Contraportada - Juventud Rebelde

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Espectáculo A Pululu, unipersonal de Omar
Franco (Ruperto) con sus invitados Irela
Bravo (Cachita Caché) y la compañía de baile
Santa Amalia. Teatro Karl Marx, los días 9, 10
y 11 de abril. ¡Estreno mundial!
por JAPE
EL mes pasado, y con motivo de los festejos por el Día de la Prensa, coincidí con mi
amigo Floro en una celebración que además de posibilitar inolvidables momentos
de reencuentro con viejos colegas, se destacaba por la abundancia de bebida y comida. En un instante, y ya cerca de la despedida, veo a mi fraterno amigo acercarse a
su mesa portando varios contenedores de
alimento. Sonriendo me hizo un comentario
inesperado, mientras señalaba el botín
sobre la mesa: «¡Sexo seguro!».
Eso fue lo que escuché, pero pensé
que no le había oído bien y le interrogué
confundido: ¿De qué estás hablando?
Floro se acercó y respondió con claridad:
«De la comida, JAPE. Resolví tres “cajitas” y
las llevo para la casa. Ahora cuando mi
esposa llegue del trabajo no tiene que
estar preocupándose de qué va a cocinar,
porque ya eso está resuelto. Tampoco
Sexo seguro
tiene que pensar en fregar después. Estos
contenedores son desechables, nada más
hay que lavar las cucharas y eso lo puedo
hacer yo. Mientras, ella se baña temprano,
descansa un poco viendo la tele o alguna de
sus series preferidas y a la hora de dormir
está relajada, fresca como una lechuga…
Es entonces cuando yo creo las condiciones
adecuadas… abro una botellita de Fortín
que tengo guardada desde el fin de año, nos
damos un par de traguitos, le doy un masajito y… ¡ya tú sabes! Porque hoy sí no me
puede decir que está cansada, que le duele
la cabeza, que no ha parado de cocinar y fregar…».
No me quedó más remedio que sonreír
y desearle a mi amigo buena suerte y feliz
romance. Floro se despidió afectuoso
como siempre. Mientras se alejaba me
quedé pensando en que esta suele ser,
lamentablemente, una historia manida en
muchos de nuestros hogares. Quizá sin
los matices de premeditación y alevosía
que Floro reflejó en sus planes, pero sí en
la veracidad del hecho de que muchas
parejas ven afectadas sus relaciones
sexuales y de convivencia por la estresante cotidianidad.
En casi todos los chistes que conozco acerca del sexo aplazado por la indisposición de
uno de los cónyuges, es ella la que se queja
por el exceso de responsabilidades en el
hogar. No entraré en detalles, ni en un franco
debate profeminista, pero para ser sincero,
nunca he escuchado a mis compañeros decir:
«¡Estoy privado del dolor de cabeza por pensar
qué cocino hoy!», o tal vez comentar algo
como: «Tengo que salir corriendo del trabajo a
ANTES ERA INDECISO, AHORA NO SÉ
ver si me da tiempo a ablandar esos frijoles
duros de la bodega… y fregar temprano, antes
que se vaya el agua».
No niego la realidad de que existen muchos hombres que ayudan a sus amadas
esposas en los quehaceres hogareños,
pero son ellas las que aún sostienen el
mayor peso de las tareas cotidianas, sobre
todo esa de hacer aparecer el pan nuestro
de cada día, que a veces no se resuelve ni
con la varita de Harry Potter.
Para que no quede solo en la observación perniciosa sobre el tema, predicaré con
el ejemplo. Esta tarde llamaré a mi esposa
y le diré que no se preocupe por la comida y
cuando salga del trabajo pasaré por la paladar de la esquina y compraré unas deliciosas pizzas de jamón para llevar a casa. Ese
es su plato preferido. Y para ser franco, después de la cena, estaré atento a los acontecimientos, porque es posible que la estrategia de mi amigo Floro me traiga buenos
resultados.