Dossier sobre la crisis global 90

7 de septiembre de 2015
Nº 90
1. E l capitalismo y la cr isis global de r efugiados, por R ober t Stevens
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2. L a desaceler ación mundial y la cr isis de los r efugiados r equier en medidas fuer a de lo común de
par te del G 20
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3. R espuesta del G r upo B anco M undial a la cr isis de ébola
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4. E l M ar del Sur de C hina, un tabler o de alto r iesgo, por L aur a V illadiego
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5. E l mundo tembló con C hina, por A ndr és Or tega
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6. T iempos de incer tidumbr e, por J osé A ntonio Ocampo
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7. L a inflación, la F ed y el panor ama gener al, por C ar men R einhar t
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1. EL CAPITALISMO Y LA CRISIS GLOBAL DE REFUGIADOS, POR ROBERT STEVENS
De acuerdo a las Naciones Unidas, hoy en el mundo hay más refugiados que en cualquier otro
momento de la historia humana.
A finales del 2014, casi 60 millones de personas habían sido desplazadas a la fuerza. Esto es
casi tres veces el número registrado tan sólo hace una década. A escala global, una de cada 122
personas en este mundo es ahora o un refugiado, un desplazado interno o se encuentra buscando
asilo. Una mayoría (51 por ciento) de los refugiados de este planeta tiene menos de 18 años.
Millones de personas se han quedado sin hogar y arrojadas a una pobreza absoluta como
resultado de guerras apoyadas por el imperialismo en Afganistán, Irak, Siria y Libia. La crisis
de refugiados más grande existe en Siria, en dónde el número de los que huyen a otros países
excede cuatro millones. Aquellos que pueden buscan refugio en Europa. Lo que involucra a
menudo un peligroso cruce del Mar Mediterráneo, un viaje que ya le ha costado las vidas de
miles de hombres, mujeres y niños.
Tan sólo esta semana, los cadáveres de 49 migrantes fueron descubiertos dentro la bodega de un
bote de pesca; habían muerto por la inhalación de humo. Esto se suma al total de más de 2,300
que han perecido en el mar hasta este año.
Frontex, la agencia de fronteras de la Unión Europea, ha reportado que 107.500 migrantes
fueron detectados en las fronteras este último mes. Esto es el triple de personas que en julio de
2014.
Miles de refugiados y buscadores de asilo –la gran mayoría huye de las zonas de guerra de Siria,
Afganistán e Irak— intentan llegar a Europa a través de sus naciones del sur, Grecia, Italia y
España. Desde enero, un total de 160,000 refugiados y migrantes han llegado a varias islas
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griegas, más de 20,000 sólo en la segunda semana de agosto. Más de 100,000 han sido
rescatados y traídos a Italia este año.
Esto es sólo una pequeña parte de aquellos que intentan escapar de terribles condiciones en sus
países de origen. Millones de refugiados de Siria, por ejemplo, sobreviven en masivos
campamentos de refugiados en Jordania y Turquía que tienen tamaños de ciudad. Los
refugiados que intentan el viaje a Europa son los que han logrado reunir el dinero suficiente
para pagar a uno de los traficantes de personas que operan los barcos.
Este pequeño porcentaje de los refugiados mundiales es tratado como una amenaza existencial
por la clase gobernante en Europa. Refugiados y migrantes son rutinariamente denunciados y
pintados de criminales, responsables por todos los males de la ciudad, por gobiernos y partidos
políticos de toda clase.
Defiriéndose al relativamente pequeño grupo de 5,000 migrantes que viven en terribles
condiciones en el puerto de Calais, el Secretario de Relaciones Extranjeras del Reino Unido
Phillip Hammond declaró: "Europa no puede protegerse a sí misma y preservar su estándar de
vida e infraestructura social si es que tiene que absorber millones de migrantes de África".
Esta semana el canciller alemán Angela Merkel advirtió en una entrevista de televisión que la
llegada de miles de refugiados a las costas del continente "preocuparía mucho a Europa, mucho
más que el problema de Grecia y la estabilidad del euro".
En la misma Grecia, el tratamiento brutal de refugiados por el gobierno de seudoizquierda de
Syriza confirmaría, si es que aún fuera necesario, su carácter de clase, procapitalista y
antiobrero.
Una prensa histérica hace eco y magnifica la furia derechista que emana de los círculos oficiales
hasta convertirlo en un torrente de odio cada vez más abierto contra los refugiados y solicitantes
de asilo. Bandas derechistas y fascistas, alentados por esta atmósfera pútrida, han intensificado
sus ataques contra los refugiados y solicitantes de asilo. En Alemania, por ejemplo, más de 200
incidentes, incluidos los ataques incendiarios contra las casas de los migrantes, se han reportado
este año.
Los musulmanes, en particular, encaran la ponzoña de ese veneno. Esta semana, el gobierno de
Eslovaquia, que se espera va a acoger a 200 refugiados sirios, como parte de un plan de
reubicación de la UE, afirmó que sólo aceptaría refugiados cristianos.
Lo que se presenta como un "problema de migración" es en realidad un problema de dominio
imperialista y del sistema capitalista. Hay dos causas fundamentales para la masiva crisis de
refugiados.
La primera es el creciente número de las guerras predatorias que conducen las potencias
imperialistas y sus agentes. Efectivamente, Estados Unidos, apoyado por sus aliados, está
metido en un estado guerra perpetua desde 1991 que ha desplazado poblaciones enteras y
destruido sociedades enteras.
El segundo factor importante es el control y la destrucción económica del planeta por los
principales estados capitalistas que ha sumido a miles de millones de personas en la pobreza
extrema.
Las potencias europeas tratan de aislarse de los resultados de la carnicería que han forjado a
través de la creación de una "Europa fortaleza". En su cumbre de emergencia de junio, de los
refugiados, la UE se lavó las manos en la cara de la creciente repulsión público en la muerte de
miles de personas en el Mediterráneo. Se negaron a establecer las cuotas para los países a tomar
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en el creciente número de refugiados desesperados, acordando reubicar a sólo 40.000 refugiados
ya en Italia y Grecia.
Las potencias europeas tratan de aislarse de los resultados de la carnicería que han forjado a
través de la creación de una "Fortaleza Europa". En la cumbre de emergencia por los refugiados
en junio, la UE se lavó las manos ante la creciente repulsión público por la muerte de miles de
personas en el Mediterráneo. Se negaron a establecer las cuotas para que los países tomaran el
creciente número de desesperados refugiados, acordando reubicar a sólo 40.000 refugiados que
ya se encuentran en Italia y Grecia.
En vez de ello, todos los esfuerzos se concentran en el fortalecimiento de los controles
fronterizos. La frontera sureña de Hungría marca el borde de la zona Schengen de la UE de
viajes sin pasaporte. El gobierno de derecha del país está construyendo una valla masiva a lo
largo de su frontera de 109 millas con Serbia. Esta semana un portavoz del primer ministro
declaró que la cerca sería "defendida" por miles de policías contra migrantes "cada vez más
agresivos".
Nuevas vallas fronterizas fortificadas de varios metros, con kilómetros de longitud, se han
construido y fortalecido por Grecia, Bulgaria, España, por el Reino Unido en el puerto del canal
del túnel de Calais, y por otros países.
En este entorno en que la economía global está más estrechamente interconectada y más
compleja que nunca antes en la historia, el sistema capitalista, basado en la obsoleta división del
planeta en rivales naciones estados y en la propiedad privada de los medios de producción, está
creando el infierno sobre la tierra.
En el programa fundacional de la Cuarta Internacional, el gran revolucionario León Trotsky
escribió en la víspera de la Segunda Guerra Mundial: "Antes de agotar, o ahogar en sangre a la
humanidad, el capitalismo envenena la atmósfera mundial con los vapores deletéreos del odio
nacional y racial".
