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EL DÍA, domingo, 13 de diciembre de 2015
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EL EXPERIMENTO
GÁLVEZ, un bote con alas sobre
un río, arrastrado por un globo
aerostático en el siglo XVIII. 3
del domingo
revista semanal de EL DÍA
La carta puebla de Agulo:
LA FUNDACIÓN DE UN PUEBLO
Texto: Covadonga García Fierro
H
an transcurrido 408 años
desde la fundación de
Agulo (La Gomera), hecho
que conocemos gracias a
la carta puebla, documento que nos permite volver al pasado y
recuperar uno de los episodios más emocionantes de la historia de Canarias, acaecido durante el primer cuarto del
siglo XVII. Con este artículo, deseamos
vindicar el valor histórico de dicho documento y dar a conocer el contexto en
el que fue escrito. Pero, antes de comenzar nuestro recorrido, cabe apuntar que fue “un joven entusiasta por las
tradiciones y la historia […]; en su incesante y casi romántico bucear por los desperdigados y raros archivos particulares gomeros […], Luis Fernández Pérez”,
quien encontró la carta puebla (Darias
Padrón, D. V., 1921), nombre que debemos recordar, así como el de tantos otros
investigadores, muchas veces anónimos para el lector común, que en su
arduo camino realizan hallazgos importantes para la Historia de Canarias.
Cuando fallece Guillén Peraza, primer conde de La Gomera –h. 1565–, el
estado queda dividido entre sus hijos,
de modo que cada señor toma posesión de una parte de la isla. El resultado
es “un total abandono de la justicia, un
aumento de la presión fiscal, y la consiguiente crisis del régimen señorial, que
llevará a la isla al caos y a la miseria”
(Hernández Rodríguez, G., 1977: 31-32),
lo cual se sumaba a las deudas que el
propio Peraza había dejado en vida. Sin
embargo, la familia condal busca enseguida una solución: las alianzas matrimoniales establecidas, respectivamente, entre don Diego y don Melchor
de Ayala –descendientes de Guillén
Peraza– y las hermanas Ana y Margarita de Monteverde. Estas mujeres aportan ricas dotes al matrimonio, lo cual
permite que el pago de las deudas se
prorrogue, si bien es cierto que, con el
paso del tiempo, los compromisos no
se cumplieron y las tensiones continuaron
durante años.
Es cierto que La Gomera se hallaba,
geográficamente, en un lugar privilegiado para el comercio, y contaba con
un “espléndido puerto natural, el mejor
de los del Archipiélago, el de San Sebastián” (Bethencourt Massieu, A., 1968:
405-406). No obstante, este enclave
comercial que une las Indias Occidentales
y Orientales, tan frecuentado por la navegación de vela, atraía también a embarcaciones de piratas y corsarios, con propósitos nada honestos, y la isla no estaba
preparada para afrontar esta realidad. No disponía de tropas ni de
murallas que permitieran “una defensa
momentánea mientras llegaban refuerzos de otras islas, y lo más grave, el señor
no contaba con fondos para remediar
estos males” (Darias Príncipe, A., 1992:
43).
Resulta evidente que la población de
La Gomera pudo sentirse intimidada
ante las amenazas enemigas. De hecho,
se conoce que, en 1590, el censo de la
isla no llegaba a los 200 vecinos, y que,
en los últimos treinta años, el 50% de
los habitantes había emigrado (Hernández Rodríguez, G., 1977: 31-34); principalmente, debido a la profunda “crisis de la caña de azúcar que obligaba a
relanzar este cultivo, además de atender a otros más fecundos como el
viñedo y el cereal” (Díaz Padilla, G. y Rodríguez Yanes, J. M., 1990: 40-41); la carencia de tierras para sembrar –como consecuencia del abandono de la isla por
parte de los señores– y el temor que despertaban los frecuentes ataques piratas. Y este movimiento migratorio, a su
vez, era una de las causas fundamentales por las cuales no podía haber suficientes hombres que defendieran la isla
ni construyeran murallas: el círculo del
caos se completa, provocando una situación insostenible para la isla.
Algunos de los ataques piratas más
devastadores fueron los siguientes, según
Bethencourt Massieu (1968: 406-407):
en 1553, el que lleva a cabo François Le
Clerc (“Jambe Bois” o “Pata de Palo”);
en 1566, el que protagoniza el vizconde
de Uza; un año más tarde, en 1567, el
ejecutado por John Hawkins; y en 1570,
los ataques que, en distintas fechas, tienen lugar de la mano de Jean Bontemps
y Jacques de Sores. Como se puede apreciar, en ocasiones ni siquiera transcurre un año entre un ataque y otro, cuando
los piratas vuelven a arremeter contra
la isla, completamente desprotegida.
Para que el lector se haga una idea de
la destrucción que cada uno de esos ataques dejaba a su paso, recogemos esta
descripción de otro asalto, acaecido en
1571 (Darias Príncipe, A., 1992: 42-44):
“Jean de Capdeville se presentó en San
Sebastián […] con cuatro naves francesas
y una inglesa; desembarcó de ella y, aprovechando la confusión de la población
que huye despavorida hacia el interior,
saquea e incendia el pueblo, matando
a los rezagados […]. El espectáculo de
la Villa no podía ser más desolador: el
convento en el suelo, la iglesia destruida,
la casa condal arrasada, la ermita de
San Sebastián derruida y la Torre desguarnecida y quemada. El resto de las
casas y edificios menores corrieron
igual o peor suerte”.
Teniendo en cuenta que la familia
señorial no tenía fondos para invertir
en la resolución de problemas de la isla,
se manifiesta la conveniencia de incorporar La Gomera a la Corona de Felipe
II. Así, en 1590, llegan a la isla el comandante general, Luis de la Cueva y Benavides, y el ingeniero Torriani, quienes
realizan un informe general con las declaraciones de los vecinos y las circunstancias en las que se halla La Gomera.
Sin embargo, en este informe se incluye
también un aspecto positivo, que
alude a la posibilidad de cultivo de algunas tierras (Hernández Rodríguez, G.,
1977: 31-34): “La Información del
Comandante General destaca […] que
la isla cuenta con cerca de 6.000 fanegadas de tierras vírgenes y sin propietarios, sin contar con otras muchas datas
a vecinos –entregadas condicionalmente para su rompimiento– y que han
quedado incultas”. Una parte del pormenorizado informe que se presenta
a la corte lo constituye el Memorial de
las tierras que ay baldías en esta ysla de
La Gomera que no se cultivan, que tienen agua y de sequero, factor que permite estudiar la posible adhesión de la
isla a la Corona para obtener beneficios
de dichas tierras (Díaz Padilla, G. y Rodríguez Yanes, J. M., 1990: 138-139).
Las áreas consideradas en el informe
son seis: La Villa, los Valles de Enchere-
Última página de
la carta puebla. La
copia del documento
consultada para este
artículo se conserva
en el archivo de
Adeje.
da y Juel, el Valle de la Ceniza (situado
en la parte alta del municipio de Hermigua), desde el camino de Cabeza de
Toro hasta la fuente de Yeguas y Chipude, Arure y, regresando al norte, los
barrancos de San Marcos y Sobreagulo,
en cada uno de los cuales se mencionaban 500 fanegadas aptas para el cultivo, con agua suficiente.
Tras comprobar que numerosas tierras aún podían dar frutos, Luis de la
Cueva y Torriani establecen un plan de
acción inmediata: se realizarán entregas de tierras a quienes deseen cultivarlas para aumentar la población, la
productividad y el comercio, lo cual reportará beneficios a la Real Hacienda con
el pago de los impuestos. No obstante,
“estos proyectos que prometían sacar a
La Gomera del estado de postración general en que se encontraba quedaron atrapados en la pesada y complicada burocracia de Felipe II” (Hernández Rodríguez, G., 1977: 31-34). Los proyectos incorporacionistas iban experimentando
retrasos que, en una situación de urgencia como la que caracterizaba a La
Gomera, no podían prolongarse. De modo
que la familia señorial toma las riendas del asunto o, dicho de otro modo,
“la solución a las dificultades deja de buscarse en el exterior y se asume una vía
de superación de la crisis mediante la
expansión en el interior del señorío” (Díaz
Padilla, G. y Rodríguez Yanes, J. M., 1990:
139-143).
