8 Ágora De lejos y a mi alrededor Cosas de limosneros Carlos Caco Ceballos Silva INVIERNO 1998. Cuando el gran Hotel Ceballos de Cuyutlán era de cemento, con paredes de pajarete, dos años antes del maremoto de 1932 y que éste lo redujo a una era de cemento, pretil y lavaderos, venía año con año un simpático personaje que recuerdo le llamábamos don Nico. No sabíamos cuándo llegaba ni en qué forma arribaba, pues de pronto se le veía pedir limosna en la playa, vestido con un vistoso chaleco, y su cortés forma de pedir era tan singular y tan elegante que pocos se rehusaban a darle unas monedas. En cada ocasión sabía cómo hacerlo. Y así, a una señorita: “Bella damita. ¿Podrías ayudar a este desamparado?”. Y al caballero que se encontraba sentado en la playa, rodeado de su familia: “¡Qué bonita familia tiene! Comprendo el gusto que tendrá en poder ayudarme”. Y a los jóvenes, que en corrillo platicaban de sus aventuras, les decía: “Tal como ustedes, así me veía hace algunos años, y así de alegre estoy y siempre ilusionado, pues espero le darán unas monedas a éste que les procedió en este bello camino de la vida”. Y así, con elegancia, buen humor y atención, ellos con gusto le entregaban una ayuda. Y así pasaba la Semana Santa y de Pascua y se regresaba posiblemente a alguna ciudad del interior o de la capital, pues los veraneantes de Guadalajara me decían que no lo conocían. Después de la salida del mar en 1932, y cuando reconstruí el hotel en 1934, recuerdo que fue la última vez que lo vi. En la siguiente temporada muchos de los turistas, igual que yo nos preguntábamos cuándo lo veríamos nuevamente. Allá por los años 50 tuvimos a la Delfinera, tipa simpática, que recorría las calles pidiendo una ayuda; su léxico, su manera de portarse de acuerdo con el comportamiento del pueblo colimote, hacían que ella hablara e hiciera cosas que a la gente le causaban hilaridad. Recuerdo que le gritaban: “Una maroma”. Y ella contestaba, entre risas: “¿Con calzones o sin calzones?”. El colimote le entregaba una moneda y ella, al momento, echaba la maroma. Desde luego, era tan rápida y tan lista, que nunca los mirones nos dábamos cuenta de si los traía o no. En el verano de 1970, cuando Chale, mi sobrino, era tesorero municipal de Tecomán, se presentó el caso de tres locos que pululaban por las calles de la población pidiendo limosna, pero en muchos casos eran groseros, sucios y carecían de familiares, por lo que el cabildo en pleno, y después de amplias deliberaciones, acordé que una camioneta los llevara a tres lejanas ciudades del interior. Y así fue como una soleada mañana salió rauda la camioneta de la presidencia con los tres orates, que fueron “plantados” en los mercados de León, Aguascalientes y Zamora. Desde luego, a cada uno se le entregaron cien pesos para sus primeros gastos. No habían pasado ocho días, cuando ya había cuatro locos en Tecomán, pues uno de los tres había invitado al cuarto a pasar una temporada de descanso en la limonera ciudad. En el pasado noviembre dio en ir a la acreditada y prestigiada Casa Ceballos, exactamente a las 10 de la mañana, un señor más o menos limpio, regularmente vestido que, sin hablar una palabra, se presentaba con el sombrero en la mano pidiendo caridad. Todo continuó por todo el mes de noviembre, y en los primeros de diciembre Laura le dijo: “Oiga, señor, usted diario viene”, y entonces él, que nunca hablaba, contestó con una voz clara, aunque un tanto ríspida: “¡Pos diario como!”. Recuerdo que por la década de los setenta llegaba a la tienda a pedir limosna un jovencito, a quien siempre le ponía alguna moneda en la charolita que me prestaba; desde luego, también lo encontraba a la salida del banco, del cine, o en el jardín, así es que éramos bien reconocidos Pues bien, equis día me acompañó al banco Serfin mi yerno de oro, cuando entramos vi al limosnerito, tan luego me vio me alargó la charola y yo le puse un 20 de cobre. Entramos al banco, arreglamos el negocio y nos salimos, siendo medio día, y con un calor sofocante, nos dirigimos de inmediato al jardín, donde en la esquina estaba un tejuinero, pedimos dos vasos, nos lo sorbimos y al querer pagar ninguno de los dos traía dinero, así es que le dijimos al tejuinero y, medio molesto, nos dijo: Antes de pedir escúlquense las bolsas. Un poquito apenado, porque había mucha gente alrededor, me encaminé de inmediato con el limosnerito y cuando llegué con él le dije: Se me acabó el dinero, por favor présteme dos pesos. Y entonces él me contestó: Yo no estoy prestando, estoy pidiendo. * Empresario, historiador y narrador. † Rugidos literarios Fantasía, un lugar de prodigios José María Lomelí Pérez Mi tío Ramón Don Manuel Sánchez Silva I La evasión inexplicable (6 de febrero de 1954) Creo que lo que llamamos cuentos de hadas es una de las formas más grandes que ha dado la literatura, asociada erróneamente con la niñez. J. R. R. Tolkien. VIÑETAS DE LA PROVINCIA Ágora PLAZA CULTURAL DE PLAZA CULTURAL DE 4 Domingo 10 de abril de 2016 2386 El 2 de octubre de 1937, el suplemento literario del periódico británico The Times publicó una elogiosa crítica anónima dirigida a un libro de literatura fantástica, que había sido publicado apenas once días antes. La cual, a más de otras cosas, rezaba lo