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Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce)
Revista Semanal
10 de abril de 2016, Núm. 104
De las audiencias (09.04.2016)
Después de haber reflexionado sobre la misericordia de Dios en el Antiguo Testamento, hoy comenzamos a
meditar sobre cómo Jesús mismo la ha llevado a su realización plena. Una misericordia que Él ha expresado, realizado y comunicado siempre, en cada momento de su vida terrena. Encontrando a las
multitudes, anunciando el Evangelio, sanando a los enfermos, acercándose a los últimos, perdonando
a los pecadores, Jesús hace visible un amor abierto a todos: ¡nadie excluido! Abierto a todos, sin fronteras. Un amor puro, gratuito, absoluto. Un amor que alcanza su culmen en el Sacrificio de la cruz. Sí,
el Evangelio es realmente el «Evangelio de la Misericordia» porque ¡Jesús es la Misericordia!
Los cuatros Evangelios dan testimonio de que Jesús, antes de iniciar su ministerio, quiso recibir el bautismo de Juan el Bautista
(Mt 3, 13-17; Mc 1, 9-11; Lc 3, 21-22; Jn 1, 29-34). Este acontecimiento imprime una orientación decisiva a toda la misión de Cristo. De hecho, Él no se ha presentado al mundo en el esplendor del templo: podía hacerlo. No se ha hecho anunciar por toques de
trompetas: podía hacerlo. Y tampoco llegó vestido como un juez: podía hacerlo. En cambio, después de treinta años de vida oculta en Nazaret, Jesús fue al río Jordán, junto a mucha gente de su pueblo, y se puso en la fila con los pecadores. No tuvo vergüenza: estaba allí con todos, con los pecadores, para bautizarse. Por tanto, desde el inicio de su ministerio, Él se ha manifestado como el Mesías que se hace cargo de la condición humana, movido por la solidaridad y la compasión. Como Él mismo afirma en la
sinagoga de Nazaret identificándose con la profecía de Isaías: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar
a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a
los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19). Todo cuanto Jesús ha cumplido después del bautismo ha sido
la realización del programa inicial: llevar a todos el amor de Dios que salva. Jesús no ha traído el odio, no ha traído la enemistad:
¡nos ha traído el amor! Un amor grande, un corazón abierto para todos, ¡para todos nosotros! ¡Un amor que salva!
Él se ha hecho prójimo de los últimos, comunicándoles la misericordia de Dios que es perdón, alegría y vida nueva. Jesús, el Hijo
enviado por el Padre, ¡es realmente el inicio del tiempo de la misericordia para toda la humanidad! Los que estaban presentes en
la orilla del Jordán no entendieron de inmediato la grandeza del gesto de Jesús. El mismo Juan el Bautista se sorprendió con su
decisión (cf. Mt 3, 14). ¡Pero el Padre celestial no! Él hizo oír su voz desde lo alto: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1, 11). De este modo el Padre confirma el camino que el Hijo ha iniciado como Mesías, mientras desciende sobre Él en
forma de paloma el Espíritu Santo. Así, el corazón de Jesús late, por así decir, al unísono con el corazón del Padre y del Espíritu,
mostrando a todos los hombres que la salvación es fruto de la misericordia de Dios.
Podemos contemplar aún más claramente el gran misterio de este amor dirigiendo la mirada a Jesús crucificado. Cuando va a morir inocente por nosotros pecadores, Él suplica al Padre: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34). Es en la
cruz que Jesús presenta a la misericordia del Padre el pecado del mundo: el pecado de todos, mis pecados, tus pecados, vuestros
pecados. Allí, en la cruz, Él se los presenta al Padre. Y con el pecado del mundo todos los nuestros son eliminados. Nada ni nadie
queda excluido de esta oración sacrificial de Jesús. Eso significa que no debemos temer reconocernos y confesarnos pecadores.
Cuántas veces decimos: «Pero, este es un pecador, este ha hecho eso y aquello…», y juzgamos a los demás. ¿Y tú? Cada uno de
nosotros debería preguntarse: «Sí, ese es un pecador, ¿y yo?». Todos somos pecadores, pero todos somos perdonados: todos tenemos la responsabilidad de recibir este perdón que es la misericordia de Dios. Por tanto, no debemos temer reconocernos pecadores, confesarnos pecadores porque cada pecado ha sido llevado por el Hijo a la cruz. Y cuando nosotros lo confesamos arrepentidos encomendándonos a Él, estamos seguros de ser perdonados. ¡El sacramento de la Reconciliación hace actual para cada uno la
fuerza del perdón que brota de la Cruz y renueva en nuestra vida la gracia de la misericordia que Jesús nos ha adquirido! No debemos temer nuestras miserias: cada uno tiene las suyas. El poder del amor del Crucificado no conoce obstáculos y no se agota
nunca. Y esta misericordia elimina nuestras miserias.