Estas palabras son tan aptas hoy como lo fueron entonces.
Como ocurre con todos los grandes problemas que enfrenta la humanidad, la única solución
racional que puede prevenir que decenas y cientos de millones más se conviertan en refugiados
es la unificación de la gente trabajadora a nivel internacional en la lucha por la reorganización
socialista de la vida económica. El socialismo, una sociedad basada en el cumplimiento de las
necesidades humanas, no del lucro, que usa racionalmente y desarrolla los recursos abundantes
de la tierra para proporcionar una vida digna de ser vivida para todos.
Al cumplir este objetivo y con toda su fuerza colectiva, la clase obrera debe defender
inquebrantablemente los derechos democráticos de los refugiados y los migrantes al asilo y a su
derecho a vivir donde quieran.
La clase obrera internacional, la única fuerza revolucionaria en el planeta, debe movilizarse para
poner fin a los horrores del imperialismo y el sistema capitalista. Esta tarea requiere la
construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el movimiento mundial
trotskista.
Fuente: Documento elaborado por Robert Stevens y publicado por el Comité Internacional de
la Cuarta Internacional (CICI) el 2 de septiembre de 2015 y disponible en el sitio web:
https://www.wsws.org/
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2. LA DESACELERACIÓN MUNDIAL Y LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS REQUIEREN MEDIDAS
FUERA DE LO COMÚN DE PARTE DEL G20
La fragilidad de la economía mundial se cierne sobre la reunión conjunta de Ministros de
Trabajo y Finanzas del G20 en Ankara, bajo la presidencia turca del G20, dado que las metas de
crecimiento se han quedado peligrosamente rezagadas y el comercio mundial ha experimentado
en este primer semestre de 2015 su mayor caída desde 2009.
Los sindicatos, en el marco de Labour 20, se dirigen a los Ministros exponiendo la necesidad de
una acción coordinada para invertir en puestos de trabajo, apoyar a los salarios mínimos de vida
y la negociación colectiva, establecer metas para el empleo juvenil y la consonancia de la
inversión responsable con estas necesidades políticas.
Las nuevas cifras del FMI muestran que los objetivos de crecimiento establecidos por el G20 en
Brisbane se están quedando rezagados al presentar una brecha del 3 por ciento entre los
objetivos y las perspectivas actuales de la economía mundial.
“El crecimiento tiene que aumentar más del doble para satisfacer lo establecido por el G20 el
año pasado. El G20 se enfrenta a un problema de credibilidad y exhortamos a los Ministros de
Trabajo a advertir a los Ministros de Finanzas que necesitamos medidas específicas capaces de
crear puestos de trabajo a través de una inversión responsable en infraestructura y medidas
encaminadas a incrementar el poder de compra y los salarios en la medida en que hemos llegado
a un punto de inflexión en lo que se refiere a la desigualdad de los ingresos”, afirmó John
Evans, Secretario General de la Comisión Sindical Consultiva ante la OCDE.
La amenaza que se cierne sobre la seguridad de los ingresos es cada vez mayor, en la medida en
que el 55 por ciento de los habitantes de nueve países que representan la media del PIB mundial
describe sus finanzas como en situación de estancamiento o en retroceso en la encuesta Nuevos
Frentes de la CSI.
“Desaparecen puestos de trabajo en las economías emergentes, el malestar social es cada vez
mayor, el desempleo juvenil está convirtiéndose en estructural y la participación de los salarios
se niega a repuntar, al tiempo que se acomete contra los salarios mínimos y la negociación
colectiva reforzando así la pobreza de las familias. Contar con salarios justos en las cadenas de
suministro mundiales aumentaría la demanda y ayudaría al crecimiento de la economía global”,
señaló Sharan Burrow.
Por segunda vez en la historia del G20, los Ministros de Trabajo y de Finanzas se reúnen
conjuntamente en Ankara, lo que debería actuar como un catalizador para una acción política
coherente. Las recomendaciones del L20 incluyen:
• Incrementar la inversión en empleos y salarios. La modelización del crecimiento del L20
muestra que la expansión de la inversión en infraestructura pública en un 1 por ciento del
PIB en los países del G20 podría crear hasta 3,8 por ciento más de crecimiento durante un
período de cinco años en comparación con las políticas actuales;
• Aumentar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, así como la inversión
en el cuidado infantil y la economía asistencial para cumplir con el objetivo “25 para 25”
del G20;
• Un nuevo y ambicioso objetivo para el empleo de los jóvenes y garantías para la juventud,
ya que las tasas de desempleo juvenil presentan como media un tercio más alto que en
2007, con la excepción de Alemania. La proporción de jóvenes que no estudian, no
trabajan ni están en formación asciende a cerca del 20 por ciento en promedio en los
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países industrializados y es superior en las economías emergentes. Solamente en las
economías del G20 existen 150 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan poco
cualificados;
• Debe garantizarse a las personas que huyen de las situaciones de conflicto el derecho al
trabajo y a la protección social.
“El mundo se enfrenta a la peor crisis mundial de refugiados experimentada desde la Segunda
Guerra Mundial y el silencio de los Líderes es ensordecedor. Las ciudadanas y los ciudadanos
del mundo entero llevan la delantera a sus Líderes, ya que abren su casa a los refugiados. La
crisis mundial de los refugiados es una crisis económica y los Líderes del G20 deben tomar
medidas coordinadas para garantizar el derecho al trabajo y a la protección social para los
refugiados”, afirmó Sharan Burrow.
La Encuesta Nuevos Frentes de la CSI de 2015 sobre las economías de países productores tales
como Indonesia, Filipinas y Turquía, reveló lo siguiente:
• la mitad del total de trabajadores/as afirman que su trabajo se ha vuelto más inseguro en
los últimos 12 meses;
• el 58 por ciento se espera a que alguien de su familia pierda su empleo en los próximos 12
meses; y
• el 63 por ciento señala que están preocupados por la seguridad de su empleo y salarios.
“El G20 tiene la posibilidad de configurar el mundo del trabajo dándole una trayectoria
diferente, los trabajadores y las trabajadoras están buscando recomendaciones no trilladas en la
medida en que vivimos una época fuera de lo común. Las vidas y los medios de vida de los
trabajadores, sus familias y sus comunidades dependen de las decisiones de los Ministros de
Trabajo y de Finanzas. Las discusiones no deben verse dominadas por excusas ante las políticas
fallidas que no han conseguido fomentar el crecimiento”, indicó John Evans.
Fuente: Noticias de la Confederación Sindical Internacional, publicado el 3 de septiembre de
2015 y disponible en el sitio web: http://www.ituc-csi.org/
3. RESPUESTA DEL GRUPO BANCO MUNDIAL A LA CRISIS DE ÉBOLA
Si bien se han registrado importantes avances en la disminución de la propagación del virus del
Ébola en Guinea, Liberia y Sierra Leona, la epidemia no ha terminado. El mundo debe
permanecer concentrado en lograr que no exista ningún caso y mantener dicha situación. Hasta
que eso no ocurra en cada uno de los países afectados, las personas y las economías de la región
y de otros lugares seguirán estando en riesgo.
La respuesta del Grupo Banco Mundial ante la crisis de ébola consiste en ayudar a detener la
propagación de las infecciones, mejorar los sistemas de salud pública en toda África occidental
y brindar asistencia a los países para afrontar las consecuencias económicas de la crisis,
incluyendo medidas de apoyo al comercio, las inversiones y el empleo.
El Banco continúa trabajando estrechamente con los países afectados, las Naciones Unidas
(ONU), la Organización Mundial de la Salud (OMS), y asociados de organismos bilaterales, la
sociedad civil y del sector privado para apoyar las medidas de respuesta y de recuperación.