siguiente: ...hay que comprender que El Hobbit es un libro infantil sólo en el sentido de que la primera de las muchas lecturas que merece puede llevarse a cabo en el cuarto de los niños... sólo años después, en una décima o vigésima lectura, comenzarán a percatarse de qué copiosa erudición y profundas reflexiones consiguen que todo sea tan maduro, tan familiar y, a su manera, tan cierto. El autor de tales palabras, se sabría poco después de la publicación, fue ni más ni menos que C. S. Lewis, escritor de otro clásico del género titulado Las crónicas de Narnia. Gran amigo de Tolkien y primer lector del libro señalado en cuestión. Ambos escritores, nacidos a finales del siglo XIX, desarrollaron sus magnas obras durante una época en la cual la opinión que se tenía sobre la literatura fantástica era ya desdeñosa. Pues como señala Jorge Luis Borges en su conferencia La literatura fantástica, dictada el primero de diciembre de 1949, la utilización del género fantástico es vista para muchos lectores contemporáneos como un simple capricho debido a la creciente tendencia a escribir novelas realistas surgida durante los primeros años de dicho siglo. Si bien es cierto que en la actualidad hemos atestiguado un repentino furor por el género fantástico, basta con consultar las carteleras de cine para comprobarlo, existe una opinión muy generalizada de catalogar a este tipo de tramas como historias, películas, novelas o cuentos para niños, posicionándolas de esta forma en un segundo lugar, muy por debajo de lo que muchos consideran la verdadera literatura en la que no hay espacios para los eventos extraordinarios, las ensoñaciones, la bondad y la maldad puras, ni qué decir de los finales felices. Nos hemos especializado en alabar y elaborar novelas realistas (citando a Borges una vez más) que ofrecen una verosimilitud casi estadística. Resulta inexplicable este rechazo por las historias que representaron nuestro acercamiento con el mundo de las letras, porque a quién no le contaron alguna vez el cuento de Caperucita Roja, Blancanieves, La Bella Durmiente o La Cenicienta; quién no disfrutó con las adaptaciones clásicas de Disney o la magia de El mago de Oz; quién no se atemorizó con los hombres lobo, los vampiros o los gigantescos dragones protectores de tesoros encantados; quién no soñó con explorar la insondables profundidades del mundo submarino, tocar la luna, viajar en el tiempo, con explorar un país repleto de maravillas o adentrarse en la trama de una Historia interminable... ¿Será que hemos olvidado que la fantasía impregnó la historia de la humanidad desde su nacimiento? Pintura de Michele Del Campo. Director General: Armando Martínez de la Rosa Coordinador: Julio César Zamora Velasco Imágenes: Fotos de Archivo. Correo: [email protected], [email protected] ESCRIBEN: Christian Mora, Miguel León, Yunuén Cuevas, Alfredo Hermosillo, Isabel Huerta, José Lomelí, Gabriel Araico, Gael Bernal y Carlos Caco Ceballos. 2 Ágora 7 Ágora PLAZA CULTURAL DE PLAZA CULTURAL DE La razón oculta de mi silencio Cotidianas: el abrazo Gabriel Araico Christian Mora Cinco años fuera estudiando la carrera de músico. Regreso a Colima, donde crecí al lado de mi buen amigo Iván, a quien esperé con ansia para ver el fin de semana. “Iván, el poeta”, como lo conocen ahora. Deduzco que logró terminar la universidad, mientras yo, en cambio, duré un mes apenas cuando fui expulsado y me dediqué a tocar por mi cuenta. Pero esa noche estábamos juntos por fin, me había invitado a una reunión extraña. Era un café en el centro de Colima, sin casi más comensales excepto los invitados a la “rueda de lectura”. Ni siquiera sabía lo que eso significaba. Pero seguía ahí minutos más tarde, rodeado de tipos y tipas extrañas que parecían intelectuales, hablando de personas aún más extrañas que yo desconocía si seguían vivas. “Autores”, les llamaban, y yo que nunca había leído otra cosa excepto revistas de metaleros. Todo este proceso de reconocimientos y halagos duró cerca de treinta minutos. Los más aburridos de mi vida mientras permanezco en silencio. Finalmente nos sentamos agrupados en una sucesión de mesas. Iván fue presentado junto a otros dos, y así comenzó la lectura. Al inicio me era difícil asimilar lo que leía. Para mí, no eran más que palabras que se desvanecían en el aire. Nada de esto rockeaba. Pero fue entonces cuando, buscando con la mirada algo interesante en qué perder el tiempo, la vi. Estaba sentada dentro de un salón contiguo, una hermosa joven que leía un libro de manera distraída. Vaya, la “hermanita” de Iván. Sí, aquella que hace cinco años ni siquiera me molesté en despedirme. En ese mismo instante quedé cautivado, y las palabras del poeta comenzaron a tomar vida, provocando una especie de anestesia al verla leyendo con su cabello de lado. Aprendí entonces el verdadero significado de aquellas frases poéticas que leía con tanto ánimo el poeta. Aquella prosa parecía compuesta para ella, y creo que así lo comprendió, puesto que en el momento que por fin volteó hacia a mí, en silencio pude decirle tanto. Terminó él de leer y ella volteó de nuevo hacia su libro. —¿Qué opinas de la lectura? –preguntó mi amigo y pensé sin apartar mi mirada de ella: “Que no necesité voz para expresarme. Todo lo has