REAL ORATORIO DEL CABALLERO DE GRACIA CURSO SOBRE “HUMANISMO Y ÉTICA” 2014-2015 Conferencia: “El pensamiento ético de Karol Wojtyla” Por Fernando Díez Moreno. Abogado del Estado. Dr. en Derecho. Vicepresidente de la Fundación “Tomas Moro” 20 de marzo de 2015 1 SUMARIO: 1. Planteamiento. 2. Tesis doctoral en filosofía. 3. La Universidad Católica de Lublín (KUL). 4. La obra filosófica de Karol Wojtyla: A). Las lecciones de Lublín. B). La participación en el Concilio Vaticano II. C). La obra ulterior. 5. El pensamiento ético de Karol Wojtyla. 6. Las bases éticas del pensamiento de Karol Wojtyla. 7. Ética y corrupción en España. 8. Nota bibliográfica. 1. Planteamiento. Durante casi veinte años Karol Wojtyla fue Profesor de Ética en la Universidad de Lublín. Nadie más autorizado para hablar de Ética. No se trata en este ensayo de intentar una biografía parcial de esa etapa, sino de escrudiñar su pensamiento para llegar a unas conclusiones que nos permitan aplicarlas a nuestro momento actual en España. 2. Su tesis doctoral en filosofía. Para conocer el pensamiento ético de Karol Wojtyla es preciso comenzar con su tesis doctoral en filosofía. De 1951 a 1953 el P. Wojtyla, Párroco de la Iglesia de San Florián en Cracovia, es “obligado” por el Arzobispo Barzak a tomar dos años sabáticos para elaborar una tesis doctoral que le habilitara para dar clases en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Jagellón. Pero cuando iba a comenzar las autoridades comunistas cerraron la Facultad. Obtuvo su habilitación para dar clases al haber aprobado su tesis doctoral sobre “Evaluación de la posibilidad de edificar una ética cristiana sobre la base del sistema de Max Scheller”. Para Wojtyla, el análisis filosófico de la realidad y su relación con la vida moral, no era el adecuado al mundo moderno. Si la filosofía ahondaba en las cosas tal como son, nos ayudaría a captar la forma en que debemos actuar, de manera que la experiencia moral de cada persona (lo que “es” y lo que “debiera ser”) sería el escenario para plantear las grandes cuestiones morales: el bien y el mal, la virtud y el deber. Lo que Wojtyla pretendía con su estudio era reconstruir el fundamento de la vida moral sobre bases filosóficas, y respondía a la preocupación de Wojtyla por encontrar una fundamentación para la ética que pudiera dar respuesta a los problemas planteados por la modernidad. De esta manera se pregunta: - ¿porqué ser bueno? No basta la respuesta tradicional (porque siempre se ha hecho así), ni la respuesta autoritaria (porque lo dice Dios, o los padres, o la ley) - ¿porqué las elecciones morales no pueden ser simples preferencias personales? - ¿cómo puede discutir la sociedad él como “deberíamos” vivir unos con otros si nadie sabe de dónde procede ese “debería”? Pero el resultado de la tesis fue negativo porque: 2 - El sistema ético de Max Scheller resulta inadecuado para la formulación científica de la ética cristiana. Sin embargo, tal sistema puede ser útil como auxiliar para tal formulación. La fenomenología era, según Wojtyla, un importante instrumentos para profundizar en las dimensiones de la experiencia humana, pero no da respuesta a estas cuestiones porque deriva hacia diferentes formas de “solipsismo” (forma radical del subjetivismo según la cual solo existe, o solo puede ser conocido el propio yo), a menos que se enraizase en una teoría general de las cosas tal como son, absolutamente realista y capaz de defender la aptitud de los seres humanos para alcanzar la verdad de las cosas. Esto es crucial para que el hombre moderno pueda comprender y vivir según normas morales reales. Si la elección, en lugar de situarse entre el bien y el mal, tiende simplemente a preferencias personales, todas las opciones serían indiferentes y no habría una verdadera elección. A su vez esto vaciaría el drama de la libertad humana de su tensión esencial y privaría a los seres humanos de su cualidad más distintivamente humana. La tesis de Wojtyla es su primer intento de vincular la “objetividad” y la “subjetividad” humanas. En ese intento se plasmarían sus rasgos intelectuales más característicos: la reconciliación, la síntesis, la conexión, la visión global, que le permitirían discurrir y meditar a través: 1) del tomismo y de la fenomenología, 2) del amor y de la responsabilidad, 3) de la libertad y la abnegación, 4) de la democracia y la moralidad pública y 5) del mercado y la solidaridad. Wojtyla buscaba dotar a los jóvenes universitarios de los elementos intelectuales necesarios para superar los desafíos morales que planteaba una sociedad oficialmente materialista y que negaba la libertad y otros derechos básicos, derivados de su dignidad. Dado que el ambiente intelectual en Polonia estaba dominado por el marxismo y el materialismo dialectico cerrado a la libertad, era necesario replantearse los fundamentos racionales de la ética, sometiendo a un análisis riguroso la filosofía moral de los principales pensadores de la tradición europea. 