1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA 1 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas CONTENIDO 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA...............................................................................4 Autor: Edgar Varela Barrios, Ph.D. 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA: Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector.............26 Autor: Edgar Varela Barrios, Ph.D. 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva................................................65 Autor: Edgar Varela Barrios, Ph.D. 4. LAS CLAVES DE LA REFORMA ESTRUCTURAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: Hacia un esquema complementario y sistémico de educación terciaria...............................................................................................84 Autores: Edgar Varela Barrios, Ph.D. Luis Carlos Castillo., Ph. D. 2 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA 3 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA Edgar Varela Barrios, Ph.D. 2005 INTRODUCCIÓN Este artículo presentación genérica de las políticas públicas de educación superior en Colombia. Éstas, por regla general, se encuentran atadas a procesos de modernización y reforma de las instituciones gubernamentales, igualmente a procesos y dinámicas de cambio social, organizacional, en las diferentes esferas de la vida pública. Adicionalmente, es indispensable enlazarlas, analítica y conceptualmente, con el proceso autónomo de formulación de un Plan estratégico de desarrollo para la Universidad del Valle. La Dirección universitaria me ha solicitado que elabore una perspectiva conceptual sobre dicho marco de referencia y que además establezca propocisiones y formulaciones que tengan utilidad para el diseño del Plan de Desarrollo de la institución como universidad regional estatal autónoma. La importancia del tema resulta evidente para cualquiera que esté familiarizado con la gestión adminsitrativa y académica de las universidades colombianas. Existe, en primer lugar, un arraigado y a veces sofocante marco regulatorio junto con diseños institucionales que le son impuestos a las instituciones de educación superior por el Estado, pese a la proclamación expresa de la autonomía universitaria, incluso en un rango constitucional. Ello corresponde a una tradición inveterada en la cultura política colombiana, de centralización y subordinación de las regiones al poder ejecutivo. Y a una lógica en la que el poder legislativo ha cedido al ejecutivo, buena parte de su tarea esencial de productividad del ordenamiento legal, mediante mecanismos de carácter patrimonial y clientelar que han pervertido las costumbres políticas colombianas y contribuido a la deslegitimación del Estado. El tramado legal y el conjunto de políticas públicas que rigen la educación, no expresa las dinámicas diversificadas de las culturas regionales en un marco suficientemente flexible para darle rienda suelta a la responsabilizcaión de los grupos directivos de las organizaciones estatales en las regiones. En un régimen de verdadera autonomía territorial éstos se verían abocados a procesos de control político por parte de cámaras legislativas regionales y preferentemente, de las propias comunidades, de la llamada sociedad civil que se expresa en los municipios y regiones. Generalmente, en los análisis de políticas públicas se suele diferenciar entre políticas de Estado y políticas de gobierno. Además, los estudiosos de éstas temáticas tratan prioritariamente de elucidar las tipologías de política diferenciando en procesos de mediana y 4 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA larga duración los hilos conductores en las políticas públicas que correspondan, no a visiones de carácter coyuntural o meramente reactivas sino a estructuras institucionales y a mandatos que definen estrategias para la acción del Estado, discernibles en períodos relativamente extensos de tiempo. Tal política pública de largo plazo estaría plasmada, en primera instancia, en los principios constitucionales que definen la arquitectura de las leyes estatutuarias y ordinarias, y que delimitan la potestad gubernativa de los poderes ejecutivos. De este modo, podría interpretarse la política pública en términos de ciclos históricos. En los argumentos que desarrollaré básicamente señalo dos grandes ciclos históricos, que se pueden diferenciar con relativa facilidad en cuanto a los contenidos y directrices que han emanado del Estado para orientar la gestión de la educación superior colombiana. Un primer ciclo inicia en la República Liberal en los años 30 y culmina hacia finales de la década de los 70, corresponde a un intervencionismo de Estado en el proceso de provisión de los servicios educativos universitarios, con un fuerte énfasis en el fortalecimiento de las instituciones estatales universitarias, tanto regionales como del orden nacional. Un segundo ciclo arranca a finales de la década de los 70 y se consolida en los últimos dos decenios, liderando la liberalización del mercado de educación superior, propulsando una vertiginosa expansión de la matrícula universitaria privada, y la introducción de criterios de mercantilización de la educación como un servicio público. Así, factores como la rentabilidad, la competencia regulada, la maximización de los recursos asignados, etc, constituyen los ejes estructurantes de la política de manera concomitante a procesos de liberalización, apertura y transformación de las funciones del aparato público-estatal, en relación con la provisón de los más importantes bienes públicos y sociales. Otro aspecto que resulta clave, a manera de fundamento analítico, consiste en reconocer que la política pública que se ejecuta en el tiempo tiene otra dimensión adicional: la del ciclo de vida de la misma. Usualmente, los tratadistas de la política pública nos hablan de un ciclo que incluye: 1) la demanda o identificación de una situación problemática, 2) el diseño y la formulación de respuestas a ésta situación problemática, 3) el espacio para la decisión o adopción de la política, que generalmente ocurre en las esfereas constitucionales, legales y ejecutivas, 4) los procesos de ejecución y puesta en marcha de la política, y 5) la evaluación o el feedback de las políticas que permitiría su cambio, ajuste y retroalimentación (C. Salazar, 1999; A. Roth, 2002). Las transformaciones más significativas en cuanto a la naturaleza del ciclo de vida de las políticas universitarias, se darían, en el último período, en la tajante separación entre las instancias que diseñan, fomulan y deciden las políticas, lo que correspondería al Ministerio de Educación, sus organismos de apoyo, y al propio Congreso de la República, respecto de las agencias u organizaciones que ejecutan dichas políticas, las cuales en este modelo hoy dominante son las propias universidades, tanto públicas como privadas. Esto conduce a preguntarse hasta qué punto una universidad estatal bajo el régimen de autonomía establecido en la Constitución Política actual, decide ella misma políticas públicas; o más bien, si asume mediante las decisiones de sus organismos de gobierno, políticas -no necesariamente públicas en el sentido estricto de la expresión-, que están referenciadas, 5 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas delimitadas y contextualizadas por el marco institucional y regulatorio que corresponde a las instancias del poder central. Este es exactamente, con algunos matices, el caso que ocupa a los analistas de los procesos de descentralización, cuando los alcaldes y los gobernadores tratan de delimitar el rango de su autonomía, en un esquema de república unitaria y centralizada como el colombiano. A mi juicio, las universidades como instituciones estatales deciden sobre las políticas públicas, en relación con las modalidades de instrumentación, los grados, los efectos y los impactos de éstas; pero no tienen la potestad para modificar la naturaleza misma de la política pública ya que ésta no corresponde a los entes autónomos universitarios, sino a las instituciones de regulación, al Congreso de la República y, finalmente, al poder Ejecutivo central o nacional. Con base en las anteriores consideraciones preliminares, en el presente artículo aborda los siguientes temas: En primer lugar, establecer los criterios a partir de los cuales se fijaron políticas de modernización del sistema educativo, primordialmente en los años 50 y 60 del siglo pasado. Posteriormente, se analiza la rectificación o modificación de tales políticas cuando se configuró a un cambio de época, desde los años 80, hacia la mercantilización de la educación superior, enfantizando que en dicho período ésta fue una política de Estado implícita. En épocas más recientes, la transformación significativa en el contexto de políticas fue la activación de los mecanismos implícitos de mercantilización para convertirlos en toda una estrategia liderada por el Gobierno nacional, con el fin de profundizar las transformaciones de competencia regulada que se venían adelantando en cierta medida de manera inercial. Finalmente, me ocuparé suscintamente de plantear los retos o desafíos que éstas políticas le formulan a las universidades públicas, así como el espacio realmente autónomo y discrecional que estas aún preservan. LA MODERNIZACIÓN DEL SISTEMA EDUCATIVO, UNA ESTRATEGIA CENTRAL EN LA POLÍTICA DE MODERNIZACIÓN. El desempeño de las instituciones gubernamentales y el proceso de reforma del aparato Estatal que constituye su entramado, hace parte de uno de los debates políticos más significativos a lo largo y ancho de América Latina. Sobre modernización institucional se viene hablando en realidad desde hace varias décadas. En especial, porque a la luz de las conocidas teorías sobre la modernización que inspiraron las políticas y los programas de organismos multilaterales que surgieron después de la finalización de la Segunda guerra mundial, bajo la hegemonía económica y política de los Estados Unidos1, se han focalizado 1 Por ejemplo, en ámbitos tales como la política monetaria internacional (Fondo Monetario Internacional); la promoción del desarrollo (Banco Mundial), las políticas de liberalización comercial (GATT, posteriormente OMC) y las políticas de desarrollo social (UNTACD, UNESCO, FAO, etc.), que igualmente en América Latina se expresaron prioritariamente a partir de la configuración del Consejo Económico para la América Latina CEPAL, del Banco Interamericano de Desarrollo BID, y que 6 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA una diversidad de políticas publicas que fueron acogidas por las naciones del subcontinente a partir de la década de los 50. En todas estas cuestiones los ejes centrales se basaron en la teoría de la modernización. En esencia, en su momento esta teoría, de manera optimista, suponía que era posible para todos los países del orbe alcanzar los niveles de desarrollo económico, social, indicadores de productividad, generación de valor agregado, etc, que correspondían a los países más elevados en su civilización material, particularmente los de Europa Occidental, Canadá y principalmente los Estados Unidos de América (A. Escobar, 1998). La distancia entre desarrollo y subdesarrollo era resuelta desde este modelo conceptual a partir de la implantación de procesos de modernización. Estos objetivos serian logrados mediante políticas concretadas en cuantiosas inversiones públicas, con un significativo componente de cooperación internacional para el desarrollo, en términos de donaciones, y ante todo, a través de la utilización del sistema bancario mundial, utilizando créditos con el fin de inyectar capital semilla, desarrollar la inversión extranjera en áreas estratégicas, primordialmente en la infraestructura material. También, por supuesto, se buscaba crear condiciones de posibilidad para el desarrollo del propio capital social en los diferentes países que iniciarían la senda hacia la modernización. En América Latina, la CEPAL lideró este esfuerzo y la dotó de una ideología que en su momento gozó de una considerable hegemonía en el continente. Bajo la guía del economista y sociólogo Raúl Prebish, esta institución creó un paradigma del desarrollo y la modernización consistió fundamentalmente en el crecimiento hacia adentro, mediante una política deliberada de sustitución de importaciones, la creación subsiguiente de una base industrial propia, no solamente en el sector de la agroindustria, sino también en el de la producción de máquinas y herramientas, con el fin de que en un largo plazo la región tuviera el mismo grado de autosuficiencia de los países desarrollados, y en cierta medida, se pudiera colocar con estos en negociaciones y términos de intercambio económico igualitarios. En tal perspectiva, la ayuda internacional anclaría las etapas iniciales del crecimiento económico para que luego los países latinoamericanos, antes en la periferia, pudieran articularse plenamente con las lógicas del mercado capitalista mundial. También desde los años 50 se hicieron diagnósticos2 que identificaron como una cuestión crucial para el desarrollo económico el despegue de un sistema de educación moderno. En este sentido, en los años 50 se planteó este desafío como una de las principales tareas de posteriormente se articularon con el sistema de Naciones Unidas en los programas que genéricamente se han denominado PNUD, Programas de Naciones Unidas para el Desarrollo. 2 Véase en particular el informe de la misión Lebret, liderado por el conocido sacerdote belga que adelantó el primer diagnóstico sistemático de las condiciones para el posible despegue del desarrollo económico y social en Colombia. También resulta ilustrativo de este esfuerzo la propuesta del plan Operación Colombia que en su momento elaboraron el economista canadiense Lauchin Currie y otros. Véase al respecto el testimonio del propio Currie cuando enfatizaba el carácter pionero de la asesoría que el Banco Mundial emprendió en Colombia en 1949, y que luego sería tomado como un modelo para trabajos del mismo tipo en países en vías de desarrollo. Se trataba en esa época de tratar una perspectiva fuertemente Keynesiana, donde las metas de crecimiento económicas estaban articuladas a las de la ampliación del empleo en los distintos ámbitos de la economía. En 1961 las ideas de Currie se conviertieron en lo que se denominó como “Operación Colombia” y a lo largo de la década siguiente influiría poderosamente en la configuración de políticas públicas específicamente en el plan “Cuatro estrategias (1971)”. (L. Currie, 1993: 168-170) 7 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas dicho proceso de modernización. En un primer momento a esta meta se le dio una directriz inicial: atacar a fondo el analfabetismo, tanto formal como funcional, que era propio a la lógica de una organización social como la colombiana que fundamentalmente vivía y respiraba a través de la actividad rural. Los planes y políticas que arrancan desde los años 50 y que posteriormente serián desarrollados por el “régimen del Frente Nacional” en la década subsiguiente, tendrían como una de sus tareas centrales la creación de una red de instituciones educativas publicas, fundamentalmente a nivel de la educación básica primaria y de la educación secundaria, que resolviera las enormes carencias y deficiencias de Colombia en cuanto a analfabetismo y a una adecuada capacitación, desde el punto de vista de la escolaridad alcanzada, para los jóvenes. Resulta destacable en este segundo tópico que el esfuerzo de modernización intentó desde el comienzo transformar la estructura del bachillerato académico de corte tradicional, proponiendo en su lugar y como una alternativa viable, la educación técnica y tecnológica. En especial, en la década de los 60 este esfuerzo mediante inversión extrajera, se concretó en la creación de la red nacional de los colegios INEM, que constituidos en más de 20 ciudades capitales de departamento asumirían la tarea de liderar la modernización de las formas curriculares y la articulación de la enseñanza–aprendizaje, con una interacción muy fuerte entre teoría y practica. En el fondo, lo que se pretendía era que los bachilleres de estas escuelas politécnicas pudieran entrar directamente al mercado laboral. Aquí cabe destacar la tarea que durante las décadas de los 50 y 60 desarrolló, en el ámbito de la educación para el trabajo, el Servicio Nacional de Aprendizaje SENA, diseñado sobre la base de contribuciones parafiscales por parte de los patronos, con un impuesto del 2 por ciento sobre el conjunto de las nóminas y con apoyos complementarios de financiación por parte del Estado, a través del apalancamiento de préstamos internacionales para el desarrollo de su infraestructura básica. De forma semejante al sistema INEM, el SENA se extendió a través de una amplia red que cubría los diferentes departamentos y regiones industrializadas, de comercio, de servicios, y de desarrollo montaje, en una medida más modesta, de un sistema paralelo al INEM en la educación rural: los llamados institutos técnicos agropecuarios (I.T.A.), que también se implantaron en diferentes regiones del país, a la manera de nodos de influencia que convergían desde puntos estratégicos. Esto no implicaba reformar la estructura en si misma del bachillerato tradicional, sino crear una suerte de esquema complementario, bajo la lógica ya señalada de educación para el trabajo. En lo que concierne a las universidades, los decenios 50 y 60 son testigos de un formidable crecimiento de la matrícula escolar universitaria. En especial, durante dicho período esta tarea fue asumida por el Estado, a partir, tanto de la ampliación de la matrícula en las universidades nacionales públicas existentes, como mediante frecuentes actos legales expedidos por el Congreso de la República que le dieron vida a nuevas universidades regionales, con responsabilidades parciales de financiación y manejo en cabeza de las autoridades departamentales. 8 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA Es así como se vivió una verdadera eclosión que permitió que en prácticamente cada capital de departamento se creara una universidad pública regional y que igualmente se fortalecieran las universidades públicas, incluyendo la extensión de la propia Universidad Nacional de Colombia, hacia Medellín, Manizales, Palmira y posteriormente Cundinamarca y los Llanos Orientales. Estas universidades fueron creadas, por regla general como universidades tecnológicas, tratando de copiar el modelo de la educación politécnica de estirpe francés, que se estructuraba fundamentalmente en torno de las ingenierías y que en muchos casos resultó complementada con Facultades de Ciencias de la Salud o Medicina. También en muchos lugares de Colombia las universidades crearon facultades de Educación para asumir la tarea explícita de capacitación del profesorado y contribuir a la profundización de la revolución educativa en los niveles de la escolaridad primaria y secundaria. La inversión extranjera, fundamentalmente proveniente de créditos de organismos multilaterales, permitió la dotación de infraestructuras básicas relativamente modernas para dichas universidades. Cabe destacar entre estos esfuerzos, a manera de ejemplo ilustrativo, la concreción del proyecto de la Ciudadela Universitaria Meléndez en el sur de Cali que fue en su momento uno de los sitios más fuertes de este proceso de modernización, teniendo como leit motiv de carácter coyuntural, la construcción de la villa deportiva para la realización de los VI Juegos Panamericanos de Cali en 19713. A lo largo de los años 60 este esfuerzo de cooperación internacional que venía desde 1950 fue liderado por una serie de fundaciones norteamericanas de carácter privado que desarrollaron políticas de exportación de currículos, dotación de generosos programas de becarios a las universidades con el fin de formar las primeras cohortes de profesores con títulos de maestrías y doctorados realizados mediante estancias prolongadas en los Estados Unidos. Estas fundaciones apoyaron con donaciones la dotación de las bibliotecas públicas de las más importantes universidades colombianas. Así mismo, cabe recordar que incluso mediante el mecanismo antirrevolucionario o preventivo, frente a la fiebre insurreccional latinoamericana desatada por la revolución cubana en 1959, bajo el esquema de “Alianza para el progreso”, fueron exportados jóvenes norteamericanos en los denominados programas de “cuerpos de paz”. Se trataba de estudiantes y recién egresados que venían a hacer un trabajo asistencial y solidario, generalmente no pagado, a la manera de un servicio social, que en este caso se escenificaba en los esquemas de cooperación internacional para el desarrollo. Durante las décadas de los años 50 y 60s hubo una clara política de Estado para el fortalecimiento de la universidad pública. Se asumió simultáneamente la tarea de modernización de la educación básica y secundaria, de tal modo que las universidades públicas tendrían a cargo la formación y capacitación del personal, que desde dicha 3 Como se recordara esta fue una oportunidad para que la ciudad saliera del entorno aldeano y se articulara efectivamente a los prototipos de la creación en nuestros países de ciudades o megalópolis a la imagen y semejanza de los países desarrollados. Es así como la creación de una vasta estructura de escenarios deportivos estuvo complementada con la susodicha ciudad universitaria y con una agresiva política de inversión en vías y en la construcción de infraestructura de agua potable, alcantarillado y modernización del propio centro histórico de la ciudad. 9 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas perspectiva política, sería demandada por las dinámicas del crecimiento económico. En las diferentes áreas de la vida social colombiana, como resultado de las diferentes tendencias de modernización, tal como lo preveía Lauchin Curie ello implicaría el transito desde una sociedad rural hacia una sociedad que giraría en torno de las ciudades y cuyo epitome sería el despegue mismo de la industrialización. Estos dos decenios, además, implicaron un incremento sustancial de la intervención del Estado en la gestión y provisión de diferentes bienes públicos y sociales. Una de las tareas capitales, en esta perspectiva, fue la modernización de la infraestructura básica de la sociedad, con el fin de crear condiciones materiales para el despegue económico. La creación de poderosas empresas portuarias, aeroportuarias, una gigantesca inversión, proveniente en buena medida de préstamos internacionales, para la configuración del sistema eléctrico nacional con miras a su autoabastecimiento y sustentabilidad a largo plazo, la modernización de los servicios públicos domiciliarios a cargo de las entidades territoriales, la creación del sistema de salud, fueron entre otros, aspectos significativos que concretaron dichas dinámicas. De otro lado, bajo el referido esquema de sustitución de importaciones se creó una serie bastante disímil y heterogénea de esferas económicas sometidas a regulación, proteccionismo y tutelaje, lo que permitió el florecimiento de sectores de la burguesía empresarial nacional, el sector mercantil y financiero, e igualmente el copamiento de muchas de éstas áreas por empresas multinacionales que se asentaron en el territorio, pretendiendo avanzar hacia dinámicas de integración regional latinoamericana. En la década de los 60 las reformas del Estado estuvieron fundamentalmente encaminadas a fortalecer el papel del poder central; es decir, estuvieron marcadas por el reforzamiento del presidencialismo. En especial véase en tal dirección la reforma constitucional de 1968 emprendida por el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, que promovió la creación de una red nacional de organizaciones descentralizadas que actuaron sobre el territorio desde una base fundamentalmente de delegación, y no en modo alguno, de descentralización y autonomización territorial como se pretendió corregir más tarde. En este mismo sentido se presentó un crecimiento también manifiesto del aparato administrativo burocrático. Lo que comúnmente teóricos como John Kenneth Galbraith han denominado “tecnoestructura administrativa”, en el nivel central, y en los aparatos administrativos descentralizados en los territorios. Las anteriores dinámicas sociales de modernización influyeron bastante para impulsar tanto la demanda de nuevos programas así como la oferta académica, por parte del sistema universitario y específicamente del sistema universitario público-estatal. Esta política entró en crisis, fue cuestionada al final de la década de los 60 y comienzos de los 70 cuando fue desafiada en profundidad por los movimientos sociales que dimanaron desde las universidades y los principales colegios públicos. En efecto, 1970 y 1971 fueron años cruciales que marcaron un turning Point, un viraje respecto de la política pública en materia de educación superior. En la Universidad del Valle fueron desmanteladas, como resultado de dichas confrontaciones, las dinámicas de cooperación internacional cimentadas en las fundaciones norteamericanas, y fueron literalmente expulsadas las autoridades universitarias que tuvieron a su cargo este proceso. Esto sólo fue un ejemplo palmario de una confrontación que se replicó más o menos en la misma escala en el conjunto de la educación superior pública colombiana. 10 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA Sin pretender aquí hacer una narración de estos episodios podríamos señalar que uno de los resultados tangibles, visto desde una perspectiva retrospectiva, de los movimientos estudiantiles y del profesoral de los años 1970 y 1971 fue una ruptura y un alejamiento progresivo entre las políticas, la sensibilidad, los intereses del establecimiento colombiano “frentenacionalista”, respecto de las dinámicas que en el marco del reclamos de la autonomía universitaria presentaron los cuerpos profesorales y los propios estudiantes a través de un proceso altamente politizado, puesto que el grueso de dicho movimiento estaba hegemonizado por las disímiles corrientes de izquierda y extrema izquierda que a la sazón hegemonizaron la vida universitaria, no solo en Colombia sino en toda América Latina. La universidad pública entró en un proceso de franca confrontación con el Estado. Para las autoridades gubernamentales desde la década de los 70 los asuntos universitarios fueron fundamentalmente vistos como asuntos de orden público. Era frecuente la puesta en marcha de un ritual escenográfico de movilizaciones, protestas, marchas y mítines, que en muchos casos terminaban en enfrentamientos relativamente violentos y que turbaban la paz de las universidades y de las ciudades donde estas estaban asentadas, a lo largo y ancho del país. También resultó igualmente significativo que esta confrontación generó un alejamiento relativo de las elites empresariales respecto de la propia universidad pública. En los años 50 y 60 muchos de los esfuerzos del sector empresarial colombiano para articularse con los procesos de educación superior se dieron en una estrecha cooperación y en un diálogo fluido con las propias universidades públicas. Sin embargo, a partir de los años 70 estas alternativas de acercamiento no tendrían resultados tangibles. Uno de los efectos prácticos de lo que aquí estamos consignando es que en diferentes regiones del país, sectores empresariales consideraron como alternativa viable frente a esta situación de confrontación, la de propugnar por la creación de universidades privadas, soportadas en las propias demandas específicas de los gremios empresariales. Desde finales de la década de los años 60 y fundamentalmente en los años 70 se creó a lo largo y ancho del país, un conjunto significativo de universidades privadas con un marcado carácter elitista y con un patrocinio muy estrecho por parte de las propias comunidades empresariales y de las diferentes elites regionales. La ideología con la que públicamente se defendían estos proyectos planteaba la necesidad de una educación superior no alterada por los sobresaltos de orden público propios de las universidades públicas y donde realmente se pudieran elaborar programas académicos y curriculares que las demandas empresariales consultaran de manera estrecha. De este modo, para el final de la década de los 70, existían ya un número relativamente grande de universidades privadas, muchas de ellas de reciente creación. Esta lógica inédita de competencia entre lo público y lo privado, es la que precisamente regula el Decreto 80 de 1980 que sirvió de marco institucional para el desarrollo de la educación colombiana. No es este el lugar para hacer un análisis detallado del citado decreto y de sus efectos sobre la calidad y cobertura de la educación superior en dicho periodo. Solamente significar que es este un antecedente muy importante que tendría continuidad y profundización desde el punto de vista de la lógica de interrelación de lo público y lo privado, y que se concretaría como política de Estado en la Ley 30 de educación superior, en 1992. 11 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas Cuando se expidió la Ley 30 del 92, fundamentalmente se pretendía satisfacer un vacio en el desarrollo legal creado por la Constitución Política de 1991. En efecto, dicha Constitución, fue prohijada como un revolcón institucional por el Expresidente César Gaviria, en un marco especial en el cual fuerzas beligerantes de la insurgencia se incluían de nuevo en el sistema político, en cabeza del Movimiento 19 de Abril. Todo ello con una significativa bancada en la Asamblea Constituyente, resultó en una suerte de pacto político sui generis que ha marcado las dinámicas los últimos años. En lo concerniente a la educación superior, el aspecto más revolucionario de la Constitución del 91 fue la expresa consagración del principio de autonomía universitaria. Este había sido un viejo reclamo que en América Latina lideraron sectores liberales radicalizados y movimientos progresistas y contestatarios y que al ser plasmado en la Constitución de 1991 ameritaba una reglamentación. La Ley 30 de 1992 bajo la égida del principio de autonomía universitaria profundizó la definición de una política pública competitiva entre lo público y lo privado, sobre el supuesto de que existiría un mercado, constituido por los estudiantes y padres de familia, que tendría la capacidad de elegir la mejor educación superior para si mismos o sus hijos, sobre la base de creación de un sistema transparente que, mediante indicadores del desempeño, permitiera la selección y escogencia de la mejor educación. No es algo secundario que en la Ley 30 aparezca por primera vez el principio de acreditación de carácter voluntario, que serviría como un mecanismo para concretar en términos técnicos, y mediante resultados comprobables, la citada competitividad entre las universidades que constituyen de la oferta de educación superior colombiana. En lo que se refiere a la financiación de la educación superior pública, la Ley 30 de 1992 mantuvo la situación inercial anterior que ha sido consistido básicamente en que es el Estado central el financiador de la educación pública colombiana. Y en donde, de manera correlativa, han disminuido hasta cifras insignificantes los aportes de otras entidades territoriales, como los departamentos y municipios, aún en el caso de universidades de tipo regional que son presididas por el respectivo gobernador de departamento. La Ley 30 de 1992 adicionalmente estabilizó las finanzas de las universidades públicas al impedir su unilateral disminución por parte de los ministerios de Hacienda y de Educación. En otras palabras, fijó como política de Estado, la indexación presupuestaria. Adicionalmente, uno de los artículos de la Ley planteó explícitamente, que la inversión pública en educación superior deberá incrementarse sobre la base de un porcentaje del crecimiento del producto interno bruto, para los rubros de investigación y desarrollo. LA MERCANTILIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR – UNA POLÍTICA DE ESTADO IMPLÍCITA. A partir de la década de los 80 numerosos analistas advirtieron acerca de la profundización de un proceso creciente de privatización de la educación superior pública colombiana. Sin embargo, en dicho pronóstico había un malentendido. Usualmente en las 12 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA universidades públicas se ejerce presión con el fantasma de la privatización de las mismas. Pero en realidad no ha sido una política de Estado en Colombia la tendencia a la privatización de la educación superior pública. Este proceso consistiría, si así se lo hubiese asumido, en primer lugar, en la venta de activos públicos de las universidades, que serían transferidos como propiedad privada a corporaciones o núcleos empresariales o a asociaciones sin ánimo de lucro. No es esto lo que ha ocurrido. Entre otras cosas porque los enormes pasivos laborales, y los costos de funcionamiento de la universidad pública superior colombiana la hacen poco atractiva para una eventual oferta por parte de sectores empresariales. Igualmente, podría entenderse, en un plano altamente especulativo, como una forma soterrada de privatización, la creciente elitización de las universidades estatales a partir de un cobro de la matrícula estudiantil que reflejase los costos reales y que desmontase progresivamente los subsidios. Si bien es cierto, sobre este tema se han hecho elaboraciones y propuestas, ninguna de ellas ha sido convertida en una política de Estado. En las universidades públicas colombianas la matrícula, primordialmente en el pregrado, sigue siendo muy baja y los estudiantes de los estratos sociales bajos reciben cuantiosos subsidios transversales. De forma complementaria a estos rasgos, los presupuestos de las universidades públicas colombianas no han decrecido, sino que por el contrario han operado al tenor de la Ley 30 de 1992. Si a ello le agregamos que el Estado ha concurrido al pago de cesantías, tanto anticipadas como definitivas, y a la progresiva incorporación de los empleados, trabajadores y profesores a la Ley 100 de 1993, mediante los bonos pensionales para las entidades privadas o el Instituto de Seguros Sociales, estas cifras resultan mucho más significativas. Si a ello le agregamos la aparición de un sinnúmero de estampillas regionales para financiar el desarrollo de las universidades y tenemos en cuenta que, estrictamente hablando, estos son fondos públicos, el crecimiento de la financiación estatal de la educación superior es altamente significativo en lo correspondiente a los últimos 15 años. El verdadero proceso de privatización que ha operado aceleradamente en el sistema de educación superior colombiano proviene de la vertiginosa expansión de la matrícula privada. A la fecha hay más de 250 instituciones universitarias y universidades, la mayor parte de ellas privadas, aunque la Ley 30 no previó que estas pudieran configurarse como entidades empresariales con ánimo de lucro. Todas son entidades o asociaciones sin ánimo de lucro o alternativamente se estructuran como corporaciones solidarias. Mientras que la educación superior pública ha congelado o sólo ha incrementado de manera muy vegetativa e inercial su oferta de nuevos cupos y la creación de nuevos programas, primordialmente en el área de pregrado; se ha presentado una verdadera explosión de universidades privadas con una amplísima oferta de nuevos programas, muchos de ellos de dudosa calidad y sin el proceso debido de consolidación académica para satisfacer las demandas de estudiantes y padres de familia, que supuestamente podrían ser medidas y cernidas a través de los indicadores propios a los sistemas de acreditación, anteriormente mencionados. En cierta medida podría afirmarse que una política implícita de Estado a lo largo de las últimas décadas ha consistido en dejarle la problemática de la expansión, y la mayor parte de 13 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas la modernización institucional de la educación superior, al sector privado. En efecto, no se han creado muchas universidades públicas en las pasadas dos décadas; mientras que muchas de las existentes han deteriorado su calidad por un inadecuado proceso de reemplazo de las generaciones de docentes; antes con formación de nivel de maestría y doctoral, que fueron prohijadas por las políticas de becas que en amplia escala se desarrollaron en años anteriores, tal como lo consigné en el inicio de este documento. Esto es más grave aún si se tiene en cuenta que en Colombia no se ha desarrollado un esfuerzo vigoroso de creación de programas de maestrías académicas encaminadas a la formación de docentes investigadores, y menos aún asumido agresivamente, la tarea de crear una oferta de doctorados que satisfagan las demandas que el país requerirá, si se desea implementar exitosamente un programa de ciencia y tecnología y crear una masa crítica suficientemente sólida y diversificada que soporte la escalada de la educación superior a un nivel de tipo internacional. La Ley 30 y la propia Constitución Política diseñaron un sistema de inspección y vigilancia en cabeza del presidente de la República, y por extensión en el Ministerio de Educación. Ademas, se crearon, con base en dichos principios, una serie de instituciones tales como el CESU, la Comisión de Doctorados y Maestrías, reemplazada ahora por los CONACES, el Consejo Nacional de Acreditación, se reformuló parcialmente la función institucional del ICFES, y al mismo tiempo se le otorgó un papel mucho más central en el sistema de educación superior al Instituto de Investigaciones Científicas del Estado, COLCIENCIAS. Empero, este entramado de organizaciones estatales de nivel central no han, sin embargo, constituido un esquema de política que garantice un mantenimiento efectivo de la oferta de calidad en el sector. A pesar de los esfuerzos que se dieron desde la década de los 50 para configurar un sistema de educación básico, el crecimiento poblacional y los procesos de emigración del campo a la ciudad, han mantenido cifras bajas de cobertura en cuanto a la escolaridad. El analfabetismo en las grandes ciudades está ciertamente reducido, pero sigue siendo significativo a nivel de regiones y zonas rurales. E igualmente es muy grave el fenómeno de deserción escolar. Muchos de los niños y jóvenes de sectores pobres que combinan el estudio con el trabajo, terminan priorizando este último; aún en sus modalidades informales, ante las escasas expectativas que genera, desde el punto de vista de la promoción social, la conclusión de los ciclos de escolaridad, al menos en el nivel básico. Cabe recordar que desde hace cerca de una década, se ha agudizado la crisis fiscal del Estado colombiano. Nos encontraremos en un horizonte de tiempo relativamente cercano, en una situación de riesgo de un eventual colapso de las finanzas públicas, tal como ha ocurrido recientemente en la Argentina, con