá. Medrano, Alonso. 1600/1953 Descripción del Nuevo Reino de Granada. Revista Javeriana, Vol.40:174-183 (Juan Manuel Pacheco, ed). Bogotá. 235 Pacheco, Juan Manuel. 1959 Los jesuítas en Colombia (2 vol). San Juan Eudes. Bogotá. Restrepo Tirado, Ernesto. 1928-1929 Audiencia de Santafé. Boletín de Historia y Antigüedades (Los documentos sobre Fontibón se resumen en el vol. 17(194):65-66, (199):428, 435-437). Rojas, Ulises. 1 9 6 2 C o r r e g i d o r e s y j u s t i c i a s m a y o r e s d e T u n j a y s u provincia desde la fundación de la ciudad hasta 1817. Tunja. Ruiz Rivera, Julián B. 1 9 7 5 E n c o m i e n d a y m i t a e n l a N u e v a G r a n a d a e n e l s i g l o XVII. Escuela de Estudios Hispano Americanos - EEHA. Sevilla. Simón, fray Pedro. 1625/1981 Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales (7 vol). Biblioteca Banco Popular. Bogotá. Tegonía. 1563/1944 Tegonía indígena mosca - autos en razón de prohibir a los caciques de Fontibón, Ubaque y otros, no hagan las borracheras y sacrificios de su gentilidad (Enrique Ortega Ricaurte, ed). Revista del Archivo Nacional, Vol.6(68):323-330. Bogotá. Tovar Pinzón, Hermes. 1980 La formación social chibcha. Ciec. Bogotá. Velandia, Roberto. 1979- 1982 Enciclopedia histórica de Cundinamarca (5 vol). Bogotá. 1983 Fontibón, pueblo de la Real Corona. Bogotá. Villamarín, Juan A, y Villamarín, Judith. 1975/1981 Parentesco y herencia entre los chibchas de la sabana de Bogotá al tiempo de la conquista española. Universitas Humanística, 10(16):90-96. Bogotá. 236 237 Transcripción AGLSantafé 17, No.98 A Joan de Ibarra, caballero del hábito de Calatrava, del Consejo del Rey [nuestro] señor y su secretario. Madrid. El capitán Bartolomé Campuzano, corregidor de la ciudad de Tunja, es la persona que ésta dará a Vuestra Merced, con el cual el tiempo que ha que entré a este Reino he tenido mucha amistad, por lo cual suplico a Vuestra Merced le tenga por encomendado para hacerle la merced y favor que hubiere lugar que tendré por propia mía la que Vuestra Merced le hiciere. Yo vine ayer con salud del repartimiento de Hontibón de la Real Corona donde se han hecho muchas averiguaciones y diligencia cerca1 de los santuarios, de que resultó haber ciento y treinta y cinco xeques que los guardaban y hacían sacrificios al demonio, y manifestaron muchos ídolos que tenían y se vinieron a sacar debajo de la tierra muchos santillos de oro, como constará por el testimonio que envío en el pliego del Rey. A mi señora doña Catalina beso las manos muchas veces con las de Vuestra Merced, a quien Dios guarde muchos años como yo deseo. De Santafé, a 17 de mayo de 1594. [Fdo.] El licenciado Miguel de Ybarra. AGI Santafé 17, No.99 A Joan de Ibarra, del Consejo del Rey nuestro señor y su secretario. Por haber escrito a Vuestra Merced muchas cartas seré en esta breve. En el repartimiento de Hontibón de la Real Corona estuve los otros días haciendo ciertas averiguaciones y diligencias cerca de 1 Nota del transcripton Cerca: acerca 238 los santuarios, de que resultó haber ciento y treinta y cinco xeques que los guardaban y hacían sacrificios al demonio, y de los tales que pudieron ser habidos manifestaron muchos ídolos de barro y ocho bohíos que tenían señalados donde hacían sus ritos y ceremonias que manifestaron tenerlas veneración como los cristianos a las iglesias. Donde estaban los ídolos los mandé quemar y se quemaron algunas de ellas. Y en nueve días que se anduvieron buscando los dichos santuarios donde mucha parte de los dichos xeques señalaron, en el campo y junto a sus casas debajo de tierra, se vinieron a sacar de santillos de oro unmil y cuatrocientos pesos de oro, lo cual se entregó