- Instituto Sudcaliforniano de Cultura

Las memorias del Vigía
Las memorias del Vigía
Cabo San Lucas en su historia
Gustavo de la Peña Avilés
Instituto Sudcaliforniano de Cultura
Gobierno del Estado de Baja California Sur
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
GOBIERNO DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR
MARCOS ALBERTO COVARRUBIAS VILLASEÑOR
Gobernador Constitucional
ANDRÉS CÓRDOVA URRUTIA
Secretario General de Gobierno
INSTITUTO SUDCALIFORNIANO DE CULTURA
CHRISTOPHER AMADOR CERVANTES
Director General
SANDINO GÁMEZ VÁZQUEZ
Coordinador de Fomento Editorial
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
RAFAEL TOVAR Y DE TERESA
Presidente
MARCO ANTONIO VERA CRESTANI
Director General de Vinculación Cultural
6
A Dios por haberme dado el honor de nacer en esta bella tierra
y el poder escribir su historia.
A mis antepasados, forjadores de Sudcalifornia.
A mis padres y mi hermana.
A mi familia, cien por ciento choyera.
A mi amado Cabo San Lucas.
Primera edición, 2015
D.R. © 2015 Gustavo de la Peña Avilés
D.R. © 2015 Instituto Sudcaliforniano de Cultura
Unidad Cultural Jesús Castro Agúndez
Antonio Navarro y Héroes de Independencia s/n
La Paz, Baja California Sur, C.P. 23000
Tel. +52 612 122 91 01
culturabcs.gob.mx
Diseño de interiores y forros: Ernesto Hernández Urusquieta
Revisión del texto: Octavio Escalante y Sandino Gámez
ISBN: 978-607-9314-66-8
IMPRESO Y HECHO EN MÉXICO
Rumbo incierto anduve vagando
siempre solo buscando un destino
mucho tiempo tardé en encontrarlo
pero al fin terminó mi camino
Vivo hoy en un sitio de ensueño
puedo ahora sentirme feliz
eres tú mi San Lucas el pueblo
tantas veces soñado por mí
Arco orgullo de toda la gente
bello símbolo y ángel guardián
Dios dispuso adornaras por siempre
cual sirena que canta en el mar
Soy tu amante, mi Cabo San Lucas
has traído a mi ser la esperanza
has curado heridas profundas
muchas gracias, San Lucas del alma
Puerto alegre forjado de anhelo
playas blancas y mares azules
aguas tibias besando tu suelo
tierra hermosa de grandes virtudes
Mil parejas añoran tu encanto
nunca olvidan las noches de luna
cuando a solas ahí en tu regazo
cuantas veces te dieron ternura
Mi puerto soñado
Carlos Cota Miranda
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Introducción y agradecimientos
Este libro es producto de más de cuatro años de investigaciones en
bibliotecas, museos, archivos, libros y más. Estudiando y examinando manuscritos, mapas y documentos antiguos podemos identificar la importancia geográfica que ha tenido el puerto de Cabo
San Lucas. Durante el periodo de investigaciones que realicé logré
reunir una colección de más de 150 fotografías del paisaje y de los
personajes de Cabo San Lucas. Además de esta colección fotográfica
reuní documentos, libros, revistas, periódicos y recortes, diversos
objetos de las diferentes etapas de la historia local y nacional.
El escribir la historia de un poblado en el cual no se cuenta con
las suficientes fuentes de información hace que el escritor caiga en
un gran dilema, ejemplo de este problema son las diferentes fechas
y personajes encontrados por el autor a lo largo de toda su investigación. Paco Ignacio Taibo ii nos dice que “los libros se hacen con otros
libros o contra otros libros”; entonces este trabajo es por derecho
hijo de los principales libros de la historiografía sudcaliforniana. Escritores como don Pablo Leocadio Martínez, Michael Mathes, José
Andrés Cota Sandoval, Estela Davis y hasta los mismos Miguel Venegas y Armando Ayala Anguiano toman parte en este libro, que
sí está hecho con otros libros pero no en contra de alguno, sólo en
11
contra de quienes desconocen la historia de más de cuatro siglos que
se ha sembrado en esta agreste tierra de contrastes y paradigmas.
En especial la bahía de Cabo San Lucas ha sido ambicionada
por norteamericanos, pero el espíritu patriótico de unos cuantos
rancheros, ganaderos, pobladores y sepa Dios qué más, defendieron
este Cabo que hoy en día es nuestro hogar, referencia mundial de
turismo, capital mundial del marlin y punto activo en las finanzas.