3. La Universidad Católica de Lublín (KUL). Ante la imposibilidad de dar clases en Cracovia, por el cierre de su Facultad de Filosofía, uno de los Profesores que habían formado parte del Tribunal que juzgó su Tesis, Stefan Swiezawki (especializado en historia de la filosofía y partidario del tomismo existencial de J. Maritain), pidió a Wojtyla insistentemente que se incorporara a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Lublín como Profesor de Ética. Previamente autorizado por el Arzobispo comenzó a dar clases en el curso 195455, viajando a Lublín en semanas alternas y manteniendo sus obligaciones como Párroco de San Florián. En 1956 Wojtyla sucedió en la cátedra de Ética al dominico P. Badnarki, que había sido trasladado a Roma. Desde entonces hasta su elección como Papa (22 años), Wojtyla fue catedrático de Ética, compaginando sus obligaciones académicas y pastorales. La KUL era la única Universidad católica que existía detrás del telón de acero. El porqué las autoridades comunistas no la cerraron sigue siendo una incógnita. Tal vez porque la consideraran como una especie de zoo intelectual del que nada nuevo o peligros podía salir, o porque la valoraran como una mera reliquia medieval. Eso sí, no se ahorraron presiones sobre profesores y alumnos, no daban prestigio a los títulos que otorgaba y se silenciaba cualquier logro académico que se produjera. 3 En un ambiente nacional hostil y frente a los intelectuales europeos que flirteaban con el marxismo, desde la KUL se defendía la dignidad única de la persona frente a un adversario ideológico agresivo, demostrando que la fe católica y la razón humana eran aliados y no enemigos para llevar a cabo aquella defensa. Surgió así una escuela de pensamiento de la que formó parte el Profesor de Ética Wojtyla desde el primer momento y que estaba integrada además por el Decano de la Facultad de Filosofía J. Kalinowski, especialista en Historia de la Filosofía; por el ya mencionado S. Swiezawki; por el padre M.A. Krapiec, dominico especialista en metafísica; el padre M. Kurdzialek, experto en filosofía clásica; y S. Kaminski, especializado en teoría del conocimiento (epistemología). 4. La obra filosófica de Karol Wojtyla. A). Las lecciones de Lublín. a) El curso 1954-55 lo dedicó a tema de la “El acto y la vivencia ética”. Considera que la teoría del acto-potencia puede servir para explicar la experiencia ética. La vivencia ética es un todo experimental que tiene la estructura de un acto. A través de los actos éticos vivimos la experiencia ética. Los actos humanos son la actualización de las potencias ínsitas en el ser humano, que si son buenos lo perfeccionan y si son malos lo empeoran. Se aplica así la teoría del acto-potencia en su versión aristotélica-tomista. En consecuencia, no se pueden investigar adecuadamente todos los hechos de la vida ética al margen de la filosofía del ser. b) El curso 1955-56 lo dedicó al tema de “El bien y el valor”. La conclusión anterior la aplica a “el bien y el valor” para distinguir la concepción del bien en la éticas dependientes de la filosofía del ser y las que dependen de la filosofía de la consciencia. En la primera, el bien es algo que perfecciona real e intrínsecamente al sujeto que realiza el acto ético. En la segunda, no se acepta ese intrínseco perfeccionamiento Intenta definir adecuadamente el bien y, concretamente, que debe entenderse por “bien” en sentido ético. Para ello analiza críticamente la concepción del bien en general y del bien ético en particular en Platón, Aristóteles, S. Agustín, Santo Tomás, Kant, y Scheller. Y concluye: “cuando la ética es arrancada de los principios objetivistas y realistas de la filosofía del bien y es trasplantada al campo de la filosofía de consciencia, necesariamente cambian sus características en notable medida, e incluso pierde lo que hay de esencial en ella”. Par Wojtyla la filosofía del bien de Santo Tomás es una síntesis equilibrada de los principales logros de Platón, Aristóteles y San Agustín. Acepta la distinción aristotélica entre bien honesto, bien placentero y bien útil. El bien honesto es el que puede llamarse “bien” en sentidos propio y pleno: consiste en lo que es adecuado a cada caso a la naturaleza real de cada hombre, que se perfecciona cuando se realiza y se convierte en virtuoso. Por tanto la perfección del hombre es la virtud y es más perfectos cuanto más virtuoso. S. Agustín introdujo la visión trascendental del universo y del hombre mediante la Ley Eterna y el modelo de Jesucristo, modelo para todo hombre. 