Seminario vida comunitaria

SEMINARIO DE VIDA COMUNITARIA
Madrid, 2 al 5 de abril de 2013
SEMINARIO DE VIDA COMUNITARIA
Madrid, 2 al 5 de abril de 2013
PONENCIAS, COMUNICACIONES, EXPERIENCIAS
(c) Congregación General de las Escuelas Pías, 2013
CONTENIDO
MENSAJE INICIAL DEL P. GENERAL
PONENCIAS
Aportaciones desde la Teología de la Vida Religiosa
a los desafíos fundamentales de la vida comunitaria
Constituciones y Vida Comunitaria
La Comunidad Escolapia: Alma De La Misión
COMUNICACIONES
Valores fundamentales que debemos intentar potenciar
en nuestra vida comunitaria
Elaboración de un proyecto de vida comunitaria escolapia
La Comunidad, clave en la transición de la Formación Inicial
a la Formación Permanente
Aportaciones de Calasanz a nuestra vida comunitaria
La Comunidad en el Proceso de Revitalización de la Orden
EXPERIENCIAS
Manera de vivir mi servicio de acompañamiento como Provincial
Desafíos de los superiores locales en relación con el cuidado
de la vida comunitaria.
Los retos de los Superiores Locales en relación con el cuidado
de la Vida Comunitaria
Experiencia de un joven ante la Vida Comunitaria
Experiencia de un joven ante la Vida Comunitaria
Condensación y Resumen de las Aportaciones
más Repetidas y Frecuentes
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13
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MENSAJE INICIAL DEL P. GENERAL
“Nuestra Comunidad religiosa se centra en la Eucaristía, se
fundamenta en la fe y se consolida en las relaciones interpersonales.
Aceptamos de corazón a los demás tal como son, y les ayudamos
activamente a madurar en sus aptitudes y a crecer en el amor,
procurando que el ambiente comunitario sirva a cada uno para dar
respuesta fiel a la propia vocación” (28)
“Querido P. General, quiero agradecerte la convocatoria
que has hecho, en toda la Orden, para pensar sobre nuestra Vida
Comunitaria. Estoy agradecido por formar parte de una comunidad
en la que me siento acompañado y exigido, pero soy consciente de que
todavía tenemos mucho que aprender. No quiero juzgar ninguna
otra comunidad, pero mentiría si te dijera que estoy satisfecho de
lo que veo. Necesitamos ser más lúcidos y exigentes al pensar en
nuestras comunidades…”
Queridos hermanos, presentes en nuestro Seminario de Madrid
y muchos otros que nos escucháis a través de los medios técnicos que
tenemos a nuestro servicio, ¡Bienvenidos a este encuentro escolapio!
Os agradezco, ya de entrada, vuestro interés, vuestra participación, vuestro
esfuerzo por viajar hasta Madrid dejando muchas otras obligaciones
pendientes. Estoy seguro de que el esfuerzo merecerá la pena, y este
Seminario de trabajo podrá ofrecer a la Orden nuevas pistas de avance en
todo lo relativo a nuestra VIDA COMUNITARIA.
Todos nos hemos presentado. Veis que somos religiosos de todos
los lugares de la Orden, y de todas las edades y experiencias de vida y
misión. Expresamente hemos querido convocar un grupo que pudiera
representar al conjunto de las Escuelas Pías. Sentíos, pues, portadores de
las esperanzas y compromiso de tantos escolapios, bastantes de los cuales
incluso han enviado sus aportaciones a lo largo de estas semanas.
Voy a exponer, en diez breves puntos, algunas de las convicciones
fundamentales desde las que la Congregación General convoca este
Encuentro Escolapio.
1. Deseamos y buscamos ser profunda y consistentemente religio-
sos escolapios. No hay duda de que éste es el gran deseo y desafío
que tenemos planteado: ser profundamente escolapios, y serlo de manera consistente, íntegra y significativa. Nos decimos unos a otros que
queremos vivir nuestra vocación en plenitud, y que en ese deseo de
plenitud está latiendo la autenticidad de nuestra vocación. Sabemos
que para que esto sea así, necesitamos de la ayuda de Dios, de un proceso personal de crecimiento vocacional, de una adecuada formación,
de un acompañamiento mutuo, de una entrega fuerte a nuestra misión,
de un crecimiento en nuestra conciencia de pertenencias a la Orden,
de una centrante experiencia de fe… ¡de tantas cosas! Somos frágiles
para vivir todo esto. Y se va abriendo paso, cada vez con más fuerza, la
convicción de que la comunidad es el espacio adecuado, privilegiado,
para compartir lo que queremos vivir, para ayudarnos unos a otros en
el camino, para convocar a otros a vivirlo, para celebrarlo desde Dios
y para enviarnos unos a otros a la misión. La comunidad es el lugar en
el que el Carisma y el Evangelio se hacen vida y testimonio creíble. La
comunidad es hoy, sin duda, uno de los grandes temas de la Orden. Me
atrevería a decir, incluso, que es el mayor de los desafíos que tenemos
planteados y la condición de posibilidad para que todo el proceso que
estamos impulsando llegue a buen puerto.
2. Conviven en nuestra Orden diversos modelos de comunidad, di-
versos estilos desde los que compartimos nuestra vocación. Sin duda,
la pluralidad no sólo es buena, sino que es inevitable. Pero tiene un
riesgo: no todo vale. No todos los modelos son igualmente válidos,
y no todos responden a lo que la Orden necesita. Esto hemos de
decirlo sin miedo y sin desánimo, más bien con corresponsabilidad
escolapia. Necesitamos comunidades que realmente vivan y expresen
la centralidad de Jesucristo, en las que sea posible la vida compartida
en profundidad, en las que la fe pueda ser expresada de modo fraterno,
en las que nos acompañemos mutuamente, en las que podamos vivir la
pobreza, en las que se viva el alma de la misión, desde las que podamos
llamar y acoger a los jóvenes que Dios nos envíe, en las que, en definitiva, podamos impulsar el proceso de revitalización de la Orden que
estamos tratando de llevar adelante. De entrada os digo: no tengamos
miedo a marcar dirección, a orientar el proceso, a señalar las claves
irrenunciables, a marcar itinerario, a autocriticar lo que no nos satisface.
No respetamos ni amamos más a la Orden por decir que las cosas están
bien, sino por exigir que estén mejor.
3. Nuestro último Capítulo General marcó tres “puntos de control”
en relación con nuestra Vida Comunitaria: que nuestras comunidades puedan ser lugares de crecimiento personal, espacio para vivir y
compartir nuestra experiencia de Dios y auténtica referencia de nuestra
Misión. Sin duda que estas tres “claves” no agotan la lista de desafíos
que tenemos planteados, pero nos dan una orientación. Nos pedimos
unos a otros que nuestras comunidades nos ayuden a crecer, de verdad,
a cada uno, que podamos compartir nuestra fe y que seamos desde
ellas la referencia de nuestra misión. Entenderéis así algunas de las ponencias y aportaciones que hemos pedido. Necesitamos pensar cómo
nuestras comunidades pueden ser el espacio para la vivencia integral de
nuestra vocación, o qué expectativas tiene un joven ante la Vida Comunitaria, o cómo abordamos el desafío del paso de la formación inicial a
la vida adulta desde las comunidades que tenemos…
4. Entre los aspectos que tenemos que abordar, uno de ellos ha de ser
“realizar una mirada autocrítica y exigente sobre nuestra fragilidades”, pero mirando en lo profundo, no sólo en lo externo. Tratemos de no caer ni en la superficialidad ni en la autocomplacencia
o en el “se hace lo que se puede”. Miremos y analicemos nuestras
comunidades a fondo. Es verdad que hay aspectos concretos como
el del número de religiosos por comunidad que nos preocupa, pero
nos debe preocupar mucho más la dinámica desde la que vivimos. La
Orden se va configurando desde comunidades pequeñas, pero
no debemos permitir que nuestra vida comunitaria sea pequeña.
Demos nombre a las pequeñas o grandes patologías de nuestra
vida comunitaria, y trabajemos por superarlas. Seamos conscientes, por ejemplo, de los riesgos del individualismo, de una vida
de mínimos, de un “descenso del nivel de exigencia en nuestras
mediaciones ordinarias”, de una vida en la que los unos poco
saben de la vida de los otros, de la falta de transparencia, de un
cierto conformismo, de confundir el respeto a los hermanos con
la falta de acompañamiento o corrección… y pongamos nuestra
mejor voluntad en buscar nuevas respuestas.
5. Agradezcamos y valoremos todo aquello de lo que estamos contentos y nos ayuda a crecer en nuestra vida comunitaria. Agradezcamos la fidelidad de tantos religiosos, la dinámica de oración comunitaria que vivimos, la centralidad de la Eucaristía, las exigencias y
aspiraciones de los jóvenes, los desafíos planteados desde la Formación
Inicial, las nuevas exigencias planteadas desde tantos laicos y laicas que
comparten con nosotros cada vez más profundamente nuestra vida y
nuestra misión. Cuidemos aquellas comunidades en las que realmente se
vive y se trabaja desde proyectos y tratemos de avanzar en esta dinámica
que es bastante clara ya entre nosotros: ser comunidades con proyectos
de vida y misión basados en las Constituciones. Tratemos de que cada
vez sean más las comunidades que viven desde esta dinámica.
6. Abramos la reflexión a nuevos desafíos que podemos plantearnos. Cito sólo algunos, a modo de ejemplo: la vivencia de la pobreza
en nuestras comunidades, la capacidad de acogida vocacional, la apertura al laicado, el desafío de transmitir el carisma y generar identidad
escolapia, vivir y trabajar desde proyectos, compartir en profundidad la
vida y la fe, las comunidades como espacios de formación y crecimiento personal, la significatividad, el lugar en el que vivimos, el estilo de
vida que provocamos o conseguimos en nuestras comunidades, el nivel
teológico de reflexión desde el que trabajamos, etc.
7. De una manera especial quiero resaltar específicamente una de
las mediaciones desde las que estamos trabajando más profundamente: los proyectos comunitarios y de presencia escolapia.
Necesitamos profundizar en esta dimensión, sin ninguna duda. Comunidades con un proyecto que oriente el camino en el contexto de una
presencia escolapia que debe ser dinamizada desde esa comunidad. Estamos proponiendo a la Orden trabajar desde tres tipos de proyectos,
complementarios: el proyecto personal, el proyecto comunitario y el de
presencia escolapia. Proponemos que los religiosos escolapios vivamos
desde “un proyecto personal de vida escolapia” que oriente nuestro proceso, nos ayude en nuestra fidelidad, nos haga más conscientes
de nuestras posibilidades, avances e inconsistencias y nos permita una
vida escolapia auténticamente en proceso. La Congregación General
desea que todas las comunidades escolapias se doten de un “proyecto
comunitario”, en sintonía con las grandes líneas de la Orden y con
los planteamientos de la demarcación. Debemos superar la tentación
de limitarnos a “hacer programaciones”, y tenemos que intentar dar
más calidad a nuestra vida comunitaria. Un proyecto de presencia exige
que entre todos los que configuramos una presencia escolapia seamos
capaces de discernir y concretar algunas líneas de fondo, fundamentales,
comunes a todos los componentes de esta presencia. Estas líneas de fondo, estos objetivos fundamentales, comunes a todos, son los que dan
coherencia y unidad a la presencia escolapia y facilita que todo camine
de modo más coordinado. Trabajemos desde las tres dinámicas, por
responsabilidad vocacional.
8. Os invito a todos a profundizar en los diversos temas que vamos
a trabajar, y a ser creativos para completar el programa. Hemos
querido abordar en las tres ponencias más amplias tres cuestiones muy
de fondo: la reflexión teológico que hoy se hace en relación con la comunidad, cómo nuestras comunidades son alma de la misión y cómo
podemos vivir integralmente nuestra vocación desde una vida comunitaria válida. A estas tres grandes cuestiones hemos añadido otras reflexiones y experiencias, en función de necesidades que hemos detectado y de propuestas que hemos recibido. Y hemos elegido la fórmula de
un “seminario” para tratar de conseguir que seamos capaces de pensar
desde nuestra propia experiencia y expectativas. La inmensa mayoría de
las aportaciones serán presentadas por los participantes en el seminario, convencidos de que todos tenemos mucho que aportar.
9. La Orden está viviendo un proceso de revitalización. Estamos
trabajando desde algunas “claves de vida”, portadoras de renovación.
Estamos convencidos del carácter sistémico de este proceso, de la necesidad de todas las claves de vida. Lo que buscamos para la Orden no
será posible sin la renovación de nuestra vida de comunidad. Es nuestro espacio natural, nuestra forma de vida. Si no conseguimos comunidades en las que podamos creer, no seremos tampoco creíbles para
nadie. Sobre este tema me extenderé ampliamente en el momento en el
que me corresponda desarrollar el tema “revitalización de la Orden y
vida comunitaria”. Pero no quiero dejar de subrayarlo en este mensaje
inicial.
12
Ponencias
10. Queridos hermanos escolapios, os invito a trabajar a fondo en esta
semana. La Orden, los hermanos, tienen esperanza en nuestro trabajo.
No les defraudemos. Sólo a modo de resumen de lo que sueña nuestra
gente, os cito la síntesis sobre la comunidad elaborada por el grupo de
adultos jóvenes reunido en Roma en julio de 2012: “La comunidad
debe ser un lugar donde se comparte la vida, la oración, la misión y la vida de la
Orden, una familia donde me sienta acogido y a gusto, y en donde todos buscamos
los mismos objetivos”.
Que así sea. Muchas gracias a todos.
Pedro Aguado, Padre General
Seminario de Vida Comunitaria
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PONENCIAS
Aportaciones desde la Teología de la Vida
Religiosa a los desafíos fundamentales de la
vida comunitaria
L��� A������ G������ D���, ���.
Revista Vida Religiosa
Dos premisas.
1. La vida comunitaria necesita hoy que nos empleemos a fondo
en el injerto1, esto es, trabajar los signos de vida.
2. Que no nos ofrezcamos a todos lo mismo, sino lo que cada
uno necesita en una causa común2.
El 9 de mayo de 1950, Robert Schuman, ministro de asuntos
exteriores de Francia, afirmo que: «Europa no se creará de una vez, ni
en una obra de conjunto, se hará gracias a realizaciones concretas que
creen, en primer lugar, una solidaridad de hecho». Unas cuantas décadas
RAE. 1. m. Parte de una planta con una o más yemas, que, aplicada al
patrón, se suelda con él.
1
4. m. Med. Fragmento de tejido vivo que se implanta en una parte del cuerpo para
reparar una lesión, o con fines estéticos.
2
Gonzalo Díez, L.A., Lo importante es «cenar» juntos en Vida Religiosa 6 (2011)
vol. 110 p. 401
«Un grupo de amigas de cuarenta años se encuentran para elegir el sitio donde van
a cenar todas juntas. Finalmente se ponen de acuerdo en cenar en el restaurante
Alemán de Sope porque los camareros están estupendos. Diez años después, las
mismas amigas, ya de cincuenta, se reúnen de nuevo para elegir el restaurante donde
ir a cenar. Finalmente se ponen de acuerdo en cenar en el restaurante Alemán de Sope,
porque el menú es muy bueno y hay una magnífica carta de vinos. Diez años después,
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Ponencias
después, la afirmación no nos parece una obviedad, ni mucho menos que
hayamos tenido en cuenta el consejo. Habla nuestra cita de la construcción
de la unidad del viejo continente, pero si referimos el comentario a la vida
religiosa en él, comprobamos que son palabras pertinentes, indicaciones
claras de dónde radica la dificultad de la unión-desunión de una Europa
plural, multi-social y multi-cultural. Una sociedad en crisis en la cual sirve
y ofrece una forma de vida, también en crisis, la vida religiosa.
Es absolutamente imprescindible abrir la perspectiva. Ya nada
ocurre circunscrito a unos límites geográficos o a una historia común. No
existe ese humus patrimonial que nos diferencie tanto de los extraños, ni
nos acerque tanto a los nuestros. Abocados a una realidad global y a una
experiencia de vida multisecular, la vida religiosa se plantea en el siglo XXI
una auténtica reforma de magnitudes impredecibles.
El mapa Europeo recibe desde unas fronteras de siglos unas
realidades nuevas que, a su vez, traen tradiciones y recuerdos de siglos. La
fragmentación social, no obstante, se ha recrudecido porque la realidad
cultural, social y política que lucha por la solidaridad y el encuentro, en
realidad ha aumentado considerablemente las fronteras que distancian
en un todavía más, que parece imposible, las situaciones que viven los
humanos en el suelo que todavía denominamos Europa.
La vida religiosa que en su 90% era europea en los albores del
Concilio, descubre en los primeros años del siglo XXI que ha dejado de ser
occidental. Los antiguos ateneos en los que se formaron las generaciones
de la renovación han comenzado el siglo convertidos en geriátricos de
las mismas amigas, ya con sesenta, se reúnen de nuevo para elegir el restaurante
donde ir a cenar. Finalmente se ponen de acuerdo en cenar en el restaurante Alemán
de Sope, porque es un sitio tranquilo, sin ruidos y tiene salón para no fumadores.
Diez años después, las mismas amigas, con setenta años, se reúnen de nuevo para
elegir el restaurante donde ir a cenar. Finalmente se ponen de acuerdo en cenar en el
restaurante Alemán de Sope, porque el restaurante tiene acceso para minusválidos
e incluso hay ascensor. Diez años después, las mismas amigas, ya octogenarias, se
reúnen de nuevo para elegir el restaurante donde ir a cenar. Finalmente se ponen de
acuerdo en cenar en el restaurante Alemán de Sope, y todas coinciden en que es una
gran idea porque nunca han cenado allí…»
Seminario de Vida Comunitaria
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la institución. Europeos sí, pero en manos de otras generaciones ya no
nacidas en Europa, aunque habitantes de ella. Aquellos y aquellas que
trabajaron duramente el sentido universal de las congregaciones y órdenes
promoviendo una legítima y sabia teología de la misión, en las décadas de
los 60 y 70, ciertamente ofrecieron una contribución maravillosa hacia un
descentramiento de unas instituciones muy anquilosadas en costumbres
europeas. Décadas después, aquella irrupción misionera en otras latitudes
ha desembocado en una reubicación institucional, logrando en muchas
de ellas que, no sólo los más jóvenes, sino los grupos más numerosos y
pujantes de las mismas, sean africanos, asiáticos o americanos.
Europa ha ido perdiendo protagonismo. Mantiene el centro
jurídico de las familias religiosas, pero no el «biocenótico». Se han guardado
celosamente estructuras de los años 60 que mostraban la opción misionera,
cuando en realidad se estaba produciendo un desgaste paulatino y feroz de
las fuerzas. Estructuras de gobierno, testimonio de otro tiempo, perduran
con la inercia de hacer posible lo imposible…”cuando éramos”. En esta
realidad, la primera década del siglo XXI ha hecho posible un contexto
común de reflexión y vida: la reestructuración. En realidad, quiere ser la
respuesta del cuerpo ágil de la Iglesia, a las necesidades de evangelización
y misión para este tiempo.
Se ha comenzado por el traslado de fronteras que, siendo
artificiales, habían creado ya un musgo, lo que ha dificultado que el
movimiento de las mismas, no haya afectado otra realidad importante:
la identidad del consagrado. Es una evidencia, las decisiones exteriores,
no son tan externas a nosotros mismos. La vida religiosa desprendida de
tantos avatares del mundo, se prende, sin embargo, a mucho lastre de la
historia que resulta letal cuando no entiende que tiene que perderlo.
Ese movimiento artificial de fronteras se vivió con especial
vitalidad en la última década del siglo XX. Multitud de reflexiones,
capítulos, asambleas y documentos, ofrecen un bagaje de cómo en aquellos
años no sólo se trataba de una posible contaminación ambiental o moda,
sino una reflexión del Espíritu. Las instituciones de vida consagrada se
tomaron el pulso y estando con una media de edad próxima a los 60 años,
se dijeron, hay que cambiar las presencias, y modos para ganar la partida al
futuro. Pasan los años y las generaciones más jóvenes se van integrando en
16
Ponencias
estas estructuras que están en proceso de reestructuración. No hay nada
visible, pero hay una buena reflexión. En tanto, esas generaciones se van
formando con los compañeros o compañeras que, en “cuenta gotas” se van
sumando a la riqueza congregacional. Nacen así generaciones de religiosos
y religiosas con una impronta muy personal, pero también marcadamente
multicultural. Se da convivencia sin confusión. Se convive en Europa con
el sello de la temporalidad, sabiendo y teniendo claro que llegado el final de
los estudios, cada uno o cada una, se irá a su país, su provincia en términos
de vida religiosa, para seguir viviendo lo suyo: tradición provincial, cultura
y ministerios propios. En esa realidad es en la que el joven religioso y la
joven religiosa de los años 90 tiene que importar, inyectar o recrear que
una forma nueva de vida religiosa está naciendo.
Es interesante estudiar, qué calado tiene en las sociedades el final
de un siglo y el principio de otro. Supone no sólo el cambio de un dígito,
sino la capacidad de mitrar de otro modo lo vivido. Hay hoy generaciones
que por más que quieran son del siglo pasado, cuando la reflexión
que ofrecemos es para este y desde este. Los religiosos y las religiosas
en edad de hacerse a principios del siglo XXI han recibido como poso
formativo y humus congregacional unas estructuras marcadas por la crisis
y la temporalidad. Demasiada provisionalidad en el periodo formativo,
demasiada fragilidad en los primeros años de misión, demasiada variación,
revocación… Una contribución que enriquece la ruptura interior a
generaciones fragmentadas con el entorno, pero también consigo mismas.
Interiorizan y compaginan una vocación llena de seguridad -es la voz
de Dios- con una realidad diversa y adversa para vivirla… Lo que estás
viendo, lo que estás viviendo, no va a ser así en un futuro muy próximo…
¿Cuándo va a ser ese futuro? Está siendo.
1.- Es cuestión de poner fronteras
El siglo XXI no comienza el uno de enero. Su fecha es el 11 de
septiembre. Lo que parecía imposible sucede. Sencillamente la concepción
de un mundo globalizado y comunicado nos permitió entender en
cuestión de minutos y en directo que nos unía una nueva realidad: el
miedo y la inseguridad. Ciertamente el mundo llegado a unas cotas de
libertad y progreso inimaginable décadas anteriores, volvía a reiterar
Seminario de Vida Comunitaria
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su caldo de crecimiento y desarrollo en una conclusión evidente: la
ruptura de fronteras y culturas, cristalizó en el siglo XXI en una sociedad
atemorizada y protegida; fragmentada y conectada; llena de progresos y
llena de miserias.
Europa, por su parte, se convierte en el continente de llegada.
El sur que mira hacia el norte en búsqueda de sanación y seguridad.
Los movimientos migratorios masivos han cristalizado en una realidad
continental en la que en esta primera década del siglo XXI viven 37
millones de personas que, no habiendo nacido en Europa, son europeos.
Una sociedad en crisis económica, cultural y ética. Un contexto crítico en
el que la Iglesia, como no podía ser de otro modo, adquiere conciencia
de tener en crisis las estructuras hasta ayer estables. La vida religiosa, por
su parte, no ha renunciado a sus estructuras europeas pero ha girado
vertiginosamente hacia otros contextos en los cuales recibe más fuerza
y juventud. En esta situación, nace una reflexión sobre la necesidad de
crear ámbitos de vida en la vieja Europa. Se reestructuran las presencias
de modo que éstas garanticen la presencia carismática en una realidad de
post cristiandad.
Ante un horizonte profundamente fragmentado, la vida religiosa,
está recordando aquella máxima de renovación que trazó el Concilio que
urgía una vuelta a los orígenes. Ahora, esos orígenes la conducen hacia el
Gran Carisma, por encima de los carismas, y a los núcleos centrales de la
consagración, como es la vida en comunión.
La comunidad es entonces el rasgo más originario que en este
nuevo siglo la vida religiosa entiende debe cuidar. Curiosamente porque es
el principal valedor de la misión, la necesidad más grande en la humanidad
y la dificultad mayor de hombres y mujeres que se saben arrastrados por
la invitación a la totalidad pero que, como hijos de este tiempo, padecen la
lucha interior de la fragmentación y la «hiper-subjetividad»3. Es clamoroso
el debilitamiento comunitario en los últimos años del siglo XX y primeros
del XXI. Constatamos, sin, a penas, tomar decisiones, la realidad de una
presencia extendida, con una red de obras que nacidas en otro tiempo,
3
Cf. G.Lipovettsky, La felicidad paradójica, Anagrama, Barcelona 2007. 399 p.
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Ponencias
están ahogando la capacidad de los consagrados para poder ofrecer el
signo de la fraternidad, justamente porque carecen de tiempo físico o
estructural para poder cuidarla.
La misión se ha visto atenazada por la competitividad y el mercado,
frente al signo y la evocación del Espíritu. Según esto, la misión que
convoca la comunidad ha mutado. Nace el equipo o la organización que,
ante todo, funciona para producir sin tiempo para conectar con la razón
última, el sueño de Dios de lo que se ofrece, representa o propone. En una
objetiva pérdida de fuerza por el imparable proceso de envejecimiento y
consiguiente disminución de fuerzas, en realidad, la vida religiosa mantiene
una red muy superior a cuando disponía de más miembros. Así las cosas,
se han abierto, sin duda, nuevas posibilidades de misión y vida… pero
con un grave peso de desgaste y también de esperanza que es la que nos
mueve.
El discernimiento de los hechos acontecidos en estos primeros
años del siglo XXI concluye en una realidad incontestable: la comunidad
religiosa es el rasgo más peculiar de misión y vida de la vida religiosa para
este tiempo y, para ello, necesariamente ha de dejarse iluminar (la vida
religiosa) por una conciencia compartida de misión y una experiencia de
interrelación, intercomunicación y corresponsabilidad con las otras formas
de seguimiento en la Iglesia.
2.- Cambio de época
Por encima de iluminaciones y análisis, más allá de la cuantificación
de los datos y las inclinaciones sociológicas es evidente el cambio de
época que va fraguando en estos primeros años de siglo. Hay muchos
acontecimientos que lo corroboran y sería muy detallado hacer un elenco
de los mismos. Indudablemente pocos como el hecho de que un Papa
renuncie al ministerio petrino porque le faltan fuerzas para desarrollarlo
conforme a este tiempo. Nada llegamos a creer que es posible hasta
que los hechos nos dicen que así es. Por otro lado podría pensarse que
estamos ante un acontecimiento aislado: un hombre mayor que siente que
las fuerzas le faltan para una misión, ciertamente, de primera magnitud.
No es así. Estamos ante una realidad insólita después de centenares de
años que nos indica que no se pueden dar ni estructuras, ni esquemas, ni
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paradigmas por estables o inmutables4. La centralidad de la persona está
marcando las agendas de la humanidad y también, cómo no en esta tarea
que es la construcción, el acompañamiento, la formación y el crecimiento
de la persona consagrada a la luz y misión del Espíritu en este contexto
del siglo XXI5.
3.- El momento 1: Sortear la realidad
El cambio de época nos permite hacer una lectura, sin duda
coherente, con el sentir y hacer de la riquísima trayectoria de la vida
religiosa a lo largo de los siglos y, a la vez, ese salto o ruptura cultural que
nos indica que tras cincuenta años de posconcilio es legítima una nueva
propuesta cultural y teológica de la comunidad religiosa. Jesús Álvarez,
historiador de la vida religiosa, afirmaba hace unos años: “El mundo
nuevo que está emergiendo ante nuestros ojos está en plena ebullición.
En él está presente toda una nueva manera de ser y de existir que exige
una radical revisión de los planteamientos tradicionales que sustentan
el proyecto de vida de los religiosos. Se trata de un mundo socializado,
secularizado, sumergido en la injusticia, que está pidiendo a gritos a los
religiosos unos comportamientos existenciales y apostólicos diferentes”6.
Decía en el 2002 Jesús Álvarez que la situación está “pidiendo a gritos”
comportamientos y respuestas diferentes. Creemos que aquellas intuiciones
hoy han cristalizado, con creces, y no se trata sólo de una petición de
reforma, sino que efectivamente estamos a las puertas de una nueva vida
religiosa y por ende de la comunidad. Verdaderamente no sabemos que
los acontecimientos pueden darse hasta que se dan, pero aún más en la
reflexión sobre los mismos encontramos no sólo matices, sino elementos
de comprensión que en el mismo acontecimiento o no se daban o no
4
Como no deja de ser insólito que el sucesor, el Papa Francisco, sea un hombre del
sur y religioso…
5
Díez, L. A. Gonzalo, La misión del Espíritu en el mundo. Lectura del tiempo
en profunda transformación, en “Taller de teología para la misión claretiana”, Pcl,
Madrid 2013, pp
6
Álvarez Gómez, Jesús, Historia de la vida religiosa III, Madrid 20022, p. 659
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Ponencias
teníamos suficiente elemento de juicio para tenerlos en cuenta. Siguiendo
a Jean Baudrillard, estamos ante un análisis de la comunidad que no se
sustrae a la hiperrealidad, porque el estudio que sobre la misma hacemos
y de sus diversas formas, está enriquecido no sólo por los principios
teológicos e históricos que la sustentan, sino en las diferentes expresiones,
cuestionamientos y circunstancias que viven y expresan los hombres y
mujeres consagrados que viven en comunidad en este siglo XXI7. Dicho
de otro modo, los principios teológicos que sustentan la comunidad se
mantienen8, pero se ha convertido en principio teológico, la realidad de las
7
Gergen, Kenneth J., El yo saturado, Madrid 2010, p. 174 s.
Si fijamos nuestra atención en el tiempo conciliar (la década de 1960 a 1970)
descubrimos un excelente punto de partida para describir la identidad de la vida
religiosa, de sus comunidades y personas. El Decreto conciliar Perfectae Caritatis
(n. 15) afirma: « A ejemplo de la primitiva Iglesia, en la cual la multitud de los
creyentes eran un corazón y un alma, ha de mantenerse la vida común en la oración
y en la comunión del mismo espíritu, nutrida por la doctrina evangélica, por la
sagrada Liturgia y principalmente por la Eucaristía. Los religiosos, como miembros
de Cristo, han de prevenirse en el trato fraterno con muestras de mutuo respeto,
llevando el uno las cargas del otro, ya que la comunidad, como verdadera familia,
reunida en nombre de Dios, goza de su divina presencia por la caridad que el Espíritu
Santo difundió en los corazones. La caridad es la plenitud de la ley y vínculo de
perfección y por ella sabemos que hemos sido traspasados de la muerte a la vida. En
fin, la unidad de los hermanos manifiesta el advenimiento de Cristo y de ella dimana
una gran fuerza apostólica». El decreto conciliar tenía como objetivo entender la
vida religiosa desde el retorno a las fuentes bíblicas y carismáticas. Emerge con fuerza
la imagen de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén que tenía un solo corazón,
una sola alma y todo en común y que volvía a los orígenes fundacionales. De esa
comunidad dimana la fuerza apostólica. Esta experiencia de comunidad religiosa
encuentran su soporte teológico en: a. Las palabras del Señor cuando anuncia la
nueva comunidad de hijos de Dios y hermanos en Cristo; b. El ejemplo mismo
del Señor Jesús en una vida de proximidad y cercanía con los que llamó – para que
vivieran con Él (Mc 3, 14) diferente de cualquier otra comunidad hasta la fecha y
c. La realidad de una continuidad de la experiencia comunitaria en la historia de
la Iglesia sin más motivación que la fraternidad evangélica. La llamada a la vida en
fraternidad evangélica encuentra su luz y explicitación en la variedad carismática.
Algo así como la asunción existencial de un proyecto evangélico que te vincula a
8
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personas que hoy, 2013, viven en comunidad. Sustraerse a esto, conlleva la
apariencia de que las estructuras funcionan, pero sin vida.
El momento es apasionante, despierta interés. Quienes nos
observan se preguntan si esta estructura nuestra pasará la barrera del
tiempo. Quienes lo vivimos tenemos por un lado el «secreto» revelado
por el Señor Jesús de que así será, y, a la vez, la interna convicción de que
tal y como estamos, con las redes que hemos configurado para expresar
nuestra vinculación comunitaria, no será así. Algo está cambiando y lo que
es más claro, aunque no sepamos poner contenido, algo más radical va a
cambiar.
No hay variación en los grandes principios que sustentan la
comunidad evangélica. Ésta nace de una llamada, un compartir vida y un
envío (Cfr. Mc 3) y además de un humus que permite una lectura propositiva
común de esperanza para nosotros y para los otros. En grandes trazos y en
síntesis este es el foco desde el cual ayer, hoy y siempre se ilumina y orienta
la comunidad. La pregunta por el hoy en cada momento de la historia es lo
que nos puede aportar claves nuevas de interpretación y acción para lograr
aquel estilo de vida por el cual «lo hemos dejado todo».
Estamos en una era con fronteras móviles. Fronteras físicas y
también culturales. Las seguridades de ayer hoy se muestran terriblemente
inseguras. Los líderes que hace horas nos daban seguridad y un punto de
esperanza, se derrumban en cuestión de segundos, minutos o meses. Casi
nada es fijo y estable. Valores como la fidelidad, necesitan, en seguida,
circunstancia de modo y lugar… a quién, a qué y cómo. Somos nosotros,
llamados a experimentar el gran don de la comunidad y «comunitariedad»
otros constituyendo así una muestra de la pluralidad y riqueza del Espíritu en el seno
de la Iglesia. En 1969 el teólogo dominico Jean M. Roger Tillard reconocía que el
Concilio había acentuado la cualidad mistérica de la comunidad. Casi una década
después el teólogo de la Vida Consagrada, Lucas Gutiérrez (Cf. L. Gutiérrez Vega,
Teología sistemática de la vida religiosa, ITVR, Madrid 1976, 441 p.) nos ofrece una
sistematización de los elementos configuradores de la comunidad religiosa poniendo
de relieve los valores humanos y teológicos que le dan fundamento y sentido dentro
de una visión conciliar de Iglesia y Mundo. En la década de los años 70 la reflexión
sobre la comunidad religiosa se centra en la koinonía –el fenómeno comunitario en
sus diversas expresiones- dentro de la gran koinonía eclesial.
22
Ponencias
de aquellos que nos gusta definir como «individualistas», con esa
pretenciosa distinción pedagógica que mostramos cuando hablamos de
los otros. Dentro de la experiencia de comunión, vamos creando, nosotros
mismos, líneas de adhesión o quebranto que no existían. Las creamos
nosotros. «Es un buen religioso, ha entendido perfectamente el proyecto
en el cual estamos y lo asume». Ahora bien, ¿qué proyecto?, ¿de quién? ¿Es
proyecto de Dios? ¿Es mío? ¿Es valor intrínseco de la comunidad? ¿Es fiel
a lo que el Espíritu está pidiendo para el aquí y el ahora o es mi lectura
particular del momento, que nace de mi… y en no pocas ocasiones viene
a garantizarme a mí y mis ideas? Son las preguntas internas (y externas) de
un individualista, cuando piensa que sus hermanos también lo son.
Estamos en un proceso valioso, necesario y fiel pero que, como
todo proceso humano, se está viendo cargado por disyuntivas maniqueas
con consecuencias no saludables para una comunidad que afronta el siglo
XXI con algunos síntomas de debilidad. Algunos signos:
1. Un grado de satisfacción ingenua ante los grandes proyectos, por
los mentores de los mismos. El papel, siempre fiel, aguanta que una
propuesta, asumida por un equipo reducido, contemple como cuatro
ideas articuladas dan vida a un grupo de mujeres o de hombres que han
sido llamados a ser comunidad y referente evangélico en un contexto
de increencia. El culmen es llegar a pensar que esas ideas, con esos
plazos, tienen no sólo que producir vida en esos contextos, sino que
cohesionen las vidas de esos hombres o mujeres distintas y distantes.
2. Una forma demasiado extendida de aparente aceptación: el silencio.
Puede ocurrir que la propuesta no nazca de la comunión, sino de la supervivencia; puede provocar que la vida de la persona religiosa se vacíe
de referencias de pertenencia y la opción sea un silencio que parezca
obsequioso, pero que en realidad exprese, sin decirlo «esto está bien para
quien lo quiera, pero no tiene que afectar mi vida». ¿Estará creciendo el
número de consagrados que están diciendo basta, sin decirlo?9
3. Los que conocieron las décadas de los 60 y 70 echan de menos aquella
ebullición. Aquellas preguntas y aquellos contrastes. «Los porqués se
9
García paredes, J.C.R. Preguntas y más preguntas… ¿habrá que decir basta? en
www.vidareligiosa.es
Seminario de Vida Comunitaria
23
unían a los grandes ideales y opciones». Hoy la protesta ha cambiado y
se manifiesta en un individualismo funcional expresado en silencios
que permita que cada uno sea cada uno y siga en lo de cada uno10.
4. Una vida de comunión sin preguntas. Lógicamente sin respuestas.
Un clima social que ha encumbrado la subjetividad a cotas inimaginables en otro tiempo, permite una serena convivencia sin implicación
interpersonal. La cuestión es sacar adelante los grandes proyectos, sin
que se de cuestionamiento de los proyectos privados. No hay conflicto,
pero no hay mordiente pastoral, no hay comunidad. Se tiende a sumar
individualidad con la esperanza de que en el resultado se de el ansiado
proyecto aglutinador.
5. Vacío de pertenencia. Un proceso de reestructuración trae como
consecuencias el movimiento de algunas fronteras, sobre todo por lo
que se refiere a las grandes líneas de acción: opción por una presencia
determinada o área geográfica. Siendo necesaria la erección de nuevas
referencias que motiven frente a una sensación de desgaste y cierre…
se están dando síntomas preocupantes de mirada hacia lo particular
sin asunción de lo general. Dicho de otro modo, generaciones de
religiosos de mediana edad, están viviendo un viraje significativo hacia
sí mismos conjugando una aparente asunción de un proyecto comunitario, sin pedir ni ofrecer nada a la vida de comunión diaria11.
6. En general se percibe una reflexión coherente sobre la comunidad
y sus dinamismos de animación, queda, sin embargo, un vacío en el
cómo12. Falta, sin embargo, la asunción real de la persona que forma
hoy la comunidad procedente de una diversidad generacional, cultural
o nacional; con un proceso personal discontinuo o de una historia de
adhesión a la fe no convencional.
10
Bocos Merino, A., Repensar la reestructuración. Estructuras provinciales y
comunitarias, en Vida Religiosa 7- 2010 (Vol. 109) p. 293-304
11
Core, Pina (del), Vida religiosa y cambio: la reorganización de los institutos, en
Vida Religiosa, año 2010. Vol. 108-4 págs. 173-183
12
A la hora de encontrar las distancias entre la comunidad del Reino, que pretendemos
construir, y el grupo de trabajo que a veces expresamos, conviene tener en cuenta:
24
Ponencias
4.- El momento 2: Espectador o protagonista
Me han llamado la atención dos estudios, externos a nuestro
propósito, aunque útiles para entender por dónde andamos.
• Puede haber falta de claridad en el proyecto comunitario. Cuando sólo es
sucesión de hechos y argumentos organizativos y funcionales que no consiguen
conectar el afecto de las personas. Se hacen cosas pero cuesta ver la vinculación con
la fuente original carismática. Lo importante no es la urgencia carismática sino que
las cosas salgan y la gente esté donde tiene que estar. En el fondo se percibe que si las
cosas siguen igual va a haber los mismos resultados, pero no hay mordiente como para
proponernos algo diferente.
• El individualismo cultural. Como hijos de nuestro tiempo, somos personas que
nos cuesta – vitalmente- entender que “algo bueno” venga de otro distinto a nosotros
mismos. La sociedad nos invita a decidir, pensar, comprar, disponer... La vida en
comunión invita a compartir, dialogar, discernir.
• La distancia entre el discurso teológico y la asunción vital. Porque la realidad
comunitaria es valorada teóricamente siempre y no llega a afectar a mi vida privada.
La vida de cada uno se entiende como una parcela en la cual no debe entender ni
intervenir el discernimiento comunitario. Ofrecemos buena explicación de la realidad
de comunión, sin que signifique tener experiencia real de vida compartida.
• Planteamientos vitales líquidos. Acomodados a las circunstancias sin suficiente
crítica como para hacer valer un proyecto común que lo impregne todo. No ha perdido
validez la experiencia comunitaria, han perdido validez los modos en los cuales nos
hemos ido acomodando a circunstancias ambientales o culturales. Bauman adjetiva la
realidad como líquida porque se acomoda al entorno. (El agua adquiere la forma de un
vaso, no porque tenga esa forma, sino porque se la da el recipiente).
• Ponemos contenidos a la comunidad que no son propios. Puede ocurrir que
consciente o inconscientemente situemos en la comunidad algunos aspectos que
no tienen por qué estar. La experiencia de comunidad no es complemento de mis
aspiraciones, ni un lugar en el cual se me sirve y ayuda, ni el marco en el cual tengo
resueltas mis necesidades para poder dedicarme a otras cosas.
• La comunidad es el primer argumento de misión. No es comunidad para, sino
que es comunidad porque se refiere a. El analogado principal es Jesucristo y la
configuración con Él. El primer trabajo apostólico de nuestras instituciones religiosas
hoy es llenar de vida la experiencia comunitaria. O recuperamos el empeño en
afirmarnos pertenecientes y dependientes de, o el futuro lo tenemos anticipado en el
presente.
• Es tiempo de reorganización. Pero hay que tener sumo cuidado con las claves
puramente pragmáticas y funcionales. Todas las instituciones estamos planteándonos
presencias y ausencias, reorganización y trabajo en misión compartida, esto no quiere
Seminario de Vida Comunitaria
25
De uno me sorprendió, sobre todo, el título: Los próximos 30
años van a ser los más interesantes de la historia de la humanidad13. En nuestras
reflexiones sobre el presente y futuro de la vida religiosa y la comunidad
en ella, hablar de 30 años da vértigo. Seguramente en cinco años nada será
como es, o aunque sea no se parecerá… Atrevernos, por tanto a pensar en
las tres próximas décadas es casi ciencia ficción.
El otro se titula Comunidad14 y me lleva acompañando más
meses. Es de S. Bauman y hace un análisis de cómo nace y se sostiene
la comunidad. Su tesis es que la sociedad líquida, sin fronteras, también
provoca inseguridad, debilidad y miedo… así hacemos nacer comunidades
(políticas, sociales, culturales… expresamente no alude a las comunidades
religiosas) pero construidas en papel secante, lo cual hace más grave la
aparente seguridad. Concluye, sin embargo el texto afirmando que “si
ha de existir una comunidad en un mundo de individuos, sólo puede ser
(y tiene que ser) una comunidad entretejida a partir del compartir y del
cuidado mutuo; una comunidad que atienda a, y se responsabilice de, la
igualdad del derecho a ser humanos y de la igualdad de posibilidades para
ejercer ese derecho”15.
En ambos se nos plantea una doble posibilidad: estar como
espectadores o protagonistas. Y ahí es donde podemos encontrar incidencia
para nuestra reflexión sobre el momento actual de la vida en comunión. Que
existan protagonistas, facilita o condiciona la existencia de espectadores y a
la inversa. A la vez, ante una realidad en la cual es cada vez más difícil pasar
inadvertido, la tentación es de repliegue y mantenerse en un sano margen
que no complique la existencia. Ambas tendencias, desde nuestra clave de
comunidad evangélica, son peligros que tenemos que abordar.
decir devaluación de la comunidad. La fuerza y la vitalidad de estas propuestas no residen
en estrategias perfectamente estructuradas, sino en personas perfectamente cohesionadas
y convencidas del proyecto comunitario. Una auténtica experiencia mística.
13
González-Alorda, Álvaro, Los próximos 30 años, Alienta, Barcelona 2010.
159 págs.
14
Bauman, S., Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil, Siglo XXI,
Madrid 20093. 157 págs.
15
Bauman, S. o. cit. pág.147
26
Ponencias
La comunidad religiosa tiene que anunciar una convocatoria en
libertad e igualdad en torno al Maestro. El sustrato, para hoy, de todos
diferentes, pero todos iguales, es absolutamente imprescindible. La
situación de la persona en el momento social y de las comunidades en el
momento eclesial, nos conduce, sin embargo, a detectar que hay algunos
desajustes que conviene señalar y corregir.
