INTRODUCCIÓN A lo largo de este siglo, una de las preocupaciones más importantes de la política educativa en México ha sido acceso a una educación de calidad para todos. En este sentido la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha impulsado una serie de acciones para avanzar en la extensión de la educación básica obligatoria entre la población en edad de cursarla. Conforme a la enseñanza primaria se generaliza y la proporción de quienes terminan este nivel se incremento, la exigencia de ampliar la cobertura de los servicios se desplaza hasta la secundaria. La Telesecundaria representa una alternativa viable para que los estudiantes de bajos recursos que viven alejados de los centros urbanos puedan terminar la educación básica y, de esa manera, dar cumplimiento al mandato constitucional que establece como obligatorios para todos los mexicanos los estudios de primaria y secundaria. En este curso, Introducción a la Enseñanza en Telesecundaria, se pretende identificar los componentes que integran el modelo educativo de telesecundaria y, conocer el papel que le toca desarrollar a cada maestro de esta modalidad y analizar la cobertura y el impacto social que tiene este servicio. En esta asignatura, el estudiante normalista identificará los propósitos de la telesecundaria, la población a la cual está dirigida, el enfoque que se ha creado para cumplir sus metas, transformaciones que ha experimentado, así como los retos y perspectivas que se abren en el futuro para este servicio educativo. De la misma manera, reflexionará en torno a sus habilidades y competencias que los profesionales de esta especialidad deben desarrollar. Por ello, el curso se apoya en un conjunto de lecturas y actividades que permitirán al estudiante los propósitos planeados. ORGANIZACIÓN DE LOS CONTENIDOS Éste curso está organizado en tres grupos temáticos, en cada uno de ellos presentan contenidos para introducir al futuro maestro en el conocimiento y los retos de la modalidad de telesecundaria. Los contenidos se abordan por medio de lecturas y videos seleccionados específicamente para apoyar el estudio de cada bloque, así como las actividades sugeridas para manejar información y desarrollar habilidades docentes. En el bloque I, “Propósitos de la telesecundaria”, se analizan las características de la modalidad educativa, para que el estudiante identifique este servicio y las ventajas de contar con un modelo educativo capaz de llegar a zonas alejadas, lo que permite dotar de educación secundaria a jóvenes mexicanos que, de otra manera, no hubieran tenido acceso a este nivel educativo. El principal eje de análisis de este bloque se centra en las razones de la creación de esta modalidad y en sus propósitos, que están encaminados a influir en el mejoramiento de las condiciones de vida de los alumnos y en consecuencia de su comunidad. Al analizar los propósitos de éste modelo educativo, los estudiantes normalistas podrán identificar las herramientas que favorecen el desarrollo integral de los alumnos de telesecundaria y, en ese sentido, comprender que la labor del docente de telesecundaria consiste en orientar a los estudiantes para que puedan desarrollar las habilidades, competencias y conocimientos correspondientes a la educación secundaria, así como fomentar actitudes y valores que faciliten la convivencia y propicien el desarrollo social. El propósito del bloque II, “Modelo educativo de Telesecundaria”, es mostrar los diferentes elementos que intervienen en el modelo de telesecundaria y las diversas formas en que interactúan. Todo esto con la finalidad de identificar y analizar las características de este modelo educativo, para reconocer los aspectos que lo hacen distinto de otros servicios del mismo nivel y que definen la función del maestro de esta modalidad debe cumplir. Con este bloque busca cumplir se busca que los estudiantes normalistas analicen los rasgos de la metodología de enseñanza de telesecundaria e identifiquen las formas de trabajo las cuales permiten a los docentes desarrollar los enfoques y contenidos de educación secundaria. Además. Durante las visitas a las escuelas previstas en Observación del Proceso Escolar; los estudiantes de la especialidad podrán identificar la metodología utilizada en Telesecundaria. Esto será posible al observar la labor del docente, la vinculación del aprendizaje con los intereses y necesidades de los estudiantes y su comunidad, la diversidad de fuentes informativas que docentes 1 y alumnos pueden consultar, así como la interacción generada entre quienes participan en los procesos de enseñanza y aprendizaje. En el bloque III, “Realidades y perspectivas de la telesecundaria”, se pretende brindar los elementos necesarios para que los normalistas identifiquen los retos fundamentales implicados en la tarea de proporcionar educación secundaria con esta modalidad. Uno de los rubros particulares de análisis es el hecho de que las escuelas telesecundarias han permitido enfrentar las necesidades de cobertura y calidad que han ido generando en el país durante las últimas décadas. Es conveniente que este modelo es pionero en el uso de las telecomunicaciones y surge como una estrategia para abatir el rezago educativo, aprovechando la presencia cada vez mas generalizada de la televisión. En este bloque se pretende que los estudiantes identifiquen lso principales retos que enfrenta la enseñanza en Telesecundaria. ORIENTACIONES DIDÁCTICAS En esta asignatura se propone desarrollar un trabajo tipo seminario, de tal manera que los alumnos asistan a clase con la lectura previa de los textos y se pueden organizar dinámicas colectivas de análisis y comentarios bajo la conducción del docente. En este sentido, se sugiere establecer claramente los principales aspectos a tratar en los cuales se basará la participación de los alumnos. Se considera importante llevar a cabo las actividades cuya característica principal sea la construcción y apropiación del conocimiento, así como el desarrollo de habilidades docentes, por ello debe crearse un ambiente escolar que permita aprender a aprender y aprender a enseñar. Esto puede lograrse mediante actividades propicias para la participación activa de los estudiantes, la lectura y el análisis del material sugerido, el diálogo constante y respetuoso entre los integrantes del grupo y la reflexión permanente sobre los diferentes procesos característicos de la enseñanza en la escuela secundaria. Es necesario generar estrategias de aprendizaje que propicien la asimilación de la metodología propia del modelo educativo de Telesecundaria, por ello se recomienda utilizar sistemáticamente los medios, dentro y fuera del aula, tanto impresos como audiovisuales sugeridos, y en la medida de lo posible, utilizar otros que favorezcan el tratamiento de los contenidos de este programa. De acervo bibliográfico y videográfico con que cuentan las escuelas normales ofrece una amplia gama de posibilidades para ello. El empleo sistemático de los medios conlleva la aplicación de distintas estrategias didácticas para aprovechar al máximo, por ejemplo al utilizar los videos es importante definir previamente cuál es el propósito se su empleo, cuál es el contenido del material, en qué conviene centrar el interés y cómo se lleva cabo su revisión: es decir, si primero se plantean algunas interrogantes, si se detendrá el video para analizar algún aspecto relevante, etcétera. Se sugiere observar el video en el aula que ofrece recomendaciones sobre los principales usos educativos de este recurso. Es muy importante orientar el trabajo tanto para que el estudiante desarrolle habilidades que le permitan aprender por si mismo, así como compartir sus conocimientos. Por ello se recomienda que los estudiantes utilicen un cuaderno para el registro de todos sus trabajos, reflexiones y cuestionamientos, además de fomentar el trabajo en equipos y las actividades de reflexión grupal, así como actividades de observación y de acercamientos a la práctica docente. Para apoyar estas últimas, se sugiere orientar al alumno para que registre de manera sistemática todo aquello que le resulte de interés sobre sus entrevistas y visitas a las escuelas secundarias y telesecundarias. Dadas las características del docente de telesecundaria, resulta indispensable centrar el interés en los procesos de enseñanza y aprendizaje, así como en sus implicaciones, principalmente en lo que se refiere al desarrollo de habilidades y estrategias que apoyan la apropiación del conocimiento. Esto permitirá a los estudiantes de la especialidad comprender los enfoques y aproximarse a los contenidos específicos de las asignaturas que conforman el Plan de Estudios de Educación Secundaria. SUGERENCIAS PARA LA EVALUACIÓN La evaluación debe de ser congruente con los rasgos deseables del perfil de egreso y con las orientaciones generales del Plan de Estudios: específicamente, con los propósitos de la asignatura, 2 por ello es importante que al inicio del curso del profesor defina los criterios y procedimientos para evaluar el aprovechamiento de los alumnos. Para determinar tales criterios y procedimientos es importante que se reflexione en torno al modelo educativo de telesecundaria y sus implicaciones, así como el conjunto de factores personales, ambientales e institucionales que inicien en el rendimiento de los estudiantes de la especialidad. A continuación se sugieren algunos aspectos que podrían tomarse en cuenta para definir los criterios de evaluación del curso: a. La evaluación debe ser motivadora y debe generar actitudes de superación y niveles progresivos de autoestima. b. La evaluación debe contribuir a que los alumnos conozcan sus limitaciones y ofrecer pautas para superarlas. c. Se requiere tomar en cuenta en forma permanente las diferentes manifestaciones de los estudiantes, con un modelo sistemático y regular de evaluación continua. d. La evaluación continua debe permitir informara a los estudiantes sus progresos o fallos, y al mismo tiempo, debe ofrecer alternativas que contribuyan a su mejora al facilitarles los medios para que puedan incrementar el grado de confianza en sus propias capacidades. e. La evaluación debe considerar procesos y resultados, esto es fijar la atención, en los productos finales observables o susceptibles de medida, sin olvidar que tales productos son el resultado de diversos procesos que también es necesario validar. f. Se sugiere una evaluación orientada a la optimización del aprendizaje de aquellos hechos, conceptos, procedimientos, habilidades, actitudes y valores que forman parte de los propósitos de la asignatura y de la licenciatura en general. PROPÓSITOS GENERALES Con este curso se pretende que los estudiantes normalistas de la especialidad en telesecundaria: • Conozcan los aspectos generales y las principales características del modelo educativo de telesecundaria. • Identifiquen los propósitos de la telesecundaria para la formación de estudiantes y su contribución tanto en el nivel comunitario como en el nacional, con el fin de reconocer el significado y la importancia del servicio educativo. • Reconozcan los retos que enfrenta el maestro para la enseñanza en esta modalidad. ACTIVIDADES INTRODUCTORIAS 1. Se sugiere inicial el curso mediante una reflexión individual en la que se respondan en el cuaderno las siguientes cuestiones: • ¿Por qué estudiar una especialidad en telesecundaria? • ¿Cuáles son las expectativas con respecto al trabajo docente en esta modalidad? 2. Organizar una discusión plenaria en la cual se intercambien las diferentes opiniones de los alumnos respecto a lo que tendría que saber y saber hacer con maestro de telesecundaria; se recomienda nombrar a un moderador y a un secretario que organicen y registren las opiniones del grupo. 3 BLOQUE I PROPÓSITOS DE LA TELESECUNDARIA TEMAS 1. La telesecundaria en el Sistema Educativo Nacional 2. La telesecundaria y su relación con su comunidad. 3. Universo de atención de la telesecundaria. Cobertura nacional y estatal. ACTIVIDADES SUGERIDAS La telesecundaria en el Sistema Educativo Nacional 1. Organizar equipos y, a partir de las lecturas “Escritura y organización del Sistema Educativo Nacional” y “Educación secundaria”, caracterizar las secundarias generales, técnicas y telesecundarias, e identificar sus semejanzas y diferencias. Se sugiere orientar los comentarios hacia el lugar que ocupa la telesecundaria en el Sistema Educativo Nacional. 2. Con base en “Televisión y enseñanza media en México: el Sistema Nacional de Secretaría”, discutir en equipos cuáles fueron las principales razones de la creación de la telesecundaria. 3. Con base en el resultado de las actividades anteriores, contestar individualmente en el cuaderno las siguientes preguntas: • ¿Pueden considerarse vigentes los motivos por los cuales se creó la telesecundaria? ¿Por qué? • ¿Cómo se justifica que en México existan tres modalidades para ofrecer educación secundaria? 4. Organizados en equipos, puede llevarse a cabo una investigación acerca de cuántas entidades existen en su entidad federativa, de qué tipos son, es decir, generales, técnicas y telesecundarias. Con la información recopilada. Elaborar en equipos un cuadro donde sea posible identificar la presencia que tiene el servicio de telesecundaria en la entidad. Analizar en grupos si las reflexiones y opiniones con respecto a la actividad número tres, sobre los motivos de la creación de la telesecundaria corresponden con las necesites de su entidad federativa y si se justifica la existencia de más de una modalidad de educación secundaria. La telesecundaria y su relación con la comunidad 5. Intercambiar en grupo experiencias con respecto a la relación que existía entre la secundaria en donde estudiaron y al comunidad. Elabora una lista de las principales conclusiones. 6. Observar el video “Relación escuela-comunidad” y después comentar en equipos si consideran que la vinculación escuela-comunidad es viable; la discusión puede apoyarse en los puntos que les resulten de interés, por ejemplo, tipos de acciones para lograr la vinculación, instrucciones y sujetos involucrados, estrategias de enseñanza que utilizan los profesores, etc. 7. El texto “El proceso de enseñanza-aprendizaje en la comunidad” muestra la importancia de vincular la escuela con la comunidad ¿Cuál es el papel que debe desempeñar el maestro de telesecundaria como promotor comunitario? 8. Discutir en el grupo las características de las actividades propuestos en “Sesiones de vinculación con la comunidad” con base en las siguientes cuestiones: 4 • ¿Cuál es el impacto social que se pretende generar a través de las actividades propuestas por la telesecundaria para vincular la escuela y la comunidad? • ¿Qué beneficios recibe la comunidad? • ¿Qué apoyos recibe la telesecundaria por parte de la comunidad? 9. Elaborar individualmente un texto breve en la que se exponga una opinión personal acerca de la forma en que se pretende establecer la vinculación entre las experiencias de aprendizaje generadas en la telesecundaria y la comunidad. 10. Se sugiere realizar un par de entrevistas a maestros y alumnos de alguna escuela secundaria. Elaborar previamente un cuestionario breve (máximo cinco preguntas) que permita conocer si los alumnos consideran que lo aprendido en la escuela ha sido aplicando en su comunidad, y otro para conocer si los maestros piensan que la educación que promueven en sus alumnos puede vincularse con la comunidad. Después de las entrevistas, se puede organizar una discusión sobre este tema en la cual se analicen las estrategias empleadas por los maestros para vincular los procesos de enseñanza y aprendizaje con la comunidad. Universo de atención de la telesecundaria. Cobertura nacional y estatal. 11. A partir de las lecturas “Telesecundaria” y “Televisión y enseñanza en México: el Sistema Nacional de Telesecundarias”, discutir en equipo en torno a: • La cobertura actual de la telesecundaria. • La extensión de esa cobertura en otros países. • Los factores que han influido en la expansión de la telesecundaria, centrando el interés en su entidad federativa. 12. Con base en la lectura de “Telesecundaria”, organizar una plenaria en a que se analice si la expansión de la telesecundaria corresponde a las razones que propiciaron la creación de este servicio educativo; se puede centrar la discusión en las necesidades y posibilidades de su respectiva entidad federativa, tomando como base los datos obtenidos en la actividad número cuatro. 13. En la siguiente tabla se observa el lugar que ocupó en 1998 y 1999 la telesecundaria con respecto a las secundarias generales y técnicas. A pesar de contar con los porcentajes más bajos en cuanto a alumnos y maestros, cuenta con el más alto en cuanto al número de escuelas. Discutir en grupo cuáles son las razones que hacen posible esta diferencia. Estadística de Educación Secundaria, ciclo escolar 1998-1999 Servicios de educación secundaria General Técnica Telesecundaria Total Alumnos Maestro Absoluto Relativo 2 718 878 1 438 065 913 609 5 070 552 53.62 28.32 18.02 100 Absoluto Relativo 177 73 42 293 901 050 057 008 60.72 24.93 14.35 100 Escuelas AbsolutoRelativo 9 3 13 26 024 835 851 710 33.79 14.36 51.86 100 14. Comparar la tabla de la presencia de telesecundarias en cada entidad y elaborar un texto breve donde se caracterice la presencia de la telesecundaria dentro del Sistema Educativo Nacional. ACTIVIDAD QUE CIERRE EL BLOQUE Elaborar un texto donde se analicen los siguientes puntos: las circunstancias que propiciaron el surgimiento de la telesecundaria y la relación entre las escuelas telesecundarias y las comunidades. 5 BLOQUE II MODELO EDUCATIVO DE TELESECUNDARIA TEMA 1. Enseñar y aprender en telesecundaria. 2. El maestro de telesecundaria. 3. Materiales de apoyo. 4. Evaluación: orientaciones generales ACTIVIDADES SUGERIDAS Enseñar y aprender en telesecundaria 1. A partir de la lectura “procesos de aprendizaje”, organizar equipos de trabajo y analizar la forma en que se conciben los procesos de enseñanza y aprendizaje en el modelo de telesecundaria. El análisis puede basarse en las siguientes cuestiones (se sugiere que periódicamente se comenten en grupo las conclusiones): • ¿Qué se entiendo por aprendizaje, particularmente desde el enfoque que maneja el modelo de telesecundaria? • ¿En qué consiste las etapas de planeación de las actividades de aprendizaje? • ¿Por qué es importante la planeación de las actividades para generar procesos de aprendizaje más adecuado? 2. Reproducir en el grupo la sesión de aprendizaje de geografía universal i que se sugiere en la bibliografía básica, tal como lo hacen algunos alumnos de telesecudaria. Se sugiere tener preparado el video correspondiente al programa de televisión, un país se digiere tener preparado el video correspondiente al programa de televisión, un país se divide, que apoya dicha sesión. Es importante seguir la secuencia de actividades tal y como se propone en la sesión. 3. Analizar en equipos el proceso didáctico de la sesión a partir de lo siguiente: • Identificación de las etapas de su desarrollo y de las características de cada una de ellas. • Análisis de los medios que se utilizaron (impresos y televisivos) • Reflexión sobre la labor del docente de telesecundaria. 4. Organizar equipos y revisar guías de aprendizaje y libros de conceptos básicos con la finalidad de analizar su estructura y la manera en la que están organizadas las sesiones de aprendizaje. 5. El análisis puede concluir completando en grupo el siguiente esquema en el cuál se presenta una sesión de aprendizaje. 6 6. Formar equipos de trabajo y, con base a la lectura “Aprender a aprender” y en las reflexiones anteriores, explicar la forma en que las actividades de aprendizaje promovidas en telesecundaria facilitan lo siguiente: • Aprender a aprender • Aprender a estudiar • Aprende a enseñar • Aprender a recuperar el conocimiento • Aprender a aplicar lo aprendido 7. Elaborar individualmente un texto en el que se reflexione sobre como pueden lograrse aprendizajes significativos en telesecundaria tomando en cuenta los medios y las estrategias de esta modalidad. 8. Con base en “La formación para la docencia de los futuros maestros”, elaborar de manera individual, tres propuestas para llevar a cabo la función social planteada en el texto. 9. En equipos, leer y analizar la propuesta en torno a la función del docente planteada en “maestro de todo, sabio de nada. La función docente” se puede guiar la discusión con base en los siguientes puntos: • Actividad laboral • Actividad pública • Actividad compartida • Conocimiento pedagógico • Compromiso ético • Corresponsabilidad con otros agentes sociales 7 10. En equipos, analizar las características de la labor que debe desempeñar el maestro de telesecundaria, tomando en consideración las siguientes cuestiones: • ¿En qué consiste el trabajo del docente de telesecundaria? • ¿Cuáles son los elementos que apoyan la función del maestro de telesecundaria? • ¿Cuál es la importancia de los conocimientos previos? • Cuál es la importancia de los contenidos temáticos en telesecundaria? 11. A partir de las reflexiones anteriores, discutir en grupo acerca de las peculiaridades de la mediación que debe ejercer el maestro de telesecundaria. La discusión debe centrarse en el siguiente aspecto: • La importancia de conocer los enfoques y contenidos de todas la asignaturas que conforman el plan y programas de educación secundaria. 12. Con base en su experiencia, organizar una discusión en grupo en la que se contraste la función del docente en las siguientes modalidades: • Secundarias generales y técnicas. Materiales de apoyo 13. Organizar equipos y realizar un intercambio de experiencias entorno a los materiales didácticos que utilizaron sus profesores en las escuelas donde cruzaron su educación secundaria. Pueden emplearse las siguientes preguntas como guía: • Cuando eran estudiantes de secundaria,¿qué materiales fueron más significativos para apoyar su proceso educativo? ¿por qué? • ¿De qué manera los libros de texto apoyaron su proceso educativo? • ¿Hubo otros materiales de apoyo para este proceso además del libro de texto? ¿Cuáles y de qué tipo? 14. Organizar equipos para que cada uno de ellos revise una guía de aprendizaje, un libro de conceptos básicos, una guía didáctica; observar, además un programa de televisión de telesecundaria (se sugiere que previamente consulten la carta de programación de Edusat) para completar el siguiente cuadro: Función (es) en los procesos de Principales Materiales de apoyo enseñanza y aprendizaje características Guía de aprendizaje Conceptos básicos Guía didáctica 15. Leer “Apoyos didácticos” y, posteriormente, revisar y completar el cuadro anterior. 16. Con base a las actividades anteriores, organizar una discusión en grupo en torno a lo siguiente: la forma en que están elaborados los materiales impresos y televisivos de telesecundaria, ¿es pertinente de acuerdo con las funciones asignadas a cada uno de ellos? 8 17. A partir de “Facilitar la comprensión y mejorar el aprendizaje de textos narrativos y lógicoformales”, discutir en equipos. • ¿Cuál es la importancia de los materiales impresos en los procesos de aprendizaje? • ¿Qué condiciones debe reunir un texto para facilitar la comprensión conceptual? 18. También en equipos, elaborar un texto en el que se indiquen los materiales impresos utilizados en telesecundaria reúnen o no las condiciones didácticas señaladas en la lectura; el texto deberá contar con las argumentaciones pertinentes respecto de: • Organización del texto. • Ayudas a la organización textual • Actividades que refuerzan el texto • Especificidad según contenido 19. Con base en la lectura “conocer y saber usar televisión”, organizar equipos para analizar las siguientes cuestiones: • ¿En qué consisten la competencia televisiva? • ¿Cuáles son y en qué consisten las dimensiones de la televisión? • ¿En qué puede ayudar a un maestro de telesecundaria desarrollar una competencia televisiva consiente. 20. Redactar individualmente una breve explicación sobre la relación que hay entre los diferentes materiales que se emplean en telesecundaria y cómo puede aprovecharlos el maestro. Evaluación: orientaciones generales 21. Con base en “Evaluación: concepto, tipología y objetivos” y “La evaluación de los aprendizajes”, discutir en equipos cómo se concibe la evaluación y cuál es la finalidad de la evaluación de los aprendizajes. 22. A partir de los contenidos del video La Telesecundaria, su marco histórico y del texto “La evaluación de los aprendizajes”, explicar de manera individual, cada uno de los elementos del siguiente esquema: Aspectos de la evaluación en telesecundaria Primer especto Segundo aspecto Evaluación diagnóstica Evaluación sumativa Evaluación formativa Auto evaluación Coevaluación Demostraciones de lo aprendido Tercer aspecto Sesiones de integración Exámenes institucionales Sesiones de vinculación con la comunidad Evaluación sumativa 23. Discutir en equipos la relación que existe entre el proceso de evaluación, el modelo de telesecundaria y la función del profesor de esta modalidad. 24. Elaborar individualmente un texto breve que tenga como título “La evaluación de los aprendizajes de la telesecundaria”. 9 Actividades de cierre de boque 1. Comentar en el grupo la forma en la que se relacionan los alumnos, el maestro y l.os materiales de apoyo en telesecundaria. Los comentarios se pueden organizar mediante una discusión plenaria y, posteriormente, puede elaborarse un texto en que se resuman las conclusiones. 2. Durante la jornada de observación, tomar nota de lo que se advierte con relación al desempeño del maestro y los alumnos. Posteriormente organizar una sesión plenaria para intercambiar opiniones sobre la forma de enseñanza en telesecundaria con base en las actividades realizadas y en las experiencias vividas. BLOQUE III REALIDADES Y PERSPECTIVAS DE LA TELESECUNDARIA TEMAS 1. El crecimiento de la demanda 2. Calidad del servicio 3. Los retos de la telesecundaria ACTIVIDADES SUGERIDAS El crecimiento de la demanda 1. Con base en el análisis del texto “educación a distancia” y con la estadística que se presenta en la siguiente página, organizar una discusión por equipos en torno a la manera en que la telesecundaria a contribuido a la aplicación de la cobertura de telesecundaria. 2. En grupo, discutir en torno a los retos que implica ampliar la covertura de la telesecundaria conservando el cumplimiento de sus propósitos, pueden utilizarse los siguientes puntos para guiar la discusión: 10 • Materiales impresos • Materiales televisivos • Capacitación docente • Recursos didácticos • Utilización de las nuevas tecnologías • Investigación educativa. Educación Secundaria’ (ciclos escolares) 4190.2 4190.2 2912.1 940.2 337.9 4190.2 2493.1 105.1 470.1 1121.9 235832 235832 147022 59098 29712 235832 144872 7658 24254 29037 19672 19672 9152 8168 2352 19672 7219 522 8725 3206 4160.7 4160.7 2869.9 952.7 338.1 4160.1 2447.5 94.9 484.8 1133.5 17.7 31.9 209.8 237729 237729 25686 180781 31262 237729 145553 7230 25198 59748 20032 20032 867 16720 2445 20032 7353 502 8908 3269 4203.1 4203.1 443.6 3416.4 343.1 4203.1 2436.4 88.1 512.7 1165.9 17.7 32.0 208.8 244981 244981 25986 186188 32807 244981 149455 7013 26636 61877 20795 20795 877 17388 2530 20795 7606 488 9339 3362 4341.9 4341.9 443.7 3556.2 342.0 4341.9 2488.6 85.0 558.6 1209.7 17.5 32.1 201.9 256831 256831 27146 194937 34748 256831 156921 6988 29314 64508 22255 22255 884 18750 2621 22255 7864 482 10439 3470 4493.2 4493.2 442.8 3713.1 337.3 4493.2 2533.8 78.8 618.6 1262.0 17.7 32.1 200.0 264578 264578 27866 200971 35741 264578 159599 6618 31785 66576 23437 23437 907 19824 2706 23437 8049 455 11373 3560 4687.3 4687.3 444.7 3912.5 330.1 4687.3 2595.1 74.8 690.7 1326.7 17.5 31.4 197.1 275331 275331 28741 210096 36494 275331 164395 6549 34882 60505 24402 24402 918 20714 2770 24402 8193 446 12081 6382 4809.3 4809.3 442.1 4032.7 334.5 4809.3 2609.8 69.0 756.7 1373.8 17.4 30.9 192.0 282595 282595 28236 216285 38074 282595 166940 6319 38698 70638 25670 25670 918 21883 2869 25670 8410 432 13054 3774 4929.3 4929.3 443.0 4143.1 355.2 4929.3 2640.4 63.5 817.2 1408.2 17.3 30.7 189.8 293008 293008 28201 224480 40327 293008 171765 6136 42057 73050 26710 25670 929 22817 2964 26710 8599 425 13851 3835 5070.6 5070.6 423.0 4271.9 375.7 5070.6 259.2 59.7 913.6 1438.1 17.4 30.7 186.7 17380 5778 48308 74942 28191 28191 1141 23662 3388 28191 8669 399 15204 3919 5264.1 5264.1 421.6 4442.8 399.7 5264.1 2689.7 56.2 1043.4 1474.8 234293 234293 146950 58283 29060 234293 145196 8003 22882 58212 19228 19228 8982 7960 2286 19228 7129 527 8423 3149 17.6 32.1 211.5 4267.2 4267.2 2995.5 931.6 340.1 4267.2 2559.1 199.7 453.7 1134.7 233042 233042 147571 57125 28346 233042 144712 8336 21596 58398 18686 18686 8779 7669 2238 18686 6950 545 8118 3073 17.9 33.0 217.9 28082 233248 41498 302828 18.3 34.2 228.4 Concepto1989-90 1990-911991-921992-93 1993-94 1994-95 1995-96 1996-7 1997-981998-99 1999-2000 Miles de alumnos matrícula Tipo de control Federal Estatal y Autónomo Particular Tipo de Servicio General Para trabajadores Telesecundaria Número Maestros Por tipo de control Federal Estatal y autónomo Particular Tipo de Servicio General Para trabajadores Telesecundaria Técnica Escuela Tipo de control Federal Estatal y Autónomo Particular Tipo de Servicio General Para trabajadores Telesecundaria Técnica Relaciones de atención l 11 Calidad del Servicio 1. A partir de los textos “ La calidad educativa mira hacia fuera” y “ La calidad parte del reconocimiento de que hay problemas” y de lo estudiado en el curso Problemas y Políticas de la Educación Básica, analizar en equipos los objetivos, beneficios y problemas de cualquier sistema educativo 2. Con base en los contenidos de los bloques I y II, organizar una discusión plenaria en torno a las siguientes preguntas: • • • ¿De qué manera la telesecundaria contribuye al cumplimiento de los objetivos del Sistema Educativo Nacional? ¿Cuáles son las características particulares de los diferentes beneficios del sistema de telesecundaria? ¿Cuáles son, a juicio del grupo, los principales problemas que enfrenta la telesecundaria? ¿cuáles de ellos son comunes en todo el sistema? 1. Con base en el texto “Satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje: un concepto a ser investigado”, analizar en equipos o individualmente las siguientes cuestiones: • • • ¿Cómo puede contribuir la telesecundaria para satisfacer las necesidades básicas de aprendizaje en los estudiantes de educación básica? ¿Cómo se relaciona el concepto de necesidades básicas de aprendizaje con el hecho de que el maestro de telesecundaria trabaje con los contenidos de todas las asignaturas de la secundaria? ¿Cómo se vincula la satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje con la calidad de los servicios educativos? 2. Elaborar en equipos un texto breve donde se señale aquello que podría proporcionarse para que los servicios de telesecundaria se ofrezcan con calidad. Los retos de la telesecundaria 1. Reflexionar de manera individual en torno a las características de la escuela en donde cursaron se secundaria y exponer las que fueron más propicias para lograr los propósitos de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Los siguientes puntos pueden ayudar a guiar la reflexión. • • • • • • Organización de la escuela Funcionalidad de las instalaciones Relación de los profesores Relación de los profesores con los estudiantes Calidad de los textos de apoyo Relación de la escuela con la comunidad 2. En equipos, leer el texto “Características clave de las escuelas efectivas” y, con base en lo aprendido sobre la modalidad de telesecundaria, elegir las características que consideran aplicables a ella. 3. Presentar ante el grupo las características elegidas con sus respectivos argumentos para llegar a una conclusión. 4. Observar el video sobre la presentación del libro Qué y cómo aprender de Rosa María Torres. Posteriormente organizar un discusión en grupo sobre los siguientes temas: • • • • • Educación para todos Educación básica Necesidades básicas de aprendizaje Formación docente. Relación escuela-comunidad. 5. Organizar una entrevista a maestros y alumnos de alguna telesecundaria cercana a la escuela normal. Las preguntas pueden girar en torno a la calidad de los servicios que se ofrecen en la telesecundaria, el comportamiento de la matrícula escolar, los medios empleados y los que podrían emplear. 