las consecuencias catastróficas de todos conocidas. Buena parte del presupuesto que aprueba anualmente el Congreso de la República está destinado al pago de la deuda pública nacional y extranjera. Se sigue emitiendo y continuan los procesos de endeudamiento en el mercado bursátil internacional con el fin de financiar gasto público. En fin, las condiciones estructurales del gasto público, que en buena medida provienen de la Constitución Política de 1991, sólo han sido modificadas de manera parcial. Precisamente para recortar el gasto social y dentro de él, el gasto educativo. Este fué es el propósito reformatorio de la Constitución Política que el gobierno del presidente Pastrana (1998-2002) 14 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA impuso en relación con el situado fiscal para la educación básica. Igualmente, corresponden a estos mismos propósitos las políticas que dicha administración intentó imponer a nivel de la educación superior pública con decretos tales como el 2912, que generó un acre enfrentamiento entre los gremios profesorales y el Ministerio de Educación. La estrategia complementaria, desde el punto de vista de una política de Estado, en relación con la educación básica ha sido trasladar estas responsabilidades a los entes territoriales, primordialmente a los municipios. Sin embargo, el proceso de descentralización de la educación, pese a sus bondades teóricas en cuanto a la posibilidad de flexibilizar los currículos y acercar a los gobiernos locales a la dirección y al manejo de los asuntos cotidianos que tienen que ver con las cuestiones educacionales, incluyendo en dicho modelo de políticas públicas a las asociaciones de padres de familia y a las comunidades, ha sufrido un rechazo bastante fuerte, tanto por parte de los gremios profesorales (FECODE), como de las mismas autoridades municipales que no se consideran capacitadas fiscal o financieramente para asumir dichas responsabilidades. LA CONCRECIÓN DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS DE MERCANTILIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR En este mismo sentido, se ha acentuado una política encaminada a transferir el eje del problema desde la oferta hacia la demanda. Muchos de los asesores y consultores del Ministerio de Educación, tanto en la educación básica como en la universitaria, insisten en que una salida que concilie una política de financiamiento para la educación con la crisis fiscal consistiría en trasladar este problema a los usuarios. Primordialmente, bajo la forma dúplice de los subsidios educativos a la demanda, y en el caso de la educación superior, tanto pública como privada, imponiendo un sistema de créditos educativos, en el entendido de que los egresados de la educación superior al beneficiarse en términos de su inserción del mercado laboral, pueden en el curso de unos años pagar su propia educación. Esta es una estrategia claramente definida en numerosos documentos, hasta hace poco tímidamente implantada, pero que se acentuado radicalmente con el ascenso al poder del presidente Alvaro Uribe Velez y su propuesta de “revolución educativa”. Quizás hasta el momento la mayor radicalidad de este acentuamiento de las tendencias de mercantilización del servicio público educativo se dé a nivel de la educación básica, primaria, secundaria, e informal. En efecto, las tendencias recientes manifiestas prioritariamente en la Ley 715 del 2001, y en el Decreto 1278, que modifica el Estatuto docente, conjuntamente con la expedición del Decreto 1283 que organiza el sistema de inspección y vigilancia para la educación pre-escolar básica y media, significan una radicalización, un aceleramiento del proceso de mercantilización de la educación básica en Colombia. Buena parte de la retórica de la “revolución educativa” se estatuye sobre la idea de racionalización de los costos del servicio educativo. De un lado, se pretende una modificación de la administración del servicio, sobre la base de priorizar una mayor autonomización y responsabilización de las unidades educativas que están a cargo del mismo, es decir, escuelas y colegios que unificados para lograr economías de escala, quedarán en 15 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas manos de un Rector gerente que será responsable por las pérdidas y ganancias de en la operación del servicio sobre la base de los mecanismos de capitación que venían siendo utilizados en el campo de la salud pública. A pesar del reconocimiento público de la baja remuneración salarial de los servidores estatales adscritos a FECODE, existe una clara política laboral en el campo del magisterio y el personal administrativo del Ministerio y las secretarías de educación que tiende a adoptar igualmente las lógicas de flexibilización del trabajo, a través de regímenes de contratación que acentúan la precarización laboral, lo que constituye una de las tendencias nocivas en los actuales procesos de globalización y mercantilización en la provisión de bienes públicos y sociales. Tal es en el fondo el proceso de contratación de los servicios de educación que sobre la base de transferencias y recursos propios vienen ejecutando las municipalidades para que colegios privados, organizaciones no gubernamentales, e incluso asociaciones gremiales de docentes, asuman la tarea formativa en los niveles básicos, sobre la base de una modificación del papel de las Secretarías de Educación, que entrarían fundamentalmente actuar como entes regulatorios y fiscalizadores de la calidad de un servicio que dejarían de proveer directamente y en donde los prestatarios estatales asumirían igualmente una lógica de mercantilización4. Ello, como lo han advertido algunos analistas, resulta nefasto para la calidad de la educación básica, y especialmente para la consolidación y maduración del sistema educativo superior universitario; primordialmente ante los retos de la globalización que implican la necesidad de un salto cualitativo en cuanto a la capacidad investigativa y generación de conocimiento, que le corresponde al sistema de educación superior, si se pretende ser consecuente con los principios de ciencia y tecnología diseñados hace una década, y con las teorías que consideran clave el desarrollo del conocimiento como un factor de competitividad en términos reales y no sólo basados en la mera transferencia de tecnología, en el contexto de un mundo globalizado. La tecnocracia que diseña y fórmula políticas públicas en educación superior es un cuerpo relativamente homogéneo que ha venido actuando en el contexto de organismos centrales del Estado, tales como el Ministerio de Educación, el Ministerio de Hacienda, la El Departamento Nacional de Planeación, el ICFES y otros organismos especializados que fueron creados a partir de la Ley 30 de 1992. 4 Véase al respecto el reciente trabajo del profesor Jaime Estrada Alvárez “Viejos y nuevos caminos hacia la privatización de la educación pública, básica y media- En Colombia” (2002). En efecto el profesor Estrada afirma que “la revolución educativa del presidente Uribe Velez apunta justamente a profundizar la visión mercantil de educación y la flexibilización del magisterio... con el propósito de aumentar la cobertura educativa en un millón y medio de cupos..... se dispone de instrumentos dejados por la Ley 715... asignación basada en la demanda... y la posibilidad de contratación con instituciones educativas “no estatales”. La idea de vincular “toda la oferta educativa” y los llamados sistemas atípicos indican que se asistirá un debilitamiento de la oferta pública estatal, al tiempo que florecerá la educación contratada mediante el sistema de cupos “con instituciones religiosas, cooperativas, asociativas y colegios privados”. En igual se sentido se promoverá la contratación con “colegios de profesores” y el contratismo sindical, esto es, la contratación de la “prestación del servicio educativo” con organizaciones sindicales (probablmente municipales). También está prevista la ampliación de la experiencia del nuevo sistema escolar, con “escuelas dirigidas por padres de familia y otros estamentos comunitarios”. Edición citada pág. 12. 16 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA En este grupo de intelectuales que formulan políticas, existe un relativo consenso acerca de la bondad del actual modelo prevaleciente, que le prioriza al sector privado la tarea de la masificación de la educación superior. Se acepta que la inversión pública que actualmente se le asigna a la educación superior universitaria es una cifra significativa, y no se considera que este sea un problema. El asunto central, a ojos de estos expertos, consiste en la elevación cualitativa del gasto público, es decir, en una reorientación del mismo que elevaría la eficiencia de la asignación del presupuesto gubernamental hacia las universidades. En esta dirección se ha venido trabajando desde hace algunos años, sobre la base de evidenciar protuberantes fallos en el esquema actual de asignación inercial del presupuesto para las universidades públicas. Por lo cual han considerado altamente conveniente dichos formuladores de políticas implantar un sistema de asignación presupuestario que responda a indicadores de desempeño. Así, se ha venido trabajando en tal meta, no sólo por las autoridades centrales sino también desde muchas universidades y desde las propias comunidades científicas. En cierta medida, la imposición progresiva del esquema de acreditación contribuye a la realización de dicho objetivo. De los documentos oficiales, de las expresiones del propio Presidente de la República, tanto en su campaña como una vez posesionado del cargo, de documentos y declaraciones oficiosas del Ministerio de Educación se desprenden los ejes estructurantes de profundización de la política de mercantilización del servicio de educación a nivel universitario. Entre otros cabe destacar: a. La política pública de ampliación de la cobertura universitaria. El gobierno ha concretado un cuantioso emprestito con la banca internacional con el fin de apalancar financieramente al ICETEX, y dotarlo de una gama mayor de recursos financieros que le permita dar un salto cualitativo hacia la modalidad de préstamos para que los usuariosestudiantes paguen, con estos adelantos, sus estudios mediante esquemas que tenderían hacia una oferta regulada con subsidio, en algunos casos, hacia la demanda, pretendiendo mediante éste mecanismo inculcar los valores de la competencia entre lo público y entre lo público y lo privado para que la ampliación de la cobertura se dé por la vía de una estructuración de los costos por alumno que reflejen esquemas de matrícula autosuficientes. Del mismo modo, se ha insistido en la modalidad de jornadas nocturnas para potencializar la capacidad instalada de las universidades públicas y se pretende inducir como criterios de legitimación del subsidio educativo o de los créditos, según sean los casos al sector educativo privado universitario en la medida en que se constata que hoy en día existe un amplio nivel de subutilización de la capacidad instalada de estas instituciones, sobre la base de la tendencia de los estudiantes del ciclo superior a retirarse por la inestabilidad laboral, la recesión económica o por la necesidad de priorizar los gastos a nivel de unidades familiares. Mientras la Ley 30 no sea modificada ésta estrategia de financiamiento de la amplificación de la cobertura aparecerá como un eje de política pública complementario al actualmente existente. Podría esperarse que una parte de los costos de la amplificación deriven del subsidio a la demanda y otros de una máximalización de la estructura de costos administrativos de las universidades públicas. En esta última dirección se entenderían procesos de ajuste internos como los que han venido desarrollando las universidades del Atlántico, Tecnológica del Magdalena y del Valle, entre otras. 17 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas b. La segunda tendencia que se vislumbra en la política pública de educación superior es la transformación y reestructuración de los modelos de acreditación. De un tiempo para acá la acreditación voluntaria se ha venido conviertiendo en obligatoria. Lo fué en primer lugar, como se recordará, para la totalidad de los programas que titulan como licenciados a sus egresados. Igual cosa ha ocurrido en las facultades de derecho y afines, y en las escuelas de las ciencias de la salud y áreas médicas y paramédicas. La tendencia prevaleciente consiste en que un nuevo programa que busque ser registrado ante el Ministerio de Educación y sus organismos de referencia como el ICFES, deberá haberse sometido a procesos de autoevaluación y acreditación. De hecho, solo será cuestión de tiempo el que se implanten modelos de acreditación obligatoria en los programas de pregrado, en las maestrías y doctorados como en la práctica lo estatuye el Decreto 916 del 2001 y en los ciclos de especializaciones, para lo cual existen propuestas detalladas que pueden ser consultadas5. Sin embargo, en muchos de los ámbitos de la política educativa superior existen vacíos, ya que no hay una completa coherencia en términos de un programa que formule y diseñe un plan integral de políticas para la educación superior, debido a la prelación de que goza la política implícita implantada progresivamente: la mercantilización de la educación superior, lo que significa el predominio del principio del dejar hacer y dejar pasar. c. Políticas públicas de regulación estatal de la educación superior. Dentro de la citada lógica de mercantilización de la educación superior universitaria en Colombia, adicionalmente a las estrategias sobre acreditación que tienden, como ya afirmé, a definir las reglas de regulación del mercado, existen otras políticas de carácter regulatorio que prioritariamente derivan de la potestad que la Constitución Política de 1991 le otorgó a la Presidencia de la República de ejercer la inspección y la vigilancia sobre el servicio educativo. Como se recordará, esta política recae específicamente en el Ministerio de Educación, el cual puede, como en efecto lo ha hecho a lo largo de los últimos años, asignar estas tareas a organismos especializados. En la legislación colombiana existe un tramado complejo de instituciones que tienen que ver con la regulación estatal del servicio educativo universitario. En primer lugar, el CESU, institución colegiada creada por la Ley 30, a la cual por regla general se le han pretendido disminuir sus potestades legales de dirección, orientación y aprobación de las políticas públicas de educación universitaria. Adicionalmente, aparece la Comisión Nacional de Maestrías y Doctorados, reforzada recientemente a partir de la expedición del Decreto 916 del año 2001; el Consejo Nacional de Acreditación, que es igualmente una institución colegiada aunque no conformada en términos corporativos o de representación de sectores, sino al igual que la Comisión Nacional de Maestrías y Doctorados, integrada sobre la base de una escogencia gubernamental de pares académicos; 5 Véase al respecto: Sara Victoria Alvarado et al ,“Especializaciones-diagnóstico, conceptualización, lineamientos de política”, Bogota: ICFES, 2002. En dicho documento se incluye un proyecto de decreto reglamentario tiulado “Estándares mínimos de calidad para la creación y funcionamientos de los programas de Especialización profesional en Colombia” (pag. 175-184). Que en la práctica extiende las atribuciones que tenia la Comisión Nacional de Doctorados y Maestrías a otros organismos estatales que cumplan similares tareas de control. Para el caso de las Especializaciones, los expertos señalados consideran que hoy existe una excesiva proliferación y una cuestionable calidad en la mayor parte de dichos programas. 18 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA y, finalmente, el ICFES; el cual, es en ésta perspectiva, básicamente una Secretaría técnica y un brazo operacional del Ministerio de Educación. El gobierno actual ha avanzado hacia la modificación de la estructura administrativa del propio Ministerio de Educación, creando el Viceministerio de Educación Superior, con base en facultades de reforma del Estado que le fueron expresamente otorgadas al Presidente de la República por el Congreso. Así mismo, en tal dirección han dado señales los funcionarios gubernamentales y específicamente la actual Ministra de Educación, Cecilia María Velez White, en el sentido de modificar, al menos parcilamente, dicha estructura regulatoria. A la fecha de la escritura de este texto no se sabe con certeza cuales serían éstas modificaciones, pero se especula que se avanzaría hacia un esquema de certificación de la calidad de la educación superior, mediante mecanismos que se utilizan en el ámbito empresarial, tales como las normas y procesos de certificación, nacionales e internacionales, a cargo de organizaciones especializadas de carácter privado o no gubernamental. Una evaluación de éstas políticas nos muestra claramente que el de la inspección y vigilancia ha sido uno de los aspectos débiles en el proceso de implantación de la Ley 30 de 1992. La mercantilización de la educación superior ha ido de la mano con un deterioro significativo de su calidad ya que generalmente han florecido y expandido su matrícula numerosas universidades sin tradición, sin peso académico específico, sin profesorado de tiempo completo, sin carrera profesoral y sin estrategias ni recursos para la investigación. Los recientes episodios de intervención expost en universidades regionales y nacionales, cuya cobertura de matrícula básica no tiene correspondencia con su consolidación académica, son una evidencia de lo anterior. Demuestran la indolencia e incapacidad de las autoridades gubernamentales para vigilar el mercado de la educación superior universitaria que en el fondo sólo tiene de regulación la tramitomanía burocrática en la cual numerosas instituciones realizan una labor negativa de cabildeo de carácter patrimonialista; dado que sus dueños y sus voceros tienen asiento en los órganos de control, inspección y vigilancia, constituyéndose un esquema híbrido e inconveniente donde son a la vez, jueces y partes. Recuérdese que muchos de los más importantes directivos del sector educativo superior colombiano, incluyendo exministros de Estado, exdirectores del ICFES, miembros de sus juntas directivas, son posteriormente, con inusitada frecuencia, dueños, socios, o altos directivos de novísimas y viejas instituciones de educación superior privada. En realidad, la política estatal de educación superior está subordinada a objetivos educacionales de tipo más general. En efecto, con la elaboración del plan decenal de educación bajo la administración Samper, hace ya algunos años, se concretaron como políticas de Estado recomendaciones de expertos provenientes de organismos multilaterales, primordialmente del Banco Mundial. Estas señalaban la necesidad de priorizar la inversión en educación, bajo la teoría del capital humano, con el propósito de resolver graves problemas de desequilibrio en los indicadores de cobertura y calidad de la educación primaria y básica secundaria. En la actualidad las tres primeras universidades en cobertura carecen de solida tradición académica; pero pese a ello, han superado en expansión a universidades de reconocida trayectoria. La Universidad Cooperativa de Colombia, bastante cuestionada en sus manejos administrativos, la Universidad Libre que igualmente ha tenido severos tropiezos de 19 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas gobernabilidad e incluso procesos de judicialización, y la Universidad Antonio Nariño son hoy en día las universidades de mayor matrícula, mientras que otras como la Universidad San Martín se han expandido sin que exista un control y regulación sobre la calidad de sus programas. Resulta sospechosa la facilidad con la cual el ICFES ha autorizado la creación de sedes y seccionales, y permitido el otorgamiento de licencias para sus programas, fundamentalmente en el ámbito de los pregrados y las especializaciones. Pero estos no son los únicos casos. En realidad, salvo un puñado de universidades de excelencia que ofrecen servicios de calidad, en el sector privado la mayor parte de las instituciones no posee estándares adecuados de calidad, y ello se comprueba al revisar los resultados de los procesos de acreditación emprendidos hasta el momento. Un esquema de competencia regulada como el que suponen los procesos de acreditación, necesariamente implica una mayor capacidad de intervención sancionatoria, frente a la violación de las reglas de la competencia regulada, por parte de las autoridades gubernamentales. Además, se deja de ver en Colombia que los criterios de evaluación sean universales; es decir, se le apliquen a todos y no solamente a algunas a instituciones, algunos sectores, o solo a ciertos programas. El horizonte futuro en cuanto a gasto público será bastante crítico y no se puede esperar un incremento de la asignación presupuestal estatal para el componente universitario del sistema de educación superior. El forcejeo estará entonces centrado en las diferentes alternativas acerca de cómo priorizar y asignar el gasto público que hasta ahora ha sido asignado en el marco de la Ley 30. Por supuesto, existe una intención de modificación de la Ley 30 con el fin de excluir del sistema el criterio de indexación de la asignación presupuestal. Muchas universidades privadas, a través de sus voceros han desplegado una labor de cabildeo para reformular la política pública superior universitaria, con el fin de que el presupuesto público esté también a disposición de las universidades privadas, mediante mecanismos tales como el subsidio a la demanda, el concurso de proyectos para la ampliación de la cobertura, el mejoramiento de la infraestructura y la creación de nuevos programas académico, que serían financiados por el Estado, independientemente de quien los ejecute, sea una universidad del Estado o una privada. Este conflicto en su terreno inmediato continuará además como un forcejeo entre las autoridades centrales por disminuir los salarios reales y el esquema prestacional del profesorado universitario, frente a la defensa del actual status por parte del grueso de la comunidad universitaria, o quizás en una propuesta alternativa de carácter conciliatorio que preserve ciertos derechos y prerrogativas que hasta ahora ha tenido el profesorado estatal universitario colombiano. d. Políticas de gestión administrativa para las universidades públicas. No solamente existen restricciones de carácter legal para el manejo financiero o presupuestal de las universidades. La gestión administrativa de las instituciones públicas de educación superior se encuentra delimitada por un tejido abigarrado de normas, leyes y autoridades que subordinan la autonomía universitaria. Este es el caso, para citar un ejemplo a la mano, de los procesos de contratación en la ejecución de obras, asesorías, consultorías y otros campos de relación entre la universidad y el medio. El Estatuto de Contratación Administrativa o Ley 80, es un marco del cual no se 20 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA pueden salir las instituciones de educación superior públicas. Algunas de ellas, como la Universidad del Valle han ideado mecanismos alternativos como las fundaciones de apoyo que permiten desarrollar ciertas actividades complementarias basadas en las lógicas del derecho privado. Empero, este es un mecanismo que no se puede extender al corazón mismo, a la razón de ser de las actividades universitarias, en el orden académico y administrativo. Por otro lado, la gestión del personal y su régimen administrativo tiende cada vez más a ser establecido por autoridades extrauniversitarias. Incluso, en esta dirección, han de analizarse numerosos fallos de la Corte Constitucional que a lo largo de los últimos años, al tiempo que han delimitado la autonomía en los ámbitos académico, de docencia e investigación, la han objetado en los campos financiero-presupuestal, de gestión de personal, o incluso en el ámbito de los llamados derechos fundamentales; específicamente cuando estas sentencias corresponden a derechos de tutela en los que estudiantes o egresados de instituciones de educación superior reclaman derechos frente a procesos que son del resorte académico tales como acreditaciones, convalidaciones, homologaciones, expulsiones por razones disciplinarias, etc. En el momento actual, se hace más cercana una reforma perentoria del Estatuto Profesoral que rige la universidad, dado que éste no se acompasa con la reglamentación que sobre servidores públicos ha sido establecida por el Congreso de la República y reglamentada por el Gobierno Nacional, la cual rige para la totalidad de los mismos, no importando si éstos pertenecen al nivel central o descentralizado, a entes autónomos o a instituciones de control y vigilancia del aparato gubernamental. LOS DESAFIOS PARA LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS DERIVADOS DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS DE EDUCACIÓN SUPERIOR Con base en las anteriores consideraciones quisiera plantear algunas conclusiones en el marco de la discusión del Plan de Desarrollo de nuestra Universidad. En primer lugar, deseo subrayar que el argumento de ampliación de cobertura, como una de las principales estrategias gubernamentales, no es fácilmente desdeñable o cuestionable. Las universidades públicas latinoamericanas que conforman la columna vertebral en la formación de alto nivel en nuestra región son todas ellas universidades de masas; algunas incluso alcanzan coberturas de varios centenares de miles de estudiantes. No es éste el caso de las universidades públicas colombianas que son pequeñas, si las comparamos con sus similares a lo largo de nuestro continente. Ello no es gratuito. Por supuesto, obedece a los procesos de privatización de la educación superior colombiana que ya analicé. Evidentemente, un aumento sustancial de la matrícula de las universidades públicas colombianas no podría lograrse sólo o principalmente mediante el subsidio a la demanda. Tal estrategia implicaría amplificar el financiamiento directo del 21 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas Estado hacia las universidades, y adicionalmente mejorar también los ingresos propios de las universidades públicas. Sólo sobre la base de éstas estrategias se lograría un efecto expansivo de la matrícula de la educación superior pública garantizando que no se presente un desmedro en la calidad. Este es el punto crucial de discusión. Resulta loable y es una alternativa válida que legitíma a las universidades públicas colombianas el que estas expansionen su matrícula. Por supuesto, dicha expansión tiene un limite: la maximización o rentabilización en términos de eficiencia y eficacia de los recursos disponibles de las instituciones educativas universitarias. Por ejemplo, en nuestra universidad se han venido adelantando pasos para ampliar la jornada mayoritariamente diurna con el fin de usar la capacidad instalada del campus de Meléndez, ofertando programas presenciales y semipresenciales vespertinos o nocturnos. Como se sabe, ello ha ocasionado, una oposición cerrada de quienes consideran que este tipo de mecanismos debilitan la calidad de la universidad o son pasos hacia su privatización. Dado el carácter de la inversión educativa en las universidades públicas, proveniente del presupuesto nacional, la amplificación de cobertura necesariamente implica adiciones presupuestales. La estrategia correcta, por ejemplo, para consolidar la expansión de la matrícula de las sedes regionales de nuestra universidad, consiste, como se sabe, en su conversión en seccionales. Este paso jurídico daría la posibilidad de una asignación presupuestal directa cada año a cada una de estas sedes seccionales, tal como ocurre actualmente con las sedes de la Universidad Nacional de Colombia. El actual mecanismo, de extensión de educación a las regiones mediante la configuración de Fundaciones de Apoyo en cada uno de los municipios donde se encuentran asentadas las sedes de la universidad, ha cubierto un primer período que debe ser superado. Sólo con profesorado de planta, bibliotecas, laboratorios, centros de documentación, personal administrativo adscrito a la universidad, etc, será posible dar un salto cualitativo y ofrecer a nivel de las sedes o seccionales una oferta educativa de calidad comparable a la de la Universidad del Valle en sus dos sedes, San Fernando y Meléndez, asentadas en la ciudad de Cali. Empero, una recusación absoluta de la política estatal de subsidio a la demanda desconocería que tal política se viene ejecutando desde hace decenios a través del ICETEX. Lo novedoso de la actual propuesta gubernamental es la inyección de capital para que el ICETEX tenga un mayor rango en sus modalides de crédito educativo. De este modo, considero que rechazar per sé el crédito educativo como una alternativa de financiamiento de la educación pública no resulta ni realista ni sensato, en términos de política pública. Es claro que numerosas personas adultas, que se benefician, desde el punto de vista de sus ingresos futuros por los procesos formativos ofertados por las universidades pueden y deben pagar, parcialmente o en forma total, la inversión que el Estado hace en su formación. El crédito educativo, como lo he dicho, es una política de financiamiento o de subsidio o de préstamo a la demanda vigente desde hace muchos años, útil en la medida en que se configura como una estrategia complementaria y no sustitutiva de financiamiento de la universidad pública colombiana. De tal manera, que en términos de realismo político institucional, las universidades públicas no deben desdeñar la posibilidad de competir o concursar por los recursos del crédito educativo, sin dejar de mantener la defensa de los principios de acción presupuestal establecidos en la Ley 30 de 1992. 22 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA En mi opinión, se debería priorizar una política pública de financiamiento que contemple, como lo he mencionado, la asignación presupuestal directa a las universidades sin relación con los modelos de capitación o de costos por estudiante; que involucre la necesidad del desarrollo del sistema de universidades estatales como un potencial estratégico para la política de innovación en Ciencia y Tecnología; que es uno de los espacios de mayor retórica gubernamental pero de menores realizaciones, incluso respecto de países de similar nivel de desarrollo económico en América Latina. Las universidades públicas obtienen su legitimidad por la mayor cobertura, los subsidios de éstas entidades estatales a las matrículas configuran un principio democratizador de concresión del acceso a la educación, consagrado en nuestra propia constitución política; lo cual resulta defensable incluso desde el punto de vista de su argumentación jurídica ante la Corte Constitucional. Afirmo lo anterior en virtud de que la capitación resulta bastante cuestionable en términos técnicos, como se ha podido evidenciar en su implantación como modelo de asignación de recursos en el campo de la salud. Aspectos como la generación del conocimiento, la formación docente, la carrera profesoral, el bienestar universitario, etc, son tópicos para los cuales los indicadores de gestión no deben relacionarse directamente con modelos de capitación. Es claro, a mi juicio, que las universidades públicas, al defenderse de la política neoliberal del Estado, no pueden desdeñar a la ligera los modelos y las metodologías de evaluación del desempeño. Cabe recordar que los dineros que se invierten en las universidades no son producidos por las propias universidades sino que son dineros públicos. En este sentido, no hay que olvidar jamás que la universidad estatal se debe a la sociedad. Y ésta, a través de diversos organismos de control estatales y sociales tiene el derecho de velar por la calidad en la gestión administrativa de las universidades, por la optimalidad del gasto público, por evitar la corrupción, el despilfarro de recursos, los procesos de burocratización, ya que éstas prácticas, si arraigan en la vida universitaria, implican menor cobertura, menor calidad, impidiendo el logro del principio de universalidad y el acceso democrático a la educación superior pública universitaria, que constituye su fundamental fuente de legitimidad ante la sociedad. Aunque es cierto que en el marco de la autonomía universitaria hay potestades para que las universidades fijen sus propios lineamientos es necesario un análisis riguroso del contexto. Y uno de los aspectos centrales de dicho contexto son las políticas públicas del Estado. De las cuales podremos disentir, pero que deben ser siempre patrones de referencia para elaborar programas y planes de desarrollo que permitan la consolidación de la universidad pública colombiana, en un marco realista. Nadie negaría, por ejemplo, la utilidad de los procesos de autoevaluación y acreditación, para la mejora de la calidad en la oferta académica por parte de las principales instituciones de educación superior que, siguiendo los procedimientos estipulados, logran hacer más transparente su oferta, y posicionarse de esta manera en la referencia de los demandantes de los diferentes servicios de educación superior. Rechazar per se o por provenir de un mandato gubernamental las dinámicas de acreditación, equivale a introducir la cabeza en la arena y significa desdeñar las posibilidades 23 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas que las universidades de excelencia tienen de jugar un papel de predominio en las estructuras de competencia regulada que privilegian las mejores ofertas académicas. Igualmente, deben aprovecharse los marcos institucionales que en el orden constitucional y legal, garantizan la autonomía universitaria, y dan vida a una serie de sinergías, tales como las derivadas del Sistema de Universidades Estatales –SUE-, la existencia del CESU como una colegiatura que debe ser privilegiada para la formulación y definición de las principales políticas; y que, al mismo tiempo, podría jugar un papel clave como un organismo a través del cual se adopten las regulaciones, que ya no dependerían de la discrecionalidad o liberalidad del poder ejecutivo y del Ministerio de Educación y sus agencias. De esta forma se intentarían construir políticas educativas para las universidades que no sean de gobierno sino que sean, estrictamente hablando, de Estado, y que por ello, consulten el interés general, el bienestar público. Debe reconocerse que la conflictividad entre las instancias de ejecución de políticas: las universidades regionales y nacionales estatales; y los centros de definición de políticas: el Gobierno nacional y el Congreso de la República, se acentuará en el futuro inmediato. La defensa de la universidad pública, pasa por la preservación de su autonomía responsable. Además se requieren claros lineamientos estratégicos que permitan aprovechar los desafíos del entorno, reconocer las ventajas y puntos negativos del marco regulatorio e institucional de política pública, e igualmente, tomar en cuenta las consideraciones derivadas de las demandas sociales, los procesos de modernización económico y social, y el marco, mucho más amplío pero igualmente significativo, de la globalización del conocimiento. A manera de conclusión vale la pena destacar la utilidad del ejercicio analítico que permita diferenciar el resorte de políticas públicas establecidas desde afuera; que son en cierta medida imposiciones o, si se lo quisiera decir en un tono menos radical, elementos del contexto o imperativos del entorno. Para definir, posteriormente, aquellos aspectos que continúan siendo del orden de la autonomía universitaria. Ambos lados de la cuestión deben tenerse en cuenta a la hora de formular un Plan Estratégico de Desarrollo. En mi perspectiva analítica, los campos en donde aún se preserva la autonomía universitaria y ésta debe ser ejercida con todas las consecuencias y responsabilidades son los de la formación estudiantil en sus diferentes ciclos, a partir de la transmisión y generación del conocimiento; lo cual es hoy competencia prioritaria de las instituciones de educación superior. En tal sentido resulta clave trabajar, haciendo uso de la autonomía en la definición de políticas de diseño institucional para garantizar la gobernabilidad de las universidades. Para consolidar la cooperacion en red entre las instituciones de educación superior y alternativamente, para definir políticas públicas de manera concertada o por lo menos presionar puntos de vista unificados en instituciones colegiadas como el CESU. De otro lado, la definición de las estrategias de gestión administrativa, bienestar universitario, vinculación con el medio, procesos de internacionalización de las universidades, etc., si bien es cierto tienen un marco regulatorio estatal son dimensiones en las cuales se puede desarrollar políticas relativamente flexibles y diversas en el marco de la autonomía universitaria. A fin de cuentas lo defensable de la autonomía no es tanto el pretender que la universidad sea una ínsula, una torre de marfil aislada de la sociedad y del Estado, sino reconocer que la autonomía universitaria es 24 1. MODERNIZACIÓN DEL ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS UNIVERSITARIAS EN COLOMBIA prioritariamente una condición para la producción de conocimiento, la crítica y deliberación que desde la universidad ha de hacerse en relación con los problemas de sociedad, el Estado, el contexto internacional, etc. Finalmente, es un escenario para que universidad sea un espacio de democratización, formación ciudadana autoresponsabilización. 