EL DÍA, domingo, 19 de abril de 2015 p1 LUCES DEL MISTERIO. Un recorrido por los lugares de las Islas donde los testigos dicen haber visto las inexplicables luminarias . 6/7 del domingo revista semanal de EL DÍA PUERTO DE LA CRUZ MANUEL RANCÉS VILLANUEVA Y FELICIANO PÉREZ ZAMORA, dos ilustres políticos del siglo XIX Texto: Melecio Pérez Hernández Al estimado amigo Leoncio Calzadilla Hernández, quien me descubrió la personalidad del político gaditano Manuel Rancés de Villanueva, IV marqués de Casa Laiglesia. A lo largo del siglo XIX se origina por parte del Gobierno español, y a veces por libre disposición de alguna autoridad provinciana, la práctica habitual de las deportaciones o destierros a Canarias de los más significativos adversarios políticos e idealistas radicales, cuyas ideologías tuvieron gran influencia en los naturales de las Islas. Este tipo de acciones se iniciaron con un grupo de constitucionales, en 1821, que llegó a Santa Cruz en el bergantín La Hermosa Rita, procedente de La Coruña, con 42 confinados políticos, canónigos y clérigos gallegos, conducidos por 22 soldados (1). Se sucedieron nuevas y reiteradas deportaciones, como la provocada por la cruenta sedición de Barcelona de 1835, a raíz de la cual, en 1836, llegó al puerto tinerfeño un grupo de 19 desterrados, entre los que se encontraban Eugenio Aviraneta y Felipe Bertrán Soler, inductores de la fundación de la sociedad secreta de los Isabelinos en Santa Cruz, y la de 1838, también procedente de Barcelona. Se estima que debieron de llegar a las islas con cierta regularidad y su presencia ya no constituía ninguna novedad, siendo el periodo de mayor destierros el de 1854 a 1868 (2), año este último de la revolución conocida como “La Gloriosa” en Cádiz, también conocida como “el año de los tiros”, que llevó al exilio a la reina Isabel II (Madrid, 1830-París,1904), acabando así, momentáneamente, con once siglos y medio de monarquía hereditaria(3). No es fácil comprender cómo los numerosos gobiernos que han utilizado esta práctica para alejar de la capi- tal a los adversarios cuyas ideas o actividades le molestaban no han sabido prever este resultado o, si lo han previsto, no han puesto fin a una costumbre doblemente bochornosa, que transformaba a los políticos en detenidos y a las Islas en prisión. A los canarios, de todos modos, no les ha caído bien esta peregrina y continuada atención del gobierno central para con ellos (4). Entre las numerosas personalidades de la política y la milicia, incluso de la Iglesia, deportados a Canarias durante aquellos años de grandes hostilidades se encontraban dos maris- Caricatura del ministro español Manuel Rancés y Villanueva realizada en Londres en 1871. cales de campo, siete brigadieres, cinco coroneles, tres tenientes coroneles, 12 comandantes, 16 capitanes, 22 tenientes, seis alféreces, 13 sargentos y más 457 civiles, muchos de los cuales eran ilustres: Antonio de los Ríos y Rosas, presidente del Congreso y del Consejo de Estado; Francisco Serrano Domínguez, duque de la Torre y capitán general del ejército; el mariscal de campo Antonio Caballero de Rodas; el teniente general Domingo Dulce, marqués de Castelfiorite; Manuel de la Concha Martínez, marqués del Duero; Dionisio López Roberts, diputado y perio- dista; Cristóbal Martín Herrera, diputado, y Manuel Rancés y Villanueva (5), por citar solo unos pocos. Rancés y Villanueva, posteriormente IV marqués de Casa Laiglesia, cuando llega deportado, en 1854, a Santa Cruz de Tenerife, capital de la provincia única de Canarias desde 1833, ya era notable diplomático, periodista y escritor castizo. Sus artículos eran de interés y contenido literario, pero, otros de carácter político y solapada sátira no escaparon a la libre interpretación del gobierno-clero-iglesia del momento, lo que, con la aplicación de la Ley de la Crítica, le costó la deportación, puesto que “criticar significaba colocarse fuera de la ley”. Durante su estancia en la isla de Tenerife, debido a su integración en la vida social y política en aquel gran siglo XIX de la historia de Santa Cruz, del que Rancés sería digno protagonista y representante en el Parlamento nacional (6), gozó de franca libertad y se granjeó la amistad y simpatía de varias personas de cargos públicos y políticos influyentes. Pronto hubo cierta empatía con el también político e hijo del Puerto de la Cruz Feliciano Pérez Zamora (18191900), con quien coincidió en varias legislaturas parlamentarias. De este ilustre portuense baste decir, por ahora, que fue elegido diputado a Cortes por Tenerife trece veces durante el periodo comprendido entre 1854 y 1896 (7), por los partidos la Unión Liberal, Monárquico Democrático y Conservador. Nació Manuel Rancés en Cádiz el 24 de diciembre de 1824. Hizo sus primeros estudios en el seminario gaditano y después cursó la carrera diplomática y la de periodismo (8). Dotado de gran inteligencia, vasta cultura, don de gentes y dominio de idiomas, particularmente el inglés, poseía el sentido de humor propio de su tierra natal, cualidades, si cabe, aún más realzadas y solidificadas debido a una clásica formación universitaria. Su gallarda figura fue apreciada por las damas y alcanzó gran popularidad entre los distintos niveles sociales (9). Por primera vez participa Rancés y p2 domingo, 19 de abril de 2015, EL DÍA EN PORTADA Villanueva en las elecciones a diputados a Cortes de abril de 1857, siendo elegido por la villa de Santa Cruz de Tenerife, a la par que ostentaba el cargo de ministro plenipotenciario de España en Brasil. En el mes de diciembre anterior había estado de nuevo en Santa Cruz, de paso para tomar posesión de su cargo en aquel imperio. También salieron otros cinco diputados por los restantes distritos electorales: La Laguna, Emilio Bernar; por La Orotava, Diego Coello y Quesada; por La Palma, Domingo Verdugo y Massieu; por Las Palmas, Manuel Bertrán de Lis, y por Guía de Canaria, Cristóbal del Castillo y Manrique de Lara. Nuevamente, en las elecciones para diputados a Cortes de noviembre de 1858 y octubre de 1863 vuelve a salir electo por Santa Cruz Manuel Rancés y Villanueva, así como su compañero por La Orotava, Feliciano Pérez Zamora, quien no había participado desde las elecciones