la música - Página de inicio

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Presentación
El Centro de Práctica de la Cultura de la Solidaridad para el Desarrollo, perteneciente a la
Fundación Solidaria la Visitación, presenta estas reflexiones relacionadas con la
trascendencia de la música en la Navidad, en sus aspectos, religioso y humano. Partiendo
del dato bíblico, de los himnos que acompañan el misterio de la Navidad, Magnificat,
Benedictus, Nunc Dimittis y los cánticos de los ángeles ante el pesebre, enraizados en los
salmos cuya palabra inspira y la música interpreta como el lenguaje de Dios con el hombre,
en la revelación y la encarnación y como respuesta del hombre a Dios en agradecimiento
con su mismo lenguaje, los salmos. Dicha revelación y encarnación se hacen tradición
cultural y universal expresados de manera espontánea en los villancicos; en Navidad los
pobres agradecen cantando, versos que acercan a la gente a la alegría, nobleza y sencillez
de estas celebraciones; además con una relación más estrecha entre lo humano y lo
religioso, se da la manifestación musical que a diferencia del villancico ha acompañado la
celebración desde su inicio hasta nuestros días, la música clásica. De una manera más
elaborada, académica, pero que en Navidad se convierte en música más humana y
sensibilizadora, que enaltece las emociones y sirve como puente para conectar nuestros
sentimientos más íntimos con lo divino, a través del instinto que se produce, de reflexión,
de silencio y de escucha, cuando participamos de conciertos en los que se cantan y se
cuentan por medio de orquestas sinfónicas y coros dentro de un extenso repertorio, las
experiencias del misterio. Así encontramos por ejemplo el Mesías de Haendel y
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principalmente el Aleluya, conocido y entonado por las personas durante la fiesta de la
Navidad, pasando de ser el coro de un oratorio en una obra clásica, a ser un canto popular
coincidiendo con el objetivo de los villancicos.
Como resultado del encuentro entre el Padre Emilio Betancur, biblista y el violinista y
director de orquesta, Camilo Giraldo, quienes se unen para compartir sus experiencias en
este campo, se materializa este diálogo creativo, entre la Navidad y la música, como una
oferta alternativa para tener en cuenta en tan especial celebración. Este ensamble bíblicomusical nos permitió poner en común dos saberes que desde el origen han dialogado y
cuyos efectos nos permiten hacer hoy una oferta musical para celebrar el misterio de la
Navidad.
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DEL CONSUMO NAVIDEÑO A LA ENCARNACIÒN.
Hoy resulta muy difícil el desafío de una Navidad humana, creyente y solidaria ante una
Navidad que cada año es más consumista e inequitativa regulada por el comercio religioso
de un misterio que, como el de la Encarnación, crea vínculos más humanos y sociales,
que las relaciones exclusivamente comerciales y folclóricas de la navidad pseudoreligiosa.
La globalización del consumo es tan excluyente que ninguno de los niveles más débiles de
nuestra sociedad son tenidos en cuenta por no hacer parte de “los consumidores”; y un
producto tan importante para la comercialización como son los pesebres, son hechos en
China, el continente más lejano y contrario a la fe cristiana. La ideología del consumismo
nos dice que cuantas más elecciones tengamos más felices seremos, puesto que
aumentan las posibilidades de conseguir lo que queremos; pero lo que en realidad impulsa
el consumo es el imperativo económico de aumentar la producción de bienes, ideas y
servicios con fines lucrativos; de ello la Navidad es un mal ejemplo.
La industria de la publicidad tiene un rol importante que jugar en la producción de
necesidades y deseos. El objetivo principal de la publicidad no es presentar una
información concreta de los productos, sino modelar el deseo para orientarlo a la compra.
La función de la publicidad es producir los deseos que requiere la demanda económica. El
deseo promovido por la publicidad no es el simple deseo del producto: es deseo de algo
más trascendente a lo que remite el producto, como la esperanza de felicidad y de una vida
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mejor; la felicidad está en las marcas, la paz en un lugar, y los valores vienen en cajas de
excelente presentación. La publicidad entonces, produce deseos relacionando cosas
estrictamente materiales con niveles de mayor y sutil trascendencia.
La doctrina budista considera que los seres humanos están atrapados en un deseo
incesante, que tratamos de satisfacer aferrándonos a las cosas; es una adecuada
descripción del mundo consumista contemporáneo. Es necesario prescindir de los deseos;
lo que se consigue mediante una ardua disciplina y un duro entrenamiento que al final nos
conduce a la generosidad. Si bien algunos usan las prácticas de meditación para mitigar el
estrés e incluso algunos budistas “comprometidos” buscan un cambio social, el budismo
enseña que nuestra meta en la vida no es la “felicidad”, sino la liberación de nuestros
deseos. No pocos se han convertido al budismo por su potencial para contrarrestar estas
fuerzas. Lo religioso no se ha librado de este tsunami ideológico llamado hoy la “ideología
de la prosperidad” ; versión extrema de la influencia de la ideología capitalista en el ámbito
de lo cristiano porque, sobre todo en Navidad también existe un mercado religioso, una
cierta religión de consumo y una reducción del evangelio a un producto de mercado
caracterizado por el individualismo. El materialismo convertido en consumismo, la crueldad
de nuestras violencias, la irrupción del mal gusto, parece que no dieran pie para que
renazca el lenguaje artístico y musical que exprese las maravillas de la Encarnación en
música.
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LA DEUDA DE LA NAVIDAD.
El primer paso pastoral en la producción de un deseo alternativo para la Navidad que
pueda aportar resistencia al consumismo religioso consiste, por tanto, en volver a conectar
la Encarnación, Dios hecho hombre, con las realidades más profundas de la gente a las
cuales nunca podrá responder el consumismo: la necesidad de un Salvador que dé sentido
a la vida y recupere nuestra felicidad y la paz desde lo humano. La Navidad nos puede dar
una visión distinta de nuestra pastoral porque la Encarnación hace solidario a Dios con los
hombres para que aprendamos, por el servicio, a ser solidarios con los demás; y en la
Navidad son múltiples las oportunidades de solidaridad.
Acceder en Navidad al significado de la Encarnación nos ayuda a discernir lo que se oculta
detrás del consumismo navideño. La meta de la vida no es solo conseguir lo que uno
quiere, sino querer las cosas que cualifican nuestra vida; esto hace parte de la propuesta
de la Navidad cristiana. El Misterio de Navidad celebra la “buena nueva” de la
humanización de Dios en Jesús de Nazaret. No sólo a la teología, sino también a la
Pastoral, le falta profundizar este misterio para desenraizar la Navidad del materialismo
consumista y comercial que ha secuestrado el don de la Navidad que hace relativo
cualquier otro regalo; Jesús y su familia en el pesebre.
La fiesta de Navidad ahogada por el consumismo puede ser la oportunidad pastoral para
mirar y hablar de Dios de manera distinta ya que el radicalmente trascendente es
radicalmente inmanente, Dios se revela en la Encarnación, desde el interior de la historia,
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de la sociedad, desde la familia que es lo más cercano a nuestro propio interior; es
primordial en Navidad el compromiso de las familias con la encarnación de Dios en los
hogares sirviendo a los pobres, acompañando y compartiendo con los pobres. Vale la pena
tener en cuenta que también la producción y el comercio tienen un compromiso ineludible
con la solidaridad en Navidad; sabiendo que si existe el comercio navideño, fue porque
primero ocurrió la Encarnación. La Navidad está en las manos pastorales, agentes
pastorales, líderes laicos y religiosos; y sobre todo, padres de familia, ofreciendo por la
predicación y la conducta, todo cuanto significa e implica una nueva evangelización de la
Navidad consumista, a partir del misterio de la Encarnación. Navidad puede ser el inicio
de una nueva evangelización si nos ponemos al servicio de este misterio para ser nosotros
más humanos y hacer más humanas nuestras comunidades. Creer en el Jesús nacido en
Belén significa para nosotros que sólo desde lo humano podemos y debemos llevar
nuestras comunidades a encontrarse con Dios.
¿Qué estamos diciendo cuando afirmamos que el Dios se encarnó?
Simplemente estamos diciendo que: La divinidad se volvió humanidad; porque el ser de
Dios está implícito en el ser del hombre. Entrar en el misterio de la encarnación para
compartirlo con la gente, no requiere ser pesebristas, ni papás Noel para repartir regalos
que nos dan los feligreses o amigos para los niños pobres; sino por la fe, ser ministros,
servidores de la encarnación. No perdamos los signos navideños pero llenémoslos de
Palabra de Dios y Encarnación de Jesús y mayor responsabilidad social con la educación,
el empleo, el medio ambiente, Para que la gente tenga la oportunidad de ser distinta
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desde el pesebre y todos estemos
inequidad.
en condiciones de vivir con más justicia y menos
UNA ALTERNATIVA MUSICAL.
