ARTE Y TÉCNICA DE DISCERNIR 1 Avisos para animadores y guías vocacionales XXXVII Encuentro de Delegados Diocesanos de Pastoral Vocacional Madrid 28 y 29 de abril de 2015 Aproximaciones y distinciones 1. Acotando el tema: El discernimiento de la vocación Una primera adventencia: Me centraré en estas reflexiones en el discernimiento específico de la pedagogía vocacional. Parto del supuesto de que el discernimiento abarca, por sí mismo, un territorio más amplio que el de la pastoral de las vocaciones. Su campo de actuación envuelve la experiencia creyente en su desarrollo. Aquí, sin embargo, lo abordo en cuanto centrado en la búsqueda, reconocimiento y respuesta afirmativa a la vocación específica de una persona que ha sentido la llamada de Dios y desea responder. Ello es una declaración positiva de una convicción: la elección vocacional constituye un momento singular en el conjunto del camino de la fe. Una segunda advertencia: No me detendré directamente en el perfil del animador vocacional ideal. No porque me parezca innecesario ofrecer un cuadro de referencia sino todo lo contrario. Aquí me limitaré a su tarea de discernimiento de las vocaciones. En la actualidad esta tarea sigue necesitando cualificación y dedicación por parte de los animadores vocacionales. El acompañamiento, educación, formación y discernimiento de las vocaciones constituyen en sí mismas una escuela de aprendizaje y de formación del animador. Más aún, creo que habría que incluir esta oferta formativa en el curriculum de estudios exigidos para la profesión perpetua y el ministerio ordenado. 2. Confusiones frecuentes en el discernimiento Al proponer la naturaleza del discernimiento resulta útil comenzar despejando confusiones y errores. Se dan con frecuencia reducciones, tergiversaciones y falsificaciones al tratar sobre el discernimiento. El “discernimiento”, es sustituido o rebajado -a veces con cierta frivolidad-, a otras realidades que nada tienen que ver o que expresan solo parcialmente la naturaleza de este instrumento espiritual. Indico algunas de las confusiones más frecuentes. Discernir no equivale a emitir un juicio prudente y objetivo sobre una determinada situación personal. No se lo puede confundir con el consejo razonable que una persona sensata comunica a quien le pide una opinión acerca de una situación particular. No hay discernimiento posible sin ejercicio de la fe. De ahí que la oración sea su escenario necesario. Discernir no es autorreferencialidad. Fundamentalmente no se ciñe ni finaliza cuando la persona llega a reconocer y a poner nombre a sus deseos personales y a sus legítimas aspiraciones. Discernir no se reduce a autoconocimiento. Implica siempre la alteridad trascendente de Dios. Discernir no es adivinar o intuir. Aunque es verdad que el discernimiento contiene un 1 componente de intuición, sin embargo se basa en indicios que se pueden objetivar. Tal objetivación no es la propia de las ciencias empíricas, sino de la sabiduría espiritual. Esta se aleja de todo tipo de práctica mágica. Discernir no es ofrecer un recetario infalible y seguro de soluciones prefabricadas y rápidas a los problemas y preguntas que presenta quien se siente afectado por una llamada del Señor y pide ayuda para aclararse. Discernir no es un método infalible en la toma de decisiones o, incluso, para encontrar la voluntad de Dios. No funciona desde el cálculo o la lógica deductiva, ni a manera de ingeniería técnica, o de metodología experimental que permita comprender a Dios hasta el punto de creer que se le puede poseer. Discernir no es convertir al otro en un sumiso que se resigne a un destino impuesto y le anule en la cárcel de la pasividad. El discernimiento no es una práctica que trata de sustraer la libertad de la persona, sino desplegarla dando razones a su inteligencia y motivos a su libertad para abrazar lo que se presente como voluntad de Dios. Discernir no es juzgar a los demás bajo el criterio