Moderadora: AndreaN Traductoras: AndreaN bautiston kuami Vanille Virtxu cYeLy DiviNNa Mery St. Clair Sheilita Belikov Anne_Belikov Roo Andresen Paaau LizC *Nightwalker2711* Conitaa H majo2340 masi flochi Dham-Love Cami.Pineda cowdiem dani Emii_Gregori Anelisse Ruthiee Little Rose Sophie12 †DaRkGirl† Ƹ ӜƷ YosbeƸ ӜƷ * Correctoras: CyeLy DiviNNa Marina012 majo2340 Mari Cullen ginabm Obssesion nella07 Recopilación y Revisión: cYeLy DiviNNa Diseño: AndreaN 2 Sinopsis Prologo Capitulo 1 Capitulo 2 Capitulo 3 Capitulo 4 Capitulo 5 Capitulo 6 Capitulo 7 Capitulo 8 Capitulo 9 Capitulo 10 Capitulo 11 Capitulo 12 Capitulo 13 Capitulo 14 Capitulo 15 Capitulo 16 Capitulo 17 Capitulo 18 Capitulo 19 Capitulo 20 Capitulo 21 Capitulo 22 Capitulo 23 Capitulo 24 Capitulo 25 Capitulo 26 Capitulo 27 Capitulo 28 Capitulo 29 Capitulo 30 Capitulo 31 Capitulo 32 Capitulo 33 Capitulo 34 Capitulo 35 Capitulo 36 Epilogo Bird Song S.L Naeole 5 7 8 18 25 33 48 61 69 81 87 94 104 111 118 124 131 138 155 165 180 190 204 213 228 240 250 262 276 293 306 322 335 352 363 374 382 391 403 416 417 3 4 Traducida por masi Corregida por CyeLy DiviNNa C uando te despiertas por la mañana y tus ojos notan los primeros indicios de luz que brillan a través de tu ventana, capturando las motas de polvo y reflejando los rayos del sol como pequeños diamantes, los brillantes tonos amarillo y anaranjado que se reflejan a través de tu habitación, lo primero que piensas, por lo general, no es cómo vas a pasar uno de los peores días de tu vida. Por desgracia para Grace Shelley, es exactamente a lo que se está enfrentando mientras reflexiona sobre qué hacer ahora que va a empezar su último año en la escuela secundaria sin su mejor amigo. No es exactamente la chica más popular de la escuela —al menos, no la chica más popular de la escuela a la que todo el mundo quiere, de todos modos— y todo parece indicar que este año no va a mejorar su status quo, hasta que se topa con un extraño que la deja patidifusa con sus palabras y persiguiendo su corazón. El nuevo chico en la escuela es diferente. Robert no se preocupa por los rumores que ha oído sobre ella o que nadie más parece verla de la misma forma en que él la ve; él sólo quiere que ella sea su amiga. Es entonces cuando las cosas se complican. Cuando Grace se entera de que él no es el típico chico de secundaria y que en realidad es un ángel sin alas que está buscando alguien en quien confiar, ella se introduce en su mundo donde no todos los ángeles tienen el propósito de proteger a los seres humanos, y donde los cambios que ella trae a su vida cambia todo en la suya. Primer libro de la saga Falling from Grace. 5 "Y así, en su plática, los amantes se entretenían La noche se desvanecía y desvanecía y no traía día. Ellos se rindieron: el Cielo no les da ninguna ilusión A aquellos que no escuchan el latido de su corazón." Al Aaraaf—Edgar Allan Poe 6 Traducido por AndreaN Corregido por cYeLy DiviNNa S u belleza era dolorosa de aceptar, incluso aunque su pasión empujaba de mí un lamento de agonía. Capturada en sus ojos congelados estaba la luz de todas las estrellas que alguna vez nacieron, y de todos los deseos alguna vez hechos. Su hermosa sonrisa se estrechaba cruelmente a través de su rostro mientras admiraba la panorámica de mi miedo. Había lujuria en sus ojos que le suplicaba que fuera rápido, pero no había necesidad de apresurarse; él tenía todo el tiempo del mundo, a pesar de que yo solo tenía el tiempo que él me escatimaba. Su hermosa sonrisa creció mientras mi respiración se apresuraba. Me acarició confortantemente mientras se inclinaba hacia mí, una promesa de nada más que sufrimiento y muerte en sus labios mientras decía mi nombre amorosamente. Estaba clavada a mi destino—este iba a ser mi último abrazo—y le di la bienvenida mientras la amarga inundación comenzaba. 7 Las expectativas de Grace Traducido por bautiston Corregido por cYeLy DiviNNa T engo miedo de los lunes. Y el incesante zumbido de mi reloj alarma que lo anuncia como si acabaran de coronar a un rey. ¿Qué idiota había puesto esa cosa para, me asome desde debajo de mi almohada mirando al reloj apoyado en mi cómoda, a poca distancia del pie de la cama, las cinco y media? No podía haber sido yo, ni en un millón de años. No estaba preparada, no para hoy de todos modos, y definitivamente no estaba preparada para empezar a las cinco y media. La oscuridad de la madrugada todavía ennegrecía mi ventana. Como regla, los lunes no comienzan hasta que salga el sol, ¿Oh, a quien estaba engañando? Era septiembre... en Ohio. No iba a haber sol hasta dentro de una hora por lo menos, y en menos de tres, tendría que hacer frente al mundo de nuevo. El verano había terminado y mi último año estaba empezando, justo cuando mi vida terminaba. Era inevitable, este primer día de clases después de una vida de hacer memoria, todos esos secretos susurrados y esas declaraciones en voz alta entre amigos eran tan permanentes como el tiempo. Y sin embargo, nada podría ser tan permanente como las promesas rotas, o mi corazón destrozado, roto por mi mejor amigo. En verdad, mi único amigo, la única persona en el mundo en la que confiaba, que me conocía por dentro y por fuera y que vio más allá de lo que otros veían como gente rara. Graham Hasselbeck no era sólo mi vecino. Nosotros crecimos juntos. Fue mi compañero de juegos infantiles, los dos inseparables toda la vida, desde los pañales hasta la adolescencia. Vale decir que entonces teníamos los mismos gustos como solo dos amigos podrían tener. Incluso el destino parecía dispuesto a juntarnos cuando empezó la escuela, asignándonos a las mismas clases de jardín de infantes hasta la escuela secundaria. 8 Los hitos importantes de nuestras vidas parecía correr en el tiempo juntos, así, desde que aprendimos a andar en bicicleta juntos, nos rompimos los huesos, incluso nos enfermamos juntos. Éramos muy cercanos y nuestro vínculo era muy fuerte y significativo para romperse. Incluso cuando se hizo más alto que yo y todos los demás, cuando se quitó los aparatos que le enderezaron los dientes imperfectos mientras que los míos seguían mostrando esa atroz separación un tanto embarazosa de la infancia, cuando se hizo popular y yo le seguía detrás, cuando todas las niñas se dieron cuenta de su pelo rubio oscuro con picos y sus ojos verdes, y nadie se fijó en mí en absoluto — Graham se había mantenido siendo mi mejor amigo. Y este verano, como todos los veranos anteriores, lo habíamos pasado fuera, juntos, simplemente siendo el uno con el otro, solamente siendo amigos... hasta hace dos semanas. Eso fue cuando dejó de tomar mis llamadas de teléfono, y cuando comenzó a salir de su casa antes de que me levantara, sólo regresando a su casa mucho tiempo después de que mi toque de queda me mantuviera en el interior. Eso fue después de que rompí la regla cardinal de la amistad y le dije que estaba enamorada de él. Sonaba bastante razonable, decirle a la persona que has conocido desde siempre que estás enamorada, especialmente si es así. Y ¿por qué no decirle? Después de todo, sabía todo sobre mí. Todos los secretos, todos los defectos evidentes e invisibles, estaban bien documentados en nuestra memoria, o en álbumes de fotos creados exclusivamente para chantajearnos en una cita más tarde. Yo no era nada si no era insoportable y fehacientemente honesta con él. Y quizás era donde había fallado. Con un gemido consternado acabo de volver a ese momento, ese breve y crucial momento en el que había encontrado finalmente el valor para decirle a Graham como me sentía. Habíamos estado sentados en el capó de su Buick Skylark, que solía ser de su padre. El verde coupé oxidado con la puerta del pasajero abollada había sido nuestro hogar lejos del hogar cuando los padres de Graham peleaban — que parecía ocurrir a diario ahora— o cuando mi padre tenía a su novia de visita. El coche era un regalo de cumpleaños que su padre le había dado dos años atrás. Graham justo acababa de convertirse en el capitán del equipo de fútbol —el más joven a los dieciséis años— y acababa de pasar la prueba de conducir. Fue un momento decisivo para él, y recibir ese coche era como que le estuvieran dando el mundo. Por supuesto no pasó inadvertido que el padre de Graham se acababa de comprar una camioneta nueva en esos momentos. Richard Hasselbeck no estaba tratando precisamente de ocultar el hecho a su hijo, pero tampoco vino enseguida para decírselo. Para mi había sido de mal gusto, pero Graham había ido una y otra vez acerca de la libertad que ahora tenía que ir al 9 centro comercial —que nunca lo hizo— o ir al parque Indian Mound para lanzar el balón —lo que yo nunca podría hacer sin que él se quejara de que yo "lanzaba como una chica"— o ir al cementerio a visitar las tumbas de mi madre y su abuela —un ritual mensual para nosotros. Pero en ese momento, justo en ese momento en que el coche era mi plataforma, donde se presentó como el verdugo y coloco el lazo invisible alrededor de mi cuello —y soltó la trampilla. —Graham… —Comencé, mi voz temblorosa por el caos de mis nervios. Tome algunas respiraciones profundas para calmarme mientras me acomodaba contra el parabrisas. Su superficie lisa, inclinada no hizo nada para consolarme o darme un sentido real de la estabilidad, estaba temeroso de que sin él, cada palabra que saliera de mi boca me mandara volando hacia atrás en retirada—como un cohete a propulsión alimentado por mi corazón. Él me miró y sonrió confidentemente. Llámame una chica de sonrisa tonta un poco atascado en el modelo de Cenicienta, pero me encantó la sonrisa de él. Por otra parte, también lo hacían todas las niñas mayores de doce años dentro de un radio de cinco millas. La forma en que sus mejillas tenían ligeramente unos hoyuelos, burlándose con la promesa de su profundidad, nunca dejó que me olvidara de qué era lo que yo había querido decir —¿Qué pasa, Grace? —preguntó con un tono de voz en desarrollo, tomando nota de mi tensión y ajustando su postura comprensiva. Se echó hacia atrás, como preparándose para la agitación emocional que él podía sentir estaba a punto de romper a través de mis torpes defensas femeninas. Empecé a hablar, pero mi lengua se volvió pesada y seca en la boca cuando la duda comenzó a deslizarse. Había practicado el discurso una y otra vez en mi mente, imaginando lo que diría y lo que su reacción seria. Pero nunca lo había vocalizado, nunca me pare frente a un espejo y lo dije en voz alta sólo para oír como sonaba, y ahora parecía que el fusible interno que existía únicamente para este fin había hecho cortocircuito en mí, haciéndome mirarlo en silencio. —¿Grace? ¿Qué pasa? —preguntó otra vez, sintiendo mi cautela y con el ceño fruncido en respuesta. Cuando alguna vez no le dije como me sentía, probablemente me habría preguntado. Su confusión estaba justificada, y yo sabía que no estaba actuando como yo y que estaba poniéndolo fuera de sí. Si iba a hacer esto bien, tendría que ponerme de nuevo juntos de lo contrario nunca haría más allá de simplemente sentarse ahí. Después tomando varias respiraciones más me calme, me tragué mis dudas y decidí improvisar en ese momento. Aprovechando mi momento de renovada fuerza, di el primer paso vacilante hacia mi salto de fe. Medalla Olímpica de apertura, aquí vengo. Mi boca se abrió, y las palabras cayeron hacia fuera. 10 —Graham, te amo. Rápidamente me mordí todo lo que se unía a esas tres palabras, un desorden por lo divulgado me tomo la garganta casi haciendo que me ahogue. No era tan valiente... todavía. Por un largo y agonizante momento no dijo nada, y el silencio se sentía como si me estrangulara. O podría haber sido que estaba conteniendo la respiración a la espera de una respuesta. Su cara era cada vez más un mapa de emociones, y aunque decía conocerlo mejor que nadie nunca pudo, tuve que admitir que ni siquiera yo podía ver dónde exactamente en donde estaba. Esa era la primera vez que yo le había dicho esas dos palabras en un tono que no era juguetón o de burla —la forma en que se supone que se lo dices a tu mejor amigo— y yo sabía que lo había sorprendido con la guardia baja por completo debido a que había nunca había perdido las palabras de un solo golpe. En palabras, me las había arreglado para hacer lo imposible y callar a Graham Hasselbeck. Después de lo que podría haber sido toda una vida o tal vez setenta y dos segundos. Más o menos un minuto, suspiró... un poco reservadamente. —Lo mismo, Grace. El suelo retumbaba debajo de mí, abriendo un abismo de hambre que esperaba mi próximo movimiento. Y a continuación, Graham sonrió. Así que salte. —Estoy también enamorada de ti —dije en voz baja, apenas lo suficientemente alto como para que escuchara. Quizás más fuerte. Fuera de la costumbre, yo había cerrado los ojos cuando había empezado a hablar, pero en ese momento era necesario abrirlos, era necesario para medir su reacción. Yo no quería perderme nada, necesitaba ver su cara, ver sus ojos cuando oyó mi confesión. Y no lo reconocí en absoluto. Estaba mirando más allá de mí, evitando el contacto visual y la cara con una expresión en blanco, aunque pude ver un leve fruncimiento de cejas mientras luchaba con la confusión. No estaba acostumbrada a esto, a verle tan al margen, y fue uno de los momentos más aterradores de mi vida. Por razones desconocidas empecé a ver como un flash mi vida ante mis ojos—Graham estaba en casi todas las escenas, llenándola como el sol llena de una mañana fría, con su calor—y las imágenes fueron siendo lentamente devoradas por las llamas del hambre de la duda, que arañó mi corazón latiendo lentamente, casi dolorosamente en mi pecho. Descuidadamente metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros en un vano intento de mantenerlas ocupadas. —Grace... —Suspiró. 11 Tal vez lo murmuró. No recuerdo por que los próximos minutos me destruyeron y me impidieron ser capaz de distinguir nada, aparte de lo oscuro y desolado que mi mundo se sentía venir. Lo repentino de la pérdida de toda la sangre en mi cuerpo comenzó a drenar a un lugar oculto que estaba causando un agudo zumbido inundando mis oídos. Eso bloqueaba todo, pero el sonido de mi mundo entero sido golpeado fuera de su centro—la misma cosa que me impidió caer en que el abismo que esperaba pacientemente a que me tropezara—y trituró mis esperanzas, ya que aterrizó en mi corazón. —Grace, yo… no sé exactamente cómo decir esto sin herir tus sentimientos... pero yo no siento lo mismo por ti. Hizo una pausa por un minuto, la expresión en blanco, finalmente rota, revelando la incredulidad, un muy enojado ceño fruncido en su cara. Fui sorprendida por el repentino cambio en sus emociones cuando ladró: —¡Deberías haberlo sabido mejor antes de ser tan estúpida! Estamos en dos ligas diferentes, Grace. Corremos con multitudes diferentes o, al menos yo lo hago. Te has mantenido luchando para mantenerte desde sexto grado y he estado cargando esta amistad por un maldito largo tiempo. Me has retenido, y ahora tienes que decirme que estás enamorada de mí, ¿cómo se supone que eso signifique algo? ¿En qué piensas? Sacudió la cabeza, murmurando para sí mismo mientras se pasaba los dedos por las puntas suaves de su pelo una y otra vez, la frustración arruinándolo en formas que nunca había visto antes. Se salió del capot, aterrizando en la acera con muy poco gracia, demasiado molesto para cuidarse, y empezó a pasearse, con las manos alternando entre sus bolsillos y corriendo a través de su pelo despeinado. Lo miraba sin poder decir nada, incapaz de encontrar la fuerza en mí para argumentar en mi defensa, porque sabía que él tenía razón. Yo lo retuve, y estábamos en ligas diferentes. Siempre había sido así. Solo que nunca pensé que eso le importara antes. Después de varios minutos de marcar el ritmo, su cabeza se balanceo hacia abajo una vez más de tal manera que hizo que mi corazón se parara. Era como si él acabara de ganarle a un argumento silencioso que había tenido con él y estaba de acuerdo con el resultado, y yo sabía que todo lo que ese resultado era, no sería un buen augurio para mí. Levantó sus ojos duros hacia mí, abriendo la boca lo suficientemente ancha como para permitir que las palabras cayeran tan rápido como podían, aunque sólo sea para no prolongar lo inevitable, o tal vez de decir algo peor. —Esto tiene que terminar ahora. No podemos ser más amigos, Grace. Nosotros no podemos ser nada. Y mi futuro había sido decidido, me di cuenta, y él había sido el primero en tomar la decisión. 12 No sabía lo que mi cara mostraba en ese momento, si mostraba algo en absoluto, porque en ese momento encarnaba el proverbial "que" que quise decir. Cómo se supone que te sientas después de que tu corazón recibe una paliza emocional y luego decide escapar y nos abandonan, dejándonos valernos por nosotros mismos sin la ayuda de la esperanza y del amor para seguir adelante. Fuera lo que fuese que Graham vio en mi cara entonces, le dio una razón suficiente para que poner el último clavo en mi ataúd, sellando de un golpe todo lo que fue bueno, que había sido hasta ese momento. —Yo no sabía cómo decirte esto cuando la escuela termino—no quería, en realidad—pero me han aceptado en la Preparatoria NC. Ellos tienen un equipo de fútbol impresionante, y la única manera de que sea reclutado es si estoy jugando en un puesto de la escuela. Es un paso de salir de aquí, por lo que significa que no voy a ir a Heath este año. Hizo una pausa para buscar en el bolsillo de su chaqueta con una mano torpe y sacó algo, empujándolo hacia mí con un disgusto tan fuerte que casi podía saborearlo. —Aquí, toma —dijo empujándolo contra mi mano, sin reaccionar una sola vez a la forma en que me estremecí al contacto. Llámalo infantil, llámalo simplemente terquedad, pero me negué a aceptar lo que trataba de poner en mis manos, apretando los dedos tan apretados que sabía mis nudillos se ponían blancos por el esfuerzo. Mi cabeza se volvió de lado a lado en una negativa absoluta, no quería regalos de despedida, como si fuera el segundo finalista de algún show. Este juego era mi vida que se estaba destruyendo, mi corazón rompiéndose—¿no podía ver cómo me estaba humillando? ¿Cómo de horrible e inadecuada me había hecho sentir ahora que no sólo tenía que me recordarme que no era popular o bonita —o incluso le gustaba— pero que se había reforzado al informarme que ni siquiera podía soportar estar en la misma escuela que yo? —Toma, Grace. —Exigió abriendo mi puño y pulsando un pequeño objeto contra la palma de mi mano, cerrando los dedos rígidos alrededor. Lo tome aturdida, mi brazo cayendo muerto a mi lado derrotado. Ni siquiera me moleste en mirar, estaba demasiado ocupada mirando al desconocido de pie ante mis ojos. —Grace. —Continuó, con voz más suave ahora, con la mirada hacia abajo a la deriva hacia un objeto invisible que no tenía verdadero propósito que no sea para que no tener que mirarme, de tener que ver el dolor que me había causado. —Creo que debería haber dicho esto antes, pero supongo que ahora es un momento tan bueno como cualquier otro, y no quiero que lo sepas por nadie más, porque sé que eso sería peor que saberlo ahora. Mira, he estado saliendo con Erica Hamilton durante los últimos seis mese. No quería decirte al respecto porque... bueno, supongo que un poco ya sabía cómo te sentías, y no quería lastimarte. 13 ¿No querías lastimarme? La exhalación en bruto que salió de mí le dijo claramente que era demasiado tarde para eso. Suspiró, como si se hubiera sacado un gran peso de encima, se paso los dedos por el pelo de nuevo, se calmo un poco, sólo para hacer que se levantarán en ángulos extraños, cuando luchaba con lo que tenía que decir a continuación. —Erica y yo… bueno, ella y yo nos hemos puesto serios—de manera seria en realidad. Y ella piensa que no sería correcto que siga siendo amigo tuyo. Y ahora que sé a ciencia cierta cómo te sientes, sé que tiene razón. Esto no está bien, y no es justo para ti o para mí. —También dijo que sería un error de mi parte mantener algunas de las cosas que me has dado—como eso —él hizo un gesto hacia el objeto que había forzado en mis manos—, me dijo que necesitaba un corte limpio contigo, para librar mi vida de todo lo alguna vez me has dado. Y entonces pensé que tal vez lo querrías de nuevo, en vez de que yo lo tirara simplemente a la basura. No quería mirar hacia abajo a lo que estaba en mis manos y mostrarle mi reacción. En vez de eso asentí con la cabeza. La verdad era que tenía miedo de descubrir lo que me había regresado. ¿Qué le había dado que no era merecedor de ser desechado o destruido totalmente, como lo había sido mi vida? No podía estar dándome de vuelta mi corazón, que estaba en un montón de cenizas en mi regazo. —Tengo que seguir adelante, Grace. Tengo que ir a buscar a Erica al centro comercial; tenemos una cena con su padre. Es su cumpleaños hoy. —Comenzó a alejarse luego, pero de repente se detuvo y se volvió hacia mí, una sonrisa melancólica en su rostro. —Uhm... ten un genial resto del verano, ¿de acuerdo? Tal vez te veré por ahí. O algo. Con un movimiento, se fue, de nuevo en su casa a la espera de mi partida. O al menos no estaba allí de pie, esperando a que me fuera. O mejor aún, por lo menos no me había dicho que me fuera. No, me había hecho el favor de irse él, un último acto de bondad de mi amigo. Por lo menos, eso es lo que me dije. Fue en ese momento de comprensión que sabía que no sólo había perdido a mi mejor amigo, sino que también había perdido la mayor parte del verano también. Todos esos momentos, esos recuerdos que tenía guardados en mi mente, que tocaron mi corazón en tantas maneras diferentes, eran cada vez distorsionados ahora, como una película pixeleada. Todas nuestras conversaciones, nuestros chistes, nuestras confidencias repetidas en mi mente, y tomaban un nuevo significado para mí... porque todos ellos no tenían sentido para él. 14 Ahora era una broma: la suya y la de Erica, y quien más supiera sobre esto. Por supuesto, era un hecho que todo el mundo ya sabía. ¿Por qué no lo harían? Yo no era popular y ellos lo eran. Dos ligas diferentes, había dicho: la realidad y la fantasía. Pero nunca quise ser otra cosa que amiga de Graham. A pesar de amarlo, valoraba su amistad mucho más. Ahora ni siquiera tenía eso. Mientras me baje de su auto y camine hacia mi casa, empecé a analizar las últimas semanas en mi mente. ¿Habíamos pasado realmente el verano juntos, como mis recuerdos me habían llevado tontamente a creer? Todos los días, me lo decía. Y así es como se veía desde mi final... al menos lo hacía en la superficie. Me buscaba en la pequeña biblioteca que trabajó cada mañana, saliendo un poco antes dejando de lado el almuerzo para el campo de fútbol. Cuando nos íbamos de campamento con nuestros padres cada fin de semana, algo que no había cambiado desde que estábamos en la escuela media, nunca había dado una señal de que estuviera distraído por una novia. Era sólo después, cuando llegábamos casa que desaparecía por varias horas, dejando a nuestros padres y a mí para desempacar y limpiar el equipo. Habíamos visto viejas películas de campamento y mantenido una maratón de del Show del Horror de las Películas de Rocky al inicio de las vacaciones de verano, siempre al final del mes, como siempre —se trataba de una tradición Grace y Graham llamándonos frente a los demás Rocky y Frank durante todo el día hasta que uno de nosotros se olvidaba, y en ese momento la persona recibió un puñetazo en el brazo —ya que éramos amigos, Grace y Graham, los mejores amigos desde siempre. Pero dijo que estaba ocupado con el fútbol y ayudando a su padre en la tienda el último mes, por lo que pidió parar. Nunca me había preguntado por nada hasta ese momento. Calcule el tiempo en mi cabeza mientras caminaba hacia la puerta de mi casa y los números sólo se agregaron a mi dolor. La quemada cáscara hueca de persona que era cuando entré en mi cuarto estaba completamente irreconocible. Todo lastimaba de repente y necesitaba descansar. Me quedé así durante las dos últimas semanas del verano, levantándome sólo para dirigirme a trabajar a la biblioteca, a sabiendas de que no había ninguna posibilidad de que me encontrara con cualquier persona de la escuela allí. Mi padre, la única otra persona en mi vida —en mi existencia realmente— había hecho varios intentos para consolarme a su propia manera, pero dejándolo de hacer por completo cuando no recibió ningún estímulo de mi parte. Cuando no pudo conseguir una respuesta mía en cuanto a lo que había ocurrido después de haberme preguntado en varias ocasiones, fue y habló con Richard. Sabía que su meta era descubrir lo que había ocurrido ese día para darme vuelta al revés, pero no obtuvo una respuesta directa por ese camino tampoco. Richard podía no decirte la verdad aunque lo estuvieras matando —era un mentiroso nato. 15 Papá finalmente adivino lo que había pasado, también. No era ciego. Había notado la ausencia de Graham con tanta seguridad como se dio cuenta de la ausencia de mis comentarios sarcásticos, mi capacidad de reírme de sus chistes malos, y... bueno, tal vez más aún, porque la ausencia de Graham significaba la ausencia de Richard también. Richard y papá se habían convertido en amigos rápidamente después de que ambos se habían trasladado aquí a Heath con sus esposas: papá y mamá vinieron de California —Papá venía a trabajar como gerente de una cadena de supermercados— y Richard e Iris de Nevada, Richard acababa de comprar un concesionario de automóviles pequeños, cerca de Newark. Ambos eran ávidos fanáticos del fútbol, pero sólo Richard fue bendecido con un hijo que llenara los viernes y sábados por la noche con juegos de la escuela secundaria para animarlo. James y Abigail Shelley, por su parte, fueron bendecidos con una hija que llamaron Grace, después de las tres diosas griegas; mamá había sido una amante de todo lo griego, lo que era extraño teniendo en cuenta que era de Corea. Ahora mira, las tres Gracias se supone que son los símbolos de la belleza y la fecundidad, de paz y amistad, el encanto y la creatividad. Esta Grace (Gracia), la versión que creció para ser al mismo tiempo, no fea, pero lejos de ser ni remotamente similar a lo que cabría describir como bella. Tengo la frente un poco amplia —he sido llamada la de cinco cabezas un par de veces, si eso significa algo. Tengo el pelo marrón apagado que parecía sufrir cuando el clima no es cooperativo. Mis ojos marrones son más bien anodinos y solemnes, una muy mala transigencia con los de mi madre que son de color marrón oscuro y los de mi padre que son de un brillante azul. Las pecas dispersas a través de mi pálida piel parecen fuera de lugar para mi color oscuro. Es suficiente decir, que soy una extraña mezcolanza de mis padres mixtos. Y, a diferencia de la mayoría de las niñas que vivían en Heath, no tomé ballet o jazz, así que no era agraciada. No entre en desfiles o concursos de talento de bandas y trofeos, por lo que ahí fue mi encanto y creatividad. No iba a gimnasia, o tomaba clases de natación, o cualquiera de esas cosas que las niñas hacían con sus madres esperándolas, viéndolas orgullosas. Estaba feliz con mis libros, mi poesía y mis películas. Lo más importante es que era muy feliz siendo la mejor amiga de Graham. ¿Pero que simbolizaba la amistad cuando no tenía amigos para hablar de todo ahora? Lo único que había sido el éxito de todo, había fracasado al minuto en que Graham me había dejado. Acostada en la cama y recordando lo mucho que había temblado de un dolor innegable y amargo, la sensación de pérdida aún se sentía tan nueva. Era fácil para ahogarse, para sofocarse en su núcleo de amargura. Su dominio sobre mí era tan fuerte que estaba chillando e hipando como un bebé en mi consolador, lo 16 necesitaba por su fuerza imaginaria casi tanto como lo necesitaba por su capacidad para amortiguar mis sollozos. Estaba cerca de la histeria... otra vez. ¿Cómo voy a volver a la escuela? ¿Cómo podría? La única persona con la que había hablado alguna vez ya no estaría allí. Asimismo, no podía evitar el hecho de que la persona que era parcialmente culpable de todo ello —su novia Erica— estaría bromeando y compartiendo comentarios sarcásticos con sus amigos que ahora sabía que se habían reído a mi costa la mayor parte del año. —Lástima, fiesta para uno, la mesa está lista —murmuré en mi almohada. Lunes. Creo que odiare los lunes por el resto de mi vida. 17 Positiva Traducido por Dani Corregido por Marina012 C on un suspiro resignado, me arrastré fuera de mi cama. Era la primera vez en casi cuarenta y ocho horas que había hecho algo más que levantarme para ir al baño. Cuando el último fin de semana del verano comenzó, el siempre inminente regreso a la escuela había llevado mi depresión a niveles más altos. Necesitaba tomar una ducha y lavar la rigidez fuera de mi cuerpo, así como de mi cara. Lágrimas secas podían dejar el rostro plano, solía decir mi mamá, y había tenido razón. Además, no podía enfrentar este horrible primer día luciendo tan mal, incluso si mi peor apariencia estaba sólo en segundo lugar a mi mejor aspecto. Me miré en el espejo del baño y retrocedí ante lo que vi. Ugh, estaba espantosa. Había líneas marcadas sobre mi cara por las arrugas de la funda de mi almohada, y mis cejas estaban todas puntiagudas y señalando en extrañas direcciones. Definitivamente necesitaba ducharme y afeitarme. Y cepillar mis dientes. Ew… nunca había sido demasiado maniática para la higiene personal a un nivel TOC, pero había algo que me decía que tuviera las axilas y las piernas suaves, y los dientes y el cabello limpios. ¡Asco! En este momento, mis dientes se sentían como si hubieran estado remojando en fango, mi cabello… necesitaba oraciones. ¿Mis piernas y axilas? Pie Grande estaría asustado. Salté al interior de la ducha y me senté sobre el pequeño banco que había sido moldeado dentro de la pared de la ducha, esperé para que el agua caliente me golpeara. Tuve que pararme para reajustar el ángulo de la cabeza de la ducha, pero después de unos minutos, estaba tan cerca de la satisfacción como posiblemente podría estarlo con el mundo exterior esperando por mí para enfrentarlo o regresar a cubrirme debajo de mi manta. Mientras estaba cepillando mis dientes en la ducha, hice una cosa muy —y altamente inusual para mí— típicamente femenina y pensé sobre qué era lo que usaría. No había comprado nada nuevo este año. Papá no tenía dinero para nada 18 más excepto cosas de segunda mano cuando se trataba de mi ropa, y con las clases y las cuotas del laboratorio para la escuela, no había mucho para gastar en cosas de segunda mano de todos modos. Todo lo que había hecho trabajando en la librería durante el verano había sido guardado para la universidad. Mis reservas eran un par de vaqueros y unas de las varias camisetas encontradas en ventas de garaje. Así que después de reflexionarlo en el vapor, decidí que si hoy iba a ser el trasero de cada broma, podría hacerlo lo más cómodamente posible. Con esa decisión tan importante ahora fuera del camino, tomé una botella de champú y empecé a apretar la cosa pegajosa, rosada y de dulce olor en mis manos. Fue en ese momento, mientras miraba fijamente la cosa brillante rosada y fangosa, que recordé el objeto que Graham había puesto en mis manos antes de terminar nuestra amistad y transformar todo mi mundo en un abrasador montón de escombros. ¿Qué era eso? ¿Dónde lo puse? Con cuidado, froté el jabón en mi cabello y rápidamente lo enjuagué, enjabonando el resto de mí en tiempo record antes de saltar fuera de la ducha y envolver una toalla alrededor de mi cuerpo. Casi la envolví a mí alrededor dos veces e hice una nota mental de que tenía que aprender a comer mejor. Me apresuré hacia mi dormitorio, el que estaba directamente en frente del baño, y lo estudié rápidamente, examinando los lugares más probables en donde podría estar. Ugh, apestaba. Olía como a depresión, lágrimas, sudor, y… ¿cenizas? ¿Mi fuego imaginario había creado humo de verdad? Negué con mi cabeza a mi divagante imaginación. Mi cama no estaba hecha, como normalmente, ¿para qué hacerla cuando simplemente volvería a dormir en ella? Ropa estaba esparcida sobre el piso, mientras la cesta que estaba en el baño estaba media llena. La cortina que colgaba sobre la larga ventana que quedaba de frente al umbral de la puerta estaba cerrada, sin dejar entrar verdadera luz a excepción de un poquito de un azul grisáceo. La empujé hacia un lado y abrí la ventana, dejando que algo del rancio aire saliera. Y ahí, sobre el piso debajo del muro de la ventana donde había caído, yacía lo que Graham había puesto en mis manos entumecidas. Me arrodillé para inspeccionarlo, con un pequeño quejido de pena atrapado en mi garganta cuando el reconocimiento me golpeó: era una pequeña ballena rosada de cerámica que había hecho en segundo grado. O algo parecido a una ballena; las ballenas de segundo grado lucían muy distintas a las de los diecisiete años. Una depresiva sonrisa cruzó mi rostro cuando un recuerdo de los diez años golpeó con fuerza en mi pecho. La ballena tenía un pedazo de cerámica que una vez había sido la cola de la pequeña ballena verde de Graham, la que había explotado en el horno durante el secado. Lloró tanto ese día que me sentí tan mal que le di la mía. Mi mente de siete años había racionalizado que era su ballena, también, y que la apreciaría más de lo que yo lo haría. Ese fue el día en que por primera vez me dijo 19 que me quería. Era un amor del patio de la escuela a los siete años, el tipo que tienes para tu animal de felpa favorito, pero significó el verdadero comienzo de nuestra amistad, y necesitaba deshacerse de cualquier recordatorio de eso. Recogí la pequeña ballena y la tiré con toda mi fuerza contra la cómoda, mi rabia y dolor haciéndome renuente a creer a ninguno de mis engañosos recuerdos. La extraña forma de la cabeza con esa accidental adición se separó de la cola principal, y ambas piezas cayeron sobre la alfombra con un suave golpe. Fragmentos de pintura y cerámica estaba desparramados alrededor. Era muy simbólico, esas dos piezas. Una vez un todo, pero ninguna luciendo como que habían pertenecido juntas en algún momento. Me aparté del desastre y tomé un par de vaqueros de la cesta de la ropa limpia en mi cómoda. Papá debe haber hecho el lavado mientras estaba en mi capullo de autocompasión, probablemente saqué mi rareza de él. Para ser hombre, amaba lavar y doblar ropa. Era algo que él y mamá habían hecho juntos después de que me había ido a la cama; era un ritual nocturno para ellos, él me había dicho una vez, que haciéndolo se sentía bien, le recordaba a ella. También me recordaba a ella… lo poco que podía, de todos modos. Pequeños pedacitos aquí y allá de una mujer que recordaba había sido hermosa, con un brillo de felicidad que yo, en todo mi sentido común infantil, había jurado de arriba a abajo que sabía y olía igual que el sol. Supongo que todas las niñas pequeñas creen eso de sus mamás. Mientras recordaba el pasado, saqué una camiseta del cajón superior de la cómoda; agarré ropa interior y un malgastado sujetador del cajón de abajo, y luego procedí a vestirme. Mi camiseta, me di cuenta, tenía una de esas ridículas caras sonrientes mostrando la lengua. Qué adecuado. Qué irónico. Qué patético. —Grace, ¿estás lista para desayunar? —gritó una voz desde el primer piso. Supongo que papá me había escuchado duchándome. Las personas de vuelta de la muerte necesitaban desayunar. Al menos, mi estómago pensaba eso, si los gruñidos era alguna indicación. Tomé mi cepillo, resignada con el hecho de que había caído en una nueva rutina que corría en paralelo con la antigua, simplemente nada, y me dirigí por las escaleras hacia la pequeña cocina de abajo, donde el olor a tostadas con mantequilla y café hizo que mi estómago rugiera una vez más como un animal muerto de hambre contenido dentro de otro animal muerto de hambre. —Estoy lista. ¿Qué hay para comer? —pregunté en un tono tan alegre como pude reunir. Papá se dio la vuelta, asombrado de mi apariencia. ¿Realmente antes había lucido tan horrorosa que una simple ducha podría causar semejante reacción? —Uhm… estoy haciendo huevos fritos y un poco de tocino. ¿Quieres un poco? — me preguntó, mostrándome el pan con huevo que había sido estrellado dentro de 20 un agujero cortado en una rebanada de pan—. Puedo hacerte un poco más si quieres. Creo que hay algunas tostadas de waffles en el congelador. Negué con la cabeza. —Lo que estás haciendo suena bien, papá. —Y lo hacía. Olía maravilloso. No comer por unos días probablemente había hecho que mis botas parecieran comestibles, añadiéndoles algunas patatas a un lado y tendrías una comida gourmet, pero en este momento, tocino con mucha grasa era el cielo. Me senté en la pequeña mesa que llenaba la mitad de la cocina y miré al reloj. Eran las apenas las siete pasadas. Tenía una hora para comer e irme. No vivíamos tan lejos de la escuela, pero tenía que vigilar el tiempo. Hoy sería la primera vez en casi un año que caminaría hacia la escuela. —Así que, uhm, G-Grace —empezó la nerviosa charla de papá cuando deslizó un plato delante de mí—, quería saber cómo te estás sintiendo… uhm… tú sabes, con la escuela y todo. —Estoy bien, papá —dije, sólo medio mintiendo. Tomé mi tenedor y comencé a inclinarme hacia mi desayuno, con toda la intención de comer y no hablar. Me observó mientras seguía las formalidades, a diferencia de mamá, podía leerme como un libro. —No, no lo estás. No tienes que mentirme, cariño. Soy tu papá. Puedes decirme si todavía no te sientes preparada. Es sólo tu primer día, nada de verdad importante va a pasar, ¿no es así? Negué con la cabeza aunque por dentro estaba pensando que todo mi último año no era realmente importante. —Estoy bien, papá. De verdad… puedo hacerlo. Es sólo la escuela. É-el no va a estar ahí de todos modos, así que estaré bien. Lo consideró con la sorpresa marcando su rostro. —¿Qué quieres decir con que no va a estar ahí? ¿Richard no le había dicho? ¿Por qué no se habría jactado acerca de su hijo entrando en una de las escuelas más prestigiosas del estado, con incluso el equipo de fútbol más prestigioso del programa? —Uhm, Graham, fue aceptado en la Preparatoria NC, Papá. Un momento de silenció pasó, y entonces papá tiró su espátula, salpicando la mesa con grasa y pedazos de huevo. —No puedo creer que ese hijo de… no puedo creer que te haya mentido de esa forma. —Su voz estaba ahogándose por la rabia, asfixiándose en ella. Sentí la misma sensación de ahogo en mi garganta. —¿Qué quieres decir con que me mintió, papá? —Graham no me hubiera mentido sobre no estar en la escuela conmigo, ¿lo haría? Mi menté corrió alrededor del hecho de que todo nuestro verano, quizás toda nuestra amistad, había sido una mentira; los hechos estaban justo delante de mis ojos, y ahora simplemente no podía aceptarlos. 21 —Grace, Graham no va a ir a la Preparatoria NC. La escuela ya no… existe más. Ha estado cerrada por tres semanas. Janice me dijo hace un mes que habían perdido mucho dinero en grandes inversiones y no pudieron permitirse seguir en funcionamiento. Janice era la novia del momento de papá. Aparte de ser la que ha durado más de todas las otras novias de papá, también era la enfermera escolar de la Preparatoria NC. ¿Cómo había olvidado eso? —¿Entonces Janice ya no tiene un empleo? —pregunté, intentando comprar un poco más de tiempo para procesar este trozo de información. Si la escuela estaba cerrada, eso quería decir que Graham estaría asistiendo a la Secundaria Heath… con Erica… y… conmigo. La cucharada llena de huevos y tostada en mi boca repentinamente se sentía como plomo; pesaba bajo mi lengua, y el sabor metálico de algo que no reconocí llenó mis sentidos mientras golpeaba cada espacio ocupado en mi ya confundida mente. Estaba tan consumida por esta nueva pieza de información que apenas oí a papá responderme. —Técnicamente, ahora ha estado sin trabajo por un tiempo. Está teniendo dificultades encontrando otro trabajo, en Heath y en Newark, y se está desesperando. Su despido está fijado para que se haga efectivo pronto. Puso su mano sobre mi hombro, dándome un apretón en lo que debería haber sido un gesto tranquilizador, pero en cambio se sentía más como que me estaba manteniendo sentada para lo que le quedaba por decir. Me miró a los ojos una vez más, dudando, como si supiera que lo que vendría a continuación causaría una reacción negativa. —Grace, le pregunté a Janice si le gustaría quedarse aquí con nosotros hasta que pueda volverse a mantener sola. Quería decírtelo la semana pasada, pero todavía estabas en semejante estado, que no podía sacarlo a colación. Estúpido Graham. Estúpida North Cumberland. Estúpida yo. Mírenme, reducida a insultos juveniles. ¿Por qué tenía que abrir mi boca? Todo lo que siempre he hecho es decepcionarme de algún modo. —¿La invitaste a vivir con nosotros? ¿Sin hablarlo conmigo? —Estaba incrédula. Estaba enfadada. Estaba… herida. Bajó la vista hacia la mesa y miró fijamente su plato, ahora lleno de huevos fríos y grasientos envueltos por una tostada dura. —Janice necesita un lugar para quedarse, Grace. Ha estado buscando trabajo por demasiado tiempo, y no puede permitirse su hipoteca por sobre todas las otras cuentas. Eres casi una adulta, preparándote para irte a la universidad, toda una nueva vida sin tu viejo. No pensé que sería un gran problema que ella se quedara aquí. Janice. Janice “Du Jour” Dupre. Janice, la mujer que quiere tomar el lugar de mi mamá. Dupre iba a mudarse a la casa de mi mamá. Dormir en la cama de mi mamá. Cocinar en la 22 cocina de mi mama. El pensamiento me disgustaba. La traición a mi mama convirtió mi ya congelada sangre dentro de mí en hielo. ¿Las cosas se podían poner peor? Papá tomó una profunda inhalación, exhalando lentamente mientras sus manos apretaban la mesa, preparándose para lo que venía. Desde luego. Las cosas se podían poner peor. —Grace. Escucha. Me preocupo mucho por Janice. Es divertida y me hace reír, y eso no es algo que haya hecho mucho desde que tu madre murió, lo sabes mejor que nadie. Tu mamá será siempre tu mamá, nada puede o podrá nunca cambiar eso, y siempre la amaré, pero Janice me está dando un nuevo comienzo… un montón de cosas. ¿Tu mamá? De repente ya no es sólo “mamá”. Es tú mamá. Y ¿un nuevo comienzo? ¿Un montón de cosas? ¿Qué cosas? ¿Por qué podría posiblemente podría necesitar un nuevo comienzo? Las campanas de advertencia empezaron a sonar en mi cabeza. El golpe a la puerta de mi subconsciente volvió a golpear: insistente, desesperado. Una pregunta rápidamente se formó en mi mente, una aterrorizante pregunta que tenía que hacer. Tenía que oír las palabras, aún cuando sabía la respuesta incluso antes de que dejara mis labios. —Papá… ¿Janice está embarazada? Sus ojos se ampliaron, acompañados con su silencio que estaba, irónicamente, cargado de significado con la respuesta que había temido. Lentamente asintió con su cabeza. Mi rostro ardía con la vergüenza y la rabia. —¿Por qué, papá? Oh Dios mío, ¡¿no son lo suficientemente mayores para saber cómo usar un condón o píldoras para el control de natalidad?! Está bien. Admito que fui demasiado lejos, pero ¿qué iba a hacer? ¡Mi padre de cuarenta y siete años había dejado embarazada a su novia! Lo sentí antes de que lo viera. El rostro de papá se volvió de varios tipos de rojo antes de quedarse en uno parecido al color del cátsup, y no podía haber habido mayor advertencia que si de hecho se lo hubiera tatuado en su frente: Estaba a punto de conseguir que me regañara. —Grace Anne Shelley, ¡no me vuelvas a hablar de esa forma! No seré irrespetado en mi propia casa; será mejor que recuerdes eso, jovencita. Sí, Janice está embarazada, ¡y cómo sucedió no es de tu maldita incumbencia! Sí, se va a mudar con nosotros en tres días, y espero que seas respetuosa con ella, si no amigable, porque esta es mi casa, y cuando le faltas el respeto a alguien en mi casa, me estás faltando el respeto a mí. 23 Miré fijamente su rostro, sus fosas nasales estaban tan extendidas que consideré echar un poco de tocino allí sólo para conseguir que dejara de hablarme sobre respeto y casas, especialmente cuando estaba planeando faltarle el respeto a la memoria de mamá por traer a esa mujer a su casa. Realmente no me gustaba prestarle mucha atención cuando estaba enfadado. Me ahorraba de tener que volver a escuchar lo que diría más tarde. Lo que estaba a punto de decir ahora. —Te quiero, Grace Anne. Te he amado desde el primer momento que entraste a este mundo, probablemente antes de que siquiera nacieras. Eres la mejor cosa que alguna vez he hecho, la mejor parte de mí y de tu mamá. Haces fácil amarte; eres muy parecida a tu mamá. Pero mientras es fácil quererte, Grace, es muy difícil agradarte. Es difícil. ¡Lo haces tan difícil con tus expectativas, con tu culpa! Negó con la cabeza, con clara decepción, y entonces dijo tranquilamente, casi demasiado tranquilamente, pero ni de cerca lo suficiente. —Quizás era lo mejor que Graham terminara su amistad. Siempre esperabas más de él de lo que podía darte, especialmente después de que mamá murió. Sentí mis dedos enterrarse en mis muslos bajo la mesa y di un respingo; mi cuerpo alguna vez entumecido había empezado a sentir otra vez. Estaba sintiendo la quemazón de la rabia, la traición, y… el dolor. Pero esta vez no iba a dejarlo que me convirtiera en una Grace de gelatina. En cambio, me levanté, ignorando la expresión de indignación que cruzó por el rostro de papá. Un Dèjá vu me tenía subiendo hacia mi habitación. Pero en vez de tirarme en mi cama y llorar hasta dejarme sin sentido por otras dos semanas, tomé mi bolso, con un movimiento brusco metí mi billetera y mi carpeta, agarré mi MP3, y me fui. El reloj de la cocina marcaba las siete veinte. Iba a llegar temprano al peor día de mi vida. 24 Erica Traducido por Cami.Pineda Corregido por Marina012 M e paré en una línea, invisible a simple vista como cualquier otro día. Casi la mitad de los del último año estaban enfrente o detrás de mí, todos reclamando nuestros horarios de clase como adictos buscando por un arreglo. Todos los que ya habían pasado por la espera, estaban parados a un lado comparando las clases juntos. Las típicas preguntas estaban pasando alrededor: quién estaba en cuál clase, quién se iba a sentar junto a quien, quién iba a estar más cerca de la puerta para una zanja de día exitoso, y quién iba a tener tiempo libre. Todo lo que quería saber era si mi papá había estado en lo correcto. ¿Graham podría estar aquí? Y si lo estaba, ¿estaríamos en alguna clase juntos? Era una fuerte posibilidad, y no sabía cómo sería capaz de manejar eso. Verlo sería lo suficientemente duro. Mi corazón, todavía era nada más que una pila de cenizas frías, no hizo nada a los pensamientos. Y luego ahí estaba, parado junto a una linda chica con una aureola de cabello rubio que le caía por la espalda como una cortina dorada. Ellos tenían sus cabezas inclinadas, comparando horarios y riendo, completamente ajeno a las turbulencias que tenía dentro de mí a unas cuantas yardas de distancia. Cuando ella lo miró, él le sonrió, su mano acariciándole el pelo. Sus dedos se arrastraron a su cintura, y ella se inclinó hacia él, su brazo lo envolvió en respuesta. Yo, en respuesta, no sentí nada más que el frío aire de Septiembre alrededor de mí, que estaba más caliente de lo que yo estaba por dentro. Pero la muerte no se supone que sea caliente a no ser qué te estés yendo directo al cielo, ¿verdad? Bueno, yo estaba en el infierno. Una fría, muerte, Graham-teniendo-una-hermosarubia-Erica llena el infierno. Una tos detrás de mí me alertó que yo era la siguiente; genial, agarrada soñando de nuevo. Me apresuré a ir hacia adelante y rápidamente susurré mi nombre a la registradora, cuyo nombre no podía recordar, a pesar de verla cada año desde hace 25 cuatro. La regordeta mujer con sonrisa amigable estaba parada afuera de su oficina con una carpeta que tenía los horarios de los del último año. Ahora, Heath no era exactamente una gran escuela; el personal del colegio es bastante pequeño en comparación con las escuelas de los alrededores, por lo que, comparativamente, su tarea era indudablemente mucho más fácil. Pero ella no me había escuchado… tuve que repetir mi nombre, ella me dijo, y así lo hice, mi voz un decibel más alto, y aun así fue apenas más alto que un susurro. —Oh, cariño, te conozco. Eres la Señorita Grace Shelley. Querida, has madurado mucho desde el verano, ¿verdad cariño? —Me susurró enérgicamente. Ella le susurraba a todo el mundo. Y conocía a todo el mundo. No era nada especial ser reconocido por la registradora de la escuela… ese era su trabajo. Pero, ¿por qué tenía que hacerlo tan ruidosamente? Pude sentir docenas de pares de ojos sobre mí, quemando a través de mi bolso, mi camiseta, mi cabello. ¡Olvidé peinármelo! Rápidamente, mi mano llegó hasta lo que yo creía que era un mechón totalmente desorganizado, sabiendo muy bien que de la ira, mi cabello podría ponerse mucho peor. Lo que sentía era mi propia vergüenza multiplicada por dos, todo en la palma de mi mano. Mi cabello —o lo que debía ser mi cabello— se sentía como si fuera un nido de avestruz ciego en la parte de atrás de mi cabeza, un tejido rebelde de enredos y nudos que formaban una masa irreconocible que estaba puesta en la base de mi cuello. Podría necesitar ir a un baño lo más rápido posible para tratar de arreglar eso, sin embargo, estaba segura que suficientes ojos ya habían visto el horror que era mi cabello y las noticias de esto podrían atravesar todo el colegio antes de siquiera tener una oportunidad de ver el desastre yo misma. Me quedé mirando a la registradora, tratando de hacer que se diera prisa. Revolvió un montón de hojas y finalmente sacó lo que esperaba que fuera mi horario. —Aquí lo tienes, dulzura. ¡Qué tengas un gran primer día! —dijo con una voz cantada, y una sonrisa amplia y alegre que atravesaba su muy redonda cara. Se lo arrebaté de la mano y di un paso atrás, tratando de estar tan lejos como me fuera posible de los susurros, y del par de ojos verdes jade que podía ver viéndome desde el rabillo de mi ojo. Retrocedí… justo hacia la pared que hace un minuto no estaba. Me volteé para ver qué era lo que obstruía mi espacio, y terminé dándole una de mis mejores miradas al botón, juzgando por el logo que estaba estampado. Había muchos de ellos, también; los conté, mi mirada empezó a subir, la mirada en mis ojos se volvió menos malvada y más… confundida. Cinco botones después, estaba mirando un par de ojos grises ubicados en una cara que no conocía —de todas maneras no es que pudiera reconocer ni la mitad de las caras de Heath— pero pensé que ya había hecho algunas imágenes mentales de todos los del último año, sólo para saber a quién evitar. Él era nuevo. Tenía el pelo negro. Era alto. Era… hermoso. 26 —Uhmlosientometengoqueir —murmuré rápidamente sin respirar, sin pausa y sin idea de cómo soné. Había gastado toda mi vida viendo lo perfecta que era la cara de Graham, y ni una vez había perdido la coherencia. Sin embargo ahí estaba, con la boca hecha papilla, un gran pájaro descansando en mi cabello, y un público entusiasta y dispuesto, que incluía a Graham a tan solo 6 pies de distancia. Y entonces hice lo que cualquier persona razonable hubiera hecho. Me fui corriendo. Me sentí como una gran cobarde, pero mi auto-preservación me gritó, insistiéndome que me fuera, jalándome lo más rápido que mis pies me permitían. Encontré un baño de chicas vacío tan lejos de la oficina cómo fue posible, me arrojé en un puesto, y sentí que mi respiración tropezaba y vacilaba, cerré la puerta mientras mi bolso caía cerca a mis pies. Mi pecho subía y bajaba como un sube-ybaja. No parecía que iba a encontrar un ritmo que imitara la respiración normal. Parecía que entre más me concentrara en hacerlo lo más natural posible, más extraño se sentía, fuera de lugar. ¿Cuántas respiraciones por minuto se necesitaba para mantenerlo a uno con vida? ¿Cuántas serían suficientes para empezar a hiperventilar? ¿Estaba entre esos números? No queriendo perder la línea de batalla, me concentré en tratar de mantener el fuego en mis ojos, de desatar su fuego en forma de lágrimas. Eso parecía ser más fácil. No había llorado en la escuela desde séptimo grado, cuando Patricia Daniels me alzó la camisa en frente de todos los estudiantes de penúltimo año… Y no tenía nada debajo. Oh Dios, ¿por qué me acordé de eso? El calor que sentía en mis ojos cada vez era más fuerte. Necesitaba pensar en otra cosa antes de que me pusiera a berrear y balbucear en el baño de las chicas. Bajé la mirada hacia mi mano y noté mi horario de clases siendo agarrado con mis manos, estaba aplastado, arrugado y hecho un ovillo en mis frustrados puños. No había tenido tiempo suficiente para dejarlo a un lado antes de que me tropezara con él. Su estéril y benigna impresión llamó mi atención. Podría verlo mientras estaba ahí sentada en mi auto infligido purgatorio. Tenía clase con el Sr. Frey, Francés con Madame Hidani y Cálculo con la Sra. Hoppbaker. Hasta el momento me gustaba. El Sr. Frey siempre estaba medio dormido en el aula de clase, así que podría llegar tarde si quería, y caminar hasta el colegio podría hacerme llegar tarde. Madame Hidani que había sido trasladada de Hawai, tenía una maestría en literatura Francesa y por alguna razón terminó dando clases en nuestro pequeño pueblo de Ohio. Su acento y fluidez en el francés, venía de su exótica cara que siempre me hacía reír. Y para hacernos reír incluso un poco más, ¡había hecho el hula mientras cantaba en francés! Y ahí estaba la Sra. Hoppbaker, quien era probablemente la mujer más grande de la escuela, y nunca dejó de señalar ese hecho cada año. Sentía una burbuja de risa formándose en mi pecho cuando recordé la manera en que se presentó el año pasado. 27 Buenas tardes alumnos. Mi nombre es Sra. Hoppbaker, y soy muy grande, tengo dos espacios en el parqueadero; uno para mí; y otro para mi carro para así poder salir y entrar de él. Ella siempre ha hecho su mayor esfuerzo por hacer las matemáticas divertidas y de no haber sido por ella, probablemente no hubiera entrado en el programa de Cálculo que ella enseña en la mañana. Iba a ser duro, pero ella iba a hacerlo mucho más placentero que… escaneé mi lista… Ugh. Cuarto período, Ciencias: Biología II. No es que detestara la disección o los exámenes corporales. Soy lo más lejano a ser remilgada. Por el contrario, era el profesor Branke el que me hacía enfermar. A él le gustaba manosear a todas las estudiantes. A todas, incluyéndome. No era el tipo de toque que podría llevarte a un arresto, sólo del tipo que te hacía sentir incómoda. Sus nada deseables acciones le habían hecho ganarse el apodo de “el pulpo” porque parecía que tuviera ocho brazos, y cada uno de ellos de alguna manera te tocaba al mismo tiempo. Esperaba a que el otro profesor de Biología el Sr. Yostme diera clase, pero él pedía que tomáramos un examen antes de dejar entrar a alguien, y yo no soy de esas que tienen un gran cerebro como regalo. No soy una idiota, Pero tampoco soy un material de MENSA; ver el nombre del Sr. Brankes en el horario confirmó lo que ya sabía: yo no estaba hecha para las Ciencias Avanzadas. El quinto período era Literatura Inglesa, esa era una clase que provocaba sueño con la Sra. Muniz. Yo había leído todos los libros del plan de estudios el año pasado, así que sabía que no iba a aprender nada nuevo. El sexto período era una sorpresa, ¿Teatro? ¡Ni siquiera sabía que teníamos un programa de Drama! Pero ahí estaba en blanco y negro, con el Sr. Calvin Danielson enlistado como profesor. Sabía que no había elegido una clase electiva el año pasado, esperando que no hubiera nada más. Pude haber tenido un período libre, ¿pero teatro? ¿De verdad? ¿Qué sabía yo de artes aparte de las obras que había leído? Podía entender las emociones, seguro, pero, ¿actuarlo físicamente? Si ni siquiera podía mentirle en la cara a mi padre, ¿cómo iba a manejar mentirle a toda una audiencia? Tal vez podría ser la de utilería, una aficionada a la tecnología. Podría ser la persona que jala la cortina o sostiene los accesorios. Mientras no tuviera que subirme a un escenario estaría bien. El sonido de la puerta del baño abriéndose y el crujido de unos pesados zapatos sobre los azulejos me sacaron de mis pensamientos. Risas y charlas acompañaron la interrupción. Reconocí una de las voces inmediatamente, aun cuando nunca había hablado con ella en mi vida. La voz de Erica Hamilton llenaba el baño junto con su presencia, y no hizo nada para menoscabar el aire que le daba el dinero, el poder, y la popularidad. Éramos muy distintas, supongo. Mucha gente le evitaba, también. Bueno al menos la gente cuerda. La diferencia entre nosotras dos era que la gente me evitaba porque yo era extraña, ellos la evitaban porque podía ser muy mala si te atrevías a cruzarte con ella. Esa era la razón principal por la que ella era tan popular como lo era. Nadie era lo suficientemente valiente como para enfrentarla; belleza y dinero eran cosas muy intimidantes. 28 Y ella era ciertamente hermosa. Sus ojos color azul hielo que miraban a través de pesados parpados estaban llenos de malicia, muy a menudo sentía que no había más opciones que seguir mirando esos ojos por miedo a que se desatara el caos, si es que ya no lo habías hecho. Su sonrisa era plena, pero luego de una inspección más cercana se notaba que lo hacía con los dientes apretados, como si expresar verdadero placer fuera algo doloroso o molesto. La miré, intentando encontrar una razón para poder gustarme, sólo para hacerme una mejor idea de porqué Graham la había escogido a ella. ¿Tenía una cualidad redentora que yo no podía ver pero Graham si? Todo el mundo sabía que ella era rica, y obviamente era hermosa y popular, pero, ¿eso era todo? Graham nunca había sido tan superficial…. Pensándolo bien, ella me recordaba a una de las actrices favoritas de Graham que siempre hacia de la fría y calculadora villana del colegio. Tal vez era eso. A él le gustaban las chicas bonitas con personalidades defectuosas —¿Lo viste? Oh mi Dios, ¡él era hermoso! HERMOSO —dijo Erica—. Creo que Graham se estaba poniendo celoso de que él me estuviera mirando por tanto tiempo. Oh-Mi-Dios. ¡Esos OJOS! ¡Lo juro, eran tan asombrosos! ¡Parecía como si él pudiera ver a través de mí! Otra voz replicó. —¡Lo sé! Él te miró por, como, ¡por siempre! ¡Como si tú fueras algo que él quisiera comer! Y Graham debería estar celoso. ¡Cielos, estoy celosa! ¡Él ya no es él chico más guapo de la escuela! —Más risas llenaron el baño. Quería callarlas. —Hablando de Graham, ¿viste a su amiga rara? ¡Ella corrió directo hacia el chico nuevo y pareció rebotar! ¡Él la repelió como si tuviera un súper poder contra perdedores o algo! Hawtman. —La otra voz se rió. Podía ver a Erica por le rendija que había entre la puerta y el marco. Ella estaba mirando su reflejo, una retorcida sonrisa estaba en su cara. No. Sus ojos estaban enfocados en otra cosa. Ella estaba mirando…. hacia mí. Ella podía verme. Sabía que yo estaba ahí. Levantó sus labios en una cruel sonrisa y habló. —Graham y Grace no son más amigos, Becca. Él terminó esa amistad hace un par de semanas cuando le dije que era ella o yo. —Empezó a jugar con su pelo. Sus largos y rubios filamentos brillaban como oro hilado, aun bajo las fluorescentes luces del baño; el tipo de cabello que Graham siempre dijo que odiaba, pero es exacto el mismo cabello con el que él estuvo jugando unos minutos antes. Un sonido de resoplido siguió. —¿Te escogió sobre su mejor amiga? Chica, debe amarte. ¡Esos dos han estado unidos desde que usaban pañales! 29 Erica asintió, todavía mirándome, la cruel y deformada sonrisa distorsionaba la belleza de su cara —Claro que me ama. Él me dijo que no hay nadie que lo haga sentir como yo lo hago, y que confía más en mí. Me dijo que no hay competencia cuando se trata de mí y como él se siente. Y de verdad, ¿por qué no sería así? Quiero decir, ¡mírame! Yo por lo menos parezco que tengo partes de chica. — Empujando sus pechos juntos y haciendo una mueca con sus labios, parpadeó, no sé si a su reflejo o a mí. Partes de chica… aparentemente otra razón por la que no podía desempeñar el papel de la novia de Graham, y Erica sí. Yo sé que no tenía muchas curvas, yo era más como un rectángulo en vez de un ovalo; esquinas donde debería haber curvas. Tenía pechos, pero ellos no eran lo suficientemente grandes como para que los chicos se asombraran. Estoy bastante segura que me veo aceptable en un traje de baño, pero nunca llegaría a la portada de una revista. Yo creo que eso realmente nunca importó entre Graham y yo, pero viendo el cuerpo de Erica, como su pequeña camisa y su pantalón café de pana abrazaban su figura, entendí que tampoco era físicamente atractiva para Graham. Eso era sólo parte de la acumulación, ¿no? Erica bajó sus manos y empezó a buscar en su bolso. —¿Sabes que ella le dijo que estaba enamorada de él el día que le terminó? Él me lo contó después y nos reímos de lo patético que era. Dios, ella está desesperada. Él incluso me contó que le daba pesar por ella porque su madre murió y todo eso… pero eso sólo prueba lo buen chico que es, ¿no? —así que era maldita caridad—. Me dijo que su madre era una inmigrante ilegal o algo así, que ella tal vez murió por alguna enfermedad que tienen en esos países tercermundistas o algo así… No me acuerdo que fue lo que él dijo, pero probablemente tenía la enfermedad desde que estaba embarazada, y ahora tal vez Grace la tiene. ¿No es eso… triste? Sacó un tubo de brillo y lo deslizó por sus labios, los arrugó e hizo pucheros, al parecer para medir el nivel de cobertura. Sonrió y luego frunció el ceño. Tenía mucho brillo. Una gran cantidad había aterrizado en sus dientes; un bonito rosa fuerte. A pesar de la rabia que hervía dentro de mí por la descarada mentira que ella estaba diciendo, no pude dejar de sonreír un poco por eso. Becca la interrumpió, su aguda voz causaba que quisiera apretar mis dientes. —Yo creía que su mamá había muerto en un accidente automovilístico, alguna monstruosa explosión o algo. Uhm. Se aprende algo cada día. Espera… ¿ella de verdad está enamorada de él? Erica asintió de nuevo, rápidamente quitando el extraño pedazo de rosa que estaba en sus dientes con una toallita que sacó de su bolso y sonrió. —Claro, no sería sorpresa si ella intenta atacar al chico nuevo. ¿Viste la forma en que ella lo miró? Como un perro en celo. Qué patética. Si Graham no la quiere, ¿qué le hace pensar 30 que este chico si va a darle la hora? Ella probablemente sólo quiera ser su amiga, sólo para poder decir que fue amiga de los dos chicos más lindos de toda la escuela. Pero claro, por la manera en la que él me miraba está mañana, no tengo duda que puedo apartarlo de ella, también. No es que ella pueda atrapar su atención. De todas maneras no en esa ropa. ¿Apartar a quién lejos de mí? ¿Acaso ella estaba hablando del Dios de los ojos grises que de alguna manera hizo que mi corazón latiera de nuevo sin ningún tipo de trabajo? ¿Del que en frente suyo me había avergonzado? ¿Él que hacía que mis rodillas se sintieran hechas de agua? Ugh… ella tenía razón. Soy patética. —Sin embargo, ¿escuchaste su nombre? —preguntó Becca, inclinándose para inspeccionar su maquillaje. Ahí fue cuando la vi. Su cabello era tan rubio como el de Erica, pero con las raíces más obscuras asomándose, y tenía un short cortado en una sacudida pendiente. Sus ojos eran oscuros, como los míos, y carentes de cualquier sinceridad. Ella tenía los labios manchados de cereza, y cuando se acercó a tocárselos como para comprobar que la mancha se borraba, me di cuenta que las uñas estaban pintadas exactamente del mismo color. —Uh-Uh —Erica respondió, meneando su cabeza mientras me seguía mirando—. Estaba tan ocupada viendo los ojos de Graham que no escuché. Hay algo en sus ojos que me hacen querer hacer todo lo que él quiera. De todas maneras, él probablemente me lo diga en clase. Creo que tenemos en el sexto período, teatro, juntos. Le di una mirada a su horario mientras hablaba con Graham. ¿Sabías que habla con acento británico? —No te creo. Eso es genial. En algún lugar bien adentro, bajo la rabia y la tristeza que me hundía, hice una nota mental para de alguna manera crear una píldora que hiciera que la palabra “Genial” fuera imposible de pronunciar para rubias insípidas… especialmente las de variedad embotellada. —¡Lo sé! No puedo esperar para oír su voz de nuevo. Era como oír miel derretida. —Erica gimió, lamiendo sus labios. La chica llamada Becca se rió. Yo medio esperaba que de su piel explotara una gran verruga verde y que un sombrero puntiagudo apareciera mágicamente encima de su cabeza mientras volaba por el baño en su escoba. —¡Eres toda una perra! Por favor dime, ¿a qué suena la “miel derretida”, Sra. Shakespeare? Erica se encogió de hombros. Me miró una vez más. —Suena caliente y lento y dulce… muy como cuando Graham me besa. Mmm… me pregunto cómo besa el chico nuevo. Si sólo su voz me excita, imagina como serían sus labios —ella volteó su cuerpo hacia los lados en el espejo, metiendo el estómago, mientras examinaba su figura—. Me pregunto si es como Graham. Está obsesionado con los besos… 31 quiere que lo hagamos todo el tiempo. En especial le gusta besar esto. —Se dio una palmada en la parte trasera mientras enfatizaba la última palabra. Con unas risas estridentes, ambas se fueron, aun después de ya no estar, las risas seguían rebotando por el baño. Mucho después de que la campana sonara. Mucho después de haber parado de pelear con mis lágrimas. 32 Así que nosotros nos encontramos de nuevo Traducido por: kuami Corregido por: majo2340 E ntré en el aula, para mi clase faltaban cinco minutos y también para el momento de empezar mi primer curso, con mi cara hecha un desastre, llena de manchas. Ni siquiera me molesté en intentar disimularlo y me puse derecha. Nadie me notaría de todos modos. El Sr. Frey estaba, como yo esperaba, dormido en su escritorio. Un pedazo de papel se levantaba descuidadamente en su rostro, subiendo y bajando con cada ronquido, tenía las palabras "enseñaré cuando esté sobrio" escritas con tinta roja. La natural estridencia de cada clase ocupada por el Sr. Frey, ni se inmutó cuando entré. Como algún ser indefinido, me aceptó sin una onda de distorsión. Encontré un escritorio vacío de algún modo y procedí a esperar hasta que la campana sonará para empezar el primer curso. A mí alrededor, podía oír la risa entre amigos, historias que se contaban llenas de buenos recuerdos, y sentí que mi espíritu crecía más pesado por segundos. Sin nada más que hacer salvo esperar, salieron los pensamientos que había intentado evitar. Estos vinieron disparados a través de mi mente. Graham estaba aquí, y me había mentido. Bueno, por supuesto que me había mentido. Pero al hacerlo había tratado de hacer parecer como si por fin fuera honesto por lo que finalmente era una doble mentira. Y saber que Érica estaba interesada ahora en este nuevo tipo... Oh Graham. Me rompió el corazón por una chica que ya estaba buscando su reemplazo. Sentí las cenizas en mi pecho comenzar a sentirse empapadas... como si estuviera llorando en el interior. Justo cuando estaba segura de que mi cuerpo iba a explotar por las aparentemente interminables inundaciones internas, la campana marcó el final de la clase, sonando misericordiosamente. Estaba fuera de la clase de francés. Madame Hidani proporcionaría una tregua al hablar de cosas con un pasado tortuoso. Ella sabía cómo mantener la clase en su mano y centrar nuestra atención hacia cosas más importantes. Como con las vocales. 33 Entré en el aula, sintiéndome un poco mejor al ver la larga lista de tareas que nosotros teníamos que completar hasta finalizar la lección de hoy. No se permitía aquí ni una charla. Era un trato directo con Madame Hidani. No habría ni tiempo para pensar. Ni tiempo para escuchar. Ni tiempo para sentir. Parecía el cielo. Un grupo de chicas se reunieron en torno a una figura central en la parte delantera del aula, cerca del famoso cartel impreso de Monet, "Le déjeuner sur l'herbe". No perdí el tiempo en sus risas y charlas tontas, tomé asiento en la parte de atrás del salón; el mismo asiento que había ocupado el año pasado; el mismo asiento dónde había ayudado a Graham a pasar todas y cada una de las pruebas de francés que teníamos. Sacudí la cabeza de nuevo, obligando a los pensamientos a salir de mi mente. No estaría pensando en él durante la próxima hora, me juré a mí misma. Sonó el timbre, y la pandilla de chicas de delante empezó a dispersarse. Metí la mano en mi bolsa de libros y saqué mi carpeta. Una tarea de escritura se había colocado en la mesa, y la señora Hidani estaba haciendo todo lo posible para calmar la charla para que todos pudiéramos centrarnos y comenzar. Bueno... para que todo el mundo pudiera centrarse y comenzar. Yo estaba lista. Más que lista, para no tener que pensar sobre Graham, mis vacaciones de verano, o rubias con los cuerpos perfectos y labios de color rosa brillante con labial sobre sus dientes. O, por lo menos pensé que lo estaba. En la pizarra, con palabras claras con tiza estaba nuestra tarea. En francés, teníamos que dar una descripción de dos páginas de nuestras vacaciones de verano. ¡Incluso Madame Hidani se había vuelto contra mí! Gemí y rápidamente eché una mirada alrededor para ver si alguien me había oído. Tragándome de golpe el susto. Filas y filas de cabezas se volvieron, directamente hacía mí. ¿No había ni una sola alma en la escuela que no supiera que me había sucedido? Conté dieciocho pares de ojos mirando en mi dirección. Dieciocho ojos femeninos. Por supuesto que todos eran femeninos. Francés es una lengua romántica, y los chicos de diecisiete o dieciocho años no se interesaban por el romanticismo. Ellos estaban interesados en los coches, pechos, y pechos y coches. Y era por ese poco conocimiento que podía decirme, sinceramente a mí misma, que era extraño que todos me estuvieran mirando... esos dieciocho pares de ojos no me miraban. Por supuesto que no. Ellos estaban mirándolo a ÉL. 34 Una sensación de calor, recorrió mi plexo solar, obligándome a volver la cabeza hacia mi derecha. El único asiento a mí lado, era el que Graham había ocupado hacía simplemente un año, el que estaba vacío cuando entré, ahora estaba ocupado. Había un Dios de ojos grises, y me estaba mirando, con esos ojos plateados fijos en mí. Me sentí tan incómoda como cuando estaba en el cuarto de baño con Erica, mirándome en el espejo. Por otra parte, me sentí avergonzada. ¿Podría ser posible que me sintiera más consciente de lo que había estado cuando pensaba que todos los ojos estaban puestos en mí? Me sonrojé en ese momento, y sabía que la respuesta era sí, lo estaba. ―Así que nos encontramos de nuevo ―me dijo en voz baja, con un toque de humor irónico tiñendo su voz. Su acento era algo que sólo se oía en la televisión o la radio: limpio, liso, muy ingles. Y sonrió, deteniendo la tierra, deteniendo la respiración, el Universo se detuvo con esa sonrisa. Tragué, sonando lo suficientemente fuerte como para despertar a los muertos. Definitivamente fue lo suficientemente fuerte para sobresaltarme. ―¿Estás hablando conmigo? ―grazné, otra ráfaga de calor inundó mis mejillas cuando oí el nerviosismo en mi voz. Él asintió con la cabeza. Y luego, increíblemente, su sonrisa creció. ―No recuerdo a nadie más que haya tropezado conmigo y saliera corriendo antes de ofrecerme ayuda. O, al menos, presentarse. No pensé que era capaz de ruborizarse tan a menudo, en un período tan corto de tiempo. Mi corazón no estaba exactamente en la mejor forma para el envío de toda la sangre necesaria en cualquier otro lugar, en mi cerebro y mis miembros —ya que tenía la sensación de que estaba poniendo una presión extrema en todo mi cuerpo— sin embargo, el rubor llegó tan fácilmente, como de alguna fuente mágica de la vergüenza. —Me disculpé por eso —dije rápidamente. Demasiado rápido. ―¿Seguro que lo hiciste, Grace? ―Rió una chica a la que reconocí como Lacey Greene, que estaba sentada justo delante de mí. Pero fue más parecido al sonido que sale de una vaca con estreñimiento. Tan rápido como mis mejillas se habían calentado por el flujo de sangre, se helaron por la pérdida. Me volví para mirarla, pero ella sólo tenía ojos para nuestro nuevo compañero de clase, aprovechando la oportunidad que le ofrecía mi reacción ante su impertinente comentario. Me volví a mirarlo. Había desaparecido su sonrisa, sustituida por una línea sombría y un brillo hastiado en sus ojos; parecía que estaba de acuerdo. Yo la había soñado como una vaca estreñida. Volví mi atención a mi papel. Escribí mi nombre en la esquina superior derecha, la fecha y el período con un viejo lápiz que encontré en el fondo de mi bolso. Titulé la 35 asignación y empecé a pensar en una manera de decirle a Madame Hidani que mi verano ha sido prácticamente una broma pesada, y que el único amigo que tenía en el mundo me había estado despreciando todo ese tiempo. Después de unos minutos, ya no pude ver mi trabajo. Las lágrimas… pesadas y gruesas por el pesar, estaban desenfocando mi punto de vista de casi todo. Pero no me derrumbé. Cabe destacar, que me mantuve contenida, mientras me fastidiaban burlándose de mí con sus bromas pesadas. Seguramente que no me derrumbaría ante una sala llena de chicas maliciosas, la mayoría de las cuales siempre habían odiado mi amistad con Graham, ¿no? Por supuesto, no era realmente una amistad tan íntima como todo el mundo pensaba que era, por lo que no podrían haber querido eso, si ellas pudieran. No. Estaba segura de que nadie hubiera querido de hecho parecer tan tonta e incauta como yo. Pero entonces de nuevo, éste era Graham Hasselbeck. No importa si se le olvidara tu nombre, sino que bastaba con que por lo menos reconociera que existías. Y siempre había parecido ver más allá del hecho de que careciera de belleza exterior, todavía quería encontrar alguna manera, aunque sólo sea por amistad. Para ellos, ése era él siendo caritativo, un rasgo admirable en cualquier tipo, mucho más en el tipo más popular de la escuela. Y aún me pregunto... ¿Seguiría estando él en mi vida si hubiera decidido mantener mis sentimientos para mí misma? No. Érica había sido bastante clara en eso. Él lo habría hecho antes o después. Apenas le diera la apertura que él necesitaba. Sonó la campana, un tono estridente y penetrante, sacándome de mis pensamientos. ¿Había pasado la hora ya? El reloj encaramado en la pared sin duda parecía decir que sí. Oí a Madame Hidani reclamar nuestros trabajos para que fueran presentados en su escritorio... todo, las dos páginas. Todos a mí alrededor estaban profiriendo gemidos y quejas, al parecer yo no era la única que no había hecho la tarea de la clase. Miré a mi hoja de papel en blanco, después de haber escrito sólo mi nombre y el título. Sólo... estaba lleno con mi escritura, mi escritura. ¿Cuándo escribí esto? Le eché una rápida ojeada y reconocí los pocos trabajos en la biblioteca, el ahorrar dinero para la escuela... ¿Cómo? Buscando algún tipo de respuesta obvia, miré al asiento de delante de mí, sabiendo que estaría vacío. Me volví hacia el asiento a mi lado. También, estaba vacío. Perpleja, empecé a recoger mis cosas. Con manos temblorosas agarré mi documento y se lo entregué a Madame Hidani que me sonrió al ver a mis perezosos garabatos. ―¡Fantastique! ―se alegró en su cadencioso francés―. Eres sólo la segunda persona en entregarme esta tarea, Mademoiselle Shelley. 36 ―¿Quién más le entregó la tarea? ―Le pregunté, con la esperanza de que el tono de curiosidad en mi voz enmascarara mi nerviosismo. No creí ni por un segundo que hubiera escrito lo que ella tenía en la mano, pero no había ni una sola persona en la clase que hubiera puesto ningún esfuerzo en el ejercicio, a mi entender, así que... ―¡Oh! el nuevo estudiante, Monsieur Bellegarde también me entregó su papel. ¡Cinco páginas, si puedes creerlo! ―ella cacareó. Ella lo levantó para que lo pudiera ver. La letra clara, elegante, hermosa, y completamente diferente a todo lo que había visto, con sus bucles y rizos que se parecía más a algo salido de un libro de historia del siglo XVIII. Había escrito cinco páginas ¿de qué? Como si hubiera leído mi mente, ella asintió con la cabeza―. Pasó algún tiempo en Francia en el extranjero, su madre es francesa. Por lo que esto fue un juego de niños para él. Creo que voy a tener que traer tareas mucho más difíciles a la clase, si quiero mantener su interés, ¿eh? ―Ella parecía aturdida ante la perspectiva. Me encogí. Excusándome, me arrastré mi mochila al hombro y me dirigí a la clase de la Sra. Hoppbaker, diciendo un rápido adiós a Madame Hidani mientras meditaba sobre qué era exactamente lo que había ocurrido mientras estaba perdida en mis pensamientos. Sabía que no había escrito ese papel. Por lo menos... creo que no. Era mi forma de escribir a mano, no podía dudar de eso. Las L, S se inclinaban a la derecha, y las X torcidas, igual que siempre lo estaban. Recordaba haber visto eso. Pero ¿por qué no recordaba haber escrito las L, S y X? La clase de la Sra Hoppbaker estaba casi llena, cuando llegué. Por supuesto, al ser una clase de matemáticas selectiva, se llenó con aquéllos que se sentían más cómodos con alguien como yo, pero mi amistad con Graham me había alienado con gente de mucha popularidad, estaba en tierra de nadie cuando se trataba de la amistad. Suspirando, tomé otro asiento al fondo de la clase y empecé a copiar el plan de estudios del año en una hoja de papel sacada de mi cuaderno. No me di cuenta de la ausencia de una presencia muy grande hasta que sonó la campana. ―Buenos días, clase. Soy la Señora Hoppbaker, y soy tan flaca que podrían vendarme con hilo dental. ―Dijo una voz muy familiar en un cuerpo muy desconocido. ―¿Sra. Hoppbaker? ―Un chico que recordé como Ian preguntó incrédulamente, con la boca abierta con el mismo shock que el resto de la clase estaba zumbando. La delgada mujer de un bonito pelo castaño y la piel resplandeciente del color de un melocotón en verano, le sonrió. ―Sí, Sr. Thompson. Soy la Sra. Hoppbaker. Con unos cuarenta y cinco kilos más ligera, más saludable y tan divertida como siempre, si me permite decirlo, a pesar de que la modestia no es una de mis virtudes, así que espero que ninguno de ustedes esté esperando eso. 37 Mi mandíbula estaba tocando mi escritorio. Podía sentirlo. ¡Ella era bonita! ¡No es que, no lo hubiera sido antes de que perdiera peso, pero la cantidad de confianza que emanaba, junto con la pérdida de una persona en su totalidad en grasa corporal parecía increíble! Ella se pasó los primeros quince minutos de la clase contestando las preguntas sobre su pérdida de peso, que fue gracias a la cirugía de bypass gástrico, que se había hecho al acabar la escuela, hace tres meses. ¿Cómo uno puede quitarse de encima cuarenta y cinco kilos en tres meses? Alguien le preguntó. Haciendo ejercicio, comiendo bien, y haciendo montones y montones de actividades extracurriculares fue su contestación… Yo no quise adivinar sobre lo que ése tipo actividades podrían significar. No era ningún secreto que la Sra. Hoppbaker y Sr. Hoppbaker estaban enamorados. Eran las únicas personas que no habían sido expulsados alguna vez fuera de alguna película en el teatro Indian Mound del Centro comercial indio por toquetearse. Claro, que la Sra. Hoppbaker y Sr. Hoppbaker habían pesado el equivalente de seis personas, y hubiera sido una gran tarea hacerlo, pero al final a ambos dijeron que deberían haber mantenido más PG y mucho menos NC-17 Yo estaba tan asombrada por su transformación que no noté que mientras todos los demás ojos estaban en ella, un par estaba sobre mí. No fue hasta que oí mi lápiz caer al suelo e inclinarme para recuperarlo que volví a verlos. Un par de ojos grises, estaba enfocados atentamente en cada uno de mis movimientos, casi me quedé sin aliento. ―Podría sonar como un disco rayado, pero hasta aquí nos encontramos de nuevo. ―Una voz suave y calmada habló. Mi esfuerzo por sentarme fue tan abrupto, que mi cabeza chocó con la esquina de mi escritorio con una precisión dolorosa. El sonido parecía retumbar alrededor de la clase, ahora silenciosa. ¿Cuándo se detuvieron las preguntas a la Sra. Hoppbaker? Por qué tenían que detenerse ahora… Justo cuando se me ocurría hacer el ridículo de nuevo, idiota murmuré para mí misma, cuando me agarré la cabeza con la mano izquierda. Él estaba riéndose tontamente y la risa estalló a mí alrededor, y una sensación sofocante de vergüenza empezó a abrumarme. Una cálida mano se inclinó para cubrir la mía libre en ese momento y el tiempo pareció detenerse. Todo estaba borroso, por una neblina eclipsada mientras la electricidad parecía dispararse entre los espacios microscópicos de nuestras manos, subiendo y bajando, la corriente rebotando entre los dos cuando me levanté derecha, despacio. Mi respiración se hizo más fácil, mi cabeza dejó de doler, y mi mano izquierda se dejó caer. Le miré a los ojos grises de nuevo, no exactamente segura de lo que veía, 38 aunque positivamente fuera lo que fuera, nunca dejarían mi mente durante el tiempo que yo viviera. ―No gris... plata... ―Susurré, quemando la sombra misteriosa en la memoria antes de que él pudiera parpadear… antes de que yo pudiera parpadear. El sonido de la campanilla me despertó de mi ensueño nebuloso. La clase había terminado; ¿cómo pasó eso? ¿Cómo me las arreglé para soñar despierta a través de dos clases seguidas? Todo el mundo estaba de pie, recogiendo sus libros, y encaminándose hacia su tercer período. Miré a mi derecha al escritorio vacío. ¿Lo había imaginado todo? Si yo hubiera estado soñando despierta y todo lo que pensé que había tenido lugar... ¿no lo era? Miré hacia la parte delantera del aula a la Sra. Hoppbaker. Ella todavía estaba más delgada y hermosa. Me puse de pie y soñadoramente me dirigí a la puerta de mi próxima clase. ¿Cuál era mi siguiente clase? Había estado tan preocupada al ver el nombre del Sr. Branke en mi horario que me la habría saltado por completo. Revolví en mi bolsa de libros para buscar la pequeña hoja de papel y busqué en la lista de clases. Había una gran mancha en blanco donde se suponía que estaría el período antes de la comida. ¡Un periodo libre! ¡Había un Dios! Me dirigí hacia la biblioteca de la escuela con pies ansiosos. Era mi Santuario. Era donde sabía que no me encontraría con Graham o Erica, y estaba segura que no me encontraría con el chico nuevo tampoco. Atravesé las puertas dobles de la biblioteca escolar y tomé una profunda respiración, —el olor de los libros siempre era reconfortante—. Yo me había hecho una promesa a mí misma al comienzo del verano que si alguna vez me convertía en asquerosamente rica, me compraría un millón de libros, tan sólo para olerlos. Al igual que la gente amaba el olor de los coches nuevos, yo estaba fascinada por el olor de las palabras escritas. Encontré una mesa cerca del baño y me dejé caer pesadamente en una silla, tirando mi mochila en el suelo. Saqué el lápiz que había utilizado en clase de francés y miré fijamente la punta. Todavía estaba afilado, apenas estaba usado. ¿Tenía un lápiz desconocido que había usado distraídamente en cambio? Busqué intensamente dentro de mi bolsa, sacando fuera su contenido en vano. Un dólar y algo de cambio, que no esperaba, un clip de papel, tres bandas de goma para el pelo, una vieja goma, mi reproductor MP3 y mi carpeta llena de papeles eran todo los que había allí. Ni siquiera tenía un solo libro. Perpleja, puse todo de nuevo dentro de mi bolsa, excepto la basura, y continué mirando fijamente mi lápiz casi sin usar. Sabía que había escrito mi nombre, fecha, título y período en mi papel de francés. Sabía que había consumido por lo menos tres puntos del programa de estudios para Cálculo. ¡El programa de estudios… todavía estaba en mi carpeta! Lo saqué rápidamente de nuevo y lo abrí. Allí, miré fijamente en la primera página era el mismo programa de 39 estudios exactamente, escrito por mi mano, trece puntos de debates en clase, pruebas y tareas, descritas con detalle, sólo pude recordar haber escrito los tres primeros. Algo raro estaba pasando y no sabía bien qué hacer con ello. Quizás era todo por lo que había pasado durante estas últimas semanas. Tal vez era todo este estrés... o quizás me sentía fuera de onda y simplemente estaba escribiendo por reflejo. Algunas personas son capaces de conducir largas distancias desde su casa sin darse cuenta, después de grandes tensiones en sus vidas. ¿Por qué no escribiendo? Parecía lo suficientemente racional, si me lo repetía bastantes veces, quizá empezaría a creérmelo. ¿Y por qué no? Toda la escuela ya cree que soy muy crédula, así que debería ser capaz de convencerme de cualquier cosa. Me gusto que el Dios de ojos grises estuviera en dos de mis clases y se había sentado deliberadamente a mi lado en las dos... y me había hablado... dos veces. Y me tocó la mano, no me había imaginaba eso. ¡Oh, no! Realmente me había tocado la mano, su mano estaba caliente, suave... no como las manos callosas de mi padre, o incluso las de Graham. Con ese breve contacto, él había comprimido de alguna manera todas las cenizas esparcidas en mi pecho de nuevo en una sólida masa, la fuerza de la misma haciendo que volviera a arder. Y todavía quemaba. Con sus ojos acerados y su mano cálida, me había dejado sin palabras, torpe, asombrada... y entera. ¡Y aún no sabía su nombre! ¿Cuál había dicho Madame Hidani qué era su apellido? ¿Bellegarde? ¿Era medio francés? ¿Qué otra cosa recordaba? ¿De qué color era su pelo? Me acordé del aleteo, como las alas de un pájaro, negro. Tenía definitivamente el pelo negro. Eso significaba que los ojos eran como la pizarra, bordeados de negro por las pestañas. ¿Cómo era su cara? Parecía… ¿Cincelada? Ligeramente. Había suavidad en su cara... su sonrisa. Una sonrisa que me había hecho olvidar cómo respirar, o pestañear, era tan guapo. Sentí que me quedaba sin aliento y mi corazón se aceleraba al recordar la forma en que crecieron esos ojos, cuando sólo le había preguntado si estaba hablando conmigo. Parecía imposible que estuviera refiriéndose a mí, cuando pronunció esas pocas palabras, lo mundano, que parecía, alterando mi mundo en menos de un segundo. ¿Nos reuniríamos de nuevo? ¿Si es que alguna vez incluso nos habíamos reunido? Seguramente que no podía considerar como una “reunión” a mi rudeza al chocar con él y luego huir como una cobarde en realidad... ¿no? Por otra parte, él era en parte francés, e incluso Madame Hidani hizo un punto para plantear el hecho de que los franceses saben parecer groseros con aquéllos que han pasado su vida tratando con las normas de cortesía y etiqueta dictadas por la costumbre, cuando nosotros en América no sabemos hacerlo. 40 ¿Quizás pensaba que tropezar creaba un vínculo familiar? ¿Mi atropello era una buena noticia? Negué con la cabeza ante la locura de la idea. No. Lo que hice fue grosero en cualquier idioma, de cualquier país. Me estaba engañando a mí misma. No me haría ningún bien enredar mi cabeza con ideas estúpida, con tres clases más a las cuales ir, y la que más temía era inmediatamente después del almuerzo. Me estremecí al pensar en la escalofriante sonrisa del Sr. Branke, sus brazos peludos, y sus monstruosas manos. Yo dudé que enfocara tanta atención en mí este año, ya que yo era el hazmerreír de toda la escuela en realidad no era una razón en absoluto, si es que hubiera habido alguna para empezar. Pero todavía podía prepararme mentalmente para esto, si tenía la oportunidad. Antes de darme cuenta, la campana estaba sonando, marcando el final del tercer período y el comienzo del almuerzo. Nada, absolutamente nada resume la escuela secundaria como el propio infierno personal de uno, como la comida de la cafetería. Había algo en eso que irradiaba tortura, con promesas de terribles consecuencias, una vez consumidas. Eché una ojeada alrededor y vi que todos los estudiantes estaban saliendo de la biblioteca hacia la cafetería. Agarré mi bolsa y me dirigí tristemente hacia el aroma de lo que prometía ser más que alimentos blandos y un poco quemados, otro cuerpo entre las masas que se dirigía hacia nuestra gastronómicamente masacre. Estaba de pie en la fila, con la bandeja preparada, intentando descifrar qué era exactamente eso y que era exactamente lo que se podía salvar. Tome una papa al horno porque aparte de no estar cocida completamente, no había mucho se pudiera hacer para meter la pata, un cuenco de chile, y condimento, porque podría tapar casi cualquier cosa, un cartón de leche, por si acaso el condimento no era suficiente y me dirigí hacia la cajera. La mujer de mediana edad tras la registradora estaba ocupada sonriendo y riendo con la persona que estaba delante de mí. Esperé pacientemente mientras él recogía su cambio y lo ponía en su monedero. Una buena cartera. De cuero. Cara. Se dio la vuelta y me miró. Mi Dios gris, estaba mirándome de pie delante de mí, con una bandeja de comida en sus manos y una sonrisa perpleja extendiéndose por su cara. Sentí un tirón dentro de mí. El fuego en mi corazón empezó a crecer. Estaba caliente. No, caliente no… estaba quemándome. Podía sentir el calor subiendo por mi pecho, una sensación abrasadora elevándose por las paredes dentro de mí, alcanzando el exterior. Me sentí arder a través de mi ropa, sumamente caliente y real. Y... ¿que olía a chile? 41 Había ocurrido en un instante. Un minuto antes, estaba mirando en la piscina más profunda de estaño, y al siguiente, llevaba un recipiente muy caliente de chile en el pecho, mientras que las manos de este hermoso desconocido se encontraban en la parte posterior de mi bandeja, apretada ahora contra la mancha ardiente que se propagaba por mi camisa. Sus dedos estaban tocando los míos, frescos, suaves, en contraste muy fuerte con el dolor abrasador que se arrastraba a través de mi pecho, hasta mi abdomen. Eso se sentía bien... Sus ojos se abrieron en estado de shock, y dio un paso atrás. Si no fuera por el ardor, quemando con el calor de los alimentos, y la fogosidad de sus ojos mirando en mi dirección, y, finalmente, el calor de la vergüenza por haber sido tan increíblemente torpe… yo hubiera gemido por la pérdida de esa pequeña cantidad de confort que recibí con nuestro contacto. Pero tuve que dar un paso atrás en realidad y comprender que estaba ahora cubierta con salsa de tomate picante delante de todos los alumnos de la escuela, y que no sabía cómo ocurrió. Oí un resoplido detrás y me volví para ver a Erica y Becca de pie allí, las dos con la cara roja, tratando de no reírse... o parecer culpables. Graham puso una cara de piedra detrás de las dos, mirando fijamente la única cosa que podía mantener la atención lejos de mí. Me di la vuelta para mirarlo por mí misma. ¡Estaba arrodillado, raspando el desorden en su bandeja! ―¿Qué estás haciendo? ―le dije cuando me incliné hacia abajo para quitar el plato de chile y el desastre de su bandeja y colocarlo de nuevo en la mía—. Éste es mi desorden. Yo lo limpiaré. ¡Ya basta… la gente está mirando! Me quito el plato de mi bandeja y volvió a colocarlo en la su suya, a la vez que me miraba con un brillo en sus ojos perplejos. ―Estoy limpiando mi desorden. Le fulminé con la mirada. Ojos de plata o no, él no iba a hacerme esto a mí. No iba a martirizarme delante de toda la cafetería de Súper Freak. ―Es mi chile, mi plato, mi lío, ten más cuidado, deberías haber prestado más atención a lo que estabas haciendo. ―Alcancé mi plato, preparada para discutir de nuevo, pero esta vez no me detuvo. Ni dijo nada o hizo algo como colocar el recipiente de nuevo en mi bandeja. Él simplemente esperó hasta que lo hice, y entonces se levantó y se fue. ―Parece que incluso el chico nuevo no puede soportar estar a tu alrededor, Monstruo ―anunció la voz de Erica en voz alta, con un tono lleno de satisfacción burlona. Unas pocas personas que nos rodeaban se rieron, mientras que alguien hizo un sonido molesto―. ¿Podrías darte prisa y limpiar tu desorden para que el resto de nosotros, la gente normal podamos comer? Detrás de ella, la cara de Graham estaba inexpresiva. Me dolió. 42 No dije nada, simplemente continué limpiando lo que pude, después caminé hacia el cubo de basura y vacié en él los restos de mi almuerzo sin comer. Reuní todo el orgullo que pude y, con la cabeza lo más alto posible, salí de la cafetería, y fuera de la escuela. No sabía a dónde iba, pero sabía que no sería a la clase del Sr. Branke oliendo a chile y apestando a vergüenza. No podía ir a casa, o papá estaría molesto conmigo y yo iba estar molesta con él igualmente. Si bien habría una buena probabilidad de que estuviera en el trabajo, y si no era así, regresar de la escuela porque mi camiseta estaba cubierta de comida no contribuía mucho a reconducir nuestra relación. Sólo tenía que... alejarme. No podía estar otro segundo más oyendo la voz de Erica, o viendo a Graham pretender que no existía. Y definitivamente no podía estar allí de pie siendo testimonio del ridículo que se había convertido en mi regla. Me enganché la mochila más arriba en mi hombro y caminé por la acera con la esperanza de desaparecer sin dejar rastro y dirigirme hacia la pequeña biblioteca pública rural escondida en Heath. Conozco a la Srta. Maggie, la vieja bibliotecaria que está trabajando allí durante los últimos treinta años y no le molestaría que presentara un par de horas antes de que se supusiera que la escuela me dejaría salir. Simplemente tenía que encontrar la manera cómo conseguir un cambio de ropa. No podía sentarme en una habitación con aire acondicionado, llena de libros con mi camiseta oliendo un poco a crema agria y cebollines, necesitaba ir al centro comercial, que estaba en la dirección opuesta, pero no era una opción tampoco. Sólo había estado caminando alrededor de un kilómetro, y estaba tan absorta en mis pensamientos que no le oí acercarse. El ruido sordo de un vehículo que no sonaba como si estuviera en la acera, y lo estaba. Me di la vuelta y exclamé, en voz muy alta: ―¡Oh Dios mío! Allí, estaba el desconocido de ojos grises. Estaba en una Matte Black, una motocicleta que parecía demasiado cara para el promedio de cualquier adulto, y mucho más para un chico de secundaria, y llevaba una chaqueta oscura. Sus ojos me miraron, enmarcados en la ventana negra del casco. Parecía como una llama negra. Con un tictac de su cabeza, me hizo señas para que subiera. ―¿Estás loco? ―Le grité, asustada e incrédula. De nuevo me hizo un gesto para que me acercara, sacudiendo la cabeza con más determinación. Me di la vuelta y caminé en dirección contraria, que era exactamente donde yo no quería ir: a la escuela. No me di cuenta que estaba justo detrás de mí otra vez hasta que lo oí acelerar el motor. Me di vuelta y lo miré, furiosa de que no me había entendido la primera vez. Una vez más, hizo una seña para que me subiera. 43 ―¿Por qué? ―le pregunté. ¿Quién era yo para él? Su respuesta fue otra vez el acelerador. Hice un intento para revertir mi rumbo y la cabeza hacia atrás en la dirección de la biblioteca cuando ese monstruo negro debajo de él hizo gruñido como algo que yo nunca había escuchado antes, un escalofrío recorrió mi espalda, pero ¿fue por miedo o por… la expectativa? ―¡Muy bien! ―le grité―. ¡Pero no te quejes de que mi chaqueta apesta a frijoles y carne de res después! Me subí tímidamente en la parte trasera de la moto, enojada, confundida. Miré hacia abajo, con las manos torpemente colgando a mi lado. ¿Cómo voy a sostenerme en este artefacto? El motor rugió y la moto se tambaleó hacia delante, me di cuenta tan pronto como mis brazos se envolvieron alrededor de él para evitar caerme. Una respuesta automática, me dije. Pero la sensación de mis brazos alrededor de la cintura de esta persona era demasiado deliciosa para ser automática. Era… fenomenal. Podía sentir el calor de debajo de la chaqueta irradiar hacia afuera, hacia mi piel, poniéndome la piel de gallina. Estábamos volando. Eso era lo que sentía. Él viajaba tan rápido, no pude ver nada reconocible. Como tantas preguntas volaban a través de mi cabeza, mientras pasábamos los edificios y los árboles tan rápidos que se mezclaban uno con el otro. ¿A dónde íbamos? ¿Cómo se llamaba? ¿De dónde viene? y ¿por qué me sigue? ¿Podría haber alguna manera para cambiarme la ropa manchada de chile? Así con tantas preguntas que quería hacerle, pero por encima del rugido de la moto y el relleno del casco, yo sabía que no habría sido capaz de escucharme, ni yo de oír sus respuestas. Simplemente descansé la mejilla en su espalda, sabiendo que en realidad no había nada que pudiera hacer para detenerme y esperé más firme, mientras disfrutaba este raro inusual momento durante el tiempo que durara. Y acepté que cada vez que regresaba a la tierra, la dura realidad en la que se estaba convirtiendo poco a poco mi vida me tragaba entera y todo lo que tenía que hacer era quedarme con este recuerdo. No quería moverme cuando finalmente nos ralentizamos y detuvimos en un estacionamiento lleno de grava que daba a lo que parecía ser un parque muy grande. Nunca había estado aquí antes y seguramente no había mucho que no hubiera visto en Heath, con eso de tener a alguien como Graham Hasselbeck como mejor amigo, ex mejor amigo. No había una señal o cualquier tipo de logotipo que insinuara un nombre. Era sólo un gran campo, abierto con unas pocas mesas de picnic, un banco solitario, algunas rocas enormes para escalar y tomar el sol, y con un parque infantil con un columpio. El estacionamiento tenía cuatro postes de luz 44 en alto, en cada esquina que parecía una versión en miniatura de los que iluminan el campo de béisbol de detrás de la escuela. Tan pronto como escuché el motor de la moto apagarse, brinqué en el aire, era como dejara escapar la última parte de la energía almacenada en mis piernas. Él la siguió, aunque sus movimientos eran mucho más fluidos, como si estuviera acostumbrado a ello. Eso es lo que era. Estaba acostumbrado a montar la moto, la sensación de la poderosa vibración que convertía sus entrañas en espuma. Mis piernas se sentían permanentemente arqueadas y vibraban como un centavo en una lata de café después de lo que sólo podría haber sido un paseo de diez minutos. Estaba avergonzándome. De nuevo. ―Siempre quise saber cómo se sentía ser un ser humano brújula ―murmuré mientras sostenía mis muslos en un vano intento de evitar que temblaran. Podía oír su risa apagada y lo miré cuando se quitó el casco, con la boca todavía... abierta... seca. Querido Dios en el cielo, ¿cómo puede alguien ser tan bello? Y ¿qué diablos estaba haciendo conmigo? Más bien, ¿qué hacía yo con él aquí? Su cabello, me di cuenta ahora, era ligeramente más largo de lo que se consideraba de moda aquí en Heath, y era ondulado. Una parte se cernía sobre su ojo derecho, como una cortina de terciopelo negro escondiendo a un artista interpretando o ejecutando algo en el magnífico escenario que era su cara. Su nariz, a menudo una parte del cuerpo que se ve tan extraña en el rostro humano, parecía como si hubiera sido esculpida en la misma piedra trasvertida de su piel. Sus pómulos altos, fuertes... casi peligrosos. Pero su boca, esa sí que era peligrosa. De eso estaba segura. Sus labios estaban llenos, a punto, preparados para matarme con una sonrisa. Yo sabía que iba a venir de un momento a otro. ¿Cuántas veces me había muerto hoy con sólo una rápida contracción de sus labios? Esta vez, estaba lista... una víctima deseosa. Me miraba. Y cerré mis ojos, preparándome. Tomé una respiración profunda, y entonces... ―Así que nos encontramos de nuevo. Abrí mis ojos y parpadeé. ¿Esta era la única cosa que sabía decir? Un rostro tan divino, con una boca tan letal, con unos ojos tan profundos y misteriosos, y cuando habla con esa gloriosa voz que hacía que mis piernas empezaran a temblar aún más fuerte, —no del paseo en moto, sino de algo completamente distinto—, ¿él no tiene nada nuevo que decir? 45 ―¿No sabes nada más que decir que no sea "nos encontramos de nuevo"? ―Le grité. ¿Por qué estaba gritando? Estaba furiosa, ¡por eso!―. No tienes ni idea de quién soy. Y ciertamente sé mucho menos de ti, así que dime ¿por qué me seguiste? ¿Para decirme que monte contigo en tu-tu-tu máquina mortal, y después con todo lo que puedes elegir para decir, con todo lo demás que estoy segura que quieres saber? Cruzó los brazos en su pecho y sonrió. ―¡Fue divertido! ―¿Por qué estás sonriendo? Esto no es divertido. Estoy en el medio de Dios sabe dónde… ―le miré de arriba abajo―, con Dios sabe quién, y ¡oliendo a frijoles y a carne! Por alguna razón, mi boca se movía por sí sola, las palabras salieron como el fondo que hubiera sido arrancado de una lata de café oxidada llena de antiguos secretos. —Mi mejor amigo… bueno, no es mi mejor amigo más, y probablemente nunca lo fue realmente, me odia. Mi padre está comenzando una nueva familia sin mí, con una mujer a la que no puedo soportar. Abandoné mi primer día de clases... por primera vez... en la vida; y lo único que puedes decirme es "nos encontramos de nuevo", ¿como si eso de alguna manera fuera lo más importante, la frase más relevante en la historia de la palabra hablada? Estaba respirando con dificultad, todos los sentimientos de enojo que tenía estancados dentro de mí se escaparon, rezumaban de cada poro, poco a poco desinflando el globo que había sentido crecer en mí interior, ahogándome. Nunca realmente había hecho esto antes, gritarle a alguien por ninguna otra razón, que porque estaba enfadada. Me sentía bien. ―Estoy harta de ser el maldito remache para las bromas de todos, para que puedas limpiar esa estúpida sonrisa fuera de tu cara. Eres nuevo aquí, así que tienes diecisiete años de retraso de bromas de todos modos. Dio un paso hacia adelante, un ligero movimiento haciendo que me quedara en un segundo plano por alguna razón, sin nombre. ―No recuerdo que me respondieras de una manera muy agradable cuando lo dije por primera vez, y no recibí ninguna respuesta por segunda vez, y ahora después de decírtelo de nuevo en tercer lugar, me das una contestación en forma de pequeña rabieta. Debes estar contenta de que me divierta, en lugar de que me desagrades ―me respondió con calma, de una manera casual. Llegó hasta el asiento de la motocicleta; levantándola, sacó un pequeño paquete de dentro y me lo entregó―. Y, sólo por si acaso soy grosero, perdón por no presentarme antes, mi nombre es Robert N'Uriel Bellegarde. Robert. Ahora sabía algo que esa Erica no sabía. Yo sabía su nombre. Sentí el comienzo de una sonrisa renuente en mis labios, pero rápidamente la aplasté. ―Así que sabes más de cuatro palabras de Inglés. Bien. Eso va a ser más fácil para 46 gritarte más tarde. No me gusta gritar a la gente que no puede entender lo que estoy diciendo ―bromeé con nerviosismo, tomando el artículo en su mano―. ¿Qué es esto? Se encogió de hombros. ―Te quejaste de que olías como a carne y a frijoles. Esa es una camiseta extra que llevo conmigo, por si acaso alguna vez necesito una limpia, y da la casualidad de que hoy en día, la necesito. O, al menos, tú la necesitas. Miré el paquete de tela entre mis manos. ¿Esto era una camiseta? ¡Pero se lucía tan bien...! Suave, como una camiseta vieja, pero no era algodón viejo, decolorada con la impresión de mala calidad en ella. Era extraña, algo diferente. Esta camiseta, camiseta, si se podía llamar así, era de un gris metálico reluciente, y olía... olía increíble. Le miré, preguntándome por qué me daba su camisa cuando él ni siquiera me conocía. ¿Qué soy, sino una don nadie para él? Miré a mi alrededor con nerviosismo y me reí, ¿dónde iba a cambiarme? ―No soy un fan del chile, el olor me molesta, por lo que te agradecería que te cambiaras, estamos completamente solos aquí, así que puedes cambiarte justo donde estás si te doy la espalda. Si eso te hace sentir mejor ―hizo una pausa y me miró con expresión perpleja, contemplativa―. Y sé quién eres, Grace. No eres quién crees que eres. No me había dado cuenta de que había respondido a las preguntas en mi cabeza antes de que hubiera tenido la oportunidad de preguntarle. 47 Secretos Traducido por cowdiem Corregido por majo2340 S e giró de modo que yo pudiera remover mi ahora crujiente y bañada ropa en chile, con cierta apariencia de modestia. La camiseta estaba probablemente imposiblemente teñida ahora —no había forma de salvarla— así que solo la hice una bola y la lance en el papelero más cercano después de usarla para limpiar todo el chile que se había filtrado a través de ella hacia mi pecho. Rápidamente me deslicé dentro de su camisa, jadeando ante cuan sedosa se sentía contra mi piel. Definitivamente era mucho más costosa que otras que yo tuviera. Colgaba como un saco en mi cuerpo, sin embargo; cayendo hacia mis muslos, el cuello bajo en mi pecho. Mire hacia abajo y suspire. En realidad no había nada allí que cubrir, ¿así que por que intentarlo y ser modesta? —Bien, ahora puedes girarte —le dije, confiada que me veía tan decente como humanamente posible. Puso sus manos dentro de sus bolsillos y lentamente se giró a enfrentarme. La mirada en su rostro no me revelaba nada sobre cómo se sentía, respecto a cómo me veía en su camisa. Por supuesto que me vería espantosa en ella; el color no era el adecuado para mí, si prestara atención a ese tipo de cosas para empezar, y no había forma en ella —o en mí para el caso. —Gracias por la camisa —dije, no segura de cómo interpretar su expresión vacía—. Y lo siento por tu chaqueta y el…er…berrinche. —De nada —dijo. —Si quiero saber dónde estamos, sin embargo. Quiero saber porque me elegiste. Quiero saber cómo sabias que es lo que iba a preguntar antes de que lo hiciera. Y…quiero saber porque yo. ¿Por qué yo entre toda la gente? —divagué. Su sonrisa retornó. Esto se veía prometedor. —Tantas preguntas desde alguien que casi no podía decir hola. Bueno, veamos si puedo responder todas a tu agrado. 48 Estamos en el refugio de la familia Bellegarde, te elegí porque no deberías estar caminando sola, leí tu mente, y porque eres diferente. Muy diferente. ¿Acaso dijo que leyó mi mente? —Espera un minuto. Leíste mi mente —decirlo en voz alta no lo hacía más creíble—. ¿De verdad leíste mi mente? —no me convenció la segunda vez tampoco—. Y que quieres decir, ¿Soy diferente? —Muy diferente. Te escuché la primera vez —espeto. —¿Qué quieres decir exactamente con eso? ¡Y respóndeme sobre esa cosa de leer la mente! —Lo estaba mirando enojada, molesta de que estuviera sonando como un perico. No me gustaba este ir y venir de emociones que él me estaba causando, tampoco. Un minuto estaba lista para fundirme en una poza a sus pies. Al siguiente, quería sacarle los ojos de sus cuencas. Esta no era yo para nada, y no me gustaba. Comenzó a caminar hacia la banca, indicándome que lo siguiera, y luego se sentó. —Puedo escuchar tus pensamientos tan claramente como si los dijeras en voz alta, Grace. Y —él se detuvo para darle efecto—, eres muy diferente. No eres como las otras chicas de la escuela para nada. La verdad, no eres como ninguna otra chica, punto. Bueno eso no era una sorpresa. —Todos saben que no soy como las otras chicas en la escuela. Se llama ser condenada al ostracismo, Robert. —cuán extraño se sintió eso, decir su nombre tan casualmente, como si hubiéramos sido amigos por años…salió tan natural, me sentí frívola y avergonzada al mismo tiempo. Desvié mi rostro mientras me sentaba, no queriendo ver la reacción de mi uso de su nombre. Por supuesto tenía miedo del esperado rechazo a mi asumida familiaridad, pero más que eso, tenía miedo de ver lo opuesto…me odiaba a mí misma por incluso pensar en que esa posibilidad pudiera existir. Continúe hablando mientras miraba fijamente mis zapatos, ¿Cómo puedes escuchar mis pensamientos? ¿Puedes escuchar lo que estoy pensando ahora? Lo miré y me concentré, mis cejas juntándose en profunda concentración. ¿Estás recibiendo esto fuerte y claro, interruptor? Rió. Era un sonido bastante rico —vibrante y multifacético, como un prisma audible— me maraville ante la forma en que parecía llenar mi cabeza con su tono resonante. Te escucho fuerte y claro, respondió a mi pregunta silente. Con la boca abierta, lo miré fijamente. ¿Cuánto es cuatro más cuatro? —Ocho. ¿Quién escribió “La bandera llena de estrellas”? —Frances Scott Key. 49 ¿Por qué el gallo cruzo el camino? —Porque estaba atascado en el pollo. ¿Cómo estás haciendo esto? —Nací con esta habilidad. Mi boca estaba tan ampliamente abierta, que me sentía como una puerta trasera abierta. ¿Naciste con esto? Asintió. Y luego escuché su voz dentro de mi cabeza. Sonaba pequeña…extraña…ligera. Lentamente volviéndose más fuerte. Más fuerte, hasta que era, como Robert había descrito, tan clara como si hubiera hablado en voz alta. Y ahora, Grace, tu puedes escuchar mis pensamientos. Me caí de la banca. Un fuerte umph salió de mi boca mientras aterrizaba en la dura tierra en completa conmoción. Él se rió de mí de nuevo, solo que esta vez lo escuché dos veces, como un eco dentro y fuera de mi mente. —Tú… ¡tú estás en m… mi… mi cabeza! —jadee. Así es. —¡Detenlo! —grité. Apreté mis oídos con mis manos, como si eso fuera a ayudar a dejarlo afuera, como si estuviera simplemente lanzando su voz, más que sus pensamientos. Y entonces, solo para asegurarme, comencé a cantar la-la-la. No era mi mejor movimiento para estar segura, pero este no era exactamente el momento para estar asintiendo en un panel de jueces. ¿Por qué sea fácil para ti aceptar que yo puedo leer tus pensamientos, pero no que tú también puedes escuchar los míos? —¿Quién dijo que aceptaba que tu leyeras mis pensamientos? Por el amor de Dios, ¡Se supone que la gente no lee los pensamientos de los otros! ¡Y yo no nací con esta…esta…cosa! ¿Por qué debería aceptar escuchar tus pensamientos? —Grace, te dije que eras diferente. La mayoría de las chicas estarían intentando pensar cosas sucias alrededor mío —la mayoría de las chicas sin importar que— pero no tú. —Se arrodillo junto a mí en la tierra. Puso su mano bajo mi mentón y elevó mi rostro de modo que yo pudiera mirarlo. O que él pudiera mirarme. Secretamente, esperaba que fuera la última. —Lo es —me aseguró, sonriendo cuando me vio hacer una mueca —una reacción respecto a él escuchando lo que no había dicho—. No quiero asustarte, Grace. No puedo explicarte como, pero solo supe —profundo dentro de mí— que tú serias capaz de aprender mi secreto, y mantenerlo. De la forma que se supone lo haga un amigo. 50 ¿Acaso era así de simple? ¿Todo lo que él quería era una amiga? Si eso era, ¿Por qué me sentía tan decepcionada? —Te quiero como mi amiga —dijo, sonriendo mientras me ofrecía su mano. —Bien, mira. Esto realmente va a molestarme muchísimo —le dije, tomándola y parándome—. Mis pensamientos son míos. Estoy segura que no te gustaría tener a alguien siempre revolviendo entre tus pensamientos privados, ¿cierto? Él se encogió de hombros, su expresión estoica. —Mi hermana esta siempre en mis pensamientos, poniendo sus agujas para encontrar pedazos de chismorreos o secretos que ella puede cotillear con alguna de sus amigas. No es la gran cosa. Si hay algo que no quiero que ella sepa, no es tan difícil mantenerlo escondido. — Miro hacia abajo a mi mano, aun atrapada en la de él, y sonrió de nuevo. Yo olvidé lo que iba a decir porque yo, también, estaba mirando fijamente a nuestras manos unidas. No me había dado cuenta que no la había soltado…y que él tampoco. Tampoco sabía que cuando nos tocábamos así, piel contra piel, no podía detener el flujo de pensamientos que pasaban entre ambos. Fluía como agua en mi cabeza —llenando las grietas que habían estado vacías por más de lo que yo había estado viva— mientras mi mente parecía secarse del todo lo que alguna vez había contenido para hacer espacio. Su voz llenó mi cabeza, vagando alrededor de mi mente, haciendo eco, llamando, buscando… ¿buscando qué? Estaba comenzando a sentirme llena, demasiado estirada. Sentí que mi rostro se apretaba, haciendo una mueca mientras el dolor comenzaba. Era vibrante, sin piedad… la presión estaba incrementando a una velocidad enorme y no parecía cercana a acabarse pronto. Podía ver su rostro, sus ojos anchos y llenos de miedo, él estaba escuchando mis gritos internos de dolor, y lo estaban hiriendo. Necesitas… soltarte… Grace. Y luego él se había ido. Todo se había ido. *** Estaba recostada en una banca, algo duro bajo mi adolorida cabeza. Sentí algo goteando desde mi rostro —había sido limpiado con algo frio y húmedo. Podía oler el sabor oxidado de la sangre, y el olor acaramelado de algo no familiar. Mis ojos se abrieron a dos inmensas piscinas de mercurio líquido mirando fija y preocupadamente en mi rostro. 51 —¿Estás bien? Trate de sentarme, pero no me podía mover —algo me estaba sosteniendo abajo. Mire de vuelta a esas dos piscinas liquidas y me di cuenta en que por la forma en que estaban anguladas, yo tenía que estar yaciendo en su regazo. Mis ojos volaron hacia mi pecho, y vi que su mano estaba presionando mi estómago hacia abajo. Giré mi cabeza y vi que su otra mano estaba sosteniendo mi hombro izquierdo. No podía levantarme porque me estaba manteniendo abajo. Miré de vuelta a su rostro una vez más y dije en una voz temblorosa. —Estoy bien. Solo necesito sentarme. Se veía reacio a dejarme ir, pero relajo su agarre y lentamente me ayudo a sentarme. El mareo que me había consumido era problemático. Sentía como si hubiera sido drenada de toda mi fuerza y energía —no distinto a como uno se siente cuando no ha comido en todo el día. Miré hacia la mano de Robert, la que había estado sosteniendo cuando mi mente comenzó a sofocarse —eso es lo que era, mi mente se había sofocado bajo el apuro de cada uno de los pensamientos de él. En ellos había un trapo que parecía teñido de sangre… ¿pero de quién? —Es tuya. Tu nariz comenzó a sangrar justo luego de que te desmayaste. —Robert respondió culpablemente. Se veía muy pálido, su voz tan temblorosa como la mía. Por supuesto que lo estaría. Él había estado en mi cabeza, compartido el mismo miedo, vio todo en mi cabeza volverse negro… y compartió mi dolor. Eso hubiera sido suficiente para asustar a cualquiera. Me estiré hacia el trapo que él estaba sosteniendo y miré hacia su rostro. Decidí intentar algo. Necesitaba concentrarme en algo. Miré hacia sus labios —demasiado distractores— su nariz, si su nariz funcionaria. Era una nariz que se veía poderosa, pero cuando bloquee todo lo demás, era solo una nariz, y me pude concentrar. ¿Aún está sangrando? —Ya no más. Se detuvo justo antes de que despertaras. Y gracias por mi nariz. Yo estaba tan impresionada, que de verdad me sonrojé. Donde alguna vez podría haber estado aterrorizada —incluso mortificada— ahora estaba en completa y pura admiración; él podía oír mis pensamientos, y yo los de él. Esta era una conexión genuina. Con alguien que no conocía para nada. —¿Qué es lo que quieres saber? —me preguntó, girándose de modo que podía enfrentarme de modo más cómodo, preparándose para la aparición de una larga discusión. —Uhm… bien… tú dijiste que habías nacido con la habilidad de leer mentes. ¿Por qué? Y ¿por qué yo puedo escuchar tus pensamientos? ¿Puedo escuchar los de todos 52 los demás? Esto me hubiera ayudado bastante hace unos pocos meses. Y ¿Qué fue eso —cuando me desmayé— por qué pasó eso? —divagué rápidamente mientras las preguntas se apresuraban una tras la otra. Me sentía incapaz de detenerme mientras lo miraba y esperaba que me respondiera antes de que el interrogatorio pudiera continuar. —Puedes escuchar mis pensamientos, Grace, porque te lo permití. Solo puedes escuchar los pensamientos que te permito. Respecto a los otros… no puedo decirte eso ahora. Tú ya sabes más de lo que estaba dispuesto a revelar —susurró, mirando lejos de mí a alguna cosa invisible con tanta pena en sus ojos, que mis dedos picaban con un desconocido deseo de sostenerlo, de confortarlo de alguna forma—. Voy a decirte que soy tu amigo, Grace. Tu sabes un secreto que nadie más fuera de mi familia sabe, y estoy confiando en que no lo compartirás con nadie. Él estaba confiando en mí… ¿Quién confiaba en mí? Ni siquiera Graham había hecho eso, y él me conocía mejor que nadie. —No es mi secreto para compartirlo, Robert. —Cautelosamente, estiré mi mano, asustada de que lo que había sucedido antes pudiera pasar de nuevo si él lo hacía, pero más asustada de que no lo aceptara para nada. ¿Por qué debería tomar mi mano? Él recién me había conocido ¿Qué sabia sobre mí? Y ¿Qué si lo que había pasado conmigo lo había asustado, probando que tan extraña era? ¿Acaso de verdad podía confiar en alguien como yo? Es todo lo que necesito saber para confiar en ti. Su voz llenó mi cabeza y tomó mi mano, como para confirmarlo, para reconocer nuestra rápidamente formada amistad. Tú también puedes confiar en mí. No te traicionaré. No soy nada sino un leal amigo y guardián. —Uhm… gracias —dije, mi voz teñida de incredulidad, y mire alrededor de nosotros, necesitando una distracción de su hipnotizadora mirada. ¿Acaso no había dicho que este era el refugio de la familia Bellegarde? —¿Este lugar pertenece a tu familia? —pregunté en voz alta, sabiendo que había escuchado mis pensamientos antes de que ellos hubieran llegado a mis labios, pero sintiendo una necesidad de llenar el silencio, los pronuncié de todas formas. —Sí. Esta área ha estado en las manos de mi familia por siglos —confirmó—. La familia de mi madre la heredó, tal como el bosque y los cursos de agua alrededor, así que es casi como de nosotros. —Movió su brazo en un arco, refiriéndose a todo lo verde que yacía ante nosotros. Mire alrededor hacia el patio de recreo y elevé una ceja. ¿Qué hay con los columpios y el sube y baja? Rió suavemente, Bueno, rentamos mucho esta área, a enormes reuniones de compañías, reuniones familiares, bodas, etc.… mi mamá se dio cuenta que habría niños que querrían jugar, así que ella construyo un patio de recreo para ellos. Ella 53 ama a los niños, habría tenido un pequeño ejército de ellos si hubiera podido. Indicó hacia un mirador que parecía estar anidado entre un par de altos árboles, casi invisible desde donde estábamos sentados, a pesar de su tamaño. Ahí es donde la mayoría de las bodas se llevan a cabo, y luego la recepción se monta justo ahí. Apuntó hacia un amplio espacio abierto a la derecha del mirador que parecía extenderse hasta el infinito. Es agradable y parejo; perfecto para bailar. Yo podía imaginármelo, las bodas extravagantes era montadas en lugares vastos y abiertos. Podía ver las tiendas armadas, chispeantes luces de navidad sembradas por todos lados, las mesas y las sillas cubiertas con yardas y yardas de seda blanca, y todo aromatizado con flores de distintas clases y matices. Me tomó unos pocos minutos darme cuenta que las imágenes eran demasiado frescas; era todo demasiado limpio solo para ser mi imaginación. Estos eran recuerdos. Lo miré, y sonrió. Pensé que podrías necesitar algo de ayuda. Mi mandíbula se cayó frente al insulto. Yo NO necesito ayuda imaginando una boda aquí. Él se encogió de hombros. Bien. Y la imagen se había ido, como si hubiera presionado el stop en un DVD, y todo lo que me quedo fue una pantalla en blanco. ¡Eso fue grosero! Tú dijiste que no necesitabas ayuda imaginándote una boda aquí. Repentinamente me pregunté cuándo se había vuelto cómodo hablarle a través de mi mente. Habíamos tenido casi una conversación completa sin decir una sola palabra, y en vez de que me asustara como debería, me molestó. Más fácil de lo que parece, ¿uh? Lo miré enojada. —Prefiero hablar. La gente va a pensar que estoy incluso más loca de lo que ya piensan si me quedo quieta por largos periodos de tiempo porque estoy teniendo una discusión en silencio contigo. Me levanté y estiré mis piernas, ¡Oh eso se sentía bien! Comencé a caminar alejándome antes de darme cuenta que aún estaba sosteniendo mi mano. Con un cegadoramente rápido tirón, yo estaba de vuelta en la banca sentada junto a él. Pestañee consternada, no solo por su reacción a mi intento de alejarme, sino al hecho de que a pesar de la fuerza necesaria para hacer algo así, su brazo casi no se había movido. Habría sido más convincente el que hubiera removido una tela de araña que de alguna forma forzándome a sentarme junto a él. Y aun así, a pesar de mi conmoción, nada de esto parecía ser de mucho interés para él, mientras remarcaba mi observación. 