Por su importancia en el tiempo Navideño, una de sus más bellas experiencias, es la
música. El lenguaje de la música es el más adecuado y noble para hablar con Dios y de
Dios; razón para tener en los textos de la biblia un libro exclusivamente dedicado al canto
con la música, como la más alta inspiración de la expresión escrita: los salmos. ”Te doy
gracias de todo corazón; frente a los dioses tañeré para ti. Me postraré ante tu santuario
dando gracias a tu nombre, por tu lealtad y fidelidad….que canten los caminos del Señor
¡qué grande es la gloria del Señor!” (Sal 138). Algunos autores atribuyen al salterio, la
misión de puente entre la Ley y los profetas; la tradición benedictina los tiene como la más
excelente expresión de su vida monástica; además de encontrar en ellos una síntesis de
los sentimientos del hombre ante Dios y la compasión de Dios hacia los hombres. En el
salmo responsorial, por ejemplo, el hombre le canta desde su penuria a Dios con la misma
palabra de Dios; y Dios le responde en palabras comprensibles para el hombre como
experiencia de encarnación. Este criterio es fundamental para la comprensión de la
relación entre música y Palabra; siendo la música una exégesis, no exclusiva, pero óptima
de la interpretación de la Palabra. Los Salmos podrían ser, una introducción a la biblia en
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clave musical o viceversa, una introducción a la música, al baile y la poesía en clave
bíblica sagrada.
La música cubre todo el calendario judío, heredado por la iglesia en lo esencial; pascua,
pentecostés, siega, vendimia; celebrado con arpas, laudes, cítaras (equivalente a las
guitarras), trompetas, flautas, cuernos, que acompañan a Israel en su peregrinación hacia
la tierra prometida hasta la liturgia celeste que narra Juan en el apocalipsis. La biblia
parece gritarnos: No se olviden de la música sacrificada por el texto escrito; no se
acostumbren a leer salmos sin cantarlos.
SOMOS PARIENTES DE YUBAL Y DAVID.
La música fue para Israel un medio para sacralizar cuantas situaciones humanas como en
los salmos, las lamentaciones de Jeremías y Job. Nuestro ancestro espiritual pertenece a
la tradición del rey David quien fue pastor, bailarín, arpista y cantoautor de salmos. David
fue el último monarca nómada de Israel y el primer civilizado que soñó con la ciudad
donde construyó un palacio junto al cual su hijo Salomón edificaría el primer templo. David
por su espíritu artístico cayó en cuenta de la unidad que engloba el canto, la música, la
danza y la poesía cuando éstas actúan como medios de oración. Todo viene desde
Lamec quien tuvo dos esposas, Ada y Sil’la y dos hijos de cada una de ellas. Ada dio a luz
a Yabal, el cual vino a ser padre de los que habitan tiendas y crían ganados. El nombre de
su hermano era Yubal, padre de cuantos tocan la cítara y la flauta. (Gn 4,16-17); fueron
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los nómadas los que crearon un arte basado en el ritmo y la fonética, la música, la poesía y
el canto, vinculado al sentido del oído y del tiempo que influyeron en las formas circulares
de la vivienda, dando razón de la movilidad musical. Los sedentarios generaron un arte
geométrico y plástico, basado en la proporción y la medida; la arquitectura, pintura,
escultura y escritura. Los hijos de Yubal hacen sus instrumentos y transmiten de
generación en generación el arte de tañer; tradición escogida por la tribu de Levi; los levitas
músicos, eran los encargados de cantar y tocar los instrumentos. Cuando la música entró
en el templo de Jerusalén, llegó al culmen de su dignidad, adquiriendo un lenguaje sacro,
pero sin mayor interés por la técnica musical; ni siquiera escribió sus melodías en
partituras; simplemente se transmitió rezando.
LA CREACIÓN TERMINÓ CON MÚSICA PARA DESCANSAR.
La misma creación es musical, si la entendemos en el relato bíblico, como una sucesión de
tiempos regulados por Dios, que terminan en el sábado como silencio y reposo prescrito
sacramentalmente. El reposo del sábado viene determinado y prescrito sacramente para
que la fiesta marque el ritmo de todo el ciclo de la creación, y advertirnos que toda creación
debe terminar en música y fiesta para descansar. No es cierto que cuando queremos
descansar de nuestros trabajos creativos, naturalmente queremos escuchar música; y ahí
comprendemos que la fe es para descansar. ¿Qué podría significar en este contexto la
Navidad y los villancicos para descansar?
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Israel se salvó de los cultos idolátricos a los dioses cuando espiritualiza, por medio de la
música, el culto al Dios único del pueblo hebreo, Yahvé. El éxodo es el ejemplo por
aquello del becerro de oro; mientras que Moisés recibía las tablas de la ley, cuya
inseparabilidad, denotaba la íntima relación entre la fe y la justicia. Musicalmente ese tema
ha sido muy bien tratado por Arnoldo Schönberg (1874-1951) en su ópera Moses und Aron.
El no cumplimiento de la alianza crea una antítesis, un dualismo, una desarmonía que
impide cantar. Por el contrario, el cumplimiento de la alianza, armoniza al hombre con
Dios y el cosmos; originando naturalmente el deseo de cantar.
LOS CANTORES DE LA NAVIDAD.
Antes de la Encarnación del Verbo y como preanuncio, Zacarías canta, después de haber
pronunciado el nombre de su hijo Juan; evento con el que sale del silencio provocado por
la visión en los umbrales del antiguo templo. María canta después de encontrar su prima
Isabel. Los ángeles hacen un coro para anunciar las maravillas, del Verbo hecho carne:
”Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres que El ama”. Simeón canta
después de la entrada del Mesías en el templo. Jesús cantó con sus discípulos los himnos
y cánticos del ritual judío, como la bendición sobre el pan y el vino. Ha sido siempre un
deseo de tradición cristiana que Jesús hubiese cantado desde la cruz el Salmo 22,
porque Él lo conoció cantado: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” “Te
queda lejos mi clamor, el rugido de mis palabras. Dios mío, te llamo de día y no me
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respondes, de noche y no me haces caso, aunque tú habitas en este santuario alabanza
de Israel. En ti confiaban nuestros padres, confiaban y los ponías a salvo; a ti gritaban y
quedaban libres; a ti confiaban y no los defraudabas. Pero yo soy un gusano, no un
hombre, arena de la gente despreciado del pueblo, al verme se burlan de mí, hacen
visajes, menean la cabeza. Acudió al Señor, que lo ponga a salvo, que lo libre si tanto lo
quiere. Fuiste tú quien me sacó del vientre, me tenías confiado a los pechos de mi madre;
desde el seno me arrojaron a ti; desde el vientre materno tu eres mi Dios .No te quedes
lejos que el peligro está cerca y nadie me socorrerá….pero tú Señor no te quedes lejos,
fuerza mía apresúrate a socorrerme…cantaré tu fama a mis hermanos, en plena asamblea
te alabaré. Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea: cumpliré mis votos delante de los
fieles, comerán los desvalidos hasta saciarse y alabarán al Señor los que lo buscan”. ¡No
perdáis nunca el ánimo!
La Iglesia primitiva recibe toda esta tradición hebrea y la hace suya. Los apóstoles subían
al templo para cantar los salmos del ritual. Estando reunidos con María y las mujeres, en el
canto de la primera Iglesia, reciben la visita del Espíritu “vino del cielo un ruido como una
impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban” (Hechos 2,
2-3); así se daba un nuevo aliento a su plegaria y predicación. Los cantores del
Apocalipsis elevan sus eternos cantos delante del Cordero de Dios, inenarrable en
palabras, pero comprensible en música; el mismo autor nos permite escuchar los acordes
de la liturgia celeste a través de la poesía y la belleza. El texto joánico nos lleva a escuchar
los mismos acordes de la liturgia celeste a través de la composición literaria - musical.
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Los cantos, gritos, músicas, de la multitud de los redimidos, los escuchamos por un Juan
apocalíptico, llevado por el cordero a una región llena de colores y música, del cántico de
Moisés y el grito del Aleluya.
Para los que iban llegando a las primeras comunidades cristianas, los himnos cristológicos
interpretados desde la letra y música de los salmos fueron siendo la clave para
reinterpretar en la liturgia el momento presente, como ocurre hoy con el año litúrgico. De la
unión del texto bíblico con la música se han originado grandes obras maestras de
espiritualidad.