Primeramente quiero agradecer a Dios por todo lo que me
ha dado, su apoyo y protección. A mis padres Gustavo De La Peña
y Alicia Avilés por su grandísima ayuda y por financiar mis viajes a
La Paz. A mi hermana Carolina por mecanografiar algunos textos y
por editar algunas fotografías. A mi grandísima familia De La Peña
Núñez y Agúndez Ceseña, que fue un gran pilar e impulso en este
trabajo y que con sus recuerdos y algunas fotografías pusieron una
pieza en el mismo. A mi tía Rita Ceseña Peralta por compartirme
sus recuerdos y permitirme reproducir la fotografía de su padre.
A Jesús Araiza y Luisa Riquer por sus relatos y por prestarme sus
fotografías sacadas del álbum familiar. Al profesor Edgar Montiel
y su esposa Blanca por sus memorias y de igual manera prestarme
una de sus fotografías. A la gran familia Manríquez Cota por toda
su gran ayuda y sus relatos: don Salvador, doña Irene, Pachita,
Rodolfo y Jorge. A la familia Ledezma Wilkes por compartirme sus
recuerdos y fotografías: don Enrique, doña Amalia, Francisco Javier
y José. A las hijas y nietas del profesor Leonardo “Nayo” Gastélum
que amablemente me recibieron en su casa y me mostraron las
fotografías y reconocimientos de su abuelo y la información que me
regalaron. A Ruth Gastélum por los relatos sobre su gran familia y las
fotografías de su padre. A Araceli Ceseña por prestarme la fotografía
de su tío. A Virginia Zumaya por relatarme sus historias como la
primera policía de la ciudad. A la señora Lucía Zumaya de Castillo
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por sus recuerdos de la inundación de 1939. A Omar Alberto Leggs
González por prestarme sus fotografías. A Manuel García Saiza.
A Jorge Humberto Agúndez Rojas por permitirme usar su foto
del tornado. A Adrián Delgado por editarme algunas fotografías.
A los maestros Roberto Cuetara y Rubén Sánchez, directivos del
Museo de Historia Natural de Los Cabos por su apoyo y confianza.
Al profesor Domingo Saiza por compartir sus valiosas fotografías.
A las compañeras de la Biblioteca Amelia Wilkes Ceseña: Martha,
Marisela, Alma y Sandra, por su atención y ayuda. A la Fototeca
del Estado de Baja California Sur Néstor Agúndez Martínez. A
los compañeros del Archivo Histórico Pablo L. Martínez de La
Paz: Luis, Selene, Rafael y especialmente a su directora Elizabeth
Acosta por su interés y apoyo, y a Luis Rochín por su gran ayuda
en la obtención de fotografías del fondo de la Fototeca del Archivo.
A Conchita Bulnes por su maravillosa música dedicada a nuestro
pueblo. A todos los que me ayudaron desinteresadamente, que
abrieron las puertas de sus casas y me permitieron hurgar entre sus
memorias. A todos ellos y ellas que hicieron posible este trabajo, mi
respeto y gratitud.
Elegí como título Las memorias del Vigía simplemente por el
monumento natural de nuestra ciudad: el Cerro del Vigía. Ese lugar,
que día a día, sin descanso alguno, sin importar sol o luna, sin temerle
al calor o al frío, vigila a la ciudad de Cabo San Lucas. Ahí, Nicolás
Tamaral hirió su cima al clavar una cruz y desde ese lugar sigue ocupando el puesto de vigía. Ese héroe anónimo que ha dado acogida a este
puerto, ¿qué nos contaría si sus rocas se atrevieran a hablar, cuántas
dudas nos resolvería si le escucháramos, a cuántos nos rescataría de la
memoria perdida para dárnosla hoy?.
Imagínense esas historias a la luz de las lunas plateadas de octubre, donde se iluminan en el espejo profundo del mar. Es por eso
13
que este libro trata de captar las memorias de ese vigía incansable,
porque si el cerro rocoso se atreviera a escribir un libro, todos los
investigadores y escritores quedaríamos fuera de lugar. Pero como
sabemos que eso nunca va a pasar debemos seguir, como dice doña
Estela Davis, “con esa manía de desenterrar el pasado”; manía que yo
considero adicción, un vicio que recomiendo a todos.