4 Por su parte Santo Tomás introduce la trascendencia de S. Agustín en la noción aristotélica del bien y de la virtud, de manera que el bien verdadero y la virtud coinciden con el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, que es lo que perfecciona verdaderamente al hombre. El resultado es que para Santo Tomás el “bien ético” tiene al mismo tiempo carácter experimental, teleológico, perfeccionista, normativo trascendente y de búsqueda de la felicidad. En Kant y en Scheller se pierde el carácter realista del bien, porque ni el formalismo de aquel, ni el emocionalismo de este se corresponden con el bien que perfecciona al hombre. Desaparece la voluntad para dar paso a la razón práctica en Kant o al sentido moral de Scheller. Para Wojtyla la voluntad juega un importante papel en la acción humana y el bien ético perfecciona al hombre. Los esquemas de Kant y Scheller son insuficientes para construir la ciencia del comportamiento humano que pueda denominarse con propiedad como “ético”. Las lecciones de ambos cursos están recogidas en “Lecciones de Lublín (I)”, Ed. Palabra, Colección Biblioteca Palabra, núm. 45, 2014. c) El curso 1956-57 lo dedicó al tema de “La cuestión de la norma y la felicidad”, que acaba de ser publicado por la misma Editorial como “Lecciones de Lublín (II)” Considera Wojtyla que si realizar el bien perfecciona al hombre realmente, el bien debe ser el fin al que el hombre tienda con sus acciones, y como la norma se deriva del fin, resulta que el bien determina la norma. Además, si lo que perfecciona la hombre debe ser lo que lo que le conduzca a la felicidad, resulta que norma y felicidad se encuentran intrínsecamente relacionadas entre sí. No se trata del bien útil, sino del bien honesto, que es el que tiene tal carácter de bien. Cuando un sujeto entiende que el bien ético es el bien honesto y se perfecciona al realizarlo, se produce la ineludible consecuencia de alcanzar la felicidad. La ética de Wojtyla es realista y eudemónica (corriente filosófica que considera la búsqueda de la felicidad como el fin, que se remonta hasta Aristóteles). Como además tiene una visión trascendente del biné último del hombre, que es Dios, es hacia este hacia el que debe tender el hombre. Estudia los conceptos de norma y felicidad en varios autores, para los que el bien ético consiste en el bien honesto de Aristóteles. d) El curso 1957-58 y 1958-59 afrontó el tema de la ética de la sexualidad que plasmó en el libro “Amor y responsabilidad”, Ed. Palabra, núm. 35. Este libro estaría en la base de las homilías catequéticas en las audiencias generales de los miércoles sobre la teología del cuerpo y del amor humano, que la Editorial "Palabra" ha recogido en cuatro volúmenes: "Varón y mujer", (Teología del cuerpo) de 5.9.1979 a 2.4.1980, (23 homilías). "La redención del corazón", (La pureza cristiana) de 16.4.1980 a 6.5.1981, (40 homilías) "El celibato apostólico", (Resurrección y virginidad) de 2.12.1981 a 2.7.1982, (23 homilías) "Matrimonio, amor y fecundidad”, de 28.7.1982 a 9.2.1983, y de 23.5.1984 a 28.11.1984, (48 homilías). e) Los cursos 1959-60 y 1960-61, ya Obispo, no debió impartir clases. 5 f) El curso 1961-62 lo dedicó al tema de “Ética fundamental. Teoría y metodología de la Ética”. B). La participación en el Concilio Vaticano II Los años sucesivos son de activa participación en el Concilio Vaticano II, y en particular en la Constitución “Gaudium et Spes”. El Obispo Wojtyla asistió a todas las sesiones del Concilio. Posteriormente se refirió a la deuda que tenía para con él, al significado único e irrepetible que tuvo para los que lo formaron, a que supuso un gran don para la Iglesia, y a que fue el seminario del Espíritu Santo. Como pago de su deuda personal con el Concilio y en cumplimiento del compromiso de difundir sus enseñanzas, Karol Wojtyla iniciaría una de las más amplias puestas en práctica del Concilio, como Papa, de todas las diócesis del mundo. 