LA PALABRA INSPIRA, LA MÚSICA INTERPRETA
La palabra de Dios y los acontecimientos bíblicos, siempre han sido inspiradores y motivo
de excelentes obras musicales. También ha ocurrido para alegría del texto y gloria de la
música, que el texto bíblico puede ser desconocido para quien escucha la música o está
en el concierto, y no solo por estar escrito en un idioma diferente al nuestro; la música en
su interpretación del texto, lo hace elocuente, incluso mundialmente, y da al texto una
difusión, así sea comprendido después. Así la música interpreta el texto, máxime
tratándose de la liturgia; o como ocurre en el mundo hebreo donde nunca el texto se
puede concebir sin canto, porque en la misma escritura están los signos indicadores del
ritmo para interpretar el texto. El fragmento del Aleluya del Mesías de Haendel (16851759), a pesar de la popularidad de la pieza; es poco conocido que el texto viene del
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Apocalipsis (19, 6. 11,15. 19,16). Así pues las exclamaciones que cierran la segunda parte
del oratorio tienen un caris escatológico, mostrando a Cristo como vencedor de la muerte y
reinando eternamente. Las largas notas en progresión ascendente y la repetición
constante sobre las palabras “Rey de reyes y Señor de los Señores” (el hebreo repite el
sustantivo para dar razón de todos los adjetivos) manifiestan claramente la intención del
autor. Así mismo este fragmento que concluye la parte cristológica del oratorio –la primera
parte dedicada a la pasión, muerte y resurrección de Cristo-, pórtico de la espera
escatológica del Reino y la victoria de Cristo sobre la Muerte y que concluye con la fuga
sobre el Amén de claras resonancias apocalípticas, convirtiendo esta obra en patrimonio
de la humanidad, lugar privilegiado para hacer vibrar los registros universales de la
emoción humana.
Cuando Haendel inició la composición del Mesías (21 de Agosto de 1741), acababa de
recuperarse de un ataque de apoplejía que le había herido su autoestima; sólo lo conmovía
la Palabra de la Escritura en la anunciación, que le dejó la impresión de haberlo devuelto a
la vida.” La oscuridad cubre aún la tierra, pero ya irrumpe, restallando entre el clamor de
las trompetas, el retumbar del órgano y el júbilo del coro que asciende hacia el cielo, la
nueva de que, una vez más, como el día primero, la palabra, el Logos sagrado, despierta a
los hombres, a todos cuantos (...) caminaban desesperados en las tinieblas, pues el ángel
del Señor se acercó a ellos. ¡Qué sentimiento, que plenitud sonora, para que la música
conmueva el corazón del oyente como si estuviera presente en persona en los campos de
Belén!”. Haendel tuvo la experiencia en su cuerpo de haber renacido por la gracia y el
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tiempo necesario para agradecer. El ángel del Señor tocó su cuerpo. El Mesías fue su
obra más humilde y humana. Lo mismo ocurre a los salmos con la melodía gregoriana las
interpretaciones melódicas del salterio de Mozart en Vesperae solennes de un Confessore
(K.339 de W. A. Mozart). Para la tradición monástica benedictina, ha hecho del canto su
voz. Oriente y occidente han respirado el mismo hálito para cantar las misericordias del
Señor.
LA MÚSICA ES PARIENTE DE LA NAVIDAD.
Sin lugar a duda en la celebración de cada Navidad se reviven y se expresan los
sentimientos más nobles y emotivos; la ternura, la alegría, el compartir, la unión y el amor
familiar, siendo quizá la experiencia religiosa más significativa y representativa para los
cristianos y por ende de gran trascendencia para la cultura occidental. Pero no deja de ser
una festividad universal. Todas las religiones valoran y respetan la doctrina de paz que
trajo Jesús al mundo el verbo hecho carne. Aunque para algunas religiones sea un valioso
profeta y no el hijo de Dios o el Mesías, la ocasión de su nacimiento no les es indiferente.
Por supuesto la música es parte esencial en todas las religiones por su universalidad. La
música es el lenguaje universal. La encarnación es un acontecimiento universal. La
encarnación y la música son regalos de Dios para la humanidad. La música es pariente de
la Navidad. Logra materializar en nuestra memoria las imagines de recuerdos y
sentimientos que quedan plasmados, año tras año, desde la infancia, y acompaña las
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nuevas experiencias que vivimos en cada Navidad, perpetuándose de esta forma en
nuestros corazones como un elemento fundamental para vivir la celebración. Mientras la
celebración del misterio exista la música de Navidad existirá también…
¿Se transforma el misterio en la modernidad?
Con la música se comienza a respirar ese aire navideño, inclusive, desde un par de meses
antes. Las emisoras, las organizaciones culturales y el comercio se dan a la tarea de
preparar con canciones y tonadas navideñas la llegada de las entrañables fechas.
Desde hace un tiempo, la Navidad dejó de ser una celebración específicamente religiosa.
Pasó de ser un momento de regocijo y compasión para convertirse en una festividad de
tipo folclórico, social. Desvirtuando en algunos casos lo trascendente del acontecimiento de
la encarnación, acontecimiento para el cual nos preparamos y nos disponemos los
cristianos con el adviento. Pasan las generaciones y cambian las tradiciones. No por esto
cambia el espíritu reconciliador, la emotividad y alegría que caracteriza la época, al
contrario, los valores toman fuerza en un sentido distinto de expresión. ¿Mejor o peor?
Está claro que son varios los aspectos que hacen que la Navidad no se conciba como hace
años y hemos implicado la música directamente en esta transformación, que de forma
amañada, se le ha alejado del sentido principal por el cual ha sido reconocida y ligada al
acontecimiento desde la alta edad media, convirtiéndola hoy por hoy en una herramienta
de promoción (jingles) y mercadeo para sacar adelante propuestas comerciales que
descaradamente giran en torno a el sacro momento. Sin embargo el poder de la música es
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tal, que logra dignificar las intenciones mercantilistas de grandes compañías con melodías
sublimes, tiernas y hasta religiosas, articulándose en toda una maquinaria, basada en el
fervor y emotividad inspirada en la época de Navidad y que es hábilmente utilizada hacia el
consumismo. Se crean unos estilos y unas necesidades para poder vivir la experiencia de
Navidad de una forma contaminada. Una relación directa entre la forma de celebrar unas
tradiciones populares con comportamientos que no tienen punto de encuentro con lo único
que debería ser celebrado, el momento en que Dios se hace hombre.
En un contexto menos humano y materialista, la música ha sido indispensable para
expresar la alegría en el momento más trascendental de la encarnación, el nacimiento. Ha
acompañado el misterio y lo sigue haciendo desde hace siglos en los servicios religiosos
de la celebración de la Navidad año tras año.
La música lleva a su máxima expresión los sentimientos más sublimes que se dan en los
humanos y que florecen en la Navidad. Hablemos del silencio… también música, también
indispensable… El silencio amoroso de la Virgen María al dar a luz al Mesías. El silencio
contemplativo y respetuoso de José, manifestado en sus sueños para poder escuchar los
mensajes en la voz del ángel. El silencio en el pesebre, un silencio de amor familiar… El
silencio, una figura con un valor tangible e indispensable en la música; que suena, que
existe y se escucha en el canto del viento y en nuestro propio cuerpo en cada respiración.
Es el silencio de preparación. Ese silencio que llena todo un lugar de paz y de regocijo para
un acontecimiento especial. El silencio de preparación y disposición como el de una gran
orquesta y un gran coro. Juntos, listos para comenzar la sinfonía más potente con las
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primeras notas que se producen desde el silencio. La respiración uniforme de cualquier
cantidad de personas entre público y músicos todos dispuestos a entregar y recibir la
materia sonora que se producirá en sus instrumentos y que llegará hasta el alma. Así como
si fuera un instante, un día, siglos de silencio, de espera, en preparación de la llegada del
mesías para finalmente escuchar los sonidos en el viento que evocaban los cánticos de
esperanza, alegría y gozo con los que se rompe el silencio al darse el acontecimiento que
cumpliría con todas las profecías. Silencio que estalla en música con cantos entonados en
las voces de los ángeles con profunda inspiración anunciando la llegada del redentor,
Gloria in Excelsis Deo. Ángeles que desde la música contemplan y guardan
cuidadosamente el momento en el que se da el regalo más preciado de Dios para los
hombres, la encarnación de su hijo Jesús.
Igor Stravinski en su Poética Musical definía el fenómeno musical como “elemento de
especulación formado por medio del sonido y del tiempo”; “Por lo que a mí respecta, no
puedo empezar a interesarme por el fenómeno musical, sino en tanto que es una
emanación del hombre integral. Quiero decir del hombre armado de todo los recursos de
sus sentidos, de sus facultades síquicas y de las facultades de su intelecto”. Para lograr la
integralidad del hombre, ser humano, es para lo que Dios se hace hombre. Allí puede
darse el encuentro entre la Encarnación y la música. El misterio de la Navidad ha
resultado altamente enriquecido con la música y la música se ha enriquecido con la
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Encarnación. Una y otra pueden llenar los mejores tiempos y espacios del corazón
humanos, en Navidad.
