CONTENIDO 2 DEL DIRECTOR Basilio Belliard 4 Entrevista a Juan Carlos Mestre Alejandro González 12 Adorno y Hegel Xabier Insausti 30 Una fértil agonía Miguel Aníbal Perdomo 33 Octavio Paz: el privilegio del arte Miguel Ángel Muñoz sempiterno el sentido 41 ¿Será en la formación de palabra? Prefijos y sufijos sin sentido Rafael Núñez Cedeño 46 Aniversario de Pedro José Gris José Enrique García 50 Fragmentos del libro Aniversario de Pedro Jose Gris libro de los saltos 54 ElApuntes sobre las derivaciones de la cantidad en el arte y la vida Pedro José Gris 92 Noticias de Cosmópolis La ciudad de Santo Domingo entre las ruinas y la modernidad Médar Serrata 108 Dicen que ha muerto Gabriel García Márquez Ángel Garrido 113 Ramón Oviedo El gesto, el espacio, el tiempo. (A propósito del Premio Nacional de las Artes Plásticas 2013). Miguel Ángel Muñoz 118 La colección Imbert Bernardo Vega 121 Reseña del libro El lenguaje poético en El mar y tú de Julia de Burgos: de la estadística a la estilística Ramonita M. Reyes Rodríguez, Ph.D 130 Sobre Mapa al corazón del hombre, de Carlos Roberto Beras Gómez Fernando Cabrera 136 La estética objetual de Pedro Antonio Valdez en Naturaleza muerta y otros libros Alberto Martínez-Márquez 60 José María Heredia y Heredia El poeta que le regalamos a Cuba Carmen Heredia de Guerrero 141 Ángelus Novus y un huracán llamado progreso Andrés Merejo 64 Entrevista a Domingo Liz “El artista de hoy no se preocupa por su identidad” Liliam Carrasco 147 Poetas dominicanos del nuevo milenio Selección y nota León Félix Batista 68 UlisesHeureaux la coyuntura política de 1888 a través de su correspondencia Rafael Jarvis Luis 160 165 Reseñas 79 Aspectos de la vida y la obra de Domingo Moreno Jimenes Manuel Mora Serrano Apuntes sobre el significado de moderno en el tiempo de Andrés López de Medrano. Luis O. Brea Franco 1 CP DELDIRECTOR P aís Cultural una vez más sale al aire de la cultura dominicana con sus páginas y colaboradores, al arribar a su número 16. Esta revista es la genuina expresión de la tenacidad y la constancia, en medio de un panorama mundial y local complejo y cambiante. Desde su fundación, en junio de 2006, este órgano de difusión cultural y literaria del Ministerio de Cultura ha mantenido un criterio editorial de pluralidad, apertura y diálogo con la comunidad intelectual nacional e internacional. Su filosofía comunicativa consiste en crear una sinergia de integración entre el pensamiento y la creación, más allá de las manifestaciones verbales y los lenguajes artísticos. De ahí que confluyen siempre en sus páginas la poesía, el cuento, la crítica, el ensayo, la entrevista, el artículo o la crónica, de manos de prestigiosos y lúcidos colaboradores. El entusiasmo que genera, así como la expectativa de novedad que trae cada número, nos llena de espléndidas satisfacciones. La necesidad de tener en el país una revista de este tipo debe ser una garantía de continuidad, preservación y defensa de su importancia y trascendencia. Más aún, en razón de lo efímero de su existencia y del poco apoyo financiero de parte de las instituciones y las empresas comerciales, diferente a otros países con tradición de revistas culturales. Sabemos que los cambios tecnológicos y las transformaciones de lo análogo a lo digital han generado un desplazamiento de los lectores más jóvenes a nuevos dispositivos de lectura. Pero el reto es persistir en la coexistencia de ambas vertientes, a fin de propiciar la preservación de una tradición de lectores, como al fomento del arte de la colección y la consulta de revistas y demás publicaciones periódicas. PC 2 En este número, los lectores de País Cultural podrán leer una maravillosa entrevista al poeta español Juan Carlos Mestre, con una exhortación a los poetas; un riguroso y extenso ensayo del filósofo y académico vasco Xabier Insausti sobre Adorno y Hegel; un artículo de Miguel Aníbal Perdomo acerca del cuento La fértil agonía del amor de Marcio Veloz Maggiolo; dos ensayos del crítico de arte mexicano Miguel Ángel Muñoz sobre Octavio Paz como crítico –que presentó en la pasada Feria Internacional del Libro 2014, a propósito del centenario del Nobel mexicano, así como otro ensayo sobre el pintor Ramón Oviedo, en ocasión de haber obtenido el Premio Nacional de Artes Plásticas 2013; un artículo de José Enrique García sobre el libro de poesía Aniversario de Pedro José Gris; de igual modo, poemas de este poeta y pintor, y unos apuntes de su autoría acerca del poemario El libro de los saltos; un artículo de Carmen Heredia de Guerrero sobre el poeta romántico José María Heredia; una entrevista de la crítica de arte Liliam Carrasco al maestro de la plástica Domingo Liz; un ensayo del historiador Rafael Jarvis sobre Ulises Heureaux; un largo discurso de Manuel Mora Serrano sobre la vida y la obra de Domingo Moreno Jimenes, dictada en el ciclo pre-inaugural de la pasada FIL-2014; un espléndido ensayo del poeta dominicano de la diáspora académica Médar Serrata, titulado Noticias de Cosmopolis, sobre la ciudad de Santo Domingo; una crónica de Ángel Garrido, a raíz de la muerte de García Márquez; un artículo de carácter histórico de Bernardo Vega, otro de tipo lingüístico del académico dominicano residente en Chicago Rafael Núñez Cedeño y otro de Andrés Merejo acerca de Walter Benjamín. De igual manera, las tradicionales reseñas de libros, y una muestra antológica de Poetas del Nuevo Milenio, un proyecto de la universidad de Buenos Aires, de veinte países de habla española que reúne poetas nacidos a partir de 1970, coordinado por el poeta colombiano Fredy Yezzed, y cuya selección y notas corresponden a León Félix Batista, editor de País Cultural. Así pues, los lectores y fervorosos seguidores de esta revista, tienen una muestra variada y amena de páginas de rico contenido temático, e interesantes ilustraciones de pintura y dibujo de Ramón Oviedo, a quien está dedicado este número, en ocasión del Premio Nacional de Artes Plásticas, y gracias a la colaboración de Omar Molina Oviedo, pintor y nieto del maestro, quien nos ofreció sus fotografías de la colección pictórica del maestro Oviedo. De esta manera, seguimos rindiéndoles homenaje a nuestros artistas plásticos con la dedicatoria de cada número, como lo hicimos con Cándido Bidó, Fernando Peña Defilló y Domingo Liz, en los números anteriores. Basilio Belliard Ramón Oviedo 3 CP Alejandro González Entrevista a Juan Carlos Mestre “Ha llegado el momento de que los poetas dejen de hablar en voz baja”. PC 4 Juan Carlos Mestre (León, España, 1957) habla, muerde el polvo, se asoma al vacío. De su boca fluye un río intempestivo que nunca pierde el rumbo, que va siempre hacia su objetivo: el mar en calma de una verdad intuida. En su voz, los días revelan el hilo, la trama, la magnitud de su empeño. Poeta, artista plástico, músico, autor de libros como La visita de Safo o Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo, ganador del Premio Nacional de Poesía de España en el 2009 por La casa Roja, y del Premio de la Crítica de poesía castellana por La bicicleta del panadero en 2012, Mestre es tajante cuando habla de la responsabilidad de la sociedad ante las palabras, ante el hecho poético: Hay que recordar y defender, dice, aquello que con el paso del tiempo el lenguaje ha fijado como conquistas históricas de la conciencia humana. A veces calla de pronto, como quien va a buscar ideas allí donde pone huevos el silencio. Regresa siempre con las manos llenas: El poeta es, por esta razón, un héroe forzado, un héroe obligado a ser héroe. No podía ser de otra manera para alguien que asume la poesía como una manera de estar en el mundo, como una forma de vida. Para alguien que va y viene guiado por el asombro, la intuición y la extrañeza, y que no para de buscar a cada instante su perdida región en el aire. Para alguien que ve en la poesía las herramientas esenciales para cuestionar y oponer resistencia a las legislaciones del hambre y a la oprobiosa costumbre de la muerte. En estos tiempos de crisis, ¿poesía para qué? Yo me he preguntado muchas veces para qué sirve la poesía en épocas de penurias. Es una vieja pregunta ya hecha por Heidegger, el desagradable Heidegger. La palabra poética responde a la necesidad esencial de reafirmar la dignidad humana. La poesía es un lenguaje de las intermediaciones. Y el poeta es incómodo porque es un testigo que, si bien no está dispuesto a declarar contra nadie en un tribunal, siempre está ahí nombrando, recordando la sonrisa inmaculada de los muertos, ejerciendo permanentemente el imperativo categórico de la memoria sobre los lugares y las heridas civiles donde la justicia nunca estuvo, ante una sociedad que basa su presente en el olvido y en la oferta de un porvenir permanentemente aplazado. En la sociedad contemporánea, la poesía cumple una tarea esencial de resistencia frente al autoritarismo. Uno podría preguntar, y ¿por qué? Pues porque es necesario seguir recordando lo que significan la palabra justicia, la palabra piedad, la palabra misericordia frente a un paredón de fusilamiento, frente a un decreto injusto, frente a las legislaciones del hambre. Es imprescindible volver a recordar lo que significa fraternidad, amistad, justicia, derechos civiles. Es decir, lo que con el paso del tiempo el lenguaje ha fijado como conquistas históricas de la conciencia humana. Y desde ese punto de vista, el poeta es un héroe forzado, un héroe obligado a ser héroe. La poesía trabaja permanentemente para que una sociedad no pierda el sentido último de su responsabilidad con el lenguaje, porque cuando esta responsabilidad se empieza a deteriorar, comienza la gran intemperie desolada de los pueblos que han perdido la posibilidad de nombrar la esperanza. Lo que Hitler quiso enterrar en Auschwitz no fue sólo el pueblo judío, fue también la conciencia del pueblo judío, la conciencia de la otredad. ¿Quieres decir entonces que el poeta es una especie de guardián o velador de esa memoria colectiva que guardan las palabras? ¿Es posible articular una poética coherente en el momento histórico en el que vivimos? Yo suscribo aquel pensamiento del Conde de Lautréamont cuando hablaba de que el poeta debía ser el miembro más útil de su tribu. ¿Útil para qué? Esencialmente para hacerse cargo de su responsabilidad en un territorio que es el de las palabras. ¿Y cómo puede hacerse responsable? ¿Cuál es la tarea que tiene el poeta? Pues posiblemente la de recordar que las palabras han generado a través de la historia de las civilizaciones una alianza entre lenguaje y porvenir, y que han contribuido permanentemente a la repoblación espiritual del mundo. Sí, a mí no me cabe la menor duda. Yo vivo rodeado de poetas cuyas voces forman parte del sostén moral y ético de la sociedad actual. Creo que en la Europa posterior a la caída del muro de Berlín y a la desaparición del bloque soviético en los países del Este, poetas como Wislawa Szymborska o Czeslaw Milosz lograron articular en sus obras de alguna manera el gran anhelo de aquellas sociedades. En nuestro país, por poner otro ejemplo, Antonio Gamoneda ha logrado articular el gran proceso pendiente que tenía el fascismo con su memoria. Su libro Un armario lleno de 5 CP Ramón Oviedo sombras es posiblemente el más hermoso y duro juicio que se ha hecho a la gran herida que fue la posguerra. Por otra parte, yo vivo rodeado de jóvenes poetas que en sus buhardillas se enfrentan cada mañana a la palabra, empujados por los misteriosos vientos de otros sueños parecidos. Ellos saben dónde quieren llegar, y donde quieren llegar es esencialmente a un lugar mejor. Como dice Jorge Riechmann, un poeta muy querido, la vida carecería de sentido sin resistencia al mal. Sería difícil levantarse cada mañana y encontrarle un sentido a la existencia si no fuera el de oponernos a todas esas formas de la precariedad, de lo ominoso de la usura, de lo cotidiano que desgasta la ilusión de la vida. Por lo tanto, no: la poesía no es inútil. La gran inutilidad está en otra parte. No en la poesía. La indiferenciación conduce necesariamente al fracaso de los proyectos de la inteligencia. Tal vez ha llegado el momento de dejar de hablar en voz baja. Alguna vez dijiste públicamente que hay que vivir un poema hasta sus últimas consecuencias. ¿Pero qué implica vivir un poema hasta tal extremo? PC 6 A veces uno dice cosas de las que no tiene exacta conciencia de qué es lo que realmente quiere decir hasta que eso que quiere decir no se revela. Pero en este caso es muy sencillo: cuando yo hablo de vivir hasta las últimas consecuencias la vida del poema quiero decir que la poesía es una forma de vida, es una manera de existir en el mundo. Es decir, yo no he escrito una sola línea que no tenga que ver con mi vida, que no haya supuesto una forma de experiencia. Todo lo que hay en mi poesía habla de lo que cotidianamente sucede en mi vida, y en mi vida sucede el deseo, sucede la contradicción, sucede la pasión, sucede la neurosis necesaria que requiere la construcción de todo texto. Decía Roland Barthes: Loco no puedo, sano no querría, sólo soy siendo neurótico. Se trata de la obsesión en la construcción de un texto de vida, un texto que es la propia vida. Dicho de otra manera, yo no viajo con mis poemas, el poemas es el viaje. La poesía no consiste en colocar banalidades bien entonadas en la mitad de una página. La poesía es existencia intensificada por el lenguaje, nombrada por el lenguaje. Mi poesía está atravesada por la falta de contención, la no brevedad y por la ruidosa circunstancia de su permanente hacer. Y es así porque así me levanto y así me acuesto. Entre Siete poemas escritos junto a la lluvia y La bicicleta del panadero han pasado 30 años. ¿Cómo ha cambiado en este tiempo tu relación con las palabras, con el hecho poético? Me encantaría decir que ha cambiado mucho desde los primero poemas adolescentes que escribí junto a la lluvia, en los largos inviernos de mi tierra natal, en los valles del Bierzo, en aquella cultura de ríos, aguas y bosques. Sí, deberían de haber cambiado muchas cosas. Pero -es la primera vez en estos 30 años que reflexiono sobre ello- la verdad es que creo que no ha cambiado absolutamente nada. Sigo percibiendo el mundo con la misma admiración con que lo hacía a los 14 años. Sigo leyendo el mundo con palabras. Sigo fijando a través de la escritura los vértigos del mundo, las grandes exaltaciones y los miedos. Me hago las mismas preguntas, me enfrento a las mismas incógnitas que siguen en mi conciencia sin resolver, a la misma capacidad de empatía con el otro, a la misma condición de simpatía hacia el diferente, hacia el que sufre, hacia el débil, hacia el huérfano, hacia la viuda. Yo escribí Elegía en mayo, mi primer poema que considero como tal, a los 15 años, a raíz del suicidio de mi gran amigo Gilberto Núñez Ursinos. Ese texto, que se ha vuelto 7 CP PC 8 a publicar recientemente en La visita de Safo y otros poemas para despedir a Lennon, yo lo podría haber escrito hoy, ni mejor ni peor, porque hay en él el mismo estado de conciencia. de la materia del mundo; la gran alianza que en última instancia hace coincidir -en el punto más próximo y también en el más lejano- a la poética y a la física, a la lingüística y a la matemática. ¿Hay alguna tensión entre tu obra visual y tu obra escrita? ¿O son estas las dos cabezas de un mismo perro? Es decir que la fractura del saber que ha generado la mecánica cuántica en el mundo de la física puede modificar también nuestra forma de entender la poesía. Yo no siento ninguna diferencia. Si yo me pongo a escribir, lo hago desde el mismo lugar de conciencia que cuando hago un dibujo. Esto es, desde una conciencia estética del mundo, desde una conciencia artística de la realidad, del otro no perceptible, de aquello a lo que no se puede llegar a través del conocimiento pragmático, sino a través de la intuición, y que forma parte de la esencia cuántica, es decir, física del mundo. Y digo cuántica porque no me muevo en el terreno de la superstición de las cosas, no hablo de la magia como una superstición de casualidad, sino que hablo de lo misterioso como una capacidad cuántica e intrínseca a la materia: el saber que del color amarillo tienen las partículas del girasol, la conciencia del círculo que tienen las partículas que integran la hoja, la gota de agua, el conocimiento y el saber que tiene el cuarzo para generar la cristalografía de sus formas. De esa misma manera pienso que en este fluir permanente del lenguaje hay una capacidad de acceder a otro conocimiento, a la anticipación del conocimiento de las cosas y del mundo, de lo no visible, y que nos aporta unos datos sobre la realidad imprescindibles. Indemostrables, pero imprescindibles. Es acaso la misma intuición que guía durante miles de kilómetros a las aves, o que se esconde tras el lenguaje inarticulado de los pájaros. Como decía Walter Benjamin, hay otro conocimiento poético de la realidad. Es esa zona no visible de las semejanzas y los vínculos absolutos que existen entre todas las partes Sí, sí. Yo creo que de una manera determinante. La poesía participa del conjunto de los conocimientos de la existencia humana, no es un mero lenguaje decorativo. La poesía es el desafiante, el lenguaje que ahonda en la belleza de la futura verdad. La futura verdad no existe, es un modus, una manera de enfrentarse a ello. Cuando uno habla del bosón de Higgs y de la partícula de Dios, uno no está hablando de otra cosa que de esa zona misteriosa a que se refería Lorca sobre la poesía cuando decía que sólo el misterio nos hace vivir, sólo el misterio. Cuando Galileo Galilei arde en Roma, arde también la ortodoxia, arde la retórica falsa de una verdad que se precipita en las cenizas del lugar donde nacerán las semillas de un nuevo conocimiento. Y ese nuevo conocimiento se renueva cada día con el significado que conquistan las palabras. El gran desafío de la sociedad contemporánea está en las ciencias del conocimiento, entre las cuales la poesía está a la vanguardia, junto con la física cuántica. Frente a las benzodiazepinas del poder está el insomnio permanente de la palabra poética. Ese insomnio que nos hace estar despiertos ante cualquier pequeño conocimiento. La respuesta a la realidad está en la realidad. Azar y conciencia no son términos antitéticos; todo lo contrario, el azar es la conciencia de la materia. Es decir, la materia es portadora de conciencia. El azar es la ley general que rige el universo, hace crecer los girasoles, hace maullar a los gatos y hace escribir poemas. Es una conciencia definitiva de lo posible, y dentro de lo posible, la poética no puede obviar lo no nombrado, lo indecible, es decir, lo no posible al conocimiento, pero posible más allá de la fractura de su saber. ¿Escribes por inspiración o disciplina? Disciplina. Hay gente que tiene el gran don de escribir en cualquier circunstancia, pero a mí no me ha sido dado. Yo no habría escrito ni una sola línea si no hubiese sido por el esfuerzo. Me he pasado la vida escribiendo. Reescribo mucho. Aunque bien es cierto que las ideas llegan solas. Yo escribo mucho andando. La mayoría de los poemas los concibo de esa manera. Ando todos los días dos y tres horas. Lo he hecho siempre. Y en ese caminar, trabajo. En realidad cuando me pongo a escribir, cuando me siento delante del ordenador, la idea ya está elaborada. Pero es una elaboración persuasiva, pertinaz y constante a la que vuelvo una y otra vez. Todavía sigo esperando la musa que llegue y sople. Sería una cosa maravillosa. Pero no me ha sido dada la amistad con las musas, no, al menos no con las que soplan poemas. ¿Cabe en la poesía la idea de autoridad artística? Creo que todo poeta que no se oponga hoy en día al autoenorgullecimiento debería abandonar el ejercicio de la palabra poética. Creo que el territorio de ejercer una categoría artística sobre los demás es cuando menos un acto de supremacismo de la inteligencia que habría que empezar a comparar con otros deterioros de la conducta social que hemos considerado oprobiosos durante décadas. Es decir, a nadie puede exigírsele en poesía dar cuenta del alcance de su talento. Cada poeta se juega la esencia de su vida y llega tan lejos como le es posible. Has dicho que hay que vaciar el lenguaje poético de toda referencia al mundo de las armas. ¿Por qué? Nada se nombra del mismo modo dos veces. Es decir, todo lo nombrado implica alguna categoría política de significación. No hay ningún signo inocuo. Cualquier signo que uno coloque en la calle puede ser trasgredido o puede ser asumido, pero no es inocuo. Nosotros no vivimos en la época de Rilke ni de Whalt Whitman. Nosotros vivimos después de Auschwitz. Cuando Adorno se preguntaba -¡Adorno, siempre tan mal interpretado!- si era posible escribir después de Auschwitz, lo que en realidad preguntaba era cómo nos vamos a enfrentar al gran fracaso de la poesía, de la consolación, de la piedad, de la misericordia, de la resistencia moral de la conciencia de la sociedad europea más culta del último siglo. Pues bien, la respuesta está en que la poesía debe asumir posiciones ideológicas claras respecto a cuál es su proyecto espiritual, y el proyecto espiritual de la poesía no es el de constituir un arma secundaria en el proceso de la eliminación física del contrario. Después de Auschwitz, después de los gulags, después de los Jemeres rojos, después de las masacres del imperialismo, después de la inocente guerrilla de la palabra masacrada en América Latina por los poderes fácticos, seguir estableciendo el falso mito de la poesía como un arma –que es inútil como tal–, lo único que hace es reforzar el valor real de lo que sí son armas. Por lo tanto, no creo que la poesía pertenezca a la vieja familia de la espada ni de las armas cargadas de futuro, sino a los grandes proyectos vinculados a la repoblación espiritual del mundo para lo que es más favorable el arado de Isaías. 9 CP ¿Qué opinas entonces de la afirmación de que no puede haber una revolución exitosa sin que haya derramamiento de sangre? Ramón Oviedo Creo que esa afirmación es rotundamente perversa. Todo derramamiento de sangre significa dolor y sufrimiento. Y si a estas alturas no podemos racionalizar la oferta del futuro, la posibilidad de futuro sobre las bases de una sociedad más justa que impida en su propia transformación el sufrimiento humano, lo único que estaremos haciendo de nuevo es construir las metáforas de una revolución que sólo cambia el lugar del dolor. Todo cambio revolucionario aspira a desobedecer la costumbre de la muerte, a desobedecer la costumbre de lo ya dicho, a desobedecer la costumbre del sufrimiento, a desobedecer la costumbre de los privilegios, a desobedecer todo el dolor que pervive detrás de todas esa categorías ominosas que forman parte de los discursos del poder. La única manera revolucionaria de generar un cambio es aquella en la que el ser humano no tenga que pagar con su vida el costo de su libertad. [email protected] PC 10 . Juan Carlos Mestre Poeta, dibujante y ensayista, nacido en España, en 1957. Premio Adonais de poesía por Antífona del otoño en el valle del Bierzo, Premio Jaime Gil de Biedman por La poesía ha caído en desgracia, Premio Jaén por La tumba de John Keats, Premio Nacional de Poesía en 2009 por su poemario La casa roja y Premio de la Crítica de Poesía Castellana en 2012 por La bicicleta del panadero. 11 CP ○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○○ adorno y hegel Xabier Insausti PC 12 Introducción Mucho y desde muy pronto se comenzó a discutir ya sobre la actualidad o no actualidad de la Escuela de Frankfurt, de sus planteamientos. Max Bense planteaba que la teoría quedó anticuada ya en el exilio californiano mismo, que no respondía a la realidad. También Habermas pensaba lo mismo. Ya en 1970 y posteriormente en 1983, al retomar la docencia en la Universidad de Frankfurt, expresó su intención de no continuar la tradición de sus predecesores. Dijo que esa tradición de pensamiento pertenecía a otra época por cuanto respondía a una situación ya superada. Ahora, dice, “el comportamiento adecuado es la exploración y el revisionismo sin consideraciones” (“Bemerkungen zu Beginn einer Vorlesung”, in: Die Neue Unübersichtlichkeit, Frankfurt/M. 1985). Pero esta revisión olvida algo fundamental. Las tendencias que Horkheimer y Adorno detectaron como tendencias inherentes al capitalismo, especialmente al capitalismo tardío (Spätkapitalismus), siguen presentes hoy. Incluso con más virulencia que entonces. La capacidad de regeneración del capitalismo es más fuerte y terca que la de sus concurrentes. La fase liberal del capitalismo hasta los años 60 del siglo pasado dio paso a una fase mucho más agresiva, llamada neoliberal, de control del capital y del monopolio. Ahora más que nunca necesitamos una teoría renovada, una revisión de los errores del pasado. Con Adorno se acaba una fase de la trayectoria que comenzó a finales de los años veinte del siglo pasado (la llamada Escuela de Frankfurt) y que luego fue transformada radicalmente por Adorno y Horkheimer, dándole el nombre de Teoría Crítica. La operación filosófica que realiza Habermas es un retroceso de un marxismo hegeliano a un pragmatismo kantiano, como él mismo lo ha reconocido. Esta operación es todo menos inocente. Habermas lanza por la ventana, junto con el agua de la palangana, también al niño que se hallaba en ella. No es de extrañar que sus seguidores, como Axel Honneth y otros, propongan de nuevo una vuelta a Hegel, volver a recuperar los motivos hegelianos dejados de lado por Habermas. Dos monografías, bien diferentes en su interpretación, han recogido la historia de este largo periplo filosófico. Alex Demirovic en su obra: Der nonkonformistische Intellektuelle. Die Entwicklung der Kritischen Theorie zur Frankfurter Schule (Suhrkamp, Frankfurt 1999) y Rolf Wiggershaus: Die Frankfurter Schule. Geschichte Theoretische Entwicklung Politische Bedeutung (dtv, München 1988). El diálogo con Hegel (también con Kant) se halla presente en la Escuela de Frankfurt desde el comienzo. Horkheimer, la gran autoridad y coordinador de la Escuela, concibió la idea de un programa interdisciplinar de trabajo entre especialistas de diversas materias, pero con una base teórica materialista común. Se suele considerar su artículo “Traditionelle und kritische Theorie” (“Teoría tradicional y teoría crítica”, 1937) como el referente teórico de esta primera fase. En este artículo programático Horkheimer deslindó la labor de una teoría crítica de la de una teoría tradicional, elaborando así el principio metodológico de trabajo del Instituto. La teoría crítica, a diferencia de la tradicional, es consciente de su procedencia social y busca su repercusión y aplicación en el ámbito socio-político; se entiende como un modo de autorreflexión del proceso histórico; por ello tiene en cuenta sólo aquellas normas y principios que de algún modo se hallen anclados en la realidad histórica. La emancipación se define como el proceso de dominación de la naturaleza y de la historia. Este modo de afrontar el trabajo teórico tiene su antecedente más ilustre en la izquierda hegeliana, cuyo representante por excelencia es Marx. Se puede decir que la Teoria social Crítica se inició con Marx, entendido como sucesor de Hegel. Se aleja, por lo tanto, de una noción normativa al estilo kantiano y se inspira en el modelo dialéctico hegeliano. Kant, referencia a finales de los años 20 Es por tanto fundamental entender lo que significa Kant en la tradición europea. Y fue sobre todo Horkheimer el que le dedicó extensos ensayos a interpreter su filosofía. De un modo general, interpreta Horkheimer que Kant es la Ilustración europea, el punto de partida ineludible. También lo entendieron así los neokantianos y Heidegger. En la famosa discusión en Davos (1929) se discutió sobre cómo debía interpretarse adecuadamente 13 CP PC 14 a Kant. Los tres, Cassirer, Heidegger y los frankfurtianos (aunque estos últimos no estuvieron presentes en Davos seguían muy de cerca las discusiones), están de acuerdo en que Kant recoge la tradición europea anterior de tal modo que ya no podemos volver hacia atrás. Pero las diferencias entre ellos son fundamentales. Los neokantianos ven a Kant como el punto final (aunque ya en esta época los neokantianos, y especialmente Cassirer, defendían posturas mucho más abiertas); Heidegger, como un cañamazo sobre el que tejer sus propias reflexiones; Horkheimer entiende que Kant abre un camino que lleva hasta Marx pasando por Hegel. La discusión de Davos fue seguida de cerca por los intelectuales del momento, también por los frankfurtianos, como hemos apuntado, muy conscientes todos ellos de que allí estaba ocurriendo algo muy importante, a saber, se estaban poniendo las bases del futuro, y no sólo filosófico, de Europa. Era el año de la gran crisis mundial, una profunda crisis que iba a marcar un nuevo comienzo. En el imaginario de la época había una referencia común. Thomas Mann en su Montaña mágica, aparecida en 1924, pone en escena largas discusiones entre el humanista Settembrini y el jesuita Naphta. Ambos se convirtieron en arquetipos del debate cultural de la época. Settembrini era un hijo de la Ilustración, un liberal. Naphta era un “apóstol del irracionalismo y de la inquisición, enamorado del Eros de la muerte y de la violencia”, como los describe Safranski. Cassirer iba a escenificar al primero en el imaginario de la época, Heidegger al segundo. Heidegger había leído la obra de Thomas Mann y lo hizo nada menos que con Hanna Arendt en el verano de 1924 cuando estuvieron sentimentalmente muy cerca. Kurt Riezler, que acompañaba a Heidegger a esquiar por las montañas, era “Kurator” (comisario cultural) en la universidad de Frankfurt, escribía las crónicas de aquel encuentro en el “Neue Zürcher Zeitung”. Él había invitado antes a Heidegger a Frankfurt, siendo aquella la única ocasión en que se vieron Adorno y Heidegger. Cassirer era un judío. En fin, todos los ingredientes estaban preparados para que fuera un hecho histórico de relevancia especial para el futuro cultural y filosófico. Los frankfurtianos –hemos dicho– desarrollaron una tercera lectura de Kant, alejada de neokantianos y de Heidegger. Para Horkheimer, la filosofía kantiana es la filosofía de la burguesía y, como tal, debe ser superada (en el sentido hegeliano del término, es decir, debe ser “absorbida”, así propone Ortega verter al castellano el término alemán aufheben). La filosofía kantiana tiene un fundamental componente subjetivo-idealista. Pero una vez superada esta deficiencia, Kant apuntaría a la superación del subjetivismo idealista en el marco fundamental del materialismo histórico. Esta es la convicción de Horkheimer. Pero esto se realizará en las filosofías postkantianas. La gran labor de Kant habría sido haber abierto el camino por el que necesariamente va a circular la filosofía alemana, desde Fichte pasando por Hegel hasta Marx. No hay otro camino. Pero en el pensamiento de Kant los elementos individualistas-liberales están todavía demasiado presentes como para poder hablar de un antecedente, en sentido estricto, del marxismo. Ahora bien, Kant puede ser considerado el más profundo y avanzado pensador de la época “burguesa” y el que dio ya puntos de vista decisivos para su superación. Adorno: Hegel contra Husserl En 1931 Adorno se habilita con Paul Tillich con el trabajo: Kierkegaard. Konstruktion des Ästhetischen y consigue el puesto de Privatdozent en Frankfurt/M., hasta que, con la toma del poder por los Nacionalsocialistas, se le prohibe la enseñanza. Tras largas dudas sobre su emigración e intentos de adaptarse al nuevo sistema, se le acabó prohibiendo todo tipo de publicación. En estos años intentó hacer carrera en Oxford. Para lo cual, al no reconocérsele allí su título académico, tuvo que volver a doctorarse en Oxford, ahora con un trabajo sobre Husserl, que apareció en 1956 en una versión alemana ampliada, con el título: Zur Metakritik der Erkenntnistheorie. En esta disertación Adorno critica la filosofía de Husserl por su intento vano de ir “a las cosas mismas” (“zu den Dingen selbst”). Pues sólo se llega, defiende Adorno, a las manisfestaciones de las cosas, no a la realidad misma. Esta crítica a Husserl la generaliza a toda la “Systemphilosophie” en su obra Zur Metakritik der Erkenntnistheorie. Cualquier intento de captar la totalidad de lo existente a partir de un principio simple o de una categoría, la más simple, cae en la abstracción que consiste en violentar y manipular la experiencia, cuando de lo que realmente se trata es de orientarse en la realidad. En conclusión, tras cualquier “Systemphilosophie” se oculta siempre una pretensión de dominio. Y aunque este argumento luego le servirá para criticar también a Hegel, ahora se apoyará en argumentos hegelianos para criticar a Husserl. Adorno se apoya en el argumento de Hegel que defiende que una “cosa en sí” que se hallara más allá de cualquier posible experiencia es simplemente una abstracción vacía, aplicándole la dialéctica materialista: Siendo el mundo y el hombre socializado cada vez más víctimas de una coacción total, la experiencia humana del mundo tiene que reflejar necesariamente esta situación. Y como se trata de la imagen de una realidad pervertida por una voluntad de dominio destructiva, su pretensión de validez cae por su propio peso. La tarea de la verdadera filosofía en esta situación no puede ser otra que “pensar lo impensable, decir lo indecible”. El método dialéctico es el procedimiento adecuado para llenar de contenido de nuevo a la filosofía. Pensar consiste en mediar entre los logros del espíritu (lo “impensable”, lo “indecible”) y su función en la lucha social por el poder. Al hallarse todos los estamentos de la vida envueltos en esta lucha, el proceso es total, global. Frente a esta concepción las aportaciones de la filosofía más nueva quedan desenmascaradas como ideológicas: se trataría de una búsqueda vana de un punto de escape de esta situación total, global. En su habilitación muestra esta tesis suya aplicada a la filosofía existencial de Kierkegaard. Lo que Adorno trata de mostrar es cómo la seriedad existencial acentuada por Kierkegaard de las decisiones morales (frente a la despreocupación del sentimiento vital estético) se convierte necesariamente en una inconfesada “construcción de lo estético”, como reza el subtítulo de la obra: el individuo perdido en este mundo enajenado necesita para recuperar su identidad la utopía de una realidad no enajenada de sí misma, y esto lo puede provocar la obra de arte. En la Dialéctiva Negativa (ND) Adorno recupera una reflexión sobre Husserl (también sobre Bergson), ambos portadores de una modernidad filosófica (“Träger philosophischer Moderne” DN 20). Ambos apuntan en la línea de una dialéctica en el sentido adorniano y contra un concepto identitario de concepto (que veremos más adelante), pero, al cabo, caen en una metafísica tradicional, no crítica. Ambos “wichen zurück in traditionelle Metaphysik” (DN 20). La dialéctica de la Ilustración Antes hemos apuntado una constante en el pensamiento adorniano que ya va en el sentido de una crítica a Hegel, un pensador que desde su llegada a Jena en 1801 15 CP Ramón Oviedo PC 16 proclamó que la filosofía sólo puede formularse en forma de “sistema”: tras cualquier “Systemphilosophie” se oculta siempre una pretensión de dominio, como Adorno critica primero a Husserl y luego a toda la filosofía que pretenda ser sistemática en el sentido de la “Systemphilosophie”. Esta idea se halla pues en Adorno ya presente desde el comienzo, desde los años 30, y se hizo más concreta en las obras posteriores. En la Dialektik der Aufklärung la proclama es que no basta Marx para entender la historia europea del momento. Este es el mensaje programático lanzado por Adorno, juntamente con Horkheimer, en esta obra, publicada por vez primera en 1947, aunque ya corrían, desde 1944, unos ejemplares (500 exactamente) con el título: Philosophische Fragmente, que hoy figura en el subtítulo. El manuscrito, dedicado a Friedrich Polloch en su 50 cumpleaños, se le entregó en mayo de 1944. La proclama es lanzada desde el exilio, donde ambos autores se hallaban huidos del nacionalsocialismo, aunque la obra se publicará no en América, sino en una editorial de Amsterdam. Habría que esperar hasta 1969 para que saliera a luz una nueva edición, aunque las generaciones de estudiantes del 68 ya habían hecho suyo el mensaje (no faltaron ediciones piratas) de esta obra que les sirvió en gran medida de guía para sus revueltas. La razón del retraso de la nueva edición hay que verla en la indecisión de Horkheimer. La obra respondía, desde el comienzo, mucho más al espíritu de Adorno que al de Horkheimer. De hecho, Adorno no dudará posteriormente en considerar toda su obra posterior como un apéndice a ésta, un desarrollo o una concreción del programa teórico planteado en esta obra, cuyo ensayo capital (donde los autores tratan de definir el “concepto de la Ilustración”) apenas supera las 50 páginas. Adorno mismo concibe sus obras posteriores (también las relacionadas con la música) “como un excurso que sigue a la Dialéctica de la Ilustración”. Una de las fuentes de inspiración más importantes en esta obra es, sin duda, una breve obra de Walter Benjamin Über den Begriff der Geschichte (1940). En la tesis novena Benjamin se inspira en el Angelus Novus de Paul Klee para plantear una alegoría del “Angel de la historia”. A éste se le aparece todo el pasado, que a nosotros se nos antoja como una cadena lógica de acontecimientos (“eine Kette von Begebenheiten”), más bien como “eine einzige Katastrophe, die unablässig Trümmer auf Trümmer häuft und sie ihm vor die Füße schleudert. Er möchte wohl verweilen, die Toten wekken und das Zerschlagene zusammenfügen. Aber ein Sturm weht vom Paradiese her, der sich in seinen Flügels verfangen hat und so stark ist, daß der Engel sie nicht mehr schließen kann. Dieser Sturm treibt ihn unaufhaltsam in die Zukunft, der er den Rücken kehrt, während der Trümmerhaufen vor ihm zum Himmel wächst. Das, was wir den Fortschritt nennen, ist dieser Sturm.” realizarlo (Benjamin 1980, 697s.). Benjamin rompe así con una concepción optimista del progreso universal de la historia expresada en la Segunda Internacional. Al contrario, piensa Benjamin, de lo que se trata es de reventar (Aufsprengen) el continuo de la historia, no de realizarlo (Benjamin 1980, 701). La historia sólo puede reconstruirse negativamente. Esta filosofía negativa de la historia es recogida por los autores de DA y traspuesta al ámbito de una crítica general a la razón (“Vernunftkritik”). El siglo 20 habría realizado los fines de la Ilustración: racionalidad y cientificidad se habrían desarrollado de un modo global. Formas mitológicas anteriores de dominar la naturaleza y de posibilitar al ser humano una vida independiente, es decir, según Hor. y Ad., las 17 CP PC 18 formas históricas primeras de ilustración, han sido recambiadas triunfalmente por la técnica y la industria. La racionalidad confiada en el progreso destruye las convecciones míticas. El proceso imparable de formalización de la razón se concibe como el ocaso de los dioses que culmina, bajo el dominio de la “Ratio des Kapitals”1, en la muerte de Dios, pero sólo para colocar en el lugar de los ideales prerracionales deshechizados el falso ideal divinizado de una razón castrada por la ciencia. En el triunfo de la Ilustración H y A quieren poner de relieve lo contrario. La racionalidad científica se convierte en un sistema cerrado al