HABLAR de los Vallina en la última mitad del siglo pasado era

Los Vallina, una de las dinastías industriales y bancarias más conocidas de
México, posan al completo a las puertas de Encinillas, la hacienda que
Eloy Vallina Lagüera compró en 1993 y que perteneció a Luis Terrazas, uno
de los mayores terratenientes durante la época del Porfiriato. El casco fue
terminado en 1910.
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ABLAR de los Vallina en la última mitad del
siglo pasado era hablar de los habitantes más
poderosos de Chihuahua. Su riqueza era legendaria; su apellido, sinónimo de dinero. Pero también
pronunciar su nombre significaba esfuerzo, progreso y perseverancia. Pocas familias han tenido un papel tan importante en la historia reciente de México
como los descendientes de Eloy Santiago Vallina
García, quienes hasta el día de hoy encarnan una
historia de éxito y destreza empresarial.
Nació en el poblado asturiano de Caborana,
en 1903, y con apenas 2 años llegó a Piedras Negras (Coahuila) junto a su madre, Lorenza, y sus
cuatro hermanos. En ese entonces, México esta-
ba aún gobernado por Porfirio Díaz y el movimiento revolucionario era algo tan lejano como
la España que Lorenza había dejado atrás en
busca de un mejor futuro.
Apasionado de la administración y los asuntos
bancarios, creó, en 1925, y con solo 22 años, el Ban(SIGUE)
Acompañado por sus hijos Zonia, Eloy y Lorena, y algunos de sus nietos
ELOY VALLINA LAGÜERA
NOS ABRE LAS PUERTAS DE SU HACIENDA ENCINILLAS
Hijo del fundador de Teléfonos de México y del Banco Comermex, sigue siendo uno de
los mayores terratenientes del estado y uno de los empresarios más influyentes
La propiedad, símbolo del estilo de vida de las poderosas familias de Chihuahua durante el
siglo XIX, llegó a tener ocho millones de hectáreas, una superficie similar a la de toda Austria
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Con mil doscientas hectáreas y casi doscientas mil parras, hoy se produce en Encinillas uno de los mejores y más premiados vinos de todo México
Vista panorámica de la hacienda, construida en
1707. Detrás se aprecia la Sierra de la Campana,
donde el que era el dueño de la casa construyó
un santuario para animales silvestres. Izquierda:
padre e hijo disfrutan de un paseo montando un
par de caballos cartujanos, otra de las pasiones
de don Eloy. Derecha: Zonia y Lorena también
disfrutan montar a caballo, sobre todo cerca del
lago que se encuentra a un lado del casco.
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co Mercantil de Chihuahua y, en 1934, el Banco
Comercial Mexicano. Ambas instituciones se fusionaron finalmente en 1948 bajo el nombre de
Multibanco Comermex. Su sueño era ya una
realidad: había nacido una de las dinastías bancarias más importantes de México.
Con el paso de los años, y después de haberse casado, en 1928, con la heredera regiomontana María Lagüera Zambrano —con quien
tuvo nueve hijos: Eloy II, Jesús, Lidia, Consuelo, Margarita, José, María Luisa, Imelda y Alicia—, fue creando varias prósperas empresas,
como Celulosa de Chihuahua, Ladrillera Industrial y Cementos de Chihuahua. Aún no
había alcanzado los 50 años y Eloy Vallina ya
era socio de acaudaladas familias, como los
Terrazas y los Almeida, además de ser dueño
de un inmenso patrimonio y de pertenecer a
los Consejos de Administración de las empresas mexicanas más importantes de aquel entonces. Sin embargo, recién alcanzaría la cima
de su carrera y el respeto entre los círculos
empresariales de América Latina, en 1947,
(SIGUE)
A principios del siglo XX, la propiedad se convirtió en cuartel de las tropas de Pancho
Villa y el casco cayó en el abandono
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LORENA: «Nuestros mejores recuerdos en Encinillas
son las Navidades que hemos pasado aquí, rodeados
de la alegría que solamente
la convivencia familiar te
puede dar»
cuando fundó Teléfonos de México junto a un grupo de inversionistas. Visionario, se dio cuenta
de que el futuro estaría condicionado por las telecomunicaciones y
puso todo su esfuerzo para hacer
de Telmex una empresa rentable
y un modelo de negocios para el
mundo entero.
