Las figurillas prehispánicas como indicador cultural

Ganador del Reconocimiento al Mérito Estatal de Investigación 2014 en la Subcategoría de Divulgación y Vinculación
Las figurillas prehispánicas como
indicador cultural
Georgia Yris Bravo López y
Giselle Canto Aguilar
C
omo es sabido, uno de los indicadores arqueológicos utilizado por
los especialistas en el estudio de las culturas mesoamericanas es el
estudio de las figurillas, las cuales permiten tener un acercamiento,
no sólo a tradiciones alfareras y tecnología sino que remite a toda una
estructura social bien definida, ya que las figurillas mesoamericanas son una
representación visual de la colectividad de un grupo específico y no exaltan
rasgos individuales.
El estudio de las figurillas se realiza con base en el análisis de los distintos
atributos que las conforman, es decir, el material con el que fueron
manufacturadas, la técnica empleada así como la manera de detallar cada
uno de los rasgos corporales que la conforman, además de la adición de
elementos ornamentales. El estudio de estas particularidades, así como su
ubicación dentro de contextos arqueológicos determinados, han llevado a
detectar estilos de figurillas para espacios y temporalidades.
El presente artículo trata de tres estilos de figurillas provenientes del
asentamiento prehispánico de Zazacatla, el cual es de tradición olmeca. El
periodo en estudio al que nos referimos es el Preclásico Medio, mismo que está
dividido en dos momentos. Por un lado, está el Preclásico Medio Temprano
(1000 – 800 a. C.) en el que hay una sociedad estratificada con una tradición
olmeca plenamente identificada en todos los ámbitos de expresión, es decir,
tanto en arquitectura, como escultura, cerámica y figurillas. Para finales del
Preclásico Medio (800 – 400 a. C.), en Zazacatla la tradición olmeca empezó
a perderse y aparecieron otras tradiciones que provienen de la Cuenca de
México, Guerrero y el oriente de Morelos.
En primer lugar, se tiene el estilo C1 (figura 1) que son figurillas sólidas con
cabezas desproporcionadas con respecto al cuerpo, pero tienen un aspecto
esbelto y erguido. La mayoría de ellas están de pie y su aspecto es estático,
aunque raras veces tienen extremidades que denotan movimiento. La cabeza
y el tronco de estas figurillas fueron hechas en una sola pieza y posteriormente
fueron añadidas las extremidades. Tienen pequeños pechos que están muy
separados entre sí y el ombligo está señalado mediante una punzadura. Con
respecto a la cabeza podemos decir que la barba es más prominente que la
frente, por lo que tiene prognatismo; la nariz es alargada y frecuentemente
tiene una aplicación redondeada que presenta la nariguera. La boca es
Figura 1
Figura 2
ovalada y está abierta. En el caso de los ojos, mismos que son característicos
de este tipo de figurillas, están hechos con dos aplicaciones de barro que en
su parte baja se hacen las cavidades oculares que forman un párpado superior
abultado. La cabeza es plana, gruesa en su parte baja y hacia la parte superior
adelgaza, en donde tienen tocados o turbantes altos, de los cuales los más
comunes son dos bandas anchas y planas cruzadas en la parte de en frente
que, en ocasiones, tienen cuentas pegadas a manera de adorno.
Por lo general, estas figurillas son mujeres y suelen estar desnudas aunque
tienen collares, sencillos o con cuentas, narigueras y orejeras, además de
adornos en muñecas y tobillos, así como sandalias. En ocasiones particulares,
hay representaciones de individuos que portan aditamentos especiales, como
es el caso de la figurilla que aquí se presenta que tiene el yelmo utilizado por
los jugadores de pelota.
Estas figurillas estilo C1 provienen de la Cuenca de México, localizadas en
sitios como Chalco y Tlapacoya; en Morelos, es muy escasa su presencia y se
encuentran en Chalcatzingo, Atlihuayán y Olintepec.
Por otro lado, hay un estilo de figurillas con aspecto más humano con
tendencia a la posición sedente y brazos en movimiento, conocidas como
figurillas estilo A (figura 2). Estas figurillas se caracterizan por tener cuerpos
regordetes señalados mediante el uso de cortes en el modelado que indican
los pliegues de obesidad en tronco y extremidades; son semi huecas, ya que
tienen en abdomen hueco con el ombligo perforado y el resto es sólido.