1). En los trabajos preparatorios, Wojtyla sostenía que la crisis del humanismo en el punto central de un siglo que se enorgullecía de su humanismo, debería convertirse en el marco organizativo de las deliberaciones conciliares. La Iglesia no existía para ella misma. La Iglesia existía para la salvación de un mundo en el que la promesa de la humanización de él a través de medios materiales había llevado, una y otra vez, a la deshumanización y la degradación. Las sugerencias de Wojtyla para la agenda conciliar volvían a referirse continuamente a esa crisis fundamental de la época. La búsqueda de la unidad cristiana en la Iglesia era esencial para la proclamación de un humanismo cristiano convincente, al tiempo que un laicado celoso y formado resultaba esencial si el humanismo quería penetrar en la sociedad. En definitiva, Wojtyla sometía a la Comisión preparatoria del Concilio lo que eran sus experiencias: la ocupación nazi y la ocupación comunista; su práctica en las aulas y en el confesionario; su esfuerzo por captar a Dios en lo más interior de la vida del hombre; y sus experiencias con parejas jóvenes proponiendo un apostolado laical que encarne el humanismo cristiano en terrenos a los que el clero no puede acceder. 2). En la primera sesión, en otoño de 1962, el obispo Wojtyla se sumó a una acalorada controversia teológica acerca de cómo debería entender la Iglesia la relación entre las fuentes de revelación divina, las Escrituras y la Tradición. Se trataba de un tema con considerables repercusiones ecuménicas, dada la clásica máxima de la Reforma “sola Scriptura” (tan sólo las Escrituras). Wojtyla argumentaba que el propio Dios es la única fuente de revelación. Mediante la insistencia en la autorrevelación de Dios en las Escrituras y en la Tradición, más que considerando la «revelación» como enunciado de proposiciones bíblicas o teológicas, Wojtyla estaba aplicando su personalismo a la interpretación de Dios por parte de la Iglesia y a la relación del propio Dios con el mundo. 3). Cuando los padres conciliares debatieron la renovación de la liturgia en la primera sesión, Wojtyla llevó a cabo una breve intervención que reflejaba su propia experiencia pastoral, instando a que el rito modificado del bautismo hiciera hincapié en la obligación de padres y padrinos de educar al niño en la fe. 4). En el debate sobre la naturaleza y la misión de la Iglesia, Wojtyla presentó una intervención escrita en que instaba a un énfasis más personalista y pastoral en la salvación de las almas. Además, proponía que quedara clara en cualquier documento eclesiástico la idea de una vocación laica distintiva. Se trataba de una «exigencia» legítima de los hombres y las mujeres de hoy en día, y reconocerla supondría ampliar un “sentido de responsabilidad hacia la Iglesia” dentro de la comunidad católica. 6 5). Wojtyla secundó al resto de la jerarquía polaca en la petición de un documento conciliar por separado sobre la santísima Virgen María, postura que el Concilio acabaría por rechazar por motivos teológicos y ecuménicos. Wojtyla propondría desde el principio que en cualquier discusión sobre María se hablase de su «maternidad» en la Iglesia, de su maternal preocupación por que todos los hijos e hijas de la Iglesia, en la misma tónica de la solución que se adoptaría finalmente, que fue la de incorporar la declaración de la Iglesia sobre María a la “Constitución dogmática sobre la Iglesia”. Esta clase de teología mariana, sugería, ayudaría a su vez a mejorar el esbozo de un documento en el que «la Iglesia se nos presenta más como una sociedad doctrinal que como una madre». 6). En la segunda sesión del Concilio, en el otoño de 1963, Wojtyla intervino oralmente durante el debate sobre la Iglesia como «pueblo de Dios», sugiriendo que esa imagen se describiera sacramentalmente como analogía de la encarnación de Cristo. En una intervención escrita en el mismo debate, Wojtyla, el filósofo, argumentó que la «causa final», el propósito constituyente, de la Iglesia era la santidad. Todo cristiano bautizado tenía vocación de santidad, que no era dominio exclusivo del clero o la jerarquía, sino el destino de todos aquellos a quienes Cristo hubiera «santificado en la verdad», de modo que fueran «enviados... al mundo». Karol Wojtyla participó en las sesiones tercera (otoño de 1964) y cuarta (otoño de 1965) del Concilio como arzobispo de Cracovia en lugar de como un joven obispo auxiliar. Sus intervenciones se intensificaron de acuerdo con su rango. 