25 la la la y POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas 26 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector6 Edgar Varela Barrios, Ph.D.7 Enero de 2012 INTRODUCCIÓN El debate sobre la financiación de la educación superior en Colombia es recurrente en los últimos años, y se mencionan – en este contexto – insistentemente las insuficiencias, limitaciones y problemas del modelo vigente. Se reclama en particular por la débil expansión de la cobertura o, en otros términos, la baja absorción del sistema frente a las demandas de las generaciones que egresan de la educación básica. Se reclama en torno de la baja calidad y la escasa pertinencia de la oferta, y por la distancia cada vez mayor del sistema de educación superior colombiano, frente a las grandes universidades que lideran la generación del conocimiento, la renovación de la ciencia y la tecnología, la gestión del conocimiento en las sociedades postindustriales; es decir, las llamadas universidades de “clase mundial” (Salmi, 2009). En este sentido, las actuales políticas y fuentes de financiamiento concurrente público – privado que tiene el sector, son largamente insuficientes, para afrontar estas metas y desafíos. Por ello se afirma desde distintos ámbitos que el modelo se ha agotado. No se tienen fuentes de financiación que permitan su expansión y consolidación, y se trabaja con metas inerciales de corto plazo desarticuladas de las apuestas estratégicas que deben conducir a 6 Este documento integra los términos de referencia y resultados del estudio sobre desfinanciamiento de las universidades públicas, adelantado por la Comisión Técnica de Vicerrectores Administrativos y Financieros del Sistema Universitario Estatal (SUE); proceso en el que el autor, en calidad de Vicerrector Administrativo de la Universidad del Valle (2007 – 2012), redactó los borradores de varios de los documentos presentados y del articulado financiero. En esta ocasión, reconozco la colaboración de mis asistentes, Ángela María Martínez Sander y Andrés Felipe Valderrutén Castro, miembros del Grupo de Investigación “Gestión y Políticas Públicas” (GESPUV), en las búsquedas bibliográficas y documentales, así como en la organización de las tablas y datos aquí incluidos. Así mismo, agradezco la información estadística y financiera del conjunto de Vicerrectores Administrativos del SUE, en especial a su anterior coordinador, el Ing. Sergio Isnardo Muñoz, ex vicerrector administrativo de la Universidad Industrial de Santander (UIS), y al actual coordinador de la misma, Fernando Noreña, Vicerrector Administrativo de la Universidad Tecnológica de Pereira. Igualmente, agradezco el aporte de Ludmila Medina, de la Oficina de Planeación de la Universidad del Valle, quien con su equipo de profesionales elaboró un documento con proyecciones que se citan aquí en los acápites pertinentes. 7 Doctor en Administración de la HEC – Universidad de Montreal. Profesor titular de la Universidad del Valle (Facultad de Ciencias de la Administración) y Director Grupo de Investigación “Gestión y Políticas Públicas”, Categoría A – Colciencias, y del Instituto de Prospectiva, Innovación y Gestión del Conocimiento. 27 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas Colombia a superar sus problemas de pobreza, escaso crecimiento, inequidad y competitividad, en contextos cada vez más interdependientes y globales. Esta discusión con sus diversos matices se ha reactivado, especialmente, a raíz de la presentación de un proyecto de reforma profunda de la Ley 30 de 1992, por parte del Gobierno Nacional, en cabeza del Ministerio de Educación, en la primera mitad de 2011. Aunque la respuesta universitaria fue agudamente crítica y se mantuvo un espíritu de cuestionamiento a la misma por parte de numerosos directivos universitarios y de las comunidades de expertos, la situación hizo crisis cuando se organizó un poderoso movimiento estudiantil, no solo de rechazo a la misma, sino a sus fundamentos conceptuales e ideológicos. En efecto, como resultado de la gigantesca y continuada movilización estudiantil del segundo semestre de 2011, el Gobierno nacional finalmente retiró el proyecto de ley que había inscrito en el Congreso. Recuérdese que su punto principal en el campo de financiamiento, la idea de introducir el ánimo de lucro o la inversión de capitales en la educación superior, ya había sido desestimado previamente. Aunque esto ha sido interpretado en muchos de los círculos universitarios como una victoria del movimiento estudiantil, en cierta medida, se trata más bien de un empate. El gobierno ciertamente fue derrotado y su iniciativa recibió un alto rechazo, no solamente de las comunidades estudiantiles, sino también del profesorado y de distintos núcleos de expertos. Obviamente, no se trató de un rechazo monolítico puesto que en el campo de las instituciones de educación técnicas y tecnológicas privadas, el proyecto gubernamental recibió un apoyo claro. Además, en las universidades se expresaron diversas opiniones, desde las minoritarias que simpatizaban con el proyecto, hasta algunas que tenían puntos de vista intermedios y que no implicaban un rechazo en bloque de la iniciativa, sino que señalaban su falta de apuestas estratégicas o su insuficiencia en relación con un diagnóstico que permitiera que una nueva ley le diera un camino cierto a la educación superior colombiana en los próximos años. Pero se trató de un empate, en virtud de que se mantiene en la práctica el statu quo que prevalece desde la expedición de la Ley 30 de 1992, particularmente en su modelo de financiamiento, el cual evidencia agotamiento e insuficiencia para resolver los retos de un adecuado desempeño de las universidades públicas y privadas en los ámbitos misionales de éstas. Los directivos universitarios a lo largo de los últimos años han interlocutado con las dos últimas Ministras de Educación, y con los equipos del Ministerio; así como también con las comisiones especializadas del Congreso para reclamar que la Ley 30, y su esquema de financiamiento, sea sustituido por otro que garantice sostenibilidad y que sirva de base para llevar a cabo nuevas políticas académicas con la financiación adecuada; en particular, las de consolidación de la calidad, internacionalización y ampliación de la cobertura de las universidades. La discusión en términos generales no ha sido por completo estéril. Por ejemplo, existe un borrador del acuerdo que implicó en el proyecto reformatorio de la Ley 30, la inclusión de recursos adicionales, en la forma de un 3% acumulativo a la base presupuestal pública, a lo largo de una década. Además, se ha establecido en términos gruesos, una agenda de discusión en relación con otros temas que implican políticas de financiamiento, incluyendo la ampliación del crédito educativo, recursos públicos para la sostenibilidad estudiantil y para combatir la deserción, e iniciativas de asignación de diversos fondos para financiar la investigación y la innovación. Sin embargo, la situación financiera de las universidades públicas y, en general, del sistema de educación superior colombiano, continúa sin resolverse. Sectores estudiantiles agrupados en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE), han decidido tomarse un tiempo prudencial para adelantar consultas, reunirse y finalmente presentar una 28 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector propuesta, con lo cual, después de haber derrotado la iniciativa gubernamental, se entró en una situación transicional, sin que se tome una decisión en relación al modelo de educación que el país necesita en términos de su desarrollo económico y social en el campo universitario. Se requiere por ello, que desde las universidades públicas se recuperen los ejes centrales del debate y se elaboren propuestas que, con base en el anterior proceso de discusión, permitan reabrirla y plantearse escenarios diversos y fórmulas de solución a los problemas estructurales, entre ellos y primordialmente el del financiamiento. El propósito del presente documento va en esa dirección y pretende formular otras perspectivas sobre el financiamiento de la Educación Superior en Colombia. En este punto, es importante romper el inercialismo que solo le introduce modificaciones incrementales al modelo. Por tal razón, se debe construir una política de financiamiento radicalmente diferente, basada en una relación dialéctica entre medios y fines. En especial, porque la financiación no es nunca un fin en sí mismo. Los recursos presupuestales y fiscales, o las rentas que produzcan o les sean transferidas a las universidades, son medios para ejecutar políticas, planes de desarrollo, para concretar estrategias en consonancia con los retos y demandas que la sociedad civil, el Estado y los mercados hagan al sistema universitario. Éste, en el marco de la autonomía universitaria, afinará estas demandas y construirá en términos prospectivos sus propias apuestas estratégicas. Tal como lo ha discutido el Sistema Universitario Estatal (SUE) con el Ministerio de Educación, si se rompe el inercialismo, se debería implementar de forma alterna una mirada de largo plazo de los retos de la educación superior al menos en ciclos de diez y veinte años (2022 – 2032). Desde mi punto de vista – y esta es una consideración de fondo – la hoja de ruta se debe centrar en: a. En primer lugar, resulta necesario precisar el marco conceptual y teórico del financiamiento de la educación terciaria, tanto a la luz de la economía (en especial, desde las dimensiones de la Hacienda Pública y la Política Fiscal), como en el terreno del diseño de políticas públicas educativas y de ciencia y tecnología, tanto de tipo sectorial como territorial. Este tema en especial lo abordaré tomando como eje conceptual el asunto de las transferencias intergubernamentales; transferencias fiscales vistas primordialmente desde el nivel central del Estado a los territorios y a otros operadores autónomos o descentralizados de política. Aunque el problema rebasa los límites de esta perspectiva, ello supone asumir los principios de subsidiariedad y complementariedad según el cual el aporte mayoritario en cualquier política de financiamiento de la educación superior le corresponde al Gobierno nacional, en tanto la educación superior expresa la oferta social de un conjunto de bienes públicos. Sobre esta base, cabría determinar la financiación complementaria de otros agentes que contribuyen al financiamiento de la Educación Superior, tales como el sector empresarial, la sociedad civil (y, en especial, las familias y estudiantes que pagan matrículas y otros derechos académicos), las agencias territoriales, los mecanismos de autofinanciamiento y consecución de rentas propias por las universidades, los modelos mixtos para financiar la investigación, la innovación y la generación del conocimiento, la sostenibilidad de los estudiantes en términos de retención y disminución de la deserción, etc. b. En segundo lugar, describiré e interpretaré los logros y fallos del actual modelo de financiamiento de la educación superior, concretado en el esquema de transferencias que estableció la Ley 30 de 1992, y que se pretende en esta coyuntura de reforma, ajustar o transformar. Se requiere un nivel riguroso de evaluación de este modelo que ya supera los 20 años de vigencia, y determinar así mismo cuáles son los retos, demandas y desafíos del 29 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas sector en la segunda década del presente siglo. c. Por ello, resulta vital definir apuestas estratégicas y objetivos de la Educación Superior para las próximas décadas. Numerosos estudios y diagnósticos gubernamentales, de la comunidad académica nacional (ASCUN, SUE y otros), de expertos y de organismos y agencias multilaterales (Banco Mundial, 2005, 2009; Cinda, 2007, 2011; UNESCO, 2010, y otros) han ahondado en estos temas. Al menos, se reconoce por los diversos actores que el país requiere un salto cualitativo y cuantitativo expresado en una apuesta de largo aliento, que mejore los indicadores de calidad y cobertura del conjunto del sistema educativo, y en particular, de la educación postsecundaria. Sobre este tema volveré más adelante con cierto detalle. d. Luego, y con base en ello, se proponen en este documento políticas y reglas de financiamiento necesarias o viables para lograr las metas consensuadas, en un horizonte de largo plazo. Aquí, incorporo la discusión y las elaboraciones que se han realizado por parte de los vicerrectores administrativos y financieros del SUE, proceso en el que tuve la ocasión de elaborar propuestas y estudios que les dieron sustento y que se presentaron en varios escenarios, a los Rectores del SUE, a ASCUN, al gobierno y al Congreso de la República. Esto implica precisar la pertinencia conceptual, metodológica, y la viabilidad del modelo de financiamiento que guíe las reformas y los ajustes profundos que en este campo del financiamiento se requieren. Tales metas se deberían alcanzar a través de un gran debate y una movilización social que transcienda los esquemas y escenarios institucionales tradicionales. Tendríamos éxito si se lograra un alto grado de aceptación de los objetivos estratégicos y las metas sectoriales en las comunidades académicas, los estamentos universitarios, el profesorado, los estudiantes, los empleados del sector, las directivas, el Gobierno central, los gobiernos y autoridades territoriales, y las bancadas y partidos en el Congreso de la República. TRANSFERENCIAS INTERGUBERNAMENTALES DEL ESTADO CENTRAL A ENTIDADES TERRITORIALES Y OPERADORES DESCENTRALIZADOS Y AUTÓNOMOS La literatura de políticas financieras de los Estados modernos (Spahn, 2009; López, 2004) ha enfatizado en la conveniencia de combinar con reglas claras, principios de asignación de recursos al nivel central versus los procesos de relocalización de recursos vía asignación de transferencias a operadores públicos descentralizados. En este último sentido, usualmente se trata de definir reglas para transferir recursos desde los gobiernos centrales – vía Presupuesto General de la Nación – hacia los entes territoriales (regiones y municipalidades), con lo que coloquialmente se denomina “proceso de descentralización”. Los argumentos a favor de la centralización en el Gobierno nacional tienen que ver, particularmente, con las mayores economías de escala que se lograrían al asignar recursos públicos directamente desde agencias gubernamentales del orden nacional, tanto en ministerios como en empresas o entidades específicamente construidas para acometer competencias y funciones propias del nivel central de la Nación. Éste es el caso de los recursos públicos que se le otorgan a los ámbitos de la seguridad nacional (Fuerzas Militares, Policía Nacional, organismos de seguridad e inteligencia del Estado, etc.), y es también el caso de la asignación centralizada que tiene que ver con el llamado “servicio civil” del nivel central, tal como el gasto público de los departamentos administrativos, la Presidencia de la República, los ministerios, la diplomacia, etc. Ningún modelo de transferencias podría, en consecuencia, desconocer que una parte 30 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector significativa del gasto público debería estar centralizada en virtud de argumentos de racionalidad económica, soberanía territorial de los Estados, viabilidad y sentido político sobre el peso del poder central. La descentralización o desconcentración, en sus numerosas variantes constitucionales (federalismos, presidencialismo, gobiernos parlamentarios, etc.), tendrá que ser definida en función del reparto en los territorios tanto de responsabilidades de gobierno, como de competencias propias, exclusivas, convergentes o concurrentes, para atender aquellos asuntos en donde resulta más eficaz delegar poderes y recursos, para mejorar la legitimidad y capacidad de acción del sistema político. Desde luego, la descentralización como mecanismo de utilización del régimen de transferencias fiscales, debe diseñarse de tal modo que no se inhiba la generación de recursos y rentas propias de los territoritos u operadores autónomos o descentralizados. Principios para fomentar la descentralización del gasto público La descentralización, alternativamente, implica dar prioridad al gasto público relocalizado en función de la mayor cercanía de los beneficiarios, tanto en términos de ciudadanía como de clientes y usuarios. También se percibe que estas dinámicas generan un mayor control local, una mayor cercanía entre el gobierno territorial y la ciudadanía en las diferentes regiones, generando mecanismos positivos de control de la gestión y de reclamos, particularmente, de la ciudadanía y de esferas de la sociedad civil a los gobernantes locales y regionales para que éstos cumplan con sus mandatos programáticos. Esto tiene como presupuesto la autonomía relativa de los entes territoriales, la cual les ha generado una mayor responsabilización política, particularmente en los últimos 40 años trascurridos desde la última posguerra. Se ha reforzado el principio de política que sustenta el que los gobernantes locales y territoriales no sean designados directamente desde el Gobierno central, sino que obedezcan a procesos democráticos de elección directa por parte de los ciudadanos. Esta dimensión múltiple genera una diversidad de escalas y jerarquías en relación con la soberanía popular que podría estar articulada al orden local, regional o al plano del propio Estado-nación. En esta última perspectiva, la descentralización territorial no implica la pérdida del control por parte del nivel central sobre la gestión de los recursos financieros asignados a los territorios, pues tal control se da fundamentalmente por tres vías: a. El rol que cumplen los organismos de control (procuradurías, contralorías y entidades afines) que poseen el atributo de vigilar el desempeño de los gobiernos nacional y territoriales, y también de los organismos, aparatos y operadores con autonomía administrativa y patrimonial que desempeñen funciones públicas en los distintos territorios o en el plano de carácter nacional. De igual manera, la literatura de política pública ha enfatizado en la necesidad de que, dados los procesos de descentralización, autonomía y responsabilización a territorios y operadores, la tarea del nivel central se concentre en otras dimensiones. b. La formulación de planes estratégicos de visiones de largo plazo o de análisis prospectivos de las necesidades, demandas sectoriales y territoriales que usualmente se articulan en planes nacionales de desarrollo para el respectivo cuatrienio presidencial. Además, relacionados con visiones de más largo plazo en procesos de planeación prospectiva de carácter nacional. c. El seguimiento a las actividades y metas que cumplan los organismos y entes subnacionales, y los organismos autónomos o descentralizados. Para lo cual se han diseñado y afinado modelos y estrategias de evaluación (ex ante, concurrente, ex post, etc.). Debe tomarse en cuenta que esta función de evaluación del desempeño no es sólo 31 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas competencia exclusiva del Departamento Nacional de Planeación (DNP). En efecto, los distintos organismos de control ya citados (tales como la Contraloría General de la República, las diversas contralorías territoriales, etc.) en algunos de los ámbitos propios de su actuación, evalúan el desempeño de los municipios y departamentos. En Colombia, se ha progresado bastante desde un modelo centrado en los hallazgos y la investigación disciplinaria, hacia uno más avanzado, de tipo integral, que busca evaluar la calidad y la capacidad de la gestión pública territorial. Por lo cual, las auditorías y los análisis globales y sectoriales del desempeño territorial por parte de las contralorías, implican un valioso conjunto de informes, indicadores, datos, que deberían articularse a los mecanismos de evaluación que asume como propios el DNP8. En suma, debería buscarse configurar un sistema que garantice una triangulación de las diversas evaluaciones por parte de los organismos de control, las agencias especializadas del nivel central, y las del DNP. El problema actual consiste en que tales evaluaciones se hacen desde estándares que difieren y, por lo tanto, no resultan fácilmente homologables. Adicionalmente, se utilizan diferentes nomenclaturas y criterios de clasificación, por lo que existe, no solo muchísima redundancia, sino una fuerte incapacidad para construir sistemas ortogonales que tengan un carácter integral. En este sentido, debe trabajarse en mecanismos sobre la base de esquemas semejantes a los de triangulación y concurrencia que permitan corroborar los datos y los indicadores que, en el caso concreto del Sistema General de Participaciones (SGP), ha tomado en cuenta tradicionalmente el DNP. Los gobiernos territoriales (alcaldías y gobernaciones) tienen una importante autonomía en la ejecución del gasto público. Particularmente en las zonas más prósperas del país, al igual que ocurre con las empresas industriales y comerciales del Estado, los fondos mixtos y los mecanismos de asociación público-privada, los que efectivamente y con plena competencia, incursionan en actividades empresariales, capturan rentas significativas del mercado y tienen en este sentido, una altísima autonomía respecto del presupuesto nacional. Allí, en la mayoría de los casos, no son tales entidades de mercado, receptoras de recursos públicos del orden central, sino que por el contrario, contribuyen fiscalmente, transfieren rentas y generan una direccionalidad inversa de recursos empresariales públicos al Gobierno nacional y a los entes territoriales. En realidad, los recursos que transfiere la Nación a los territorios, a través del SGP; fondos concurrentes como el de las regalías o de cofinanciación, y el presupuesto ordinario anual aprobado por el Congreso, etc., son complementados con la capacidad fiscal y el recaudo propio que tienen los entes territoriales. Las gobernaciones y las alcaldías tienen en el esquema de política fiscal, un ámbito de soberanía y competencia exclusiva para el manejo de ciertos tributos, tales como los impuestos predial, de industria y comercio, avisos y tableros, para configurar empresas protegidas y de carácter semi- oligopólico o 8 Ello implica un diseño metodológico que limite la redundancia, y que haga efectiva la construcción de una batería de indicadores del desempeño territorial. Tómese en cuenta que este tipo de evaluación complementaria o adicional a las del DNP no es única. En efecto, la propia Procuraduría General de la República y las personerías municipales, también juegan en su marco institucional un rol evaluativo del desempeño de los municipios. En otro plano analítico, además se sigue la gestión y la ejecución pública municipal por parte de la Auditoría de la Nación, así como por las distintas Superintendencias y agencias especializadas: las superintendencias de Industria y Comercio, de Salud, de Servicios Públicos, de Sociedades, etc. En lo educativo, el Ministerio de Educación Nacional ejerce las responsabilidades constitucionales de inspección y vigilancia en el gasto público educativo y el sistema de transferencias focalizadas en este ámbito. En el tema del agua, el medio ambiente y la salubridad pública, igualmente concurren los Ministerios de Salud y Protección Social, de Ambiente y Desarrollo Sostenible, y las comisiones regulatorias de los servicios públicos que generan regulaciones en estos campos. 32 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector cuasi-monopólico como las licoreras, las beneficencias y demás, que les permitirían no depender exclusivamente de los recursos del nivel central. Lo anterior, es particularmente evidente en las gobernaciones de las áreas más desarrolladas del país, donde se presentan grandes fenómenos de concentración poblacional, de recursos o empresas que permiten que en la práctica exista una autonomía mucho mayor que la que tienen las instituciones de educación superior públicas. Transferencias estatales a las universidades, y rentas propias Cabe precisar inicialmente que el principio de autonomía universitaria no es prioritariamente un asunto fiscal o presupuestal, ya que éste ha tenido larga tradición en la vida de las universidades en occidente – lugar originario de este modelo –, y se basa en la necesidad de preservar una distancia o separación radical entre las universidades y las comunidades académicas y científicas que éstas albergan, respecto de los poderes externos que en el pasado estaban representados principalmente por la Iglesia y otro tipo de ideologías que tendían a imponer su férula a las comunidades académicas, lugar que en la actualidad ocupa el Estado. Esto es así, en la medida en que no se considera aceptable moralmente que los gobiernos orienten la investigación científica, la producción intelectual y el mismo proceso de formación de los estudiantes que participan en los sistemas educativos, tanto en los niveles básicos como superiores. Adicionalmente, las grandes universidades tienen una misión adicional: Su rol crítico frente a la sociedad. Esto implica que desde las universidades se asumen misionalmente evaluaciones independientes de las empresas, el Estado y de la propia ciudadanía, para avanzar en la construcción del interés público (Varela, 2008). Es por esto que en casos como los de Colombia están prohibidas las universidades con ánimo de lucro o visión empresarial, y se supone que éstas deben ser públicas (tanto las estatales como las privadas), que se estructuran a sí mismas por Ley, desde hace muchos años, como fundaciones o corporaciones sin ánimo de lucro, y no pueden distribuir utilidades o ser vistas como empresas cuyos excedentes deben ser reinvertidos en la actividad misional de las mismas. La autonomía financiera de las universidades ha sido claramente delimitada y precisada por diferentes fallos de la Corte Constitucional, los cuales han estipulado que el Presupuesto General de la Nación y el propio esquema normativo que rige el gasto público dentro del cual está el Estatuto presupuestal y las normas generales, tienen también vigencia en el desempeño y en la gestión de los recursos públicos dentro de las propias universidades. Los consejos superiores universitarios poseen la prerrogativa de aprobar, actualizar y amplificar – si es el caso – las plantas de cargos del personal administrativo y docente, así como crear o suprimir aparatos desde la propia universidad, sin necesidad de solicitar permiso o una evaluación por parte del Gobierno central. Sin embargo, la limitación práctica a esta discrecionalidad y autonomía reside en que las universidades públicas, en lo fundamental, ejecutan un gasto público derivado de las transferencias fiscales del nivel nacional y por lo tanto, si éstas no se incrementan, tendrán un radio limitado para ejercer una gobernabilidad propia en materia de restructuraciones administrativas, plantas de personal, etc. Luego de la entrada en crisis de la Ley 30 de 1992, los recursos propios, que se obtienen con servicios de extensión, asesoría, consultoría, cooperación con el Estado a través de convenios interadministrativos, los sistemas de posgrados, han crecido exponencialmente en los últimos 15 años. Para comprender mejor estas tendencias, veamos los grandes trazos de los diferentes 33 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas modelos de transferencias intergubernamentales a las universidades. En materia de políticas de financiamiento de la educación superior, coexisten tres modelos claramente diferenciados, a saber: a. El primero de ellos, y el más antiguo, son las transferencias intergubernamentales. El Estado, por esta vía, le asigna recursos suficientes para el funcionamiento autónomo, al sistema de universidades estatales. Éste ha sido el modelo que se siguió en Europa Occidental a lo largo del siglo pasado y que aún pervive en países como Francia, Italia, Suiza, España y Alemania. En Colombia, este modelo se aplica parcialmente, particularmente en términos de la transferencia de recursos que los artículos 86 y 87 de la Ley 30 de 1992 le han asignado a las universidades públicas colombianas. b. Un segundo modelo es el conocido subsidio a la demanda, con el cual se propugna por la garantía de la educación superior a través de las matriculas, incluyendo los créditos educativos para su pago por parte de los estudiantes. Una parte de ésta resulta, en consecuencia, subsidiada por el Estado, a través de agencias financieras gubernamentales que reciben este tipo de subsidios para que, a su vez, los transfieran al beneficiario final, reduciendo significativamente la asignación presupuestal vía oferta para que sea el mercado o esquemas de mercados regulados, donde el estudiante o el padre de familia selecciona la organización universitaria en la cual pretende hacer su carrera. En últimas, a través del mercado se determina la orientación de los subsidios y la admisión al sistema. En América Latina, el modelo por excelencia de este tipo de política pública ha sido Chile, donde como se sabe ha entrado en crisis, siendo altamente recusado por formidables movilizaciones estudiantiles y también por una creciente desconfianza en su legitimidad por parte de vastos sectores de la población que rechazan este esquema de abierta y acusada mercantilización de la educación superior. c. Un tercer modelo, de naturaleza híbrida, aunque con muchas versiones y matices, es el que combina los dos anteriores haciendo énfasis en la mayor parte de los países que lo aplican, en el subsidio a la oferta educativa más que en el subsidio a la demanda. En países como Australia, Corea del Sur, Inglaterra, entre otros, la asignación de los recursos públicos se basa en el desmonte del presupuesto inercial característico de las burocracias ortodoxas, donde una vez asignado el recurso es muy difícil desmontar dicho inercialismo. Al contrario, el modelo anglosajón pretende – bajo el esquema de presupuestos cero o por programas – asignar los recursos sobre la base de evaluaciones periódicas del desempeño que permitirían – incluso en el caso de que estas fueran negativas – la suspensión de los programas o, por lo menos, de la subsidiaridad gubernamental vía presupuesto para que éstos se ejecuten. En esta orientación híbrida se trata de construir organismos reguladores y agencias de evaluación del desempeño a través de Consejos Universitarios multisectoriales, pero con clara orientación gubernamental o parlamentaria que, de forma periódica, se van afinando con el tiempo en lo referente a temas de evaluación, asignación de recursos, compensación, redistribución. Con ello, el gobierno y los parlamentos podrían manejar la orientación o direccionar el gasto público de la educación superior. En otros países, se combinan estos sistemas de evaluación con una alta matrícula para los estudiantes, incluso en las universidades públicas, tal cual ocurre en los Estados Unidos, donde el sistema no se basa en una modalidad de créditos extendidos de carácter gubernamental, sino en el endeudamiento privado por muchas vías y mecanismos para que sea la matrícula la que financie los costos y la tasa media de ganancia de la participación de los estudiantes en su proceso de formación. En Estados Unidos, como es sabido, la matrícula por sí sola no explica la financiación del sistema, debido a la alta complejidad de las universidades y su vocación a la investigación, al apoyo gubernamental, a la proyección social, las donaciones de particulares, empresas y corporaciones, los esquemas de fundraising para conseguir 34 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector recursos y asignarlos a las universidades. De allí que la financiación del sistema universitario opera a través de gerentes especializados, de la gestión en capitales de riesgo y en la bolsa, etc., sin olvidar esquemas de carácter complementario, entre ellos una importante contratación gubernamental de servicios de investigación, asesoría y consultoría por parte de las universidades hacia el Estado y sus agencias federales y territoriales. También es muy relevante la contratación y los acompañamientos entre las grandes universidades y las corporaciones económicas en investigaciones relacionadas con patentes, derechos de autoría y las regalías derivadas, por lo cual el sistema de financiamiento más complejo y más variado que actualmente existe en el mundo, lo evidencian las grandes universidades norteamericanas. RÉGIMEN FINANCIERO Y MODELO DE TRANSFERENCIAS EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – LOS LÍMITES E INSUFICIENCIAS DE LA LEY 30 DE 1992 Colombia ha consolidado un modelo mixto al que confluyen universidades estatales y privadas. Ello ha sido estructurado así desde principios del siglo pasado. Este modelo fue reforzado por la reforma del Decreto 80 de 1980, y por la propia Constitución Política de 1991, y la ley que se expidió a renglón seguido, en 1992, para precisar los alcances y modalidades de la autonomía universitaria. La financiación ha sido concurrente: El Estado aporta recursos de transferencia regulados, entre otros, por los conocidos artículos 86 y 87 de la Ley 30 de 1992. Algunas autoridades territoriales (gobernaciones y alcaldías municipales) participan marginalmente con otros recursos. Además, las Universidades públicas tienen la autonomía para captar y gestionar también recursos propios, y existen algunas parafiscalidades (las estampillas pro universidades públicas), como fuentes adicionales de financiamiento público. A su turno, las universidades privadas, de acuerdo con la Ley 30 de 1992, pueden ser de economía solidaria y privadas sin ánimo de lucro. Esta última opción, es la que han asumido la mayoría de ellas. Aunque no existen datos consolidados en virtud de que se trata de fundaciones privadas que no están obligadas a rendir cuentas sobre su situación financiera, se sabe que sus recursos provienen mayoritariamente de las matrículas de pre y postgrados. En la última década, se transitó desde una disminución del peso de la cobertura pública (en virtud de la expansión que en los años finales de los 80 y comienzos de los 90 del siglo XX, tuvieron las universidades privadas), hacia un esquema equilibrado en donde la mitad de la matrícula, si comparamos solo a las universidades, corresponde a las públicas, mientras que en términos generales el resto lo ofertan alrededor de 80 universidades e instituciones universitarias privadas. Características y limitaciones del modelo de financiamiento estatal de la educación superior Las reglas fiscales de la gestión financiera de las universidades públicas, sobre la base del modelo que ha promovido la Ley 30 de 1992, se resumirían en los siguientes ítems aunque muchos de ellos no aparecen expresamente formulados: a. No endeudamiento: una suerte de regla fiscal ad hoc que se ha construido a lo largo de los 20 años de implantación del modelo, aunque en ocasiones anteriores, 35 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas universidades que desbordaron su crecimiento más allá del límite de sus recursos colapsaron, tal como ocurrió en la crisis de la Universidad del Valle en el año de 1998, o a mediados de la década pasada con la situación de insolvencia de la Universidad del Atlántico que llevó a su acogimiento a la Ley de Quiebras colombiana y a una suerte de intervención por parte del Ministerio de Educación. Estos no fueron casos exclusivos, sino los más sonados. Sin embargo, el grueso de las universidades maneja reglas de prohibición por parte de los Consejos Superiores, al endeudamiento o se usan políticas de endeudamiento muy tímidas, referidas primordialmente a inversiones en infraestructura a través de créditos públicos del tipo FINDETER. b. No autonomía salarial ni prestacional: ésta ha sido una regla expresa fijada por la Ley 4a de 1991 que reglamenta, en materia salarial y prestacional, las limitaciones a la autonomía por parte de las universidades públicas colombianas, y que ha sido refrendada por sucesivos fallos de la Corte Constitucional. c. Exenciones fiscales: el modelo institucional y legal establece la exención fiscal como regla, tanto para las universidades públicas como para las privadas, que como ya se demostró anteriormente, al constituirse como entidades sin ánimo de lucro, no pagan impuestos. En este tema, adicionalmente, las universidades públicas reciben la devolución del IVA por las compras, lo cual significa un alivio significativo. d. No empresarialismo: la inversión de las universidades en negocios y actividades distintas a su quehacer misional está expresamente prohibido en el orden jurídico colombiano. Éstas no son, en modo alguno, empresas ni pueden incursionar en actividades mercantiles o de inversión a riesgo, por lo cual sus recursos propios se derivan de las matrículas que, en el caso de los pregrados, son altamente subsidiados en el conjunto de las universidades públicas. e. Autonomía y responsabilización en la gestión: las universidades públicas, sobre el marco de autonomía prescrito, definen autónomamente las plantas de personal, las políticas de investigación, la oferta académica, su estructura organizacional en facultades y unidades, pueden crear sedes y seccionales; aunque en este caso requieren trámites de registro ante el Ministerio de Educación y poseen una limitación básicamente en la oferta de maestrías y doctorados, que tienen que surtir los trámites de aprobación por parte de los organismos construidos para tal fin en la última reforma que configuró el actual modelo de gestión de la educación superior por parte del Ministerio de Educación. f. Responsabilidad propia por las infraestructuras locativas, campus universitarios y dotaciones académicas (aulas, auditorios, laboratorios, bibliotecas, TIC’s, etc.). En este sentido, el modelo vigente de Ley 30 es inercial, rígido; no supone una expansión del sistema, sino por el contrario su estabilización atemporal. De forma implícita, incita a la ampliación de la cobertura y a las respuestas a las demandas crecientes para el sistema, sobre la base de un aumento de las rentas propias, ligado a las conocidas y criticadas políticas de autofinanciamiento. Sin embargo, una excepcionalidad ha sido el rescate financiero que solo se ha dado en pocos casos, yéndose al modelo de transferencias intergubernamental inflexible. La educación oficial se oferta actualmente desde 32 universidades públicas, de las cuales cuatro son de alta complejidad, 11 de complejidad mediana y 17 aún por consolidar y con bastantes carencias. En el caso que nos ocupa, existe una subdivisión formal entre las universidades del orden nacional que, según la Ley 30 de 1992, reciben recursos públicos tanto para la ejecución misional (gasto público), como para la inversión; respecto de las universidades territoriales, que son en su mayoría de origen departamental (y unas pocas municipales), cuyos recursos de transferencias gubernamentales están destinados solamente para los gastos de funcionamiento. Esto explica por qué las universidades territoriales han tramitado ante el Congreso de la República en diferentes legislaturas, recursos parafiscales tales como las estampillas pro- desarrollo, destinadas 36 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector prioritariamente a capturar rentas regionales, a través de la ejecución de obras públicas u otro tipo de ítems estipulados en ellas, con el fin de poseer capital de inversión. De otro lado, es necesario referirse a las instituciones universitarias y a las que tienen en sus manos la oferta técnica y tecnológica. En Colombia han sido creadas un buen número de instituciones universitarias técnicas y tecnológicas de origen estatal creadas por el Congreso de la República, y otras por los gobiernos territoriales que reciben escasos recursos de financiamiento público y que se financian prioritariamente a través de las matrículas. Éstas son, a su turno, inferiores al conjunto de la matrícula universitaria, y ello explica que la capacidad de inversión, de contratación de profesores, de dotación de infraestructuras y apoyo a la investigación, generación e innovación, sea bastante limitada. Una revisión substancial del modelo de financiamiento público para el sistema de educación superior, no solamente debería tomar en cuenta a las universidades actualmente existentes, sino que se le deberían otorgar recursos presupuestales estables e incorporar el conjunto de mecanismos aquí descritos, a las instituciones universitarias, técnicas y tecnológicas. El modelo financiero que ha prevalecido en las universidades públicas, implica la disminución continuada de los aportes estatales para financiar la educación superior pública. Como el Gráfico 1 lo muestra, de prácticamente un 74% de financiamiento en 1993, se ha pasado a una tasa en 2012 que a duras penas equivale a la mitad de los costos en que incurren las universidades públicas. Ello ha dado lugar a un conjunto de políticas de financiación complementaria y de autofinanciación de las universidades estatales. Así, la financiación gubernamental ha decrecido, siendo reemplazada por recursos propios derivados de la venta de servicios educativos en tanto que a las universidades privadas las financian las familias y los estudiantes por el pago de la matrícula, aunque éstas venden también servicios educativos de extensión, asesoría y consultoría. Gráfico 1. Comportamiento aportes Nación Vs. Recursos propios, 2001 – 2010 Fuente: Vicerrectoría Administrativa UIS (2011, p. 14). En lo atinente a la Educación Superior estatal (Gráfico 2), la financiación global corresponde aproximadamente a cuatro billones de pesos para 2011, de los cuales 1,9 billones son recursos de Ley 30. Existen cerca de 300 mil millones de pesos asignados directamente al Ministerio de Educación, y el resto lo obtienen las universidades públicas por: a) venta de servicios de diverso tipo y fondos de investigación, b) las matrículas, c) las estampillas y los aportes de las entidades territoriales. 