Tienen pechos voluminosos y planos. Sus caras son redondas y otra de sus
características son los ojos indicados por depresiones opuestas alargadas
ligeramente en diagonal, con las pupilas indicadas por punzaduras con cejas
modeladas suavemente o indicadas por cortes arqueados. La boca fue hecha
con dos tiras de barro que forman los labios y punzonadas profundamente
para formar las comisuras. La nariz es ancha en su base, misma que está
colocada sobre el labio superior y también tiene nariguera esférica. Estas
figurillas presentan turbantes combinados con adornos circulares y mechones.
Las figurillas estilo A han sido encontradas en la Cuenca de México en sitios
como Tlatilco, Tetelpa y Naucalpan, así como en Puebla y la costa del Golfo;
en Morelos, tienen mayor presencia en Zazacatla, Pantitlán y Olintepec, sitios
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ubicados en el poniente y centro del estado. Esta figurilla es parte de la tradición
olmeca ya que parece derivar de la C9, la cual es un estilo claramente olmeca.
Finalmente, están las figurillas estilo C8 que parecen derivar de las de estilo
A (figura 3). Las figurillas C8 son sólidas de cuerpos redondeados; las que se
encuentran de pie, tienen los pies curveados hacia afuera. Sus rasgos faciales
son más refinados: la boca es pequeña pero de labios gruesos y, frecuentemente,
con arqueamiento exagerado. La nariz es chica, pegada al labio superior, y
está rematada por cejas arqueadas. Los ojos están indicados por medio de la
presión del estique hacia arriba y hacia abajo, lo que origina cierto volumen;
las pupilas son punzaduras profundas y redondas, en ocasiones colocadas
muy cerca de la nariz, lo que les da un aspecto de estrabismo, el cual es uno
de sus rasgos distintivos.
Estas figurillas de estilo C8 son predominantes en Chalcatzingo, mientras que
son muy escasas las localizadas en sitios como Olintepec y Zazacatla, así
como en Zacatenco, en la Cuenca de México.
Con respecto a la función de las figurillas, hay autores que han propuesto que
se trata de personajes gobernantes o de élite; sin embargo, un retrato alude a
las características particulares de un individuo, mientras que, por lo observado
en estos tres estilos de figurillas, todas ellas tienen rasgos corporales generales
que los incluyen dentro de su colectividad y sus variaciones características
radican en el uso de algunos ornamentos como turbantes y collares. En el
caso de las figurillas aquí discutidas, es notable que no se pretendiera mostrar
individualidad en las representaciones a nivel estético o jerárquico sino que
están destinadas a cubrir o representar funciones específicas ligadas con
aspectos religiosos, como el caso del jugador de pelota que podría proponerse
ya que porta un yelmo.
Estos tres estilos de figurillas tuvieron un uso simultáneo hacia finales del
Preclásico Medio en diferentes regiones; el estilo C1 fue utilizado en la Cuenca
de México, mientras que el estilo A tuvo lugar en el poniente de Morelos y
el estilo C8 en Chalcatzingo. De tal manera, su presencia en Zazacatla es un
indicador de las relaciones de interacción que este sitio mantuvo con esas
regiones y sitios en específico. Es muy probable que la figurilla C8 haya llegado
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Figura 3
a Zazacatla proveniente de Chalcatzingo a través de la ruta de intercambio
que se propone en este mismo número del suplemento.
Como ya se mencionó, fue en este momento cuando la tradición olmeca
comenzó a diluirse con el surgimiento de nuevas tradiciones locales y/o
regionales, como lo vemos en la existencia simultánea de estos tres estilos de
figurillas.
Un canal prehispánico en el centro
de Cuernavaca
Minerva Martínez Olvera
Ana Emma Peña
D
esde siempre el ser humano ha buscado la manera de facilitarse la
existencia, ingeniando métodos y técnicas que lo ayuden a conseguir
los recursos necesarios con un menor esfuerzo. Un ejemplo sería la
obtención de uno de los recursos naturales más importantes para asegurar la
existencia del hombre: el agua, requerida para llevar a cabo la mayoría de las
actividades laborales y al mismo tiempo satisfacer las necesidades de todos
los seres vivos, sean animales o vegetales. De tal manera, el agua proviene
de los ríos, manantiales, pozos, lagunas, lagos, y la misma agua de lluvia
fue captada por medio de canales, túneles, acueductos, etc., y que utilizados
para el traslado del vital líquido en aquellas zonas en donde no se tuviera a la
mano.
Existen evidencias arqueológicas de la utilización de canales en los
asentamientos prehispánicos; sin embargo, sin un conocimiento claro de la
extensión de la red de esos canales, es difícil en algunos casos discernir si
estos canales fueron utilizados para llevar agua al sitio, desde manantiales,
pozos, ríos, o bien para drenar el exceso de agua en época de lluvias.