12 ACTIVIDAD DE CIERRE DE BLOQUE Con base en las actividades de acercamiento a la práctica docente, elaborar un documento en le que se describa a los estudiantes, a los docentes y la relación que existe entre esa telesecundaria y la comunidad. Puede utilizarse un cuadro comparativo que permita registrar los datos obtenidos y confrontarlos con la información de los propósitos de la telesecundaria (bloque I) y el modelo educativo (bloque II). ACTIVIDAD FINAL Con base en lo aprendido en el curso, elaborar un ensayo que lleve como título “Reflexiones sobre mi futuro papel como maestro de telesecundaria”. Alumnos Entidad Aguascalientes Baja California Baja California Sur Campeche Coahuila Colima Chiapas Chihuahua Distrito Federal Durango Guanajuato Guerrero Hidalgo Jalisco México Michoacán Morelos Nayarit Nuevo León Oaxaca Puebla Querétaro Quintana Roo San Luis Potosí Sinaloa Sonora Tabasco Tamaulipas Tlaxcala Veracruz Yucatán Zacatecas Telesecundaria particular Telesecundaria especial Total Nacional Primero 3306 995 501 2816 1250 1183 22187 3198 2702 6781 35672 10146 20326 11483 28650 17056 4515 4801 1172 25211 37972 7271 3558 20021 4673 5239 14219 4821 4823 58858 2810 12434 380650 Segundo 2672 705 406 1892 855 855 17112 2525 2651 5198 25232 7148 17515 8083 23750 12173 3521 3737 596 19167 29617 5266 2393 14448 3311 4293 10915 3625 4075 44989 1736 10174 290665 Tercero 2125 489 330 1243 669 757 14367 2057 2376 4448 19158 5859 15141 6276 2097 9901 3018 3227 379 14552 25171 4344 1970 10733 2451 3807 9151 3233 3942 38601 1258 8282 240290 Escuelas Maestros 8103 2189 1237 5951 2774 2825 53666 7780 7729 16427 80062 23153 52982 25842 73375 39130 11054 11765 2146 58930 92760 16881 7921 45202 10435 13339 34285 11679 12840 142448 5804 30890 1985 19 154 49 41 112 78 55 755 224 48 519 921 489 676 483 832 664 130 255 58 995 1093 194 124 1123 256 298 360 226 114 1570 126 811 17 1 525 112 102 300 183 183 2247 512 234 1024 3217 1106 2200 1448 3426 2001 501 704 133 2928 3755 658 440 2588 673 760 1404 608 532 5362 340 1744 106 1 913609 13851 42057 Total 13 14 MATERIAL DE APOYO 15 16 INTRODUCCIÓN A LA ENSEÑANZA DE TELESECUNDARIA EVALUACIÓN: CONCEPTO TIPOLOGÍA Y OBJETIVOS El concepto como base de la estrategia de actuación Como ya quedó indicado en el capítulo I al hablar, en general, sobre la evaluación, éste se ha ido transformando y ha ido incorporando nuevos elementos a su definición según se ha profundizado en un sentido, sus aplicaciones y las virtualidades que ofrece en los diferentes ámbitos de aplicación, que también han quedado señalados. Ciñéndonos a los procesos de enseñanza y aprendizaje y, más en concreto, a la evaluación de los aprendizajes que alcanza el alumnado, la concepción de la misma también ha variado con el paso del tiempo y el avance de las teorías de la psicología evolutiva y la psicología del aprendizaje. Desde sus comienzos, la evaluación aparece influida por su procedencia del campo empresarial. Por eso al igual que los empresarios miden cuantitativamente los resultados de su producción, en el campo educativo se pretendió medir el progreso del alumno cuantificando lo aprendido. Ello hace que se equipare a ‘’medida’’ y que durante muchos años (demasiados, ya que en ocasiones llega hasta nuestros días) lo que se intente al evaluar es medir la cantidad de conocimientos dominados por los alumnos. Las cabezas bien llenas a las que aludía Montaigne han resultado objeto principal de la evaluación de aprendizajes. La aparición de los test y las escalas graduadas a principios del presente siglo, absolutamente cuantificadas y automáticamente aplicables contribuyeron a dar carta de naturaleza a esa concepción evaluadora. Pedagogos prestigiados y con una absoluta profesionalidad y categoría educativa, adoptan durante largo tiempo este concepto, aun intentando claramente que su incidencia no resulta negativa para la formación de los niños o jóvenes, ya que el examen como única prueba y el número como expresión de resultados prestan, sin duda, a numerosas arbitrariedades y a faltas de rigor en su aplicación; amparándose además, en la aparente objetividad del numero para encubrir su improcedente modo de valorar, la cita que reproduzco a continuación, de Alejandro Galí (1934,34 y 37), es expresiva de esta situación en exceso generalizada: “ Otros sistemas de control también equívocos, son las puntuación y los exámenes. En el primero de dichos sistemas se han hecho verdaderas filigranas de combinación y cálculo que tienen toda la apariencia de una determinación objetiva de conocimientos. Nada más lejos de la realidad. Hay que tener presente que la base de cálculo de las puntuaciones son las notas dadas por los maestros de una manera fundamentalmente arbitraria, no como pudiera suponerse por mala fe, sino por falta de elementos de referencia fidedignos. ¿por qué una elección o un ejercicio vale siete puntos, y no ocho o seis? ¿es que el maestro puede dar fe a un exacto y positivo trabajo de contraste improvisado en un instante? (…)En este siete o en este ocho que se quieren adjudicar con tanta sensatez y justicia influyen, a despecho de uno mismo, mil circunstancias de temperamento personal variable a cada momento que pasa, y mil aspiraciones y tendencias latentes que atraen y repelen los puntos del mismo modo que el polo magnético la aguja imantada. (…) Los exámenes aún más que las puntuaciones, pueden dar una errónea sensación de objetividad. De ellos se puede decir como de aquel famoso individuo que de no ser borracho, jugador, pendenciero y holgazán, hubiera sido una excelente persona’’. No obstante téngase en cuenta, que a pesar de esas reflexiones la obra de Galí se titula La medida objetiva del trabajo escolar. En la misma obra se observa claramente esa influencia empresarial trasvasada a la educación de alguna de sus expresiones: “ el maestro puede decirse que no ha dado un paso en el deseo de presenciar las ganancias de su negocio, tan apreciable al menos como el del comerciante” (1934,29). En fin, que la “evaluación” (término y concepto de aparición reciente en el campo de la pedagogía, pues los trabajos datan de este siglo, como antes ha quedado apuntado) ha sido interpretada como sinónimo de “medida” durante el mas largo periodo de la historia pedagógica, y es en los tiempos actuales cuando está variando su concepción, en función de los avances que experimentan las ciencias humanas, las concepciones diferentes que se poseen en relación con la formación de la persona y con los modos peculiares de que ésta tiene de aprender, evidentemente , por último y desde una óptica estrictamente educativa, no la intencionalidad clara de 17 aprovechar al máximo la evaluación para optimizar los procesos educativos. En la actualidad se hace patente una divergencia entre los conceptos de evaluación que se manejan a nivel teórico y la práctica real en las aulas. Creo que una buena parte de los profesionales que nos dedicamos a la educación estamos de acuerdo en la necesidad de incorporar a los procesos de enseñanza un modelo de evaluación cualitativo, que sea capaz de ofrecer datos enriquecedores a cerca del desarrollo del alumnado y no solo de los resultaos que obtiene a través de medios no precisamente muy fiables, como mas adelante comentaremos y que ya anticipaba Alejandro Galí. Como consecuencia, una evaluación que constituya un elemento curricular más y que ayude a mejorar todo tipo de aprendizajes. Ésta postura se hace palpable en las obras de muchos autores que así lo ponen de manifiesto (Weiss, R.s y Rein, M.: 1972; Parlett, M. y Hamilton, D.: 1976;Guba, E.G.:1978; Fernández Pérez, M.: 1988; Rosales, C.:1990; Santos Guerra, M.A.:1993) y en el intercambio de opiniones y experiencias con números profesores. No obstante, parecen existir dificultades importantes para llevar a práctica ese modelo de evaluación, bien sean éstas por la exigencia de cambio de mentalidad que implican, por la impresión que el modelo social ejerce sobre el educativo o por la necesidad de otras modificaciones estructurales y organizativas del sistema escolar que no se producen y que favorecerían su adecuada aplicación. El problema de su incorporación al quehacer en el aula proviene, precisamente, de que no supone sólo adoptar un nuevo concepto de evaluación, estar de acuerdo con él en un plano meramente intelectual, sino que implica cambiar las prácticas que se llevan a cabo en las aulas e invertir, en muchos casos, sus valores. Los alumnos estudian para aprobar. Los profesores enseñan para que sus alumnos superen las evaluaciones. Lo que tiene valor real en la enseñanza es lo que se evalúa; de lo contrario, nadie lo tiene en cuenta. Las familias se preocupan de la situación de aprendizaje de sus hijos cuando estos reprueban. En fin…, serian innumerables los ejemplos que avalan la importancia erróneamente entendida- de la evaluación en los procesos de enseñanza y aprendizaje y cuyo sentido resultaría imprescindible modificar para que esa importancia le viniera dada por su contribución a la mejora de estos mismos procesos y de sus resultados, como 18 consecuencia de una aplicación correcta y formativa. La evaluación es importante pero no como el elemento de poder o de mantenimiento de la disciplina, no como instrumento para la promoción u obtención de un titulo, como exclusivo factor de comprobación de lo que se “aprende”, nunca como fin de la educación (que es lo que resulta ser en muchos casos para demasiados alumnos, profesores, padres o directivos). No se enseña para “aprobar”. Se enseña y se aprende para alcanzar una plena e integral formación como persona. Ya ese objetivo fundamental debe contribuir toda la organización del sistema educativo institucional. También debe hacerlo la evaluación, como elemento central de los procesos reales de enseñanza que ocurren cada día en la comunicación entre jóvenes y adultos y que, como comprobamos antes en una somera enumeración de ejemplos comunes, lega a desfigurar las metas y el camino que en principio conforman el proceso educativo. Las definiciones que ahora se manejan de evaluación son muy similares, pues, como antes decía, teóricamente existe una gran coincidencia acerca de un papel en la educación. No obstante, voy a formular el concepto de evaluación del que parto, porque es la base de la que nos apoyaremos para desarrollar, a continuación, su estrategia de aplicación, si bien especificando más adelante la diferente topología evaluadora con la que es posible contar y que, según las situaciones, será más o menos útil. La evaluación aplicada a la enseñanza y el aprendizaje consisten un proceso sistemático y riguroso de obtención de datos, incorporando al proceso educativo desde su comienzo, de manera que sea posible disponer de información continúa y significativa para conocer la situación, formar juicios de valor con respecto a ella y tomar decisiones adecuadas para proseguir la actividad educativa mejorándola progresivamente. Como es evidente, en la misma definición ya estamos orientando la evaluación y su modo de desarrollo hacia los procesos y funcionalidad formativa. Si conceptualizamos la evaluación de un modo más general y para cualquiera de las funciones que puede desempeñar en el campo educativo, se podría definir como una obtención de información y sistemática para contar con datos válidos y fiables acerca de una situación con objeto de formar y emitir un juicio de valor con respecto a ella. Estas valoraciones permitirán tomar las decisiones consecuentes en orden a corregir o mejorar la situación evaluada. En este segundo planteamiento, la evaluación aplicada puede ser puntual y sumativa, con el único objetivo de contrastar el conjunto de informaciones alcanzadas con los criterios referenciales de la evaluación; es decir, con la finalidad de comprobar lo conseguido o su mayo o menor mérito ante lo que se pretendía en el proyecto inicial. Así, vemos que el concepto de evaluación del que se parta condiciona el modelo de desarrollo de la misma, pues si su meta y su funcionalidad son eminentemente formativas, todos los pasos que se den para ponerla en práctica deben serlo igualmente. Es decir, el planteamiento debe incluir en los fines que sen pretenden e incorporar al proceso a todos los implicados en la realización o afectados por los resultados que puedan aparecer; las técnicas o instrumentos que se determinen y seleccionen o elaboren deben contribuir también a la mejora del proceso evaluado; el informe final y las decisiones que se tomen colaborarán en su positiva aceptación por parte de los destinatarios y éstos, del mismo modo serán todos los interesados e integrantes de las actividades o situaciones evaluadas. Por lo contrario, si la finalidad de la evaluación es sumativa, tanto el planteamiento inicial como las técnicas e instrumentos utilizados deberán ser válidos y útiles para permitir valorar los productos o resultados que se evalúan. Como el objeto de esta obra es realizar una propuesta para la evaluación de los procesos de enseñanza y aprendizaje, la definición que mejor se ajusta a nuestro propósito es la primera, que no se opone a la segunda, pero sí matiza y se atiene a la peculiaridad de evaluación que vamos a desarrollar. Por lo tanto, sirva esta observación para dejar claro que, de ahora en adelante-siempre que no se Especifique nada en contra-, el modelo de evaluación al que nos referiremos es fundamentalmente cualitativo y formativo, que es el que consideramos válido y adecuado para evaluar los procesos de formación humana o de cualquier situación en la que el humano sea prioritario. Es el modelo que ofrece mayor riqueza de datos útiles para compartir en toda su amplitud y profundidad el proceder de las personas y que permite, por lo tanto, la posibilidad de prevenir y perfeccionar su desenvolvimiento o actuación. En este sentido comenta Stufflebeam: “El propósito mas importante de la evaluación es demostrar, sino perfeccionar…” ( Stufflebeam, D.L. y Shinkfield, A.J.: 1987, 175), afirmación que comparto por entero. Esta aplicación de la evaluación para la mejora de procesos debe contribuir, por otra parte, al cambio de imagen que, en general, se tiene la evaluación y de los fines que persigue. Me explico: con los conceptos de la evaluación manejados habitualmente, que han incidido sobre todo en la comprobación de resultados para su calificación posteriorpositiva/ negativa, aprobado/ reprobado, admitido/ rechazado…-, La interpretación que se viene haciendo de sus funciones se limitan a entenderla como instrumento sancionador o como arma de poder para quien evalúa. Esto conduce, lógicamente, a que cuando se propone llevar a cabo la evaluación de los centros educativos o del profesorado –por citar un ejemplo-, éstos presenten serios reparos a la misma y muestren gran reticencia para prestarse a la actuación evaluadora.¿por qué? Porque no se hace patente su utilidad ni sus aspectos positivos o favorecedores de una mejora palpable para la profesionalidad de los evaluados, sino que solamente se percibe una carga controladora, sancionadora, etc. Por otro lado, también es cierto que cuando evaluamos solemos hacerlo para detectar lo negativo –errores de aprendizaje, fallos de funcionamiento, etc.y, en general, destacamos escasamente lo positivo. Creo que ambos aspectos tienen importancia como para ser evaluados y puestos de manifiesto. Pero, en el momento de informar acerca del proceso continuo de valoración, habría de comenzar dando especial relieve a todo lo que se ha evaluado muy positivamente o, más en concreto, a los aprendizajes que los alumnos han alcanzado de modo definitivo, con seguridades su utilización, etc.,procedimiento, que por una parte , pose un fuerte ingrediente motivador para que el estudiante siga trabajando y que, por otra, ofrece pautas al profesor de lo que resulta interesante para sus alumnos y, por tanto, del camino por el que puede/ debe continuar su programación. No obstante, también es imprescindible detectar los errores de aprendizaje de cada alumno para poder subsanarlos de modo inmediato, sin esperar a efectuar in “control”, “examen”… ( llámese como se quiera), al cabo de un mes, cuando pocas o ninguna solución eficaz tiene ya el remedio que quiera aplicarse. Pero si estamos empeñados en que cambie (para mejor) la imagen y el sentido de la evaluación, la clave está: 19 a) Detectar el error de aprendizaje en el momento en el que se produce, de manera que surta efectos para la aclaración d determinadas cuestiones no comprendidas adecuadamente y el alumno pueda continuar avanzando en su formación sin rémoras por conceptos mal adquiridos, procedimientos no utilizados o actitudes negativas en el grupo o frente al trabajo. b) En consecuencia, ese error detectado no tiene efectos sancionadores, puesto que de él no se deriva una “calificación” negativa, cosa que sí ocurriría si se comprobara en un examen. El error, en este último supuesto, no sería ya una llamada de atención para superar una disfunción de aprendizaje, sino que se convertiría en un elemento para emitir un juicio negativo de ese alumno en relación con los objetivos pretendidos. Si hacemos alusión a la auto evaluación de la práctica docente –por ampliar el argumento anterior-, hay que insistir en la necesidad de evaluar lo positivo por delante de lo negativo. Un ejemplo: si durante el desarrollo de una unidad didáctica se detecta que ciertas actividades no son bien aceptadas por el alumnado, el único dato que nos aporta esta valoración es que debemos cambiarlas; pero nunca nos dice en qué dirección o con qué modificaciones. Si evaluamos el desarrollo de la unidad y comprobamos procesualmente qué tipos de actividades resultan más interesantes, más eficaces para alcanzar determinados objetivos, etc., sí obtenemos datos claros y precisos para saber cuál es la vía más eficaz para nuestro trabajo posterior; por dónde debemos encauzar la programación para llegar a los resultados previstos. En definitiva, el cambio de imagen de la evaluación debe ser la consecuencia de su cambio de su cambio real de contenido y funcionalidad con la que se aplica. Si se logra modificar el concepto y los efectos que la evaluación ha venido teniendo hasta tiempos tan recientes como hasta ahora mismo -en demasiados casos-, ésta debería no solo generalizarse en los centros en un plazo de tiempo razonable, sino que debería incuso ser exigida. Y por lo que afecta a los procesos de aprendizaje, tendría que ser aceptada favorablemente por el alumnado, al convertirse en un elemento curricular más –y muy importante- que, de forma evidente, contribuyera a su mejor formación y desarrollo, y en la que además, muchos alumnos intervinieran -fueran tenidos en 20 cuenta- para decidir la valoración final de lo que han alcanzado. En cualquiera de los casos que hemos comentado y en las definiciones que proponemos –según su aplicación más o menos general- queda claro que todo proceso evaluador reseguir unas fases que lo caracterizan y, sin las cuales, no se puede hablar de evaluación en sentido escrito. Estas fases se concretan en: a) Recopilación de sistematicidad. datos con rigor y b) Análisis de la información obtenida. c) Formación de conclusiones d) Establecimiento de un juicio acerca del objeto evaluado. de valor e) Adopción de medidas para continuar la actuación correctamente. Estos pasos tendrán una duración mayor o menor en función del objeto evaluado y de las metas que se hayan propuesto para la evaluación: si se evalúa en funcionamiento de un departamento didáctico, será preciso, al menos un plazo de tres meses para observar su proceso de desarrollo y sus resultados que se van consiguiendo. Pero si se trata de evaluar el proceso de aprendizaje de un alumno o alumna, esos pasos pueden darse durante un periodo de clase. Un ejemplo, el profesor observa la realización de determinadas actividades por parte de un alumno; detecta si las realiza correcta o incorrectamente y, de acuerdo con el análisis hecho y el juicio de valor que se ha formado, refuerza o amplía esas actividades o da una explicación complementaria y cambia las actividades por otras más sencillas. En ambas situaciones puede darse estrictamente el proceso evaluador enumerado en fases, pero en cada una presenta características diferentes, pues muy diferentes son las realidades de los hechos educativos. Aunque parece razonable el anterior planteamiento, que siempre supone llegar a una valoración del objeto evaluado, entre las tendencias evaluadoras existentes a nivel internacional encontramos a los denominados “descriptores”, que establecen el papel de la evaluación en una descripción o enumeración de los hechos tal y como se producen; abogan por que ésta resulte lo mas amplia, profunda y enriquecedora posible, pero limitan su función a exponer lo observado o, simplemente, los datos obtenidos por cualquiera de las técnicas seleccionadas para llegar a ellos. Es una postura que, desde mi punto de vista, identifica evaluación con investigación, y en la cual se pierde la peculiaridad de cada una de estas dos actuaciones. En la (grafica 5) presento un paralelismo entre ambos procesos, donde se comprueban los ámbitos que resultan comunes y los que son diferenciadores. Lo característico de la investigación es partir de una hipótesis de trabajo que, mediante el estudio posterior, se ratifica o se desestima; por lo tanto, su función finaliza (al menos, teóricamente) con un informe descriptivo en el que se da cuenta del proceso realizados y de las conclusiones obtenidas. La evaluación por su parte, no arranca de una hipótesis previa, sino de la decisión de evaluar unos determinados objetos, procesos, situaciones, etc., sigue un camino similar y paralelo al de la investigación y no finaliza hasta valorarlo evaluado y proponer o tomar las medidas necesarias para corregir o reforzar la línea de actuación evaluada. Por lo tanto, coinciden en las fases intermedias y se diferencian con el comienzo y final del trabajo. Éste es el motivo de qué, según los objetivos que se pretendan, sea necesario plantear una investigación o una evaluación para cada situación o problemática específica que se presente en la educación: la propiedad de aplicar una u otra estará en función de una utilidad que preste para su revolución más adecuada. Fases de investigación Definición del problema Planteamiento hipótesis de Fases de la evaluación La misma la Planificación: diseño, técnicas, instrumentos, tiempos, agentes, destinatarios xxxxxxxxxxxxxxxxx La misma Ejecución: recopilación, análisis y tratamiento de los datos La misma Informe: Descripción conclusiones La misma y xxxxxxxxxxxxxxxxx Valoración evaluado del xxxxxxxxxxxxxxxxx Toma de decisiones objeto Popham, W.J. (1980,20-22) establece las diferencias entre investigación y evaluación educativas, fundamentalmente, en tres cuestiones: Definición de problema: “Lo investigadores quieren sacar interesan más las decisiones. (…) Quizá conclusiones. A los evaluadores les en el mundo real no se encuentren nunca estas diferencias de un modo tan marcado como el que aquí se presenta. Difícilmente puede haber un investigador básico que desdeñe una información que se pueda utilizar para tomar decisiones. Y, asimismo, será raro encontrar un evaluador que no esté interesado en entender un fenómeno por el mismo hecho de entenderlo. Lo que sucede es que los investigadores tienden a enfocar sus trabajos con vistas a derivar conclusiones, y los evaluadores tratan de plantearse los temas con vistas a posibilitar mejores decisiones”. • Posibilidad de generalizar los resultados: “un resultado ideal para una investigación, serían aquellos descubrimientos que pudieran ser generalizados a una amplia variedad de situaciones comparables (…) La evaluación, por el contrario, se centra en un fenómeno educativo en particular. No se pretende generalizar los resultados a otras situaciones. El interés se centra en esta situación y en las decisiones a tomar sobre ella”. • Papel de la valoración en la investigación: “El evaluador está obligado a valorar un fenómeno educativo para poder tomar decisiones. Los investigadores, por su parte, buscan la verdad científica sin ningún deseo de incorporar estimaciones de valor a sus hallazgos”. La evolución del concepto de evaluación que comentamos en el primer capítulo se corresponde, efectivamente, con esta funcionalidad que ofrece la evaluación para tomar decisiones y, por ello, para mejorar los procesos y/o los resultados de las situaciones valoradas. Esta posición de intento identificador entre investigaciones y evaluación se da cuando se aborda el estudio de los sistemas educativas o de las instituciones escolares. Resulta prácticamente inviable cuando aplicamos el término/concepto evaluación a los procesos de enseñanza y aprendizaje, ay que si no se llega a determinar el modo y el grado de aprendizaje del alumnado no es posible hacerle progresar en su formación. El profesor investiga, evalúa y decide el camino que debe seguir en cada momento de modo continuado, en interacción permanente con sus alumnos. El alumno se forma, igualmente mediante la evaluación de su propio trabajo que le ofrece datos para elegir la vía mas idónea por la cual 21 continuar en su estudio para alcanzar la meta prevista (Lofficier, A.:1994). TIPOLOGÍA DE LA EVALUACIÓN Por clarificar la terminología y conceptos que ésta lleva implícitos, y que van a aparecer constantemente a lo largo de las páginas siguientes, se presenta una tipología de la evaluación que creemos útil metodológicamente para situarnos en este campo y para mostrar las diferentes posibilidades con las cuales podemos aplicar la evaluación y las virtualidades que se obtendrán con ellas. La evaluación según su funcionalidad Las funciones que se asignan o se pueden asignar a la evaluación son diversas. Algunos autores distinguen un buen número de finalidades que es posible alcanzar mediante su aplicación, y de acuerdo con ellas determinan para la evaluación funciones tales como la predicativa, de regulación, formativa, prospectiva, de control de calidad, descriptiva, de verificación, de desarrollo, etc. (De Ketele, J.M. y Roegiers, X.: 1994,121-126). Efectivamente, es relativamente fácil hacer diferenciaciones sutiles entre unas funciones y otras, según la finalidad principal que se pretenda conseguir, y realizar clasificaciones amplias. No obstante, aquí nos vamos a centrar solamente en las dos funciones principales de la evaluación: la sumativa y la formativa, descritas en su momento por Scriven, M.S. (1967), por considerar que las otras distinciones que se hacen resultan, en definitiva, aplicaciones concretas de una de estas dos. LA FORMACIÓN Y EL DESARROLLO PROFECIONAL DEL PROFESORADO. Maestro de too, sabio de nada. La función docente Desde mediados del siglo pasado, el tema de la función docente ha sido un tema tratado desde diversas ópticas: administrativa, pedagógicas, sociales y políticas. Durante ese tiempo, el debate ha girado en torno diversos aspectos. En su forma ha sido, predominantemente, de cariz administrativo, y en su contenido, de una orientación tradición sobre la función docente, que encontramos que siempre ha estado impregnadas de creencias y valores compartidos por otras <<misiones>>, como 22 la de apostolado ( Ortega, 1990), lo que ha originado un concepto y una cultura de lo profesional de funciones y cualidades docentes basados en la idealización social de la función docente, alejados de lo que realmente afectaba al profesorado, y que otorgaba un determinado valor místico a su función. Actualmente, debido a los cambios sociales, culturales y educativos de los últimos decenios, los grandes temas que se le plantean a la función docente son los siguientes: 1. El de la transmisión de valores, ya sea para encasillarla en unas funciones de transmisor cultural de los valores perennes de una determinada sociedad o para cuestionar este papel y establecer más una función de análisis crítico de esos valores. 2. El análisis de lo que comporta asumir una profesión y una cultura profesional es una escolarización total de la población y con grandes medios de comunicación. 3. El análisis de la existencia o no de un conocimiento especializado. 4. El del exceso de funciones por la crisis de otras instancias educativas. En el presente apartado intentamos una reflexión sobre esos temas, decantándonos por una función docente en la búsqueda de una cultura profesional en la que existe un conocimiento pedagógico especializado y con una función específica en el desarrollo de la capacidad de análisis crítico de los valores sociales. Pero, por otra parte, si el hablar de funciones viene de lejos, el hablar y el escribir sobre profesión, profesionalización o profesionalismo en la enseñanza es, relativamente, u hecho reciente, o al menos con un nuevo estilo de análisis y el lenguaje, unido, en los últimos tiempos, a los debates sobre las reformas educativas, y, sobre todo, aplicando al profesorado no universitario. Es difícil no encontrar en un texto, estudio o informen el que no aparezcan repetidamente los términos profesión o profesional, lo que haya sido asumido en el lenguaje educativo, en el popular y en el profesorado. Pero a pesar de la frecuencia que va adquiriendo la utilización de estos términos, aún existe una configuración histórica de las prácticas educativas en el rol del profesorado no universitario que continúa siendo eminentemente subalterno. Por el contrario, no ha sucedido así en todo el profesorado, ya que al existir diferentes niveles (Infantil, Primaria, Secundaria y Universidad) y diversas categorías, se establecen diferentes salarios y de prestigio social, en el grado de autonomía y organización, existiendo superficialmente diversos niveles de profesionalismo, aunque es posible que esta impresión no sea más que un espejismo, producto más de los buenos deseos que de una realidad social y económica. La estratificación en diversos cuerpos y categorías genera ese proceso subalterno de los que ejercen la docencia en los niveles más bajos, pero la insistencia de nuestro sistema educativo es estableces diferencias de categorías según los niveles en que se desarrolla en trabajo es una prueba de la debilidad del colectivo, cuando debería representar una reimitación constante de demanda de unificación. Me interesa, por tanto, incidir en un nuevo concepto de la profesión y función docente que iguala a todos los que se dedican a la tarea educativa, y lo argumenta con los siguientes puntos: 1. Se trata de una actividad laboral permanente y que sirve como medio de vida; por lo tanto, el profesor/a, como profesional, será sinónimo de profesor/a trabajador/a. 2. Se trata de una actividad pública que emite juicios y toma decisiones en circunstancias sociales, políticas y económicas determinadas, lo que significa que está enmarcada en un contexto determinado que la condiciona, que, por consiguiente requiere una condición específica en diversos conocimientos y capacidades, y que, además, determina el ingreso en un grupo profesional determinado. 3. Es una actividad compartida. La educación ya no es una tares exclusiva de los especialistas, sino que es un problema sociopolítico, en el cual intervienen agentes, grupos y medios diversos. Por todo lo anterior, la función docente es el ejercicio de unas tareas de carácter laboral educativo al servicio de la colectividad, con unas competencias en la acción de enseñar, en la estructura de las instituciones en las que ejerce ese trabajo y en el análisis de los valores sociales. Pero ¿qué competencias son éstas? Como argumenta Ortega (1991), los elementos contextuales y las crisis estructurales de los actuales sistemas educativos comportan una identificación de las competencias de la función docente con una sobreabundancia o hiperrresponsabilidad de funciones y una deslegitimación, provocado por una <<profesión a la expectativa>>. De ahí, la importancia actual de un análisis y de una redefinición de las funciones docentes y de lo que comportan éstas en cuanto a su conocimiento personal. Partíamos de la base de que la función docente comporta un conocimiento pedagógico específico, un compromiso ético y moral y la necesidad corresponsabilización con otros agentes sociales, esto es así puesto que ejerce influencia sobre otros seres humanos y, por lo tanto, no puede ni debe ser una función técnica de <<expertos infalibles >>. Además cuenta también con un componente práctico, ya que los profesores y profesoras adquieren un cuerpo de conocimientos y habilidades especializadas durante un periodo de formación a lo largo de la vida profesional como resultado de una investigación en un contexto y una toma de decisiones aplicadas a las situaciones únicas y particulares que encuentran durante el desempeño de su labor. La función docente está entonces en un equilibrio entre las tareas profesionales en la aplicación de un conocimiento, el contexto con el que se aplican, el compromiso ético de su función social y la estructura de participación social, existente en este momento y en la que está comprometida. La alusión al compromiso ético es evidente. Interpretando a Tom (1980), podríamos decir: ¿Qué otro significado puede tener el hablar de la enseñanza como oficio moral sino el de poner el manifiesto no instrumental de la enseñanza misma, es decir, el hecho de que la enseñanza <<no sólo implica habilidad, sino también deberes normativos?