dicho tú”. Al inicio me era difícil asimilar lo que leía. Para mí, no eran más que palabras que se desvanecían en el aire. Nada de esto rockeaba. El verano Gael Alejandro Bernal Madrigal Era la una con doce de la mañana. Llegué antes de que saliera de su casa. Decidí esperarla a la vuelta, pues no quería que su madre me viera visitándola después de todo lo que habíamos pasado juntos. Había tomado un poco. Mi aliento tenía un toque de tequila y cacahuates enchilados. Me puse nervioso, tenía algunos meses sin verla y la última vez que coincidimos no terminamos bien. A veces nos mensajeábamos por celular, varias ocasiones peleamos, por eso se me hizo raro que aceptara verme al decirle que necesitaba un abrazo. Si quieres, puedes venir, contestó. Dudé por un instante, pues en mi vaso aún tenía una cuba entera. Al final, terminé pidiéndole que me esperara mientras me terminaba la bebida. Por eso llegué un poco después de la una. Por fin la vi acercarse portando un suéter para cubrirse del frío colimense. Caminamos el uno hacia el otro. Mientras nos acercábamos, esquivamos nuestras miradas para evitar sonreír con anticipación. No me detuve cuando estuve a centímetros de ella, sino que seguí caminando y nuestros cuerpos chocaron; terminó recargada en la pared, dándole la espalda. Yo incliné mi cabeza, descansé mi frente en su cuello mientras nos abrazábamos. No dijimos nada. En realidad, yo no quería decirlo, ella tampoco deseaba escucharlo. Permanecimos así por algunos minutos, fundidos en un abrazo silencioso que hablaba por si solo. Derramé lágrimas contadas y comencé a sollozar. Cuando controlé el llanto, nos separamos para mirarnos los rostros. Sonreímos. Éramos sólo un par de estúpidos abrazados entre las calles desiertas. En otros tiempos estaríamos tragándonos a besos sin desperdiciar un segundo la ciudad dormida, pero esa ocasión no. Esa vez, únicamente no teníamos ganas de morirnos solos. –No me he bañado desde la mañana -dijo, justificando cualquier mal olor que pudiera emanar. Yo reí, olisqueé un poco y no encontré nada extraño. –Ya me di cuenta -le contesté, sólo por molestarla, pero ella ya conocía mis pequeñas bromas así que ambos volvimos a sonreír. Cuando nos cansamos de estar parados, caminamos hacia una banca para poder platicar con mayor comodidad. Como no nos apetecía enterarnos de la intimidad del otro, conversamos sobre la vida cotidiana. Ella me contó que tenía un empleo nuevo y apenas se estaba adaptando al horario. Yo le platiqué sobre mi sequedad literaria y la frustración que sentía cada vez que me sentaba frente a una hoja en blanco sin poder escribir nada. –A mí me gusta como escribes –dijo-. Es más, ahorita que me acuerdo, iba a sacar un librito para que me lo firmaras, pero se me olvidó. Voy por él. Sin saber a qué libro se refería, dejé que fuera por él y mientras me puse a pensar. Pasamos muchas cosas juntos, muy buenas, malas y extremadamente malas. A pesar del transcurrir del tiempo y aun sabiendo que mi presencia dolía, ella seguía ahí, apoyándome. Me pregunté entonces por qué, mas no quise cuestionarla cuando regresó con el libro en la mano. Era la antología de Mercado de cuentos cortos, en la cual colaboré con la minificción de nombre Inconveniente. No sabía qué escribirle. Nunca he sido bueno para dar autógrafos, por así llamarlos. Después de pensarlo, escribí: Siempre estás, gracias. Al leerlo se quedó perpleja, seguro esperaba algo mucho más desarrollado, lleno de paja y frases bonitas, pero no me desgasté en explicarle el trasfondo de esas tres simples palabras. Al llegar el momento de retirarme nos despedimos con un nuevo abrazo fuerte y sincero, aunque con menos drama que el primero. No me entristecí al dejarla, algo me decía que muy pronto la volvería a ver. Cuando controlé el llanto, nos separamos para mirarnos los rostros. Sonreímos. Éramos sólo un par de estúpidos abrazados entre las calles desiertas. El verano es el cielo ardiente. El verano tiene alegría que nosotros no tenemos. es algo tan especial como el sol. El verano tiene vida que hace tengamos amor derretido. Esa luz que nos hace especiales. Quiero soñar para encontrar el viento. quiero saber la clave de la cerradura del cielo blanco para que esté abierto cuando tenga mi último aliento. Pintura de Michele Del Campo. 6 Ágora PLAZA CULTURAL DE Origami con volcán de fondo (PuertAbierta, 2015) Cuando Los Tecolotes cantan… las niñas bailan María Isabel Huerta Viera Maletas y más maletas fueron bajadas del tren, entre gritos, risas y tumbos. Tres jovencitas llegaron a la pequeña ciudad provinciana a pasar vacaciones, después de terminar un año de estudios en la universidad de una de las grandes ciudades del país. Llegaron y enseguida llamaron un taxi que se estacionó junto a ellas. Inmediatamente el conductor conoció a una de las chicas y la saludó con una pregunta: ¿Tú eres Ema, la hija de Doña Cuca, la dueña de la Posada? –Sí, don Luis -contestó ella-, vengo a ver a mi mamá y a los amigos que aquí dejé hace dos años cuando me fui a estudiar a Guadalajara, dijo risueña Ema, dirigiéndose al chofer y a las amigas que venían con ella. Éstas, no hicieron caso de la observación, pues estaban apuradas acomodando sus velices, en la cajuela del carro, ayudadas por don