Guión del discurso de la Sra. Valerie Julliand, Coordinadora

Guión del discurso de la Sra. Valerie Julliand,
Coordinadora Residente
del Sistema de las Naciones Unidas en Guatemala,
en el acto de la celebración
por motivo del 69 aniversario de las Naciones Unidas.
Cancillería, 24 de octubre de 2014
Es para mí un gran honor y un enorme placer tenerlos hoy reunidos aquí para
conmemorar el sexagésimo noveno aniversario de las Naciones Unidas.
Como Coordinadora Residente del Sistema de las Naciones Unidas, y en
representación de los Jefes de Agencias de las Naciones Unidas, les doy la más
cordial bienvenida a esta celebración de aniversario de nuestra Organización.
Estamos aquí tal como declara el Preámbulo de la Carta de las Naciones de 1945,
“nosotros los pueblos de las naciones unidas unidos por un mundo mejor”.
Para entender la complejidad del reto que el paso del tiempo ha significado para
nuestra Organización, basta comparar la frase “nosotros los pueblos” veamos
quiénes eran “nosotros” entonces y quiénes somos ahora:
En Abril de 1945, 42 delegados asistieron a la Conferencia de San Francisco
representando países, mientras que hoy delegados de 193 Estados miembros
conforman Naciones Unidas y en tanto que la población mundial oscilaba en dos
billones de personas en 1945, este año el número de habitantes sobra los siete
billones.
El 24 de Octubre, celebramos el día en que Naciones Unidas comenzó a existir
oficialmente luego de que los países ratificaran la Carta en 1945. Los compromisos
enumerados en el preámbulo de esta Carta son tan vigentes hoy como hace 69 años.
Los países se comprometieron a:
- preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra;
- reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el
valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y
de las naciones grandes y pequeñas,
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- a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a
las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho
internacional,
- a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto
más amplio de la libertad,
- a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos,
- a unir fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales,
- a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no
se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común, y
- a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y
social de todas los pueblos.
Muchos de nosotros en esta sala, no tenemos todavía 69 años; quiere decir que
nacimos en un mundo donde ya existía Naciones Unidas, que nacimos libres en
un mundo libre. Personalmente, este hecho siempre me dio el sentimiento de una
gran responsabilidad: la de contribuir a mantener esta libertad y esta paz. Por
eso, me alegro tanto estar aquí como la Coordinadora Residente de las NNUU en
este país maravilloso.
Las Naciones Unidas se fundaron creyendo en que el diálogo podía triunfar
sobre la historia, que la diversidad era una virtud universal y que los pueblos del
mundo estaban mucho más unidos por su destino común que separados por
sus distintas identidades.
En 69 años de historia de la Organización hemos aprendido que paralelamente a una
infinita diversidad de culturas, existe una civilización mundial basada en valores
comunes de tolerancia y libertad. Una civilización definida por la tolerancia de
las opiniones opuestas, su celebración de la diversidad de las culturas, su
insistencia en unos derechos humanos universales y fundamentales y su fe en
el derecho de todos los pueblos de expresar su opinión sobre cómo deben ser
gobernados.
Es una civilización basada en la creencia de que la diversidad de las culturas
humanas, lejos de ser motivo de temor, debe ser celebrada. Es así que la
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diversidad es, por una parte, la base del diálogo entre civilizaciones y, por la
otra, la realidad que hace necesario sostenerlo.
Es esta civilización mundial lo que debemos defender y promover al trasponer
los umbrales de un nuevo siglo.
Para realizar su labor las Naciones Unidas han adoptado valores fundamentales
como la honestidad, imparcialidad, la integridad y la no discriminación que
legitimen su trabajo ante los estados y la sociedad. Estos son los principios que
guían nuestro trabajo como funcionarios de Naciones Unidas en el mundo, y así
también en Guatemala.
El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, con motivo de su segundo mandato
presentó a la Asamblea General un plan de acción en el que destacó cinco temas a
los que les dará prioridad:
1-desarrollo sostenible;
2-prevención de conflictos y desastres, de abusos de derechos humanos
y de retrocesos en el desarrollo;
3-construcción de un mundo más seguro, que incluya los principios
fundamentales de la democracia y los derechos humanos;
4-apoyar a las naciones en transición;
5-trabajar para las mujeres y los jóvenes.