Si bien el proyecto incorporacionista
no se lleva a cabo, y la Corona de Felipe
II no interviene, los informes que
apuntaban a una situación favorable de
las tierras en las que era posible sembrar fortalecieron la idea de cultivar los
terrenos para beneficio de los señores.
Una vez que estos deciden afrontar la
situación, necesitan pergeñar un plan
de acción, puesto que los factores que
hay que tener en cuenta son varios y
muy sustanciales, comenzando por el
movimiento migratorio que amenazaba
con el abandono total de la isla, la inseguridad que sufrían los habitantes, la
obligación de reforzar la defensa territorial y la necesidad de dar con el procedimiento adecuado para que los vasallos aceptaran instalarse en La
Gomera y cultivar sus tierras. En este
sentido, “los valores permanentes en relación con la tenencia de tierra son vitales en una sociedad rural de Antiguo Régimen. La posesión de un pedazo de terreno,
aunque solo sea en calidad de usufructuario pagando una renta, pero a título
perpetuo y transmisible a la descendencia,
garantizando los derechos y obligaciones mutuas en una escritura formalizada
ante escribano público, constituía sin duda
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domingo, 13 de diciembre de 2015, EL DÍA
EN PORTADA
un aliciente, un motivo y hasta una excusa
para no emigrar; amén de conformar un
tipo de relación de producción suficientemente extendido en las islas”
(ibídem).
Teniendo en cuenta lo anterior, es comprensible que los señores se dispusieran a redactar un documento en el que
se acordara, por contrato, la cesión de
sus terrenos a los vasallos, con la condición de que estos los cultivaran;
acuerdo desglosado en distintas cláusulas y que recibirá el nombre de carta
puebla, data-contrata de Agulo o,
incluso, fundación de Agulo, denominaciones que referencian, por un lado,
el intento de repoblar La Gomera a través de un acuerdo oficial; por otro, la
conciencia de fundar o instituir un nuevo
Agulo. La elección de este territorio se
debe a que la zona reunía una serie de
características muy favorables (Díaz Padilla, G. y Rodríguez Yanes, J. M., 1990:
144): “Sobreagulo y San Marcos, ya
incluida por Torriani en el Memorial como
una de las zonas más aptas para el cultivo, contando además con la posibilidad de fundar una población con cierta
autonomía próxima a la costa, con una
caleta para exportar sus productos y comunicarse por mar con la Villa y Tenerife.
Prácticamente no existía otra zona en
la isla que reuniera características tan
ventajosas”.
El documento, redactado en 1607,
prueba la reunión que tuvo lugar, en
la Villa de San Sebastián, entre doña Ana
de Monteverde (“condesa y Señora de
Gomera y Hierro”), su hijo, don Gaspar
de Castilla y Guzmán (“Señor de las expresadas Islas”), y don Alonso Carrillo de
Castilla (“Señor de Gomera”), “por
nos y en nombre de los demás señores”;
y los dieciocho vecinos de Tenerife que
viajan a La Gomera “a poblar, a hacer
haciendas así de viñas como Tierras para
pan de Sembrar y otras cosas”: Baltasar González, Alonso Rijo, Simón
Hernández, Nicolás Martín, Baltasar Guerra, Melchor Díaz, Domingo Díaz, Bartolomé Antón, Pedro Moreras, Gaspar
Hernández, Juan de Mendoza, Diego
Hernández, Álvaro Francisco, Gaspar
de Mesa, Vicente Hernández, Julio César
Romano, Cebrián González y Domingo
Hernández (Darias Padrón, D. V., 1921),
ajustando los siguientes términos:
1) Los señores dan cuenta de que han
tratado con algunos vecinos de Tenerife para que vengan a la isla de La
Gomera a poblarla y a cultivar las tierras.
2) Las tierras que se van a repartir están
situadas entre los siguientes linderos:
Etime (Vallehermoso) y, por la otra parte,
el Lomo del Merlo. A la cabeza, el Camino
Real que viene a la Villa de Vallehermoso y, por la parte de abajo, Agulo y
el camino que va a Tamargada. Entre
esos límites recibirán sus datas los vecinos de Tenerife.
3) Las datas estarán sometidas a unas
condiciones que tratarán de regular las
relaciones de vínculo entre los nuevos
pobladores con sus señores: a) Los donantes se obligan a dar sitio donde puedan
fabricar un pueblo; “acomodándose unos
con otros en calles”. Se les dará alcalde,
alguacil y capitán “que sean de los pobla-
dores y sus descendientes”, prefiriendo
ante todo el nombramiento y condición
dados por los señores donantes. b)
Durante los años de las libertades que
se les dará, no se les llevará penas de
ordenanzas, ni serán denunciados
por ellos durante dicho tiempo, ni pagarán velas ordinarias ni otros repartimientos, ni serán llamados a los alardes, excepto cuando se tenga noticias
de ataques piráticos. c) Los pobladores podrán tener cuantos perros quieran o necesiten; pero cuidarán no hagan
daños. d) Cada uno de los pobladores
ha de pagar todo lo que saque fuera de
la isla (pan, vino, miel, seda, cera), derechos del 6%. De lo que críen de ganado
de cualquier clase, queso y lana, pagarán conforme a la costumbre de la isla.
e) Todo el trigo que cojan, quedando
el sustento necesario de la isla, pueden
exportarlo, previo abono de los derechos acostumbrados. f) Si la isla tuviera
necesidad de pan, no serán obligados
a llevar el trigo a La Villa, sino que la
persona necesitada deberá ir a comprarlo
a dicho lugar, donde será fabricado por
los pobladores de la forma que con ellos
consideren, sin que se les apremie a realizar lo contrario de lo referido. g) Durante
el tiempo de las libertades pueden los
pobladores tomar ciervos, y pasado dicho
tiempo, los tomarán con licencia de los
señores. h) La libertad que se les concede a los pobladores es por tiempo de
seis años, que empieza a contar desde
agosto de 1608 en adelante “hasta que
sean fenecidos seis frutos alzados y cogidos”. Después, pagarán los referidos pobladores o sus sucesores la cuarta parte
de renta de las tierras que tomaran, entendiéndose que de cada cien fanegadas
de tierra pagarán veinticinco fanegas
de trigo de renta en cada año por el mes
de agosto, una vez pasados los seis años
de las libertades. i) Los señores se obligan a darles puerto en San Marcos, donde
pueden embarcar el pan y el vino que
cojan. j) Se les dará a cada uno agua con
sus dulas, tanto para las viñas como para
pomares y huertas. k) Los ganados que
quisieran sacar fuera de la isla han de
llevarlos a La Villa, donde se encuentran los quintadores. l) Es condición que
todas las viñas que planten, huertas y
pomares han de pagar el cuarto de todos
los esquilmos y frutos que cojan de ellas.
Pero esta cláusula quedará pendiente
de nuevo concierto entre los señores
y los pobladores. m) Si dentro de los
dos años primeros de arrendamiento,
alguno desea irse, lo puede hacer sin
pagar nada en concepto de arrendamiento. Pasados los dos años, si alguno decide
marcharse fuera de la isla ha de pagar
la renta declarada. Y si dentro de los
dos primeros años alguno de los pobladores no viniera a la isla a tomar posesión de su data, podrán los señores donantes o sucesores dar las tierras a la
persona que les parezca. n) Si alguno
muriese dentro de los dos primeros años
o fuera de ellos, pueden sus hijos y herederos irse libremente, previo pago de
lo que está declarado, sin que estén obligados a pagar cosa alguna desde ese día
en adelante, quedando las tierras para
sus dueños. ñ) Si alguno vendiera dentro de los seis años alguna tierra o ha-
cienda que haya fabricado, deberá ser
a persona “no prohibida” por los señores. o) Los pobladores ponen como condición que las rentas serán abonadas
en las eras o en los lugares donde se recojan los frutos, sin que sean obligados
en ningún momento a llevarlas a La Villa.
p) La cuarta parte de las viñas, huertas y pomares no se habría de pagar hasta
que los señores no se concertaran con
los pobladores para su cobro. q) Todos
los labradores ya citados tomaban
tierras a razón de 100 fanegadas cada
uno, excepto Vicente Hernández, Julio
César Romano y Cebrián Hernández,
que se adjudicaron 50 fanegadas por
individuo.