constituyentes de 1854, convocadas por el gobierno del general Espartero. La isla estaba dividida en tres distritos electorales: Santa Cruz de Tenerife, La Laguna y Orotava. El distrito de la capital lo constituían, además de los pueblos del partido judicial, las islas de Lanzarote, Gomera y Hierro. La Palma y Guía de Canaria eran distritos independientes, con diputados propios. Con el distrito de Las Palmas votaba la isla de Fuerteventura. Una distribución un poco rara, pero que subsistió durante varios años, hasta que se implantó el sistema de las circunscripciones (10). Rancés fue diplomático durante treinta y seis años, cuatro menos que Pérez Zamora. El prócer gaditano en cuanto a la defensa y privilegios, en pro de Tenerife, entre otros logros relevantes, consigue con sus valiosas gestiones y participación de los diputados Emilio Bernar y Feliciano Pérez Zamora el título de “Ciudad” para Santa Cruz, mediante proclamación del real decreto de 29 de mayo de 1859, que, reiteradamente desde 1836, 1846 y 1858, venía solicitando sin éxito la capital de la provincia de las islas Canarias. Para dar las gracias al diputado Rancés por su gestión, hubo “repique de campanas y tres noches de iluminación y regocijos” (11). A partir de agosto de dicho 1859, el que fuera diputado y también senador en las Cortes españolas pasa a desempeñar, representando a España, los más altos cargos, como el que ya se adelantó de ministro plenipotenciario en Brasil y Confederación Germánica, Baviera, Wurtemberg, Berlín, Viena Sajonia, Roma y Londres. En este último destino fue amigo personal de la reina Victoria y del príncipe de Gales, después Eduardo VII. En 1868, al ir a Cádiz para despedirse de su familia por el nombramiento de embajador de España en Austria, fue testigo y actor de los sucesos conocidos en Cádiz como “el año de los tiros” (con el mismo nombre de aquel otro de 1820 cuando se sublevaron las tropas realistas asolando la ciudad), en el que de solemnidad, costeando su entierro, en póstumo homenaje, el Congreso de los Diputados. Personaje ilustre, como recuerda Francisco Martínez Viera, “fue también de los mejores en el servicio a su país, tenaz y constante en la lucha por el engrandecimiento de nuestra isla, no decayendo su entusiasmo en los cuarenta años casi consecutivos en que fue diputado por Tenerife, Pérez Zamora, después de una vida activa y de una conducta intachable” (15). Entre otros reconocimientos, Feliciano Pérez Zamora fue nombrado en 1868 Regidor Honorario Perpetuo e Hijo Adoptivo de Barcelona; en 1883, Hijo Adoptivo por el Ayuntamiento de Santa Cruz, y en 1885 el Puerto de la Cruz cambia la rotulación de la calle Norte por Pérez Zamora, en un afán por incluir en el homenaje a su hermano, traductor y escritor, Aurelio Pérez Zamora (1828-1918). Manuel Rancés y Villanueva y Feliciano Pérez Zamora, dos ilustres políticos del XIX, tienen en común que ambos permanecen en el más absoluto de los olvidos. Y para que esto no siga sucediendo, ¿para cuándo la casa o museo de hijos ilustres del Puerto de la Cruz? BIBLIOGRAFÍA Feliciano Pérez Zamora, hijo ilustre del Puerto de la Cruz. el pueblo, armado, y habiendo formado barricadas, tenía a raya a las fuerzas de la guarnición. Intervino Rancés “cerca del general Laserna y de los elementos de los disturbios atrincherados en la Casa Ayuntamiento, y obtuvo un aplazamiento en la lucha, cuando se sabía que estaba a las puertas de Cádiz un Cuerpo de Ejército al mando del General Caballero de Rodas, y por fin, convencidos los dirigentes del pueblo de que la resistencia sería inútil depusieron las armas” (12). Fue providencial la intervención de Rancés por restablecer la paz y el orden público, entonces investido por el Gobierno del cargo de gobernador civil de la provincia. Pero también, en agosto de 1873, cuando Cádiz se declaró cantón independiente, nuevamente hubo de intervenir el marqués de Casa Laiglesia en calidad de presidente del Cuerpo Consular acreditado en Cádiz. Con doce buques extranjeros surtos en la bahía de Cádiz, dotados de 142 cañones y 12.000 hombres –ingleses, austriacos, brasileños, americanos, franceses, alemanes y portugueses– y una valiente estrategia de envío de modestas fuerzas de la Infantería de Marina, ordenó no permitir el desembarco ni de un solo hombre de las tropas extranjeras, consiguiendo el dominio de la situación. Esto ocurrió siendo presidente de la I República Emilio Castelar, a quien, recuperada la paz, le escribió aconsejándole “que para sostener y garantizar el orden en plazas como Cádiz precisaba en todo momento una tropa regular disciplinada, y no una Milicia del pueblo, [a lo que contestó el Sr. Cautelar] que el pueblo no estaba preparado porque antes debían haberse creado las costumbres políticas y los hábitos de la libertad” (13). Al término de su vida política, ejercida con moderación, entusiasmo y tesón, vuelve a su Cádiz del alma, escribe sus memorias y mantiene correspondencia con algunas de sus amistades. Presumiblemente también lo hiciera con su compañero portuense, Feliciano Pérez Zamora, si bien no tengo constancia de ello. Murió el IV marqués de Casa Laiglesia en Ciudad Real el 17 de noviembre de 1897. Su hijo, Emilio Rancés y Esteban, heredero del marquesado y conservador como su padre, también fue diputado por Tenerife, en 1890 y 1899. Entre los honores recibidos están los de vicealmirante de la Armada y otros no siempre acordes con sus grandes méritos, pese a estar distinguido con la Gran Cruz de Carlos III, además de doce cruces extranjeras de primera categoría. Por otra parte, la ciudad le dedicó una calle y plaza con su nombre, así como una lápida de mármol blanco muy artística, con letras de relieve donde se lee: “En esta casa nació el 25-12-1824 Don Manuel Rancés y Villanueva –Marqués de Casa Laiglesia–. El pueblo de Cádiz representado por su Excmo. Ayuntamiento dedica a su memoria esta lápida como testimonio de respeto y gratitud al ilustre patricio gaditano que siempre demostró especial respeto a su ciudad natal” (14). También lejos de su tierra natal, en Madrid, murió Feliciano Pérez Zamora el 20 de enero de 1900, anciano y pobre (1) CIONARESCU, Alejandro (1978). Historia de Santa Cruz de Tenerife. Edita Caja General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife. T. III, pág. 214. (2) Ídem. Pág. 216. (3) VIDAL SALES, José-Antonio (1995). Crónica íntima de las reinas de España. Editorial Planeta, S.A. Pág.203. (4) CIONARESCU, Alejandro (1978). Historia de Santa Cruz de Tenerife. Edita Caja General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife. T. III, pág. 214. (5) Ídem. Páginas 216/217. (6) MARTÍNEZ VIERA, Francisco (2003). Historia antigua de Santa Cruz, crónicas de la capital de Canarias. