La alegría de la Pascua Esteban: ¿Cómo se está preparando para celebrar este tiempo que se da a conocer en Semana Santa como el Domingo de Pascuas o el Domingo de Resurrección? ¿Qué mejor cosa que hacerlo expresando una de las emociones más fuertes que tenemos a raíz de lo que ha sucedido con Jesucristo que es la alegría? Porque Él ha resucitado, y ahí está el centro en que nosotros debemos poner nuestra atención el día de hoy. Salvador: Bueno, los que confiamos en el Señor Jesucristo y somos sus discípulos, es el día de mayor alegría del calendario (el día de la Pascua) porque recordamos que el día de la muerte no pudo retenerlo en la tumba y que Cristo ha resucitado de los muertos. Ahora, este día fue tan maravilloso que esa celebración para los cristianos no podía quedar solamente en día de Pascua, y por eso el domingo, que es el primer día de la semana, se tomó como el día de celebración del Señor. Quiere decir que cada domingo, cada primer día de la semana, se transformó en el día del Señor, cada domingo es como una pequeña Pascua, y lo que se recuerda el domingo justamente es que Cristo ha resucitado de los muertos; por lo tanto los cristianos nos reunimos los domingos para celebrar el gozo de la resurrección de Jesús. Los cristianos impusieron el domingo en la historia de occidente, y lo impusieron justamente como una pequeña Pascua que se celebraba cada primer día de la semana, recordando que Jesucristo había resucitado en ese día; por eso se dice Domingo, Dominus, Día del Señor. La historia de Jesús en el Nuevo Testamento, se abre, se inicia con un anuncio que recibe Zacarías, que era un sacerdote y que fue padre de Juan el Bautista. Quiere decir que antes de la anunciación a María, del nacimiento de Jesús, Dios rompe un silencio de más de 400 años para hablar con un sacerdote que está solo en un lugar privado frente a un altar que había en la parte interna del templo de Jerusalén. Estaba por ofrecer la ofrenda de adoración y de alabanza a Dios. Zacarías, ese día ofrecía el incienso y le anunciaron que sería padre de Juan el Bautista; y Gabriel, el ángel que habla con él le dice: “Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída y tu mujer Elisabeth te dará a luz un hijo y llamarás su nombre Juan, y tendrás gozo y alegría y muchos se regocijarán de su nacimiento”; quiere decir que hay dos cosas que creo que son importantes y que se van a prolongar en todo el Evangelio, que aparecen en este primer anuncio con que se rompe el silencio y se abre el Nuevo Testamento y que se prolonga a lo largo de toda la vida de Jesús y de todo el Nuevo Testamento. En primer lugar, el anuncio dice “No temas”, porque Dios viene para erradicar el temor del corazón de los hombres; Jesús le explicó un día a un hombre, Nicodemo (que se acercó a Él de noche para conversar tranquilo con Jesús) y le dijo: “Dios no envió a hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo fuera salvo por Él”. Jesús le dijo a Zaqueo (un hombre que se le cruzó en el camino): “El hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Quiere decir que Jesús viene para traer un mensaje que quita el temor, y cuando está ya en camino a Jerusalén dice “El hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres sino para salvarlas”. Esto significa que el temor tiene que salir fuera porque el propósito de Dios es propósito salvador, es un propósito de rescate, de mostrar su misericordia y su bondad para con nosotros. Por otro lado, la otra cosa que rescata el mensaje a Zacarías es “tendrás gozo y alegría y muchos se regocijarán de su nacimiento”, lo que quiere decir que Jesús viene a instalar la alegría en el corazón de los hombres; quitar el temor es vaciarlo del temor y llenarlo de gozo y de alegría. Es interesante que cuando la virgen María va a visitar a Elizabeth, dice: “Tan pronto como llegó la voz de salutación a mis oídos la criatura saltó de alegría en mi vientre”. Esteban: ¿Qué le parece? Salvador: Quiere decir que la alegría ya se empezaba a manifestar en el interior de Elizabeth en el