LA MÚSICA ES ESPIRITUAL
Con la música, el ser humano da rienda suelta al espíritu, escapando así a la tiranía de la
razón; la música es una de las más evidentes manifestaciones de la libertad de que goza el
espíritu humano. Cabría decir que toda experiencia musical (sea autor u oyente) es obra
del espíritu, es espiritual. No todas las personas perciben con la misma intensidad el
aliento de este espíritu; se han dado y se darán algunos sujetos de gran sensibilidad
capaces de traducir el mundo de los sentimientos al pentagrama musical, con lo que facilita
a otros muchos atender también a ciertas zonas de su persona, hasta entonces ignoradas.
En esto radica la peculiaridad de los grandes compositores: conectar la entera humanidad
a los grandes sentimientos inherentes a nuestra condición; provocar el estímulo del
corazón a medida que las vibraciones musicales alcanza al oído. Desde aquí se
comprende el lenguaje universal que es la música, superando barreras geográficas,
lingüísticas, sociales… posibilitando sintonías y entendimientos entre todos los seres del
mundo.
Si la música sirve para tantas cosas, en salud, estado de ánimo, afectos o desafectos,
para acompañar el lenguaje visual, teatral o cinematográfico haciéndolo más profundo en
su interpretación, también podrá crear modelos musicales y simbólicamente puede
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originar ritos, gestos e imágenes; por qué no darle a la Navidad la posibilidad de
emparentarse con la buena música, empezando por los villancicos; y a nuestras familias y
amigos una alternativa musical diferente a la que nos ofrecen las casas disqueras que se
reservan para la Navidad lo más pornográfico e irrespetuoso de su repertorio musical.
Escuchando la música sagrada de la Navidad y la música popular de diciembre, puede
decirse que la música mueve las más altas virtudes, pero también puede suscitar las más
bajas pasiones. A lo mejor nos dan lo que tienen porque nosotros no tenemos que
ofrecerle.
Una buena experiencia musical hace el camino para comprender la profundidad del
misterio de la Navidad. La experiencia musical se realiza en lo más íntimo que corresponde
a la misma región donde se experimenta la Encarnación, el interior del ser.
NAVIDAD UN MUNDO DE MÚSICA
Cuando hablamos de la música en Navidad nos encontramos dos estilos que participan
activamente durante estas festividades. El académico o comúnmente llamado clásico y el
popular. En el primero predominan los oratorios, cantatas, misas, conciertos de carácter
sinfónico, coral y mixto. Con un lenguaje musical especialmente solemne, religioso pero
caracterizado por un aire especial de sencillez y nobleza en la armonía y la melodía (no
muy diferente del género popular, expresado en villancicos) en el que se puede percibir y
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reconocer como los compositores se han inspirado en la atmósfera que rodea el misterio
de la encarnación.
Con cantos gregorianos que acompañaban la misa de Navidad en la edad media comienza
la estrecha relación entre la música clásica y la celebración del misterio. Hacia 1664
encontramos las primeras manifestaciones en la literatura de la música clásica con
“Historia de Navidad” de Heinrich Schütz. Un oratorio protestante luterano en el que el
compositor a sus 75 años expresa una admiración notable por el acontecimiento con su
música. En este oratorio será el tenor quien narra la historia del nacimiento, el evangelista.
Música pacificadora y serena que caracteriza la Navidad y por supuesto no sería la
excepción para tan importante periodo en la literatura musical, el barroco, un periodo en el
que se distingue fielmente el espíritu de los compositores los cuales ahondaban en sus
virtudes para compartirnos una música que trascendiera del sonido a las emociones del ser
dejando como herencia reconocidas obras que buscaban su culmen en la expresividad y la
belleza por encima de la objetividad y que hoy en día siguen vigentes en la literatura
clásica musical de Navidad como "Messe de Minuit pour Noel" Marc-Antoine Charpentier
(1690), “Concierto de Navidad”, Arcangelo Corelli (1713), “Oratorio de Navidad” de Johan
Sebastian Bach (1734), “El Mesías”, de Haendel (1743), “6 Sinfonías de Navidad” Michael
Corrette (S.XVIII), por mencionar algunos.
Con los avances en conceptos ligados a los cambios que se generan con la llegada de un
nuevo siglo, un nuevo periodo en la música, se evidencia de igual forma como cambia
sustancialmente la forma en la composición y en la orquestación, sin embargo la esencia
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típica de la música de Navidad se mantiene y el “Oratorio de Navidad” de Camille SaintSaëns (1858) es una muestra de ello con una obra en la que el compositor luego de un
siglo con nuevos acontecimientos e innovación en las tendencias musicales tanto en la
arquitectura de los instrumentos occidentales como de la composición, incorpora el órgano,
para este oratorio y el coro sigue siendo fundamental y presentado en primer plano para el
desarrollo lírico de los textos bíblicos como ocurría un siglo antes.
Así mismo con el pasar de los años y como lo vivimos en nuestros días aparecen obras
que corresponden a la época de Navidad, pero que no se relacionan expresamente con el
acontecimiento religioso, se enfocan en recrear con música las emociones que se
producen en torno al ambiente, como la llegada del invierno en Europa, por ejemplo.
Surgen bellas historias en torno a la Navidad, pero su mensaje no está enfocado
precisamente en el misterio, sino en los sentimientos que afloran durante la época. Nacen
entonces cuentos milagrosos que a pesar de no llevar en si el mensaje de la encarnación,
narran historias de compasión, bondad, perdón y solidaridad entre otros valores que
sobresalen para la época de Navidad. Los tradicionales cuentos de Navidad son también
parte de la inspiración para los compositores que han utilizado los textos fantasiosos para
llevarlos a la música como El Cascanueces, suite sinfónica, de P.I. Tchaiskosvky (1891),
Nikolai Rimsky-Korsakov (1895) y su ópera basada en un cuento navideño “Nochebuena”,
“Ceremony of Carols”, de Britten (1942), concebida inicialmente como una serie de
canciones relacionadas entre sí. “Retablo de Navidad”, "La Prolongada Cena de Navidad"
de Paul Hindemith (1961), y una nutrida variedad de repertorio clásico sinfónico que se
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escucha en conciertos que se celebran cada año sin falta alrededor del mundo y que se
componen de obras festivas que no están inspiradas en la Navidad, pero que por su
carácter alegre y brillante se incluyen en los conciertos de Navidad y fin de año como las
polkas y marchas de Johan Strauss y algunas oberturas de óperas de Wolfgang Amadeus
Mozart como las Bodas de Fígaro entre otras obras geniales de la música clásica.
Dentro de este mismo carácter solemne y religioso de la música clásica encontramos
villancicos populares que se han adaptado al formato sinfónico. Sin pensarlo,
espontáneamente se convierte lo clásico en popular y se hace cotidiano para las personas,
aun para las que pueden pasar meses sin interesarse en la música clásica o en
compositores de este género. Durante la Navidad fácilmente se rompe el paradigma de lo
ortodoxo que puede parecer un extenso Oratorio y se llega a tararear y cantar de una
manera desprevenida melodías que hacen parte de estas obras insignias de la música
clásica como el ya mencionado Aleluya de Haendel.
Sin distinguir el estilo y el género de la música de Navidad las personas asociarán estas
tonadas al villancico. Independiente del carácter religioso del texto o de la melodía,
simplemente pasa de una estructura musical densa y solemne a lo popular con tal sencillez
que cualquier nueva forma musical que se le quisiera impartir para modernizar o enriquecer
las melodías originales de los villancicos no lograría trascender a lo que se ha grabado en
nuestra genética, a lo que ha quedado plasmado desde hace siglos. Lo que empezó como
simples cantos de los villanos.
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MÚSICA Y TEATRO EN LUCAS
Lucas escribe a comunidades de Asia Menor, Macedonia y en su mayoría griegos de
comunidades paulinas quienes llevan en lo más profundo de su corazón el Teatro cuya
finalidad es tocar el sentimiento para hacer más sólido el conocimiento acerca de la
persona de Jesús. La música constituye el culmen de la representación escénica de
Lucas. Su relato contiene tres himnos o cánticos. Aunque Lucas no los llama “himnos”, los
cristianos los han cantado durante siglos. Los dos primeros (el Benedictus, cantado por
Zacarías, y el Magníficat, cantado por María) son más largos, y el tercero (el Nunc dimitís,
cantado por Simeón) es más corto. Dado que cada uno de ellos lo canta un individuo,
podríamos imaginarlos como tres arias. Además de estas tres arias, un coro de ángeles
canta una breve canción en el cielo nocturno a los atónitos pastores que están en tierra.
“¡Gloria a Dios en lo más alto del cielo, y en la tierra paz a los hombres que El ama!” (Lc
2,14).
Otra característica de la representación escénica de Lucas es la inclusión de la parte más
conocida del relato de la Navidad (Lc 2, 1-20). Sus palabras iniciales están selladas en la
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memoria de muchos: “En aquellos días apareció un decreto del emperador Augusto
ordenando que se empadronasen los habitantes del Imperio”. José y María hacen el viaje
desde Nazaret hasta Belén, donde Jesús nace en un establo y es acostado en un pesebre.