7). En la tercera sesión presentó una extensa intervención escrita, «en nombre del episcopado polaco», sobre el lugar de María en la propuesta “Constitución dogmática sobre la Iglesia”, y añadió una intervención personal por escrito en que argumentaba que el capítulo sobre María no debía convertirse en el último del documento, sino seguir inmediatamente al primero, sobre «el misterio de la Iglesia». 8). Participó con energía en el debate sobre el “Decreto sobre el apostolado de los laicos” que había sido propuesto. En una intervención oral basaba la fuente del apostolado laical en la dignidad bautismal y la responsabilidad de todo cristiano, más que en el hecho de que algunos laicos pertenecieran a movimientos apostólicos específicos. Wojtyla recomendaba un «diálogo en el interior de la propia Iglesia», en el que clérigos y laicos se mostraran «abiertos unos para con los otros con absoluta sinceridad». Wojtyla también insistía en la inclusión de los jóvenes y su apostolado peculiar en cualquier documento conciliar sobre los laicos. En una intervención escrita Wojtyla argumentó que la cuestión de un apostolado de los laicos revitalizado no residía en volverles cuasiclericales y preocupados principalmente por la vida interna de la Iglesia, sino en renovar su papel como apóstoles en el mundo de la cultura y el trabajo. 9). Karol Wojtyla también participó de forma activa en el debate más controvertido de la tercera sesión, sobre libertad religiosa 10). La principal contribución del arzobispo Wojtyla al Concilio Vaticano II tuvo que ver con lo que daría finalmente en llamarse “Constitución pastoral de la Iglesia en el mundo moderno”, con la intención de demostrar que a lo que el mundo aspiraba y lo que el mundo padecía eran «así mismo el gozo y la esperanza, el pesar y la angustia de 7 los seguidores de Cristo». Que el Concilio así lo afirmara no sólo le parecía razonable, sino urgente y necesario, a Wojtyla. Para cuando el Concilio se convocó en su cuarta y última sesión en 1965, se había preparado un nuevo esbozo del documento definitivo de trabajo, fundamento de “Gaudium et spes”. El arzobispo Wojtyla participó activamente en las sesiones, formando parte del subgrupo que incluía a Gabriel-Marie Garrone, el teólogo dominico Yves Congar y los eruditos jesuitas Henri de Lubac y Jean Daniélou. “Gaudium et spes”, la “Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno”, conservaría un lugar privilegiado en el pensamiento y los afectos de Karol Wojtyla durante el resto de su vida. Había trabajado con ahínco en el desarrollo del texto. Había defendido la necesidad de un documento tan innovador y su singular síntesis de la doctrina y la reflexión cristianas sobre los problemas más acuciantes de finales del siglo XX. No ha de sorprender, por tanto, que en sus documentos papales utilice con mucha frecuencia las citas del Concilio Vaticano II. C). La obra ulterior Sus reflexiones antropológicas las plasmó después en el libro “Persona y acción”, Ed. Palabra, núm. 40. Simultáneamente a sus actividades de Profesor desarrollaba Cursos de Doctorado y de dirección de tesis doctorales con lo que pretendía hacer escuela de pensamiento entre los jóvenes universitarios. Dadas sus crecientes obligaciones pastorales estas actividades tenían ciertas singularidades. Así no era infrecuente que los doctorandos viajasen a Cracovia para entrevistarse con Wojtyla y obtener la orientación precisa; por otra parte, los alumnos leían para Wojtyla las novedades publicadas y le enviaban resúmenes o reseñas. El propio Wojtyla quiso ampliar estudios en Lovaina y Paris, pero las autoridades no le concedieron el pasaporte. Además, la obra filosófica de Wojtyla no se limita a los libros citados sino que, junto a ellos, publicó gran números de artículo y ensayos en revistas especializadas o medios de comunicación. La Editorial Palabra ha recogido la mayor parte de estos en una trilogía: “Mi visión del hombre”. Consta de dos partes: “Introducción a la Ética (20 ensayos), en que aborda los principales temas que afectan al hombre: amor, felicidad, justicia; y “Ensayos de Ética personalista” (10 ensayos) “El hombre y su destino”. Consta de 9 ensayos de antropología sobre la subjetividad, la persona y la comunidad, la participación, el acto y la experiencia, la autodecisión, la cultura y la praxis y la responsabilidad. “El don del amor”. Consta de dos partes: “Escritos filosóficos y teológicos sobre el amor y la familia” (13 ensayos); y “Escritos pastorales sobre la familia” (6 ensayos). En total: 58 ensayos. 