DR. ALFONSO ALMEIDA ANDRADE MARÍN Período: Diciembre de 1.949 – Noviembre de 1.951 FAMILIA Y FORMACIÓN: El doctor Alfonso Almeida Andrade Marín nació en la ciudad de Ibarra el 3 de mayo de l1.894. Sus padres fueron el señor don Héctor Eladio Almeida y la señora Virginia Andrade Marín y fue bautizado en esa misma fecha en la parroquia El Sagrario, con los nombres de Sergio Carlos Alfonso, como consta en la partida de nacimiento debidamente certificada, desglosada del archivo histórico de la Diócesis de Ibarra. En el mismo documento consta que contrajo matrimonio eclesiástico en la ciudad de Quito con la señorita Lola Freile, el 25 de junio de l.922 y que falleció en la capital de la República, el 14 de septiembre de 1.961. Este matrimonio procreó cuatro hijos: Ramiro, Rina, Alfonso y Cumandá. Su hijo Ramiro optó también por la medicina y llegó a ser en su tiempo el más afamado oftalmólogo del Ecuador y fundador de la clínica Santa Lucía que hasta hoy es un centro médico especializado de mucho prestigio. Realizó su instrucción primaria en la Escuela de los Hermanos Cristianos de la localidad y la secundaria en el Colegio San Diego, también de esta misma ciudad. Terminado este ciclo se trasladó a la Capital de la República para recibir su instrucción universitaria en la Facultad de Medicina de la Universidad Central del Ecuador, donde tuvo una brillante carrera estudiantil dedicado al sacrificado aprendizaje de tan noble profesión, demostrando una notable vocación que lo convirtió más tarde en un galeno destacado, famoso por la precisión de sus diagnósticos y por la efectividad de sus tratamientos clínicos. LA MEDICINA COMO VOCACIÓN: Su carisma personal facilitaba su relación con los pacientes que acudían a su consultorio conquistando su confianza y tranquilidad que tanto influye en los procesos curativos. Muchos pacientes de escasos recursos recibieron durante muchos años su afamada atención médica en forma gratuita en su consultorio privado que estaba en las calles Bolívar y Colón. Su conversación agradable era interesante y sobre variados temas, denotando una amplia cultura universal, muchas veces matizada por un fino e inteligente humorismo que deleitaba a sus interlocutores. Desempeñó por muchos años la atención y docencia en el antiguo y magnífico Hospital San Vicente de Paúl, ubicado en el tradicional San Juan Calle, hoy Juan Montalvo, en el extremo oriental de la ciudad. Esta casa de salud fue el centro médico más famoso del norte ecuatoriano que dispensó, por varias décadas, esmerada y humanitaria atención a millares de ciudadanos 1 de la zona, con un cuerpo profesional de reconocidos méritos que aplicaron con rectitud y esmero el juramente hipocrático, base ética de un depurado humanismo. AÑO 1.949: LA CIUDAD DE IBARRA Y EL PAÍS El doctor Alfonso Almeida Andrade Marín participó como candidato a la alcaldía de la ciudad de Ibarra por primera vez en 1.947, cuando compitió con el doctor Abrahán Cabezas Borja, hombre de tendencia liberal no afiliado a ningún partido, y con el distinguido socialista señor Luis Abel Tafur Cisneros. En el año 1.949, cuando el doctor Alfonso Almeida Andrade Marín fue propuesto para terciar por la alcaldía de la Ciudad Blanca, gobernaba el país el presidente Galo Plaza Lasso, liberal de tendencia progresista desarrollista. Es ahí cuando empieza el Ecuador a introducirse la producción tecnificada del banano y solo dos años más tarde, nuestro país se convertiría en el primer productor mundial de esta fruta, es decir, lo que posteriormente se conocerá como el boom del banano. La exportación de banano fue el fundamento de la economía hasta la década de los 70. El proceso de expansión del banano resultó en un cambio importante para el país porque desencadenó la formación de una burguesía agraria por cuanto, al principio, se apoyó a pequeños y medianos productores bananeros con el propósito de crear una sociedad con mayor capacidad de consumo. Las transnacionales se dedicaron a la comercialización. Este boom del banano significó el crecimiento de varias ciudades, procesos migratorios internos hacia la Costa y el surgimiento de una clase media urbana, que posteriormente participará activamente en la vida pública y sería factor decisivo en los procesos políticos electorales. La Ciudad Blanca e Imbabura, digamos también la provincia del Carchi, estaban totalmente alejadas de esta dinámica. En 1.949, la ciudad de Ibarra seguía siendo un lugar de residencia de las familias de los terratenientes locales que vivían en amplias casas solariegas y estaban, por lo general, ausentes de sus tierras agrícolas. Alrededor de una economía agrícola vinculada al sistema de hacienda aún vigente y a otras formas precarias de trabajo, se desarrollaban en la ciudad de Ibarra, en forma marginal, otras actividades