Entonces, un ángel del Señor se les aparece a unos pastores “que pasaban la noche al
raso velando sus rebaños” y les proclama: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es el Mesías, el Señor”.
En estas reflexiones tratamos los relatos de la Navidad como parábolas y oberturas. La
parábola es una forma de discurso, lo mismo que la poesía. Es una manera de utilizar el
lenguaje a la manera de Jesús; es decir, al estilo del hijo pródigo, el buen samaritano, los
trabajadores de la viña, el buen pastor, la mujer y la moneda perdida, la levadura. En estos
y otros relatos siempre sucede algo; así los hechos tengan o no objetividad porque su
verdad está en el significado; es decir el significado de una parábola, su verdad parabólica,
no depende de su objetividad; de ahí su lenguaje metafórico (parábola).
LAS OBERTURAS EN LUCAS
En música una obertura sirve de resumen o parte inicial, síntesis, metáfora. ¿Qué es
exactamente una obertura? Es el símbolo inicial de la obra en su conjunto; Lc 1-2 es una
obertura de Lc 3-24 que representa el conjunto. Captar cual es la obertura en el texto
literario puede ser más difícil que hacerlo en una obra musical.
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La obertura del relato lucano hace hincapié en las mujeres, particularmente en María e
Isabel hablando proféticamente. De esa misma tradición hacen parte la madre del hijo
único de Naín, Marta y María, la mujer de la moneda pérdida.
Los sabios de oriente en Mateo se convierten en pastores en Lucas, porque el objetivo del
texto es distinto. El segundo énfasis de la obertura en Lucas son pastores más pobres que
los campesinos. El anuncio de los ángeles sobre el nacimiento se hace “a unos pastores
que pasaban la noche al raso velando sus rebaños” (2,8), los “pastores” de Lucas son los
pobres y hambrientos del cántico de María. Otros temas que corresponden a la obertura
son las obligaciones de los ricos con los pobres; Juan el Bautista aconseja que: “el que
tenga dos túnicas dé una al que no tiene ninguna y el que tenga comida que haga lo
mismo”. Lucas dice: “Dichosos vosotros, los pobres” y “ay de vosotros los ricos”. “Cuando
des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados y a los ciegos”; y Zaqueo “Señor, la
mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañé a alguno, le devolveré cuatro veces
más”. (Lc 3,5,6,12,14,19).
Otra insistencia de la obertura es el Espíritu Santo. En los dos volúmenes de Evangelio y
Hechos, que anuncian la venida del niño como obra del Espíritu Santo (Lc 1,35). Sobre
Juan: “No beberá vino ni licor, quedará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre.
Sobre María: (Lc 1,35) “El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo
de Dios”. Sobre Isabel: (Lc 1,41) “Cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño empezó a
dar saltos en su seno. Entonces Isabel llena del Espíritu Santo…”. Sobre Zacarías:
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“Zacarías, su padre, se llenó del Espíritu Santo” (Lc 1,62). Sobre Simeón: (Lc 2, 25-27) “El
Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ser el Mesías
enviado por el Señor. Vino, pues, al templo, movido por el Espíritu. El hincapié que se hace
en el Espíritu Santo en la obertura de Lucas nos prepara para la reiterada insistencia en el
Espíritu Santo que se muestra en su evangelio al comienzo y al final de la vida pública de
Jesús. 23,46: “Entonces Jesús lanzó un grito y dijo: ‘Padre, a tus manos confío mi espíritu’.
Y dicho esto, expiró”.
LA OBERTURA: EL EVANGELIO EN MINIATURA
Para Lucas cada obertura es un evangelio en miniatura desde donde se puede
comprender toda la partitura. Si lo entiendes, lo entiendes todo; si no, nada. La matriz del
relato de Navidad en Lucas es el choque entre el reino de roma y el reino de Dios desde el
siglo I, cuando el judaísmo se esforzaba con todas sus antiguas y venerables tradiciones,
no simplemente por mantenerse dentro del poder imperial romano, sino también contra él.
Empecemos con una metáfora geológica aplicada a la historia. El choque tectónico de la
placa del imperialismo contra la placa del judaísmo era tan antiguo como el milenario
decreto de genocidio emitido por el faraón contra los israelitas en (Ex 1-2), Pero ese
choque se hizo mucho más patente en torno a mediados del siglo II d.C, cuando la placa
tectónica del imperialismo contra el judaísmo se identificó como el reino de Roma contra el
Reino de Dios. A propósito, el término “reino” hace hincapié, no en el espacio territorial, en
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el lugar dentro de una región o en la identidad étnica, sino en una modalidad de
distribución económica, un tipo de organización humana y un estilo de orden mundial,
justicia social y paz universal inspirado en el evangelio. Ese choque tectónico de reinos es
el contexto de nuestros textos de la Navidad, particularmente de Lucas. El macro
acontecimiento más grande del pueblo de Jesús, Nazaret, fue el día en que llegaron los
romanos año 4 d.C. y devastaron la ciudad.
Cuenta un relato popular de la época, que un día, cuando Jesús era lo suficientemente
mayor, María le llevó a lo alto de la cresta montañosa de Nazaret. Era primavera, la brisa
había despejado el aire y las flores silvestres estaban ya por todas partes. Al otro lado del
valle, Séforis resplandecía blanca sobre su verde colina. “Sabíamos que venían –dijo
María- pero tu padre no había vuelto a casa. De manera que seguimos esperando cuando
los demás ya se habían ido. Entonces oímos el ruido, y la tierra tembló un poco. Nosotros
también, pero tu padre todavía no había llegado a casa. Finalmente vimos el polvo y
tuvimos que huir, pero tu padre nunca volvió a casa. Te he traído hoy aquí arriba para que
recuerdes siempre el día en el que le perdimos a él y en el que perdimos el resto de las
pocas cosas que teníamos. Vivimos, sí, pero con estos interrogantes: ¿por qué Dios no
defendió a quienes defendían a Dios? ¿Dónde estaba Dios el día que vinieron los
romanos? Los relatos de la Primera Navidad no están llenos sólo de alegría, sino también
del tema del conflicto. María en el magníficat ve así el conflicto “Desplegó la fuerza de su
brazo dispersó a los de corazón soberbio. Derribó de sus tronos a los poderosos ensalzó a
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los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada” (Lc 1,5153).
En los cánticos, Lucas se refiere a testigos oculares de los hechos: “los vecinos de
Israel….quienes se congratulaban con ella…y en toda la montaña de Judea se alegraban
con lo ocurrido” (Lc 1,57.65.), no es difícil pensar que cantaban de alegría. Y de la madre
de Jesús se dice que: “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su interior”. Los
silencios de María son silencios de gozo. (Lc 2,19). Son cánticos que parten de unos
recuerdos “meditados”. Los hebreos cuando pensaban y cantaban una acción de Dios
hacían referencia a otros hechos de su historia; razón para que los relatos de la infancia
y los cánticos a partir del nacimiento de estos dos niños tengan referencia a otros hechos
históricos, anteriores en la historia de Israel: Abraham y su descendencia, el Éxodo y los
profetas.
MÚSICA EN EL FIRMAMENTO NOCTURNO
Lo relatos e himnos, en música, son un empalme formal entre dos historias, testamentos.
Incluso la presencia de los ángeles como mensajeros de Dios, se convierte en canto por
ser buena noticia para todos los hombres que El ama” (Lc 2,14). “Había en aquellos
campos unos pastores que pasaban la noche al raso velando sus rebaños. Un ángel del
Señor se les apareció y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Entonces les entró un
gran miedo, pero el ángel les dijo: “No temáis, pues os traigo una buena noticia de gran
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alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontrareis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y de repente se juntó al ángel una multitud
del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo, y
en la tierra paz a los hombres que gozan de su favor”. (Mc 2, 7-14)
El relato está lleno de luz, resplandor, luminosidad, gloria y revelación. Mientras unos
pastores velan de noche sus rebaños, un ángel (un ser de luz) se les aparece y la gloria de
Dios los envuelve con su luz. Luego, una vez anunciado el mensaje angélico, el cielo
nocturno se llena de “una multitud del ejército celestial”: el firmamento resplandece con la
gloria de Dios. El ángel les cuenta a los pastores lo que significa la manifestación de la
gloria de Dios en el firmamento nocturno. Fue Lucas quien decidió añadir los cánticos al
relato de las dos infancias; uno en boca de María el Magníficat; otro de Zacarías el
Benedictus; y el tercero del anciano Simeón, Nunc dimittis. Los tres se relacionan por la
letra y la música con algunos salmos que hacen referencia a “Israel, David y nuestros
padres.” En el himno del Magníficat: “proclama mi alma la grandeza del Señor…. (1,
39,46-56), María recibe una bendición semejante a la que Judit agradeció con un himno
musical: “Cantad al Señor con panderos. Celebrad al Señor con platillos, invocadlo y
ensalzad su nombre. “El señor es un Dios que pone fin a la guerra, desde su campamento
en medio del pueblo me libro de las manos de mis perseguidores…!el Señor omnipotente
los frustró por medio de una mujer…” (Judit 16).