54 —Nadie va a pensar eso de ti. Nunca más —d ijo mientras miraba mi rostro, el brillo travieso en sus ojos traicionaba la línea seria de su boca. Podría haber jurado que sabía cómo respirar —lo había estado haciendo toda mi vida, después de todo— pero por alguna razón, no podía recordar como en ese momento. Grace, soy tu amigo. No dejaré que la gente te trate así nunca más, él hizo una reverencia, la seriedad cambiándose ahora a sus ojos. Eres una persona demasiado buena para que la gente te dé por sentada. ¿Cómo vas a hacer que la gente deje de hacer lo que les parece tan natural? Espeté. Ignoró eso y continúo. Sé el dolor que has sentido, y he visto cómo has sido tratada. No será así nunca más. Lo prometo. ¿Cómo un lector de mentes podía, protegerme del dolor que ya sentía? ¿Cómo podía protegerme de los recuerdos permanentemente grabados a fuego en mi mente? ¿Cómo podía prevenir los comentarios sarcásticos, las bromas, o los recuerdos que me golpearan mañana, cuando todo comenzaba de nuevo? La verdad era que no podía. No podía cambiar el hecho de que sin importar la hora a la que fuera a casa hoy, Graham aun seria mi vecino de la casa de al lado, que no quería tener nada que ver conmigo o que mi papá iba aun a dejar entrar a esa víbora a la casa de mi madre. ¿Quieres apostar? Mi boca formo una perfecta “O”. No, no quiero apostar. Si el saber que lees mentes fue ya demasiada información, entonces probablemente no quiero saber el resto de todas formas; y si ese es el caso, solo tendré que pedirte que te quedes fuera de mis asuntos. Dios, esta cosa de la amistad estaba comenzando difícil. Ya le había gritado más veces en la pasada hora que lo que había hecho con Graham en toda mi vida. Antes de que pudiera decir otra palabra, mi estómago decidió que era tiempo de interrumpirnos. El retumbante sonido fue algo fuerte, y embarazoso, pero una prueba del hecho de que no había finalizado de desayunar, y ni siquiera había tenido la oportunidad de comenzar el almuerzo. El sol se estaba dirigiendo hacia el oeste, hundiéndose lentamente, así que la cena estaba casi a la vuelta de la esquina. ¿Me iba a perder eso también? Creo que no. —Robert, tienes que llevarme a casa. Me estoy muriendo de hambre, y se está haciendo tarde. Se levantó y me tiró con él sin una onza de esfuerzo. Nuestras manos nunca se habían separado durante toda la conversación, lo note, y me sonrojé. Si debo. Pero primero, quiero asegurarme que entiendes que está bien que me grites si quieres. No tienes que guardártelo como lo hacías con Graham. Soy tu amigo ahora. Te acepto como eres. Mis ojos sobresalieron. ¿Podrías parar de revolver entre mis recuerdos? ¡Si quieres ser mi amigo, tienes que darte cuenta que los amigos no hacen cosas como esa! 55 Su risa fue suave. La mayoría de los amigos no pueden literalmente leer la mente del otro. Ok. Él tenía un punto. Solo no lo hagas más. Es pavoroso. Y molesto. Asintió con su cabeza y caminamos hacia su motocicleta. Su casco, el cual había colgado en el manubrio, me fue entregado. Lo miré interrogativa. —¿No lo necesitas? —pregunté. —No. Tengo la cabeza dura. Trepó en la motocicleta y lo seguí. El fuerte retumbar vibrando a través de mí y mis piernas, recordando cómo se sentía, parecían haberse formado una opinión propia de que no iban a trepar de vuelta. Tratando de buscar evasivas, me puse el casco, sin molestarme en ajustar mi cabello, tapando mi visión completamente distorsionada por rebeldes mechones cubriendo mi rostro. Él suspiró, y sacó el casco de mi cabeza. Echó mi cabello hacia atrás y puso el casco nuevamente. Empujó el visor hacia abajo, tornando todo a un apagado gris oscuro, y tiró de mí en el asiento tras él. Tomen eso, piernas. Supuse que necesitabas una pequeña ayuda. Sí. Esta cosa de la lectura de mentes, iba a ser definitivamente molesta. Poniendo mis brazos alrededor de su cintura de nuevo, contuve mi aliento mientras aceleraba el motor y salíamos. Como el rayo, rallábamos contra el camino, todo borroso una vez más. Me pregunté qué había pasado con el chile, estaba segura que había manchado la parte trasera de su chaqueta, deduciendo que probablemente la había limpiado mientras estuve desmayada. Cerré mis ojos y repentinamente podía escuchar —no— ver sus pensamientos, ver todos los eventos que habían ocurrido en el día a través de sus ojos mientras viajábamos. Él estaba de pie en la fila, su visión puesta en una hermosa chica rubia de pie junto a su novio. Era Erica. Él se sentía cálido, alegre. Se giró hacia la persona que estaba de pie en frente de él. Ella tenía cabello castaño, del color de la caoba, y estaba usando una vieja camiseta, la había elegido por comodidad, él podía adivinar, porque no era como nada que nadie más estuviera usando. Ella estaba susurrando a una mujer delante. La mujer se veía confundida y necesitaba que ella hablara más alto. Ella lo hizo, diciendo su nombre. Grace… —Oh querida, sé quién eres. Eres la Señorita Grace Shelley. Dios, has crecido durante el verano, ¿cierto, cariño? —La mujer en frente dijo en voz alta. El nombre pareció desatar una ola de fuego dentro de él, y saboreó la quemazón, como si hubiera estado hambriento por el calor. Continuó mirando fijamente la parte de 56 atrás de su cabeza. Ansioso, esperando por ella para girarse, luchando contra la urgencia de hacerla hacer eso. Ella estiró su mano para golpetear su cabello. No era cabello lo que estaba sintiendo para nada. Era una masa enredada de nudos indomables que había olvidado cepillar esa mañana completamente. Él podía sentir su vergüenza, escucharla. Se estiró para tocar su cabello muy rápido mientras ella avanzaba para hablar con la adorable señora que entregaba los horarios de las clases una vez más. Más calidez lo lleno mientras inhalaba la dulce fragancia de eso. Cuando removió su mano, los nudos se habían ido. Yo pestañeé, ¡él podía hacer mucho más que leer mentes! Mas visiones aparecieron. Él estaba caminando hacia su sala de clases, sentándose junto a una chica con corto cabello rubio. Ella estaba sonriendo tan ampliamente, que sus orejas eran parte de ello. Le sonrió de vuelta. Era una sonrisa tan brillante que se reflejó en los ojos de ella. Su calidez fluyó hacia afuera, y la chica rubia comenzó a transpirar —podías ver que no le importaba—. Ella se presentó, pero él estaba escuchando sus pensamientos; ella quería saber todo sobre él, su nombre, de donde vino, pero lo más importante, si tenía novia. Me hizo sentir mal el saber que yo tenía eso en común con ella, yo, también, estaba curiosa respecto a esa última parte. Sentí que él negaba con la cabeza —leyendo los pensamientos en mi mente mientras reproducía de vuelta los suyos— y sentí algo de un sentimiento de relajación, pero no se sintió fuera de lugar o incómodo. La visión detrás de mis parpados cambió y ahora estaba rodeado de chicas. Chicas lanzando risitas, gloriosas y frívolas. A él le gustaban las chicas, a juzgar por cuanto se reía y sonreía con ellas. El brillaba con calidez. Un suave y pálido blancor rodeándolo, flotando dentro y fuera mientras ellas tocaban sus hombros, batían sus pestañas, delicadamente rozaban su costado, el flirteo para nada escondido, pero no descarado tampoco. Luego su foco cambio a algo más —no, no algo— cambio a alguien más. Él se excusó y camino hacia la parte trasera de la sala de clase, tomando asiento junto a la persona que había capturado su atención. Ella se veía triste, tan desamparada. Grace… Quería estirarse y tocarla de nuevo. Pero no había más nudos. Podía ver el rastro de las lágrimas secas en sus mejillas, y había comenzado a contar. ¿Qué estaba contando? Él negó con la cabeza ante lo que había descubierto. Había contado el número de lágrimas que habían bajado por su rostro. La chica sentada junto a él, elevó la mirada y se giró para enfrentarlo. A través de sus ojos, ella estaba rodeada por un suave halo blanco, y la calidez que había sentido antes alrededor de todas las otras chicas parecía empalidecer en comparación a este nuevo calor, una fogata quemando dentro de él, amenazando con convertirlo en llamas vivientes. Se sentía bien. Le dio la bienvenida. Él tomó 57 un aliento profundo, sus ventanas de la nariz moviéndose mientras inhalaba la fragancia que era su cabello, su piel, su aliento… su Grace… Le habló, divertido ante su reacción de conmoción. Habló de nuevo, su mirada trabándose con la de ella, intentando darle seguridad sin palabras ni acciones. Ella tropezó sobre su respuesta, y luego se sonrojó. Las flamas lamiendo la piel de él crecieron aún más. Otra chica sentada en frente de ella dijo algo que ella pensaba era divertido en su crueldad. Su frialdad humedeció el calor lo suficiente como para que se girara y le diera una buena mirada a las chicas que ahora lo rodeaban. Todas lo miraban como si fuera la última tendencia que ellas tenían que llevar… Y estaba en venta. Sus pensamientos eran todos lo mismo. Nada diferente aquí. Nunca lo era. Hermosos rostros, pero los pensamientos todos predecibles y mundanos. Se giró para mirarla de nuevo. Ella estaba doblada sobre el papel, perdida en sus pensamientos, y estaba mordiéndose la parte interna de la mejilla. Ella estaba pensando sobre algo doloroso. Le dolía, sentir la desesperanza que ella estaba experimentando, y lo que escuchó, lo que vio en la mente de ella tiró de él, lo hizo querer confortarla e cualquier forma posible. Podía ver el brillo rodeando sus ojos y lo reconoció como lágrimas. Ella estaba al borde del llanto. El dolor de ella era tan agudo que hizo que su respiración se volviera irregular, como si él mismo estuviera experimentando el dolor que había crecido en lo profundo de ella. Miró lo que ella había estado mirando fijamente — su ensayo. Estaba en blanco con excepción de su nombre y el título de la tarea. Sería suficiente, él decidió. Rápidamente, se metió en lo profundo de su mente y sacó momentos de su memoria que no involucraban la fuente de dolor. Los convenció de ir al papel en frente de ella, doblándolos hacia su curva e inclinada escritura hasta que llenaron la parte delantera y trasera ordenadamente. Ella no necesitaría fallar en su primera tarea de clase en frente de ella, no sintiéndose de la manera en que lo hacía. La campana estaba sonando y las imágenes cambiaron. Otra sala de clase, y ella estaba ahí de nuevo. Él sintió el fuego rodeándolo mientras intentaba otra vez hablar con ella. No entendía porque su voz sonaba tan temblorosa. Sonreí ante el pensamiento. Había sonado firme en ese momento para mí. Ella estaba concentrada en las palabras del profesor en frente de la clase. Necesitaba distraerla de alguna forma. Vio el lápiz de ella en el borde de su escritorio, y lo llamo con un delicado signo de su dedo. Obedientemente, rodo fuera del escritorio. El sonido del lápiz golpeando el suelo, fue suficiente para quitar sus ojos de la conversación que se desarrollaba entre el profesor y los estudiantes. Ella se estiró para recoger el traicionero instrumento de escritura y elevó sus ojos hacia él. Las llamas alrededor de él danzaron de alegría. Ella lo miró fijamente mientras intentaba, una vez más, de hablar con ella. La respuesta de ella era lenta en venir. Ella parecía congelada. Y luego se movió tan 58 rápido, que no pudo verlo pasar hasta que había terminado. Ella se había intentado levantar —demasiado rápido, demasiado nerviosa— y se había golpeado su cabeza en el borde del escritorio, una queja saliendo de sus labios. Instantáneamente, una de sus manos estaba en el punto de contacto —tratando de contener el dolor, o de prevenirlo completamente— no dispuesta a permitir más lágrimas. Inmediatamente, la mano de él estaba ahí, cubriendo la de ella, ofreciendo cualquier nivel de calmante confort que pudiera darle sin asustarla. Había risitas alrededor de ellos, pero él no notó quien estaba riendo, no le importaba. Él solo quería disminuir el dolor en cualquier forma que pudiera. Pronto, la mano en la cabeza de ella bajó. Ella estaba cercana a sonreír ahora. Era casi suficiente. Y entonces ella habló una vez más, diciendo a nadie en particular que sus ojos no eran grises para nada. Eran plateados. Repentinamente, las visiones se fueron. Mi mente estaba vacía una vez más, salvada para mis propios pensamientos. No nos estábamos moviendo más. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había comenzado a compartir visiones? Elevé mi mirada y vi mi casa. ¿Cómo había sabido donde vivía? ¿Siquiera tienes que preguntar? Por supuesto que no. Lo que no podía sacar de mí era la forma convencional, él con seguridad podía aprenderlas en otra y más íntima forma. Mire a mi casa. La puerta del garaje estaba cerrada, lo cual probablemente significaba que papá se había ido a trabajar y ya no estaba en casa. Bien. No estaba preparada para enfrentarlo de todas formas. Me baje de la parte trasera de la monstruosa moto y temblé un poco antes de que su paciente agarre me ayudara a estabilizarme; yo sabía que mis piernas no iban a cooperar conmigo, completamente amotinadas ahora que habían sido forzadas contra su voluntad a soportar ese vibración que parecía sin termino. Me saqué el casco y se lo entregué. —Entonces…uhm, gracias —dije, insegura de cómo proceder con esta extrañamente generada y repentina amistad, o como procesar toda la nueva información que justo había obtenido a través de sus recuerdos compartidos. Tomé el extremo de la camisa que me había pasado para usar—. Uhm, te devolveré esta camisa mañana. Tomó el casco de mis manos, no mirándome a mí sino a mi casa. —No te preocupes sobre eso. Tengo al menos cinco de esas en casa. Vas a estar sola… Me encogí de hombros. —No hay problema. He pasado gran parte de mi vida de esa forma. Te veo en la escuela mañana entonces. —Comencé a subir por la calzada, girándome cuando el encendió la motocicleta. Gracias, Grace…por permitirme confiarte mi secreto. 59 Lo miré mientras aceleraba, lo mire mientras desaparecía de mi vista —lo miré con una pequeña sonrisa en mi rostro mientras pensaba, es mi secreto ahora, también. 60 Una pequeña amabilidad Traducido por †DaRkGirl† Corregido por nella07 T omé mi nuevo secreto mientras caminaba dentro de la casa oscura. Vi que el reloj en la pared daba las seis y cuarto, y sabía que papá estaría en casa en menos de una hora. Consideré hacer la cena para los dos, pero tenía demasiada hambre y rápidamente me hice un sándwich de atún en su lugar. Me dejé caer en el sofá y encendí la televisión, buscando cualquier cosa para rellenar el silencioso ambiente. Necesitaba procesar todos los eventos de hoy. Él había dicho que era diferente. Muy diferente, había hecho especial énfasis en ello, así que ahora estaba como un dodo entre pavos reales. Pero ciertamente él era el diferente. ¡Podía leer mentes! Podía enviar pensamientos a otras mentes. Él podía escribir… en otra letra sólo con pensarlo, y convertir un enmarañado pelo en algo elegante y presentable. Es como si fuera alguna clase de mago. Resoplé ante eso ¿Magia? ¿Acaso tenía seis años? Debía haber alguna explicación racional. Tal vez estaba mostrándome lo que quería: una mezcla entre realidad y ficción, para probarme, probar mi lealtad. Bueno, incluso si la gente me creyera, no iba a ir contándole al mundo que él podía leer mentes. Estoy segura que él sabe que no lo haría. Tal vez no habrá sido pensado directamente, pero mi subconsciente definitivamente no lo hubiera permitido. Y él ya lo había analizado con profundidad a través del día para haber sabido eso. Miré mi mano. Esa que él había sostenido durante tanto tiempo mientras estábamos sentados en ese banco. La traje a mi cara, como si el calor que se había extendido a través de ella todavía estuviera ahí, la extendí y toqué mi mejilla, casi esperando atrapar algún indicio de su olor. Arrugué la nariz cuando el picante aroma del atún y pepino me rodeó. 61 Ningún olor místico y mágico aquí. Miré la camisa que me había dado para cambiarme, preguntándome cuando había sido la última vez que él la había usado; la jalé hacia mi cara y la froté contra mi mejilla. Se sentía increíblemente suave contra mi piel. Y podía imaginármelo al otro lado de la tela, su calor irradiando a través de esta… dentro de mí. No sé cuánto tiempo me quede así —mis pensamientos perdidos en mi imaginación, haciéndome soñar despierta, pero cuando volví a abrir los ojos. Estaba en mi cama. En mi habitación. ¿Cómo llegue aquí? Mire el reloj digital en mi escritorio, sus números rojos brillan en la oscuridad de mi cuarto mostrando treinta minutos para la media noche. ¿Soñar despierta con Robert me había costado cinco horas? Miré la ropa en mi cuerpo. Ya no estaba usando su camisa. En su lugar estaba en mi usual uniforme para dormir: los bóxers rojos y camiseta blanca. Supongo que me quedé dormida en el sofá y papá me subió y me cambió. Encendí la lámpara que estaba en la mesa de noche. Con una risa sorprendida, me di cuenta que estando privada, sin la camisa de Robert, no sabía porque, pero necesitaba sostenerla, sentirla. Tal vez era porque esa era la única prueba de que incluso hoy había sucedido. Me levanté y me acerqué a mi vestidor ¿Papá la había puesto ahí? La canasta que había estado en la mañana todavía seguía allí, pero la camisa de Robert no estaba. Fui a revisar mi ropa sucia. Tampoco estaba ahí. Empecé a bajar la escalera y me congelé cuando oí el sonido de alguien hablando. Reconocí la voz de papá; sonaba como si estuviera preguntando algo pero sin obtener respuesta. ¿Estaba en el teléfono? Continúe bajando para ver con quien estaba hablando a esta hora. No era propio de él estar despierto hasta tan tarde. Él estaba sentado en el sofá con un cesto de ropa a un lado de sus rodillas, ropa doblada se apilaba en la mesita de café en frente de él. Estaba hablando. Pero no lo estaba haciendo con alguien en el teléfono. No le estaba hablando a nadie. No había nadie ahí. —¿Papá? —Me miró y sonrió tímidamente. —Hey Grace estas despierta. Asentí y recogí mis bóxers doblados, tratando de buscar la manera para preguntarle, si había estado hablando con el mismo. Bueno no exactamente hablando con el mismo, es decir, teniendo una completa conversación con él mismo. —Uhm, papá… ¿con quién estabas hablando? ¿Justo ahora? —Estaba… estaba hablando con mamá —dice con la tristeza visible en sus ojos—. Cuando estoy solo y estoy haciendo cosas que solíamos hacer juntos, es como si pudiera sentirla aquí, así que hablo con ella. 62 Bien, eso era una sorpresa. Sabía que doblaba la ropa para recordarse así mismo con ella, pero no sabía que también tenía conversaciones con… ella. —¿De qué estabas hablando co… con mamá? —Pregunté agachándome lentamente a sus pies al lado contrario de la canasta vacía. Comenzó a colocar la ropa doblado de nuevo adentro, mientras trataba de encontrar las palabras para responderme. Cuando la mesa estuvo libre, se giró para verme. —Grace, le estaba diciendo a tu mamá sobre Janice, sobre el bebé, y sobre lo mucho que me preocupo por ti. —Él agarró algo de la parte superior de la pila en la cesta y me la entregó. Era la camisa de Robert. —Se que Graham rompió tu corazón Grace. Se cuán profundamente te hirió. Lo vi con mis propios ojos. Pero me preocupo por tus acciones como resultado de ese dolor —hizo un gesto a la camisa en mis manos—. Estabas usando eso cuando llegue a casa. No es tuyo. Ni siquiera es una camisa de chica ¿Dónde la conseguiste? Aprieto las manos alrededor de la suave tela, buscando como explicar los sucesos del día de una manera que no pareciera una locura. —Un amigo me la dio, después que cayera chile en mi otra camisa. —Eso era. Simple. Fácil. La verdad. Él me miró a los ojos, y sabía que estaba viendo que era honesta, no esperaba que se diera cuenta que era sólo parte de la verdad. —Graham me dijo que te fuiste con un chico después de dejar la escuela. Mis ojos se abrieron en shock y rabia. —¿Hablaste con él? ¿Después de lo que hizo? —Él se sonrojó, avergonzado ante su traición y mi reacción ante ello—. Tenía que hacerlo. Recibí una llamada de la escuela diciendo que perdiste la segunda parte del día, que te habías saltado la escuela, te rehúsas a tener amigas. Así que tuve que hablar con la única persona que sabía que iba a la escuela contigo. Se acercó para acariciar mi cabeza, como solía hacer cuando era niña, me alejé y él suspiro. —Sé como ustedes los adolescentes pueden reaccionar cuando las cosas se ponen difíciles. Quieren sentirse mejor en cualquier forma posible. Nunca creería que estuvieras en drogas Grace, pero hay otras maneras para sentirse mejor… 63 Su voz se volvió más suave, ahora yo era la avergonzada ¿Estaba él sugiriendo que había tenido sexo con algún chico desconocido porque Graham me había herido? Miré sus ojos y eso fue exactamente lo que vi. Podía sentir la furia surgiendo dentro de mí. —¿Por eso fue que cambiaste mi ropa, papá? ¿Para inspeccionarme? ¿Para saber si había sido una niña desobediente por mi necesidad de sentirme mejor porque mi mejor amigo me traicionó?, mi padre diciendo esto es difícilmente algo que me guste y ¿y ahora es una buena idea que me hiciera daño? —me levanté con mis manos temblando por la intensidad de la traición—. Obtuve esta camisa gracias a un amigo, mientras tú piensas que no le agrado a esas personas, hay una persona que puede probarte cuán equivocado estas. A él le agrado, papá. Le agrado genuinamente y me ayudó hoy cuando me estaba sintiendo como una absoluta mierda. Miré a mi papá furiosa, sorprendida y herida porque pudiera pensar que había tenido sexo con un extraño sólo para olvidar a Graham. —No tuve sexo con él. A diferencia de alguien en esta familia. No necesito hacer eso para sentirme mejor. —Me dirigí escaleras arriba, cuando el gritó mi nombre. —¡GRACE ANNE SHELLEY, TE DETIENES JUSTO EN ESTE MOMENTO! Tentada a seguir caminando, pero entendiendo las consecuencias si lo hacía, me detuve, mis ojos se dirigieron a los bordes ásperos de la alfombra que daba contra las estrellas. Las respiraciones pesadas y murmullos fue lo único que escuché por unos pocos minutos. Finalmente, él habló, su voz sonaba mucho más calmada… —Yo no te cambié, lo hizo Janice. Ella me dijo que te dejara dormir, que podía hablar contigo en la mañana. —El tono de melancolía con el que habló mantuvo mis ojos calvados al suelo —no me iba a permitir ver lo mismo en sus ojos. —Le dije esta mañana que tú no estás feliz con que ella viniera a vivir aquí con nosotros. Ella dijo que no quería mudarse si tú no la querías aquí, que ella no quiere ser parte de esta… vida, si tú no querías que lo fuera. Ella no quiere intervenir entre nosotros, Grace. Miré a papá y me atraganté con las palabras que había preparado en respuesta. Sus ojos suplicaban —su rostro lleno de líneas y una sombría sonrisa. Recordé esa mirada. La tenía la primera vez que me vio en el hospital y viendo que estaba bien, la sostuvo esperando que se hubieran equivocado con mamá. ¿Estaba tan desesperado por estar con Janice? ¿Estaba tan profundamente enamorado de ella que perderla significaría morir? 64 Me di la vuelta y me senté en el primer escalón. Esto me estaba confundiendo. No sabía que los sentimientos que papá tenía por Janice fueran tan fuertes, tan serios, ¿pero él no había dicho esta mañana que se preocupaba por ella? Sí lo había hecho. ¿Sexo? Por supuesto, sabía que estaban teniendo sexo. Él nunca la trajo aquí para eso, pero nunca me mintió sobre pasar noches fuera y en su casa. Sólo no sabía que iba más allá de eso. Así que aquí estaba. Él había encontrado finalmente quien llenara el vacio que había estado en su corazón desde que mamá murió. Y yo no podía soportarla. Miré a papá luciendo tan pequeño con su dolor. Estaba perdiendo el futuro con un nuevo amor y otro hijo. Y todo porque a mí no me gustaba Janice y tenía el miedo irracional de que estaba tratando de remplazar a mi mamá en su vida. ¿Qué tan egoísta estaba siendo? El rostro de Graham estaba de repente en mi mente. Él nunca había tratado de tener un compromiso con Erica por encima de mí. Él simplemente la escogió. Yo ya no era ni siquiera parte de la ecuación y eso me había herido. No importaba el hecho que lo amara. Eso ni siquiera entraba dentro de este problema, porque no había sabido eso cuando tomó su decisión; pero si lo hubiera sabido, aún la hubiera escogido sobre mí. Estaba segura de eso. Pero papá había tomado la misma decisión esta mañana ¿verdad? Había subestimado a Janice, sin embargo ella era… Había decidido no interponerse entre nosotros dos. Había sacrificado seguridad, amor y quién sabe qué más para que yo pudiera ser feliz, aunque yo no había pensado dos veces en su felicidad, demasiado consumida con lo que mamá hubiera pensado de esto. Ambas hubiéramos pensado lo mismo, sólo desde diferentes lados, ambas hubiéramos llegado a la misma conclusión. El único problema con eso es que ahora que había conseguido lo que creía que quería. No estaba feliz. No había pensado en qué clase de efecto tendría en papá y lo único que quería era no verlo herido nunca más. Él pasó mucho tiempo solo después que mamá muriera. Todos decían eso. Decían que era “poco natural” que un hombre permaneciera soltero por tanto tiempo. Luego dijeron que era “pecado” cuando empezó a salir de nuevo formalmente. Él no podía ganar, perdiendo algo. Pero nunca sus relaciones duraron tanto. Siempre fui la cuestión. Nadie quería ser la madre de Grace, la rara la chica larguirucha y de extraña apariencia que había sobrevivió a un horrible accidente sin un solo rasguño en ella mientras su madre moría quemada. 65 Pero Janice lo estaba permitiendo. Ella quería ser parte de la vida de papá tanto como él quería ser parte de la suya. Simplemente lo quería tanto como para no interponerse entre nosotros. Veía eso ahora. Veía todo ahora y me sentí avergonzada. Estaba siendo tan cruel como Erica como… Graham. Sacudí mi cabeza. Lo detendría. —Papá —comencé, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar mi arrepentimiento y culpa—. Creo que deberías decirle a Janice que está bien si quiere mudarse. Ella te hace feliz, y es más de lo que ha sido capaz de hacer esta pasada semana. No puedo encontrar una razón para odiarla por ello, y siento si quiera haberlo intentado. Trate de medir su reacción, ver si lo que tenía para decir lo complacía. —Mereces ser feliz papá. Mereces tener una segunda oportunidad, justo como todo el mundo. Ella es tu segunda oportunidad. Ahora veo eso. Su rostro lucía cansado, sus hombros aún estaban encogidos y las palabras que había esperado que cambiaran su actitud no fueron suficientes. Repentinamente me sentí peor. —Grace, esto no es algo que puedes arreglar diciendo que ahora se puede quedar. Esto no es la secundaria. Es la vida real. Ella se va, Grace. Oyó que había una oferta de trabajo en una escuela del Norte y sólo estaba esperando si las cosas podían funcionar aquí. Vino a casa para hablar contigo, pero cuando te vi vestida con la camisa de algún chico, no pude pensar en otra cosa que con quién habías estado y porque estabas usando su ropa… —Papá te dije que me la dio porque había derramado comida sobre mi otra camisa. —Me interrumpí deseando no haber tirado esa camisa solo para tranquilizarlo. Él asintió con la cabeza, una reacción automática. Tomó una respiración profunda y suspiró. —Ya no importa Grace. Janice tomó su decisión. Mira, estoy cansado. Creo que me voy a la cama. No te acuestes tan tarde. Me deslicé a un lado del último escalón y observé mientras él pasaba a mi lado, luciendo abatido y absolutamente miserable. El ceder ante Janice llego demasiado tarde. Mi momento de generosidad no llegó pronto y el conocimiento que había sido un factor en la infelicidad de papá pesaba sobre mí con una cantidad increíble de presión. Observándolo lentamente subir las escaleras, sabía que tenía que hacer algo. Solo no sabía qué. No aún, de todos modos. Me moví a hacer algo en el momento que oí la puerta de su cuarto cerrarse escaleras arriba, el Clic de la cerradura me dio una idea. Rápidamente me dirigí 66 hacia la agenda que estaba en la cocina. Encontré el número que estaba buscando y empecé a marcar como loca. La llamada fue tortuosa. Esperaba que la persona en el otro extremo contestara mientras pensaba lo que iba a decir. Tres ring. Contesta. Cuatro… ¡CONTESTA! —¿Hola? —Dejé escapar un soplo de aliento, sintiendo alivio como si escuchara su voz por primera vez en mi vida, de hecho me empecé a reír. —¿Uhm… hola? ¿Quién es? — ¿J…Janice? Soy yo Grace. —Dejé salir, con miedo de empezar a reír de nuevo y que me confundiera con un adolescente haciendo una broma o algún psicótico asesino con cara de payaso. Podía oírla respirar al otro extremo de la línea, un tanto molesta y estaba convencida que estaba a punto de colgar cuando comenzó a hablar. —¿Qué pasa Grace? Es muy tarde ¿pasa algo? ¿Le ocurrió algo a James? Tomé una respiración profunda, mandando una oración en silencio. Estaba haciendo lo correcto, y comencé: —Janice quiero decirte que lo siento. Siento lo que paso hoy… —Ella me interrumpió. —Grace ¿tu padre te dijo lo que pasó? Mira, Grace. Lo que paso esta noche no fue tu culpa, tu padre y yo, nosotros… Era mi momento de interrumpir, no la quería haciéndose ideas antes que tuviera siquiera la oportunidad de cambiarlas. —Janice, por favor. Déjame terminar. Me está tomado demasiado hacer esto, pero es por una buena razón, créeme —esperé a que dijera algo pero cuando todo lo que oí fue silencio, continúe—. Quiero decirte que siento lo que paso esta noche, si hubiera estado despierta, te hubiera dicho que sí quiero que te mudes con mi papa y empiecen su nueva familia juntos ―me sorprendí al notar cuán convincente sonaba, creyendo yo misma las palabras—. Tú haces feliz a mi papá, él me lo dijo dos veces hoy, me dijo lo mucho que significas para él, y eso no es algo que tome a la ligera. Él te quiere en su vida. Él te necesita en su vida, Janice. Fue un error de mi parte molestarme esta mañana cuando me dijo lo del bebé… y que te mudabas. Estaba enojada y molesta por mis propios problemas y no quería ver cuánto quería esto, necesitaba esto porque entonces tenía que pensar en alguien más que en mi misma y no podía ser tan egoísta. Pero las cosas han cambiado, mis ojos están abiertos ahora y veo que estaba equivocada. Eres buena para él, Janice. Estaría ciega si no lo viera y lo admitiera. No importa cómo me sienta. —Te estoy pidiendo… no, te esto rogando que no dejes a mi papá, Janice. Él merece ser feliz y merece ser feliz contigo. Estaba siendo egoísta con todo y de verdad siento mucho, tienes que quedarte, Janice. Ambos queremos que te quedes. 67 Pude escuchar su inquietud en el teléfono, como si estuviera tratando de encontrar algo más que hacer para evitar tener que responderme. Finalmente, ella habló. —Grace, se supone que debo conducir al Norte mañana por la mañana. Para firmar mi contrato, sería poco profesional de mi parte simplemente no ir. Sentí mi estomago golpear el suelo. ¿Aún se iba? ¿Estaba hablando de profesionalismo cuando el corazón de mi padre estaba en juego? Ella estaba… espera. —¿Janice…? ¿Eso significa que te quedas? Un pequeño suspiro llego al otro lado del teléfono. —Amo a tu padre, Grace. Él me hace feliz también. Quiero un futuro con él —con los dos— eres una parte de James, tal vez la mejor parte. La mejor parte, eso es lo que él dice. No puedo tenerlo sin ti, y no lo querría si no fuera así. Si estás segura de esto, si esto es lo que quieres, entonces, sí, me quedo. Hice una pequeña danza en el suelo de la cocina ante eso. No había ritmo en ello, pero ¿quién lo necesitaba cuando acababa de asegurar la felicidad de mi padre? Había estado preparada para una batalla; no esperaba que fuera tan fácil. —Gracias Janice, por hacer esto. Realmente significa mucho para mí. —Gracias Grace, gracias por hacer esto. Me dijo que estaría aquí en la mañana para decirle a papá que había cambiado de parecer, y que habíamos hablado —en ese orden— y luego colgamos. Me estaba sintiendo muy bien. Ese pequeño acto de bondad había cambiado completamente mi punto de vista. Todos los eventos del día habían cambiado mi punto de vista. Después de dos semanas de no hacer nada sino llorar abatida y sentir lástima por mí misma, por no hablar de un día de dolor, vergüenza e increíbles secretos. De repente me sentí increíblemente cansada. Irme a la cama ahora traería a la mañana mucho más rápido… y mañana volvería a ver la sonrisa en el rostro de papá. Mañana tendría un amigo, y aliado a mi lado, cuyos secretos ahora eran parte de mí. Mañana empezaría un nuevo capítulo en mi vida. Sonaba tan bien, llegué a mi cama y me dormí en un santiamén. 68 Perdida de nuevo Traducido por kuami Corregido por nella07 C uando mi despertador sonó a las seis, me sentí increíblemente fresca. Me apresuré a la ducha, lavándome los dientes al mismo tiempo. En cuanto me hube aclarado el último pedazo de jabón, ya estaba fuera, tirando de mi ropa y luchando contra la fricción de la ropa seca sobre la piel húmeda. Me pasé una toalla por el pelo y después me peleé contra la maraña de nudos con mi cepillo. Mientras miraba mi reflejo en el espejo. Había elegido mi camiseta favorita, negra con la cabeza de uno de mis personajes favoritos de la película, Jack Skellington en el frontal, sonriendo con su torcida sonrisa en su cara larga, y mis jeans favoritos. Un cinturón negro rodeado de anillas y una pulsera a juego eran sólo los accesorios que me atreví a utilizar. Conocía mis limitaciones. Corrí escaleras abajo, caminando a través del penetrante olor característico y agradable de los rollos de canela, café y salchichas. El típico desayuno del martes nunca olía tan bien. Papá estaba sentado en la mesa, con el periódico en la mano, bebiendo una taza de café mientras horneaba los rollos de canela. En una taza de agua caliente delante de él estaba el paquete de azúcar-glas, lista y esperando ser untada en la masa. Papá levantó la vista de su papel y me dio su habitual gesto, una vez más. Yo estaba acostumbrado a ello, y esperé a la contestación normal por la combinación de mi camiseta y jeans, pero hoy, no dijo nada. ―Buen día, papá ―dije alegremente, esperanzadamente. ―Buenos días, Grace ―replicó él, una gran diferencia en su tono en comparación con el mío. Volvió a leer el periódico. Sin querer anunciar de repente que Janice llegaría en unos pocos minutos, agarré una taza del estante para platos, me acerqué a la cafetera y me serví una taza. Añadí la nata y el azúcar lentamente, contando cada cucharada, esforzándome mucho en tener ocupada mi mente para que mi boca no comenzara a moverse antes de que mi cabeza pudiera decirle que se 69 detuviera. Cuando el cronómetro del horno sonó, indicando que los rollos fueron hechos, me apresuré a sacarlos. Antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, tenía mis dedos indefensos en la chisporroteante bandeja caliente, y grité. Sentí que tiraban de mí hacia el fregadero, el agua fría y vertiéndose sobre mis dedos enrojecidos. Debí haber sentido alivio, pero todo lo que podía sentir era la quemadura debajo de mi piel, más allá del alcance del agua. Así fue como Janice nos encontró, nosotros estábamos demasiado preocupados para oír el timbre de la puerta. Ella rápidamente fue al congelador para agarrar un poco de hielo de una bandeja de hielo y los colocó en un paño de cocina que había estado cerca del fregadero. ―Déjame ver, Grace ―dijo ella, con dulzura. Le di mis manos y colocó la toalla fría en mis dedos. Picó y retrocedí lejos, pero ella me sostuvo rápidamente. No quise que ella pensara que retrocedía para rechazarla, por lo que rechiné mis dientes y le permití ayudarme. Ella me preguntó si me sentía mareada, si mis dedos se sentían entumecidos, si sentía náuseas. Poniendo en práctica todo lo aprendido en el curso para una enfermera, supongo. Cuando ella estuvo convencida de que mi mano se había enfriado por completo, me preguntó dónde estaba el botiquín de primeros auxilios. Hice un gesto hacia la parte superior de la nevera donde se encontraba la caja roja. Ella me dijo que sostuviera el paño y el hielo en mis manos mientras agarraba la caja. Hurgó a través de ella, hasta que encontró un rollo de gasa, unas almohadillas estériles y un ungüento. Me quitó el paño de cocina y el hielo, luego procedió a aplicar la pomada, las almohadillas, y envolvió mis dedos individualmente. ―Será más fácil limpiar de esta manera ―me dijo cuando acabó. ―Gracias, Janice ―le dije, mientras movía mis dedos, contenta de que por lo menos, no pareciera una momia con manoplas. Fue entonces que nosotras dos nos dimos cuenta que teníamos público. Papá miraba con la boca abierta hacia las dos como si nunca nos hubiera visto antes. A decir verdad, nunca nos había visto actuar de manera amistosa entre nosotras. Nunca. Francamente, yo estaba tratando de recordar la última vez que incluso hubiésemos hablado una con la otra, o acercado, mi mente se quedó en blanco absoluto. Viendo la expresión de su rostro cuando él miró fijamente a Janice, recogí con cautela mi mochila con los dedos vendados, y me dirigí hacia la puerta de atrás. ―Bueno, bueno, creo que voy a tomar un poco de desayuno en la escuela. Adiós papá ―besé su mejilla. Todavía estaba demasiado desconcertada como para hacer otra cosa más que asentir―. Adiós, Janice. 70 ―Gracias de nuevo ―grité cuando yo dejé la casa, con la esperanza de que tuvieran mucho que hablar y todo el tiempo del mundo para hacerlo. Caminé por el lado de la casa, sonriendo para mí misma. Era extraño sentir como me sentía, viéndolos a los dos juntos. Sólo veinticuatro horas ante ¿podría yo soportar el pensamiento? Negué con la cabeza, avergonzada por mi egoísmo. Él necesitaba ser feliz. Se merecía ser feliz. ¿Quién merece ser feliz? Me detuve en seco, sorprendida por la extraña voz en mi cabeza. No, no extraña en absoluto. Había estado allí ayer. Pero también estaba justo delante de mi cara, también. ―¿Robert? ―dije nerviosamente. Caminé hacia el camino de entrada, pasé el pequeño SUV de Janice, y allí estaba él, sentado en esa máquina de muerte. Mis piernas empezaron a temblar con el recuerdo―. ¿Qué estás haciendo aquí? ―No has respondido a mi pregunta. ¿Quién merece ser feliz? ―dijo, cruzando los brazos sobre el pecho. ―Mi padre, si quieres saberlo. Él y su... uhm... su novia, vamos a vivir juntos ―contesté. ¿Por qué no excavaba a través de mi cabeza para averiguarlo, en vez de preguntarme? Él negó con su cabeza. ―¿Me dijiste que no hiciera eso, ¿recuerdas? ―¡Oh! Él se rió. ―Ahora, para contestar a tu pregunta, estoy aquí para ver si mi nueva amiga quería ir a la escuela conmigo. Sentí el flujo de calor a través de mí, floreciendo en mis mejillas, subiendo desde la punta de los dedos de los pies hasta las yemas de los dedos de mis manos. Hice una mueca ante el dolor que de repente se disparó a través de mis manos. ―Ahh ―grité, dejando caer la mochila en el suelo. Él estuvo fuera de la moto y sosteniendo mis manos antes de que el sonido hubiese acabado de salir de mi garganta. Parpadeé al mirar hacia el lugar donde había estado y donde estaba ahora, y me pregunté cómo se había movido con tanta rapidez. Tenía las manos sosteniendo la mía, y estaba mirando los vendajes, y después a mis ojos, preguntándome silenciosamente qué había pasado. Me concentré, centrándome en los acontecimientos que llevaron a Janice a poner las vendas, con la esperanza que él pudiera ver tan claramente como yo había visto los pensamientos que él había proyectado en mi mente ayer. Él tiró de mí hacia el césped, y nos arrodillamos; él empezó a retirar las vendas que Janice tan pulcramente había envuelto en mis dedos. ―Robert qué… 71 Él sacudió la cabeza, advirtiéndome que me mantuviera callada. Cuando el ungüento y la última almohadilla húmeda fueron retirados, y de nuevo la piel enrabiada con las ampollas en la piel fue expuesta, él silbó. Mis ojos se abrieron con el sonido, y un ligero temblor recorrió mi cuerpo. Estuve tentada de retirar las manos, pero él leyó mis pensamientos tan rápidamente como habían aparecido y apretó sus dedos alrededor de mis muñecas, como era de esperar, manteniéndolas en su lugar. Poco a poco, bajó la cabeza hacia las manos. Dejé de respirar. No creo que pudiera empezar de nuevo aunque quisiera. Él presionó sus labios contra las ampollas que estaban apareciendo poco a poco y sopló sobre ellas. Le miré completamente asombrada. ¿Quién haría algo así, y mucho menos a alguien como yo? Debería haberme apartado, pero estaba demasiado ocupada tratando de mantenerme quieta; todo mi cuerpo estaba caliente y estaba luchando contra el impulso de huir cada vez que sus labios continuaban presionando contra la carne roja de mis manos. Él continuó soplando sobre ellas y poco a poco me di cuenta de que el calor que sentía ya no era punzante, sino reconfortante. Él apartó su cara de mis manos, mirando hacia abajo, sonrió y su agarre se relajó. Yo las aparté de él rápidamente, quería que continuara para ver las feas ampollas que empezaban a formarse, y me preparé para el dolor, pero no había ninguno. Curiosa, miré hacia abajo, hacia ellas. ¡Estaban... bien! El enrojecimiento había desaparecido, no había ninguna ampolla… ni dolor. Le miré a la cara, mirando a las profundas piscinas de sus ojos, pidiéndole una explicación. Eso será más tarde. No quería que tuvieras que aferrarte a mí con tus manos doloridas. Podrías caerte. ―Pero me lo dirás. ―Le exigí. Él asintió con la cabeza y luego se puso de pie, ofreciéndome sus manos para ayudar a tirar de mí hacia arriba. La extraña mezcla de admiración, curiosidad, miedo, y algo que había sentido ayer en el viaje de vuelta a casa me golpearon como una ola gigantesca, casi haciéndome tropezar. Él se dio cuenta de esto, y no me dejó ir cuando agarró mi mochila antes de que nos acercáramos a su moto. Puso las manos sobre el asiento. Para apoyarse. Y sacó algo fuera del manillar y me lo colocó en mi cabeza: el casco, claro. ¿Estás preparada? Sonreí, bastante segura de que no podía verme la boca detrás de la visera de protección. Se sentía bien sonreír para él, aunque él no lo pudiera ver. 72 Yo lo estoy. Vamos. Sí, eso iba a conseguir aumentar mis nervios definitivamente. Él subió en la moto, esperó por mí hasta que subí y luego giró la llave y encendió el motor, tan pronto como lo había hecho. Por el rabillo de mi ojo, vi un movimiento a unos cuantos metros de distancia. Un par de ojos verdes nos miraban a los dos. Unos enojados ojos verdes. Antes de que yo pudiera echar una buena ojeada, nos fuimos. El viento azotó a mí alrededor, poniéndose muy frío a medida que circulábamos a quién sabe qué velocidad. Sólo sabía que iba en la parte trasera de una moto muy cara, con mis brazos alrededor de alguien que había conocido ayer y que apenas sabía más de mí de lo que yo sabía de él, y me sentía bien con eso. Quizás mi reputación por ser un monstruo después de todo no era inmerecida. Eres demasiado crítica contigo misma. Me conozco mejor que tú ―dejé que las palabras rebotaran en mi cabeza―. Me han llamado un fenómeno desde que tenía siete años, ya que mi mamá murió, pero de ninguna manera no hice nada monstruoso, hasta ayer, cuando me subí en la moto y te permití invadir mi mente como un gusano parásito. Sentí el movimiento de su cuerpo. Me tomó un tiempo darme cuenta de lo que estaba haciendo, pero cuando lo hice, no pude evitar sentirme un poco molesta. ¡Él se estaba riendo! Tú estabas más que dispuesta a permitirme "invadir" tu mente. Pero era necesario, Gee, para estar seguro de que podía confiar en ti con mi mente. ¿Por qué me llamas “Gee”? Nadie me llama así. Es una interjección, ¡por el amor de Dios! Su cuerpo estaba agitándose de nuevo. ¿Por qué crees que es gracioso, cuando eso está lo más alejado de mi mente? Apuesto a que probablemente eres la única mujer en esta escuela que se ofendería porque yo le dé un apodo. ¿Para qué querría un apodo, de todos modos? Me gusta Grace. Es el nombre que mi madre escogió para mí. Es diferente. Yo puse mala cara. Realmente, de buena fe. ¿Es porque no suena como "Erika" o "Becca? ¿No es suficiente femenino para ti? Su cabeza se movía adelante y atrás en desacuerdo. Lo que pasa es que tu nombre es precioso. Grace es un nombre que pocos pueden tener sin contradecir su definición. Tú has logrado encarnar todo aquello que el nombre es, y lo prefiero mucho más al de Erica y Becca. Nos acercábamos a la escuela ahora, y pude ver que Robert en su moto arrancaba un montón de miradas de los estudiantes que estaban afuera. Ellos me miraban, también, me di cuenta de que las miradas de adoración hacia él se convirtieron en algo mucho más oscuro cuando sus ojos se centraron en mí. La alegría inicial que había sentido mientras montaba con él se convirtió inmediatamente en vergüenza una vez más. Consciente de sí misma como siempre, bajé la cabeza, y la aparté de 73 la escuela, tratando de fingir que estaba sola, mientras que Robert maniobraba con la moto en la plaza del aparcamiento de los estudiantes. Tan pronto como habíamos llegado a la parada, salté del asiento. Mis piernas no estaban tan rebeldes ahora, después de haber hecho dos viajes anteriores que habían sido una paliza del doble de largo, pero todavía me sentía insegura. Perdí el tiempo con el casco, sin querer quitármelo y exponer completamente la escultura abstracta que era mi cabello húmedo debajo de él, sin embargo sin querer era aún más extraño mantenerlo mucho más tiempo puesto después de alejarme de la moto. Yo sabía que me estaba escudando para que no supieran mi identidad. Estos chicos me reconocerían tan pronto como vieran mi camisa. Sólo la loca de Grace llevaría una camiseta de segunda mano con un cráneo en ella, como si yo fuera la muerte burlona, mientras todos los demás llevaban su ropa de marca de los mejores grandes almacenes. Me gusta tu camisa. Ésa es una de mis películas favoritas, también. Robert estaba de pie allí, esperando a que yo dejara de juguetear con el casco. Una vez que lo hice, él puso las manos a cada lado del casco y lo sacó lentamente. Tan pronto como estuvo fuera, mis manos estuvieron en mi pelo tratando de suavizar cualquier nudo que se hubiese formado allí, con mis dedos. Lo que se encontraron fueron los suaves mechones que no estaban fuera de lugar en lo más mínimo. Le miré fijamente, recordando la visión que él había compartido conmigo ayer. Él había extendido la mano para tocar mi pelo, y el inmenso enredo que había tenido desapareció allí. Me quedé boquiabierta. No había sido una visión falsa en absoluto. Él realmente lo había hecho. Has adivinado mi secreto. Soy Vidal Sassoon. Yo echaba chispas. ―No creo que esto sea divertido. Me estás confiando un montón de secretos, Robert, y ¡ni siquiera sé qué es lo que estoy guardando para mí misma! ―Traté de mantener mi voz lo más baja posible. No quería que otros escucharan la conversación, pero tampoco quería tener esta conversación con él en silencio delante de todos. Déjales que piensen que soy una loca por llevar una camisa negra entre un mar de color rosa. Simplemente no les permitas que piensen en mí como un monstruo porque puedo leer mentes. Sin embargo, tú no puedes leer mentes. Puedes oír lo que yo quiero compartir contigo. Le fulminé con la mirada, incapaz de decir nada, ni por el pensamiento o la voz. Bueno, no eres un monstruo porque puedas leer la mente, ya que no puedes. Eso es lo que te molesta, ¿verdad? ¿Tienes miedo que ellos piensen que tienes este inesperado don o algo así? Bueno, no te preocupes, porque no lo haces. Tu cabeza es algo así como aburridamente normal y absolutamente predecible como sus mentes. 74 Sus palabras dolieron. No había ninguna diferencia en el tono de las que había oído todos los días, durante los últimos diez años, pero por alguna razón, ellas fueron capaces de cortar como nadie más podría. Levanté la barbilla para arriba, decidida a no llorar, agarré la mochila de su mano y la arrojé sobre mi hombro antes de darme la vuelta y alejarme. Yo podía oírle llamándome. De hecho, estaba gritando y sin tratar de lanzar sus pensamientos en mi mente. Pero estaba demasiado enfadada con él en ese momento. Cerré la puerta de un portazo y la llave estaba descansando cómodamente en mi bolsillo trasero. La gente estaba girando la cabeza para mirar hacia mí, y después hacia él. Él no debió de haberlo notado porque continuó llamándome mientras corría detrás de mí, ahora. Yo seguí caminando. Yo casi esperaba que me agarrara del brazo y me hiciera dar la vuelta para mirarle. ¿No es eso lo que los chicos hacían cuando querían tu atención? ¿Cuando les estabas rechazando? Pero nunca vino. Seguí caminando, y él dejó de llamarme. Atravesé las puertas de la escuela, por el largo pasillo que conduce a la cafetería, y me dirigí hacia el mostrador para comprar un plato de huevos revueltos. Tomé mis huevos y me senté en una mesa vacía en el otro extremo de la cafetería, tan lejos de las puertas, la gente, y la decepción, como fuera posible. Yo sabía que no era un lector de mentes. Estaba siendo sarcástica con mis propios pensamientos, ¡por el amor de Dios! Si no puedo ser sarcástica conmigo misma, ¿con quién en el mundo podría ser sarcástica? Pero ¿tenía que llamarme aburrida y predecible? ¿Igual que ellos? Estoy segura de que me hubieran dicho que lo tomara como un cumplido, que debería sentirme muy afortunada. Afortunada, ¿de qué, exactamente? ¿De ser alguien como Becca? Por lo tanto ensimismada, ¿alguien que está ajena a todo a su alrededor? ¿O como Erica? ¿Mala y rencorosa y lo más cerca al mal como uno podría conseguir estar en la escuela secundaria? Suspiré. También era hermosa. En verdad, cualquier cosa de lo que tenía era lo contrario a ser bella ya que parecía ser incapaz de llamar la atención del sexo opuesto en ningún otro concepto que amistad, e incluso era por especulación. Yo estaba demasiado flaca, era demasiado simple, demasiado baja, demasiado inteligente... muy diferente. Yo también era demasiado rara. La única chica en Heath que nunca ha sido amiga de otra chica y sin embargo confía en el chico más popular de la escuela en lugar de todos los compañeros y encima había estado tan cegada por su compañía, que lo confundió con afecto. Por ser demasiado inteligente. Solté un bufido. Ahora soy el hazmerreír, había sido el blanco de todas las bromas durante todo el verano. Podría darme el lujo de ser humilde, ya que no había otra cosa más que ser. ¿Sería eso lo qué Robert a su vez también hacía de alguna manera? Era esa razón por la que no me había seguido, ¿por qué él se estaba riendo con Erica acerca de lo estúpida que era? Negué con la cabeza. Puede que no sepa mucho sobre él, pero algo dentro de mí me decía que él no era 75 del tipo que se metía con las mentes de la gente de esa manera. Cuando no se podía leer tan fácilmente lo que había dentro de ellos. Cuando sonó la campana, reuní los pensamientos que había sembrado en mi mente, metiéndolos en un lugar seguro. No iba a correr el riesgo de que Robert se tratara de tamizar a través de ellos y arrebatarme cosas para probar como de aburrida y previsible que era. Entré en la clase del Sr. Frey, eligiendo un asiento vacío cerca de una ventana trasera, y puse mi cabeza sobre la mesa, ajustándome a la charla que había a mi alrededor mientras que el Sr. Frey roncaba profundamente en su escritorio. Casi había perfeccionado el silencio cuando una mano me tocó suavemente el hombro. Levanté la cabeza para ver quién era. Era una chica a la que reconocí, pero no podía recordar su nombre. Tenía características muy familiares: la punta inclinada de los ojos almendrados, el cabello de color azabache, recto y grueso, una cara redonda, una boca que tiraba hacia arriba con una sonrisa amable, y una nariz pequeña, todo ello sobre un fondo de una perfecta piel de porcelana de la tonalidad de una antigua pieza de marfil. Instintivamente, supe que era coreana, como mi madre, coreana, como yo. No había nadie como yo. ―Hola. Hemos estado en clase en la misma aula durante los últimos tres años, pero nunca hemos hablado, y... eh... Pensé que hoy sería un buen día para empezar. Mi nombre es Stacy. ―Dijo con total naturalidad, y me tendió la mano. Le miré, un poco confundida. Nadie se me había acercado a mí para hablar. No era lo que la gente normal hacía. Automáticamente pensé que, o bien que algo andaba mal con ella, o algo estaba pasando. ―Yo soy Grace. ―Dije, todavía mirando la mano, tratando de averiguar si la aceptaba, o cubrir mis apuestas y mantener las manos para mí misma. Con la mano todavía extendida, me sonrió. ―Ya lo sé. Yo no sabía lo que tenía que hacer, sólo que parecía como si hubiese sido amiga de un montón de extraños esta semana, pero llegué hasta su mano y la sacudí. Estaba ansiosa por regresar mi apretón de manos, y me sonrió brillantemente. ―Entonces, ¿qué clases tienes este año? Tengo Trigonometría en el siguiente periodo. ―Farfulló ella, desembocando en una conversación tan suavemente como si hubiéramos estado haciéndolo durante años. ―Uhm. Tengo Fancés inmediatamente y después Cálculo ―respondí vacilante―. También tengo un período libre después de eso. Parecía encantada con eso. ―¡Oh, eso es genial! ¿A dónde vas? Voy a la cafetería, el primo de mi madre trabaja ahí así que puedo conseguir algo de comer mientras aún está caliente. 76 No podía imaginar la degustación de comida aquí, mucho menos caliente, pero sería un gran concepto... imaginar, la comida de la cafetería caliente. ―Ayer fui a la biblioteca... Ella asintió con la cabeza, parecía entender por qué elegiría aislarme a la comida. ―Tal vez te podrías unir hoy. ¿Te parece bien? Me encogí de hombros, medio esperando que ella tomaría la misma decisión que había hecho ayer. ―Claro, ¿por qué no? Ella me sonrió simplemente como si yo le hubiese dado un regalo. ―¡Gracias! Un silencio incómodo se inició entre nosotras, pero no tenía mucha experiencia hablando con otras chicas, así que no sabía exactamente cómo podría comenzar una conversación con ella sobre las cosas que ella probablemente estaría interesada, y ella parecía estar tratando de leer mis pensamientos. La idea de eso me hizo reír. Ruidosamente. Ella me miró fijamente, sobresaltada. ―¿Cuál es el chiste? ―Er-Estaba pensando en algo que leí ayer. ―Improvisé rápidamente. Parecía aceptarlo, y estaba a punto de decir algo más cuando gracias a Dios la campana sonó para dirigirnos al primer período. Suspirando, ella me saludó. ―Nos vemos en la biblioteca, ¡gracias! ―Claro. ―Le dije de nuevo, y eché una mirada alrededor cuando un par de cabezas se volvieron para mirarme. Agarré mi mochila y salí del aula hacia la clase de Madame Hidani en el piso de al lado. Ella estaba una vez más escribiendo algo en la pizarra. Por lo que pude ver, al parecer era la misma tarea que había tenido ayer. Al parecer sólo tener de vuelta las asignaciones de dos de los veinte estudiantes, hacia que Madame Hidani no lo dejara pasar. Ignoré las miradas fijas de las otras chicas en el aula. No hice caso de la forma en que sus ojos se sentían como si estuvieran quemando los agujeros en mi piel, ignoré la forma en que parecían dispuestas a cualquiera que me pida un millón de preguntas acerca de Robert, me pregunté si querían saber su nombre o estrangularme por tener la audacia de compartir el mismo espacio que él. Me concentré en mi escritorio y me dirigí hacia él. Sería bombardeada con preguntas, acusaciones e insinuaciones muy pronto. También podría estar cómoda mientras sucedía. Poniendo mi bolsa en el suelo al lado de la silla, me senté y esperé el asalto. Pero no llegó. 77 En cambio, él sí lo hizo. En un minuto toda la habitación estaba en el borde, y al siguiente, era como si una ola de calma y serenidad se hubiera pasado sobre todo el mundo, empapándolas y saciándolas. Todo el mundo menos yo, es decir, porque yo estaba irritada por esa fuente de calma. Vi que estaba rodeado, como un becerro herido, por leones hambrientos. Él estaba brillando en medio de sus atenciones y por alguna razón eso me molestó aún más. Le hubiera tenido que rechazar a continuación. No pude ver el servilismo y el arrullo. Pero sobre todo, no hubiera podido verlo en mi cara, o tal vez escucharlo en mis pensamientos si estuviera tratando de hacer eso también. La forma en que se sentía era lo más cercano a los celos que quise permitir, y no había ninguna razón para sentirme celosa, ¿cómo podría hacer una reclamación a alguien que había conocido apenas veinticuatro horas antes? Él era en palabras de Graham, de una liga diferente de la que yo estaba: una liga increíblemente bella y de otro mundo. Cuando sonó la campanilla para anunciar el comienzo de la clase, me cambié al modo de estudiante. He escuchado a Madame Hidani dar instrucciones, básicamente una repetición de ayer enfatizando en que los que no lo entregaron tenían que hacerlo o en su defecto suspenderían el semestre al segundo día. Me preguntaba si yo estaba exenta de tener que hacer la tarea, ya que se la había entregado completa ayer... aunque yo en realidad no lo había hecho. Sin querer arriesgarme, saqué la carpeta de mi bolsa y saqué una hoja de papel del relleno. Alcancé mi lápiz y empecé el proceso de identificar mi papel. Pero ya volvía a estar escrito... y no por mí. Examiné por encima las palabras y me di cuenta de quién lo había escrito, la familiaridad de la letra elegante. Volví la cabeza para mirarle y vi que me miraba, con sus ojos suplicantes. Miré de nuevo a mi trabajo, la sensación de revoloteo en la boca del estómago amenazó con romper mi duro exterior. Grace, me disculpo si te ofendí con lo que dije hoy en el estacionamiento de mala manera. No había querido decir nada para ofenderte. Me refería a que todas las demás mentes eran aburridas y previsibles, y que esa previsibilidad les haría suponer que la tuya era exactamente la misma, cuando eso es lo más alejado de la verdad. Repetí la conversación en mi cabeza, tratando de ver dónde se había equivocado, tratando de encontrar una cosa que contradijera su declaración, pero oí las palabras con claridad, como si él acabara de pronunciarlas y me di cuenta que tenía razón. Pero, ¿quería yo, admitir eso? 78 Agarré mi lápiz y empecé a escribir sobre una pálida línea. ¿Por qué no lo dijiste en el estacionamiento? Le miré, casi esperando que él me respondiera verbalmente, pero él miró el papel en mi escritorio, haciéndome saber que la respuesta ya estaba allí. Quería, pero tú no parecías exactamente estar dispuesta a escucharme. Y no quise decirte delante de todos que creo que todos son unos idiotas y tú eres fenomenal. Puse mi lápiz en el papel y escribí. ¿A dónde fuiste, entonces? ¿Te quedaste afuera con los idiotas mientras la fenomenal entró a sentir lástima de mí misma? Dejé de escribir al darme cuenta de que había admitido el dolor que había sentido sólo con la percepción de su insulto. Era demasiado tarde para borrar, cuando un nuevo texto comenzó a aparecer por debajo del mío. Me quedé afuera, porque si te hubiera seguido, todos los demás también lo habrían hecho, y no quería que el asunto te molestara mucho más. Tu vecino se presentó al mismo tiempo que entrabas en la escuela, y él habría tenido que presenciar tu dolor. Como su novia. Pero ella lo habría disfrutado. Cerré mis ojos después de que leí aquéllos dos frases. Apreté los ojos y los cerré tan fuerte como pude, tratando muy fuerte de mantener mis emociones bajo control, manteniendo la herida que apareció en forma de lágrimas anunciando cómo me afectaba todo lo que Graham me había hecho. Grace. Su voz estaba de nuevo dentro de mi cabeza. Me volví a mirarle y sentí mi respiración detenerse cuando la fuerza de su hermosura me golpeó como un tren de alta velocidad. Mi imaginación se volvió loca cuando me los imaginé a los dos juntos, no había justicia en este mundo, si alguien como él terminaba con alguien como yo. La verdadera injusticia es que tú no veas lo extraordinaria que eres, Grace. Eres hermosa, simplemente porque no encajas en el molde establecido aquí, eso no borra ese hecho. Eres leal, casi hasta la exageración, y tienes una capacidad asombrosa de humillarte si eso significa que harías feliz a alguien a quién quieres. No estamos tratando de engañar a nadie, eso te hace mucho mejor de lo que en verdad soy yo. Lo siento por escribir acerca de tu vecino y su novia. No fue mi intención lastimarte. Es muy doloroso para mí ver que te molesto, ver tus pensamientos tan llenos de tristeza. Mi cabeza se sacudía con incredulidad mientras yo miraba hacia atrás en mi papel, necesitaba algo donde centrarme que no fuera tan inmaculado. El hecho de que me estuviera llamando hermosa era surrealista, yo probablemente era bonita en alguna obra Daliniana, una especie con forma de reloj fundido, pero él realmente no me había herido; eran mis propias inseguridades las que me habían hecho daño, como de costumbre. Él había sido el único punto luminoso en mi vida estos últimos dos días. Miré por encima de él y vi que había oído el último trozo. Él estaba sonriendo. Y me dejó completamente sin aliento. Mi reacción pareció agradarle aún más y eso se 79 reflejaba en su rostro. Tenía los ojos brillantes. Me quedé fascinada por la luz del sol de la mañana reflejándose en ellos, como joyas doradas flotando en un lago de plata. ¿Qué eres, Robert? Y en un momento, la plata líquida se convirtió en frío, en acero sólido, lo que me hizo dar marcha atrás con el drástico cambio. La diferencia en su estado de ánimo era dura, dramática. Se sentía como si alguien hubiera quitado de repente el calor del sol. Madame Hidani expresó un "brrr", y bromeó sobre extrañar los cálidos inviernos en Hawai, yo sabía que no había sido la única que había sentido el frío establecerse en la habitación. Traté de leer su cara, intentado enmascarar el miedo en la mía, y me pregunté qué era lo que yo había hecho que causó esta reacción. No podía pensar en otra cosa. Abrí mi mente, intentando en vano oírle, pero lo único que oí era el silencio, helado y solitario. Él se volvió en su asiento, con su expresión glacial, y no pude hacer nada más pero era lo mismo. Miré hacia abajo a la hoja de papel delante de mí, mirando, observando en silencio mientras una a una, las lágrimas deformaba las líneas y las palabras a lápiz que había en mi escritura. Las palabras que había escrito ya no estaban allí. 80 Bienvenida de nuevo Traducido por masi Corregido por Obsession E l martes terminó tan mal como había empezado el lunes. Robert me ignoró durante el descanso de la clase de Francés y durante toda la clase de Cálculo. El desaire no pasó desapercibido para el resto de la clase, lo cual hizo más daño. —Todo por las promesas de guapos forasteros —murmuré mientras me dirigía a la biblioteca durante la tercera hora. Stacy se comprometió a unirse a mí en la biblioteca pero no apareció tampoco. Y el almuerzo pasó, sentada en una esquina de la cafetería lidiando con las miradas que recibía pero no sólo por ser el peón en el enfermizo juego de Sims de Graham, sino ahora la razón era que Robert estaba activamente procurando coquetear con todas las chicas solteras de las escuelas, enfureciendo a todos los chicos del lugar. Parecía como si estuviera en una misión, pasando de un grupo de chicas al siguiente, haciéndolas reír, suspirar, ruborizarse... Continuó en Teatro durante la sexta hora. Desde que ambos lo habíamos perdido ayer, estábamos asignados a diferentes grupos, cada uno tenía que memorizar un segmento de una obra de teatro para representarla la próxima semana. Mientras que fui aceptada a regañadientes en un grupo formado por nada más que niños llenos de granos, Robert había sido asignado al grupo de Erica, que consistía en nada más que rubias teñidas, rubio, con brillo de labios rosas, bolas de estrógenos —todas listas y dispuestas representar a la damisela en apuros en busca de su príncipe azul. Se negó a mirarme, lo que agradó bastante a Erica. Cuando la campana sonó al final del día supe que me iría caminando a casa. Eché mi mochila sobre mi espalda y completé el viaje que había tomado cada año desde que era estudiante de primer año. Mientras esperaba, ni papá ni Janice estaban allí. Una nota estaba adjuntada a la nevera dejándome saber que estarían ocupados empacando sus cosas e instalándolas aquí durante los próximos días. 81 Resignada a estar completamente sola, subí las escaleras hasta mi cuarto y me tiré boca abajo sobre mi cama. Otra vez todo un Deja vu. El resto del fin de semana, y los dos siguientes, sufrí el mismo silencio, las mismas miradas fijas, el mismo tormento de ver su coqueteo, y el siempre creciente ardor de mi pecho con los celos que no quería sentir, que no quería admitir que sentía, comenzó a tomar el control. Era un monstruo en mi interior, con sus tentáculos introduciéndose dentro, echando raíces y nuevos brotes, cuya única intención era introducirse más profundamente, sin dejar parte de mí sin tocar. No intenté oír sus pensamientos de nuevo, pero sabía que él probablemente escucharía los míos muy bien, si él incluso se tomaba la molestia de escuchar, y escucharía como de confusa y herida estaba. No era el mismo tipo de dolor que sentí cuando pensaba en Graham. Parecía ser más profundo. Pero ¿cómo podría sentir algo como eso por alguien que apenas conocía? ¿Y cómo me podría sentir de esta manera por alguien... que no era ni siquiera un alguien? ¿Qué era él? Él podía leer la mente, proyectar sus pensamientos en otras personas, podía arreglar cosas con el toque de su mano, y hacer que las cosas aparecieran y desaparecieran simplemente pensando en ellas. Tenía la habilidad de atraer a la gente como moscas, y podría llenar una habitación con calor o enfriarla con hielo. ¿Qué era él? No creía que fuera a conseguir alguna respuesta, no con él evitándome de la misma forma que Graham lo hacía. Era inaccesible cuando estaba rodeado de todas esas chicas. Ellas actuaban como escudos contra mí, listas y dispuestas para rechazar cualquier contacto entre nosotros dos, independientemente de quién lo iniciara. A pesar de que, algún tipo de contacto habría sido iniciado por mí si hubiera tenido algún tipo de coraje dentro de mí para hacerlo. La única parte del día que era soportable era la tercera hora cuando me iba a la Biblioteca. Stacy, quién no se había presentado ese primer día, lo hizo al siguiente día, y cada día después de ése. No hablábamos mucho —la completa verdad era que yo no hablaba mucho— pero su presencia, —sabiendo que ella elegía estar allí— era de alguna extraña manera reconfortante. Ella era siempre jovial cuando me encontraba en alguna mesa solitaria de la parte posterior. Ella se sentaba y abría un libro para leer, preguntándome algo fuera de lugar para ver si podía sacarme algún tipo de reacción, y luego regresaba a su libro cuando veía que ella no iba a tener éxito. Cuando la campana sonaba para el almuerzo, ella siempre sonreía y decía que me vería en el aula la mañana siguiente. Yo no sabía si podría ser clasificado como amistad, pero sabía que tampoco era soledad, y todo lo no añadido a eso era gratamente apreciado. 82 El tercer sábado después de que la escuela empezara, decidí pasar el tiempo ayudando a Janice a desempacar las cajas, finalmente, ella se había mudado, mientras empacaba otras cajas con las cosas de mi madre al mismo tiempo. Ver la alegría de mi padre era agridulce, sabiendo que venía a costa de ver los recuerdos de mi madre metidos en una caja para ser guardados en el ático hasta que yo tuviera un lugar propio. No consideraba eso en contra de Janice, porque sabía que habría preferido que se mantuvieran. Pero papá quería tener un comienzo tan limpio y fresco con Janice como fuera posible, temiendo que su salida y subida hacia el Norte estuviera siempre inminente ante el simple indicio de ser una intrusa en nuestra pequeña familia. Después de un par de horas de tratar con la basura y las bolas de la polilla, recordé que tenía que ir a la biblioteca antes de que cerrara, así que dejé el resto de la mudanza a papá y a Janice, agarré mi bicicleta y empecé a pedalear. Me había olvidado de recoger mi último sueldo después de lo que había pasado con Graham, así como unos cuantos libros que había estado esperando y estaba segura de que habían llegado. Sin embargo, simplemente necesitaba, más que cualquier otra cosa, estar en algún lugar donde no tuviera que ver el tipo de afecto vertiginoso que empezaba a irritar mis nervios en casa. Comprendí que papá estaba extremadamente feliz, y se sentía bien verlo reír y sonreír más a menudo ahora. Pero no podía dejar de sentir como si la posición de intrusa, que Janice había llenado una vez, fuera ocupada por mí. Hablaron sobre el bebé, sobre el futuro, sobre quién iba a preparar la cena, cada conversación individual giraba en torno a su nueva unidad familiar de la que yo no acababa de sentirme parte. En sólo unas pocas semanas, mi mundo entero había volcado sobre su eje y parecía como si yo fuera la culpable de todo. Además, no estaba, exactamente, deseando desempeñar el papel de hermana mayor. Iba a tener dieciocho años en un par de meses e irme a la universidad inmediatamente después de que naciera. No estaría mucho alrededor, por lo que no era como si fuéramos estar unidos ni nada, y yo no esperaba tener que compartir a mi padre con alguien más tan pronto, después de ceder a compartirlo con Janice. Sabía que tenía tiempo para acostumbrarme a la idea, y mi charla sobre que Janice estuviera con papá era un tipo de señal mía para que empezara a hacer eso ahora, pero yo, simplemente, no podía hacerlo tan rápidamente como cualquiera de nosotros habría querido. Para colmo, no es como si el pequeño se fuera a parecer a mí. Tendríamos el mismo padre, pero Janice no era coreana como lo era mi madre, por lo que probablemente se parecería a otro niño en Heath, y se adaptaría mucho más fácilmente. Algunas personas conseguían todas las oportunidades. 83 Estaba tan absorta en mis pensamientos, que no oí el coche hasta que probé la sangre de mi boca. Mis ojos estaban fijos en el asfalto de la calle, mi mejilla besando su helada negrura. Podía ver a la amarilla línea divisoria desapareciendo lejos de mí... y podía distinguir las pequeñas rocas de asfalto que se habían desprendido durante años de deterioro. Moví hacia abajo mis ojos hacia abajo al capturar el movimiento de algo. Eran los dedos de mi mano izquierda. Los estaba moviendo sin darme cuenta de ello. Podía decir que la uña de mi dedo índice había sido arrancada, y parecía como si la parte de la articulación de mi dedo pulgar hubiera sido comida por un gato hambriento. Miré hacia arriba, sin poder mover nada más que mis ojos para ver un par de zapatos caminar hacia mí. Eran zapatos bonitos, marrones, con cordones negros. Los pantalones que rozaban las puntas de las lengüetas eran de lana gris, y el propietario de esos zapatos llevaba puestos calcetines blancos debajo de esos pantalones. Éste era, definitivamente, alguien que no mostraba sus pies muy a menudo si llevaba calcetines blancos con estos pantalones y zapatos. Intenté decir algo, pero en cambio, una tos atroz tomó el control y sentí salir una burbuja de sangre, degustando su sabor metálico, mientras comenzaba a deslizarse más allá de mis dientes y de mi boca. Los zapatos se alejaron. Moví mi mano izquierda hacia ellos, tratando de hacer ver a aquel al que le pertenecían que yo estaba bien. Sólo necesitaba un poco de ayuda. Pero ellos siguieron alejándose y pronto, los zapatos habían desaparecido. Oí el sonido de un crujido y después sentí el golpeteo de rocas sobre mi cabeza y espalda. Algunas de ellas caían frente a mis ojos. Más asfalto. Quien fuera el propietario de esos bonitos zapatos marrones simplemente se había marchado conduciendo, y me había dejado sangrando en la carretera. Intenté mover mi brazo derecho, pero encontré que no ocurría nada. Hice un inventario silencioso de todas las partes de mi cuerpo que podía mover. Mi pie izquierdo podía contraerse con la orden, y podía mover los dedos de mis pies dentro mis zapatillas. Moví lentamente la cabeza hacia abajo para ver cómo se veían mis piernas —el esfuerzo hecho me dejó sin aliento mientras el dolor me atravesaba. Hubiera sido cómico si no hubiera sabido que el incómodo ángulo en que mi pierna derecha estaba posicionada era una clara indicación clara de que estaba rota. Mi pierna izquierda parecía estar bien, excepto por un objeto deforme que salía de un agujero cerca de mi muslo. Se veía como parte de la bicicleta. Por lo menos, los colores de la pintura parecían pertenecer a la bicicleta. Ahora todo me empezaba a doler, y yo podía sentir el resquemor de mi cara mientras los cortes y rasguños de allí, como causa de lo que sucedió, empezaban a sangrar. Comprobé mi voz una vez más, con la esperanza de que no iba a empezar 84 a toser de nuevo, con la esperanza de que alguien fuera capaz de escucharme, con la esperanza de que estaba en una zona en la que alguien pudiera hacerlo. —Ayuda —gruñí. Fue apenas audible. Respiré hondo y lo intenté de nuevo—. Ayuuuuda. No oí nada, excepto mi propia respiración entrecortada. Parecía haber algo presionando contra mi pecho, y estaba empezando a dolerme cada vez que respiraba. Utilicé mi mano izquierda e intenté rodar un poco en mi espalda, quizás aliviando de esa forma la presión que tenía, incluso, formándose en mis pulmones, pero un repugnante crujido, seguido de un golpe de inmenso dolor bajó por mi lado derecho, causándome que acabara de nuevo sobre mi cara y mi estómago. La tos empezó de nuevo, y con cada atroz movimiento, el dolor recorría mi cuerpo y la sangre salía a borbotones de mis labios y mi nariz. Este era, me di cuenta. Moriría en la carretera, sola. Víctima de... ¿qué? ¿Un impacto y una caída? No lo sabía y probablemente nunca lo sabría. En lugar de intentar, inútilmente, de averiguar esa parte, suspiré y me imaginé las caras de las personas que habían sido importantes en mi vida, aunque sólo lo hubieran sido durante breves períodos de tiempo —después de todo, es lo que se supone que ocurre cuando te estás muriendo, ¿cierto? Vi la cara de mi padre, sonriente y feliz, con las manos colocadas sobre un vientre plano que estaba conteniendo a su futuro hijo. Él estaba mirando a Janice, con amor y alegría en sus ojos. La visión desde esta mañana en el desayuno resumía su relación bastante bien. Por lo menos él no estaría solo. Yo habría odiado eso. Vi las caras de mis profesores favoritos, sus sonrisas y sus ánimos siempre habían sido simplemente lo suficiente para mantenerme en el camino correcto, sabiendo que sin ello, nunca habría podido llegar tan lejos como lo había hecho, nunca habría tenido la motivación para seguir adelante. Extrañamente, vi el rostro de Stacy. A pesar de que apenas nos conocíamos la una a la otra, ella me había proporcionado un extraño consuelo. Esa única hora de cada día eran como unas vacaciones del resto del mundo. Y, a pesar de que yo lo apreciaba cuando ella estaba allí, no me había dado cuenta de que estaba realmente agradecida por ello, por no tener que aguantar todo un día absolutamente sola. Sólo me arrepiento de no haber sido capaz de decírselo. Vi a Graham, sus ojos verdes llenos de calidez y risa, cantando, muy mal, una canción de Jim Croce, que estaba sonando en el equipo estéreo de su padre en el sótano de su casa. Él me había levantado para bailar, haciendo que pareciera una marioneta epiléptica, sin parar hasta que me estuve riendo y cantando con él. Había sido la primera semana de verano, hace apenas unos meses. 85 Entonces la imagen se hizo borrosa, y parpadeé para alejar las lágrimas que se habían formado ante el dulce recuerdo que ahora sólo significa algo para mí. No lloraría más por él, y definitivamente no mientras me estaba muriendo. Podría haber ocurrido un poco tarde, pero me di cuenta de que finalmente me merecía ser feliz, también, y yo sabía lo que me hacía muy feliz... Y entonces el rostro que no había esperado, pero que quería ver, apareció en mi mente. Ojos plateados, no tanto como el frío acero que habían sido en mis sueños, pero líquidos y espumosos en un rostro tan dolorosamente hermoso que las lágrimas, finalmente, se liberaron y comenzaron a fluir. Estaba sujetando mi mano de nuevo, y me sentía tan ligera, que la presión que me estaba abrumando parecía simplemente alejarse. El tiempo se estaba agotando, resolví. De repente me sentí triste ya que no podría pasar el resto de mis días mirando fijamente a sus ojos, o escuchando su voz en mi cabeza. Todo lo que había hecho lo alejaba de mí, y me arrepentí más que de cualquier otra cosa que hubiera hecho o dicho. Simplemente había querido conocerlo, porque a pesar de toda razón y lógica, ya había llegado a interesarme por él muy profundamente. La sonrisa de Robert llenó mi cabeza, y pude sentir algo más que calidez fluir a través de mí mientras le devolvía la sonrisa, porque esa sonrisa, podía sentir, que le hacía feliz. Cerré los ojos y suspiré. No había dolor ahora, sólo calidez y alegría. Esperé a lo que fuera que viniera y me llevara lejos. Los ángeles, las trompetas, la luz, lo que fuera que se suponía que vendría, podría hacerlo en cualquier momento. Estaba lista. 86 Héroe Traducido por masi Corregido por Obsession E l viaje al otro lado estaba llevando un tiempo. Yo sabía que no me había perdido, ¿así que dónde estaba todo el mundo? ¿No se suponía que tenía que haber alegría y baile y alboroto? ¿No debería ver los rostros de la gente que había perdido... las personas que estaban esperando a que yo llegara? Y entonces lo oí. Risas. Una risa muy familiar, que yo no había oído durante casi un mes, la única que había frecuentado los momentos en mis sueños donde no podía ignorar la forma en que se había sentido mi corazón. ¿Por qué estaba allí, esperando conmigo para mi... ehm... paseo? No estás muerta, Gee. ¿No estoy muerta? ¿Cómo estaba, si no estaba muerta? ¿Y por qué estaba en mi cabeza? Estamos esperando a que llegue la ambulancia. La policía está aquí, así como tu padre. Estoy en tu cabeza, porque no creo que tu padre esté muy cómodo con la idea de que hable contigo cuando no está seguro de quién soy exactamente. Podía oír los sonidos aleatorios de una radio de la policía, y las diferentes conversaciones que ocurrían a mí alrededor, y yo supe que él tenía razón. Pero ¿por qué estaba aquí? Él había hecho todo lo posible por evitarme en la escuela. Todo lo que me había dicho acerca de que nadie podría hacerme daño ya, había sido una mentira. Él había prometido que nunca sería herida ni que se burlarían de mí de nuevo; simplemente creí lo que me había dicho, y resultó que era un mentiroso. El reconocimiento de eso me obligó a ponerme más rígida, y en ese momento sentí todo el dolor que había sido bloqueado de mi mente. Abrí los ojos. Grité. 87 —¿Grace? —gritó una voz tensa. ¡Papá!—. Grace, está bien, cariño, la ambulancia estará aquí muy pronto. Sólo aguanta, ¿de acuerdo? Él me apretó, y podría haber jurado que hasta mi pelo dolía cuando lo hizo. Gemí, apretando los dientes, tratando de no gritar de nuevo porque su reacción no me hacía sentir mejor. Entonces, empecé a centrarme en el caos que me rodeaba. Parecía como si estuviera en un foco de luz de Navidad. Todo lo que estaba fuera de la pequeña área periférica estaba oscuro, pero inmediatamente me rodeó, algo que era brillante, con destellos de luces azules y rojas. Pude ver a varios policías en frente de mí, de pie cerca de algo en el suelo que parecía una obra de arte abstracto, hermosa en su deformidad. Junto a ella estaba mi bolsa de libros, colocados casi deliberadamente para demostrar el contraste de texturas duras y blandas, de metal y tela, calor y frío. Había un tercer agente de policía de pie a mi izquierda. Él estaba hablando con alguien a quien no podía ver. Un foco que se había dirigido hacia mí estaba cegando su cara de mí. ¿Suya? ¿Cómo estaba tan segura de que esta persona era él? Llegó antes de que incluso me diera cuenta... La necesidad de estar segura. ¿Robert? Y entonces la figura se apartó del oficial y se dirigió hacia mí, inclinándose fuera de la luz para que yo pudiera ver su rostro. Sentí que mi corazón se sacudía hacia adelante, como si quisiera salirse de mi pecho e ir hacia él. Y maldita sea, ¡eso dolía! Hice una mueca, y la preocupación en su rostro se convirtió en la cosa más hermosa que jamás había visto. Emoción genuina, real y justo en frente de mí, sus ojos de acero ya no lo eran más. Gee, estoy aquí, dijo en voz baja, extendiendo su mano para sostener mi mano izquierda. Yo la miré, acunada por la suya, y luego la giré para mirarla de nuevo, confundida. La herida que había estado en mi nudillo se había ido, las uñas de mis dedos estaban todas allí. ¿Hiciste esto? Él asintió con la cabeza, cubriendo la mano con la suya, como si quisiera esconderla de mi vista. Estabas sangrando intensamente, los latidos de tu corazón eran muy débiles. Tuve que parar la hemorragia interna... y algunas de tus otras lesiones se curaron como resultado de eso. ¿Hemorragia interna? ¿Otras lesiones? ¿Curada? Si yo estuviera curada, ¿por qué estaba sintiendo tanto dolor? 88 No estás completamente curada. Tienes más daños de los que podría tratar antes de que llegara la policía. Tu brazo derecho está roto por dos lugares, y tu muñeca está destrozada. Tu muslo izquierdo fue empalado por parte del manillar de la bicicleta, pero no dañó el hueso... tu pierna derecha se ha roto por tres lugares. Tienes desgarrones en el hígado y el bazo. Van a ser muy desagradables algunos moretones en tu cara, pero fui capaz de sacarte del asfalto, y creo que conseguí que tu nariz se pusiera derecha. Yo no iba a preguntarle cómo había hecho esas cosas, ni por qué. Estaba agradecida de que estuviera aquí. Papá, sin darse cuenta de la conversación tácita que ocurría entre nosotros dos, quitó la mano de Robert y empezó a contarme lo que pasó, su voz atormentada y temblorosa. —Fuiste atropellada por un coche, Grace. Un atropello y fuga es lo que la policía sabe hasta el momento. Si Robert aquí no hubiera bajado con su moto por este camino, no sé lo que... —su voz se quebró, e inhaló unas cuantas respiraciones profundas, tratando de recuperar la compostura—. Robert te encontró y llamó al 911. —Me salvó la vida —susurré. Mi padre, incapaz de contener sus emociones, asintió con la cabeza y empezó a llorar sobre mí, llorando como un hombre adulto en presencia de otros hombres adultos: reservado y silencioso con sólo algunas lágrimas excepcionales y respiraciones roncas y temblorosas. Miré a los policías que nos rodeaban, con sus rostros ansiosos, impacientes por empezar a hacerme preguntas sobre lo que había sucedido, sobre lo que yo recordaba. El dolor en mi pierna estaba empezando a incrementarse, y me retorcí por la presión del mismo mientras se extendía hasta mi abdomen. ¿Dónde estaba la ambulancia? Me sentía muy cerca de ser un adicta a analgésicos por la forma en que mi cuerpo se estaba sintiendo en este momento. Retiré la mano del agarre de mi padre, y la extendí hacia Robert. Ignoré por completo el gruñido de disgusto de papá, creyendo que él sería capaz de ayudar a aliviar mi dolor, aunque sólo fuera por la comodidad de poder tocarlo. ¿Por qué había comenzado a significar tanto para mí en un lapso tan corto de tiempo? ¿Por qué podía afectarme de una forma que nadie más podía hacerlo? ¿Ni siquiera Graham? ¿Me creerías si te digo que me hago las mismas preguntas? Me agarró la mano, sosteniéndola una vez más entre la suya y el dolor se disparó fuera de mi cuerpo, como si apartara una manta sofocante. Suspiré. ¿Cómo me encontraste? De repente su rostro se contrajo. Pude ver el recuerdo en su cabeza, escucharlo como si se tratara del mío propio. 89 Él me había oído gritar pidiendo ayuda. Lo había escuchado desde muy lejos, y su rostro estaba lleno de confusión. Pudo oír mi grito de ayuda, pero él no pudo oír mis pensamientos, pero podía sentir que yo no estaba cerca. Y... él estaba con otra persona. Él trató de distorsionar la visión ahora, volviéndolo todo difuso, mientras su voz le decía que se había dado cuenta de una cosa urgente que tenía que hacer. Le dijo que la llamaría más tarde esa misma noche. Ella hizo un sonido de pucheros quejumbroso, pero cedió. Ella tomó su mano, y él la sostuvo, luego la besó. —Gracias por la comprensión, Erica —dijo su voz, con admiración en su tono, casi reverente. Me solté de su mano, cortando la visión que supe que sólo podía ver porque nos estábamos tocando. El dolor lentamente comenzó a regresar, pero fue acompañado de un tipo diferente de dolor. Uno que me era demasiado familiar. Pero antes de que pudiera apoderarse de mí otra vez, él puso sus manos en mi cara, inmovilizándome, y me miró a los ojos. Él estaba en el aparcamiento, llamando a un taxi para Erica desde su teléfono móvil, y después estaba montado en su moto, corriendo hacia el sonido de mis pensamientos. Estaba preso del pánico, ¿sus palmas sudorosas por primera vez en... siglos? Él escuchó mis gemidos, mis quejidos cuando mis pensamientos se volvieron demasiado turbios por el dolor. Él me encontró, tirada en el pavimento, tendida sobre mi pecho. Sólo podía ver mi espalda al principio. Mi brazo derecho estaba torcido hacia fuera detrás de mí, mi hombro dislocado. Los restos mutilados de mi bicicleta estaban parcialmente entre mis pies. Saltó de su moto, dejándola caer al suelo detrás suya mientras corría hacia mí, deteniéndose cuando el olor de la sangre le dio una bofetada en la cara. Pronunció una palabra extranjera que no pude reconocer, y luego se arrodilló frente a mí, pasando sus manos por mi lado izquierdo, mirándome. Pero la que vi a través de sus ojos no era yo. Al menos, no era yo con piel. Él estaba mirando debajo de ella, mirando mis huesos rotos, fragmentos de los cuales habían atravesado el pulmón. Él estaba mirando a los órganos internos rotos que estaban esparciendo líquidos en mi cuerpo, drenando lentamente la fuerza de vida de dentro de mí. Él estaba mirando mi corazón, viendo su ritmo cada vez más lento, mientras luchaba por mantener el ritmo. Él sabía que yo sufría una cantidad terrible de dolor, y tomo mi mano. Él estaba tomando el dolor, llevándolo lejos de mí, aligerando el estrés y la tensión de mi corazón para que aún pudiera evaluar el daño hecho a mi cuerpo. Él me miró a la cara, a mis ojos, y sonreí. Un gran resplandor desde su interior pareció cegar mi 90 visión por completo. Despedía un calor increíble, y yo tenía miedo de que si continuaba, yo estallaría en llamas. Puso su mano libre en mi abdomen, respirando lentamente, concentrándose. Podía sentir los huesos reparándose, los desgarros curándose, la sangre absorbiéndose. Miró mi pierna herida por donde el manillar de la bicicleta sobresalía. Quería quitarlo. Luchó consigo mismo sobre ello. Una batalla del buen ángel contra el mejor ángel enfurecido sobre su hombro. El ángel ganó. Él la dejó, tomó su teléfono celular de su bolsillo y marcó el 911. Estaba arrodillado allí conmigo mientras explicaba dónde estábamos, escuchó al operador que le dijo que la policía estaría de camino, y luego colgó para llamar a mi padre. Él podía ver la cara de mi padre en mis pensamientos, ver las últimas imágenes que había tenido de él. Él había llamado al 911 para salvar mi vida, pero él había llamado a mi padre para salvarlo. Poco a poco, Robert quitó sus manos de mi cara, y alcanzó de nuevo mi mano. Dejé que la sostuviera. Una vez más, estaba asombrada. Fueran cuales fueran sus razones para estar esta noche con Erica, no eran más importantes que encontrarme y salvar a mi familia. Yo no sé por qué, pero por ahora, eso era más que nada de lo que jamás hubiera pedido de él. —Grace, la ambulancia está llegando —dijo papá en voz baja, mirando cómo se aproximaban las luces rojas intermitentes. En un torbellino de actividad, yo fui examinada, rodé para un lado y luego al otro mientras era colocada sobre alguna superficie increíblemente incómoda, mi cuello estaba envuelto en un aparato ortopédico, una vía intravenosa fue insertada en mi brazo, y cuando me preguntaron si tenía algún dolor, respondí que sí, porque esa voz maravillosa que estaba en mi cabeza ofreciendo palabras de consuelo me lo dijo. Fui levantada en una camilla y luego fui empujada dentro de la parte trasera de la ambulancia, donde el paramédico cuya tarjeta de identificación ponía Foley comenzó su ronda de preguntas acerca de mis lesiones, dónde y qué me dolía, cuánto pesaba, cuántos años tenía, y así sucesivamente. Me di cuenta de por qué Robert me había dicho que le dijera a los paramédicos que había sido por el dolor cuando comencé a sentir la presión de mi cuerpo otra vez. Él no sería capaz de montar conmigo en la ambulancia: ese privilegio pertenecía a mi papá. Estaré justo detrás de la ambulancia, dijo la voz en mi cabeza, y sentí una inmensa sensación de alivio ante esas palabras. No sabía cómo de desesperada había estado hasta que las escuché, hasta que él las dijo. 91 Tan pronto como las puertas de la ambulancia estuvieron cerradas y nos estábamos dirigiendo hacia el hospital, mi padre comenzó el interrogatorio. —Así que, ¿él es el amigo que te dio esa camisa? ¿Cómo lo conociste? ¿Cuál es su apellido? ¿Cómo de bien lo conoces? Yo sabía que tenía que salir de esto de la forma más rápida que me fuera posible, así que le di la respuesta más rápida y más corta que pude. —Sí, la escuela, Bellegarde, bastante bien. Él tenía una línea sombría en su rostro y no me gustaba exactamente lo que eso significaba, porque por alguna razón, sabía que no tenía nada que ver con mis lesiones o el atropello y la fuga. Él había puesto sus codos sobre sus rodillas, una mano sobre la otra, descansándolas bajo la barbilla. Podía oír las viejas ruedas dentadas girando en su cabeza, y preguntándose qué era lo que le causaba que mirara de esa forma. Como si supiera lo que estaba pensando, me miró y suspiró. —Cariño, estoy muy agradecido por lo que este chico Robert hizo por ti esta noche, pero hay algo en él que me molesta. No sé que es, pero no me siento cómodo con la idea de tú y él. —Papá, ¿podemos no hablar de esto ahora? Los medicamentos para el dolor que me habían inyectado por la intravenosa, finalmente, empezaban a hacer su magia por todo el cuerpo. Me sentía muy mareada y aturdida, mis párpados se sentían sobrecargados. Sabía que en cualquier momento estaría dormida, pero necesitaba estar seguro de que cuando me despertara, Robert estaría allí para responder a mis preguntas. —Papá... n... no eches a Robert, ¿de acuerdo? —supliqué. Sabía que sonaba desesperada, pero en realidad, lo estaba. No estaba segura de cuánto tiempo iba a durar este momento de amistad y tenía que asegurarme de que nadie a mí alrededor hiciera nada para acelerar la secuencia. —Él es mi amigo, papá, y lo necesito en mi vida en este momento. El rostro de mi padre no parecía mostrar un debilitamiento en cualquier opinión que se hubiera formado acerca de Robert, pero asintió con la cabeza. —Le debo mucho por lo que hizo esta noche, Grace. Por lo menos, puedo permitir que se quede con nosotros en el hospital mientras que te revisan. Uno menos. Falta otro. ¿Robert? Emití mis pensamientos, dirigiéndolos hacia él, preguntándome si podía oírme con el sonido de la sirena y la moto combinado. Podría oír tus pensamientos en medio de un concierto de rock, Gee. No te preocupes, no voy a dejarte. Voy a estar allí cuando te despiertes. Te lo prometo. 92 Suspiré contenta, y dejé que las drogas se hicieran cargo de mi conciencia, debilitándome hacia la apacible oscuridad. 93 Admisión Traducido por kuami Corregido por cYeLy DiviNNa A lgunas personas tienen los sueños muy vívidos, con colores luminosos, olores, sabores, y la habilidad para sentir todo; otros tienen sueños que son muy apacibles y sin sentido, llanos, descoloridos. Algunos no sueñan en absoluto. Yo era una de estos últimos. Lo era porque la pesadilla cambió todo eso. Vi a extrema cámara lenta cómo mi cuerpo era doblado y retorcido, después de ser golpeado. Todos los sonidos se magnifican, se intensifican por el vacío sin nada más que la visión de mis sueños. Oí que mis huesos crujían y se quebraban cuando aterricé en mi lado derecho como un cisne que se zambulle bajo un elefante. Yo podía oír mis gritos, mis gemidos, mis gruñidos y mi respiración más lenta. Podía oír la sangre a borbotones saliendo de mí. Podía oírla salpicando hacia el asfalto. Escuché el crujido del asfalto bajo unos zapatos bonitos y caros de cuero marrón, y el sonido de los neumáticos, dejándome atrás, el leve sonido del tic-tic-tic de las piedras que se habían desprendido del asfalto cayendo a mí alrededor. Pero no oí lo que me golpeó. No oí el chirriar de los neumáticos, o el golpe de mi cuerpo contra el capó o en el lateral de un vehículo. Allí no había nada que probara que había sido golpeado por detrás por un vehículo que no fuera el hecho de que yo lo había oído irse. Y se hizo el negro silencio. Y la pesadilla sólo reforzó el hecho alterando ligeramente estos detalles desconocidos de modo que fuera siempre diferente, siempre inesperado y siempre aterrador. Las únicas constantes son la sensación de dolor, de abandono... y la muerte. No la muerte proverbial de cruzar y liberarse. ¡Oh, no! no para mi mente. La muerte, sobrenatural que induce al cese de la vida, tenía su mano negra en la mía, y no me dejaba ir. Yo no le dejaré. Me desperté bañada en sudor. 94 La bata de hospital que cubría mi cuerpo estaba empapada en sudor, las sabanas debajo de mí también. Mis ojos estaban mirando fijamente una húmeda mancha de color en el techo. Era como si la humedad de mi cuerpo se hubiese irradiado hacia arriba y recogido allí, mi propio grafiti genético personal. Me concentré en los sonidos a mí alrededor. Pitidos. El zumbido del aire acondicionado. Sonido de pisadas en un pasillo. ¿Ronquidos? Me volví hacia ese sonido y vi a papá dormido en una silla al lado de la cama del hospital. Las líneas de preocupación que se habían grabado en su rostro y la preocupación por mí habían desaparecido y pude ver los restos del joven que se había casado con mi madre hace muchos años. Mis ojos se apartaron de él, ahora desesperados por encontrar la cara que había prometido estar allí, la cara que había estado en mi pesadilla: el rostro de la muerte. Pero ¿cómo podía él tener la cara de la muerte cuando él me había salvado la vida? Yo lo racionalicé como la representación de todas las pequeñas muertes que había sufrido en los últimos años, a partir de la pérdida de mi mamá, de la pérdida de mi auto-estima, la pérdida de mi amistad y el amor de Graham, e incluso la pérdida de cualquier tipo de la relación que tuve con él. Todos ellas profundas en la forma en que me habían afectado, en la forma en que ahora veía la vida que había casi perdido. No, él no era ninguna muerte, pero él o no estaba aquí. Dolía. Dolía mucho, sentí el tirón interior de mi cuerpo cuando trató de protegerse, pero nada podía hacer con eso. Los medicamentos para el dolor en mi vía intravenosa no me iban a proteger de este tipo de dolor. Nada puede, excepto él. Y entonces, como si fuera un sueño, la puerta a mi habitación del hospital se abrió y él estaba allí. El sonido que salió de mi garganta cuando le vi no se parecía a nada comprensible; era confuso y patético, pero hice todo lo posible para hacerle saber que me sentía aliviada, extasiada, y agradecida de que él no hubiera elegido dejarme después de todo. Fui a buscar algo de comer. Todavía estabas dormida, y tu padre estaba aquí. No pensé que te despertaras tan pronto. Sonreí feliz de sentir y oír esta intrusión en mi mente, porque significaba que realmente estaba aquí. Extendí mi mano izquierda hacia él, dándome cuenta de que mi brazo y la mano derecha estaban completamente encajonados en yeso e inmóviles a mi lado. Él lo miraba, inseguro, casi parecía sopesar si quería o no tocarme. La retiré, sin querer que él tuviera que hacerlo por miedo a herir mis sentimientos. 95 Él miró a papá, y vio que todavía estaba dormido, y luego pareció tomar una decisión, asintiendo con la cabeza a sí mismo antes de venir a sentarse a mi lado en la cama del hospital. Me tomó la mano y la colocó entre una de las suyas, mientras que la otra alcanzaba mi mejilla. ¿Cómo te sientes? A pesar de estar rota, magullada, y golpeada por un billón de sitios, me sentía genial en este momento. Y él también lo sabía. Sí o no él sabía que era sobre todo debido a su presencia, yo no sé, pero no podía detener la sensación cada vez de mayor calidez que me estaba llenando con sólo tenerlo a mi lado. Gracias por quedarte. Quería que él supiera que le agradecía lo que estaba haciendo por mí. Gracias por mostrarme esta noche la verdad. Todo de la misma. No le iba a preguntar sobre Erica. No tenía derecho a hacerlo. No después de lo que había hecho por mí. Él me miraba, y parecía estar luchando consigo mismo. Me preparé para el resultado de esta batalla. Me habría quedado incluso si no me lo hubieras pedido. Fue doloroso... no poder hablar contigo en las últimas semanas. Me tensé… una reacción automática a la duda que sentía por sus palabras. ¿Cómo que fue doloroso para ti? Tú fuiste el que me excluyo, Robert. El que deliberadamente me apartó de su camino, ignorándome. Y realmente no te vi sufrir cuando tenías alrededor a Becca y a Erica. Especialmente a Erica. Puede que fuera doloroso para ti, pero fue un infierno para mí. Robert parecía afectado. Grace, siento profundamente haber sido la causa de gran parte de tu dolor. Cuando me preguntaste lo que yo era, tuve que alejarme de ti. No era porque no quisiera decírtelo, que no quisiera contártelo. Era porque no puedo. Tu seguridad es mucho más importante para mí a que tú sepas la verdad. Gee, ¿puedo, puedo decirte... explicarte por qué estaba con Erica? Lo miré, dolor e ira quemando sus acusaciones en mi cara. Si yo hubiera podido hacerlo, habría cruzado los brazos sobre el pecho para enfatizar cuán molesta estaba. Pero la necesidad de conocer la verdad era demasiado abrumadora. Asentí con la cabeza, con cautela. Estaba con ella porque necesitaba saber más sobre lo que pasó con Graham y que te había causado tanto daño. Tu mente está llena de muchos pensamientos confusos, uno tras otro, como si deliberadamente estuvieras tratando de olvidar algo. Necesitaba saber la verdad. Ya sé de tus propios recuerdos lo que pasó. Pero ¿qué pasa con él? 96 Llámalo mi necesidad de saber más de ti, y saber de que manera una persona puede desagradarte, porque no quiero ser ese tipo de persona. Últimamente has estado ocupando muy a menudo mis pensamientos. Me agobié por esta necesidad de saber más de ti, y esa necesidad… me atrapó, me atrapó en mis recuerdos sobre ti. Y es una prisión de mi propia creación. Y no niego que, voy a sufrir con mucho gusto si no me aceptas de nuevo en tu vida. Asentí con la cabeza, entendiendo cómo se sentía, esa necesidad de saber más. Era un hambre en los dos. Pero todo me había hecho preguntarme que me habría preguntado él a mí si la situación se hubiera invertido. ¿Qué era él? ¿Y alguna vez lo averiguaría? ¿Cómo podría sentir tanto por alguien y no saber quién era más allá de su nombre? Le miré, a sabiendas de que había oído los pensamientos que corrían por mi mente, y temía estar gritando en silencio confundiéndole... demasiado temerosa de que me contara más. Su silencio era sepulcral. Finalmente, su voz llegó. Gee, las cosas que has visto, las cosas que te he mostrado, son sólo indirectas de quién soy, de lo que soy, pero sin rascar la superficie de la verdad. Te he mantenido ignorante porque sabiendo quién y lo que soy es peligroso para los de tu tipo, pero sobre todo para ti. Sin embargo, no creo que podamos continuar nuestra amistad sin que tú sepas más sobre mí. No puedo explicártelo todo, pero debes ser tú quien decidas querer saber más de mí. Debes pedirme que te lo diga. Asentí con la cabeza, dispuesta a escuchar todo lo que tenía que decirme en este momento, siempre y cuando eso significara que se quedaba conmigo, con su mano sosteniendo la mía, mirándome con los ojos fijos en mi misma. Él oyó estos pensamientos y sonrió. Su dedo pulgar acarició mi mejilla, enviando una corriente cálida disparándose fuera de mi cuerpo. Y entonces, las imágenes empezaron a llegar. Mi mente se llenó con los colores danzando en el fuego: rojos, naranjas, amarillos, blancos y azules. En medio del fuego había una mujer, maltratada y golpeada, su vientre pesado con el niño, que estaba gritando en un idioma que no entendía. Ella tenía una mano ensangrentada tendida a un ser invisible, su otra mano estaba en su estómago, por debajo de la ropa desgarrada y rota, aparentemente tratando de protegerse de las lengüetadas de las llamas. Desde algún rincón oscuro, el objeto de su atención hizo un sonido bajo y gutural, y luego apareció, caminando tranquilamente por las llamas. No, no caminando; acercándose furtivamente a ella. Era una criatura grande, peluda, casi con la apariencia de un lobo. Sus orejas eran extremadamente grandes, inclinándose y girándose hacia cualquier sonido que se considera digno de mención. Su hocico era 97 largo, llegando a un punto redondeado en su nariz, pero su mandíbula, no acababa cerca de la punta de sus ojos como en la mayoría de los caninos. Continuaba hacia las orejas, lo que le permitía abrir su boca en unos ciento ochenta grados, como se demostró cuando dejó escapar un fuerte ladrido, hacia la mujer. La mujer dio unos pasos hacia atrás, pero rápidamente se adelantó de nuevo cuando sintió los lametazos de las llamas en su espalda. Ella no tenía dónde ir, cualquiera que fuera el motivo por el que había venido, y cualquier acuerdo que ella había hecho con esta criatura era ahora un hecho. Cerró los ojos y empezó a decir algo para sí misma en un idioma extraño, pero familiar. El sonido de las llamas del chisporroteando parecía ser silenciado, el estallido de la madera dejó de llenar mis oídos, cuando la voz de esta mujer de repente se convirtió en el punto focal de la visión. Ella no estaba hablando, por lo mucho que estaba cantando, su voz una extraña mezcla de alegría y tristeza. ―Quoniam angelis suis mandabit del te ut custodiant te en el tuis de viis de ómnibus 1... Tenía las dos manos sobre su vientre, acunándolo mientras cantaba su canción melancólica, con los ojos cerrados y su cuerpo balanceándose suavemente. Su canción poco a poco llegó a su clímax cuando se produjo el ataque. La criatura se abalanzó sobre su cuello, cortando su canción con un tremendo gruñido. Podía haberle partido el cuello en un solo movimiento, parecía estar dudando, casi renuente. Pero la vacilación no duró más que un instante, y pronto, la mujer yacía inerte en el suelo, con los ojos brillantes de lágrimas que reflejaban la luz de las llamas a su alrededor, las llamas parecían estar satisfechas con el sacrificio. Rápidamente, la criatura se dirigió hacia el vientre de la mujer. Horrorizada, vi como abría su boca, como si fuera a tragar todo el estómago, pero en cambio, parecía estar royendo. Frenéticamente, casi con desesperación, masticó un agujero cuidadosamente en el abdomen de la mujer ya muerta, un monstruo en todos los sentidos. Cuando sus dientes continuaron con su misión, fui testigo de la transformación. Al igual que una serpiente muda de su piel vieja, también lo hizo la criatura. La piel cayó como fuera la lluvia cubre un tejado, revelando el brillo perlado de la piel del color de la luz de la luna. La espalda de este monstruo no era lo que yo esperaba. Era suave, elástica... femenina. Su cabeza se volvió más pequeña, la piel cayó para revelar un cabello, largo y negro como un cielo sin estrellas. Las patas se desmembraron del tronco para convertirse en largo brazos, sinuosos, cubiertos con las manos tan pequeñas y elegantes, que parecía casi burlesco. 1 Extraído del salmo 91 de la Iglesia católica: Pues a los ángeles les ha ordenado que te escolten en todos tus caminos. 98 Esas manos se metieron en el vientre de la mujer ahora, y sacaron un precioso niño que había estado allí protegido, descubierto por los dientes del monstruo, y ahora acunado por sus brazos. Ella sostenía al bebé contra su pecho, arrullándole, confortándolo como si pudiera borrar de sus primeros recuerdos la muerte de su madre a manos de aquel que ahora lo abrazaba. Y entonces el monstruo habló, en una lengua que era muy familiar para mí, con una voz que era tan bella y melodiosa, me entraron ganas de llorar. ―Ne pleurez papás, el fils del mon. La rivalizan que los maintenant del est vierten al votante de la de toujours. La mort ne vous touchera jamais. (No llores, hijo mío. La vida es ahora tuya, para siempre. La muerte nunca te tocará.) Se puso de pie, sosteniendo al bebé contra su pecho, y se alejó de las llamas, que finalmente exigían su premio. Las escenas de un hombre joven en un pueblo pequeño llenaron mi cabeza entonces; su bonito pelo oscuro y sus ojos grises contrastaban con los verdes y azules brillantes de la fauna circundante y el cielo. Su rostro angelical sonreía mientras caminaba hacia una mujer que estaba en la puerta de una pequeña casa de campo, con su barriga grande con el bebé, con su largo y oscuro pelo moviéndose con la brisa fresca. Ella ofreció sus brazos cuando él caminó hacia ellos; él se arrodilló, abrazando y besando su barriga tiernamente. Ella le acarició la cabeza con ternura, tirando de él dentro de ella. ―Es la hora ―le dijo ella con un fuerte acento inglés, y él asintió con la cabeza, recogiendo las cosas rápidamente de todas las esquinas de la pequeña casa. La mujer se acercó a una cama en la esquina de la habitación y comenzó a desnudarse. Ella se dejó caer sobre la colcha y puso sus manos encima de su barriga desnuda. El joven se acercó a ella entonces, llevando en sus brazos un recipiente de barro, algunas telas de lino, agua en una jarra, y lo que parecía la cabeza de un hacha. La mujer tomó las telas de lino y las colocó debajo de ella, extendiéndolas hacia afuera, como para proteger la colcha de abajo. El joven vertió el agua en el recipiente y lo puso sobre la mesa junto a la cama, con una tela de lino reservada a su lado. Él subió a la cama a continuación junto a ella, entregándole el hacha mientras lo hacía. Ella la tomó y abrió su boca. Como lo había hecho en su otra forma, en ciento ochenta grados, y ella puso la cabeza del hacha entre sus dientes, sujetando con fuerza hacia abajo. Sus manos se trasladaron a su vientre, sus dedos lentamente frotando arriba y abajo de la línea oscura que se extendía desde el ombligo hasta el vértice oscuro debajo de ella, cuando sus uñas se convirtieron, en las largas garras rojas cubiertas de sangre. 99 De repente, se rasgó su abdomen abriéndolo, feroz, un grito primario desgarró su garganta, la cabeza del hacha se derrumbó un poco bajo la presión de los dientes. El joven, que esperaba pacientemente junto a la mujer, fue salpicado con la sangre espesa y negra que brotaba de la herida auto-infligida. Vio que la mujer se esforzaba en abrir su abdomen. Parecía como que su vientre estuviera peleando con ella, tratando de cerrarse sobre sí mismo, y ella estaba desesperadamente tratando de mantenerlo abierto. El hombre joven puso la mano en su brazo, y con un tirón final, había abierto el vientre desollado, un escalofrío atravesó por su cuerpo mientras continuaba rezumando el líquido oscuro y viscoso en la ropa debajo de ella. De alguna fuente invisible, el joven sacó un cuchillo y comenzó a trabajar en el útero, cortando su delicado tejido abierto con demasiada habilidad para alguien de su edad. Dejando caer el cuchillo a su lado, con la mano sacó un diminuto, recién nacido cubierto de sangre. Mientras que aún sujetaba a la bebé, saltó de la cama con la gracia de un gato, y aterrizó al lado del cuenco de agua. Él mojó la tela que tenía a su lado y procedió a limpiar a la niña que estaba retorciéndose. Una vez satisfecho de que estuviera lo suficientemente limpia para unirse con su madre, él lo colocó en su pecho. Rápidamente, regresó al abdomen ya vacío de la mujer, eliminando con las manos lo que parecía congelado en su lugar, y cerró las heridas abiertas con manos ágiles. Inclinó la cabeza y besó la herida, soplando sobre ella en voz baja, tarareando una melodía familiar. El sol se ponía, la habitación estaba oscura, y él aún tatareaba. Los gritos de llanto de la bebé hacía tiempo que ya se habían calmado. La oscuridad se hizo cargo del cuarto, y de repente estaba rodeado por el brillo antinatural de la luz fluorescente del hospital. Todavía podía escuchar la melodía que tarareaba en mi cabeza mientras miraba a los ojos de Robert, ver su mirada interrogante, sabiendo lo que él estaba pensando en ese momento, porque él me preguntó sin decir una palabra. ¿Me estabas mostrando tu nacimiento... y el nacimiento de tú... hermana? ¿De verdad tienes una hermana? Él asintió con la cabeza una vez. ¿E… eres humano? Él negó con la cabeza. Dejó caer su mano de mi cara entonces, y trató de quitar la otra mano de la mía. Me aferré a él como si mi vida dependiera de ello. Él se quedó mirando mi mano, mis nudillos estaban blancos por la fuerza de mi esfuerzo al retenerlo a mi lado. ¿Por qué no estás tratando de huir de mí? ¿No lo entiendes? No soy humano. Gee, ni siquiera un monstruo de ficción sobre el que hayas leído. 100 ¿Por qué debería huir de ti? He visto cosas peores en una película de Scorsese. Y en cuanto a Robert, nunca podría pensar que fuera un monstruo de ficción. He leído muchos libros, y hay tantas cosas que tú podrías ser, pero, dudo que cualquiera de ellos sean monstruos. Él inclinó la cabeza hacia un lado, divertido. Bueno, gracias entonces, por favor ilumíname acerca de esas cosas que podría ser yo, para que pueda reducirlo al mínimo para ti. Mordiéndome el labio, me preguntaba qué me había metido. La última vez que había tenido una conversación similar a ésta, él se había retirado, y me evitaba como a la peste. Tenía que ir con cuidado. Bien, es obvio no eres un vampiro, y no hueles como si fueras un zombie porque imagino que ellos huelen mal y tú siempre hueles maravillosamente. Puedes ser un hombre lobo, ya que nunca te he visto después de una luna llena. ¿Es eso? ¿Eres un hombre lobo Él rodó sus ojos. De acuerdo, así que no eres un hombre lobo. ¿Qué me dices de un kelpie 2? Él se echó a reír. En voz alta, con el sonido tan fuerte que papá despertó. ―Grace, estás despierta. ¡Oh, gracias a Dios! ―se levantó rápidamente y me observo una vez más, asegurándose de que nada había cambiado en mí mientras yo había estado inconsciente―. ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? ¿Algo para beber? ¿Comer? ―Estoy un poco hambrienta. No he comido nada desde el desayuno. ―Le dije, recordando mi última comida. Papá miró a Robert ―¿Quieres algo, también? ―Una Coca-Cola suena bien ―respondió. Papá asintió con la cabeza y miró hacia mí―. ¿Qué te parece si consigo una hamburguesa y patatas fritas en la cafetería? Sonreí y mi estómago gruñó ante la sola mención de las grasientas patatas fritas. ―Eso suena muy bien, papá. ¡Oh¡ y una Coca-Cola, también ¡Por favor! ―Dos Coca-Colas y comida. En seguida regreso, estuvo de acuerdo. Vaciló un poco, ante Robert antes de finalmente dar la vuelta y salir. Viendo cómo se movía tan despacio, y cómo de hundidos estaban sus hombros, no pude dejar de preocuparme por él. Robert esperó hasta que la puerta se cerró, y luego se echó a reír otra vez. ―¿Kelpie? ¿Me ves cómo un caballo? 2 En las leyendas de Escocia es un espíritu del agua, por lo general tiene forma de un caballo y fama de causar ahogamiento o de advertir a las personas en peligro de ahogarse. 101 Volví la cabeza para mirarle y me sonrojé, mis pensamientos trajeron de regreso nuestra pequeña discusión. ―Sabes, no es que haya dicho tritón o algo así. Dijiste que no eras un personaje de ficción del que hubiese leído, pero yo apostaría que pensabas que no era una buena lectora. Se rió de nuevo. ―Sé que eres inteligente, Grace. Esperaba que dijeras tritón, vampiro, incluso Frankenstein. Pero Kelpie me dejó fuera de juego. No muchas personas saben de ellos. Eso, y que creo que debería estar insultado. Me encogí de hombros. Así que no un Kelpie, ni hombre-lobo, ni vampiro, ni tritón, y ni Frankenstein, ¿correcto? Por lo menos eso reduce la lista. Todavía hay X-Men, la cosa del pantano, y mi personaje favorito, David Copperfield. Él no es humano, tampoco. Sus ojos estaban húmedos, de tanto reírse. ―Puedo asegurarte que David Copperfield es muy humano, aunque en un sentido amplio del término. Y si bien la idea de X-Men, sería interesante, soy mucho más frío que Wolverine y Cyclops combinados. ¡Ah! ¿La cosa del pantano? ¿Me ves tan desarreglado? ¡Eso es casi tan malo como lo del Kelpie! Su risa era contagiosa, y empecé a reírme con él. Él me miró, su sonrisa brillante y amplia… en realidad no hay otra palabra en el diccionario para describirla… perfecta, y lo que vi era tan impresionante, tan brillante, que me quedé sin aliento. Su rostro parecía irradiar luz, desplegándose a su alrededor como un halo, brillante, cálido y prometedor, una corona de luz que le daba una apariencia etérea y divina. No era un Kelpie. Ni un vampiro. Ni un personaje mutante de cómic o un mago humano. Lo que él era, en ese mismo momento, lo que había sido en todo momento desde que había puesto por primera vez mis ojos en él, un ángel. Él dejó de reírse entonces, al escuchar mis pensamientos, al saber a qué conclusión había llegado, al oír lo que estaba en mis ojos, en mi corazón. Su silencio, unido a la expresión de su cara me asustó durante un segundo interminable. ¿Es eso lo que eres, Robert? ¿Eres un ángel? Despacio, tan lento que casi dudé que se moviera, él llevó la mano a mi cara otra vez, acariciándola suavemente, y me miró profundamente a los ojos. Era su manera de advertirme. Estaba a punto de compartir algo muy íntimo conmigo. Estaría en la frontera de lo imposible, lo improbable, y lo irracional. Yo sabía que nunca sería la misma persona después de todo lo que había sucedido en tan sólo estas pocas y cortas semanas, pero lo que él estaba a punto de compartir conmigo iba a alterar totalmente mi vida de forma completamente increíble. Podía verlo en sus ojos. Él se inclinó para presionar su frente contra la mía, mi mente estaba preparada y dispuesta para aceptar cualquier cosa que él quisiera decirme. No me esperaba lo que llegó. 102 No hubo visiones de acontecimientos pasados, horriblemente fascinantes, espantosamente fascinantes, o de otra manera. No hubo recuerdos aterradores de sangre y huesos rotos, de muerte y moribundos. En cambio, vi mi cara como él la veía, como estaba en ese momento. Confiada, y... feliz. Los moretones que cubrían mi cara, no fueron suficientes para disimular el rubor en mis mejillas cuando, todavía con mis ojos cerrados, le vi levantar su mano hacia un lado de mi cara y acariciar mis labios con el dorso de sus dedos. Podría ver mis labios separarse cuando tomé aliento, vi como exhalé cuando suspiré y él me tocó el labio inferior con la yema de su dedo pulgar. Yo podía verme a mí misma llevar el labio inferior hacia dentro, degustando el lugar que él había tocado, permitiéndome dejar caer de nuevo otro suspiro cuando me di cuenta de que casi podía imaginar lo que se sentiría con sus labios sobre los míos. Imposible, improbable, irracional. Del tipo como todo lo que ha ocurrido hasta ahora. Cuando él levantó la cara para besar mi frente, conté... conté los segundos, conté los minutos, conté los latidos del corazón hasta que sus labios dejaran mi piel. Y entonces conté cuánto tiempo pasaría antes de dejar de sentir su calor. Me rendí cuando comprendí que probablemente lo sentiría hasta que tomara mi último aliento. Se sentía como si todo lo que él hacía, cada caricia, cada suspiro, cada pensamiento quemaría permanentemente en mi mente. Y, sabía que durante el tiempo que viviera, nunca le querría ninguna otra manera. 103 Comienzos Traducido por Emii_Gregori Corregido por Marina012 N o me había dado cuenta que mis ojos estaban cerrados de nuevo hasta que los abrí para ver el mercurio en los suyos. Yo siempre utilizaba líquidos para describir el aspecto que tenían cuando estaban de ese color, pero nunca había estado tan cerca de su rostro para ver que yo había estado más en lo correcto de lo que pensé. El brillo de su iris parecía verdadera plata fundida rodando en un tazón, la pupila simplemente flotando en su superficie dorada. Estaba tan cerca que podía contar sus pestañas, ver que mientras ellas eran del negro azulado de su cabello, los extremos eran de un gris cenizo, y parecían tener varias puntas como el penacho de una pluma. Yo necesitaba tocar su rostro, pero él sostuvo mi mano izquierda, más apretada de lo que había estado cuando él había intentado quitarla del medio. Sin pensarlo, moví mi mano derecha hacia su rostro, y lo toqué suavemente con mis dedos. Sólo el lado de su cara, su perfil, su mejilla, pero se sentía tan bien. Yo quería poner la mano alrededor de su cara como lo hizo él con la mía, pero el yeso del molde estaba en el camino. Giré mi cabeza para mirar hacia mi brazo derecho, y rápidamente volví a mirar a Robert. —Puedo mover mi mano y mi brazo —dije, alarmada, y lo subí y bajé para probar el punto—. No se supone que sea capaz de hacer eso, ¿verdad? Su sonrisa era tímida. —No es como si tú no supieras que mi tacto podría sanarte. Bueno, yo sabía eso. Pero él había trabajado su pequeña cosa de la curación en mí antes, y mis huesos no se habían curado tan rápido. —¿Por qué sucedió tan rápido esta vez? —Yo estaba nerviosa, preguntándome cómo iba a explicarle esto a los médicos o a papá. 104 —Fue porque te he complacido —respondió con orgullo—. El cuerpo humano parece responder mucho mejor a la curación cuando se siente saciado y deleitado de alguna manera. Me ruboricé, porque la sensación de placer era una atenuación para describir cómo mi corazón se aceleraba, y cómo estaban las cosas revoloteando en mi estómago en este momento. Comencé a reunir el coraje para decir que tal vez necesitaba más curación cuando de repente Robert ya no estaba a mi lado en la cama, sino que, estaba sentado en la silla en la que papá había estado durmiendo. Le miré de manera inquisidora, casi abatida, cuando la puerta se abrió y papá entró con una bandeja de alimentos, el doctor directamente detrás de él. Papá miró hacia mi rostro, enrojecido lo más probable, y luego miró hacia Robert, cuyo rostro sólo mostraba preocupación por mí mientras el doctor empezó a jalarme, torcerme, doblarme y empujarme, viendo cómo mis heridas estaban cicatrizando. —Grace, ¿te sientes bien? Pareces tener un poco de fiebre —dijo, dejando la comida y las bebidas en la pequeña masa rodante junto a la cama y colocando su mano sobre mi frente. Él la retiró hacia atrás rápidamente—. Jesús, ¡estás ardiendo! ¡Doc, ella tiene fiebre! Estoy segura de que el doctor ya había llegado a esa conclusión después que el hombre me manipuló, pero sólo para aplacarlo, él sacó un objeto que parecía un martillo de reflejos con una pelota al final y lo hizo rodar por mi frente y abajo de mi cuello. Después de echar un vistazo a su lectura, me miró y dijo: —Parece como si tuvieras un poco de fiebre, querida. Te conseguiremos algunos Tylenol para tratar de bajarla, ¿de acuerdo? Asentí, no muy preocupada por la fiebre en absoluto. No con mi pequeño milagro sentado a sólo tres pies de distancia de mí. Papá, en cambio, no iba a aceptar sólo Tylenol como la solución. —¿No cree que debería ver qué está causando la fiebre? ¡Ella podría tener una infección! Tenemos Tylenol en casa. Ella está en un hospital, ¡por amor a Dios! ¿No tienen cosas aquí que sean más fuertes? ¿Más rápidas? Si todo lo que va a darle es Tylenol, puedo ir a casa y conseguirle algunos en este momento de modo que no tendré que ver el cargo de $25 para dos píldoras. Me senté allí, boquiabierta. Papá no era siempre el más paciente, pero nunca lo había visto actuar así antes. Oírlo decirle eso al médico daba miedo. ¿Me viste nacer, y piensas que ESTO da miedo? 