5. El pensamiento ético de Karol Wojtyla. No debe olvidarse para comprender el pensamiento de Wojtyla que en sus estudios sacerdotales recibió una formación tomista que se refleja en su tesis sobre San Juan de la Cruz. 8 Pero su segunda tesis sobre la fenomenología, como el mismo reconoció 1, supuso que sobre su precedente formación aristotélica-tomista (orientación objetivista), se injertara el método fenomenológico, lo que le permitió emprender numerosos ensayos en este campo, con especial referencia a “Persona y acción”, que le permitió introducirse en la corriente contemporánea del personalismo filosófico, que corregía aquellas carencias. La filosofía moderna, a partir de un sujeto desarraigado del ser, tenía una perspectiva equivocada, pero que presentaba aspectos atendibles: la reivindicación del sujeto, la subjetividad, la autonomía, la visión de la conciencia, etc. El pensamiento filosófico de Wojtyla parte del planteamiento de las cuestiones filosóficas originales: ¿Qué es el ser humano? ¿Porqué los hombres pueden comportarse como bestias (nazis) y otros ser capaces de heroísmo? ¿Cómo explicar que algunos sean extremadamente egoístas y otros sacrifican su vida por quienes apenas conocen? (Kolbe). Para responder a estos interrogantes había que profundizar en la antropología filosófica, una subespecialidad de la Filosofía que trataba de la naturaleza, de la situación y del destino de la persona. Se convenció de que antes de elaborar una ética filosófica fundamental era necesario construir una antropología sobre bases sólidas. Sus reflexiones antropológicas las plasmó después en el libro “Persona y acción”, Ed. Palabra, núm. 40. Este libro suscitó opuestas reacciones en el ambiente filosófico polaco y, posteriormente, en el internacional, y se centraba en la dialéctica entre la escuela tomista y la escuela fenomenológica. ¿Qué es la naturaleza humana y como comprender su dinámica? ¿Cómo se construye la extraña amalgama de materia y espíritu? ¿Cómo se explica la diferencia entre los seres humanos y los demás seres sensibles? ¿Cuál es el objetivo de la vida humana? Junto a los profesores de la Escuela de Lublín estaba convencido de que la crisis de la comprensión de la persona estaba en el origen de los desastres del siglo XX, por lo que creían que era necesario trazar las grandes líneas de una iniciativa filosófica susceptible de aunar tres grandes grupos de cuestiones: La Metafísica como teoría general de la realidad, que explica las cosas tal como son. La Antropología como explicación de la naturaleza y el destino de la persona. La Ética para responder a la cuestión de qué debemos hacer, y que se presenta de manera urgente a causa del comunismo que propone una visión reduccionista de las cosas y era una caricatura grosera del humanismo que despojaba al hombre de su capacidad de elegir, de sus responsabilidades y, en consecuencia, de su humanidad. 1 . V. “Don y misterio”, Ed. BAC, 1996, pag.10 9 Así pues, la respuesta al marxismo y al materialismo de la política del comunismo era un humanismo más completo, que ofreciera un punto de vista más atrayente de las instituciones morales y de la acción moral del hombre. Se trataba de redefinir la orientación de la Filosofía que se arrastraba desde el siglo de las luces, actuando en el terreno propio del marxismo, para, en definitiva, liberar a la persona humana. En las “Lecciones de Lublin” se orientaba a la creación de una ética personalista, desarrollando temas como: la autonomía relativa de la Ética respecto de la Antropología la experiencia moral como punto de partida de la Ética la elaboración de la norma personalista el estudio de la relación entre voluntad y razón práctica las repercusiones de la subjetividad en la Ética el perfeccionismo. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la Ética requería una reflexión antropológica previa e ineludible, porque era imposible desarrollar una Ética personalista integrada de elementos tomistas y fenomenológicos si no se disponía de un sólido concepto de la persona. Un primer paso en esta dirección lo dio con la publicación de “Amor y responsabilidad”, pero no era suficiente. El segundo paso lo da con “Persona y acción” en la que partiendo de los supuestos tradicionales (como el acto-potencia tomista), y de los supuestos modernos (acción causada por el sujeto) llega a la formulación de una nueva antropología de corte personalista integrando ambos tipos de supuestos. En definitiva, se trata de un intento más de los pensadores cristianos del siglo XX, como Maréchal, Maritain, Edith Stein, Mounier, Guardini o Julián Marías, de unificar la tradición filosófica clásica con el pensamiento moderno. En nuestro caso para integrar las dos grandes tradiciones filosóficas, la del ser y la de la conciencia, para dar paso a una antropología positiva capaz de dar respuesta a los interrogantes del hombre contemporáneo, tanto cristiano como no; capaz de ofrecer al creyente un sistema de pensamiento que evite asumir formulaciones filosóficamente anticuadas como precio por la coherencia con su fe; y al no creyente, desde la razón, un modelo de persona integrada, equilibrada y abierta a la trascendencia. 