Queridos hermanos, en este Año jubilar pidamos a Dios la gracia de hacer experiencia del poder del Evangelio: Evangelio de la
misericordia que transforma, que hace entrar en el corazón de Dios, que nos hace capaces de perdonar y mirar al mundo con más
bondad. Si acogemos el Evangelio del Crucificado Resucitado, toda nuestra vida es plasmada por la fuerza de su amor que renueva.
INTENCIONES DEL PAPA
Universal. Pequeños agricultores.
Que los pequeños agricultores, reciban
una remuneración justa por su precioso
trabajo.
Por la Evangelización. Cristianos de África
Que los cristianos de África en medio de
conflictos político-religiosos, sepan dar
testimonio de su amor y fe en Jesucristo.
Noticias y avisos
El día 11 (lunes) a las 20’00h hay Lengua de
Signos.
El viernes a las 17’00h siguen los ensayos de
los cantos para la celebración de la Primeras
Comuniones.
Si quieres recibir esta Hoja por correo electrónico envía un correo a: [email protected]
Comentario bíblico
Nos sitúa el evangelio de hoy en una escena de
la vida cotidiana de los discípulos. En el lago
de Tiberiades, estos se afanan en sus labores.
Eran pescadores y como tal, salen a pescar. En
la Biblia el mar tiene un sentido profundamente simbólico, como algo desconocido que es,
significa el peligro y la muerte. Además, salen
a pescar por la noche que es oscuridad y tiniebla. La noche es también símbolo de la ausencia del Señor.
Además,
el
evangelio nos
va a decir
más adelante, que no
van a pescar
nada.
Los primeros
cristianos entendieron
siempre este
evangelio como un signo
de la infecundidad de los
esfuerzos humanos cuando queremos
apoyarnos solo en nuestras propias fuerzas y
dejamos a un lado la capacidad de ponernos a
la escucha del Señor. Esto le puede ocurrir a
la Iglesia si el Señor Resucitado no está presente en ella, le seguirá ocurriendo lo de los
apóstoles: “Aquella noche no cogieron nada”.
Las comunidades cristianas necesitan permanentemente profetas que le digan con la toda
libertad: “¡Es el Señor!”. Personas que, atentas a la vida, sepan percibir la presencia del
Resucitado en medio de nuestras fatigas y esfuerzos.
Sin embargo, el evangelio sigue contando como
al amanecer Jesús se
presenta en la orilla.
Invita nuevamente a sus
discípulos: ellos escuchan a Jesús, y fiados
de su palabra echan las
redes que se llenan. Jesús sugiere modos nuevos: “Echad las redes al
otro lado”, es decir,
buscad de otro modo, no os conforméis con la
tibieza; buscad poniendo la seguridad y la fe
en mi Palabra.
Este tercer domingo de Pascua es una propuesta a asumir con firmeza la llamada del
Señor a todos los discípulos: “Seguidme, y os
haré pescadores de hombres”. Personas capaces, desde el
evangelio, de
hacer cicatrizar las heridas de nuestro
mundo
desde la misericordia que
Dios nos ha
regalado en la
cruz, y que
continuamente se actualiza en la Eucaristía. Ahora
bien, la Iglesia solo será
verdaderamente fecunda en su pesca si apoya su
misión en la
Palabra de Dios. Si es primeramente una iglesia que escucha y que como la Virgen María,
acoge en su vida la palabra y la hace vida. Discípulos que apoyamos nuestra misión, no es
nuestras capacidades, sino en la presencia del
Señor resucitado en medio de nuestros afanes.
Decía San Juan de la Cruz que en el atardecer
de la vida seremos juzgados en el amor. Ese
fue el examen que le hizo Jesús a Pedro y es
el examen que el Señor nos propone cada día.
Pero tengamos en cuenta que a la tarde no
significa sólo al final de
la vida, sino al final de
cada día y de cada
acontecimiento
de
nuestra caminar.