105 Miré a Robert sentado plácidamente en su silla y fruncí el ceño. Él no estaba ayudando. —Papá, está bien. El Tylenol está bien. Es probablemente sólo el estrés o algo así. Él me miró y sacudió su cabeza, sin aceptar eso como mucho. —Mira, nena, ya perdí a tu mamá y he llegado malditamente bastante cerca de perderte esta noche. Sé cómo estas cosas trabajan. Unos minutos estás bien, y al siguiente, tienes fiebre, y entonces te vas. No dejaré que eso suceda. —Él estaba agarrando mis hombros, la tensión y el terror en su rostro era difícil de digerir. —Papá, esto no es como mamá. Fui atropellada por un coche, pero estoy bien. Algunos huesos rotos, algunos moretones, pero estoy bien. Esto va a estar bien, papá. —Traté de tranquilizarle. Robert se levantó y colocó su mano sobre el hombro de papá. Pareció ser un gesto consolador, pero yo sabía lo que Robert estuvo haciendo antes de que él levantara su mano. Él me lo había contado silenciosamente, advirtiéndome que no interfiera. En un instante, papá se derrumbó, Robert le tomó bajo el brazo. El doctor corrió rápidamente para verlo, comprobando sus signos vitales mientras pulsaba el botón de llamadas a enfermeras en el lado de la cama. Pronto, la habitación estaba llena de personas que no estaban interesadas en cómo me sentía en absoluto, fiebre o sin fiebre. En su lugar, papá fue a una habitación propia para ser tratado por agotamiento y deshidratación causada por el estrés. Está bien. Miré hacia Robert y su sonrisa me dijo que estaba de acuerdo. Tan pronto como todos los demás habían dejado la habitación, Robert regresó a la orilla de la cama. Por mucho que quería que me sostuviera de nuevo —y yo quería mucho que me sostuviera de nuevo— él aún no había respondido a mi pregunta... una de muchas. Pero, antes de eso, yo quería una respuesta a una pregunta muy simple. —¿Hiciste que yo tuviera fiebre? La sonrisa en su rostro no podía haber sido más satisfecha. —Sí. —¿Por qué? Extendió la mano y agarró la mía, llevándola a su cara. —Para que yo pudiera estar a solas contigo. Mi corazón empezó a correr, pero luego él soltó mi mano y tomó la mesa rodante, tirándola entre nosotros y agarrando su soda. —Tienes preguntas a las cuales tengo respuestas, y yo no quería responderlas mientras tu padre estaba aquí, así que tuve que darle algo para conseguir un exceso 106 de trabajo. Sólo tomó un pequeño codazo de mi parte con sus emociones —y tu fiebre— pero tan pronto como golpeó ese punto fundamental, sabía que fácilmente hubiera podido pasarlo sin causar ninguna sospecha. —Sonaba como un estratega de guerra. Podría haber sonado tan sencillo para él, pero para mí era muy complejo. El qué pasaría me hubiera vuelto loca antes de que un sólo paso hubiera sido tomado. Miré mientras abría la botella y bebía un largo trago. —Ahora, ¿tienes algunas preguntas? Tuve que parpadear varias veces antes de recordar qué era lo que yo quería hacer. —Nunca respondiste a mi primera pregunta. ¿Eres un ángel? Él sabía lo que le iba a preguntar, sabía qué quería saber, y su respuesta estaba muy bien preparada, casi ensayada. —Sí, a pesar que soy diferente dependiendo de en qué país estés. ¿No vas a comer? —Él hizo un gesto hacia la comida en la bandeja, la hamburguesa y papas fritas que papá me había traído semi-frías, la grasa congelándose ante nuestros ojos. Negué con la cabeza hacia la comida, demasiado ocupada para digerir lo que había confirmado sólo para mí. Un ángel —yo era en realidad amiga de un ángel— y estaba sentado en mi cama y hablándome... y bebiendo una soda frente a mí. Esto era demasiado irreal. Reuniendo mis pensamientos de nuevo mire hacia él y suspire —probablemente no el último que sería capaz de dar si me sonreía de nuevo— y comencé. —Tú me mostraste tu... nacimiento... pero la mujer que te llevó y te llamó “hijo” mató a tu madre. ¿Por qué? Yo había comenzado con una de las preguntas más difíciles, lo sé, pero si pudiéramos pasar a través de una difícil, preguntar el resto sería mucho más fácil. Esperé pacientemente a que respondiera. Después de lo que pareció como una eternidad de escucharnos a ambos respirar, comenzó. —La mujer que viste llevándome en su vientre no era mi madre. Ella era un recipiente, una incubadora, lo que se llamaría un sustituto en los tiempos de hoy. Mi madre, el monstruo que viste atacarle, estaba haciéndole un favor. Sé que es difícil de entender, con este tipo de violencia visible y aparente crueldad, pero el destino que le esperaba a aquella mujer por llevarme era mucho peor. Su nombre era Hanina. Ella era una trabajadora agrícola en los campos de la propiedad de mi madre. Ella era leal, dedicada porque sabía lo que era mi madre, sabía que las bendiciones de Dios estarían con ella por ser obediente y amable. Ella había estado casada durante varios años con un hombre cruel. Él le había golpeado después de que ella decidió no quedar embarazada con un niño al mes de estar casados, y le pegaba cada mes siguiente durante siete años. Ella nunca se lo dijo a nadie. Ella 107 soportó los golpes, sufrió su ira contra su cuerpo, y la rabia contra su carne. Ella le había prometido a Dios que iba a ser una esposa respetuosa, y ella lo era en todo excepto teniendo a su heredero. —¿Por qué no sabía tu madre lo que le estaba sucediendo a Hanina? ¿No podía leer su mente? ¿Leer la mente de su marido? —Le pregunté, sin entender por qué ella no usó su don. —Mi madre siempre ha sido muy particular sobre las mentes en las que se adentra. Después de siglos de ver los pensamientos enfermos y depravados que los humanos eran capaces de tener, ella simplemente se detuvo por completo a menos que fuera absolutamente necesario. Asentí, sabiendo que si yo tuviera la habilidad de mirar dentro de la mente de alguien como el Sr. Branke, necesitaría hervir mi cerebro en vinagre. —Perdón por interrumpir. Por favor, continúa. —Dije. Sus labios formaron una línea sombría por mis pensamientos, pero continuó. —Después de una mala golpiza en particular, ella llegó tarde a los campos. El esposo de Hanina le había dicho a mi madre que ella estaba probablemente enferma, estando embarazada. Mi madre fue a la choza de Hanina para verlo por sí misma, habiendo sabido que Hanina nunca llegaría tarde por estar con el niño. Ella encontró a Hanina tendida en el suelo, apenas respirando, su corazón débil enviando tambores para provocar que los arcángeles la llevaran a casa. Mi madre, sin haber sido conectada a un ser humano antes, reconoció la lealtad que había mostrado Hanina, y le preguntó qué le gustaría más en el mundo antes de unirse a Dios. Hanina dijo, simplemente, “tener un hijo es todo lo que quiero”. Mi madre no entendía esto. ¿No acababa de decirle el esposo de Hanina que ella estaba embarazada? Pero mi madre sabía que Hanina no estaba más embarazada que ella tan pronto como le tocó su vientre. Ella también podía sentir las muchas otras heridas que había soportado, oyendo el cuento de su cuerpo en la canción que su sangre golpeaba. Ella era tan leal, tan devota a Dios, a su esposo y a mi madre, que ella había sufrido en silencio la desgracia de lo que era realmente su matrimonio. Eso enfureció a mi madre. Ella estaba enfurecida. Ella llamó al marido Hanina a la choza donde le exigió que respondiera por sus crímenes. Él escupió en ambas ellos, les llamó por nombres horribles, y las maldijo con el nombre de Dios en sus labios. Hanina había sido maldecida… no había nada que pudiera hacer por ella ahora. Pero el esposo de Hanina se había atrevido a maldecir a uno de los ángeles de Dios. Su maldición se convirtió en una soga invisible alrededor de su cuello y se atragantó con ella. Sus pensamientos agonizantes eran que mi madre era una bruja y que la vería en Infierno. Fue uno de los últimos momentos en los que ella alguna vez escuchó los pensamientos de un ser humano. Hanina ahora estaba condenada, pero mi madre, sintiendo su deber de ver que ella permitiera como mínimo su deseo agonizante después de no poder mantenerla a salvo, bendijo su vientre estéril con 108 un niño. Este fue un compromiso entre el ángel y el humano, que Hanina llevaría en ella un hijo que mi madre no podía. Hanina pasó los siguientes nueve meses viviendo muy feliz. Sus manos nunca dejaron su vientre, y ella nunca se encogió en que crecía por debajo de él, incluso cuando empecé a hablar con ella en sus sueños. Ella vio a través de mí la muerte que era la maldición de su marido. Pero ella nunca quiso dejar de amarme dentro de ella. Ella cantaba para mí los salmos, y me dijo que las alegrías que experimentaría con Dios seguramente me bendecirían para su salvación. El momento del ajuste de cuentas finalmente llegó una noche cuando se produjo un incendio en los campos. Mi madre no necesitaba los cultivos para sobrevivir —lo que era una cosa trivial, en esa granja— pero ella había elegido vivir tan pacífica y humana una vida mientras pudo, y ella sabía que simplemente dejar que eso se quemara destruiría la paz que pudo encontrar entre la humanidad, por lo que fue a combatir el fuego junto a sus sirvientes. Hanina había olido el humo de su choza, y siempre leal, fue a tratar de apagar el fuego, también. Ella no sabía que el fuego había sido intencionalmente puesto por aquellos que querían hacerle daño por los que creían que ella había provocado su viudez y el bastado percibido dentro de su vientre. La golpearon, la violaron, y se disponían a echar fuego a su cuerpo cuando mi madre apareció. El Don de mi madre, era su capacidad única de cambiar formas, cualquier forma que deseara, y entonces se convirtió en la criatura que era más cómoda para ella —la de la loba— de modo que pudiera cazar a los que habían tratado de destruir a su hijo. Ella mató a todos ellos y lo disfrutó, pero para entonces ya casi era muy tarde. Las llamas estaban casi en Hanina, el aire alrededor de ella siendo aspirado lejos como un vacío… ningún ser humano sería capaz de sobrevivir a eso. Hanina le pidió a mi madre matarla rápidamente, con compasión, de modo que no hubiera sufrimiento y ningún daño hubiera llegado a mí. Preguntaste por qué mi madre mató a Hanina. La respuesta es, porque mi nacimiento requería su muerte. Si ella no lo hubiera hecho, yo lo habría hecho de un modo muy violento e imperdonable. Sin realmente comprender esto, la bendición de mi madre estaba cumpliendo con la maldición que el esposo de Hanina había hecho. Robert se detuvo. Él parecía ir sobre algo en su mente, y yo lamentaba no poder oír los pensamientos corriendo por allí con la misma facilidad que los míos. Finalmente, él comenzó de nuevo. —La muerte de Hanina anunciaba mi comienzo, mientras que mi nacimiento anunciaba su final. Pero también trajo consigo el fin del tiempo de mi madre en la tierra como ella lo sabía. Los trabajadores agrícolas habían visto su cambio. Ellos la habían visto caminar por el fuego para matar a Hanina, la habían visto sacarme del vientre de Hanina, habían visto demasiado y mi madre sabía que tenía que irse. Pero, no podía dejar a todas esas personas con los conocimientos que ahora poseían. Mi madre hizo algo esa la noche que ella nunca se ha perdonado a sí misma. Ella descendió sobre el pueblo como una plaga, matándolos a todos tan rápidamente y tan misericordiosamente como fuera posible. Ella no tenía ningún 109 otro recurso. Su secreto era ahora mi secreto, también, y ella tenía que protegerlo. Las muertes de los agricultores fueron atribuidas por el fuego, y nadie pudo encontrar fallas en esa excusa ya que los incendios de cultivos se propagan muy rápidamente, y por lo general todos los esclavos eran enviados para tratar de apagar el fuego por sus amos. Mi madre mató a todos ellos por mí. Su deseo de recompensar a una criada y de tener un hijo les costó la vida a más de cien personas. Tanta muerte —desde el principio— todo causado por mi nacimiento. Mi madre dice que por eso, fui bendecido con mi capacidad de sanar, expiar los sacrificios hechos para que pudiera sobrevivir. Cuando se detuvo, me tomó un momento para procesar toda la información que había compartido conmigo. Que él confiara en mí con todo esto, sabiendo el precio que le había costado a tantos, era intimidante y… aterrador. ¿Iba a matarme del mismo modo en que su madre había matado a todos sus criados? ¿Podría? Mis pensamientos hicieron que sus ojos se ensancharan, con su cara volviéndose pálida. No. Por supuesto que él no podía. No era un asesino. Cerró los ojos con rapidez antes de que pudiera seguir estudiando su reacción y llegó a mi cuello, sus manos acariciaron mis hombros, mi garganta. Él apretó su frente contra la mía una vez más, nuestras dos mentes se tocaban en más de un sentido. Imposible. 110 Ciega Traducido por Anelisse y AndreaN Corregido por Marina012 T uve la oportunidad de salir del hospital después de sólo dos días. Los médicos estaban asombrados de lo maravillosa que había sido mi recuperación. ¿Caminar con la ayuda de muletas? ¿Ser capaz de tomar las cosas con mi mano derecha? Se atribuyó todo a mi juventud y la obstinación, le dijo el médico a papá, y me prescribió medicamentos para el dolor "para después". Fui llevada en una silla de ruedas al coche por una enfermera que había solicitado un doble cambio sólo para poder mirar a Robert un poco más de tiempo. Dijo que los pensamientos que tenía acerca de él estaban en el límite penal. Sin embargo, él la obligó tanto como fuera posible. Él le permitió mirarlo sosteniendo mi mano, susurrando en mi oído, besando mi frente, besando mi mano. No tenía ningún problema con eso. Estos castos besos tenían una manera de sanar las heridas que eran más visibles. Las heridas de mi pierna izquierda por la punción se habían cerrado por completo y los moretones en la cara de un color amarillo alrededor de mis ojos se perdían. Salí del hospital como la víctima de un atropello y fuga, pero me veía en mejores condiciones de lo que papá lo hizo… a pesar de que todavía se limitaba a los moldes. La noche que pasó durmiendo en una habitación de hospital por sí mismo le había hecho algún bien, pero su preocupación por mí, junto con el hecho de que la policía estaba muy lejos de averiguar que me había golpeado, iba haciendo mella en él. Janice vino a recogernos a los dos, gastando tanto tiempo adulando tanto a papá como a mí. Me sentía bien, tenía que admitirlo, que tener la atención materna dirigida hacia mí después de estar sin ella durante tanto tiempo. 111 Ella también actuó como un amortiguador entre papá y Robert, de quien papá había decidido, pasaba demasiado tiempo conmigo para alguien que acababa de conocer en la escuela hacía menos de un mes. Ella lo mantuvo ocupado mientras que Robert me ayudaba en la parte trasera de la pequeña camioneta, y luego lo distrajo aún más cuando besó la parte superior de mi cabeza antes de decirme que me vería en mi casa antes de cerrar la puerta. Cuando llegamos a casa le sugirió que Robert, quién nos había seguido en su moto, podría ayudar a cargarme para llevarme dentro de la casa para que yo no tuviera que usar las muletas para saltar hasta los escalones del porche. Entonces, justo antes de que papá estuviera a punto de objetar, fingió sentirse mareada por lo que centró su atención en ella. Sólo me enteré de la farsa después, cuando papá estaba ayudando a Janice por las escaleras hasta su habitación. Robert había apuntalado la pierna enyesada e inútil en una almohada en el sofá, y luego se sentó a mi lado, me guió para inclinarme hacia atrás contra él. Él acarició mi cabello, frotó mis hombros, y compartió sus pensamientos conmigo. Yo había empezado a apreciar esta parte, cuando nos estábamos comunicando así, nuestras mentes en contacto entre sí, me sentía como si mi mente fuera cobijada por una extraña sensación de paz, y todas mis molestias anteriores fueran otra cosa, un recuerdo lejano. Todavía estábamos en esta posición cuando Janice y papá volvieron a bajar las escaleras veinte minutos más tarde para discutir el almuerzo. Robert inmediatamente se ofreció a ayudar a hacerlo con Janice, y me dejó con un pensamiento antes de partir hacia la cocina. Él se preocupa por ti. Casi tanto como yo. Papá se sentó cerca de mí sosteniendo mis pies, tocando los dedos de los pies que asomaban por el yeso, y suspiró. —¿Cómo te sientes, chica? —Estoy bien, papá. Más que bien, en realidad —le dije con sinceridad—. No tengo dolor, no estoy siendo obligada a comer la vil comida del hospital, y no tengo que ser pinchada y cortada nunca más. ¡Estoy genial! Papá asintió con la cabeza, convencido de algo, pero parecía como si estuviera pesando algo en su mente. ¡Oh, me gustaría ser capaz de leer su mente para saber qué decir cuando por fin lo dijera! Me dio unas palmaditas en el pie bueno, con un suspiro, una vez más. —Grace, Graham va a venir en unos pocos minutos. Quería ver qué estabas haciendo. Oyó sobre el accidente y está muy preocupado. Yo no sabía qué decir. La parte cínica me dijo que iba a venir a ver al monstruo en un yeso. La parte de la esperanza me dijo que iba a venir a decir lo mucho que 112 sentía haberme dañado, y que él quería que fuéramos amigos otra vez, y más, si eso era lo que yo quería. Yo no iba a jugar a la tonta sorprendida por la admisión. Yo había amado realmente Graham, y todavía lo hacía. La chica de diecisiete años, se sintió emocionada ante la idea de que él, posiblemente, se diera cuenta de lo cerca que estuvo de perderme y no quisiera darlo por sentado de nuevo. Rápidamente pensé en mi cabeza lo que iba a decir si efectivamente tuviera que expresar cualquier tipo de remordimiento, haciendo girar los dedos alrededor de la otra mano, en un esfuerzo para calmar mis nervios. Hubo un golpe en la puerta y respiré hondo mientras papá se levantó y respondió. Yo podía sentir el nerviosismo vibrar en mí, hacia arriba y abajo por mi cuerpo, y un dolor, pinchado la burbuja comenzó a sentirse en mi corazón con el recuerdo de que el lunes de apenas hacía un mes todavía estaba fresca y nueva, para mi gran desilusión. Papá entró en la sala de estar seguido por alguien. Levanté la vista de mis dedos inquietos para sonreír a Graham, en lugar de una mueca como yo quería, pero no era Graham quien estaba detrás de mi padre. Era una chica. Una que nunca había visto antes, pero cuyo rostro era tan familiar que hubiera tenido que haber estado ciega para no saber quién era. —Uhm, Grace, es Lark Bellegarde. Ella dice que es la hermana de Robert. Su madre la envió aquí para ver si podía buscarle. —Me dijo papá mientras miraba con asombro a la hermosa chica de pie junto a él. Si alguna vez un rostro podría ser utilizado para ilustrar la definición de los ángeles, era el de ella. Si ella sonreía, yo no habría tenido ninguna duda de que yo escuchaba música en mis oídos. Esta era la misma chica en cuyo nacimiento Robert había ayudado en su visión, yo me di cuenta. En ese destello de reconocimiento, ella me susurró. No era audible. Era en mi mente. Ella sabía leer y proyectar los pensamientos como podía Robert. ¡Por supuesto que puede! La expresión de su rostro era fría, despectiva. Ella no era mi fan. Únete al club. Ella parpadeó, al parecer sorprendida por mi reacción. Fue entonces cuando me di cuenta de sus ojos, y lo que parecía un extraño paquete de palos que llevaba en la mano. ¡Lark, la hermana del ángel, era ciega! Puedo ser ciega, humana, pero puedo ver todavía, y mis poderes son ilimitados en comparación con tu débil ser humano. Aunque la voz era propiamente musical, su enojo era terriblemente frío. Era como si con cada palabra que ella pensaba, enviara junto a ella un puñal de hielo. Me dolía, y ella lo sabía, aunque no podía ver la reacción en mi cara. 113 Robert apareció de repente, después de haber sentido el encuentro entre su hermana y yo, no sólo lo escuchó. Sus ojos eran de nuevo de acero, fríos. La cara de Lark estaba satisfecha. Papá estaba de pie junto a Lark, ajeno a lo que estaba sucediendo, a que ellos tenían una conversación completamente en silencio, una discusión acerca de mí. Como si se diera cuenta de que había un público, Lark cayó en el personaje con facilidad, y entregó sus líneas. —Rob, mamá te quiere en casa ahora. Tenemos dos bodas esta semana y te necesita para ayudarla con la puesta a punto. Entonces toda la postura de Rob cambió. Él asintió rígidamente con la cabeza y se acercó a mí en el sofá, de rodillas para que pudiera hablar conmigo sobre el nivel de los ojos. —Volveré tan pronto como pueda, pero no será por unos días. Tienes que vértelas con la cocina de tu papá, pero te dejo con la mejor sopa de lata y el mejor sándwich de atún en la historia de combos de sopa y sándwich. —Me sonrió y luego se inclinó hacia delante y me besó en la frente. Le miré a los ojos, viendo que el duro metal se suavizó un poco. ¿Por qué te vas? Cierto. Yo no puedo decirte en este momento. Sólo sé que voy a estar de vuelta en no más de un par de días. ¿Quieres realmente volver? Odiaba sonar tan desesperada. Te prometo que estaré tan pronto como pueda. Llevó mi mano a sus labios y besó cada dedo. Sentí cada uno y el camino de cada uno hasta el fondo de mis pies. Mis dedos se sentían tan sensible, que pensé que podía sentir las líneas en los labios y el pulso que batía por debajo de ellos. Se levantó y me guiñó un ojo, gritó su adiós a Janice, le agradeció a papá, y arrastró a Lark de la casa. Sucedió tan rápido que Janice apenas había salido de la cocina cuando escuché la veloz motocicleta de Robert fuera. Papá estaba murmurando algo para sí mismo acerca de los besos y los límites cuando hubo otro golpe en la puerta. Él se volteó y fue a responder. Todavía estaba enfadado cuando Graham entró, con mi padre detrás de él, todavía murmurando bajo su aliento. Graham me miró en el sofá, mis miembros en yesos, apoyados en las almohadas, y sus facciones se volvieron increíblemente angustiadas. Caminó cautelosamente hacia mí, como si el hecho de mover el aire a mí alrededor me lastimaría, y luego se arrodilló enfrente de mí. —Oh Dios, Grace, no lo sabía. No lo supe si no hasta hace unos pocos minutos — miró mi pierna enyesada, sin saber que estaba completamente curada debajo, y con 114 sus labios temblando, bajo su cabeza hacia mi regazo—. Lo siento tanto, Grace… —su voz tropezó, y por un breve segundo, pude ver al niñito que había llorado cuando vio lo que quedaba de su ballena en frente de mí—. Siento tanto haberte lastimado. No tenías a nadie a quien acudir y lo siento tanto; soy un idiota. Esto era todo. Esto era lo que había estado esperando. Esto es lo que había esperado que hiciera. Y sin embargo… no se sentía tan bien como había esperado. Tal vez era porque no podía soportar también verlo lastimado —nunca pude— y aquí estaba en obvio dolor. Tal vez era porque sabía que aunque su dolor y remordimiento eran reales, mis heridas no lo eran. Suspirando, coloqué mi mano en su cabeza, el acto era familiar y reconfortante. Él suspiró, sabiendo que pronto estaría jugando con su cabello y diciéndole que se anotaría muchas más novias si dejara de usar tanto gel. Sólo que esta vez no diría nada en absoluto. Y así de rápido, con sólo esas pocas palabras de remordimiento de él, caeríamos de nuevo en nuestra vieja rutina, como si la traición, el dolor, nunca hubiera ocurrido. Tal vez era una idiota por esto, pero este era Graham. Nada podría borrar la historia entre nosotros. Pronto, Janice le estaba preguntando si quería quedarse para el almuerzo, ya que obviamente nuestro huésped previo no estaba. Él aceptó y tomó el asiento junto a mí que Robert había usado. Me molestó… que tan profundamente mi corazón hubiera sido roto, que me hubiera sentido tan miserable, y que tan fácil todo aparentemente hubiera sido olvidado y perdonado para él. Me sentí engañada de cierto modo —esperaba mucho más de esto— pero acepté esto por ahora, esto era mejor que la alternativa. Graham se quedó hasta la cena, cuando su madre vino a visitarnos con una bandeja de lasaña vegetariana en sus manos. Él dijo que vendría en la mañana antes de la escuela para ver como estaba, y luego se fueron. Papá no había dicho ni una palabra hasta que era hora de la cama y yo estaba intentando saltar las escaleras con su ayuda; pretender que no podía caminar iba a ser tedioso. —Grace, ¿cómo te sientes acerca de que Graham vuelva de nuevo a tu vida ahora que también tienes a Robert en ella? No respondí hasta que estábamos en la puerta de mi habitación. 115 —No lo sé. Nunca —ni en un millón de años— pensé que sería la chica con dos chicos en mi vida, dos chicos de los que me preocupo mucho. Hasta hace unas pocas horas, todavía estaba sorprendida de que tuviera uno. Papá abrió mi puerta y me ayudó a entrar a mi cuarto. Jadeé. Estaba. ¡¡Limpio!! Janice debía haber hecho esto; me pregunté qué pensaba de mi desordenada habitación… y donde había puesto todo exactamente. Papá me ayudó a saltar hasta la cama y luego fue a agarrarme un par de bóxers y una camiseta. Se sentó en la cama al lado de mí, luego, se preparó para lo que parecía ser una larga charla. Mirando las ropas que había sacado, decidí que podía esperar a cambiarme. Esto parecía importante. —Grace, ¿qué tanto te preocupas por estos chicos? —Me preguntó. —Me preocupo mucho por ellos, papá. —Dije tímidamente, bajando la vista para mirar algún punto invisible en el suelo para evitar tener que ver su rostro mientras respondía. Sabía que escucharía la verdad en mi tono. Agarró mi mano derecha, con yeso y todo, y suspiró. —Me temía eso. Te das cuenta de que estás empezando aquí, ¿verdad? Dos chicos que se preocupan por la misma chica… ¿esa chica preocupándose por ambos? Asentí, entendiendo el punto que estaba intentando hacer; pero también sabía algunos hechos que él no sabía. —Papá, Graham y yo no seremos nada además que amigos. Él tiene novia y ellos van “en serio”, y sin importar que tan cerca estuve de morir, él nunca me mirara de la forma en que la mira a ella. Papá puso su mano debajo de mi barbilla y levantó mi rostro para que viera sus ojos, sus facciones suaves y cálidas. —Entonces él se lo pierde, Grace. Pero… tú desearías que lo hiciera, ¿verdad? No sabía que responder a eso. Una parte de mí sí quería que me mirara de la manera en que lo hacía con Erica. Sería tonto mentir, especialmente ya que no había pasado tanto tiempo desde que lo había querido con tanta fuerza que cuando se hizo claro que nunca pasaría, me aplastó. Pero estaba esa otra parte de mí que sabía que cuando Robert me veía, nada nunca podría igualar el fuego que quemaba dentro de mí. Y sabía que estaba más que dispuesta a arder para siempre. —No sé lo que quiero de Graham, papá. Ahora mismo, su amistad es más de lo que esperaba, y tomaré lo que pueda con tal de tenerlo en mi vida de nuevo. Papá parecía disgustado por esa respuesta, las líneas envejecidas volviendo a su frente y boca. —Él te lastimó bastante, Grace. Creo que si la escuela no hubiera empezado, todavía estarías en tu habitación… —él sostuvo mi rostro con sus 116 manos como lo hacía cuando era una niñita—. Y yo no quiero que vayas por ese camino una segunda vez, sólo para lastimarte de nuevo. Por cualquiera de ellos. Levanté mis manos para cubrir las suyas y apretar sus dedos, fingiendo una mueca de dolor para ocultar el hecho de que mi brazo no estaba roto después de todo, y besé su mejilla. —Papá, me conoces tan bien, y sin embargo no me das el crédito que merezco. Él palmeó mi muslo y besó la cima de mi cabeza antes de pararse e irse. Caminó hacia mi puerta y luego se volteó. —Grace, tú has sido la única constante en mi vida desde que tu madre murió. Siempre de buen corazón, siempre generosa y genuina. Siempre te he dado el crédito que mereces. Sólo creo que tú tal vez no eres consciente de tu propio corazón, no en lo que al amor respecta. El amor puede hacerte ciega a muchas cosas, pero más especialmente a lo que realmente quieres y a lo que es bueno para ti. —Y luego se fue. Pensé a lo que se refería cuando dijo que el amor nos hace ciegos a lo que realmente queremos. Yo sabía lo que quería; quería amor. 117 Guardaespaldas Traducido por Ruthiee. Corregido por majo2340. N oches inquietas no hacen las mañanas muy agradables. Dormir con inservible yesos estaba empezando a sacarme de quicio. Vestir ropas que eran muy pequeñas para moverse alrededor de los yesos en mi brazo y pierna, o muy grandes para ser de más utilidad que tener una toalla cubierta sobre mi cuerpo, estaba clasificando en segundo lugar no ser capaz de ir al baño sin tener que ser anunciada por mi salto de ida y vuelta. Janice hizo el desayuno la mañana siguiente de que yo llegara a casa, mientras Papá me ayudaba a bajar las escaleras. No supe cuánto tiempo sería capaz de mantener la farsa de mis fracturas, pero no sería por tanto si la irritación no se aflojaba pronto. Me senté para una comida de huevos revueltos y tocino mientras papá leía el periódico. La historia del atropello y fuga estaba por sobre toda la primera plana. El misterioso vehículo, el misterioso conductor, mis heridas, y el héroe, estaba todo eso ahí en blanco y negro. Era difícil tragar mis huevos a medida que la severidad del accidente era descrita detalladamente con una fuente del número doce. El rostro de Robert estaba destacadamente exhibido al lado de mi foto de tercer año —evalué la evidente yuxtaposición— justo debajo del encabezado. Había una historia por detrás acerca de su familia en otra página; me recordé a mí misma leerla cuando papá terminara. Yo sabía que cualquiera con una credencial de prensa podría ser capaz de indagar, pero sería interesante saber exactamente que sabían los medios acerca de él y su familia. Hubo un golpe en la puerta trasera, y como si hubiera habido un cambio, nunca sentí una ausencia de él en mi vida. Graham entro por la puerta y me sonrió. Y patética yo no pude evitarlo —yo sonreí de vuelta. Esa ráfaga de felicidad que siempre conseguía cuando él me sonreía. Instantáneamente me molestaba, también. Bueno eso era ciertamente diferente. 118 Él se sentó en la silla vacía junto a mí y empezó a comer de mi plato, otra vez cayendo de vuelta en la rutina. Quizás yo estaba tan delgada porque nunca había sido capaz de terminarme una comida cuando él estaba alrededor… Le arrebaté un pedazo de tocino de su mano, frunciendo el ceño hacia su necesidad de robarle comida a una amiga lastimada. —¡Ey! —protestó, tratando de alcanzar la tira de carne de mi mano. —Este es mi tocino. Consíguete el tuyo —ladré, tirando mi mano de vuelta. Me reí cuando él extendió la mano hacia el plato de papá y agarró el último de ahí. Papá estaba obviamente, muy enganchado en lo que sea que fuera que él estaba leyendo. —¿Sabías que la familia de Robert es extremadamente adinerada, y aparentemente muy filantrópica? Evidentemente ellos han donado dinero al hospital y al parque de bomberos para la compra de más ambulancias y el contrato de nuevos paramédico. —Dijo detrás de su periódico, su mano estirándose hacia su ahora plato vacío, palpando alrededor por su tocino que ahora estaba digiriéndose en el estómago sin fondo de Graham. El periódico se dobló —Papá miro hacia Graham—. ¿Acaso tus padres no te alimentan? Graham sonrió de nuevo. —Solo lo suficiente para llegar hasta aquí —después rio—. Tengo que ponerme en marcha. Tengo que recoger a Erica. —Él se volvió para encararme, como si fuera a ver mi reacción. Consiguió una. Fue un ceño fruncido. Un genuino, ceño fruncido de buena fe. No le gusto, podía decirlo, pero no me importo. Erica iba a ser un punto de contención entre nosotros dos hasta que fuéramos capaces de discutirla en privado. Incluso entonces, estaba segura de que nos daríamos de cabezazos acerca de ella. Solo no estaba consciente del porque… aún. —Continúa entonces. Te veré por ahí. —Le dije, mi voz no exactamente escondiendo mi enojo. El golpeo ligeramente mi hombro. Justo como si nada hubiera pasado jamás. —Usa la puerta de enfrente, Graham. —Murmuro papá detrás de su periódico otra vez. Graham asintió y comenzó a salir de la cocina. El timbre de la puerta sonó luego, y Janice fue a responder. Ella seguro que encajaba en el papel de la ama de casa rápidamente, lo note. Mi cabeza se levantó cuando escuche la conmoción. No era tanto el griterío que de repente me hizo olvidarme de mi yeso en mi pierna y temerariamente salir de mi silla —andando con dificultad como algún caballo demente hacia la puerta de enfrente— con el sonido de algo pesado cayendo, y el gemido que hice. Corrí fuera 119 de la cocina y me quede mirando a la escena que se presentaba ante mí en el pasillo frente a la entrada. Graham —seis pies de largo, la estrella de futbol Graham— estaba en el piso retorciéndose de dolor. Un muy dolor masculino. De pie sobre él, en todos sus gloriosos cinco pies y cuatro pulgadas, estaba Stacy. Mi compañera del tercer periodo estaba usando una muy satisfecha sonrisa en su rostro. —Te lo mereces por estar aquí, idiota. —Ella escupió. Janice estaba sosteniendo su mano en su boca, tratando de esconder su risa. — Parece que tienes un guardaespaldas, Grace. —Me susurro antes dejarme para que lidiara con lo que había sucedido. Stacy miro hacia arriba, a mí, su rostro lleno de preocupación mientras ella se daba cuenta de mis yesos, y apuntaba hacia Graham quien aún estaba rodando en el piso. —Este patético desperdicio de piel necesitaba una pequeña lección sobre cómo tratar a una dama. Ella sonrió mientras él retrocedía cuando ella empezaba a caminar hacia mí. — Desde que tú no estás en condiciones de hacerlo, pensé en poder tenderte una mano. O unos pies —ella lo miro de arriba a abajo, evaluando el daño visible para ella misma—. ¿Cómo te estás sintiendo? No sabía que estabas en casa hasta que leí la historia en el periódico esta mañana, y tuve que venir y ver que estuvieras bien. Esto era más de lo que ella me había hablado alguna vez de corrido, y yo estaba asombrada de cuanto disfrutaba escucharla. —Estoy bien, realmente. Seré capaz de regresar a la escuela en un par de semanas. Los gemidos que venían de la entrada crecieron más ruidosos y suspire. Cuanto más grandes son, más difícil es levantar sus egos. —Sé que tenías buenas intenciones, Stacy, pero vamos a tener que ayudar a Graham a levantarse. Él vino ayer y se disculpó por todo lo que hizo, y lo perdone. Estamos tratando de sacar las cosas adelante… en cierto modo. Me miro, sorprendida. —Tú eres de lejos una mejor persona de lo que yo soy —ella camino de vuelta hacia Graham, y murmuro—. Debe ser la mitad no coreana. Juntas, Stacy con una asombrosa fuerza para su tamaño, y yo con… diversión, ayudamos a Graham a ponerse en una posición sentada. Su rostro estaba rojo. No sabía si era por vergüenza o dolor, pero no pude resistir el sentirme un poco satisfecha por ello. Le debía a Stacy ahora. Amistad de por vida era lo menos que le podía ofrecer. —Graham, ¿Estás bien? —Pregunte, tratando muy difícilmente de mantener las comisuras de mi boca sin curvarse hacia arriba. 120 Mientras esperaba por su respuesta, capte un movimiento fuera de la esquina de mi ojo. Papá había asomado su cabeza fuera de la cocina para ver por sí mismo lo que Janice probablemente ya le había descrito. Ver a Graham en el piso, y a Stacy estando de pie junto a él, su cuerpo chiquito tenso por su enojo y frustración parecía complacerlo. Él me despidió con unos pulgares hacia arriba y luego desaprecio. —¿Por-agh-Por qué me pe-pe-pegaste? —Graham finalmente resolló. Stacy se encogió de hombros mientras ella replicaba. —Te lo mereces. Y no me agradas. Y tú lastimaste a mi amiga. Y hay un montón de razones, pero la única que importa en este momento es porque sabía que se sentiría bien hacerlo. Tenía que admitirlo, esas eran demasiadas buenas razones. Especialmente la de él lastimando a su amiga… yo. Estaba un poco complacida sobre esa. —Graham, ¿Estás bien? —Pregunte de nuevo, no reprimiendo la sonrisa que llenaba la mitad de mi rostro. —Creo que merezco eso… Estoy bien, Grace. Solo necesito un minuto. —Jadeo. Stacy rodo sus ojos. —Ya llevas cinco. Me reí sobre eso. Y no me molesto ni un poco. —Vamos, Graham. Necesitas levantarte ahora. Tu novia no va a ser muy comprensiva acerca del hecho de que te retrasaste por que estabas en mi casa. —Es el peróxido… —Stacy murmuro, yendo hacia adelante para ayudarme a poner de pie a Graham. Graham tomo un profundo respiro y trato lo mejor que pudo de recobrar su compostura. —Me pasaré por aquí después de la práctica para ver como sigues, ¿De acuerdo? Eso es, sino te importa la compañía. —Él miraba con cautela hacia Stacy, quien estaba sonriendo. Como un gato lo haría hacia un ratón. Un ratón muy capaz de patear. —No me molesta, Graham. Te veré después. Diviértete en la escuela. —Dije mientras él cojeaba fuera de la casa. Stacy lo miro arrastrar los pies hacia su casa y sacudió su cabeza. —Ese tipo no es nada bueno. Él actúa como un completo imbécil y piensa que es el regalo de Dios para las mujeres. He visto lo que es eso, y él ni siquiera se acerca —ella me dio otra repasada—. Así que sé el cuento del periódico. ¿Te importa si lo escucho por la boca del caballo? —Ella pregunto, andándose sin rodeos. —¿Qué quieres saber? —repliqué, andando con dificultad hacia el sofá, los yesos de repente se sentían muy pesados con la quemadura de la mentira. 121 Ella me ayudo mientras trataba de sentarme y luego se sentó en la mesa de café. Una cosa no muy coreana para hacer, eso es seguro. No recordaba mucho acerca de la cultura de mi madre, pero sabía que no te sentabas en las mesas de las casas de otras personas. —Quise saber que paso. Me refiero a que, cosas como esta no solo suceden, ¿Sabes? Y quien sea que hizo esto sigue aún afuera. Tal vez si me hubieras contado, podría estar de guardia. —Ella sonrió, mi propio guardaespaldas. Me reí cuando la imagen de ella empujando a la gente fuera de mi camino mientras estaba caminando de arriba abajo por los pasillos de nuestra escuela aparecía en mi cabeza. Ella parecía saber lo que estaba pensando porque ella comenzó a reírse, también. Se sintió increíblemente cómodo, sentada aquí compartiendo una broma privada con ella, y pensé para mí misma que definitivamente podía acostumbrarme a ello. Poniendo los pies de vuelta en la realidad de lo que ella quería escuchar, como sea, comencé diciéndole los detalles de lo que había pasado, y de lo que había sucedido inmediatamente después del accidente. Cuando llegue a la parte de los zapatos cafés, ella me detuvo. —¿Acaso dijiste que él estaba usando zapatos cafés y agujetas negras? —Me pregunto, sus ojos se ampliaron… alarmados. Asentí con mi cabeza. —Sí. Eran unos zapatos bastante caros, también. Se veían como si él los puliera o algo así. Ni siquiera una parte desgastada o una marca de arañazo estaban en ellos. Debí saberlo. Tuve una vista demasiado malditamente buena y con detalle de ellos. La mandíbula de Stacy cayó, mientras una idea parecía estar rebotando alrededor en su cabeza, tratando de encontrar el espacio correcto para dejarse caer. —Heath no es una gran ciudad. Estoy segura de que le será bastante fácil al departamento de policía encontrar a alguien con lujosos zapatos cafés y agujetas negras que tenga un coche con daños en la parte frontal. No leí acerca de zapatos en el periódico aunque, así por lo menos el tipo no sabe que él puede ser identificado. Me pregunte después si ella estaba en lo cierto. Y si ella había pasado demasiado tiempo viendo o leyendo dramas policiacos. —La policía en realidad solo tiene partes y pedazos de lo que sucedió. No fui capaz de darles una completa declaración en el hospital porque mi papá tenía que ser hospitalizado, también, así que él no podía darles su permiso para que hablaran conmigo. Eso significa bastante lo que sea que el periódico tiene… no es lo que les di a los policías. Stacy medito lo que le había dicho antes de mirar hacia su reloj. —Tengo que irme antes de que se me haga tarde para la escuela. Creo que me pasare por la clase de 122 Tae Kwon Do 3 y veré como sigues. Estoy realmente feliz de que estés bien, Grace, solo para que sepas. Estaba verdaderamente preocupada por ti. Gracias por contarme todo esto. Intente recordar cuando había estado tendida en el camino, cuando había visto los rostros de toda la gente que me importaba pasar ante mis ojos, y recordé que ella había estado ahí entre ellos. Me había sorprendido en ese entonces, pero entendí que ella era parte de mi vida que me había hecho feliz. Trajo un poco de normalidad a la vida que siempre había sentido tan tristemente anormal, nunca había encontrado un lugar para mí misma aparte de la rareza monstruosa. Le di una genuina sonrisa. —Gracias por venir. Stacy. Significa mucho. De verdad. Ella me devolvió la sonrisa y después me dio un extraño abrazo; raro no solo porque no estuviera esperándolo, y porque le devolví el abrazo, sino porque ella no estaba esperando que lo hiciera. Si la enorme sonrisa en su rostro era cualquier indicación, tendré que decir que ella estaba muy contenta. Estaría mintiendo si dijera que no estaba contenta también. 3 Tae Kwon Do: Es un arte marcial que implica defenderse lanzando patadas 123 Soliloquio Traducido por Anelisse y †DaRkGirl† Corregido por majo2340. S entada en casa después de que papá se hubiera ido a trabajar, y Janice estuviera arriba de las escaleras limpiando la habitación, tuve un montón de tiempo para pensar sobre lo que había tenido que pasar los últimos días. En un instante, mi vida había cambiado. Yo había pasado de estar entera y plenamente perdida a estar rota, y encontrarme por completo. El golpe y el atropellamiento habían cambiado mi mundo de nuevo, esta vez todo fue desplazado, el mundo estaba al revés y yo estaba en el lado correcto. Ahora era alguien por quién valía la pena luchar, a quién vale la pena salvar. El sentimiento era increíble. Tuve la imperiosa necesidad de explotar en una canción, un número musical que incluyera mi baile fuera de compás, yo me conformaba con el Time Warp. Así fue como me encontré con Janice; histérica en mi alegría renovada, poniendo mis manos en mis caderas —completamente imperturbable— tirando mis rodillas apretadas, y absolutamente sin presentar signos de una fractura en la pierna derecha o lesiones en la izquierda. Me quedé inmóvil, viendo su rostro, su reacción, y sabiendo que había que pensar en una explicación rápidamente antes de que ella empezar realmente a sospechar que fingía mis lesiones. Empecé a hablar, las palabras listas en mi boca, cuando ella comenzó a reírse de mí. —¡Oh, Dios mío, estos deben ser unos dolores excepcionalmente asesinos, Grace. Tu baile era divertido! —Ella se reía tan histéricamente, Casi me sentí ofendida. Casi. Es difícil sentirse ofendida cuando sabes que pareces absolutamente ridícula. Yo sabía que no había que mirar los dientes a un caballo regalado, así que de acuerdo con ella sobre el dolor asesino me senté, seguía sintiendo vértigo pero fui cautelosa, ya que había un público que no estaba dispuesto a permanecer arriba. 124 Me sentía como mi viejo yo, sólo... que más feliz. No había otra manera de describirlo. En realidad estaba más feliz después de haber sido golpeada por un coche, que cuando me había sentado en la parte superior de uno, dispuesto a derramar mis entrañas. La ironía para mí casi se siente como otra ronda de risa porque, ¿quién realmente creé que es mejor haber estado en un choque y fuga? Miré los moldes en la pierna y el brazo. Sabía que debajo de ellos, mis extremidades estaban perfectamente bien. ¿A poco no era positivo? ¿Qué pasa si Robert no tuviera la capacidad de curar a alguien? ¿Y si no tuviera el agudo oído que tenía? ¿Dónde estaría yo ahora? La respuesta era simple. Yo estaría muerta. Era una realidad, difícil de aceptar. Incluso si alguien me hubiera encontrado en la carretera poco después de ser golpeada, sabía que las heridas que Robert había sanado antes de que la ayuda llegara no se hubieran reparado así de fácil, después de una larga espera, esperando la ambulancia. El tiempo hubiera sido mi sentencia de muerte tan fácil como golpear y correr lo habría hecho. Pero Robert me había oído. Había oído mi grito de ayuda, tan débil como lo era, y lo llevó hacía mí. No me había preguntado por qué… había llegado realmente y con gran parte de una explicación sobre el cómo. Estaba tan aliviada, tan increíblemente feliz que me hubiera encontrado, y que él estuviera allí, hablando conmigo y con mi mano entre las suyas, no pensaba en: ¿Cuáles fueron sus razones para venir en primer lugar? Sabía que él confiaba en mí. Sabía que yo sabía más que nadie por el momento, y eso me ayudó a hacer a un lado pensamientos que eran cualquier otra molestia en mi mente. No me di cuenta de que me había quedado dormida hasta que oí el timbre de la puerta. Me senté, al darme cuenta de que me había dormido en el sofá, cubierta por una manta de aspecto horrible, e hice un intento de ponerme de pie. Yo estaba muy mareada por alguna razón y casi me caí en la mesa de café. Janice, que había ido a responder la puerta me vio y corrió a ayudarme de nuevo hacia la posición de sentada, gritando. —¡Adelante! —A quién estaba de pie en el otro lado de esa maldita puerta. Janice estaba poniendo mis pies encima del sofá y los envolvió con la fea manta cuándo una pequeña tos nos alertó que los huéspedes habían entrado en la casa por su petición. Era el señor Branke, —el pulpo—. Tenía un sobre manila en la mano, y un ramo de flores en la otra. —Buenas tardes, Señorita Shelley. Vine a dejar sus trabajos y su tesis. —Me entregó tanto las flores cómo el sobre, sonriendo ampliamente, lo que causó que se pareciera a una hiena dando vueltas sobre lo que creía que era un becerro herido. Tomé el sobre y las flores que llevaba tan rápidamente como pude, arrebatándolos de sus manos tan rápido, que una lluvia de pétalos de flores cayó en el suelo. 125 —Uhm Gracias —dije tratando —pero fallando miserablemente— de sonreír. Mostrando cualquier tipo de afección era lo correcto de hacer porque tan pronto como vio las esquinas de la boca contraídas hacia arriba, incluso en la medida forzada, el Señor Branke se sentó al lado de mis pies y empezó a escarbar por debajo de la manta. Mi intento de ser amable había sido recibido como la invitación de la familiaridad que era demasiado íntima para nadie... sobre todo entre un profesor y un estudiante. Me encogí, mirando a los dedos gorditos, como salchichas, sobre la manta en mis pies. Janice. Gracias a Dios, Janice pareció darse cuenta de mi malestar. —Disculpe, Señor… —Se detuvo para decirle que él le dijera su nombre. —Branke. Agust Branke. Soy el profesor de Biología de Grace —respondió él, sonriendo. Como un cocodrilo. —Sí, bueno, Señor Branke, Grace ha-estado-a través de una gran cantidad de cosas, como usted sabe, y ella necesita descansar. Le diré a su padre que paso con su tarea, y… —ella miró el montón de maleza temblorosa en mis manos—, las hermosas flores. Así que si no le importa, deje que le acompañe a la salida. —Ella ondeó su brazo hacia la puerta, en caso de que él necesitara visualizarlo, así como la indicación verbal de que era el momento para que se fuera. Se puso de pie, capto la indirecta y asintió con la cabeza hacia mí. —Espero verte pronto de nuevo en la escuela, Grace. Asentí con la cabeza hacia atrás, no pude reunir lo suficiente como para sonreír. Janice caminó con él hacia la puerta, y tire las flores que había traído al suelo. El sobre manila… ahora que lo había abierto. Dentro había un resumen de todas mis clases: las que me había perdido, y las que me perdería las próximas dos semanas porque me habían ordenado quedarme en casa. La asignación de la clase de Francés y la descripción eran típicas hojas de trabajo de traducción. La Señora Hoppbaker de Cálculo había estado trabajando en las coordenadas polares, mientras que el Señor Branke quería que yo estudiara hasta la estructura celular de la glándula pituitaria humana para una prueba que haríamos el viernes que yo regresaba. Bueno cosa segura, Señor Branke, ¡sólo voy a sacar de repente mi vieja Guía fiel de la glándula pituitaria ahora mismo! La Señora Muniz había elegido Edgar Alan Poe como el autor del semestre y nos obligó a elegir a unos pocos poemas para disecar en forma de ensayo, en no menos de veinte páginas, para ser entregadas en el final del semestre. No esperaba a Poe. La copia del año pasado del programa de Cuarto año no tenía realmente ningún contenido en la lista de libros de poesía, y yo nunca había sido una fan de la prosa lamentable y triste de Poe sobre el amor perdido, pero, de nuevo, eso fue antes de que hubiera perdido el amor por mí misma. 126 Tuve una nueva perspectiva de cómo eran las cosas, en la vida. Hice una nota mental para una visita a algunas de las obras colectivas de Poe en la biblioteca tan pronto como pudiera. Teatro en el sexto periodo iba a plantear un problema para mí con respecto a la clase porque no pude estar allí, no pude ensayar todas las líneas, lo que significaba que cualquiera de ellos podría actuar, no es que me quejara de tal cosa, por supuesto. A propósito, pero cuando miré el periodo de asignación de sesiones, no había ninguna. Sostuve el sobre manila hacia abajo y lo sacudí. Una pequeña hoja de papel del mismo color del sobre cayó y floto hacia el piso. Me incliné para recogerlo y vi que era una nota. La leí. “Su compañero de estudio, para el sexto periodo de Arte Dramático, ha sido elegido al azar, e ira esta tarde para proporcionarle su material de estudio y los requisitos de la asignación.” Trate de recordar quien estaba en el sexto periodo para ver cuales eras las probabilidades de que fuera asignada con alguien que no me soportara. Sabía que Erica estaba en mi clase, así como algunas de sus rubias amigas. No habría muchos problemas con los chicos con granos cuyos nombres recordaba como Chad, Dwayne, y Shawn, o Chips, Dip y Salsa, como ellos preferían llamarse. Había disfrutado estar en su grupo la semana pasada, no eran tan críticos como había creído, y la actuación del viernes nos había dado una sólida B. Había otra gente que no podía recordar que parecía inofensiva, y luego estaba Robert. ¿Quién sería su compañero? Ciertamente no sería tan afortunada de tenerlo como mi compañero. Además, había dicho que se iría por algunos días, lo que significaba que no había manera en que viniera más tarde. Suspiré y esperé, que mi compañero fuera cualquiera Chips, Dip o salsa. Cuando Janice fue a responder al timbre de la puerta que sonó de nuevo quince minutos después, juré nunca esperar nada de nuevo, porque solo saldría decepcionada. Siguiendo a Janice a la sala de estar estaba Erica. Janice no tenía idea de quién era ella, así que lucía alegre al ver que más personas venían a visitarme. Pude ver que Erica también estaba muy alegre de visitarme, envuelta en nuestro viejo sofá en una manta incluso más fea y probablemente más vieja. 127 —¿Quieres algo de tomar, Erica? —Janice preguntó luciendo muy contenta de que otra chica viniera a visitarme—. Tengo que empezar a trabajar en la cena, así que no es problema traerte cualquier cosa. ¿Qué hay de ti Grace? ¿Tienes hambre? Erica y yo nos miramos mientras ambas respondíamos. —No gracias. Janice se encogió de hombros y se fue, aún sonriente, ya que según las apariencias, mi vida social estaba empezando a lucir cada vez más normal. Erica fue la primera en hablar tan pronto como Janice estuvo fuera del alcance del oído. —Veo que los rumores son ciertos, conseguiste ser golpeada por un carro, sin embargo honestamente, si crees que este plan va a conseguir que Graham vuelva a tu vida, estas muy equivocada. Luche contra la tentación de negar su acusación. No lo hubiera creído de todos modos —¿Por qué estás aquí, Erica? —Ella miró la sala de estar, notando el escaso inmobiliario y sonrió. —Tú y yo somos compañeras y tenemos que escribir un solilo… algo, y desde que estoy muy ocupada con Graham como para algo más, lo traje para que lo escribas. Solo escogeré mis líneas después. Luego actuaremos el viernes si apareces. Si no lo haces aún tengo una A, así que por favor… tomate tú tiempo —sacó un montón de papeles de un desagradablemente bolso grande y los tiró sobre la mesa de café—. Esos son los requerimientos. No sé lo que dice, sólo que estoy segura como el infierno que no voy a escribir eso. Tengo una vida. Puso sus manos en sus caderas, su pie izquierdo sobresaliendo de un muy impráctico vestido largo de Septiembre —en Ohio— y esperó a que recogiera lo que parecía una resma de papel. La curiosidad consiguió lo mejor de mí, lo calcule en mi regazo y empecé a leer los requerimientos y los ejemplos dados, lo que constituía el grueso paquete. Parecía bastante cortante y seco con la excepción de una cosa: El soliloquio que debía leer sería escrito por Erica, mientras que ella leería uno que yo debía escribir especialmente para ella. La parte que hizo que mi estómago se revolviera con aprehensión y con duda sin embargo era que no era permitido ver el trabajo de la otra hasta el día de nuestro recital la próxima semana. Como si pudiera ponerse peor… 128 La miré, preguntándome siquiera lo que esto significaba. ¿Siquiera entendía lo que un Soliloquio significaba? La miré recordando su lucha para pronunciar inactivo ese primer día de vuelta a la escuela, y sacudí mi cabeza. Por supuesto que no lo sabía. —¿Qué? ¿No vas a escribirlo? —pregunto con una mirada de pánico cruzando su cara. —Erica, tenemos que escribir un soliloquio para la otra. Yo escribiré el tuyo y tú el mío. —Le expliqué, mientras ella me miraba, su rostro completamente vacío. —¿Qué quieres decir con que tengo que escribir el tuyo? ¿Tú qué? —Mi Soliloquio. Es una especie de dialogo donde hablamos con nosotras mismas. Yo tengo que escribir el tuyo y tú el mío —dije exasperada—. Tenemos-queescribirlo-para-la-otra. Ella asintió con la cabeza, su cabeza corriendo a través de varias emociones, finalmente aterrizando en júbilo. Sus ojos de hecho brillaron. Hubiera sido hermoso si no hubiera notado una sonrisa siniestra que los acompañaba. —Ya entendí. ¿Y tenemos que leer lo que cada una escribió, verdad? ¿Sin importar qué? Hice una mueca. Sabía exactamente hacia donde se dirigía. —Sí. —Satisfecha con mi respuesta se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. —Trataré de no ser muy honesta. —Ella dijo sobre su hombro antes de salir. Fue entonces cuando comprendí que ella había sabido de qué se trataba la asignación todo el tiempo, y quería oírme decirlo en voz alta. No había vuelta atrás ahora, pero. ¿Sería capaz de ser amable con ella? ¿O escribiría como me sentía? ¿Lo que sabía era la verdad? Sabía que ella haría lo peor, sería absolutamente lo más cruel posible conmigo y tenía que prepararme para eso. Tenía que esperar que Graham fuera el centro de su escrito, porque ella sabía que eso era lo que me haría más daño. No tenía ningún control sobre lo que había planeado para mí, pero podía controlar como responder ante ello. No me iba a ir a los pedazos por esto. Había sobrevivido a un atropello y fuga, ¿verdad? ¡Érica sería demasiado fácil! Durante mi asignación, llamé a Janice para que trajera un bolígrafo y mi carpeta de mi mochila. No estaba segura cuando Stacy o Graham saldrían de sus prácticas, así que tuve que conseguir la mayor cantidad de pensamientos que corrían por mi mente y escribirlos para no olvidarlos. 129 Escribí hasta que la tinta del bolígrafo comenzó a acabarse, lo que requirió levantarme y conseguir otra. Escribí hasta que mi mano empezó a acalambrarse y luego comprendí que era porque sostenía el bolígrafo demasiado apretado. Escribí hasta que el sol comenzó a bajar y necesite encender la luz. Estaba tan absorta en el libre flujo de pensamientos hacia el papel, que casi no note cuando Graham, apareció con un sándwich firmemente encajado entre sus labios, una gigantesca taza de café en su mano y apestando a sudor y hierba, se dejó caer junto a mí. Fue su olor lo que me dio la suficiente advertencia para cerrar mi carpeta antes que él pudiera ver en lo que había estado trabajando. —Ugh, apestas. Me queje cayendo de nuevo en nuestra vieja rutina como un pie cayendo dentro en un viejo zapato. Él procedió a sacudir su cabeza, rociándome con sudor y los dos convulsionamos en risas. No podía saber si se sentía tan cómodo como yo, pero esperaba que lo hiciera, aunque una parte de mi me dijo que no. Especialmente cuando las palabras que fueron escritas bajo mi mano parecían estar gritando por ser descubiertas. 130 Pelea Traducido por Anne_Belikov Corregido por nella07 C uando Stacy llegó, Graham ya había terminado su sándwich, su refresco, algo de la carne asada que Janice había hecho para la cena y un bol de helado. Ella comentó que su lado del sofá parecía estar sumergiéndose desproporcionadamente en cuanto al mío y estaba en lo correcto. Estoy segura de que podría colocar una bola de boliche en mi regazo y continuaría inclinándose hacia su lado debido a la pronunciada inclinación. Él, naturalmente, tomó esto como si Stacy estuviera llamándolo gordo. ―Y eso es lo que eres, chico manteca. Ahora muévete. Quiero sentarme al lado de Grace y preguntarle sobre algo importante ―dijo ella contemplativamente, sus manos en sus caderas y un brillo amenazante destellando en sus ojos. Ella lucía intimidante, vestida en su uniforme blanco y negro, su cabello atado en una apretada cola de caballo, la transpiración brillando en su rostro. La admiré, y la envidié. graham, sin embargo, no parecía del todo intimidado, o envidioso. Parecía irritado. Podía olfatear la pelea acercándose, y mientras normalmente quería alejarme de ellos tanto como fuera posible, la idea de presenciar a esos dos en acción me intrigó. ―¿Quién demonios te nombró reina, eh? ―Se burló él. Stacy sonrió. ―Lo siento. ¿Querías el título para ti mismo, Princesa? El rostro de Graham se volvió rígido. ―No voy a quitarme de aquí. Este ha sido mi lugar desde siempre así que tú puedes encontrar otro lugar para sentarte. Grace tal vez sea tu amiga ahora, pero ella ha sido mi mejor amiga toda mi vida. 131 Stacy se volvió presumida entonces. ―¿Quieres decir toda tu vida hasta que comenzaste a salir con Erica Hamilton a sus espaldas y la botaste en medio de la calle, verdad? A tu mejor amiga. Con algo que sonó como un gruñido, Graham se levantó. Su repentino movimiento me envió al brazo del sofá mientras Stacy asumía una postura anticipatoria, su rostro de pronto calmado, sus facciones felinas, coincidiendo con sus movimientos rápidos y ágiles. ―Necesitas salir de mi vista, pequeña niña. Grace y yo tenemos cosas que trabajar. Una vez más, apártate o meteré tu cinturón en tu garganta. Nunca había visto a Graham tan enfadado antes. Estaba humeando, cada parte de su cara roja, desde sus ojos hasta sus orejas. Miré a Stacy para ver si ella estaba tan preocupada como yo. Por supuesto, ella no lo estaba. Ella no conocía a Graham, así que cualquier cambio de humor para ella no tenía sentido. ―Inténtalo, Princesa. Estoy segura de que mueres por probar cuán macho eres, considerando que no eres el único que puede salvar su vida. ―Se burló ella, su peso cambiando de un pie al otro mientras esperaba su respuesta. El rostro de Graham se volvió de un brillante púrpura ante la burla de Stacy, y yo observé como él se abalanzó, sus manos hacia adelante, sus dedos listos. ―¡No! ―Grité, pero no sabía hacia quién dirigirlo, porque su reacción colocó a Stacy en movimiento, y como un gato desviándose para evitar ser rociado con agua, ella esquivó, su movimiento impulsándolo a él a sumergirse de cabeza en el respaldo de la silla de papá. Stacy fue rápidamente detrás de él, girando el respaldo y causando que se inclinara en posición horizontal, lo cual, aunado al peso de Graham y al continuo movimiento, resultó él siendo lanzado por los aires, aterrizando en su rostro detrás de la silla. Sucedió tan rápido que no estaba segura de si había sucedido después de todo. Luego apareció Janice, su rostro lleno de preocupación… por la silla. Graham gruñó en el suelo. ―Esta es la segunda vez que me has tenido en el suelo hoy. Stacy se encogió de hombros. ―Estaba siendo amable. Moléstame otra vez y me aseguraré de que nunca te levantes del piso de nuevo ―ella caminó alrededor de la mesa y luego tomó su lugar en el sofá―. Así que, ¿cómo estuvo tu día? La miré, mi boca abierta, mis otros abiertos por la tranquila, serena expresión de su rostro. Ella sólo había derribado a un enfadado jugador de futbol de dos veces su tamaño que había cargado contra ella lleno de rabia y ni siquiera tenía un cabello fuera de lugar. ―¿Eres algún tipo de súper chica? ―Intenté señalarlo mientras 132 miraba de vuelta entre ella y Graham, quien todavía estaba en el suelo, probablemente tratando de adivinar como salvaguardar su orgullo. Ella se rió, para mi sorpresa. ―Sólo estoy acostumbrada a ser molestada y a atacar a chicos de dos veces mi tamaño. Tengo cinco hermanos, seis tíos y un padre que hacen Tae Kwon Do. Graham enfadado no me asusta. ¿Quieres verme asustada? ¡Haz enfadar a mi mamá! Era tan fácil reír con Stacy, me di cuenta, que comencé a reír también. No me había dado cuenta de la vida tan grande y maravillosa que existía fuera del pequeño mundo que había construido alrededor de mi relación con Graham. De nuevo, sentí un poco de gratitud por el golpea y corre, porque sin él, estaba segura de que mi relación con Stacy hubiera progresado sólo después de las reuniones que teníamos en la biblioteca. Recordé la imagen que había conjurado esa mañana sobre ella siendo mi guardaespaldas, recordando como de cómico había parecido. Ya no más. Ella tenía una habilidad que la hacía definitivamente capaz de llenar ese rol imaginario. Era algo que admiraba enormemente, desesperadamente. De pronto, tuve una idea. ―Uhm, Stacy, ¿crees que sería demasiado tarde para empezar a aprender Tae Kwon Do? Su boca cayó abierta, obviamente ella estaba impactada por mi pregunta. ―No, Grace. ¡Creo que es justo el tiempo de que comiences a aprenderlo! Sonreí. ―¿Qué tan costosas son las clases? Quiero empezar tan pronto como pueda. ¿Qué necesito, cuándo puedo comenzar? ¿Qué tan difícil es? ―Ahora estaba emocionada. Sus ojos se cerraron mientras ella se concentraba en algo. ―Creo que probablemente pueda conseguirte el descuento de la familia y probablemente también pueda prestarte algunas de mis cosas. Tengo muchos doboks 4 que quizá te sirvan. Me quedan largos, pero deberían funcionar para ti y te darán tu primer Tii 5 cuando comiences ―ella juntó sus manos―. ¡Ohhh! ¡Te enseñaré yo! ¡Recuerdo que mi papá me pidió que diera las clases de principiantes! ¡Serás mi alumna De pronto, ya no estaba tan emocionada. ―Am… ¿tú vas a ser mi maestra? Vi las esquinas de su boca caer por el humor oscuro de mi pregunta. ―Sí. ¿Por qué? ¿No quieres ser instruida por una chica? 4 Doboks: Uniformes para Tae Kwon Do. Como este: http://www.hasakishop.com/images/Image/equipements/taekwondo/tenues/Dobok-Taekwondo.jpg 5 Tii: Cinturón que se ata al dobok. http://i.ehow.com/images/a04/8c/g3/tie-tae-kwon-do-belt200X200.jpg 133 Dándome cuenta de qué tan fácil y rápido podía terminar en el suelo al lado de Graham, negué con la cabeza. ―Oh, no. Será genial. Sí. ―Intenté sonar animada. Incluso enseñé los dientes en mi sonrisa. Parecía suficiente porque ella agarró mi carpeta y arrancó una hoja de papel. ―Te escribiré la dirección para… ―ella se detuvo cuando vio lo que había estado escribiendo. Se volvió para mirarme, su rostro una mezcla de shock y risa―. Tienes al Sr. Danielson ―su voz sonó afectada―. Los segundos verbos son siempre soliloquios. Uhm… y este parecía como si fuera a ser genial… divertido… ¿está ella escribiendo el tuyo también? Asentí con mi cabeza y luego señalé hacia el cuerpo boca abajo de Graham, esperando que ella captara la pista que estaba en la oscuridad de este pequeño hecho. ―Ella va a tener una gran cantidad de diversión a costa mía el próximo viernes. Stacy sonrió. ―Creo que lo harás bien, sólo ve por estas pequeñas notas que tienes aquí. Tal vez considere salir de clase y observar. Y oye, regresas a la escuela la próxima semana, ¿verdad? Me tomó por sorpresa cuan feliz me hacía saber que alguien se preocupaba sobre mí volviendo a la escuela. Parte de mí se preguntaba donde había estado los tres años pasados, pero ahora sabía que no habría sido capaz de apreciar su amistad entonces. ―Sí, volveré el viernes de la próxima semana. Creo que el doctor me dejará ir una vez que vea que puedo arreglármelas perfectamente. ¡Ni siquiera siento como si tuviera los huesos rotos! ―Reí nerviosamente al final. Stacy miró hacia Graham todavía descansando en el suelo, sin moverse. Yo miré también, preguntando qué razones tenía ella para mirarlo así. ―Así que leí sobre un nuevo chico, ¿Robert, él salvó tu vida? ―Él se estaba dirigiendo a la propiedad de su familia cuando me vio en el camino. ―Dije, repitiendo la misma historia que le había dicho a mi papá, al policía que había metido en problemas por preguntar sin la presencia de mi papá, a los múltiples doctores que habían venido a verme, y a las tres enfermeras que querían estar tan cerca de Robert mientras sus ropas lo permitieran. Stacy asintió con su cabeza, todavía mirando a Graham. ―Escuché que corrió detrás de la ambulancia todo el camino al hospital y se quedó ahí hasta que regresaste a casa. Miré hacia Graham mientras le respondía. ―Sí. Él estuvo genial. Se quedó conmigo en mi habitación todo el tiempo. ―Podía ver la mano de Graham cerrarse en un puño cuando dije esto, aunque no podía ver su rostro porque estaba 134 obscurecido por la silla. Estaba empezando a entender hacia donde iba Stacy. No estaba segura de que quisiera tomar ese camino. Stacy, por otro lado, quería adherirse a su mapa. ―Así que ustedes dos, están… ¿saliendo? La miré, incapaz de responder, porque no sabía cómo hacerlo. ―Creo… creo que somos realmente, realmente buenos amigos. ―Era todo lo que podía ofrecer. Éramos más que eso ―los secretos que Robert había compartido conmigo iban más allá de lo que una simple amistad podría permitir― pero tanto como me agradaba Stacy, no estaba segura de que estuviera lista para entrar en detalles sobre cómo él me hacía sentir. Y ciertamente, no estaba dispuesta a admitir algo con Graham a menos de cinco pies de mí. ―Bueno, es algo más, diría yo, Grace. Él es guapo, su familia es muy rica, por lo que he leído, y ahora es un héroe. Serías estúpida si no intentaras atraparlo antes de que otra chica de Heath lo haga. Ellas son como buitres que vomitan en su comida para que otro no la tome. ―Dijo ella, de pronto mirando sus uñas, como si fueran la cosa más importante del mundo. Miré hacia el piso para ver si Graham estaba todavía cerrando los puños a sus costados, pero él no estaba ahí. Estaba de pie enfrente de la mesa de café, sus ojos enfocados, atentos. No estaba segura de qué hacía. Tal vez se había golpeado demasiado fuerte en el suelo, porque sus ojos parecían un poco vidriosos. ―¿Estás tú…? ―preguntó él―. ¿Vas a intentar atraparlo? ―¿Por qué, Graham? ―pregunté de regreso, sabiendo que no quería escuchar su respuesta―. ¿Por qué es importante? Él miró a sus pies entonces, incapaz de mirarme cuando respondió. ―Dijiste que estabas enamorada de mí. No puedes estar interesada en alguien más tan pronto. Stacy se burló mientras yo tartamudeaba. ―Aww… ¿Está la princesa celosa? Comencé a tomar un enfoque más adulto. Y luego lo lancé por la ventana y caminé por la línea de Stacy. ―Me hiciste a un lado, como basura, Graham… por Erica Hamilton. Erica Hamilton: la bruja más grande de la escuela. Le dijiste a ella cosas sobre mí, sobre mi vida que son privadas. Mis secretos, mis temores, mi sufrimiento y las dijiste para hacerte ver como una especie de santo, martirizándote por mí, porque Grace, la Súper Fenómeno pudiera tener al menos un amigo en Heath. ―¡Me rompiste el corazón y me heriste, mentiste sobre mí en la prepa NC! ¡Sabías que no irías ahí y aún así me mentiste! Te dije que estaba enamorada de ti porque 135 era verdad. ¿Pero sabes qué más es verdad? No me amas de la misma manera en que yo te amo. Contigo, el amor es un trofeo que viene en diferentes tamaños y siempre intentas tener el más grande. El mío no era suficientemente grande o brillante. Para mí, el amor es un premio. No importa de qué color o tamaño es, sólo mientras pinche mi corazón. ―Te amo, Graham, tanto que me duele darme cuenta de lo que hiciste, también, y entonces supe que no eres suficiente para mí después de todo lo que has hecho. ―No me había dado cuenta de que había estado llorando. Sentí un pañuelo presionando mi mano, sentí una confortante mano en mi espalda, y vi el rostro de alguien que había querido amarme por tanto tiempo desde que me vio por primera vez. Stacy tomó mis manos, usando otro pañuelo para secar mis ahora húmedos ojos y dijo suavemente. ―¿Te sientes mejor ahora que finalmente le dijiste cómo te sientes? Asentí, creyendo en ello. ―Graham, te dije que te perdonaba y lo hago. Lo hago. Pero creo que eres capaz de entender que perdiste la oportunidad de decidir en quien o no puedo estar interesada en el minuto en que decidiste que Erica valía más la pena que toda nuestra amistad. El rostro de Graham lucía… sombrío. Él asintió con su cabeza, pero no dijo nada. Se volvió hacia la puerta. ―Graham… ―Comencé, no queriendo que se fuera, pero él alzó su mano para detenerme. ―Grace, estás en lo correcto, pero también equivocada. Necesito irme. Tengo varias cosas en qué pensar… ―él hizo una pausa y me miró con una expresión de dolor en sus ojos antes de volverse rápidamente―. No puedo hablar contigo justo ahora. Y no con ella aquí, tampoco. Te llamaré ―dijo él, casi en la puerta y luego se fue. Parte de mí temía que Erica hubiera obtenido de él el material para mi soliloquio. ―Yo diría ¡que te vaya bien! ―dijo Stacy planamente, una vez más mirando sus uñas. ―Él ha sido mi mejor amigo desde que éramos bebés… ―susurré, el dolor de su partida había regresado a mi pecho. No estaba solo y estaba luchando con otras emociones ahora. La pequeña guerra dentro de mí me hacía sentir como si estuviera ahogándome. ―Sí, y él arrojó su amistad por la ventana tan pronto como vio que tenía que lidiar con las repercusiones emocionales de ella. Un amigo no haría eso ―replicó Stacy―. Estás mejor sabiendo cómo se siente él realmente, Grace. Amistad de toda 136 la vida o no, si él no puede amarte de la manera en que quieres y mereces porque él está demasiado ocupado amándose a sí mismo, sólo estás perdiendo tu tiempo. Sabía que ella estaba en lo correcto. Sabía que ella había sabido lo de Graham desde el momento en que lo había conocido, mientras todavía estaba intentando verlo a través de mi propia auto impuesta prisión color de rosa. Sólo me mantenía creyendo que no había más de lo que él me estaba mostrando, diciendo… haciendo. Tenía que tener esperanza en él, porque incluso si mi corazón ahora latiera por alguien más, no significaba que aún no me dolía por haberlo querido alguna vez. Ahora mi corazón estaba confundido. ¿Qué tipo de amor quería? ¿El del chico que conocía muy bien, pero que me había traicionado tan pronto como lo había sabido? ¿El del tipo que era desconocido e imposible porque se sentía como algo demasiado maravilloso, demasiado increíble para existir? ¿O el del tipo que se conforma con lo que se puede conseguir, recogiendo los restos de lo que quedó porque sabe que no va a mejorar? Sacudí mi cabeza mientras las palabras de mi papá de la noche anterior volvían a mí. Algunos padres apestan… especialmente cuando tienen la razón. 137 Familia Traducido por *ƸӜƷYosbeƸӜƷ*, Roo Andresen y Cami.Pineda Corregido por cYeLy DiviNNa S tacy se fue tan pronto como Graham lo hizo. Ninguno de nosotros se había dado cuenta de la hora hasta que papá entro, disculpándose por llegar tan tarde para la cena. Saludó con la mano a Stacy, me besó en la frente, y caminó directo a la cocina, desapareciendo para disfrutar su cena con Janice. Ella se disculpó antes de irse por lo que su provocación había causado. Ella lucia realmente arrepentida, viendo el dolor en mi cara y el cambio en mi actitud, pero traté de asegurarle que ella me había ayudado a darme cuenta de algunas cosas que yo no podría haber hecho de otra manera. Además, le dije, que iba a ser mi profesora en breve, y que tendría que aprender a acostumbrarme a que ella me diera una paliza en cierto modo. Ella se había reído de eso, y me dio otro abrazo. Esta vez, no fue tan raro. Consideré ir a la cama de inmediato, sintiéndome tan vacía después de todo lo que había sucedido, pero tenía que tomar una ducha. Sentía bastante asco por mi propio hedor, sobre todo el que venía del yeso. No podía resolver el problema en corto plazo sin ser declarada un milagro médico y luego convertirme en un experimento científico, por lo que me enfoque solo en limpiar el resto de mí. Subí por las escaleras hasta mi habitación y agarre el par de pantalones cortos que Janice me había prestado después de escuchar que mis bóxers eran demasiado pequeños para que entrara el yeso, así como una camiseta sin mangas, algo de ropa interior y me metí en la ducha. Allí en el cesto que había dos bolsas de basura negra y cuatro bandas de goma de gran tamaño que se usan para prevenir que el yeso se moje. Una ingeniosa idea de papá, tengo que decir. Entrando a la ducha después de haber sellado mi yeso, me pregunté que escribiría Erica, que le diría Graham cuando la llamara esta noche, y cuando vería a Robert otra vez. ¿Qué diría él cuando se enterara de que iba a comenzar a aprender Tae Kwon Do? ¿Qué pensaría al ver mis recuerdos de los últimos días con Graham? ¿Podría incluso volver del todo? 138 Esa última pregunta me asustó, yo ni siquiera estaba segura de que iba a volver. Toda esa discusión con Graham acerca de mi afecto por alguien que no sea él y que había la posibilidad de que Robert ni siquiera volviera, y mucho menos devolviera lo que sentía por él. No podía sacar ese pensamiento de mi cabeza. Ni siquiera cuando me cayó jabón en mis ojos y me ardía tanto que pensé que iba a quedarme ciega permanentemente. Cuando el agua se volvió fría supe que era tiempo de salir. Sacudí la parte derecha de mi cuerpo, tratando de sacar la mayor agua que pudiera antes de salir de la ducha, y me seque rápidamente, el agua fría estaba comenzando el proceso de enfriamiento temprano. Después de vestirme en un apuro, me apresuré a mi cuarto, con mis dientes castañeando, maldije a Janice por lo bajo y sus hormonas de embarazo tomando control del termostato, ella juraba que hacía calor, incluso cuando había escarcha en las ventanas. Papá no dijo nada, solo siguió poniéndose capas y capas de ropa hasta que casi no podía sentarse, sus movimientos restringidos por el espesor. Cerré la puerta de mi cuarto y me apresure a mi cama, tenia tanto frío. El edredón en la parte superior estaba frío, y yo sabía que pasaría un rato antes de que empezara a hacer su trabajo y me ofreciera un poco de consuelo. Podía sentir la fuerza del sueño arrastrándome mientras mis ojos se cerraban en derrota, el frío aceleraba mi caída en el sueño. Y la voz que llenaba mis sueños desde el accidente estaba allí otra vez… ¿Tienes frío? Temblé pero no del frío. ¿Quieres que te de calor? Asentí, mis dientes mordiendo la manta, porque yo ya estaba caliente, la voz era fuego encarnado. Comencé a soñar. Cintas sin fin fluían a mí alrededor, tejiéndose a través de mis piernas, alrededor de mis brazos, y a través de mi pelo, me estaba convirtiendo en la tela de mis propios sueños. Las cintas fueron acercándose a mí, tirando más y más fuerte mientras la malla era más y más pequeña. De pronto me di cuenta que había una sola cinta. Me había envuelto por completo, encarcelándome, como una momia. Podía ver una extensión de la cinta flotando sobre mí, un extremo se perdió en el horizonte del cielo sin estrellas. El otro extremo estaba enrollado y en mis pies. El extremo que estaba oculto para mi estaba siendo empujado por una fuerza invisible. Me sentí caer, y luego estaba cayendo. Me desenredé como un yoyo, y luego de vuelta hacia arriba como uno, también. Arriba y hacia abajo, el final de la cinta 139 invisible, tiraba de ida y vuelta, era una batalla por lo que había en sus confines, pero ¿por qué? Dos faros de color verde esmeralda brillaron hacia mí desde la oscuridad lejana, y yo sabía quien estaba en ello —grité su nombre para que parara. ¡El no podía hacer esto cuando estaba despierta y también en mis sueños! ¡No estaba bien! ¡No era justo! El otro extremo de la cinta se había quedado sin holgura, y empezó a tirarme con fuerza. La fuerza en ese final era más fuerte, más decidida, como si no hubiera más que perder si lo dejara ir. Podía sentir la tensión en la cinta. Podía olerlo, saborearlo, era potente y fuerte. Y entonces ambos extremos comenzaron a empujar. Los dos extremos tirando por sus propias razones, un extremo era frío, con carámbanos de hielo formándose en los bordes, el otro extremo era caliente, brillando con su calor interno. Alcance por el más cálido cuando mis brazos estuvieron libres, el tirón rompiéndose, hilos desfibrados aquí y allá, debilitando la cinta mientras la lucha por el predominio se puso más desesperada. Y luego de repente me caía. La cinta había sido cortada, un extremo ileso, el otro desgastado y desgarrado. Yo estaba cayendo, no del cielo, sino de la tierra. Recordé creer que mi mundo se había lanzado fuera de su eje, pero esto era diferente, estaba boca arriba, mientras el mundo estaba al revés. Yo estaba cayendo… hacia arriba. No. No estaba cayendo… estaba flotando. Abrí mis ojos, su nombre vino en una ráfaga porque sabía que el fuego me tenía. — Robert… Él me sonrió, sus brazos me acunaban hacia él, mis brazos alrededor de su cuello y la cabeza apoyada en su pecho mientras lo agarraba hacia mí solo para estar segura. Tal vez aún más. Estábamos... ¡estábamos volando! Y estábamos rodeados, al parecer, por volutas de humo gris mezclado con mechones blancos: Mi ángel en una nube. Miré hacia abajo y vi las luces de las casas y las lámparas de la calle titilar como estrellas al revés, como para compensar las que faltaban en el cielo. Y en la noche fría, sin estrellas, no sentí nada más que el calor. No sentí miedo de caer, no sentía frío. Estaba a salvo con él sin importar dónde nos dirigíamos. Si nada más, estaba completamente segura de eso. Lo observé, su cara serena, su sonrisa satisfecha. Él estaba contento. En sus brazos, sentía más que eso. Sentía… no, sabia sin una onza de duda en mi corazón, que nadie había estado tan cerca del cielo como yo lo estaba en ese momento. Lo sabía por la forma en que mi sangre se empalidecía cuando él presionó sus labios contra mi cabello de una manera tranquilizadora. Yo lo sabía por la forma en 140 que mi piel cantaba cuando apretó la boca contra mi oído y me susurró en francés lo contento que estaba de que había sido capaz de escabullirse antes de lo que había pensado originalmente. Yo lo sabía por la forma en que se sentía como si yo simplemente flotara más alto si tuviera que dejarme ir. Cuando vi sus ojos líquidos ondulantes como una piscina turbada de metal fundido, sabía que él podía escuchar mis pensamientos y lo habían complacido. Él me empujó más cerca, lo agarré más fuerte, y ninguno de nosotros se sentía satisfecho, mi debilidad humana y su divina fuerza no encontraban ningún compromiso en una posición tan incómoda e inflexible. Finalmente le pregunte hacia dónde nos dirigíamos cuando comenzó su descenso. Los mechones grises que nos rodeaban poco a poco se disipaban, y entonces estábamos en el suelo, su aterrizaje fue tan suave que sólo me di cuenta cuando mis pies con calcetines se doblaron sobre la fría arena. Miré a mí alrededor en el entorno familiar y sabía que estábamos en el refugio de su familia, una gran carpa blanca se había establecido en los jardines, mientras que el mirador había sido decorado con flores y gasa. Había habido una boda aquí hace poco, supuse, pero los invitados se habían ido ya, y la novia y el novio estaban fuera celebrando su primera noche como marido y mujer juntos en alguna parte. Los restos de las celebraciones eran caóticos, pero completamente aunado con la rápida progresión y la celebración de dos vidas individuales reuniéndose y comenzando como un todo en los acontecimientos de un solo día. El mirador estaba en calma y sereno, donde los votos eternos fueron dados. La mesa donde la novia y el novio habían sido figuras centrales todavía contenía dos copas de champaña, ambos todavía llenas hasta la mitad del ahora flotante líquido dorado, lápiz labial corrido en el borde de uno de ellos. Todo esto era simbólico, en cierto modo, de cómo eran las cosas ahora con Robert y conmigo. En un día, habíamos pasado de extraños virtuales a atados de por vida. Su secreto, que había compartido con tan buena voluntad, ahora era mío, y lo será hasta el día en que muriera. No había habido pastel ni chifón, ni banda tocando canciones usuales, ninguna niña con flores dormida en el regazo de alguien, y definitivamente no había champaña. Pero había chile. Me reí. Si. Había habido chile. ―¿Por qué me trajiste aquí, Robert? —pregunté finalmente, sintiéndome de repente melancólica mientras el reconocimiento de las circunstancias no permitirían más similitudes. 141 Él sintió mi humor antes de que escuchara mis pensamientos. Él agarró mi mano y me llevó hasta el centro de la tienda. —Te traje aquí porque quiero que conozcas a mi familia. Sacudí la cabeza rápidamente a mi alrededor, preguntándome si me había perdido algo. No había nadie aquí sino nosotros. Lo miré, perpleja. —¿Van a aparecer? ¿Vamos a encontrarnos con ellos aquí tan tarde? —él se rió—. Ellos ya están aquí. Mira. Presta atención. No. Parpadees. Fruncí el ceño. Había estado prestando atención. Cuando él apuntó hacia la mesa del novio y la novia, le di un vistazo a las copas de champaña una vez más, a las flores que habían sido esparcidas sobre el mantel en una carrera por empezar a bailar, y las manchas pequeñas de comida y bebida que hacían una cubierta de arlequín maravillosa en la mantelería blanca y brillante. Parpadeé y de repente, instantáneamente, mágicamente no había copas. Como si hubiesen desaparecido. La única evidencia de que habían estado allí eran solo los anillos de humedad que habían dejado sobre el mantel. Caminé torpemente para tocar los dos círculos, para asegurarme de que ellos, al menos, eran reales. Yo estaba a una pulgada de sentir la humedad fresca en mi mano cuando una ligera, dulcemente perfumada brisa corrió a mi alrededor, tocándome con gracia, como si alguien me abrazara, lo que hizo que me encorvara, y luego la tela de damasco se había ido, dejando un mesa vacía en su lugar. Me giré para ver a Robert. Él se estaba riendo, las esquinas de sus ojos arrugadas de diversión. Debía parecer muy graciosa así como parcialmente inmovilizada y próxima víctima de un ataque al corazón, porque todos a mi alrededor, las mesas que habían estado cubiertas con platos y manteles, flores y servilletas, estaban todas desnudas, y mis ojos siguieron ampliándose, me quedé boquiabierta, los latidos de mi corazón cada vez más irregulares. —Oh —giré alrededor y no vi movimiento, solo cosas desapareciendo—. ¿Como…? Vi, estupefacta, como una a una, las mesas fueron retiradas en un abrir y cerrar de ojos. No. ¡Más rápido! En el tiempo que toma a la mayoría de las personas parpadear de asombro, todo el piso había sido limpiado de mesas, mantelería y servicio. Traté de ver si algo se había quedado, pero no había nada. Ni siquiera un grano de arroz estaba en el suelo por debajo de mis pies. Era como si nada hubiera estado aquí, y la boda nunca hubiera tenido lugar. Lo único que quedó fue la tienda y el suelo, porque en ese momento, las luces en la tienda y en el estacionamiento de grava se apagaron. Estaba casi negro como la pez y sentí como el leve temblor de miedo me tomaba desprevenida mientras me di cuenta que estaba muy sola. Robert había 142 desaparecido cuando las luces se apagaron y ahora, abandonada en la oscuridad, yo tenía más miedo del que había tenido alguna vez en mi vida. —¿Robert? —Mi voz temblorosa lo llamó, el frío de la noche de septiembre cada vez más evidente en mi soledad. —Mira hacia arriba —dijo en voz baja detrás de mí, pero en lugar de obedecer, me volví hacia la dirección de su voz. Él no estaba allí. Él se rió entre dientes. —Mira hacia arriba, tonta. Confía en mí. Así que lo hice. Y de repente el cielo de repente apareció, la luz de las estrellas irrumpiendo de la nada, como si alguien hubiera tirado sobre toda la noche de terciopelo negro. — ¡Oh! —En el temor de algo tan simple, pero tan hermoso. Se sentía como si él mismo me hubiera dado el cielo para que lo observara. —Es tan hermoso —suspiré—. Nunca ves estrellas como estas en casa; las luces de las calles tienden a convertir todo en amarillo. Creo que puedo ver esto toda la noche… Asombrada, mire fijamente hacia arriba, completamente contenida en la mágica calma de un cielo estrellado. Yo podría decir lo mismo. Parpadeé, y mire a su alrededor otra vez. Él estaba de pie junto a una pequeña mesa que se había establecido cerca de la glorieta. No lo había notado antes, pero como había hecho en las visiones que había compartido conmigo ese primer día, Robert estaba dando un brillo muy visible... Era una luz de oro pálido, suave y reconfortante. Eres un brillo en la oscuridad Robert. ―Reflexioné. —También estoy en un estado de ánimo que brilla en la oscuridad. Nuestros colores cambian con la forma en que nos sentimos. Trastabillé hacia él y vi con mis propios ojos que él tenía razón. Cualquiera que haya sido su estado de ánimo antes, había cambiado, y el resplandor dorado una vez era ahora un blanco brillante. —Entonces, ¿qué sientes ahora? Él extendió su mano hacia mí, y me llevó con gran rapidez a sus brazos. —Me siento completamente feliz. —¿Por qué? —Pregunté, mi tono vacilante pero esperanzador mientras me posaba de lleno contra su pecho de roca sólida, mi yeso haciendo un ruido sólido en cuento lo golpeé. 143 —Estoy feliz porque tú conoces mis secretos, ya sabes lo que soy, y no hay una vez me pidieras que hiciera algo que va más allá de los limites. Aunque honestamente, no me has pedido nada. —Estás perfectamente contenta por mirar a las estrellas, feliz de que te muestra el cielo, como si te hubiera dado joyas. Como te dije, eres muy diferente de otras chicas. Eso es fantástico, y eso me hace feliz —dijo él, empujando hacia atrás un mechón de pelo de mi cara. —Oh. —Traté de ocultar mi decepción. ¿Estaba feliz porque era diferente? Eso no hizo nada por mi ego. O, no habría hecho nada por mi ego, si yo hubiera tenido uno, para empezar. Él suspiró un poco exasperado. —Pensé que ya habíamos pasado esto. Diferente no significa malo, Grace. Lo miré ¿Podía ser tan obtuso? Su brillo cambiaba de blanco a verde y sus brazos se apartaron de mí. —¿Estás enojado ahora? ¿Cómo adivinaste? —Porque si tuviera que elegir un color para representar molestia, sería el verde — repliqué. ¿Por qué piensas que soy obtuso? Ladeé mi cabeza a un costado. —Ahora sé que eres obtuso. —Enderecé mi cabeza y la sacudí, impresionada de que pudiera leer mi mente pero no figurar mis sentimientos. Bien, ilumíname. Se mi Yoda. Me aparté del círculo de sus brazos y levanté los míos hacia mí, mi brazo derecho rígido en su yeso. —Esperaba que esto -lo que soy, quien soy, el hecho de que estoy aquí- fuera lo que hiciera que tu brillo se pusiera… blanco. En lugar de eso es porque soy “diferente”. Que ser diferente sea bueno o malo no es el problema. Sé que soy diferente. Es un hecho con el que fui apuntada cada día de mi vida. Pero ahora mismo cuando dices que eres feliz porque soy diferente, bueno… no me hace sentir tan bien respecto a mí misma. Especialmente cuando lo último que quería era ser diferente. Robert me buscó nuevamente y despacio me contuvo en el círculo de sus brazos. —Chica tonta. Eres mucho más que diferente. Y hay más razones por las cuales estoy feliz además de tus diferencias. Sí, estoy feliz de que estés aquí. Más de lo que meras palabras humanas -en cualquier lenguaje- podrían expresar. Y sí, estoy excepcionalmente agradecido que eres quien eres, y que eres parte de mi vida. Pero, cuando digo que estoy feliz de que eres diferente a esas otras chicas, una parte de 144 ello tiene que ver con mi familia quienes pueden, y lo harán, apreciar eso. —Besó mi frente y luego me dio la vuelta. Me atraganté con lo que fuera que iría a decir. Luego, suspiré. Parada frente a mí estaba la mujer más hermosa que había visto. Y también me era vagamente familiar. Su rostro era pura porcelana, suave y perfecta. Su largo, negro cabello estaba trenzado a un lado de su hombro, el final sin ninguna banda elástica para atarla, y aún así la trenza se mantenía. Sus pequeñas, agraciadas manos se extendieron, ofreciendo una bienvenida. —Hola Grace —su voz era suave, melódica—. Mi nombre es Ameila. Soy N’Uriel -discúlpame- la madre de Robert. Puse mis manos sobre las suyas, adormecida, casi encantada por su voz y belleza. Y como sucedió con Robert, el instante que mi piel tocó la suya, mi mente fue inundada con sus pensamientos. Aún así estaba intrigada de conocerme, había estado insegura de qué tipo de persona sería. No tenía fe en chicas humanas, ninguna fe en su honestidad ni sus corazones. El tiempo solo las había empeorado, más egoístas y superficiales. Había tolerado muchas indiscreciones de su hijo, tantas chicas sin fe, inservibles. Esperaba que fuera igual: Hermosa y vacía, como una caja de regalo perfectamente arreglada. Estaba sorprendida de que mis facciones fueran simples, y mis sentimientos sinceros. —Estoy muy contenta de conocerla, Señora Bellegarde. —Le dije, mi voz temblorosa y nerviosa. De verdad sentía mis palabras, pero todavía temía que pensara que estaba mintiendo. —Por favor, llámame Ameila. No soy una mujer casada más de lo que tú lo eres. Rió ella, su voz sonando como notas altas y bajas de un arpa en una armonía y melodía. Se apartó para que pudiera conocer al otro miembro del trío Bellegarde. Pero ya nos habíamos conocido. Y su rostro continuaba frío. —Ho-hola Lark. —Tartamudeé, incapaz de contener el temblor en mi voz. —No voy a matarte, así que deja de actuar como si lo fuera a hacer. —Fue su réplica. El cuerpo de Robert se puso rígido detrás de mí y casi me atraganto cuando sonrió y vi colmillos. Ameila dejó salir un gruñido de amonestación, el nombre de su hija sonando filoso y peligroso siendo dicho de manera tan enojada. Los colmillos se retractaron y pestañeé como si tratara de borrar la imagen de mis ojos. 145 Asustada ¿no? Deberías estarlo. Su voz retumbó en mi mente y supe que Robert también la había escuchado porque de pronto tropecé hacia atrás, ya no era soportada por él; estaba en frente de mí, gruñendo a su hermana como alguna especie de cobra, una mano levantada hacia mi frente y la otra en un puño a su costado. —Oh, déjalo Robert. Solo estaba jugando con la chica. De verdad, si va a ser tu novia deberá desarrollar algunas espinas. Mejor que le crezca una lidiando conmigo que descubra que no tiene ninguna cuando llegue el momento —dijo en voz alta. Una sonrisa curvándose al costado de su hermosa boca. Quise prestar atención a la parte donde dijo que necesitaba desarrollar una espina pero la necesidad de una era la cosa más lejana que tenía en mi mente porque cuando Lark dijo “tu novia”, mis oídos comenzaron zumbar con tal intensidad que casi salgo flotando por mí misma. Pero, en un instante, mi consciente tomó un fuerte agarre y me sostuvo. Robert estaba respondiendo. —Con qué ó quién salgo no es de tu incumbencia, Lark. Ella no está en ningún peligro al igual que las demás, y sé que no harás nada para contradecirme. En ese momento, recordé algo de los pensamientos que me había pasado su madre “todas sus indiscreciones pasadas” y “tantas chicas inútiles” ¿Cuántas había habido? Y si yo era tan diferente, ¿por qué estaría en el mismo bote que todas las “demás”? El familiar sentimiento de completa y total insuficiencia me arrolló mientras me daba cuenta que no era diferente en absoluto. A pesar de mis demandas de querer solo eso, dolía saber que era exactamente igual, y terminaría exactamente igual. ¿Y qué significaba eso exactamente? Él no estaba con ellos, eso solo significaba una sola cosa… Imposible, improbable, irracional. Realmente lo era. Lark resopló. —No tengo que hacer nada, hermano. Tu reputación te precede. — Ella asintió hacia mí, y Robert se volvió a verme. Él podía ver el dolor y la confusión escritas en mi rostro, pero no hizo ningún movimiento para confortarme —sabía que no había nada que pudiera decirme para hacerme sentir diferente en aquel momento. Las palabras de su madre lo habían condenado y su propio decreto lo hicieron oficial. Ameila se detuvo entre nosotros, sabiendo lo que ambos pensábamos, y sabiendo que ella había sido el catalizador del gran cañón entre su hijo y yo. —Robert, tengo un regalo para Grace en el mirador. ¿Podrías ir y traerlo? —preguntó, más como una sugerencia que un requerimiento. Parecía ridículo, esta semblanza de privacidad aún sabiendo que él podría escucharnos. Escuchar nuestros pensamientos, pero el gesto me confortaba de alguna manera. 146 —Grace, se que lo que he dicho te ha molestado. No fue plan- no, fue planeado para molestarte. Estoy preocupada por ti y aunque adoro a mi hijo tanto como cualquier madre, no puedo negar sus faltas —dijo mientras lo miraba marcharse y tomaba mi mano y me dirigía hacia un banco. Me senté a su lado, tratando de captar lo que me estaba diciendo mientras también trataba de lo entender lo que ya había sido dicho que no se podía retractar. Miré a Ameila e inmediatamente me sentí rara. Era fácil no sentirse así cuando alguien tan hermoso te miraba de la manera en que ella me estaba mirando. —Ameila, se que estás preocupada por tu hijo, preocupada de que lo exponga… Que tomaré ventaja de su secreto. No lo haré. No puedo. No hay mucho que pueda garantizar acerca de nada, especialmente de un ángel, pero puedo hacer eso. No tienes que pretender que estás preocupada por mí —dije cuidadosamente, tratando de no pensar en nada que no fuera mi decisión en esas palabras. Ella atrajo mi mano hacia su corazón. —Oh querida, pobre, pobre niña. Olvido cuánto sabes. Sacudió su cabeza como si el pensamiento de que fuera lamentablemente ignorante era una total tragedia. Me miró, sus ojos llenos de asombro y tristeza. Que increíble sentirse de ambas manera sin ningún conflicto. —Grace, no comprendes. No puedo ser deshonesta contigo. Ningún ángel puede. Con unas pocas excepciones, estamos atados a nuestras leyes de honestidad. Cuando dije que estaba preocupada por ti lo decía en serio. —Dijo Ameila sonriendo con tristeza y palmeando mi mejilla. —¿Por qué estarías preocupada por mí? Ni siquiera me conoces. Robert ni siquiera me conoce. —Ese hecho no podría ser más cierto, me dije a mí misma, apoyando mi cabeza en mi mano libre, mi codo en la rodilla. Todo parecía tan loco. La hermosa mujer palmeó mi mano aún enlazada en la suya. —Dulce jovencita. Pareces estar bajo la equivocación de que los ángeles estamos atados a las mismas reglas que ustedes los humanos. No lo estamos. Robert sabe más de ustedes de lo que sueñan; todos lo hacemos. Nuestras mentes están abiertas entre sí, y lo que él ve en ti, nosotros también, igualmente lo que nosotros vemos, él también. Está tan hambriento por información sobre ustedes que ha ahondado increíblemente en tu mente; él conoce toda tu vida, desde el principio al presente; incluso las memorias que tu mente es incapaz de recordar gracias a tu edad, tiempo, y… trauma son conocidas por él. Lo intrigas, Grace, y luego de ver tu vida en sus ojos, admito que también me intrigas a mí. Es por esto que no puedo aceptar que él quiera estar contigo; te herirá profundamente cuando el tiempo en que él se aburra llegue. Lo ha hecho con tantas otras. He visto los corazones rotos que ha dejado atrás, Grace, y mientras entendía a cada una, y había tenido esperanzas para ellas en ocasiones, no puedo decir que me sentiría impasible si lo mismo te sucediera. Eres diferente, 147 como mi hijo dice, y en el sentido que realmente importa. Me da esperanzas pero también me causa miedo por tu bienestar. Ya has sufrido suficientes pérdidas en tu vida —la intensidad de emociones que siento y veo que posees hacia mi hijo; perderlo sería como algo que nunca habías experimentado, y temo que no seas la misma persona cuando llegue el momento. Escuchándola hablar, sentía la tristeza filtrase como una mancha en mi corazón. No quería que estuviera con su hijo porque estaba segura de que me heriría de una manera devastadora. Que se preocupaba lo suficiente por mí para prevenirlo, ese maternal sentido de protección que exhibía era suficiente para hacerme perder el control de mis emociones. Oh, genial ¿Ahora vas a usar el dispositivo de agua? Por favor. Como si él no hubiera visto eso miles de veces. La voz de Lark estaba en mi cabeza, helada en su burla La mejor parte de perder control de tus emociones es que cuando alguien te enfurece, inclusive si es un ángel, no puedes ser responsable de tus palabras y acciones. Y al momento en que escuché la voz de Lark metiéndose en mi cabeza, sabía que si no decía nada, me arrepentiría por el resto de mi vida. ¿Bien? ¿Te quedarás sentada allí tratando de pensar algo que decir? ¿O lo harás? Inconstantes, humanos idiotas; Siempre creyéndose superiores porque son humanos, y aún así queriendo ser como nosotros y los otros. Es patético. No podría haber detenido mis palabras incluso si lo hubiera querido. Pero no quería… Debe ser tan difícil para ti Lark, saber que inclusive con tus poderes ilimitados, eres todavía tan imperfecta y defectuosa tanto en tu mundo como en el mío. Sus ojos ciegos no mostraron reacción ante mi declaración. Su rostro era como piedra. Inclusive su mente no arremetió con el veneno que esperaba y me preparaba. La reacción que tenía por mis propias palabras, en otro sentido, no me había preparado, no las había, esperado. Me sentía avergonzada y una hipócrita. Tanto por no hacerme responsable de tus propias acciones; ahora era mi propio juez, jurado y ejecutor. —Lo… lo lamento, Lark. Eso estuvo mal. No debí decir eso, no debí haberlo pensado. —Me disculpé, mirando al suelo, sin saber si ella seguía allí, mucho menos escuchando. Tan cursi como podía sonar, repentinamente escuchaba ángeles cantando. Era un coro, con dos voces que parecían familiares en tantos sentidos. Supe 148 inmediatamente que uno era un distintivo alto, y el otro un soprano. La canción que cantaban era carismática, animada. Casi sonaba como… ¡Risas! Y eso era, pero no risas de dos personas diferentes. No, no sería algo tan simple como eso. Escuché con atención, concentrándome en las similitudes, y me di cuenta que las voces pertenecían a la misma persona. Y esa persona estaba cantando en mi mente, sus pensamientos —un dueto en mi mente cantando sobre remordimiento y locura. Era una magnífica proeza, y no podía evitar estar asombrada por ello. —Tienes un hermoso Don, Lark. —Susurré, mis ojos enrojeciéndose amenazando con lágrimas. No quería llorar en frente de ella pero sabía que escucharía mis pensamientos el momento en que se formaran. Casi sentía que no tenía sentido tratar de evitarlo. Tenía razón. Ustedes humanos son inconstantes. Un minuto se están metiendo con lo que perciben que es una discapacidad, y al siguiente, se están disculpando y llorando con el pensamiento que han dañado mi pobre, frágil, autoestima. Cariño, noticias de última hora: soy un ángel, no una flor. No van a lograr marchitarme por apuntar mis defectos, Volteé a ver a Ameila quien sabía que había escuchado todo lo que su hija había dicho, y estaba sorprendida al no ver una expresión sombría, sino una placentera. —Me has impresionado —me dijo sonriendo—. Algunos humanos nunca lo hacen. Bueno, había impresionado a Lark, el ángel del hielo. Me sentía mucho mejor. El dueto llenó mi corazón de nuevo. No piensen que ahora me gusta más que hace cinco minutos. Claro que no lo harán. Sé más para estar llena de esperanza, especialmente, luego…. Volteé mi cabeza hacia el mirador, sabiendo que Robert se iba a sentar allí. Lo que fuera que su madre hubiera puesto allá para mí desde hace tiempo había sido encontrado. Él simplemente estaba esperando por alguna señal de que estaba bien acercársenos, y yo no iba a ser quien le diera esa señal. Sin embargo, Ameila pensó que era el momento que nosotros discutiéramos esto porque concentró su mirada en la misma dirección y la cabeza de Robert se levantó, asintiendo, y luego empezó a caminar hacia nosotros a un ritmo muy lento. Su madre se volteó a mí, me soltó la mano, y puso mi cara entre las manos. Ella empezó a llenar mi mente con imágenes que Robert estaba viendo en la suya. Todas contenían imágenes de mi cara. 149 —Cuales sean las intenciones contigo, Grace, sé que le importas mucho. No puedo decir con certeza que es tan intenso como lo que tú sientes por él, y desafortunadamente no hay nada que puedas hacer para evitar sentirte de la manera en que te sientes por Robert. Ningún humano puede. Es natural sentir una obligación a estar cerca de nosotros, un fuerte deseo, se podría decir, para estar con nosotros, de muchas maneras. Es lo que nos impide ser examinados y que detecten las diferencias sutiles. Podrías ignorar lo que sea —creer lo que sea solo para estar con nosotros. Me senté allá, aturdida. ¿Era eso? ¿Acaso mis sentimientos simplemente eran el efecto de estar cerca de un honesto y buen ángel? ¿Un contacto divino? Yo había estado emocionalmente desestabilizada por Graham, además de que toda mi vida ha sido alterada físicamente por la presencia no de uno, sino dos individuos que entraron en ella, y había hecho un enemigo mortal sin siquiera haberla conocido o interactuado con ella, sino que solo por existir. Mi vida entera había cambiado tan solo en el mi último años. Hubiera tenido más sentido que yo hubiera sido más susceptible a los encantos antinaturales de un ángel hormonal. —¿Entonces piensas que todo esto es por mí? ¿Mi reacción humana a que Robert sea un ángel? —Grace, yo sé que eres muy diferente a cualquier mujer humana que Robert haya conocido. Ciertamente eres la única que él ha querido conocer, solo no estoy totalmente segura que seas capaz de sentir por Robert lo que sientes por uno de tu misma especie, si no fuese lo que es. —Ameila suspiró, sus hombros se encorvaron mientras las palabras salían en respuesta a lo que había preguntado, pero que realmente no quería saber. —Y, el pasado de Robert es lo que es. Él ha vivido mucho tiempo —y no lo ha hecho solo. He visto a las mentes más fuertes sucumbir a los encantos de mi hijo. Él es, después de todo, un ángel. Y ese no es su Don, por supuesto— es solo quien es. Asentí con mi cabeza, no queriendo aceptar que ella pensaba que yo tenía la mentalidad de un leming 6, ansioso y deseoso de seguir a la multitud —Puedo ver de dónde Robert obtuvo su torpeza. Queriendo cambiar la dirección de la conservación antes que me hundiera aún más, le pregunto. —¿Así que estos Dones aun los ángeles los tienen? Ameila frunció los labios. —Cada ángel tiene una fuerza que es benéfica para todos nosotros en conjunto. Piensa en nosotros como una parte del cuerpo humano. Cada uno podría ser un brazo, o una pierna, o una oreja. Separados, tenemos nuestro propósito individual. Pero juntos, somos un cuerpo. Hay muchas cosas que todos juntos podemos hacer, como cambiar la manera en que una persona se sienta, alterar su ánimo con el nuestro, alterar la manera en que el clima se comporta. Ya 6 Lemig: son pequeño roedores, que se encuentran generalmente en el ártico, o cerca a este. 150 sabes que podemos reorganizar la manera natural de las cosas —tu cabello por ejemplo— y mover cosas sin tocarlas. Ustedes lo llaman telequinesis; nosotros lo llamamos pereza. Y luego están las fuerzas que son nuestras y solo nuestras. Unos son puramente físicos. Temo que Robert te ha mostrado que puedo cambiar formas. Esa es mi habilidad, lo que le contribuyo a mi clase, así como tú. Robert, como tú sabes, es un sanador. Esa es una habilidad mental, sin embargo… esas las podemos compartir También hay algunos de nosotros que pueden ver el futuro de cada mortal caminante de la tierra porque el futuro es una entidad viviente y respirante, así como los humanos. Y, debido a nuestra capacidad de compartir nuestros pensamientos con tanta libertad sin cuidado, cuando uno sabe, todos podemos saberlo si queremos. Todos sabemos cuándo alguien va a morir, cuando alguien se va a enfermar, cuándo alguien va a ser herido, si el del principio de la cadena quiere enviarnos ese conocimiento. Este flujo constante de información puede parecer intimidante y abrumador para ti, pero para nosotros, es simplemente un problema pasajero, algo como sólo un fragmento, una fracción de nuestras mentes. También somos muy fuertes. Nunca nos enfermamos —nuestros cuerpos no son humanos, aunque lo parezcan— tenemos corazones y tenemos pulmones; nosotros comemos, pero no tenemos que seguir los mismos rituales que ustedes los humanos tienen. Nuestros corazones seguirán latiendo aun sin oxígeno o sin sustancia porque nosotros no estamos vivos como resultado de su existencia. Nosotros estamos vivos por nuestros destinos —Ameila se detuvo, su cara estaba muy seria mientras miraba a Robert quien seguía parado en el mirador. Ella miró a su hijo con lo único que se puede describir como preocupación materna, el pensamiento silencioso que se mezclaba en su cabeza, aun si estaban compartiéndolo o no, creando un levantamiento en su perfecta ceja. Tomó un gran respiró y suspiró, acarició mi mano antes de continuar—. Pero el destino… el destino no es vida, la respiración tampoco. Eso no cambia con la marea. No está formado por emociones o acciones. Ha estado grabado en piedra desde el momento en que la vida existió. Los destinos de aquellos que no han nacido ya han sido establecidos. Intenté digerir toda esta nueva información mientras Ameila continuaba acariciando mi mano, sabiendo que me estaba sintiendo increíblemente abrumada por la marea de revelaciones y secretos que se habían acumulado en mi mente —no solo por esta noche— sino por los días pasados. Sintiendo que no estábamos solas, mire arriba de la cara de Ameila y vi a Ribert parado enfrente de mí con una pequeña caja en su mano. Palidecí ante la expresión de rabia que se plasmaba en su rostro en las duras líneas de confusión. Aun así, era tan hermoso que hizo que mi corazón empezara una carrera a una meta invisible. Él miró a su madre mientras le entregaba la pequeña caja, la cual ella me dio a mí. La tomé, agradeciéndole bajito, y la abrí. Dentro había una... roca. —Uhm... gracias —Murmuré, con la confusión marcada en mi cara. 151 —Es una pieza del Parthenon. Robert me dijo que tu madre había tenido una extrema afición a la mitología, pensé que ibas a apreciar algo que viniera de un tiempo que fue más que un mito —Ameila me explicó, sonriendo mientras recogía la roca—. Robert y Lark dijeron que soy terrible dando regalos; pienso mucho las cosas; ambos me lo han dicho. Si no te gusta, por favor házmelo saber. —Agarré la roca de sus dedos, con miedo a ofenderla, y realmente apreciando el sentimiento detrás de su voz—. Me gusta. Realmente. Al principio no lo entendí, pero ahora si… Gracias, Ameila. —Le di mi sonrisa más brillante, esperando que pareciera sincera. No estaba mintiendo. Es solo que no estaba segura que me pudiera sentir de la misma manera luego de esta noche. Guardé la roca en la caja y la cerré con cuidado. Buscando un bolsillo para poner la cajita, miré abajo a mi ropa y sonrojándome, avergonzándome de estar casi sin ropa. ¿Por qué no había dado cuenta que había estado en mi pijama todo este tiempo? — Uhm… me gustaría ir a casa —dije mientras me paraba, sintiéndome extremadamente consciente de cuando Robert me ofreció su mano para que pudiera levantarme en sus brazos, di un paso atrás—. Me gustaría que Lark me llevara a casa. —Él se estremeció. Realmente se estremeció, como si lo hubiera herido, como si esa cosa fuera posible. Claro que lo había herido, me di cuenta que había herido su orgullo. Grace la Súper Rara estaba rechazándolo. Se puso rígido, sus ojos, fríos como el acero, estaban enojados. —Si eso es lo que quieres pensar. Y en un instante ya no estaba. Ameila me miró con su cara llena de dolor. —Yo hablaré con él. Estaba enojado con su hermana y conmigo por interferir. Nunca lo habíamos hecho, y por todo este tiempo en esta tierra, no entiende porque. —Gracias, Grace, por dejarnos visitarte. Me gustaría hablar contigo en algún momento, si la situación lo permite, claro. —Ella besó mi mejilla y desapareció, yéndose tan rápido, como si nunca hubiera estado aquí. —¿Lark? —La llamé; no sabía por dónde se había desaparecido, o si siquiera estaba ahí. Solo sabía que si no estaba, iba a tener una larga caminata hasta mi casa. En bóxers. Como si eso fuera a suceder. De repente ella estaba allí, apareciendo de la nada, y empecé a farfullar como una loca. Eso era desconcertante, y ella lo sabía. Y le gustaba. 152 Tomé un par de respiraciones para calmarme. —Lark, ¿podrías llevarme a casa? Yo-Yo sé que debí habértelo preguntado antes de haberle dicho a Robert que podrías, pero y… —Las palabras parecían fallarme. La cara de Lark se iluminó. Agarré mi aliento —su sonrisa, con su resplandor blanco que hubiera podido alumbrar todo un salón de baile. Pero en vez de eso, nos iluminó a nosotras dos: Mi cara se veía tan triste y ahogada que estoy segura que aun Tragedia me hubiera dicho que me veía mal, mientras que la cara de Lark solo se le podría llamar etérea e impresionante. Otro dueto musical —el sonido de su risa— llenó mi corazón, pero está ocasión podía ver en ella diversión. —Creo que debiera decirte que te debo una, Grace. Me has dado más entretenimiento en esta noche, de lo que he tenido en décadas. Nadie nunca ha rechazado a mi hermano por nada. No es… normal para los humanos hacer algo así; son tan fáciles de encantar que podríamos decirles que caminaran fuera de un acantilado, y lo harían. Y, aparentemente, Robert no toma muy bien el rechazo. Creo que tenía esto desde hace tiempo y estoy agradecida que hayas sido tu quien lo haya hecho. No sabía qué decir de eso. De hecho, no sabía qué decir de nada. Podía sentir el cansancio en mí mientras los segundos pasaban y sabía que si no me acostaba pronto, iba a caer en el pasto. Todo lo demás era secundario. Sus ojos ciegos veían más allá de donde me apuntaban. —¿Estas lista? —me preguntó, y su pie pegándole al suelo con impaciencia. Mi proceso mental era muy lento para ella. Asentí con mi cabeza. Ella se acercó a mí con los brazos extendidos, y luego retrocedió—. ¿Que haces? —Le pregunté apartándome de ella aun cuando se acercaba a mí. —Querías que te llevara a casa, ¿no? —Me dijo con tono aburrido. —Bueno... sí, pero pensé que podrías llevarme en coche o algo. —Murmuré mientras sus manos se acercaban a mis brazos. Ella paró y puso una mano en sus labios, mientras apuntaba a su cara con la otra. —¿Ves estos ojos? Sé que puedo. Sé cómo me veo a través de tus ojos. Dime de un departamento de vehículos a motor que me vaya a dejar incluso aplicar, y tomar el test con ojos como estos. Y ella tenía razón, por supuesto. Sus casi incoloros, y ciegos ojos eran obvios. Aún más en su hermosa cara. —¿Entonces como vas a llevarme a casa? Me sonrió. —¿Cómo te trajo Robert? Oh. —Oh. ¿Qué? ¿Crees que es el único que puede volar sin alas? —se rió de nuevo—. Veo que hay muchas cosas que Robert no te explicó. —Es algo difícil explicar miles de años de información en un día. —Murmuré 153 —Es verdad, pero se podría pensar que al menos te dijo las cosas básicas. En vez de eso fue todo teatral contigo —tratando de darte miedo, para que te aferraras a él. Típico hombre. Pienso sobre eso un poco. —Bueno, ¿tú podrías decirme las cosas que él no me dijo? Su cara se vio pensativa. Se acercó a mí, y muy rápido, antes que pudiera retirarme, me tomo en sus brazos. —Te contaré todo lo que quieras saber y que pueda. — Empujó sus pies, lanzándonos al cielo… y empezamos a volar. 154 La Llamada Traducido por Paaau y Conitaa H Corregido por ginabm L a sensación extraña de que Lark me llevara hizo que no hablara por algunos minutos, a pesar de la avalancha de preguntas que amenazaba con romper el precio de mi auto-control. Ella me cargaba de una manera que me hacía sentir que yo era un montón de ropa sucia. Ella no me quería dejar caer, pero al mismo tiempo, ella tampoco quería que yo la tocara. Y, al igual que con Robert, nosotras estábamos rodeadas por lo que parecía humo. Era casi como si nuestros pies estuvieran en fuego, y en cualquier momento, llamas brillantes amarillas y naranjas empezarían a lamer mis piernas. —¿Por qué el humo? —Pregunté finalmente, iniciando mi averiguación. —Bueno, nosotras como que somos un poco llamativas —dos personas volando indistintamente alrededor— así que esto nos ayuda a escondernos cuando viajamos de esta forma. Es una especie de camuflaje de ángel. Asentí con la cabeza, entendiendo la necesidad de permanecer invisibles. Ahora que la primera pregunta ya estaba hecha, no podía parar la corriente que había sido reprimida por tanto tiempo. En cambio, sólo deje salir la primera pregunta las siguientes tenían la oportunidad de ser escuchadas. —¿Qué tipo de habilidad especial tienes? —Bueno, ¿recuerdas como mi madre estaba hablando acerca de cómo nuestras mentes estaban siempre abiertas, y conectadas? ¿Qué así siempre podíamos oírnos unos a otro? —asentí con la cabeza mientras ella continuaba—, bueno, ella no estaba diciendo la verdad exactamente. No estaba mintiendo, por supuesto. Tú ya sabes acerca de esa regla. Es verdad, nuestras mentes están conectadas, pero para la mayoría de nosotros, tenemos que estar cerca el uno del otro para poder oír los pensamientos del otro. 155 —Yo, por otro lado, no necesito estar cerca de nadie. Puedo oír los pensamientos de cualquiera, en cualquier parte. —Ella tenía una mirada engreída en su cara, como si estuviera probándolo ahora mismo al estar escuchando a alguien que probablemente no debería. —¿Los pensamientos de quién estás escuchando ahora? —Pregunté, curiosa. Me dio una mirada malvada. —El Presidente de los Estados Unidos. Está jugando un juego online de Buques de Guerra consigo mismo y está enojado porque está perdiendo. No pude contener el fuerte resoplido de risas que estallaron en mi boca. Ella no podía mentir, así que no tenía razón para dudar de ella; lo que hacía la imagen en mi mente mucho más cómica. —¿Qué más quieres saber? Sé que esa no puede ser tu única pregunta. —Ella dijo, tratando de controlar las contracciones de las comisuras de su boca. —¿Qué otro tipo de cosas puedes hacer? —Uhmmm… bueno, la lista es bastante larga. ¿Cuánto tiempo tienes planeado vivir otra vez? —Ella levantó una ceja solitaria y me miró —bueno, parecía como si me estuviera mirando— y sonrió disimuladamente. Miré a un lado, su vista ciega, pero ver sus ojos me daba escalofríos. —Viviré tanto tiempo como me tome aprender todo lo que pueda acerca de Robert. La sonrisa en la cara da Lark se ensanchó. Asumí que era porque ella estaba buscando por adelantado muchas ocasiones en donde yo rechazara a su hermano por una u otra cosa. —Bien, entonces, veamos… no se nos está permitido decirle a nadie quién o qué somos sin una buena razón. Se explica muy bien por sí mismo el por qué, pero la parte de las buenas razones en un poco confusa. Algunas de las cosas que nunca me imaginé que fueran una buena razón resultaron estar perfectamente bien. Es todo circunstancial, básicamente. —No se nos está permitido mentir. Físicamente no podemos hacerlo —las consecuencias en contra de nosotros serían instantáneas y… severas. No se nos está permitido tomar una vida humana sin una razón justa. El castigo por eso puede ser bastante severo. Pero como con las mentiras, es físicamente imposible para nosotros hacerlo. Nos balanceamos hacia un lado un poco —una bandada de pájaros pasándonos como si no existiéramos— y Lark sonrió sabiendo, una sonrisa semi-divertida. —Sólo como referencia para tu futuro, los animales no nos ven. Perros, gatos, feroces leones salvajes —nosotros simplemente no existimos para lo que a ellos les concierne. Hay alguno de nosotros que pueden hablar con ellos, pero para la mayoría, somos sólo una pérdida de espacio. Esta explicado en la Biblia, si es que 156 alguna vez la has leído, que Dios le dio al hombre dominio sobre la tierra, blah, blah, blah. Historia corta y larga, somos aire para ellos. Ella miró a los pájaros volar por el cielo, y suspiró, continuando con su lista. —No se nos está permitido usar nuestros poderes para beneficio personal aparte de lo que necesitamos. No vivimos con la mano en la boca, eso no sería creíble para la sociedad. Ellos nos ven —tan bellos y agraciados en comparación a ti— y no podrían creer que fuéramos pobres o sin educación. —Por alguna razón, ustedes humanos parecen que creen que la belleza y la inteligencia van de la mano, así que llenamos los roles a los que la sociedad y la raza humana cree que pertenecemos. Es la manera más fácil de mezclarnos, y así no peleamos. Además, el dinero que tenemos puede ser mucho más atractivo para ustedes humanos que cualquier capacidad de encanto innato que poseamos. Ningún ángel puede romper nuestras leyes sin un juicio de los Serafines, y un castigo de los Tronos. —¿Serafines? ¿Tronos? —Sé que sonaba confundida pero realmente lo estaba. —Ustedes tienen ¿Tronos de castigo? —Los Serafines son los ancianos, unos de los más antiguos de nuestra especie, que dictan sentencias a favor o en contra en nuestras acciones, mientras que los Tronos… ellos son los ángeles encargados de repartir los castigos a las condenas dadas por los Serafines. Cuando una de las reglas se rompe, y una sentencia se ha dado, ellos son los que llevan a cabo esa sentencia. —Explicó ella, con sus ojos brillando como vidrios tornasolados —fríos y duros con una luz etérea que no tenía ninguna explicación… ninguna fuente. Ella los cerró, dándose cuenta que la estaba mirando fijamente, y me dio una media-sonrisa. —Ahora, ¿Dónde estaba? Oh sí, no pueden haber interferencias en el destino de los humanos. Podemos ver el destino de la mayoría de las personas, y algunas veces, nuestra naturaleza nos incita a interferir, para ayudar o castigar según lo que nos parezca oportuno. Pero la mayoría de nosotros no somos Serafines, ni Tronos y por una buena razón. Si quieres saber, la mayoría de nosotros somos los típicos, empujarte lejos de un auto en movimiento tipo ángel guardián. ¿Qué más? No se nos está permitido perjudicar a los traedores-de-alas. —¿Qué son los traedores-de-alas? —Interrumpí, el nombre provocó un interés inmediato en mí. —Sí, Robert tampoco te dijo sobre eso, ¿cierto? —Ella sacudió su cabeza—. Un traedor-de-alas es alguien que es el catalizador del renacer de un ángel, significa que ellos son los que gatillan el crecimiento de las alas de un ángel. Llámalo pubertad para ángeles. 157 La miré, en shock. ¿Realmente había ángeles con alas? Después de haberlos visto a ellos tres sin alas, asumí que eran simplemente simbólicas, o parte de la mitología que le dijeron a los humanos para alejarlos de la verdad. Ella sacudió su cabeza de nuevo. —Sólo porque tú no las veas en nosotros, eso no significa que no tengamos. Bueno… Robert y yo no las tenemos. No hemos conocido a nuestros traedores-de-alas aún. Eso me recuerda otra de las reglas; no se nos permite mostrar nuestras alas en público. Incluso en el vuelo, mucho de los que tienen alas no las usan. Son simplemente decorativas, por lo que muchos me han dicho, y no producen ningún propósito real en cuanto a volar se refiere. —Así que ¿Cuál es la importancia de los traedores-de-alas, si las alas no son del todo importantes? —Pregunté. Ella giró su cabeza para mirarme, con su cara muy seria. —Las alas son extremadamente importantes. Nosotros no podemos entrar al Cielo sin ellas. La miré en shock—. Pero ¡Ustedes son ángeles! ¿No es ahí donde pertenecen? — Las pocas historias y las pinturas que conocía todas me contaron una historia completamente diferente a la confusión que se estaba creando ladrillo a ladrillo en mi mente. —Grace, sacude esas nociones preconcebidas acerca de esos desnudos, tocadores de arpas mariquitas que has visto pintados en los techos de las Iglesias fuera de las ventanas. Los ángeles nacen en la tierra, como los humanos, y viven en la tierra hasta que en un momento son considerados dignos de entrar al Cielo. Pero —y quiero que esto te quede perfectamente claro— nosotros no vivimos ahí. Sencillamente ser un ángel no te garantiza la entrada —no es nuestro sueño terminar ahí como ustedes los humanos quieren. Debes saber acerca de todas las cosas que no están garantizadas en la vida. Eso suena a verdad para los humanos como para los ángeles. Robert tiene más de 1500 años. Ni siquiera ha visto una pluma aparecer, mucho menos un set completo de alas. Él sabe que su destino es ascender y responder a la llamada. Es el destino de todos. Sólo no sabemos exactamente cuándo será y qué será. Yo sólo he estado alrededor por 500 años; eso es prácticamente un infante cuando me comparas con uno de los otros. Quizás tenga que esperar un milenio antes de tener una idea de lo que me deparará mi llamada, e incluso ahí, sólo luego de que conozca a mi traedor-de-alas y las circunstancias sean las adecuadas. Me sentía sin aliento de toda la información que ella me estaba revelando —tantos secretos, y aún, sabía que esto no era siquiera la punta del iceberg–—había mucho más que yo aún quería saber. —Así que, estos traedores-de-alas… ¿Qué hace ella o él exactamente? ¿Cómo traen las alas? Ella pareció meditar eso un poco. —Tú sabes, yo no lo sé. No es algo que este escrito como una ciencia exacta. Los traedores-de-alas han sido amantes de los 158 humanos, enemigos de los humanos, completos extraños, recién nacidos, las personas de edad y los débiles. La creencia entre algunos ancianos es que debe haber una gran atracción de las emociones para los traedores-de-alas y así desencadenar el cambio. Por ejemplo, el amor es una emoción muy fuerte, pero la rabia y la envidia pueden a veces ser más fuertes. La madre de los traedores-de-alas tuvo un hombre de quién ella creyó que estaba enamorada. Ella creyó que él también la amaba, pero desafortunadamente, él estaba enamorado de otra mujer. Cuando ella se enteró que él se había casado con ella en secreto, ella se encolerizó y casi lo mata en un arranque de celos e ira. Su rabia desencadenó su cambio. Después de conocerla y hablar con ella, me era difícil ver a Ameila como algo más que serena —a pesar de lo que ya había visto de Robert— así que la idea de que ella pudiera ponerse tan enojada que su cuerpo escupiera alas eso iba más allá del alcance de mi imaginación. Miré hacia la oscuridad bajo nosotras e hice la pregunta que pedía más fuerte por una respuesta. —¿Qué es la llamada? Lark se quedó en silencio por primera vez desde que empezamos nuestro vuelo. No sabía si le había hecho la pregunta incorrecta o no, pero recordando cómo reaccionó Robert cuando le pregunte qué era ese segundo día, temí haber sobrepasado mis límites. —No has hecho nada como eso, para de ser tan boba —ella espetó, con disgusto acompañando en cada palabra—. Estás en lo correcto. Estoy enojada. Y simplemente estoy pensando en una forma de explicarte esto. No llego exactamente a revelar esta clase de cosas a la gente todos los días, así que estoy tratando de encontrar una manera sin usar términos por los que me preguntes poco después. —Oh. Está bien. Lo siento. Hizo sonar su lengua en desaprobación. —De acuerdo., así que quieres saber qué es la llamada. Ahora sabes que el cambio trae las alas del ángel… pero también actúa como un interruptor que enciende una especie de orador interno. Es a través de ese orador que oímos la llamada. Es para lo que todo ángel vive, es para lo que nacimos. En resumen, es nuestro destino. —Probablemente sabes acerca de los arcángeles, especialmente si has ido a una iglesia —ella sintió cuando sacudí la cabeza y suspiró—, está bien, no ibas a la iglesia, pero no cabe duda de que tu conocimiento sobre los arcángeles es bastante limitado a lo que a la mente humana se le permite recordar. Los arcángeles son los ejemplos por excelencia de lo que es la llamada. Ellos viven sólo de su obligación. Su obligación es la llamada. No hacen otra cosa que responder a esta. Han hecho sacrificios, dejando atrás a sus compañeros de alma, sus portadores de alas, sus hijos, con el fin de cumplir con su obligación. Son el estándar que muchos de nosotros queremos ser. Son lo equivalente a un ángel pero adictos al trabajo. 