Con este trabajo quiero demostrar que detrás de un destino
turístico como es Cabo San Lucas hay una gran historia de piratas,
tesoros, conquistadores, desastres y bellos relatos guardados por
nuestros antepasados. No se necesita ser un experto ni una persona
adulta para recopilar la historia, tan trabajosa, pero tan hermosa,
mágica y envolvente en todas sus presentaciones.
En fin, a ti, lector, te invito a caminar por los laberintos de la
enigmática historia de mi ciudad.
Gustavo de la Peña Avilés
14
Capítulo i
Presencia indígena
Baja California Sur estuvo poblada en épocas remotas por tres grupos indígenas: pericúes, guaycuras y cochimíes. Hoy en día estos
grupos indígenas están extintos debido a razones que aún se discuten. Pero nuestro objetivo es hablar sobre los pericues, quienes
habitaron desde Cabo San Lucas hasta los 24 0 de latitud norte y las
islas adyacentes de Cerralvo, Espíritu Santo y San José.1
El enigma: polinesios o siberianos
Hace 22 mil años, cuando el hielo cubría gran parte de América del
Norte y el norte de Eurasia, el nivel del mar descendió 60 metros,
dando como resultado un corredor terrestre que unía a Siberia con
Alaska por el Estrecho de Bering. Por este corredor penetraron las
manadas de animales y el hombre que vivía de cazarlos se vio impulsado a emigrar tras el rastro de éstos. Camellos y caballos cruzaron de
1 Alfonso Rosales López y Harumi Fujita, La antigua California prehispánica:
la vida costera en El Conchalito, p.17.
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América a Asia. En cierto momento el agua volvió a cubrir el Estrecho
de Bering y la comunicación se interrumpió, pero el hombre siguió
avanzando hacia el sur. Hace tal vez 20 mil años ya había llegado a
territorio de México y hace unos 10 mil más alcanzó el extremo meridional de América del Sur.2
Esta es la teoría más acertada y conocida en el mundo sobre el
poblamiento de América, pero los últimos análisis de adn de los cráneos de los pericúes han indicado a los expertos que estos aborígenes
no descendían de los siberianos, debido a que sus cráneos son largos
y estrechos como los de los aborígenes austroloides (asiáticos del sur
y poblaciones del Pacífico) en lugar de anchos y redondos como lo
son los cráneos de los descendientes de los hombres que llegaron a
América desde Siberia, además que muestran por lo general rasgos
mongoles.3 Debido a estos análisis se originó una nueva teoría: los
pericúes llegaron a la costa occidental de América avanzando de isla
en isla a bordo de canoas, navegando desde Polinesia y Asia vía Japón,
aprovechando que el nivel del mar era mucho más bajo en aquellas
épocas de lo que es ahora.
Esta teoría está respaldada, ya que los pericúes poseían la
habilidad de fabricar balsas de un solo tronco,4 útiles para la pesca.
Hoy en día se conserva un ejemplar de estas balsas en el Museo de
2 Armando Ayala Anguiano, Historia esencial de México, Tomo I, La Prehistoria
y la Conquista, pp.14-15.
3 Un grupo de científicos encabezados por la mexicana Silvia González de la
Universidad John Moores de Liverpool, basa su tesis en el estudio de los restos de la
tribu pericú. El estudio del adn de los cráneos fue hecho por integrantes del Consejo
Británico para la Investigación del Medio Ambiente, estableciendo que esta tribu no
descendía de la población de Asia, sino de un origen australiano. “Australia colonizó
América”, artículo periodístico del sitio web www.bbcmundo.com.
4 Armando Trasviña Taylor, ¿Qué desea saber de Baja California Sur?, p. 13.
16
las Misiones Jesuitas de Loreto. Esta teoría es sustentada por varios
investigadores de la zona sur de América, que opinan que dicha parte
del continente se pobló de esta manera. La cuestión, al final, es que
polinesios o siberianos poblaron la península. A continuación hablaremos sobre los datos generales de los pericúes.
Características físicas
En 1683 los misioneros Eusebio Kino y Matías Goñi mencionan que
los pericúes de la Isla Espíritu Santo eran rubios y bien asentados,
descripción que coincide con la del capitán Alonso González Barriga
en 1944 para los pericúes de Cabo San Lucas. En cuanto al color
de piel eran color cobrizo bastante oscuro.5 Barriga observó que las
mujeres eran de buen parecer. George Shelvocke en 1721 escribió:
“Las mujeres son de una talla más pequeña, sus cabellos más largos
que los de los hombres y en algunos casos casi cubre sus cabezas”.6
Vestimenta
Los pericúes usaban el pelo largo hacia atrás adornado con perlas y
plumas blancas de manera que de lejos parecía una peluca. Los hombres andaban desnudos y algunos portaban taparrabos o una capa de
cuero de venado. Portaban vendas formadas con caracolillos blancos
5 Alfonso Rosales López y Harumi Fujita, La antigua California prehispánica:
la vida costera en El Conchalito, p. 18.