Todos los temas de vida religiosa tienen un carácter circular, se autoimplican. Hace tiempo que sabemos que hablar de comunidad es hablar de
misión y hablar de oración es hablar de vida, porque nuestro compromiso
quiere ser una expresión de totalidad ante un contexto de fragmentación.
La misión en la vida religiosa, como aspecto nuclear de la
consagración, se apoya en el diálogo. Partiendo de una construcción
continua de la persona, en clave dialogal, llegar a experimentar la
confrontación, el contraste o el discernimiento – en términos más nuestros
– como arte habitual de existencia.
Hablar de espectadores o protagonistas está reduciendo mucho
nuestra experiencia de vida con otros y para otros. Es una perspectiva
subjetivista que vale para diseñar las distintas actitudes en el mundo de
la empresa, que no en la misión. Sin embargo, la presencia de la vida
consagrada en contextos sociales no tradicionales, la apertura a una «missio
inter gentes» por ejemplo, puede acarrear esas situaciones, curiosamente por
una no bien entendida aceptación de la secularidad.
Tanto los espectadores como los protagonistas no son sino
el triunfo de la soledad y el individuo. Si haciendo un ejercicio de
imaginación tuviésemos que diseñar dónde situar a cada uno de nuestros
hermanos de comunidad, sin duda, encontraríamos algunos protagonistas
(pocos) y un buen número de espectadores.
No deja de ser curioso que en los tratados de éxito empresarial, se
afirme el valor del contraste (discernimiento) y el diálogo (acompañamiento)
como principios que garantizan el éxito. A la vez, salen a la luz los
principios individualistas más crudos “si quieres tener éxito debes ser el
mejor”16, tensión tan de nuestro tiempo que entra en contradicción con
los principios comunitarios.
16
González-Alorda, A. Los próximos 30 años… o. cit. pág. 21 ss
Seminario de Vida Comunitaria
27
5.- El momento 3: Expectación y apasionamiento
La cuestión no es mantenerse, ni aguantar. La comunidad se
sostiene en una sabia articulación de expectación y apasionamiento que
se han de alimentar en el día a día. Es una simpleza reducir nuestros
problemas a cuestiones de edad y número. Es cierto, no obstante, que
edades y número condicionan. La convivencia conforme a la cronología
de cada uno nos sitúa frente al otro, enfrentando en ocasiones pareceres y
criterios. A la vez, para que exista comunidad, tiene que darse un número
suficiente de personas diferentes que la encarnen. El CIC y el derecho
propio de cada instituto establecen mínimos, a veces tan mínimos que
es imposible. Consecuencia de la reestructuración o comprensión del
tiempo presente para la misión, es la reducción de presencias, en pro de
comunidades significativas.
Dicen los manuales de los ejecutivos que cuando falta pasión y
apasionamiento, se debe uno plantear el cambio de empresa17.
Volvamos a hacer un ejercicio de imaginación. Supongamos que
en este ejercicio, un tanto excesivo, de encuestas… reducimos las preguntas
a las siguientes: ¿Tienes expectación por el día a día de tu comunidad?, ¿Te
descubres apasionado en todo lo que vives con tus hermanos? Y ofrecer
además que la respuesta fuese sólo un «si» o un «no». Estoy convencido
de que un cuestionario así frenaría otras consultas complejas con las que
solemos llenar los documentos previos a los capítulos, o algunas asambleas
comunitarias. A veces es tan sencillo como escuchar un sí o un no… y
sacar consecuencias.
Mantener la expectación es tanto como creer en la novedad del
milagro comunitario, superar el círculo de la competitividad y creer en el
signo de la comunión para este siglo. Por otro lado, el apasionamiento,
hace referencia al centro de interés… no a los centros. Sitúa dónde está
focalizada la existencia y las mejores energías. Ambos piden darse en
personas maduras que tienen bien organizada su existencia conforme a la
sorpresa de Dios. No faltan ejemplos de religiosos que son muestra de una
donación de vida fecunda, constante y sana o feliz. No faltan los nombres
17
González-Alorda, A. O. Cit. Pág. 30
28
Ponencias
y apellidos de personas que están creyendo y creando comunidad… Pero
son personas concretas, no está tan garantizado que existan comunidades
que así lo vivan. Una vez más hay que reconocer que habiendo religiosos
santos, este tiempo necesita comunidades santas como bien afirma
Amedeo Cencini18. No siempre es cuestión de número, pero siempre es
cuestión de que los que están sean. No se construye una comunidad
a la fuerza, violentando las inclinaciones más profundas o las costumbres
más arraigadas. Determinados procesos de soltería incapacitan para una
vida en comunión, sencillamente porque nunca se ha hecho, o porque sólo
plantearlo desestabiliza la vida… Algunos modos, horarios, estilos… están
viviendo en las comunidades, pero no son comunidad.
Un trabajo de este tiempo de revitalización es, sin duda la
pertenencia, como llamada a la construcción de un nosotros que
me necesita, me posee y comprende… Pero se tienen que dar los tres
elementos: necesidad, posesión y comprensión.
Cuando se habla de la secularización19 de la vida religiosa en
términos negativos se está indicando justamente esta dolencia… personas
que están en ámbitos de consagración simplemente porque se han quedado,
no porque el medio contagie sus decisiones más profundas.
6.- Desafíos de la comunidad en el siglo XXI
6.1.- La animación, liderazgo y visión
Hace ya años que se alude a esta etapa de la historia «sin padre».
Parece que el paso de aquellos momentos donde se significaba la ascesis
corporativa y la “sumisión religiosa” ha dejado la afirmación de la validez
de la visión de cada persona. Es la sublimación de lo subjetivo… casi todo
es opinable y las pertenencias comunitarias no son unívocas. Un aspecto
18
Semana XXXIX de Vida Religiosa. Madrid, abril de 2010
Ha habido intervenciones bastante desafortunadas sobre este concepto ambiguo. No
hay otro lugar para la vida religiosa que ofrecer una presencia encarnada y alternativa
desde el dialogo con el mundo secular. Algunos reduccionismos en pro de una
purificación de la vida religiosa, no son sino nostalgias descarnadas de la realidad.
19
Seminario de Vida Comunitaria
29
esencial de la comunidad es la animación de la misma. La todavía
reciente instrucción sobre «El Servicio de Autoridad y Obediencia»20 nace
porque se detectan carencias graves en ese ministerio en la vida religiosa.
No tanto porque tenga que estar férreamente marcada la dirección, cuanto
porque tiene que haber visión… y esa no se improvisa.
No deja de ser cierto que es muy difícil tener don de poder
intervenir en la vida de otros sin que esa intervención suene a injerencia o
provoque desajustes no deseados.
Pero hay que reconocer que son tiempos en los cuales se está
depositando el necesario acompañamiento de la autoridad en los textos
mejor o peor inspirados y casi siempre mediatizados por decisiones que
hay que tomar, inmuebles que hay que vender o viviendas que es necesario
actualizar.
Pretendemos un servicio de animación en la caridad, pero no se
tocan los elementos de la fibra humana que se tienen que dinamizar,
con lo cual el efecto deseado y aglutinador no se logra y se avanza en una
desafección que es muy sintomática de esta era.
Definitivamente uno de los primeros gestos de revitalización de
la comunidad religiosa es la formación de superiores y superioras con
visión. Hombres y mujeres, como pide la Instrucción que, ante todo, sean
buscadores de Dios21 y no maestros de costumbres o instructores de
aciertos y errores; hombres y mujeres dispuestos a envejecer y no llamados
a perpetuarse, permitiendo que vengan nuevos modos y visiones, sin
absolutizar lo vivido22; hombres y mujeres con ganas de vida y sin ganas
de poder… Un signo evidente de la crisis de la vida religiosa no es la falta
de vocaciones solamente, sino la falta de convencimiento y capacitación
para un ministerio que es sólo testimonio y servicio. Hemos aprendido
20
Sao, CIVSVA
Sao, 4
22
A veces uno llega a la conclusión de que no queremos gente joven viviendo con
nosotros… Hace no mucho leía este testimonio en un blog… Un religioso de 38
años no pedía su derecho a ser joven, sino a poder envejecer en un ámbito que es
comunidad y que ahora sólo puede heredar… (Cf. www.vidareligiosa.es / blog “Y
yo, que se”). Como él, muchos.
21
30
Ponencias
bien a exhortar y pedir que se ore, sin orar… se descalifica así la misión de
la comunidad y pierde sentido lo único que sustenta la vinculación de los
que formamos la comunidad: la Palabra.
La Instrucción SAO recuerda que la autoridad en la vida religiosa
es espiritual23, esto es, testimonial… ir por delante, mostrar, ofrecer un
camino creyente. La tarea insustituible de la comunidad como ámbito
pedagógico y terapéutico no necesita expertos, sino testigos…
Es frecuente la búsqueda desesperada de recetas contra la crisis.
Siempre y cuando éstas no necesiten el movimiento de sitio de quienes las
solicitan. Si hoy queremos revitalizar la vida consagrada, esta revitalización
pasa por los dinamismos de comunión y éstos por la clarificación del
ministerio de animador.
No pocos autores recuerdan que la cuestión, a la hora de la verdad,
es una cuestión de fe y ésta se acrecienta y transmite gracias al testimonio.
No hacen falta maestros sino testigos que, con humildad, muestren cuál es
su andadura creyente24.
Los tres «ingredientes» del ministerio del superior o superiora
son: animación, liderazgo y visión… sin que se impliquen ni excluyan.
No se trata de una adquisición a base de voluntad, aunque hace falta… ni
un cúmulo de virtudes inaccesibles para los más, aunque, qué duda cabe,
son dones que unos pocos tienen al servicio de los demás.
 Cuando hablamos de animación estamos afirmando justamente que
un ámbito comunitario necesita ánimo. La capacidad para infundir ánimo es uno de los rasgos que el Magisterio expresamente pide a aquellos
que prestan el servicio del superiorato25, porque como ya denunciaba el
Beato Juan XXIII «agoreros de calamidades» abundan por doquier. No
deja de ser elocuente que se pida a quien tiene que sostener los vínculos
comunitarios la capacidad de generar ánimo. Sin embargo, la vinculación en libertad y totalidad; en gratuidad y permanencia que es la
23
Sao 13
Cfr. García Maestro, J.P. Del Dios lejano al Dios cercano, en el cual vivimos y nos
movemos, en VR 2-2010. Vol. 106 pág. 46-53
25
Sao 13
24
Seminario de Vida Comunitaria
31
vida en comunión, necesita, le es imprescindible que alguien encarne
la evocación de la esperanza que sostiene la llamada. Es conocido
por todos que los dinamismos de relación, por el propio desgaste que
conlleva existir, puede condicionar un estado de permanencia sin esperanza, esta es la tarea primera de quien gobierna una comunidad religiosa. Es además imprescindible que esta propuesta de ánimo sea para
todos, no para un grupo selecto que decide o me sigue. Aquí, sin duda,
aparece otro de los grandes retos de nuestro tiempo: la pluralidad.
Va habiendo en el seno de las comunidades y de las congregaciones
demasiadas distancias entre facciones, grupos ideológicos26.
 El servicio de animación tiene que emplearse a fondo, en una sociedad
dividida y devaluada, por superar la división, aunar intereses y personas. Superar la tentación maniquea y miope de crear sólo para quien
aplaude y atender todas las sensibilidades. Ésta clave, no se improvisa y
supone una cualificación humana (y divina) poco frecuente.
 El trayecto que resta a la comunidad religiosa para ser significativa en
los contextos del siglo XXI no se salva si no es con una propuesta
explícita de ánimo, en la que nos recordemos, cada mañana, que efectivamente, a penas se abra nuestra boca, ésta proclamará la alabanza y
no el lamento.
 Es imprescindible el liderazgo que en la vida religiosa consiste en
la capacidad de ser memoria de la Bienaventuranza porque en las
batallas de la vida frecuentemente se viven «vueltas atrás», búsquedas
de protección o contaminaciones de las líneas más originales de fidelidad. El liderazgo es capacidad de guiar sin imponer; orientar sin
forzar; mostrar y atraer. Es un liderazgo espiritual que no se logra con
destrezas humanas, aunque las comprende. La comunidad religiosa tiene que superar tres tentaciones siempre presentes: el conformismo,
la casuística y el desánimo. Éstas unidas a aquellas dos que ya señalaba Juan XXIII en su decálogo (prisa e indecisión) constituyen
cinco trasversales en las cuales nos jugamos todo en el ser comunidad
o parecerlo. Un liderazgo activo, estará siempre atento para que estas
26
Algunos autores sostienen que la ideología es de los aspectos que más ha contribuido
a deteriorar los vínculos comunitarios
32
Ponencias
constantes en las relaciones humanas estén suficientemente neutralizadas por el evangelio, de manera que la comunidad no se reduzca a puro
grupo sociológico (suma de individuos) y logre aquel efecto multiplicador que tiene lo evangélico (encuentro de hermanos o hermanas).
 Pero en un contexto como el presente, ¿de qué liderazgo estamos hablando para la vida en comunión? Los tratados de éxito social y empresarial piden para los líderes una especial inteligencia intrapersonal
(aquella que permite entenderse a sí mismo y a los demás) e interpersonal (aquella que tiene que ver con la capacidad de entender a otras
personas y trabajar con ellas)27 éstas capacidades, unidas a un cuidado
espiritual y sentido de pertenencia, son equipaje que nos ayudará a viajar de la administración (que las cosas funcionen) al mecenazgo (que
las personas den lo mejor de sí).
 ¿Qué decir de la visión? Se trata de aquella cualidad poco frecuente
que evita el funcionamiento por impulsos, transforma la estrategia en
mística y destierra cualquier asomo de competitividad. Es un don que
permite ver más allá de las apariencias, con lo cual se logra la perspectiva: conoce el antes e intuye el después, por eso hace posible el ahora.
Tiene especial unción para trabajar el nosotros y de integrar en él la
particularidad y la sana autonomía imprescindibles de la verdadera comunión en libertad. Tiene tres rasgos muy claros: descubre la realidad,
visualiza el ideal y alienta las posibilidades corales para lograrlo28.
6.2.- La intergeneracionalidad e interculturalidad29
Muy probablemente estemos haciendo lo que hay que hacer.
Pero lo estamos haciendo desde un tratamiento que afecta sólo a la piel,
a la apariencia, o a la estética. La tarea de nuestra vivencia «inter», para
mostrar el ciclo vivo que tienen nuestras congregaciones necesita a un
internista. Hay que entrar en lo profundo, en lo escondido porque ahí
27
González-Alorda, Á., O. cit. Pág. 48
Cf. Goleman-Boyatzis-Mckee, El líder resonante crea más, Plaza & Janés,
Barcelona 2002 págs. 270 ss
29
Nos referiremos a estos términos que sin ser idénticos, en buena medida se implican,
con el prefijo “inter”.
28
Seminario de Vida Comunitaria
33
se están dando las circunstancias que no nos dejan crecer conforme al
querer de Dios para este siglo. De momento, no estamos renovando
las congregaciones, las parcheamos para que aguanten el trayecto. Sin
embargo no estamos operando cambios reales que posibiliten la vivencia
de algo nuevo.
Vamos por partes. Examinemos lo inter desde los primeros
momentos (cuando una persona más joven llega a una comunidad
religiosa) y veamos qué pasos de integración creemos no se deben dar y
cuáles son los procesos que evocan que hay salud. O lo que es lo mismo,
dar el salto de los cuidados paliativos donde seguimos como se hizo
siempre con la pretensión de que cambie todo, o nos aventuremos en
un cambio interno que nos llevará a consecuencias insospechadas (otros
aires) y otros cuidados (un cambio radical de la alimentación que exige la
vocación religiosa en este siglo.
A. Injertos comunitarios sin vida
 Comunidades casi difuntas que reciben jóvenes frágiles. Un tronco al que
se injerta una rama muy débil. Rasgos: gente joven muy dócil, sin criterio y con miedo a la vida, se dejan moldear. La congregación marca con
rasgos de piedad la adhesión… Pero ni hay fuerza en el tronco, ni en la
rama joven. No hay experiencia inter porque no se garantiza la vida…
Son injertos temporales.
 Troncos con vida, con una rama que tiene un liderazgo muy marcado,
permiten el injerto aparente de jóvenes con una convicción fuerte. Se
da un fenómeno curioso, lo importante deja de ser el gran proyecto de
Dios para lograrse otra cosa… Un gran sentimiento corporativo de
grupo salvador… Tampoco es el injerto deseable…
 Troncos comunitarios que cuidan mucho sus estética celebrativa, su puesta en
escena… Atraen ramas jóvenes que están o cansadas o decepcionadas de
este mundo. Llegan a la vida religiosa no por amor al mundo, sino por
desprecio. Se dan unas claves muy subjetivas que teniendo que ver con
la causa de Dios, no hay opción por Dios. No se da la pertenencia inter
porque aparece el cansancio de unos y otros y hay constantes salidas.
34
Ponencias
 Ramas jóvenes que quieren ser troncos antiguos. Son refundadores o refundadoras y van dos pasos más allá de los inspiradores de las familias
religiosas que vivieron siglos antes. Aquí el desafío “inter» es modelar
este aparente liderazgo para que no surja otra cosa, otro árbol, algo que
nada tiene que ver con el proyecto carismático de Dios.
 Jóvenes profesionales del injerto para este tiempo. Son aquellas pertenencias “inter» que se doblegan ante una realidad virtual. El tronco
original está viejo y con pocos recursos, llega el joven y la joven y lo
primero que propone como elemento transformador es una página
web, un blog… Un lavado de cara informático. No se vive, pero se
cuenta lo que se quiere vivir. Suele concluir en una desconexión real y
no es infrecuente que deje de fluir la sabia carismática.
B. El injerto comunitario de este tiempo:
a. Troncos conscientes de estar envejecidos, pero con vida
b. Troncos que recrean la espiritualidad recibida, sin atarse ni a formas, ni
a reglas que sólo evoquen pasado
c. Troncos que hacen una opción por la personalización: cada persona es
un regalo y esto se nota en el cuidado que se ofrece a las ramas viejas.
d. Troncos no aferrados a un lugar, con raíces al aire, lo que permite el traslado, la adecuación a lugares mejores o más aptos para este tiempo…
e. Troncos que no están esperando una estación mejor, una primavera soñada, sino que tienen siempre la puerta abierta en cualquier momento,
a cualquier persona…
f. Troncos que viven el tiempo con sentido, no urgidos por sacar las cosas adelante, liberados por tanto de ataduras institucionales o corporativas… La prioridad es engendrar vida y no tener muchos troncos…
g. Esos troncos representan personas que han hecho un itinerario vocacional y se han desvinculado de la propia historia para vivir el momento presente. Se trata de personalidades atractivas y cuidadas, felices porque han encontrado el sentido de lo que significa la donación.
Seminario de Vida Comunitaria
35
Han superado la guerra de la promoción de unos frente a otros, porque han encontrado el sentido de su vida. El tener la puerta abierta a
que vengan otros, lo compaginan con un ejercicio de poda: hay ramas
que tuvieron fruto en otro tiempo pero hoy están secas y sólo sirven
para calentar. Se da una dinámica constante de revisión de posiciones,
empobrecimiento institucional y económico, frugalidad en el poseer
y relaciones personales maduras, que no dependientes. Se manifiesta
también en una espiritualidad centrada que quiere ser fiel a Jesucristo,
persona caminante y apóstol… desvinculándose de las tradiciones de
cómo se ha hecho en un tiempo que no volverá; son troncos fecundos
porque cuidan sobre todo lo que les da vida y la convivencia fraterna
es una expresión de humanidad centrada. Son troncos felices porque
no anhelan lo que no pueden, sino que celebran lo que son…
h. Esos troncos están preparados para la “inter» y transmiten vida y, además, son aptos para una nueva vida religiosa. Quien llega a la comunidad se ve reconocido y valorado. No se trata de una integración en
la que uno pierde quien es, para nacer otra cosa, sino que el tronco va
cambiando de aspecto, porque su rostro son las personas reales que
están. Se vive la paciencia de los procesos personales, no estructurales;
se cuida la espiritualidad de la integración en los que las personas ofrecen lo que son y no lo que quisieran ser; se habla de la historia que sólo
tiene una estación y es el presente, en el que se encuentran todas las
ramas y las generaciones; se obedece a la Misión, con mayúscula, que
va mucho más allá de lo que se hizo o dejó de hacer una, dos o diez
décadas pasadas.
i. Son troncos los que surgen muy abiertos a la realidad y desde ella se
fijan unas artes de convivencia ni forzada ni artificial. La fuerza de la
vida de la vida religiosa entonces, no estriba en la extrañeza respecto al
mundo sino la expresividad de comprensión y amor al mismo.
j. Van surgiendo troncos que asumen un estilo de vida alejado de unas
seguridades, económicas, sociales o eclesiales que los hace alternativos,
sugerentes, nuevos y éstos despiertan otras ramas jóvenes… Pocas,
contadas, con nombre y apellido, muy diversas, pero en las que se percibe que hay un amor original, no trucado ni condicionado. Se ve amor
sin contraprestaciones…
36
Ponencias
k. Estos troncos son “inter»-generacionales, porque así es el amor de la
vida religiosa, son comunidades mínimas pero en ellas se apoya la vida
religiosa de este siglo. Se van así liberando de la historia, de los inmuebles de la historia y de la historias de los inmuebles que no son el
carisma de las familias religiosas.
l. Son troncos que tienen una lucha interna interesante. Son conscientes
que hay un «virus circundante» con el que hay que saber convivir en
este tiempo, afecta a las ramas jóvenes y a las antiguas, se trata del individualismo, la «híper-subjetividad», la autonomía, la tensión interna de
la propia realización y el pragmatismo. Se trata, es verdad, de principios
que suelen derivar la existencia hacia estilos que nada tienen de comunitario, pero también es cierto que asumidos, educados, verbalizados
se convierten en posibilidades reales para circule la sabia congregacional real, en personas reales que quieren vivir en la comunidad real.
La consecuencia, cuando este virus se detecta, se le pone nombre y se
dialoga sobre él, es que la comunidad “inter» (generacional y cultural)
experimenta la libertad. Sólo así nacen nuevos trayectos con posibilidad de historia y que no estén a merced del calor de un encuentro, una
celebración o una movida que consiguió darme emoción.
C. Inaugurar nuevos trayectos
Aunque parezca una contradicción, para que la comunidad sea una
experiencia con vida para todas las edades, necesita que los más jóvenes
se hagan mayores. Al menos que se puedan hacer mayores y además se
proporcionen caminos de estabilidad. Me explico: no es real el flirteo que
en la vida religiosa mantenemos con la eterna juventud, porque no existe
y además no inaugura trayectos con vida.
La clave está en dos verbos: abrir (puertas) e inaugurar (estrenar
caminos con recorrido). Me temo que sin el uno, nunca se dará el otro. Los
mayores suelen hablar de caminos nuevos, con la puerta cerrada y los más
jóvenes de inaugurar sin dar pasos reales de novedad.
Unos y otros lo que necesitamos es un proceso de conversión
hacia la verdad de nuestra vocación a la vida religiosa. De nuevo la palabra
terrible de nuestro tiempo, pasar por la primera persona de nuestra
existencia lo que sólo en apariencia hemos vivido. La situación de la vida
religiosa actual es más normal de lo que solemos decir, pero más especial
Seminario de Vida Comunitaria
37
de los trabajos que por ella estamos dispuestos a realizar. Contamos con
un estilo de vida posible para este tiempo, pero con formas y esquemas
que clarísimamente han caducado. Por eso se impone un ejercicio intenso
de encontrar las claves en las cuales puede desarrollarse hoy una forma de
entrega evangélica que sea total, gratuita y duradera. Y ese principio no está
desarrollado, sólo está de una manera voluntarista propuesto (hacemos lo
que creemos se debe hacer) para que no se desestabilice nada.
D. Revitalizar una comunidad real: con personas distintas,
de edades diferentes y culturas diversas.
1. Los que llegamos a la comunidad antes de ayer, los que llegaron ayer,
los que acaban de llegar y los que lleguen mañana tienen los mismos
derechos y necesidades. Sueñan la misma comunidad evangélica de seguimiento.
2. La comunidad necesita expresar y vivir, no sólo funcionar. El funcionariado condiciona la profecía. Son tiempos funcionales y en pro de ellos,
lo que hacemos es estructurar, organizar y coordinar… Olvidamos así,
que lo que necesita la comunidad es vivir.
3. La comunidad “inter» es un signo en sí. Llama la atención y es un
signo contracultural. Evoca Reino, pero su clima y lugar tiene que ser
el adecuado. Se da el salto a la significatividad cuando se cambian y
transforman presencias conforme al hoy de Dios. No hay comunidad
“inter» cuando nuestra ocupación es, sólo, cuidar el patrimonio de la
institución.
4. La comunidad “inter» no tiene que compartir historias, tiene que compartir sentimientos porque éstos son los que, en verdad, comunican el
punto de conexión de cada generación y cultura con las otras.
5. La vida religiosa “inter» no se rige por el principio de justicia más injusto que consiste en “para todos lo mismo”, sino para cada uno lo que
necesita en dependencia del nosotros que queremos expresar.
6. Es posible la oxigenación comunitaria cada vez que tomamos conciencia real de nuestra edad. Querer hacer como si todo vale, o da igual o
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Ponencias
no tiene importancia es estar condicionando las posibilidades reales de
lo que llamamos comunidad.
7. Lo inter no es una signatura para dar por supuesta o aprobada. Es la
realidad en la cual se encarna la consagración. Es además la posibilidad
real de que se de el futuro, sobre todo, cuando las personas mayores no
son esclavas de su pasado.
8. Ser comunidad “inter» es abrazar el presente. No hay que tener miedo a
los distintos acentos, necesidades o pecados. Sólo desde la experiencia
fundante del encuentro y la reconciliación, nuestras congregaciones
pueden significar algo en este contexto social fragmentado.
9. Para que haya comunidad “inter» tiene que haber mentes abiertas, que
es un signo de vocación. No deja de ser ambiguo que aparentemente
ofrezcamos una vida abierta y libre en las propuestas de pastoral vocacional y éstas se transformen en ataduras, condicionamientos y precios
en cuanto vivimos juntos en comunidad. En realidad, el aspecto más
débil de nuestra vida religiosa estriba en los cauces de acogida que no
acaban de aligerar los ritmos comunitarios, ni de superar la tentación
de “crear procesos”… La situación comunitaria actual está dependiendo, en buena medida, de un estilo de pastoral vocacional que es más
voluntarista que vital.
10. Finalmente. Esta era necesita claridad y que dediquemos tiempo a lo
que necesita más tiempo y relativicemos algunos esfuerzos que hoy
más que generar vida nos desgastan. La tarea pedagógica y terapéutica
de la comunidad “inter» tiene tres frentes abiertos: uno es el encuentro con Dios (silencio, contemplación e interioridad), la comunidad no
crece ni con dinámicas, ni con ejercicios de aparente comprensión de
la realidad, sino con Dios vivido en este tiempo, y dos, la traducción
de nuestra comunidad a esta realidad, sobre todo, a los heridos
y heridas de la vida. Y tres, recrear una estética de la fragilidad y
la pobreza. Creo que estos tres principios los necesitamos todas las
edades y culturas, nos unen y además nos proporcionarán la vida misionera que hoy parece amenazada.
Seminario de Vida Comunitaria
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CONSTITUCIONES Y VIDA COMUNITARIA
P. Fernando NEGRO
INTRODUCCIÓN
Queridos hermanos:
En esta reflexión acerca de la Vida Comunitaria Escolapia no voy
a meterme a analizar técnicamente nuestras constituciones, sobre todo
el capítulo III, específicamente titulado: “Nuestra Vida Comunitaria”.
Tampoco voy a hacer una reflexión meramente teológica que valide y
apoye el sentido de nuestra vida fraterna en comunidad.
Por el contrario, y de acuerdo al sentir de los organizadores de este
encuentro escolapio, lo que voy a hacer es profundizar a la luz de nuestras
constituciones, el valor de nuestra vida comunitaria como eje fundamental
que atraviesa y aglutina absolutamente todos los aspectos esenciales de
nuestro ser religioso-escolapio. Por tanto es una aproximación pastoral y
práctica a nuestra vida comunitaria escolapia.
De todos es sabido que nuestra vida religiosa es una llamada
a la consagración total de nuestra vida en Cristo para el Reino. Esta
consagración queda cimentada en nuestra vivencia de vida comunitaria, y
se expresa hacia afuera por medio de la misión.
Nuestra Orden ha dejado bien claro lo que espera básicamente de
nuestra Vida Fraterna en Comunidad:
a. El religioso escolapio vive en comunidad, como verdadero sujeto y
protagonista de la comunidad y de la Misión escolapia, superando individualismos y protagonismos ineficaces.
b. Compagina proyecto personal y comunitario en dinámica fructífera y
fecunda para el religioso y la comunidad.
c. El escolapio vive la unidad y la autonomía a la vez, la sana interdependencia que enriquece la vida comunitaria. No confundirlas ni con la
40
Ponencias
fusión ni con la independencia anárquica, actitudes siempre negativas
para los dos, religioso y comunidad.
d. El diálogo, la escucha, la comunicación de la interioridad y de las tareas
y trabajos dentro y fuera de la comunidad en clima de libertad y la
relación fraterna vivida en detalle son actitudes permanentes que hay
que actuar y revisar individualmente y en comunidad. Esto lo vivimos
sobre todo en la reunión de comunidad; un momento importante y un
buen test de la vida comunitaria es la reunión;
e. El Superior es animador más que gestor de la comunidad; pero no es
un “paterfamilias” de cada religioso. A veces la Vida Religiosa forma
niños no personas adultas.
f. Nuestra vida comunitaria ha de ser una vida positivamente abierta a los
laicos, sobre todo a quienes comparten misión y carisma con nosotros.
Les invitamos a la oración, la eucaristía, la mesa, en clima de fraternal
apertura y acogida alegre, haciendo de cada comunidad un signo vivo
de presencia de Evangelio.
g. Practicamos de vez en cuando la Lectio Divina en comunidad, sobre
todo en los tiempos litúrgicos especiales (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua) y en los momentos de vida especialmente relevantes (una
muerte, la enfermedad, un momento de crisis social o eclesial...). Es un
deseo actual.
h. La alegría de vivir en comunidad con los hermanos, es el signo mejor
de que nuestra vida está centrada en el ser y actuar personal y comunitario.
i. Con delicadeza practicamos la corrección fraterna, buscando exclusivamente el bien del hermano, en clima de diálogo y discernimiento comunitario. Y junto a ella también la práctica de la “animación fraterna”,
que favorece la autoestima necesaria en toda persona.
j. La vida de comunidad escolapia es significativa para cada religioso que
la conforma; y así lo es también ad extra para todos los demás.
Poniendo como telón de fondo y como marco referencial todo
lo anterior, voy a explorar aquellos aspectos prácticos de nuestra vida
comunitaria siguiendo de cerca lo que nuestras constituciones nos dejan
como señales de pista.
Seminario de Vida Comunitaria
41
La Comunidad Escolapia, ámbito de nuestra consagración
La Vida Comunitaria nos es un elemento estético de nuestro ser
religioso-escolapio, sino que es parte esencial del mismo. El mandamiento
del amor, que se aplica universalmente a todos los cristianos, lo vivimos
en la Iglesia de acuerdo a las diferentes llamadas que el Espíritu Santo
sugiere.
Nosotros como escolapios lo vivimos de una forma tal que nos
lleva a unirnos fraternalmente en aras al ministerio específico de evangelizar
a los niños y los jóvenes, sin olvidar el contexto natural y permanente en
el que ellos viven: las familias.
No somos una ONG con estatutos que cumplir para llevar a cabo
un servicio de enseñanza y desarrollo educativo. Eso sería demasiado
pobre e insuficiente para dedicar toda nuestra vida a este fin. Somos
comunidad religiosa cuyo foco fundamental es Jesús Resucitado que nos
ha llamado tras mirarnos con ojos de misericordia para estar con Él y para
anunciar que Él está vivo y que su Reino ya está en medio de nosotros.
Y lo hacemos enfocados en las palabras de Jesús: “Si no cambiáis y os
hacéis como uno de estos los más pequeños, no entraréis en el Reino de
los Cielos”, y de nuevo: “Y quienquiera que reciba a uno de estos en mi
nombre, a mí me recibe”.
Antes de nada debemos estar con Él, como los doce apóstoles
alrededor del Maestro, aprendiendo a ser discípulos que escuchan y
aprenden la disciplina de un Maestro que nos enseña el camino de la
Verdad para ser nosotros “cooperadores de la Verdad”. El número 25 de
las constituciones nos dice que “imitamos el estilo de vida de Cristo con
sus discípulos”. Por tanto somos comunidad apostólica en cuanto que
imitamos el estilo de vida de los doce con Jesús, con Él y para la misión.
Somos comunidad de fe
El número 25, primero del Capítulo III sobre nuestra vida
comunitaria, comienza así: “Reunidos en Comunidad de fe por el amor
que el Padre nos ha dado…” Por tanto la fe nos ha atraído a Él y desde
Él hemos sido convocados por el amor del Padre. Por tanto el binomio
fe y amor son esenciales para entender nuestra vida consagrada escolapia.
42
Ponencias
Este factor nos hace decididamente distintos a cualquier otra asociación
humanitaria por muy filantrópica y generosa que ésta sea.
Esta comunidad de fe, la Escuela Pía, concretizada en cada
comunidad local, nos lleva a la estabilidad y permanencia en un estilo de
vida peculiar que nos caracteriza y distingue de otros muchos estilos de
vida consagrada nacidos en la Iglesia.
Somos pues comunidad de fe en Cristo Jesús, nuestra Roca firme.
Pero se trata de una fe que actúa por el amor. Este amor lo recibimos de
gratis del Padre que es la fuente por medio de Jesús que es la mediación
más perfecta del mismo, pues se hizo uno como nosotros y con nosotros
para que podamos ser como Él y el Padre en el amor.
¿De dónde surge nuestro deseo de anunciar la Buena Noticia del
Reino? El mismo número 25 ya aludido nos lo responde: “al imitar el
estilo de vida de Cristo con sus discípulos y el de la Iglesia primitiva con
María, somos en cierto modo ministros de la esperanza del reino futuro y
de la unión fraterna entre los hombres.” Es por tanto el Espíritu de Jesús
Resucitado que bajó sobre los discípulos en pentecostés, el que nos anima
e incita a salir afuera para expresar que el reino ya ha llegado.
En nuestro caso expresamos esta urgencia por medio de nuestra
misión evangelizadora que se cristaliza en la evangelización a niños y
jóvenes, especialmente los más pobres, desde la más tierna infancia, por
medio de la educación integral. Pero todo esto vivido en la comunidad
religiosa escolapia.
La Comunidad Escolapia, eje transversal de toda nuestra Vida
Estamos en una cultura mundialmente conocida como “postmoderna”. La característica fundamental de la misma estriba en que mira a
lo concreto, olvidándose del todo. Las narrativas que daban cohesión a un
sentido históricamente gradual de los procesos personales o comunitarios
han quedado relegadas a un segundo lugar, y lo que importa es el aquí-yahora del momento presente. La consecuencia lógica de tal mentalidad es
la fragmentación.
Sin entrar a valorar esta cultura en la que sin duda ninguna hay
tesoros hermosos que descubrir y lecciones verdaderas que aprender, hay
que decir que esta cultura de lo inmediato y de la fragmentación necesita del
Seminario de Vida Comunitaria
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contrapunto de la globalidad, del todo personal que necesita ser revisitado
en la globalidad, para así redimirlo de la parcialidad que a fin de cuentas
deja a la persona desarticulada y vulnerable, incapaz de encontrar la fuerza
interior que le dé consistencia y armonía.
Aplicado todo esto a la vida comunitaria, hemos de acercarnos
a ella de modo global y holístico, más allá de consideraciones puramente
organizativas, de horarios que cumplir, y de actividades que soportar. La
vida comunitaria escolapia es sobre todo vida fraterna en comunidad que
se vive en la simplicidad, la alegría, la espontaneidad, y el gozo de saberse
llamado y amado.
En la vida comunitaria escolapia todos los elementos esenciales
de nuestro ser y hacer se conectan. En la vida comunitaria es como un
laboratorio en el que se pone a prueba de la todos acentos fundamentales
de nuestro ser y hacer. Y esto es lo que vamos a ver a continuación.
Nuestro Padre P. General, P. Pedro Aguado, Sch.P., en su visita
canónica a nuestras demarcaciones siempre deja claras las diez claves
fundamentales que sostienen nuestra identidad escolapia en cualquier
parte del mundo, aplicadas a cualquier cultura o mentalidad. Éstas son las
siguientes, sin que necesariamente estén en orden de importancia:
1. Hemos de tener una pastoral vocacional bien sistematizada, de modo
que construyamos una “cultura vocacional” a través de la cual todos
nos sintamos responsables en llamar, recibir y acompañar a quienes se
acercan a nosotros.
2. Hemos de cuidar a fondo la Formación Inicial, con planes bien estructurados y progresivos, cuyo punto de apoyo sea, una vez más, la
experiencia de Dios y el acompañamiento personal.
3. Nuestras comunidades deberán renovarse de modo que en ellas haya
vida en abundancia, con alma de acogida, con espiritualidad y entusiasmo misionero.
4. La Formación Permanente debe nacer del deseo personal de crecimiento, de renovación, y de conversión en cada ciclo vital en que nos
encontremos.
5. Nuestro ministerio escolapio será alimentado como el fuego sagrado que ilumina y purifica desde la identidad Calasancia; será puesto en
44
Ponencias
marcha a través de la misión compartida con los laicos, y con una gran
capacidad evangelizadora, al servicio de los más pobres.
6. Los laicos son parte esencial de nuestro cuidado, pues cuanto más
compartan nuestra visión, mejor colaborarán en nuestra misión y ministerio. Son cooperadores en nuestra misión, y los invitaremos a formar parte de Fraternidades Escolapias, y nuestros ministerios escolapios.
7. La Reestructuración es otra clave esencial. Una reestructuración que
requiere un movimiento de flexibilidad del que ya somos pioneros,
pues nuestra provincia es fruto de una fusión a la que muchas otras le
han seguido.
8. El proceso de crecimiento de la Orden: este proceso requiere un
doble ejercicio, el de la consolidación y de expansión. Y esto requiere
audacia y decisión, siempre desde el proceso firme del discernimiento.
A veces habrá que dejar cosas.
9. Economía y Finanzas: se nos pide la solidaridad de Orden para que,
desde nuestra pobreza, ayudemos al crecimiento de nuestra Orden en
lugares de primera implantación donde los recursos materiales son escasos. La clave de esta vivencia está en la centralización y el compartir.
10. La figura de CALASANZ, nuestro Santo Fundador, es el eje que
aglutina todos los anteriores. Debemos re-descubrirlo, profundizar el
conocimiento de su vida, su visión, y el efecto multiplicador de su obra
en nuestros días.
Tomando como referencia estas diez claves fundamentales, voy a
desgranar cada una de ellas en referencia sobre todo al capítulo III de las
constituciones, haciendo hincapié en lo que la Orden necesita de nosotros
hoy.
LA PASTORAL VOCACIONAL
“Con esta vida comunitaria respondemos mejor al Señor que
nos llama. Y esa respuesta será, con la gracia de Dios, nuestra mejor
recomendación para que quienes tienen trato con nosotros, especialmente
niños y jóvenes, se sientan fuertemente atraídos a trabajar en la mies del
Señor.”(CC 39)
La pastoral vocacional del contagio es la más apropiada porque
es la más sincera y entusiasta. Nace de la convicción y se expresa desde
Seminario de Vida Comunitaria
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el deseo de contagia a otros lo que a uno le da vida, esperanza y sentido
vital.
Aunque haya en cada comunidad un encargado de la pastoral
vocacional, corresponde en principio a todos y cada uno de sus miembros
el ser testigos cualificados para la misión de suscitar, llamar, acompañar
y ayudar a crecer las vocaciones que el Seños nos va dando. Pero es
imprescindible el testimonio de una comunidad viva que acoge, que sale
de sí misma, que sabe estrecharse para hacer un hueco al que llega, que se
encarna y escucha el grito de los más necesitados.
Lo que les dijimos en las campañas vocacionales debe ser
contrastado con nuestra manera de vivir hoy y, si fuera necesario, debe ser
puesto en cuestión, cambiado, enmendado y purificado. Y es que a la larga
el método más eficaz de atraer vocaciones a la Vida Religiosa y sacerdotal
es el del contagio, pues en él la fuerza del convencimiento elimina toda
ambivalencia y toda verborrea de nuestro lenguaje inconsistente.
No podemos engañar a los jóvenes, pues son ellos los mejores
asesores de nuestras formas de vivir, en nuestro deseo de decir el sí
incondicional al Señor en la Iglesia. Jesús de Nazaret y su estilo de vivir
nos enseñan de modo excepcional el método evangélico de contagio a
través del cual Jesús comenzó, con tan sólo un puñado de agentes, los
12 Apóstoles, el mayor cambio que jamás haya ocurrido la historia de la
humanidad: la llegada del Reino de los Cielos. Y en ello estamos también
nosotros.
LA FORMACION INICIAL
“Con especial cuidado y amor fraterno nos preocupamos por
quienes acaban de abrazar nuestra forma de vida” (CC 33),
Como norma general y permanente deberíamos de preguntarnos
si nuestras comunidad concreta sería capaz de recibir ya acompañar el
crecimiento vocacional de cualquiera de nuestros hermanos en proceso de
formación inicial. Si la respuesta es “no”, entonces es que debemos hacer
algo para cambiar y mejorar.
Tener vocaciones y acompañarlas es lo mismo que una familia que
ha decidido tener hijos y comprometerse a ayudarles a crecer en todos los
46
Ponencias
aspectos de su personalidad (físicos, psicológicos, espirituales, afectivos,
intelectuales, etc.)
Hemos de aprender a ser comunidades que reciben el regalo de
nuevos hermanos como si fueran regalos recién llegados del cielo. Y para
ello hemos de salir de nuestros moldes y comenzar un proceso descendente
y de irrelevancia que nos ayude a conectar con el alma joven de nuestros
hermanos menores.
Hemos de considerar que nuestros hermanos profesos mas jóvenes
son de hecho y de derecho miembros de nuestras comunidades y por ello
hemos de tratarlos como adultos a quienes ayudamos a ser introducidos
en la dinámica global de nuestra vida y ministerio escolapios.
NUESTRAS COMUNIDADES
“Este compromiso de crear y fomentar la comunidad lo hemos
asumido todos al abrazar la vida religiosa”(CC 34)
Y es que la comunidad es don y gracia (“reunidos en comunión
de fe por el amor del Padre…” (No. 25) pero también tarea. De ahí lo del
compromiso de crear y fomentar la comunidad. ¿Cómo hacemos todo
esto? Las constituciones nos dan pistas muy concretas:
1. Procurando madurar en la caridad y las virtudes humanas tales como
la sinceridad, la afabilidad, el respeto mutuo, el ambiente dialogal, y la
contribución a la unidad. (29)
2. Con la sencillez, el respeto, la benignidad, la tolerancia y la corrección
fraterna. (30)
3. Con la corresponsabilidad, la colaboración mutua y el olvido de sí.
(31)
4. Siendo solidarios, con la participación activa en momentos de oración,
de reuniones, de programaciones y evaluaciones comunitarias, y la fidelidad al horario. (32)
5. Cuidando de los más jóvenes, los más ancianos y enfermos, y orando
por los miembros de la Escuela Pía Celeste. (33)
Cuando vivimos sin medianías nuestra vida de comunidad,
nuestra espiritualidad avanza y se robustece ya que nadie puede decir que
Seminario de Vida Comunitaria
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ama a Dios a quien no ve si no ama a su hermano a quien ve. Por su
carácter de simplicidad y verdad, copio aquí lo que San Agustín entiende
por comunidad religiosa:
“Una comunidad es un grupo de personas
Que oran juntas y hablan juntas;
Ríen en común y se intercambian servicios mutuos;
Se divierten juntos y aprenden juntos a estar serios.
