Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum Año XLVIII, número 5 (2.451) EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Ciudad del Vaticano 5 de febrero de 2016 El Papa en la misa conclusiva del año de la vida consagrada Recorrer con coraje las periferias La comunidad internacional recolectó en un solo día 10.000 millones de dólares para ayudar a los sirios que lo han perdido todo y malviven sobre todo en Turquía, Jordania y Líbano. «Ha sido un gran éxito. Jamás se había recaudado tanto en un solo día y para una sola causa», resumió satisfecho el secretario general de la ONU, el normalmente circunspecto Ban Kimoon. El encuentro que se llevó a cabo en Londres el 4 de febrero, con la participación de más de 70 países, fue organizado conjuntamente por las Naciones Unidas, el Reino Unido, Alemania, Kuwait y Noruega. La Santa Sede sumó la propia voz a los llamados para financiar la ayuda humanitaria para Siria, subrayando que la Iglesia no hace ninguna distinción entre etnias o religiones. Y recordó que ya casi se cumplen seis años desde que explotara esta crisis, caracterizada por cada vez mayores sufrimientos para los habitantes del país, incluidos los casos extremos de desnutrición infantil y de otros civiles inocentes, sobre todo entre las personas que se encuentran atrapadas en zonas alejadas o asediadas, que no pueden acceder a la ayuda humanitaria esencial. La Santa Sede mediante el Pontificio Consejo Cor Unum, y la Iglesia católica, a través de su red de agencias caritativas, «están respondiendo a la crisis humanitaria en Siria y en la región desde el principio. Las exigencias de financiamiento de muchas agencias católicas y organizaciones no gubernamentales ya forman parte del Regional Refugee and Resilience Plan de las Naciones Unidas 2016-2017 como respuesta a la crisis en Siria», manifestó mons. Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados, durante la conferencia de los países que donan ayuda a Siria. La Santa Sede, indicó el «ministro del Exterior», «participa de buen grado» en la Conferencia que pretende «responder a la crisis humanitaria en Siria». A pesar de los muchos esfuerzos para la solución política de la crisis, el compromiso humanitario debe concentrarse no sólo en la ayuda de emergencia, sino también en la respuesta a medio y largo plazo a las necesidades de los refugiados y de los países que los reciben. Francisco felicita el Año nuevo a China La paz es un trabajo artesanal El Papa cree que el mundo «no debe temer» la eclosión de China y apuesta por el diálogo constructivo con este país de tradiciones y «grandeza» milenarias, según una entrevista publicada por el diario Asia Times que reproducimos intergralmente en las páginas 8 y 9. Voy a México «a contagiarme de su riqueza de fe», a buscarlo «como un peregrino», responde el Papa a las preguntas de 33 mexicanos recabadas por Notimex en ciudades de 10 estados del país, en forma de entrevista colectiva virtual al pontífice, quien a días del inicio de su viaje a México, las respondió en un inédito prólogo de su visita. L’OSSERVATORE ROMANO página 2 viernes 5 de febrero de 2016, número 5 En el Ángelus con los chicos de la Acción Católica Ninguna condición humana es motivo de exclusión el único privilegio a los ojos de Dios es el de no tener privilegios. El único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de no a este punto, los presentes se sienten ofendidos, se levantan indignados, expulsan a Jesús fuera del pueblo y quisieran arrojarlo desde un precipicio. Pero Él, con la fuerza de su paz, «se abrió paso entre ellos y seguía su camino» (v. 30). Su hora todavía no había llegado. Este relato del evangelista Lucas no es simplemente la historia de una pelea entre paisanos, como a veces pasa en nuestros barrios, suscitada por envidias y celos, sino que saca a la luz una tentación a la cual el hombre religioso está siempre expuesto —todos nosotros estamos expuestos— y de la cual es necesario tomar decididamente distancia. ¿Y cuál es esta tentación? Es la tentación de considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a «negociar» con «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4, 21). El «hoy», proclamado por Cristo aquel día, vale para cada tiempo; re- Lee el pasaje del profeta Isaías que Dios buscando el propio interés. En habla del futuro Mesías y al final cambio en la verdadera religión se declara: «Hoy se ha cumplido esta trata de acoger la revelación de un Escritura que acabáis de oír» (Lc 4 Dios que es Padre y que se preocupa ,21). Los conciudadanos de Jesús, en por cada una de sus criaturas, tamun primer momento sorprendidos y bién de aquellas más pequeñas e inadmirados, comienzan después a po- significantes a los ojos de los homner cara larga, a murmurar entre ellos y a decir: ¿Por qué este Existe la tentación de considerar que pretende ser el Consagrado del Señor, la religión como una inversión humana no repite aquí los proy ponerse a «negociar» con Dios digios y milagros que ha realizado en Cafarnaúm y en los pueblos cercanos? Entonces Jesús afirma: bres. Precisamente en esto consiste «Ningún profeta es aceptado en su el ministerio profético de Jesús: en pueblo» (v. 24) y recuerda a los anunciar que ninguna condición hugrandes profetas del pasado, Elías y mana puede constituirse en motivo Eliseo, que realizaron milagros a fa- de exclusión —¡ninguna condición vor de los paganos para denunciar la humana puede ser motivo de excluincredulidad de su pueblo. Llegados sión!— del corazón del Padre, y que suena también para nosotros en esta plaza, recordándonos la actualidad y la necesidad de la salvación traída por Jesús a la humanidad. Dios viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en las cuales estos estén. También viene a nuestro encuentro. Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos levantar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consolante verdad del Evangelio y a caminar por los caminos del bien. Siempre viene Él a encontrarnos, a buscarnos. Volvamos a la sinagoga. Ciertamente aquel día, en la sinagoga de Nazaret, también estaba María, la «Es importante mantener viva la solidaridad con estos hermanos y hermanas, que han quedado inválidos después de esta enfermedad». Lo recordó el Papa Francisco con ocasión de la Jornada mundial de los enfermos de lepra, tras el rezo del Ángelus con los fieles presentes en la plaza de San Pedro, el domingo 31 de enero. Queridos hermanos ¡buenos días! y hermanas, El relato evangélico de hoy nos conduce de nuevo, como el pasado domingo, a la sinagoga de Nazaret, el pueblo de Galilea donde Jesús creció en familia y lo conocían todos. Él, que hacía poco tiempo que había salido para comenzar su vida pública, vuelve ahora por primera vez y se presenta a la comunidad, reunida el sábado en la sinagoga. L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt GIOVANNI MARIA VIAN director tener padrinos, de abandonarse en sus manos. TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE L’OSSERVATORE ROMANO don Sergio Pellini S.D.B. Giuseppe Fiorentino subdirector Ciudad del Vaticano [email protected] www.osservatoreromano.va El único privilegio a los ojos de es el de no tener privilegios, de no tener padrinos, de abandonarse en sus manos director general Servicio fotográfico [email protected] Publicidad: Il Sole 24 Ore S.p.A. Redacción System Comunicazione Pubblicitaria via del Pellegrino, 00120 Ciudad del Vaticano Via Monte Rosa 91, 20149 Milano [email protected] teléfono 39 06 698 99410 Madre. Podemos imaginar los latidos de su corazón, una pequeña anticipación de aquello que sufrirá debajo de la Cruz, viendo a Jesús, allí en la sinagoga, primero admirado, luego desafiado, después insultado, luego Dios amenazado de muerte. En su corazón, lleno de fe, ella guardaba cada cosa. Que ella nos ayude a convertirnos de un dios de los milagros al milagro de Dios, que es Jesucristo. Tras la oración mariana el Papa hizo un llamamiento a la solidaridad con los enfermos de lepra. Queridos hermanos y hermanas: Hoy se celebra la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, a pesar de estar en regresión, desafortunadamente todavía afecta a las personas más pobres y marginadas. Es importante mantener viva la solidaridad con estos hermanos y hermanas, que han quedado inválidos después de esta enfermedad. A ellos les aseguramos nuestra oración y aseguramos nuestro apoyo a quienes les asisten. Buenos laicos, buenas hermanas y buenos sacerdotes. Os saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos llegados desde diferentes parroquias de Italia y de otros países, así como a las asociaciones y los grupos. En particular, saludo a los estudiantes de Cuenca y a los de Torreagüera (España). Saludo a los fieles de Taranto, Montesilvano, Macerata, Ercolano y Fasano. Y ahora saludo a los chicos y chicas de la Acción Católica de la diócesis de Roma. Ahora entiendo porque había tanto ruido en la plaza. Queridos chicos, también este año, acompañados por el Cardenal Vicario y por vuestros Asistentes, habéis venido muchos al final de vuestra «Caravana de la Paz». Este año vuestro testimonio de paz, animado por la fe en Jesús, será todavía más alegre y consciente, porque está enriquecido por el gesto que acabáis de hacer, al pasar por la Puerta Santa. ¡Os animo a ser instrumentos de paz y de misericordia entre vuestros compañeros! Escuchemos ahora el mensaje que vuestros amigos, que están aquí junto a mí, nos van a leer. Tras el mensaje, leído por Martina, el Pontífice retomó la palabra. Y ahora los chicos en la plaza lanzarán los globos, símbolo de la paz. A todos os deseo un feliz domingo y buen almuerzo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Hasta pronto! Tarifas de suscripción: Italia - Vaticano: € 58.00; Europa (España + IVA): € 100.00 - $ 148.00; América Latina, África, Asia: € 110.00 - $ 160.00; América del Norte, Oceanía: € 162.00 - $ 240.00. Administración: 00120 Ciudad del Vaticano, teléfono + 39 06 698 99 480, fax + 39 06 698 85 164, e-mail: [email protected]. En México: Arquidiócesis primada de México. Dirección de Comunicación Social. San Juan de Dios, 222-C. Col. Villa Lázaro Cárdenas. CP 14370. Del. Tlalpan. México, D.F.; teléfono + 52 55 2652 99 55, fax + 52 55 5518 75 32; e-mail: [email protected]. En Argentina: Arzobispado de Mercedes-Luján; calle 24, 735, 6600 Mercedes (B), Argentina; teléfono y fax + 2324 428 102/432 412; e-mail: [email protected]. En Perú: Editorial salesiana, Avenida Brasil 220, Lima 5, Perú; teléfono + 51 42 357 82; fax + 51 431 67 82; e-mail: [email protected]. número 5, viernes 5 de febrero de 2016 L’OSSERVATORE ROMANO página 3 A la Congregación para la doctrina de la fe el Papa Francisco recuerda que la verdad hay que vivirla Dinámica sinodal La «dinámica sinodal» se debe promover y realizar en la Iglesia en todos los niveles. Es la recomendación dirigida por el Papa Francisco a los participantes en la sesión plenaria de la Congregación para la doctrina de la fe, a quienes recibió en audiencia el viernes 29 de enero por la mañana, en la Sala Clementina. Queridos hermanos y hermanas: Tenemos este encuentro como conclusión de los trabajos de vuestra Sesión Plenaria; os saludo cordialmente y agradezco al cardenal prefecto sus amables palabras. Nos encontramos en el Año santo de la Misericordia. Espero que en este Jubileo todos los miembros de la Iglesia renueven su fe en Jesucristo que es el rostro de la misericordia del Padre, el camino que une a Dios y al hombre. Por lo tanto, misericordia es el arquitrabe que sostiene la vida de la Iglesia: de hecho, la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo. ¿Cómo no desear entonces que todo el pueblo cristiano —pastores y fieles— redescubra y vuelva a colocar en el centro, durante el Jubileo, las obras de misericordia corporales y espi- miento que se tiene que conservar en la memoria, sino verdad que hay que vivir en el amor. Por lo tanto, junto con la doctrina de la fe, también hay que custodiar la integridad de las costumbres, sobre todo en los ámbitos más sensibles de la vida. La adhesión de fe a la persona de Las obras de misericordia Cristo implica tanto el acto de la razón como no son una devoción sino la concretización la respuesta moral a de cómo los cristianos deben llevar adelante su don. En este sentido, doy las gracias por el espíritu de misericordia todo el esfuerzo y la responsabilidad con rituales? Y cuando, en el ocaso de la que tratáis los casos de abuso de vida, se nos pregunte si hemos dado menores por parte del clero. de comer al hambriento y de beber El cuidado de la integridad de la al sediento, también se nos pregun- fe y de las costumbres es una tarea tará si hemos ayudado a las personas delicada. Para cumplir bien esa mia salir de sus dudas, si nos hemos sión es importante un compromiso cocomprometido a acoger a los pecalegial. Vuestra Congregación valoriza dores, amonestándolos o corrigiéndolos, si hemos sido capaces de lu- mucho la contribución de los conchar contra la ignorancia, especial- sultores y de los comisarios, a quiemente la relativa a la fe cristiana y a nes deseo agradecerles su trabajo la vida buena. Esta atención a las precioso y humilde, y os animo a obras de misericordia es importante: proseguir con vuestra práctica de no son una devoción. Es la concreti- tratar los temas en el congreso semazación de cómo los cristianos deben nal y los más importantes en las Sellevar adelante el espíritu de miseri- sión ordinaria o plenaria. Hay que cordia. Un vez, en estos años, recibí a un movimiento importante en el Aula Pablo VI, estaba llena. Y toqué el tema de las obras de misericordia. Me detuve e hice una pregunta: «¿Quién de vosotros se acuerda bien de cuáles son las obras de misericordia espirituales y corporales? Quien se acuerde que levante la mano». No eran más de 20 en un aula de 7 mil. Tenemos que volver a enseñar esto a los fieles, que es muy importante En la fe y en la caridad existe una relación de conocimiento y unificadora con el misterio del Amor, que es el mismo Dios. Y, sin dejar de ser Dios un misterio en sí mismo, la misericordia efectiva de Dios se ha vuelto en Jesús, misericordia afectiva, siendo que Él