en la caja real a los oficiales de ella. Y en todo este Reino hay estas ceremonias y santuarios y tienen muchos dioses a quien adoran y por estos dejan de adorar a Dios Nuestro Señor, y a los tales xeques les tienen los indios tanta reverencia como los cristianos a los obispos y arzobispos. Con ésta va una memoria de los ritos y ceremonias que hacen los dichos indios y también un testimonio. // Yo habré de tornar a salir de aquí con brevedad para proseguir y continuar la visita general de la tierra, y juntamente con ella se harán las diligencias necesarias para quitar estas idolatrías y de lo que se fuere haciendo en todo avisaré a Vuestra Merced. A mi señora doña Catalina beso las manos muchas veces con las de Vuestra Merced, a quien guarde Dios muchos años como yo deseo. De Santafé, a 18 de mayo de 1594 años. [Fdo.] El licenciado Miguel de Ybarra. AGLSantafé 17, No.99a Memoria de los ritos y zerimonias que tienen los indios én ÍQS santuarios de que adoran al demonio y le ofrendan. Primeramente estos tales que tienen santuarios los ponen en un bohío apartado y ponen tres o cuatro indios juntos que estén en compañía, en siendo de edad de diez años para arriba, y allí ayunan cuatro o seis años para ser xeques. El orden del ayunar es que no comen más de una vez al día, por la mañana a las ocho, y comen muy poco y sin sal y las comidas son maíz tostado y turmas chicas porque tengan menos sustancia y unas pocas de hojas silvestres de poca sustancia y beben una sola vez de chicha muy moderada al día. Y allí vienen los xeques viejos a quien estos indios han de suceder que son sus tíos y les dan la ley y enseñan 239 cómo han de hacer sus sacrificios y sahumerios y les enseñan a pintar y a tejer mantas, las buenas y ricas que se hacen, y no salen al sol ni les da aire; y los bohíos están cerrados por todas partes y por un agujero les dan la comida y entran los xeques viejos, y la luz que les entra por los bohíos donde están encerrados es por unos cueros de venado pelados, y allí dentro tienen algunos conejos y curíes vivos para entretenimiento. Y cumplidos los cuatro o seis años que han de ayunar de la forma dicha como es la parcialidad y costumbre que tienen los sacan a los dichos indios que han de ser xeques, no por la puerta por donde entraron, sino por otra frontero1 que la abren para el efecto a las cuatro de- la mañana cumplido el tiempo, y no se hallan al sacarlos mas de los xeques a quien han de suceder; y allí los lavan con agua muy fría en una bacías2 de barro que entre los indios se llaman moyas, porque desde el día que entraron hasta la hora que salen no se lavan el cuerpo sino sólo los dedos de las manos, porque dicen que se recrea el cuerpo lavándose y porque no tenga recreación no se lavan; y después de lavados como está dicho toman aquella agua y la echan en un arroyo el primero que hallan porque la dicha agua la tienen por santa. Y de allí los llevan a la casa donde han de vivir donde está // aparejado de hacer una borrachera, y al sacar a los dichos muchachos para xeques los mudan los vestidos y los ponen unas mantas blancas limpias y nuevas, y en la dicha borrachera se saludan con sus parientes, y de allí sus tíos a quien ha n de suceder que son xeques los llevan al santuario o a la casa de oración que tienen y allí les hacen hacer las ceremonias que los han enseñado, que es sahumar ante todas cosas con moque y con una trementina conficionada3 que tienen mucho hedor, y allí llaman al demonio y a sus dioses que son demonios y ofrendan en el santuario que está hecho, y esto es para examinarlos en las ceremonias como padrinos. Y de allí van a un cacique que está dedicado para ello y les horada las orejas en señal que están hábiles y suficientes, y vuelven a sus casas y allí con el cacique de este mismo pueblo hacen otra ceremonia que es salir tres días arreo4 y visitar el dicho cacique el [sic] dos o tres horas antes que amanezca de manera que cuando van haya rucio y vayan las piernas mojadas del dicho rocío; y el primero día llegan a la primera puerta del cercado del cacique y el dicho cacique sale 1 Nota del transcriptor: Frontero: puesta enfrente. Nota del transcriptor: Bacía: vasija baja y de borde ancho. 