Francisco Saez Rozas
Escucha su voz
En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los Apóstoles y les dijo: ¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ese? En cambio, habéis llenado Jerusalén
con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de
la sangre de ese hombre. Pedro y los Apóstoles replicaron:
Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios
de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó
haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le
obedecen. Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de
Jesús y los soltaron. Los Apóstoles salieron del Sanedrín,
contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre
de Jesús.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas,
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Yo, Juan, en la visión escuché la voz de muchos ángeles;
eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: Digno es el
Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Y oí a todas
las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra,
en el mar -todo lo que hay en ellos-, que decían: Al que se
sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la
gloría y el poder por los siglos de los siglos. Y los cuatro
vivientes respondían: Amén. Y los ancianos se postraron
rindiendo homenaje.
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta
manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el
Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y
otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: Me voy
a pescar. Ellos contestaban: Vamos también nosotros
contigo. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no
cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se
presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que
era Jesús. Jesús les dice: Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron: No. Él les dice: Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis. La echaron, y no tenían
fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel
discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro. Es el
Señor. Al oír que era el Señor. Simón Pedro, que estaba
desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás
discípulos se acercaron en la barca, porque no distaba
de tierra más que unos cien metros, remolcando la red
con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un
pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: Traed de
los peces que acabáis de coger. Simón Pedro subió a la
barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces
grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos,
no se rompió la red. Jesús les dice: Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quien
era, porque sabían muy bien que era el Señor. Jesús se
acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Después de comer dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de
Juan, ¿me amas más que estos? Él le contestó: Sí, Señor,
tu sabes que te quiero. Jesús le dice: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le pregunta: Simón, hijo de Juan,
¿me amas? Él le contesta: Sí, Señor tu sabes que te quiero. Él le dice: Pastorea mis ovejas. Por tercera vez le
pregunta: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contesto: Señor, tú conoces todo, tú sabes que
te quiero. Jesús le dice: Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Esto
dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a
Dios. Dicho esto, añadió: Sígueme.
Lecturas de la Misa para la Semana
Lunes
11
San Estanislao
Hch 6,8-15 / Sal 118 / Jn 6,22-29
Martes
12
San Julio I
Hch 7,51-8,1 / Sal 30 / Jn 6,30-35
Miércoles
13
Stos. Martín y Hermenegildo
Hch 8,1-8 / Sal 65 / Jn 6,35-40
Jueves
14
S. Bernardo de Tiron
Hch 8,26-40 / Sal 65 / Jn 6,44-51
Viernes
15
Stas. Basilia y Anastasia
Hch 9,1-20 / Sal 116 / Jn 6,52-59
Sábado
16
Sta. Engracia
Hch 9,31-42 / Sal 115 / Jn 6,60-69
Con su ejemplo
En nuestra Diócesis
Los próximos días 15 y 16 de abril nuestra diócesis de Almería celebrará una
nueva edición del EDIJUV (Encuentro
Diocesano de la Juventud). Serán jornadas inundadas de alegría pascual y destinadas a la evangelización de los más
jóvenes de nuestra diócesis. Este año el
Edijuv se va a celebrar en el Santuario
de Nuestra Señora del Saliente (Albox).
Este templo ha sido elegido para que
los creyentes puedan alcanzar las indulgencias del Jubileo de la Misericordia al
pasar por su “puerta santa” y es uno de
los lugares de peregrinación mariana más importantes de
nuestra diócesis.
Nació el 26 de julio del año 1036
en Polonia. Sus padres eran nobles; habían vivido mucho tiempo
sin hijos, hasta que Dios les concedió a Estanislao, en respuesta a
sus oraciones, por lo que consagraron a Dios a su hijo desde el día
de su nacimiento. Fue ordenado
sacerdote por Mons. Lamberto
Zula, Obispo de Cracovia, quien lo
hizo canónigo de la catedral y más
tarde lo nombró predicador y archidíacono suyo. La elocuencia y
el ejemplo del joven sacerdote
Como cada año, Caritas diocesaprodujeron grandes frutos de reforma de costumbres enna invita a todos los que trabajan en las caritas parroquiales,
tre sus penitentes, clérigos y laicos. A la muerte de Mons.
al encuentro diocesano de voZula, el santo fue consagrado Obispo de Cracovia en 1072,
luntarios para fortalecer la frasiendo un celoso apóstol, infatigable en la predicación,
ternidad y animar la acción soestricto en el mantenimiento de la disciplina y muy cumcio-caritativa de tantos hombres
plido con las visitas pastorales. En aquella época, gobery mujeres están realizando. El
naba Polonia el rey Boleslao II, monarca de grandes cualiencuentro ha sido el 9 de abril
en la antigua residencia univerdades pero extremadamente disoluto y cruel. Tuvo musitaria de la Compañía de María en la Calle
chos enfrentamientos con el santo quien
San Leonardo de la capital y comenzará a las
fue el único que le hizo frente ante sus
Ntra.