Llegados a este punto, cabe destacar que todas las fuentes aluden al mismo
desenlace: el intento de repoblar La
Gomera, a través del acuerdo referido,
constituyó un rotundo fracaso (Hernández Rodríguez, G., 1977: 33-34): “De
los dieciocho pobladores procedentes de
Tenerife sólo ha permanecido en la isla
Gaspar de Mesa […]. Con unas cargas
impositivas tan onerosas, y con tan corto
espacio de tiempo para su entrada en
vigencia, los augurios de éxito en los intentos de repoblación son nulos […]. Una
vez más los intereses y la falta de planificación económica de los señores frustraron los intentos de los gomeros, y de
aquellos que llegaron a la isla, de crear
un nuevo orden económico que les
sacase de la dependencia e incertidumbre
que les dominaba”.
En efecto, la carga de impuestos y el
corto plazo otorgado para el logro del
cultivo pudieron ser las principales causas por las cuales, en menos de seis años,
los nuevos habitantes de la isla regresarían a Tenerife, más concretamente,
a la zona de Daute (Darias Padrón, D.
V., 1921): “No menciona la Carta-Puebla la vecindad de los pobladores de Agulo,
pero por ciertos antecedentes que tenemos, creemos que muchos de ellos fueran de la región de Buenavista, no tan
solo por Baltasar Guerra, unido en enlace
matrimonial con la familia del conquistador García del Castillo, cuyo hijo,
Blas Martín, consta que casó en [La]
Gomera, sino por los apellidos de los demás
que coinciden casi todos con los de familias conocidas en aquella época en la región
de Daute”. Además, el origen de los colonos es explicable por varias razones:
establecimiento previo en La Gomera
de algunas personas procedentes de la
comarca, frecuente correspondencia del
puerto de San Sebastián con el de Garachico, y crisis o freno económico en Daute
en la primera década del siglo XVII (Díaz
Padilla, G. y Rodríguez Yanes, J. M., 1990:
145).
Por otra parte, el frustrado proyecto de repoblar Agulo es referenciado
en fuentes documentales posteriores, concretamente, la que corresponde a una declaración de doña Inés
de la Peña, fechada en 11 de septiembre de 1620, donde se manifiesta que,
doce años atrás, se habían ofrecido tierras dirigidas al cultivo a vecinos de Tenerife que, finalmente, no pudieron continuar con su labor de labranza (v. Hernández Rodríguez, G., 1977: 33-34). De
este modo, no será hasta la década de
1620 cuando se produzcan los primeros asentamientos de vecinos en Agulo
y se emprendan roturaciones más sistemáticas en San Marcos y Sobreagulo,
aunque aún en fechas tardías (década
de los sesenta) encontremos censos para
roturar en esos lugares. En cualquier
caso, es después de 1620 cuando se aprecian síntomas de actividad en la zona.
Pero, volviendo al documento que
nos ocupa, es necesario que nos detengamos a reflexionar lo siguiente: si bien
la carta puebla responde a un intento
frustrado de repoblación por parte de
la familia señorial, el documento no pierde, en absoluto, el gran valor histórico
que hoy se le reconoce, por varios motivos: en primer lugar, porque ofrece una
descripción del Agulo de 1607; esto es,
información sobre agricultura (crisis de
la caña de azúcar, proyectos para el vino
y el cereal), ganadería, flora y fauna (como
la presencia de ciervos), favorable
disposición del puerto, intensa actividad comercial, ataques piratas y
movimientos migratorios. En segundo
lugar, porque constituye el reflejo de
una sociedad concreta, la del Antiguo
Régimen, y de las relaciones entre clases sociales muy diferenciadas, la de
los señores y la de los vasallos. Por otra
parte, porque da cuenta de las estrategias que la casa señorial ponía en práctica para salvaguardar su poderío; en
este caso, la firma de una data-contrata
con los vasallos que, de haberse acordado en otros términos, tal vez habría
resultado muy beneficiosa para los señores, y también para la isla. Por ser un
espejo, además, de la mentalidad de la
época (vemos que los vasallos, procedentes de Tenerife, prefieren trabajar
para los señores, con el objetivo de no
quedar excluidos laboralmente y no tener
que emigrar fuera de las islas) y los estilos de vida (por ejemplo, los enlaces
matrimoniales llevados a cabo por motivos económicos y de conveniencia social).
Finalmente, porque la carta puebla de
Agulo es un documento que nos permite heredar la memoria, conocer la historia y valorarla, insertándola en la memoria colectiva del presente. De hecho, el
documento marca hoy en día, para los
gomeros, el inicio de Agulo.
BIBLIOGRAFÍA
–Bethencourt Massieu, A. (1968). “Proyecto de incorporación de La Gomera
a la Corona de Felipe II (1570-1590)”,
en Anuario de Estudios Atlánticos, 14.
Madrid-Las Palmas: Patronato de la “Casa
de Colón”.
–Darias Padrón, D. V. (1921), “Apostillas a la Historia regional. La fundación de Agulo (Gomera)”, en La Comarca,
113 (5-VI-1921).
–Darias Príncipe, A. (1992). La
Gomera. Espacio, tiempo y forma.
Madrid: Compañía Mercantil Hispano-Noruega.
–Díaz Padilla, G. y Rodríguez Yanes,
J. M. (1990). El señorío en las Canarias
Occidentales. La Gomera: Excmo.
Cabildo Insular de La Gomera.
–Hernández Rodríguez, G. (1977). “Fracaso de un intento de repoblar La Gomera
a principios del siglo XVII” (pp. 31-34),
en Aguayro, 89 (julio de 1977).
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EL DÍA, domingo, 13 de diciembre de 2015
Texto: Carlos Cólogan Soriano
M
adrid, 2 de marzo de
1784. Por la tarde
hacía algo de brisa
pero no demasiada
para el experimento
que iba a tener lugar. Bernardo de Gálvez, de 38 años, aún se recuperaba de
los agasajos recibidos en los días
anteriores por sus últimas gestas militares en América. Ahora era un héroe
nacional por muchos motivos. Además,
hacía años que el país no se daba una
satisfacción como aquella. Su tío don
José, ministro de Indias, apostó por él
y pese a una gran oposición logró cumplir sobradamente con lo acordado expulsando a los ingleses de las costas del
sur de Norteamérica. Era un tema de
familia, pero las enseñanzas de su padre
y el orgullo le empujaron más allá de
lo exigido. Con una mano se apartó distraídamente una mota de polvo justo
al lado de las numerosas condecoraciones que lucía en el pecho; su preocupación se centraba en las malas noticias que recibía continuamente desde
México. Su padre, don Matías, se encontraba enfermo desde hacía meses,
y a duras penas superaba el día a día
con las graves dificultades de su cargo
de virrey de Nueva España. Era consciente de que su padre dejó Tenerife
con 53 años para emprender una descomunal misión, pero lo logró y recuperó las plazas más importantes de Guatemala y varios puertos del Caribe al
sur del virreinato de Nueva España. Con
esos territorios libres de ingleses sus
espaldas quedaron a salvo para recuperar el sur de la Luisiana y el acceso
al Misisipi, su gran misión.
Abstraído pensando en su padre,
observaba divertido cómo el arcediano
daba instrucciones al capitán de navío
Francisco Muñoz, que organizaba los
aparejos de aquel extraño bote. A su
lado su amigo, el tinerfeño José de Viera
y Clavijo, de 53 años, daba enérgicas
órdenes como si de un general de división se tratara. Bernardo sonrió y por
un momento le recordó en el púlpito
de la iglesia del Santiago Apóstol del
Realejo, cuando de joven oficiaba sus
animados e impetuosos sermones. Siempre le llamó la atención la erudición
de aquel clérigo que lo mismo desentrañaba el Antiguo Testamento que un
artefacto relojero.
