COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA II Trimestre de 2016 El libro de Mateo Lección 3 16 de abril de 2016 El Sermón del Monte Prof. Sikberto Renaldo Marks Versículo para Memorizar: “Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7:28, 29). Introducción Tenemos dos montes: el del Sinaí, y el del Sermón. En el primero, Jesús dio la Ley escrita a los israelitas, pues hasta entonces la seguían por tradición oral. Desde aquella vez Él los guio durante cuarenta años por el desierto, algo imposible de hacer sin un poder superior, como el de Dios. Demostró ese poder a través de señales y maravillas, comenzando con las diez plagas, pasado por el cruce del Mar Rojo, y luego en el desierto, con la nube que los cubría de día y los calentaba de noche con una columna de fuego. Además, nada les faltó en ese trayecto, y tuvieron protección contra los enemigos, humanos o bestias. En el segundo Monte, el mismo Jesús, aunque esta vez como ser humano, luego de haber permanecido en ayuno durante cuarenta días en el desierto, les enseñó cómo santificar la Ley, expandiendo el conocimiento sobre ella, ya sea por medio de sus enseñanzas, o a través de su vida práctica. Ahora, el Autor de la Ley estaba mostrando, Él mismo, cómo obedecer. El Sermón del Monte es, quizá, la más fuerte evidencia o prueba de que la Ley continúa vigente. La vida de Jesús es la evidencia irrefutable de la validez de esa Ley. ¿Qué clase de Dios sería si, por ejemplo, demostrara con si vida lo que significa obedecer la Ley que incluye el sábado, para después decir: “Santifiquen el domingo!? ¡Algo totalmente contradictorio! No debemos jugar y banalizar las palabras de Dios ni sus demostraciones. En el comienzo, en la semana de la Creación, Él mismo tomó los recaudos para demostrar a través de sus actos la santificación del sábado. Luego, lo confirmó en el Sinaí. Jesús, ya en la tierra, hizo lo mismo. La Ley ya existía, por lo que no hacía falta que fuera dada nuevamente. Y si hubiera sido falta cambiarla, con seguridad Él habría dado otras tablas que la sustituyeran. Pero, ¿qué hizo? Enseñó y demostró en su vida cómo se obedece la Ley. Debe notarse que en la coherencia de Dios no puede extraerse otra conclusión que la Ley nunca ha cambiado. Si Él la obedeció, especialmente en lo que respecta a la santidad del sábado, en el Edén, y luego la confirmó en el Sinaí, y la obedeció en vida como hombre en la tierra, ¿qué otras pruebas necesitamos para tener la certeza de que nunca la ha cambiado? Entonces, quien santifica el domingo sigue el poder de Constantino, emperador romano, colocado por Satanás, quien cambió la ley de Dios sin tener autoriRecursos Escuela Sabática © dad ni poder para ello. Como ese cambio ya estaba previsto en el libro de Daniel, no queda la menor duda de su falsedad. Principios y normas Toda nación, por ser una organización compleja, o sea, por estar compuesta de miles, o millones de personas, funciona a través de leyes. Estas leyes, si fueran buenas, se basan en principios. En los países de nuestro planeta no es así, las leyes generalmente están basadas en intereses, o –dicho de otra manera– surgen del debate y del juego político. Por ejemplo, considerando la ley sobre las armas, específicamente, si un ciudadano puede, o no, tener un arma o portarla. ¿Qué nos diría el principio involucrado? Simple. Si nadie tiene un arma, es lo mejor. Entonces, los diputados y senadores tratarían de aprobar una ley que impidiera que los ciudadanos tuvieran armas, y punto. Pero no es así como las cosas funcionan. Hay muchos intereses en juego. Están aquellos que quieren tener un arma en su casa, y aquellos que no. Hay fábricas de armamentos que desean vender, y comerciantes que quieren su parte en el negocio. El gobierno quiere las ganancias de los impuestos por la venta de armas. Y está el grupo que cree que la población armada garantiza mayor seguridad en las ciudades, y otros que piensan lo contrario. Del debate de