3 Nota del transcripton Conficionada: preparada como medicamento de botica. 4 Nota del transcriptor: Arreo: consecutivos. 2 240 aquella hora y él propia sirve a los dichos xeques y les da a comer carne, bollos y sal, porque hasta entonces no la han comido, y el segundo día entran a la segunda puerta con la misma ceremonia y al tercero día que es la última entran a la tercera puerta donde está la casa del cacique a la misma hora y el dicho cacique les sirve y da de comer según va declarado arriba y luego les encarga usen bien su oficio, y les da una mochila larga pintada para en que echen el ayo a cada uno y les da un calabazo en que echen cal y un palillo con un cascabel al canto, porque estas cosas ni las pueden traer ni usar de ellas si no son xeques ó tibas, que son los xeques curas y los tibas sacristanes, y luego les pone un rodete1 que es la última ceremonia que a ellos les hacen que es en confirmación del oficio. Después de todo esto hecho le entrega dos niñas doncellas de edad de catorce años a cada uno para que las tenga en su servicio y duerman con ellos en su mismo aposento, y a estas no ha de llegar en cuatro meses y esto se hace para probarles si tienen continencia y si lo quebranta y toca en alguna de ellas pierde cuanto ha padecido y lo mataban antiguamente, y si lo cumple corre la fama y lo tienen por santo y acuden a ellos muchos indios afligidos para que los consuele y haga oración por ellos; y al cabo // de los cuatro meses corrompen las dichas indias, y duermen con ellas pocas veces porque cuando han de hacer alguna oración por alguien han de ayunar seis días o doce antes que hagan la oración y en este tiempo no llegan a las dichas indias. Y desta suerte quedan hechos xeques, y saben de los santuarios los xeques solos y no ninguna otra persona y en todo este reino hay estas ceremonias y santuarios y tienen muchos dioses a quien adoran y por esto dejan de adorar a Dios Nuestro Señor, y a los tales xeques les tienen los indios tanta reverencia como los cristianos tienen a los obispos y arzobispos, y los dichos xeques hablan con el demonio todas las veces que lo llaman. AGLSantafé 17, No.99b Testimonio de las diligencias que el licenciado Ybarra hizo en el repartimiento de Hontibón. Yo, Andrés de Alcalá, escribano del Rey nuestro señor, su r°r del2 ... en la Real Audiencia de este Nuevo Reino de Granada de las Indias, certifico y doy fé cómo habiéndose dado aviso por el 1 2 Nota del transcripton Rodete: rosca de lienzo que se lleva en la cabeza. No conocemos el cargo de Alcalá, que siempre aparece en abreviatura. 241 licenciado don Francisco Mexía de Porras, mastrescuela de la santa iglesia de esta ciudad, provisor y vicario general en este arzobispado, al señor doctor Antonio González presidente y gobernador de este Nuevo Reino, de que en el repartimiento de Ontibón de la Real Corona había sacado cierto santuario de los indios del y que tenía aviso que había muchos mas y que los indios principales y de toda suerte hacían mediante los dichos santuarios muchas idolatrías y sacrificios al demonio y que convenía se pusiese remedio en ello, para le poner dio comisión al señor licenciado Miguel de