UNA MUERTE INESPERADA
Todo marchaba bien hasta
que la mañana del 16 de mayo
de 1960, el hombre fuerte de
Chihuahua murió inesperadamente a la salida de la sede de su
banco, en el centro de la capital
chihuahuense. Y aunque solamente tenía 56 años, ya había
preparado a su hijo mayor para
(SIGUE)
Don Eloy posa con once de sus catorce nietos en la
escalinata principal. En la otra página, arriba: Eloy Vallina Lagüera junto a sus tres hijos: Zonia, Eloy y Lorena. En la otra página, abajo: exterior e interior de la
capilla (1658), en la que se casó Eloy III con Pilar Miramontes Félix, en 1996.
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ZONIA: «Tanto mi madre como
Lorena y yo estuvimos involucradas en todo el proceso de
decoración. Queríamos una
casa acogedora que reflejara
el carácter de nuestra tierra y
el amor de mi familia por el
arte mexicano»
Derecha: la sala, el ambiente más grande y suntuoso
de la hacienda. Decorada con toques mexicanos y
campestres, es donde los Vallina celebran las Navidades todos los años. Abajo: detalle del comedor, listo
para recibir invitados. En la otra página, abajo: Eloy III
junto a su familia en el salón de billar. De izquierda a
derecha: su mujer, Pilar, y sus hijos: Paulina, Eloy IV,
Eloy III, David, Santiago y Eugenia.
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que se ocupara del imperio en caso de que algo
grave o inesperado sucediera. Y la historia volvió
a repetirse: con solo 22 años, Eloy II se convirtió en la cabeza del Grupo Chihuahua —bajo
ese nombre agruparon los Vallina a todas sus
empresas— y en uno de los hombres más ricos
de México. Al poco tiempo conoció a su primera mujer, Zonia Garza T. González, que era
miembro de una conocida familia regiomontana y heredera de los fundadores del Banco
Latino. Pronto llegaron los hijos: Zonia, Eloy
III y Lorena.
Y a pesar de que no fue fácil despegarse de la
figura de su padre, con el tiempo Eloy II supo
encontrar un lugar en la élite empresarial mexicana y rápidamente se ganó el respeto de la sociedad chihuahuense. Siguió la fórmula de su
antecesor, tan característica del empresariado
norteño: adicto al trabajo, austero en su estilo de
vida y visionario en los negocios. Desafortunadamente, los vaivenes de la política hicieron que el
gobierno expropiara Telmex, en 1972, y Multibanco Comermex diez años más tarde, en 1982.
Pero eso no desanimó a Eloy II y siguió diversificando sus empresas y siendo un modelo a seguir
por muchos empresarios.
Fue así que en 1993 decidió comprar Hacienda Encinillas, la emblemática finca de los Terra-
zas, para perseguir su sueño de
convertirse en uno de los productores de vino más importantes del país. Y aunque muchos le
vaticinaban el fracaso, Eloy tuvo
el respaldo de sus hijas, quienes
se pusieron hombro a hombro
con él y buscaron a los mejores
especialistas del mundo en la
materia para convertir a Encinillas en un viñedo a la altura de
los mejores del planeta.
LA HACIENDA MÁS GRANDE
DEL NORTE DE MÉXICO
Además de la belleza de su arquitectura y de la suntuosidad
de la naturaleza que la rodea,
Eloy II se enamoró de Hacienda
Encinillas desde el primer momento que la visitó gracias a su
rica historia. En 1707, el capitán
Benito Pérez de Rivera eligió un
terreno ubicado a 70 kilómetros
de la capital de Chihuahua para
construir el casco de su hacienda, a la que bautizó San Juan
Bautista de Encinillas. Poco
(SIGUE)
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Tras adquirir la hacienda, en 1993, Eloy II remodeló el fabuloso casco estilo colonial, que
se inauguró para la boda
de su hijo, Eloy, con Pilar Miramontes Félix
Arriba: la cocina, decorada con una gran mesa de mármol de Carrara y
muebles rústicos de madera. Abajo: una de las siete recámaras que
tiene el casco y que es la favorita de Lorena. Derecha: la recámara principal. En la otra página, abajo: todos los baños fueron decorados con
azulejos de barro y lavabos pintados a mano.