A veces pueden tener puntos de vista encontrados
Pero sin enfadarse por dentro,
Lo mismo que pasa con cada persona a veces,
Usando las divergencias para reforzar su armonía habitual.
Aprenden mutuamente los unos de los otros.
Echan en falta a los ausentes
Y reciben calurosamente a los que llegan.
Manifiestan su mutuo amor con centellas
Que salen de sus corazones,
Y que se expresan en sus rostros,
en sus palabras y sus miradas
a través de gestos innumerables de cariño.
Cocinan juntos el alimento en la casa
Donde las almas se unen en un solo lazo
Y donde muchos, al final, son UNO.”
(S. Agustín, “Las Confesiones”)
LA FORMACION PERMANENTE
Hablar de la persona humana es hablar de un todo armónicamente
estructurado en el que se dan cita los niveles espirituales, psicológicos,
físicos, ambientales y sociales. Formar es pues crecer en esa armonía para
que “el hombre nuevo” surja paulatinamente como el maravilloso Moisés de
Miguel Ángel saliendo poco a poco de la tosca piedra a golpe de cincel y
martillo.
El artista es el Espíritu del Señor Resucitado y nuestro modelo
es Él mismo, el Hombre Nuevo. Este proceso requiere que nos dejemos
hacer por Él, es decir aceptar esa “pasividad activa” o esa “actividad pasiva” a
48
Ponencias
través de la cual la gracia nos hace mientras cooperamos con ella. Y así
vamos conociendo para amar, y aprendemos a amar para servir mejor.
Estos son algunos lugares para la formación permanente:
Sócrates decía que una vida no auto reflexionada no es digna de vivirse.
Por ello el “lugar” privilegiado de toda formación, el imprescindible,
es nuestra capacidad de reflexionar sobre nuestra vida, nuestras
experiencias, nuestros sentimientos, reacciones, intuiciones, mociones, etc.
Así nos abrimos al arte de “vivir despiertos”, aprendiendo de cada reflejo de
verdad que se encuentra desparramado por doquier.
La Oración como relación con Aquel que me ha llamado es muy
importante. La oración es “tiempo” de calidad con Aquel que me ama y
confía en mí, con Él que constantemente me reta y, frente a mi victimismo,
me dice una y otra vez: “tienes que nacer de nuevo, nacer del agua y del
Espíritu, nacer del Señor.”
El trabajo que cada día realizamos tenemos que compaginarlo con
esa actitud lúdica de descanso para estar a solas con nosotros mismos y
para vivir la gratuidad de nuestras relaciones humanas. Nos hace mucha
falta encontrar esos amigos, esas personas significativas con las que puedo
compartir todo lo que soy yo mismo sabiendo que no me van a rechazar
ni juzgar. Son auténticos tesoros que me ayudan a ser más yo mismo según
el plan de Dios para mi vida. Personas así pueden ser amigos entrañables,
acompañantes espirituales, miembros de la comunidad, etc.
La Interculturalidad creo que ha de ser un lugar excelente, una
buena plataforma para la formación permanente. Hoy día muchas de
nuestras comunidades viven la Interculturalidad e internacionalidad de
sus miembros como algo normal. ¡Qué bueno si nuestras diferencias son
aprovechadas para enriquecernos con los valores que éstas conllevan!
Las diferencias no son enemigos nuestros, sino nuestros aliados en
el camino de adquirir flexibilidad, tolerancia, comprensión y la alegría de la
complementariedad.
Nuestra puesta al día en el ministerio que nos corresponde desarrollar
al servicio de la Iglesia. Para ello hemos de ser muy “creativos”, es decir,
personas que se saben “enviados” para algo tan importante que requiere,
más que recetas repetitivas, ojos abiertos, mente amplia, corazón generoso,
Seminario de Vida Comunitaria
49
para que en le transcurso de mi acción ministerial, sepa leer los signos de
los tiempos y pueda responder a ellos con sentido de “contemporaneidad”.
NUESTRO MINISTERIO ESCOLAPIO
Estamos viviendo una primavera eclesial con la llegada de nuestro
Papa Francisco, que nos invita a vivir en una Iglesia pobre con y para
los pobres. Su entusiasmo misionero nos recuerda aquella anécdota de
San Francisco de Asís que invitó al hermano León a salir a predicar por
los alrededores. Se pusieron en camino. Tras horas de conversar por los
caminos, reír y saludar a la gente, el hermano León, al ver que volvían al
convento, le dice a Francisco: “Cómo es que ya regresamos si no hemos
evangelizado? A lo que el pobre de Asís le responde: “Claro que hemos
evangelizado; cuando nos veían en fraternidad, sonriendo y saludando, ya
lo estábamos haciendo.”
El ministerio escolapio más importante es el del testimonio
gozoso de una comunidad que vibra al saberse amada por y en Jesucristo;
una comunidad que comparte el espíritu Calasancio que viene expresado
en el capítulo III de nuestras constituciones.
Es en el contexto de una comunidad así vivida, donde el ministerio
de evangelizar educando se desenvuelve, animados mutuamente por la
vocación común que gozosamente vivimos, pues es lo que nos identifica
profundamente como escolapios.
A este respecto el número 38 de las constituciones explicitan lo
que debería ser nuestro ministerio escolapio en comunión con la Iglesia y
conectado con el mundo: “Nuestra comunidad, miembro de toda la familia
humana y siempre dispuesta a servir, hace suyos, con gozo y decisión,
los gozos y las esperanzas, las tristezas y afanes de todos los hombres,
particularmente los de la comunidad local donde vivimos.”
LOS LAICOS
Hoy en día es de todos aceptado que nuestro trabajo con los
laicos no es una cuestión estratégica de pura supervivencia, sino una
consecuencia de la eclesiología surgida tras el Vaticano II, una eclesiología
que nos habla de comunión y de cooperación mutua.
50
Ponencias
Nuestro trabajo con ellos debe llevarnos a un descubrimiento cada
día más hermoso y profundo de lo que somos a la vez que nos abrimos a la
belleza de la vocación laical que lleva en sí misma el germen carismático a
través del cual conectamos calasancianamente para construir juntos la Iglesia.
Desde ahí se entiende el número 36 de nuestras constituciones
que dice: “De la vida de la comunidad escolapia participan también, a
su modo, los formandos no profesos y los laicos que comparten nuestra
vocación en distintas modalidades”.
Sea cual sea la modalidad de los diferentes laicos que trabajan con
nosotros, debemos considerarlos con un respeto inmenso y con un deseo
profundo de formarlos escolapiamente, pues cuanto más cerca estén de
nuestro modo de ver y servir escolapios, más y mejor llevaremos a cabo la
misión que poco a poco se convertirá en auténtica “misión compartida”.
LA REESTRUCTURACION
De todos es sabido, pues prácticamente todo estamos sufriendo
y gozando la reestructuración a nivel interno y a nivel externo, que
implica una gran dosis de flexibilidad y disponibilidad, de creatividad y de
generosidad.
Y para ello nuestras comunidades han de ser realmente fuertes
para que no queden suturas a través de las cuales la energía que necesitamos
para crear algo nuevo, se ve desperdiciadas a causa de la frustración, la
mediocridad o la falta de esperanza.
Toda reestructuración implica un avance hacia la vida en plenitud.
“Somos ministros de la esperanza del Reino futuro y de la unión fraterna
entre los hombres” (CC 25). Nuestra plenitud es el Reino que ya está
en medio de nosotros en constante desarrollo hasta la plenitud infinita.
Nuestra tarea es ni más ni menos que dejar que crezca en nosotros y
ayudarle que crezca hacia fuera de nosotros, allí donde el Espíritu desee
llevarnos.
En todas las demarcaciones que ya se han ido formando como
fruto de fusiones lo más primordial que debemos cuidar es la comunidad
o vida fraterna en comunidad. De lo contrario corremos el riego de haber
hecho fusiones de papel que llevan firma y sello, pero que no se sostienen
Seminario de Vida Comunitaria
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desde el convencimiento y la decisión concreta de ir más allá de las barreras
creadas por la inercia de los años.
Si partimos de una eclesiología de comunión, si sentimos
“intensamente la vivencia de auténtica comunión con la Iglesia”, se
facilitará, consecuentemente, el proceso de reestructuración en el que
estamos inmersos por mandato explícito del 46 capítulo general de nuestra
Orden.
EXPANSIÓN DE LA ORDEN
También por mandato del pasado capítulo general de la Orden
estamos en proceso vivo de expansión más allá de las fronteras y lugares
conocidos. Esto requiere un espíritu misionero de Orden, que se cristalizará
en entusiasmo misionero en algunos a quienes el Señor les ha dado esta
hermosa vocación misionera escolapia.
Pero no debemos ser naïve, pues todo avance en el Reino, toda
nueva implantación y expansión requiere no solamente de generosidad
sino de vivencia comunitaria profunda en aquellos que son enviados por
medio de los superiores.
La vivencia comunitaria misionera es esencial, de lo contrario
enseguida llegan los desánimos, los cansancios, los personalismos, la
soledad y, como consecuencia, la deserción e incluso el abandono de cosas
tan hermosas como son las nuevas fundaciones de las que nuestro santo
fundador habla con un entusiasmo especial, pues quería que todos los
novicios tuvieran madrea de fundadores. A Él mismo le hubiera encantado
salir de Roma para ir a fundar a lugares nuevos y desconocidos.
La vivencia comunitaria de los orígenes de una demarcación, para
bien y para mal, escribe el ADN que hará desarrollar la futura demarcación
de una forma u otra.”La Familia escolapia formada por los escolapios de
todo tiempo y lugar, se concreta y se hace visible en la Comunidad Local,
constituida por los religiosos a ella asignados. Toda la Comunidad Local.
A su vez, forma parte de las comunidades más amplias, como son las
Provincias y la Orden entera.” (CC 36)
Un fruto de esta expansión es la interculturalidad a internacionalidad
de nuestras comunidades. Hace unos años había un desconocimiento
52
Ponencias
casi total de unas provincias con otras. Hoy, gracias a Dios, hemos roto
el círculo viciado y cada vez es más común tener miembros de nuestras
comunidades que pertenecen no solamente a varias nacionalidades, sino a
continentes diversos.
Pero más allá del simplismo, debemos trabajarnos a fondo, pues
enseguida salen las diferencias de nuestros orígenes culturales y tendemos
a fijar la atención más en lo que nos separa que en lo que de verdad nos
une. La cultura de Orden, de vida religiosa que trasciende las fronteras para
llevarnos a la experiencia del sabernos ciudadanos del mundo y hermanos
universales, ha de ir calando profundamente en nuestro ser, de manera que
más y más seamos elemento contracultural que hable por si mismo del
reino que anunciamos y que ya está entre nosotros.
ECONOMÍA Y FINANZAS
La manera en que vivimos la economía y las finanzas difiere
esencialmente de lo que pueda ser una organización que no se mueva desde la
fe, aunque sus fines sean realmente de ayuda al desarrollo humano y de ayuda
a los pobres. Hemos hecho un voto de pobreza que, vivido en comunidad
local, de demarcación provincial y de Orden, nos lleva a desear imitar a Cristo
pobre en medio de los pobres, y a “compartirlo todo”(CC 26)
De ahí se deriva que el compartir es un elemento esencial que nos
descentra de nuestro ego posesivo y calculador, para adentrarnos en la
generosidad desapegada y responsable a la vez, a través de la cual hacemos
nuestros los gozos y las esperanzas, las tristezas y afanes de todos los
hombres. (CC 38)
La transparencia en el uso del dinero y la responsabilidad en
usarlo deben de ser factores esenciales para nosotros los religiosos,
que profesamos el voto de pobreza como distintivo esencial de nuestra
consagración. En este sentido el nuevo Papa Francisco ha comenzado
dándonos un hermoso ejemplo cuando al día siguiente de su elección
decidió ir a pagar la cuenta del hotel adonde se alojaba porque “no hay que
usar de modo irresponsable el dinero de la Iglesia”. Lo mismo se puede
decir acerca del “dinero de la Orden de la Escuela Pía”.
Por otro lado, en este momento histórico de expansión de la Orden
es un hermoso ejemplo que todos contribuyamos a nivel de demarcación
Seminario de Vida Comunitaria
53
para que haya un mayor sentido del compartir de bienes con aquellas
nuevas implantaciones adonde existe necesidad material y económica.
LA FIGURA DE CALASANZ, NUESTRO FUNDADOR
En realidad esta faceta es la que nos lleva a la identidad común
y esencial de nuestro ser escolapios. Se trata no solamente de conocer
más a fondo aspectos históricos o biográficos del mismo, sino sobre todo
dejarnos iluminar por su visión de hace 400 años para, creativamente, ser
fieles a su “afortunado atrevimiento y tesonera paciencia” a la obra de
Dios que el Espíritu le inspiró. (CC1)
Sin caer en idolatrar de nuestro Santo Fundador, sí que creo que
los escolapios debemos salir del anonimato y de un cierto pudor falso,
para hacer conocer y amar a San José de Calasanz.
Sobre todo debemos unificar nuestro ser personal y comunitario
en aras del ministerio específico que nos legó y que hoy día se inscribe bajo
la fórmula de “educar evangelizando”.
Hasta aquí hemos expuesto lo diez puntos o claves esenciales de
nuestra identidad escolapia en el contexto de la vivencia comunitaria o vida
fraterna en comunidad. Pero todavía quedan otros aspectos que se derivan
sobre todo de algunos puntos del capítulo III de nuestras Constituciones,
y que son de importancia capital. Veámoslos:
VIDA COMUNITARIA Y EUCARISTÍA
De todos es sabido que la Eucaristía tiene dos partes celebrativas
en las que experimentamos la presencia de Jesús Resucitado en medio
de su pueblo. Se trata de la celebración de la Palabra, y celebración de la
presencia sacramental de su Cuerpo y su Sangre. Ambas partes tienen la
misma intensidad presencial pues es Cristo en medio de su Pueblo que es
la Palabra que se hizo carne, y la carne que se nos da como alimento para
nuestro caminar hacia la plenitud del Reino.
El número 27 no tiene desperdicio a este respecto: “Convocados
por la Palabra de Dios a una vida de comunión, somos en la Eucaristía
signo de unidad, actualizando en nosotros la muerte y resurrección de
Cristo, para crecer de continuo en el servicio a los hermanos.”
54
Ponencias
Este número, llevado a la vida cotidiana nos habla de que nuestra
vida escolapia en comunidad es una eucaristía existencial donde nos
ayudamos mutuamente a ser dóciles a la Palabra que nos ha convocado, y a
comulgar (comunicar) con el hermano que es conmigo auténtico “cuerpo
de Cristo”.
Al terminar la eucaristía el sacerdote nos envía con las palabras,
“!podéis ir en Paz!” Se entiende que es un envío a través del cual debemos
vivir lo que hemos celebrado; de igual modo nosotros somos en la vida
comunitaria eucaristía que celebra la presencia de Jesús Resucitado en la
escucha de la Palabra y en su cumplimiento a través del amor fraterno. De
esa forma “crecemos de continuo en el servicio de los hermanos.”
De ahí que no se entiende que haya hermanos en nuestras
comunidades que más o menos sistemáticamente rehúyan la concelebración
comunitaria. En la concelebración eucarística expresamos quiénes somos
y quedamos robustecidos de cara a lo que Dios quiere que seamos.
VIDA COMUNITARIA Y NUESTRA CONSAGRACION
RELIGIOSA
Ya hemos dicho desde el principio que la consagración religiosa
escolapia y nuestra actividad ministerial de evangelizar educando, la
vivimos en el contexto de la vida comunitaria. Y ha quedado claro que
vivir en comunidad no es una cosa meramente estética o añadida a nuestro
ser de consagrados. Vivir en comunidad es esencial y necesario.
Por eso los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, junto
con el voto de educar y enseñar, son vividos en la comunidad, y dentro
de ella aportan algo característico y muy significativo. El número 26 de las
constituciones escolapias dice que “en nuestra vida comunitaria, la castidad
nos mueve a amar en plenitud a los hermanos; la pobreza, a compartirlo
todo; la obediencia, a unirnos estrechamente para cumplir con certeza la
voluntad de Dios.”
Es hermoso resaltar estos aspectos comunitarios que se derivan
de la vivencia comunitaria de los mismos:
- La castidad: nos lleva al amor en plenitud, porque ser célibe consagrado o casto es lo mismo que caminar progresivamente en el amor
Seminario de Vida Comunitaria
55
sin condiciones, unificando nuestro corazón con el de Cristo, en cuyo
regazo no existen exclusivismos ni cálculos que llevan a la medianía y
a la ausencia de pasión. Nuestro amor célibe está llamado a tener la
misma fuerza apasionada del amor que los esposos se prometen en
su matrimonio. La sola diferencia es que en nuestro corazón cabe el
mundo entero por amor al que nos amó primero. Vivimos fieles en la
castidad. (CC 16)
- La pobreza: nos mueve a compartirlo todo. Pobreza no es sólo no tener, sino que lo poco que tenemos lo podamos compartir especialmente
con los hermanos de comunidad. Y lo más precioso que tenemos es
nuestro tiempo y nuestros dones. El regalo de la pobreza va unido al de
la libertad y la alegría. Por eso nuestras constituciones dicen en el punto 66 que “no dudamos en poner con alegría al servicio de los demás
nuestros bienes de naturaleza y de gracia, nuestra capacidad de trabajo y
nuestro propio tiempo.” Vivimos alegres an la pobreza. (CC 16)
- La obediencia: nos mueve a la estrecha comunión de manera que podamos cumplir la voluntad de Dios. Obediencia implica capacidad de
escucha al Dios que desea comunicarse constantemente con nosotros.
Pero está claro que nadie va al Padre que es amor sino a través de los
hermanos. Por eso la obediencia en el contexto de la vida comunitaria
establece una línea horizontal imprescindible de modo que en el ambiente de fraternidad escuchemos mejor la voz del Señor y respondamos a su llamada permanente. “Todos los religiosos, para realizar fielmente lo que le agrada al Padre, intentamos descubrir su voluntad en
intercambio de pareceres y comunión de oraciones.” (CC 77). Vivimos
dóciles en la obediencia. (CC 16)
EL PAPEL DEL SUPERIOR LOCAL
El superior local tiene como cometido fundamental el de ser el
factor aglutinante de una comunidad, el que escucha y comprende, el que
tiene claro que su puesto es servir a los hermanos y ayudarles a crecer
en la fidelidad a la vocación escolapia. Por eso el número 34 de nuestras
Constituciones es bien claro: “Este compromiso de crear y fomentar
la comunidad… recae principalmente sobre quienes han recibido la
56
Ponencias
responsabilidad de animar la comunidad y quienes tienen el encargo de
construir comunidades en cada Provincia.”
De refilón sale a relucir el papel del Superior Mayor, quien tiene
una gran responsabilidad ya que a la hora de nombrar a los que presiden
cada comunidad debe tener muy en cuenta el perfil de escolapio superior:
- Hombre psicológicamente sano: sereno, realista, lúcido, imparcial, positivo, comunicador entre los hermanos; alegre, creativo, fiel.
- Hombre de Dios, de vida interior y espiritual ricas y actualizadas.
- Hombre de Iglesia, encarnado en la dinámica eclesial particular.
- Generador de una dinámica de vida fraterna, en comunidad fiel y creativa tal que es capaz de suscitar vocaciones entre los jóvenes a la vida religiosa y a laicos comprometidos con el carisma y ministerio escolapios.
- Propicia y favorece la participación y corresponsabilidad de todos; sabe
escuchar y discernir en diálogo fraterno con la comunidad y cada religioso su ubicación mejor en la comunidad, en la Escuela Pía y en el
ministerio escolapio propio y particular de la comunidad o de la Demarcación.
- Con carácter de líder al estilo evangélico, habla y actúa proactivamente
y no por reacción, en actitud dialogante y creadora de responsabilidad
en los hermanos.
- Enamorado del carisma y de la misión escolapia, conoce bien a nuestro
Fundador y la Escuela Pía, nuestros Documentos básicos, sobre todo
Constituciones y Reglas, y de nuestro Derecho.
- Asequible siempre a los hermanos y laicos, a quienes sirve con espíritu
evangélico, ama a quienes sirve y sirve a quienes ama, nunca en actitud
paternalista ni tampoco independiente.
- Con capacidad de empoderamiento de los proyectos personales y comunitarios, en diálogo continuo con los responsables de las diferentes áreas
de la Obra escolapia encomendada a la Comunidad o la Demarcación.
- Sensible y participativo de la realidad del entorno, sobre todo del mundo de la niñez y juventud y de los pobres.
- Se deja asesorar y asistir democráticamente por su equipo correspondiente (Asistentes o colaboradores en las diversas áreas y tareas que
tiene encomendadas como Superior) Hombre de comunidad, es agente
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de comunión fraterna y eclesial, de reconciliación y de impulso positivo
en la dificultad.
Representa con presencia digna y positiva escolapia ante las instituciones eclesiales, religiosas y civiles, la comunidad, la Demarcación o la
Obra escolapia que como Superior tiene encomendadas.
Hombre capaza de entusiasmarse por la vida escolapia, el Evangelio y
el carisma calasancio; suscita, impulsa y acompaña nuevas vocaciones
a nuestra vida escolapia en unión con los hermanos y el testimonio de
su vida fraterna.
Piensa con mentalidad de Orden y consecuentemente vive y actúa
abierto a la globalidad sana actual que está propiciando un nuevo modelo de presencia escolapia en el mundo y lo transmite a la comunidad
o Demarcación que sirve.
Acepta sus limitaciones con realismo y sencillez y como tal acepta el
servicio de autoridad confiado por sus hermanos y Superiores inmediatos desde, con la actitud paulina de confianza en quien le ha llamado
y enviado: “te basta mi gracia.”
Conoce bien su perfil como Superior, definido en nuestras Constituciones y Reglas y en las cartas apostólicas paulinas del Nuevo Testamento.
Vive la unidad con los otros Superiores de las Demarcaciones de la
Circunscripción y de la Orden.
Cuida su formación permanente y la de los hermanos encomendados,
sirviéndose de todas las mediaciones ofrecidas por la Orden y otras
instituciones eclesiales intercongregacionales en los diferentes países.
VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD. APUNTES FINALES
La vida fraterna en comunidad no es algo optativo y es mucho más
que el hecho de pertenecer nominalmente a una comunidad canónica. La
vida fraterna en comunidad subraya sobre todo el valor de las relaciones
interpersonales basadas en la fe que actúa por el amor.
Cristo llamaba a los que creían en Él a vivir en unidad por el
vínculo del amor; esto queda reflejado en su vivencia con los 12 Apóstoles
con quienes creó la comunidad apostólica. Pero llega a ser aún más
58
Ponencias
relevante cuando el Espíritu llegó en Pentecostés. El Espíritu amalgama la
diversidad en la unidad. (Act 4, 32-35)
Nuestro amor fraterno en comunidad es un intento de vivir
como las primeras comunidades cristianas en las que los creyentes vivían
compartiendo todo, siendo compasivos y solidarios con los pobres y los
necesitados. (Act 2, 44-47)
La vida comunitaria es más que pertenecer nominalmente a grupo;
es establecer relaciones cálidas, conexiones amistosas sin excluir a nadie en
nuestra decisión de amar. Cada miembro de la comunidad es un regalo de
Dios, como yo lo soy para ellos. (Ef 4, 7-16)
La comunidad nos pide que reconozcamos nuestros valores
personales al servicio del bien común. También requiere humildad,
sabedores de que humildad es caminar en la verdad.
No pidas a los demás lo que tú mismo no quieres dar; no seas
agrio con tu comunidad, porque es tu familia. Lo que sea y como sea,
recuerda que éste es el lugar donde Dios quiere que estés para crecer en
la santidad.
Cuando encuentres dificultades en la comunidad que tu
pensamiento sea: “Qué puedo hacer para que todo esto mejore, cómo
puedo ayudar a éste u otro hermano que aparece arrogante, impertinente,
silencioso, individualista, etc.? (Col 3, 12-15)
Permite ser corregido cuando sea necesario. Toda corrección,
incluso cuando no sea del todo objetiva por parte del que corrige, puede
ser una bella oportunidad de crecer en el amor. (Mt 18, 15-18)
No te encierres en el victimismo. No eres la única persona que
sufre en el mundo pasando por un trauma o una dificultad. Así aprenderás
a reírte de ti mismo y a sonreír frente a lo que te suceda; aprenderás a
simplificarlo todo y, lo que es más importante, aprenderás a confiar más
en la bondad que Dios te regala especialmente por ser TÚ.
La vida fraterna en comunidad es gracia (don) de Dios y proyecto
(responsabilidad) personal.
No te des por vencido, no te dejes vencer en tu deseo de amar a
todos. El día en que comprendas cuánto te ama Dios, cuánto confía en
ti, aprenderás a amar a todos y a confiar en todos. Éste es el secreto de la
vida, escondido en tu corazón. Porque tú eres amor, tu auténtico nombre
Seminario de Vida Comunitaria
59
y DNA es “amor”. (1 Co 3, 16-17) Ese día descubrirás la alegría profunda
de la que habla Jesús: “Vuestra alegría nadie será capaz de quitárosla”. (Jn
16, 22)
La vida en comunidad nos ayuda a ser personas maduras. Y si
esto no ocurre seguro que es porque no estamos bien enfocados en el en
el sentido vital de nuestros ser religiosos escolapios.
La madurez siempre requiere un balance entre polos aparentemente
opuestos: Independencia-Sumisión, sobreprotección-abandono, ser
admirado-ser amado, hiperactividad-pasividad, valorado-rechazo, etc.
Un proceso de santidad que no te ayude a ser cada día más humano
y más centrado vitalmente no viene de Dios. Casi todos los conflictos y
problemas relacionales son causados por inconsistencias de un pasado no
resuelto. (Jn 10, 10)
Recuerda que nuestra vida fraterna en comunidad es prerrequisito
esencial para que nuestro apostolado y ministerio escolapio sean creíbles.
(Jn 17, 23)
Nuestro testimonio de vida es nuestro apostolado principal. La
gente espera de nosotros mucho más de lo que nos imaginamos. Además
ésta es la voluntad de Jesús: “Padre, que sean uno como Tú y yo somos uno,
yo en ti y tu en mí; para que el mundo crea que Tú me has enviado”.
Piensa siempre que los hermanos son un regalo, no una amenaza.
Si actúas desde esta convicción verás qué bello y agradable es vivir juntos,
aprendiendo y enriqueciéndose mutuamente, pues cada cual tiene sus
carismas al servicio de los demás. (Ef 4, 1-6)
CONCLUSIÓN
Háblame de tus comunidades y te diré cómo es tu demarcación.
Dime hacia dónde trabajas a nivel comunitario y te diré si tu demarcación
tiene futuro.
Y es que en el tema de la vida fraterna en comunidad es donde nos
jugamos de verdad el ser y el hacer de la Escuela Pía. Sin una experiencia
satisfactoria de la misma estamos abocados a un activismo sin dirección,
que a la larga nos irá fragmentando y desilusionando.
En mi experiencia de escolapio misionero he llagado al
convencimiento de que la experiencia comunitaria original de toda
60
Ponencias
fundación nueva lleva en sí misma el ADN de lo que esa demarcación en
ciernes será en unos pocos años.
Por eso hemos de creer en la comunidad como elemento de
crecimiento, de fiesta, de reconciliación, de trabajo, de sanación, de
lugar donde uno encuentra paz y sosiego, de confrontación fraterna,
de animación misionera, de servicio gozoso hacia los más pobres, de
formación permanente y de atracción vocacional, de experiencia de Dios,
de integración progresiva de nuestra vida en Cristo, de identificación con
el carisma Calasancio, de conversión permanente, y de fiesta alrededor del
Resucitado que nos envía a ser sus Testigos cualificados.
Y acabo con un apunto Nuestro Santo Padre, que dice: “Las
congregaciones han sido fundadas para que los hermanos vivan en caridad,
y procuren ellas, con santa emulación, la adquisición de las virtudes, y
particularmente de la humildad, que tanto agrada a Dios.” (DC No. 860
/ 24-8-1630)
Seminario de Vida Comunitaria
61
QUIERO CRECER, QUIERO VIVIR EN PLENITUD
1. Jamás anidaré en mi corazón el mínimo resquicio de resentimiento
hacia nada ni nadie. Cada día me trabajaré a fondo para descubrir el
maravilloso caudal de bondad que hay en mí y en cada persona que me
encuentre.
2. Sé que la energía que rige el mundo es el amor. El amor es creativo y
fuerte a la vez. Por eso, con mucha paciencia, nunca bajaré la guardia en
mi deseo de vivir amando sin condiciones, intentando querer entender
cuando no soy entendido. Simplificaré mi mente.
3. No cifraré mi felicidad en querer ser aceptado por todos. Si soy criticado, insultado o rechazado, no me replegaré en el victimismo. Con mi
bondad desconcertaré al que desea verme abatido. Sé que aunque el
mundo caiga alrededor, soy hijo de la Bondad Suprema.
4. Bajaré hasta los infiernos de las contradicciones, penas, soledades y sufrimientos, reflejados muchas veces en los conflictos relacionales. Seré
el primero en resucitar de las cenizas.
5. Me niego a “dramatizar” mi vida. Me niego a la autocompasión esclavizante. Hay mucha gente más herida que yo. Cada mañana aprenderé a
ser agradecido al Dios de la vida.
6. Me gozaré en las cosas sencillas que esconden en sí la grandeza de lo
esencial: la sonrisa, el regalo inesperado, una carta, una tarjeta, un amanecer, un saludo cercano... la vida misma.
7. Cuando el miedo, la frustración, el sufrimiento, y el dolor me visiten,
no los rehuiré. No son mis enemigos. Son más bien la posibilidad para
hacerme madurar, para llevarme a la acción de gracias por el amanecer
que sucede a cada noche.
8. Acepto mis limitaciones. No es más rico el que más tiene sino, el que almacena más paz dentro de sí. La paz surge del convencimiento esencial
de que soy bueno y puedo transmitir mi bondad a otros.
9. Yo soy el único responsable de mi vida. Dejaré de culpar a los demás
cuando las cosas no vayan de acuerdo a mis cálculos. Intentaré aceptarme y cambiar lo que pueda cambiar. Estaré reconciliado con todo,
con mi historia rota. Todo en mí está bellamente organizado por Dios
al servicio de mi crecimiento ilimitado en el amor y la verdad.
10.Quiero ser factor aglutinante de unidad. Creo que mis sueños pueden
hacerse realidad si me comprometo con ellos y me decido a dar mi vida
por ellos.
62
Ponencias
LA COMUNIDAD ESCOLAPIA:
ALMA DE LA MISIÓN
P. Javier ALONSO
1. Planteando el tema
Mis padres me inscribieron en “un colegio de curas” que quedaba
cerca de casa. No había una fuerte tradición católica en mi familia, pero
ir a los escolapios era la garantía de recibir una buena educación. En mis
primeros años de la Primaria recuerdo a un sacerdote grande y fuerte con
una sotana negra que nos llevaba a la capilla y nos daba catecismo. A todos
los curas les pusimos su apodo particular. Recuerdo bien a uno de ellos
que nos recibía en la puerta de cole con una gran bata blanca larga y a un
escolapio joven que nos enseñaba canciones y nos llevaba de excursión. Por
aquéllos años habrían unos ocho escolapios para un pequeño colegio de
Primaria. Además, todos en una buena edad de trabajar con los alumnos.
Pasé tres años en un aula ubicada junto a una puerta grande con
un rótulo que ponía “clausura”. A los niños siempre nos llamó mucho la
atención: ¿qué había detrás de la puerta…? ¡Era el lugar donde vivían los
curas…! ¿Cómo vivían?, ¿qué comían?, ¿Tenían televisión…? La imagen
infantil que se me quedó de “los escolapios” era de unos sacerdotes que
daban clases y hacían misas. La primera vez que los pude ver juntos fue en
una comida a la que me invitaron porque ya había tomado la decisión de
“ser escolapio” movido por el ejemplo y la entrega de uno de ellos.
Tengo una buena imagen de los escolapios que conocí de pequeño
en el cole; pero se me desdibuja la imagen colectiva, de comunidad religiosa.
No los recuerdo juntos, como una comunidad de vida y misión.
Actualmente vivo en La Romana (República Dominicana). Somos
una pequeña comunidad: tres religiosos para tres escuelas y un gran centro
parroquial. Es verdad que la presencia activa de los laicos en nuestras
Obras es muy relevante. Sin ellos, no podríamos con todo. ¿Qué imagen
damos estamos dando como comunidad escolapia?, ¿cómo nos percibe la
gente?, ¿somos un testimonio de comunión?
Seminario de Vida Comunitaria
63
Con las peculiaridades de cada lugar, los escolapios vivimos la
comunidad como una tensión entre la urgencia de la misión y la necesidad
de tener un “hogar fraterno”. La presencia efectiva de los religiosos en
la dinámica del colegio está muy disminuida con respecto al modelo que
había en épocas pasadas.
- Hay colegios que ya no son el hogar de una “comunidad religiosa”
- Hay colegios donde la comunidad es muy pequeña y sus miembros
tienen una edad muy avanzada.
- Existen “comunidades religiosas” viviendo en lugares distintos al de
lugar de misión.
- Hay religiosos que están sólo parte de la semana en el cole. A veces un
mismo religioso trabaja en varios colegios a la vez.
- Hay religiosos dedicados casi por entero a la gestión y coordinación de
procesos…
- Hay comunidades religiosas asignadas a varias obras a la vez.
- Está cobrando fuerza el concepto de Comunidad Provincial para la
animación y la gestión de las Obras.
Dicho así; pareciera que nuestras Obras están mal atendidas y han
perdido identidad porque nuestra presencia como religiosos escolapios
ha disminuido. Esta nueva realidad comunitaria nos obliga a plantear una
pregunta de gran trascendencia: ¿Cómo nos ubicamos como comunidad
religiosa en la Obra?, ¿cuál es nuestra misión específica como religiosos en
el colegio…?
Por otro lado y a pesar de que nuestra presencia como religiosos
es mucho más débil, nuestras instituciones siguen estando muy bien
valoradas y por tanto, solicitadas. Es evidente que seguimos ofreciendo
más calidad, más disciplina, la oferta es variada y ofrecemos principios
morales…
Tradicionalmente, los religiosos hemos sido los “portadores del
carisma”. ¿Cómo podemos ser significativos cuando nuestra presencia es
mínima en una Institución?
Los escolapios podemos aplicarnos el diagnóstico que hace el
documento “La vida fraterna en comunidad” (nº 59) cuando declara que
existe una tendencia a prestar mayor atención a la misión que a la comunidad, así
como la de favorecer más la diversidad que la unidad. Ello ha influido profundamente
64
Ponencias
en la vida fraterna en común, hasta el punto de convertirla, a veces, casi en algo opcional,
más bien que en algo integrante de la vida religiosa. Las consecuencias que de aquí
se han seguido no han sido ciertamente positivas; y, por eso, obligan a plantear serios
interrogantes sobre la oportunidad de continuar en este camino, y orientan, más bien,
a redescubrir la intrínseca relación que existe entre comunidad y misión, en orden
a superar creativamente los extremos que empobrecen la valiosa realidad de la vida
religiosa. También tenemos cierta tendencia a prestar más atención a la misión que a
la comunidad.
Surge otras preguntas de gran relevancia: ¿Qué sentido tiene una
vida apostólica que no está sustentada en una fuerte experiencia comunitaria?
¿Cómo podemos hacer bien nuestra misión sin descuidar la calidad de nuestra
vida comunitaria?
El debate sobre nuestra vida comunitaria surgió de modo
sorpresivo en el Capítulo General del 2009. En el apartado final dedicado
a “temas de debate abierto” se abrió un diálogo interesante sobre la calidad
de nuestra vida comunitaria. No se planteó tanto desde la relación con la
misión, sino como elemento esencial de la vida consagrada. Era evidente
que los capitulares tenían deseos de abordar un tema tan central para la
vitalidad de la vida escolapia.
El P. Josep María Balcells apuntó con clarividencia el tema que
abordamos en esta ponencia: “la comunión es el lugar teologal de la Iglesia en
estos momentos. Ya Juan Pablo II decía que lo que interesa a la Iglesia son los signos
de comunión. La vida consagrada debe ser un signo de comunión en la Iglesia. En
estos momentos a la Iglesia le interesa más la comunión que la misión. Nuestra pastoral
en el s. XXI tiene que ser hacer de la Iglesia la casa de la comunión. Es necesario
tener una espiritualidad de la comunión: dar espacio al hermano y cerrar el paso
a la competitividad. Quizás estamos demasiado centrados en la misión, pero antes de
esto está la fraternidad”. El P. Javier Negro apuntó alguna idea relevante ara
nuestro debate de hoy: “Las comunidades religiosas deben ser significativas para
nosotros y para los demás”.
Esta ponencia pretende dar algunas ideas para una reflexión sobre
la relación de nuestra vida comunitaria y la misión evangelizadora que la
Iglesia nos ha confiado. La comunidad religiosa como alma de la misión.
Seminario de Vida Comunitaria
65
2. La comunidad: en el ADN de los escolapios.
La formación que recibió José de Calasanz fue la de un sacerdote
diocesano. En los primeros de “escuela en la parroquia de Santa Dorotea”
sigue viviendo el palacio de los Colonna pero al tener que pasar la escuela al palacio
Vestri, ve la necesidad de aglutinar a los colaboradores en un proyecto de vida común:
la “Congregación de las Escuelas Pías”1. En este momento, abandona su
residencia en el palacio de los Colonna y se traslada a vivir con algunos
de sus colaboradores. En septiembre de 1602 eras unos siete u ocho en la
naciente comunidad. Esta convivencia se va perfeccionando y asemejando
poco a poco a la vida comunitaria de los religiosos, pues a la residencia
y comida en común, dependencia más o menos general de un mismo
fondo económico, dedicación a una misma tarea, etc… se van añadiendo
otros detalles de actos comunes de piedad y devoción. Para esta naciente
comunidad, José de Calasanz escribió un reglamento muy detallado que
regulaba la vida personal de sus miembros y la del trabajo en la Escuela.
Calasanz entendió desde el principio de la fundación de las
Escuelas Pías, que un Proyecto Educativo es más consistente y estable si
los maestros viven juntos y comparten una misma vocación de entrega
generosa a los niños más pobres.
La convicción calasancia de vincular la “vida común” con la
“misión educativa” está en nuestro código genético fundacional. De hecho,
Calasanz fue dando pasos para organizar una Congregación y finalmente
una Orden Religiosa. En el horizonte Calasanz, no sólo pensaba en la
santidad de los religiosos sino también en la eficacia y la significatividad de
la misión educativa.
Calasanz adoptó en el modelo de vida religiosa de los “clérigos
regulares” orientados a una misión especializada y cuyo exponente máximo
eran los jesuitas. Quiso que la comunidad religiosa; además de ser un
espacio de vida y de oración, fuera un equipo de trabajo bien organizado
para que las escuelas funcionasen bien. Las cartas del santo están llenas
de indicaciones prácticas sobre la importancia de mantener la unidad y la
concordia en la comunidad como condición para el buen funcionamiento
de las escuelas.
1
GINER, S (1992). San José de Calasanz. Maestro y Fundador. Madrid. Pág 424
66
Ponencias
“estoy seguro que si se encuentran unidos conseguirán gran
aprovechamiento en los escolares y poco si no están unidos (EP 1444) “deseo
que tengan todos un solo corazón y una sola alma en el servicio de Dios” (EP
4028, 2ab42)
“Se suele gobernar mejor algunas veces con pocos que estén unidos,
que con muchos, de los que algunos estén desunidos. Deseo que, al menos una
vez por semana, en tiempo de recreo, tuvieran como una pequeña congregación
sobre las cosas de la Escuela y la manera de mejorarlas, escuchando el parecer
de todos, que muchas veces habla el Espíritu Santo por boca del que menos se
piensa”. (EP 132, 3 1 d22)
“El P. Ambrosio va para ayudar a esa casa, que tendría que ser
muy observante, pues habiendo muchos sacerdotes con quienes se debe hacer
congregación a menudo, tengo por cierto que el Espíritu Santo por medio de
alguien mostrará siempre su voluntad. Por lo tanto, todos unidos, (reunidos),
dispongan el trabajo que debe hacer cada uno, según su aptitud. Y luego, con
esta unión, atiendan todos primero al provecho de la propia alma y después al
servicio de la religión y de los alumnos pobres. Yo me alegrare muchísimo de
todo el bien de ustedes”. (EP 3198, 22n39)
La comunidad religiosa como el “motor” y “alma” de la escuela
ha sido el modelo que ha funcionado en la Escuela Pía desde su comienzo.
Hasta hace unos años, la mayoría del personal de las escuelas estaba
integrado por religiosos, desde el rector hasta el portero de la escuela.
No se abría un nuevo colegio si no se proveía el número suficiente de
religiosos para mantener el proyecto escolapio. Los laicos eran meros
“colaboradores” allá donde los religiosos no llegaban.
Es evidente que la Vida Consagrada ha tenido un protagonismo
decisivo en la misión de la Iglesia. Los religiosos han sido los protagonistas
de las misiones “ad gentes”, han estado en la frontera de la cultura abriendo
universidades y escuelas. Han sido una valiosa ayuda en el cuidado de los
pobres. En definitiva, han sido una gran fuerza al servicio de la Iglesia.
En el esquema eclesiológico anterior al Concilio, la Vida
Consagrada se entendía como un “camino mejor”; un lugar dónde vivir
en más radicalidad la vida cristiana. En este modelo piramidal, el sujeto de
Seminario de Vida Comunitaria
67
la misión era la jerarquía y los religiosos. Los laicos eran “usuarios” pasivos
de la acción de la Iglesia.
3. Una eclesiología de comunión
La Vida Consagrada y también nuestra Orden, ha vivido con gran
desconcierto los grandes cambios producidos en la sociedad y la Iglesia.
Muchos hermanos nuestros dejaron la Orden, otros están cansados, quizá
quemados, otros siguen buscando dentro un sentido a su vocación. Los
que seguimos creyendo en este estilo de vida, nos preguntamos cómo
podemos ser testimonio para que otros jóvenes sigan nuestros pasos. ¿es
que la Vida Consagrada está pasada de moda? ¿O es que no la sabemos
mostrar bien…?
En muchos lugares, la Vida Consagrada atraviesa una prueba
fuerte con un claro descenso vocacional; sin embargo, en otros, se observa
un esperanzador florecimiento. Si en algunas regiones de la tierra los Institutos
de vida consagrada parece que atraviesan un momento de dificultad, en otras prosperan
con sorprendente vigor, mostrando que la opción de total entrega a Dios en Cristo no
es incompatible con la cultura y la historia de cada pueblo.2 Es evidente que la
situación ha cambiado y no volverán, los tiempos pasados. La sociedad,
la Iglesia y por consiguiente, la Vida Religiosa está cambiando y buscando
nuevos modos de presencia, nuestros estilos para la misión y una mayor
significatividad evangélica.
El escenario desde el cuál entender la misión evangelizadora de
la Iglesia y de las Escuelas Pías es el acontecimiento de renovación que
supuso el Concilio Vaticano II del que se desprenden algunos principios en
el modo de entender la Iglesia y que afecta al tema de nuestra ponencia.3
Jesucristo está el centro de la Iglesia: Cristo es la luz de
los pueblos. Por ello, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo,
desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a
2
Juan Pablo II.(1996) Exhortación Apostólica VITA CONSECRATA. Nº 1.
CALERO, Antonio Mª. (2002). Un solo pueblo y un solo reino de Dios: comunión y
misión. En: La Misión Compartida. 31 Semana Nacional para los Institutos de Vida
Consagrada. Pub. Claretianas. Madrid.
3
68
Ponencias
toda criatura (cf.Mc16, 15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre
la faz de la Iglesia. Y porque la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o
sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo
el género humano4
EL Reino es el horizonte y la tarea prioritaria de la
Iglesia. El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues
nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva,
es decir, la llegada del reino de Dios prometido desde siglos en la Escritura:
«Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el reino de Dios» (Mc1,15; cf.