personal de quien ayuda. Desde fuera no se puede hacer un discernimiento. Nadie puede erigirse en criterio o norma de las decisiones de los demás. En absoluto se trata de cotejar las conductas e intenciones de los demás desde el propio punto de vista. Discernir no es un ejercicio ceñido a un solo momento de la vida, a una circunstancia particular que exige tomar una decisión importante. Al contrario, el discernimiento genera un estilo de vida. Impulsa a tomar decisiones ajustadas a la voluntad de Dios en cada momento del ahora cotidiano. Cada cual debe hacer esas elecciones una y otra vez. Nadie más, ni siquiera Dios, va a hacerlo por él mismo. Discernir no es imponer un punto de vista, convencer a otra persona de una verdad, o sustituirla en las decisiones ordinarias de la vida o, peor aún, en las más centrales y decisivas. El discernimiento tiene en cuenta siempre la alteridad y el sumo respeto del sujeto que tiene que hacerse cargo de su propia existencia. Discernir no se reduce a comprobar si se dan o no en el candidato los requisitos imprescindibles exigidos para abrazar una vocación específica. No se puede confundir con un «casting vocacional» que examine, pruebe y certifique la idoneidad del candidato. Los criterios de idoneidad vocacional deben necesariamente ser tenidos en cuenta. Pero no son ni el elemento único, ni el decisivo ni siquiera el central. Discernir no se limita a “pasar por el psicólogo” considerando que su análisis y diagnóstico son el veredicto decisivo de confirmación de la existencia o de la idoneidad de una determinada vocación. No se trata de anular lo espiritual ni de someterlo a lo psicológico, sino justamente al revés someter lo psicológico a lo espiritual Estas desviaciones y errores nos advierten dos verdades: 1) El discernimiento no es un recurso de pastoral vocacional fácil ni inmediato. No se basa en fórmulas ni recetas automáticas. Además del don del Espíritu Santo, su ejercicio requiere capacitación y práctica examinada. Y 2) No se debe denominar discernimiento a cualquier actividad. Conviene clarificar y asegurar sus claves de manera que se eviten reduccionismos y enredos. 3. Naturaleza y singularidad del discernimiento vocacional 2 a. La palabra “discernimiento” Antes de abordar de lleno nuestro tema, parece oportuno decir unas palabras sobre el vocabulario acerca del discernimiento1. Sin duda, esto nos ayudará a comprender más cabalmente su naturaleza. Nuestra palabra "discernimiento", que sólo cuenta con tres siglos de existencia en cuanto al uso, traduce el término griego diá-crisis. Es precisamente este vocablo el que utiliza san Pablo en su primera carta a los Corintios cuando, al enumerar los carismas, habla de discernimiento de espíritu (1 Co 12,10). La literatura cristiana de lengua griega considera al discernimiento como un don a conquistar y a recibir, distingue diferentes grados del mismo, y versa peculiarmente sobre los espíritus y mociones interiores buenas y malas. El verbo latino cernere tiene un doble significado: separar y ver; este doble sentido se conjuga en la acción de discernir: ver a fin de separar, y luego actuar bien y moderadamente. En conclusión, ¿qué nos enseña el vocabulario griego y latino? Podemos resumirlo así: la palabra discretio (discreción) traduce dos términos griegos: diácrisis (discernimiento) y metrón (medida). En consecuencia, la discreción es: La capacidad de distinguir o discernir el origen y orientación de los movimientos que agitan nuestra interioridad. Y el caminar por la senda real de la justa medida o justo medio, como consecuencia de la antedicha capacidad de discernimiento b. Descripción del discernimiento En el proceso de clarificación vocacional de debe usar el proceso de discernimiento, como un elemento necesario en el proceso vocacional y como una colaboración a la acción de la Providencia de Dios. El discernimiento no es algo meramente pragmático o eficacista, como hemos