estas posturas, a lo que se denomina debate político, o debate de intereses, se elabora la ley, y que resultará de lo que piensa el grupo con mayor fuerza. Si ese grupo es el que piensa que la población debe portar y tener armas, entonces la ley permitirá que las tenga; si es el grupo que piensa lo contrario, entonces la ley no permitirá que la población general adquiera armas. En el Reino de Dios las cosas son diferentes, muy diferentes. Las leyes de ese reino no son elaboradas por un grupo de personas con intereses en conflicto. Es Dios, quien es Perfecto e Infinito en sus atributos. Esa ley, que gobierno su reino, proviene de su carácter, o sea, de su manera de pensar. Es la base del pensamiento divino. Dios ama todo lo que hace. Él hace todo con perfección. Ama porque hace todo muy bien, y lo es así porque ama lo que hace. Ama el modo en que hace las cosas. Él aprecia, valora, y desea el bien a todo. ¡Esa es su naturaleza! Quiere que todo exista para siempre, que nada se deteriore, que todo sea siempre hermoso, y que nunca haya algo que lamentar. Si Él crea una flor, querrá verla eternamente bonita y que exista para agradar a todos. Si Él crea un animal, querrá que sea feliz, que viva para siempre y sirva para bien. Y si Él crea al ser humano, un ser racional, desearía que viva por la eternidad, que lo ame pues Él ama a ese ser. Pues bien, esto es algo, un fragmento, de lo que es Dios. Y este poco lo podemos traducir en una palabra: AMOR, ¡pues Dios es amor! El amor es la Ley de Dios; o, mejor, es su principio de vida y de gobierno, de crear las cosas y sustentar lo que creó. El amor puede ser traducido en otras palabras, tales como “servir y no ser servido”; “amar a los demás como a uno mismo”, “amar a Dios toda la capacidad, y al prójimo como a uno mismo”, “hacer el bien sin desear recompensa”, “amar hasta a los enemigos”, y más. Dios crea y sustenta todo basado en este único principio, y no hace falta otro. Si cualquier gobierno terrenal funcionara así, ese país sería una maravilla. Todos harían solamente el bien. Por ejemplo, no existiría la corrupción ni los desvíos de fondos. No habría asesinatos, ni robos. Solamente bajo esas condiciones, teniendo al amor como principio de todo, es que puede admitirse la vida eterna y la felicidad absoluta. Recursos Escuela Sabática © Dios en realidad no tiene una Ley. Su gobierno no tiene leyes morales. Dios tiene un Principio, y ese principio es la norma moral de su gobierno. Las leyes están escritas en libros, o – como el caso de los Diez Mandamientos– están en la Biblia, copiada de dos tablas de piedra. Pero las leyes son ineficaces, los principios son eficaces. Una ley tiene poder externo, pero sólo tiene poder para castigar si es desobedecida. Un principio está grabado en la mente de las personas inteligentes, y tiene poder sobre su naturaleza, sobre su carácter. Por esta vía, las personas obedecen naturalmente, por ser buenas personas, por tener un carácter bueno, por tener un carácter correcto, y todo lo que pensarán será siempre bueno, según Dios es bueno. Así, no necesitan obedecer una Ley, sino vivir según su pensamiento, y éste será siempre correcto, pues se origina en el principio del amor, que tiene las características ya descriptas. Así, todos son libres, no hay una ley externa exigiendo cosas, sino hay un principio interno, el cual determina el carácter, o el modo de ser de una persona, o incluso de su naturaleza e identidad. De este modo, las personas actuarán exactamente como Dios actúa, siempre basado en el principio del amor. Así es como Dios trabaja y piensa; es así como Él gobierna, y de ese modo, todos los seres inteligentes de su Reino son libres y felices. Así, todos tienen libre albedrío. Así que todos aman a sus semejantes y, finalmente, todo estará perfecto y siempre funcionará sin fallas. El Sermón versus la Ley El Sermón del Monte (Mateo 5-7) es considerado por muchos pastores, la mayoría, como el sermón de la abolición