LA CRUZ COMO RECONCILIACIÓN Base bíblica: 2 Corintios 5.17-21. Propuesta: La reconciliación realizada por Cristo en la cruz fue completa al grado de convertirnos en embajadores de la reconciliación. INTRODUCCIÓN A. En cada esquina de nuestro mundo vemos sucesos que reflejan un deplorable estado de hostilidad en el que todos estamos inmersos: países en guerra, sociedades divididas entre ricos y pobres, familias separadas y por si esto fuera poco, en cada ser humano coexiste una especie de aborrecimiento hacia sí mismo. En realidad todo esto es solo un síntoma de un problema más profundo: la enemistad producida por el pecado. B. Cuando el hombre recién creado fue colocado en el Edén gozaba de una armonía perfecta con Dios, consigo mismo, con su familia y con su entorno. Esta concordia se manifestaba en el gozo supremo de hablar cara a cara con su Hacedor. Pero cuando la desgracia del pecado se produjo, se alteró la armonía en todos los ámbitos. 1) Huyeron de la presencia de Dios. “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto” (Génesis 3:8). 2) Empezaron los pleitos en la familia. “Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera, me dio del árbol, y yo comí” (Génesis 3:12). 3) Se produjo un desequilibrio interno. “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (Génesis 3:7). 4) El diablo quien engaño al hombre se convirtió en “príncipe de este mundo” (Juan 16:11). C) Pero Dios no fue indiferente ante tal distanciamiento. Inmediatamente tomó la iniciativa de buscar al hombre: “Más Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:9). Esta iniciativa divina de renovar la amistad con el hombre, y acabar con la enemistad desde la raíz, nos lleva a estudiar el cuarto significado de lo que sucedería en la cruz: la Reconciliación, concepto que encontramos presente en el NT en cuatro grandes pasajes paulinos: [Romanos 5:9-11; Efesios 2:11-9; Colosenses 1:15-20 y 2 Corintios 5:1721], de los cuales en esta ocasión solo nos detendremos en el último, en donde encontramos tres aspectos de la reconciliación: 1) Dios toma la iniciativa. 2) Cristo es el agente de la reconciliación. 3) La reconciliación nos convierte en embajadores de reconciliación. D. No hay nada que pueda sonar más dulce en una familia o iglesia que el sonido de la reconciliación, pero es probable que haya heridas y dolor ahora mismo entre nosotros que necesitan urgentemente el bálsamo de la reconciliación. Necesitamos sanar estas rencillas con el poder de la cruz, para que seamos iglesias sanas y agradecidas. Veamos juntos y con la ayuda de Dios cómo podemos hacerlo. DIOS TOMA LA INICIATIVA. A. Leamos 2 Corintios 5:17-19: “Todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”. En este pasaje encontramos la maravillosa verdad de la iniciativa divina. Notemos las siguientes frases. “Todo esto proviene de Dios” “No tomando en cuenta a los hombres sus pecados”. B. Lo primero que notamos, es que la reconciliación proviene de Dios. Desde el mismo momento en que el hombre se separó, Dios lo buscó con la angustiante pregunta: “¿Dónde estás tú?”. Desde entonces ha estado repitiéndola vez tras vez a cada ser humano que nace, a cada uno de nosotros. Dios es un incansable buscador de los perdidos. C. La segunda frase que llama poderosamente nuestra atención. Se refiere a la actitud de Dios cuando encuentra al hombre pecador, “no le toma en cuenta sus pecados”. Esto nos recuerda la historia más preciosa del amor de Dios contada por Cristo: “El Hijo pródigo”. Cuando aún se encontraba en medio del chiquero a donde la había conducido su pecado, hasta allí lo alcanzó el amor del Padre y lo hizo volver en sí: “¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (Lucas 15:18-19). D. Movido por el arrepentimiento, durante el camino repasó el discurso con el cual se presentaría delante de su padre ofendido. Pero cuando llegó cerca de su casa, fue sorprendido por dos cosas, primera, fue su padre quien al verlo salió “corriendo” a recibirlo: “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (15:20). Y segunda, cuando apenas empezaba el discurso que había practicado en el camino su padre lo interrumpió con el discurso de la reconciliación: “Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. (Lucas 15:22-24) Como lo expresara poéticamente Marcos Vidal en su canto: “El Milagro:” Y he despertado en el redil, no sé cómo, entre algodones y cuidados del Pastor, y antes de poder hablar de mi pasado, me atraviesan Sus palabras y Su voz: Que se alegra tanto de que haya vuelto a casa, que no piense, que descanse, que no pasa nada, y dormido en su regazo, lo he sabido, tengo Vida, tengo Dueño y soy querido. E. Ante esta iniciativa del amor divino ¿quién podrá sentirse olvidado en este mundo de hostilidades? CRISTO ES EL AGENTE DE LA RECONCILIACIÓN. A. Pero como hemos notado este pasaje también ha establecido una segunda verdad teológica. Que si bien es cierto que Dios es el autor de la reconciliación, Cristo es el agente de la reconciliación. Notemos las siguientes frases en el pasaje: Dios nos reconcilió consigo mismo por Cristo” “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Corintios 5.18-19) B. Ha quedado establecido que Dios nos reconcilió “al no tomar en cuenta a los hombres su pecado”. Pero entonces, ¿qué hizo Dios con nuestros pecados? Por amor a nosotros, Dios decidió que Cristo fuese hecho pecado con nuestros pecados. El Dios que se negó a tomar en cuenta contra nosotros nuestros pecados se los atribuyó, en cambio, a Cristo. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. De principio a fin el NT no deja lugar a dudas que la obra de la reconciliación es una realidad gracias al papel que Dios decidió representar. No a nosotros, ni a ningún medio fuera de Dios se debe la reconciliación. “Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. El sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. “Por su llaga fuimos nosotros curados”. C. Así una vez más se establece que el centro de nuestra reconciliación es la muerte sustitutiva de Cristo. ¿CUÁL ES NUESTRO PAPEL EN LA RECONCILIACIÓN? A,. Finalmente, en la segunda parte de los versos 18 y 19, se nos presenta la tercera verdad teológica, a saber el papel que cada uno de nosotros que hemos sido reconciliados debemos representar. “y nos dio el ministerio de la reconciliación” “y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” B. Es innegable que la muerte de Cristo en la cruz representa una obra completa, la reconciliación es una realidad, sin embargo es incuestionable también que hay personas a nuestro alrededor que no saben nada de esto. ¿Quién llevará a esas almas atribuladas el mensaje de la reconciliación? En tres magnificas frases de este pasaje se presenta una nueva verdad al respecto. “y nos dio el ministerio de la reconciliación” (18b) “y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”(19b) “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”(20) C. ¿Qué milagro más grande puede haber que ver a alguien que estaba enemistado con Dios ha sido reconciliado, y convertido en un mensajero de reconciliación? Pero no solo hemos de anunciar el mensaje y convertirlo en un ministerio, sino que hemos de hacer llamados precisos y directos para que la gente se reconcilie con Dios. Y cuando hagamos esto se cumplirá otra hermosa realidad bíblica: en nuestra voz la gente reconocerá la voz de Dios, “como si Dios rogase por medio de nosotros”. CONCLUSIÓN A. Ilustración. Un padre de una niña de cuatro años pensó que había llegado el momento de enseñarle a pedir perdón cuando se equivocaba. Pero ¿cómo hacerlo en esa edad? Pronto llegaría la oportunidad. En una ocasión cuando la niña hizo algo impropio, el padre la corrigió, pero el tono de su voz no fue el adecuado y esto a su vez lastimó a la niña. Los momentos que siguieron fueron muy tensos. La niña miraba con amor a su padre pero en su semblante había una especie de dolor y súplica por arreglar aquella rencilla que los había separado emocionalmente. Entonces el padre comprendió que ahora él era quien tenía que pedir perdón a su hijita. No había previsto que la necesidad de enseñar el perdón lo llevaría a ese punto y ahora frente a su hijita, tenía la convicción de lo que debía hacer pero no pensó que fuera tan difícil. Finalmente el padre pronunció las esperadas palabras: “Hijita, perdóname, porque te hable en forma incorrecta”. Su hijita respondió con un abrazo lleno de gracia. De allí en adelante la niña empezó a recorrer el camino del perdón y la reconciliación, un sendero largo y sinuoso a través de la existencia. Aunque cuando era niña todavía no sabía cómo usar estos conceptos pues a veces decía: “Papá quiero decirte que hice algo incorrecto”. Y en vez de pedir perdón ella decía: “Pero no te preocupes papito, ya te perdoné”. Sin embargo, aunque no sabía cómo conjugar gramaticalmente el verbo perdonar, en su corazón lo “conjugaba correctamente”. Y pienso que Dios aceptó su “conjugación”. B. Es probable que alguno de nosotros esta noche, tenga alguna dificultad que remover en su relación con Dios, con los demás o consigo mismo, puede ser un pecado que no has colocado en las manos de Dios, o quizá una rencilla que empezó siendo insignificante y que ahora se ha convertido en un muro que te separa de un ser amado, o puede ser un una desagrado contigo mismo porque no te aceptas tal como eres. No te detengas más, en esta noche ven y recibe el poder que ya ha ganado la victoria completa en la cruz. C. Y una vez que hayas recibido el regalo de la reconciliación, también toma tiempo para agradecer a Dios por dar su vida para que fuésemos reconciliados.
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