159 —Sin la llamada, muchos de nosotros simplemente vagan sin rumbo, sin objetivo, sin meta, todos estamos a la espera de la llamada. En pocas palabras, nos da un sentido de propósito más allá de lo que esta vida humana ofrece. Están esos que no tienen ningún problema con su vida en la Tierra, por supuesto. Esos que están contentos con ser agricultores, profesores... incluso políticos, y no tienen ningún problema en la espera de la llamada, con voluntad y esperando que se tome su tiempo a pesar de que saben que su destino consiste en que la reciban. La idea de ángeles como políticos me hizo burbujear de risa otra vez. —¿Cómo puede un ángel ser un político? No pueden mentir, y sin embargo, mediante la ejecución como un ser humano, que son, de hecho, mienten. Es increíblemente irónico. Lark asintió con la cabeza, comprendiendo el punto que estaba tratando de tocar. —Hay que recordar que las casillas que controlan a cualquier persona que postula para un cargo por lo general giran en torno a si es hombre o mujer, un ciudadano o no, lo que su raza y grupos étnicos son, y que edad tienen. No hay casillas de — humanos— e —inhumanos— para comprobar, y todos los documentos que se requieren se pueden obtener fácilmente. Me atraganté con mi risa. —Entonces, ¿Cuántos ángeles dejaron de nacer en el 500 A.C.? Ella hizo una mueca a eso. —Hay un vacío legal en torno a mentir cuando se trata de proteger nuestras identidades. Podemos decir que tenemos la edad que queremos tener, y dar cualquier nombre que queremos dar, si se asegura que el secreto se mantiene seguro. No pude evitar reírme. La risa seguía saliendo de mí más y más, me di cuenta de que Lark había tenido razón al decirme que tirara todas mis ideas preconcebidas y terriblemente mal informadas sobre lo que los ángeles eran. Eran hermosos, pero seguro que no eran perfectos, ni honestos tampoco. Era todo muy esclarecedor. —Me alegro de que te estés divirtiendo —comentó ella con sarcasmo, y su cuerpo rígido, su sonrisa se había ido—. Es difícil hacer eso, ya sabes. Contar una mentira, incluso si se nos permite hacerlo. Es físicamente doloroso. Robert, por ejemplo, tiene que decir a todos que él tiene dieciocho años, cuando ya sabemos que no es así. Cada vez que dice que tiene dieciocho años, es como si se le marcara una gran M en su pecho. Él ha estado diciendo a la gente que su nombre es Robert durante tanto tiempo, que está acostumbrado a esa mentira, pero su nombre real es N'Uriel. Me acordé de Ameila usando ese nombre, y corrigiéndola cuando ella me hablaba de él. —Pensé que N'Uriel era su segundo nombre. —Empecé a sentir el aguijón de la tristeza mientras la conversación empezaba a llegar de nuevo a mí, pero 160 rápidamente lo quité de encima. No iba a dejar perderme ninguna cosa, de este momento. —Nació como N'Uriel. No como su segundo nombre. Ese fin llegó mucho más tarde, junto con Robert. —¿Por qué el cambio? —le pregunté—. Me gusta. Es diferente. —Igual que yo. —N'Uriel se convirtió en Robert durante las Cruzadas, cuando los nombres que sonaban demasiado árabes o muy parecidos a un sarraceno se sentenciaban a muerte. No era a su vida a la que él y mi madre tenían miedo, sino más bien a la exposición que tratar de matarlo habría traído, y en un momento en que incluso los más devotos se preguntan si Dios existía o no, nuestra presencia habría sido vista como un mal presagio, y no como una bendición. Estaba también el asunto de tener que destruir a los testigos. —Sé que eres consciente de lo que sucedió después del nacimiento de Robert, lo que mi madre tuvo que hacer. Sabes que lo que hizo fue en contra de las reglas. Ella creía que había una causa justa, por supuesto. Ella, después de todo, protegía a su hijo. ¿Cuál podría ser una mayor justificación que esa? —Los Serafines, sin embargo, estaban enojados. Ella había matado a más de un centenar de personas inocentes para proteger lo que ellos pensaban era un niño que había sido objeto de mala concesión. Hubo un gran alboroto entre ellos, y comenzaron a reunirse. Es raro cuando todos se reúnen para discutir un castigo, y esperan que todos hayan llegado antes de llegar a una decisión uniforme, así que cuando los rumores empezaban sobre que todos los superiores se estaban reuniendo, todo el mundo sabía que era muy, muy malo. —Los Serafines tienen sus propias llamadas que cumplir, por lo que tomó más de mil años el que la sentencia fuera dictada, llegó con tanta pompa y grandes circunstancias, que se podría pensar que ella estaba siendo promovida. —Despojada de sus alas, dijeron. Ella sería desterrada al mundo humano, media, normal, sin poderes. Había sido unánime. La decisión nos incluía, y eso hizo al castigo el más aterrador de todos. Pero entonces los Serafines descubrieron lo que mi madre había protegido hace tantos siglos. Descubrieron lo que Robert era. Ya no era un bebé, sino un hombre joven; fuerte, vibrante, y dotado. Era un sanador, y su nacimiento era extraordinario... Su destino era estar dispuesto a que todos los ojos vieran y el que se expulsara a él y a su madre, eso era imperdonable. —No tenían más remedio que perdonar a mi madre por su crimen. Pero, el perdón era un contrato por un tiempo, y si mi madre no hubiera cambiado la forma en que todos vivíamos, todos estaríamos muertos. Ella ya no leía las mentes de las personas. Ella no iba a ayudar a los conocidos que estaban en problemas —ella sólo respondía a su llamada. Dejamos de ser agricultores, y ella vivió simplemente como una viuda rica con dos hijos. Dejó de tener sirvientes, empleados… o a cualquier 161 persona con quien pudiera conectarse. Ella dejó de vivir... solo existió de manera que nosotros lo hiciéramos. Traté de averiguar lo que había hecho a Robert tan especial que su existencia era suficiente para salvar a su madre y que su hermana viviera. También traté de captar el concepto de que un ángel de alguna manera pudiera morir. —Oh, morimos, Grace. Somos inmortales, no invencibles. Hay algunas maneras en que un ángel puede morir, la más común es por convertirse en un ser humano. No lo elegimos... bueno, la mayoría no lo hace de todos modos. Usualmente es una frase que manejamos cuando la comisión de un delito va más allá de la redención. —Dijo Lark en voz baja, su voz haciendo alusión a algo que yo tenía miedo de tocar. Ella suspiró, con su estado de ánimo cambiando. Ella mostraba un brillo de color naranja silenciado ahora. Solo podía asumirlo como una expresión de su dolor o tristeza, solo yendo por el camino de las líneas en su rostro que aparecían de la nada, definiendo sus emociones como ninguna otra cosa podía. —Los ángeles mueren... alguien a quien yo amaba entrañablemente, fue condenado a una vida humana aquí. Él cometió errores, errores horribles, terribles, y esto fue visto por los Serafines como un rechazo total y completo de nuestra forma de vida. Así que lo condenaron a una vida humana en la tierra. —Para los seres humanos, no es nada. Tú naciste y te criaste en esta vida. Encuentras en lo que eres bueno, o aprendes las habilidades para ser bueno en ello, y luego lo haces. Un ángel que ha nacido con poderes que son ilimitados, sin necesidad de las cosas que los seres humanos necesitan debido a la biología, es un shock para el sistema. Muchos de nosotros no tenemos habilidades comerciales sin nuestro poder. Es fácil ser un agricultor cuando puedes transformarte en un enjambre de abejas y polinizar tu propia cosecha, o ser un analista de mercado de valores cuando se puede ver el futuro. Pero cuando de repente pierdes todas esas habilidades, podrías ir también al río con un yunque atado a tu pierna. —Y... para un ángel, el ver la forma en que un ángel crece y muere —no hay nada en esta vida para mí que se pueda comparar a ese dolor. Por un momento, me di cuenta de cuan similares éramos. Las dos teníamos el conocimiento, la experiencia de ver a alguien a quien amábamos entrañablemente morir. Ambas habíamos sentido el vacío dentro de nosotras, y a ambas nos dolía tanto todavía, aunque ella podría tener siglos de existencia. —¿Quién fue... el ángel que se volvió humano? —Mi voz era muy suave y afectada... aproximada al dolor de ambas y a nuestras pérdidas. Permaneció en silencio. Yo había ido demasiado lejos. 162 —Siento haber sobrepasado mis límites, Lark. No fue mi intención ofenderte o lastimarte. —Le dije, mientras miraba a otro lado, tratando de no ver la tristeza abrumadora en su cara, pudiendo sentir el frío que su cuerpo despedía. Ella asintió con la cabeza y yo sabía que mi tiempo para interrogaciones había terminado. Yo ya había aprendido mucho de ella —mucho más de lo que había aprendido de Robert— aunque la información que él me había mostrado era muy personal, mientras que la suya era más general. Se habló mucho sobre las diferencias entre nuestras relaciones. Tuve que recordarme, por supuesto, que cuando Robert había intentado llevar nuestra relación no funcionó en sintonía con lo que yo esperaba. Él sabía que iba a dejarme si sus alas venían. Su familia lo sabía. Lo más probable es que se limitara a una parada temporal en cualquier viaje o lo que sea que él estuviera tomando hacia su —llamada— era doloroso reconocerlo, pero también muy irritante. Yo no era más que una distracción en su camino a cualquier lugar al que se dirigiera, y no me gustaba nada. Pero también tenía que admitir que aún lo quería. Yo todavía quería ese corto periodo de tiempo con él, incluso si el estar conmigo no era más que algo para pasar el rato. Tan herida como estaba, sabiendo que nuestras vidas no se podían unir para siempre como él me había hecho creer, todavía lo quería, falso o no, porque por lo menos con él, yo era más que sólo Grace. Yo era alguien en quien confiar, que importaba. Estaba tan perdida en mi concesiones que no me di cuenta de que estábamos en mi habitación. ¿Cómo se había metido Lark sin golpearse la cabeza contra el marco o el alféizar? Habilidad. Ella puso mis pies en el suelo y rápidamente me senté en mi cama, la necesidad imperiosa de dormir luchando con mi deseo de pedir disculpas a Robert, para decirle que estoy bien con lo que sea que él quiera, siempre y cuando yo esté incluida. —Tonta humana. Vendiéndote a tan poco —huele a desesperación. A los chicos no les gusta eso. Juega duro para conseguirlo. Funciona mucho mejor sobre los ángeles que sobre los seres humanos, especialmente si tienes la capacidad para mantenernos fuera de tus pensamientos. Miré a Lark con los ojos caídos. —Pero no sé cómo hacerlo; no sé cómo mantenerte fuera de mis pensamientos. Lark se encogió de hombros. Ella no iba a discutir conmigo acerca de algo que pensaba que era ridículo, para empezar. 163 —Anda a dormir, Grace. Gracias de nuevo por la diversión. Tengo que decir que hablar contigo acerca de todo esto fue muy catártico. Voy a tener que hacerlo de nuevo. Tal vez. Asentí con la cabeza, vagamente consciente de estar acostada en mi cama y tirar de las sábanas hasta la barbilla. Abrí los ojos y empecé a decirle gracias por traerme a casa pero ella se había ido. Como si nunca hubiera estado ahí. Como si nada hubiera pasado siquiera esa noche. Yo sólo podía esperar que alguien más lo creyera, también. 164 Rómpete una pierna Traducido por Virtxu Corregido por ginabm N o oí nada de Robert después de aquella noche en el parque. Ojalá hubiera podido decir que no me di cuenta de su ausencia. No hubiera sido difícil de creer. Ambos, Stacy y Graham hicieron la misión de su vida al pasar tanto tiempo conmigo como fuera posible, y no sabía si de verdad estaban pasando tiempo conmigo o lo hacían para ponerse intencionadamente el uno al otro de los nervios, creo que nunca lo sabré. Graham estaba siempre allí en la mañana para ver cómo estaba, y para tomar un plato de desayuno... o tres. Nosotros aún no habíamos hablado de lo que dijimos en el salón de mi casa, y estuve muy contenta de dejarle considerándolo un poco más si eso significaba que cuando la conversación finalmente ocurriera, él no saldría corriendo. A Stacy le había dado por llamar justo antes de irse a la escuela para ver cómo estaba, y ambos venían siempre inmediatamente después de sus prácticas, yéndose a sus casas tras la cena después de pasar la noche conmigo. Papá se quejaba de que Graham comía lo suficiente como para alimentar a la mitad de un equipo de baloncesto, mientras que Janice se quejaba de que Stacy podía comerse a Graham después de un conjunto completo de doce comidas. Sabía que ambos parecían dispuestos a hablar conmigo, pero que nunca tenían la oportunidad, porque el otro estaba allí. Pasé una gran parte de la semana siguiente armando el soliloquio de Erica. Durante las tardes antes de que Graham y Stacy llegaran, le pedía a Janice que me llevara a la librería. Estaba tratando de hacer algunas investigaciones para mi ensayo de poesía, pero siempre terminaba buscando todo lo que podía acerca de los ángeles, encontrando en su mayoría obras de arte y unas pocas escrituras aleatorias. Lo que encontraba importante, lo anotaba en un cuaderno al lado de mi ensayo de investigación, y me recordaba a mí misma mirarlo más tarde. 165 Estaba terminando las tareas del hogar y el trabajo de clase que el Sr. Branke me había traído el pasado jueves por la noche antes de regresar a la escuela, mientras que Stacy y Graham discutían sobre el partido de béisbol que estaba en televisión. Nunca le pregunté a Graham si Erica sabía que pasaba tanto tiempo en mi casa. Si él no estaba dispuesto a volver a sacar el tema, yo tampoco lo haría. Pero sabía que cuando llegara el viernes por la tarde, algo iba a cambiar entre Graham y yo para siempre, y todo se basaría en cinco minutos de diálogo. A pesar de todas las distracciones, todas las desviaciones, las conversaciones acerca de los deportes, la política, la escuela, mis clases de Tae Kwon Do aplazadas, y todos los momentos de mediadora entre Graham y Stacy, no podía mantener mi mente fuera de mi ángel y de dónde estaba, lo que estaría haciendo, y si estaba escuchando mis pensamientos sobre él. Pero sobre todo, me preocupaba que no lo estuviera haciendo. Cuando me desperté en la mañana del viernes me sentía muy indecisa. No estaba segura de si estaba lista para lo que me esperaba. El intenso escrutinio comenzaría casi inmediatamente, y no sabía cómo prepararme para ello. En pequeñas dosis, era tolerable. Yo había tratado con él toda mi vida. Pero esto iba a ser diferente. Esto iba a ser mi primer día de nuevo. Tenía que estar segura, pero lo único que me hacía estar así era un ángel, y él no iba a estar hablándome. Después de pasar una cantidad obscena de tiempo en la ducha tratando de ver si todo mi ser podía pasar por el desagüe como lo hacía el jabón, finalmente bajé para el desayuno y un ansioso papá me estaba esperando. Lo vi mirar hacia arriba de su periódico cuando entré en la cocina y me sonrió, muy contento de que hubiera salido del cuarto de baño con toda mi piel intacta, aunque mucho más arrugada que de costumbre. Había estado sentada no más de treinta segundos cuando Janice puso un plato lleno con huevos revueltos y salchichas en frente de mí, con una advertencia de "te vas a comer todo o de lo contrario" pegada a la cara. Tragándome cualquier observación que fuera lo suficientemente estúpida como para formarla incluso en mi garganta, tome el vaso de leche que había al lado de mi codo derecho y tomé un gran trago. Ya había perdido una batalla contra un oponente formidable, y no eran ni las seis y media todavía. ¿Cómo iba a ganar la guerra del viernes si comenzaba perdiendo contra una mujer embarazada? Tome tristemente el tenedor que ella me dio y me comí los huevos, preguntándome todo el tiempo cómo iba a ser llegar a la escuela hoy. Como si hubiera leído mi mente, mi padre llevó su periódico hacia abajo. —Por lo tanto, ¿te va a venir a recoger Graham o voy a tener que hacer de chofer? Puse un bocado de huevos en mi boca para darme un tiempo para pensar. No le había preguntado a Graham si me iba a venir a recoger porque sabía que iría a 166 recoger a Erica y que sería muy incómodo para todos si fuera. Y, si tenía que ser honesta conmigo misma, todavía tenía la esperanza de que estuviera, detrás de la pequeña camioneta de Janice, una monstruosa motocicleta negra y un conductor esperándome. La absurda imagen de mí montándome en la parte trasera de la moto rápidamente mató mi esperanza, sin embrago. Papá no iba a dejarme montar en la parte posterior de una máquina de muerte de dos ruedas cuando todavía me parecía a la víctima de un cuatro ruedas. Tragué mis huevos y sonreí. —Creo que vas a tener que hacer de chofer, papá. Él me devolvió la sonrisa, satisfecho por la idea. Realmente no había pensado mucho acerca de cómo él había reaccionado al accidente una vez que llegué a casa del hospital, pero sabía que él había tratado de ser mucho más atento, casi hasta el punto de conseguir ponerme de los nervios. Parecía estar tratando muy duro de no perderse ni una sola cosa, y me encontré estando de acuerdo con ello. Alargué mi mano para acariciar la suya, que estaba posada en su taza de café. Miró por encima de su periódico de nuevo, con los ojos llenos de calidez y felicidad. —Gracias, Grace. Después de haber completado la tarea hercúlea de terminar la comida que Janice había puesto delante de mí, la llevé a un lado. —Janice, ¿crees que tienes algo que me pueda servir, para que no tenga que ir a la escuela en pantalones de chándal? Parecía sorprendida de que yo le pidiera una cosa así, pero sabía que la perpetua chica de dieciséis años existía en ella exclusivamente por todos los cambios de imagen por los que había pasado, me llevó rápidamente escaleras arriba, gritándole a mi papá que "permaneciera abajo" porque esto era "un momento de chicas". Nos dirigimos hacia la habitación que compartía con papá, y por un breve momento, no pude moverme. Este era el cuarto que mi papá había compartido con mi mamá. Ir con Janice parecía una pequeña traición. Traté de tomar unas pocas respiraciones lentas y profundas, sin que pareciera que lo estaba haciendo. Sabiendo que yo no podía retrasar esto por más tiempo, finalmente entré, agradecida de que Janice no se hubiera dado cuenta de mis dudas; estaba demasiado ocupada buscando a través de su lado del armario mientras murmuraba "falda perfecta" que tenía un "corte perfecto" y era del "color perfecto". Yo estaba segura de que tenía fallas suficientes como para anular la perfección sin proponérmelo, por lo que simplemente la dejé ir una y otra vez sobre la ropa perfecta que iba con los zapatos perfectos, y necesitaba los accesorios perfectos. 167 Cuando ella salió de su armario pareciendo como un comprador enloquecido en una tienda en rebajas, casi salgo corriendo y gritando. Ella tenía un brillo en sus ojos que sólo se veía en los asesinos en serie, tiburones, y chicos que recibían una puntuación perfecta en el SAT. Estaba aterrorizada de verla así, pero recordando lo que le había pedido, apreté los dientes y fingí que se trataba simplemente de mí preparándome para la batalla. Yo me dirigía a la guerra, y tenía que meterme en el papel. No me atreví a mirarme en el espejo mientras Janice me quitaba la ropa, me vestía y arreglaba hasta que realmente me sentí brillar como un coche recién encerado. Fue sólo después, cuando ella se hizo a un lado para que yo pudiera ver mi reflejo en el gran espejo del tocador que casi me caigo de nuevo. Janice me había vestido con una falda de lana gris carbón que se abría a la altura de las rodillas lo suficiente como para darle algo de volumen. En la parte de arriba llevaba una camisa blanca, con cuello de tres cuartos de manga con rayas de satén. Tenía un corte con volantes justo al borde del dobladillo donde se abotonaba con pequeños botones de color negro, y estaba vestida con una amplia gama de color gris oscuro. Alrededor de mi cuello, había colocado un sencillo collar con un camafeo con una cinta negra. Mi pelo había sido recogido en una simple cola de caballo. Todavía parecía yo. Sólo que más junta. Sonreí a mi reflejo, sintiéndome como un idiota total y absoluta y sabiendo que ésta era la última cosa que debería haber hecho, pero también sabiendo que era demasiado tarde para cambiar ahora. Cojeando rápidamente me dirigí a mi habitación para ponerme mi par favorito de botas y luego bajé dando saltos con la intención de sorprender a papá dejando mis Dockers. Al darme cuenta de que no estaba en la cocina, entré en la sala de estar, pero descubrí que tampoco estaba allí. De repente escuché la bocina de su coche y supe que él se había montando ya en el coche y me estaba esperando afuera. Janice apareció entonces con mi mochila en la mano. —Espero que tengas un gran día de nuevo, Grace, y rómpete una pierna durante el discurso de hoy. Dejé escapar una especie de risa ahogada. —Creo que ya hice esa parte. El abrumador sentimiento de abrazarla de repente se hizo cargo de mí, y alargué los brazos para abrazarla rápidamente. Ella no me dejó ir tan fácilmente. —Estoy muy, muy feliz de que estés en mi vida, Grace. En ese momento, supe que podía decírselo de vuelta y que de verdad quería hacerlo. —Me alegro de que estés en mi vida, también, Janice. 168 Fue suficiente para nosotras dos, pero aunque no lo fuera, la bocina impaciente de un claxon familiar señaló que ya era hora de irme. Con mi mochila colgada sobre un hombro, tome las muletas que habían sido visiblemente colocadas cerca de la puerta. Había estado cojeando, saltando, y simplemente caminando por toda la casa sin usarlas ni una vez desde mi regreso a casa, y ciertamente no quería empezar a hacerlo ahora. Pero la ilusión de una escayola no era tan creíble sin la adición de ellas, así que coloqué la culata en mis brazos y me tambaleé hacia la puerta con la marcha familiar y torpe que se asocia con ellas. Papá había sacado el coche del garaje y la puerta del copiloto estaba abierta, esperándome. Intenté ser tan graciosa como me fue posible con la falda y la blusa de Janice, tambaleándome hacia el coche, rápidamente tratando de encontrar la manera de entrar en el sin caerme completamente sobre mi cara. Había previsto lanzar las muletas en el coche y luego de forma incidental entrar dentro pero con mi suerte, probablemente acabara rompiendo una ventana o dos. Tampoco estaba segura de si podía sentarme en el asiento correctamente con una falda mientras me apoyaba en las muletas al mismo tiempo, por lo que sentarme primero y luego tirar de las muletas detrás de mí estaba también fuera de cuestión. Al acercarme a la puerta del coche, me di cuenta de que simplemente tendría que pedirle ayuda a mi papá. —Papá podrías… El movimiento en el coche acabó con lo que había planeado decir. La puerta trasera se abrió y en una fracción de segundo, fue como si hubiera salido de la realidad y estuviera en un sueño porque Robert estaba allí, con la mano a mi lado, quitando poco a poco la muleta de debajo de mi brazo, sonriendo y mirándome con los ojos brillantes. —Te ves hermosa. —Dijo en voz baja, y yo no pude hacer otra cosa que mirarle, con la boca abierta, el corazón latiéndome fuertemente en mi pecho, con mi mente anhelando escuchar su voz de nuevo, sólo que de una manera más íntima, de la forma en la que me había acostumbrado y que ahora había perdido. Te he echado de menos, también. Me sonrió. Yo conocía la forma en que me miraba, su sonrisa era una mezcla de diversión y placer, hasta que papá se quejó en voz alta desde el asiento del conductor, molesto y decepcionado. —Bueno, vamos a meterte en el interior antes de que tu padre cambie de opinión acerca de llevarme y me deje tirado. —Dijo con fuerza suficiente como para que papá le oyera, aunque yo sabía que probablemente podría llegar a la escuela más rápido de lo que podíamos hacerlo con el coche. Increíblemente, mi sonrisa se hizo más amplia. 169 Me agarró la mano, mientras me metía en el asiento del acompañante, lo que me permitió eliminar la otra muleta e introducir mi pierna derecha en el coche. La escayola me impedía doblarla, por lo que simplemente la puse en un ángulo incómodo, lo que me hizo inclinarme incómodamente a un lado. Robert movió rápidamente el asiento hacia atrás lo que me permitió sentarme con más comodidad. Cuando pasó el cinturón de seguridad a través de mi pecho y lo abrochó en su lugar, tomé una bocanada de su perfume angelical y tuve que morderme la lengua para no gemir, olía tan... celestial. Y lo peor era que yo no podía hacer nada al respecto. No mientras papá estuviera sentado a mi lado, con los ojos en respuesta al evidente atrevimiento de Robert. No mientras yo no estuviera segura de dónde estábamos exactamente Robert y yo. Sólo me mordí la lengua más duro, y me quedé mirando hacia adelante de mí, sin moverme o respirar hasta que Robert hubo cerrado mi puerta y sentado en el asiento de detrás, con su espacio para las piernas severamente amputado por la nueva posición de mi asiento. Tan pronto como el coche comenzó a moverse, abrí la ventana y tomé un trago grande de aire. La frescura de la mañana de septiembre fue suficiente para mi cabeza. Miré a papá, tenía el rostro serio, con sus manos apretadas en el volante, y me pregunté por qué estaba tan tenso. Él no era de los que daban rodeos. Desde que descubrió que era capaz de gustarle a los chicos... y de que ellos me gustaran a mí, sus instintos paternales hicieron acto de presencia y estaba llegando a ser muy protector sobre su virtud. Suspiré ante eso, pero se convirtió en una tos cuando vi a papá mirarme con recelo desde la esquina de su ojo. —Creo que tragué por el lado equivocado. —Improvisé rápidamente. Miré en el espejo retrovisor para ver la imagen de Robert mirándome de vuelta, con la cabeza inclinada hacia un lado como si estuviera perplejo. Esperé a que me dijera lo que pensaba, pero me encontré solamente con silencio. Él siguió mirándome durante el viaje de veinte minutos a través del tráfico, con el rostro cada vez más y más confuso cuanto más cerca estábamos de la escuela. Yo no entendía lo que le impedía decirme lo que estaba mal, y eso sólo me hizo preocuparme a mí también. Cuando mi padre se detuvo en el estacionamiento de la Secundaria Heath, casi salgo disparada del coche, desesperada por saber qué estaba tan mal. La mano de papá en la mía fue la única razón para que no lo hiciera. —Grace, espero… sé que vas a tener un buen día en la escuela, pero, si se pone demasiado abrumador, llámame desde la oficina. —Me acarició la mano, como lo hacía antes cuando era una niña. Me quedé mirando esa mano, de pronto preguntándome qué estaba haciendo. ¡No estaba lista para volver a la escuela! No 170 estaba lista para ser observada otra vez, para escuchar los comentarios susurrados de los que no estaban en silencio, o sentir la mordedura del frío en los hombros. Definitivamente no estaba lista para hacer mi soliloquio. Todo lo que quería hacer en ese momento era arrastrarme en el regazo de mi padre y fingir que tenía siete años de nuevo. Pero, una mano cálida en mi hombro me hizo volver a los diecisiete. Me volví para mirar a Robert y a pesar de la apariencia cuestionadora en su rostro, de repente sentí que me devolvía la confianza, así como algunos otros sentimientos que probablemente no debería tener. La cara de Robert de pronto se iluminó como un árbol de Navidad. ¡Puedo oírte otra vez! Él me ayudó a salir del coche, y me entregó las muletas mientras me ponía al día de todo lo que había echado, al parecer, en falta en el coche. O, más importante aún, lo que me había estado perdiendo. Al parecer se trataba de un montón. Inmediatamente después de mi falsa tos, Robert había perdido toda capacidad de leer mis pensamientos, y el silencio cada vez mayor en la cabeza le había confundido. Pero lo que me confundió aún más fue cuando te llamé y tú no me oíste. Era como si mis pensamientos fueron absorbidos por el vacío, y no había rastro de que hubiera estado ahí. Saludé a papá mientras él se alejaba, con la cara algo apretada, murmurando sobre chicos y armas de fuego. Yo sonreí, ligeramente satisfecha de que esto fuera nuevo para nosotros dos, y me volví hacia Robert, con mi mente comenzando a correr a través de lo que yo había estado pensando cuando él no había podido escuchar. En realidad en lo único que había estado pensando es en lo que le estaba causando tal preocupación grabándole líneas a su rostro angelical, esto pareció molestarle más que aliviarle. Mi preocupación por su incapacidad de leer mis pensamientos me impidió notar las miradas de decenas de pares de ojos, o susurros escondidos detrás de manos y carpetas. No fue hasta que Robert y yo comenzamos a caminar hacia la escuela que me di cuenta de que nadie estaba hablando. Sólo podía adivinar qué era lo más sorprendente: mi llegada a la escuela tan pronto después de ser atropellada por un coche, que no llevara un par de pantalones vaqueros y una camiseta cutre, o estar caminando al lado de Robert, con mi mochila en el hombro y mirando hacia mí. Por supuesto, todos en la escuela ya sabían cómo él había sido el que me encontró y llamó al 911. Su reputación como héroe ya se había consolidado firmemente como una leyenda en la Secundaria Heath. Sus acciones habían subido como consecuencia de ello, y lo podía ver en los ojos de cada chico y chica. Se había ganado a todos sin necesidad de utilizar una onza de su encanto sólo por salvarme la vida, y la ironía de eso era casi demasiado como para soportarla. 171 De la nada, una chica bajita, con cabeza de cuervo salió volando hacia nosotros, con el rostro radiante de emoción y felicidad. Ella se estrelló contra mí, abrazándome fuertemente, tirando mis muletas al suelo con un estrépito y tuve que poner mis brazos alrededor de ella como apoyo. —¡Me alegro tanto de que estés aquí! ¡Y, oh Dios Mío, te ves muy bien! ¡Como un seguro TGIF 7! Tan pronto como ella me soltó, Robert puso mis muletas de nuevo bajo mis brazos, sin querer debilitar la farsa a la que los dos sabíamos que estaba jugando. —Gracias, Stacy. —Murmuré, demasiado sorprendida por la muestra de afecto en público, y con un público que se había dado cuenta. Traté de dar un paso adelante, pero mis rodillas se golpearon malamente, estaba segura de que mi izquierda estaría cubierta con un hematoma muy grande por la escayola de mi derecha. Stacy arrebató mi bolsa de libros fuera de los hombros de Robert, y lo miró. —Bueno, ¿no crees que deberías ayudarla? Un héroe como tú. Sostener su bolsa de libros realmente no es algo digno de ese título. Yo estoy haciendo eso ahora mismo, y nadie ha decidido tener a mi bebé. —Ella miró a todas las chicas que parecía que estarían dispuestas a tener mucho más que un bebé de Robert. Algunas parecían muy ansiosas y dispuestas a ocupar mi lugar, incluso si eso incluía también ser golpeada por un coche y casi morir. Pero, aunque lo intenté, no pude encontrar fallas en ninguna de ellas porque yo estaba casi segura de que mi cara tenía la misma mirada que la de ellas. Robert se echó a reír, y Stacy lo entendió como su señal para comenzar a caminar. —Por lo tanto, hoy es el día, ¿eh? Asentí con la cabeza, dando un paso balanceante hacia adelante, tratando de coincidir con el ritmo de su paso a la vez que trataba de no caerme de bruces. Subí los escalones de la entrada principal de la escuela con bastante facilidad, sintiéndome muy agradecida de que a pesar que sabía de todos los comentarios sarcásticos acerca de mí que se estaban diciendo, no había oído ni uno solo. Nadie se atrevía a decir nada al alcance del oído de Robert, ya que hacerlo sería abaratar sus acciones, y nadie quería hacer eso. Casi me sentía satisfecha, esa era una sensación que jamás había sentido realmente en la escuela... o casi nunca. No confiaba en mí misma por lo que pudiera pasar ahora, sin embargo. Todavía tenía un largo día por delante, y la parte más difícil no comenzaría hasta que el día estuviera casi a la mitad. Me sentí reconfortada de 7 TGIF: Thank God Its Friday en español Gracias a Dios que es Viernes. 172 saber que en la primera mitad de mi día al menos tendría a Stacy y a Robert a mi lado. Mientras caminábamos a la clase del Sr. Frey, de repente recordé que Robert tenía clase con Becca, la mejor amiga de Erica. Él sería capaz de leer su mente y ver si Erica había compartido alguna información acerca de lo que había escrito para decir sobre mí hoy. Estaba casi demasiado nerviosa como para preguntárselo cuando me di cuenta de que simplemente con pensar en ello, ya lo había hecho... técnicamente. ¿Es eso lo que quieres que haga? Dudé antes de sacudir mi cabeza un poco, sabiendo que aunque hubiera sido imperceptible para cualquier otra persona, él lo vería. No podía pedirle que hiciera trampa por mí. Yo nunca había hecho trampas antes. A esto se añadía el hecho de que yo nunca le había pedido a Robert que usara sus habilidades para ayudarme de alguna manera, y no iba empezar ahora. La campana sonó y mis nervios empezaron a retorcerse. Sabía que, para bien o para mal iba a tener que seguir con todo esto, pero eso no significaba que mi cuerpo fuera a querer cooperar. Vi a Stacy entrar en el salón de clases, con mi bolsa de libros todavía en su hombro, y volví la cara hacia Robert para darle las gracias y decirle que hablaríamos tras el primer periodo. Él puso una suave mano contra mi mejilla, y yo apreté su mano, agradecida por la forma en que me tranquilizó y me hizo olvidar —aunque fuera por un momento— qué era lo que me preocupaba. —Gracias. —Dije en voz baja. Fue lo único que pude pensar en decir. Había mucho más que teníamos que hablar, pero en ese momento sólo pude decir esa palabra y me alegré de que existiera. —No, gracias a ti. —Se inclinó y besó la parte superior de mi cabeza. Fue un pequeño gesto, mundano de muchas maneras, y sin embargo... fue suficiente. Me di la vuelta y di un paso balanceante hacia el escritorio que Stacy estaba manteniendo libre para mí. No hice caso de las descaradas miradas de perplejidad que parecieron venir de todos, incluso de un adormilado Sr. Frey, y con cuidado me deslicé en el asiento junto a Stacy que tomo las muletas de mi mano antes de que pudiera protestar. —¿Por qué las necesitas de todos modos? Te juro que te moverías mucho más rápido sin estos palos —ella las apoyó contra la mesa y señaló a mi mochila a sus pies—. ¿Está ahí? Supe a lo que se refería, y asentí con la cabeza. —No voy a ganar ningún premio Nobel de la Paz, pero no voy a ser demandada por difamación. 173 Stacy hizo una mueca ante eso. —No tengo tan claro que ella no lo intente y lo haga de todos modos, o por lo menos te amenazará al respecto. Ella ha estado hablando durante los últimos dos días y no tengo ninguna duda de que está planeando hacerte la paria de la escuela. Espero que estés lista para ello. ¿Lista para qué? Ya había vivido a través de una pesadilla emocional y física. ¿Qué otra cosa le quedaba a ella por hacer? La idea de perder de nuevo a Graham flotaba alrededor, pero se fue volando cuando llegué a la decisión de que cualquiera que fuera la elección de él, yo no tenía nada que ver con ella nunca más. —Ya he experimentado el papel de paria. Ella no me puede hacer nada ahora que no me haya hecho ya. Estoy lista para que esto pase ya de una vez. Lo estoy. — Sabía que cuando me entregaran mi guión y tomara mi lugar en el escenario, me gustaría saber con seguridad que estaba realmente lista, pero en ese momento, no había nada más que pudiera hacer, no había ninguna preparación posible, ni ninguna palabra que me hiciera sentir más confiada. Estaba tan lista como podía estarlo. Mi única pregunta era si era o no el día en que me arrastraría o saldría volando. Aunque no me importaba de todos modos. Cuando sonó la campana del primer período me di cuenta de que mi conversación completa con Stacy había sido el foco principal de todos los demás en el salón de clases. Fuimos las únicas que nos pusimos de pie cuando sonó la campana, y las primeras en salir por la puerta, todo el mundo estaba tratando de cubrir rápidamente el hecho de que habían estado escuchando, con charlas sin sentido, rozando fuertemente las sillas por el suelo, y estrellando los libros en la parte superior de las mesas. Stacy encontró esto realmente divertido. Yo me encogí ante la idea de que más personas conocieran lo que se avecinaba. Con cada paso balanceante de mi cuerpo, me acercaba a un momento crucial en el que estaba resultando ser un año sénior muy interesante en la escuela secundaria. *** A la una y media de la tarde, entré en la sala que servía como salón de clase para las sesiones de teatro. Robert se había reunido conmigo tras la clase de Literatura Inglesa, al igual que lo había hecho con Biología, y llevaba mi bolsa de libros, mientras que yo hacia mi mejor imitación de un péndulo humano. Por mucho que sabía que él quería hablar conmigo acerca de lo que había pasado la otra noche en el parque, no podía lidiar con eso y centrarme en lo que se avecinaba, al mismo tiempo. Nos sentamos en silencio durante la clase de Francés, porque él no estaba encantado con no poder hablar de ello. En el momento en que Cálculo 174 terminó, habíamos llegado a un entendimiento de todo lo que discutiríamos, simplemente teníamos que esperar hasta el día pasara y me hubiera recuperado, en su caso, de los daños que el soliloquio de Erica iban a causar en mí. El auditorio se veía muy vacío cuando llegamos, nuestra clase estaba sentada cerca de la zona del escenario, y de pie estaba el Señor Danielson en el escenario en medio de una discusión muy animada con otro profesor de algo que no pude escuchar. Robert se puso rígido, lo que me dijo que no le gustaba lo que había oído, pero me decía lo suficiente sobre de lo que era. Fruncí el ceño, no me gustaba la forma en que su frente se arrugaba en la parte de arriba. Nos sentamos en los asientos de la primera fila junto con el resto de la clase y esperamos a que sonara el timbre. Oí la puerta de la sala abrirse detrás de nosotros, y traté de girarme para ver quién era, pero Robert me puso la mano en la barbilla y me tomo la cara inmovilizándome. El sonido de decenas de pies pisando fuerte contra el suelo de madera de la sala hizo que mis ojos se ampliaran, y mi respiración aumentara rápidamente. Teníamos una audiencia, y por el sonido del zumbido que venía detrás de mí, junto con el estruendo sin parar de los pies, era una grande. Seguí tratando de volver mi cara para ver, mis manos se pusieron sudorosas por el pánico, pero Robert negó con la cabeza, sosteniendo con su mano mi barbilla, y con la otra mi otra mano. No es necesario que lo veas para saber que está ahí. Concéntrate en lo que tienes que hacer. Yo estoy aquí. Vas a estar bien. Le miré a los ojos, viendo mi reflejo en ellos y dándome cuenta de que estaba mostrando más con mi cara de lo que nunca pude con sólo mi mente, y que todos podían ver lo que estaba sintiendo. Por ejemplo Erica, que pasó junto a nosotros en ese momento, su rostro llevaba la misma sonrisa petulante que yo había desechado esta mañana. Fue esa sonrisa la que finalmente trajo de vuelta mi enfoque. Robert supo eso, también. Me soltó la barbilla, pero siguió vigilándome. —Voy a estar bien. Estoy bien. Puedo hacer esto. —Tome mi mochila, que había colocado a sus pies, y la abrí. Tomé la carpeta azul que contenía mi soliloquio de Erica y lo saqué. Sujeté la carpeta entre mis dientes, tome mis muletas y me levanté. Robert sacó la carpeta de mi boca, sonriendo. —No creo que ella aprecie que escupas todo su diálogo. Me encogí de hombros, mientras puse las engorrosas muletas debajo de mis brazos y, a continuación arrebaté la carpeta de la mano de Robert. 175 —No creo que eso realmente importe en este momento, ¿verdad? Ella me va a crucificar en frente de toda esta gente, y va a disfrutar cada segundo de ello. Lo único que tengo de mi lado es la verdad, y eso no le importa nada a ninguno de ellos. —Hice un gesto señalando a la gente detrás de mí con la carpeta en la mano. Robert me agarró del codo, con la fuerza suficiente para detener mi movimiento. — Estás equivocada. También tienes a Stacy de tu lado. Y a Graham... Hizo un gesto con la cabeza hacia alguien que se acercaba a nosotros. Dudé en mirar, sin saber si me agarraría la barbilla de nuevo para impedirme ver quién era él que se dirigía directamente a nosotros. Cuando estuve segura de que no me detendría, volví la cabeza para ver a Graham, con una expresión determinada en su rostro. ¿Qué está haciendo? Miré otra vez a Robert, con el pánico inundándome. Él quiere saber lo que está pasando. No sabía que tú y Erica se encontraban en la misma clase. O que yo también. Oh queridas bananas. Lo último que necesitaba era un enfrentamiento entre Robert y Graham. Y frente a lo que estaba empezando a parecerse a la mitad de los estudiantes, también. Tomando unas cuantas respiraciones profundas, volví mi cuerpo por completo para enfrentar a Graham. —¿Qué estás haciendo aquí? Miró la mano de Robert en mi codo, y luego a mí. —Erica me dijo que había una cosa hoy para su clase de arte dramático. Ella no me dijo que tú estabas en la misma clase con ella. No me dijo mucho acerca de esta clase, en realidad. —Dijo, mirando de nuevo a Robert, con sus ojos entrecerrados. Estaba enferma. Fuera lo que fuese lo que Erica había planeado para hoy le iba a doler a Graham, también, y ella había querido que yo fuera la que lo hiciera. Miré la cara de Robert y sus ojos eran del frio color del acero, con la boca en una línea. Ambos confirmaron mis sospechas. Mi cabeza daba vueltas, y pude ver el centelleo de pequeños puntos negros y blancos frente a mis ojos, al igual que la nieve en la televisión, el terror de los débiles. Algo totalmente adecuado. Toma algunas respiraciones profundas, Gee. No era como si yo no estuviera intentándolo. Estaba tomando la más profunda y más lenta respiración que podía, pero el sudor frío que había estallado en mi frente se había extendido también a mis manos. Robert me ayudó a que me volviera a sentar, mientras que Graham agarró las muletas. Ambos parecían muy decididos a 176 asegurarse de que no dejara de notar la presencia del otro en cada momento, lo cual me venía muy bien. Yo... necesito algo. No podía entender lo que era, pero estaba cerca. Era algo que estaba tan cerca, que podía probarlo. Una mano caliente todavía en mi codo lo apretó suavemente, no la mano de hierro necesaria para no dejarme nunca más. Él había dicho que tenía a Stacy y a Graham de mi lado. Miré a Graham y a través de la tormenta de nieve de mi visión, vi la preocupación en su rostro —y sorprendentemente, dolor— y supe que Robert había tenido razón. Pensé de nuevo en la cara de Stacy esta mañana, y como ella me había ayudado tanto la semana pasada, y sabía que tenía razón en eso, también. Pero ¿Qué era esto? —¿Y tú? ¿No te tengo de mi lado, también? —Le pregunté, con mi voz temblorosa y mis ojos todavía sin poder enfocar bien. —No lo dudes ni por un segundo. Y eso fue todo. Tenía tres personas de mi lado. Tres más de lo que jamás imaginé que alguna vez tendría. De hecho, tienes uno más. Miré a Robert, confundida. Él señaló hacia la parte posterior del auditorio, donde se reunían un grupo de chicas, riendo y señalando a un grupo de chicos sentados algunas filas más abajo. No tuve que mirar por mucho tiempo antes de ver a quien estaba señalando. Ella era la única que no se reía, aunque su rostro era tan bello, tan perfecto, y sus ojos estaban tan ciegos aunque ahora sabía cómo de falsa era realmente la ceguera. —¿Qué está haciendo aquí? —Seguí mirándola fijamente, esperando alguna señal de amistad, nada. —Ella va a la escuela, también, Gee. Está en segundo año. Yo bufé. ¿Una estudiando de segundo año? ¡Ella tenía más de quinientos años; lo menos que podría haber sido era junior! Me volví a mirarla de nuevo y sabía que ella me había oído. Por supuesto que me había oído. Ella sabía lo que iba a decir antes de que incluso saliera de mi boca. ¿Me odias? La miré. Ella negó con la cabeza. ¿Por qué te odiaría? Podría decir exactamente lo mismo. Si yo misma soy incapaz de apreciar la ironía después de quinientos años, no merezco esta existencia inhumana. 177 Di un suspiro de alivio. Eso se sentía bien. Se sentía muy, muy bien en realidad, sabiendo que tenía a todos ellos apoyándome, aunque Graham era el único que no sabía exactamente de qué iba esto. Era suficiente. Estable y segura, me levanté de nuevo, aceptando mis muletas de Graham, y mi carpeta de Robert. No hice caso de las miradas mientras andaba balanceante hacia Erica. No hice caso de los susurros. No hice caso de nada, excepto de mi destino. Ella me vio acercarme, con la cara llena de diversión, y me decidí a devolverle la sonrisa. Todo el humor dejó su cara ante mi reacción inesperada y esa sonrisa de suficiencia que me había negado a poner en mi cara esta mañana volvió con una venganza. —Aquí está tu soliloquio. —Le entregué la carpeta azul, contenta de la ruta que había tomado con él. Ella lo miró como si fuera a contagiarle algo, pero no lo abrió. Se inclinó para alcanzar su gran bolso de mano y sacó una carpeta manila que contenía algunas hojas de papel sueltas. —Aquí está el tuyo. Recuerda, no puedes mirar a escondidas hasta que nos llamen. Sentí que mi sonrisa petulante decaía un poco, pero la devolví a las esquinas de mi boca antes de que ella pudiera darse cuenta de nada. Iba a salir de esto, de una forma u otra, no importaba lo que ella hubiera escrito para que yo dijera. —Lo mismo te digo. Me quedé allí de pie mientras se alejaba, con la carpeta azul en la mano que parecía caer hacia abajo por su peso. Cuando el Señor Danielson anunció que estaban listos para empezar, me encontré sentándome de nuevo en mi asiento con varios juegos de manos. Miré hacia arriba para ver tanto a Robert como a Chips, sin Dip y Salsa, de pie junto a mí. Hice el supuesto de que se les había asociado como compañeros, y juntos, habían trabajado para alejarme de Erica lo antes posible una vez que nuestras carpetas se intercambiaron. La primera pareja en el escenario pasó a ser Dip y Salsa, lo cual explicaba su ausencia, y cada uno tuvo golpes humorísticos por sus apodos —Dip anunciando que era intolerante a la lactosa, y Salsa diciendo que en realidad a nadie le gustaba un gran remojón. A la vez que sacaban a la luz sus proezas con las mujeres, las cuales no tenían. Era fácil ver por qué el trío realmente se llevaba tan bien y no pude evitar sentir un poco de envidia por ello. Tres parejas más subieron antes de que Robert y Chips tuvieran su turno. Robert se lamentaba de lo guapo que era y cómo se había enamorado de sí mismo, pero aún no podía hacer nada, sino envidiar lo totalmente impresionante que era un tipo llamado Chips. 178 Las risas de la audiencia complacieron a Chips, cuya sonrisa habría sido lo suficientemente brillante como para renunciar al uso de la atención que parecía estar proyectando su ropa delante de nuestros ojos. Cuando fue su turno para hablar, habló acerca de su obsesión por la comida, y cómo había llamado a todo lo que no quería comer "Robert", así tendría un incentivo para no comerse a su nuevo mejor amigo en el mundo entero, su "BFFL" 8. Eso atrajo a una serie de carcajadas de ambos lados, así como algunas risas muy divertidas de una poco probable, sin embargo, fuente cercana que hacía menos de una hora había estado molesta por su mera presencia. Y luego, llegó mi turno 8 BFFL: Best Friend For Life: Su mejor amigo de por vida. 179 Enfréntalo Traducido por Dham-Love Corregido por cYeLy DiviNNa E rica se deslizó al escenario con esfuerzo. Me di cuenta de sus jeans apretados y botas negras, su top verde oliva por debajo del hombro con la camisola blanca por debajo, y admití para mí que incluso vestida tan casual como estaba, me eclipsaba más que Janice. Con la ayuda de Robert y Chips, subí al escenario y asentí para mostrarle al Sr. Danielson que estaba lista, cuyo rostro estaba tan emocionado como el de un niño en navidad. Esto era lo que él había estado esperando. Mientras miraba alrededor del auditorio, los rostros que pude ver borrosos a pesar de la luz brillante y cegadora, todos tenían la misma curiosidad y emoción. Todos habían venido a ver un show. Un show que Erica aparentemente les prometió que valdría la pena. Dios nos ayude si no lo hace. Dios me ayude si lo hace. Porque su apellido venía alfabéticamente antes del mío, ella tenía la oportunidad de ir antes y sacarla del camino. Ella se negó, cediéndomelo a mí, y pude haber jurado que vi rayas purpuras y una cola salir de su rostro, su sonrisa era como la del gato Cheshire. Me abrí mi camino cojeando hacia el micrófono puesto en la mitad del escenario. Había una base negra para que colocáramos nuestros guiones, lo cual hice. Me quite las muletas de debajo de los brazos y me agache para ponerlas en el piso del escenario. No las necesitaba para esto. Abrí el sobre manila y removí las tres hojas de papel que contenían mi soliloquio. Cerré los ojos. Puedes hacerlo. Me lamí los labios que se habían puesto dolorosamente secos. Estoy aquí por ti, Gee. 180 Conté hasta diez, luego abrí mis parpados y empecé a leer las líneas en la primera página. —Odio mirarme a mí misma en el espejo. ¿Quién soy para los demás sino una extraña, incluso para mí? Las tres personas en el mundo que me conocen ni siquiera conocen la verdadera yo, y todo lo que saben de mí les aburre a muerte. Sería diferente si yo fuera atractiva, o inteligente, o divertida. Ya que no soy ninguna de esas, simplemente existo en un mundo donde no encajo. —Luzco diferente de todas las demás chicas, y si yo lo noto, por supuesto que ellos también. Y si las chicas notan lo diferente que soy, por supuesto que los chicos también. Ni siquiera consigo que mi mejor amigo me saque a dar un paseo, y eso que él está acostumbrado a la manera como luzco. —Pero inclusive mis rasgos son algo que las personas pueden notar. No soy la chica más fea en la escuela. Supongo que sería pasable si lo intento lo suficiente, Además hay cirugía plástica para arreglar las cosas que el maquillaje no. —No. Mis rasgos, incluso mi ropa pueden cambiar. Pero la verdadera yo es donde está el problema. La parte de mí que en realidad nadie conoce, pero susurran cuando piensan que yo no estoy escuchando. Yo sé lo que están diciendo. —Ellos dicen que soy estúpida por pensar que Graham me ama y quiere estar conmigo. Probablemente lo soy. Él es uno de los chicos más populares en la escuela mientras yo soy sólo un fenómeno, ¿Así que como podríamos hacer que la amistad funcionara? ¿Qué teníamos en común aparte de nuestras direcciones? Y si no puedo conseguirlo, ¿Qué me hace pensar que podre conseguir a Robert Bellegarde? Un chico que podría tener cualquier chica que quisiera. ¿No debería haber aprendido con Graham que si los chicos son amables con migo, es sólo porque sienten lástima por mí? —¿Por qué es que nunca puedo entender lo desesperada que estoy? Me he lanzado con dos chicos ahora, y ambos me han rechazado por alguien más. No entiendo porque simplemente no me rindo como una persona normal lo haría. —La respuesta es simple, por supuesto. No soy normal. Ese es el punto que necesito entender pero no puedo. Todo el mundo sabe qué clase de persona soy, y yo sé lo que ellos piensan que yo soy capaz de hacer. Y sé por la manera en que me miran que se preguntan si lo hice, si estaba para culparme por eso. —Todos piensan que soy responsable por la muerte de mi madre, todos piensan que la mate. Tal vez lo hice. Tal vez yo la lleve hasta estrellarse en el carro. Tal vez estaba siendo tan malcriada que ella simplemente no pudo soportarlo más y decidió que la mejor cosa era sacarnos a las dos del camino. Ella siempre la había pasado mal controlándome, y todo el mundo sabía que yo era un bicho malo en esa época. Es por eso que ninguna de esas otras chicas será mi amiga. Era por eso que Graham 181 era el único que me hablaba. Era por eso que papá siempre estaba fuera de la ciudad. Yo era difícil. —No. Yo era más que difícil. Yo era un terror. Un monstruo. No culpo a mi mamá por imaginarse once años más viviendo conmigo y pensando en que era mucho con que lidiar. Siempre hacía las cosas más difíciles para todos. Tal vez debí haber sido ahogada en mi nacimiento. Y allí estaba: Hablando todo eso sobre mí de nuevo. Siempre era todo sobre mí. —¿Por qué tengo que hacerlo todo sobre mí? Incluso ahora, hablando conmigo misma, ¡Es justo sobre mí! Debería estar hablando sobre el país o los niños pobres muriéndose de hambre en África, ¡¡Pero todo en lo que podía pensar era en mí misma!! Es como si estuviera obsesionada o algo. Sencillamente no lo entiendo. Es por eso que las personas me miran todo el tiempo, porque nadie quiere ser mi amiga, porque siempre soy el chiste de todo el mundo. —Estoy demasiado envuelta conmigo misma. Estoy muy necesitada. Deseo mucho de las personas. Es como si fuera una sanguijuela emocional y estuviera buscando la siguiente víctima de la que alimentarme. Además…tal vez hubiera sido mejor si no hubiera sobrevivido el golpe y hubiera corrido. Tal vez ni siquiera fue un golpe. Tal vez era yo demasiado necesitada, me lancé en frente del carro de algún hombre pobre. Tal vez estuviera tratando de terminar lo que mi madre había empezado. Tal vez… Cuando la última palabra dejo mis labios, escuche el eco de mi voz en las paredes, sólo hasta entonces sentí el temblor en mis brazos y piernas, incluso a través de los yesos. ¡Los yesos! Estaban traqueteando contra el suelo, y el sonido era como uno de los antiguos procesadores de palabras de papá escribiendo un ensayo de veinte páginas. Era el único sonido en el auditorio una vez el eco de mi voz se detuvo. Lo había hecho. Con agitación espástica y todo, lo había hecho sin detenerme, sin llorar, sin gritar negaciones, y más importante, lo había hecho sin que un solo miembro de la audiencia dijera algo. No podía verlos, las luces estaban demasiado brillantes en mi rostro, pero sabía los rostros que eran los más importantes no me estaban mirando con el mismo disgusto que yo sentía por haber dicho esas palabras. Me estaban mirando con disgusto por la persona que las había escrito. Y esa persona estaba de pie a un lado con una sonrisa pegada en su cara que podría haber iluminado el salón más oscuro. El gato Cheshire de hecho; ella era la reina roja y el gato todo el uno. Una gran, sádica, y roja y purpura sonrisa con una cola. —Bueno…gracias, Señorita Shelley por navegar a través de la diatriba predecible y sin inspiración escrita por la Señorita Hamilton. Estoy segura que si no hubiera sido por la persona que la leía, la mayoría de nosotros se hubiera ido antes de que hubiera leído la tercera línea. Usted es lo único redimible sobre la pieza, y la aplaudo por apegarse a ella y complementarla incluso si estoy seguro que a usted le 182 disgustaba tanto como al resto de nosotros. —El Sr. Danielson se levanto y me hizo bajar del escenario. Me senté torpemente cerca del hueco de la escalera, entumecida y sin habla, mis muletas apoyadas en la pared detrás de mí mientras él recogía las hojas de papel que todavía estaban en el atril y rompiéndolas por la mitad. El sonido del papel rasgándose, más que el romperse como tal, provocó unos cuantos jadeos del publico en el auditorio. Me di la vuelta con incredulidad, asustada de que me hubiera avergonzado por nada. Mire mientras Erica caminaba al escenario, con mi folder azul en su mano, esa diabólica sonrisa que todavía se estiraba de oreja a oreja, y se paró en frente del micrófono. Cualquier que fueran sus pensamientos, el desgarro de su oda de tres páginas no había suficiente para molestarlos. Ella abrió el folder y removió las dos hojas bien mecanografiadas que había puesto adentro. Con una confianza absoluta que yo absolutamente no había poseído cuando empecé, ella puso las hojas directamente sobre el folder y lo puso sobre el atril. Parecía tan cómoda, tan a gusto, y yo sabía que era porque había disfrutado la reacción de la audiencia, y más importante la mía. Eso la había reforzado. Si yo no hubiera sabido quien era, de lo que era capaz, hubiera pensado que sería la persona más reprochable en el mundo. Pero sabía exactamente el tipo de persona que era, y había demostrado en blanco y negro lo que era capaz de hacer para abrirse camino. Lo que exactamente estaba tratando de conseguir, todavía no estaba segura, pero sabía que después de hoy definitivamente lo sabría. Ella ya me había avergonzado, y había plantado las semillas de duda alrededor de las personas que habían presenciado mi lectura. ¿Qué más quedaba? Escuche un poco de tos, y me di cuenta que nadie había hecho ni un solo sonido más que los pocos jadeos de la ruptura de mi libreto. Erica había cautivado a la audiencia y le había gustado. Contuve mi aliento mientras la vi tomar uno profundo para empezar. Y luego su voz empezó a leer las palabras que yo había agonizado mientras, al tiempo, parecía determinada pero ahora se sentía como si me hubiera apresurada en su lugar. —Él me ama. No hay duda que él me ama. La manera en que me sonríe, la manera en la que me escucha a mí y las cosas que diga, no habría más prueba necesaria para convencerme de que lo que él siente por mí es profundo. —En mi propia fiesta de té de mi vida, él es mí invitado final, uno que nunca ha necesitado una invitación, y siempre ha sido y será bienvenido. Él disfruta mi pequeño, torcido y divertido mundo. Él me acepta por quien soy, y eso es maravilloso, hermoso, e increíble. Pero, lo más importante, él ve detrás de la máscara que muchas personas tienen para proteger a nuestros yo verdaderos. 183 —Pero, ¿Pero que hay si la yo que él conoce no es la verdadera yo? ¿Qué hay si es otra máscara que me pongo? Dos máscaras, una debajo de la otra, ambas escondiendo el interior; Víctor, Victoria, y Erica. —Todo el mundo ve la primera máscara. Fría. Malvada. Furiosa. La hermosa Erica usa esa máscara muy bien. Las personas me temen, en lugar de respetarme. Pero, quebrada, fría, malvada, y furiosa, todavía encajo en este mundo de máscaras como una clavija redonda encaja en su agujero. Y, tan quebrada como este la máscara, todavía no deja que la segunda máscara bajo ésta se muestre. Nadie sabe que hay allí excepto yo —La segunda máscara me muestra como alguien más suave, más vulnerable. Él me ve tan dulce, protectora y cariñosa. Él ve la parte de mí que podría ser amable. Él la ha visto ser generosa, y lo ha disfrutado. Ha ayudado a justificar tantas de sus acciones; lo hizo creer que todo esto valía la pena. E incluso esa máscara, suave y dulce, generosa y cariñosa, me ha permitido ser tanto como una parte de alguien y algo como las personas quieran. Soy justo tan aceptada como todos los demás. —Pero debajo de esa mascara, debajo de todo lo que todo el mundo piensa que saben, está la yo verdadera; la persona que nunca han esperado —la persona que nunca, nunca jamás verán. —La verdadera yo cruel, malvada, sin corazón. El mostrar la yo verdadera significaría perder aquello que tanto he trabajado por mantener. No puedo mostrarle a él, o a nadie, a lo que haría con tal de obtener lo que quiero. No puedo dejarle ver hasta donde iría para deshacerme de algo tan insignificante como un lirón. No puedo dejar que él piense que ha desperdiciado su amor en mí. —Pero que pasa si soy honesta ¿Qué pasa cuando le revele que debajo de la primera máscara de hielo, y debajo de la segunda máscara, hay alguien que no usa ninguna máscara, pero en lugar de eso un sombrero. ¿Y si ese sombrero es de alguien bastante loco? ¿Todavía estaría dispuesto a sentarse en la mesa de esa Enemiga Loca y tomar el té? ¿Estaré dos máscaras tarde? ¿Podría poner mi reloj en un momento antes de la verdad? ¿Qué hay si la Enemiga Loca dijera “es muy fácil tomar más que nada” y exactamente, no es así? —No he dado nada, y he tomado mucho. He tomado su confianza, y le he dado a cambio nada sino mentiras que solo toma un poco de nosotros mismos. He tomado su amor y le he dado a cambio nada sino herirlo en pequeños paquetes de dulzura. Máscara uno y dos. Así que tal vez sólo remueva el sombrero y deje las máscaras puestas. Él no necesita saber. —Puedo simplemente tratar de poner más grietas en la primera máscara, y pulir la segunda. La persona que él ama no sería hiriente y rencorosa. La persona que el ama no sería cruel y llena de odio. Él me ama, y tengo que ser esa persona, porque la verdad es que él ama a todos —y si él no puede amarme, entonces eso me hace 184 diferente de todo el mundo. No hay tortas o bebidas que puedan cambiarme para que así encaje en la ranura que él ha abierto en su vida para mía. Y, no puedo sentarme en mi propia fiesta de té sola, diferente, mientras la historia del resto del mundo sigue. La confusión en el rostro de Erica era clara. Las líneas entre sus cejas quitaron la sonrisa que había tenido plantada en su boca. Era como si su rostro se hubiera comprimido en dos mitades, pero las dos parecían tener la intención de perder la lucha que ella parecía estar teniendo consigo misma. —Uhm, no lo entiendo, Sr. Danielson. Pensé que esto se suponía que debía ser sobre mí, pero no sobre algún tipo de historia de niños. El Sr. Danielson, que había estado sentado en el escenario escuchando el monólogo de Erica, sacudió su cabeza, pareciendo confundido consigo mismo. La manera en la que se paso la mano por el cabello, y el suspiro que salió de él parecía una reacción mucho más pasiva que le había dado a mi lectura, pero ¿Podría estar igual de decepcionado también? ¿Tal vez yo no fui lo suficientemente franca? —Señorita Hamilton, no entiendo que es exactamente lo que usted no entiende. ¿Podría ser tal vez el simbolismo? ¿O podría ser que no entiende porque la Señorita Shelley no fue tan malévola con sus palabras como usted lo fue con las suyas? El rostro de Erica se transformó y paso por diferentes tonos de rojo antes de asentarse en una especie de rojo histérico. —¿No fue malévola? ¿Llamarme cruel y malvada y sin corazón no es malévolo? —Señorita Hamilton, ¿necesito recordarle algunas de las cosas que usted tiene y que la Señorita Shelley las dijo? La mayoría de las cuales van más allá del rencor y de la absoluta frontera de la venganza, debo agregar. Un murmulló empezó a viajar por la audiencia. Sonaba como un suave zumbido, apenas perceptible, que con el silbido del humo saliendo por los oídos de Erica, pero se volvió más y más fuerte. Sólo podría haber sido mi imaginación, pero el murmulló empezó a convertirse en algo más tangible. Entre más fuerte se volvía, más claro se volvía, y las palabras ciertamente sólo afectaban a Erica. Ella se bajo del escenario mientras el canto de “Erica fracasada” hacía eco a mí alrededor. La mire, con sus hombros encorvados, su rostro todavía confundido, pero sus ojos empañados con lágrimas de rabia, y no pude evitar sentir una especie de simpatía hacia ella. Si me hubiera sentido tal vez un poco más confiada, probablemente la hubiera alcanzado con mi mano, como una ofrenda de paz, o tal vez sólo para apoyarla y entenderla. En lugar de eso, tener el valor de decir que yo había matado a mi madre me causaba sentirme menos segura, y por tanto mucho más disgustada conmigo misma. 185 ¿Fracasada Erica? Fracasada Grace por no tener carácter para defender a mi madre, a mi misma... Erica podría haber escrito esa vil maldad, pero yo la había leído Puse una voz a sus palabras, les di poder y vida, y las nauseas que no habían sentido necesidad de aparecer durante mi discurso finalmente salieron en cuanto reconocí eso. ¿Gee? —¿Grace? Mire hacia arriba para ver dos hermosos rostros, dos pares de hermosos ojos, un par verdes, el otro plateados, ambos llenos de preocupación, y ambos por mí. ¿Cómo podían estar preocupados por mí después de lo que había hecho? Gee, no has hecho nada malo. No te sientas culpable y dale a Erica lo que quiere. —Grace, lamento lo que Erica hizo. No sabía que estabas en la misma clase. Ella había dicho que tenía algo planeado para su compañera, pero yo juro que no sabía que eras tú sobre quien estaba hablando. Yo… El rostro de Robert era tranquilizador, mientras Graham parecía tan perdido, su voz no podía encontrar una salida de su boca. Miró a Robert, y asintió. Mis ojos se agrandaron. ¿Acaso Robert había dejado que Graham supiera su secreto? No. Él ha llegado a una decisión. — Grace, tengo que encargarme de algo. ¿Crees que podrías esperarme aquí? Mire a Graham, su rostro se endureció de dolor y rabia que estaba sintiendo. No me gustaba ese rostro. Era el mismo que había tenido cuando nos había dicho que no podíamos ser más amigos, y el terror en mí empezó a aparecer de nuevo, sólo que esta vez no tenía el parabrisas de un viejo Buick para mantenerme. —Necesito hablar con Erica, Grace. Volveré…lo prometo. —Él pensó que tenía que tranquilizarme. Él sabía lo que yo estaba sintiendo. Eso no lo esperaba. —Estaré aquí. Él asintió hacia mi propia promesa y se levantó. Lo vi alejarse, esta vez con mucho menos terror en mi corazón. Por supuesto, esta vez, cuando giré mi cabeza, había otro par de ojos todavía sobre mí, todavía midiendo mis emociones. —¿Qué tan horrible fue? ¿Los pensamientos en las cabezas de todos? —Yo sabía que él no tenía otra opción sino ser sincero conmigo, un doloroso beneficio que me alegro por el momento sólo porque sabía que no iba a ser llevada a creer en nada más sino en la verdad. 186 —No puedes empezar a creer el profundo nivel de simpatía que tus anteriores compañeros sienten por ti. A pesar de que estés con ellos, ninguno se pudo poner en tus zapatos y sentir que se lo merecía. Sentí la humedad llenar mis ojos, sentí su peso aferrándose a mis pestañas mientras trataban de aprisionar las lágrimas, pero su lanzamiento fue incontrolable, y se apresuraron, libres al fin. —No entiendo cómo pudieron sentir algo así por Grace el fenómeno. Lo que Erica escribió, una gran parte de eso está basada en la verdad. Muchos de ellos piensan de esa manera, y muchas veces me culpo a mi misma por la muerte de mi madre porque yo sé lo que paso… sólo que no puedo recordarlo. La mano de Robert debajo de mis pestañas inferiores, limpiándome una lágrima hizo que respirara entrecortado. Me mordí el labio para dejar de jadear por la intensa sensación de calor que su piel me había causado, y contuve mi aliento para tratar de disminuir el pulso de mi acelerado corazón. Las emociones en mí por las palabras que había pronunciado el día de hoy eran tan crudas; él me estaba afectando diferente a como era costumbre. Esa era la única cosa de la que lo podía culpar. El metal oscuro de sus ojos pareció confirmar mis pensamientos. Él los estaba escuchando tan claramente como si los hubiera dicho en voz alta. Ya lo sabía. — Grace, no te culpes por la muerte de tu madre. Su vida había alcanzado su fin. Tú no causaste su muerte más de lo que podrías haber causado las muertes de todos en el Titanic. Esto ya se te ha explicado. —Él alcanzó mi mano, y le dio un apretón tranquilizante. Asentí, estando de acuerdo con él. ¿Qué más había por hacer? Me lo habían explicado, aunque no en tanto detalle cómo me hubiera gustado. Lark me había dicho lo suficiente para mantenerme llena de curiosidad, y Robert no me había dicho nada a pesar de lo que había admitido. —Es sólo lo que dije, tan difícil como sea de decir, fue como si hubiera estado en mi cabeza, hubiera leído algunos de mis pensamientos, y sólo los hubiera embellecido. No todos, pero ya sabes lo que quiero decir. No lo podía mirar más. No de la manera en la que me estaba sintiendo. Sin saberlo Erica o yo misma, habíamos escrito la una sobre la otra sobre el otro yo que llevábamos escondido, lados de nosotras que ambas percibíamos pero que había visto pero estaban tan mal, porque lo habíamos visto la una en la otra. De ella, la oscuridad que había mantenido escondida; de mí, la duda y culpa que había tratado de negar. Que parecidas éramos, y cuanto me costaba admitirlo. De nuevo, el loco y extraño sentimiento de necesitar confortarla, donde quiera que estuviera, se metió en mi mente; sabía que era absolutamente imposible que hubiera algo entre nosotros, excepto animosidad. 187 Mire de nuevo cuando vi al Sr. Danielson acuclillado en frente mío, con un ceño preocupado en su rostro que podría haber enmascarado lo que pudo haber sido un rostro muy agradable de presenciar si hubiera estado remotamente interesada en hacerlo. —Grace, yo creo que debería disculparme por lo que paso aquí. No fue mi intención que nada de esto ocurriera. Me encogí de hombros. —No podría haber sabido lo lejos que iba a llevarlo, Sr. Danielson. —No, estás mal Grace. Yo debería haber sabido que la tensión entre ustedes dos podría resultar en algo como esto. En su parte por lo menos pero no lo hice, y es por eso que en verdad lo siento. Lo que te hizo decir… no lo puedo creer, quiero que sepas que habrá una suspensión el lunes gracias al incidente de hoy. Sacudí mi cabeza, mis ojos se agrandaron de la sorpresa. —Si ella merece ser suspendida, entonces yo también. Las dos nos lanzamos puyas la una a la otra, y ninguna de estas fue porque estuviéramos bobeando. Yo no creo que sea justo castigarla a ella y a mí no cuando las dos hicimos la misma cosa. Él me miró, su expresión llena de sorpresa. Sabía lo que estaba pensando: yo debería estar loca para querer apagar las llamas al lado de Erica Hamilton después de lo que había hecho. La verdaa era que simplemente no podía dejar que la castigaran por algo que yo sabía que iba a pasar y aún así algo que me permití a mi misma ser una parte de todas maneras. —Sr. Danielson, cualquiera que sea el castigo, me merezco lo mismo. Él puso sus labios hacia adentro, apretados entre sus dientes en una delgada línea de desaprobación. —Definitivamente no eres como los demás, Grace Shelley. Después de todo por lo que has pasado últimamente, por lo menos esperaría que explotaras en lágrimas durante el soliloquio, pero te contuviste. Lo que sea que la Señorita Hamilton parece pensar que eres incapaz de adquirir, no dudo que no tendrá problemas en conseguirlo —miró a Robert, quien todavía me estaba mirando…lo podía sentir—. Si es que ya no lo ha hecho. La mano que todavía estaba sosteniendo la mía me apretó de nuevo. Una confirmación silenciosa. Lo tenía. Lo sabía. ¿Pero cómo qué? El Sr. Danielson se levantó. —Me tengo que ir y tengo que ver si puedo encontrar a la Señorita Hamilton para discutir que va a pasar. Si cambias de idea, déjamelo saber el lunes, Grace. Eso te da todo el fin de semana para pensarlo. Mientras se alejaba, caí en cuenta de que era lo que Erica había querido. Ella quería toda la explosión emocional, las acciones de venganza a mi defensa; ella quería toda la cosa de que mi propia conciencia no fuera permitida, y lo quería porque quería ser la víctima. Ella quería reducir la simpatía que pudiera caer sobre mí así 188 su dolor y sufrimiento podía tener el escenario y no sería eclipsada por lo que sea que fuera que yo había pasado. Ella estaba…celosa. —Santa madre. —Dije con incredulidad. Robert me miró tan sorprendido como yo lo estaba. —¿Erica Hamilton está celosa porque las personas sienten lástima por mí? — incluso decirlo no lo podía hacer sonar menos ridículo—. ¿Pero por qué? Robert apretó mi pulgar con el suyo y suspiro. —Ella nunca había sentido eso antes. Ella nunca ha dejado que las personas piensen que es vulnerable, o que podría ser la víctima de nada o nadie excepto de sí misma. Ella ponía una frontera tan fuerte que las personas le temían, y el instinto natural en las personas es sentir cualquier cosa menos simpatía. Se vuelven tímidos con ella y lo de las emociones en verdad, pero la única cosa que ella nunca ha podido experimentar era simpatía, porque ¿Quién puede sentir simpatía hacia una persona que no siente simpatía hacia los demás? —¿Quién se puede sentir genuinamente mal por ella cuando sus propias acciones le causaban problemas? Como hoy, por ejemplo: ella estaba esperando que fueras tras de ella, y lo hiciste, pero no la atacaste de la misma manera que ella a ti, y porque tan descarado, tan obvio para ella, que ni siquiera pudo ver que todos lo demás lo notaron y sintió sólo la justicia de lo que había hecho. —La suspensión sería la guinda del pastel para ella. Le has hecho un gran favor al decirle al Sr. Danielson que no la castigue sin castigarte a ti también. Si, por cualquier razón, él decide que las dos deberían ser castigadas, eso sólo la hará poner más furiosa, porque tú serás la única que será duramente juzgada ante los ojos de los estudiantes, y esa es la última cosa que ella quiere. No puedes ser más la víctima si ella va a serlo. Oh que bien que eso casi sonaba. Qué bien sonaba no ser una víctima, no ser un fenómeno, no ser nada más y sólo ser Grace. Qué extraño, y maravilloso, y confuso, y fantástico. Pero también podía ver lo patético que era, finalmente ser la envidia de alguien y no serlo por algo que yo había alcanzado, sino por las circunstancias que iban más allá de mi control. —Ella no puede compartir nada, ¿O sí? Ni siquiera un rol que nadie en verdad quiere. Robert suspiró de nuevo. —Ya sea que pueda o no, no importa, ella ya es una víctima. Asentí, sabiendo exactamente lo que quería decir. —Sí. De sí misma. 189 Cambio Traducido por: Emii_Gregori y LizC Corregido por: cYeLy DiviNNa E l auditorio estaba completamente vacío en el momento en que Graham regresó. Un portero ya le había preguntado a Robert y yo salí dos veces, pero le había prometido a Graham que me quedaría hasta que él regresara, y con mi incertidumbre sobre dónde estaba exactamente nuestra relación después de los soliloquios, no quise tomar alguna posibilidad de debilitar lo poco que podría haber dejado en el camino de una amistad con él. Perder su amistad, aun por aquella irregularidad de tiempo, había cambiado mi mundo en formas que no quería revivir. Robert todavía sostenía mi mano, apretándola de modo tranquilizador siempre que mi mente corría por algunos pensamientos que eran dolorosos o insensatamente desaprobados de sí mismo. No habíamos hablado una vez ya que la realización me había golpeado de tal manera que Erica se había convertido en una víctima de sus propias maquinaciones. Él aún podía oír mis pensamientos, pero no trataba de obligarme a oír los suyos. La intrusión esperada por Stacy o Lark nunca se materializó, y yo estaba aún tan insegura de tantas cosas que con sólo estar aquí sentados juntos era suficiente. —Grace. Graham se agachó frente a mí, su rostro sin lugar a dudas trastornado. —Grace, quiero que sepas que yo no sabía nada de esto. Lo que Erica hizo, lo que trató de hacerte... hemos terminado, Grace. Se terminó entre Erica y yo. Dios, yo no sabía. Te lo juro, yo no sabía... —Por supuesto que no lo sabías, Graham. No pensé que tú lo hicieras —intenté mi mejor esfuerzo para tranquilizarlo, removiendo mi mano de Robert y colocándola sobre la suya—. No podrías haber sabido lo mucho que me odiaba. Sacudiendo su cabeza, giró su mano sobre la mía y la agarró con dedos feroces. — Debería haberlo sabido. Debería haberme dado cuenta cuando ella estaba contenta 190 de que tú y yo fuéramos amigos de nuevo que algo estaba sucediendo Ella estaba tan insistente en que terminara mi amistad contigo, estancándome durante el tiempo que pude, y cuando lo hice, estaba tan feliz, yo no pensé sobre lo que eso significaría... Miré hacia mi amigo. Su corazón estaba roto, su confianza se había roto, y su mundo se había puesto boca abajo. Si alguien entendía lo que él sentía, era sin duda yo. —Graham, lo siento… Los gritos de Graham me silenciaron. —¿Quieres dejar de intentar disculparte, Grace? Yo soy quién metió la pata y la trajo a nuestras vidas Si pudiera volver atrás y hacerlo de nuevo, lo haría diferente, ¡yo no sabía que ella iría con toda una Atracción fatal sobre nosotros! Sonreí con satisfacción. —Estaré segura para advertir a los conejos de la vecindad. No parecía divertido. —Graham, no estoy preocupada por Erica nunca más. Sólo estoy preocupada por cómo te sientes —retorcí mis dedos libres de su apretón, toda la sangre de repente precipitándose a la vez, y los coloqué, hormigueando y adormecidos todo al mismo tiempo, sobre el lado de su cara—. No quería que nada de esto te hiriera. Robert se levantó de repente, su rostro una mezcla de tantas emociones que sólo podía escoger la cólera en sus ojos de acero y la tristeza en el descenso de su boca. —Grace, vamos a tu casa. Estoy seguro de que Janice y tu padre están preguntándose cómo fueron las cosas hoy. Quité mi mano de la cara de Graham, el tono de la voz de Robert, y el dolor y la culpa en los ojos de Graham ambos tiraban de algo dentro de mí que yo ni siquiera sabía que existía. Miré hacia la mano de Robert que aguardaba y la tome. Él me levantó rápidamente, sin esfuerzo. —Mis muletas… Graham me las entregó, aparentemente habiéndolas agarrado en el momento en que había quitado mi mano de su cara. Le permití colocarlas bajo mis brazos, y le oí suspirar con tristeza mientras se alejaba. —Ella lo quiere, sabes. Mis ojos se tiraron hacia arriba. —¿Qué? Él movió sus ojos hacia la cara de Robert, como si esperara algún signo de reconocimiento ante su declaración. —Ella me lo dijo después de que le dijera que habíamos terminado. Dijo que no le importaba si estábamos más porque ella y Robert eran el uno para el otro. Sentí una burbuja de risa subiendo hasta mi garganta. Estalló y resonó en todo el auditorio, probando mi incredulidad y fe de una vez. —Lo siento. No me estoy riendo de ti, Graham, por favor créeme. Me río de ella diciendo que ella y Robert eran el uno para el otro. 191 El rostro de Robert era una verdadera piedra, mientras que el de Graham era una combinación de confusión, ira, dolor y humor. —Grace, vamos. —Robert tiró de mi mano. —¿Cómo vas a llevarla a casa? —Graham preguntó, sus brazos ahora cruzados sobre su pecho, su cara enjugada limpia de todo excepto una indirecta de arrogancia—. Su papá dejó a tu moto fuera por lo que he oído. Estaba comenzando a preguntarme eso a mí misma, mientras esperé por Robert para responder. Hizo señas con la cabeza hacia la puerta del auditorio, y oí gemir a Graham. Ni siquiera tuve que girar mi cabeza para saber quién podría provocar una reacción de él. —Tengo la práctica en treinta minutos así que ustedes dos mejor se apresuran. — Gritó Stacy antes de salir por la puerta, el final de su cola de caballo fue lo último que vi mientras ella desaparecía de la vista. Miré hacia los ojos de Robert. Todavía de acero, fríos, inmóviles. No me gustaba eso. —¿Cuándo arreglaste que Stacy nos llevara a casa? —Ayer. Ella fue quien sugirió que viniera contigo esta mañana. Yo no podía detener la aparición de una sonrisa divertida que giraba las esquinas de mi boca hacia arriba. Alguien estaba jugando al casamentero o... ella estaba realmente tratando de subir los nervios de Graham. De cualquier manera, yo tenía mucho que agradecer cuando se trataba de Stacy, mi súbita amiga. —¿Vendrás a la casa, también? —giré para preguntarle a Graham. Él parecía luchar con una respuesta antes de terminar asintiendo en afirmación—. Bien. Te veré allí entonces. —Él se alejó, el peso de todo lo que había aprendido hoy lo hacía parecer más corto hacia mí por alguna razón. Una vez que se fue, cojeé hacia los pasos que llevaban fuera del escenario, ya que nadie más que Robert observaba, simplemente bajé, demasiado cansada y molesta para mantener la farsa de usar las muletas. El hecho de que después de todo un día de usarlas, mi cuerpo se había acostumbrado al ritmo de paso-tirar-mecer escapándome hasta que me di cuenta de que tenía un pequeño pavoneo pasando. —Eso es realmente muy lindo. Miré hacia Robert, molesta de que fuera tan consciente de mi movimiento como de mi mente en ese momento. —¿Te importa explicarme por qué estabas tan grosero hace un rato? —Todavía podía ver la ira que endurecía sus ojos, impidiendo que la pequeña alegría que yo conseguiría de ver el líquido brillar entrara en mi visión. —No realmente. 192 —¿No realmente? ¿Qué quieres decir con “no realmente”? —Caminamos lado a lado, arrastrando mis muletas en el suelo mientras lo miraba, no divirtiéndose del todo por su respuesta. —Significa no realmente. Ahora, vamos a dejarlo así, ¿de acuerdo Gee? Dejé de caminar. —Uh-uh. Quiero saber por qué actuaste del modo en que lo hiciste alrededor de Graham. Sé que no fue por nada de lo que pensaba, entonces debe haber sido debido a que él pensó en algo que no te gustó. ¿Entonces qué era? ¿Te llamó un nombre? ¿Estaba mintiendo sobre arrepentirse? ¿Qué? Robert continuó alejándose pero su voz nunca dejó mi lado... er, piensa. Si no estás en el coche en dos minutos, Stacy te dejará aquí. ¿Cómo más allá de ruda podría ponerme? ¿Cambiando el tema en mi mente? Ugh, tuve que admitir que él tenía un punto. Comprendiendo que yo había llegado al final de mi libertad del movimiento de apoyo, volví a repetir el paso-tira-mece que había perfeccionado durante todo el día y conseguí llegar frente a la escuela antes de que Stacy decidiera que yo simplemente no merecía más que me llevaran a casa. El coche de Stacy era una pequeña cosa linda con un frontal que lucía como si estuviera sonriéndote. —Es un Neón. —Ella proclamó con orgullo mientras me acerqué, mi cara obviamente gritando “qué es eso”. —El coche más viejo de mi hermano mayor. Él se compró uno de esos pequeños híbridos el año pasado y me lo dio cuando cumplí diecisiete años. ¿No es lindo? La llamo Lola. —¿Lola? ¿Por qué? —La voz vino desde el interior del vehículo. —Porque ella luce como una Lola. —Stacy se apartó, y jadeé hacia el pasajero en el asiento delantero. —Uhm. Hola… Lark. Lark sonrió, aunque sus pálidos ojos grises —aunque ciegos y sin visión— estaban centrados en otro lugar. Giré mi cabeza y permití a mis ojos seguir su mirada y vi a Graham entrando en su Buick. Él parecía tener sobrellevada esta tormenta bastante bien. Sacudí mi cabeza, no por desacuerdo, sino simplemente en el sonido de su voz melódica llenando mi cabeza sin pronunciar una palabra. A pesar de que debería haberme acostumbrado a ello, seguía siendo extraño. Mi mente seguía diciéndome que los labios deberían moverse, ojos enfocados en mí, en orden para tener conversaciones. Te acostumbrarás a ello. 193 Ciertamente esperaba que hubiera motivo mientras yo observaba a Robert abrir la puerta del pasajero de atrás para mí. Las arrugas en su rostro y la dureza de la ira en sus ojos se habían aliviado un poco, pero de todo eso, todavía era la cosa más hermosa en la que jamás había puesto mis ojos, y recé que seguramente tuviera el tiempo y la razón para acostumbrarse a ello. *** Stacy nos dejó frente a mi casa, sus manos nerviosos con irritabilidad al darse cuenta de lo tarde que era, y sabiendo cuan enojado su padre iba a estar. —No puedo llegar tarde nunca más. ¡Soy una profesora ahora! ¡Él va a chillarle mi trasero cuando llegue! Con una completamente antinatural —bueno, poco natural para una persona normal— rapidez, Robert me había sacado del asiento trasero del Neón de Stacy y me puso de pie en mi camino. Todo lo que debía haberse parecido a Stacy, no dijo nada excepto una exclamación casi indistinguible de despedida y luego firmó con el sonido pelado de los neumáticos contra el asfalto. Lark había sido la primero en salir, casi antes de que el coche se hubiera detenido incluso en movimiento. Ella ahora estaba con su mano en el asiento de la moto de Robert que estaba aparcada detrás del pequeño SUV de Janice, su cara sostenía una sonrisa satisfecha en ella que se habría visto absolutamente poco natural en nadie más que ella. —Ella va a romper aproximadamente ochenta y tres leyes de tráfico para llegar a la práctica, sólo para descubrir que ha sido cancelada. Eso va a ser divertido de ver. Creo que miraré. La miré, confusa. —¿Reloj? ¿Cómo vas a hacer eso? Su sonrisa se convirtió en una sonrisa plenamente soplada. —Bueno, podría ir allí, por supuesto, y simplemente quedarme fuera y ver que todo se desarrolle. Pero creo que sólo lo veré desde sus ojos y los ojos de su hermano quién canceló la práctica para que él pudiera tomar un poco de tiempo uno-a-uno con su nueva novia. Mi mandíbula se abrió en estado de shock. —¿Puedes hacer eso? Ella giró su cabeza para afrontarme. La mirada misteriosa en sus ojos pálidos causó que un escalofrío corriera arriba y abajo por mi espina dorsal. No necesariamente me gustaba cuando ella hacía eso, sabiendo que ella realmente me podía ver, sólo a través de los ojos de otro. 194 —Te dije que mi habilidad no está limitada por la distancia. Además, ella es graciosa. Me gustan los pensamientos que corren por su cabeza. Me sorprende que Robert no haya compartido algunos de ellos contigo. No hace falta que diga que Robert no habría compartido esa clase de información conmigo. Ella podía oír ambos de nuestros pensamientos sobre el tema con toda claridad. Hizo su sonrisa satisfecha de nuevo. —Qué extraño. Usualmente, él es todo sobre lucirse. Me asombra que no haya dicho nada. Es la primera vez. Tantos hoy. Qué divertido. Alcé la vista hacia Robert, quién había permanecido en silencio durante todo el cambio. La leve arruga en la esquina de sus ojos desmintió la expresión adusta en otra parte de su rostro. —Bueno —dije en un tono bastante molesto—. Ya que estoy obviamente fuera del circuito, creo que voy a entrar. —Coloqué mis muletas debajo de mis brazos, de vuelta a fingir más, y me dirigí hacia la puerta de la calle. Robert me siguió, la diversión extendiéndose desde sus ojos a su boca. En el momento que llegamos al porche, parecía a punto de estallar de risa, sus hermosos ojos líquidos de nuevo. Era molesto. Era asombroso. —No preguntaré qué es tan gracioso, probablemente no entendería la broma de todos modos. Solo quiero darte las gracias por estar allí para mí hoy, Robert. Eso... significa mucho para mí. —Alcancé el pomo de la puerta y lo giré, empujando la puerta de par en par cuando entré en la casa. Janice había estado al parecer escuchando por la puerta. Ella salió de la cocina con un paño de cocina en sus manos, una ansiosa mirada en su rostro. —Entonces, ¿cómo estuvo el primer día de regreso? —Ella lo hizo muy bien. Miré detrás de mí en la voz que había contestado antes de que tuviera una oportunidad de hacerlo. Robert estaba cerrando la puerta detrás de nosotros dos. — ¿No tienes que llevar a Lark a casa? —Le pregunté, la molestia superando cualquier otra cosa que podría haber estado sintiendo. Robert negó con la cabeza. —Ella tiene un paseo. —¿Con quién? —Mis labios se tiraron en un monedero con agravantes. —Con un amigo. —Déjala sola, Grace. La comprensión finalmente arrancó a todo dar y yo asentí. —Oh. De acuerdo. — Sonreí, el acto forzado debido a mi timidez. 195 —¿Entonces, ¿cómo estuvo el soliloquio? —Janice preguntó, sentándose en el sofá, con los ojos suaves con preocupación, sintiendo que no todo ha ido bien. Maniobré mi camino al sofá y me senté, colocando las muletas junto a mí. Alcé la vista para ver que Robert estaba de pie junto a la silla, su mano colocada de forma protectora sobre mi hombro. —Fue así como se podía esperar. —Contesté. Yo podía decir por la mirada en la cara de Janice que mi respuesta a medias no iba a cortar en el departamento de convencimiento. —Lo que quiero decir es que no me desmayé ni nada y yo no me convertí en una bola de los nervios, mientras estaba sobre el escenario. De hecho, lo hice bastante bien, considerando todas las cosas... Janice ladeó una ceja, aquella última línea arrastrando su curiosidad fuera. — ¿Considerando todas las cosas de qué? —Considerando todas las cosas del hecho de que ella no había tenido tiempo para preparar el escenario como el resto de nosotros. —La respuesta lanzada por Robert intervino a favor de Janice, a quién yo sabía había dado órdenes explícitas de recuperar tanta información como fuera posible de mí por papá. Declarando mientras el hierro estaba caliente, dijo. El hielo estaba helado. Secándose sus manos en la toalla de nuevo, Janice se puso de pie. —Bueno, está bien entonces. Si tú todavía estás en una sola pieza, y Robert está aquí para hacerte compañía mientras James vuelve, creo que voy a ir a terminar la cena. Estoy haciendo pastel de carne si estás interesado en quedarte, Robert. Toda mi molestia desapareció tan pronto como Robert me había salvado de tener que hablar los detalles sangrientos de esta tarde, y ahora examinando su rostro divino, no quería otra cosa sino que se quedara. Por la cena. Por el postre. Para siempre. —Si no te importa tener otra boca que alimentar esta noche, me encantaría. — Sonrió. Janice, al igual que cualquier otra mujer que hubiera entrado en contacto con él, parecía a una pulgada de distancia de desmayarse. ¿Desmayarse? ¿Las mujeres en el siglo XXI hacían eso? Si no lo hacían, Janice estaba a punto de comenzar de una nueva tendencia. —Bueno. Uhm. No me importa en absoluto. Está bien. —La falta de palabras de Janice parecía confundirla tanto como a mí, pero la mirada semi-aburrida en el rostro de Robert hablaba por sí sola. Estaba acostumbrado a ello, la mente enloquecida de las mujeres entraban en contacto con el aura de su divinidad... su encanto. La molestia me inundó de nuevo cuando me di cuenta de que esta no era la primera vez que una figura de autoridad femenina se había comportado de esta manera alrededor de él. ¿Cuántas madres, madrastras... abuelas de chicas que había conocido en su 196 larga vida había reaccionado exactamente de esta misma manera, incluso cuando el decoro exige exactamente lo contrario? Saqué la idea de inmediato de mi cabeza. No estaba en lo correcto por mi parte esperar algo de alguien que había estado alrededor mucho más tiempo de lo que algunos países han existido. Me eché a reír ante lo absurdo de ese pensamiento. ¡La ridiculez de eso era simplemente demasiado! Me cubrí la boca rápidamente, mi conciencia ya en marcha pateándome, mire alrededor a mi público. Afortunadamente, Janice ya se había retirado a la cocina, así que lo único que me quedaba era la mirada acerada de mi ángel. —Tienes que admitir, que es bastante divertido. Se encogió de hombros. —Creo que lo absurdo se encuentra en tu incapacidad para darte cuenta de que las reacciones de todos los demás me aburren, y que tus reacciones son las únicas que me interesan. Recordando la diversión de Lark en mi trato a su hermano, no pude evitar sonreír. —No sabes lidiar bien con el rechazo. —Nunca he tenido que lidiar con él antes. Lark estaba en lo cierto. Es completamente detestable. Voy a tener que recordar no hacer nada para que me rechaces de nuevo —se sentó en el lugar que Janice había dejado vacío, colocando su mano sobre mi rodilla enyesada, y buscando mi cara—. ¿Estás lista para hablar de ello? ¿Acerca de lo que pasó esa noche? Tu cabeza está llena de tantas preguntas, y quiero responderlas, todos ellas si puedo. Negué con la cabeza. —Graham se supone que está por venir, ¿recuerdas? No creo que él querría oír hablar de mis inseguridades derivadas de tus muchas, muchas... muchas amigas. Se inclinó, con lo que su rostro estuvo peligrosamente cerca del mío. —No estoy preocupado por Graham. Estoy más preocupado por nosotros; ¿dónde nos encontramos, Gee? Mi estómago hizo un salto de clasificación olímpica ante el sonido de él diciendo las palabras “nosotros” y “nos”. Mirando dentro de esos ojos brillantes, mirando la sonrisa de una belleza increíble, inhalando el aroma embriagador de la divinidad que era absolutamente antinatural e, irónicamente, muy, muy pecaminosa, debería haber estado dispuesta a darle lo que fuera que él quisiera. El cielo sabía que yo quería... —Creo que nuestra posición está en el precipicio de una muy buena amistad... siempre y cuando dejes de llamarme Gee. Él se alejó de mí, la frustración estaba escrita claramente en su rostro. —Eso no está exactamente haciéndome sentir mejor. Sonreí. —Bueno, es una buena cosa que no se trate de ti entonces, ¿no? 197 Él me devolvió la sonrisa. —Una cosa muy buena, porque si lo fuera, tendría que empezar a cuestionarme si realmente soy o no de verdad lo que he sido educado para creer. Esto es muy desconcertante, no tener ninguna influencia sobre ti. —Oh, todavía tienes influencia, pero no tanto como quisieras, o estás acostumbrado. —Puse mi mano sobre la suya, preguntándome cómo se sentía eso, habiendo insertado sus dedos entre mis piernas enyesadas. —No lo sé; no puedo sentir nada. Empecé a sacar mi mano, declarando que me había agarrado con la guardia baja. Rápidamente puso la otra mano encima, sosteniéndome firmemente en su lugar. Miré a mi mano, ahora apretada entre las suyas, sintiendo el calor irradiado a través de la todavía cascara. —Yo… yo no entiendo. —No voy alejarme cada vez que no entiendas algo, Grace. Hay un montón de cosas sobre mí que nunca entenderás, y si todo lo que quieres de mí es amistad, incluso eso no sobrevivirá a tus constantes retiradas. —Bueno entonces empieza a explicar, porque me siento muy confundida. — Refunfuñé, mi paciencia acabándose por debajo del peso de mi molestia. Él soltó un gruñido, con una sonrisa maliciosa difundiéndose por su rostro. — Pensé que no querías hablar de nada porque Graham iba a venir. Rodé mis ojos. —Y yo pensaba que no estabas preocupados por él. Por favor, dime ¿qué quieres decir cuando dices que no puedes sentir nada? —poco a poco quité mi mano de debajo de la suya y la coloque contra su mejilla—. ¿No puedes sentir esto? Él negó con la cabeza. —Puedo ver cómo se siente a través de tus ojos; tú sientes mi calor, la suavidad de mi mejilla, la forma en que tu mano se calienta con solo tocar mi piel, pero no puedo sentirlo por mí mismo, sólo a través de ti, y aún así, es simplemente un reflejo de tus propias emociones. Es una de las muchas cosas que nos separa de los seres humanos. —Pero nunca habías dicho nada antes. Durante todo este tiempo, pensé... —No pude terminar la frase. No sabía cómo hacerlo. —No necesito sentir físicamente algo cuando puedo apreciar cómo se siente otra persona —dijo rápidamente, cubriendo mi mano en su cara con la suya—. ¿No es mejor que yo pueda ver cómo te sientes cuando me tocas... y te toco, y disfrutarlo para lo que vale la pena? —No, no es mejor. Es trágico. El no ser capaz de sentir el tacto de otra persona es una de las cosas más tristes que he escuchado. Y también es preocupante, si quieres saber la verdad. Todas las veces que me tocaste, realmente no lo hacías. Sé que no lo era, pero no puedo evitar sentir como si fuera todo una mentira. —Me aparté de él, pero me impidió sacar mi mano de su rostro. 198 Robert negó con la cabeza. —Cada vez que sostengo tu mano, toco tu cara, besó tu cabello, lo sentía por ti, a través de ti. Es suficiente para mí. No puedo pedir nada más que eso, Grace, especialmente teniendo en cuenta todo lo que soy y todo lo que tengo a mi disposición Eso sería egoísta de mi parte… querer mucho más… sólo para ser capaz de sentir tu suavidad, o tu calor. —No entiendo. Eres un ángel. ¿Qué tipo de broma retorcida y de mal gusto, es que los ángeles no puedan sentir nada? —Me burle. Una triste sonrisa se formo en los labios de Robert... labios que nunca habían sentido un beso, y nunca lo harían. —Grace, puedo sentir. Eso es lo que estoy tratando de decirte… Lo siento todo a través de los humanos. La empatía y comprensión son cosas que muchos seres humanos dicen que sienten, pero esas son cosas que debemos sentir. Es una parte de lo que somos. Nos ayuda a entender a aquellos que se supone que debemos ayudar o castigar. Sin ellas, ¿para qué estamos? ¿Qué bueno es nuestro propósito aquí si no somos capaces de comprender realmente el valor entre los de tu clase? —¿Así que me estás diciendo que estás de acuerdo con esto? ¿Estás bien con saber que la única manera de que puedas sentir es a través de los pensamientos de otra persona? —Estaba en incredulidad de que alguien pueda aceptar tales limitaciones. —¿Qué más puedo hacer sino estar de acuerdo con esto? He tenido más de mil quinientos años para acostumbrarme a ello, Grace. No es como si acabara de descubrir esta pequeña exquisitez ayer —su voz parecía agitada. Su hermosa boca se volvió en un gesto leve, las esquinas haciendo alusión a una completa mueca—. No voy a mentir y decir que no me gustaría ser capaz de sentir el calor del sol en mi cara, o la hierba entre mis dedos de los pies, o cualquier otro cliché que viene a lo largo y que ustedes los humanos dan por sentado. Por supuesto que me encantaría eso. ¡Tener mi propia memoria, en lugar de la de otra persona sería un regalo! Pero no me voy a molestar o enojar porque no puedo. Sus ojos eran de acero otra vez. Sabía que él estaba molesto. Me pareció muy bueno que hiciera eso: Trabajar sus emociones angelicales hacía el absoluto nivel sentimental de los humanos. Él entrelazó sus dedos con los míos, y parecía a punto de decir algo más, pero el sonido del timbre de la puerta lo detuvo. O tal vez se había detenido un segundo antes, ya sabiendo quien estaba allí afuera y que se disponía a hacer. Janice volvió a salir de la cocina, con la aparentemente obligatoria toalla de cocina entre las manos. —Me encargo de eso. Ustedes dos quédense sentados —caminó hacia la puerta, abriéndola con un amplio arco—. ¡Ya me preguntaba cuando olerías el aroma de la cena cocinándose! ¡Adelante! Regreso guiando a un goteante Graham mojado detrás de ella. Estaba empapado por la lluvia que no me había dado cuenta que había comenzado a caer, y todavía 199 tenía esa expresión dura en su cara que había tenido al salir del auditorio. Echó una mirada a Robert y su expresión se hizo aún más severa. —Déjame ir y conseguirte una toalla, Graham. —Janice estaba mirando las gotas de agua que estaban acumulándose en el suelo debajo de Graham. Podía ver que eso la estaba molestando. Cuando regresó con una toalla vieja para él, Graham le dio las gracias toscamente. Su estado de ánimo no estaba a punto de darle paso a ningún tipo de cortesía hacia Janice. O hacia Robert, por la forma en que estaba mirándolo. —Entonces, ¿qué te tomó tanto tiempo? —le pregunté, tratando de llevar su atención hacia mí—. Hubiera jurado que te fuiste antes que yo. —Pensaba venir antes, pero se me olvidó que tenía práctica hoy. Me quedé todo el tiempo que fue necesario, y luego vine aquí. Afortunadamente la lluvia nos impidió ponernos apestosos. Estuve de acuerdo. —Yo, por mi parte, estoy definitivamente contenta por eso. Siempre pareces tener bastante mal olor después de la práctica de fútbol. —Arrugue la nariz para enfatizar la palabra “mal olor”. Él sonrió, su estado de ánimo oscuro elevándose muy ligeramente. —Bueno, ahora que estoy aquí, quiero hablar de lo que pasó hoy… —miró a Robert de nuevo, cambiando su mirada hacia abajo a nuestras manos todavía entrelazadas—, a solas. El agarre de Robert se aflojo, y quitó su mano de la mía. Se puso de pie, y suspiró. —Creo que sé cuando mi presencia ya no es necesaria —se volvió a mirarme y sonrió con tristeza—. Hablaremos más tarde, Grace. Mire, atónita como se fue tranquilamente. ¿Por qué las cosas siempre son tan calientes y frías a la hora de sus reacciones? ¿Y me decía que no lo alejara? Negué con la cabeza, la incredulidad y la lentamente ardiente decepción que crecía en mi pecho luchaban por un lugar al que afianzarse. Miré a Graham, con la esperanza de que algo en su rostro me daría motivos para detenerlo. Vi la sonrisa de suficiencia, y los pensamientos que provocaba por escrito claramente en su rostro; la incredulidad se convirtió en un instante en ira. —¿Por qué hiciste eso? —pregunté— ¿Qué te da el derecho de actuar así, a entrar en mi casa y dar órdenes de esa manera? La sonrisa de suficiencia no salió de su cara, pero algo del brillo de sus ojos si lo hizo. —Soy tu amigo, Grace, y me preocupo por lo que te pasa. —Por supuesto. Ahora. Hace unas semanas, no podía importarte menos lo que me pasara. —Eso no es cierto. Es sólo que… 200 —Te preocupabas más por Erica. Ella definitivamente valió la pena, ¿cierto? — Sabía que no debería haberlo dicho, pero lo hice, y no me arrepentía. —No valía la pena. Lo sabes. —Respondió en voz baja. Su cabeza colgaba con obvio pesar. Mi cabeza se balanceó una vez de acuerdo con él. —Tiraste toda nuestra amistad por culpa de ella, y terminó haciéndote daño por mí de todos modos. Y, por mucho que lo intente, no puedo evitar sentirme mal por ello. Pero eso no significa que me voy a sentar y dejar que seas grosero con mis amigos, Graham. —¿No me oíste más temprano hoy, Grace? Erica tiene sus miras puestas en conseguirlo. Me habló de su cita con él la noche que fuiste golpeada por ese coche. Me habló de su cita con él anoche. ¿No lo ves, Grace? Él está tan atraído por ella como yo lo estuve. La única diferencia entre nosotros dos es que me importas lo suficiente como para dejar de verla. —Espera. ¿Qué era eso sobre él yendo a una cita con ella anoche? —Mi corazón se hundió tan duro, tan rápido, que estaba segura de que él lo había oído tocar el suelo. Mis dudas vinieron, una por una, corriendo a mí alrededor como una multitud gritando sus pensamientos. —Fueron al cine anoche. Me había dicho que tenía que prepararse para hoy y por eso no podíamos salir, pero ella salió con él. Y no es la primera vez tampoco. ¿No lo ves? Él va a lastimarte justo como yo lo hice. No quiero que pases por eso otra vez, Grace. No pude evitar el resoplido que salió de mí. —¿No quieres que pase por eso otra vez? Que conveniente, ¿no? ¿La posibilidad de caer justo en el papel de salvador y protector después de haber sido el villano? Sabes, Graham, todo esto en realidad podría significar algo para mí si no hubieras sido la razón por la que necesite la amistad de Robert, en primer lugar —me puse de pie, luchando un poco con el movimiento de balanceo de la silla, y le fulmine con la mirada—. Y para que lo sepas, me habló de la primera cita. A diferencia de ti, pudo ver a través de Erica, y sólo salió con ella para averiguar lo que había planeado para mí. —¿Eso es lo que te dijo? ¿Y le crees? —Me agarró del brazo, su agarre era fuerte y posesivo. Me aleje de él enojada. —Sí, le creo. Él no me mentiría, Graham. —Por supuesto que no me mentiría. No podía. Me había dicho la verdad, incluso antes de que supiera que era incapaz de no poder hacer más que eso. Cualesquiera que sean sus razones para ver a Erika de nuevo ayer por la noche, no eran porque estaba interesado en ella. Todas las dudas gritando se calmaron y me dejaron, dejando tras de sí un vacío que anhelaba ser llenado y todo parecía cambiar dentro de mí. 201 Me había admitido a mí misma que quería a Robert en mi vida sin importa que, en cualquier capacidad, pero había dejado las dudas amargas permanecer, permitiéndoles salir corriendo a la menor provocación. Pero ahora me di cuenta… entendí realmente… que a pesar de que era un ángel, no era perfecto, y yo había estado comparándome con esa falsa perfección. Miré a Graham, y no pude estar más enojada con él. Si no hubiera sido tan cruel conmigo, no hubiera destruido todas y cada una de las esperanzas que había tenido en él amándome de la manera que yo lo amaba, no habría sido capaz de apreciar el regalo que era Robert. Pero ¿qué pasa con el amor que sentía por Graham? Por mucho tiempo había pensado que lo que sentía era la pura emoción de estar enamorada; tenía la esperanza de que lo que sentía por mí fuera lo mismo. No sólo no estuvo dispuesto a devolver mis afectos, sino que también me había alejado de su vida tan completamente, que había enviado mi corazón en espiral al suelo, hiriéndolo mortalmente… o eso pensaba yo. En su lugar, se estrelló directo en la tierra, sólo para emerger en el otro lado, más fuerte, vibrante, aunque disfrazado con muchas capas de dudas y pesimismo. Sus hirientes acciones me habían salvado de pasar toda una vida de no ver qué era lo que me merecía. —Gracias, Graham. —Lo abracé, verdaderamente agradecida por el regalo que sin saberlo me había dado al romper mi corazón. —¿Eh? ¿Por qué? —Su voz sonaba desconcertada, pero sus brazos me envolvieron, apretándome fuertemente. Me aparté un poco para mirarle a la cara. —Por ser mí amigo. Por todos los años siendo mi amigo, y por los momentos en los que no lo eras. Por cuidar de mí, por estar aquí ahora, con el amor de tu corazón, y por preocuparte por mí. Me has ayudado a ver las cosas bajo una nueva luz, Graham —me puse de pie sobre las puntas de los dedos de mis pies y presioné mis labios contra su mejilla—. No pude pedir un mejor amigo. —Uh... ¿de nada? —Graham resopló en su propia confusión, pero se puso serio rápidamente, su voz repentinamente sombría. —Soy tu amigo, Grace. Lamento cada momento que no lo fui. Sé lo que hice... y lo que no hice es lo que un amigo no debería haber hecho, y nunca voy a perdonarme por eso. Sin embargo, nunca traicione tu confianza, Grace. Nunca le dije a Erica ni un solo secreto que hayas compartido conmigo... y lo que le dije fue estúpido... Voy a tratar de enmendarlo por ti, Grace… por siempre si es necesario. —Lo sé, Graham. Lo sé. Y como mi amigo, por favor, quiero que me prometas que vas confiar en mi juicio. 202 Él se alejó, comprendiendo lo que le estaba pidiendo. A juzgar por la forma en que su cuerpo se puso rígido, no le gustaba. —Graham, no quiero escuchar tus quejas. Solo quiero tu amistad y tu confianza aquí. Creo que después de todo lo que ha pasado entre nosotros, me merezco eso. —Tienes mi amistad, Grace, pero tengo que cuestionar tu juicio. Confiabas en mí y te aplaste, a lo grande. Conoces a este tipo Robert por tan sólo unas semanas y ya estás lista para confiar en él de la misma manera que lo hiciste conmigo. Eso me asusta, Grace. Suspiré, y tire de Graham más cerca otra vez. —Por favor. Por favor, confía en mí, Graham. Él es diferente. Si estoy equivocada, te doy rienda suelta para totalmente azotarme con ella. Incluso te voy a permitir hacerlo con tus pantalones cortos de la suerte de gimnasia. Sentí su cuerpo temblar de diversión. —Creo que esa es una oferta bastante buena —se alejó de nuevo, pero esta vez, estaba sonriendo—. Sin embargo, sólo dame una advertencia razonable, cuando él meta la pata… —Sí. —Lo interrumpí. —Bueno, si mete la pata. Quiero suficiente tiempo para practicar mi azote. — Guiñó un ojo, y entonces me tiró de nuevo en un muy fuerte abrazo. El regreso de Graham en mi vida se había completado. Había cambiado los papeles un poco, pero encajaba aún más fuerte y más perfecto de lo que había sido antes. Estaba feliz. 203 Niebla Traducido por Sheilita Belikov Corregido por Marina012 F eliz era algo relativo. Graham se había ido después de la cena, como de costumbre, deteniéndose sólo para preguntarme si quería visitar el cementerio con él el sábado. Una de las pocas cosas que teníamos en común y que nos unía más que a la mayoría de los amigos era el hecho de que ambos habíamos perdido a alguien a quien amábamos mucho; cuando yo visitaba la tumba de mamá, él visitaba la tumba de su abuela que había muerto sólo unas pocas semanas antes del accidente automovilístico que había matado a mi mamá. Yo le había dicho que lo llamaría cuando me despertara y le haría saber cuáles eran mis planes. Eso fue suficiente para él y me dijo que iba a tratar de levantarse temprano para ser el único que contestara el teléfono. Tuve que admitir que estaba definitivamente disfrutando de este nuevo ajuste. Después de haber tomado una ducha y darles las buenas noches a papá y Janice en la planta baja, volví a subir, sin molestarme en fingir que necesitaba las muletas, y me preparé para ir a la cama. Los acontecimientos del día habían finalmente comenzado a pesar sobre mí y me sentía emocional y físicamente agotada. El aliciente de la amante seductora que me llamaba a dormir era tan tentador, que incluso la ropa de cama descaradamente coordinada que Janice de alguna manera había conseguido para poner en mi cama y almohadas no fue suficiente para impedirme desplomarme sobre ella. Parecía, sin embargo, que tan pronto como mis ojos se cerraron, la alarma de mi tocador estaba anunciando el comienzo de otro día. Esas noches eran siempre las peores de las que despertar. Sin sueños, y a pesar de eso... sin descanso. Me sentía como un zombie que no tenía órganos internos. 204 Me deslicé sobre mi trasero hasta el pie de mi cama y extendí la mano hacia al despertador. Mis dedos conocían de memoria exactamente dónde presionar para apagar el pitido, y el silencio que siguió fue celestial. Estiré los brazos, soltando un bostezo y saliendo de la cola de sueño que aún tenía que ser satisfecha. Mientras trataba de abrir los ojos ante la forma borrosa que era mi reloj, mi mirada en cambio se centró en un objeto que estaba colocado a su lado el cual sabía que no había estado allí cuando me fui a la cama. Era un jarrón cuadrado con una sola flor en él. No sabía qué tipo de flor era puesto que no era una rosa o un narciso, las dos únicas flores que podía reconocer a la vista. Tenía cinco pétalos angulares, sus bordes ondulados, como listón ondulado. La base de cada pétalo era de color blanco suave, con un corazón rosa intenso pasando por el centro hacia cada punta. El rosa se veía lleno de lunares del mismo tono suave de blanco, así como cremas y marrones claros, y el centro de la flor tenía varias salientes cauliformes que contenía cosas en forma de bultos cubiertas con esferas amarillas de lo que sólo podía suponer que eran polen. Se veía como una estrella; una estrella rosa y blanca llena de lunares. Debajo del jarrón estaba un pequeño sobre. Rápidamente, con dedos nerviosos lo tomé, pasando mi uña debajo del borde de la abertura y sacando la pequeña tarjeta que estaba dentro. La tarjeta contenía la escritura familiar que era demasiado hermosa como para propiamente provenir de otra cosa que algo sobrenatural y divino. Toqué las letras desplazadas línea a línea. Un regalo para tu madre, porque sin ella, no existirías en este mundo. Con gran afecto, tu muy buen amigo. —Tramposo —murmuré, y sonreí. Él quería que pusiera la flor en la tumba de mamá. Era la cosa más dulce que alguien había hecho por mí, y sentí calor precipitándose a mis mejillas, un rubor causado por nadie, visto por nadie, y sin embargo vergonzoso de todos modos. Presioné mis manos contra mis mejillas, como para hacer retroceder la sangre, y suspiré—. Tonta. Puse la tarjeta de vuelta en el sobre y lo coloqué sobre el tocador. Nunca había llevado flores a la tumba de mamá antes, y no podía pensar en una razón de por qué. Hoy sería la primera vez, y el hecho de que él hubiera sido el único en darme el motivo suficiente para hacerlo era extrañamente reconfortante. Aparté ese pensamiento mientras miraba hacia mi ventana. No estaba abierta. Me acerqué a ella, y traté de levantarla, pero vi que el pestillo seguía en su sitio. —Me pregunto cómo lo hizo. —¿Ciertamente él no entró por la puerta principal? Me acordé de la visión que Robert me había mostrado de él "llamando" mi lápiz hacia 205 él. ¿Podría haber hecho eso? ¿Simplemente "decirle" a mi ventana que se desbloqueara y abriera? Me senté en la cama, y me deslicé a través de ella hacia el otro lado donde estaba la mesa de noche, una reliquia de los días como soltero de papá. Abrí el cajón grande y encontré allí el objeto que había recibido uso mínimo desde que había sido traído por primera vez, su necesidad considerada sólo por un padre optimista que había pensado que yo tendría amigas llamando a todas horas, en lugar del chico de al lado buscando a alguien para desafiar en un concurso de eructos. Saqué el teléfono del cajón, y lo puse en mi regazo. Era un modelo antiguo y rectangular con cable y grandes botones con retro iluminación en el auricular. Creo que en algún momento había sido blanco, pero con el tiempo y la edad, se había convertido en un gris amarillento apagado; parecía nauseabundo. Levanté el auricular y empecé a marcar... ¿qué? No sabía cual era el número telefónico de Robert. Ni siquiera sabía si tenía un teléfono. O una casa para el caso. Seguramente debía tener algún lugar al cual ir, ¿verdad? Puse el auricular de nuevo en la horquilla y me quedé mirando el teléfono. ¿Cómo podía no saber cuál era su número de teléfono, y sin embargo saber tanta otra información sobre él que era tan personal y privada? Parecía tan desequilibrado; no podía hacer otra cosa que quedarme sentada y fruncir el ceño ante mi total ignorancia. De repente un pensamiento que parecía tan ridículamente simple me vino a la cabeza, me sentí como una total idiota durante unos tres segundos. ¡Por supuesto! Podía no tener un número telefónico para contactar con él, pero tenía algo mejor. ¡Tenía a Lark! Me enfoqué sólo en el pensamiento del nombre de Lark. Su habilidad para escuchar cualquier pensamiento, de ver cualquier visión a distancias ilimitadas era mi clave para comunicarme con Robert. Me concentré en conseguir que ella me escuchara a través de las innumerables voces que estaba segura estaba escuchando. Me sentía como una estatua, estaba muy quieta, pero mi mente estaba en movimiento, corriendo a través de la nada sin fin con la esperanza de que en algún lugar, encontrara lo que estaba buscando. No pasó mucho tiempo antes de escuchar su voz en mi cabeza, como una canción que había sido escrita sólo para mí. Me alegra que finalmente hayas descubierto la manera de hacerlo. Me estaba aproximando a pensar que eras boba o algo así. Suspiré con alivio. ¡Había funcionado! ¡Lark! ¡Funcionó! ¡Wow, esto es increíble! Sí. Increíble. Grandioso. ¿Entiendo que estás buscando a mi hermano? 206 Ridículamente, asentí con la cabeza. Me di cuenta que no tengo un número de teléfono para contactarlo. O una dirección. Yo-yo no estaba segura de si ustedes en realidad tenían un lugar para vivir o... Podía oír el tono en su cambio de melodía. Bajó, el estado de ánimo un poco más oscuro. ¿O qué? ¿Te parece que no tenemos hogar, Grace? ¿O que vivimos en una nube blanca y esponjosa mientras tocamos el arpa y comemos queso crema? Siento si mi hermano fue grosero al no darte su número o traerte a nuestra casa, pero no asumas que simplemente porque no la has visto, no existe. Sobre todo ahora que sabes lo que camina entre ustedes. El rubor de vergüenza que se deslizó a través de mi cara parecía estar gritando "¡Te lo dije!" porque Lark hizo algo que sonaba muy parecido a la risa. Le contaré a Robert tus preocupaciones, él estará allí en un minuto o dos. Abre tu ventana. Mis ojos se abrieron ante sus instrucciones. ¿La necesidad de desbloquear la ventana significa que Robert realmente había entrado por la puerta principal mientras todos dormíamos? Me bajé de la cama rápidamente e hice lo que me ordenó, sin saber si debía levantarla. Me senté en el borde de la cama de frente a la ventana, y esperé. Estaba agradecida de que el despertador en mi tocador fuera uno digital para que así no tuviera que escuchar el tic-tac del tiempo avanzando lentamente mientras esperaba. Para el momento en que comencé a ponerme ansiosa y consideré contar Mississippis, advertí la sombra que bloqueaba la luz suave de la mañana. Parecía que una nube de tormenta había decidido tomar forma justo afuera de mi ventana, y frenéticamente trabajé en levantar la pared de vidrio, esperando que ninguno de los vecinos viera, todas las partículas de neblina gris mientras fluían a través de las grietas entre la ventana y el marco. Mientras me esforzaba por levantar la ventana, la pared de nube gris poco a poco entró en mi habitación, fluyendo por todas partes como una bruma, envolviéndose alrededor de la cama y el tocador, deslizándose por las paredes, antes de envolverme en una niebla suave. No podía hacer nada; estaba tan asombrada de lo que estaba presenciando, que ni siquiera respiraba. El vapor comenzó a solidificarse a mí alrededor, poco a poco tomando forma, volutas de humo gris convirtiéndose en brazos que estaban cruzados sobre mi espalda, espirales dispersos que se convirtieron en cabello negro azabache, y dos gotas líquidas de rocío plateado que se convirtieron en los ojos que siempre podía ver, incluso cuando los míos estaban cerrados. —¿Llamaste? —Preguntó sedosamente. Farfullé una respuesta incoherente y él se rió. En lugar de intentar contestarle otra vez, puse mi cabeza contra su hombro y asentí, avergonzada y sin embargo 207 agradecida. Él podía desaparecer en la niebla, podía volar y podía leer mentes. ¿Qué era lo que no podía hacer? —No puedo meterme a hurtadillas en las casas con jarrones y flores. —él se rió suavemente, alejándose de mí e hizo un gesto con la cabeza hacia la flor que parecía sobresalir en mi tocador vacío—. ¿Te gusta? —S-sí. Es hermosa. Pero, ¿cómo la metiste aquí? —Bueno, la ventana estaba abierta anoche. Simplemente le puse el pestillo a mi salida. Pensé que era lo mejor. —¿Se lo pusiste? ¿Por qué? —Para que una vez que me fuera, no estuviera tentado de volver a entrar. Fue muy difícil irme; te veías tan tranquila en tu sueño, y se sentía muy reconfortante ver eso. No quería perturbarte con mis preguntas. —¿Tienes preguntas? —Estaba sorprendida. Él podía leer mi mente. ¿Por qué necesitaría hacerme preguntas? —Grace, ayer en varias ocasiones, tu mente, se sentía como si hubieras apagado todo tu cerebro, todo lo que podía oír eran mis propios pensamientos haciéndose eco ahí, como si hubiera entrado en un pasillo vacío. —Él tenía esa arruga familiar entre las cejas, la que aparecía cuando estaba preocupado por algo. —¿En serio? —me quedé allí con la boca abierta, probablemente luciendo como un pez de colores paralizado—. No hice nada diferente. Al menos, no creo haberlo hecho. —Por supuesto que no lo hiciste. No te diste cuenta de nada de eso. Seguías hablando y avanzando en los asuntos, pero cuando tu mente pasaba de una cosa a otra, se sentía muy... extraño. Como cuando un televisor pierde la señal de audio, pero el vídeo sigue en marcha. No veía que había hecho de manera diferente, o lo que podría haber desencadenado los —a falta de un mejor término— apagones que él había tenido con mi mente. —¿Tienes una idea de por qué? —Tengo algunas ideas, pero todas mis preguntas en realidad no tienen nada que ver con eso. —Oh. Bueno, ¿qué preguntas tienes para mí, entonces? —Bueno, primero, me gustaría saber qué vas a hacer esta noche. 