A otro lado, con la mirada absorta,
estaba don Casimiro Ortega, catedrático de Botánica del Jardín Real, un erudito que no entendía para qué servían
tantos palos, cuerdas, alambres y
unas bellas telas satinadas de tafetán.
Solo tenía claro que su cometido era
cuidar de que el tafetán no se lo llevara el viento, pues costó un dineral
encontrarlas tan delgadas a la vez resistentes. Con aquel tafetán, pensaba Gálvez, podrían hacerse cien hermosos vestidos que cualquier dama luciría orgullosa en la Luisiana.
Pero, de todos, quien más le maravillaba era el joven Agustín de Betancourt, de tan solo 26 años. “¡Ese sí que
era un genio!”, se dijo. Recordó por un
RECREACIÓN DEL
EXPERIMENTO GÁLVEZ (ALAS)
UN INGENIERO, UN MARINO, UN ARCEDIANO Y UN
BOTÁNICO EN EL MANZANARES
instante cuando le llamó,
hacía una semana, para enseñarle un prototipo que tenía
en mente y casi no lo reconoció pues no lo veía desde niño.
El objetivo consistía en atar
un globo aerostático con
cuerdas a un bote en el río
Manzanares para luego esperar a que el viento soplara y
arrastrara la barcaza. Solo habían pasado nueve meses
desde que los hermanos
Montgolfier hicieran la primera ascensión pública de un
globo aerostático y en España
Viera y Betancourt eran los
más versados en aquella novedosa ciencia.
Desde un primer momento a Bernardo
aquello le pareció una idea descabellada pero luego se le tornó divertida.
Días más tarde, pensándolo mejor, se
le ocurrió que tal vez aquello podría
tener un uso práctico, pero con una
variante. Si en vez de un globo le pusiera
alas podría dirigir el bote y llevarlo a
donde se ordenara. En dos tardes, junto
con Agustín y José, diseñaron unas que,
a modo de velas horizontales, dirigirían el bote en una dirección u otra, como
si fuera un pájaro. Si aquello funcionaba podrían mover un navío por el Misisipi, y eso sí que sería una revolución
para el transporte fluvial. “Estos americanos van a saber cómo somos los españoles”, pensó.
De hecho recordó que muchas
veces, durante los combates en América, le venían a la memoria las andanzas de Agustín, también tinerfeño, como
Viera. Según le contaban, era capaz de
plasmar en un papel los artefactos más
endiablados: con uno conseguía salvar una enorme vaguada o un río sin
mojarse y con otros diseños elevaba
agua de un pozo profundo. Pero lo más
fascinante era ver cómo con un simple barco se podía
dragar un río. “¡Si lo
hubiera tenido con
él!”, se dijo, le habría
pedido que le diseñara uno para entrar
por ciertas zonas
poco profundas del
caudaloso Misisipi,
pero lo mejor
hubiera sido contar
con su destreza
para hacer la fortaleza defensiva
más inexpugnable
jamás conocida. Ya
se lo había dicho su
Bernardo Gálvez y
Madrid (izq.) y
Matías de Gálvez.
Barco con alas
padre, cuando entre él y su tío José decidieron que aquel genio debía dejar Tenerife para ir a Madrid y así avanzar en
sus estudios. Y no se equivocaron.
Pero a lo que vamos. La tarde se complicaba y los nubarrones acechaban.
A José y Agustín se les veía muy concentrados en sus tareas, el tafetán era delicado y se podía rasgar mientras el viento
hinchaba las brillantes lonas. A unos
pocos metros detrás de ellos y subidos
a una loma se habían congregado
muchos curiosos. Por un momento le
pareció oír a Francisco Cabarrus gritar algo así como “¡parece un pajarraco!”;
también estaban Antonio Cavanilles y
otros destacados militares que querían
evaluar las posibilidades de aquel
trasto.
Así fue cómo aquella tarde la barcaza
navegó contracorriente unos cuatrocientos cincuenta pies. Agustín y seis
marineros manejaban las cuerdas con
presteza. La brisa empujaba el navío
alado río arriba y entre el timón de la
barcaza y –hay que reconocerlo– las poco
obedientes alas de tafetán aquel navegaba de aquella manera, pues, como
todo lo novedoso, era ingobernable
muchas veces y obediente pocas.
Esa noche, Bernardo y sus dos ami-
gos de Tenerife cenaron juntos y recordaron las correrías
de juventud. Bueno, Agustín
pocas, pues casi no había
nacido cuando Bernardo llegó
a Tenerife, en 1757. Eso sí, tuvo
que escuchar a Viera contar, por
enésima vez, la anécdota de
aquel día de junio de 1769
cuando en el Puerto de la
Cruz se juntaron muchos para
observar el paso de Venus por
el disco del sol. Esa y siete u
ocho anécdotas más, que
incluían aquel día de marzo de
1778 en París, en su visita a la
Academia de las Ciencias. Ese
día concurrían en el gran salón decenas de hombres de ciencias para escuchar al maestro Voltaire, a quien
todos aclamaban como el más sabio entre
los sabios. Había tanta gente escuchándole que muchos se debieron sentar en el suelo para poder permanecer
en el salón. Por una puerta de la sala,
y sin que nadie lo advirtiera, entró el
embajador americano Benjamin Franklin, que escuchaba atentamente al francés. En un momento dado, el público
lo advirtió y se hizo el silencio. Dos genios
universales en la misma sala. ¡No
puede ser! Viera decía que en ese instante se le paró el tiempo y que nunca
más, en el resto de sus días, volvió a
tener aquella sensación. Bernardo y
Agustín le escuchaban embobados.
Tras la velada, Bernardo se retiró a
descansar. Agitado en sus sueños
despertó sobresaltado, debía dejar
Madrid, ya eran muchos los días sin ver
a su familia y se temía lo peor. Además,
sus dolores estomacales no remitían,
pero ni al físico del rey se lo comentó.
En Cádiz, la fragata La Sabina estaba
preparada para partir rumbo a La
Habana. Como había acordado, haría
nuevamente escala en Tenerife pues
tenía el compromiso de recoger el
diploma como nuevo miembro de la
Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Tenerife, tal como le prometió a su padre antes de volver de América. Además quería saludar a sus amigos de la infancia, Tomás y Bernardo
Cólogan Valois, a quienes no veía desde
hacia una década. Quedaba poco
tiempo y sabía que en breve, y muy a
su pesar, sería el próximo virrey de Nueva
España.
Y todo lo que así se ha relatado sucedió como se cuenta en los escritos de
Lope Antonio de la Guerra en su libro
“Memorias”. Real Sociedad Económica
de Amigos del País. La Laguna. Tenerife.
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domingo, 13 de diciembre de 2015, EL DÍA
EN PORTADA
VIAJEROS POR LAS ISLAS CANARIAS (4)
Texto: Nicolás González Lemus
C
harles Darwin, una de las
figuras más señaladas de
la ciencia, que apenas necesita presentación, y amigo de Marianne North,
soñaba con visitar la isla del Teide, Tenerife. Durante el último año en Cambridge leía con atención y mucho interés Introduction to the Study of Natural Philosophy, de John Frederick William Herschel, y la edición inglesa de
Personal Narrative of travels to the Equinoctial Regions of America, de Alexander
von Humboldt. Ningún libro de la
docena que había leído le influyó tanto
como esos dos. Con respecto al
escrito de Humboldt, Darwin tomó nota
de los largos párrafos sobre Tenerife
y se los leía en voz alta al profesor y
amigo John Henslow en algunos de
sus paseos con él y otros amigos. “Les
hablaba de las glorias de Tenerife y algunos del grupo comentaban que intentarían ir allá, pero creo que hablaban
medio en broma. Yo, sin embargo, me
lo tomé muy en serio”(1). Se sintió fascinado por Tenerife a consecuencia
de la lectura de las páginas que el naturalista prusiano escribió durante su
estancia. Llegó incluso a imaginarse
nuevas y espectaculares especies en
las arenas y los bosques de Tenerife.