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tiempo después introdujo las primeras
cabezas de ganado y en un par de años la
hacienda se convirtió en la principal
abastecedora de carne y lana de la región. En el siglo XVIII cambió varias veces de propietario y en las primeras décadas del XIX la familia González de
Cosío adquirió la hacienda y anexó más
tierras, lo que la convirtió en la finca más
grande del norte de México, con 8 millones de hectáreas de extensión. Posteriormente, Henry Müller y Luis Terrazas,
dos de los hombres más ricos de aquel
entonces, adquirieron una parte de la
enorme hacienda. En 1910, comenzó la
reconstrucción de la casa principal, meses antes de que estallara la Revolución y
de que se desintegrara el latifundio de
los Terrazas.
EL VINO, SU GRAN PASIÓN
A lo largo del siglo XX, la propiedad
se convirtió primero en cuartel de las
tropas de Pancho Villa, hasta que después se dividió en ejidos y colonias. El
casco, por su parte, se dejó al abandono
y pasó a ser un mero recuerdo del es(SIGUE)
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«Esta hacienda es uno de mis lugares preferidos. Aquí es donde la familia se reúne periódicamente, donde mi hijo se casó y donde
hemos bautizado a algunos de mis nietos»
Retrato de familia a la sombra de uno de los cientos de árboles centenarios que pueblan la hacienda. De izquierda a derecha, sentados sobre la
hierba: Paulina Vallina Miramontes; Sofía González Vallina; Bárbara Pérez
Pría Vallina; Eugenia Vallina Miramontes; Roberta González Vallina; Valeria
González Vallina, y Lorena Vallina de González. En segundo plano: Santiago Vallina Miramontes; Santiago Pérez Pría Vallina; Eloy Vallina Miramontes; David Vallina Miramontes; Eloy Vallina Garza T.; Eloy Vallina Lagüera;
Isabel González Vallina; Pilar Miramontes de Vallina; Zonia Vallina de Pérez
Pría; Fernando Pérez Pría, y Javier González Herrera.
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plendor de Encinillas. Finalmente, en
1993, Eloy II compró la casa, la capilla,
el camposanto y mil doscientas hectáreas a su alrededor. Su primera misión
fue remodelar el fabuloso casco estilo
colonial, tarea que demoró tres años y
que se inauguró en 1996 para la boda
de Eloy III con Pilar Miramontes Félix. La segunda fue impulsar la vitivinicultura y construir una bodega que
produjera uno de los mejores vinos de
México. Para eso contrató al arquitecto Pepe Sanz y trajo a Michel Rolland,
el enólogo francés más influyente en
el mundo, para que encontrara la fórmula perfecta.
Rodeado por sus tres herederos,
sus hijos políticos y once de sus catorce nietos, Eloy Vallina II abre las puertas de Hacienda Encinillas para
¡HOLA! y habla de su vida, su pasión
por el vino y el amor por la tierra que
lo vio nacer.
TRABAJO TITÁNICO
—Hablemos de la historia de Encinillas… ¿Qué lo llevó a comprar esta propiedad fundada a principios del siglo
XVIII?
—En 1970 yo adquirí un rancho
que colindaba con el casco de lo que
fue la Hacienda Encinillas. Por comentarios de algunos lugareños, sabía
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que era un lugar con mucha historia,
por lo que un buen día me acerqué a
la propiedad y me encontré con un
casco prácticamente en ruinas, lo cual
no significó que no me diera cuenta
rápidamente del enorme valor histórico de la propiedad. Así fue que la compré y de inmediato me puse a investigar un poco más sobre sus orígenes y
el motivo por el que había llegado a
caer en el abandono. Gracias a una
historiadora, conseguí datos valiosísimos sobre la hacienda, los cuales me
impulsaron a restaurarla y a devolverle
su valor histórico.