Luis; luego se acomodaron en el asiento trasero y sin dejar de platicar continuaron el viaje hacia la casa de Ema. Cuando llegaron a su destino, se bajaron con todo y el equipaje y le pagaron a don Luis. Tocaron una campanita que se encontraba a un lado de la puerta de entrada de la Posada, la cual lucía recién pintada en su fachada, con alegres colores azul rey y blanco en la pared de la cual colgaba un letrero que decía “Posada la Paz”, “Se rentan cuartos con y sin alimentos”. Se escucharon pasos presurosos que bajaban, y al abrir la puerta, Doña Cuca, abrazó y besó efusivamente a su hija. Su cara radiante mostraba la felicidad de encontrarse de nuevo con Ema, quien presurosa presentó a las chicas. –Mamá, esta es mi amiga Lupita, y aquí te presento a Julia, con ellas convivo en Guadalajara, vivimos en el mismo departamento y asistimos a la misma universidad. Cuca saludó y abrazó a las amigas de su hija. Alisándose el pelo para esconder su nerviosismo, las invitó a pasar. ¡Adelántense, muchachas! Y luego gritó –Juanita, ayuda a estas niñas a instalarse en el cuarto Alfredo Hermosillo grande, y dirigiéndose a ellas, les dijo: –A las dos servimos la comida, mientras, pasen a descansar y a tomar un baño. En tropel las chicas pasaron y llegaron a su cuarto, luego Ema salió hacia la cocina, allí vio y abrazó a la vieja Leonila, que siempre había ayudado a su mamá. Desde que Cuca se había quedado viuda, para subsistir y alimentar a su hija, se lanzó a la aventura de poner este hotelito en un pueblo en donde no existía un negocio así. En un principio esta fue una aventura incierta, ya que en este pequeño lugar, todo era mal visto por las vecinas que integraban la liga moralizadora de las señoras que no tenían en qué ocuparse por las tardes, y por tanto, señalaban a mujeres indefensas y les adjudicaban situaciones de romance imaginarios. –¡Fue duro, confesó a Ema, su madre, creí que no lo lograría, pero gracias a Leonila, pude salir adelante, y ya ves, hasta puedes estudiar en Guadalajara! Las tres mujeres se abrazaron fuertemente y continuaron con sus labores domésticas. En el comedor, se sirvió la comida y hasta allí llegaron cuatro jóvenes que eran músicos y tenían un conjunto musical llamado “Los Tecolotes”. La química surgió entre ellos y ellas, y con risas y palabras amables inició lo que parecía una amistad con posibilidades de romance. Al iniciar la noche, las jóvenes se cambiaron la ropa para asistir a la fiesta popular en donde sus amigos Los Tecolotes, muy acicalados, rascaban y tocaban los instrumentos musicales y uno de ellos cantaba canciones modernas. Las chicas se unieron al baile, alrededor del Kiosco. Sentada en una de las bancas del Jardín, Doña Cuca, miraba a su hija desenvolverse como una joven moderna, con una visión diferente y una oportunidad para desenvolverse en la vida, como ella no la tuvo. En su juventud sólo pudo recordar trabajo arduo en su casa, como era mujer, no le dieron oportunidad de estudiar, y muy joven la casaron. Ella no pudo elegir su vida, fue llevada por consejos, opiniones y tal vez buenos deseos de su familia. Enviudó al poco tiempo y ya sin su marido, sin sus padres y con una hija pequeña, se enfrentó a una sociedad hostil, que en esos tiempos no aceptaban a una mujer sola. Sin embargo, 3 Ágora PLAZA CULTURAL DE Cuca tuvo la fortaleza y el temple para salir adelante, y ahora tenía su propio negocio que le permitía sostener los estudios de Ema, quien podría elegir en un futuro su propia vida. Los ojos de Cuca se le rasaron de lágrimas de satisfacción, mirando la figura esbelta y jovial de su hija, que sobresalía danzando alegremente al ritmo de la música de “Los Tecolotes”. Pintura de Michele Del Campo. En tropel las chicas pasaron y llegaron a su cuarto, luego Ema salió hacia la cocina, allí vio y abrazó a la vieja Leonila, que siempre había ayudado a su mamá. En los últimos días he leído mucho a Dante Medina. En cuatro semanas me han caído del cielo Amor, cuídame de ti, Tapatía, El aborto como estrategia y Origami con volcán de fondo. Cuatro libros magníficos, publicados, todos ellos, por editoriales independientes, que es donde se publica la mejor literatura actual en México. No creo que Dante se moleste si digo que una de las cosas que más he disfrutado de sus libros son las contracubiertas que le escribe Dolores Álvarez. Ella ha dicho, por ejemplo, que Dante es un autor deliciosamente cínico; que Amor, cuídame de ti es una de las novelas más desgarradoramente humanas que conoce; que es una terrible y dolorosa novela sobre los celos. Para Tapatía, “un libro de los que no se dedican, para no ofender”, Dolores escribió una contracubierta que vale por sí misma y previene al lector en dónde y con quién se está metiendo. De El aborto como estrategia aseguró que “debe ser leído por toda mujer en edad reproductiva, pues va a aprender algo que no le enseñaron en la escuela”. De Origami con volcán de fondo afirma que esta vez sí que lo sorprendió Dante, pues no lo creía capaz de ternura (al gran cínico). En esta novela, al demonio lo habita la dulzura. Yo también confío en las mujeres, como dice Dante, porque cuando ellas quieren, uno escribe (uno vive). Y también tengo mi propia Lolita. Ella, mi Dolores, ha leído estos cuatro