visto. Exige una disposición permanente: aquella actitud por la cual una persona tiende a la búsqueda de la voluntad de Dios sobre su vida. Tal es la actitud del creyente que, a ejemplo de Cristo, considera la voluntad de Dios como única y definitiva opción. El discernimiento tiene sus propias claves: 1. Parte de un acto de fe. Dios llama. Pero su voz no se transmite de forma inconfundible, sino por señales. Que deben ser reconocidas. Serán necesarios oídos atentos como los del Siervo de Yahvé: “El Señor me espabila los ojos cada mañana, para que escuche como los discípulos” (Is 50,4) 2. En disponibilidad. El discernimiento se asienta sobre la disponibilidad, la actitud vocacional por excelencia, es decir, la resolución mantenida de llevar a cabo lo que se presume haber descubierto como mensaje de Dios. 3. Pretende realizar un proyecto de vida. Apunta a englobar la vida entera poniéndola 1 Nos sirven de inspiración las orientaciones de BERNARDO OLIVERA, En manos del Espíritu. Guía para el acompañamiento espiritual laical. Lumen, Buenos Aires, pp. 105 y siguientes. 3 al servicio del Reino de Dios. Este proyecto lleva la marca de lo provisional, pues siempre queda algo por descubrir. Por eso reconoce lo imprevisible de Dios y está a la espera de la última carta de Dios, sabiendo que aún no es la definitiva. 4. Por un itinerario de búsqueda. Pone al llamado en un estado de éxodo. El discernimiento es un estado de sensibilidad a las sucesivas llamadas de Dios, que provocan un proceso de rupturas, con frecuencia dolorosas, con las consiguientes crisis personales, que de traducen en una transformación personal. Es una conversión hacia el proyecto de Dios, su Reino. 5. Con renuncia a las propias ideas. La clave del discernimiento está en la renuncia a las propias ideas acerca de lo que es la voluntad de Dios, sometiéndose a la renovación y transformación de la persona que hará posible el paso del saber que procede del mundo al saber que procede de Dios, es decir, a la escala de valores que proyecta la cruz. 6. Desde una correcta estructuración de la jerarquía de valores. En tal jerarquía de valores en la que se asienta el proyecto de vida aparecen como motivación fundamental los valores que son comunes a toda vida cristiana: la construcción del Reino de Dios por el seguimiento de Cristo, por el amor universal, la conversión del corazón y la búsqueda de la voluntad divina. Arraigados en ellos están los que constituyen la motivación personal o dominante, que es lo que provoca la elección vocacional concreta e integra la profesión, el estado de vida y la incorporación en una determinada familia religiosa. c. Discernimiento vocacional en el proceso antropológico No podemos olvidarnos de cómo funcionamos interiormente los humanos. Hay un esquema fundamental y básico de las operaciones que están a la base de la conducta de toda persona2. Deben ser tenidas en cuenta dado que desde ellas se estructura el discernimiento. Están presentes y activas en todo sujeto que trata de advertir, verificar y responder a su propia vocación3. De forma esquemática presentamos esas operaciones en forma del siguiente circuito: PERCEPCIÓN EMOCIÓN PENSAMIENTO JUICIO DECISIÓN Y ACCIÓN 1) UNA SECUENCIA DE REACCIONES CONCATENADAS. El esquema indica que toda experiencia humana se organiza a partir de un estímulo. Este queda registrado por una percepción interna y externa. Ella suscita en cada persona determinados sentimientos y pensamientos4. Sobre esta materia la persona elabora un juicio que le lleva a 2 Cf. L. M. GARCÍA DOMÍNGUEZ, Discernir la llamada, San Pablo, 2008, 28. A. CENCINI-A. MANENTI, Psicología y formación. Estructuras y dinamismos, Paulinas, México 1994,45-61; A. M. Ravaglioli, Psicología. Uno studio interdisciplinare della personalitá, Dehoniane, Bolonia 2006,129-166. 