6. Las bases éticas del pensamiento de Karol Wojtyla. En el pensamiento ético de Karol Wojtyla influyó decisivamente la Escuela de Lublín. A esta influencia se incorpora la propia experiencia y la obra de Wojtyla, de manera que podríamos sintetizar así su pensamiento: Mostrarse radicalmente realistas sobre el mundo y la capacidad humana para conocerlo. Los seres humanos solo pueden ser libres si tienen posibilidad de conocer la verdad. ¿Cuántas son 2x2? Comenzar la investigación por una reflexión ordenada de la persona y la experiencia humanas y no por la cosmología (teoría general del universo). Este punto de partida era importante en la confrontación con el marxismo. Vinculación con la razón. Después de la experiencia que todos los miembros de la Escuela tuvieron con el nazismo y con el comunismo, eran conscientes de lo que la irracionalidad podía llevar a cabo apoyándose en la fuerza material o física. 10 Practicar un ecumenismo de acuerdo con los tiempos que vivían que rechazaba tanto el ser prisioneros de la propia conciencia como el caer en la esclavitud de lo contemporáneo. La Escuela de Lublín consideraba que una mala comprensión de la persona humana, de la comunidad en la que se inserta, y de su destino, podría haber sido responsable de las tragedias del siglo XX y querían ayudar al mundo a entender mejor la verdad sobre la condición humana, fundada en la tradición filosófica de Occidente, pero de una manera resueltamente moderna. El modelo virtuoso del gobernante es el de aquel que actúa regido por una completa integridad moral y por un irrevocable compromiso contra las injusticias o discriminaciones no justificadas. Sin pretender ser exhaustivos podemos mencionar las siguientes virtudes: - actuar con rectitud de corazón, lo que significa de acuerdo a una conciencia totalmente recta. - buscar el conocimiento total de las cuestiones que aborda a través de una información completa para comprender y juzgar rectamente. - tener la misma rectitud de intención en la vida pública y en la privada. - luchar contra toda maldad o injusticia, manteniendo alejadas cualquier tipo de opción que implique una perversión moral. - rechazar las calumnias y las difamaciones. - huir de la arrogancia, la prepotencia y la soberbia. - no incurrir en corrupción ni cometer fraudes - valorar la lealtad, evitando el consejo de quienes actúan con engaño, mentira y fraude. - combatir la criminalidad en cualquier ámbito de la vida social o económica. Sorprende saber que estas virtudes del gobernante que hemos seleccionado, no son solo de nuestro tiempo. Están formuladas hace más de 2.000 años. ¡Si, si! Como lo lees. En la Biblia, en el Antiguo Testamento hay un libro llamado de “Los Salmos”, cuya antigüedad es varios siglos anterior al nacimiento de Cristo. Para que tú mismo lo compruebes, y por si tuvieras dificultad en acceder a ese texto, te transcribo el Salmo 100: “Voy a cantar la bondad y la justicia, Para ti es mi música, Señor; Voy a explicar el camino perfecto: ¿Cuándo vendrás a mí? Andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa No pondré mis ojos en intenciones viles; Aborrezco el que obra el mal, no se juntará conmigo; Lejos de mi el corazón torcido, no aprobaré al malvado. Al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar; Ojos engreídos, corazones arrogantes, no los soportaré. Pongo mis ojos en quienes son mis leales, ellos vivirán conmigo; El que sigue un camino perfecto, ese me servirá; No habitará en mi casa quien comete fraudes; 11 El que dice mentiras no durará en mi presencia; Cada mañana haré callar a los hombres malvados, Para excluir de la ciudad de Dios a todos los malhechores” Nada hay nuevo bajo el sol. ¿Sabrán nuestros gobernantes que existe el Salmo 100? 7. Ética y corrupción en España. - Distinción entre corrupción pública y privada Antecedentes Carácter minoritaria Carácter personal Corrupción y defraudación Consecuencias sobre la democracia. 