especialmente artesanales, estructuradas en talleres, gremios y corporaciones, organizaciones que generaban espacios culturales y sociales muy importantes, pero que su actividad se restringía a la provisión de artesanías para el consumo local. El mismo presidente Galo Plaza tuvo la iniciativa, en el cantón Ibarra y en la hacienda de su propiedad, de impulsar la industria lechera, introduciendo pastos, ganadería y técnicas suizas para la producción de los derivados de la leche, más es un esfuerzo aislado, cuyos frutos tardarán en evidenciarse. En la Ibarra de aquellos años se dio una especie de colaboración de clases entre las familias terratenientes y los artesanos de los oficios mayores agrupados en la Sociedad de Artesanos de Ibarra, cuya sede era quizás el único espacio cultural de la ciudad. La presencia indígena fue limitada en los mercados públicos porque vivían en los alrededores. 2 LA ALCALDIA: El doctor Alfonso Almeida Andrade Marín se resistió inicialmente a aceptar la candidatura a la alcaldía de la ciudad de Ibarra por los evidentes compromisos con su numerosa clientela particular y del hospital. Más la presión social y de las numerosas organizaciones que lo postularon, acabaron convenciéndolo. Su campaña política fue corta, una experiencia amable de recepciones barriales y visitas a los comités conformados en pueblos y parroquias de la gran circunscripción municipal que comprendía el municipio ibarreño que más tarde, en la década de los 80, se escindió en los cantones de Pimanpiro y Urcuquí. Topónimos como Mariano Acosta y Buenos Aires nos recuerdan su ubicación geográfica casi inaccesible donde vivían precariamente apegados a su terruño, comunidades de campesinos mestizos y parcialidades indígenas, ligadas ancestralmente a la tierra y a la hondura fecunda de los surcos girando su cotidianidad entre el esfuerzo y la esperanza y la falta de conectividad con los centros poblados. El resultado de la contienda cívica realizada dentro de un marco respetuoso y gentil con sus oponentes políticos, arrojó la victoria electoral que convirtió al doctor Alfonso Almeida Andrade Marín en el segundo alcalde de la ciudad de Ibarra. La sesión inaugural de su administración abarrotó la capacidad del Salón Máximo del I. Municipio de Ibarra, escenario de corte clásico y elegantes muebles tallados donde ocupaban sus curules los nuevos ediles, y en las primeras filas, los numerosos invitados integrantes de la sociedad ibarreña y los representantes de las organizaciones culturales y gremiales que existían en aquel entonces; gremios que, como se dijo, pesaban positivamente en el entorno social y económico de la época. En las páginas del órgano oficial, que era la Gaceta Municipal, se puede leer el orden del día de este acontecimiento cívico, las comisiones y funcionarios que fueron nombrados y en un extenso y numeroso listado constan los nombres y apellidos de los invitados a la ceremonia. Como siempre, la alocución de la nueva autoridad fue bien trazada y de fluida elocuencia en la que en primer término agradeció la confianza depositada por el pueblo, celebró la presencia de las autoridades e invitados especiales, pasando luego a describir su plan de acción para el bienio que le correspondía ejercer como el primer servidor de la ciudad. El acto concluyó con el regocijo general de los asistentes, los saludos y felicitaciones de rigor. El doctor Alfonso Almeida Andrade Marín concluyó caballerosamente las obras pendientes de la anterior administración porque entonces la política citadina obedecía a un estilo de nobleza y seriedad en la que no cabía el revanchismo sectario ni los distanciamientos personales; primero estaban los sagrados intereses de la comunidad, lo que no permitía desperdiciar los restringidos recursos provenientes de tasas e impuestos prediales, que no eran muy significativos. La 3 posibilidad de obtener asignaciones presupuestarias del Estado dependía de los vínculos sociales y políticos con personeros ministeriales y la Presidencia de la República. Bullía entonces en la mente y los corazones ibarreños la determinación colectiva de llegar a las playas del Pacífico por el camino de la selva hasta el puerto natural de San Lorenzo como un destino trazado en la fundación española de 1.606. Ese era el inapelable objetivo que permitiría alcanzar su progreso por ser el trazado más próximo al canal de Panamá abierto por los EE.UU para acercar las rutas marítimas a los pueblos del Pacífico Sur y a las metrópolis de la vieja Europa. Con este antecedente, al comenzar su gobierno municipal, reforzó las gestiones para la continuación de las acciones de la Junta Autónoma del Ferrocarril a San Lorenzo, consiguiendo la nominación del ingeniero Heliodoro Ayala como primer vocal de ese organismo, en representación del municipio ibarreño. Así es como inició el pueblo y su municipio su largo camino al mar de Balboa hasta que la ferrovía fue inaugurada el 17 de Julio de 1.957 en la presidencia del doctor Camilo Ponce Enríquez. Como ese año se realizó el Primer Congreso de Municipalidades en la ciudad de Guayaquil, nuestro alcalde presentó, ante el naciente organismo, un trascendente proyecto para estructurar y robustecer al municipalismo y conseguir su autonomía administrativa y financiera. Los puntos fundamentales que el alcalde ibarreño presentó a la comisión organizadora fueron los siguientes: Primero.