Estas incluyen restaurar los servicios básicos de salud; ayudar a los países para que todos los
niños retornen a la escuela, los agricultores vuelvan a plantar en sus campos y las empresas
vuelvan a funcionar, y que los inversionistas regresen a los países. Además, está dando respaldo
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a los países para que puedan reactivar sus economías, fortalecer sus sistemas de salud, y
reconstruir mejor que antes.
El principal costo de este brote trágico es la pérdida de vidas humanas y los sufrimientos que
ocasiona, pero la crisis también ha echado por tierra avances en materia de desarrollo logrados
con tanto esfuerzo en los países afectados, y agravará la ya persistente pobreza. El 17 de abril de
2015, el Grupo Banco Mundial publicó un análisis sobre el impacto económico que muestra que
la crisis de ébola continúa paralizando las economías de Guinea, Liberia y Sierra Leona, aunque
las tasas de transmisión muestran signos de desaceleración significativos. El Grupo Banco
Mundial estima que estos tres países perderán al menos US$2200 millones en crecimiento
económico paralizado en 2015 como consecuencia de la epidemia.
Otros estudios recientes concluyeron que los impactos sociales y económicos del ébola en
Liberia y Sierra Leona se han traducido en pérdidas de empleos, disminución de las cosechas e
inseguridad alimentaria; aunque el uso de los servicios públicos parece estar mejorando.
Para garantizar que el mundo esté mejor preparado y pueda responder mucho más rápido frente
a futuros brotes epidémicos, el Grupo Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud y
otros asociados están formulando un plan para un nuevo mecanismo de emergencia para casos
de pandemia (i) que permitiría asignar recursos de manera expedita cuando ocurran dichos
brotes.
El Grupo Banco Mundial también ha establecido un Fondo Fiduciario para la Recuperación y
Reconstrucción frente a la Crisis de Ébola de modo de abordar el urgente y cada vez mayor
impacto social y económico de la crisis en la región.
Situación actual
Hasta el 1 de septiembre de 2015, el Grupo Banco Mundial ha movilizado alrededor de
US$1620 millones en financiamiento para los esfuerzos de respuesta y recuperación destinados
a apoyar a los países más afectados por el ébola. Esto incluye US$260 millones para Guinea;
US$385 millones para Liberia, y US$318 millones para Sierra Leona. Del monto total de
US$1620 millones, US$1170 millones provienen de la Asociación Internacional de Fomento
(AIF) —el fondo del Grupo Banco Mundial para los países más pobres— y al menos US$450
millones de la Corporación Financiera Internacional (IFC), un organismo miembro del Grupo
Banco Mundial, para facilitar el comercio, las inversiones y el empleo en Guinea, Liberia y
Sierra Leona.
Un compromiso inicial de US$518 millones de la AIF está ayudando a proporcionar a Guinea,
Liberia y Sierra Leona tratamiento y atención médica, a contener y evitar la propagación de
infecciones, a dar apoyo a las comunidades para que puedan hacer frente a las repercusiones
económicas de la crisis, y a mejorar los sistemas de salud pública. Esto incluye:
Financiar suministros y medicamentos esenciales; equipos de protección personal y materiales
para el control y la prevención de infecciones; capacitación para los trabajadores de la salud;
pagos por condiciones de trabajo peligrosas y prestaciones por defunción para los trabajadores
de la salud y voluntarios en la crisis de ébola; búsqueda de contactos; vehículos; equipos para la
gestión de datos, y campañas educativas puerta a puerta sobre salud pública.
Dar apoyo al aumento de trabajadores de la salud extranjeros en los tres países. A abril de 2015,
más de 1300 funcionarios médicos extranjeros habían sido enviados a los países, entre ellos 835
profesionales del Grupo de Apoyo ante el Brote de Ébola en África Occidental de la Unión
Africana (ASEOWA), y un equipo cubano de personal médico, integrado por 230 profesionales.
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Entregar asistencia presupuestaria para ayudar a los Gobiernos de Guinea, Liberia y Sierra
Leona a enfrentar los impactos del brote de ébola y financiamiento para ampliar los programas
de redes de protección social en los tres países.
De los US$518 millones comprometidos inicialmente a través de la AIF, US$390 millones
corresponden a nuevos recursos proporcionados en concepto de donaciones con cargo al
Mecanismo de Respuesta a las Crisis de la AIF; US$110 millones provienen de fondos
nacionales de la AIF y del Mecanismo de Respuesta a las Crisis para operaciones de
financiamiento para políticas de desarrollo, y US$18 millones fueron reasignados de proyectos
de salud en curso en los tres países afectados. Hasta el 1 de septiembre de 2015, US$390
millones, o el 75 % del monto de US$518 millones comprometido por la AIF, han sido
desembolsados a los tres países y a los organismos asociados de la ONU.
En la primavera de 2015, con el fin de revitalizar la agricultura y evitar el hambre en los países
afectados por el ébola, el Grupo Banco Mundial ayudó a entregar fertilizantes y una cantidad sin
precedentes de 10 500 toneladas de semillas de maíz, caupí y arroz a más de 200 000
agricultores en Guinea, Liberia y Sierra Leona.
De los al menos US$450 millones de financiamiento comercial entregado por IFC, que se
destina a apoyar el comercio, las inversiones y el empleo en Guinea, Liberia y Sierra Leona,
US$250 millones son para un programa de respuesta rápida, el cual está ayudando a garantizar
la continuidad de las operaciones de las empresas y el suministro de bienes y servicios
esenciales. Unos US$200 millones adicionales son para un programa de recuperación del ébola,
que financiará proyectos de mediano y largo plazo después de la crisis. IFC también
proporcionará servicios de asesoría a 800 pymes en cuestiones de salud, seguridad y
medioambiente relacionadas con el ébola.
Fuente: Nota informativa elaborado por el Departamento de Información del Banco Mundial,
publicado el 1 de septiembre de 2015 y disponible en el sitio web:
http://www.bancomundial.org/
4. EL MAR DEL SUR DE CHINA, UN TABLERO DE ALTO RIESGO, POR LAURA VILLADIEGO
El Mar del Sur de China sigue siendo uno de los puntos más calientes del planeta. Esta gran
masa de agua situada entre China, Vietnam, Filipinas y el archipiélago que comparten
Indonesia, Malasia y Brunei encierra cientos de islotes y pequeñas islas, muchos de los cuales
han sido objeto de disputa entre varias de las naciones fronterizas desde hace varias décadas.
Las más importantes son las islas Paracel, reclamadas por China, Taiwán y Vietnam, y las islas
Spratly, reivindicadas como propias por China, Brunei, Malasia, Filipinas y Vietnam.
Recientemente la tensión se ha disparado aún más. En junio, China anunció que estaba a punto
de terminar siete nuevos islotes en las islas Spratly, en donde se cree que Pekín podría instalar
bases militares. Este año se espera además que el Panel de Arbitraje de Naciones Unidas para la
Convención sobre el Derecho del Mar tome una decisión acerca de las aspiraciones de Filipinas
y China sobre las mismas Spratly que no será bienvenida por la parte perdedora.
La disputa va más allá de la posesión de unos pedazos de tierra. Se cree que la zona es una
importante reserva de petróleo y gas natural -un nuevo Oriente Medio, la llaman algunos-,
además de ser una de las regiones más ricas en biodiversidad marina, aunque las reservas
pesqueras están seriamente mermadas. Es además un lugar estratégico para el comercio
marítimo internacional y fundamental en el proyecto de la Ruta de la Seda Marítima presentado
por China para unir por mar el dragón asiático con el Sureste Asiático y el Sur de China.