que se debe someter todo. El alto nivel desarrollado por las fuerzas productivas modernas se halla al servicio de la destructividad, de la guerra y de la destrucción masiva, industrialmente organizada, de las personas. En resumen, “Aufklärung schlägt in Mythologogie zurück”. Sin embargo la solución propuesta en esta obra, y en general en todo la obra de Adorno, no es salir de la razón y buscar su otro, sino que proponen una radical autocrítica de la razón. Con ello se distancia radicalmente de soluciones a lo Spengler, Klages o Borchard. Al contrario, H y A analizan el “doble aspecto de la Ilustración”, entendido no como característico de una época determinada, sino como un motivo histórico fundamental, cuya característica fundamental es, siguiendo a Nietzsche, su carácter progresivo. Así, tras delimitar el concepto de Ilustración, en el primer excurso reconstruye Adorno la génesis de la subjetividad moderna basándose en una lectura de Ulises (de Homero)2. Ulises es el “Urbild [...] des bürgerlichen 1 2 Individuum”, vagando desorientado y luchando por sobrevivir con la sola arma de su astucia. Lo que Adorno quiere mostrar es que ya en la épica, que surge del mito, se halla inscrito el motivo central de la Ilustración, la autonomía del sujeto, en una forma aún no consciente para él mismo. Vuelta del exilio, la vuelta a la filosofía (Hegel) El contexto cultural y filosófico que Adorno se encontró a su vuelta del exilio va a marcar su quehacer intelectual. Los avatares de esta re-vuelta los cuenta con detalle Demirovic en la obra ya citada: Der nonkonformistische Intellektuelle. La situación filosófica (y cultural en general) en Alemania era penosa. Heidegger, que no se había distanciado (al menos públicamente) del nacionalsocialismo, dominaba la escena. El nacionalsocialismo había impuesto una lectura de la cultura alemana que ahora, tras su hecatombe, había hecho surgir una gran desconfianza en ella por parte de la juventud alemana, una desconfianza que iba desde Goethe hasta Nietzsche, pasando por supuesto por Fichte y Hegel. Contra este muro de desconfianza se trataba ahora de recuperar la confianza realizando una nueva lectura que alejara la propia tradición de los excesos e improperios a la que se le había sometido. Pero un intensivo estudio de la filosofía de Hegel tiene que ver además con un cambio de rumbo en el trabajo teórico de Adorno mismo y que podría resumirse como una vuelta a la filosofía. Adorno (y Horkheimer) se dedicó tanto a la sociología y a la estética como a la filosofía. Tras En la primera versión del libro (1944) los autores usan una terminología de carácter marxista que luego, en las versiones posteriores, es cambiada por conceptos más neutrales. El término “Ratio des Kapitals” es uno de ellos. Un estudio de esta obra desde el punto de vista del cambio de terminología operado entre la primera edición y la segunda (1947): “Das Verschwinden der Klassengeschichte in der ‘Dialektik der Aufklärung’, de: Willem van Reijen y Jan Bransen, editado en: Max Horkheimer, Gesammelte Schriften, Vol 5, p. 453ss.) Sobre los problemas de autoría de las diferentes partes de la obra cfr.el postfacio de Jürgen Habermas a la edición publicada en S. Fischer, Franfkfurt/M. 1969, pp. 277-294. la Dialéctica de la ilustración se habían dedicado ambos a trabajos más bien empíricos. Incluso en 1968 en su Einleitung in die Soziologie (NGS IV/15, p. 70) dice que un concepto tan importante también en la sociología como es el de dialéctica le corresponde a la filosofía, indicando que a la sociología le corresponde un lugar secundario con respecto a la filosofía, el lugar de corrector empírico de las sinsorgadas y estupideces (“Geschwafels”) de las teorías elaboradas desde arriba (“Theorien von ober her”). Pero si bien es cierto que se da en Adorno una primacía de la filosofía en esta época, esto no significa una asunción de la filosofía académica de la época. En “Wozu noch Philosophie” (en: Eingriffe, 1963: AGS 10,2, p. 460), Adorno critica que la filosofía académica haya traicionado el espíritu de la filosofía misma que es la “libertad del espíritu”, al sucumbir al “dictado de la especialización”. La filosofía habría caído por detrás de su tiempo y se habría hecho provinciana. Por ello Horkheimer y Adorno mantuvieron una notable distancia con respecto a la filosofía académica. La filosofía académica les pagó con la misma moneda, no considerándoles en primera instancia filósofos. Minima Moralia y Prismen fueron considerados escritos de cultura crítica (“Kulturkritik”), no de filosofía. En 1956 escribió Adorno lo que podría considerarse un libro claramente filosófico (que hemos citado más arriba): Metakritik der Erkenntnistheorie, una investigación escrita durante el exilio dedicada a Husserl. Fue en 1956 en dos conferencias con motivo del 125 aniversario de la muerte de Hegel (y que se recogerán en un librito: Aspekte der Hegelschen Philosophie, publicado en 1957), donde Adorno fija su concepción de la dialéctica. Sujeto y objeto se hallan siempre mutuamente relacionados sin llegar a formar una unidad, que sólo podría ser falsa. Dialéctica es el esfuerzo de combinar la razón con la experiencia crítica de los objetos, como lo formula Adorno. Adorno considera que en Hegel se rompe este necesario equilibrio en favor del sujeto (y por tanto en contra del objeto). El espíritu absoluto abarca el mundo objetivo solamente en la medida en que éste es concebido como constituido por el espíritu. Pero Adorno cree posible poder argumentar contra Hegel usando sus mismos argumentos, es decir, la astucia de la razón misma. Se trataría de obligar a Hegel a ser coherente con sus propias premisas. Hegel no habría sido coherente en el desarrollo de su planteamiento con las premisas del mismo. Entre las diversas reacciones críticas que el libro (de apenas 61 páginas) provocó cabe destacar la de Wolfgang Cramer (cfr. Carta de Cramer a Horkheimer, 14.1.1958, en: HGS 18 p. 411). El gran filósofo trascendental se queja de que el lugar que le corresponde a la filosofía sea usurpado por la sociedad en la obra de Adorno. La sociedad sería la llamada a resolver los problemas filosóficos. Y los problemas filosófico-transcendentales no se pueden tratar de un modo sociológico. Y Cramer tiene razón. Ocurre que lo que se trata de superar es precisamente una filosofía transcendental (a la manera de Cramer), la cual supone que hay un concepto del saber que precede a la experiencia concreta y la constituye. Pero Cramer no comprende el núcleo del argumento adorniano. Pues el texto no trata de diluir lo filosófico en lo sociológico, sino que lo sitúa en una constelación en la que resulta claro que el proceso social en una determinada fase histórica forma una conexión mediatizada por las categorías filosóficas de la transcendentalidad. Las claves de esta constelación global son sociológicas. La filosofía es una praxis intelectual (llevada a cabo por los actores sociales) que pretende comprender la sociedad y que se desarrolla a un nivel tal que puede servir de modelo para entenderla. 19 CP LA GRAN OBRA SOBRE HEGEL PC 20 Adorno le dedicó a Hegel una gran obra (si dejamos fuera las muchas reflexiones menores, entre ellas sus Tres estudios sobre Hegel, que recoge tres reflexiones independientes): la Dialéctica Negativa. Tres estudios sobre Hegel lleva unas palabras introductorias, firmadas en el verano de 1963. La última frase de esta introducción dice: “La intención de la obra en general es preparar un concepto distinto de la dialéctica” (la traducción es nuestra, como todas las traducciones posteriores). La intención de la obra es pues clara: recoger la herencia hegeliana pero no quedarse en ella, sino desarrollarla. Ya por lo menos desde Diskussionen (1946, Editorische Vorbemerkungen, 593) Adorno tenía claro el sentido general de su investigación filosófica: “ Se trata de captar, a partir del sentido inmanente de las categorías filosóficas mismas, su substancia histórica y social y determinar su situación actual” (“Aus dem immanenten Sinn der [philosophischen] Kategorien selber soll ihre geschichtliche und gesellschaftliche Substanz begriffen und ihr gegenwätiger Stand bestimmt werden”). De lo que se trata no es de oponer al idealismo, dogmáticamente, otra dialéctica, materialista, sino de fundamentar esta dialéctica a partir de una crítica inmanente al idealismo. Esta es la clave adorniana de operar sobre los textos filosóficos, incluidos los de Hegel. En relación a éste, es decir a Hegel, esta tarea implica, en primer lugar, fijar el sentido inmanente, el concepto hegeliano de dialéctica, para, en segundo lugar, desarrollarlo en la dirección adecuada, es decir, en el sentido histórico y social que encierra, su verdadera substancia. Lo cual supone investigar hasta dónde llega Hegel mismo en esta empresa y, lo que es lo mismo, dónde se detiene Hegel, por qué razones (históricas o de otro tipo), es decir, cuál es el límite de la filosofía hegeliana. Las dificultades de la tarea son notables. Ni siquiera la primera parte de esta tarea apenas ha logrado un mínimo consenso entre los que se han dedicado a ello. Hasta ahora nadie ha explicado de un modo plausible lo que significa la dialéctica para Hegel. Claro parece que el único modo aceptable sería el que la explicara desde dentro, es decir, de un modo inmanente. Desde otras perspectivas y otros intereses (políticos, religiosos,...) ha habido diversas explicaciones. Esta dificultad la ha apuntado Dieter Henrich en sus investigaciones sobre Hegel. Antes, Gadamer ya había considerado necesario “deletrear” Hegel (tantos eran los dislates y manipulaciones a los que se le había sometido a la filosofía de Hegel) y con esa intención (es decir, con la intención de leer la letra de Hegel) puso en marcha en la década de los 60 del siglo pasado la llamada Hegel-Vereinigung. Pero, curiosamente, todos ellos apenas prestan atención a la obra adorniana sobre Hegel. Derrida es sólo un notable ejemplo. Quizás sus compromisos filosóficos se lo impedían. En el tercer de los ensayos recogidos en Tres estudios sobre Hegel se plantea Adorno el problema de cómo hay que leer a Hegel. Y considera que difícilmente podemos entender a partir solamente de la letra lo que pretende la obra en su conjunto. Sólo desde una visión holística similar a la que es necesaria para comprender una obra musical es posible acercarse de un modo adecuado a la obra de Hegel. “Filosofía especulativa y música se hallan hermanadas entre sí” (Tres estudios 85), es una tesis a menudo repetida por Adorno. Beethoven y Hegel se explican mutuamente. Una circunstancia notable, no tan externa, envuelve el nacimiento de la Negative Dialektik (ND). A su vuelta del exilio en los Estados Unidos de América y con la intención de dar una base filosófica sólida a sus ya abundantes escritos y perfilarse como filósofo, Adorno emprendió en 1959 una reflexión “filosófica” que acabaría publicando con el título de “Dialéctica Negativa” (DN) en 1966. Este trabajo le ocupó el tiempo que, en principio, hubiera querido dedicar a culminar un proyecto que perseguía desde los años 30: un gran libro sobre Beethoven, para el que ya había ido recogiendo numerosas notas en diversos cuadernos desde los años 30. Esta obra sobre Beethoven quería ser una obra mayor. Pero al final el autor se decantó por una obra filosófica, también mayor, y la planeada obra sobre Beethoven quedó, de momento, relegada al futuro (de hecho, nunca llegó a escribirla). Beethoven y Hegel son, para Adorno, espíritus muy cercanos, responden a las mismas circunstancias históricas, y sus respuestas a ellas tienen profundas similitudes. Si Adorno hubiera realizado su planeado libro sobre Beetoven, sabríamos hoy mucho más sobre el modo adorniano de leer a Hegel desde y con Beethoven. Y es que Adorno fue el que mejor entendió lo que es la dialéctica, quizás porque provenía de la música. La música es probablemente el arte que más se asemeja al espíritu de la dialéctica. En toda la DN Adorno supone que la reflexión filosófica y la crítica social van estrechamente unidas, lo cual en parte se fundamenta en que las categorías filosóficas sedimentan una verdad social. “A las categorías sociales llegamos filosóficamente descifrando el contenido de verdad de las filosóficas” (ND 198). Con ello Adorno critica a la sociología que reduce la verdad filosófica a su función social, especialmente a los intereses sociales a los que sirve. Pero luego es toda verdad relativa, una empresa ideológica, en consecuencia no verdadera. Como materialista, piensa que el tener intereses no convierte una convicción en no verdadera y que las estructuras sociales son objetivas, por ello se halla obligado a la verdad objetiva; esto introduce la dialéctica materialista en la filosofía. Como las categorías filosóficas se hallan impregna- das socialmente, arrastran en sí verdad social; son su propio tiempo atrapado en pensamientos. Que las categorías filosóficas conservan la experiencia social e histórica es la primera lección que Adorno toma de Hegel. Pero también marcan el sentido de la crítica de Adorno a Hegel. Es importante señalar aquí que Adorno asume la tesis de Marx de que la filosofía clásica alemana en su totalidad (desde Kant hasta Hegel) es la portavoz del pensamiento burgués. Adorno (y en esto sigue en parte a Luckács) cree que el pensamiento revolucionario marxista es la realización de la filosofía burguesa en el sentido de que pone sobre los pies a las ideas idealistas y les da su actualidad material y práctica. Pero Adorno le da a esta idea una vuelta de rosca: una posible razón de que no se haya realizado la revolución proletaria puede ser la excesiva cercanía entre el pensamiento revolucionario y el burgués. Se oponen, ciertamente. Pero el pensamiento materialista no ha sido capaz de crecer a partir de una reflexión inmanente al idealista. Este es el gran problema y la tarea pendiente: aquí se separan Luckács y Adorno. Si el pensamiento marxista es la corrección materialista del idealismo, y el marxismo hasta ahora ha fracasado, entonces es razonable preguntarse por los antecedentes de este pensamiento. Sólo si es capaz de transformar el vocabulario de la filosofía burguesa de la que es su herencia y no sólo oponer otro lenguaje ajeno a ella, tendrá futuro el marxismo. La primera reflexión de Adorno en la Introducción se refiere al fracaso de la filosofía, pues no ha conseguido “realizar” lo que prometía. Marx es citado como el referente teórico de una revolución anunciada que no ha llegado a convertirse en realidad social. Ha fracasado y quien no sea capaz de verlo no está a la altura de los tiempos. Refugiarse en la praxis no ayuda contra este fracaso de la filosofía: “Praxis [...] ist nicht mehr die Einspruchsinstanz 21 CP PC 22 gegen selbszufriedene Spekulation, sonders meist der Vorwandt, unter dem Exekutiven den kritischen Gedanken als eitel abzuwürgen, dessen veränderte Praxis bedürfte.” (ND 15). Es preciso entender el espíritu de la propia época: la “vida” está gravemente herida. Minima Moralia lleva por subtítulo “Reflexiones desde la vida dañada”. La “vida” es la gran víctima del siglo veinte. El nazismo, el estalinismo, pero también el liberalismo, habrían dañado de tal modo al individuo que habría quedado prácticamente anulado, a merced de los avatares ideológicos más perversos y más dañinos para sus propios intereses, sin libertad. La pregunta que trata de responder Adorno es el sentido del filosofar en estas condiciones actuales, qué debe hacer la filosofía en estas condiciones. Y su respuesta es que la filosofía debe volver sobre sí misma, pero no como repliegue a posturas del pasado, sino como condición necesaria para una radicalización. Ante tal fracaso la filosofía sólo puede y debe “criticarse a sí misma sin compasión” (Adorno 1966, 16). Una “dialéctica negativa” es la única alternativa que le queda a la filosofía. Tras la Introducción (pp. 13-66 de la Edición standard alemana de Suhrkamp Taschenbuch Wissenschaft 1980), la primera parte se dedica a presentar la filosofía de Heidegger (pp. 67-136). Se trata de pensar la propia época (de Adorno) en “conceptos filosóficos”, no en conceptos políticos o de otro tipo, por ejemplo estéticos. Por ello es imprescindible comenzar con un análisis de la filosofía del momento, la filosofía que se había tomado como la oficial, en Alemania al menos, que era a quien estaba dirigida en primera instancia la obra. Sería inadecuado por tanto comenzar por Kant o Hegel como si fueran las filosofías del momento; sobre lo que hay que reflexionar seriamente es por qué la filosofía de Heidegger había ocupado el rango de filosofía oficial, un lugar que, según Adorno, de ningún modo merecía. Pero Adorno no quería realizar a la filosofía de Heidegger una crítica política al uso, sino que deseaba llevar a cabo una verdadera confrontación filosófica con la obra de Heidegger. La segunda parte titulada: “Begriff und Kategorien” (Concepto y categorías) despliega los conceptos y categorías de una dialéctica negativa (pp. 137-208). Una vez depuradas las condiciones actuales de la filosofía, ahora podemos comenzar. Y lo pertinente, siguiendo la estela de Hegel, es desplegar las categorías teórico-filosóficas, las reglas de juego. En la tercera parte (pp. 209-400) la obra expone “modelos” filosóficos a partir del instrumentario lógico de la segunda parte. Contiene tres excursos, el primero dedicado a Kant. El segundo está dedicado a analizar la Filosofía de la Historia de Hegel. El tercero acaba reivincando la “metafísica”, es decir, la filosofía, la solidaridad con ella, en el momento de su hundimiento. Es como el momento culminante, el gran “finale” de esta ópera, su “acmé”. Podemos pues sugerir una estructura hegeliana. La primera parte sería una especie de “fenomenología”, seguida por una “lógica”, la cual se concreta en una “filosofía real”. La Introducción plantea claramente el problema. La filosofía, es la idea central, debe renovarse por medio de un programa de dialéctica negativa, que realice una crítica inmanente al concepto “idealista” del “concepto”. Según Adorno, todos los conceptos se retrotraen a algo no conceptual, porque son realidad que impele a su con-formación, configuración. La reflexión filosófica se asegura de lo no conceptual en el concepto. De lo contrario el concepto sería vacío, no sería el concepto de algo y por ello sería nada (nichtig). Pero al concepto le caracteriza, además del hecho de referirse a algo no conceptual, lo contrario: en cuanto que se trata de una Ramón Oviedo 23 CP PC 24 unidad abstracta de los entes a los que abarca, le caracteriza el hecho de alejarse de lo óntico (“als abstrakte Einheit der unter ihm befassten Onta vom Ontischen sich zu entfernen”, ND 24). El concepto debe mantener la tensión. Ni sucumbir ante lo óntico sacrificando lo ontológico (una tentación de la filosofía analítica), ni sacrificar lo óntico en aras de lo ontológico (una tentación de la filosofía hermenéutica). El camino debe pues comenzar con una crítica inmanente al concepto idealista de concepto. Este trabajo es concebido por Adorno como una desmitificación del concepto y ello quiere decir de su absolutización narcisista. ¿Qué quiere decir esto? La dialéctica negativa desconfía de cualquier identidad. El pensamiento identitario lo define Adorno como la equiparación de la unidad del concepto con la unidad del sujeto. Según esta tesis “identitaria”, en tanto que un objeto se halle sólo “intuido” o “sentido”, permanece externo o ajeno al sujeto. Sólo si es “concebido”, entonces es atravesado por el Yo o la autoconciencia. Como este pensamiento produce la reducción de lo externo al sujeto, la apropiación del mundo natural y físico por medio de las formas de la razón subjetiva, se trata o estamos aquí ante lo que en esta filosofía es falso, ideológico, idealista en cuanto convierte a lo externo al sujeto en puro producto suyo, anulando su autonomía o independencia. En Kant el peso se halla en la fuente de la unidad del sujeto, en la unidad trascendental de la apercepción como la fuente de la unidad del concepto; en Hegel es el concepto mismo el que realiza dicha función. Vista así la tesis del idealismo es filosóficamente falsa porque para él la subjetividad constitutiva y la síntesis categorial son una condición previa, aunque necesaria para la posibilidad de la experiencia. Lo que debe mostrarse es que esas partes que surjen de la experiencia y no de una subjetividad previa (sentimiento, imagen, cuerpo, objeto, lenguaje, historia), no pueden reducirse al sujeto y al concepto, sino que son la condición suya. El idealismo, concluye Adorno, rechaza las condiciones necesarias de posibilidad de la experiencia (es decir, materia, vida e historia). Si el concepto reprime, anula, borra su dependencia para con el objeto y la experiencia (como experiencia de un objeto), se da un momento de contingencia constitutiva en el encuentro del sujeto con el mundo. Ahora bien, Kant y Hegel, aun siendo filósofos del concepto, existe la posibilidad de interpretar sus filosofías en el sentido de una no-identidad previa constitutiva del sujeto. Si se separan sus filosofías del concepto de su relación para con el pensamiento identitario, entonces se abren a la posibilidad de que en la esencia del concepto haya “más” que lo que le otorga una concepción ideológica del mismo. Y Adorno trata de indagar si en ellas existe ese “más” en dichas filosofías. En el caso de Hegel, el “más” es, según Adorno, la experiencia dialéctica misma. Con ello Adorno apunta a que detrás de la fachada idealista se esconde una verdad no idealista, sino materialista. La lectura que hace Adorno de la filosofía de Hegel (pero también de la de Kant) es doble, pues por un lado la interpreta como una forma de pensamiento identitario. Pero por otro lado, como experiencia de la contradicción, ve en estas filosofías una posibilidad de una filosofía moderna, postidealista o materialista. El concepto, al entrar en movimiento, en acción, ya no es totalmente él mismo, sino se relaciona con otro que no puede absorver completamente. Entonces dialéctica significa un modo por el que se reconoce que un concepto se determina por lo que se halla fuera de él. En relación al comienzo de la Lógica esto significa que Ser y Nada disponen de una fuerza impulsora más allá del principio formal de la absoluta identidad: “De ahí le surge a la afirmación de la identidad una inquietud (Unruhe) que Hegel llama devenir (Werden), devenir: el concepto tiembla en si mismo”. Este temblar del concepto da testimonio de que lo que le es externo al concepto también se halla en él, que no le es totalmente externo. En una nota apunta Adorno que el proceso general de la Lógica de Hegel podría haber tomado otro decurso, otra deriva si ésta hubiera partido de “algo abstracto” en vez de partir del “ser”, pues la idea de “algo abstracto” contiene más tolerancia frente a lo “no idéntico” que la del Ser. Hegel se habría negado a comenzar con Algo en vez de con el Ser, comprometiendo así todo el decurso de su filosofía (Adorno 1966, 139. Nota). Romper permanentemente la identidad sería la tarea de la dialéctica. Y esto quiere decir que si un concepto entra en movimiento porque fracasa en su tarea de ser uno con su objeto, entonces pierde el concepto su autoridad dictadora de la ley de identificación y se abre a nuevas posibilidades. Si el idealismo se define como un movimiento por medio del cual el concepto sustituye al objeto del que el concepto trata, entonces la superación de esta tentación autoritaria exige la desautorización, el desenmascaramiento del concepto: el contenido de los conceptos depende de las experiencias y de los objetos de los que tratan los conceptos. Kant apunta en la refutación del idealismo a aquello de lo que los conceptos pueden depender y que es independiente de ellos, Hegel también lo hace: por ejemplo, en la dialéctica del amo y del esclavo. Si esto es así, entonces queda abierta la puerta para una tranformación materialista del idealismo. El rol central del sujeto no radica en la forma, como Kant lo formuló, sino en la experiencia. Experiencia es, como Hegel formuló en oposición a Kant, no coordinación, sino transformación, y lo que el sujeto tranforma es su encuentro con lo que no es él, lo que va más allá de su control absoluto. Pero este tipo de experiencia pertenece a los sujetos individuales, no al concepto, a la abstracción. Sin la capacidad de espontaneidad del sujeto no hay experiencia. Tal sujeto ya no es el sujeto del idealismo. Es un sujeto vivo, el cual en cuanto sujeto es al mismo tiempo un objeto en medio de objetos. Es un sujeto que sólo puede existir en la historia, porque es un devenir. En esta pugna con y contra Kant y Hegel, acostándose más a uno o a otro, o criticando a ambos por no ser lo suficientemente consecuentes con sus propias premisas, Adorno adopta diversas estrategias, no siempre fáciles de seguir. La parte central de la Negative Dialektik es la parte más importante de la obra, pues en ella el autor trata de “componer” el instrumentario teórico adecuado, la “lógica”. Adorno desarrolla aquí una crítica al concepto idealista de “concepto”, una dialéctica “negativa”, siguiendo su concepción de lo que debe ser la filosofía, tal como lo planteó en la primera parte de la introducción del libro. Si pensar quiere decir pensar necesariamente algo, entonces el algo al que apunta el pensamiento se halla más allá de cualquier concepto. La praxis lógica de Hegel no hubiera podido refugiarse en ese lugar difuso que la habría alejado de lo real (“sich aufhebeln”), si, en vez de reflexionar sobre lo que puede determinar al ser, hubiera reflexionado sobre cómo un algo indeterminado pudiera llegar a ser determinado. En la investigación acerca de cómo algo indeterminado pudiera llegar a determinarse, Hegel se hubiera visto compelido a reconocer que todo concepto de lo conceptual depende de algo. Toda dependencia, “la huella mínima de la no identidad”, que evoca la palabra “algo”, y que para Hegel es insoportable, es el punto de partida de todo este primer apartado. 25 CP PC 26 En esta segunda parte desarrolla la idea comenzada en la primera mitad de la Introducción, en el sentido de que la renovación de la filosofía pasa por la incorporación de un programa de dialéctica negativa el cual culmine una crítica inmanente al concepto idealista de concepto. En efecto, el proyecto general de la ND contempla una crítica inmanente al idealismo como una condición necesaria para reconfigurar el materialismo revolucionario. Pero mientras Luckács asume una premisa de un progreso dialéctico en que el sujeto proletariado es la cima, el nuevo sujeto de la historia, la posición de Adorno es la contraria: como la filosofía ha roto su promesa de ser una con la realidad, se halla obligada a criticarse a sí misma; la tarea del pensamiento crítico consiste en preguntar si y cómo puede ser posible en adelante una vez que la hegeliana ha fracasado (15s.). Como la tarea consiste en analizar la filosofía a la luz del fracaso de la filosofía marxista-hegeliana, Adorno debe esquivar la concepción habitual, progresiva (luckasiana) de un desarrollo de la filosofía alemana de Kant hasta Hegel. Aunque hay varias posibilidades de caracterizar la filosofía de Adorno en relación a Kant y Hegel (como hegelianismo postnietzscheano o como Luckács rekantianizado), lo mínimo que debe decirse es que Adorno sitúa su filosofía entre Kant y Hegel, entendiento este “entre” como el espacio abierto por los acontecimientos tras Hegel, es decir: tras Marx, tras Nietzsche, tras el fracaso de la revolución, tras Auschwitz. Adorno contempla la posibilidad de un mundo trasparente, racional, cuya estructura categorial puede ser expresarse de un modo comprensible por la filosofía. Hegel había reconocido que todos los conceptos pertenecen a un esquema conceptual y que tienen una determinación socio-histórica. Aunque Hegel con ello captó la ligazón al mundo y el surgimiento histórico de los conceptos filosóficos, no aceptó que sean contingentes y falibles. Sin embargo si se reconoce su falibilidad entonces el surgimiento de un sujeto colectivo de la historia – el espíritu – opuesto a diversos sujetos individuales únicos fracasa, y la focalidad de Kant en la subjetividad y el papel del juicio individual recupera su valor. Esto rehabilita el diálogo entre concepto y sujeto, el cual según Adorno se halla en el centro del pensamiento idealista. La DN es un enfrentamiento entre las filosofías de Kant y Hegel, entre las que Adorno no acaba de decidirse. Al comienzo del capítulo “Begriff und Kategorien” Adorno presenta la tarea global de la ND de una forma que parece referir a dos tesis contradictorias, la primera kantiana y la segunda hegeliana: “ …con la fuerza del sujeto atravesar la mentira de una subjetividad constitutiva …” (10). “En ella se halla el trabajo de superar (hinausgelangen) al concepto por medio del concepto.” (27) Pero una mirada más exacta nos revela que estas formulaciones parecen estar sacadas directamente del mismo Hegel: “Una de las visiones más profundas y correctas que se encuentran en la Crítica de la razón pura es que la unidad que constituye la esencia del concepto, se reconozca como la unidad originario-sintética de la apercepción, como unidad del “Yo pienso” o de la autoconciencia. Esta frase constituye la llamada deducción trascendental de las categorías.” (Hegel, Lógica, GW 12, 1981, 17 s.). Un objeto que sólo es percibido o sentido, añade Hegel, es algo externo y ajeno; lo que verdaderamente es en sí y para sí se muestra sólo cuando se concibe conceptualmente. Cuando se determina conceptualmente de este modo, se atraviesa (durchdringen) por el Yo o la Autoconciencia. “Concebir (begreifen) un objeto no consiste en otra cosa que en que el Yo lo hace suyo, lo atraviesa y lo trae a su propia forma, es decir, a la universalidad, que es determinabilidad inmediata. Esta objetividad la tiene el objeto en el concepto, y éste es la unidad de la autoconciencia en la que el objeto fue aufgenommen; su objetividad o el concepto no es por ello otra cosa que la naturaleza de la autoconciencia, no tiene ningótro momento o determinación que el Yo mismo.” (Ibid. 18 s.) La apropiación de lo ajeno, el atravesar el objeto por el Yo con sus formas propias, el objeto que se hace uno con su concepto, la concordancia entre la unidad del concepto y la unidad de la autoconciencia, todo ello es a lo que apunta Adorno cuando con su concepción de la subjetividad constitutiva. Subjetividad constitutiva quiere decir que el Yo es la fuente o el fundamento de la unidad de la experiencia, del mismo modo que la experiencia se halla mediada por la síntesis categorial y conceptual. La tesis idealista que identifica la unidad del sujeto con la unidad del concepto es la culminación filosófica del pensamiento identitario. Al reducir el objeto a las exigencias de la subjetividad, la apropiación externa del mundo natural y físico por las formas de la razón (subjetiva), el pensamiento identitario es lo realmente falso, ideológico, idealista y perverso en la filosofía burguesa. Se trata del principio fundante de las filosofías de Kant y de Hegel. En la filosofía de Kant el punto fuerte se halla en la unidad del sujeto, de la unidad transcendental de la apercepción como fuente de la unidad del concepto; en Hegel, especialmente en la Ciencia de la Lógica, es el concepto mismo el que aparece como fundante. Adorno defiende que esta tesis es filosóficamente falsa, pero históricamente verdadera. Es la culminación del trabajo de elaboración de la racionalidad no reflexionada del presente. Esta idea va en dos direcciones opuestas: Si la tesis es filosóficamente falsa, entonces la tarea es mostrar cómo la subjetividd constitutiva y la síntesis categorial en cuanto Bereitsstellung de las condiciones necesarias de posibilidad de la experiencia es falsa, porque conlleva el rechazo y la represión de las condiciones materiales de posibilidad necesarias para ella. Por ello, hay que mostrar que precisamente las partes que se “uberwunden y aufheben para asegurar el “Yo pienso” y el concepto idealista del concepto, son precisamente las partes que, desaparecidas en el concepto completo (sentimiento, imagen, cuerpo, objeto, lenguaje, historia) no pueden reducirse al sujeto y al concepto, pues son condición de ellos. Mostrar que las condiciones conceptuales de posibilidad de la experiencia dependen de condiciones materiales de posibilidad no reconocidas, es el método de una metacrítica, pues extiende el método de la reflexión transcendental (las condiciones necesarias de posibilidad de la experiencia) a los resultados de la reflexión trascendental. Este es el núcleo del argumento adorniano. La crítica apuntada en la Dialéctica de la Ilustración se generaliza así a toda la filosofía en la DN. La filosofía debe criticarse sin compasión, pues su promesa de vincularse de tal modo con la realidad que fuera capaz de entenderla y así salvarla, redimirla, ha fracasado estrepitosamente. “Nachdem Philosophie das Versprechen, sie sei eins mit der Wirklichkeit oder stünde unmittelbar vor ihrer Herstellung, brach, ist sie genötigt, sich selber rücksichtslos zu kritisieren.” (ND 15). Sólo queremos apuntar que en el segundo excurso de la ND Adorno lleva a cabo una muy interesante y amplia recepción de la Filosofía de la Historia de Hegel: DN 295-353. Allí su crítica a Hegel se concreta y se perfila. Pero esto extendería demasiado este trabajo. Queda pues pendiente para otra ocasión. La pregunta es si con ello se lleva a cabo una lectura inmanente o si es preciso ir más allá de lo que sus propias (de 27 CP Hegel) premisas permiten para realizar una lectura actual de la filosofía hegeliana. Aunque no la respondamos quizás podamos dar elementos para plantearla adecuadamente. Bibliografía mínima Ramón Oviedo Adorno, Theodor-W. (1969): Dialektik der Aufklärung, Fischer-Verlag, Frankfurt/M. Adorno, Theodor-W. (1974): Tres estudios sobre Hegel. Suhrkamp Taschenbuch Wissenschaft, Frankfurt/M. Adorno, Theodor-W. (1980): Negative Dialektik. Suhrkamp Taschenbuch Wissenschaft, Frankfurt/M. Benjamin, Walter (1980): Über den Begriff der Geschichte, Gesammelte Schriften, Vol. I.2, Frankfurt/M. Demirovic, Alex (1999): Der nonkonformistische Intellektuelle. Die Entwicklung der Kritischen Theorie zur Frankfurter Schule Suhrkamp, Frankfurt/M. Wiggershaus, Rolf (1988): Die Frankfurter Schule. Geschichte Theoretische Entwicklung Politische Bedeutung, dtv, München. PC 28 . Xabier Insausti Ugarriza. Doctor por la Ludwig-Maximilian-Universität de München. Profesor de Filosofía en la Universidad del País Vasco. Diversas publicaciones sobre el Idealismo Alemán, especialmente sobre Hegel, y otros temas filosóficos, por ejemplo: Pensar la filosofía hoy (2006). Inmanencia y filosofía (2014). Euskal Herria. Realidad y Utopía (2010). Badiou: una filosofía sin condiciones (2012). Co-fundador de la Red Internacional de Pensamiento Crítico. Traductor al euskera de la Phänomenologie des Geistes de Hegel, además de otros libros de Adorno y Freud. 