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna.. Pág. 113. (7) GUIMERÁ PERAZA, Marcos (2000). El Liberal Félix Benítez de Lugo (1868-1946). Gobierno de Canarias, Santa Cruz de Tenerife. Pág. 17. (8) PRO Y RUIZ, Serafín (1955). Diccionario biográfico de gaditanos ilustres. Impreso Casa del Niño Jesús, Cádiz. Pág. 298 (9) JEHU Junior (1871). MEN OF DAY, nº XXX, Don Manuel Rancés y Villanueva. London, august 26, 1871. Pág. 67. (10) MARTÍNEZ VIERA, Francisco. Los diputados por Tenerife en 1859. Suplemento EL DÍA, Santa Cruz de Tenerife, 28-051959. (11) CIONARESCU, Alejandro (1978). Historia de Santa Cruz de Tenerife. Edita Caja General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife. T. III, pág. 19 (12) PRO Y RUIZ, Serafín (1955). Diccionario biográfico de gaditanos ilustres. Impreso Casa del Niño Jesús, Cádiz. Pág. 298/299. (13) Ídem. Pág. 298/299. (14) (www.placasdecadiz.com). (15) MARTÍNEZ VIERA, Francisco (2003). Historia antigua de Santa Cruz, crónicas de la capital de Canarias. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna. Páginas 270. p3 EL DÍA, domingo, 19 de abril de 2015 HISTORIA LOCAL BARRANCO GRANDE. Entre datos y vivencias Este lugar, mi pueblo adoptivo, siempre deseando reafirmar su personalidad, surgida de la fusión en adecuado crisol de tantos y tan variopintos orígenes, cuenta con asociación de vecinos, iglesia y plaza, fiestas y costumbres, centros docentes y de salud, además de muchos otros servicios que lo reconocen como enclave pujante y diferenciado. Con esta finalidad, un grupo de vecinos liderados por la señorita Nati han inaugurado una exposición de recuerdos testimoniales relativos al proceso de su consolidación. Texto: Emiliano Guillén Rodríguez (periodista, cronista oficial y miembro del Instituto de Estudios Canarios) Foto: Cedida C uando una persona, o grupo doméstico, ha de establecerse en lugar distinto al de su infancia ya estabilizada de inmediato suele tender a conocer e interpretar el nuevo terruño, para venerarlo casi tanto como el que ha dejado en la añoranza. Con mayor ahínco si las iniciales experiencias vividas en él le resultaron favorables. Las primeras imágenes que poseo de este entorno están relacionadas con aquellos viajes de eterna duración que me llevaban desde mi pueblo natal hacia La Laguna, para examinarme de los sucesivos cursos del Bachillerato de entonces. El recuerdo es difuso, me vienen a la memoria siluetas de molinos quijotescos y muchas huertas escaroladas por el cebollino maduro. También, eso sí, una ristra de vueltas, curvas y más curvas, una tras otra, todas adornadas de tarajal, en un sinvivir constante. En tierra ahora, con apenas diecisiete años cumplidos, estuve en este lugar colaborando con la campaña de alfabetización promovida por el general Franco, cuyo objetivo era que todos los ciudadanos manejasen los rudimentos básicos de lectura, escritura y cálculo. Este hecho me permitió vivir el primer contacto, desde luego muy halagüeño, con sus moradores primigenios. El conocido como “colegio de abajo” lucía por aquella época su señera estampa de juventud al arrullo de su soledad. Años después, el azar, que no el escalafón, me conduciría a enraizar aquí; por destino y por amor. Pronto, como siempre fue mi costumbre, con los hombres y con los papeles, comencé a recopilar datos y recuerdos para componer someramente la estampa deseable, la misma que precisaba para consolidar mi nuevo arraigo. Me contaban ellos que antaño disfrutaban de tres fiestas interesantes cada año. La del Carmen, en El Sobradillo, muy importante y de gran empaque, me aseveraban con rotundidad. para nosotros siempre fue motivo para estrenar traje y zapatos nuevos; siempre que se pudiera, claro está. Otra era la de San Isidro, en El Chorrillo. A ella acudían en romería con carretas en forma de barcos, a la usanza teguestera. Recuerdan que penetraban al recinto bailando al son de la danza de cintas. Un aspecto a recuperar por su identidad y solera. La tercera fue la procesión del Cristo de La Montaña. Esta imagen, por el 18 de julio, llegaba en procesión hasta el cruce de Barranco Grande, donde estaba situada su primera casa-escuela. Esta construcción aún hoy ofrece su indolente estampa casi frente al actual centro de salud. El pueblo, sin embargo, a medida que se iba reafirmando, demandaba su propio patronazgo, su propia fiesta. Durante largas décadas esta zona fue lugar de cultivos genuinos y puntuales. Aquí alcanzaron gran fama las pitas, para extraer la fibra destinada a la elaboración de sacos y sogas especialmente. De estas labores mucho sabe la que ahora llaman Cueva Caprichosa, entonces Cueva de Silva, en alusión a alguno de sus dueños o moradores seguramente. De esta suerte también se cultivaba la miel, y en ella se elaboró. Destacó el cultivo del cebollino y de la caña de azúcar, además de los propios de la subsistencia: papas, legumbres y verduras. Entre los frutales abundaron con franqueza el higo bicariño y el naranjo. Los años sesenta rolaron los destinos de esta nave hacia nuevos vientos. El contexto torna en asentamiento de muchas familias huidas del arado, desertores de la guataca, fugados de un sistema feudal que les acongojaba y les impedía el menor atisbo de progreso, para ellos y para sus hijos. Este fenómeno social cambia profundamente la fisionomía y quehaceres de este entorno. Los nuevos colonos luchan por mejorar sus nuevos asentamientos y consolidar una idiosincrasia propia y diferenciada para un pueblo rehecho a partir de muy variopintas procedencias. Escudriñando fechas de interés que delatasen su desarrollo hasta los años pasados, partamos de los cuarenta. El 16 de enero de 1947 se crea la primera escuela elemental en la localidad, de primeras letras, porque