4 Ya Evagrio Póntico deja abierta la cuestión de si sucedían antes los sentimientos o los pensamientos: «¿Es el pensamiento el que excita las pasiones, o son las pasiones las que mueven al pensamiento? Se debe reflexionar. Unos 3 4 considerar una cosa como mejor o más conveniente que otra. Desde tal juicio la persona toma y ejecuta la decisión que considera como mejor. Esta secuencia funciona también en la elección vocacional, en cuyo interior se dan elementos trascendentes. 2) CONDICIONES PREVIAS AL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL. Pero empezar un discernimiento vocacional requiere algunas precondiciones en el sujeto5, por varias razones: a) El proceso vocacional no parte desde cero, como algo que se graba limpiamente en una tabla rasa; sino que las percepciones vocacionales advienen al candidato en un momento de su historia personal en el que ya existen muchas otras experiencias y probablemente algún proyecto personal que se desea realizar. b) La materia del discernimiento, pues, arranca de una percepción, que incluye ya cierta elaboración de la experiencia: a partir de los datos de los sentidos exteriores y de los provenientes del mundo interior (imaginación, memoria, sensaciones internas...), se elabora ese material bruto en forma de dato organizado. Pero la memoria afectiva carga los recuerdos y las experiencias previas de connotaciones emotivas que le proporcionan a cada percepción una significación histórica añadida. Por ejemplo: La primera reacción ante una advertencia vocacional es diversa entre uno que ha sido huérfano desde niño de la de otro cuya infancia ha discurrido en un ambiente de familia numerosa. Lo mismo se puede decir con relación al tipo de educación, a la personalización de valores religiosos, al desarrollo de la afectividad,...y a otros muchos factores. Influye obviamente la edad personal, la educación recibida anteriormente, la libertad efectiva del sujeto, la calidad de la vida religiosa que tenga...etc. c) Con todo, la «llamada» que percibe el candidato refleja últimamente una experiencia religiosa como tal, que es cognitiva y afectiva, iluminadora y arrebatadora, dinamizadora y transformante. Es como aquella experiencia a que se refería Carlos de Foucauld al decir: «Desde que conocí a Dios comprendí que sólo podía vivir para Él». 3) LA PERCEPCIÓN. Inicialmente el estímulo vocacional es percibido como intuición, de modo poco articulado y no fácilmente descifrable. Algo parecido es lo que ocurre con el enamoramiento, que en sus comienzos es menos reconocido por los mismos enamorados que por aquellos que los observan. Pero antes o después la posibilidad de «tener vocación» se siente en el corazón con tanta mayor fuerza cuanto mayor sea la atención que se preste a esa percepción primera. Pero es solo el comienzo de un itinerario sucesivo de reacción. opinan lo primero, otros lo segundo»: Evagrio Póntico, Tratado práctico, n. 37, en Obras espirituales, Ciudad Nueva, Madrid 1995,151. Nuestro análisis fenomenológico de la emoción sigue a M. B. Arnold, Emoción y personalidad I, Aspectos psicológicos, Losada, Buenos Aires 1970, y opta por la segunda posibilidad. 5 C. J. JACKSON, Vocations and Vocation Discernment, Review for Religious 57 (1998) 305-322. Según este autor son precondiciones necesarias la capacidad de reflexionar las cosas ordinarias de la vida; la capacidad de describir las propias experiencias; un hábito ordinario de oración; el conocimiento de sí mismo; el conocimiento profundo del más profundo deseo personal, lo que busca (Jn 1,38); y apertura a Dios y a hacer su voluntad. Sin ellas no es posible el discernimiento. 