Ibarra, oidor de esta Real Audiencia, para que fuese al dicho repartimiento de Ontibón e hiciese averiguación de todo y sacase los santuarios e ídolos que los indios tenían, e hiciese sobre todo lo que conviniese. En cumplimiento de lo cual fue de esta ciudad de Santafé al dicho repartimiento y a las demás partes que convino en siete de mayo de mil y quinientos y noventa y cuatro años, y por ante mi hizo muchas averiguaciones y diligencias cerca de los dichos santuarios de que resultó haber ciento y treinta y cinco xeques que los guardaban y hacían sacrificios al demonio, y de los tales que pudieron ser habidos manifestaron muchos ídolos que tenían de barro y caracoles y ocho bohíos que tenían señalados donde hacían sus ritos y ceremonias, que manifestaban tenerlas veneración como los cristianos a las iglesias donde estaban los ídolos. El dicho señor oidor las mandó quemar y se quemaron algunas de ellas en mi presencia. // Y en nueve días que se anduvieron buscando los dichos santuarios donde mucha parte de los dichos xeques señalaron - que otros muchos de los dichos xeques no han podido ser habidos - que fue en alares de bohíos entre paja y en el campo debajo de tierra y junto a sus casas debajo de la tierra, se vinieron a sacar de santillos de oro bajo y fino juntamente con lo primero que sacó el dicho masescuela cuando dio el dicho aviso, unmil y cuatrocientos pesos de oro, lo cual se entregó en la caja real a los oficiales de ella juntamente con doce pesos y tres tomines de peso de esmeraldas que en todos los dichos santuarios se sacaron; en todo lo cual el dicho señor oidor acudió y se halló presente ordenando y mandando lo que convino para su buen efecto según consta y parece por los autos y diligencias que se hicieron a que me remito, y para que dello conste, de mandato del dicho señor oidor di esta certificación en la ciudad de Santafé a diez y seis de mayo de mil y quinientos y noventa y cuatro años y por ende fice mi signo a tal [hay un signo] en testimonio de verdad. [Fdo.] Andrés de Alcalá, escribano y r01 " de su Majestad. 242 AGÍ.Santafé 17, No.99c Por la presente certifico yo, Alonso Martín Cortés, escribano del Rey nuestro señor e notario público e apostólico y de la Audiencia Arzobispal de este Nuevo Reino de Granada de las Indias, sede vacante, cómo ante mí como tal notario el licenciado don Francisco de Porras Mexía maestre escuela e provisor en este arzobispado va procediendo contra don Alonso, cacique del pueblo e repartimiento de indios de Fontibón de la Real Corona, sobre idolatrías e incestos que el dicho cacique ha hecho y cometido en ofensa de Dios Nuestro Señor, siendo como es un indio bautizado de cincuenta años mas o menos y que ha sido castigado y amonestado muchas veces ansí por el arzobispo pasado como por sus visitadores y por la Real Audiencia, y ultimadamente podrá haber dos años poco mas o menos que habiendo procedido la Real Audiencia contra él y condenádole en algunas penas y mandádole que fuese cristiano y qué no hiciese ofrecimientos al demonio ni se echase con una hija suya'ni con otras indias hermanas, hijas e madres, parece por las informaciones que el dicho maestre escuela e provisor ha hecho que después acá ha vuelto a reincidir en los dichos delitos y en otros muchos de su gentilidad, sobre lo cual le tiene preso. E andando haciendo diligencias para la averiguación de los delitos que el dicho don Alonso ha hecho y cometido después que fue sentenciado por la Real Audiencia, parece que habiendo ido al dicho pueblo de Fontibón a seis días del mes de mayo de mil e quinientos e noventa y cuatro años juntamente conmigo el dicho notario - que estará como dos leguas de esta ciudad de