El libro de Humboldt tuvo una profunda influencia sobre Charles Darwin y la ciencia natural victoriana en
general. Esas nuevas especies, la
vegetación tropical, el tan aclamado
drago de Franchi, en La Orotava, las
montañas volcánicas y el ascenso al
Teide habían despertado tanto el
apetito por la isla canaria del joven Darwin que, aún sin partir de Inglaterra,
su pensamiento estaba en Canarias.
No hacía sino “leer y releer” a
Humdoldt.(2) Darwin tenía esperanzas de visitar Tenerife algún día. Y llegó
el momento, cuando contaba con 21
años de edad.
En el año 1831, recibe una carta de
su amigo Henslow informándole de
que el capitán Robert Fitz Roy “estaba
deseoso de compartir su camarote
con algún joven que se ofreciera como
voluntario para ir con él como naturalista, sin paga alguna, en el viaje del
Beagle”(3). Darwin, sin dudarlo, partió para Cambridge para ver a su amigo
y de ahí a Londres para encontrarse
con Fitz Roy, a quien le comunica que
él estaba dispuesto a acompañarle a
la expedición científica que el Almirantazgo le había confiado en el Beagle. Se trataba de un viaje de estudio
a las costas de la Patagonia, Tierra de
Fuego, Chile, Perú y de algunas islas
del Pacífico, además de hacer una serie
de observaciones cronométricas alrededor del mundo. Darwin se volvió
loco a pesar de la oposición de su padre.
El 27 diciembre de 1831 zarpó de Davenport el buque de Su Majestad Beagle, de 10 cañones, al mando de
capitán Robert Fitz Roy para realizar
una vuelta al mundo que duraría cinco
Charles Darwin,
una visita a Santa Cruz de
Tenerife decepcionante
años. Llegó al puerto de
Santa Cruz de Tenerife el
6 de enero de 1832. Sin
embargo, el cólera había
sido declarado en Inglaterra,
y Darwin, afectado por
él, tuvo que permanecer
recluido en su camarote
para recuperarse. El aire
seco de las regiones subtropicales actuó como un
bálsamo, lo que supuso que
la enfermedad empezara
a amainar. A pesar de que
el naturalista inglés ya
estaba totalmente recuperado, al barco se le
aplicó la cuarentena por 12
días y no pudo desembarcar. El Beagle tuvo
que retirarse de la orilla y
permanecer dos días en las
afueras del muelle. En su
libro Viaje de un naturalista
alrededor del mundo, tomo
en forma de diario de la historia del viaje, Charles
Darwin solamente menciona que llegó el 6 de enero
(1832) a Tenerife “donde se
nos impidió desembarcar por
el temor de que llevábamos
el cólera. A la mañana
siguiente vimos alzarse el sol
tras la quebrada línea de la
mayor de las Islas Canarias. Ilumina
de pronto el pico de Tenerife [Teide]
mientras la parte inferior de la isla permanece aún oculta por ligeras nubes:
primera jornada deliciosa, seguida de
tantas otras cuyo recuerdo nunca se
borrará”(4). Pero es en una carta a su
padre con fecha del 8 de febrero de
1832, desde la bahía de San Salvador
(Brasil), donde narra la mejoría de su
salud y el mutismo creado a bordo por
la aplicación de la cuarentena:
“El 6 por la tarde entramos en el puerto
de Santa Cruz. Ahora me encuentro por
primera vez medianamente bien, y me
estaba imaginando el deleite de la fruta
fresca que crece en hermosos valles y
leyendo la descripción de Humboldt de
las magníficas panorámicas de las islas,
cuando (quizás puedas suponer nuestra decepción) un hombrecillo pálido
nos informó que debíamos guardar una
estricta cuarentena de doce días. En
el barco se hizo un silencio sepulcral
hasta que el capitán gritó «arriba el
foque» y dejamos aquel lugar por el que
tanto habíamos suspirado”(5).
Pero no deja constancia clara por escrito del disgusto, la frustración,
que le causó la noticia de no poder disfrutar de Tenerife. Sería el capitán
Charles Darwin en
1840 (acuarela de
George Richmond).
Robert Fitz Roy el que lo haría. Después de comentar lo insatisfactorio de
la elección del Teide como punto cero
para calcular la longitud por algunos
geógrafos y quejarse de lo poco atractiva que resultaba la ciudad de Santa
Cruz por su aspecto árido y escasez
de arbolado, sigue relatando en su Diario:
“Justo cuando nuestra ancla había
tocado fondo, se aproximó casi a
nuestro lado un bote de Sanidad
Marítima, que transportaba al vicecónsul
británico y a varios oficiales de cuarentena que, tras escuchar de dónde
veníamos, nos dijeron que sería imposible conceder permiso para que alguna
persona desembarcase; y que no podía
esperarse ninguna comunicación personal hasta que no realizáramos una
estricta cuarentena de doce días de duración. Esta regulación fue adoptada a
causa de los informes que habían
obtenido ellos respecto al cólera en Inglaterra. Siendo las observaciones sobre
la costa indispensables para nuestro propósito, y encontrando, tras algún análisis, que no había posibilidad de lograr nuestro objetivo de manera que
compensase en modo alguno el retraso
causado por fondear y realizar la cuarentena, levamos anclas sin pérdida de
tiempo y nos hicimos a la vela hacia
las islas de Cabo Verde”.
Esta fue una gran desilusión para el Sr. Darwin,
quien había abrigado la
esperanza de visitar el
pico. Verlo –anclar y estar
a punto de desembarcar, y sin embargo, verse
obligado a despedirse sin
la más ligera esperanza de
contemplar Tenerife de
nuevo– fue para él en verdad una calamidad real(6).
Con gran pesar para Darwin, el día 8 de enero el
capitán Fitz Roy decidió
continuar su rumbo. De
esa manera, el más grande
de los científicos del
momento no pudo satisfacer sus ilusiones. Le
sirvió de consuelo al joven Darwin la contemplación de la espléndida panorámica por la calma del
mar cuando el Beagle se
distanciaba lentamente del
muelle: “Durante el día
estuvimos sin viento entre
Tenerife y Gran Canaria
y aquí experimenté por primera vez algún placer.
La panorámica era magnífica. El pico de Tenerife,
visto entre las nubes, parecía otro mundo. El único inconveniente
era nuestro deseo de visitar esta magnífica isla”.
José Luis García Pérez señala que
a bordo del Beagle iba el dibujante
Augustus Earle[vii]. Sin embargo,
no terminó el viaje por problemas de
salud. En Montevideo tuvo que abandonar la expedición y regresar a
Inglaterra.
Como el propio Darwin reconoce,
el viaje del Beagle fue el suceso más
importante de su vida a pesar de que
las relaciones con el capitán Fitz Roy
poco a poco se fueron deteriorando.
Ambos eran muy diferentes en las formas de ser y pensar y hasta tuvieron
altercados porque el carácter del capitán “era deplorable en extremo”… “y
cuando perdía los estribos su conducta
era totalmente irracional”, comenta
Darwin en su Autobiografía(8).
NOTAS
(1) DARWIN, Charles (1997). Autobiografía y cartas escogidas. Alianza Ed. Madrid, p. 83.
(2) DESMOND, Adrian & MOORE, James (1991). Darwin. Penguin. London, p. 91.
(3) DARWIN, Charles (1987). Autobiografía. Alta Fulla. Barcelona, p. 65.
(4) DARWIN, Charles (1982). Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Anjana Ed. Madrid, p. 15.
(5) DARWIN, Charles (1997). p. 275.
(6) FITZ ROY, Robert (2013). Viajes del Adventure y el Beagle. Diario. Catarata. Madrid, pp. 61-62.
[vii] GRACÍA PÉREZ, J. L. (1988). Viajeros ingleses en las Islas Canarias. Caja de Ahorros. Santa Cruz de Tenerife, p. 281.
(8) DARWIN, Ch. (1987). pp. 66-67.