Mt 4,17). Ahora bien, este reino brilla ante los hombres en la palabra, en
las obras y en la presencia de Cristo.5
La comunidad eclesial es el Pueblo de Dios; una
Comunión.
El Bautismo es la consagración primera, fundamental y
decisiva del cristiano.
Estos cuatro elementos pueden plasmarse en dos ejes que
forman como las coordenadas en las que se inscriben todos los aspectos
del Misterio de la Iglesia: la Comunión y la Misión.
La realidad de la “comunión” debe mostrarse en cada cristiano
y cada agrupación de cristianos; en los ministerios, carismas y formas de
vida, en la existencia eclesial y en la misión, en las acciones vitales de la
iglesia y en las comunidades. Esta “comunión eclesial” brota de la unidad
de la fe, la esperanza y el amor cristianos sellados por el bautismo, se
refuerza en la Eucaristía y se rehace en el sacramento de la conversión que
reconcilia con Dios y con la Iglesia; se traduce socialmente en la colecta
de bienes para los necesitados. Esta comunión está sacramentalmente
presidida, visiblemente fundada, custodiada por los obispos, cuyo centro
de unidad es el obispo de Roma.
4
5
Lumen Gentium nº 1
Lumen Gentium nº 4
Seminario de Vida Comunitaria
69
La comunión en el único Pueblo de Dios está sustentada en un
triple presupuesto que, al mismo tiempo le da solidez y consistencia, es
principio de consecuencias importantes para la vida tanto del creyente
individual como de la comunidad eclesial.
• Presupuesto antropológico: El hombre un ser-para-la-comunión. El proceso de maduración humana consiste en el paso progresivo del “ser individuo” al “ser persona”, es decir, a ser un ser
en relación con los demás, desde dentro.
• Presupuesto teológico. La comunión del pueblo de Dios tiene su raíz y fundamento último en Dios-Trinidad. Más allá del
simple nivel humano, superando los aspectos meramente psicológicos o sociológicos, la comunión en el seno de la Iglesia tiene
su fuente en el misterio de la Trinidad: “El supremo modelo y
supremo principio de este misterio (la comunión eclesial) es, en
la trinidad de personas, la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en
el Espíritu Santo. (UR 2). El Espíritu Santo garantiza y conserva
en la Iglesia la verdadera unidad, fruto de su acción en la comunidad de los bautizados.
• Presupuesto eclesiológico. EL Concilio hace un planteamiento eclesiológico desde la comunión, poniendo el punto indiscutible de partida para la comunidad eclesial en el sacramento del
Bautismo como elemento común que nos iguala a todos en la
condición de miembros de la Iglesia. El Concilio no duda en afirmar que “si bien en la Iglesia no todos van por el mismo camino,
sin embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado
idéntica fe por la justicia de Dios (cf 2Pe 1,1) Pues la distinción
que el Señor estableció entre los sagrados ministros y el resto del
Pueblo de Dios lleva consigo la solidaridad, ya que los Pastores
70
Ponencias
y los demás fieles están vinculados entre sí por recíporca necesidad” (LG 32). De este planteamiento fundamental se deduce la
necesidad radical de que cada una de las vocaciones particulares
(laical, ministro ordenado, vida consagrada) esté al servicio de
las otras dos para el crecimiento del Cuerpo de Cristo, y para la
realización de su misión en el mundo.
Antonio Sicari en su libro “Los antiguos carismas en la Iglesia,
para un nuevo planteamiento”6 ha desarrollado una tesis sugestiva: ubicar
los carismas, entre ellos, los de la Vida Consagrada en el corazón y el centro
de la Iglesia, para que puedan ser vividos por todos los miembros del
pueblo de Dios. Ello responde a una renovada eclesiología de comunión
y misión, pero quiere realizar en el hoy eclesial lo que no se pudo hacer
en otros tiempos. Todavía somos deudores y quizá víctimas de una visión
eclesiológica piramidal en la que las diversas vocaciones y carismas en la
Iglesia se definen por cierta confrontación que acentúa las diferencias.
4. La “comunión eclesial”: alma de la misión
La comunión, verdadero don de Dios y tarea para la comunidad
seguidora de Cristo, tiene que desembocar necesariamente en el
compromiso compartido por todos sus miembros al llevar a cabo una
misión: construir el Reino de Dios ya aquí en la historia.
La comunión sin misión convertiría a la Iglesia en un inmenso
ghetto, confortable y cálido para sus miembros, pero absolutamente inútil
para las esperanzas de una humanidad que otea impaciente a que se revele
lo que es ser hijos de Dios. El compromiso de la misión constituye, pues,
la inequívoca garantía de la autenticidad de la comunión eclesial. Y a su
vez, una misión que no brotara de una comunión haría de la Iglesia una
especie de gran empresa multinacional, fría, sin alma, con un desmesurado
afán proselitista haciéndole competencia a otras religiones.
Toda la comunidad cristiana es el sujeto y alma de la misión; y dentro
de ella, la vida consagrada como signo visible con un acento carismático.
6
CASTELLANO, Jesús (2002). Replantear el carisma y los carismas de la vida
consagrada desde la misión compartida. En: La Misión Compartida. 31 Semana
Nacional para los Institutos de Vida Consagrada. Pub. Claretianas. Madrid.
Seminario de Vida Comunitaria
71
El Concilio Vaticano II ha hecho una contribución fundamental
a la revalorización la comunidad religiosa como “expresión de la
comunión eclesial”. Como fruto de este espíritu conciliar, apareció en
1994 el documento “La vida fraterna en comunidad” que aborda con gran
acierto la relevancia que tiene la comunidad en la Vida Religiosa.
La comunidad religiosa es manifestación palpable de la comunión
que funda la Iglesia, y, al mismo tiempo, profecía de la unidad a la que
tiende como a su meta última. «Expertos en comunión, los religiosos están
llamados a ser en la comunidad eclesial y en el mundo testigos y artífices de
aquel proyecto de comunión que está en el vértice de la historia del hombre
según de Dios.7
El sentido del apostolado, de la misión, es llevar a los hombres a la
unión con Dios y a la unidad entre sí mediante la caridad divina. La vida
fraterna en común, como expresión de la unión realizada por el amor de
Dios, además de constituir un testimonio esencial para la evangelización
tiene una gran importancia para la actividad apostólica y para su finalidad
última. De ahí la fuerza de signo e instrumento de la comunión fraterna
de la comunidad religiosa. La comunión fraterna está, en efecto, en el
principio y en el fin del apostolado.
La relación entre vida fraterna y actividad apostólica, particularmente
en los institutos dedicados a las obras de apostolado, no ha sido siempre clara y
ha provocado no raramente tensiones, tanto en cada una de las personas como
en la comunidad. Para alguno, «formar comunidad» es considerado como un
obstáculo para la misión, casi una pérdida de tiempo en cuestiones más bien
secundarias. Hay que recordar a todos que la comunión fraterna en cuanto
tal es ya apostolado; es decir, contribuye directamente a la evangelización. El
signo por excelencia, dejado por el Señor, es el de la fraternidad auténtica:
«En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a
los otros» (Jn 13,35).8
7
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida
Apostólica. (1994). La vida fraterna en comunidad nº 10
8
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida
Apostólica. (1994). La vida fraterna en comunidad nº 54
72
Ponencias
En este texto hay una afirmación clave: “la comunión fraterna
contribuye de modo decisivo a la evangelización”. Y al contrario: una
comunidad religiosa dividida, es un gran obstáculo para la credibilidad y la
eficacia de la misión.
5. Pistas para vivir una espiritualidad de comunión para la misión
Para que comunidad religiosa sea “el alma de la misión” ha de
vivir una fuerte espiritualidad de comunión y que la proyecte hacia la
misión. Jesús en la oración sacerdotal ruega por sus discípulos: “Padre, te
ruego por ellos, para que sean UNO, como tú y yo somos uno; así conocerá el mundo
que tú me has enviado…”(Jn 17,21). Jesús entiende que la credibilidad de la
misión pasa por la vivencia de la comunión de los discípulos.
En la carta con motivo del Jubileo del año 2000: “Novo Millenio
Ineunte”, El Papa Juan Pablo II propone a todos los cristianos, vivir una
“espiritualidad de comunión” como un camino necesario sin el cual,
de poco servirían los instrumentos externos de comunión. Todas nuestras
estructuras religiosas destinadas a construir “la comunión” se convertirían
en medios sin alma, máscaras de comunión. Este es el gran desafío que
tenemos ante el milenio que comienza.
El Papa propone cuatro pasos para hacer de la Iglesia una “casa
y escuela de comunión”. Podríamos aplicarla perfectamente a nuestras
comunidades religiosas.
1. Mirada del corazón al Misterio de la Trinidad que habita en nosotros y cuya luz
ha de ser reconocida también el rostro de los hermanos que están a nuestro lado.
2. Capacidad de sentir al hermano de fe para saber compartir sus alegrías y sus
sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una
verdadera y profunda amistad.
3. Capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como un don para mí.
4. Saber “dar espacio” al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros y
rechazando tentaciones egoístas que nos acechan y engendran competitividad, desconfianza y envidias.9
9
JUAN PABLO II (2000) Novo Millenio Inuente. Nº 43
Seminario de Vida Comunitaria
73
Sin una experiencia profunda de comunión con Dios que nos lleve
a un amor a los hermanos, difícilmente podremos construir la comunión
dentro de la comunidad.
Esta recomendación del Papa cobra un especial relieve en la Vida
Consagrada: “Las personas consagradas, en virtud de su vocación, sea el que sea el
carisma específico que las singulariza, están llamadas a ser expertas en comunión, a
fomentar lazos humanos y espirituales que propicien el intercambio de dones entre todos
los miembros del pueblo de Dios”.10
En los hechos de los apóstoles se concreta un poco más en qué
consiste la comunión en la comunidad: “Eran constantes en escuchar la
enseñanza de los apóstoles, y a participar en la vida común, en la fracción
del pan y las oraciones” (Act 2, 42). “Todos los creyentes vivían unidos
y lo poseían todo en común. Vendían sus bienes y las repartían según la
necesidad de cada uno” (Act 2, 44-45). Sin duda, este testimonio de unidad
y caridad fue el mejor reclamo para la incorporación de nuevos miembros
a la Iglesia: “el Señor iba incorporando a la comunidad a cuantos se iban
a salvar” (Act 2, 47)
Este texto apunta al modo cómo construir la unidad en la
comunidad cristiana:
• La “enseñanza de los apóstoles” es la garantía de la unidad doctrinal entre los cristianos. Ya en los primeros momentos de la iglesia se
produjeron divisiones por errores de interpretación y por divergencia
en los criterios. La autoridad apostólica; especialmente la de Pedro, se
consideró como salvaguarda de la unidad eclesial.
• Era “constantes en la fracción del pan y las oraciones”. La comunidad
cristiana es una Obra de Dios; no una mera construcción humana. La
comunidad se edifica en la escucha de la Palabra de Dios, en la oración
y sobre todo, en la celebración comunitaria de la Eucaristía.
• Los creyentes “poseían todo en común” y atendían a los más pobres. En
la comunidad cristiana, no sólo se vive la comunión espiritual; también
la material. Se ayuda especialmente a los que más necesidad tienen.
Al hilo de este texto, propondré algunas pistas que nos ayuden a
10
Las personas consagradas y su misión en la Escuela nº 17
74
Ponencias
tomar conciencia de la importancia que tiene construir la comunión en la
Escuela Pía como la garantía de la misión.
5.1. Unidos a Jesús desde los “consejos evangélicos”
En el origen de todo está la experiencia de encuentro salvífico con
Jesús que acoge, perdona y da horizonte de plenitud a la existencia. Desde
este encuentro personal, el Señor Jesús llama y convoca a los discípulos
a formar la comunidad. Los religiosos vivimos el seguimiento de Cristo
en pobreza, castidad y obediencia. Profesando estos “votos”, queremos
seguir a Jesús más de cerca con la inestimable ayuda de la comunidad.
La Vida Consagrada pertenece de derecho y de hecho a la
dimensión carismática de la Iglesia. Los carismas son un don que Dios ha
dado en orden a la comunión de la Iglesia.
Dios nos ha entregado a los escolapios un carisma de tipo
apostólico. Ello quiere decir que la calidad de la vida consagrada: votos,
vida oración y comunidad está en función de la misión de la educación
cristiana de la juventud. Vivir nuestra identidad como religiosos desde la
espiritualidad de la comunión. Podemos hacer una lectura de los votos
desde la perspectiva de la comunión para la misión
La castidad nos lleva a “amar a todos los hombres con singular
caridad” (C 53), gozamos en Cristo de una paternidad más dilatada y
damos testimonio más luminoso de la excelencia del Reino y de sus bienes.
(C 54). Este don de la castidad es muy valioso para la misión entre los
niños pues “arrastra los corazones de los niños hacia Dios, los corrobora en el amor
a la pureza e impulsa a todos a un amor sincero y a una entrega generosa a los demás”(
C 56). Para cuidar este don, es necesaria una clara referencia comunitaria:
“Nuestra castidad crece segura cuando, unidos en amor fraterno, oramos y trabajamos
con entusiasmo y la vida consagrada se desenvuelve en un ambiente comunitario alegre”.
(C 59)
Con el voto de pobreza “damos testimonio de haber puesto en sólo Dios
nuestra confianza y de anteponer su Reino a todos los bienes de este mundo, para
consagrarnos totalmente al servicio de los hombres” (C 63) Conlleva “compartir
de verdad nuestros bienes con los necesitados” (C 65), vivir en total austeridad de
vida, en el sometimiento a la ley común del trabajo, en el uso equitativo y moderado
de los bienes, en el cuidado de las cosas comunes (C 66) Este espíritu de pobreza
Seminario de Vida Comunitaria
75
se manifiesta en la entrega a la misión apostólica: “Animados de este mismo
espíritu no dudamos en poner con alegría, al servicio de los demás, nuestros bienes de
naturaleza y gracia, nuestra capacidad de trabajo y nuestro tiempo mismo” (C 66),
compartiendo los bienes, practicando la hospitalidad, administrando bien
la escuela, abriendo nuestras instituciones a los pobres y trabajando por la
justicia social,
San José de Calasanz decía que la pobreza es la más firme defensa
de la Orden. El espíritu de pobreza en una comunidad es la garantía de
credibilidad para la misión. Nos hacemos niños con los niños y pobres
con los pobres.
Nuestra obediencia está al servicio de la Iglesia y por tanto; nos
ponemos a disposición de los Superiores conforme a las Constituciones
(C 76). Se manifiesta son sólo en el deseo de los superiores, sino de la
comunidad religiosa. El sentido de obediencia nos lleva a promover la
“unidad de criterios y la colaboración en el trabajo. Así podemos dedicarnos más
eficazmente al servicio de Dios y al provecho del prójimo” (C 78)
Especial relevancia tiene en las Constituciones el papel del
Superior, quien” tiene el cuidado pastoral de los hermanos como principal y genuino
cometido” (C 84)
La vivencia de los votos cobra sentido pleno en el marco de una
comunidad y vividos con honestidad y radicalidad, son una gran ayuda
para la eficacia de nuestra misión educativa.
¿Cómo podemos orientar nuestra comunidad para que sea
una ayuda decisiva en la vivencia de nuestros votos? Les hago algunas
propuestas que nacen de las mismas Constituciones.
• Hacer de la comunidad un lugar de descanso, de comunicación y de
trabajo en equipo.
• Hacer de la comunidad un lugar de acogida, de referencia de vida escolapia en la Obra.
• Que la casa religiosa muestre un aspecto austero en consonancia con la
Obra en la que está.
• Tener un sentido de corresponsabilidad en las tareas asignadas en la
misión.
• Trabajar con un sentido de proyecto en la Obra con unidad de criterios
y colaboración en el trabajo
76
Ponencias
• Reconocer el liderazgo carismático que tiene el Superior en la presencia
escolapia.
• Compartir el carisma con los laicos que trabajan en la Obra.
5.2. Unidos en la fe apostólica. Fidelidad a la herencia carismática.
La primera comunidad cristiana era constante en escuchar la
enseñanza de los apóstoles. La Escuela Pía, acoge la rica Tradición de la
Iglesia y junto a ella, la propia recibida del Fundador. Las Constituciones
nos recuerdan que “las Escuelas Pías son obra de Dios y del afortunado
atrevimiento y tesonera paciencia de San José de Calasanz. Porque él, bajo
el soplo del Espíritu” (Constituciones 1). “Hemos recibido un carisma que
viene de Dios, una historia, una espiritualidad y una pedagogía propias, personas en
comunión, escuelas e instituciones específicas, que nos permiten hacer presentes a Jesús
Maestro y la Maternidad de su Iglesia a los pequeños”.11
Los escolapios tenemos un gran patrimonio carismático que
debemos conocer y actualizarlo a la realidad en la que vivimos. Esta
herencia se ha ido explicitando en nuestros Documentos constitutivos,
en las disposiciones de los Capítulos y en las disposiciones del gobierno
ordinario de la Orden.
Tradicionalmente, nuestra Orden ha sido una “Federación de
Provincias” con el marco común de las Constituciones y las Reglas; pero
sin unas líneas comunes. Las Congregaciones Generales posteriores al
Concilio han ido generando mecanismos globales de Orden, pero con un
paso lento debido a las inercias del pasado.
Para dar credibilidad y eficacia a nuestra misión, hemos de
avanzar en los mecanismos de comunión como Orden Religiosa a través
del liderazgo de la Congregación General y el trabajo de las diferentes
Comisiones.
Les recuerdo algo que nos sucedió a la antigua Provincia de
Valencia. Durante muchos años, vivimos un serio conflicto interno por
el modo de entender la comunidad, la misión, el estilo pedagógico, la
participación de los laicos, la formación inicial y otros temas importantes.
11
CREDO ESCOLAPIO. XLIV Capítulo General de las Escuelas Pías 1997
Seminario de Vida Comunitaria
77
Desde que entré al noviciado ya se percibía diferentes sensibilidades y con
el paso del tiempo, se fueron agravando. Este conflicto de los religiosos
fue pasando a los profesores y a los alumnos debilitando nuestro trabajo
en las escuelas.
Aunque tenemos una buena estructura jurídica, cada Provincia
ha tenido sus propios dinamismos internos: su modo propio de hacer
pastoral, de seleccionar a sus maestros, de entender la comunidad religiosa,
de diseñar su formación inicial. En realidad, hemos sido una especie
de “Federación Escolapia” donde cada Provincia ha seguido su propio
estilo.
Este conflicto de Valencia se solucionó gracias a la intervención
del Capítulo General del 2009. Se entendió claramente que no era sólo un
tema local de Valencia, sino que afectaba a toda la Orden. Aquí hemos
sentido que las Escuela Pía como Orden está muy clara en su interpretación
actual del carisma y decidió actuar en consecuencia. El P. General es el
garante de la unidad carismática de todos.
Por ello, debemos reforzar los mecanismos de comunión global.
Con una unidad de criterios somos más fuertes y por tanto, más creíble
nuestra misión. Están consolidándose algunas buenas iniciativas que nacen
de un proyecto global.
• El consenso obtenido en los “elementos de identidad calasancia” de
nuestras Obras. Nuestras obras son muy diversas; pero apuntamos a
que todas tengan un estilo parecido sin llegar a la uniformidad.
• El proyecto reciente de la creación de la Fraternidad General de las
Escuelas Pías. Es impresionante ver cómo en pocos años, se van añadiendo más países a este proyecto común.
• El “Movimiento Calasanz” como una plataforma que pretende llevar
procesos pastorales a los niños y jóvenes de nuestras presencias.
• Las experiencias de “formación permanente” con escolapios de diferentes demarcaciones.
• Los intercambios de escolapios de unas provincias a otras por necesidades de la misión.
• El observatorio de la juventud auspiciado por la Universidad Cristóbal
Colón como un ámbito de reflexión y análisis sobre la realidad de los
niños y jóvenes.
78
Ponencias
Esta es una buena noticia. Vamos funcionando como Comunidad
General. Nos sentimos orgullosos de pertenecer a una familia religiosa
que está viva y que tiene todavía mucho que proponer. Aunque estamos
envueltos en mucha fragilidad de personas y nuestras comunidades son
muy frágiles, vivimos un buen momento de comunión global que debemos
valorar mucho.
5.3. Unidos en la oración y la liturgia
Calasanz escribe al P. Querubini con respecto a un proyecto de
reforma de las habitaciones de la comunidad de Nápoles: “En cuanto a las
obras, tengo mucho interés en que se sigan adelante, a fin de que cada uno de los nuestros
tenga la comodidad de poder retirarse a su habitación y hacer un poco de oración a solas
con Dios, porque el religioso que no tiene oración es como un cuerpo sin alma”.
El cuidado de la vida espiritual a través de la práctica de la oración
y los sacramentos es un elemento esencial para mantener la comunión y
recibir fuerzas para la misión: “Con auténtico espíritu de oración y la práctica
asidua de la misma, nuestra vida y apostolado en la Iglesia tienen esta finalidad: que,
unidos en comunión, alabemos a Dios”. (Const nº 40). Participamos diariamente en
la mesa del Señor y, a ejemplo de los primeros cristianos, perseveramos en la Palabra de
Dios y en la Fracción del Pan, en las que la comunidad se edifica en la fraternidad. La
celebración comunitaria de la Eucaristía será su signo más genuino.(nº 46)
En muchas de nuestras comunidades religiosas, la urgencia y
la complejidad de la misión en la escuela nos lleva a descuidar la vida
espiritual, tanto en el ámbito personal como en el comunitario.
Cuando un religioso descuida la oración comunitaria comienza
a perder las referencias. Pierde la razón por la que vive en comunidad,
profesa los votos y se entrega a la misión. Debemos de estar muy atentos
a los hermanos que les cuesta ir a la oración. Pudiera ser el primer signo
de una crisis vocacional.
Las indicaciones para cuidar esta dimensión ya las sabemos todos
y están contenidas en nuestras reglas comunes. Solo hace falta tomarlas en
serio y cumplirlas.
Seminario de Vida Comunitaria
79
5.4. Unidos en la caridad. Más “gestos” que palabras.
En estos primeros días de pontificado del Papa Francisco hemos
podido ver la fuerza testimonial que tienen los gestos. Todo el mundo está
pendiente del Papa y cualquier movimiento que hace tiene un profundo
significado. El nombre que ha elegido ya indica un estilo diferente de
gobernar, la decisión de vestir de modo sencillo, el deseo de que no se
organicen viajes para la celebración de su inicio de pontificado, el beso que
le dio a la presidenta de Argentina. Es el papa de los gestos…
Una comunidad religiosa escolapia también está en una atalaya, a
la vista de todos. Aunque no queramos, la gente que está a nuestro cuidado
pastoral mira lo que decimos; pero sobre todo, lo que hacemos. Somos
una referencia.
Por ello, nuestros gestos externos han de ser la expresión de un
estilo de vida diferente. Hemos de ser una “puerta abierta” al misterio de
Dios. Nos cuenta la Madre Teresa de Calcuta que estado cuidando a un
moribundo le preguntó si creía en Dios. Éste le dijo que había vivido tan
míseramente que no había tenido religión alguna pero añadió: “Nunca me
han hablado de Dios; pero estoy seguro que debe parecerse a usted”. El amor
tierno y sencillo de la Madre Teresa acercó a Dios a este pobre hombre.
Ya lo decía el Señor Jesús: Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está
en los cielos (Mt 5, 16).
Hay gestos que podemos hacer como comunidad escolapia que
nos acercan a la gente y dan más fuerza a nuestra misión. Son gestos que
expresan nuestro deseo de comunión con Dios, en la comunidad y con la
gente. Me permito apuntar algunos de ellos, sabiendo que la lista puede ser
mucho más completa.
• Tratar a los colaboradores laicos con afecto y cercanía como hermanos
en el Señor. Interesarse por sus problemas familiares, alegrarse con sus
alegrías y acompañarles en sus sufrimientos.
• Abrir nuestra casa para que alumnos, profesores y colaboradores compartan con nosotros la comida, la oración, algún evento importante.
• A veces, los laicos nos invitan a comidas, paseos y encuentros. La propuesta es muy tentadora, pero puede ser peligrosa porque nos quita
80
Ponencias
tiempo para estar con nuestros hermanos. Hemos de transmitir a los
laicos amigos la idea de que “estar en la comunidad” es muy importante para nosotros. Si valoran nuestra vocación, lo entenderán bien y será
un buen testimonio.
• Nuestro ministerio entre los jóvenes requiere que tengamos una actitud
de disponibilidad cuando nos piden un momento de diálogo, participar
en una actividad.
• Aunque haya hermanos de comunidad que tengan poca presencia en la
misión del colegio; hemos de informarles de lo que hacemos para que
nos sintamos apoyados por ellos y puedan rezar por la misión.
• Debemos conocer e interesarnos por las familias de nuestros hermanos
de comunidad. Sus alegrías y sufrimientos también son los nuestros.
5.5. Visibilizar la comunión: “vosotros sois la luz del mundo”
La Iglesia es sacramento de salvación para el mundo. La comunidad
religiosa es un signo visible de los valores del reino. El estilo de vida de los
religiosos anticipa la Jerusalén del cielo. Sabemos que la comunidad religiosa
esté formada por pecadores; sin embargo, está llamada a proyectar unos
valores que sólo son posibles desde una experiencia profunda de Dios.
En muchos lugares de nuestra Orden hay una comunidad con
religiosos muy trabajadores y carismáticos. Cada uno tiene su ámbito de
trabajo. Uno es el director, otro el coordinador de pastoral, el otro es el
párroco... Hay una especie de “acuerdo tácito” por el cual un escolapio no
se inmiscuye en el ámbito del otro hermano. Cada uno tiene su parcela
particular donde se realiza y cumple su misión. La imagen que damos es
de un equipo de solteros que vivimos bajo un mismo techo, pero no con
un mismo proyecto.
Cuando se da esta sectorialización del trabajo educativo y pastoral;
cada escolapio tiene su propio “equipo de laicos” o “club de fans”. A
veces, hemos sido los propios religiosos los que hemos dividido con
nuestros “personalismos” a los equipos de educadores, de monitores y
hasta las familias.
A la gente que viene a nuestras instituciones le gusta vernos juntos
compartiendo la liturgia, la vida, la oración y el trabajo. Cuando hemos
tenido la profesión religiosa o la ordenación de un escolapio, nos han visto
Seminario de Vida Comunitaria
81
juntos compartiendo la liturgia. Esos momentos representan una gran
ayuda para la comunidad cristiana pues estamos diciéndoles que “somos
una comunidad”.
6. Nuevos horizontes de fraternidad
Urge tejer relaciones entre todos los miembros de la Iglesia para
que podamos ofrecernos al mundo como una auténtica comunidad de
comunidades en la que este patente el mandato de Jesús: “Amaos como
yo os he amado”. Este amor fraterno es el distintivo de la comunidad
cristiana desde los orígenes: “Mirad cómo se aman” era su principal
atractivo.
La vida religiosa hoy tiene que hacer suya esta necesidad si quiere
construir según el mandato del Señor. No basta el empeño con vivir la
comunidad en el seno de la propia Congregación, aunque sea una tarea
urgente. Hay que abrirse a nuevos horizontes como son “compartir el
carisma con los laicos” y las “relaciones intercongregacionales”.
6.1. Más allá de la comunidad local.
La comunidad local “se constituye para expresar la naturaleza íntima de
la vocación religiosa y prestar su servicio a la Iglesia, de acuerdo con el carisma propio y
con medios adecuados. Diariamente se robustece y perfecciona con la fidelidad y entrega
generosa de sus miembros en el ejercicio del ministerio” (C 157).
Según las Constituciones, la primera referencia comunitaria de
los religiosos es la comunidad local, en un segundo nivel, la Comunidad
Provincial y por último; la General.
En muchas de nuestras presencias escolapias, el vínculo entre
Comunidad Local y Obra es muy débil. Por ello, se está reforzando
cada vez más la Comunidad Provincial y la General como sujeto del la
misión. Cuando un colegio no tiene Comunidad Local, se cede el paso a
la Comunidad Provincial, que asegura con sus mecanismos su identidad
calasancia. Asimismo, la Comunidad General garantiza la unidad de la
misión.
Cada vez es más frecuente abrir comunidades cuyos miembros
trabajan en varios lugares. Con estas iniciativas se pretende salvaguardar
82
Ponencias
espacios comunitarios cálidos y de referencia espiritual para los religiosos
sin que la Institución ahogue la calidad de vida comunitaria.
Donde es posible, La Comunidad Demarcacional se está
convirtiendo en una referencia comunitaria tan fuerte como la Comunidad
Local. Es un tema en el que hay que seguir profundizando.
6.2. La comunidad cristiana escolapia.
La Comunidad cristiana escolapia es el conjunto de cristianos
que viven su fe vinculados a una obra o presencia escolapia, siendo ésta su
referencia de fe inmediata. En esta comunidad se encuentran los religiosos
escolapios y los miembros de la Fraternidad de las Escuelas Pías, así como
otros cristianos vinculados a nuestras presencias u obras (DL55.b).
La “comunidad cristiana escolapia” está constituida por todos
fieles (niños, jóvenes ya adultos) que han decidido vivir su fe en una
presencia escolapia. El núcleo de esta comunidad es la vivencia de la
Eucaristía dominical. Puede organizarse en grupos y promover ministerios
específicos. La comunidad religiosa está en el centro de esta comunidad y
la anima con su disponibilidad y su testimonio de radicalidad evangélica.
El verdadero sujeto de la misión en un colegio es toda la
Comunidad Cristiana. Ya el P. Ángel Ruiz apuntaba esta idea a comienzos
de los años ochenta en el documento sobre las “Comunidades Eclesiales
Calasancias”. La comunidad está formada por personas concretas que han
vividos procesos de formación y que la Escuela Pía les ha reconocido
un carisma. Cuando esto es así, la Comunidad –incluidos los religiosospueden liderar la misión evangelizadora en un colegio.
Una comunidad religiosa escolapia se enriquece cuando se integra
activamente en el dinamismo de una comunidad cristiana más amplia.
Cuando los religiosos comparten la fe y la misión con otros hermanos
laicos que viven el mismo carisma, descubren su genuina identidad de
consagrados. Los religiosos estamos en el corazón de la Iglesia para ser
fermento de radicalidad evangélica.
6.3. Relaciones intercongregacionales
Ya hace tiempo que hemos superado compartimentos estancos
entre las distintas congregaciones que en otro tiempo, estábamos al
Seminario de Vida Comunitaria
83
margen o en competencia. Cada vez es mayor el acercamiento entre
nosotros y se hace más urgente la necesidad de entrar en una comunión
más honda, de reflexionar, de discernir en común, de buscar luz para las
nuevas situaciones. También es hora de proyectar y de construir en común
para bien de la Iglesia.
Nos necesitamos para dar mayor nitidez al cuerpo de Cristo. Hace
unas semanas conocí en Haití a dos religiosas que estaban comprometidas
en una misión entre los campos de refugiados del terremoto. Me contaron
la preciosa experiencia de comunión intrecongregacional cuando se trataba
de responder con a una necesidad tan urgente como lo fue el terremoto
en Puerto Príncipe.
7. Algunas pistas para que la comunidad sea “alma” de la misión.
Para redactar este último apartado, me serví de las aportaciones
de algunos hermanos escolapios laicos que conocen bien nuestra vida. Es
interesante ver cómo nos perciben, pero sobre todo, cómo les gustaría que
viviéramos nuestra consagración religiosa en comunidad:
Cuidar la dinámica propia de la comunidad religiosa de modo
que sea un espacio de vida, oración y trabajo compartido. La comunidad
debe salvar un tiempo para compartir la oración, para convivir con los
hermanos y para pensar juntos la misión entre los muchachos.
Una comunidad religiosa que transmite fraternidad es sin duda
la base de una misión con alma escolapia. Y si además es acogedora con
los laicos, multiplicará esa vida y misión en beneficio de los “usuarios”. Se
deben cuidar las reuniones de comunidad para que todos sus miembros
estén al día de la misión y puedan aportar su opinión y modo de hacer.
No basta con aprobar y “dejar hacer”; eso no es “poner el alma” en la
misión.
La comunidad debe cuidar su propia alma: los momentos de
oración, de reflexión o retiros comunitarios, cuidando como necesarios
para la vida y la misión, los momentos comunes, las salidas...
La comunidad debe ante todo ser coherente entre lo que predica
y lo que hace, de tal forma que al anunciar las enseñanzas de Calasanz y su
filosofía no solo sea un discurso bien preparado sino que con las acciones
se demuestre el verdadero sentido de ser de los Escolapios.
84
Ponencias
Compartir la misión como propia de la comunidad en conjunto
y de cada uno de los miembros de la comunidad. No se quiere lo que no
se conoce y en muchos casos los miembros de las comunidades conocen
muy de lejos la misión. No se puede asumir que por razón de edad, de
sensibilidades o de “mucho trabajo”, no les interesa o no es “su problema”.
Además, las aportaciones de los hermanos de comunidad pueden ayudar a
enfocar mejor el sentido de la misión.
Trabajar en equipo. De este modo se garantiza la estabilidad
y la unidad en un proyecto educativo y pastoral a lo largo del tiempo.
Los proyectos lo hacen las personas, pero tienen carácter institucional y
permanecen independientemente de las personas que estén al frente. La
Orden está promoviendo que cada presencia escolapia tenga su propio
Proyecto Institucional. Hay que evitar el “francotiradorismo” en la misión
en la que cada uno se encarga de una parcela sin compartirla con el resto.
Todo es responsabilidad de todos y de cada uno aunque cada religioso
tenga su función específica.
Vivir los votos en clave comunitaria. A través de la obediencia
estamos más disponibles para el servicio donde los superiores nos envíen,
la pobreza nos invita a llevar una vida austera y a compartir nuestros bienes
y la castidad, a amar con un corazón indiviso a todos. Este tema lo hemos
tratado más ampliamente en otro apartado, pero tiene gran relevancia para
la construcción de la comunidad apostólica.
Ser fermento de unidad en la comunidad educativa de la Escuela.
Un aspecto importante que le da sentido a la obra escolapia es que los
religiosos se acerquen a la comunidad educativa en general. El interesarse
por los docentes, personal de apoyo, estudiantes y padres de familia hace la
diferencia en comparación a otros centros que se dedican exclusivamente a
formar en conocimientos científicos y que descuidan la parte humana. Los
laicos nos piden que estemos a las necesidades sus necesidades personales
y espirituales, que dediquemos tiempo para atender a una familia, confesar
a un feligrés, visitar a un enfermo y compartir una fiesta de barrio. En
definitiva, que tengamos tiempo para estar con ellos transmitiendo lo que
somos.
Las personas consagradas, en razón de la experiencia de vida comunitaria de
que son portadoras, se encuentran en las condiciones más favorables para colaborar en
Seminario de Vida Comunitaria
85
conseguir que el proyecto educativo de la institución escolar promueva la creación de una
verdadera comunidad. En especial, proponen un modelo de convivencia alternativo al
de una sociedad masificada o individualista. Concretamente las personas consagradas
se comprometen, junto con los colegas laicos, a que la escuela se estructure como lugar
de encuentro, de escucha, de comunicación, donde los alumnos y alumnas perciban los
valores de forma vital.1(nº 46)
Integrarse como comunidad religiosa en la dinámica de la
comunidad cristiana. La vida religiosa es un don de la Iglesia y es en ella,
que debe desarrollarse. Más aún, se enriquece compartiendo con otros
carismas y estados de vida. La comunidad religiosa es más significativa
si está bien ubicada e inserta en el dinamismo de la comunidad cristiana
calasancia y en la Iglesia Local.
Generar identidad carismática. Una de las tareas más importantes
que debemos hacer los escolapios en este momento es transmitir la “herencia
carismática” que hemos recibido. Ello supone que tomemos buenas
decisiones de tipo estratégico que a mi modo de ver son: Cuidar con mucho
esmero la pastoral vocacional y la formación inicial, acompañar procesos
de formación de laicos en las diversas modalidades de participación en la
carisma y por último, capacitar a los religiosos escolapios para que pueden
animar todos estos procesos. En este momento, la organización de las
comunidades en una Provincia ha de estar en función de estas opciones.
Estamos llamados a ser “maestros de espiritualidad” y una referencia para
toda la comunidad cristiana. Hay que “sembrar el carisma” y cuidar su
desarrollo. ¿Quién puede imaginar los frutos que este trabajo puede dar
para el futuro del carisma?
Compartir la misión con los laicos. La misión tiene tantas
exigencias que tenemos que llevarla junto con los laicos. En este momento
y pensando en mi Provincia de Centroamérica y Caribe, creo que los
religiosos debemos estar en lugares estratégicos para dar “el alma” a la
misión. Debemos estar en la pastoral, en los procesos de formación de
profesores y colaboradores, acompañando la fe de los colaboradores y
por supuesto, en la titularidad de la Obra. Creo que no debemos aspirar a
1
Las personas consagradas y su misión en la Escuela nº 46
86
Ponencias
los cargos de gestión administrativa y académica y todos los que los laicos
pueden hacer con buenas competencias.
Vincularse en la dinámica de Provincia y de Orden. Nuestras
escuelas tienen una “marca de identidad” y la gente espera de nosotros
un cierto estilo escolapio. Ello implica que tengamos que trabajar en red
para que nuestras escuelas se parezcan. Nuestra Orden ya ha tiene un buen
camino hecho en este sentido con la aprobación del documento sobre
“Identidad Calasancia”. Juntos somos más fuertes.
Abrirse a nuevos modos de presencia escolapia: Los desafíos
de la misión; especialmente en nuevos países, genera mucho dinamismo e
ilusión en una familia religiosa. Algunas iniciativas de educación popular
y de trabajo por los niños más pobres, se perciben como una nueva
posibilidad de actualizar el carisma de Calasanz. El que los escolapios
nos abramos a nuevas posibilidades de misión, puede dinamizar mucho
nuestras comunidades. Además, son signo de radicalidad evangélica que
ejerce una poderosa fuerza de atracción vocacional para los jóvenes.
Actitudes que generan Comunión en una comunidad religiosa.
«Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a sí
mismo.» (Sócrates)
Aquel que desee mejorar la calidad de su vida comunitaria, debe
comenzar con un cambio personal de actitudes con respecto a ella. Les
indico algunas. Ojalá nos sirvan para hacer ese “examen de conciencia”
que tanto necesitamos para construir comunidades más fraternas.
Siéntete responsable de tu comunidad, de todos y cada uno de los miembros
y sirve; pues en la comunidad religiosa todos estamos para servir. Sirve aunque tus
compañeros de comunidad no te lo reconozcan.
Respeta a las personas, aunque éstas tengan sus deficiencias, sin intentar
jamás manipularlas para tus fines personales o institucionales. El respeto sincero
y profundo hacia la persona de los otros miembros de la comunidad es una actitud
fundamental de cara al proceso de crecimiento y maduración de la misma.
Acepta a los miembros de la comunidad como son, sin intentar que sean
como te gustaría que fuesen. Todos tienen derecho como tú, a ser ellos mismos, a ser
“diferentes”. Y tienen, a su pesar, deficiencias como tú, de las que no es fácil desprenderse.
Seminario de Vida Comunitaria
87
No olvides que tenemos frecuentemente la tentación de hacer a los otros “a nuestra
imagen y semejanza” o a la medida de mi ideal personal.
Alaba con naturalidad las cualidades de tus hermanos de comunidad y
celebra sus aciertos y éxitos, tanto en su presencia como en su ausencia. Haz de esa
alabanza y celebración objeto de oración gozosa ante Dios Padre a todos los miembros
del grupo. Esta actitud positiva da cohesión a la comunidad y la fortalece notablemente.
Es contrario a esta actitud competir, envidiar, sobresalir, dominar.
Cultiva la educación en las relaciones comunitarias con sencillez y
naturalidad. Pide las cosas por favor, no con imperativos. Si haces algo mal, solicita
perdón y rectifica en lo posible. Agradece a los demás sus pequeñas o grandes atenciones
contigo o con la comunidad y trata tú de tenerlas mayores con todos.
Acoge, estimula, ayuda, sonríe, defiende, aplaude, alienta, gratifica…
a los miembros de tu comunidad. Esto influye siempre positivamente en la convivencia, en
el trabajo común y fortalece los vínculos internos de la comunidad religiosa. Y no olvides
que la corrección fraterna nunca debe brotar como un desahogo o como una reacción
de la cólera o de la molestia personal. Ésta únicamente tiene sentido como expresión de
amor al otro y debe hacerse en un ambiente de confianza y de paz interior.
Sé tú mismo transparente, veraz, auténtico, consecuente… No te permitas
la doblez, la falsedad, la mentira, las máscaras, la doble cara, los dobles mensajes en
la comunicación… La convivencia verdaderamente humana – y más la propia de una
comunidad religiosa – se edifica sólo por y sobre la verdad y desde la sinceridad.
Vive las alegrías y tristezas del grupo y de sus miembros como tuyas. Haz
tuyos sus problemas y preocupaciones. Gózate de los triunfos de la comunidad y de sus
integrantes como de los tuyos. Todas las personas son sensibles a esta instructiva actitud
de solidaridad.
Procura amar y servir a fondo perdido, sin pasar facturas, ni cobrar
comisiones, sin exigir respuestas, lejos de una actitud mercantilista. Si algo no puede
nunca ser objeto de negocio es la amistad, el servicio, el amor. Ama lealmente; el amor
leal es el que se ofrece en libertad a alguien, aun a sabiendas de la posibilidad, incluso
certeza, de no ser correspondido. Nunca te coloques en el centro de tu comunidad. Éste
no es el sitio del que sirve.
Acepta y ama a las personas de tu comunidad por ellas mismas, nunca
por el provecho que puedan reportarte. Interesarse continuamente y con sinceridad por
los miembros de la comunidad, aunque en ocasiones no se interesen por ti o tus cosas,
88
Ponencias
hace provechosa y alegre la convivencia y vivifica al grupo; y desde luego es una actitud
que construye comunidad.
Esfuérzate en comprender, perdonar y olvidar los roces, malentendidos
y conflictos que se producen en el grupo; es normal que existan. Lo peor es guardarlos
dentro, “rumiarlos”, darles vueltas, aumentar su importancia…: esto sí que es funesto
para la comunidad y para ti. La incomprensión secan las fuentes del dinamismo y de
la alegría comunitaria. El diálogo sobre los roces sana, aunque a veces duela. Y el
perdón es el único que sana las heridas.
Sin un sentido del humor que nos impida tomar demasiado en serio
nuestras pequeñeces, no seremos capaces de crear comunidades sanas que signifiquen un
aporte a la fraternidad en nuestra Iglesia y sociedad.
Vive unido a tu comunidad desde dentro, desde el corazón y no desde
la epidermis de un mismo lugar, una misma tarea, unas normas comunes, una simple
convivencia, unos mismos superiores, unos mismos documentos.
Si ves muchos defectos en tu hermano de comunidad, pregúntate cuánto le
quieres porque sólo los que aman son los que llegan a ver lo positivo que hay en todas
las personas.
Expresa tu fe en la comunidad con naturalidad, sencillez y espontaneidad.
Ora y ayuda a que rece la comunidad. Una comunidad que no ora se banaliza y pierde
identidad.
Trabaja para que tu comunidad no sea un grupo cerrado si no
que abierto para los demás, ni un grupo narcisista, sin conexión con otras
comunidades y grupos cristianos. Cultiva la apertura, la universalidad
y colabora para que la comunidad se esfuerce por vivir con estilo
verdaderamente eclesial y se inserte entre los hombres para servirles el
Reino de Jesús.
Arrima el hombro a las cargas de los otros. Toda carga
compartida siempre es más llevadera. No te dejes llevar por la envidia y la
ruindad de corazón en el trato con los hermanos. Ni te jactes ni te engrías.
No seas grosero ni busques lo tuyo. No te exasperes, ni lleves cuentas del
mal. Disculpa siempre. El amor no falla nunca (1 Cor.13,4-8).