de los Diez Mandamientos, por lo que fueron sustituidos por la gracia. Es el mayor desvío y falsedad creada, a partir de las palabras enunciadas por el propio Señor Jesucristo. Los que enseñan así, sufrirán gravísimas consecuencias en el día del juicio final. Jesús dijo: “No penséis que ha venido a abrogar la ley y los profetas; no he venido para abrogar, sino a cumplir”. ¿Qué quiso decir Jesús con esta frase? Absolutamente nada que no haya dicho antes. Parece redundante, pero es así. Dijo que había venido para obedecer, y no para abrogar. Simple, claro y directo. Lo que dijo quedó bien claro, fácil de entender en cualquier lengua que se lea la Biblia. Además, repitió que no había venido a abrogar ni la Ley ni los profetas. Con eso, para quien no tuerce con maldad el lenguaje ni las palabras, estaba diciendo que el Antiguo Testamento todavía estaba vigente. Jesús destinó un largo tramo de su Sermón para confirmar la Ley (Mateo 5:17-32). Habló sobre la Ley y sus detalles, aplicándola a un uso cotidiano. Este tramo podría ser leído lentamente, y confirmará la permanencia de la Ley, específicamente, de los Diez Mandamientos. En los versículos 17 al 20, Jesús se esfuerza en decir que no vino a revocar, sino a cumplir, o sea, vino a obedecer y hacer lo que fuera necesario para cumplir con la exigencia de la Ley para salvar a la humanidad. Una de las cosas que era necesaria era morir por la humanidad, que es la exigencia de la Ley para el pecador. Asumió nuestros pecados, y con ellos murió por nosotros. En eso consiste el cumplir con la Ley, algo más que simplemente obedecer. Era algo que sólo Él podía hacer, nadie más. Pero muchos, con malicia, dicen que si Él cumplió la Ley, eso significa que nosotros ya no necesitamos obedecerla. Él lo hizo por nosotros. Y afirman que “cumplir” quiere decir “última vez que alguien la obedece”. “Cumplir” tendría el significado de finalización de la Ley. O sea, Él la cumplió y entonces la sustituyó con la gracia. Pero esto no tiene fundamento en ninguna parte de la Biblia. Incluso, algunas líneas adelante, o en palabras diRecursos Escuela Sabática © chas más adelante en ese día, Él mismo orienta acerca de cómo debemos obedecer la Ley, y nada menciona acerca del final de la Ley y el comienzo de la gracia. Y hay más, y la lección también lo destaca: la gracia ya existía desde el día en el que Adán y Eva pecaron, desde el Jardín del Edén. Ni antes de Jesús, ni antes del Sinaí, ni después de Jesús, alguien podría ser salvo sin la gracia. Queda claro entonces lo siguiente: la Ley no existe para salvar, sino como norma de obediencia y justicia; o regla de conducta, y sólo eso. Esto significa que quien nunca ha pecado y obedecer la Ley, nunca va a morir, pues sigue obedeciendo la Ley. La Ley orienta acerca de cómo debemos vivir; pero si desobedecemos, pasa a condenarnos. Es su función: orientar para no pecar; pero en caso de pecado, condena al pecador. Pero si nunca desobedecemos, ella nos protege. Siendo que la Ley fue desobedecida, y este es un punto muy importante, siempre va a condenar, nunca a salvar. La Ley no existe para salvar, sino para orientar acerca de cómo vivir y para condenar a quien desobedece. Lo que salva, o quien salva, es Jesús, y sólo Él. Profundicemos un poco más. ¿Cómo salva Jesús? Esto es simple y, además, obvio. Salva asumiendo nuestros pecados para morir, y así poder perdonarlos. Y para hacer esto, tuvo que convertirse en un ser humano igual a nosotros. Y más: tuvo que obedecer la Ley como nosotros, seres humanos, debiéramos haber hecho desde Adán. Entonces, si Jesús hubiera muerto por nosotros obedeciendo la Ley (como efectivamente lo hizo, y esto es irrefutable), y después hubiera abolido la Ley, eso sería –francamente– una payasada. Peor aún, sería un acto de ignorancia incuestionable. El Reino de Dios quedaría arruinado en caso de ser así. Caería porque su Príncipe murió obedeciendo una Ley que después simplemente sería abolida. ¿Qué reino