Santafé - se le dio noticia de ciertos ídolos e ofrecimientos que un indio capitán del dicho pueblo llamado Lorenzo tenía en que él y todos los indios de su parcialidad adoraban. Y ansí luego incontinente envió a llamar al dicho Lorenzo el cual habiéndole hecho una plática y dádole a entender cómo el demonio los tenía ciegos y que en ninguna manera se podían salvar ni ir al cielo si no dejaban aquellos ídolos que tenían y adoraban a un solo Dios verdadero, poniéndole por delante las penas del infierno si no dejaban aquellos ritos e cerimonias y dándole a entender la gloria que Nuestro Señor tenía aparejada para los que le servían y adoraban, la cual dicha plática hizo mediante Gaspar Duarte lengua e intérprete; y acabado de hacer la dicha plática el dicho capitán Lorenzo de su propia voluntad dijo que él quería dar su ídolo que era de palo y todo cuanto le tenía ofrecido, y así guiando él propio fue a un bohío de paja y lo empezó a desbaratar y sacó de él un 243 pedazo de palo como de altor de tres cuartas reburujado 1 en unas mantas blancas // de algodón, y el dicho palo estaba hecho en él una figura con una manera de rostro e manos e pies y en la barriga metido un tejolillo de oro fino, y allí dijo que aquel era el ídolo en que adoraba; y luego sacó tres o cuatro ollitas que tenía enterradas debajo de tierra con idolillos de oro fino y bajo qu e le tenía ofrecidos al dicho ídolo, que fueron ciento y sesenta y cuatro figuras chicas y grandes que pesaron cuatrocientos y diez y seis pesos de aquel oro y unas esmeraldinas, y acaba CCCCXVI pesos do de sacar, el dicho Lorenzo dijo que no tenía má s que dar y que ya estaba su corazón bue no y contento y que quería de aquí adelante ser b u e n cristiano, y como cristiano él declararía todos los indios del d i c h o pueblo que tenían ídolos y santuarios, porque no había n i n g u n o q u e no los tuviese. Y el dich o dia acabado de hacer lo susodicho el dicho provisor mandó hacer información de todo lo s u s o d i c h o y v o l v i ó a esta ciudad de Santafé a donde a caballo juntamente con el dicho Lorenzo indio e otros indios fue a las casas reales y dio cuenta de lo susodicho al señor doctor Antonio González del Real Consejo de las Indias y Presidente de este Reino, y su señoría proveyó que luego el sábado siguiente siete d í a s d e l d i c h o m e s d e m a y o f u e s e n e n descubrimiento de los dichos santuarios el señor licenciado Miguel de Ibarra oidor y el dicho maestre escuela e provisor y un oficial real y otros oficiales. Y así luego el dicho sábado fueron los dichos señor oidor y provisor al dicho pueblo de Fontibón llevando consigo a Gonzalo Bermúdez clérigo presbítero catedrático de l a lengua de los indios, y se empezaron a examinar algunos indios para saber los xeques q u e h a b í a e n e l d i c h o p u e b l o ; y s e h a l l a r o n p o r l a d i c h a información que el dicho don Alonso cacique tenía cuatro xeques a quien él daba los idolillos de oro que hacía p ara que los llevasen a ofrecer al demonio y a sus ídolos, que se llaman 2 : Xeques del cacique Tachequi, Quensacheque, Escafuche - paba, Saguachique; y este Tachequi es su jeque mayor, el cual declaró tener el santuario del dicho cacique. 1 Nota del Transcripton Reburujar: envolver una cosa haciendo con ella un bulto desordenado. 2 Nota del transcriptor: El documento no registra la acentuación de estos nombres. 