En tiempos tan remotos como los que se tienen en el asentamiento de San
Lorenzo, Veracruz, fechado entre los años 1200 a 1000 a. C. Ahí se tiene un
lujoso canal manufacturado con rocas basálticas ubicado en el llamado Palacio
Rojo, así como en algunas casas de menor rango hechos con la bentonita local
debajo de los pisos. San Lorenzo está ubicado en una plataforma artificial
sobre un área pantanosa; es posible que estos canales fueran utilizados para
drenar el área cuando las lluvias excedían la descarga. Otro ejemplo se tiene
en Teotihuacan entre los años 350 a 650 d. C., donde existe una extensa red
de canales, algunos subterráneos que pasaban por debajo de los pisos de las
casas y otros a cielo abierto, éstos últimos conocidos también como apantles.
Se cree que el propósito era la evacuación del agua durante el temporal
ingresando a la red con destino final al Rio San Juan.
El desagüe de las aguas pluviales en Xochicalco, construida en la cima de un
cerro para los años 700 a 900 d. C., fue ingeniosamente resuelto mediante
canales en los patios de los conjuntos habitaciones que captan el agua
canalizada por bajantes de los techos que descargaban en las grandes plazas
ubicadas en un nivel inferior, donde nuevamente el agua se volvía a canalizar
para descargar en la siguiente plaza inferior, hasta llegar a un foso que delimita
la ciudad. La ciudad de Tenochtitlán, tal como la conocieron los españoles
para el año 1520, tenía un acueducto, así como una serie de canales y represas
para la conducción del agua, poniendo especial énfasis en la separación del
agua dulce con la salada de los dos lagos que los rodeaban, para ello crearon
los albarradones, o barreras de protección, el control del agua se llevaba a
cabo por medio de esclusas.
Para la capital del estado de Morelos, Cuernavaca, ya en el Croquis del Río
de Cuernavaca elaborado por el Ing. Almazán en 1896 se muestran todos los
cuerpos de agua de la ciudad, así como la gran cantidad de agua potable a
la que se tenía acceso (figura 1). Uno de los túneles construido en el periodo
virreinal utilizado para dotar de agua a Cuernavaca aún se puede apreciar en
el Palacio de Cortés.
Como resultado de las últimas exploraciones en un predio cercano al centro de
la ciudad de Cuernavaca y aledaño al jardín San Juan, y pese a la destrucción
de los vestigios a través de los siglos pues es un área que siempre estuvo
habitada y por tanto fue modificada constantemente, se registraron los restos
de un canal prehispánico excavado en el tepetate que todavía contaba con una
laja de basalto andesítico a manera de tapadera para evitar la contaminación
del agua.
Este canal corre siguiendo el declive natural del terreno, la cota registrada en
esa zona nos muestra que el predio tiene una pendiente de 10 metros de este
a oeste, a partir de ahí el desnivel se acentúa de manera drástica hasta llegar
a la barranca (figura 2).
Debido a las edificaciones más modernas, de mediados del siglo XX, no fue
posible determinar el inicio del canal, pero si hablar de su final, ya que la
evidencia muestra como la excavación del tepetate termina justo en donde
Figura 1. Almazán 1986
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inicia el declive mayor. Por lo tanto, es posible que el agua fluyera libre del
canal hacia la barranca, hacia otro canal de mayor tamaño o bien hacia un
contenedor artificial o jagüey. Como podrá notarse la profundidad del canal
es mayor en su inicio y conforme se dirige hacia el oeste la profundidad va
disminuyendo hasta prácticamente desaparecer (figura 3).
Junto al canal y excavados también en el tepetate, se encontraron una serie
de hoyos cuyo diámetro varía entre 15cm a 20cm y con una profundidad
promedio de 25cm, quizá para sostener grandes ollas que eran llenadas con
el agua del canal para el uso doméstico. Cerca de estos agujeros se localizó
otro hueco de mayor tamaño y de forma cuadrada, de 74cm por lado y 40cm
de profundidad (parte de éste se encuentra debajo del muro moderno) y que
posiblemente también pudo haber sido utilizado para almacenar el líquido y
de ahí llenar con más facilidad las ollas. La presencia de las ollas indica que el
canal está atravesando un patio; el fragmento de muro prehispánico también
indica que es el exterior.
Figura 3
Ahora bien, este lugar fue un barrio prehispánico que en el periodo virreinal
fue llamado San Juan; de ahí que se podría proponer que en las inmediaciones
existía un manantial, tal vez uno de los que marca el Ing. Almazán, y
posiblemente este canal fue parte de una red que llevaba el agua de manantial
a las unidades habitacionales, además de desfogar las aguas pluviales hacia
las barrancas.