sería este, cuya Ley, que no sirve (pues tuvo que ser abolida), aun así enviaría a su Príncipe para morir bajo tal Ley, para sólo después, en el día de su Resurrección, abolirla? ¿Acaso se convertiría en un reino sin Ley? Pregunto nuevamente: ¿Qué clase de reino sería ese? Pues bien, si estás de pie, caerás sentado con lo que escribiré a continuación, pero es la pura realidad y verdad. Sería un reino del nivel de Satanás, nada mejor. Es así como funcionan las cosas en el reino de Satanás, sin ley. El diablo, que manda sin atenerse a ningún principio, promueve la confusión con disputas y peleas. ¡Y así sería el reino de Dios! ¡Pero no es así! Dios, y su Reino, nunca cambian. Dios continúa siendo Amor; y este es el principio que define a los Diez Mandamientos. Si no hay margen para cambiar el principio, entonces tampoco se puede cambiar la Ley que fue elaborada con base en ese principio. Y todo esto conforma el propio carácter de Dios, y ese carácter es inmutable, no puede cambiar, porque Dios es perfecto. Él no puede hacerse más perfecto que la perfección. Pues bien, en la secuencia de las palabras de Jesús, Él trató, en su Sermón, de dejar en claro que: • • • • Mientras exista la creación, existirá la Ley (versículo 8); hasta que todo se cumpla (en referencia a la ley ceremonial, versículo 185); Quien desobedece uno sólo de los mandamientos, los desobedece a todos los Diez Mandamientos (versículo 19); Jesús hace referencia a uno de los Mandamientos: “No matarás”, y no dice nada acerca de que dejaría de tener vigencia (imagina lo que sucedería; versículo 21); Recursos Escuela Sabática © • • • • Hasta quien se enoja contra su hermano, o el que lo llame “necio”, irá ante el tribunal de Dios, o sea, que será juzgado de acuerdo a la Ley; así, debes tratar de reconciliarte (versículos 22 al 24); Hablo acerca del adulterio, uno de los mandamientos; y al hacer referencia a uno de los Diez Mandamientos, no lo abolió (imagina lo que sucedería sin este mandamiento, versículos 27, 28); El pecado es la transgresión de la Ley. Entonces habló de lo que encontramos en los versículos 29 y 30, y nada dijo acerca de cambios en esta orientación); Habló acerca del divorcio, en referencia a los Diez Mandamientos, especialmente sobre codiciar la mujer de otro (versículos 31, 32). Es decir, Jesús habló bastante tiempo acerca de la Ley, enseñando acerca de cómo debemos obedecerla. En ningún momento Él dijo que esa obediencia algún día ser innecesaria; o que la Ley sería alterada en algunos puntos, o abolida completamente. Entonces, ¿cómo puede ser que muchos crean que, con todo eso, Jesús estuviera aboliendo la Ley? Tal conclusión sólo puede haberse originado en Satanás, porque Jesús nunca dijo nada de esto. Basta con leer Mateo 5:17-22. La justicia de los escribas y fariseos Uno de los criterios para perderse el reino de los Cielos es tener la justicia de los fariseos. Fue Jesús quien dijo esto. Pero, ¿de qué se trata esta justicia? Es la justicia propia, inventada, que se compone de: • • • • • • • • Obedecer la Ley de Dios, incluyendo los Diez Mandamientos, según sus enseñanzas, la que se basaba en muchas normas elaboradas por ellos y sus antepasados. Crearon reglas de obediencia para la Ley de Dios, las cuales exigían que fueran seguidas. Inventaron rituales, muchos de ellos en relación sobre la vida cotidiana; por ejemplo, acerca del lavamiento de las manos, etc. Les gustaba aparecer, hacían gran aspaviento cuando daban limosnas, cuando ofrendaban, cuando ayunaban con ostentación para que todos lo percibieran, haciendo de cuenta que sufrían mucho, pero se la aguantaban; Se creían más distinguidos que las demás personas, como si fueran superiores. Eran muy exigentes, especialmente con aquellas clases que abominaban, como la de los publicanos y samaritanos; Los fariseos fueron quienes crearon el sistema de la sinagoga, en oposición al templo de Jerusalén. Allí enseñaban su manera de obedecer a los escritos y los