el incremento de la población lo demandaba. Se aco- modó en una casa arrendada por el Ayuntamiento de El Rosario a Dolores Gómez García. De ella se dice que carece de otros espacios. Situada a poniente del Cruce de Barranco Grande, con capacidad para unos cincuenta alumnos, está dotada de un retrete separado del inmueble. En el año de 1960 se mejora y amplía la oferta educativa con dos unidades escolares con casas para maestros. Para nosotros, el citado “colegio de abajo”. Varios años después quedaría inaugurado el primer edificio, en nuevo diseño, del colegio denominado Bethencourt y Molina, en honor del ilustre ingeniero portuense. Durante algún tiempo este centro docente acogió a los alumnos de Santa María del Mar, entonces en fase de solucionar sus carencias de infraestructuras educativas. El año de 1972 resultó crucial para el futuro local. El propio Ayuntamiento de El Rosario segrega este distrito a un ahogado Santa Cruz, que lo necesitaba imperiosamente para continuar su expansión hacia el suroeste. Llegado el año de 1977, se crea la parroquia de San Felipe Apóstol y, bajo la responsabilidad técnica de Juan Francisco González Orihuela, comienzan los trabajos para la construcción de su iglesia. Es difícilmente sostenible una parroquia sin templo. Mientras tanto, a modo testimonial, figuraba en un pequeño garaje próximo al flamante edificio del colegio. El 6 de noviembre de 1983 quedó colocada la primera piedra del primer edificio eclesial. Fue bendecida por el obispo Luis Franco Cascón. La consagración de la totalidad del sagrado recinto se llevó a cabo el 19 de marzo de 1989. Ofició el entonces también obispo de Tenerife Damián Iguacen Borau. La primera misa en la nueva iglesia tuvo lugar a las cinco de la tarde de ese mismo día. La financiación de esta obra corrió a cargo de los propios feligreses, canalizando sus iniciativas a través de una Junta Parroquial, a impulsos del párroco Domingo Albertos González, contando además con la inestimable colaboración del Ayuntamiento capitalino. Templo en construcción. Con la proximidad de los años ochenta viene la consolidación de la democracia. En su virtud, un entusiasta grupo de residentes funda la asociación de vecinos El Molino, bautizada de esta suerte en clara alusión a sus tradicionales estampas, para luchar por los intereses del común. Durante el curso escolar 1987-88 llega la inauguración oficial del tercer edificio del colegio, anexado al anterior, ahora enriquecido con unidades de infantil y del cual era modesto director quien les habla, acompañado de un magnífico equipo de compañeros profesionales de la docencia, siempre empeñados todos en conseguir las mejores metas para nuestros alumnos, sin escatimar esfuerzo alguno para ello. Entonces ya se pensó, y logró, completar el ciclo de enseñanza no universitaria con la adjudicación del I.E.S. Las Veredillas. Este complejo educativo recibe el alta para su gestión el 9 de septiembre de 2009. El sustancial aumento de plazas en el sector de la educación obligatoria en esta zona denota el espectacular acrecentamiento de la población en el distrito durante los últimos sesenta años. Vueltos al asunto eclesiástico, el 21 de marzo de 1990 la familia de Loendio Cabrera Orihuela, “Lito”, dota al templo de su primera campana, donada por esta familia y fundida en Tenerife. Durante el primer abril del presente siglo se le añade otra nueva a la torre de la iglesia. Entonces ya se albergaba la esperanza de lograr algún día la conocida como “Do”, de sonar más profundo y penetrante que las dos ya existentes. Tras este sucinto y ligero recorrido por los avatares de la localidad, regresamos a la motivación que sostiene esta reflexión. No es otra que la inauguración de una exposición fotográfica retrospectiva, montada con la finalidad de que todos recordemos, con notable regocijo, las primeras fatigas y satisfacciones vividas en este entorno, para el bien de todos, y que, a buen seguro, habrá de reforzar aún más si cabe, nuestros lazos cívicos de pueblo con genuina personalidad, ya firmemente robustecida. p4 domingo, 19 de abril de 2015, EL DÍA INVESTIGACIÓN EN PORTADA TURISMO Juan Davó Rodríguez El pintor Juan Davó nació el 27 de enero de 1897 en Santa Cruz de Tenerife y fue el menor de cuatro hermanos. Desde pequeño le gustaba ir por la Litografía Romero, siendo allí donde se despertó su temprana vocación artística. Se formó como pintor en la Escuela de Artes y Oficios de Santa Cruz de Tenerife, siendo maestros suyos Gumersindo Robayna Laso y Ángel Romero Mateos, dueño éste de la litografía donde trabajaría el pintor más de la mitad de su vida. Romero le corregirá no solo en el dibujo, sino también en la aplicación de la luz (fue discípulo directo de Sorolla). Ambos desarrollaron una temática similar, no por pura casualidad, sino porque los dos se vieron inmersos en el costumbrismo, corriente artística que se desarrolló a mediados de siglo. Desde muy joven, Davó participó en exposiciones y certámenes, realizando su primera exposición en 1916. Hacia 1920, decidió marchar a Madrid. Una vez allí, con su deseo de ampliar conocimientos, trabajó como discípulo del pintor Hipólito Hidalgo Caviedes, y prosiguió con sus estudios en la Real Academia de San Fernando, donde conoció a Ignacio Zuloaga, del que tomó su preocupación por las tonalidades grises. De vuelta a Tenerife expone, con cierto éxito, en un género que nunca dejará de cultivar, el retrato, aunque casi siempre por encargo. En 1926 contrae matrimonio con Mª de la Natividad Ramallo, con la que tendrá tres hijos. Y es por esta misma fecha cuando entra a trabajar en la Litografía Romero, donde se ocupará de la sección de dibujo con el cargo de director artístico. Fue colaborador de diversas publicaciones, con dibujos que servían como ilustración a los poemas y artículos. Llegó también a ilustrar libros, unas veces las ilustraciones interiores que animan el texto y otras la cubierta. Si Davó dominaba el dibujo, también hay que señalar que tenía una predisposición innata para el mismo. Aunque su preocupación por el paisaje no desaparecerá nunca de su obra, ésta se verá determinada por cuatro etapas atendiendo a los viajes realizados: a Madrid (1921-1923); regreso a Tenerife (1923-1957); y estancias en Puerto Rico (1957-1962) y Seattle, Estados Unidos (1962-1966). En 1966 decide volver a Tenerife y va a vivir con su hija. En su isla lo acogen con múltiples homenajes de bienvenida. Pese a su poca salud, no pierde el buen humor. Vuelve a sus tertulias, donde cuenta sus impresiones sobre la joven América y sigue pintando, falleciendo a los 70 años de edad. Serie “Pintores canarios”, cuadro nº 12 (técnica mixta sobre papel de acuarela) EL DÍA, domingo, 19 de abril de 2015 p5 p6 domingo, 19 de abril de 2015, EL DÍA CLAVES DEL CAMINO MAFASCA Y OTRAS LUCES DEL MISTERIO Canarias es un auténtico crisol de misterios, un genuino continente en miniatura en el que es posible encontrar cualquier expresión del misterio que seamos capaces de imaginar. Criptozoología, sociedades secretas, casas encantadas, encuentros con ovnis, islas fantasmas, arquitectura hermética, apariciones marianas, fiestas paganas, pirámides, objetos milagrosos… un detallado mapa de lo insólito en el que también ocupan un lugar muy destacado las enigmáticas luces populares. Luminarias que nos hablan de viejas creencias de almas en pena. Texto: José Gregorio González F rente a las modernas y constantes apariciones de ovnis que siembran los cristalinos cielos de Canarias, las luces populares constituyen uno de los misterios más sorprendentes de cuantos podemos conocer en el archipiélago, un enigma que se muestra desafiante resistiendo tanto al paso del tiempo como a las múltiples explicaciones esbozadas para intentar comprenderlo. Han pasado ya décadas desde que Jesús Callejo y Javier Sierra acuñasen esta denominación de luces populares para referirse a una serie de fenómenos luminosos cuyo retrato robot más habitual es el de una pequeña bola incandescente, de tonos amarillos y rojizos, que de manera saltarina, y puede que hasta curiosa, se aproxima a los testigos, manteniéndose visible durante largos periodos de tiempo. Por razones que ignoramos, y que quizá estén en relación con la activa mecánica volcánica del archipiélago, el fenómeno se registra con abrumadora frecuencia por todo el archipiélago, un territorio en el que este misterio ha sido contemplado a lo largo de las épocas como una manifestación de almas en pena, reuniones brujeriles o como producto de mágicos encantamientos. Durante años hemos podido inventariar con precisión este fenómeno por todas las islas, indagando en la memoria y la tradición populares, así como en la casuística contemporánea que revela la vigencia en nuestros días de tan desconcertante misterio. En base a todo ello y con rotundidad, en el mapa de las luces populares de Canarias sobresale con creces por encima del resto una luminaria, la llamada Luz de Mafasca. Sin duda, y por méritos propios, la Luz de Mafasca, en Fuerteventura, se ha convertido en uno de los iconos más potentes del misterio en Canarias. La tradición remonta sus observaciones a varios siglos atrás, y de hecho las primeras reseñas escritas que aluden a su avistamiento son de finales del XIX. La mayor parte de sus observaciones se localizan en Antigua y de Betancuria, donde resulta inusualmente sencillo encontrarse con testigos directos o con informantes que conocen personalmente a vecinos que han visto de cerca y sin margen a la confusión nuestra luminosa protagonista. La gente habla con libertad de un fenómeno que ha terminado por permear su cotidianeidad, llegando a inspirar cuentos infantiles, cuadros o películas, cediendo su nombre a colectivos vecinales, jornadas culturales e incluso calles. Actualmente, y como parte de una investigación en marcha llevada a cabo por quien firma este artículo, junto a Luis Javier Velasco, Alberto Montesdeoca y Luis Niño, se han podido inventariar con precisión un total de 97 casos, algunos de ellos de fecha tan reciente como 2014. El vaciado de los datos realizado por Luis Velasco permite observar que más de 50% siguen un patrón de observación estándar, con relativa cercanía, interacción con el o los testigos, duración amplia, etc. Curiosamente, el segundo gran grupo de casos, un 32%, está constituido por encuentros en los que el sujeto va en un vehículo y la luz se cruza en su camino, mantiene su mismo itinerario o incluso entra en el coche o camión. Ante un catálogo tan nutrido y considerando los diferentes parámetros que se pueden manejar, resulta muy complicado seleccionar los casos que puedan definirse como los más importantes. Por la extrañeza con la que se manifestó el episodio destaca el vivido por Vicente Peña. Este testigo la observaba hace unos 50 años desde la lejanía “con frecuencia mirando desde Triquivijate hacia El Matorral, con el mar de fondo. Siempre en la misma zona, aparentando ser barcos de pesca, para después desparramarse y dividirse hasta en siete u ocho luces, cerca unas de otras. Después volvían a unirse haciéndose una sola”. La lejanía de la observación, como en otros episodios, presupone un tamaño considerable que tiende a reducirse muchísimo cuando se aproxima a los testigos. Extraño también puede considerarse el caso comunicado por el padre de Augusto Quesada, joven que nos narraría la peculiar escolta que tuvo su progenitor una noche de verano de 1996. “Una emergencia médica había motivado la hospitalización de mi hermana, y en el trayecto de regreso, pasadas las 3 de la madrugada, desde Puerto del Rosario a Jinijionamar, mi padre vio en solitario la luz, de color anaranjado. Lo curioso es que mi padre se equivocó al tomar un desvío a la altura de Pozo Negro, quedándose la luz atrás, pero al corregir el trayecto e incorporarse a la carretera general, la luz reapareció y le acompañó hasta donde nos alojábamos”. En esta ocasión, la extrañeza radica en la aparente inteligencia que demuestra la luminaria, anticipándose al “despiste” del observador. No obstante, atendiendo a la duración del mismo y al hecho de haber existido un inusual contacto físico con el mismo, no hay duda de que el encuentro más notable de todos lo protagonizó, a nuestro juicio, Domingo Alberto Brito, ya fallecido. Este buen hombre, ya octogenario, compartía con nosotros su encuentro con la luz hace más Parajes por donde deambula la “Luz de Bentaiga” (izquierda) y la playa La Rajita (La Gomera), donde se