libros. Y me ha dicho que no soporta para nada las reuniones familiares; que si tuviera que vivir como los personajes de Origami con volcán de fondo se pegaría un tiro; que el verdadero problema de todos ellos no es el trato excesivamente cotidiano (pues los parientes de la amada ya tenían una vida en común soportándose), sino irse a vivir de arrimados a la casa del novio sesentón de la hija, porque todas las hijas saben que padre y novio no deben estar juntos, pues el primero huele la sangre y se convierte en cazador. Y el segundo debe aguantar desde miradas filosas, interrogatorios policíacos y comentarios malintencionados, hasta amenazas de muerte. Todo por los celos enfermizos de los padres. Y vaya que el padre de Ada (la amada del médico alexitímico y mediocre), es de los más peligrosos. Ella me ha dicho que Dante Medina siempre muestra familias hipócritas, ya sean ultraconservadoras de la clase alta como en Tapatía, o familias pequeñas y de clase media como el matrimonio de Amor, cuídame Falleció en un atentado a tiros Luis Donaldo Colosio M. Miguel Ángel León Govea A unos les tocó el asesinato del archiduque de Austria, a otros el de Kennedy, y a otros el balazo a Wojtyla. A mí me tocó el de Colosio. de ti. Y es que, dice, así hay familias, que se la viven juntos pero llenos de reproches y con celos. Y luego está la familia de Ada, una familia de las que pegan en sus puertas un letrero con la virgencita de Guadalupe: “Este hogar es católico” y que promueven la virginidad hasta el matrimonio, aunque saben que sus hijas ya se saltaron la recomendación. Familias con reclamos secretos, de esos que salen usualmente en las reuniones, cuando ya se pasaron de copas o alguien suelta un rencor añejo con el que brotan naturalmente todos los demás, que al final se convierte en una batalla de todos contra todos. Dante (eso no me lo ha dicho mi Dolores, pero lo sabe muy bien) es un escritor sorprendente, un excéntrico capaz de crear una espléndida historia a partir de materiales aparentemente pobres. Aunque también es capaz de inventarse historias extraordinarias y de contarlas de manera extraordinaria. Dante Medina es, pues, un escritor sorprendente, excesivo, brillantemente desigual. Y atrevido. Es de los que no se quedan con las ganas de decirlo todo a su modo. Y de todos los modos. Tal vez lo dice todo tan bien dicho porque siempre está atento a su vagina interior. Y la escucha. Y la comprende. Y le hace mucho caso. Es un escritor extraño. Pero “la gran literatura bordea lo irracional”, nos dice Nabokov, para quien está claro que sólo el saludable escritor de segunda fila le parece al lector agradecido como un viejo amigo sabio, que va exponiendo agradablemente las ideas que el propio lector tiene sobre la vida. El excéntrico, en cambio, bordea siempre lo irracional. La obra de Dante Medina es rara y es de gran calidad. Celebro que haya ido encontrando lectores que sepan apreciarla. 23 de marzo de 1994: Íbamoo oos, a la molienda. Íba mooo ooo ooos, a la molienda… Íbamos mi mamá, mis hermanos y yo a misa de ocho de la noche; íbamos en el vocho cuando en la radio sonó la noticia del atentado en contra del candidato a la Presidencia. Mi mamá comenzó a rezar y nos pidió que todos lo hiciéramos para que éste se salvara. Recuerdo que me impactó mucho la noticia, pues, con mis ocho años de edad, apenas comenzaba a enterarme del mundo que existe más allá de los juguetes, los ríos y las bicicletas. Era 1994, año del Tratado de Libre Comercio, cuando mi mamá se alegraba porque ya podríamos comprar lápices y ropa americana; también era el año de la guerra en Chiapas, de la que yo pensaba que un día podría llegar hasta Colima. Recuerdo muy bien las canciones de Solidaridad y la imagen de un presidente peloncito que luego supe resultó ser un pillo de primera. El asesinato de Luis Donaldo Colosio ocurrió un 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana. Sin lugar a dudas, uno de los magnicidios más recordados en la tristísima historia mexicana, a la par del caso Álvaro Obregón, que por cierto fue colega de mi abuelo materno, y asesinado por un tipo de nombre León, como mi apellido paterno. En fin. Resulta, pues, que el candidatazo que rescataría a México hasta de las mismísimas garras de su partido, el PRI, acababa de terminar un mitin en el que pronunció uno de sus inolvidables discursos. Parecía de verdad un buen tipo, al menos esa era su imagen pública. (Salinas también parecía un buen tipo). De pronto veo venir/ cerquita de mí/ yo vi a una culebra/ mirando hacia mí Colosio vio a la gente que lo rodeaba y le extendía la mano. Colosio vio a los fotógrafos que lo retrataban. Colosio vio a un México con hambre. Pero no vio venir a una pistola acercarse a su cabeza para inmediatamente emitir un disparo que lo llevaría a su político funeral. Y yo grité: ¡Ay, la culebra!/ Y yo grité: ¡Ay, la culebra! Y la gente también gritó esa tarde en Lomas Taurinas, y ese grito sacudió al país entero, y desde el cielo presidencial bajaron los zopilotes a devorar el cuerpo de ese hombre para reencarnar en él una vez llegado a la Presidencia, por los siglos de esas siglas. Ah, men. La gente salió huyendo/ mirándome enojados/ toditos asustados comenzaron a gritar: ¡Huye, José!