profetas. Creían en la venida del Mesías, pero no en el modo en cómo lo hizo Jesús. Hasta hoy continúan esperando, y piensan que Él vendrá cuando la nación esté obedeciendo rigurosamente la Ley de Dios, según el modo en que ellos lo establecieron, y enseñan. Los fariseos no eran un grupo de elite. Estaba conformado por laicos de todas las clases, especialmente de pequeños artesanos y comerciantes. La mayoría del clero pobre también formaba parte del grupo de los fariseos. Su principal característica era el riguroso cumplimiento de la Ley. Extremadamente conservadores, creaban nuevas tradiciones y las enseñaban en las sinagogas. Lo que tenían de bueno era ser muy estudiosos, y haRecursos Escuela Sabática © bían mantenido buenas relaciones con los doctores de la ley. Pero no aceptaron a Jesús como Mesías, ni como Salvador, porque eran muy egocéntricos. La justicia de los fariseos era falsa porque se basaba en ellos mismos. Ellos habían inventado muchas de las reglas. Tenían buenas intenciones, se basaban en la Biblia, pero siguiendo su criterio, el que pensaban que era el correcto. En esto se convirtieron en ultra rigurosos, haciendo creer que, para ser salvo, había que guardar los Mandamientos. No aceptaron las enseñanzas del Autor de la Ley, quien había escrito los Diez Mandamientos en el Sinaí, y que estaba en esos momentos entre ellos. Dicho de otra manera, ellos enseñaban que las personas se salvaban a través de la obediencia, cuando eso siempre fue por la fe, por la gracia de Cristo. ¡Ellos le estaban queriendo enseñarle a Dios a ser Dios! Hasta hoy se oponen fuertemente al cristianismo, por haber éstos aceptado a Jesús como Mesías. A lo largo de los tiempos se ganaron el concepto de fanáticos e hipócritas, que manipulaban las leyes según sus intereses. Fácilmente se convirtieron en perseguidores, como Saulo de Tarso. Generalmente eran vistos por los demás como religiosos aparentes. En síntesis, su justicia era fría, falsa, radical y sin amor. No para salvar, sino para imponer una conducta partiendo de la fuerza de los argumentos. Lo que Jesús quería, y enseñó en el Sermón del Monte, era que las personas debían ser tratadas con misericordia, que todos debían andar con humildad con Dios, que practicaran la justicia, y que todos se amaran unos a otros. Esta conducta estaba lejos de lo que los fariseos enseñaban y hacían. Por eso, Jesús enseñó que nuestra justicia debía exceder en mucho a la de los fariseos y; seguramente, sería bien diferente de la justicia de ellos. ¿De qué modo, a través de nuestros propios caminos, podemos engañarnos tanto, a pesar de ser un gran grupo? Los principios del Reino “Sed pues vosotros perfectos, como el Padre que está en los cielos es perfecto”. “Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”. Son declaraciones radicales de Jesús en el Sermón del Monte. Fueron las palabras más decepcionantes para quien tenía como regla de vida los criterios terrenales. Según el pensamiento del mundo, lo que Él debió haber dicho fue: “Sed pues tan buenos como vuestro nivel de capacidad”. Y, “vengaos de vuestros enemigos, porque ellos se lo merecen; y orad clamando plagas para los que os persigan (para que ellos tengan la misma suerte)”. Pero el Reino de Dios es superior a los reinos del mundo, porque también es diferente. ¡Y la diferencia está en el amar! Dios ama porque esa es su naturaleza. Él es amor, y todo lo que Él hace, lo hace motivado por el amor. Pues bien, es así que Él desea que nosotros seamos. Pensándolo bien, aun bajo los criterios del mundo, la vida aquí sería mucho mejor si todos se amaran. Para empezar, no habría enemigos, y si surgiera alguno, como surgió Lucifer en la perfección celestial, obtendría pocos resultados, porque estaría rodeado no por el odio, sino por el amor. Fue eso lo que sucedió en el Cielo, ante la rebelión de Lucifer. Él logró engañar a sólo un tercio de los ángeles, y después fue haciéndose cada vez más evidente que su predicación era