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La disputa en el Mar de China Meridional, como es también conocido, es uno de los conflictos
internacionales más complejos que existen hoy en día debido a la gran cantidad de países
involucrados. Fue, sin embargo, una región con una importancia estratégica limitada hasta
mediados del siglo pasado, cuando la mayor parte de los países comenzaron a reclamar su
soberanía sobre los islotes. Las tensiones se dispararon después de que Vietnam y Malasia
presentaran en 2009 una sumisión conjunta ante Naciones Unidas sobre la extensión de sus
plataformas continentales. Desde entonces, todos los países de la región han intentado reforzar
sus posiciones en la zona ocupando islotes y construyendo en ellos, pero el Panel de Arbitraje
podría ser la primera instancia internacional en pronunciarse sobre la disputa territorial.
Una de las que más se juega en este tablero es la propia China, quien reclama la soberanía de la
mayor parte del Mar del Sur de China, en el área comprendida en la llamada línea de los nueve
puntos. Pekín se basa en razones históricas en su reclamación ya que, asegura, la zona ha sido
tradicionalmente considerada como parte íntegra de su nación. Sin embargo, el país no ha dado
pruebas sólidas de su presencia en las islas antes de los años 40 del pasado siglo. El gigante
asiático busca el control de los recursos naturales de la zona, pero también incrementar su
presencia para contrarrestar el papel que históricamente ha jugado Estados Unidos en la región.
Si China consigue imponer su postura, su posición como potencia mundial se verá reforzada,
pero al mismo tiempo sus relaciones con el Sureste Asiático se verán probablemente dañadas. Y
no es una pérdida cualquiera. China es el mayor socio comercial del Sureste Asiático, mientras
que los países de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN en sus siglas en
inglés) son los terceros en el balance comercial chino. Esta zona es así un mercado primordial
para los bienes producidos por China, pero es también uno de sus principales centros de
producción. De momento las tensiones no han impactado de forma importante en estas
relaciones, pero las protestas que tuvieron lugar el año pasado en muchas fábricas de propiedad
supuestamente china -muchas resultaron al final no serlo- en Vietnam son un buen ejemplo de
los riesgos a los que se exponen tanto chinos como los propios países del Sureste Asiático.
Por su parte, Filipinas también ha hecho una apuesta atrevida al presentar la ya mencionada
petición de arbitraje. China es el principal destino de las exportaciones de Filipinas, y Pekín ya
ha tomado en alguna ocasión represalias contra el archipiélago por sus movimientos en la zona,
la más conocida de ellas la guerra de las bananas de 2012. Además la petición de arbitraje
probablemente sólo servirá para enfurecer a Pekín, pero no conseguirá una retirada de China,
quien ha asegurado que no reconocerá ninguna decisión procedente del panel. La batalla, sin
embargo, no es sólo judicial y Filipinas está incrementando rápidamente su gasto militar,
aunque sus esfuerzos serán inútiles ante la gran potencia armamentística del gigante asiático.
Filipinas confía así en el apoyo de uno de sus socios más antiguos para disuadir a los chinos. No
en vano, Estados Unidos considera el Mar de Sur de China una de sus zonas de influencia y no
va a permitir que China ocupe su lugar. “Estados Unidos tiene un interés nacional en la libertad
de navegación, el acceso abierto a las zonas marítimas comunes de Asia y el respeto por el
derecho internacional en el Mar del Sur de China”, aseguró la antigua secretaria de Estado
Hillary Clinton en 2010. EE UU se juega así el control de una región fundamental militar y
comercialmente, pero su apoyo a las naciones de Sureste Asiático puede también poner en
peligro sus relaciones con Pekín. Para Washington el resultado más satisfactorio sería mantener
el status quo y que la región siga siendo considerada una zona marítima internacional para que
sus barcos puedan seguir navegando sin trabas.
Vietnam es otro de los principales actores en la región. Sus relaciones con China han sido
tradicionalmente turbulentas, con numerosas guerras a lo largo de su historia, por lo que la
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aversión hacia el país vecino está enraizada en la conciencia popular. El país está preocupada
por perder los recursos energéticos, pero sobre todo por las trabas que Pekín podría poner a sus
barcos pesqueros. De hecho, en 1999 China aprobó una prohibición anual de varias semanas
para la regeneración de los recursos pesqueros en la zona que está intentando implementar cada
vez con mayor severidad. Sin embargo, a pesar de que Vietnam también ha incrementado su
gasto en defensa y ha estrechado sus relaciones militares con Estados Unidos, el país asiático
tendría pocas posibilidades de defender a sus barcos en un enfrentamiento abierto.
Pero probablemente la que más se juegue en este tablero es ASEAN, una especie de Unión
Europea asiática, aunque con muchas menas competencias. La cuestión del Mar del Sur de
China ha puesto en evidencia la falta de una política común incluso para luchar contra las
aspiraciones de Pekín. Filipinas y Vietnam han llamado continuamente a la organización a crear
un bloque común, pero Camboya se ha puesto desde 2012 en el lado chino y ha complicado
continuamente las negociaciones. Sin embargo, las propias naciones del Sureste Asiático tienen
aspiraciones sobre los mismos territorios y una victoria sobre China no implicará el fin de las
tensiones en la región.
La situación es sin duda volátil, pero parece poco probable que el Mar de Sur de China se
convierta en el escenario de un conflicto abierto, aunque los malentendidos y los continuos tira
y afloja de tantas naciones con intereses tan diversos pueden hacer prender la mecha.
Fuente: Heredera de Foreign Policy en español, esglobal es editada por la Fundación para las
Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE). Este artículo fue publicado el 3 de
septiembre de 2015 y se encuentra disponible en el sito web: http://www.esglobal.org/
5. EL MUNDO TEMBLÓ CON CHINA, POR ANDRÉS ORTEGA
“Cuando China despierte, el mundo temblará”. Napoleón, en la famosa frase que se le atribuye
allá por 1816 en su exilio en Santa Elena, recomendaba “dejarla dormir”. Pero China desde
entonces ha despertado, o vuelto a despertar, pues estamos ante un regreso a una normalidad
histórica que se quebró por entonces. El problema actual es que el mundo tiembla ante su
posible gripaje, ante sus debilidades. Por sus consecuencias externas y por las internas –
agravadas por la manera en que se ha gestionado el accidente en el almacén químico del puerto
de Tianjin en el que murieron casi 130 personas–, incluida la efectividad del control que el
liderazgo chino ejerce sobre sus mercados y la capacidad real de reformas que el país necesita.
Las otras economías emergentes son las principales economías en sufrir, como ya se venía
avisando. Aunque todas acaben sufriendo.
China es ya una parte consustancial de la economía global, un 16% del producto mundial. De
hecho, según cómo se mida, puede ser ya la más grande. Inevitablemente, lo que ocurre allí nos
afecta ya a todos. Los propios medios oficiales chinos hablaron del 24 de agosto como de un
“lunes negro”. Aunque la relación entre la economía y el mercado de valores nunca es clara, y
menos cuando viene dictada por algoritmos, la brusca caída en las bolsas chinas en agosto, tras
el anterior episodio de julio, ha desatado una crisis bursátil general, que, pese a que se ha ya
recuperado en Occidente y no haya afectado demasiado al resto de Asia, ha despertado enormes
dudas sobre la situación real de una China de cuyas estadísticas se desconfía.