5 4) LA EMOCIÓN. Muy pronto empiezan los correspondientes movimientos afectivos. Hay agitaciones emocionales en el interior de cada sujeto que son genuinas y propias. Las emociones y sentimientos derivados son una epifanía reveladora de la misma persona: Unos sentirán la inmensidad de la vocación y la inadecuación de sí mismos; A otros se les harán dolorosamente patentes y amenazantes las renuncias implicadas; Otros oscilarán entre el sí del amor confiado y la resistencia temerosa y razonada; De este modo y bajo mil formas distintas, cada uno experimentará un diferente eco afectivo, como les sucedió, sin duda, a dos profetas tan distintos como Isaías (Is 6,1-13) y Jeremías (Jer 1,4-10). Pero una buena decisión vocacional pasa, en primer lugar, por el manejo de los sentimientos mediante su advertencia, interpretación y control. Y, además, orando desde ellos al Señor que parece estar llamando, exponiéndole los propios miedos y dudas ante Él y procurando finalmente una disponibilidad total: «¿Qué quieres, Señor, que haga?». 5) EL RAZONAMIENTO. Después de percibir señales iniciales y de sentir con libertad la diversidad de movimientos afectivos que se suscitan, el proceso de discernimiento pide la tarea de conocer el sentido de tales movimientos y de juzgar la validez o no del origen o de la dirección a la que apuntan esas mociones. Deberá atender a los razonamientos e iluminaciones que le pueden llegar desde la razón y desde la fe. Criterios racionales. Es responsabilidad del mismo sujeto escuchar e interpretar lo que percibe, analizar el sentido de lo que siente, imaginar la viabilidad del proyecto, sopesar sus consecuencias, elaborar las ventajas e inconvenientes de asumirlo o rechazarlo. Criterios espirituales. Pero en el discernimiento espiritual intervienen también criterios espirituales, como es ver la vida a la luz del evangelio, en una perspectiva creyente, y jerarquizar los valores en su orden evangélico. En este momento del discernimiento el candidato pondera y juzga toda su experiencia a la luz de los criterios verdaderos y de las señales de la acción de Dios que la teología y la tradición espiritual muestran como válidas6. Así puede «conocer» con seguridad (con cierta seguridad) que su experiencia es de Dios, es vocacional. Pero en esta elaboración racional y espiritual cabe también la posibilidad de algún autoengaño en el que discierne; la historia del discernimiento espiritual muestra ampliamente la existencia de tentaciones y engaños de distinto tipo, como por ejemplo en la tradición de los padres del desierto7. 6) EL JUICIO. Pero después de esta elaboración racional con criterios espirituales el 6 Santa Teresa de Jesús propone contrastar siempre la experiencia espiritual subjetiva con el parecer más objetivo de letrados: por ejemplo Vida 13,16-20; Camino de perfección (Escorial) 8,2-5: en Santa Teresa de Jesús, Obras 9 Completas, BAC, Madrid 2003 . 7 Por lo que es necesario el conocimiento de sí y la lucha contra los logismoí: ver por ejemplo I. Hausherr, Direction spirituelle en Orient autrefois, Pontificium Istitutum Orientalium Studiorum, Roma 1955; T. Spidlík, La oración según la tradición del oriente cristiano, Monte Carmelo, Burgos 2004,351-358. 6 proceso de discernimiento personal termina en la emisión de un juicio sobre el significado de la experiencia, sobre su origen en una moción divina y sobre la conveniencia o no de asumir tal proyecto. 7) LA DECISIÓN. De este modo, este juicio elaborado a partir de distintas mociones y criterios tanto naturales como espirituales, y en ocasiones formulado en medio de cierta lucha o agitación espiritual, lleva a la decisión vocacional personal. d. Orientaciones de la Iglesia 1) LA IGLESIA “MYSTERIUM VOCATIONIS” (NVNE 25)8 La Iglesia es madre. La Iglesia está ya presente –y de muchas maneras- en el proceso de despertar vocacional, puesto que el candidato ha recibido de la Iglesia la fe, en ella ha aprendido a orar, a escuchar la Palabra de Dios y a dejarse interpelar por ella; es miembro vivo de la Iglesia y ella es seno en que nace la vocación, hogar donde se la suscita y alimenta, comunidad en la que crece y en la que sirve esa vocación. Pero la Iglesia es también maestra. Educa y forma la vocación. Uno de sus servicios es ofrecer criterios de la vocación para la admisión al ministerio ordenado y a la vida consagrada, criterios que todo animador vocacional debe conocer e integrar en su tarea de discernimiento vocacional. 