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EL DÍA, domingo, 13 de diciembre de 2015
INVESTIGACIÓN
EN PORTADA
TURISMO
Jordi Cruz
(Óleo sobre lienzo de 100 cmx100 cm)
Nacido en Manresa (Barcelona), en 1978, estudió cocina en la Escuela Superior de Hostelería de su localidad,
empezó a ejercer como cocinero a los 14 años y desde 2010
es el chef de Àbac Restaurant&Hotel. En 2002 ganó el Campeonato de España para Jóvenes Chefs, y en 2003 obtuvo dos premios: el Internacional de Cocina con Aceite de
Oliva de Jaén “Paraíso Interior”, y el Campeonato de España para Jóvenes Valores Ciudad de Marbella. Con 26 años
se convirtió en el chef más joven de España y el segundo del mundo en conseguir una estrella Michelín en el res-
taurante Estany Clar de Cercs, en la edición de 2004. Dos
años después, ganó la primera edición de Concurso Cocinero del Año, evento cuyo jurado actualmente preside
Martín Berasategui, y del que el mismo Jordi Cruz es vicepresidente. Jordi Cruz pasó a ser gerente y jefe de cocina del restaurante L’Angle de Món Sant Benet en 2007,
y un año después el restaurante obtuvo también su primera estrella Michelín, que mantiene con Jordi Cruz al frente y tras su traslado de Sant Fruitós del Bages a la ciudad
condal, en 2014. Sin dejar l’Angle, Jordi Cruz se incorpo-
ra al Àbac Restaurant&Hotel (Barcelona) en 2010. Este perdió la segunda estrella Michelín tras la marcha de Xavier
Pellicer, al poco de entrar Cruz como chef, y la recuperó
en 2012.
Jordi Cruz, está considerado uno de los mejores chefs
de España. Su cocina es evolutiva, basada en el producto y donde la creatividad y la tradición se combinan. En
2013 se convirtió en juez del programa de televisión “Master Chef”, siendo el miembro más técnico del jurado, respetado por los aspirantes y admirado por la audiencia.
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domingo, 13 de diciembre de 2015, EL DÍA
CLAVES DEL CAMINO
ANIMALES DEL ALMA
“Nos vemos en el cielo” combina ternura y asombro
Texto: José Gregorio González
S
on muchas las personas
capaces de jurar que sus animales son capaces de comunicarse con ellos de forma
meridianamente inteligente,
así como de expresar emociones
complejas. Una lectura escéptica reduciría el asunto a valoraciones subjetivas y a la proyección en nuestras mascotas
de comportamientos humanos
que les son del todo ajenos, pero
lo cierto es que la ciencia lleva años acumulando evidencias que dan soporte al torrente
de experiencias que a diario nos
invitan a considerar a los animales como mucho más de lo
que la generalidad está dispuesta a aceptar. Lejos de lo
que se pueda pensar el asunto
no se reduce a discusiones sensibleras con argumentos emocionales, sino que, por el contrario, implica profundas y
transformadoras consecuencias en la manera en la que nos
deberiamos relacionar con
ellos. Es más comodo y preferible obviar y banalizar el
asunto que enfrentarnos a
duros aspectos como la explotación, la experimentación y
el consumo, cuyo abordaje cambia si situamos a los animales
en un rango más cercano al ser
humano. De ello también
hablan Miguel Pedrero y Carlos G. Fernández en su libro
“Nos vemos en el cielo”, una
obra capaz de conmovernos y
asombrarnos, al tiempo que nos
cursa una invitación para
cambiar la manera en la que
vemos y nos relacionamos
con el mundo animal. Con Pedrero conversamos sobre algunos de los aspectos abordados
en el libro.
Este es el primer libro de
España dedicado a este asunto.
¿Ha sido por falta de casos?,
¿por prejuicios por parte de los
investigadores?...¿o quizá porque
existe una especial discreción por parte
de los testigos?
No creo que sea por falta de casos,
sino que más bien es una cuestión que
tiene que ver con los prejuicios. Carlos G. Fernández y yo llevamos muchos años recopilando casos de personas que aseguran haber contemplado
la aparición de un familiar o amigo fallecido. Y entre todos esos casos había
un par de apariciones de animales que
relegamos al cajón de las anécdotas.
Un día nos preguntamos por qué había-
Quienes tienen animales y los tratan con dignidad y afecto no se
sorprenderán demasiado con lo que se cuenta en “Nos vemos en el cielo”,
obra de los investigadores Miguel Pedrero y Carlos G. Fernández, que
acaba de publicar La Esfera de los Libros. Sus páginas miran de frente y
con valentía a la realidad trascendente de los animales, un asunto a cuya
profundidad y complejidad solo podemos asomarnos si nos despojamos
de complejos y prejuicios.
Carlos G.
Fernández
Miguel Pedrero
mos actuado así, y llegamos a la conclusión de que había sido por una cuestión cultural y educativa. Todos,
seamos creyentes o no, hemos crecido
y vivimos en un contexto sociocultural judeocristiano, y la visión dominante en las tres grandes religiones
monoteístas (cristianismo, judaísmo
e islam) es que los animales no tienen alma. Sin embargo, los últimos
estudios muestran que los animales
tienen conciencia y son capaces de distinguir hasta cierto punto el bien del
mal. En el libro narramos alguno de
estos estudios apasionantes. Parafra-
seando a la famosa primatóloga Jane
Goodall, si miles de millones de personas creen que tenemos alma y existe un más allá, ¿por qué razón esas mismas personas no creen que los animales posean aliento divino? Al contrario, los últimos estudios indican que
tienen conciencia igual que nosotros.
Por tanto, ¿por qué no alma también?
Es curioso, aunque nos movemos
en un marco de cierta incredulidad,
tenemos interiorizado que hay un más
allá y retornos de seres queridos fallecidos. Ustedes han recogido casuística centrada en animales. ¿Existen
paralelismos entre las apariciones “convencionales” de personas fallecidas y las de mascotas?
Esta es una de las grandes sorpresas que nos llevamos cuando entrevistamos a los protagonistas de las historias de apariciones de mascotas fallecidas que relatamos en el libro. Los
casos son muy similares, independientemente de que se aparezca un
ser vivo humano o animal. En unos casos o
en otros es habitual
que el testigo describa una nube de humo
que se va compactando hasta formar la figura del ser querido
fallecido (en la mayoría
de los casos de la cintura hacia arriba); el
contacto suele ser
breve, de un par de minutos como mucho;
estos espíritus suelen mostrarse con una
edad en la que estaban
en plenas facultades
físicas y mentales
(también en los casos de animales);
suelen aparecer con una enorme
sonrisa, un halo luminoso a su alrededor y
transmiten paz; en
general desaparecen
de forma abrupta, como si no se les permitiera estar mucho
tiempo en “este lado”,
y suelen transmitir
que se encuentran
bien y felices (en los
casos de animales
pueden llegar a transmitir esa sensación
por su expresión), etc.
Son experiencias muy
esperanzadoras y la inmensa mayoría enormemente positivas.
Quienes viven estas experiencias se
convencen de que existe vida después
de la vida.
En las apariciones de seres queridos suele haber un trasvase de información, mensajes, emociones… ¿Ocurre esto con las de animales? En caso afirmativo, ¿cómo es posible?
Sí, nos hemos encontrado casos así.
No se trata tanto de mensajes complejos, sino de una especie de transmisión telepática de sentimientos. Pero
es importante resaltar que en esto los
casos de apariciones fantasmales de
mascotas no son muy diferentes a los
de personas. No siempre se produce
un intercambio de información, pero
cuando sucede así la mayoría de los
testigos describen esa transmisión telepática de información. En los casos
de apariciones de animales el men-
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EL DÍA, domingo, 13 de diciembre de 2015
CLAVES DEL CAMINO
saje que suele transmitir la mascota
es que se encuentra bien, que está muy
feliz y que está muy agradecida a su
amigo humano por cuidarla tan bien
durante su vida.
¿Corremos un riesgo especial con
estos casos de interpretar, humanizar, sugestionarnos con este asunto?
Claro que corremos el riesgo de
humanizar, pero es que los animales
son muy parecidos a nosotros. O, dicho
de otro modo, nosotros no somos otra
cosa que animales. Igual que los animales, nos matamos y nos amamos,
queremos y odiamos, podemos hacer
el bien o el mal, etc. De hecho, los últimos estudios de prestigiosos primatólogos muestran que la moral en su
sentido más básico no tiene que ver
con la educación o la religión, sino que
es inherente a cualquier entidad
viviente por el mero hecho de existir.