6 Id, p. 20.
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y redondos.7 Acostumbraban pintarse el cuerpo de una forma ridícula, según Pablo L. Martínez; unos exhibían la cara negra, el pecho
amarillo y las piernas blancas y otros como se les venía a la imaginación. Estas pinturas eran obtenidas de minerales, sangre animal
y colorantes vegetales. Cuando no viajaban andaban descalzos, pero
para caminar o viajar usaban sandalias de cuero de venado, fijándolas
por medio de cordeles atados al talón y al dedo chico y grande. Estos
cordeles estaban hechos de la penca del maguey.8 Por el contrario,
las mujeres estaban vestidas de cuero de venado y faldas de cordeles de ixtle. El pirata y explorador Woodes Rogers, en 1709 y 1710,
menciona que las mujeres de Cabo San Lucas vestían faldas de hojas,
pequeños delantales de hierba o pieles de ave. También usaban capas
de hojas y pieles.9 Miguel del Barco escribe:
Las más decentes en vestirse eran las mujeres de los pericúes, hacia
el Cabo de San Lucas. Hay en este pedazo de tierra cierta especie de
palmas, distintas de las que producen los dátiles, y de éstas se valen
las indias para formar sus faldellines. Para esto golpean sus hojas,
como se hace con el lino, hasta que salen esparcidas las hebras, las
cuales, si no son tan delicadas como las del lino, a lo menos quedan, machacadas de este modo, más suaves que las del cáñamo.
Su vestido se reduce a tres piezas: dos que forman juntas una saya,
de las cuales la mayor, poniéndola por detrás, cubre también los
dos lados volteando un poco para adelante, y llega desde la cintura
7 Pablo L. Martínez, Historia de la Baja California, p. 40.
8 Id., p. 41.
9 Alfonso Rosales López y Harumi Fujita La antigua California prehispánica: la
vida costera en El Conchalito, p. 21.
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hasta media pierna o poco más; la otra pieza se pone por delante,
cubriendo el hueco que dejó la mayor, pero sólo llega hasta las rodillas o muy poco más; la tercera pieza sirve de capotillo o mantellina
con que cubren el cuerpo desde los hombros hasta la cintura o poco
más. Estos vestidos no están tejidos sino engasados de hilos, o diremos mejor cordelillos, unos con otros por un extremo, como en los
fluecos, deshilados o guadamaciles, quedando pendientes a lo largo
en madejas muy tupidas y espesas. Y aunque labran unas pequeñas
telas de estas pitas o hebras de palma, no son para vestirse sino para
hacer bolsas y zurrones, en que guardan sus alhajuelas. Estas indias
del Cabo de San Lucas crían el cabello largo, suelto y tendido por
la espalda. Forman de figuras de nácar, entreveradas con frutillas,
canutillos de carrizo, caracolillos y perlas, unas gargantillas muy
airosas para el cuello, cuyos remates cuelgan hasta la cintura y, de
la misma hechura y materia son sus pulseras. Aun en aquel rincón
del mundo inspira estas invenciones a gente tan bárbara el deseo de
parecer bien.10
Actividades de subsistencia
Las actividades de subsistencia consistían en la recolección de frutas
y semilla, la caza y la pesca. Los frutos que recolectaban eran pitahayas, ciruelas silvestres, zapotes, nopales, semillas de mezquite,
tallos y troncos de mezcal, raíces de camote y la yuca, tabaco y otras
plantas de la región. Para estas actividades eran necesarios varios
10 Miguel del Barco, Historia natural y crónica de la antigua California, pp.
185-186.
19
instrumentos como son redes, recipientes, cestos, cuchillos de piedra, raspadores, ganchos, palas y tablas largas. Para la caza utilizaban
arcos, flechas, lanzas y piedras. Las especies cazadas eran el venado,
la liebre y distintas aves.