divisa la “Luz de la Vega Abajo”. de setenta años. “Fue en 1941, al año de casarme, –nos relataba–. Yo vivía en Betancuria pero había venido a las fiestas de Antigua. Cuando regresaba a mi casa vi la luz a lo lejos, sobre un lomo, por lo que aceleré el paso, pero al momento ya estaba cerca. A la altura de un pequeño barranco la luz pareció bajar, y yo aproveché para ir más deprisa todavía cogiendo un atajo, pero cuando llegué al final allí estaba la luz, paradita junto a un mojón y una pitera. Seguí para mi casa y de nuevo quise evitarla, por lo que, en vez de seguir por el callejón que daba a mi casa, caminé por la gavia. Cuando salí de la misma salté al camino junto a mi casa, y la luz estaba de nuevo quieta, posada encima de una piedra que había en la entrada. Entonces se me ocurrió darle una patada, y cuando lo hice, ¡se me quedó todo el pueblo de la Villa de Betancuria encendido, como el “peso” del mediodía! Desde ese día no la he vuelto a ver”. Con ser la Luz de Mafasca la más conocida, no es ni mucho menos la única que se ha dejado ver desde hace siglos por Canarias. Las tenemos en todas las islas y en escenarios rurales y urbanos. El retrato robot tiende a ser similar, con un tamaño que oscila desde el de una monedadeuneuroaldeunapelotadebalonmano, mientras que su gama de colores oscila desde los blancos y azules a tonos rojizos. Lo habitual es que se vea una sola luz, que puede aumentar o disminuir su tamaño, abandonando la forma esférica para convertirse en un simulacro de hoguera o en un amasijo chisporreante de brasas. No obstante, hay casos de más de una luz, fusionándose o bien dividiéndose en cuerpos independientes. Llama la atención la frecuencia con la que la luz se manifiesta ante varias personas al mismo tiempo, p7 EL DÍA, domingo, 19 de abril de 2015 CLAVES DEL CAMINO así como la duración de los encuentros, que suelen prolongarse muchos minutos e incluso horas. El sonido es apenas anecdótico y la cercanía es tanta que a veces se ha dado contacto físico. Su luz no es cegadora, aunque puede dar estallidos que deslumbran al testigo, no existiendo testimonios que hablen de cambios de temperatura significativos. Aunque se la teme y la gente prefiere no toparse con ellas por vincularla con almas en pena, no hay episodios de agresión ni consecuencias negativas para el observador. Con todo, lo más desconcertante en su aparente inteligencia, la curiosidad que parece mostrar hacía los testigos, entrando en ocasiones en un aparente y provocador juego, reaccionando a los mismos con aproximaciones extremadas, cambios de ritmo y forma, etc. Sean lo que sean estas luminarias, y descartando que se trate de almas que purgan sus pecados así como de fenómenos tan socorridos y fuera de lugar como los rayos en bola o los fuegos fatuos, las luces populares en Canarias constituyen un desafío en toda regla presente por toda la geografía de las islas. En el entorno de Anaga, en Tenerife, nos topamos con estas extrañas luminarias en varias localizaciones, llegando a dar sus frecuentes apariciones nombre a un hito geológico de esas hermosa y abrupta zona costera: el Roque de las Ánimas. Además, en la cercana zona de Almáciga llegó a darse uno de esos escasos encuentros en los que se produce contacto físico, concretamente con la llamada “Luz de Gutiérrez”. Nos topamos con ese caso por “casualidad”. El testigo era nieto de uno de los tres protagonistas del encuentro, ocurrido a mediados del siglo XX. Al parecer, al igual que a muchos vecinos, a los testigos les picó la curiosidad sobre la naturaleza de las luces que habitualmente se dejaban ver por la zona, unas luminarias que incluso ellos habían podido ver en la distancia algunas noches. En el ánimo de los tres amigos estaba dar con los responsables de aquellas luces nocturnas, que consideraban de carne y hueso, por lo que una noche decidieron salir en su búsqueda. Y así fue cómo, localizándola en una parte de un sendero, decidieron ir a por ella cercándola. Uno de los observadores se acercó tanto que a cierta distancia se atrevió a lanzarle una piedra. “A partir de ese momento, según me dijeron mi tío y mi abuelo, el buen hombre estuvo viendo la luz por lo menos tres días. Aquello pegó un destello que lo dejó deslumbrado y del susto hasta soñaba con la luz”, concluía su relato nuestro testigo en el tiempo. Al parecer, según confirmaría de manera independiente el investigador Carlos Soriano, el nombre de “Luz de Gutiérrez” se le asignaría por ser éste el apellido del sujeto al que cegó la luz. Soriano pudo recoger también el valioso testimonio de Juan “El Cuco”, vecino y memoria viva de aquellos hermosos parajes, quien una madrugada vivió su propio encuentro con el misterio mientras transitaba por aquellos senderos. “En un momento determinado –comenta Soriano–, a un lado del camino aparece una extraña luminaria que a don Juan le llama poderosamente la atención. Estaba quieta, como esperándole. Él pensó que podría tratarse de la linterna de un pescador. Nos confiesa don Juan que, “lo que le faltó fue hablarle”. En el momento en que hace un ademán para continuar su camino, aquella luminaria, de un color blanquecino semitransparente, le salta, dando enormes brincos entre los riscos, hasta situarse frente a él, a poco más de metro y medio de sus pies. Don Juan, con cierta calma y sangre fría, dirige el halo de su linterna hacia aquello: “Enfoqué como de aquí a allí, para ver si era un bicho o un ave... ¡pero ave no era!”