Seminario de Vida Comunitaria
89
COMUNICACIONES
VALORES FUNDAMENTALES QUE DEBEMOS INTENTAR
POTENCIAR EN NUESTRA VIDA COMUNITARIA
Juan RUIZ
Desde el Evangelio, la Comunidad es el lugar para vivir como
discípulos, para educarnos y entender a Jesús, donde vivir y practicar lo
que un día será realidad para todos.
La vida religiosa y Calasanz, la unen íntimamente a la Misión: en
la comunidad nos hacemos más eficaces para el trabajo, pero en ella nos
encontramos sobre todo con Jesús
Este momento de la historia, de nuestra Orden, es una
oportunidad para revitalizar, renovar y hacer mejor lo que siempre nos
hemos propuesto: el ser, la vida, y la misión; la comunidad entronca con
todas estas dimensiones de nuestro ser escolapio.
También en este tiempo nos hemos ido descubriendo como
“generadores de comunidad”; va naciendo alrededor de nuestra vida una
vida eclesial, comunitaria, que surge con las señales más propias de nuestra
vida, de nuestro carisma, de nuestra misión; y nos reclama que le aportemos
la sabiduría comunitaria, para compartirla juntos: es la Fraternidad escolapia.
Han crecido como cristianos con nosotros, en nuestros procesos, ( en
las escuelas, parroquias o centros pastorales ) y quieren ser Iglesia con
nosotros, vivir en comunidad junto a nosotros.
También, desde siempre, en torno a lo escolar, colegial, hemos
hablado de “comunidad educativa”, porque compartíamos el trabajo,
pero hemos intuido, siempre, algo más; y ese “más” depende de lo que
nosotros seamos capaces de vivir y dar a quienes colaboran o reciben
nuestra misión
Qué está en nuestras posibilidades; qué oportunidades debemos
subrayar; qué tenemos que revitalizar, si es que se ha dejado debilitar, o no
habíamos descubierto la potencia de lo que ya poseíamos en nuestra vida.
90
Comunicaciones
Este será el esquema:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
Comunidad de Jesús
Convocados en Fraternidad
Juntos para la Misión
Compartimos con otros lo que somos y vivimos
Comunidad encarnada en un tiempo y lugar
Comunidad atenta a la vida de la Escuela Pía
En medio de quienes nos necesitan para crear el futuro.
1. Comunidad de Jesús.
La comunidad existe porque Jesús, - que nos ha llamado a cada
uno a través de la historia de nuestra vocación, - nos ha reunido para estar
con Él, juntos. Nos hemos encontrado buscando a Jesús, queriendo estar
con El.
Ese encuentro personal, nuestra vida enraizada en El, es más
intensa, “ más de verdad “ , si lo hacemos con otros.
Juntos, en torno a las cosas de Jesús, somos un sacramento de su
Presencia.
Juntos es como mejor vamos a entendernos como discípulos,
seguidores; juntos vamos a entenderle a El en sus palabras nuevas cada
día; juntos es más fácil que otros entiendan qué es vivir desde la fe.
Pero esto, nos lo tenemos que contar unos a otros, hay que tener
los momentos de decírnoslo, y crear las oportunidades de que otros
reciban y escuchen lo que somos
Hay unos riesgos, causados por la historia, por la excesiva rigidez
y normatividad, a veces también por la educación o la evolución personal,
que han apagado la espontaneidad y naturalidad, la comunicación personal
implicativa, la capacidad de expresar juntos nuestra fe: contarnos, expresar,
lo que creemos, lo que esperamos, lo que amamos. Estos tiempos nos
piden ser creativos y asumir caminos que en la Iglesia han abierto y
ofrecido esta vida para recrearlos a nuestro estilo y para nuestras gentes.
Como grupo de hermanos que tenemos en común lo más
importante, tenemos que hablar de nuestra experiencia de Jesús, de qué
nos va pasando en este camino, de qué aguas me sacian y qué sequías, de
vez en cuando, siento.
Seminario de Vida Comunitaria
91
Algo que podemos hacer:
• Practicar todos los caminos y experiencias que expresan su Presencia y fortalecen nuestra adhesión y fidelidad.
• Escuchar de muchas maneras su Evangelio: practicar las distintas maneras de entrar en él y dejar que entre en nuestra vida:
lectura orante, lectio, comentario y revisión de vida en común, …
Aprovechar la creatividad, las ofertas de “sabios y contemplativos” que hoy ayudan a crecer.
• Escucharnos, leer en común, contemplar, orar expresándonos,
dialogar,… en los momentos cotidianos de encuentro y celebración; y en momentos especiales, tiempos del año, retiros.
• Practicar maneras y modos que puedan ser entendibles por quienes nos rodean – especialmente los jóvenes – y ayudemos a dar
intensidad y profundidad a los lenguajes religiosos que son más
cercanos a ellos.
• Ofrecer nuestros espacios, o crearlos atendiendo a necesidades
y sensibilidades nuevas, como lugares donde crecer, celebrar y
compartir la fe , sobre todo los jóvenes, las familias sin otras referencias, las personas en búsqueda, los pequeños.
• Y más allá de lo celebrativo y orante, de la comunicación compartida de la experiencia, la comunidad tiene que estar atenta y
animar el proceso de cada uno: cuidar el carisma y los dones más
personales; atender el momento vital; ejercitarnos para escuchar
juntos la constante llamada de Dios - por todas las mediaciones
y signos que llega -, cuidar con especial interés y atención la sensibilidad más personal
• La comunidad, el hacer de todos por todos, el ser juntos, nos tiene que cuidar la fidelidad y los rasgos de discípulos que, a veces,
pueden sufrir el desgaste de la vida y de nuestra fragilidad.
La vida en el Espíritu siempre está haciéndonos crecer, a ser más,
a su manera, claro; en la comunidad deberíamos percibir, apoyar, orar, por
lo que en cada uno sucede. Porque siempre está sucediendo algo. ¿ No es
el lugar del Pentecostés?
92
Comunicaciones
2. Convocados en Fraternidad.
Ofrecemos algo tan deseado y necesario hoy, el don de la
fraternidad. Nos hemos encontrado buscando a Jesús y hemos recibido
hermanos para hacerlo juntos. Todo esto trae el ideal y entusiasmo de la
llamada novedosa y la tarea constante por la que esforzarnos en la realidad
que encontramos.
Para ser hermanos debemos volver frecuentemente a quien nos
ha convocado. Sólo junto a El podemos entender las señales más claras
que, además, desearíamos que fueran universales, para todos: el perdón, la
corrección fraterna, la acogida incondicional del otro, del muy diferente,
el servicio callado.
¿Cómo ensayar diariamente estos consejos del evangelio?
Esta oferta de fraternidad, de evangelio, sólo la vivimos desde
nuestra condición más humana, más encarnada, defectuosa tantas veces.
Y estos rasgos de evangelio sólo los hacemos posibles si nos
hemos capacitado y cuidado para unas relaciones personales de calidad y
profundidad, en las que nos vinculamos afectivamente, en esa variabilidad
que camina entre la fraternidad y la amistad, trabajándonos por alcanzar
niveles sanos y satisfactorios, para la vida, de intimidad y confianza.
Con el especial tono que nos da la vida célibe para cuidarnos
en un mundo afectivo, siempre delicado, pero que tiene que encontrar un
apoyo esencial en las relaciones sostenidas en la comunidad.
• La comunidad es el principal lugar de referencia vital: donde recibir,
compartir y dar lo más importante que llevemos en la vida.
• La comunidad se organiza al ritmo de la vida de las personas; no de
horarios, espacios, tiempos, impersonales. Ritmo de todos, que hoy,
generalmente, está al servicio de las personas a las que servimos en la
misión.
• Una comunidad que busca medios intensos, de comunicación, de dinámicas de encuentro, de tiempo espontáneo, libre y festivo, para crear
ese tono vital que hace deseable encontrarnos, buscarnos, esperarnos.
Que hace posible que otros nos vean frecuentemente juntos, trabajando o saboreando la vida.
Seminario de Vida Comunitaria
93
Una comunidad que habla de lo importante; tanto de la vida
personal, como de lo que buscamos compartir para servir unidos en una
misión: camina para crear “visiones compartidas de la vida”, intentando
crear una inteligencia compartida - cristiana, escolapia,… - con la que
afrontamos la misión, las tareas, la educación de otros.
El talante más personal, con el que salimos al encuentro de los
jóvenes, de los pequeños; el que conocen de cerca los que trabajan con
nosotros. Y el talante grupal, comunitario, de relaciones entre nosotros,
son dos de los signos más visibles, son la garantía sobre lo que se sostiene
la misión más específica, la credibilidad de lo que anunciamos. Los dos
sufren, frecuentemente, el desgaste. Si la espiritualidad ha desarrollado
tantos recursos para su cuidado, es necesario también - y creo que se
intenta – educarnos, crear los medios, atender el bien de esto que va a ser
para muchos “ la imagen más definitiva “ que dejemos grabada, la buena o
mediocre noticia que envuelva la belleza del mensaje que llevamos.
3. Juntos para la Misión.
Según tiempos y lugares, una misión muy uniforme ha creado
una relación con la comunidad muy estructurada, donde los papeles y
funciones de cada persona han estado muy definidos y donde cada uno
ha sido una pieza según “su manual de instrucciones…”
La manera más clásica de organizar esta relación ha acostumbrado
a unas responsabilidades repartidas – a veces con poca integración de los
demás en el cargo, en el trabajo personal -, un nivel fácil y necesario de
comunicación anecdótica y funcional; y un respeto a los dones y carismas
más personales, que a cada uno se le dejan desplegar en una plataforma
común, pero, muchas veces, independiente de los demás, con el riesgo
de mundos apropiados y excluyentes, individualistas y narcisistas. Todos
sabemos de la dificultad del trabajo bien compartido; y es una escuela en
la que tenemos que seguir aprendiendo.
Algunos valores que son importantes en este tiempo:
• Desarrollar nuestra “inteligencia compartida”, nuestra “visión de cuerpo apostólico” para acompañar juntos la misión, el trabajo donde,
como grupo, educamos, evangelizamos, servimos.
94
Comunicaciones
• Convertir la misión en reflexión compartida, en donde analizar, reflexionar, plantear el futuro, repartirnos las tareas y funciones, compartir los desafíos de cada uno.
• Asumirlo juntos desde el encuentro con Jesús, revivir y actualizar el
envío conjunto en los momentos de oración y celebración.
• Ejercitarnos en lo común, en el compartir de las tareas más personales,
en la visión conjunta de todo lo que, entre todos, llevamos adelante;
ejercitarnos para superar la apropiación sobre tareas o parcelas, sobre
funciones; ejercitarnos en liderazgos compartidos, abiertos a la palabra
de los demás hermanos, reconociéndonos el lugar personal, fruto de
capacidades y formación, pero capacitándonos para no ser excluyentes. Trabajar en equipo, en grupo, en comunidad. En este tiempo, es
esencial para el futuro y la identidad de las obras y de las personas que
trabajan con nosotros
• Llegar a niveles de compartir comunitario sobre la vivencia personal en
el trabajo, tratando de animar y potenciar a cada uno, desde sus dones
y carismas.
• Una reflexión comunitaria que abra nuevas posibilidades, que imagine
para el grupo o para las personas, nuevos retos, nuevas formas o misiones.
• Capacitándonos para el trabajo, la misión, compartidos con otras personas que participan con nosotros. Y descubrir el papel del religioso,
de la comunidad religiosa, en la obra y entre las personas que llevan
esa obra.
4. Compartimos lo que somos y vivimos.
Otro reto actual es dar y compartir lo que somos; lo que somos
como comunidad escolapia, con otras vocaciones que han surgido en
torno a nosotros porque quieren vivir algo de lo más nuestro: en torno
a lo comunitario, al carisma de la educación, la misión compartida, y la
identidad y vocación más personal.
• Un valor de nuestra “inteligencia compartida” es trabajar juntos para
crear una “cultura vocacional y de misión” en quienes reciben nues-
Seminario de Vida Comunitaria
95
tro trabajo - nuestra manera de educar y evangelizar – y en quienes
nos encontramos porque han venido a colaborar; han sido convocados
porque participan profundamente de este deseo o lo han descubierto
trabajando junto a nosotros.
• Tenemos que afrontar el reto de cómo vivir nosotros, aquello que
personas que crecen en nuestros procesos quieren compartir; prestar
atención, ser sensibles a lo que buscan y necesitan, para abrir nuestras
experiencias y posibilidades.
• Crear desde nuestras comunidades esa vida eclesial comunitaria a
donde convocamos y compartimos la fe con otros; cómo situarnos
en ella, desde lo más propio nuestro, desde nuestra identidad de vida
religiosa, intensificando con especial significatividad los rasgos de la
identidad cristiana.
• En varios sitios estamos
- Compartiendo la comunidad – viviendo juntos – con laicos, solteros y familias.
- Abriendo tiempos de vida, reunión y de celebración a “escolapios
laicos”.
- Viviendo en medio de una Fraternidad, siendo una comunidad,
especial claro, en medio de otras comunidades; compartimos itinerarios formativos del año, retiros, la celebración semanal. La Eucaristía como posibilidad de encuentro de la variedad vocacional y
comunitaria
- Compartiendo con otras personas, una misión compartida o el
trabajo ministerial, enviados por la Provincia como “ministros de
pastoral, de transformación social, de la educación “, junto con los
ministros escolapios ordenados.
Nuestro original “Piedad y letras” que se ha desplegado, sobre
todo, entre los niños y jóvenes alcanza hoy a momentos más vitales y
existenciales de las personas; porque esos jóvenes han continuado creciendo con nosotros, o porque hay colaboradores en el trabajo que buscan
la razón más profunda que les sostenga y motive en esta vida. Nuestra
misión es también acompañarles como creyentes adultos que viven su
vocación escolapia y la comparten con otros y con nosotros.
96
Comunicaciones
5. Comunidad encarnada en un tiempo y lugar.
Nuestra comunidad vive encarnada en un lugar; es importante
dónde vivimos, las condiciones físicas y sociales que nos rodean, el espacio
y la estructura interna de la casa; y el contacto con las personas que nos
rodean, las condiciones cotidianas que compartimos; la vida de cada día
nos educa siempre.
El riesgo mayor ha sido crear una vida alejada de las condiciones
reales de la mayoría; con la excusa del trabajo, liberarnos de lo que
la mayoría de las personas tienen que vivir: las tareas más domésticas,
por ejemplo; los espacios muy resguardados y amplios; la lejanía de la
vecindad, de “estrecheces” de la vida.
Es importante, por encima de la atención a cualquier “obra
clásica”, diseñar con atención cómo tenemos que vivir para responder a
la sensibilidad más viva del evangelio; “dónde, entre quién, cómo quién,
para quién”.
• El reto de nuestra vida religiosa, del lugar de las comunidades, es no
separarnos del mundo, sino entrar en él para provocar las señales del
Reino: nos siguen convocando a los lugares ya clásicos, la periferia,
la frontera, el desierto, el éxodo, el exilio; somos para los pequeños y
jóvenes que viven en esos lugares.
• Nuestras comunidades tienen que estar donde está el pueblo, donde
vive el pueblo, como vive el pueblo. Y desde luego, nuestro “praecipue”, tiene que seguir siendo el pueblo empobrecido.
• Según nos rodeemos, según sea el ambiente que respiremos, así será
nuestra fidelidad. Y esto es especialmente sensible en las primeras etapas de nuestra vida religiosa
• Tendremos que respetar la historia, servir evangélicamente donde nos
hemos ido colocando, pero no apagar las posibilidades del futuro
• Y en esta comunidad es desde donde podemos vivir con la sensibilidad atenta a quienes nos rodean, a las nuevas necesidades y situaciones de nuestro mundo. Juntos mantenemos las ventanas y puertas
abiertas para vivir pendientes de lo que sucede, atentos a nuevos retos,
reflexionando para ser útiles en el tiempo que vivimos, para percibir
siempre las llamadas que en los signos de los tiempos nos llegan.
Seminario de Vida Comunitaria
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6. Comunidad atenta a la vida de la Escuela Pía
Una posibilidad y valor muy actual es vivir en relación amplia con
toda la Escuela Pía; la Comunidad nos mantiene en relación con el resto
de comunidades, de presencias, de vida escolapia. En ella tiene que resonar
el trabajo y misión de otros; nos hace sentirnos cerca, nos educamos para
“despertar el deseo “ de acompañar otras vidas e historias, a veces, en situaciones más difíciles o frágiles que las nuestras; vernos juntos ante otras
opciones de hermanos nuestros, opciones más arriesgadas por el evangelio, nos ayuda a vivir más en fidelidad, a sentirnos más unidos a ellos, a
desear dar más de lo nuestro, a darnos más. A optar, quizás, con ellos.
• La comunidad, manteniendo el recuerdo vivo, de lo que somos, hemos
sido y “son” otros hermanos, nos tiene que recordar, nutrir, la disponibilidad, la radicalidad, la fidelidad al evangelio, el múltiple y variado
servicio, para el que siempre podemos ser útiles en muchos lugares.
• La comunidad puede discernir y animar a que los dones y capacidades
personales - muy variados entre nosotros – sigan dando vida y siendo
fecundos en otros lugares.
• Puede ser muy bueno un transitar de personas ofreciendo sus valores y
sabiduría, a veces basta su compañía y presencia, sintiéndose enviados
desde su comunidad y llamados, invitados, desde otra. ( Muchos ya lo
han hecho en nuevas presencias, ofreciendo temporalmente sus capacidades, …)
6. En medio de quienes nos necesitan para crear el futuro.
Un rasgo de futuro, es ofrecer la vida que creamos en común
como lugar acogedor y cálido para otros. Ojalá la cercanía de jóvenes y
chicos, de los pobres, les pueda hacer sentir nuestra casa como un lugar
al que acudir, como un hogar donde se pueden encontrar no sólo con
maestros que enseñan, sino con personas que les quieren.
• Muchas presencias podrán - y lo están haciendo, como casa de tareas,
hogares, acogida de jóvenes en dificultad …- iniciar y sostener desde
la comunidad todo el reto de “trabajo educativo no formal “. Donde
no sólo el espacio es lo importante, sino la relación cálida y de acogida
que se genera entre las personas que viven.
98
Comunicaciones
• La Fraternidad, una comunidad eclesial en torno a nosotros, los maestros de una escuela, voluntarios de obras sociales, pueden encontrar
en nuestra casa muchos motivos para acudir: lugar donde se reza,
donde se reflexiona juntos, donde se descubre la vida en comunidad,
donde se acoge para celebrar. Casa, mesa y altar, palabras y Palabra,
junto a nosotros tienen que ser a la vez lugares sagrados y humanos
que se confunden y mezclan en muchos momentos. Que sirven para
sostener opciones y procesos fundamentados de vida y vocación,
para acompañar situaciones de dolor y dificultad, para integrar en la
vida a jóvenes y pequeños, a cualquier persona que se ha colocado en
los márgenes de la sociedad. Cercanos a ellos, ofrecemos lo que somos
y vivimos. Y su cercanía y presencia nos animan y motivan para seguir
imaginando estructuras de servicio que muchos más puedan necesitar.
En síntesis,
• La comunidad nos mantiene en relación constante con Jesús, al tono
de la sensibilidad más actual, y del momento vital de cada uno; ayudando a mantenernos, a volver, al “amor primero” que nos sedujo;
exagerando en nosotros la Pasión por Dios y su Reino, alimentando
nuestra contemplación para escucharle y poner nuestro corazón en El
y su voluntad.
• En la tarea constante de hacernos hermanos, ser hermanos, en comunidad, cuidando y profundizando en la capacidad de vida en común, superando costumbres y rutinas, normas y leyes, cuidando las
actitudes cotidianas de servicio gratuito y entregado, de fraternidad y
amistad serena y cálida; cuidando las necesidades básicas que nos fortalecen como personas y como seguidores de Jesús.
• Discerniendo juntos, con el tiempo, cultura y sociedad en que vivimos,
cuáles son las necesidades y búsquedas de los jóvenes y niños, de las
personas; dónde están los bienaventurados, los pequeños y sencillos
de la historia, que nos invitan a acompañar su vida; cuál es la justicia
que desde el evangelio podemos ofrecer; cuál es la fe que hoy podemos
acompañar.
Seminario de Vida Comunitaria
99
La comunidad es el lugar en donde, cada día, devolveremos
al Señor de nuestra vida el trabajo y la misión en acción de gracias, en
petición por lo que aún no es pleno, en alabanza por poder vivir así
nuestra vida.
Y juntos levantaremos la copa de vino por la vida… confundiendo
la mesa del pan y la mesa de la Eucaristía, … para que en momentos
cotidianos transparentemos lo que nos da Vida, y al momento con el
Señor de la Vida, llevemos las vidas de cada día.
Con la imagen preciosa que todos recordamos – “ De dioses y
hombres”, cuando convierten la comida cotidiana , los vasos transparentes
de vino, en brindis por permanecer juntos, queriéndose hasta el final. Y la
mesa se convierte en la Pascua.
100
Comunicaciones
ELABORACIÓN DE UN PROYECTO
DE VIDA COMUNITARIA ESCOLAPIA
p. József URBAN
Dedicado a Pedro Lasheras
Introducción
Hay un precioso pasaje al principio de la historia de Winnie the
Pooh de A. A. Milne. El pasaje está al principio del libro, donde se presenta
el personaje principal al lector. Dice lo siguiente:
“He aquí al Oso Eduardo bajando las escaleras con la cabeza –plom, plom,
plom - de la mano de Christopher Robin. Es la única manera que él conoce de
bajar las escaleras, aunque a veces piensa que debe haber forma mejor que seguramente
descubriría si pudiera dejar de darse golpes en la cabeza y pararse a pensar. Y luego
piensa que tal vez no hay otra forma. En todo caso ahora ya está abajo y dispuesto a
sernos presentado por su nombre especial: Winnie de Puh.”
Creo que estas palabras del Oso Eduardo son aplicables a nuestra
experiencia básica de la vida. Hay un montón de situaciones en las en
parte trasera de nuestra mente de alguna manera sospechamos que tal
vez podría haber mejores formas de hacer las cosas pero generalmente
renunciamos a intentarlo. Sufrimos, pero no tenemos el tiempo, la energía,
o las circunstancias correctas para la reflexión necesaria para cambiar las
cosas. En mi opinión, esto es válido para nosotros, escolapios, también. Es
cierto en las comunidades en las que vivimos, en nuestras escuelas en las
que trabajamos, y en nuestras parroquias o las iglesias en que servimos.
Así que si tuviera que dar una respuesta rápida a la pregunta de para
qué creo que sirven los proyectos comunitarios, yo diría: nos proporcionan
la oportunidad de dejar de golpearnos la cabeza por un momento y pensar
por qué hacemos lo que hacemos.
En esta breve presentación, no quiero hablar de tecnicismos. Más
bien, lo que pretendo es extenderme un poco en esto. Así quiero decir
Seminario de Vida Comunitaria
101
unas palabras acerca de por qué necesitamos proyectos comunitarios.
¿Para qué sirven los proyectos comunitarios?
Empecemos con el POR QUÉ
En esta parte de la conferencia me inspiro en las grandes ideas de
Simon Sinek en su conferencia y libro Start with Why. How Great Leaders
Inspire Action. Sus ideas se resumen en el modelo que él llama el Círculo
Dorado. Permítanme explicárselo.
Esto es lo que dice Sinek.
“QUÉ: cada compañía y organización en el planeta saben lo QUE hacen.
Los QUÉ son fáciles de identificar”. (43)
Quizás en nuestro caso podríamos decir que el QUÉ de la Orden
de los Escolapios es dirigir escuelas. Nuestro QUÉ son las escuelas o la
educación.
“CÓMO: algunas empresas y alguna gente sabe CÓMO hacen lo QUE
hacen. Los CÓMOS explican cómo algo es mejor o diferente. No son tan obvios como
los QUÉs; muchos piensan que estos son los factores diferenciadores o motivadores en
una decisión.” (43)
Creo que cuando los escolapios hablamos de nuestro estilo, o del
estilo calasancio, o de la forma como Calasanz hizo cosas, nos referimos a
este CÓMO. También cuando queremos diferenciarnos de otras órdenes
de enseñanza, enumeramos elementos que entran aquí. A veces tengo
la impresión de que damos respuestas demasiado rápidamente. Damos
respuestas estándar. Ya sabemos cómo es la comunidad. Ya sabemos cuál
es nuestra misión. Sabemos todos muy bien cómo debe ser un superior,
o cómo debe ser un religioso. Mi pregunta es: ¿no damos respuestas
demasiado pronto? ¿Nos atrevemos a hacer preguntas y a preguntarnos
cosas para llegar al fondo de la cuestión, para liberar nuestros deseos más
profundos, nuestra vocación más profunda?
Pero vamos a ir al núcleo del modelo de Sinek.
“POR QUÉ: muy pocas personas o empresas pueden articular claramente
POR QUÉ hacen lo QUE hacen. Al decir POR QUÉ quiero decir, ¿cuál es su
propósito, causa o creencia? ¿POR QUÉ existe la empresa? ¿POR QUÉ se levanta
usted de la cama cada mañana?”
102
Comunicaciones
Creo que Sinek tiene toda la razón al decir que es este POR QUÉ
lo que debería estar en el centro de cada empresa u organización, de
cada individuo. Y también creo que la aclaración de este POR QUÉ es el
objetivo de lo que denominamos proyectos comunitarios.
¿Por qué existimos? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Cuál es la causa
por la que queremos seguir, la causa que nos da fuerza y energía todos
los días para levantarnos por la mañana y continuar todo el día? ¿Por qué
existimos en primer lugar? ¿Qué nos inspira a nosotros como comunidad
y como miembros de esta comunidad? Estas son las preguntas a las que
responden los proyectos comunitarios.
Dos clases de CÓMOs
Sinek dice que hay dos clases de CÓMOs. Uno es accesible desde
lo QUE, el otro desde el POR QUÉ.
El primer tipo de CÓMO es uno al que se accede desde fuera, en
otras palabras desde el QUÉ. Este tipo de CÓMO hace hincapié en las
diferencias con otras organizaciones. Y también puede destacar en qué son
mejores, más grandes, más agradables y así sucesivamente. Este CÓMO
define la empresa o la organización por lo QUE hace. El mayor problema
que hay en ello es que la empresa se atasca en este QUÉ. No será capaz de
hacer nada fuera de él. No tendrá la libertad de hacer cualquier otra cosa.
Y cuando trate de justificar su existencia, tendrá que acentuar su diferencia
con respecto a los demás. Básicamente tendrá que convencer a la gente
por qué es mejor que los otros.
Por otra parte, el CÓMO en la secuencia POR QUÉ → CÓMO →
QUÉ es diferente. Esta clase de CÓMO es en cierto sentido la estructura
interna del POR QUÉ. Explica el POR QUÉ de la organización. Permite
incluso que ésta se realice de varias maneras diferentes. No se limita a una
manera definida de hacer las cosas. Usando términos teológicos, tal vez
podríamos decir que permite encarnaciones individuales y personales de
la misma finalidad, del mismo POR QUÉ.
También te liberará de la obligación de demostrar que eres el
mejor, o al menos mejor que otros. No tienes que ser el mejor. Tienes
que ser bueno. Mejor y el mejor son términos que te relacionan con otros,
Seminario de Vida Comunitaria
103
y entonces te quitan la libertad. Compararte a ti mismo con los demás
siempre es una cosa peligrosa y autodestructiva.
Así que si usted conoce su POR QUÉ, otros pueden unirse usted
y su causa. El POR QUÉ, un claro POR QUÉ, hace posible unir fuerzas
en torno a una causa. Un claro POR QUÉ hace posible crear comunidad
en torno a una causa o una creencia. Una comunidad donde cada miembro
es libre para, e incluso invitado a, dar su vida por ese POR QUÉ. Cada
miembro será totalmente responsable y no sólo un tipo de ciudadano de
segunda, o un simple ejecutor.
La claridad del POR QUÉ crea comunidad, porque hace posible
una participación personal y responsable.
Volvamos a nuestro POR QUÉ original
Con el paso del tiempo, es bastante frecuente que el POR QUÉ
original de una empresa o comunidad pierde su color y sabor. El original
POR QUÉ ya no está claro, y entonces el QUÉ no es coherente con él.
Esto es lo que dice Sinek:
“Un POR QUÉ es sólo una creencia. Eso es todo lo que es. Los CÓMOs
son las acciones que llevamos a cabo para realizar esa creencia. Y los QUÉs son el
resultado de esas acciones. La única manera de que las personas sepan lo que crees es
por las cosas que dices y haces, y si no eres coherente en lo que dices y haces, nadie sabrá
lo que crees. La autenticidad tiene lugar en el nivel del QUÉ.” (73-74)
Sinek dice esencialmente que tu POR QUÉ se encarna por medio
de tus acciones, tus CÓMOs, tus QUÉs. Y lo QUE tú haces debe ser
coherente con lo que crees. También dice que después de tener claridad en
el POR QUÉ necesitas disciplina para ser coherente y auténtico. Necesitas
disciplina para esto; en otras palabras tienes que volver atrás y comenzar de
nuevo a partir de tu POR QUÉ. Tienes que asegurarte de que tus CÓMOs
y QUÉs realmente provienen de tu POR QUÉ.
Cuando hablamos de proyectos comunitarios, esta es otra razón
para hacerlos. Tienes que volver a tu original POR QUÉ, una y otra vez.
Yo diría que, en nuestro contexto, esta es una de las tareas principales
de los capítulos provinciales y locales. Una de las principales tareas para
una provincia y para las comunidades locales durante un capítulo es echar
104
Comunicaciones
una nueva mirada a nuestro POR QUÉ. Y una parte importante de esto
consiste en cuestionarnos lo que damos por sentado.
Cuestionar lo que damos por sentado
¿Por qué es importante cuestionar lo que damos por sentado? Por
dos razones, como Sir Ken Robinson, un experto en educación, dice1. Y
estas dos razones son: hábitos y hábitats.
La forma de hacer las cosas en nuestra vida cotidiana, las rutinas
que seguimos, es decir, nuestros hábitos, dan forma a nuestra manera
de pensar y nuestro modo de ver las cosas. Y con el paso del tiempo,
perdemos el contacto con la realidad.
El segundo es el hábitat, es decir, los ambientes donde vivimos
o trabajamos. Como Churchill dijo una vez: “Damos forma a nuestras
viviendas, y luego nuestras viviendas nos moldean a nosotros.” Las
estructuras no son neutrales. Como Cass R. Sunstein y Richard H. Thaler
dicen en su libro Nudge (Dar un codazo): Improving Decisions About Health,
Wealth, and Happiness, donde proponen un paternalismo libertario, para mí
una cosa muy de escolapios:
“…No existe ningún diseño ‘neutro’. … Un buen edificio no es sólo atractivo;
también ‘actúa’.” (3)
Creo que eso es cierto en nuestra vida religiosa, personalmente, a
nivel comunitario y a nivel de nuestras organizaciones. Las estructuras que
tenemos constantemente necesitan revisiones.
¿Cómo puedes salir fuera de ti mismo?
No es muy fácil revisar las estructuras que tenemos. Porque
nuestros hábitos y hábitats pertenecen a las cosas que damos por supuesto.
Y es muy difícil ver lo que damos por supuesto, precisamente porque lo
damos por supuesto. Es necesario salir fuera de ti y tus estructuras, que son
también parte de ti. Se espera que hagas lo que hizo el Barón Munchausen
1
Radio interview con Sir Ken Robinson. http://podcasts.personallifemedia.com/
podcasts/232-dishymix/episodes/3066-sir-ken-robinson-creativity-innovatio
Seminario de Vida Comunitaria
105
en la historia famosa, en la que se sacó a sí mismo un pantano tirando de
su cabello.
Paradigmas
Paradigmas son nuestras estructuras mentales, nuestra forma de
ver las cosas. Nosotros no percibimos la realidad simplemente como es.
Creamos la realidad según nuestros paradigmas.
Pero ¿cómo podemos reconocer nuestros paradigmas?
Creo que esta figura puede ayudarnos.
Muestra que la forma de comportarnos y la forma en que hablamos
están relacionadas con nuestra manera de ver las cosas.
Así que si queremos entender mejor y aprender más sobre
nuestros paradigmas, podemos examinar nuestro comportamiento y
nuestro lenguaje.
Permitidme daros un ejemplo simple.
¿Cuánto hablamos sobre personas que no están presentes? ¿Y
cómo hablamos sobre ellas? ¿Podrían estar presentes? ¿Hablaríamos del
mismo modo si estuvieran allí?
Stephen Covey, el gran pensador americano, que voy a citar más
tarde también, habla de seis cánceres que se extienden por metástasis, es
106
Comunicaciones
decir, seis conductas cancerosas que son conductas verbales. Son: criticar,
quejarse, comparar, competir, argumentar y cinismo.
Retroalimentación, corrección fraterna
Cuando intentamos mirarnos a nosotros mismos y nuestras
estructuras, también puede ser útil pedir la opinión de los que nos rodean.
Esto es cierto a nivel personal y a nivel comunitario. Los comentarios
de los demás miembros de tu comunidad concreta, o en términos más
tradicionales, la corrección fraterna, pueden ser especialmente beneficiosos
para la creación de confianza dentro de la comunidad.
Los comentarios sin embargo no pueden usarse para encontrar tu
personal POR QUÉ o propósito, o el de la comunidad.
Una broma sobre la Retroalimentación
Hay un chiste que dice que alguien está conduciendo un coche en
una autopista, y mientras conduce está escuchando las noticias de tráfico
en la radio. Y la radio dice: “Atención. Atención. Hay un coche que circula
en dirección contraria en la autopista”. Y nuestro hombre se pregunta:
“¿Sólo uno? ¡Todos ellos están conduciendo en dirección contraria! “
No corresponde a la gente de fuera el decirnos cuál es nuestro
propósito. Es sólo un tipo de asistencia que nos ayuda a salir de nosotros
para ver lo que no vemos. La gente puede decirte que te diriges en una
dirección equivocada. Pero si quieres ir en la dirección opuesta, entonces
mejor no sigas sus consejos. Si este es su propósito, no cambies el
rumbo.
Horizontes
Entonces, ¿cómo podemos salir de nuestras estructuras? ¿Cómo
podemos ver y cuestionar lo que damos por sentado?
Necesitamos un punto de vista elevado para ello. En cierto modo
tenemos que ser capaces de mirarnos a nosotros mismos y nuestras
estructuras desde afuera y desde arriba.
Los puntos de vista elevados pueden lograrse mirando lejos
adelante y dentro de nosotros al mismo tiempo. Cuando digo lejos adelante
Seminario de Vida Comunitaria
107
no quiero decir simplemente que tenemos que marcarnos objetivos a
largo plazo. En lugar de objetivos específicos, necesitamos horizontes
que sean suficientemente amplios. Horizontes que se extiendan en el
espacio y en el tiempo, y en este sentido podríamos llamarlos metas a
largo plazo. Necesitamos estos horizontes para liberar nuestros deseos
más profundos.
Covey: el concepto de erizo
Me gustan mucho en este sentido las ideas de Stephen Covey. En
su libro El octavo hábito: de la efectividad a la grandeza habla de lo que podría
llamarse una versión ampliada del concepto de erizo. Covey nos plantea
cuatro preguntas:
¿En qué eres realmente bueno, quizás el mejor del mundo?
¿Qué es lo que te apasiona profundamente?
¿Por qué cosas paga la gente? En otras palabras, ¿cuáles son las
necesidades y deseos humanos cuya satisfacción podría activar tu motor
económico?
¿Qué te aconseja tu conciencia?
Covey dice: “En la superposición de las cuatro áreas es donde
tu voz debe ser encontrada”. Y añade: “...Este enfoque se aplicaría para
que un individuo encontrara su propia voz, así como para que una una
organización encontrara su voz.” (220)
Lo que Covey llama voz, es en mi opinión lo mismo que lo que en
términos teológicos se llama vocación.
¿Cuáles son tus fortalezas?
Me gustaría añadir dos puntos aquí, con el fin de perfeccionar las
cosas un poco.
Generalmente hablamos de fortalezas de la persona, y lo que
queremos decir con esto son las cosas que ella hace bien. Sólo hemos
visto la primera pregunta de Covey: ¿En qué eres realmente bueno?
Recientemente he encontrado un libro por Marcus Buckingham que
presenta una definición un poco pero significativamente diferente de la
fortaleza de una persona. Define fortaleza de esta manera:
108
Comunicaciones
“…Constante rendimiento casi perfecto en una actividad.” (Now, Discover
Your Strengths. How to Develop Your Talents and Those of the People You Manage,
20)
Y en una entrevista dijo esto2:
“Una fortaleza es una actividad que te hace sentir fuerte — es una
actividad que te fortalece.( …Hay actividades que te fortalecen, te vigorizan, te dan
ganas de más, te hacen practicarlas más...)
Así, según esta definición tu fortaleza es lo que te fortalece. Y si
ese es el caso, eres tú quien puede saber cuáles son tus fortalezas. Pero
esto no significa que sea fácil ver nuestras fortalezas. Tenemos que hacer
esfuerzos para verlas. Buckingham dice que tenemos que “mantener nuestros
ojos bien abiertos” para ver sus señales.
Él dice:
“Hay una serie de signos, pero probablemente hay dos signos más evidentes
de una fortaleza a los que deberías prestar toda tu atención. En primer lugar, ¿qué
es lo que tú estás anticipando, deseando vivamente que ocurra? Y luego el
aprender aprisa: ¿Qué es lo que aprendes rápidamente? ¿Qué es aquello en lo
que involucras tanto, que pierdes la noción del tiempo?”
Creo que estas ideas son especialmente útiles. Y las actividades
que él sugiere, que básicamente consisten en prestar atención a los signos
de nuestras fortalezas, pueden formar parte de nuestra vida de oración,
en el pleno sentido de la palabra. Prestar atención puede ocurrir en la
oración personal, en una conversación con el acompañante espiritual,
en encuentros personales con amigos y hermanos, en un diálogo con su
superior. La cuestión en todas estas situaciones puede ser: ¿qué es lo que
te da fuerza? ¿Cómo puedes experimentar y ver realmente cuáles son tus
fortalezas?
¿Qué dicen tus sentimientos?
El segundo punto que me gustaría añadir se refiere a nuestras
emociones. Como ustedes saben, las emociones son especialmente
importantes porque informan de nuestro ser más profundo. Informan
2
http://www.vistage.com/content-and-connectivity/vistage-library/5-questionswith-marcus-buckingham.aspx
Seminario de Vida Comunitaria
109
acerca de lo que son nuestras reacciones, pero también dan información
acerca de nuestras más profundas necesidades y deseos, nuestras creencias
y actitudes.
Como las emociones y sentimientos tienen tanto peso, es muy
importante ser claro acerca de ellos. En su libro Ser genuino: dejar de ser agradable,
empezar a ser Real el autor canadiense Thomas D’Ansembourg distingue
dos tipos de sentimientos: los sentimientos genuinos y sentimientos y que
están contaminados de juicio e interpretación. En la edición húngara del
libro hay toda una lista de sentimientos que pertenecen a este segundo
tipo. La lista incluye sentimientos como sentirse manipulado, abandonado,
traicionado, incomprendido, humillado, etc. Lo importante de estos
sentimientos es que no son sentimientos, sino juicios. Meten a los demás
en compartimentos, crean separaciones y en lugar de ponerte en contacto
con la realidad, te engañan.
Por eso es realmente importante aprender el idioma de los
sentimientos, para ser capaces de dar nombres a lo que sientes de modo que
puedas llegar a ser consciente de lo que realmente estás experimentando.
¿Cómo se relacionan los proyectos personales para el proyecto de la
comunidad?
Como hemos visto antes, el mismo método para encontrar su
propia voz, o vocación, se aplica a un individuo y a una comunidad. Un
poco en broma, no totalmente en serio, permíteme comentar brevemente
la relación entre proyectos personales y proyectos comunitarios. Lo que
quiero decir por proyecto personal es lo mismo que Covey decía con
encontrar tu voz.
¿Es el proyecto comunitario de una comunidad dada la suma
de los proyectos personales de sus miembros? ¿O es al revés? ¿En otras
palabras, están los proyectos personales subordinados al proyecto de la
comunidad?
Si los proyectos personales son los que se puede ver en la figura,
110
figura?
Comunicaciones
¿Es el proyecto de la comunidad la mínima parte común de la
Y si es una superposición mínima, ¿funciona como una adición o
como una sustracción de colores (cf. figura)?
Si es como una combinación de suma de colores, el proyecto de
la comunidad se hace con los añadidos de todos los miembros. Si es como
Seminario de Vida Comunitaria
111
una combinación de resta de colores, entonces los miembros tienen que
renunciar a algo por el bien de la comunidad.
Ahora bien, esto es lo que yo llamaría una superposición extendida
(cf. figura),
donde cada miembro contribuye a la totalidad, de la misma manera
que en el caso de la combinación de colores añadidos, y donde toda la
comunidad y cada miembro está llamado a participar en las relaciones
particulares entre dos miembros.
No estoy seguro acerca de la respuesta, y probablemente los
modelos que utilizo imponen sus límites a lo que podemos decir. Pero
tengo una opinión muy clara con respecto a dos puntos.
En primer lugar, no es como la sustracción de colores. No puede
ser, no debe ser. Si la comunidad apaga lo que sus miembros tienen, si la
comunidad sólo puede hacerse mediante la renuncia de los miembros a
su propio color, su propia voz, entonces no es vale la pena crear ninguna
comunidad, o en lugar de ser una comunidad será una comuna combinada
con algún tipo de esclavitud.
En segundo lugar, la comunidad no puede ser simplemente un
proyecto mínimo. Incluso si los miembros no tienen que renunciar a su
voz, su color, lo que tienen en común no es capaz de crear la comunidad,
o al menos no una comunidad religiosa. Es demasiado débil, demasiado
superficial y demasiado accidental.
Tal vez podría haber otro tipo de relación, que podría ilustrarse
con esta figura
112
Comunicaciones
Lo que creo que es importante aquí es que cada miembro está
llamado a relacionarse con la voz o llamada de los demás miembros. Y
para mí también es importante lo que mencioné en la “versión extendida”.
Es decir, la comunidad también “sucede” en las relaciones particulares
entre dos miembros.
Lo que puede decirse independientemente de los modelos que he
presentado es que debe haber un diálogo entre un miembro y la comunidad.
Este diálogo es permanente y debe ser honesto, abierto y transparente.
Este diálogo exige una atmósfera de confianza.
La importancia de la confianza
Me gustaría terminar con unas palabras sobre la confianza.
La confianza tiene que ser previa. Es un prerrequisito para todo
el proceso del proyecto comunitario. Pero también es el resultado de la
experiencia de que nuestros PORQUÉs, nuestros propósitos, nuestras
creencias, son similares o iguales.
La confianza es un requisito previo en el sentido de que tienes que
hacerte vulnerable si deseas crear confianza. La confianza no es algo que
debe ser ganado (cf. Marcus Buckingham: Primero, rompa todas las reglas. p.
116). Si usted piensa así, de hecho tiene desconfianza. Tiene que correr el
riesgo de hacerse vulnerable a los demás en la comunidad.
Y la confianza es también el resultado de darse cuenta de que
nuestros valores y creencias son los mismos. Aquí es donde se encuentran
los POR QUÉs individuales y donde ellos se encuentran con el POR
QUÉ de la comunidad. Si no se realiza este encuentro, no puede haber
comunidad.
Seminario de Vida Comunitaria
113
En la práctica, generalmente damos por sentado que nuestros
PORQUÉs y el POR QUÉ de la comunidad coinciden. Y ese es
exactamente el punto de donde partí. Es aquí donde debemos comenzar
nuestros proyectos comunitarios y personales.
Tenemos que cuestionar lo que damos por sentado con el fin
de crear un ambiente de confianza. Donde podamos descubrir nuestra
vocación, nuestros POR QUÉs individualmente y comunitariamente.
Donde podemos florecer y desarrollar todo nuestro potencial. Donde
podemos llegar a ser lo que estamos llamados a ser.