2) LA NORMATIVA ECLESIAL Es punto obligado de referencia y campo de sabiduría. El Código de Derecho Canónico señala las condiciones de acceso al ministerio ordenado para los seminaristas o los religiosos llamados al orden: Disposiciones sobre la admisión de los candidatos y la formación para los órdenes9, así como las condiciones personales que se requieren en los ordenandos. El Código señala igualmente los requisitos previos a la ordenación, las posibles irregularidades e impedimentos y otros aspectos más concretos10. Los criterios eclesiales para el discernimiento de la vocación al ministerio ordenado se han sintetizado en estas condiciones de vocación11: suponiendo la ausencia de irregularidad o impedimento y el cumplimiento de los requisitos canónicos, se requiere: 1) Una fe íntegra 2) Recta intención 3) Libertad plena 8 «La pastoral de las vocaciones nace del misterio de la Iglesia y está a su servicio». El fundamento teológico de la pastoral de las vocaciones, por tanto, «puede nacer sólo de la lectura del misterio de la Iglesia como mysterium vocationis». 9 CIC, cc. cc. 241, 234&2 (admisión) y 236&2; 248-252; 254-258 (formación para las órdenes). 10 CIC, cc. 833&6,1033,1024-1032,1035-1039,1040-1051. 11 F. MANTARAS RUIZ-BERDEJO, Discernimiento vocacional y derecho a la intimidad en el candidato al presbiterio diocesano, Pontificia Universidad Gregoriana, Roma, 2005, 105-132; J. SAN JOSÉ PRISCO, La dimensión humana de la formación sacerdotal. Aproximación histórica, aspectos canónicos y estrategias formativas, Universidad Pontificia, Salamanca 2002, 129-178. 7 4) Y la adecuada idoneidad 3) ROTURAR EL TERRENO DEL DISCERNIMIENTO Hace unas décadas, el discernimiento vocacional parecía más fácil. Había cuatro asuntos fundamentales que tratar en el trabajo de discernimiento: 1) La rectitud de intención; 2) La idoneidad; 3) Las circunstancias externas; y 4) La intervención de la Iglesia. Se trataba de reconocer la existencia de estos rasgos en cada sujeto y con relativa facilidad de emitía un juicio sobre la autenticidad o no de la vocación. En la actualidad esos criterios siguen teniendo vigencia, pero se procesan de manera diferente por varias razones12: Necesitamos tener más en cuenta el contexto sociocultural, las ciencias humanas, la dinámica del proceso y taladrar todo, como punto de partida y meta de la búsqueda, bajo la acción del Espíritu Santo. El discernimiento se presenta hoy de una manera mucho más relacional e implicativa. Y afecta no sólo a la forma de la relación personal sino a la coherencia de toda la oferta formativa y a las estructuras que la hacen posible. A los acompañantes y formadores se les pide no solamente ser responsables de la institución, sino guías, compañeros de camino, testigos de la palabra y de la vida, de lo que Dios va haciendo en ellos, sin suplantar al Espíritu Santo. Los contenidos del discernimiento y de la formación vocacional se presentan como itinerarios13 que hay que ofrecer y recorrer. Un itinerario vocacional es una peregrinación que nos lleva al encuentro con Dios que llama y es un camino que dura toda la vida. Entiendo que hay tres itinerarios antropológicos que recorrer en el trayecto inicial del discernimiento vocacional: 1º. De la indiferencia al interés vocacional (conciencia clara de llamada de Dios) 2º. De la resistencia al deseo vocacional (la consistencia) 3º. De la incapacidad a la capacitación vocacional (la idoneidad) Juan Carlos Martos cmf 12 Cf. LOLA ARRIETA, 10 palabras clave sobre Vida Consagrada, EDV, 1997; pp. 193-194. JUAN DE DIOS MARTÍN VELASCO presenta esta palabra como una “imagen venerable que sirve para expresar la relación con Dios”. Igualmente fue utilizada por A. CENCINI, para dar subtítulo a su obra Vida Consagrada. Itinerario formativo. San Pablo, Madrid, 1994. 13 8
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