La pesca se realizaba desde la playa y no mar adentro. Se
pescaba con una caña que consistía en una vara, un hilo de ixtle y
anzuelos de carey tostado. Así también con arpones de palo. Los piratas y exploradores Rodgers y Shelvocke observaron que los pericúes
de San Lucas horneaban el pescado enterrándolo en un montón de
arena y prendían lumbre encima de la arena.11 Aparte de la pesca se
practicó la recolección de moluscos, como la madre perla, caracol
chino, almeja blanca y caracol marino.
Vivienda
El misionero Miguel del Barco escribió el siguiente texto:
Hacia el Cabo de San Lucas, hacían de ramas algunas chozas. Tienen por lo regular menos de dos varas de diámetro y no pudiendo
extenderse para dormir, duermen encogidos o medio arqueados.
Otros para dormir hacen una especie de sepultura como media
vara de profunda, en donde están defendidos del aire pero a cielo
descubierto. Sus casas se reducen a un cercadillo de piedras sobrepuestas, en algunas partes de media vara de alto.12
11 Id., p. 23.
12 Alfonso Rosales López y Harumi Fujita, La antigua California prehispánica:
la vida costera en El Conchalito, p. 24.
20
El texto pasado significa que en San Lucas ya conocían la
forma de hacer una choza de ramas o un hueco en la tierra en el cual
dormían. Otra opción era hacer un cerco de piedra y dormir dentro.
Se han encontrado restos de estos cercos en la península. Esto me
recuerda a un mural que estaba ubicado en el antiguo Museo de las
Californias en el cual se mostraba una choza de ramas y varas en la
playa.
Organización social
La organización social se basaba en rancherías, que eran agrupaciones de individuos emparentados. Muchas de estas rancherías eran
gobernadas por un guama, que era el chamán de la tribu. Sebastián
Vizcaíno afirma que el número de individuos en Cabo San Lucas era
entre 100 y 800.13
La desaparición
El motivo de la extinción de los pericúes y otros grupos indígenas de
la península es desconocido, las hipótesis afirman que murieron por
enfermedades traídas por los españoles o que murieron esclavizados
por los misioneros. Para este autor la respuesta más posible es que se
produjo un mestizaje con las nuevas razas que fueron arribando a la
península, dejando por un lado la hipótesis del exterminio absoluto
13 Armando Trasviña Taylor, ¿Qué desea saber de Baja California Sur?, p. 10.
21
español; un ejemplo sería el registro de un casamiento en la Misión
de San José del Cabo:
José Ma. Cosío y Josefa Flores, casaron el 21 de julio de 1823. El
de las Yslas de San Luis, catequizado y bautizado con aprobación
del Supremo Gobierno; ella india, viuda del indio Domingo Salas.
Padre Tomás de Ahumada.14
Demostrando de esta manera que sí existió un mestizaje, y no
tanto con sangre española, sino con otras nacionalidades, como italianos, irlandeses, ingleses y franceses. Otra prueba en contra del
absoluto exterminio es el bautizo en el que los misioneros cambiaban de apellido a los indios, como el de Ramón Celerino Castro:
El 3 de febrero de 1852, yo, el infra-escrito Ministro de esta Parroquia de S. José del Cabo de la California bauticé a un catecúmeno
oriundo de las tribus bárbaras de la Alta California, naciones de
otra religión, de edad de como 14 años, y le puse por nombre
Ramón Celerino, no sabe quiénes sean sus padres por haber sido
tomado de las tribus gentílicas. Fueron sus padrinos y padres D.
Salvador Castro y D. Jesús Seseña. Padre Gabriel González.15
Si en este caso los pericúes o cualquier otro grupo indígena
de la península no se extinguieron y se mezclaron con los nuevos
pobladores, ¿dónde quedaron? La respuesta más acertada sería en
las primeras familias que fundaron los ranchos y pequeños pueblos,
14 Pablo L. Martínez, Guía familiar de Baja California Sur, p. 265.
15 Id., p. 269.
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como los Ceseña o Agúndez, raíces de las más antiguas en el municipio. Mi bisabuelo, Loreto Agúndez Ceseña, cuenta que su abuela era
indígena pericú y llevaba un tatuaje en el brazo, marca de su nacionalidad.16 El profesor Leonardo “Nayo” Gastélum Villalobos llegó a
decir con gran seguridad que la familia Arípez de San José del Cabo
es decendiente de los últimos pericúes de sangre pura.17 Tal vez de
ahí el parecido con el nombre de la tribu indígena de La Paz: los
arípez.
La duda quizá no quede tan despejada del todo, pero al menos
podríamos matizar la hipotésis del exterminio y comenzar a aceptar
el mestizaje pericú-europeo.