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LOS POBRES AGRADECEN CANTANDO
Los cánticos tienen una analogía con los himnos y salmos judíos, particularmente con los
“hoyador”, himnos de acción de gracias. El Benedictus y el Magníficat eran himnos
guerreros macabeos, que se cantaban antes y después de las batallas o en épocas de
destrucción extranjera; en el que la desesperación oscurece la esperanza. Los seguidores
de los macabeos podían cantar:”… la salvación de nuestros enemigos, de la mano de
todos los que nos odian” (Lc 1,71). Los motivos por los que se canta a Dios son las obras
en favor de Israel o las personas en particular; y los atributos de Dios para obrar por
Israel: misericordia, sabiduría y fuerza “acordándose de su misericordia y las promesas
hechas a los padres”. Así, el mejor eco del Magníficat son los pobres. El origen de estos
cánticos era la piedad, no solo los pobres materiales sino todos aquellos que ponían su
confianza en Dios; sus contrarios no eran solo los ricos materiales sino los soberbios y
autosuficientes que no requerían la ayuda de Dios. Los pobres demostraban su confianza
en Dios siendo fieles en los cantos y los sacrificios. Navidad es el tiempo de los pobres
para agradecer cantando; poniendo su confianza en el niño del pesebre; y los pudientes
para agradecer a Dios y volverse humildes con tantas bendiciones. Ese el objetivo de los
villancicos y los himnos. El villancico es un término sencillo para un género musical que ha
perdurado en el tiempo, sin que se transforme su esencia a pesar de las diferentes
influencias que predominaban en cada cambio de siglo. Intacto en su forma musical desde
sus orígenes, principalmente paganos, que cantaban al amor pero que poco a poco
cambiaría su temática para centrarse espontáneamente en textos inspirados en la
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adoración y alabanza a Jesús recién nacido en el pesebre. En la actualidad los villancicos
envuelven toda la dinámica de la Navidad con emotividad y contemplación en sus textos; y
en la música con tiernas y alegres melodías. Fáciles de cantar, recordar y agradables al
oído. Ahora bien recordemos que la palabra “villancicos” hace referencia a los ¨Villanos¨
hombres de las villas. Gente sencilla y humilde que expresaban con sus cantos populares,
alternando entre coplas y estribillos, el sentimiento de gozo que les producía la
conmemoración y celebración del misterio de la navidad.
La universalidad de los villancicos se origina en los pobres, en los villanos, en la gente de
pueblo, quienes unos siglos más tarde empezarían a representar con sus cantos y con
teatro a los pastores que presenciaron el misterio de la encarnación; manteniendo viva la
tradición que nos recuerda con música como fueron llamados por los ángeles para
contemplar y celebrar el acontecimiento que cambiaría la historia de la humanidad, la
encarnación.
Los pobres, Anawin, eran los pocos, el resto que quedaba de la compasión de Dios con la
misión de ser compasivos con Israel porque Dios había sido compasivo con ellos; razón
para cantar la compasión de Dios en sus vidas y las de sus familias; ése es el tema de los
cánticos de la infancia. Los cánticos son de la Judea región donde está Jerusalén y Belén;
todo el relato de la infancia comienza y termina en Jerusalén, precisamente en el templo.
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EL HIJO QUE MOTIVA UN CANTO (Lc 1,57-80)
En paralelo “al Cántico de María” Lucas inserta el de Zacarías, conocido como
Benedictus, bendito, por la palabra inicial latina; su redacción es semita original. Lucas
añadió los versículos 76-77:” Y a ti niño te llamarán profeta del altísimo…..anunciando a su
pueblo la salvación por el perdón de los pecados” para adaptarlo a la situación. Zacarías
era un buen sacerdote del templo observante hasta el detalle de la palabra hecha ley; que
cargaba con la desgracia de la esterilidad de su esposa Isabel por anciana; pero el Señor
le dio, le prometió un hijo, razón para agradecer con el canto de un himno de acción de
gracias y profecía.
Zacarías hizo un cántico para agradecer a Dios el nacimiento de su hijo Juan Bautista
antes del nacimiento de Jesús, cantando su futuro como misión profética, para responder
a la pregunta que se hacia la gente acerca “de que sería de ese niño. El Benedictus es
una alabanza musical inspirada en los cánticos de alabanza de los salmos.
Zacarías tras quedarse repentinamente mudo al enterarse por un ángel de que él y su
esposa Isabel van a tener un hijo pese a su edad avanzada. “De pronto recuperó el habla y
comenzó a bendecir a Dios” (1,64). Zacarías recupera su capacidad de hablar tras los
nacimientos y la imposición del hombre de Juan: Sus primeras palabras son: “Bendito sea
el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. Nos ha suscitado un
poderoso Salvador en la casa de David, su siervo” (1,68-69). Lo que va a hacer el
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“poderoso Salvador” del que canta Zacarías es el tema de la parte central. Él es el
cumplimiento de la promesa de Dios, “del juramento que hizo a nuestro antepasado
Abrahán”, a saber, “salvarnos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos
odian”, de manera “que, libres de nuestros enemigos, podamos servirle sin temor, con
santidad y justicia, en su presencia toda nuestra vida” (1,71.73-75). Estar “libres de
nuestros enemigos” es el papel del “poderoso salvador”; esto es lo que significa ser
salvado. Luego, en los versos finales del himno, aparece la imaginería de la luz. Estos
versos son un clímax, no una simple conclusión: Por la misericordia entrañable de nuestro
Dios, nos visitará un sol que nace de lo alto, para iluminar a los que están en tinieblas y en
sombras de muerte, Y para dirigir nuestros pasos hacia el camino de la paz (Lc 1,78-79)
Este pasaje se hace eco de textos del Antiguo Testamento que hablan de luz y tinieblas.
En lenguaje judío, la venida de Jesús es “el sol que nace de lo alto” e ilumina “a los que
están en tinieblas y en sobras de muerte”. El resultado es “dirigir nuestros pasos hacia el
camino de la paz”. La luz también es fundante en la teología imperial como puede leerse
en los relatos del nacimiento de Augusto (cuyo nombre inicial fue Octaviano). Concebido
por el dios Apolo en su madre humana, Hacia, fue “Hijo de Dios” por ser hijo de Apolo –
Apolo era el dios de la luz (y también del orden y la razón)-. Además en la noche de su
concepción, el marido de Hacia, Octavio, tuvo un sueño en el cual vio que el sol nacía del
vientre de su esposa. Cesar Augusto, en su calidad de hijo del dios Apolo, era la llegada de
la luz al mundo. Pero, según Lucas (Mateo y Juan), la luz en medio de las tinieblas es
Jesús. El otro que afirmaba ser luz en medio de las tinieblas no lo era. De hecho, esa luz
se convirtió en tinieblas.
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LOS SENTIMIENTOS DE DIOS SE HACEN MÚSICA
“Ahora dueño mío según tu palabra puedes dejar a tu siervo irse en paz, Pues mis ojos
han visto tu salvación, que has presentado ante todos los pueblos como luz para iluminar a
las naciones y gloria de tu pueblo, Israel. (2,29-32).
Simeón es un hombre justo representativo del judaísmo; tenía en su corazón “el espíritu”
para interpretar, con un himno de alabanza, lo que estaba ocurriendo en el rito del templo;
que sus ojos, a pesar de su edad, contemplaba la salvación; y además del Espíritu, haber
cumplido su promesa de no dejarlo morir sin conocer al Mesías. La segunda parte de su
alabanza es el destino de la madre y su hijo. (Lc 2, 33-35).En versos el evangelista expone
la realización presente, ahora, de esta esperanza del Mesías, hecha niño y presentada
como luz y gloria. La salvación es: luz para iluminar a los gentiles, nosotros, gloria del
pueblo, (laos) de Israel. El evangelista en boca de Simeón canta y alaba a la familia, padre,
madre e hijo, como receptores de la bendición de Dios, quedando todos admirados y
agradecidos, por su incorporación al pueblo de la alianza; a pesar de la espada que
atravesaría a la madre; “caída y elevación de muchos en Israel”. Y el niño como miembro
de Israel será signo de contradicción.
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En paralelo con el justo Simeón, Lucas presenta a una mujer que sirve noche y día a Dios
con ayunos y oraciones; la profetisa Ana. Era muy querida en Israel por su fidelidad al
primer marido; fue la que cantó la personalidad mesiánica del niño como liberador de
Israel. En lo que cantaban Simeón y Ana encarnaban las esperanzas de todo el pueblo de
Israel y lo incorporaban como ciudadano de Israel para hacer realidad la esperanza
mesiánica; razón para que su cántico este unido a la luz, “luz para iluminar a los gentiles”.