>> Pretender puntualizar en qué consisten las tareas profesionales del a función docente abre un interrogante capital: ¿Qué se entiende por conocimiento profesional pedagógico específico. Diversos autores han tratado de analizar qué tipos de conocimientos profesionales debería poseer el profesorado. Todos ellos coinciden en la necesidad de un conocimiento polivalente que comprenda distintos ámbitos: Todo lo referente a lo que podríamos denominar el sistema educativo, los problemas que originan la construcción del conocimiento, el pedagógico general entendido como la cultura educativa, el metodológico-curricular como intervención práctica, el contextual y el de los propios sujetos de la enseñanza. Y yo destacaría la 23 importancia de conocimientos sobre el ámbito sociocultural y sociocientífico (implicaciones sociales de las ciencias y su transmisión, considerando que en la mayoría de las propuestas el ámbito contextual lo refieren normalmente al ámbito estrictamente institucional. Pero todo ello tiene peligro de querer formar el profesorado en tantos ámbitos y en tantas cosas que esa polivalencia se convierta en confusión, superficialidad y ambigüedad en el conocimiento. En los últimos años, la aportación de los colectivos de profesores a la clasificación de lo que se entiende por función docente ha sido considerable, recordemos los ya antiguos manifiestos del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid en 1975, el de Valencia en 1975, y el de la Escuela de Verano de Rosa Sensat en 1975 y 1976, en los que se hacían referencias y propuestas concretas (por supuesto en un determinado contexto):libertad de cátedra, ideológica y de expresión, cuerpo único de profesorado, formación e investigación y escuela democrática. Y si hiciéramos un recorrido histórico de este interés por la profesión y función docente encontraríamos una preocupación evidente y lógica del colectivo de profesoras y profesores, traducida en jornadas, manifiestos, reuniones, en los que se ha realizado un prolongado debate sobre la función y la formación de profesorado y la renovación pedagógica, aunque centrado predominantemente en el desempeño de la función docente en el modelo de la escuela pública. Muchos de los temas reivindicados hace muchos años continúan siendo aspectos que hay que conseguir. Un ejemplo reciente en el análisis de las características de la profesión y función docente, concretamente la aportación de los Movimientos de Renovación Pedagógica en su XIII encuentro celebrado en El Popular (Madrid) en 1992. Resulta interesante revisar el guión de discusión seguido en el bloque correspondiente a cómo se ha introducido el discurso y el lenguaje profesional y cuáles son las preocupaciones de este profesorado. El guión es el siguiente: Características Generales 1. Características específicas de nuestra profesión. a. Capacitación técnico pedagógica y práctica. Conocimientos culturales, pedagógicos didácticos, etc. Análisis y 24 respuestas a los problemas cotidianos del aula. b. Reflexión crítica. Reconstrucción crítica del conocimiento compartido. c. Trascendencia social. Relación sociedad-escuela. Competencias compartidas con los diferentes elementos. d. Práctica del consenso. 2. Marco específico de la profesión. a. Autonomía (del profesorado en una escuela autónoma). - Decisión sobre el currículo - Vinculación o un proyecto común. - Formación como reflexión sobre la práctica. - Evaluación / auto evaluación b. Globalidad (como contrapunto corporativismo). - interrelación cuestiones. entre las - concordancia entre pedagógico y las laborales. - Consenso educativa. con la al diferentes el modelo condiciones comunidad En la propuesta de éste (modelo) para la difusión, apresen en resume todos los temas que durante los últimos años han ido preocupando al profesorado. Quizá como elementos destacados subrayamos los de autonomía y globalidad, dos elementos que se introducen con fuerza y poco analizados crípticamente en el nuevo concepto de las funciones docentes en esa nueva cultura aprofesional que abogamos. Pero no únicamente los profesores sino que también la administración educativa ha tenido en cuenta esta inquietud y ha otorgado, sobre el papel, un nuevo sentido a la función docente. Así, en el libro blanco (MEC, 1989) se argumenta: el sistema educativo requiere un profesor con un alto grado de capacidad de actuación y de reflexión sobre su práctica de adaptabilidad a las situaciones conflictivas y cambiantes de aula y del contexto social. Los conocimientos propios de la profesión docente se sitúan en la intersección de la teoría y de la práctica de la técnica y del arte. Se trata de un conocimiento complejo y práctico, de un saber y de un saber hacer. Es interesante analizar la apropiación por parte de la apropiación del lenguaje de los manifiestos que comentábamos anteriormente, aunque es muy posible que estas declaraciones de principios topen, y a la vez sean contestadas con la realidad de la aplicación en la práctica realizada por la propia administración. Es interesante el análisis de la adscripción en la teoría de la administración educativa y de algunos colectivos (como algunas editoriales, algunas revistas educativas, algunos profesores universitarios, sindicatos, partidos) A un determinados proceso profesionalizador lo que ha hecho que el lenguaje y el discurso de haga “peligrosamente” común, y ha provocado, con su práctica, la adscripción a otros procesos muchas veces contradictorios. ¿Existe un conocimiento pedagógico específico? profesional En todo caso hemos visto que la especificad de la función docente está en ese análisis del conocimiento polivalente que asume altas cotas en la profesión de un determinado conocimiento pedagógico. Entiendo este conocimiento como el utilizado por los profesionales de la enseñanza, que se va construyendo y reconstruyendo constantemente durante la vida experiencial profesional del profesorado en su relación con la teoría y la practica. Pero este conocimiento no es absoluto y único, sino que admite una gradación, desde el conocimiento vulgar (tópicos, sentido común, tradiciones, etc.) Similar a lo que algunos autores denominan pensamiento espontáneo, hasta el conocimiento especializado. El conocimiento pedagógico vulgar no se da únicamente en el profesorado, sino que existe lógicamente en la estructura social, forma parte del patrimonio cultural de una sociedad determinada y se traspasa, desde la infancia, a las concepciones y acciones del profesorado. Los individuos adquieren la cultura social de su entorno; lo hacen en el interior de un núcleo humano familiar y también durante su socialización y su tránsito por la estructura del sistema educativo y social. Lógicamente, este transito supone que los individuos son conocedores de ciertas formas de enseñanza, vivenciadas como alumnos y alumnas, y de sus procesos y rutinas, lo que les permite, más tarde, en la edad adulta, opinar sobre los procesos educativos, Este hecho, aunque no exclusivamente, ha tenido derivaciones importantes en la minusvaloraciÓn de la importancia de la escuela y el concepto de la función del profesorado, que ha ido, en los últimos años en detrimento del reconocimiento social de la función docente. Pero todo esto también significa que el profesorado no tiene el monopolio del saber y, por lo tanto, ha de estar dispuesta reconocer que ejercer la profesión educativa supone estar sujeto a una constante evaluación externa asistemática y a una cada vez mayor existencia en la calidad de su trabajo. Lógicamente, este cuestionario influye en la formación de un determinado concepto social y, por lo tanto, en la justificación de una mayor o menor remuneración, en el desarrollo profesional, en el respeto social y en el desempeño del rol que corresponde como profesión en el tejido social. Pero también existe, desde mi punto de vista un conocimiento pedagógico especializado que es el que diferencia y establece la función docente y que necesita un proceso concreto de formación que reúne características específicas, como la complejidad, la accesibilidad y la utilidad social , y que todo ello, en un contexto determinado , permitirá emitir “juicios profesionales situacionales” basado en el conocimiento experencial, en la teoría y en la práctica pedagógica. Este conocimiento pedagógico especializado se legitima en la práctica profesional en una actividad laboral en una misma institución, y radica, más que el conocimiento de las disciplinas, en los procedimientos de transmisión de éstas y el los factores intervinientes que lo condicionan. El necesario conocimiento preposicional previo, el contexto, la experiencia, la implicación, la confrontación y la reflexión en y sobre la práctica provocará la precipitación de un determinado conocimiento profesional especializado. El conocimiento pedagógico especializado está, por tanto, estrechamente unido a la acción; de ahí que una parte de ese conocimiento pedagógico sea un conocimiento práctico, partir de una experiencia de suministra constante información que se procesa en la actividad cotidiana profesional. Como dice Elbaz (1981), el análisis del conocimiento del profesorado <<más bien responde al propósito de empezar a contemplar la actividad de enseñanza como ejercicio de un tipo especial de conocimientos con los que, al realizar su trabajo, afrontan todo tipo de tareas y problemas>>. Pero para que se reflexione sobre este conocimiento práctico y se elaboren procesos prácticos de mejora, son necesarios elementos teóricos, unidos a la experiencia, lo legitimen, lo cuestionen, lo analicen, etc. Si no, existe el 25 riesgo de que el conocimiento práctico sea predominante reproductor de las ideas de otros. El contenido del conocimiento pedagógico especializado de la función docente puede ayudar a establecer, de forma flexible marcos concretos para la formación del colectivo. Intentemos analizar los componentes principales de ese conocimiento pedagógico especializado. Si analizamos la función docente a la luz de ese conocimiento pedagógico especializado, ésta aparece estructurada en diversas tareas: • La primera tarea es la de profesorado como mediador en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En esta función se introduce el trabajo de tutoría de forma destacada, ya que una tarea fundamental será la de provocar y supervisar el buen funcionamiento del proceso educativo, así como la tarea de moderador de grupos de aprendizaje. • Otra tarea es la de conocedor disciplinar, que deriva de la capacidad del profesor o profesora para hacer la selección y el análisis adecuado de la disciplina o disciplinas e individualizar el significado y la validez social y formativa que contiene. Esta función va unida a la de <<planificador y proyectista curricular>>, o sea, a la intervención intencionada sobre el curriculum, conociendo y teniendo en cuenta la diversidad de componentes que intervienen en el proceso de enseñanzaaprendizaje, los vínculos y las limitaciones que la realidad social e institucional establece y los obstáculos que los condicionantes contextuales comportan. Tampoco podemos olvidar que en la función docente ese conocimiento pedagógico de planificador curricular es esencialmente colegial, no únicamente en el sentido de que ha de ser desarrollado por un equipo de personas especializadas, en mayor o menor grado y según los temas, sino también por que el acto de enseñar solo tiene significado educativo si es introducido en un contexto curricular, definido y concreto, con otras personas. El proceso de aprendizaje aparece mucho mas complejo que en el pasado, ya que ha superado la fase en la que se consideraba una simple transmisión individual de conocimientos; actualmente no puede ser llevado a cabo si no es sometido a una rigurosa evaluación colegial por parte de la comunidad educativa que toma parte en el proceso. Y no se trata de un proceso aislado, sino que forma parte de un <<ecosistemas 26 socio-cultural>>. En su interior la institución educativa se asume la difícil función de mantener el equilibrio basándose en la reflexión crítica conjunta respecto del proceso que siguen los diversos agentes educativos, los cuales, interactuando entre ellos durante el desarrollo del alumnado, constituyen el sistema formativo real y hacen complejas y a veces poco estructuradas la situaciones problemáticas de las cuales parte el proceso de aprendizaje. La labor colegial comportará el saber trabajar dentro del <<ecosistema>>, considerado un conjunto complejo de interacciones humanas. La competencia profesional necesaria en todo ese proceso educativo y en todo conocimiento especializado, se formará en último término en la interacción que se establece en un proceso consigo mismo y en el seno de la colegihabilidad , interactuando en la práctica de la función docente en un contexto determinado. He utilizado el término <<competencia>> con el significado de conocimiento profesional, pero su significado es ambiguo; ¿Qué significa ser competente en la función docente? Podemos distinguir entre los averes capacidades y conocimientos que se reciben en los procesos de formación y su aplicación a una determinada práctica. En esa aplicación, en una determinada aplicación de trabajo, es donde aparese la competencia. Pero la adquisición de capacidades o conocimientos no implica necesariamente ser competente. Por tanto, la competencia es un conocimiento adquirido que se aplica a un proceso, pero la heterogeneidad de la práctica educativa es múltiple, de modo que el concepto de competencia se aplicara al saber reflexionar, organizar, seleccionar e integrar lo que puede ser mejor para realizar la actividad profesional, resolviendo una situación problemática o realizando un proyecto. La competencia no implica homogeneidad sino aplicación diversa según la situación el saber escoger y organizarse según las capacidades y conocimientos adquiridos. La competencia es necesariamente adaptable y transferible. No puede limitarse a una tarea única y repetitiva, sino que supone la capacidad de aprender, de innovar y de comunicar los procesos de innovación, comprendiendo las diversas circunstancias profesionales y la capacidad de adaptar el conocimiento a ellas. En este punto podemos destacar la importancia en el desarrollo de competencias profesionales de la comunicación mediante la formación colegial en la práctica como desarrollo profesional. Lo anterior niega ( y está en desacuerdo con ellos) otros conceptos de competencia docente más usuales, como las características comunes que posee el docente independientemente de la situación en que éste practique la enseñanza, a menos que establezcamos una competencia genérica de la profesión, de difícil clasificación, y definamos la competencia específica que se desarrolla en el contexto y en la práctica concreta de la enseñanza. De todos modos, más que hablar de competencias necesarias, deberíamos hablar de competencias entendidas como habilidades profesionales, las cuales, además de la capacidad de trabajar en grupo, se van interiorizando en el pensamiento teórico y práctico del profesorado por distintas vías, entre ellas la formación desde la propia experiencia. Es interesante mencionar en este apartado, como elemento de reflexión, el informe norteamericano, de tinte conservador, la nación el peligro, elaborado en 1981. En el que se analizaba la situación educativa norteamericana, calificándola de <<desarme unilateral educativo>> provocado por la <<feminización, pasividad y pasotismo del profesorado>>, y donde se propone cono uno de los remedios a ese desarme – que tiene como consecuencia un gran aumento de letrados- el establecimiento de una carrera docente con diversas etapas de formación permanente: Instructor principiante, docente experimentado y docente profesor. Estemos o no de acuerdo con tal gradación, es obvio que enfatiza la necesidad de un desarrollo profesional basado en la formación del colectivo. Pero el establecimiento de carreras docentes o etapas estereotipadas, méritos por formación, etc., no puede hacer olvidar una de las más importantes funciones o tareas docentes: la de la persona que analiza y propone valores, impregnados de contenido ético e ideológico. La dimensión educativa de la función docente parece mas clara si se considera el proceso de educación como el desarrollo de la capacidad de analizar y confrontar, en todas las situaciones y problemas, los comportamientos propios con la conciencia colectiva, con el fin de analizarla y transformarla según nuevos modelos de vida a la luz del sistema de valores que se va creando. El alieneamiento profesional de la función docente tiene lugar cuando se le quiere marginar de esta importante función (analizar críticamente y proponer valores) aumentando el control del trabajo y construyéndose discursos morales estereotipados. La función de analizar y proponer valores es una tarea educativa compleja y a veces contradictoria, ya que la formación de los individuos no se conseguirá únicamente mediante la simple interacción social, que en una sociedad pluralista y democrática presenta aspectos altamente dilemáticos, sino también teniendo como referencia puntos de carácter ético, inherentes a la naturaleza humana y en los que se coincide con otros agentes sociales que inciden en esa proposición de valores. Cuando se dice que la escuela padece una crisis de valores se hace patente tal contradicción. Además, si situamos la función docente en el marco de los condicionantes que comentábamos anteriormente encontraremos que ésta, en las próximas décadas, deberá desarrollarse en una sociedad cambiante, con un alto nivel tecnológico y un vertiginoso avance del conocimiento. Ello implica no únicamente la preparación disciplinar curricular, mediadora, ética y colegial, sino también la necesidad de un importante bagaje sociocultural y de otros elementos que hasta este momento no se incluían en la profesión, como los intercambios internacionales. Será necesario, pues, formar y auto formar al profesorado en el cambio y para el cambio. <<La polémica culturalismo-profesionalizo no es baladí; hay quien basa la ausencia de una formación crítica y la oportunidad de construir su propia realidad teórica en la progresiva desaparición de conocimientos sustantivos en el proceso de formación docente; la pasión por lo metodológico, a su vez, contribuye a la formación de generaciones de profesores más preocupados por el control del aula que por el aprendizaje en sí, convirtiéndolos, como compensación de su incapacidad para enseñar en policías de sus propias clases>> (Aronowitz, 1973).El desarrollo del conocimiento profesional necesita, para no convertirse en controlador y controlado, de una formación crítica de la realidad social. Esa creciente complejidad origina que la función docente también se haga, en concordancia, más compleja, superadora del interés técnico aplicado al conocimiento profesional, en el cual la profesionalidad crítica está ausente, ya que el profesorado se convierte en instrumento mecánico y aislado de la aplicación y reproducción, únicamente con habilidades y aplicación técnica. Esto provoca una cultura de alineamiento profesional, una profesionalización que tiene 27 como consecuencias el esperar las soluciones de los <<expertos>> y una inhibición de los procesos de cambio entre el colectivo, o sea, una dependencia y una pérdida de profesionalizada y colegialidad y un proceso acrítico de diseño y desarrollo del trabajo. (Cuadro 1-Características profesionalidad restringida y (hoyle, 1974) de la desarrollada) Profesionalidad restringida Profesionalidad desarrollada • Destrezas profesionales derivadas de experiencias. • Destrezas derivadas de una reflexión entre experiencia y teoría. • Perspectivas limitadas o a lo inmediato en tiempo y espacio. • Perspectivas que abarcan el más amplio contexto social de la educación. • Sucesos y experiencias del aula percibidos aisladamente. • Metodología fundamental introspectiva. • Valoración de la autonomía profesional. • Limitada participación en actividades profesionales no relacionadas exclusivamente con la enseñanza en el aula. • Lectura poco frecuente de literatura profesional. • Participación en tareas limitadas de formación a cursos prácticos. • La enseñanza es vista como una intuitiva. actividad • Secesos y experiencias del aula percibidos en relación con la política y con las metas que se tracen. • Metodología basada en la comparación de los compañeros y contrastada con la práctica. • Valoración colaboración profesional. de la • Alta participación en actividades profesionales adicionales con sus enseñanzas en el aula (por ejemplo participación en actividades de los CEP, asociaciones profesionales, investigación…) • Lectura regular de literatura profesional. • Participación considerable en tareas de formación que incluyen cursos de naturaleza teórica. • La enseñanza es vista como una racional. actividad La función docente ha de superar, con la creación constante del conocimiento pedagógico, esa práctica encorsetada y asumir su verdadero protagonismo en los procesos de profesionalización. La función docente debe reunir las características de los procesos técnicas, científicos, sociales y 28 culturales, su correspondiente contextualización, en una determinada praxis. La función docente podrá introducirse en este sentido en una profesionalidad amplia (Stenhouse, 1984) o una profesionalidad desarrollada (Hoyle, 1974), en contra posición a una profesionalidad restringida. Exponemos en el las características de la profesionalidad restringida y la desarrollada, analizadas por Hoyle (1974). No podemos ser excesivamente utópicos y obviar las condiciones que aún se mueve la función de enseñar en el desarrollo de sus tareas. Tales condiciones no favorecen una nueva cultura profesional que necesita de un colectivo <<mas equilibrado>> profesionalmente, y no inestabilidad introducida por el propio colectivo, falta de gratificaciones morales provocadas por el mismo profesorado en el seno de la institución y aislamiento en el aula, todo lo cual que repercute en la práctica profesional y en la negación de la cultura profesional colectiva. Todo esto significa replantarse cuestiones como el ambiente de trabajo del profesorado, la tendencia a la rutina formal por el desarrollo de un limitado número de esquemas prácticos, la limitación y la auto limitación de las atribuciones, su incentivación laboral la búsqueda de indicadores de rendimiento, el predominio de una cultura pedagógica llena de misticismos, la soledad educativa, su escasa formación inicial (muy estandar) la gerarquización y burocratización crecientes, el bajo auto concepto profesional, el tratamiento de la violencia del alumnado, la falta de control inter e intraprofesional y la posible desvaloración de la acción pedagógica por parte de los padres y del mismo colectivo profesional. Existe el riesgo de que el colectivo profesional auto persiva la función docente como <<un prestigio declinante>>. Sería la paradoja de asumir una desprofesionalización individual y colectiva previa y sentida, antes de iniciar un concepto colectivo profesional. Otro factor que no ayuda a la cultura profesional crítica es la no definición explicita de sus funciones profesionales lo que lleva a asumir una superresponsabilidad y la consiguiente de debilitación de funciones, eso es, <<un perfil profesional difuminado>>, según palabras de Ortega (1990), el cual significaría como consecuencia, y según mi criterio una formación también difuminada. Es asimismo necesario un cambio consustancial de muchos procesos de profesionalización mediante la formación como las nuevas exigencias respecto al aprendizaje a las organización, a los llamados temas transversales, la presión a favor de una educación para la productividad y a la asunción de responsabilidades educativas que corresponderían a otros agentes de socialización. Lundgren (1988) argumentaba ante la conferencia de ministros de educación europeos del Consejo de Europa (1987), que <<una medida cuya adopción tendría gran importancia sería aclarar las competencias respectivas de políticos, administradores, directivos, profesionales y docentes>>. Si no se sabe por qué se hacen las cosas, difícilmente se podrá establecer conjuntamente como establecer conjuntamente cómo hacerlas bien. Otro aspecto que no podemos olvidar en la caracterización de la función docente es la procedencia de sus profesionales y sus características sociales. Diversos estudios analizan los estratos sociales de donde procede el profesorado y la alta feminización de la profesión. Estos últimos fenómenos se han analizado desde diversas pe de perspectivas, pero sobre todo, desde el concepto de la proletarización, como consecuencia de una profesión de poco prestigio social y laboral que provoca un gran malestar del profesorado. Es, por tanto, necesita una revisión de quienes acceden a la profesión. Tampoco podemos olvidar que la profesión de enseñar es predominantemente femenina, y que ello influirá en la cultura profesional. Respecto a la feminización, tiene razón Abraham (1986) cuando argumenta que <<…El silencio que rodea la feminización de la enseñanza es significativo. Con la poca atención que se le presta el profesorado aparece como un ser humano desprovisto de sexo y la feminización de la profesión es ignorada por completo >>. No es mi intención entrar en profundidad en este debate, pero sí considero constatar un hecho característico de la profesión que comporta diferencias con otras profesiones, por el rol que asume la mujer en la sociedad y que comportará aspectos significativos en la formación y en el desarrollo profesional. Este hecho conduce a una reflexión arriesgada que no quiero eludir; se trata de la importancia de la formación del profesorado para superar situaciones perpetuadotas a realidades educativas y formativas concretas: la estructura jerárquica sexuada, la concepción social y la desvalorización por el sexo, la alimentación y el sentimiento del trabajo, etc. La formación asumirá una importante función de revulsivo crítico al evidenciar contradicciones internas de la profesión, y todo ello puede significar un camino para el cambio en las posturas y relaciones entre los profesionales, de uno u otro sexo. Pero esta posibilidad se cambió en el sector educativo no puede plantearse seriamente sin un nuevo concepto, un nuevo proceso y una nueva mentalidad de profesionalización del profesorado, de olvido de misticismos ;no será posible sin una nueva política educativa sin tener en cuenta las necesidades personales y colectivas del profesorado. La formación puede ayudar a este cambio cuando genera procesos d análisis y solución de una verdadera autonomía y cuando es intrínseca al proceso profesional, y hay que establecer los mecanismos para que sea así. La formación que recibe el profesorado ha de ser uno de estos canales innovadores. Aun así hay que recordar que los cambios en la formación y que se realizan a medio y largo plazo, ya que, para favorecer el cambio y la innovación se necesita la intervención de muchos elementos sociales y culturales del contexto. Todo ello sin olvidar las diversas relaciones de control social y poder que existen alrededor de la educación y la formación. Si la cultura profesional del profesorado está en relación directa con el ejercicio de su práctica profesional, también está mediatizada por una red de relaciones de poder. Pero la profesionalización ha de servir para generar un poder interno que posibilite la colegí habilidad, no el privilegio. Si la práctica educativa es un proceso constante de estudio, de reflexión, de discusión, de confrontación, de experimentación, conjunta y dialécticamente entre el contexto y el colectivo de profesores y profesoras, se acercará cada vez más al interés emancipa torio, crítico, asumiendo un determinado grado de poder que repercute en el gobierno de sí mismos. Evitaremos así lo que nos advierten Carr y Kemmis (1988): que, << la práctica educativa se convierta en instrumental, en una actividad técnica, bajo el aspecto de una teoría educacional cada vez más <<pura o académica>> y no controlada por el colectivo, sino por elementos que, aunque hayan salido de él, permaneces fuera de los procesos de profesionalización>>. En este libros interesa destacar los aspectos en los que ya hacíamos incidencia: el desarrollo profesional del profesorado, tanto en la formación inicial como en la permanente, en una cultura profesional que desarrolla un visión del profesorado como elemento activo, agente social y profesional crítico que colabora y se confronta con otros profesionales. 29 Pero antes de continuar desarrollando el concepto y las características de esa formación en esa nueva cultura, es necesario abrir un paréntesis e introducir en el análisis previo respecto a que en el desarrollo y la formación profesional del profesorado predomina una orientación, un enfoque o perspectiva. Las prácticas formativas, tanto iniciales como permanentes, son la respuesta a una determinada orientación, que incluye ideologías diversas sobre la educación, la cultura, la estructura social y las relaciones entre los elementos sociales. Su diagnóstico será imprescindible para entender las concepciones y las prácticas formativas y profesionales. 30 FORMAR PARA LA DOCENCIA EN LA EDUCACIÓN NORMAL Ruth Mercado LA FORMACIÓN PARA LA DOCENCIA DE LOS FUTUROS MAESTROS En este trabajo parto de la idea de que la formación para la docencia sería el eje de la preparación profesional de los futuros maestros. Parece obvio que ese es el principal objetivo de la formación inicial de maestros; es decir, éstos van a capacitarse para ejercer como docentes, como enseñantes. Esta afirmación conlleva un debate sobre las diferentes concepciones de docencia que estarían en juego. En diferentes planes de estudio, aunque con distintas interpretaciones, han existido tres ejes que sustentan la formación de futuros docentes. Esos ejes remiten a la formación científica, a la pedagógica y a la función social que deberá desarrollar el futuro educador. Los diferentes currículos de la formación inicial de los maestros en la historia educativa del país privilegian una u otra de esas dimensiones. En el plan de 1975, por ejemplo, parecía haber un fuerte énfasis en la formación pedagógica, entendida como el entrenamiento en el currículum y materias propias de la educación básica y sus correspondientes didácticas. En el plan actual para las licenciaturas en educación básica, la mayor parte de los espacios curriculares está ocupada por las líneas predominantes en el tronco común, es decir, las consideradas con contenidos científicos como la social y la psicológica. En este caso, ahí parece ubicarse una parte del carácter científico de la futura docencia que, según el plan, posteriormente se confrontará con la experiencia empírica en el Laboratorio de Docencia. Otra parte del carácter científico de la formación en el plan vigente parece depositarse en la actual orientación curricular tendiente a que el futuro maestro se vuelva investigador. Este aspecto, en particular, lo trataré más adelante. En este mismo currículum, la dimensión social del ser maestro se ha traducido en proyectar la docencia hacia el contexto local. Se supone que la docencia, desde la formación inicial, debe vincularse más con las expectativas y necesidades locales y no reducirse sólo al aula. El plan actual, por ejemplo, incluye cursos que promueven fuertemente la relación de la escuela con la comunidad, como la materia de Comunidad y Desarrollo. Desde la perspectiva antes señalada, proponer que la formación inicial esté centrada en el ejercicio de la enseñanza parecería cuestionable. Sin embargo, la orientación hacia la función de enseñanza no implica que ésta sea concebida como la ejecución de las técnicas necesarias para transmitir un conocimiento. Esta visión supondría concebir al maestro como un operario de la enseñanza (Reyes, 1991) y a la docencia como una actividad instrumental.Entiendo la enseñanza como un trabajo que se desarrolla en condiciones específicas y que el conocimiento de éstas es indispensable para ejercerlo. Asimismo, la enseñanza involucra al maestro en distintos niveles de elaboración y análisis sobre lo que hace, en función de la intervención y los procesos propios de los alumnos, y del medio en el que trabaja. Así, el conocimiento acerca de la influencia de los alumnos en el trabajo de enseñanza es indispensable para ejercerlo. Además, al enseñar, los maestros se apropian de los saberes indispensables para ese oficio mediante procesos que implican actividades sociales y cognitivas; por ejemplo, para seleccionar y probar alternativas y jerarquizar contenidos. Es necesario conocer este tipo de procesos, además de las propuestas didácticas y de las aportaciones más recientes acerca del aprendizaje, para formarse en la docencia. Concebida de esa manera, la enseñanza no tiene nada de simple o puramente instrumental. Los procesos involucrados en la enseñanza, actualmente son objeto de estudio de distintas disciplinas. Esos estudios nos permiten conocer, estro otros aspectos, algunas de las herramientas de acción y de pensamiento referidas específicamente al oficio de la enseñanza (Erickson, 1984; Clark Peterson, 1990; Shön, 1991;Mercado, 1991,1994; Talavera, 1992; Luna, 1995, entre otros). Los conocimientos producidos en ese tipo de estudios se desarrollan continuamente en diferentes partes del mundo. Esos conocimientos deberían ser una parte importante en la formación científica de los maestros, pues se refieren al aspecto más especializado de su futuro trabajo, que no se agota en la sola aplicación de las didácticas. Destacar la formación especializada que requiere la docencia no significa eliminar el carácter social que ésta puede tener. Estudiar los procesos involucrados en la enseñanza implica conocer sus múltiples relaciones con la vida fuera del aula. Para ello es importante 31 conocer, por ejemplo, las perspectivas de investigación que cuestionan la supuesta individualidad de la enseñanza “aislada por los muros de las aulas”. Algunos importantes estudios al respecto nos muestran cómo el aula no es un espacio cerrado, las prácticas que se realizan en ella son sociales, reciben influencias del contexto local y a su vez inciden en él a través de los sujetos mismos. En el aula tienen lugar procesos donde necesariamente están presentes los diversos referentes culturales que, como sujetos sociales, los alumnos y los maestros llevan a ella. (Descombe, 1980; Valentinez, 1982; Paradise, Candela, 1992; Willis, 1980). Suponer que el “sólo enseñar” niega la función social del educador, implica ignorar el valor social que puede tener un trabajo de enseñanza informado, competente y significativo para los escolares de nivel básico. Por ello es