LA CENTRALIDAD DE LA CRUZ Base bíblica: 1 Corintios 1:22-24. Propuesta: Solo cuando el mensaje de la cruz está en el centro de nuestras vidas, tendremos una iglesia agradecida. INTRODUCCIÓN A. En el siglo I de nuestra era, la iglesia de Corinto sufrió un ataque disidente en el corazón de sus creencias. Cuando Pablo –su fundador– estaba trabajando en Éfeso (1 Corintios 1:11; 16:8), recibió de la familia de Cloé un informe acerca de los problemas que estaban desgarrando a la iglesia. Pablo percibió que las dificultades se debían a la enseñanza de ciertos perturbadores, quienes basados en la sabiduría griega estaban echando por tierra el mensaje de la cruz, la doctrina central del evangelio. B. Pero, imposibilitado para ir en ese momento, el apóstol enfrentó el problema con la carta que tenemos en nuestras manos. Al principio de esta carta encontramos la estrategia usada por Pablo para salvar a la iglesia. ¿En qué consiste esta estrategia? En colocar nuevamente en el corazón de los miembros el mensaje de la cruz; pues Pablo sabía, que la tempestad de dificultades se debía a que la iglesia había perdido su relación correcta con el Cristo crucificado. C. Actualmente, la cruz sigue siendo la prueba indiscutible de que toda la gracia de Dios es para nosotros, pero también, la cruz es un recordativo constante de que toda nuestra gratitud es para Dios. Es por ello que en este primer tema queremos repasar la estrategia de Pablo en Corinto, donde … Coloca nuevamente el mensaje de la cruz en el corazón de la iglesia. Les recuerda que sin la cruz…solo hay orgullo y necedad pero no agradecimiento. Y afirma que solo en la cruz de Cristo está el poder de Dios para salvación. D. Esperando que al meditar en cada una de estas verdades podamos decir: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 6:14), escuchemos, pues, con atención este primer mensaje. COLOCANDO NUEVAMENTE EL MENSAJE DE LA CRUZEN EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA. A. Empecemos leyendo la 1ª parte de 1 Corintios 1:17, “pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras”. Y también leamos el 2:1, “así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría”. En esta referencia a la “sabiduría de palabras”, Pablo está desenmascarando la estrategia de sus oponentes. Estos “perturbadores” llegaron a Corinto influenciados por el auge de la filosofía griega que colocaba un fuerte énfasis en el conocimiento y la sabiduría. Este desmedido énfasis –al entrar al cristianismo– degeneró en una peligrosísima herejía conocida como gnosticismo, que llegó incluso a negar la encarnación de nuestro Señor Jesucristo (1 Juan 4:2), y colocó el conocimiento como base de la salvación. B. Ante esa falacia, Pablo responde que Cristo no lo envió a predicar con la sabiduría que presumían sus oponentes, pues con ello, solo “haría vana la cruz de Cristo”. En cambio, les recuerda el supremo contenido de la predicación divina: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Corintios 2:2). Es claro para Pablo que el poder del evangelio radica en “predicar a Cristo crucificado” no en la sabiduría humana. C. Este desplazamiento de la centralidad de la cruz en la vida de la iglesia fue lo que abrió las compuertas a la inundación de problemas que estaban ahogando a los corintios. Es por eso, que a menos que Pablo tuviera éxito en colocar nuevamente el mensaje de la cruz en el centro de la vida de la iglesia, no tendrá ningún resultado todo lo que dijera después. Porque cualquier otro mensaje que no sea el de la cruz produce conductas y actitudes increíblemente mundanas. D. A estas alturas convendría preguntarnos: Cuando sentimos que nuestro corazón está siendo abrumado por la mundanalidad y sus efectos, ¿no será que necesitamos volvernos nuevamente a la cruz de Cristo? Cuando nos falta entusiasmo por las cosas espirituales, ¿no será que hemos perdido la centralidad de la cruz? Cuando en vez de movernos la gratitud nos mueve la obligación, ¿no será que necesitamos ir nuevamente a los pies del Cristo crucificado? SIN LA CRUZ SOLO HAY ORGULLO Y NECEDAD, PERO NO AGRADECIMIENTO. A. Ahora pasemos a 1 Corintios 1:18, “porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden”. Es