El crecimiento oficial es de un 7%, pero algunos estudios sitúan lo que puede ser una “nueva
normalidad” –a la que aludió el presidente Xi Jinping ya en mayo, y a la que los chinos y el
mundo habrán de ajustarse– en un 5,3% y otros la bajan incluso a un 4%. Diversos indicadores
(consumo de electricidad, cemento, exportaciones, demanda de metales como el cobre,
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transporte por tren, nueva construcción, etc.) llevan tiempo frenándose, y la deuda pública se ha
disparado a un 282% del PIB (estaba en un 130% en 2009), aunque las reservas en moneda
extranjera permanecen altas. No es técnicamente una recesión –y en términos absolutos es un
crecimiento para sí y para el mundo mayor que cuando ocho años atrás apuntaba a un 14%–,
pero es insuficiente para generar el empleo que el aumento de la población china y los
desplazamientos de las zonas rurales a las ciudades de la costa requieren. Aunque ha inyectado
en estas semanas el equivalente a 200.000 millones de dólares o más en la economía y la bolsa
chinas, el Banco de China tiene aún mucho margen de maniobra no sólo para ayudar a la
economía china, sino también a los mercados emergentes.
Pero lo que está ocurriendo pone en duda la famosa competencia del liderazgo chino en esta
coyuntura, en que ha de conducir la economía hacia un nuevo modelo basado menos en la
exportación y en la inversión y más en el consumo interno, con una devaluación de la moneda
mal explicada y presentada. El problema es que los chinos son unos tremendos ahorradores,
entre otras cosas para proveer a su vejez ante la carencia de pensiones públicas y a su salud dada
la escasez de la sanidad pública. Además, las pautas de consumo están cambiando entre unos
ciudadanos que se alejan de los productos de lujos y gastan más en los supermercados.
Pero sobre todo está la cuestión del control de una economía de mercado con un peso enorme
del sector estatal. El presidente Xi Jinping, que ha acumulado como nadie en los últimos años
poder en sus manos, pretendió compensar la merma de legitimidad de un menor crecimiento
económico con una mayor lucha contra una corrupción que indigna y genera inseguridad, como
se ha visto en el accidente de Tianjin en una empresa estatal. El que ha quedado seriamente
tocado ha sido el primer ministro Li Keqiang, encargado de la gestión –incluida una dimensión
policial contra los “especuladores”– de la crisis bursátil, aunque no es previsible su democión.
En todo caso, la nueva normalidad puede repercutir en unas economías emergentes que han sido
demasiado dependientes en sus exportaciones de materias primas hacia China y no han
construido una base industrial propia. Incluso en el mundo desarrollado, la crisis bursátil china
–una pérdida de un 40% de valor desde junio, mucho más que una corrección– no sólo ha
afectado a unas multinacionales cada vez más globales, sino empujado al alza el valor del euro
cuya depreciación era parte de ese “viento de cola” que ha impulsado el actual crecimiento en
Europa, España incluida. Con una posible guerra de divisas en el horizonte, con devaluaciones
competitivas o con una subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal de EEUU que
ahora se ve dificultada. Esto último, si se confirma, es lo único positivo de lo ocurrido. Pero la
crisis ha abierto la duda de si China está en una transición manejable hacia un nuevo modelo, no
sólo económico sino también social e incluso político. Nuevos temblores a la vista.
Fuente: Artículo publicado el portal del Real Instituto Elcano el 1 de septiembre de 2015 y
disponible en el sitio web: http://www.blog.rielcano.org
6. TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE, POR JOSÉ ANTONIO OCAMPO
Hace poco, América Latina era un ejemplo de próspero crecimiento económico. Mientras que
las economías avanzadas padecían una grave recesión durante la crisis financiera de 2008–09 en
Estados Unidos y Europa occidental, seguida de un leve repunte, las economías de mercados
emergentes, así como América Latina, parecían ser la promesa de un renovado crecimiento
económico mundial.
La década 2004–13 fue, en muchos sentidos, excepcional en cuanto al crecimiento económico y
más aún en cuanto al avance social de América Latina. Algunos analistas denominan a este
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período como la “década de América Latina”, un término acuñado en contraposición a la
“década perdida” de los años ochenta, cuando una enorme crisis de deuda generó una grave
recesión en la región.
Pero este panorama positivo ha cambiado radicalmente. En 2014, el crecimiento per cápita se
detuvo y se considera que la promesa se esfumó en buena parte de la región. El súbito deterioro
de las perspectivas de la región también refleja cambios significativos en la coyuntura mundial
que afectan el desempeño económico de la región, por ejemplo, la caída sustancial de precios de
las materias primas, que siguen siendo la columna vertebral de las exportaciones de la región (y
especialmente de América del Sur), y la moderación global del comercio mundial. Para
recuperarse, América Latina debe emprender reformas a fin de diversificar su economía y
actualizar tecnológicamente la estructura de su producción a efectos de depender menos del
comportamiento de las materias primas.
Buen desempeño
Aunque 2004 marcó el inicio de la denominada década de América Latina, algunas mejoras
económicas habían empezado años antes. Desde los años noventa, la mayoría de esos países han
tenido bajos déficits fiscales. El fortalecimiento de las bases tributarias facilitó la expansión del
gasto social, que se había reducido notablemente en los años ochenta. La inflación de la región,
que en 1990 trepó a casi el 1.200%, cayó a niveles de un solo dígito en 2001. Todos estos logros
son significativos. Pero el más notable, dado el precedente de la crisis de endeudamiento, ha
sido la marcada reducción de la relación deuda externa/PIB que tuvo lugar en 2004–08. Al
mismo tiempo, los países de la región acumularon grandes reservas en divisas. La deuda
externa, deducidas dichas reservas, se redujo, en promedio, del 28,6% del PIB en 1998–2002 al
5,7% en 2008 (véase gráfico 1). Si bien la tendencia descendente se interrumpió en 2008,
cuando la región dejó de tener los superávits en cuenta corriente de que había gozado a partir de
2003, seguía siendo históricamente baja en 2014: solo un 8%.
Como los coeficientes de endeudamiento bajos hacen más probable que una nación pueda pagar
sus préstamos a tiempo, la mayoría de los países latinoamericanos lograron un extraordinario
acceso al financiamiento externo. A mediados de la década de 2000, las tasas de interés reales
(descontada la inflación) de los préstamos externos a América Latina retornaron a niveles bajos
no observados en la región desde la segunda mitad de los años setenta, antes de la devastadora
crisis de deuda que dio origen a la década perdida. Los prudentes coeficientes de
endeudamiento permitieron que las autoridades monetarias de varios países emprendieran
políticas expansionistas para contrarrestar los efectos adversos de la grave recesión en las
economías avanzadas. En particular, todos los grandes bancos centrales redujeron sus tasas de
interés, y varios gobiernos aumentaron el gasto del sector público para ampliar la demanda
interna. Esta capacidad para aplicar políticas económicas que contrarrestaban el ciclo
económico en lugar de reforzarlo no tenía precedentes en la historia de la región.
Desde 2004 hasta mediados de 2008 el crecimiento económico promedio fue 5,2%, el mejor que
la región había experimentado desde 1968–74 (véase gráfico 2). Además, en muchos países
trajo aparejado un auge de inversión. La inversión, como porcentaje del PIB, creció a niveles
apenas menores que el máximo alcanzado antes de la crisis de endeudamiento de los años
ochenta, y más altos si se excluye a Brasil y Venezuela.
Y luego de una breve y marcada desaceleración del crecimiento económico en 2009, que en
algunos países fue una profunda recesión, especialmente en México, el crecimiento se recuperó
y alcanzó en promedio un 4,1% anual en 2010–13. Para la mayoría de los países, el crecimiento
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realmente excepcional tuvo lugar de 2004 a mediados de 2008, aunque las economías de
Panamá, Perú y Uruguay crecieron a más del 6% en promedio durante toda una década: de 2004
a 2013.
