Oraciones de la Misericordia

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ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO PARA EL JUBILEO DE
LA MISERICORDIA
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del
cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y
obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a
la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo
llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz
que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la
samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la
Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para
que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el
error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y
perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los
prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y
reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
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ORACIONES DE SANTA FAUSTINA
Para obtener la gracia de ser misericordiosos con los demás
Deseo transformarme en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, ¡Oh, Señor! Que
este más grande atributo de Dios, es decir, Su insondable misericordia, pase a través
de mi corazón y mi alma al prójimo.
Ayúdame Señor, a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás sospeche o
juzgue según las apariencias, sino que juzgue lo bello en el alma de mi prójimo y
acuda a ayudarle.
Ayúdame Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las
necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi
prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos.
Ayúdame Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras
para que sepa hacer solo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más
difíciles y penosas.
Ayúdame Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure
a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo
verdadero está en el servicio a mi prójimo.
Ayúdame Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los
sufrimientos de mi prójimo. A nadie rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con
aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerraré en
el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en
silencio. Que Tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí.
Señor mío, transfórmame en Ti, porque Tú lo puedes todo (Diario 163).
Para obtener un corazón misericordioso
Oh Jesús, comprendo que Tu misericordia va más allá de la imaginación y por tanto
Te suplico que hagas mi corazón tan grande que pueda contener las necesidades de
todas las almas que viven sobre toda la faz de la tierra. Oh Jesús, mi amor se
extiende más allá, hasta las almas que sufren en el purgatorio... Haz mi corazón
sensible a todos los sufrimientos de mi prójimo, sean de cuerpo o del alma. Oh
Jesús mío, sé que Te comportas con nosotros como nosotros nos comportamos con
el prójimo... Haz mi corazón semejante a Tu Corazón misericordioso (Diario, 692).
Oh Jesús, haz a mi corazón semejante al Tuyo, o más bien transfórmalo en Tu propio
[Corazón] para que pueda sentir las necesidades de otros corazones y,
especialmente, de los que sufren y están tristes. Que los rayos de la misericordia
descansen en mi corazón. (Diario, 514). Jesús, ayúdame a pasar por la vida haciendo
el bien a todo el mundo (Diario, 692).
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Para alcanzar la Divina Misericordia para el mundo entero.
“Oh Dios de gran misericordia, Bondad infinita, hoy toda la humanidad clama desde
el abismo de su miseria a Tu misericordia, a Tu compasión, oh Dios, y grita con la
potente voz de la miseria.
Oh Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra. Oh
Señor, Bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes
que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti, te imploramos
anticípanos tu gracia y multiplica incesantemente Tu misericordia en nosotros, para
que cumplamos fielmente Tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y en la hora
de la muerte.
Que la omnipotencia de Tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos
de nuestra salvación para que con confianza, como Tus hijos, esperemos Tu última
venida, ese día que conoces solo Tú. Y a pesar de toda nuestra miseria, esperamos
recibir todo lo que Jesús nos ha prometido, porque Jesús es nuestra esperanza: a
través de Su Corazón misericordioso, como a través de una puerta abierta,
entramos al cielo.” (Diario 1570)
Por los pecadores
Jesús, Verdad Eterna, Vida nuestra, Te suplico e imploro Tu misericordia para los
pobres pecadores. Dulcísimo Corazón de " Señor, lleno de piedad y de misericordia
insondable, Te suplico por los pobres pecadores. Oh Sacratísimo Corazón, Fuente
de Misericordia de donde brotan rayos de gracias inconcebibles sobre toda la raza
humana. Te pido luz para los pobres pecadores. Oh Jesús, recuerda Tu amarga
Pasión y no permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima
Sangre Tuya. Oh Jesús, cuando considero el alto precio de Tu Sangre, me regocijo
en Su inmensidad porque una sola gota habría bastado para salvar a todos los
pecadores. Aunque el pecado es un abismo de maldad e ingratitud, el precio
pagado por nosotros jamás podrá ser igualado. Por lo tanto, haz que cada alma
confíe en la Pasión del Señor y que ponga su esperanza en Su misericordia. Dios no
le negará Su misericordia a nadie. El cielo y la tierra podrán cambiar, pero jamás se
agotará la misericordia de Dios. ¡Oh, qué alegría arde en mi corazón, cuando
contemplo Tu bondad in-concebible, Oh Jesús mío! Deseo traer a todos los
pecadores a Tus pies para que glorifiquen Tu misericordia por los siglos de los siglos
(Diario, 72).
Para recibir Misericordia en momentos difíciles
Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión
inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en
nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos
desalentamos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa y divina
voluntad, que es el Amor y la Misericordia Misma. (Diario, 950).