208 —No lo sé. Nunca he planificado mis días. No tenga verdadera vida social, ya sabes. Él sonrió. —Bueno… —me llevó a sentarme en el borde de la cama—… estaba pensando que tal vez te gustaría venir conmigo a visitar a un amigo mío. Ladeé la cabeza a un lado. —¿Visitar a un amigo contigo? ¿Quién es? —Alguien muy especial para mí, y alguien que sé que va a ser capaz de responder a muchas de las preguntas que podrías tener. —De a-cuerdo... entonces, ¿exactamente qué me debería poner para visitar a ese amigo tuyo? Llevó la mano a su barbilla y se la frotó, pareciendo considerar la respuesta a mi pregunta. —Creo que tendrás que usar algo semi-formal. Oí el aire entrar precipitadamente a mis pulmones cuando jadeé, y el ruido sordo de mi mandíbula cuando se abrió tanto como era físicamente posible. —¿S-s-semi-ffor-formal? —Sí. ¿Será ese un problema? Hice un sonido gutural que era muy poco femenino. —¿Problema? Tuve que pedirle a Janice una falda. No tengo nada más que pantalones vaqueros viejos y camisetas más viejas. La única cosa semi-formal que alguna vez tuve fue un vestido que use cuando tenía siete años en el funeral de mi mamá. Además, incluso si hubiera querido o necesitado esas cosas, nunca hubiera tenido el dinero para comprarlas. Él suspiró, un sonido humilde, y puso su mano debajo de mi barbilla. —Voy a encontrar algo adecuado para que uses, si no te importa. Negué con la cabeza. —Yo-o no creo que pueda aceptarlo, no sería correcto. Tal vez debas visitar a este amigo tú solo. —La idea de Robert buscando y eligiendo un atuendo para mí era mortificante. Tanto así, que prefería perderme una noche a solas con Robert para evitar que sucediera. —¿Grace, puedes aceptar mis secretos, mis horrores, y mi amistad, pero no un simple vestido? —él había oído mis pensamientos y sentido mi vergüenza—. Si puedes ir en contra de la influencia natural de mi habilidad, entonces seguramente puedes ir en contra de la influencia de tu propio orgullo. Miré su cara, a las líneas de diversión alrededor de su perfecta boca, al fuego plateado ardiendo en sus ojos. Por primera vez desde que me había visto en ellos, pude ver mi reflejo cuando él me veía. No sólo una visión sesgada a través de sus 209 pensamientos, sino a quien era yo reflejada en los espejos profundos que me miraban con esa mirada tan intensa. Yo era terca y fuerte, y eso podía verse en la manera en que el sol de la mañana brillaba en mis ojos, en la forma en que las líneas en mis labios se profundizaban cuando llegaba a una decisión, en la forma en que mis mejillas se ruborizaban cuando el orgullo que me obligaba a no doblegarme ante nada que me sujetaba. Y por un momento, aunque fugaz, pude ver que, efectivamente, yo era diferente de una manera que podría ser hermosa. La cara de Robert se iluminó con una sonrisa enorme. —Entonces finalmente ves la verdad —se inclinó hacia delante y besó mi cabello. Podía sentir la sonrisa que todavía estaba en sus labios mientras hablaba—. Grace, por favor. Significaría mucho si vienes conmigo esta noche. Si te hace sentir mejor, podría pedirle a Lark que compre tu vestido en mi lugar. Puedo ser mayor que ella, pero estoy bastante seguro de que ella tiene mucho mejor gusto en ropa que yo. La idea de Lark comprando cosas para mí me asustó aún más que la de Robert. Negué con la cabeza. —No. Si tanto quieres que vaya, entonces debe ser algo que te gustaría que me pusiera. Es tu amigo, después de todo —aparté mi cabeza para poder verlo—. Pero, por favor, te lo ruego, nada de volantes. Su risa profunda y hermosa resonó y llenó mi habitación con su sonido melodioso. Traté de silenciarlo, no queriendo que papá o Janice lo oyeran, pero él sólo se rió más fuerte. —Grace, Janice y tu padre no están aquí. No he escuchado sus pensamientos desde que he estado aquí. Déjame reír tan fuerte como quiera, porque me has permitido influenciarte. ¡Puede ser que sea un ángel después de todo! Le concedí un momento de alegría antes de preguntar: —¿No están aquí? —Esa información era muy impactante para mí. ¿Adónde habrían ido tan temprano en la mañana? —Cuando estuve aquí ayer, percibí que Janice había estado pensando en algunos exámenes que tenía que hacerse esta mañana. Estaba preocupada porque de haber sido más joven, no habría tenido que hacérselos. Eso causó que se preocupara por el bebé. Sentí el peso de esa pequeña porción de realidad asentándose sobre mí. —Ugh, ¿por qué todo es siempre tan fluctuante? —me hundí aún más en el colchón de la cama—. ¿No puedo tener al menos un día de felicidad sin que el mundo se derrumbé sobre mí? Hace un mes ni siquiera quería a Janice cerca, y ahora estoy preocupada por ella y el bebé. ¡Es como algo que está alrededor de mi cuello, Robert, y no puedo respirar! —Grace, no te preocupes por Janice y el bebé. Estarán bien. Ella goza de buena salud, y el bebé, también —Robert me miró, su rostro un mapa de preocupación, 210 bondad, compasión y cariño. Sentí la fuerza de sus brazos rodeándome, pero fue su voz la que me dio el mayor consuelo—. No hay nada de qué preocuparse, confía en mí. Lo sé de buena fuente. Sonreí, y suspiré de alivio. Podía confiar en él. Sabía eso más que nada en este mundo. Envolviendo mis brazos alrededor de él y tomando una respiración profunda, me maravillé ante la manera en la que el día estaba comenzando. —No son ni siquiera las siete y estoy lista para dormir hasta el domingo. Así que, ahora que hemos pasado por mi momento dramático del día, ¿te puedo preguntar adónde vamos esta noche que me exiges estar vestida tan semi-formalmente? —Bueno, mi amigo… —la forma en que dijo amigo sonaba casi burlona—… Me gustaría llevarte a la boda de la nieta de un amigo mío. ¿La boda de la nieta de un amigo? —¿Cuánto tiempo hace que conoces a este amigo? —He conocido a la familia por casi cincuenta años. Bueno, debo decir que hemos conocido a la familia durante casi cincuenta años. Lark y mi madre estarán allí también esta noche. —¿Así que esta reunión será como la última? ¿Ofreciendo secretos y revelaciones? —Le pregunté en broma. —Habrá algunas sorpresas, sí. Pero ya hablaremos de eso más tarde. Tienes un día previsto con Graham, y no quiero arruinarlo —me soltó, mis brazos no fueron rival para su fuerza casual—. Estaré de vuelta a las cinco, con tu vestido. La palabra "vestido" envió un escalofrío por mi espalda. —Uhm, ¿de qué color planeas comprar este vestido? —La forma en que dije "vestido" lo hizo sonar como si fuera un improperio. —Estaba pensando en algo verde. Que vaya muy bien con tu color de piel. Sin volantes, por supuesto. No pude encontrar ningún fallo en la elección del color, y tendría que confiar en que él elegiría algo que no me hiciera lucir como el glaseado de un bizcocho de apariencia empalagosa. No podía hacer otra cosa. —Muy bien. Uso talla dos, sólo en caso de que te lo preguntes. No me gustaría que pasaras por toda esta dificultad sólo para comprar algo que no me quede. Una sonrisa divertida se extendió en su rostro. —¿Así que estarías más preocupada por la dificultad que atravesaría para comprar el vestido, si te traigo uno que te quede algunas tallas muy grande o las connotaciones que podría tener como resultado? 211 Mis labios se apretaron en un gesto muy concentrado. —Me quedara holgado de todos modos, así que, ¿qué harían unas pocas tallas más? Asegúrate de que tenga algún tipo de lazo en la espalda para que pueda al menos ajustarlo un poco. No quiero avergonzarte tanto frente a tus amigos. Él me atrajo de nuevo a sus brazos, apretándome con fuerza, pero con cuidado. — Deja de pensar tan poco de ti misma. ¿No acabas de ver lo hermosa que eres? Estaré presumiéndote esta noche, en un vestido que te hará ver como el tesoro que eres, y no habrá nada que puedas hacer, decir, o vestir que me avergüence delante de mis amigos. ¿De acuerdo? —Me besó en la parte superior de mi cabeza de nuevo. Asentí. Él lo había hecho de nuevo. —Eres definitivamente un ángel. Te has salido con la tuya dos veces en menos de una hora en las dos cosas que no he sido capaz de hacer desde que era niña: usar un vestido y sentirme bien conmigo misma. Sólo alguien con poderes divinos podría lograr tal hazaña. Su risa volvió a llenar la habitación, y esta vez dejé que el sonido me inundara. Podía darme ese lujo ahora, sabiendo que nadie iba a venir a irrumpir con golpes y acusaciones. Era una sensación maravillosa, no pude evitar reírme con él. La alegría que sentí al escuchar nuestras risas mezcladas rebotando alrededor de la habitación, junto con la calidez que sentía, no sólo por el sol matutino que entraba por mi ventana, sino también desde ese lugar profundo dentro de mí que apreciaba lo maravillosa que era la felicidad, se unían para formar un gran lazo alrededor de mi corazón que latía rápidamente, convirtiéndolo en algo que sabía que era fuerte, mucho más fuerte de lo que alguna vez había imaginado posible. Eres increíble. Y con un suave beso en la frente, y un susurro aún más suave de despedida, él se desmaterializó en una niebla tenue de nuevo y lentamente salió por mi ventana. Observé como desapareció, ya extrañando la sensación de sus brazos alrededor de mí. Rápidamente, antes de saber que él estaba fuera del alcance de mi mente, le hice una pregunta apremiante. Es un lirio stargazer, porque ahora tienes más de una razón para mirar hacia el cielo. 9 No pude evitar sonreír. Me abracé a mí misma; la idea de que él hubiera puesto tanta reflexión en algo tan simple como una flor sólo por mí era abrumadora y sorprendente. Sin duda, yo no merecía tanto como esto. Suspirando, tomé el teléfono una vez más y marqué el número de Graham. 9 La reflexión que hace Robert respecto a la flor es porque Stargazer es literalmente “observador de estrellas” Star= estrella y Gazer= observador, de allí que use la reflexión de mirar al cielo. 212 91 Traducido por bautiston Corregido por Marina012 P ara el momento en que Graham tocó la bocina, anunciando que estaba listo para partir, eran pasadas las nueve. Tan pronto como le dije que Janice y papá no estaban en casa, toda motivación por apurarse se fue, ya que sabía que significaba que no le esperaba un desayuno caliente en la cocina. Me conforme con un bagel y algo de jugo de naranja, mientras que él necesitaba cantidades descomunales de todo. Escribí una nota para que papá supiera dónde estaría, no quería que volviera a una casa vacía, sin saber donde estaba. Me aseguré de tomar el florero que contenía la flor de Robert antes de salir por la puerta, optando por no tomar las muletas, y en su lugar exponerme a las maravillas de los dolores asesinos. Todavía me sentía abrumada por el gesto de Robert que hizo maravillas para empujarme más y más cerca de ese borde donde la amistad se terminó y algo más que sabía que quería desesperadamente comenzaba. Graham miró la solitaria flor con los ojos especulativos. —¿De dónde sacaste eso? Puse el florero entre mis rodillas mientras abrochaba el cinturón de seguridad. —Robert la trajo esta mañana para colocarla sobre la tumba de mamá. Me miró como si acabara de decirle que el mundo era de forma rectangular y era gobernado por dos cabezas de cabra. —¿La trajo esta mañana? —Sí. Dijo que quería que pusiera este jarrón y con la flor sobre su tumba, como una forma de darle las gracias por darme a luz a mí. —Me gustó escuchar las palabras salir de mis labios. Solidificado el sentimiento, consolidándolo. Estaba aún más contenta con la reacción de Graham. 213 —Wow. Aunque nunca pensé en algo así. Punto para el chico nuevo. —El murmullo recorrió un largo camino para mantener la sonrisa que tenía en mi cara. Viajamos en silencio hasta el cementerio, la idea de a dónde íbamos y porqué pesaba en nuestras mentes. El Cementerio Católico Monte Calvario estaba a pocos kilómetros de Heath en Newark. Era un cementerio simple que se jactaba de no tener una entrada de lujo ni señales. Las señales que los visitantes recibían eran bastante rudimentarias: tablas simples de madera pintadas de color marrón, mientras que el nombre había sido pintado en letras blancas. Mamá solía traerme aquí cuando era pequeña. Había muchas tumbas de la guerra civil aquí, y nos gustaba jugar un juego en el que elegíamos una lápida y creábamos una historia sobre su vida. Yo siempre decía cosas como que fueron criaturas míticas o súper héroes cuyos alter ego tuvieron que morir para proteger su identidad secreta. Ella siempre les daba una vida normal, porque habían hecho un pequeño, pero significativo impacto en las vidas de quienes les rodeaban. Me acordé de una lápida en particular, donde una madre y una niña habían sido enterradas juntas, la misma fecha de muerte. “Annaleigh y Katherine MacDonnell, murieron el 12 de junio de 1890". Mamá había leído, con los dedos tocando el grabado, con cariño rastreando en las hendiduras, ya que ambas estábamos arrodilladas sobre la hierba húmeda. "Annaleigh era una mujer hermosa que vino a la ciudad sólo para enseñar. Tenía una hermana y dos hermanos, todos ellos de cabello dorado rojizo. Le dio a su hija Katherine el cabello dorado rojizo igual al suyo, aunque sus ojos no eran azules como los de su madre, sino del marrón chocolate de los de su padre". Tomó mi mano y la colocó en la casi imperceptible talla de un querubín por encima de los nombres. "Annaleigh habría sido una gran madre, y Katherine hubiera sido una chica afable, hermosa, brillante y dulce que habría sobrevivido el parto, pero los ángeles vinieron a llevarlos al cielo en su lugar". "¿Por qué, mamá? ¿Por qué los ángeles las llevaron al cielo?" Una sonrisa triste se apoderó de su rostro. "Debido a que el plan que Dios tiene para cada una de nuestras vidas no es siempre el mismo plan que tenemos para nosotros mismos, Grace. A veces, nuestra muerte tiene un mayor impacto que nuestro nacimiento. Puede inspirar a la gente para hacer grandes cosas, incluso mayores de lo que hubieran hecho si la muerte no ocurría en absoluto". Ella me ayudó a trazar las alas de los querubines, y suspiró. "La muerte de estas personas podría haber cambiado el mundo, Grace, por lo que a veces tenemos que mirar a la muerte no como algo triste, sino como algo para agradecer. A veces la muerte cambia nuestras vidas en formas que nunca esperamos. Puede traer consigo todas las emociones, tenemos que aprender a reconocer a los que nos ayudan y a los que nos lastiman. También tenemos que 214 estar dispuestos a aceptar que con todo lo demás, la muerte también trae consigo el amor. Por eso siempre debemos estar agradecidos y apreciarla, incluso si trae un poco de tristeza con ella". Se secó una lágrima de sus ojos con la mano libre. "Lo siento nena. Te estoy poniendo toda nerviosa y preocupada ¿no? ¿Qué piensas acerca de Annaleigh y Katherine?". En toda mi sabiduría infantil, respondí: "Creo que era un superhéroe, y no quería que su hija fuese llevada por mutantes malvados que querían convertirla en un monstruo, por lo que huyó y fingió morir. Creo que puso una muñeca en su ataúd y realmente se fugó con un héroe guapo que se la llevó a un lugar seguro para siempre". Dije desde el suelo. Mi madre me llevó a su pecho y me abrazó muy fuerte. Besó la parte superior de mi cabeza y me meció suavemente. "Tu historia es mucho mejor, nena. Mucho, mucho mejor que la mía". Esa fue la última de nuestras historias. Volvíamos a casa de esa visita, cuando tuvimos el accidente del coche, y de ese otro despertar en el hospital, recuerdo muy poco de esa noche. Todos dijeron que era un milagro que hubiera sobrevivido sin ningún tipo de quemaduras, ya que nuestro coche se había convertido en un pedazo grande y negro de metal, y el cuerpo de mi madre estaba quemado más allá del reconocimiento. Volví de mis recuerdos por el movimiento del coche al parar. Graham puso el coche en estacionar, y miré por la ventanilla. Había olmos rodeándonos, con lápidas esparcidas por toda la alfombra verde de hierba. Era un lugar tan hermoso, a pesar de la cantidad de tristeza abrumadora que cubría todo aquí. Con un suspiro, tomé con una mano el florero de Robert y esperé a que Graham abriera mi puerta. Él salió del coche y caminó alrededor de la parte delantera antes de abrir mi puerta y ayudarme ya que trataba de no derramar el agua. El olor a hierba recién cortada era tan espeso, que en realidad podía saborearla. A pesar de que la mañana estaba avanzando, también podía sentir la humedad de la noche, el olor de los árboles, e incluso de las lápidas. —Voy a ir a pie hasta la tumba de la abuela. ¿Estarás bien para llegar hasta la de tu mamá? —Graham ya estaba mirando hacia arriba de una colina a pocos metros de distancia, donde la tumba de su abuela se encontraba. —Sí, ve a hacer lo que tengas que hacer. Mamá no está tan lejos. Asintió con la cabeza y empezó a caminar penosamente a través de la hierba empapada y corta. Yo me dirigí a la zona de hierba plana donde estaba la tumba de mi madre y directamente al bloque de granito. Cada paso me recordó los pasos que había dado de pequeña el día que había sido enterrada. 215 Pude ver mis pies, vestidos con medias blancas y zapatos de charol negro, arrastrándose por la hierba con barro mientras un sombrío papá caminaba delante de mí, con la cabeza inclinada hacia abajo y las manos entrelazadas detrás de la espalda. Podía ver el dobladillo de mi vestido azul, agitándose de un lado a otro entre mis rodillas mientras caminaba. Me mordía la uña de mi dedo pulgar, tratando de distraerme de alguna manera porque no quería llorar. Cada uno de los demás estaba llorando. Algunos, como la familia de mi madre procedentes de Corea, lloraban muy fuerte y me abrazaban muy duro, hablando cosas que no podía entender muy bien, mientras frotaban sus mejillas bañadas de lágrimas contra las mías. Papá estaba entumecido, y completamente ajeno a mi confusión y mi miedo. Los padres de Graham, Richard e Iris, a quienes realmente les gustaba mi mamá, llegaron con Graham, pero no lo dejaron acercarse mí mientras estaba maltratada. Rodeada por tanta gente, tantos familiares, pero nunca me había sentido más sola y más asustada. Todo el mundo susurraba sobre el milagro que era mi supervivencia, sólo que todos lo hacían sonar más como un crimen. ¿Cómo había sobrevivido sin apenas un rasguño, mientras que mi madre tuvo que ser velada en un ataúd cerrado? ¿Por qué mi madre estrelló su automóvil en primer lugar? ¿Se había distraído? Las acusaciones que se encontraban en el soliloquio de Erica no eran lo que me había hecho irritarme. Aunque me había preguntado las mismas cosas, estos pensamientos habían estado en las mentes de tantas personas en la ciudad que era imposible escapar de ellos, incluso después de casi once años. Cuando me acerqué a su lápida, florero en mano, sentí la emoción de la tristeza que casi nunca sentía durante mis visitas aquí. Me incliné hacia abajo, lentamente, sentándome en el suelo húmedo, y coloqué el florero de Robert junto al rectángulo de granito donde estaba el nombre de mamá con su fecha de nacimiento y la fecha de su muerte. Debajo de ambas fechas estaba el número 91, su Salmo favorito. Besé la simple marca y puse la mejilla contra ella, trazando su nombre con los dedos. —Hola, mamá —el granito frío se sentía increíblemente reconfortante contra mi cara, ahora cubierta de lágrimas calientes—. Tengo tanto que decirte... es increíble. Es como si toda una vida hubiera pasado desde la última vez que vine aquí, y mucho ha cambiado. —Tengo una nueva amiga. Su nombre es Stacy, y probablemente podría apostar con seguridad que es la única otra chica coreana en todo Heath. Su familia tiene una Escuela de Tae Kwon Do cerca de la panadería y enseña allí. Es diferente. ¡Puede derribar a Graham sin siquiera tocarlo! Tuve que parar por un momento y pensar en cómo iba a abordar el tema de Robert. Tan tonto como era… a sabiendas de que mamá había muerto hacía más de diez 216 años, y que estaba hablando con su lápida y no directamente con ella… todavía me sentía incómoda de abordar el tema. Sabía como habría sido con mi madre viva y teniendo una conversación en casa, en la sala de estar. —He conocido a alguien. Sé que la última vez que estuve aquí, te dije que estaba enamorada de Graham, y estaba tratando de reunir el coraje para decírselo. Bueno, lo hice, pero no fue exactamente como había deseado. Ni siquiera fue por el camino que esperaba. Pero está bien. Las cosas están bien entre nosotros, ahora. Mejor que bien, en realidad. Pero me di cuenta después de todo esto que realmente no sabía lo que era el amor. —Pensé que lo que sentía por Graham era el tipo de amor del que me dijiste que tenías con papá. Tú sabes, del tipo que hace que tu corazón pareciera que se va a salir de tu pecho, ¿que podría escaparse volando porque late tan rápido? No entendía realmente lo que eso significaba, no sabía qué profundo era y como cambio mi vida hasta que conocí a Robert. —Oh, mamá, es como algo fuera de este mundo. ¡Es como si me bajé de la página que era mi vida y entré en un libro completamente diferente! Él es amable y dulce, y hermoso, y se preocupa por mí. Podría aun amarme, si me atrevo a dejar de ser tan consciente de mí misma todo el tiempo. Pero mamá, más que eso es el hecho de que me encanta. Lo amo muchísimo. Es que mi mundo estaba en modo de sueño eterno, y luego vino e hizo salir el sol, despertándome en un mundo completamente nuevo. —Ni siquiera puedo empezar a describirlo. Solamente de ver su cara cuando cierro los ojos hace que mi corazón parezca estar dispuesto a huir y unirse a él, donde quiera que esté. Tengo problemas para mantener mis pensamientos rectos a su alrededor, a veces, lo cual es irónico, ya que puede leerlos. Pero no piensa que soy rara, o un monstruo, ni nada de eso. Realmente me ve tan hermosa, mamá. ¡Yo! Ve lo que soy, ve mis recuerdos, mi errores, y no lo hace pensar menos de mí. No puede decirme otra cosa. Extendí la mano y saque la flor rosa y blanca del florero y me quede mirándola. Todavía parecía vibrante y saludable, como si hubiera sido cortada hace segundos. Dejar a un ángel arrancar la flor más perfecta parecía que haría que lo fuera para siempre. —Él me dio esta flor para traértela. ¿Puedes imaginarte cómo me sentía de inadecuada, a sabiendas de que él te trajo flores antes que yo? Bueno... una flor, pero sabes a lo que me refiero. Supongo que tendré que traerte un ramo entero ahora, ¿no? Oh mamá, estoy tan feliz... es extraño. Las cosas estaban muy mal con Graham, y luego papá… ¿sabías que él y Janice tendrán un bebe? Me sentía tan enojada, como si te estuviera traicionando o algo. No se porqué. Te has ido para 217 siempre, y sé que te gustaría que papá fuera feliz… que no querrías que se sienta mal por encontrar otra persona. —Y entiendo todo eso ahora, entiendo la importancia de ser feliz mientras estamos aquí realmente, porque puedo apreciarlo ahora. Puedo apreciar lo que se siente al ser feliz —completamente feliz y plenamente— a causa de Graham, y Stacy, y Robert. Puse la flor de nuevo en su florero, y volví a trazar con el dedo el grabado. Mi dedo era mucho más ancho de lo que era la primera vez que lo había hecho, pero mis emociones eran las mismas y me di cuenta que tendría que dejarlas pronto. —Te extraño, mamá, te extraño tanto, y la única parte que me duele ahora es saber que no puedo compartir todo esto contigo. No sé cómo todo el cielo y los ángeles trabajan, pero estoy segura de que no es simplemente como tener a Robert y enviarte un mensaje ni nada. —Sólo quiero que sepas que soy feliz, Mamá. Soy verdaderamente, verdaderamente feliz. No tienes que preocuparte demasiado acerca de mí, ¿de acuerdo? Besé la piedra una vez más, los dedos siguiendo el nueve y el uno, y empecé a recitar el salmo que esos números representan… un ritual que mamá y yo habíamos hecho en cada visita al cementerio. Le encantaba cantar los salmos, algunos de mis primeros recuerdos de ella son cantándolos mientras cocinaba, o limpiaba. Algunos niños tienen “María tenía una pequeña oveja”, yo tenía los salmos 91 y 121. Así fue como Graham me encontró, con mi cara apretada contra el ahora granito caliente, la mano cubriendo parcialmente las letras que marcaban que se trataba de mi madre, su lugar de descanso final, y mi voz, repitiendo los mismos versos una y otra vez con voz cantarina. Cuando terminé, mi tradicional adiós a mi madre, lo miré. Y a ella. —¡Lark! Wow, ¿qué estás haciendo aquí? —La miré, sorprendida por lo hermosa y etérea que era y que podría haber sido uno de los ángeles sobre los que había cantado. —Hago grabados de las piedras para la clase de arte —dijo, y señaló con su bastón una bolsa que colgaba sobre el pecho de Graham, su material de tela manchado de carbón—. Tengo algunos buenos de lo que pude sentir. Una madre y su hija, un ex soldado de la guerra civil, y estaba en el medio de conseguir un calco de esta mujer que tenía el nombre más inusual cuando él llegó. Por un rato, no podía hacer nada más que mirarla con la boca abierta. Al parecer, Graham no creyó que nada era inusual en que una persona ciega estuviera 218 haciendo calcos de carbón de grabados de piedra. Juzgando por la expresión de su rostro, probablemente pensó que era la mejor cosa desde la dirección hidráulica. —¿Has dicho que hiciste un calco de una madre y su niña? Lark asintió con la cabeza y tomo la bolsa, levantando el colgajo que se cernía sobre la apertura y luego sacó un folio. Contó dos páginas y luego sacó la tercera. —Aquí está. Es Annaleigh y Katherine MacDonnell. Estaba intrigada por la fecha de sus muertes. Parecería que Annaleigh murió en el parto, y Katherine, junto con ella. Muy trágico. Miré a la fricción, el dedo a lo largo del espacio vacío donde los nombres se habían grabado. —Las recuerdo. —Murmuré. —¿Las recuerdas? Murieron más de cien años atrás, Grace. —Graham se rió. Yo lo miraba, sintiéndome muy culpable por no haber revelado parte de mi vida a él por alguna razón. —Mi madre y yo solíamos venir al cementerio cuando era una niña, y nos inventábamos historias acerca de las personas que estaban enterradas. Mamá dijo que Annaleigh había sido una maestra, y que Katherine había sido su primera hija. Yo dije que eran superhéroes. Esperaba que llegaran las risas, pero ninguno lo hizo. Lark se quedó pensativa. —Solía hacer eso. Pretendía que había sido amiga o amante de la gente que había muerto, y que estaba sufriendo por alguna gran tragedia. No puedo ver la televisión por lo que acababa de crear mis propias telenovelas en mi cabeza. Miré a Graham, esperando algo, cualquier cosa que saliera de él que sonara como un ronquido, una carcajada, una risita. En cambio se quedó mirando a Lark, los ojos muy abiertos, la boca ligeramente abierta, como si quisiera decir algo, pero no sabía qué. Me di cuenta de que así me debía de ver alrededor de Robert. Él está demasiado lejos en este momento para pensar en nada que valga la pena decir. Todo lo que escucho en mi cabeza son los sonidos de canciones folklóricas polacas por alguna razón. Parpadeé en shock. No sabía si era porque Lark estaba enviándome sus pensamientos, o porque sabía lo que estaba oyendo y porqué, y ella no lo sabía. Eso es lo que su abuela solía cantarle cuando él tenía pesadillas. Ella me miró sorprendida. Que extraño es que sepas lo que estaba pensando, y entenderlo, mientras yo no podía. Supongo que eso es lo que viene de conocer a alguien por tanto tiempo. Asentí con la cabeza una vez, asegurándome de que Graham no notara demasiado. —Así que, eh, Lark, ¿qué nombre estabas calcando cuando Graham te encontró? 219 —Resultó ser el nombre de su abuela. Sonaba tan extraño. “Bronislawa” simplemente no parece un nombre que uno podría encontrar en un cementerio de Ohio. Tenía que conseguir un calco. —Ella dio a Graham una sonrisa deslumbrante, y podría haber jurado que vi sus ojos encontrarse. —Era una mujer muy atemorizante para todos excepto para Graham. Para ella, él era el sol, la luna, y todas las bombillas de halógeno en el medio —señalé—. Solía gritarme algo todo el tiempo que nunca entendí, pero Graham me dijo que estaba asustando a la muerte lejos de mí, para que no pusiera sus manos alrededor mío. Me asustó tan mal una vez, que tenía prohibido acercarme a ella después de eso. La cara de Lark estaba en calma, pero podía ver por la forma en que su boca ya no parecía floja y despreocupada que algo que dije la había molestado de alguna manera. Estúpidas supersticiones. Comprendí el sentimiento. Mamá había dicho lo mismo cuando había oído lo que dije. Papá había sido quien dijo que sentía que no debía estar alrededor de la abuela de Graham, y en lugar de discutir con él sobre esto, mamá cedió. —Bueno, le pregunté a Graham si no le importaría dejarme en el centro comercial en su camino a casa. Voy a encontrarme con algunos amigos y recoger algunas cosas de última hora antes de la noche. Son sólo unos minutos en coche, y me dijo que no le importaba. Ante el sonido de su nombre, los ojos de Graham se reorientaron y empezó a parpadear rápidamente, sus ojos secos comiéndose a Lark todo el tiempo. —Uh, si, creo que no te importara, Grace, ya sabes, desde que estamos en esto de la amistad de confianza total. —¿Por qué me importaría, Graham? Lark es la hermana de Robert y como dijo, son sólo unos minutos. —Mientras caminábamos hacia el coche, tuve que reprimir la sonrisa de suficiencia que podía sentir creciendo en mí. La gente no podía dejar de verse afectada por la presencia de un ángel, y Graham estaba más que afectado, mientras que yo había sido capaz de resistir un poco era extrañamente satisfactorio. Cuando llegaron los ángeles, el héroe de fútbol Graham fue superado por Grace la Súper monstruo. —¿Por qué la gente te llama monstruo? La súbita pregunta hizo que tanto Graham como yo miráramos a Lark. Nuestras caras mostraban ira. Sabía que el enojo de él derivaba de que necesitaba defenderme, pero la mía estaba en el hecho de que ella había leído mi mente, y no lo ocultaba. —¿Por qué siquiera preguntas? —La miré. ¿Porque no terminas de recorrer a través de mis recuerdos y lo descubres? —Sí, ¿por qué lo preguntas? 220 Lark se encogió de hombros. —Estaba curiosa. Me parece que la mayoría de los chicos aquí en Heath sólo necesitaban a alguien para llenar ese espacio en el anuario, y tu nombre fue tomado de un sombrero o algo. Me preguntaba porqué. —Bueno, ¿por qué no les preguntas a ellos por qué me llaman monstruo? —Le espete. Lark levantó una ceja, mi reto era aburrido para ella. —Lo haré. Tengo todos esos libros ridículos de cómics donde explican cosas que poco tienen que ver con nada. Tú no tienes tentáculos que salen de tu espalda, definitivamente no eres verde, y no tienes poderes mutantes o nada. Creo que la única cosa monstruosa que he oído hablar de ti es el tamaño de su cabeza. Es un poco ancha. Tipo la de Imax, y fuera de eso, eres tan normal como los demás. La postura de Graham cambió. Su espalda estaba recta, y empujó los hombros hacia atrás. Lo había visto un millón de veces después de que amenazara con golpear a alguien por burlarse de mí y que se arrepintieran. Era su postura de pavo real. —Eso no es nada nuevo. Me he dicho lo mismo siempre. Lark rodó sus ojos. ¿Qué pasa con ustedes los humanos y su constante uso del término para siempre, como si lo pudieran entender y todo lo que implica? Me di cuenta por la forma en que el tono de su pensamiento se convirtió en oscuro que estaba enojada. Agarré el brazo de Graham y tire de él de nuevo, con ganas de entrar en el coche lo más rápido posible. El temperamento de Lark era imprevisible. No se limitaba a ser fría o caliente. Era celestialmente caliente y fría. De los vientos cálidos del sol, y del lado oscuro de la luna fría. ¡Entiendo tu punto! Basta con esas estúpidas metáforas. Me siento como si estuvieras describiendo algún proyecto de astrología. Graham comenzó a caminar rápidamente, y yo lo seguí, manteniendo mis ojos en Lark, esperando que no volviera a hacer la pregunta. El cielo sabía que todo lo que tenía que hacer era mirar en mi cabeza para averiguar la respuesta. ¿Para que preguntar cuando nuestras respuestas verbales no podrían sumar a lo que nuestras mentes estaban pensando? ¿No era contraproducente? Eso es otra cosa. ¿Quién soy yo para juzgar la integridad de una persona si lo que sale de la boca no es lo mismo que lo que viene de la mente? Has puesto mucha confianza en Graham, a pesar de lo que te ha hecho. Puedo ver como te afecto. Puedo ver las cicatrices que tus ojos no pueden ver, pero puedes sentir. Llevaba una línea sombría en su rostro que se contradecía con la blandura de sus ojos translúcidos. Y, también veo lo mucho que mi hermano se preocupa por ti. Si Graham te lastima más, temo por su seguridad. No entiendes cómo sienten profundamente los de mi clase, cuando formamos una relación con alguien, Grace. Es como uno de esos árboles, profundas raíces 221 largas que se entierran y se envuelven firmemente en el suelo, los seres humanos se convierten en nuestro suelo. Crecemos por ustedes, prosperamos por ustedes. Si algo envenena ese suelo, nos envenena a nosotros. Pero, a diferencia de estos árboles, luchamos. Mis ojos parpadearon dos veces, la comprensión de lo que significaba. Solamente que en lugar de las raíces, vi una sola cinta. Vi a Lark asentir con la cabeza, vio la cinta en mi mente, también. Estábamos en el Buick de Graham y girando a la izquierda en Hopewell Drive cuando Graham finalmente habló. —Algunas personas llaman a Grace un bicho raro porque no entienden cómo pudo haber sobrevivido al accidente de coche que mató a su madre. Nadie ha sido capaz de explicarlo y creo que nadie lo hará nunca. Otros la llaman un monstruo porque es mitad blanca, mitad coreana. Ahora algunas personas la llaman un bicho raro porque sobrevivió al choque y siguió. No importa cuáles son sus razones, lo cierto es que llaman a Grace monstruo, porque es diferente, y no pueden explicar lo que la hace diferente. Simplemente lo es. Me quedé mirándolo. Parecía que le dolía decir esas palabras, que le quemaba la garganta. Vi como se frotaba la parte inferior de su ojo con el pulgar, y luego se limpió el dedo en sus pantalones vaqueros, una oscura, delgada línea donde su dedo tocó el tejido. Me mordí los labios ante la evidente dificultad que tuvo para hablar acerca de cómo los demás pensaban de mí, había sido una de esas personas hace apenas un mes, y no le gustaba eso. —Pero si Grace es un monstruo, entonces también lo soy. Un deportista que anda alrededor de los monstruos en vez de las porristas. —Resopló. Desde el asiento trasero, Lark se echó a reír. —No hay que olvidar que ahora eres chofer de personas ciegas, también. Eso te vuelve más monstruo que Grace. Graham asintió con la cabeza, su sentido del humor regreso. —Eso es verdad. Estoy bajando tu status Grace. Nunca serás la reina del baile ahora. Me alegre de su diversión, levantando el estado de ánimo oscuro de Lark, y la tristeza de Graham parecían desaparecer, aunque sólo fuese por un momento. Fue increíble lo que la verdad podía hacer por uno. Lark había oído nada más que pura honestidad de la boca de Graham, la verdad que todos sabíamos, lector de la mente y seres humanos por igual, y que había cambiado la forma en que lo veía ahora. Podía ver por la forma en que sus ojos parecían un poco menos opacos, que era como si la niebla de la amargura y la ira que la seguía a su alrededor —como una especie de escudo de la falta de honradez de las personas— se había levantado un poco. 222 Honestamente pensé que me mentiría. Me sorprendió. Nada me sorprende. Podría terminar no gustándome más tarde, pero por ahora, es divertido. Mis cejas levantadas en shock. ¿Graham había tomado por sorpresa a Lark? ¿Tú puedes leer las mentes, incluso las mentes de aquellos que pueden ver el futuro, y fuiste sorprendida por Graham? Había descubierto su debilidad, y no le gustaba. Pero lo hice. Disfruté mi momento, riendo a carcajadas, sin preocuparme un poco si en ese momento, realmente parecía un monstruo. No sabía cuando habría otra oportunidad, tan aguda e inteligente como ella era, por no mencionar el hecho de que probablemente podría volver a romper mi pierna y mi brazo en menos tiempo de lo que me lleva parpadear. Parecía que había obtenido un indulto cuando se reclinó en su asiento, con los brazos cruzados sobre el pecho, una sonrisa lenta progresando a través de su cara. ¡A ella le hizo gracia, también! Miré por la ventana y me di cuenta de que estábamos entrando en el estacionamiento del centro comercial. —No creo que jamás haya estado en este centro comercial. —No creo que hayas estado alguna vez en cualquier centro comercial. —Resopló Graham. Me resistí a la tentación de sacarle la lengua… se sentía mucho mejor darle un puñetazo en el brazo. El "¡Ay!" que siguió fue muy satisfactorio. Cuando llegamos a la acera frente al centro comercial, vi que Lark tenía un pequeño teléfono celular rosa presionado en su oído. Tan pronto como el coche se había detenido, estaba fuera. —Nos vemos esta noche, Grace. Gracias, Graham, por el paseo… Te veré en la escuela el lunes. ¡Ciao! —Caminó rápidamente hacia la entrada, con gran elegancia, no sólo por la velocidad que utilizó. Si no lo sabías, nunca habrías adivinado que era ciega. El centro comercial estaba muy por detrás de nosotros cuando Graham finalmente hizo la pregunta que sabía lo había afectado tan pronto como él había oído mencionar a Lark verme esta noche. —Voy a una boda con Robert y su familia. —Le respondí, mi tono dejando en claro que no estaba interesada en discutir sobre esto. Vi los músculos de su cuello apretarse un poco mientras movió la mandíbula, la idea de que saliera con Robert, obviamente, no estaba bien para él. Bueno, podía 223 masticar piedras en lo que a mí respecta. Esta era mi primera cita oficial con Robert, y nada iba a arruinarla. A excepción del vestido. Gemí. Fuerte. —¿Qué te pasa? ¿Todavía estas aquí? —Graham hizo pucheros. ¡En realidad puso mala cara! —Le dije a Robert que me podía comprar un vestido para la boda. Era el turno de Graham de reírse esta vez. —¿Estás dejando que te compre un vestido? Había cruzado los brazos sobre mi pecho. —Sí. —Contesté indignada. —No tienes miedo de que te traiga algo que te haga ver —y, seamos sinceros, con un montón de cosas— que te veas de doce. Mis labios hicieron cosas divertidas mientras meditaba su pregunta. —Le dije que no volantes. Ugh… No sé nada de vestidos. Nunca he comprado un vestido, y todo lo que sé sobre ellos es que los volantes son horribles. Oh Dios mío, ¿qué debo hacer? Me va a comprar algo que parece que pertenece a una niña de doce años de edad, ¿no? —La sensación de pánico brotaba debajo de mi piel, mientras nos deteníamos frente a mi casa. Miré el reloj en mi muñeca y me di cuenta que eran casi doce y treinta. Necesitaba comer algo para el almuerzo, y también tenía que acostarme y tratar de calmar mis nervios. Graham me ayudó a salir del coche y fue conmigo hasta la puerta. Vi la que SUV de Janice —que se había ido cuando la dejamos— se encontraba de nuevo en su lugar en la calzada. —Bueno, eso es una distracción agradable. —Murmuré. Podría centrarme en cómo fue la consulta médica, en lugar de la muerte inminente de un vestido. Graham me miró con recelo. —Realmente vas a usarlo, ¿no? Asentí con la cabeza. Era eso o asistir a la boda en vaqueros y la camisa de Jack Skellington. —Creo que te veras hermosa. —Fue su respuesta. Sorpresa cubrió mi rostro mientras lo miraba. —¡La última vez que me viste en un vestido fue hace más de diez años! ¿Cómo sabes si me veré o no "hermosa", como si fuera aún una posibilidad? —Te olvidas de que ayer, llevabas una falda y una falda es, creo, la mitad de un vestido, y te veías hermosa, así que voy a apostar que si te veías hermosa en la 224 mitad de un vestido, te verás dos veces más hermosa en su conjunto. —Dijo Graham enfáticamente, con la cabeza asintiendo con cada palabra. Mi pecho se sentía caliente con varios sentimientos apilados en conjunto para llenar mi corazón. Estaban tratando de llamar mi atención, pero la única que ignore fue la melancolía que parecía a punto de gritar: ¿Por qué ahora? Agarré su mano y tiré de él en un abrazo. Su torpe figura alta y atlética en contra de la mía, fina, moderadamente corta, obstaculizada por los yesos, pegados haciendo una pareja dispareja, pero nos las arreglamos para darnos un abrazo. —Gracias, Graham. Eres realmente un buen amigo. —Por supuesto que lo soy. Conozco mi talento. —Se retiró, obligándome a soltarlo, y abrió la puerta para mí. —¡Papá, Janice… estoy en casa! —Grite. Me quedé mirando la pequeña mesa que estaba en el pasillo donde se supone que dejas las llaves, la cartera… lo que sea que llevas cuando tienes una vida social. No había nada allí, y de repente ese hecho me sorprendió con la guardia baja. —Graham, me recuerdas la próxima vez que estemos cerca del centro comercial que tengo que conseguir una cartera —le dije mientras caminábamos hacia la sala. Papá estaba sentado en su sillón, leyendo un libro muy grueso… que tenía bebés en la portada—. ¿Qué estás leyendo papá? Miró a lo largo de las páginas y me sonrió. —Hey chica —sintió con la cabeza a Graham—. Hey Graham, hay bocadillos en la cocina —esperó hasta que Graham nos hubiese dejado solos antes de continuar—. Esto se supone que es el mejor libro de bebés en el mercado, y ya que ha pasado mucho tiempo desde que estuviste en pañales, pensé en ponerme al día. ¿Aguantaste el clima en el cementerio? Asentí con la cabeza. —Ha sido un buen día. El suelo estaba un poco mojado, pero siempre es así en esta época del año —me senté en el sofá junto a él, la cara ansiosa de que me diga cómo fue la visita—. Por lo tanto, ¿dónde está Janice? ¿Cómo le fue con el médico? Me miró, perplejo. Podría haberme abofeteado sola. Él no me había hablado de la cita con el médico. Robert lo había hecho, y el no tener mucha experiencia en el departamento de mentir me dejó pérdida para las palabras y tratar de recuperarme de la metedura de pata. —¿Te dijo Janice de la cita? Pensé que había querido mantenerlo en privado, con las preocupaciones que ha tenido y todo. Oh bien —miró en qué página estaba leyendo, y la guardó en la memoria, luego lo bajó para centrarse en nuestra 225 conversación—. De acuerdo con el obstetra, el bebé está haciéndolo muy bien. Janice esta de poco más de trece semanas de embarazo, y si puede pasar tres semanas más, entonces estará más allá del punto más peligroso. Este libro dice que podemos saber si es un niño o una niña para tu cumpleaños. ¿No sería eso un buen regalo? —Él estaba radiante. No pude evitar sonreír de nuevo. —¡Por no hablar de barato! —El hecho de que mi cumpleaños caía en Navidad había significado siempre el doble significado de los regalos, por lo que la idea de que se refería específicamente a mi cumpleaños se sentía bien. —Así que, dime acerca de tu mañana. ¿Qué hiciste además de visitar la tumba de mamá? ¿Tenía el coraje para decirle? Se iba a enterar tarde o temprano... —Bueno, Robert paso esta mañana… me trajo una flor para la tumba de mamá… y me pidió que fuera con él a una boda de un amigo de la familia… la flor era realmente hermosa. La cara de papá se mantuvo completamente inmóvil, con una expresión congelada. Estaba consternado. Ni siquiera sabía si había tomado un respiro en los últimos minutos, parecía tan distraído por lo que le había dicho. Estaba dispuesta a gritarle a Janice que llamara al 911 cuando suspiró, sus hombros cayeron, y empezó a hablar otra vez. —Creo que sabía que iba a suceder tarde o temprano, los dos en una cita me refiero. Me mordí el labio, tratando de averiguar qué exactamente podría decir para traer de vuelta la alegría que había tenido al leer acerca de cómo cambiar pañales sucios. Sin embargo, estaba tratando de averiguar cómo era que sabía que algo así iba a pasar cuando yo no lo sabía. —¿Va a recogerte, o vas a necesitar un viaje a esta boda? Mis manos estaban agarrando mis rodillas muy bien, el yeso contra yeso en mi lado derecho por lo que es un poco más fácil de tratar de no centrarme en el siguiente fragmento de información que tenia que compartir. —Uhm, papá, viene a recogerme. Además está trayendo el vestido. —¿Qué él qué? —los ojos de papá se agrandaron en shock—. ¿Te está trayendo un vestido? Asentí con la cabeza. —Él lo va a comprar, en realidad, ya que no tengo ninguna cosa ni remotamente parecido a un vestido. 226 Y entonces vi algo. Algo que no esperaba ver en su rostro. Sonrió. Sus ojos se arrugaron, y en ese momento, se veía muy joven. Estaba contento, feliz. —Realmente consiguió que uses un vestido. Nunca deja de maravillarme. Quería decir que era solamente porque Robert era un ángel, y usó su influencia sobrenatural cuando le dije de mis reservas, pero sabía que no era cierto, y aun si lo fuera, papá se hubiera reído de mí, y estuve de acuerdo sin saber que estaba hablando en serio. En su lugar, simplemente se encogió de hombros y le tiré sus palabras. —Es que iba a ocurrir tarde o temprano. Graham salió de la cocina, entonces, su mano alrededor de un sándwich submarino masivo, con la boca llena de comida. Y aún así se las arregló para escupir una pregunta. —¿Te dijo sobre el vestido? Levante mis manos. —¿En realidad, es ésta una ocasión tan trascendental como lo están haciendo a ver? Las miradas en sus rostros hicieron eco de la respuesta que mi conciencia empezó a gritar antes de que la pregunta saliera de mis labios. Sí, se trataba de una ocasión trascendental. Estaba por tener mi primera cita, y lo hacía con un vestido de todas las cosas posibles. No había nada más trascendental que eso. No en la vida de una adolescente. A menos, por supuesto, que no fueras promedio, y que la primera cita fuera con un ángel... que podía volar... y leer la mente. 227 Preparación Traducido por cYeLy DiviNNa y Paaau Corregido por majo2340 G raham había insistido en esperar a que Robert llegara. A papá le parecía que esto era una gran idea, y ellos no tenían ningún problema sentados en el sofá y ver una película relacionada con chicos por las próximas horas mientras yo trataba de averiguar qué era exactamente lo que tenía que hacer para estar lista. Tomé una larga ducha, lavando mi piel hasta que brillaba de color rojo por toda la fricción. Me afeité la pierna izquierda y las axilas, y hasta pedí prestadas un par de pinzas de Janice para cortar los hilos sueltos del cabello que flotaba por encima de mis ojos. Mis cejas, gracias a Dios, fueron las únicas cosas en mi cara que yo creo que son perfectas. No hay necesidad de arrancar algunas o dar forma. Tenían el arco correcto, el grosor y longitud, y yo no puedo creer que acabe de decir eso. En mis bóxers y top, me senté en mi cama, esperando. Yo olía a ensalada de frutas, por haber permitido que Janice me empapara en algunas de sus cremas para el cuerpo en colores pastel y aerosoles. Ella incluso me dio un tubo de brillo de labios que, dijo, "se vería bien con cualquier cosa porque es puro". Me gustaría tener su palabra para ella, ya que era tan lejos como yo le permitía llegar. Yo sabía que iba a tener que usar un poco de maquillaje, pero yo no estaba segura de en qué grado. Ese vestido era cada vez más y más irritante para mí y era principalmente porque no sabía lo que vería hasta que estuvo aquí. ¿De qué color sería? ¿Qué longitud? Ciertamente esperaba que no fuera corto. Yo no quería que mi enyesado fuera el foco de la conversación, y por desgracia, tan inútil como era, yo simplemente no podía sacarlo. Sólo dos semanas habían transcurrido desde el accidente y por todas las cuentas, ni siquiera debería estar fuera de la cama, mucho menos caminando sin muletas. 228 La capacidad de curación de Robert había salvado mi vida, pero también me había hecho un gran fraude, así, que estaba pesando sobre mi conciencia. Miré el reloj de mi tocador y fruncí el ceño. Se sentía como si el reloj se burlara de mí, yo no tenía ninguna duda de que si se pudiera, los números se desplazarían hacia atrás, extrayendo la tensión durante el mayor tiempo posible con la esperanza de que explotara y resultara herida por ser demasiado estresada. Mis dedos comenzaron un ritmo golpeando contra mi pierna, mi impaciencia golpeando a un ritmo más rápido a medida que crecía cada minuto que pasaba. Yo tenía mi ventana abierta, dispuesta al sonido de una motocicleta, coche, autobús - cualquier cosa para anunciar la llegada de Robert. Yo estaba empezando a sentir las punzadas de la duda de que incluso no se iba a presentar cuando oí el timbre de la puerta. Corrí a la ventana para ver si había otro vehículo afuera, pero no vi nada. —Estúpidos abogados. —Murmuré. Me quedé mirando mis uñas, decidiendo si sería o no aceptable empezar a masticarlas cuando oí a mi papá llamarme. Miré el reloj de mi tocador. Cinco de la tarde, en la nariz. Por supuesto que había llegado justo a tiempo, tal como él había dicho. Tratando de verme como desinteresada y lo más tranquila posible, bajé por las escaleras y entre en la sala de estar. Tres figuras masculinas estaban allí de pie formando un triángulo de agresión masculina. Graham tenía los brazos cruzados sobre su pecho, mientras que papá tenía una mano a través de su abdomen y con la otra se frotaba la barbilla, como si estuviera contemplando algo de importancia extrema. El vértice de esta tríada inusual era una criatura hermosa vestida de negro, su rostro sereno, como si la tensión que parecía ahogar hasta que llegue no tuviera ningún efecto sobre él. Llevaba una bolsa de ropa en una mano, una bolsa grande, almacenada por separado en otra. Él sabía que yo estaba bajando antes de que yo hubiera dado ni un solo paso fuera de mi puerta de la habitación, sabía que me había emocionado, sabía que yo estaba tratando de mantener todas mis emociones controladas y le gustó. —Hola, Grace. Mis mejillas dolieron, sonreía tan ampliamente. —Estás a tiempo. —Te dije que estaría aquí a las cinco. Espero que no me tuvieras dudas. —Dijo él, devolviéndome la sonrisa. La tos de papá y el gruñido de Graham me recordaron que todavía estaban en la sala. —¿Es el vestido? 229 Me entregó las dos bolsas, y asintió con la cabeza, —Tu vestido, un par de sandalias a juego, y algunos extras para elegir a tu discreción. Los miré con cautela. —¿Sabré cómo ponerme todo esto? Una voz desde atrás me respondió: —Yo te ayudaré —Janice agarró las bolsas fuera de mis manos y me empujó hacia las escaleras, tirando de mí cuando mis pies se negaron a ceder—. Vamos, vamos tienes que vestirte. Cuando subí los dos primeros pasos, me volví a mirar detrás de mí. La tríada estaba mirando en mi dirección, me hacían ver como una oruga torpe. ¿Voy a volver como una hermosa mariposa? ¿O vuelvo en la versión de Oruga de James Gumb ? Me tragué mi miedo y la aprensión y seguí por las escaleras. Janice ya estaba en mi habitación, la bolsa de prendas colgada en el armario, el contenido de la otra bolsa en mi cama. Cerré la puerta detrás de mí, necesitaba los pocos momentos que se requieren para comprometerme a lo que estaba a punto de hacer. Tomando una respiración profunda, me acerque a Janice. Su rostro estaba iluminado por la excitación. Pude ver que ella estaba esperando esto casi tanto como papá no lo hacía. —¿Estás lista para verlo? —Me preguntó. Yo no podía hacer nada más que asentir, mi voz simplemente no cooperaba conmigo en este momento. Tomé otra respiración profunda mientras la veía tirar de la cremallera de la bolsa de ropa que traía, y empujar la bolsa alrededor y lejos del material que estaba dentro. Al principio, parecía una cascada de musgo brillante derramada en la bolsa. Di unos pasos más, curiosa por el extraño color. Janice sacó el vestido por completo de la bolsa y lo tendió para que yo pudiera ver mejor. Era palabra de honor, el área del busto en el frente cubierto de cristales que corrían por todos los matices entre un color ámbar dorado intenso a los marrones chocolates profundos, que van desde el tamaño de una arveja al de una cuarta parte. Los cristales extendiéndose sólo a unos cuantos centímetros abajo del busto, y cuando terminaron, dos corrientes de gasa de color musgo, fluían hacia abajo. El propio vestido de raso fue elaborado en el mismo color gris-verde. El brillo del satén y la gasa delicada y fluida arrastraba al suelo, no era un vestido corto. Mi primer deseo. —Bueno, no hay realmente nada más que hacer, que ponérmelo —suspiré. Definitivamente era mucho más bonito de lo que esperaba. Me quité la camisa y los pantalones cortos, cuando una pregunta aparentemente importante entró en mi cabeza—. ¿Qué tipo de sujetador me pongo con esto? 230 —Usas un sostén sin tirantes o palabra de honor con un vestido palabra de honor —Janice me respondió antes de que con el reconocimiento cayera en la cuenta—. Oh. —Sí. Oh. No tengo uno de esos. —Por supuesto que no tenía uno. Nunca había necesitado uno. Janice puso la punta de su dedo entre los labios, masticándolo, mientras pensaba en lo que se podía hacer. —Sería totalmente inadecuado que él lo haya hecho. No habría, no. Podría... pero vamos a ver si Robert tiene algo que podría funcionar en este montón de paquetes. Se sentó en la cama y contempla cada paquete que había vaciado de la bolsa más grande —Ah, ya voy a tener que tener una discusión con él acerca de esto. Altamente inadecuado —muy caro, también.... Ella agarro una caja pálida, opalescente, de color rosa con letras en negro y me la entregó a mí. Miré a la secuencia de comandos elegantes que figuraban en el nombre. Levanté la tapa y me quede sin aliento. Me cubrí la boca y mire a Janice. ¡Provocador de verdad! Entre el tejido había algo que había pensado que nunca me pondría: un corsé brillante, satinado. —¿C-cómo se supone que voy a conseguir entrar en esto? —Miré a Janice, aterrorizada de que me estrangulara a mí mismo con ello. Ella sonrió. —Estoy más preocupado por cómo fue que Robert hizo la compra por ti, pero eso se puede responder más tarde. Vamos a conseguir esto ti. Ven aquí. Ella tomó el extraño dispositivo para Grace de su caja y procedió a deshacer unos ocho ganchos, luego envolvió el corsé a mí alrededor, el sistema de cierre de los ganchos estaba en la parte delantera. Ella me dio la vuelta y empujó la prenda a lo largo de mi sostén, a continuación, comenzó a apretar las cuerdas. Cuando ella había trabajado la mitad de la espalda, desabrochó el sujetador. —Se puede considerar fuera ahora, Grace. Saqué el sujetador de debajo del corsé y luego dejar que las correas cayeran en los brazos, al mismo tiempo que Janice procedió a estrangularla el pecho para abajo. —Oomph. —Gemí mientras tiraba de las cuerdas con la misma fuerza con que podría sin forzarme a agacharme, y luego atarlas en lo que yo esperaba que fuera un arco que no se desabrochara fácilmente. Me gustaría conseguir nada entre yo y el oxígeno cuando llegara a casa y podría aprovechar esta tortura con el dispositivo medieval. 231 Janice me dio la vuelta otra vez, evaluando el trabajo que había hecho, y arqueó las cejas... ¿Sorpresa? ¿Shock? —Wow. Voy a tener que preguntar a Robert donde encontró esto para que yo pueda conseguir uno de estos para mí. Mirando el reloj de mi tocador, ella rápidamente tomó el vestido y bajo el cierre. — Bueno, vas a tener que sentarte en la cama. Voy a colar esto sobre sus pies, y luego haré una pausa y tirare hacia arriba. Hice exactamente como ella había pedido, lo que le permitió deslizar el suave tejido en las piernas. Me levanté y sentí la punta de tejido sobre la cintura y el corsé. La sentí tirar de la cremallera hasta la espalda, metiendo las cuerdas del corsé, para que no se atoraran, y luego dio un paso atrás para darme espacio para permitir que el material cayera a mí alrededor. Fue un ajuste perfecto. Por supuesto que lo era. Se había asegurado de ello. Janice miró la pila de cajas y bolsas en la cama y empezó a hurgar en ellas. En una caja se encontró con un conjunto de pinzas para el cabello con libélulas con joyas en ellas. En otro, se encontró con un par de sandalias de tiras de bronce que eran exactamente de mi tamaño. Vació el contenido de una pequeña bolsa y descubrió dos cajas de terciopelo. Una contenía un ámbar colgante en forma de corazón, mientras que el otro tenía pendientes de ámbar en gotas. —Tengo que decir esto acerca de tu Robert. Tiene un gusto increíble. Ha gastado un montón de en ti por una noche, Grace. Tengo que preguntarme qué es exactamente lo que espera de ti después de todo esto. —Ella dijo, alzando las cajas de joyería para enfatizar su punto de vista acerca de los costos. —Él no espera nada de mí —le dije, sabiendo que era mucho más cierto de lo que era otra cosa—. E incluso si lo hace, no es exactamente como si fuera a obtener nada de esto tal vez extrema vergüenza y arrepentimiento. El chasquido de la lengua de Janice me dijo que probablemente no sabía de lo que estaba hablando. Yo no sabía qué parte. Suspirando, agarró el cepillo de la cómoda y comenzó a desenredar mi pelo. En menos tiempo que lo que le llevó a vestirme, ella tenía mi pelo recogido en un toque francés, hilos sueltos cayendo cerca de mis oídos y en la parte posterior de mi cuello. Ella tomó el collar de su caja y lo sujeto en mí, el colgante descanso muy bien contra mi pecho. Tomó los pendientes y un sorpresivo: —Oh —salió de su boca—. Son clip-ons. Miré a la joyería en las manos y tenía razón. Yo no entendía cómo podía haber traído Robert todas las otras cosas correctas, pero esto… —Supongo que no sabía que me han traspasado las orejas. —Murmuré. 232 Janice me miró de cerca, sus ojos escudriñando algo que no podía ver sin un espejo. —Uhm, tus orejas no se han perforado, Grace —¿Qué? —rápidamente fui a su alrededor y metí la cara en el espejo que estaba sentado encima de mi tocador, enfocándome en los lóbulos que tenían que haber sido atravesados cuando tenía solo cinco años, los pendientes de oro con la pequeña estrella que nunca había dejado desde entonces. Sólo que no había estrellas de oro. No había agujeros—. ¿Cómo… —me daba vueltas la cabeza hacia la izquierda y la derecha, pensando que cuando me diera la vuelta hacia atrás, no habría un destello de oro allí. Al mismo tiempo, estaba decepcionada. Lo había conseguido todo correcto después de todo. ¿Cómo había sabido algo sobre mí que yo no? ¿Y dónde estaban mis pendientes? Apreté los dientes ya que esta información recién descubierta y la falta de la misma cavó un agujero agradable en mi mente, intentando establecerme allí hasta que me enterara de las circunstancias que llevaron a esto. Suspiré y agarre los pendientes de Janice, aparentemente divertida y un poco alarmada de que yo había sido ajena a mi falta de agujeros para pendiente. Acomode las piezas de ámbar en mis orejas, y tome las sandalias. Bueno... la sandalia, en verdad. Yo no iba a usar la derecha, después de todo. La puse en mi pie y trate de caminar. El tacón me causaba una ligera cojera cuando di varios pasos por la habitación, pero no se sentía incómodo, y envié una pequeña oración de agradecimiento a su manera para encontrar un par de zapatos para mujeres que no fueron creados para la total destrucción de los pies. Janice echó un vistazo y me asintió con la cabeza un par de veces, obviamente pensando en qué más se necesita para completar la envoltura de regalos que hacía en mí. Se acercó a la cómoda y tomo algo que definitivamente no era mío y un tarrito que tampoco era el mío, y comenzó a desenroscar la tapa del mismo. —Voy a delinear tus ojos, aplicar un poco de rímel, y luego te pondré el brillo. Eso va a ser todo. No necesita nada más —dijo mientras se acercó a mí con el cepillo, esgrimiendo como la herramienta que era, sólo que parecía más como un arma para mí—. Cierra los ojos, Grace. Hice lo que me encargó, y esperé, sintiendo los suaves, pero firmes trazos de lo que sólo podía imaginar que era el pincel a través de la parte inferior de mi párpado. — Abre tus ojos. —Lo hice, y ella vino de nuevo con otra arma erizada. Aplicó la máscara a mis pestañas muy lenta y cuidadosamente, aparentemente percibiendo mi miedo y desconfianza. —Honestamente, nunca antes había conocido a alguien que le temiera tanto a la máscara de pestañas. —La oí murmurar, mientras devolvía el cepillo a su 233 inofensivo tubo que parecía un extraño en mi tocador. Finalmente, ella tomó el tubo de brillo para los labios y me lo ofreció. —De acuerdo, tú tendrás que ponerte esto. Será lo único que tendrás que volver a aplicar, así que tendrás que saber cómo hacerlo sin que se vea muy pegajoso. Sé que la mirada que le di habría sido la misma que le habría dado si ella justo me hubiese dicho que le hiciera un bypass triple a un hipopótamo, mientras al gato que maullaba del CD que mi papá me regalo para Navidad bailaba tap. ¿Cómo se hacía para que el brillo no se viera pegajoso? Aprendí que era bastante fácil, la verdad. El truco era aplicarlo sólo en tu labio superior, y luego frotarlo en tu labio inferior. Janice me enseñó esto usando pasos de bebés, y aunque quizás yo no podría estar tan arreglada de nuevo, quizás podría acostumbrarme a la cosa del brillo después de que ella me mostrara cuán fácil era. —Bueno, Grace. Yo no puedo decir nada más que esto. Si tu madre era lo mitad de bonita de como tú te ves ahora, estoy bastante segura de que tu padre fue un hombre muy afortunado cuando se casó con ella. —Exclamó Janice, ningún sonido de falsedad en su voz mientras se hacía a un lado para que yo pudiera finalmente verme —Gracias, Janice —dije, y miré al espejo. Estaba sin palabras. ¡La chica que me miraba de vuelta en el espejo definitivamente no era yo! ¿Era mi pelo de un color café tan bonito? Mis ojos, ¿se veían verdes o era mi imaginación? Las pecas que bailaban a través de mi cara se veían como si ellas pertenecieran ahí mientras un rubor se esparcía por mis mejillas, sacando cualquier signo de imperfección. No lo podía creer—. Esa no soy yo. —Murmuré. Janice se rió en silencio. Ella alcanzó una caja más y me la extendió. —Esto, creo, es tu chal. ¿Mi qué? Tomé la caja y la abrí. Dentro había un bulto que se veía como la misma gasa que fluía por el frente de mi vestido. La saqué de la caja y me maravillé mientras caía al suelo, sus extremos estaban cargados con los mismos cristales de la parte delantera del vestido. Me di cuenta que no era una franja estrecha de tela, sino más bien ancha, y de varias capas, haciendo que sea menos transparente, pero aun dando una sutil suavidad. —Bueno, póntelo. —Me dijo Janice, y me ayudó. Me condujo hacia la puerta, abriéndola antes de dejarme salir primero, luego pasándome por el pasillo para que ella pudiera ser la primera en bajar las escaleras, su intento muy claro. Ella quería ver la reacción de los chicos cuando yo apareciera. 234 Lentamente, tomando un profundo aliento con cada paso, hice mi camino por la escalera y hacia la sala de estar. La llegada de Janice había interrumpido lo que sea que los chicos hubiesen estado haciendo la pasada hora, y los 3 estaban parados, sus caras ansiosas mientras yo bajaba ese último escalón. El primer sonido que escuché fue la entrada de aire, luego un gemido, seguido por un suspiro. Mi papá fue el primero en acercarse a mí. Obviamente todo esto había sido previamente arreglado porque ni Graham ni Robert hicieron algún movimiento por acercarse. —Grace… wow. Te ves hermosa. —Sus ojos estaban húmedos, y supe que si dejaba salir una sola lágrima, había soportado la atroz tortura de la máscara de pestañas por nada porque la sacaría toda con la inundación de las mías. —Gracias, papá. —Traté de sonar tosca, estirada, firme. Mi voz temblorosa no me iba a dejar ganar este round. —Lo digo de verdad, pequeña. Te ves increíble. Ese es un vestido. —Él dijo, mirándome de arriba abajo, y luego me abrazo fuertemente—como un padre lo haría justo antes de mandar a su único hijo a la guerra. Me estaba acercando más a perder esa batalla contra las lágrimas. —De acuerdo papá, me vas a tener que dejar ir ahora —susurré en su oído. Él asintió, pero no soltó su agarre. Al contrario, lo hizo más fuerte—. ¿Papá…? —Está bien, está bien. Lo estoy dejando. Dale a un viejo hombre un respiro cuando está viendo crecer a su pequeña niña justo frente a sus ojos, ¿quieres? Miró a Robert y suspiró después de poner una distancia bastante grande entre los dos. —Pusiste a mi bebé en un vestido, y me tienes desenterrando las lágrimas aquí. No sé si abrazarte o golpearte. Robert sonrío. —Preferiría el abrazo, pero entiendo si más bien me golpea. Graham se paró delante de ellos, su boca abierta en asombro, sus ojos muy abiertos. —Dijiste que me vería mejor en un vestido entero. ¿Te vas a retractar de tus palabras? —Le pregunté, mis manos en mis caderas, mis pies preparados para cualquier comentario mordaz que él pudiera hacer. Sacudió su cabeza, su mandíbula moviéndose mientras lo hacía. —Te ves increíble. Y eso fue todo. Él no iba a decir nada más. Lo vi mirar a Robert y supe por qué. Él no iba a arruinar este momento con comentarios sarcásticos o con comentarios descuidados —no importaba cuanto él quisiera hacerlos— porque él se preocupaba por mis sentimientos. 235 Finalmente, era el turno de Robert. Sus ojos estaban llenos de felicidad mientras me tendía su mano. La tomé con mucho gusto. Levanto mi mano hacia su boca y beso mis nudillos suavemente, ligeramente. Era algo que tú sólo veías en obras de época en la televisión o en el teatro. Y ahora, en mi sala de estar… pero nadie nunca sintió el ritmo fuerte y feroz que mi corazón latía fuertemente en mi pecho, o la emoción sin aliento que salía de mi con cada suave caricia. —Eres todo lo que he dicho y mucho más. —él dijo bajito. Radiante, espectacular, fenomenal, gloriosa —has superado cualquier expectativa que pudiese haber tenido, e incluso más y creo que nunca he, en todos mis años en esta tierra, estado más aturdido de lo que estoy ahora. Aunque fue poco femenino y poco atractivo, no pude evitar que mi boca se abriera ante su admisión. ¿Nos estabas espiando? ¿Buscando en mi mente o en la de Janice nuestras reacciones? ¿Cómo yo lucía de antemano? ¿Trampa? La mirada de sus ojos me dijo que no lo había hecho. Su sorpresa había sido genuina. Estaba asombrado. —Que caballeroso de tu parte. —Murmuré, una sonrisa secreta tocó mis labios ligeramente. Robert me ofreció su brazo, y yo miré a mi papá. —Creo que nuestro auto está aquí. Traeré a Grace a las 11, si está bien con usted, Sr. Shelley. La expresión de mi papá estaba vacía. Para una primera cita, él probablemente había tenido un discurso sobre una especie de toque de queda planeado en su cabeza, pero él no contaba con que Robert estuviera un paso sobre él y estableciendo él mismo la misma hora exacta en que yo habría estado en casa si tuviera una vida social. Él gruñó y luego respondió. —Creo que está bien, pero si Grace encuentra que está pasando un buen rato, supongo que está bien si la traes a casa a media noche. Miré a papá, luego a Robert. Fue tan rápido, que si hubiese pestañeado me lo habría perdido: él me guiñó un ojo. —Gracias, Sr. Shelley. Aprecio y valoro su confianza en que traeré a su hija a casa a salvo. Esta vez, era tiempo de que Papá me guiñara el ojo, aunque pensándolo bien comparado con Robert, parecía más bien como si la mitad de su cara se quedara dormida. —¿Cómo podría no confiarte su seguridad, Robert? Tú le salvaste la vida. Creo que puedo forzar las reglas un poco por eso. Graham, que había estado quieto mirando el intercambio entre los dos levantó sus manos y se dirigió hacia la cocina. —Necesito algo de comer. Janice, que también había estado quieta a un lado, hizo de pronto un sonido chirriante. —¡Tengo que traer mi cámara! 236 —¡Oh no! Vamos, rápido, antes de que ella tome una foto y lloré. —Tirando del brazo de Robert, pero él no se movía. Me demoré mucho. Janice había escondido su cámara en algún lugar cerca, probablemente preparada para mi fuga. —¡No tan rápido Grace! Sólo quiero dos fotos; una tu sola y luego una de ti y Robert. —Aw Janice, tu sabes que mis fotos nunca salen bien. —Me quejé. Sonaba como un adolescente irritante y mordí mi labio para evitar que el ruido nasal saliera. Janice sacudió su cabeza, sin dejarse influenciar un poco. Quejarse nunca funcionó. —Vamos. Saquemos una de ti estando sola. Robert se alejó de mi unos pasos, dejándome sola en el medio de la sala de estar. Janice me llamó y me dijo que sonriera. Traté. —Uhmm. Este flash no está funcionando bien. Salió muy brillante. —Dijo Janice, mirando la pequeña pantalla de su cámara que mostraba la foto que acababa de tomarme. —No, sólo soy yo. —Murmuré, sabiendo muy bien que era. —Bueno, vamos a probar una con Robert, entonces. Como si nunca se hubiese ido, Robert estaba a mi lado, su brazo alrededor de mi cintura, su mano descansando en mi cadera. Él miro abajo hacia mí y yo miré arriba hacia él. No noté el flash, pero si escuche el arrullar de Janice mientras proclamaba su último intento de fotografía amateur un éxito. —¡Es hermosa! Es como si hubiera un halo de luz alrededor de ustedes dos. ¡Vengan a ver! No pude no ir. No había habido nunca, nunca una fotografía mía que no saliera arruinada de alguna forma. Estaba incrédula. Pero Janice tenía razón. Su pequeña pantalla mostró la foto que nos había tomado a mí y a Robert mirándonos a los ojos. La conexión entre nosotros era obvia. Alguien incluso podía decir que nos veíamos enamorados. Pero no podía ignorar el hecho de que los dos parecíamos brillar. Le daba a la fotografía una calidad etérea, y la ironía era demasiada para mí. —¿No es hermosa? —Janice proclamó, y se la mostró a papá quien asintió en acuerdo—. Definitivamente voy a imprimir esta. ¿Quieren tomar una más? —De acuerdo, vámonos, Robert. —Tome su mano y lo arrastre hacia la puerta. 237 —Espera pequeña, tienes que decirle adiós a tu viejo padre primero. —Dijo mi papá. Deje de moverme y me giré, no queriendo realmente ver su cara y ver las lágrimas que habían estado tratando de caer antes. Estaba casi fuera de la casa, ¡Libre de lágrimas! Papá me tiró en otro fuerte abrazo, obviando lo que el repentino movimiento le estaba haciendo a mi pelo, o a mi vestido. Yo también lo estaba, pero el instinto femenino que había aparecido repentinamente tan pronto como mi vestido o mi pelo fueron amenazados hizo que me hiciera hacia atrás y dijera palabras que jamás pensé que iba a decir. —Cuidado, papá, puedes arruinar mi pelo y mi vestido. El suspiró, y me dejo ir. —Tienes razón. Váyanse. Diviértanse. No esperare despierto. Besé su mejilla. —Gracias, papá. Y en un flash, estuvimos afuera, parados en la puerta de entrada. Había pasado tan rápido, que estaba casi segura de que papá aun creía que estábamos a su lado. Me sentí divertida por ese pensamiento, miré hacia Robert finalmente siendo capaz de apreciar la manera en que sus ojos brillaban y se ondulaban como dos piscinas de plata. —Así que, ¿Cómo exactamente vamos a llegar a esta boda? Él levantó sus cejas y miró hacia la calle, causando que yo siguiera su mirada. Un auto negro estaba ahí. No sabía qué clase de auto era. Todo lo que sabía era que era brillante, negro, elegante, y estaba aquí. Alguien se paró al lado del asiento del conductor y caminó alrededor, abriendo hábilmente la puerta trasera de pasajeros, y esperó que Robert y yo entráramos. El chofer vestía un traje negro entero, y tenía una mirada severa. Miré a Robert de nuevo, la pregunta ya en mi cabeza. —No, Él no es uno de los de mi especie. Sólo es un amigo muy leal. Asentí y deje que me guiará hacia el auto. Me ayudó a meter mi vestido y mi yeso en el auto y se subió después de mí, la puerta cerrándose detrás de él. Mientras nos alejábamos de mi casa, tomé un buen vistazo de lo que estábamos conduciendo, y como estaba pasando estas últimas semanas, mi mandíbula se cayó una vez más de manera dramática. —Oh queridas bananas, ¿Sabes qué clase de auto es este? —lo miré, sintiéndome instantáneamente estúpida porque por supuesto él sabía qué tipo de auto era. Todos sabían qué tipo de auto era. No era como un Mercedes o un BMW, dos marcarsque se habían vuelto muy comunes en ciertas áreas de Heath. Oh no. Una mirada a la 238 solitaria B del emblema me lo dijo con bastante facilidad. Este no era común en Heath, mucho menos en todo Ohio. Y ahora yo estaba dentro de uno—. Que apropiado que estemos conduciendo un auto con alas en su logo. —Murmuré. 239 Compañías mezcladas Traducido por LizC y Mery St. Clair Corregido por majo2340 M is rodillas temblaban tanto, que el momento que llegamos a la carretera que conduce al refugio de la familia Bellegarde, tenía que físicamente sostenerlas con las manos. No sabía por qué estaba tan nerviosa, pero un vagabundo pensamiento que había estado flotando en mi cabeza, me daba a entender que esta noche no iba a ser una típica primera cita. No es que la típica primera cita incluya pasear en un vehículo que costaba más que una casa promedio en Heath, con un ángel de buena fe para empezar, sino porque simplemente no sabía qué esperar. No tenía ninguna experiencia cuando se trataba de citas, pero sabía que esta noche no iba a ser la noche promedio con cena y una tierna película. Íbamos a una boda de la nieta de alguien que Robert había conocido cuando eran jóvenes. Esto significa que esta persona sabía que había algo diferente en él, y probablemente sabía mucho más de él que yo. Aparte de su familia y otros de su especie, había tenido la idea de que yo era la única persona que sabía que era como una medalla de honor, un raro y especial premio que era mío y sólo mío. El saber que yo era sólo una más de las del montón me hacía sentir que estaba siendo despojada de algo, a pesar de que nunca podría ser tan tangible y real como lo que sentía cada vez que Robert me miraba. Y él me miraba ahora, con sus ojos llenos de humor, como si supiera algo que yo no. Pero, por supuesto que lo sabía. Siempre lo sabía. Ese era uno de los muchos precios que tenía que pagar por ser amiga de algo tan maravilloso y mágico como un ángel. —Sé que escuchas mis pensamientos. Sólo sácalo y termina de decir lo que sea que estás pensando. —Le dije, no exactamente emocionada de que no lo había hecho todavía. 240 —No sé exactamente qué pensar —respondió, aunque a juzgar por la forma en que sonreía, ya lo había pensado un montón—. Voy a decir que estoy más y más cerca de averiguar cómo te las arreglas para que no lea tus pensamientos. Mis ojos se agrandaron de sorpresa. —¿En serio? ¿Cómo? —Te dejaré saber cuándo este seguro. Hasta entonces, tengo una pregunta que me gustaría hacerte. Contuve la respiración y espere. —Me preguntaba si te gustaría que quitara tus yesos. El aire salió de mí lentamente, como si estuviera desinflándome. Asentí con la cabeza antes de realmente pensar en las consecuencias, y luego decidí que simplemente no me importaban cuáles serían las consecuencias. ¡Oh, tener libertad para moverme! Arqueé mi cuerpo en el asiento, levanté el dobladillo del vestido y puse la pierna en su regazo. Señalé con mi mano enyesada. —¿Puedes empezar con este? Se echó a reír. —Siempre puedo sentir tu molestia cuando piensas en ellos, pero voy a tener que ponerlos de nuevo antes de que te traiga a casa. Sólo los voy a quitar por esta noche. —Así que mi libertad se convertirá en una prisión de nuevo a la medianoche. Todo lo que necesito es una calabaza y algunos ratones y estaré lista. —Le respondí. —¿Y en qué me convierto cuando el reloj marque las doce? —Preguntó, sus ojos parpadeando hacia mí en la oscuridad del coche, mientras sus manos rozaban mis dedos de los pies asomando por la puntera del yeso. —Nada. No hay medianoche, cuando se trata de ti —Respire. O, mejor dicho, no lo hice, porque en ese momento sentí un cosquilleo extraño correr hasta la parte posterior de mi pierna, como si alguien hubiera trazado una línea que iba desde mi tobillo hasta mi muslo con una pluma. —¡Oh! —Me retorcí, la sensación era tan... rara. Miré las manos de Robert, y vi que estaba tocando suavemente el yeso en la base de mi talón. Sólo, que los toques ligeros eran muy, muy rápido, el movimiento era casi imperceptible. Sólo me di cuenta porque podía sentirlo. El yeso era grande e intensificaba las vibraciones de los toques ligeros creados por él. Y luego se detuvo. Aspiré, la corriente de aire llenando mis terminales cerca de estallar, y luego lo solté completamente en una exclamación de sorpresa cuando alzó el yeso de mi pierna en una sola pieza, aunque estaba abierto a lo largo de la parte trasera, la parte delantera parecía estar articulada. 241 —¿Co-co-cómo lo hiciste? —Un mago nunca revela sus secretos. —Meneó sus cejas hacia mí, y sonrió. —Uff, ¿qué es ese olor? —Mi nariz arrugada por el corrosivo olor asaltando mis sentidos. Se echó a reír. —Eso viene de ti. Me burle, ofendida. —¡Por supuesto que no! Señaló a mi pierna, la cual se veía con una palidez enfermiza, y... grotescamente peluda, y sonrió—. Me temo que sí. El yeso ha hecho maravillas para hacer de tu pierna un caldo de cultivo de bacterias que causan mal olor. Me di cuenta de que tenía razón. Ofendida y agresiva. Genial. Qué manera de empezar una primera cita. Avergonzada, gruñí. —¿Qué voy a hacer? ¡No puedo ir a la boda oliendo y luciendo como una loca de carretera! —Shh. No te preocupes. Deja que me ocupe de ello. —Susurró, y sostuvo mi pie en sus manos. Me quedé en un silente shock cuando se llevó mi pie a su boca, manteniéndolo en el sitio cuando traté de jalarlo de vuelta. Sopló sobre él, enviando un escalofrío por mi pierna y directo a esa parte de mi estómago que hacía graciosos saltos cada vez que él me tocaba o me miraba de una determinada manera, sólo que esta vez, mi estómago no se limitó a tomar una pequeño salto, hizo un triple salto, aterrizando en algún lugar de mi pecho al lado de mi corazón latiendo rápido. Me acordé de él haciendo lo mismo en mi mano después de habérmela quemado el primer día después de que nos habíamos conocido, y las ampollas habían sólo desaparecido. Pero, ¿qué podría hacer esa misma habilidad con una pierna húmeda, pantanosa, y que estaba abismalmente peluda? Sentí el extraño inicio de un hormigueo en la punta de mi dedo pequeño. Era como si una mosca estuviera posada allí, y luego se fuera caminando a través del espacio entre mis dedos de los pies, cada pequeño paso dejando permanentes huellas en la piel que latía y latía cada vez más en amplios círculos. Mire, asombrada cuando mi pierna comenzó a cambiar de color, la pálida y húmeda piel tornándose casi transparente a un cada vez más normal beige rosáceo. Sentí que mis ojos se abrían aún más cuando vi que los parches de vellos parecían retirarse de mi piel. Volví a mirar a su cara. —¿Qué-cómo? Él sonrió, y empujó el borde de mi vestido hacia abajo, cubriendo mí ahora pierna libre y extrañamente oliendo bien. Buscó mi brazo y repitió el rápido toqueteo ligero en mi codo. Cuando, también, se había dividido abierto, el mismo horrible 242 olor asaltó mi nariz. Tal como lo había hecho con mi pie, Robert llevo mi mano hasta su boca y exhaló en ella. Empecé a tirar de mi mano, con ganas de traer mi brazo directo a mi cara, para presenciar el cambio lo más cerca posible, pero apretó el agarre de mi mano. Observé cómo se llevó mi mano de vuelta a su boca, y besó la punta de mis dedos. Puso mi mano en su mejilla y suspiró. —Creo que sientes mejor las cosas a través de tu mano derecha que con la izquierda. Es más sensible. No podía responder. No era capaz de discernir una verdadera diferencia entre la forma que mi mano derecha se sentía en comparación a mi izquierda. Y, con toda honestidad, no importaba con qué mano lo hacía; sólo podía sentir el golpeteo de mi corazón y las acrobacias de gimnasia que mi estómago realizaba cada vez que tocaba a Robert, o él me tocaba a mí. Se rió de mis pensamientos, y aparte la mirada, avergonzada, como siempre. Un incómodo silencio siguió, y permaneció allí, pesado, hasta que el coche finalmente dejó de moverse, y la puerta del lado del pasajero se abrió. Después de haber puesto mis yesos en el suelo, se bajó del coche. Se volvió y tendió su mano hacia mí. Fue entonces cuando me di cuenta de que sólo tenía un zapato. —Robert, yo… —Él levantó su mano, deteniendo mi obvio anuncio. La puerta del lado del pasajero delantero se abrió y cerró muy rápido, sólo siendo frenada por la física de la propia puerta, y no por el individuo que la abría. Luego, Robert estaba en una rodilla delante de mí, colocando la otra sandalia en mi pie descalzo. —¿Cómo-qué-dónde-cuando? —Tartamudeaba, sintiéndome absolutamente tonta pero incapaz de detenerme mientras mis ojos viajaban desde la sandalia hasta su cara, y viceversa. —Se te olvidó quién y por qué —bromeó. Cuando estuvo convencido de que la sandalia estaba abrochada con seguridad, me sacó del coche—. ¿Lista, Cenicienta? Del mismo modo que había sido cuando habíamos estado aquí, había una gran carpa llena de luces colgando por encima de mesas y sillas completamente desplegadas. Esta vez, sin embargo, habían tiras de tela de bronce reluciente corriendo por las mesas y atadas a las sillas, como las cintas que envuelven un regalo. 243 Los arreglos florales en cada mesa consistían en grandes árboles de vidrio que tenían flores naranjas oscuras y de color rosa brillante; gotas de cristal colgaban de cada rama. Cada puesto parecía ser una caja de color rosa brillante, sus arcos se veían como explosiones de petardo color bronce, y pensé que después de esta noche no querría sentarme jamás en una mesa que no tuviera el mismo centro de mesa o puesto para sentar. Sacudiendo de su cabeza mis pensamientos, Robert me llevó hacia una pequeña tienda instalada cerca de la glorieta. Que, también, había sido decorada en bronce, rosa y naranja, con cristales colgando por todas partes. Había sillas acomodadas frente al mirador, y asumí que es donde la boda tendría lugar. La mayoría de los puestos estaban ocupados, pero Robert no me llevaba a sentarme. Él me llevaba hacia alguien. Los murmullos de reconocimiento y de emoción no podían faltar a nuestro paso una fila tras otra fila, deteniéndonos en la única donde habían retirado una silla para permitir la silla de ruedas de una mujer aparentemente frágil de aspecto. Ella levantó la vista de su conversación con la mujer a su lado y sonrió, las arrugas alrededor de sus sorprendentes ojos azules profundizándose en su evidente alegría al ver a Robert. —¡Robbie! ¡Me preguntaba si llegarías a tiempo! ¡Y al fin voy a conocer a tú Grace! —ella me miró, con sus ojos llenos de calidez y hospitalidad—. He visto tu cara tantas veces, pero debo decir que sus pensamientos no te hacen justicia. Sonreí por su cumplido, no quería decirle que todas las imágenes en su mente eran la normal yo, de todos los días. La Grace de pie frente a ella era la anormal, pero no tenía por qué saberlo. Robert se inclinó hacia abajo en una rodilla y tomó la mano de la mujer, que parecía tan pequeña y frágil en la suya, tenía miedo de que la pudiera romper. La llevó hasta sus labios y la besó con reverencia. Él la miró a los ojos y sonrió, luego miró hacia mí. —Grace, esta es Eloise MacInherney. Ella es la amiga cuya nieta se está casando esta noche. —Es un placer conocerla, Sra. MacInherney —Dije. —Oh cielo, es Ellie para ti y para todos los demás que importan —respondió, agitando su mano hacia mi formalidad—. Estoy tan contenta de que hayas podido venir esta noche. Siempre es bueno estar cerca de familiares y amigos. Miré a mi alrededor a los invitados que asistieron y me di cuenta, curiosamente, que nadie me resultaba familiar. Heath no era exactamente una ciudad pequeña, pero con tanta gente aquí pensé que al menos vería a una persona que reconociera. 244 En cambio, los rostros pertenecían a extraños. Con la excepción de dos que estaban de pie a un lado, visibles como siempre. Lark y Ameila asintieron con la cabeza hacia mí y me sonrieron. Lark, hermosa en un vestido de color marfil, parecía divertida, mientras que Ameila, que se parecía a una rara gema en un vestido color rojo sangre que se reunía en el suelo bajo sus pies, se veía preocupada, aunque probablemente sólo me di cuenta porque había visto las mismas miradas en sus rostros anteriormente. Mientras que ya no me preocupo tanto acerca de la opinión que Lark tenía de mí, teniendo en cuenta los grandes saltos que habíamos hecho desde nuestro primer encuentro, la manera en que Ameila parecía mirarme con una mezcla de lástima, tristeza y preocupación me hacía sentir totalmente inadecuada. Lark, después de haber oído mis pensamientos, se volvió para mirar a su madre. Ameila no hizo nada para ocultar sus emociones, y eso pareció disgustar a Lark, quien negó con la cabeza y empezó a pisotear hacia nosotros, sus pies dejando inconfundibles y profundas impresiones en la hierba detrás de ella. —Lark está en pie de guerra. —Comentó Ellie. Robert no necesito dar la vuelta y mirar por sí mismo que ella tenía razón, pero él lo hizo de todos modos. Entonces, él miró hacia mí y sacudió su cabeza. —Mi madre no necesita molestarse porque tú y yo estemos aquí, Grace. Hay alguien más aquí que ella no esperaba que llegara. No entendía. ¿Quién podría estar aquí que molesta a Ameila? Ellie sacudió su cabeza también. —Sam. Tiene que ser Sam. —¿Sam? ¿Quién es Sam? —Pregunté, obviamente era alguien fuera del grupo y era alguien que no agradaba. La voz de Lark detrás de mí respondió. —Sam es algo así como nuestro hermano adoptivo, y es un dolor en el tra… —¡Lark! —Siseó Robert, cortante hacia ella. Lark sonrió. —Él también es el mejor amigo de Robert, y una completa pieza de mier… —¡LARK! Suspirando, Lark caminó lejos. No necesite decirlo para que se volviera realidad. No pude evitar reírme de eso, y luego trate desesperadamente de detenerme cuando vi la mirada en el rostro de Robert. 245 —Sam no es tan malo, en realidad —dijo Ellie, sus ojos empañados de tratar de luchar contra su propio humor—. Él es sólo un poco áspero alrededor de los bordes. Como una galleta. Un poco más que una galleta cocida al horno, pero aun así, tú sabes lo que se supone debe ser, y con suficiente cantidad de leche, incluso puedes ser capaz de disfrutar de ella. Atrape mis labios entre mis dientes para tratar de no estallar por complete en carcajadas, asentí con mi cabeza. Era la única respuesta que podía dar, no quería correr el riesgo de que en cualquier oportunidad pudiera liberar mis labios, y yo sería incapaz de controlarme. Y frente a tantos desconocidos. Alguien con un largo, vestido fucsia tocó el hombro de Ellie y le susurró algo en su oído. Ella asintió, y levantó su mano en algún tipo de señal. Trate de mirar hacia quien estaba ella haciéndole señas, pero al mismo tiempo que me llevó pensar en hacerlo, ya no estaba cerca de ella, pero estaba en un asiento en alguna parte de atrás, con Robert sentado serenamente a mi lado, su mano sostenía la mía. —¿Qué fue eso? —Pregunté, el repentino cambio de escenario causo que mi corazón se acelerara con la sorpresa. —La ceremonia está a punta de comenzar. —Respondió él, y palmeó mi mano. Una voz increíblemente hermosa comenzó cantando lo que más tarde podría ser descrita como “la más romántica de todas las tonadas”, y la parte donde entraban las damas de honor y los padrinos de boda inicio. La mujer que usaba el vestido color fucsia parece haber sido la dama de honor, ya que fue la última en aparecer antes de la novia. Ella estaba vestida en un muy simple vestido de tirantes que le resaltaba su figura en forma de una sirena. Ella tenía un suave, vaporoso velo sobre su cabello que estaba sostenido por una tiara preciosa de perlas y cristales fucsia y anaranjados. Destacaba drásticamente en contraste de su cabello oscuro, pero no parecía fuera de lugar. Ella estaba sonriendo, mirando hacia el hombre que esperaba por ella en el mirador de enfrente. Él vestía un esmoquin negro con —solté un bufido— tenis para correr de un color anaranjado brillante. Esta era obviamente una pareja que disfrutaba de la vida, y les gustaba divertirse. Fue únicamente entonces cuando noté quien estaba caminando por el pasillo. Tenía en mi boca su nombre, pero mi sorpresa me impidió hacer cualquier cosa. Los murmullos de admiración y cumplidos hacia la novia y su acompañante estaban viajando de arriba abajo por los pasillos, y nadie parecía encontrar defectos en la combinación. —Hermosa, ¿no? —Una voz a mi lado me preguntó. 246 Giré para mirar dentro de un par de ojos dorados que estaban sentados a mi lado en uno de los más atractivos rostros que nunca antes había visto. Él tenía el cabello del mismo color dorado, y viajaba en ondas más allá de sus hombros. Él lo llevaba suelto, aunque no parecía estar más preocupado por tener un aspecto perfecto. Su sonrisa era reconfortante, sus labios se curvaron en una sonrisa divertida. Sabía que él era un ángel, también. Simplemente no había otra explicación para su perfección, y no tenía sentido negarlo. —Sí, ella lo es. Él asintió. —Ella se parece a su abuela hace muchos años atrás. Ellas poseen el mismo espíritu, tú sabes —fuego y determinación. No es de extrañar que Rob decidiera llevarla hacia el altar. Es como mirar hacia atrás unos cincuenta, sesenta años. Me volví para mirar a Rob plantar un beso en la mejilla de la novia justo antes de colocar su mano en la del novio. Él dudó, casi como un padre renuente, pero luego el hizo la entrega completa y él tomó su asiento. Pero no a mi lado. —Estoy seguro que él y Ellie nunca pensaron en todos estos años que ellos estarían sentados aquí, asistiendo a una boda juntos. Me removí incómoda para mirar una vez más hacia los ojos leonados del extraño, repentinamente sintiéndome muy incómoda. —¿Quién eres tú y como sabes tanto sobre Ellie y Robert? Él recostó su espalda contra su silla, su comportamiento era informal y relajado, y respondió con una sonrisa conocedora. —Soy Sam. Y, pequeña chica humana, sé mucho sobre Ellie y Rob porque yo, fui el único que los presento. Realmente hicieron una linda pareja en aquel entonces, pero no eran adecuados, siendo él un ángel y todo. Pero es bueno que ellos quedaran como amigos, ¿no lo crees? Lo miré, incapaz de decir cualquier cosa. Sonriendo hacia mi parálisis bucal, él continuó. —Quiero decir, imagina cuán duro debió haber sido, mirándola casarse con otra persona, tener hijos, y… envejecer. No puedo imaginar durante cuánto tiempo podría yo profesarle a alguien amor. Bajé la mirada hacia mi regazo, mirando fijamente mis dedos. Los mismos dedos que Robert había besado no mucho tiempo atrás en el auto, besados de la misma manera en que él besó la mano de Ellie… Levanté mi cabeza y volví a mirar a Sam. —Creo que es muy romántico, en realidad. Creo que él confía y cuida por mí, como para meterse en todo este problema para traerme aquí a conocer a su familia. Me giré dándole la espalda y trate de ver el resto de la ceremonia, preguntándome todo el tiempo si lo que dije era verdad. Pude ver por el rabillo del ojo que Sam me 247 miraba fijamente, su expresión era confusa, su boca ya no se curveaba con una sonrisa. Bueno. Espero que él estuviera escuchando los pensamientos de Lark sobre él, y esperaba que él estuviera escuchando la versión sin censura. Cuando el oficiado anunció que él novio ya podía besar a la novio, un gran grito de alegría lleno la noche y para mi sorpresa, la novia fue quien tomo la iniciativa hacia el novio, plantando un muy tonto, pero cariñoso beso en sus labios antes de gritar, —¡Te tengo ahora! —Todo el mundo a mi alrededor rio. Bueno… casi todo el mundo. La cara de Sam estaba tranquila todavía. Era como si la alegría que fluía a través de la carpa estuviera esquivando en torno a él en lugar de ser absorbida como todos los demás. No podía entender como él podía simplemente ignorar la inmensa cantidad de afecto que irradiaba afuera, como si él fuera insensible a la emoción, como sensación física. —¿Estás lista para la recepción, Grace? Me volví para ver a Robert a mi lado, la filas de asientos ahora estaban completamente vacíos a excepción de mí, me giré para ver a Sam… ¡Él se fue! Levanté la mirada hacia Robert, preguntándome si él había visto a su hermano sentado a mi lado, escuchado nuestra conversación. Tantas preguntas rondaban por mi mente, en mis ojos, y lo único que él respondió era lo único que realmente quería saber. —Grace, por favor entiende que yo nunca estuve enamorado de Eloise. La quise, por supuesto que lo hice. Ella era electus patronus, era nuestro deber… —Electus. ¿Qué? ¿De qué estás hablando? —Interrumpí. —El electus patronus son los guardianes elegidos, esos de ciertas familias que han sido seleccionados para proteger nuestras identidades, hacen nuestro camino más fácil en el mundo humano. Esos quienes están aquí hoy tienen una historia familiar que es tan larga y vieja como este país, pero no son más que el dedo en la mano de esos quienes buscan mantener nuestros secretos a salvo. Ellos son, en esencia, nuestra familia humana. —Y Ellie era —es— un electus patronus. —Dije, pareció casi una pregunta, pero él ya lo había afirmado. —Sí —respondió—. Ella ha sido una desde que tenía dieciocho. La conocí por primera vez en su cumpleaños diecinueve, cuando mi madre, Lark, y yo regresamos de un viaje de Europa. Ella era nueva, dulce, y vivaz. Y, sabía todo lo que un humano podía aprender sobre nosotros, así que no había secretos que mantener, lo cual hacia más fácil hablar con ella. Ello hizo fácil amarla. Pero el amor no es una garantía para la felicidad. Obviamente nosotros no éramos el uno 248 para el otro, y definitivamente no estábamos destinados. Ella estaba buscando un futuro completo para sí misma, que incluía matrimonio, y niños, y fiestas cuando inaugurará su casa. Yo no podía ofrecerle esas cosas a ella, porque esas cosas están reservadas para una clase especial de amor —del tipo para corazones que están destinados el uno al otro, que tienen dentro de ellos más que ambición y dudas. Trate de decirle que quería todas las mismas cosas que ella quería, pero no podía. No podía mentirle. Hizo una pausa y continúo. —Pero, Ellie no estaba enojada, o herida. Ella era devota a su papel como protectora, comprometida, pero quería una familia, también. Nunca cuestionó mi decisión de poner fin a nuestra relación, y como ella me dijo después del nacimiento de su hija, ella estaba agradecida conmigo por no ser capaz de mentirme sobre lo que yo quería y darle a ella tontas esperanzas. Yo también lo estaba. Estaba increíblemente, locamente, intensamente feliz. Él se sentó a mi lado, riendo entre dientes mientras lo hacía, e hizo un gesto hacia la carpa más grande donde todos los invitados estaban sentados, el ambiente festivo era muy evidente. —Todo el mundo que está ahí son electus patronus o uno de mi clase. Nosotros estamos unidos juntos por nacimiento, por sangre, por derecho, por deber, y lo más importante, por fe. —Tú eres la única aquí que no es uno de mi clase o uno de ellos, y todos lo saben. Una de las razones por las que te traje aquí fue porque significas mucho para mí, y quería que todos aquí supieran eso. —¿Incluyendo a Ellie? —Pregunté. —Especialmente a Ellie. Pero, más importante, quería que tú supieras eso. Al traerte aquí, estoy trayéndote dentro de mi mundo. Te he dicho algunos secretos, pero este envuelve más que sólo yo, Grace. Ellos saben que confío en ti lo suficiente como para no haber puesto sólo toda mi vida, sino también la de ellos en tus manos. Estás a salvo aquí. La enormidad de su confianza me dejo muda. Su secreto no sería nunca más un secreto. Era uno de los muchos que había compartido, únicamente ellos sabían mucho, mucho más que yo. ¿Qué era lo que ellos sabían más? ¿Les gusta el hecho de que yo supiera sobre ellos? Y más importante, ¿Era merecedora de esa confianza? Y entonces, como si yo fuera alcanzada por un rayo, el despertar de una simple verdad me golpeó. —Me has traído aquí para protegerme. 249 El experimento “Helado de chocolate y narciso” Traducido por Vanille Corregido por Mari Cullen É l sonrió, contento por mi revelación. —Sí. Hasta que has sido presentada a todos, siempre habías sido considerada una amenaza. —Pero ¿por qué? —Porque, así de simple, significas más para mí que sólo un momento de sensación física. Tú has tocado mi existencia de una manera que muy pocos lo han hecho, y sabes que los ángeles somos seres emocionales, el más pequeño cambio en cómo nos sentimos puede resultar tanto en una increíble creación como en una gran destrucción. No sabes hasta qué punto llegan nuestra fuerza y habilidades… —Porque tú no me lo has dicho. —Interpuse. —Bueno, es cierto, no lo he hecho. Sólo sabes trozos y piezas sobre nosotros, y me disculpo por la negligencia en esa área. Te debo mucho más en el sentido de estar disponible, y lo haré. Pero eso es para después. Esta noche es sobre otras cosas. No pude evitar preguntar. —¿Qué otras cosas? —Tiene mucho que ver con Ellie, y tú especialmente. Yo quería un consejo humano sobre ti, un consejo en el que pudiera confiar, porque no entiendo tu mente ni tus pensamientos. Piensas diferente a todos los demás, y no hablo sobre opiniones o principios morales. Hablo sobre la forma real en que piensas. Te pareces mucho a nosotros en cierta forma, porque en verdad clasificas tus pensamientos en compartimentos, pones las cosas en sus propias áreas individuales mientras piensas; piensas en muchas cosas a la vez, lo que es fascinante de encontrar en un humano. Es además la razón de por qué puedes ocultar tus 250 pensamientos. Lo imaginé mientras Sam estaba hablándote. Ya estabas pensando en tantas cosas, y cuando te dijo sobre Ellie, fue como si tu mente se hubiera dividido en cuatro esquinas. La parte emocional, la racional, la lógica y la parte clínica de tu cerebro estaban luchando una contra otra; es como si tuvieras un árbitro mental que las separa, y el espacio vacío que queda en medio fuera todo lo que yo podía ver y oír. —Robert me miró con un brillo de asombro en los ojos, y me sentí casi como alguna especie de experimento de ciencias que acababa de ganar un listón de premio en una feria. —Pero si no puedes escuchar ni ver nada, ¿cómo sabes que es de esa forma? —Pregunté escéptica, pero entonces de nuevo, yo no podía ver en mi propia cabeza cosas que él sí. Mis recuerdos estaban todos en 2D mientras él podía ver todo en 4D. La sonrisa presumida de Robert me dejó sin aliento mientras respondía mi pregunta. —Creo que es porque tú estás empezando a confiar en mí. Ya sea que he empezado a reconocer las señales o que he encontrado la manera de aferrarme a un pensamiento en tu mente hasta que tú has designado un lugar para que ese pensamiento vaya. —Robert —comencé—, no estoy segura de entender… La sonrisa presumida se volvió dulce y se expandió por su cara. —Intentemos un pequeño experimento. Comenzaremos con algo simple. Te daré dos sujetos, y quiero que pienses en ambos, y entonces quiero que pienses en algo más, lo que sea. —Asentí con la cabeza, y cerré mis ojos, preparándome para lo que fuera que él arrojaría en mi mente—. Quiero que pienses en helado de chocolate y narcisos. Quise decir algo sobre la ridiculez de esos dos objetos combinados, pero decidí no hacerlo. En lugar de eso, pensé en los placeres helados y con sabor a chocolate y las brillantes flores amarillas que prevalecían en Ohio… Pensé en cuánto daño podría hacerle un helado de chocolate derretido al vestido que Robert había comprado, y qué tan fuera de lugar se vería un ramo de narcisos junto a la pegajosa mancha. Me imaginé tratando de conseguir a alguien para que limpiara la mancha y me dijera que costaba más que mi laboratorio de Biología. Pensar en Biología me hizo imaginar la cara del Señor Branke, y de repente me sentí mal. —¿Grace? —¿Uhm? —Murmuré, y me di cuenta de que Robert estaba en realidad sacudiéndome. Abrí los ojos y me percaté de la expresión alegre de su rostro. —¡Lo lograste! —Robert me animó, el orgullo brillando en su sonrisa—. ¡Eso fue increíble! Al principio, todo lo que podía ver era el helado en tu mente. Las flores aparecieron después, pero luego los dos comenzaron a mezclarse, y las cosas empezaron a oscurecerse, tu mente se había vuelto completamente en blanco, como 251 si se hubiera apagado por completo, pero yo sabía, porque tu cara estaba tan intensa. Y entonces se veía... bueno, positivamente verde. —Oh, estaba pensando en el señor Branke, y la clase de Biología. —Graznó mi voz, las náuseas lentamente volviendo a mí ante la mera mención de su nombre. Vi ojos líquidos volverse sólidos mientras él entendía el cambio en mi estado de ánimo. —Él hace que todas las chicas se sientan incómodas. No estás sola en tu opinión sobre él. Me encogí de hombros. —No es como si eso lo hiciera menos escalofriante. Como sea, ¿podemos no hablar sobre el Señor Branke, ni la escuela, ni cualquier otra cosa en este momento? —Miré los camareros que salían a servir la cena bajo la gran carpa y mi estómago gruñó. Ruidosamente. Él se rió y asintió con la comprensión. —Vamos, hambrienta. Vamos a alimentarte antes de que el baile comience. Podemos hablar más tarde. —El me levantó y empezó a guiarme hacia el intoxicante olor a comida. Afortunadamente, las asignaciones de asientos fueron tomadas muy en serio por los ángeles y Electus patronus por igual, al parecer todo el asunto de la honestidad evitaba que alguien tomara el lugar de otra persona, así que nuestros asientos estaban aún libres cuando nos sentamos al lado de Lark y Ameila. Fui presentada a varios de los individuos en la mesa con nosotros, asombrado por quienes eran o no un ángel. Al parecer, el Electus patronus era todo hermoso también, su único regalo era la forma en que reaccionaban ante el calor de su cena y el frío de sus bebidas. Una persona en particular quien —me dijeron— era un ángel de visita desde Francia era excepcionalmente hermosa, incluso para un ángel, con el pelo plateado que se habían trenzado en brillantes cuerdas que estaban apiladas en lo alto de su cabeza, precipitándose en arabescos elegantes que enmarcaban su extraordinaria cara. Tenía la piel de alabastro, tan perfecta y sin defectos que era casi transparente, y los labios teñidos de color rosa fresa, exuberantes y siempre levantados en una sonrisa. Lo más sorprendente, sin embargo, era el color de sus ojos. Yo había visto el plateado de los de Robert, y ahora el oro de los de Sam, pero por primera vez, me embelesé en el brillo glorioso de ojos violeta. Estaban llenos de diversión cuando se percató de mi escrutinio hacia ella, y me sentí a mí misma sonrojar de vergüenza por haber sido sorprendida mirando. Su mano adornó la mía ligeramente, el más breve de los toques, antes de que se girara para hablar con la persona en el lado opuesto. La observé durante unos momentos más, hipnotizada por ella, por todo lo que había se trataba de ella. La forma en que su risa la hacía echar la cabeza hacia atrás con belleza descuidada, la 252 forma en que sus manos se movían de una manera tan animada mientras hablaba que exigían casi tanta atención como su melodiosa voz. Parecía tan joven, tan joven y sin embargo había un aire en ella, que parecía mayor y más sabia que incluso Ameila, que parecía —en años humanos de todos modos— varios años mayor. —¿Los ángeles tienen edad? —Le pregunté a Robert cuando por fin pude apartar los ojos de la diosa de cabellos plateados. Robert tomó mi mano debajo de la mesa y la apretó, una sacudida de energía y una sensación pusieron mi estómago del revés y aceleraron de mi corazón para mantener el paso con los deseos que silenciosamente hacía mientras esperaba su respuesta. —Podemos, si queremos. No tengo que tener este aspecto; podría lucir mucho mayor si lo deseara, pero he encontrado que es mucho más fácil vivir con esta edad. Los seres humanos son más susceptibles a la juventud que he encontrado. ¿Por qué me lo preguntas? Parpadeé hacia las diferentes caras que nos rodeaban, ángeles y humanos por igual, evitando al que estaba a mi lado y susurrando: —Yo no sabía que... tu madre puede cambiar de forma, así que pensé que la razón por la que parecía lo suficientemente mayor para ser tu madre era por eso. Yo daba por sentado que el resto de ustedes se verían jóvenes también. —Está bien. No eres la primera persona en hacer esa pregunta, y definitivamente no serás la última. Ah, aquí viene nuestro mesero. —Sonrió y apretó mi mano de nuevo, entonces la liberó cuando llegó la comida. Gemí cuando vi la cantidad insignificante de comida en mi plato. Tenía el estómago gruñendo por algo —lo que fuera— en un tamaño súper, y en su lugar, parecía que todo lo que había que comer para la cena eran sus bocadillos básicos de tamaño micro-dietético. Vi a todos los demás en la mesa, todos también muy profundamente inmersos en sus propias conversaciones mentales como para notar realmente la extensión de los platos desnudos frente a ellos. Oh, ellos estaban comiendo, pero podrían haber sido babosas crudas en sus platos y no se habría dado cuenta, demasiado absortos en la discusión del tipo de cosas de Electus patronus, más probablemente, cosas de las que yo todavía era deplorablemente ignorante. Incluso Robert estaba pesadamente ocupado en una conversación silenciosa con su familia. Podría notarlo simplemente por la forma en que se apoyaban unos hacia otros, sus ojos revoloteando de unos a otros, como brillantes luciérnagas de plata. Comí en silencio, de repente sintiéndome fuera de lugar mucho más aquí de lo que me había sentido en la escuela. Claro, yo lucía como ellos, vestida de punta en 253 blanco en un vestido caro, zapatos, y joyas. Pero yo estaba interpretando un papel después de todo, mientras que esta era su vida. Yo estaba muy limitada cuando llegó a mi conocimiento acerca de los ángeles, todo lo que sabía era lo que me habían dicho, y puesto que los pocos ángeles que conocí habían dejado bastante claro que todas mis ideas preconcebidas eran falsas, lo que yo sabía que fuera verdad era bastante escaso, y nunca podría compararse a lo que el Electus patronus sabía. De repente curiosa, quería exactamente lo que ellos sabían. Si alguna vez ha habido un mejor momento para obtener la mayor información acerca de los ángeles de un punto de vista humano, sería ahora. Y yo sabía a quién preguntar. Esa fue una razón por la que había sido traída hasta aquí después de todo, ¿verdad? No sentía la necesidad de darme excusas a mí misma, ya que nadie parecía prestar atención de todos modos, me puse de pie y comencé a buscar a la persona que tendría respuestas a mis preguntas. No fue tan difícil encontrarla. Ella era la única en una silla de ruedas, con el pelo blanco apilado maravillosamente en la cabeza en un moño que parecía un gran y redondo rollo de canela helado. —¿Ellie? —Dije en voz baja, en realidad no quería molestarla cuando se sentó lejos de todos los demás, viendo a su nieta y a su nuevo nieto político mientras compartían una conversación privada. Volvió la cabeza alrededor y sonrió cuando me vio. —Ah, Grace, ven —dio unas palmaditas en una silla que estaba a su lado—, siéntate y vamos a tener una charla, ¿de acuerdo? Hice lo que me pidió, muy contenta de que ella pareciera tan interesada en hablar como yo. —¿Ves a mi Hannah allí? —indicó hacia la novia—. Ella es la décima generación de MacInherney para ser un Electus patronus. Su abuelo estaría muy orgulloso. Miré fijamente a su cara, viendo la tristeza crecer un poco, sus ojos cada vez un poco más vidriosos por las lágrimas que comenzaban a caer. Ella las limpió cuando empezó a hablar. —Lawrence, mi marido, bueno, él era el único de sus hermanos que habían superado la prueba, ya ves, y cuando tuvimos a nuestra única hija, Olivia, nos sentimos muy decepcionados cuando nos anunció que ni siquiera quería tomar la prueba. Ella dijo que ya no creía en la existencia de Dios, y que no había ninguna razón para creer en sus servidores si no hay Dios. Eso casi mató a mi Lawrence, lo hizo. No era el mismo hombre después de eso. Nosotros los Electus patronus no somos nada si no fieles, por lo que la pérdida de la fe entre nosotros puede ser muy dolorosa. 254 Levanté mi mano un poco, necesitando que respondiera algo. —¿Qué prueba? Ella se rió de su omisión. —Oh, querida, ¿no lo sabes? La prueba, bueno, es bastante sencilla. Se nos pide que digamos lo peor que hemos hecho. ¿Ves qué fácil es? ¿Qué tan absolutamente simple? Asentí con la cabeza. Por supuesto, era perfecto en su sencillez. Cuando uno tenía la capacidad de ejecutar a través de toda su vida en cuestión de segundos, ver todos tus hechos, buenos y malos, y entonces preguntar cuál es la peor cosa que has hecho, cualquier respuesta que fuera una mentira se denunciaba en el acto. —La mente es una cosa asombrosa, Grace. Cuando formamos un recuerdo, la huella que primero se graba en nuestra mente, la imagen que se crea antes de que pueda formar una opinión al respecto, bueno... lo que queda para siempre, esa es la verdadera memoria. Con el tiempo, lo vemos como algo diferente porque la edad y la percepción desdibuja las líneas un poco, incluso se cambia por completo, pero cuando llegue el momento de la prueba, tenemos que ver las cosas con claridad, ver las cosas de la forma en que se supone que son y no como queremos que sean, de lo contrario vamos a dar la respuesta equivocada. —¿Te importa si te pregunto qué has respondido? —Le pregunté con ansiedad. —¿Por qué? Por supuesto, no me importa. Podría ser un poco vano, y tal vez incluso un poco orgulloso, pero no tanto que no pueda admitir hacer algo muy, muy malo y sin ninguna justificación real. Francamente, querida, yo sólo quería seguir los pasos de mis padres y mis hermanos porque yo tontamente quería casarme con un ángel. Yo les dije algo completamente diferente, por supuesto, porque yo no quería que me atraparan con la charla del deber y la obligación, pero la verdad estaba ahí en mi cabeza, claro como el día. Mentí sobre tantas cosas durante esos días. Oh, era terrible en aquel entonces, ¡un pequeño demonio normal! Cuando finalmente llegó el momento de la prueba, me sorprendió que mi familia estuviera allí, lo que nunca había sucedido antes y lo supe cuando abrí la boca para contestar que lo peor que había hecho nunca fue herirlos con mis mentiras. Me rompió el corazón, pero también me redimió por ser honesta al respecto. —Suspiró Ellie, una mirada nostálgica en sus ojos. —Eso debe haber quemado un demonio de recuerdos en tu mente. —Dije en broma y ella dio una palmada, riendo a carcajadas con poco cuidado de quien escuchara o viera. Sentí envidia de su libertad. —¡Oh, Grace! Lo tienes. Eso es bueno. Es difícil encontrar cierto ingenio en tu generación. Demasiadas bocas inteligente, no las suficientes mentes inteligentes. —Gracias —dije, sonriendo torpemente en su elogio—. ¿Te importa si te hago algunas preguntas más? —Pregunté, mi voz suplicante, no queriendo dejar pasar 255 esta oportunidad ahora que sabía que estaba tan dispuesta a compartir. Ellie dio unas palmaditas en la rodilla y se rió en voz baja. —Querida Grace, pregúntame lo que sea. Podré no sufrir dolor como nuestros dulces ángeles cuando mienten, pero mi conciencia salta cuando lo hago, así que si tienes cualquier temor acerca de eso, no te preocupes. Me tragué ese pedacito de la información y rápidamente corrí por mi lista mental de las preguntas de las que yo quería —no, necesitaba— respuestas. Había tantas, pero la primera llegó con bastante rapidez, y estaba avergonzada de su existencia, ya que ni siquiera había sido un pensamiento hasta que Sam había plantado su semilla durante la ceremonia. —¿Sigues enamorada de Robert? —Mi voz era nítida y el mensaje oculto en mi tono era claro. Ellie se rió. —¡Oh, querida, yo lo amé, pero nunca estuve enamorada de Robert! Él es encantador, yo nunca voy a negar eso, pero él y yo nunca habríamos encajado. Recordé a Sam diciendo eso, pero presioné aún más. —¿Qué quieres decir con que “nunca habrían encajado”? —En pocas palabras, mi vida se estaba moviendo hacia adelante, y la suya estaba atrapada en el siglo V —contestó ella—. Yo quería casarme, tener hijos, tener una casa. Robbie no podía darme esas cosas. Quería hacerme feliz, pero él simplemente no podía darme lo que yo quería. Por lo tanto, encontré mi futuro con otra persona, y no me he arrepentido ni una sola vez. Estudié su sonrisa y vi que sugería tristeza, a pesar de su pretensión de no tener ningún remordimiento. —¿Ha sido duro envejecer y ver que él no crece ni un solo día a pesar de que podría si quisiera? Ella asintió con la cabeza, su barbilla temblaba un poco. —No quiero que piensen que es porque quiero estar con él. Más bien, es porque sé que habrá mucho que extrañaré. Yo ni siquiera estaría aquí hoy si no fuera por Robbie. Me salvó la vida. Tomé su mano y la acaricié, sabiendo exactamente cómo se sentía. —Él salvó la mía también. Ella me miró, sus ojos azules me miraban con tal intensidad, que quería apartar la mirada, pero no lo hice. —Dulce niña, quise decir que me salvó la vida por un día. Conseguí una tarjeta de salida libre de la cárcel, y es sólo buena para esta noche. Yo no entendía lo que quería decir con eso, y así se lo dije. Ella quitó su mano de debajo de la mía, sólo para poner la suya en la parte superior. —Grace, para esta hora mañana, estaré con mi Señor, y me habré ido sabiendo que fui capaz de ver a 256 mi nieta casarse con su príncipe azul. Eso era todo lo que había pedido alguna vez en la vida, y fue Robbie quien se aseguró de que fuera a suceder. Es un milagro. Un milagro andante, es ese chico. —Todavía no lo entiendo, Ellie. ¿Qué hizo Robert? —Pospuso mi muerte, Grace. No sé cómo lo hizo, y yo creía que sabía por qué — ella hizo un gesto hacia su nieta, que ahora estaba en el medio de lo que parecía un concurso de comer camarones con varias damas de honor y su nuevo marido—. Pero viéndote, viendo cómo Robbie te mira, veo que estaba equivocada. Está muy cautivado contigo, ya sabes. Me sonrojé con eso. Definitivamente era algo con lo que yo me veía estando cómoda. —Eso me dijo él. —Atesora eso, Grace. Cuando un ángel ve a un ser humano de esa manera, es para siempre. Los ángeles parecen perfectos, pero están incompletos —mi confusión con lo que dijo debe haberle divertido, porque ella me dio una sonrisa de complicidad que hacía que sus ojos brillaran con picardía—. Ahora bien, esas no pueden ser las únicas preguntas que tengas por hacer. Por favor. Pregúntame cualquier cosa. Es lo menos que puedo hacer para pagar a Robbie por darme esta noche. —Ella dijo con dulzura, su sonrisa ya no estaba teñida de tristeza. Inhalé profundamente, y le pregunté la primera que recopilaba la lista de preguntas más larga en la historia del mundo. O por lo menos, así es como yo lo veía. — ¿Cuáles son exactamente los secretos de los ángeles que necesitan ser guardados? Ellie me miró y sonrió. —¿Quieres decir que no sea el hecho de que no sólo existen, sino que viven entre nosotros como la gente normal? —si yo no hubiera sabido que era un ser humano, habría jurado que era un lector de mentes angelical, ya que estuvo tan acertada con esa respuesta—. Bueno, estoy segura que ya has descubierto el mayor; los ángeles no son perfectos. ¿Te imaginas el escándalo en la iglesia si se tratara de que se descubrió que no sólo había ángeles cantando en bandas de rock, o estaban de pie en frente al Congreso, sino que eran también algo promiscuos? —Ella hizo un guiño. —¿Por qué? ¿Por qué son así? —Me incliné hacia ella, no queriendo perderme una sola palabra de su respuesta. Me sentí como un niño hambriento, arrebatando las migas de pan que Ellie estaba repartiendo. Ella tendió sus manos, examinándolas por un momento, luego las extendió y sostuvo las mías. —Por esto. ¿Alguien te ha explicado acerca de la diferencias entre un ángel joven y aquellos que han ascendido? 257 Me devané la mente a través de todas las cosas que me habían dicho Robert, Ameila, Lark... dos cosas destacaron. —Quieres decir que los jóvenes no tienen alas... y no han recibido el llamado. —Sí. Pero también es porque no pueden sentir nada... físicamente —y ella supo por mi reacción que yo era consciente de eso también. Y continuó—. Los ángeles jóvenes son criaturas tan extraordinarias, con una fuerza y habilidad increíble, pero su única debilidad es que no pueden sentir alegría o placer de la forma en que los que ascienden pueden, y les priva de esa emoción. Por lo tanto, proceden a inducir ese sentimiento dándoselo a alguien más… —asentí con la cabeza, recordando lo que Robert me había dicho acerca de sentir su contacto a través de mi mente, no a través de su propia piel. El pensamiento era todavía inquietante—. Y esa sensación puede ser muy adictiva. Puede ser como una droga para algunos jóvenes, hombres y mujeres por igual. Lo ansían, cómo hace sentir a sus cuerpos, cómo liberar repentinamente a sus mentes de cualquier pensamiento. Los que han ascendido, tienen un propósito. Los jóvenes, bueno... no lo tienen, aparte de esperar la llamada. No sabía que mi mandíbula se había abierto hasta que ella liberó una de mis manos y levantó mi barbilla, efectivamente cerrando mi boca. ¿Robert era uno de esos adictos...? Mis ojos, que yo estaba bastante segura estaban en capacidad máxima en lo que respecta a qué tan abiertos pueden estar, de pronto encontraron un milímetro extra o dos para abrirse ante el pensamiento. Sin duda, nunca me lo diría, porque yo nunca había preguntado, pero ¿lo era? —Oh, Grace, sé lo que estás pensando, y mientras que Robert puede haber apreciado estar con mujeres y apreciado sus pensamientos sobre él, ciertamente nunca se convirtió como algunos de los otros. —Dijo Ellie, acariciando mi mano, tratando de consolarme. —¿Cómo puedes estar tan segura? —Le pregunté, sin sentirme reconfortada en absoluto. Ella detuvo la acaricia, y quitó sus manos de las mías, su sonrisa se había ido. —Porque él me dijo. Ella estaba ofendida. Por supuesto que lo estaba. Los ángeles no podían mentir. Si él le había dicho eso, era la verdad, e irrefutable. —Lo siento. Debería haber recordado. Ella suspiró. —Entiendo por qué eres tan dudosa, Grace. Creciste en un mundo donde las cosas como los ángeles no existen, y son la verdad y la honestidad virtudes muertas que no pertenecen a nadie. Pero espero que ahora veas que nada de eso es cierto. Yo no te envidio, teniendo que ser empujada por este mundo sin saber nada al respecto, y teniendo esta gran carga de la verdad siendo colocada en 258 tu cabeza. Pero te garantizo que valdrá la pena. Robbie es especial. Incluso entre su especie. —Dijo ella, sonriendo mientras miraba más allá de mí. Sentí la mano suave sobre mi hombro y levanté mi mirada. Por supuesto que eran sus ojos. Sólo podía ser él de pie junto a mí, y yo sabía que Ellie tenía razón. Valdría la pena. —¿Qué tal están ustedes dos bellas damas? —Preguntó, pero sólo me miraba a mí. —¿No has husmeado en nuestras cabezas, Robbie? —Ellie se echó a reír—. ¿Has venido para asegurarte de que no persigo a la joven Grace, o has venido aquí para pedirle a alguna de nosotras que baile contigo? Él se echó a reír, sus ojos centelleando. —Ellie, si no te importa, me gustaría llevar a Grace a dar una vuelta por la pista primero. Ella agitó la mano como si nos desestimara. —Vamos, ¡diviértase! No soy buena en estos nuevos bailes de todos modos. Demasiado empuje, no el suficiente cha cha chá. La risa de Robert se hizo más fuerte, sus dientes perfectos brillantes de color blanco, todo su cuerpo temblaba de diversión. —Nunca será suficiente cha cha chá para ti, Ellie —se inclinó y besó la mano que ella le ofrecía—. Regresaré por un baile con la segunda mujer más bella aquí, así que, por favor, guarda uno para mí. Tuve que admitir que Robert sabía cómo ganarse a las damas. Podía sentir el mío, pero yo estaba muy impresionada cuando vi arrastrarse el rubor de Ellie hasta su cuello y poco a poco florecer en sus mejillas. Era evidente que había pasado mucho tiempo desde que alguien le había hecho sentirse así... como una niña de escuela. ¿Y quién mejor para hacerlo que alguien que había conocido cuando ella era sólo una niña de escuela? Guiándome hacia la pista temporal que estaba llena de invitados a la fiesta, Robert me hizo girar, luego volvió con un fuerte tirón me sacó de nuevo, haciéndome girar en un muy fuerte abrazo, una mano sosteniendo la mía juntas en contra de mi corazón, y la otra situada en la parte baja de mi espalda, mi mano libre cayendo naturalmente sobre su hombro. —Sé que no te has divertido mucho en lo que va de la noche —me susurró al oído—, pero planeo asegurarme que el resto de ella sea agradable, si no totalmente placentera. —Robert, no importa lo que hagamos. Si estoy contigo, ya es placentero. —Le prometí. 259 Apoyé la cabeza contra su pecho, escuchando los latidos de su corazón, y me pregunté qué era exactamente lo que había debajo de la piel y los huesos que provocaba ese ritmo hermoso. Es mi corazón. Es el mismo que el tuyo. Negué con la cabeza. No, no lo es. Tu corazón ha latido durante mil quinientos años, y seguirá latiendo por lo menos otros mil quinientos más, mientras que el mío será afortunado de latir tanto tiempo como lo ha hecho el de Ellie. Él me besó en el pelo y luego apretó la mejilla contra mi cabeza. Voy a procurar que lata por el mayor tiempo posible. Sonreí. Por supuesto que lo haría. Esto es agradable. ¿Qué? Esto, mi primer baile... nuestro primer baile. Creo que esperaba que fuera incómodo y torpe, y en su lugar se siente como si yo hubiera estado haciendo esto por tanto tiempo como tú. Podía sentir su cuerpo temblar ligeramente a medida que se echaba a reír. Levanté la cabeza de su pecho, mirando su cara divertida. ¿Por qué te ríes? Creo que me esperaba lo mismo. Mi boca se abrió en un fingido jadeo. ¿Tan poca fe en mis habilidades de baile? Él sonrió. Más bien poca fe en mi capacidad para encubrir el hecho de que tenía tan poca fe en tus habilidades de su baile. Eso, y no estaba tan seguro de que fuera capaz de curar mis pies. Tienes los pies grandes. Debería haberlo sabido. Compré los zapatos que traes puestos esta noche. Yo me reí y luego grité cuando él nos dio la vuelta muy rápidamente. ¡Alto! ¡Me vas a causar mareos! Comencé a reírme histéricamente mientras nos hizo girar más rápido, con la cabeza caída hacia atrás, mi cabello soltándose de sus broches. Redujo la velocidad y pronto, estábamos simplemente oscilando en un movimiento lento y suave. Pensé que te estaba mareando. Riendo, yo asentí con la cabeza antes de colocarla nuevamente en su pecho. —Creo que no importa lo que estuvieras haciendo, me marearías de todos modos. —Esa última parte salió en un suspiro entrecortado. Apoyando su barbilla en mi cabeza, suspiró. Sé lo que quieres decir. Sentí mi mano subir hasta su cuello, mis dedos buscando el punto de pulso allí que hacía eco de los latidos que escuché en su pecho. ¿Quieres decir que te mareas a ti mismo también? 