Resumen
Permítanme resumir las tesis que yo quería plantear.
1. Las estructuras pueden convertirse en hábitos, suelen fosilizarse. Las
estructuras no son neutrales, transmiten un mensaje, configuran nuestra forma de pensar y ver.
2. Tenemos que tratar y conseguir salir fuera de nosotros mismos y nuestras estructuras existentes. Tenemos que cuestionar lo que damos por
sentado en nuestras comunidades, en la Orden y en nuestras vidas personales.
3. Necesitamos retomar el POR QUÉ de nuestra existencia, porque generalmente nos atascamos en el QUÉ y el CÓMO, y adoptar un enfoque “desde afuera hacia adentro”.
4. El POR QUÉ viene de tu corazón y desde el corazón de la comunidad.
5. Hace falta honestidad con tus sentimientos, y confianza.
6. También se crea confianza si compartimos las mismas creencias y principios.
7. Los proyectos personales de los miembros de una comunidad y el proyecto de la comunidad están íntimamente relacionados. Debe haber un
diálogo constante entre ellos.
Unos libros que he consultado y me parecen interesantes:
- Ilarduia, Juan Mari, Proyecto comunitario. Camino de encuentro y comunión, Coleccion: Fronter Hegian 14, 2004 de la Frontera.
114
Comunicaciones
- Ilarduia, Juan Mari, El Proyecto Personal Como Voluntad De Autenticidad, Coleccion: Frontera Hegian 6, Frontera 2010.
- Covey, Stephen R., The 8th Habit: From Effectiveness to Greatness.
Free Press 2004.
- Simon Sinek, Start with Why. How Great Leaders Inspire Action,
Portfolio 2009.
•
también su TED Conferencia, con el mismo título.
- Buckingham, Marcus, Now, Discover Your Strengths. How to Develop
Your Talents and Those of the People You Manage. Pocket Books
2004.
- Robinson, Sir Ken, The Element. How Finding Your Passion Changes
Everything, Penguin Books 2009
- Thaler, Richard – Sunstein, Cass R., Nudge: Improving Decisions
About Health, Wealth, and Happiness, Penguin Books 2009.
- D’Ansembourg, Thomas: Being Genuine: Stop Being Nice, Start Being Real, Puddledancer Press 2007.
Seminario de Vida Comunitaria
115
LA COMUNIDAD, CLAVE EN LA TRANSICIÓN DE LA
FORMACIÓN INICIAL A LA FORMACIÓN PERMANENTE
P. Mamby Dominique Basse
La vida comunitaria es una maravillosa escuela de vida que nos
confronta muy concretamente a lo que realmente somos y a cuáles son
nuestras relaciones. Desde el prenoviciado hasta el final de su vida, es
cierto que para cualquier religioso la vida comunitaria es exigente. Cuando
entrevistamos religiosos, todos sostienen que es en medio de las dificultades
que, dicho sea de paso, afortunadamente se alternan con momentos de
paz y alegría, que el Señor nos llama a vivir y a vivir el amor al prójimo.
La vida comunitaria es el lugar por excelencia donde se ejerce
la caridad fraterna, o incluso el amor hacia aquellos a quienes no se ama
suficientemente, según lo recomienda Jesús. Este es uno de los requisitos
fundamentales de este estado de vida. A través de este ejercicio que
es un reto maravilloso, lo que, a primera vista, podría parecer un antitestimonio, puede convertirse en un verdadero testimonio de amor, a
través de las pequeñas cosas de la vida. Porque, como todos los cristianos,
los Escolapios están llamados a amarse con el amor de Dios, recibido
de Él. ¿Hay un programa de vida más ambicioso y más audaz que ese?
Ciertamente no, pero la gracia de Dios lo hace todo posible. Puedo dar
testimonio a posteriori, de que a través de una formación larga y gradual
de aceptación de uno mismo y de los demás, con nuestras limitaciones,
nuestras debilidades y nuestra pobreza, la vida comunitaria es un aprendizaje
de la vida extraordinario, muy enriquecedor, educativo y estructurador.
Ser una comunidad en formación permanente
La renovación comunitaria ha hecho notables avances gracias a la
formación permanente. Por lo tanto, necesitamos crear comunidades adultas,
evangélicas, fraternales, capaces de continuar la formación permanente
cada día. La comunidad debería ser el lugar donde las directrices entran en
vigor, a través de una aplicación diaria paciente y persistente, porque es el
116
Comunicaciones
medio natural en el que se lleva a cabo el proceso de crecimiento, en el que
cada uno se hace corresponsable del crecimiento del otro. La comunidad
es también el lugar donde, día tras día, nos ayudamos a responder, como
personas consagradas que comparten el mismo carisma, a las necesidades
de los más pequeños y los desafíos de la nueva sociedad.
No es inusual que, ante los problemas a los que debemos hacer
frente, las reacciones sean diferentes, con consecuencias evidentes para la
vida comunitaria. Por ello el hecho de integrar personas diferentes por su
formación y sus ideas apostólicas en una misma vida comunitaria no es
una ocasión de conflicto sino de enriquecimiento recíproco.
¿Qué vida comunitaria en la formación inicial?
La comunidad es no sólo un elemento esencial en la vida religiosa,
sino también uno de los que más atraen a la mayoría de los jóvenes en
formación. Buscan en la vida fraterna en comunidad un espacio donde
compartir y celebrar la fe común y la Palabra de Dios; un espacio que
ponga a la persona en el centro, multiplicando los espacios de encuentro y
no tantas las estructuras; un hábitat donde se manifieste la comunidad de
bienes y servicios, así como la misión compartida; un espacio donde vivir
la reconciliación y la corrección fraterna, y donde cada hermano acompañe
el camino de la fidelidad de los otros hermanos; un espacio, finalmente,
que se caracterice por un estilo de vida simple y abierta a compartir con la
gente y especialmente los más pobres.
Las exigencias de muchos jóvenes en formación y que me parecen
bastante razonables, la vida comunitaria, que adquiere significado y es
alimentada por la Eucaristía, sacramento de unidad y caridad, implica el
compartir material y espiritual, la búsqueda de Dios y de Jesús en la oración
común, los intercambios y las interpelaciones fraternales; también requiere
el discernimiento comunitario constante que haga posible la conservación
de su propia identidad carismática y que aleje a sus miembros de una vida
rutinaria y mediocre.
En este contexto, podemos decir que una comunidad que quiere
definirse como formativa debe sentirse llamada a dar respuesta a los
requisitos mencionados anteriormente y, al mismo tiempo, a esforzarse
por buscar constantemente formas apropiadas para recrear la comunión,
Seminario de Vida Comunitaria
117
el calor y la verdad en las relaciones entre sus miembros. Una comunidad
que quiere ser formativa también debe ser una comunidad profética, una
comunidad- signo, que sepa leer los signos de los tiempos1 y encarnar el
Evangelio de una manera práctica y comprensible para la cultura de hoy.
Una comunidad llamada a formar debe saberse y sentirse en formación,
en una búsqueda de lo que agrada al Señor, aceptándose mutuamente,
limitando su propia libertad para permitir la de los demás, sometiéndose
a las exigencias de la vida comunitaria y a las estructuras esenciales de la
fraternidad. En última instancia, una comunidad de formación debe ser
sacramento de trascendencia y, al mismo tiempo, profundamente humana
y creadora de humanidad. Para lograr esto, hace falta cultivar valores
como la amistad mutua, la cortesía, el espíritu jovial, a fin de constituir
un estímulo permanente de paz y alegría, poniendo siempre a Jesús en el
centro.
Claves para la formación a la vida comunitaria
Para formarnos y formar para la vida comunitaria, es importante
prestar atención a algunas mediaciones:
1. Una primera clave, es la vida cotidiana como una escuela de formación.
Es el día a día, la participación diaria y la normalidad el verdadero secreto
de la formación y lo la hace permanente. Huir de todo esto sería una pura
pretensión infantil y haría del religioso un permanente frustrado, tal vez
buscando coartadas permanentes2.
2 - Otra clave, es el conflicto. Tal vez esto puede parecer una
contradicción, pero, sin duda, el conflicto asumido con madurez, lucidez y
autenticidad puede convertirse en un elemento importante de la formación.
Frente a los conflictos, la formación debería ayudar a jóvenes y adultos a
no adoptar una reacción de huida, de acomodamiento o de competencia,
sino a provocar una reacción de colaboración. Esta última es consiste no
en negar el conflicto, sino en plantarle cara y, al mismo tiempo y gracias
1
Cf. Gaudium et Spes, 4; VC, 81, Pablo VI, Octogesima adveniens, 1965, 3.
Cf. Amadeo Cencini, “Guardate al futuro…” Perché ha ancora senso consacrarsi a
Dio, Ed. Paoline, Milano 2010, 96.
2
118
Comunicaciones
a una actitud básicamente solidaria, respetar las opiniones contrarias a la
propia, ser capaces de diálogo y cooperación, buscando sinceramente una
solución al conflicto, mientras se cuestionan las razones personales3.
Para lograr una reacción de este tipo, debe mantenerse una actitud
de diálogo como camino de la luz: nos iluminaremos mutuamente, en
el intercambio de pequeños destellos de verdad. Por otra parte, para
posibilitar el diálogo, se necesitan dos actitudes: inteligencia interna y capacidad
relacional. Por inteligencia interior entendemos la toma de conciencia de que
cualquier relación es una prueba tanto para la madurez personal como
para la inmadurez. Esta inteligencia nos lleva a descubrir lo que cada uno
de nosotros lleva en su corazón. Por capacidad relacional entendemos la
capacidad de aprender a escuchar a los demás con humildad, para ponernos
en sintonía con lo que los otros viven.
3.-Importante e incluso muy importante, es también la comunicación
interpersonal. Es el primer paso para avanzar en la construcción de una
auténtica vida de la comunidad. La comunicación, para ser un instrumento
al servicio de la construcción de la vida fraterna en comunidad, debe darse
a tres niveles: lo que uno está haciendo, lo que uno piensa y lo que siente. La
comunicación es más que un simple intercambio de ideas e información.
Una comunicación de profunda calidad es aquella que brota del encuentro
entre personas. Para comunicarse se debe entrar en una relación directa
con el “otro” al que se puede llamar definitivamente “tú”. Es encontrarse
con un “tú” que me hace más “yo”4.
Una casa de formación debería reproducir en la medida de lo
posible el ambiente familiar en el que hay ancianos, adultos, jóvenes y
niños. Debemos saber convivir y crecer con el “otro”, con el “diferente”
desde el principio de la vida consagrada. En este sentido, las comunidades
multiculturales o internacionales son muy importantes, porque uno se ve
obligado a asumir todos los días la dimensión internacional, intercultural
y misionera.
En la formación hay que prestar especial atención a la
comunicación. Aquí llamo su atención para evitar una tentación. A pesar
3
Cf. Luis López Yarto, Relaciones humanas en comunidad. Instrumento de ayuda.
Frontera 54, Vitoria 2006, 63ss.
4
Cf. Martín Buber, Yo y Tú, Buenos Aires, 1974.
Seminario de Vida Comunitaria
119
de los muchos medios de comunicación de que disponen los religiosos,
tengo la impresión de que la comunicación interpersonal en la actualidad
está muy debilitada. Cuanto más interconectados estamos, nos hacemos
menos comunicativos: vivimos más en comunidad y, al mismo tiempo,
estamos más solos. Lo cual puede traer trágicas consecuencias en lo que
refiere a la vocación.
En este contexto, parece importante señalar la necesidad de
trabajar la dimensión de la afectividad, en cuanto capacidad de relación, en
el contexto de la formación para la vida fraterna en comunidad. El clima
de la formación de una comunidad depende en gran parte de una sana
afectividad.
4.-En la formación a la vida comunitaria, conviene también crear
una interdependencia5: la capacidad de colaborar en un proyecto conjunto y
de caminar juntos hacia el mismo objetivo; caminar juntos porque es allí
donde se juega mi logro individual y mi felicidad personal. Gracias a la
interdependencia y la colaboración, el grupo desaparece para convertirse
en familia, constituida, como ya he dicho, por individuos heterogéneos y
una amplia variedad de roles; una familia en la que se desarrollan líneas
comunes de comportamiento y donde se establece una forma satisfactoria
de liderazgo.
5.-Por último, me gustaría decir unas palabras sobre una clave
de la vida en comunidad que yo considero muy importante, tanto en la
formación permanente como en la inicial: el Proyecto de vida y misión6. En este
5
Sobre la interdependencia, cf. Th. M., Newcomb, The acquaintance process, New
York, 1961.
6
Proyecto viene del verbo latino proicio y su participio pasado proiectum. Su primer
significado es: lanzar hacia adelante. Cuando hablamos de un proyecto fraterno de
vida y misión, se habla de una vida que, a partir de su presente, busca un espacio de
creatividad, proyectándose hacia adelante, hacia una vida en plenitud. El proyecto
de vida es, en mi opinión, el mejor antídoto contra cualquier forma de repliegue
narcisista. El proyecto de vida se justifica desde una concepción dinámica de la
persona, basada en una concepción del hombre como peregrino, homo viator. Sobre
estos y otros aspectos del proyecto fraterno de vida y misión que yo considero
importantes, cf. Nico Dal Molin, Il mistero di una scelta. Giovani e vita consacrata,
Ed. Paoline, 2006, 140ss.
120
Comunicaciones
proyecto, no es la eficacia operativa lo que nos mueve a elaborarlo, sino la
exigencia de integrar armoniosamente toda nuestra vida y establecer en él
criterios que orienten la vida y misión. Entre las prioridades del carisma y la
misión evangelizadora, y esto también se aplica a la formación inicial, debe
haber una dinámica circular de retroalimentación en la que se inscriben los
proyectos, tanto el personal como el de la comunidad.
Seminario de Vida Comunitaria
121
APORTACIONES DE CALASANZ
A NUESTRA VIDA COMUNITARIA
Ángel Ayala Guijarro
Para empezar… un icono
Un novicio jesuita preguntó un día al P. Kolvenbach, Prepósito
General de la Compañía.
- Padre, ¿usted cómo reza?
- Rezo con iconos.
- Y ¿qué hace? ¿los mira?
- No, contestó el P. Kolvenbach, me miran ellos a mí.
En mi humilde experiencia, distante a la del Prepósito General
de la Compañía de Jesús, también a mi me ha ayudado a encontrarme
con Jesús, el Señor, y a proponerlo como compañero de camino de niños
y jóvenes dejarme mirar por algunos iconos que el arte cristiano nos ha
regalado en el rico tesoro de la fe de la Iglesia.
Cuando se me proponía de esta comunicación sobre los aportes de
Calasanz a nuestra vida de Comunidad, y comenzaba a releer los textos del
santo, fue insinuándose el icono que me acompaña esta tarde: el de Cristo y
el abbá Menas. Esta conocidísima imagen, también llamada de “Cristo y su
amigo”, creo que puede introducirnos y guiarnos por la sabiduría comunitaria
de nuestro santo Padre, al tiempo que, creo, conseguirá interpelarnos en
el empeño por hacer realidad hoy su deseo de vida escolapia compartida,
consistente y abundante.
El icono de la amistad o del “Buen Amigo” es una obra de estilo
copto, pintada entre los siglos VI a VIII d.C en el monasterio de Bauit en
Egipto: representa a Menas, el Abad, acompañado de Cristo que apoya su
brazo sobre el hombro del monje. Actualmente se encuentra en la sala de
arte copto del museo del Louvre en París.
122
Comunicaciones
El Cuerpo de Jesús y el de Menas centran la mirada del orante, que
recorriéndolo puede ir contemplando los órganos sensoriales (ojos, manos,
oídos) que destacan por sus grandes proporciones, sugiriendo la relevancia
de la sensibilidad en el ejercicio de la misión de servicio comunitario.
La comunidad escolapia: Cuerpo del Señor
¿Por qué este icono para ilustrar el magisterio comunitario de
Calasanz?
Por la preeminencia que la expresión “Cuerpo del Señor” tiene en
los escritos del Fundador para referirse a la comunidad escolapia.
Os invito pues, a que conducidos por el icono, contemplemos,
como Calasanz, a la Comunidad escolapia que él desea como “Cuerpo del
Señor”.
“Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y
todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, no forman más que un cuerpo,
así es también Cristo.
Porque hemos recibido un mismo espíritu para formar un solo cuerpo. Los
que somos distintos: judíos y griegos, esclavos y libres, todos nosotros hemos bebido del
mismo espíritu.
…Por esto no puede el ojo decir a la mano: no te necesito, ni la cabeza a los
pies: no os necesito”
1 Co 12.12-13.21
“Tan necesarios son en nuestra Religión los Hermanos, como los Clérigos
y Sacerdotes, porque todos forman un solo cuerpo. Y no debe decir el uno al otro no
necesito tu ayuda. Sino en santa paz, con mérito grande, trabaje cada uno según su
aptitud por puro amor de Dios”
Ep 3390. 17 Mayo 1642
Un cuerpo con corazón: La santa Caridad
“La comunidad de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma”
Hch 4,32
“Deseo que tengan todos un solo corazón y una sola alma en el servicio de Dios”
Ep 4028. 2 Agosto 1642
Seminario de Vida Comunitaria
123
El cuerpo de la Religión tiene para Calasanz un corazón que le da
vida; éste corazón no es otro que el AMOR RECÍPROCO.
La cita expresa del libro de los Hechos de los Apóstoles que
Calasanz recomienda en un momento crítico de la vida de la Orden (el
Provincialato del P. Mario en la Toscana) descubre el modelo de comunidad
que desea para nosotros: la comunidad de los Apóstoles con María al inicio
de la Iglesia.
Una comunidad de seguidores y evangelizadores atenta,
perseverante, edificada en unas dinámicas concretas:
1. El testimonio comunitario, que les distingue por su manera
de amar y de expresar el amor. Sirve para la comunidad escolapia lo que
escribía Tertuliano a comienzos del s.II: “Esta práctica de la caridad es más que
nada lo que a los ojos de muchos nos imprime un sello peculiar. Dicen: ‘Mirad cómo se
aman entre sí’, ya que ellos mutuamente se odian; ‘‘y cómo están dispuestos a morir unos
por otros’, pues ellos están más bien preparados a matarse los unos a los otros1”.
Calasanz, en su modo de decir hablará del buen ejemplo, que poco
tiene que ver con la “apariencia” y mucho con la trasparencia de la calidad
de relación que se vive al interior de la comunidad. Así recuerda: Yo creía que había
habido entre los tres unión santa para devolver a las escuelas la reputación perdida. Pero
me parece que el enemigo ha procurado sembrar cizaña entre vosotros. Con humildad
pondríais en fuga al enemigo y lograréis el fruto que estáis buscando”2.
2. La oración. Para Calasanz la Presencia de Dios nutre y fortalece
el amor en un ritmo circular que se retroalimenta: En Dios y desde él
reconocemos su rostro en el hermano, encuentro que nos mueve a volver
a su Presencia y vivir agradecidos.
Dice Calasanz: Oigo decir que observáis la vida común, lo que es signo de
caridad auténtica y en consecuencia de que Dios está presente3.
3. La eucaristía. No podemos hablar de una consideración de
la eucaristía en los escritos de Calasanz como centro de la comunidad,
1
Tertuliano. Apologeticum, 39.
Ep. 2798
3
Ep. 2961
2
124
Comunicaciones
aunque sí que encontramos en ellos elementos que conectan con la mejor
tradición de la Iglesia, que ha visto siempre en ella el motor y la raíz de la
comunión.
Una comunidad por tanto construida sobre la eucaristía, animada
por la oración perseverante que se visibiliza en el testimonio fraterno de
sus miembros.
Es significativo contemplar ahora la figura de Cristo en el Icono,
que sostiene sobre su corazón el libro de las Escrituras: el Corazón
del Señor aparece habitado por la Palabra; lo considero una invitación a
escuchar y dejarnos interpelar como Cuerpo de la Religión por este gesto:
acoger y dar crédito a la palabra de Jesús: “Este es mi mandamiento:
que os améis unos a otros como yo os he amado, pues nadie tiene
amor más grande que quien da la vida por sus amigos” (Jn 15,12-13)
La cabeza del Cuerpo: el ministerio y el servicio de la autoridad
“A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de
Cristo. Para que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia
él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo
el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el
crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor”. Ef 4, 7-16
“Es preciso que alguien asuma como objetivo personal el buen gobierno, la
guarda y el acrecentamiento del cuerpo de la Religión. A su fidelidad y prudencia (del
P. General) se encomienda el cuidado del Instituto” (CC.257)
El cuerpo de la Religión subsiste, se desarrolla y crece por estar
convenientemente gobernado. Basta recordar cómo concibe Calasanz la
comunidad escolapia: un cuerpo apostólico estructurado jerárquicamente,
donde el P. General, Los PP. Provinciales y los Ministros (superiores
locales) desempeñan una función vital: actuar a modo de cabeza que
piensa e impulsa los movimientos del cuerpo, a través de de una actividad
fundamental; que él denomina el buen gobierno.
¿De qué habla Calasanz cuando alude al buen gobierno?
A lo que en lenguaje contemporáneo denominaríamos un
conjunto o código de buenas prácticas de gobierno que orientan el ser
Seminario de Vida Comunitaria
125
y el hacer de las Escuelas Pías. Intento ilustrarlas aquí gráficamente, a
partir del esquema corporal de la cabeza:
- OJOS: El ministerio de la autoridad en la Orden contribuye en primer
lugar a la edificación del Cuerpo entero de la religión y de cada uno de
sus miembros. Calasanz es insistente y firme en una idea: la finalidad
primera de la vida escolapia es “la salvación de la propia alma”, el crecimiento integral de la persona; y a esto ha de atender en primer lugar
el Superior para con cada uno: descubriendo dones y capacidades para
situarlo en el lugar en el que mejor puede servir, viendo igualmente lo
que es necesario corregir y reorientar.
“Reunidos dispongan el trabajo que ha de realizar cada uno, según su aptitud. Y
luego, con esta unión, atiendan primero a la salvación de la Propia alma, al servicio
de la religión, y de los alumnos pobres” 4.
- OÍDOS: El Superior es alguien llamado a escuchar. El ejercicio de la escucha es condición indispensable en el bagaje de todo superior escolapio: lo es en los formadores para descubrir la interna inclinación de cada
candidato, y lo es en los Ministros y Provinciales para intuir el lugar de
crecimiento y servicio de cada religioso.
“Puede servirse del P. Antonio María, pero dele poca autoridad sobre los
súbditos, porque no consigue que cada uno haga lo que puede y sabe hacer,
pues quiere que todos sean como él. Esto no puede resultar” 5.
- MENTE-BOCA: Órganos de la decisión (Mente) y de la ejecución
(Boca) en las que se expresa la actividad de mirada-escucha descrita
más arriba: el que ha observado y escuchado a cada uno, piensa para él
el lugar y la actividad desde la que edificar el cuerpo entero de la Religión.
4
5
Ep. 3198
Ep. 549
126
Comunicaciones
“Estando bien distribuidos los individuos, según el propio talento, y procurando tenerlo unidos en santa paz, no pueden las cosas sino andar bien” 6.
Nos situamos con Calasanz ante una auténtica dinámica de
discernimiento en la obediencia y en ejercicio del servicio de la
autoridad en la Orden, descrita en términos relacionales: el Superior
es verdadero Padre que busca sólo el bien de cada uno. Sus palabras, su
disposición a servir desde la escucha y su mirada a un tiempo tierna y
exigente le descubren así como digno de crédito ante los suyos y ocupado
en una verdadera labor pastoral.
Con sus palabras: “Los Superiores como buenos pastores de la
grey del Señor, han de proveer primero que a las propias, a las necesidades
espirituales y corporales de las ovejas que les han sido confiadas para que
viviendo tranquilos se dediquen al servicio de Dios con alegría” 7.
Juntos, al servicio a los miembros de su cuerpo, que son los
pobres.
“Tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, fui
forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y en la cárcel y vinisteis
a verme…Cada vez que lo hacéis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi
me lo hacéis”
Mt 25,36.40
“En cuanto a recibir a los alumnos pobres, obráis santamente admitiendo a
todos los que van, porque para ellos se ha fundado nuestro Instituto; que ‘lo que se hace
por ellos, se hace por Cristo Bendito’, lo que no se dice de los ricos.” (EpCal 2812. A
los de Florencia 27/02/1638)
Si el corazón de la comunidad escolapia es la santa Caridad, y
su cabeza son los Superiores ejerciendo diligentemente el servicio de la
autoridad, no hay duda que los miembros de este cuerpo, que es Cuerpo
del Señor, por expreso deseo del mismo Jesús, son los pobres.
6
7
Ep. 2559
Exhortación a los Superiores (RegCal XIII,47)
Seminario de Vida Comunitaria
127
Así lo identifica Calasanz al leer su historia vocacional:
- El encuentro con el niño pobre es una invitación de parte del Señor:
“Y entendió como dichas para él estas palabras de la Escritura: a ti se te
encomienda el pobre, tu eres defensor del huérfano”
- La decisión de permanecer y entregar la vida en la obra comenzada, se
decide y se afianza mirando a los pobres y apostando por ellos: He encontrado en Roma mejor modo de servir a Dios, haciendo el bien a estos pequeños y no lo dejaré por cosa alguna en este mundo.
- La razón última de la existencia de las Escuelas Pías es servir a los pobres: Y ya que profesamos ser auténticos Pobres de la Madre de Dios, en
ninguna circunstancia menospreciaremos a los niños pobres, sino que con
tenaz paciencia y caridad nos empeñaremos en dotarlos de toda cualidad,
estimulados por aquella palabra del Señor: lo que hicisteis con uno de estos
más humildes, conmigo lo hicisteis.CC.4
Con Calasanz, la Comunidad escolapia se reconoce a sí misma:
- Empeñada, como cuerpo apostólico, en una misión: la reforma de la
sociedad a través de la educación de los niños.
- Enviada a ejercer un servicio activo a favor de los que aparecen como
desamparados de todos: los niños pobres sin educación.
- Sostenida y estimulada por el hacer y la Palabra de Jesús, el Señor: Lo
que hicisteis a uno de estos mis hermanos más humildes, conmigo lo
hicisteis.
Así pues tres claves que arrancan del fundador e imprimen la
identidad en la comunidad escolapia:
- BUEN EJEMPLO
- BUEN GOBIERNO
- BUEN SERVICIO A LOS POBRES
128
Comunicaciones
Mirando a la comunidad escolapia con los ojos de Calasanz
PUNTOS DE CONTROL
1. Invertir fuerzas, talento y creatividad en “DAR ALMA” a
la vida de nuestras comunidades: Calasanz sugiere caminos de
búsqueda:
a. Situar de modo real y efectivo a Jesús en medio de la comunidad (Eucaristía, Palabra escuchada y compartida, experiencia de oración). No
se trata de “medios espirituales” sino de los cimientos del edificio, del
corazón que le da vida y sentido.
b. Prestar atención a cada uno, situándole en el lugar que le corresponde.
Puesta en marcha de dinámicas de empoderamiento personal y comunitario que
impulsen la proactividad de los miembros.
c. Apuesta por la visibilidad comunitaria en contextos escolapios, eclesiales y sociales: la reforma de la sociedad y de la Iglesia pretendida por
Calasanz reclama de una presencia decidida en el mundo de hoy. La
Comunidad escolapia está llamada a vivir su misión siendo “lámpara
en lo alto para alumbrar a todos los de casa”.
2. Impulsar el LIDERAZGO de los Superiores
a. Profundización y desarrollo de dinámicas de liderazgo evangélico y escolapio que preparen y capaciten a los superiores en ejercicio y a los
que vendrán para prestar un servicio de calidad. Esto redunda en la
vida de todo el cuerpo apostólico de la Orden.
3. Vincular Comunidad escolapia y SERVICIO A LOS POBRES.
a. En la coyuntura actual de nacimiento de nuevas Provincias en la Orden, elaboración y estudio de Proyectos de Presencia, escuchar y dejarnos
guiar por la intuición de Calasanz de servicio real a los pobres.
Seminario de Vida Comunitaria
129
Adoptar éste como criterio fundamental de discernimiento a
la hora de planificar las presencias existentes y las futuras, por encima de
lo geográfico, lo efectivo, lo rentable o lo establecido.
¿Qué escolapio para esta Comunidad? El otro personaje del Icono
Dice Calasanz:
“…Exhortamos y rogamos por las entrañas del Señor a todos los
Ministros que recuerden que ocupan el lugar de aquél Señor que, siendo
riquísimo, se hizo pobre, para enriquecer a sus hijitos y sufrió hambre,
sed, calor, frío, cansancio, soportando incluso azotes, espinas, clavos y
lanza, y que en su extrema necesidad quiso ser abrevado con hiel y vinagre,
cuando para otros había convertido el agua en vino y que, finalmente,
quiso morir desnudo sobre un tronco de Cruz: así que queriendo seguirle
dignamente en llevar un poco su santa Cruz, es preciso, despojarse
de los vestidos reales del amor propio y con los pies descalzos del buen
ejemplo en todo, vestirse todos de pies a cabeza con el manto de la santa
Caridad, que hace realizar con alegría aquél admirable dicho del Apóstol:
la Caridad no busca lo suyo. Por lo cual como buenos Pastores de la
grey del Señor, han de proveer primero que a las propias, a las necesidades
espirituales y corporales de las ovejas que les han sido confiadas…para
que queden tranquilos y hagan el servicio de Dios con alegría, por el cual
han abandonado la casa propia y sus comodidades y lo que es más, hasta
la libertad, de la cual gozando los Ministros con la potestad y autoridad
que el Señor les ha dado sobre aquellos, deben seguir aún en esto al mismo
Señor, que la potestad que le fue dada por el Padre Eterno sobre todas las
criaturas, la empleó toda en servicio nuestro y no suyo”8.
Se nos descubre así el otro personaje del Icono, el del acompaña
a Cristo, o mejor, el que es acompañado por él.
Y en la lectura escolapia que venimos haciendo, si en el Cuerpo
del Señor describíamos los rasgos de la comunidad escolapia, nos es dado
también contemplar en este personaje al escolapio que queremos para esta
comunidad. Un discípulo:
8
Exhortación a los Superiores (RegCal XIII,47)
130
Comunicaciones
Sostenido por la presencia de Jesús, el Señor, que ofrece su apoyo,
extendiendo su mano en un gesto de amistad incondicional, mientras
susurra confiadamente: “No tengas miedo, yo estoy contigo”.
- Revestido de pies a cabeza por el manto de la santa Caridad, tejido
por el conocimiento humilde de la propia realidad y por el deseo de
caminar honestamente en la presencia del Señor, actualizando el mandamiento nuevo.
- Con los pies descalzos del Testigo, que desea darse de todo corazón
a Dios en el servicio a sus miembros, que son los pobres.
-
Algo así deseo Calasanz para todos nosotros y para cada uno. En
la medida en que intentemos hacerlo realidad, escucharemos de sus labios,
como aquellos primeros escolapios:
… “Yo me alegraré muchísimo de todo el bien de ustedes” (Ep 864.
22 Nov. 1639)
Seminario de Vida Comunitaria
131
LA COMUNIDAD EN EL PROCESO DE
REVITALIZACIÓN DE LA ORDEN
P. General, Pedro Aguado
Nuestro 46º Capítulo General encomendó a la Congregación
General el impulso y acompañamiento de un proceso de revitalización
de las Escuelas Pías. Se trata del hilo conductor del sexenio, del principal
objetivo que tenemos planteado. En el fondo, se trata de hacer todo lo
que esté en nuestras manos por acoger el don de la Vida que procede del
amor de Dios, vivir con la mayor consistencia y fidelidad nuestra propia
vocación de portadores del carisma de Calasanz como religiosos, y de dar
los pasos que tengamos que dar para hacerlo posible.
1.- La profundidad del proceso que estamos siendo
llamados a vivir no sólo desde nuestro Capítulo General, sino desde
las llamadas claras que recibimos desde la Iglesia, desde la Vida
Consagrada, desde las necesidades de los niños y jóvenes y desde
las esperanzas de los propios escolapios.
Para valorar y comprender bien el proceso que estamos viviendo,
que por voluntad del Capítulo General es una envergadura mucho mayor
que la propia de unos cambios estructurales, es bueno acercarnos al
contexto en el que estamos viviendo y a las llamadas que recibimos, desde
la Iglesia, desde la Vida Consagrada y desde la propia Orden.
Sólo a modo de “pequeña pincelada” destaco un texto del Papa
Benedicto XVI a la Unión de Superiores Generales (todavía es pronto para
disponer de textos del Papa Francisco), las conocidas preguntas que hace el
último Congreso de Vida Consagrada a cada Institución religiosa y las
grandes Líneas de Acción de nuestro 46º Capítulo General, así como unas
sencillas reflexiones realizadas por la Congregación General. Es clara la
llamada a la vivencia consistente de nuestra vocación.
132
Comunicaciones
Una síntesis del pensamiento de Benedicto XVI sobre la
Vida Consagrada
“La vida consagrada es una planta con muchas ramas que hunde sus
raíces en el Evangelio. Lo demuestra la historia de vuestros Institutos, en los cuales
la firme voluntad de vivir el mensaje de Cristo y de configurar la propia vida a
éste, ha sido y sigue siendo el criterio fundamental del discernimiento vocacional y
de vuestro discernimiento personal y comunitario. El Evangelio vivido diariamente
es el elemento que da atractivo y belleza a la vida consagrada y os presenta ante el
mundo como una alternativa fiable. Esto necesita la sociedad actual, esto espera de
vosotros la Iglesia: ser Evangelio vivo”1. (Benedicto XVI)
Una síntesis del pensamiento del último Congreso de Vida
Consagrada (2004)
1) ¿Qué vida consagrada está suscitando el Espíritu santo hoy?
2) ¿Cómo identificarla, describirla y proponerla?
3) ¿Cómo iniciarnos en ella, cómo formarnos para ella?
4) ¿Cómo describir el tipo de liderazgo que necesita?
5) ¿Cómo detectar lo que bloquea su existencia?
6) ¿Qué nombre dar a este proceso en el que estamos implicados?
Una síntesis de nuestro último Capítulo General (2009)
1) Revitalización, consolidación y crecimiento de la Orden. Impulsar
la revitalización, consolidación y crecimiento solidario de la Orden a través de los
cambios estructurales necesarios.
2) Nuestra vida fraterna en comunidad. Profundizar los aspectos espirituales y humanos necesarios para hacer de nuestras comunidades lugares de crecimiento personal, de vivir y compartir nuestra experiencia de Dios y referencia para
la Misión.
3) Ministerio escolapio: evangelizar educando a los niños y jóvenes, preferencialmente a los pobres. Impulsar la identidad calasancia
y la calidad en la práctica de nuestro ministerio en las obras de educación formal,
educación no formal y parroquias
1
Benedicto XVI, Discurso a la Unión de Superiores Generales, Roma, 2010.
Seminario de Vida Comunitaria
133
4) Pastoral Vocacional: proponer, acoger y acompañar nuestra vocación escolapia. Impulsar la Pastoral Vocacional como elemento nuclear en
la vida de nuestras obras.
5) Una Formación Inicial de calidad para renovar nuestra Vida Religiosa. Impulsar la mejora de la calidad de la formación inicial para revitalizar
la Orden
6) Escolapios, religiosos y laicos, compartiendo carisma y misión.
Seguir impulsando el desarrollo del Proyecto Institucional del Laicado Escolapio.
REVITALIZAR, su concepto y su profundidad
1) Todos tenemos claro cuál es el eje que vertebra nuestro camino de
estos años y que se convierte en horizonte y guía para todos: revitalizar la Orden para fortalecer su vida y su misión. Este es el núcleo
de unifica y orienta todo lo que hacemos y nos proponemos. Hemos
constatado las ansias de vida que hay en la Orden, y vivimos con
esperanza nuestro propio futuro como escolapios. Debemos saber
vivir nuestro proceso como llamada a renovar nuestra vocación, a
fortalecer nuestra misión y a consolidar nuestra pertenencia y envío.
2) Es claro que este “gran objetivo” lo tenemos que entender y vivir,
en primer lugar, como una llamada a la fidelidad vocacional y a la
vivencia integral de nuestra vocación. No es, primariamente, una estrategia, sino un don y una respuesta. Pero también supone un trabajo,
un discernimiento, unas opciones, una planificación. En este sentido
estamos trabajando: sabiendo que todo depende del amor de Dios,
vamos adelante en todo lo que nos está dado hacer para caminar en la
buena dirección.
3) Algunas opciones de fondo que la Congregación General piensa que
debemos impulsar, sabiendo acoger lo que ya se está produciendo (y
que tienen que ver, de modo especial, con el tema de esta exposición, el crecimiento
de las Orden).
a) Estamos creciendo, y debemos seguir haciéndolo, en mentalidad
de Orden. Con esta expresión subrayamos algo que la Congregación General ha venido compartiendo con todos los religiosos
a lo largo de este tiempo y que los Superiores Mayores subrayan
con unanimidad, tal y como lo expresó el 46º Capítulo General:
134
Comunicaciones
somos miembros de las Escuelas Pías, y somos corresponsables
de su crecimiento, de su fidelidad evangélica y de su futuro. Sólo
desde esa actitud, que es creciente entre nuestros jóvenes, podremos revitalizar la Orden. Sólo desde esta opción creceremos
y cuidaremos nuestra disponibilidad misionera. Este Seminario
está concebido desde esta opción prioritaria: debemos pensar y
discernir en común.
b) Y esta es la razón fundamental que explica una de las grandes
convicciones de este sexenio: todo nuestro proceso, o es sistémico, o no será. Ninguna de las grandes opciones de la Orden
tiene sentido aislada de las demás, ninguna de ellas puede ofrecer
vida aislada de las otras, ninguna se entiende desconectada del eje
central al que todos estamos llamados: construir Escuelas Pías.
c) Pero todo esto sólo será posible si estamos abiertos a la fuente
de la Vida y sabemos acogerla como don y como llamada al compromiso. La vivencia de nuestro carisma y vocación, con autenticidad y entrega, es el principal compromiso que debemos asumir y nuestra primordial necesidad que debemos pedir de Aquél
que nos ha llamado a ser escolapios. Somos invitados a vivir el
compromiso de revitalización como don y tarea espiritual, como
fidelidad vocacional.
2.- La vinculación y coordinación de todos los procesos en
los que estamos trabajando, incluida la renovación de nuestra Vida
Comunitaria
1. Es muy importante que comprendamos este concepto. No podemos
trabajar las grandes opciones de la Orden (que hemos llamado
“claves de vida” por fidelidad al proceso de revitalización en el que
nos encontramos) por separado. No llegaremos a ningún sitio. Todas
influyen en todos, todas están condicionadas entre sí. ¿Cómo trabajar la Pastoral Vocacional, por ejemplo, sin un esfuerzo mayor por
comunidades escolapias verdaderamente acogedoras y significativas?
¿Cómo impulsar una Comunidad que realmente sea referencia para
la Misión sin un impulso fuerte de la identidad escolapia de nues-
Seminario de Vida Comunitaria
135
tro ministerio? ¿Cómo hacer una nueva fundación en un país nuevo
–por ejemplo, estos días en Indonesia- sin un proyecto claro de Vida
Comunitaria para que Víctor, Marcelino, Gerry y Antony puedan realmente llevar a feliz puerto esta aventura?
2. Dicho esto, quisiera dar un nuevo paso. Es verdad que todas las
claves de vida son imprescindibles y que necesitamos llevar adelante
todas ellas, y de modo coordinado. Pero también es verdad que, en
determinados momentos, hay claves de vida que son más importantes,
hasta convertirse en condiciones de posibilidad. Sin ellas, no funciona nada. Son “llaves”, criterio de verdad, condiciones de posibilidad.
La Comunidad es una de ellas. Este es el sentir del conjunto de los
Escolapios. No descubro ningún secreto si os digo que, en general,
hay mayor satisfacción en el conjunto de la Orden en cómo llevamos
nuestro ministerio que en cómo vivimos nuestra vida. Es sólo un
ejemplo, pero creo que es claro.
3-Claves de Vida y crecimiento de la Orden
La Congregación General ha marcado con cierta claridad
algunas “Claves de Vida” y la dirección en la que creemos que deben ser
impulsadas. Esta reflexión está hecha con “visión global”. Esta visión
necesita la “encarnación concreta” en cada lugar, en cada contexto. Pero
nos viene bien tener presente las claridades a las que ya vamos llegando
poco a poco.
1) PASTORAL VOCACIONAL. Nos hemos exigido cambiar el
paso de la Orden en su capacidad de sembrar, proponer, acompañar y
acoger nuestra vocación. Invitamos a las Escuelas Pías, a todos los que
se sienten parte de ellas, a colocar este tema en el núcleo de nuestra
capacidad de engendrar vida. Somos llamados a abrir una nueva etapa
en este aspecto. Incrementar nuestras posibilidades (corto plazo) y
avanzar hacia la “cultura vocacional” (medio plazo). AÑO VOCACIONAL. Formación de Agentes de Pastoral Vocacional. Estatutos Demarcacionales. Casa de Acogida Vocacional. Proyecto
+ responsable + equipo / Cultura Vocacional.
136
Comunicaciones
2) FORMACIÓN INICIAL. Invitamos a la Orden a crecer en comunión y calidad de nuestra Formación Inicial. En lo relativo a la comunión, resaltamos la importancia de la elaboración de los proyectos
formativos de las demarcaciones y la formación de formadores,
así como nuestro Directorio de Formación Inicial, FEDE. En lo segundo, los elementos claves, destacamos el desafío de identificar y
clarificar nuestro modelo formativo y la necesaria conexión de la
Formación Inicial con la Pastoral Vocacional y la Formación
Permanente. Visita General a la FI. Carta circular a la Orden
sobre dicha Visita a la FI. Formación de Formadores (cursos,
encuentros por circunscripciones y etapas). Consolidación sistemática de todos los procesos formativos. Equipos de formadores.
3) VIDA COMUNITARIA. Vivir nuestra vida escolapia desde comunidades que nos ayuden a crecer y a testimoniar lo central de nuestra
vocación. Apostamos por crecer en “estructura personal comunitaria”
y por definir las opciones fundamentales desde las que queremos ir
configurando nuestras comunidades. Necesitamos macar horizonte
también en este tema. Necesitamos comunidades con proyecto, alma
de la misión, sencillas y pobres, abiertas y espirituales, convocantes y
exigentes, radicales en la vivencia del Evangelio. Por eso estamos pensando en llevar adelante un “Seminario de discernimiento sobre
nuestra vida comunitaria” para tratar de orientar un crecimiento
en la consistencia escolapia de nuestra vida comunitaria y preparar el terreno para tratar el tema a fondo en el conjunto de la
Orden y especialmente en nuestro próximo Capítulo General.
4) FORMACIÓN PERMANENTE. Impulsemos una nueva cultura de Orden. Todos sabemos explicar bien el auténtico significado
de la formación permanente, pero nos resulta más difícil llevarla adelante desde dinámicas consecuentes. La Formación Permanente busca
nuestro crecimiento en fidelidad vocacional, y esta es tarea para todos. La Orden debe apostar por posibilitar que los religiosos vivamos
acompañados, nos reunamos para reflexionar en común y busquemos
juntos vivir desde proyectos escolapios de vida. Desde aquí aborda-
Seminario de Vida Comunitaria
137
remos el acompañamiento de los primeros años de la vida escolapia
adulta o la entrada en una etapa nueva de la vida como es la madurez
adulta. Somos llamados a ser creativos en esto y a hacer apuestas claras y definidas. Renovación de nuestra propuesta de formación
permanente por ciclos vitales.
5) MINISTERIO ESCOLAPIO. La Orden apuesta por fortalecer cuatro grandes opciones: la identidad escolapia de nuestro ministerio,
el carácter compartido de nuestra misión, la apuesta por la evangelización y la opción por los pobres. Asumimos nuestra necesidad
de reactivar nuestra capacidad pastoral y evangelizadora y por hacer
crecer la Educación No Formal entre nosotros, diversa, dedicada a
los más necesitados, y en red. Se han impulsado algunas acciones y
equipos concretos: Elementos de Identidad de nuestro Ministerio
/ Trabajo en parroquias e identidad escolapia / ENF / Trabajo
en Hogares e identidad calasancia / Movimiento Calasanz.