se hizo hombre para la salvación de los hombres. La tarea confiada a vuestro dicasterio encuentra aquí su fundamento último y su justificación adecuada. La fe cristiana, de hecho, no sólo es conoci- promover, en todos los niveles de la rárquicos y carismáticos. Según la lóvida eclesial, una correcta sinodali- gica de la unidad en la legítima difedad. En este sentido, el año pasado rencia —lógica que caracteriza toda organizasteis oportunamente una auténtica forma de comunión en el reunión con los representantes de las Pueblo de Dios—, dones jerárquicos Comisiones doctrinales de las Con- y carismáticos están llamados a colaferencias Episcopales europeas, para borar en sinergia por el bien de la abordar colegialmente algunos desa- Iglesia y del mundo. El testimonio fíos doctrinales y pastorales. De este de esta complementariedad es hoy modo se contribuye a suscitar en los muy urgente y representa una exprefieles un nuevo impulso misionero y sión elocuente de aquella ordenada una mayor apertura a la dimensión pluriformidad que caracteriza a cada trascendente de la vida, sin la cual tejido eclesial, como reflejo de la arEuropa corre el riesgo de perder ese moniosa comunión que vive en el espíritu humanista que, no obstante, ama y defiende. Os invito La fe cristiana no sólo es conocimiento a seguir y a intensificar las colaboraciones que se tiene que conservar en la memoria, con estos órganos consino verdad que hay que vivir en el amor sultivos que ayudan a las Conferencias Episcopales y con cada uno de los obispos en su solicitud corazón de Dios Uno y Trino. La repor la sana doctrina en un tiempo lación entre dones jerárquicos y cade cambios rápidos y de creciente rismáticos, de hecho lleva a su raíz complejidad de las problemáticas. Trinitaria, en la relación entre el LoOtra de vuestras significativas gos divino encarnado y el Espíritu aportaciones a la renovación de la Santo, que es siempre don del Padre vida eclesial es el estudio sobre la y del Hijo. Precisamente, si esa raíz complementariedad entre los dones je- es reconocida y aceptada con humildad, permite que la Iglesia se renueve en cada tiempo como «un pueblo que deriva su unidad de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo», de acuerdo con la expresión de san Cipriano (De oratione dominica, 23). Unidad y pluriformidad son el sello de una Iglesia que, movida por el Espíritu, sabe encaminarse con paso seguro y fiel hacia las metas que el Señor Resucitado le indica en el curso de la historia. Aquí se puede ver cómo la dinámica sinodal, si se entiende correctamente, nace de la comunión y conduce hacia una comunión cada vez más efectiva, profunda y dilatada, al servicio de la vida y de la misión del Pueblo de Dios. Queridos hermanos y hermanas, os aseguro que os recordaré en mis oraciones y confío en las vuestras por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os proteja. L’OSSERVATORE ROMANO página 4 viernes 5 de febrero de 2016, número 5 En el centro de la primera audiencia jubilar la relación entre misericordia y misión Mi nombre es Cristóforo Todos los cristianos reciben con el Bautismo «un nombre nuevo, además de aquel que dan los padres: el nombre de “Cristóforo”». En la primera audiencia jubilar del Año santo de la misericordia —que tuvo lugar el sábado 20 de enero por la mañana, en la plaza de San Pedro— el Pontífice invitó a cada fiel a ser «portador de Cristo» y a anunciar la alegría que suscita el encuentro con Jesús. Queridos hermanos y hermanas: Entramos día tras día en el corazón del Año santo de la Misericordia. Con su gracia, el Señor guía nuestros pasos mientras atravesamos la Puerta Santa y sale a nuestro encuentro para permanecer siempre con nosotros, a pesar de nuestras faltas y nuestras contradicciones. No nos cansemos nunca de sentir la necesidad de su perdón, porque cuando somos débiles su cercanía nos hace fuertes y nos permite vivir con mayor alegría nuestra fe. Quisiera indicaros hoy la estrecha relación que existe entre la misericor- Como cristianos tenemos la responsabilidad de ser misioneros del Evangelio. Cuando recibimos una buena noticia, o cuando vivimos una hermosa experiencia, es natural que sintamos la exigencia de compartirla también con los demás. Sentimos dentro de El signo concreto de que hemos nosotros que no podeencontrado a Jesús es la alegría que mos contener la alegría que nos ha sido sentimos al comunicarlo a los demás donada. Queremos extenderla. La alegría suscitada es tal que dia y la misión. Como recordaba san nos lleva a comunicarla. Y debería Juan Pablo II: «La Iglesia vive una ser la misma cosa cuando encontravida auténtica, cuando profesa y mos al Señor. La alegría de este enproclama la misericordia y cuando cuentro, de su misericordia. Comuacerca a los hombres a las fuentes de nicar la misericordia del Señor. Es la misericordia» (Enc. Dives in mise- más, el signo concreto de que realricordia, 13). mente hemos encontrado a Jesús es la alegría que sentimos al comuni- nos hace instrumentos para que tamcarlo también a los demás. Y esto bién los demás puedan recibir el no es «hacer proselitismo», esto es mismo don. Existe una maravillosa hacer un don. Yo te doy aquello que circularidad entre la misericordia y me da alegría a mí. Leyendo el la misión. Vivir de misericordia nos Evangelio vemos que esta ha sido la hace misioneros de la misericordia, y experiencia de los primeros discípu- ser misioneros nos permite crecer calos: después del primer encuentro con Jesús, Andrés fue a deVivir de misericordia nos hace misioneros círselo enseguida a su hermano Pedro (cf. Jn de la misericordia y ser misioneros 1, 40-42), y la misma nos permite crecer cada vez cosa hizo Felipe con Natanael (cf. Jn 1, 45más en la misericordia de Dios 46). Encontrar a Jesús equivale a encontrarse con su amor. Este amor nos transfor- da vez más en la misericordia de ma y nos hace capaces de transmitir D ios. a los demás la fuerza que nos dona. Por lo tanto, tomémonos en serio De alguna manera, podríamos decir nuestro ser cristianos, y compromeque desde el día del Bau- támonos a vivir como creyentes, portismo nos es dado a cada que solo así el Evangelio puede touno de nosotros un nue- car el corazón de las personas y vo nombre además del abrirlo para recibir la gracia del que ya nos dan mamá y amor, para recibir esta grande misepapá, y este nombre es ricordia de Dios que acoge a todos. Cristóforo». ¡Todos somos «Cristóforos»! ¿Qué significa esto? «Portado- Al término de la audiencia, el Papa res de Cristo». Es el saludó a los peregrinos de lengua nombre de nuestra acti- española presentes en la plaza. tud, una actitud de porSaludo cordialmente a los peregritadores de la alegría de nos de lengua española, en particuCristo, de la misericordia de Cristo. Todo cristiano lar a los venidos de España y Laties un «Cristóforo», es noamérica. decir, ¡un portador de Hermanos y hermanas, los animo Cristo! a ser portadores de Cristo, y ser verLa misericordia que re- daderos misioneros de la misericorcibimos del Padre no nos dia de Dios en medio de las circunses dada como una conso- tancias que les toca vivir. Muchas lación privada, sino que gracias. número 5, viernes 5 de febrero de 2016 L’OSSERVATORE ROMANO página 5 En la clausura del Congreso eucarístico en Filipinas La eucaristía es una escuela de servicio humilde Y nos enseña a actuar con integridad Con la Santa Misa presidida por el legado pontificio, el cardenal salesiano Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, se clausuró el domingo, 31 de enero en Cebú, en Filipinas, el 51º Congreso eucarístico internacional cuyo tema ha sido: «La Eucaristía: fuente y culmen de la misión de la Iglesia». Al término de la celebración eucarística fue transmitido el vídeo mensaje del Papa Francisco. A continuación nuestra traducción de las palabras en inglés pronunciadas por el Pontífice. rece tener, tan a menudo, viento a favor. Mientras ahora, al término de este congreso eucarístico, os preparáis para «salir», hay dos gestos de Jesús en la última cena sobre los que os pido que reflexionéis. Ambos tienen La otra imagen que nos ofrece el Señor en la última cena es el lavatorio de pies. La noche antes de su pasión, Jesús lavó los pies a sus discípulos como signo del servicio humilde, del amor incondicional con que dio su vida en la cruz para la salva- que ver con la dimensión misionera de la eucaristía. Se trata de la convivialidad y del lavatorio de los pies. Sabemos lo importante que era para Jesús compartir su comida con sus discípulos pero no solo, sino que también y sobre todo lo hacía con los pecadores y los marginados. Sentándose a la mesa, Jesús podía escuchar a los demás, conocer sus historias, apreciar sus esperanzas y aspiraciones, y hablar con ellos del amor del Padre. En cada Eucaristía, la mesa de la cena del Señor, debemos inspirarnos y seguir su ejemplo, yendo al encuentro de los demás, con espíritu de respeto y apertura, para compartir con ellos el don recibido. En Asia donde la Iglesia está comprometida en un respetuoso diálogo con los seguidores de otras religiones, este testimonio profético se produce muy a menudo, como sabemos, a través el diálogo de vida. De ahí que ese testimonio de vidas transformadas por el amor de Dios sea para nosotros la forma mejor de proclamar la promesa del reino de reconciliación, justicia y unidad para la familia humana. Nuestro ejemplo puede abrir los corazones a la gracia del Espíritu Santo que los lleva a Cristo, apertura del Congreso eucarístico en Filipnas (24 de enero) el salvador. ción del mundo. La eucaristía es una escuela de servicio humilde. Nos enseña a estar listos para los demás. También esto es el centro del discipulado misionero. Pienso en las consecuencias del tifón. Ha causado una inmensa devastación en Filipinas, pero también ha suscitado una gran muestra de solidaridad, generosidad y bondad. Las personas se pusieron a reconstruir no solamente sus casas sino también sus vidas. La eucaristía nos habla de esta fuerza que brota de la cruz y nos da continuamente nueva vida. Cambia los corazones. Nos lleva a preocuparnos por los demás, a proteger a los que son pobres y vulnerables y a ser sensibles al grito de nuestros hermanos y hermanas necesitados. Nos enseña a actuar con integridad y a rechazar la injusticia y la corrupción que envenenan las raíces de la sociedad. Queridos amigos, que este Congreso eucarístico pueda fortaleceros en vuestro amor a Cristo presente en la Eucaristía. Pueda haceros capaces, como discípulos misioneros, de llevar esta gran experiencia de comunión eclesial y compromiso misionero a vuestras familias, parroquias y comunidades y a vuestras Iglesias locales, y pueda ser fermento de reconciliación y de paz para el mundo entero. Ahora, al final del congreso, me complace anunciar que el próximo congreso eucarístico internacional se celebrará en el año 2020 en Budapest, Hungría. Os pido a todos que os unáis a mí en la oración por su fecundidad espiritual y por la efusión del Espíritu Santo sobre todos los que participan en los preparativos. en todos los conflictos, injusticias, crisis humanitarias urgentes que marcan nuestro tiempo, nos damos cuenta de lo importante que es para cada cristiano ser un verdadero discípulo misionero, llevando la buena nueva del amor redentor de Cristo a Queridos hermanos y hermanas: Os saludo a todos vosotros que estáis reunidos en Cebú en el quincuagésimo primer Congreso eucarístico internacional. Agradezco al cardenal Bo, que es mi representante en tre vosotros, y dirijo un saludo especial al cardenal Vidal, al arzobispo Palma y a los obispos, sacerdotes y fieles en Cebú. Saludo también al cardenal Tagle y a todos los católicos en Filipinas. Estoy particularmente contento de que esta conferencia haya reunido a tantas personas del vasto continente asiático y de todo el mundo. Visité Filipinas, hace apenas un año, poco después del tifón Yolanda. Pude constatar personalmente la profunda fe y la capacidad de recomenzar de la población. Bajo la protección del Santo Niño, el pueblo filipino recibió el Evangelio de Jesucristo hace cerca de quinientos años. Desde entonces, siempre dio al mundo un ejemplo de fidelidad y de profunda devoción al Señor y a su Iglesia. Fue también un pueblo de misioneros, difundiendo la luz del Evangelio en Asia, y llegando hasta los confines de la tierra. El tema del congreso eucarístico —Cristo en vosotros. La esperanza de la gloria— es muy oportuno. Nos recuerda que Jesús resucitado está siempre vivo y presente en su Iglesia, sobre todo en la eucaristía, el sacramento de su cuerpo y su sangre. La presencia de Cristo entre nosotros no es solamente un consuelo, sino también una promesa y una invitación. La promesa de que un día la alegría y la paz eterna nos pertenecerán en la plenitud de su reino y una invitación a salir como misioneros, para llevar el mensaje de la ternura del Padre, de su perdón y de su misericordia a todo hombre, mujer y niño. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de este Misa de mensaje! Si pensamos un mundo tan necesitado de reconciliación, justicia y paz. Es, por lo tanto, oportuno que el congreso haya sido celebrado en el Año de la misericordia, en el que se invita a toda la Iglesia a centrarse en el corazón del Evangelio: la misericordia. Estamos llamados a llevar el bálsamo del amor misericordioso de Dios a la familia humana entera, vendando las heridas, llevando esperanza allí donde la desesperación pa- L’OSSERVATORE ROMANO página 6 viernes 5 de febrero de 2016, número 5 Tres palabras claves del Papa a las personas consagrada Profecía, proximidad, esperanza Profecía. proximidad y esperanza. Son las tres palabras clave que el Papa dio el lunes 1 de febrero por la mañana a los participantes del Jubileo de la vida consagrada durante la audiencia en el Aula Pablo VI. Dejando a un lado el texto preparado, Francisco les dirigió el siguiente discurso improvisado. Queridos hermanos y hermanas: He preparado un discurso para esta ocasión sobre los temas de la vida consagrada y sobre tres pilares; existen otros, pero tres son importantes para la vida consagrada. El primero es la profecía, el otro es la proximidad y el tercero es la esperanza. Profecía, proximidad y esperanza. He entregado al cardenal prefecto el texto porque leerlo es un poco aburrido y prefiero hablar con vosotros de lo que me sale del corazón. ¿De acuerdo? Religiosos y religiosas, es decir hombres y mujeres consagrados al servicio del Señor que ejercitan en la Iglesia este camino de una pobreza fuerte, de un amor casto que los lleva a una paternidad y a una maternidad espiritual para toda la Iglesia, una obediencia… Pero, en esta obediencia nos falta siempre al- ga lo que tú quieres». Cuando vosotros aceptáis por obediencia una cosa, que quizás muchas veces no os gusta... [hace el gesto de tragar] ... se debe tragar esa obediencia pero se hace. Por lo tanto, la profecía. La profecía es decir a la gente que hay un camino de felicidad, de grandeza, un camino que llena de alegría, que es el camino de Jesús. Es el camino de estar cerca de Jesús. Es un don, es un carisma la profecía y se le debe pedir al Espíritu Santo: que yo sepa decir esa palabra, en aquel mo- mento justo; que yo haga esa cosa en aquel momento justo, que mi vida, toda, sea una profecía. Hombres y mujeres profetas. Y esto es muy importante. «Pero, hagamos como todo el mundo....». No. La profecía es decir que hay algo más La vida consagrada no es un estatus verdadero, más bello, más grande, más buede vida que me hace ver a los otros no al cual todos estacon indiferencia sino que mos llamados. Luego la otra palabra es la me debe llevar a la cercanía con la gente proximidad. Hombres y mujeres consagrados, pero no para alego, porque la perfecta obediencia es jarme de la gente y tener todas las la del Hijo de Dios que se ha abaja- comodidades, no, para acercarme y do, se ha hecho hombre por obe- entender la vida de los cristianos y diencia hasta la muerte de Cruz. Pe- de los no cristianos, los sufrimientos ro hay entre vosotros hombres y mu- y los problemas, las muchas cosas jeres que viven una obediencia fuer- que solamente se entienden si un te, una obediencia —no militar, no, hombre y una mujer esto no; eso es disciplina, es otra co- consagrada se hacen sa— una obediencia de donación del próximo: en la proxicorazón. Y esto es profecía. «Pero, midad. «Pero, Padre, ¿tú no tienes ganas de hacer esta co- yo soy una religiosa sa, aquella otra?...» — «Sí, pero… de clausura, ¿qué desegún las reglas debo hacer esto, es- bo hacer?». Pensad en to y esto. Y según las disposiciones Santa Teresa del Niño esto, esto y esto. Y si no veo claro Jesús, patrona de las algo, hablo con el superior, con la misiones, que con su superior y, después del dialogo, obe- corazón ardiente era dezco». Esta es la profecía contra la próxima a la gente. semilla de la anarquía que siembra Proximidad. Hacerse el diablo. «¿Tú que haces?» — «Yo consagrados no signihago lo que me gusta». La anarquía fica subir uno, dos, de la voluntad es hija del demonio, tres escalones en la sono es hija de Dios. El Hijo de Dios ciedad. Es verdad, no ha sido anárquico, no ha llamado muchas veces escuchaa los suyos para hacer una fuerza de mos a los padres: «Saresistencia contra sus enemigos; Él be padre, ¡yo tengo también le dijo a Pilato: «Si yo fue- una hija religiosa, yo ra un rey de este mundo habría lla- tengo un hijo fraile!». mado a mis soldados para defender- Y lo dicen con orgume». Pero Él ha obedecido al Padre. llo. ¡Y es verdad! Es Ha pedido solamente: «Padre, por una satisfacción para favor ,no, este cáliz no... Pero se ha- los padres tener hijos consagrados; esto es verdad. Pero para los consagrados no es un estatus de vida que me hace ver a los otros así [con indiferencia ] La vida consagrada me debe llevar a la cercanía con la gente: cercanía física, espiritual, conocer a la gente. «Ah, sí, Padre, en mi comunidad la superiora nos ha dado el permiso de salir, ir los barrios pobres con la gente...» — «Y en tu comunidad, ¿hay religiosas ancianas?» — «Sí, sí... Esta la enfermería en el tercer piso» — «Y, ¿cuántas veces al día tú vas a vi- un terrorista. Es un terrorista dentro la propia comunidad, porque lanza como una bomba la palabra contra este, contra aquel, y luego se va tranquilo. ¡Destruye ¡Quien hace esto destruye como una bomba y él se aleja. Esto, el apóstol Santiago decía que era la virtud quizás más difícil, la virtud humana y espiritual más difícil de tener, aquella de dominar la lengua. Si te entras ganas de decir algo contra un hermano o una hermana, lanzar una bomba de chismorreos, ¡muérdete la lengua! ¡Fuerte! Terrorismo en las comunidades, ¡no! «Pero, Padre, si hay algo, un defecto, algo que corregir — Tú se lo dices a la persona: tú tienes esta actitud que me fastidia o que no está bien. O si no es conveniente —porque a veces no es prudente— tú se lo dices a la persona que lo puede remediar, que puede resolver el problema y a ningún otro. ¿Entendido? Los chismorreos no sirven. «Pero, ¿en el capítulo?». ¡Ahí sí! En público todo lo que sientes que debes decir, porque existe la tentación de no decir las cosas en el capítulo y luego afuera: «¿Has visto a la superiora? ¿Has visto a la abadesa? ¿Has visto al superior?...». Pero, ¿por qué no lo has dicho, ahí, en el capítulo?... ¿Es claro esto? ¡Son virtudes de proximidad! Y los santos tenían esto, y los sitar a tus religiosas, las ancianas que pueden ser tu mamá o tu abuela?» — «Sabe, Padre, yo estoy muy ocupada en el trabajo y no logro ir…». ¡Proximidad! ¿Quién es el primer prójimo de un consagrado o de una consagrada? El hermano o la hermana de la comunidad. Este es vuestro primer prójimo. Es La virtud humana y espiritual también una proximidad hermosa, buena, más difícil de tener con amor. Yo sé que es la de dominar la lengua en sus comunidades jamás se murmura, jamás, jamás… Un modo de alejarse de los hermanos y de Santos consagrados tenían esto. Sanlas hermanas de la comunidad es ta Teresa del Niño Jesús jamás, japropio este: el terrorismo de los más se ha lamentado del trabajo, del chismorreos. Escuchad bien: no al fastidio que le daba esa religiosa que chismorreo, al terrorismo de los chis- debía llevar al comedor, todas las morreos, porque quien habla mal es tardes: de la capilla al comedor. ¡Jamás! Porque la pobre religiosa era muy anciana, casi paralítica, caminaba mal, tenía dolores —¡también yo la entiendo!—, era también un poco neurótica… Jamás, jamás ha ido a otra religiosa a decir: «¡pero esta como da fastidio!». ¿Qué es lo que hacía? La ayudaba a acomodarse, le llevaba la servilleta, le partía el pan y le hacía una sonrisa. Esto se llamaproximidad. ¡Proximidad! Si tú lanzas la bomba de un chismorreo en tu comunidad, esto no es proximidad: ¡esto es hacer la guerra! Esto es alejarte, esto es provocar distancias, provocar anarquismo en la comunidad. Y si, en este Año de la Misericordia, cada uno de vosotros lograse no hacer nunca el terrorista de hachismorreos, sería un éxito para la Iglesia, ¡un éxito de grande santidad! ¡Animáos! La proximidad. Y luego la esperanza. Y os confieso que a mí me cuesta mucho cuando SIGUE EN LA PÁGINA 15 número 5, viernes 5 de febrero de 2016 L’OSSERVATORE ROMANO página 7 En la fiesta de la Presentación del Señor, el Papa concluye con una misa el año de la vida consagrada Rezar para envejecer como el buen vino Durante la homilía de la misa celebrada el 2 de febrero en la basílica vaticana con la cual se concluía el año de la vida consagrada. el Papa dijo que este tiempo «vivido con mucho entusiasmo» era un río que «confluye ahora en el mar de la misericordia, en este inmenso misterio de amor que estamos experimentando con el Jubileo extraordinario». Hoy ante nuestra mirada se presenta un hecho sencillo, humilde y grande: Jesús es llevado por María y José al templo de Jerusalén. Es un niño como muchos, como todos, pero es único: es el Unigénito venido para todos. Este Niño nos ha traído la misericordia y la ternura de Dios: Jesús es el rostro de la Misericordia del Padre. Es éste el ícono que el Evangelio nos ofrece al final del Año de la vida consagrada, un año vivido con mucho entusiasmo. Este, como un río, confluye ahora en el mar de la misericordia, en este inmenso misterio de amor que estamos experimentando con el Jubileo extraordinario. A la fiesta de hoy, sobre todo en Oriente, se la llama fiesta del encuentro. En efecto, en el Evangelio que ha sido proclamado, vemos diversos encuentros (cf. Lc 2, 22-40). En el templo Jesús viene a nuestro encuentro y nosotros vamos a su encuentro. Contemplamos el encuentro con el viejo Simeón, que representa la espera fiel de Israel y el júbilo del corazón por el cumplimiento de las antiguas promesas. Admiramos también el encuentro con la anciana profetisa Ana, que, al ver al Niño, exulta de alegría y alaba a Dios. Simeón y Ana son la espera y la profecía, Jesús es la novedad y el cumplimiento: Él se nos presenta como la perenne sorpresa de Dios; en este Niño nacido para todos se encuentran el pasado, hecho de memoria y de promesa, y el futuro, lleno de esperanza. En esto podemos ver el inicio de la vida consagrada. Los consagrados y las consagradas están llamados sobre compartir nuestra condición humana: «Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre» (v. 14). Jesús no nos ha salvado «desde el exterior», no se ha quedado fuera de nuestro drama, sino que ha querido compartir nuestra vida. Los consagrados y las consagradas están llamados a ser signo concreto y profético de esta cercanía de Dios, de este compartir la condición de fragilidad, de pecado y de heridas del hombre de nuestro tiempo. Todas las formas de vida consagrada, cada una según sus características, están llamadas a estar en permanente estado de misión, compartiendo «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren» (Gaudium et spes, 1). El Evangelio nos dice también que «Su padre y su madre estaLos consagrados y las consagradas ban admirados por lo que se decía del niño» están llamados a ser signo concreto (v. 33). José y María y profético de la cercanía de Dios custodian el estupor por este encuentro lleno de luz y de espetodo a ser hombres y mujeres del en- ranza para todos los pueblos. Y cuentro. De hecho, la vocación no es- también nosotros, como cristianos y tá motivada por un proyecto nuestro como personas consagradas, somos pensado «con cálculo», sino por una custodios del estupor. Un estupor que gracia del Señor que nos alcanza, a pide ser renovado siempre; cuidado través de un encuentro que cambia con la costumbre en la vida espirila vida. Quien encuentra verdadera- tual; cuidado con cristalizar nuestros mente a Jesús no puede quedarse carismas en una doctrina abstracta: igual que antes. Él es la novedad los carismas de los fundadores —coque hace nuevas todas las cosas. mo he dicho otras veces— no son paQuien vive este encuentro se con- ra sellar en una botella, no son pievierte en testigo y hace posible el zas de museo. Nuestros fundadores encuentro para los demás; y también han sido movidos por el Espíritu y se hace promotor de la cultura del no han tenido miedo de ensuciarse encuentro, evitando la autorreferen- las manos con la vida cotidiana, con cialidad que nos hace permanecer los problemas de la gente, recorrienencerrados en nosotros mismos. do con coraje las periferias geográfiEl pasaje de la Carta a los He- cas y existenciales. No se detuvieron breos, que hemos escuchado, nos re- ante los obstáculos y las incomprencuerda que el mismo Jesús, para sa- siones de los demás, porque mantulir a nuestro encuentro, no dudó en vieron en el corazón el estupor por el encuentro con Cristo. No han do- poco de fresco. ¡Pero el corazón armesticado la gracia del Evangelio; de! han tenido siempre en el corazón Gracias por terminar así, todos una sana inquietud por el Señor, un juntos, este Año de la vida consagradeseo vehemente de llevarlo a los da. ¡Sigad hacia adelante! Cada uno demás, como han hecho María y Jo- de nosotros tiene un sitio, un trabajo sé en el templo. También hoy noso- en la Iglesia. Por favor, no os olvitros estamos llamados a realizar elec- déis de la primera vocación, la priciones proféticas y valientes. mera llamada. ¡Haced memoria! Finalmente, de la fiesta de hoy Con ese amor con el que fuisteis llaaprendemos a vivir la gratitud por el encuentro con Jesús y por el No hay que tener miedo don de la vocación a la vida consagrada. de ensuciarse las manos con la vida Agradecer, acción de cotidiana y los problemas de la gente Eucaristía. gracias: Qué hermoso es encontrarse el rostro feliz de personas consagradas, quizás ya mados, hoy el Señor os sigue llade avanzada edad como Simeón o mando. Que no disminuya, que no Ana, felices y llenas de gratitud por disminuya esa belleza del estupor de la propia vocación. Esta es una pala- la primera llamada. Después, contibra que puede sintetizar todo lo que nuad trabajando. ¡Es bonito! Contihemos vivido en este Año de la vida nuad. Siempre hay algo que hacer. consagrada: gratitud por el don del Lo principal es rezar. El «meollo» Espíritu Santo, que siempre anima a de la vida consagrada es la oración: la Iglesia a través de los diversos ca- ¡rezad! Y así envejeceréis, envejecerismas. réis como el buen vino. El Evangelio concluye con esta Os digo una cosa. A mí me gusta expresión: «El niño, por su parte, mucho encontrar a los religiosos o iba creciendo y robusteciéndose, lle- religiosas ancianos, pero con los ojos no de sabiduría, y la gracia de Dios brillantes porque tienen el fuego de estaba con él» (v. 40). Que el Señor la vida espiritual encendido. No se Jesús pueda, por la maternal interce- apagó, no se apagó ese fuego. Sesión de María, crecer en nosotros, y guid hacia adelante hoy, cada día, y aumentar en cada uno el deseo del continuad trabajando y mirando el encuentro, la custodia del estupor y mañana con esperanza, pidiendo la alegría de la gratitud. Entonces siempre al Señor que nos envíe nuelos demás serán atraídos por su luz, vas vocaciones, así nuestra obra de y podrán encontrar la misericordia consagración podrá seguir adelante. del Padre. La memoria: ¡no os olvidéis de la primera llamada! El trabajo de todos los días, y después la esperanza de ir Al concluir la eucaristía, el Papa salió hacia adelante y sembrar bien. Que a la plaza de San Pedro para dirigir los otros que vienen