260 Él se rió suavemente. Tonta. Quería decir que me dejas sintiéndome mareado también. Es una sensación bastante extraña, estoy seguro de que voy a tener que sentirla a menudo a fin de realmente entenderla. Sentí su pulso acelerarse y ese pedazo de conocimiento me hizo sentir de hecho sin aliento. Qué extraño. Es lo opuesto a mí. Cuando no estoy alrededor de ti es cuando me siento sin aliento. Yo lo comparo a ser un pez, y tú eres mi agua. Cuando no estoy cerca de ti, me siento como si yo no pudiera respirar. Y hay que entender la ironía de eso, debido a que nunca en toda mi existencia he necesitado hacerlo alguna vez. Levanté mi cabeza fuera de su pecho de nuevo y busqué su rostro. Confusión, sorpresa y humor ante lo que él acababa de revelarme podían ser vistos claramente. Lo que tenía que buscar se escondía en sus ojos. Parecía asustado. Robert puso su mano en la parte posterior de mi cabeza y presionó de vuelta hacia su pecho, suspirando con ironía. Tengo miedo. No entiendo el sentimiento, pero está ahí. Nunca lo he sentido antes, y es emocionante y extraño y confuso, todo al mismo tiempo. Siempre he visto el miedo en las mentes de las otras personas, pero nunca he sido capaz de entenderlo, porque es un sentimiento extraño para mí, y por eso, yo realmente no podía sentirlo. ¿Tiene eso sentido para ti? Asentí con la cabeza, comprendiendo por completo. Se suponía que debía ser la personificación de la empatía, y sin embargo no podía identificarse con el miedo porque nunca había tenido miedo él mismo. ¿Qué tenía que temer? No lo sé. Mucho de esto es nuevo para mí. Te he traído a mi mundo pensando que estaría cambiando tu vida, cuando lo contrario es más cierto; tú has estado cambiando la mía de maneras que el tiempo nunca fue capaz de hacer. Soy capaz de leer y estudiar el mundo y todos sus habitantes... pero tú me has hecho sentir cosas que no sabía que podía sentir. Es... extraño. Sonreí. Ahora era la normal, la que estaba acostumbrada a sentir algo tan trivial como el miedo, y él era el raro. Sentí su cuerpo temblar una vez más con la risa y lance un suspiro de satisfacción. La mano que había estado presionada contra la parte posterior de su cabeza bajó a la parte baja de la espalda una vez más, y siguió allí, con lo que me acercó más, abrazándome en ese momento de comprensión. Acomodé mi cara más cerca de su cuello, queriendo oler su piel, perdiéndome en su esencia y sintiéndolo a él mientras nos balanceábamos lentamente al ritmo de la música que no podía oír porque su voz estaba en mi mente... y era el único sonido que quería escuchar de nuevo alguna vez. 261 Extraños Sucesos Traducido por *Nightwalker2711* Corregido por Mari Cullen L a felicidad siempre es corta. Leí eso una vez en una galleta de la Fortuna. Nunca pensé que eso se me pudiera aplicar, dado que felicidad no es exactamente un sentimiento con el que esté familiarizada, pero el hecho de bailar en los brazos de Robert término siendo tan fenomenal como podría ser en ese momento, y al igual que esas pequeñas migajas de papel lo habían predicho, el momento no duró mucho. —¿Podemos bailar, hermano? —Preguntó una voz suave y sedosa detrás de mí, y en el instante me puso rígida cuando, de golpe, la reconocí. Robert disminuyó la presión sobre mí, disuadiéndome para darme la vuelta, lo cual hice, lentamente, y vacilando. —¡Sam! No veo por qué no. Le prometí a Ellie bailar la próxima pieza. —Dijo Robert. Yo no quería ir. Miré sus caras y supe que ambos sabían que yo de verdad no quería. Pero ninguno de ellos tuvo el valor de atreverse. Estúpida etiqueta de ángel. —Muy bien, vamos a bailar. —Murmuré. Sam tomó mi mano y la colocó sobre su hombro, agarro mí otra mano y la levantó, luego empezamos a bailar, girando en grandes círculos, sus pies moviéndose con bastante rapidez, y los míos tropezando para no caerme. Él sonreía resplandeciente y yo estaba segura de que nadie más había visto esa sonrisa, y pensado que era la vista más hermosa que jamás habían tenido, para mí, se veía igual que un tiburón, depredador. Sus dientes eran brillantes y afilados, y 262 hubiera apostado cualquier dinero a que si hubiera abierto la boca, hubiera visto filas y filas de dientes a ambos lados, justo detrás de los de enfrente. Quería presentarle a Erica. Ambos eran depredadores. Quizás, el tiburón más grande se coma al pequeño, y luego el tiburón grande tendría un caso grave de indigestión y cambie su dieta. Me gusta esa idea. Mi sonrisa lo reflejaba. Él pareció tomar ese gesto como señal de bienvenida y empezó a hablar. —Quería disculparme por mi anterior falta de tacto. No debería haber sido tan lanzado con la información sobre la relación entre Rob y Ellie. Ellos deberían haberlo dicho, no yo. Asentí con la cabeza, apretando los dientes mientras lo hacía, porque no iba a creer eso ni por un segundo. Creí que él también lo sabía hasta que empezó a hablar de nuevo. —Tú no… tu mente no está… eres una chica muy callada —por fin pronunció con expresión confundida. Sabía que mi rostro reflejaba exactamente la misma confusión porque continuó—. Supongo que ahora puedo ver por qué estas tan fascinada con Rob. Tu cabeza está tan vacía de pensamientos que a él debe parecerle un santuario. Está bastante… callado ahí dentro. Abrí mis ojos lo más que pude en lo que reconocía los signos. ¡Sam no podía escuchar mis pensamientos! Lo estaba intentando, pero siempre fallaba, “la parte vacía” en mi mente cuando mis pensamientos se aislaban en las esquinas. Sin embargo, no podía esperar que pensara que soy una idiota, inmediatamente me concentre en despejar mis pensamientos completamente. Debo de haber concentrado más energía en veme como si me estuviera concentrando que en la concentración como tal, porque pronto, yo estaba temblando por las vibraciones de la risa de Sam. De verdad que era molesto. —Eres definitivamente una chica interesante. —La forma en que dijo “interesante” sonó muy insultante. Intenté no verme tan desesperada como me sentía y cuando me di cuenta de que era prácticamente imposible, me rendí. —¿Por qué se supone que soy una chica interesante? La sonrisa de su rostro se volvió irónica. —Simplemente lo eres. Nunca hubiera esperado que fueras el tipo de chica que Rob escogería, pero eres definitivamente única, a tu modo. —¿Cómo puede alguien ser simplemente interesante? Debe haber algo que lo haga de esa manera. Como ser chistoso, inteligente ingenioso o talentoso en algo. — Respondí. 263 Se encogió de hombros. —Eres interesante por ser quien eres. —Y tú Sam, eres definitivamente, poco interesante. Para ser un ángel, eres bastante aburrido. Una vez más, empezó a reír, echando su cabeza hacia atrás, permitiendo que su voz resonara. Y aun así era poco sorprendente. —¿Cómo puede alguien tan hermoso ser tan… así? Sin ánimos convertir esto en una conversación de quien es más interesante decidí cambiar de tema. —Entonces, eres el hermano adoptivo de Robert. ¿Cómo paso? Él nunca te había mencionado. —En tu mundo, él seria conocido como mi protegido, mi pupilo si lo deseas. En el nuestro, soy su hermano mayor. Es un titulo de familiaridad, que nos une, nos ata el uno al otro en una forma que la sangre no puede. —Respondió. Pensé en eso por un momento. Parecía un tanto ridículo que ese título solo fuera suficiente para hacerlos hermanos. Pero el hecho de que un ángel no pudiera mentir no podía ser ignorado tampoco. Él había dicho que Robert era su hermano. Entonces Lark y Robert también lo eran. —Entonces, ¿también eres parte del grupo de Robert? Él asintió, sonriendo como si hubiera entendido lo que quería decir. —Sí, lo soy. No había nada más que decir. Iba a tener que acostumbrarme a la idea de Sam si tenía alguna esperanza de que de Robert se acostumbrara a mí. —Bien, entonces Sam, yo soy Grace. Encantada de conocerte. —Di un paso atrás y liberé mi mano. Riendo una vez más, la tomó y la estrechó con fuerza. —Encantado de conocerte, Grace. Insegura de cómo proceder después de un saludo tan estéril, nos miramos el uno al otro en la mitad de la pista de baile mientras los demás cuerpos se movían alrededor de nosotros de manera organizada, con faldas volando al viento y los ocasionales vestidos de coctel. —¿Te gustaría continuar con nuestro baile? —Preguntó, y sonrió de nuevo cuando supo que respondería con un rotundo NO. Empecé a alejarme, necesitaba refrescar mi cabeza, mi mente, cuando un par de fuertes, pero aun así, suaves manos me sujetaron, llevándome lejos de Sam, lejos de la multitud y lejos de la pista de baile. Vi una mancha negra en movimiento, sentí el dorso de mi mano rozar algo áspero, pero no podía ver quién era el que había decidido convertirse en mi salvador, hasta unos momentos después que se me permitió sentarme y sostener mi cabeza firme. 264 —¡Lark! —jadeé. Me era muy difícil concentrarme en cualquier cosa que no fueran mis pies pero supe que era ella por el color de su vestido—. ¿No se supone que deberías usar un color más oscuro que la novia? Ella soltó un bufido. —O sea, ¿Se supone que debo escuchar consejos de moda de alguien que necesita que su novio le escoja el vestido? Negué con la cabeza. —Él no es mi novio —eso pareció sorprender a Lark, porque en lugar de su habitual ronquido, ella… no hizo nada—. No sé lo que él es. No sé lo que somos. —Suspiré. —¿Pero no es esto una cita? Podía haber jurado que seguía escuchando eso en su cabeza. —Lark parecía desconcertada. —Sabes, ninguna de sus otras novias parecían tener alguna duda sobre hacia donde se dirija su relación con Robert. Pienso que quizás deberías preguntarle lo que son ustedes dos realmente. Le lancé un quejido. Uno muy alto y penoso. —Él me preguntó eso ayer. —Y… La miré, y luego desvié la mirada rápidamente cuando empecé a hablar, avergonzada. —Le dije que éramos buenos amigos. Como si se tratara de una tendencia reírse de mí, Lark lo hizo, se rió. —Oh Grace, eres una idiota. Robert de verdad se interesa por ti, y ya te considera su novia. Tú eres la única que te marcaste a ti misma. O debería decir, eres la que fallo en marcarte a ti misma. Fruncí el seño. Sabía que terminaría con una arruga permanente por ello, y sabría muy bien que era todo gracias a Lark, porque no tenía otra expresión a mi disposición para usar en su presencia. Se echó a reír otra vez. —No te enojes, Grace. Mira, si eso te hace sentir mejor, eres la primera persona que Robert le presenta a la familia. La miré con curiosidad. —¿Quieres decir, a toda la familia? ¿Te refieres a ti, tu madre, y Sam? Conocerte a ti y a tu madre… bueno, conocer a tu madre fue genial, tu y yo obviamente trabajamos nuestra relación después del primer encuentro, pero intentar hacerme sentir bien diciéndome que soy la primera persona en conocer a Sam casi suena como un insulto. Debería haberme quedado callada, porque Lark empezó a reír, una vez más. Se abrazó a los costados, como si pensara que eso de alguna manera la ayudaría a contener la risa. Esperé impacientemente antes de dejar que finalmente algo de su humor se colara en mi interior. 265 —Veo una sonrisa, Grace Shelley —jadeó. Vino hacia mí e instintivamente me estremecí—. Oh por favor, ¿Aun no has aprendido a confiar en mí? —sin ningún movimiento aparente, de repente estuvo justo a mi lado, su brazo envuelto en mi cintura, apretándome como un novio lo haría—. ¿Sabes qué? He conocido a cada una de las chicas con las que Robert se ha recreado, ha salido, y coqueteado. Pero con excepción de Ellie, quien ya sabe nuestro secreto, él nunca les dijo lo que realmente era. Nunca se atrevió. Y sí, nunca trajo a ninguna de ellas a conocer a Sam, a quien, por alguna noción ridícula, ama como a un hermano de verdad, así que deberías sentirte honrada, más que desconcertada y disgustada. Pero… apoyo totalmente tú disgusto y me mantendré junto a ti en “degustación”. Juntas, gobernaremos con absoluto “¡dis-gustamiento!” Ahora fue mi turno de reír ruidosamente. Me tomó un momento antes de ser capaz de hablar, pero cuando lo logré, lo hice con un tono bajo y menos divertido. —No lo entiendo, Lark. Sam es hermoso, la visión que yo tenía en mi cabeza sobre cómo se ven los ángeles la tenía desde antes de conocer a tu hermano… —Entonces, ¿Por qué se te pone la piel de gallina? —Terminó Lark. Yo asentí. —Sí, ¿por qué? —Desafortunadamente no puedo responder esa pregunta por ti. Sólo él puede hacerlo. Pero, Sam recibió una llamada de dos milenios, por lo que sólo se le ve en ocasiones especiales. Alégrate de eso. El sentido humano del tiempo es mucho más lento que el nuestro. Para ti, un mes es como un día para nosotros. Miré detenidamente a Lark, mi cara totalmente inexpresiva. —¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que me vas a decir? Se encogió de hombros. —¿Qué? Actúas como si yo pudiera leer la mente o algo así. Lo hice antes de que pudiera detenerme. Sé que no debería haberlo hecho, pero pasó y el segundo siguiente que me llevó pasar mi brazo por detrás solo un poco para golpear a Lark en el brazo, al igual que lo había hecho con Graham, al igual que lo había hecho con Stace, había llevado la fiesta a un punto muerto. Lark estaba completamente sorprendida. Tenía exactamente la misma expresión que tenía cualquiera que nos volteaba a ver, humana y ángel, parecidas. La miré, mi labio temblaba, y sentí un gran alivio cuando me di cuenta de que ella sabía que no lo había hecho porque quería herirla. —Creo que de hecho estoy muy halagada por el hecho de llevar nuestra relación con tanta facilidad y familiaridad —dijo ella con una extraña sonrisa en su rostro—. ¿Cómo está tu mano? Me encogí de hombros. —Mi mano esta bi… ¡Mierda Santa! —mi mano se veía como si estuviera herida. No, se veía como si estuviera completamente atolondrada 266 y muerta, colgando de mi brazo, inútil. Estaba totalmente cubierta de moretones, tenía el dedo meñique un poco distorsionado, y la uña de mi dedo índice se había caído—. ¿Qué diablos le paso a mi mano? —Grité, con el pánico llenando mi interior. Un quejido nació entre la multitud, y no sabía si era por lo que le había hecho a Lark, o por cómo se veía mi mano. Le miré la cara, tratando de ver si todo eso era completamente normal. Ella estaba calmada, inspeccionando mi mano con precisión quirúrgica, sus ojos moviéndose tan rápido que me sentí mareada solo con verla. Sacudí mi cabeza y sabía que si mi mano no me dolía, y si ella no estaba sorprendida por la forma como se veía, entonces la multitud que ahora nos rodeaba, lo hacía porque probablemente yo había cometido un crimen atroz y estaban a punto de caer sobre mí como una plaga angelical. Escuche un murmullo alto, y en un momento increíble, la multitud de gente que había parecido tan celestial y amenazante a la vez se separaron, irónicamente, como el mar rojo. Pero pronto volvieron a ser una sola masa cayendo sobre mí como un enjambre de hermosas abejas. Sólo cuando se acercaron, pude ver que no era ira o miedo lo que sentían, sino más bien curiosidad. Por supuesto que estaban curiosos. Yo era la rareza, después de todo. Realmente fue un muy extraño. Yo simplemente había golpeado a alguien que podría haberme matado antes de que cualquiera lo notara. —Oh, soy una idiota. — Murmuré, descansando mi cabeza en la mano que tenia libre. —Tú no eres una idiota, Grace —la voz suave que había querido escuchar —pero que al mismo tiempo no quería— susurró en mi oído. Apartó un mechón de cabello de mi cara y me forzó a mirarlo—. Tus instintos humanos puede que sean una novedad para los que están aquí en situaciones normales, pero sabiendo lo que sabes, y aun, viendo lo que hiciste… es muy interesante para ellos, especialmente al Electus patronus que nunca soñaría con hacer algo como eso. Tomó mi mano, apartándola de Lark, quien estaba examinando la gran cantidad de matices que van desde un tono de azul al púrpura más profundo. —El patrón es interesante, ¿no? Como un panal de miel. Fascinante... —él asintió con la cabeza y extendió mis dedos, provocándome una mueca de dolor. Sacudió su cabeza, y giró hacia mí—. No gritaste. —La multitud que nos rodeaba murmuró en respuesta. —¿Se suponía que lo hiciera? Lo haré si te hace sentir mejor. —Abrí mi boca articulando las emociones que usaría para producir un grito. Un par de arrugas idénticas se formaron en las esquinas de sus cejas, con un profundo seño entre ellas. —Con moretones como estos deberías estar sintiendo un 267 dolor intenso, Grace. Mírate la mano. —La sostuvo justo enfrente mío esperando que la impresión me hiciera volver a la realidad. —No me duele. —Respondí al fin. Hizo una mueca de disgusto con la boca y lanzó un gruñido una vez que escuchó mis pensamientos. Y otro más cuando se dio cuenta que yo sabía que no le había gustado. Bueno… realmente era hermoso… —Grace, ¿Entiendes lo verdaderamente extraño de la situación? —Preguntó Robert. El tono de su voz me hizo analizar la situación por un momento, liberando el agarre de mi mano. —“Extraño” es un término relativo, ¿no crees? Quiero decir, estoy de pie en la mitad de la celebración de un matrimonio de gente que trabaja para criaturas míticas que ni siquiera se suponen que deberían existir. Fui atropellada por un carro y dada por muerta, y aun así aquí estoy, viva y bien. —Con la mano morada —Dijo Robert, agarrando mi muñeca como si quisiera darle fuerza a su punto. Solté su agarre y continué: —Viva y bien y usando un vestido. En mi mundo, ese último hecho es el epitome de lo extraño. ¡Aparezco con una mano morada cualquier día de la semana, entonces no, no entiendo lo extraño que es porque justo ahora, la única cosa que me parece extraña es por qué sólo estas mirando en lugar de estar curando! —escuché algunos rumores de aprobación en el público que nos rodeaba, y esperé, esta vez con mi mano colgando justo frente a su cara—. ¿Vas a ayudarme, o tengo que pedirle a tu mamá que lo haga? Sé que ella puede curarme un poco, y si no estoy gritando de dolor, no puede ser tan malo. —¿Tal vez olvidó cómo? —Dijo una voz suave que reconocí como la de Sam. Quizás porque era Sam quien lo había dicho, quizás porque lo dijo enfrente de tanta gente, empecé a sentirme un poco culpable por volver a Robert un objeto de burla cuando en realidad fue mi propia estupidez lo que me provoco estar en este desastre en primer lugar. Lo miré, no queriendo ver vergüenza o dolor en sus ojos… o peor, nada en absoluto. En lugar de eso, estaban aguados, radiantes y estaba sonriendo. Te doy un golpe bajo, y tú estás preocupada por cómo me siento. No creo que merezca tenerte en mi vida, Grace, pero es algo por lo que estoy agradecido. Liberé mi mano de su agarre, esta vez de forma amable. —¿Podrías arreglar mi mano, por favor? —Contuve mi aliento y la besó, comenzando por la punta de mis dedos y moviéndose hacia algo que parecían uvas pero que en realidad eran mis 268 nudillos. Ladeó mi mano y sopló en mi palma. Su cálido aliento me hizo temblar y pensé que esa reacción sí era extraña. Extraña en verdad. Cerró mi mano y observé maravillada como los colores parecían desvanecerse — como pintura— de mi mano. Era como mirar un caleidoscopio, las formas cambiantes, los patrones y los colores perdiéndose debajo de mi piel. Cuando el último morado hubo desaparecido totalmente, una erupción de aplausos nos rodeó. Los halagos y elogios de todos a nuestro alrededor eran un testamento del Don que él poseía. Miré a Robert, segura de que estaba complacido con la reacción de la multitud, pero en lugar de eso, se veía molesto. Incluso asustado. —Robert, ¿Qué pasa? Me atrajo hacia él, y me arrastró hacia algo. ¿O era alguien? No, era ambas. Era una silla de ruedas. —Ellie, Grace y yo tenemos que irnos ahora. Vine a decirte adiós, pero antes de eso, quería decirte que has impactado mi vida en muchas maneras. Tú fuiste mi primera amiga humana me has dado algo que no había sido capaz de ganar por mí mismo, y siempre estaré agradecido de haber conocido a una persona como tú. — Se arrodilló sobre ambas rodillas, se inclinó y la besó. Me di la vuelta, dado que era un momento muy privado para observar. Le estaba diciendo adiós, y yo sabía lo que significaba. Lo que sea que ellos compartían desde ahora, yo no iba a quitárselos con mis sentimientos, celos o incomodidad. Me odiaría a mi misma por eso. Fue entonces cuando sentí la mano de Robert acariciando la mía, me di la vuelta para decir mi propia despedida. Y las lágrimas que no sabía que estaban ahí —que no esperaba— de repente empezaron a salir. —Gracias Ellie por cuidar de Robert durante todo este tiempo. —No sabía que mas decir. Ella levantó sus brazos hacia mí, y yo corrí hacia ellos, permitiéndole abrazarme, aliviarme. Si no sabía que ella estaba visionando su destino, hubiera encontrado la situación bastante irónica, pero lo sabía muy bien. En lugar de eso, sentí una tristeza egoísta que nunca lograré escuchar de las cientos de historias de ella junto a Robert que sabía que había guardado en su aguda mente. —Gracias Grace por asegurarme que Robert ha encontrado por fin su hogar — susurró en mi oído con voz suave. Intenté escuchar algo más, pero sabía que — incluso si no podía— cada palabra quedaría grabada en mi mente, la marca del primer recuerdo, como ella lo llamaba. Me besó en la frente, al igual que una abuela lo haría, y luego me soltó. Miró a Robert, quien aún estaba arrodillado, y sonrió—. Entonces, ¿Sam me va a llevar a casa? Él asintió, sonriendo tristemente. —Sí, no tienes nada de qué preocuparte esta noche. 269 Ella asintió, su rostro lleno de paz. —Eso es bueno, estoy harta de preocuparme. Especialmente de ti. Se feliz Robbie. Y cuida de ella. Es especial. Puedo decirlo con solo mirarla —cuando me guiñó el ojo, no pude evitar reír y devolverle el guiño. Eso era exactamente lo que ella quería, me miró fijamente con aquellos ojos azules radiantes como estrellas—. Adiós Grace. Que la vida siempre te traiga felicidad inesperada. Confundida, le pregunte por qué. Se agitó, en lo que Robert me empezaba a apartar, pero su voz resonaba detrás de mí. —Porque eso es exactamente lo que es el amor, querida. Y continúe observándola, aún cuando Robert me alejó, hasta cuando ya no pude ver su cara entre la multitud. Quería liberar mis manos y correr de vuelta hacia ella, para hacerle más preguntas, para estar ahí cuando llegara su tiempo… para hacer algo más que alejarme, sabiendo que jamás la volvería a ver. Al acercarnos al estacionamiento, Robert disminuyó el ritmo buscado entre los coches el que nos había traído hasta aquí, y al encontrarlo, tocó el vidrio. Noté un movimiento en la parte de adelante y me di cuenta que el conductor estaba dormido. —¿Por qué no entró a la fiesta? —Pregunté, sorprendida de que no lo hubieran dejado entrar. Robert sonrió amablemente. —Porque él solía salir con Hannah, y eso hubiera sido muy incomodo y extraño, ¿no crees? Asentí. —Bastante. El conductor —quien más tarde me entere se llamaba Thomas— salió del asiento de conductor y abrió la puerta de pasajeros para nosotros. Le di las gracias y entré, murmurando para mí misma lo innecesario que esto era, es decir, tener a alguien más que te abra la puerta cuando tienes dos… no, cuatro manos perfectamente útiles que lo podían haber hecho por ellas mismas. Tan pronto como la puerta se cerró y el conductor estuvo dentro, nos pusimos en movimiento. Para mí, se sentía como si estuviéramos huyendo. Y eso no me gustaba. Había estado haciéndolo por mucho tiempo, y sabía perfectamente que los problemas te seguían a donde quiera que fueras. —Robert, ¿por qué teníamos que irnos? —miré el reloj en el tablero de la consola, notando que decía las diez y quince—. Todavía tenemos más de una hora... 270 Su cara de veía tan relajada que pensé que obtendría alguna respuesta que me ayudaría a aclarar alguna de las preguntas que tenia. En lugar de eso, lo que obtuve fue: —Gracias por la información, Capitán sabelotodo. Lo miré, disgustada por su pobre intento de sarcasmo. Tan enojada que ni siquiera me detuve a reflexionar sobre la respuesta que estaba tan acostumbrada a escuchar cuando simplemente lo dije: —De nada, General-sin Mierda. A juzgar por el ritmo de su respiración, sabía que esa era la última cosa que él esperaba de mí, lo cual significa que mi mente se había desbloqueado a sí misma una vez más, dejándolo desubicado. Era eso o que estaba en alguna esquina con los restos destruidos de algún otro pensamiento en el que yo realmente me estaba concentrando mucho. Yo estaba en la esquina ganadora. Y no me estaba rindiendo. —No creo que ese sea el lenguaje de una dama. —Dijo al fin, con voz suave, sus ojos, fríos como el hierro. Crucé mis brazos sobre mi pecho, lista para esta ronda. —No me importa si es de una dama o no. Fui provocada por alguien que no está actuando como un caballero, así que no creo que sea necesario que actúe como una dama. —Soy un verdadero caballero. —No es de un caballero arrastrar a su cita fuera de la recepción de una boda antes de que tuviera tiempo para despedirse de la novia y el novio. Es grosero y completamente egoísta, así que te sugiero corregir tu propio comportamiento antes de empezar a criticar el mío. Y otra cosa, tampoco es un comportamiento angelical. —Le reclamé, y cruce mis brazos, furiosa y dolida por haber acabado mi noche sin explicarme porque. Me miró furioso, con ojos que se veían más duros con cada respiración que flotaba entre nosotros. —Lo que sabes sobre lo que es y lo que no es un comportamiento angelical no alcanza ni siquiera para llenar un capitulo de una enciclopedia que contenga la historia completa de este mundo. —¿Y de quien sería la culpa? Eh, Sr. No-Puedo-Decirte. Sin embargo está bien, porque las enciclopedias ahora vienen en forma de disco y solo hay una de esas. — Dije aturdida, y me sentí muy bien por hacerlo. Me miró molesto, pero ni siquiera me moví. —¿Por qué nos salimos? —Pregunté de nuevo. Silencio. —¿Thomas? ¿Podrías devolver el auto por favor? Me gustaría regresar a la fiesta — Dije en voz alta, todo el tiempo mirando a Robert. 271 —¿Sr Bellegarde? —Dijo una voz dudosa desde el asiento del conductor. Aunque no dijo nada, sabía que le había dicho algo al conductor porque no regresamos a la fiesta. En lugar de eso, aceleramos. No puedo creer que estes huyendo de mí. Eso pareció suavizar la dureza de sus ojos. Su postura rígida se relajó. Eso era un comienzo. ¿Por qué nos fuimos tan temprano, Robert? ¿Qué era tan malo? Me miró y deslizó sus dedos por su cabello. Observé cómo se hacían pequeños espacios a través de las fibras de cabello y sentí un cosquilleo en mis dedos por querer acariciarlo. Aún con lo enojada que estaba, todavía me afectaba profundamente; tuve que multiplicar mis esfuerzos para concentrarme en el motivo de mi rabia porque de otro modo me convertiría en otra de esas locas enfermas que se derriten por él en la clase de Francés. Lo escuché. Conocía ese sonido porque era el único sonido en todo el carro. Era el sonido que me había hecho olvidar por un momento que estaba furiosa con el por sacarme tan rápido. Una risa. —Grace, algunas veces pienso que tu mente simplemente no está equipada para manejar todo lo que piensas y almacenas. Lo miré iracunda. —Insultar mi mente no va exactamente a hacerte ganar puntos conmigo, Robert. Suspiró, riendo una vez más, luego volvió a suspirar. Se inclinó y agarró mi mano. Mierda, había olvidado mantenerlas fuera de su alcance. Esta vez rió. —Grace, lamento que hayamos dejado la fiesta tan pronto. Si te hace sentirte mejor, entérate que conozco a Hannah desde que nació, y la última cosa en lo que estaba pensando era en nuestra partida sin decirle adiós. Retiré mi mano, pero esta vez sin rabia. —¿Ya no importa o sí? No vamos a volver. —Sentí que mi labio inferior temblaba ligeramente. —No, no vamos a volver. —Dijo suavemente, acercándose a mí, sus movimientos lentos para que pudiera ver lo que estaba pasando. Me alejé. —¿Entonces me llevarás a casa? Era como un juego de tira y afloja. Él tiró. —Te llevo a mi casa. Él iba a ganar el juego, porque no me moví. —¿Qué quieres decir con que me estás llevando a tu casa? 272 Se acercó lo más que pudo, y de vedad que era bastante cerca, antes de responder a mi pregunta. —Quiero decir, que te llevo a ver mi casa. Has expresado algunas dudas sobre si existe o no, ¿verdad? —¡Claro!, ¡a tu hermana! —¿Cómo se habrá enterado? —Ángel. —Dijo, como si esa fuera la respuesta a todas mis preguntas. Volteé mi cabeza, no queriendo ver sus ojos, no queriendo ver esas hipnotizantes líneas en su rostro, que sólo aparecían cuando estaba feliz. Perdería mi tren del pensamiento si miraba sólo una vez. Estaba segura, tan segura de cuál era mi nombre. Escuchando mis pensamientos, lo escuche alejarse, soltando mis manos. Sólo cuando sentí que era seguro mirar, lo hice. Su cara estaba a menos de un centímetro de la mía. Te tengo. De gran impacto, fuego liquido, caliente y fluyendo, me golpeó en ese lugar del estomago en donde no existe la comida, pero sí hay algo más. Ese sentimiento que te provoca mariposas en el estomago. No creo que tenga nombre, solo sé que está ahí, todavía no me era familiar, pero sentía como si estuviera hirviendo, listo para extenderse a cualquier momento. Sabía que estaba fallando mi respiración porque me estaba sintiendo mareada, y no creía que fuera capaz de recordar cómo respirar normalmente hasta que estuvo a una distancia segura. —Robert, estas demasiado cerca, necesitas darme más espacio. —Jadeé. Sacudió la cabeza, y se retiró un poco. Susurre un “Gracias” y respiré profundamente, sintiéndome aliviada y triste al mismo tiempo. Robert frunció el ceño confundido. —¿Qué te pasa, Grace. —No sé cómo explicarlo. ¿Puedes deducirlo leyendo mis pensamientos? —Si no puedes entender tus propios pensamientos, ¿cómo se supone que debo hacerlo? Suspiré, sabiendo que estaba en lo correcto. Había rechazado su cercanía, y aun así necesitaba sentirlo, sentir que estaba ahí en una forma física, sin importar lo confundida que pudiera parecer. Aceptó mi mano, sin rechazarme cuando entrelacé nuestros dedos, y aceptó mi suspiro de satisfacción cuando el coche disminuyó la marcha y entró en un camino de muros a ambos lados. 273 Era inusual, por no decir menos. La mayoría de las casas estaban cercadas con madera, si es que estaban cercadas. Pero eso no era lo que hacía que el muro resaltara. Eran los colores lo que lo hacían. Aun en la oscuridad, podía decir lo brillante que era el blanco, como el color de la nieve recién caída. —¿Está pintado? —Pregunté, sin quitar la vista del gran blanco expandiéndose para rodear el carro. Era realmente alto. No era buena en la medición con la vista, pero no me cabe duda de que era más alto que yo. —No, no está pintado, y mide metro y medio. —Dijo Robert respondiendo a la pregunta que nunca formulé. Miré hacia el frente del vehículo para ver hacia donde nos dirigíamos y para ver si el muro blanco terminaría alguna vez. Reí fuertemente, asustando al conductor, lo que hizo que detuviera el coche. Donde terminaba el muro había dos estatuas. De ángeles soplando unas trompetas, usando unas túnicas. —¿Estas bromeando? —sabía que mi risa aumentaba en sonido y en cualquier segundo estaba segura que me doblaría por la mitad, pero la ironía era demasiado grande para manejarla. Cuando habíamos pasado las estatuas, y cruzado una puerta de hierro forjado que no había visto, me enjuague las lágrimas que habían surgido con la risa espontánea—. ¿Por qué tienen estatuas de ángeles en la entrada? Él sonreía divirtiéndose por el hecho de que yo encontrara divertida la situación. —¿Demasiado obvio? —asentí, tratando de contener la risa desenfrenada que se había apoderado de mi cuerpo—. Bueno, es el hecho de que es tan obvio lo que trabaja para nuestra ventaja. Aparte de unas pocas diferencias, no nos vemos muy diferentes de los humanos, ni tampoco nos comportamos muy diferente. Básicamente “ocultos a plena vista " —Dijo, con voz muy satisfecha, como si se tratara de un gran golpe. —Sabes que las diferencias entre nosotros están lejos de ser sutiles. —Comencé. —Por un lado, sus ojos no son humanos. Nadie tiene los ojos como los de ustedes. Luego están sus caras. Son perfectas. Nada es demasiado de esto o aquello. Todo es proporcionado simétrico. De alguna forma, su voz logra colocar a todos alrededor en algún tipo de trance. Sé que no lo hacen a propósito. Solo… lo hacen. Lark lo llama “encanto”. Cuando hablo, la gente se cubre los oídos y huyen gritando, pero contigo, ellos saltarían de un puente en la ropa interior de sus abuelas si dijeras que es algo interesante a la vista. Al fin sonrió por eso último, y luego presionó su mano contra mi boca. —Shhh, ya llegamos. El coche se detuvo en frente de una inmensa casa. Había una sencilla puerta azul. Estaba flanqueada por dos candelabros de hierro forjado que resplandecían. Robert 274 esperó hasta que el conductor puso el coche en el estacionamiento, y abrió la puerta, no queriendo esperar a que el conductor lo hiciera. Aún sostenía mi mano, y me llevó a través del asiento hasta afuera del coche, mis pies aterrizando en el concreto. Me tomé mi tiempo observando la casa. Era de dos pisos, con dos grandes ventanales al frente, uno en cada lado de la puerta. En el segundo piso había lo que parecían oscuras persianas azules con cristales y otra ventana justo sobre la puerta. Por alguna razón había algo extraño, tal vez era esa ventana que parecía fuera de lugar, a diferencia de las otras, ¿tal vez porque se extendía hasta lo que podría ser el garaje? Robert tiró de mi mano. —¿No quieres ver lo que parece en el interior? Negué con la cabeza, de repente me sentía muy nerviosa. Me miró, perplejo. —¿Por qué? —Porque estamos solos. —Le dije con timidez. Lo que parecía agradarle mucho, porque me deslumbró con una sonrisa brillante. —Tienes mi promesa de que voy a comportarme como un caballero, Grace. Y, sabiendo que estaba diciendo la verdad, acepté la mano que me ofrecía con gusto y nos adentramos por la puerta azul. 275 Debilidades Traducido por LizC y kuami Corregido por ginabm M i visita guiada a la casa de Robert se había llevado a cabo como si fuera una compradora potencial, y él un agente en busca de ganarse una abultada comisión. Abrillantaba poéticamente todo, desde los pisos hasta el techo; incluso elogio los interruptores de las luces. Terminamos la visita en la cocina, y estaba muy impresionada con ella; parecía más grande que toda la mitad inferior de mi casa. —Este es exactamente el tamaño de la cocina que creo que sería necesario para alimentar a Graham —bromee, a sabiendas de que incluso la cafetería de la escuela probablemente no era rival para su afición por comer—. ¿Qué te parece? —Me volví hacia Robert y espere su respuesta. No estaba allí. —¿Robert? ¿A dónde te fuiste? Caminé por un pasillo estrecho que asumí era la despensa del mayordomo, y termine en el comedor. Ignore los muebles en la sala, ya habiéndolos visto a través de la sala de estar, y dirigiéndome hacia allí. —¿Robert? Me paré en medio de la sala de estar de los Bellegarde, rodeada de sofás blancos y mesas de cristal, y no podía dejar de mover la cabeza en la imposibilidad de la misma. —Robert, ¿a dónde fuiste? —Llamé de nuevo. Miré el reloj digital que brillaba en la caja de plata que me di cuenta era la caja de cables, y jadee. —¡Robert! ¡Tengo exactamente tres minutos para llegar a casa! ¡Baja aquí, ahora mismo! —Grité. Cuando el siete digital se convirtió en un ocho, corrí hacia la puerta, lanzándome a abrirla cuando llegué allí, y salí corriendo. No sabía a dónde iba. Lo único que sabía era que estaba a dos minutos de estar en serios problemas, y tendría que ir allí a pie. 276 Corrí hacia la verja, saltando en un pie cuando me saque mis sandalias. Las lancé a través de las barras, me subí la falda del vestido, y comencé a subir. Estaba casi en la cima, cuando alguien forzó mis manos. —¿Qué? Un par de brazos estaban alrededor de mi cintura, y el suelo estaba más y más lejos. Y entonces, todo lo que podía ver eran los árboles. Me retorcí frenéticamente, buscando con mis brazos, mis manos arañando. —¿Robert? —¿Sería alguien más? Suspiré y me relaje. Luego grité, porque estaba cayendo. —¡Robeeeeeert! Con un sonoro “umf”, aterricé en sus brazos. Instintivamente, me sujeté a él, mis brazos encerrándose alrededor de su cuello, mi cara presionada fuertemente contra su pecho. —Lo siento. Necesitaba un mayor agarre sobre ti y tú te estabas retorciendo demasiado. —Murmuró en mi oído. Podía sentir sus suaves labios sobre mi cabello, y sabía, sólo sabía que estaba sonriendo. —Creo que mi corazón cayó en algún lugar por encima de tu camino. —Murmuré en su camisa. Se rió en voz baja, acariciando mi cabello mientras lo hacía. Ninguno de los dos habló durante un rato después de eso; el único sonido que oía era la ráfaga de viento cerca de nosotros a medida que viajábamos a una inmensa velocidad. Cuando finalmente habló, se rió en voz baja, acariciando mi cabello mientras lo hacía. —Ya casi llegamos. Estaba a punto de preguntarle qué quería decir cuando me di cuenta de que ya no estábamos moviéndonos. Puso mis pies en el suelo, sin desenvolver mis brazos de su cuello, y poniendo mis sandalias en mis manos. Me dio una mirada una vez más, y luego se volvió a mí alrededor. Estábamos de pie en la puerta de mi casa. —¿Qué tan rápido íbamos? —Jadee. —Rápido. Muy rápido. Ahora abre la puerta antes de que me conviertas en un mentiroso. —Puso una mano en mi cabello, y luego la quitó muy rápido. Abrí la puerta, volviéndome para mirar detrás de mí, pero no había nadie allí. —¿Robert? —Susurré. —¡Entra a la casa! —¡Cobarde! —Susurré. Para echar una mirada más detrás de mí, y luego cerrar la puerta. —Grace, ¿eres tú? —Oí que alguien llamaba. 277 —Sí, papá, soy yo. Oí los resortes de la silla dar paso, y me volví para ver a papá de pie en su bata en la parte inferior de las escaleras. —Bueno, estás en casa a las doce en punto. Ese Robert es muy puntual... Sonreí con timidez. —Sí. Sí lo es. —Entonces, ¿dónde está? No sólo te dejó y se fue, ¿verdad? Negué con la cabeza, incapaz de conseguir que mi lengua cooperara y de hecho formara las palabras que sabía que serían una mentira. Papá me miró a la cara, luego miró a la puerta. —Entonces, ¿qué pasó con él? No lo golpeaste, ¿verdad? Comencé a reírme, el sonido empezó a salir en jadeos histéricos, y rápidamente tapé mi boca con mi mano. Mi mano derecha. Mi mano, sin-yeso que se suponía que estaba rota. —¡Perdiste tú yeso! —gritó papá, señalando con sus dedos a la evidente falta de yeso en mi brazo—. ¿Por qué está fuera de tu brazo? Traté de pensar en alguna buena excusa, pero mi boca se movió antes de que mi cerebro comenzara a funcionar a toda marcha. —Robert lo quitó —al ver su cara sorprendida, rápidamente agregué—, está perfectamente bien, papá. ¿Ves? Puedo usarlo, no me duele ni nada. Creo que los rayos X se equivocaron y me pusieron el yeso antes de tiempo. —Incliné mi brazo y moví los dedos delante de él, como si eso fuera suficiente para convencerlo. La cara de papá era de un tono muy distinto del rojo rosado. Más tarde busqué el nombre del color y descubrí que se llamaba pardo rojizo. —¿Él te lo quitó? ¿Con qué? Eso me dejó perpleja. Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa que no fuera la verdad, y sin embargo, aún así salió. —Con sus dedos. —¿Por qué no podía decir una mentira? Apreté mis dientes, no queriendo decir otra palabra, sin importar lo que me preguntara. —Grace Anne Shelley, este no es momento para bromas. ¿Dejaste que cortara ese yeso y lo sacara fuera de tu brazo? Negué con la cabeza, obligando a mi mandíbula a permanecer cerrada. —Voy a llegar al fondo de esto, Grace. Esto es muy grave. Si tu brazo todavía está roto… 278 —¡Pero no lo está! —Protesté, una vez más moviendo mi brazo alrededor para demostrar que no lo estaba. Sacudió la cabeza y señaló hacia las escaleras. —Ve arriba. Voy a pedirte una cita para mañana, para ver a tu médico y averiguarlo por mí mismo. No me molesté en tratar de decirle que mañana sería domingo. Simplemente hice lo que me dijo, y maldije en silencio a Robert por haberme dejado a mi suerte después de evitar mis preguntas, al mismo tiempo. Quería pisar muy fuerte, pero no quería despertar a Janice. Quería hacer muchas cosas, pero simplemente abrí la puerta de mi dormitorio y entré, cerrándola detrás de mí. El suave resplandor de la luna me permitió la suficiente luz para hacer mi camino por la habitación. Arrojé las sandalias que se encontraban todavía en mi mano —la mano que probablemente me había conseguido castigar porque no estaba rodeado de yeso— en el suelo junto a la cama y camine hasta mi tocador. Saqué unos bóxers y una camiseta y los arrojé sobre la cama detrás de mí. Me senté a los pies de mi cama, y miré hacia el espejo. —¡Gaaaah! —Chirrié. El suave brillo blanco no venía de la luna. Venía de la persona que estaba sentada en mi cama, y quien se veía demasiado cómodo para mi gusto. Salté fuera del colchón, dando la vuelta y quedando de espaldas a mi vestidor, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Miré a mi ventana. Estaba cerrada todavía. —¿Cómo llegaste hasta aquí? —Susurré. Señaló a la ventana. Miré de nuevo. Esta vez pude ver que estaba entreabierta. —¿Hiciste esa cosa de la neblina? —Susurré, mi aliento saliendo en ráfagas cortas. Él asintió con la cabeza, y luego sonrió. ¿Por qué estás susurrando? —¡Porque no quiero que mi papá escuche! —susurré con ira—. ¿Por qué estás aquí? Quería pedir disculpas. —¿No podrías haber esperado hasta mañana? —cuando él negó con la cabeza, agregué—, ¿o por lo menos hasta que me haya cambiado de ropa? Levantó las cejas, la expresión de su rostro era de confusión. —Voy a ir a cambiarme en el baño. —Murmuré. 279 Lo dejé sentado en mi cama, teniendo cuidado de no abrir demasiado mi puerta. La cerré y me metí al baño. Después de cerrar la puerta y encender la luz, eché un buen vistazo a mi reflejo. Mi cabello se veía inmaculado. Ni un solo pelo fuera de lugar. Recordé que él había tocado mi cabeza, y suspirado. Había tratado de hacerme quedar tan presentable como era posible, sabiendo que papá estaría allí esperándome. También sabía que su presencia cuando papá descubriera que faltaba mi yeso no habría ayudado en lo más mínimo. Maldición. Me había dejado sola en mi puerta para protegerme. —Ugh. Demasiado perfecto —murmuré para mí misma—. Demasiado malditamente perfecto. Decidiendo que permanecer en el baño no sería exactamente una buena idea, empecé a cambiarme. Fue una lucha conseguir que la cremallera en la parte posterior del vestido bajara, pero me las arreglé para tirarla hacia abajo lo suficiente para que el vestido se viniera abajo con unos cuantos tirones. Una vez que había ganado la batalla con la cremallera, fui capaz de cambiarme rápidamente. Me quite la joyería y, después de cepillarme los dientes y lavarme mi cara, corrí a mi habitación. Cerré la puerta suavemente, y me volví para encarar a Robert. Él sonrió ante mi ceño fruncido. Te ves hermosa enojada. Y lo siento. Mi mandíbula cayó abierta. —No trates de endulzarme, Robert. No estoy de humor. —Tiré el corsé y el vestido en su regazo, y luego me agaché para recoger las sandalias que había arrojado sobre el suelo, y las coloqué en su regazo también. Luego me senté a los pies de la cama, crucé mis piernas, y me enfrenté a él. —Está bien. No más huidas, Robert. ¿Vas a contestar a mis preguntas? Sí. —¿A todas ellas? Sí. Satisfecha, me relajé. —¿Por qué dejamos la recepción antes de tiempo? Me sentí incómodo. —¿Te sentiste incómodo? ¿Por qué? 280 Porque no quería una audiencia mirándome; no me gusta tener personas viendo lo que puedo hacer por los demás. Podía sentir las arrugas en mi frente mostrando confusión. —¿Pero por qué? ¡Tienes un Don, Robert! Es como dijo Ellie; eres especial, incluso entre tu propia clase. Mi capacidad de curación puede ser vista como un regalo para ti, Grace, pero para mí, es casi como una maldición. Lo miré fijamente, mi mente no comprendía lo que acababa de decir. No tenía sentido para mí que la capacidad de curar a alguien de alguna manera pudiera ser una cosa mala. No puedo sanar a todos, Grace, y no sé a quién puedo o no puedo curar hasta que lo intento. —Pero me curaste. Lo hiciste tres veces. ¿Estás diciendo que podría haber un momento en que no serás capaz de hacerlo? Sus ojos se veían rígidos. Espero no tener que averiguarlo. —Pero eso podría suceder. Él asintió con la cabeza, una repentina tristeza cubrió su rostro. Miré a mis manos en mi regazo. —¿Y es por eso que sientes que es una maldición? ¿Debido a que podrías no ser capaz de curar a alguien? Porque si lo es, es una razón muy tonta. No puedes empezar a comprender la inmensidad del sentimiento de impotencia que es, saber que tengo esta increíble habilidad y no ser capaz de usarla para salvar a un niño, un padre, un amigo por la sencilla razón de que era su tiempo. La forma en que dijo amigo me hizo pensar en Ellie. —Querías ayudar a mantener a Ellie viva... Él asintió con la cabeza. Si hubiera podido mantenerla con vida durante otro siglo, lo habría hecho. Levanté mi cabeza para mirarlo. —¿Cómo la mantuviste con vida hasta esta noche? No lo hice. Alguien más lo hizo. —¿Quién? —Pregunté. Si había alguien más que podía mantener a alguien vivo, aunque fuera por un día más, seguramente sabría cómo moverse por todo el problema de “su tiempo”. No puedo decirte quién fue. 281 —Pero dijiste que ibas a responder a todas mis preguntas. —Jadee. No puedo contestar esta pregunta. Hice la promesa de que no iba a revelar quién fue, y no puedo romper esa promesa. —Estúpidos protocolos de ángeles... —Murmuré. Oí eso. —Bien. ¿Tienes más preguntas? Asentí con la cabeza. —¿Qué le pasó a mi mano? No lo sé. —¿Qué quieres decir con que no sabes? ¿Y por qué no me duele? No lo sé. Esperaba que aparecieran moretones. No deberías saber lo que atacarnos haría. —¡No ataqué a Lark! —Protesté, mis manos apretadas en puños traicionando mis palabras. Ya lo sé. Estabas jugando. Eso nunca estuvo en cuestión. Pero, golpeaste a Lark, esperando encontrarte dando con la suave carne humana. —Pero eso es exactamente lo que se siente. Pero no lo fue, Grace. ¿Cómo puedo explicarte esto para que entiendas? Cuando nos tocas, sientes piel suave, cálida y blanda, como la tuya. Pero no cede igual que tu piel lo hace. Es más fuerte. Mucho, muchísimo más fuerte. Con la única cosa que lo puedo comparar es con la seda de una araña. Incliné mi cabeza hacia un lado, porque seamos sinceros, eso sonaba ridículo. —Mi mano no terminaría pareciéndose a un gran arándano si golpeara una tela de araña, Robert. No, por supuesto que no. Sin embargo, la seda de araña es la fibra natural más fuerte en el mundo. Es más fuerte que el acero. Aunque, es flexible y suave. Mi piel, la piel de cada ángel es así. Es como un intrincado tejido fabricado con seda de araña. El golpear a Lark, aunque sea en juego, aunque sea suavemente, debería ser como si golpearas una viga de acero. Lo miré, incrédula. —Pero no lo sentí así. Eso es lo que no entiendo. Él asintió con la cabeza. Ya lo sé. No se supone que sientas que golpeas una viga de acero. Sólo duele igual. Y sin embargo… 282 —No sentí nada. Él asintió de nuevo. —Vaya. Lo sé. No lo entiendo, tampoco. La forma en que los patrones de tus hematomas se formaron fue muy diferente también. Me acordé de la forma en que Lark lo había descrito como parecido a un panal de miel. Había tenido muchos rasguños y moretones cuando niña, pero no recordaba haber tenido moretones que se parecieran a eso. —¿Me rompí la mano? Él negó con la cabeza. No utilizaste la suficiente fuerza. Si lo hubieras hecho, habría sido tomado por todo el mundo en la boda como un signo de agresión hacia nosotros, y eso probablemente no habría ido tan bien. Bueno, eso era bueno, por lo menos. ¿Qué será lo próximo? Llevé mis rodillas hacia arriba y apoyé mi barbilla en ellas, pensando en qué otra cosa era lo que quería saber. —¿Por qué Sam y tú son tan cercanos? Se echó a reír, pero el sonido fue casi vacío. No te agrada Sam. —Simplemente no me siento a gusto cerca de él. No sé por qué. Lark dijo que él tendría que decirme que es lo que hay acerca de él que hace eso. ¿Es su habilidad o algo así? ¿O es porque soy alérgica a los idiotas? Su cuerpo se estremeció de risa en silencio antes de que una media sonrisa se formara en su rostro. No estás sola en tus sentimientos, Grace. Sin embargo, Sam es un mentor y un amigo. Él es más que un amigo. Es mi hermano en todos los sentidos de la palabra, excepto genéticamente. Siempre ha estado ahí, ya sea ofreciéndome asesoramiento, o simplemente apoyo cuando me he sentido perdido e impaciente. —¿Debido a que no has recibido la llamada todavía? Una leve inclinación de su cabeza y un suspiro me respondió. —Así que, ¿Sam te ayuda a lidiar con eso? —Pregunté, sin realmente agradarme Sam por ayudar a Robert a entender por lo qué está pasando, pero al mismo tiempo, feliz de que tuviera a alguien a quien pudiera recurrir. La amistad, entre los humanos o ángeles, podría significar la diferencia entre la depresión y la felicidad, y no quería pensar que alguna vez mi ángel se pudiera sentir de la manera que yo lo había hecho cuando no tenía a nadie. 283 Sí, él me ayuda a lidiar con eso. Y gracias por, al menos tratar de verlo bajo una luz diferente. Incluso Lark se niega a hacerlo. —Bueno, punto para la chica humana. Robert se echó a reír en silencio. Ya estás muy por delante del juego, Grace. Sonreí, sintiéndome extrañamente vertiginosa ante tal cumplido poco convencional. Pero ¿qué otra cosa cabía esperar de mí, verdad? ¿No habíamos llegado ya a abordar las consecuencias de golpear a un ángel? Conversaciones como ésta no ocurrían con cualquiera. —¿Cuándo se supone que se debe ir Ellie? ¿Su familia lo sabe? Robert negó con la cabeza. Va a pasar antes de que salga el sol, pero no, su familia no lo sabe. Su hija será informada a través de los normales métodos humanos, y Hannah la encontrara tan pronto como Ellie haya pasado. Sentí una abrumadora sensación de tristeza apoderándose de mí. —¿Por qué Hannah no puede saber? Se supone que es uno de sus protectores, ¿cierto? Sí, pero Ellie lo quería de esta manera. Quería que Hannah pudiera disfrutar de su noche de bodas. El gruñido que salió de mí era uno que no podía creerlo. El tono con el que Robert había dicho “noche de bodas” hizo parecer como si Hannah fuera una vir… Lo es. Mi boca se abrió más ampliamente, sorprendida de que él pudiera saber tal cosa. — ¿Y cómo puedes saber algo así? Ella me dijo. Yo no –no podía− simplemente no podía creer que alguien compartiera ese tipo de información con otra persona. ¡Y con el ex novio de su abuela nada menos! Robert se echó a reír. Lo creas o no, lo hizo. Las personas tienden a vernos como sacerdotes cuando saben lo que somos. Puede ser molesto −pero entendemos. ¿Sabes cómo me llama? ¿Lo que hace más fácil para ella hablar conmigo? —¿Robbie? —Por qué no, ya que su abuela lo hacía. Ella me llama Abuelo Bob. 284 Una sonrisa se formó en mis labios y no podría ayudar, pero podría empezar a probarlo. ―Abuelo Bob. Creo que suena bien. Podría llamarte así de ahora en adelante. Él rodó sus ojos con mi broma. Creo que hay otras cosas que podrías llamarme que sonarían mucho más agradables. Las cosas que a mí me gustaría llamarle eran demasiado familiares e íntimas para el momento en el que estábamos. La sola idea fue suficiente para hacer que la sangre inundara mis mejillas, un testimonio de mi vergüenza. Había marcado nuestra relación, Lark me lo había dicho, y de todas las cosas que me habría gustado llamarlo, se refieren a como él me llamaría a cambio, todas eran imposibles hasta que yo hubiera tomado la decisión acerca de qué era lo que yo quería saber. Y sabía que tenía que tomar una decisión sobre él, sobre Graham, sobre todo pronto. Entonces, recordando la última cosa que había estado en mi mente antes de la desesperada necesidad de llegar a casa, volví mi cuerpo para enfrentarme a él. ―¿Por qué me dejaste en la cocina? Él apartó la mirada hacia la ventana, y vi su mandíbula sobresalir con terquedad. Su luz blanca se volvió un marcado color púrpura. ―Robert, dijiste que contestarías todas mis preguntas ―le recordé, como si él pudiera olvidarse―. Quiero saber, por favor. Él volvió su mirada de acero, una vez más, fría y plana. Porque te he traído a mi casa, te he traído a mi vida, y tú decides no hablar de un futuro conmigo, pero en cambio hablas de alguien que rompió tu corazón, y como mi cocina le haría feliz. Me quedé de piedra. Atónita, realmente a verdad ―De todas las tonterías… ―me quedé en silencio mirándole, cuando al darme cuenta de lo que había pasado me dio una bofetada en la cara―. ¿Estás celoso, Robert? No sé cómo me siento. Nunca he sentido esta emoción antes. No estoy disfrutándolo. Imposiblemente, con la mandíbula sobresaliendo aún más, la vena en el cuello cada vez más gruesa por la tensión que esta nueva emoción le estaba dando. No puedo dejar de estar enojado contigo por haber causado esto, Grace. Me puse de rodillas y me metí en la cama con él. Le vi flaquear cuando alcancé su la mano, pero no la apartó cuando la estreché con la mía. Él no respondió cuando la apreté. ―Robert, no era mi intención hacerte daño o darte celos por mencionar a Graham. Yo… yo pensé que me habías entendido hasta ahora. Quiero decir, que puedes leer mi mente, después de todo... 285 No me miró, en cambio se centró en alguna cosa inadvertida fuera de mi ventana. Miré el reflejo de su luz que rebotaba en el vidrio y suspiré. ―Supongo que escondo mis pensamientos mejor de lo que pensaba. ―Murmuré. Acorté la distancia entre los dos, intentando determinar si tendría el suficiente tiempo para acercarme antes que él saltara. Me arrastré rápidamente, hasta que mi cara estuvo a unos centímetros de distancia de la suya. Pude ver que sus ojos eran fríos y duros, helados con su ira, pero también pode ver el dolor y la confusión que sentía en ellos. ―Robert, lamento que te sientas tan extraño, pero no siento lo que estás sintiendo por mí ―le dije en voz baja, con mi corazón sintiendo un latido familiar a medida que continué―, pero incluso si no lo hubieras sentido, no cambiaría la manera en que me siento por ti. Su cara estaba muy quieta, con los ojos inmóviles. Esperaba algún tipo de reacción, nada. Después de mil quinientos años de dominar el arte del secreto, sabía que no iba a sacar nada de él, sólo el silencio. Yo le había hecho daño sin saberlo. Las expectativas que había depositado en él inconscientemente habían sido demasiado altas, había dado por sentado el hecho de que mientras él era un ángel, también era un hombre, con un corazón y una mente, y le había hecho daño cuando no me había dado cuenta de que él había visto mis pensamientos, visto las imágenes y los sueños que había tenido de un futuro romántico con Graham. ¿Cómo podría él no saberlo, no había visto que se trataba de imágenes que ahora veía de nuevo, no con pesar, sino con alegría, porque el futuro en las imágenes no estaba con Graham, sino con él? En la reunión de esta noche Ellie había puesto un montón de cosas en perspectiva. Yo simplemente ya no podía guardar lo que sentía en el interior, por el miedo rechazo, sobre todo cuando existía la posibilidad de que no tendría tanto tiempo con Robert como me gustaría. Él no sería capaz de curarme un día, y no sería capaz de posponer mi muerte si eso era mi destino, simplemente no podría enfrentar mi futuro si no dejaba de lado mis temores. Así, con un extraño sentido de DejaVu, le dije las palabras que le había dicho hace dos meses a otra persona, sólo que esta vez, no tenía dudas, esta vez sabía, no en mi corazón, sino en mi alma que no tenía ninguna razón para la duda. ―Te amo, Robert. No tienes que responderme. No necesito escucharlo. Decírtelo es suficiente en este momento. Decírtelo es la única cosa que me hará sentir mejor. Te amo, Te amo, Te amo. Puse mi mano en su corazón, y puse mi cabeza en su pecho, sin saber qué más decir o hacer. Oí su respiración, el latido de su corazón al mismo ritmo que había 286 tamborileado durante tanto tiempo, y oí la manera en que mi corazón parecía seguirlo, al mismo tiempo que se aceleró cuando volví a pensar esas tres palabras. Bajé la vista hacia el pie de la cama, y pude ver el pálido reflejo de los dos en el espejo sobre la cómoda. Su luz, debilitada por sus ropas, iluminando suficientemente mi cara para mostrar el brillo de las lágrimas que se apoyaban en el puente de la nariz, el brillo moviéndose muy ligeramente con cada respiración irregular que yo tomaba. Observé cómo el resplandor purpúreo se aligeraba convirtiéndose en un naranja intenso. Me recordó a los cristales y flores que decoraban la recepción de la boda, y no podría creer que había pasado sólo unas horas desde que los dos habíamos estado bailando, felices y satisfechos. Así que enredada en mis pensamientos ya no sentía sus brazos alrededor de mí, o sentía su mano acariciar mi cabello. Sólo fue cuando oí su suspiro, la ingesta de su respiración a través de su pecho, que me di cuenta que ya no sólo estaba recostada con él, sino que estaba siendo abrazada y confortada. Lo siento, Grace. Levanté mi cabeza para mirarle. ―No necesito disculpas, Robert, no, para nada... Simplemente no me des la espalda. ¿De acuerdo? —Sus ojos eran más suaves. No exactamente de acero líquido, pero no acero, y definitivamente no helados. Fue suficiente para mí. Apoyé la cabeza hacia abajo en su pecho y cerré los ojos, suspirando cuando él comenzó a acariciar mi cabello de nuevo. ¿Cómo de decepcionada debes estar de mí? Negué con la cabeza. ―No estoy decepcionada ¿Cómo podría estarlo? Todavía estás aquí; no te fuiste. Él puso ambas manos sobre mi cabeza entonces, y la levanté para mirarle de nuevo. Yo no sé si puedo darte todo que quieres, Grace. No sé si puedo ser todo lo que quieres que sea. Una vez que consiga mis alas, una vez que consiga la llamada, no puedo garantizarte si podré permanecer aquí, estar contigo. Llegará un momento en que te tendré que dejar... Sonreí con tristeza en la oscuridad. ―Tengo diecisiete años, Robert. Lo único que quiero es pasar tanto tiempo contigo como sea posible. Lo único que quiero es que seas tú. No soy tan tonta como para pensar más allá de hoy. Ya no. Es posible que te tenga para siempre, pero la única garantía que tengo, es que te tengo en este momento, y eso es todo lo que necesito. Es por eso que no quiero perder el tiempo preocupándome por lo que no digo, o lo que quiero decir. Porque sé... sé que tendrás que dejarme algún día, y que sólo me queda el ahora. 287 ―Eso suena muy maduro por tu parte, Grace, y deplorablemente ignorante ―gimió, hablando por primera vez―. Pero me alegro de que te sientas así. Él acercó mi cabeza a la suya, y me besó en el cabello antes de dejarme ir, envolviendo sus brazos alrededor de mí una vez más. Me acurruqué en sus brazos, satisfecha y aliviada. Y valiente. ―¿Puedo hacerte otra pregunta? Él asintió con la cabeza, aunque fuera provisionalmente. ―¿Por qué nunca has sentido… es decir, ¿por qué ahora? ―Pensé que el resto de mi pregunta, no era exactamente lo suficientemente valiente como para articular más allá de eso. ―¿Por qué no he sentido celos antes? No lo sé. Quizá es porque nunca he tenido realmente cualquier tipo de competencia antes. Eres la única persona que ha sido en mi vida... un desafío. Y te lo dije, Grace, yo quería que vieras por ti misma mi casa, y lo imaginaste a él en cambio. Te lo imaginaste en mi casa y no a mí. Él llena tus pensamientos, y es difícil estar en tu mente cuando uno se siente como si ni siquiera fuera una parte de ellos. ―Podía sentir la tensión en su cuerpo y el dolor que se mezclaba con sus palabras, y me odié por ser la causa. ―Robert, Graham ha sido una parte de mi vida desde que estábamos en pañales. Cualquier cosa, dondequiera que mi vida me lleve, creo que él siempre será una parte de ello. Siempre lo he sabido… ―mordí el interior de mi mejilla mientras procesaba lo que acaba de decir, un pensamiento formándose en mi mente―, y creo que, por eso dolió tanto cuando me rechazó, sabía, suponía que iba a estar en mi vida. Tal vez no de esa manera, la forma en que pensé que quería en ese momento, pero de alguna forma, y con él, simplemente si no estaba allí en absoluto era como si un pedazo de mí se hubiera perdido. Levanté la cabeza de nuevo para poder ver su cara, mirar en sus ojos cuando continué: ―Lo sé ahora, sé que se supone que él está en mi vida, pero nada más que como un amigo. Lo quiero. Nunca dejaré de amarle, incluso cuando él rompió mi corazón, pero si no, creo que todavía estaría sentada en casa, suspirando por él, mientras él continuaría saliendo con Erica a mis espaldas. La cara de Robert, que me había parecido tan dolida hace apenas unos minutos, ahora llevaba una sonrisa de suficiencia. Él cambió de posición, haciéndonos rodar a los dos hasta que ambos estuvimos en nuestro lado uno frente al otro. Creo que tú y yo habríamos terminado aquí. Él levantó la mano para peinar un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, torciéndolo con dulzura. De cualquier manera, me alegro de que Graham fuera demasiado ciego para ver qué era lo que estaba perdiendo por elegir a Erica. Si no, no sería capaz de hacer esto. ―Contuve la respiración, y me negué a pestañear, él puso su mano en la cama para asegurarse 288 cuando él se inclinó hacia mí. Poco a poco, con cuidado, sus labios, suaves, cálidos y perfectos, encontraron el camino hacia los míos. Quisiera decir que fue mágico, que vi el arco iris y el polvo de hadas o algo fantástico así, pero no pude. Era más. Mucho más. Era como si el mundo se hubiera caído alrededor de nosotros, y todo estuviera congelado en el hielo. Pero no tenía frío. Estaba en llamas, el fuego se inició dónde nuestros labios se unieron, dónde el ángel se encontró con el mortal, y podía sentir las llamas titilando hacia las extremidades con las que yo estaba luchando desesperadamente para que no se movieran, no con ganas de pegarme a él, sin querer parecer fuera de control porque en ese momento, hubiera dado cualquier cosa por ser sólo eso. Sus labios no eran insistentes. No eran exigentes y no cualquier cosa menos suave y apacible. Entonces me aparté, porque que Dios me ayude si alguna vez elegían serlo. Y, también, porque necesitaba respirar. Sabía que el vértigo que sentía no era por falta de oxígeno, sino porque algo había cambiado entre nosotros, como si admitiera finalmente que lo que sentía me había hecho estar en más sintonía con él de alguna manera. La respiración era simplemente una distracción. Robert se rió suavemente de mis pensamientos, pero pude ver por la forma en que estaba respirando que no era la única que se había visto afectada. Su pecho subiendo y bajando con bastante rapidez, como si hubiera quedado sin aliento, también. ¿Crees que la respiración es una distracción? ―Creo que eres una distracción ―respondí, tratando de recordar que la respiración significaba que tenía que respirar también―. Respirar es... difícil en este momento. Él rozó un lado de mi cara con el dorso de su mano, redondeando la curva de mi mejilla lentamente, deteniéndose para tocar mis labios con las yemas de sus dedos. La respiración es una necesidad de seres los humanos, y si besarte es la causa de que tengas dificultades; tal vez tenga que abstenerme de hacerlo de nuevo. Di un grito ahogado con su pensamiento. ―¡No es tan difícil! La suave risa que llenó mi habitación, más la mano que estaba buscando cada ángulo y cada curva de mi rostro, como si fuera un mapa, haciendo maravillas por distraerme, y cuando él se inclinó y sus labios tocaron los míos una vez más, me tomó completamente por sorpresa. Esta vez, no hubo ninguna preparación, no hubo tiempo para decirle a mi cuerpo qué hacer. Mis manos volaron hacia su cuello, la cara, ávidas de la sensación de su piel, la textura de su cabello, el corte de su ropa. Nunca entendí por qué se utilizaba la palabra "manosear" para describir la forma en que las manos tocan un cuerpo durante las escenas íntimas hasta que mis manos estuvieron haciendo precisamente eso. Se sentía casi primitiva, la forma en que reaccioné, y si hubiera estado en otro sitio, incluso podría haber gruñido. Pero 289 yo no estaba en ninguna otra parte. Estaba en mi dormitorio, en mi cama, con Robert, y la puerta de mi habitación se estaba abriendo lentamente. Me preparé para la avalancha de gritos que sabía pronto estaría llenando de nuevo la casa. En cambio, sentí que mi cara caía en la colcha de mi cama, mi voz apagada cubrió mi sorpresa ante el espacio cálido y vacío en mi cama. ―¿Grace? ¿Estás bien? ―Janice preguntó en voz baja―. Oí unos ruidos aquí. Quería asegurarme de que estabas bien. ―Mmm-hmm. —Murmuré, volviendo mi cabeza hacia ella sólo lo suficiente para poder ver la puerta con el rabillo del ojo ahora expuesto, esperando que no hubiera nada más que ella pudiera ver que no fuera a mí en la cama. Sola. ―Está bien. Sólo estaba comprobando. Vuelve a la cama. Buenas noches. ―Mmmm-mihhh. Vi como ella se fue, tirando de la puerta y cerrándola detrás de ella. En cuanto oí hacer clic al cerrar, me levanté, buscando la luz familiar. En su lugar, sentí una sensación de cosquilleo cerca de mis pies. Miré hacia abajo, pero con la oscuridad no podía ver nada. Me arrodillé en el suelo y miré debajo de mi cama, pero no vi nada. Me puse de pie y miré la ventana. No había sido abierta, y no estaba segura si él podía convertirse en niebla rápidamente, por lo que sin otra opción salida, me encabecé hacia el armario. Poco a poco, abrí la puerta. ―¿Robert? ―Susurré. —¿Por qué buscas en tu armario? Me di media vuelta, agitando los brazos alrededor instintivamente para atacar a la voz, y me estrellé contra una pared en forma de ángel. ―Has hecho esto antes. ―Murmuré, sobre todo para mí misma entre jadeos. La pared empezó a agitarse con una risa callada cuando me envolvió y me llevó de vuelta a mi cama. ―Estas riéndote de mí. Estaba muy avergonzada en mi primer día. Yo estaba intrigado. Por supuesto que él estaba intrigado. Yo soy diferente. Ser diferente puede ser interesante, pero ¿durante cuánto tiempo hasta que lo diferente se convierta en aburrido? Robert sonrió cuando me bajó sobre el edredón. No sé si alguna vez me aburriré contigo. No estoy seguro si podré. Se acostó a mi lado, y los dos reanudamos nuestras posiciones anteriores de lado y uno delante del otro. Me has hecho sentir cosas que 290 nunca antes he sentido, en toda mi existencia. No sé cómo es eso posible, pero es cierto, no obstante. Pero Grace, quiero que entiendas algo. Lo que me dijiste, acerca de amarme... no quiero que me lo digas otra vez. No es porque no quiera oírlo, sino porque no quiero que lo digas sin que yo sea capaz de decirlo a cambio. Mi mano fue a su boca, como si hubiera saltado allí, y comencé a trazar la curva de su labio inferior. Me miro fijamente, como hipnotizado cuando yo intenté razonar con él. ―Robert, no espero nada de ti. Ya me han dicho alguna vez que espero demasiado de la gente, y admito finalmente que es verdad. Esperaba demasiado de Graham, de papá, incluso de mi mamá. Y, quiero decir, ¡Dios mío, qué fácil sería esperar el mundo de ti! Pero no puedo. No lo haré. No lo estropearé por querer algo más de lo que tengas que ofrecerme. Esto, de ahora es más de lo que jamás hubiera esperado, y voy a saborear este momento, no importa lo que pase mañana. Cuando él besó mi dedo, yo cerré mis ojos. Era un simple gesto, aún así fue lo suficiente para calentar mi piel y enviar ondas de choque por mi brazo. Abrí los ojos cuando empezó a compartir sus pensamientos de nuevo. Grace, parece que estás conformándote con lo que pueda darte, en lugar de lo que mereces. Mis dedos se presionaron contra sus labios, como para silenciar sus pensamientos para que pudiera volver a hablar de nuevo. ―No tengo la solución. Simplemente te amo y, saber eso para mí es suficiente solución. No puedo pensar en haber hecho nada que me garantice que sea merecedora de ti, así que ¿cómo puedes sentirte de esta manera, sobre que puedas resolverlo? Robert suspiró y me alcanzó. Tiró de mí acercándome a él, con la cara pegada a su cuello, mis brazos cerrados contra su pecho. Apoyó la barbilla sobre mi cabeza y comenzó a recitar algo. Escuché con atención las palabras que sonaban tan familiares... Y aquí, en el pensamiento, a ti, en el pensamiento de que el único que puede. Asciende tu imperio y así ser compañero de tu trono. Por la fantasía alada, hasta que se me de mi misión, hasta que el secreto deberá estar en conocimiento de los alrededores de los Cielos. Sentí avanzando lentamente el sueño sobre mí cuando repetí las palabras una y otra vez en mi cabeza. Antes de sucumbir a la calma de su dulce voz, hice una última pregunta. ―¿Te quedaras? 291 Yo estaba dormida antes de que él me pudiera contestar, pero en mis sueños le oí a él contestar por siempre. 292 Reglas Básicas Traducido por Little Rose Corregido por ginabm L a alarma estaba sonando otra vez. No sé por qué nunca desactivo esa cosa. No es tan duro como lo fue la primera vez. Levantarme a una hora tan temprana un domingo era un pecado capital según el manual del vago. Gruño e intento sentarme para atacar la malditamente molesta contracción, pero un peso en mi cintura me mantiene tiesa. Vuelvo la cabeza y me encuentro con dos ojos de líquida plata. Buen día bella durmiente. Nunca pude imaginar que una mañana podría ser realmente buena, lo suficiente para alegrarte el resto del día, hasta que me desperté y comprendí que no había sido un sueño, que anoche realmente había pasado, que se había quedado. Que me había escuchado. —¡Robert! —susurré alegremente. Me incliné hacia él, pero, una vez más, el peso en mi cintura me retiene en mi lugar. Bajo la vista para ver qué es, y noto que es su brazo—. Y yo que pensaba que era la que te había pedido que te quedaras. —Me burlé, mi mano encontrando la suya junto a mi cintura, entrelazando nuestros dedos. Te revuelves y sacudes mucho, tus sueños son tan vívidos y…violentos. Temía que me patearas fuera de la cama y luego te despertarías hecha una furia porque no me quedé. Sonrió, y supe que no había nada más hermoso que despertar y ver esa sonrisa, incluso si era por una burla. Me reí y luego suspiré cuando se inclinó para depositar un suave beso en la esquina de mi boca. Vamos, bella durmiente, es hora de levantarse. Tu padre estará listo para 293 arrancarme la cabeza aproximadamente media hora antes de llevarte al hospital, y tengo que asegurarme de estar presentable. Comprendió mi pregunta silenciosa y sonrió. Querrá saber por qué sigo en traje, y no puedo decirle que es porque pasé la noche en tu habitación. Comprendiendo la seriedad de la situación, volví a suspirar. —Bueno, entonces sería mejor si me dejaras levantarme para poder cambiarme y todo eso. —Su brazo se movió y yo me senté, la pérdida de ese peso me hizo sentir repentinamente vacía. Me acerqué al pie de la cama y extendí la mano, golpeándola contra el zumbido monótono próximo de la alarma y disfrutando del silencio. Sintiendo la necesidad de una urgencia, saqueé mis cajones en busca de un par de pantalones vaqueros y una camiseta. ¡Mi primer par de vaqueros en semanas! La cantidad de satisfacción que había en ese pensamiento era incalculable; en ese momento, ¡No me importaba si papá me castigaba por un mes! Presionando la ropa contra mi pecho, miré a Robert, quien estaba acostado en mi cama, con un brazo sobre su cabeza, el otro moviéndose perezosamente sobre mi cubrecama y le agradecí secretamente a Janice por creer que había necesidad de cambiarlo. —Iré a vestirme al baño. Él sonrió, ya sabía que ese era mi plan. Mi cabeza era algo más claro para él ahora. Podía ver detrás de la niebla y el vacío que camuflaban mi mente. Y yo podía sentir que él estaba allí también. Qué extraño. Quería saber qué significaba eso, pero necesitaba vestirme y cepillarme los dientes primero. La idea de despertarlo en mi cama y asustarlo con mi aliento de dragón era suficiente para hacer que me moviera a un paso que le haría competencia al suyo. Fue cuando cerré la puerta del baño y me miré en el espejo que pude sentir su risa en mi cabeza. La ignoré tan rápido como me cambiaba, teniendo cuidado de evitar el espejo sólo en caso de que hubiera escogido no ser tan caballeroso y echar un vistazo. Eso sería difícil ahora que estaba advertida de ello, todo este tema de la privacidad. Sabía que si lo hacía prometerme que nunca haría eso, estaría obligado a cumplir, pero tenía que admitir que una pequeña, microscópica parte de mí casi no quería que dejara de hacerlo. Casi. Me lavé los dientes. Dos veces. Y me dirigí hacia mi habitación, chocando con papá en el camino. —Uhm. Buenas pa. Sus ojos aún estaban hinchados de dormir, y su cabello se veía como si hubiera caído dormido en una peluquería muy mala, pero todavía era lo suficientemente astuto como para mirarme detenidamente, como si supiera que algo estaba diferente en mí. Estoy muy alegre esta mañana, me dije a mí misma. Eso es. 294 —Buenas, Grace —respondió bruscamente—. Voy a llamar al hospital y ver si podemos conseguirte un turno para los rayos-x temprano, por lo que te sugiero que te vistas y estés lista para las ocho. —Pero yo... Él levantó su mano. —Sin peros Grace. Voy a poner ese brazo de nuevo en su yeso. Vi esos rayos-x, y no hay forma de que tu brazo se haya curado tan rápido. Ahora ve a vestirte. —Papá, ya estoy vestida. —Señalé. Parpadeando un par de veces para ver más claramente, finalmente notó que estaba con una camiseta y un par de jeans. Desgraciadamente, también notó que mi pierna derecha estaba vestida normalmente, y libre del yeso. —¿Dónde está tu yeso? — Preguntó, con la voz calmada pero la furia burbujeantemente visible, a punto de aflorar. —Mi pierna está bien pa, no hay necesidad de usar un yeso... Era como si no hubiera aprendido nada de anoche. La sombra rojiza había vuelto, pero combinada con su cabello ultra-desordenado y sus ojos hinchados, se veía aterrador. Retrocedí, temiéndole por primera vez. —Grace, quiero que te metas en tu cuarto, quiero que llames a Robert, y quiero que le digas que nos encuentre aquí en treinta minutos. ¿Está claro? Asentí, pasé al lado de mi papá, abrí la puerta y entré a mi habitación, en menos de un minuto. Tan pronto como cerré Robert me tomó entre sus brazos, yo presioné mi cara contra su hombro, tenía sus manos una en mi cintura y la otra en la parte de atrás de mi cabeza, cálido y reconfortante. —Oh, he arruinado todo —gemí—, nunca había visto tan enojado a papá antes. ¿Qué va a hacer? Los movimientos de Robert fueron una mancha de velocidad mientras yo me sentaba en el borde de la cama antes de que hubiera siquiera llegado a decir “enojado”. Desordenó mi cabello, con sus tranquilizadoras manos. Él va a gritarme, me acusará de no cuidar tu bienestar, después de toda la confianza que ha depositado en mí, me amenazará hasta con algún daño físico si alguna vez vuelvo a poner un pie cerca de ti... lo que siempre dice un padre cuando ama a su hija. Los gemidos no paraban. —Está sobre actuando. Siento tanto todo esto. Un dedo bajo mi barbilla me forzó a subir la mirada, y una sonrisa suave me obligó a relajarme. No tienes nada que lamentar. Si tuvieras que pasar toda la noche con 295 esas cosas, habrías tenido una noche mucho peor de lo que fue. Lidiaré con esto. No te preocupes Grace, lo solucionaré. Sacudí mi cabeza. ¿Cómo iba él a solucionarlo? ¿Cómo iba a convencer a mi papá de que estaba perfectamente sana y salva y fue por eso que me saqué el yeso sin decirle cómo ni por qué? E incluso si lo hiciera, ¿qué posibilidades habría de que papá le creyera? No parecía que fuera a haber un final feliz. Un golpe en mi puerta nos hizo separarnos, y cuando mi puerta se abrió antes de que hubiera podido responderle a quien fuera que estuviera del otro lado, Robert había desaparecido y Janice estaba entrando. —Sólo quería verificar que estuvieras bien. Fíjate si no puedo intentarlo y lograr que James vea que estoy un poco de tu lado. Se sentó a mi lado, ajena a la niebla gris que se veía desde mi ventana, y tomó mis manos entre las suyas, acariciándolas y dándoles amistosos apretones. —¿Cómo estuvo tu cita? ¿Te divertiste? —Sí la mayor parte. —Repliqué, otra vez incapaz de hacer nada salvo ser honesta. La cara de Janice estaba llena de alegría, y sabía que ella entendería lo de los yesos. —¿Realmente vas a decirle a papá de mis yesos? Él no quiere ver que realmente estoy bien sin ellos. —Ella quitó sus manos de las mías y tomó mi brazo. Lo examinó, revisó mi codo, y estudió mi cara mientras lo estiraba y contraía. Me hizo flexionar los dedos, el brazo, hacer un puño. Era Janice la enfermera del colegio y yo era la paciente Grace, siendo revisada para ver si podía salir a jugar. —Creo que tu brazo está perfectamente bien, Grace. No sé cómo. Por lo que tu padre me dijo, era una fractura obvia, y que tardaría al menos seis semanas en curarse, sin contar el hombro dislocado. Y luego tenemos tu pierna. Te vi caminar en el baño esta mañana, y no hay forma de que pudieras siquiera caminar si tu pierna estuviera tan mal como creíamos. No sé cómo ni por qué, y ahora, no quiero saberlo. Le diré a tu papá lo que pienso, y después de eso, estás en manos del doctor. Sólo puedo esperar que Robert pueda de alguna manera convencer a tu padre de no matarlo. Vuelvo a mis gemidos histéricos mientras pienso en cómo había quedado mi mano después de mi pequeña riña con Lark. No quiero ni imaginar cómo quedaría papá si golpeara intencionalmente a Robert. La cara de Janice era de reproche ante mis ruidos, y yo intentó callarme, no quería alejarla de mi lado. Rápidamente presioné mis labios fuertemente con mis dientes, y el dolor y las lágrimas resultantes me dejaron mucho más seria de lo requerido. Cuando Janice se puso de pie y se fue, miré el reloj y noté que quedaban exactamente diez minutos antes de que Robert estuviera en la entrada, tocando el 296 timbre. No me había dicho que estaría aquí en media hora, pero sabía que había escuchado las órdenes de papá y no haría nada que me metería en problemas. Observé al brillante sol que entraba por mi ventana, y vi el reflejo de algo color ámbar en mi pared; lo seguí hasta su fuente. Era uno de los cristales del vestido; aparentemente se había caído al piso después que me lo saqué y lo arrojé al regazo de Robert. Me incliné para levantarlo y lo sostuve a contra luz. Los colores que brillaban me recordaban al fuego y al oro al mismo tiempo, mientras recorrían las paredes, enviando destellos luminosos a cada esquina. Moví mi mano, causando que los cristales formaran un arcoíris que se movía en las paredes, como si las estuviera salpicando con colores del mediodía y el atardecer que no podías ver si no mirabas directamente al sol. Mi mirada estaba en el centro del cristal; mi visión opacada por los suaves colores que entraban y salían de él. Su baile hipnótico me dejó en un estado tremendo de reposo; podía ver llamas girando y bailando alrededor de una mujer familiar que estaba firmemente sujeta a un niño. Podía ver las lágrimas de la mujer, y el temor grabado en su cara mientras las llamas eran más grandes y devoraban todo, con sus lenguas subiendo sobre ellos, oliendo la dulzura de la aprensión. Ella se volvió hacia mí y estiró su mano, con sus ojos oscuros llenos de esperanza, como si fuera su salvación. Sentí mi brazo elevarse, acercarme hacia ella, pero estaba demasiado lejos. Vi la forma en que sus ojos brillaban con grandes lágrimas mientras el fuego la rodeaba, cortando cualquier forma de escape, y yo miraba cómo eso ocurría. No pude cerrar mis ojos hasta que los de ella brillaron al conocer la muerte, y la oscuridad reemplazó al dorado ámbar. Entonces abrí mis ojos, sin notar que los había cerrado, y comprendí que el cristal parecía haber perdido algo de brillo. El sol de ayer definitivamente fue cualquier cosa, decidí mientras miraba desde mi ventana y veía cómo las nubes pasaban, preparando otra mañana lluviosa de octubre. La luz solar que había calentado la habitación y ayudado a que el bonito vestido le diera algo de color a mi cuarto se estaba ocultando detrás de una triste mañana de domingo. Suspirando, puse un cristal caído en mi mesita de noche y me encaminé hacia las escaleras. Mi fantasía había destruido algunos pocos minutos más, dejándome sin nada de tiempo sola antes de quedar con papá mientras él planeaba miles de formas de matar a Robert. Tan pronto como mi pie tocó el último escalón, el timbre sonó. Papá, habiendo dejado de lado su rutina habitual de sentarse en la cocina y leer el periódico mientras desayunaba, había puesto una taza de café y un plato de tostadas en la mesita de café. A su lado había un sobre a medio abrir y un libro. Se sentó en la mecedora, esperando, con una mirada contemplativa en su cara. Estaba tentada de preguntar si el libro era para él o Robert, pero cerré la boca. Sólo no sería bueno para mí entrar a la boca del lobo. 297 Viendo que él no se levantaría para atender, fui a hacerlo yo. Inspiré hondo mientras abría. Él estaba ahí de pie con la misma chaqueta negra que había usado el primer día que lo vi. Su cabello estaba desaliñado, y sus ojos estaban llenos de promesas y seguridad. Quizás no habría necesidad de usar el libro de primeros auxilios después de todo. Él me miró, perplejo, y su mirada se suavizó con humor. ¿Tu padre tiene un libro de primeros auxilios? Podía sentirlo, sentirlo en mis pensamientos mientras él buscaba la imagen en mi memoria, y cuando la vio, sonrió. Él realmente te ama. Eres una bendecida, Grace. Lo miré boquiabierta. Mi padre estaba a punto de darle el tercer grado y aquí estaba Robert, interpretando al hombre. Demasiado perfecto. Él sonrió y pasó su brazo por detrás de mí. —Las damas primero. Suspiré. A pesar de que sólo habían pasado sólo unos minutos desde que hablamos por última vez, oír las palabras salir de su boca me recordaba lo mucho que amo su voz. —Deberías hacer eso más seguido —le di un codazo—. Sólo para que no olvide cómo se siente. —Te lo recordaré de ahora en adelante. —Su sonrisa era juguetona y burlona a pesar de la razón por la que su presencia era requerida. Entrando a la sala, le tomé la mano. Si papá iba a darle el tercer grado, se lo daría enfrentándome a mí también. Robert entrelazó sus dedos con los míos. Fue lo único que pudimos hacer antes de tener a papá con toda su furia embistiéndonos. Se paró enfrente a nosotros dos, con los brazos cruzados firmemente sobre su pecho, como si se los estuviera sujetando, y su voz resonó frente a Robert en un ladrido furioso. —¿Quiero saber por qué creíste que quitarle los yesos a Grace era una buena idea? Robert respondió de la única forma que sabía. Honestamente. —Porque ella ya no los necesita. Claro que papá no iba a aceptar esa respuesta, no de algún chico, sin importar lo que hiciera para salvar mi vida. —Eso es pura mierda y lo sabes. ¿Tienes idea del daño que podrías haberle causado con tu estupidez? Me encojo ante el insulto, y comienzo a hablar cuando el firme apretón de Robert, y un flujo de pensamientos me silenciaron. 298 —Sr. Shelley, me equivoqué al sacarle el yeso a Grace sin su permiso, o el del doctor. Debería habérselos dejado hasta que fuera permitido por su médico que se los sacara. Si Grace ha sufrido algún daño debido a mi impetuosidad, nunca me perdonaré a mí mismo. Papá abrió la boca para decir algo, y luego la cerró. Caminó un poco, asintiéndose a sí mismo, luego comenzó a decir algo más, pero volvió a cambiar de opinión. Hizo esto dos veces más, viéndose como un pez dorado confundido, antes de que finalmente volviera a hablar. —Robert, voy a llevar a Grace al hospital para que se haga un examen de rayos X en su brazo y pierna. Si ella ha sufrido algún otro daño en sus lesiones por tu idiotez, te haré el responsable moral y económicamente. Hasta que yo esté totalmente seguro de que ella está bien, creo que lo mejor es que ustedes dos ya no se vean. —¡Papá! —protesté—. ¡No puedes hacer eso! ¡Fue mi decisión! ¡Él no me habría sacado los yesos si yo no le hubiera dicho que eso era lo que quería! Robert volvió a apretar mi mano. —Está bien, Grace. Tu padre tiene razón. Lo que está en juego aquí es tu salud y tu bienestar. Todo lo demás puede esperar. ¡Traidor! Miré en los ojos de Robert y simplemente no pude entender cuándo había decidido ser cómplice de mi papá. —Estoy bien. Sabes que estoy bien. ¿Cómo puedes hacerme esto? —Vamos Grace. Entra al auto. —Ordenó papá. Miré una última vez a Robert, a su cara triste, pero sus ojos aún me sonreían, y luego hice lo que me habían ordenado. *** —Ves James. Te dije que ella estaba bien. Deberías haberme escuchado y nos habríamos evitado todo el fiasco. Janice estaba haciendo lo mejor que podía para asegurarle a papá que los doctores habían estado en lo correcto cuando, uno por uno, todos coincidieron en que mis huesos no estaban rotos, y que me había curado en una cantidad remarcable de tiempo, a pesar de que podría deberse a mi edad, como uno de ellos sugirió. —Ella va a estar bien, James. Papá sacudió la cabeza por enésima vez en el día —no exagero. Eran aproximadamente las cuatro de la tarde y habíamos visto a cuatro doctores diferentes de dos clínicas diferentes quienes habían dado el mismo diagnóstico 299 sobre mis fracturas —o la falta de ellas. Mientras estábamos en el auto de papá hubo un intento de engaño de parte de Janice sobre un leve mareo y las náuseas que el olor de los hospitales le causaban —pero eso era un paso más para salir de todo esto. Sin otro doctor posible para consultar, papá finalmente estaba asociando el hecho de que ni mi pierna ni mi brazo están rotos, y que Robert no me puso en ningún tipo de peligro. De acuerdo, quizás no eso último. Pero Janice estaba convenciéndolo; podía verlo en sus caras. —James, no sé cuántas veces más tienen que decirte que ella está bien para que finalmente aceptes que realmente está bien. Las manos de papá estaban firmemente agarradas al volante y su cabeza descansaba sobre ellas. —No lo entiendes Janice. No entiendes cómo se siente. La mano de Janice se estiró para reconfortarlo; le acarició el cabello, y la dejó en su hombro. —Entonces cuéntame. Cuéntame para que pueda entender, porque realmente lo quiero. Estoy segura que ella también lo quiere. —Volvió la cabeza para mirarme en el asiento trasero, y yo asentí en silencio, sabiendo que decir algo simplemente volvería a descolocar a papá, y no sé si Janice, pero sé que personalmente ya me cansé de eso de —la chica del padre loco. Sería afortunada si me dieran un aspirina en el hospital alguna otra vez, serán mucho menos amables la próxima considerando el escándalo que papá armó con el personal hoy. Papá levanto la cabeza y pude verlo reflejado en el espejo. Tenía unas profundas ojeras púrpuras, el agotamiento estaba claro en sus facciones. Pero había algo más escondido detrás. ¿Era miedo? Observé cómo giraba la cabeza hacia Janice, y hablaba, no precisamente, a ella. —No sabes lo que se siente. Después del accidente de Abby, todos se preguntaban cómo podría haber sobrevivido sin siquiera un rasguño. La explosión se llevó una cabina telefónica que estaba a veinte metros, ¡a veinte metros! Y todos seguían mirando a esta pequeña niña como si fuera algún tipo de milagro o algo extraño. —Pero la gente —la gente es inconstante cuando se trata de lo que quieren hablar, lo que los mantiene interesados. El milagro de una niña sobreviviente a un accidente de auto no suena tan interesante como el milagro de una chica que causa el accidente y sobrevive a él cuando su madre no. Grace no recuerda nada, por lo que las explicaciones estaban todas basadas en especulaciones y suposiciones. —No importa si hay o no alguna verdad en la historia. Lo que importa es lo que suena más interesante. Esto ha perseguido a Grace toda su vida, y ella lo ha sufrido. Probablemente deberíamos habernos mudado, en lugar de exponerla al constante escrutinio por el que tuvo que pasar de parte de algunos chicos de aquí, 300 pero no podía irme; Abby está enterrada aquí, y simplemente no podía huir porque la gente chismorreaba. —Y ahora esto... ¿no ves lo que todos van a decir? ¿Qué pensarán? Será ridiculizada otra vez, por la razón que sea, ella no sana como alguien normal. La gente normal se quema en los incendios. La gente normal se lastima cuando son arrojados de vehículos. Los huesos de la gente normal no sanan dos semanas después de ser aplastados por un auto. La gente normal no sale con ángeles. —James, estás siendo ridículo. Estoy segura que... La furia de papá silenció todo, incluso mi respiración, mientras ladraba. —¡No estoy siendo ridículo! ¡Soy quien la crió, quien vio la forma en que era apartada de todo! Yo la consolaba cuando las tarjetas de invitaciones a cumpleaños le llegaban a todos menos a ella, cuando los niños se reían de su apariencia; yo la vi crecer con sólo un amigo, y que vio cómo ese único amigo también se iba. ¡No me digas que lo que vi y sé que pasará es que yo sea ridículo, Janice! Me quedé helada. Los recuerdos de mi infancia habían pasado a ser una leve irritación, pero nunca supe que habían afectado tan profundamente a mi papá. Nunca había demostrado que estaba mal por eso; siempre pensé que lo veía como una parte de la vida. Y al saber que él estaba al tanto de tantas cosas, pude ver la situación actual en perspectiva. Más de su miedo a que me heriría si mi brazo y pierna seguían rotos, estaba preocupado por cómo me tratarían. Estaba preocupado por mi bienestar emocional. Me pasé los dedos por mis ojos, las lágrimas eran un gran lubricante. —Papá, está bien. Ya no me importa lo que digan —lo miré a los ojos. El dolor en ellos le agregaban años, y necesitaba librarlo de eso. Librarlo de los miedos ante mi propio dolor y rechazo—. Estaré bien papá. De verdad. Se volvió en su asiento de manera que me encaraba, su cara tenía una mueca extraña, y su cabello, aún era un desastre, pero era papá podía verme reflejada en su cara, ver las partes suyas que eran mías, y las que mi madre había reclamado como suyas. Y ahora, esas le pertenecían a Janice… —Papá, mi vida nunca estuvo mejor. Tengo amigos, amigos de verdad a quienes no les importa el accidente, o lo que la gente dice a mis espaldas, ni nada de eso. Se preocupan por mí, Robert se preocupa por mí. Ya no estoy sola en esto, pa. Y tú tampoco. Janice está aquí, también contigo. Él miró a Janice, y podía ver que sus rasgos se suavizaban al comprenderlo. Si tenía algunas dudas sobre la permanencia de Janice, se fueron en ese instante. Lo que había entre ellos definitivamente era amor. Podía verlo. Y después de un momento, podía oír cómo juntaban sus cabezas, susurrándose cosas. Era una escena que me 301 era familiar en casi todos los sentidos, menos en uno, pero no podía darme el lujo de ser melancólica, no cuando ya tenía tanto. Cuando se encendió el auto y dejamos el estacionamiento, miré por la ventana. El camino a casa era ya familiar, y fácilmente recordé otro momento como este, cuando papá y yo volvíamos del hospital después de que dijeran que estaba bien, sólo en shock. Papá no gritó en ese entonces, pero, otra vez, no hacía mucho por nada. Simplemente me levantó y nos fuimos a casa. Al menos esta vez, tenía a alguien además de a mí. Mientras doblábamos en la esquina, pude ver el coche de Stacy y la moto de Robert estacionados. Ambos estaban apoyados sobre el auto, charlando y esperando. Stacy se veía ansiosa, mientras Robert parecía alegre. Sonreí ante el pensamiento de que eligiera quedarse conmigo. Stacy se había enterado de nuestra cita y querría saber todos los detalles. Como toda típica novia americana. Me sentía bien con eso. Mientras salíamos del vehículo, pude ver la tensión de papá regresar con nosotros. Y traía amigos. —Robert, me gustaría tener unas palabras contigo y con Grace adentro. Stacy, discúlpanos, pero esto debe hacerse en privado. Stacy asintió, su ansiedad reemplazada por curiosidad y confusión. Janice pasó un brazo por sus hombros y le dijo, más a mí que a papá. —Me quedaré aquí con ella mientras ustedes entran y hablan. Mientras los tres entrábamos en la casa, los destellos de recuerdos me golpearon — de entrar después de la muerte de mamá— sacudí mi cabeza ante la oscuridad del recuerdo incompleto. El silencio ahora era sólo educado, como una obligación. Seguí a papá a la sala, y me senté en un sofá mientras él se sentaba en su mecedora. Robert, al no tener otro lugar para sentarse, se dejó caer a mi lado. ¿Se atrevería a tomarme la mano? ¿Me atrevería? Como para confirmar que se atrevía a todo, buscó mi mano y se la llevó a los labios, dejando un muy suave beso en mis nudillos, con sus ojos llenos de malicia. —Ejem. Ambos volvimos la cabeza; las facciones de papá se veían extrañamente distantes. Podía sentir mi boca secarse mientras él comenzaba a hablar con una leve sonrisa. —Robert, quiero que sepas que tenías razón sobre las heridas de Grace. Ella está totalmente recuperada, para la sorpresa de los doctores que la examinaron hoy. Siempre admito mis errores y, esta vez, me equivoqué. A pesar de eso, que tomaras el asunto en tus manos fue inaceptable e irresponsable, y habrá consecuencias por tus acciones. Por las de ambos. Robert asintió mientras yo me limité a bufar. —Entiendo eso, Señor. 302 Papá se golpeó las rodillas con las manos y continuó. —Grace estará castigada las próximas dos semanas. No tendrá permitido salir a ningún lado, y ningún amigo ni nada podrá venir aquí tampoco. Ella volverá a la escuela, y creo que las distracciones que tú implicas para ella no la afectarán en sus estudios. —En estas dos semanas, tendrás permitido verla una vez al día en esta casa, y podrás sacarla alguna vez durante el fin de semana, pero deberá volver aquí a las once, sin importar lo que vayan a hacer. Quiero conocer a tus padres, claro, y discutir con ellos lo que ocurrió para que ellos puedan decidir un mejor castigo para ti. Y quiero un número telefónico donde pueda contactarte si algo estúpido como esto vuelve a ocurrir. Comencé a hablar otra vez, pero Robert me apretó la mano, en advertencia. En su lugar, él habló. —Todo eso suena perfectamente aceptable, razonable, y simplemente justo Señor. Pero, si puedo, me estaba preguntando si le parece bien que yo lleve a Grace a la escuela y de vuelta aquí, para que no tenga que caminar ni usar su bicicleta. Papá se llevó una mano a la barbilla y la frotó, considerando la propuesta. — Supongo que eso estaría bien. ¿Y cumplirás con eso en tu moto? —Preguntó gesticulando con la cabeza hacia la puerta. La sonrisa de Robert fue engreída, pero sacudió la cabeza. —Sí así lo prefiere, puedo pasar a buscarla en auto, tengo uno a disposición. Simplemente utilizo la moto porque ahorro en gasolina. La idea de Robert economizando en algo que probablemente costara más que el auto de papá era, en su opinión, algo positivo ya que apreciaba cualquier gesto de frugalidad. —¿Qué tipo de auto tienes, Robert? —Un Dodge Charger, señor. —¿Qué modelo? —El último, Señor. Papá silbó. El nunca silba. —Ése es un muy buen regalo, ¿qué hizo que eligieras ese? Habría pensado que preferirías uno de esos modelos europeos. Robert sonrió. —Porque es un auto Americano. Compre Americano, es lo que nos incitan a hacer ¿no? Su acento Británico nunca había sido más profundo que en ese instante, cuando dijo la palabra “Americano”. El tono era el mismo que empleaba para decir “humano”; era como si quisiera remarcar que es diferente. 303 Pero, fuera cual fuera la razón, papá parecía impresionado por su respuesta y prosiguieron discutiendo las virtudes de los autos Americanos mientras yo me sentaba en silencio y me entretenía mirándome las uñas. Dejar a una chica sola con sus pensamientos era algo peligroso, y me preguntaba cuándo había dejado de comérmelas, porque por primera vez en años, se veían saludables. Todo se veía saludable. Mi piel había amanecido sonrosada, en contraste con la palidez mortal a la que estaba acostumbrada. Mis ojos brillaban, mi cabello estaba, a falta de una palabra mejor, brillante, y mis labios se veían…como si acabaran de ser besados por primera vez. Me llevé los dedos a la boca mientras recordaba cuán suave había sido el primer beso. Presioné un poco más recordando el segundo beso, y qué tan poco suave había sido, y cómo Robert pareció controlarse al notar que yo era un desastre. No importaba que tuviera la edad y la experiencia necesaria para ser paciente, y que pudiera controlar sus emociones, mientras todo era tan nuevo para mí. Dudaba haber sentido tanta adrenalina alguna vez como la que sentí con él. —¿Qué ocurre Grace? ¿Tienes náuseas? La pregunta de papá me tomó con la guardia baja y dejé caer mi mano. —¿Qué? —Estás sonrosada, quizás deberías recostarte. Miré de papá a Robert, totalmente confundida. Robert se puso de pie, con un brillo de humor en los ojos, mientras papá los tenía llenos de preocupación. —Supongo que me iré ahora, Señor Shelley. Gracias por permitirme llevar a Grace a la escuela. Te veré en la mañana Grace. Lo miré irse, incapaz de decir nada. Finalmente susurré: —Adiós. —Después de oír la puerta cerrarse, sabiendo que él me oiría, incluso si yo apenas lo hice. No pasó mucho antes de que Stacy y Janice entraran, tomando la partida de Robert como la confirmación de la paz. No sabía qué decirle a ninguna de ellas. Stacy ya ni siquiera debería estar aquí, pero aún no lo sabía. —Entonces, oí que eres un ave libre. No más alas rotas ¿eh? —Bromeó Stacy mientras se sentaba a mi lado, llenando el vació que Robert había dejado. Asentí, mirando a papá, esperando que le explicara que debía irse, y las condiciones de mi castigo. Él parecía estar esperando lo mismo. Suspirando y rodando mis ojos, me giré hacia Stacy. —Como que estoy castigada Stacy, y ningún amigo podrá venir en las próximas dos semanas por lo que vamos a tener que terminar esta visita. Ugh, parecía que tuviera diez, y no que esté a dos meses de los dieciocho. No entendía por qué un castigo tan duro si no hice nada malo. ¿Y no que papá había 304 dicho que no quería que la gente pensara que yo era rara? ¡Probablemente curarme y ser castigada por eso no era normal! La cara de Stacy pareció decaer mientras comprendía que debía irse. —Bueno, supongo que me iré. ¿Nos vemos en el salón de clases entonces? —Allí estaré. Ella asintió, como si aceptara que el precio de la información era de alguna manera algún premio de consuelo por irse. Yo estaba abrumada por la cantidad de información que ese gesto me dio. Ella realmente estaba decepcionada de que no podría pasar tiempo conmigo. No pude evitar abrazarla, con los sentimientos de gratitud tomándome y dejándome convertida en una pila de emociones. Y, por supuesto, ella me devolvió el abrazo, apretándome tan fuerte como podía porque así lo quería. Cuando se fue unos minutos después, decidí que era hora de que comenzara a hacer la cena otra vez. No la había hecho en casi dos meses, y estaba segura que Janice apreciaría el descanso. Viendo que ella ya estaba preparando los utensilios para hacer milanesas, me puse a trabajar en mezclar la carne, con el pan molido, los huevos y sazonar todo. Mientras pasaba la carne por la mezcla, tuve que admitir que mi vida estaba tomando una buena forma. Incluso si estaba castigada por las próximas dos semanas. 305 Tres Traducido por flochi y masi Corregido por Marina012 H abía temido que las dos semanas de estar castigada hubieran pasado lentamente, especialmente una vez que la charla acerca de cuán rápidamente había sanado empezó a circular por la escuela, pero no había pensado en cuántas horas al día pasaba en clases —con Robert en la mitad de ellas— o cuán simple era dirigirme a mi cuarto y encontrar a Robert sentado o acostado sobre la cama, como si siempre hubiera estado ahí. Siempre me daba la bienvenida como si hubiera estado lejos por horas en vez de unos cuantos minutos, con brazos fuertes y besos que eran dulces y tiernos. Pero también eran reticentes, como si estuviera conteniendo algo de mí, y no estaba segura de qué o por qué. Aunque no iba a quejarme. Los dulces besos de Robert, sin importar cuán contenidos, eran mucho más de lo que había esperado, y ciertamente no había causa para pensar que me los mereciera. También estaba sorprendida de cuán cómoda estaba con tenerlo acostado en mi cuarto, cayendo dormida con sus brazos alrededor mío, su corazón latiendo y su respiración acompasada arrullándome para dormir cada noche. Siempre me había despertado con su brazo alrededor de mi cintura, un retén evitando que agrediera en mi sueño. —Un día, vas a tener que contarme qué estoy soñando que causa que sea tan ruda contigo. —Le dije después de la cuarta vez que me había despertado al sentir su brazo presionar sobre mí. Había sonreído y dicho que no podía hacerlo, que había imágenes demasiado difusas en mi cabeza mientras dormía, y no iba a esforzarse tratando de descifrarlas todas. El último día de mi castigo, Stacy y Lark decidieron que me uniera a ellas en un viaje de compras en celebración de mi libertad. La idea de un día de chicas me 306 pareció tan extraña, estaba genuinamente asustada con el pensamiento; eran del tipo de personas de centros comerciales mientras yo, por otra parte, me sentía más cómoda en las tiendas de segunda mano. Pero Stacy no pudo aceptar un no por respuesta, y Lark pudo ver todas mis excusas antes de que siquiera salieran de mi boca, por lo que siempre tenía una respuesta lista en el caso de que Stacy se trabara con una. Supe entonces que Stacy y Lark se había hecho amigas porque no había nadie que pudiera igualarlas en inteligencia. Eras espíritus afines, aun si Stacy permanecía ignorante de lo que Lark era realmente. Fue un punto que traje a colación en dirección al centro comercial. Lark tenía el codiciado asiento delantero, mientras yo tenía el trasero apretado. Era, explicó Lark, más fácil para una persona ciega entrar y salir de un auto desde el frente que desde atrás. Me imaginé un toro bastante grande y una gran pila de estiércol vaporosa que describía una frase muy desagradable después de esa explicación. Resopló, sacudí mi cabeza y reí. ¿Le dirás a Stacy lo que eres? Lark se quedó silenciosa por un rato, luego suspiró. No sé. Nunca le he dicho a nadie lo que soy. No sé cómo juzgar el carácter de una persona lo bastante digna para hacerlo. En el fondo de mi mente pude escuchar los comentarios de Ellie acerca de la prueba que el Electus patronus había dado con el fin de probar su lealtad. ¿Qué hay de eso? ¿Y ver si pasa la prueba? Lark pareció tomar esa sugerencia en consideración. Reconozco que todo esto es bastante nuevo para mí. Nunca me ha gustado mucho tu especie; los humanos son muy depresivos y auto-destructivos, sus guerras, sus políticas, su incesante necesidad de poseer se vuelve molesta después de unos cuantos siglos. Y si embargo, con toda su historia escrita, ¡la siguen repitiendo! Einstein tuvo razón cuando dijo que la locura iba a hacer la misma una y otra vez esperando resultados diferentes. Stacy, quien había estado cantando junto a la radio durante la mayor parte de la conversación silenciosa de Lark y yo, notó cuan calladas estábamos. —¿Qué pasa con ustedes? ¿Están enojadas o algo así? Lark y yo reímos; yo un poco más nerviosamente, mientras que la de Lark fue simplemente una de diversión. —No puedo estar enojada con Grace. Si lo estuviera, Rob nunca me dejaría escuchar el final del mismo. No pude evitar sonreír ante eso, porque era verdad. Lo había dicho, no había forma de evitarlo. —Simplemente estoy disfrutando escuchándote cantar, Stacy. Sabes, tienes una voz bastante buena. 307 Y quise decirlo. Mi cabeza se animó ante esa admisión. —No sabía que pudieras cantar. Stacy se encogió de hombros. —Para lo que va servirme cantar bien. Mis padres tienen sus mentes fijas en que voy a graduarme, ir a la universidad y convertirme en doctora, o abogada y después, cuando tenga veinticinco, me casaré con un doctor o un abogado —coreano por supuesto— y renunciaré a mi carrera y tendré bebés. — Lark y yo nos miramos la una a la otra. Ambas supimos que quiso que su mini-perorata sonara sarcástica, a que sonara más como que estaba triste y desesperanzada. —Bueno, siempre podrías ir a la universidad y tomar unos cuantos cursos de canto ahí. —Sugerí. —Tus padres estarán aquí, por lo que no lo sabrán, ¿verdad? Sacudió la cabeza, girando el auto en el estacionamiento. —No sabes cuán afortunada eres, no has sido criada por una madre coreana. Planea mudarse conmigo a los dormitorios, como mi chaperona, porque dice que los chicos estadounidenses no son de confianza. Olvida que ella es madre de cinco chicos estadounidenses. Lark bufó. Estaba a punto de reír por su comentario cuando repentinamente golpeó los frenos, enviando mi cabeza a toda velocidad contra el reposacabezas. —Ow. —Oh Dios, lo siento tanto Grace. Lo olvidé. No debería haber dicho esas cosas sobre no ser criada por una madre coreana. Ugh, ¿cuán estúpida soy? —gimió Stacy, su rostro volviéndose rojo por la vergüenza y el dolor—. No lo quise decir. Oh cariño. Parecía dividida entre disculparse y aparcar el auto. Aparcar ganó cuando los bocinazos comenzaron… su súbita parada casi causó un accidente detrás suyo. Palmeé su hombro con una mano mientras frotaba mi nariz con la otra. —Está bien, Stacy. Sé que no lo quisiste decir por eso. Stacy lloriqueó, incredulidad en sus ojos. —No te hagas la pelota, Stacy. Dijo que está bien, vayamos de compras. Tengo una gran idea para nuestros disfraces de Halloween, y quiero revisar la tienda de telas. —Se quejó Lark, sus ojos poniéndose en blanco ante la mini-fiesta de lástima de Stacy. 308 —Sí, vamos y veamos lo que Lark tiene bajo la manga. —Estuve de acuerdo, sin saber exactamente de lo que estaba hablando, pero sin embargo agradeciendo el cambio de tema. Stacy rió, como si hubiera contado una broma increíble. —Lo olvidé, no lo sabes, ¿no? La miré, mi ignorancia obvia. —¿Qué? —Bueno… este año el baile de bienvenida fue cancelado y en su lugar, va a haber un Carnaval de Halloween con un concurso de disfraces, y Lark nos ha ingresado a las tres. —¿Q-u-é? —mi conmoción era genuina—. ¿Cuándo pasó esto? ¿Y por qué no sabía nada al respecto? Lark recogió una pieza invisible de pelusa de su blusa, algo que pasó completamente inadvertido para Stacy, y casi veo los millones de engranajes en su cabeza trabajando a sobretiempo tratando de encontrar una explicación que dar sin revelar la verdad sin que fuese realmente una mentira. —Dime, Lark, o le preguntaré a Robert. Levantó sus manos. —Muy bien, bien. Pasó ayer, y no lo sabes porque no estaba planeando decírtelo hasta Halloween. Supongo que simplemente olvidé decirle a alguien más que se suponía que fuera un secreto. —Le lanzó dagas a Stacy con los ojos. Stacy, sin darse cuenta del peligro en el que estaba, rió ante el comentario. —Hay un premio en dinero para el mejor disfraz, Grace. No habrá una reina de bienvenida o rey este año, por lo que todos pueden participar, y la idea de Lark sonó impresionante, considerando el tema. —¿Cuál es el tema y de cuánto es el premio? —Pregunté, no queriendo saber cómo era el disfraz en realidad. Tuve la extraña sensación de que el tema tendría algo que ver con agricultura y Stacy y yo terminaríamos vestidas como vacas o hasta de granjeras de Lark. Lark resopló mientras Stacy respondía. —Es esa canción acerca del tres siendo el número mágico; ¿no es impresionante? ¡El premio es por trescientos dólares! ¡Piensa en lo que podrías hacer con tu parte de ese dinero, Grace! ¿Trescientos dólares? Irían directamente a mi escasa cuenta de ahorros a acumular patéticos intereses, ahí es a donde irían. Sacudí mi cabeza. —¿Cuál es tu idea, Lark? ¿Qué estás tramando en tu cabeza para este concurso de disfraces? 309 Se enorgulleció y sonrió. —Vamos a ser como tres diosas. Griegas, para ser exactas. Ninguna de esas cosas confeccionadas que ves por Internet. Fue mi turno para resoplar. —Como si pudiera alguna vez ser una diosa. Stacy gruñó. —Grace, ni siquiera te das cuenta cuán envidiada estás siendo ahora. No sólo aplastaste a Erica en el soliloquio de lectura el mes pasado, si no que estás saliendo con el chico más sexy de la escuela. Eso cambia mucho la manera en que las personas te miran. —¿Puedes evitar referirte a mi hermano como el chico más sexy de la escuela? Tengo que vivir con él y no quiero esa frase corriendo por mi cabeza cuando huela sus desagradables sudaderas y zapatillas. —Protestó Lark, lo que sacó carcajadas de mí. No pude imaginar a Robert usando nada que oliera desagradable. No pude imaginar a Robert usando sudaderas para ello. Siempre vestía impecablemente, mientras yo era la desaliñada en camisetas de tiendas de segunda mano y jeans. Lark, habiendo escuchado mis pensamientos, inusitadamente puso su brazo alrededor de mi hombro. A él no le importa lo que usas, Grace. No eras tú en un vestido de diseñador a quién besó, ¿no? No. Eras tú en pantalones cortos, sin maquillaje, sin el cabello arreglado, sin joyas extravagantes. Sólo tú. No lo había pensado de esa manera. Había estado tan envuelta en tratar de convencerlo de cómo me sentía, que lo que había estado usando había sido poco importante. Miré el rostro de Lark, y la vi sonreír. Stacy se acercó a mi otro costado y envolvió su brazo alrededor de mi cintura. Nosotras tres estábamos allí en el estacionamiento abrazándonos, conmigo en el medio, no pude evitar reír. No me importó si Lark y Stacy pensaban que estaba completamente loca. El vértigo de tener amigas con quien pudiera hablar de chicos, y el hecho de que en realidad había uno del que podía hablar parecía un imposible hace unos cuantos meses y aquí estaba ahora viviendo un imposible. Pareciendo como un conjunto extraño de trillizas siamesas, las tres empezamos a caminar hacia la entrada del centro comercial, el tema de los disfraces fuera de nuestras mentes. *** 310 Halloween y la Bienvenida caían el mismo día este año, lo que explica por qué el baile de bienvenida había sido cancelado y el carnaval había ocupado su lugar. El tema para el concurso de los disfraces estuvo claro en todos los carteles que había pegados en las paredes de la escuela por las últimas dos semanas; el Halloween de Heath y la Bienvenida eran claramente visibles en cada trozo de papel brillante de amarillo y naranja, con una “H” en letras grandes y llamativas. Lark, quien había encontrado algunas telas increíblemente baratas con Stacy el día después de nuestro viaje de compras —no habiéndole gustado nada de lo que habíamos visto la noche anterior— había pasado la mayor parte de su tiempo libre refugiada en su casa, cosiendo nuestros disfraces. Stacy se había ofrecido a ayudar, pensando que la ceguera de Lark era un impedimento físico para ella, pero Lark insistió que podía hacerlo, que ser ciega le había permitido aumentar sus otros sentidos. Era verdad, por supuesto, pero Stacy no podía haberlo sabido; el rechazo había dejado a Stacy irritable y a Lark molesta por haberla lastimado, y confundida porque estaba molesta. Robert y yo habíamos pasado cada día juntos desde la noche de la boda, con él pasando la mayoría de las noches acostado junto a mí, sosteniéndome inocentemente mientras yo dormía. Había pensado que quizás con el paso del tiempo, sus sentimientos se harían más fuertes, sus besos más demandantes, pero todo parecía haberse estabilizado para él. Y, aunque siempre sentía el arroyo increíblemente embriagador de sangre y fuego siempre que rozaba suavemente sus labios con los míos, siempre parecía faltar algo, y no sabía qué; podía decir por la manera en que estaba respirando que estaba tan afectado como yo, pero me había dado cuenta que parte de ello se debía a cómo me sentía. A veces daba por sentado el hecho de que todo lo que él sentía físicamente, lo sentía a través de mí. Si mis reacciones a su toque eran cataclismos, también lo sería él, aunque en un sentido mucho más leve. Graham había estado distante conmigo desde la noche de la boda, y entendí por qué. Era difícil para él vernos a Robert y a mí caminar por la escuela, ajenos a todo lo demás excepto el uno del otro. Aunque no había muestras de afecto públicas entre nosotros dos, era difícil no notar cuan cerca estábamos, conectados a través de algo más que sólo físico, y sabía cómo debía sentirse Graham, porque un par de meses antes, había sido mi corazón el que había sido lastimado. Quise hablar con él sobre nuestra amistad y dónde se encontraba con respecto a mi relación con Robert, pero parecía que ninguno de ellos podía querer algún tipo de diálogo con el otro. Robert lo había lamentado hasta que pudo controlar sus celos, parecía ser lo mejor que me quedara lejos de Graham, y Graham había insistido que Robert estaba tratando de controlarme por el hecho de que estaba celoso. Por supuesto, Robert había estado extremadamente molesto de que Graham fuese consciente de cómo se sentía él, lo que sólo complicaba las cosas. 311 Y lo único que se encontraba en el fondo de mi mente, lo que más me preocupaba, estaba siempre en mi línea de visión. Erica no había sido suspendida, si no que había sido puesta libertad condicional y recibido una D en su soliloquio, lo que sólo pareció alimentar cualquier forma de odio que sintiera por mí. Cuando Robert y yo llegábamos a la escuela, especialmente ese lunes, ella estaba allí. Fue como si hubiera estado esperando todo el fin de semana en la escuela para arrancarme los ojos. Había estado aterrada hasta que Lark apareció repentinamente, sus labios se retiraron de sus dientes en un gruñido desagradable, su bastón doblado en su mano. —Dejarás a Grace en paz, o haré tu vida un infierno. Y créeme cuando lo digo, puedo. —Supe que su repentina aparición de la nada era suficiente para haber asustado a Erica, pero la fiera mirada en los ojos de Lark y la forma en que sus palabras salieron como un gruñido fueron lo que evitaron que Erica siguiera cual fuera el plan que había preparado desde ese viernes. Sin embargo, eso no le impidió hacer amenazas vanas dirigidas a mí desde sus amigos, ni le impedía chocarme intencionadamente mientras caminaba en el pasillo. Estaba constantemente en guardia, obsesionada con que cuando menos lo esperara, se cobraría la venganza a la que parecía aferrarse con determinada desesperación. Siendo empujada en tantas direcciones, con tantas emociones corriendo a través de mí, me estaba agotando. Para cuando Halloween finalmente llegó, miré hacia delante para vestirme como alguien más, fingiendo ser alguien más… escapar de esta vida por un día. Stacy había recogido a Lark en la casa de los Bellegarde esa mañana antes de llegar a la mía, con disfraces en mano. Mi vestido griego era una masa larga hasta la rodilla de suave tejido blanco que caía en el frente y colgaba bajo en la espalda. Los tirantes en mis hombros eran nudos trenzados del mismo tejido, unido con medallones tamaño ciruela que habían sido repujados con la cabeza de un león en su cara. Una cinta dorada estaba enrollada y atravesada sobre mi abdomen, atada finalmente a la espalda. Era el segundo vestido más hermoso que había encontrado en mi vida. A diferencia de ese del perchero de diseñador que mi hermano te llevó, éste está hecho por mí. Es un Lark Bellegarde original y un día, cuando tengas un poco más sentido de la moda, lo apreciarás por lo que es. Puse mis ojos en blanco, habiendo escuchado suficiente del sarcasmo de Lark para saberlo mejor que irritarme. Mientras Lark envolvía los cordones dorados alrededor de mi cintura, Stacy estaba ocupada tratando de convertir mi cabello en una masa de rizos. —No creo que tu cabello quiera cooperar. Voy a fijar la mitad y dejaré que el resto caiga. 312 Encogí mis hombros, sin importarme realmente, sabiendo que ellas dos estarían decididamente más hermosas que yo. Sentí algo envolver mis pies y bajé la mirada. —¿Nos hiciste sandalias, también? La cabeza de Lark se balanceó hacia arriba y hacia abajo mientras envolvía las tiras doradas alrededor de mis tobillos. —He estado haciendo estas por años. Parece que la única manera de que alguna vez fueran apropiadas sería con la moda griega, así que finalmente tengo una excusa legítima para llevarlas. Sabiendo que para ella, “años” en realidad quería decir “épocas”, no pude discutir lo contrario. Tampoco pude criticarla en su diseño, porque cuando me miré en el espejo para evaluar sus habilidades en el diseño de vestuario, estaba sorprendida. — Lark, es hermoso —me di la vuelta para ver cómo lucía la espalda y casi tropiezo por el impacto—. ¡No hay espalda! —Jadeé. Poniendo sus ojos en blanco, Lark me tendió algo de su bolsa. —Ten. Pon esto sobre tu brazo. Miré y me maravilló lo que vi, contenta por la distracción. Era una serpiente de bronce que estaba enroscada por lo que podría envolverse alrededor del bíceps. — ¿Para qué es? Stacy terminó de fijarme el cabello y entonces aplaudió de alegría. —Eres Athena, la diosa de la sabiduría. Ese es tu Erictonio. Lark dijo que era muy importante que lo tuvieras. Tu escudo está en el auto. —¿Y qué se supone que son? —Pregunté, mirando su vestido, que era del mismo largo que el mío sólo que en tono marfil en vez de blanco. —Soy Artemisa. Lark dijo que con tu inteligencia te adaptarías bien para Athena, pero mi inclinación por la lucha, y el hecho de que tengo un hermano gemelo me hizo perfecta para Artemisa. Lark asintió. —Sí, pero tu hermano… por lo que he oído no es Apolo, por lo que creo que eso podría descalificarte. —Oh por favor. ¿Y qué te califica como Afrodita? ¿Aparte de tu apariencia? Lark sonrió, sin cuidarse de que realmente no debería saber cuán hermosa era debido a su ceguera. —¿Hay alguna otra razón necesaria? Ahora vamos, vamos antes que lleguemos tarde a la escuela. Las tres salimos, habiendo dado rápidos saludos para papá y Janice quienes miraban sorprendidos mientras dejaba la casa por segunda vez en un vestido. Mientras bromeábamos acerca de las reacciones que habría cuando llegáramos a la escuela, atrapé un vistazo de alguien parado junto al auto de Stacy. 313 —Graham. —Respiré. La cabeza de Lark se levantó y Stacy dejó de reír. —Quítate de mi auto, Princesa. Retrocedió, sus manos levantadas mientras Stacy sostenía una especie de arma. Miró a las tres de arriba a abajo, una sonrisa perezosa sobre su rostro. —Señoritas, lucen bien. Stacy hizo un sonido de confusión, el rostro de Lark se iluminó, y sentí mi corazón agrietarse un poco. —¿Qué pasa? —Pregunté casualmente, temerosa de que en cualquier momento, un Charger negro o una motocicleta apareciera y entonces estaría atrapada en el medio de alguna ridícula guerra de testosterona. Rió, y se encogió de hombros. —Vi que tu propietario no estaba aquí, así que pensé en detenerme a ver si necesitabas que te llevara. Cuando llegué afuera, vi que tus amigas estaban aquí, por lo que me di cuenta que estaba a salvo para al menos decir hola. Hola. Ignorando el ataque verbal a Robert, le devolví la sonrisa. Y se sintió bien. Se sintió muy bien. —Hola de nuevo. Graham miró a Lark y Stacy, luego a mí de nuevo, y sonrió. —¿Son las tres Gracias? Stacy se palmeó la frente, el sonido agradó visiblemente a Graham. —¡Eso es lo que deberíamos haber sido! ¡Las tres Gracias! Lark sacudió su cabeza. —Nop. No cumplimos los requisitos de personalidad. Bueno… tú no, de todos modos. Sin querer tener que escuchar otra discusión entre ellos dos, y si querer pasar delante de Graham, rápidamente cambié de tema. —¿Qué hora es, Graham? —Y señalé a su reloj. Él lo miró. —Ocho menos cuarto. —¿Qué? ¡Llegamos tarde! Vamos, vamos yendo chicas. Robert nos esperaba hace cinco minutos. —Gruñí, mi voz teñida de nerviosismo. Stacy asintió, y buscó sus llaves dentro de su bolsa. Lark, quien siempre se sentaba en el frente, esperó mientras me despedía de Graham. —Supongo que nos vemos en la escuela. —Dijo, sin tratar de esconder la tristeza en su voz. —Supongo. 