La reserva ecológica de Chaparrí muestra los frutos del esfuerzo de

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oso a
la vista
La reserva ecológica de Chaparrí muestra los
frutos del esfuerzo de los comuneros de Santa
Catalina de Chongoyape, en Lambayeque, por
preservar las riquezas del bosque seco.
ESCRIBE: BRUNELLA VÁSQUEZ Mori FOTOS: víctor zea
¿Qué diablos
quería decir
con
conservación?
No
entendía de qué me estaba
hablando”. Así evoca Pedro
Cáceres el momento en el
que Heinz Plenge, fotógrafo
naturalista y actual director
de la Reserva Ecológica de
Chaparrí, en Lambayeque,
lo buscó para contarle la
idea de convertir el bosque
seco en un área protegida.
Pedro llevaba décadas dedicado a la caza. “Un rifle
de aire para las perdices,
una carabina 22 para los
venados y, para palomear,
una escopeta”, cuenta al
recordar la época en que no
salía sin sus tres armas al
hombro. Hoy no solo dejó
de cazar, sino que a sus 75
años es el actual presidente
de los guardaparques de la
reserva de Chaparrí y principal impulsor del cuidado y
conservación del área.
Las 34 mil hectáreas del
bosque seco de Chaparrí –a
70 kilómetros de Chiclayo–
son el hábitat de dos especies en peligro de extinción:
el oso de anteojos y la pava
aliblanca. Hace aproximadamente 15 años, Chaparrí fue
catalogada como la primera
área de conservación privada gracias a una iniciativa de
Plenge y de los pobladores
de la comunidad campesina
Santa Catalina de Chongoyape. En estas circunstancias,
desde el 2004 la Fundación
Ayuda en Acción, junto al
Centro de Investigación y
Promoción del Desarrollo
Sostenible (Cipdes), interviene en el distrito para empoderar a los habitantes de
10 caseríos aledaños.
Al principio, cambiar el
‘chip’ no fue tan fácil. “Hablar de conservación sin
rentabilidad real es utopía.
Porque trabajamos con familias en situaciones poco favorables. Al final, la necesidad
manda; por lo tanto, para
que una comunidad conserve, primero tenemos que hacer que se generen recursos
y medios para mejorar sus
condiciones de vida”, manifiesta Javier Ruiz, presidente
de Cipdes. “Para nosotros,
el oro es verde”, dice Lucila
Guevara, una de las madres
campesinas que hoy es guía
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futuro. Hace 15 años, la
reserva fue convertida en área
de conservación. Hoy sus resultados se reflejan en el cuidado de especies en extinción,
como el oso de anteojos.
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turística de la reserva. Ella,
además, fabrica artesanías,
pues se dio cuenta de que los
visitantes piden recuerdos de
la zona.
Así como Pedro y Lucila,
existen más comuneros que
han recibido capacitaciones
para ser guardaparques o
guías turísticos y reafirmen
su conciencia ecológica. Betty
Matril, por ejemplo, fue becada para estudiar gastronomía. Luego de dos años, hoy
tiene su propio restaurante en
Chongoyape, así como también cocina para el Ecolodge
Chaparrí, hospedaje construido por los mismos pobladores
para recibir a los turistas.
JOLGORIO NATURAL
vigías del monte. De izq. a der.: Javier Ruiz, Pedro Cáceres y Porfirio Santa Cruz son algunos de los
guardaparques y guías de la comunidad de Chongoyape.
las cifras
250
especies de aves
alberga la reserva
de Chaparrí, 36 de las cuales
están amenazadas.
23
especies de mamíferos
habitan en el bosque
seco, entre ellos el oso de
anteojos, el zorro costeño y el
venado cola blanca.
400
familias de la
comunidad
resultan directamente
beneficiadas con la generación
de empleo en la zona.
15
años de creada
tiene esta área de
conservación, de iniciativa
privada.
14
guardaparques vigilan
el área central de la
reserva.
Uno no puede desperdiciar ni
un solo minuto en Chaparrí.
Al alba, un riachuelo es el escenario perfecto para la danza
de los colibríes. De todos los
tamaños y colores, aletean tan
rápido que uno termina viendo un lienzo en el cielo. Sin
embargo, conforme la mañana
avanza, otras aves exigen protagonismo en el lugar: cantando,
bailando, posándose en los lugares más peculiares a la vista
y paciencia del mundo entero.
Una vez dentro del bosque, no
sorprende tener que detenernos
de repente para dejar pasar a
una manada de sajinos apresurados. Al comienzo puede parecer inusual ver tan sereno a un
zorro caminando en medio de
los senderos. Sin embargo, con
las horas no es difícil llegar a fotografiar a más de uno rondando a pocos metros de nosotros.
La pava aliblanca (ave endémica de la región norte del Perú)
suele posarse muy sosegada encima del techo de alguna casa.
