palabras del doctor yesid reyes, ministro de justicia y

PALABRAS DEL DOCTOR YESID REYES, MINISTRO DE JUSTICIA Y DEL
DERECHO DEL GOBIERNO DE COLOMBIA, CON OCASIÓN DE LA MESA
REDONDA NUEVAS REALIDADES
Buenos días,
En muchos aspectos, el mundo de las drogas no es el mismo de hace
cuarenta años, cuando se declaró la guerra en su contra; entre los cambios
más importantes que han ocurrido en estas cuatro décadas, está el de las
sustancias contra las que se está luchando. Las de origen natural, que
generaron la reacción internacional y contra las que se han orientado los
mayores esfuerzos hasta ahora, han comenzado a ceder terreno frente a las
de origen sintético, las cuales representan hoy en día más del doble de
aquellas que se encuentran controladas en virtud de los tratados de
fiscalización. De acuerdo con el más reciente Informe de la Junta
Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, a octubre de 2015 se
registraron 602 nuevas sustancias, lo que representa un preocupante
aumento del 55% con respecto al año anterior.
El emergente y creciente mercado de Nuevas Sustancias Psicoactivas
impone nuevos desafíos, no solo por su variedad sino por las enormes
dificultades que enfrentamos para su detección. El hecho de que baste una
pequeña modificación en la composición química de una de esas drogas
para obtener otra completamente nueva, dificulta en gran medida su
identificación por parte de las autoridades y permite un rápido crecimiento
y diversificación de ellas, lo cual a su vez constituye un nuevo y complejo
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desafío para su oportuna detección. Adicionalmente, muchas de esas
drogas se venden bajo la apariencia de sustancias lícitas conocidas, o se
comercializan con empaques distractores que ocultan su composición real.
En algunos casos, incluso, son hábilmente distribuidas con la advertencia
expresa de que se trata de sustancias “no destinadas para consumo
humano”.
Desafortunadamente la información de la que se dispone sobre estas
variaciones es escasa, por lo que actualmente se desconocen los
verdaderos riesgos que tienen para la salud. Además, la capacidad que
tenemos para conocer los efectos que ellas producen en el organismo
humano es reducida, y las investigaciones sobre los riesgos que ellas
representan avanza a un ritmo infinitamente menor que aquel con el que
esas mismas sustancias son capaces de mutar.
Aunque algunas de ellas se estén utilizando para imitar drogas como la
marihuana, el éxtasis o el LSD, esas nuevas sustancias pueden resultar
incluso más adictivas y perjudiciales que las drogas tradicionales. Por
ejemplo, de las cerca de 70 catinonas sintéticas -comúnmente conocidas
como “sales de baño”- que emulan el éxtasis, algunos experimentos de
laboratorio que se han hecho sobre ellas indican que en su mayoría poseen
propiedades farmacológicas que las hacen aún más adictivas que la
metanfetamina.
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Aun cuando en Colombia, el Sistema de Alertas Tempranas del Ministerio
de Justicia y del Derecho ha logrado la detección y reporte, en los últimos
dos años, de cerca de 20 nuevas drogas que ya hacen presencia en el país,
entre ellas cannabinoides sintéticos y varias catinonas como adulterantes
del éxtasis, no tenemos ninguna evidencia de que se trate de sustancias
producidas en territorio colombiano. Por lo que se conoce, esas nuevas
drogas aparecieron especialmente en Europa y los Estados Unidos en la
década pasada. Esta es una información interesante, porque indica que
esta nueva generación de drogas no tiene su origen en los países en vía de
desarrollo (como sí ocurre con las llamadas drogas naturales), sino que se
produce en países a los que tradicionalmente se les venía asignado el rol
exclusivo de consumidores. Con esta nueva realidad, desaparece uno de los
pilares sobre los que hace 40 años se edificó la actual política mundial de
lucha contra las drogas: la separación de las naciones entre consumidoras y
productoras, división a partir de la cual se privilegió un enfoque represivo
orientado de manera preferente a atacar la oferta de las drogas.