detrás de nosounas palabras de forma improvisada a tros puedan recibir la herencia que los fieles que habían seguido desde allí nosotros les dejaremos. la celebración. Ahora rezamos a la Virgen. Ave Queridos hermanos y hermanas consagrados, ¡muchas gracias! Habéis María... [Bendición] Buena tarde y ¡rezad por mí! participado en la Eucaristía con un L’OSSERVATORE ROMANO número 5, viernes 5 de febrero de 2016 páginas 8/9 Entrevista del Papa Francisco a «Asia Times» Publicamos, en una traducción nuestra, la entrevista al Papa difundida el 2 de febrero por «Asia Times». Encuentro a través del diálogo FRANCESCO SISCI Lo percibió enseguida o, al menos, así me pareció, y trató de hacerme sentir a gusto. De hecho, yo estaba nervioso. Había pasado muchas horas limando cada detalle de las preguntas que le habría hecho, y él había pedido tiempo para reflexionar y examinarlas. Tenía razón. Había pedido una entrevista sobre cuestiones culturales y filosóficas amplias relativas a todos los chinos, el 99 por ciento de los cuales no es católico. No quería tocar argumentos religiosos o políticos acerca de los cuales otros Papas habían hablado en otras ocasiones. Esperaba que pudiera transmitir a los hombres y a las mujeres en China su inmensa empatía humana, hablando por primera vez en absoluto de cuestiones que lo preocupan profundamente cada día: la disgregación de la familia tradicional; sus dificultades para ser comprendida por el mundo occidental y para comprenderlo; su sentimiento de culpa derivado de experiencias del pasado, como la revolución cultural, etc. Y él lo hizo, dando a todos los chinos, y a todas las personas preocupadas por el rápido crecimiento de China, motivos de esperanza, paz y reconciliación. El Papa considera que los chinos están yendo en una dirección positiva y que no deben tener miedo de ello, y tanto menos el resto del mundo. También piensa que los chinos tienen una gran herencia de sabiduría que los enriquecerá a ellos y a todos los demás; esta herencia ayudará a todos a encontrar un camino pacífico para ir adelante. En cierto modo, en esta entrevista es el Papa quien bendice a China. ¿Qué es para usted China? ¿Cómo la imaginaba de joven, considerando que para la Argentina China no es Oriente sino Lejano Occidente? ¿Qué significa para usted Mateo Ricci? han sacrificado lo que siempre han querido más, sus hijos. Para los chinos se trata de heridas muy profundas. Entre otras cosas, han dejado un enorme vacío en sus conciencias y, en cierto modo, también una necesidad extremadamente profunda de reconciliarse consigo mismos y de perdonarse. En el año de la misericordia, ¿qué mensaje puede dar al pueblo chino? Para mí China ha sido siempre un punto de referencia de grandeza. Un gran país. Pero más que un país, una gran cultura con una sabiduría inagotable. De niño, cuando leía algo sobre China, este hecho tenía la capacidad de inspirarme admiración. Sentía admiración por China. A continuación, profundicé la vida de Mateo Ricci y vi cómo este hombre sentía la misma cosa que sentía yo y de idéntico modo, admiración, y cómo logró entrar en diálogo con esta gran cultura, con esta sabiduría secular. Supo «encontrarla». Cuando era joven y se hablaba de China, pensábamos en la Gran Muralla. El resto no se conocía en mi patria. Pero, profundizando cada vez más la cuestión, tuve una experiencia de encuentro muy diversa, tanto por el tiempo como por los modos, respecto a la de Ricci. Pero tropecé con algo que no me esperaba. La experiencia de Ricci nos enseña que es necesario entrar en diálogo con China, puesto que se trata de un cúmulo de sabiduría y de historia. Es una tierra bendecida con muchas cosas. Y la Iglesia católica, entre cuyos deberes está el de respetar todas las civilizaciones, ante esta civilización, diría que tiene el deber de respetarla, con la r mayúscula. La Iglesia tiene el gran potencial de recibir cultura. El otro día tuve la ocasión de ver las pinturas de otro gran jesuita, Giuseppe Castiglione, que tenía, también él, el virus jesuita (se ríe). Castiglione sabía cómo expresar la belleza, la experiencia de la apertura al diálogo: recibir de otros y dar algo de sí mismo en una longitud de onda «civilizada», de las civilizaciones. Cuando digo «civilizado» no quiero decir solo civilizaciones «educadas», sino también civilizaciones que se encuentran. Además, no sé si es verdad, pero dicen que fue Marco Polo quien llevó los espaguetis a Italia (se ríe). Por tanto, fueron los chinos quienes los inventaron. No sé si es verdad. Pero lo digo en passant. Esta es mi impresión: gran respeto. Y más aún, cuando sobrevolé por primera vez China, y en el avión me dijeron «dentro de diez minutos entraremos en el espacio aéreo chino y enviaremos su saludo», confieso que sentí una gran emoción por el hecho de sobrevolar esta gran riqueza de cultura y sabiduría. Por primera vez en su historia milenaria China está saliendo del propio ambiente y se está abriendo al mundo, creando desafíos sin precedentes para sí misma y para el mundo. Usted habló de una tercera guerra mundial que está avanzando de modo escondido: ¿qué desafíos representa esto en la búsqueda de la paz? El temor, el miedo, jamás es un buen consejero. Si un padre o una madre tienen miedo cuando tienen un hijo adolescente, no saben cómo ocuparse bien de él. En otras palabras, no debemos temer desafíos de ningún tipo, puesto que todos, hombres y mujeres, tienen capacidad de encontrar modos de coexistencia, de respeto y de admiración recíproca. Y es evidente que tanta cultura y tanta sabiduría, y por añadidura tanto conocimiento tecnológico —pensemos solo en las antiquísimas técnicas médicas—, no pueden permanecer encerrados en un país; tienden a expandirse, a difundirse, a comunicarse. El hombre tiende a comunicarse, una civilización tiende a comunicarse. Es obvio que, cuando la comunicación tiene lugar con tono agresivo para defenderse a sí mismo, se desencadenan guerras. Pero no tendría miedo. Es un gran desafío mantener el equilibrio de la paz. Aquí tenemos a la abuela Europa, como dije en Estrasburgo. Parece que ya no es la madre Europa. Espero que logre retomar ese papel. Y recibe de este antiquísimo país una contribución cada vez más rica. Y, por tanto, es necesario aceptar el desafío y correr el riesgo de balancear este intercambio por la paz. El mundo occidental, el mundo oriental y China tienen todos la capacidad de mantener el equilibrio de la paz y la fuerza para hacerlo. Debemos encon- trar el modo, siempre a través del diálogo; no hay otro camino (abre los brazos como para abrazar). El encuentro se obtiene a través del diálogo. El verdadero equilibrio de la paz se realiza a través del diálogo. Diálogo no significa que se termine con un compromiso, media torta para ti y la otra media para mí. Es lo que sucedió en Yalta, y vimos los resultados. No, diálogo significa: bien, hemos llegado a este punto, puedo estar de acuerdo o no, pero caminemos juntos; esto significa construir. Y la torta permanece entera, caminando juntos. La torta pertenece a todos, es humanidad, cultura. Cortar la torta, como en Yalta, significa dividir a la humanidad y la cultura en pedazos pequeños. Y la cultura y la humanidad no pueden cortarse en pedazos pequeños. Cuando hablo de esta gran torta, hablo en sentido positivo. Todos pueden influir en el bien común de todos (el Papa se sonríe y pregunta: «No sé si el ejemplo de la torta es claro para los chinos». Asiento). En los últimos decenios China ha sufrido tragedias sin igual. Desde 1980 los chinos El envejecimiento de una población y de la humanidad se está verificando en muchos lugares. Aquí, en Italia, la tasa de natalidad está casi por debajo de cero, y más o menos es lo mismo también en España. La situación de Francia, con su política de asistencia a las familias, está mejorando. Y es obvio que las poblaciones envejecen. Envejecen y no tienen hijos. En África, por ejemplo, fue un placer ver a niños en las calles. Aquí, en Roma, si das una vuelta, ves a poquísimos niños. Quizá detrás esté el miedo al que usted está aludiendo, la errada percepción no de que simplemente nos quedaremos atrás, sino de que terminaremos en la miseria, por tanto, no tenemos hijos. Hay otras sociedades que han hecho la elección opuesta. Por ejemplo, durante mi viaje a Albania me quedé sorprendido al descubrir que la edad media de la población es cerca de cuarenta años. Existen países jóvenes; pienso que en Bosnia-Herzegovina sea lo mismo. Países que sufrieron y eligieron la juventud. Además, está el problema del trabajo. Es una cosa que China no tiene, porque tiene la capacidad de ofrecer trabajo tanto en el campo como en la ciudad. Y es verdad, el problema de China de no tener hijos debe ser muy doloroso; porque la pirámide se invierte y un niño debe llevar el peso del padre, de la madre, de los abuelos. Y esto es enervante, fatigoso, desorientador. No es natural. Entiendo que China ha abierto nuevas posibilidades en este frente. ¿Cómo deberían afrontarse estos desafíos de las familias en China, considerando que se encuentran en un proceso de profundo cambio y ya no corresponden al modelo tradicional chino de la familia? Retomando el tema, en el año de la misericordia, ¿qué mensaje puedo dar al pueblo chino? La historia de un pue- blo es siempre un camino. A veces un pueblo camina más velozmente, otras más lentamente, algunas veces incluso se detiene y otras comete un error y vuelve un poco atrás, o toma el camino equivocado y debe volver sobre sus pasos para seguir el justo. Pero cuando un pueblo va adelante, la cosa no me preocupa porque significa que está haciendo historia. Y pienso que el pueblo chino está yendo adelante, y esta es su grandeza. Camina, como todos los pueblos, atravesando luces y sombras. Mirando al pasado —y quizá el hecho de no tener hijos crea un complejo— es saludable asumir la responsabilidad del propio camino. Bien, hemos seguido este recorrido, algo no ha funcionado para nada, por tanto ahora se han abierto otras posibilidades. Entran en juego otras cuestiones: el egoísmo de algunos sectores acomodados que prefieren no tener hijos, etc. Deben asumir la responsabilidad del propio camino. E iría más allá: no estéis amargados sino en paz con vuestro camino, aunque hayáis cometido errores. No puedo decir mi historia ha sido negativa, que odio mi historia (el Papa me dirige una mirada penetrante). No, cada pueblo debe reconciliarse con su propia historia como su camino, con éxitos y errores. Y esta reconciliación con la propia historia da mucha madurez, mucho crecimiento. Aquí utilizaría la palabra usada en la pregunta: misericordia. Es saludable para una persona sentir misericordia por sí misma, no ser sádica o masoquista. Esto es equivocado. Y diría la misma cosa de un pueblo: es saludable para un pueblo ser misericordioso consigo mismo. Y esta grandeza de ánimo… No sé si usar o no la palabra perdón, no lo sé. Pero aceptar que ese ha sido mi camino, sonreír e ir adelante. Si uno se cansa y se detiene, se puede amargar y corromper. Y, entonces, cuando se asume la responsabilidad del propio camino, aceptándolo por lo que ha sido, esto consiente emerger a la propia riqueza histórica y cultural, incluso en los momentos difíciles. Y ¿cómo se le puede permitir emerger? Aquí volvemos a la primera pregunta: en diálogo con el mundo actual. Dialogar no significa rendirse, porque a veces existe el peligro, en el diálogo entre países diversos, de agen- das escondidas, o sea, de colonizaciones culturales. Es necesario reconocer la grandeza del pueblo chino, que siempre ha conservado la propia cultura. Y su cultura —no estoy hablando de ideologías que pudieron haber existido en el pasado—, su cultura no ha sido impuesta. El crecimiento económico del país ha tenido lugar a un ritmo extraordinario, pero esto también ha comportado desastres humanos y ambientales que Pekín está tratando de afrontar y resolver. Al mismo tiempo, la búsqueda de la eficiencia laboral está imponiendo nuevos costos a las familias: a veces padres e hijos se separan a causa de las exigencias laborales. ¿Qué mensaje les puede dar? Me siento más bien como una suegra que da consejos sobre lo que habría que hacer (se ríe). Sugeriría un sano realismo; la realidad debe aceptarse, de cualquier lugar que provenga. Esta es nuestra realidad; como en el fútbol el arquero debe parar la pelota de cualquier lugar llegue. La realidad debe aceptarse por lo que es. Ser realistas. Esta es nuestra realidad. La primera cosa, debo haberme reconciliado con la realidad. No me gusta, soy contrario, me hace sufrir, pero debo transigir, no puedo hacer nada. El segundo paso es trabajar para mejorar la realidad y cambiar su dirección. Ahora, ve que son sugerencias simples, un poco comunes. Pero hacer como el avestruz, que esconde la cabeza en la arena para no ver la realidad, no aceptarla, no es una solución. Por consiguiente, discutamos, sigamos buscando, sigamos caminando, siempre en camino, en movimiento. El agua del río es pura porque sigue co- rriendo; el agua detenida se estanca. Es necesario aceptar la realidad tal como es, sin enmascararla, sin sofisticarla, y encontrar siempre modos para mejorarla. Bien, esta es una cosa muy importante. Si esto le sucede a una empresa que ha trabajado durante veinte años, y hay una crisis en los negocios, hay pocas vías creativas para mejorarla. Al contrario, cuando le sucede a un país antiguo, con su historia secular, su sabiduría secular, su creatividad secular, entonces se crea tensión entre el problema presente y su pasado de antigua riqueza. Y esta tensión produce fecundidad cuando mira al futuro. Considero que la gran riqueza de China, hoy, está en mirar al futuro desde un presente sostenido por la memoria de su pasado cultural. Vivir en tensión, no con ansia, y la tensión está entre el riquísimo pasado y el desafío del presente que se debe llevar adelante en el futuro, es decir, la historia no termina aquí. Con ocasión del próximo año nuevo chino del Mono, ¿querría enviar un saludo al pueblo chino, a las autoridades y al presidente Xi Jinping? En vísperas del año nuevo, deseo enviar mis mejores deseos y felicitaciones al presidente Xi Jinping y a todo