de la mayor importancia política y académica asignar un lugar central al desarrollo de la competencia docente, es decir, del saber enseñar a partir de conocer qué es la enseñanza en la formación inicial de los maestros. Esto sería socialmente más productivo que pretender añadirle cientificidad a la docencia engrosando el currículo y agregarle valor social supeditando la función docente a otras como la de desarrollo comunitario. Otra cuestión en debate es a través de qué medios lograr una ejercitación práctica para la docencia durante la formación inicial de los futuros maestros. Algunos planes de estudio anteriores al que se comenta enfatizaban, en diferentes versiones, el estudio de la didáctica, generalmente entendida como el dominio de técnicas de enseñanza para después aplicarlas en los grupos escolares en las llamadas prácticas. Esas prácticas parecían más una representación que un entrenamiento real para los maestros en formación. Esto se debía, en parte, a que el diseño de las prácticas estaba alejado de los maestros y los alumnos del grupo donde se realizarían, así como de la vida y los problemas reales en el aula. Esas prácticas también estaban diseñadas tomando las categorías propias de la didáctica como si éstas en realidad ordenaran las relaciones de los maestros y los alumnos de un grupo. Por ejemplo, “cómo se motiva”, “cómo se prepara el material”, “cómo se presenta” o “cómo se mantiene el control del grupo”. Las formas en que los niños de un grupo se relacionan con un objeto de conocimiento, y al mismo tiempo, con sus 32 pares, con los materiales y con su maestro rebasan las categorías mencionadas. Aunque el tratamiento descrito para el ejercicio práctico en la formación inicial no ha cambiado de manera importante, hay aspectos que han sido superados por algunos programas del actual currículum, como veremos más adelante. La formación teórica para la docencia se sigue encontrando separada de la enseñanza, entendida sólo como la parte práctica. Romper esa separación requeriría que las prácticas de los estudiantes se apoyaran en el conocimiento de los productos de la investigación educativa que toma como objeto de estudio a la enseñanza en las condiciones cotidianas del aula (Lortie, 1975; Woods, 1980; Rockweell, 1982; Bolster, 1983; Ball, 1984; Doyle,1984; Halkes y Olson, 1984; Hammersley y Woods, 1984; Delamont, 1985; Clandinin, 1986; Bostrom, 1991; Trento, 1991; Mercado, 1994ª,1994b). Asimismo, vincular ese conocimiento sobre la enseñanza con las prácticas de los estudiantes, implicaría concebir a éstas como ejercicios en los que se aprende y no sólo se aplica lo que ya se conoce. LA COMUNIDAD NORMALISTA Y EL ACTUAL PLAN DE ESTUDIOS En esta parte trataré algunas de las implicaciones que ha tenido, para los estudiantes y los docentes de normal, la orientación curricular vigente que parece tratar de convertirlos en investigadores. La línea pedagógica de este currículum, introducido en la reforma de 1984, incluye, principalmente, las materias de Observación de la Práctica Docente y el Laboratorio de Docencia, (introductoria y del I al V después). El trabajo en esas materias, que van del primero al último semestre de la carrera, se centra en el entrenamiento en metodologías de observación, según ésta se desarrolla en diferentes perspectivas de investigación cualitativa. En ciertos aspectos, este currículum supera la idea de docencia como mera aplicación de técnicas de enseñanza. Se supone, más bien, que la docencia puede conocerse mediante la observación y análisis que de ella hagan los estudiantes a través de prácticas llamadas de investigación. Las acciones llevadas a cabo han tenido ventajas y desventajas para los maestros y alumnos de normales. Sus repercusiones no han sido analizadas, aunque ya pueden identificarse tendencias que deben atenderse en el futuro. a) La formación de los estudiantes: ¿futuros investigadores o aprendices de docentes? Las materias de la línea pedagógica del actual currículum propician que los estudiantes conozcan la vida real en las escuelas. Ese es un logro importante que sería necesario considerar en planes futuros, aunque no bajo la línea de la formación orientada hacia la investigación. En la formación para cualquier profesión es indispensable familiarizar a los aprendices con las condiciones reales de trabajo que van a ejercer; así tendría que ser también en la formación de docentes. Las dinámicas de relación social propias del contexto escolar, los imprevistos que afectan al trabajo, las condiciones reales en que los maestros desarrollan sus tareas, son circunstancias a las que necesitan acercarse directamente los futuros maestros. Sin embargo, las potencialidades formativas para los alumnos, y aun para sus maestros, de acercarse a la vida escolar, se ven limitadas por las características de las observaciones en el actual currículum de la licenciatura en educación básica. Los contenidos y la metodología de las materias de observación y análisis de la escuela no se articulan en torno a la formación para la docencia. El diseño de esas materias pretende llevar a los estudiantes a que, mediante la observación “critica”, investiguen la práctica docente y la analicen. La orientación de las materias referidas al área pedagógica, más las de investigación educativa y el tratamiento de la relación de la escuela con la comunidad, en algunas otras materias del plan muestran claramente la aspiración de formar para la investigación. Son muchas las materias que implican constantemente entrenamiento en técnicas de observación asociadas sobre todo con la investigación. Dicha orientación implica que el estudiante se acerque a la escuela no como aprendiz de maestro, sino supuestamente como investigador en ciernes. El acercamiento al trabajo escolar mediante las materias correspondientes, no provee una formación para la docencia y lo grave es que se supone que sí lo hace. Acercarse a los procesos reales que se desarrollan en las aulas supondría un tratamiento muy diferente al que se está dando en las normales a la observación y análisis de las prácticas educativas. Ese tipo de observación tampoco entrena realmente para la investigación, ya que ésta no se reduce a la aplicación de técnicas. Además, el supuesto entrenamiento para la investigación se ve limitado porque las observaciones responden a concepciones altamente evaluativas sobre lo que pasa en las ecuelas, en las aulas y aun en las comunidades. Las observaciones que registran los estudiantes sustituyen cualquier descripción por apreciaciones como: “maestro tradicionalista”, “la pasividad de los niños”, “el desinterés de los padres por sus hijos” o “una apatía de la comunidad hacia la escuela”. La tendencia a la calificación de lo observado, a partir de los valores propios, ocurre en las normales como consecuencia de dos aspectos, principalmente. Por un lado, así se concibe el carácter “crítico” que supuestamente debe darse a la formación de los alumnos, según el plan actual. Por otro lado, ese énfasis evaluativo se deriva de trasladar prácticas que tienen cierto sentido en el ámbito de la investigación, al espacio particularmente prescriptito de la formación de maestros. En el ámbito de la investigación cualitativa, en particular la etnográfica, la observación no tiene sentido de calificar o criticar, sino de conocer. Los procesos involucrados en la docencia, que son los estudiados por la investigación, no resultan obvios a la observación. Explorar y analizar esos procesos es posible a través de investigación de mediano y largo plazos, que se debata con otros desarrollos y con los propios supuestos del investigador. En el contexto de la formación, difícilmente puede evitarse comparar lo observado con el modelo hacia el cual interesa llevar a los estudiantes. No obstante, en la actual observación en las normales, no queda explícito para los alumnos y los maestros que se está comparando y evaluando contra un modelo propio incuestionado. En cambio, idealmente, la formación de investigadores en perspectivas que se apoyan en la observación implica trabajar aspectos epistemológicos, teóricos y metodológicos implicados en la involuntaria comparación que suele hacerse al observar. Si ese trabajo no se hace, puede suponerse que uno está conociendo directamente “la realidad” de la vida en las escuelas, en las aulas y en las comunidades mediante las observaciones mismas. Sin embargo, el punto en cuestión no es cómo preparar mejor a los estudiantes para que sean buenos investigadores en las perspectivas cualitativas arriba señaladas. Más bien, habría que cuestionar el que la formación para fines de investigación sea el objeto de la educación normal. Los aportes de 33 la investigación sobre los procesos constitutivos del trabajo en el aula deberían ser básicos para la formación de docentes, pero no apta para que ellos los investiguen, sino para que sean usuarios competentes de tales aportes. En ese sentido, subrayaría que una es la formación que se requiere para ser docente y otra la que se necesita para ser investigador o para ejercer cualquier otra profesión. Son trabajos distintos. No estoy afirmando que los maestros no puedan ser investigadores; por el contrario, es necesario que a la investigación educativa lleguen cada vez más maestros que pasen por la formación necesaria. Lo que está en cuestión es por qué todo maestro debe ser investigador, como si se pensara que “sólo” ser maestro no es suficiente. Esto implica una velada devaluación de la docencia frente a la investigación. En la línea que promueve la formación de maestros-investigadores, una idea importante es que ser maestro debe implicar el análisis de la propia práctica para mejorarla y que algún nivel de investigación es inherente al trabajo del educador. Nadie negaría la pertinencia de potenciar esa relación del sujeto con su práctica, pero eso no necesariamente conduce a la formación para hacerse investigador. Como oficios distintos, la investigación y la docencia se realizan en diferentes condiciones y ambas se concretan en tareas específicas distintas. Por lo tanto, la preparación profesional y las condiciones materiales centrales para que uno y otro trabajo se realicen tienen que ser diferenciadas. Es indispensable que los currícula para la educación normal permitan formar maestros que cuenten con la mejor preparación posible como docentes. Con la orientación curricular actual, no se están preparando profesionales para la investigación ni para la docencia. No es pertinente priorizar el entrenamiento de los futuros maestros de primaria, en la observación participante, en la investigaciónacción y en las llamadas técnicas etnográficas y omitir prepararlos para el trabajo pedagógico en escuelas unitarias, bi-docentes o tri-docentes que, actualmente, son más de 30 por ciento de las primarias del país. Al respecto, la investigación de campo nos muestra profesores recién egresados de normales que, al enfrentarse a un grupo multigrado, no cuentan con la competencia docente para atenderlo. No han tenido acceso a los desarrollos actuales que proponen visiones informadas al respecto, ni a las 34 soluciones pedagógicas construidas por generaciones de maestros en nuestro país para trabajar en esas condiciones y aprovechar sus ventajas. b) Los docentes de normales: ¿formar investigadores o futuros maestros? La introducción del currículum actual, con la orientación señalada, tuvo repercusiones en el trabajo de las plantas docentes de las normales; éstas se encontraron ante los nuevos contenidos, sin la formación necesaria para trabajarlos. Sin embargo, en cada normal y región del país, los maestros están creando sus propias formas de resolver el problema. En el trabajo diario de las normales durante estos años, los maestros han hecho ajustes al plan actual, algunos de ellos imprevisibles, muchos aún desconocidos. En las academias, en los seminarios y talleres organizados por diferentes vías en las normales, los maestros han discutido los programas y las metodologías, propuesto distintas interpretaciones, buscado materiales y apoyos académicos, y probado formas para llevar adelante las nuevas materias. En mi trabajo con docentes de normales sobre algunas materias, una de las preocupaciones que han manifestado se refiere al énfasis del currículum actual sobre la observación de las prácticas escolares. Los maestros relatan cómo, al introducirse el nuevo plan, los programas traían nuevas nomenclaturas sin mayores explicaciones. Ya no era la didáctica, sino laboratorio de docencia, observación y análisis de la práctica. Habría que indagar sobre ese lenguaje poco conocido, sobre esos autores, sobre las técnicas de investigación que ahora tenían un lugar importante para formar a los futuros maestros. ¿Cómo podían los maestros formar a los alumnos para investigar la docencia propia y ajena, con las complejidades que esto implica, si ellos mismos nunca lo habían hecho, ni podrían hacerlo sólo con proponérselo? No obstante, lo han intentado, y eso ha sido una ventaja, porque sus búsquedas lo han puesto en contacto con perspectivas, materiales y visiones académicas variadas que enriquecen su formación. Lo que está en cuestión es hacia dónde los ha conducido en el trabajo con los estudiantes para su futuro ejercicio como maestros. Actualmente la docencia de los maestros de normal, en casi todas las materias, se ha centrado en conducir a los estudiantes hacia las metodologías propuestas en los programas correspondientes para hacer observación. Esa conducción está marcada por el carácter evaluativo de las observaciones mismas. Los estudiantes tienen que identificar problemas en el aula, en las escuelas y en las comunidades que observan. ¿Cuáles son esos problemas? Aquello que “está mal” y que se identifica desde lo que estudiantes y maestros suponen como “buena” enseñanza, “buena” escuela o “buena” comunidad. Pero los alumnos se están preparando para ser profesores y esto no se logra mediante la calificación de la docencia ajena, antes de saber más sobre ésta; como por ejemplo, bajo qué condiciones y sobre qué procesos se sustente. En ese sentido, es válida la preocupación que manifiestan los docentes de normales. ¿Están formando maestros o investigadores?, ¿o ninguna de las dos cosas? Por otra parte, el seguimiento de la ejercitación práctica de los estudiantes en los grupos escolares, mediante las supervisiones de prácticas en los últimos semestres, se da bajo condiciones que no permiten profundizar en los aspectos pedagógicos específicos. Muchos maestros de normales reportan que el seguimiento de las prácticas de los estudiantes consiste principalmente en revisar el plan de clases que éstos les presentan para su calificación y que en el momento de la práctica se espera que la clase responda a esa planeación. Esas clases ideales y su análisis no incluyen la consideración de aspectos tan básicos como las características del grupo con el que se practica, la diversidad de las respuestas y producciones de los niños, sus formas de trabajo y de relación con el docente y entre ellos, la relación que tienen con los materiales pedagógicos, etcétera. Estos elementos, entre otros, conforman el contexto particular del grupo, donde adquiere significado cualquier intervención, pero son ignorados en las prácticas de los estudiantes. La supervisión que los docentes de normal tienen que hacer a las prácticas de los estudiantes, ya en el grupo escolar, no incluye la posibilidad de cuestionar el modelo contra el que se están comparando las acciones del maestro de grupo, las de los niños o la actuación del mismo estudiante que practica. Por otro lado, hay fuertes limitaciones para realizar las supervisiones a las prácticas. Una de éstas es que todo el grupo, o varios grupos de la normal a cargo de un mismo docente, practican en distintas escuelas. Ante ello, sus maestros se esfuerzan por visitarlos a todos “aunque sea una vez”. Esas condiciones propician el énfasis en la revisión de los planes, muchas veces reducidos a formatos iguales para todos, más que el análisis de lo que ocurre entre una planeación ideal y una clase real. Las mismas condiciones en que se hace la supervisión provocan, muchas veces, que la clase en que practican los estudiantes se valore mediante las observaciones que hacen sobre ella los mismos compañeros; éstas generalmente responden a las mismas categorías ya dadas como de “buena didáctica”. El problema es que tales categorías no se analicen en sus diversas significaciones posibles. Por ejemplo, qué quiere decir si hubo “control del grupo” por parte del practicante o no y por qué esta categoría, entre otras, están tan consagrada en el medio normalista. LAS NORMALES Y LA INVESTIGACIÓN En esta sección trato del problema de la investigación, definida como función sustantiva en las normales, una vez que éstas se instauraron como instituciones de educación superior. Analizo algunas de las consecuencias que tuvo la expectativa de desarrollo académico en normales, depositada en la realización de investigación. La posibilidad de ese desarrollo se propuso en un plano irrealizable y se basó, principalmente, en la pretensión de conjugar la docencia y la investigación en cada maestro, bajo el supuesto de que con ello se convertirían tanto en investigadores como en mejores docentes. En ningún momento, desde que se implantó el nuevo plan, se propiciaron en las normales las condiciones indispensables para desarrollar investigación. Los maestros de plante han estado ante la exigencia de hacerse investigadores sin contar, como es voz pública en los planteles, con las condiciones mínimas para ello. Entre esas condiciones se encuentra, en primer término, la de contar con formación de postgrado pertinente para llevar a cabo tareas de investigador en cualquiera de las perspectivas posibles en educación. En segundo lugar, para ejercer como investigador se requiere contar con una infraestructura material (igual que todo oficio requiere las suyas), de la cual no fueron dotadas las normales. Se trata de recursos como los acervos bibliográficos nacionales e internacionales y los equipos de cómputo, entre otros. Asimismo, esos recursos deben acompañarse de las capacitaciones necesarias para su uso, ya que por ejemplo la misma búsqueda bibliográfica implica entrenamiento 35 y práctica para acceder a redes de comunicación formales e informales que permitan el conocimiento de producciones paralelas. En tercer lugar, se necesita contar con la mayor parte de la jornada laboral para dedicarla a las tareas cotidianas del oficio, a saber, la lectura y escritura constantes, así como la recopilación de material empírico y bibliográfico. Este tipo de actividades son difícilmente realizables en el contexto de las normales, en el tiempo que resta del trabajo docente y administrativo que desarrollan los profesores. Por otro lado, cabe preguntarse si la investigación tendría que ser una función de igual importancia que la docencia en una institución, precisamente, formadora de docentes. En ese sentido, habría que revisar la actual aspiración que, a partir de la última reforma, parece predominar en las normales, y que para los maestros ha sido consigna: que cada uno de ellos se convierta, necesariamente, en investigador. Parecería haber, en el fondo, un menosprecio implícito al desarrollo de la profesión docente frente a la que se considera superior, la de investigador. Hay, en cambio, muchos aspectos referidos al conocimiento y ejercicio de la docencia que no son estudiados, ni están actualizados entre los docentes de las normales y, por lo tanto, tampoco entre los alumnos. Es éste un campo en el cual deben centrarse los esfuerzos más importantes para la actualización del profesorado de normales. Con esto no se propone eliminar la investigación que ayude a conocer los desarrollos más actualizados acerca de la enseñanza y el aprendizaje, entre otros. Lo que se afirma es que no son los propios docentes de normales quienes deben realizar esa investigación para poder conocer más de la docencia. Es cierto que los maestros construyen un conocimiento sobre la práctica docente al ejercerla cotidianamente, pero eso no significa que tengan que dedicarse a ser investigadores. Haber pretendido tal cosa ha implicado que muchos maestros que no están interesados en diseñar proyectos de investigación, que además no saben cómo llevarlos a cabo, se vean presionados para hacerlo. Muchos de ellos dudan actualmente de que los esfuerzos que han dedicado para tal fin les hayan servido para ser investigadores o mejores docentes. En esos casos están profesores cuya experiencia y saberes docentes en la formación de maestros 36 no encuentran espacios de actualización y de producción pertinentes para ese campo. Además, los productores que se han derivado de los proyectos que se han desarrollado en la educación normal a nivel nacional, no presentan, en muchos casos, una mínima calidad como investigaciones. Y no podría ser de otra manera, dados los problemas señalados. Por lo tanto, se desperdician los esfuerzos intentando convertirse, por sus propios medios, en investigadores. En ese sentido, si debe realizarse investigación en las normales como instituciones de educación superior, tendría que desarrollarse en una instancia, dentro de la institución, cuyo trabajo se diseñe para tal fin y que cumpla con las condiciones arriba descritas. A esa instancia pueden integrarse los maestros que han obtenido una formación y desarrollado intereses de investigación que deberían ser retomados y mejorados, proporcionándoles los recursos necesarios. CONOCER Y SABER USAR LA TELEVISIÓN Pérez Tornero José Manuel (1994) La televisión nos parece casi natural, de tan integrada que está en nuestra vida cotidiana. Por eso, tal vez, tenemos la peregrina idea de que sus mensajes se captan intuitivamente, sin dificultad, sin preparación previa… Sin embargo, no es cierto: usamos la televisión tras un aprendizaje complejo –y poco conocido- que se inicia con el primer contacto con la pantalla y consciente y que, en consecuencia, no nos ayuda ni a comprender mejor el medio ni a usarlo de un modo creativo. Para romper con ese silencio que, sin apenas manifestarlo va conformando nuestra mentalidad, hemos de intentar construir y modelar conscientemente la competencia televisiva, es decir, la facultad con la que asimilamos el mensaje de los televisores. A ello nos dedicaremos en este capítulo. 1.1 Una irrupción apresurada Lo saben bien los historiadores de los medios de comunicación: La televisión, en comparación con la imprenta –el libro y la prensa- el cine o la radio, ha sido el medio que más impacto ha conseguido en la sociedad en menos tiempo. Su emergencia ha sido abrupta. En apenas algo más de cuarenta años de existencia y mediante un cultivo a la vez intensivo y extensivo, ha ocupado todo el planeta y llegado a la mayoría de los hogares. Las primeras generaciones de individuos que han dedicado más tiempo a la pantalla de un televisor que a la escuela ya tienen carta de ciudadanía en nuestro mundo. Y nuestra cultura toda se halla influida por las radiaciones de las pantallas catódicas… De ese modo, la humanidad, literalmente, no ha tenido respiro para comprender lo que se le venía encima. De un día para otro, la política se ha convertido en un espectáculo de televisión, y más que ideologías circulas gesticulogías; la imaginación se ha industrializado; las horas de consumo de historias han experimentado un crecimiento exponencial… y nuestro entorno se ha extendido inconmensurablemente… Con todo, no abunda la lucidez sobre las transformaciones sobrevenidas. Las legislaciones y reglamentaciones que se supone que las controlan son, con frecuencia, dubitativas y borrosas en la mayoría de los países. Las investigaciones, muchas y dispersas, aportan datos contradictorios y provisionales. Hasta el sentido común de los ciudadanos se halla dividido en posturas muy enfrentadas, algunas telemísticas, otras telefónicas… Y, sin embargo, si no queremos perder conciencia de lo que está pasando y, si, en cambio, queremos dejar de participar en el fenómeno de la teleconfusión, hemos de formarnos una mínima idea sobre qué supone consumir y usar la televisión en medio de esta abundancia y omnipresencia de las pantallas. Justo en este punto debería iniciarse la reflexión encaminada a saber usar la televisión. 1.2 ¿Qué es la competencia televisiva? Intentaremos responder esta pregunta. Encender un receptor, apoltronarse en sillón frente a la pantalla y consumir programa que accidentalmente captemos tan solo usar mecánicamente la televisión. es ni conocerla ni utilizarla racionalmente. un el es No Hodgson (véase Romiszowski, A.J., 1986) señala que cualquier proceso cognitivo puede situarse en uno de los cuatro rangos siguientes de actividad: 1) Automático: cuando se realiza de un modo mecánico, sin ningún grado de conciencia. 2) Sensitivo: cuando se adquiere cierto grado de conciencia sobre la experiencia. 3) Consciente: cuando explicita y manifiesta la experiencia y el modo en que se adquiere. 4) Creativo: cuando además de la conciencia, introduce la capacidad real de manipular y combinar elementos y relaciones para dar lugar a nuevas experiencias. Pues bien, el uso más habitual de la televisión parte de las dos primeras dimensiones. Es, por tanto, automático y sensitivo. Por eso lo denominaremos, de ahora en adelante, uso rutinario. Saber usar la televisión significa, en cambio, mucho más. Requiere, en primer lugar, un acto consciente, no automático ni reflejo, un acto de voluntad intencional dirigido por un propósito. En segundo lugar, necesita partir de una cierta comprensión de su lenguaje, de sus estructuras sígnicas y discursivas. Finalmente, demanda conocer el funcionamiento del medio y las posibilidades pragmáticas que ofrece. Y todo ello de una manera práctica y global. 37 A efectos pragmáticos, podemos decir que este conjunto de saberes completará la competencia televisiva –usamos el término en el mismo sentido en que la lingüística habla de competencia para referirse a la capacidad de uso de un idioma por parte de un hablante-. La competencia televisiva se sitúa, por tanto, entre las dos últimas dimensiones de la experiencia cognoscitiva señaladas por Hodgson: la consciente y la creativa. En consecuencia, saber usar la televisión –y, sobre todo, tener la posibilidad de dirigir racionalmente ese uso (como debe pretenderse desde la educación)- requiere, en primera instancia, un conocimiento reflexivo, conceptual y, en segundo lugar, creatividad, capacidad para concebir nuevas combinaciones y nuevas relaciones entre sus diversos elementos. Si no se dan estas circunstancias –insistimos- sólo estaremos ante un uso rutinario y automático del televisor. La necesidad educativa de potenciar esta competencia televisiva está clara: a nadie que pretendiera enseñar cualquier materia se le ocurriría utilizar un libro sin antes asegurarse de que se conoce su uso. Lo mismo sucede en nuestro caso: no es posible ni educar con la televisión (o aprovechando la televisión) ni educar para utilizarla críticamente si antes no se dispone de una cierta competencia en el medio. En términos de Eco: “Si se quiere usar la televisión para enseñar a alguien algo, se debe primero enseñar a usar la televisión”. Los apartados que siguen estarán dedicados a favorecer ese grado de saber comprender la naturaleza de la tecnología de la televisión, su lenguaje y su discurso para explotar así sus posibilidades. De lo que se trata es de definir con precisión lo que debe ser la competencia televisiva. Haciendo esto avanzaremos en el conocimiento sobre la televisión y, por consiguiente, en la educación sobre televisión. 1.3 Las tres dimensiones de la televisión Desde una perspectiva rutinaria, se suele concebir la televisión como un hecho simple, aislable, fácilmente perceptible… Siempre oímos hablar a nuestro alrededor, con una seguridad pasmosa, sobre “la televisión” como si fuese un fenómeno definido y localizable y, tal vez por ello, hablamos siempre en singular. Sin embargo, lo que llamamos “televisión” es un hecho multiforme, complejo y, sobre todo, plural. Para avanzar en su comprensión es preciso 38 reconocer en él diversas dimensiones que repasaremos en las páginas que siguen. A. La primera dimensión hay que buscarla en su carácter de INSTRUMENTO TECNOLÓGICO -- Se trata, antes que nada, de un dispositivo técnico de captación de imágenes (y sonidos) del mundo real, aunque en cierta manera, tendríamos que decir de construcción de imágenes a partir de los estímulos del mundo exterior. De ese mundo exterior, de ese fenómeno (objetivo), la televisión recoge diversas señales que traduce en noúmeno (objeto ya interiorizado por la tecnología y sus condicionantes). La cámara de televisión –siguiendo la denominada ley de la tricromía descubierta por Grassman- descompone la luz que le llega en los tres colores básicos con los que se puede obtener cualquier otro color –verde, rojo y azul- y, luego, mediante un juego especial de lentes obtiene de ellos dos tipos de datos que convierte en señales eléctricas: a) la luminancia (datos sobre el brillo), y, b) la crominancia (datos sobre los colores). Posteriormente estas señales van a ser reconstruidas en la pantalla de un televisor – mediante el barrido constante- cada 25 segundos –de un número determinado de líneas: 625 en el sistema europeo, y 525 en el americano y el japonés (1200 en la alta definición). A todo este proceso se le denomina en forma abreviada, VÍDEO. --En segundo lugar, la televisión dispositivo de transmisión. es un Las señales de luminancia, crominancia y audio pueden ser inscritas en las ondas hertzianas y ser transmitidas a distancia para que un decodificador adecuado las reconstituya en forma de imágenes en la pantalla. A este fenómeno se le conoce con el nombre de teledifusión o teledistribución. La teledifusión ha conocido transformaciones radicales en las últimas décadas. De la transmisión terrestre se pasó a la difusión vía satélite punto a punto, y de ésta a la difusión directa. También, del uso prioritario del espectro de frecuencias disponible en la atmósfera se ha pasado al uso del cable: primero coaxial, posteriormente de fibra óptica – y ya en ésta, primero de banda estrecha y, luego, de banda ancha-. El futuro más probable, según todos los indicios, es el de una televisión –con posibilidades múltiples de interaccióncirculando por redes digitales de servicios integrados de banda ancha, (RDSI-ba), lo que se conoce con el nombre de autopistas de la información. --En tercer lugar, la televisión es un procedimiento de registro, almacenamiento y manipulación de señales. Tras una primera fase en que la señal de vídeo era efímera –sin posibilidad práctica de ser conservada-, se pasa a un período en que ésta se registra en bandas magnéticas mediante procedimientos analógicos de conversión de las señales de luz en “marcas” electromagnéticas. Con el avance tecnológico, posteriormente, la señal de vídeo, como la de audio, se digitaliza –es decir, se traduce automáticamente a fórmulas numéricas- y con ello aumenta enormemente la eficacia del registro, por un lado, y su manipulabilidad, por otro. Es esta digitalización la que permite la imagen de síntesis, es decir, la generación de imágenes mediante ordenadores. Por su parte, los soportes para el registro de la imagen televisiva (y del audio) han ido evolucionando con celeridad. De la cinta bovina abierta de los primeros magnetoscopios, se pasó al casete, y, con el tiempo, éste empieza a ceder posiciones. Es un saber sobre los mecanismos lingüísticos semióticos en que se funda la televisión: que entiende del modo en que dispone de símbolos específicos, de cómo se desarrolla según una sintaxis propia y cómo utiliza estructuras textuales para su organización… Finalmente es un saber discursivo, pragmático: se trata de reconocer la televisión no sólo como las posibilidades cuasi infinitas que ofrece una tecnología y un lenguaje abstracto, sino de analizarla en sus contextos propios en las rutinas –tanto productivas, como de uso- que ha institucionalizado, en la disposición pragmática en que se colocan sus receptores según cuáles sean las situaciones de comunicación… El conjunto entenderemos televisiva, es convierte en aproximación televisión. de todo ello es lo que aquí por competencia decir, aquel elemento que se el eje central de cualquier educativa al fenómeno de la UNA COMPETENCIA PARA LA ACTUACIÓN Hay, sin embargo, más. Podemos comprender la televisión, conocer su discurso, su lenguaje y su base tecnológica, alcanzando así una competencia interpretativa. Pero es preciso, luego, poder utilizarla de modo práctico. Es ésta la fase creativa, la que realiza plenamente la televisión como un instrumento al servicio de la humanidad. En este libro cuando hablamos de educación y televisión, apuntamos a esta finalidad práctica. La pura comprensión, aunque pueda alumbrar una perspectiva crítica no basta. La educación en relación con la televisión tiene que plantearse como objetivo prioritario dar a luz una praxis activa ante el televisor, debe reivindicar la primacía del usuario, su autonomía y su libertad ante el aparato. “ Sólo un receptor activo, en el contexto de una sociedad que garantice mecanismos de participación de las organizaciones sociales, puede –escribe Edwards- demandar a la televisión, exigiendo la consideración de sus necesidades e intereses, activando un replanteamiento de las funciones de representación y expresión del medio, favoreciendo apelaciones más específicas, participando en la orientación de las grandes orientaciones y accediendo, eventualmente, como emisores directos de su propia experiencia.” (Paula Edwards, 1986:86.) Para sostener este objetivo se tendrán que vencer muchas inercias, y resistencias. Justamente porque, generalmente, el sistema televisivo ha concebido el poder de decisión del usuario como una variable de la que era posible prescindir, y sus demandas, como un factor inducido (o a inducir). En su lugar han jugado otros elementos: la voluntad de manipulación y de adoctrinamiento, la obtención de beneficios económicos, etc. Pero el camino está trazado. Se trata primero, de comprender la situación actual para, a continuación, intentar transformarla. Se busca definir la competencia televisiva para permitir una actividad más libre y útil ante la televisión. Desde nuestro punto de vista, esta actividad – que trataremos más adelantedebe plantearse en diferentes dimensiones: a) actividad desde el punto de vista del espectador: en la selección, el uso y la utilización de los programas; b) desde el punto de vista del decodificador de los mensajes: teniendo la posibilidad de realizar una lectura crítica, no mixtificada y libre de manipulaciones abusivas; c) desde el punto de vista del usuario de la televisión: utilizándola 39 como instrumento práctico bien para el aprendizaje, para la indagación o para la comunicación y, finalmente, d) desde el punto de vista de la expresión: pudiendo ser el telespectador activo en la confección de mensaje televisivo, sea encontrado el modo de trasladar a él las demandas que se efectúen, o bien, participando, de modo directo o indirecto en su elaboración. Trataremos de todo ello en capítulos sucesivos. Pero conviene ahora seguir un camino deductivo: avanzar desde la tecnología al lenguaje y desde éste al discurso. 