314 Vi cómo se alejaba hacia su auto, y después salté en el asiento trasero del auto de Stacy. Incliné la cabeza en la ventana, y me pregunté cuando se había vuelto todo tan dificultoso. Lo saludé mientras pasábamos al lado de su coche, pero no me vio. El paseo a la escuela fue tranquilo. Stacy mantuvo la boca abierta como si estuviera a punto de decir algo, pero después la cerró. Lark no habló en absoluto. Sólo me preguntaba qué otra cosa podría salir mal el día de hoy. Mientras paramos en la escuela, revisé el estacionamiento buscando el auto de Robert. No estaba allí. Tampoco su motocicleta. Mi mirada viajó al reflejo de la mirada de Lark en el espejo retrovisor. ¿Dónde está? Se encogió de hombros. No lo sé. No lo he visto desde ayer cuando me trajo a casa. Fruncí el ceño. ¿No te dijo que se iba a encontrar con Sam? Los ojos de Lark se abrieron y los entrecerró en ranuras de sospecha. No. Sabía que empezaría todo con respecto a eso. Pero maldito sea por irse así, y sin decir nada. Mi cabeza se sacudió con fuerza ante sus pensamientos. ¿Qué quieres decir con irse? Dijo que se iba a encontrar con Sam y que estaría esperándome a las siete y treinta. Lark frunció el ceño. Sus reuniones siempre terminan con él yéndose. Sam probablemente lo ha llevado a una de sus obligaciones. Ugh, eso significa que probablemente no lo veremos hasta el lunes. Gruñó y se encorvó en su asiento, aparentemente no satisfecha con la idea. Fue mi turno de fruncir el ceño mientras me daba cuenta que este sería el primer fin de semana que Robert estaría lejos. Había pasado unas cuantas noches lejos antes, pero nunca más que una a la vez, y descubrí que no dormía tan bien cuando él no estaba. ¡Si iba a estar ausente por tres noches, sería una completa zombie para cuando regresara a casa! Cerré mis ojos y traté de tranquilizarme con que todo iba a estar bien. Después de aparcar, las tres salimos del auto, nuestro entusiasmo por los eventos del día había mermado un poco, y caminamos hacia la entrada de la escuela. Todos estaban disfrazados. El tema de este año había sido ampliamente interpretado, como a propósito. Había personas vestidas como verdaderos números tres, mientras otros eran tríos famosos. Chips, Dip y Salsa estaban vestidos como los tres chiflados, y tres de las chicas de nuestra clase estaban vestidas como las tres brujas de Macbeth. Mientras la campana sonaba, Lark desdobló su bastón, suspirando mientras lo hacía. Era un dolor para ella, tener que fingir que lo necesitaba cuando sabía que no lo hacía, pero su deterioro evidente lo había requerido, y por lo tanto, de mala gana 315 empezó a balancearse hacia delante y atrás mientras empezaba a caminar, agitando una mano indiferente hacia nosotras mientras lo hacía. Stacy rápidamente abrió su baúl y entrecerró los ojos. —Uh-oh. No sé dónde está tu escudo. Creo que podríamos haberlo dejado en la casa de Lark. Sin embargo, está bien. Creo que todo lo que tienes que hacer es decir quién eres. No es como si las personas fueran a saber que olvidaste tu escudo, después de todo. No pude argumentar ese punto con ella allí. Éramos las únicas vestidas como diosas, por lo que simplemente asentí y esperé a que cerrara el auto. Nos dirigimos al salón a un ritmo pausado, agradecida por el regreso de la inclinación del Sr. Frey por dormir durante clases. Al parecer, ese día que había estado despierto durante mi soliloquio había sido una casualidad, y no habría más repeticiones. El día, como lo era, pasó lentamente para mí. No había apreciado en hecho que con Robert en la escuela, tenía algo que anhelaba. Las clases que compartimos juntos se hacían pesadas sin él, y las clases que no compartíamos me hacían temer salir porque sabía que él no estaría afuera de la puerta, esperándome. El almuerzo, así como el tercer período con Stacy concedió un respiro de la molesta sensación de soledad que me llenó durante todo el día. No esperaba que me fuera a sentir tan perdida... Era abrumador. En el momento en que la última campana había sonado era el momento de dirigirnos al gimnasio para la asamblea de bienvenida, y me sentía bastante deprimida. —Déjalo ya, Grace. Actúas como si él fuera tu fuerza de vida o algo así —bromeó Stacy mientras caminábamos al gimnasio—. Probablemente sólo se está saltando el día y pasando un rato en el centro comercial o algo así. Además, él es sólo un hombre —sin ánimo de ofender, Lark— y los chicos realmente no son fiables. Yo debería saberlo ya. Hay cinco de ellos en mi casa. Lark estaba en silencio, sus pensamientos sólo para mí. No eres la única preocupada. No puedo oírle. Nunca puedo oírle cuando está con Sam. Es una de las razones por las que me saca de quicio. Fruncí el ceño, preguntándome si ella sentía lo mismo cuando eran mis pensamientos los que no podía oír. Sé por qué proteges tus pensamientos, Grace. No entiendo por qué Sam y Robert están protegiendo los suyos o cómo lo están haciendo. Tal vez es porque Sam es alado. No lo sé. Sólo sé que me irrita, porque yo no lo sé, y me gusta saberlo todo. Bueno, ella tenía razón en ese aspecto. Le gustaba saberlo todo. —Así que, ¿cuándo, exactamente, será adjudicado el premio al mejor disfraz? —Pregunté, buscando cualquier escusa para cambiar de tema... o de conversación. 316 —Esta noche, después del juego en el carnaval que están preparando, se supone que el anuncio será hecho allí. —Stacy se estaba tapando con su arco mientras nos sentábamos en las gradas, intencionalmente tratando pasar desapercibida de algo. —¿Qué estás haciendo? —Le siseó Lark mientras la punta del arco golpeaba su brazo por tercera vez. Sabía que ella estaba más preocupada por el daño que su cuerpo haría al arco que de otra cosa, y las cuestiones que esto podrían traer a colación, pero Stacy hizo la suposición correcta y puso el arco en el suelo. —Lo siento. No quiero que Sean me vea. Sean era el gemelo de Stacy, y su hermano mayor por dos minutos. Los dos minutos significaban mucho en la familia de Stacy, ya que el papel de bebé de la familia cayó sobre los hombros de la única chica, y los cinco hermanos eran muy protectores con su hermanita. —Ya me dijo que se lo diría a mamá cuando llegáramos a casa, así que no me importa lo que digan ustedes, no voy a ir a casa hasta después de ganar el premio monetario. Los ojos ciegos de Lark miraron al otro lado del patio, a alguien sentado en lo alto de unas gradas. Su rostro parecía similar al de Stacy, su mandíbula era cuadrada, y su frente era un poco más ancha, pero compartían la misma mirada honesta y el mismo fruncimiento sarcástico de sus labios. Observé como la mirada perturbada en su rostro cambiaba, de repente, a una de... ¿aprehensión? ¿Qué estás haciéndole? Podía decir por la forma en que Lark estaba sonriendo que estaba tramando algo. Sólo estoy mostrándole a Sean lo que le espera si le cuenta a su madre lo del la vestimenta de Stacy. Di un grito ahogado. ¿No va eso contra la ley? Lark volvió la cabeza hacia mí, mostrando una expresión de molestia. Mira, yo soy un ángel en forma y función, pero no soy uno de comportamiento, ¿de acuerdo? Y no, no va contra la ley. Sólo soy yo tratando de salvar a nuestra amiga, de un pequeño problema con sus padres, que no necesita. De pronto la cabeza de Lark se giró, concentrándose directamente en Sean. Su ceño fruncido por la confusión, con los ojos cada vez más abiertos y entrecerrándose mientras los pensamientos, que eran obviamente preocupantes, pasaban rápidamente por su mente... y después su boca se abrió, sorprendida. Ella se volvió a mirar a Stacy, que podría haber sido mi reflejo, nuestros rostros preocupados por su extraño comportamiento. 317 —¿Por qué no nos contaste que tuviste cáncer? —Espetó Lark. La cara de Stacy mostró su sorpresa y también el dolor de una silenciosa traición. Ella se volvió para mirar a su hermano, y susurró: —¿Quién te lo dijo? Yo nunca se lo he dicho a nadie. Ni siquiera pienso en ello ahora. Sólo mi familia sabe... —su cabeza se giró de de nuevo a Lark—. ¿Cómo te enteraste? El labio de Lark tembló, y pude ver su lucha, el destello de dolor en sus ojos mientras luchaba para que la verdad saliera a la luz. Se puso de pie y con pasos metódicos, lentamente nos dejó a las dos en el gimnasio, su bastón agitándose de adelante a atrás sin propósito alguno. Stacy agarró su arco y corrió tras ella, mientras yo las seguía. Lark, ¿a dónde vas? Le envié mi pregunta a ella, esperando que la respondiera, pero no podía oír su respuesta. Stacy y yo nos detuvimos en el aparcamiento, ninguna de nosotras sabíamos a dónde podía haber ido Lark. —¿Adónde se fue? —Stacy se volvió hacia mí, con los ojos llenos de lágrimas—. No entiendo. ¿Por qué se fue? ¿Cómo lo averiguó, Grace? ¿Lo sabías tú? La miré a los ojos, y no pude decir nada. La verdad no era mía para contarla. El secreto de Stacy no había sido de Lark para decirlo, tampoco. No sabía cuáles eran las consecuencias para Lark, si ella no podía decir a Stacy la verdad. Vi como la cabeza de Stacy se tensó, su ceño frunciéndose con concentración, y luego comenzó a caminar alejándose del aparcamiento. —¿Stacy? —grité, pero ella seguía caminando—. ¿Stacy a dónde vas? —Ella levanto su mano para silenciarme mientras se quedaba quieta, con la cabeza hacia abajo un poco antes de enderezarla, y luego se dio la vuelta, en dirección a las bases de béisbol en la parte de atrás de la escuela. La seguí, tratando de alcanzarla, pero fallé muy miserablemente. Ella estaba en muy buena forma, mientras que yo me sentía como un saco de papas. Seguimos caminando, Stacy mucho más lejos por delante de mí de lo que había estado cuando ella se fue, hasta que llegamos a la tercera base. Yo estaba jadeando, mientras Stacy parecía furiosa. —¿Po-por qu-é estamos aquí? —Jadeé, el aire no quería cooperar con mis pulmones para pronunciar las palabras con la cantidad apropiada de sílabas. Stacy me miró como si no se hubiera dado cuenta de que la había estado siguiendo. —Oí la voz de Lark. Seguía diciendo que viniera al campo de béisbol. Luego dijo a la tercera base... Ir a la tercera base. —Tal vez está hablando con un chico —sopesé, sin saber qué más decir, porque sabía lo que venía. Yo, simplemente, no pensaba que fuera a ser hoy. Stacy levantó la mano otra vez—. Shh. Ella está diciendo algo. —Ella giró la cabeza para mirar a 318 su alrededor, como buscando algo. Su cuerpo se giró y después su cabeza como haría un perro persiguiendo su cola, y después de tres rotaciones completas se detuvo, sacudiendo lejos su sensación de vértigo. Y entonces gritó. Porque Lark estaba justo delante de ella. —Santa mierda y todo lo cubierto de chocolate, ¿cómo hiciste eso? —Gritó Stacy. Lark parecía... frágil. Yo nunca la había visto así antes, y daba miedo. Pude ver que ella estaba aterrada. Hoy, ganaría una verdadera amiga, o perdería la primera por la que se había preocupado. Di un paso atrás, sin querer inmiscuirse en lo que ocurriera. La cabeza de Stacy se balanceaba arriba y abajo mientras ella respondió una pregunta no formulada. Vi como sus ojos se abrían por completo, su boca abierta, y su mano se alzaba para disimularlo. Se volvió para mirarme, las acusaciones escritas claramente en sus ojos, y luego sacudió su cabeza de vuelta a Lark, con la boca apretada obstinadamente mientras absorbía este pedazo de información, destruyendo lo que había pensado que era real y qué no. Su frente se arrugó por la concentración, y yo sonreí ante la acción familiar, sabiendo qué era lo que estaba tratando de hacer. Lark sacudió la cabeza, y una pequeña sonrisa se formó en las esquinas de su boca. Ella desapareció, provocando un sorpresivo “oh” de Stacy, quien miraba fijamente al espacio vacío que había ocupado Lark unos segundos antes. Cuando ella volvió a aparecer a los pocos minutos, tenía algo que en su mano; era mi escudo. Stacy le tomo el escudo y se limpió las lágrimas de los ojos. —¿Por qué no me lo dijiste nunca? Lark, finalmente, habló, con una extraña sensación de facilidad en su voz. —Yo no sabía si podía confiar en ti. Stacy sonrió. —Con tan inmenso secreto, creo que puedo entender eso. Pero, ¿por qué ahora? ¿Qué ha cambiado? Con la tensión de tener que ser honesta a un lado, tenía curiosidad sobre lo que podría haber motivado a Lark para tomar la decisión de revelar finalmente el secreto, que había mantenido con ella por más de quinientos años, a un ser humano. —Cuando escuché los pensamientos de tu hermano, me di cuenta de cuánto tiempo habías mantenido tu secreto para ti misma. No exagerabas cuando dijiste que ni siquiera pensabas en ello. Lo habría visto. Supe entonces... que sabía más que 319 incluso... había sabido más de lo que podría decirte. Podría contarte todo y que todo estaría bien. Podía confiar en ti. —Las palabras de Lark fueron decayendo. Stacy se echó a reír. —¿Cómo de terrible es este secreto? —me dirigió su siguiente pregunta a mí—. ¿Y supongo que nunca me lo vas a decir? Negué con la cabeza. —No es mi secreto para contarlo. Aceptando eso, ella hizo algo que era muy típico de Stacy. Se acercó y abrazó a Lark. La pequeña muestra de afecto de la que había sido parte, Lark me había dicho que era posible que no fuera sorprendida por una reacción similar por parte de ella, pero nunca esperé ver lo que sucedió después. Con un grito de alegría, los brazos de Lark se envolvieron alrededor de Stacy y se disparó hacia arriba en el aire, desapareciendo completamente de mi vista. Podía oír los gritos de entusiasmo de Stacy, pero no podía verla. Sostuve mi mano por encima de mis ojos mientras escaneaba el horizonte para tener una visión de ellas, pero no vi nada, suspiré y me preparé para tomar un puesto en la tercera base. Una ligera brisa me alertó de su regreso. —No te atrevas a sentarse en esa base sucia con ese vestido. —Ordenó Lark. Las mejillas de Stacy estaban enrojecidas por el viento, y sus ojos estaban vidriosos por la emoción. —No puedo imaginar un mejor Halloween. Esto es mejor que la Navidad. —¿Realmente le dijiste lo que eres, o has decidido dejar que lo averigüe por su cuenta? —Miré a Lark, y esperé su respuesta. —Ella lo sabe todo. Lancé mis manos al aire. —Bueno, eso es genial. Tuve que jugar a veintiún mil preguntas con tu hermano, y ella recibe una respuesta directa. ¿Cuál es la diferencia? El labio inferior de Lark tembló. —Grace, realmente no te lo puedo decir. —¡Uf! Ella consigue todas las respuestas y yo consigo un “lo siento, no puedo decírtelo”. Considérate a ti misma en lo alto de la escala social de los ángeles, Stacy. Actualmente estoy justo aquí en el segundo peldaño. Stacy sonrió. —Estoy sentada en ese segundo peldaño contigo, Grace. Además, tienes que averiguar por qué Robert te ama. Lo averigüé porque mi hermano no puede guardar un secreto. Ni siquiera en su propia cabeza. Y ese era. El secreto más grande de todos era el único sobre el que el ángel no hubiera sabido. 320 —¿Así que estás en remisión? —Quise saber. —Bueno, técnicamente, sí. He estado libre de cáncer durante más de diez años, pero no me gusta pensar en ello. No, realmente —ella miró lejos hacia el bosque detrás de la escuela—. Ese fue un momento difícil para mi familia. Lark y yo estábamos de pie a su lado, las tres formando un extraño trío silencioso. Entonces el ruido de la multitud escolar tomó el control mientras escuchábamos la carrera hacia el campo de fútbol. La asamblea había terminado. El juego comenzaría en una hora, y después de eso, sabríamos quien. Era Halloween. Una persona vestida ya había sido desenmascarada. ¿Qué más pasaría? 321 Sensación Traducido por sophie12 Corregido por Marina012 F uimos derrotados por el equipo de la Secundaria Newark. Nuestro pobre equipo de fútbol estaba completamente destruido antes del primer cuarto. Graham había sido tacleado tan mal, que tuvo que abandonar el juego antes del segundo down. Newark anotó tres touchdowns y un gol de campo de tres puntos en los primeros siete minutos del juego. Un récord estatal, murmuraba la multitud. El doble sentido no se le pasaba a nadie. Para cuando el juego había terminado, Heath no había anotado un sólo punto, y Newark tenía un marcador de tres dígitos que tenía a los periodistas murmurando sobre récords y potenciales profesionales. Todo lo que podía ver era a Graham sentado en el banco con la cabeza entre las manos, todos sus sueños de fútbol americano universitario aparentemente borrados por un línea defensiva muy determinada. Mientras la multitud se levantaba para irse y llegar al carnaval, me dirigí hacia los vestidores. No podía quitarme la imagen de Graham con la cara abatida de mi mente. Yo vi a Lark y Stacy ver cómo me fui, sus rostros llenos de desaprobación, pero yo simplemente no podía dejarlo revolcarse en su miseria solo. Yo era su amiga, y él había elegido ser el mío. No podía tirarle esa elección a la cara. A Robert no le va a gustar esto. Me encogí de hombros mientras seguía caminando. Robert no está aquí. Me dejó plantada. No me voy a preocupar por él justo ahora. Graham está sufriendo y no puedo ignorar eso y dejar que lo haga solo. Oí el doble suspiro resignado y el eco de sus pasos mientras me seguían. Yo sonreí y esperé. —Gracias, chicas. 322 Stacy hizo una mueca. —No sé por qué sientes la necesidad de consolar a la Princesa. Él probablemente sólo va a culpar al otro equipo y a quejarse como un bebé. Lark negó con la cabeza. —No lo hará. —Esas tres palabras causaron que la boca de Stacy colgara abierta en estado de shock. A medida que caminábamos hacia el vestuario, que olía a pérdida y derrota, vi un rostro familiar. Iris Hasselbeck, la madre de Graham, se quedó fuera, esperando a su hijo, una delgada línea de irritación era la única pista de que existía una boca en su rostro. —Hola, Señora Hasselbeck. —Le dije. Se volvió a mirarme, con la cara llena de un leve shock. —Oh, hola Grace. No esperaba verte aquí. ¿Ustedes también vienen a ver a Graham? —Todas lo hacemos —respondió Lark, sosteniendo de la mano a Iris—. Soy Lark Bellegarde, y esta es Stacy Kim. Somos amigas de Graham. Me volví hacia Lark con la boca abierta por el comentario. Lark lo había dicho, lo que significaba que no lo podía refutar, pero ¿cuándo ellas dos se convirtieron en amigas de Graham? —Bueno, eso es lindo. Estoy contenta de saber que él ha sido capaz de conservar algunas chicas bonitas cerca. —Dijo Iris mordazmente mientras me miraba, tomando la mano de Lark en la suya y sonriendo a esa cara tan hermosa que era tan diferente a la mía. Por supuesto. Ella estaba molesta conmigo porque Graham había roto con Erica. Tanto Lark como Stacy parecían a punto de un ataque, y Lark arrebató su mano de las garras de Iris cuando Graham salió de la entrada del vestuario, sus almohadillas y un casco en una mano, su camiseta en la otra. No llevaba la camisa puesta, y me dio la oportunidad de mirar su pecho. Sentí la repentina falta de aliento mientras me daba cuenta de lo físicamente atractivo que era Graham. Al parecer, no estaba sola. Stacy y Lark se lo comían con los ojos —Lark ya sea a través mí o de los ojos de Stacy, con seguridad, pero no obstante, se lo comía con los ojos— y me di cuenta de que Graham estaba muy satisfecho por eso. Él me vio y sonrió. —Así que trajiste a tu perro guardián y tu entrenadora de modas. ¿Dónde está el guardián? Puse los ojos en blanco e ignoré su pregunta. —Estamos aquí para ver cómo estás y para ver si quería ir al carnaval con nosotras. Ellos van a anunciar el ganador del 323 concurso de disfraces pronto y pensé que querías pasar el tiempo con tres Diosas Griegas en lugar de trece deportistas. La expresión de Graham fue de escepticismo, pero también de placer de ver cuán rápido su silenciosa madre tomaba su equipo y él se ponía su camisa. Colgaba en su cuerpo, lo que le hizo aparecer igual al chico que prefería recordar, a diferencia del joven medio vestido que había estado de pie allí. Sacudí mi cabeza para eliminar el pensamiento de mi mente y lo tomé del brazo cuando me lo ofreció. Ofreció su otro brazo a Lark, probablemente porque sabía que Stacy se habría negado. —Bueno, vamos Señoritas. —Dijo, echando una rápida despedida a su madre a medida que pasó junto a ella, una sonrisa de suficiencia en todos nuestros rostros. Los cuatro nos dirigimos hacia el gran campo que se extendía entre los campos de fútbol y baloncesto. Estaba iluminado con luces brillantes en la mitad, y había varios aparatos que estaban girando, ondulándose y sacudiéndose, acompañados por los gritos de sus ocupantes. El olor de azúcar y alimentos fritos asaltó mis sentidos, y se convirtió en ansia, mi estómago rugiendo por la falta de desayuno y almuerzo. Nos enteramos de que habría unos cuantos minutos antes del anuncio de quién había ganado el concurso de disfraces, así que corrimos rápidamente hacia el escenario que se había creado frente a la escuela. Había una gran cantidad de personas disfrazadas, tanto sentadas como de pie alrededor del escenario. Lark los miró por encima y sonrió para sí misma. Nosotras somos las mejores vestidas aquí. Estoy bastante segura de que vamos a ganar. Ladeé mi cabeza hacia un lado y levanté una solitaria ceja en sorpresa. Déjalo Lark, ya sabes quien ganó, ¿cierto? Ella asintió con la cabeza, su sonrisa cada vez más amplia. —Graham, ¿te importaría traernos algo de beber? —Graham, farfulló ante la forma melódica que Lark habló, asintió con la cabeza y se fue. Con su sonrisa caprichosa y sin preocupaciones—. Es guapo. Creo que puede ser una buena idea llevarlo alrededor más a menudo, Grace. Stacy se burlaba de la idea. —Es agradable a la vista, claro. Pero es molesto. Sólo lo puedo manejar en pequeñas dosis. —Pareces haber manejado esa gran dosis de pectorales muy bien. —Bromeó Lark. Comencé riendo por la forma en que la cara de Stacy se volvió roja. Ella tropezó por decir algo, pero realmente no había mucho que pudiera ofrecer como argumento. Sus pensamientos la traicionaron. —Oh, yo voy a tener que acostumbrarme a esto. —Gimió. Rodeé sus hombros con el brazo en comprensión. 324 —Shh. Ellos van a anunciar al ganador. —Siseó Lark y agitó su mano hacia nosotras, tratando de calmarnos, pero tuvo más éxito pareciendo un pájaro subido de cafeína. Stacy y yo nos miramos la una a la otra y pusimos los ojos en blanco mientras nuestros nombres fueron llamados. Lark no podía pretender que se había sorprendido porque rara vez lo hacía, por lo que ni siquiera lo intentó. El público estaba fascinado por su belleza, ella era Afrodita para ellos. Su belleza angelical, su gracia y su voz melodiosa los había cautivado a todos, no parecían darse cuenta de que no había usado su bastón. Ella caminó a aceptar el premio y corrió hacia abajo, cerca de chocar contra las dos mientras nosotras la esperábamos en la parte inferior del escenario. Graham reapareció con botellas de agua para nosotras y nos felicitó por nuestra victoria. —Realmente fue la victoria de Lark —corregí—. Ella es la que diseñó y cosió los vestidos. Si hubiera hecho alas, yo creo que el resto de la competencia simplemente se hubiera retirado. Ella hizo éstas, también. —Le señalé mis sandalias. Él gruñó su asombro, mirando con ojos perplejos. Empezamos a caminar de nuevo, los cuatro, Graham entre Lark y yo, mientras que Stacy estaba a mi otro lado. Debe haber dado una imagen impar, el jugador de fútbol americano entre tres diosas. Jugamos unos cuantos juegos y subimos en la rueda de la fortuna antes de que Stacy comenzara a preocuparse por el tiempo y lo que sus padres pensarían si ella llegaba tarde usando su vestido de Artemisa. Lark suspiró y yo miré con tristeza el algodón de azúcar y las manzanas de caramelo que parecían estar diciendo mi nombre. Tal vez la próxima vez. —Yo te llevaré a casa, Grace —Graham, aunque no pudiera leer la mente, me conocía muy bien—. No he pasado algún tiempo contigo durante las últimas dos semanas. Ven, vamos a divertirnos, mientras tu carcelero no está. Miré de nuevo a Lark, y su rostro no mostró emoción alguna. —Tú sabes que él va a estar molesto por esto, Grace... Aparté la vista, no queriendo ver su rostro mientras sus pensamientos corrían por mi cabeza. Por supuesto sabía eso. Pero... realmente no me importaba ahora. Él sabía lo que estaba sucediendo hoy, y no se presentó. Él no le dijo a ninguna de nosotras que no iba a venir. Graham es mi amigo y yo no lo voy a dejar tirado sólo porque Robert no puede controlar sus sentimientos. —Creo que eso es una gran idea, Graham —le dije agarrando su mano—. Hablaré con ustedes más tarde. —Me despedí con la mano de Stacy y Lark y jalé a Graham hacia las manzanas con caramelo. Y no miré hacia atrás, y no dejé de caminar hasta que nos encontramos en la fila. 325 —Así que, ¿puedo considerar que no estás precisamente contenta con tu guardián ahora? Yo no quería responderle. Yo estaba cansada de escoger bandos en el momento y preocuparme de no herir a ninguno de los dos. Yo sólo quería divertirme. —Vamos a conseguir algunas manzanas y pasear en la montaña rusa como antes, ¿de acuerdo? Él me sonrió y asintió. Comimos golosinas pegajosas y nos fuimos al recinto ferial, contentos de hablar de lo que había estado pasando en las últimas semanas. Me habló de las constantes peleas de sus padres por el dinero, y le hablé de Janice poniendo en la casa un régimen de alimentos saludables, por culpa de un artículo que había leído online. Nos reímos de programas de televisión que ambos veíamos, y discutimos las asignaciones de las clases que todavía nos faltaba terminar. Decidiendo que se hacía tarde, y todavía no habíamos montado la montaña rusa, me agarró la mano y comenzó a tirar de mí hacia la línea, riéndose todo el camino de la primera vez que subimos y yo vomité. Extrañaba esto. No me di cuenta cuánto hasta ahora, cuanto Graham era parte de mi antigua vida y de la nueva, y en esta ocasión lo estaba dejando fuera. Mientras estábamos en la fila, mi mente empezó a correr por todas las emociones que sentí y las preguntas que no me había atrevido a preguntarme a mí misma porque tenía miedo de las respuestas. ¿A qué estaba renunciando por amar a Robert? Él me había pedido que no compartiera mis sentimientos con él, porque quería ser capaz de corresponderme, y yo lo había cumplido. Pero, guardarlos dentro no era tan fácil como sonaba, sobre todo cada vez que tocaba mi mano, mi cara, mi pelo, cada vez que rozaba sus labios contra los míos con sus besos tenues, pero embriagadores, quería estallar con la emoción cruda que se acumulaba dentro de mí. Y sólo por el privilegio de hacerlo, tenía que ver como mi mejor amigo se iba cada vez más lejos. Graham había sido siempre una parte de mi vida; al menos, la parte que yo podía recordar. Sus acciones habían roto por completo nuestras uniones, pero de alguna manera las habíamos remendado, sin embargo había tomado tiempo, pero ¿cuánto tiempo pasaría para que este parche se rompiera, también? ¿Y qué le demostraría si eso pasara? Las palabras de Robert acerca de no ser capaz de ser todo lo que yo quería que fuera, sobre no estar aquí cuando finalmente obtuviera sus alas o cuando recibiera la llamada hizo eco en mi mente. Yo estaba arriesgando mucho sólo por la oportunidad de amarlo. No por ser amada, sólo amarlo, y yo no sé si podría aceptar la respuesta a la pregunta de si valdría o no la pena. —Bueno, veo que no perdiste el tiempo. 326 Las palabras de hielo me arrancaron de mis pensamientos al sentir la mano sobre mi hombro apretar y tirarme cerca. Vi quien me había hablado y vi que Lark, Stacy y yo no éramos las únicas que se habían vestido al estilo griego. Hoy no había estado en clase y yo no lo había notado. —Hola, Erica. —Le dije entre dientes. Ella llevaba un vestido similar al que Lark había llevaba, largo y fluido con un escote bajo y una espalda aún más baja. Había sido ceñido a la cintura con un cordón dorado que había sido envuelto y atado alrededor dos veces, terminando con borlas doradas. Pero Erica no vino vestida como Afrodita. No. Ella era la Gorgona, Medusa, con la cabeza cubierta de serpientes y todo, y aún infaliblemente hermosa. —Robert no está aquí por un día y sales a correr de nuevo a tu perro faldero —se burló ella—. Robert está siendo desperdiciado con alguien como tú. ¿Me pregunto qué diría sobre esta… reunión? ¿O no le piensas decir que estabas con sus brazos envueltos alrededor? Tal vez debería ir a buscarlo y decirle las buenas noticias por mí misma, ¿eh? —Su sonrisa era arrogante, la malicia en sus ojos era clara. Quería arrancársela. —Piérdete, Erica. No vas a lograr nada aquí, excepto lucir como un idiota —soltó Graham. Sus ojos parecían encenderse de ira con la réplica de Graham. Abrió la boca para hablar, pero Graham simplemente continuó—. Para que lo sepas, Robert ya sabe que Grace está aquí. Él le dijo que se divirtiera esta noche porque sabía que no iba a poder estar aquí con ella. Él sabe que sólo somos amigos, y que puede confiar en ella. Así que adelante, ve y díselo. Si piensas que el hacerlo te dará una oportunidad con él, bueno yo tengo un apartamento con vista al mar en Licking que me gustaría vender. Me mordí los labios para no reír, sin saber si era el dolor o el comentario lo que causó que las lágrimas nacieran en mis ojos. Yo me despedí mientras Erica se iba rápidamente, sabiendo que no iba a ser lo último que viera de ella, pero contenta de que, al menos por esta noche, sí lo fuera. —No tenías que mentir así, Graham. —Dije después de que Erica se deslizó lejos. Él negó con la cabeza —Yo no estaba mintiendo… no mucho de todas formas. Eres de confianza, Grace. Siempre he sabido eso. Y, bueno, aunque nunca vamos a ser algo más que amigos. Para saber eso sólo tendría que haber visto como estabas hoy, caminando alrededor de la escuela como una completa zombie sin él aquí. Podía odiarlo, sabes, por ser una parte tan importante de tu vida haciendo que cuando no está allí, aunque sea por un sólo jodido día, acabas viéndote tan miserable. Pero luego veo tu cara cuando él está aquí, y no puedo estar nada más que contento de que alguien por fin te haya hecho feliz de la forma en que no lo hice. 327 Y ahí estaba. Graham me había dado mi respuesta. Miré a la montaña rusa en la que habíamos estado haciendo la fila para montarnos, y simplemente ya no parecía tan importante y necesario. —Graham, ¿podrías llevarme a casa? Él sonrió y asintió. Envolví mi brazo alrededor de su cintura mientras empezamos a caminar hacia al estacionamiento de estudiantes en la playa. —Hey, ¿recuerdas cuando éramos niños, y te burlabas de mis dientes? —yo me reí—. Sí. Te llamaba Lispy el Conejo porque tenías los dientes como un conejito. Él soltó una carcajada. —Hombre, yo odiaba cuando hacías eso. Me sentía tan malditamente consciente de mis dientes. —Y luego conseguiste aparatos, y ahora a las mujeres les encanta verte sonreír. — Lo reprendí. —¿Incluso a tu amiga? Levanté las cejas, curiosa en su pregunta. —¿Cuál? Su sonrisa se hizo suave, casi melancólica. —Lark. —¿Lark? —solté un bufido—. ¿Estás interesado en la hermana de Robert? Se enderezó su sonrisa, todo el humor desapareció de su rostro. —No. Sólo estaba preguntando, eso es todo. Le sonreí con una sonrisa de complicidad, y abracé esta nueva pieza de información para mí misma. Si tenía sentimientos por Lark, eso sin duda daría un giro a la dinámica de mi relación con Robert. Podría aliviar su mente sobre Graham de una vez por todas o sólo podría intensificar su desaprobación. A medida que nos acercábamos al coche, vi que algo se movía en las sombras del edificio de la escuela. Me puse rígida de miedo. ¿Había decidido Erica que nos esperaría en el coche para continuar su diatriba? ¿Estaba tramando algo peor? Graham, que sintió el súbito cambio en mi estado de ánimo, dejó caer el brazo de mí y me empujó detrás él. —¿Quién está ahí? —Gritó. La luna estaba alta en el cielo, y como si fuera el momento justo, su luz iluminó a la persona que salió de las sombras. —Oh, Dios… Robert. Él se veía tan impresionante en la luz de la luna. Su cabello medianoche se veía casi plateado y sus ojos estaban llenos de tristeza. 328 —Robert —susurré al oír sus pensamientos, escuché las acusaciones en silencio, escuché su corazón romperse en mi mente—. Robert, esto no es lo que parece. Graham se alejó de mí, gracias a Dios, sabiendo que este momento no era uno al que él perteneciera. Di un paso hacia Robert, y luego otro, mi mano alcanzándose hacia él, pidiéndole que se quedara. Robert, por favor. Escucha. Mira, mira a través de mi mente, por favor. Continué hasta que me perdí en la oscuridad cerrada de la escuela, mis manos intentando alcanzarlo. Una parte de mí me decía que diera la vuelta y regresara donde la luz seguía brillando, donde Graham estaba todavía de pie, pero mi corazón me llevó adelante. Yo era atraída, como un imán, hacia lo único que podía hacerme irme. Me sumergí adelante a través de la oscuridad, sintiendo deslizarse las paredes y puertas, caminando a través de ellas, sin saber a dónde llevaban, pero sabiendo que me estaban llevando a algún lugar donde tenía que estar. Robert. Robert ¿dónde estás? Yo lo sentía, aunque no podía verlo. Lo podía sentir en mi mente, buscando. Él sabría, él vería. Seguí diciéndomelo a mí misma, porque era la única manera en que sabía que no lo iba a perder. Yo no podía perderlo. Tropecé con algo que estaba bloqueando mi camino y caí al suelo, golpeando mi codo con la baldosa fría. Levantándome a mí misma, seguí, frotándome el brazo punzante, a veces tropezando con mis propios pies mientras uno de los cordones de mis sandalias se venía abajo y se agitaba por debajo de mí mientras caminaba. Finalmente vi la sombra de una figura de pie en medio del pasillo, su cuerpo esbozado por la franja de pálida luz de luna que atravesaba la ventana de cristal de una puerta justo detrás de él, su oscuro brillo, casi negro en apariencia. Reconocí la puerta. Estábamos frente a la oficina de registro. —Robert, gracias a Dios. ¿Por qué estamos aquí? —Resoplé, cansada de caminar por el laberinto por donde me había llevado, pero contenta por la privacidad que había previsto para nuestro reencuentro. No se movió. No dijo nada de nada. Seguí caminando hacia él, llegando a su lado, desesperada por tocarlo, por olerlo, sentir su aliento en mi piel… pero él levantó la mano para detenerme. Fue un movimiento rígido, desigual… era un movimiento que había visto antes. Era un movimiento que afirmaba nada más que rechazo. Era uno con el que estaba muy familiarizada, y mi sangre se volvió agua helada. No había sido conducida aquí para un encuentro. No habría besos felices o cálidos abrazos. Él no había escuchado mis súplicas, no había buscado en mi mente. No 329 había sido él. Él sólo vio Graham con su brazo a mí alrededor, mi brazo alrededor de él, y nuestras risas. Lo podía ver en sus ojos. Y yo me reí. Fue un arrebato histérico que se dobló rápidamente en el interior de mí misma y se convirtió en algo más: una dolorosa risa, teñida de ironía, miseria y dolor. Qué fácil había sido para él, perder toda la fe en mí, mientras yo había estado luchando para encontrar faltas. Graham había dicho que era de confianza. Él lo sabía porque él me conocía, me amaba. Pero Robert no… no podía confiar en mí porque... —Eso es todo, ¿cierto? No puedes confiar en mí porque no me amas —le susurré, con mi voz tan suave, que nadie salvo Dios lo habría escuchado; o un ángel—. Tú no me amas. —Sentí mi estómago retorcerse y el dolor ardiente que se disparó directamente a mi corazón. Negué con la cabeza, las palabras que salieron sellaron cualquier posibilidad de reprensión. Di la vuelta y eché a andar de nuevo en la forma en que llegue, luché contra el tirón dentro de mí que deseaba que diera la vuelta. Estaba gritándome que volviera. Luché con las quemaduras de mi corazón. Me movía más rápido, no confiando en la velocidad de mis simples pies para sacarme de este edificio lo suficientemente rápido, no confiando en el dolor de mi corazón perpetuamente roto. La oscuridad parecía más negra, mi camino ya no tenía propósito, era al azar. Mis manos se agitaban delante de mí, sin propósito, ya no se resbalaban en las paredes, ahora golpeaban en ellas, estrellándose en ellas. Podía sentir los cortes y heridas causadas por las esquinas de los armarios, y el latido cada vez mayor de los moretones aún no formados por las puertas y pomos que estaban en mi camino de escape del creciente sonido de la fractura de mi mundo. Me tropecé más a menudo ahora, los cordones de las sandalias habían salido decididamente más largos y más peligrosos. Finalmente me rendí al agotamiento que el dolor había desatado en mi, y caí sobre mis propios pies, el frío suelo de baldosas mordiendo mis caderas. Silbé por el dolor y oí como rebotaba en los pasillos oscuros y vacíos, luego el quejido de reconocimiento se unió pronto al sonido de sollozos rotos. Me deslicé contra la pared abrazándome a mí misma sintiendo mi cuerpo temblando con el aplastante dolor de la pérdida. Fue de lejos lo más doloroso que alguna vez haya experimentado. La pérdida de Graham había sido una irritación leve en comparación con esto. Sentía que me estaba ahogando en mi propio vacío, y el eco de mi dolor me estaba forzando abajo. Cerré los ojos y sentí como mi corazón se rasgaba en pedazos, cada fragmento de esperanza y amor se rompió en pedazos mientras los segundos pasaban, cada uno 330 de ellos reclamados por dolor, traición y desesperación. La única parte de mí que realmente podía ser inmortal, como Robert y Lark estaba repentinamente sucumbiendo a la verdad, que nunca había sido amada. Y sólo ahora podía admitir que, a pesar de que nunca lo dijo, yo creía que me amaba, y era una tonta por creerlo. —Tú no eres una tonta. Mis ojos se abrieron de repente. Su rostro estaba a centímetros del mío. —Vete. — Le susurré, mi voz quebrada por la emoción. Él negó con la cabeza. —No puedo, Grace. ¿No ves que no puedo? Me apoyé contra la pared y con todas mis fuerzas, le empujé. No se movió. Era una pared de nuevo, su fuerza demasiado grande para que cualquier parte de mí lo moviera... como su corazón. —¡Déjame sola! —lloré, incapaz de mantenerme callada. Si él no se iba, yo lo haría. Traté de levantarme, pero él puso una mano firme sobre mi rodilla, impidiéndome conseguirlo. Traté de empujarlo, la ira fluía tan rápido dentro de mí como las lágrimas que salían—. ¡Quítame la mano de encima! Él tiró su mano de mi pierna con rapidez, sus ojos abiertos con sorpresa. Traté de pararme una vez más, pero de nuevo su mano salió disparada, esta vez en mi hombro, los dedos tocando la piel desnuda que las tiras de mi disfraz no cubrían. Yo podía sentir la tela de mis pensamientos llegar a él, no encontrando forma de entrar… Yo estaba cerrada por completo, a pesar de su cercanía, a pesar de su contacto conmigo, a pesar de lo desesperada que estaba aferrada a algún tipo de esperanza que decía que yo estaba equivocada. —¿Va a dejar de tocarme? —le grité, agarrando su muñeca, haciendo caso omiso de la forma en cómo las puntas de mis dedos picaban con sensaciones mientras trataba de separarlo de mí—. Déjame ir. —Lloré, el sonido roto procedente de mis labios no sonaba como yo en absoluto. Su mano una vez más se apartó rápidamente y me oí llorar de manera insoportable me sentía aún más perdida sin ella. —Grace, yo… —Comenzó, sus ojos muy abiertos, mientras me miraba y luego a su mano. Negué con la cabeza, no quería oír nada más, no quería escuchar la voz que hacía a mi corazón muerto cantar, incluso cuando se estaba rompiendo. —Para, sólo para y vete. ¿No puedes ver cuánto daño me haces? 331 Pero él no se iba. En cambio, colocó ambas manos a cada lado de mi cara y me obligó a mirarlo, dijo en voz baja. —Grace, puedo sentir esto —dijo suavemente — desesperadamente— mientras frotaba los pulgares contra mis mejillas manchadas de lágrimas—. Lo puedo sentir. —Él levantó una mano lejos para frotar una lágrima entre las puntas de los dedos, y se quedó mirándome con asombro. Puso su mano sobre mi boca, y frotó mis labios, suavemente, suavemente—. ¿Es tan suave? Mi corazón latía con fuerza mientras me di cuenta que él estaba hablando sobre realmente ser capaz de sentir lo que estaba tocando. Puse mi mano en su cara. — ¿Puedes sentir esto? —Pregunté, mientras sostenía su mejilla. Él asintió y volvió la cara en ella, apretando la nariz y los labios contra mi palma. Él respiraba el aroma de mi muñeca, y la besó. Sentía como si mi piel fuera a estallar en llamas donde sus labios habían estado. —Suave. Nunca seré capaz de escuchar la palabra suave otra vez sin pensar en tu piel. —Susurró mientras tomaba mi mano y la apretaba más duro contra su boca. Cerré los ojos, tratando muy duramente de no gemir, no queriendo caer en el calabozo de la emoción que yo podía ver me hacía señas. Una sola cosa me impediría caer... —¿Me amas, Robert? El silencio habría sido mejor. El silencio habría sido maravilloso. El silencio habría sido menos doloroso que el susurrado "no" que incineró cualquier esperanza que habría sido capaz de recoger del fondo de mi corazón. Me tragué el sollozo que me estaba ahogando y asentí con la cabeza una vez, sintiendo mi mano caer sin vida a mi lado cuando él la soltó. Yo luchaba por ponerme de pie, pero lo hice sin pedir su ayuda. El dolor en mi costado, me hizo tropezar, pero cuando llegó para ayudarme a estabilizarme, silbé y me aparte de él… podría haber descubierto lo que significaba tocar algo y sentirlo, pero él también había asesinado mi fe en el proceso, y yo no quería que la masacre continuara. —Yo estoy contenta de que ahora sabes lo que se siente... sentir, Robert... pero eso ya no tiene nada que ver conmigo. Me podría haber quedado —me habría quedado sin saber si me amabas o no— pero no puedo, ahora que sé que no. Hubiera arriesgado todo por la oportunidad, pero ahora que sé que no hay ninguna, yo sólo no puedo. Pisé a su alrededor, manteniendo las manos con fuerza a mi lado mientras lo hacía, porque ahora eran traidoras y picaban por tocarlo, su pelo, sus labios. Comencé a alejarme. Hice una pausa mientras miraba a las dos lunas pálidas de sus ojos, ignorando la mirada de dolor en ellos y, sin pensarlo, di un beso en mis dedos y los puse en sus labios. —Adiós, Robert. 332 Empecé a correr. No volví a ver detrás de mí, no sé si veía adelante tampoco. Seguí corriendo, haciendo caso omiso de las molestias y dolores que me gritaban que me detuviera. La oscuridad y los interminables pasillos finalmente cedieron, vi la luz brillante de la luna a través de las puertas que me habían llevado a poner fin a mi sueño y me precipité hacia delante, feliz por la salida hacia... ¿Qué? ¿Estaba corriendo a una vida sin Robert? ¿Eso era lo que quería? ¿Iba a renunciar tan fácilmente? Yo disminuí mi ritmo y mis dedos se detuvieron en la línea que separa la oscuridad de la luz, Grace antes y después de Robert. ¿Pero cuál era cuál? ¿Podría entrar en la luz significar realmente alejarme de Robert? ¿Cómo puede un ángel ser mi oscuridad? El dolor en mi corazón me gritó la respuesta; él había traído la luna de mi cielo. Fue su último regalo para mí antes de irme, permitirme encontrar el camino de la asfixiante oscuridad si decidía irme. Tomando una respiración profunda, comencé a seguir adelante, mis pies estaban pesados, como si todo el dolor, toda la tristeza y la decepción se hubiesen asentado allí, como un peso hacia abajo, como anclas. Lentamente, di un paso y vi que la luz fría rozaba mis dedos del pie. Desde la oscuridad detrás de mí, un sonido atravesó mi cuerpo, mi corazón, y fue a lo más hondo de mi alma. Era un grito de dolor, y mi boca se abrió, sentí el grito como si fuera mío, como si fuera procedente de mis labios, mi boca, mi garganta. Era agonizante y horrible, y yo no podía detenerlo. Mi cuerpo dio media vuelta, el sonido me obligó a girar hacia allí. Sacudí la cabeza, negando su ruego. Traté de regresar hacia la luz de la suave luna, gritando mis objeciones. —¡Esto no es justo! ¡Dios, esto no es justo! ¡Jugar con mi corazón, para ser tan cruel! ¡Él no me ama! ¿Por qué me debería importar? —Una vez más, el sonido, frenético y torturado. Sacudí la cabeza, tapándome los oídos con las manos, negándome a oír, pero se abrió paso y rompió el último gramo de fuerza que había impulsado a rechazar. Obligada por alguna invisibles voluntad, mis pies me empujaron hacia adelante hacia el grito de angustia, sin importarme lo que me iba a encontrar, sólo esperando que cuando llegara allí, de alguna manera pudiera detenerlo. Y corrí por los pasillos, siguiendo los agonizantes sonidos, que hacían ecos y rebotaban en mí —a través de mí— sabiendo quién los estaba haciendo, sintiendo el herido choque a través de mí como si yo lo estuviera sufriendo… Yo quería ser la que los sufriera en su lugar, porque mi dolor parecía tan insignificante junto a ese sonido ahora. El sonido me iba a derribar, estaba lleno de tanto dolor que era pesado, cargado por su intensidad. Luché por aire mientras me ponía de pie, mis piernas me instaban hacia adelante. Rodeando el pasillo me lleve de nuevo a ese fatídico pasillo, ahí lo vi, inclinado sobre sus manos y rodillas, la espalda arqueada por el dolor. Caí delante de él, golpeando las rodillas contra el piso frío. —¿Robert… Robert que está mal? —Mis manos se apoderaron de sus hombros, tratando de alzarlo. Comprendiendo que eso 333 era imposible, permití a mis manos recorrer su cuerpo, tratando de encontrar lo que le estaba haciendo daño. Él negó con la cabeza ante mi búsqueda y abrió la boca para decir algo, pero otro grito surgió de sus labios. Sonaba como raspar metal contra metal, y me tapé los oídos. Estaba con dolor —dolor innegable e invisible— y yo no podía detenerlo. Su cuerpo se retorcía por su fuerza, sus músculos tensos, espasmos de insoportable agonía. —Robert dime. ¡Dime que es lo que está mal! —Le supliqué, mi voz sonando desesperada mientras me alejaba de sus agitadas extremidades. Intentó alcanzarme con una mano temblorosa. Observé como temblaba y caía, estaba demasiado débil. Nuevamente, la levantó —alcanzando— y, finalmente, la puso contra mi rostro. Agarré su muñeca con ambas manos, manteniéndolo ahí, no queriendo perder esta pequeña conexión. Traté de levantarlo, traté de ayudarlo, pero aún débil, era una pared impenetrable, finalmente dejé de intentarlo y acuné su cabeza en mis brazos, mi mente tratando de borrar la mirada en su rostro, borrar la forma en que sus ojos tenían un aspecto tan incoloro y vacío de la enloquecedora tortura. Por favor, Robert... Cayó a un lado, dejó caer su cabeza en mi regazo. Coloqué mi mano sobre su pecho, en busca de su ritmo cardíaco, encontrándolo débil y desesperado. Él cerró los ojos y gimió. —Te amo, Grace. Y la pared se desplomó. 334 Cambio Traducido por kuami Corregido por majo2340 L a visión de Robert derrumbándose en mis brazos me hizo sentir cosas que no había sentido antes. La desesperación en ese momento era sofocante. Yo no podía gritar para pedir ayuda. ¿Quién me iba a escuchar? ¿Quién podría ayudarme? ¿Lark? ¡Lark! Mi mente estaba gritando. Estaba gritando su rechazo, su dolor, su miseria. Me aferré al cuerpo inanimado de Robert, sin importarme que él se sintiera como si estuviera desplomado sobre mí en el suelo. No le dejaría. No importa que él me hubiese lastimado, no importa cuales habían sido sus últimas palabras, no me apartaría de su lado. Él había dicho que me amaba. Lo había dicho y eso significaba que era verdad, y no había nada que pudiera considerar para apartarlo de mi camino ahora. ―No me dejes ―sollocé en voz baja en su pelo, pasando mis dedos distraídamente sobre ellos―. No me digas que me amas y me dejes. No rompas mi corazón y lo vuelvas a juntar de nuevo sólo para romperlo una vez más. No soy lo suficientemente fuerte para esto. Traté de encontrar su ritmo cardíaco, tratando de encontrar su resplandor, incluso en la que fue su extrema y siniestra oscuridad, pero no había nada. No había calor, ni aliento, ni vida. Fuera lo que fuese que le había hecho sufrir tan horriblemente, había tomado de él, de mí, de su inmortalidad… lo había matado. Seguí acariciando su cabello cuando un extraño sonido comenzó a resonar en el vestíbulo vacío. Sonaba airoso, y áspero. Mordiendo a través de mí, vibrando a través de mí, y finalmente admití para mí misma que era el sonido de los sollozos que estaban rasgando a través de mi pecho, salpicando la oscuridad con mi dolor sin color. Me hundí en él, presionando la cara contra la suya, necesitando sentir su piel contra la mía. Rocé mis labios con los suyos, una vez, dos veces. ―Siente esto. 335 Siénteme. Por favor, por favor... siéntelo. ―Le rogué, sin preocuparme por nada más. Era como si estuviera diciéndome a mi misma que sintiera; sentí la sensación de adormecimiento por la pérdida instalarse en mí, tan familiar y tan odiada. En primer lugar mi madre, a continuación, Graham, y ahora Robert. Sin duda, el corazón no podía soportar la destrucción de gran parte de su razón para latir. Le había sido arrebatado el amor de una madre, negado el amor de un amigo, y ahora… ahora que sabía lo que significaba realmente el amor, lo que significaba vivir para el amor y perderlo, arriesgarse por amor, y pagar el precio, ¿qué quedaba allí para seguir latiendo? ¿Qué otra cosa podría pasar ahora, después de esto? ―Robert… ¡no! ―Una voz gritó desde la oscuridad. Miré hacia arriba cuando las exclamaciones de horror me llegaron y vi las serias caras blancas de Ameila y Lark, conmocionadas y el dolor maltratando sus hermosos rasgos. Habían oído sus gritos de dolor, lo sentían tan profundamente como yo. Ellas habían venido, sin importarle lo que estaban haciendo o que les vieran. Se había atrevido a esperar, rezar que estuvieran a tiempo para ayudarle, salvarle. Habían perdido. ―Hijo mío. ¡Mi hijo! ―Ameila se lamentó, mientras arrastraba su cuerpo de mis brazos. Ella enterró su cara en su pecho, su lamento de soprano se mezclaba con los agudos sollozos de Lark, la armonía de su dolor llenando mis oídos, pero no mis brazos que ahora se sentían vacíos y fríos, como inútiles palos que colgaban a mi lado. No podía ver nada, mis lágrimas de dolor eran demasiado gruesas para centrarse en el brillo de color naranja que ardía de sus cuerpos, llenando el pasillo con la luz de su pérdida. Me aislé. Los excluí a todos y cerré mis ojos, empujándome lejos en una esquina para estar sola con mi dolor. ―¡Oh Dios mío! ―Lark, con un temblor en la voz que reflejaba el dolor que sentí tirando de mí. No miraría. Me negué a mirar. ―Mamá, déjalo ir. Que se vaya… ¡mamá, mira! Miré. El cuerpo de mi ángel querido empezó a levantarse, con los brazos colgando sin vida a los costados. Sus piernas colgaban por debajo de él, dobladas en ángulos extraños, sus zapatos plantados en el suelo. Ameila tomo la mano, llevándola a sus 336 labios y besándola, mientras apartaba el pelo de sus ojos. Todas las cosas que una madre le haría a un niño que dormía profundamente. ¿Acaso no se dan cuenta que no estaba dormido? Ella empezó a subir como su cuerpo hizo, sin dejar caer su mano, sin romper nunca el contacto de él. Sentí el calor de los celos burbujeando en mí cuando me puse de pie, también. Él me amaba. Me amaba y debía ser yo quien lo sostuviera ahora. Pero no podía decirlo. Ese único pensamiento me quemaba, y se añadió a la culpa que poco a poco comenzaba a acumularse en el interior de mi pecho mientras recordaba una y otra vez en mi cabeza el último intercambio que había tenido con Lark sobre Robert, sobre no preocuparme de herir sus sentimientos. Me había mentido mi ira y rencor, y ahora yo nunca sería capaz de decirle lo que sentía, rogarle que me perdonara por ser tan egoísta, por ser tan... humana. Otro suspiro atrajo mi atención hacia la camisa, una que no reconocí, cuando empezó a tirar delante. Los botones estaban forzados en contra de su pecho, y uno a uno, estallaron, cayendo en algún rincón oscuro o rodando debajo de alguna puerta. Él flotó hacia arriba, hasta que su cabeza estuvo casi al mismo nivel que las nuestras que estábamos de pie a su alrededor. ―Robert... ―Las tres susurramos. Su camisa estaba abierta detrás de él, y debajo de la espalda, no, de su espalda, pude ver una grotesca rama, como manchas en su piel abultada y palpitante en la oscuridad. Ameila siseó, y se tambaleó hacia delante. No sé lo que pensaba hacer, y probablemente nunca lo sabré porque Lark estiró su brazo para detenerla. El sonido de Ameila estrellándose con el brazo de Lark sonó como un gigantesco martillo golpeando en una viga de acero. Hizo eco a nuestro alrededor, pero sólo yo parecía notarlo. Lark y Ameila estaban mirando fijamente las grotescas marcas que se extendían en la espalda de Robert. Vi con horror, fascinada como las ramas comenzaban a sobresalir hacia el suelo. La piel se estiró por la tensión, hasta estar casi translúcida, como una película oscura de carne y hueso... ―¡Oh, Dios mío, son sus alas! ―Dijo Ameila sin aliento, con la mano sobre su boca en estado de shock, la otra mano agarrando el hombro de Lark con tanta fuerza, pude ver una mueca de dolor en los labios. Las ramas y la piel se extendieron más cuando el cuerpo de Robert giró hasta que él estuvo derecho, con la cabeza colgando a un lado, como un títere cuyas cuerdas habían sido cortadas. Yo quise ayudarle a mantener la cabeza erguida, por la tonta preocupación humana, la rigidez de su cuello me causaba una gran preocupación, pero Lark negó con la cabeza, agarrándome y sosteniendo mi brazo con su mano, para impedirme interferir. 337 A medida que su cuerpo se elevó más alto, las ramas de su espalda se estiraron aun más. Alas, había dicho Ameila. La clase de Biología estaba dando sus frutos de una manera extraña cuando pude distinguir la forma aproximada del esqueleto en la base del ala, pero las ramas exteriores, no eran tan fáciles de identificar. Cuando las ramas crecieron en número, y más pequeñas aún, finalmente el reconocimiento me golpeó. Cada una de las divisiones no era los huesos. Eran las plumas. ―Sí. ―Susurró Lark, asintiendo con la cabeza en acuerdo. Su rostro se llenó de asombro. Totalmente formado, totalmente emplumado, la envergadura sin duda iba más allá incluso de la anchura del pasillo. Sacudí la cabeza con asombro ante tal espectáculo insondable. El cuerpo de Robert seguía inerte, pero detrás de él se extendían, en una magnífica muestra de la belleza involuntaria, sus alas. Completas, brillantes, y... ―Negras. ―Ameila abrió la boca. Como las alas de un cuervo. Su cuerpo empezó a bajar, doblando las alas hacia adentro. Lark se precipitó a atraparlo, su diminuta forma desmentía su fuerza cuando ella lo manejó con facilidad. Ella lo puso suavemente en el suelo, dejando con cuidado sus alas en torno a él, con lágrimas brillantes cayendo de su rostro mientras lo hacía. ―Hermano, lo hiciste. Tienes tus alas. Abre los ojos y míralas. Abre los ojos y mira como aquellos que te preocupan tanto han compartido este momento contigo. Su voz era tan suave, que apenas podía entender lo que estaba diciendo, y yo quería preguntarle por qué estaba diciendo todo eso, pero la respuesta ya estaba allí. Ella no podía pensar, porque él no estaba allí. Él no recibiría sus pensamientos. Él no recibiría ninguno de nuestros pensamientos ya. ―Pero pensé que los ángeles no mueren ―murmuré, sobre todo a mí misma, porque sabía de manera diferente, otros ángeles mueren, pero no el mío―. Se supone que no está muerto. Sentí un impulso de emoción comenzando a batir suavemente dentro de mí mientras miraba a mi hermoso ángel acostado boca abajo en el suelo, con su sarcástica y fuerte hermana rota y llorando sobre su pecho. Ameila, hermosa incluso en su dolor, estaba de piedra, con los brazos a los lados, como si ella aceptara esto, aceptara el destino que le había ocurrido a su hijo. Los latidos dentro de mí crecieron lentamente. Creció intrépido, ruidosamente y fuerte, y feroz. Me empujó, dando tirones a mí alrededor como una muñeca de trapo en las manos de un niño rebelde. Creció dentro de mí calentándome, y filtrando las abrasadoras lágrimas que corrieran abajo mi cara. 338 ―¡No! El grito resonó en el pasillo, el crujido final en mi corazón, la fisura ahora demasiado grande como para contener las emociones desbordas. Estaba enojada, encendida, y vengativa. ―¡No! ¡No, no, no! ―Salté hacia la forma de Robert, intensificando mi reacción de alguna manera lo suficiente para golpear y apartar a Lark de mi camino. Y empecé a pegar en su pecho, sus hombros. Agarré su cabeza y miré su cara, perfecta y exquisita, incluso en la muerte, y la agité. ―No, se supone que tú no tienes que morir, ¡maldita sea! Le palmoteé. No sé por qué, y siempre me cuestionaré después qué me obligó a hacerlo, pero en ese momento, era lo único que parecía razonable. Mi mano comenzó a palpitar, y me olvidé de lo dura e implacable que era su piel. A diferencia del golpe que le había dado a Lark, se suponía que esto causaría dolor. Se suponía que esto traía consigo dolor y el desprecio a las víctimas de abuso, y en cambio lo único que sentí fue la picadura del mismo. Pero no me importaba. Con el dolor era mejor estar insensible, porque si aceptaba el entumecimiento entonces eso significaría que había aceptado la muerte de Robert, y yo no podía aceptar eso. Yo no lo aceptaría. En cambio, le palmoteé de nuevo. ―No estás muerto. No puede decirme que me amas y después dejarme. No estás muerto, ¿me oyes? ¡No lo estás, no lo estas! Por cada crujido que se alineaba en mi corazón, por cada lágrima que había derramado, le golpeé. Le pegué por cosas que no habían tenido nada que ver. Le pegué por cada plan que podría haber sido hecho, pero que ahora no se haría. Le pegué por todas las malditas esperanzas eliminadas, por todos los sueños aplastados, por cada momento que ahora se extendía ante mí, vacío y sin razón. Le pegué por cada vez que yo misma dudé, o dudaba de él. Y, principalmente, le pegué porque si me detenía, si pensaba en parar, temía que no sabría qué otra cosa me quedaría por hacer en este mundo. Una mano me agarró de la muñeca dolorida, cuando él se elevó una vez más; deteniéndome antes de que pudiera causar más daño a mi mano. Le miré, fuerte, determinada, y seguí las líneas de la muñeca, al brazo... a su dueño. Dos piscinas de mercurio líquido que miraban fijamente hacia mí. La razón habría exigido que me desmayara del susto. Pero no habría espacio para la razón en mi mundo nunca más. Nunca la había habido. Sólo había espacio para ahogarse en esos ojos que sostenían los míos fijos sobre ellos. ¡Oh! yo estaba en shock, el hecho de que no me pudiera mover, ni pudiera respirar era prueba suficiente de ello. 339 Pero yo tampoco podía parpadear, por temor a que si lo hacía, esas brillantes orbes desaparecerían cuando abriera mis parpados. No me podía permitir que la visión de algo tan hermoso desapareciera. Y luché contra el instinto humano desesperadamente para no cerrar mis ojos. ―Grace. Y parpadeé. Debido a que al parecer el movimiento en el oído coincidía con la necesidad de abrir y cerrar. ―Grace, por favor deja de golpearme. Negué con la cabeza ante lo absurdo del mismo. Debo estar alucinando, porque los muertos no hablan. Ellos no miraban fijamente en mis ojos y decían cosas inocuas que me hacían sentir como si yo fuese capaz de saltar por el borde mismo del cielo y nunca tocar tierra. Negué con la cabeza para no razonar, olvidar la lógica, este milagro no podía ser el mío. Y, sin embargo, los jadeos detrás de mí, de la alegría de una madre, la esperanza de una hermana, no eran absurdos. Eran la confirmación de que no estaba en medio de una crisis mental. ―Estás aquí. ―Fue todo lo que pude articular en reconocimiento. Él estaba vivo, estaba aquí, me sostenía mi muñeca y ese contacto estaba remendando mi mano maltratada con tanta seguridad como lo hacía en otras partes de mí que yo creía que habían muerto junto con él. Él se sentó, su control en torno a mi muñeca se aflojó, y entonces hizo los movimientos para estar de pie mientras yo me aparté, dejando paso para que su familia le abrazara de una manera que yo no pude. Los brazos de su madre, fuertes y firmes, le agarraron fuertemente contra su pecho, su hermana le envolvió los brazos alrededor de su cuello, los tres se perdieron en la alegría de su reencuentro. Se quedaron en silencio, con las cabezas juntas, compartiendo sus pensamientos. Fue un momento tan intimo que casi me sentí como si fuera una intrusa. Casi. Pero tenía mis propias preguntas que necesitaban ser contestadas. Más que nada, necesitaba oírle decir esas palabras otra vez. Necesitaba escucharle, para asegurarme que no me lo había imaginado, que no había sido un invento de mi imaginación provocada por el shock. Lo necesitaba porque había dejado de respirar cuando él abrió sus ojos, y sin ellos, no creo que fuera capaz de recordar cómo empezar de nuevo. Poco a poco, Lark bajó sus brazos de alrededor del cuello de Robert. Ameila lo soltó suavemente, pero se aferró a su mano. Yo estaba de pie en silencio cuando ellos se apartaron de su lado. Él estaba mirando directamente hacia mí, con una expresión preocupada en su rostro. Extendió una mano hacia mí, pero empezó a retirarla cuando le miré con escepticismo, vacilante. 340 Al ver lo que estaba haciendo, lo que había interpretado en mis pensamientos, me precipité hacia adelante para agarrarle. Sabía que las posibilidades que tenía eran pocas, y no estaba a punto para perderme ninguna de ellas. Sostuve su mano en la mía, y le miré a los ojos. ―Estoy bien ―dijo en voz baja, y aparté un mechón de mi pelo lejos de mis ojos con la mano que le sostenía con fuerza―. Estoy mejor que bien. Todavía estás aquí. No me dejes. Una risa nerviosa salió de mí. ¿No le había dicho lo mismo a él hacia unas semanas? ¿Qué se supone que le voy a decir ahora? ¿Cómo se puede tratar con cosas como esta? ¿En realidad esto no era… real? Los corazones rotos eran una cosa, pero yo le acababa de ver morir. Vi como su cuerpo muerto cambiaba, vi cómo le crecieron alas, ¡alas por amor de Dios! Y ahora, me estaba hablando a mí, como si todo esto fuera normal. ¿Habría alguna vez un momento en la vida en que me sintiera cómoda con este tipo de cosas? Él tiró de mí más cerca, y me golpeó una repentina sensación de timidez y de miedo. Sintió mis dudas y relajó su agarre sobre mí. ―Yo…yo no sé cómo estar contigo. ―Le dije en voz baja, y no lo abcía. Él había puesto del revés todos mis sentidos en unas pocas horas. Yo no entendía nada de lo que había pasado, y no entendía ¿por qué yo no apenas podía alejarme? ―No podías alejarte porque tu corazón sabía a dónde pertenecía. ―Ameila respondió a mis pensamientos lo que provocó una exclamación en sus hijos. Ella no había hecho esto durante mucho tiempo… ¿por qué ahora? Ella puso una mano en mi espalda y me volvió la barbilla hacia su cara. ―Hay muchas cosas que todavía tienes que saber, pequeña. Pero no podemos hacerlo aquí. La gente está llegando No tuve la oportunidad de expresar mis objeciones para salir cuando sentí un tirón fuerte y me encontré apretada contra el pecho de Robert, mi cara en el pequeño hueco de su cuello. Sus brazos se envolvieron a mí alrededor, sujetándome a él con firmeza. No sabía qué estaba pasando, sólo que un frío viento mordía punzante en mi espalda y hombros. Terminé con mis brazos alrededor de su cuello, aunque no estoy muy segura de si era para no caer, o simplemente para estar más cerca de él. Simplemente no me importaba en este momento. Le tomó sólo unos minutos a Robert poner finalmente mis pies en tierra firme. Mis rodillas habían empezado a sacudirse con la aglomeración de emociones que brotaban dentro de mí. Por primera vez desde que le había conocido, Robert no me dejó acostumbrarme a él por mi cuenta. Me recogió de nuevo, con un brazo debajo de la curva de las rodillas, el otro alrededor de mi espalda, y me llevó a su casa. Ahí sería donde me dirían la verdad. 341 Me llevó a la sala, pero en lugar de ponerme en un sofá o una silla, simplemente se quedó de pie conmigo en sus brazos. ―Hay mucho que explicar… murmuró en mi cabello―. Y no sé por dónde empezar Ameila apareció entonces, seguida de Lark. No me había dado cuenta de que nosotros habíamos llegado allí antes que ellas dos. ―Déjame explicarlo, hijo. Ella todavía tiene sentimientos de desconfianza, y no la culpo. ―Ameila alcanzó mi mano, y, con los tres ángeles de pie en medio de la sala de su casa mientras yo estaba en brazos de Robert, empezó a explicarme qué era lo que acababa de soportar. ―Sam había engañado a Robert. Él había sido su mentor estas últimas décadas, acompañándolo mientras él cumplía con los deberes de su Llamada, y Robert había admirado su sabiduría y experiencia como a cualquier hermano mayor, porque eso era lo que el papel de Sam estaba destinado a ser. Pero Sam tomó esa confianza demasiado lejos. Él le dijo a Robert que sus alas le saldrían sólo cuando sufriera un gran dolor. La voz de Ameila se elevó suavemente mientras miraba a su hijo. ―Pero, ¿qué hay en la vida de un ángel que nos pueda causar un dolor verdadero que no sea traicionar a nuestros corazones? La miré confundida. ―¿Pensé que la única manera de que los de tu clase sintieran dolor era cuando mentían? Ella asintió con la cabeza. ―Sí. Pero ya ves, es en nuestros corazones, por ser honestos. No podemos ser lo que somos, cumplir con las funciones en este mundo a las que hemos estado destinados, si no somos honestos con los que hemos nacido para proteger, nacido para cuidar y... nacido para amar. Tú, mi querida Grace, eres la verdad en el corazón de mi hijo, y cuando él te negó, cuando se negó a sí mismo la verdad, mintiendo y diciendo que no te amaba, le causó un dolor tan grande, que l… ―la voz de Ameila quedó atrapada en su garganta mientras luchaba con las palabras― …lo mató. Ya ves, que chico más tonto que es mi hijo, él no sólo estaba haciendo esto para sí mismo, sino para ti también. Él pensó… creyó que si recibía sus alas, recibiría la Llamada, y entonces él sería capaz de dejarte ir. Pensó que esto lo haría más fácil para ti, para tener la vida normal que anhelabas, y asumió que tú entenderías que él tendría que salir el día que esto sucediera. Sin embargo, él y Sam se olvidaron de que nuestras alas no vienen hasta nosotros por derecho, o porque nosotros las deseamos. No se puede decir una mentira tan evidente y esperar que un dolor de muerte sea suficiente para desencadenar el cambio. ―Pero Sam le dijo a Robert que al mentirte a ti, el dolor que sentiría a través de ti, junto con el castigo que nuestros cuerpos reciben cuando nosotros rompemos una de nuestras propias reglas haría exactamente eso. Y Robert pagó el precio por ello. 342 Nuestras alas... que están vinculados a nuestras emociones como ángeles. Se necesita un gran catalizador de la sensibilidad para dar a luz. Amor, odio, ira, celos, tristeza, compasión... se necesita una combinación de tantas emociones para provocar el cambio físico en nuestro cuerpo, pero una emoción, mucho más importante que todas las demás, siempre se destaca, es el desencadenante para todo. Sentí a Robert tirar de mí cerca de él, y apoyar la mejilla firmemente en la parte superior de mi cabeza. Apoyé la cara contra la fresca tela de su camisa, y busqué el suave movimiento de los latidos del corazón, necesitando su ritmo constante para confortarme mientras mi mente luchaba por ordenar toda esta nueva información. Su pecho estaba en silencio. ―Ahh, sí. Es un tema que era confuso al principio, pero ahora entiendo por qué. No se oye el corazón en el pecho. Volví la cabeza para mirarla, asintiendo con la cabeza innecesariamente al tragar por el miedo que poco a poco estaba arrastrándose en mi interior. ―Grace, ya sabes cómo fue creado Robert… cómo de diferente es, incluso entre nosotros. Su nacimiento no fue como el de Lark, él nació de un cadáver. ¿Entiendes lo que eso significa? Significa que siempre ha estado en el filo entre la vida y la muerte, su alma pertenece a ambos. Esta noche la muerte ganó cuando su cuerpo no pudo más, pero tú… regresaste por él, y le diste un último pedacito de paz. Sabía que estaba muriéndose, y así tendría la paz, por fin podía decir la verdad. Él lo vería con una vida normal. Sin embargo, ninguno de nosotros en especial, Robert, sabía lo que ocurriría como consecuencia. ―Tú eres su salvación, Grace. Su amor por ti trajo sus alas, y tu amor por él le trajo vida. Y, para dar la vida a través de la muerte, no una, sino dos veces... se exige un precio, aunque sólo sea en una pequeña manera. Su precio era esa parte que lo hacía más humano… más humano como tú. Volví la cabeza para mirar a Robert, cuya mirada estaba hacia abajo, sus ojos intensamente centrados en mí. Yo sabía que el latido de mi propio corazón no era lo que me hacía humana. Literalmente el corazón podría latir eternamente, pero el corazón figurativo, el corazón romántico era el que mantenía el amor vivo. Su corazón todavía estaba allí. Yo podía sentirlo en mí, aun cuando no pudiera oírlo en él. ―Lo entiendes ―Ameila sonrió―. Me alegro por ello. Sin embargo, deberías preguntarte por qué sus alas son de ese color... 343 Miré a Ameila y ella supo que yo sinceramente no lo había pensado hasta ese momento. ―Siempre tuve la impresión de que las alas de los ángeles, se supone que son de color blanco. Ella asintió con la cabeza, y luego dio un paso alejándose de nosotros, bajó la cabeza, y vi con horror sorprendida como los miembros del brazo comenzaron a sobresalir de detrás de ella, rasgando a través de su blusa y alargándose, ramificándose, como había hecho Robert, pero mucho más suave. Las ramas astillaron y crecieron hacia el exterior, cada extremo de dividió varias veces, floreciendo finalmente en un par de alas inmensas que eran un blanco que me recordaba a las bolas de algodón y al polvo para bebés… puro e inocente. ―Mis alas son como todas las demás. No alteran el color o forma. Sólo en el tamaño nuestras alas no son diferentes. Pero nadie, absolutamente nadie más tiene las alas negras. Robert es el primero de nuestra especie. Nuestra historia nunca ha tenido un acontecimiento así antes, y no sé que puede significar esto para él, o para nosotros. Voy a tener que discutir esto con los demás, pero por ahora, es una bendición que él esté aquí. Pero ¿qué pasa con Sam? Lo que había hecho había causado a Robert tanto dolor innecesario, y yo no podría por lo mucho que quisiera conseguir causarle el exactamente el mismo dolor. Si hay alguna justicia en este mundo... o su... ―Lo qué él hizo les causó a los dos un gran dolor, Grace ―dijo Ameila, interrumpiendo mis pensamientos―. Estuvo descaminado y fue un error tonto que nadie debió de haber vivido durante tanto tiempo como Sam lo hizo, pero ya está hecho, y aunque los dos fueron lastimados, los resultados son mucho mejores de lo que yo creo o cualquiera de nosotros podría haber esperado. ―Oh, por favor, mamá. Sam lo hizo deliberadamente para hacer daño a Grace ―Lark se crispó. Ella se paseaba, con las manos enrolladas en sus puños apretados a su lado―. Él no se olvidó de lo que desencadenan las alas a aparecer. Él simplemente no quería que a Robert le llegaran de la misma manera en que las suyas lo hicieran. Ameila siseó a Lark que respondió con un gruñido gutural: ―No voy a guardar silencio acerca de esto. ¡La estupidez y el egoísmo de Sam casi te cuestan a tu hijo! ¡Para ya de defenderle! Los argumentos tácitos de Ameila no se respondieron callando, cuando Lark una vez más gritó: ―No, no voy a dejar de hablar de ello. Si Sam tiene algún problema conmigo por hablar de él, que se presente y me que me lo diga el mismo. Robert me sostuvo con más firmeza, y sentí la tensión en su cuerpo mientras él oía el intercambio entre su madre y hermana. Cerré mis dedos alrededor de su cuello, 344 sin querer dejarle ir. Su rostro parecía angustiado por el rumbo que la conversación había tomado. No se trataba de dar explicaciones, todo era acerca de reprochar, y él no estaba dispuesto a permitir que eso sucediera. ―¡Esta discusión termina ahora! Directamente no gritó, pero todavía se sacudían las paredes y ventanas con su rotundidad. Yo tenía escondida mi cara cuando el retumbe del sonido fluyó a través de mis huesos y causó dolor en mis dientes. ―La única persona para culpar aquí soy yo, no Sam. Yo tomé la decisión de herirnos a Grace, y a mí. La culpa es mía. Ahora, si las dos me disculpan, Grace y yo tenemos un montón de que cosas para hablar. Vamos a estar en mi habitación. Ameila hizo un movimiento para detenerlo. ―¿Crees que eso es prudente, hijo? El cuerpo de Robert se puso rígido y me bajó para que mis pies finalmente tocaran el suelo. ―Sí, pienso que eso es sensato, pero creo que sería mucho más interesante para Grace si ella misma toma la decisión de venir conmigo. Miré a los dos, a uno con una advertencia en sus ojos, al otro con una súplica en la suya. No sabía para qué era la advertencia, pero si sabía sobre que estaba a punto de suplicar, y fui con lo que sabía. Era mucho más seguro de esa manera. ―Vamos a hablar, Robert. Él me ofreció de nuevo su mano, y tímidamente, la tomé, siguiéndole cuando él me llevó hacia una habitación en la parte posterior de la casa. Estaba más allá de la cocina, la sala en la que había estado la última vez que estuve aquí. No quiero pensar en lo que mi locura casi me había costado entonces, así que simplemente observé como Robert me llevaba a través de una puerta oscura y a una habitación que estaba pintada de un blanco brillante. El oscuro pasillo que conducía a la habitación me recordó todo lo que había sucedido en la escuela, y pude sentir todo comenzar a hervir dentro de mí otra vez. Podía sentir el sollozo subiendo por mi garganta, listo para saltar, arrastrando todo mi miedo y la angustia detrás de él. ―Shh, no pasa nada ―dijo Robert con dulzura, envolviendo sus brazos a mí alrededor sosteniéndome todavía lo suficientemente apartada hacía atrás para que él pudiera mirarme mientras hablaba―. Estoy muy, muy triste, Grace. Tengo mucho por lo que pedir disculpas. Prometí no hacerte daño, y hasta ahora he roto esa promesa dos veces. Lo siento por ser tan frío contigo… por ser tan cruel e hiriente. Lo siento, Grace, por mentirte. Levantó una mano a mi cara y alisó mis cejas con el dedo, ese pequeño movimiento encendió una luz piloto dentro de mí, podría haber jurado se habían humedecido por las lágrimas que había derramado esta noche. ―Sé que esto no es 345 excusa, pero cuando te vi con Graham, parecía que era el momento adecuado, estabas tan feliz, tan despreocupada, y pude ver que habría esperanza para ti después de que te hubiese dejado, y que serías capaz de tener la vida normal que dijiste que querías. Utilicé la ira y los celos que sentía, los utilicé para hacerte daño, y nunca me perdonaré durante tanto tiempo como exista. Tenía los ojos brillantes, y vi con asombro como dos lágrimas plateadas bajaban por su cara y aterrizaban en el suelo de madera bajo nuestros pies, con un fuerte golpe. Me agaché para inspeccionarle y jadeé en estado de shock. Lágrimas no. Las lágrimas se transformaron en cristal. Las toqué, sintiendo su calor y sonrió. ―Estas son simplemente como las de un compromiso. Se inclinó y las recogió, sopesándolas en sus manos. ―Nunca hemos prestado atención a estas cosas. Siempre eran cosas tan triviales para nosotros, en comparación con lo que las causa. ―No le prestas atención a un montón de cosas. ―Murmuré, jugueteando con mis manos que estaban pérdidas haciendo algo… buscando una distracción. ―Ya lo sé. Es algo en lo que pasaré el resto de mi existencia compensando. ―Se dirigió a una pequeña cómoda, obviamente buscando un reemplazo para su camiseta, y desapareció en un borrón de movimiento. Me puse de pie, pues no quería continuar la conversación como estaba, y le eche un vistazo a su habitación mientras él se cambiaba. Esta era la única habitación que no me había mostrado antes. No era muy grande, tal vez sólo un poco más grande que la mía, y con foco central en lo que parecía ser una cama de madera muy ornamentada teñida de color negro con sábanas tan blancas como la nieve, siempre era como una guerra entre negro y blanco, la luz y la oscuridad con él. Puse los ojos en blanco y continué mi observación. También había unas mesitas de noche a ambos lados de la cama, y un gran cofre asentado a los pies de ella. El arcón me recordó algo que podrías imaginaría como una historia de piratas… viejos y de madera con una cerradura de gran tamaño a la que se le adapta una llave maestra ―¿Tienes un tesoro enterrado allí? ―Le pregunté, con ganas de aligerar el ambiente un poco, aunque sólo fuera para ayudar a relajar mis nervios de punta. Él se rió y, tomando mi mano, me llevó hasta el baúl. Se arrodilló y tiró de mí hacia abajo con él ―Esto contiene partes de mi pasado lo elegí para guardar mis recuerdos; estas cosas que representan a las personas, lugares y acontecimientos que fueron momentos cruciales en mi vida. 346 Me picó la curiosidad, y esperé mientras él levantó la tapa. ¿Cuántos años tendrían algunas de estas cosas que iba a ver? ¿Serían espectaculares u ordinarias? Con la tapa abierta, me asomé dentro. No estaba demasiado lleno, lo que era sorprendente para contener unos mil quinientos años de recuerdos. ―Grace tonta, éstos son sólo los recuerdos que fueron importantes para mí. Cuando tienes la eternidad ante ti, puedes permitirte el lujo de ser especial ―él alcanzó y recogió lo que parecía ser un caballo tallado en madera―. El granjero que talló esto tenía un niño pequeño que había estado muy enfermo; él fue el primer humano que yo sané conscientemente. En una muestra de gratitud, él me dio esto. Él me dijo que había tallado el juguete para su hijo porque sabía que el pequeño chico no viviría mucho tiempo, y probablemente nunca envejecería lo suficiente para montar en uno real. Yo le había dado a su hijo la única cosa que él no pudo, tiempo, y ahora él podría crecer y podría montar todos los caballos que quisiera. El granjero dijo que el niño ya no necesitaría el caballo del juguete, por lo que él me lo dio a mí como agradecimiento; era la única cosa que él tenía para ofrecerme. Estaba humillado por la experiencia, y a través de las guerras, las plagas, la hambruna y las fiestas, he guardado esto conmigo para recordarme que lo que hacemos vale la pena. Puede ser una cosa difícil de recordar cuando oímos tanta ira, rabia y el odio sobre cada individuo todos los días. Tomé el caballo y lo miré. El paso del tiempo había suavizado la madera manchada y astillado, pero los detalles que habían sido cuidadosamente tallados sobre él todavía estaban allí. Se ha hecho para parecer que estaba a medio galope, con sus crines y la cola levantadas con el viento imaginario. ―Es hermoso. Él sonrió, contento de que pudiera apreciar su belleza. Él empezó a sacar una manta, comenzando a relatar de forma casual porque estaba allí, cuando algo me llamó la atención. Estiré mi mano más allá de su brazo para agarrarlo. Era una camiseta. Miré su rostro cuando abrí la pieza doblada. La ausencia de rubor no disminuyó su mirada de vergüenza. ―Esta es mi camiseta. ―Dije en voz baja mientras miraba hacia abajo al objeto que estaba en mis manos. Una tonta cara sonriente me miraba desde la parte delantera de la camiseta, con su lengua burlona afuera. ―Tiré esto en el cubo de la basura ―dije, principalmente para mí misma―. La tiré, y ahora está aquí ―la apreté contra mi cara e inhalé, con mi nariz investigando, pero sólo olí a una ligera fragancia de suavizante para la ropa―. ¿Por qué? Robert me la arrebató de mis manos, y la metió de nuevo en la parte superior de la pila de artículos en el baúl: ―Era tuya. 347 Era tan simple la respuesta como pude haber esperado, pero no se terminó. ―No me hubiera sido posible tomar nada tuyo. Nuestra naturaleza nos impide robar, y no podía pedir algo tuyo sin explicar para qué. Te vi tirar esto, y sabía que tenía que recuperarla. Regresé después de que te dejara en casa el primer día y re busqué a través en la basura hasta encontrarla. La lavé cuando llegué a casa y la puse aquí. ―Quieres saber por qué la guardé, ¿no? ―él esperó por la confirmación antes de continuar―. Es porque sabía desde el primer día que ibas a cambiar mi vida, Grace. Lo supe porque sentía el fuego ardiendo en mi corazón, la forma en que podía ver la brillante luz que te rodea mucho más luminosa que la de cualquier otra persona, la forma en que podía oír tu voz en mi cabeza, a pesar de que no estabas en ninguna parte cerca de mí. ―Supongo que puedo decir que en retrospectiva, lo que sentí ese día fue que toda mi existencia se está reescribiendo; pasé los últimos mil quinientos años simplemente existiendo, pero desde que entraste en mi vida, he pasado durante los últimos meses viviendo. Sé que a ti, te puede sonar ridículo y poco realista, pero es lo que he llegado a comprender y apreciar como de verdad. Y como te he dicho, y sigo aquí, no puede ser otra cosa. ―Robert ―resoplé― lo que suena ridículo y poco realista es que haya ángeles en Heath, viniendo a la Secundaria Heath... saliendo conmigo ―con la cabeza inclinada hacia un lado me vino un pensamiento a la cabeza entonces―. Si no puedes tomar algo que no te pertenezca, ¿cómo fuiste capaz de entrar en mi habitación esa noche cuando conocí a tu madre? ¿Cómo entraste y me sacaste de mi casa? ―Tú eres mía ―contestó Robert simplemente cuando él tomó mi mano y entrelazó los dedos con los míos―. Mmm ―cerró sus ojos y me apretó la mano―. No creo que alguna vez quiera volver a acostumbrarme a esto ―miró mi expresión impaciente después de abrir los ojos y suspiró―. Grace, puedes negar este hecho. Eres mía. Lo supe en el momento en que te vi. No lo podría haber reconocido en su momento, pero no por ello lo hace menos cierto. ―En cuanto a la existencia de los ángeles en Heath, a la mayoría de la gente en esta ciudad les gusta pensar que los de mi especie existen. Quieren tener fe en mi existencia, pero si soy o no real no importa. La psique humana está preparada para aceptar sólo lo que quiere. Tiene que estar dispuesta a creer que tienes razón o estás equivocado, no sólo porque tu lo digas. ¿Qué crees que pasaría si yo fuera a anunciar a la junta escolar lo que soy? ¿Me temerían, o aceptarían? Me encogí de hombros, no quería a vocalizar mi respuesta, a sabiendas de que sabía que la iba a escuchar en mi mente de todos modos. 348 ―Mira, tú sabes que la gente no acepta lo que soy, a pesar de que se les enseña que los de mi tipo supuestamente son buenos ―mi expresión de asombro con su último comentario parecía divertirle―. No sabes mucho acerca de los de mi clase, ¿verdad? ¿Incluso después de todo lo que has leído, después de todo lo que Lark te ha dicho? Negué con la cabeza. ―Sabes que no fui criada en la iglesia. A mi madre le gustaba leer la Biblia, y le encantaba cantar los Salmos, pero ella se mantuvo firme para que nunca fuéramos, y papá nunca sintió como si hubiera sido necesario ir después de que ella hubiese muerto. Todo lo que sabía antes de encontrarte me llegó de las historias y las películas… admito que hice un poco de investigación acerca de los ángeles después del accidente, pero la mayor parte de lo que encontré fueron ilustraciones del tipo Botticelli con versículos bíblicos y acontecimientos personales que no tenían nada que ver con todo lo que he visto hasta ahora. Incluso las alas… no había ninguna descripción de ángeles que nacieran sin las alas con excepción de la película de Jimmy Stewart. Robert se echó a reír al reconocer de lo que estaba hablando. ―Ah sí... esa línea nos ha atormentado durante décadas. Los hijos de Electus Patronus siempre caminando por los que aún no han recibido nuestras alas con las campanillas, con la esperanza de que a uno de ellos las hiciera aparecer. Me reí. Lo pude ver en mi cabeza. Miré a Robert con recelo. ―¿Estabas haciendo tu eso? Él negó con la cabeza. ―Esas imágenes son todas suyas. Le miré fijamente hacia abajo a nuestras manos juntas, entrelazadas, y lance un suspiro de satisfacción. ―Así que puedes sentir esto ahora. ¿Por qué? ¿Qué pasó que causó esto? ―Grace, me gustaría poder explicarlo. Ni siquiera yo lo sé. Sólo sé que nunca había tenido una sensación que me gustara igual como la primera vez que toqué tu piel, y podía sentirlo a través de la mi propia. Podría ser parte del Cambio. Podría haber sido en parte por aceptar mi amor por ti. He estado luchando durante tanto tiempo y cuando oí tus pensamientos, sentí tu dolor, mi propio reflejó. Yo estaba haciéndote daño, y eso me dolió, eso me mató… a sabiendas de que estabas sufriendo por mi culpa. ―Pero pensé que era la única manera en que yo podría dejarte tener lo que deseabas. Tú querías una vida normal, pero ¿qué clase de normalidad hubieras tenido, siempre preocupada sobre cuando tendría mis alas? ¿Cuándo recibiera la Llamada? ¿Dónde iría? Te dije que te daba lo que tú querías. Pero estaba mintiéndome a mí mismo, también. No, no exactamente mintiéndome a mí mismo, pero negando una verdad adicional. Lo hacía porque pensaba que me 349 estaba protegiendo del dolor de tener que dejarte después. Pensé que si me iba antes, sería más fácil para mí. Estaba siendo egoísta. Levanté mi mano hasta tocar su cara, y me maravillé de la manera en que él apretó su cara contra mi mano, suspirando mientras lo hacía. Para nosotros dos, se sentía como si le estuviera tocando la cara por primera vez. ―Ya sabes, que quiero que todos ustedes dejen de hablar sobre lo que quiero, ¿cómo si sabes cómo me siento, no entiendes que para mí, lo normal hoy en día, significa que estés en mi vida? Lo normal ya no existirá más para mí sin ti en ella. Y sí, que estás siendo egoísta. Una cosa muy poco angelical para hacer. ―Tu definición de angelical y la mía no coinciden. Ahora mismo, quiero ser muy angelical contigo. ―Bromeó Robert. Sintiéndome nerviosa, llevé de vuelta el tema a un nivel más serio. ―Has dicho que no sé mucho sobre los de tu tipo. ¿Te importaría explicármelo? ―Pensé que iba a estar preparada para cualquier cosa que fuera que él tuviera que decirme. Y estaba muy equivocada. ―Grace, las historias de ángeles están siempre llenas de luz y con propósito de hacer el bien. Lark y yo Te hemos dicho hemos hablado de algunas de nuestras reglas, hemos hablado de lo que somos… hasta cierto punto, pero, ¿existe un lado oscuro de lo que somos. Hay ángeles cuyo único propósito… la única razón de su existencia es para causar dolor y sufrimiento a los que son como tú. Sus Llamadas puede requerir eso de ellos, pero por dentro, son malos… hasta incluso podría decir que son malvados. Que les gusta hacer lo que hacen, y no seguir las reglas que el resto de nosotros tenemos que respetar. ―Parece que cada uno de nosotros recibe la Llamada que mejor se adapta a nuestra naturaleza interior. Mi madre dice que es probable que mi Llamada implique la curación de los fieles. Siempre he tenido eso en cuenta, para no tener que sentir nunca el fracaso de no ser capaz de sanar a alguien. ―Pero, también estaría atrayendo hacia mí la ira de los oscuros, porque estaría deshaciendo la mayor parte de su trabajo. Es una relación simbiótica, pero no quiere decir que cualquiera de nosotros tengamos que gustar. Y por desgracia, yo no sería lo suficientemente poderoso como para detener a los oscuros si ellos deciden causar daño de nuevo. Les corresponde a los fieles pedir mi ayuda. Mi mente se tambaleaba ante esta nueva revelación. La idea de que había ángeles que eran sádicos por naturaleza y en espíritu, iba en contra de todo lo que yo creía y conocía. Simplemente no quería registrar eso en mi mente, pero a pesar de que estaba rechazando la información, no querían permitir que se arraigara y se ramificara en su propio conjunto de ideas. ―Pero ¿qué pasa si supuestamente no puedes sanar a alguien? ¿Qué pasa si tu llamada es algo más? 350 ―No puede ser otra cosa. La habilidad de mi madre para cambiar las formas, para cambiar su apariencia física es la base de su Llamada. Ella se convierte en lo que necesita ver el ser humano con el propósito de ponerlos en el camino correcto, encaminarlos correctamente. Si ellos necesitan ver la imagen de un amor perdido, ella se convierte en esa persona. Si es una persona, un animal, o una criatura mítica, ella tomará esa forma si es lo que necesita para cumplir con su deber. ―Insistió Robert. ¿Qué podía decir a eso? El Don de Robert era sanar. Me lo había demostrado una y otra vez, yo estaba viva por eso. Si él no estaba destinado a ser el sanador más grande cuando recibiera su Llamada, ¿qué otra cosa quedaba ahí para él? 351 Canción de vida Traducido por majo2340 Corregido por cYeLy DiviNNa C uando Robert finalmente me trajo a casa, sentí que yo entendía menos ahora de lo que había entendido antes de que el día hubiera comenzado. Habíamos seguido discutiendo sobre los oscuros, como le gustaba llamarlos, y le pregunte si eran diferentes en apariencia como en algunos de los libros de ficción que había leído. A pesar de que sentía que me tranquilizo cuando dijo que no había diferencia visible entre ellos, no se sintió exactamente muy confiado. —Sólo hay una forma en que un ser humano puede decir que un ángel es un ser oscuro — dijo en voz baja—. No tienen sombras. Nuestra historia nos dice que es porque sus almas son tan oscuras en su tarea, que no pueden curvar la luz de la forma en que todos los demás puede. —Así que ahora voy a pasar el resto de mi vida en busca de personas sin sombras. No debería haber preguntado. —Gruñí. Él me apretó la mano suavemente como cuando él me llevó a casa. —Deberías haber preguntado, y me alegro de que lo digas. Hubiera leído tu mente de todos modos, pero es mucho mejor saber que estás preguntando. A medida que se detuvo en la entrada, miré el reloj en el salpicadero. —¡Oh, no, estoy atrasada. —Se quedó mirando la puerta y sabiendo que detrás de él había un padre enojado y listo para encerrarme hasta que tenga treinta. Me volví para mirar a Robert, la pregunta silenciosa pasó entre nosotros. —Vas a estar bien. Estaré de regreso en un ratito. —Dijo para tranquilizarme. Hice una mueca, sin saber qué hacer. No era que no me fiara de Robert ―porque después de ver lo que le costó decir una mentira, yo nunca volvería a dudar de él 352 otra vez― sino más bien, no confiaba en las reacciones de mi padre frente a sus pensamientos. Salí del coche y salude a Robert cuando se alejó, una sonrisa en su rostro, fue la última imagen de él que quedo en mi mente. Tomé una respiración profunda y camine hacia la puerta principal, la abrí lo más silenciosamente que pude. Me volví hacia la luz de afuera cuando cerré la puerta, y de puntillas en la sala de estar, mi único objetivo era: subir las escaleras hasta mi cuarto. —¿Cómo te fue en el carnaval, Grace? Maldita sea. —Estuvo muy bien, papá. Ganamos el concurso. Papá, con su pijama que le había regalado una navidad alrededor de tres años atrás, se levantó de su sillón favorito y me dio un abrazo. — Me alegro, chica. Stacy me llamó y me dijo que ibas a llegar un poco tarde, que estabas con Graham ya que Robert estaba fuera de la ciudad o algo así. ¿Stacy había llamado? ¿Ella estaba cubriéndome? La idea me calentó en el interior, justo cuando pensaba que había experimentado todo lo que debía sentir una novia, algo nuevo apareció. —Sí. Robert está de vuelta, sin embargo. Estaba con un amigo de la familia hoy, pero regresó poco tiempo después del anuncio del ganador. —Me apresure. Fruncí el ceño ante las palabras que salieron de mi boca. Era como si tuviera una obligación de decir la verdad, ahora más que nunca. Empecé a rezar en silencio para que no me preguntara sobre lo que ocurrió después de que Robert regresó. —Bueno, es tarde y tengo que trabajar mañana. Sólo quería asegurarme de que llegues bien a casa. Te veré en la mañana, Grace. Mi cabeza se alegró y dije rápidamente: —Está bien papá. ¡Buenas noches! Vi mientras caminaba por las escaleras, sus pasos pesados con un propósito. Alivio y confusión batallaron para ver cuál sentiría en primer lugar, pero antes de que el ganador pudiera decidirse, empecé a sentirme muy mareada. Apagué las luces de la sala y subí las escaleras hasta mi cuarto. Cerré la puerta y me prepare para ponerme el pijama. No me había dado cuenta hasta que vi mi reflejo en el espejo, estaba recuperando un cambio de ropa, el disfraz ya no era blanco, y definitivamente parecía que había visto las esquinas de demasiados objetos. Yo estaba tan agradecida, que envié una silenciosa oración de agradecimiento porque papá estuviera demasiado cansado para que notara el daño en el vestido. 353 Después de cambiarme, me senté en la cama y espere, mirando hacia la ventana esperando a Robert que apareciera. Se sentía diferente esta vez, casi nuevo. Sentí que mis ojos comenzaban a cerrarse, la fuerza de la lucha contra el agotamiento y mi deseo de permanecer despierta. Forcé mis párpados a que se abrieran en un intento desesperado para mantenerme despierta, y reconocí la lenta expansión de niebla arrastrándose a través de mi ventana. No era el gris al que estaba acostumbrada, pero un siniestro negro, me sacó de la cama antes de que pudiera detenerme. La niebla se arremolinaba alrededor del negro suelo de mi dormitorio, se metió debajo de mi cama, y, por último, alrededor de mí. Sentí los mechones suaves y a su vez sólidos cuando el abrazo se hizo fuerte y posesivo. —¿Estarás castigada hasta que tengas treinta? Me reí. Soné tan picante y femenina, que de repente me detuve. —No. —Ladee la cabeza hacia un lado, sin comprender qué es exactamente lo que estaba mal en mí. Creo que la respuesta a esa pregunta es que finalmente estamos seguros de cómo me siento, y no es nada que debemos temer en absoluto. Bueno, él tenía razón en eso. Ahora lo sabía, sabía que me amaba, y ese sentimiento enviaba una carrera de pulsaciones dentro d mí. Fue saber que me querías lo que me hizo sentir mareada y femenina. Cómo es de extraño el amor. Siempre había sabido que iba a cambiar en algunos aspectos, pero no esperaba esto. Mi amor por él me había puesto un vestido. Su amor por mí me hizo reír como si yo fuera una niña. No estaba segura si estaba encantada con esa parte. Grace, estás siendo ridícula. Vamos, quería hablar un poco más sobre lo que pasó esta noche. Había algo que quería decirte que debería haberte dicho antes de que nada de esto hubiera empezado. Asentí con la cabeza, lo que le permitió tirar de mí hacia atrás contra su pecho, y escuche como sus pensamientos fluían a través de mi mente. Quería hacerte saber que estuvo muy mal haber tenido celos de Graham. Tengo que admitir que cuando los vi a los dos esta tarde, al ver cómo estaban abrazados, y disfrutaban de su compañía uno del otro, me sentí muy enojado, muy celoso. Pero también escuche las palabras que te dijo, y me di cuenta que estaba siendo un tonto. Lejos, mucho más tonto de lo que cualquier ser humano pueda imaginar, por permitir mi incapacidad para contener mis emociones y dictarte cómo vives tu vida. Es especialmente malo lo que he hecho, cuando sé lo que pasará cuando reciba mi Llamada. Tendrás que soportar constantemente, que te deje por razones que no será capaz de explicar… 354 —No tendrás que explicarme, Robert. Dios mío, te vi morir en mis brazos No hay nada más en mi mundo —o en el tuyo— que jamás pueda hacerme sentir tan sola y desamparada como en ese momento. Creo que puedo tratar de hacer lo que estaba destinada a hacer si sé que vas a venir de nuevo a mí. —Me volví en sus brazos para mirarlo. Hubo un determinado obstinamiento en su mandíbula, pero también tenía una sonrisa que muy posiblemente fundía cada hueso de mi cuerpo, incluyendo los que se habían curado. Grace, ¿qué clase de vida normal es esto? ¿Qué chica de diecisiete años de edad, tiene un novio que sigue dejándola, por razones que no puede explicar? Me di vuelta para quedar completamente frente a él, y tome su cara entre mis manos. —Esta chica de diecisiete años de edad, tiene un novio que no dejará de hacer lo que debe hacer desde que nació, estaré a la que espera de que vuelvas. Robert, sé que decía que quería una vida normal, pero creo que no pude comunicártelo. Normal es tener amigos, y enamorarse de alguien que te quiera. Tengo más que eso. Te tengo. Si no me quieres, si tú no me quieres en tu vida, entonces vas a tener que decirlo, de lo contrario me tengo que quedar contigo para el resto de mi vida. Robert se inclinó y puso sus manos en mi cara. ¿No me quieres en tu vida? ¡Tú eres la razón por la que existo! Con nuestros rostros a pocos centímetros de distancia, no podíamos esconder nuestras emociones. Podíamos ver en los ojos del otro, lo veo en nuestras sonrisas. Me soltó y cerré los ojos mientras me besaba suavemente en los párpados, uno tras otro. Sentí su mejilla contra mi frente, y le oí suspirar, sintiendo el golpe de su aliento en mi piel. No sé cómo pero esto es increíble. Puedo sentir la sangre por debajo de tus párpados, siento que tus ojos se mueven por debajo de ellos. Él trajo su cara hacia abajo contra la mía de nuevo y me rozó la nariz con la suya. Con una exhalación suave, besó la punta de mi nariz, y luego rozó la nariz contra mi mejilla. En todas partes que me toco con su nariz, me besó. Una, dos, incluso tres veces, cada suspiro, como si fuera un primer beso. Por supuesto, suspiró, también. No fue como la primera vez. Había muchas cosas más.... Había más. Cuando llegó a mis labios, sólo sentí cosquillas en la esquina de mi boca, y luego muy a la ligera la rozó con sus labios. No fue diferente a todos los besos que ya habíamos compartido, pero había algo escondido detrás de él, algo que yo podía sentir que me causó un escalofrío que corrió hasta mi columna vertebral. Aspiré su aroma celestial mientras exhalaba lentamente, antes de inclinarse y cuidadosamente moldear sus labios con los míos. 355 Yo había conocido antes la exquisita alegría de los besos de Robert y había sentido la electricidad y el fuego que corría por mi cuerpo, debajo de mi piel, a través de mis miembros con cada uno de sus besos, cada uno de sus abrazos. Pero esta vez... esta vez se sentía como si mis huesos se hubieran desvanecido, y el calor blanco de mi núcleo se hubiera reemplazado con fuego puro, fundido. Como siempre, tenía problemas para respirar, él se detuvo, y ni siquiera fui capaz de respirar hasta que él me besó de nuevo. Traté de levantar las manos y enredarlas en sus cabellos, queriendo acortar la distancia, estar más cerca —la necesidad de él, envolvió una necesidad dentro de mí tan fuerte, sabía que me iba a ahogar en ella— pero fueron detenidas firmemente en su lugar. Gemí de angustia cuando Robert se alejó de mí, una mirada extraña cubría su rostro. Esto es peligroso. Yo sabía que lo era. Los dos estábamos sin aliento, y yo estaba dispuesta a permitirle rasgar mis brazos si eso significaba que volvía a besarme otra vez. Grace, estoy hablando en serio ahora. No sé cómo manejarlo —estos sentimientos son nuevos. No sé qué hacer, yo nunca pensé que sería capaz de sentir tanto, se sienten tan intensos. Tus sentimientos se mezclan con ellos también, y es una combinación —es sólo tan fuerte. —Tú eres fuerte. Creo que lo soy lo suficiente para ser una humana. Vamos a ser fuertes juntos. —Jadee, y me incline para besarle la barbilla. Se rió en voz baja, pero se apartó. Grace, por favor. Permíteme un cierto tiempo para acostumbrarme a esto. Te prometo que no será como la última vez que tenía que acostumbrarme a mis emociones Sabiendo que en realidad no había nada que pudiera hacer para cambiar su mente, suspiró y se relajó, mi corazón siguió corriendo y mi respiración todavía estaba acelerada, con el conocimiento de que lo estaba afectando de la misma manera que él me estaba afectando a mí, de la misma manera que siempre me había afectado. Estoy mucho más afectada, de lo que tú puedas saber. Se echó hacia atrás y me llevó con él, apoyando mi cabeza sobre su pecho. Puse mi mano sobre el lugar donde estaba su corazón, me invadió una profunda tristeza al darme cuenta del sacrificio que había hecho sólo para vivir. Puso una mano sobre mi cabeza, y tomó una respiración profunda, exhalando un perfume cálido contra mi oído. —No voy a perder. —Su voz es el sonido único que necesito escuchar para saber que estoy viva. *** 356 Volvimos a la escuela el lunes siguiente como dos personas diferentes. Mientras que antes, íbamos juntos, pero sin tocarnos, o nos sentábamos en clases con nuestros cuerpos hacia adelante, pero nuestros rostros se vueltos hacia los demás, ahora Robert tomaba mi mano mientras caminábamos. Sus castos besos en la frente se mantuvieron, pero ya no se sentían de la misma manera. No importaba que él todavía tuviera que darme un beso en los labios de nuevo, después de la noche de Halloween. Me había enfrentado a perderlo para siempre. Pocos días o semanas, no iban a hacer gran diferencia. Y el lunes tenía algo para mí, que había querido desesperadamente. Robert y Graham de alguna manera llegaron a un acuerdo sobre sus diferencias. —Gracias, por hacer lo que hiciste por Grace —Robert le dijo durante el almuerzo. Él se había acercado a la mesa de fútbol conmigo a cuestas, y le tendió la mano a Graham—. Eres su mejor amigo. Tenía razón cuando dice que se puede confiar en ti, y ahora sé que cuando dice que tú puedes ser así, ella tiene razón. Graham se puso de pie y me miró tímidamente estaba de pie detrás de Robert, mi cara se asomaba desde debajo de su brazo. Él me guiñó un ojo y tomó la mano de Robert en la suya. —No hay problema —quise decir lo mismo, también—. Me alegro de que seas capaz de hacerla feliz de la manera que yo no puedo. No creo que la merezcas, por supuesto. No creo que nadie realmente la merezca. Sin embargo, no puedo odiarte por eso. Con los dos sonriendo, era fácil imaginar que podrían ser amigos, los dos chicos más guapos en la escuela, un rubio efervescente, y el otro oscuro y melancólico. Volví a sentir esa burbuja de vértigo, y por fin, vi como caían en su lugar los pedazos de mi vida. Ser normal se siente muy bien de hecho. El resto de la semana transcurrió en una nebulosa. Nos habíamos amontonado en nuestro pequeño grupo, durante el almuerzo y Graham estaba con nosotros ahora que la pelea entre él y Robert había llegado a su fin. Lark lo tenía todo, pero abandonó la pandilla de chicas que había seguido todo el tiempo como patito, para sentarse con nosotros, y Stacy se había tragado lo suficiente su fastidio por Graham, como para ser capaz de reírse de vez en cuando, cuando se hacía una broma. Este grupo finalmente pasaba por mi casa después del colegio, con Graham y Stacy después de sus respectivas prácticas. Stacy había insistido en que comenzara a tomar clases de Tae Kwon Do. Por supuesto, cuando le dije sobre el pago, casi se resistió. —¿Tengo que limpiar el suelo? 357 Stacy sonrió con satisfacción. —¿Qué? ¡Lo hago todos los días! Al menos de esta manera, me puedes ayudar y vamos a terminar más rápido. ¡¿Ven?! Dijiste que querías aprender, y ahora puedes de forma gratis te dije que te daría un descuento. No te dije que no te costaría un poco de esfuerzo. —Eso no es gratis. —Murmuré, pero accedí a iniciar la semana siguiente. Yo no estaba preparada para el cambio drástico en Stacy cuando me presenté a mi primera clase. De pie entre niños de cinco y seis años de edad, me sentía tonta, pero estos niños habían estado con Stacy por lo menos un mes, y ya estaban mucho más informados de lo que era y nunca parecían dejar de señalármelo. Me tomó la primera semana completa aprender los términos y los comandos, por no hablar de los movimientos y posiciones. Calculé que me llevaría hasta mi vigésimo primer cumpleaños poder ponerme al día con el nivel en que estaban ellos ahora. Y, como si no fuera suficientemente malo tuve que aprender básicamente con los niños que eran mucho más expertos en esto de lo que lo era yo, tuve que practicar lo que estaban aprendiendo con Stacy, quien sabía podía sacar un mariscal de campo sin tocarlo. Era como vivir en una comedia, y yo era el chiste. En Acción de Gracias, me parecía a una berenjena caminando. Nunca me había sentido tan molida e inútil en mi vida. Robert quería curarme después de cada práctica, pero insistí en que me dejara sanar por mi cuenta. No era tan malo, de verdad. Por alguna razón, el dolor era mucho más fácil de llevar de lo que había pensado. Después de un período especialmente duro, pensé de nuevo en el golpe con el que me había arrojado sobre Lark, y recordé cómo había sorprendido a Robert que no había sentido ningún dolor. A pesar de que estaba dolorida y rígida, sabía que me había sentido peor. Debería haber estado incapacitada de alguna manera, porque Stacy no se había forzado durante el combate. Lo pude ver en la intensidad de su rostro, y la forma en que su cuerpo se movía con demasiada facilidad. En el día de Acción de Gracias, Robert, Ameila, y Lark llegaron a mi casa para la cena, cada uno de ellos traía una cazuela de algún tipo; Janice los había invitado, insistiendo en que ahora eran parte de nuestra familia. A Robert le gustaba esa idea, y reconocí para mí misma que me gustaba el sonido de eso también. Los seis repartidos por todo el salón y la cocina, comiendo, cocinando, y hablando, hicieron que la casa se llenara con un calor que no había visto en mucho tiempo. Podía sentirlo, absorbiendo la conversación y la emoción que había estado ausente durante tanto tiempo. Nuestra acogedora casita necesitaba eso, me di cuenta. 358 Cuando todos nos sentamos alrededor de la mesa plegable que papá había instalado en el comedor, me di cuenta de lo agradecida que estaba. Tanto es así que cuando empecé a hacer la oración de Dar las Gracias, todo lo que pude decir fue: —Sólo lo estoy. —Bueno, eso es... ehm, muy bonito, Grace. —Murmuró papá. Robert me guiñó un ojo y me apretó la mano debajo de la mesa. —Estoy agradecido con usted, Sr. Shelley, y con la madre de Grace, por traerla al mundo. Ella ha cambiado mi vida, y no puedo empezar a expresar mi agradecimiento a ustedes por hacer eso posible. Papá parecía inflarse de orgullo por las declaraciones de Robert y Janice sonrió a su reacción. —También estoy agradecida con tu padre, Grace —habló Amila, y levantó su vaso de agua con papá—. Usted nos ha bendecido con su hospitalidad, y pido que su hogar sea siempre bendecido con abundancia amor y calor, como el que sentimos hoy aquí. Papá miraba hipnotizado a Ameila, como la mayoría de los hombres, y levantó la copa, y tartamudeo: —Gracias. —Con nerviosismo tomando un sorbo de agua. Janice parecía divertida por la escena y se volvió hacia Lark, esperando oír por lo que estaba agradecida. —Estoy agradecida por conocer a gente real que no quiere nada de mí que no les puedo dar. —Fue breve. Fue Lark. —Bueno, supongo que eso me deja a mí, ¿eh? —Janice se echó a reír—. Estoy agradecida por esta oportunidad de tener una familia, con James y Grace, y con el nuevo bebé en camino, también. También estoy agradecida de que ustedes estén aquí, Señora Bellegarde, así como sus hijos, que tienen una parte importante en la vida de Grace. —Ustedes han hecho tanto por nosotros, sólo por estar allí para Grace, y no creo que James o yo pudiéramos pagarles nada de eso. Yo también creo que sería seguro para mí decir que la madre de Grace les daría las gracias también. Y, estoy agradecida contigo, Grace. Si no fuera por ti, yo no estaría aquí hoy. Yo sé lo que te tomó recibirme en tu vida, y por eso, siempre, siempre estaremos agradecidos. Podía sentir el rubor en mis mejillas cuando las palabras me recordaron lo estúpida y egoísta que había sido. Me volví para mirar a Robert, recordando, el que el día que había sido el punto de inflexión en mi relación con Janice había sido también el día en que lo conocí. Había cambiado mi vida de muchas maneras, en un espacio de tan corto de tiempo, 359 parecía que no había tiempo suficiente para apreciar o experimentarlo todo. No estaba a punto de perder un solo momento. El resto de la comida se llenó de la ligera conversación entre Ameila y Janice. Papá y Robert discutían las virtudes de las transmisiones estándar frente a los automáticos, y Lark y yo nos quedamos con nuestra propia conversación silenciosa. Entonces, ¿cómo es patearle el trasero? Lark me miró, con una sonrisa. Va. Me respondió, levantando el brazo para mostrar el buen puñado de golpes que se propagaban a través de ella. Sé que no es tan bonito como el tuyo, pero aun así es bastante divertido empujarte y ver el cambio de color. Me lo demostró presionando mi dedo, haciendo que el color morado se fuera, dejando atrás un pequeño punto amarillo que se desvaneció rápidamente a través de los rojos, verdes, y finalmente de nuevo a su original color púrpura cuando me quito la punta de los dedos. Espera ahora, vamos a dejar una cosa clara. Me diste un puñetazo, lo que significa que me diste este pequeño y agradable moretón. Sonreí. No me explico por qué mi mano se magullo de la forma en que lo hizo, sin embargo. Quizás soy un poco alérgica a tí. Ella soltó un bufido. Era una típica respuesta de Lark. Estaba esperando a que me respondiera con algún comentario rápido, pero sus ojos se lanzaron hacia Robert, que se había quedado de repente en silencio. Ameila, también, de repente había dejado de hablar. Papá y Janice se dieron cuenta de la extraña calma que había tomado rápidamente la casa. —Lo siento mucho, Janice, James, pero tenemos que irnos hay algo urgente que tenemos que atender — Ameila dijo en tono de disculpa cuando se puso de pie, Robert y Lark la imitaron sus movimientos con una sincronización perfecta—. Muchas gracias por esta maravillosa comida. Espero que podamos hacer esto otra vez pronto en algún momento. El resto de nosotros se puso de pie, aunque no tan agraciados como ellos. Pude ver la urgencia en los ojos de Robert. ¿Qué está mal? Se volvió a agradecer a papá y a Janice por la cena y luego me agarró la mano, tirando de mí hacia la puerta. Ya es hora. Lo miré, la confusión y el miedo me inundaron de nuevo, en una ola de pánico. ¿La hora de qué? 360 Me tocó la cara con el dorso de su mano, calmando mis nervios. Grace, es la Llamada. Puedo oír el canto. Estoy siendo llamado a las filas. De repente, toda mi afloje por ser buena con él, recibiendo la Llamada era tirado por la ventana proverbial cuando me aferraba a su brazo, las manos de repente manchadas con el nerviosismo y el miedo. ¿Vas a volver? ¿Vas a volver a mí? Bajó su rostro al mío, aún acariciando mi mejilla con los nudillos, y presionando suavemente sus labios con los míos. Ha sido nuestro primer beso en cuatro semanas —y fue en señal de despedida. En ese momento, no me importaba que mi padre estuviera probablemente detrás de mí, o que pudiera parecer desesperada. Tiré mis brazos alrededor de su cuello y me apreté a mí misma contra él. Sentí su cuerpo tenso, y me preparé para su rechazo, me preparé para luchar por unos pocos segundos más de estar cerca de él. En cambio, puso sus brazos alrededor de mi cintura y tiró de mí tan cerca cómo pudo en contra de su marco de sólido acero. Sus labios, una vez en la luz casi imperceptible, se convirtieron en duros e insistentes. Podía sentir el pulso a través de sus labios, llevándose consigo todo mi amor. Cuando por fin se apartó, me di cuenta que no había estado respirando, y abrí la boca, el aire corría por mis pulmones como un agridulce elixir. Sólo habían pasado unos segundos de tiempo, y no había habido pensamientos compartidos, pero sabía que —sabía que esto no era un "hasta luego". Era un adiós. Me paré en la puerta cuando él salió, Lark y Ameila ya en su coche, con los rostros sombríos, sabiendo lo que ya sabía. Sentí las lágrimas fluir por mi cara, lágrimas mezcladas con alegría de que había recibido finalmente la única cosa que realmente nunca había deseado, y lágrimas de tristeza porque no sabía si alguna vez volvería a verlo. Las secó rápidamente y se despidió a medida que las quito. Sabía que esto iba a venir, me dije. Si tenía remordimientos de comprador ahora, era mi culpa. Me quedé en la puerta hasta mucho tiempo después de que se fueron. Convencida de que no había habido error, y que no iba a volver, riéndome de la broma de mal gusto por lo poco que había jugado, cerré la puerta y ayude a Janice a limpiar la comida, metódicamente poniendo la comida en bolsas para congelar. —Grace, voy a lavar los platos. ¿Por qué no te vas arriba y acabas con lo que tienes que hacer? —Sugirió Janice, su rostro una mezcla de preocupación y simpatía. Ella no podría haber sabido lo que estaba pasando, pero sin duda sabía que fuera lo que fuese lo que había sucedido había cambiado las cosas para mí. Poco a poco, subí las escaleras, cada paso cada vez más difícil, mis pies sintiéndose más pesados a medida que iba subiendo. Abrí la puerta de mi habitación con la esperanza de que él estuviera allí, sentado en mi cama como normalmente hacia 361 "una broma" diciendo con los labios. Al ver que estaba vacía, sentí mi corazón hundirse. Debería sentirme feliz por él. Sabía que esto iba a suceder. Lo que no esperaba es que sucediera tan pronto. Me acerqué a la ventana y saqué la cabeza hacia afuera. Sabía que no estaría allí — no había motocicleta, y no había niebla oscura que viniera a buscarme para hacer mejor las cosas— pero todavía tenía que mirar. Me aparte, me senté en el borde de la cama. Había algo arrugado debajo de mí, encontré un trozo de papel. Reconocí la letra de Robert inmediatamente. La fluida escritura era inconfundible. “Espera por mí”. En la cama, donde el papel había sido puesto había algo largo y oscuro. Lo recogí y jadee. Era una pluma negra. Agarre la carta y la pluma contra mi pecho. Él me amaba lo suficiente como para volver de entre los muertos, ¿pero él me ama lo suficiente como para volver a mí desde el cielo? 362 Poe-sía Traducido por Roo Andersen y †DaRkGirl† Corregido por Mari Cullen C omo si nada hubiera pasado, el día después del Día de Gracias empezó con desayuno, seguido por una larga ducha. Tomé mi mochila de libros, fui abajo y entré al garaje. Saqué la bicicleta usada que papá me había comprado para reemplazar a la antigua, me monté, y comencé a pedalear hacia la librería. Era la primera vez hacía meses desde que había montado una, y no me importa como suene. Una puede olvidarse de cómo manejar una bicicleta. Me caí antes de traspasar la entrada de autos. —Estúpida bicicleta. —Gruñí, parándome y limpiando la suciedad y el pasto de mis vaqueros. Levanté la bicicleta y volví a subirme. Unos cuantos —no tan lindos— intentos más, seguidos de unas caídas más horrendas, y estaba a punto de rendirme. Miré a mi alrededor y podía ver algunas miradas curiosas asomándose por las ventanas. Bueno, si me rindiera no sería frente a una audiencia. Levantando la bicicleta una vez más, me subí, y recé: Balance es todo lo que quiero. Puse un pie en el pedal y empujé, y sonreí mientras la bicicleta rodaba con suavidad por la calle. Manejé la bicicleta unas pocas millas por el viejo camino de madera hacia la librería. Si terminaba mi trabajo sobre Poe, necesitaría algunos libros, y el silencio sería agradable. El padre de Graham y algunos de los amigos de trabajo de mi papá irían a casa a mirar los partidos de futbol que se jugarían hoy. Una casa llena de hombres ebrios y gritones, no era mi idea de un buen lugar para escribir un trabajo. Casi sentí pena por Janice, hasta que me dijo que visitaría a su hermana en Newark por el resto del día, y no regresaría hasta tarde. En su lugar, me encontré sintiendo algo de celos por su libertad. 363 Mientras movía mis piernas, llegué al área donde había sido golpeada. Aminoré la velocidad de la bicicleta y me detuve a un lado, mirando a la carretera con la pequeña maquina embarrada. No había postes de luz aquí, pero no había sido golpeada durante la noche, sino encontrada. Me bajé de la bicicleta y me arrodillé para recoger algo que brillaba en la luz de la mañana. Era un trozo de una luz intermitente. No era exactamente difícil de adivinar qué era el naranja y refractivo pedazo de plástico. Lo metí en mi bolsillo para investigarlo luego, volví a montar la bicicleta y continué hacia la librería. Se sintió bien caminar a través de la puerta cuando finalmente llegué después de diez minutos. Aquí me sentía en casa, cómoda entre todos los libros que habían sido mi constante compañía por tanto tiempo a través de mi solitaria infancia, incluso con Graham en ella. Me encaminé hacia el final de la librería, la sección de poesía siendo la sección menos frecuentada, y comencé a buscar los libros que había buscado por Internet esa mañana. Encontrando solo uno de ellos, lo saqué y me acomodé en una silla para empezar a leer. El primer poema era demasiado largo para leer, pero otros que no lo eran no habían captado mi atención. Saqué un cuaderno de mi mochila y comencé a tomar notas, copiando primero el poema, y luego segmentando líneas específicas que resaltaban. La Señorita Maggie se inclinó hacia mí, sus delgadas piernas saliendo de su vestido, y dijo felizmente: —¡Estoy tan contenta de verte aquí nuevamente, Grace! Te ves bastante saludable y animada. No pude evitar sonreírle. Ella siempre era tan dulce y sincera. No había nada que uno pudiera hacer para evitar sentirse “animada” cuando te hablaba. —Gracias, Señorita Maggie. ¿Cómo ha estado? Ella movió su mano, como si quisiera evitar mi pregunta. —Sabes cómo estoy siempre, y aún así siempre preguntas. ¿Qué estás leyendo? Oh, Poe. Ese es bueno. ¿Has leído el primer poema? Es el mejor. Puede llegar a interesarte un poco. — Guiñó un ojo y se alejó, desapareciendo entre los estantes. Dejé el cuaderno a un lado y volví al primer poema en el libro, el cual había evitado porque parecía seguir para siempre. La Señorita Maggie nunca me había encaminado mal en cuanto a cosas para leer, así que tomé su palabra y lo leí. Mientras leía, me di cuenta de que este poema era sobre ángeles, y que ya lo había leído antes. Seguí leyendo y me detuve en un verso que sonaba muy familiar, mucho más familiar que simplemente haberlo leído una vez. Era una familiaridad intimidante. Seguí leyendo, figurando que la memoria volvería si continuaba. Mientras más leía, más personal se volvía el diálogo, y me encontré imaginando que yo era el ángel llamado Ianthe, quien brillaba y estaba locamente enamorada de su ángel amante Angelo. Mi mente me llevó a su mundo, y sentí la increíble 364 emoción que rodeaba a los dos amantes, siendo su amor tan grande, tan demandante de sus energías y atención, que fallaron con su misión de ángeles, y fueron desterrados del Cielo. Me di cuenta que en el fondo, que secretamente deseaba que Robert hiciera lo mismo por mí, por amor. Instantáneamente me llené de vergüenza por mi egoísmo, y cerré el libro, no queriendo leer más sobre ángeles o el precio que uno pagaba por amar mucho a alguien. Robert ya había pagado un precio por amarme. No podía demandar que se sacrificara otra vez porque lo quería cerca de mí. No podía ni siquiera pensarlo. Pero lo hice. Lo pensé, y luego me di un golpe por pensarlo. Debí haberme visto como una completa idiota, golpeándome en la frente y hablando sola mientras lo hacía. Tomando mi pequeño momento de demencia como señal de que era hora de irme, fui a colocar el libro en su lugar, pero encontré que la Señorita Maggie estaba parada allí, sus manos llenas con libros antiguos. —Ah, Grace, ahí estás. ¿Leíste el poema? ¿No es hermoso? Sacudí la cabeza. —No realmente. Creo que hay algunas cosas que no sacrificas por amor. Ella me miró sorprendida. —¿De verdad? ¿Cómo qué, querida? La inhabilidad de mentir me pagó, porque era una pregunta de la cuál quería la respuesta también. —Tus sueños. No sacrificas tus seños por amor. Especialmente, si los has tenido la vida entera. Ella sonrió con sabiduría y me palmeó el hombro. —Sabes, querida, a veces las cosas que soñamos son meramente la forma en que el corazón nos protege de lo que realmente queremos, y de lo que realmente tenemos miedo de perder. La miré mientras ponía los libros en el estante, tomaba el libro que tenía en mis manos y lo acomodaba en su lugar original sin siquiera tener que mirar. Supongo que era lo que venía de ser bibliotecaria por tanto tiempo. —Me voy a ir, así puedo empezar con este trabajo que tengo, Señorita Maggie. Fue lindo verla y gracias por la pequeña charla. Ella movió su mano. —Adiós, Grace. Espero que hayas encontrado lo que estabas buscando. *** 365 Cuando llegué a casa, me apresuré hacia las escaleras, levantando mi mano en un silencioso saludo al coro masculino de “Hey Grace” que provino de la sala, y entré a mi cuarto. Lancé mi mochila en la cama y saqué mi cuaderno, necesitando leer las notas que había hecho. Los poemas que había copiado para mi ensayo ya no me llamaban la atención. Mi mente seguía retornando al primer poema, y cuan egoísta había reaccionado. Era como si estuviera sacando los peores sentimientos posibles que tenía dentro de mí y dejándolos encima de todo lo que me hacía ser quien era. Ahogué todo, y todo en lo que podía pensar era en Robert y yo, cayendo a través del cielo. Arrojé mi cuaderno al piso y hundí mi rostro en la cama. El día había empezado como una misión para completar una tarea, y se había vuelto en una experiencia de vida alternativa donde de repente yo era la mala de la película, y no me gustaba. *** Me tomó una semana hasta que pude terminar el último borrador del ensayo. Tomé una salida fácil, y escribí acerca de Raven y Lenore. Sabía que desaparecería junto a todos los demás ensayos de Raven y Lenore, pero realmente no me importaba a este punto. Solo quería tener la tarea lista y fuera del camino así no tendría que pensar acerca de ningún poema de Poe. Cuando lo entregué, sentí alivio al verlo desaparecer debajo de otro ensayo, exactamente como había esperado. No volví a pensar en eso hasta ese viernes, cuando la Señora Muniz me llamó a su escritorio para hablar de ello antes de comenzar la clase. —Grace, Me gustaría que consideraras hacer este ensayo nuevamente. —Dijo con obviedad, sosteniendo mi pulcramente tipiado y doble espaciado ensayo en su mano mientras lo golpeteaba con otro. Mi cabeza se hizo hacia atrás en respuesta a su sugerencia. ¿Hacerlo otra vez? —¿Hay alguna razón, Señora Muniz? Ella abrió un cajón de su escritorio y apuntó su contenido. Más ensayos. —Tienes un increíble Don para la escritura —una pasión— y aún así no hay ni siquiera una pizca de emoción en esto. Podrías haber escrito también acerca de los hábitos de reproducción de los gusanos. 