Vamos a intentar situarnos en el lado
de los animales, de las mascotas. ¿Existiría base científica para barajar la supervivencia de la conciencia tras la
muerte en los animales? Esencialmente,
el principal obstáculo de partida sería admitir que tienen conciencia…
Claro. Si creemos que los seres humanos vamos a sobrevivir a la muerte
física porque tenemos conciencia y
nuestra conciencia es no local –es decir,
no está en el cerebro ni en ningún sitio
concreto, sino que es nuestra esencia,
y es inmortal–, para admitir la existencia de alma en los animales sólo
es necesario dilucidar si poseen conciencia. Y los estudios científicos en
este campo muestran que, efectivamente, poseen conciencia. En “Nos
vemos en el cielo” mostramos los más
importantes y apasionantes de estos
estudios.
¿Y conciencia de muerte y trascendencia?
Esto ya es absolutamente fascinan-
S
te. Primatólogos de la talla de Jane Goodall o Frans de Waal asistieron a comportamientos rituales de primates, como
las llamadas danzas de la lluvia y la
cascada. Según estos primatólogos, se
trataría de rituales de una religión animista. Por otro lado, algunos científicos han conseguido comunicarse con
primates a través de distintos lenguajes
de signos, y éstos muestran una sorprendente comprensión sobre lo que
significa la muerte. En “Nos vemos en
el cielo” mostramos casos de este tipo
fascinantes, como el de Koko, un gorila
que vive en la Fundación Gorila de California y cuyos cuidadores le preguntaron qué pasaba con los gorilas
cuando fallecían. Koko respondió lo
siguiente: “Cómodo/sagrado/sueño/adiós”.
Un capítulo curioso del libro es el
dedicado a los registros tecnológicos
que refuerzan la idea de supervivencia,
las clásicas psicofonías y psicoimágenes. ¿Existe material audiovisual
sobre este tema que sea fiable?
Lo cierto es que dedicamos uno de
los capítulos del libro a este polémico
asunto, porque es cierto que se han
conseguido psicofonías y psicoimágenes –que son imágenes supuestamente procedentes del más allá– de animales. Por ejemplo, en “Nos vemos
en el cielo” narramos el caso de un grupo de transcomunicadores, personas
que se comunican con entidades del
más allá a través de medios electrónicos –que conforman el Instituto Francés de Investigación y Experimentación Espírita– que consiguieron captar imágenes de caballos, perros y otros
animales procedentes supuestamente
de ese más allá. Para ello emplean una
tecnología que les fue revelada por entidades del otro lado en sus comunicaciones “entre mundos”. Es un asunto
apasionante sobre el que también incidimos en un capítulo del libro.
antiaguito León era un cristiano, de profesión abogado, que tenía su casa y despacho en la calle de San
Agustín y casi enfrente del Instituto de Canarias, que
era el único existente en el Archipiélago, y que hoy es el
Cabrera Pinto. En el citado centro estudiaron dos ilustres
canariones como lo fueron Juan Negrín, que fuera presidente del Gobierno en la II República, y el novelista y escritor don Benito Pérez Galdós, autor entre otros de los célebres “Episodios Nacionales”, que, por cierto, cuando se
marchó definitivamente de Gran Canaria (si pongo Las Palmas las hordas canarionas capitaneadas por José Miguel
Bravo de Laguna, más conocido por el Señor de los Pijamas, solicitarían para mí, sin dudarlo, la pena co-capital),
tuvo los santos bemoles el señor Galdós de sacudirse de
sus botines el polvo del parking de Santa Catalina (mártir) y de paso la arena de la playa de Las Canteras, que tiene
su especial encanto cuando desde ella se ve todo el Teide
Gigante Jeneralife nevado. Todo esto es palabrita del Niño
Jesús, pero al elemento canarión no le interesa que se sepa,
siendo una pena que los biógrafos de Galdós se les adelantaran.
Perdí el hilo y lo retomo diciéndoles que Santiaguito León
era más bajito que el carajo, al punto que si llega a ser “gay”
(que no lo fue), en lugar de salir del armario habría salido
de una mesilla de noche. También está contrastado que
en la Danza de los Enanos, en Santa Cruz de La Palma, en
las Fiestas de la lustral Bajada, como si no hubiera un mañana,
participó de incógnito en las mismas y habría que decir
que el único enano de verdad que danzaba era él, ya que
Cuentos de ensueño
“Isla a isla, cuento a cuento”. Ese el
título de una delicia de obra, un libro
de narraciones
infantiles
impulsado por
el sello Alargalavida
que
combina la inventiva narrativa de veteranos como Juan
Carlos Saavadra, Daniel
Martín y Sandra Franco, con
las magnificas
ilustraciones
de Lourdes Navarro, junto a
una versión silbada en la que
han cooperado Rogelio Botanz. Es descargable vía código QR de
cada narración.
Tal y como explica la editorial sobre la obra, “las emociones que en-
Santiaguito León
y sus cosas
HUMOR ANTICRISIS
Juan Oliva-Tristán Fernández*
el resto digamos que eran de “garrafón”, sometidos a un perverso y maquiavélico trucaje.
Su enanismo era tal que cuando salía de su
casa-bufete y se olvidaba de coger las llaves esperaba en
la puerta a que pasara algún transeúnte, al que por favor
le pedía que pulsara el timbre, pues él, por mucho que se
pusiera de puntillas, no llegaba, y hasta hubo un transeúnte
“coñón” que lo quiso coger en brazos y que fuera el propio Santiaguito el que pulsara el jodido timbre.
Hay una anécdota –de las decenas que inspiró su tallaje–,
y fue en cierta ocasión en que el “proyecto de hombre”
de Santiaguito se encuentra con un buen amigo suyo, al
que le dice: “Santiaguito, anoche soñé contigo, pero la cuestión es que me encuentro en la duda de si te lo cuento o
no, pues lo mismo te calientas y no sin razón”, a lo que
responde Santiaguito: “Un amigo mío como tú no puede
nunca soñar nada malo sobre mí, así que cuéntame ese
sueño, que me tienes intrigadísimo”. Su amigo “coñón”
contrarás en estos nueve cuentos te
ayudarán a sobrevolar un archipiélago
en donde te esperan: pinos que susurran versos, libros que alcanzan la
orilla de una playa, animales que se
juntan para reírse, un baile mágico,
leyendas donde los gigantes duermen
junto a las montañas sagradas, caracolas que tienen una misión importante, relatos que solo conocen nuestros abuelos, historias que despiertan nuestro diablillo interior y la valentía de once gomeros que cautivarán
el corazón del lector”.
En la nómina de la gratitud los promotores han incluido los consejos de
Isidro Ortiz y el apoyo de Sito Simancas,
Carlos Pérez y Jesús Isidro Armas, fundamentales para interiorizar la grandeza del silbo gomero. Además de Rogelio Botanz, silbaron con talento para
los audios de este libro los chicos de
su gran equipo con Silvia Torres, Antonio Miguel Évora, Daniel García,
Alejandro Lucas, Pedro Manuel Cruz,
Ángel Romar Rodríguez y Abian Mazigh Rodríguez.
coge resuello y comienza a relatarle el sueño de esta manera:
“Mira, Santiaguito, anoche soñé que habías fallecido y que
tu caja abierta la habían colocado en el salón principal de
tu casa. En esto llega tu gato, salta a donde tú estabas y
con su boca te agarra por el cogote, te saca de la caja y te
da un paseo por toda la casa sin soltarte, hasta que llegó
un familiar tuyo y, afeándole al gato su conducta, le dice:
Vuelva a poner a Santiaguito donde estaba, cumpliendo
el minino al pie de la letra la orden dada por uno de tu
familia, depositándote con exquisito mimo el gato –al que
creo llamaban Rapiñador– dentro otra vez de tu caja. Fue
en ese momento cuando me desperté de la pesadilla, no
pudiendo a partir de entonces volver a conciliar el sueño”.