40 NECESIDADES BÁSICAS DE APRENDIZAJE Y CONTENIDOS CURRICULARES Rosa María Torres privilegian el dato, etcétera) tienen incidencia determinante. Enseñar a aprender no es una nueva asignatura o área de estudios. Implica ante todo una revisión profunda de la concepción misma de educación, enseñanza, aprendizaje y evaluación. APRENDER A APRENDER APRENDER A ESTUDIAR “Aprender a aprender” (noción vinculada a las de “autoaprendizaje”, “educación permanente”, “autodidactismo”, etcétera) es un lema corriente en el discurso educativo. Poco se ha hecho expresamente, sin embargo, en este terreno, en todo lo que implicaría asumir este objetivo. Dentro del aprender a aprender tiene un lugar específico el aprender a estudiar. No son la misma cosa: se suele estudiar sin aprender y se puede aprender sin estudiar. En la enseñanza de las habilidades para el estudio se encuentra una clave importante para lograr un aprendizaje y una enseñanza más eficaces (Selmes, 1988). Reflexionar sobre el propio aprendizaje, tomar conciencia de las estrategias y estilos cognoscitivos individuales, reconstruir los itinerarios seguidos, identificar las dificultades encontradas así como los puntos de apoyo que permiten avanzar: todo esto es parte consustancial de aprender y de la posibilidad de mejorar el propio aprendizaje. A grandes rasgos, se identifican dos enfoques de aprendizaje: un enfoque profundo y uno superficial. El profundo implica una comprensión personal del significado (búsqueda de integración personal, establecimiento de interrelaciones y de trascendencia), mientras el superficial implica la reproducción del conocimiento de un modo irreflexivo, para cumplir con una tarea o una exigencia formal (siendo característicos de este segundo enfoque el aislamiento, la memorización y la pasividad). Entre los factores que influyen en la adopción de uno u otro enfoque están: los métodos de enseñanza, las tareas de estudio, el tipo de evaluación, el nivel de dependencia del profesor, el tiempo disponible, la motivación y la ansiedad (Entwistle, 1988). Las investigaciones muestran que el propio sistema escolar, con sus métodos y enfoques de enseñanza, contribuye al desarrollo y predominio de los enfoques superficiales de aprendizaje. El privilegio de la forma sobre el contenido, la dependencia del maestro, el memorismo, el saber como reproducción textual, la falta de espacio para la propia elaboración del conocimiento, los programas sobrecargados de estudio, etcétera, conspiran a favor de un aprendizaje superficial. En particular, los parámetros y procedimientos de evaluación utilizados (evaluaciones cerradas, con respuestas únicas y predeterminadas, que Ocupado en el punto de vista de la enseñanza, el sistema educativo se ha desentendido de cómo estudian los alumnos. Ha dado por obvio que enseñar equivale a aprender y que estudiar equivale a aprender, que la capacidad y la habilidad para estudiar vienen “dadas” o se adquieren a través del propio estudio, o que se desarrollan con la edad. En cualquier caso, el sistema escolar ha asumido que dichas capacidades y habilidades son asunto del alumno y de su familia (y de la madre en particular). A los profesores se les capacita en una materia y en cómo enseñarla, pero no en cómo enseñar a sus alumnos a estudiarla. Investigaciones hechas con estudiantes de secundaria muestran que éstos tienen dificultades generalizadas en el estudio, relacionadas con: pereza, concentración, dependencia del maestro, motivación y desorientación acerca de cómo emprender las tareas, etcétera. Algunas dificultades específicas incluyen: tomar apuntes, discriminar y recordar información importante, organizar la lectura, recordar lo leído, relacionar las pruebas con los argumentos, ser crítico con lo escrito, concentrarse en hechos y descripciones, organizar el tiempo de estudio y el esfuerzo, cumplir los plazos establecidos, superar la pereza, tomar iniciativas independientes y romper con la dependencia de los profesores. Los propios métodos de enseñanza contribuyen a reforzar estas dificultades. Es más bien reciente el reconocimiento de éstas por parte del sistema escolar y la preocupación por buscar una respuesta institucional a las mismas. No obstante, donde esto se ha dado, la “solución” ha sido ofrecer la enseñanza de habilidades para el estudio como una opción general, a cargo de los profesores de cada disciplina, 41 entendiéndolo como una preparación para los exámenes antes que como ayuda para mejorar el aprendizaje en general y a lo largo de todo el periodo escolar. Hoy en día parece estarse tomando mayor conciencia del problema y de la responsabilidad del aparato escolar en él. Se acepta que la capacidad para estudiar no es completamente innata y que se puede enseñar a mejorarla. Paquetes didácticos – incluyendo impresos, audio y video- para enseñar algunas habilidades básicas de estudio han empezado a cobrar auge en algunos países desarrollados. No obstante, lo que se propone es una solución más sistémica, en el sentido de que: la enseñanza de cada asignatura incluya esto como contenido expreso y se establezca un área específica para toda la enseñanza básica, incluyendo entre otros, la reflexión acerca del aprendizaje, la lectura, el tomado de notas, la escritura y el repaso (Selmes, 1988). APRENDER A ENSEÑAR Una parte importante del control y el poder que ejerce el sistema educativo sobre estudiantes, padres de familia y la sociedad en general radica en el monopolio de al cuestión educativa par parte de los directivos, administradores y docentes. La participación de los padres es posible y tolerada en tanto no involucre el ámbito técnico-pedagógicoacadémico. Los alumnos “reciben” educación, sin saber ni preguntarse por qué se les enseña lo que se les enseña manera que se hace. Contenidos, objetivos, métodos, sistemas de evaluación y promoción, constituyen una caja negra para el estudiante, que vive no sólo con resignación, sino con comodidad su alienación pedagógica. Paradójicamente, la educación no enseña sobre educación. Se cree que ésta es buena y útil sólo para quienes van a hacerse maestros (sin embargo, se enseñan literatura o psicología a quienes no necesariamente van a ser literatos o psicólogos) (Torres, 1992). Enseñar es una de las mejores maneras de aprender pues obliga a organizar y sistematizar las propias ideas. La aptitud para enseñar está al alcance de todos y puede ser desarrollada expresamente y desde temprana edad, como parte de las actividades escolares en el aula. Por lo demás, saber enseñar aparece como una necesidad de toda persona no única ni necesariamente para ejercerla en una situación relación interpersonal (familia, trabajo, etcétera). Por ello, se plantea que nociones fundamentales de educación y pedagogía, deberían incorporarse en el 42 currículo de toda educación básica (Osborne, 1990; Torres, 1992). APRENDER A RECUPERAR EL CONOCIMIENTO Hay quienes argumentan que “adquirir conocimientos” es un objetivo educacional inadecuado y mal formulado, porque lo que verdaderamente importa no es tenerlos, sino ser capaz de recuperarlos de la memoria en el momento oportuno y con un determinado propósito. El sistema escolar se ha centrado en las estrategias de almacenamiento de la información, sin prestar atención a la capacidad de los alumnos para recuperar esa información. A pesar de la centralidad que ocupan las estrategias memorísticas en la enseñanza tradicional, el sistema no se ha preocupado por mejorar esa capacidad de almacenamiento. Se ha dado por sentado que memorizar (almacenar) es una capacidad innata que, por tanto, no requiere entrenamiento, al mismo tiempo que se ha dado por sentado que memorizar equivale automáticamente a recordar (recuperar la memoria). Nada de esto es así. Tanto la memoria como la capacidad de recuperar el conocimiento de ella pueden ser mejorados mediante procedimientos sistemáticos. Siendo la memoria el recurso didáctico por excelencia en que se apoya el sistema educativo, asombra la escasa comprensión que en el ámbito escolar se tiene respecto a ésta, sus procesos y mecanismos. Puede entenderse por qué, entonces, una mejor comprensión de cómo opera la memoria y la recuperación del conocimiento, adquiere relevancia para desentrañar y superar la práctica pedagógica tradicional. La diferenciación entre almacenamiento y recuperación de la información, por ejemplo, permitiría a maestros y alumnos diferenciar los distintos tipos de memoria y reconocerlos para sí mismos, comprender mejor el por qué de esos “olvidos” que se atribuyen a ineptitudes personales, estar en mejores condiciones para manejar la frustración que ello supone cotidianamente en la rutina escolar de unos y otros, entender la importancia de desarrollar la memoria por comprensión, etcétera. APRENDER A APLICAR LO APRENDIDO Cualquier propuesta respecto de la pertinencia de los contenidos no puede dejar pasar por alto el viejo divorcio que existe entre lo que se aprende en la escuela y su aplicabilidad en el mundo exterior, brecha que algunos caracterizan en términos de un verdadero “bloqueo” (Riviere, 1990; Selmes, 1988) y que tiene que ver con la pertinencia no sólo de los contenidos, sino de los métodos y las situaciones de aprendizaje. El sistema escolar debería reconocer esa brecha como punto de partida y asumir la aplicabilidad del conocimiento no sólo como un objetivo, sino como un contenido expreso de estudio y análisis, de modo de facilitar la transferencia de la escuela a la vida, del conocimiento a la acción. de toda persona a la educación, desde la infancia. Por todo ello, “parece urgente precisar por qué y cómo enseñar ciencia en la educación básica, a partir de las exigencias y de las disponibilidades existentes en cada país” (Schiefelbein, 1989b). Esto adquiere particular relevancia para un enfoque basado en las necesidades básicas de aprendizaje para el cual el objetivo último del aprendizaje no es el conocimiento, sino la capacidad de usarlo. EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Más allá del peso que se asigne a éste en el currículo y en la educación en general y de reconocimiento de la necesidad de incorporar el saber común, se asume la necesidad de poner el conocimiento científico al alcance y al servicio de todos los miembros de la sociedad. Hoy en día parece claro que el desigual desarrollo y apropiación de la ciencia y la tecnología están contribuyendo a acentuar la (y a crear nuevas formas de) exclusión entre los países y en el interior del cada país (Gelpi, 1990). La idea de “ciencia” que ha primado en los sistemas educativos es la de asignaturas bautizadas como tales, desarrolladas en determinado horario y bajo la conducción de profesores específicos (“clases de ciencia”, “profesores de ciencia”, etcétera). Por otra parte, la ciencia se ha considerado privativa de ciertos sectores sociales, edades, niveles educativos, profesiones y ocupaciones, útil únicamente para aquellos que continuarán estudios y optarán por carreras científicas y técnicas. Todo esto exige una profunda revisión. No se trata de encajonar el conocimiento científico en una o más asignaturas, sino de entenderlo como componente fundamental de todo proceso de enseñanza y aprendizaje, como método de pensamiento y acción en todos los campos del saber. Son todos los profesores, y no únicamente los “profesores de ciencias”, quienes requieren ocuparse de conocimiento científico y de su propia formación y actualización científica. Tampoco corresponde a una edad, un estrato o un nivel determinado de los alumnos: tener acceso al conocimiento científico es parte consustancial del derecho 43 NUEVAS PROPUESTAS PARA LA GESTIÓN EDUCATIVA Guiomar Namo de Mello REALIDADES Y PERSPECTIVAS DE LA TELESECUNDARIA Satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje: Un concepto a ser investigado El potencial articulador del concepto La formulación de modelos de gestión para la satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje requiere conceptuar, con la mayor precisión posible, los términos gestión y necesidades de aprendizaje, tarea nada fácil si se considera que ambos tienen relación con fenómenos que están experimentando grandes mutaciones. Tal como fue preparado e incorporado el Plan de Acción elaborado en la Conferencia de Jomtien, el concepto de necesidades básicas de aprendizaje constituye una orientación importante para la formulación de políticas, dado su carácter objetivo y articulador. Carácter objetivo, puesto que se aleja del plano de las finalidades relativamente vagas, tales como “desarrollar el espíritu crítico” o “preparar para la vida”, para centrar la atención en las personas, hombres y mujeres, que necesitan aprender. Además, avanza en la definición de los instrumentos y contenidos del aprendizaje de una forma inusualmente precisa, considerando la diversidad representada en la Conferencia Mundial de Educación para Todos: de ese modo expresa un consenso promisorio. Carácter articulador en tanto que enfoca el “núcleo duro” de todo proceso educativo, es decir: la enseñanza y el aprendizaje. Adoptado como criterio de acción, permite que en cualquier nivel de intervención –desde el sistema nacional de educación hasta el salón de clases- no se pierda de vista el objetivo final, un producto definido por cambios o adquisición de capacidades de parte de cada educando. Abre de este modo, perspectivas para superar uno de los problemas más serios del campo educacional: el desfase entre la formulación de objetivos estratégicos y las prácticas efectivas adoptadas por las escuelas y los profesores. 44 En la medida en que se expresan, con razonable precisión, los instrumentos y contenidos del aprendizaje, el concepto de satisfacción de las necesidades básicas ofrece, incluso, la oportunidad de definir modelos de evaluación de los resultados del proceso educativo, tema que hasta hoy día genera grandes controversias en el área. De la misma manera, la claridad de los objetivos podrá facilitar su expresión en lenguaje simple, orientando de este modo a los demandantes del sistema de enseñanza en lo que respecta a lo que es posible esperar y exigir del proceso educativo. Finalmente, al restringirse el foco de análisis de la acción educativa al proceso enseñanzaaprendizaje, se amplia el público-objeto del proceso educativo en la medida en que las necesidades básicas de aprendizaje están presentes no sólo en los niños y jóvenes que se relacionan directamente con la escuela, sino que también en aquéllos que no tuvieron acceso a oportunidades de aprendizaje o que necesitan reingresar al circuito educativo en función de los nuevos desafíos que se les van presentando. A pesar de lo anterior y para ser operativos en la definición de las formas de gestión, es importante investigar mejor el concepto de satisfacción de necesidades básicas de aprendizaje y el campo de acción que éste delimita. Las necesidades básicas de aprendizaje y las demandas educacionales de las sociedades modernas Como se afirma en el Plan de Acción de Jomtien, las necesidades básicas de aprendizaje varían entre los diversos países y contextos socioculturales y económicos. Sin embargo, a la vez que es necesario considerar tales variaciones, no es posible ignorar los procesos que son comunes, hoy día, a todas las sociedades aunque con diferente intensidad. Se está en presencia de una diversificación creciente y de continuos cambios de las demandas educativas. El progreso tecnológico genera nuevas formas de “saber”, desencadenando innovaciones que penetran todas las actividades humanas. Esos nuevos conocimientos e informaciones y la velocidad de las recientes tecnologías en el área de la comunicación, constituyen un desafío para el ritmo y la capacidad del sistema educativo en transmitir instrumentos y contenidos que satisfagan las necesidades básicas de aprendizaje (Lesourne, 1989). Además de la diversificación y del carácter cambiante de la demanda, y por causa de ello, otros sectores de la sociedad han asumido funciones educativas y han generado oportunidades de nuevos aprendizajes: empresas, medios de comunicación, sindicatos. Las formas alternativas de adquisición de conocimiento adquieren vitalidad desde las más locales y poco estructuradas –es el caso de las iniciativas comunitariashasta las diseñadas formalmente, como la educación a distancia. En la medida en que el costo de la comunicación tiende a disminuir, no está tan lejos el momento en que inicien su operación redes de aprendizaje a nivel continental o regional diseminando conocimiento, lo que es una alternativa viable desde el punto de vista técnico y económico, aunque depende de las condiciones culturales y políticas. Frente a la gran cantidad y variedad de la información y conocimiento, la capacidad de seleccionar lo que es relevante para la necesidad de cada uno será, probablemente, muy importante. El pluralismo social y político exige, a su vez, el dominio de conocimientos y la capacidad de escoger. Paralelamente, la participación social y cultural se torna, también, diversificada y calificada. En este sentido, tal vez sea posible proponer la hipótesis de que si en el presente siglo las demandas sociales experimentaron un proceso de creciente politización, el tercer milenio va a requerir del ejercicio de la ciudadanía y de una calificación técnica de las demandas sociales. Frente a lo anterior, parecen pertinentes algunas cuestiones propuestas por Lesourne (1989): ¿Cómo va a administrar el sistema educativo la explosión de saberes…? ¿Qué lugar va a ocupar –además del necesario desarrollo de las facultades de análisis de los alumnos- el enfoque sistémico global indispensable para la comprensión de los sistemas técnicos y sociales? ¿Cómo desencadenar en los jóvenes los necesarios comportamientos de adaptación, autonomía, creatividad, para dar vitalidad al sistema sociotécnico del futuro? Esas nuevas demandas apuntan a características comunes de las necesidades básicas de aprendizaje en el contexto de las sociedades modernas, cada vez más complejas y plurales, que emergen tanto en el Primer Mundo como en los países en desarrollo, aunque en estos últimos en el marco de un modelo desigual y contradictorio. Las necesidades básicas de aprendizaje y los países en desarrollo Es posible argumentar que, en países como los latinoamericanos, las demandas más básicas –como es el caso del dominio de la lectura y de la escritura- están muy lejos de ser atendidas. Por lo tanto, las habilidades cognoscitivas y las competencias sociales de nivel superior –como es el caso de la flexibilidad, de la autonomía, de la capacidad de adaptación a situaciones nuevas- no se constituirán en prioridades. Sin embargo, es posible que una forma adecuada de abordar las prioridades no sea la jerarquización de las necesidades básicas de aprendizaje. La convivencia con la racionalidad, asociada con las nuevas tecnologías de información y comunicación, tiende a generalizarse en todos los países, permeando las diferentes regiones y clases sociales. Nuestras sociedades, en las que los siglos se sobreponen más que se suceden, están frente al desafío de satisfacer las necesidades de aprendizaje cuya atención ya se universalizó, hace tiempo, en otros países. Sin embargo, ejecutarán esta tarea considerando los requerimientos educativos de este complejo y cambiante final de siglo. Si este razonamiento tiene sentido, la universalización de la enseñanza elemental, la garantía del dominio de los códigos básicos de lectura y escritura y la superación del fracaso escolar tendrán, entonces, que ser asumidos de manera tal que el propio contenido de la enseñanza reciba tratamiento adecuado, acorde con un pleno desarrollo cognoscitivo. No se trata ahora de alfabetizar para un mundo en el cual la lectura era el privilegio de unos pocos ilustrados, sino para contextos culturales en los que la descodificación escrita es importante para el ocio, el consumo y el trabajo. Este es un mundo letrado, en la acepción no peyorativa del término, en el cual el dominio de la lengua es también un prerrequisito para la adquisición de la capacidad de lidiar con códigos y, por lo tanto, de tener acceso a otros lenguajes simbólicos no verbales, como son los de la informática y los de las artes. Educar para el ejercicio de la ciudadanía en sociedades que viven un proceso de cuestionamiento de sí mismas, en las que la opción por la integración y la solidaridad compite con la de la segregación, se convertirá en un proceso muy diferente al que ocurrió hace ya cuatro o cinco décadas. Durante ese pasado reciente y a pesar de la 45 existencia de dos grandes sistemas políticos y económicos que disputaron la hegemonía, las relaciones internas en cada sociedad se regularon, predominantemente, con base en uno u otro y, por tanto, fueron más fácilmente previsibles. En América Latina, el modelo educativo sirvió a una etapa de desarrollo de una elite debidamente educada e informada y de una gran masa educada sólo para asumir tareas elementales en el contexto de una industrialización tardía y dependiente. Ese modelo educativo se está acabando en la misma medida en que se agotó el modelo económico con el que estaba asociado, basado en la abundancia de materia prima y de mano de obra poco calificada y barata. En el mismo sentido, es posible afirmar que dado el modelo desigual de desarrollo tanto a nivel continental como de cada país, la preparación del conjunto de la sociedad para incorporar los avances tecnológicos con el fin de utilizarlos para mejorar la calidad de vida, es una condición para evitar la acción de nuevos elementos selectivos y de desigualdad social. Considerando lo anterior, es posible concluir que si se enfoca la atención sobre el concepto de necesidades básicas de aprendizaje, las habilidades cognoscitivas requeridas para vivir en una sociedad cada vez más saturada de información, constituyen un objetivo importante para los países en desarrollo y pueden ser una condición para la recuperación de un crecimiento económico autosustentado y de un desarrollo social con más equidad y austeridad. Otra conclusión importante es que podría estar iniciándose una aproximación, cada vez más significativa, entre los objetivos perseguidos tradicionalmente por el proceso educativo y los requerimientos del progreso técnico y del ejercicio de la ciudadanía. Los conflictos antiguos, como el que existe entre la formación básica y el adiestramiento profesional, muestran la tendencia a desaparecer o a atenuarse. La articulación que el concepto de satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje puede permitir entre las estrategias nacionales, de cuya agenda la educación forma parte, así como la realidad de la práctica escolar y didáctica, no pasa solamente por o que se define como instrumentos y contenidos del aprendizaje, sino que sobre todo por otros tres elementos que están presentes en ese concepto. 46 Uno de ellos es la capacidad para resolver los problemas, que abarca la flexibilidad y la capacidad de adaptación a nuevas situaciones. Otro de ellos es la capacidad de decidir con fundamento, que remite a la capacidad de seleccionar las informaciones relevantes ya sea en el trabajo, en el área cultural o en el ejercicio de la ciudadanía política. Y, finalmente, y tal vez el más importante , es la capacidad de continuar aprendiendo, única forma mediante la cual el resultado de la acción educativa puede responder a la continua diversificación y al cambio de las demandas de aprendizaje de la sociedad. Este perfil de las necesidades básicas de aprendizaje apunta, por un lado, a un modelo institucional de los sistemas de enseñanza que permita la mayor apertura e interacción posibles con el medio social, ya sea a nivel del sistema como un todo, o bien a nivel de cada unidad escolar. Por otro lado, también apunta a una planificación curricular sobria en cuanto a la diversidad de las disciplinas, con énfasis en la formación general y básica, en dirección contraria de la tradición del currículo sobrecargado de disciplinas específicas. A la sobriedad curricular le corresponden, a su vez, objetivos cognoscitivos bastante ambiciosos, los menos referidos al volumen de informaciones específicas y los más relacionados con el desarrollo de las capacidades cognoscitivas de nivel superior que el proceso de adquisición del conocimiento debiera propiciar. La recomendación de darle una atención prioritaria al aprendizaje requiere de las ciencias de la educación, de la producción de conocimientos en lo relativo a la metodología, de las formas de tratar los contenidos y de la organización de las condiciones de la enseñanza, de modo que permitan alcanzar esos objetivos cognoscitivos más ambiciosos. Los modelos institucionales y los contenidos para la formación de profesores constituyen, también, un nuevo desafío. Una amplia temática de investigación está emergiendo, y aun cuando los educadores no la han descuidado, será necesario buscar nuevos enfoques y métodos de investigación que aproximen el proceso de producción de conocimientos en el campo educacional con la diversidad de la demanda y los actores, que anuncia como cada vez más intenso. CARACTERÍSTICAS CLAVE DE LAS ESCUELAS EFECTIVAS Pam Sammons Josh Hillman Meter Mortimore En esta sección describimos algunos factores clave de efectividad identificados en nuestra revisión. Estos factores no deben considerarse como independientes uno de otro, por lo cual destacamos varios vínculos entre ellos que pueden ayudar a comprender mejor los posibles mecanismos de efectividad. Aunque nuestra lista no pretende ser exhaustiva, proporciona un resumen de la evidencia de investigación relevante que esperamos funcione como un antecedente útil para quienes están relacionados en la promoción de la efectividad y el mejoramiento escolar, así como los procesos de autoevaluación y revisión de las escuelas. 1. Liderazgo profesional Casi todos los estudios sobre efectividad han demostrado que el liderazgo, tanto en primaria como en secundaria, es un factor clave. Gray (1990) argumenta que “la importancia del liderazgo de la dirección es uno de los mensajes más claros que nos ofrece la investigación sobre efectividad escolar”. Señala el hecho de que no ha surgido evidencia alguna de escuelas efectivas con liderazgo débil en las revisiones de las investigaciones sobre efectividad. Las reseñas de Purkey y Smith (1983) y del Departamento de Educación de los Estados Unidos de América [United States Department of Education (1987)] concluyen que el liderazgo es necesario para iniciar y mantener el mejoramiento de la escuela. Sin embargo, la importancia del papel del liderazgo del director o directora, más que el de otros miembros del cuerpo académico tales como jefes de departamento, puede ser sensible al contexto, en particular a patrones de organización escolar. Así, el liderazgo de los directores es una marcada característica de la investigación británica y americana, no obstante, aspectos específicos como un liderazgo asertivo por parte de los directores y la verificación de la calidad, no se han considerado de importancia en países como Holanda. Hallinger y Leithwood (1994) han argumentado que se requiere mayor investigación comparativa en esta área. El liderazgo no se relaciona simplemente con la calidad de los líderes individuales aunque esto sea, por supuesto, importante. También resulta fundamental el papel que juegan los líderes, su estilo gerencial, su relación con la visión, valores y metas de la escuela, y su manera de abordar el cambio. Al revisar la literatura sobre investigación como un todo, parecería que los diferentes estilos de liderazgo pueden asociarse a las escuelas efectivas y se ha resaltado una amplia gama de los aspectos del papel de los líderes en las escuelas. Como concluyeron Bossert et al. (1992), “ningún estilo simple de dirección parece ser apropiado para todas las escuelas…los directores deben encontrar el estilo y las estructuras más adecuados a su propia situación local” (p.38). Sin embargo, una revisión de la literatura revela que se han encontrado con frecuencia tres características asociadas con el liderazgo exitoso. Éstas son: fuerza en los propósitos; involucrar al cuerpo académico en la toma de decisiones; y, autoridad profesional en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. a) Firme y dirigido El liderazgo efectivo es por lo general firme y con propósito. Aunque algunos estudios de caso han mostrado ejemplos aislados de escuelas donde el liderazgo central lo representa otro individuo, la mayoría ha demostrado que el director (a) es el agente clave que contribuye al cambio de muchos de los factores que afectan la efectividad escolar. Las investigaciones muestran que los líderes excepcionales tienden a ser dinámicos. Por ejemplo, la efectividad se intensifica por “un estilo enérgico de selección y reemplazo de maestro Estilo enérgico de selección y reemplazo de maestros”, aunque la investigación en Louisiana enfatizó que esto sucede principalmente en los primeros años del periodo de un director o directora o durante una campaña de mejoramiento. Una vez que se constituye un equipo de maestros capaz de trabajar hacia la efectividad, la estabilidad tiende a recuperarse en las escuelas secundarias efectivas. Sammons et al. (1994c) reportan resultados internos donde sugieren que en las escuelas efectivas los jefes consideran prioritario el reclutamiento y también señalan la importancia del consenso y la unidad de propósitos entre el equipo de funcionarios de mayor rango y antigüedad dentro de la escuela. 