falsa. Hacia el final, todos los rebeldes admitirán que Dios es amor y justicia. Entonces, esto es una prueba más de que amar a los enemigos es una actitud más inteligente que odiarlos, o vengarse de ellos; o responder con la misma moneda. Recursos Escuela Sabática © Una cosa es cierta, y es de fácil comprobación: retribuir con amor hace que, con el paso del tiempo, la situación ruinosa se resuelva; pero responder con venganza irá deteriorando las relaciones hasta que la situación resulte en un caos total. La situación en la que estamos, por causa de la rebelión de odio de Satanás y de la falta de fe de Adán, que ya ha durado unos seis mil años, un día se resolverá de manera satisfactoria y definitiva. Si Dios hubiera respondido con odio, esto es, con la misma moneda, el deterioro del Reino de Dios seguiría indefinidamente, “de mal en peor”, hasta que el Universo entre en colapso, lo que sería el final de todo. Tal vez llevase algunos millones de años, pero llegaría a su fin. Por otra parte, el plan de Dios, que incluye el sacrificio de Jesús, llevará unos meros siete mil años para resolverse definitivamente y, como dice Nahúm, el mal no se levantará por segunda vez (Nahúm 1:9). Siguiendo este razonamiento lógico, lo más sabio es amar por los enemigos, y orar por los que nos persiguen. Es en este sentido que debemos ser perfectos como nuestro Padre que está en los cielos. Recibir las Palabras del Reino En esta sección analizamos cuatro parábolas: la del tesoro escondido en un campo; la perla del gran precio; la redo que capturó peces buenos y peces inmundos, y sobre las cosas viejas y cosas nuevas, que el sabio estudioso extrae de su baúl. Es interesante la parábola del tesoro escondido en un campo. Alguien descubre que en una parcela de tierra hay un tesoro. Seguramente sabe qué valor tiene. El campo tiene un determinado valor natural. ¿Y qué hace esa persona? Vende todo lo que tiene para comprar ese campo, que parece estar a la venta. Si el campo estuviera realmente a la venta, no sería antiético, ni inmoral, ni tampoco ilegal comprarlo a causa del valor del tesoro. Pues bien, el reino de los Cielos es igual a ese tesoro. Tiene un valor infinito. Es evidente que el reino los Cielos no se compra. No fue eso lo que Cristo quiso decir. Quien quiere alcanzar el reino de gloria, tiene que dejar atrás todo lo de la tierra; abandonar cualquier clase de interés de aquí para poder recibir la vida eterna. La misma aplicación se puede dar con la parábola de la perla de gran valor. La persona vendió todo lo que tenía para comprar aquella perla. En los dos casos, quien hizo la compra salió ganando, pues tanto el tesoro como la perla valían mucho más que la cantidad pagada. O sea, la salvación vale todo lo que tenemos que abandonar, y mucho más todavía. No hay modo de tasar el valor de una vida eterna llena de felicidad. Jesús también ilustró el reino de los Cielos como una pesca de peces buenos y malos, en este caso, inmundos. Los pescadores, al menos los de aquellos tiempos, sólo aprovechaban los peces buenos. O sea, en el mundo en el que vivimos, debemos seleccionar. Para eso debemos valernos de los criterios bíblicos. Debemos seleccionar el alimento, qué vamos a presenciar, de qué vamos a participar, qué vamos a hacer, en definitiva, todo. Debemos ser muy cuidadosos y criteriosos en relación a todo en lo que nos vamos a involucrar. Para ejemplificar: Todos debemos hacer ejercicio. Días atrás hablaba con una persona de unos cincuenta años, a la que el médico le había dicho que debía escoger alguna actividad deportiva para ejercitarse. Y para ello hay muchas opciones. Nunca en la histoRecursos Escuela Sabática © ria del mundo hemos tenido tantas. Pero hay opciones que no sirven para quien desea alcanzar el reino de los Cielos. Por ejemplo, actividades como el boxeo, los deportes extremos, la competencia, etc. Esas son cosas que debemos dejar de lado. Finalmente, tenemos la parábola de las cosas viejas y