29 CP Miguel Aníbal Perdomo UNA FÉRTIL AGONÍA PC 30 El cuento dominicano adquirió proyección internacional en el siglo XX con la obra de Juan Bosch, un maestro que une lo bueno a lo sencillo, como hacen muchos tocados por el Talento. Estimulados por su predecesor, aparecieron muchos cultivadores del género que han producido algunas piezas de antología, como “La fértil agonía del amor”, de Marcio Veloz Veloz Maggiolo, cuyo tema es la metamorfosis. Así, este cuento se inscribe en una tradición en la que hay cultivadores tan ilustres como Ovidio y Franz Kafka, pero en el texto de Veloz Maggiolo la transformación no es individual, sino que la fuerza de la pasión amorosa proyectada de amante a amante servirá para transformarse mutuamente. Las dos primeras personas paralelas arrastran al lector a una subjetividad total, al egocentrismo amoroso, donde los accidentes de tiempo y espacio interesan apenas. El texto evidencia la rotunda aserción de El cantar de los cantares: “Porque es fuerte el amor como la muerte y la pasión, tenaz como el infierno”. Lo importante en el texto es el singular drama de los amantes, la agonía de dos seres tímidos arrastrados por emociones arcanas más fuerte que ellos, que recuerdan el plano más grandioso de las tragedias y sus héroes que tratan de enfrentarse a un destino abrumador, poniendo de relieve el ideal de los estoicos: confrontar el dolor que es la vida sin queja alguna. Emilia y Gabriel tratan de ser heroicos a su manera, de oponer el sentido común y las convenciones sociales a las fuerzas del amor y del instinto, que los va transformando a pesar de ellos mismos. La primera prueba de la transformación es el lunar azulado que adorna el tobillo de Emilia quintaesencia de su feminidad, el cual puede ser metáfora de una mariposa –o crisálida–, símbolo poético por excelencia, de la metamorfosis. Esa presencia que apenas aflora hasta ese momento tomará carnadura cuando Emilia confiese: “Estoy segura de que sería feliz junto a Gabriel, pero lo mismo que a él, una timidez temible, devastadora, me acosa y solo puedo tenerlo en sueños, cuando reacciona mi espíritu y lo veo posarse sobre mí como una mariposa y acariciarme y hacerme el amor con la mayor de las suavidades del mundo”. Después la transformación se acelera: el pie diminuto, infantil casi, de Emilia, se vuelve pie masculino; las cejas crecen, pierden la línea femenina mientras que las manos de Gabriel se tornan delicadas, parecen pedir un barniz en las uñas para que se vuelvan definitivamente femeninas. El símbolo de la metamorfosis reaparecerá al final señalando la transformación de los amantes: “Me aposentaré como una mariposa en su silla giratoria de secretaria eficiente”. Desde el título mismo se presenta la polaridad textual en un juego dialéctico sostenido por monólogos paralelos, que terminarán en la síntesis cuando las voces transmutadas asuman una sola identidad, cuando desaparezcan las fronteras entre el tú y el yo, no solo a nivel mental sino a nivel físico”. Las limitaciones biológicas, los patrones sociales de géneros se derretirán como una barra de chocolate al sol; quedará tan solo la consustanciación a la que aspira todo el que ha sido prisionero del amor y su otra cara el deseo. La ciudad de Santo Domingo aparece a nivel metonímico con alusiones a los centros de diversión Maunaloa y Lafuente. El espacio de la oficina o del hogar es más bien proyección de la conciencia; otros personajes como Juan, el esposo de Emilia, u Odilia, la “penúltima amante” de Gabriel, son meras figuras de fondo sin perfil propio. La subjetividad de la primera persona predomina, como se dijo; estamos frente a un relato donde al lector le queda tan solo confiar o desconfiar de la veracidad de lo narrado. Puede pensar que se trata de una experiencia mental impulsada por el deseo, una proyección de la conciencia, pues al narratario –el doctor a quien se dirige por dos veces Gabriel– hace suponer que se trata de un personaje con trastornos paranoides. Se puede notar que el discurso masculino es predominante y que el femenino es una inserción, una acotación a la voz central. Lo mismo ocurre en el plano laboral o social: Gabriel es jefe y Emilia secretaria. Además ella es casada. Se trata de transgredir los espacios sociales, pero la circunspección de Gabriel y el rol genérico que Emilia debe asumir causan la represión de los sentimientos, por tanto, la tensión textual, la transformación o el proceso paranoico –que la mención del terapeuta indica– pueden ser el castigo por no haber respondido a las fuerzas naturales puesta en juego por el amor y los instintos. La mirada es el sentido de mayor importancia en el texto. A través de su avidez los personajes absorben las características del sexo opuesto. Es un mundo donde los personajes solo viven para contemplarse y descubrirse. No sorprende entonces que desde el principio las personas y las cosas adquieran rasgos pictóricos, que la carne adivinada adquiera matices azules o verdes, que parezca cubierta de barniz. O tenemos la impresión de que las imágenes nos llegan desde un corto del director japonés Kurosawa sobre Van Gogh. Toda escritura se sumerge en una tradición milenaria convirtiendo el texto en 31 CP un coro donde resuenan múltiples voces. El subjetivismo de este cuento de Veloz Maggiolo hace pensar en una tradición más que narrativa, en los últimos doscientos años de poesía occidental. Desde el primer instante la obsesión amorosa irreprimible nos sumerge en la pasión romántica, en los sentimientos desbordados en que los personajes son víctimas de ellas o del hado. El cromatismo que llena el texto, el cuidado formal de la prosa, nos remiten al parnasianismo y su obsesión formal. Entre los colores sobresale el modernista color azul que sirve para subrayar la sensualidad a lo que se une la mención de miel, azúcar, flor de palma, o una fruta carnosa como es la almendra antillana. En la tradición simbolista-modernista se inscribe también el lenguaje con sus metáforas, comparaciones y una musicalidad que se logra a través de la repetición y la amplificación de las cláusulas como si se tratara de una ola, reflejo de la corriente que arrastra a los amantes: “Río revuelto, arroyo en penumbras, sombría catarata”. Este cuento que se destaca por una originalidad, por la intensidad de la sugerencia –de origen simbolista– se aleja totalmente de los patrones realistas, que gobernaron la narrativa dominicana, subordinada, con razón a las acuciantes circunstancias sociopolíticas del entorno. En “La fértil agonía del amor” las rupturas con las PC 32 convenciones de género se reflejan a nivel textual en la completa libertad con que rompe con las técnicas establecidas, y el texto asume cualidad surrealista, se sumerge en la tradición latinoamericana de “El hombre que parecía un caballo”, de Rafael Arévalo Martínez, texto que explora lo subconsciente en 1915, antes de que Bretón fundara su escuela vanguardista. Pero vale la pena recordar que aunque Arévalo Martínez reacciona contra el modernismo, el cuento, por lo mismo, está lleno de su pedrería y de su cromatismo. Por tanto, los extremos se tocan: en su cuento Veloz Maggiolo evidencia cuánto le debe la narrativa actual al modernismo, movimiento poético que enriqueció la prosa y abrió cauces al cuento, género casi inexistente entre nosotros en aquel momento. Desde el oxímoron del título, “fértil agonía” del amor, nos envuelve una atmósfera subjetiva gobernada por las fuerzas de la pasión y el instinto. El resultado es una lucha donde el ego quedará destruido para dar paso a la síntesis amorosa. La agonía –que significa lucha etimológicamente– se convertirá en un terreno fértil donde la conciencia humana volará libre de esas ataduras que le impiden a veces el flujo de sus sentimientos. De paso, Veloz Maggiolo ha creado una de las páginas más luminosas de la cuentística criolla. . Miguel Aníbal Perdomo Nació en Azua, República Dominicana, en 1949. Licenciado en letras, Universidad Autónoma de Santo Domingo, (UASD); Diplome de Langue, Alianza Francesa, Santo Domingo; Diplomas de Inglés y Diploma de Italiano, APEC; Maestría en Estudios Hispánicos, University of Illinois at Chicago; Maestría en Filosofía y Letras, City University of New York; Ph. D. (Doctor en Filosofía y Letras). Es poeta, narrador y ensayista. Profesor en Universidad de Illinois, City University of New York, Profesor Invitado, Sarah Lawrence College, Bronxville N. Y. Ha publicado las novelas Cuatro esquinas tiene el viento (1982), Los pasos en la esfera (1984), los poemarios El inquilino y sus fantasmas (1997), La colina del gato, Premio Nacional de Poesía (2003), el libro de cuentos Las estaciones de los pavos reales (Premio Nacional de Cuentos, 2008), y el libro de ensayos La cultura del Caribe en la narrativa de Gabriel García Márquez, (Premio Nacional de Ensayo, 2007). OCTAVIO PAZ: el privilegio del arte Miguel Ángel Muñoz Para Marie-Jo Paz, por las complicidades compartidas La idea de la obra de arte es su composición. ANDRÉ GIDE El hombre es la palabra encarnada. Existe para ser consciente de ella y para expresarla. FIODOR DOSTOIEVSKI «Como tras de sí misma va esta línea/ por los horizontales confines persiguiéndose/ y en el poniente siempre fugitivo/ en que se busca se disipa» 1 esta visión poética recorre no sólo la poesía completa de Octavio 1 Paz sino también su obra ensayística sobre artes plásticas. Chopos y líneas mágicas que nos acercan en sus palabras a Claude Monet. Paz fue un autor que para desmenuzar y profundizar en su pasión por el arte Octavio Paz, Cuatro chopos, en Los privilegios de la vista.Arte moderno universal 1, t. 6, Fondo de Cultura Económica, México, 1994. 33 CP PC 34 necesitó la exaltación de la memoria, el deslumbramiento por las vanguardias y la pasión constante por la pintura. Dos caminos paralelos, el del poeta y el del crítico de arte, y una obra en prosa nacida a la luz del asombro. El poeta es un traductor que traduce sus palabras en colores, en líneas, en símbolos, en signos. Escapar de la repetición es un gran privilegio del arte, mientras que la vida se define en un sentido menos complejo por la inexorabilidad de la misma. El artista es un traductor, y el arte es lenguaje, gesto, poesía. Se puede aventurar que el placer estético aspira a la liberación de los deseos inconfesados de la voluntad y que por ello está obligado a ejercer la intuición poco más que la premonición. La crítica ejercida por Octavio Paz (México, D.F., 19141998) y la reflexión estética que en ella subyace, forjada a lo largo de seis décadas, participó de esa firmeza intuitiva, continuada con su poesía, ensayos literarios e históricos, y desde luego, en su privilegio de ver los cambios del mundo como sólo Paz lo pudo hacer: deslumbrado por descubrir. No fue un erudito aséptico ni un beligerante intérprete de las modas en uso. Entendió la historia del arte dentro de los límites de una traducción occidental de la que absorbe los argumentos y, en cierto momento, la metodología. Para Paz, el artista es un creador de imágenes que tienen una historia condensada a lo largo del tiempo. Su gran enseñanza se resuelve en el aprendizaje de la mirada. «Ver es un privilegio –dice Paz– y el privilegio mayor es ver cosas nunca vistas: obra de arte. Desde muy joven sentí invencible atracción por las artes plásticas y muy pronto empecé a escribir sobre ellas, nunca como un crítico profesional sino como un simple aficionado»2. Quizá esta sensibilidad poliédrica haya hecho de Paz un personaje de defini2 3 ción complicada, huidiza, nada sencilla. Pero me gusta pensarlo como lo definía el poeta catalán Josep María Castellet: Todo él respira un equilibrio adquirido probablemente a través de experiencias, lecturas, convicciones, de saberse él mismo y otro3. No es casual su obsesivo retorno a la traducción como tema cardinal de sus trabajos, paráfrasis de la obra entera, tan cercano en esto a la tarea titánica de transversión lingüística de Vladimir Nabokov. Poco dado a la especulación, sin embargo, y dispuesto siempre a someter la erudición a su portentosa intuición narrativa, fue, además, un polemista feroz, conversador ocurrente que vivió con pasión los mundos del arte que tanta sutileza ha colaborado a fabular. Desde temprana edad comenzó a ver pintura, a escribir poesía y ensayo literario. Nunca dejó ninguna de estas disciplinas. Pero de pronto se ganaba la vida hablando sobre arte y poco tiempo después haciendo crítica de arte en Plural y Vuelta; también, en múltiples catálogos y libros de artistas que admiró siempre. Pronto se vuelve una referencia importante en el mundo del arte internacional de la segunda mitad del siglo XX. El arte se convirtió en uno de sus principales intereses. Entendió como pocos el oficio de escribir sobre arte no como crítico de oficio sino en el sentido de Charles Baudelaire: la pintura vista desde la poesía. Fue visitante ocasional en Francia, Italia, Inglaterra o España, donde admiró el Renacimiento, la primera Modernidad. Vuelve a visitar esos espacios y esos tiempos con la vieja, cada vez más matizada idea de una historia social y cultural. Estados Unidos, más los años que vivió en India, se vuelven su escenario intelectual anclado alternativamente en México, a la par que continúa siendo un crítico nunca indiferente a cuanto destaca en el mundo de la imaginación contemporánea. Octavio Paz, op. cit. Josep María Castellet, Los escenarios de la memoria, Editorial Anagrama, Barcelona, 1988. Se forjó a través de un disciplinado y nada complaciente aprendizaje de la mirada. Sin ficciones eruditas ni prescindibles sobreposiciones de saberes adjetivos, a partir simplemente de la perpleja alerta de la sensibilidad del arte, su mundo de arte es más bien caleidoscópico y cabe en él tantas propuestas como opciones en juego. Picasso no adelanta a Rafael, ni Matisse a Cézanne. Simplemente es un aprendizaje permanente. Lo que importa es la capacidad de dramatización de esas experiencias particulares y su conversión en modelos universales de sensibilidad. Descubre con los poetas de la generación de los Contemporáneos –Villaurutia, Gorostiza, Cuesta, Tablada, Cardoza y Aragón– el arte mexicano: Bustos, Posada, Velazco, Zárraga, Atl, Rivera, Orozco, Siqueiros, Montenegro, Charlot, Alva de la Canal, Castellanos, Ruelas, Lazo, Izquierdo, Tamayo. Pasado y presente del arte de México y América Latina. Una pintura nacionalista que buscó cambios siempre convulsos y contradictorios, pero que encontró su mayor significado en el muralismo. El arte lo es todo: reverso e inverso: todo es. Le impresiona la cultura prehispánica de tal forma que nos descubre que toda cultura y todo arte deben contarnos una historia. Para Paz, el artista ensaya soluciones desde y en una vieja tradición que es doble. Por una parte, la técnica, destreza, modos de representación. Por otro, imágenes consagradas, sabidas, que operan sobre el consciente del espectador. Ante los cuadros de Picasso, Braque y Gris –sobre todo del último, que fue mi silencioso maestro– entendí al fin, lentamente, lo que había sido el cubismo. Fue una lección más ardua; después fue relativamente fácil ver a Matisse y Klee, a Rousseau y a Chirico, afirma Paz. La crítica de arte, el lenguaje y la pintura dieron sentido a su realidad. Un ejercicio en el que nunca renunció a la reflexión sino que se convirtió 4 en un alfabeto muy propio. Con Baudelaire: Salones y otros escritos sobre arte; Apollinaire: Les Peintres cubistes; Breton: Le Surréalisme et la peinture, y Mallarmé aprende a someter la erudición a su intuición narrativa. Doble lección constante: crítica y tradición. Un conversador excepcional que vivió con pasión contagiosa los mundos del arte que con tanta sutileza colabora a fabular en sus ensayos. Octavio Paz fue uno de los poetas más brillantes que han escrito de arte en la segunda mitad del siglo XX. Su obra escrita, directa, poética tiene su cumbre en su libro Apariencia desnuda. La obra de Marcel Duchamp. Este último creador y Picasso fueron los artistas que ejercieron mayor influencia en el siglo XX. Duchamp –dice Paz– no es menos sorprendente ( que Picasso) y, a su manera, no menos fecundo. Los cuadros de Duchamp son la presentación del movimiento: el análisis, la descomposición y el revés de la velocidad4. Hay en su poesía y en su crítica de arte una extraordinaria consonancia entre el espacio interior y el espacio del mundo, entre la intimidad profunda y la extensión indefinida. Correlación entre microcosmos y macrocosmos, una consonancia entre lo inmenso y lo íntimo. Desde un ángulo de luz, en la penumbra, ante un cuadro de Joan Miró, el poeta descubre universos, sueña su inmensidad; acuden a él los sueños surrealistas, el silencio inmenso y fabulador del pintor catalán. Así es el poema titulado «Fábula», dedicado a Joan Miró: El azul estaba inmovilizado entre el rojo y el negro. El viento iba y venía por la página del llano, encendía pequeñas fogatas, se revolcaba en la ceniza, salía con la cara tiznada gritando por las esquinas, el viento iba y venía abriendo y cerrando puertas y ventanas, Octavio Paz, Apariencia desnuda. La obra de Marcel Duchamp, Editorial Era, México, 1973. 35 CP PC 36 iba y venía por los crepusculares corredores del cráneo, el viento con mala letra y las manos manchadas de tinta escribía y borraba lo que había escrito sobre la pared del día. En el espacio de la pintura de Miró resuenan las constelaciones lunares, los pájaros de mil colores, el universo surrealista, el jardín de piedras, el azul, el negro, los siglos de la tradición y cultura catalanas. Ahí es donde Paz descubre los azules, las barcas, la imaginación interminable del artista. Por momentos, la cualidad de la imagen nos permite no sólo escuchar, sino ver. Sigue Paz: Miró era una mirada de siete manos. Con la primera mano golpeaba el tambor de la luna, con la segunda sembraba pájaros en el jardín del viento, con la tercera agitaba el cubilete de las constelaciones, con la cuarta escribía la leyenda de los siglos de los caracoles… Nombres tan fronterizos como Picasso, Paul Klee, El Greco, Solana, Henri Michaux, Dubuffet, Eduardo Chillida, Chardin, Valerio Adami, Edvard Munch, Joan Miró, Matisse, Roberto Matta, Antoni Tâpies, Balthus, Max Ernst, , Alechinsky, Juan Gris, Braque, José Luis Cuevas, Bacon, Alberto Giacometti, Rauschenberg, Julio Le Parc, Joseph Cornell, René Magritte, Duchamp, Rufino Tamayo, Rafael Canogar, Alberto Gironella, Fernando de Szyszlo, Juan Soriano, Rojo, Izquierdo, Gerzso, Antonio Saura, Josep Guinovart constituyen una primera y final apuesta de su visión estética. Es el arte de su 5 tiempo, de su memoria, pero sobre todo de sus inclinaciones pictóricas. Geometría, abstracción, figuración, ilusionismo, realismo o simplemente: transfiguración del arte. W.H. Auden decía que hay que buscar y encontrar en la labor poética «diamantes en el barro»; Paz en cada línea, en cada reflexión sobre arte no sólo encontró diamantes sino respuestas. En breves poemas o ensayos, el poeta explora la revelación estética de diversos artistas. Experiencia única e inédita; cómplice, reflexiva, cazadora, incandescente. Sus firmes convicciones surrealistas –André Breton sobre todo– lo llevan a detectar el fuerte discurso estético y narrativo del informalismo europeo y la abstracción estadunidense. No le preocupa indagar en las retóricas de la historiografía del arte sino entender la pintura y su historia a partir de la poesía. Paz decía sobre las diversas generaciones que se cruzan en la historia que los artistas deben redescubrir el punto de convergencia entre tradición e invención: «Ese punto es distinto para cada generación y es el mismo para todas. Convergencia no quiere decir compromiso ecléctico sino conjunción de los contrarios. El arte de nuestros días está desgarrado por dos extremos: un conceptualismo radical y un formalismo no menos estricto»5. Es conocimiento y, al mismo tiempo, recreación del concepto artístico. Es cierto, muchos de estos artistas con algunas sensibilidades próximas a Paz son los que sigue en su evolución constante. Sobre todo Picasso: completo; Gris y Braque: el cubismo; Matisse: Las naturalezas; Miró: Las constelaciones; Marcel Duchamp: Desnudo bajando la escalera, Rueda de bicicleta, Fuente, Con mi lengua en mi mejilla; Chillida: El peine de los vientos, Yunque de sueños; Tâpies: Los muros; Rauschenberg: Octavio Paz, prólogo al catálogo de la exposición de grabados Cartón y Papel de México, Museo de Arte Moderno de México, 1980. Ramón Oviedo 37 CP PC 38 Los objetos; Matta: sus universos poéticos; Motherwell: su poesía lineal y abstracta. Éstos eran algunos de sus artistas preferidos del siglo XX. Ni abstracto ni figurativo, lo que gustaba a Octavio Paz era un arte que nos enseñara a ver. Cuando se situaba frente a una obra se dejaba poseer y dominar por ella. ¡Qué podemos comprender de un retrato de Rembrandt? –decía Francis Bacon– Nada6. Octavio Paz agregaría: Miramos y sentimos una sensación irrepetible. Más tarde sus intereses artísticos crecieron: Léger, Moore, Masson, Klein, De Kooning, Rothko, Morandi, Tinguely, Râfols-Casamada, Torres García y siempre Rufino Tamayo. De él aprendió a comprender el puente que se abrió entre el arte prehispánico y la modernidad del arte en México: Mi aprendizaje fue también un desaprendizaje. Nunca me gustó Mondrian, pero en él aprendí el arte del despojamiento. Poco a poco tiré por la ventana la mayoría de mis creencias y dogmas artísticos. Me di cuenta de que la modernidad no es la novedad y que para ser realmente moderno tenía que regresar al comienzo del comienzo. Un encuentro afortunado confirmó mis ideas: en esos días conocí a Rufino Tamayo y a Olga, su mujer. Ante su pintura percibí, clara e inmediatamente, que Tamayo había abierto una brecha. Se había hecho la misma pregunta que yo me hacía y la había contestado con aquellos cuadros a un tiempo refinados y salvajes. ¿Qué decir?7. La exploración de las convergencias, la búsqueda del comienzo y la excavación de los límites de la imaginación. El relato –dice John Berger– no depende en última instancia de lo que se dice, de lo que nosotros, proyectando en el mundo algo de nuestra propia paranoia cultural, 6 7 8 9 llamamos su trama. El relato no depende de ningún repertorio de establecido de ideas y costumbres: depende de su avance sobre los espacios8. Ver, sentir, escribir se traducen en descifrar signos. A veces la cualidad de la imagen nos permite no sólo oír, sino ver la pintura, el eco que el silencio traza en el cuadro, en el dibujo, en la escultura. Ver un cuadro es escucharlo, repetía Baudelaire. A Juan Gris: lo vemos y lo oímos. El espacio de creación, el espacio de la página fue con frecuencia el tema de sus ensayos y de su poesía. El poeta fue consciente del poder transformador de la imagen poética y de la poética de la imagen. Juego inverso. Convergencia lingüística. El poeta espera en un páramo desierto, en una superficie incierta, en un muro en llamas, como dice en el poema que le dedica a Tâpies: Sobre las superficies ciudadanas, las deshojadas hojas de los días, sobre los muros desollados trazas signos carbones, números en llamas. Escritura indeleble del incendio, sus testamentos y sus profecías vueltos ya taciturnos resplandores. Encarnaciones, desencarnaciones: tu pintura es el lienzo de Verónica de ese cristo sin rostro que es el tiempo. Paz era vehemente, brillante, devastador con el adversario. Un surrealista, un poeta, en suma. «No se trata –repetía Paz– de cambiar a los hombres como de acompañarlos, ser uno de ellos»9. Y ese fervor lo encontró en compañía de muchos artistas. A su entender, toda obra de arte es una traducción que desvirtúa una presencia real originaria. A lo largo de setenta años el arte fue uno de los temas inacabables de una David Sylvester, Entrevista con Francis Bacon, Debolsillo, España, 2013. Octavio Paz, prólogo a Privilegios de la vista 1. Arte moderno universal. Círculo de Lectores, España, 1991. John Berger, El sentido de la vista, Alianza Editorial, Madrid, 1985. Jean Daniel, Los míos, Galaxia Gutenberg, España, 2012. de las sensibilidades más brillantes y excepcionales del siglo XX. (Conferencia presentada en el marco de la XVII Feria Internacional del Libro Santo Domingo-2014, en homenaje a Octavio Paz, en su centenario). . Miguel Ángel Muñoz Cuernavaca, Morelos, México, 1972) es poeta, historiador y crítico de arte. Su dedicación a la creación artística actual es absoluta; compagina su labor en El Financiero, La Jornada Semanal y en la revista Casa del Tiempo, con la de comisario de exposiciones. Es autor de los libros de ensayo: Yunque de sueños. Doce artistas contemporáneos (Editorial Praxis, 1999), Ricardo Martínez: una poética de la figura (CONACULTA, 2001), La imaginación del instante: signos de José Luis Cuevas (Editorial Praxis, 2001), El espacio invisible. Una vuelta al arte contemporáneo (Ediciones Batarro, Málaga, España, 2004), Convergencia y contratiempo (Plan C Editores- CONACULTA, 2008), Espacio, superficie y sustancia. La obra de Ricardo Martínez ((Siglo XXI Editores, 2009) El espacio vacío, (CONACULTA, 2009), Gutiierre Tibón. Lo extraño y lo maravilloso (CONACULTA, 2009). 39 CP PC 40 Rafael Núñez Cedeño ¿Será sempiterno el sentido en la formación de palabra? Prefijos y sufijos sin sentido Si le preguntáramos a cualquier hablante con cierta formación académica que cómo se divide la palabra caminante, su intuición lingüística le sugiere que debe hacerlo de tres diferentes maneras. La primera sería dividirla en las sílabas ca-mi-nan-te, hecho que nos parece intuitivamente natural, aceptable y poco controversial. Una segunda opción le sugiere que penetre en los detalles recónditos de esas sílabas, y así llegará a descomponerla en letras que representan sonidos independientes, como c-a-m-i-n-a-n-t-e, lo cual demostraría que ese hablante goza de una extremada agudeza introspectiva al aceptar como válida la separación de los elementos mínimos de sonidos individuales que la conforman. Esto tampoco es problemático. Una última opción le haría construirla con unidades mayores, digamos como caminante, y si nuestro agudo hablante se siente estar mucho más confiado y sofisticado en su análisis, propondría que la estructura de esa palabra debe ser camin-ante, división bastante satisfactoria que los entendidos en lingüística aceptan sin mayores reservas. Vamos a enfocarnos en las dos últimas opciones señaladas antes –es decir, en camin-ante y camin-a-nte– sin restarles méritos a las dos primeras divididas en sílabas y en letras. En ambos casos, los elementos o unidades que las conforman se conocen en lingüística como morfema, término que no sólo goza de amplia aceptación en estudios de formación de palabras sino que también ha devenido debatible en su definición misma: o sea, si se tiene como elemento mínimo con significación propia o si no siempre se le debe endosar sentido como el criterio que lo define. Carlisle González, entre otros lingüistas, es de quienes que se apega a la primera definición, o sea a que morfema tiene significación, según lo hace constar en su manual de Morfosintaxis Hispánica (2001). Otros, en cambio, que incluyen tanto a Mark Aronoff, con su libro Word Formation in Generative Grammar (1981) como Rafael Núñez Cedeño, en su libro Morfología de la sufijación española (1993), defienden análisis contemporáneos de la construcción de palabras en que se rescatan ciertos aspectos del estructuralismo europeo, pero en donde además no sólo cobra vida la modernidad analítica de la morfología vista desde la perspectiva teórica generativista sino que se presenta la novedosa y provocadora hipótesis de que toda palabra se compone potencialmente de estructuras agrupadas en sonidos que no siempre proyectan sentido alguno. Para ellos, en última instancia, la palabra, en sentido del lingüista ginebrino Fernando de Saussure, es el mínimo signo lingüístico que opera en la sintaxis, o si se quiere, en el discurso. En este ensayo intento desglosar dos cosas: 1) que el análisis que Núñez Cedeño Ramón Oviedo 41 CP PC 42 propuso en su libro de 1993 es fundamentalmente correcto y 2) que el breve razonamiento que aduce González no sólo se desvía en lo conceptual sino que también va mal encaminado cuando propone estructuras superficiales que no revelan ni captan la intuición innata que los hablantes poseen y conocen de las palabras. Comencemos por precisar el muy manoseado pero no siempre entendido concepto morfema y después pasemos al signo lingüístico, según lo concibe de Saussure . En primer lugar, repasemos la etimología de morfema. En su manual, González propone que el término proviene de la combinación de las unidades morfo, que significa ‘forma’, y sema, que se refiere a ‘sentido’. Para él, entonces, la combinación de estos dos elementos lógicamente nos provee su definición, pues denotan tanto su forma como su sentido. Concluye preguntándose, y en claro cuestionamiento a los dos autores generativistas, que si “lo que define al morfema es su significado, cómo puede haber morfemas sin el elemento que lo define?” De aquí se desprende que cualquier tesis en que se proponga que morfema puede carecer de significado se riñe con la etimología misma de la palabra. Sin embargo, la disección del término que presenta González se va por la tangente. De él haber conocido el sugerente artículo de Joachim Mugdam sobre los orígenes de morfema, publicado en 1986, quizás hubiese sido más cauteloso al introducir equívocas estructura y significado. Esto así porque Mugdam, (y de paso también el reconocido lingüista Paul Kiparsky) propone que morfema tiene como base griega morfe ‘forma’ y el sufijo –ma, que denota ‘resultado de una acción’. La palabra fue acuñada en 1895 y llevada al francés por el lingüista polaco Jan Boudain de Courtenay, por analogía con la ya existente fonema, término que se define como ‘unidad mínima significativa de sonido’, tal como se verifica en las letras p y b de las respectivas polo y bolo, las cuales transmiten obviamente significados diferentes. Fonema consiste, pues, en dos elementos identificables, fone ‘sonido o voz’, y el sufijo -ma con el aludido significado, ambos de origen griego e integrados en una sola palabra. Por lo tanto, la acepción apropiada de fonema sería resultado de pronunciar o emitir sonidos y por extensión analógica, morfema significaría resultado de emitir formas; es por ello que entonces dicho término no se refiere a forma seguido de sufijo que transmite la idea de ‘significado’, así llanamente dicho. Es evidente que si seguimos la lógica deductiva de González, tendríamos que fonema sería la combinación de fono+sema, al igual que la que él nos ofrece para morfema, a la que aludí anteriormente. Pero ya se sabe que Mugdam demostró de manera convincente el origen y segmentación verdaderos de morfema (y también de fonema, en trabajo reciente del 2011), el cual dista por mucho de la división e interpretación que hace González. Hay que dar por sentado, por tanto, que en toda ciencia, en todo razonamiento interpretativo, lógico o formal, si se parten de premisas o hipótesis desviadas, los resultados de análisis subsiguientes necesariamente devendrán equivocados. Es sencillamente un axioma irrefutable. Ahora bien, si bien González no acierta en la etimología de morfema, la amplia acepción que defiende es la misma que se presenta en todo curso básico de introducción a la lingüística en donde por lo general se enseña la noción de que morfema representa la mínima unidad significativa que es reconocible en una palabra. Es ésta la temprana concepción que esgrimió de Courtenay y no necesariamente la de de Saussure. De Saussure conocía el término, pero en la compilación de sus ideas recogidas en Curso de lingüística general en ningún momento aparece con el sentido que antes desarrollara de Courtenay, es decir, como una parte de la palabra que posee autonomía psicológica y por ende que no se puede subdividir más, según anota Stephen Anderson en su estudio sobre la naturaleza y uso de la palabra morfema, publicado en The Oxford Handbook of Inflection (2011). Para de Saussure morfema tenía valor de formativo que puede ser parte de una palabra. Dicho de otro modo, para él los morfemas eran sufijos, prefijos, infijos o terminaciones que se unían a la raíz de la palabra. En cambio, el elemento que tiene motivación significativa lo encarna el signo lingüístico completo, la palabra en su totalidad, y definitivamente no las piezas potencialmente separables que la componen. Por ejemplo, en gatos toda la palabra en sí, sin división en morfemas, comporta tanto su pronunciación como su sentido: felino doméstico de cuatro patas. La –o, o la –s finales son sencillamente formativos sufijales que expresan relaciones gramaticales; la primera, la –o, se refiere a género, mientras que la segunda, la –s, expresa pluralidad. Para resumir, he ofrecido implícitamente dos divisiones para aprehender la conceptualización de lo que significa morfema: la tradicional, propiciada originalmente por de Courtenay y sus seguidores –Antoine Meillet, por ejemplo– en la que dicha unidad tiene significación, y la de de Saussure, en la que se conjugan únicamente sus propiedades funcionales y gramaticales –hipótesis que encuentra eco en Aronoff y quien suscribe . Como existen numerosas palabras que pueden subdividirse en sus partes, esos elementos son no sólo reconocibles unidades formativas de palabras sino que también pueden ser conmutables. Por ejemplo, el –ferir que aparece en referir, no implica el exclusivo sentido de ‘dar a conocer un hecho verdadero o ficticio’, puesto que también existe en transferir, con significado de ‘pasar cosa de un lugar a otro’ o proferir y preferir, con los respectivos significados de ‘articular palabras’ o ‘dar preferencia’. Esa base provee clara prueba de su propiedad como unidad formativa que no posee significado y que adquiere sentido completo, toda vez se le unen los prefijos, o sea, cuando se constituye en el signo lingüístico saussereano ( se pudiera argumentar que tiene multiplicidad de valores semánticos, pero no me luce claro cómo el hablante se las ingeniaría para activarlas mentalmente y desencadenarlas al nivel expresivo). Que dichos formativos se hayan fosilizados en su base y que ya no sean productivos, no quiere decir que no se puedan reconocer como elementos independientes ni que no se puedan aislar a nivel formal, de la misma manera en que se separaría el productivo y más transparente prefijo re- de rehacer. Lo que aparece en ésta es un prefijo que sí transmite significado, el de ‘volver a hacer’, y otro que no, como el re- de referir. Un análisis en que se aduzca que referir sólo se segmenta refer+i+r pierde de vista una importante generalización morfológica que el hablante medianamente culto reconoce, es decir, que es capaz de identificar el prefijo re- como mínima unidad reconocible de una palabra, que es, a la postre, el verdadero concepto que se engendra en la noción morfema. Volvemos por tanto a de Saussure y a su influencia en avanzados alumnos de la década del setenta, como lo es Aronoff. Por último, tal vez sea cierto la idea de que la palabra rechazar proviene del francés. Efectivamente, viene de rechacier y no de rachaier, según afirma González. De hecho, los detalles etimológicos son aún más interesantes que los que ofrece González. Si se hurga en cualquier diccionario de orígenes, pongamos por caso el Breve Diccionario etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas (1954), terminaríamos por aceptar que rechazar proviene del verbo chassier (francés moderno chasser = ‘cazar, perseguir’, el cual era chacier en francés antiguo, que a su vez provino del 43 CP Ramón Oviedo latín popular captiare, que significaba ‘tratar de coger o adueñarse’) precedido del prefijo re-. En conversación con el lingüista e historiador de la lengua Fernando Martínez-Gil, de la Universidad Estatal de Ohio, me dice que no se sabe cómo el significado de ‘volver a cazar’ dio lugar al sentido actual de ‘rechazar’. Lo que sí parece evidentemente claro es que hay un prefijo que se puede identificar en su base, hecho que González niega sin ofrecer datos probatorios. Hay más. No obstante lo que afirma Corominas, en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua se consigna que rechazar proviene directamente del latín reiectare, que también contiene el innegable prefijo re-, aunque lanzarse a determinar cómo se llega a esa palabra mediante los cambios regulares que experimentan los sonidos en su devenir histórico resulta difícil de explicar porque lo cierto es que debió haber dado *reyechar o *rejechar, opinión conjetural que también comparte conmigo Martínez-Gil. La especulación es atractiva y muy bien pudiera plantearse como futura hipótesis de trabajo avalada por datos reales. En definitiva, podemos entonces concluir citando el título de este breve ensayo, dándole respuesta: ¿será sempiterno el sentido en la formación de palabras? Evidentemente, NO. . Rafael Núñez Cedeño PC 44 Recibió su Licenciatura y Maestría por New York University y PhD por University of Minnesota. Ha impartido docencia y presentado charlas en centros universitarios de la América Latina, EEUU y Europa. Es Catedrático Emeritus por la University of Illinois. Sus libros incluyen La Fonología moderna y el español de Santo Domingo, Premio Siboney del Ensayo; Morfología de la sufijación española, premio Pedro Henríquez Ureña del Ensayo; Estudios sobre la fonología del español del Caribe; Studies in Romance Languages; Fonología generativa contemporánea de la lengua española contemporánea (primera y segunda edición); y Language Knowledge and Use: a Romance Perspective. Hoy día co-edita la prestigiosa revista de Alemania PROBUS: International Journal of Latin and Romance Linguistics. Además, ha publicado numerosos artículos en periódicos, revistas, enciclopedias y antologías. 45 CP José Enrique García aniversario de pedro josé gris PC 46 Gustave Flaubert no llegó a terminar, según el decir de Ezra Pound –y que al leer la novela, convenimos con él–, Bouvard y Pécuchet. Heredera sin inmutaciones de Don Quijote. Registramos en la memoria viva, los dos personajes que dan nombre a la misma: Bouvard y Pécuchet. Dos personajes entrañables citadinos que emprenden un viaje por diferentes empleos, oficios, ocupaciones. Y en se viaje se pone en juego estos asuntos: hacer la vida en distintas espacios que la misma vida ofrece, entrenarse o aplicarse en diferentes modalidades laborales que existen, probar que el hombre y la mujer son seres dados para las multiplicaciones, crear igualmente dentro de la experimentación una utopía, huir del acoso del tedio. Observar y experimentar la existencia de diversos y heterogéneos escenarios. Y algo más, esta novela ejemplifica con plasticidad estas dos cuestiones esenciales a todo el que nace: estamos dotados para realizar múltiples tareas; la primera, y la segunda, en ninguna nos encontramos plenamente. Y ese desarraigo existencial, manifestado en la búsqueda incesante de un sentido a la existencia, en este caso en las ocupaciones, de otro modo, sincrónico en los procedimientos, en los recursos y, sobre todo, en las visiones, nos topamos con dos últimos poemarios de Pedro José Gris: El Libro de los Saltos y Voy hacia mi Casa (2010) y Aniversario (2012). Esta visión, procurada en las sucesivas épocas que conforman la linealidad temporal y humana, encuentra asiento en este libro, pero ahora articulada a las ciencias puras, lejos de las especulaciones del pensar, de las intuiciones, el verso se afirma en comprobaciones matemáticas y físicas, en la certeza de lo que es y, esto no únicamente por el pero de la comprobación de lo existente, sino, también, por la experimentación del vivir mismo, que se hace y agota en una misma y única repetición, provocando con ello, un tedio y hastío que únicamente la muerte cura. Por razones que desconocemos lo conocido viaja hacia lo desconocido! Nunca, al parecer, podremos juntar lo que transcurre. La realidad es un caballo desbocado expandiéndose hacia la pradera que misteriosamente nos convida ( el tiempo si no corre se desconstruye) Nunca, al parecer, podremos juntarnos en lo vivido: ¡viajamos hacia el futuro para siempre! La poesía de Pedro José Gris, salvo su primer poemario, Oda al Padre, afirma en la relación de pensamiento, lenguaje y ciencia. La búsqueda de la razón de la existencia humana, de su razón de ser en tierra, y más aún, su razón de ser en el porvenir. Lo que la razón del pensar no ofrece, puede que la razón de las ciencias la tenga en sus conclusiones. En ese sentido, leemos en Aniversario, lo que ya tiembla en El Libro de Los saltos: El Salto del Hombre. El número inicial no define la cantidad, más bien, la presencia como imposible. Es la suma precisa, aunque desconocida, el amontonamiento funcional de lo mismo sobre sí mismo lo que produce el fenómeno cualitativo de la conciencia de la autociencia cuya teoría sobre sí introduce la re-reflexión en la materia (100 mil millones de neuronas replicando todas las relaciones reales del universo producen, al parecer, la cifra mágica, el quantum cuya cualidad saltada es la conciencia, un lujo del terrible cosmos físico escenificada en el paraíso de la tierra) El lector de estas líneas notará la reiteración en los dos fragmentos extraídos de Aniversario, de la expresión, que opera como inciso en el poema, al parecer, y esto, concluimos: es que aún la misma ciencia, que descascara lo que existe en la tierra, lo desvela, lo hace común y, hasta simple, con precisión y lógica, no posee certeza sobre el mundo y, mucho menos, de lo sobre inconcluso, ambiguo, tembloroso, oblicuo, indefinido ser, que se llama Hombre, marcado, irremediablemente, por estar constituido por cartílagos, sebos, carne, sangre, hueso y lo otro, no tocable, pero y existe. Dualidad que vigencia ordinariamente a la gula, la ira, la codicia, la envidia, el rencor, y los otros pecados capitales. Conciencia y pulso, y esfuerzo mayor para construir una poesía que dé cuenta, desde la especificidad de sí misma: tejido lingüístico donde lo sonoro con potencial gracia y los sentidos se bifurcan. Esfuerzo, que como Cayo Claudio Espinal, ha emprendido en esta dirección el trabajo poético más serio, honesto y profundo en el país y a quien le asiste, por esas mismas condiciones y sistematización, ser pionero en esta búsqueda de la expresividad poética en la contemporaneidad que nos contextualiza y pertenece. Otra razón que me llevó, para insertar en esta novela, la novela de Flaubert, se 47 CP Ramón Oviedo PC 48 encuentra en la naturaleza del hombre. Veamos: en una ocasión llegó al apartamento que nuestro poeta utiliza como centro de trabajo, y observo, en uno de los cuartos, que las paredes están repletas de afiches con rostros de candidatos. Y cuento: diez y siete. Y le pregunto. Son los candidatos que asesoro. Oh, sí, estratega de campaña, profesor de filosofía, productor agrícola, publicista, gerente del Banco Central de Santiago, Cónsul en Haití, Productor de televisión, especialista en sondeo, Director de Campañas Electorales, periodista-reportero, creador, junto con Bruno Rosario Candelier, del movimiento literario El Interiorismo, convirtiéndose en un animador cultural a nivel nacional y con ramificaciones internacionales. Pedro José Gris, un Bouvard o Pécuchet antillano, pero que nunca ha podido quitarse la poesía de encima, pues esa gracia le asiste del nacer, y con ella continuará a pesar de los Saltos ordinarios que impone la cotidianidad e, igualmente, los Saltos que imponen las leyes del Universo que habitamos, y quién sabe más, si de otros… . José Enrique García Nació en Santiago de los Caballeros en 1948. Poeta, narrador, autor infantil y ensayista. Licenciado en Educación y Letras por la Universidad Católica Madre y Maestra y doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Fue profesor de Literatura en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. En 1979 obtuvo el premio de poesía Siboney con el poemario El fabulador y en el 2000 el Premio Nacional de Poesía con Recodo. Es autor además de los poemarios Meditaciones alrededor de una sospecha, Huellas de la memoria, En el camino y la casa, Ritual del tiempo y los espacios, de la novela Una vez un hombre, y de cuentos, Contando lo que pasa. 49 CP Fragmentos del libro Aniversario de Pedro Jose Gris VOY HACIA MI CASA 1 T odo lo andado sobre la tierra Las anclas, las conchas, la gravedad que limita mi despegue El imán del mundo que me siembra en mitad del corazón el horror del universo donde siempre es de noche y los faroles de estrellas esparcidas en la ciudad sin dios se apagan de alguna manera se apagan La fumarola de los soles muertos se alcanza a ver desde mi Colina Interior, de noche siempre, de noche Donde despertaré, se despierta en la noche antes ya concebida ¡El terrible frio disperso por el sueño! ¿A quién esperabas en el lúcido Sueño, la totalidad de los átomos sumados al imán de la tierra al misterio de la gravedad, por fin liberado hacia el vacío de la ciudad sin dios, pensar nada nos salvaba, nada, cercado por ilusiones eficientes las cuales nunca despejamos. EN EL MUNDO SIEMPRE ES DE NOCHE ¡COMPASIÓN! ¡COMPASIÓN! PC 50 2 T odo esto lo he inventado para decirte desde que salí de mi primera casa succionado por el imán de la tierra y caminé sobre el planeta 50 años iba hacia ti, en la noche siempre del universo temible pensando que todo era mierda y repeticiones en el instante largo de mi sola muerte, los átomos rabiosos batiéndose contra la tierra ahora lo sé, se me ha iluminado… (Ángeles creados por mi desciendan como aves desnudas enciendan los faroles, iluminen mi casa en su luz batida por las alas Oh ángeles, oh ángeles creados por mí, t o r n e n sus formas propicias a mi declaración de amor) Necesitaré ver… (tengo miedo de que todo sea verdad) el mar desamado, las aguas dulces, en el otro mundo no llueve No sé si pobre batirme en todos los mundos ¿Y cuáles? SOY UN GUERRERO DE LA TIERRA TOMO BATALLA EN MI SUEÑO, pero al despertar quizás guio mi automóvil por la ciudad real, pero cuando duermo, quizás sigo guiando mi automóvil por la ciudad real Necesitaré ver un rostro iluminado en la tarde despedazada un aura, una clave… un muchacho andaluz…¡Compasión! ¡Compasión! Todo lo he inventado para decirte: iba hacia ti Hace 50 años camino el planeta succionado por el imán de la tierra: VOY HACIA MI CASA 51 CP L 3 levo un secreto entre mano: HE DESPERTADO HAN VISTO USTEDES VOLAR UN AVE: YO LA VI EN MI SUEÑO HAN VISTO USTEDES MATAR UN HOMBRE: YO LO VI EN MI SUEÑO HAN VISTO USTEDES PENETRAR UNA POBRE MUJER DESESPERADA: YO LA VI EN MI SUEÑO HAN VISTO USTEDES LAS EXTINCIONES, LAS DESCENDENCIAS, LAS ESTIRPES: YO LAS VI EN MI SUEÑO HAN VISTO USTEDES LOS ROTOS APEGOS QUE SE TORNAN TOTALES: YO LOS VI EN MI SUEÑO Pero yo nunca sueño, mis noches son largas desapariciones FRENTE A MIS OJOS Recién he despertado y ya toda la realidad es un secreto S PC 52 4 (Paráfrasis) é lo que es la muerte para ti mientras se manifiesta Sé de esa fuerza que te empuja a oponerte… ¿Qué has hecho de tus días, qué de vidas. Yo sin dios te recrimino te convido al asomo. Qué de miedos si todo se ha perdido! Yki me ha confesado haber visto a dos amigos en horrendos escenarios virtuales y que ellos no saben que se han muerto… Cuando abro la ventana de mi casa y distingo el humo de los soles apagados en la noche en la otra noche cotejada: temo —El universo es frío por fuera— Me sobreviene la certeza… Salomé embriagada de whisky fantasea La vida indudablemente se está viviendo en otro lugar lejos de esta casa, en ventana ajena en la afueredad donde ha acontecido una danza. .. Su nalga de 15 años de antigüedad se posa desnuda sobre la pierna erecta del tirano… ¿Aconteció una danza en dónde? El rey enloquecido ha violado la niña. ¿Ha violado el rey enloquecido la niña dónde? ¡Piedad! ¡Piedad! Para voyeristas y contemplativos Qué es la vejez sino una ajenidad de lo viviente, y la muerte toda la ajenidad? D 5 anzas para nosotros revestida de piel hilada ¿Atrapada dónde de tu zona roja. Afiches por toda la ciudad gozosa club de nocturnidad ¿Existe acaso fecha para el espectáculo… Aquí has despertado, muchacha verdadera ¿Cuáles Ángeles esperas con sus penes erectos por éxtasis final ¿La muerte, un orgasmo? Ese era tu mensaje? ¿Existe acaso fecha para tu descanso, has bailado como trompo Sobre legiones de Ángeles. Son sólo escuadrones de soldados cansados Viejas piezas de artillería humana. Y tú, ¿no sabes que has muerto, esto era al final para lo que bailabas? Más hubiera valido no haber nacido viable Pero si eternamente danzaste para el Rey, maduraste en sus piernas Cómo es que estás abierta esperando sudada el jugo de los hombres No ves es un ejército de conciencia extinguida? Todos no habrán urdido que los repita su noche? ¿El copero del rey, ciego a su propia suerte lamió tu copa y se masturba hasta hoy en su muerte? ¿Quién en tus ojos de oro con luz eléctrica detrás… Son biombos y actores las Sombras que te siguen atrapadas en la densa materia del orgasmo? Inicia la ascensión debe ser en Venecia hay barcarolas sueltas edificios y mármoles resplandores dorados y tú desnuda avanzas sobre los silbos de oro hay un sillón de rojo —nada que ver con sangre— ¡Es que ha sido tan bello! ¡Quién sabe si esta trampa es lo más verdadero que podemos alcanzar! 