366 Tomé el insulto con calma porque sabía que tenía razón. No había puesto esfuerzo en la escritura como hice con la evasión de pensamientos que corrían por mi mente. Tomé el ensayo de su mano. —Supongo que puedo hacerlo mejor. Pareció molesta por mi respuesta. —Puedes hacerlo más que mejor, Grace. Si quieres devolver eso, y aceptar la nota que recibirás, entonces está bien. Pero, si quieres entregar algo que te dará la nota que mereces, entonces por favor hazlo. Tienes hasta el final de la semana que viene para decidir. Asentí y regresé a mi escritorio con el ensayo, insegura de lo que haría. La respuesta llegó a modo de Lark, quien me había estado evitando desde que habíamos vuelto a clases después del lunes luego del Día de Gracias. Stacy, quien sabía lo que había ocurrido y había repetido la misma historia que Lark había dicho para explicar la ausencia de Robert en la escuela, estaba actuando como intermediaria, entendiendo que yo estaba llena de preguntas que Lark no podía responder, y Lark estaba llena de preguntas que yo no quería escuchar. Stacy continuaba con clases de Tae Kwon Do con la misma alegre y violenta manera desde la Llamada de Robert, ella estaba dando lo mejor, ó debería decir, estaba más dispuesta a que yo diera algunos buenos golpes sin sentir la necesidad de tener que vengarse de alguna manera dolorosa. —¿Qué pasa, Stacy? —pregunté una vez que la clase terminó y estábamos de manos y rodillas limpiando el piso y las colchonetas—. Usualmente no eres así de… agradable. Tiró su bolsa al piso y puso las manos sobre sus muslos mientras se paraba. —Lark ha estado hablándome para convencerte de que le hablaras. No quiere saltar en tu mente, o aparecer en tu casa, y por eso ha estado hablando en la mía. Tiene muchas cosas que decirte, cosas acerca de Robert. Mi corazón comenzó a acelerarse cuando dijo que Lark tenía que decirme algo sobre Robert. ¿Volvería a casa? Stacy levantó sus manos, su rostro se retorció como si dijera “demasiada información”. —Ugh Lark quiere saber si puede venir y hablar contigo ahora, porque estoy algo cansada con esto de ser operadora de teléfono mental. Asentí, y allí estaba ella, como si hubiera estado ahí todo el tiempo. —¿Te estabas escondiendo en algún lugar cerca, no es así? —Bueno, no soy tan rápida como mi hermano, además tuve que irme al verlas golpearse —replicó. Mirarla era doloroso. Era tan hermosa en su propia manera, pero también tan similar en apariencia como Robert. Tuve que desviar la mirada. No quería ver nada que se apareciera a él hasta que realmente fuera él. No quería 367 arruinar su rostro en mi mente—. Bueno, gracias —resopló Lark—, me alegra arruinar de alguna manera la perfección de Robert. —Ella dio un paso hacia nosotras y Stacy soltó un grito. —¡Quítate los zapatos! ¡Nada de zapatos en el piso! Lark rodó sus ojos y se sacó las zapatillas. Caminó hasta nosotras en sus calcetines, y luego se arrodillo con gracia para luego sentarse de una manera elegante que yo sabía que nunca podría haber hecho. —Quería decirte, Grace, que Robert está volviendo. —¿Cuándo? —Tomé sus brazos, interrumpiéndola, demasiado ansiosa por escuchar un momento, una fecha, lo que fuera. Sus ojos se estrecharon mientras llevaba sus brazos lejos de mi alcance con un movimiento sin esfuerzo que hizo a mi abrazo —el más fuerte que pude haber formado— parecer débil de corazón. —Él no lo sabe a ciencia cierta. Su Llamada no era lo que esperaba. No era lo que yo esperaba, eso es seguro —Detecté un poco de disgusto en sus ojos, pero entonces sus ojos se agrandaron y sonrió ampliamente—. Dijo que te amaba, y que lo verás pronto. Y dijo, léelo de nuevo. —Su sonrisa era contagiosa, se hizo más potente por la noticia de que Robert me amaba —incluso después de alcanzar su sueño más grande— y que vendría a mí pronto. Pero la ultima parte acerca de leerlo de nuevo ¿Qué significaba exactamente? Lark, se encogió de hombros. —Él solo dijo: “léelo de nuevo”. La miré, con la duda escrita claramente en mi cara ¿Cómo no podría ella saber que quería decir? Sacudió la cabeza, molesta por mis pensamientos. —Él está pasando por mucho ahora, mucha información está pasando por su mente, la historia completa de nuestra clase, cosas que solo encontramos después de recibir la Llamada. Hay mucha información ahí para entender, Grace y lo siento si no me detuve y me tomé el tiempo para ver a través de todo y saber lo que quería decir. Inmediatamente triste, estiré mi mano para sostener la de ella. —Lo siento Lark. He sido una ingrata. Estaba tratando tanto en no pensar en Robert, y aquí estas, con tanto de él en tu cabeza. Voy a averiguar lo que quería decirme ¿No debe ser “tan” difícil cierto? Y resultó que no lo era. Al día siguiente. Stacy, Lark, y yo volvimos a la vieja biblioteca. Estaba convencida que lo que sea que fuera, era algo que había leído ahí. 368 Recorrí la sección de ficción, buscando por algo de importancia que pude haber leído. Stacy se sentó en el suelo con un libro en la mano y procedió a leerlo. Le pregunté qué estaba leyendo, y sostuvo el libro hacia arriba. Rodé los ojos. —¿No crees que estás un poco crecidita para eso? Ella sonrió. —Nadie es demasiado viejo para un poco de Seuss. Sacudiendo mi cabeza con incredulidad, me dirigí hacia Lark, quien se había plantado en la sección de poesía. —Encontré algunos libros que pueden interesarte. —Sostuvo un par de libros con portadas desgastadas. Uno de ellos lo reconocí como el libro de poesía que leí la semana pasada. —Ya leí este. —Murmuré. Léelo de nuevo. Confundida, tomé el libro ignorando el otro en la mano de Lark, y fui a buscar mi propio rincón para sentarme. Pasé las primeras páginas, hasta que llegué al primer poema. Era el que había evitado esa primera vez, ese que había vuelto a leer después que la Señorita Maggie, insistiera, ese que me había hecho empezar a imaginar ser suficiente como para dejar el cielo atrás. Me encontré de nuevo inmersa en el ritmo del verso mientras fui arrastrada por la historia de un ángel haciendo lo que le había sido mandado, y dos que no lo habían hecho. Lo leí dos veces, y empecé a leerlo de nuevo por tercera vez cuando algo tocó una fibra sensible dentro de mí. Ese sentimiento de familiaridad que había sentido la primera vez que leí el poema había vuelto, esta vez con mucha más claridad. Pude oír la voz en mi cabeza, ver su rostro. De alguna manera Robert, sabía que había leído el poema, y sabía que lo descubriría. Él me ama me dije a mi misma, mientras pasaba mis dedos sobre las palabras que me había dicho esa noche después de la boda, después de decirle que lo amaba. Esa primera noche había dormido en sus brazos. Había recitado un verso de su poema porque no podía decirme directamente que me amaba. Pero ahora lo sabía. Abracé el libro contra mi pecho, mi nuevo conocimiento estaba profundamente entre nosotros, y miré a Lark. Ella me estaba sonriendo, aliviada de que lo hubiera descubierto. Cuando me dejaron en casa esa tarde para reescribir mi ensayo, mi mente estaba lista para deslizarse en el papel, y pasé las próximas horas escribiendo en la 369 computadora en la sala de estar. Me salté cualquier mención de comida y me reusé a llamar a Stacy y Graham. Iba a completar las veinte páginas esa noche, mientras las palabras aún estaban frescas en mi mente y las emociones aún nuevas en mi corazón. Era algo bueno saber que Robert me amaba. Era algo diferente saber que su amor no había sido algo que descubrió al borde de la muerte, tan romántica como la noción pudiera ser, prefería que fuera algo que hubiera estado dentro de él el mismo tiempo que había estado dentro de mí. Estaba aturdida —ahí estaba esa palabra de nuevo— con mi nueva información recién descubierta. Mientras mi ensayo se imprimía, corrí escaleras arriba para tomar la nota que me había dejado. La había pegado en mi espejo, en ese momento, fue algo masoquista. Prendí la luz de mi cuarto y corrí a tomar la nota, pero no estaba. En su lugar un sobre, había ocupado su lugar. Mi nombre había sido escrito en la misma fluida letra, por lo que lo abrí y saqué la pequeña hoja de papel doblada. Estaré en casa el siguiente viernes. Por favor encuéntrame en el Retreat a las cuatro. Con Amor. Robert. ¡Estaría en casa en una semana! Eso era antes del receso de invierno; el pensamiento de pasar dos semanas con Robert, sin trabas por la tarea y noches de escuela al día siguiente sonaba como mi propio cielo. Puse el pequeño pedazo de papel en el sobre y lo deje en el tocador. Silenciosamente me hice una promesa. No lo tocaría hasta el viernes. Y la mantuve. *** Mi alarma estuvo sonando como siempre lo hacía: ruidosa, y demasiado temprano. Pero hoy era diferente. Salté de la cama, rápidamente recogí mis cosas, y me dirigí a la ducha. Me quedé ahí durante lo que parecieron décadas. En realidad solo fue media hora, lo que usualmente era lo que tomaba antes que el agua empezara a salir fría. 370 Realicé todos los rituales normales de chicas. Que incluían cuchilla de afeitar y espuma en lata. Necesitaba sentirme femenina, aunque fuera sólo debajo de la ropa. Me vestí con un par de Jeans y mi camiseta del esqueleto, y puse mi cabello en una cola de caballo. Con la excepción de la camiseta, estaba vestida de la misma manera que cuando nos conocimos la primera vez, aunque con el clima tan frío como estaba, necesitaría usar una gruesa chaqueta sobre todo. Afortunadamente. No había nevado aún, lo que significaba que no necesitaba botas o guantes. Corrí escaleras abajo para tomar un rápido plato de cereal y me lo comí de pie, apoyada en el mostrador mientras Janice entraba a preparar el desayuno de papá. —Te levantaste temprano. —Ella dijo, bostezando. Asentí, mi boca estaba llena de leche y cereal Flakes. Terminé y lavé mi plato, dejándola freír los huevos y el tocino antes que mi estomago comenzara a quejarse sobre mi elección de desayuno. Estaba a mitad de las escaleras cuando papá comenzó a bajar. —Te levantaste temprano chica, debe ser un día importante. Me tragué la sonrisa que quería expandir a través de mi cara con entusiasta alegría. Luciría más psicótica y llena de éxtasis. Simplemente asentí rápidamente, y continúe hacia mi cuarto. Tomé el sobre con la nota de Robert del espejo y lo puse en mi bolsa de libros. También puse la pluma de Robert —la que había estado guardando bajo mi almohada— en mi carpeta, y la coloqué en mi bolsa de libros. Me senté en el borde de mi cama y miré por la ventana. El cielo estaba cambiando de los morados y azules al ruborizado rosado y naranja de la mañana. El reloj en el tocador daba las seis y media. Eso me daba al menos una hora antes que Graham llegara a recogerme —aún no había podido encontrar a quien le había dicho que Robert se iba, pero había aparecido ese primer día de vuelta a la escuela después de Acción de Gracias y estuvo así desde entonces— y conducir ambos hacia la escuela. Después de que él comiera su segundo desayuno por supuesto. Volví a revisar que mi ensayo estuviera en mi carpeta y satisfecha de que tenía todo lo que necesitaría, bajé las escaleras para esperar a Graham, abriendo la puerta de la cocina… para dejar salir el humo, le dije a Janice, sonriendo mientras veía la luz venir de la casa de los Hasselbeck. *** 371 La escuela el día antes de vacaciones siempre se sentía más como una fiesta. Los profesores eran indulgentes en formas que nunca serían en un día normal. Las reglas no había sido rotas o dobladas, fueron tiradas por la ventana o destruidas y borradas completamente de los libros. Las campanas que sonaron al comienzo y final de las clases no fueron más que una mera molestia, mientras todos pasábamos aburridamente de una clase a otra. Durante el almuerzo, Lark parecía molesta porque Robert no le hubiera dicho sobre venir esta tarde, y usó toda su molestia contra casi todo lo que pudo. Molestó a Graham por elogiar su acento Británico y criticó a Stacy por ser desagradable con Graham. Ambas cosas siempre la complacían antes, por lo que fue especialmente impactante escucharla pedir que se detuviera. A medida que el final del día se acercaba, la emoción en la escuela estaba en su apogeo. La única vez que rivalizaba con esto era el último día de clases, y eso aún estaba a más de seis meses. Entregué mi ensayo a la Señora Muniz en el cuarto periodo, quien parecía complacida después de revisar los contenidos, e incluso le sonreí al Señor Branke, quien hoy no estaba en su estado sentimental. Eso era motivo suficiente para ser caritativo. Sexto periodo: clase de teatro con el Señor Danielson. Pasó actuando villancicos en diferentes estados de ánimos y acentos. —Otro ejercicio de humildad. —Nos dijo el señor Danielson. Era definitivamente un ejercicio, tratar de cantar villancicos como si se tratara de una marcha fúnebre y no una melodía alegre. Cuando la campana final sonó, la escuela se vació rápidamente, todos emocionados por las compras de navidad, fiestas y desfiles. Salí corriendo de la escuela y me dirigí hacia el carro de Stacy. Ella había aceptado dejarme donde encontraría a Robert, incluso aunque estaba en la dirección opuesta de la escuela de Tae Kwon Do. —Gracias Stacy. Realmente aprecio esto. —Le dije mientras se detenía en el estacionamiento. Sus labios formaron una sonrisa a medias y se encogió de hombros. —Oye, al menos una de nosotras va a ser feliz hoy. La vi agarrar el volante con fuerza, sus nudillos se estaban volviendo blancos mientras luchaba con algo dentro de ella. —¿Qué pasa Stacy? —Solo estoy molesta por la manera en que Lark ha estado desde que le dijiste que Robert volvía. Ella no sólo esta verbalmente molesta, también esta mentalmente 372 molesta. No parece darse cuenta que sus pensamientos son peores que cualquier otra cosa. Entendí lo que quería decir. Lark podía controlar lo que salía de su boca, justo como los demás, pero sus pensamientos corrían libres. Y si tuviéramos acceso a escucharlos, algunas veces sería demasiado duro de lidiar para una persona normal. Una vida de ser objeto de burla me había dado una pequeña ventaja sobre Stacy, pero sabía que dolía. Situé mi mano en su hombro y apreté tranquilizadoramente. —Se que ella no quería lastimar tus sentimientos Stacy. Stacy me miró, sus ojos estaban rojos con lágrimas. —Mis sentimientos no son los heridos, Grace. Ella está haciéndome daño psíquicamente cuando piensa en Robert volviendo y no avisándole. Mis ojos se ampliaron en sorpresa. —Ella no debe estar consciente de estar haciéndolo, Stacy. Asintió en un movimiento más condescendiente que cualquier otra cosa. No pude hacer otra cosa que abrazarla. —Eres una buena amiga Stacy. Gracias por ser la mía. Me abrazó de nuevo, su sonrisa teñida con un poco de tristeza. —En cualquier momento Grace. Salí del coche, mirando el pequeño reloj en la radio mientras lo hacía, y cerré la puerta. Observé cómo se marchaba y luego caminé hacia la banca donde Robert y yo tuvimos nuestra primera charla. Donde aprendí por primera vez que podía leer mis pensamientos. Donde supe por primera vez que me había enamorado de él. Esa pequeña revelación trajo una sonrisa a mis labios, porque no era un tonto enamoramiento de adolescente. Era real ¿Qué otra cosa podría haber traído de nuevo a mi corazón de la fría y negra muerte que había sufrido? Miré el sol en el cielo. Se retiraba lentamente en algunas nubes ligeras, la luz de la tarde bajaba mientras el clima daba un indicio de que las cosas no iban a estar claras por mucho tiempo. El reloj en el carro de Stacy había dicho que era un cuarto pasadas las tres. Tenía cuarenta y cinco minutos antes que Robert apareciera. Cerré mis ojos contra el calor de los rayos del sol y pensé en Ianthe y Angelo mientras las nubes se movían a través del cielo, llevando con ellas cada minuto hasta que me reuniera con mi propia estrella caída. 373 Revelación Traducido por cYeLy DiviNNa Corregido por Mari Cullen E speré a Robert hasta que el sol casi se había puesto. Esperé a que su recuerdo me llenara con su amor. Yo esperé a que él envolviera sus brazos alrededor de mí y me diera un beso alejando toda la inquietud que se había instalado a mí alrededor desde que me había dejado. No me había dado cuenta de lo increíblemente carente que me sentía sin él cerca, la forma en que había cambiado. Era como si hubiera dos Grace, y la que estaba aquí era más que la fotocopia: plana, a 2D, y monocromática, mientras que la Grace real estaba fuera flotando en algún lugar con un ángel hasta las estrellas y las nubes. Y yo envidiaba a esa Grace. Yo la odiaba, también. Cuando el último de los rayos del sol, que sucumbieron a la atracción siempre constante de la noche, finalmente perdió su control sobre el horizonte, y los colores del cielo cambiaron a un hermoso rosa y el naranja del atardecer al malva y violeta del crepúsculo, cuando las luces del estacionamiento, automáticamente aparecieron iluminándome con el brillo falso que nos hacía parecer enfermos y muertos, me puse de pie. Él no iba a venir. La decepción se apoderó de mí, empapando mi piel con vergüenza, mis mejillas picando de cólera, y las lágrimas desbordándose en mi cara aunque me había prometido hace una hora que no lo haría. No podía permitirme el lujo de estar molesta por esto. No era como si él no me estuviera dando el cambio en el Dairy Queen, tenía que recordármelo a mí misma. Esto era algo para lo que él había nacido y que tenía que hacer, nació para cumplir. Era su destino, mucho antes de me hubiera conocido, y pasaría mucho tiempo después de que hubiera muerto. Yo no podía hacerle demandas a él, o tener expectativas de que él sería capaz de hacer todo lo que dijo cuando había algo mucho más importante que yo de lo que tenía que ocuparse ahora. 374 Suspirando, me agaché y busqué mi mochila. Cuando no la sentí, miré debajo de la mesa —detrás de ella— pero no estaba allí. Los tópicos de las novelas y películas sobre el vello en la parte posterior del cuello levantándose cuando algo no está bien deberían ser tomados más en serio, porque de repente me di cuenta de que no estaba sola cuando ese mismo sentimiento, espeluznante, apareció en el mío. Oí la corriente de aire detrás de mí y mi corazón empezó a correr. —Rob… —Me volví en busca de sus ojos tan familiares y me detuve. No eran plateados. No era Robert. —Sam —dije, aturdida—. ¿Qué estás haciendo aquí? Él me sonrió... astuto y siniestro. Me estremecí, pero no por el frío repentino en el aire. —He venido aquí para decirte que Rob no viene. —Ya me imaginaba que era algo más, Sam —dije, molesta por la forma en que me miraba—. Estaba a punto de volver a casa. Cuando hables con él, dile que… no, no te preocupes al respecto. —Cambié de opinión acerca de darle un mensaje para que le diera a Robert. Sabía que probablemente nunca le llegaría de todos modos. Miré hacia abajo en las manos de Sam. Tenía mi bolsa de libros en una y la pluma que Robert me había dejado en la otra. Su color negro brillante contrastaba dramáticamente contra el blanco prístino de la ropa de Sam. Noche y día. El bien contra el mal. Pero Robert no era malo ¿qué faltaba? Eché un vistazo a la cara de Sam y era como si hubiera hecho la misma comparación, porque sonrió de tal manera que sentí el pelo en la parte de atrás de mi cuello levantarse. Mi mano automáticamente se acercó a ellos tocando mi piel, como si estuvieran pegando hacia arriba, con una bandera de advertencia a todos los que pasaban por allí. Pero ningún ser humano se habría dado cuenta de la reacción. Era demasiado pequeña para ser otra cosa que una sensación que me sacudí como tonterías. —Tengo que seguir adelante ahora, Sam. ¿Podría tener mis cosas de vuelta? —Le dije, no queriéndome quedar alrededor más de lo necesario. Sostuve mi mano expectante, un suspiro de impaciencia salió mientras lo hacía. Impaciente era mejor que molesta. Sus ojos dorados habían empezado a calentarse, el metal duro y frío en ellos se convirtió en líquido. —¿Por qué tanta prisa, Grace? —Preguntó, su voz chorreando dulzura artificial, la sacarina en su falsedad. 375 No queriendo mostrar el miedo repentino que se había apoderado de mí, señale a mi bolsa de libros, como si la respuesta a su pregunta fuera más que visible. — Tengo que caminar hasta casa, Sam, y no es como yo si viviera justo bajando la calle. Podía sentir los latidos de mi corazón recogiéndose, el nerviosismo y el miedo empezaron a desbordar mis pensamientos afectando su ritmo. Caminé hacia Sam, mi mano extendida, temblando. —¿Podrías darme de vuelta mi mochila, Sam? — En lugar de la mochila, me entregó la pluma. Fue entonces cuando me di cuenta de que la luz desde el estacionamiento estaba echando mi sombra sobre la hierba. Se extendía ante mí, llegando sus dedos oscuros hacia la banca y los árboles. Estaba solo. —Tú… tú no tienes sombra. —Yo respiraba. Las palabras, increíbles, sin embargo, la ausencia de las suyas lo confirmó. Él asintió con la cabeza, sorprendido por mi reacción, pero sabiendo que el camino de mi mente me estaba llevando adelante. —Tú eres... uno de los oscuros. —Susurré de nuevo, más una revelación que una acusación. Mi mente corrió de nuevo a cuando Robert me dijo que los ángeles oscuros no tenían ninguna sombra porque todos ellos eran oscuridad y no podían dar forma a la luz de la manera en que otros podrían. Busqué en el césped una vez más por todos los signos reveladores de una sombra, todo lo que calmaría las acusaciones gritando en mi cabeza… no los hallé. Se inclinó entonces, flexionando la rodilla izquierda, y tirando la pierna derecha detrás de él. Tenía un brazo cubriendo a través de su abdomen, mientras que el otro se levantó a su lado. Fue muy elegante, el arco caballeroso, pero me olvidé de todo eso cuando empezó a hablar. —Uno de los muchos ángeles de la muerte, a tu servicio. —Dijo, su oscura sonrisa, su voz burlona. Di un paso atrás, una descarga enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Mi sangre, sintió un frío. Se sentía como si fuera un engrosamiento debajo de mi piel. ¿Cómo podría Robert haber sido amigo de él? Los había llamado malos. ¿Cómo iba a llamar a alguien que estaba mal, su hermano? Lo miré, su bello rostro, y me pregunté cuántas personas habían sido engañadas por la belleza de estos traidores. Robert había sido uno de los muchos, sin duda. Los errores de Sam le habían costado a Robert su corazón, y si estaba dispuesto a hacer eso a alguien que lo llamó hermano, de repente estaba muy sospechosa de lo que pensaba para mí. —No me puedes tocar —le dije, mi voz quebrada en miedo—. 376 Lark y Robert me dijeron que hay leyes que hay que seguir, las reglas no se pueden romper. —Yo no tengo que tocarte, Grace... para matarte. ¿Robert no te dijo que no estamos sujetos a las mismas reglas que el resto de ellos? —Sonrió, el brillo diabólico en sus ojos fue lo que hizo que recuperara el aliento cuando casi me atraganté con sus palabras. Di otro paso atrás, mientras tomaba uno hacia mí. —¿Por qué? ¿Qué estás haciendo aquí, Sam? Se encogió de hombros. —Estaba aburrido. La forma en que lo dijo —su tono afectado— era demasiado perfecta. Él estaba mintiendo. —Pensé que los ángeles no podían mentir. —Dije, la acusación clara en mi voz, mientras trataba de alejarme de él. Él se rió, pero la molestia era fácil de ver en su rostro, y escucharla en su voz. No le gustaba el hecho de que yo ya sabía mucho acerca de su especie, su mundo. — Chica tonta. Una de las cosas que puedo hacer, y hacer con facilidad, es la mentira. Es todo un Don mío, en realidad —dijo, una sonrisa malvada que provoca a los labios retraerse, revelando la astucia de sus dientes, como si su boca se hiciera agua por algo—. Y no preocupes tu tonta y pequeña cabeza acerca de esas tonterías de los portadores de alas. Nadie me va a castigar por eliminarte de esta vida, Grace. Tu pequeña alma no es tan valiosa como piensas —estuve mirando como la punta de la lengua se asomó desde detrás de los dientes para tocar la punta afilada de un incisivo, la esquina de su boca se encrespó para arriba cuando lo hizo—. Ha sido divertido ver tu tonto y pequeño romance, sin embargo, si eso sirve de consuelo para ti. Así que a diferencia de todas las demás chicas de esta tierra, tú eres, sin embargo, parecida a ellas. Tan rápida para caer en lo que creo es el amor. Así de rápida es la caída de ellas. No sé qué es el amor, cómo se puede grabar dentro de ti por una eternidad, cómo te cambia físicamente, en algo que nunca se puede revertir. —Dio a entender sus palabras de pérdida y dolor, pero no fui lo suficientemente valiente como para preguntar de qué estaba hablando. En su lugar, tome una ruta diferente, poniendo mis manos en mis caderas, en desafío. —No sé lo que se siente amar a alguien por una eternidad, Sam, pero sé que si fuera posible para mí hacerlo, me gustaría amar a Robert por lo menos ese tiempo. Y, contrariamente a tu estado de cuenta, soy completamente consciente de cómo el amor puede cambiar a alguien físicamente, porque su amor por mí me ha cambiado físicamente. Pero no es obvio para alguien que ha vivido durante siglos en su propio ideal y pequeño mundo. Es irónico que con tus increíbles regalos, no puedas ver eso. —Mi voz era triste. Yo no había querido que lo fuera, pero la tristeza estaba allí mismo. 377 Él miró de reojo a mi pequeño discurso, no se encontraba afectado. —Lo dices, como si en realidad hubieras cambiado de alguna manera. ¿Crees que la manera de sentir algo de alguna manera, eclipsa la forma en que nos sentimos? ¿Qué puede alterar su constitución misma de la forma que puede por nosotros? —él se burló, los labios tirando a lo largo de un gruñido de rabia—. Eres patética No has cambiado físicamente, chica estúpida Tus hormonas solo están trabajando horas extras. Él ni siquiera se ha acostado contigo todavía... ¡Veo eso con toda claridad! —Sus ojos recorrieron de arriba a abajo mi cuerpo, haciéndose eco de su risa que nos rodeaba, era tan fuerte. Casi me sentí violada por la forma en que sus ojos se detuvieron en ciertas partes de mí, y me enfureció la forma en que él podría seguir hablando cuando lo hizo. Cada palabra se sentía como un clavo que se golpeaba en mi corazón y mi dignidad. Él vio el dolor en mi cara, y se aprovechó de ello. —¿Lo ha intentado? ¿Ha hecho algún intento de seducirte, Grace? ¿No te encuentra propicia a la cama? Yo no quería responder, pero no podía negarme a mí misma que no lo había, nunca lo había intentado. —Ahhh... y probablemente crees que es porque eres humana, ¿correcto, niña tonta? —Sonrió de nuevo. Esta vez respondí: —Yo sé que él ha estado con otras. Me ha dicho todo. ¡Y no creo que eso sea asunto tuyo! —Traté de evitar que sonara herida por sus declaraciones, pero no pude dejar de percibir la leve verdad en la insinuación de que Robert no me encuentre conveniente de esa manera. Cerré los ojos para calmarme. Yo no tenía necesidad de estar sintiendo todas estas otras emociones cuando tenía que centrarme en Sam y qué es exactamente lo que quería conmigo. Y luego estaba en mi cara, tan cerca que podía sentir el calor de su pecho, el olor ahumado extraño y dulce de su aliento. —Cómo debes decepcionarlo. Todos los secretos que te dije, y ni siquiera escuchas nada de eso. Él te dijo que no podía tomar las cosas de ti, ¿no es así? y sin embargo lo rápido que ibas a creer que él tomó su pequeña nota de ti. Qué poca fe tenías en él. Mi boca se abrió en un pequeño suspiro, el lapso obvio, a mi juicio claro para él, pero yo había sido ajena a él, y me avergonzó. Yo había acusado a Robert de no prestar atención y sin embargo no lo hacía en el mismo sentido. Mi único fracaso me enfureció aún más cuando Sam continuó, disfrutando el cambio de mis emociones inmensamente. —Por supuesto, también dijo que había que mantenerte a salvo, también. Se hizo un mentiroso a sí mismo cuando él te hablo de mí —susurró antes de saltar de 378 nuevo a su posición original—. No te mantuvo a salvo de mí, Grace, a pesar de que sabía lo que era él no debería haberte traído a la boda. No debería haberte permitido ver mucho, sobre todo sabiendo que la posibilidad era tan grande que tendría que mantenerte a salvo de sí mismo. Estaba confundida. A pesar de la repugnancia que sentí escuchándolo a él, tuve que preguntar: —¿Qué quieres decir, con mantener a salvo de sí mismo? La anticipación de decirme algo de verdad desconocido cambió por completo su presencia. Llegó a ser relajado, donde antes él estaba a punto, listo para saltar en cualquier momento. Todo lo que estaba a punto de decirme era algo que había querido que yo supiera desde hace algún tiempo. —Yo no soy más que un peón de la muerte, Grace. Soy Samael soy un ángel de la oscuridad de la muerte, pero tu N'Uriel, ahh... es algo especial... incluso único. Su posición es mucho más deseable que la mía, entre mis compañeros oscuros ¿Por qué crees que fui enviado como su mentor, Grace? ¿Por qué crees que fui elegido para enseñarle, y llevarle al camino en el que él tiene el poder de decidir?; él es un juez, un trono, un castigo, un salvador. Puedo ser un ángel de la muerte, pero tu N'Uriel... es la muerte. —La sonrisa en su rostro se amplió mientras yo tomaba los golpes. —Yo no lo creo —dije, sacudiendo la cabeza en negación—. No lo voy a creer, la muerte no es una persona. No es Robert. Sam se echó a reír: —Tú estúpida. Su nombre no es Robert. Su nombre es N'Uriel. Has hecho tantas preguntas inútiles de nosotros, y sin embargo no pudiste hacer la pregunta que habría contestado todo para ti. Una vez más, estaba delante de mí, el lapso de cincuenta pies cruzados en menos de un segundo, con una mano firme y cruel, como hierro que sostenía mi barbilla, así que no podía apartar la mirada de él, puesta en nada más que la mía. —Ameila dio a N'Uriel su nombre debido a que así lo haría llegar a su Llamada. Oh, sí, ellos se conocen desde el momento de su concepción. ¿Cómo podía no conocerla cuando optó por crear su vida en el de un cadáver andante? —se burló de la conmoción en mis ojos y continuó con su espeluznante relato—. ¿Te dijo lo que su nombre significa, Grace? ¿No? N'Uriel es el fuego de Dios. Su alma cruzada en los fuegos del infierno con el fin de nacer. Nació en medio de las llamas, que salen del cadáver de esa mujer como si fuera el mismo Lucifer. ¿Qué otra cosa podía ser sino la muerte? ¿Nunca te paraste a preguntarte cuáles eran las consecuencias de un nacimiento? Por supuesto que no, niña estúpida. Incluso se supone que la mayoría de lo que tendría que sufrir sería no ser capaz de curar a alguien. Tal ingenuidad. Culpó a su madre por no haberle educado pronto. Hubiera hecho mi trabajo mucho 379 más fácil. En cambio, he tenido que tratar de apartarlo lejos de ti por su ridícula culpa y la creencia de que los seres humanos son dignos de amar y preocuparse. ¿Y mira a donde me ha llevado? Él ya no confía en mí. Gracias a ti. Mis fosas nasales se abrieron con ira al recordar las consecuencias que produjo como resultado confiar y amar a Sam. —No mereces su confianza, y definitivamente no merecías su amor y la amistad. Lo vi morir a causa de su confianza en ti. Lo mataste con tus mentiras y lo sabías. De repente, yo no podía hablar, la oscuridad en los ojos de Sam y las palabras estaban atascadas en mi garganta causando que mi respiración estuviera atrapada. En un destello de comprensión, yo sabía que Sam nunca había tenido la intención de que Robert consiguiera sus alas. Él no tenía la intención de que Robert hubiera vivido. —Lo querías muerto. —Dije en voz baja, mi aliento en bruto con la profundidad de la acusación. Él me gruñó con los dientes, un crujido en la ira. —Sí. ¡Yo casi tenía el alma de la Muerte! ¿Sabes lo que habría significado para mí? Negué con la cabeza, todavía sujeta en su puño, a sabiendas de que él simplemente no podía ver lo equivocado que estaba. —No. Nunca estuviste a punto de tener el alma de Robert, Sam, porque su alma, su corazón, su vida me pertenecen a mí. Es por eso que volvió a mí. Él sonrió de nuevo. —Estoy seguro de que poco le importa a él, ahora que ha conseguido la única cosa que importa más para él de lo que lo haces tú. Permíteme recordarte, Grace, que nunca ha habido un ángel que eligiera a su novia en el cumplimiento del llamado. La toma de las almas es mucho más placentera que hacer frente a una queja, agarrando las mujeres que necesitan atención. —Se fue de mi barbilla, y otra vez, volvió de nuevo a su lugar original, al instante, como si nunca se hubiera movido en absoluto, la única prueba que había estado cerca de mí en absoluto fueron las contusiones que fueron apareciendo poco a poco en mi piel. Él sonreía desde su atalaya, y gritó: —Pero, en toda tu inutilidad, aún consigues poner a prueba su lealtad, Grace. Tentarlo. Él se distrae por ti y eso nos irrita a los que tenemos que hacer el sacrificio que él no ha hecho todavía. Yo no entendía qué quería decir con sacrificios. ¿Quién hacía un sacrificio cuando era uno de los Divinos? —¿Qué sacrificio, Sam, te hace tan celoso de compartir lo que Robert y yo compartimos? 380 Su ira se había fundido en el oro frío en sus ojos, y burbujeaba ahora peligrosamente en el borde derramándose más. —¿Cómo crees que me encontré con mis alas, Grace? —hervía—. ¿Crees que el amor que compartes con Robert es único? ¿Qué es el único de su tipo que ha existido? No eres nada especial, Grace. Ni siquiera eres hermosa. Hubieras sido un poco tolerable si por lo menos lo hubieras sido. En un movimiento tan rápido que no lo vi, había volado a una de las luces en el estacionamiento y destrozó sus bulbos. Negué con el sonido de los cristales rotos cayendo en la grava, y la oscuridad creciente que yo conocía, que pensaba me consume lentamente. —La mujer que traje a lo largo mis alas era Miki. Era hermosa, con una risa que liberaba mi mente de las miles de personas que se agolpaban allí. Prometí nunca alejarme de su lado para que siempre estuviéramos juntos. Pero no hay muchas opciones para los inmortales cuando se trata de convertir a un humano en uno. ¿N'Uriel te dijo cómo se hace? ¿No? Ahh... él es más sabio de lo que pensaba. Tenemos que pedir permiso a los serafines para hacerlo con seguridad, o usamos los dones que poseemos en experimentos monstruosos. Pero, si creamos algo que el mundo humano no puede tolerar, estamos obligados por una ley universal a destruir lo que creamos, incluso si esto significa destruir a nuestros propios hijos. A Miki se le negó la inmortalidad por los serafines, los santurrones, mojigatos... estoy perdiendo la pista aquí. Ellos siempre son tan buenos para llevar a cabo lo peor de nosotros ¿Dónde estaba yo? Ah, sí. Yo no quería que Miki muriera. Así que empecé a buscar —voló otra luz. Más añicos y el sonido del vidrio que llueve sobre la tierra erizaron mi piel, como si fuera el comienzo de una cuenta atrás para algo oscuro y trágico—. Yo había oído que algunos inmortales habían logrado cambiar a los seres humanos en otras cosas, para mantenerlos en todo, ya sea por diversión o para otros fines, pero no tienen el poder que poseo para tener éxito; volví a Miki un monstruo sin sentido que no me reconocía, o a nuestro amor. Yo tenía que destruir su humanidad y lo que me habían dado de esta forma humana fue destruido junto con ella. Fue a partir de esa pérdida, ese acto de destrucción de lo que yo más amaba que se llevaron mis alas. —Se burló de mí, su resplandor era oscuro ahora. Voló de la segunda a la última lámpara, destruyendo los bulbos con un fuerte grito, y se trasladó al conjunto restante de las luces brillantes, mirando hacia abajo, a mí, con alegría mientras flotaba por encima. —Sé qué piensas que N'Uriel va a elegir, que se dará cuenta de que ser uno de nosotros no es lo que él pensaba que quería, lo que había esperado todos estos siglos. Pero te equivocas, no se puede resistir al llamado, ni siquiera los enamorados. ¿Por qué crees que estás aquí sola... conmigo? Y el último juego de luces se apagó. 381 Retribución Traducido por cYeLy DiviNNa Corregido por ginabm M e quedé en la oscuridad —el miedo inconmensurable estacando con fuerza el ritmo en mi corazón— preguntándome a dónde había desaparecido. Con todas las luces rompiéndose, fue tragado por la negrura, no había estrellas, ni luna para ayudar a mis ojos a ver en el cielo oscuro, el invierno por encima de mí. Yo podía oír su risa, aunque, el tono de burla en ella, el disgusto salvaje que tenía para mí. Él estaba cerca, y yo estaba lista, mis zapatillas excavando en la arena debajo de ellas, apoyándome a mí misma, plantando las raíces que me debían impedir que se ejecutara la sensación de que me alcanzaría. —¿De verdad creías que N'Uriel renunciaría a sus sueños por ti? ¿Que él pensó que tu vida valía más que el resto de nosotros? ¿De verdad crees que él estaba pensando en desertar de su obligación de toda la humanidad por ti, una chica simple que no es más que repugnante y débil? ¿Cómo es que te llaman en la escuela? ¿Grace el fenómeno? —Sam se burló en las tinieblas. —¿Él realmente te informo sobre las otras Grace? ¿Todas las innumerables chicas que ha habido? Siglos de ellas—un milenio de chicas que lo mantuvieron ocupado, ocupado a la espera del llamado. Las chicas que le dieron todo. ¿Crees que después de todas ellas, que no quiera estar contigo de esa manera significa que eres especial? ¿Era eso lo que te dijo con el fin de sentirse mejor cuando te quería abrazar? —Se reía cruelmente. —¿Pensaste que significaba algo, porque fuiste la única alrededor de su cambio? Tú no significabas más para él que lo que todas las que vinieron antes que tú, las que han muerto por él, murieron a causa de él. Tú no eres nada para él, Grace. Negué con la cabeza, sabiendo que él me vería, deseando que viera que yo estaba desafiante, mientras las lágrimas en mis ojos empañaban mi vista. Yo las seque con 382 una mano, necesitaba que mi visión fuera clara, la necesitaba para poder ver su rostro, aunque el mal y el odio también revelaran que hay algo de verdad en sus palabras. Necesitaba ver mi destino —si he vivido o muerto— porque mi tiempo para correr y esconderme en mi cama se había ido de largo. Me enfrentaría a todos de frente. Yo era más fuerte de lo que pensaba. Yo era más fuerte de lo que yo me había imaginado a mí misma ser. El amor y la esperanza habían ayudado a darme cuenta de eso. Y entonces él estaba allí. Él salió de detrás de un árbol, sus alas blancas como la nieve cruzadas detrás de él, su rostro pálido, su resplandor un profundo, y satisfecho azul. Sus manos estaban abiertas a los costados y sus ojos eran de un oro duro y helado. Él me enseñó los afilados dientes, enojado conmigo, y luego dio un paso adelante. Sus alas abiertas, como él mismo preparo. Vi los dedos en sus manos temblando. Detrás de mi espalda, mis dedos se crisparon, también. En mis manos tenía el único recuerdo de Robert, de lo que significaba ser amada: la única, pluma negra que Sam me había devuelto me llenaba las manos. Me consoló saber que al menos una parte de él estaba conmigo. Y sin embargo, al mismo tiempo, el mal me doblaba hacia adentro, sabiendo que debía morir, él podría ser el que vendría a recoger mi alma. Pero yo no estaba dispuesta a morir hoy —no sin una lucha por lo menos, y extrañamente, no temo, tampoco. Ambos caminos me conducen a Robert. Yo tenía la pluma en la mano, inclinando la pluma hacia el codo, la escondí detrás de mi brazo. Le di las gracias a Robert en silencio por averiguar y mostrarme cómo cerrar mi mente para que mis pensamientos pudieran permanecer en mí mientras sentía la punta afilada prensando en mi piel callosa. Yo me preparaba, al respirar profundamente, calmándome. Le di las gracias en silencio a Stacy por la preparación con bastantes ejercicios para calmarme durante las clases, de lo contrario, estaba segura de que estaría hiperventilando ahora mismo. Asentí con la cabeza hacia el ángel de la muerte, lista. Él vino a mí poco a poco, un gato por el ratón, sus alas haciéndose más amplias, con cada paso como un águila dispuesta a abatirse sobre su presa. Él no lo haría tan pronto como fuera posible, sin embargo. Quería verme sufrir por lo que había hecho —pagar por el gran crimen de atreverme a amar a un ángel, y por la audacia de tener a ese ángel amándome de nuevo. Yo sabía que no iba a pelear justo —como si alguna vez una pelea entre una chica humana y un ángel de la venganza lo hubiera sido— cuando me di cuenta de que 383 estaba fría de repente, había empezado a dibujar lentamente el calor en mí, en mi sangre. En mis venas se sentía como si mi sangre se hubiera convertido en lodo. —¿P-porque n-necesitas u-u-usar t-tus hab-bi-lidades, S-S-Sam? —yo balbuceaba, sintiendo el frío desde mis dientes hasta mis pies—. ¿E-estas-asus-tado-q-que sinellos-t-tu-pier-daas c-coon un-na-chica-h-humana? Ángel o no, humano o no, él seguía siendo un hombre, con orgullo y ego masculino. Inmediatamente, sentí el frío de retroceder. Él sonrió cruelmente, asintiendo con la cabeza en un ángulo manteniendo su mirada en mí, contestando a mis preguntas —Tienes razón. No necesito nada para matarte, Grace, que no sean mis propias manos —como para enfatizar el punto, mostró sus manos, apretadas en un puño y luego liberándolas—. No he tenido el placer de hacerlo en siglos... desde esa época gloriosa de las Cruzadas, cuando alma tras alma vinieron a ponerse a mis pies. Pero, de nuevo, esas muertes fueron todas de niños, jóvenes o viejos, demasiado listos y dispuestos a morir, los tontos. No creo que me gustara la mitad de las muertes tanto como la tuya. Sus alas se extendieron totalmente, y yo miraba, confundida, cuando él las sacó adelante a su alrededor, como si fuera su propio escudo contra mí. Por alguna razón, mi cuerpo se curvo hacia adentro, mis brazos alrededor de mi cabeza, como si lo supiera y los hubiera separado antes de que hiciera lo que se avecinaba. Con una ráfaga de sonido y aire, arrojó sus enormes alas abriéndolas, la fuerza del movimiento me envió volando hacia atrás. Golpee la dura grava del estacionamiento con la espalda, el impacto causo que todo el aire saliera disparado fuera de mí, la grava rebanando a través de mi camiseta, penetrando en mi piel. Yo lo oía reír de nuevo mientras miraba hacia el cielo nublado por la noche, tratando de recuperar el aliento y recoger mi ingenio que parecía haberse dispersado a los árboles. Si sólo hubiera habido una estrella en el cielo para centrarme en... —Voy a hacer esto muy lentamente, Grace —dijo en voz baja, casi con cariño. Yo podía oír el crujido de la grava cuando él caminó lentamente hacia mí—. Vas a tener que mendigar para que sea rápido. Además, podría estar dispuesto a negociar tu alma por el dolor de haber terminado. Voy a disfrutar el sabor de tus lágrimas, y de tus ruegos hasta el final, pero no lo haré. Voy a tomarme mi tiempo y te haré sufrir. Apareció sobre mí y se arrodilló; sus grandes alas nos rodearon como brazos, manteniéndonos dentro. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado, con el pelo largo y dorado oscuro colgando por encima del hombro, tocando mi cara. Olía a humo, cenizas... y sangre. 384 Llevó su mano para tocar mi mejilla, casi tan suave y amorosamente como Robert lo haría. Él la acarició, el pulgar suavemente acariciando la cima, como si apreciara la textura, el calor, y luego con una crueldad y velocidad sorprendente, él me dio una bofetada, la brutalidad causo la división de mi labio, haciéndome morder en el interior de mi mejilla, el sabor de la sangre quemando como un fuerte recuerdo en mi mente. Deje que mi boca recogiera ese sabor del vil metal llenado mis sentidos. Se agrupo en contra de mi lengua, mientras que la sangre de mi labio chorreaba por el lado de mi cara ahora palpitante. Mientras mis fosas nasales trataban de respirar sin ahogarse. Siguió hablando, convencido de que yo no había llorado. —Eres más tolerante de lo que pensaba. ¿Cómo vas a ser tolerante cuando sepas lo que voy a hacerte? —Me pregunto. Me miró como si yo fuera una extraña curiosidad. Él me rozó la mejilla, esta vez con los nudillos, chasqueando la lengua, como si el probable moretón que estuviera formándose ante sus ojos hubiera sido de alguna manera mi culpa. Volvió mi cara, mirando a un lado y luego al otro, comparándolos al parecer, y luego sonrió con una sonrisa maravillosamente viciosa. Yo podía sentir mi ojo comenzando a hincharse, y sabía que pronto estaría cerrado, cortando esa parte de mi visión, discapacitandome, incluso más de lo que ya lo estaba. —Creo que voy a romper tus huesos, uno por uno —dijo con calma, su voz suave, como si estuviera describiendo cómo pintar árboles—. Voy a rebanar de aquí — rozó un dedo contra la parte inferior de mi oreja y trazó un camino a través de la mejilla hacia la comisura de mi boca—, hasta aquí, para que tus gritos le recuerden para siempre a cualquiera que se atreva a tomar lo mío lo que se viene para ellos—. Él me miró, a los ojos, tratando de leer los pensamientos que había mantenido ocultos, a ver si sentía dolor, disfrutando tanto como le gustaba el sometimiento de mi misma. Su dedo estaba en la esquina de mi boca cuando comenzó a presionar en mi piel, sus uñas cortando como garras. Me estremecí al pinchazo a medida que se anticipó a la acción que él había prometido, dispuesta a evitar que mis gritos salieran corriendo, pero él se retiró. Me fulminó con su desafiante mirada. Dejé mi guardia mental por el tiempo suficiente para pensar una palabra antes de que pudiera inundar mi mente con la suya. ¡Cobarde! Me miró en estado de shock, y luego su cara divertida creció. Por un momento inconmensurable, se veía tan hermoso, era fácil olvidar que él me iba a matar y lo haría con gran satisfacción. Él fue una vez más el hermoso ángel de la boda, un 385 dios de oro, el epítome de la belleza angelical. La cruel ironía no pasó desapercibida para mí, y me eché a reír. Cuando él empezó a reír en respuesta, aproveché la oportunidad. Con tanta fuerza como pude, escupí la sangre y la saliva que había recogido en su rostro, convirtiendo el dios de oro en un monstruo, finalmente revelando lo que realmente era. Momentáneamente sorprendidos por este ataque benigno, hizo sus alas hacia atrás, lamiéndose los labios y saboreando el sabor de mi desafío. Ese pequeño movimiento me dio el suficiente espacio para levantar la mano, mi única arma, mi única esperanza contra un ángel inmortal de la muerte —el duro final de la única pluma— estaba listo. Con toda la fuerza que tenía, con toda la voluntad que había en mí para vivir y la desesperación de ver a Robert de nuevo con vida, metí la pluma en el ojo izquierdo de Sam. La sorpresa y el shock me llenaron cuando se hundió en él. El grito que surgió de él corrió a través de mí, su dolor se convirtió en el mío, peor que el mío, insoportable cuando todas las terminaciones nerviosas en mí reaccionaron a su grito. Reflexivamente, saque la pluma, deje caer mi mano preparándome para el dolor que se acumuló en mi cuerpo. Sam se apoderó de sus ojos con ambas manos, mientras que un líquido dorado se derramaba entre sus dedos y goteaba acaloradamente sobre mi cara. Su dolor y su ira vibraban en todo su cuerpo, y sus alas se extendían a lo ancho, como si esperara llegara ayuda de alguna fuente desconocida. Yo hice una pausa en mi dolor, lo que me obligó a mirar hacia abajo con un profundo suspiro, y rápidamente traje mi brazo de nuevo, la embestida final de la pluma en su otro ojo, dejándolo ciego por completo. Su grito, el grito de dolor de un ángel, causo que la sangre saliera corriendo de mis oídos y mi nariz. El grito parecía sonar cada vez más alto, con más desesperación. Hizo eco a mi alrededor, rebotando en mí antes de regresar; y me tapé la cabeza con los brazos para intentar no dejarlo pasar, pero con ello solo conseguí atraparlo dentro de mí —como un abejorro en un tarro, sacudiéndose de un lado a otro, más y más fuerte en su búsqueda para liberarse, pero no había libertad en ese sonido. Me di la vuelta en el suelo en agonía. Traté de patear los pies contra la grava en un débil intento de arrastre mientras él gemía con las manos sobre los ojos ahora ciegos, los dos éramos, criaturas lamentables revolcándose en nuestro propio dolor. Yo temblaba y convulsionaba por la insoportable manera en que sentía como si mi cuerpo entero hiciera implosión, explosiones pequeñas por debajo de mi piel como un millón de heridas de arma blanca mordiendo mi carne. Pude ver la acumulación de sangre debajo de mis uñas de las manos a través de la niebla roja que cubría mis ojos. Empecé a vomitar la sangre que había recogido en mi estómago, y tuve 386 problemas para respirar cuando mi sangre lentamente comenzó a ahogarme, ya que llenaba mis pulmones. Podía sentir el corte de la grava a través de mis manos y mis rodillas, cuando luchaba para llegar lo más lejos posible del sonido. Sabía que la pérdida de la vista no sería suficiente para detenerlo, pero yo esperaba que fuera suficiente para frenar el tiempo lo suficiente para escapar y morir en paz. Me moví una pulgada —una pequeña victoria— y me moví otra. De repente, sentí un fuerte tirón en la parte posterior de mi cabeza. Mi tiempo había terminado. Me sentí atraída a una posición de pie y luego mis pies ya no tocaban el suelo, mientras que un tremendo dolor irradiaba en mi cabeza. Me había levantado del suelo por el pelo, el puño anudando mi cola de caballo. Puso la otra mano alrededor de mi garganta, y trajo mi cabeza a la suya. Podía sentir su aliento caliente y desigual en mi oído, y me estremecí cuando él empezó a hablar con voz ronca. —Vas a pagar por eso, camina cadáver. Te voy a rasgar en pedazos del tamaño de un bocado y luego alimentare a tu novio. Y cuando termine de comer tu carne, dándome las gracias por una comida excepcional —voy a servirle tu lengua para el postre—. Rió maniáticamente en esa última línea, a sabiendas que la ironía implícita era mucho más dolorosa que cualquier otra cosa que podría haber dicho. Sentí la mano en mi garganta empezando a apretar, aplastando cruelmente los dedos en mi piel, y yo luchaba débilmente sabiendo que no tenía suficiente fuerza en mí. Yo sólo tenía mi amor por Robert, y no podía quitarme eso de mí, no importa lo que dijo o hizo. Yo había luchado contra el ángel de la muerte, y yo había perdido. Con la fuerza que me quedaba, me puse a recitar la porción de escritura que conocía; la favorita de mi madre, el Salmo 91. Envié una oración en silencio para que ella me ayudara a encontrar mi camino a Robert de nuevo cuando me tambaleaba al borde de la inconsciencia. Sentí mis miembros entumecidos empezando a irse, vi los flashes y lentejuelas en el frente de mis ojos, reconociendo los signos de que estaba perdiendo el conocimiento. Podía sentir la luz, que me rodeaba. Lo vi, y me maraville de él. Realmente era tan glorioso como se describe. Mi estrella había aparecido después de todo. La luz, pequeña y muy lejana, parecía crecer más brillante a medida que se acercaba. Estaba radiante, hermosa. Yo estaba total y absolutamente asombrada, y le di la bienvenida a todo lo que me temía. Débilmente, levanté la mano para 387 bloquear algo del brillo de mis ojos y jadee en estado de shock cuando me di cuenta de que los haces de luz divina salían de mis dedos. Yo traje mí otra mano a la cara y la vi, también, parecía que las estrellas se habían contenido en mis manos, su luz brillante explotaba de la punta de mis dedos como focos. Me di cuenta entonces de que la mano alrededor de mi garganta, de repente me dejo ir, y mi cabello ya no se levantó por encima de mi cabeza en su cruel mano, pero corría todo alrededor de mi cabeza en el aire caliente, remolinos vibrando a mí alrededor. Mi piel era brillante, la luz cada vez más y más brillante con cada latido del corazón. Yo no estaba tocando el suelo —la luz me mantenía a flote, y estaba tendida, las extensiones de mis miembros, mi cabello, mi aliento, incluso mi olor. Olía como el sol, y se envolvía alrededor de mí, cálida y reconfortante, como el abrazo de una madre. Miré a Sam —vi las orbes negras que alguna vez fueron las piscinas doradas que eran sus ojos, vi la agonía en su rostro— y en lo que se convirtió al instante que me di cuenta que la luz le causaba un dolor insoportable al igual que sus gritos me lo habían hecho. Le quemaba... y no podía hacer nada para escapar de ella. Se había quedado atrapado en ella y ahora estaba aferrándose a él como la miel. Él iba a gritar de nuevo, pero la luz cambió la forma del grito como el de una trompeta, en lugar de que sonara como un sonido de la muerte, sonaba como las campanas que se escuchan en una iglesia el domingo. Su rostro se retorcía, su cuerpo se encrespaba y retorcía cuando la luz lo cambió, pero los movimientos eran lentos y elegantes, y sería muy fácil confundir su sufrimiento por una extraña especie de danza. Vi con fascinante horror que sus alas comenzaron a desintegrarse, convirtiéndose en cenizas que se alejaron flotando como una niebla ligera de polvo a distancia. Su cabello rubio oscuro, una vez hermoso había cambiado, convirtiéndose en blanco, delgado. Su piel comenzó a levantarse contra sí misma, las arrugas formándose drásticamente, recordándome al arrugado papel aluminio. Todas las cosas que le habían hecho hermoso se habían ido ya, pero el castigo de la luz no había terminado con él todavía. Comenzó a temblar y retorcerse con la invisible tortura, el sonido de las campanas ocultaba el sufrimiento en su voz, pero pude distinguir la palabra que parecía congelada en los labios, estaba gritando: —No. Sentí la ingesta aguda de aire cuando la luz que se extendía entre nosotros causaba que su pecho hiciera crack como el vidrio, el sonido inconfundible, hueco, como la ruptura de un millón de cristales se arrastró con él a través de las múltiples fisuras y sacó pequeños orbes azules desde su interior. Vi cómo se retorcía de dolor mientras la luz opaca era sofocada por los orbes hasta que su brillo interior se extinguió, y Sam se quedó en el suelo, desprovisto de poder, desprovisto de belleza, carente de inmortalidad. 388 La misteriosa luz comenzó a desvanecerse, tirando hacia atrás de mí por la misma fuerza invisible que lo había expulsado en primer lugar. No había más peligro. Yo sabía que estaba a salvo. —Gracias, mamá. —Susurre mientras lo veía—mi propio ángel de la guarda protegido de la intensa luz por las negras alas, las plumas oscuras se le habían dado a él por una razón después de todo. Y luego me dejé caer al suelo, mi cuerpo maltratado y muriendo simplemente incapaz de apoyarme. —Gracias por salvarme. —Jadee, el peso aplastante de mi pecho comenzando a apretar el aire de mis pulmones. Tan pronto como la luz se había alejado por completo de mi cuerpo, estaba a mi lado, con la cara mirando asombrado e incrédulo, los brazos me levantaron y sostuvieron tan fuerte, que temía que rompiera los huesos que aún no se habían roto. Envolvió sus alas alrededor de nosotros, guardándonos en nuestra reunión privada. Hundió la cara en mi pelo y respiró hondo mientras su cuerpo era sacudido por violentos sollozos. Estaba tan cansada, no me importaba que los movimientos estuvieran causándome un dolor insoportable. Yo sólo quería cerrar los ojos y dejar que todo se fuera. Yo estaba con Robert. Sabía que todo había terminado. A través de mi agotada bruma, pude sentir sus lágrimas cayendo por mi pelo, cayendo en mi regazo y esparciéndose por el suelo a mí alrededor, el suave tintineo de las piedras de cristal golpeando y sonando como pequeñas campanas. Sentí la necesidad de protestar, pero fui cortada porque tenía las manos en mi cara entonces, y estaba besando mi pelo, mi frente, mi nariz, cada toque haciendo que mi piel se encendiera, las llamas uniéndose entre sí hasta formar una hoguera de sentimientos dentro de mí. Él alimentó ese fuego cepillando mi mejilla y barbilla con besos suaves como plumas, tortuosos y maravillosos, hasta que finalmente, llegó a mis labios, y el mundo se convirtió en un gran sol, ardiendo. Con una fuerza que no sabía que poseía, envolví mis brazos alrededor de su cuello, enredando mis dedos en su pelo, aferrándome ahí, tratando de mantener su boca apretada contra la mía. Su intención, yo sabía, era curar mis heridas, pero no me importaba. No me importa nada, excepto la forma en que sentía que me sostenía, la forma en que mi corazón latía ahora lo suficientemente alto y lo suficientemente fuerte como para ahogar el silencio en el que quede abandonada por su falta, de manera que sabía que él sentía todo lo que yo sentía. Yo sabía que haría cualquier cosa, incluso romper todos los huesos de mi cuerpo una y otra vez sólo para mantener sus labios en los míos, sólo para que se quedara conmigo. Él se retiró de mí, con el ceño fruncido por ese pensamiento. 389 —Grace, no lo hagas. No puedo quedarme. Tendré que responder por lo sucedido aquí con Sam. Tengo que traerlo de vuelta conmigo. Sólo quería que —necesito asegurarme de que estás a salvo, que estás bien. Cuando comenzó a expandir sus alas y aflojar su control sobre mí, las revelaciones del día, las verdades que había aprendido hoy se estrellaron sobre mí, y me acordé de lo que Sam me había dicho que era —Robert, tengo demasiadas preguntas para que me dejes ahora. Tienes que... Sacó mis brazos de su cuello con la misma facilidad como si estuviera tirando de un hilo colgando fuera de su camisa, separándonos. —No puedo responder a tus preguntas en este momento, a todo lo que quieres —y sí, Grace, sí quiero. Sam va a provocar la ira de muchos de los que están buscando culpar a alguien que no sea él por lo que pasó, y tengo que tratar de solucionar este problema. Tengo que arreglar esto por nosotros. Se dirigió rápidamente a donde estaba tendida la forma blanca y lo levantó con facilidad. El contraste entre la cáscara blanca, seca y el ángel oscuro, era sorprendente. Con sus alas hacia atrás como una capa, la mezcla de ropa de color negro con el pelo oscuro y ojos de oro blanco, supe entonces que no había duda de que las palabras de Sam habían sido ciertas. —Realmente eres la muerte. —Sople antes de dejar que la oscuridad me tragara por completo. 390 Falta Inmortal Traducido por LizC y Sheilita Belikov Corregido por ginabm M e desperté en mi habitación, con las mantas puestas sobre mí. Mi ventana estaba sellada. Miré el reloj sobre la cómoda; eran casi las dos de la mañana. Me senté en la cama y me deshice de las mantas. Me di cuenta de que aún llevaba la misma ropa hecha jirones y manchada de sangre... —¿Robert? —Susurré, pero sabía que no estaba allí. ¿Quería que estuviera allí? ¿Sabiendo ahora lo que era, lo que su vocación era? No sólo era el ángel de la guarda de alguien, un curandero o... o un oscuro —un ángel de la muerte. Era la Muerte misma, la oscuridad encarnada. Y la muerte había tocado mi vida tan profundamente una vez antes al quitarme a mi madre. ¿Cómo podía dejar que eso estuviera en mi vida ahora? ¿Cómo podría amar a eso? Me puse de pie y me acerqué a la ventana. La levanté, dejando que el aire frío entrara. El cielo que se había negado a renunciar a una sola estrella antes estaba lleno ahora de lo que parecía ser cada estrella que jamás haya existido. Su luz era brillante y hermosa, llenando el cielo en un impresionante resplandor blanco que rivalizaba con la luna llena y penetraba en el color amarillo oscuro que flotaba de las farolas de la calle. Sí. Las estrellas eran hermosas, y brillantes, y gloriosas. Pero también eran calientes, mortales, y consumían todo. Todo lo que era hermoso tenía un costo. Incluso las pobres estrellas no podían simplemente ser bellas en nuestro cielo. Me estremecí al sentir el frío fluir un poco más, pero me resistía a cerrar la ventana. El cielo podría haberse estado cayendo y aún así me sentiría obligada a mantener la ventana abierta. Doblé mis manos y escudriñé en el cielo en busca de algo, cualquier cosa que pudiera señalarme que alguien estaba allí arriba, escuchando. La estrella más brillante que pude ver se convirtió en mi centro de concentración y traté de recordar la rima un poco tonta que diría mi madre. 391 Creo que era “luz de estrella, brillo de estrella”. Me di vuelta, la fuente de la voz en mi cabeza estaba sentada en mi cama como lo hacía normalmente, como si nada hubiera sucedido y hubiera estado allí todo el tiempo. —¿Cómo llegaste aquí? —murmuré, mi voz se perdió en mi sorpresa. Llegó hasta mí, pero lo aparté—. No me toques. —Dije con voz áspera, y me alejé rápidamente, no quería tener que mirar a su cara y ver su reacción ante mi rechazo. Grace, no tienes que temer de mí. No voy a hacerte daño. Sabía que era verdad. Él no me haría daño. Pero eso no cambiaba el hecho de que ya lo había hecho. —Tú eres... —Las palabras se perdieron. No lo podía decir. Sabía que él estaba de pie detrás de mí sólo por el cosquilleo de su aliento contra mi cabello. Puso sus manos sobre mis hombros y salté frente a la electricidad que fluía entre nosotros con el contacto, mi cuerpo traicionaba lo que mi mente estaba gritando en voz alta. Soy Robert, la persona que te ama y ha sufrido demasiado tiempo lejos de ti para mantenerme cuerdo. No he cambiado lo que soy, Grace. —Ya lo sé. —Dije en voz baja, porque estaba en lo cierto. No había cambiado quién era porque siempre había sido lo que era. Simplemente no lo sabía. Y era de quien me había enamorado. Enterré mi cara en mis manos, la traición de mi propio corazón atormentaba mi cuerpo con sollozos. ¿Por qué lloras, Grace? ¿Qué ha cambiado entre nosotros? Miré a su cara y vi el daño allí, vi que yo era la causa de su dolor. No podía aceptar que yo, de todas las personas estaba causándole dolor a la Muerte —me di la vuelta. Alargó su mano y me tomó la barbilla, llevando mi cara hacia atrás hacia él. Grace, por favor. Te amo, y te necesito para hablar conmigo. No te apartes de nuevo. No de mí. —¿No lo ves? Eres… la Muerte. Tú eres la razón por lo que las personas mueren. Tú eres la razón por la que mi mamá está muerta. Y yo estoy enamorada de ti, y lo odio. Lo odio, y no puedo hacer nada al respecto porque sé que no puedo vivir sin ti en mi vida. ¿No ves cómo eso es una traición a mi mamá? —grité en voz baja, mis lágrimas eran ríos imparables, mi cara estaba caliente con repulsión e ira—. ¿No ves lo mucho que me odio a mí misma? Robert me atrajo hacia su pecho y respiró hondo, dejándolo salir en un largo y desolado suspiro. Siento tu vergüenza y tu dolor. Siento incluso como ahora estás luchando 392 con las emociones mezcladas dentro de ti. Pero sobre todo, siento que mi vida no tiene sentido sin ti en ella, Grace. Me reí a pesar de mí misma. —¿Cómo puedes hablar del sentido de la vida cuando tú la tomas? No tomo la vida, Grace. Al menos, no lo haría. No depende de mí quién vive o muere. Sólo depende de mí, quién tiene una segunda oportunidad o no. Saqué mi cabeza fuera de su pecho, y lo miré. —¿Qué quieres decir? Sam me dijo… Sé lo que Sam te dijo, pero él también te dijo que es un mentiroso muy bueno, y eso es lo único que Sam dijo que era un cien por ciento verdad. Sam era un ángel de la muerte. Uno oscuro —uno de muchos. Pero también hay unos buenos, Grace. Ambos grupos se llevan las almas que están destinadas a otra vida eterna, ya sea que esté en el cielo o en otro lugar. Estoy en el grupo de en medio. Soy el que decide quién recibe una segunda oportunidad en el cielo, o quien se ha ganado un boleto de ida al infierno. A veces me dan la posibilidad de concederles una segunda oportunidad en la vida misma, como se me ha dado a mí. Las situaciones son todas diferentes, y todos justifican sus propias decisiones. La naturaleza divina de mi Llamada me permite hacerlo dentro de los alcances de sus mentes para una gran cantidad de ellos. Sin embargo, hay momentos en que tengo que estar ahí físicamente. Con una gran mayoría de ellos, sin embargo, no es mi decisión en cuanto al momento que deben morir. Eso depende de Dios. Y la única cosa que debes recordar sobre todo, Grace, es que todo el tiempo, estoy luchando dentro de mí con el Don que exige que los sane. Ya te dije que pensaba en mi habilidad como una penitencia por mi nacimiento, y tenía razón, sólo que ahora en lugar de no ser capaz de curar a algunas personas, no estoy autorizado para curar a ninguno de ellos. —Pero me sanaste. —Murmuré. Él asintió con la cabeza y sonrió tristemente. Sí, pero tú eres parte de mí ahora. Sacudí mi cabeza y traté de alejarme de él, plantando mis manos sobre su pecho y empujando contra él. Puede ser que también hubiera estado empujando en contra de una montaña. —Aún eres la razón por la que mi mamá murió. No creo que pueda superar algo así. Robert se apoderó de mis hombros de nuevo y me obligó a dejar de retorcerme. Grace, yo no maté a tu madre. Nací para ser la Muerte, pero eso no es quién soy. Estoy cumpliendo mi deber para con tu especie así como para la mía, pero no te arrebaté a tu madre. Tienes que ver con la razón aquí. Todavía tengo que tomar una sola alma. He sido renuente a hacerlo; eso va en contra de todo lo que soy. ¿No ves lo difícil que es para mí? 393 Negué con la cabeza porque no podía —no aún de todos modos. Me soltó a continuación, dejando caer sus brazos a los costados en derrota. No puedo cambiar quien soy, Grace. Sólo puedo decirte que no me veo adelante tomando la vida de los humanos, y más importante aún, no soy el responsable de la muerte de tu madre. —Ni siquiera recuerdo lo que pasó, si ella llegó a despedirse —lloriqueé—. No recuerdo nada de esa noche, Robert. ¿No lo ves? Lark dijo que aprendiste todo, compartiste todo, y ahora ya sabes lo que le pasó a mi madre por lo que eres —lo que la Muerte— me quitó. Y yo todavía no lo sé. Robert llevó sus manos a mi cara, sosteniéndome suavemente y mirándome con sus ojos, dos piscinas de plata inmóviles. Grace, te diría si pudiera. —Ya lo sé. Lo harías si pudieras, pero no puedes, por lo que no lo harás. Lo he oído una y otra vez, Robert. Lo he oído suficientes veces como para saber que nunca vamos a estar en pie de igualdad. Siempre tendrás tus secretos, y siempre voy a ser un libro abierto. Puedes ser el punto medio entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, pero no hay un término medio para nosotros. —Saqué mi cara de sus manos; ni siquiera protestó. Me alejé de él para estar cerca de la cómoda, viendo su reflejo en el espejo y tratando de no enfocarme en lo hermoso que era, sino más bien en el frío que se estaba propagando a través de mí como una infección. —Y mentiste, Robert. El hecho de que hubieras visto los últimos momentos de mi madre, y no me dijiste acerca de ello es la definición misma de ti llevándote a mi madre lejos de mí. La estás quitando de mí tanto como se la llevaron de mí hace tantos años. Vi la forma en que su rostro cambió, lo difícil que fue, la forma en que su mandíbula se puso rígida obstinadamente. Sus ojos se volvieron fríos y duros, sus cejas se acercaron juntas, el espacio entre ellas se apretó con frustración e ira. Vi cómo su reflejo desapareció detrás de mí, reapareciendo en frente de mí y bloqueando mi visión en el espejo en una fracción de segundo. Me agarró por los brazos y los colocó alrededor de su cuello. Poco a poco me levantó, se acercó a la ventana, y se inclinó hacia fuera de ella, levantando una pierna para afianzarse en el umbral. Empezamos a flotar hacia arriba y vi las extremidades con forma de rama empezando a brotar de su espalda. Rozaban contra mis dedos y di un respingo ante la suavidad extraña de la piel desnuda. En un suspiro, sus alas estaban totalmente formadas, y nos deslizábamos por el cielo nocturno. —¿A dónde me llevas? —Pregunté, sintiendo la fría picadura contra mi cuerpo y renuentemente me puse más cerca de él. 394 Se quedó en silencio y no me dijo nada más; la mirada sombría en su rostro me aterraba en un silencio mutuo. Viajamos a través de la fría noche con una quietud extraña entre nosotros, el aire helado me picaba a través de las lágrimas en mi ropa. Cuando comenzó a la deriva hacia abajo, me di cuenta que me había traído hasta el lugar donde el accidente que mató a mi madre había ocurrido. Había estado aquí muchas veces en mi propio viaje para descubrir por mí misma lo que había sucedido. No había cambiado mucho en once años. Los pies de Robert aterrizaron suavemente en el suelo, sus alas se agitaban detrás de nosotros, pero él no me dejó ir. En su lugar, se acercó a una pequeña sección de maleza y se volvió por lo que quedamos frente al camino. Estaba mirando a otro lado de la ciudad así que miré en la misma dirección. Vi la luz brillante de los faros acercándose y levanté una mano para protegerme los ojos del resplandor. De repente, oí el chirrido de los neumáticos y vi con horror como el coche se desvió hacia la derecha antes de que se saliera y perdiera el control hacia un poste de electricidad. Justo antes de golpear, una luz intensa llenó el interior del coche lo que parecía una explosión. Robert se movía rápidamente. Él me llevó a la parte lateral del vehículo y me miró. En el asiento del conductor con su cinturón de seguridad todavía estaba mi madre. La comprensión me llenó para entonces —Robert me estaba mostrando lo que había pasado la noche que había muerto mi madre. Esta era una visión que él estaba compartiendo conmigo... pero se sentía muy real. Me volví para mirar a su cara pero me hizo un gesto de que volteara. Volví la cara hacia atrás para ver lo que había estado intentando, durante tanto tiempo y tan duro, recordar. Y como presionar el botón de reproducción después de una larga pausa, todo volvió a mí. —Grace, Grace bebé, ¿estás bien? —La mujer llamó a la niña en el asiento trasero. —Sí, mamá. —Una pequeña voz respondió. La mujer se desabrochó el cinturón de seguridad y se dio la vuelta, levantando una mano ensangrentada hacia la niña quien la tomó y la sostuvo ferozmente con férrea determinación. —Grace, quiero que escuches a mamá, ¿de acuerdo? —preguntó la mujer en medio de una tos áspera y llena de líquido, que sacudía su cuerpo—. Escucha, cariño, quiero que digas la oración de mamá conmigo, ¿de acuerdo? ¿Puedes decir la oración de mamá? La niña asintió con la cabeza. —Sí, lo puedo decir. —Buena niña. 395 Comenzaron a recitar el Salmo, y la recité con ellas. —... Él te cubrirá con sus plumas, y bajo sus alas estarás seguro... El vehículo, una vez más comenzó a llenarse de una luz intensa. Oí la voz de la mujer al hablar de nuevo, —Grace, mi preciosa pequeña niña. Mamá tiene que decir adiós ahora, ¿de acuerdo? Es hora de que mamá vaya al Cielo, pero te prometo... te prometo que estarás a salvo. Estarás a salvo y serás feliz. Todo estará bien. La niña en el coche comenzó a llorar, con las manos tirando de la mujer con una frenética urgencia—. No, mamá. Sólo vas al Cielo cuando mueres. No vas a morir, mamá. ¡No me dejes, mamá! —Dulce Grace —susurró la mujer, su voz se debilitaba con cada respiración—. No temas a la muerte. La muerte es una bendición, ¿recuerdas? Un día, la muerte será tu salvador, y entenderás todo. Ahora, cierra los ojos a la luz, cariño; deja que la oscuridad te proteja. Te amo. Nunca quise nada más que a ti. Te amo, Grace. Y entonces la luz se hizo tan intensa, que ya no podía ver. Una explosión quemó la maleza que nos rodeaba, y vi con horror como una monstruosa bola de fuego envolvía al coche, consumiéndolo. Grité hacia mi madre, pero ella no podía oírme. La fuerza de la explosión había derribado un poste de electricidad, lo que desencadenó un efecto dominó de los polos derrumbándolos hacia los lados a lo largo del rellano. El sonido sacudió mis dientes, pero no sentí el temblor de la tierra mientras que aterrizaban. No podía sentir el calor de las llamas, y no sabía si era porque se trataba de una visión, o si era porque mi cuerpo se había enfriado con el conocimiento de que por segunda vez en mi vida, había sido testigo de la muerte de mi madre. Por el rabillo de mis ojos entrecerrados vi el movimiento en el suelo de varias docenas de pies frente a las llamas. Analicé el movimiento y vi que era el cuerpo de la niña. Estaba pacíficamente acostada en la carretera como si alguien la hubiera puesto allí, su mano extendida para mayor comodidad incluso estando inconsciente. No sabía cómo había llegado allí, pero sentí la urgencia de sostener esa mano; me quedé sin aliento por la sorpresa cuando Robert me bajó, comprendiendo mi necesidad. Corrí hacia ella, frenándome para ponerme de rodillas sobre el asfalto desmoronado a su lado y tomando su mano extendida. Siguió durmiendo, con una dulce sonrisa en su rostro ahora. A lo lejos detrás del coche en llamas, podía ver luces avanzando; la primera persona en la escena estaba llegando. Nunca había conocido quién era el que había llegado y llamado a la policía —Papá nunca me había dicho— pero ahora era mi oportunidad de ver por mí misma quién era el responsable de salvar mi vida esa noche. 396 Las luces pertenecían a una camioneta marrón grande; el conductor se bajó y empezó a hablar en un idioma extranjero al otro pasajero. Vi como caminó vacilante alrededor del coche en llamas, tomando nota de los quemados restos esparcidos a su alrededor, y luego suspiró y corrió hacia donde yo estaba arrodillada. Corrió por completo a través de mí, como si no estuviera allí —en realidad, no estaba— y agarró la mano de la niña. Sintió cuan caliente estaba, vio la subida y caída de su pequeño pecho, que todavía estaba viva, y la levantó, corriendo con ella en sus brazos hacia la camioneta. No pude dejar de seguirlo, la niña era ahora mi cuerda de salvamento en toda esta escena. Él gritó más palabras que yo no entendía mientras corría y la puerta corredera de la furgoneta se abría para revelar una cantidad muy grande de niños en el interior, todos ellos varones con cabezas oscuras y sonrisas pícaras. La persona sentada en el asiento del pasajero delantero, una mujer, estaba hablando en un gran teléfono celular, repitiendo en inglés mal hablado que una niña había sido encontrada en la carretera junto a un horrible coche en llamas. Los niños estaban todos mirando con asombro a la niña; uno de ellos parecía extrañamente familiar. —Sean, trae el agua de la parte trasera. Tenemos que darle un poco de agua. —El conductor le dijo al niño de apariencia familiar y reconocí entonces que esta era la familia de Stacy. Ella no estaba en la furgoneta con ellos, me percaté, porque ella había estado enferma en el hospital en aquel entonces. Sean hizo lo que se le indicó y el padre le dio a la niña un pequeño toque de líquido contra su boca. Palpó su piel y sacudió la cabeza con sorpresa. —Ella no está ardiendo. No entiendo. Estaba tan cerca del fuego, que debería estar caliente al tacto, pero no lo está. Y así la primera de las historias de súper fenómeno comenzaría, me dije a mí misma. Sentí la mano de Robert en mi hombro y me volví hacia él. —La familia de Stacy fue quien pidió ayuda. No lo sabía —me di vuelta para ver lo que iba a pasar a continuación, pero todo había desaparecido—. ¿Dónde está? ¡Tráelo de vuelta, Robert! ¡Tengo que ver el resto! —Eso es todo lo que puedo mostrarte, Grace. Ni siquiera debí haberte mostrado eso. No es bueno traer de vuelta tú pasado, especialmente cuando eres tan indecisa acerca de tú presente. —Su voz era brusca, distante. Asentí, entendiendo qué era lo que había querido decir, y volví mi cara de nuevo a la suya. —Gracias. Él me dio una inclinación de cabeza brusca y repitió los mismos movimientos que hizo en mi habitación, colocando mis brazos alrededor de su cuello y luego cargándome, colocando un brazo debajo de mis rodillas y el otro en mi espalda. 397 Saltó en el aire y luego estábamos volando de nuevo, sus alas extendidas detrás de nosotros como un manto de medianoche contra el cielo estrellado. Puse mi cabeza en el hueco de su cuello, sintiéndome extrañamente a gusto y contenta mientras escuchaba el susurro del aire en contra de sus plumas. —Gracias, Robert. Gracias por devolverme a mi madre. No dijo nada en el camino de regreso a mi habitación. Cuando entramos flotando por la ventana, me di cuenta de que sus alas habían desaparecido. Me sentí decepcionada; me estaba acostumbrando a verlas. Cuando sus pies suavemente aterrizaron en el piso y me empezó a bajar, me sujeté con fuerza, no queriendo dejarlo ir sin antes decirle... —Robert, no sé cómo, pero mi madre lo sabía, sabía que un día llegarías a mi vida. Eso es lo que me estaba diciendo. Ahora lo recuerdo. En el cementerio antes de morir, me dijo que la muerte traía amor. Ella me dijo que tenía que apreciarlo, y aceptarlo. Yo era demasiado joven para entender lo que quería decir, pero ahora lo hago. Me estaba diciendo que te diera la bienvenida, que te no culpará por lo que tienes que hacer. Levanté una mano hasta su cara para hacer que me mirara. Sus hermosos ojos lucían muy perdidos, y sabía que yo era la razón. Me retorcí lo suficiente para que me bajara y lo llevé a la cama para sentarnos. Tomé su mano y la puse sobre mi corazón mientras ponía la mía en el lugar donde el suyo habría estado. —Pero mi madre estaba equivocada, la muerte no trae amor. Tú eres amor. Tu... tu amor, es una parte de mí. Vi como el acero frío de sus ojos, se fundía en dos piscinas de mercurio. Cubrió mi mano en su pecho con la suya, y la llevó a sus labios. Tú eres la única que me tienta a hacer cosas que me llevarían a caer de la Gracia. No puedo ni empezar a explicarte cuán gran debilidad eres para mí. Cuando me enteré de lo que Sam había hecho… —¿Cómo supiste? —Le pregunté, interrumpiendo sus pensamientos. Lark. Estaba dolorida, yo podía sentirlo, pero no sabía por qué. Ella no sabía por qué hasta que trató de llegar a ti y vio la cara de Sam en tus pensamientos. Supo entonces por qué había estado dolorida; ella había estado mintiendo cuando decía que yo iba a encontrarme contigo sin antes hablar con ella. La mentira no había sido suya, por lo que el dolor era más una molestia que cualquier otra cosa, pero no lo reconoció por lo que era, no pensó que tú le hubieras mentido sobre mí. Pero, cuando descubrí lo que Sam había hecho, cuando me enteré de que te había engañado, sabía que estabas en peligro y la Llamada se detuvo. El canto se detuvo, Grace, y dejé todo 398 atrás para llegar a ti. Eres mi primera prioridad. No podía oír nada, enfocarme en nada mientras supiera que estabas en peligro. Él me atrajo a su regazo, con su mano todavía presionada contra mi corazón, y me besó en la frente. Traté de llegar a ti tan rápido como pude. Supe que estaba cerca cuando pude escuchar tus pensamientos. Podía sentir tu miedo, y escuchar tu oración. La escuché y era como clavar una estaca ardiente a través de mi corazón, porque no podía hacer nada para ayudarte. Apretó su frente contra la mía y vi las visiones en su cabeza mientras revivía el momento otra vez. Él viajaba tan rápido que todo era una confusión de líneas y colores. Disminuyó la velocidad al acercarse al campo, y fue sorprendido por la escena que se exponía ante él. El campo estaba inundado de la luz combinada de dos figuras que luchaban entre sí. La más grande de las dos tenía la mano alrededor de la garganta de la otra, y estaba levantándola del suelo. El pálido resplandor de la figura más pequeña comenzó a extenderse rápidamente, y su atacante la soltó a una velocidad impresionante. A medida que su brazo se retiró, se llevó con él la luz que ahora estaba sobre toda su víctima, un hilo viscoso de resplandor que creció a medida que se alimentaba por sí mismo. La luz se deslizó hasta su brazo, aumentando de tamaño hasta que lo envolvió por completo, ahogando su propio resplandor amarillo. Cuando Robert se acercó más a las dos figuras, el calor de la luz comenzó a quemar su piel. Miró hacia abajo y sintió el escozor de un dolor que nunca había sentido antes en las puntas de sus dedos. Miró hacia arriba y de inmediato cerró los ojos ante la luz intensa que amenazaba con dejarlo ciego. Sus alas rápidamente, instintivamente, se deslizaron a su alrededor, bloqueando la luz, pero no los gritos. A través de los oídos de Robert, lo que había sonado como campanas para mí eran los mismos gritos chillones que me habían incapacitado cuando había apuñalado a Sam; podía sentir la sangre en mí comenzando a revolverse de nuevo, aunque el dolor era mucho más sordo con Robert allí sosteniéndome, protegiéndome de toda la fuerza de la destrucción con la que estaba demasiado familiarizada. Podía oír los pensamientos en la mente de Sam mientras su cuerpo se retorcía en miserable agonía, los improperios que soltaba eran duros y chirriantes, y las imágenes en su mente no eran de remordimiento por sus actos, sino por tomarse tanto tiempo para matarme, estaba enojado consigo mismo por ser egoísta y codicioso en su deseo de prolongar mi sufrimiento. En la oscuridad del abrigo de las alas de Robert, el olor a quemado era palpable. Sólo cuando las astillas microscópicas de luz se habían ido sus alas se desplegaron, permitiéndole asimilar la escena que se exponía ante él. En una fracción de segundo, fue capaz de ver el daño hecho al campo. 399 Césped que estaba en la necesidad desesperada de ser cortado había sido aplastado en un amplio arco, pero por lo demás completamente intacto por el calor que la luz había utilizado para chamuscar sus dedos. Había una mochila en el centro del campo, y una gran pluma negra yacía sobre la grava que se veía como si hubiera sido sumergida en oro. Una piscina de oro se había solidificado a su lado. A unos metros de distancia, la grava estaba manchada y moteada con marrón rojizo que él sabía que era sangre. Él corrió hacia la más pequeña de las dos figuras tiradas en el suelo, y se quedó sin aliento al ver la sangre que empapaba sus vaqueros y la sangre seca en su cara. Su ojo estaba casi cerrado por la hinchazón; el labio inferior estaba partido cerca de su ápice. Un sonido de borboteo quedó atrapado en su pecho al ver los oscuros moretones alrededor de su cuello, el apretón había sido tan fuerte que podía ver cada dedo, cada pliegue de la palma que había tratado de aplastar la pequeña garganta. Abarcó con la mirada los dedos ennegrecidos donde la sangre se había juntado y congelado, los moretones en el pecho hechos por el impacto de ser golpeada por la fuerza de la apertura de las alas, y los ángulos extraños que sus miembros trazaban a su alrededor. Él podía ver en su interior, y la escena era familiar: Los órganos lesionados, los huesos rotos, la hemorragia en todos los lugares que había visto antes. Y allí en su pecho, su corazón débil, luchando por latir. Había habido demasiada pérdida de sangre, y su pulso débil estaba poco a poco disminuyendo. Todo era familiar excepto esto; si este corazón dejaba de latir, él sabía tan seguramente como sabía su nombre que su vida también se terminaría. Ella era su corazón, era su alma, si dejaba de existir, entonces él lo haría también. Cautelosamente la levantó y la acunó, su cuerpo frágil y roto colgando inerte en sus brazos. Trajo sus alas hacia adelante, envolviéndolas en torno a él, como para protegerla de cualquier peligro más de su propia especie, y en la oscuridad suavemente la abrazó contra su pecho. Cuando ella no tuvo reacción a él sosteniéndola, no pudo contener sus emociones por más tiempo y enterró su rostro en su cabello, el dolor de la traición de un amigo y la amenaza de un amor perdido destruyendo la presa en su interior. Todo su cuerpo se estremecía con cada sollozo, y cada uno arrancó de él una oración silenciosa para que pudiera salvarla, para no perderla, para que viviera para ver otro día, incluso si eso significaba que lo rechazara por lo que él era. Y tomando su amor y fe en sus manos, comenzó a besarla, el reflujo de calor de su cuerpo moribundo todavía lo suficientemente cálido como para darle esperanza. Sintió chispas de febril necesidad aumentando en él cuando presionó sus labios a 400 través de su cara, sin atreverse a acercarse a su boca, pero sintiendo la atracción más fuerte que cualquier otra cosa que alguna vez antes había experimentado. Finalmente, incapaz de luchar contra ello, su voluntad perdida entre un sinnúmero de otras emociones que había desechado para dar lugar a la sensación abrumadora de amor que sentía por ella, rozó sus labios contra los suyos, con la intención de sólo darles un momento fugaz de contacto. En lugar de eso, se inclinó, presionando más duro, y por algún milagro, ella encontró la fuerza para levantar sus manos, para sostenerlo, para tejer una tela de propiedad con sus dedos y su cabello. Él se regocijó cuando pudo oír su corazón latiendo fuerte y rápido, escuchar sus pensamientos, sentir su respuesta a él. Él se apartó al oír uno de sus pensamientos, la realidad de la situación de repente pidiendo a gritos ser el centro de la escena en este segundo acto. La heroína estaba a salvo, pero el villano necesitaba ser castigado, y rápidamente. Puso sus pies en el suelo. El tiempo no estaba de su lado. Ella estaba molesta, él lo sintió. —Grace, no lo hagas. No puedo quedarme. Ahora tendré que responder por lo sucedido aquí con Sam. Tengo que llevarlo de vuelta conmigo. Sólo quería… necesitaba asegurarme de que estabas a salvo, de que estás bien. —Le dijo, y abrió lentamente el abrigo de sus alas, apartando sus brazos de él sin ningún esfuerzo en absoluto. Ella estaba herida y confundida. —Robert, tengo demasiadas preguntas como para que me dejes ahora. Tienes que… Él tenía que interrumpirla. —No puedo responder a tus preguntas en este momento, tanto como quiera hacerlo, y sí, Grace, sí quiero. Lo que Sam hizo enojará a muchos de los otros que buscan culpar a alguien que no sea él por lo que pasó, y tengo que tratar de solucionar este problema. Tengo que arreglar esto por nosotros. —Le dijo, incapaz de soportar oír su voz tan dolida. Se agachó para recoger los restos destrozados del ángel caído que se agazapaba en el suelo. Incluso en la derrota, sus pensamientos eran desafiantes. Con su carga en sus brazos, se volvió para verla, con un adiós listo en sus labios. La conmoción y el reconocimiento que llenaban sus ojos lo hicieron callar, cuando ella pronunció la frase que causó más temor en él que verla rota y sangrienta. — Realmente eres la Muerte. Él vio con horror como ella cayó al suelo. Se apresuró hacia ella, dejando caer el cuerpo en sus brazos al suelo con un ruido sordo, y rápidamente la levantó, el intercambio rápido y desgarrador. Él se debatía entre el cumplimiento de su deber al devolver a su ex amigo, y verla a salvo. Sabiendo que ella no estaba en ningún peligro, envió sus pensamientos a la única persona que sabía podía oírlo y en quién 401 confiaba. Esperó a que ella apareciera y le habló sin palabras mientras volvía a levantar su carga marchita. Él miró mientras el hermoso ángel que había llegado tomaba suavemente a la chica desmayada de sus brazos y, asintiendo, salía volando en la dirección de la casa de la chica. Satisfecho, tomó vuelo, contento de que ella estuviera segura, y entristecido por la traición que casi le había costado la vida. Robert quitó su frente de la mía, la visión se había ido. Alzó su mano a mi cara, acunándola y acariciando suavemente mi mejilla con el pulgar. Volví mi cara en su palma, besando la línea profunda que la marcaba. Él suspiró, y me atrajo hacia él de nuevo, presionando mi cabeza contra su pecho. —Así que no fuiste tú… No, no sé quién fue el que vino a ayudarte. Tu oración en busca de ayuda... hay quienes cuya vocación es responder a oraciones como la tuya. Sólo que no sé quién pudo haber sido. Sus pensamientos se mantuvieron ocultos de mí. Asentí, y medio sonreí ante el misterio que acababa de agregar a la interminable lista de preguntas que no estaba segura de que alguna vez serían respondidas. Nunca parecía haber un momento sin complicaciones para nosotros; lo que fuera que el destino había decidido para nosotros dos, ciertamente no se suponía que fuera un paseo por el parque. La mano de Robert rozó mi mejilla, y la envolvió en la columna de mi cuello, manteniendo el lugar del pulso contra la línea más profunda y más larga en la palma de su mano, su ritmo constante relajándolo de alguna manera. Tengo tanto por lo que pedirte perdón, tanto por compensarte, Grace. No sé por dónde empezar, pero haré lo que sea necesario para compensarte esto. Tú eres lo único en mi vida que merece la pena proteger. Renunciaría a una eternidad en el Cielo por sólo un momento contigo. Presioné mi mano contra sus labios, sabiendo que entendería mi intención. —Me tienes. No te atrevas a renunciar a lo que has estado esperando por tanto tiempo sólo por mí. Mi dulce Ianthe, ¿no lo ves? Ya he caído, y es por ti. El Cielo está sólo dónde tú estás. Sonreí y puse mi cabeza en su pecho. —Y el mío está contigo, Angelo. 402 Festivo Traducido por masi Corregido por majo2340 L as navidades en mi casa nunca fueron tan vivas o tan decoradas. Janice había hecho todo lo posible para colocar muchos adornos, guirnaldas y como si uno pudiera encajar en nuestra pequeña casa, llena de puertas empapeladas, y guirnaldas en las ventanas cubiertas. Cada mesa tenía un algo verde y rojo u otra cosa. Este era también el primer año desde que mamá había muerto que teníamos un árbol en la casa. Era falso, cuesta tres veces más que el real que Graham quería cortar, y venía con luces empotradas que no parpadeaban, y eran todas blancas. Oh. Y daba vueltas, lenta y perezosamente, como una cabeza borracha y demente. Esto, por supuesto, hizo a Janice muy feliz, así que papá se aseguró de que yo no dijera nada. La diferencia más notable en esta Navidad, sin embargo, no era la abundancia de vegetación falsa adornada con cintas y vidrio alrededor de la casa, o las mantas de fibra de relleno blanco debajo de las ciudades en miniatura que adornaban la única estantería de la sala de estar. Era el hecho de que Janice estaba con nosotros, al igual que su prominente vientre. Parecía imposible que hubiera crecido tanto en tan sólo unos cuantos días, pero lo que había no se podía negar que ahora correspondía a la descripción de una redondez bastante agradable. Robert, Lark, y Ameila fueron una vez más invitados a casa para la comida de la fiesta, y trajeron con ellos, en esta ocasión, un molde de gelatina de color rojo brillante con forma de guirnalda. Ameila sujetaba la forma balanceándose con orgullo y anunció que era la primera vez que había hecho una; sus dientes increíblemente blancos poseían la sonrisa perfecta, mientras que yo me estremecía al recordar las imágenes de lo que podía hacer con esa sonrisa. Janice le dio las gracias mientras tomaba el molde, y lo ponía en la nevera. 403 Habían traído consigo más regalos que habíamos colocado bajo el árbol falso que daba vueltas para empezar con ellos, lo cual me hizo sentir totalmente inadecuada, pero papá y Janice fueron muy amables cuando nos sentamos alrededor y abrimos los regalos, Robert y yo sentados en el suelo cerca del árbol, pasándoselos a cada destinatario. Janice estaba maravillosa con los cristales con forma de lágrimas que adornaban los pendientes que recibió de ellos, mientras que papá parecía estar muy satisfecho con su auténtica pluma de escribir. —No puedo creer cómo de perfecta es esta pluma. Mira su color. ¡Qué hermosa sombra de ébano. Ese brillo es una señal de un ave muy saludable. Estoy pensando en Avestruz. —Me dijo, mientras yo asentía con conocimiento, tratando muy difícilmente de no reírme. Recibí una falda de Janice del mismo estilo que la que ella me había prestado. —Es perfecta para tu figura, y pensé que si estaban dispuesta a pedirme prestado una, tal vez estarías dispuesta a poseer una también. —Me dijo cuándo le di las gracias por ello, con una sonrisa genuina en nuestros rostros. De todos los cambios que habían ocurrido en mi vida en estos últimos meses, este era el único que todavía sentía menos cómodo, pero ese era mi problema y no de Janice; ella era una buena persona, con buen corazón, y amaba a mi padre. Eso era más que suficiente. Papá había hecho lo que solía hacer y simplemente me obsequió con una tarjeta de regalo de mi tienda de segunda mano preferida. Le di las gracias excesivamente. Necesitaba algo nuevo —bueno, no tan exactamente nuevo— camisetas después de pasados unos cuantos meses. Miré por encima a Robert para ver su cara, y sabía que él estaba tratando de no pensar en eso, casi tanto como yo. No estaba segura de si era por las mismas razones. Le entregué a mi padre y a Janice sus regalos; el de papá era un cronómetro —para contar las contracciones, le dije— mientras que el regalo de Janice era un álbum de recortes para el bebé. —Pensé que te gustaría empezar a hacer la recopilación de cosas de recuerdos que los padres hacen tanto ahora —dije, encogiéndome de hombros cuando lo sostuvo con una mirada de perplejidad en su rostro—. Ya sabes, esta fue su primera Pascua, su primer Halloween, o la primera resaca. Las cosas que a los padres les gusta recordar. Ella sonrió y me abrazó: —Gracias, Grace. No habría pensado en eso. Voy a poner algo de papel de que llegó aquí para las primeras navidades del bebé. Le había dado a Lark un CD de alguna banda juvenil de chicos atrevidos a los que ella se había aficionado, y ella me dio una copia antigua de Al Aaraaf, Tamerlane y Poemas Menores, lo que me dejó sin palabras, porque sabía que esa antigua copia se refería a la primera edición. Ni siquiera imprimían este libro más, así que sabía 404 que cuando la dije que lo atesoraría, no era porque no tuviera otra opción —más bien, era porque lo decía en serio. Ameila nos entregó a todos tarjetas de regalo para unos grandes almacenes extremadamente caros y Janice la dio un broche antiguo que había encontrado mientras salía de compras para el bebé. Robert, sabiendo que yo había destruido, hace poco, mi camisa favorita durante la lucha con Sam, había comprado unas pocas para reemplazarla. —Creo que estas se adaptarán a ti mejor, también. —Añadió, cuando traté de averiguar las razones por las que mi vieja camisa todavía no estaba en condiciones de ser utilizable, no queriendo desprenderse de lo que siempre había sentido como un viejo amigo. Me besó el cabello y silenciosamente me agradeció por el mundillo, que yo había hecho en la parte frontal de mi camisa favorita—la única parte que ha permanecido intacta, lo que hizo que sonriera a mi fingido apuro anterior. Podrías ser un ángel malo; mientes demasiado bien. —Creo que voy a ir a comprobar la comida y ver si podemos empezar a comer, porque este hombrecito está hambriento. —Dijo Janice, acariciando su vientre. Mi boca se abrió. —¿Hombrecito? —Me acerque a ella, rápidamente poniendo mi mano sobre su estómago. Era la primera vez que tocaba el vientre de una embarazada, sin haber aceptado nunca ninguna de las muchas invitaciones anteriores para sentir al bebé se retorcerse y dar patadas; Quité mi mano de inmediato. Levanté la mirada hacia ella, disculpándome por mi comportamiento grosero. Ella agarró mi mano y la puso de nuevo en el montículo redondeado, acariciándola mientras lo hacía. —Sí, es un hombrecito. Lo averiguamos la semana pasada, pero no quisimos decírtelo hasta mañana, con lo de que sea tu cumpleaños y todo. Me había olvidado por completo de que era mi cumpleaños. Tantas cosas habían sucedido en estos últimos meses, por no hablar de estos últimos días que habían vaciado por completo mi mente. Volviendo la atención de nuevo hacia el impresionante vientre que contenía a mi hermanito, lo miré con asombro; este montículo grande, redondo envuelto en tela de jersey roja contenía en ella una personita que sería la mitad de papá, mitad de Janice y 100% de Shelley . —¿Cuál es su nombre? —Pegunté, sintiendo los leves movimientos debajo de mis manos. —Tu padre y yo le hemos puesto Matthew James —contestó ella, sonriendo con orgullo mirando hacia abajo, a mi mano—. A él le gusta tu voz. Puedo decir ya que vas a ser una impresionante hermana mayor, Grace —ella sacó algo de debajo de los cojines del sofá y me lo dio—. Feliz cumpleaños de tu papá y de mí. 405 Era una pequeña caja roja. Miré a Janice, insegura, pero asintió con su cabeza tranquilizadoramente. —Adelante. Ábrelo. Quité la tapa de la caja, ubicado en el forro de satén rojo yacía un objeto de plata. Lo saqué con dedos nerviosos, una larga cadena de plata estaba unida a ello. Era un colgante en forma de un ala. El ala de un ángel. —Tenemos una para Matthew para cuando sea mayor. Tu padre y yo pensamos que si los dos tenían alas, quizás el ángel de la guarda a quien le pertenezcan siempre estará ahí para mantenerlos juntos mucho tiempo después de que nos hayamos ido —dijo Janice, con los ojos vidriosos por las lágrimas que no podía dejar que se desbordaran—. Oh, estas malditas hormonas. Ahora realmente voy a ir a comprobar ese pájaro. —Se levantó, secándose los ojos con el dorso de una mano, la otra apoyada en su vientre, acariciándolo de forma tranquilizadora, y se dirigió a la cocina. Me senté en el suelo mirando el ala de plata en mi mano. La acerqué a mí para examinarla. Era casi una réplica en miniatura de las alas que eran propiedad de mi propio ángel de la guarda, las líneas igual de delicadas, aunque nunca estarían cerca de igualar su belleza elegante. Yo estaba a punto de decir lo mismo de ti. Él vino a sentarse a mi lado en el suelo para admirar el regalo, su mano en la parte baja de mi espalda. Ahora que Robert y yo habíamos resuelto el problema entre nosotros considerando lo que exactamente había sido su vocación, lo que él era, cada vez que estaba a mí alrededor siempre tenía que tocarme de alguna manera: una conexión física que complementa la mental. Era, había dicho, la única manera en que él podía sentir la vida fluyendo a través de él, especialmente después de que por primera vez tuviera que tomar la vida de alguien sólo dos días después de la pelea en el parque. Nunca me pregunté qué había sido —no quería saberlo— pero sabía que había regresado a mí necesitado. En un cambio de roles, había sido yo quien le había consolado mientras él yacía en mis brazos. No podía dejar de imaginar una vida por delante de mí reconfortando a Robert mientras me hacía mayor. Después de todo, mi vida con él estaba ya fijada en la piedra de la lápida. Puede ser que también yo comenzara a escribir mi nombre junto al suyo... ¿De verdad acababa de pensar en eso? Miré a papá —sentado en su silla favorita, que había situado estratégicamente cerca de la cocina para la comida de hoy—, mientras estaba enfrascado en una profunda discusión con Lark y Ameila sobre la importancia de ponche de huevo en una comida navideña, y preguntándome cuando él había hecho eso mismo, si lo había hecho alguna vez, con mamá. ¿Cuándo era capaz de mirarla y ver el futuro sin hacer que parezca aterrador o claustrofóbico? 406 Le miré, su sonrisa tan brillante y amplia, sus ojos brillantes de felicidad que yo no había visto en él desde que era niña, desde antes de que mamá muriera; vi que él podía ver que ahora su futuro se extendía ante él, y que estaría paseando hacia ese futuro con Janice y Matthew a su lado. Miré una vez más al ala de plata en la mano y supe, ángel de la guarda o no, vivirían una vida sana y feliz juntos. Iba a tener que agradecerle a papá el regalo más tarde, cuando no estuviera ocupado. En este momento no quería hacer nada que lo molestara, él se estaba divirtiendo mucho. No se parece a mí ala en absoluto. Robert sonrió, extendió su mano para quitarme el colgante de mi mano. Yo ya sabía que él lo había visto lo suficiente en los pocos segundos que lo había observado para haber analizado cada mínimo detalle. Quería ayudarme a abrochar el collar alrededor de mi cuello, el pequeño cierre era demasiado difícil para mí hacerlo yo sola. Cuando lo hubo abrochado, me dio la vuelta y levantó el ala con sus dedos. Ni siquiera tiene la forma correcta. Resoplé ante su simulada ofensa. Tus alas no están hechas de plata de ley, así que basta con las comparaciones, ¿de acuerdo? Es simbólico. Eso es lo que importa. Él deslizó su brazo alrededor de mi cintura, empujándome hacia el nido de sus brazos y piernas sobre el suelo, y acariciando con su nariz mi oído. Lo sé, estaba bromeando. Bromas aparte, me gustaría decirte que me sentiría honrado de ser el ángel de la guarda de tu hermano pequeño. Nunca tenemos la oportunidad de elegir por nosotros mismos, ¿y qué mejor elección que él? Estoy enamorado de su hermana mayor, así que tengo un incentivo para mantenerlo a salvo. Giré la cabeza para mirarlo a los ojos. Podía ver el reflejo de mi cara en esas grandes piscinas líquidas, me había llevado algo de tiempo el darme cuenta de que quién era yo a sus ojos era diferente de la yo que siempre había pensado que era. ¿Qué mejor opción, realmente, para ser el ángel de la guarda para el pequeño Matthew? Gracias. Me besó la punta de mi nariz, y miró a mi padre, con una sonrisa traviesa en su cara. —¿Crees que a tu padre le importaría si te secuestro durante unos minutos? Seguí su mirada y sacudí mi cabeza —Él nunca tuvo a alguien con quien pudiera hablar de cualquier cosa antes, ni siquiera con mamá, así que está demasiado involucrado como para darse cuenta de algo más ¡Uf, tu pobre madre, pobre! ¡Pobre Lark! No creo que me perdonará si se ve obligada a estrangular a papá por hablar sobre la importancia de chillar villancicos de Navidad. Oí eso. Su voz apareció en el fondo de mi mente como un... bueno, un pájaro, que viene a posarse en una rama durante una breve visita con un árbol. Un pájaro 407 grosero, estridente, y desagradable. Vamos, mantendré a tu padre ocupado aquí y mamá puede mantener ocupada a Janice en la cocina. Asentí con la cabeza hacia ella, agradecida de que ella no hubiera oído esa última parte de ser desagradable. Yo valoraba tener todos mis dedos en buenas condiciones de funcionamiento y lentamente me arrastré hacia la escalera y me escabullí escaleras arriba. No me importaba lo que pareciera, aunque sé que probablemente era una vista divertida para Robert. Entré en mi cuarto, con Robert sobre mis talones, y cerró cuidadosamente la puerta. Estaba desordenado, como de costumbre. Había ropa esparcida por el suelo, cubriendo la superficie de madera, y la cama estaba sin hacer, las sábanas que no iban a juego y las mantas haciendo para alguien un confuso lugar de disturbios. Los esfuerzos de Janice para tratar que mi habitación se viera más presentable, aunque inicialmente tuvieron éxito, habían fallado miserablemente en última instancia, debido a mí total falta de esfuerzo —simplemente no estaba tan preocupada por el estado de mi habitación como estaba con el estado de mi vida. Había montones de libros sobre la cómoda, y las puertas del armario estaban abiertas, revelando un lío aún más aterrador de ropa y trastos amontonados sin ningún orden, porque si no, lo más probable es que me hubiera matado muchas veces por tropezar con uno de ellos cuando habían estado en el suelo. De repente me sentí muy avergonzada por el desorden, sabiendo que a pesar de que Robert lo había visto todo antes, hoy parecía un día lo suficientemente importante para mí, para que hubiera hecho por lo menos un esfuerzo para limpiarlo. —Podría limpiar esta habitación en unos diez segundos si me dejas. —Sugirió con aire de suficiencia, y se apoyó contra la puerta para observarme dar la vuelta en círculos, evaluando lo que podría ser hecho en el menor tiempo posible. —A nadie le gusta un fanfarrón, Robert. —Le recordé, decidiendo intentar un milagro de barrido y limpieza de mi cosecha exactamente en quince segundos... y teniendo éxito en sólo conseguir lanzar una almohada fuera de la cama y caer el suelo, y empujar unas cuantas prendas de ropa en un rincón de la cómoda, ocultándolas de la vista. Encantado con mi falta de madurez, Robert se sentó en el borde de mi cama y dio unas palmaditas junto a él. Le miré, confusa, pero dispuesta a complacerlo. Extendió la mano hacia mí, tan pronto como estuve cerca de él y me empujó en su regazo. Empujó mi rostro hacia el suyo y comenzó a plantar besos en mi frente, en el espacio entre mis cejas, mi nariz —él estaba haciendo un camino de fuego ardiente hacia mis labios, y maldición si yo no podía ser otra cosa excepto paciente cuando él estaba sosteniendo mi cabeza quieta. 408 Por último, cuando supe que probablemente gritaría si no presionaba sus labios en los míos, lo hizo, y supe que no había nada que pudiera hacer que me separase de él en ese momento. Sentí la oleada de corrientes de electricidad atravesándome en el instante en que nuestros labios se tocaron —la sangre en mis venas se sentía como si estuviera hirviendo contra el calor irradiado en mi interior, mi corazón latía a un ritmo cada vez mayor mientras yo me empujaba más profundamente en su abrazo, incluso mientras él me acercaba. Podía sentir sus manos en mi pelo, sosteniendo mi cabeza cautiva mientras yo hacía lo mismo con él. Disfruté de la forma en que su cabello se sentía entre mis dedos, espeso y sedoso, y sabiendo que eso y todo él era sólo mío, hizo que mi corazón se acelerara más. Yo estaba sin aliento, respirando con dificultad cuando se alejó, ignorando mi gemido de protesta mientras presionaba su frente contra la mía. Mi único consuelo era que él parecía tan nervioso como yo, su respiración entrecortada, su pecho subía y bajaba a su ritmo propio y rápido. —Grace, tenemos un montón de tiempo para besos —dijo, su voz áspera y tensa, con algo que sonaba muy parecido a la necesidad—. Ahora mismo tengo un regalo de cumpleaños mío para darte... no quería dártelo abajo. Creo que a tu padre podría quedarse apopléjico si lo viera. Cuando su respiración se hubo ralentizado lo suficiente como para moverse sin causar demasiado alboroto, metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña caja. Mi respiración no ayudó cuando empecé a hiperventilar a su vez. Sólo había una razón para que las cajas fueran tan pequeñas, y sólo una razón por la cual los chicos mantienen esas pequeñas cajas en sus bolsillos. Lo miré con mis ojos completamente abiertos, un sonido de tartamudeo saliendo de mi boca. Él puso sus dedos sobre mis labios, presionándolos para cerrarlos. —No es lo que piensas, así que no conseguirás que entre en pánico. Ábrelo. —Él dejó la caja en mis manos y luego colocó sus brazos a mí alrededor, con una media sonrisa socarrona elevando la comisura de su boca hacia arriba. Le miré con ojos escépticos, no muy segura de sí podía o no confiar en él. Él puso los ojos en blanco ante mis pensamientos, e hizo un gesto con la cabeza para que dejara de buscar evasivas y abriera la caja. Levanté la tapa con cierres con los ojos cerrados, el miedo a lo que había dentro de sus confines sintiéndose mucho más real de lo que lo que había sentido al enfrentarme con Sam. Finalmente, dubitativamente, después de tomar una respiración profunda los abrí. —Oh. Observé el contenido llevándome una sorpresa. Era un anillo, pero no como algo que hubiera visto alguna vez antes. La piedra era de un profundo azul, casi de la 409 medianoche, redondeada como un huevo, pero con un brillante blanco, con seis estrellas apuntando a su centro. Estaba colocado sencillamente en una banda de plata sin ningún tipo de adornos adicionales o piedras. Era, simplemente, el anillo más hermoso que había visto en mi vida. Toqué la piedra suavemente con el dedo, trazando cada punta de la estrella, que se extendía hasta la superficie de la piedra y bajaba por sus laterales. —¿Qué es? —Le pregunté cuando por fin recordé que todavía estaba en la habitación conmigo. Agarro la caja de mi mano y quitó el anillo de su enganche. Puso la caja al lado suyo y después me agarró la mano derecha, extendiendo mis dedos hacia fuera y lo deslizó en mi dedo anular, el frío metal contrastaba con el calor de sus manos... y el calor que siempre sentía cada vez que me tocaba. —Este es un zafiro estrella. No es una piedra común, y la estrella desaparece si se mira de otra manera que no sea directamente. Elegí esta piedra porque quería que tuvieras algo que te recordara a mi cuando no estoy aquí contigo. El zafiro es mi piedra de nacimiento, y, como a mí, tienes que mirar, muy de cerca, con los ojos abiertos para ver la verdadera naturaleza oculta en su interior. —Había tratado de sonar presumido, pero podía oír el tono dubitativo en su voz, como si temiera que yo no fuera capaz de ver exactamente lo que él había dado a entender que el anillo representaba. Sentí lágrimas en mis ojos y me las alejé con manos torpes, incapaz de hablar. Me había quedado de piedra. Además del colgante que acababa de recibir en la planta baja, nadie nunca me había dado algo que implicaba tanto significado emocional y reflexivo. Me sentía preparado para rechazar el anillo, sintiendo la necesidad de sacarlo de mi dedo. ¿Qué había hecho yo para merecer tanto de él? Su amor, su amistad... incluso me había obsequiado con mi propio milagro de devolverme los últimos recuerdos de mi madre. Ahora me había dado un símbolo de quién era él que yo podía mantener siempre conmigo, mi propia estrella en un cielo de medianoche. ¿Qué había en este mundo que yo poseyera que pudiera darle, además de mi corazón? —Eso es todo lo que necesitaré siempre, Grace. Tu corazón y el amor que mantienes dentro. —Susurró en mi oído. Apoyé mi cabeza en su hombro, y me quedé mirando el anillo, sabiendo ahora lo que quería decir. —Lo sé, pero ¿qué hay que tú puedas mantener contigo cuando yo me haya ido? ¿Qué tendrás para recordarme? 410 Sentí que se tensaba bajo mí ante mis palabras. El tema de mi muerte, realmente, no había salido y permanecido el tiempo suficiente para hablar de ello plenamente, sobre todo debido a su insistencia en que siempre podríamos hablar de ello más tarde. Bueno, era más tarde. —¿Robert? Comenzó a acariciar mi espalda, su voz suave mientras hablaba: —No quiero pensar en ti muriendo, Grace. Te lo he dicho antes, eres mi vida: Tú eres la razón de que exista. Si tú ya no estás aquí, yo no quiero estar tampoco. Tú me das paz, cuando todo en mi cabeza es un caos. Me has ayudado a que los días dejen de entremezclarse para que pueda apreciar cada uno de ellos. Cada momento de mi futuro espero pasarlo contigo. Yo soy quien soy gracias a ti. Sin ti dejaré de existir. Su mano dejó de acariciarme. Moví mi cuerpo y sentí sus manos en mi rostro mientras giraba mi cabeza para mirarlo, dándome todo el impacto de su mirada intensa. —Quería esperar para preguntar esto hasta que estuvieras habituada a lo que soy, pero creo que cuanto más tiempo haga eso, más terca te volverás. Quiero saber, Grace, si considerarías el convertirte en inmortal. —Se quedó quieto mientras sus palabras se filtraban. Ni siquiera respiraba. Yo tampoco. Podía oír la ralentización de mi corazón, mientras luchaba en mi pecho bajo el peso de sus palabras, mis pulmones se estaban quemando por oxígeno, y así no podía hacer otra cosa que mirar a los ojos de Robert. Si yo fuera a morir ahora mismo, probablemente podría ser capaz de decir que yo era mucho más amada de lo que nadie tenía derecho a ser. Que Robert estuviera dispuesto a arriesgar tanto para que no pudiéramos ser separados por el tiempo se sentía como si me ofreciera el mundo. —No puedo. Él asintió, sabiendo antes incluso, de que yo hubiera dicho las palabras cual sería mi respuesta. —¿Puedo preguntarte por qué? Bajé la mirada a mi mano, levantando la derecha y me quedé mirando el anillo en mi dedo. La estrella en la oscura piedra había desaparecido, al igual que Robert había dicho que haría. —Sé que te he dicho muchas veces que todo lo que quiero en esta vida es ser normal. Me he dado cuenta de que amarte y estar contigo anula la posibilidad de que eso ocurra, así que con mucho gusto acepto no ser normal en esa instancia. Pero, para todos los demás, sigo siendo Grace. Encajo aquí de alguna manera, aunque sea un poco torpe. 411 —En este momento, soy feliz de ser yo. He luchado durante mucho tiempo para aceptar quién soy, lo que soy. Tras dieciocho años de no saber exactamente a dónde pertenecía, en donde encajaba —fui siempre la intrusa que ni siquiera estaba cómodo en mi propia piel. Y entonces entraste en mi vida, y me ayudaste a ver más allá de lo que la gente me había etiquetado, más allá de lo que me había etiquetado a mí misma. Me ayudaste a ver ese interior, soy tan hermosa como Erica, tan divertida como Stacy, justo tan simpática como Graham. Me hiciste darme cuenta de que aunque estaba contento de conformarme con la mediocridad, soy mucho más que eso. —Pero, si yo fuera a ser inmortal, todo eso hubiera desaparecido, porque todo eso pertenece a la Grace humana. Si tuvieras el permiso para cambiarme, ¿qué sería en tu mundo? ¿Qué sería yo en el mío? Eres un ángel, la gente te pinta en los techos y envían tarjetas postales con tu foto en ellas. Crean estatuas y… —levanté el colgante que pendía de mi cuello—, y joyas de tu imagen, porque eres importante. ¿Qué iba a ser yo, excepto una don nadie que puede vivir para siempre? No encajaría en ningún lugar. Ni en tu mundo, y definitivamente no en el mío. Sería capaz de vivir para siempre, pero ¿dónde viviría? Yo jugueteaba con el dobladillo de mi blusa mientras mis palabras se filtraban en él, sabiendo que tendría algún tipo de réplica lista para lanzarme. No estaba segura de cuánto tiempo sería capaz de mantenerlas cuando eso ocurriera. En su lugar, suspiró, ese sonido triste, melancólico. —Te amo —susurró, mientras besaba la parte superior de mi cabeza, envolviendo sus brazos a mí alrededor con fuerza—. Te amo, para siempre. Empujé la cabeza aún más fuerte contra su pecho. Me sentí sonreír, a pesar de las lágrimas que se deslizaban por el lateral de mi nariz, traicionando las palabras que acababa de pronunciar. —Te amo, también. Podía sentir el temblor en mis palabras y colocó sus dedos bajo mi barbilla, alejando mi rostro de su pecho y levantándolo hacia el suyo. Cuando habló, su voz estaba teñida de pesar: —Por favor, no llores, Grace fue un mal momento para hablar de ello. Lo siento. —Dijo esto con sus ojos llenos de lágrimas de mercurio, amenazando con derramar de un momento a otro en mí regazo una lluvia de cristales. Yo podía ver la tristeza que mis palabras le habían causado, grabada en su rostro, y quería retirarlas, borrarlas de su memoria sólo para verle sonreír de nuevo. —Yo soy la que debería estar arrepentida, Robert —murmuré, mi mano sosteniendo suavemente su cara, mi pulgar pasando justo por debajo de las pestañas inferiores—. Estoy siendo egoísta por pensar sólo en lo que yo quiero. Te tendría para el resto de mi vida, pero no podría… soy sólo un instante en la tuya. Si se 412 cambiasen las tornas, no estoy segura de cómo reaccionaría, pero sé que no contaría con tu paciencia. Has esperado 1500 años por lo que querías, mientras me quejo de esperar unos míseros dieciocho años. Incliné mi cabeza hacia abajo y la coloqué en el hueco de su cuello. Presioné mis labios contra el lugar donde el pulso debería estar, otra lágrima se derramó mientras yo pensaba de nuevo en lo que él había sacrificado para tratar de darme lo que yo había querido, una vida normal, le había dicho. Y, sin embargo, no podía dejar de recordar lo que Sam me había dicho, acerca de lo que le había costado tratar de convertir a la mujer que había amado en un inmortal. Ella se había convertido en un monstruo y, por consiguiente, tuvo que destruirla. Ese miedo era demasiado... el costo para ambos no era algo que pudiera arriesgar, no cuando finalmente tenía todo lo que podría desear. —¿Podemos no hablar de esto otra vez? ¿Al menos por un tiempo? —Le dije en voz baja, y tímida. Sus brazos se apretaron a mi alrededor otra vez, su suspiro de concesión se sintió más como un gruñido de derrota. —Lo que sea necesario, Grace. —Él no había oído mis pensamientos, y estaba aliviada por eso. Sólo haría que se volviera más firme sobre cambiarme... pero yo ya era diferente. Empujé mi cabeza hasta la suya e incliné mi rostro para besarlo, pero él me mantuvo a distancia. —Creo que deberíamos bajar, ahora. —Dijo, con los ojos llenos de tristeza... y ¿maquinación? Sentí mis labios fruncirse hacia adelante en un puchero, asentí con la cabeza, comprendiendo que nos habíamos arriesgado al estar lejos tanto tiempo. —Pobre Lark me temo que probablemente nunca me volverá a ver después de esta noche… o con todos los favores que voy a tener que deberle por ponerla en esto. —Dije con una sonrisa a medias. Robert se puso de pie, facilitándome el que me pusiera de pie con él, con sus brazos todavía envueltos alrededor de mi cintura. —Me temo que probablemente tienes razón, pero no te preocupes demasiado si juego al héroe de vez en cuando y te rescato de cualquier tarea humana horrible que ella te haya propuesto para que hagas. —Sonrió, el humor y la diversión en sus ojos volviendo rápidamente. Se inclinó hacia delante y suavemente besó mi labio inferior haciendo un puchero. —Y cuando te rescate, pediré una recompensa. —Oh queridas bananas. —Suspiré, mi corazón tronando dentro de mi pecho como ninguna tormenta que hubiera tenido. 413 Riendo ante mi reacción, Robert aflojó su agarre y, tomando mi mano, me llevó hacia la puerta. Me paré de golpe cuando algo me llamó la atención. Colocado en la esquina de mi cómoda había un pequeño objeto. Me acerqué para examinarlo y mordí mi tembloroso labio. Una pequeña y ladeada ballena, con una extraña protuberancia de su cabeza estaba colocada en mi cómoda, lo rosa de la ballena contrastando con el verde de la anomalía. —Rompí esto... el día que nos conocimos —ni siquiera supe lo que pasó con ello después —respiraba mientras tomaba la estatuilla con mis agitados dedos—. ¿Cómo? Robert la tomo y la miró de cerca, sus ojos viendo mucho más de lo que yo podría alguna vez. —Janice la había guardado en una pequeña caja en su armario. Sabía que había significado mucho para ti, y todavía lo hace para Graham. Él simplemente no quiere pedírtelo de nuevo. Así que, la arreglé. La tome de nuevo con dedos cuidadosos y la miré, mirándola más detenidamente. Yo había hecho esto, después de todo. —No puedo decir dónde se rompió, o que se había roto en absoluto. Robert sonrió y tocó la esquina de mi ojo con el pulgar, quitando una gota de humedad de la misma. —Es mucho más fuerte de lo que era antes. Al igual que su creador. —Gracias —gesticulé con la boca, incapaz de formar palabras o sonidos. Me apoyé en su pecho mientras colocaba de vuelta la pequeña ballena en el tocador. No necesitaba escucharme o ver mis labios en movimiento para saber que yo estaba agradecida. Estaba más que eso. Estaba increíblemente bendecida—. Bueno, bajemos ahora. —Susurré cuando, finalmente, pude manejar las emociones que se desbordaron dentro de mí. Con velocidad cegadora a la que me iba lentamente acostumbrando, me cargo y bajó como un rayo las escaleras hasta que estuvimos de vuelta en la sala de estar, sentados en el suelo al lado del sofá como si nunca hubiéramos salido. Oí un ruido melodioso llenando la casa, que sonaba un poco... apagado. Miré a Robert, sus hombros temblaban de risa mientras señalaba en dirección a la pared al otro lado del sofá que tenía la televisión y el estéreo de papá. Allí, de pie con el brazo alrededor de mi padre, estaba Lark —ella estaba gritando la melodía con el segundo coro de Jingle Bells, papá gritando la melodía. Ameila y Janice estaban todavía en la cocina, riéndose de las payasadas de los dos gritones en la sala de estar, y yo sacudí la cabeza ante la imposibilidad de todo. 414 No había forma de ayudar ahora. ¿Cómo de normal podría ser yo, estando con un ángel gritando Jingle Bells en mi sala de estar? Miré a Robert y vi que tenía los ojos brillantes de alegría genuina. Agarró mi mano y presionó sus labios contra mis dedos, sonriéndome cuando vio el rubor inundando mi cara —rosada y pecosa. Esta era mi normalidad. Estar enamorada de un ángel, escuchar los gritos de los villancicos... y posiblemente contemplando el vivir para siempre era tan normal, me di cuenta. Sonreí ante mi aceptación de esto, y me levanté. —Creo que voy a ir a cantar junto con Lark y papá. —Dije alegremente, e hice justo eso. \ 415 En el próximo libro de esta fascinante saga Traducido por AndreaN La vida de Grace Shelley ha cambiado mucho estos últimos cuatro meses. Perdió a su mejor amigo Graham, se enamoró de la Muerte en sí misma, Robert Bellegarde, tiene una nueva mejor amiga, Stacey Kim, una valiente chica que se enfrenta con Graham cada vez que puede, y peleó contra un truhan ángel caído llamado Samael hasta la muerte. Y todo antes de su cumpleaños numero dieciocho. Y ahora se enfrenta al mayor desafío de su vida: Las Hormonas. Con Graham buscando su ayuda para que entienda sus sentimientos por Lark, la fría hermana de Robert, Grace ve un destello de lo difícil que es que un humano ame a un ángel. Y la nueva relación de Stacey le muestra a Grace que algunas veces, salir con un humano no es mucho mas fácil. Y la negación de Robert de llevar su relación más allá de los castos y fraternales besos que comparten ha hecho que Grace se cuestione su atracción por ella. Es la vida más normal que Grace va a obtener. Pero cuando descubre quien fue el que casi la mato hace unos pocos meses en un atropella-y-corre, su acusación los predispone a una serie de eventos que los cambian a todos, ángeles y humanos por igual. Y al final de todo, ¿Grace quedara completa, o estará incluso más rota que antes? 416 Sobre la autora S.L Naeole siempre ha amado el olor de los libros, el tacto de los libros, y el lugar donde un libro garantiza que te llevara. Supo desde temprana edad que su destino era escribir, crear aquellos mismos libros que amaba tanto y prometió que algún día, lo haría. Ahora, después de casarse y empezar una familia, finalmente ha hecho su sueño realidad. Como la autora de Falling from Grace, ha encontrado un lugar que le permite que sus sueños se conviertan en los de los lectores, y que los transporta a mundos y vidas donde la fantasía y la realidad se mezclan sin problemas. S.L Naeole escribe desde su hogar en Hawaii, con su esposo, cuatro niños, y un gato a su lado, animándola y proveyéndole cantidades sin fin de inspiración. Saga Grace: 1. 2. 3. 4. Falling from Grace Bird Song Black Halo Grace of Day 417 Traducido, corregido y diseñado en el foro www.purplerose1.net ¡Visítanos! 418
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