—¿Qué es lo que más disfruta de
esta hacienda?
—Me fascina la tranquilidad que se
vive en ella. También me gusta saber
que esta construcción es un reflejo de
la riqueza que vivió el norte de México
durante el siglo XVIII. Disfruto mucho
pasar las tardes contemplando la capilla franciscana de 1658, después de haber recorrido la propiedad a caballo.
—Encinillas ha sido escenario de
muchos eventos importantes de su
familia. ¿Podríamos decir que esta
hacienda es uno de sus lugares favoritos en el mundo?
—Esta hacienda es, sin duda, uno
de mis lugares preferidos. Porque
(SIGUE)
Días antes de la vendimia, Zonia, Pilar y Lorena recorren los plantíos y ayudan con la
recolección de las uvas. «Creo que lo más
bonito de todo este proceso ha sido que
nos hemos unido aún más como familia»,
cuenta Zonia. Arriba: vista de la fachada
principal de la hacienda al caer el sol. Abajo: el patio interior refleja el estilo de vida de
las haciendas y el amor de los Vallina por la
arquitectura colonial.
En su sueño de convertirse en productor de vino, Eloy tuvo
el respaldo de sus hijas, Zonia y Lorena, con quienes ha
trabajado hombro a hombro
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Zonia y Lorena buscaron a los mejores
enólogos del mundo para convertir a
Encinillas en una bodega de renombre
internacional
Arriba: Zonia y Lorena posan en la bodega de Hacienda Encinillas, que tuvo su primera
cosecha en 2007 y desde entonces sus seis etiquetas se han posicionado entre las más
prestigiosas de México. Izquierda: detalle de una de las tantas sillas de montar que
conforman la colección de don Eloy, quien es un amante de la charrería y los caballos.
aquí es donde la familia se reúne periódicamente, donde mi hijo se casó y el lugar
que mis hijas eligieron para bautizar a algunos de mis nietos.
HERENCIA ESPAÑOLA
—¿Cómo y cuándo nació su pasión por
el vino?
—Como hijo de español, siempre me
gustó el vino de mesa, pero mi pasión por
él nació cuando comencé a fabricar mi
propio vino, un camino que hasta el día de
hoy solamente me ha llenado de satisfacciones y buenos momentos.
—¿Qué hace distinto al vino producido
en Hacienda Encinillas?
—Antes que nada, la maravillosa tierra
que tenemos, que es ideal para hacer un
buen vino. Obviamente que también el
clima de esta zona de Chihuahua, que en
un mismo día puede tener 30 grados de
diferencia entre sus temperaturas, lo cual
hace que la planta produzca uvas con mayor cantidad de azúcar.
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PALABRA DE HEREDERAS
—¿Alguna de ustedes estuvo involucrada en la decoración de la hacienda des-
pués de que su padre la compró? ¿En qué
se inspiraron para devolverle la vida a cada
uno de sus ambientes?
—Zonia: Tanto mi madre como Lorena
y yo estuvimos muy involucradas en todo
el proceso de decoración. Para ello nos
inspiramos, principalmente, en la historia
de la propiedad y pusimos especial énfasis
en el entorno y el clima de la zona. Aunque nuestro principal objetivo era lograr
un lugar acogedor, queríamos también
una casa que reflejara el carácter de nuestra tierra y el amor de mi familia por el
arte mexicano. Así fue que estuvimos pendientes de cada detalle: desde las cerámicas que revisten el patio hasta los lavabos
pintados a mano que decoran cada baño.
—¿Cuáles son sus mayores recuerdos
de Encinillas?
—Lorena: Creo que todas las Navidades
que hemos pasado aquí, rodeados de la
alegría que solamente la convivencia familiar te puede dar. Ver cómo los primos forman un vínculo y observar el gran amor,
respeto y admiración que mis hijos tienen
por su abuelo no tiene precio.
Realización y texto: RODOLFO VERA CALDERÓN
Fotos: ROBERTA MARROQUÍN DORIA