37 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas Gráfico 2. Composición de ingresos de las universidades públicas 2010 Fuente: Vicerrectoría Administrativa Universidad Industrial de Santander (UIS) – Coordinación Comisión SUE de Vicerrectores Administrativos y Financieros (2011). Cabe destacar, como lo muestra el Gráfico 3, que a lo largo de un poco más de una década, han aumentado significativamente los recursos presupuestales que se le asignan al Ministerio de Educación, para que éste a su turno los asigne a proyectos específicos del mismo, o a las universidades (y, en general, al sector), a través de diferentes mecanismos, principalmente fondos de cofinanciación, y de las llamadas “bolsas concursales o concursables”; tendencia que busca que el propio Ministerio se convierta en un ejecutor o co- operador de las políticas, sustituyendo en parte el rol asignado por la Ley 30 a las propias universidades. Pese a estas liberalidades de los gobiernos en la interpretación de la misma, las universidades públicas, han defendido reactivamente el modelo de Ley 30 porque al menos se ha preservado la cuantía de recursos financieros que transfiere el Estado a las universidades y ha sido un seguro contra las tentativas de implantar un esquema basado preferencial o únicamente en la financiación de la demanda a través del crédito educativo, tal cual ha ocurrido en Chile u otros países. Gráfico 3. Presupuesto de inversión asignado al MEN en Educación Superior Vs. Transferencias de las Universidades (Funcionamiento e Inversión) (Millones de pesos colombianos) Fuente: Vicerrectoría Administrativa UIS (2011, p. 17). 38 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector El principal problema de este modelo de la Ley 30, consiste en que la financiación congelada en tiempo en términos de pesos constantes, resulta insuficiente para garantizar el crecimiento y la mayor complejidad del sector. Ya los vicerrectores administrativos y financieros desde hace dos años actualizaron el estudio sobre el financiamiento de la universidad pública colombiana, estudio en el cual se demostró que existen en primer lugar una serie de decisiones de políticas, tanto gubernamentales como legislativas, fallos de las cortes, etc., que implican nuevos gastos para las universidades sin que exista la compensación requerida. El SUE ha ajustado sucesivamente dicho estudio sobre desfinanciamiento del sector. Este trabajo identificó que los gastos de personal se han afectado en su financiación por la implementación del régimen prestacional de los docentes de las universidades públicas, Decretos 1444 de 1992 y 1279 de 2002; por los incrementos en los aportes al Sistema de Seguridad Social, establecidos en las leyes 797 de 2003 y 1122 de 2007, por el Decreto 2090 de 2003; por el reconocimiento de prestaciones sociales a supernumerarios y docentes ocasionales de acuerdo con las sentencias C-006 de 1996 y C-401 de 1998; y, finalmente, por el reconocimiento proporcional de vacaciones, prima de vacaciones y bonificación por recreación, según el Decreto 404 de 2006 (Gráfico 4). Gráfico 4. Aplicación de Leyes y Decretos Fuente: Vicerrectoría Administrativa UIS (2011). Si bien es cierto que el Artículo 86 de la Ley 30 de 1992 pretendió garantizar los aportes estatales a precios constantes, los impactos que han tenido las decisiones del gobierno a través de Decretos, y del Congreso a través de Leyes, sumadas al efecto de las políticas gubernamentales y planes de desarrollo, que le han asignado a estas instituciones nuevas tareas, tales como nuevos programas de pre y posgrado, incremento en la cobertura, consolidación de grupos de investigación, cualificación docente, nexos con el sector empresarial, internacionalización, planes de desarrollo nacional, regionalización y extensión solidaria, entre otras; demandan cuantiosos recursos sin contrapartidas estatales, generando un impacto directo en la disminución real en sus presupuestos. La desfinanciación tiene su causalidad central en la expansión de la cobertura de las universidades públicas y en la mayor complejidad de su quehacer misional. Las universidades, a comienzos de la década de 1990, se caracterizaban por contar con una cultura investigativa primaria, una baja producción científica y una pobre producción intelectual; grupos de investigación precarios; inadecuados e insuficientes recursos de apoyo (infraestructura, bibliotecas, laboratorios, etc.) para una buena formación, e incipiente desarrollo de la cultura de autorregulación. El nivel de formación de los docentes, a pesar de presentar un crecimiento numérico, no evidenciaba mejoras significativas, pues el porcentaje de docentes con formación doctoral o con maestría 39 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas permanecía prácticamente constante y había una baja dedicación del profesorado a actividades diferentes a la docencia. A nivel de cobertura, solo el 6% de la matrícula total correspondía a maestrías y doctorados. Las universidades estatales enfrentan grandes retos, dadas las condiciones de cambio acelerado que impone la sociedad actual a nivel tecnológico, científico, económico, ambiental, cultural y social. De allí que actualmente hay aspectos que tienen una presencia natural en las universidades y que impactan la inversión y la sostenibilidad de las mismas, a través de recursos de funcionamiento. A nivel de formación, se ha hecho necesaria la incorporación de tecnologías de información y el diseño de contenidos y herramientas virtuales como fortalecimiento a la actividad docente, dando un cambio a las modalidades convencionales de enseñanza. Sumado a lo anterior, las universidades públicas se encuentran bajo continua presión para aumentar la pertinencia de la investigación científico-tecnológica, lo cual ha demandado el financiamiento de proyectos mediante convocatorias internas de investigación, apoyo a redes y grupos de investigación, al igual que el incremento de la movilidad académica nacional e internacional. En cuanto a la cualificación docente, se han realizado esfuerzos importantes incrementando el número de docentes con formación de posgrado, principalmente con título de doctor, comisiones de estudio de doctorado que son financiadas por las propias universidades públicas. En la actualidad, las universidades públicas, producto de su crecimiento acelerado, ven de manera impotente cómo sus plantas de profesores de carrera se estancan, no pudiendo por situaciones presupuestales tener un crecimiento acorde a las exigencias de una universidad que cada vez asume un porcentaje elevado de la ampliación de la cobertura en el país. Lo anterior, obliga a tener un gran número de docentes bajo la modalidad de ocasionales o temporales, y catedráticos con vinculaciones inferiores al período académico; situación que en muchos casos atenta contra la calidad de la enseñanza y que, por supuesto, tiene implicaciones profundas en el clima laboral. Así mismo, con el fin de fortalecer la actividad investigativa y la calidad de la enseñanza, las universidades han logrado incrementar su potencial en la oferta de especializaciones, maestrías y doctorados, y a la vez se han creado programas de becas para financiar a los estudiantes su formación en posgrado. El aumento en la oferta de estos programas, ha conllevado a que las universidades focalicen importantes recursos destinados para su funcionamiento en bibliotecas, laboratorios, infraestructura de sistemas, comunicaciones y conectividad, e infraestructura física de soporte académico. En materia salarial y prestacional, el decreto que rige los salarios de los profesores de las universidades públicas no tiene financiación por parte del Estado y son éstas las que deben cubrir los elementos salariales y prestacionales de sus docentes. Igual ocurre con los fallos y las decisiones legislativas en materia de régimen prestacional, seguridad social, pensiones, pagos, supernumerarios y más recientemente esto podría agravarse por la decisión del Ministerio del Trabajo de regularizar las plantas administrativas del Estado Colombiano y, en particular, de la universidades para disminuir la contratación por prestación de servicios, lo que implicaría una ampliación de las plantas del personal, sin que resulte claro en qué medida el gobierno nacional va a concurrir a cubrir gastos adicionales. Esta situación ha significado en el período 2008 – 2012 un congelamiento de la cobertura de matrícula de las universidades públicas, las cuales – al igual que ocurrió con las universidades privadas a mediados de la década pasada – han llegado a su techo. En la actualidad, existe una conciencia muy grande entre las universidades del SUE, en las directivas de distintos ámbitos universitarios, que crecer en nueva cobertura estudiantil del pregrado, sin recursos adicionales por parte del Estado, y en general, sin una estructuración financiera que garantice la sostenibilidad de la universidades, les resulta 40 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector prácticamente suicida, puesto que se coloca en riesgo financiero la propia estabilidad de las universidades. Lo grave de este asunto es que la sola decisión de no crecer, no implica un congelamiento de los gastos y costos universitarios. Aún en el escenario de la estabilización del tamaño de la cobertura estudiantil, los costos de las universidades siguen aumentando en virtud del esquema financiero que las rige, y no lo estamos criticando en sí mismo. El ascenso salarial del profesorado acentuado con el ingreso de profesores con doctorado al sistema, la existencia de más grupos de investigación y los puntos de productividad individual, impactan progresivamente la masa salarial y prestacional del profesorado de las universidades públicas. También las TIC, la conectividad y la propia interacción del proceso de docencia – aprendizaje, más la incorporación de pasantías y prácticas de los estudiantes, los laboratorios de investigación y docencia, hasta el tema recurrente de la accesibilidad de los campos a los discapacitados, o las políticas de sismo resistencia para adecuar la infraestructura universitaria, las políticas de bienestar para el estudiantado, todo ello significa crecimiento de los costos de la universidades, repito aún sin que se incremente la matrícula universitaria. Rasgos del financiamiento privado e impacto en la gestión de sus recursos Las universidades privadas en Colombia se diferencian, al igual que las públicas, por constituirse en tres grandes segmentos: el primero de ellos, de universidades privadas de alta calidad y de relativa consolidación. Aun cuando el sistema privado es en lo fundamental joven, salvo unas pocas instituciones que provienen de la época de la Colonia. Allí se encuentran las universidades acreditadas tales como la Universidad de los Andes, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Externado de Colombia, la Universidad Pontificia Bolivariana, la Universidad del Norte, la Universidad ICESI, etc. Un segundo grupo lo constituyen las universidades con una cierta tradición en la configuración de su oferta educativa y con algunas áreas de relativa fortaleza, y universidades de tamaño más pequeño, pero que tienen una tendencia ascendiente de su calidad. Este es un sector en expansión que ha dado pasos significativos en la gestión de sus recursos privados para mejorar las infraestructuras, construyendo sedes y campus universitarios de creciente calidad, al tenor de los procesos de registro calificado para los programas, promovidos desde el Gobierno, y en una escala más compleja, a los retos de los procesos de acreditación de la calidad. En el tercer grupo, se encuentran las universidades de baja complejidad que fundamentalmente ofertan una matrícula de pregrado. Allí se podrían ubicar la inmensa mayoría de las universidades privadas de cobertura nacional (grandes universidades, grandes por el tamaño de su matrícula) que han sido cuestionadas y que recurrentemente se considera no hacen esfuerzos suficientes en términos de la calidad. Una parte de estas universidades corresponde a empresas de familia o han sido fundadas por grupos de interés que pretenden instrumentalizar diversos mecanismos utilizando argucias, fundaciones espejo, esquemas de proveedores monopólicos, que permiten la transferencia de rentas y eluden la prohibición de que estas entidades funcionen sin ánimo de lucro. Pero la patología o anomalía aquí descrita no sirve como argumento para extender lo que podría denominarse como “empresarialización” al conjunto de las entidades universitarias privadas, sino precisamente para lo contrario, corregirla a través de mecanismos de supervisión e intervención. El Ministerio de Educación cumple funciones de superintendencia, además del rol de las Secretarías de Educación y el propio sistema 41 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas universitario en su conjunto, mediante mecanismos de autorregulación, tales como los procesos de registro calificado hechos por las comunidades científicas, sobre la base de las directrices de política que ha fijado el Estado o del esquema de la acreditación de alta calidad que ha sido importante para mejorar las competencias, capacidades y el desempeño del conjunto de las universidades colombianas incluyendo las universidades privadas, tal cual se ha mencionado. Por supuesto, una parte de ellas podría evolucionar hacia el siguiente estadio y convertirse en universidades en el sentido estricto y pleno de la palabra. Pero éste no debe ser el camino que asuman en su conjunto, por el contrario, la mayoría de ellas deben convertirse en entidades que, manteniendo una segmentación de su actividad misional, resuelvan el problema de una formación técnica y tecnológica de alta calidad, el cual es uno de los desafíos más importantes para la competitividad de la economía colombiana y su inserción al globalismo. El grueso de las universidades del primer segmento y una parte significativa de las del segundo, son universidades sin ánimo de lucro que en general reinvierten sus excedentes en la amplificación y consolidación de su proyecto universitario. Por ello, si se compara retrospectivamente el mundo universitario privado de la época de los años 90 del siglo pasado, cuando se expidió la Ley 30 de 1992 a nuestros días, éste ha dado un salto cualitativo significativo del que se puede destacar el buen número de universidades acreditadas que son privadas y que han tenido el liderazgo no solamente en las grandes capitales, sino en otras sedes y áreas regionales, convirtiéndose en líderes del desarrollo. Esto no niega que aún subsistan retrasos significativos en varios frentes: el estatuto contractual del profesorado universitario es aún muy débil y precarizado, existe poca asignación en los tiempos contractuales para la investigación, se trabaja con cargas laborales excesivas y se usa muchísimo la opción del docente “hora cátedra”. El bienestar universitario es, por regla general, todavía insuficiente y la deserción allí también impacta al proceso educativo, en particular, por razones financieras de parte de las familias y estudiantes. El esquema de financiamiento de estas universidades se basa en la matrícula privada, es decir, en el pago de los derechos económicos de los costos educativos por parte de las familias y de los estudiantes, incluyendo los niveles de posgrado, recibiendo estas universidades una muy baja asignación de recursos públicos; algunos de ellos los tienen vía convocatorias o bolsas concursales a la investigación del tipo que maneja COLCIENCIAS, o ciertos apoyos puntuales en infraestructura que corresponden a la capacidad de cabildeo de parlamentarios de las distintas regiones que a lo largo de los años han prohijado la asignación de recursos públicos no permanentes para financiar ciertas actividades o infraestructuras de estas universidades. El crédito educativo ha aumentado significativamente como fuente de financiamiento para las universidades privadas y, en cierta medida, como el gráfico 3 lo muestra, han permitido que se corrija la tendencia marcada hace 10 años, a principio del siglo, a un estancamiento en la expansión de la matrícula de las universidades privadas, simplemente en virtud de que las familias habían alcanzado la tasa máxima de ingreso al sistema. En efecto, el crédito educativo se ha potenciado en la última década por parte del ICETEX y su principal beneficiario son estas universidades. Recientemente el subsidio a los estudiantes, en términos de los intereses, implica un traslado de recursos públicos de forma indirecta a estas universidades. De otro lado, y en mucha menor medida, estas entidades reciben recursos públicos a través de fondos de investigación o apoyos específicos, y también donaciones y aportes económicos de empresas y particulares. A mediados de la época pasada se había alcanzado el tope o techo de la cobertura de acuerdo a los estándares de matrículas que permite financiar este campo de Educación Superior. Por lo cual, numerosas entidades privadas poseen una capacidad de acogida a 42 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector nuevos estudiantes, superior a la demanda efectiva, es decir, a las familias en condiciones de pagar sus costos de matrícula. HACIA UNA VISIÓN PROSPECTIVA DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR: METAS Y DESAFÍOS Las visiones prospectivas de la educación superior pública en América Latina – que se articulan a los desafíos y los procesos de expansión del sector en una perspectiva global – resultan determinadas por la creciente mercantilización de la educación superior y la pérdida progresiva de su naturaleza de bien público. Las tendencias privatistas y mercantilistas son difíciles de capturar desde indicadores y estadísticas, las reconocidas exigencias por parte de los mercados, de la sociedad y de los gobiernos para que las universidades en las próximas décadas den saltos gigantescos en su capacidad de: a. Aumentar la cobertura, la tasa de escolaridad y de inserción de los estudiantes al sistema de educación superior. b. Mejorar sustancialmente la calidad y la pertinencia. Éstos serán los temas que a continuación se desarrollarán. Tales retos no se miden simplemente por el aumento de la cobertura o por unos indicadores simples en lo que podría denominarse como indicadores de calidad. La visión prospectiva aquí anotada del mundo universitario colombiano para las próximas décadas, también significa y ésta es una línea transversal, un mejoramiento y complejización, desde el punto de vista ideal o del “deber ser” de las capacidades de gestión administrativa y de gestión académico-administrativa del propio sistema universitario. Lo que implica construir reglas institucionales y de interacción propias de dicho sistema, en tanto sistema relacional que articula, complementa, integra y genera esquemas de competencia en algunos ámbitos entre las distintas universidades que lo constituyen. Todo lo anterior, en una clara apuesta por la diferenciación y por la asignación complementaria de funciones entre las distintas unidades sectoriales del sistema de educación superior. En esto se ha avanzado poco en Colombia, donde la arquitectura institucional a la cual se tiende, ha pretendido la uniformización de las universidades y su integración con esquemas de formación secundaria de tipo técnico y tecnológico, incluyendo el rol en la formación profesional que cumple el SENA en la última década. Sumémosle a esta línea equívoca, la lógica presidencialista que pretende vulnerar la autonomía universitaria para que el Ministerio de Educación Nacional y otras autoridades gubernamentales, como el DNP y el Ministerio de Hacienda, en una triada institucional del poder central, direccionen cada vez más la política pública y la orientación de lo que constituye el quehacer misional del sistema universitario. Las universidades enfrentan la trasnacionalización de los saberes, la innovación productiva y los retos de la mercantilización del sector Los mecanismos predominantes en el pasado reciente y en especial la financiación estatal y las transferencias intergubernamentales como subsidio a la oferta educativa, han sido desmontados parcialmente en virtud del arraigo y de la profundización de dicha tendencia a la mercantilización de la educación superior. Esto se puede percibir recientemente en la crisis económica que afronta Europa, en la ampliación del crédito educativo en países como España, Francia e Italia, y en el desmonte progresivo de la 43 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas asignación presupuestal incondicionada y la introducción creciente – con fines de asignación presupuestal o de direccionamiento de la oferta – de los indicadores de desempeño. En América Latina, los derroteros de la política de educación superior están articulados al proyecto económico y a las sociedades de mercado. Esta tendencia se mantiene pese a que el neoliberalismo en lo político ha estado en retirada, lográndose una oscilación del poder hacia el centro izquierda y la izquierda radical en países como Venezuela, Nicaragua, Bolivia; o hacia un centro socialdemócrata moderadamente con programáticas socialistas en países como Brasil, bajo los dos gobiernos de Lula y el actual régimen continuista, o en el régimen argentino liderado por un sector populista peronista que ha consolidado su hegemonía. Aunque en buena parte de América Latina el péndulo ha oscilado hacia la izquierda, esto no ha significado una revisión de la tendencia hacia la mercantilización de la educación superior, sino la introducción de ciertos matices que no alteran en lo fundamental dicha tendencia. En países como Colombia, Chile, Perú y México, estos rasgos son mucho más acusados. Otro de los desafíos que enfrenta la educación superior es el de la legitimidad de su rol, pues una parte significativa de la producción y la generación del conocimiento, que había sido monopolizado por los sistemas educativos universitarios, tiende (con la globalización y la mercantilización corporativa, la aparición de la industrias culturales y el peso significativo que tienen los derechos de propiedad o de marca, el leasing, los derechos de acceso, etc.) a hacer que el conocimiento o la gestión del conocimiento más exactamente, sea uno de los hitos más sobresalientes para que las corporaciones empresariales acometan procesos formidables de acumulación y de reproducción del capital. Como Jeremy Rifkin (2002) lúcidamente lo planteó hace una década, la sociedad del conocimiento ha hecho que operadores empresariales anclados en la generación de nuevos saberes y tecnologías en el campo de las TIC, el entretenimiento, las industrias culturales, el turismo temático, etc., se conviertan en formidables propulsores de la acumulación y reproducción del capital a escalas globales. Estas estrategias del capitalismo global requieren de centros de investigación y de generación del conocimiento que no caben, desde la lógica empresarial que los guía, en el pesado e institucionalizado mundo universitario. Es por ello que en buena parte de estos campos la generación de saberes y la creación de valor agregado se está haciendo por fuera de las universidades; aunque éstas como ámbito de formación y titulación o legitimación, cumplen aún su papel. Igualmente, el acompañamiento desde el mundo universitario a través de las asesorías, los think tanks o centros de pensamiento, los procesos de intervención a las políticas públicas de los gobiernos, encuentran frecuentemente resistencias para su vehiculización, tanto desde las propias comunidades académicas y científicas que evidencian el temor a que la academia sea utilizada por la política, particularmente si son lógicas neoliberales y mercantilistas las que guían el derrotero de la problemática de los gobiernos; así como por la desconfianza y la pérdida de legitimidad en el contenido del interés público que tengan las acciones gubernamentales por parte de vastos sectores de la ciudadanía. Esto hace que hoy en día la relación entre los Estados y el mundo universitario sea altamente compleja y no exenta de conflictos. Se manifiesta hoy como nunca antes, una relación de cooperación y coordinación creciente entre las universidades y el mundo empresarial o corporativo que demanda cada vez más, en primer lugar, centenares de miles de egresados en todos los ciclos de la formación, formados en las universidades; es decir, se ha profundizado el modelo según el cual un rol central de las universidades lo constituye la formación y la preparación del capital humano intelectual para las empresas y para el mundo económico privado, no gubernamental o público, y también a través de mecanismos de asociación y de integración en asesoría y consulting de las universidades hacia el propio mundo 44 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector corporativo, sin que lo se señala en este tercer ítem, contradiga la tendencia a la autonomización de la generación de los saberes mencionada en el primer punto. En tal dirección, una de las estrategias más importantes es la creación de universidades de empresa. Instituciones universitarias que son propiedad o que están articuladas a conglomerados económicos, no necesariamente con el fin de producir excedentes o pertenecer al modelo tan cuestionado de las universidades “con ánimo de lucro”, sino que alrededor de parques tecnológicos y de centros de innovación, se generan procesos de formación desde las propias empresas, como ocurre frecuentemente en Estados Unidos y en otras partes del mundo como Australia y Canadá, donde los conglomerados económicos fundan, promueven o compran universidades de perfil sectorial o con vocaciones especializadas para que en el proceso de generación del conocimiento, y en las propias dinámicas de producción y de relacionamiento con los mercados, las empresas o aparatos articulados a esos conglomerados, ofrezcan titulación y se le dé un reconocimiento a este saber por parte de los Estados, y por supuesto, por parte de los mercados. En el fondo, el gran desafío que enfrentan las instituciones de educación superior en virtud de estas tendencias complementarias que configuran una arquitectura ortogonal en la oferta de educación superior en el mundo global contemporáneo, es que las grandes universidades pierden el monopolio en la generación y producción de los saberes. También colateralmente se pierde o erosiona el monopolio universitario, en la crítica social y en la función de evaluación a través de la investigación y la generación de conocimiento autónomo del propio desempeño de la sociedad, de la ciudadanía. El papel moral de la universidad cede terreno a otras instancias de crítica que se dan por fuera de la misma. Las estrategias para consolidar y expandir un sistema universitario complejo y diferenciado Como lo señalé antes, no es posible construir una política uniforme de asignación de recursos que desconozca las enormes diferencias y las tareas diversas que en el plano misional cumplen las diferentes universidades. Hace algunos años, los representantes de las universidades estatales concordaron con el Ministerio de Educación Nacional en una aproximación a esta característica, explicitando que las universidades podrían ser clasificadas en tres grandes tipologías: alta, mediana y baja complejidad, incluyendo en la primera categoría a cuatro universidades, en la segunda a un número aproximado de 15, mientras que el resto serían universidades de baja complejidad (Tabla 1). 45 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas Tabla 1. Clasificación de las universidades estatales según capacidad y tamaño Fuente: MEN, 2010. Las universidades de alta complejidad se caracterizan por tener un mayor número de doctorados, un mayor tamaño, una mayor tradición científica e investigativa, por ubicarse en grandes centros urbanos y les corresponde la tarea de la formación avanzada de la investigación en los niveles más altos y complejos de acuerdo a los referentes que se podrían evaluar en el contexto colombiano, y son ellas las que tienen un enorme reto para alcanzar estándares internacionales en términos de la acreditación institucional, de la correlación entre su capacidad de generación del conocimiento y la que tengan las comunidades científicas a nivel mundial y particularmente, buscando ubicarse entre las más destacadas de América Latina. Las llamadas universidades de “clase mundial” son otro inmenso desafío para el sistema universitario colombiano. Se trata de configurar una política pública que propulse que las grandes universidades públicas, busquen en sus planes estratégicos esta meta de inserción a las comunidades de punta en el sistema universitario global, en el horizonte de los próximos 25 años. La Universidad Nacional de Colombia, la de Antioquia y la del Valle, conjuntamente con otras universidades privadas como los Andes, Javeriana, Uninorte, Eafit, y otras, con el concurso de los gobiernos territoriales, alcaldías y regiones metropolitanas, el Estado central, el empresariado, las asociaciones sin ánimo de lucro, el mundo fundacional y de la cooperación internacional, deben apoyar en términos de proyectos, para que dichas instituciones líderes alcancen estándares internacionales requeridos para la inserción de la economía y, en general, de la sociedad colombiana en las dinámicas de la globalización. No se trata simplemente de figurar en rankings altamente polémicos y cuestionables, sino obtener una visibilización y una integración e inserción de las comunidades académicas y científicas colombianas en una apuesta estratégica a medio siglo que logre resolver la distancia o el retraso significativo en que en muchas áreas del conocimiento nos encontramos, y por supuesto potencializar y reconocer posibilidades hoy olvidadas por el imperialismo cultural y académico en la cooperación sur – sur. Falta mucho por hacer en 46 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector una relación de vinculación más estrecha y fuerte de las comunidades académicas en América Latina con otros continentes para definir temas en Ciencias Sociales, en Humanidades, en Arte, Cultura y Literatura, donde la riqueza y la pertinencia no se definen simplemente en términos de la gama de publicaciones que se pueda ostentar en las revistas anglófonas que dominan el mundo de las Ciencias Naturales, Exactas y, en general, del saber medible y cuantificable en los rankings. La consolidación de los doctorados, de las maestrías científicas y de grandes programas estratégicos de investigación y de generación de conocimiento, constituye en este orden de ideas, uno de los retos para el diseño y la construcción de políticas públicas más importantes en las próximas décadas. No se trata aquí de que esta definición la asuman los organismos gubernamentales del tipo COLCIENCIAS o el Viceministerio de Educación Superior; al contrario, esas instancias deben ser organizaciones gubernamentales de coordinación, de fomento y de financiamiento, facilitando y propulsando que las propias comunidades académicas y científicas en los diferentes campos de actuación del mundo universitario, a través de congresos, seminarios, simposios, debates entre pares, sometiéndose a la evaluación, a la crítica, a la referenciación internacional y global, a lo largo de un proceso de movilización social, logren definir estas metas, ajustarlas en correspondencia de las demandas en formación, en investigación y en extensión, que en un país como Colombia, se conviertan en grandes vórtices de consensos para que apuestas estratégicas en términos de un modelo de desarrollo sostenible tengan la capacidad de verse vehiculizadas por el mundo universitario. De forma complementaria, las universidades de nivel medio podrían plantearse como tarea legítima en sus planes y derroteros de desarrollo en un mediano o largo plazo, alcanzar los actuales estándares de las universidades de alta complejidad, con el fin de que éste no sea un club cerrado sino que por el contrario, a él se puedan incorporar las instituciones de nivel medio. Un buen indicador de ello, sería el número de programas doctorales, la producción intelectual y la generación de conocimiento que éstas podrían proponerse alcanzar; así como el número de programas, la diversidad en los mismos y su pertinencia en las maestrías científicas y profesionales. Todas ellas, por supuesto, deben obtener una acreditación que demuestre un mejoramiento sustancial de la calidad de los pregrados y, en particular, de la pertinencia de la formación profesional con las realidades del mundo contemporáneo y con las demandas tanto del mercado, del Estado y de la misma sociedad civil. En lo que concierne a las universidades del tercer tipo, las de menor complejidad que se encuentran en las regiones apartadas, es claro que una política pública de financiamiento de la educación superior les debe garantizar mecanismos y recursos para que puedan corregir el retraso o la distancia existente entre ellas y las del segundo grupo. Indudablemente la capacidad de venta de servicios de extensión, investigación, asesoría y consultoría, o incluso la oferta misma de posgrados, no se puede comparar en estas regiones excéntricas, periféricas, pues algunas de ellas fronterizas y con enormes problemas de gobernabilidad, a las que tienen las cinco grandes áreas metropolitanas de Colombia. Definir metas en ampliación de la cobertura de matrícula universitaria Este es un asunto polémico, pero es incuestionable que se requiere un aumento significativo de la expansión de las matrículas tanto de las universidades privadas, como de las públicas, las instituciones técnicas y tecnológicas. Debería alcanzarse en una década estándares de retención y permanencia en el sistema de al menos el 50-55% de los jóvenes entre los 17 y 21 años. También en ser exitosos en la tasa de graduación, derrotando el 47 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas altísimo nivel de deserción. Para no fijarnos metas irreales, deberíamos alcanzar los estándares que distintos países iberoamericanos como España, Portugal, México, Brasil, Chile y Argentina han logrado a lo largo de la década pasada. Tabla 2. Cuadro resumen de la ampliación de cobertura para las universidades del SUE, según distribución del aumento de cobertura año 2010 Fuente: Elaboración OPDI, Universidad del Valle, 2012, con base en datos del DANE y SUE. Como lo afirma Ludmila Medina (2012): “Para el 2010, la tasa de cobertura bruta, según definición del MEN, se situó en 37,1%. Si continuamos con la tendencia lineal que han tenido los datos históricos, el valor para el 2020 será de 54%. Por lo tanto, se han tomado como referencia tres escenarios para las proyecciones: uno con el 50%, otro con el 48 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector 55% y un último con el 60%. Cabe anotar que la proyección establecida en la Visión 2019 es del 50% de cobertura”. Gráfico 5. Proyección lineal de la tasa bruta de cobertura Fuente: Elaboración OPDI, Universidad del Valle, 2012, con base en datos del DANE y SUE. Esta meta implicaría un crecimiento de los cupos en las universidades públicas y privadas. De allí podrían abrirse varios escenarios: el primero de ellos, inercial, suponer que el 50% de las matrículas las cubre el sector privado y el restante el público, y sobre esa base – cuantificando en términos aproximados en número de cupos universitarios hacia el 2022 – precisar cuáles serían los recursos que deberían ser asignados al sistema, una parte significativa de los mismos como subsidios a la oferta, aumentando la base presupuestal de las universidades públicas. Ciertamente, como el propio proyecto de Ley de reforma a la Ley 30 lo incluía, un porcentaje de la financiación estatal podría darse en virtud del crédito educativo a través del esquema del ICETEX, que preferencialmente utilizan las universidades privadas. En realidad, cabe suponer que el porcentaje mayoritario de crecimiento de la matrícula en la educación superior privada estaría pagado a precios reales por las familias de los estudiantes. Los estudios en este campo nos muestran que la expansión privada de cobertura posee limitaciones estructurales. Así, no es difícil advertir que las universidades privadas difícilmente podrían mantener su proporción en el peso de la matrícula total. Tabla 3. Participación en la matrícula de pregrado de las universidades estatales del SUE Fuente: Elaboración OPDI, Universidad del Valle, 2012, con base en datos del DANE y SUE. En otras palabras, una apuesta vigorosa en materia de expansión de cobertura del sistema, implicaría un incremento de al menos 10 puntos, desde el 50 al 60%, por lo menos, del peso proporcional de las universidades públicas. En este sentido, incluso los estudiantes de la MANE y otros grupos de discusión, incluyendo gremios y expertos 49 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas profesorales, han señalado que no es descabellado pensar en que la principal responsabilidad en la ampliación de la matrícula recae en las universidades públicas existentes. Las tareas en esta ampliación podrían diferenciarse en términos de las características diversas y complementarias de los sectores de alta, media y baja complejidad. Se tendería a priorizar un mayor aumento de la matrícula del pregrado en las de baja