47 Otro aspecto del liderazgo firme es la intercesión, la habilidad de mediar o amortiguar los agentes de cambio negativos, de desafiar y hasta violar lineamientos externos. La autonomía creciente de las escuelas en años recientes ha reducido la necesidad de este tipo de actividad, pero ha incrementado el margen para otro factor de liderazgo efectivo cuya importancia se ha demostrado en algunos estudios, como es el éxito para obtener recursos adicionales. Esto puede lograrse mediante donativos o contribuciones de empresas o de la comunidad local. Una serie de estudios ha hecho hincapié en el papel clave del liderazgo para iniciar y mantener el proceso de mejoramiento de la escuela. Mejorar muchos de los factores de efectividad escolar o hacer cambios fundamentales puede requerir apoyo de agencias externas, tales como autoridades locales de educación, universidades o asesores, y los líderes que triunfen establecerán y se mantendrán en contacto regular con estas redes. Sin embargo, el mensaje de los programas de mejoramiento escolar, sintetizado exhaustivamente por Fullan (1991), consiste en que el cambio efectivo proviene del interior de la escuela. Mientras que algunos estudios de caso han señalado las largas horas que trabajan los directores con efectividad, el efecto de este factor es difícil de determinar: solamente es efectivo cuando va acompañado de otros factores. Puede fluctuar ampliamente durante periodos cortos de tiempo, y es casi imposible separar su efecto directo sobre el mejoramiento de su papel como medio para edificar una visión compartida y como una señal de carácter distintivo del resto de los maestros. Enfoque participativo Una segunda característica de los directores efectivos es la de compartir las responsabilidades de liderazgo con otros miembros del equipo de funcionarios de alto rango y la de involucrar de manera más general a los maestros en la toma de decisiones. Mortimore et al. (1988ª), en su estudio sobre escuelas primarias, mencionaron la participación del subdirector en decisiones sobre políticas, la de los maestros en la dirección y planeación del currículo, la consulta con los maestros sobre gastos y otras decisiones de políticas, todos como correlativos de efectividad escolar. Esto va unido a otra característica importante de 48 una escuela: el grado en el cual su cultura es colaborativa (ver el factor 2. Visión y objetivos compartidos). En las escuelas primarias y secundarias más grandes puede haber aún mayor necesidad de delegar algunas de las responsabilidades de liderazgo. Smith y Tomlinson (1989) en su estudio de escuelas secundarias enfatizaron la importancia del liderazgo y dirección en los jefes de departamento. Un hallazgo surgido de las investigaciones recientes mostró importantes diferencias en efectividad departamental dentro de las escuelas. En estudios de caso de escuelas en Irlanda del Norte, Caul (1994) resaltó tanto la necesidad de liderazgo claro como la de delegar autoridad. Su estudio señaló la importancia de buenos directores intermedios en la escuela a nivel de jefe de departamento. La investigación en Holanda también ha señalado la importancia del nivel departamentos en escuelas secundarias. Resumiendo estas dos primeras características, el liderazgo efectivo requiere claridad, evitar tanto la autocracia como la excesiva democracia para trabajar, juzgar cuidadosamente cuándo tomar una decisión autónoma y cuándo involucrar a otros, y reconocer la eficacia del papel del liderazgo en diferentes niveles de la escuela. Dicho liderazgo también es importante para el desarrollo y mantenimiento de un propósito escolar común y un clima de objetivos compartidos. b) Profesionista sobresaliente En la mayoría de los casos un director efectivo no es simplemente el administrador o director de mayor antigüedad, sino que en cierto sentido en un profesionista sobresaliente. Esto implica que se involucra y conoce lo que sucede en el aula, incluyendo el currículo, estrategias de enseñanza y seguimiento del progreso de los alumnos. En la práctica esto implica proveer de varios tipos de apoyo a los maestros, incluyendo tanto estímulos como asistencia práctica. También implica que el director debe proyectar un perfil de altura por medio de acciones tales como desplazarse frecuentemente por la escuela, visitar a las aulas y conversaciones informales con los maestros. Asimismo se requiere evaluar la forma en que funcionan los maestros, que Scheerens (1992) describe como “uno de los pilares del liderazgo educacional”. Por supuesto, este tipo de aproximación por sí misma tiene poco efecto sobre la efectividad y sólo cuando se conjuga con otros factores que se han mencionado, tales como énfasis en enseñanza y aprendizaje, así como inspecciones regulares en la escuela, puede tener un efecto poderoso. Es un hecho que cada uno de los 11 factores clave que hemos identificado tiene implicaciones para líderes efectivos. Esto surge de la revisión minuciosa de la literatura que hace Murphy (1989) con relación al liderazgo instruccional. Es probable que la influencia de los directores en los niveles de desempeño y avance de los estudiantes opere más en forma indirecta, al influir en la cultura de la escuela y del persoal, actitudes y comportamiento que, a su vez, afectan las prácticas en el aula y la calidad de la enseñanza y el aprendizaje. 2. Visión y objetivos compartidos La investigación ha demostrado que las escuelas son más efectivas cuando el personal construye un consenso sobre los objetivos y valores de la escuela y los pone en práctica mediante formas sólidas de colaboración en el trabajo y la toma de decisiones. Por ejemplo, la revisión de la Lee, Briyk y Smith (1993) de la literatura sobre organización de escuelas secundarias efectivas resalta la importancia de tener un sentido de comunidad: “Elementos de la comunidad tales como trabajo cooperativo, comunicación efectiva, y metas compartidas, han sido identificados como cruciales para todo tipo de organizaciones exitosas, no solamente las escuelas” (p.227). Otros han llegado a conclusiones similares respecto a escuelas primarias. Mientras que el grado en que esto es posible está parcialmente en manos del director (ver el factor 1. Liderazgo profesional), también depende de características más amplias de las escuelas, pues éstas no están, necesariamente, determinadas por individuos particulares. a) Unidad de propósito La mayoría de los estudios de organizaciones efectivas enfatiza sobre la importancia de tener una visión compartida para elevar las aspiraciones de la escuela y fomentar un propósito común. Esto es particularmente importante en escuelas que han sido puestas a prueba para lograr objetivos difíciles, mismos que frecuentemente se contraponen, y que por lo general tienen una enorme presión exterior. Tanto la investigación sobre efectividad escolar como las evaluaciones de programas de mejoramiento de escuelas, muestran que el consenso sobre valores y metas de la escuela se encuentra asociado a mejores resultados educacionales. Rutter et al. (1979) enfatizaron que el ambiente de una escuela “recibirá gran influencia en la medida que funcione como un todo coherente” y encontraron que la presencia de un conjunto de valores compartidos en la escuela era conducente tanto a un buen estado de ánimo como a una enseñanza efectiva. De manera similar, Edmonds (1979) enfatizó la importancia de políticas generales para toda la escuela y un acuerdo sobre las metas entre los maestros. La unidad en los propósitos, particularmente cuando se combina con una actitud positiva hacia el aprendizaje y hacia los alumnos, es un mecanismo poderoso para una escolaridad efectiva. Cohen (1983) también ha resaltado la necesidad de objetivos instruccionales claros, públicos y con consenso. En su discusión sobre la relativamente mayor efectividad de las escuelas católicas para fomentar los resultados académicos y sociales de los alumnos (por ejemplo, bajo nivel de deserción) en el contexto de Estados Unidos de América, Lee Bryk y Smith (1993) hacen notar la importancia de fuertes normas institucionales y creencias compartidas que producen una “filosofía educacional que esté bien alineada con objetivos de equidad social” (p. 230-231). En Irlanda del Norte, Caul (1994) también ha concluido que las escuelas más efectivas comparten metas comunes, incluyendo un compromiso con la calidad en todos los aspectos de la vida escolar, así como claras prioridades organizacionales. b) Consistencia en la práctica Relacionado con la idea de consenso entre el cuerpo académico, se encuentra el grado en el que los maestros tienen un acercamiento consistente a su trabajo y se adhiere a un enfoque común sobre asuntos como la evaluación y la puesta en vigor de reglas y políticas con referencia a premios y sanciones (ver comentarios sobre los factores 7. Reforzamiento positivo y 8. Seguimiento de los avances). Desde luego, la consistencia en la práctica de toda la escuela será mucho más viable en un contexto reforzado por una unidad de propósitos, como se expresa arriba. El trabajo de Cohen (1983) concluye que la necesidad de que el currículo y los programas instruccionales estén interrelacionados, especialmente en las escuelas primarias, sugieren que en las escuelas más efectivas, las normas predominantes que otorgan 49 autonomía considerable a los maestros individuales tienen menos peso que las metas compartidas por un personal profesional. Mortimore et al. (1988a) encontraron que en escuelas donde los maestros adoptaron una práctica consistente con respecto a las pautas para el uso del currículo escolar, había un efecto positivo en el adelanto de los alumnos. Glenn (1981) obtuvo resultados similares. Rutter et al. (1979) se concentraron especialmente en actitudes consistentes en relación con la disciplina, y demostraron que es más posible que los alumnos mantengan principios y pautas de comportamiento cuando entienden que las normas de disciplina se basan en “expectativas generales establecidas por la escuela”, más que en el capricho de un maestro. Los autores también resaltaron la importancia de que los maestros realicen el papel de modelos positivos para el estudiante (en su relación con los alumnos y los demás maestros), así como en su actitud hacia la escuela. En su estudio de escuelas secundarias en Gales, Reynolds (1976) también señaló la importancia de evitar un enfoque rígido y coercitivo con respecto a la disciplina. c) Colaboración y trabajo Colegiado El trabajo colegiado y la colaboración son condiciones importantes para la unidad de propósitos. Como se vio en la sección sobre liderazgo, las escuelas efectivas tienden a recibir participación constante del personal con relación al funcionamiento de la escuela. Por ejemplo, Rutter et al. (1979) encontraron que los alumnos lograban mayor éxito en escuelas con un proceso de toma de decisiones en le que las opiniones de los maestros estaban representadas y eran consideradas con seriedad. En primaria, Mortimore et al (1988ª) también hicieron notar la importancia de que los maestros se involucren en la toma de decisiones y la elaboración de pautas escolares, creando un sentido de “propiedad”. Sin embargo, dicha participación representa sólo un aspecto del trabajo colegiado. Hasta cierto punto, la contribución al aprovechamiento llega a través de un fuerte sentido de comunidad entre el personal y los alumnos, fomentado por relaciones recíprocas de apoyo y respeto. Esto también es resultado de que los maestros compartan ideas, observándose y retroalimentándose mutuamente, aprendiendo unos de otros y trabajando juntos para mejorar el programa de enseñanza. 50 3. Ambiente de aprendizaje El ethos de una escuela está determinado en parte por la visión, los valores, los objetivos de los maestros, la forma en que trabajan juntos y por el clima en que se desempeñan los alumnos: el ambiente de aprendizaje. Las características particulares que resultan de lo anterior, parecen traducirse en un ambiente ordenado y un medio de trabajo atractivo. a) Atmósfera ordenada Es más probable que las escuelas con éxito sean lugares tranquilos en vez de sitio caóticos. Muchos estudios han subrayado la importancia de mantener un clima ordenado y orientado al trabajo. Mortimore et al. (1988ª) también señalaron que estimular el autocontrol entre los alumnos puede funcionar como un ethos positivo en el aula, y además explicaron las desventajas de niveles altos de ruido y movimiento para lograr la concentración de los alumnos. Lo que la investigación en general demuestra no es que las escuelas se vuelvan más efectivas al volverse más ordenadas, sino que un medio ordenado es un requisito previo para que ocurra un aprendizaje efectivo. Creemers (1994) cita la investigación del holandés Schweitzer (1984), quien llegó a la conclusión de que un ambiente ordenado dirigido a la estimulación del aprendizaje estaba relacionado con los logros académicos de los alumnos. La forma más efectiva de estimular el orden y dirección entre los alumnos es reforzar buenas prácticas de aprendizaje y comportamiento (ver factor 7. Reforzamiento positivo). b) Ambiente de trabajo atractivo La investigación sobre efectividad escolar sugiere que el medio físico de una escuela también puede afectar tanto las actitudes como el rendimiento de los alumnos. Rutter et al (1979) encontraron que mantener una escuela en buen estado producía normas más altas de desempeño académico y comportamiento. Rutter (1983) sugirió dos explicaciones para esto: las condiciones de trabajo atractivas y estimulantes tienden a mejorar el ánimo, mientras que los edificios abandonados tienden a estimular el vandalismo. A nivel primaria, Mortimore et al (1988ª) también señalaron la importancia de crear un ambiente físico placentero, que incluya la exhibición del trabajo de los niños. 4. La enseñanza y el aprendizaje como centro de la actividad escolar Los propósitos básicos de las escuelas son la enseñanza y el aprendizaje. Éstas parecerían ser actividades obvias en una escuela efectiva, pero la investigación sugiere que las escuelas difieren enormemente en el grado en que se concentran en su propósito primario. Cohen (1983) hizo notar que la efectividad de la escuela es evidentemente interdependiente de la enseñanza efectiva en el aula. Conclusiones similares sobre la importancia de la enseñanza y el aprendizaje a nivel del aula son evidentes en artículos de Scheerens (1992), Mortimor (1993 y Creemers (1994). Diversos estudios han demostrado correlaciones entre el enfoque en la enseñanza y el aprendizaje y en la efectividad del maestro y la escuela. En algunos casos este enfoque se ha definido cuantificando el uso que hacen de su tiempo maestros y alumnos; en otros se ha definido con base en métodos de medición de la atención que presta la escuela al proceso específico de aprendizaje o con base en el rendimiento. Es fundamental para las escuelas y los maestros centrar la atención en la calidad como en la cantidad de la enseñanza y el aprendizaje que se llevan a cabo. a) Optimización aprendizaje del tiempo de Algunos estudios han examinado el uso del tiempo en las escuelas y han demostrado una correlación positiva entre el uso eficiente de medidas de tiempo de aprendizaje y los resultados y el comportamiento de los alumnos. Las medidas de estos lapsos incluyen: • proporción del día que se dedica a materias académicas o a materias académicas específicas; • proporción de tiempo dedicado a lecciones dedicadas al aprendizaje o a la interacción con los alumnos; • Proporción de tiempo que el maestro pasa discutiendo con los alumnos el contenido del tema a trabajar, en contraste con asuntos rutinarios y el mantenimiento de la actividad de trabajo; • Interés de los maestros por objetivos cognitivos, en contraste con metas de relaciones personales y objetivos afectivos; • Puntualidad en las clases; • Ausencia de interrupciones provenientes del exterior del aula. En conjunto, todas las medidas apuntan a la necesidad de que los maestros manejen la transición de actividades activa y eficientemente. Se ha visto que cada uno de estos factores tiene una relación positiva sobre la efectividad escolar. Los investigadores que han combinado estas variables para formar una sola medida de instrucción o de tiempo de aprendizaje académico, o aquellos que han revisado esta literatura en su totalidad, también han demostrado una evidente repercusión de la optimización del tiempo de aprendizaje sobre la efectividad. Por supuesto, el estudio sobre las medidas de tiempo de enseñanza ofrece sólo una visión “en bruto”, sin detalle, sobre el aprendizaje. Como advirtió Carroll (1989), “no es el tiempo como tal lo que cuenta, sino lo que sucede durante ese tiempo” (p.27). No obstante, el tiempo de aprendizaje académico y el empleado en la realización de tareas, siguen siendo factores clave para pronosticar el aprovechamiento. En una reciente revisión de la literatura británica sobre procesos de enseñanza y aprendizaje, Sammons et al (1994d) llamaron la atención sobre los hallazgos relativos a la enseñanza de una sola materia y el manejo del tiempo de enseñanza y aprendizaje: “ los maestros pueden tener grandes dificultades para manejar con éxito el aprendizaje de los niños en sesiones donde se trabaja en diferentes campos del currículum de manera continua. En particular, en investigaciones realizadas a nivel de la escuela primaria se han reportado bajos niveles de comunicación maestro-alumno con relación al trabajo, más interacciones administrativas rutinarias, y niveles inferiores de participación de los alumnos en el trabajo” (p.52). c) Énfasis académico Una serie de estudios, incluyendo algunos mencionados arriba, han demostrado que las escuelas efectivas se caracterizan por diversos aspectos del énfasis académico: Por la opinión de maestros y alumnos, por altos niveles de trabajo de los alumnos en el aula, por la asignación regular y calificación de tareas para la casa, y por la verificación, por parte del personal de mayor rango, de que esto se está llevando a cabo. Las investigaciones han señalado la importancia tanto de la cantidad como de la calidad (lo apropiado) de la tarea 51 asignada para la casa, así como la necesidad de que el maestro retroalimente a los alumnos. Numerosos estudios sobre escuelas primarias han encontrado también que las escuelas excepcionalmente efectivas tienden a enfatizar el “dominio del contenido académico” como un aspecto importante de sus programas de enseñanza. En Irlanda del Norte, el trabajo de Caul (1994) ha destacado la importancia del acceso universal al GCSE, y el énfasis que se da en escuelas efectivas a los niveles académicos. Smith y Tomlinson (1989) también han señalado las políticas de acceso a los exámenes de admisión como una característica clave de efectividad en las escuelas secundarias. Sammons et al (1994c) reportaron que el énfasis académico (incluyendo asignación regular y seguimiento de tareas para la casa) y la alta proporción de acceso al examen de admisión GCSE parecen ser características de las escuelas secundarias con una mayor efectividad académica. Un factor importante que influye en el énfasis académico se relaciona con los conocimientos que tengan los maestros de las asignaturas. Por ejemplo, Bennett et al. (1994) han demostrado claramente que a nivel de primaria los maestros tienen un conocimiento con frecuencia limitado de los contenidos de las asignaturas, particularmente en áreas como la ciencia. Un conocimiento adecuado se consideró como un requisito previo necesario (aunque por sí mismo no es suficiente) para la enseñanza y el aprendizaje efectivos. En estudios de caso que contrastan escuelas secundarias altamente efectivas con las altamente no efectivas, Sammons et al. (1994c) reportaron que las escuelas no efectivas habían estado sujetas a frecuentes cambios de maestros y a escasez de personal académico en asignaturas especializadas, situación que se consideró como una barrera para la efectividad. También es importante la cobertura del programa. Por ejemplo, Bennett (1992) demostró amplias variaciones en cobertura del programa, tanto para alumnos de la misma clase como en escuelas diferentes. De igual manera, el trabajo de Tizard et al. (1988) en preescolar mostró gran diferencia entre escuelas y clases sociales, en lo que respecta a lo que se les enseñó a niños de la misma edad, asunto que no puede explicarse por las divergencias en matrícula. Estos investigadores insistieron en la importancia de la cobertura del programa: “está claro que los logros y el adelante dependen de manera crucial de que a los niños se les hayan dado 52 las experiencias de aprendizaje específicas o no” (p.172). d) Enfoque en el aprovechamiento Algunos investigadores han examinado, como medida del énfasis académico, el grado en que una escuela se concentra en el aprovechamiento de los alumnos. Por ejemplo, algunos estudios de caso en escuelas primarias americanas al igual que algunos artículos, han mostrado que el poner énfasis en la obtención de habilidades básicas, es decir, un “enfoque basado en el aprovechamiento” influye positivamente sobre la efectividad escolar. El problema de resaltar este tipo de factor es que las medidas de los resultados tienden a estar, al menos en parte, basadas en pruebas sobre estas habilidades para las escuelas primarias o en los resultados de los exámenes de aprovechamiento en el caso de las escuelas secundarias, convirtiendo a los factores asociados con este enfoque en profecías autocumplidas. Esto es particularmente cierto al examinar los resultados relacionados con el nivel de una clase, pero es menos problemático cuando se analiza el efecto de un compromiso compartido por toda la escuela con este tipo de enfoque. De modo que mientras un enfoque hacia la enseñanza y el aprendizaje es el elemento central de una escuela efectiva, los investigadores han hecho acercamientos desde diferentes ángulos. Un intento interesante de consolidar este trabajo es el de Scheerens (1992), quien al revisar un amplio rango de publicaciones internacionales sobre efectividad escolar, concluyó que el tiempo de aprendizaje efectivo es uno de los tres factores únicos para los cuales existe “confirmación para la múltiple investigación empírica”. Consideró cuatro aspectos relevantes: tiempo institucional dedicado al aprendizaje (duración del día/semana/año escolar), cantidad de tarea, tiempo efectivo de aprendizaje bajo supervisión institucional, y tiempo de aprendizaje para las diferentes materias. Si bien esta tipología tal vez no capta en su totalidad la esencia del “enfoque sobre la enseñanza y el aprendizaje”, proporciona un marco de referencia útil para precisar factores cuantificables indicativos de manifestaciones prácticas. 5. Enseñanza con propósito De las investigaciones se desprende claramente que la calidad de la enseñanza es un elemento central de la escolaridad efectiva. Desde luego, esto está determinado en parte por la calidad de los maestros de la escuela y, como hemos visto, la contratación y reemplazo de maestros juega un papel importante en el liderazgo efectivo. Sin embargo, los maestros de alta calidad no siempre actúan conforme al total de su potencial, y los estilos y estrategias de enseñanza son factores importantes relacionados al progreso de los alumnos. Mientras que el aprendizaje es un proceso interno y “no sujeto a observación directa”, la enseñanza es una actividad pública y, por tanto, es más fácil de describir y evaluar (Mortimore, 1993), aunque Levine y Lesote (1990) han señalado diversos problemas para llegar a conclusiones generalizadas sobre prácticas efectivas de enseñanza. Al examinar los hallazgos de investigaciones sobre las prácticas de enseñanza en escuelas efectivas, el factor sobresaliente que surge es lo que llamamos enseñanza con propósito. Esto tiene una serie de elementos como: organización eficiente, claridad de propósito, lecciones estructuradas y práctica adaptable. a) Organización eficiente Diversos estudios han demostrado la importancia de que los maestros sean organizados y que tengan sus objetivos absolutamente claros. Por ejemplo, Evertson et al. (198) encontraron efectos positivos sobre el aprovechamiento cuando los maestros consideran la “eficacia y un espacio interno de control”, y cuando organizan sus aulas y se involucran activamente en la planeación cotidiana. Rutter (et al. 1979) hizo notar los efectos benéficos de preparar las clases con anticipación, y Rutter (1983) posteriormente señaló que cuanto mayor sea el tiempo que un maestro emplee organizando una lección después de que ésta ha empezado, más probabilidades habrá de que se pierda la atención de los alumnos, con el doble riesgo inherente de la pérdida de aprendizaje y del mal comportamiento del grupo. Diversos estudios y artículos han enfatizado la importancia del ritmo adecuado de las lecciones para asegurar que los objetivos originales se logren. b) Claridad de propósitos Las síntesis de la investigación sobre escuelas efectivas resaltan la importancia de que los alumnos estén siempre conscientes del propósito del contenido de las lecciones. En resumen, la investigación muestra que el aprendizaje efectivo ocurre cuando los maestros explican claramente los objetivos de la lección desde su inicio, y se refieren a ellos durante ésta para mantener el enfoque. Estos objetivos deben ser relacionados a estudios previos y a elementos relevantes a nivel personal para los alumnos. La información de la lección debe estar estructurada de tal manera que empiece con un repaso general y señale la transición al nuevo tema. Las ideas principales de la lección deben ser repasadas al final. c) Lecciones estructuradas Una reseña de Rosenshine y Stevens (1981) resaltó la importancia de la enseñanza estructurada y con propósitos para promover el progreso de los estudiantes. La reseña de NREL (1990) hizo hincapié en las técnicas efectivas de cuestionamiento, donde las preguntas se estructuran con el fin de llamar la atención de los alumnos en los elementos clave de las lecciones. Stallings (1975) comentó la mejoría en resultados a través de métodos sistémicos de enseñanza con preguntas abiertas, y respuestas de los alumnos seguidas de retroalimentación del maestro. Mortimore et al. (1988ª), en su estudio sobre educación secundaria, confirmaron los hallazgos previos de Galton y Simon (1980) acerca de los efectos positivos sobre el progreso de los alumnos, cuando los maestros dedican más tiempo a hacer preguntas y a la comunicación relativa al trabajo. También encontraron que los resultados positivos están asociados con la organización eficiente del trabajo en el aula, donde los alumnos tienen suficiente trabajo, un enfoque limitado a las sesiones, y un marco referencial bien definido dentro del cual les fomente cierto grado de independencia y responsabilidad para manejar su propio trabajo. Evidentemente, para grupos de mayor edad, es adecuado enfatizar la independencia y la responsabilidad. En un resumen de la investigación sobre maestros efectivos, Joyce y Showers (1988) concluyeron que los maestros más efectivos: • enseñan al grupo como un todo; • presentan información o habilidades clara y animadamente; • mantienen las sesiones orientadas a la actividad; de enseñanza 53 • no mantienen una actitud de evaluación constante, más bien propician un proceso de instrucción relajado; • tienen altas expectativas para el aprovechamiento (asignan más tarea, dan un ritmo más rápido a las lecciones, propician que los alumnos estén alertas); • se relacionan relajadamente con los estudiantes y en consecuencia, tienen menos problemas de mal comportamiento por parte de los alumnos. En su análisis de la información internacional de investigación sobre escuelas efectivas, Scheerens (1992) resaltó la “enseñanza estructurada” como uno de los tres factores que ha demostrado convincentemente que promueve la efectividad. Su definición de la enseñanza estructural difiere ligeramente de la de otros investigadores, pero vale la pena observar algunos ejemplos: • aclarar lo que debe ser aprendido; • dividir el material de enseñanza en unidades manejables para los alumnos y presentarlas en una secuencia bien estudiada; • abundante material de práctica donde los alumnos utilicen “corazonadas” y estímulos; • evaluar regularmente el avance retroalimentación inmediata de resultados. con los Scheerens acepta que este modelo de enseñanza estructurada es más aplicable en escuelas primarias, particularmente en asignaturas que implican un “conocimiento que pueda reproducirse”. Sin embargo, él sugiere que una forma de enseñanza estructurada, modificada y menos prescriptiva puede tener efecto positivo para el aprendizaje de procesos cognitivos más elevados en las escuelas secundarias, y cita varios estudios para confirmarlo. Gray (1993) no está convencido de que este factor sea apropiado después de los primeros años de escolaridad sugiere cautela, dado que muchas de las primeras investigaciones sobre efectividad escolar se hicieron en escuelas de zonas marginadas, en las que se daba peso mayor a la enseñanza de habilidades básicas. c) Práctica adaptable Aunque la investigación sobre efectividad escolar presenta diversos factores correlacionados consistentemente a mejores 54 resultados, también muestra que la aplicación de materiales y procedimientos requeridos en el programa con frecuencia no mejoran el aprovechamiento. El progreso de los alumnos es evidente cuando los maestros son sensibles a las diferencias en el estilo de aprendizaje de los alumnos, y cuando identifican y utilizan estrategias adecuadas. En muchos casos esto requiere flexibilidad por parte de los maestros para modificar y adaptar sus estilos de enseñanza. 6. Expectativas elevadas Una de las principales características de las escuelas efectivas se refiere a la existencia de expectativas positivas acerca del aprovechamiento de los estudiantes, particularmente por parte de los maestros, pero también entre los alumnos y sus padres. Sin embargo, debe tenerse cuidado al interpretar la relación entre expectativas y logros, puesto que el proceso causal puede revertir su relación; es decir, un aprovechamiento elevado puede incrementar el optimismo entre los maestros. No obstante, el peso de la evidencia sugiere que su los maestros establecen altos estándares para los alumnos, les hacen saber lo que se espera de ellos para alcanzar dichos niveles, y les proveen lecciones con un desafío intelectual que corresponda a estas expectativas, la repercusión sobre los logros puede ser considerable. Por otro lado, es un hecho que las bajas expectativas de cierto tipo de estudiante han sido identificadas como un factor importante de su bajo rendimiento en escuelas de zonas urbanas marginadas. a) Expectativas globales elevadas Gran cantidad de estudios y artículos publicados en varios países han demostrado una fuerte relación entre las altas expectativas y el aprendizaje efectivo. Las expectativas elevadas también se han descrito como una “característica crucial de virtualmente todas las escuelas excepcionalmente efectivas descritas en estudios del caso”. El punto importante en lo que se refiere a los maestros es que las bajas expectativas van de la mano con una sensación de falta de control sobre las dificultades de los alumnos, y una actitud pasiva hacia la enseñanza. Las altas expectativas corresponden a un papel más activo por parte de los maestros, al ayudar a los alumnos a aprender, así como a un fuerte sentido de eficacia. Al igual que la mayoría de los factores identificados en este reporte, las altas expectativas por sí solas no pueden hacer mucho para elevar la efectividad. Es más probable que sean operables en un contexto donde exista un énfasis importante en el logro académico, en donde se evalúe frecuentemente y exista un ambiente ordenado, conducente al aprendizaje. Adicionalmente, las expectativas elevadas son más efectivas cuando son parte de una cultura general de la escuela, la cual involucra a todas las personas por igual. Por ejemplo: cuando el director (a) tiene altas expectativas en el compromiso de todos los maestros para el desempeño de sus labores. b) Comunicación de expectativas Las expectativas no actúan directamente en el desempeño del estudiante, sino a través de la actitud del maestro hacia los alumnos, con el consiguiente efecto en su autoestima. Las expectativas pueden ser influidas por factores ajenos a la habilidad observada o a los logros reales de los menores. Por ejemplo Mortimore et al. (1988ª) encontraron que los maestros tenían expectativas más bajas para los alumnos más jóvenes de la clase y para aquellos de clase social más baja, aun cuando se tomaba en cuenta el aprovechamiento de los niños en áreas como lectura y matemáticas. Pero incluso si los maestros no creen en la posibilidad de éxito, transmitir la convicción de que se puede elevar el rendimiento puede tener un efecto poderoso. Es necesario que los maestros revisen sus creencias o valores, así como su comportamiento, para asegurarse de que esto suceda. También debe destacarse que elevar las expectativas es un proceso que debe incrementarse y que el éxito demostrado juega un papel crítico. Reforzar el éxito por medio del reconocimiento es una oportunidad clave para comunicar altas expectativas (ver el factor 7. Reforzamiento positivo). c) Desafío intelectual Una causa común del bajo aprovechamiento de los alumnos es la incapacidad de estimularlos. Por otro lado, cuando las escuelas ponen altas expectativas en sus alumnos procuran proporcionarles a todos ellos, siempre que sea posible, lecciones que los desafíen intelectualmente en todas sus clases. Varios estudios han demostrado que este enfoque está asociado a una mayor efectividad. Una investigación británica aportó importantes hallazgos que ayudan a explicar los procesos a través de los cuales las expectativas producen efecto. Tizard et al. (1988), en un estudio a nivel preescolar en el interior de Londres, encontraron que las expectativas de los maestros puestas tanto en alumnos individuales como en grupos completos tenían una gran influencia sobre el contenido de las lecciones, lo cual, en gran parte, explicaba las diferencias en el programa entre clases con matrícula similar. Estas expectativas no estaban influidas solamente por consideraciones académicas, sino también por el grado en el cual era “un placer enseñar a un niño o a un grupo”. El resultado fue que los diferentes niveles de expectativas puestas en los alumnos se tradujeron en diferentes requerimientos para su trabajo y desempeño. Mortimore et al. (1988ª), en su estudio sobre los primeros años de la escuela primaria, encontraron que en grupos donde los alumnos eran estimulados y desafiados, el adelanto era mayor. Mencionaron especialmente la importancia de que los maestros usaran más preguntas y afirmaciones, estimulando a los alumnos a “usar su imaginación creativa y su poder para resolver problemas”. Levine Y stara (1981) también enfatizaron la importancia del desarrollo de la habilidad cognitiva de orden más elevado, en escuelas primarias efectivas, mencionando en particular la comprensión de lectura y la resolución de problemas matemáticos. Levine y Lesote (1990) y NREL (1990), citaron una gran cantidad de estudios con resultados similares. 7. Reforzamiento positivo El reforzamiento, ya sea en términos de patrones de disciplina o de retroalimentación a los alumnos, es un elemento importante de la escolaridad efectiva. Waalberg (1984), en una importante reseña de estudios de métodos de enseñanza, encontró que el reforzamiento era el factor más poderoso de todos. Como se verá, la investigación sobre efectividad escolar ha tendido a demostrar que no todas las formas de refuerzo tienen un efecto positivo. Los premios, otros incentivos positivos y la existencia de reglas están más asociados con la probabilidad de mejores resultados que el castigo. 