interesante notar las diferentes reacciones que produjo el mensaje de la cruz en el primer siglo. Para los romanos que hicieron del poder el símbolo de su imperio, la cruz no era más que una locura (1 Corintios 1:18). Para los griegos que consideraban la sabiduría como “el bien supremo”, la cruz llegó a parecerles una necedad (1 Corintios 1:23). Aún para los judíos que tenían un conocimiento elemental de las profecías mesiánicas, la cruz llegó a convertirse en “un tropezadero” (1 Corintios 1:23). Su orgullo nacional los llevó a desear a un Mesías conquistador, y no a alguien muriendo en una cruz romana. Por eso, cuando escucharon el mensaje del crucificado, no captaron la belleza de la muerte sustitutiva de Cristo, prefirieron regresar a sus prácticas y rituales, aunque ya no tenían ningún valor. B. Obviamente, tanto el amor a la sabiduría de los griegos, como el amor al poder de los romanos y el amor a la ostentación de los judíos, están más de acuerdo con la jactancia humana. Pero el mensaje de Cristo fue un asalto al orgullo: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23). Con un mensaje basado en el servicio que pone en primer lugar a los demás, Cristo asestó un golpe mortal a Roma, el imperio de hierro fundado en el poder: “El que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:44, 45). Si Jesús hubiera hablado del amor al poder, de la gloria del mundo o de riquezas terrenales en vez de tomar una cruz, su mensaje habría sido popular; pero él trastocó al mundo de su tiempo, donde la cruz era una infamia, la más grande afrenta, un símbolo de debilidad, Jesús hizo de la cruz el emblema de su reino. Siglos más tarde la historia también demostraría que la misma iglesia cristiana con sus ansias de poder y dominio universal fracasaría en entender por qué Jesús fundó la iglesia sobre la “necedad de la cruz”. En su novela “Los hermanos Karamazov”, Dostoievski presenta a un personaje incrédulo llamado Iván Karamazov quien escribe un poema llamado “El gran inquisidor” ubicado en la Sevilla del siglo XVI, en el apogeo de la inquisición. En el poema, un Jesús disfrazado visita la ciudad en una época en que a diario morían personas quemadas en la hoguera. El gran inquisidor, un cardenal, nonagenario, alto y erguido, de rostro marchito y ojos hundidos, reconoce a Jesús y lo hace encarcelar. Lo acusa de haber despojado a la iglesia de la mayor ventaja: el poder. “Por fortuna –dijo el inquisidor- la iglesia reconoció el error y lo enmendó, y desde entonces ha estado dependiendo de la autoridad”. Por esta razón el inquisidor debe ejecutar otra vez a Jesús, para que no obstaculice la tarea de la iglesia. D. Quizás, nosotros mismos nos sentiríamos más a gusto con un cristianismo sin cruz, que con este mensaje que “abate en el polvo la gloria del hombre”. Sin embargo, veamos el otro lado de la moneda. PARA NOSOTROS LA CRUZ ES PODER DE DIOS PARA SALVACIÓN. A. En seguida, Pablo reafirma el extraordinario significado de la cruz para nosotros: “Pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. (…) más para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Corintios 1:18, 24). ¿En dónde radica el poder y la sabiduría de la cruz? Por el momento conviene recordar que la cruz significó para Cristo por lo menos tres decisiones muy costosas: renuncia, obediencia y servicio, a través de las cuales Dios pudo desplegar la salvación. B. Nuestro Salvador al ver la miseria del ser humano comprendió que no había otra forma de salvarlo sino a través de un gran sacrificio, y decidió asumir todos los riesgos de la cruz: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, no que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8). C. Para la mente egoísta, es imposible entender como un rey que lo tenía todo, en un momento haya quedado en bancarrota. Cómo es que despojándose voluntariamente de sus posesiones, haya decidido vivir en condiciones paupérrimas y todavía peor, morir en la forma más infame de su tiempo: en una cruz, solo para fundar una religión de alcance mundial. “No quiso aferrarse a su igualdad con Dios, sino que despojó de sí mismo” (Filipenses 2:6up y 7pp