OBJETIVO: Que los participantes descubran la importancia que tiene para la vida del cristiano el dar razón de su fe, para que puedan entablar un diálogo sincero con la cultura actual, dando respuesta a los cuestionamientos que esta plantea. Señor Jesucristo, queremos encomendarte este día de ejercicios. ORACIÓN Que el Espíritu Santo nos ilumine para que podamos descubrir la importancia que tiene para el mundo de hoy el dar razón de lo que creemos. Que tengamos un encuentro vivo contigo para que podamos proclamarte al mundo como el Verdadero Dios por quien se vive, principio y fin de nuestra historia. Amén. El tema comienza con la siguiente historia, una experiencia de la vida real: José Luis es alumno de una Universidad Pública y cursa el VI semestre de la carrera de psicología. Pero no es un alumno más. Además de ser un estudiante dedicado es un joven comprometido en el trabajo pastoral de su comunidad parroquial: Coordina el grupo de jóvenes, fue acólito y además coordina un grupo de evangelización en su barrio. Su carrera le ha servido para hacer un buen trabajo pastoral pues le ha brindado las herramientas necesarias para trabajar con los demás. Sin embargo José Luis ha vivido una fuerte crisis en los últimos días. Sus maestros, continua y pareciera que hasta metódicamente, han ido cuestionando la fe de José Luis. Hablan de que Dios no existe, de que es un engaño y un invento. Hablan de que la idea de Dios es creada por la necesidad que tiene el hombre de sentirse seguro, referenciado. Sus maestros se burlan del dogma y los milagros en lo que muchos de sus alumnos creen Y José Luis, creyente, comprometido, no alcanza a responder todas las preguntas que los maestros lanzan al aire, no alcanza a argumentar como quisiera dialogar con ellos, demostrarles que su fe es más que un sentimiento o una idea creada, pero no puede. No sólo le puede el no tener la respuesta la palabra adecuada, le puede la burla de algunos compañeros, también creyentes, pero finalmente ignorantes de su fe.… Al final de día, tiene que callar y quedarse con un sentimiento de frustración porque no pudo dar razón de lo que cree… En pequeños grupos se hacen las siguientes preguntas: ¿Alguna vez alguien ha cuestionado tu fe? ¿Has respondido con presteza y claridad cuando te cuestionan? ¿Sabes dar razón de lo que crees? ¿Crees que es importante responder las interrogantes que el mundo de hoy hace a los católicos? ¿Por qué? Al final, se hace un panel y se comparten las respuestas. Son muchos los que hoy nos preguntan ¿por qué creemos? Son muchos los que hoy nos preguntan ¿por qué seguimos perteneciendo a la Iglesia? Son muchos los que hoy nos preguntan ¿por qué seguimos yendo a Misa? Son muchos los que hoy nos preguntan ¿por qué nos confesamos y por qué comulgamos? Dar razón de la fe no es tarea fácil, mucho menos cuando hay situaciones complejas y difíciles que podrían cuestionarla: una enfermedad terminal, la pobreza extrema, las injusticias, la muerte. Sin embargo el contexto en el cual nos encontramos nos pide que sea explícita y activa la tarea del anuncio y de la transmisión de la fe, que corresponde a cada cristiano. Quizá la primera urgencia de la Iglesia hoy, es el deber de despertar la identidad bautismal de cada uno, para que sepa ser verdadero testigo del Evangelio y para que sepa dar razón de la propia fe. Todos los fieles, en razón del sacerdocio común y de la participación en el oficio profético de Cristo, están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia. A los fieles laicos corresponde, en particular, demostrar con el propio testimonio que la fe cristiana constituye una respuesta a los problemas existenciales que la vida pone en cada tiempo y en cada cultura, y que, por lo tanto, la fe interesa a cada hombre, aunque sea agnóstico o no creyente. Es necesario que cada cristiano se sienta llamado a esta tarea que la identidad bautismal le ha confiado, que se deje guiar por el Espíritu al responder a tal llamada, según la propia vocación. En un momento en el cual la opción por la fe y por el seguimiento de Cristo resulta menos fácil y poco comprensible de parte del mundo, incluso contrastada y obstaculizada por el mundo, aumenta la tarea de la comunidad y de los