53 CP Pedro José Gris El libro de los saltos APUNTES SOBRE LAS DERIVACIONES DE LA CANTIDAD EN EL ARTE Y LA VIDA Ramón Oviedo (El contenido reflexivo y toda la aventura del discernimiento que vitalizan estos salmos provienen de una intuición básica, la incidencia del salto por saturación de la cantidad en cualidad en las más diversas o íntimas realidades humanas y universales. Si estas intuiciones son no-verdad, inútiles subjetividades, alucinaciones de conciencia, seudo intuiciones… una parte fundamental de estos cantos saltaría al vacío…) Epistemología de lo Poético: Verdad de vida PC 54 La poesía en particular y el arte en su totalidad develan verdades de vida1. Expresión que hemos acuñado, extraída de un verso de Cernuda, para referirnos a las certezas subjetivas vinculadas a la vivencia creativa que constituyen universales de la experiencia humana traducida a una emoción singular, a espasmo de conciencia. Esta categoría de verdad accesible solo por intuición conforma en sí una certidumbre cuyo material básico poseemos en condición incognoscible, susceptible de aflorar en la obra creativa y transformarse en ella y por ella en conocimiento de conciencia. El estado de aquellas percepciones previo a la conformación poética es 1 inocuo, visión animal, atemporal y ubicua, aprehensiones simples preconscientes que por su misma ingravidez no se contienen en cuerpo expresivo elaborado, más bien reposan en la memoria en estado inefable a manera de material básico indiferencial que interviene en la formación de todas las certezas e incertidumbres axiomáticas constituyéndose en el ancestro interior de nuestra cosmovisión automática. De esta materia elemental, neutra, carente de codificación lingüística, acaso partan todas las comprensiones y juicios que adquirimos a medidas que las operaciones creativas la trasvasan hacia los niveles de manejo subconscientes donde se materializan visibles a la conciencia en la vivencia de conocimiento develado e intrínsecamente emocionado que llamamos intuiciones, y éstas a su vez en su aparecer poético en el arte, cerrando círculo como afectivas verdades de vida. Aquí despunta el complejo decantamiento emocional acaecido en la experiencia creadora, que tiene como producto final la obra de arte, y muy distintamente la poesía, por ser ésta una transmutación o salto sobre el número en la lengua (polisemia) a cualidad (sentido total) y porque la poesía mediatiza la lengua donde La expresion me fue dada, a manera de intuición, en el poema de Cernuda Un Muchacho Andaluz: “Expresión amorosa de aquel mismo paraje,/entre los ateridos fantasmas que habitaban nuestro mundo,/eras tú una verdad,/ sola verdad que busco,/más que verdad de amor, verdad de vida…” El sustrato de sabiduría íntimamente cierta que deja toda poesía al atravesar la conciencia bullía en mi reflexión sin identidad hasta que en el sensual poeta intuí su denominación: verdad de vidad. 55 CP se fundamenta el tránsito de lo irracional a lo perceptivo. La expresión de lo inefable2, circularidad que se completa en el concepto de totalidad de sentido, sub-figuración de que parte lo poético, refiere al acontecimiento de formación de vivencias previas y a su transformación en cuerpo inteligible, en conocimiento de conciencia, percepción o certidumbre de imagen verdadera, en vivencia de discernimiento particularizado que como tal atañe exclusivamente a cada sujeto, esto es, a los asentamientos vivenciales que les son propios e intransferibles a cada quien, al depósito de la conciencia mientras registra el mundo sin reconocerlo 3. En principio, toda verdad de vida apuntaría hacia una cerrada subjetividad, a la singularidad de toda vivencia y existencia humana particulares, por lo demás irrepetibles e inclonables, para lo cual, sin embargo, la conciencia posee por su naturaleza reflexiva, virtual, un recurso de equivalencia basado en similitudes emocionales y en abstracción de las diferencias fácticas o históricas, constituyendo estas verdades de vida, a juzgar por la metáfora del reflejo de Borges en su arte poética (“el arte debe ser como ese espejo que nos revele nuestra propia cara”), un vértice de encuentro de lo conformado por el artista con sus 2 PC 56 3 inefables, el poema, y lo proyectado por el lector de su propia recopilación de inefables vitales, la llamada experiencia estética capaz de sumirlos a ambos, bajo la presión saturante de la suma compleja de evocaciones recíprocas –significaciones–, en estado de emoción compleja, en lo que por aproximación se denomina inspiración –trance creativo–, revelación, paradoja creativa –“el gozo de estar triste”. Borges–, etc.… Para mí se trata de un acontecimiento de conciencia que potencia la percepción reflexiva –posiblemente abra una poderosa ventana virtual hacia nuestro interior o Windows de la conciencia–, permitiendo el paso y aprovechamiento –previo Passwort tecleado por las “cosas” o “tema”– de aquellos materiales elementales que por efecto de este procesamiento virtual de las ventanas trasmutarán en imágenes significantes o intuiciones, en verdad subjetiva relativa a lo que somos y donde estamos respecto al mundo. Esta comunión o equivalencia emocional de los contenidos elementales de cada parte, creador y lector en roles intercambiables, hace posible que cada lector o descodificador de la obra de arte sienta que lo tratado en ella es su propia “historia”, confiriéndole el carácter universalmente subjetivo a la verdad de vida mostrando Categoría lingüística de existencia inaprensible, lugar común de los presentimientos inmaduros, tratado como una especie de nada o vacío alusivo al decir de la obra de arte que entonces dice sin decir diciendo. Esta jeringonza confunde el punto de partida con el de llegada, que en el fenómeno poético, por cierto, podrían significar la misma cosa. Me parece que a este fenómeno se refiere Octavio Paz en su breve poema La Niña y del cual mi narracion del mismo nombre es una glosa. La Niña: mirada en blanco, rostro descansado, parpados receptivos. Toda ella luce ida, en lontananza, pensando lejos; alguien quiere saber lo que ella percibe en su alelamiento, quizás sea el propio poeta, pero en el poema nadie pregunta: “(…) Piensa en su fin o en su principio?. Ella dirá que no ve nada/ es transparente el infinito/ nunca sabrá que lo miraba”. La contemplación en todas sus manifestaciones, tales como en la llamada inspiración o trance creativo, testimoniado en algunos casos como dictado desde el interior de su amanuense; el estado de conciencia in albis magistralmente descrito por Paz en el poema referido, la mente activada en blanco propia de las prácticas yogas y disciplinas orientales o el extasis místico parecen estar íntimamente vinculados con este “no saber” de la experiencia de lo inefable. Esencialmente, el acontecimiento de conciencia que registramos apunta hacia una vivencia de conocimiento interior tan compleja que deja fuera en su primer momento la expresion racional por incompetente. Sin embargo, en su irrupción posterior, en su alumbramiento hacia los estadios de vigilia o consciencia interior, la palabra aquilatada se convierte en vehículo de aproximación referencial de la vivencia. De ahí que los místicos suelan caer en “estados poéticos” cuando regresan de su largo viaje contemplativo. la cualidad de lo poético como talento de la conciencia para transformar su inagotable acopio de material difuso en conocimiento intuitivo, en verdad que se refiere a ella misma respecto al mundo y por tanto a la condición y naturaleza humana, reflexión noética hacia sí misma, reflejo de su historicidad. La inspiración, trance creativo, revelación, estado intuitivo, alegría, éxtasis o paradoja creativa, o como se le quiera nombrar, funge de llave o clave, en segundo plano, que posibilita el tránsito de un ámbito a otro, de las Ventanas exteriores –percepción– a las interiores –reflexión– y vale a la conciencia para la adquisición de los saberes sobre sí misma que por las rutas usuales de la razón y el análisis les están vedados, convirtiéndose en un mecanismo alterno de conocimiento, el único que operando desde la conciencia regresa a ella con su producto, la imagen significativa o intuición o verdad de vida, para enriquecerla a manera de espejo de percepción y discernimiento hacia sí misma. De ahí que nos refiramos a la verdad de vida, a la vida de la conciencia en el mundo, al conocimiento de conciencia como fruto segado en el proceso complejo mediante el cual la reserva de material neutro que se acumula infinitamente en ella como imagen insignificante del mundo desde sí misma es trasmutado en intuición o sentencia, en sentido y significación solidarios capaces de orientarla respecto a su situación en el mundo. Amasado con materia indistinta, lo inefable, el nivel cero de la comunicación, el silencio cargado de “imágenes” no significantes, se objetiviza al tomar cuerpo creativo en el arte y dimensión perfectiva y eficacia en lo poético. La obra brotada de la conciencia a manera de necesidad expresiva y recurso de su saber no sabiendo, produce hacia el interior de su propio proceso de alumbramiento los estremecimientos interiores de éxtasis a los cuales suele llamarse con extrema limitación emoción o alegría estética, alborozo que vuelve a reproducirse ante la contemplación de la obra creada, ya no solo en el creador sino también en la conciencia recreadora o contemplativa debido a la universalidad del fenómeno subjetivo que registra y proyecta la obra consumada, siendo el estado orgásmico o emocionado no un producto secundario del proceso creativo-receptivo, sino el único producto testimonial perceptible, es decir, la única “cosa” sensible o vivencial en que se convierte el conocimiento cuando es de conciencia. La obra así concebida será auténtica en última instancia en cuanto aluda a los universales de la vivencia humana a través de las particularidades personales del artista formando un punto de encuentro, de certidumbres o verdades inmediatamente comprobadas por nuestros mecanismos subjetivos reflejos afines a todos los seres humanos en sus diferentes contextos históricos, aunque intrínsecamente matizados por este mismo contexto. Una sensibilidad aguzada podría no encontrar autentificación de la conformación de imágenes significantes ajenas en su propia reserva de intuiciones, entonces se insensibilizará ante la obra de arte insuficiente reportándose la intuición ajena como subjetivamente no verdadera. Es decir, su “deposito” significativo podría ser verdad en otro ámbito, en el de la ciencia por ejemplo, pero no en el ámbito de la verdad de vida que necesita el descodificador para creer en lo que vive. Acaso se nos ha informado una verdad pero ésta no tiene la cualidad para llegarnos a lo que aquí por comodidad didáctica identificamos como conciencia. En este fenómeno se basamenta la verosimilitud de la obra de arte que concluye determinando su durabilidad. ¿Deberemos esclarecer que hablamos de lo poético a manera de una categoría, de una cualidad proveniente del nivel numérico de la lengua denominado multivocidad 57 CP Ramón Oviedo PC 58 o polisemia por saturación de significaciones y salto? Esta pluralidad y contextualidad de sentidos que suelen confundirse con su naturaleza signa el estado anterior de acumulación de la expresión creativa previo al salto poético y basamenta la obra artística insuficiente reduciéndola a meras notificaciones sobre etapas emocionales de la conciencia. En tal sentido, no reducimos a dos sino a cuatro los episodios del fenómeno lingüístico capaz de producir en la lengua expresiones diferenciadas: Silencio, expresión unívoca, expresión multívoca y expresión poéticas. La multivocidad o polisemia, también considerada la lengua del arte, con frecuencia identificada erróneamente con la expresión poética, está vinculada mas bien a la naturaleza esencialmente equívoca del lenguaje en su ejercicio comunicativo; informa de los fenómenos de conciencia, no los refleja; el reflejarlos en toda su complejidad especular, filme que escenifica las reacciones singulares de la conciencia conjuntamente con el desenvolvimiento en tiempo real en ella de los hechos que la afectan, es lo que denominamos suceso poético4, evento mediante el cual se produce un salto de la cantidad de significaciones de lo artístico al Sentido Total de lo poético que a su vez generara como reflejo éxtasis o paradoja creativa –Algo así como una alegría interior singular, en la conciencia, a la vez que se está muy triste, en la mente. El suceso poético acontece como transmutación producida por el salto por saturación de las múltiples significaciones de lo artístico hacia la dimensión poética de la expresión total, imposible de reducir a ninguna significación determinada sin producir una penosa desvirtualización, y 4 La obra de arte insuficiente, la que no alcanza la dimensión poética, resulta un amasijo de significaciones que no consiguen saltar por encima de sus univocidades yuxtapuestas; en tanto la genuina creación poética aparece como un todo de significados superados, categorizados y cualificados. que puede ser desestructurada como síntesis intuitiva –verdad o certeza de vida– de sensaciones-emociones-comprensiones enriquecida por las propias alegrías singulares que el fenómeno retroalimenta, sucediendo todo en un tiempo concomitante interior y cuya carga numérica previa propicia el salto de la cantidad –significados– a la cualidad poética. Las significaciones como tales, objetos y entretenimiento de la razón emocional, se anulan y suspenden para dar paso a un recurso fundamentado de la conciencia capaz de registrar como un todo categórico y de sentido único, a manera de experiencia total, y por tanto como otra clase de experiencia, no solo un número indeterminado de significaciones contenidas y a la vez reflejadas sobre el cuerpo de la obra creada, sino el complejísimo fenómeno interior de lo que somos desdoblándose y conformándose para conocerse en ella, los flujos y reflujos de la propia conciencia en su proceso de reconocimiento de sí misma al contacto con la imagen del mundo que en ella hay recolectada a manera de depósito sin expresión formal, lo inefable, que a su vez viene a ser la materia bruta inagotable desde la que se elaboran todas sus percepciones de reconocimiento de sí misma y de su circunstancia, las validaciones de las verdades personales, ventana virtual del mecanismo de comprensión universal que crea la dimensión poética como stock intuitivo de las innumerables verdades de vida. . Pedro José Gris Nació en Santiago de los Caballeros en 1958. Poeta y pintor. Publica su primer libro de poesía, Las Voces, en 1982 y casi treinta años después, en el 2010, su segundo y tercer poemario en edición mixta de doble lectura, por una cara El libro de los saltos y por la otra Voy hacia mi casa. Ha realizado estudios universitarios en Educación Filosofía y Letras, Derecho y Psicología en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Su más reciente libro de poesía se titula Aniversario. 59 CP Carmen Heredia de Guerrero JOSÉ MARÍA HEREDIA Y HEREDIA El poeta que le regalamos a Cuba El primer poeta de América es Heredia. Sólo él ha puesto en sus versos la sublimidad, pompa y fuego de su naturaleza. El es volcánico como sus entrañas y sereno como sus alturas. JOSÉ MARTÍ PC 60 Siempre escuché decir al abuelo Mariano Heredia Mendoza, en las entrañables tertulias familiares, que los dominicanos le habíamos regalado un poeta a Cuba, y se refería a su pariente, José María Heredia y Heredia, “El Cantor del Niágara” Con el correr de los años, y tras la huella del abuelo, estando en España, visitamos la ciudad de Palencia -Comunidad de Castilla y León- donde había nacido el abuelo en 1868, en busca de su Acta de Nacimiento. Comprobé entonces al conocer todos los apellidos de sus ascendientes que el parentesco con el poeta del que él presumía, era cierto, incluso por ambas partes. Y es que José María Heredia y Heredia era hijo de dos primos hermanos nacidos en Santo Domingo, José Francisco Heredia y Mieses, y María Mercedes Heredia y Campuzano. Tan familiar me era el personaje como su famosa “Oda al Niágara”, leída por el abuelo con verdadero deleite, que me dispuse a investigar sobre la vida del poeta. En uno de mis viajes a Cuba, tuve la oportunidad de platicar con el reconocido intelectual Ángel Augier, gran estudioso de la obra herediana, lo que me llevó a descubrir al aedo, y conocer al hombre. Diversos factores incidieron en la formación y sensibilidad de José María Heredia. El accidentado discurrir de su existencia casi siempre circunscrita al espacio geográfico en el que se desarrolla la alegoría de su estimable y breve vida, estuvo marcada por las circunstancias históricas que están presentes, hasta en el hecho fortuito de su nacimiento en Santiago de Cuba un 31 de diciembre de 1803. Allí emigraron sus padres, -ya la madre grávida del futuro poeta, según apunta César Nicolás Penson- como otras familias dominicanas, a diferentes destinos, como consecuencia del Tratado de Basilia de 1795. Breve fue el tránsito en la ciudad cubana, la familia Heredia partió a Florida donde el padre ocuparía el cargo de Asesor en la Intendencia de Pensacola. Regresan a La Habana en 1810 y un año después emprenden viaje hacia Venezuela, designado el juez Heredia Oidor de la Audiencia de Caracas. El azar, el mal tiempo, abate la embarcación y la lleva hasta las costas dominicanas. Allí quedó la familia al cuidado de sus parientes, mientras el padre continúa viaje a Venezuela. A pocos meses nace en Santo Domingo, su hermano Rafael, a quien tras su muerte temprana, le dedica años después, su poema “En el sepulcro de un niño”. Al brillar la razón en su alma pura Miró los males del doliente suelo: Gimió; y los ojos envolviendo al cielo, Voló buscando perennal ventura. José María continuó en Santo Domingo los estudios que había iniciado con su padre, confiado al canónigo Correa Cruzado, en la Escuela del Arzobispo Valera. El Oidor Heredia regresa en 1812 para llevar consigo su familia a Venezuela Durante estos años de tensiones, el joven José María cuya vida había transcurrido entre libros, fue testigo del desborde de pasiones propias de tiempos de guerra y de pugna de ideas, madurando más allá de la adolescencia. En este momento turbulento –proceso de independencia de Venezuela– se define su poderosa vocación lírica y nacen sus primeros ensayos. En 1815, con solo 12 años, escribe el poema “Las ruinas de Mayquetía”. El paisaje tropical, el mar y la visión temprana de la independencia latinoamericana, despertaron en él emociones y sensaciones inolvidables que serán reflejadas en su poesía. En diciembre de 1817 arriba de nuevo a La Habana la trashumante familia. Durante este año en Cuba despierta en el adolescente la pasión amorosa. Belisa o Belinda a ella dirigirá su lírica. Yo te amo, zagala hermosa, Tres lustros apenas cuento: Paga pues el amor mío Y venturosos seremos. En un nuevo periplo parte la familia a Veracruz. El magistrado Heredia toma posesión en la Audiencia Mexicana. En este período se consolida la naciente personalidad literaria del joven José María. En 1819 escribe su primera obra dramática “Eduardo IV o El usurpador clemente”. Su poema en tono meditativo y melancólico “En el Teocalli de Cholula” de 1820, es considerado uno de los momentos más solemnes de la lírica en lengua española. Hallábame sentado en la famosa Choluteca pirámide. Tendido El llano inmenso que ante mí yacía, Los ojos a espaciarse convidaba… En 1821 tras la muerte del padre regresan a Cuba. Integrado a su tierra natal que apenas conocía, nace en el poeta el fervor patriótico y su concepción americanista, que lo lleva a participar en reuniones políticas y literarias. “El joven Heredia poseía una cultura y personalidad literarias superiores a las de la mayoría de quienes cultivaban las letras en La Habana”. En 1821 obtiene el grado de Bachiller en Leyes y publica el periódico literario “Biblioteca de Damas”. Ya para entonces estaba inmerso en la densa atmósfera prerrevolucionaria. Su evolución ideológica se reflejó en su poesía, su poema “El dos de mayo” es un canto de combate. Libertad, noble amor a la patria Odio eterno a la audaz tiranía. En 1822 Heredia se une a una organización revolucionaria, la “Logia Caballeros Racionales”, rama del movimiento “Soles y Rayos de Bolívar”, y se compromete en una conspiración de amplias ramificaciones. En medio de la atmósfera de agitación entre criollos y peninsulares, se dictó auto de prisión contra el poeta. Clandestinamente sale en un bergantín desde Matanzas hacia Boston. Con apenas veinte años emprendía su perpetuo destierro. En 61 CP 1824 escribió su famosa oda “Niágara” una de sus más célebres composiciones. Torrente prodigioso, calma, calla Tu trueno aterrador: disipa un tanto Las tinieblas que en torno te circundan Déjame contemplar tu faz serena Y de entusiasmo ardiente mi alma llena. Domingo Liz En agosto 1825 parte a México y escribe “Vuelta al Sur” e “Himno del desterrado”. Es nombrado por el presidente Victoria, oficial de la Secretaría de Estado, ese mismo año es representada su tragedia “Sila”. Dirige en 1826 el periódico crítico literario “El Iris”, y es habilitado por el Congreso del Estado de México para ejercer la abogacía. En 1827 casa con mexicana y tiene prole. Edita su poemario, lo que contribuyó al reconocimiento de su genio poético. La idea de volver a Cuba a ver a su madre lo obsesiona, se acoge a la amnistía de 1836, sólo tres meses y regresa a México sin retorno. Herido de muerte aun escribe sus últimos versos: “A Dios” y “La oración del poeta moribundo”. Muere en México el 7 de mayo de 1839. Sus restos perdidos, reposan en una fosa común. Poeta fundamental, ensayista, traductor, narrador, periodista, abogado, es considerado el primer romántico de América. Menéndez Pelayo, lo calificó como “primer lírico del parnaso cubano, el que de la crítica europea de su tiempo ha obtenido más unánimes y calurosos elogios”. Primer poeta de América lo llamó Martí y en uno de sus ensayos sobre el poeta, decía a la posteridad: “Allí murió y allí debía morir, el que para ser en todo símbolo de su patria, nos ligó en su carrera de la cuna al sepulcro, con los pueblos que la creación nos ha puesto de compañeros y de hermanos: por sus padres con Santo Domingo, semillero de héroes, donde aún, en la caoba sangrienta, y en el cañaveral quejoso, y en las selvas invictas, está como vivo, manando enseñanzas y decretos, el corazón de Guarocuya…” . Carmen Alceste Heredia Ottenwalder de Guerrero PC 62 Nació en Santo Domingo. Inició sus estudios de Ballet y música a la edad de nueve años. Estudió teatro con el profesor Máximo Avilés Blonda. En New York recibió entrenamiento en la Norah Kovak Academy of Ballet, en danza clásica y moderna. En España realizó cursos sobre Producción y Gestión de Espectáculos en el Instituto de Artes Escénicas y Música de Madrid. Ha sido sub-directora del Museo de Las Casas Reales, Directora del Ballet Clásico Nacional, Directora General de Bellas Artes y Directora del Teatro Nacional. Delegada en la Primera, Segunda y Tercera Conferencia de Especialistas en ballet, en Panamá, Buenos Aires y Caracas, respectivamente. De 1984-86 fue designada Secretaria General de la Sociedad Iberoamericana de Danza, por Margot Fonteyn. Ha ejercido la crítica de danza, teatro y música durante más de treinta años. Algunos de sus artículos han sido publicados en la Revista de Bellas Artes de Puerto Rico, en el libro “Diógenes” de la Universidad de California, y en el libro de Lengua Española 4, de Editora Santillana. Es autora del libro Espacios de Teatro y Danza y Otros Espacios. 63 CP Entrevista a Domingo Liz “El artista de hoy no se preocupa por su identidad” Liliam Carrasco PC 64 La tarde del pasado jueves, sin duda, quedará grabada como uno de los momentos más significativos en el devenir de la crítica de arte, pues conversar con el maestro Domingo Liz, nos hizo conocer no sólo al artista, sino también al padre, al esposo, al amigo y al ser humano. Con solo penetrar en su espacio laberíntico, de poca luz, pero solemne, obliga a inclinarse ante el hoy Premio Nacional de Artes Plásticas. ¿Cómo se inicia en la pintura? En todas mis entrevistas el que habla soy yo, está bien, es verdad, pude haber cambiado la percepción de cómo la había pensado antes. Sí, porque siempre hay algo que decir de esta etapa, maestro. Pero es una historia tan repetida que no creo que quede alguna emoción cuando la cuento. ¿Hace de eso cuánto? 60 años, ¿tú sabes los años que han pasado yo repitiendo esa historia? Es la misma. [Hizo un silencio]. Me inicié en la Escuela Nacional de Bellas Artes, hice un curso posgrado con Jaime Colson, seguí estudiando. Empecé mi trabajo profesional, personal, cambié hacia el trabajo propio de la escultura, luego la talla en madera, la pintura, el dibujo, la arquitectura y… la misma historia. ¿Cuáles han sido los hechos más puntuales en su proceso de formación? En mi caso, como todos los niños de mi tiempo que tienen una tendencia a dibujar, a expresarse gráficamente. Es más, tienen más necesidad de expresarse gráficamente que de hablar. Tal vez por eso los niños siempre están dibujando y están adelantados a su lenguaje. Siempre pueden decir cosas que van mucho más allá de su propio lenguaje. Para mí fue una gran sorpresa cuando fui la primera vez a una galería en El Conde, la Galería Nacional de Bellas Artes, donde vi pinturas con empastes gruesos, algo totalmente insólito. Otro momento importante en el proceso de formación o la etapa más significativa la tuve con Jaime Colson, que fue quien me enseñó los verdaderos fundamentos de la academia pictórica. ¿Qué le motivó irse a vivir a orillas del río Ozama? Las verdades son como son, nadie las cambia. Las circunstancias también son como son. No es que nada me inspiró, sino que las circunstancias me hicieron llegar a este lugar y cuando abrí los ojos y vi el panorama que tengo aquí en frente, como escribí una vez “ese panorama que cubría todos mis ojos…”, inmediatamente dije: este es el lugar donde quiero vivir y donde quiero hacer mi casa. Dicen que luego de que vino a vivir aquí, el Ozama le ha servido de inspiración para buena parte de sus trabajos y sus imágenes se perciben como un tema recurrente en su producción, ¿a qué se debe? La realidad del país está ahí, esa vida está ahí, no es porque yo recurro a ella como fuente de creatividad, como cosa inventada. Más bien esa es mi motivación. Es mi motivo visual. Para mí cada vez que hago algo en mis obras, por ejemplo, un panorama de una parte del Ozama es como un documento histórico visual de la ciudad, de su realidad. ¿Cuáles lugares destina para su proceso de creación? Siempre donde he vivido he tenido espacio en el patio o cuando no, en el estudio. Con el tiempo le he dado más importancia al taller que a la casa y lo he hecho más confortable. Entonces trabajo la escultura al aire libre, pero la pintura siempre en el estudio. ¿Cuáles períodos o tendencias le han causado impresión o le han servido como motivación en la pintura? Me han cautivado todos. Desde la expresión de las Cuevas de Altamira, pasando por la pintura flamenca, lo griego, lo expresionista, lo moderno, lo actual. No tengo preferencias por momentos o etapas, aunque siempre hay una inspiración por hacer algo así, pero preferencia, no. Esa es una manifestación del hombre auténtica y si tú quieres una manifestación del hombre y admirarla, tienes que ver su expresión completa, su mundo completo, su realidad completa. Hemos analizado que a diferencia de otros artistas sus representaciones escultóricas en nada tienen que ver con sus dibujos o su pintura, ¿tiene esto una razón de ser? Fíjate que sí. Ya que hay artistas que como pintan quieren hacerlo en la escultura, eso es totalmente equivocado y falso, tiene una base falsa porque son dos medios, dos lenguajes diferentes y posiblemente vivencias y realizaciones diferentes. Empieza en una época de la vida la pintura y en otra la escultura, como mi 65 CP caso. Entonces, si uno se pone a imitar, uno lo que está es falseando una expresión por otra, pero si tú sigues la realidad de la evolución de cada lenguaje, te mantienes en un proceso auténtico. ¿Qué piensa del arte dominicano actual, cree que va por buen camino? Domingo Liz Adolece de lo que dijiste hace un rato, que el artista no se preocupa de su “identidad”, sino que se dedica a imitar, mayormente. No es que no existan artistas muy buenos y originales, sino que la mayoría se ha dejado influenciar de la esfera económica globalizada. Emocionado Me siento muy complacido y honrado con el reconocimiento que me acaba de hacer el Ministerio de Cultura por mi trayectoria. No hay creatividad Los artistas repiten lo que las plazas mayores les están ofreciendo, para poder subsistir. . Domingo Liz PC 66 Pintor y escultor. Nace el 15 de septiembre de 1931 en Santo Domingo. Hacia 1946 inicia sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes con la orientación personal del maestro Manolo Pascual. Se gradúa en 1949. De 1950 a 1953 cursa postgrado en pintura con el maestro Jaime Colson. En la VI Bienal de Artes Plásticas en Santo Domingo, en 1952, gana el premio San Cristóbal en pintura en 1956 el Segundo Premio a dibujo en la VII Bienal, en 1958 II Premio a Escultura. En 1964 obtiene el Primer Premio a Escultura en el Salón Esso de Artistas Jóvenes de Latinoamérica en Washington; en el mismo ano Primer Premio y Medalla de Oro a Dibujo en el Primer concurso Anual La Aurora. En 1956 fue escogido para exponer junto a Poleselo, Botero, Abularach, Trujillo y otros, en la IBM Gallery de Nueva York y Salón Esso de la Unión Panamericana. En 1966 obtiene en el II concurso La Aurora. En 1970 es co-fundador del Grupo Proyecta, con quienes realiza dos exposiciones. 1972 gana el Segundo Premio a Escultura en la XIII Bienal de Artes Plásticas de Santo Domingo. Realiza su Segunda Individual en la Galería de Arte Moderno en 1980. Al siguiente año en la colectiva Sings Gallery de Nueva York. Sus obras escultóricas se encuentran diseminadas en todo el país y en el extranjero, en importantes museos y colecciones privadas. En 2012 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas. Murió en 2013. 67 CP Rafael Jarvis Luis1 UlisesHeureaux L la coyuntura política de 1888 a través de su correspondencia PC 68 as actividades políticas y militares en las que participó el general Ulises Heureaux (a. Lilís) suelen inscribirse en la atmósfera propia del realismo mágico que con acierto cultivaron los escritores latinoamericanos; las acciones de su gestión gubernamental han sido descritas tomando como referencia los agregados macroeconómicos o los acontecimientos políticos más notables. Por tanto, desentrañar algún novedoso episodio de su proceder, que esté exento de lo anecdótico y circunstancial, se constituye en ardua tarea. Este ensayo –que intenta seguir el rumbo de las investigaciones objetivas sobre el personaje y su acción–, tiene el objeto de estudiar la manera como Heureaux manejó los hechos políticos acaecidos desde febrero a diciembre de 1888. Para este fin, he tomado como fuente documental varias de sus cartas fechadas en diferentes lugares del país, como expresión dinámica de su agitada vida. Para enmarcar estos hechos en el escenario de su tiempo, se 1 2 3 4 examinarán los alzamientos de sus oponentes: Casimiro Nemesio de Moya y Benito Monción, de igual modo se analizará la participación del general Gregorio Luperón en las elecciones presidenciales de ese año.2 A partir de la correspondencia firmada por Heureaux es posible lograr una aproximación a las razones causales que impulsaron sus decisiones del 6 de enero de 1887 al 27 de febrero de 1889; y las del sangriento régimen que finalizó con su desaparición física el 26 de julio de 1899 en la cibaeña ciudad de Moca. Heureaux fue un personaje impresionante en la sociedad dominicana rural del último tercio del siglo XIX. En tiempos adversos en los cuales la generalidad de la población era analfabeta, él podía comunicarse en inglés, francés, italiano, alemán, holandés, creole y español;3 Novas, uno de sus biógrafos, afirmó que con facilidad leía latín.4 En su interés de informarse usaba el método científico y, como inquieto Profesor de Historia en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y Miembro Correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia. El régimen del general Heureaux fue objeto de atención con la tesis doctoral de Mu-kien A. Sang. Ulises Heureaux: Biografía de un dictador, 3ra. Santo Domingo, INTEC, 1996. Publicación que aproximó al investigador a otros aspectos de la vida del personaje que el aportado por su biógrafo compueblano Rufino Martínez. La línea general de esa administración fue también estudiada por Jaime de Jesús Domínguez en La Dictadura de Heureaux. Santo Domingo, Editora Universitaria, 1986. Martínez, Rufino. Hombres dominicanos. Deschamps, Heureaux y Luperón, t, I. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1985, p. 115. Novas, José C. Lilis y los agentes del Tío Sam. Santo Domingo, Cocolo Editorial, 1999, p. 30. observador, procuraba conocer todo cuanto le rodeaba. Motivado por ese voraz ímpetu de saber estudiaba aspectos que para otros podían ser irrelevantes. Dedicaba tiempo a no perder de vista lo aparentemente innecesario, lo cual le permitió diferenciar la psicología de los individuos de una región del país con respecto a otras.5 Como soldado era estricto cumplidor de la orden superior a riesgo de su propia vida. La usanza militar de la época exigía a los jefes colocarse en el puesto de vanguardia durante el ataque, esta posición ocupaba Lilís cuando fue herido en el cuello por una bala durante la persecución de las tropas de Cesáreo Guillermo en Higüey. Similar posición de avanzada ocupaba el general Máximo Gómez, quien fiel a la práctica de situarse en la primera línea de la tropa, fue herido de igual manera por un balazo en el cuello cuando se disponía invadir Las Villas, en enero de 1875.6 La vida política de Lilís, tan apasionada como la militar, tuvo tres grandes períodos: el primero comprendido entre 1863 y 1882, el segundo a partir de 1883 hasta 1895 y el tercero entre los años 1896 y 1899.7 Durante el segundo período de su administración gubernamental, que se extendió del 6 de enero al 27 de febrero de 1889, ejerció el mando de la nación con criterios autoritarios. En breve tiempo esta modalidad de gobernar se transformó en tiranía.8 El poder absoluto que concentró en su mandato provocó tensiones con la línea programática del Partido Azul, plataforma que le sustentaba; en esta circunstancia formalizó alianza con los baecistas, de larga tradición dictatorial. La debilitada relación institucional con el Partido 5 6 7 8 9 Azul y su desmedido interés por ocupar la presidencia de la república, influyeron en la ruptura de las fraternales relaciones que mantuvo con el general Luperón, último referente moral capaz de disuadirlo en su extraviada práctica política. A partir de entonces instituyó una administración gubernamental autoritaria en la cual el endeudamiento público, el soborno, la violencia en el uso del poder, la simulación y el manejo político eran las normas. Concertó un empréstito con la compañía holandesa Westendorp que incrementó la deuda pública externa; su indisciplina con las finanzas estatales propició sucesivas emisiones monetarias sin respaldo que aumentaron los niveles de inflación y la deuda interna. La violencia desde el poder fue evidente en los comicios electorales celebrados entre el 26 y el 28 de junio de 1886, cuando se impidió el sufragio a varios de sus oponentes. De igual modo se produjo un manejo político del voto depositado en las urnas. En respuesta al desconocimiento de la voluntad popular, Benito Monción apoyado por Casimiro de Moya organizó una revuelta el 21 de julio de ese año. Este hecho llevó la tranquilidad pública al borde de una guerra de regiones.9 La causa de tan serio desenlace fue el empecinado propósito de ocupar la presidencia de la República acontecimiento que se produjo el 6 de enero de 1887. La consumación de ese hecho no calmó a sus adversarios, por el contrario, ellos manifestaron su descontento organizando conspiraciones. Para mantener el control de la situación Heureaux recurrió a su eficiente servicio de espionaje a fin de informarse de Martínez, Ob. cit., p. 104. Infiesta, Ramón. Máximo Gómez, 2da. Santo Domingo, Colección Orfeo, 1986, p. 99. Mu-Kien, A. Sang. Ob. cit., p. 1-2. Jiménes Grullón, Juan Isidro. Sociología política dominicana 1844-1966. Volumen I (1844-1898), 4ta. Santo Domingo, Editora Alfa y Omega, 1982, p. 375. Martínez, Rufino. Diccionario biográfico-histórico Dominicano 1821-1930, Santo Domingo, Editora de la UASD, 1971, p. 345. 69 CP PC 70 los preparativos que tramaban. En persecución contra los insubordinados, escribió a Miguel A. Pichardo (Guelito), su fiel lugarteniente de la Línea Noroeste, sugiriéndole tomar contundentes medidas: “(…) si te convences de que esa parte de la República no entiende ni obedece a otro sistema que al temor porqué no has mandado a fusilar a uno de los parientes de Pablo o de Benito que son los que esconden a Pablo tanto en Dajabón, como en La Antona, Manga, El pino, y Los campos”. “Hazlo y verás como capturas a Pablo. Es público y notorio en el país que se está conspirando, que Benito y Moya escriben a todos los que suponen adeptos a su causa; (…)”.10 Al parecer, la actividad conspirativa de Pablo Reyes se había transformado en una grave amenaza para Lilís, de ello se desprende la obsesión por su captura. El Presidente recurrió a todos los medios posibles para alcanzar el fin deseado. Fue ofrecida una recompensa por el apresamiento de Reyes, voluntad que le expresó a Pichardo el 12 de marzo: “(…) puedes asegurarle a Juan de Peña que si logra la captura de Pablo sea como fuere le regalaré mil pesos”.11 Al finalizar el mes de abril aún no se había apresado al rebelde. Porque en comunicación dirigida a Miguel Pichardo le instruía sobre el prófugo enemigo: “(…) a él como a los que le acompañan deben seguirse persiguiendo a muerte. El gobierno aprueba que sean pasados por las armas sin formación de causa (…)”.12 El empecinado interés de Lilís por la captura y muerte de tan escurridizo personaje lo transmitió en la misiva dirigida al 10 11 12 13 14 comerciante Juan Isidro Jimenes quien para entonces estaba en Cabo Haitiano, lugar situado al otro lado de la frontera dominico-haitiana, con este comentario: “Al dia (sic) siguiente de la salida de U. me llegó noticia de que el rebelde Pablo Reyes volvía a asomarse por Dajabón con objeto de hacer de las suyas de costumbre- (sic) Esta circunsta (sic) hizo que se movilizaran fuerzas que indudablemente sufrirían, a no contar con la buena amistad de U. que podrá serme útil en esta”.13 La deferencia que el Presidente confería a Jimenes se puso de manifiesto al confiarle asuntos reservados a los Secretarios de Estado al comunicarle un mensaje que llevaba implícito el propósito de informar, a uno de los financistas de la administración gubernamental, sobre la inminente necesidad de obtener recursos monetarios para continuar el hostigamiento a las fuerzas enemigas. Era necesario recuperar el considerable gasto monetario que se había realizado en la campaña militar contra Pablo Reyes y demás oponentes. En junio informaba a Pichardo: “He tomado nota de los $1188.50 que aun debes como resto de los gastos ocasionados por la última turbulencia de Pablo Reyes. Si no es posible bajar en la primera quincena del mes que viene, te mandaré un giro para que puedas cancelarla, suplicándole al amigo Emilio Mayer que aguarde unos días hasta que yo pueda solventar nuestras cuentas”.14 Los intentos realizados por capturar a tan desconcertante enemigo nunca rindieron favorables resultados a las tropas leales al gobierno debido a la experiencia que éste tenía en la manigua dominicana. Conocedor Archivo General de la Nación. Presidencia de la República. Correspondencia del Copiador de Oficios del Presidente Heureaux, 1888-1889. Carta fechada entre el 24 y el 29 de febrero de 1888. En lo adelante Cartas. Cartas, 12 de marzo de 1888. Cartas, 30 de abril de 1888. Cartas, 30 de abril de 1888. Cartas, 27 de junio de 1888. 71 CP PC 72 del terreno donde desarrollaba sus operaciones, usaba con habilidad las tácticas de guerrillas aplicadas en la Guerra de la Restauración y en la lucha contra el régimen de los Seis Años de Buenaventura Báez. Cuando se sentía amenazado evadía a las tropas gubernamentales para refugiarse en Haití. 15 No tuvo igual suerte Casimiro de Moya que fue apresado. Frustrado el Presidente en su interés de fusilar a Pablo Reyes, tuvo que escuchar el reclamo del general Luperón en favor de la libertad de Casimiro de Moya. El 13 de marzo el Presidente le escribió a Segundo Imbert, vicepresidente de la República radicado en Puerto Plata, en los términos siguientes: “Esta mañana recibí un telegrama del Gral. Luperón concebido en estos términos, “Si mis servicios a V. valen algo quedarán pagados para siempre con la libertad inmediata de don Casimiro Moya”. Ese telegrama como ha de considerar V. me ha sido sumamente sensible tanto por su concepción cuanto por la injusticia que me hace el General en suponer que yo pueda tolerar que se encarcele a ciudadano como Don Casimiro y demas (sic) compañeros por gusto y sin motivos. En realidad hasta hoy no tiene el Gobierno detalles que lo ilustren sobre el particular que nos ocupa, pero el Gobernador de La Vega ha obrado en vista de una sorpresa fragante (sic) que le ha permitido apoderarse de dos cargas de cápsulas- 4000 tiros, animales y conductores que han declarado la procedencia y el punto de destinación & Por (sic) desgracia o por fortuna, se descubrió la trama revolucionaria y aparecen complices (sic). No debe el Gobierno hacer luz y tratar de justificar la conducta de sus autoridades?”.(Sic)16 15 16 17 18 19 En la misma fecha respondió al escueto telegrama del general Luperón denunciando las actividades de los rebeldes: “Al Gobierno no le eran extraños los pensamientos revolucionarios de la actualidad, así por la correspondencia de los Generales Monción y Moya, cuanto por algunos otros avisos privados que dejaban la certeza sobre la resolución que el último decía haber tomado de lanzarse a la revuelta aun cuando contaba con pocos recursos; pero la verdad es que lo acontecido en La Vega le cojió (sic) de sorpresa. (…)”.17 El general Benito Monción, por su simpatía con Moya y por su influencia en la ciudad de Montecristi, donde fue gobernador, contaba con simpatizantes para organizar la rebelión.18 Su patriotismo lo impulsó a combatir las tropas haitianas en las guerras de independencia. Monción fue un destacado restaurador. Militó en las filas del baecismo y años después se opuso al propio Báez durante el régimen de los Seis Años, más tarde concertó alianza con Moya contra Heureaux.19 Si el cambiante rumbo político de Monción era de dominio público más aún estaban enterados los servicios de espionaje de la administración gubernamental, como se puso de manifiesto en la comunicación antes citada del Presidente dirigida al general Luperón. La persecución a Benito Monción hizo que se internara en territorio haitiano para evitar ser capturado por las tropas leales al Estado. Conocedor de la tenacidad de Heureaux contra sus enemigos no se sintió seguro allí y zarpó rumbo al archipiélago de las Islas Turcas. Transcurridas varias semanas de su descontento contra el régimen, escribió al Jefe del Estado por la Martínez, Rufino. Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano 1821-1930, p. 417-418. Cartas, 13 de marzo de 1888. Cartas, 13 de marzo de 1888. Campillo Pérez, Julio Genaro. Elecciones Dominicanas (Contribución a su Estudio), 3ra. Santo Domingo, 1982, p. 108. (Academia Dominicana de la Historia Vol. XLIX). Martínez, Rufino. Diccionario Biográfico Histórico Dominicano, p. 324. vía del vicepresidente Segundo Imbert, solicitando permiso para retornar al suelo patrio.20 El 10 de abril Heureaux expuso la solicitud de retorno de Monción en comunicación enviada a Miguel Andrés Pichardo (Guelito). Entre otras ideas expresó: “Benito insiste en querer qe. lo dejen volver al país y a su familia a Monte Cristi, y a Román a Haití. El pretende que lo dejen ir a Pto. Plata”.21 La petición de Benito Monción fue tomada con suspicacia por parte de la administración gubernamental. En la comunicación de Lilís recién citada quedaron registradas otras consideraciones en torno a la petición de Monción: “sacando a Benito de Turk Island (sic) y trayéndolo, por supuesto a vivir a la Capital, se logrará primero aislar a Casimiro quitándole la base de sus planes que es el mayor o menor capital político que aquel pueda tener en la línea y luego apaciguar esta”.22 Informado Heureaux sobre los planes de Moya y Monción pudo tener una idea más completa de los acontecimientos. El 30 de abril relató con detalle a Miguel Pichardo (Guelito) como había incidido la acción gubernamental en el ánimo de sus oponentes: “(…) Cuando llegaron a mi poder las cartas oficiales y particulares que contenían las súplicas del dicho General Benito, no me fue posible por aquel momento penetrarme del porqué su precipitación en pedir que se le enviara el salvo conducto, pero luego vino la correspondencia de Moya, a aclarar el punto; hélo (sic) aquí: el daño que por una parte les ocasionó a los expulsos en Grand Turk su correspondencia revolucionaria interceptada aquí y enviada a las autoridades de aquella isla, y las noticias que recibieron de su fracaso en la intentona que acariciaban de 20 21 22 23 Cartas 10 de abril de 1888. Cartas, 10 de abril de 1888. Ibídem. Cartas, 30 de abril de 1888. desembarque fueron causa mas (sic) que suficientes para que se les abatiera el espíritu y que les entrara el sálvese quien pueda, y que ámbos,(sic) Benito y Moya, se consideraran impotentes para continuar luchando, y que por último, viniera el desparpajo que ha dado lugar a la solicitud de Benito para venir a esta ciudad, y de las seguridades que tengo de que Moya y Mariano estén en el día de hoy en Mayagüez esperando el primero a su señora y familia que salió de aquí el 27, llevando consigo todo el ajuar de la casa”.23 Con la derrota de los adversarios políticos Ulises Heureaux quedó fortalecido. Ningún personaje dentro del Partido Azul o fuera de este había sido capaz de enfrentársele y salir airoso. A partir de entonces impuso sus particulares intereses sobre la línea programática de la agrupación política que lo llevó a ocupar la presidencia en 1882. A raíz de este acontecimiento se distanció de sus correligionarios para crear una plataforma desde donde continuar impulsando sus intereses. Entre los pocos líderes que reunían méritos para disputar el solio presidencial estaba el general Gregorio Luperón, fundador del Partido Azul, agrupación que le brindara respaldo a Heureaux en más de una ocasión. Estimulado por el clamor popular Luperón presentó su candidatura a las elecciones del 27 de noviembre de 1888. Luperón hizo de dominio público la aceptación de su candidatura mediante un manifiesto emitido en los primeros días de julio. Sobre lo anteriormente señalado me detendré por breves momentos para analizar varios componentes de aquellos sucesos. En la cuarta edición del Manual de Historia Dominicana el historiador Moya Pons afirma que con dicho manifiesto el 73 CP PC 74 líder restaurador: “(…) “se retiraba como candidato por la violencia con que las autoridades perseguían y encarcelaban a sus partidarios y a sus comités electorales en diversos puntos del país. (…)”.24 En esa época los participantes en la contienda electoral acostumbraban hacer una declaración pública antes de las elecciones. Como puede verse, si el fundador del Partido Azul se retiraba en julio no podía ser candidato a la presidencia en septiembre. Haciendo un estudio minucioso de los hechos, entiendo que la firma del Manifiesto del tres de septiembre por el que Luperón y Heureaux comprometieron sus respectivas candidaturas prueba la participación de Luperón en los comicios y no su retiro, como afirmó el destacado académico.25 Continúo con el tema inicial. En el manifiesto donde Luperón aceptó ser candidato presidencial se manifestaba un gran fervor patriótico: “Saludo respetuosamente al pueblo dominicano; al pueblo noble y heroico del 1 de Diciembre de 1821, del 27 de Febrero de 1844, del 16 de Agosto de 1863 y del 25 de Noviembre de 1873”. “(…); en sus manos han de perpetuarse las libertades públicas: libertad de imprenta, libertad de reunión, de asociación, (…)”. Al exponer los argumentos que sustentaban su candidatura dijo: “El pueblo tiene el derecho de pedir cuenta de los fondos que confía al Gobierno para las atenciones del servicio público, y el Gobierno tiene el deber de dar cuenta de las rentas de la nación. El tesoro nacional, debe ser como un cofre de vidrio trasparente, (sic) donde cada cual vea el uso que se hace de 24 25 26 27 28 los fondos públicos, y el Gobierno, para proceder con tino y equidad, ni debe sacrificar á los legítimos acreedores del Estado ni ha de consentir en dejarle á éste deudas onerosas, esto es, debe ser un Gobierno sujeto á presupuestos y á control”. “(…) La libertad de culto es un atributo de los pueblos libres y civilizados: dejémosles, pues, á todos los habitantes de la República su conciencia libre, como único juez de su comunión con Dios”. 26 Otro motivo que tuvo el líder restaurador para participar en el certamen electoral fue impedir que las negociaciones secretas entre los presidentes Ulises Heureaux y Benjamin Harrison de Estados Unidos finalizaran con el arrendamiento de la Bahía y Península de Samaná lo cual amenazaba la soberanía nacional.27 Esto explica el sentido patriótico del Manifiesto del general Luperón que recordaba los hechos heroicos del pueblo dominicano acontecidos el 1ro. De diciembre de 1821 cuando Núñez de Cáceres proclamó la Independencia, el 27 de febrero de 1844 en que se hizo efectiva la Separación de Haití, el 16 de agosto de 1863 cuando se produjo el Grito de Capotillo contra la Anexión a España y el 25 de noviembre de 1873 que puso fin a la administración gubernamental de los Seis Años de Báez, efemérides memorables de la lucha por la libertad, en las que el pueblo dominicano había salido victorioso.28 Luperón con el citado manifiesto expresó preocupación por la situación económica que afectaba los intereses de la clase media. El propósito de la administración gubernamental de concertar un Moya Pons, Frank. Manual de Historia Dominicana. 4ta., UCMM, 1978, p. 416. Luperón, Gregorio. Notas autobiográficas y apuntes históricos sobre la República Dominicana desde la Restauración a nuestros días por el general Gregorio Luperón. Tomo tercero, Ponce, Establecimiento Tipográfico de M. López, 1896, pp. 272-274. Luperón, Gregorio. Ob. cit., p. 262, 263 y 266. Tolentino Dipp, Hugo. Gregorio Luperón. Biografía política, Casa de las Américas, Colección Nuestros Países, Serie Estudios, la Habana, 1979, p.170. Luperón, Gregorio. Ob. cit., p. 262. préstamo con la firma holandesa Westendorp por 770, 000 libras esterlinas sumaba un nuevo ingrediente a la ya explosiva situación de los comerciantes. Con la presentación de su candidatura en los comicios electorales, el general Luperón impedía el funesto plan de ceder la península y bahía de Samaná a los Estados Unidos de Norteamérica. Aunque no alcanzó la presidencia los dominicanos obtuvieron un significativo triunfo porque no fue afectada la soberanía de la nación. Consciente el Presidente del daño que podía causarle la candidatura de tan formidable adversario, instruyó a su poderoso servicio de espionaje para que vigilara a Luperón mucho antes de firmarse el manifiesto donde se iniciaba la campaña proselitista de manera formal. Esa precaución quedó evidenciada en el comentario que tres meses antes de la publicación del Manifiesto del 8 de julio, que expresó a José Espaillat, gobernador en Santiago de los Caballeros: “Yo lamento bastante que el General Luperón crea que no se justificaría ante la historia ni ante sus amigos (ilegible) ante sus compatriotas si no hiciera un esfuerzo supremo en (ilegible) de la prosperidad y engrandecimiento de la Patria y que éste esfuerzo sea presentando su candidatura, verdaderamente esto no puede traducirse sino por una acusación a la Administración actual que yo encabezo y que recibí después de haber apaciguado una revolución que no provoqué (…)”. 29 En otra correspondencia de Heureaux fechada en junio escribió a Miguel A. Pichardo (Guelito): “He meditado mucho sobre los pasos que por todas partes viene dando el General Luperón en el sentido de buscar opinion (sic) para su candidatura, pero como lo he visto errar el camino 29 30 31 32 Cartas, 23 de abril de 1888. Cartas, 27 de junio de 1888. Cartas, 30 de junio de 1888. Cartas, 23 de abril de 1888. no me preocupa la insistencia de él para ganar prosélitos (…)”. 30 Con el ánimo irritado, temeroso e inseguro a consecuencia de la escasez de dinero y el apoyo de la población a su contendiente, escribió a Juan Antonio Lora, residente en Santiago: “A mí no me ajará el Gral. Luperón, a mi no me quitará asignación, a mí no se me podrá aplicar el párrafo aquel de su carta dirigida desde París al General Imbert; a mí no se me podrá apellidar rojo, verde ni azul, ya (sic) mi en fin, tendrá que respetárseme porque yo me merezco respeto por mí mismo, pero yo no respondo de cómo les irá a los que no teniendo carácter para imprimir seriedad y decencia a su conducta, vayan a buscar merecimientos donde no tienen contraídos deberes de ninguna especie”. 31 Heureaux era consciente de los méritos del adversario que enfrentaba de ahí su reacción antes citada. A José Espaillat, en la misma carta le expresó: “Yo no le tengo a mal al General Luperón que quiera él presentar su candidatura porque él con mas (sic) títulos que cualquiera otro ciudadano, que le sobren los méritos que a U. (ilegible) mera tiene derecho a ello; pero sí encuentro que él se precipita mucho y que sigue un camino contrario al pensamiento general dominante en el país y es de ocupar demasiado el (ilegible) en estos asuntos”.32 La adversa posición dejaba como única esperanza al proyecto del Presidente la espera de tiempos mejores. Eso aconsejó a Francisco A. Tejeda, uno de sus partidarios residente en Santiago: “Me preocupa mucho el porvenir que se presenta, nubes preñadas de dificultades se condensan en todas partes y bastaría la violencia de una sola para precipitar a las demas (sic) a que se descarguen (…)”. 75 CP PC 76 “(…). Nada de compromisos con persona alguna, ni contraiga los que son consiguientes por medio de las discusiones. Estén atentos a cuando yo la consulte para entonces buscar la verdadera opinión que deba servir de eje a las dificultades para buscarle solución racional y conveniente”.33 La paciente espera le aportó resultados positivos. Llenas las arcas del Estado con los recursos provenientes del empréstito con la Westendorp sintió gran fortaleza. El 12 de noviembre se desarrolló un trágico incidente en Puerto Plata del que intentó sacar provecho para inhabilitar al candidato opositor. Procuró por todos los medios posibles involucrar al general Luperón lo cual hace sospechar que la paternidad de la trama correspondía a Heureaux. Éste hecho consistió en la violenta muerte de Juan Andrial por parte de Federico Lithgow. En carta del Presidente dirigida al señor A. Thoby, en Puerto Príncipe, Haití, le comentaba: “En Pto. Plata hubo el 12 del corrte (sic) un pequeño alboroto que fué (sic) reprimido inmediatamente. Tuvo por origen el asesinato de un amigo mío y por Caudillo el designado por el clamor público como autor. Este acontecimiento no ha dejado de causarme alguna mortificación, no por mí sino por el Gl. Luperón que en su manera de obrar ha dado lugar a que se le creyera alentador de ese acontecimiento, lo cual lo tiene indispuesto con la opinión pública. (…)”.34 A varios amigos suyos comunicó Heureaux el propósito de reducir a prisión a Luperón como autor intelectual del crimen. En comunicación dirigida a José M. Glas le manifestaba: “(…) Las declaraciones son numerosas y entre ellas las hay 33 34 35 36 37 muy serias contra el General Luperón. Afortunadamente estas son aisladas pues según parece el General se insinuaba a uno solo y nunca a dos al mismo tiempo; de donde resulta que los declarantes no pueden apoyarse entre sí”.35 En sus Notas Autobiográficas el general Luperón dejó escrita su versión de ese suceso: “Aquí tenemos que referir que el General Federico Lithgow (…), dos meses antes de Luperón renunciar, se vendió secretamente al General Heureaux por una suma de dinero y un Ministerio. (…) Causó la muerte a Juan Andrial, y provocó el levantamiento del General Manuel María Almonte, porque mientras la Comandancia de armas entregaba pertrechos y armas á Andrial por cuenta de Heureaux, el General Federico Lithgow hacía lo mismo con el General Almonte, por cuenta secreta del mismo Heureaux, (…)”. 36 Ese aislado y remoto evento fue tomado como obra teatral por Heureaux para auto asignarse el papel protagónico de dolorida víctima. Se trasladó a Puerto Plata para influir en la instrucción de la sumaria.37 Con su maniobra logró la renuncia del general Luperón como candidato opositor. Pero esto puede considerarse una victoria pírrica ya que la intención de dañarle su honra y reducirlo a prisión como un vil asesino no pudo ser llevada a cabo por la correcta manera del prócer de la Guerra de la Restauración. También, con la candidatura del general Luperón fue frustrado el interés del Presidente de negociar la bahía y península de Samaná con los Estados Unidos de Norteamérica. Cartas, 28 de abril de 1888. Cartas, 26 de noviembre de 1888. Cartas, s/f. Luperón, Gregorio. Ob. cit., p. 284 y 286. En una comunicación dirigida desde Puerto Plata el 4 de diciembre a Manuel M. Gautier, Ministro de Relaciones Exteriores, Encargado de la Cartera de Interior y Policía, en la ciudad de Santo Domingo, le escribió: “Estoy resuelto a no amnistiar…”. Ramón Oviedo 77 CP Es evidente la efectividad del servicio de espionaje utilizado por Ulises Heureaux, que para entonces manejaba la tecnología más avanzada disponible en el país, le permitió anticiparse a sus adversarios políticos lo cual propició que en 1888 lograra mantenerse en el puesto de Presidente de la República; pero no pudo ayudarlo a lograr todos sus propósitos. En la coyuntura política de 1888, esto quedó muy bien establecido. Aunque fue reelecto no pudo llevar a feliz término las negociaciones con los Estados Unidos de Norteamérica sobre la península y bahía de Samaná. Ni dañar la honra del general Gregorio Luperón que había aceptado la candidatura presidencial para impedir que se materializara ese propósito. . Rafael Jarvis PC 78 Es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Santo Domingo y por vocación se dedica a la investigación histórica y a la docencia de esta Ciencia Social. Para difundir la historia de su ciudad natal ha publicado los siguientes ensayos: “El Sindicato Unido de La Romana. Caso límite de la lucha obrera en los años 1960”, junto al Dr. Roberto Cassá (1995); La Romana: Origen y fundación (1999) con una segunda edición en 2006; Cívica 5 (2000); “Incidencia de la etnia haitiana en San Pedro de Macorís” (2000); “Problemática en el desarrollo urbano de Guaymate” (Clío167, 2004). Actualmente es profesor de Historia Dominicana en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Recinto Santo Tomás de Aquino, y es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia. ASPECTOS DE LA VIDA Y LA OBRA DE DOMINGO MORENO JIMENES Manuel Mora Serrano Introducción Para hablar de un personaje como Domingo Moreno Jimenes cuya larga vida fue de 92 años y su extensa obra de más de 37 libros y plaquettes, se necesitarían volúmenes. De modo que ni pensar en mortificarlos con un acto heroico, de ahí que nos limitemos escuetamente a hablarles de algunos aspectos de su vida y de su obra, sobre todo los discutibles o novedosos, como su lugar de nacimiento y algunos detalles ignorados. En cuanto a su nacencia, un gran poeta y crítico nuestro ha sostenido, por lo menos en tres ediciones de sus Antologías, que había sido en Santiago de los Caballeros y no en esta ciudad como figura en la autorizada Domingo Moreno Jimenes biografía de un poeta (5ta. edición 2006) de José Rafael Lantigua; en El recorrido poético de Domingo Moreno Jimenes (2001), tesis doctoral de su nieta Bárbara Moreno García y en multitud de textos, por lo que, para clarificarlo, aprovechando el escenario de esta Feria Internacional dedicada a él, pondremos fin a ese mal entendido presentando para su exhibición copias de los originales y certificaciones de las actas de matrimonio de sus padres, de su nacimiento y exponiendo en síntesis sus orígenes. Y 79 CP en lo ignorado, las críticas que se le hicieron a su segundo libro Vuelos y Duelos (1916), en el país y en el extranjero, de las cuales ni el poeta ni sus biógrafos ni nosotros que hemos investigado sobre Moreno y el postumismo, teníamos la menor noticia. De modo que tocamos estos aspectos desconocidos o apenas divulgados, y aspectos que aparecen junto a otros textos que ya trabajamos en nuestro libro Postumismo y vedrinismo primeras vanguardias dominicanas (2010), sin poder desarrollar lo que citan o examinan los autores mencionados incluyendo el personaje que no nombramos, sobre todo los enjundiosos estudios de José Alcántara Almánzar, Antonio Fernández Spencer, o las noticias de los hermanos Néstor y Pedro Contín y Aybar, etc., que no serán mencionados ni sucintamente, porque harían interminable esta conferencia y porque creímos más importante referirnos a lo que se ignora. Origen de Domingo Moreno Jimenes PC 80 Creemos que un investigador tiene el deber moral de mostrar la documentación en la cual se basa. Nosotros hicimos esa pesquisa el 11 de mayo de 1987. Fuimos al Arzobispado de Santo Domingo, y en el Archivo General de la Arquidiócesis, bajo el No. 1341 el Canciller Ernesto Eligio Montás Melo Certificó en buena y debida forma: Que en el Archivo General, en el libro 42 de bautismos en el folio 190 bajo el No. 8 se encuentra una partida que señala que el día cuatro de agosto de mil ochocientos noventa y cuatro, José Martínez Cárceles, Cura Interino de la Parroquia Mayor de la Santa Yglesia Catedral de Sto. Domingo bautizó solemnemente a Domingo que nació el siete de enero del corriente año, hijo legítimo de Domingo Moreno y Josefa Hernández. Fueron sus padrinos Álvaro Logroño y Teresa Valencia. Armados de este documento nos trasladamos al Archivo General de la Nación, y el 21 de dicho mes solicitamos las documentaciones oficiales y al pedir el acta de nacimiento de Domingo Moreno Jimenes nacido el 7 de enero de 1894, la respuesta del joven empleado que nos asistía fue la siguiente: “No existe acta de nacimiento de esa persona en ese año 1894.” Alarmados le pedimos que nos dejara consultar el volumen y leímos en el libro No. 18 de 1893–1895 el Acta No. 216 del 4 de agosto de 1894 registrada como de “Dominga Segunda Moreno Hernández”. En ella el señor Isidoro Pérez, Oficial Civil de la Parroquia Catedral, había hecho constar que ante él había comparecido el señor Domingo Moreno y le expresó que el día siete (7) de enero del corriente año, dio a luz su esposa la señora María Josefa Hernández, un niño, hijo legitimo a quien le puso el nombre de Domingo Segundo, siendo sus padrinos el señor Álvaro Logroño y la señora María Teresa Valencia (el error estaba en los rabitos de la “o” que al margen se puede leer). Del original de esta acta y la del matrimonio de sus padres, sacamos fotocopias y solicitamos certificaciones que nos entregaron mecanografiadas con ciertos errores advertibles, suscritas por el Director General del Archivo de entonces, Lic. Pedro Julio Santiago. En cuanto al acta matrimonial, es la número veintiséis (26) y en ella consta que el 20 de junio de 1892, Isidoro Pérez, Oficial del Estado Civil de la Parroquia Mayor de la Catedral, con su estudio en la calle Padre Billini No. 23 se trasladó a la casa sin No. de la calle San José (hoy 19 de Marzo), donde el joven Domingo Moreno Arriaga de 24 años de edad, de profesión comerciante al detalle, hijo natural reconocido de Antonio Moreno y de la señora Emilia Arriaga y la señorita María Josefa Hernández de 20 años y ocupada en sus oficios domésticos, hija natural de Rosenda Hernández, comparecían con la intención de unirse en matrimonio. Señalando al final que fue en presencia de don Álvaro Logroño en representación de don Juan Isidro Jimenes y de la señorita María Teresa Valencia, sus elegidos padrinos. Agregando que estuvieron presentes don Manuel Jimenes Ravelo, rentista, don Julián de la Rocha, Fernando Arturo Victoria, don Enrique Lacosta, de profesión comercio, don Manuel A. Medina, platero, y don Andrés Domínguez. ¿Qué hemos visto en esta acta matrimonial? Que el padre, Juan Isidro Jimenes Pereyra, impedido de asistir por su enemistad con el dictador Ulises Heureaux (Lilís), aunque no reconociera oficialmente a su hija María Josefa, la reconoce de hecho al hacerse representar como padrino de la boda por el encargado de sus negocios en la ciudad. María Josefa nació en Sabaneta en 1872, una aldea que aunque entonces quedaba “en el fin del mundo,” sin embargo, allí había sucedido, de alguna manera que nunca sabremos, pero sí imaginarlo, el encuentro de la mozuela aldeana con el buen mozo de Juan Isidro Jimenes Pereyra, con tan excelente puntería amorosa, que en el vientre de ella floreció la futura madre del poeta. ¿Cómo, cuándo y dónde se conocen el apuesto galán que debió ser en ese tiempo Juan Isidro Jimenes Pereyra y Rosenda Hernández? Este capítulo de novela está perdido en la bruma del tiempo. Ocurre que Juan Isidro Jimenes era hijo de Manuel Jimenes (Manuel José Jimenes González), nativo de Baracoa, Guantánamo, quien había peleado por nuestra libertad en la cruenta guerra de Separación de Haití, y había ocupado la presidencia sustituyendo a Santana como segundo presidente de nuestro país, aunque nacido en Cuba (extraña coincidencia con Máximo Gómez, segundo mandatario cubano). Este hecho, unido a que el padre de Moreno era hijo de Antonio Moreno Urdaneta nativo de Venezuela, le confieren un bisabuelo y un abuelo caribeños. Manuel Jimenes fue expulsado por el general Pedro Santana y se refugió en Haití con sus hijos. Curiosamente, Faustin Soulouque, que se proclamó emperador en 1849, fue su protector. La situación económica de la familia al morir el padre, era tan estrecha que se dice que Juan Isidro empezó a trabajar en una panadería siendo apenas un niño. Años después se trasladaron a Puerto Rico mientras su hermano mayor, Manuel Jimenes Ravelo, se instalaba en Sabaneta, y se dedicaba al comercio internacional de maderas preciosas. Manuel se trasladó a Montecristi desde donde podía controlar mejor las exportaciones y llamó a su hermano a Sabaneta. Juan Isidro, nacido en 1846, estaba en plena juventud y siendo bien plantado, solo nos resta imaginar el impacto que produjo en aquella pequeña comunidad semi rural con su apostura. ¿Cómo, cuándo y dónde, aquella joven criolla y el apuesto galán de novela se encuentran y de ese encuentro florece en el vientre de la aldeana la primera hija del futuro Presidente? Eso entra en el terreno de las leyendas y en el misterio de la maternidad. Cuando Juan Isidro se traslada a Montecristi no abandona a su primogénita (aunque no llegara a reconocerla formalmente hasta donde hemos investigado, a pesar de la afirmación de su biógrafo oficial, de que sí, pero sin mostrar pruebas). Decide enviarla a la ciudad de Santo Domingo al amparo de una protegida suya, su parienta María Teresa Valencia que vivía en el Barrio de la Misericordia donde tenía una escuelita. Allí conoció María Josefa a Domingo Moreno Arriaga que tenía un comercio al detalle, como consta en el acta de matrimonio, y recordaba Francisco Ulises Domínguez su amigo de 81 CP infancia en el barrio, y su compañero, no solo en los estudios para maestro, y como poeta miembro fundador que compareció a la proclama del postumismo en La Cuna de América, ocupando el 5to. lugar después de Moreno, Vigil-Díaz, Avelino y Zorrilla, sino que fue quien presentó en la Colina Sacra a Andrés Avelino a los otros conjurados. De modo que no hay la menor duda de que María Josefa Hernández es la misma persona que luego firma María Josefa Jimenes, ya que el hecho de la representación del padre y la presencia del tío mayor Manuel Jimenes Ravelo en su ceremonia matrimonial, era un reconocimiento tácito que no necesitaba más confirmación, porque aunque su acta de nacimiento dijera así, ella siempre dijo llamarse María Josefa Jimenes y así se le conocía y trataba. Algo que nadie le discutió jamás. Domingo Moreno Jimenes le ha aportado más esplendor y motivo de orgullo a los Jimenes en la literatura que ningún otro que lo llevara por vía legítima. Inicios del poeta D. Moreno Jimenes PC 82 Otro misterio no menos profundo que el hecho de la maternidad, es el día que un simple ciudadano amanece, como decía Arthur Rimbaud en la famosa carta a Paul Démeny del 15 de mayo de 1871, mejor conocida como la Carta del Vidente, con la angustia de querer expresarse: «Porque yo es otro. Si el cobre se despierta hecho trompeta, la culpa no es suya. Para mí, esto es evidente: yo asisto al abrirse de mi pensamiento; lo miro, lo escucho; ejecuto un toque de mi arco en el violín; la sinfonía se agita en la profundidad, un salto y estamos en escena.» «El primer intento del hombre que quiere ser poeta es el conocimiento de sí mismo, total; se busca el alma, la escruta, la tienta, la aprende. Cuando la sepa ¡ha de cultivarla! Parece sencillo: en todo cerebro se realiza un desarrollo natural; ¡tantos egoístas se proclaman autores; y son tantos otros lo que se atribuyen su progreso intelectual! Pero se trata de hacer el alma monstruosa: como la de un comprachicos, ¡esto es! Imaginad a un hombre que se trasplante y cultive verrugas en su cara. »Digo que precisa ser vidente, hacerse vidente. »El poeta se hace vidente mediante un largo, inmenso y razonado trastorno de todos sus sentidos.» De acuerdo con su nieta Bárbara Moreno García en el libro citado, hubo tempranos signos de misticismos en Moreno Jimenes. Señalando que a lo nueve años mantenía un fervor religioso de tal magnitud, que su madre le hizo una sotana con la cual hacía misas a las que asistían algunos amiguitos. A los once hace el largo viaje a Sabaneta, el lar nativo de su madre. Va a conocer a su abuela y demás parientes maternos. Es la primera aventura del infante en el interior del país. Cuando tiene quince va con su madre al Seibo, lugar de donde era oriunda su abuela paterna. Estos viajes por la campiña nacional a tan temprana edad, fueron atesorados por el temperamento retraído y tímido de Moreno, quedando impresos en su alma inquieta, el paisaje y las gentes de su tierra. En 1916, rompiendo todas las tradiciones, sin haber publicado en periódicos y revistas como los otros jóvenes, comete la audacia de publicar dos de tres libros de versos inéditos que tenía. Crítica Nacional a Moreno Jimenes Las revelaciones que vamos a hacer fueron un extraño hallazgo que recién hicimos revisando viejas revistas. Se trata de la primera crítica que se le hiciera a Vuelos y duelos, su segundo libro. 