/ ¡Huye, José! Pero el que debió huir no era José, sino Luis Donaldo. Y los que huyeron fueron los culpables –¿quiénes son los culpables? ¿Dónde está el asesino?–, y huyeron hacia adentro, hacia el país, hacia nuestros días en que aún nos gobiernan. Y recuerdo. El primer casete de música que tuve fue el de Banda Machos, ahí venía Un indio quiere llorar, La secretaria, Y la quiere Paco y La culebra. Se lo pedí a mi mamá y ella fue a comprarlo al tianguis. En la fiesta de mi primera comunión, en el 93, me sentí orgulloso de que pusieran a todo volumen la de Un indio quiere llorar, porque según eso, ese indio era yo. …Cuidado con la culebra que muerde los pies. Esa tarde, La culebra sonaba al ritmo de los dos tiros que mataron a Colosio. ¿Habrá canción más profética para los mexicanos? Porque es verdad, nos muerde los pies, y la gente, los campesinos, los periodistas e intelectuales salen huyendo de ahí, de aquí. Toditos asustados, salen del país. Y es que, a unos les tocó el asesinato del archiduque de Austria, a otros el de Kennedy, y a otros el balazo a Wojtyla. A mí un día de marzo de mis ocho años me tocó el de Colosio. Yo iba a misa en un vocho con mi mamá y mis hermanos. Y no se me olvida. Ni se me va a olvidar. 4 Ágora PLAZA CULTURAL DE VIÑETAS DE LA PROVINCIA Mi tío Ramón Don Manuel Sánchez Silva En la numerosa familia de mis abuelos maternos, las mujeres se destacaron por sus virtudes de laboriosidad, abnegación y orden, en tanto que los hombres exhibieron desde niños un cierto sentido artístico, que lo mismo improvisaba en cada uno de ellos un poeta en ciernes, un escultor en agraz o un filarmónico en embrión. Poseían naturales facultades para intentar innumerables actividades, pero todos carecieron del carácter necesario para persistir en un esfuerzo. Mi tío Ramón fue el más singular y pintoresco de los hermanos de mi madre. Por partes iguales concurrían, para integrar su personalidad, la inteligencia impráctica, la paciencia inconmovible y la filosófica renunciación a todas las vanidades del mundo. Su única preocupación, si es que tuvo alguna, fue la de vivir a su modo, sacrificando, anticipadamente, comodidades y privilegios, a la tranquilidad espiritual de sentirse exento de responsabilidades y deberes. Para no cargar con el fardo de obligaciones, gustosamente prescindió de los derechos. Apenas hubo terminado el cuarto año de primaria, hizo dos cosas: proscribió el traje de señorito, impuesto por la costumbre y exigido por la posición social de la familia, y declaró rotundamente que no estudiaría más. Por algún tiempo, se dedicó a la vida contemplativa, vistiendo camisa y calzón de manta sostenido por un vistoso ceñidor enrollado a la cintura, usando sombrero de “petate” y calzando guaraches de correa, de los llamados de “dos riendas”. Un buen día mi abuelo, que era hombre severo y puntilloso, frunció el ceño. Había dejado que Ramón holgazaneara por algún tiempo, esperando que pronto se aburriera de su estrafalario atavío y, sobre todo, de no hacer nada. En vista de que el muchacho no daba trazas de reaccionar, intervino el padre y lo mandó al seminario, especialmente recomendado a la intransigencia del rector, el inolvidable padre Carrillo, célebre por su oratoria, elegancia y severidad de forjador de juventudes. ¡Ah, pero el padre Carrillo no había tenido nunca un alumno de los recursos de mi tío Ramón! Tenía resuelto no estudiar ni ser nada en la vida, y a ver quién era el guapo que pudiera quebrantar su propósito... Para que asistieran a la misa de cinco, con la que se iniciaban las reglamentarias actividades seminariles, se despertaba a los muchachos una hora antes. El encargado de esa consigna recorría los dormitorios, moviendo y hablando por su nombre a los yacentes estudiantes de teología, pero el sueño de Ramón resistía victoriosamente los procedimientos habituales y cuando por fin se lograba que abriera los ojos, era bien poco lo que se ganaba con ello, pues entonces se desarrollaban verdaderas escenas de sainete. –¡Levántate, Ramón! -gritábanle al oído. –¡Levántate, Ramón! -repetía mi tío, perfectamente despierto, pero con gesto, mirada y tono inexpresivos. 5 Ágora PLAZA CULTURAL DE (6 de febrero de 1954) –Ándale, flojo, que ya van a dar la segunda. entre ellas, destacándose su fisonomía en un sitio inmediato –Ándale, flojo que ya van a dar la segunda -reproducía al señor y abajo, en un pantano infernal, debatiéndose en el como un eco fiel la voz de mi tío. cieno del averno, una muchedumbre de diablos, réprobos –Si no te levantas, voy a llamar al señor rector. y condenados irredimibles, en quienes se encontraba don –Si no te levantas, voy a llamar al señor rector... Valentín Rojas Vértiz... Y como el tiempo urgía, el encargado se resignaba a Mi tío Ramón tocaba todos los instrumentos musicadejar por la paz a Ramón y ocuparse de otros dormilones les sin descollar en ninguno, era un extraordinario lírico. menos renuentes. Cuando la fiebre amarilla diezmó la población de Colima Cuando el padre Carrillo se enteró de lo que ocurría, causando la muerte de mi abuelo y de Gregorio -su hijo intervino personalmente, sin otro resultado que comprobar mayor-, la familia se trasladó a Tonila, huyendo de la peste. la veracidad de los informes de sus subalternos. Ramón