Desde los años noventa, toda la región también ha experimentado mejoras duraderas en el
desarrollo humano gracias al aumento del gasto social como proporción del PIB. Este aumento
facilitó la expansión de la educación, la salud y otros servicios sociales. Estas mejoras pueden
caracterizarse como un “dividendo democrático”, pues tuvieron lugar tras el retorno de América
Latina a la democracia en los años ochenta.
Entre los cambios sociales más beneficiosos de la década pasada se destacan la gran reducción
de la pobreza y las mejoras conexas en los mercados laborales y la distribución del ingreso.
Según los datos de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el
Caribe (CEPAL) y de la Organización Internacional del Trabajo, el desempleo de la región bajó
del 11,3% en 2003 al 6,2% en 2013. El empleo en el sector informal, en el que los trabajadores
realizan actividades de baja productividad, ya sea en forma independiente o en empresas muy
pequeñas, cayó del 48,3% del empleo total en 2002 al 44,0% en 2014, y la población de 15 a 64
años con empleo aumentó en 4,6 puntos
porcentuales.
La distribución del ingreso también
mejoró notoriamente en la mayoría de
los países latinoamericanos. Este hecho,
además de contrastar con el historial de
la región, difiere del aumento
relativamente generalizado de la
desigualdad de estos últimos años.
Esta disminución de la desigualdad,
junto con el crecimiento económico, dio
lugar a una impresionante reducción de
los niveles de pobreza y al crecimiento
de la clase media. En 2002, el porcentaje
de población latinoamericana que vivía
en la pobreza era mayor que en 1980,
según los datos de la CEPAL (2014).
Pero el número de pobres disminuyó en
16 puntos porcentuales en el transcurso
de la década subsiguiente, y la pobreza
extrema se redujo la mitad de esta cifra. La única reducción similar de los niveles de pobreza
tuvo lugar en los años setenta, gracias al veloz crecimiento económico de ese período. Con la
reducción de la pobreza, la clase media (gente que vive con ingresos entre US$10 y US$ 50
diarios, según la definición del Banco Mundial) creció en alrededor del 23% al 34% de la
población.
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Sin embargo, estas mejoras
sociales deben considerarse con
cuidado. En muchos países aún
predomina la informalidad en el
mercado laboral. En gran medida,
las mejoras de la distribución del
ingreso
constituyeron
una
reversión
de
la
creciente
desigualdad de los años ochenta y
noventa. Y aun con las mejoras de
la desigualdad, América Latina
sigue teniendo una de las peores
distribuciones del ingreso a nivel
mundial. Además, la mejora de la
disponibilidad de servicios de
educación y cuidado de la salud no
estuvo acompañada de mejoras en
la calidad de los mismos. Por
ejemplo,
los
estudiantes
latinoamericanos tienen bajo puntaje en el Programa para la Evaluación Internacional de
Alumnos de la OCDE. La educación de alta calidad es esencial para desarrollar los sectores de
tecnología avanzada que producen bienes y servicios de alto valor, esenciales para que América
Latina recupere el crecimiento dinámico.
Fin de la bonanza
A diferencia de la década idílica que terminó en 2013, el desempeño económico reciente de
América Latina ha sido pobre. En 2014, el crecimiento cayó a tan solo el 1,1%, apenas por
encima del actual escaso 1,0% de
crecimiento de la población de la
región y, según el FMI y la CEPAL,
en 2015 la tasa será similar o aún
menor (véase gráfico 2). La
inversión también disminuyó en
2014, y seguirá disminuyendo en
2015. Las tasas de pobreza se han
estancado en los niveles de 2012
(véase gráfico 3) y, aunque todavía
no hay datos exactos, al parecer lo
mismo sucedería con la distribución
del ingreso. El desempleo se ha
mantenido bajo, pero en 2014 se
redujo la proporción de población
activa con empleo. Sin embargo, la
evolución reciente de América
Latina
presenta
diferencias
regionales significativas. La marcada
desaceleración es esencialmente un
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fenómeno de Sudamérica, que en 2014 creció un 0,6%, frente al 2,5% de México y
Centroamérica.
Además, Venezuela entró en una grave recesión en 2014, que se agudizará en 2015 y, según el
FMI (2015), las dos economías sudamericanas más importantes, Argentina y Brasil, también
experimentarán recesiones moderadas en 2015. La mayoría de los restantes países de
Sudamérica ha seguido creciendo, pero en 2014 experimentaron una desaceleración (Chile,
Ecuador, Perú, Uruguay) o la están experimentando en 2015 (Colombia). Las excepciones son
Bolivia y Paraguay, que seguirán creciendo al 4,0% o más en 2015. En el norte de la región,
México crecerá, aunque a una tasa algo floja: 2,1% en 2014, y se estima un 3,0% en 2015. Eso
prolonga la tendencia mediocre de la economía del norte de la región, que entre 2004 y 2013
creció a una tasa promedio del 2,6%, la segunda más baja de América Latina. Por consiguiente,
en el norte de América Latina, el mejor desempeño corresponde a América Central (excepto El
Salvador y Honduras) y República Dominicana.
Si bien persisten algunos puntos fuertes, la región es menos capaz de contrarrestar shocks
externos adversos que en 2008 y 2009, tales como menores precios de las materias primas o
cambios en la política monetaria de Estados Unidos.
Una gran ventaja de la región es que sigue teniendo bajos coeficientes de endeudamiento
externo que, aunque han comenzado a aumentar, permanecen bajos al deducir las reservas en
divisas. Con algunas excepciones, esta posición de deuda neta favorable brinda a los países
acceso a los mercados de capital privados y, como mínimo, permite a la mayoría de las
autoridades monetarias evitar políticas contractivas para afrontar shocks. Pero, con los
crecientes desequilibrios de la balanza de pagos (especialmente el déficit en cuenta corriente), y
en algunos casos inflación creciente, las autoridades monetarias tienen menos margen de
maniobra que durante la crisis financiera de 2008–09. De hecho, algunas, especialmente las de
Brasil, se vieron forzadas a aumentar las tasas de interés para contrarrestar la inflación. Además,
el mayor gasto público de estos últimos años ha limitado la capacidad de América Latina para
utilizar la política fiscal a fin de apoyar el crecimiento de las economías afectadas por la
menguante demanda internacional. En promedio, la región dejó de tener los superávits fiscales
primarios (ingreso menos gasto antes del pago de intereses) de los que gozaba antes de la crisis.
Sin embargo, el riesgo mayor radica en la cuenta corriente de la balanza de pagos. A pesar de
los términos de intercambio muy favorables (entre los precios de las exportaciones y las
importaciones), la región ha estado manteniendo déficits de cuenta corriente (que sobre todo
mide la diferencia entre las exportaciones e importaciones de bienes y servicios, o sea, el gasto
agregado que supera el valor del ingreso nacional). Una forma de entender esto es restar de la
cuenta corriente las ganancias de los valores de las exportaciones generadas por las mejoras de
la relación de intercambio con respecto al año previo al auge de las materias primas (2003).
Según este cálculo, los términos de intercambio beneficiaron a América Latina por el
equivalente de cerca del 7% del PIB en 2011–13. Pero la región, además de gastar todo lo que
ganó, registró déficit en su cuenta corriente. Esto significa que, de hecho, en la región hubo un
gasto excesivo durante el auge de las materias primas (gráfico 4). Otras estimaciones (FMI,
2013) indican que ese gasto excesivo fue incluso mayor. Las recientes depreciaciones de
muchas de las monedas de la región a la larga ayudarán a reducir los déficits en cuenta corriente
(al hacer más rentables las exportaciones y encarecer las importaciones). Pero a corto plazo las
mejoras de la cuenta corriente provendrán sobre todo de la reducción de las importaciones
resultante de la desaceleración económica.