83 CP Antes de hablar de ello es importante señalar algo que ni Moreno ni los críticos e historiadores nuestros, ni persona alguna relacionada con él habíamos advertido. Sucede que en Crisantemos, revista literaria ilustrada, Año I, Santo Domingo, R.D., del 20 de diciembre de 1917, en el No. 10, fue designado D. Moreno Jiménez (escrito con zeta) como director con la redacción de Ángel Rafael Lamarche. Se trata de su debut como periodista en el más alto nivel. Esto no aparece en sus notas biográficas, resultando una gran sorpresa para nosotros, que olvidara un hecho tan relevante. Lo otro fue, que en la misma Crisantemos, dos meses atrás, el primero de octubre en el No. 8, apareció una crítica con el título de Comentando a un poeta, suscrita por el joven literato Jacinto T. Pérez, sobre Vuelos y Duelos. Expondremos algunos de sus criterios, por ser una primicia. El bisoño crítico, entre otras cosas, señala: Comentando a un poeta PC 84 «No es el caso ponernos a disertar sobre las tendencias seguidas, que no es ese el objeto que nos proponemos, sino manifestar nuestra opinión sobre el libro de versos que con el título de «Vuelos y Duelos», nos ha obsequiado el poeta Domingo Moreno Jimenes. »El poeta Moreno Jimenes, aparte de su modestia habitual, es un reconcentrado; no ha militado en el periodismo nacional, y acaso por este motivo no se le conozca lo suficiente, casi siempre se le juzga al través de prejuicios desfavorables; pero él, impasible ante la hostilidad del ambiente, se encierra en sí mismo y canta sus impresiones, quiere llegar a ser un gran poeta, un poeta personal y no se preocupa en absoluto del fallo a la ligera que de sus producciones se haga. »Ya van dos las obras que ha presentado a la consideración del público, y si bien es verdad que la primera no abunda en bellezas, ni se deja ver en ella orientación alguna que delineen su personalidad poética, ésta por lo menos, deja ver mejor dominio de la técnica del verso y abunda en mejores composiciones en donde resalta el colorido más vigoroso en la pintura de sus paisajes interiores, desde donde él destaca sus figuras casi siempre invadidas de tristeza y de melancolía. »La nota gris de la desilusión y el desencanto como que imperan en la obra poética del bardo Moreno, y ello obedece sin duda alguna a su temperamento retraído y como de indiferente ante las cosas de la vida.» »El poeta Moreno Jimenes, llegará a ser un poeta de altos vuelos, pues su amor a la poesía, a la que rinde un fervoroso culto, lo encanta y lo seduce apasionadamente. »Recoja el joven poeta nuevas impresiones que vengan a robustecer su iniciada obra que comienza con buenos auspicios.» Creemos que el olvido que hizo Moreno, no se justifica dada la importancia de su paso por Crisantemos, primero como colaborador con dos poemas que no aparecen en sus Obras Poéticas, y luego, nada menos, que como director, y, sobre todo, por esta crítica elogiosa y profética: El poeta Moreno Jimenes, llegará a ser un poeta de altos vuelos, pues su amor a la poesía, a la que rinde un fervoroso culto, lo encanta y lo seduce apasionadamente. Crítica internacional a Moreno Jimenes Por ser el documento principal y la gran sorpresa, vamos a copiar in extenso una auténtica crítica firmada por Francisco Domínguez Pérez (1883), escritor andaluz, que al ser perseguido en su país por sus ideas políticas liberales, emigró a Cuba en 1902, y en la Revista Soñada de Guantánamo, en junio de dicho año, criticó el segundo libro de Moreno, siendo la primera vez que fuera del territorio nacional alguien se interesara en su obra poética. He aquí esa primicia. Vuelos y duelos Con este título recibo un libro de versos del que es autor el poeta dominicano Domingo Moreno Jimenes. La impresión es nítida, divide el libro en tres partes: «En la fronda», «Por el camino», y «Bajo los álamos». En la primera parte hay composiciones de un gusto exquisito como «Languideces» donde dice: Ya mis sueños se mueren de frío, ya mis sueños se mueren, se mueren, en la triste orfandad de mi alma sepultadas en tumbas de nieve. Me arrojaron ayer de tu lado, despreciando mi amor, los desdenes que en huraña pradera se ocultan de tu vida cual fieros lebreles. «Ojos Azules» es una composición suave y sentida: Ojos azules que el cielo copiáis en vuestros cristales y que sois dos manantiales de luz, de paz, de consuelo. Así empieza el poeta esta composición que bien pudo titularla La Balada de unos ojos. «Sin Nombre» me deleitó con su lectura y por ser corta, la copiaré íntegra: Si ignorarán los gusanos que ayer desprecié la gloria, y sobre la humana escoria mantuve limpias mis manos. Oh! Los instintos malsanos que en frustrada victoria, finge no tener memoria hiriéndome cual villanos… ¡Si ignoraran los gusanos que ayer desprecié la gloria…! Abundan en el libro las rimas amargas y suaves, entre ellas están «Angustia» donde nos dice el poeta: Anoche un sueño me nubló la vida; bajo sus alas negras, sentí garras hundirse en mis entrañas y vi rodar mis ilusiones muertas. Y continuó mi angustia hasta que vino el alma placentera, y me alejó la sombra de los ojos, derramando en mi noche mil estrellas. «La Ausencia» es una rima delicada; el poeta nos hace sentir lo que es la ausencia de dos almas que se quieren: La ausencia tiene un frío que penetra en las almas; y las sume, las sume en una honda nostalgia, que semeja la muerte, que semeja la nada… Y es nuncio de tristeza y es nuncio de desgracia como el remordimiento y la desesperanza. Es lástima que en algunas composiciones emplee el autor palabras que en castellano significan distinto de lo que él quiere que nos digan, como por ejemplo: sirio por cirio; por sima en lugar de por encima; cuando te vayes por cuando te vayas y otros vocablos, cuyo mal gusto no se le pueden perdonar. El libro en su conjunto, expurgado de estos lunarcitos, podría compararse a los de grandes poetas, porque hay en sus páginas arte, delicadeza, sentimiento y lo más necesario en la poesía, ideal. Ved si no hay delicadeza en esta rima: A la yedra la besa la brisa, el sol muéstrale su ojo de oro 85 CP PC 86 y la nube su veste de nácar y la noche callada su toldo. Mas, la niña inocente y sencilla, que en silencio tranquilo yo adoro, vive sola en un claustro sombrío cercada de tojos; Donde nunca la besa la brisa ni el sol muéstrale su ojo de oro, ni la nube callada su toldo; pero que si la vieran las rosas temblaran de odio. Yo que no puedo decir lo que no siento y que cuanto digo lleva el sello de mi sinceridad, le auguro al poeta Moreno Jimenes, días de triunfo si en los demás libros pone el sello de su originalidad y conserva pura esta lengua ibera en que escribió Cervantes su famoso Hidalgo. Que es un poeta de Verdad, de corazón y de sentimiento cuyo culto es el arte, ya lo deja probado en este libro. Ahora le falta probar en otros libros que sabe seguir por senda propia, vigoroso y enérgico, como buen hijo de la libre América, hasta llegar a la cumbre del triunfo. En «Bajo los Álamos», parte tercera del libro ha puesto el autor más ingenio. Tiene versos de música sonora y sencilla, como «Ingenuidad», «Certidumbre», «El Consuelo de la Muerte», «En un entierro», «Canto al Dolor», «De mi instinto». «Fue en un Tiempo de Sonrisas», «Elegía», «Ingenuidad Dulce», «Adversidad Amable», «Votos», «Lo que en ti me arroba», «Alma Pagana», «Tristeza Vaga» y «Anhelo», composiciones en que el estro del poeta ha hecho un derroche de Sentimentalismo y Sinceridad. Siga el poeta por la senda trazada sin importarle el ladrido de los perros que le salgan al camino, que así llegará seguramente, donde se propone... a ser un gran poeta. Reciba mi felicitación por su “Vuelos y Duelos” y labore con fé hasta triunfar… que lo merece.» A pesar de los reparos, el primer crítico internacional en sus días de juventud, le ha dado un vigoroso impulso, igual que Jacinto T. Pérez y más cuando sostiene que es sincero en sus expresiones: Que es un poeta de Verdad, de corazón y de sentimiento cuyo culto es el arte, ya lo deja probado en este libro. Ahora le falta probar en otros libros que sabe seguir por senda propia, vigoroso y enérgico, como buen hijo de la libre América, hasta llegar a la cumbre del triunfo, y, sobre todo, en la conclusión: Siga el poeta por la senda trazada sin importarle el ladrido de los perros que le salgan al camino, que así llegará seguramente, donde se propone.. a ser un gran poeta. Esta alabanza de un desconocido, que lo ha hecho espontáneamente, sin duda alguna fue, en su momento, un acicate formidable. El extranjero y el criollo le exigen que sea un poeta con acento personal y vaticinan que será un gran poeta. Ese compromiso lo asumirá plenamente más tarde cuando respire con libertad el aire limpio de las sabanas y las sierras, atreviéndose a romper definitivamente con las reglas, convirtiéndose en el Domingo Moreno Jimenes que entraría en la historia y gracia al cual estamos aquí. Antecedentes del postumismo Como movimiento Mucho se ha escrito sobre la forma como se gestó el postumismo, se le dio nombre y comenzó a debatirse en pro y en contra en la calle y en la prensa nacional. Sin embargo, lo sospechoso es el hecho de que Domingo Moreno Jimenes, de repente, motu proprio se le ocurriera escribir versos totalmente libres, residiendo en Sabaneta, lejos de la olla de grillos de la gran ciudad, como un franco tirador resguardado por las montañas y el silencio de las noches. Moreno, Avelino y Zorrilla en diferentes artículos en los dos primeros años 87 CP PC 88 de la proclama, manifestaron conocer los ismos puertorriqueños de Luis Lloréns Torres publicados en 1915 en la Revista Antillana. De modo que Moreno sabía que el panedismo proclamaba que cualquier renglón escrito era válido, porque todo era verso; y que, según el pancalismo, todo era bello, y así lo feo y lo ridículo tenían categoría estética. Sin duda alguna esta influencia está en la base del hacer de Moreno. Además, aquí se hablaba mucho del futurismo de Marinetti que proclamaba la libertad absoluta, incluyendo el uso del letrismo y de signos. De eso había escrito Federico García Godoy el crítico mejor informado del país en Notas Críticas de 1916. Además, el 27 de abril de 1917 en la revista Letras apareció un artículo del venezolano Napoleón Acevedo titulado La Poesía Futura, en el cual, entre otras cosas, pedía a gritos la liberación, terminando con la rima y la medida de versos. El más respetado crítico nuestro: Pedro Henríquez Ureña en 1919 y 1920 publicó dos libros de los cuales se hizo eco La Cuna de América publicando la Introducción a la Antología de la versificación rítmica el 8 de julio de 1919 y en el No. 1 de mayo del año siguiente El apogeo de la versificación irregular 1600-1675, un capítulo de su Versificación Irregular en la poesía castellana, uno de sus primeros grandes libros. Que pudieron ser la confirmación de que el alzado poeta de Sabaneta podia tener razón. Y si esos y otros ecos pidiendo cambios no los hubiera motivado, uno de sus amigos, nos parece que dio el puntillazo definitivo. Vimos que la revista Crisantemos cuando fue dirigida por Moreno, tenía como compañero de redacción a Ángel Rafael Lamarche. Pues bien, es curioso en la revista Renacimiento del doce y el veinte de junio de 1920, este publicara en dos entregas un artículo revelador: El futuro credo del arte, y luego apadrinara la proclama, que entre otras cosas dice: «Libertad, he ahí la senda y la génesis y la energía del Arte en el futuro, del que reclama ya el espíritu, resentido de ambientes académicos, en el que solo actuaran, con las manos llenas de luz y de belleza, «los independizadores,» los que sientan y crean, los que rehúyan a las complicaciones de los viejos códices y se impongan a la duda, los que, en fin, crean en la potencia de sus espíritus; teorías de inmaculados, inmensa y avasalladora, que ha de entonar, bajo el sol del triunfo, el sublime credo del porvenir… En cambio, los retardados, los que se aferren con gestos de mendigos a las viejas fórmulas, míseros inválidos, montón de escoria.» «Ha llegado la hora, realicemos el nuevo credo, para cuya solemne ejecución, llaman a los corazones, con armonía angustiosa las cadenas seculares!... En él se sintetizarán de manera elevada, las escuelas de hoy, sin tomar en consideración sus reglas restrictivas, reduciéndose a fijar como base y regla, este sencillo principio: «para los que con expresar los sentimientos, los estados espirituales a la dinámica de la Naturaleza» de esta guisa, cada cual podrá crear, acorde a su temperamento, obedientes tan solo a la voz del espíritu, sin que puedan imponer su autoridad de manufactura o de almacén, los troqueles, para acuñar ideas a tipo fijo, y las cintas métricas para exigir corte y multiplicidad de figurín; habrá comenzado el imperio verdadero del Arte donde solo las conciencias iluminadas por la dulce trilogía de Libertad, Verdad y Fe, realicen el divino milagro. »La poesía requiere el abandono del encasillado de la simetría banal que la priva en las más de las veces, de clara y emotiva explosión de ideas y sentimientos; necesita hacer que la música del ritmo viva en la intensidad rítmica de las palabras y no en polvorientos trastrueques, que llega a ser en verdad lo que significa la vibración armónica del espíritu en profunda liga con el pensamiento!...» «Arte puro y libre bajo la égida divina del espíritu distanciado por completo de los hueros pontífices hidrófobos de su esterilidad ante la savia de los nuevos, y quienes solo alcanzan impotentes de retener sus «glorias caducas» a fijar en nómina de mercería el número de los que se titulan pomposamente elegidos, el arte rebosante de amor, puro como los cultos de nuestra América y alma de nuestras mujeres; libre como las montañas que dirigen su reto al espacio y el ideal que palpita, inconfundible, santo, impetuoso, en nuestros corazones de hispano americanos, aceptadores únicamente del mandato de Dios.» Si Moreno Jimenes seguía escribiendo poemas libres, aquella forma de escribir sin trabas hubiera quedado en nuestra historia como una ocurrencia de un tal poeta, pero no hubiera concitado, como ya lo imaginaba Lamarche, el mismo interés y la misma pasión si aparecía revestido de un nombre que creara una tendencia o escuela literaria. Lo demás es historia. Meses después llegó a Santo Domingo a estudiar un muchacho rebelde que fue visto por Francisco Ulises Domínguez en el Malecón con una camisa verde recitando un verso de su Fantasía Marina que se atrevía a decir: Parece un trasantlántico de noche el malecón, Asombrarse y hacer amistad con el joven, fue instantáneo. Le habló de Moreno y Zorrilla que ya vivían en la calle Benito González en la naciente Villa Francisca, que llamarían Colina Sacra, y aquello fue amor a primera vista para una amistad sincera. Avelino fecha al pie de un poema el 21 de septiembre de 1920 como la del encuentro con los otros dos. Y fue Avelino quien le sugirió a Moreno Jimenes que se llamaría Postumismo porque mientras ellos vivieran, nadie aceptaría lo que estaban haciendo. Y, finalmente, para no abundar mucho en el movimiento, veamos lo que en su oportunidad dijeron los otros dos, del origen real del mismo. Zorrila dijo que había sido el fruto de las publicaciones de Moreno Jimenes en la revista Letras, tanto en la Proclama del Movimiento en 1921, como él y Avelino en la celebración del Primer aniversario en sus artículos aparecidos en el folleto Del Postumismo. Nadie puede saber más que esos dos cómplices, quién era la figura principal y el verdadero creador del movimiento. Resumen de Moreno y el Postumismo Vaticinio político de Moreno Jimenes Dicho esto, en cuanto a ciertos aspectos de la obra de Moreno, podríamos hablar de cosas conocidas como los ataques y las defensas que se le hicieron al movimiento, pero en cuanto a la trayectoria de Moreno, del golpe de estado como Sumo Pontífice del Postumismo entronizando a Rafael Augusto Zorrilla en 1934; de su reacción quedándose en el interior del país residiendo en San Pedro de Macorís y en Santiago; sus estadías en La Vega, Montecristi; Sabaneta y El Seibo de nuevo; sus viajes por todo el país vendiendo sus libros, proclamando su credo poético, dando conferencias y eligiendo las Reinas del postumismo; su proclama en San Pedro y en El Seibo del Arte o la Poesía como religión universal; luego su viraje hacia América, y en medio de todo eso, su más grande logro poético en 1934 con la edición del Poema de la hija reintegrada; y sume a eso los grupos o colinas que detalla en sus notas biográficas, en Macorís del Mar con Francisco Domínguez Charro, Francisco Comarazamy y Freddy Prestol Castillo; en Santiago con Octavio Guzmán Carretero, Pedro María Cruz, Diógenes Paulino Isalguez, José Bretón, Tomás Morel y el benjamín Rafael Núñez Rufino y aparte de algunos solitarios en diversos lugares, sus encuentros en La Vega con Los Nuevos encabezados por los poetas Rubén Suro y 89 CP PC 90 Luis Manuel Despradel, junto al pintor Darío Suro, el narrador Van Elder Espinal, Mario Bobea Billini, Arturo Calventi y el historiador Mario Concepción y otros simpatizantes como don Américo de la Rosa. Más tarde tendría encuentros en Montecristi con Chery Jimenes Rivera, Selene, María Serena y otros. Su paso por la Poesía Sorprendida con su actuación en los Triálogos junto a Alberto Baeza Flores y Mariano Lebrón Saviñón que le dieron origen al movimiento; su retorno a los viajes por el país vendiendo sus libros, hasta que Trujillo lo designó en 1950 Director del Instituto de Poesía Osvaldo Bazil donde un grupo de jóvenes y de entusiastas de todas las edades comenzaron o ampliaron su formación como se destaca en el libro de Gracita Barinas, Odalís G. Pérez y Douglas Hasbún Domingo Moreno Jimenes, su legado en San Cristóbal (2010). Moreno recibió diversos homenajes, como la dedicatoria de la Novena Feria Nacional del Libro de 1981, la designación de su nombre en la calle donde vivió hasta su muerte en el Barrio de Mejoramiento Social en 1947. La condecoración en 1967 con la Orden de los Padres de la Patria. Los títulos Honoris Causa que le otorgaron la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD); Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) en 1973 y la UNAPEC en 1985, son algunos de una caterva de reconocimientos por todo el país. Así hemos resumido brevemente el paso de aquel émulo de los albatros que según el poeta Charles Baudelaire sus alas de gigante no le dejan andar. Moreno no viajó más que a Puerto Rico, invitado por el poeta Luis Hernández Aquino. No conoció las patrias de su bisabuelo cubano ni de su abuelo venezolano, sin embargo, en el extraño poema escrito en 1941, hace 73 años en su libro La religión de América, hizo vaticinios que cumplirían lo que señalaba Arthur Rimbaud sobre la videncia del poeta, que parece escrito hoy: UNIDAD Era diciembre. Se construía la casa: traían las herramientas. Era diciembre. En los alrededores hacía frío. La gente moza volvía en cada alborada con sus sueños… De improviso apareció un lucero rojo. ¿Estábamos en presencia de la misma naturaleza? ¿Cuándo un hombre es un pueblo? ¿Cuándo toma un pueblo cariacontecido los perfiles de un hombre? Bolívar no era ya una cosa pasada. Sus arterias no se habían roto; Su verbo no se había extinguido; Sus miradas no se habían apagado. Una risa sardónica inflaba los cauces. El suelo no parecía estar en pie. La calma tremaba. La alegría bufeaba. El ente se extorsionaba de júbilo. Las nubes en el cielo lucían una mueca. Los ríos en la tierra espumajeaban. La sangre tenía trozos de desequilibrarse. Por las mejillas surcaban vetas de sudor congelado. De pronto aquel ilusionado no habló más. Calló con él el viento; trinó la noche; fosforeció la selva; tuvo el crepúsculo muchas estrías tibias; surcaron el alba resplandores siniestros. ¿Qué había acontecido en el mundo? (¡Venezuela no se parecía a Suiza Sino a Cuba!) . Manuel Mora Serrano Nació en Pimentel, República Dominicana, en 1933. Columnista, narrador, ensayista, abogado y poeta. Ha publicado Juego de dominó (noveleta, 1973 y 2005), Historia de la literatura dominicana e hispanoamericana (1977), Goeíza y El Ángel Plácido (1era y 2da edición, novela escénica, 1979, 2009) , Cuando Dios oye al pobre (fabulilla, 1987) Cucarachas (fabulilla, 1993), El precio del fervor (prosemas, 1999), Antología de Domingo Moreno Jimenes (2000), Celebración del vino oscuro (poesía, 2006), ¿Ha sido valorado justamente Joaquín Balaguer como literaro? (Conferencia, 2006), Revelaciones de Pimentel (artículos, 2008), Sinfonía en Miedo Mayor versión español portugués (traducción de Cristiane Grando) (poemas 2009), y El Magisterio lírico de Domingo Moreno Jimenes, (Conferencia, 2009), Antología amorosa de Domingo Moreno Jimenes (2010), Postumismo y vedrinismo primeras vanguardias dominicanas (ensayo 2011), entre otros. 91 CP Médar Serrata Noticias de Cosmópolis La ciudad de Santo Domingo entre las ruinas y la modernidad E PC 92 n el año 1926, Walter Benjamin publicó un artículo en el que recogía sus impresiones sobre Nápoles, y en el que se propuso mostrar de manera objetiva las imágenes recogidas por una persona que recorre las calles de una ciudad. Lo que descubrió con su experimento fue una ciudad en la que la frontera entre la cultura pre-capitalista y la sociedad moderna no estaba claramente definida (Buck-Morss 45). Un año más tarde, de viaje por Moscú, observaría un fenómeno similar en la capital soviética. Allí también las imágenes de la modernidad parecían “jugar al escondite” con las de la pequeña aldea, revelando la misma condición de fugacidad de las formas históricas. Según Susan Buck-Morss, este hallazgo estaría en la base de su monumental proyecto sobre los pasajes de París y el concepto de flâneur, esa especie de cronista de la vida moderna que se pierde en las multitudes para escapar de sí mismo y cuya mirada recoge las expresiones de una sociedad en proceso de cambio. La noción de flânerie podría servir como punto de partida para una exploración del tratamiento del espacio público en dos novelas dominicanas de principios del siglo XX cuyos protagonistas recorren las calles de Santo Domingo captando las imágenes fragmentadas de la vida de la ciudad, en momentos en que el país atraviesa por lo que se percibe como una profunda crisis nacional. Se trata de las novelas Guanuma (1914), de Federico García Godoy, y La sangre: Una vida bajo la tiranía (1913), de Tulio Manuel Cestero, dos obras que marcan una ruptura con la ideología del progreso promovida por los escritores de la generación anterior. Los recorridos por la ciudad que hacen los personajes de ambas novelas construyen una alegoría del espacio en la que las formas generadas por la irrupción de la modernidad se superponen a las ruinas del pasado colonial. El resultado es una representación ambivalente de la realidad nacional que pone en evidencia la ansiedad que despertaba en los intelectuales dominicanos la creciente influencia de los Estados Unidos en los asuntos internos del país. La expansión urbana y la idea del progreso A finales del siglo XIX, Santo Domingo se hallaba en un proceso de transición similar al descrito por Benjamin en sus crónicas sobre Moscú y Nápoles. Aunque la mayoría de los visitantes extranjeros que llegaron al país por esos años describen una ciudad con edificios en ruinas, calles repletas de basura, y monumentos arquitectónicos convertidos en establos, la capital dominicana también daba señales de estar modernizándose como consecuencia del crecimiento de la industria azucarera.1 Con el establecimiento de modernos ingenios de azúcar en los alrededores de Santo Domingo, el centro económico, que antes giraba en torno a la producción de tabaco en la región del Cibao, se trasladó a la capital, como parte de la política liberal del Partido Azul de atraer la inversión extranjera a fin de promover el desarrollo económico y social del país (Moya Pons 260). Según Teresita Martínez-Vergne (60-61), entre 1880 y 1899, Santo Domingo experimentó un notable incremento de las exportaciones, y poco después también de las importaciones; numerosos establecimientos comerciales abrieron sus puertas; surgieron nuevas industrias y aumentaron los servicios públicos. La capital se convirtió en un núcleo metropolitano, con numerosos centros de enseñanza, clubes literarios, un diario y varios semanarios y revistas, en los que se anunciaban artesanos, médicos, sastres y otros proveedores de bienes y servicios. A la luz eléctrica, que llegó en 1896, le siguieron poco más tarde el 1 2 telégrafo, la fotografía, las salas de cine, los automóviles, los aeroplanos, y una ola de productos estadounidenses que la “danza de los millones” (1914-1920) puso al alcance de la clase media. “La ciudad era entonces una curiosa mezcla de remanentes de un tiempo que aún no había pasado y de portentos de un progreso ineludible” (Martínez-Vergne 61, mi traducción). Susan De Forest Day, una millonaria neoyorquina que desembarcó en Santo Domingo por esos años, repara en esas “incongruencias” que le arruinaban al visitante europeo o estadounidense la ilusión de haberse transportado al siglo XVI, trayéndolo de vuelta al presente: El repiquetear de la campana del tranvía tirado por mulas, que transita desde las calles principales hasta los suburbios, remueven toda idea de tiempos españoles. El tendido eléctrico, los postes del telégrafo y tiendas repletas de ‘nociones’ americanas para ser vendidas a precios de ‘baratillo’ están lejos de ser medievales. Señoritas españolas de cejas negras, no adornadas con mantilla, rosas y abanico, sino vestidas con corpiños y, ¡ay! pantaletas, pasan raudas a nuestro lado en bicicletas, y nos despiertan de los tiempos de las aventuras románticas al prosaico día de hoy. (55) Las señales de la modernidad que llamaron la atención de De Forest Day eran las que habían soñado los intelectuales dominicanos que se formaron al amparo de las ideas positivistas del pensador puertorriqueño Eugenio María de Hostos.2 Convencido de que un estado moderno sólo podría ser construido desde abajo por la sociedad civil, Hostos impuso a sus Tres factores se combinaron para producir el incremento de la producción azucarera y el desarrollo de la burguesía en la República Dominicana: la primera guerra de independencia en Cuba (1868-1878), que interrumpió la producción de azúcar en la isla; la guerra Franco-Prusa (1870), que redujo la producción de azúcar de remolacha en Francia y Alemania, y la Guerra Civil de los Estados Unidos (1861-1865), que destruyó las plantaciones de azúcar del estado de Louisiana (Betances 25). Los intelectuales dominicanos estaban familiarizados con el positivismo mucho antes de la llegada de Hostos en 1875, pero la devoción que éste inspiró en sus “discípulos” le imprimió al hostosismo las características de un movimiento social cuya influencia se sentiría por muchos años (Hoetink 144). 93 CP seguidores la tarea de aplicar el conocimiento científico a la formación de nuevos ciudadanos con el fin de alcanzar la “civilización” (González 11-12). Entre sus más entusiastas partidarios y colaboradores se encontraban los poetas Salomé Ureña, fundadora del Instituto de Señoritas, y José Joaquín Pérez, bajo cuyo mandato como Secretario de Estado de Justicia e Instrucción Pública se puso en marcha la reforma educativa de Hostos (C. F. Pérez 9-10).3 En una serie de poemas de corte neoclásico escritos en la década de 1870, Ureña promovió las ideas del Maestro, exhortando a los dominicanos a abandonar los conflictos civiles y emplear sus energías en labores productivas. En la visión de Ureña, los científicos, artistas y artesanos constituían “la vanguardia del Progreso” (Ureña 14). En un poema titulado “En defensa de la sociedad”, define “la sociedad que avanza” como aquella que lucha contra el ocio y se emplea en perfeccionarse (74). En imágenes alusivas a los nuevos medios de transportes, la construcción de canales y los avances de la ciencia y la tecnología, la poeta enumera los prodigios de la vida urbana: PC 94 Al imperioso empuje de su vuelo vencida la distancia se reduce, Divídense los istmos, Descorren los espacios su ancho velo, Descubren sus secretos los abismos, Y preso en redes que la industria labra Lleva atónito el rayo la palabra. (75) progreso era todavía sólo un deseo insatisfecho, un sueño que el estado ruinoso de la capital se empeñaba en desmentir.4 De ahí que los intelectuales de este período recibieran con entusiasmo la construcción de Ciudad Nueva, Gazcue y La Primavera –las primeras urbanizaciones surgidas alrededor del centro histórico– y la demolición o remodelación de muchas de las viejas estructuras coloniales, lo que contribuyó a modificar la apariencia de la ciudad (Pérez Montás 199). El crecimiento urbano implicó derribar algunos tramos de las murallas “para dar paso a las calles prolongadas que enlazaban los ensanches nuevos (Ciudad Nueva) con la Ciudad Colonial” (206). Como sucedió con otras ciudades latinoamericanas (Rama 89), la expansión al otro lado de las murallas que la separaban del resto del país, consolidó la posición de Santo Domingo como el centro de dominación nacional. Asimismo, proyectó la idea del progreso hacia la “gran sabana”, “aquel espacio libre que se extendía frente a las murallas, orientándose hacia el oeste” (Pérez Montás 206), y que en el imaginario liberal constituía un espacio vacío. “Campo inculto, tendido en solitaria/ quietud al pie de la vetusta y triste/ muralla”, la llama José Joaquín Pérez en un poema de 1885 titulado precisamente “Ciudad Nueva” (J. J. Pérez 290). La conquista del progreso se verifica en el sometimiento de ese espacio que el lenguaje puebla con los signos de la modernidad: De los escritos de este período, sin embargo, se deduce que para Ureña el Cuando nada resiste a la voz del progreso triunfadora; 3 4 Hostos sintió gran admiración por Ureña, a quien llamó “sacerdotisa del verdadero patriotismo”. En cambio, criticó a José Joaquín Pérez por no cumplir con el deber nacionalista de abandonar la lírica por la épica (Villanueva Collado 157). Su poema “Ruinas” (1876) da forma al sentimiento de angustia que provoca la contemplación de esos remanentes del pasado colonial. Se trata de un texto ambiguo, en el que las primeras estructuras construidas por los españoles en el Nuevo Mundo constituyen a la vez símbolos de una mítica Edad Dorada y evidencias del derrumbe de la nación. Como señala Soledad Álvarez, Ureña “recupera la ciudad ilustre de la Colonia, centro de conocimiento y de cultura en América durante los primeros cincuenta años del dominio español, para oponerla al presente –realidad estigmatizada, rechazada en su especificidad histórica de barbarie y de ignorancia por la élite dominante del país”. cuando el rail y el alambre estremecidos, llevan la humanidad, llevan la idea a cumbres do la luz esplendorea, donde enjambres de pueblos redimidos al sol del porvenir alzan la frente; “campo de soledad”, llena de gente, de ruido, de armonía, de trabajo, de vida, de fe ardiente tu ámbito mudo y tu extensión vacía. (290) La ruptura de la muralla por la parte oeste implica además una ruptura no sólo con la imagen de la decadencia sino con la memoria del pasado colonial que evocaban los edificios en ruinas de la vieja ciudad, a cuyos habitantes “el rigor del estío/ enerva de calor, mata de hastío”. Cuando Pérez evoca el pasado de la ciudad, lo hace para denunciar la violencia de la Conquista, como cuando sugiere que Ciudad Nueva, nacida “como hija predilecta de la antigua matrona”, no seguiría los pasos de su predecesora: “Heredera serás, no de los vicios/ de su primera edad” (291). En la medida en que la imagen del progreso se desplaza alejándose de la Ciudad Colonial, descubrimos que es de ese “campo de soledad” de que hablaba antes de donde surgen las contiendas civiles. De manera que los dos espacios, el de la ciudad del pasado y el que se extiende al otro lado de las murallas, comparten los atributos de la barbarie: la falta de actividad productiva y la violencia. Ciudad Nueva se construye metafóricamente en oposición a ambos, pero es el contraste entre “la ciudad tenebrosa de los muertos/ y la ciudad radiante de los vivos” el que predomina en el poema. La relación entre las dos se manifiesta 5 como una serie de antítesis, en la que una ciudad se asocia con el reposo, las tinieblas y la muerte, en tanto que la otra se identifica con la inquietud, la luz y la vida. El entusiasmo que despertaron las alteraciones en la fisonomía de la ciudad se extinguió rápidamente, en la medida en que se hizo evidente que el progreso material no había producido el desarrollo social que pregonaban los intelectuales liberales. En un texto de 1892, aunque el propio Hostos reconoce que “la ciudad recobra vida, que la población aumenta, que el bienestar se extiende, que el capital recobra la iniciativa que tuvo en aquellos primeros días en que de la noche a la mañana fabricó en medio de la selva virgen una ciudad notable”, da a entender que ese aire de “renacimiento material y de remozamiento urbano” no era el resultado de un progreso real, sino de un estado de corrupción generalizada que hacía “repulsivos a la moral los mejoramientos materiales” (299-300).5 La incongruencia entre el desarrollo material y el desarrollo moral evidenciaba que lo que estaba ocurriendo en Santo Domingo era sólo un “progreso exterior”, que no satisfacía las expectativas del proyecto liberal. A pesar del tono de desencanto que se advierte en las palabras de Hostos, sus reservas en cuanto al rumbo que había tomado la modernización del país en modo alguno significaban un abandono de la ideología del progreso. Por el contrario, Hostos criticaba la falta de voluntad política para completar la obra de la civilización. Para esta época, sin embargo, la idea misma del progreso, cuestionada desde Hostos parece aludir a la alianza entre los dueños de ingenios y la dictadura de Ulises Heureaux (alias Lilís), quien ocupó la presidencia de 1882 a 1884 y de 1886 hasta su asesinato en 1899. Heureaux otorgó concesiones a productores azucareros y comerciantes a cambio de crédito y respaldo político. Entre los beneficiados de estos acuerdos se hallaba el empresario estadounidense William L. Bass, quien obtuvo concesiones del gobierno para el establecimiento de nuevos ingenios, la importación de maquinarias libres de impuestos, la construcción de infraestructura y el suministro de servicios públicos (Betances 27). Años más tarde Pedro Henríquez Ureña expresaría una opinión similar a la de Hostos, al señalar que José Joaquín Pérez “no fue de los engañados por la falsa prosperidad de la nación bajo régimen tiránico” (P. Henríquez Ureña 49). 95 CP Ramón Oviedo PC 96 mediados de siglo tras la ola de modernización de ciudades como París y Roma, se hallaba bajo asedio en varios frentes, a medida que artistas e intelectuales buscaban los orígenes de la “decadencia” de la civilización europea. Entre estos intelectuales se destaca la figura de Paul Bourget, que fue quien acuñó el término “literatura decadentista”. Autor prolífico de novelas, colecciones de ensayo, obras de teatro y libros de viaje, Bourget asoció la decadencia a la idea del cosmopolitismo, en el que veía un mal de las sociedades modernas de Europa. En un ensayo de 1882, sugiere que el estilo de vida de los cosmopolitas incentiva la mezcla racial, lo que acaba por debilitar el espíritu de las naciones. Dos años más tarde, incluye el cosmopolitismo en una lista de “síntomas”, en la que también se mencionan la neurastenia, el pesimismo, la melancolía, el esteticismo excesivo, la inercia y el diletantismo (Hibbitt 176-77). En su novela Cosmopolis (1892), atribuye a cada nación características hereditarias determinadas por la influencia de la raza y establece un contraste entre la transitoriedad de los cosmopolitas europeos y la eternidad de Roma. El descenso en la valoración de la modernidad entre los pensadores europeos, sobre todo franceses, se difundió ampliamente en España y América Latina, e influyó en las obras de escritores como el uruguayo José Enrique Rodó, cuya imagen de la sociedad norteamericana se nutrió de la lectura de libros de viaje como Outre Mer, de Bourget (Franco). Rodó invirtió la lógica que establecía una correspondencia entre desarrollo y civilización, al presentar el progreso económico y material de los Estados Unidos como prueba de su barbarie. La visión de un antagonismo “racial” entre los pueblos anglosajones y los de origen latino encontró terreno fértil en los intelectuales dominicanos de este período, y de manera especial en los autores que mencioné al principio de este trabajo: Federico García Godoy Tulio Manuel Cestero. Alarmados por la expansión imperialista de los Estados Unidos en la cuenca del Caribe tras la guerra hispano-estadounidense de 1898, ambos autores recurren a la imagen del paseo por la ciudad para reflexionar sobre el peligro que representaba para la soberanía nacional el progreso importado desde Estados Unidos. El paseo por la ciudad La obra de García Godoy se sitúa en la encrucijada “entre el exotismo cosmopolita preconizado por los poetas modernistas hispanoamericanos desde las grandes urbes hispanoamericanas [...] y esa otra literatura que expresaba lo que don Federico llamaba ‘matices de sentimiento exclusivamente americanos’” (García Cartagena 49). Su proyecto de construir una literatura auténticamente nacional lo lleva a escribir una trilogía de novelas históricas publicadas entre 1908 y 1914 y modeladas en los Episodios nacionales, de Galdós. En el prólogo de Rufinito, la primera de la trilogía, el autor resume su proyecto cuando declara que la civilización actual, en su tendencia expansiva, tiende a borrar linderos y a suprimir ciertas fronteras. Una fuerte racha de afición a lo extraño sopla sobre muchos de estos pueblos de incipiente civilización de personalidad aún no bien definida, de existencia reciente y amenazada. No pudiendo por muchas circunstancias imponer usos y costumbres, tienen por fuerza incontrastable que aceptar los ajenos... Dentro de poco será menester echarse fuera de la urbe para rastrear en el campo, en las peculiaridades de la gente que en él vive, aspectos característicos, elementos artísticos aprovechables. (85) García Godoy reacciona alarmado a la desaparición de las fronteras entre la tradición y la modernidad, entre lo nacional y lo extranjero. Esta desaparición de 97 CP PC 98 los límites ocurre en el ámbito de la vida urbana. De ahí la necesidad de “echarse fuera de la urbe” para buscar en el campo las fuentes de la nacionalidad. A primera vista, el movimiento que propone parece seguir la trayectoria de la expansión urbana que experimentó la ciudad en la década de 1880. Sólo que en él este desplazamiento tiene un sentido contrario al que anhelaban los hostosistas: en lugar de una gran extensión vacía, el espacio ubicado al otro lado de las murallas se vislumbra lleno de presencia -la presencia de lo nacional, que ha sido desplazado de la ciudad por lo extranjero. El proyecto de “echarse fuera de la urbe” en busca de las raíces de la nacionalidad culmina con Guanuma, la última novela de la trilogía, cuya trama, como en el caso de las dos primeras, se desarrolla en su mayor parte en el interior del país. Sin embargo, hacia la mitad de la novela, el personaje principal llega a Santo Domingo para cumplir con una misión secreta que le infunde a la obra un cierto aire de novela de espionaje. La acción tiene lugar alrededor del año 1863, en un período marcado por la guerra civil entre partidarios y opositores del gobierno español. El país había declarado su independencia de Haití en 1844, pero en el año 1861 el General Pedro Santana, líder militar de las campañas contra el ejército haitiano, gestionó su anexión a España, lo que desató un movimiento armado de raíces populares conocido como la Restauración. En las páginas iniciales, los jefes del ejército restaurador planean infiltrar las tropas de Santana para enterarse de cuáles son sus planes. Uno de ellos sugiere encomendar esta misión a un soldado llamado Fonso Ortiz, a quien el narrador describe como un individuo arrojado, con ínfulas de Tenorio, que como muchos jóvenes burgueses del interior, se ve arrastrado hacia el conflicto entre peninsulares y criollos y acaba por unirse a las filas de los conspiradores contra el gobierno. El soldado logra infiltrarse en las filas del ejército de Santana, acampado en la localidad de Guanuma, y obtiene la información que buscaba. Pero en lugar de regresar a su puesto, en un impulsivo acto de temeridad se ofrece a llevar unos documentos del propio General Santana a Santo Domingo, con lo que la acción se desplaza del interior a la capital. Fonso entra a la ciudad disfrazado de campesino, lo que le permite pasar desapercibido (excepto para la muchacha de la casa de huéspedes, quien está de parte de los rebeldes). Después de dormir una siesta, sale a dar un paseo por lo que al principio se nos presenta como “las calles silenciosas de la tranquila urbe capitaleña” (307). Es en ese recorrido que su papel de conspirador adquiere un sentido decididamente moderno. Caminando al azar, penetra en el recinto oscuro de una iglesia colonial, en el que “los contornos de las cosas parecían esfumarse en una especie de misteriosa penumbra”. Al salir, ya es totalmente de noche. La oscuridad y el silencio de la iglesia contrastan con el ambiente que encuentra el personaje al dirigirse a la Calle del Conde, que era entonces la principal arteria comercial de la ciudad. La calle se hallaba “iluminada por algunos faroles muy distanciados uno de otro, y por las