Señaló que, en un mundo de más siete mil millones de personas, los indicadores
ambientales, económicos y sociales muestran que el modelo actual de progreso
es insostenible y que el cambio climático contribuye a destruirlo.
Quiero centrar mis palabras precisamente en nuestra labor junto a los Estados y
sus sociedades para promover para la dignidad humana a través de los
derechos humanos y el desarrollo.
La dignidad es algo invaluable y por tanto es innegociable: solamente es objeto
de respeto. Es un valor intrínseco y absoluto en cada mujer y cada hombre del
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que no nos podemos desprender y por el que ningún semejante puede tratarnos
como a un medio, o en otras palabras “utilizarnos”, sino que ha de considerarnos
un fin en tanto que persona. En definitiva, la dignidad nos hace iguales.
La igualdad ha sido objeto de mucho debate y discusión, incluso de
enfrentamiento. En el siglo XXI hemos progresado para entender que la igualdad
solamente tiene sentido en términos relativos respecto a una cualidad de
referencia que son los derechos y libertades.
Las personas no son iguales de hecho, lo que sería una aberración, han de ser
iguales de derecho. Tal como lo dijo el humanista francés Comte-Sponville en 2005:
“No tenemos los mismos derechos porque somos iguales, sino que somos
iguales porque tienen los mismos derechos”.
No podemos esperar que la genética, la biología o la psicología hagan iguales a
las personas; la respuesta y la responsabilidad están en nosotros mismos y en
los poderes del Estado, especialmente el Poder Legislativo.
En el mundo hay culturas y etnias diversas, mujeres y hombres, niñas y niños, pobres
y ricos, conservadores y liberales, gente religiosa y gente atea, somos diferentes y
celebramos la diversidad pero somos los mismos también, en tanto todos
aceptan tratar humanamente a sus semejantes.
El trato humano está recogido en la Carta Universal de los Derechos Humanos,
que es nada menos que el más amplio acuerdo en la materia de Derechos
Humanos en el mundo.
Los derechos humanos son inherentes a todos los seres humanos, sin
distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o
étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Estos derechos son
interrelacionados, interdependientes e indivisibles.
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Los derechos humanos han sido menospreciados al ser solamente un ideal, difícil
de pasar del derecho al hecho: recordemos que el idealismo es resistirse a la
mediocridad que nos rodea, al cinismo y a la indolencia.
Hoy en día y más que nunca, la integración, la migración y la mundialización
ponen en contacto a diferentes razas, culturas y etnias, como se puede apreciar
en muchas partes del mundo.
Entendemos mejor que nunca que somos producto de muchas culturas, que
nuestra fuerza reside en combinar lo conocido con lo que nos es ajeno y que
toda búsqueda de una civilización exclusiva, cerrada al mundo exterior, está
condenada al fracaso.
A diferencia de lo que sostienen algunos, podemos amar lo que somos sin odiar
lo que no somos. Debemos buscar en las raíces más profundas y antiguas de las
culturas y las civilizaciones aquello que nos une; somos parte de un espíritu
universal.
Mi experiencia en países en guerra es que la sangre de los hombres siempre es
rojo, cualquier color que sea la piel.
Les invito en este día a reflexionar sobre nuestra misión y nuestra enorme
responsabilidad como miembros de una Organización que aspira a apoyar a los
países a lograr un desarrollo económico, social y ambiental equitativo,
sustentable y en paz.
En Guatemala, el Sistema de las Naciones Unidas trabaja arduamente para
resguardar los principios fundamentales mencionados en el preámbulo de la
Carta y, sobre todo para defender los derechos humanos y ayudar al país a lograr
un mayor desarrollo humano.
Y si revisamos la historia podemos encontrar que también la relación entre las
Naciones Unidas con Guatemala data de hace varios años. La República de
Guatemala es miembro fundador de las Naciones Unidas, habiendo firmado la Carta
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de las Naciones Unidas y el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia el 26 de
junio de 1945 y depositado su ratificación el 21 de noviembre del mismo año.
Este año llegamos a 50 años desde que se hiciera un Acuerdo con 9 entidades de
la ONU y el Gobierno de Guatemala en 1964. Los temas que dieron vida a ese
documento básico de cooperación eran muy distintos a los que hoy aparecen en
nuestro UNDAF. Con el tiempo la cooperación fue en aumento. Durante los años
previos y durante las negociaciones de paz hubo varias acciones que prepararon el
terreno para poner fin al conflicto armado que ya tenía más de 30 años. Ese fue
un periodo muy intenso.