La última frase del cántico hace referencia al dolor y la aflicción que María en persona
tendría que afrontar debido al destino de su hijo. Lo mismo ocurrió con el cántico del
Magníficat de María: “desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio;
derribó de sus tronos a los poderosos y ensalzó los humildes. Colmó de bienes a los
hambrientos y a los ricos despidió sin nada” (1,51-53). Es el conflicto que va a generar la
misión de Jesús, se convierte en canto en razón de la resurrección.
La Navidad trae consigo alegría y conflicto; y la música que no es neutra ni impasible,
puede explicar al mismo tiempo el sufrimiento y la alegría, la muerte y la resurrección, la
violencia y la paz, de los sentimientos, las creencias y o el lenguaje. Los himnos de los
salmos son cantos de alabanza a Dios por sus obras; el tono festivo suele ser coral,
cuando se trata de una acción de gracias o eucaristía, comunitarias. Los cánticos sobre
Sion, Jerusalén, todos tienen en cuenta su santidad como ocasión una peregrinación o una
fiesta en la capital de Judea, Jerusalén, con sentimientos colectivos o nacionales. “Si me
olvido de ti Jerusalén, que se me olvide la diestra; que se me pegue la lengua al paladar
si no te recuerdo, si no exalto a Jerusalén como colmo de milagro” (Sal 137).
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En el Nunc dimittis tiene el mismo significado de “Salvador” que el Benedictus.
(rescatador-liberador). Ambos cánticos llegan a su culmen con la imaginería de la luz.
Jesús es “luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.
CON MÚSICA SE RESPONDE AL FUTURO
El himno es musical por tratarse del futuro, respondiendo a la pregunta ¿Que será de este
niño? Estas composiciones poéticas llegan a su culmen en la música, pero pasando por el
culto y la liturgia y con las naturales referencias a los salmos. La música celebra al Dios de
Israel porque le ha dado un Mesías distinto al supuesto dios romano, llamado emperador.
En la música del texto escrito llega la alegría de un niño que llamarán profeta del
altísimo…anunciando a su pueblo la salvación. Por el perdón de los pecados a los que
viven en tiniebla en sombras de muerte”. La música testimonia, como un niño, puede
enderezar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1,78-79).
AHORA LUCAS CANTA LOS DOS NACIMIENTOS
Los personajes de las escenas de la anunciación aparecen ahora juntos. Isabel en su
breve cántico ha alabado a María, la madre; y María en su cántico largo ha transferido
esa alabanza a Dios centro de la historia de la salvación. Juan Bautista ha comenzado a
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actuar como profeta aclamando a Jesús como Mesías. Es el momento para que Lucas
cante los dos nacimientos.
Los dos himnos comienzan cantando lo que ha hecho Dios por su pueblo: misericordia y
redención en favor de su pueblo, nuestros padres y nosotros; la salvación es la liberación
de nuestros enemigos. Todo el relato de la infancia del Bautista tiene como final este
cántico que marca los cambios en las formaciones de las primeras comunidades y su
progresivo crecimiento. “Alababan a Dios todo el mundo los estimaba; mientras que el
Señor seguía incorporando a la comunidad a todos los que se iban salvando (Hechos
2,47).
CANTO Y MÚSICA, VIVENCIAS DEL RESUCITADO.
“Al instante se juntó al ángel una multitud del ejército celeste, que cantaba a Dios diciendo
“Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que El ama” (Lc 2,14-15). La
traducción con su original fuerza griega dice: “He aquí que os evangelizó una gran alegría,
la cual será para todo el pueblo. “Evangelizar” era en la formación de las comunidades el
anuncio de la persona de Jesús; y el cántico y la música se daban primordialmente por ser
vivencias del resucitado. Tanto la fiesta como la música tienen un tiempo hoy; para un
evento o acontecimiento sucedido en un sitio, la ciudad de David. El acontecimiento es
un ser humano que podrán reconocer como Mesías, Señor y Salvador. El evento merece
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no solo un ángel sino una multitud que alaba a Dios cantando a un Mesías
del culto y la teología imperial.
distinto al
PARA SER MAS HUMANOS
En el teatro griego al coro le correspondía interpretar los sentimientos
de los
espectadores; de modo que en esa multitud cantamos nosotros con nuestros propios
instrumentos musicales de los villancicos, por ejemplo, y hacemos profecía como en el
Magníficat y el Benedictus que explicaban el contenido del acontecimiento del nacimiento
del Mesías como manifestación de Dios en la carne que inaugura una nueva paz distinta
a la romana, militar por imposición. De la otra paz que perdimos o nunca tuvimos, todavía
no sabemos el itinerario correcto, pero si presagiamos que sea el amor de Dios en medio
de nosotros para aprender a amar a los hermanos, siendo más humanos: Esa es la “gloria
a Dios en las alturas”, transformada en la tierra “para” los hombres, en el nacimiento de
Jesús, como la luz de la paz.
“Los pastores retornaron con la experiencia del Dios de la paz en sus corazones, alabando
y cantando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había anunciado“ (Lc
2,20). El testimonio fue una realidad cantada y proclamada por quienes nos representaron
en el encuentro del pesebre, los pastores. La terminación musical del texto se centra en “la
luz que nace de lo alto”. Malaquías prometía que alumbrará el sol de justicia que cura con
sus alas” (Mal 3,20).
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LA MÚSICA: DE LA NOCHE A LA LUZ
Nadie sabe en qué día, mes o estación del año nació Jesús. La fecha del 25 de diciembre
no se decidió hasta mediados del siglo IV. Antes de eso, los cristianos celebraban su
nacimiento en momentos diferentes –entre ellos marzo, abril, mayo y noviembre- pero,
alrededor del año 350, el papa Julio declaró en Roma que la fecha era el 25 de diciembre,
combinando de este modo la Navidad con una fiesta romana del solsticio, nombre de los
dos momentos del año, invierno y verano , en los que se producen sendos cambios
estacionales y es máxima la diferencia entre el día y la noche; el de invierno celebraba el
“natalicio del sol invicto”. El natalicio romano del Sol se convirtió en el natalicio cristiano del
Mesías.
A esta vinculación del nacimiento de Jesús con el solsticio de invierno se añadió el
simbolismo de que tuviera lugar por la noche, o mejor, en el paso de la noche al día, de las
tinieblas a la luz. “Noche” es una palabra que aparece con frecuencia en las letras de
villancicos conocidos: Noche de paz, noche de amor, todo duerme en derredor. En la
noche de la Nochebuena, Bajo las estrellas y por la “madrugada” (luz), Los pastores con
sus campanillas adoran al niño que ha nacido ya. Esta noche es Nochebuena La noche es
buena por la luz de la mañana que se llama Navidad. La Nochebuena se viene, La
Nochebuena se va. En la navidad se canta el paso de la noche a la luz
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Jesús nace en medio de la noche, como luz, de la noche más larga del año, en el
momento de las más profundas tinieblas. Él es,”la luz verdadera que ilumina a todo hombre
que estaba viniendo al mundo.” (Juan 1,9)
En el relato de la creación con el que comienza la Biblia de Jesús y del cristianismo
primitivo, la luz es el primero de los actos creadores de Dios. El primer día de la creación.
Esta luz no es la luz del Sol, la Luna y las estrellas, pues estos astros no son creados hasta
el cuarto día. Más bien, la luz del primer día de la creación es la luz primordial, la luz que
existía antes que el Sol, la Luna y las estrellas.
La imaginación del paso de las tinieblas a la luz se inspira en la música de los salmos
“Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 119,105). El salmo canta
que la palabra de Dios es una lámpara que alumbra nuestro camino. En otro salmo, el
anhelo humano de la llegada del amanecer y del final de la noche se convierte en una
metáfora del anhelo que el salmista tiene de Dios: “Yo espero en el Señor con toda mi
alma, confío en su Palabra; espero en el Señor más que los centinelas la aurora”. (Sal
130,5-6)
LOS PROFETAS UNEN LA LUZ A LA LLEGADA DEL REY INMORTAL.
El texto comienza: “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que
habitaban en tierra de sombras, una luz les ha brillado. Acreciste la alegría y aumentaste el
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gozo….porque la vara del opresor, el yugo de sus cargas, su bastón de modo, los trituraste
como el día de Madia, porque la aborta que pisa con estrépito y la capa empapada en
sangre, serán combustible, pasto de fuego .Porque un niño nos ha nacido, nos han traído
un hijo, lleva el cetro del principado y se llama Consejero maravilloso, guerrero divino, jefe
perpetuo, príncipe de la paz” “!Levántate, brilla, que llega tu luz; la gloria del Señor
amanece sobre ti. Mira: Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos; pero sobre ti
amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti “(Is 60,1-2). Isaías resulta conocido y el
niño del pesebre reconocido por millones de personas gracias a la música del Mesías de
Haendel.