8. Nota bibliográfica. A estas alturas la bibliografía sobre Juan Pablo II es inabarcable. Baste remitirnos a la versión española del libre de George Weigel “Testigo de esperanza”, que contiene una parte final con las referencias a los libros “de” y a los libros “sobre” Juan Pablo II. Nos referimos en esta nota a los de más fácil acceso en castellano y a los utilizados en estas notas. Sobre los libros escritos por Karol Wojtyla, puede encontrarse, en lengua castellana, además de “Amor y responsabilidad” (Ed. Palabra), en la Ed. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC): “La fe según San Juan de la Cruz” (su primera tesis doctoral), Madrid 1997; “Poesías”, Madrid 1993; “La renovación en sus fuentes”, Madrid 1982; y “Signo de contradicción”, Madrid 1979. También como Papa, Juan Pablo II no dejó abandonada su faceta de escritor. Pueden citarse en lengua castellana: “Cruzando el umbral de la esperanza”, Ed. Plaza, Barcelona 1995; “Don y misterio”, Ed. BAC, Madrid 1996; “Tríptico romano”, libro de poesías editado por la Universidad Católica de San Antonio de Murcia, 2003; “¡Lavantaos, vamos!”, Ed. Plaza, Barcelona 2004; “Memoria e identidad”, Ed. Esfera de los libros, Madrid 2005. Toda la documentación del Pontificado de Juan Pablo II se puede consultar en la página web del Vaticano: www.vatican.va. Por orden cronológico de cada categoría, se recogen los Angelus, las Audiencias, las Cartas, las Cartas Apostólicas, las Constituciones Apostólicas, los Discursos, las Encíclicas, las Exhortaciones Apotólicas, las Homilías, los Mensajes, los Motu Propio, las Oraciones y los Viajes. Mi primer contacto intelectual con este Pontífice fue cuando en 1979 cayó en mis manos el libro de André Fossard “N´ayez pas peur” (existe versión española “No tengáis miedo”, Plaza y Janés, 1982). Se trata del primer “libro-entrevista” hecho al Papa a petición de él mismo. Fossard fue un Académico de la Academia Francesa, judío convertido al cristianismo que había escrito un libro narrando su conversión. Este libro había sido leído por Karol Wojtyla, y cuando ya Papa supo que Fossard formaba parte de la delegación francesa que acudió a su entronización, le pidió que se quedara para hablar con él, y en esa audiencia le propuso escribir el libro a base de 12 sucesivas entrevista. Diez años más tarde, Fossard escribió “Retrato de Juan Pablo II” (Planeta, 1989), en el que narra como escribió el primero de los libros y las circunstancias del atentado contra el Papa. Pero sin duda alguna, y como ya anticipe, el mejor con diferencia de los libros que he leído sobre Juan Pablo II ha sido el del George Weigel “Témoin de l´espérance”, Ed. JC Lattés, 1999. (Existe versión en español: “Testigo de Esperanza”, Ed. Plaza y Janés, 1999). Weigel es un teólogo laico americano a quien también el Papa le pidió que lo escribiera (“Cher ami, C´est de tout coeur que je vous encourage à écrire ma vie. Vous êtes très bien placé pour le faire y nous nous rencontrerons souvent…”). Con su expresa autorización se le abrieron las puertas de Polonia y del Vaticano. La importancia de este libro es que no solo contiene una biografía autorizada y exhaustiva, sino que es también un compendio doctrinal del pensamiento de Karol Wojtyla y de Juan Pablo II. La versión española, a diferencia de la francesa, contiene, a partir de la pag. 1278 una extensísima bibliografía que nos exime de cualquier otra cita. Durante su vida y después de su muerte, han escrito sobre Juan Pablo II, entre otros muchos: Natale Benazzi, “La Biblia de Juan Pablo II”, Ed. Esfera de los Libros, Madrid 2008, que recoge los fragmentos bíblicos más utilizados por el Papa en sus reflexiones y oraciones; Alceste Santini, “El legado de Juan Pablo II”, Ed. Planeta, Madrid 2004; Caroline Pigozzi, “Juan Pablo II, íntimo”, Ed. Aguilar, Madrid 2005; Carl Bernstein y Marco Politi, “Su Santidad”, Ed. Planeta, 1996; y Bernard Lecomte, “Jean Paul II”, Ed. Gallimard, 2003. La Editorial Palabra ha publicado la transcripción de las homilías catequéticas de los miércoles, en un encomiable esfuerzo editorial. La publicación abarca trece volúmenes de la colección “Palabra-Libros”, los números 10, 12, 14, 15, 16, 17, 22, 23, 25, 28, 32, 38 y 43. El último de estos se denomina “Cantad un cántico nuevo” y recoge las homilías que comentan los Salmos en la oración de “Laudes”. Está por publicar las homilías que comentan los Salmos en la oración de “Vísperas”, cuyo ciclo concluyó Benedicto XVI, que sí están publicadas por la Editorial B.A.C. 13
© Copyright 2025