. De pronto, aquella cosa se deslizó flotando, alejándose de él y perdiéndose entre los riscos. Pero no contento con lo abrumador de tan insólito encuentro, don Juan decide seguirla para tratar de comprobar de qué se trataba: “Bajé a la playa, por donde tenía que venir, y miré para los lados a ver si la veía, porque dicen que esta luz le seguía a uno. No la vi y entonces me puse a buscarla por dentro de las piedras aquellas, a ver si la veía”, nos contaba mientras señalaba un punto cercano a la playa. Tras una leve búsqueda, don Juan continuó su camino con la curiosa esperanza de que aquella luminaria, tal como cuentan los lugareños que acostumbra a hacer, le seguiría. Pero no fue así”. Saltando de isla llegamos a Gran Canaria, territorio en el que el fenómeno también se manifiesta con inusitada frecuencia. De hecho, las apariciones de una de estas luces terminaron dando nombre al cosmopolita puerto de La Luz, de la ciudad de Las Palmas, rastreando su presencia en lugares tan dispares como el casco antiguo del municipio de Telde con la “Luz de San Francisco”, las espectaculares cumbres de Tejeda con la “Luz del Bentaiga”, o los impactantes paisajes de la Aldea de San Nicolás con la llamada “Luz de Toledo”. Sin embargo, por antigüedad y reseñas escritas, es obligado destacar el llamado “Jacho de La Laguna”, que hacía su aparición entre los municipios grancanarios de Teror y Valleseco. Supimos de esta historia gracias al historiador Gustavo Alejo Trujillo, quien a su vez la rescató de fuentes contemporáneas al fenómeno, como es el caso de Sebastian Jiménez Sánchez, quien escribía sobre el mismo con los siguientes términos: “Refieren los más ancianos de estos pueblos de medianías y de cumbre oír decir a sus padres que todas las noches, en el lugar conocido por La Laguna, aparecía un hacho encendido que seguía trayectorias diversas. Esta misteriosa aparición luminosa se interpretaba como el alma en pena de una persona que llevada de cierta cólera y de ideas anticristianas se entretenía en destrozar una cruz, de esas que tanto abundan en nuestros caminos de herraduras y carreteras, rememorando fechas religiosas o desgracias personales. La cruz en cuestión recordaba el accidente, con pérdida de su vida, de uno que se dirigía a una última en el pago del Zumacal. El autor del desafuero, impresionado de ciertas apariciones Arriba, Velasco y González, junto al testigo Vicente Peña. Sobre estas líneas, cruz en Los Llanos de Mafasca. y sueños, embarcose para la isla de Cuba con el fin de olvidar correrías y creerse libre de alucinaciones. Refiere la leyenda que el tal murió allá, y su espíritu venía a penar seis meses a Canarias, en forma de «jacho luminoso», en el lugar preciso donde él destrozara la cruz de la leyenda, y otros seis meses en Cuba”. Tras la Luz de Mafasca, la mayor popularidad la acaparan los llamados Hachones del Time, en la isla de La Palma. Desde hace siglos, los vecinos del Valle de Aridane y de Tijarafe observan estas bolas de luz revoloteando por toda la cordillera montañosa del Time, surcando a sus anchas el Barranco de las Angustias, tanto en dirección a la costa de Tazacorte como hacia el interior de la siempre mágica Caldera de Taburiente. Son muchos los que en el pasado fueron testigos de tan singular fenómeno, atribuido tradicionalmente a las almas de los guerreros indígenas, los antiguos auaritas, que lucharon con Tanausú y que clamaban por la libertad que en su momento perdieron. Lorenzo Rodríguez recogió en el siglo pasado, en sus “Noticias históricas”, la tradición de las luminarias palmeras, incluyendo el relato dentro de su descripción del pueblo de Tijarafe: “En una de las aludidas vueltas de El Time, y a cosa de la mitad de la elevación del mismo, se observa un fenómeno que se ve de Los Llanos con alguna frecuencia. Consiste en una luz, de color muy vivo, que se deja ver allí, la cual muchas veces, dividiéndose en dos o más luces, corren hacia el mar volviendo a reunirse al punto de partida pasado un rato. Algunas personas han tratado de averiguar sobre el mismo terreno la causa ocasional de este fenómeno; pero sus deseos se han quedado frustrados porque, mientras que de Los Llanos se estaba viendo constantemente la expresada luz, aquéllas han tenido que volverse sin haber visto luz ninguna ni descubierto el origen de ella”. El intelectual palmero incluye en su descripción la obligada reseña a su origen según la memoria colectiva: “La tradición cuenta que, viniendo de Tijarafe, o de Puntagorda, unos romeros, les sorprendió la noche en El Time, y viéndose en la imposibilidad de poder descender, a causa de la mucha oscuridad que hacía, rompieron una cruz de tea que allí estaba colocada e hicieron un hacho con el que se alumbraron; y de aquí se dedujo, y aún deducen las gentes sencillas, que aquella luz tiene origen sobrenatural. La creencia más generalmente aceptada, sin negar el hecho de la cruz que la tradición conserva, es que allí debe existir alguna materia fosfórica en gran cantidad que produce el fenómeno, con tanta más razón cuanto que en las noches lluviosas y húmedas es cuando se hace más perceptible la expresada luz”. Resulta significativa, sin duda, la aparición en tierras palmeras de la misma reseña popular al sacrilegio que nos encontramos en Mafasca de quemar una cruz, y al pecado mortal que supone tal hecho, debiéndose penar como luminaria por la eternidad. Curiosamente, la tradición mantiene precisamente en la zona de El Time una gigantesca cruz asociada a la leyenda y a los fenómenos luminosos que la acompañan. Finalizamos nuestro recorrido en la isla de La Gomera, donde este misterio luminoso también cuenta con un destacado protagonismo. Junto a la “Luz del Roque”, que deambula por el entorno de Roque Cano, en Vallehermoso, elmáximoexponenteeslaconocidacomo “Luz de la Vega Abajo” o “Luz de la Dama”, luminaria que aparece en el mismo municipio y que acumula decenas de testigos y una leyenda sobre su origen un tanto peculiar. Se cuenta que el alma que pena en forma de luz es la de un pirata o contrabandista que, tras matar a uno de sus socios y esconder un tesoro, murió a manos de un tercero, quedando el cofre oculto y en paradero desconocido, aunque custodiado por el criminal y codicioso pirata. Las observaciones siguen el mismo patrón, aunque en la casuística gomera la luz tiende a comunicarse, hablándole a los testigos sobre su naturaleza penante o advirtiéndoles de manera intimidatoria sobre la osadía de cruzarse en su camino. p8 domingo, 19 de abril de 2015, EL DÍA www.eldia.es/laprensa Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 976 “El prestigio cuesta mucho en inversiones y tiempo, se gana a base de resultados y no pueden acabar con él acciones estratégicas ni intervenciones grotescas manipuladas, por muy espectaculares que sean y haya injusticias colonialistas que lo permitan”. FORMACIÓN PROFESIONAL TURÍSTICA: una asignatura siempre pendiente (V) Texto: Antonio-Pedro Tejera Reyes (del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo, OMT, de