Figura 2. INEGI
Intercambio en el Preclásico Medio: la ruta
del Gris Fino en Morelos
Giselle Canto Aguilar
Luz Marcela Vargas Roldán
M
esoamérica tiene como uno de las características que la definen ser un
territorio heterogéneo en cuanto a la distribución de los recursos
naturales, de ahí que los grupos que lo habitaron desde tiempos
tempranos tuvieron que traer de diferentes regiones las materias primas y
productos terminados necesarios para satisfacer sus necesidades tanto básicas
(comida, condimentos, textiles, sal, obsidiana y otras materia prima para la
elaboración de otros productos) hasta las de carácter ideológico que van
desde resinas para quemar cuando se alaba a los dioses hasta vasijas, plumas
de quetzal, conchas y piedra verde que fueron utilizadas como marcadores de
la posición social de quien los utilizaba.
A este ir y venir de productos se le denomina intercambio o comercio,
dependiendo de la manera en que se llevaba a cabo, siendo la diferencia
entre una y otra que cuando se habla de comercio se hace referencia a la
presencia de una moneda de cambio (como el dinero actualmente), mientras
que el intercambio implica una serie de mecanismos como el trueque donde
a cambio de un producto se entrega otro.
En este artículo trataremos sobre una ruta de intercambio que se propone para
el periodo Preclásico Medio Tardío (800 a 400 a. C.). Para este momento, los dos
sitios principales en Morelos son Zazacatla en el poniente y Chalcatzingo en el
oriente. En ambos sitios se observa para este momento, una mayor crecimiento
de los asentamientos, como en una mayor complejidad arquitectónica. Sin
embargo, mientras que Zazacatla fue notable la complejidad en sus relaciones
de interacción que se manifestó en la presencia de vajillas provenientes de
regiones como la cuenca de México y Guerrero, además de la olmeca que
era local; por el contrario, en Chalcatzingo no se tuvo esta diversidad de
relaciones sino que mantuvo el estilo olmeca local únicamente, excepto por
la presencia de la vajilla de intercambio Gris Fino.
A pesar de la gran diferencia que vemos en las relaciones de interacción
que mantuvieron Zazacatla y Chalcatzingo al exterior, mantienen entre estos
dos asentamientos una relación de intercambio evidente en la presencia de
tipos cerámicos compartidos, como es el Gris Burdo. Sin embargo, se tiene
una vajilla llamada Gris Fino, compuesta de vasijas de paredes delgadas y
formas complejas, y una superficie bien pulida de color gris claro (figura 1).
La característica más notoria de esta vajilla es su procedencia, puesto que se
considera que es traída de Oaxaca, en específico de los valles centrales.
El encontrar esta vajilla Gris Fino en diferentes sitios de Morelos y al considerar
su procedencia foránea, se propone que hay una ruta de intercambio por
medio de la cual las vasijas Gris Fino entraban y se distribuían en el territorio
de Morelos. Las preguntas pertinentes al caso son: ¿Cuál sería esta ruta? y
¿cómo se podría determinar?
Ya desde tiempo atrás, Grove como resultado de sus análisis en Chalcatzingo,
propuso que este sitio habría funcionado en esa época como el punto por
donde ingresan cerámicas y otros bienes desde Oaxaca a Morelos dado su
ubicación en el extremo este del estado. Considerando esta propuesta, se
puede plantear que Chalcatzingo fue el punto de partida para una ruta de
intercambio en dirección este - oeste que comunicó diferentes sitios dentro de
Morelos; de tal manera, sería lógico esperar que si el otro sitio de gran tamaño
en el estado es Zazacatla, éste sería el punto de llegada y redistribución de
esta vajilla.
La distancia entre Chalcatzingo y Zazacatla en línea recta es de 40km, pero
si ese fuera el trayecto se atravesarían montañas, ríos y barrancas de cortes
abruptos; de tal manera, se considera que la ruta debe tener un camino menos
accidentado. Para proponer esta ruta el primer paso fue el análisis de la geografía,
así como la ubicación en ese trayecto de asentamientos prehispánicos, ya que
se debe considerar que en esos tiempos el traslado de los materiales era vía
fluvial (por ríos o por la costa) o terrestre (cargadores a pie) por lo que podía
tomar más de una jornada de camino y entonces se necesitaba de puertos de
intercambio donde descansar e ir aminorando la carga. Así pues, pensando en
que el recorrido tuviera que haber sido realizado a pie, dado que los ríos en
Morelos corren en dirección norte – sur como para considerar una ruta fluvial
ni son navegables, la ruta que implicaría menos esfuerzo sería partiendo desde
Figura 1
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Chalcatzingo y en dirección suroeste y después noroeste bordeando la sierra
de Tlayecac, se llegaría al asentamiento de Olintepec, el primer puerto de
intercambio; de ahí la ruta seguiría en dirección suroeste, atravesando la sierra
de Ticoman, siguiendo una barranca, y llegaría al asentamiento de Las Juntas,
puerto que ya se encuentra en el poniente de Morelos (figura 2).