55 a) Disciplina clara y justa La buena disciplina es una condición importante para un clima de orden (ver nota de traducción sobre Ethos en la página 34), pero ésta se obtiene con mejores resultados a partir de la “pertenencia y participación” a través de “reglas y control externo”. Por ejemplo, el uso demasiado frecuente del castigo puede crear una atmósfera tensa y negativa, con efectos contraproducentes en la asistencia y el comportamiento. En efecto, numerosos estudios han encontrado que los castigos formales no son efectivos o tienen efectos adversos. Estos y otros estudios demuestran que la disciplina efectiva implica mantener buen orden, imponer consistentemente reglas justas, claras y bien entendidas, así como la utilización excepcional del castigo. b) Retroalimentación La retroalimentación hacia los alumnos puede ser inmediata (en forma de elogio o reprimenda) o pospuesta hasta cierto punto (en forma de premios, incentivos y recompensas). Dos amplias revisiones de las investigaciones sobre escuelas efectivas mostraron que el reconocimiento público o a nivel de toda la escuela del éxito académico y otros aspectos de comportamiento positivo contribuyen a la efectividad. El estudio británico de escuelas secundarias efectuado por Rutter et al. (1979) mostró que la retroalimentación directa y positiva, como el elogio y la aprobación, tenía una asociación positiva con el comportamiento del alumno, pero los premios al trabajo inciden poco en el resultado. Los investigadores postularon tres explicaciones para el mayor efecto del elogio: afecta a más alumnos; el que no se retrase permite un enlace más definitivo con los incentivos; y es más probable que incremente las recompensas intrínsecas de aquello que se está reforzando. Mortimore et al. (1988) obtuvieron resultados similares para escuelas primarias, demostrando que el elogio y definitivamente la retroalimentación neutral eran más efectivos que “depender del control a través de la crítica”. Debe tenerse en cuenta que la NREL (1990), en la síntesis de la literatura sobre el tema, señaló que la investigación muestra que el elogio y otros refuerzos deberían proporcionarse por las respuestas correctas y el progreso relacionados con el desempeño anterior, pero que su uso debe ser parco y no debe ser inmerecido o aleatorio. Numerosos estudios han mostrado también 56 que las recompensas y los elogios no tienen que relacionarse necesariamente sólo a resultados académicos, sino que pueden aplicarse a otros aspectos de la vida escolar, tales como la asistencia y el civismo. La revisión que hicieron Brophy y Good (1986) del comportamiento de los maestros y desempeño de los alumnos proporciona una serie de guías para el elogio efectivo. Entre otros aspectos, dichos autores enfatizan la necesidad de que el elogio sea específico, eventual, espontáneo y variado, y que se utilicen los logros previos del alumno como contexto para describir el desempeño actual y atribuir el éxito al esfuerzo y a la habilidad. 8. Seguimiento de los avances Mecanismos bien establecidos para evaluar el funcionamiento y adelanto de los alumnos, de los grupos y de la escuela en general, así como de los programas de mejoramiento, son características importantes de muchas escuelas efectivas. Estos procedimientos pueden ser formales o informales, pero de cualquier manera contribuyen a centrar la atención en la enseñanza y el aprendizaje y con frecuencia participan en la elevación de las expectativas y en un refuerzo positivo. Parece ser que el hecho de que un director se involucre activamente en el seguimiento del aprovechamiento y adelanto de los alumnos produce beneficios específicos. a) Seguimiento alumno del desempeño del Un seguimiento frecuente y sistemático de los avances de los alumnos y los grupos, en sí mismo tiene poco efecto en el rendimiento, pero se ha demostrado que es un ingrediente importante del trabajo de una escuela efectiva. Primero, es un mecanismo para determinar en qué grado se están alcanzando las metas de la escuela; segundo, enfoca la atención del personal, alumnos y padres de familia hacia esas metas; tercero, proporciona información para la planeación, métodos de enseñanza y evaluación; cuarto, transmite un mensaje claro a los alumnos de que los maestros están interesados en sus progresos. Este último punto se relaciona con la retroalimentación de los maestros a los alumnos que se discute en el factor 7. Reforzamiento positivo. Levine y Lesote (1990) indicaron que el seguimiento del avance estudiantil fue citado con frecuencia como un factor en la investigación sobre escuelas efectivas, pero argumenta que ha habido poco consenso para definir el término o proporcionar guías de cómo ejercerlo. También se refirieron a varios estudios que han demostrado que algunas escuelas desperdician tiempo o dirigen equivocadamente la enseñanza por medio de prácticas de seguimiento demasiados frecuentes. En su lista de correlativos de las escuelas efectivas usaron la frase “seguimiento adecuado”, en vista de la necesidad de más investigación sobre la forma y la frecuencia de su uso. Un amplio estudio británico sobre escuelas primarias se concentró en una forma bien establecida para dar seguimiento al desempeño de los alumnos. Estos investigadores examinaron el sistema de registro de datos de los maestros como una manera de seguimiento continuo de los puntos fuertes y débiles de los alumnos, combinando los resultados de evaluación objetiva con la evaluación basada en el criterio del maestro sobre sus alumnos. En muchas escuelas efectivas estos registros se relacionan no solamente con las habilidades académicas, sino con el desarrollo personal y social de los estudiantes. Los investigadores encontraron que el utilizar el sistema de registros es una característica importante de las escuelas efectivas. b) Evaluación del funcionamiento de la escuela La investigación también demuestra que dar seguimiento al adelanto de los alumnos a nivel de toda la escuela es un factor importante. Al hablar de liderazgo mencionamos la importancia de que el director se involucre activamente y conozca muy bien el funcionamiento de la escuela, por ejemplo, visitando las aulas. Sobre una base más formal, la revisión de Murphy (1989) sobre estudios de líderes efectivos demostró que éstos practican una gama de procedimientos de seguimiento, comunican su interpretación a los maestros a manera de retroalimentación e integran estos procedimientos con la evaluación y el establecimiento de metas. Scheerens (1992) planteó que una evaluación adecuada es “un requisito previo esencial para tomar medidas que resalten la efectividad a todos los niveles”. Evaluar los programas de mejoramiento de las escuelas es particularmente importante. Por ejemplo, Lesote (1989) enfatizó la importancia del uso de medidas de aprovechamiento de los alumnos como base para la evaluación de programas; en efecto, este fue uno de los cinco factores que efectividad escolar. él propuso para la Podría concluirse que la retroalimentación, así como la información obtenida del seguimiento y la evaluación, al ser incorporada de forma sistemática a los procedimientos de toma de decisiones de la escuela, asegura que la información sea utilizada de manera activa. Dicha información necesita relacionarse con la formación y actualización del personal (ver el factor 11. Una organización para el aprendizaje) 9. Derechos y responsabilidades de los alumnos Un hallazgo común en la investigación sobre escuelas efectivas es que pueden obtenerse avances sustanciales en efectividad cuando se eleva la autoestima de los alumnos, cuando éstos tienen un papel activo en la vida de la escuela y cuando se les otorga una parte de la responsabilidad sobre su aprendizaje. a) Elevar la autoestima del alumno Los niveles de autoestima son afectados de manera significativa por el trato dado por los demás y son un factor principal para determinar el rendimiento. En el caso del autoestima del alumno, las actitudes de los maestros son expresadas de diversas maneras: La forma en que se comunican con los alumnos; el grado en que se les concede respeto y éstos se sienten comprendidos; y los esfuerzos que los maestros hacen para responder a las necesidades personales de cada estudiante. Trisman et al. (1976) encontraron que la relación armónica estudiante-maestro tiene una influencia benéfica sobre los resultados, y otros estudios han demostrado que una relación positiva maestro- alumno es una dimensión unida al éxito. Mortimore et al. (1988) encontraron efectos positivos cuando los maestros comunicaban entusiasmo a los alumnos, y cuando les demostraban atención individual. Se le puede dar énfasis a las relaciones maestro-alumno fuera del aula. Los estudios británicos en escuelas secundarias han encontrado que cuando había actividades fuera de la escuela compartidas por maestros y alumnos, cuando los alumnos sentían que podían consultar a los maestros sobre problemas personales se daban efectos positivos en los resultados. 57 b) Posiciones de responsabilidad Los estudios británicos han demostrados los efectos positivos tanto en el comportamiento de los alumnos como en el éxito en los exámenes, a través de darle a una alta proporción de estudiantes posiciones de responsabilidad en el sistema escolar. Esto les transmite confianza en sus habilidades y establecen normas de comportamiento maduro. c) Control del trabajo Algunos estudios han demostrado que cuando los alumnos responden bien al dárseles mayor control sobre lo que les sucede en la escuela, mejoran una serie de resultados, aun a nivel de primaria. Un estudio británico sobre escuelas primarias demostró que se producen efectos positivos cuando se estimula a los alumnos para manejar su trabajo con independencia del maestro durante periodos cortos de tiempo, como puede ser una clase o una tarde. 10. Colaboración hogar-escuela Por lo general, la investigación muestra que la relación de apoyo y cooperación entre el hogar y la escuela tiene efectos positivos. Coleman et al. (1973) llaman nuestra particular atención hacia los beneficios de las escuelas que propician que los padres se involucren en el aprendizaje de sus hijos. Es difícil responder a la pregunta de si mayores niveles de participación de los padres producen cambios, ya que puede significar una multitud de cosas en diferentes contextos y probablemente existirán marcadas diferencias entre las escuelas primarias y secundarias en lo que respecta a la naturaleza de la participación de los padres. Todavía no ha habido alguna investigación sobre la relación entre el nivel de responsabilidad de las escuelas hacia los padres en el Reino Unido (incrementado bajo las provisiones de la Reforma a la Ley de Educación, 1988) y su efectividad. a) Participación de los padres aprendizaje de sus hijos en el Las formas especiales en que las escuelas fomentan las buenas relaciones hogar-escuela y alientan la participación de los padres en el aprendizaje de sus hijos son afectadas por la edad de los alumnos, y probablemente se 58 identificarán diferencias marcadas entre las escuelas primarias y secundarias. El estudio de Mortimore et al. (1988ª) en escuelas de enseñanza media encontró beneficios positivos cuando los padres ayudaban en el aula y en excursiones de la escuela, en la que regularmente había juntas sobre los avances de sus hijos, donde había un salón para los padres, y el director mantenía una política de “puertas abiertas”. Curiosamente, encontraron un efecto negativo de las asociaciones de padres y maestros, y sugirieron que este tipo de participación, más formalizada, no era suficiente en sí misma para engendrar la participación de los padres y, en algunos casos, podía presentar barreras para aquellos que no estuvieran dentro de la “camarilla”. Tizard et al. (1982) demostraron que cuando los padres se involucraban en la lectura, el efecto era mayor que teniendo un maestro adicional en el aula. Epstein (1987), Weinberger et al. (1990) y Topping (1992) han llamado la atención sobre el valor de la participación de los padres en proyectos de lectura en escuelas primarias. Armor et al. (1976) mostraron que la presencia de los padres en el espacio escolar y su participación en comités, actos cívicos y otras actividades, tenía efectos positivos en el rendimiento. Por otro lado, Brookover y Lesote (1979) no encontraron bases para una relación entre participación de los padres y efectividad. El trabajo más reciente de Coleman et al (1993,1994) y Coleman (1994), ha llamado la atención sobre la importancia de actitudes positivas y de apoyo por parte de los maestros, estudiantes y padres de familia, para el desarrollo de la responsabilidad del alumno hacia el aprendizaje. Con frecuencia, el involucramiento de los padres tiene una gran correlación con los factores socioeconómicos, y el temor de que hacerla resaltar como un factor importante pudiera, de manera injusta, transmitirles responsabilidad de la efectividad escolar a los padres, explica en parte por qué algunos investigadores han evitado definirla o medirla. Sin embargo, los estudios arriba mencionados establecieron grupos control para la matrícula socioeconómica. Es interesante el que al menos un estudio ha demostrado que la participación de los padres puede ser más efectiva en escuelas que matriculan más alumnos pobres y de clase trabajadora. Los resultados intermedios de Sammons et al. (1994c) indican que entre los maestros de escuelas secundarias menos efectivas había una tendencia a considerar la falta de interés de los padres como un factor principal que contribuía al bajo rendimiento, mientras que en escuelas secundarias más efectivas con una población escolar de extracción similar había percepciones más favorables del interés de los padres y relaciones más activas con ellos. Los mecanismos por medio de los cuales el involucramiento de los padres influye sobre la efectividad escolar no están totalmente claros. Se podría especular que cuando padres y maestros tienen objetivos y expectativas similares para los menores, el apoyo combinado al proceso de aprendizaje puede ser una fuerza poderosa de mejoramiento. Los padres que están involucrados pueden expandir el tiempo activo de aprendizaje de los estudiantes ( por ejemplo, trabajar con los alumnos, especialmente tratándose de niños más pequeños, o supervisándoles la tarea) y en caso de que haya dificultades en la escuela, como podría ser en asistencia o comportamiento, estar más dispuestos a apoyar los estándares y requerimientos de la escuela. Como ha sostenido MacBeath (1994), las escuelas con éxito seguramente serán aquellas “que no sólo involucran a los padres, sino que los apoyan y requieren su participación” (p.5). El mismo autor prosigue argumentando a favor de un papel más activo de los padres en la autoevaluación y planeación del desarrollo de la escuela. Coleman et al. (1994) llaman particularmente la atención a la interconexión de los dominios afectivo y cognitivo en la triada de relaciones entre maestros, padres y estudiantes. Argumentan que “es la relación entre el maestro y los padres (o uno de ellos) la que es crítica al reclutar al hogar como aliado, o convertirlo en enemigo (o no) de las actividades educativas en al aula” (p.30). 11. Una organización para el aprendizaje Las escuelas efectivas son organizaciones para el aprendizaje, con maestros y directivos que continúan aprendiendo, manteniéndose al día en sus asignaturas e incorporando los adelantos en la comprensión de la práctica efectiva. Usamos el término “organización para el aprendizaje” en un segundo sentido: es decir, que el aprendizaje tiene más efecto cuando se lleva a cabo en la escuela misma o para la escuela en su totalidad, y no dirigido específicamente a maestros individuales. La necesidad de que las escuelas se conviertan en “organizaciones para el aprendizaje” es cada vez más importante, dado el ritmo del cambio social y educacional. Southworth (1994) proporciona una reseña de las características de una escuela para el aprendizaje, que enfatiza la necesidad de aprender en cinco niveles interrelacionados (niños, maestros, personal, organizacional y liderazgo). a) Formación y actualización del personal académico basadas en la escuela Casi todos los estudios de investigación que han examinado el efecto del desarrollo del personal académico en la efectividad escolar, señalan la necesidad de que éste se lleve a cabo en la escuela. Por ejemplo, Mortimore et al. (1988ª) encontraron que los cursos de actualización en servicio tenían un efecto positivo en los resultados, sólo cuando se asistía por una buena razón. Stedman (1987) enfatizó la importancia de que la actualización fuera diseñada para las necesidades específicas del personal y que fuera “una parte integral de un ambiente educacional de colaboración”. La investigación de Coleman y la de Rocque (1990) en Canadá también señala el efecto positivo que puede proporcionar al apoyo de los cuerpos administrativos a nivel local (Consejo Directivo [School Board] equivalente a las Autoridades Locales de Educación [LEAs, por sus siglas en inglés]). Levine y Lesote (1990), así como Fullan (1991), citan numerosos estudios que muestan que presentaciones aisladas de expertos externos pueden ser contraproducentes. Su revisión de escuelas excepcionalmente efectivas llegó a conclusiones similares a las de otras revisiones y estudios. El desarrollo del personal en las escuelas efectivas se lleva a cabo en el recinto de la escuela a través de un programa de instrucción continuo y progresivo, y está enfocada a proporcionar ayuda para mejorar la enseñanza en el aula. Los estudios también han enfatizado el valor de encuadrar el desarrollo del personal dentro de una planeación colegiada y colaborativa, así como asegurarse de que las ideas sobre las actividades de desarrollo se compartan con regularidad. 59 HACIA UNA MEJOR CALIDAD DE NUESTRAS ESCUELAS Sylvia Schmelkes LA CALIDAD EDUCATIVA MIRA HACIA FUERA Los objetivos de la educación La actividad educativa no tendría sentido si no fuera por sus objetivos respecto de la sociedad en la que se encuentra inserta. Es el objetivo externo de la educación el que le da significado a toda empresa que educa. Lo anterior puede parecer una obviedad. Sin embargo, en el operar cotidiano de las escuelas, en ocasiones le damos más importancia a los objetivos hacia adentro de la educación que a los objetivos hacia fuera. Así, importa más organizar las actividades de tal manera que los alumnos sean capaces de pasar un examen, de cumplir con los requisitos que exige transitar al grado o al nivel siguiente, de cumplir con las normas y los reglamentos de la escuela, que el verdadero para qué de todo lo anterior. Al perderlo de vista, muchas veces sucede que educamos más para la escuela que para la vida; que servimos mejor al aparato educativo que a la sociedad más amplia. No es ésta la intención del currículo ni de la organización escolar. En el origen de todo el programa educativo, de toda normatividad educativa, se encuentra la preocupación por el logro de la función social que se le otorga al sistema educativo, y por tanto a cada escuela. Sin embargo, en ocasiones es difícil precisar qué se espera de la educación. De hecho, es complejo identificar qué tipo de aporte es posible pedir a la escuela. A lo largo de la historia de la educación, a los sistemas educativos se les ha pedido muchas, quizás demasiadas cosas. Muchas de ellas resultan muy alejadas de su quehacer específico. Otras, las más, no dependen sólo de los sistemas educativos, sino de muchos otros factores, aunque la escuela tiene en ellas una clara contribución. Otras, en cambio, sí son propias de la escuela. Por ejemplo, de los sistemas educativos se han esperado aportes significativos en torno a objetivos como los siguientes: • 60 Crear identidad nacional. • Mejorar el bienestar de la población y su calidad de vida. • Propiciar la movilidad social. • Mejorar las oportunidades de empleo de sus egresados. • Aumentar los niveles de quienes pasan por sus aulas. • Formar ciudadanos democráticos. • Extender la cultura universal. • Formar a los alumnos en los valores propios de un miembro activo y comprometido con la sociedad en la que vive. • Formar personas críticas y creativas • Formar seres humanos capaces enfrentar y resolver problemas. • Formar personas estudiando. aptas ingreso para de de seguir En el mismo sentido, aunque desde una perspectiva crítica de la función reproductora y legitimadora de la escuela, se le ha atribuido a la misma, la capacidad de: • Inculcar la ideología dominante (y asegurar de este modo la reproducción de las relaciones de producción). • Seleccionar a quienes podrán proseguir su curso por el sistema educativo y llegar a formar parte de la clase dominante, y a quienes deberán pasar a las filas de los dominados. • Lograr la legitimación de las diferencias sociales en una sociedad determinada mediante el argumento del “logro” educativo. • Dar a la mano de obra la capacitación que el aparato productivo necesita para generar riqueza. Se han hecho investigaciones que logran demostrar que todos los objetivos anteriores, tanto de la primera como de la segunda lista, en efecto representan resultados atribuibles al sistema educativo. Así, es un hecho histórico que los estados-nación se han fortalecido a partir de la universalización de sus sistemas educativos. Es cierto también que quienes tienen mayores niveles educativos tienen mayor bienestar y mejores ingresos. La expansión de los sistemas educativos ha permitido, en determinadas sociedades y durante periodos históricos también determinados, que los hijos más educados que sus padres tengan mejores posiciones y mejores niveles de bienestar general (movilidad social intergeneracional). Aunque con muchas excepciones puede encontrarse alguna asociación entre sociedades más democráticas y sociedades cuya población tiene una escolaridad promedio mayor. De la misma manera, hay múltiples estudios que demuestran la existencia de diversos mecanismos que permiten la selección social del estudiantado en función de la clase social de origen. Hay análisis sobre la forma en que la escuela genera y exige un saber y una expresión lingüística distantes y diferentes del saber y de la expresión lingüística de las clases populares, y sobre cómo, al hacerlo, obstaculiza el tránsito por el sistema educativo de los sujetos con estos últimos saberes y lenguajes. Está ampliamente documentada la forma como, en términos generales, los recursos educativos se distribuyen en función de la riqueza o pobreza preexistentes, y sobre cómo los sistemas educativos no sólo reflejan, sino refuerzan, las diferencias entre los sectores y estratos sociales. Lo que sucede es que la educación es un hecho social que tiene, por definición, todos estos resultados. Lo que es también cierto, y muchas veces se olvida en los análisis que se efectúan sobre los mismos, es que la escuela no es la única responsable. Es más, podríamos decir que, en ocasiones, dado un conjunto de limitaciones de carácter orgánico y estructural, la escuela difícilmente puede lograr algo diferente. De esta manera, si el sistema educativo se encuentra ubicado en una realidad histórico-temporal determinada en la que el empleo no crece al mismo ritmo que crece el número de egresados de sus diferentes niveles, no podrá exigírsele a la escuela que mejore las oportunidades de empleo, o que mejore consecuentemente el ingreso de sus egresados. Del mismo modo, si en el sistema político más amplio se atropellan y se reprimen las expresiones y los anhelos de democracia, y se restringe la participación ciudadana, difícilmente podrá pedírsele a la escuela que produzca ciudadanos democráticos. Un ejemplo más, propio del sistema educativo: si los criterios de distribución de recursos a las diferentes escuelas del sistema obedecen más a criterios de carácter político que a una intencionalidad de justicia en la distribución de oportunidades, difícilmente podrá el sistema educativo igualar el acceso de sus egresados a los beneficios del desarrollo social. La pregunta quizás está mal planteada. Es injusto pedirle solamente al sistema educativo que cumpla con todo lo que la sociedad exige de él. Pero sería también absurdo limitar la función de la escuela a lo que puede llegar a tener lugar dentro de las cuatro paredes del aula. La pregunta sobre la calidad de la educación debe convertirse en una pregunta sistémica: ¿Cómo está el sistema educativo contribuyendo al logro de este conjunto de objetivos? Y el movimiento hacia una mejor calidad de la educación debería partir de la pregunta acerca de cómo puede contribuir mejor. Sentadas estas premisas fundamentales, podríamos entonces plantearnos la siguiente afirmación como válida: No puede atribuírsele a la educación la capacidad de transformar la sociedad en la que actúa. Sin embargo, no es posible concebir el desarrollo de las condiciones de vida de amplios sectores de la población si estos sectores no superan su condición de exclusión, tanto del saber universal como de las realidades que les afectan cotidiana y socialmente, es decir, de sus condiciones de vida. De esta forma, la educación es el ingrediente sin el cual un proceso de desarrollo carece de la calidad necesaria para hacer a los sujetos agentes activos de su propia transformación y de la de su entorno social, cultural y político. Para resumir: El objetivo externo del quehacer educativo, y lo que le da sentido al mismo, es contribuir al mejoramiento de la calidad de vida –actual y futura—de los educandos, y de esta manera a la calidad de los procesos de desarrollo de la sociedad. LOS BENEFICIARIOS DE LA EDUCACIÓN Para resumir: Son beneficiarios de la acción de la escuela: • • • • • • • El alumno de hoy. Ese mismo alumno mañana. Los padres de familia. La escuela que lo recibe como egresado. La persona u organización que le da empleo. La comunidad en la que el alumno vive. La sociedad en la que se desarrollará social, económica, cultural y políticamente. Un proceso de mejoramiento de la calidad de nuestra escuela deberá centrarse en satisfacer cada vez mejor a estos beneficiarios. 61 Hasta ahora hemos hablado de los beneficiarios externos de la organización, en este caso de la escuela. Nos hemos referido a quienes se benefician por los servicios educativos que la escuela ofrece. Pero es importante tener en cuenta que toda organización también tiene beneficiarios internos. En el caso de una escuela, el ejemplo más claro del beneficiario interno es el maestro del grado siguiente, que recibirá a los alumnos del grado inmediato anterior. Este maestro también se verá beneficiado por una educación de calidad, o perjudicado por la ausencia de la misma. Otra de las nociones básicas de la filosofía de la calidad total es que, respecto de estos beneficiarios internos, debemos aplicar los mismos principios que respecto de los externos. En otras palabras, también sus necesidades y expectativas se convierten en un aspecto central de los esfuerzos por mejorar la calidad dentro del salón de clases. En una fábrica, si un departamento de producción envía partes defectuosas al departamento responsable de la siguiente fase de la producción de un artículo, será difícil producir con calidad, o hacerlo significaría costos muy altos. Por eso, uno de los preceptos importantes de la filosofía de la calidad total es el de reducir a cero el envío de partes defectuosas al departamento siguiente. De la misma manera, se insiste en que la solución a problemas de esta naturaleza no está en identificar estas partes defectuosas y regresarlas a su lugar de origen, sino en evitar producirlas. Un movimiento de calidad total en una empresa estaría centrado en eliminar las causas que llevan a que se produzcan piezas defectuosas. En educación no hablamos de partes. Hablamos de personas –los alumnos--. Estas personas se ven afectadas de manera especial cuando no atendemos las causas de su rezago escolar. En muchas ocasiones, los efectos provocados por permitir ese rezago tienen consecuencias que perduran a lo largo de toda la vida. En la escuela, la solución que muchas veces le damos al rezago escolar es la de volver a empezar: reprobamos al alumno. Sabemos que si el alumno no aprendió, no puede satisfacer las necesidades del próximo grado escolar. Concentramos mucho menos nuestros esfuerzos en evitar el rezago, en combatir las causas que lo producen. Y por no incomodar al beneficiario interno –al maestro del próximo grado- perjudicamos al alumno, que representa nuestro beneficiario inmediato y la razón de ser del quehacer escolar. 62 No estamos diciendo con esto que hay que eliminar la reprobación. Lo que queremos dejar claro es que, desde todos los puntos de vista, es más conveniente atacar las causas que llevan a la postre, a la reprobación. Como señala con toda claridad la filosofía de la calidad total: es mucho menos costoso prevenir que corregir. En educación, esta corrección implica nada menos que volver a comenzar –su costo, económico, social y afectivo, es enorme-. Es conveniente recordar que el efecto de un problema no lo sufre quien lo creó, sino quien lo recibe. LA CENTRALIDAD DE LOS BENEFICIARIOS El beneficiario de una empresa o de una organización, como la escuela, es todo aquel que juzga la calidad de nuestros servicios. El que juzga sobre la calidad de nuestros servicios debe representar el interlocutor privilegiado de toda organización. Esto es así por uno de los tres motivos siguientes: • Porque si el que juzga tiene opciones, y su juicio es negativo, abandonará nuestro servicio. Así, los padres podrán decidir enviar a sus hijos a otra escuela; las escuelas de niveles subsecuentes podrán rechazar a nuestros egresados; los empleadores preferirán darle empleo a los egresados de escuelas de mejor calidad; la sociedad terminará por marginar a los que logren egresar –o desertar definitivamente- de nuestros planteles. • Porque si el que juzga no tiene opciones, pero tiene derechos y expectativas sobre la calidad de nuestro servicio, tendrá también derecho a exigirnos, por diferentes vías, que cumplamos esas expectativas. Sin duda, cuando esto sucede se genera una presión –benéfica, en el largo plazo- sobre el mejoramiento de la calidad educativa. En el corto plazo, sin embargo, genera tensiones y conflictos que dificultan y obstaculizan el movimiento hacia una mejor calidad. • Porque si el que juzga no tiene opciones ni tiene claras sus expectativas, aunque tenga derechos, se conformará con un servicio mediocre, o simplemente lo rechazará (el alumno desertará). Desgraciadamente, esto último es lo que sucede con muchas de nuestras escuelas. Los padres de familia en ocasiones tienen poca claridad acerca de lo que debe ofrecer la escuela, porque ellos mismos no fueron escolarizados. Las escuelas secundarias tienen el mandato de recibir a los egresados de primaria, aunque éstos vengan mal preparados. Es obvio que las consecuencias sociales de que esto ocurra, o de que nuestro servicio se rechace, son nefastas. Se genera un círculo vicioso de ausencia de calidad que nos recuerda la cita de Miguel Ángel Granados Chapa que aparece en la introducción. Así el movimiento hacia una mejor calidad educativa debe partir del propósito de satisfacer al beneficiario –al que juzga sobre la calidad del servicio que ofrecemos- . Para lograrlo, es necesario conocer mejor sus necesidades, sus expectativas, sus preocupaciones, sus insatisfacciones respecto al servicio que estamos ofreciendo. De la misma manera, es necesario que el beneficiario conozca y participe en lo que nosotros estamos tratando de hacer por mejorar la calidad de nuestro servicio. Ahora bien, es necesario reconocer que la calidad no es algo absoluto ni estático. Las concepciones sobre la calidad cambian con el tiempo, y quien juzga sobre la calidad siempre tenderá a ser cada vez más exigente. Por eso, un movimiento hacia la calidad es eso: un movimiento cuya trayectoria es una espiral ascendente. Una vez iniciado, lo único que puede lograr es más calidad. Por otra parte, conviene tener en cuenta que la calidad tiene muchas escalas, no sólo una. Así, el juicio sobre la calidad de la educación que ofrecemos nunca será único. No nos es ajeno que una escuela se califique como buena en lo académico, pero deficiente en la formación de valores. O como excelente en la actividad deportiva, pero deficiente en la formación académica. El beneficiario tendrá varias escalas de juicio. Se trata de satisfacerlo en todas: por eso se habla de calidad total. LOS BENEFICIARIOS Y EL PLANTEL ESCOLAR Todo lo anterior implica que el plantel escolar debe preguntarse principalmente sobre los requerimientos de sus beneficiarios, de manera que pueda priorizar, en su acción, la satisfacción de los mismos. La escuela, por su función, debe priorizar el aprendizaje. En lo que el alumno efectivamente aprende en su paso por la escuela se puede resumir los requerimientos y expectativas de todos los beneficiarios de nuestra lista. Así, la escuela debe preguntarse, centralmente, qué y cómo deben aprender los alumnos. Para hacerlo, tendrá que tomar en cuenta varios elementos. Uno muy importante es el currículum oficial. Todo plantel escolar tiene que lograr los objetivos que se encuentran plasmados en los planes y programas de estudio. Solamente así tendremos la posibilidad de asegurar que lo que ofrecemos en las escuelas de todo el país es equivalente, y sólo así habrá bases para esperar equidad como resultado de nuestro sistema educativo. Pero el currículum oficial debe representar solamente un punto de partida. El diálogo con los beneficiarios –con todos ellos-, junto con el descubrimiento de aquello en lo que, como escuela, fallamos, podrá llevarnos a precisar, con muchísima mayor claridad, que priorizar, qué incorporar, y, sobre todo, cómo proceder para lograr ese aprendizaje efectivo en todos nuestros alumnos. Este diálogo debe ser permanente, y debe involucrar a todo el personal de la escuela, como veremos en los capítulos siguientes. Para resumir las ideas fundamentales de este capítulo: La escuela no puede transformar la sociedad, pero sí puede contribuir a que la transformación sea de calidad, que se centre en la calidad de las personas, y que conduzca a una mejor calidad de vida. Para mejorar la calidad de la educación que ofrecemos en nuestra escuela, es importante proponernos satisfacer las necesidades y expectativas de nuestros beneficiarios. El beneficiario es todo aquel que juzga sobre la calidad de nuestro servicio. Los principales beneficiarios del quehacer de una escuela son los alumnos (lo que son hoy y lo que serán mañana), los padres de familia, los niveles educativos subsecuentes, los empleadores, la comunidad y la sociedad más amplia. El maestro del grado inmediato superior es un beneficiario del quehacer del maestro del grado inmediato inferior, porque recibe a sus alumnos. Sin embargo, para tomar en cuenta tanto sus requerimientos como los de sus alumnos, el esfuerzo debe centrarse en evitar el rezago escolar, y no en seleccionar adecuadamente a los alumnos que reprobarán. La escuela debe definir su proceso de mejoramiento de la calidad priorizando lo que realmente aprenden los alumnos. En ello se sintetizan los requerimientos de los diversos beneficiarios de la escuela. 