Mi abuela rentó una casa grande y compró unas vacas para soportaba todo: empellones, golpes y duchazos de agua fría, ayudarse a vivir. Durante el día, los animales pastaban en un con un estoicismo de místico y una impasividad de ilumi- terreno inmediato y a la hora de la oración, se les conducía nado, mientras se limitaba a repetir todo lo que se le decía. hasta el amplio corral de la finca. Naturalmente que a los dos o tres meses de esta vida Una noche de tantas, la familia acababa de acostarse absurda, el fallido teólogo fue devuelto a su casa. Era un y Ramón se entretenía tocando flauta, recostado en una caso perdido. cama de tablas, cuando se escuchó un ruido en el patio. Mi madre tenía una hermosa voz de soprano, que le Una vaca dañera había logrado abrir la puerta del corral y valió figurar siempre en la mejor sociedad de Colima, en andaba quebrando macetas y mordisqueando las plantas un ambiente de admiración y de elogio. Por la época en que de espino, que eran orgullo de mi madre y sus hermanas. Ramón retornó al seno familiar, desahuciado del seminario, Todas apremiaron a Ramón a que suspendiera su melodía un famoso maestro de canto, don Valentín Rojas Vértiz, y volviera la vaca al corral, pero Ramón no estaba dispuesto había sido contratado por mi abuelo para enseñar y cultivar a dejar de tocar, ni menos a levantarse de la cama. la voz de su hija predilecta. Por efectos de una antipatía Cuando se advirtió la ineficacia de las órdenes y los espontánea, Ramón se propuso sabotear la enseñanza y gritos, se recurrió a la acción directa y empezaron a llover amargarle la vida a don Valentín, que era un apasionado sobre el filarmónico obstinados zapatos, almohadas, cesde la música y veía en mi madre la ilusión de que fuera a tos de costuras y cuantos objetos había a la mano, sin que través de su educación y su enseñanza, la obra maestra de Ramón se incorporara, ni los golpes que frecuentemente su vida artística. soportaba en la cara y en el cuerpo alteraran el ritmo de Pero Ramón tenía siempre algo que hacer en la sala, su tocata. cuando discípula y maestro se encontraban dedicados a El impacto producido por el cajón del buró, puso fuera vocalizaciones, ejercicios y escoletas. de apoyo el extremo de una de las tablas de la cama, que En el preciso instante en que mi madre atacaba el “re” cayó estrepitosamente provocando que las demás también sobreagudo del “Aria de la Locura” de la ópera de Lucía La- lo hicieran. Ramón dio con sus huesos en el suelo, pero conmermur, y don Valentín se crispaba de emoción, anhelante tinuó tocando su flauta sin perder ni una nota ni el compás. y tenso, prorrumpía Ramón en el estudio. En vista del estado de excitación en que se encontraba –Oye Lola, ¿no has visto mi lezna de cabo de cuerno?, mi abuela, las mujeres lograron levantarse y, sobreponiénquiero arreglar un guarache que trae la correa floja... dose al miedo, volvieron a la vaca a su corral, habiendo sido La nota quedaba en el aire, inconclusa y desperdiciada, necesario después prender lumbre y prepararle a la señora y don Valentín cerraba los puños, experimentando la nos- de la casa una tisana caliente para calmar su nerviosismo talgia de un arma cualquiera: una pistola, una retrocarga e irritación. Todo esto se hizo entre reproches y amenazas o siquiera un cuchillo de carnicero. que se llevaron la mayor parte de la noche, sin que Ramón En cierta ocasión, don Valentín no pudo controlar sus hubiese dejado de tocar su flauta. nervios y castigó una de las tantas irreverentes interrupUn libro entero podría escribirse sobre las aventuras y ciones de Ramón, estrellándole en la cabeza un fino florero genialidades de mi tío Ramón, de quien volveré a ocuparme de porcelana, y lo corrió del estudio con el mismo ademán alguna otra vez. Por ahora es suficiente lo anterior, para fulmíneo con el que el ángel del paraíso le dijo a Adán: presentarlo como un extraño tipo que buscó y encontró –Eso se llama puerta y sirve para largarse por ella. la felicidad en el desentendimiento de todas las cosas imRamón se vengó de la injuria en forma verdaderamente portantes de la vida. Fue un filósofo impávido y amable, artística: ocupó sus ratos de ocio, que eran las horas del día, que tuvo la sabiduría de vivir como él quiso, al margen de en esculpir, con un pequeño trozo de mármol, el juicio final. disciplinas, preocupaciones y responsabilidades. ¡Y vivió Hizo un trabajo notable. En él aparecía sobre una eminen- mucho tiempo! cia desolada, el padre eterno rodeado de santos, ángeles y * Periodista, escritor y fundador almas compurgadas y admitidas en el cielo. Ramón estaba de Diario de Colima.† En la historia del arte… Ágora Interior de la Basílica de San Lorenzo de Florencia, obra de Brunelleschi. 13 de abril 1906.- Nació el poeta, novelista y dramaturgo irlandés Samuel Beckett, uno de los más importantes representantes del experimentalismo literario del siglo XX, dentro del modernismo anglosajón. Fue igualmente figura clave del llamado teatro del absurdo y, como tal, uno de los escritores más influyentes de su tiempo. Escribió sus libros en inglés y francés, y fue asistente y discípulo del novelista James Joyce. Su obra más conocida es el drama Esperando a Godot. 1964.