De tal manera, se supondría que desde el puerto de Las Juntas la vajilla Gris
Fino llegaría a Zazacatla, hacia el Noroeste, el supuesto punto de llegada
propuesto para esta ruta; sin embargo, este tipo no se le encuentra ni en
Zazacatla ni en Las Juntas, pero si se le encuentra hacia el Suroeste de Las
Juntas, en los asentamientos de Tequesquitengo – Venado y San Mateo.
Esta ruta supone varias ventajas, la primera es que al ir bordeando los cerros,
se reduce el esfuerzo ya que se evita una serie de ascensos y descensos
(que serían necesarios si en lugar de rodear se decidiera atravesar la sierra),
manteniéndose siempre a un mismo nivel. Una segunda ventaja, es el acceso
a fuentes de agua fresca, ya que a lo largo de todo el camino se dispone de
manantiales que corren por las laderas. Y la tercera ventaja a considerar es la
ubicación estratégica de los sitios como Olintepec y Las Juntas (especialmente
éste último) como puertos de intercambio desde donde la distribución de los
productos podía extenderse en otras direcciones a la ruta.
Al contrastar la propuesta de la ruta de intercambio para el Gris Fino con la
información cerámica disponible hasta el momento, destaca entre los tipos
cerámicos compartidos por Las Juntas, Olintepec y Chalcatzingo, el llamado
Policromo Las Juntas. Este tipo tienen como peculiaridad, por un lado, que
no ha sido reportado para otros sitios excepto estos tres y, por otro lado,
que la técnica decorativa combina el estilo olmeca (un baño blanco sobre la
Figura 2
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Figura 3
vasija) con técnicas decorativas que crea diseños con colores negro, rojo y
anaranjado (figura 3). La presencia de este tipo nos indica una relación entre
dichos sitios, favoreciendo la propuesta de la ruta de intercambio a través de
éstos.
Sin embargo, es al comparar los porcentajes de cerámica Gris Fino en los
sitios que son parte de la ruta, es que surgen inconvenientes con la propuesta,
ya que si bien en Chalcatzingo y Olintepec se tiene esta vajilla, los sitios
que representarían el final de la ruta, Las Juntas y Zazacatla, no registran este
tipo cerámico. De modo que esta primera propuesta si bien permite tener
algunas respuestas, plantea muchas más preguntas, como: ¿por qué no se
encontró Gris Fino en un sitio tan importante como Zazacatla? ¿Qué tanto
control tendrían centros regionales como Zazacatla y Chalcatzingo sobre
otros de menor rango acerca del intercambio del Gris Fino? La investigación
tiene que continuar con estas preguntas con el propósito de esclarecer las
relaciones existentes entre todos estos sitios en un momento tan importante
en el desarrollo mesoamericano que es el Preclásico Medio Tardío.
Para leer más:
Attolini Lecón, Amalia
2013. Los placere del paladar. Los caminos de las mercaderías entre los
mayas prehispánicos. En Arqueología Mexicana, Vol. 21 No. 122 pp. 48 – 53
Editorial Raíces, México
Cobos, Rafael.
2013. Intercambio de mercado en el área maya. En Arqueología Mexicana,
Vol. 21 No. 122 pp. 54 – 61 Editorial Raíces, México.
Hirth, Kennet G.
2013. Los mercados prehispánicos. La economía y el mercado. En Arqueología
Mexicana, Vol. 21 No. 122 pp. 30 – 55 Editorial Raíces, México.
Zona Arqueológica y Museo de Sitio de
Xochicalco
Ubicada en Miacatlán, Morelos
Horario de visita:
De lunes a domingo
de 9:00 a 18:00 horas
Costo de admisión general:
$64.00 pesos
01 737 374 30 92
[email protected]
Órgano de difusión de la comunidad de la Delegación INAH Morelos
Consejo Editorial
Eduardo Corona Martínez Israel Lazcarro Salgado
Luis Miguel Morayta Mendoza
Raúl Francisco González Quezada
Giselle Canto Aguilar
www.morelos.inah.gob.mx
Coordinación editorial de este número: Giselle Canto Aguilar
Formación: Joanna Morayta Konieczna
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