Sin embargo, Cholita y Cuto se
roban el show. Ellos son los únicos osos de anteojos (en la actualidad han sido identificados
25) que se encuentran aislados
pues se hallaban en estado de
vulnerabilidad cuando los insertaron en el bosque seco. Pero
eso no les impide trepar hasta la
juan culca
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zona natural. El zorro costeño es uno de los habitantes más sigilosos del bosque seco de Chaparrí. A la derecha, la pava aliblanca fue parte
de un proyecto de reproducción en Olmos, tras el cual se ha incrementado su población en casi 100 ejemplares.
corteza de los árboles y disfrutar de sus manjares favoritos:
las frutas.
NUEVOS HORIZONTES
A pocos metros de llegar a la
comunidad de Chongoyape,
unos reflejos de luz rebotan
en la tierra desde la pared
de una casona de adobe. Dos
mil botellas de vidrio forman
un ventanal que muestra una
figura típica de la cultura Moche. Sin embargo, esto es solo
una pared del Ecomuseo Chaparrí. Siete mil botellas plásticas fueron rellenas de desechos como bolsas y residuos.
Su edificación significó liberar
más de una tonelada y media
de basura inorgánica, que hubiera tardado más de 500 años
en descomponerse.
Estos ‘ecoladrillos’ fueron
recolectados por más de 2 mil
personas, en su mayoría alumnos del colegio César Vallejo,
quienes recogían todos los
residuos plásticos del caserío
de Paredones. Dentro del Ecomuseo se puede ver un mapa
explicativo sobre esta novedosa edificación. Asimismo, hay
una muestra fotográfica sobre
la reserva de Chaparrí, hecha
por los mismos comuneros de
la zona, quienes hace un par
de años recibieron una capacitación de Kodak.
Como parte de su propuesta ecológica, Ayuda en Acción
apoya constantemente a la Red
Educativa Rural Tacupal Raca
Rumi, que integra a 11 escuelas
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oportunidades. Izquierda: Tras ser becada para estudiar gastronomía, Betty Matril creó su restaurante, El Secreto del Sabor, en Chongoyape. Derecha: Por medio de capacitaciones, las mujeres han podido diversificar sus productos de artesanía. Abajo: El bosque seco no está libre de
amenazas: cazadores, taladores de algarrobo y posibles exploraciones mineras.
en donde se imparten proyectos
de protección medioambiental
(reciclaje de basura, viveros y
biohuertos escolares que producen hortalizas y frutos orgánicos, entre otros). En la escuela
César Vallejo, uno de los planes
que ha tenido mayor impacto y
alcance ha sido el de la purificación del agua. “Hay un comité
de niños que todas las mañanas
se encarga de llenar alrededor
de cinco botellas de tres litros
de agua y colocarlas encima de
planchas de calamina. Si hay
bastante sol, después de seis
horas los rayos han matado
todos los microbios; si no, las
dejamos para el día siguiente”,
explica Javier Solís, director del
I. E. César Vallejo, quien afirma
que esta técnica propuesta por
Cipdes y Ayuda en Acción está
aprobada por la Organización
Mundial de la Salud. “Lo interesante es que ellos han replicado
esta forma de purificación en
sus casas, donde difícilmente
llega agua potable”, asegura.
fuente de trabajo
A una hora y media de Chongoyape, en Ciudad Eten, más de
50 mujeres se dividen en diferentes salas de un taller. Algunas se encargan del tinte de las
información
Ayuda en Acción es una
organización internacional que
trabaja en 10 regiones del Perú.
Más información de su campaña Invierte en Perú en:
www.invierteenperu.org.
Alojamiento en Chongoyape.
El Torito Finca Agroecoturística.
En la misma reserva de Chaparrí
(www.chaparrilodge.com).
Contacto. Asociación para la
Conservación de la Naturaleza y
el Turismo Sostenible Chaparrí
ACOTURCH (está en Facebook).
fibras vegetales; otras, del proceso del tejido; y unas cuantas
de la manufactura del producto. Heredado de la cultura Mochica, el tejido en ‘paja palma’
o ‘macora’ ha sido rescatado y
revalorado por estas madres
de familia, quienes conforman
la Asociación de Artesanas en
Acción de Eten. Ellas han participado no solo de las capacitaciones para la producción de
artesanías, sino también de un
proceso de alfabetización.
“Yo participaba y venía al
local sin que mi esposo sepa.
Sabía que me iba a decir ‘ya
estás vieja, ya para qué vas a
aprender a leer’. Gracias al
programa es donde aprendí a
leer y ahora mi esposo, viéndome lo que yo hacía, quiso
aprender a coser. Le enseñé
y ahora todo lo que confecciono, él lo cose a máquina”,
narra Lila Silva, una tejedora
de sombreros que un día cayó
en cuenta que podía y debía
diversificar sus productos.
La visita a pie puede resultar un poco agotadora, por lo
agreste de la zona. La sequedad del terreno y la crudeza del
clima durante el día nos sitúan
en un bosque aparentemente deshabitado. Y sí, ese es su
principal encanto. Está intacto. En medio de esas montañas
amarillentas, cactus ariscos y
árboles deshojados se siente
una vibra latente que hace de
Chaparrí un lugar paradisiaco,
de esos que uno no imagina
que aún puedan existir.