244 245 Capitanía de Lorenzo Sequasocatiba, Sutumguechique, S a t a t i b a , G o t a t i b a , C o g u a , S a n a m e - guya, C hoya -chuque, Tausacachique, Chunuachique, Guomguatiba. Capitanía de Upantiba/Papo El propio Papo, Ietiba, Muecatiba, Bitatiba, Vizcuatiba, Fixtuatiba. CXXXV xeques Que son cien xeques lo de las diez capitanías, sin otros treinta y cinco que estaban fuera del pueblo según constó por las informaciones. Constó por la información que hicieron el dicho día que después que fue suelto el dicho don Alonso cacique de la cárcel real hizo sacrificio al demonio y que hizo a su platero le hiciese santillos de oro y que s e los entregó al xeque Cuy para que los llevase a ofrecer a sus ídolos e santuario que tiene en lo alto de la sierra por cima de Santafé, y que fueron de oro de San Juan de los Llanos; y este propio día mandaron prender los cuatro xeques del dicho cacique . ítem luego el domingo por la mañana ocho días del dicho mes de m a y o d e l d i c h o a ñ o l o s d i c h o s j u e c e s h i c i e r o n p r e g o n a r públicamente por todo el pueblo de Fontibón que no quedase indio ni india, que todos fuesen a misa a la iglesia, y como a las diez del día poco mas o menos estaban juntos en la iglesia mucho concurso de gentes de indios e indias e dijo la misa Hernán Vázquez, cura del dicho pueblo. Y acabada el dicho maestre escuela se subió e n c i m a d e l a s g r a d a s d e l a l t a r m a y o r // y mediante el dicho Gonz alo Bermúdez intérprete, estando el d i c h o s e ñ o r o i d o r presente y algunos españoles, les hizo una plática y sermón dándoles a entender que no venían a quitarles sus haciendas ni a m a l t r a t a r l o s s i n o a d a r l e s a e n t e n d e r c u á n c i e g o s l o s t e n í a e l demonio tantos años había, diciéndoles muchas cosas con mucho celo de cristiano; y acabado el dicho sermón echaron fuera de la iglesia todas las indias, y los indios los llevaron en casa del cacique y allí mandaron que cada capitanía apartase sus xeques, y apartados m a ndaron que los demás indios fuesen a sus casas. 246 247 248 249 escrituras que ante él han pasado y pasan se ha dado y da entera fé y crédito en juicio y fuera de él, y para que de ello conste dimos la presente en la ciudad de Santafé del Nuevo Reino de Granada de las Indias, a veinte e un días del mes de mayo de mil e quinientos e noventa y cuatro años. [Fdo.] Jhoan de Castañeda, Escribano público y de consejo. [Fdo.] Francisco de Aguilar, Escribano del Rey nuestro señor. [Fdo.] Andrés de Alcalá, Escribano y r°r de su majestad. AGÍ.Santafé 17, No. 100 [Carta del licenciado don Francisco de Porras Mexía, provisor del arzobispado, a don Joan de Ibarra, secretario real.] Yo tengo escrito a vuestra merced por el mes de febrero de este año de 94 ofreciéndome a su servicio y lo mismo hice en el duplicado que va agora con el oro de Su Majestad, y porque después acá se ha ofrecido y descubierto un gran principio que ha muchos días que se deseaba saber de la idolatría y modo de conservarse en ella que estos indios de este Reino hacen, parece que yendo yo en persona a Fontibón, pueblo de Su Majestad que está aquí desta ciudad dos leguas, en seguimiento de una causa del cacique del que ante mí pasa de grandes maldades que comete y hace de muchos incestos con madres e hijas y hermanas y con sus mismas hijas y ser tirano en la manera de proceder con sus indios, y lo que es de mucha consideración, que les predica los ritos y ceremonias de su gentilidad en competencia con lo que predican los sacerdotes de Jesucristo, haciéndose él sacerdota y dándoles a entender con engaño que por su mano e intercesión que hace a su ídolo y dios les viene todo su acrecentamiento y el librarlos de enfermedades y otras supersticiones y maldades contra nuestra religión cristiana y muy dañosas a la conversión de estos miserables; y [como] por habérsle predicado a este cacique el santo evangelio suficientemente instruido en los misterios