hijo que estaba gestando. Y a los discípulos, cuando Jesús estaba frente a la cruz, les dijo “también vosotros ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. Lo que quiere decir que la alegría forma parte sustancial del mensaje que traía Jesucristo; y podemos decir que la falta de la presencia de Cristo en la vida, trae tristeza; pero la presencia de Jesucristo siempre trae gozo y trae alegría, y la presencia de Jesucristo es permanente porque él dijo “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin”. Por lo tanto Jesucristo es el que quita el temor y el que trae la alegría a nuestro corazón; no dejemos que las circunstancias, que las aflicciones que el mismo Señor pronosticara (cuando él dijo “en el mundo tendréis aflicción”), nos quiten la alegría de la presencia de Cristo con nosotros; porque esta alegría es lo que justamente tiene que caracterizar el día de Pascua, porque Cristo ha resucitado de los muertos. Esteban: Lo que debe permanecer más allá del dolor que obviamente pasó en el Calvario. Salvador: Tiene que permear la historia de todo el cristianismo y la vida de cada cristiano. La iglesia primitiva vivía constantemente este gozo porque dice el libro de los Hechos que “perseveraban unánimes cada día en el templo y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón”; quiere decir que ahí estaba presente la alegría. Judas en su carta condena a los sectarios y dice que el propósito de Dios es presentar a los cristianos sin mancha delante de él, en su gloria, con gran alegría. Quiere decir que la alegría es algo constante en todo el Evangelio. Esteban: A veces no nos damos cuenta al crear una religión ritualista o mediada por formalismos, este aspecto tan liberador que es la alegría. Salvador: Parecería que a veces cuando hablamos de Jesucristo y hablamos de la fe entramos como en un lugar de oscuridad, de semi penumbra, donde hay que solemnizarse y la alegría no tiene lugar; lo único que tiene lugar es la seriedad de lo que estamos viviendo. Ahora: acercarse a Cristo es serio, es solemne pero de ninguna manera quita la alegría que tendría que haber en nuestro corazón. Esto tendría que caracterizar a todos los cristianos, en todo momento, y también en todos los encuentros cristianos. Hay algo que sucedió en el momento en el que Cristo resucitó; en el libro de los Salmos se lo caracteriza muy bien con una frase; dice: “la piedra que desecharon los edificadores ha venido a saber la cabeza del ángulo”, la base del edificio. Es una imagen grandiosa porque las edificaciones en aquel tiempo eran de piedra, y los constructores, los arquitectos, los maestros canteros valoraban cada una de las piedras antes de ponerlas en el edificio; aceptaban algunas y, por supuesto, desechaban otras. Hay piedras que las apartaban porque no iban a formar parte de la construcción, porque los edificadores consideraban que no podían ser parte del edificio. Los edificadores de la sociedad, que son las autoridades, desecharon a Jesús porque no podía formar parte de la construcción que ellos estaban haciendo; no podía formar parte, no sirve, hay que matarlo. Es decir, “no podemos edificar la sociedad que nosotros queremos si este hombre está vivo, por lo tanto hay que matarlo”. Y Dios toma esta piedra que los hombres desechan y la levanta y la pone como cabeza; y hoy nosotros contamos los años desde el nacimiento de Jesús. Quiere decir que entendimos que la edificación de toda la cultura occidental tiene como base a Jesucristo, y se edificó a través de él. La piedra que desecharon y que dijeron “no queremos que esto figure dentro del edificio y de la construcción de la sociedad occidental, sin embargo se instaló como uno de sus fundamentos. La principal piedra del ángulo era eso, era la piedra que sostenía el edificio; una de las piedras basales y fundamentales. No formaba parte de lo ordinario sino de lo extraordinario; era la piedra basal que unía los paños de las esquinas del edificio. Este fundamento es Jesucristo; sobre el descansa el gran edificio. Está diciendo que