6) MISIÓN COMPARTIDA e INTEGRACIÓN CARISMÁTICA.
Apostamos claramente por la vinculación de los laicos con nuestro
carisma a través de este dinamismo que nos ayude a compartirlo profundamente y a convocar a la construcción de las Escuelas Pías a todas las personas que se sientan llamadas a esta vocación. La Orden
desea consolidar los procesos de Misión Compartida, los Ministerios Escolapios y las Fraternidades Escolapias y acoger, discernir
y acompañar el dinamismo de integración carismática que se pueda
generar en las demarcaciones.
7) ECONOMÍA. Sólo desde una gestión y administración económicas
concebidas desde el modelo de Orden que estamos impulsando será
posible llevar adelante las metas que nos hemos propuesto. De ahí
surge la exigencia planteada por nuestro 46 Capítulo General: renovar
nuestro sistema de compartir económico. Sólo así será posible una
nueva dinámica de la Orden. Necesitamos, así mismo, trabajar mucho
mejor nuestra capacidad de conseguir recursos externos. Y reflexionar
más profundamente sobre la actual situación económica mundial y
138
Comunicaciones
sus consecuencias y planteamientos para nosotros. La sostenibilidad
del proceso de crecimiento hace necesario que “hilemos fino” en todo
este tema. Necesitamos un crecimiento sostenible, por lo tanto, de
dimensiones adaptadas a nuestras posibilidades, pero también basado
y potenciado en estructuras que faciliten que podamos obtener los
fondos necesarios, sobre todo para nuestra misión.
8) CRECIMIENTO DE LA ORDEN. Apostamos claramente por
nuevas presencias a lo largo de este sexenio, y desde la convicción de
que todo es sistémico, vinculamos este objetivo al profundo deseo y
tarea de revitalización de la Orden y nuestra necesaria reestructuración. Constatamos la alegría estar a punto de empezar en Indonesia, de estar preparando nuestra fundación en Vietnam y China, y de
estar reflexionando sobre otros países. Apostamos por un proceso
claro de vinculación del crecimiento de la Orden al nacimiento de
las nuevas Provincias, pero sin descartar las opciones fundacionales
impulsadas directamente desde la Congregación General con el apoyo
de religiosos disponibles. Jornadas sobre nuestra consolidación y
expansión en Asia. Nuevas Nuevos horizontes que se vislumbran desde algunas Provincias. Nuevos Junioratos y Noviciado
en África. Nuevo Seminario Internacional en Manila. Pastoral
Vocacional en otros países asiáticos o en Haití.
9) NUEVA ESTRUCTURA DE LA ORDEN. Estamos en pleno
proceso de nacimiento de nuevas Provincias, impulsadas por demarcaciones diferentes convocadas a crear un proyecto nuevo y común.
La Congregación General llaman a todos los escolapios a confiar en
este proceso y a ponerse en la mejor disposición. El nacimiento de
nuevas Provincias es una oportunidad de revitalizar la Orden.
Propuesta de nuevas Circunscripciones.
10) PROCESOS CONVERGENTES. Todos los procesos de los que
hablamos son convergentes. Todos están llamados a provocar Vida
en la Orden, y desde esta convicción los estamos impulsando. No
los podemos ni contemplar ni trabajar de modo descoordinado ni de
Seminario de Vida Comunitaria
139
modo independiente. Al servicio integral de este proceso estamos llamados todos. La propuesta de centralidad de Calasanz. El próximo Congreso de Espiritualidad Calasancia.
4-La Vida Comunitaria en este proceso de revitalización
Todos conocemos la variada y rica literatura que existe en torno a
los diversos modelos de comunidad que existen en el conjunto de la Vida
Consagrada, las diversas épocas a la que estos modelos se corresponden,
los valores y contravalores que suponen. No hace falta desarrollar esta
reflexión, y expresamente renuncio a hacerlo. Creo que nuestro desafío
no es tanto de “modelos” (reducir las cosas a esquemas de este tipo no
suele ayudar mucho, porque siempre simplificamos) como de “apuestas
claras” en relación con nuestras comunidades. Lo digo porque
conozco comunidades que podrían encajar en un modelo más o menos
tradicional basado en el cumplimiento de mediaciones bastante normales
y en el que da gusto compartir la Vida Comunitaria, y comunidades que
podrían responder a un modelo más actual (un grupo más pequeño,
quizá viviendo en un piso, muy centradas en la misión) en la que la vida
comunitaria prácticamente no existe. Y también conozco lo contrario.
Creo que el desafío es más profundo que un simple “escaparate
de modelos” para ver cuál es el que más nos gusta. El desafío está más
centrado en “apuestas” u “opciones” desde las que podamos trabajar y
vivir como escolapios. Quisiera exponer algunas de estas apuestas que
creo que la Orden puede y debe hacer, en todas las demarcaciones. Soy
también consciente de que hay al menos dos perspectivas desde las
que podamos hablar de esto: claves desde las que queremos formar a
los jóvenes y orientar las comunidades / claves desde las que podemos
intentar cambiar algunas sensibilidades, ya muy consolidadas (asunto
complicado). Finalmente, creo que lo esencial es que las comunidades
vivan realmente las “claves de vida de la Orden”. Este es el camino.
Quiero también decir que cada una de las características de las
apuestas que tenemos que hacer es que sean susceptibles de ser programadas
y trabajadas. No podemos reducir esto a “buenas intenciones”. No hace
mucho que leí una reflexión que se titulaba “eso de nacer de nuevo es
140
Comunicaciones
un don, pero a lo mejor también podemos trabajar por conseguirlo”.
Por ejemplo, un grupo puede plantearse seriamente organizar procesos
fuertes y acompañados de crecimiento espiritual –con formación espiritual
seria para los religiosos- o creer que todo está bien como está, o puede
plantearse una dinámica de trabajo y apertura con los temas sociales o
creer que estas cosas no son para nosotros y cerrar puertas, etc…
Presento diez apuestas que yo creo que debemos intentar hacer
en nuestra Orden, en este momento de las Escuelas Pías.
1. Comunidades centradas en JC y que comparten su fe. Su tesoro
es el seguimiento del Señor (y a lo que invitan es a compartirlo), cuidan su oración común, su Eucaristía, sus retiros espirituales, el acompañamiento del proceso personal y vocacional de cada uno (tenga la
edad que tenga), abiertas a compartir la oración con otras personas,
favorecedoras del encuentro personal de cada uno con el Señor, que
en su formación permanente hablan de su proceso de fe y trabajan
sobre ello, y que reflexionan sobre lo que significa que el centro de la
comunidad es Cristo, quien nos convoca. El “centro configurador” de
un grupo es fácil de comprobar; basta con vivir un tiempo en una casa
para ver cómo funciona y desde qué claves lo hace.
2. Comunidades configuradas desde un proyecto comunitario basado en las Constituciones, elaborado conjuntamente, evaluado
periódicamente, acompañado por los responsables de la Provincia,
vinculado a la presencia escolapia en la que están insertas y utilizado
como herramienta de exigencia y crecimiento vocacional. Un proyecto que sea exigente y generador de comunidad.
3. Comunidades construidas desde el compromiso de cada uno
por “construir comunidad”, por dedicar tiempo, por compartir las
cosas, por el cuidado de las relaciones fraternas, por la capacidad de
acoger y perdonar. Hay una clave que debemos introducir con más
fuerza, y que es de tipo “espiritual”, forma parte de nuestra vocación y
hay que cuidarla. Tenemos que ser “seres espiritualmente comunita-
Seminario de Vida Comunitaria
141
rios”, y valorar la comunidad como algo tan sagrado como, al menos,
la clase. La mayor parte de las cosas que necesitamos son de tipo espiritual, son de fondo, y debemos situarlas en esa clave.
4. Comunidades que se plantean claramente su misión de ser
“alma escolapia de la Obra”, sin confundir esto con ser los “dueños de la Obra”, sino los transmisores del carisma y generadores de
identidad calasancia entre todas las personas vinculadas a cada presencia escolapia. Esto supone también capacidad de acogida y acompañamiento de jóvenes, de profesores, de laicos y laicas, de personas que
buscan, de personas que se plantean una vocación escolapia, etc.
5. Comunidades que hagan posible aspectos básicos como estos:
relaciones fraternas, corresponsabilidad, acompañamiento de las personas, apreciarse y quererse, saber los unos la vida de los otros, visitar
al enfermo en el hospital en vez de no verle en varios días porque tengo mucho trabajo, capacidad de reconciliación personal, no murmurar
de los hermanos, acoger a los huéspedes, limpiar y ordenar la casa,
saber confrontar con respeto y cariño y pensar siempre en los demás
hermanos de la comunidad, también en los pequeños detalles.
6. Avanzar en claridad sobre nuestra propia realidad comunitaria,
llamando a las cosas por su nombre. Sólo desde un análisis honesto
de nuestra realidad comunitaria podremos avanzar. Voy a tratar de
hacerlo. Creo que debemos reconocer:
a) La vitalidad de una comunidad no depende del número de miembros o de su edad, sino de la determinación profundad de vivir lo
esencial de la “vida escolapia”.
b) La vida comunitaria no se puede llevar adelante sin una gran capacidad de cuestionarse y de un proceso de formación que nos
ayude a superar el individualismo. Tenemos síntomas de individualismo.
c) No saldremos adelante si los proyectos de las comunidades no son
considerados como “propios” por cada uno de los miembros.
142
Comunicaciones
d) Los superiores deben ayudar a las comunidades estancadas o inconscientes de su propia situación, y asumir que será difícil cambiar esa dinámica. Y tenemos comunidades así, sin duda.
e) Debemos hacernos honestamente esta pregunta: ¿hemos trabajado alguna vez sobre nuestra capacidad de vida comunitaria?
7. Reflexionar cómo debemos formarnos para la vida comunitaria.
No podemos dejar a la espontaneidad el aprendizaje de la Vida Comunitaria. Del mismo modo que hay cursos para aprender a ser un buen
educador, también los hay para aprender a ser un buen hermano de
comunidad. No os sorprenda esto, “necesitamos aprender”. Aprender
lo que significa una buena reunión comunitaria, lo que quiere decir
compartir la fe como hermanos, lo que significa transmitir el carisma a quienes comparten nuestra misión, lo que significa ser un buen
superior (alguien que lidera según el Evangelio) de una comunidad, y
¡tantas cosas! Me bastaría con que aprobáramos que la Orden debe
dotarse a sí misma de un proceso de aprendizaje de la vida comunitaria. Por lo menos sería señal de que reconocemos que tenemos que
aprender.
8. Comunidades que potencien los acentos que la Orden está
planteando en estos momentos: mentalidad de Orden, interés por
los desafíos de las Escuelas Pías, capacidad misionera, importancia de
la identidad escolapia en nuestra misión. Comunidades que lean las
cartas circulares de los superiores, que pongan a disposición de los
hermanos las publicaciones de la Orden, que se interesen por enviar
sus aportaciones en los temas que se les plantea desde la Provincia o
desde la Orden, que rezan frecuentemente por la Orden y sus necesidades, etc.
9. Comunidades capaces de acogida vocacional y acompañamiento de los religiosos más jóvenes. Una comunidad es de acogida
cuando este valor, el de la acogida, es capaz de cambiar la dinámica
de la propia comunidad, cuando la comunidad es capaz de adaptarse a
quien viene, y no sólo al revés. Comunidades que sepan lo que dicen
Seminario de Vida Comunitaria
143
cuando piden que vengan jóvenes a formar parte de ellas. Las que son
casas de formación, con una priorización clara de lo que significa estar
dedicadas a la formación de los jóvenes.
10. Comunidades en permanente tensión ante la vivencia de la pobreza. En los medios de que disponemos, en el cuidado de nuestros
bienes, en el tipo de casa, en los contextos que elegimos para vivir,
en el cuidado de la dinámica económica desde la que vivimos, etc.
Siempre me llamó la atención el mandato de nuestras Constituciones:
“intentamos descubrir nuevas formas de pobreza, más adaptadas a nuestro carisma y a la exigencias de nuestro tiempo”(C75)
11. No olvidéis que podemos plantearnos más apuestas. La lista de
diez no agota los desafíos que tenemos planteados.
5- Hacia una nueva reflexión sobre nuestra Vida Comunitaria
Escolapia
1) Algunas referencias de nuestras Constituciones, sólo de la Primera Parte. De la segunda aún es más claro.
a) Seguimiento, nº 13: somos personas que vivimos en común…
b) Ministerio, nº 22: “con nuestro estilo de vida, testimonio….damos una imagen más nítida de Cristo…
c) Vida Comunitaria
d) Comunidad de Oración. El título ya lo dice todo.
e) La castidad consagrada: nº 59, la necesidad de un ambiente comunitario alegre
f) Nuestra pobreza: 70, en nuestra vivienda, ha de brillar la pobreza
g) Obediencia consagrada: 78, las reuniones de comunidad, el servicio de los superiores
h) Nuestro ministerio: 102, la comunión en la Vida Religiosa es esencial en el ministerio
i) Formación: 120, la comunidad es esencial en la formación, inicial
y permanente
i) Es bastante claro que en nuestra vocación, la comunidad
144
Comunicaciones
tiene que ver con todas las áreas centrales de nuestra
vida. Eso quiero decir cuando afirmo que es una condición de posibilidad de nuestra consistencia vocacional.
ii) Por lo tanto, debemos saber sacar las consecuencias der
esta afirmación.
2) La comunidad es elemento nuclear y unificador de todo nuestro
proyecto de vida. Esto nos debiera hacer pensar que debemos
darle más atención, al menos a tres niveles:
a) Dinámica desde la que una Demarcación acompaña la vida y progreso de las comunidades.
i) Seguimiento de los proyectos comunitarios
ii) Cursos de rectores
iii) Presencia de los provinciales
iv) Propuestas desde los superiores
v) Comunión de comunidades
vi) Encomiendas a las comunidades
vii) Ayuda para entender las nuevas situaciones
viii) Necesidad de que las Congregaciones Demarcacionales tengan un proyecto de impulso de la Vida Comunitaria para el
cuatrienio para el que son elegidas al servicio de la Provincia.
b) Propuesta institucional desde la que la Orden se plantea la formación para la Vida Comunitaria.
i) En la acogida vocacional
ii) En la formación Inicial
iii) En los diversos ciclos vitales
iv) En las apuestas formativas que se hacen
v) En la preparación específica de algunos religiosos sobre todo
lo relativo a la Vida Comunitaria
c) Impulsar, de modo creativo, el desafío de avanzar hacia una revitalización de la Orden basada, también, en una atención especial a
nuestras Comunidades, a todas ellas. La comunidad será la “caja de
Seminario de Vida Comunitaria
145
resonancia” de este proceso, quizá una de las más claras y significativas.
CONCLUSIÓN
El fruto de este Seminario de reflexión y discernimiento sobre
la Vida Comunitaria Escolapia será, sobre todo, la toma de conciencia
en el conjunto de los escolapios que la comunidad no debe ser dada por
supuesta nunca. La comunidad debe ser pensada, cuidada y acompañada,
para que de verdad responda a lo que la Orden hoy necesita.
Muchas gracias por vuestra atención y disponibilidad.
146
Experiencias
EXPERIENCIAS
MANERA DE VIVIR MI SERVICIO DE ACOMPAÑAMIENTO
COMO PROVINCIAL
P. Emmanuel Suárez
a. Presupuestos:
1. En el día a día me encuentro aprendiendo. Tengo claro buscar el
bien de las personas, de la Provincia y de la Orden.
2. Son aspectos que intento vivir con logros y retrocesos. Estoy en
el intento y no siempre lo logro. Estoy también Influido por mis
circunstancias y las de mi Provincia.
3. “Hacer de Provincial” me concientiza de la precariedad de nuestra
condición humana, incluyendo la propia pero también de la grandeza y misericordia de la acción de Dios en nuestra persona, especialmente cuando se le deja actuar.
b. Criterios:
1. Asumirme como Provincial. No significa que sea bueno, ni perfecto, ni piadoso, significa sí, que he de ser un hombre tocado por el
Evangelio.
2. Tengo claro que toda historia personal de los religiosos es Historia
de Salvación. Cada Religiosos es un “lugar sagrado”. He intentado
ser muy respetuoso.
3. Afrontar con realismo esta responsabilidad. Esto lo entiendo como
la capacidad de poner nombre a los problemas y a las soluciones. A
las grandezas y a las limitaciones.
c. Características que intento vivir:
1. Ser portador e inspirador de esperanza y alegría cristiana.
2. Superar los miedos al cambio, si se percibe como bueno y necesario.
3. Tener claro que la experiencia de Dios implica todos los aspectos de
nuestra vida superando dualismos, pietismos y espiritualismos.
4. Percibir aceptar a los Religiosos como mis hermanos en Cristo.
Seminario de Vida Comunitaria
147
5. Acoger y recibir lo que se me ofrece.
6. Insistir en la solidaridad con los más necesitados como expresión
de nuestra opción. ¿A quién beneficiamos con nuestro trabajo?
¿cuáles son nuestros criterios? ¿cómo llevamos la administración y
bajo qué parámetros?
7. Aprecio, cercanía y escucha por los jóvenes.
8. Insistir en que las dificultades personales y los propios conflictos no
deben intentar resolverse al margen del llamado de Jesús, la experiencia de Dios y la vocación por la misión.
9. Insistir y provocar una actitud de cambio y desinstalación.
10. Estar abiertos a la acción del Espíritu y lo que nos pide, no solo
programar nuestros proyectos.
11. Crear comunión.
12. Ser compasivo y misericordioso con las debilidades pero intentar
encender la energía, valor, coraje y fortaleza que implica el llamado
de Jesús.
Aspectos concretos del acompañamiento que voy intentando.
1. Partir siempre de cómo se encuentra el Religioso. ¿Cómo están?
2. Corrección fraterna personal y siempre con claridad y firmeza pero
también con generosidad y escucha.
3. Reuniones de Rectores. Seguimiento del Proyecto Comunitario,
proyecto personal. Reflexión sobre el papel del Rector de Comunidad según constituciones y diversos materiales.
4. Enfatizando que hay que entrar en la “vida privada” del hermano.
No hacerlo es enviar el mensaje que no nos importa su persona.
5. Curso Taller de “acompañamiento” en febrero 2013 por el P. Juan
Carlos Sevillano. Un escolapio que lo realiza.
6. Tomar decisiones, escuchar, consultar, discernir pero decidir.
7. Buscar aquello que apasiona a cada religioso. Hablar de ello. Potenciar las cualidades.
8. Intento hacer sentir plena confianza a los religiosos. Que sean ellos
mismos como son realmente. La Comunidad es su casa, la Provincia su Provincia, la Orden su Orden.
9. Intento ser animador a veces con mucha paciencia.
10. Procuro hablar de su proceso de fe.
11. Distinguir visita a las comunidades y a las Obras.
12.Saber ofrecer una disculpa. Saber perdonar.
148
Experiencias
DESAFÍOS DE LOS SUPERIORES LOCALES EN RELACIÓN CON
EL CUIDADO DE LA VIDA COMUNITARIA.
¿MI EXPERIENCIA Y MIS INTUICIONES?
P. Josep Artigas
Primero, quiero reconocer que mi desempeño en este servicio
de superior de la comunidad no puede presentarse como un modelo.
De hecho el carácter de una persona necesariamente marca la manera de
prestar este servicio. Y ya se sabe que la impetuosidad, la falta de atención
a los pequeños detalles, de observación, pueden hacer difícil la buena
realización de lo que, en mi opinión, es lo más importante en el papel del
superior, que es precisamente el cuidado, la atención delicada y dedicada a
los hermanos. Esto no siempre fue mi punto fuerte.
Yo, por lo tanto, corro el riesgo de ser demasiado teórico (lo que
seguramente no era el deseo de quien me pidió que hablara).
Así se podrían enfocar los retos del superior local con respecto a
su función, con respecto a la tarea misma del superior de cuidar la vida de
la comunidad, pero también con respecto a las dificultades que hoy tiene
para el superior la animación de la vida de la comunidad religiosa dado el
comportamiento (o las actitudes) de sus hermanos.
EN RELACIÓN CON SU PROPIO PAPEL
EL CUIDADO DE LAS PERSONAS
El papel más importante del superior, en mi opinión, insisto, para
que se dé una vida de comunidad satisfactoria, es sobre todo la atención de
los religiosos, de cada uno de ellos para que cada uno se sienta en primer
lugar satisfecho. Nuestras Constituciones hablan del cuidado pastoral de los
hermanos: ‘El religioso a quien se confía el ministerio de la autoridad, tiene
el cuidado pastoral de los hermanos como principal y genuino” (C 84)
El primer gran desafío, por lo tanto, para el superior es saber
cómo tomar en cuenta todo lo que constituye la vida y la personalidad de
sus hermanos. En este sentido (se dice que) el superior debe cuidarse de la
Seminario de Vida Comunitaria
149
salud y el equilibrio humano de cada uno, su vida espiritual y su vocación
religiosa, su lugar y su integración en la comunidad, su trabajo apostólico.
Para llegar allí deberá esforzarse en promover relaciones
sencillas de fácil comunicación, de diálogo, lo que supone una actitud de
escucha para entender mejor, para medir las dificultades, para percibir
las capacidades y potencialidades de una persona. Tener en cuenta las
necesidades, aspiraciones, afectos de los hermanos. El superior está
llamado a este servicio. Un servicio bien difícil (yo me siento poco capaz
de hacerlo bien).
Es esencial que el superior sea el primero en creer en la vida de la
comunidad como un lugar de crecimiento de la vocación de sus miembros,
como un lugar de discernimiento de la voluntad de Dios para cada uno
de los hermanos: «En actitud humilde y dócil, trata de descubrir la voluntad de
Dios sobre cada uno de sus hermanos, para cumplirla fielmente con ellos » (C 84).
Así deberá preguntarse: “¿Que espera Dios de cada uno de los religiosos
que se me han confiado’’ Debe creer en la presencia real de Dios en la
vida de la comunidad y en la de cada uno de sus miembros. (Año de la fe,
¿verdad?)
El mismo n ° 84 de las Constituciones presenta el gran desafío
para el Superior de la comunidad en este sentido: “… y los guía hacia la
santidad con la Palabra de Dios y sobre todo con su propio ejemplo.” (C 84). En
todo caso, por lo menos, hay algo que el superior puede realmente hacer,
y es esforzarse por vivir la vida fraterna, y practicarla (él el primero). Sólo
el ejemplo mutuo puede ayudarnos a crecer juntos hacia una convivencia
gratificante para todos sus miembros y un verdadero testimonio del Reino
para los demás.
EL CUIDADO DEL GRUPO COMUNITARIO (DE LA
FRATERNIDAD)
La comunidad religiosa se vive en fraternidad. Esta está construida
con humanidad e interioridad, con estima y afecto, con interés por el trabajo
de los demás - con reconocimiento hacia el hermano, llegando hasta el
perdón – con la atención a los hermanos enfermos – con la comunicación
mutua - con iniciativa y corresponsabilidad – con aficiones comunes en
ocasiones.
150
Experiencias
Por lo tanto, aunque todos debemos intentar vivir la fraternidad,
el papel del superior es muy importante para garantizarla. Un gran reto
para él! Y... para llevarla a cabo:
- El superior debe saber organizar la vida del grupo. Pero por supuesto debe ser una persona abierta. No querer hacerlo todo,
saber mantenerse al margen e incluso saben responsabilizar a
quienes ofrecen más verdad, más calor, de participación en la
vida común; saberse más bien oculto, en lugar de aparecer como
jefe.
- No debería estar satisfecho sólo con la organización de la oración, comidas, recreos y reuniones formales (programación simple de actos del grupo). El reto es asegurar la animación de la
comunidad, con especial atención sobre todo a las personas y
garantizando la libertad de cada uno y la unidad de todos.
- El diseño e implementación de un buen proyecto de comunidad,
hecho con la participación de todos, facilita esta tarea. Todos
los miembros de la comunidad deben sentirse involucrados en
la vida y la fraternidad de la comunidad: una comunidad donde
todos buscan objetivos específicos y donde todos tienen también
compromisos hacia los demás.
- Y,... hacerlo todo con paciencia y humor, lo cual ayuda para hablar con quienes hacen oídos sordos, y ser amable y simpático
con el hermanito difícil. Las pequeñas atenciones son muy a menudo signo de un gran amor. Es bien sabido que las actitudes
autoritarias del superior hacen difícil el desarrollo normal de las
relaciones mutuas.
En este sentido...
EN RELACIÓN CON LAS DIFICULTADES DE LA VIDA
COMUNITARIA (teniendo en cuenta el comportamiento de
algunos religiosos)
Al superior se le presentan grandes desafíos para cuidar la
convivencia, la armonía y el bienestar del grupo, en relación con las
Seminario de Vida Comunitaria
151
dificultades mismas (o ciertos errores) de la comunidad, de la vida en
común, a menudo ocasionadas por algunos miembros.
La actitud inmovilista
He vivido muy poco en una comunidad antigua, más bien lo he
hecho en comunidades nuevas e incluso en medios particulares. Pero aún
así, en todos los casos, fácilmente se percibe una especie de “status quo”, lo cual quiere decir en el segundo caso que se desean guardar las tradiciones
conocidas o vividas en otros lugares-, como si se estuviera en posesión de
un derecho adquirido, que se manifiesta en la inmovilidad de los religiosos
y no sólo física, sino también una inmovilidad mental y psíquica. Actitud
de terquedad y fijación en relación a una abertura para vivir de manera
diferente, en relación con los actuales miembros de la comunidad y en
relación con la realidad actual de su entorno...
El inmovilismo puede ser (para algunos) un hábil elemento
para controlar al superior, que se siente limitado y condicionado en sus
intentos de introducir cambios en la vida común y/o individual de tal o
cual religioso. Es bien conocido el bloqueo que uno o varios religiosos
pueden realizar con respecto a los proyectos de cambios que el superior
puede proponer a la comunidad, y la razón es la tradición: “Siempre se ha
hecho así; aquí lo hacemos así”.
El inmovilismo hace difícil para el superior, hasta desanimarlo,
cualquier mejora, actualización, renovación o revisión de la forma de vivir
los diferentes aspectos de la vida en común: cambio de horario, renovación
de cargos, aceptación de trabajos ministeriales, planteamiento de objetivos
comprometedores de la comunidad con respecto a las obras educativas y/
o en el medio de vida, pequeños cambios en la vida de oración, inhibición
frente a planes de formación permanente o seminarios y reuniones, etc....
También los efectos de este “status quo” pueden ser la pasividad
en las reuniones comunitarias, en encuentros: actitudes que empobrecen
al religioso individual y a toda la comunidad.
Inmovilismo que denota y alimenta el desinterés, la comodidad o
la pereza intelectual.
Frente a esta serie de pequeñas, pero no insignificantes, dificultades,
es deseable que el superior actúe con prudencia y calma. Estar juntos
152
Experiencias
enriquece y facilita el conocimiento mutuo; conocimiento y habilidad que
van a indicar el ritmo y las modalidades apropiadas para introducir lo que
él entienda como mejora de la vida comunitaria.
La actitud del individualismo
Individualismo, esta “actitud que lleva a pensar y actuar
independientemente, frente a los demás o contra las normas
establecidas”.
Puede ser que esta actitud no es frecuente entre los hermanos
con quienes he compartido la vida común, pero ella no ha estado ausente,
en esas comunidades (incluso jóvenes), ya que es constitutivo de la
condición humana reclamar sus “derechos” en momentos o circunstancias
determinados. Seguramente el individualismo no es el criterio de
pensamiento y principio intelectual de nuestros religiosos. Pero a veces el
comportamiento, las acciones y omisiones, sí expresan, si no creencias, a
menos actitudes bien asentadas a veces sistemáticas.
Esta actitud es más notable entre los hermanos que recibieron una
educación superior y se sienten más seguros de sí mismos y autosuficientes,
capaces de hacer muchas cosas y sin necesidad de la ayuda y colaboración
de los demás.
Individualismo socava (ahoga) la fraternidad, desequilibra la
estructura operativa de la comunidad con respecto a la misión y hace difícil
el trabajo de armonización del superior.
Este defecto se manifiesta en los religiosos que dan prioridad a
su plan de vida, su trabajo y actividades personales con respecto a los de
la comunidad. Personas que funcionan en paralelo, cuando no lo hacen
en dirección opuesta a la de la comunidad, en horarios, ocupaciones,
compromisos, ausencias y - por supuesto - en materia económica. Esta
actitud y sus manifestaciones son totalmente injustas y manifiestan
desprecio por la comunidad y a menudo se las “justifica” con comentarios
y críticas irónicas hacia las iniciativas y el trabajo de los otros y la propia
comunidad, ocultando mal alguna intención de desprecio.
Difícil tarea también para el superior cuando esta actitud se
manifiesta por medio del rechazo explícito o la inhibición frente a
propuestas y solicitudes para trabajos concretos, de carácter apostólico o
de colaboración en cargas o servicios comunitarios.
Seminario de Vida Comunitaria
153
Lo que podría llamarse la actitud naturalista
Las comunidades en las que yo he tenido que servir no se salvaron
de esta actitud de algunos religiosos. Se trata de “la inclinación contagiosa
para establecer principios y normas de conducta en un marco puramente
racional, humano, de acuerdo con las claves del tiempo presente, económico
y cultural”.
Esto conduce a estilos de vida basados en referencias de
bienestar, comodidad, abundancia, consumo, superficialidad, etc. Incluso
en ambientes desfavorecidos, esto es lo que a veces aspiramos a tener,
dejando de lado las condiciones de vida de las personas indigentes.
Se dedica un número excesivo de horas a la ociosidad y a aficiones
que no están muy lejos de la frivolidad, por otra parte (Televisión, skype,
facebook...), beber vino de palma... y encima tomar todo esto como temas
de conversación y chisme. ¡Qué difícil resulta introducir en las charlas diarias
y con naturalidad, contenidos y temas religiosos, de teología espiritual!
¿Pero cómo puede evitar el superior que esto contribuya a crear
y a formar una atmósfera de temporalidad e intrascendencia que proyecte
una imagen falsa de una comunidad “alegre y confiada”, cuando en el
fondo esta es superficial e incoherente?
Una comunidad, una parte de ella, dos religiosos con esta actitud,
suponen una barrera para que el superior puede proporcionar animación
al grupo comunitario.
La actitud del mínimo esfuerzo para vivir la comunidad religiosa escolapia
En algunas comunidades, incluso en algunas de las más jóvenes,
es notoria la simplificación que tendemos a hacer de la observancia regular
(una palabra que no está de moda). Ciertamente, comunidad debe adaptarse
a su ambiente de vida social y hasta religioso (en la ciudad, en la selva)
y seguramente, en función de ello debe buscar lo esencial. Pero a veces
este ejercicio se convierte en la eliminación de todos, o al menos algunos
elementos que configuran la comunidad de vida religiosa escolapia y que
facilitan la vida fraterna.
Se podría hablar de la vida fraterna en común, la oración
comunitaria y la pobreza solidaria. También otros aspectos como los
horarios que unifican la en común, la mesa, la austeridad de vida que se
pierde poco a poco, la oración común, sobre todo,...
154
Experiencias
Es cierto que el laxismo en estas prácticas es debido a la falta de
vigor espiritual, de vida interior, de ejercicio de internalización. Podemos
ser buenos maestros, pastores dedicados y excelentes facilitadores de la
acción social, pero tenemos la tentación de abandonar la vida regular y
de oración. ¡Qué desafío para el superior vigilar para mantener el espíritu
“religioso escolapio” en la comunidad y sus miembros! Es como tener que
cuidarse de asegurar su educación continua y su renovación espiritual.
Una herramienta importante e indispensable: (que puede ayudar al
superior a responder a los desafíos, creo)
La reunión de la comunidad, lugar de compartir la vida y la misión de
la comunidad, pero también de cada uno de sus miembros.
El proyecto comunitario y la programación comunitaria... elementos
cuya elaboración y puesta en común nos ayudan a vivir nuestra vocación
y ser fieles a nuestros compromisos con respecto a la misión.
En las comunidades donde yo he estado siempre hemos hecho
(más o menos bien) este proyecto de vida y misión de la comunidad. Es
el medio por el cual como superior he podido (o habría podido) animar
a los hermanos a sentirse solidarios con los demás y corresponsables con
ellos.
¿Los desafíos del superior local con respecto al cuidado de la vida
comunitaria? Bien, son los mismos desafíos que tienen todos sus miembros,
pues para que exista una vida comunitaria armoniosa y satisfactoria para
todos sus miembros, en todos debe existir el compromiso de saberse actores
en el seno de la comunidad y para la comunidad, y enviados por la comunidad,
a la que deben dar cuenta de sus actividades ministeriales. Este es el desafío
para mí como superior: hacer que los demás hermanos compartan este
principio.
Seminario de Vida Comunitaria
155
LOS RETOS DE LOS SUPERIORES LOCALES EN RELACIÓN
CON EL CUIDADO DE LA VIDA COMUNITARIA
P. Daniel Hallado
No me es fácil responder a esta cuestión, al menos por dos
razones: porque he sido superior local únicamente siete años, uno en
España (Alcalá de Henares) y seis en Guinea Ecuatorial (Bata), si bien
es cierto que por los servicios asignados, he tenido que estar en contacto
con la experiencia –mucho más rica que la mía- de muchos superiores
y comunidades. La segunda es por la cantidad de aspectos que se me
acumulaban para abordar: cuando iba pensando la vida de la comunidad,
me iban apareciendo cada vez más contenidos.
Me he resuelto a hacer mi parte de este relato de experiencia
reduciendo los aspectos a cinco sin pretender en ningún caso ignorar el
valor de otros muchos posibles.
1. Una familia de hermanos convocados
Es cierto que, como religiosos, no somos sin más una familia,
empezando porque no nos unimos a quienes hayamos elegido. Pero
también es cierto que estamos llamados a ser testimonio de fraternidad, con
los hermanos que el Señor ha puesto a nuestro lado (sí… con la mediación
del provincial, pero recibido de la mano de Dios, que diría Calasanz).
Y ser fraternidad, familia, requiere para nosotros al menos: sentirnos
convocados, recibir a cada uno como hermano y don para mí y para la
comunidad, y tiempo de estar juntos con calidad.
Hoy, por otra parte, la fraternidad está llamada por la Iglesia a ser
testimoniada y aumentar.
Experiencia: religiosos que viven el tiempo en comunidad desde el
cumplimiento de las reglas y la inercia de los caminos ya recorridos y percibidos
como seguros, frente a religiosos que entienden que hay que ser menos
rígidos y que la misión permite saltarse algunos tiempos… y a veces muchos.
Hoy es un tema candente. En algunos casos agravado por lo que
considero excesivas dependencias familiares (sin quitar valor al cuarto
156
Experiencias
mandamiento… aunque dejar la familia para constituir una nueva forma
parte también del mismo, en contexto bíblico).
Seguimos siendo “regulares”… me refiero a lo de las reglas. Mi
esfuerzo ha estado en que las reglas se encarnen en proyectos locales asumidos,
donde los tiempos sean los necesarios para el encuentro: orar juntos, celebrar la
eucaristía quienes no tienen fuera y todos juntos al menos un día, comer y
cenar juntos, tener nuestras reuniones y tiempos mayores de compartir o
retiro, revisiones… y que los tiempos puedan ser de calidad, garantizando
también una buena comunicación. En algunos casos, cada vez más, se opta
por prolongar el tiempo de sobremesa charlando de las cosas del día, de lo
que sucede fuera, o de temas más “subidos”. Es un tiempo muy familiar y
ayuda a compensar la quiete-televisión.
El otro aspecto de ser familia, es el de centrar nuestra vida en torno
al que nos ha convocado, el que nos reúne. Y el de recibir a cada hermano
como un don (esto supone un esfuerzo continuo de reconocimiento
de las cualidades del otro, de búsqueda de su mejor lugar, de ayudar a
superar miradas negativas…). Desde este aspecto, siento importante
incidir constantemente sobre lo único necesario, que es el amor a Dios
y al hermano, la perfecta caridad, dicho en palabras bíblicas, conciliares y
de Calasanz. Nos reconocerán, dice el número 18 de las constituciones,
como seguidores de Cristo en el amor recíproco, en primer lugar. Sin ello,
la misión tiene mucho menos sentido del que pretendemos volcar con
nuestro activismo. No es fácil cambiar esta perspectiva.
Finalmente, la familia está llamada a ampliarse. Acoger en comunidad
(cada vez más) a quien llama a la puerta y, especialmente, a los laicos
que comparten nuestra labor o misión (como la experiencia en algunas
comunidades de Betania acogiendo para compartir oración o eucaristía
y mesa a los miembros de la comunidad educativa poco a poco) y,
especialmente, incrementar los encuentros de calidad con la comunidad
local de la fraternidad. Esta acogida nos hace bien a nosotros –pues saca
lo mejor de cada miembro de la comunidad y nos enriquecemos con la
presencia de los invitados- y les hace bien a quienes vienen posiblemente
por los mismos motivos; pero también nos exige. Conviene señalar al
respecto dos aspectos: que sea algo ordenado, que respeta la familiaridad
de casa (se acoge sin límites ni horarios demasiado rígidos, pero no se
Seminario de Vida Comunitaria
157
puede estar todo el día de “puertas abiertas”), y que se entienda como
parte de nuestra misión hoy, no como una moda, o gustos particulares de
algunos de la comunidad, sino como algo que la misma Iglesia y la Orden
nos piden.
2. La comunidad como lugar de crecimiento
Porque no se trata sólo de “estar bien”. Estamos llamados a crecer
personal y comunitariamente, como parte de nuestra misión y del amor
recíproco.
Esto se traduce en el esfuerzo por el cuidado de cada hermano, evitando
que derive en el mito moderno-burgués de la autorrealización y el estar a
gusto. No me es fácil. Siento que pararse a hablar con un hermano para
que pueda abrirse y ayudarle, corregirle o animarle, no me nace espontáneo
y a la mayoría tampoco. De hecho siempre he percibido más facilidad en
dar este paso por parte del superior mayor –incluyendo mi experienciaque por parte del superior local. Sin embargo, constato el gran bien que
hacen los superiores locales que viven este encuentro personal con cierta
frecuencia, mejor si se logra hacer más o menos sistemático.
Otro aspecto de la comunidad como lugar de crecimiento, que he
podido cuidar y disfrutar un poco más, es el de la redacción de los proyectos
personal y comunitario. Tanto en España como en Guinea, he podido tener
experiencias valiosas en la elaboración acompasada de ambos proyectos,
buscando un tiempo suficiente (una jornada, un fin de semana, varias
reuniones en la semana…). El esquema básico es: trabajo personal de
encuentro con la propia realidad, exposición de la situación de cada uno
con posibilidad de contraste (aquí depende de la confianza y acogida),
estudio conjunto de la realidad de la comunidad y trabajo del proyecto
comunitario; completar luego el proyecto personal.
Esta experiencia creo que nos ha ayudado a acoger mejor la realidad
de cada uno, a perfilar mejor el proyecto de la comunidad siendo mejor acogido
por cada miembro de la misma, y a generar una mayor comunicación.
Los tiempos de oración y las eucaristías cuidadas en detalle, con
tiempo de lectura de la Palabra que ayude a compartir ecos a la misma y
vida, son también espacio de crecimiento, pero favorecido por el cuidado
que pone en ello el superior.
158
Experiencias
Finalmente, crecer en capacidad de corrección fraterna. Ésta no es algo
fácil. Siento que es percibida por la mayoría de escolapios como un ideal
escasamente logrado. Hay heridas del pasado –por un mal llevado capítulo
de culpas- y no siempre se han curado. En general no he conseguido
un espacio explícito para dicha corrección, pero sí en el contexto de los
retiros comunitarios en los que se da tiempo para compartir desde la fe y
–creciendo ahí nuestra confianza y comunicabilidad- tiempo de revisión
de vida en el que no han faltado ni la corrección en lo comunitario, ni en
lo personal, aunque sea sólo en lo más notorio. Pienso que deberíamos
llegar a recibir la corrección fraterna como algo valioso y deseado, para
nuestro propio crecimiento, pero nos falta el ánimo y los instrumentos que
lo favorezcan, a pesar de ser un aspecto esencial –desde el Evangelio- de
la comunidad cristiana.
3. Austeridad sostenible y espacio físico acogedor
Es un tema que pocas veces abordamos. A veces me parece que
es el equivalente al descuido de la dimensión corporal, tanto por defecto
como por exceso. Por otra parte, Calasanz tenía claro este tema, lo que era
necesario y cómo, muy detalladamente descrito en reglas y reglamentos,
percibiéndose detrás de ello el porqué.
Pecamos de extremos. Necesitamos un espacio físico suficiente y acogedor.
Y acorde con nuestro voto de pobreza, pues es lo primero que habla de nosotros
y más aún si queremos acoger en la comunidad. Mi esfuerzo ha estado en
intentar conseguir que la comunidad tenga suficiente orden y limpieza,
partiendo en algún caso de situaciones muy degradadas que, por pudor,
preferiría no citar. Que tenga un mínimo de armonía estética y –todo ellocon la mayor sencillez y austeridad posible.
Mi fracaso ha estado en no haber podido impedir en otras
comunidades que se resolviera el problema a base de dinero, inversiones,
mobiliario –a mi parecer- en nada acorde con nuestra identidad de pobres…
para mí es triste, es querer superar la dejadez poniendo dinero.
Creo que es posible tener una comunidad muy sencilla, pero
cuidada y ordenada. Sin llegar al estilo de las comunidades religiosas
femeninas (que en eso son ejemplares), pero sin escudarnos en un sentido
demasiado “varonil” de la limpieza y cuidado de espacios. Y que, además,
Seminario de Vida Comunitaria
159
cuando esto se hace con equilibrio y compartido-organizado desde la
comunidad, se contagia dicho cuidado.
4. Relación de la comunidad con la obra u obras (con la misión)
El título de este cuarto aspecto tiene una corrección, porque la
perspectiva es diferente hoy.
Ya en el capítulo general se percibió como un tema no resuelto al
no aprobar el documento pertinente. El modelo de relación comunidadcolegio no puede ser ya el mismo por motivos variados y de peso, que
van desde la legislación civil al tipo de comunidad con número reducido
de miembros. Por otra parte, en muchos lugares son varias las obras a
seguir.
Sin embargo, nuestra identidad escolapia viene marcada en gran
medida por la relación con nuestro ministerio. Es importante conservar esta
relación y tener tiempos decisivos de formación, reflexión y discernimiento
al respecto de nuestra misión.
He percibido siempre como una clave la información que se recibe
de nuestras obras, en todos los aspectos. Los religiosos viven esto con
pasión y no se debe minusvalorar dicha sensibilidad. Por otra parte, es
importante respetar los ámbitos de decisión y que estos queden claros.
En general, la gran mayoría de los religiosos perciben que basta
con sentirse informados y consultados y conocer con claridad dónde se deben
tomar las decisiones. En este sentido, el esfuerzo del superior local está en
conseguir una información clara y suficiente (formal o informal). Para ello,
su relación con la obra es clave. Si no es el representante de la titularidad
(la mayoría lo son), entonces estar muy cerca del mismo. Y también invitar
y acoger en la comunidad a los principales responsables de las obras para
recibir información y expresar el parecer.
Pero el modelo va cambiando y la responsabilidad es compartida por
laicos y equipos laicales. Aún más, las comunidades locales de la fraternidad
deben compartir no sólo la espiritualidad, sino la misión. Estamos llamados
a encontrarnos también en este cuidado de la misión. Mi experiencia al
respecto ha sido muy positiva, y el papel del superior es el de ayudar a que
la comunidad no sólo no recele, sino que pueda reconocer el valor de esta
misión compartida y disfrutar de ello.