las Naciones Unidas) “La injusticia, allí donde se halle, es una amenaza para la justicia en todo su conjunto” (Martín Luther King) C orría el año 1994 cuando, en un periódico de las Islas Canarias, apareció publicado un artículo de opinión escrito por el profesional Antonio Romero Aumente, sobre la formación profesional en el sector turístico. Las últimas noticias que llegaron a nosotros sobre este destacado profesional en el turismo español le situaban en el sur de Tenerife, como director del hotel Jardín Tropical, un establecimiento hotelero de cinco estrellas vinculado a grandes capitalistas españoles, a cuya inauguración, creo recordar, asistió hasta el ex presidente del gobierno de España Felipe González Marques. Hoy, pasado más de veinte años de estos recuerdos, algunas consideraciones y reflexiones amigas nos han puesto nuevamente a ocuparnos del mismo tema, reproduciendo casi en su totalidad–solo con algunas llamadas a la actualidad– el escrito que en aquel entonces remitimos a la prensa, el cual nos pareció oportuno en aquellos momentos y cuyo contenido creemos sigue siendo de actualida más de veinte años después. Es lo que hay. Instar, presionar, insistir (agosto de 1994) Escribimos entonces: “Son cientos los trabajos que hemos escrito y publicado sobre estos temas. Desde marketing turístico, hasta planificación del territorio, pasando por la sociología, psicología, deontología, etc., etc. Son miles las horas que hemos dedicado al estudio del cómo enseñar a profesionalizarse en el turismo. Siempre intentando hacerlo de la mejor forma. Siempre sin otro estímulo que la satisfacción del deber cumplido… al igual que ahora escribiendo estas líneas. Sentimos que el tiempo se nos acaba cuando vemos el disparate de las planificaciones docentes para formación profesional turística, y hasta no dan ganas de llorar. Hace unos dos años se realizó un encuentro de las escuelas de turismo de Canarias con las autoridades pertinentes de la administración pública de la Comunidad Canaria, donde se trató de realizar una campaña para generar la toma de conciencia en los estudios de turismo así como la reestructuración de los mismos. Todo quedó en nada. Casualmente, leíamos en estos días unas declaraciones del sabio del turismo español, D. Manuel Fraga Iribarne, donde se lamentaba de cómo vegetaba uno de sus mejores logros dentro de las enseñanzas del turismo, en su época del Ministerio de Información y Turismo, el Instituto de Estudios Turísticos. ¿Tendremos algún día que lamentarnos de la desaparición de estos estudios, de los que precisamente España es su pionera y Canarias una avanzada? No seamos mezquinos. Llevemos a nuestra juventud y a nuestros profesionales turísticos los conocimientos necesarios para que puedan especializarse en su profesión y conseguir con ello, de por vida, la consolidación del turismo en la región. El pasado año, en Caripe, un pueblecito del Estado Monagas, en Venezuela, hablamos en un foro para alcaldes y concejales del estado sobre lo que había que hacer para atraer y consolidar el turismo. Reflexionando, más tarde, nos dimos cuenta de que tristemente el mismo discurso se podía emplear precisamente en las mismísimas Islas Canarias en este año 1994… No improvisemos. Busquemos la experiencia y el conocimiento. Vayamos hacia aquellos que por sus años de trabajo, por su formación y por sus hechos nos han demostrado sus conocimientos sobre el particular. De hacerlo así pasaremos a la historia. De errar en ello, pasaremos también a la historia, pero como un símbolo de la ineptitud… que también así pasan muchos todos lo días”. Una explicacion consecuente (2015) Los párrafos anteriores se escribieron – como decimos– hace más de veinte años. Ha llovido mucho desde entonces. Nuestra actividad alrededor de las enseñanzas turísticas ha continuado casi permanentemente, con unas cotas de eficacia difícilmente comparables por sus propios resultados, lo cual –como era natural– despertó la alarma en aquellos que veían comprometida su vida política por la existencia de unos estudios cuyas características ponían El profesor Antonio Pastor Abreu, en una de sus brillantes exposiciones dentro de la maestría comentada en este reportaje, donde se evidenció la calidad y la eficacia de la enseñanza personalizada. En la sede de la Universidad para La Paz, junto al rector de la misma, Francisco Barahona, y el alto ejecutivo especialista en recursos naturales Felipe Matos, celebrando la firma del documento que radicaba en las Islas Canarias el primer master mundial Calidad TurísticoAmbiental Sostenible y Promoción de la Paz. Año 1998. en evidencia su nefasta gestión. Manipulaciones colonialistas y hechos esperpénticos cercenaron algo que era ya mucho más que un proyecto dentro de las enseñanzas profesionales del turismo… que se extendía por toda América, que comenzaba a irrumpir en Europa –Francia, Italia…– y donde se contó con el apoyo –nada mas y nada menos– de la Universidad para La Paz, de las Naciones Unidas, del propio Gobierno de Canarias y muchas corporaciones insulares y locales, unidos a un numeroso grupo de autoridades políticas y empresariales de varios países, así como la cúpula de las organizaciones empresariales de las Islas y distintos representantes sociales. La envidia y la ignorancia son muy poderosas… “La gente mala nunca descansa” (Erle Stanley Gardner 1936). En general, al panorama de las ense- ñanzas profesionales del turismo, fundamentalmente en España, acusan un notable deterioro encasilladas en programas “académicos”, donde la realidad interna empresarial del día a día huelga por un total desconocimiento, cercadas por ineptas acciones políticas carentes del sentido de la profesionalidad y la eficacia. Con métodos obsoletos y profesores en las universidades españolas carentes de los conocimientos profesionales turísticos necesarios, las escuelas de turismo privadas han desaparecido totalmente y las que subsisten asociadas a universidades se ven obligadas a seguir unos programas que no son precisamente unos modelos de esa eficacia y conocimiento que señalamos. Perseverar ente las dificultades es abrir camino hacia el éxito. Es lo que seguimos haciendo en este año 2015.
© Copyright 2024