Los últimos años hemos estado acompañando los esfuerzos del Estado para
alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Hemos acompañado la
generación de tres Informes que dan cuenta de algunos logros y otros desafíos,
sin duda el obstáculo mayor sigue siendo reducir la cantidad de población en
pobreza. Actualmente estamos apoyando a SEGEPLAN en la elaboración del
último Informe que servirá para ver el balance de los 15 años.
Otros hitos en la historia que se han dado entre la ONU y el Estado de Guatemala lo
constituyen sin duda los aportes de Guatemala. Las Naciones Unidas no tienen
fuerzas militares propias. Son los Estados Miembros los que proporcionan, de
forma voluntaria, el personal militar y policial necesario para cada operación de
mantenimiento de la paz. Actualmente hay 291 miembros del Ejército de
Guatemala entre las misiones de Haití y el Congo. Es importante resaltar aportes
de técnicos, diplomáticos y políticas de guatemaltecas y guatemaltecos al
servicio de la ONU en otros países; tal como el Sr. Edmund Mulet, Subsecretario
General para Operaciones de Mantenimiento de la Paz, quien cuenta ya con una
experiencia de 16 misiones alrededor del mundo.
Además debemos recordar que Guatemala fue escogido como Estado miembro no
permanente en el Consejo de Seguridad en el periodo 2012-2013. Todas estas
son señales de la buena relación entre Guatemala y las Naciones Unidas.
Quiero aprovechar para agradecer a los países cuyos ciudadanos han apoyado a
Guatemala, ya sea a través de nuestras agencias, fondos y programas como
directamente por sus mecanismos de cooperación en forma coordinada con el
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Estado de Guatemala. Valoramos mucho la confianza que la cooperación
internacional ha depositado desde hace varios años en el Sistema de las
Naciones Unidas en Guatemala.
Sus contribuciones han servido para que lleguemos a las personas más
vulnerables quienes también se han convertido socias de nuestro trabajo
cotidiano en alianza con el gobierno y la sociedad civil. Y quisiera aquí
mencionar todas las agencias y organismos especializados que constituyen
nuestra grande familia ONU en Guatemala:
 ACNUR (Amanda Solano)
 FAO (Diego Recalde)
 OACNUDH (Alberto Brunori)
 OIT (Carlos Linares),
 ONU Mujeres (Maria Machicado),
 ONUSIDA (Ricardo Garcia),
 OPS-OMS (Guadalupe Verdejo),
 PMA (Mario Touchette),
 PNUD (Igor Garafulic),
 UNICEF (Christian Skoog),
 UNFPA (Veronica Siman)
 UNOPS (Eduardo Tercero),
 UNDSS (Alvaro Romero)
 UNESCO (Julio Carranza),
 UNODC (Enrique Marin),
 VNU (Natalie Armstrong),
Y tres instituciones internacionales financieras
 Banco Mundial (Oscar Avalle),
 FMI (Mario Garza y Fernando Delgado)
 FIDA (Joaquín Lozano)
Y CICIG (Ivan Velazquez), nuestra prima
Quiero expresar nuestro más profundo agradecimiento:
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- al pueblo guatemalteco, por la hospitalidad extendida a todos los funcionarios de
las Naciones Unidas, por su deseo de vivir una vida mejor,
- a las autoridades guatemaltecas que trabajan diariamente con nosotros para logro
un mejor desarrollo en el país y por su confianza y su compromiso con los nobles
valores promovidos por nuestra organización,
- a las misiones diplomáticas que nos apoyan en nuestro labor
- a todos mis colegas de todas las agencias, fondos y programas de las
Naciones Unidas que trabajan sin cesar en la promoción de los valores y los
ideales de nuestra organización,
- a cualquier persona que comparte nuestro sueño de libertad y de paz.
Hoy es un día para felicitar al Estado de Guatemala, para felicitar a las Naciones
aquí representadas, que forman parte de nuestra Asamblea General; y también es
un día para felicitar al personal de la ONU en todo el mundo, en especial a
colegas desplegados en todo el país, quienes día a día entregan lo mejor de sí para
hacer de Guatemala un lugar donde la eterna primavera la hace más intensa las
sonrisa de su maravillosa gente.
¡Feliz día de la ONU para todos y todas! Muchas gracias.
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