complejidad. Ello les permitiría afirmarse como universidades de pregrado, incluyendo una apuesta por la formación técnica y tecnológica que tanto requiere el país. En especial, en las regiones de fronteras, en la costa pacífica y en los lugares donde las empresas, el sector productivo y de servicios, y el propio Estado, requieren un aumento en dicha oferta profesional en sus diversos niveles. Las universidades de alta complejidad deberían fortalecerse mucho más en la oferta de doctorados y de maestrías científicas, consolidando sus fortalezas en investigación, innovación, nuevos conocimientos, arte y filosofía, y pensamiento crítico. Una masificación a ultranza de las grandes universidades no resulta deseable a la luz de experiencias internacionales. Un tamaño óptimo estaría en un crecimiento de un 30 al 40%, de su matrícula actual en el horizonte de 25 años aquí formulado. Como lo señalo un poco más adelante, la creación de nuevas universidades públicas resulta clave para absorber las demandas de nueva cobertura. Tabla 4. Estimación de la matrícula de estudiantes al 2020 según escenario propuesto Fuente: Elaboración OPDI, Universidad del Valle, 2012, con base en datos del DANE y SUE. Alcanzar estándares internacionales en la calidad de la educación superior La cobertura es una meta fundamental, pero sin calidad resulta deleznable e insostenible este esfuerzo. La política de calidad en la Educación Superior Colombiana requiere de varias estrategias, reconocidas de manera consensuada por los distintos actores del sistema. a. Se requieren profesores de alta calificación, un salto cualitativo en la proporción de profesores con formación doctoral, frente a la situación actual de déficit formativo en este campo. En realidad, los datos actuales indican que sólo alrededor del 3% de los profesores tienen doctorado, sumando todo el sistema, mientras que en el sector público ésta cifra oscila alrededor del 15 al 18%. Desde luego, tómese en cuenta que universidades de alta 50 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector complejidad como la Universidad Nacional, la del Valle y la de Antioquia, están por encima del 30%; y que en el sector privado universidades como los Andes están por encima del 45%. En suma, se requiere avanzar en una década como mínimo al 40% de profesores con doctorado. Ello indica que todas las de alta complejidad deberían llegar a alrededor del 90%; y que las de mediana estén por encima del 50%. Si hacemos un ejercicio técnico afinado, podríamos obtener un dato global del valor de la formación de cada doctor y, en general, de lo que cuesta esta estrategia, para precisar – en el modelo de corresponsabilidad ya planteado – el valor o porcentaje que asumirían las universidades de sus propios recursos y, de otro lado, aquellos recursos mayoritarios asignados por el Estado. El esquema de asignación de los fondos públicos para la formación doctoral podría precisarse. En primer lugar, asignar recursos vía convocatorias públicas, basadas en el principio de favorabilidad para las de menor desarrollo. Se debería implementar un esquema mixto: en parte bolsas, y en parte otorgar asignación presupuestal de recursos a la base presupuestal de cada universidad. El otro elemento importante es que los profesores con doctorado transformen el panorama de la 1279, es decir no se podría hacer un incremento inercial de costos, pues obviamente la proporción de doctorados daría un peso mayor al valor de la nómina profesoral que crecería por dos vías: por el tamaño, buscando el estándar del 70%, y por la mayor cualificación. En este asunto, antes que una fórmula previa o inercial de incrementos de algunos puntos en la indexación presupuestal para las universidades públicas, estrategia que no permitiría dar un salto cualitativo, se requiere definir primero: Qué metas en cualificación profesorales requiere el país. Determinar el valor de estas metas y por lo tanto la corresponsabilidad dominante de los fondos estatales para financiar la meta; y asignar las partes complementarias que les correspondería a las propias universidades en sus planes de desarrollo. Tabla 5. Nivel de formación de las plantas profesorales (Proyección) Fuente: Elaboración OPDI, Universidad del Valle, 2012, con base en datos del DANE y SUE. b. Esto implica una continuación y profundización de la política de creación de 51 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas nuevos doctorados, la consolidación de los existentes en Colombia y también de la movilidad internacional hacia las universidades y centros de investigación más avanzados del mundo, para que los profesores jóvenes se formen en dichos ambientes académicos y colocarnos en contacto con las líneas de fronteras de la investigación en los distintos campos disciplinarios que ofrecen las universidades. Se estima que la demanda al 2036, implicaría la existencia de unos 50.000 doctores en el sistema, tanto formados en Colombia, como de aquellos formados en el exterior, principalmente en universidades de primer nivel mundial. c. Otro ámbito que se correlaciona con el anterior tiene que ver con la calidad de la investigación de los grupos, centros, la generación de patentes, marcas, registros, innovaciones y en general todo el arsenal de estrategias que el sistema de ciencia y tecnología colombiano ha identificado claramente, pero donde la financiación es hoy en día largamente insuficiente. En este tema se requiere avanzar, pero por ser un ámbito especializado que ocupa actualmente la agenda de los vicerrectores de investigación y las comunidades científicas, lo dejaremos simplemente enunciado. d. La calidad en la cobertura implica calidad en los medios, más tecnologías en información y las comunicaciones, sistemas, computadores, campos conectados mediante las formas más sofisticadas y avanzadas de la interconectividad, un peso muy grande a la digitalización de las bibliotecas y los centros de documentación, un apoyo a las políticas editoriales y a la difusión masiva de los medios de aprendizaje de distintos tipos, una transformación de la propia idea o concepto del aula de clase, como ya lo señalamos muchos más fuerte que los laboratorios de investigación y docencia y para la interacción con el estudiantado, la propia sociedad a través de prácticas más avanzadas de relacionamiento con sus sujetos de estudio. En suma, una estrategia de calidad es costosa y el país debe hacer un debate técnico y político que permita generar consensos definiendo las grandes líneas de la calidad y la expansión de cobertura. Así, al precisarse lo que el país requiere para la próxima década, cuantificados a través de distintas modelaciones, al asignarle roles a los distintos actores. El papel o el peso de las propias familias que financian el sistema a través de matrículas subsidiadas en el sector público y de matrículas que corresponde a los costos reales en el sector privado, el rol -como ya lo mencionamos- del crédito educativo público más la posibilidad de consolidar sistemas de crédito por parte de las organizaciones financieras y la venta de servicios educativos o la extensión, asesoría y consultoría como estrategias que deben continuar siendo parte de los ingresos complementarios del sistema de Educación Superior colombiano. Si la discusión se ubica en estos terrenos podría ser viable encontrar, de acuerdo a las metas, cuáles serían los recursos necesarios y la distinta escala de corresponsabilidad de las fuentes de financiamiento por parte de los actores públicos y privados en la Educación. POLÍTICAS PARA UN NUEVO MODELO DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR El punto de partida aquí propuesto, consiste en la definición de las bases conceptuales y operacionales de un modelo que permita identificar los recursos necesarios para cubrir las necesidades de la oferta universitaria, para delimitar responsabilidades, ámbitos de competencia y responsabilización, en primer lugar, del Estado a través de los diversos mecanismos legales y políticos para asignar recursos públicos; así como de los provenientes 52 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector del sector privado y la determinación de otras fuentes para que estos recursos se apliquen de forma coherente y complementaria entre sí, en función de las grandes metas que debe fijarse la sociedad colombiana en relación con el quehacer de las universidades. El modelo de subsidio a la oferta educativa debe preservarse El modelo de financiamiento que el país requiere para las próximas décadas supone una hibridación. Aunque el sector privado universitario cumple un papel crucial, el centro de la política pública deberá preservar como eje el sistema de transferencias no condicionadas desde el Estado hacia las universidades públicas. No sólo se buscaría preservar la indexación con el fin de que estos recursos no disminuyan, sino de construir un marco legal para su ampliación progresiva. Además de aumentar los recursos permanentes para compensar el desfinanciamiento y asignar recursos para las nuevas tareas, en este terreno se podría actuar con un complemento de libre destinación, respetando la autonomía de las universidades estatales y buscando que las asignaciones sean concertadas por el SUE y el Gobierno nacional, en acuerdos abiertos a su construcción con las comunidades académicas y con los propios stakeholders sectoriales. En la discusión pasada, durante el 2011, la Comisión técnica de vicerrectores de las universidades públicas, preparó un articulado en borrador que ilustraría cómo podría avanzarse en el marco legal del financiamiento para el sector. La Comisión, construyó en un proceso técnico, basado en el estudio del desfinanciamiento del sector, una propuesta integral de articulado, sustitutivo y complementario al del proyecto gubernamental. Aunque ese articulado y la filosofía en que se basó fue acordado por unanimidad por el Consejo de Rectores del SUE, no se tuvo ocasión de discutirlo ampliamente ni con el Gobierno ni con el Congreso, en virtud de que en esa coyuntura el proyecto de ley de reforma del Gobierno perdió espacio político, y finalmente, por el rechazo de los estamentos universitarios y la enorme movilización estudiantil que impusieron u obligaron a su retiro. Dicha propuesta tuvo tres ejes que, a mi juicio, aún continúan vigentes: a. Compensar la desfinanciación acumulada mencionada en el acápite tercero de este documento. Para ello, se requiere un nuevo modelo que no indexe el presupuesto, sino que reconozca la necesidad de que se diseñe un mecanismo de asignación creciente que aumente la base presupuestal transferida a las universidades. El Gobierno reconoció después de algún tiempo estos argumentos y propuso una fórmula de moderado incremento del 3% durante un período de 10 años. Desde el SUE, nos pareció un paso en la dirección correcta, aunque insuficiente en su monto, debido a los costos y sostenibilidad del sistema estatal universitario. También fue muy discutido el asunto de los mecanismos de asignación, pues el Gobierno intentó preservar el manejo de dichos eventuales recursos, y no transferirlos sin condiciones a las universidades estatales. b. Recursos nuevos para la calidad, aplicables en la formación profesoral a nivel de doctorados, en la oferta amplia de este tipo de programas académicos y en general buscando mejorar los estándares de calidad de la formación básica. Ello implica inversión gubernamental en la infraestructura de las universidades, en sus bibliotecas, bases de datos, laboratorios, conectividad, TIC’s, y demás aspectos complementarios. Este objetivo podría ser fijado en términos de recursos globales al sistema, direccionándolos mediante los mecanismos de compensación, bolsas entre pares, y focalizando aquellas áreas de mayor prioridad y que significan apuestas estratégicas con un efecto multiplicador en el largo plazo (por ejemplo, la vinculación y formación de docentes de las más altas calidades para todo el sistema). 53 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas c. Fortalecer el financiamiento al sector, a través de la fijación objetivos de políticas que combinen un monto grande de nuevos recursos, con base en un porcentaje dado del PIB, y que progresivamente se alcancen, al menos en la primera década del modelo, los estándares más avanzados en América Latina. Estas acciones deben hacerse a su turno en la construcción social de las metas concertadas para y por el sector, en términos tales que una batería de indicadores las pueda medir, ajustar y evaluar periódicamente a través del afinamiento de los existentes. En nuestro país se tienen fortalezas iniciales en este ámbito: Los indicadores SUE, el SNIES, el SPADIES, y el Observatorio del Mercado Laboral que administra el Ministerio de Educación. Desde varias universidades y desde la sociedad civil existen pasos en esta dirección: centros de estudios, observatorios especializados, y otros, que podrían integrase en procesos de evaluación cruzados y no unilineales. El esquema de asignación de fondos estatales no supone una autonomía absoluta de las universidades públicas. Se trata de definir políticas públicas concertadas y articuladas a metas y estrategias de largo plazo. Desde mi punto de vista, una parte significativa de la financiación sí debe estar dirigida a la oferta en términos de mayor asignación presupuestal para las universidades, en su rol de operadores y ejecutores de las políticas nacionales. Esto supone que las metas generales han de ser vehiculizadas a través de las decisiones colegiadas de organismos de coordinación como el SUE, las asociaciones de instituciones universitarias, técnicas y tecnológicas, los gobiernos locales y regionales, etc. La gobernabilidad del sistema de educación superior no se basa, en tanto proceso de legitimación en amplia escala, en tipologías de políticas del corte top-down, fijadas por el Ministerio de Educación o Colciencias. Esto vulnera la autonomía y restringe el campo de actuación de las universidades, y de las comunidades académicas y científicas. Las dinámicas para fijar o acordar las metas y las estrategias generales son atravesadas por una serie compleja, no lineal ni vertical, de actores y de procesos. Desde luego, un marco general lo constituye el Plan de Desarrollo del país, visto en términos prospectivos de largo aliento, al menos en escalas de uno y dos decenios (2022 – 2032), y los de planes sectoriales y regionales, en los distintos territorios regionales y las regiones metropolitanas, etc. La base del aumento de los fondos transferidos desde el Estado hacia el sector, se fundamenta en un correspondencia clara entre metas o tareas y recursos. En especial, como lo he señalado en las discusiones sobre este tema a lo largo del último año y medio, un buen modelo es el de transferencias de la Nación a la educación básica, en el marco del SGP. Este modelo, pese a haber sido recortado en sus alcances por dos actos legislativos reformatorios de la Constitución (el último de ellos en el año 2002), garantiza, atado al crecimiento de los ingresos corrientes de la Nación, que cada año efectivamente se le giran más recursos a la educación básica. En tal sentido, contrasta con el congelamiento de fondos, interpretación que todos los gobiernos han hecho de los Artículos 86 y 87 de la Ley 30. Una fórmula compuesta, podría presidir la manera de asignar estos fondos con áreas de compromiso expreso, y otros siendo de carácter incondicionado, al tenor de la autonomía universitaria. Este modelo de compensación y asignación creciente, se basaría – por supuesto – en el buen desempeño de las finanzas públicas, en términos de capacidad efectiva de recaudos. Fijar políticas de asignación diferencial en función de los roles y las características intersectoriales Una de las quejas más recurrentes en el debate sobre financiamiento a lo largo de la última década, explicitada por parte de líderes académicos en las regiones, alcaldes y 54 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector gobernadores, e incluso por una parte de las bancadas parlamentarias, señala que el sistema colombiano es altamente inequitativo y que las tres grandes universidades (Universidad Nacional, Universidad de Antioquia y Universidad del Valle) concentran ellas solas más del 50% de las transferencias fiscales del nivel central al sistema estatal universitario. Según este tipo de argumentos, habría que configurar políticas correctivas que generaran una distribución mucho más equitativa de los recursos públicos, para que éstos se distribuyeran mejor al resto de las universidades públicas; particularmente en las regiones más pobres o que tienen una menor favorabilidad del gasto público. Aun cuando el anterior es un argumento bastante creíble y con popularidad, es inexacto. En el mundo entero, y no solo en la actualidad sino desde el siglo XIX, se han configurado grandes universidades como verdaderos centros de integración y concentración de capital humano e institucional, de capacidad instalada en términos de las comunidades académicas y científicas para el desarrollo del conocimiento, la investigación teórica y aplicada, la innovación, la articulación con los conglomerados empresariales, el papel de apoyo desde las comunidades científicas a las labores gubernamentales, trabajos de proyección social y defensa del interés público, con militantismos desde diversas áreas y ámbitos en los que se destacan en los últimos tiempos los temas ambientales y la misma función de las universidades como centros de pensamiento para el ejercicio de una labor crítica, como se dijo anteriormente, respecto de la propia sociedad, el Estado y el mundo corporativo y mercantil. Esto responde – como lo señalan diversos estudios de organismos multilaterales, y en particular del Banco Mundial – a las tendencias propias e inherentes del capitalismo, en lo referente al desarrollo desigual y a la concentración poblacional de recursos y capacidades en los grandes centros metropolitanos del planeta. Si bien es cierto, existen sistemas universitarios como el de los Estados Unidos y de algunas otras naciones europeas en donde, por política, se ha deslocalizado una parte de las infraestructuras de las grandes universidades en pequeñas localidades y no articuladas de forma inmediata y directa a grandes conglomerados urbanos, siguen estando estas universidades instaladas en regiones rurales o en pequeños poblados; grandes centros corporativos académicos altamente diferenciados respecto de otras universidades que están esparcidas geográficamente y que corresponden a lo que se podría denominar “baja y mediana complejidad” o “pequeño y mediano tamaño”. Por esta razón, en el reciente debate de reforma a la Ley 30 de 1992, muchos expertos académicos fueron reacios al rechazar la tentativa del Gobierno nacional de uniformar el conjunto de las universidades bajo un solo todo homogéneo, incorporando incluso a las instituciones técnicas y tecnológicas o permitiendo – como el proyecto lo estipuló en algún momento – que todas ellas pudieran ofrecer todos los niveles de formación de acuerdo a sus capacidades, incluyendo la educación técnica y tecnológica hasta la formación doctoral o posdoctoral. Esta idea, que respondía a la crítica a la desigualdad en los recursos, desconoce la desigualdad inherente, propia o connatural del sistema capitalista mercantil globalizado, al desarrollo de los niveles de la educación superior a través de procesos de concentración. Esto también ha sido largamente discutido por la literatura económica que muestra que en esta misma dirección de concentración de la riqueza, se explica la emergencia de las grandes corporaciones empresariales, de los procesos de fusiones, adquisiciones e integración horizontal y vertical de las mismas, que ha llevado a la emergencia de los llamados conglomerados empresariales de “clase mundial”. Conociendo tal situación y sin pretender demagógicamente retrotraerla – tarea que es utópica e imposible de llevar a cabo – se reconoce en el seno del SUE, la necesidad de que existan políticas de naturaleza compensatoria que permitan dar algún tratamiento diferenciado a las universidades, según sea su tamaño, complejidad y por supuesto, a 55 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas partir del reconocimiento de desigualdades regionales que deben ser corregidas, al menos de manera parcial, por mecanismos de política pública, incluyendo la focalización del gasto público en la educación superior. Promover y diseñar mecanismos de compensación e igualación Una política de financiamiento que contenga un horizonte de largo plazo, debería establecer claros mecanismos en muchos campos que den compensación. Por ejemplo, haciendo que la remuneración salarial de los profesores en las universidades periféricas o excéntricas a los grandes núcleos metropolitanos, no les corresponda únicamente a estas instituciones, y que se puedan pagar primas de residencia o bonificaciones para la estadía con cargo a recursos públicos nacionales con el fin de evitar, o que se declaren vacíos, los concursos docentes o que los profesores nombrados, tan pronto tengan la oportunidad, emigren hacia las grandes ciudades, o lo hagan de nuevo hacia el exterior. Igualmente, se requerirían mecanismos de cofinanciación, estímulos, bolsas concursables dirigidas específicamente a estas universidades, con el diseño de apoyos que permitan al sistema, y con particular favorabilidad para ellas, el mejoramiento de la infraestructura, sus dotaciones técnicas, laboratorios, equipamientos, conectividad (particularmente en el tema de las TIC), entre otros aspectos. Sobre las llamadas “bolsas concursables”, vale la pena hacer algunas consideraciones, pues éste no es en sí mismo un mecanismo negativo pero no tiene sentido que se hagan concursos abiertos para la búsqueda de recursos, pretendiendo que todas las universidades y las comunidades académicas y científicas que ellas albergan, se encuentren en la misma situación. Lo que resultaría equitativo y justo es hacer concursos y convocatorias para fondos de investigación, o de infraestructura, o en los temas que ya he mencionado, que incorporen la participación de entidades y comunidades que sean pares entre sí, con lo cual la competencia tendría sentido y no sería inequitativa. Ello implicaría, entonces, hacer una diferenciación de esta política, entendiéndola como una función fiscal complementaria. Este es un tema que la literatura económica lo describe en términos de políticas públicas encaminadas a la compensación, y a la igualación. Esto implica, como una meta de largo plazo, cerrar la brecha y hacer que las diferencias entre los distintos tipos de universidades, tienda a reducirse significativamente, por supuesto, sin llegar a la utopía de que dichas diferencias desaparezcan. La rendición de cuentas, un imperativo Las propuestas de hacer evaluación del desempeño presupuestal de las universidades a través de los sistemas de indicadores, han encontrado rechazo desde hace bastante tiempo en importantes líderes académicos y en grupos de interés del sector. Por supuesto que estas críticas resultan válidas cuando los indicadores y las evaluaciones son del tipo top-down, aplicadas por las burocracias o las tecnocracias de los Ministerios de Hacienda o de Educación, o del DNP; o como ha venido ocurriendo, sobre la base del direccionamiento de las organismos multilaterales. Sin embargo, esto no implica objetar la evaluación y el uso de indicadores. Una experiencia positiva que cabe anotar en este campo, ha sido la construcción de los llamados “indicadores SUE”, que han servido para asignar los pequeños recursos residuales de las transferencias presupuestales indexadas en el Artículo 87 de la actual Ley 30 de 1992. El sistema de indicadores SUE fue construido a lo largo de muchos años con una 56 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector participación significativa de expertos de las propias universidades, y en un diálogo franco y abierto con las autoridades gubernamentales y el Ministerio de Educación Nacional, el cual podría afinarse y mejorarse para expandir su utilización. Simplemente se trae este punto a manera de ejemplo. No es aceptable, en cambio, la recusación frecuente en los medios universitarios públicos a hacer rendición de cuentas o a asumir que los dineros públicos que gestionan y administran las universidades, incluyendo aquellos de las llamadas rentas propias, no deben ser sometidos a la rendición de cuentas, no sólo frente al Estado sino frente a la sociedad, ya que se podría caer – como ha sido descrito por algunos analistas– en la negativa tendencia del llamado “privatismo organizacional”. Dicha tendencia consiste en que grupos de interés dentro de las entidades estatales (incluyendo las universidades) pueden tener posiciones dominantes para la concentración de las rentas públicas y, particularmente, de las rentas propias, desconociendo el que todos estos recursos – aún los de la venta de posgrados que se derivan de las matrículas o los servicios de asesoría y consultoría – son recursos estatales y, por lo tanto, deben ser sometidos al control por parte de los organismos de gestión, y a la necesaria rendición de cuentas del gasto público y de la racionalización en el uso de estos recursos ante el conjunto de la sociedad. De tal manera que la rendición de cuentas es un imperativo ético y no se puede confundir la imposición de los indicadores con la necesidad de que existan mecanismos de evaluación del desempeño y procesos – lo más claros, abiertos y complejos posibles– de rendición de cuentas ante los organismos respectivos dentro de las propias universidades, ante las comunidades, la sociedad y las propias agencias gubernamentales. Por otra parte, los planes de desarrollo que las universidades aprueban, tienen sentido si son medibles, si se puede evaluar el cumplimiento de sus metas. Si se pueden hacer debates públicos sobre la conveniencia de los objetivos y orientaciones estratégicas, con el fin de que las propias comunidades universitarias y, en general, todos los interesados, los puedan debatir, criticar, ajustar e incluso revocar y rectificar si se ha asumido una senda que no le conviene al mundo universitario ni a la propia sociedad; que es en últimas la beneficiaria de las actividades misionales del sistema universitario estatal. Ampliar la oferta en la educación superior estatal De otro lado, un proyecto estratégico de educación superior debe reconocer – en consonancia con lo expresado por varios expertos en el debate reciente sobre la reforma de educación superior – que el país no se puede quedar con las actuales 32 universidades públicas; la última de ellas, creada hace más de diez años. En España, Francia, Estados Unidos, Canadá, y en América Latina en países como Brasil y México, han sido numerosas las nuevas universidades que han emergido por iniciativa y con financiamiento gubernamental. Los retos del mercado de trabajo, las demandas de la competitividad y el acceso equitativo a la educación requieren que en una apuesta prospectiva se incorporen recursos, no sólo para financiar adecuadamente las universidades públicas actualmente existentes, sino para transformar una parte de las instituciones universitarias en verdaderas universidades y se consoliden en sus dinámicas de desarrollo. Adicionalmente, son necesarios recursos para que se creen estratégicamente nuevas universidades, particularmente en áreas donde existe déficit de formación profesional o carencias en la investigación científica, la innovación, la generación de conocimiento y creatividad, para que se llenen varios de los vacíos más significativos en términos de la desigualdad regional. Éste es un tópico que no puede ser dejado de lado en una definición estratégica sobre el futuro a 25 o 30 años de la educación superior colombiana. 57 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas En relación con la ampliación de la oferta educativa, se requieren iniciativas audaces en la agenda pública. Para citar un ejemplo, no se ha propuesto ni pensado en la necesidad de construir un sistema universitario de excelencia y focalizado en la innovación: en minería, biotecnologías, sostenibilidad alimentaria y con vocación exportadora, en la extensa zona de los Llanos Orientales y la Orinoquía. Esto impulsaría líneas estratégicas que tienen que ver con la preservación, conservación y aprovechamiento de las cuencas hidrográficas y el bio-hábitat de los Llanos Orientales y de la Amazonía. Configurar un inventario de recursos naturales, con políticas que sean sustentables en lo ambiental en esta región es estratégico, no solo para Colombia, sino para el planeta en su conjunto. De otro lado, crear y prohijar centros de investigación y formación universitaria en los campos de la minería y de los hidrocarburos, más allá de las acciones puntuales que actualmente se ofertan, es otra de las demandas, pues existe un desfase en la relación del sistema universitario con las dinámicas de la economía extractiva en nuestro país. Sin pretender por supuesto, hacer de la actividad minera y extractiva la solución estratégica al modelo de desarrollo, si es comprobable dicho desfase, el cual debería ser corregido como parte de una política sectorial que equilibre la relación dispar entre oferta y demanda. Financiamiento concurrente y complementario, público – privado Plantear como principal principio de política pública en materia de financiamiento de la educación estatal en el nivel universitario que este gasto público sea asumido fundamentalmente por el Estado central, no significa plantear que éste constituya la única fuente de financiamiento. Es conveniente que el marco de política pública reconozca el rol que cumplen los entes territoriales en la financiación de los distintos niveles y áreas de desempeño de la educación superior, incluyendo la educación técnica y tecnológica. Esto implica una revisión del modelo constitucional vigente y de sistemas legales vertebrales al modelo de transferencias, como los actos legislativos que han regulado el SGP; es decir, las transferencias fiscales desde el nivel central a los territorios, para financiar el gasto público en políticas sociales particularmente en educación y salud. El rol financiador de los territorios Hoy en día, tal cual como están redactadas las normas, existen restricciones de carácter legal para que estos recursos sean utilizados en procesos de articulación de la educación media con la superior, en la oferta de programas técnicos y tecnológicos, en formación para el trabajo, y menos aún en financiación del gasto público territorial proveniente de transferencias para la educación superior. Con esta propuesta, no se pretende que se reduzcan los recursos a la educación básica y media, pero se requiere tener una estructura más integral de transferencias que incorpore responsabilidades con transferencias y recursos propios por parte de los gobiernos locales y las territorialidades, sobre todo en los departamentos de mayor desarrollo económico, para que contribuyan al sistema universitario como cofinanciadores. Esto podría hacerse a través de mecanismos basados en metas e indicadores, en contratos de desempeño y no necesariamente articulados a una indexación per se del presupuesto público. Esto ha generado, desde hace muchos años, el rechazo y la respuesta negativa en bloque de las federaciones de municipios y departamentos, lo que ha 58 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector implicado que a la hora de debatir la viabilidad de esta asignación presupuestal, no se tenga éxito o espacio político en el Congreso de la República. Una opción viable podría consistir en reconocer un rol particular para los entes territoriales (alcaldías y gobernaciones) en los temas de infraestructura, conectividad, dotación de los campus, en bibliotecas, laboratorios, aularios, etc.). Es relativamente más fácil lograr acuerdos con dichas autoridades en estos temas para que se hagan inversiones con recursos propios de las territorialidades, o sumándolos a fondos concurrentes de cofinanciación, que pretender que los Gobiernos regionales se comprometan con recursos cuantiosos permanentes, asignados a la llamada “Base presupuestal”, según las reglas de la Ley 30 de 1992. Las universidades públicas son líderes regionales, y el mundo universitario juega un papel muy destacado, tanto desde el punto de vista de la formación de cuadros directivos y de profesionales, como el influjo sobre el desarrollo regional. De tal suerte que los mecanismos de cofinanciación podrían implicar una ampliación de los gobiernos universitarios, para que en ellos tengan participación directa los financiadores territoriales, si así lo deciden. Específicamente, me refiero a las alcaldías de las capitales de departamento, de las ciudades medianas con cierto desarrollo económico, que son sedes de instituciones de educación superior estatal, y que no poseen hoy en día los mecanismos para que la gobernabilidad política dentro de las universidades – en el buen sentido de la palabra – se vea reflejada en la corresponsabilidad en materia de financiación del gasto público universitario. La sostenibilidad de las rentas propias de las universidades públicas Igualmente resulta claro que en una estrategia de largo plazo – como ocurre en la actualidad en el mundo entero – las universidades tengan un importante componente de recursos propios para la financiación de su quehacer. En las universidades altamente desarrolladas del primer mundo, en Norteamérica, Europa, y más recientemente en oriente (Japón, China, etc.), las universidades incursionan a través de las alianzas universidad – empresa – Estado, en la innovación científica y tecnológica, con marcas, patentes y derechos de autor que desde laboratorios y centros de investigación de altísimo nivel, permiten que las entidades universitarias se beneficien de la innovación y la creatividad de sus comunidades en términos de regalías y de recursos que son vitales para el financiamiento de estas instituciones. En la medida en que la formación profesional se masifica, la oferta posgraduada (que incluye doctorados de distinto tipo y maestrías) resulta también una fuente cada vez más significativa de financiamiento. Así, un asunto es subsidiar altamente la matrícula básica del pregrado hasta el punto de la gratuidad, particularmente, de los estudiantes de poblaciones marginales o en estado de pobreza absoluta que no tienen recursos necesarios para estudiar en las universidades. En este caso, no se trata sólo de gratuidad en la matrícula, sino de garantizar la sostenibilidad de los estudiantes de estos sectores. Empero, otro asunto muy distinto es el de la matrícula de posgrado, cuando los profesionales, por regla general, ya se encuentran insertos en el mercado laboral, en el emprendimiento, o en actividades económicas de distinto tipo, que les permiten liberar de esta financiación al Estado. En este ámbito, se debe procurar que la subsidiaridad sea marginal, y se acuda a las economías de escala propias de la financiación estatal y pública con otras fuentes ya mencionadas, como los esquemas de posgrado, asesoría, consultoría y extensión. Obviamente, esta fuente de financiación desde el sector, como se ha afirmado, con frecuencia es de tipo complementaria y no puede convertirse en la principal; pues ello desnaturalizaría la misión de las universidades. Se trata de ver a estas fuentes como parte 59 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas de un ejercicio proactivo, concurrente, de consecución de recursos adicionales, que deben ser invertidos en el mejoramiento del quehacer de las unidades académicas que los gestionen, y de las áreas más criticas del desfinanciamiento de nuestras universidades, tal como lo hacen muchas de éstas en la actualidad. El rol financiador del sector privado En el caso colombiano, una apuesta estratégica como la que aquí consigno, debe reconocer el papel significativo del sector privado sin ánimo de lucro para avanzar en las metas sectoriales de largo plazo, cuya base de financiamiento está en las matrículas de sus estudiantes. Igualmente, no se trata de retrotraerse a un estatismo a ultranza y pretender la nacionalización de las universidades privadas actualmente existentes. Se debe reconocer el papel que este ámbito de la educación superior colombiano ha jugado en la formación de capital humano, en la construcción de sus infraestructuras, sus comunidades académicas y científicas. En un horizonte de 20 a 25 años, como el que se está aquí postulando, se requeriría darle una continuidad al espacio que han ganado las universidades privadas sin ánimo de lucro. En este sentido, se requiere que las fuentes de financiamiento de estas universidades no sean exclusivamente la matrícula, ya que cuando se procura una mayor complejidad misional, los recursos de la matrícula de pregrado son insuficientes. Este es un tema que lo he conversado recientemente con los Rectores de las universidades de los Andes y EAFIT, entidades universitarias acreditadas que buscan transformarse en instituciones basadas en la investigación. Este tipo de universidades privadas, requerirían mecanismos y fórmulas de financiamiento público de carácter específico, particularmente en la investigación, mediante asociaciones público – privado, estableciendo incentivos claros para la participación de las empresas y de las corporaciones económicas en donaciones y en emprendimientos y proyectos conjuntos; temas que el actual esquema de financiamiento de la Ley 30 ha ignorado completamente. No se trata de quitarle los recursos escasos a las universidades públicas para entregárselos a las privadas, sino la configuración de un esquema integral de cofinanciamiento entre múltiples actores que permita que tanto el sector de las universidades estatales como el de las universidades privadas sin ánimo de lucro, tengan sostenibilidad y sean capaces de crecer, adaptarse e innovar para afrontar los retos que tendrá el mundo universitario en los próximos 30 años, y así lograr que la internacionalización de la calidad y la pertinencia de la oferta educativa de las universidades, no sea solamente algo exclusivo de una pequeña élite de universidades estatales o privadas, sino que sea una meta para el conjunto del sector. En la actualidad, la oferta técnica y tecnológica en nuestro país tiene muchas dificultades, ya que no existe una clara definición de quiénes tienen esa responsabilidad. Existe un financiamiento estatal muy débil para esta actividad, con excepción de los recursos que el SENA tiene por ley a partir de la tributación empresarial que hacen que esta entidad tenga posibilidades de convertirse en la gran plataforma de la formación técnica y tecnológica. Sin embargo, no hay que desconocer que el SENA, por misión, por construcción y definición, es una institución de capacitación para el trabajo en ciclos del carácter básico, y si el SENA da el salto de la formación universitaria – como en cierta medida ha pretendido hacerse – podría correrse el riesgo de que en la importante tarea de formación para el trabajo en oficios y otros ámbitos que en la actualidad desempeña, se desdibuje, dejando un vacío que el país no se puede dar el lujo de asumir. 