el pueblo chino. Y deseo expresar mi esperanza de que no pierda jamás la conciencia histórica de ser un gran pueblo, con una gran historia de sabiduría, y que tiene mucho que ofrecer al mundo. El mundo mira vuestra gran sabiduría. Que en este nuevo año, con esta conciencia, sigáis yendo adelante para ayudar y cooperar con todos en el cuidado de nuestra casa común y nuestros pueblos comunes. ¡Gracias! L’OSSERVATORE ROMANO página 10 viernes 5 de febrero de 2016, número 5 El Papa Francisco habla con los mexicanos en vistas del próximo viaje Cómo se amasa la paz grantes que cómo sufren en su travesía para llegar al sueño americano». Y Gabriela, de San Luis Potosí, añadió: «Me gusta mucho que venga, a ver si hay un poco de paz porque ahorita así como estamos viviendo en la actualidad, que ya hasta tiene miedo uno de salir a la calle». Un grupo de mujeres de Querétaro expresaron el deseo de: «Que el Papa nos pueda abrir los ojos a decir no a la violencia, no a la violencia contra la mujer, contra los niños y no a la violencia en general contra todo el mundo». A continuación, Hermenegilda y Óscar de Ciudad de México, preguntaron a Francisco cómo podría ayudarlos «a afrontar esta violencia». En preparación a la próxima visita a México, la agencia de noticias Notimex ha reunido y presentado al Papa en cuatro videoclips una serie de preguntas planteadas por los fieles del gran país latinoamericano. Francisco, el pasado 22 de enero en la casa de Santa Marta, registró las respuestas en un video difundido el miércoles 3 de febrero en la página web de la agencia. Publicamos el diálogo a distancia, resumiendo las preguntas y citando integralmente las palabras del Pontífice. La entrevista comenzó con una serie de mensajes de bienvenida de un primer grupo de mexicanos, que agradeció la decisión del Papa de visitar su país y expresó la esperanza de que este encuentro traiga paz y consuelo y fortalecerá en todos la fe. Después de haber anticipado a Francisco una canción con la cual le darán la bienvenida, dos de ellos le hicieron las primeras preguntas. Aarón Fonseca preguntó: «¿Cuál es su sentir al estar en nuestro país y qué mensaje es el que le daría a nuestro país?, sabiendo nuestra situación actual». Y Jorge Armando :«¿A qué viene a México?, ¿Qué nos viene a traer a México?». Sí, algo voy a llevar a México, seguro, pero yo te quisiera decir que lo que más me mueve a mí es: ¿qué voy a buscar a México? Yo voy a México no como un Rey Mago cargado de cosas para llevar, mensajes, ideas, soluciones a problemas, no sé pensemos todas esas cosas. Yo voy a México como un peregrino, voy a buscar en el pueblo mexicano, que me den algo. No voy a pasar la canastita, quédense tranquilos, pero voy a buscar la riqueza de fe que tienen ustedes, voy a buscar contagiarme de esa riqueza de fe. Tengo ganas de ir a México para vivir esa fe con ustedes. O sea que voy con el corazón abierto para que se llene de todo aquello que ustedes me pueden dar. Ustedes tienen una idiosincrasia, una manera de ser que es fruto de un camino muy largo, de una historia que se fue forjando lentamente, con dolores, con éxitos, con fracasos, con búsquedas, pero hay como un hilo conductor. Ustedes tienen mucha riqueza en el corazón y, sobre todo, ustedes no son un pueblo huérfano porque se glorían de tener Madre, y cuando un hombre, o una mujer, o un pueblo no se olvida de su Madre, te da una riqueza que vos no la podés describir, la recibís, la transmitís. Bueno, yo voy a buscar un poco todo eso en ustedes. Un pueblo que no se olvida de su Madre, esa madre mestiza, esa madre que lo forjó en la esperanza. Conocen ustedes el chiste de aquel mexicano que decía: «Yo soy ateo pero soy guadalupano». Tenía sentido, de un pueblo que no quiere ser huérfano. Por ahí, quizás está la gran riqueza que yo voy a buscar. Voy como peregrino de ustedes y ¡gracias por recibirme! Impulsados por las mismas palabras del Papa, todos expresaron su devoción a la Virgen de Guadalupe —«significa mucho para los mexicanos nuestra Morenita del Tepeyac» manifestó en concreto María de Jesús Ángel Ávila de Veracruz— y preguntaron al Papa lo que representa para él la Virgen de Guadalupe. Estuve dos veces en México. Una vez en el año 70’ por una reunión de jesuitas. La segunda vez cuando el Papa San Juan Pablo II firmó y entregó la Exhortación postsinodal Ec- clesia in America —que no recuerdo bien qué año era, por el 98’ habrá sido, calculo—. Las dos veces fui a visitarla, a la Señora, a la Madre, a la Madre del Dios por quien se vive. La primera vez, en la vieja Villa. La segunda vez, en la actual Basílica, en el actual templo. ¿Qué siento por ella? Seguridad, ternura. Cuántas veces estoy con miedo de algún problema o que ha sucedido algo feo y uno no sabe como reaccionar, y le rezo, me gusta repetirme a mí mismo: «No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?». Son palabras de Ella: «No tengas miedo». Es lo que más me dice Ella. Otra advocación de la Virgen quizás me inspire otra cosa, pero cada vez que me pongo delante de su imagen y la miro allí, con esos ojos, haciendo esa síntesis cultural de ese Nuevo Mundo que está naciendo, esperando al Niño: «No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?». Y no espero tanto el milagro de las flores. Siento eso, que es Madre, que cuida, que protege, que lleva adelante un pueblo, que lleva adelante una familia, que da calor de hogar, que acaricia con ternura y que te quita el miedo: «No tengas miedo Juancito». Eso es lo que yo siento delante de la imagen. Una de las dos veces que fui, me querían explicar la imagen y preferí que no, quedarme en silencio mirando. Dice mucho, es una imagen «decidora», la imagen de una Madre que cobija, que cuida, que está metida en su pueblo, con la tez de su pueblo. Eso es lo que siento delante de Ella. Cuando vine a Roma en el 2013, estaba empezando a construir en Buenos Aires la parroquia San Juan Diego, la cual nombré en Buenos Aires, patrona de los floristas. San Juan Diego me dice mucho a mí, en su relación con la Virgen. Hombre bueno, pero se tuvo que meter en todo ese mundo de convencer al obispo, y de esto… y sentir la humillación de que no le creían: «No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?». Y él confió. Milagro de las flores, si es posible porque la Madre es la gran flor de México. Lo que pediría es —pero como un favor, a ustedes— que esta vez, que va a ser la tercera que piso suelo mexicano, me dejen un ratito sólo delante de la imagen. Es el favor que les pido. ¿Me lo van a hacer? Después la conversación cambió hacia los temas sociales. Juan, de Ciudad de México, dijo: «Ahora que llegue a México que él primero vea por los inmi- Violencia, corrupción, guerra, niños que no pueden ir a la escuela por sus países en guerra, tráfico, fabricantes de armas que venden armas para que las guerras en el mundo puedan seguir…: más o menos éste es el clima que hoy vivimos en el mundo, y ustedes están viviendo su pedacito, su pedacito de «guerra» entre comillas, su pedacito de sufrimiento, de violencia, de tráfico organizado. Si yo voy ahí, es para recibir lo mejor de ustedes y para rezar con ustedes, para que los problemas de violencia, de corrupción y todo lo que ustedes saben que está sucediendo, se solucione, porque el México de la violencia, el México de la corrupción, el México del tráfico de drogas, el México de los carteles, no es el México que quiere nuestra Madre, y, por supuesto que yo no quiero tapar nada de eso, al contrario, exhortarlos a la lucha de todos los días contra la corrupción, contra el tráfico, contra la guerra, contra la desunión, contra el crimen organizado, contra la trata de personas. «Que nos traiga un poco de paz» decía alguno de ustedes. La paz es algo que hay que trabajarla todos los días, es más —yo diría una palabra que parece una contradicción—, ¡la paz hay que pelearla todos los días!, hay que combatir todos los días por la paz, no por la guerra. Sembrar mansedumbre, entendimiento, sembrar paz. San Francisco rezaba: «Señor, hacé de mí un instrumento de tu paz». Quisiera ser en México un instrumento de paz, pero con todos ustedes. Es obvio que solo no puedo, sería una locura si yo dijera eso, pero con todos ustedes, instrumento de paz. Y ¿cómo se amasa la paz? La paz es un trabajo artesanal, un trabajo de todos los SIGUE EN LA PÁGINA 15 número 5, viernes 5 de febrero de 2016 L’OSSERVATORE ROMANO página 11 El silencio en la liturgia Para decirle sí al Señor Por ROBERT SARAH Muchos fieles se quejan justamente de la ausencia de silencio en algunas formas de celebración de nuestra liturgia. Por tanto, es importante recordar el significado del silencio como valor ascético cristiano y como condición necesaria para una oración profunda y contemplativa, sin olvidar que en la celebración de la santa Eucaristía se prevén oficialmente tiempos de silencio, a fin de poner en evidencia su importancia para una auténtica renovación litúrgica. En sentido negativo, el silencio es la ausencia de rumor. El silencio virtuoso —o, mejor, místico— debe ser obviamente distinto del silencio reprobable, del rechazo de dirigir la palabra, del silencio de omisión por cobardía, egoísmo o dureza de corazón. Bien entendido, el silencio exterior es un ejercicio ascético de dominio en el uso de la palabra. La ascesis es un medio indispensable que nos ayuda a quitar de nuestra existencia todo lo que le da pesadez, es decir, lo que obstaculiza nuestra vida espiritual o interior y que, por tanto, constituye un obstáculo para la oración. Sí, es precisamente en la oración donde Dios nos comunica su vida, o sea, manifiesta su presencia en nuestra alma irrigándola con las olas de su amor trinitario, el Padre a través del Hijo en el Espíritu Santo. Y la oración es esencialmente silencio. Los libros sapienciales del Antiguo Testamento rebosan de exhortaciones destinadas a evitar los pecados de la lengua (sobre todo, la maledicencia y la calumnia). Los libros proféticos, por su parte, evocan el silencio como expresión del temor reverencial de Dios; se trata, entonces, de una preparación para la teofanía de Dios, esto es, para la revelación de su presencia en nuestro mundo. El Nuevo Testamento hace lo mismo. De hecho, contiene la carta de Santiago, que sigue siendo indudablemente el texto clave respecto al control de la palabra (cf. Santiago 3, 1-10). Jesús mismo nos puso en guardia contra las palabras malvadas, que son expresión de un corazón depravado (cf. Mateo 15, 19), y también contra las palabras ociosas, de las que deberemos rendir cuenta (cf. Mateo 12, 36). En realidad, el silencio verdadero y bueno pertenece siempre a quien quiere dejar el propio lugar a los demás y, sobre todo, al totalmente Otro, a Dios. El rumor exterior, en cambio, caracteriza al individuo que quiere ocupar un lugar demasiado importante, que quiere pavonearse o hacerse ver, o que quiere colmar su vacío interior. En el evangelio se dice que el Salvador mismo rezaba en silencio, sobre todo de noche (cf. Lucas 6, 12), o se retiraba a lugares desiertos (cf. Lucas 5, 16; Marcos 1, 35). El silencio es típico de la meditación de la palabra de Dios; se lo encuentra, sobre todo, en la actitud de María ante el misterio de su Hijo (cf. Lucas 2, 1951). El silencio es, sobre todo, la actitud positiva de quien se prepara para acoger a Dios a través de la escucha. Sí, Dios actúa en el silencio. De ahí la importante observación de san Juan de la Cruz: «Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma» (Dichos de luz y amor, 99). Por tanto, es necesario hacer silencio: y se trata de una actividad, no de una ociosidad. Si nuestro «celular interior» está siempre ocupado, porque estamos «conversando» con otras criaturas, ¿cómo puede el Creador tener acceso a nosotros, cómo puede «llamarnos»? Debemos purificar, pues, nuestra inteligencia de sus curiosidades, nuestra voluntad de sus proyectos, para abrirnos completamente a las gracias de luz y de fuerza que Dios quiere darnos en abundancia: «Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya». «La indiferencia» ignaciana es, por tanto, también ella un forma de silencio. La oración es una conversación, un diálogo con Dios uno y trino: si, en ciertos momentos, uno se dirige a Dios, en otros hace silencio para escucharlo. No sorprende, en consecuencia, que se deba considerar el silencio como un componente importante de la liturgia. Por cierto, los ritos orientales —que no son de competencia de mi Congregación— no prevén tiempos de silencio durante la divina liturgia. En Occidente, en cambio, en todos los ritos (romano, romano-lionés, cartujo, dominicano, ambrosiano, etc.) la oración silenciosa del sacerdote no siempre va acompañada por los cantos del coro o de los fieles. La misa latina, entonces, incluye desde siempre tiempos de silencio absoluto durante el sacrificio eucarístico. Así, la constitución sobre la liturgia Sacrosanctum Concilium, en el número 30, decretó que «para promover la participación activa guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado». La ordenación general del misal romano de Pablo VI, publicado de nuevo en 2002 por Juan Pablo II, precisó los numerosos momentos de la misa en que hay que guardar silencio: «Su naturaleza depende del momento en que se observa en cada celebración. Pues en el acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran. Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el «secretarium» y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada» (45). El silencio, pues, no está en absoluto ausente en la forma ordinaria del rito romano, por lo menos si se siguen sus prescripciones y si se inspira en sus recomendaciones. Además, a excepción de la homilía, es preciso prohibir cualquier discurso o presentación de personas durante la celebración de la santa misa. De hecho, es necesario evitar transformar la iglesia, que es casa de Dios destinada a la adoración, en una sala de espectáculos a la que se va para aplaudir a actores más o menos buenos sobre la base de su capacidad más o menos grande de comunicar, según una expresión que se oye a menudo en los medios de comunicación. Es necesario esforzarse para comprender las motivaciones de esta disciplina litúrgica sobre el silencio e impregnarse de ella. Algunos autores particularmente cualificados puden ayudarnos en este ámbito y lograr convencernos de la necesidad del si- lencio en la liturgia. En primer lugar, monseñor Guido Marini, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, que expresa el principio general en estos términos: una liturgia «bien celebrada, con el lenguaje que le es propio, en sus diversas partes, debe prever una feliz alternancia de silencio y palabra, donde el silencio anima la palabra, permite a la voz resonar en feliz sintonía con el corazón, mantiene toda expresión vocal y gestual en el justo clima de recogimiento. El silencio requerido, por tanto, no debe considerarse como una pausa entre un momento celebrativo y el siguiente. Es más bien un verdadero y propio momento ritual, complementario a la palabra, a la oración vocal, al canto, al gesto». El cardenal Joseph Ratzinger, en su célebre obra El espíritu de la liturgia, ya observaba que «el gran misterio que supera toda palabra nos invita al silencio. Y el silencio, es evidente, pertenece también a la liturgia. Es preciso que este silencio sea pleno, que no sea simplemente ausencia de discurso o de acción. Lo que esperamos de la liturgia es que nos ofrezca este silencio sustancial, positivo, en el que podamos encontrarnos a nosotros mismos. Un silencio que no es una pausa en la que miles de pensamientos y deseos nos asaltan, sino un recogimiento que nos trae paz interior, que nos deja respirar y descubrir lo esencial». Se trata, por tanto, de un silencio en el que miramos simplemente a Dios, en el que dejamos que Dios nos mire y nos envuelva en el misterio de su majestad y de su amor. El mismo cardenal Ratzinger mencionaba algunos momentos particulares de silencio. He aquí un ejemplo: «También el momento del ofertorio se puede desarrollar en silencio. En efecto, esta práctica se adapta a la preparación de los dones y solo puede ser fecunda con tal que la preparación se conciba no solo como una acción exterior, necesaria para el desarrollo de la liturgia, sino también como un itinerario esencialmente interior; se trata de unirnos al sacrificio que Jesucristo ofrece al Padre» (ibidem). En tal sentido, se deben desaprobar las procesiones de ofrendas, largas y rumorosas, que incluyen danzas interminables, en algunos países africanos. Se tiene la impresión de asistir a exhibiciones folclóricas que desnaturalizan el sacrificio cruento de Cristo en la cruz y nos alejan del misterio eucarístico. Es necesario, por tanto, insistir en el silencio de los laicos durante la oración eucarística, como precisa monseñor Guido Marini: «Ese silencio no significa inoperancia o falta de participación. Ese silencio ayuda a que todos entren en el significado del momento ritual que actualiza, en la realidad del sacramento, el acto de amor con el cual Jesús se ofrece al Padre en la cruz para la salvación del mundo. Ese silencio, verdaderamente sagrado, es el lugar litúrgico en el que decir que sí, con toda la fuerza de nuestro ser, al obrar de Cristo, hasta que se convierta en nuestro propio obrar diario». L’OSSERVATORE ROMANO página 12 viernes 5 de febrero de 2016, número 5 COMUNICACIONES Colegio episcopal Monseñor William E. Iraheta Rivera, obispo de Santiago de María (El Salvador) Monseñor JUAN CARLOS ELIZALDE ESPINAL, obispo de Vitoria (España) Monseñor JOSÉ HIRAÍS ACOSTA BELTRÁN, obispo de Huejutla (México) RENUNCIAS: El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Sokodé (Togo) que KOTAMBA monseñor AMBROISE DJOLIBA le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. AMBROISE KOTAMBA DJOLIBA nació en Siou, diócesis de Sokodé, en el año 1938. Recibió la ordenación sacerdotal del 11 de abril de 1966. Juan Pablo II lo nombró obispo de Sokodé el 5 de abril de 1993; recibió la ordenación episcopal el 7 de agosto de 1993. El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Santiago de María (El Salvador) que monseñor RODRIGO ORLAND O CABRERA CUÉLLAR le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Rodrigo Orlando Cabrera Cuéllar nació en Teotepeque, arquidiócesis de San Salvador, el 14 de marzo de 1938. Recibió la ordenación sacerdotal el 6 de enero de 1962. Juan Pablo II lo nombró obispo de Santiago de María el 23 de diciembre de 1983; recibió la ordenación episcopal del 11 de febrero de 1984. El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Vitoria (España) que monseñor MIGUEL JOSÉ ASURMENDI ARAMENDÍA, S.D.B., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Miguel JOSÉ ASURMENDI ARAMENDÍA, S.D.B., nació en Pamplona el 6 de marzo de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 5 de marzo de 1967. Juan Pablo II lo nombró de Tarazona el 27 de julio de 1990; recibió la ordenación episcopal el 30 de septiembre sucesivo. El mismo Papa lo trasladó a la diócesis de Vitoria el 8 de septiembre de 1995. El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Macau (China) que monseñor JOSÉ LAI HUNG-SENG le había presentado en conformidad con el canon 401 § 2 del Código de derecho canónico. JOSÉ LAI HUNG-SENG nació en Macau el 14 de enero de 1946. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de octubre de 1972. Juan Pablo II lo nombró obispo coadjutor de la diócesis de Macau el 23 de enero de 2001; recibió la ordenación episcopal el 2 de junio sucesivo. Pasó a ser obispo de dicha sede el 30 de junio de 2003. El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Sinop (Brasil) que monseñor Gentil Delázari le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Gentil Delázari nació en Relvado, diócesis de Santa Cruz do Sul, el 9 de septiembre de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 13 de julio de 1968. Juan Pablo II lo nombró obispo coadjutor de la diócesis de Sinop el 9 de febrero de 1994; recibió la ordenación episcopal el 27 de marzo de 1994. Pasó a ser obispo de dicha sede el 22 de marzo de 1995. El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Mannar (Sri Lanka) que monseñor RAYAPPU JOSEPH le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. RAYAPPU JOSEPH nació en Delft, diócesis de Jaffna, el 16 de abril de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 13 de diciembre de 1967. Juan Pablo II lo nombró obispo de Mannar el 6 de julio de 1992; recibió la ordenación episcopal el 20 de octubre del mismo año. EL PAPA HA NOMBRAD O: —Obispo de Sokodé al presbítero CÉLESTIN-MARIE GAOUA. CÉLESTIN-MARIE GAOUA nació en Wahala, diócesis de Atakpamé, el 6 de abril de 1957. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de diciembre de 1986. Ha desempeñado su ministerio como rector del seminario menor y, más tarde, del seminario mayor de Atakpamé, misionero «fidei donum» en la diócesis de Sokodé y rector del seminario mayor filosófico nacional en la diócesis de Kara. —Obispo de Santiago de María (El Salvador) al presbítero WILLIAM ERNESTO IRAHETA RIVERA. WILLIAM ERNESTO IRAHETA RIVEnació Jayaque, arquidiócesis de San Salvador, el 24 de enero de 1962. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de diciembre de 1988. Ha sido vicario parroquial, director de un centro educativo, moderador de la Curia arquidiocesana, director de Cáritas, delegado episcopal para la educación y párroco. RA —Obispo de Vitoria (España) al presbítero Juan Carlos Elizalde Espinal. bró obispo titular de Puzia de Bizacena y auxiliar de Belo Horizonte el 19 de enero de 2011; recibió la ordenación episcopal el 19 de marzo sucesivo. JUAN CARLOS ELIZALDE ESPINAL nació en Mezquíriz, Pamplona, el 25 de junio de 1960. Recibió la ordenación sacerdotal el 3 de octubre de 1987, incardinando en Pamplona y Tudela. Se licenció en filosofía en la Universidad de Navarra, en teología en Burgos y en teología espiritual en la Pontificia Universidad de Comillas en Madrid. Además, hizo el curso de directores de ejercicios espirituales en Salamanca. Inició su ministerio sacerdotal en Madrid en el apostolado juvenil del Instituto secular Cruzados de Santa María y como capellán universitario. Al regresar a su diócesis de origen ha sido director de las residencias universitarias diocesanas, párroco en diversas parroquias, profesor de teología y responsable de pastoral de la Universidad pública de Navarra, vicario episcopal, coordinador del Centro de dirección espiritual y canónigo-prior de la Real Colegiata de Roncesvalles. EUZÉBIUS CHINEKEZY O GBONNA MANAGWU nació en N’Djamena, en Tchad, de padres nigerianos, el 13 de diciembre de 1959; y siendo niño emigró con la familia a Gabón. Recibió la ordenación sacerdotal el 1 de noviembre de 1992, incardinado en la archidiócesis de Libreville. Obtuvo la licenciatura en teología espiritual en el Pontificio Instituto Teresianum de Roma. Ha desempeñado su ministerio como vicario parroquial, párroco en diversas parroquias, director espiritual y, más tarde, rector del seminario menor de Libreville y vicario episcopal de la diócesis. —Obispo de Macau (China) a monseñor STEPHEN LEE BUN SANG, obispo titular de Nove y auxiliar de la diócesis de Hong Kong. —Obispo de Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi (Italia) a monseñor D OMENICO CORNACCHIA, hasta ahora obispo de Lucera-Troia. STEPHEN LEE BUN SANG nació en Hong Kong el 10 de noviembre de 1956. Recibió la ordenación sacerdotal el 20 de agosto de 1988 en Torreciudad (Huesca, España), incardinado en la Prelatura personal de la Santa Cruz y del Opus Dei. El Papa Francisco lo nombró obispo titular de Nove y auxiliar de Hong Kong el 11 de julio de 2014; recibió la ordenación episcopal el 30 de agosto sucesivo. —Obispo de Sinop (Brasil) a monseñor CANÍSIO KLAUS, hasta ahora obispo de la diócesis de Santa Cruz do Sul. CANÍSIO KLAUS nació en Arroio do Meio, diócesis de Santa Cruz do Sul, el 9 de octubre de 1951. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de diciembre de 1979. Juan Pablo II lo nombró obispo coadjutor de Diamantino el 22 de abril de 1998; recibió la ordenación episcopal el 21 de junio sucesivo. Pasó a ser obispo de dicha sede el 26 de agosto del mismo año. Benedicto XVI lo nombró obispo de Santa Cruz do Sul el 19 de mayo de 2010. —Obispo de Amparo (Brasil) a monseñor LUIZ GONZAGA FÉCHIO, hasta ahora obispo titular de Puzia de Bizacena y auxiliar de Belo Horizonte. LUIZ GONZAGA FÉCHIO nació en Matão, diócesis de São Carlos, el 4 de diciembre de 1965. Recibió la ordenación sacerdotal el 14 de diciembre de 1990. Benedicto XVI lo nom- —Obispo de Port-Gentil (Gabón) al presbítero EUZÉBIUS CHINEKEZY O GBONNA MANAGWU. Domenico Cornacchia nació en Altamura el 13 de febrero de 1950. Recibió la ordenación sacerdotal el 24 de abril de 1976. Benedicto XVI lo nombró obispo de Lucera-Troia el 30 de junio de 2007; recibió la ordenación episcopal el 22 de septiembre sucesivo. —Obispo de Huejutla (México) al presbítero JOSÉ HIRAÍS ACOSTA BELTRÁN, administrador diocesano de dicha sede. José Hiraís Acosta Beltrán nació en Pezmatlán, estado de Hidalgo, el 22 de septiembre de 1966. Recibió la ordenación sacerdotal el 11 de junio de 1993. Se licenció en filosofía en la Universidad pontificia de México. Ha sido vicario parroquial, vicerrector del seminario menor, profesor y formador en el seminario mayor, juez del Tribunal eclesiástico, prefecto de estudios y director espiritual del seminario mayor, defensor del vínculo en el Tribunal diocesano y miembro del colegio de consultores. —Obispo coadjutor de Parnaíba (Brasil) a monseñor JUAREZ SOUSA DA SILVA, hasta ahora obispo de O eiras. Juarez Sousa da Silva nació en Barras, diócesis de Campo Maior, el 30 de junio de 1961. Recibió la ordenación sacerdotal el 19 de marzo de 1994. Benedicto XVI lo nombró obispo de la diócesis de Oeiras eºl 27 de febrero de 2008; recibió la ordenación episcopal el 17 de mayo del mismo año. número 5, viernes 5 de febrero de 2016 L’OSSERVATORE ROMANO página 13 La Misa diaria en Santa Marta Sin medida El tema del testimonio, entendido como elemento fundamental de la vida del cristiano, fue el centro de la reflexión del Papa Francisco durante la misa celebrada en Santa Marta el jueves 28 de enero por la mañana. Pero, ¿qué debe caracterizar este testimonio? El Pontífice sacó la respuesta directamente del Evangelio del día, retomando el pasaje de Marcos (4, 21-25) inmediatamente sucesivo a la «parábola del sembrador». Después de haber hablado de «la semilla que logra dar fruto» y de aquella que, en cambio, cayendo «en tierra no buena no puede dar fruto», Jesús «nos habla de la lámpara», que no se pone debajo del celemín, sino en el candelero. Ella «es luz —explicó—, y el evangelio de Juan nos dice que el misterio de Dios es luz y que la luz vino al mundo y las tinieblas no la acogieron». Una luz, añadió, que no puede esconderse, sino que sirve «para iluminar». He aquí, pues, «uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz del Bautismo y debe darla». El cristiano, dijo el Papa, «es un testigo». Y precisamente la palabra «testimonio» encierra «una de las peculiaridades de las actitudes cristianas». En efecto, «un cristiano que lleva esta luz, debe hacerla ver porque él es un testigo». Y si un cristiano «prefiere no hacer ver la luz de Dios y prefiere las propias tinieblas», entonces «le falta algo y no es un cristiano completo». Una parte de él está ocupada, las tinieblas «le entraron en el corazón, porque tiene miedo de la luz» y prefiere «los ídolos». Pero el cristiano «es un testigo», testigo «de Jesucristo, luz de Dios. Y deber poner esta luz en el candelabro de su vida». En el pasaje evangélico propuesto por la liturgia también se habla «de la medida», y se lee: «Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces». Esta es, dijo Francisco, «la otra peculiaridad, la otra actitud» típica del cristiano. En efecto, se hace referencia a la magnanimidad, porque es hijo de un padre magnánimo, de gran ánimo». También cuando dice: «Dad y se os dará», la medida de la que habla Jesús, explicó el Papa, es «plena, buena, rebosante». Del mismo modo, «el corazón cristiano es magnánimo. Está abierto, siempre». No es, pues, «un corazón que se cierra en el propio egoísmo». No es un corazón que se pone límites, que «cuenta: hasta aquí, hasta allá». Y continuó: «Cuando tú entras en esta luz de Jesús, cuando entras en la amistad de Jesús, cuando te dejas guiar por el Espíritu Santo, el corazón se abre, llega a ser magnánimo». Se activa, en este punto, una dinámica particular: el cristiano «no gana: pierde». Pero, en realidad, concluyó el Pontífice, «pierde para ganar otra cosa, y con esta “derrota” de intereses, gana a Jesús, gana convirtiéndose en testigo de Jesús». Para calar en concreto en su reflexión, Francisco se dirigió en este punto a un grupo de sacerdotes que celebraban las bodas de oro de su ordenación: «cincuenta años por el camino de la luz y del testimonio», y «tratando de ser mejores, tratando de llevar la luz en el candelabro»; una luz que, es la experiencia de todos, a «veces cae», pero que siempre es bueno tratar de volver a proponer «generosamente, es decir, con corazón magnánimo». Y, al agradecer a los sacerdotes cuanto han hecho «en la Iglesia, por la Iglesia y por Jesús», deseándoles la «gran alegría de haber sembrado bien, de haber iluminado bien y de haber abierto los brazos para recibir a todos con magnanimidad», el Papa también les dijo: «Solamente Dios y vuestra memoria saben a cuánta gente habéis recibido con magnanimidad, con bondad de padres, de hermanos» y «a cuánta gente que tenía el corazón un poco oscuro, habéis dado luz, la luz de Jesús». Porque, concluyó precisando su razonamiento, «en la memoria de un pueblo» permanecen «la semilla, la luz del testimonio y la magnanimidad del amor que acoge». Del pecado a la corrupción Una oración por toda la Iglesia, para que jamás caiga del pecado a la corrupción, fue recomendada por el Papa durante la misa celebrada el viernes 29 de enero por la mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. Refiriéndose a la primera lectura —tomada del segundo libro de Samuel (11, 1-4. 