Conchero El Médano
En 1992, mientras se realizaban excavaciones para construir un
hotel, se halló un conchero y diez entierros en un área aproximada de 59 mil m2. La posición que predominaba en los cuerpos
era flexionada. La mayoría estaban acompañados de ofrendas,
en las que destacan moluscos, restos de pescado, dientes de tiburón, lítica y puntas de flecha. Algunos de estos restos de moluscos
16 Dato obtenido en la entrevista del señor Loreto Agúndez Ceseña y la
señora Rita Agúndez Ceseña en 2008, en Cabo San Lucas.
17 Dato obtenido en las entrevistas de la familia Gastélum Martínez en
diciembre del 2011, con la familia Manríquez Cota en 2009 y el señor Gustavo de
La Peña Núñez, que entrevistó al profesor Leonardo Gastélum en los 80. Todas la
entrevistas se realizaron en Cabo San Lucas.
23
son de difícil recolección debido a que se encuentran en una
gran profundidad, como el caracol chino o Muricanthus nigritus.18
El Médano fue habitable en aquellos tiempos gracias a una
laguna de agua dulce rodeada de carrizales de la cual los indígenas
tomaron agua y pudieron hallar pescado. Sin embargo, con la existencia de agua, los pericúes no se establecieron permanentemente
en este lugar, sino que eran nómadas y sólo lo ocuparon en períodos favorables. En la parte noroeste del sitio se encontraron todos
los entierros, lo cual sugiere que tal vez fue una zona exclusiva para
ellos. Se recuperó una gran cantidad de metates, manos de metate,
manos percusoras y percutores, sumando aproximadamente 1000
objetos.19
El rescate arqueológico
Para realizar el salvamento arqueológico se planearon cuatro
estrategias:20
1) Excavación intensiva de unidades. Por medio de pozos en
los lugares con más información y objetos, así como en los entierros.
2) Excavación de unidades profundas. Con la ayuda de trascabos o maquinaria pesada para obtener información del suelo, con el
fin de comprobar la existencia de la laguna.
18 Alfonso Rosales López y Harumi Fujita, La antigua California prehispánica:
la vida costera en El Conchalito, p. 45.
19 Id., p. 46.
20 Gema Poyatos de Paz y Harumi Fujita, “Equilibrio entre el hombre y la
naturaleza: Los indígenas costeros de El Médano, Baja California Sur, México”, p. 14.
24
3) Uso de trascabo. Para grandes extensiones del sitio con el
fin de recuperar material arqueológico.
4) Excavación de trinchera escalonada. Excavación de una
pirámide invertida para obtener material del suelo, de la laguna y de
los diversos periodos de ocupación.
El predio o sitio fue dividido en nueve secciones. Se ubicaron los pozos y se aplanó la superficie con trascabos. Se registraron
y recolectaron los artefactos, manchas de pigmento rojo y amarillo y restos de fogatas.21 El material arqueológico fue sometido a
análisis de laboratorio para su fechamiento. Después de los análisis
estos objetos fueron guardados en la bodega del Museo Regional de
Antropología e Historia de Baja California Sur, en La Paz. En fechas
recientes varias organizaciones planearon trasladar estos objetos al
Museo de Historia Natural de Los Cabos, sin ningún logro.
La pesca fue una actividad muy importante en este lugar. Se
encontraron dientes de tiburón, espinas, dientes y caparazones de
erizo, colas de mantarraya y bolas óticas de delfín. Cabe la posibilidad de que muchos de estos animales hubieran llegado muertos a la
playa y los hombres los aprovecharan. La caza no fue una actividad
relevante ya que sólo se encontraron restos de liebres, iguanas, víboras, tuzas, ratones y aves.
El mayor número de objetos se encontraron en el pozo 7,
pero todos los esqueletos estaban incompletos. Todos los huesos
eran de gente adulta y a uno de los individuos se le identificaron
evidencias de osteoporosis y en otro se encontró una ofrenda de
varios pectorales de concha madreperla y un collar de caracol.22
21 Id., p. 16.
22 Id., p. 47.
25
Varios estudios han demostrado que los indígenas inhumaban los
cuerpos en diferentes períodos y los volvían a enterrar. Un detalle muy interesante es que fueron encontradas puntas de proyectil
de vidrio y de cerámica,23 materiales que los indios debieron haber
conseguido con los comerciantes de la Nao de China.
23 p. 46.
26
Rosa Elba Rodríguez Tomp, La economía de los aborígenes de Baja California,