de la fé a cabo de sesenta años que él tiene, se puede regular y entender la pertinacia que tiene en sus errores, téngole preso y justificando la causa le deseo castigar ejemplarmente para que los demás caciques comiencen ya a temer y sea principio para hacer fruto en sus 250 Revista de Antropología y Arqueología.Vol.VI, No.l, 1990 Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. Bogotá. MITOS Y VERDADES SOBRE LA DESNUTRICIÓN ENTRE LOS MUISCAS: UNA VISION CRITICA Felipe Cárdenas Arroyo 251 DEBATES 252 1987-1990 Reichel Dussán, Elizabeth. 1989 La danta y el delfín: manejo ambiental e intercambio entre dueños de maloca y chamanes, el caso yukuna -matapi (Amazonas), Vol.V, No. 1-2, pp.67-133. Rappaport, Joanne. 1987 La recuperación de la historia en el gran Cumbal, Vol.III, No.2, pp.7-30. 1987 Interpretando el pasado páez, VoLIII, No.2, pp.55-82. 1988 La organización socio-territorial de los pastos: una hipótesis de trabajo, Vol.IV, No.2, pp.71-103. Salomón, Frank. 1988 Un complejo de mercaderes en el norte andino bajo la dominación de los incas, Vol.IV, No.2, pp. 105-126. Sánchez de Guzmán, Esther. 1986 La formación profesional y la práctica antropológica en nuestro medio, Vol.II, No. 1 -2, pp. 175-178. Santos, A.O, Roberto. 1989 El genius de una economía: reflexiones y propuestas sobre el desarrollo de la amazonia brasileña, Vol.V, No. 1-2, pp.223238. Sievers, Wilhem. 1987 Los viajes del conde Josef de Brettes en el norte de Colombia, Vol.III, No.l, pp.121-135. Taussig, Michael. 1987 Orden y desorden en ritos curativos neocoloniales: Brecht, Benjamín, y el desorden mismo, Vol.III, No.l, pp.5-20. Tello, Piedad. 1986 Aspectos históricos del resguardo indígena y su defensa a fines del siglo XIX e inicios del XX, Vol.II, No. 1- 2, pp.143-159. Uribe Alarcón, María Victoria. 1987 El manejo del tiempo en arqueología, Vol.III, No.2, pp.167173. 253 Uribe Alarcón, María Victoria y Cabrera Micolta, Fabricio. 1988 Estructuras de pensamiento en el altiplano nariñense: evidencias de la arqueología, Vol.IV, No.2, pp.43-69. Uribe Tobón, Carlos Alberto. 1986 La antropología de Gerardo Reichel-Dolmatoff: una perspectiva desde la Sierra Nevada de Santa Marta, Vol.II, No. 1-2, pp.5-26. 1988 De la Sierra Nevada de Santa Marta, sus ecosistemas, indígenas y antropólogos, Vol.IV, No. 1, pp.5-35. Van der Hammen, Thomas. 1986 Cambios medioambientales y la extinción del mastodont e en el norte de los Andes, Vol.II, No.1-2, pp.27-33. Vargas, Patricia. 1985 La fundación de pueblos en la cuanca alta del Atrato en el siglo XVII, Vol.I, No.l, pp.56-79. Wade, Peter. 1987 Raza y clase: los negros de América Latina, Vol.III, No.l, pp.33-5O. Índice de reseñas publicadas 1985-1990 Ardila C, Gerardo: Chía: un sitio precerámico en la sabana de Bogotá. Reseña por Helena Uprimny; Vol.I, No.l, 1985, pp.85. Burcher de Uribe, Priscila: Raíces de la arqueología en Colombia. Reseña por Augusto Oyuela Caicedo; Vol II, No.1-2, 1986, pp.163-166. Chaves Mendoza, Alvaro y Puerta Restrepo, Mauricio: Monumentos arqueológicos de Tierradentro; y Entierros primarios de Tíerradentro. Reseña por Warwick Bray, Vol.IV, No.l, 1988, pp.197-199. Chaves Chamorro, Milcíades: Trayectoria de la antropología Colombiana. Reseña por Roberto Pineda Camacho, Vol.II, No.1 -2, 1986, pp.161-163. 