anchas fajas luminosas que salían de las casas y de las tiendas a esa hora bastante concurridas. Uno que otro coche pasaba raudo dejando en la retina la fugitiva impresión de la luminosidad de sus dos faroles delanteros [...] La gente rebosaba en cafetines y barberías” (308). Fonso lo observa todo con “cierta curiosidad pueril, provinciana, [que] le hacía detenerse con frecuencia ante algunas tiendas muy vistosas y bien iluminadas”. La luminosidad no se limita al interior de las tiendas y a los faroles de la calle, sino que la mirada del personaje percibe también la luz de los faroles de los coches tirados por caballos. Ramón Oviedo 99 CP PC 100 El paseo culmina en la Plaza de Armas, que luego sería el Parque Colón, frente a la Catedral. Fonso se sienta en las escalinatas del viejo templo, desde donde se dominan los edificios circundantes. La mirada, que hacía apenas un momento había captado la luminosidad del presente, se vuelve ahora hacia una arquitectura semioculta por la oscuridad, que evoca las formas idealizadas del pasado: “A la tenue claridad que fluía del firmamento estrellado algo aumentada por el mortecino fulgor de los ocho o diez faroles que había en la plaza, los edificios que la encuadran aparecían como revestidos de cierta majestad melancólica y solemne, evocadora de viejas y pavorosas leyendas” (308). La plaza constituye un lugar fronterizo entre una modernidad incipiente (representada por luminosidad y la agitación de la Calle del Conde) y las estructuras coloniales, bañadas por una luz mortecina que parece comunicarles la experiencia de lo fantástico. Al igual que en el caso de la iglesia a la que había entrado antes, la falta de luz tiene el efecto de activar el espíritu romántico de Fonso un espíritu que al decir del narrador, “le hacía amar muchas cosas del pasado y que sólo despertaba con cierto ímpetu en determinados minutos psicológicos”. Era “como si de ese mundo del pasado hundido en el tiempo se escaparan efluvios que iban directamente a remover la levadura romántica que se ocultaba en su espíritu” (309). Resulta interesante que lo que se ama sea precisamente lo que no se ve, lo que está ausente. En contraste con la “curiosidad pueril” que despertaron en él los objetos de las vidrieras de la Calle del Conde, que se ofrecían a la vista como espectáculo público, el espacio ocupado por los monumentos coloniales le inspiran un sentimiento de amor. Es de suponer que lo que suscita este sentimiento no es la cualidad de lo visible, sino lo que estas edificaciones representan puesto que las viejas es- tructuras se encuentran en la oscuridad. Más bien, la luz que deja al descubierto la superficie de la vida moderna impone una distancia afectiva. Las referencias a la luminosidad reaparecen en la descripción de las casas “bastante iluminadas” que se hallan ubicadas frente a la catedral, “y en medio de esa línea un edificio muy alumbrado, repleto de gente, en su mayoría de oficiales españoles, el café o restaurante más frecuentado de Santo Domingo” (309). El café, donde bulle la vida del presente, se ubica así junto a las tiendas como un espacio para la interacción, no para la evocación. De ahí que Fonso lo contemple con la misma distancia afectiva desde la que había observado antes las vidrieras de la Calle del Conde. Luego, su mirada hace un nuevo recorrido, en el que la historia nacional se reconstruye a través de la historia de la ciudad, desde el centro hasta la periferia y desde el pasado reciente hasta el tiempo mítico del origen. Este recorrido virtual comienza con los edificios que rodean la plaza de Armas y continúa con el Palacio de Justicia, donde dos años antes Pedro Santana había declarado la anexión a España, seguido por la cárcel vieja, el Vivac y nuevamente la Catedral. A diferencia de la “curiosidad pueril” con que había contemplado las vidrieras y las escenas del café, las siluetas de estas edificaciones causan una fuerte impresión en su espíritu: Sentía ya muy adentro, la sugestión, la intensa poesía que para ciertas almas de selección emana de aquella urbe medieval, de aquellos edificios en que floreció la leyenda, de aquellas ruinas festoneadas por plantas trepadoras, de aquellas vetustas murallas, de aquel recinto, austero y solemne, en que ha vivido siempre intensamente la epopeya y que parece a veces muy estrecho para contener en tan reducido espacio tanta desgracia y tan deslumbrante grandeza. (309) Con la imaginación sobreexcitada, Fonso sigue el hilo lineal de los hitos históricos de la ciudad: la llegada de Colón; el sermón de Fray Antón de Montesino; las protestas del Padre Bartolomé de las Casas por los abusos cometidos por los conquistadores contra la población indígena; las proezas de los individuos que partieron de Santo Domingo a conquistar nuevos territorios (Velásquez, Ojeda, Cortés, Pizarro, Ponce de León, Soto, Vasco Núñez de Balboa). A esta enumeración le sigue una cadena de desastres causados por la naturaleza y por los hombres: huracanes, terremotos, ataques de piratas; la invasión de Toussaint L’Overture y la masacre de Dessalines. Después los años de “infecunda dominación española” que precedieron a la primera declaración de independencia y acto seguido los veintidós años de ocupación haitiana. La apretada síntesis histórica continúa con una nueva declaración de independencia y las subsiguientes guerras civiles, hasta culminar con “el día más fatídico de todos: aquel 18 de marzo de 1861 en que Pedro Santana, en una mañana de eterno duelo para todo dominicano digno de este nombre, asesinó de un solo tajo de su machete dictatorial la república de Febrero para alzar sobre el cadáver de la patria el frágil edificio de una colonia española” (312). Hay un marcado contraste entre la aparente imparcialidad con que se describen las imágenes de la ciudad moderna y el tono exaltado de este recuento de la ciudad antigua. Mientras las luces de la ciudad dirigen la atención hacia la concreción de los fenómenos visibles, las sombras de los edificios que rodean la plaza nos permiten acceder a una realidad ausente. Más que ver los edificios coloniales, Fonso ve el pasado a través de ellos. El deslizamiento de su mirada por los monumentos arquitectónicos de la ciudad reproduce el movimiento de la historia; les impone un orden a los hechos del pasado dotándolos de sentido. Paradójicamente, esa recreación del movimiento de la historia se produce desde un punto inmóvil, cuando Fonso está sentado al pie de la Catedral, en el centro mismo de la ciudad, como si dijéramos en el centro de la convulsa realidad nacional. Recordemos que Fonso se viene trasladando desde el interior del país, como protagonista de una trama de espionaje insertada en una novela histórica. Pero es sólo cuando se detiene, cuando está inmóvil en medio de la plaza en penumbras, que comienza a desplazarse por la historia en busca del origen de una crisis que amenaza con destruir los frágiles cimientos de la nacionalidad. De lo que se deduce que su verdadera misión –la que le asigna el narrador– no es la de conseguir información sobre los planes de Santana, sino la de encontrar las causas históricas de la crisis nacional, entender cómo y por qué los dominicanos habían llegado a perder la soberanía conquistada en 1844. No es difícil imaginar que la crisis representada en la novela estaba llamada a despertar en los lectores la conciencia de otra crisis la que corresponde al presente del autor. García Godoy escribe pocos años después de la firma de la Convención Dominico-Americana, que dio a los Estados Unidos el control de la aduana y allanó el terreno para la intervención militar de 1916. Con ese acuerdo, que algunos dominicanos veían como una forma de alcanzar el progreso material que el país necesitaba, Estados Unidos se comprometía a usar parte de los fondos recaudados para pagar las deudas del país con varios bancos europeos y le daba la otra parte al gobierno dominicano para sus gastos. García Godoy fue uno de los intelectuales que vieron la medida como una afrenta a la soberanía nacional. Su novela puede leerse como un llamado a preservar lo que veía como una nacionalidad “en vía de próxima y dolorosa extinción” (243). De ahí esta declaración que aparece en los “Párrafos” que sirve de introducción a Guanuma: 101 CP Lo que deseo es que frente a la constante amenaza del imperialismo yanqui unamos nuestros esfuerzos para crear una atmósfera de radical nacionalismo en absoluto refractaria a cuanto se dirija a lesionar o extinguir lo que integra y precisa nuestra autonomía política. Venga de donde viniere, recibamos con los brazos abiertos al progreso moderno en todas sus formas y manifestaciones culturales, pero sin consentir jamás que de ello se derive nada que pueda mermar o herir de muerte la herencia gloriosa que recibimos de los excelsos fundadores de la nacionalidad dominicana. (243) La tensión entre presencia y ausencia, entre el deseo de modernidad y el nacionalismo radical al que aspira García Godoy, se ve reflejada en la mirada ambivalente de Fonso Ortiz. Por un lado, los signos del presente, que, captados en su luminosa fugacidad, nos remiten a la frivolidad materialista de la cultura moderna; por otro, las ruinas del pasado, que, como en la Roma de Bourget, tienen los atributos de lo eterno. Imágenes de Cosmópolis PC 102 Sentado en su celda de la Torre del Homenaje, donde se hallaba encerrado por escribir artículos contra el gobierno, Antonio Portocarrero, el protagonista de La sangre, de Cestero, recibe una cesta en la que, además de una cena frugal y de un hatillo con ropa interior, se encuentran dos libros: París, el último de la trilogía Las tres ciudades (1898), de Émile Zola, y Cosmopolis (1892), de Bourget. Los libros le habían sido enviados por su amigo, Arturo Aybar, quien hasta ese momento 6 ejercía las funciones de cónsul dominicano en París, bajo el gobierno de Ulises Heureaux. La referencia a Zola y Bourget encierra la clave para una lectura de La sangre en el marco del debate sobre el cosmopolitismo y sobre las manifestaciones culturales de la modernidad.6 El tema ya había asomado en una serie de ensayos publicados en 1897 en los que Cestero imagina al habitante de la ciudad como un ser enfermizo, víctima de las presiones de la modernidad: “La vida moderna, a impulsos de la civilización, se hace más activa. Los ferrocarriles, el lujo rococó, los excitantes, los correos, el telégrafo, todo este progreso eléctrico integra una pérdida enorme de fuerza nerviosa” (Obras 17). Las grandes metrópolis son generadoras de “ambientes mórbidos, grandes núcleos enfermos” (18), que contrastan con la vitalidad característica del campo. Por eso, cuando las naciones europeas se hunden en la debacle producida por la vida urbana, es la vitalidad del campo la que las salva del desastre. Al igual que García Godoy, Cestero vuelve la mirada hacia el campo en busca de la energía que necesita la nación para resistir los efectos de la modernidad. La idea de que el debilitamiento de la sociedad como consecuencia de la urbanización se traduce en un debilitamiento de las formas artísticas lleva a Cestero a asumir una posición estética con implicaciones políticas. Cestero sostiene que el arte de Rubens es la “apoteosis del músculo” y que la Grecia de la antigüedad rendía “culto a la Belleza y la fuerza”. En cambio, “nuestra época decadente engendra las vírgenes exangües que se esfuman en el fondo lácteo de los cuadros de Puvis de Chavanne, las mujeres histéricas de Gustavo La crítica ha reconocido el impacto que tuvo en Cestero la novela La debacle, de Zola, publicada por entregas en el Listín Diario en 1893 (Fernández Mejía 15). Cestero cuenta que el autor dominicano Manuel de Jesús Galván le criticó su excesiva admiración por Zola, comparándolo desventajosamente con Daudet: “Zola es el cuero recién desollado, sangriento aún –le dijo Galván–. Daudet, la piel curtida, pulcra, bien oliente” (cit. en Fernández Mejía 18). En cambio, la relación con Bourget ha pasado desapercibida, a pesar de que su nombre aparece mencionado con frecuencia en los ensayos de Cestero. Moran, los dolorosos mármoles de Rodin y el duque Jean des Escintes de la novela Au rebours de Joris Karl Huysman” (Obras 25). Hasta aquí, Cestero parece referirse a la idea de la decadencia del arte europeo. Sin embargo, pronto se hace evidente que el origen de esa modernidad enfermiza en el caso dominicano no está para él en Europa, sino en los Estados Unidos: Una Estética nueva que viene del Norte nos invade, las líneas rectas, que trazan las vías ferrocarrileras, los buildings enormes que se alzan audaces hasta las nubes, angulosos, pesados, sin elegancia; las maquinarias de complicado mecanismo, jeroglíficos de hierro y acero; la ropa estrecha que impide la soltura elegante de los movimientos; esos los productos de esa Estética de pura geometría. (26) Inscribiéndose en la vertiente arielista del modernismo, Cestero considera esa “Estética nueva” y la forma de vida que deviene de ella, contrarias tanto al temperamento nacional como a su temperamento artístico, de donde surge la necesidad de defender “su Yo de la invasión de los Bárbaros” y de buscar “atmósfera respirable a sus pulmones, evocando el pasado con su arte magnificente y su corrupción amable o sumergiéndose en el amplio campo de las especulaciones ideológicas” (énfasis en el original). El impacto de la modernidad en la vida nacional es uno de los temas centrales de su novela La sangre, que presenta un retrato de la ciudad de Santo Domingo durante la dictadura de Lilís y en los años que siguieron a su asesinato. El ambiente en que se desarrolla la trama es el de una 103 CP PC 104 ciudad en los albores del capitalismo, todavía más cercana a la ciudad de provincia que a la metrópolis. A las menciones ocasionales de la bombilla eléctrica, el ferrocarril, el cinematógrafo, la telegrafía por cable, se suman las referencias a las ocupaciones propias de la urbe, como en la siguiente descripción de las tertulias en los alrededores del Parque Colón: En el ángulo sureste, entre la Catedral y el Palacio Nacional, se sientan comerciantes, abogados y políticos graves, amén de algunas parejas de amartelados que se agradan en el claro-obscuro protector. En el ángulo noreste, parroquianos del café vecino, conversan a gritos. En los bancos fronteros a la calle Separación, tienen su sede, bajo un laurel, un tipógrafo mudo, un zapatero curazoleño y un pirotécnico, los cuales disertan sobre política internacional, analizando los cablegramas del Listín. (La sangre 148) Hay todo un capítulo dedicado a la visita de una compañía de teatro7 y alusiones al influjo de los Estados Unidos en los hábitos de la gente, como la de las muchachas que pasean “cogidas del brazo o aparejadas con galanes, según la moda que las yanquis y las criollas, que estuvieron un mes en Nueva York, han introducido” (178). En su novela, Cestero aborda el tema de la modernidad de manera más ambigua y compleja que en su ensayos. Las consecuencias de la modernidad en la sociedad dominicana aparecen dramatizadas en la relación entre Portocarrero, un periodista que ha estado en prisión por escribir artículos contra el gobierno, y Aybar, un ex opositor que acaba por transarse con el poder. Tanto el uno como el otro se identifican con los principios liberales de la democracia y el progreso; pero mientras 7 Portocarrero, aparece caracterizado como un nacionalista intransigente, fiel al ideal de los fundadores de la República, Aybar se nos muestra como un intelectual pragmático, amante del placer y la buena vida. Este contraste se revela en la conversación que sostienen en su prisión de la Fortaleza Ozama, luego de que Aybar fuera depuesto de su cargo como cónsul dominicano en París, y enviado brevemente a prisión por una de las facciones que se disputan el poder tras la muerte del dictador. En la celda de la Fortaleza se encuentra con su viejo amigo Portocarrero, a quien le aconseja que en cuanto se estabilice la situación y sean puestos en libertad, acepte un consulado. Vivir un tiempo fuera del país cambiará su percepción de la realidad: Como tú yo encontraba pésimo cuanto hacía el Gobierno, y a nuestra capital fea y fastidiosa, y hoy después de conocer a Nueva York y París, te juro que no somos tan malos y que abundan bellezas junto a las cuales pasamos indiferentes. Una cosa son las teorías en los libros y otra la acción, y cuando hayas contemplado, por ejemplo, desde el Puente Viejo a media noche a Notre Dame, la luna entre las dos torres o al Sena lamiendo el Louvre que la luz matiza, aprenderás a sentir la voluptuosidad de nuestro ambiente y a descubrir las sensaciones estéticas contenidas en los arcaicos sillares de La Primada. (118) Aybar continúa exponiendo “las visiones tentadoras de París, la alegría del Barrio Latino, en donde la primavera resta gravedad a la Ciencia; Montmartre, pánido, bajo las aspas rojas del simbólico Molino, que exprime tantas vidas; el Bulevar, y también las cátedras, y las bibliotecas, y los museos, y el gran mercado, y las alcantarillas”. En su visión, París constituye una Se trata de la compañía del actor italiano Luis Roncoroni, quien era muy popular en los países del Caribe hispano, “a pesar de su defectuosa pronunciación del español” (M. Henríquez Ureña 25). Según Max Henríquez Ureña, “cualquiera que fuese el mérito de Roncoroni, lo cierto es que este actor de la lengua difundía a su paso el conocimiento de las grandes obras teatrales de todas las literaturas, y prestaba así un positivo servicio a la cultura general de los pueblos que visitaba” (25). escuela en la que “la voz de los sabios y las risas de las cocottes se armonizan seductoras”. De ello deduce que existe una profunda correspondencia entre la cultura y el medio que la crea: “Nunca apreciarás el valor de sus teorías [las teorías de los franceses] en nuestro ambiente encendido. La realidad, la verás desnuda, tal cual es, a través de una copa de champaña, en compañía de un griseta, en un café de la plaza Sorbona” (118-19). Portocarrero, quien se niega tajantemente a aceptar el cosmopolitismo de su amigo, responde con un poema del cubano Juan Clemente Zenea (1832-1872), a quien llama “otro intransigente como yo”: Tengo el alma, Señor, adolorida Por unas penas que no tienen nombres, Y no me culpes, no, porque te pida, Otra patria, otro siglo y otros hombres. Que aquella edad con que soñé no asoma, Con mi país de promisión no acierto, Mis antiguos son los de la antigua Roma, Y mis hermanos con la Grecia han muerto… En labios de Portocarrero, estos versos revelan la naturaleza paradójica del nacionalismo, puesto que es el compromiso con las luchas políticas de la nación el que le inspira el deseo de “otra Patria, otro siglo y otros hombres”. La impotencia que siente al no ver realizado el “país de promisión” que sueña lo empuja a despreciar el país real, cuya cultura sitúa en las antípodas de la civilización greco-latina. Si recordamos lo que Roma y Grecia simbolizan para Occidente, llegaremos a la conclusión de que el sentimiento nacionalista de Portocarrero culmina en la aceptación del cosmopolitismo; del mismo modo que la posición cosmopolita de Aybar conlleva una revaloración de lo nacional. La paradoja reaparece en el capítulo XX, al final de la novela, cuando Aybar y Portocarrero salen a dar un paseo en coche, “respirando salud el uno, elegante el traje, la pupila viva, las manos cuidadas, contrasta con la palidez de convaleciente, las facciones demacradas y el terno gastado del otro” (218). La intransigencia de Portocarrero lo ha llevado a la ruina. En estas últimas páginas, el lector lo encuentra amargado, lamentando la suerte de su familia y de su hijo retardado, su “sangre”. Por su parte, Aybar, quien ha aceptado un ministerio en el nuevo gobierno, se muestra lleno de optimismo sobre el futuro del país. Mientras el coche se desplaza por las calles de la ciudad, los amigos conversan sobre la Convención Dominico-Americana, aprobada el día anterior por el Congreso Nacional. Para Portocarrero, la Convención “es el Caballo de Troya” del imperialismo norteamericano. Aybar considera esto una exageración. Cierto que la medida hería el patriotismo de los dominicanos, pero no amenazaba su independencia. “Por otra parte”, agrega, “nos pone en contacto con una gran nación, de cuyas instituciones y costumbres civiles tenemos que aprovecharnos” (220). Cuando Portocarrero lo reta a decir si el destino de la República Dominicana era “ser absorbidos por el yanqui”, Aybar responde: “No, yo no sentencio; por el contrario, aplico la lección de los hechos consumados: hay que ser fuertes, cultivar la voluntad, amar el pasado, mas no como a cosa muerta sino como a ser vivo, en incesante comunión con nosotros” (221). De modo que Aybar encuentra las razones de la Convención en la propia historia. La Convención es el resultado de una cadena de sucesos que han quedado inscritos en las piedras de la ciudad. “¿Qué poeta dominicano ha extraído de estas piedras la intensa poesía que en ellas vibra?”, se pregunta, antes de lanzarse a una reconstrucción histórica que va desde la Conquista hasta Lilís y que culmina con una definición de la identidad nacional basada en el mestizaje: “De la mezla [de españoles, indios y africanos], nos 105 CP PC 106 vienen el ímpetu y la resignación repentinos, la violencia enfática, la suspicacia letal y la aspirabilidad; pero no lo olvides, hemos engendrado a Máximo Gómez, el último de los libertadores americanos” (222). Su recorrido por la historia termina con la reafirmación de la tesis del progreso social como producto del desarrollo material. Cuando Portocarrero le pregunta si cree que las revoluciones habían terminado para siempre, Aybar, en una frase que podría haber pronunciado Hostos, responde: “las matarán los ferrocarriles, las escuelas y la riqueza”. Cestero se vale del paseo por la ciudad para reescribir su tesis acerca del impacto de la modernidad en la sociedad dominicana y ofrecer una solución de síntesis al debate entre nacionalismo y cosmopolitismo. Al igual que el protagonista de Guanuma, los personajes de La sangre se desplazan por las calles de Santo Domingo para buscar respuesta al enigma que les plantea la posible pérdida de la soberanía. La diferencia es que en su recorrido, Fonso Ortiz observa la luminosidad del presente desde la distancia, antes de sumergirse en las sombras de un pasado mítico que siente más cercano a sí.8 Si bien es cierto que su reconstrucción del pasado culmina con el presente del personaje –“el día más fatídico de todos”–, entre la Anexión a España y las imágenes fragmentadas de la modernidad que percibe no parece haber conexión alguna. Más bien, esas imágenes remiten a otro presente: el presente del autor, el de la modernidad importada desde los Estados Unidos. En la novela de Cestero, la frontera entre pasado y presente 8 desaparece, haciendo de esa modernidad producida por el contacto con el poder imperial el resultado de la propia historia nacional. Obras citadas Álvarez, Soledad. “La ciudad en la poesía dominicana”. Agulha: Revista de Cultura 69 (2009). <http://www.revista.agulha. nom.br/ag69alvarez.htm%3E>. Betances, Emelio. “Social Classes and the Origin of the Modern State: The Dominican Republic, 1844-1930”. Latin American Perspectives 22.3: 20-40. Buck-Morss, Susan. Dialéctica de la mirada: Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes. Trad. Nora Rabotnikof. Madrid: Visor, 1989. Cestero, Tulio Manuel. La sangre: Una vida bajo la tiranía. Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1975. —. Obras escogidas Vol. 2. Santo Domingo: Fundación Corripio, 2003. De Forest Day, Susan. “El viaje de El Escita en las Indias Occidentales”. Trad. Jeannette Canals. Los primeros turistas en Santo Domingo. Ed. Vega, Bernardo. Santo Domingo: Fundación Cultural Dominicana, 1991. 49-63. Franco, Jean. “Coping with Caliban”. The New York Times Book Review. 22 May 1988. García Cartagena, Manuel. “Una introducción a la vida, la obra y las ideas de Federico García Godoy”. García Godoy 7-72. García Godoy, Federico. Obras escogidas. Biblioteca Clásicos Dominicanos. Vol. 1. Santo Domingo: Fundación Corripio, 2004. González, Raymundo. “Notas sobre el pensamiento socio-político dominicano”. Estudios Sociales 20.67 (1987): 1-22. Henríquez Ureña, Max. “Hermano y maestro (Recuerdos de infancia y juventud)”. Ya Pedro Henríquez Ureña, en una carta al autor de Guanuma, había reparado en las semejanzas entre Ciudad romántica, de Cestero, y las dos primeras novelas de la trilogía de García Godoy, al señalar que, aunque tienen forma aparente de novelas, “una y otras se proponen fines distintos del novelesco”. Sin embargo, señala que entre ambos existe una diferencia importante: “Tulio, con su ardiente visión de colorista, con sus ojos educados de viajero, ha sabido ver y ha interpretado, con el brío de un maestro, con un esplendor luminoso a veces veneciano, el color de nuestras arcaicas piedras y de nuestras arcaicas costumbres. Usted con su amplio espíritu de pensador, con su hondo sentido del deber patriótico, pone en sus obras la visión sintética de la historia nacional purificada y la perspectiva de la patria mejor” (‘De Pedro Henríquez Ureña a F. García Godoy. México, marzo 15 de 1912", cit. en García Cartagena 63). Revista Iberoamericana 21.41-42 (1956): 19-48. Henríquez Ureña, Pedro. “José Joaquín Pérez”. Obras completas. Vol. 2. Santo Domingo: Editora Nacional, 2003. 45-50. Hibbitt, Richard. “Paul Bourget’s Critique of fin-de-siècle Cosmpolitanism”. The Cause of Cosmopolitanism: Dispositions, Models, Transformations. Eds. O’ Donovan, Patrick y Laura Rascaroli. Oxford: Peter Lang, 2010. 173-87. Hoetink, H. The Dominican People, 18501900: Notes for a Historical Sociology. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1982. Hostos, Eugenio María de. “Quisqueya, su sociedad y algunos de sus hijos”. Hostos en Santo Domingo. Vol. 1. Ciudad Trujillo: Imp. J. R. Vda. García Sucs., 1939. 253-316. Martínez-Vergne, Teresita. Nation & Citizen in the Dominican Republic, 18801916. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2005. Moya Pons, Frank. The Dominican Republic: A National History. Princeton: Markus Wiener, 1998. Pérez, Carlos Federico. “Notas preliminares”. J. J. Pérez 7-18. Pérez, José Joaquín. Obra poética. Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1970. Pérez Montás, Eugenio. “Los paradigmas de la nacionalidad: Arquitectura y desarrollo económico republicanos (18441930)”. Historias para la construcción de la arquitectura dominicana (1492-2008). Ed. Moré, Gustavo Luis. Santo Domingo: Grupo León Jiménez, 2008. 149-212. Rama, Angel. La ciudad letrada. Montevideo: Arca, 1998. Ureña de Henríquez, Salomé. Poesías. Santo Domingo: Sociedad Literaria “Amigos del País”, 1880. Villanueva Collado, Alfredo. “Eugenio María de Hostos ante el Conflicto Modernismo/ Modernidad”. Caribbean Studies 25.1/ 2 (1992): 147-58. . Médar Serrata Obtuvo su doctorado en literatura hispánica de la Universidad de Texas en Austin. Es catedrático de literatura hispanoamericana en Grand Valley State University, en Grand Rapids, Michigan. Su trabajo académico se enfoca en la producción cultural de la República Dominicana de finales del siglo XIX y principios del XX. Editó el libro El sonido de la música en la narrativa dominicana (Instituto de Estudios Caribeños, 2012). Entre sus publicaciones, se encuentran “Anti-Haitian Rhetoric and Monumentalizing of Violence in Joaquín Balaguer’s Guía emocional de la ciudad romántica” (Hispanic Review); “La ciudad como espectáculo: Santo Domingo ante la mirada de los primeros turistas” (Diálogos culturales en la literatura iberoamericana: Actas del XXXIX Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana); “Poética de la dictadura: El poder de las palabras en la Era de Trujillo” (País Cultural) y “Literatura y poder: La invisible presencia de Trujillo en Over” (Revista Iberoamericana). Como poeta, ha publicado los libros Las piedras del ábaco (1986) y Rapsodia para tontos (1999). 107 CP Ángel Garrido PC 108 Dicen que ha muerto Gabriel García Márquez N ació en marzo y murió en abril 87 marzos después. Le sobreviven 50 millones de lectores en uno solo de sus libros. Traducido a todas las intrigas contemporáneas desde el día bienhadado en que decidió poner su crédito literario al servicio de la mejor causa de su Colombia sangrante, así como de las demás naciones que con ella comparten la unidad de cuidados intensivos del hospital del mundo. Pecado capital que lo llevó durante el último cuarto de siglo a un sepulcro reiterativo cada seis meses: “Muere Gabriel García Márquez”, se leía semestre tras semestre en todas las pantallas chicas de la lengua española, y de las demás lenguas que en letra escrita y hablada hacen con la española fronteras de mucho tránsito. Se trataba de una muerte ubicua y tenaz que se enraizaba en documentos tan disímiles y esperpénticos como la retahíla escrita para su muñeco por un ventrílocuo aventajado de Ciudad de México, así como el lamento pedestre y majadero en el cual un García Márquez cercano al sepulcro se arrepentía de manera lastimera de no haber comida más helados y de no haber amado a Dios de mejor manera: “Qué pena que se vaya a morir”, me escribió por correo-e la enésima vez que se publicó el apócrifo un buen amigo que lo admiraba mucho pero que no estaba al tanto de la campaña semestral: —No te preocupes, Luis. Se trata de un elogio invertido que echan a la red cada seis meses –le aclaré al amigo conmovido hará cosa de un decenio. Tan enredado en los menesteres pacifistas estaba el genio colombiano que cuando le concedieron el Nobel un amigo suyo ejercía la presidencia en Colombia: “He ordenado en tu honor la emisión de una estampilla de correos”, le comunicó por teléfono el presidente Belisario Betancur: —Espero que sólo sea usada para enviar cartas de amor –rezongó desde Estocolmo la voz del escritor. Llegó incluso García Márquez a autodefinirse como un conspirador por la paz. El presidente Omar Torrijos le susurró una vez al oído: “¿Te gustan los dictadores?”: —¿Por qué me lo preguntas? –inquirió el hijo mayor del telegrafista de Aracataca. —Por tu amistad con Castro y conmigo –le retrucó su par en asuntos de paz. La carcunda requeté que lo mataba cada semestre sólo se tomó un descanso inmerecido cuando se hizo público el informe de su quebranto final. Se murió porque se murió. Pero los autores del apócrifo semestral pensaran sin duda desde algún lugar del mundo que se murió porque ellos anunciaron que había de morirse. Menuda gloria. Si supieran ellos que la gloria verdadera le cupo a José Martí dentro de un grano de maíz. Gabriel García Márquez, cuando el triunfo cada vez más merecido de Cien años de soledad echó de golpe sobre sus hombros el grano de maíz martiano, se deshizo de él al influjo de su primera reflexión sobre el tema: “¿Y qué hago con esta fama?”, se preguntaría instantes antes de responderse a sí mismo: “¡Ah, ya sé: me la gasto en política!”. 109 CP PC 110 Decisión acertadísima que lo llevó a la tumba semestral desde el día en que la tomó hasta el diagnóstico final e incontrovertible de sus médicos de cabecera. El lector de buena leche tiene derecho bien ganado a un respiro merecido. Y se lo ofrecemos a continuación: acaba de morir en Ciudad de México un hombre cuya grandeza literaria sólo es comparable al estoicismo con que la sobrellevó. Murió satisfecho y decidido. Murió convencido de que no hay medicina que cure lo que la felicidad no cure. El chaparrón deshecho de aquel domingo de hace 87 marzos en que le tocó nacer en Aracataca, era sólo el preludio del Macondo que habitaría 40 años más tarde. El mismo Macondo que había de ser epicentro de las 32 guerras iniciadas y perdidas por el coronel Aureliano Buendía, y por cuyas calles empantanadas se atollaban a cada paso las ruedas y el cobertizo de la carreta de bueyes que transportaba los restos mortales del coronel Gerineldo Márquez. Hablamos del Macondo bíblico en el cual llovería sin cesar durante cuatro años, once meses y dos días, y donde los borbotones imparables de agua triste desempedraban el cielo en tempestades de estropicio. Súmesele a ese cuadro pantagruélico y miserable un norte brutal y revuelto que mandaba huracanes que desportillaban techos y derribaban paredes. En Crónica de una muerte anunciada, cuando reconstruye 20 años más tarde el asesinato bárbaro de Santiago Nasar, un hombre que por méritos propios era alegre y pacífico, y de corazón fácil, por un ajuste de honor machista de los hermanos Vicario, recorre el autor en persona los lugares de su juventud en busca del testimonio oral del mejor español hablado fuera de la península ibérica. En casa de los Nasar, Victoria Guzmán, encargada que era de la cocina enorme, tenía una respiración sigilosa en medio del cuchicheo de la lumbre y las gallinas dormidas en las perchas. Vigilaba sobre todo Victoria de Santiago Nasar a su hija Divina Flor que había entrado en edad de desbravar. La niña, todavía un poco montaraz, parecía sofocada por el ímpetu de sus glándulas. La mañana del día en que lo iban a matar, Santiago Nasar la agarró por la muñeca cuando iba a recibirle vacío el tazón que lleno de café le había entregado minutos antes. Victoria Guzmán le mostró ensangrentado el cuchillo con que había destazado los tres conejos del almuerzo: —Suéltala, blanco. De esa agua no beberás mientras yo esté viva. Cuando el genio colombiano estuvo a visitarla decenios más tarde, la propia Divina Flor le narró lo sucedido: “Me agarró toda la panocha”, le dijo. El eximio maestro que en Ciudad de México acaba de perder la literatura afinó a lo largo de su carrera creativa el éxtasis lírico que desemboca sin esfuerzos a cada paso en la epopeya grande del héroe recién creado por la más alta pluma narrativa del mundo. Macondo fue sólo el inicio de una saga irrepetible que no se permitió jamás la medianía en párrafo alguno. Cuando se celebró en Georgetown University de la ciudad de Washington, DC, el septuagésimo aniversario de su nacimiento, abrigué por largo rato la esperanza de que por fin lo conocería a García Márquez en persona. No pudo ser, y hoy sé con absoluta certeza que no será nunca. Su proverbial timidez lo mantuvo encerrado en un aula universitaria con alguito más de una docena de estudiantes y no se presentó al salón de actos donde frente a un excelente panel lo celebramos sin él. Vino en aquel acto a colación la socorrida anécdota del aterrizaje en Buenos Aires del manuscrito de Cien años de soledad. Acojonaba mucho el testimonio ofrecido por testigos de primera mano. Erase que el editor desorbitado con lo que leía esparcía sobre el piso cada página del manuscrito. Convocó de urgencia al novelista argentino Tomás Eloy Martínez. El manto bíblico de Macondo se había desatado a gotas gordas sobre la ciudad de Buenos Aires. La anécdota grande se pierde luego en un final costumbrista: se usaba en tiempos de lluvia en Buenos Aires utilizar los periódicos y demás papeles impresos para proteger el piso de calzado y ruedos mojados de quienes abandonaban la calle anegada para entrar bajo techo. Ese papel pensó Tomás Eloy Martínez que jugaban sobre el piso los folios dispersos de Cien años: “Que no te atrevas a pisar sobre ellos”, lo previno el editor, “te he convocado de urgencia porque un colombiano se ha vuelto loco en Ciudad de México y fíjate lo que me envía”. La misma anécdota aparece citada hoy en una crónica bien escrita que sobre el maestro recién fallecido escribiera para The New York Times Jonathan Kandell con la colaboración desde Ciudad de México de Randal C. Archibold. Miembro del panel que era durante aquel acto de Georgetown el expresidente colombiano Belisario Betancur contó otras anécdotas relacionadas con el manuscrito de El general en su laberinto. Un Simón Bolívar con la natural presbicia de los 47 que leía sin espejuelos un documento: “Pónle lentes al General: después de los 40 todos somos présbita”, le recomendó Betancur. Y en la cronología colombiana se enraizó su segunda recomendación: “Quítale ese mango de la boca a Bolívar, que el mango llegó a Colombia en el penúltimo decenio del siglo XIX”. Añitos más tarde yo había de acudir al aeropuerto Reagan de Washington a recibir al compañero Leonel Fernández, expresidente por primera vez, y allí coincidí por segunda garciamarquiana vez con el expresidente colombiano Belisario Betancur. Me preguntó Leonel si teníamos en el carro espacio para ofrecerle a Betancur una bola dominicana que es igual al pon puertorriqueño, al aventón mexicano, a la cola venezolana, o al dedo echado de los propios colombianos. Se encendió en mí la esperanza de garciamarquear por el camino. Pero el trayecto entre el aeropuerto y el hotel Sheraton de Arlington resultó corto y apenas si lo hicimos porque los dos expresidentes tenían temas que no me atrevía interrumpir. Como no entiendo ni jota de política, ignoro en absoluto cuánto le debe la paz a Gabriel García Márquez. Doy fe de vida y estado de cuánto le debe a él la emoción estética que proporciona un párrafo cuya lectura nos catapulta al albur de la poesía. Dicen que ha muerto, y sé que en realidad morirá un día cuando haya muerto el hábito inútil de emocionarse al leer lo que está bien escrito. . Ángel Garrido Nació en Sabana de la Mar, República Dominicana, en 1949. En 2004, obtuvo el Premio Nacional de Novela por Génesis si acaso. Recibió en 2005 la Orden Duarte, Sánchez y Mella. Ha sido Ministro Consejero en tres ocasiones en la Embajada Dominicana en USA, como encargado de la Sección Consular. Ha vivido en San Juan, Puerto Rico, Londres, Nueva York y Washington. Asimismo, ha traducido y leído pruebas en Puerto Rico, para el Caribbean Business, el Fichero Bibliográfico Hispanoamericano, en la Sección de Cartografía del Tribunal Electoral, en NYC para Penton Learning Systems, para Atcom Publishing y en el área de Washington para Litho Composition, Corporate Press y Acumenics, Inc. 111 CP PC 112 Miguel Ángel Muñoz Ramón Oviedo el gesto, el espacio, el tiempo. (A propósito del Premio Nacional de las Artes Plásticas 2013). L a dinámica galopante de los aniversarios nos brinda muchas sorpresas: los 100 años de Octavio Paz, los 110 del gran pintor Esteban Vicente… Este 2014 se celebra en República Dominicana los 90 años de Ramón Oviedo, que como a todos los grandes artistas, a Oviedo (Barahona, República Dominicana, 1924), no parece desanimarle ni deprimirle alcanzar esa edad, a sus 90 años, no sólo sigue activo, sino dotado de una fuerza creadora, y una libertad de darse por completo a la pintura, con la sabiduría acumulada por décadas de ejercicio, cuyo denuedo no es sino fruto de un amor apasionado por el arte. Búsqueda, vitalidad y alimento creativo. Un caso excepcional y figura de culto en el arte contemporáneo de El Caribe. El mayor Oviedo, en obras recientes. A mi juicio, su aparición en la escena plástica señala un cambio decisivo en la historia del arte de su país. Dotado de una sensibilidad poética, que se alumbra en la contemplación de una abstracción luminosa, cada pequeña sensación de Oviedo, ya sea transformada en pintura o en poema, ha abierto un surco de luz donde resplandecen las vibraciones cromáticas más sutiles diluyéndose en atmósferas, que filtran el fugaz brillo hiriente hasta amasar su sustancia, hasta 113 CP PC 114 darle cuerpo como claridad coagulada, impregnante, muy sensual. Un eslabón seguro, además, para entender en su justa medida lo que fue y es el arte caribeño y de parte de