estamos ante un hecho que los hombres desecharon, pero que es tan fundamental como para fundamentar todo el edificio. Por lo tanto, estamos poniendo nuestra fe en aquel que es el fundamento, la base; es el sostén del edifico humano. Esteban: Por eso hay alegría. Hacemos una pausa en la charla con Salvador Dellutri, mirando esta época del año tan especial, sabiendo que cuando pensamos en Jesucristo, pensamos en su resurrección, pensamos indudablemente en el gozo, la alegría. PAUSA Esteban: “Esto es algo que nadie les podrá quitar” les decía Jesús cuando les daba ese anuncio mezcla de triste porque iba a sufrir, a padecer, pero por otro lado que a través de ese sufrimiento iba a nacer una esperanza gloriosa, que les iba a dar una alegría que nadie les podría quitar, Salvador. Y ahí estaba el mensaje transformador que traía Jesucristo. Salvador: Ahí está justamente la llave fundamental del mensaje cristiano. Yo digo que cada uno de nosotros caracteriza los días de su vida, porque vamos modelando la realidad. Dios hace salir el sol para todos y la luz para todos; pero el hombre usa esas horas que Dios le da para caracterizar ese día, le da forma y lo hace historia. Es decir, Dios le pone eso al alcance de la mano y él le da forma, el hace historia ese día. Pensemos solamente en esto: el 6 de agosto de 1945 Dios bendijo a la humanidad con la luz, con la vida, con la lluvia, con el sol, con todas esas cosas; el hombre hizo detonar la bomba atómica. Quiere decir que Dios hizo el día que siempre le da al hombre, y el hombre lo caracterizó. Entonces ese día, que fue un día maravilloso, donde salió el sol, donde se manifestó la vida, donde la lluvia y la luz y todo pre anunciaba un día maravilloso, ese día estalla la bomba atómica y nosotros lo transformamos en un día luctuoso; somos nosotros los que le damos características. Quiere decir que somos responsables de caracterizar cada día de nuestra vida; nosotros le damos el matiz al día que nosotros queremos. Cuando uno piensa en la semana santa, cuando piensa en los días de la semana santa, vienen caracterizados por días especiales: Judas crea el día de la traición (él lo modela); los jerarcas judíos el día del odio; Pilato lo transforma en el día de la injusticia; Herodes en el día de la humillación (porque lo humilla a Jesús; los soldados romanos en el día de la burla; Pedro en el día de la cobardía (porque lo niega); Tomás en el día de la incredulidad. Cada uno le dio características; ahora, esos días salieron de la mano de Dios de la misma forma. Podían transformarse en días de gozo, pero cada uno de ellos caracterizó ese día por lo que puso de su parte, por lo que aportó a la construcción de Dios. Y esto creo que es una de las cosas que no tenemos en cuenta, que nosotros aportamos a cada día, lo caracterizamos, le damos el matiz a cada día. El día que Judas traicionó a Jesús, salió el sol como siempre, brilló en la misma forma, era un día en que Judas podía ser feliz y elegir la felicidad; pero eligió la traición. Él la eligió, es un acto voluntario, así como Pilato eligió la injusticia; podría haber elegido otra cosa. O como Pedro eligió la cobardía... Quiere decir que a los días que hace y nos da Dios, nosotros le ponemos la característica del aporte que le hacemos a ese día. El primer día de la semana cuando salen las mujeres para ir al sepulcro, están viviendo el día que hicieron los hombres, porque ellas van a buscar el resultado de la traición, de la negación, de la injusticia; eso es el resultado de los días anteriores que hicieron los hombres. Cuando llegan se encuentran con la tumba vacía; eso es lo que hace Dios en su día, lo que caracteriza la obra de Dios, que Dios siempre es el Dios de la vida, que los hombres podemos convertir un día en día luctuoso, pero Dios siempre va a hacer que ese día sea el día de la vida; y cada vez que sale el sol a la mañana es un pregón de vida, porque la luz es fundamental para la vida, el calor es fundamental para la vida. Y cada vez que sale el sol está proclamando que Dios es un