60 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector CONCLUSIONES La política pública de financiamiento de la educación superior en Colombia debe ser revisada y ajustada sustancialmente. Esta rectificación debe partir de abandonar, por improcedente e insuficiente, el actual modelo inercial y vegetativo que implantó la Ley 30 de 1992. No basta con asignar en un horizonte indeterminado los mismos recursos en pesos constantes. La mayor expansión y complejidad del sistema de educación superior requiere un modelo alternativo de financiamiento. Este modelo debe ampliar su base y asignar nuevos recursos fiscales, en consonancia con los retos, demandas y metas del sistema. Una manera adecuada de replantearse el modelo, consiste en asumir una dinámica proactiva de fines y medios. Antes que desgastarse en un ajuste parcial del modelo, como se intentó por diferentes actores y grupos de interés, incluyendo al propio Gobierno nacional, en el reciente y frustrado intento de reforma a la Ley 30, se deberían buscar grandes consensos en torno a las funciones pertinentes y metas estratégicas del sector, incluyendo en primera línea las tareas y competencias de las propias universidades, en el marco de su autonomía constitucional. La Ministra de Educación, María Fernanda Campo, y el Viceministro de Educación Superior, Javier Botero, se han referido a este asunto al proponer la discusión en torno a una “política de estado para la educación superior”. Esta iniciativa de replanteamiento del problema ha tenido acogida mayoritaria en la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN) y el SUE. Pero el ejercicio aún no ha despegado y es procedente definir las metodologías para abordar este desafío. Lo primero que deberíamos intentar es consensuar los problemas que afronta el sector, y sus grandes retos en cobertura y calidad. Desde luego, debe tomarse en cuenta el camino avanzado por las universidades y por el propio Estado en las dos décadas pasadas. En general, debe reconocerse, en una mirada global, que se ha presentado una consolidación significativa de la calidad del sistema de la Educación Superior en estos 20 años, a partir de la expedición de la Ley 30 de 1992, para lo cual han servido las políticas que promovieron la acreditación y la certificación de calidad, la creación del Consejo Nacional de Acreditación (CNA), la configuración del Viceministerio de Educación Superior, la reformulación del rol del ICFES, y finalmente, un relativo fortalecimiento – aún insuficiente – de los mecanismos del financiamiento a la investigación por parte de COLCIENCIAS y otras agencias gubernamentales. Si se compara la universidad estatal de hace 20 años con la actual, se tienen hoy muchos más grupos de investigación, el profesor investigador ya no es una rareza sino una figura común, se han desarrollado líneas y agendas estratégicas por parte de las universidades en la investigación tanto básica como avanzada, emergieron doctorados y maestrías científicas, y se ha cubierto en términos generales una amplia oferta educativa. Estos son esfuerzos y logros imputables a las propias universidades y al ejercicio positivo y fructífero de su autonomía, pues como lo afirmaba el ex rector de la Universidad Nacional de Colombia, Moisés Wasserman, se equivocan mucho menos las universidades que los Gobiernos de turno. Y ello es así porque éstas poseen más solidez, continuidad, y son menos vulnerables al influjo del clientelismo y la cooptación política de partidos y grupos de interés. No se niega que el sector tiene aún enormes desafíos y carencias en términos de calidad, cobertura, pertinencia, equidad, financiación insuficiente, patologías en la gestión académica y administrativa, altas deserciones de los estudiantes, precarización del oficio del docente, etc. Al proyecto de Ley del Gobierno Santos, le faltó precisamente el sustento de un estudio riguroso sobre los vacíos y fallos del modelo de la Ley 30. Así mismo, sólo se hicieron apuesta tímidas de tipo inercialista, y se fincó la ampliación de la financiación en 61 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas la introducción del mecanismo de las universidades con ánimo de lucro, o empresariales. Una autonomía responsable en un ambiente democrático y de rendición de cuentas, con reglas propias de las comunidades académicas y científicas, mejorando la gobernabilidad de nuestras universidades y del sistema mismo, demanda del sector acciones que en una reforma a fondo, deben ser incorporadas. Pero este es un debate de máxima prioridad, que transciende los objetivos fijados en este documento. No obstante, un punto de conflicto debe ser resuelto en materia de financiamiento, pues se mantiene una tensión entre las universidades y los Gobiernos en relación con quién fija la política. Esta tensión se ha acrecentado a lo largo del proceso de implantación de la Ley 30 de 1992. Podría señalarse una línea de tránsito que va desde el reconocimiento pleno de la autonomía universitaria por la constituyente del año 1991, lo cual se evidenció en el artículo 69 de la Constitución Política que impulsó dicha autonomía como nunca antes se la había consagrado; hasta las políticas de rectificación, matización y recorte de la autonomía que han tomado cuerpo desde fallos de la Corte Constitucional en el plano jurídico formal, así como acciones legislativas de ajuste del papel del Ministerio de Educación Nacional con la creación del Viceministerio de Educación Superior hace una década, y con los sistemas de acreditación, registro calificado y el esquema de bolsas concursables y de categorización y direccionamiento evaluativo de la investigación por parte de COLCIENCIAS. De otro lado, vale la pena implementar mecanismos de cuasi mercado para la asignación de otros importantes recursos estatales para la ejecución de tareas estratégicas, articuladas a los Planes de desarrollo nacional, sectoriales y territoriales. Modelos como los de los Contratos plan, las bolsas de proyectos, convocatorias, etc., servirían a estos efectos, siempre y cuando se los diseñe en equidad, entre pares y reconociendo las diversidades, diferentes niveles y complejidades de las universidades colombianas. El monto global de estas dos fuentes gubernamentales de financiamiento de la educación superior, debe hacerse en consonancia con estudios técnicos de tipo prospectivo, sobre la expansión y consolidación que requiere el sistema universitario. Desde mi punto de vista, un asunto clave consiste en fijar un monto global presupuestal para el sector, basado en determinar un porcentaje mínimo de este gasto público, en relación con el tamaño y el crecimiento del PIB del país. Dicha base se definiría en dos grandes ámbitos: un porcentaje del PIB nacional para las actividades de formación, primordialmente a partir de definir metas diferenciadas, como ya lo anoté, en materia de cobertura, segmentadas por niveles, desde lo técnico y lo tecnológico, hasta la graduación estándar de profesionales y, valorando en forma diferente, más compleja en costos unitarios, las ofertas en las maestrías y doctorados. En tal sentido, se debería utilizar en el modelo no un solo per cápita, sino una capitación compleja, como en el punto pasado lo precisé. Finalmente, a la financiación estatal para la educación superior no se la debe ver como el resultado de un forcejeo corporativo con las comunidades académicas y científicas. Es una apuesta para que las universidades, desde la formación de sus egresados en todos lo niveles, y a partir de una profundización de su rol de generación de saberes, ciencias, culturas, etc., coadyuven al desarrollo del país y a su inserción positiva en la globalización, los Acuerdos de libre comercio, la transnacionalización de las políticas públicas en casi todos los campos de responsabilización del mundo académico, las respuestas a la exclusión social, la pobreza y al reto del deterioro ambiental del planeta. Los países que así lo han entendido, a muchos de cuyos voceros invitó el Ministerio de Educación en los foros de los años 2010 y 2011, son muestras de que este camino es un componente central, medular, de las estrategias para lograr estándares internacionales deseables de desarrollo y equidad. 62 2. POLÍTICAS PÚBLICAS DE FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR COLOMBIANA – Hacia una visión estratégica del financiamiento del sector REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Banco Mundial (2009). Informe sobre el desarrollo mundial: Una nueva geografía económica. Washington: Banco Mundial. Banco Mundial (2005). Informe sobre el desarrollo mundial: Equidad y desarrollo. Washington: Banco Mundial. CINDA – UNIVERSIA – Banco Mundial (2011). Proyecto Informe La Educación Superior en Iberoamérica 2011 – Informe Colombia (Borrador). CINDA (Centro Interuniversitario de Desarrollo) (2007). Informe Educación Superior en Iberoamérica. Santiago de Chile: CINDA. DANE (2010). Estudios Post-censales 7. Proyecciones nacionales y departamentales de Población 2005 – 2020. Bogotá: Centro Andino de Altos Estudios – CANDANE. Evans, P. (2002). Hybridity as an administrative strategy: combining bureaucratic capacity with market signals and deliberative democracy. 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Visiones manageriales sobre el funcionariado público – La teoría de la burocracia revisitada. En: Serie Pliegos Administrativos y Financieros No. 41. Santiago de Cali: Programa Editorial Facultad de Ciencias de la Administración. Varela B., E. (2003). La mercantilización de lo público. En: Revista Instituciones y Desarrollo No. 13 y 14. Barcelona: IIG. Vicerrectoría Administrativa UIS (2011). Estudio sobre desfinanciación de la Educación Superior estatal. (Documento inédito). 64 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. 65 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva.9 Edgar Varela Barrios, Ph.D.10 Abril de 2013 INTRODUCCIÓN Como corolario del profundo debate que durante los últimos años ha sacudido a las universidades colombianas, a raíz de la presentación en el 2012, de un proyecto de ley reformatorio de la Ley 30 de 1992, que después de una aguda protesta estudiantil y social fue retirado por el gobierno, se ha abierto un diálogo fructífero entre los distintos actores del sector. Este diálogo -a diferencia del esfuerzo pasado fallido- tiene un sentido político claramente diferenciado, que si fructifica podría ser altamente positivo. Se trata hoy, y esto es materia de un consenso relativo entre los diferentes elementos, autoridades y unidades que configuran el sector, de buscar a través de la deliberación, la construcción de una propuesta prospectiva en el campo de la educación superior. Hoy en día ha calado una tesis que algunos académicos defendimos desde el principio y es la de que no se debe priorizar en el campo de la política pública de la educación superior, el inercialismo; es decir limitarse a hacer ajustes parciales o de carácter gradual al modelo de educación superior que se plasmó a partir de la implementación de la Ley 30 de 1992 en las últimas dos décadas. Ello no implica desconocer logros significativos que el sector ha alcanzado durante la vigencia de la Ley 30. En Colombia se dio -y esto es un hecho positivo- un salto 9 Este documento propone una visión sistémica relacional del sector, como eje metodológico y epistemológico para redefinir sustancialmente la actual arquitectura institucional de la educación superior en Colombia. La primera versión fue redactada originalmente por el autor en abril del 2013, como una contribución al debate de las mesas sectoriales, que desde ASCUN, el SUE, el Ministerio de Educación y el Viceministerio de Educación Superior, elaboraron propuestas y análisis, bajo el liderazgo y la coordinación del CESU. Como se recordará, desde inicios del año 2013 se desarrolló la construcción de una política pública para la educación post-secundaria o terciaria en Colombia. Para ello se estableció una programación nacional de foros y debates, más mesas de trabajo y sitios web de recepción de documentos y debates entre los interesados. De otro lado, el MEN promovió la llamada Travesía por la educación superior, con numerosos eventos en diferentes regiones del país, con una activa participación de los gobiernos regionales y locales. De esta manera, se logró que el CESU asumiera la tarea de liderar este debate y se construyeran importantes documentos para confluir en una propuesta integradora, que fue presentada finalmente en julio de 2014, por el CESU ante el Gobierno nacional, los actores sectoriales y la opinión pública, para su debate y enriquecimiento. 10 Doctor en Administración de HEC- Universidad de Montreal; Filósofo y Magister en Historia. Profesor titular de la Universidad del Valle (Facultad de Ciencias de la Administración), y Director del Instituto de Prospectiva, innovación y gestión del conocimiento. 66 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. importante en la expansión de la matrícula universitaria, lográndose una mayor cobertura, que aunque lejos de los estándares regionales latinoamericanos, ha significado un avance relativo respecto de las metas del pasado. Es así como se tiene en la actualidad un sector de educación terciaria que involucra alrededor de un millón y medio de estudiantes en sus diferentes modalidades y año a año la matrícula universitaria se sigue expandiendo. Otro logro importante en las dos décadas pasadas ha sido el salto cualitativo -incluso más formidable que el de la ampliación de cobertura- que se ha dado en relación con el papel de la investigación en el sistema de la educación superior. Esto a partir de esfuerzos de las propias universidades, de la creación de centros, institutos, grupos de investigación que albergan las mismas; y, de otro lado, de las propias políticas públicas direccionadas por el Ministerio de Educación Nacional y de las que corresponden al Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTeI) liderado por Colciencias. También debe tomarse en cuenta el esfuerzo cooperativo de otros actores ajenos al sector académico provenientes del mundo empresarial, los gobiernos territoriales, diversas agencias gubernamentales del nivel central, etc. Todo ello ha convergido en una productividad académica y en un estadio cualitativamente diferente de la investigación en nuestro país. También allí estamos bastante lejos de los estándares globales y de los países latinoamericanos que lideran la investigación y la innovación, pero debe reconocerse el avance significativo que el país ha consolidado en este campo, al menos comparándolos con nuestros propios estándares previos, que eran bastante pobres. Una muestra de ello es la generación de numerosos programas de doctorado en diferentes campos del conocimiento, particularmente en la última década, la consolidación de los grupos de investigación bajo el SNCTeI. Incluso, en este tema se reconoce en términos positivos, el actual debate -bastante vigoroso- sobre las fuentes de financiamiento, modalidades y políticas para promover la investigación, incluyendo el ajuste que sin duda requiere el modelo complementario de asignación de un 10% del Sistema general de regalías para ciencia y tecnología e innovación. Además, mencionemos como otro avance parcial, la consolidación de un sistema institucional, una arquitectura de política pública articulada al Ministerio de Educación que ha significado un avance respecto del pasado. La creación del viceministerio de educación superior, la consolidación del Consejo Nacional de Acreditación (CNA), el Sistema de Registro Calificado (SRC), la evaluación de distinto tipo institucional y por programas que se ha venido consolidando a lo largo de la última década, el rol de las salas especializadas CONACES para la evaluación de los programas y de la aprobación de nuevas ofertas y creación de nuevas instituciones, ha implicado un avance importante. En el presente documento me ocuparé de hacer algunas propuestas que van en la dirección de configurar un sistema de educación universitario que signifique un salto cualitativo respecto del modelo actual, reconociendo logros, avances, pero también tomando en cuenta sus limitaciones. El debate sobre la educación superior en Colombia es recurrente en los últimos años y se mencionan -en este contexto- insistentemente las insuficiencias, limitaciones y problemas del modelo vigente. Se reclama en particular por la débil expansión de la cobertura, o en otros términos, la baja absorción de sistema frente a las demandas de las generaciones que egresan de la educación básica. También se pone de manifiesto la escasa pertinencia de la oferta y por la distancia cada vez mayor del sistema de educación superior colombiano, frente a las grandes universidades que lideran la generación del conocimiento, la renovación de la ciencia y la tecnología, la gestión del conocimiento en las sociedades postindustriales, en especial, comparándonos con las llamadas universidades de “clase mundial” (SALMI, J.: 2009). Se requiere por ello, que desde las universidades públicas se recuperen los ejes centrales del debate y se elaboren propuestas, que con base en el anterior proceso de discusión permitan reabrirla y plantearse escenarios diversos y fórmulas de solución a los problemas 67 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas estructurales, incluyendo el diseño institucional del sector y por supuesto los mecanismos y modalidades del financiamiento, la sostenibilidad y la expansión del mismo, para el logro de metas claras y ambiciosas para las próximas dos décadas. Por ello resulta vital definir apuestas estratégicas y objetivos de la Educación Superior para las próximas décadas. Una manera adecuada de replantearse el modelo consiste en asumir una dinámica proactiva de fines y medios. Antes que desgastarse en un ajuste parcial del modelo como se intentó por diferentes actores y grupos de interés, incluyendo al propio Gobierno nacional, en el reciente y frustrado intento de reforma a la Ley 30, se deberían buscar grandes consensos en torno a las funciones pertinentes y metas estratégicas del sector, incluyendo en primera línea las tareas y competencias de las propias universidades, en el marco de su autonomía constitucional. Como lo señalé recientemente, numerosos estudios y diagnósticos, gubernamentales, de la comunidad académica nacional (ASCUN, SUE et al), de expertos, organismos y agencias multilaterales (BANCO MUNDIAL, 2005, 2009; Cinda, 2007, 2011, UNESCO, 2010, Et al) han ahondado en estos temas. Al menos se reconoce por los diversos actores que el país requiere un salto cualitativo y cuantitativo expresado en una apuesta de largo aliento, que mejore los indicadores de calidad y cobertura del conjunto del sistema educativo y en particular, de la educación postsecundaria. Sobre este tema volveré más adelante con cierto detalle. LOS PROBLEMAS CENTRALES EN LA ARQUITECTURA Y EL DISEÑO INSTITUCIONAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR La arquitectura de la educación en Colombia es ciertamente compleja y posee numerosos problemas en la relación entre sus partes o componentes. La arquitectura real debe diferenciarse de la propia arquitectura formal. Usualmente se identifican varios problemas centrales en relación con ajustes y transformaciones sustanciales de dicho modelo colombiano. Sin pretender hacer un listado exhaustivo, estos problemas son los siguientes: a. La relación con los demás sistemas de educación. En realidad, en nuestro país se han configurado en tendencias incrementalistas, tres sistemas: en primer término, ha emergido sin mucho diseño, pese a ser reglamentado por numerosas leyes y decretos, un sistema de formación para el trabajo y de educación continuada, cuyo eje vertebral es el SENA, pero que incluye un numeroso grupo de más 1500 entidades operadoras de programas de este tipo, autorizados desde los Gobiernos territoriales; además de lo que en algunos casos hacen las propias universidades en distintas esferas. En segundo lugar, debe tomarse en cuenta al propio sistema de educación básica, y finalmente, al sistema de educación superior o terciaria. Empero, hasta ahora no hemos intentado articular los tres elementos en un modelo armónico, fluido y complementario, que permita salidas y entradas y la inserción con pertinencia en los mercados laborales. Por ello, no se puede construir una arquitectura institucional del sistema de educación superior, sin hacer referencia a los otros dos sistemas. Este es un punto muy importante en un documento de política pública, porque reformar la arquitectura completa es de por si complejo, pues, por ejemplo, desde una reforma exclusiva de la educación superior no se resuelve el problema de la articulación con el SENA y las instituciones de formación para el trabajo; las que seguirán haciendo lo suyo hasta donde lo puedan hacer y la ley lo permita, o la iniciativa de política con sus recursos lo haga. ¿Hasta dónde una entidad de educación 68 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. para el trabajo se considera como una institución de educación superior? Este es un tema de fondo que el país debe abordar. Y este es -en el ámbito macroeconómico y de políticas - un problema central. b. La calidad de la educación superior desde una perspectiva sistémica e integral, lo cual incluye la evaluación de la misma, los sistemas de acreditación nacionales e internacionales, el fomento de la calidad, etc. El sistema de educación superior colombiano, pese a los avances ya referidos, tiene comparándolo con sus pares latinoamericanos y con la media mundial, baja cobertura y baja calidad. Solo el 4% de los profesores tiene doctorado. Igualmente si se revisa el número de doctores en Colombia, sin importar donde hayan estudiado, es bajísimo. El tema de calidad tiene mucho que ver, no visto como una condición intrínseca de algo, discusión filosófica u ontológica, sino como una discusión estratégica y de política pública, respecto de lo que queremos ser. ¿Cuáles son los estándares de educación superior, que un país como Colombia pretende alcanzar, sabiendo que no se los alcanza de un año para otro?,… ¿qué queremos ser en los próximos 20 años?.... ¿en dónde queremos estar?..... Una meta loable del actual Gobierno es la de ingresar a la OCDE. Empero, hacer parte de la OCDE implica una serie de requisitos y estándares altos en muchos campos, en institucionalidad, en gobernanza político-corporativa y por supuesto altos estándares de calidad y cobertura en la educación en todos sus niveles. Por lo cual la articulación y complementariedad entre los sistemas resulta algo decisivo en términos de diseños de políticas públicas nacionales y sectoriales. c. El sistema de educación como ámbito estratégico de generación de nuevos saberes, innovación, productividad intelectual, patentes, etc. El asunto central en este tópico es el siguiente: ¿De qué forma las metas de una mayor productividad del sistema en términos del desarrollo del país, no solo en lo económico, sino en los demás campos de las políticas públicas, resultan propulsadas por un adecuado diseño del mismo? Esto pasa por el alineamiento del sector con las apuestas prospectivas del país, no solo en los planes de desarrollo cuatrienales, sino en un perspectiva de al menos un cuarto de siglo, hacia el año 2040. d. La cuestión de la financiación del modelo; partiendo del supuesto que he analizado en otro documento del agotamiento y la insuficiencia del actual modelo (E. Varela, 2012). En este tema existen hoy en día posturas muy diversas en incluso antagónicas. Hay quienes pretenden la gratuidad completa de la oferta del sector y su financiación exclusivamente estatal, hasta el otro extremo, que fue debatido agudamente en el pasado trámite del proyecto de ley reformatorio de la Ley 30, sobre el llamado “ánimo de lucro”. La mercantilización de los bienes públicos como mega política global está en la base de tales discusiones e igual los inevitables procesos de liberalización, a partir de la profundización de la internacionalización de la educación superior. e. La regulación del sistema entre las zonas de mercado y las de no mercado, incluyendo los impactos de la liberalización de las economías, los TLC y la configuración de comunidades académicas y científicas globales, a las que el país está en trance de insertase y adecuarse, con problemas de asimetrías y de déficits en el llamado poder relacional y en la coordinación entre los actores y operadores del sistema, bien sea en mecanismos de mercado, proto mercados o en zonas de no mercado11. Debe reconocerse como un punto de partida esencial que el sistema de 11 “La coordinación es sistémica en tanto ella profundiza el flujo de relaciones y la funcionalidad entre los diferentes integrantes del mismo, de tal manera que esto opere en planos que podríamos llamar de la no conciencia. Las organizaciones actúan cumpliendo roles, referidos y delimitados por estructuras y funcionalidades. Tales estructuras, funcionalidades y roles producen los procesos 69 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas educación tiene dos componentes: oferta y demanda. No se puede construir una regulación y un marco institucional solamente centrado o referido a la regulación y formulación de políticas en relación con la de la oferta educacional. También se debería regular e intervenir -de algún modo- a la demanda. Porque si no, se envían señales equivocas. Este país gradúa año a año un ejército de miles de profesionales que no encuentran empleo, mientras no se forman suficientes técnicos y tecnólogos. Además, los técnicos y tecnólogos en general son de baja calidad porque el mercado laboral ha sido distorsionado. f. La Gobernabilidad y la Gobernanza del sector. La educación superior constituye un sistema complejo, además, porque es un sistema autónomo. Se basa en el principio constitucional, que es además un principio filosófico de hondo calado, de la autonomía universitaria. Un sistema que reconoce la independencia y la autonomía, debe tener una capacidad muy fuerte de regulación respecto de los mínimos de calidad. Se puede tener un sistema muy autónomo bajo el supuesto de que exista una regulación académica. Dentro del actual sistema de educación superior, una de las fallas primordiales está relacionada con las atribuciones de inspección y vigilancia que ostenta actualmente el Ministerio de Educación Nacional y en este campo, el Viceministerio de educación superior; siéndole transferidas muchas tareas que antes le competían al ICFES. Al suprimir esta entidad, la política de fomento quedó en cabeza del Viceministerio de educación superior y, en términos generales, del propio ministerio; articulado a los planes de gobierno en tanto la educación se relaciona, de manera transversal, con otras metas sectoriales en políticas públicas. Queda de lado, en este diseño, el papel que deberían jugar los entes territoriales o los gobiernos subnacionales. Más adelante podríamos considerar la opción de que la superintendencia de inspección y vigilancia de educación sea creada sin repetir los errores de centralización que han sido cuestionados en varios esquemas semejantes en Colombia; y el camino viable seria hacerlo sobre la base de estructuras regionalizadas tal como será descrito más adelante. En suma: deber reconocerse que la principal tensión se da en términos de la preservación y fundamentación de la Autonomía Universitaria versus los sistemas de control, tutela y rendición de cuentas; además de los complejos problemas de coordinación sistémica del sector, lo cual constituye -a mi juicio- una de las claves del rediseño institucional. LA POLÍTICA PÚBLICA COMO REFERENTE DEL REDISEÑO INSTITUCIONAL DEL SECTOR. Los modelos sistémico relacionales, como el que se propone aquí, no surgen de una posición caprichosa de expertos o académicos; por el contrario, en las políticas públicas12 de convergencia y coordinación, pues allí donde no existe coordinación el asunto tiene que ver con la incapacidad de las organizaciones sociales para gestionar, mediante interacciones, el tejido que construye -en la vida cotidiana de las organizaciones- las agendas públicas, los consensos y convergencias en dicha agenda” (E. Varela, 2013). 12 “La Implementación de políticas expresa de forma concreta – como problema teórico y metodológico- aquello que Ives Meny y Jean Claude Thoenig (1992) denominaron la esencia de las Políticas Públicas: el Estado en acción. Por supuesto, en las diferentes áreas de competencia clásicamente hablando, como gobierno, legislatura y organismos de control, se estructura usualmente una arquitectura de frenos y contrapesos, basada en la distribución de la soberanía entre estos actores estatales. Ello, por principio genera problemas de coordinación entre los poderes. En Colombia lo conocemos eufemísticamente como choque de poderes y lo vemos 70 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. se ha transitado -sobre la base de la sistematización de numerosas experiencias de la gobernabilidad política y territorial hacia modelos de políticas, éstos dejan de lado esquemas estado céntricos, donde la responsabilidad eminente y monopolística del diseño, la formulación e implementación de la política pública (PRESSMAN J. y WILDASKY, A, 1973), le correspondía a entes gubernamentales. La revisión del concepto governance implica el reconocimiento de la pérdida de la centralidad del Estado-nación y la emergencia de otros actores gubernamentales del orden sub nacional, la aparición y fortalecimiento de agencias especializadas que corresponden, más allá del plano gubernativo – estrictamente dicho –, al del Estado, mediante la configuración de autoridades independientes, a la manera de un cuarto poder, tal como ocurre en Colombia (con el Banco de la República, la Junta Nacional de Televisión y otras entidades afines). Una gobernabilidad sistémico relacional, que corresponda a esta línea analítica, sería una opción viable que, precisada en sus detalles, permitirá un manejo adecuado de la nueva gobernabilidad del sistema de educación superior. Los esquemas sistémico-relacionales se basan en el aprendizaje que de la literatura administrativa de políticas públicas y managerial, se ha hecho de aquello denominado Policy Networks. Estas, a diferencia de otras redes (como las sociales o las de tipo mercantil), tienen, como factor de diferenciación, la continuidad de importantes niveles de asimetría decisional entre los diferentes actores; no son equivalentes a las estructuras mercantiles o proto mercantiles. No se basan en el atomismo individualista o en el juego libre -en términos de un proto mercado de decisiones colectivas-; corresponden a diseños institucionales que se han venido afinando y en los que las agencias gubernativas de distinto orden juegan un papel determinante, aunque no omnímodo. En éstas, los grupos de interés (comunidades académicas y científicas), Stakeholders y, en general, la sociedad civil, los territorios, la internacionalización (que expresa saberes globales y circuitos de producción y difusión de la verdad, la ciencia, el conocimiento y el poder), se expresan en sofisticados y complejos diseños institucionales en incesantes procesos de reformulación y actualización. El modelo sistémico reconoce la imposibilidad de un actor único, central y que sea la columna vertebral de la lógica decisional y de acción colectiva; por el contrario, tiene en cuenta las dinámicas fluidas, abiertas y plurales que caracterizan al universo de la educación superior. Como se sabe, muchas de las producciones científicas, intelectuales y culturales no se hacen exclusivamente en las universidades; hay significativos ámbitos por fuera de éstas, en las empresas globales, en las expresiones de la sociedad civil organizada, a través de circuitos de profesionalismo y experticia que se concretan o encarnan en distintas formas de profesionalización corporativa y de comunidades de interés. Estas juegan un papel relevante en los procesos de formación, investigación y emprendimiento, rompiendo el monopolio tradicional que ostentaba el sistema de educación superior. Al reconocer estas nuevas evidencias, que vienen de décadas atrás y tienen enorme fuerza en la actualidad, debe ajustarse al diseño institucional para que el sistema incorpore estas nuevas lógicas de interacción entre diferentes grupos de interés, actores y se reconozcan, igualmente, tendencias globales y transversales de carácter emergente y alternativo que no corresponden a formas contractualistas o deliberativas. Al contrario, son el producto de mega tendencias de la acción social, frente a las cuales, el papel de la investigación académica, en este campo del conocimiento, consiste en mapearlas, hacerles diariamente, pero en países que tienen mejores arreglos institucionales, la coordinación, convergencia y complementariedad de estas arquitecturas, entre los diferentes aparatos que encarnan poderes públicos se encuentra adecuadamente institucionalizada y no hay fuente de tantos conflictos ni abiertas colisiones de competencias”. (E Varela, 2013a). 