Mutaciones como las que acabo de mencionar, que incluyen el paulatino
desplazamiento de las drogas naturales por las de origen sintético, ponen
en videncia que el universo de las drogas ilícitas no permanece estático,
sino que evoluciona con el claro propósito de hacer frente a los
mecanismos diseñados para combatirlo. Lo que no podemos hacer,
entonces, es mantener incólume nuestra actual política de drogas, a
sabiendas de que fue diseñada para un mundo que ya no existe. Está claro
que la aparición de nuevas sustancias plantea un desafío de importantes
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dimensiones al régimen existente; pero también lo es que podemos
aprovechar esta coyuntura para reformar la actual política de drogas
adecuándola a esas nuevas realidades.
Un componente importante de ese novedoso entorno, es la utilización de
las redes sociales como un mecanismo ágil, discreto y seguro para acceder
a este tipo de drogas. De acuerdo con un informe del Observatorio Europeo
de las Drogas y la Toxicomanía, los mercados online proporcionan un
ambiente más seguro para los consumidores y los distribuidores de
sustancias ilícitas. Según ese reporte la violencia asociada al tráfico de
drogas, disminuye con la relación virtual de quienes intervienen en él. Esta
es otra muestra de la gran capacidad de adaptación de los mercados de
drogas, que contrasta con la vocación de permanencia de las políticas
estatales que pretenden enfrentarlos. Eso explica los pocos avances que
hay en la incorporación de nuevas tecnologías para mejorar la detección y
controlar el flujo de esas nuevas sustancias.
Bajo esta perspectiva, los cambios recientes en el mundo de las drogas
ilícitas no deben ser vistos solo como nuevos problemas, sino también
como nuevas oportunidades de mejorar la política contra ellas. Un ejemplo
de lo que se puede hacer en este ámbito, es el acuerdo al que hemos
llegado en torno a la utilización del internet para fomentar el uso de las
redes sociales, como un mecanismo encaminado a prevenir el acceso de los
menores de edad a las drogas a través de los canales virtuales.
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Es indispensable entender que estas nuevas realidades nos obligan a
mejorar tanto la producción como el intercambio de evidencia entre los
distintos países y las agencias especializadas, como la OMS, UNODC, PNUD,
entre otras muchas. Pero, por supuesto, también debería conducirnos a un
replanteamiento de las metas e indicadores que nos hemos propuesto
como comunidad internacional. Por andar tratando de alcanzar un mundo
libre de drogas, nos hemos concentrado en el diseño de estrategias
limitadas y poco flexibles, así como en la utilización de herramientas
inadecuadas frente a la creciente complejidad del problema. El hecho de
que el documento elaborado en Viena ya no haga referencia a la utópica
meta de un mundo libre de drogas, sino a uno libre del abuso de ellas, es un
reconfortante primer paso en la dirección correcta.
Las nuevas realidades demandan nuevas respuestas. No podemos seguir
aferrados a la visión monocromática que marcó la política de drogas hace
medio siglo. Es importante mantener abierto el debate sobre las opciones
disponibles para enfrentar el cambiante mundo de las drogas ilícitas; por
eso no debemos entender esta reunión extraordinaria como el fin de la
discusión, sino como una muestra de lo que debemos seguir haciendo en el
futuro. El mundo requiere de un compromiso mayor de todos los países,
especialmente hoy, cuando la frontera entre los antiguos productores y
consumidores es cada vez mas tenue. Ahora, más que nunca, el principio de
la “responsabilidad compartida” cobra una enorme importancia, dada la
naturaleza cambiante del mercado y de los flujos globales. Pero también es
importante que en desarrollo de ese trabajo mancomunado, no perdamos
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de vista que nuestro norte, fijado en las convenciones internacionales sobre
la materia, debe ser una política de drogas orientada a la preservación de la
salud pública y el respeto a los derechos humanos.
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