63 LA CALIDAD PARTE DEL RECONOCIMIENTO DE QUE HAY PROBLEMAS INTRODUCCIÓN No puede iniciarse un movimiento hacia la calidad si no se reconoce que existen problemas. Todo impulso por mejorar la calidad de un producto o de un servicio comienza por este paso. La complacencia es el peor enemigo de la calidad. Sin embargo, reconocer que existen problemas no es suficiente. Es necesario tomar la decisión de que ha llegado el momento de hacer algo al respecto. Una vez que se ha tomado esta decisión, se sigue un conjunto de pasos. Si la decisión es de una persona o de un grupo de personas, es necesario que convenzan a los demás. Ningún proceso de mejoramiento real de la calidad puede darse sin la participación activa y convencida de todos los que laboran en la organización en cuestión. En conjunto, hay que decidir emprender algo para resolver el problema. Esta es una decisión más precisa que la anterior. La anterior es vaga, manifiesta una inconformidad. Ésta implica que ya se tiene una solución, al menos hipotética, para enfrentar algún problema. Pero esta decisión es, una vez más insuficiente. Es necesario que exista un compromiso con lo que se emprende; y nuevamente, el compromiso debe ser de todos. Lo anterior se dice fácilmente, y sin embargo es quizás uno de los pasos más difíciles de lograr en un proceso de mejoramiento de la calidad. Ello es así porque el compromiso implica lo que los teóricos de la calidad han llamado un cambio cultural. En otras palabras, se trata de fortalecer valores compartidos, de vivirlos día con día, y de renovarlos grupalmente. Estos valores, en el fondo, parten de una convicción básica: vale la pena hacer las cosas lo mejor que se pueda, y cada vez mejor. Hacer las cosas bien humaniza a las personas, quienes encuentran sentido a su quehacer. Hacer las cosas cada vez mejor supone constancia. Uno de los enemigos principales de los movimientos de la calidad total es precisamente la falta de constancia. Este es un valor necesario y a la vez difícil de lograr. Ello fundamentalmente se debe a que los movimientos de mejoramiento de la calidad son procesos de largo plazo. Sus resultados se ven en años, no en meses. Pero también se 64 debe al hecho de que el proceso de mejoramiento de la calidad es por definición permanente: lento y gradual, pero permanente. Ahora bien, cuando se trata de una organización, nadie puede emprender un compromiso de esta naturaleza en forma aislada. Es necesario que el trabajo sea de todos; que el objetivo central no sea el beneficio personal sino el mejoramiento de la organización, para que ésta pueda cumplir mejor con su objetivo hacia fuera. Ello significa, en muchas ocasiones, un cambio radical de nuestra forma de relacionarnos. Por último, un compromiso de esta naturaleza requiere de liderazgo. Es necesario que el director de la escuela aprenda a ejercer este liderazgo – que es un liderazgo de apoyo y solidaridad-, y también que los maestros aprendan a aceptarlo y a enriquecerlo. Los problemas se resuelven de raíz En un movimiento hacia la calidad, no se trata de reacomodar lo que está mal. Se trata de resolver los problemas atacando sus causas. En otras palabras, se trata de eliminar todo aquello que provoca la existencia del problema. Muchas veces confundimos los síntomas de los problemas con sus causas. Generalmente, la primera respuesta a un problema no ataca su causa fundamental. Así, tendemos a explicar los problemas de ausentismo y falta de aprendizaje en la escuela como un problema de falta de interés y de apoyo de los padres de familia. Sin embargo, pocas veces nos ponemos a pensar en lo que nosotros hemos hecho por acercarnos a ellos buscando conocer sus problemas y para pedirles apoyo. El rezago escolar es para muchos de nosotros resultado de que los niños no aprenden, no ponen de su parte, son débiles mentales. No recapacitamos en el hecho de que nosotros como maestros hacemos poco por entender los problemas que tienen estos alumnos y por atenderlos en forma personal para evitar que se rezaguen. Un movimiento hacia la calidad comienza con los problemas que están más cerca de nosotros. Es conveniente clasificar los problemas entre los que son de nuestra propia responsabilidad y los que son responsabilidad de otros, y dar prioridad a los problemas propios. pregunta sobre el rezago escolar en el interior del aula, y sobre sus causas cotidianas. Los problemas de una escuela Cada escuela es única. La escuela típica no existe. A la escuela la definen quienes en ella trabajan, los alumnos a los que sirve, la comunidad en la que está inserta, y las interacciones entre todos ellos. Por eso es muy difícil hablar de los problemas que afectan la calidad en las escuelas en términos generales. • El problema de no aprendizaje. El problema del no aprendizaje es la manifestación más tangible de la falta de calidad educativa. Está presente de manera endémica en nuestros sistemas educativos, al grado de que, según lo demuestran múltiples estudios recientes, muchos de nuestros egresados de primaria no alcanzan siquiera el nivel de alfabetismo funcional, mucho menos la capacidad de plantear y solucionar problemas, de comprender el funcionamiento de la sociedad, de entender algunos fenómenos naturales. En la raíz de los fenómenos del no aprendizaje se encuentran en muchos casos las características del contexto en el que trabajamos. En situaciones de pobreza, con nutrición y salud precarias, a veces es difícil mantener un esfuerzo consistente por el logro de los objetivos de aprendizaje. No obstante, y sin dejar de reconocer que estamos hablando de un problema real, también se viene demostrando cada vez con mayor claridad que buena parte de sus causas se encuentran en los procesos de enseñanza que tienen lugar en el interior del aula. Se ha demostrado, por ejemplo, que en situaciones contextuales similares en cuanto a pobreza, un buen maestro es capaz de lograr excelentes resultados de aprendizaje, mientras que un mal maestro no logra que sus alumnos aprendan. Así, el problema del no aprendizaje se convierte en un problema de enseñanza deficiente o inadecuada. • El problema de la equidad. El cometido de toda escuela de nivel básico es lograr los objetivos de aprendizaje con todos sus alumnos. Sin embargo, sabemos que pocas escuelas logran esto. Y en algunas, la cantidad de alumnos que permanecen por debajo de los niveles satisfactorios de aprendizaje es excesiva. El hecho de que haya muchos alumnos que no logran los objetivos de aprendizaje, o que la diferencia cualitativa entre los que sí logran y los que no lo hacen sea muy grande, denota la existencia de un problema de conducción del proceso de enseñanza que se traduce en privilegiar a los alumnos capaces de atender y seguir el ritmo del maestro, y en ignorar o desatender a aquellos que muestran dificultades para hacerlo. Desde la No obstante, hay algunos problemas que atentan contra la calidad de los aprendizajes y que están presentes en muchas de las escuelas que hemos conocido. Aquí los vamos a mencionar, no para decir que en la escuela en la que usted lector, trabaja, están también presentes, sino con la intención de despertar inquietudes acerca del tipo de problemas que pueden afectar la calidad. • El problema de la no inscripción. Este problema está en la base de la calidad educativa, porque si la escuela no es capaz de atraer a su demanda potencial, no hay condiciones siquiera para que tenga lugar un proceso educativo escolar. Sin embargo, no todas las escuelas se preguntan por el grado en el que están logrando la cobertura de la comunidad a la que supuestamente sirven. Y menos aún son las que intentan conocer las causas de esa no inscripción. • El problema de la deserción. En los países de América Latina, la deserción es un problema grave. Un porcentaje importante de alumnos abandona las aulas antes de terminar la escuela primaria. Muchos de estos alumnos desertan cuando ya están en la edad de trabajar. En la mayor parte de los casos, esta edad, que debería corresponder a los últimos grados de primaria, se cumple estando en grados inferiores, pues los niños que desertan generalmente ya han reprobado. Al igual que la no inscripción, la deserción significa ausencia de contacto con el proceso de enseñanza. La existencia de este problema significa la ausencia de condiciones para hablar siquiera de calidad. • El problema de la reprobación. Ya mencionábamos el hecho de que la reprobación es, en muchos casos, causa de la deserción. Pero también es necesario advertir que la reprobación es una consecuencia de un problema más de fondo. La reprobación es consecuencia del rezago escolar progresivo que un alumno va experimentando a lo largo de todo el año escolar. Por eso, la pregunta sobre la reprobación debe convertirse en una 65 perspectiva de la filosofía de la calidad, estas diferencias son inadmisibles. Atacar la desviación (la diferencia), desde este planteamiento, es más importante que mejorar el promedio (que como todos sabemos, muchas veces esconde enormes diferencias). • El ambiente en el que ocurre el aprendizaje. Para que un proceso de aprendizaje real ocurra sin muchos tropiezos, es necesario contar con un ambiente que lo propicie. El ruido excesivo, la falta de iluminación o ventilación, la forma en la que están acomodadas las bancas, la falta de limpieza, son todos obstáculos para el aprendizaje. Gran parte de estos problemas tiene soluciones mucho más sencillas que las enumeradas arriba. • La falta de disciplina. Es muy común que los maestros señalen como uno de los problemas fundamentales a los que se enfrenta, la falta de disciplina de sus alumnos. Es conveniente señalar que en general hay falta de disciplina en un grupo de alumnos cuando ocurre una de dos cosas, o la combinación de ambas: a) cuando la escuela como organización no tienen disciplina –cuando no hay reglamentos, o cuando habiéndolos, éstos no se cumplen; cuando el funcionamiento escolar es errático; cuando las sanciones se aplican en forma subjetiva o arbitraria-, y b) cuando no está ocurriendo un proceso de aprendizaje. Los niños en general son felices cuando aprenden. Su curiosidad y su capacidad de asombro es enorme. Se aburren cuando no están aprendiendo. Y cuando se aburren, se indisciplinan. Ambas causas apuntan a la presencia de otros problemas que deben ser analizados y solucionados para resolver de raíz el problema de la falta de disciplina. • 66 El tiempo real de enseñanza. Algunos problemas anteriores se generan por el solo hecho de que el tiempo destinado a la enseñanza efectiva no es le que se requiere para que el aprendizaje tenga lugar, y ni siquiera el que oficialmente está estipulado. Las ausencias de los maestros o sus llegadas tarde, el tiempo destinado por ellos mismos a otras actividades dentro de la escuela, el uso del tiempo del salón de clases para imponer disciplina, limpiar el salón, corregir tareas, etc., reducen este tiempo notablemente. El tiempo dedicado a la enseñanza es el espacio destinado al aprendizaje. Si éste se encuentra notablemente reducido, es de esperarse que también el aprendizaje se vea reducido. Cuando el tiempo de enseñanza limitado se convierte en rutina, en ocasiones es difícil incluso percibirlo como problema, y por tanto imposible imaginar soluciones. • Los recursos para la enseñanza. Muchas de las escuelas en las que aprenden nuestros alumnos tienen recursos limitados. En algunos países, el aula amueblada y el pizarrón son los únicos recursos de los que se dispone. Otras escuelas de algunas regiones dentro de esos países ni siquiera cuentan con eso. Otras son más afortunadas y cuentan con libros de texto para todos los alumnos. En otras, aun más privilegiadas, se dispone de bibliotecas de aula y de apoyos didácticos adicionales. Los recursos para la enseñanza son esenciales para propiciar estrategias diferentes de aprendizaje, que agilicen el proceso, lo vuelvan atractivo y despierten la participación y la creatividad de los alumnos. Desde esta perspectiva, la falta de recursos es un problema. Si bien el ideal es que todas las escuelas sean dotadas de material didáctico pertinente por parte de la estructura central del sistema, es necesario reconocer que estos recursos pueden generarse en la propia comunidad en la que se trabaja, con la participación de maestros, alumnos y padres de familia. La ausencia de diversificación de las estrategias de aprendizaje, debida al uso poco diversificado de recursos para el mismo, es un problema que amerita ser analizado en la realidad específica. • Las relaciones con la comunidad. En nuestro medio se considera natural que las escuelas se aíslen de la comunidad en la que trabajan. Las reuniones con los padres de familia se reducen al mínimo estipulado por los reglamentos. Se solicita la participación de los mismos cuando se requiere algún apoyo material o financiero, pero rara vez para solicitar apoyo en los procesos de aprendizaje de sus hijos. El personal en general conoce poco los problemas de la comunidad en la que labora, y menos aún los problemas específicos de las familias de sus alumnos. Tendemos mucho a echarle la culpa a los padres de los problemas de aprendizaje de sus hijos, pero pocas veces hacemos el intento de acercarnos a ellos para entender mejor esos problemas y para solicitar su colaboración. Y sin embargo, las experiencias de las escuelas que se proponen interactuar de manera más cercana con la comunidad y con los padres de familia muestran que, cuando esto ocurre, los alumnos aprenden mucho más, y los beneficiarios quedan más satisfechos. Por esa razón, este es otro aspecto que debe ser analizado en la realidad específica. • Las relaciones entre el personal de la escuela. Cuando el personal de una escuela labora en equipo, se apoya mutuamente, planea y evalúa en forma compartida, la calidad de sus resultados es notoriamente superior a la de escuelas en condiciones similares. Por el contrario, cuando cada maestro limita su responsabilidad a cumplimiento de los objetivos específicamente encomendados, es decir, a la enseñanza del grupo a su cargo, se pierde este potencial de dinamismo que permite visualizar los problemas desde ángulos diversos y plantear e intentar solucionarlos colectivamente. Peor aún, cuando existe competencia y rivalidad entre los docentes, quienes sufren son los alumnos, porque aprenden menos. El análisis de la forma en que se interrelacionan el equipo escolar, y el entendimiento de las causas de estos fenómenos, es un aspecto que amerita ser analizado a fondo. El equipo de docentes, junto con el director, son el dínamo de un proyecto de calidad. Si no hay equipo, no hay movimiento posible hacia la calidad. Los anteriores son algunos de los problemas que se encuentran comúnmente en las escuelas de nuestros países. Ni todos ellos están presentes en todas las escuelas, ni son los únicos problemas que aquejan a los establecimientos escolares. Corresponde a cada escuela identificar sus propios problemas, y analizar sus causas en cada caso. Un movimiento hacia la calidad comienza cuando se prioriza un problema, se identifican sus causas, y se moviliza el equipo para atacar de raíz estas causas. Para solucionar un problema se requiere información En un movimiento hacia la calidad, no se puede trabajar a partir de intuiciones. Si bien estas intuiciones –de que algo está mal, de que hay un problema- puede representar un punto de partida legítimo, es necesario contar con la solidez de la información si realmente queremos resolver los problemas a fondo. En general, la información que genera la escuela es para el uso de las autoridades del sistema educativo. Rara vez es la escuela la que procesa la información que entrega al inspector o que envía a la oficina zonal o distrital. Inclusive, podemos decir que esta información, generada por la escuela, tampoco es utilizada por el inspector, sino que transita hacia las oficinas centrales del sistema educativo, donde es utilizada para hacer las grandes concentraciones estadísticas acerca del avance de los sistemas educativos nacionales. La información que la escuela entrega a los niveles de autoridad superiores puede servir para conocer mejor los problemas de la escuela. Pero definitivamente no es suficiente. La escuela necesita generar además, para su propio consumo, información de carácter más cualitativo. Debe saber cómo se encuentran los niveles de aprendizaje entre alumnos, y cómo se encuentran los niveles de aprendizaje entre sus alumnos, y cómo evolucionan. Es importante conocer las causas de la no inscripción y del ausentismo escolar. Si bien interesa conocer la magnitud de la deserción, lo más importante es conversar con las familias de quienes desertan y conocer las causas. A la escuela le interesa conocer a sus maestros y conocer los problemas que les impiden destinar el tiempo necesario a la enseñanza. También, la escuela debe contar con información acerca de la forma como los maestros planean e imparten sus clases, del grado en el que hacen participar a sus alumnos, de los intentos por brindar atención especial a los alumnos que los necesitan. Esta es la información que requiere la escuela y que sólo ella podrá procesar para solucionar los problemas que la propia información arroje. Cuando se identifica la presencia de un problema, hay que conseguir información sobre el mismo para cuantificarlo y dimensionarlo. Pero también hay que obtener elementos de la realidad para comprenderlo, es decir, para conocer sus causas, y para conocer el nivel de importancia de cada una de ellas. Cuando el equipo de la escuela logra definir que algunas de estas causas pueden ser atacadas de raíz, y decide emprender una acción en ese sentido, requerirá información para ver si en efecto lo está logrando. Y una vez logrado, es necesario que mantenga constancia en la información sobre este aspecto de manera que sea capaz de evitar reincidir en las causas que han sido identificadas previamente y que han logrado ser combatidas. Esto significa que directores y 67 maestros deben llegar a acuerdos acerca de cómo monitorear su desempeño, y deben desarrollar sus propios indicadores de la calidad de la educación en su escuela. Recordemos que prioritariamente mejoramos los procedimientos para mejorar el aprendizaje efectivo de todos los alumnos. Este debe convertirse en el indicador más importante de la eficacia de las medidas emprendidas. El proceso anterior en lo que permitirá continuar con el ciclo de la calidad. Esto es así porque una vez que se ha resuelto el problema, se han alcanzado estándares nuevos de funcionamiento y operación. Pero estos estándares se alcanzan sólo para romperse nuevamente, estableciendo las medidas que permitan volverlos a elevar. Para resumir las ideas fundamentales de este capítulo: El principio de un movimiento hacia la calidad es el reconocimiento de que hay problemas. La calidad implica resolver los problemas de raíz. Por eso, hay que encontrar sus causas y combatirlas. Combatir los problemas detectados es tarea de todos. Implica vivir valores nuevos de trabajo en equipo, de aceptación del liderazgo, de constancia y congruencia. Implica, en pocas palabras, una nueva cultura en la organización escolar. Hay problemas que son comunes a muchas escuelas: la no inscripción, la deserción, la reprobación, el no aprendizaje, la falta de equidad. En otro orden, encontramos deficiente ambiente de aprendizaje, la falta de disciplina, la escasez del tiempo destinado a la enseñanza, la poca relación entre la escuela y la comunidad, y la falta de fortaleza en las relaciones entre las personas que laboran en la escuela. Cada escuela debe analizar sus problemas y sus causas. Para ello, requiere información. La escuela ha de concebirse a sí misma como generadora de información, y principalmente, como usuaria de la misma. Una vez resuelto un problema, se logra fijar estándares de calidad mayores que los anteriores para el funcionamiento de la escuela. Es importante cuidar que estos estándares se mantengan, pero más importante es proponerse elevarlos aún más. 68 LA PLANEACIÓN Y LA EVALUACIÓN PAR LA CALIDAD emanar una idea capaz de ser convertida en plan. Como decíamos en el capítulo VI, si el director no hace suya la necesidad de cambiar, no es posible –o al menos es mucho más difíciliniciar un proceso de mejoramiento de la calidad. Hemos hablado ya de los requerimientos de información y de investigación en un proceso de mejoramiento de la calidad educativa. Nos hemos referido en múltiples ocasiones a la necesidad de planear, de monitorear y de evaluar. En este capítulo ampliaremos estos últimos tres aspectos. Pero supongamos que el director se involucra en el problema y genera una o varias ideas de cómo las cosas pueden ser mejores. Esa idea se tiene que convertir en plan. Por eso, la planificación es un aspecto importantísimo en los procesos de mejoramiento de la calidad. El reconocimiento del problema La búsqueda de la calidad se inicia, como ya decíamos, con la insatisfacción con el estado de cosas. En otras palabras, comienza con el reconocimiento de la existencia de un problema. Este problema puede ser de dos tipos, o de la combinación de los dos: una preocupación por los resultados deficientes que la escuela está produciendo, o una preocupación por los procesos deficientes que la escuela está desarrollando. Como es obvio, ambos están vinculados. El reconocimiento de un problema puede, a su vez, proceder de varias fuentes. Puede proceder, y muchas veces así sucede, de las quejas que la escuela recibe por parte de sus beneficiarios: las escuelas que reciben a sus egresados, los padres de familia, los propios alumnos, la comunidad. En este caso, son los beneficiarios quienes se encuentran insatisfechos con el estado de las cosas. Puede proceder también de las críticas emanadas del propio personal que labora en la escuela. En este caso, un miembro del equipo, o varios, se encuentran insatisfechos con el estado de cosas. O puede proceder de la dirección, propiciando por el convencimiento de que las cosas pueden ser mejores. Si este último es el caso, el proceso generalmente es más sencillo. El director tiene una idea de cómo deben ser las cosas mejores. Lo que procede es que esa idea se convierta en plan. Quizás lo más difícil en este caso es que el equipo de docentes reconozca también el problema y esté dispuesto a colaborar para convertir la idea en plan. De no ser éste el caso, el proceso es un poco más complicado. Las quejas y las críticas, que no vienen del director, tienen que pasar a convertirse en una preocupación central del director. Una vez que reconozca el problema, debe convencerse de que las cosas pueden ser mejores, y de ese convencimiento debe La idea se convierte en plan Para que una idea se convierta en plan, como ya lo hemos indicado, es necesario conocer bien el problema, sus causas, y sus posibles soluciones. No profundizaremos ahora en las necesidades de información y de investigación requeridas por este proceso. Hablemos ahora de las características del plan. a. El plan debe elaborarse en equipo. Las personas que conducen los procesos escolares son las responsables, en última instancia, del mejoramiento de la calidad, pues la calidad se encuentra en el proceso. Esto significa que son ellas quienes, en conjunto, tienen que desarrollar el plan, esto implica que el director convoque, logre convencer, entusiasme y comprometa al equipo de docentes en el inicio de una empresa colectiva que, como ya decíamos, una vez iniciada no tendrá fin. b. El plan debe comenzar por estabilizar los procesos, o por definir la estabilidad existente. El primer paso en un proceso de mejoramiento de la calidad es estabilizar los procesos. Esto significa descubrir qué se hace y qué se logra generalmente. Sólo así se podrá saber si hay personas que se encuentran fuera del sistema, por abajo o por arriba de sus niveles de calidad y de logro. Si es así, es necesario: 1. Precisar las normas mínimas. 2. Proporcionar los elementos para que todo el personal pueda cumplir estas normas mínimas (por ejemplo, brindar formación cuando hay problema de incapacidad para lograrlo, o resolver el problema de transporte a un maestro que siempre llega 69 tarde por no poderlo mismo). resolver por sí 3. Establecer, entre todos, sanciones claras para el incumplimiento de las normas mínimas. De esta forma, se arrancará a partir de un proceso estandarizado. Se comienza con un plan de mantenimiento, que puede y debe elaborarse e implantarse en el corto plazo. c. Diseñar los resultados deseados. El siguiente paso consiste en definir qué resultados queremos lograr. En otras palabras, debemos definir los resultados de aprendizaje que esperamos alcanzar con nuestros egresados y con quienes terminan cada uno de los grados de la escuela, o bien, cada una de las materias en los grados. Estamos ya en un proceso de mejoramiento. Es importante que en este proceso de mejoramiento nos fijemos metas realistas, no utópicas ni idealistas. Ya habrá ocasión, en futuros ciclos del proceso de mejoramiento de la calidad, de proponernos estándares más elevados. Pero si comenzamos con metas demasiado lejanas de las que actualmente estamos en capacidad de lograr, corremos el riesgo de provocar frustración y de que el proceso se interrumpa. d. El plan debe privilegiar los procesos de prevención del problema. Cuando realizamos la investigación, obtuvimos información e interpretación acerca de las causas del problema que nos ocupa. Generalmente, un problema como el de deficientes logros de aprendizaje no tiene una sola causa sino varias. Hay que darse a la tarea de priorizar esas causas, de manera que el plan pueda proponerse atacarlas. Sólo atacando las causas se previenen los problemas. Y sólo previniéndolos se resuelven de raíz. Es inclusive recomendable que un primer plan no se proponga, de inicio, combatir todas las causas. Pero sí a las más importantes. Todo intento de prevención de problemas implica modificar los procesos, que es donde se origina la buena o la mala calidad. En estos procesos participamos todos. Por eso, todos debemos participar en la elaboración de este plan preventivo, porque a todos nos va a tocar ejecutarlo. 70 e. El plan debe privilegiar la disminución de las variaciones por encima de la elevación del promedio. De nada serviría, para propósitos de satisfacer las necesidades de nuestros beneficiarios, que en lugar de producir treinta egresados mediocres, fuéramos capaces de producir tres egresados de excelencia, veinte egresados mediocres y siete egresados pobres. Sin duda, nuestros promedios mejorarían, pero estaríamos incurriendo en una falta de equidad y, en última instancia, atentando contra la justicia. Es más importante proponernos lograr treinta egresados menos mediocres que antes. Nuevamente, ya habrá ocasión para irnos acercando a la meta de producir treinta egresados de excelencia. A la postre, de eso se trata. Pero tenemos que hacerlo gradualmente. El ejemplo de una fábrica es sin duda chocante, pero muy claro. Una fábrica pierde cada vez que produce un artículo defectuoso. Lo tiene que desechar, o tiene que mandarlo nuevamente a la línea de producción, donde los procesos se duplican, porque hay primero que corregir el defecto y luego volverlo a armar. Lo que pretende una fábrica es producir con la menor variación posible, logrando un estándar de calidad parejo en todos sus artículos. Si logra este estándar, después se podrá proponer mejorar ese estándar de calidad, poniendo las condiciones para asegurar que este nuevo estándar también se consiga en forma pareja. Es evidente que los alumnos no son artículos. También es claro que, tratándose de personas, todos son distintos, y tienen distintas y muy variadas capacidades y habilidades. Todo esto es cierto. Sin embargo, estamos trabajando en una escuela que ofrece educación básica. La educación básica es un derecho de todos. Estaríamos atentando contra este derecho humano fundamental si nos dedicáramos a favorecer las variaciones. Lograr disminuir las variaciones es asimismo un asunto de los procesos. También en ello estamos todos involucrados, y nuestra participación en el diseño del plan es esencial. El plan requiere programas más precisos Es aquí donde intervienen pequeños equipos de trabajo, o lo que se ha denominado “círculos de calidad”. Se trata de repetir, en menor escala, el proceso anterior, en aquellos aspectos específicos que involucran de manera especial a ciertos miembros de la planta de personal, de los alumnos o de los padres de familia. Pongamos un ejemplo. El plan global, en el que participan todos y que coordina el director, se propone abatir el rezago escolar. En la investigación se identifican las causas: algunas de ellas se encuentran en la forma en que normalmente se conducen las clases, otras en características específicas de algunas familias que provocan un excesivo ausentismo de sus hijos, otras más en los problemas de disciplina dentro del aula. Pongamos el caso de una escuela secundaria. Puede resultar conveniente que se formen varios equipos de maestros, por disciplinas o áreas de aprendizaje, de manera que establezcan un programa específico de estrategias de enseñanza que vayan previniendo el rezago y que permitan brindar atención especial a los alumnos que se atrasan. Quizás se decida que un equipo se proponga establecer un diálogo con los padres de familia de los alumnos que se ausentan, de manera que se pueda prevenir su ausentismo. En un equipo con este propósito, pueden participar padres de familia, Puede resultar interesante un equipo constituido por maestros y alumnos que se proponga elaborar reglamentos internos al aula, que después se sometan a la discusión y a la aprobación democrática del conjunto de los alumnos de un grupo, con el fin de prevenir los problemas de disciplina. Estos equipos se proponen atacar alguna de las causas del problema global que pretende resolver el plan, desde sus ámbitos de interés y de trabajo específicos. El plan se monitorea pone en práctica y del objetivo planteado, la revisión de nuestra actuación nos compete también a todos. Cambiar nuestras prácticas no es fácil. Vamos a encontrar obstáculos y problemas que no nos hubiéramos podido imaginar antes de intentar el cambio. Descubriremos que necesitamos apoyos específicos para poder transformar nuestra práctica en el sentido deseado. En muchos casos, necesitaremos formarnos mejor para poder transformar nuestra práctica en el sentido deseado. En muchos casos, necesitaremos formarnos mejor para poder llevar a cabo las modificaciones acordadas. Sin embargo, si no existe el espacio para discutir estos problemas y la voluntad de encontrar, entre todos, la solución, se corre el riesgo de que el proceso de mejoramiento se interrumpa. se El plan, así como los programas de trabajo de los equipos o círculos de calidad, deben traducirse en nuevas prácticas, que deben definirse con claridad de manera que sean atendidas por todos. Las prácticas se refieren a los procesos, y actúan, en última instancia, sobre las relaciones. Puesto que un plan pretende modificar procesos, es necesario que las prácticas consideradas necesarias para modificarlos se revisen en forma permanente por parte del propio equipo que las definió. A esta revisión continua se le llama monitoreo, a diferencia de la evaluación, que revisa los resultados. El monitoreo se refiere a la actuación de las personas en sus prácticas cotidianas. Puesto que, finalmente, todos somos responsables 71
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