El antiguo judaísmo tenía también una fiesta de la luz, celebrada con cantos y música. La
Janucá era y sigue siendo una celebración de la luz que se prolongaba durante ocho días
al acercarse el solsticio de invierno. Tuvo su origen en el siglo II A.C y conmemora la nueva
dedicación del templo de Jerusalén tras su profanación por parte de un soberano
extranjero. La nueva dedicación del templo como morada de la gloria de Dios se celebra
mientras las tinieblas se hacen más intensas.
PAZ DEL MESÍAS Y LA PAZ ROMANA.
Por razones nuestras, locales y urgentes hagamos hincapié en: “paz en la tierra “Dentro
de la teología imperial romana, el emperador era el que había traído la paz a la tierra. En
cierto sentido, Augusto sí había hecho tal cosa: puso fin a la guerra civil que había
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convulsionado el mundo romano durante décadas. Allí estaba la Paz romana, “la paz de
Roma”. Por supuesto, la paz de Roma no significaba el final de la guerra. Las guerras para
conquistar otros territorios y las guerras para sofocar insurrecciones continuaban. Desde la
perspectiva de los conquistados y oprimidos, la paz imperial parecía muy diferente.
El historiador romano Tácito, por ejemplo, puso el siguiente discurso en labios del general
escocés Chalaco mientras preparaba a sus tropas predestinadas al fracaso para la batalla
con las legiones del general romano Agrícola a finales de los años setenta o principios de
los ochenta: Depredadores que son del mundo, cuando ya lo han devastado todo; y si les
falta tierra, miran al mar. Avaros, si el enemigo es rico, y rastreros, Si pobre, no se han
saciado con Oriente ni Occidente: solo ellos ansían con igual tesón miseria [tierras pobres]
y riquezas [tierras ricas]. Al expolio, la matanza y el saqueo los llaman por el mal nombre
“imperio”: crean un desierto y lo llaman “paz”. Así es como muchos experimentaban la Paz
Romana. Pero Roma y sus emperadores se veían como quienes habían traído la “paz a la
tierra”.
El canto de los ángeles proclama una fuente y un tipo diferente de paz. Jesús - en cuanto
Salvador, Mesías y Señor - es el que trae la paz a la tierra. Ésta es la paz del Reino de
Dios, una paz basada en la justicia. La paz del Imperio se basa en la opresión y la
violencia. Lo mismo que Mateo cuenta el relato del nacimiento de Jesús como un conflicto
entre dos realezas, Lucas cuenta el relato de su nacimiento como un conflicto entre dos
tipos diferentes de paz. Existe la “buena noticia” del imperio y la “Buena Noticia” de Jesús.
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Como dice más tarde Lucas, el mensaje de Jesús era “la Buena Noticia a los pobres”, “la
liberación a los cautivos”, “dar vista a los ciegos” y “liberar a los oprimidos” (Lc 4,18). El
mensaje a los pastores prefigura el mensaje de Jesús.
NAVIDAD Y ALEGRÍA
Como ya hemos visto, los relatos de la Primera Navidad están llenos de luz y
cumplimiento: Jesús es la luz en medio de las tinieblas, y el cumplimiento de la promesa de
Dios y del anhelo del antiguo Israel. Por tanto, cosa nada sorprendente, están también
llenos de alegría. Estos tres temas –luz, cumplimiento y alegría- no son temas separados,
sino más bien hebras entrelazadas a la perfección que forman un todo. Sus mismos
nombres –Magníficat, Benedictus, Nunc dimittis- expresan alegría. María canta: No está
por demás destacar en la Encarnación un influjo llegado como parte fundamental del
kerigma, la alegría. Además de ser un tema muy cercano al Papa Francisco: La alegría.
María en el Magníficat, glorifica, canta, a Dios por lo que hace en ella; Zacarías canta:
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo. Simeón canta
agradecido: ”Ahora puedo irme en paz, pues he visto tu salvación”. Todos son cantos de
alegría. También está pleno de alegría el mensaje angélico a los pastores (Lucas 2, 10.1314): “Os traigo una buena noticia de gran alegría, que lo será también para todo el
pueblo…”.
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Y luego: de repente se juntó al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios
diciendo: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo”.
Los relatos de la Navidad no hablan de una serie espectacular de acontecimientos
milagrosos que sucedieron en el pasado y en los cuáles hay que creer para cambiar este
mundo y después para ir al cielo. Por el contrario hablan de la pasión de Dios, del sueño
de Dios de la tierra; ésta la nuestra, transformada.
Dicho con el brillante aforismo de San Agustín, Dios no lo hará sin nosotros, y nosotros no
podemos sin Dios. Nosotros, los que hemos visto la estrella y hemos oído a los ángeles
cantar, estamos llamados a participar en el nuevo nacimiento en la nueva familia, el nuevo
barrio, o pueblo, los nuevos vecinos y el nuevo país que proclaman nuestros relatos de la
navidad proclamados por estos relatos-promesa si obramos como creyentes, es decir,
servidores de los demás “y no sirviéndose de los demás; cuidando la fragilidad de nuestras
familias, de nuestra sociedad, de muestras ciudades y nuestros campos. Ser cristianos
entraña servir la dignidad de nuestros hermanos; sin confundir servicio con servilismo;
sirviendo personas primero que ideas”. De lo contrario todo será folclorismo que nos
empobrece más, ahondando nuestra tradicional inequidad.
En Navidad con las diversas responsabilidades que trae la pastoral, cada creyente, cada
presbiterio y cada párroco debe despertar el ángel músico que lleva dentro; hasta que
llegue la hora final de entonar el cántico nuevo con la cítara de Dios: “Alabad al Señor con
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danzas….alabadlo con tambores
Señor” (Sal 49).
y cítaras, por toda una eternidad alabad el nombre del
En el momento de terminar estas reflexiones podemos hacernos una serie de preguntas
para aplicar y concretar las ideas:
-¿Se puede hacer pastoral en Navidad a partir de la música? ¿Puede aportarse algo la
música a la Encarnación? ¿Es válida la conjunción entre ambos lenguajes? ¿La
experiencia estética del Misterio de la Encarnación es contemplable? ¿Puede pensarse en
la música como nuevo lugar teológico-pastoral?
¿Por qué será que el Agustín filósofo y el Agustín teólogo toman la música como centro de
su atención? ¿Por qué hay una presencia constante de la música en el pensamiento de
Agustín? ¿Cuál es la interpretación de la música en Agustín?
Como en el relato lucano de la Navidad de entonces, la celebración de la Navidad hoy está
llena de alegría. ¿Somos como los Magos, que siguen la luz y se niegan a ajustarse al
complot consumista para destruirla? ¿O somos como Herodes, llenos de temor y
dispuestos a utilizar todos los medios necesarios para mantener el poder, destruyendo la
vida? ¿Estamos entre los miembros de la corte de Herodes, que procuran frustrar la venida
de la luz verdadera, con mentiras?
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¿Somos partidarios del dragón del Apocalipsis, la antigua serpiente que pretende devorar
al niño recién nacido y dominar el mundo mediante la intimidación y el temor, la violencia y
el caos, y llamar a eso paz? ¿Estamos entre quienes anhelan la venida del Reino de
justicia y paz y buscan la paz mediante la justicia? ¿O, como los defensores de la teología
imperial, buscamos la paz mediante la victoria?
Volvamos sobre quiénes somos y quiénes podríamos ser en los relatos de la primera
Navidad. ¿Somos como María, dispuesta a decir: “Hágase en mí según tu palabra”,
obediente al papel que se le había asignado en el proyecto de crear un mundo diferente?
¿Somos conscientes que la misión de la iglesia es engendrar en los creyentes al Salvador?
¿De acuerdo a la Encarnación sabe la Iglesia cual es nueva evangelización?
¿Qué pasa si en Navidad nos identificamos con los pastores, que representan a los de
condición humilde, los marginados social y económicamente? ¿O acaso nos identificamos,
con los que en Navidad muestran su poder de producción y compra?
¿Cómo convertirnos y a qué convertirnos cuando la Navidad es la época del año menos
propicia para la conversión?
¿Cómo pasar de ser pesebristas a ser ministros de la Encarnación?
¿Cómo dejar de darle a la gente lo que quiere, para darle lo que necesita para evangelizar
la Navidad?
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¿Cómo educar el oído de la gente con la palabra y la música de la Encarnación, para
salvarla de las promesas del consumismo religioso y musical?
¿Por qué no comparar las promesas del consumismo con las promesas y realidades del
pesebre?
¿Cómo presentar los valores de la familia de Nazaret como ejemplo de familia feliz en
Navidad?
¿Cómo explicar que la pólvora del treinta de noviembre es una negación total a lo que
significa Navidad?
¿Cómo tener en cuenta que Jesús fue desplazado y desterrado y en Navidad entre los
desplazados hacia Europa, de Venezuela a Colombia; y al interior de nuestro propio país?
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de nuestra compasión en nuestras celebraciones
de Navidad?
Procure hacer una lista de una navidad más humana, solidaria y en familia.
Feliz Navidad