160
Experiencias
Por eso, me parece una iniciativa interesante la de los proyectos de
presencia, compartidos por comunidades religiosas y laicales, potenciando la
comunidad cristiana escolapia (lugar en el que nuestras comunidades deben
tener presencia significativa) y favoreciendo el seguimiento coordinado –y
la iniciativa- de las diferentes obras escolapias. Esto último lo digo como
valoración y dirección de trabajo, más que como experiencia.
5. Tiempos lúdicos y de ocio
No puedo dejar de hacer una referencia a algo que forma parte
de la vida de las familias y –desde bien pronto- de nuestra propia vida
escolapia (una especie de currículo oculto): el ocio y lo lúdico.
Las reuniones de comunidad y los tiempos de retiro, de oración
o de celebración compartida son importantes, sobre todo, si aportamos
calidad. Pero son también importantes los tiempos “no útiles”, sino objetivos
definidos.
Dos aspectos quiero señalar desde mi experiencia: el juego y las
salidas comunitarias.
He vivido el encuentro en torno al juego como algo sencillo, familiar,
jovial y muy constructivo. Desde el billar, a las partidas de cartas (quizás la
misión compartida debe ser también con-partida), pasando por dominó
y otros. En el juego nos mostramos, aprendemos a relativizar, acogemos
la alegría del otro y la provocamos, incluso aprendemos a perdonarnos
en lo que somos. Es valioso. Recuerdo que un religioso psicólogo llegó a
una comunidad religiosa de formación en la que había tensiones, faltaba
alegría… y le fueron contando uno a uno los problemas, esperando que
desde su dimensión de profesor de espiritualidad les ayudaría… al final les
preguntó de manera sencilla “¿cuánto hace que no jugáis al fútbol juntos?”.
Potenciar momentos de un sano juego nos ayuda, así lo he vivido.
En cuanto a las salidas comunitarias, no deben ser tiempos de
concupiscencia cultural o turística, sino organizarlos en torno a intereses
compartidos pero con la idea bien clara –desde el principio- de disfrutarlo
juntos. De dar –también en ello- cada uno la vida por los demás. Esto
cambia mucho el modelo de salida y le da suficiente peso para poder
organizarlas (que es el primer problema casi siempre: encontrar lugar y
Seminario de Vida Comunitaria
161
tiempo). Si se valoran, se hacen. Visitar a otras comunidades, salir de paseo
y comida, o incluso cierto turismo o actos culturales.
En este sentido la experiencia de los hermanamientos de comunidades
también es algo rico: compartiendo retiro o formación permanente y
compartiendo luego acogida y comida fraterna.
Todo lo que nos haga más familia nos ayuda a vivir y ofrecer el
Evangelio que profesamos, y es la comunidad el lugar donde aquél se
verifica y en el que podemos ofrecer la presencia del que nos convoca. De
ahí su importancia. Gracias por la atención.
162
Experiencias
EXPERIENCIA DE UN JOVEN ANTE LA VIDA COMUNITARIA
Antonio Entrena
1.- Presentación personal: soy Antonio, de Granada y tengo 25
años. Estudié en el colegio escolapio de mi ciudad y soy escolapio desde el
2007. Vivo desde ese año en Pamplona-Iruña, en la comunidad San Fermín,
en el Casco Viejo de la ciudad. He estudiado Derecho y ahora estoy en
2º de Filosofía. Colaboro en la Pastoral de los dos colegios escolapios de
Pamplona, como “profe” de religión en Primaria y monitor de chavales
en grupos de tiempo libre de varias edades. Además, también estoy en
un refuerzo escolar, Ikaskide (“compañero de estudios”, en euskera), que
impulsamos en el Casco Viejo, donde ayudamos a familias y chavales en
temas escolares y sociales. Intento vivir cada día mi vocación con plenitud,
pasión y entrega, al estilo de Jesús y de su Evangelio. Además, para mí
la vida comunitaria es algo muy importante, tanto que hoy no me podría
entender como escolapio sin ella.
2.- Experiencia de vida comunitaria:
- Después de estos años de vida escolapia, he ido descubriendo la importancia de la vida en comunidad y lo he hecho llegando a pensar que
es algo vital para mí, un auténtico “sostén” de mi propia vocación y
además un lugar de “misión”, donde se nos pide un compromiso personal por los hermanos con los que vivimos.
- Cuando tenía 17-18 años, descubrí por primera vez lo que es una comunidad escolapia: en Almanjáyar, un barrio a las afueras de Granada
con muchos problemas de marginación, empezó una nueva comunidad
de escolapios jóvenes, muchos de los cuales luego fueron monitores
míos y me acompañaron esos años. Poder visitar esa comunidad, conocerles, ver cómo vivían y sobre todo, lo felices que eran fue calando
poco a poco en mi corazón. Me impactaba mucho el estilo de vida que
llevaban, cómo compartían todo y vivían con radicalidad su vocación
y el mensaje del Evangelio, poniendo por obra aquello de mirad cómo se
aman… Esto fue creando en mí la pregunta: “¿no podría ser yo como
Seminario de Vida Comunitaria
163
estos, no podría ser yo tan feliz como estos escolapios que conozco?”
Así, ya desde el principio, el ideal de compartir la vida, la fe y la misión
en comunidad fue algo que me cautivó y que, desde entonces, representa para mí un precioso sueño por el que luchar y que hay que saber
disfrutar…
- Hay un texto que para mí resume qué debe ser una buena comunidad
cristiana y también escolapia. Está al inicio del Evangelio de Marcos:
Jesús subió a la montaña, fue llamando a los que él quiso y se fueron con él. Nombró a doce, a quienes llamó apóstoles, para que convivieran con él y para enviarlos
a predicar (Mc 3, 13-14). En mi vida escolapia he ido viendo que las
personas con las que convivo no son las que yo he elegido, sino las que
Dios pone en mi camino, con las que tengo que trabajar y compartir la
vida… La comunidad, para mí, es para estar juntos con el Señor, compartir la vida y sentirnos enviados, como equipo, a la misión, esa misión
que empezó Calasanz y que hoy intentamos seguir nosotros. En estos
tres “campos” (fe, vida y misión) he podido vivir muchas cosas. Podría
destacar algunas:
o En la fe, siempre hemos intentado en nuestra comunidad tener una
fe personal fuerte, enraizada en el Evangelio, en la llamada de Jesús
que te conquista el corazón, practicada con la entrega a los demás, a
los chavales, sobre todo a los más pobres… Pero no sólo se trataba
de una fe personal sino también compartida fraternalmente, porque
en esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los
unos por los otros (Jn 13, 35). Para mí, la comunidad es lugar de unir
nuestros corazones alrededor de Jesús, en cada oración, en cada eucaristía compartida, en nuestras reuniones de casa... En todos los
momentos de rezar juntos, siempre tenemos ratos de silencio donde
cada uno puede expresar lo que le sugiere el Evangelio en ese momento de su vida, contar a los demás qué pasa por su corazón, pedir
en nombre de todos por un chaval, por una familia, por una situación… La comunidad es el primer lugar donde ponemos en práctica
aquello de amaos como yo os he amado (Jn 15, 9), y para mí eso siempre
ha sido fuente de emoción e ilusión. Por último, la comunidad es
“alimento” para la fe propia… En el día a día pero también en los
momentos especiales (retiros, días de convivencia…), mi comunidad
164
Experiencias
siempre me ha sostenido en los momentos difíciles de mi camino
de fe y animado a vivirla más intensamente, a tener siempre “sed de
más”, a dejarme hacer por el Espíritu más profundamente…
o Respecto a la vida personal, siempre he soñado con una comunidad que fuese la aplicación del poema de S. Agustín: una comunidad
es un grupo de personas que rezan juntas pero que también hablan juntas; que
ríen en común e intercambian favores; están bromeando juntos y juntos están
serios; están a veces en desacuerdo, pero sin animosidad… y cocinan juntos los
alimentos del hogar, en donde las almas se unen en conjunto y donde varios, al
fin, no son más que uno. Este poema me lo enseñaron cuando empecé
a vivir en nuestra casa… Y me gustó tanto que siempre sueño con
realizarlo cada vez más. El estilo de comunidad en el que he tenido
la suerte de vivir creo que se ha acercado a esto: un sitio donde
nos preocupamos los unos por los otros, apoyando especialmente a
aquellos que más lo necesiten; donde tenemos muchos ratos de estar a gusto, en las comidas y cenas que compartimos, en tantos ratos
de sofá, en las excursiones que hacemos juntos…; un lugar donde
aprendemos los unos de los otros (los que llevan más tiempo enseñan a los que llevan menos…), intentamos sacar lo mejor de cada
uno; que te ayuda a “crecer” como persona cada día, cada año…
una comunidad donde hacemos todo entre todos, incluidas las tareas de casa (cocinar, limpiar… incluso yo he tenido que aprender
a hacer estas cosas siendo escolapio)… y donde, en resumen, intentamos vivir la “vida de una familia sencilla” de nuestro entorno,
procurando ser austeros en los gastos, cuidando los ratos juntos,
sabiéndonos la vida los unos de los otros, animándonos y apoyándonos en los momentos difíciles… en definitiva, buscando realizar
de verdad lo de tenía una sola alma y un solo corazón; y no llamaban propia
a ninguna de sus posesiones, antes lo tenían todo en común (Hch. 4, 32).
o Por último, respecto a la misión, también nuestra comunidad
es “equipo de trabajo”: organizamos las cosas juntos, hablamos y
compartimos nuestras experiencias e incluso en muchas comidas
y cenas hablamos de chavales, monitores, situaciones del colegio
que resolver… Queremos ser comunidad de referencia del proyecto que, en Pamplona-Iruña impulsamos, una comunidad capaz de
Seminario de Vida Comunitaria
165
estar en contacto directo con la realidad, pero también de animar
a otros (monitores, voluntarios de nuestros proyectos…). Somos
también una comunidad que ha animado a otras personas a vivir
en comunidad: a tantas personas de la Fraternidad, de las que hoy
también nos sentimos responsables. Para mí, esta debe ser otra de
las misiones de la comunidad escolapia: “construir”, a su vez, comunidad, Iglesia, desde nuestro carisma y vocación.
- Con todo esto, hemos querido ser siempre una comunidad convocante, vocacional, que llama a otros a vivir de otra manera, más evangélicamente. Igual que yo fui descubriendo mi camino escolapio gracias
a esa comunidad de Almanjáyar, también quiero hacer que la nuestra
sea significativa, sobre todo para los jóvenes que estén buscando sinceramente su vocación... Por ello, veo importante el ser una comunidad
abierta, de acogida para personas que quieran plantearse en serio su
vida y capaz de acoger a alguien que quiera hacer el “salto” a la vida
religiosa escolapia.
3.- Expectativas para el futuro:
- Como resumen a todo lo que he dicho, me gustaría decir que sueño
con vivir lo que ya vivo, pero con más profundidad:
o Sueño con comunidades en sitios de “frontera”, de misión, cerca de
los lugares y personas que, en la sociedad donde esté incardinada,
peor lo estén pasando.
o Una comunidad pequeña, donde haya un ambiente familiar, de verdaderas relaciones fraternas, como en tantas comunidades escolapias he visto… y donde se pueda compartir, contar la propia vida,
sabiendo que se va a encontrar cariño y comprensión.
o Una comunidad que, en los pequeños conflictos de cada día, sepa
reírse de sí misma y volver siempre al “acuerdo habitual” de la poesía de S. Agustín.
o Comunidades que animen a vivir con energía el Evangelio, porque
ellas ya lo saborean cada día, que despierten interrogantes, sobre
todo entre los más jóvenes y les creen sed de más, de vivir la vida a
fondo, de descubrir la propia vocación.
166
Experiencias
o Una comunidad que sepa trabajar en equipo, aprovechando lo mejor de cada uno, que viva con pasión la entrega a los chavales y sepa
siempre intuir nuevos caminos, nuevos lugares donde trabajar por
los demás y donde llevar el sueño de Calasanz… Que “multiplique
vida”, en cierta manera; que no se quede estancada, sino que sepa
ser creativa, sostener y también expandir la misión escolapia.
- Estas fueron las comunidades que a mí me animaron a ser escolapio y
que me enseñan cada día a seguir siéndolo, a vivir mi vocación, y creo
que son las que pueden convocar hoy a nuevos jóvenes a disfrutar de la
apasionante aventura que es ser escolapio. Ojalá podamos construirlas
juntos…
Seminario de Vida Comunitaria
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EXPERIENCIA DE UN JOVEN ANTE LA VIDA COMUNITARIA
Javier Antonio Pérez Osorio
Presentación
Mi nombre es Javier Antonio Pérez Osorio, religioso escolapio en
formación inicial. Tengo 27 años; los últimos casi diez los he pasado en
medio de comunidades escolapias. Claro, hablo de mi experiencia como
formando, porque si me refiero a mi contacto con la Escuela Pía, me veo
obligado a ir unos años más hacia atrás, más de veinte, hasta ese día, uno
de los más felices de mi vida, cuando apenas con cinco años comencé a
estudiar en el Colegio Calasanz de Bogotá. Pero esa es otra experiencia que
les podré contar en otro momento. Por ahora sólo se las enuncio porque
debo reconocer, con sencillez y gratitud, que presentarme y compartir
quién soy yo hoy, tiene mucho que ver con Calasanz y con los escolapios.
El Javier que aquí les habla, no existiría sin ese encuentro con Calasanz que
me ha cambiado la vida.
Como decía, llevo casi diez años en la formación, la mayor parte
del tiempo he estado en dos casas formativas, donde compartí la vida
a fondo con mis compañeros de curso, conocí a diversos escolapios,
cada uno con sus particularidades y sus matices propios, y donde fui
descubriendo qué significa ser escolapio. Actualmente vivo en la
comunidad de Medellín, con cuatro hermanos, todos ellos sacerdotes,
con quienes animamos cuatro obras escolapias: un colegio, una parroquia,
un centro juvenil y una obra de educación no formal. Somos todos
distintos, de carácter, de pensamiento y de sentir, pero debo reconocer
que me alegra descubrirnos unidos en lo esencial: una manera escolapia
de seguir a Jesús. Esta comunidad, la de mis hermanos, la de la Escuela
Pía, es donde yo me siento en casa.
Lo aprendido durante estos años de comunidad
Con Antonio hemos querido compartir algunas realidades
significativas que hemos aprendido luego de estos años de vida comunitaria.
168
Experiencias
Comparto con sencillez algunas claridades, que perdonarán si a muchos
les suenan obvias.
1. Les decía que llevo dos años en la comunidad de Medellín.
Allí he aprendido muchas cosas, pero quisiera comenzar diciendo la que
actualmente tiene más resonancia en mi interior y en mi vida de todos
los días: la primera responsabilidad comunitaria es la responsabilidad
personal de cultivar la relación con Dios y conmigo mismo. He
escuchado a escolapios que llevan más tiempo en esta vida decir que entre
la formación y la vida “adulta” (abro comillas porque creo que también se
puede empezar a ser adulto desde que se inicia el camino formativo), que
mucho de lo aprendido en la formación inicial no es posible vivirlo en las
comunidades de religiosos de formación permanente: no se puede orar en
la vida cotidiana, no es posible estar atento a la propia consciencia (a esa
voz de Dios que toca el corazón) o no se puede ser fiel a los medios de
crecimiento personal… Pero yo he descubierto todo lo contrario, no sólo
porque así mis formadores me lo han inculcado, sino porque la realidad
misma me lo ha mostrado como una necesidad y una responsabilidad.
Creo firmemente que estos años no habrían sido posibles si no hubiera
estado comprometido con mi vida interior: con darme cuenta de lo que
me pasa por dentro, lo que pienso, lo que siento, lo que intuyo; si no
me hubiera detenido a ver cómo actúo y de dónde me nace actuar así; y,
sobre todo, si no estuviera poniéndole mucha atención a Dios que me está
enseñando cómo hacer comunidad, cómo construir relaciones desde mi
capacidad profunda de amar. Pues ahí está lo primero que he descubierto:
en mi responsabilidad, compromiso y perseverancia en el cultivo de la vida
interior, está la clave de la fecundidad y vitalidad de mi relación con mis
hermanos. No quiero que se imaginen que soy el hermano de comunidad
perfecto, porque también me hace falta crecer mucho, pero sí quiero
compartirles que estoy convencido de que sólo si alimento la relación con
Dios como la fundamental, pasando por la relación conmigo mismo, vivo
bien con mis hermanos, construyo la comunidad y amo verdaderamente
(no el amor romántico, sino el concreto).
Seminario de Vida Comunitaria
169
2. Desde que comencé la formación la vida con otros ha sido
para mí una experiencia de lucha y de brega, de batallar por estar bien.
Aunque crecí en una familia que, puedo decir en general, es funcional,
no me ha pasado siempre lo mismo con mis hermanos escolapios. Y me
parece que parte de lo que explica esta dificultad es que, en un comienzo, la
comunidad no fue una opción clara y prioritaria. Espero que no se asusten
al escucharme decir esto, pero, al menos para mí, la opción comunitaria
no fue una decisión consciente y motivante al momento de decidir ser
escolapio. Durante mucho tiempo fue simplemente una consecuencia de
este tipo de vida. Sin embargo, ahora, con el pasar del tiempo se me ha
revelado lo fundamental que es optar por la comunidad. Y creo que esto
es valioso porque me recuerda que la comunidad no es algo que surge
espontáneamente, no va a funcionar, no va a ser un lugar de afecto y
fraternidad, no será un eficaz y vital equipo de trabajo si no se opta por ella.
Puedo estar diciendo cosas que para muchos de ustedes son demasiado
evidentes, pero para mí no lo ha sido siempre. Lo que he ido descubriendo
es que la comunidad existe si yo opto por ella, no si me resigno a que
exista. La resignación, al menos en mí, ha tenido el efecto de aprender a
soportar, muchas veces en silencio y llenándome la cabeza y el corazón de
molestias o rabias, pero nunca ha tenido el efecto de comprometerme. He
descubierto que debo decidir construir la comunidad, poner de mí para
que sea un lugar de familia realmente, donde todos podamos ser a plenitud
lo que somos y donde nos ayudemos unos a otros. En este momento,
les digo con sinceridad, ando en esa brega de construir la comunidad.
Yo realmente quiero amar a mis hermanos, compartirles lo mejor de mí,
ayudarles con mi franqueza y sinceridad, cooperar para que se den cuenta
de cuándo se están equivocados… Me tiembla todo cuando llevo esto a la
acción, pero haciéndole el quite al miedo, intento hacerlo y, aunque habría
que preguntarles a ellos, creo que a mi comunidad y a mí nos hace mucho
bien que yo intente.
3. Yo he constatado que todos somos distintos, a veces muy
distintos. Viviendo con tantas personas en estos años me he dado cuenta
de cuán diferentes pueden ser nuestras maneras de pensar, de ser, de ver y
170
Experiencias
comprender la realidad, de ser escolapios. A veces hay más empatías con
unos que con otros, a veces los demás nos despiertan rechazo, o a veces
incluso surgen amistades con algunos hermanos, pero más allá de cualquier
cosa, he descubierto que lo que genera comunión entre nosotros es la
manera escolapia de seguir a Jesús. Para mí esto es lo esencial de nuestro
ser hermanos, y no que tengamos en común el gusto por la educación,
por tal o cual afición, por un programa de televisión determinado o un
equipo de fútbol en particular. Cuando tengo dificultades de relación con
alguna de las personas con quienes vivo, intento identificar esa dimensión
escolapia en ellas. Al menos a mí me ayuda, pues así, aunque ese hermano
mío sea malgeniado o terco, sea callado o escandaloso, tengo modos de
pensar y hacer diametralmente opuestos a los míos, descubro que es mi
hermano por ese rasgo de identidad que en el fondo él y yo compartimos.
Por eso creo que es indispensable que en las comunidades sepamos
explicitar, decir, compartir, nuestra relación con Jesús y nuestra identidad
con Calasanz, esa relaciones fundamentales y siempre vitales que nos hacen
ser escolapios cada día. A veces asumimos como obvios los “porqués”
de nuestra vocación y evitamos expresarlos (me resuena la voz de algún
escolapio diciéndome: “¡Ya no hace falta decir eso, basta con que no nos
salgamos!”), pero yo creo que decirlo claramente nos mantiene más unidos
en lo esencial y nos ayuda a valorar incluso nuestras diferencias.
4. Yo soy una persona afectuosa, cercana y cariñosa. Cuando entré
a la formación de alguna manera eso se bloqueó un poco. Sin embargo,
este tiempo me ha enseñado que como religiosos, vivir nuestra castidad
implica aprender a expresarnos el afecto de manera ordenada entre
los hermanos. Una de las experiencias más significativas para mí ha sido
sentir el cariño de escolapios por mí, ese cariño sincero y transparente,
que me sostiene y me corrige, que me acepta; pero también ha sido sentir
que quiero a mis hermanos, que puedo decírselo sin sentir vergüenza,
expresarlo con abrazos sinceros o con mi escucha paciente y profunda. Las
oportunidades en que esto ha sucedido, las comunidades se han tornado
más amables, con un ambiente más de familia, donde está esa confianza
hermosa de saberme querido realmente. ¡Qué bueno es querernos, qué
bueno es sentirse querido!
Seminario de Vida Comunitaria
171
De lo que sueño para nuestras comunidades escolapias
1. Sueño que los escolapios vivamos toda la vida con ilusión
y esperanza nuestra vocación, que en cualquier etapa de la vida en la
que nos encontremos realicemos con todo compromiso y pasión nuestro
ministerio escolapio. Una experiencias me ha marcado mucho ha sido
compartir la vida de comunidad con escolapios mayores, digamos que
ancianos. Algunos de ellos han sido testimonio de que se puede ser escolapio
con fidelidad la vida entera, de que es posible ser alegre y sereno en medio
de las dificultades y limitaciones propias de la vejez, y han sido ejemplo
de que el ministerio escolapio puede ser vivido, si bien no de la misma
manera que cuando se es joven, con esperanza e ilusión. Pero también
he tenido la experiencia de vivir con otros que han sido testimonio todo
lo contrario. Sin querer juzgar las razones, he estado con escolapios que
llegan a ser mayores sin alegría, sin esperanza, más bien acostumbrados
a una vida rutinaria y que han perdido el amor por este modo de ser tan
bello que Dios nos regaló en Calasanz. Por eso sueño con que en nuestras
comunidades vivamos de tal forma que, sin importar en qué etapa de la
vida nos encontremos, todos podamos vivir a plenitud lo que Dios nos da
vivir, poniendo al servicio de los hermanos y de los niños y jóvenes, lo que
cada uno es en cada momento de la vida.
2. Sueño que las comunidades escolapias sean lugares donde
todos nos realicemos afectivamente, es decir, que seamos familias
religiosas donde podamos expresar el amor y donde nos sintamos amados
por lo que somos. Uno de las certezas más hondas que tengo sobre mi
vocación es el sentimiento de familia que me habita al pertenecer a las
Escuelas Pías. Lo repito muchas veces porque realmente me sostiene y me
alimenta: me siento parte de una gran familia que se extiende, como dicen
las Constituciones, por todos los lugares y tiempos. Esta certeza ha surgido
porque en las relaciones comunitarias he podido sentirme querido por
quien soy, con mi bondad, pero también con mis fragilidades; y porque en
las relaciones con mis hermanos he podido expresar mi potencial afectivo:
mi alegría y mi cercanía. Sueño, entonces, con comunidades que nos briden
un ambiente sano, abierto y de confianza para que cada uno pueda existir
en verdad, que podamos expresarnos y querernos con libertad.
172
Experiencias
3. Sueño con comunidades abiertas:
• A la realidad social donde estamos insertos, que no nos sea indiferente,
sino que se convierta en un elemento más de nuestra pregunta por
cómo hacer actual cada día la misión que nos dejó Calasanz.
• A los laicos con quienes compartimos nuestra misión escolapia, siendo acogedores y cercanos, siendo fieles a nuestra propia vocación y
cooperando con la de ellos, siendo testimonio de que nuestros votos
nos hacen personas felices y hospitalarias, y dándonos el derecho de
descubrir que compartir nuestro bello carisma lo enriquece aún más.
• A los jóvenes que quieren conocer más a fondo nuestro estilo de vida,
cosa que muchas veces no sucede por temor a dejar entrar a otros en
nuestros círculos cerrados. Quisiera que, a diferencia de lo que me sucedió a mí, las comunidades donde vivimos sean un estímulo real de la
vocación de los jóvenes de hoy, que tanto necesitan encontrar un lugar
donde sentir que pueden ser ellos mismos con autenticidad.
4. Sueño que nuestras comunidades sean signo de esperanza.
Quiero creer que no se trata de algo de juventud, de uno de esos sueños
de los que los mayores dicen “¡ya se te pasará cuando madures!”, sino más
bien de una actitud profundamente cristiana y, cómo no, calasancia: sueño
que nuestra vida comunitaria sea un signo de esperanza para este tiempo
y para el porvenir. A veces percibo en algunos hermanos una mirada de
pesimismo frente a la realidad, frente a la Escuela Pía, frente a los jóvenes.
Yo quisiera que nosotros, unidos fraternalmente y realizando nuestro
ministerio con pasión, seamos un signo de que es posible creer en un
mundo, una Iglesia, una Escuela Pía, una sociedad mejor, más humana,
más impregnada de los valores del Evangelio. Y parte de ser signo de
esperanza tiene que ver con ser alegres. Si algo me toca el corazón de
algunos escolapios es que nunca dejan de ser alegres, no porque siempre
tengan una risa en su rostro; no, es algo más profundo. La alegría de ellos,
la que me sueño para nosotros, es esa alegría frente a la cual no resta más
que reconocer que Dios existe y sigue actuando.
Seminario de Vida Comunitaria
173
CONDENSACIÓN Y RESUMEN DE LAS APORTACIONES MÁS
REPETIDAS Y FRECUENTES
P. Javier Negro
1. Aportaciones recibidas: 36
a. Individuales: 22
b. De Comunidades: 14
i. De Formación Inicial: 6
ii. De otras comunidades: 8
iii.
Por Circunscripción.
1. África:
a. Individuales: 2
b. Comunitarias: 3
2. América:
a. Individuales: 10
b. Comunitarias: 9
3. Asia:
a. Individuales: 2
b. Comunitarias: 0
4. Europa:
a. Individuales: 8
b. Comunitarias: 2
2.APORTACIONES:
I.






RECTOR:
Animador de Comunidad más que gestor:
Escucha, aconseja, empatiza
Hombre de comunidad y de Orden sobre todo
Consolida la comunión fraterna
“Colegio de Rectores” : como grupo de consejo del Provincial
Consciente de los sentimientos propios y de los hermanos.
174
Aportaciones
 Sabe gestionar situaciones de conflicto. Y gestiona la dificultad
como oportunidad.
 Necesidad de un modelo nuevo de Rector con aptitudes y actitudes
para la escucha, el acompañamiento, la animación, la resolución de
conflictos, el impulso y favorecimiento de una comunidad viva
 ¡Atención a un Superior narcisista!: dinamiza mecanismos destructivos en la comunidad de amiguismo, desconfianza, humillación,
subjetivismo, manipulación y doblez.
II.-
COMUNIDAD ESCOLAPIA EN UN MUNDO NUEVO:
II.1. Nuestra realidad comunitaria actual:
 Comunidades pequeñas por lo general en toda la Orden.
 Somos llamados a muchos lugares nuevos esperando respuestas urgentes
 Demanda de nuevas atenciones sociales, educativas y evangelizadoras en donde ya vivimos
 Realidad del paulatino, pero real, cambio de eje geográfico, social,
eclesial y cultural de la vida escolapia desde Europa a África, Asía y
América.
 A pesar de todas las limitaciones y límites en muchas comunidades
se vive un clima de alegría y de relaciones positivas.
 Funcionamiento en disfunción, no sistémico, entre trabajo y vocación, ministerio y tarea, vida fraterna y grupo de trabajo…
 En realidad en nuestra Orden conviven diferentes modelos de vida
comunitaria:
 Cumplidora de horarios, de los actos… (“clásica”)
 Comunidad de vida fraterna (Fraternidad): favorece la comunicación y acompañamiento mutuo
 Comunidad de trabajo: prima los valores del trabajo, la responsabilidad, la gestión de la Obra que anima
 Comunidad de misión: sirve y es centro de referencia en el contexto humano en que está inserta.
 Comunidades de religiosos mayores y comunidades de jóvenes
en la mayoría de sus componentes.
Seminario de Vida Comunitaria








175
 Bastantes comunidades cada vez con más religiosos mayores y
enfermos, en ocasiones viviendo en clima de nostalgia del pasado y a veces instalados en una cierta desesperanza y desconfianza en el futuro. Sobre todo en el mundo Norte.
A veces, sobre todo en las Demarcaciones jóvenes se vive una inestabilidad tanto en el número como en la organización de las comunidades, cambiamos demasiado pronto la estructura de la comunidad; lo cual no es bueno ni para la comunidad ni para la Obra ni
para la Demarcación.
Con frecuencia se antepone la tarea del ministerio a la vida comunitaria. Y se es una comunidad que crea un ámbito favorable a la
gestión de sensibilidades y ambiciones personales individuales, desconexas y no asumida por la comunidad.
Aún quedan restos de barreras étnicas y nacionalistas en algunas
comunidades.
Comunidades con presencia de religiosos “cansados y estresados”
por el trabajo y otros “descansados y relajados”.
Comunidades con baja calidad de relaciones interpersonales que
llevan a compensar y recuperar fuera lo que no se encuentra dentro
de la comunidad.
Aún nos falta sensibilidad y concienciación en vivir desde proyectos
de vida: personal, comunitario y demarcacional; fruto de actitudes
atávicas de autosuficiencia y poca disponibilidad al cambio
Presencia de modelos personales en las comunidades que interfieren en las buenas relaciones comunitarias y el buen desarrollo del
ministerio: narcisista, neurótico, con funcionamiento bipolar, egocéntrico, herido que “respira por la herida”.
Contexto vital actual de Reestructuración de la Orden: supone emprender un camino totalmente nuevo todavía no bien integrado en
la vida de los religiosos y de las comunidades, en el que, por ejemplo, la presencia del Provincial es menos frecuente que antes, exige
una mayor disponibilidad en todos los sentidos, sobre todo a los
religiosos, y una actitud “nueva” de confianza y de servicio fraterno
a los planes nuevos de la Orden.
176
Aportaciones
II.2.- Entorno y contexto en que viven nuestras comunidades:
 El centro: la persona en su proceso vocacional
 Realidades muy presentes hoy: la globalización, la interculturalidad
e interreligiosidad.
 Valores actuales: la ecología, la justica, la verdad, la comunicación,
el incremento de la atención a l interioridad personal como referencia importante
 Primacía del individualismo, del hedonismo y de la vanalidad de la
vida.
 Contexto de “crisis global”: económica, de valores, de miras altas.
 Incremento de la pobreza en todos los lugares con repercusión especial en el mundo de la infancia y juventud.
 Contexto de Laicicidad y laicismo, en algunos lugares
 Presencias nuevas en aumento de nuevas estructuras de gobierno
empresarial, social y político que afectan también al estilo de nuestro gobierno interno comunitario y de Demarcación y Orden.
 Mundo eclesial actual, en general, con baja referencia social para el
mundo de hoy, y sobre todo el mundo de la juventud. También de
la Vida Religiosa; se le considera más por su servicio asistencial que
por su ser y significatividad de comunidad de seguidores en radicalidad de Jesús.
 En muchos lugares no es significativo el Celibato como valor humano ni como valor religioso.
 Los medios y las redes sociales tienen cada vez mayor relevancia e
incidencia en la configuración del mundo de hoy, más en el de los
adolescentes y jóvenes.
III.- DESAFÍO Y RETOS MIRANDO EL FUTURO:
1. Vivir la comunidad como don del Espíritu más que como proyecto
de un grupo humano
2. Resaltar la importancia de la Vida Fraterna significativa primero
para nosotros mismos, luego cara al exterior: comunicación fraterna mutua de la interioridad, de la vida, de la fe, los problemas, esperanzas, dificultadles, logros, etc. Inventar espacios comunitarios
Seminario de Vida Comunitaria
177
para ello: reuniones, oración compartida y comunicada, jornadas
específicas, etc.
3. Tener claro que el sujeto de la misión es la Comunidad, no el individuo (en éste vive, actúa y se hace presente la comunidad).
4. Un plan urgente de Formación de Rectores en liderazgo evangélico,
que les provea de medios y materiales para el ejercicio de su servicio.
5. La alegría de vivir en comunidad es el mejor testimonio vocacional
6. La comunidad como lugar de acogida comunitaria de toda persona
que se nos acerca o que llamamos, respetando la pluralidad, la diversidad, el proceso histórico de su crecimiento y maduración.
7. Vivir y armonizar bien el nuevo panorama escolapio que está naciendo con la Reestructuración y las nuevas presencias escolapias
fuertes en África y Asia sobre todo.
8. Participación y Corresponsabilidad todos y cada uno de los miembros de la Comunidad en la confección del proyecto y programación comunitarios, en su realización y evaluación sistemática
9. Necesidad de vivir en torno a un proyecto personal y comunitario,
conjugados y coordinados, sin interferencias ni disfunciones mutuas. Saber hacer el proyecto personal de vida concreto y realista y
evaluable sistemáticamente.
10. Importante y urgente: la configuración, mediante la Formación
Inicial y Permanente, de personas maduras, coherentes, sanas psicológicamente y espiritualmente, que viven integradas en su personalidad las diferentes áreas afectiva, relacional, social, intelectual,
profesional, espiritual y ministerial.
11. Mantener el equilibrio entre ser y hacer, vida fraterna y apostolado,
contemplación y acción
12. Hay que tener en cuenta el número de religiosos en cada comunidad: La “comunidad formada” según nuestras Reglas, necesita 6
religiosos. Es importante cuidar el ámbito comunitario de calidad
de vida en comunidad.
13. Pero nuestra realidad y perspectivas, en bastantes lugares, es de un
número menor de religiosos por comunidad. Lo esencial será siempre la dinámica comunitaria que impulsemos, sea cual sea el número de miembros de la comunidad.
178
Aportaciones
14. Invertir con generosidad (en personas y economía) en una Formación sólida y seria, tanto en etapas Inicial y Permanente
15. Caridad-Oración-Unidad-Paz: palabras signo de la realidad comunitaria escolapia diaria.
16. La “rumorología”, los juicios superfluos y la baja calidad de formación, en muchas comunidades, son alertas rojas que nos interpelan
pidiéndonos una revisión y evaluación sistemática para vida comunitaria de calidad.
17. La atención verdaderamente fraterna, no sólo asistencial, a los hermanos mayores y enfermos.
18. El acompañamiento de los Religiosos jóvenes, sobre todo al integrarse en la comunidad y en el ministerio a veces muy activo y comprometido. Para ello: configurar un buen Proyecto de Presencia del
sujeto Escolapio en todas las Demarcaciones y Obras escolapias.
19. Crear comunión para ser comunidad, con voluntad de vivir en común. Y vivir una espiritualidad cristocéntrica siguiendo la especificidad calasancia y una espiritualidad de comunión en consonancia
con la eclesiología del Vaticano II.
20. Primar siempre el diálogo, la corrección y la animación fraternos.
21. Confrontarse y autoevaluarse comunitariamente de vez en cuando con el perfil de la Comunidad escolapia propuesto en nuestras
Constituciones.
22. Abandonar viejos hábitos y costumbres heredadas del pasado que
han creado actitudes individualistas, presencias de religiosos “divertidos, di-straídos y di-spersos, en un estado de soledad intensa
ignorada por los otros hermanos con frecuencia; y que obstaculizan
la vida y la alegría de vivir en comunidad, relegando a segundo lugar
la vida comunitaria. En algunos lugares se nos confunde con sacerdotes diocesanos. Pero la vida religiosa no se vive más que en y por
una comunidad.
23. Ser creativos para “traducir” nuestro carisma en los diferentes lugares en que estamos presentes, sobre todo en lugares y misiones
nuevas. Convertir los corazones y cambiar las estructuras cuando
éstas ya no sirven. Y ser creíbles por el “cómo nos amamos, relacionamos y tratamos mutuamente” y priorizando del eje de la vida
Seminario de Vida Comunitaria
179
fraterna en comunidad sobre el que hemos primado más hasta hoy
de la gestión de la misión, muchas veces vivida más como tarea que
como misión.
24. Diseñar una pastoral vocacional afincada en el testimonio de vida
fraterna y en la “seducción” de las “Obras” que realizamos y gestionamos en misión compartida con los laicos.
25. Aclarar y garantizar una interrelación dinámica entre Comunidad
religiosa y Obra que evite posiciones de presencias paralelas desconexas que favorecen la apatía y la evasión del religioso escolapia de
la Obra que anima su Comunidad.
26. No somos islas, nuestras comunidades están insertas en la Iglesia
local y particular; en consecuencia tenemos que repensar y evaluar
nuestra presencia, relación y comunión con cada Iglesia local donde evangelizamos y educamos, superando posiciones de desconocimiento, aislamiento y gestiones paralelas en nuestro ministerio en
consonancia con la Eclesiología de Comunión.
27. Impulsar y favorecer más en nuestras comunidades y Obras la Intercongregacionalidad, signo de los tiempos de la nueva Vida Religiosa. Hacernos más presentes, con actitud de comunión y de
aprender y compartir misión y carisma, en foros intercongregacionales y compartir cuando sea posible Obras ministeriales comunes
sobre todo en campos de misión específica similares.
28. Volver creativamente a la referencia viva a Calasanz y a su carisma, a
sus Constituciones y Documentos Fundacionales con nuevo ardor,
nuevos medios y nuevos objetivos en todas nuestras Comunidades
y Obras de modo que se fortalezca con vigor nuestra identidad
escolapia.
29. Impulsar y sobre todo mejorar más la Misión Compartida y la Integración Carismática con los laicos. Todavía tenemos un largo camino que recorrer.
30. Ha de ser prioritaria: la Formación permanente en contenidos de
Teología de la Vida Religiosa, de espiritualidad, de ministerio y de
carisma.
31. Comunidades y religiosos escolapios más y mejor insertas y presentes en los procesos pastorales y catequéticos de nuestras Obras y
grupos.
180
Aportaciones
32. Más cercanos e interrelacionados con el mundo de la Familia de
nuestros destinatarios, prioridad existencial de los mismos.
33. Atención al mundo de los medios, Internet, redes sociales… en
nuestras comunidades y religiosos, con especial incidencia en la etapa de la FI.
34. Gestión de la comunidad y del religioso escolapio en el ámbito de
la Educación No Formal e Informal, muy presente hoy en muchas
presencias escolapias.
35. Dejarnos evangelizar por los pobres y con los pobres.
36. Leer, reflexionar, interiorizar, orar y compartir tantos documentos
de la Iglesia y de la Orden sobre Vida Religiosa; para muchos sólo
conocidos por el título.
37. Conseguir un medio y modo eficaces que lleguen a la base de todas
las comunidades lo que se está viviendo en la Orden, con resonancias y ecos positivos, en encuentros y seminarios que se realizan, asi
como todo lo creado en los Equipos de las Delegaciones Generales
creadas por el P. General en este sexenio.
38. Aprender a vivir con gozo sereno y confiado las etapas de la jubilación y del final de la vida. Necesidad de crear camino con dinámicas
y propuestas realistas que hasta el presente han estado prácticamente ausentes en nuestro horizonte de vida comunitaria e institucional.
39. Mayor referencia a nuestras Constituciones y Reglas dedicándoles
tiempo, compartir fraterno, oración, diálogo en torno a ellas; son
nuestra Norma de Vida.
IV.- RELIGIOSOS EN COMUNIDAD ESCOLAPIA HOY:
 Coordinación ente Proyecto individual y Proyecto comunitario y
entre carismas particulares y el de la Orden, con `primacía de lo
comunitario y el carisma de la Orden
 Comunidad Escolapia:
 como lugar de acogida y acompañamiento mutuos: comunicación profunda y apoyo mutuo fraterno generoso y constante
 como lugar de Formación Permanente: humana (salud, afectividad, comunicación), intelectual (formación permanente), re-
Seminario de Vida Comunitaria










181
ligiosa y espiritual (seguimiento de Jesús compartiendo la experiencia de Dios).
Comunidades alegres y positivas, que curan, sanan y transmiten
paz y serenidad. Y celebran su realidad en la Eucaristía diaria sobre
todo.
Comunidad sensible a los signos de los tiempos, a sus valores, a las
esperanzas y dificultades del mundo, a sus dolores y fracasos.
Viven desde el centro, anclados en su interioridad viva, donde vive
y habita Jesús y su Espíritu, y se gestiona y consolida diariamente su
proyecto y su plan. Una espiritualidad viva y actualizada.
Viven la fidelidad a su vocación con coherencia y sana flexibilidad,
sin rigidez ni prejuicios ni tópicos clericales.
Priorizan la Oración manifiesta y cuidada, en sus diversos modelos,
la Lectio Divina y la liturgia como espacios y escuela de crecimiento
interior y espiritual y de celebración del plan de Dios.
Viven la reunión de comunidad semanal como medio y ocasión
semanal de avivamiento de la unidad de los hermanos, donde se
forman, se confrontan , estimulan y perdonan mutuamente como
hermanos arraigados en un mismo proyecto de vida, más allá de las
relaciones y motivaciones afectivas y amistosas.
Comunidad signo y sacramento de la presencia del amor y ternura
de Dios, mediante un testimonio claro de unidad, de misericordia y
de caridad. Una comunidad de Jesús para la Iglesia de Jesús y para
su presencia en nuestro mundo concreto actual
La comunidad religiosa escolapia es: alma de la misión y de la Obra
encomendada; suscita, crea, anima y acompaña la comunidad cristiana de la Obra escolapia y se dejan animar, acompañar, evangelizar y catequizar por Jesús y su comunidad.
Son pobres y viven para los pobres; viven de su trabajo y comparte
con los pobres sus bienes, talentos y capacidades de cada uno e institucionalmente; viven en clima y ámbito de sencillez y humildad,
virtudes muy Calasancias.
Comunidades escolapias abiertas a los laicos, en misión compartida,
y a los jóvenes, abandonando posiciones cómodas y la instalación
en nuestras seguridades y planes más del estilo del mundo que del
de Jesús y el Evangelio.
 Cuidan y viven las relaciones interpersonales conscientes de que
son éstas las que favorecen la acción del Espíritu y a través de las
cuales Él nos constituye en comunidad viva.
 Son todos hombres de comunidad y para vivir en comunidad, y en
una comunidad no monacal sino ministerial: abiertos, saben acoger,
perdonar, suscitar vida y acompañarla, superan posiciones y planes
meramente individualistas y subjetivos; viven a los hermanos de
comunidad como don de Dios, nunca como número agregado ni
rival.
 Viven su Consagración Religiosa y los Votos en clima de libertad
y amor en el seguimiento comunitario de Jesús. La pobreza como
compartir mutuo y con los más desfavorecidos y pobres, la Obediencia como escucha de Dios y su plan, la Castidad como amor
evangélico fecundo; el celibato pide ser “celosos” de Dios y de sus
cosas .
 Están en contacto educativo y evangelizador con niños, adolescentes, jóvenes y sus familias reales de carne y hueso, que nos hará sabios educadores en sentido bíblico y no sólo buenos profesionales
por sus estudios y titulaciones académicas.
V.- TRANSVERSALIDAD E INTERRELACIÓN FI-FP:
 Hay contenidos de Vida Religiosa y Escolapia que tienen énfasis referentes en la FI que luego en la vida de comunidad y de ministerio
se diluyen desgraciadamente.
 Sobre todo atender en las dos etapas la Identidad y la Perte-
nencia escolapias. Más en la etapa de FI. “Servir a la Orden
vigilando la actitud de servirse de la Orden”
 Toda la comunidad, toda la Demarcación y toda la Orden quedan
implicadas y comprometidas en la FI no sólo los Formadores; éstos
a veces viven su misión en soledad y en desconexión con las demás
instancias de la Demarcación y de la orden. Nos falla aquí también
lo “sistémico”.
 Conseguir que se haga realidad la FEDE, ya desde la constitución
de las casas de acogida vocacional en cada Demarcación.