Fue tal la calentura que se cogió Santiaguito que le dejó
de dirigir la palabra a su amigo el “soñador”, alias Morfeo, y ni aún en la muerte real de Santiaguito, cuando yacía
en su cajita de pino, del tamaño de la de los niños, pero
de color madera, en sus Últimas Voluntades había dejado
bien claro que no se permitiera la entrada al salón del examigo “coñón”, no fuera cosa que debajo de su americana
y cual hábil prestidigitador sacase no un conejo o una paloma,
sino al mismísimo minino “Rapiñador” y le diese un último
paseo por toda la casa en plan despedida.
Ejerciendo como abogado le propusieron que presidiera
el Tribunal de Menores, pero él, oliéndose el vacilón, rechazó
de plano dicho ofrecimiento.
*Pensionista de larga duración
y letrista de las diadas floreadas de Mas
p8
domingo, 13 de diciembre de 2015, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 1.010
Evaluación e intervención psicológica
en víctimas de la violencia de género (II)
L
a violencia de género se define como “todo acto de
violencia basado en la
pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico
para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública
como en la privada” (ONU, Artículo
1 de la “Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la
Mujer”, Resolución de la Asamblea
General 48/104 de 20 de diciembre
de 1993).
Por tanto, el único factor de riesgo
que existe para que una mujer
pueda ser víctima de violencia de
género es ser mujer. Está demostrado
científicamente que no existen características de personalidad que predispongan a una mujer a padecer una
situación de maltrato. Tan sólo por
el hecho de haber nacido mujer es
vulnerable a la violencia de género,
independientemente de la raza, cultura, clase social, profesión y nivel
económico.
La violencia contra las mujeres por
parte de su pareja es una de las tipologías más comunes que existen de
violencia de género. Las formas en
que este maltrato se puede manifestar
se agrupan en tres categorías: maltrato psicológico, maltrato sexual y
maltrato físico. Estos tipos de maltrato se pueden dar en diferentes
períodos de tiempo y con diferente
intensidad. Puede que no aparezcan
a la vez, y pueden no manifestarse
en todas las categorías. Un aspecto
muy importante que hay que tener
en cuenta es que, aunque no se den
todos los tipos de maltrato, las secuelas están relacionadas. Una mujer
que sea víctima de agresiones físicas y/o sexuales también presentará
secuelas psicológicas, del mismo modo
que una mujer que sea víctima de maltrato psicológico también presentará
impacto en su salud a nivel físico.
Estudios científicos demuestran que
cuando una mujer es o ha sido víctima de violencia de género presenta
una serie de consecuencias tanto a
nivel físico cómo psicológico. Esto
no significa que todas las mujeres presenten la misma sintomatología
tras haber estado expuestas a una
situación de maltrato, dado que cada mujer es única y tiene formas diferentes de afrontar cualquier tipo de
vivencia.
Las secuelas
La mujer víctima de maltrato por
parte de su pareja puede presentar
estas secuelas aunque no esté conviviendo con el agresor, o incluso
Texto: Joanna Estíbaliz Martín Reyes
(psicóloga con Habilitación Sanitaria,
máster en Prevención e Intervención en Violencia de Género,
máster Internacional en Psicología Forense)
cuándo la relación con el
agresor haya terminado, ya
que la influencia del maltrato puede persistir aunque éste haya cesado. Estas
consecuencias psicológicas
y físicas, si no se tratan, pueden perdurar en el tiempo
e incluso agravarse.
Numerosas investigaciones manifiestan que, a pesar de las diferencias individuales de cada mujer,
existen una serie de síntomas comunes que presentan las mujeres víctimas de
violencia de género por
parte de su pareja. Se estima que el 60% de las mujeres maltratadas tienen problemas psicológicos moderados o graves, y los
síntomas más frecuentes
son: pérdida de autoestima,
ansiedad, fatiga permanente, depresión, tristeza, labilidad emocional, inapetencia sexual e insomnio.
Atendiendo a la Organización
Mundial de la Salud, las consecuencias para la salud de la mujer víctima
de violencia de género son psicológicas y del comportamiento (depresión, trastorno de estrés postraumático, insomnio, trastornos alimentarios,
sufrimiento emocional, ansiedad, trastornos del sueño, sentimientos de vergüenza y culpa, baja autoestima, trastorno de pánico, inactividad física,
trastornos psicosomáticos, abuso
de alcohol y drogas, fobias, conducta
suicida y autodestructiva y conducta
sexual insegura); consecuencias físicas (lesiones abdominales y torácicas, moratones e hinchazón, síndrome de dolor crónico, discapacidad, fibromialgia, fracturas, trastornos
del aparato digestivo, síndrome del
colon irritable, desgarros y abrasiones, lesiones oculares y reducción de
las funciones físicas); consecuencias
sexuales y reproductivas (trastornos
del aparato genital, esterilidad, enfermedad inflamatoria de la pelvis,
complicaciones del embarazo, aborto
espontáneo, disfunción sexual, enfermedades de transmisión sexual,
entre ellas la infección por VIH/SIDA,
aborto practicado en condiciones peligrosas y embarazo no deseado);
consecuencias mortales (mortalidad relacionada con el sida, morta-
lidad materna, homicidio y suicidio).
Asimismo, también existen consecuencias en el ámbito social de la mujer tales como desconfianza, aislamiento, dificultades para entablar relaciones futuras y/o desvalorización.
Debido al impacto que la violencia contra las mujeres por parte de
su pareja produce en estas, la OMS
la considera como un grave problema
de salud pública y una violación de
los derechos humanos.
Por norma general, las mujeres víctimas de violencia de género, debido
al deterioro psicológico que presentan
como consecuencia de la violencia
sufrida durante un tiempo prolongado, no son capaces de ayudarse a
sí mismas. Debemos tener presente
que al estar tanto tiempo expuestas
a la grave situación de maltrato las
mujeres llegan a cambiar la visión que
tienen de sí mismas, y en numerosas ocasiones hay distorsiones en sus
pensamientos y en la interpretación
que hacen de la realidad (se sienten
culpables, justifican el maltrato, se
creen responsables de los estados de
ánimo del agresor, creen que con su
comportamiento pueden minimizar
o reducir el maltrato e, incluso, adoptan una conducta de indefensión
aprendida porque asumen que “hagan lo que hagan” no pueden cam-
biar la situación que están viviendo).
La realidad es que el maltrato no depende ni es responsabilidad de
ellas, sino que depende y es responsabilidad del agresor. La violencia es
responsabilidad de quien la ejerce,
y no existe justificación en ningún
caso.
La atención profesional
Por todo esto es necesaria
la atención profesional y especializada. La intervención
psicológica que se lleva a
cabo con estas mujeres víctimas de malos tratos debe ser
una intervención que cuente
con perspectiva de género, sensibilización y formación por
parte del profesional que vaya a realizarla. Una intervención que puede constar de tres
fases: evaluación psicológica,
tratamiento psicológico y seguimiento. Durante la evaluación psicológica se valoran las
secuelas que presenta la mujer después de haber estado
expuesta a la situación de maltrato. En la intervención psicológica se trabajarán las secuelas observadas en la evaluación y aquellos otros aspectos que considere el profesional, siempre con el objetivo de que la mujer vuelva
a retomar el control de su vida y
aprenda nuevas herramientas y
habilidades sociales que le aseguren
su bienestar físico, psicológico y emocional. Por último, y en la fase de
seguimiento, se llevará a cabo un control del estado psicológico de las mujeres tiempo después de haber terminado la fase de intervención psicológica.
El psicólogo o psicóloga que intervenga con mujeres víctimas de violencia de género debe tener en
cuenta, entre otras cuestiones, la confidencialidad, empatía, implicación
en el cambio social, utilizar un lenguaje claro y sencillo, y debe ser plenamente consciente de los mitos y
estereotipos de género que existen
en nuestra sociedad, así como practicar la escucha activa.
Por otro lado, se debe planificar una
intervención multidisciplinar donde
la mujer reciba asistencia médica, jurídica y social, dado que este grave
problema afecta a todos los ámbitos.
No debemos olvidar que la violencia de género es un problema social
que afecta a todas las personas y, por
ende, es responsabilidad de todos.
La unión, el conocimiento y la implicación de la sociedad son claves
fundamentales para acabar con este
grave problema.