Dios dador de vida. Y usted dice: “¿por qué hay tanta muerte?” Porque nosotros caracterizamos los días con la muerte; no es Dios el que lo caracteriza, nosotros somos los que hacemos ese aporte. La gran pregunta que reciben las mujeres que se acercan al sepulcro es “¿por qué buscan entre los muertos al que vive?”; porque ellas están buscando aquello que caracterizó el hombre, y ahora hay un día donde intervino Dios, y esto no lo pueden hacer los hombres, esto lo hace Dios. Y yo creo que ha comenzado un nuevo día, que es el día que hizo el Señor; Dios ese día no solo hizo salir el sol, lo bendijo con la luz, la lluvia y todo lo demás, sino que el domingo de Pascua Dios puso su mano y es el día de la resurrección y es el día de la vida. Y esto justifica por qué los cristianos transformaron el primer día de la semana en una celebración de cada siete días; la Pascua no es solamente un celebración de una vez al año, es una celebración permanente que hacemos cada domingo recordando justamente eso: que Jesucristo vino para traer alegría. Esteban: Así que tenemos la responsabilidad, nosotros como cristianos, de caracterizar este día de esa forma, así como la tuvieron los que eligieron seguir la demostración de Dios de ese gozo inefable que produce la resurrección de su hijo. Salvador: Yo creo que cuando nosotros llegamos al día del Señor, y tenemos que caracterizarlo, tenemos que pensar en todo lo que representa Jesucristo para nuestra vida, en todo lo que él nos ha dado, en todas las bendiciones que hemos recibido; creo que ese es el razonamiento con el que tendríamos que empezar cada domingo, lo cíclico de la semana nos permite justamente volver a las bases, volver a las fuentes; porque en una semana pasan muchas cosas pero llega un momento en que llegamos al domingo y nos paramos, y de ahí que es importante detenerse en el día del Señor, no seguir con la rutina de siempre (en este mundo materialista parecería que nos quieren obligar a seguir con la rutina); no sigamos: parémonos y digamos ¿qué bendiciones tenemos de Dios? ¿Qué es lo que el Señor me está dando? ¿Cuántas son las cosas que recibimos? Y es verdad: ¡cuántas cosas y bendiciones perdemos! Y cuántas veces caracterizamos mal los días de nuestra vida. Pero el propósito de Dios nos dice cada vez que nos reunimos un domingo, que Dios está buscando otra cosa porque él construye días de verdadera alegría. Entonces, si este es el día que hizo el Señor y tiene esas características, nosotros tenemos que hacer del domingo un día de gratitud a Dios; porque sucedió algo inaudito, que nadie esperaba: Dios caracterizó un día en la historia poniendo su impronta y diciendo “ustedes pueden hacer todos los días de muerte que quieran, pero yo voy a seguir siendo el Dios que sigue dando la vida”. Esteban: Ahí hay un ejemplo que tomar entonces. Salvador: Hay un ejemplo tremendo que tenemos que tomar, y es el que entendieron bien los primeros cristianos, porque cada vez que partían el pan en las casas y recordaban ese acto que Jesucristo había instituido, lo hacían con un sentimiento de alegría. La alegría era lo que caracterizaba ese acto y ese día; era lo que ellos tenían que hacer respondiendo a lo que Dios había hecho. Yo creo que esa Pascua tiene que caracterizarse por eso, nosotros tenemos que caracterizarla por eso; porque podemos caracterizar el día de Pascua en otra forma: como un día de la familia, como el día del huevo de Pascua, como el día del conejo... como cualquier cosa. Lo importante es que lo caractericemos como el día de la alegría que trajo Jesús, y de la nueva vida que podemos tener en Cristo. Por eso la Pascua es un llamado de Dios a que vivamos intensamente nuestra fe, a que pensemos en cómo se originó la vida que nosotros tenemos, en cómo se originó la esperanza, en cómo se originó la paz, en la importancia que tienen la cruz y la resurrección, y que nosotros estamos viviendo en ese Domingo de Resurrección permanente porque Cristo a resucitado de los muertos.
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