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Por los sacerdotes
Oh Jesús mío, Te ruego por toda la Iglesia: concédele amor y luz de Tu Espíritu, da
poder a las palabras de los sacerdotes para que los corazones endurecidos se
ablanden y vuelvan a Ti, Señor. Señor, danos sacerdotes santos; Tú Mismo
consérvalos en la santidad. Oh Divino y Sumo Sacerdote, que el poder de Tu
misericordia los acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas
del demonio, que están siendo tendidas incesantemente para atrapar al las almas de
los sacerdotes. Que el poder de Tu misericordia, Oh Señor, destruya y haga fracasar
lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes ya que Tú lo puedes todo
(Diario, 1052). Te pido, Oh Jesús, una bendición especial y luz para los sacerdotes
ante los cuales me confesaré durante toda mi vida (Diario, 240).
Para ser fiel a la voluntad de Dios
Oh Jesús, tendido sobre la cruz, Te ruego, concédeme la gracia de cumplir fielmente
con la santísima voluntad de Tu Padre, en todas las cosas, siempre y en todo lugar.
Y cuando esta voluntad de Dios me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces
que Te ruego, Jesús, que de Tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis
labios repitan: Hágase Tu voluntad, Señor. Oh Salvador del mundo, Amante de la
salvación humana, [Tú] que entre terribles tormentos y dolor, Te olvidaste de Ti
Mismo para pensar en la salvación de las almas, compasivísimo Jesús, concédeme la
gracia de olvidarme de mí misma para que pueda vivir totalmente por las almas,
ayudándote en la obra de salvación, según la santísima voluntad de Tu Padre...
(Diario, 1265).
En tiempo de sufrimiento
Oh, si el alma que sufre supiera cuánto Dios la ama, moriría de gozo y de exceso de
felicidad. Un día, conoceremos el valor del sufrimiento, pero entonces ya no
podremos sufrir. El momento actual es nuestro (Diario, 963).
Jesús, no me dejes sola en el sufrimiento. Tú sabes, Señor, lo débil que soy. Soy un
abismo de miseria, soy la nada misma. Por eso, ¿qué habría de extraño si me dejaras
sola y yo cayera? Soy una recién nacida, Señor, por eso no sé sostenerme por mí
misma. Sin embargo, a pesar de todo abandono, confío, y a pesar de mis
sentimientos, confío y me estoy transformando completamente en la confianza,
muchas veces a pesar de lo que siento. No disminuyas ninguna de mis aflicciones,
sólo dame fuerza para soportarlas. Haz conmigo lo que Tú quieras, Señor, sólo
dame la gracia de poder amarte en cada acontecimiento y circunstancia. Señor, no
disminuyas mi cáliz de amargura, sólo dame fortaleza para que pueda beberlo todo
(Diario, 1489).
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Para tener una buena muerte
¡Oh Jesús misericordioso, tendido sobre la cruz, ten presente la hora de nuestra
muerte! ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús, abierto con una lanza, protégeme
a la hora de mi muerte! ¡Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como
una fuente de insondable misericordia para mí en la hora de mi muerte! ¡Oh Jesús
agonizante, Rehén de la misericordia, apacigua la ira divina en la hora de mi muerte!
(Diario, 813)
Oh Jesús mío, que los últimos días de mi destierro sean completamente conformes
a Tu santísima voluntad. Uno mis sufrimientos, mis amarguras y mi agonía a Tu
sagrada Pasión y me ofrezco por el mundo entero para obtener una abundancia de
misericordia para las almas. Confío firmemente y me someto por completo a Tu
santa voluntad que es la misericordia misma. Tu misericordia será todo para mí en la
última hora... (Diario, 1574)
A la Madre de Dios
Oh María, Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte
y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus manos, OH mi Madre.
Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón,
alma y cuerpo. Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de
aquellos que esconden su malicia bajo una máscara de virtud (Diario, 79). Fortalece
mi alma, para que el dolor no la quebrante. Madre de la gracia, enséñame a vivir en
Dios (Diario, 315).
Oh María... una espada terrible ha traspasado Tu santa alma. Nadie sabe de Tu
sufrimiento, excepto Dios. Tu alma no se quebranta, sino que es valiente porque
está con Jesús. Dulce María, une mi alma a Jesús, porque sólo entonces podré
resistir todas las pruebas y tribulaciones, y sólo mediante la unión con Jesús, mis
pequeños sacrificios complacerán a Dios. Dulcísima Madre, continúa enseñándome
sobre la vida interior. Que la espada del sufrimiento no me abata jamás. Oh Virgen
pura, derrama valor en mi corazón y protégelo (Diario, 915)
Oración de acción de gracias.
“Oh Jesús, Dios eterno, te doy gracias por tus innumerables gracias y bendiciones.
Que cada latido de mi corazón sea un himno nuevo de agradecimiento a Ti, oh Dios.
Que cada gota de mi sangre circule para Ti, Señor. Mi alma es todo un himno de
adoración a tu misericordia. Te amo, Dios, por Ti mismo.” (Diario 1794)
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