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Influencia externa
El cambio de suerte de América Latina obedece en gran medida al vuelco de las condiciones
externas benevolentes que fomentaron el auge. El excelente desempeño desde 2004 hasta
mediados de 2008 reflejó la extraordinaria coincidencia de cuatro factores externos positivos: el
veloz crecimiento del comercio internacional, el auge de precios de las materias primas, el
abundante acceso al financiamiento externo, así como las oportunidades de emigración y las
crecientes remesas que los emigrantes enviaban a sus hogares.
Dos de estos factores positivos, las oportunidades de emigración y la veloz expansión del
comercio mundial, han desaparecido, probablemente en forma permanente, a raíz de la crisis
financiera de las economías avanzadas.
Las oportunidades de emigración a Estados Unidos están más limitadas que antes de la crisis, y
el alto desempleo de España indujo a muchos emigrantes sudamericanos a regresar a casa. Las
remesas, que ayudan a apuntalar la demanda en los países destinatarios, se han recuperado, pero
siguen estando por debajo de los máximos de 2008.
Asimismo, el comercio mundial experimentó la peor contracción de la historia en tiempos de
paz tras el colapso de la empresa de inversiones de Wall Street, Lehman Brothers, en
septiembre de 2008. Si bien el comercio se recuperó velozmente, a partir de 2011 la tasa de
crecimiento pasó a ser lenta. En general, según datos del FMI, a partir de 2007 el volumen de
las exportaciones ha aumentado solo un 3,0% anual, el peor desempeño desde la Segunda
Guerra Mundial y una fracción del 7,3% registrado entre 1986 y 2007.
El auge de precios de las materias primas se disparó en 2004 y, a pesar de que el aumento se
interrumpió con la marcada contracción del comercio internacional, la recuperación también fue
muy veloz. Los países más beneficiados por los términos de intercambio positivos fueron los
exportadores de energía y minerales (Venezuela, Chile, Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador, en
ese orden), secundados por los principales exportadores agropecuarios (Argentina y Brasil). En
cambio, los países importadores de petróleo se perjudicaron, especialmente los de América
Central y el Caribe.
Pero la suerte cambió cuando los precios de las materias primas no petroleras empezaron a caer
en 2012 y los precios del petróleo colapsaron en la segunda mitad de 2014. Las economías
exportadoras de energía y minerales beneficiadas por el auge pasaron a ser perdedoras, mientras
que los países de América Central pasaron a ganar. La desaceleración económica de China es
una causa importante de la implosión de las materias primas, ya que la demanda china ha sido el
principal determinante de los precios de las mismas. Falta saber si este es un fenómeno a corto o
largo plazo. Mis investigaciones con Bilge Erten (Erten y Ocampo, 2013) indican que los
precios reales de las materias primas han seguido ciclos de largo plazo desde fines del siglo
XIX. Si esta tendencia se mantiene, el mundo se encuentra en el comienzo de un largo período
de precios descendentes de las materias primas.
Por lo tanto, de los cuatro factores que alimentaron el auge de 2004 a mediados de 2008, solo
persiste uno: el buen acceso al financiamiento externo. En esencia, los ecos del colapso de
Lehman suspendieron el financiamiento de los mercados de capital privados, pero solo por
cerca de un año. Inmediatamente después, América Latina recuperó el acceso a los mercados de
capital internacionales. América Latina casi triplicó la emisión de bonos anuales, de US$3.500
millones mensuales en 2004–07 a US$9.600 millones en 2010–14, y los costos de
financiamiento para los países que emitieron bonos en los mercados de capital privados
internacionales se han mantenido bajos. El clima financiero favorable se debe a los bajos
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coeficientes de endeudamiento y la abultada liquidez (efectivo) que flota en torno a los
mercados financieros mundiales a raíz de las políticas monetarias expansivas de las principales
economías desarrolladas que procuran reactivar sus economías aún débiles (véanse “Vigilar la
marea” y “El contagio” en esta edición de F&D). La crisis del euro de 2011–12, la gradual
reducción de las compras de bonos de la Reserva Federal de Estados Unidos, e incluso los
shocks de materias primas de 2014 apenas han afectado el acceso de América Latina a los
mercados de capital mundiales. Además, los pocos países que carecen de acceso a los mercados
mundiales de capital privados —Argentina, Ecuador y Venezuela— han obtenido amplio
financiamiento de China. Claro que las condiciones financieras mundiales pueden cambiar
dadas las nuevas incertidumbres que rodean a la zona del euro debido a la crisis griega o si un
giro de la política monetaria de Estados Unidos alejara los fondos de inversión de la región.
Pero al momento de redactarse este artículo, el acceso de América Latina a los mercados
mundiales de capital seguía siendo favorable.
De cara al futuro
América Latina no puede depender únicamente de las condiciones externas favorables para
impulsar el crecimiento económico en el futuro inmediato, sino que debe forjar condiciones
favorables por sus propios medios. Y de ahí surge la necesidad de reformas.
Pero las reformas deben trascender los
enfoques tradicionales de mercado que
estaban de moda en los años ochenta y
noventa. El hecho concreto es que las
reformas de mercado no han generado
un crecimiento económico sólido. De
hecho, el crecimiento del PIB entre 1991
y 2014, tras las reformas de mercado,
fue del 3,2% anual, frente al 5,5% entre
1946 y 1980 con una intervención del
Estado
más
activa.
La
baja
productividad obstaculizó el desempeño
económico y el crecimiento fue
inestable.
Básicamente, este mediocre desempeño
económico a largo plazo se debe a la
inadecuada atención en actualización
tecnológica del sector productivo, la
gran desindustrialización, y al hecho de
que la región se ha especializado en
bienes (principalmente materias primas)
que ofrecen limitadas posibilidades de
diversificación y de mejoras en la
calidad del producto. Esto se ha visto
reforzado por el creciente comercio con China, que importa de América Latina casi
exclusivamente bienes basados en recursos naturales. Al basarse en las exportaciones
tradicionales, la brecha tecnológica se amplía, no solo con respecto a las dinámicas economías
asiáticas, sino también en relación a las economías desarrolladas con uso intensivo de recursos
naturales como Australia, Canadá y Finlandia.
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Por lo tanto, es esencial que la región invierta en diversificar la estructura de su producción y
ubique el cambio tecnológico en el centro de las estrategias de desarrollo a largo plazo. Esto no
solo debería incluir la reindustrialización, sino también la actualización de la tecnología para la
producción de recursos naturales y la generación de servicios modernos. Otro elemento esencial
de esta política es diversificar el comercio con China apartándose de las materias primas. La
necesidad de focalizarse en nuevas tecnologías para aumentar la competitividad es fundamental
dadas las magras perspectivas de crecimiento del comercio mundial. Pero la región no debería
limitarse a aumentar sus exportaciones. Una menor pobreza y una mayor clase media también
son provechosas para los mercados internos. La mejor manera de explotar mercados internos
más ricos es a través de la integración regional.
Pero, a su vez, esto exige superar las significativas divisiones políticas que han bloqueado el
avance de la integración regional en la década pasada. En particular, luego del firme
crecimiento del comercio intrarregional de los años noventa en los dos principales procesos de
integración sudamericanos —el MERCOSUR, inicialmente integrados por Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay, la Comunidad Andina de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú— el
desempeño ha sido más bien mediocre.
En términos macroeconómicos, la condición más importante para una diversificación más
dinámica de la producción es que los tipos de cambio reales sean más competitivos y menos
volátiles. Esto debería formar parte de un cambio más decidido hacia políticas
macroeconómicas que contrarresten los auges y las desaceleraciones del crecimiento y reduzcan
la volatilidad que caracterizó a este último cuarto de siglo.