las cosas nuevas. El escriba entendido en el reino de Dios, como un padre de familia, saca de su depósito cosas viejas y nuevas. Hay cosas antiguas que son muy provechosas, como las escrituras del Antiguo Testamento. Pero también hay cosas nuevas, como lo serían los escritos de Elena G. de White, y más nuevas aún, los muy buenos libros y revistas publicadas por nuestras casas editoras, conferencias, videos, y cosas afines. La historia tiene mucho para enseñarnos, pero los hechos actuales también son provechosos. En conjunto, a través de estas parábolas aprendemos que debemos esforzarnos para buscar el reino de Dios y debemos evitar todo aquello que pueda impedir o dificultar alcanzarlo. Resumen y aplicación del estudio I. Síntesis de los principales puntos de la lección 1. ¿Cuál es el principal enfoque? El enfoque de esta semana, a nuestro entender, es que el cristiano debe ser una influencia sobre el mundo, pero a su vez no ser influenciado por él. Por eso Jesús dijo que debíamos ser la sal de la tierra y la luz del mundo. La Ley de Dios debe brillar en nosotros así como brilló en Jesús, como quien vino a cumplir la Ley, no para abrogarla. Eso quiere decir que debemos vivir amando hasta incluso a los enemigos, o sea, si alguien se hace enemigo nuestro, nosotros no debemos hacer un enemigo de esa persona. Debemos orar por aquellos que se vuelven nuestros perseguidores. Esta actitud deberá ser una práctica diaria, pues muy pronto tendremos muchos enemigos (incluso dentro de nuestros hermanos en la fe) y perseguidores. 2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes? La justicia formal, la que no posee sentimientos, ni involucra afecto, como la de los fariseos, no debe ser nuestra manera de vivir. Debemos amar mucho más que los fariseos, y tener una justicia superior a la de ellos. Eso significa que debemos ser perfectos como lo es nuestro Padre Celestial; es decir, amar a todos, independientemente de si se lo merecen o no. 3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir? ________________________________________________________________ ________________________________________________________________ II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección? A través de las cuatro parábolas de Jesús contenidas en este estudio, nos corresponde abandonar todo lo que impida nuestra vida espiritual al lado de Jesús. Es como el tesoro en el campo. Este tesoro es la vida eterna que Jesús ofrece. Es gratuita, pero tiene un costo: el desapego a todo lo que pertenece al mundo y que pueda impedirnos de recibir la vida eterna. Recursos Escuela Sabática © 1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio? ________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio? En estos últimos días necesitamos vivir haciendo el bien, enseñando a las personas acerca de la Segunda Venida de Jesús, y nosotros mismos ser ejemplo de lo que verdaderamente creemos. ¡Ojalá que Cristo venga pronto! 3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 4. Comentario de Elena G. de White “Cuando vuestra voluntad esté en armonía con la voluntad divina, estaréis en armonía unos con otros; tendréis a Cristo a vuestro lado como consejero” (Testimonios para los ministros, p. 499). 5. Conclusión general “Si querían abrir sus corazones para recibir plenamente a Cristo, entonces la vida misma de Dios, su amor, moraría en ellos, transformándolos a su semejanza; así, por el don generoso de Dios, poseerían la justicia exigida por la ley. Pero los fariseos rechazaron a Cristo; ‘ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia’ (Romanos 10:3), no querían someterse a la justicia de Dios” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 50). 6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ Prof. Sikberto R. Marks Traducción: Rolando Chuquimia RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © [email protected] Recursos Escuela Sabática ©
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