5-10. 13-17—, Francisco observó enseguida: «Hemos escuchado el pecado de David, el grave pecado del santo rey David. Porque David es santo, pero también pecador, fue pecador». En efecto, «hay algo que cambia en la historia de este hombre». De hecho, sucedió que «en tiempo de guerra, David mandó a Joab con sus servidores a combatir, y él se quedó en el palacio». Generalmente “él iba a la cabeza del ejér- cito”, pero esta vez su comportamiento fue diferente. El relato bíblico, explicó el Papa, «nos muestra a un David un poco cómodo, un poco tranquilo, no en el sentido bueno de la palabra». Tanto que «un atardecer, después de la siesta, mientras daba un paseo por la terraza del palacio, ve a una mujer y siente la pasión, la tentación de la lujuria, y cae en el pecado». La mujer era Betsabé, esposa de Urías el hitita. Se trata, pues, de «un pecado». Y Dios, observó Francisco, «lo quería tanto a David». A continuación, «las cosas se complican, porque, pasado un poco de tiempo, la mujer le hace saber que estaba embarazada». Su marido —recordó el Papa— «combatía por el pueblo de Israel, por la gloria del pueblo de Dios». Mientras que «David traicionó la lealtad de aquel soldado por la patria, traicionó la fidelidad de aquella mujer por su marido, y cayó muy bajo». Y «cuando tuvo la noticia de que la mujer estaba embarazada —se preguntó el Pontífice—, ¿qué hizo? ¿Fue a rezar, a pedir perdón?». No, se quedó «tranquilo» y se dijo a sí mismo: «saldré adelante». Así, convocó «al marido de la mujer y lo hizo sentir importante». Se lee en el pasaje bíblico que David «le preguntó cómo estaban Joab y la tropa, y cómo iba la guerra». En suma, «una pincelada de vanidad para hacerlo sentir un poco importante». Y después, al darle las gracias, «le hizo dar un hermoso obsequio», recomendándole que fuera a su casa a descansar. De este modo, David «quería cubrir el adulterio: aquel hijo habría sido hijo del marido de Betsabé». Pero «este hombre —prosiguió el Papa— era una persona de ánimo puro, tenía un gran amor y no fue a su casa: pensó en sus compañeros, pensó en el arca de Dios bajo las tiendas, porque llevaban el arca, y pasó la noche con sus compañeros, con los siervos, y no fue enseguida donde su mujer». Así, «cuando le avisaron a David —porque conocían la historia, los rumores circulaban—, ¡imaginaos!». He aquí, entonces, que «David lo invitó a comer y beber con él, preguntándole —y aquí el texto es algo reducido— “pero, ¿por qué no has ido a tu casa?”». Y la respuesta del hombre noble es: «¿Podría permitirme, mientras mis compañeros están bajo las tiendas, el arca de Dios está bajo una tienda, en lucha contra los enemigos, ir mi casa a comer, a beber, a acostarme con mi mujer? ¡No! Esto no puedo hacerlo». Y así «David lo hizo volver, le dio de comer y beber otra vez y lo hizo emborrachar». Pero «Urías no volvió a su casa: pasó la segunda noche con sus compañeros». Por tanto, prosiguió el Papa, «David se encontraba en dificultad, pero pensó para sí: “Pero no, lo lograré”». Y así «escribió una carta, como hemos escuchado: “Poned a Urías al mando, frente a la batalla más dura, después retiraos detrás de él para que sea herido y muera”». En pocas palabras, se trata de una «condena a muerte: este hombre fiel —fiel a la ley, fiel a su pueblo, fiel a su rey— es condenado a muerte». «Me pregunto —confió Francisco– leyendo este pasaje: ¿dónde está aquel David, muchacho valiente, que sale al encuentro del filisteo con su honda y cinco piedras, y le dice: “Mi fuerza es el Señor”? No, no son las armas. Tampoco las armas de Saúl andaban bien para él». «Es otro David», destacó el Papa. En efecto, «¿dónde está aquel David que, sabiendo que Saúl quería matarlo, dos veces tuvo la oportunidad de matar al rey Saúl, y dijo: “No, no me permito tocar al ungido del Señor”?». La realidad, explicó Francisco, es que «este hombre cambió, este hombre se reblandeció». Y, añadió, «me viene a la mente un pasaje del profeta Ezequiel, capítulo 16, versículo 15, cuando Dios habla a su pueblo como un esposo a su esposa, y dice: “Pero después de que te di todo esto, te ufanaste de tu belleza y, aprovechando de tu fama, te has prostituido. Te has sentido segura y te has olvidado de mí”». Y es precisamente «lo que sucedió con David en aquel momento», inSIGUE EN LA PÁGINA 14 L’OSSERVATORE ROMANO página 14 viernes 5 de febrero de 2016, número 5 La misa diaria del Pontífice VIENE DE LA PÁGINA 13 sistió Francisco: «El grande, el noble David se sintió seguro, porque el reino era fuerte, y pecó así: pecó de lujuria, pecó de adulterio y también asesinó injustamente a un hombre noble, para cubrir su pecado». «Este es un momento en la vida de David —hizo ver el Pontífice— que podríamos aplicar a la nuestra: es el paso del pecado a la corrupción». Aquí «David comienza, da el primer paso hacia la corrupción: obtiene el poder, la fuerza. Por eso «la corrupción es un pecado más fácil para todos nosotros que tenemos algún poder, ya sea poder eclesiástico, religioso, económico, político». Y «el diablo nos hace sentir seguros: “Lo lograré”». Pero «el Señor quería tanto a David, tanto que después mandó reflejar su alma: envió al profeta Natán para reflejar su alma; y él se arrepintió, lloró —“he pecado”—, y se dio cuenta de ello». «Quiero subrayar hoy —reafirmó Francisco— sólo esto: hay un momento en el que la costumbre del pecado o un momento en el que nuestra situación es tan segura y somos bien vistos y tenemos tanto poder, tanto dinero, no sé, tantas cosas». También «a nosotros, sacerdotes, puede sucedernos esto: tanto que el pecado deja de ser pecado y se transforma en corrupción. El Señor siempre perdona. Pero una de las cosas más feas que tiene la corrupción es que el corrupto no tiene necesidad de pedir perdón, no la siente». El Papa, pues, invitó a rezar «por la Iglesia, comenzando por nosotros, por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes, por los consagrados, por los fieles laicos: “Señor, sálvanos, sálvanos de la corrupción. Pecadores, sí, Señor, somos todos, pero corruptos, jamás”». Al Señor, concluyó, «pidámosle esta gracia». No hay humildad sin humillación No hay humildad y no hay santidad sin pasar a través del camino de la humillación: es esta la verdad que Francisco ha vuelto a proponer —recordando la historia de David— durante la misa celebrada el lunes 1 de febrero, por la mañana, en la capilla de Santa Marta. «En la primera lectura se continúa con la historia del rey David, el santo rey David», hizo notar inmediatamente el Papa, refiriéndose al pasaje tomado del segundo libro de Samuel (15, 13-14,30; 16, 5-13). Es una historia, explicó, «que comienza cuando Samuel fue a casa de su padre y David fue ungido rey», aun siendo todavía un muchacho. Después «creció, tuvo sus dificultades, pero siempre había sido un hombre que respetaba al rey que no lo quería». El soberano, en efecto, «sabía que él sería su sucesor». Y «al final David pudo unificar el reino de Israel: todos en torno a él» pero «se sintió seguro y comenzó a debilitarse el celo por la casa del Señor». Precisamente «en aquel momento —hemos escuchado el otro día— D avid está a un paso de entrar en la corrupción», continuó Francisco. Así «el santo rey David, pecador pero santo, llegó a ser corrupto». Sin embargo, he aquí que «el profeta Natán, enviado por Dios», le hace entender qué cosa fea había hecho, una cosa mala: porque un corrupto no se da cuenta. Es necesaria una gracia especial para cambiar el corazón corrupto». Así «David, que aún tenía el corazón noble», reconoce haber pecado, «reconoce su culpa». ¿Y qué dice Natán? He aquí sus pa- labras: «El Señor perdona tu pecado, pero la corrupción que tu sembraste crecerá. Tú mataste un inocente para encubrir un adulterio. La espada no se alejará jamás de tu casa». Por lo tanto, explicó el Papa, «Dios perdona el pecado, David se convierte, pero las heridas de una corrupción difícilmente se curan. Lo vemos en tantas partes del mundo». Es en este punto de la historia de David, afirmó Francisco, que «llegamos al pasaje de hoy: el hijo de David hace la guerra al padre. Quiere el poder: el hijo ya está corrompido». Pero «¿qué hace David? con esa nobleza que, después de su pecado, reconquistó —también la penitencia que había hecho para salvar al hijo que había muerto, el hijo del adulterio— reúne a los suyos: “D ejemos la ciudad, para que Absalón —el hijo— no haga caer sobre nosotros la desgracia y pase a la ciudad bajo el filo de la espada”, como era costumbre en aquellos tiempos». «Dios le impuso a David un duro castigo: “La espada no se alejará jamás de tu casa”», recordó el Pontífice. Pero «él defiende la casa y huye, se va». ¿Es quizá «un cobarde? No, es un padre». Y «deja que regrese el arca», no se pone a «usar a Dios, para defenderse». En definitiva, David «se va para salvar a su pueblo: este es el camino de santidad que David, después de aquel momento en el que había entrado la corrupción, comienza a recorrer». El pasaje bíblico, prosiguió el Papa, nos presenta a David mientras sube, llorando, la cuesta de los olivos. Llevaba «la cabeza cubierta», en señal de luto, y caminaba descalzo. Hacía penitencia. También «toda la gente que estaba con él, los más íntimos, llevaba la cabeza cubierta y subía llorando: el llanto y la penitencia». La Escritura nos hace saber que «algunos, que no lo querían, comenzaron a seguirle e insultarle». Entre estos, estaba Simei, que lo llamaba «sanguinario», recordándole «el crimen que haía cometido con Urías el hitita para encubrir el adulterio». Abisaí, una de las personas más cercanas a David, «quiere defenderlo» y quiere cortarle la cabeza a Simei para hacerle callar. Pero David da «un paso más: “si este hombre maldice es porque el Señor se lo ha dicho: maldice a David”». Y «después dice a sus siervos: “He aquí que, el hijo salido de mis entrañas busca quitarme al vida”». Piensa, en efecto, en su hijo Absalón. Y por esto se dirige aún a su siervos: «A este hombre de la tribu de Benajmín dejadlo maldecir, ya que se lo ha ordenado el Señor». La cuestión, explicó Francisco, es que «David sabe ver las señales: es el momento de la humillación, es el momento en el que él está pagando su culpa». Tanto es así que exclama: «Quizá el Señor mirará mi aflicción y me devolverá bien a cambio de la maldición de hoy». En resumen «se confía a las manos del Señor: este es el recorrido de David, desde el momento de la corrupción a este abandono en las manos del Señor. Y esta es santidad. Esta es humildad». Yo pienso —prosiguió el Papa— que cada uno de nosotros, si alguien dice una cosa fea», reacciona diciendo: «Pero no, yo no lo he hecho, esto no es verdad, no». En la práctica nosotros «buscamos inmediatamente decir que no es verdad». O bien «hacemos como Simei: damos una respuesta aún peor». Pero «la humildad —afirmó Francisco— puede llegar a un corazón solamente a través de la humillación: no hay humildad sin humillaciones». Y «si tú no eres capaz de soportar algunas humillaciones en tu vida, no eres humilde. Es así: yo diría así de matemático, así de simple». Por ello, volvió a decir el Papa, «el único camino para la humildad es la humillación». Por lo tanto, «el fin de David, que es la santidad, llega a través de la humillación». También «el fin de la santidad que Dios regala a sus hijos, regala a la Iglesia, viene a través de la humillación de su Hijo que se deja insultar, que se deja llevar sobre la cruz, injustamente». Y «este hijo de Dios que se humilla es el camino de la santidad: David, con su actitud, profetiza esta humillación de Jesús». Antes de continuar con la celebración eucarística, Francisco pidió «al Señor, por cada uno de nosotros, para toda la Iglesia, la gracia de la humildad, y también la gracia de entender que no es posible ser humildes sin humillación». L’OSSERVATORE ROMANO número 5, viernes 5 de febrero de 2016 página 15 Cómo se amasa la paz VIENE DE LA PÁGINA 10 días que se amasa con las manos, desde cómo educo yo a un chico, hasta cómo acaricio a un anciano, son todas semillas de paz. Palabra caricia. La paz nace de la ternura, la paz nace de la comprensión, la paz nace o se hace en el diálogo, no en la ruptura, y ésta es la palabra clave, el dialogo: diálogo entre los dirigentes, diálogo con el pueblo y diálogo entre todo el pueblo. Cuántas veces encontramos en una pelea de barrio la solución que nos parece la mejor. Y no, esa es una pequeña guerra. Aún