Sra.
9:30 h teniendo como tema central la tarea
injusticias y tiranías. Enfurecido por sus
del acompañamiento en el trabajo de Caritas.
del Carmen
palabras, el monarca hostigó y amenazó al
En esta ocasión tiene aún más sentido si cabe
por la celebración del Año de la Misericordia,
santo lo que motivó que San Estanislao lo
Patrona de
que afecta directamente a todo el servicio a
excomulgara. Esta decisión encolerizó aún
la caridad que se desarrolla como Iglesia.
Aguadulce
más al rey, enviando a sus soldados a que
matasen al Obispo pero al fracasar por inruega por
www.diocesisalmeria.es
tervención divina, el rey lo mató.
nosotros
Para profundizar
Los apóstoles se presentaron como testigos
de la acción de Dios que ha cambiado la
historia de los hombres, al resucitar a Cristo
de entre los muertos. El misterio pascual de
la muerte y resurrección de Cristo fue pregonado por los testigos de primera hora,
para que nosotros hoy prosigamos el anuncio destinado a todas las generaciones, con
conciencia clara de que nuestra fe está
fundada sobre acontecimientos de salvación
de los que Dios mismo es el protagonista.
Como enseña la Iglesia, el misterio pascual
«no puede permanecer tan sólo como acontecimiento del pasado, porque por su muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los
hombres participa de la eternidad divina y
domina así a todos los tiempos, y en ellos se
mantiene permanentemente presente. El
acontecimiento de la Cruz y la Resurrección
permanece y atrae todo hacia la Vida» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.
1085). Vosotros, queridos cofrades, apoyados en la piedad popular, habéis puesto el
mayor empeño en que la celebración de
esta Semana Santa sea expresión pública de
la fe profesada por la Iglesia en el misterio
redentor de Cristo, para que nadie quede
fuera del anuncio. Con vuestros desfiles
procesionales habéis conseguido que, mediante la representación de las imágenes de
la vía dolorosa y del escenario del Calvario,
todos los que acuden a contemplar el paso
de esta representación de la pasión y muer-
te de Cristo, se sientan interpelados por el
mayor amor que el ser humano puede recibir: el amor que brota del corazón de Dios y
revela su misericordia. En este Año Santo de
la Misericordia, las imágenes de la pasión,
muerte y resurrección de Cristo se hacen
anuncio y misión, para atraer a todos a la fe
en el Redentor del hombre, el enviado del
Padre para devolverle al hombre pecador la
vida perdida a causa del pecado. Nunca se
hubiera podido hacer realidad este anuncio,
si la resurrección de Jesús no hubiera acontecido como hecho extraordinario e inesperado, aunque prometido en las figuras del
Antiguo Testamento y predicho proféticamente por el mismo Señor. La incapacidad
para leer las Escrituras de los apóstoles y
discípulos, les impidió comprender «que el
Cristo tenía que padecer eso para entrar así
en su gloria» (Lc 24,26); y porque tenía que
padecer y ellos no lo habían entendido, su
falta de inteligencia de las Escrituras y del
poder de Dios, que resucita a los muertos,
les impidió esperar lo que cabía esperar de
él, pues el Dios de Abrahán, de Isaac y de
Jacob «no es un Dios de muertos, sino de
vivos» (Mc 12,27a). La fe en la resurrección
futura tenía que haberles dado a entender
las palabras de Jesús sobre su muerte y resurrección, pero se lo impedía la idea que
tenían de un rey mesiánico, al cual no convenía en modo alguno la pasión y la muerte.
(Homilía del Domingo de Resurrección.
Mons. Adolfo González Montes. Obispo de Almería)
Parroquia Ntra. Sra. Del Carmen (Aguadulce)
HORARIOS DE MISA
PARROQUIA
ERMITA
LUNES
09’30h
-
MARTES
20’00h
-
MIÉRCOLES
09’30h
-
JUEVES
20’00h
-
VIERNES
20’00h
-
SÁBADO
20’00h
10’00h
DOMINGO
11’00h / 20’00h
-
HORARIOS DESPACHO PARROQUIAL
MARTES
10’00h –12’00h / 20’30h
VIERNES
20’30h
CONTACTO
C/ Virgen del Carmen, 1. Apartado nº 47
[email protected]
950 34 50 17
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