71 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas seguimiento y configurar, a partir de éstas, naturaleza prospectiva. escenarios, alternativas y tendencias de CONSOLIDAR EL MODELO MIXTO, PÚBLICO / PRIVADO Y DAR DESDE ESTA BASE UNA SALTO ADELANTE. Colombia ha construido en los últimos 50 años un sistema mixto de educación superior en que participan la oferta pública a través de universidades, institutos técnicos e instituciones universitarias, creadas por los gobiernos y financiadas al menos parcialmente por estos, allí se incluyen las entidades educativas creadas por las asambleas departamentales y por los consejos municipales y que reciben algún tipo de financiación de los entes territoriales y por supuesto en su grueso número las universidades públicas creadas por el Congreso y que reciben asignación de presupuesto general de la nación, vía los mecanismos previstos en la ley 30 de 1992. En Colombia se ha configurado adicionalmente y con fuerza en las últimas décadas, una oferta educativa en el nivel superior por parte de universidades privadas sin ánimo de lucro, al menos en su formalidad jurídica En esta oferta educativa se ha producido históricamente hablando una diferenciación entre un grupo relativamente pequeño, de universidades de mayor complejidad, tanto en el sector público, como en el privado. Estas universidades poseen plantas de personal profesoral estable, en el sector público bajo en el régimen especial del decreto 1279 y en el sector privado algunas de ellas han configurado estatutos profesorales que incluyen el ascenso por mérito y la construcción de tipologías clasificatorias de los profesores. También estas universidades tienen una infraestructura que en términos generales es adecuada para las labores de docencia y tiene ciertos desarrollos en materia de laboratorios, sistemas de bibliotecas, conectividad, información digital, etc. El grueso de la oferta de educación superior corresponde a instituciones públicas y privadas de medianos y bajos niveles de complejidad, que no tienen las mismas condiciones de las anteriores universidades, aunque con cierto desarrollo desigual. Es destacable un afianzamiento en las infraestructuras y la incorporación progresiva -al menos parcialmente- de plantas profesorales al tenor de normas constitucionales que obligan en esta materia, al prohibirse la contratación de profesores por prestación de servicios y al fijarse taxativamente el vínculo laboral como condición inherente para ejercer las tareas de docencia en la educación superior, independientemente de si se trata de entidades públicas o privadas. Este sistema dual público-privado, es un valor positivo, que debe ser preservado No se trata de pretender una estatización a ultranza del sistema de educación superior, descalificando el rol de las universidades e instituciones privadas. Reconocer la existencia de un conjunto de universidades e instituciones de educación privada, posibilita el que los recursos públicos se focalicen hacia la financiación de las universidades públicas, que atienden a los sectores con menores capacidades de ingreso o de pago por matrícula, a través de mecanismos claramente extendidos de subsidiaridad. Esta política pública permite que los recursos liberados por la oferta privada y por la financiación de las familias y de los estudiantes al sistema privado, igualmente sean focalizados en la financiación de la investigación y en la proyección social de las instituciones de educación públicas. La arquitectura institucional del sistema de educación superior, por lo tanto, ha de considerar el rol complementario y diferenciado que juegan lo público y lo privado, y promover estratégicamente que dicha complementariedad se 72 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. afine, de tal suerte que no se presenten procesos de exclusión social en el acceso a la educación superior. CONSTRUIR UN SISTEMA UNIVERSITARIO INTERNACIONALIZADO Y CON UNIVERSIDADES DE CLASE MUNDIAL. En Colombia el peso de la internacionalización del mundo académico universitario ha logrado escasos avances: son pocos los estudiantes extranjeros de doctorado y maestrías avanzadas; son igualmente pocos los estudiantes colombianos que han viajado a formarse al más alto nivel en el exterior, y siguen siendo exiguos respecto a las demandas del desarrollo del país, de las instituciones públicas y privadas, y a las propias exigencias del sector productivo. Las políticas de convalidación de títulos, sistemas de acreditación internacional, movilidad, etc, expresan también registros exiguos. Por ello, una de las metas para las próximas dos décadas es que el sistema de educación superior alcance estándares de internacionalización y de globalismo -en el buen sentido de la expresión. Uno de los componentes más importantes para avanzar en esta tareas estriba en formular explícitamente una política pública, que fije como una apuesta estratégica de país la de que emerjan universidades que tiendan al logro de estándares internacionales, hoy denominados de “clase mundial”. En Colombia a lo largo de la historia reciente se han consolidado algunas universidades que cumplen algunos de los requisitos y condiciones mínimas para acometer tal tarea. En el sector público la universidad nacional de Colombia es la líder de la investigación, la proyección social y el emprendimiento en los diferentes campos en los que ofrece programas y ha desarrollado significativas y reconocibles estrategias institucionales. Igual cosa ha hecho la universidad de Antioquia, segunda universidad en matrícula en el sector público, y en investigación en el país, que en su región de influencia ejerce un indudable liderazgo. Igual consideración podríamos hacer de la universidad del Valle, tercera universidad pública colombiana, destacada no solo en el contexto regional, en su área de influencia: la región pacífica colombiana, sino en el contexto latinoamericano. Es destacable además el papel de la universidad industrial de Santander. En tanto que en el sector privado, las universidades de los Andes, Javeriana, Externado de Colombia, en Bogotá, y las universidades del Norte y EAFIT también ostentan un palmarés de productividad, inserción y pertinencia de sus agendas académicas en las sociedades regionales y nacionales, que las posibilitan para tener condiciones mínimas y en una prospectiva de dos o tres décadas convertirse en instituciones universitarias de clase mundial. Como lo expresé en otro documento (E. Varela, 2012), las universidades de alta complejidad se caracterizan por tener un mayor número de doctorados, un mayor tamaño, una mayor tradición científica e investigativa, ubicarse en grandes centros urbanos y les corresponde la tarea de la formación avanzada de la investigación en los niveles más altos y complejos de acuerdo a los referentes que se podrían evaluar en el contexto colombiano, y son ellas las que tienen un enorme reto para alcanzar estándares internacionales en términos de la acreditación institucional, de la correlación entre su capacidad de generación del conocimiento y la que tengan las comunidades científicas a nivel mundial y particularmente, buscando ubicarse entre las más destacadas de América Latina. No podrán ser universidades de altos estándares internacionales todas las universidades: lo será solo una elite meritocrática, sobre la base del peso específico 73 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas significativo de ciertas grandes universidades, valorando su proyección, historia, y articulación con regiones metropolitanas que lideran la actividad económica. De otro lado, subrayo -con un énfasis fuerte- que no se lograrán universidades de clase mundial basadas únicamente en esfuerzos propios plasmados en los planes estratégicos de cada una de las universidades. La mera sinergia institucional, por más excelencia de las distintas universidades, y por más que se mejoren procesos de gestión administrativa y académica de dichas instituciones, resultará insuficiente. La experiencia internacional reciente en países como el Brasil, México, y Chile, en América Latina. Australia en Oceanía; China, Singapur, Taiwán, y Japón en el extremo Oriente; Francia, Alemania, España, Italia, en Europa Occidental; y el propio liderazgo tradicional que en este tipo de instituciones ejercen los EEUU, Canadá e Inglaterra, evidencia en todas estas experiencias el papel central de la política pública. A través de diferentes mecanismos, ha sido decisivo, configurar universidades de clase mundial, primordialmente a partir del impulso a una política de Estado que ha integrado, V gr., mediante esquemas top-down a las universidades de determinadas regiones, de tal manera que han surgido de esta integración, universidades más fuertes; no creadas de la nada, sino a partir de la suma de los componentes de universidades regionales, que al alcanzar una escala superior mediante la integración, mejoran sustancialmente su capacidades y potencialidades. Es decir resulta visible y tangible una política pública que ha integrado, centralizado, y potencializado a las universidades con mayor capacidad institucional para el logro de este cometido. Es este especialmente el caso reciente de Corea del Sur, China y de algunos otros países en el mundo asiático. Desde la política pública nacional es clave fijar reglas de coordinación y de asignación de roles de naturaleza complementaria. No se trata que de manera aislada cada universidad o cada subregión decidan asumir un camino hacia la internacionalización y la excelencia internacional. Se requiere un proceso de dialogo concertado y la configuración de consensos y aproximaciones que permitan identificar potencialidades regionales, fortalezas institucionales plenamente reconocibles por la sociedad y por el mundo académico y que con estos asuntos precisados se configure en una política pública de país, con un alto grado de concertación y sobre la base de que la complementariedad de las instituciones sea la regla básica. Sin que esto excluya ámbitos en los cuales se presenten ofertas competitivas y concurrentes. Estas metas suponen como requisito central, un esfuerzo financiero primordialmente estatal, aun cuando esta no sea la única fuente para tales propósitos. La inversión en renovación y construcción de nuevos campus universitarios, la dotación de laboratorios de punta, la ampliación de los cuerpos profesorales con la más alta calificación, la transformación de los esquemas de contratación y remuneración de los profesores, con la emergencia de la figura del investigador y de los institutos de investigación, articulados o anexos a las grandes universidades, son elementos fundamentales de dicha estrategia. La cooperación de las universidades de clase mundial con el sector productivo, y con las regiones en las cuales se encuentran afincadas son otros factores claves para avanzar en esta dirección. Se necesita una política de financiación de este tipo de emprendimientos con apuestas estratégicas de carácter multivariado: Es decir, que concurran recursos presupuestales ordinarios del nivel nacional, con otras rentas y parafiscalidades, tales como los de los sistemas nacionales de regalías, la cofinanciación de los entes territoriales, particularmente en aquellas regiones con mayor capacidad fiscal, como ocurre con los grandes conglomerados urbanos, y los departamentos en las cuatro regiones más importantes de Colombia, Barranquilla en la costa Caribe, Medellín en Antioquia, Bogotá en el centro del país y Cali en el Valle del Cauca y el suroccidente colombiano. 74 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. Este esfuerzo de creación de universidades de clase mundial implica un propósito cooperativo internacional, para los ámbitos que comúnmente se denominan de transferencias de políticas y de aprendizaje organizacional. Este es un proceso que requiere colaboración académica, experticia, asesoría y aprendizaje de las experiencias de otros países. Una muestra positiva de este tipo de apuestas -más allá de discrepancias ideológicas con los contenidos de la política de esta iniciativa, la encontramos en el Ecuador, que bajo el liderazgo del presidente Correa, ha transformado sustancialmente el sistema de educación superior, ciencia y tecnología. Allí, ha habido cuantiosos recursos públicos, incluyendo la meta de crear 4 grandes universidades que se articulan sistémicamente a una política pública nacional, y un esfuerzo cooperativo de la comunidad internacional, lo que ha permitido un cambio positivo en la oferta y la estructura de la educación superior en ese país. HACIA UN MODELO DESCENTRALIZADO Y ARRAIGADO EN LAS REGIONES DEL PAÍS. Pero no basta con crear universidades de clase mundial autocentradas, autistas y que se tengan así mismas como referentes, bajo una absolutización del criterio de la autonomía universitaria que así resultaría mal entendido. Alternativamente, buscaríamos que tales universidades sean entidades rectoras del sistema de educación superior en las diferentes territorialidades, subregiones, y en los diferentes campos de actuación. Ello, bajo el principio de fijarles responsabilidades de tutela sobre el sistema en las subregiones y en los sub sectores. Esto se entendería como una vital responsabilidad social universitaria, respecto de sus pares menos desarrolladas. Es así como las universidades más fuertes en cada una de las regiones deberían tener compromisos explícitos de articulación, soporte y apoyo al resto de las universidades y a la oferta educativa superior en cada una de sus regiones. La regionalización del sistema de educación universitaria en Colombia, bien sea bajo el modelo de subsistema regional, que se ha implementado con el modelo de regalías o con cualquiera otra de las alternativas que permita una consolidación subregional, tal como la que usualmente se instrumentaliza en el país en distintos campos (costa Caribe, región del Gran Antioquia, región sur Pacífico, centro del país, Orinoquía, Amazonía y Nororiente), implicaría configurar un modelo descentralizado y regionalizado con autonomía de las subregiones, y que vaya más allá del modelo centralista, que hoy expresa su agotamiento y sus límites. Se necesitaría una arquitectura institucional, que manteniendo entes rectores de probada capacidad como el CNA, y el sistema de acreditación vigente, se reestructure y reconfigure en términos de la sub regionalización territorial. Así, se podría pensar en comités de acreditación subregionales, bajo la égida académica de las universidades de excelencia con proyección internacional que se hayan consolidado en las distintas regiones del país, sean estas públicas o privadas, en esquemas que más adelante podrían ser el objeto de una precisión reglamentaria, de tal suerte que se permita o logren acuerdos y consensos entre los actores del sistema. Del mismo modo, en las regiones las Universidades y centros de educación superior podrían articularse a procesos de construcción de agendas regionales prospectivas en términos de la formación técnica, tecnológica y profesionales. Podría avanzarse en la consolidación de excelentes universidades regionales de pregrado, fuertes en áreas específicas de importancia estratégica regional. 75 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas NO A LA UNIFORMIZACIÓN: SE REQUIERE UN SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR DIFERENCIADO Y COMPLEMENTARIO. La universidad pública colombiana y el sistema de educación superior, requieren mantener y profundizar una diferenciación basada en su focalización misional. Por ello no fue buena la iniciativa del proyecto de ley fallido de reforma a la Ley 30, que pretendía uniformizar a todas las operadoras de educación superior pública colombiana, bajo la denominación genérica de IES, Instituciones de Educación Superior. No resultó acertada la idea de que todas podrían ofrecer todo, que incluso las instituciones técnicas y tecnológicas podrían llegar -si demostraban las condiciones- a ofrecer programas de formación avanzada como maestrías y doctorados. La propia Ley 30 envió una señal equívoca al clasificar las instituciones en tres tipologías, y efectivamente, en el imaginario de estas dos décadas se ha pensado en la comunidad sectorial, que solamente son de primera clase las llamadas universidades y por tanto que la meta estratégica de las instituciones técnicas, tecnológicas, universitarias, en el largo plazo de su direccionamiento, estriba en transformarse en universidades. Al contrario, Colombia requiere un sistema diferenciado, como ocurre en muchos otros países del mundo, en el cual exista un grupo selecto, altamente calificado y reconocible de universidades que merezcan ese nombre, que ofrezcan la formación más avanzada de maestría científica y doctorados, que tengan cuerpos académicos profesionales de primer nivel integrados mayoritariamente por doctores y por investigadores activos y que ayuden a soportar y articular la calidad a todo lo largo del sistema de educación superior. Esto no implica que las universidades deban ofrecer todas las áreas del saber, pues existen numerosas experiencias positivas de instituciones universitarias que tienen un foco en un área del conocimiento, las ciencias económicas y la administración, las ingenierías, la salud, las ciencias agropecuarias, etc, y son reconocidas como universidades de excelencia, sin tener la pretensión de ofertar todas las áreas del saber. Hemos vivido la experiencia de entidades universitarias o de instituciones del segundo y tercer nivel, que al pretender ser universidades, siendo muy pertinentes en la formación en algunos de estos campos, se ven obligadas -para ostentar el título de universidades- a ampliarse prácticamente a todas las áreas del conocimiento, perdiendo en su calidad y disminuyendo la focalización misional que les hace pertinentes. Se requiere una norma que flexibilice que las universidades puedan ser tales, teniendo un campo específico del saber, sobre la base de que lo hagan con la más alta excelencia, reconocible en el mundo académico contemporáneo. De otro lado, es indispensable fortalecer ampliamente a las instituciones hoy denominadas técnicas, tecnológicas y universitarias, para la oferta de programas técnicos de distinto tipo. Aunque en Colombia se usa la expresión “tecnologías profesionales”, esto es realmente un neologismo ya que en el mundo entero se habla de educación técnica, la cual a su vez tiene distintos enfoques, y niveles. Las instituciones de este tipo deberían direccionarse mediante la política pública, para que no tengan la pretensión de convertirse en universidades sino que se perfilen al estilo de los Colleges de los Estados Unidos, o de los CEGEP Canadienses, en instituciones de formación para el trabajo e inserción en el mundo laboral, a partir de un entrenamiento y de una fundamentación relativamente corta, de 2 a 4 años, posteriores a los estudios básicos de los estudiantes con el fin de insertarlos al mercado laboral. Las instituciones educativas oficiales de este tipo, han adolecido de financiamiento adecuado por parte del Estado y de los gobiernos territoriales subnacionales, salvo honrosas excepciones. La financiación actual estatal para la educación superior se orienta 76 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. fundamentalmente hacia las universidades públicas y son pocos los recursos para las instituciones técnicas, tecnológicas y universitarias del sector público. Por lo que se requiere un redireccionamiento importante en la política de financiamiento que reconozca a estas entidades, les otorgue recursos adicionales sobre la base de las transferencias del gobierno nacional y también se requieren modificaciones de política pública, que permitan que las alcaldías de las principales ciudades del país, las gobernaciones de las regiones con mayor potencialidad fiscal y que están en las zonas más avanzadas en términos económicos, industriales, concurran significativamente al financiamiento de las instituciones técnicas, tecnológicas y universitarias públicas. Estas entidades deberán tener una alta responsabilidad en la oferta de formación para el trabajo y en la articulación de los egresados con el emprendimiento, la innovación y la pertinencia de los programas técnicos, y de los llamados tecnológicos. Por supuesto esto implica también, definir el papel del Servicio Nacional de Aprendizaje SENA. Se requiere que el SENA, si va a ser a operar parcialmente como una entidad de educación superior, se acoja a las regulaciones, reglas y procedimientos que el sector establezca. En este sentido, que se determine la modalidad y mecanismos de su inserción legítima en el sistema de educación superior. Con ello no quiero significar que el SENA deje su foco misional, centrado en la formación para el trabajo y el aprendizaje, que fue el propósito original para su creación a finales de la década de los 50; lo que le ha dado pertinencia y legitimidad en la sociedad colombiana. Sería un error funesto pretender transformar al SENA en una institución terciaria de educación superior. En cambio, sin dejar su impronta central, el SENA puede articularse al sistema de educación superior, para potenciar la formación del capital humano que el sector productivo del país requiere. ¿COMO ARTICULAR ADECUADAMENTE LA EDUCACIÓN SUPERIOR Y LA EDUCACIÓN BÁSICA? Uno de los grandes problemas no saldados por la política pública colombiana en los últimos decenios, ha sido la falta de una articulación clara, funcional y sistémica, entre la llamada educación básica y la educación terciaria. Aunque se han intentado pasos que buscan la articulación de la educación media con la educación superior en campos como la oferta técnica que integra los últimos años de la escolaridad básica, con algún tipo de educación complementaria en el nivel superior. Empero, para este cometido se ha promovido la noción extendida y defendida por muchos actores institucionales, fundamentalmente por autoridades gubernamentales, de los llamados ciclos propedéuticos, para el logro de tal cometido. La experiencia y la evaluación más rigurosa que se ha hecho no sólo en Colombia, sino en otras latitudes, ha recusado la conveniencia de los llamados ciclos propedéuticos y la forma como actualmente se implementa en nuestro país la articulación. Ello vale no sólo para relación entre la educación básica y la superior, sino también para el tipo de oferta que corresponde a la formación para el trabajo, que hacen el SENA y otras entidades similares, en donde la visión de ciclo y la articulación resulta en buena medida retórica, porque la titulación se articula en funcionalidades terminales y no se asume una perspectiva curricular transversal que permita diseñar módulos o etapas de fundamentación en competencias ciudadanas, en las llamadas competencias básicas, y en las diferentes áreas en las que esto se ha determinado, razonamiento abstracto, habilidades lingüísticas, expresión comunicacional, razonamiento matemático y lógico, cultura cívica, interacción social, responsabilidad social de los estudiantes y de los profesores, etc. Se requiere pues, que más allá de la arquitectura institucional, se trabaje entre los distintos actores, y con la participación de expertos, para formular de una mejor manera 77 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas las líneas de articulación de la educación básica con la educación superior. Hoy se resiente en las universidades, la calidad, discutible, de muchos egresados de la educación básica, particularmente registrándose un deterior significativo en la calidad de la educación que imparten los establecimientos públicos oficiales. También una parte, significativa, de la oferta privada, particularmente mediante esquemas como concesiones o capitación con subsidio a la demanda, constituye una fuente de ineficiencia y corrupción. Colombia inició en los años 60 del pasado siglo, un camino en la dirección correcta, a través de la creación de sistema INEM, que se configuró con una cobertura nacional calificada y muy actualizada para la época; e igual política se impulsó con los institutos técnicos agrícolas, las escuelas vocacionales, los institutos técnicos industriales, etc. Sin embargo, posteriormente se abandonó dicha iniciativa, por los costos de la actualización en el equipamiento, en los laboratorios y en la propia formación de los docentes capacitados para este tipo de formación vocacional, lo que permitía como ocurre en muchos países del mundo, que los estudiantes de la educación básica tuvieran una adecuada y temprana inserción al mercado laboral y no se les prefigurara solo y exclusivamente como potenciales estudiantes universitarios. Ello ha impelido en nuestro país a una sobreoferta o sobredimensionamiento de la demanda de parte de las poblaciones jóvenes, entre 17 y 24 años, en pos de la educación superior, y ha fomentado el mito de la profesionalización. Nuestro país tiene una pirámide invertida en la relación entre la educación técnica y tecnológica, y la educación profesional. Varios estudios demuestran la necesidad de revertir esta situación y facilitar a través de un claro diseño de políticas públicas las salidas que el sistema de educación le ofrezca a los estudiantes desde la educación básica, para que se inserten en los mercados laborales y en actividades de emprendimiento y autoempleo, sin tener la ilusión de que están sólo temporalmente a la espera de reinsertarse en una educación superior cuya promesa o figura cimera es la titulación profesional. Esta mala señal ha distorsionado el mercado, y ha generado una sobreoferta de profesionales en detrimento de una oferta inadecuada de formación técnica y de inserción al empleo. Este tipo de discusión en general ha sido esquivado por la presunción de que la educación superior pública de calidad no debe de estar al servicio del mercado. La tesis socorrida y recurrente en ciertos círculos, de que plantear este tipo de argumentos implica la mercantilización de la educación ha desdibujado e inhibido el debate. Este es un tema que debe ser retomado y asumido con claridad pues el grueso de los egresados de los sistemas de educación en las sociedades capitalistas de mercado globalizado, tienen como ámbito de inserción para la empleabilidad y el autosostenimiento en su vida laboral, al empleo profesional pagado y estable. Esta no es una meta indeseable, apadrinada por el neoliberalismo. Por el contrario, constituye un reto de política pública para la construcción de sociedades con empleo digno y con condiciones de laboralización respetuosas de los derechos humanos y de la dignidad humana. Lo que corresponde al neoliberalismo es la precarización laboral, los mecanismos extendidos de la tercerización y la maquila de las empresas asociativas de trabajo, etc. La meta del empleo digno, de la laboralización y de la inserción es una meta adecuada, que interpreta la pertinencia de los programas de educación y la oferta educativa en consonancia con la demanda. Para que la universidad sea de calidad, se requiere una mejoría sustancial en los procesos de formación en competencias en los diferentes ámbitos, por parte del sistema básico de educación. Este mismo sistema debe propulsar líneas de salida y de articulación con el mercado laboral, el trabajo, la empleabilidad, el emprendimiento, la autogestión o la gestión comunitaria. Se debería disminuir la presión por el credencialismo profesional y direccione a sus egresados hacia el mercado laboral, de forma directa, en tanto que otra parte significativa (en términos de la demanda y necesidades del país) podrá direccionarse 78 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. hacia las ofertas de formación para el trabajo, técnica y tecnológica. Un último segmento en armonía con las tendencias internacionales, se encaminaría hacia la formación universitaria, las maestrías y los doctorados. Se requiere, en este orden de ideas, una construcción sistémica de política pública, que no solamente tome en cuenta una cara de la moneda, la oferta educativa hecha desde las estructuras básicas y terciarias de educación y de formación para el trabajo, sino también la manera como se podrá regularizar y regular a los mercados laborales. También en lo complementario se promoverían políticas de inserción productiva en los ámbitos del emprendimiento, la autogestión y la gestión comunitaria de bienes públicos y mercantiles. Espacios que son componentes significativo de inserción en la sociedad desde el punto de vista de su aporte productivo de los egresados en los diferentes ámbitos de salida de la educación, básica, del trabajo, y en la educación superior. LOS DESAFÍOS DE UNA REFORMA RADICAL: LA GOBERNABILIDAD DEL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR. Ajustar el modelo actual, sobre la base de los anteriores principios, no es una labor fácil. En el país, se tiene, en especial en el sector de la educación superior, una resistencia importante frente a cambios radicales. Desde los Gobiernos, usualmente se promueven modelos de política pública que refuerzan el control sobre los operadores. La centralización es priorizada sobre la descentralización, y en vez de la autonomía responsable se enfatiza usualmente en el control, suponiendo a las universidades en la minoría de edad. Hay un presidencialismo tan arraigado en nuestro país que éste configura un obstáculo para que un modelo de colegiatura regule el sector. Por lo tanto, se deben buscar mecanismos y procesos de concertación entre el ministerio de educación y las comunidades académicas, para afinar el modo de gobernabilidad sectorial. Una de las cuestiones medulares, donde existen muchos puntos de vista diferenciados y algunos antagónicos, se refiere a la gobernabilidad del sistema de educación superior. ¿Éste debería ser regido por el Gobierno nacional a través del Ministerio de Educación Nacional, que es quien fija la política pública?13; a su turno, …¿qué papel juegan en la orientación de la política pública las propias Universidades estatales, el sector privado o los entes territoriales?... ¿Qué rol desempeñan los beneficiarios del sistema, es decir, las comunidades de estudiantes, padres de familia y sociedad civil en general?...... De acuerdo a lo definido y revisado previamente en este documento, aunque hay varios debates y numerosas opciones de política pública, desde una propuesta sistémicoracional (descrita en los acápites anteriores), en una perspectiva coherente; se trataría de configurar un sistema de gobernabilidad reticular, a la manera de un gobierno corporativo del sector en el que intervengan, de manera colegiada, los diferentes actores. Un esquema semejante, aunque con pocas funciones decisorias y muchas consultivas, se ve, en el marco de la Ley 30 de 1992, en el rol del CESU14; donde toman asiento el gobierno nacional, a través del ministerio de educación, COLCIENCIAS, delegados de los rectores de las diferentes entidades del sistema y los representantes designados por los estamentos estudiantil y profesoral en dicha colegiatura. 13 Articulada a los planes de desarrollo de cada Gobierno. 14 Organismo en el que hay representantes de las universidades públicas y privadas de las instituciones universitarias y tecnológicas públicas y privadas. 79 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas Podría redefinirse el rol de una instancia semejante, otorgándole un mayor poder decisional. Sin embargo, es de reconocerse al gobierno central como una instancia medular, en términos de política pública y, en la asignación de metas estratégicas para la educación superior y los esquemas de financiamiento. Podría definirse un esquema en el que el gobierno nacional tenga un poder significativo de articulación y negociabilidad con el CESU, esto en virtud de que en una dinámica democrática, el mandato del presidente tiene un fundamento en la soberanía popular y se expresa en términos programáticos15. Por lo cual, en el marco de su autonomía, las universidades tienen la responsabilidad política de alinearse, en términos generales, con las apuestas de país que dicho plan de desarrollo incorpora; más aún si existen apuestas, prospectivas o estratégicas que tienen refrendación a nivel legislativo16. Otra opción, utilizada en numerosos países en América Latina, es la de otorgarle poder decisorio a las colegiaturas de los rectores17, sin embargo, esta alternativa tiene sentido en el caso de la educación superior pública si prevé mecanismos de consulta, participación y representación estamentaria indirectos que le otorguen legitimidad al mandato de la rectoría, en tanto ésta gestiona y ejerce políticas institucionales: avaladas, necesariamente, por los Consejos superior y académico, donde, en particular en éste último, tienen asiento mayoritario las comunidades académicas. No pasa lo mismo en el sector privado pues las disposiciones constitucionales y legales permiten un amplio margen de opciones de gobernabilidad corporativa. Así, en la arquitectura institucional, podrían articularse sistemas como el consejo nacional de rectores, en el caso del sector público, para orientar al SUE (que podría ser fortalecido como un interlocutor institucional, con vocería y peso en las decisiones y en el proceso de concertación de la educación superior pública); pero no se agota aquí la representación y la gobernabilidad, pues el sector privado ha de ser tenido en cuenta, así como el universo de las instituciones educativas técnicas y tecnológicas, y , alternativamente, debe considerarse un dispositivo de diseño institucional donde el SENA y otras entidades de formación, técnica y tecnológica, para el trabajo, se articulen con el sistema de educación superior. La gobernabilidad pertinente, más allá del modelo reconformado del CESU, debería expresarse territorialmente en las diferentes subregiones 15 Tal como se ve en los planes de gobierno y desarrollo que, a su turno, se aprueban en el congreso de la república. 16 Como se podrá dar en el caso de un consenso o concertación que de origen a una nueva ley que reemplace el actual régimen vigente con la Ley 30 de 1992. Un elemento neurálgico, en la gobernabilidad, es la asignación de recursos. Debemos superar dos opciones extremas de política pública que resultan inadecuadas a la luz del modelo propuesto: la primera es el esquema tradicional de tipo top-down,, en el que la asignación presupuestal es de iniciativa exclusiva del Gobierno nacional. Una reforma a la Ley 30 debería definir mecanismos más flexibles, determinando la asignación de los recursos sobre la base de indicadores, seguimiento de la gestión, y por metas sectoriales (diferenciadas de manera clara). Debe superarse el extremo -en la 16 otra orilla- de las transferencias incondicionadas y encontrar fórmulas intermedias que combinen la autonomía en la ejecución presupuestal (de una parte de las transferencias incondicionadas del Estado hacia las entidades universitarias públicas) como opción a la asignación de recursos para el sistema, incluyendo el sector público estatal, articulados a metas y a indicadores. Se requiere una línea de financiamiento, particularmente en los proyectos estratégicos, que no necesariamente signifique transferir recursos presupuestales hacia las universidades estatales, sino definir importantes inversiones gubernamentales que permitan apalancar infraestructuras, dotaciones de distinto tipo, el pago de capital humano (en investigación, por ejemplo, mediante esquemas semejantes a los que existen actualmente en México y Brasil), etc. 17 Los Consejos nacionales de rectores, en varios países de América latina, delinean políticas públicas sectoriales y tienen un poder semejante al que estamos asignando, de manera hipotética, a un CESU revitalizado y fortalecido. 80 3. RENOVAR EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA – Hacia una arquitectura institucional, sistémica relacional para el sector, desde una visión prospectiva. del país, esquema en el que han de jugar un papel los gobernadores de los departamentos, los alcaldes de las ciudades capitales, o sedes de las universidades, y los gremios corporativos que agrupan a estas entidades. Las particularidades de este diseño institucional y formas de gobernabilidad corporativa deben ser objeto de un trabajo de tipo legislativo y procesos de concertación afinados; no los estoy proponiendo en el presente documento. Las asociaciones (como ASCUN, el SUE, las asociaciones técnicas y tecnológicas, los propios gremios corporativos de los estamentos académicos o las expresiones provenientes de la sociedad civil) deben integrarse en el proceso deliberatorio y decisional de la gobernabilidad del sector. 81 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas BIBLIOGRAFIA CONSULTADA CASTILLO, Luis Carlos, (2011), Estado de la educación superior en Iberoamérica y en Colombia- informe CINDA 2011. EVANS, Peter (2002). Hybridity as an administrative strategy: combining bureaucratic capacity with market signals and deliberative democracy. Lisboa: VII Congreso del CLAD sobre la Reforma del Estado y la Administración Pública. INSTITUTO DE PROSPECTIVA, INNOVACIÓN YGESTIÓN DEL CONOCIMIENTO, (Varios autores), (2013), Fundamentos de la estrategia de fomento a la vinculación de egresados de programas técnicos profesionales y tecnólogos al mercado laboral y lineamiento del plan de acción. 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LAS CLAVES DE LA REFORMA ESTRUCTURAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: HACIA UN ESQUEMA COMPLEMENTARIO Y SISTÉMICO DE EDUCACIÓN TERCIARIA Autores: Edgar Varela Barrios, Ph D.18 Luis Carlos Castillo., Ph. D.19 Marzo de 2015 RESUMEN En este artículo se presenta una lectura de la actualidad de la educación superior en Colombia. Este texto señala la necesidad de transitar hacia un esquema de educación terciaria, que articule y complemente la formación técnica, tecnología y la llamada educación para el trabajo, con las dinámicas propias de la vida universitaria y de la formación avanzada en este ámbito, a través de la política de generación de nuevos saberes, el desarrollo de la creatividad y la innovación social. Este tópico incorpora la cuestión de la calidad de la educación, siendo éste un concepto elusivo con una pluralidad semántica para el análisis de su complejidad y articulación con otros procesos. El primer reto que se plantea se relaciona con la cobertura, direccionada en su complejidad, con el fin de obtener movilidad e integración social; el segundo reto es el mejoramiento de la calidad de la educación con lecturas del orden global; el tercer reto se consolida al comprender la necesidad de articulación de los sectores de la educación. Para finalizar, se proponen perspectivas para el análisis, lineamientos principales para el avance de la educación superior en el país, los cuales se relacionan con nuevo conocimiento aplicado, innovación, bilingüismo, generación de saberes en artes, filosofía, literatura, cultura, entre otros. ABSTRACT This article shows a reading of the currently situation of higher education in Colombia. This text highlights the need to move towards a system of tertiary education, which articulates and complements the technical training, technology and education call for work, with the dynamics of university life and advanced training in this area, through policy generation of new knowledge, the development of creativity and social innovation. The issue of education quality as an elusive concept incorporates a semantic plurality that must 18 Doctor (Ph. D.) en Administración, opción Management de HEC – Universidad de Montreal. Magister en Historia Andina, y Lic. en Filosofía – Humanidades de la Universidad del Valle (Cali-‐ Colombia). Se desempeña como profesor titular de la Universidad del Valle, y en la actualidad, dirige el Instituto de prospectiva, innovación y gestión del conocimiento, de dicha Universidad. También dirige el Grupo de Investigación “Gestión y Políticas Públicas”, Categoría B – Colciencias, y es investigador activo en temas de políticas públicas y estudios organizacionales. Desde hace varios años es par evaluador de Colciencias en estas áreas. Contactos: E-‐mail: [email protected] 19 Doctor en Estudios Iberoamericanos, Universidad Complutense de Madrid, España, 2006. Tesis Laureada. Visiting Scholar, Universidad de Manchester, Inglaterra, 2002. DEA, Universidad Complutense de Madrid, España, 2001.Diplomatura: América Latina: Comunicación y globalización, Universidad, Complutense de Madrid, España, 2001. Visiting Scholar Universidad de Cambridge, Inglaterra, 2000. Sociología, Universidad del Valle, Cali-‐Colombia, 1987. E-‐Mail: [email protected] 85 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas give way to the analysis of its complexity and coordination with other social processes. Thus, the first challenge that it’s posed is related to coverage, oriented in its complexity, in order to obtain mobility and social integration; the second challenge is to improve the quality of education with readings of global order; the third challenge is consolidated to understand the needing of articulation between the sectors of education itself. At the end, perspectives for analysis, main guidelines for the advancement of higher education in the country, which are related to a new applied knowledge, innovation, bilingualism, generation of knowledge in arts, philosophy, literature, culture, and others are posed. INTRODUCCIÓN Un ejercicio serio de prospectiva de la educación terciaria en Colombia requiere, como primer paso metodológico, precisar los principales desafíos y tendencias del sector durante las próximas décadas. Colombia afronta el reto de amplificar significativamente la cobertura educativa, fijándose la universalización de la formación técnica, tecnológica, y universitaria, para enfrentar la complejización de la economía y del sector productivo, mejorar el desempeño del sector público, y lograr avances en cohesión social, el capital cívico, la equidad e igualdad, con la educación como principal mecanismo de movilidad e integración social. El segundo reto, es la mejoría de la calidad de la educación superior y el logro de estándares internacionales. En tercer lugar, la transición desde un modelo fragmentado y disperso, hacia otro, sistémico e integral que articule tres sectores: el primero, la básica y media (secundaria); el segundo, la formación para el trabajo, y demás ofertas tecnológicas; y en tercer lugar, la educación universitaria, con sus diferentes áreas y niveles. Desde luego, estos retos implican cuantiosos recursos públicos y privados y nuevas tipologías de financiamiento que vayan más allá del esquema agotado e insuficiente de la Ley 30 de 1992 (véase Varela, 2012; Castillo, Orozco y Roa, 2011). LA MASIFICACIÓN DE LA EDUCACIÓN TERCIARIA EXIGE COMPRENDER EL RETO DE LA COMPLEJIDAD Y LA EXIGENCIA DE CALIDAD En cobertura, Colombia se encuentra unos 30 puntos por debajo del estándar medio de la OCDE y está cercana al promedio latinoamericano (Castillo, 2013). En las pasadas décadas no ha sido posible disminuir esta brecha y en algunos segmentos incluso ha aumentado (SNIES, 2013). Ello, pese a que el país ha hecho un esfuerzo significativo por ampliar la cobertura educativa en todos los niveles. Éste ha sido el rasgo más sobresaliente de la política pública en la última década20. La educación superior en Colombia está constituida por cuatro tipos de Instituciones de Educación Superior (IES): las instituciones técnicas profesionales, las instituciones tecnológicas, las instituciones universitarias y las universidades. También señala que sus campos de acción son la técnica, ciencia, tecnología, humanidades, arte y filosofía (Ley 30/1992 art. 7°). Esta tipología adoptada para diferenciar y clasificar las IES careció de una distinción clara y precisa, epistemológicamente hablando, entre el saber técnico, el tecnológico, respecto del universitario. Además no ha trabajado adecuadamente la funcionalidad y 20 Un programa compartido por los dos gobiernos del Ex presidente Uribe y por la actual administración del Presidente Santos. En general, corresponde a una política estructurada por autoridades y expertos gubernamentales; sin embargo, los logros son aún modestos y se evidencian problemas en la calidad de la educación. 