- La necesidad de que el poder legislativo expida una ley sobre el impuesto a los predios rústicos y, con los fondos provenientes de estos predios rurales, se emprendería más tarde, la construcción del Hotel Turismo de la ciudad de Ibarra, con una inversión de cuatro millones de sucres en el lapso de tres años. Segundo.- La necesidad de crear el Consejo Superior de Municipalidades, organismo máximo llamado a dirimir los problemas municipales jurídicos y administrativos. Tercero.- La creación del Instituto Bancario Municipal que represente la economía general de todos los municipios para no depender del Banco de Fomento. Cuarto.- La descentralización de fondos destinados para el Cuerpo de Bomberos. Quinto.- Circunscripción de derechos y responsabilidades de los alcaldes dentro de un sistema parlamentario y legislativo municipal. Sexto.- Mayor asignación para la pronta terminación dela vía del ferrocarril Ibarra – San Lorenzo. 4 Esta fue la propuesta de la alcaldía de la ciudad de Ibarra en el Primer Congreso de Municipalidades del Ecuador reunido en Guayaquil el 28 de julio de 1.950, donde el doctor Alfonso Almeida Andrade Marín representó dignamente a la urbe. Realmente es un importante dato histórico que demuestra la relevancia de nuestra ciudad en la mitad del siglo XX y recuerda el inicio de una gran organización, la Asociación de Municipalidades del Ecuador. Los detalles de las principales acciones de su administración municipal se encuentran registradas en las gacetas municipales de los años de su magnífica gestión en beneficio de la ciudad, barrios y parroquias diseminadas en su dilatada circunscripción geográfica. Se preocupó con mucho celo por atender sus necesidades básicas a la medida de los escasos recursos presupuestarios de la época. Cabe resaltar de su alcaldía, la defensa del proyecto de la Junta Autónoma del Ferrocarril Quito – Ibarra, San Lorenzo – Esmeraldas. La compra de los terrenos para el Campo de Aviación Atahualpa. El desarrollo de iniciativas para la conservación del Lago Yahuarcocha. La repotencialización de la planta eléctrica municipal, la constitución del Cuerpo de Bomberos, la construcción de baterías sanitarias en la calle Rocafuerte e implementación de la Empresa Radio Cinematográfica Municipal. La creación de la Imprenta Municipal, del Servicio Funerario Municipal, Almacén de Abastos Municipales, Gallera Municipal y del mercado público de ganado. En el centro de la plaza Pasquel Monje construyó el imponente Obelisco al estilo de algunas ciudades del mundo, como un signo de altivez y victoria por las metas trazadas para el porvenir, especialmente por la determinación colectiva de concluir el ferrocarril a San Lorenzo. La magnífica y blanca pirámide es al mismo tiempo, el monumento a la memoria excelsa de los fundadores de la hermosa Capital de Imbabura; fue el inicio arquitectónico de la avenida Mariano Acosta que alza hacia el cielo azul los pendones esmeraldinos de sus palmeras, como un saludo de bienvenida. Concluida su fructífera gestión como alcalde de la ciudad de Ibarra, el doctor Almeida abrió nuevamente su consulta médica que funcionaba en la planta baja de su residencia ubicada en la esquina de las calles Colón y Bolívar donde continuó sirviendo a la ciudadanía ibarreña con su esmerada atención y reconocido talento. Su porte elegante y distinguido lucía su blanco mandil de galeno sabio y certero en la detección de las dolencias humanas y en su posterior tratamiento. Consta a muchas personas que fue un hombre desprendido y generoso que, en incontables ocasiones, brindó sus servicios a la gente humilde sin ningún honorario, atendiéndoles con la misma eficacia y esmero. En las páginas de la historia de la Ciudad Blanca siempre estará la huella luminosa de este prestante ciudadano, que amó a su tierra, y que la sirvió con esmero y honorabilidad esclarecida. 5 FUENTES BIBLIOGRÁFICAS 1. Almeida, D. A. (1 de diciembre de 1.949). Acta n° 1: Sesión inaugural. IbarraEcuador. 2. Almeida, D. A. (27 de noviembre de 1.951). Acta N° 58: Sesión Ordinaria . IbarraEcuador. 3. García, M. (09 de 01 de 2015). Biografía Dr. Alfonso Almeida Andrade Marín. (M. Martínez, Entrevistador) 6
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