NRV2000). D. Pero si esto ya suena a “locura”, imagínense el grado de “insensatez” al pedirnos que hagamos lo mismo: “Haya, pues, en vosotros este mismo sentir que hubo en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). Para el mundo esto es lo más chocante, lo más desquiciado que pueden escuchar. Pero para los creyentes la sabiduría empieza con esa actitud de humildad, “porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Corintios 1:18, 24). Así pues, no existe otra forma en que ahora obtengamos la salvación, sino despojándose de todo como lo hizo Cristo. “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9:24). E. Parece insensato perder la vida para salvarla. Un ejemplo que se acerca a esta actitud sería lo que hizo la viuda de Sarepta, cuando en el peor momento de la crisis que estaba azotando su región, y cuando solo le quedaba un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la botija, apareció el profeta Elías enviado por Dios, con un pedido por demás “insensato”: “Te ruego que me traigas un bocado de pan en tu mano” (1 Reyes 18:11). • ¡Imagínate que en esta semana de gratitud un representante de Dios te pidiera como ofrenda de gratitud lo último que tienes en tu despensa o todo lo que tienes en tu cartera para sobrevivir! ¿No parecería esto “insensato”? No es de extrañar que la viuda de Sarepta respondiera con un juramento: “Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir” (1 Reyes 18:12). • Pero la respuesta del representante de Dios fue algo así como: “Esto que parece una pérdida, en realidad, será tu salvación”. “Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo”. Pero el enviado de Dios agregó: “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra” (1 Reyes 18:11-14). Al despojarse de todo lo que tenía, la viuda de Sarepta experimentó el poder de Dios para su salvación Como sabemos, la viuda de Sarepta no pereció, cada día tuvo una nueva provisión de harina y de aceite, además cuando enfrentó la muerte de su hijo lo recibió en resurrección y finalmente reafirmó su fe en el Dios verdadero. Pero ¿Qué hubiera pasado si hubiera guardado su provisión para ella sola? F. Esto nos lleva a entender, que lo que sigue a la entrega, es la salvación y lo que sigue a la humildad, es la exaltación. Ineludiblemente, como resultado de su vaciamiento, nuestro Señor Jesús fue exaltado hasta lo sumo: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11). De igual manera, las buenas nuevas para nosotros son que la muerte al yo dirige a la vida y que la entrega dirige a la exaltación. Este el tema recurrente en este pasaje un tema que aquellos que están pereciendo consideran necedad. CONCLUSIÓN A. Estimados hermanos, ahora que entendemos que somos la causa de aquel gran sacrificio hecho en la cruz. ¿Qué agradecimiento se encontrará en este fin de año, cuando todo el universo mire hacia este pequeño mundo, donde el Creador de las galaxias realizó la manifestación suprema de su gracia? ¿Qué ofrenda de gratitud se dará a Aquel que por nosotros dio todo lo que tenía, y a cambio solo recibió la muerte en un tosco madero? B. ¿Qué haremos los que sabemos que las mismas manos que crearon el mundo fueron traspasadas por los clavos de nuestra culpabilidad? ¿Se encontrará una verdadera gratitud como la que expresó Pablo cuando dijo: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14)? C. Preparémonos ahora, no sea que sin darnos cuenta, se haya alejado la cruz del centro de nuestro corazón. O que en este año que termina hayamos valorado más lo material que lo espiritual. Y que una ofrenda de gratitud que signifique un verdadero vaciamiento, como el que hizo Cristo, no esté en nuestros planes. D. Si esto fuera una amenaza latente, nos queda una última oportunidad: ¡Esta semana de gratitud! En donde habremos de estudiar con la ayuda de Dios, el significado de la cruz. A fin de que todos podamos decir: “¡Preciosa cruz nos gloriamos en ti!” Así, nuestra ofrenda de gratitud será una obra de la gracia, será valiosa ante los ojos de nuestro Dios, porque será nada más y nada menos, que una muestra de la propia entrega de nuestro corazón.
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