254 1987-1990 De Zubiría, Roberto: La medicina en la cultura muisca. Reseña por Felipe Cárdenas Arroyo, Vol.III, No.2, 1987, pp.181-183. Drennan, Roben y Uribe, Carlos A (Eds): Chiefdoms in the AmericaS. Reseña por Felipe Cárdenas Arroyo, Vol.m, No.l, 1987, pp.159163. Friedemann, Nina S de y Arocha, Jaime: De sol a sol: génesis, transformación y presencia de los negros en Colombia. Reseña por Peter Wade, Vol.III, No.2, 1987, pp. 176-180. Landaburu, Jon y Pineda Camacho, Roberto: Tradiciones de la gente del hacha: mitología de los indios andokes. Reseña por Enrique Mendoza Tolosa, Vol.I, No.l, 1985, pp.86-88. Luna, Luis Eduardo: Vegetalismo: Shamanism Among the Mestizo Population ofthe PerUVian Amazon. Reseña por Elizabeth Reichel, Vol.III, No.l, 1987, pp. 165-166. Palma, Milagros: La mujer es un cuento simbólico-mítico-religioso. Reseña por Elizabeth Reichel, Vol.III, No.2, pp.185-186. Reichel- Dolmatoff, Gerardo: Arqueología de Colombia: un texto introductorio. Reseña por María Victoria Uribe, Vol.m, No.l. ppl37-139. Reichel- Dolmatoff, Gerardo: Orfebrería y chamanismo. Estudio iconográfico del Museo del Oro. Reseña por Roberto Pineda Camacho, Vol.IV, No.2, 1988, pp.283-286. Renard-Casevitz, F.M; Saignes Th, y Taylor, A.C: Al este de los Andes: relaciones entre las sociedades amazónicas y andinas, Siglos XV-XVII. Reseña por Beatriz Álzate Ángel, Vol.V, No.1 -2, 1989, pp.309-312. Ribeiro, Berta G: Diccionario do artesanato indígena. Reseña por Jorge Morales Gómez. Vol.V, No.1-2, 1989, pp.313-314. Sotomayor, María L, y Uribe Alarcón, María Victoria: Estatuaria del macizo Colombiano. Reseña por Warwick Bray, Vol.IV, No.l, 1988, pp.200-204. Taussig, Michael: Shamanism, Colonialism and the Wild Man: A Study in Terror and Healing. Reseña por Roberto Pineda Camacho, Vol.m, No.l, 1987, pp.141-158. Varios autores: Colombia amazónica. Reseñistas: Miguel García Bustamante, Inés Cavelier, Carlos Castaño Uribe, Vol.IV, No.l, 1988, pp.183-196. 255 Varios autores: Memorias del 45 Congreso Internacional de Americanistas. Reseña por Roberto Pineda Camacho, Vol.IV, No.l, 1988, pp.205-208. índice de documentos publicados 1985-1990 1594 Memoria de los ritos y ceremonias de los muiscas en el siglo XVI. AGÍ, Santafé 17, ramo 3. Transcripción y estudio preliminar de Eduardo Londoño, Vol.VI, No.l, 1990, pp.235-257. 1595 Santuarios indígenas en el repartimiento de Iguaque, Boyacá. ANC, Sección Colonia, Fondo Caciques e Indios, T.58, fls 17-43. Transcripción de Cari H. Langebaek. Vol.IV, No.2, 1988, pp.217-250. 1774 Informe sobre misiones de religiosos en los territorios bañados por el Caquetá, Putumayo, Napo y Marañan, basado en el proyecto representado por el teniente de las compañías de Quito, don Alonso Romero Duarte. Dictamen de don José Basabe sobre pretensión de construir un fuerte en el río Napo. ANC, Sección Colonia, Miscelánea, T.2, fls 512r532r. Transcripción de Mariano Useche Losada y Martha Lucía de la Cruz. Estudio preliminar de Mariano Useche Losada. Vol.V, No. 1-2, 1989, pp.280-297. 1776 Informe de los misioneros franciscanos de Caquetá y Putumayo sobre establecimiento de un fuerte portugués en la desembocadura del Putumayo y apresamiento de indios yuri y otros blancos, vasallos de España. ANC, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, T.146, fls 876-855 vto. Transcripción de Mariano Useche Losada y Martha Lucía de la Cruz. Vol.V, No. 1-2, 1989, pp.297-300. 1783 Documentos de las investigaciones de Sebastián López sobre quinas, canelos, cera silvestre y petróleo en las misiones amazónicas de los andaquíes y en los Llanos Orientales. ANC, Sección Colonia, Miscelánea, T.97, fls 932-943 vto. Transcripción de Mariano Useche Losada y Martha Lucía de la Cruz. Vol.V, No. 1-2, 1989, pp.300-309. 256 1923 Informe al Ministro de Relaciones Exteriores acerca del viaje realizado por los ríos Orinoco, Casiquiare, Rionegro y Amazonas. ANC, Sección República, Fondo Ministerio de Gobierno, Sección la, T.873, fls 474- 491. Estudio preliminar de Augusto Gómez López. Vol.V, No. 1-2, 1989, pp.255-275. 257
© Copyright 2024