- Sidney Poitier es el primer afroamericano en llevarse un Oscar al mejor actor, por su interpretación en Los lirios del valle (1963). 14 de abril 1986.- Murió Simone de Beauvoir, novelista e intelectual francesa que por su vida y sus obras desempeñó un papel importante en el desarrollo del movimiento feminista. Escribió novelas, ensayos, biografías y monográficos sobre temas políticos, sociales y filosóficos. Su pensamiento se enmarca dentro del existencialismo y algunas obras, como El segundo sexo, se consideran elementos fundacionales del feminismo. Fue pareja del también filósofo Jean Paul Sartre, quien falleció un 15 de abril pero de 1980. 15 de abril 1446.- Murió Filippo Brunelleschi, un arquitecto, escultor y orfebre italiano. Uno de los maestros fundamentales de la transición hacia el Renacimiento. 1452 - Nace en el pueblo toscano de Vinci, cercano a Florencia, el pintor Leonardo da Vinci, uno de los grandes maestros del Renacimiento. Un pintor florentino. Notable polímata del Renacimiento italiano (a la vez anatomista, arquitecto, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista) nació en Vinci el 15 de abril de 14522 y falleció en Amboise el 2 de mayo de 1519, a los 67 años, acompañado de su fiel Francesco Melzi, a quien legó sus proyectos, diseños y pinturas. Leonardo da Vinci es considerado como uno de los más grandes pintores de todos los tiempos y, probablemente, es la persona con el mayor número de talentos en múltiples disciplinas que jamás ha existido. 1939.- Nació la actriz italiana Claudia Cardinale, oriunda de la capital de Túnez, cuando ese país aún era un protectorado francés. Sus padres eran oriundos de la isla de Sicilia (Italia). En la década de 1960 Claudia Cardinale apareció en muchas películas italianas o cofinanciadas por Italia, incluyendo dos obras maestras de Luchino Visconti: Rocco y sus hermanos (1960) y Il Gattopardo (El gatopardo, 1963). En ambas producciones tuvo por pareja a Alain Delon. También participó en 8½ de Federico Fellini, y en el exitoso western de Sergio Leone Hasta que llegó su hora (1968), donde trabajó con Henry Fonda, Charles Bronson y Jason Robards. Es una mujer progresista con convicciones políticas fuertes. Está involucrada en temas a favor de la mujer y del colectivo gay. También está involucrada en muchas causas humanitarias. Actualmente París es su hogar. 1957.- Murió Pedro Infante, actor y cantante mexicano de la Época de Oro del Cine Mexicano, así como uno de los grandes representantes de la música ranchera. A partir de 1939 apareció en más de 60 películas, y desde 1943 grabó aproximadamente 310 canciones. Por su actuación en la película Tizoc (1956), fue acreedor al Oso de Plata del Festival Internacional de Cine de Berlín al mejor actor principal, y al premio Globo de Oro a la mejor película extranjera, otorgado por la prensa extranjera acreditada en Hollywood. Su estilo alegre y carismático cautivó al público mexicano, y sus actuaciones valientes y pícaras hicieron que muchas personas de distintas generaciones admiraran a Pedro Infante. Representó al mexicano alegre y enamorado, al charro cantor, al héroe urbano de la clase trabajadora, lo que le ganó el cariño y la identificación de las clases populares de México y otros países de Iberoamérica. 16 de abril 1828.- Murió el pintor y grabador español Francisco José de Goya y Lucientes. 1889.- Nació Sir Charles Spencer Chaplin, un actor, humorista, compositor, productor, director y escritor británico. Adquirió popularidad gracias a su personaje Charlot en múltiples películas del período mudo. A partir de entonces, es considerado un símbolo del humorismo y el cine mudo. 1896.- Nació Tristan Tzara, poeta y ensayista que utilizó el seudónimo de Samuel Rosenstock. Oriundo de Rumania, vivió casi toda su vida en Francia y fue uno de los autores más importantes del movimiento Dadá, que fundó junto con Jean Arp y Hugo Ball, una corriente artística de vanguardia, totalmente revolucionaria en el sentido de que buscó romper con todos los parámetros establecidos a lo largo de la extensión de la historia del arte occidental, tanto que hoy día es catalogada como “antiarte”. El Dadá fue una especie de padre fundador para gran cantidad de movimientos artísticos, entre ellos el surrealismo, el estridentismo, y en cierta medida el Arte Pop de los años 60’s. Ya no soy la misma Yunuén Cuevas Ya no soy la misma. Mi ente renace cada día. Mis células regadas por el mundo, reflejan que he crecido. Mis pensamientos se escapan con la tarde para colgarse de tu espalda. Mis emociones gritan con cautela para expresar lo que mi cuerpo no puede y quiere sentir. Ya no soy la misma. Soy el reflejo de mi historia. Soy el piso que he caminado, el cielo que me ha mojado. Soy el ave que canta por las mañanas y los rayos de luz que me dejan amodorrada. Soy esa sonrisa que me apropié la noche en que conocí lo que algunos llaman sensualidad. Ya no soy la misma. Hoy llevo tu nombre en mi centro. Tus caricias en mis rodillas mientras pierdes un poco la cabeza. Soy la dueña de esos suspiros que cambian de tono mientras tensas los músculos. Soy aquel ser que te ve soñar desnudo sobre la que mañana ya no será la misma. Sobre la que mañana será otra mujer.
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