La región también debe realizar grandes avances en otras dos áreas: calidad de la educación e
inversión en infraestructura. Sin una mejor educación, la escasez de trabajadores capacitados
frenará el avance tecnológico que la región necesita. A su vez, la precaria infraestructura exige,
como mínimo, duplicar la inversión en carreteras, puertos y aeropuertos, según el Banco de
Desarrollo de América Latina (2014). Dichas inversiones deberían recurrir a alianzas entre los
sectores público y privado, pero también requieren una mayor inyección de fondos del sector
público.
Este plan de reformas es necesario. No es una cuestión de reformas de mercado, con el
significado habitual de “reformas” en los debates políticos, sino de una mejor integración entre
Estados y mercados. Y, por supuesto, esa integración también debe consolidar y promover el
avance social, el logro más importante de la década pasada.
Fuente: José Antonio Ocampo es profesor en la Universidad de Columbia y Presidente del
Comité de Políticas de Desarrollo del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. Fue
Secretario General Adjunto de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas,
Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, y Ministro de
Hacienda y Crédito Público, Ministro de Agricultura y Director del Departamento Nacional de
Planeación de Colombia. Este artículo fue publicado en la Revista Finanzas & Desarrollo del
Fondo Monetario Internacional (septiembre 2015) y disponible en el sitio web:
http://www.imf.org/
7. LA INFLACIÓN, LA FED Y EL PANORAMA GENERAL, POR CARMEN REINHART
La inflación -sus causas y su conexión con la política monetaria y las crisis financieras- fue el
tema de la conferencia internacional de banqueros centrales y académicos de este año en
Jackson Hole, Wyoming. Pero, si bien el deseo de los responsables de las políticas económicas
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de estar preparados para potenciales riesgos futuros que afecten la estabilidad de precios es
entendible, no colocaron estos temores en el contexto de los recientes desarrollos inflacionarios
a nivel global -o dentro de una perspectiva histórica.
Para los 189 países sobre los cuales hay datos disponibles, la inflación mediana para 2015 está
apenas por debajo del 2%, levemente menos que en 2014 y, en la mayoría de los casos, es
inferior a las proyecciones del Fondo Monetario Internacional en su Perspectiva Económica
Mundial de abril. Como demuestra el gráfico más abajo, la inflación en casi la mitad de todos
los países (avanzados y emergentes, grandes y pequeños) hoy está en 2% o por debajo de ese
nivel (la manera en que la mayoría de los banqueros centrales definen la estabilidad de precios).
A la otra mitad, en general, no le está yendo mal tampoco. En el período posterior a los shocks
petroleros de los años
1970 hasta comienzos
de los años 1980, casi
dos tercios de los
países
registraban
tasas de inflación
superiores al 10%.
Según los últimos
datos, que llegan hasta
julio o agosto para la
mayoría de los países,
hay "solamente" 14
casos de inflación alta
(la línea roja en el
gráfico).
Venezuela
(que no ha publicado
estadísticas oficiales
sobre la inflación este
año) y Argentina (que no ha difundido datos confiables sobre la inflación por varios años)
ocupan un lugar prominente en este grupo. Irán, Rusia, Siria, Ucrania y un puñado de países
africanos conforman el resto.
El porcentaje de países que registran una deflación absoluta en los precios al consumidor (la
línea verde) es superior en 2015 que el de los países que experimentan una inflación de dos
dígitos (7% del total). Más allá de las sorpresas desagradables que puedan presentarse en el
futuro, el entorno inflacionario global es el más contenido desde comienzos de los años 1960.
En verdad, el riesgo para la economía mundial, realmente, es proclive a la deflación para las 23
economías avanzadas en la muestra, inclusive ocho años después del estallido de la crisis
financiera global. Para este grupo, la tasa de inflación mediana es de 0,2% -la más baja desde
1933-. La única economía avanzada con una tasa de inflación superior al 2% es Islandia (donde
la lectura de los últimos 12 meses es de 2,2%).
Si bien no sabemos qué podría haber sucedido si las políticas hubieran sido diferentes, es fácil
pensar que, sin un alivio cuantitativo en Estados Unidos, Europa y Japón, esas economías
habrían quedado atrapadas en un paisaje deflacionario post-crisis similar al de los años 1930. A
comienzos de aquella década terrible la deflación se convirtió en una realidad para casi todos
los países y para todas las economías avanzadas. En los últimos dos años, por lo menos seis de
las economías avanzadas -y hasta ocho- han tenido que lidiar con un contexto de deflación.
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Una caída de los precios implica un alza en el valor real de las deudas existentes y un
incremento de la carga de servicio de deuda, debido a tasas de interés reales más altas. En
consecuencia, los incumplimientos de pago, las quiebras y una caída económica se tornan más
probables, lo que ejerce una mayor presión bajista sobre los precios.
La advertencia profética de Irving Fisher en 1933 sobre una espiral de deuda-deflación de este
tipo resuena hoy de manera contundente, teniendo en cuenta que los niveles de deuda pública y
privada están en máximos históricos, o muy cerca, en muchos países. Particularmente
instructiva es la caída de precios del 2,2% en Grecia para los 12 meses que terminaron en julio el ejemplo más severo de una deflación en curso en los países avanzados y contraproducente
para una solución ordenada para los problemas del país.
Las tasas de inflación medianas para las economías de mercados emergentes y en desarrollo,
que estuvieron en dos dígitos hasta mediados de los años 1990, hoy rondan el 2,5% y están
cayendo. Los marcados descensos de los precios del petróleo y las materias primas durante el
último superciclo han ayudado a mitigar las presiones inflacionarias, mientras que la
desaceleración generalizada de la actividad económica en el mundo emergente también puede
haber contribuido.
Sin embargo, es demasiado pronto para concluir que la inflación es un problema del pasado,
porque otros factores externos están operando en la dirección contraria. Como observó Rodrigo
Vergara, director del Banco Central de Chile, en sus comentarios preparados en Jackson Hole,
las grandes depreciaciones monetarias en muchos mercados emergentes (en especial algunos
productores de petróleo y materias primas) desde la primavera de 2013 han estado asociadas a
un incremento de las presiones inflacionarias frente a mayores brechas de producción.
El análisis presentado por Gita Gopinath, que establece una conexión entre el traspaso de
precios a precios que surgen de modificaciones del tipo de cambio y de la moneda en la cual se
facturan las operaciones comerciales, habla claramente de esta cuestión. Dado que gran parte
del comercio de los países de mercados emergentes se realiza en dólares, una depreciación de la
moneda debería incrementar los precios de las importaciones casi en su totalidad.
Al final de cuentas, la Reserva Federal de Estados Unidos basará sus decisiones sobre las tasas
de interés principalmente en consideraciones domésticas. Si bien existe un grado de
incertidumbre mayor de lo habitual respecto de la magnitud de la brecha de producción de
Estados Unidos desde la crisis financiera, existe una ambigüedad comparativamente menor
ahora que la inflación doméstica está controlada. El resto del mundo comparte ese contexto
inflacionario benigno.
Mientras la Fed se prepara para su reunión de septiembre, los responsables de sus políticas
económicas harían bien en no ignorar lo que se pasó por alto en Jackson Hole: la necesidad de
colocar las tendencias domésticas en un contexto global e histórico. Por ahora, esa perspectiva
favorece el gradualismo de las políticas monetarias.
Fuente: Carmen Reinhart es profesora del Sistema Financiero Internacional en la Escuela de
Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard. Este artículo fue publicado en el portal
Project Syndicate el 3 de septiembre de 2015 y se encuentra disponible en el sito web:
http://www.project-syndicate.org/
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Edición a cargo de Rodrigo Fernández Ortiz