86 4. LAS CLAVES DE LA REFORMA ESTRUCTURAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: Hacia un esquema complementario y sistémico de educación terciaria complementariedad entre los diferentes niveles del sistema. La Ley 30 de 1992 y la Ley 115 de 1994 o Ley General de Educación trataron de diferenciar las IES según el tipo de programas que podrían ofrecer21. Empero, subsiste una indefinición de lo que es una institución universitaria y una universidad, lo que produjo que no fuese clara la diferencia entre los diversos tipos de IES22. Otra diferencia notable entre las IES que componen el sistema terciario de educación en Colombia se refiere a la matrícula23. Al desagregar la matrícula se aprecia que el 61% es universitaria y el 39% es técnica y tecnológica, la modalidad técnica sólo representa el 4,7%, por lo tanto, los estudiantes y las familias prefieren la educación profesional24. La composición de la matrícula que favorece la profesionalización en detrimento de la formación técnica y tecnológica es también característica de las naciones latinoamericanas (CINDA, 2011). Esto contrasta fuertemente con lo que acontece en países de mayor desarrollo económico, en los que el componente técnico y tecnológico, además de contar con legitimidad y prestigio, tiene una más alta representación en la matrícula de la educación terciaria25. El dinamismo mostrado por la matrícula en la formación terciaria no se presenta en el crecimiento de las IES26. Por lo tanto, a la vez que la matrícula profesional crece, las instituciones técnicas y tecnológicas disminuye, lo que representa una tendencia negativa para el desarrollo económico y tecnológico del país. Al lado de los problemas de la formación técnica y tecnológica, el país tiene, según información oficial, 13.590 programas de formación para el trabajo y el desarrollo 21 De esta manera, las instituciones técnicas profesionales fueron facultadas para “ofrecer programas de formación para ocupaciones de carácter operativo instrumental y de especialización en su respectivo campo de acción, sin perjuicio de los aspectos humanísticos propios de este nivel” (Ley 30/1992 art. 17). Po su parte, las instituciones tecnológicas fueron facultadas para “Ofrecer programas de formación en ocupaciones, programas de formación académica en disciplinas y programas de especialización en sus respectivos campos de acción” (Ley 115/1994 art. 213). 22 A esta carencia de definición se suma que la Ley 749 de 2003 estipula que las instituciones técnicas y tecnológicas, mediante los llamados ciclos propedéuticos, pueden profesionalizar, facultándolas para ofrecer títulos profesionales, lo que antes fue una atribución exclusiva de las universidades. Al permitir la profesionalización, se descentró a estas instituciones y se les cambió el foco de atención ya que no se orientaron exclusivamente a buscar una formación técnica y tecnológica de alta calidad como la que requiere el país sino que también orientaron recursos a la profesionalización. 23 En 2003 la tasa de cobertura era del 25,6%, con una matrícula de 996.688 estudiantes; en 2011 la tasa saltó al 40,3% con 1.743.907 estudiantes (Castillo, Orozco y Roa, 2011; Orozco, 2013). 24 por diferentes razones, que van desde la forma como se ha construido en el imaginario nacional la idea del “doctor”, hasta la devaluación de la formación técnica y tecnológica frente a la formación universitaria. “…desde 1980 se consideró que el tecnólogo ocupa una posición intermedia entre el ingeniero titulado por una parte, y el obrero calificado por otra, más cerca del primero que del segundo, poseedor de conocimientos técnicos en un campo especializado y habilidades y destrezas particulares que le periten actuar como personal auxiliar del ingeniero correspondiente. Los técnicos, cuya formación fue denominada por el Decreto 80 de 1980 como intermedia profesional, quedaron ubicados por debajo de los tecnólogos y lejanos de la cúspide de la pirámide, ocupada por las universidades. De esta manera se gestó una estratificación vertical y jerárquica de los tipos de instituciones” (Orozco, 2013, p. 288). 25 Alemania, por la gran tradición que ha tenido la formación práctica, es uno de los países en los cuales el componente de formación técnica y tecnológica es mayor al profesional. 26 En efecto, en 2003 el país contaba con 270 IES de las cuales 43 eran instituciones técnicas profesionales, 54 instituciones tecnológicas, 96 instituciones universitarias y 77 universidades (Castillo, Velandia y Roa, 2011; SNIES, 2013). En 2012 el país tenía 288 IES de las cuales 37 eran técnicas, es decir, disminuyeron; 50 eran tecnológicas, también disminuyeron; 120 eran instituciones universitarias, las que más crecieron, y 81 eran universidades, con un leve incremento. 87 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas humanos que están cobijados bajo el rubro de educación no formal (Orozco, 2013). Estos programas que se abren por decisión de los municipios y de sus respectivas Secretarías de Educación, no han sido objeto de un diagnóstico preciso que determine las características más relevantes de la formación. No obstante, se sabe que es una enseñanza que no cumple con los estándares mínimos de calidad, desestructurada, con profesores de baja formación, precaria reglamentación por parte del Estado y con escasa, por no decir nula inspección y vigilancia por parte del MEN. En la educación terciaria aparecen las universidades que la Ley 30 faculta para la formación profesional, en especializaciones, maestrías, doctorados y postdoctorados27. Sin embargo, la universidad como hoy se conoce es una invención reciente que comienza cuando menos en el siglo XIX con la universidad humboldtiana que se orientó como principio general por la investigación científica. En Colombia, Jaramillo (1994) ha mostrado que la universidad, moderna como un complejo de investigación y docencia, hizo su aparición en la década de los treinta del siglo pasado en el marco de las reformas liberales28. Uno de los rasgos más característicos de las universidades en Colombia es su grado de complejidad29 Visto lo anterior, el universo de las instituciones de educación terciaria en Colombia es diverso, heterogéneo con problemas de definición y articulación funcional entre sus diferentes niveles. A pesar de sus ventajas, la Ley 30 contribuyó a estructurar un sistema de educación superior mal diferenciado, confuso en sus campos, lo que se tradujo en la vaguedad e imprecisión de las IES. Este sistema dual encierra también profundas desigualdades en lo que a calidad se refiere. Mientras las universidades han entrado en la lógica de la acreditación de alta calidad, jalonadas por las exigencias del sistema de aseguramiento de la calidad, este proceso es prácticamente inexistente en los niveles técnico y tecnológico30. En la cobertura de la educación terciaria, existen rigurosos cuestionamientos a su ampliación en tanto, en muchas ocasiones, se acompaña de una pérdida o disminución de su calidad31. El país, en 20 años, deberá dar un salto cualitativo formidable que no es posible alcanzar con políticas inerciales e incrementalistas en la asignación del gasto público y en los modelos que intentan romper la brecha con los países desarrollados y descollar en los primeros lugares de Latinoamérica. Los procesos pedagógicos y curriculares de enseñanza, aprendizaje, titulación y acreditación de saberes a las nuevas 27 Este es un tipo de institución que tiene una larga tradición en Occidente que se remonta al siglo XI cuando surgieron las primeras universidades como las de Bolonia, Oxford y Cambridge. 28 De este tipo de institución había en el país 81 en el año 2012: 31 oficiales, 49 privadas y una de régimen especial. De acuerdo con el CNA, en agosto de 2013 había 11 universidades públicas con acreditación de alta calidad y 18 privadas para un total de 29. En 2012 la matrícula universitaria se dividía en un 55% pública y en un 45% privada. 29 Con base en la variable “complejidad” se pueden diferenciar las universidades colombianas como de alta, mediana y baja complejidad. Éste es un gradiente que tiene que ver con el número de estudiantes; la titulación de los profesores; el tipo de docencia que se imparte; la investigación que se realiza en los diferentes campos del saber científico, humanístico y artístico; la producción intelectual y la proyección internacional, entre otras variables. 30 aunque el SENA ha iniciado el registro calificado de algunos de sus programas tecnológicos. Así por ejemplo, de acuerdo con el CNA, a julio de 2013 sólo 23 programas de formación técnica profesional tenían la acreditación de alta calidad, mientras 63 programas de formación tecnológica contaban con esta distinción académica. 31 La educación de alta calidad se concentra en grandes centros urbanos y en un número relativamente pequeño de universidades públicas y privadas mientras que la menor calidad se hace perceptible en las regiones y las zonas rurales, donde aún existen grandes desafíos en términos de cobertura de la educación terciaria. 88 4. LAS CLAVES DE LA REFORMA ESTRUCTURAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: Hacia un esquema complementario y sistémico de educación terciaria generaciones han sufrido transformaciones portentosas. En este sentido, se manifestó la Conferencia Mundial de Educación Superior organizada por las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencias y la Cultura (UNESCO) en París en 2009: En el último medio siglo ha tenido lugar una revolución académica en la enseñanza superior, que se ha caracterizado por transformaciones sin precedentes en su ámbito y su diversidad. No es sencillo aprehender este proceso en curso y dinámico mientras nos encontramos en medio de él. Podría decirse que los acontecimientos del pasado reciente tienen un carácter por lo menos tan drástico como los ocurridos en el siglo XIX, cuando la universidad investigadora evolucionó, primero en Alemania y luego en otros lugares, y replanteó en lo fundamental la índole de la universidad en el mundo entero. Los cambios académicos de finales del siglo XX y principios del XXI son más vastos por ser mundiales y por la cantidad de instituciones y personas que afectan (UNESCO, 2009, p. i). Una de las principales transformaciones que ha tomado fuerza a lo largo de las últimas tres décadas en el sector educativo se relaciona con el predominio de una visión profesional del proceso formativo. Se han tratado de focalizar las competencias laborales y de inserción al empleo como los atributos que definen la pertinencia del proceso formativo. Este tipo de políticas han sido objeto de agudas críticas desde dicha perspectiva se ha tendido a una formación con un excesivo énfasis en el instrumentalismo que impide que este tipo de formación prepare para la vida. No se trata sólo de la vieja distinción filosófica entre el mundo de la vida y el mundo del trabajo (Berger y Luckmann, 1983; Schütz, 1993; Giddens, Bauman, Luhmann, Beck, 1996; Schütz y Luckmann, 2003) sino de que los procesos de trabajo económicos, productivos, administrativos y gestionarios sufren transformaciones formidables en sus modos, metodologías e interacciones como resultado de las sucesivas revoluciones científico técnicas. Uno de los retos recurrentes para la educación en el nivel terciario es la demanda por educación continuada a lo largo de toda la vida32. Se trata de reconocer que el estudiante debe ser el centro o eje del proceso formativo y más que diseñar complejas transiciones e interacciones entre los distintos ámbitos del sistema en términos de las instituciones y los operadores del mismo, se deben trazar lineamientos que faciliten la flexibilidad y la movilidad de los propios estudiantes en función de sus decisiones libres y de las apuestas que las regiones y los sectores definan como prioritarias, así como de la propia oferta plural en el marco de la autonomía educativa. Esto implica una mayor transparencia y ajuste de los usuarios respecto de la oferta, alrededor de mecanismos de rendición de cuentas, evaluaciones de impacto que faciliten la toma de decisiones en la configuración de la biografía y de la carrera profesional formativa e investigativa por parte de los estudiantes. Existen profundas transformaciones en los procesos de formación, de la clase magistral y del tipo de relación asimétrico con concentración del poder y del saber en los docentes y en las instituciones universitarias, se ha venido transitando hacia esquemas mucho más plurales, abiertos e interactivos. A ello han contribuido las notables revoluciones científicotécnicas que han propulsado y posibilitado las TIC. Esto ha sido potenciado por la expansión inimaginable de la virtualidad, en particular de los saberes en los diversos campos y desde diversos paradigmas epistemológicos. La emergencia de poderosas economías y culturas digitales que han amplificado y transformado las relaciones sociales llevándolas a ámbitos interactivos y plurales que introducen y profundizan transformaciones también en el campo de la educación terciaria. 32 Se evidencia la eclosión creciente de la educación pos-graduada y la múltiple titulación de las personas después de haber logrado su primer título profesional. Han emergido también los doctorados profesionalizantes y las especialidades de alta complejidad en ámbitos instrumentales que requieren una sólida fundamentación ontológica y epistemológica de los estudiantes. 89 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas Los estudiantes están por regla general, al menos en los grandes centros universitarios, conectados de forma simultánea y en tiempo real, al conocimiento y a la información, a través de la Internet y de diversos aplicativos y tecnologías. Igualmente, hoy como nunca antes se posibilita un trabajo de continuidad, seguimiento y profundización de los denominados mecanismos de autoaprendizaje, los que estuvieron en la base del diseño del sistema de créditos institucionales hace cerca de tres décadas. Además, el saber no es un monopolio de la Universidad y del campo de la educación terciario; es un valor social, diverso y plural, enriquecido por los propios usuarios, que son a su vez productores tanto de información como de conocimiento, el cual se expande no solamente a través de redes sociales sino en los diferentes mecanismos que las TICs permiten (Pellegrino & Hilton, 2012). Igualmente, el papel de los medios masivos de comunicación o Mass Media en este proceso se ha transformado33. Esto significa un reto para las universidades, que pueden simplemente ignorarlo, despreciarlo, señalar su minusvalía en términos de la calidad o de los requisitos de producción o de circulación, o al contrario, reconocer tal realidad diversa. Esto implica romper los monopolios de las instituciones de educación terciaria, de las autoridades institucionales y de los saberes jerarquizados que se consolidaron a lo largo del capitalismo industrial y del modelo de democracia liberal representativa. Supone además definir políticas y estrategias que articulen la virtualidad, la digitalización, la interactividad, las que ofrecen vastas posibilidades para enriquecer con el mundo de la vida los procesos educativos. HACIA UN SISTEMA D E EDUCACIÓN TERCIARIA, ARTICULADO Y COMPLEMENTARIO El sistema dual público-privado es un valor positivo que debe ser preservado. No es plausible pretender una estatización del sistema de educación superior, descalificando el rol de las universidades e instituciones privadas. Esta política pública permite que los recursos liberados por la oferta privada y por la financiación de las familias y estudiantes al sistema privado, sean focalizados en la financiación de las instituciones públicas. La arquitectura institucional del sistema de educación terciaria debe considerar el rol complementario y diferenciado de lo público y lo privado y promover estratégicamente que dicha complementariedad se afine, de tal suerte que no se presenten procesos de exclusión social en el acceso a la educación terciaria. Por ello, son esenciales las definiciones estratégicas, innovaciones y rectificaciones sustanciales en el sistema de educación superior colombiano34. Al hablar de educación terciaria, en lugar del concepto tradicional de educación “superior”, no solo se acogen los estándares y denominaciones internacionales, sino que se introduce una precisión etimológica. Se incorpora lo que en Colombia se había denominado educación no formal postsecundaria y más recientemente “Educación para el trabajo y el desarrollo humano”. Esta debe ser incluida como parte del nivel terciario, al menos en sus manifestaciones más complejas, las que capacitan a los estudiantes y los habilitan con conocimientos, fundamentaciones y competencias focalizadas, sobre la base de establecer un adecuado marco regulatorio de cualificaciones que estandarice tipologías 33 Publicaciones y nuevos medios trasmiten sus contenidos a través de empaquetamientos digitales o virtuales, reemplazando los medios impresos. Tales productos no se encuentran determinados por una validación institucional o por una certificación por parte de las entidades de educación terciaria o de las autoridades institucionales. 34 La Constitución Política de 1991, explícitamente reconoció la autonomía universitaria, y sobre este principio plenamente vigente, se requiere construir un modelo sinérgico y cooperativo, que vincule los territorios y regiones del país. 90 4. LAS CLAVES DE LA REFORMA ESTRUCTURAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: Hacia un esquema complementario y sistémico de educación terciaria de oficios, artes y profesiones, en el nivel técnico y tecnológico. Debe permitirse la definición de las relaciones de la educación terciaria con los procesos formativos, en los últimos años de la educación media, y el sentido de pertinencia regional, sectorial y social de las vocaciones, con el mercado del trabajo y el emprendimiento. De otra parte, uno de los grandes problemas no saldados por la política pública colombiana en los últimos decenios, ha sido la falta de una articulación clara, funcional y sistémica entre la llamada educación básica y la educación superior. Aunque se han hecho esfuerzos que buscan la articulación entre esto dos ciclos en campos como la oferta técnica que integra los últimos años de la escolaridad básica, con algún tipo de educación complementaria en el nivel terciario. El tema de las articulaciones sistémicas con los niveles básicos y medio debe reconocer que estos ciclos son esenciales en la fundamentación formativa, ontológica y epistemológica de los ciudadanos. Más que de una instrumentalización con fines de inserción laboral y productiva, lo que puede ser un estrategia complementaria o colateral, se trata de mejorar la calidad y la pertinencia de la educación básica y media, así como de definir curricularmente las rutas de formación y las articulaciones con los niveles propuestos para la educación terciaria. La experiencia y las evaluaciones han recusado la conveniencia de los llamados ciclos propedéuticos y la forma como actualmente se implementa en nuestro país esta articulación. Ello vale no sólo para relación entre la educación básica y la terciaria sino también para el tipo de oferta que corresponde a la formación para el trabajo que hacen el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y otras entidades similares, en donde la visión de ciclo y la articulación resulta en buena medida retórica porque la titulación se articula en funcionalidades terminales y no se asume una perspectiva curricular transversal que diseñe módulos de fundamentación en competencias ciudadanas, las llamadas competencias básicas y las áreas de razonamiento abstracto, habilidades lingüísticas, expresión comunicacional, razonamiento matemático y lógico, cultura cívica, interacción social, responsabilidad social de los estudiantes y de los profesores, etc. Un sistema renovado de educación terciaria que rompa el individualismo institucional podría propulsar una economía de los recursos que supere la dispersión y la ineficiencia prevaleciente35. La creciente digitalización de las bibliotecas hace imperativa la integración de las mismas con el fin de estructurarlas sistémicamente para diseñar plataformas de conocimiento al servicio de los distintos operadores, sin que cada uno de ellos tenga que hacer cuantiosas inversiones en la configuración de esquemas autárquicos o autosuficientes.36 Esto rompe con la gobernabilidad tradicional de las universidades y del actual sistema de educación terciario. Los procesos de internacionalización tienden hacia allá y son referentes de los procesos de transnacionales de acreditación y referenciación en los cuales deberá insertarse el sistema de educación terciario colombiano. Los problemas de definición, funcionalidad, complementariedad y articulación entre los diferentes niveles del sistema terciario de educación en Colombia hacen imperativo 35 Por ejemplo, al compartir las plataformas de soporte para las TIC en los territorios y en los diferentes componentes sectoriales según sean los niveles del sistema. Sobre este tema ya se han dado algunos pasos en la dirección correcta, pues varias universidades en distintas regiones se han asociado para licitar integralmente con economías de escala significativas, la compra o el soporte de la conectividad y del acceso a la banda ancha, la Internet 2.0 y la adquisición de equipos, mobiliarios y dotación en general. 36 En la cultura, la recreación y el deporte tampoco se requiere que cada universidad intente de forma autosuficiente tenerlo todo sino generar esquemas en los que las instalaciones y espacios lúdicos sean sistémicos también. En este mismo sentido, producir materiales de docencia, investigación y divulgación en empaquetamientos digitales y virtuales resulta ineficiente si cada universidad o región pretende hacerlo sin un diseño transversal que genere economías sistémicas. 91 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas redefinir las IES y establecer otra estructura que recoja la experiencia acumulada de los dos últimos decenios de funcionamiento del sistema. Se propone, entonces, como principal orientación de la política pública la construcción de un sistema de educación terciario dual que aunque diferenciado, sea complementario y permita la movilidad entre la educación para el sistema. Se propone, entonces, como principal orientación de la política pública la construcción de un sistema de educación terciario dual que aunque diferenciado, sea complementario y permita la movilidad entre la educación para el trabajo y el desarrollo humano y la educación terciaria. Este sistema se diferenciaría en dos subsistemas. Gráfico. 1. Estructura del sistema de educación terciaria en Colombia Fuente: Viceministerio de Educación Superior del MEN; Diciembre de 2013 El primero, el de la educación técnica y tecnológica, para el trabajo y el desarrollo humano. El segundo, de educación superior. Esto hace necesario diferenciar claramente la naturaleza y el tipo de conocimiento que se imparte en cada uno de los subsistemas y los niveles de formación y debe guiarse por la búsqueda incesante de la alta calidad y la excelencia en la formación (Gráfico 1). El subsistema “Politécnico”. El primer nivel o subsistema estaría estructurado por la formación técnica y tecnológica. Se trata de construir auténticos politécnicos al estilo de los CEGEP (Collége d’enseignement général et professionnel) canadienses. En estos politécnicos, la formación se impartiría en períodos de dos a cuatro años y su misión o finalidad sería la alta formación de las personas en las técnicas y las tecnologías para el desarrollo del país. Buscaría también generar capacidades investigativas para crear nuevas tecnologías que contribuyan al desarrollo económico 92 4. LAS CLAVES DE LA REFORMA ESTRUCTURAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: Hacia un esquema complementario y sistémico de educación terciaria nacional, le permitan participar de manera eficaz en un entorno globalizado cada vez más competitivo. Aunque en los politécnicos se trata de transmitir un “saber hacer”, ellos deben estar articulados con el nivel universitario en especial con las ingenierías y las ciencias básicas que les brindarían los fundamentos científicos relacionados con la tecnología. La formación tecnológica de alta calidad le permitiría un mayor estatus al saber-hacer que podría ser considerado como un ciclo de las ingenierías. En los politécnicos deben operar sistemas de aseguramiento de la calidad que garanticen altos estándares de formación. De manera similar a lo que acontece en los países desarrollados, estos politécnicos deben tener infraestructura moderna de laboratorios por lo que deben contar con financiación por parte del Estado. Sobre estas bases, en los próximos años se requerirá fortalecer a las instituciones hoy denominadas técnicas, tecnológicas y universitarias para la oferta de programas técnicos de distinto tipo. Aunque en Colombia se usa la expresión “tecnologías profesionales” esto es realmente un neologismo ya que en el mundo entero se habla de educación técnica, la cual a su vez tiene distintos enfoques y niveles. Las instituciones de este tipo deberían direccionarse mediante una política pública que no fomente su conversión en universidades sino que se perfilen al estilo de los Colleges de los Estados Unidos o de los citados CEGEP canadienses, en instituciones de formación para el trabajo e inserción en el mundo laboral, a partir de un entrenamiento y de una fundamentación relativamente corta, de 2 a 4 años, posteriores a los estudios básicos de los estudiantes con el fin de insertarlos al mercado laboral. Este tipo de educación “politécnica”, requiere bases de infraestructura, laboratorios, lugares de práctica, convenios, que implican cuantiosas inversiones. Así, se debe ajustar el laxo marco regulatorio existente hoy en día, que permite la oferta de estos programas y certificaciones, sin un equivalente siquiera aproximado, a las llamadas “condiciones mínimas de calidad”, que se instrumentalizan en la educación superior colombiana. Tal vez, con la excepción del SENA, que ha incursionado en esta oferta significativamente los últimos años y de algunos otros ejemplos destacables en diversas regiones del país pero que son bastante minoritarios, el resto de la oferta no tiene las capacidades institucionales, presupuestales, de profesionalización de sus plantas profesorales, con infraestructuras inadecuadas y con una falta de regulación del sector, en la medida en que, por ejemplo, la formación para el trabajo se define en términos territoriales por las secretarias de educación departamentales y municipales y no corresponde stricto sensu al sistema de educación terciaria. Ello debe ser corregido y claramente incorporado a la oferta educativa al sistema terciario. Así mismo se requieren definiciones, incluso, yendo a una propuesta de acto legislativo para que queden claramente definidas las competencias de las gobernaciones y de las alcaldías en este tipo de oferta y sus modalidades de articulación con la educación terciaria. El segundo subsistema estará constituido por las universidades consideradas de alta cultura, históricamente se caracterizan por su producción y transmisión del conocimiento. Deben contar con cuerpos académicos de profesionales con las más altas titulaciones que se dediquen tanto a la investigación avanzada como a la formación científica y docencia. Las universidades no tendrían la obligación de ofrecer todas las áreas del conocimiento, por el contrario, en aras de la calidad, podrían especializarse y surgirían, por ejemplo, universidades tecnológicas que podrían ofrecer programas tecnológicos de nivel profesional y hasta maestrías de profundización. En la conformación de estas tipologías de universidades podrían presentarse alianzas estratégicas entre diferentes universidades que les permitan establecer economías de escala, compartir y potenciar desde los recursos económicos, la infraestructura física, las bibliotecas, los recursos informáticos hasta el talento humano. En el futuro cada universidad debe constituir su propia identidad y responder por ella ante el Sistema de Aseguramiento de la Calidad. Para esto se requiere una financiación suficiente, progresiva y sostenible por parte del Estado. En síntesis, la 93 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas universidad colombiana y el sistema de educación terciario requieren mantener y profundizar una diferenciación basada en su focalización misional. Colombia requiere un sistema diferenciado, como ocurre en muchos otros países del mundo, en el cual exista un grupo selecto, altamente calificado y reconocible de universidades que merezcan ese nombre, que ofrezcan la formación más avanzada de maestría científica y doctorados, con cuerpos académicos profesionales de primer nivel integrados mayoritariamente por doctores y por investigadores activos que ayuden a soportar y articular la calidad a lo largo del sistema de educación terciario. Esto no implica que las universidades deban ofrecer todas las áreas del saber, pues existen numerosas experiencias positivas de instituciones universitarias que tienen su foco en un área del conocimiento y son reconocidas como universidades de excelencia, sin tener la pretensión de ofertar todas las áreas del saber37. Se requiere una norma que flexibilice que las universidades puedan tener un campo específico del saber sobre la base de la alta excelencia, reconocible en el mundo académico contemporáneo. Así, el conjunto de las instituciones universitarias y de las Universidades que actualmente son reconocidas, se englobarán bajo un denominador común genérico que corresponda al subsector universitario de la educación terciaria en nuestro país. Podrían definirse, al respecto, una serie de estrategias de fomento de evaluación de la calidad para que en términos de un plazo razonable, las universidades a las que se les reconozca esta calidad de membresía, particularmente a las instituciones universitarias o técnicas y tecnológicas que deseen ser universidades y que hagan este tipo de oferta formativa y de trabajo misional, se evalúe su pertinencia para permanecer en el sector con dicho estatuto. En el marco de las universidades redefinidas cabría distinguir dos grandes tipologías o ámbitos según la complejidad. Las universidades de formación centradas en la oferta profesional del pregrado y complementariamente en algún tipo de formación postgraduada, particularmente de especializaciones, especialidades y maestrías, que podrían ofertar educación técnica y tecnológica, pero sólo como algo complementario y no como su centro o foco misional. De otro lado, las universidades de mediana y alta complejidad. Estas últimas con formación doctoral sólida, con sistemas de investigación fuertes, que tengan liderazgo internacional, y por supuesto también nacional, regional y que actúen cooperativamente, buscando que sus estándares y sus buenas prácticas sean referentes de cooperación sistémica en las distintas subregiones del país y en los distintos ámbitos o campos académicos o epistemológicos de actuación. ¿CÓMO AVANZAR EN CALIDAD?: LINEAMIENTOS PRINCIPALES La calidad de la educación, siendo un concepto elusivo, incorpora una pluralidad semántica. Se la comprenderá mejor a partir de una batería de indicadores claves tales como la pertinencia, el impacto de los procesos formativos e investigativos, la minimización de la deserción o el logro de una adecuada retención de los estudiantes en el sistema, una reducción en los tiempos de la escolaridad para recibir la respectivas titulaciones, una oferta mucho más fuerte de programas de formación avanzados, una profesionalización de la función docente y una dignificación de su carrera y de su régimen 37 Existen experiencias de entidades universitarias o de instituciones del segundo y tercer nivel, que al pretender ser universidades, siendo muy pertinentes en la formación en algunos de estos campos, se ven obligadas -para ostentar el título de universidades- a ampliarse prácticamente a todas las áreas del conocimiento, perdiendo en su calidad y disminuyendo la focalización misional que les hace pertinentes. 94 4. LAS CLAVES DE LA REFORMA ESTRUCTURAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: Hacia un esquema complementario y sistémico de educación terciaria laboral, una mayor y adecuada infraestructura educativa y una creciente incorporación de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) a las prácticas pedagógicas. En todo caso la cobertura sigue siendo un gran desafío para la educación terciaria y éste será un reto significativo para las próximas dos décadas. La calidad y la pertinencia tienen íntima relación con la generación de nuevo conocimiento, básico y aplicado38. La competitividad global, la lucha por el control de los mercados y por la participación de los grandes conglomerados económicos y empresariales de “clase mundial”, ha implicado un rol destacado para la investigación científica articulada a la competitividad y la innovación. Salmi (2009; 2012) ha expresado que esta tensión competitiva ha propiciado la emergencia de grandes universidades de investigación que ostentan estándares mundiales y altos niveles de complejidad. En el caso de Colombia, el desafío y el retraso siguen siendo enormes, los retos de la competitividad global y la innovación implican una ecuación virtuosa entre la investigación académica y la generación de conocimiento y el desarrollo articulado a las comunidades académicas y científicas latinoamericanas y globales. Se debe buscar una mayor internacionalización y transnacionalización de la producción y la gestión de los saberes. Este constituye un desafío significativo en términos de la política pública. El bilingüismo, la penetración de otros idiomas, expresan un reto para la producción de conocimientos y para la investigación. Otro campo significativo es la generación de saberes en las artes, la filosofía, la literatura y la cultura. También allí la universidad ha perdido una relativa hegemonía, relativamente corta en términos de la larga duración, pues se consolidó en la segunda mitad del siglo XIX y cubre todo el siglo anterior. Se atestiguan formidables procesos en los cuales emerge la producción científica, innovaciones tecnológicas y transformaciones en la cultura que se hacen desde fuera o al margen del sistema educativo. Los grandes conglomerados empresariales y las multinacionales globales tienen departamentos de innovación, ciencia y tecnología, bien sea adscritos orgánicamente a sus estructuras o articulados en mecanismos de outsourcing, a través de esfuerzos colaborativos en donde tales centros de innovación -propiciados por las empresas-, construyen asociatividades con los gobiernos y las propias universidades. De otro lado, en el ámbito de la cultura, en su sentido lato, incluso las humanidades y las ciencias sociales, existe una importantísima productividad y difusión que se hace al margen, aunque en continua referencia e interlocución, con el mundo universitario. Esta situación doble transforma igualmente la llamada “extensión o proyección social” que se configuraba en el pasado como uno de los tres ámbitos misionales de las universidades y que en términos simples se traducía como difusión de la formación en mecanismos cortos que no incorporaban los procedimientos de certificación propios de la titulación tradicional (educación continuada) y anticipaba lo que hoy se denomina responsabilidad social universitaria (RSU) con el entorno social, el Estado, la sociedad civil, el mundo empresarial, las agendas ambientales, asuntos éticos y sostenibilidad global. Estos asuntos han sido transformados, pues se construyen a través de redes de políticas, de investigación, articulaciones en la formación y esquemas sistémicos que ya no sólo se refieren a las relaciones con los pares sino en una visión más amplia que genera enormes retos en tanto difumina la idea de sistema cerrado y postula un sistema universitario de educación terciaria flexible, abierto, adaptativo e innovador. 38 No se trata sólo de un fenómeno reconocible en el medio oriente, también el resto de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), se suman a los desarrollos que naciones con altos niveles de industrialización han consolidado en el pasado reciente, agrupadas en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la OCDE. 95 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas 96 4. LAS CLAVES DE LA REFORMA ESTRUCTURAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA: Hacia un esquema complementario y sistémico de educación terciaria REFERENCIAS BERGER, P. y LUCKMANN, T. (1983). La construcción social de la realidad. Buenos Aires, Argentina: Editorial Amorrortu editores. 6ª reimpresión de la primera edición en castellano 1968. CASTILLO, Luis Carlos (2013). ESTADO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN IBEROAMÉRICA Y EN COLOMBIA- INFORME CINDA. CASTILLO, Luis Carlos, VELANDIA, Claudia y ROA, Alberto (2011). “Red de observatorios de buenas prácticas de dirección estratégica universitaria en América Latina y Europa. Informe Colombia”, Bogotá, Universidad del Valle, Universidad de los Andes, Universidad del Norte. CASTILLO, Luis Carlos, OROZCO, Luis Enrique y ROA, Alberto (2011): Proyecto informe la educación superior en Iberoamérica. El caso colombiano, Bogotá, Universidad del Valle, Universidad de los Andes, Universidad del Norte. CENTRO INTERUNIVERSITARIO DE DESARROLLO - CINDA (2011): Educación superior en Iberoamérica. Informe 2011, Santiago de Chile, The World Bank, Universia, CINDA. CONSTITUCIÓN Política de Colombia de 1991. GIDDENS, N.BAUMAN, Z., LUHMANN, L. y BECK, U. (1996). Las consecuencias perversas de la modernidad. En: Modernidad, contingencia y riesgo. Primera edición. Barcelona: Editorial Anthropos. JARAMILLO URIBE, Jaime (1994): La personalidad histórica de Colombia y otros ensayos, Bogotá, El Áncora Editores. Ley 30 de Diciembre 28 de 1992. Ley 115 de Febrero 8 de 1994 Ley 749 de 2003. Decreto 80 de 1980 OROZCO, Luis Enrique (2013a). Tendencias de las políticas públicas en materia de educación superior. En O. Luis, La educación superior: retos y perspectivas (págs. 31-77). Bogotá, Colombia: Ediciones Uniandes. ----------------------------- (2013b). La educación técnica y tecnológica en Colombia. Dinámicas de transformación y desafíos inmediatos. En Luis Enrique Orozco (Comp.): La Educación superior: retos y perspectivas, Bogotá, Universidad de los Andes. PELLEGRINO, J. W., & HILTON, M. L. (2012). Education for Life and Work: Developing Transferable Knowledge and Skills in the 21st Century. National Research Council of the National Academies, Division of Behavioral and Social Sciences and Education. Estados Unidos: National Academy of Sciences. 97 POLÍTICAS PÚBLICAS SOBRE EDUCACIÓN SUPERIOR EN COLOMBIA Reflexiones y propuestas SALMI, Jamil, (2009). The challenge of establishing World Class Universities. Washington, World Bank. --------------- (2012). Lessons from International Experience: Promoting Tertiary Education Development and Reform. AusAID. SCHÜTZ, A. (1993). La construcción significativa del mundo social. Una introducción a la sociología comprensiva. Barcelona, España: Editorial Paidós. SCHÜTZ, A. Y LUCKMANN, T. (2003). Las estructuras del mundo de la vida. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores. 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