en el barrio, aún en la familia, buscar y hacer la paz, y eso se hace con el diálogo: estar abierto a hablar con el otro, a escuchar sus razones a dejarse corregir. «Padre, pero con un delincuente uno no puede hacer eso». Eso es verdad, pero yo puedo dialogar con quien le puede cambiar el corazón a ese delincuente. Tenemos la misma Madre, hablamos hace un rato de Ella. Y decíle: «Mirá, si vos me dijiste que yo no tenga miedo porque sos mi Madre, vos que sos mi Madre arreglá eso». Si, yo le haría la pregunta a cada uno de ustedes: ¿Yo le pido a la Virgen de Guadalupe, la Madre de México, la Emperatriz de América, le pido la paz, le pido que haga paz, en tal lugar, en tal otro, en tal otro, o sea la oración a la Madre para que ponga paz? No tenerle miedo a escuchar al otro, a ver qué razones tiene. Y, por favor, no entrar en ninguna, en ninguna trenza que por ganar dinero, me esclavice toda la vida en una guerra interior y me quite la libertad, porque la paz da libertad. Yo le voy a pedir a la Virgen, junto con ustedes, que les de esa paz, que la Guadalupana les regale la paz del corazón, de la familia, de la ciudad, y de todo el país. Otro grupo de fieles se preguntó sobre el significado que para los mexicanos tiene la visita del Papa y sobre qué esperar Francisco de ellos. Rubén de la Cruz Martínez (Guanajuato) manifestó el deseo:«Que salgamos de nuestro letargo en la vivencia de la fe, que no sea solamente una fe vivida en el templo sino que sea una fe que se vive en la calle, en el trabajo, en la oficina, en la política, en los medios, ya que tenemos que ser sembradores de los valores evangélicos». Por su parte, José Ranulfo Lobato (Guanajuato) expresó su esperanza de que el Pontífice pueda ayudar a «cambiar o modernizar la religión», mientras que Jorge Armando ha destacado como las visitas de los Papas siempre se han producido en tiempos de crisis en el país. Dicen que la sabiduría habla desde el corazón de los ancianos buenos. Y en los deseos expresados José Ranulfo señaló ese deseo de renovación espiritual que podría darse con mi visita. Y Rubén había dicho, antes, que no fuéramos cristianos de «iglesia adentro», católicos de templo y fuera del templo, cualquier cosa. Que la fe aflore. Esas dos intervenciones me llegaron mucho: que nos ayude a ser católicos de verdad, a expresar y a vivir nuestra fe dentro y fuera del templo. Eso es lo que esperan ustedes. Y yo voy para servir, para eso, para ser un servidor de la fe de ustedes, porque para eso me hice cura, para servir, porque sentí esa vocación, para servir a la fe de ustedes, para servir a la fe del pueblo. Pero esa fe tiene que crecer y salir hacía afuera y meterse en la vida de todos los días, una fe pública. Y la fe se hace fuerte cuando es pública, sobre todo – como en la ultima intervención- en los momentos de crisis: «Los Papas vinieron cuando aquí había crisis». Debe ser así, yo no lo estudié eso, pero si vos lo decís debe ser así. Que hay una crisis de fe en el mundo, es verdad. Pero también es verdad que hay una gran bendición y un deseo – que lo expresaron ustedes- de que la fe salga hacia afuera, que la fe sea misionera, que la fe no sea enfrascada, co- mo en una lata de conserva. Nuestra fe no es una fe de museo y la Iglesia un museo. Nuestra fe es una fe que nace del contacto, del diálogo con Jesucristo, nuestro Salvador, con el Señor. Bueno, esa fe tiene que salir a la calle, tiene que salir a los lugares de trabajo, tiene que salir en el entendimiento con los demás, esa fe tiene que expresarse en el diálogo, en la comprensión, en el perdón, en la artesanía cotidiana de combatir por la paz. Sí, una fe en la calle, si la fe no sale a la calle, no sirve, y que la fe salga a la calle no significa solamente hacer una procesión. Que la fe salga a la calle significa que yo en mi lugar de trabajo, en mi familia, en las cosas que hago en la universidad, en el colegio, me muestro como cristiano. Ustedes tienen mártires en su historia, que han dado su vida por seguir este camino. La fe tiene que ser callejera, como Jesús. Si yo les pregunto a ustedes: «¿En qué lugar pasó Jesús más tiempo de su vida?» ¡En la calle! predicando el Evangelio, dando testimonio. Yo a ustedes les digo: «En la vida pública, en la vida familiar, al templo a rezar, pero después salir». Nuestra fe nos tiene que empujar a salir y no quedarnos encerrados con nuestro Jesús, y no dejarlo salir, porque Jesús sale con nosotros, si nosotros no salimos, no sale. Un renovar la fe. Renovar la fe quiere decir hacerla «salidora», hacerla callejera, que no le tenga miedo a los conflictos, sino que busque solucionar los conflictos familiares, escolares, sociales, económicos. La fe tiene que ser la inspiración mía a comprometerme con mí pueblo, y eso tiene sus riesgos, tiene sus peligros. Quisiera terminar robándole a la Madre sus palabras y que a través mío Ella se las diga a ustedes: «No tengan miedo de salir, no tengas miedo hijito, hijita mía, acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre». Profecía proximidad, esperanza VIENE DE LA PÁGINA 6 veo el descenso de las vocaciones, cuando recibo a los obispos y les pregunto: «¿Cuántos seminaristas tenéis?» — «4, 5...». Cuando vosotros, en vuestras comunidades religiosas? —masculinas o femeninas— tenéis un novicio, una novicia, dos... y la comunidad envejece y envejece... Cuando hay monasterios, grandes monasterios, y el Cardenal Amigo Vallejo [se dirige a él] puede contarnos, en España, cuántos hay, que son llevados adelante por 4 o 5 religiosas ancianas, hasta el final… Y a mí esto me provoca una tentación que va contra la esperanza: «Pero, Señor, ¿qué cosa sucede? ¿Por qué el vientre de la vida consagrada se hace tan estéril?». Algunas congregaciones hacen el experimento de la «inseminación artificial». ¿Qué es lo que hacen? Reciben...: «Sí, ven, ven, ven…». Y luego los problemas que hay ahí adentro… No. ¡Se debe recibir con seriedad! Se debe discernir bien si esta es una verdadera vocación y ayudarla a crecer. Y creo que contra la tentación de perder la esperanza, que nos da esta esterilidad, debemos rezar más. Y rezar sin cansarnos. A mí me hace mucho bien leer ese pasaje de la escritura, en el cual Ana —la mamá de Samuel— rezaba y pedía un hijo. Rezaba y movía sus labios, y rezaba… Y el viejo sacerdote, que era un poco ciego y que no veía bien, pensaba que estaba ebria. Pero el corazón de aquella mujer [decía a Dios]: «¡Quiero un hijo!». Yo os pregunto a vosotros: ¿vuestros corazones, ante este descenso de las vocaciones, reza con esta intensidad? «Nuestra congregación tiene necesidad de hijos, nuestra congregación tiene necesidad de hijas…». El Señor que ha sido tan generoso no faltará a su promesa. Pero debemos pedirlo. Debemos tocar la puerta de su corazón. Porque hay un peligro —y esto es feo, pero debo decirlo—: cuando una congregación religiosa ve que no tiene hijos y nietos y comienza a ser más pequeña y más pequeña, se apega al dinero. Y vosotros sabéis que el dinero es el estiércol del diablo. Cuando no pueden tener la gracia de tener vocaciones e hijos, piensan que el dinero salvará la vida y piensan en la vejez: que no me falte esto, que no falte este otro… ¡Y así no hay esperanza! ¡La esperanza está solo en el Señor! El dinero no te la dará jamás. Al contrario: ¡te tirará abajo! ¿Entendido? Esto quería deciros, en vez de leer las notas que el Cardenal Prefecto os dará luego… Os agradezco mucho por todo lo que hacéis. Los consagrados —cada uno con su carisma. Y quiero subrayar las consagradas, las religiosas. ¿Qué sería de la Iglesia si no existirían las religiosas? Esto lo dije una vez: cuando tú vas al hospital, a los colegios, a las parroquias, en los barrios, en las misiones, hombres y mujeres que han dado su vida… En el último viaje en África —esto lo he contado, creo, en una audiencia— encontré a una religiosa de 83 años, italiana. Ella me dijo: «Desde que tenía —no recuerdo si me dijo 23 o 26 años— que estoy aquí. Soy enfermera en un hospital». Pensemos: ¡desde los 26 años hasta los 83! «Y he escrito a los míos en Italia que no regresare jamás». Cuando tú vas a un cementerio y ves que hay muchos misioneros religiosos muertos y tantas religiosas muertas a los 40 años porque se han enfermado, estas fiebres de estos países, han dedicado sus vidas… Tú dices: ¡estos son santos! ¡Estos son semillas! Debemos decir al Señor que baje un poco sobre estos cementerios y vea que cosa han hecho nuestros antepasados y nos dé más vocaciones, ¡porque tenemos necesidad! Os agradezco mucho por esta visita, agradezco al Cardenal Prefecto, al Mons. Secretario, a los subsecretarios por lo que habéis hecho en este Año de la Vida Consagrada. Pero, por favor, no os olvidéis de la profecía de la obediencia, de la cercanía, el prójimo más importante, el prójimo más próximo es el hermano y la hermana de la comunidad, y luego la esperanza. Que el Señor haga nacer hijos e hijas en vuestras congregaciones. Y rezad por mí. Gracias. L’OSSERVATORE ROMANO página 16 viernes 5 de febrero de 2016, número 5 En la audiencia general, el Papa nos recuerda que Dios no quiere nuestra condena, sino nuestra salvación Otra clase de justicia Y desea que sus hijos vivan en el bien y la justicia Dios no quiere nuestra condenación, sino nuestra salvación. Lo destacó el Papa Francisco continuando el miércoles 3 de febrero, en la audiencia general, en la plaza de San Pedro, las reflexiones sobre el tema jubilar de la misericordia. Queridos hermanos y hermanas, buenos días, La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia perfecta. ¿Cómo conciliar las dos cosas? ¿Cómo se articula la realidad de la misericordia con las exigencias de la justicia? Podría parecer que son dos realidades que se contradicen; en realidad no es así, porque es precisamente la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera justicia. ¿Pero de qué justicia se trata? Si pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que ahí quien se considera víctima de un abuso se dirige al juicio en el tribunal y pide que se haga justicia. Se trata de una justicia retributiva, que inflige una pena al culpable, según el principio de que a cada uno se le debe dar lo que le es debido. Como dice el libro de los Proverbios: «Quien obra rectamente va derecho a la vida. Quien va tras la maldad camina hacia la muerte» (11, 19). También Jesús habla de ello en la parábola de la viuda que iba continuamente con el juez y le pedía: «Hazme justicia frente a mi adversario» (Lc 18, 3). Este camino, sin embargo lleva aún a la verdadera justicia porque en realidad no vence al mal, sino que simplemente lo contiene. En cambio, sólo respondiendo a ello con el bien, es como el mal puede ser realmente vencido. Tuit del Papa en Pontifex_es 2 FEB [12.00 PM] María, Madre de Jesús, ayúdanos a transmitir las maravillas del Señor a quienes encontramos en nuestro camino 4 FEB [10.40 AM] Dios quiere habitar en medio de sus hijos. Abramos un espacio para él en nuestro corazón He aquí, entonces, otro modo de hacer justicia, que la Biblia nos presenta como camino principal para recorrer. Se trata de un procedimiento que evita el recurso al tribunal y prevé que la víctima se dirija directamente al culpable para invitarlo a la conversión, ayudando a entender que está haciendo el mal, apelando a su conciencia. De este modo, finalmente arrepentido y reconociendo el propio error, él puede abrirse al perdón que la parte ofendida le está ofreciendo. Y esto es bello: en seguida después de la persuasión de lo que está mal, el corazón se abre al perdón, que se le ofrece. Es este el modo de resolver los contrastes dentro de las familias, en las relaciones entre esposos o entre padres e hijos, donde el ofendido ama al culpable y quiere salvar la relación que lo une a otro. No cortéis esa conexión, esa relación. Ciertamente, este es un camino difícil. Requiere que quien ha sufrido el mal esté pronto a perdonar y desear la salvación y el bien de quien lo ha ofendido. Pero sólo así la justicia puede triunfar, porque si el culpable reconoce el mal hecho, y deja de hacerlo, he aquí que el mal no existe más, y el que era injusto llega a ser justo, porque es perdonado y ayudado a volver a encontrar el camino del bien. Y aquí tiene que ver precisamente el perdón, la miseicordia. Es así que Dios actúa en relación a nosotros pecadores. El Señor con- tinuamente nos ofrece su perdón y nos ayuda a acogerlo y a tomar conciencia de nuestro mal para podernos liberar de él. Porque Dios no quiere la condenación de nadie. Alguno de vosotros podría hacerme la pregunta: «Pero Padre, ¿Pilato merecía la condena? ¿Dios la quería? No, Dios quería salvar a Pilato y también a Judas, a todos. Él, el Señor de la misericordia quiere salvar a todos. El problema está en dejar que Él entre en el corazón. Todas las pa- labras de los profetas son una llamamiento de un completo amor que busca nuestra conversión. He aquí lo que el Señor dice a través del profeta Ezequiel: «¿Acaso quiero yo la muerte del malvado [...] y no que se convierte de su condena y viva? (18, 23; cf. 33, 11), es lo que le gusta a D ios. Y este es el corazón de Dios, un corazón de Padre que ama y quiere que sus hijos vivan en el bien y la justicia, y por ello vivan en plenitud y sean felices. Un corazón de Padre que va más allá de nuestro pequeño concepto de justicia para abrirnos los horizontes inconmensurables de su misericordia. Un corazón de Padre que no nos trata según nuestros pecados y no nos paga según nuestras culpas, como dice el Salmo (103, 9-10). Y precisamente es un corazón de padre el que nosotros queremos encontrar cuando vamos al confesonario. Quizá nos dirá algo para hacernos entender mejor el mal, pero en el confesonario todos vamos para encontrar un padre que nos ayuda a cambiar de vida; un padre que nos da la fuerza para seguir adelante; un padre que nos perdona en el nombre de Dios. Y por esto ser confesores es una responsabilidad muy grande, porque ese hijo, esa hija que viene a ti busca solamente encontrar un padre. Y tu, sacerdote, que estás ahí en el confesonario, tú estás ahí en el lugar del Padre que hace justicia con su misericordia.
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