cristianos, individualmente considerados, de ser testigos intrépidos del Evangelio La lógica de dicho comportamiento es sugerida por el apóstol Pedro, cuando nos invita a dar razón, a responder a quienquiera que nos pida razones de la esperanza que reside en nosotros (cf. 1 P 3,15). Por ello no sólo debemos conocer en que consiste nuestra fe, sino que debemos ser capaces de explicársela a aquellos, que aunque creen conocerla, la ignoran, incluso a aquellos que se declaran personas de fe, pero aun así, la ignoran y distorsionan.. Debemos explicar que los misterios de la fe, son justamente eso, “misterios”, que a los ojos humanos no encuentran explicación, debemos explicar que el “don de la fe” es el que nos permite comprender todos estos misterios y que como todo don, no todos lo poseen, por lo tanto no todos serán capaces de llegar a comprender El mismo Señor Jesús nos prevenía de esto, “En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños” (Mateo 11,25). Estas cosas debemos hacerlas públicas, nuestro llamado es a formarnos, a ser capaces de defender nuestra fe, y más explícitamente nuestra fe Católica, con todo lo que ella implica. ACTUAR BAJO EL IMPULSO DEL ESPIRITU Se comienza este tercer momento con las siguientes preguntas: ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué creemos en Dios? ¿Por qué seguimos a Jesús? ¿Por qué seguimos en la Iglesia? La tarea fundamental de los laicos, es decir de quienes no están consagrados, es dar razón de su fe en medio de las realidades temporales: Del mundo de la cultura, de la academia, de la política, de las comunicaciones. Tal como todas las nuevas tendencias ideológicas, religiosas, morales hacen público y luchan por su espacio y su aceptación en la sociedad (y lo han ido logrando) nosotros debemos luchar a viva voz y públicamente por lo que creemos, no podemos dejar todo este peso en nuestros sacerdotes y en la jerarquía de la Iglesia, todos somos Iglesia y cuando se nos ataca, la herida se nos causa a todos. Nuestra iglesia “proclama a un Jesucristo crucificado, escándalo para los judíos, motivo de burla para los gentiles, pero fuerza de Dios y sabiduría de Dios para aquellos que Dios ha llamado” (I Corintios 1,23v-24), esa sabiduría que no debemos callar, que debemos defender haciendo uso de nuestra razón y con la fortaleza que nos regala el Espíritu Santo. Es preciso saber dar razón de nuestra fe, en un mundo que la está perdiendo. Es preciso saber dar razón de nuestra esperanza, en un mundo que ya no espera más que en la economía, la subida y la bajada de la Bolsa de Valores, o el cambio del dólar. Es preciso saber razón de nuestro bautismo, en un mundo que casi lo ha olvidado. Es preciso saber dar razón de por qué nos casamos por la Iglesia, cuando podemos hacerlo por lo civil o simplemente convivir juntos. ¿Es realmente Jesús la razón de nuestra fe? ¿Es realmente Jesús la razón de nuestra esperanza? ¿Es realmente Jesús la razón de nuestra pertenencia a la Iglesia? Para ello tenemos que interesarnos por estudiarla, por conocerla. No podemos quedarnos con una fe que nos llega en paquete de regalo, pero que aún no hemos abierto. Tenemos que ser cristianos que cada día vemos los signos de Dios en nuestras vidas. ORACION FINAL Luego del tercer momento se puede hacer una entronización de la Palabra de Dios, en dónde está el contenido principal de nuestra fe. En procesión con las Sagradas Escrituras en alto y un par de velas por delante hasta colocarla en un lugar visible para todos. Luego se hace la siguiente oración: “Señor Jesucristo, luz que ilumina a todo hombre, envía la gracia de tu Espíritu Santo sobre todos y cada uno de los que hemos creído en ti. Danos la gracia del Encuentro contigo y de la conversión. Ayúdanos a proclamarte al mundo. Qué podamos dialogar con quienes piensan diferente. Ayúdanos a proclamar la verdad de tu palabra, su novedad constante. Que permeemos al mundo con los valores del Evangelio mediante el diálogo continuo y constructivo. Danos valentía para defender lo que creemos, claridad para argumentar, humildad para testimoniar. Que como discípulos misioneros, seamos luz del mundo y sal de la tierra”. Amén. GRACIAS POR SU ATENCIÓN
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