América Latina del siglo XX. Artistas como Guillermo Trujillo en Panamá; Armando Morales en Nicaragua; Fernando de Szyszlo en Perú, Oswaldo Guayasamín en Ecuador, que le han dado voz a su país, y desde luego, en Ramón Oviedo, Federico Izquierdo, Darío Suro, Marianela Jiménez, Paul Guidicelli, y Guillo Pérez, han luchado por darle no sólo una identidad al arte dominicano, sino también, un discurso estético coherente. La presencia de Oviedo quedaba garantizada en la escena artística del continente. Pero creo, que el arte de Ramón Oviedo es punto y aparte. Su pasión constante por renovar su poética es, sin embargo, muy antigua. Lo es desde el punto de vista de su propia trayectoria, que comienza hace medio siglo, pero también desde el punto de vista del universo formal que explora, que se hunde en la noche del espacio y del tiempo. Siempre reacio al surrealismo y la pintura literaria, Oviedo admiró – aunque tarde– el dinamismo de Picasso – que deja una fuerte influencia en su obra, no sólo de caballete, sino también en sus murales–, y agradeció su estimulante acogida. En años posteriores 70 y 80, conservará todavía el recuerdo de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, María Izquierdo, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, Ricardo Martínez y José Luis Cuevas como concentrados “testigos silenciosos”, que marcan su obra. Definir a Oviedo como un artista normativo, figurativo o abstracto ha sido, ya desde hace mucho, una simplificación, pero hacerlo, a la vista de lo que viene haciendo durante los últimos veinte años, es sencillamente inútil, porque su obra se ha decantado de 1 raíz y resplandece en su arrogante singularidad. O, como dice el poeta portugués Eugénio de Andrade: Vienen de un cielo antiguo, un cielo Acaso de ficción. Los veo llegar, Los veo partir…1 De la misma manera que el poeta cambia el lugar común, Oviedo transforma su pintura en un espacio-tiempo-imagen. En cierta manera, la obra última que va de 1994 a 2014 –que exhibió en el Museo de Arte Moderno de República Dominicana, 2001; en Museo de los Grimaldi en Cagnes Sur Mer, Francia, 2001, y en el Centro Cultural de España, 2004 y en el Museo Bellapart, ambos en República Dominicana–, y los dibujos y óleos recientes, que he descubierto en su estudio de Santo Domingo, reiteran sus motivos, el encuadre compositivo y el grafismo con que Oviedo, apunta, de forma sucinta, las ligeras insinuaciones figurativas que arman el conjunto de su campo visual. Sin embargo, la fuerte personalidad del artista y sus consistentes afinidades con la tradición cromática de la pintura europea –sin olvidar sus raíces– pronto le distanciaron del dogmatismo, un punto forzado del expresionismo abstracto y le obligaron a definir con sus propios medios las aceptaciones de una pintura de acción, mejor ajustada a sus opiniones pictóricas. La gestualidad teatral de la pintura abstracta siempre le desagradó y paulatinamente fue inclinándose hacia la abstracción cromática de Newman y Rothko, y en particular la acción teórica de Hofman, formado también en el arte de los museos, los viajes, la lectura y disciplinado matizador de la tradición figurativa europea. Oviedo fue siempre reacio a cualquier exceso teórico y reticente a la verbalización estética. No es casual, que viera en la experimentación cromática de Hofman un estímulo para la Eugénio de Andrede Vienen de un cielo, publicado en el libro Materia solar y otros libros. Galaxia Gutenberg, Barcelona, España, 2004. reflexión sobre el espacio y las funciones de la luz y el color como formas protagonistas de una nueva notación poética de su obra. Oviedo, aprende como decía Esteban Vicente sobre como componer el espacio de un cuadro: “Ir con calma y volver a mirar antes de dejar que la mano se vaya compulsivamente. Lleva mucho trabajo mover los objetos, organizarlos, hasta que llegas a sentir algo sobre ellos. Cuando trabajas durante un largo período de tiempo en un cuadro, a veces no puedes hacer nada drástico…”.2 Ya desde los años setenta, Oviedo comienza a dar luces de un manejo del color, que ya a finales de los noventa y hasta el día de hoy, lo han convertido en un soberbio colorista, aunque reafirmando su progresivo atrevimiento, que, desde hace algunos años, le ha hecho ampliar su gama caribeña de sienas, verdes, negros a tonalidades insólitas, de verdes, naranjas, amarillos, cuya acidez no ha trabajado, sin embargo, ese toque de cálida sensualidad visual y poética que siempre transmite su pintura. Cuadros como: Luz verde desde el limbo azul, 1998; Guardián de la selva, 1998; Forma antitiempo, 1999; Viajeros por Europa, 2000; Habitaciones del silencio, 2000; Tocando fondo, 2001, entre muchos otros, que lo dejan ver, ya como un maestro, no sólo del color, sino de la composición y construcción de la tela. Luz y aire. Espacio y tiempo. Estas cualidades son parte fundamentales de su arte. Como, contra lo que se suele decir al respecto, la obra última es la que mejor explica la primera, la actual de Oviedo nos adentra en el misterio por él siempre buscado: el de emplazarse en el centro formador de la forma, el de la energía y su vasta sedimentación espacial. Oviedo no dibuja o representa la trama ordenada de la realidad, cual si fuera efectivamente un abstracto idealista, sino que ausculta el proceso de la 2 materialización de la energía y nos revela su musicalidad. Una musicalidad, por cierto, que no es necesariamente armónica y afirmativa, sino también desconstructora y anonadante. De hecho, en la obra de los años 2010 al 2014, Oviedo se nos ha demostrado inquietante y en perpetúo crecimiento. Fantasía visual que recrea el acento propio del artista. Una pintura de volúmenes tal vez, aligerada por la luz que concentra la mirada del espectador. Juan Gris, por el contrario, elimina el volumen y atenúa el iluminismo táctil para convertir el espacio en un plano sobre el que ordenar la composición. De esta manera, en una primera visión de conjunto, uno cree encontrarse ante un paisaje familiar, lleno de memoria, que se ensancha sin producir sobresaltos; pero, paulatinamente, se avistan las sutiles costuras con que Oviedo teje lo que ha mirado con mayor hondura, porque ya no se conforma con captar la atmósfera. Ver y escuchar su pintura, después de un tiempo, es comprobar la capacidad de persistencia de un creador, el don que tienen los mejores artistas para captar toda la atención y contención creadora. En definitiva, el arte de Oviedo se debate una vez más, y la situación se repite una y otra vez, en diversos períodos conflictivos de su evolución, entre composición estricta de las formas y el dinamismo de la materia-color, particularmente logrado mediante la introducción de nuevos materiales plásticos. Es de esta manera cuando se me ocurrió que algunos de sus cuadros tienen algo del Roberto Matta más poético, del Rufino Tamayo más colorista, del Wilfredo Lam más mágico, del Antoni Tàpies, Manolo Millares, Alberto Burri, Rafael Canogar, Afro, Josep Guinovart y RàfolsCasamada, más matérico, del Esteban Vicente y Philip Guston más abstracto. Creo que, en ellos Oviedo ha encontrado mucha Esteban Vicente El paisaje interior. Escritos y entrevistas. Editorial Síntesis, Madrid, España, 2011. 115 CP PC 116 luz y mucha poesía para esclarecer su espacio pictórico. En un poema de Derek Walcott –que pienso, coincide con los juegos estéticos de Oviedo–, nos habla de las cimas del espacio, de cerrar y abrir los cerrojos de la imaginación. Dice el poeta: Dejemos pues que la luz se disuelva en la memoria de Marta, terciopelo del cuello de una nube, Oscureciendo los baldosines cuadrados de una mesa de cocina… 3 En realidad, toda la obra de Oviedo gira sobre el cosmos, lo cósmico. El rito y mito. Vieja imagen de metamorfosis. Algunos de sus cuadros recientes, fechados en 2013 y 2014, que son, algunos de los mejores que ha hecho a lo largo del tiempo, resultan muy desasosegantes, “con esa aerodinámica agudeza que transforma la aceleración en un filo cortante.”, diría el crítico español Francisco Calvo Serraller. Pero lo importante es decir, que Ramón Oviedo esta poseído por la fuerza de la pintura y de la poesía. Sus óleos parecen una mezcla simple de figuración y abstracción. Turbador y fantástico. Bien decía mi admirado Francisco Umbral: “Los años dan nobleza, sin duda. Todo joven es un parvenu de la fisiología. Esto no es una manera de consolarse… Los años estilizan, aristocratizan, dignifican un poco, u llegan incluso a individualizarnos”.4 Ahí están las luces de un fulgor constante y cambiante en la larga trayectoria de Ramón Oviedo. Intentando llegar “A Cartago llegué entonces”, escribió T.S. Eliot en La Tierra baldía. 3 4 Derek Walcott, Ocáno nox, publicado en el libro El testamento de Arkansas. Editorial Visor, Madrid, España, 1994. Francisco Umbral, Mortal y rosa. Ediciones Cátedra, Madrid, España, 1995. . Miguel Ángel Muñoz Cuernavaca, Morelos, México, 1972) es poeta, historiador y crítico de arte. Su dedicación a la creación artística actual es absoluta; compagina su labor en El Financiero, La Jornada Semanal y en la revista Casa del Tiempo, con la de comisario de exposiciones. Es autor de los libros de ensayo: Yunque de sueños. Doce artistas contemporáneos (Editorial Praxis, 1999), Ricardo Martínez: una poética de la figura (CONACULTA, 2001), La imaginación del instante: signos de José Luis Cuevas (Editorial Praxis, 2001), El espacio invisible. Una vuelta al arte contemporáneo (Ediciones Batarro, Málaga, España, 2004), Convergencia y contratiempo (Plan C Editores- CONACULTA, 2008), Espacio, superficie y sustancia. La obra de Ricardo Martínez ((Siglo XXI Editores, 2009) El espacio vacío, (CONACULTA, 2009), Gutiierre Tibón. Lo extraño y lo maravilloso (CONACULTA, 2009). 117 CP Bernardo Vega La colección Imbert U PC 118 na de las más valiosas colecciones de arte taíno fue la que logró Ramón Augusto Imbert Mesnier (18741907), quien nació y murió en Puerto Plata, tanto así que por lo menos dos tarjetas postales de principios del siglo XX mostraron su rica colección, la cual también fue reproducida en el “Directorio y Guía General” de Don Enrique Deschamps publicado en 1906.1 Su interés en recolectar piezas taínas lo heredó de su padre, el General y vicepresidente de la República, Segundo E. Imbert Delmonte, nacido en Moca en 1837 y fenecido en Puerto Plata en 1905. Un capitán inglés en 1876 donó al Museo Británico un dúho o asiento de madera “encontrado en La Isabela a 30 millas de Puerto Plata, en una cueva”, y que le había sido donado por el “General Segundo Imbert del Ejército Dominicano”.2 Ramón Augusto, el hijo del General, había encontrado un maravilloso Zemí de madera. Según el texto del catálogo de su colección, escrito a mano: “El ídolo de madera fue encontrado en una cueva en Loma Sucia por Juan Pedro Villamán y adquirido por Ramón Augusto Imbert en 1 2 3 4 5 1899”.3 En realidad esa loma está más cerca de Luperón que de La Isabela. Otras piezas de madera de su colección incluyen un dúho o asiento y cinco magnificas espátulas vómicas, utilizadas para inducir el vómito como paso previo a la inhalación de la cohoba, un alucinógeno que conducía al contacto con los dioses. De las cuevas cerca de La Isabela también salió un segundo zemí de madera, hoy en el Instituto Smithsoniano y conocido como el “Dios Perro”, descubierto antes de 1892. 4 Ramón Augusto Imbert Mesnier murió en Puerto Plata en 1907. Había casado con Aminta Peralta Poloney con quien procreó cinco hijos, uno de los cuales fue el padre de Antonio Imbert Barreras. 5 De la colección Imbert poco se supo después de la muerte de Ramón Augusto. Dejó de ser citada en publicaciones; excepto que una tarjeta postal que fue puesta en el correo en diciembre de 1920 reproducía el Zemí. Sería tan solo en 1970 cuando quien esto escribe fue contactado por un anticuario de New York, quien era dueño de la totalidad de la colección Imbert y la ofrecía por el precio de US$ Deschamps, Enrique. “La República Dominicana: Directorio y Guía General”. Barcelona, 1906, dos volúmenes. Fewkes, J. Walter. “On Zemis from Santo Domingo” The American Anthropologist, Vol. IV, Pag. 168, abril 1891. Fewkes, j. Walter. “The Aborigines of Porto Rico and neighboring islands”. 1907. Pag. 199. Fewkes, J. Walter. 1981, opus cit, Pag. 145-146. Arthur, Víctor. Mensaje electrónico a Bernardo Vega, enero 8, 2014. 250,000.00. La misma estaba en un almacén en Brooklyn. Tratamos de interesar al Gobierno Dominicano para que adquiriera la colección, pero sin éxito, como tampoco se logró entusiasmar a unos cuantos acaudalados dominicanos a quienes habíamos contactado al respecto. Poco se sabe sobre cómo y cuándo salió esa colección de Puerto Plata. Una persona viva y emparentada con los Imbert, preguntada sobre esas piezas respondió: “Siempre escuché que estuvieron en Puerto Rico con tío Cay” (un hijo de Ramón Augusto Imbert Menier llamado Segundo Imbert Peralta casado con Enoé Machado). “Creo eran originalmente de tío Augusto” (Augusto Ramón Imbert Peralta, quien había matado a Oscar Heinsen Villa en el Club de las Damas de Puerto Plata), pero no estoy totalmente seguro. Al morir tío Cay no 119 CP se quien pudo heredarlas, porque el no tuvo descendencia”. 6 Ya para 1985 el zemí, el dúho y las espátulas vómicas habían sido adquiridos por el muy conocido coleccionista de arte primitivo y moderno Merton Simpson, con elegante oficina en la avenida Madison de Nueva York. Ante una solicitud de cotización el zemí fue ofrecido por US $ 375,000.00, el dúho por US $ 150,000.00 y las espátulas por US $ 165,000.00. Si se compraba todo el precio se reduciría a US $ 550,000.00. 7 En el año 2000 Simpson mudó su galería de la avenida Madison a la zona de Chelsea en la calle 28. Murió a los 84 años en marzo de 2013, y ya en ese momento no había dinero con qué enterrarlo. Aunque la galería poseía millones de dólares en arte, no tenía efectivo. Dos meses después de su muerte, su hijo reportó que no podía seguir pagando el alquiler de la galería y que se corría el riesgo de que lo desalojaran del edificio y la colección quedara en la calle. Un juez decidió que el hijo de Simpson, un artista, no debería administrar la colección y nombró a un abogado experto.8 Pero en 1994 tuvo lugar en el Petit Palais de París una exhibición de arte taíno auspiciada por Jacques Chirac, entonces jefe de estado de Francia y gran admirador de las piezas taínas y el arte primitivo en 6 PC 120 general. Fue organizada por su gran amigo Jacques Kerchache, un coleccionista francés especializado en arte primitivo y consejero de coleccionistas muy importantes. Tenía galería propia. Luego sería encargado de organizar el museo del Quai Branly, el cual abrió sus puertas en el 2005. Como parte de su búsqueda por todo el mundo de las piezas taínas más importantes, Kerchache se enteró de la ubicación de la Colección Imbert en la Galería Merton Simpson. La compró para sí mismo, o para un coleccionista privado, pues en el catálogo de la exhibición en el Petit Palais el zemí y las espátulas vómicas aparecen como pertenecientes a un “Coleccionista privado de París”. El dúho aparece como “Colección privada” sin decir “París”, por lo que entonces podría aún pertenecer a la Galería Merton Simpson. En el año 2001, Kerchache fue asesinado en Cancún, México. El salón de lectura del Quai Branly lleva su nombre. Su heredera fue su esposa Anne. Toda su colección, unas 403 piezas, fue vendida en París en junio del 2010 por casi un millón de euros. Pero las piezas de la colección Imbert no aparecen en el catálogo. Pasaron a manos privadas entre 1994 y el 2010. Su paradero actual se desconoce, aunque se presume están en París. Mensaje a Carmen Imbert Brugal del 29 de enero de 2014 de Teresa Bobadilla, viuda de Ramón (“Moncho”) Imbert Rainieri, quien era hijo de Enrique Imbert Peralta, es decir nieto de quien acumuló la colección. Mensaje de Víctor Arthur a Bernardo Vega del 8 de enero de 2014. Cotización de la Galería Merton Simpson del 6 de junio de 1985. New York Times, marzo 25, 2013. 7 8 . Bernardo Vega Boyrie Nació en Santiago de los Caballeros, en 1938. Historiador, arqueólogo y economista. Cursó sus estudios en Downside School en Bath, Inglaterra, graduándose de economista en los Estados Unidos, en el Wharton School of Finance de la Universidad de Pennsylvania (Bs en Economía, 1959). Fue Gobernador del Banco Central y Director del diario El Caribe. Actualmente es Presidente de la Academia Dominicana de Historia, y autor de más de treinta sobre historia dominicana, cuatro de los cuales han merecido el Premio Nacional de Historia. Obtuvo el Premio Nacional Feria del Libro “Don Eduardo León Jimenes” en 2000 y 2005. Fue Director del Museo del Hombre Dominicano, y autor de siete libros de arqueología, uno de ellos traducido al francés por la UNESCO. Como economista es autor de ocho libros. Fue Embajador dominicano ante la Casa Blanca y director de la revista de periodismo investigativo “La Lupa Sin Trabas”. Ramonita M. Reyes Rodríguez, Ph.D Reseña del libro El lenguaje poético en El mar y tú de Julia de Burgos: de la estadística a la estilística de Alinaluz Santiago Torres, presentado en la Feria Internacional del Libro en la República Dominicana de 2014 E l libro El lenguaje poético en El mar y tú de Julia de Burgos: de la estadística a la estilística de Alinaluz Santiago Torres se publica acertadamente durante la celebración del centenario de la poeta que está muy presente en la memoria colectiva del pueblo puertorriqueño: Julia de Burgos, nuestra y de todas las letras hispánicas. Además de las partes como dedicatoria (a su hija Camila y a su hijo Humberto), una cita del escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, el libro, publicado por la Editorial Isla Negra de San Juan Puerto Rico, se compone de las palabras liminares de la autora escritas en el 2014, una introducción, también de la escritora, pero de 1986, el capítulo uno: Revisión de la crítica, el capítulo dos: Primera lectura de superficie: de la impresión a la corroboración, el capítulo tres: De la corroboración estadística al análisis estilístico, las conclusiones, la bibliografía y los apéndices dedicados a los datos estadísticos usados en el trabajo de investigación. En sus palabras liminares, la profesora Santiago Torres comienza diciendo: “Si escribir es volver a ver, entonces leer es mirar lo que otro vio.” Estas palabras le abren el camino para señalar que, con este trabajo, intenta detener la mirada en lo que ella vio hace ya varios lustros. Inmediatamente pasa a decirnos cuál ha sido su motivación y propósito: “…entregar en humilde homenaje una apreciación del poemario El mar y tú en la celebración del cumpleaños número cien de nuestra más bella poeta Julia de Burgos. Bella porque de belleza se trata, de una recuperación del misterio de las cosas, del existir mismo transformado, pura poesía.” También se propone dar a conocer algunas teorías, la metodología, los hallazgos y resultados que le permitieron 121 CP PC 122 acercarse a la poesía de Julia con respeto y rigor intelectual. El libro es su tesis de maestría, avanzados los años ochenta, del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. Según sus palabras ni ella ni su generación se habían conformado con estudiar la poesía de Julia hurgando en los pormenores de su vida; puesto que para Alinaluz Santiago Torres, la poesía de Julia de Burgos es de una riqueza tan extraordinaria, que había mucho más que decir. Según la escritora, gran parte de los estudios sobre la obra poética de Julia de Burgos estaban atados a la reconstrucción de su biografía y desde la década de los ochenta, ya Santiago Torres reconocía la pertinencia de estudiar la obra juliana trascendiendo esa mirada biográfica. Como trabajo de investigación, tomó como base algunos postulados de varios teóricos: Gilles Deleuze, importante para reconocer las fugas y sus devenires en Julia; Iuri Tinianov y Jean Cohen, estructuralistas que le proporcionaron el método. Concentró su trabajo en el universo léxico del poemario póstumo de Julia de Burgos, El mar y tú. Aparte de una anécdota muy interesante relacionada con Julia y la familia de Alinaluz Santiago, que preferimos dejarla para que la lean directamente del libro, señala que publica este trabajo con la ilusión de que se convierta en otro instrumento para nuevas miradas e interpretaciones de la obra artística de nuestra poeta. Además, adelanta algunos de los resultados de su trabajo investigativo, los que traeremos a consideración más adelante. Para terminar esta parte, entre agradecimientos, Santiago Torres homenajea, con esta publicación, al doctor Juan Antonio Rodríguez Pagán, intelectual puertorriqueño, a quien ella considera el más entregado estudioso del legado de Julia de Burgos y que tanto insistió en que ella publicara este estudio. Al revisar la crítica sobre la poesía de Julia de Burgos, uno de los hallazgos de la investigadora es la insistencia de establecer una correspondencia entre la poesía y la vida de la poeta. Esto, como método de análisis, trae como consecuencia clasificar su obra como trágica, intimista y de corte romántico, aunque se reconocía que en su poesía se manifestaba la influencia de sus poetas contemporáneos. Se imponía la anécdota al poema. Al recopilar sus propias datos biográficos sobre la poeta, Santiago Torres encontró que, precisamente, entre la clase trabajadora a la que pertenecía Julia, se le reconocía como un talento superior, es decir, como una extraordinaria poeta. Esta revisión de la crítica y lo anecdótico le sirvió para definir el objetivo de este libro: Para Alinaluz Santiago Torres ya era tiempo de estudiar la significación de la obra de Julia más allá de la reconstrucción de su vida. Tan temprano, como desde su escuela superior, se interesó en la obra de la poeta y desde ese momento ya pensaba en la posibilidad de aproximarse a su poesía de una manera diferente, menos intuitiva y con un carácter más científico. Para la escritora la clave que sostiene la poesía en El mar y tú es la búsqueda del yo poético. Los poemas se ordenaron en el libro, El mar y tú, de manera biográfica, es decir según la historia de amor vivida por Julia, lo que desemboca en un análisis lógico-biográfico, pero a nuestra investigadora del estudio que reseñamos le interesaba otro orden. Esto dio pie a la clasificación de todos los universos léxicos del poemario. De ello se obtienen las estadísticas al contabilizar adjetivos, sustantivos, adverbios y verbos. La revisión de la crítica no se circunscribe al poemario El mar y tú, pues también recoge la crítica que le antecede. No se utiliza como una manera de limitar el estudio sino que “nos demuestra esos pasadizos insospechados que tiene el lenguaje literario y, en nuestro caso que estudiamos poesía, el misterio de lo poético.” Desde la perspectiva de estudios basados en la vida y obra de Julia de Burgos, Santiago Torres destaca el trabajo de tesis doctoral de Ivette Jiménez de Báez, señalando que la considera, desde esa mirada y hasta ese momento, el trabajo más completo. Como parte de la revisión del estado de la cuestión de la poesía de Julia, considera como otro punto importante la crítica basada en su producción literaria hasta ese momento. Encuentra que, a partir de la muerte de la poeta, los intelectuales de la época se interesaron más en enaltecer su figura literaria. Cuando se premia su obra, por ejemplo, por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, algunos y algunas revisaron críticamente su poesía, desde el fondo y la forma. Como lo hizo Antonio J. Colorado, cuya tesis es que en la forma sencilla y espontánea de los versos es que reside el máximo valor de su poesía. Así se sumaron las voces de los que reconocieron a Julia como una poeta de gran calidad literaria, como Luis Hernández Aquino, crítico y poeta puertorriqueño reconocido. Muchas veces esta crítica estilística quedaba supeditada a la emoción. La escritora opina que aunque la poesía es emoción, esta no puede determinar la poesía y que mucho menos el análisis estilístico puede quedarse atado a ello. Dice que ha encontrado muy poca crítica que refute esas posiciones, entre estas está Diana Ramírez de Arellano, quien plantea que en Julia no se dio nada nuevo respecto a la forma ni tampoco en el léxico, al que considera bastante limitado y concluye que su importancia radica en plasmar, en su obra, su propio genio. Santiago Torres coincide con ella, en el sentido de que al lado de versos de sorprendente belleza o muy bien logrados existen otros menos afortunados, pero no porque esto fuese lo único que podría ofrecer Julia como poeta sino porque cree que Julia de Burgos fue ante todo una poeta popular. La escritora considera a José Emilio González como el estudioso que más empeño ha puesto en descifrar las claves poéticas en la obra de Julia de Burgos. Señala que logra fundir tanto el aspecto formal como el temático a través del análisis individual de cada uno de sus poemas. Torres Santiago indica que sobre la obra de la poeta, la crítica generalizada hace hincapié en los temas como la naturaleza, el amor, lo filosófico, la libertad desde diversas perspectivas, el tema político social. Sobre este último, algunos pensaban que su poesía es de igual valor artístico al compararla con la escrita sobre otros temas, mientras que otros pensaban que era de menor alcance al considerarla panfletista. Eliana Rivera estudia el yo poético como clave fundamental y lo hace desde los rasgos dialécticos que componen la visión de Julia como poeta. Santiago Torres cuestiona que, al final y al cabo, ¿cuál yo poético o no poético no es dialéctico? Otro estudio revisado es el de Elpidio Laguna Díaz, que trabaja el tema de la concepción del tiempo y de la muerte. Coincide con Laguna Díaz en que la poeta asume con su poesía una actitud de atravesar la muerte y seguir siendo más allá de esta y no el deseo de vencerla como muchos han planteado. Los temas de la soledad y el dolor son otros de los temas que han trabajado sus críticos desde diversos acercamientos. Sobre esto dice, la escritora, que Julia no solo vivió en soledad sino que la deseó y que, precisamente, es este tema uno de los más recurrentes en mucha de su poesía. Referente al dolor, Santiago Torres señala que la poeta lo conoció desde varias dimensiones: la pobreza, la indiferencia social, el desamor, el fracaso, la muerte y otras. Lo que redunda en una nota trágica en su poesía. Menciona que en aquellos trabajos críticos en los que se compara a Julia insistentemente con otras y otros poetas, Julia de Burgos sale airosa. Encuentra solo algunos comentarios poco favorables, sin 123 CP Ramón Oviedo PC 124 mayor relevancia, respecto al dominio de la forma. Se le ha comparado con Sor Juana Inés de la Cruz, con sus poetas contemporáneos y contemporáneas, Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de Ibarborou, Pablo Neruda, Luis Palés Matos, entre otros y otras. Alinaluz Santiago Torres señala, como nota interesante, la comparación muy positiva, que se hace entre Julia y los ganadores y ganadoras del Premio Nobel de Literatura, como Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Señala que, sin embargo, parte de la crítica insiste en su falta de dominio de la forma y de las técnicas poéticas. Ante esto la escritora levanta una interrogante: es Julia, ¿poeta popular o poeta culta? También se pregunta cuáles son los criterios para determinar lo que es culto y lo que es popular. Sobre la primera pregunta, si Julia de Burgos es poeta culta o popular, encuentra que no hay un consenso, pero sí unas tendencias. Por ejemplo, Cesáreo Rosa Nieves la llama la juglaresca puertorriqueña. Por otro lado, Santiago Torres señala que algunos críticos insisten en que existe en Julia una combinación de poesía culta y poesía popular, en la que convergen versos de extraordinaria belleza y valor literario al lado de otros cursis y hasta groseros. Para José Emilio González, en su emblemático poema “Río Grande de Loíza” se entrelaza lo culto y lo popular. Según la escritora, A Julia, por consenso general, se le considera como una de las poetas más importantes no solo de Puerto Rico sino de América. Es interesante el señalamiento de Santiago Torres respecto a la diferencia que establecía la crítica entre los términos poeta y poetisa para referirse a la poesía escrita por hombres y la escrita por mujeres. Partiendo de este discurso, mayormente comparaban su obra con aquella escrita por mujeres. Señala que es más significativo que en los años sesenta y setenta, todavía alguna crítica se refiriera a ella como poetisa, posiblemente influenciada por algunos sectores de los movimientos feministas que necesitaban destacar la participación de las mujeres. Para Santiago Torres esto limitó la humanidad de la mujer a la mujer y, como en el caso de Julia, la separa de los grandes poetas de su tiempo. Como contraste, dice la escritora que décadas antes algunas críticas, como María Teresa Babín, se refería a ella como poeta. Algunos insistían en llamarla la mejor, mientras otros como José Emilio González la consideraba una de las más importantes, a lo que se suma la escritora Santiago Torres y la llama poeta, como un acto de justicia. El poemario, El mar y tú, recoge poemas escritos entre 1939 y 1953, de los cuales solo algunos aparecieron publicados en periódicos. Santiago Torres dice que algunas voces de la crítica, como Margot Arce, pensaban que era la obra más perfecta de la poeta. Otras, basándose en el tema de la muerte, adjudican un tono existencialista y una visión pesimista como tendencias predominantes en este libro. Pero, según la ensayista, el valor del libro no puede atribuirse a esas dos características. En los estudios estilísticos se habla sobre la ausencia de depuración artística, mientras que en los temáticos, como los de José Emilio González, se destaca la reelaboración del mito del agua y la invención del mito de la muerte. En otros estudios más someros se planteaba que la superioridad del libro estriba en ser producto del tiempo transcurrido antes de su publicación. Para la escritora, el estudio más interesante es el de Ivette López Jiménez que se refiere al tema de la dualidad poética, lo que le parece un acercamiento preciso e innovador en el análisis de El mar y tú. Para Santiago Torres, la crítica ha clasificado a la poeta como clásica romántica y vanguardista, insistiendo, en su mayoría, en la vena romántica que permea en El mar y tú. Cesáreo Rosa Nieves señala los poetas que la crítica nombra como las influencias de Julia: Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Rafael Alberti. En el capítulo II, Primera lectura de superficie: de la impresión a la corroboración, Santiago Torres establece que tanto el título del poemario El mar y tú como los subtítulos de la primera parte, Vidas sobre el pecho del mar y de la segunda, Poemas para un naufragio, sugieren las claves temáticas que predominan en el libro. En el que la imagen del mar y, todos los elementos relacionados con este, son el referente espacial para sus sentimientos, lo que es vital para la poeta. Según la investigadora, estos sentimientos se multiplican después de la experiencia del amor, que se descubre a través de un Tú que será el mar y el mar que será un Tú, en un espacio temporal acrónico o el no tiempo. Luego pasa al análisis de los poemas, la primera parte sugiere la personificación del mar y el tiempo en el que está ese mar. Es el tiempo de alzar velas, de movimientos. Encuentra que de los veintidós (22) poemas que componen esa parte, siete (7) de ellos incluyen en sus títulos la referencia directa al mar o elementos relacionados a este. En algunos, el mar es el amado y el amado es el mar, mientras que en otros la voz poética es el mar debido a que tiene su misma fuerza o pasión. En todos los poemas, de alguna manera u otra, la metáfora del mar es una constancia, algunos con un matiz de tristeza, desilusión, o ausencia que auguran la muerte. A veces, se insiste en la metáfora del mar como símbolo de amor o se trabajan metáforas que surgen desde los puntos vitales de la naturaleza, como cielo, luz, alba, pájaros, montañas y, siempre, el agua. Según la escritora, entre estas imágenes se encuentra el tema del tú, ya sea en alusión directa al amado o solapado entre las imágenes de alegría o tristeza. Este tú que, en los poemas iniciales de esta primera parte se refieren al amor pleno y libre, ya siente el zarpazo del dolor. No se trata 125 CP Ramón Oviedo PC 126 solo de la pérdida del amor, también es el dolor de la existencia misma hasta el presagio de la muerte. Señala que es, precisamente, “Canción amarga” el poema que recoge lo antes expuesto: sobrio, de estructura formal notable, de escasas imágenes poéticas, tal vez, por eso efectivas. En la segunda parte ya estamos frente al tema de la muerte, destacándose la idea del dolor agónico, no de la muerte, sino de la vida. En la tercera, que consta de dieciséis (16) poemas, solamente el primero alude al mar, el tú se proyecta como algo perdido y los demás poemas hablan de frustraciones, angustia, soledad y muerte, tanto del alma como la física. En “Poema para mi muerte” se recogen todos los temas e imágenes usados por la poeta, a modo de recapitulación al acercarse a la muerte y en el verso final del poema, el preciado título de poeta. Alinaluz Santiago Torres no comparte la opinión de que Julia y su obra son adelantadas a su época, puesto que pensaba que ella supo asumir la sensibilidad artística de su momento y también las tendencias vanguardistas que se proyectaban a través de esa sensibilidad. Sugiere indagar en la historia de la música de los años treinta (30) a los cincuenta (50) para analizar aquellos aspectos comunes a la poesía de Julia. Lo que podría corroborar su sospecha de que Julia es una poeta de sustrato popular, y, que su “alter ego” pudiese ser la cantante y compositora puertorriqueña Sylvia Rexach. Aclara que al compararlas, Julia en su poesía adquiere un matiz más ilustrado, sobre todo en la combinación de las imágenes poéticas. En su análisis, la investigadora encuentra que la poesía de Julia tiende a ser de versos libres, sin un patrón en la métrica, excepto en contadas ocasiones. Es una poesía de tendencia vanguardista que busca el ritmo dentro de ella misma y no forzado ni por la rima ni por la métrica. Sus imágenes parten de sus claves temáticas, como el mar, el río y su inspiración primordial es el amor. Santiago Torres se pregunta si un análisis estadístico detallado la llevaría a descubrir otras perspectivas de los temas y de las imágenes que los expresan. Para contestar esta pregunta, en el capítulo III, la autora se propone analizar los poemas del libro El mar y tú basándose en los resultados del minucioso análisis estadístico al que se sometieron. Se clasificaron setenticuatro (74) universos léxicos, los cuales se agruparon en siete (7) grupos temáticos: mar, tú, tristeza, muerte, pájaros, yo-mi, y otros temas. Se observó la relación de estos con el universo léxico en torno al cual se transparenta la poesía. A su vez, propone analizar la relación de esta individualidad con los poemas de temática común y con la totalidad del poemario. La escritora analiza los poemas desde el punto de vista de la forma, fuerza temática y, desde luego, claves como el mar, tú, la muerte, la vida, amor, la naturaleza. También estudia las imágenes, con atención a la metáfora y encuentra que la relacionada con el mar es una de las más recurrentes. Estudia los recursos de estilo, desde los signos de puntuación hasta la rima y las formas estróficas. Señala que, en algunos casos, el vocabulario es repetitivo y limitado, que el tono predominante en El mar y tú es la tristeza, agazapado como sombra presente aun en los poemas con los momentos más plenos. El yo poético es el eje central de todo el poemario, lo que se demuestra estadísticamente, el que busca definirse y trascender en sus fugas hacia la muerte. Una vez concluidos los tres capítulos, Santiago Torres establece las conclusiones. Lo primero en puntualizar es la idea principal que ha arrojado su investigación sobre el poemario El mar y tú: “La poesía es el devenir que Julia de Burgos escogió para seguir siendo después de la muerte”. Reitera que la interpretación de los datos estadísticos dentro de su contexto poético es la herramienta que le ha permitido un análisis más preciso de la poesía de Julia. 127 CP PC 128 Concluye que la poeta expresa su yo marginado, desterritorializado, marginalidad que asume con su soledad, buscando una fuga o huida hacia la territorialización para poseerse a sí misma. Para esto el recurso será la metáfora, su punto de partida y de llegada, pues para Santiago Torres, Julia encuentra su estilo a través de las metáforas, las cuales mucha de la crítica han clasificado como surrealistas, y nuestra escritora piensa que, sin duda, plásticamente podrían serlo. También indica que la metáfora en su poesía siempre recuerda un sentimiento trágico y de tristeza, pero no es de autodestrucción: es la trascendencia hacia otras realidades partiendo desde la realidad del dolor. Además, señala que sus metáforas se desprenden de un léxico limitado en el que predominan los sustantivos, mientras que el uso de las formas verbales, que son sencillas, es relevante porque le permite a la poeta ubicarse en una concepción muy especial de la temporalidad, un tiempo que se mide por intensidades. Santiago Torres concluye que las formas tradicionales no es lo que prevalece en el poemario El mar y tú, la rima siempre es libre y rara vez cultiva versos de metros de corte tradicional. En el aspecto formal de su poesía lo que resalta, sobre todo, es la imagen y, también, las tendencias vanguardistas de la época. Para ella, Julia de Burgos creó su estilo, experimentó con ella misma, asumió su soledad sin crear una escuela ni pertenecer a ninguna. Tampoco la investigadora cree en establecer la dicotomía entre mujer – poeta, pues para ella son muchas las julias que conviven y luchan por ocupar su espacio. Concluye que es la poeta misma la que las reconcilia, en su multiplicidad, a todas, llamándose poeta porque en la poeta están todas. En conclusión, Alinaluz Santiago Torres alcanzó sus objetivos y propósitos propuestos al estudiar el poemario El mar y tú de Julia de Burgos, distanciándose de los estudios novelados, biográficos y anecdóticos para entregarnos, ahora, en su libro, una mirada novedosa realizada en los años ochenta (80) Es sumamente importante indicar que ya, desde ese momento, Santiago Torres había entendido que la poesía de Julia tenía que estudiarse a base del rigor intelectual, analítico e interpretativo para redefinirla como expresión artística. Nos parece pertinente destacar la revisión de la crítica sobre la obra de Julia. Santiago Torres, no se circunscribe a resumir lo que señalaron otras voces, sino que es un estado de la cuestión comentado. Constantemente se oye la voz de la investigadora, que con la agudeza intelectual de quien escudriña y analiza lo que tiene ante sí, hace partícipe al lector o a la lectora de un ejercicio consciente de ponderar el discurso de otras voces, sobre la obra poética de Julia de Burgos, hace décadas atrás. A veces concuerda con este discurso, otras difiere, lo cuestiona en ocasiones y no desperdicia la oportunidad para sugerir, como buena investigadora, otros posibles estudios. Con esta manera de abordar los estudios críticos de la obra de Julia, problematizándolos, consigue que desde el primer capítulo nos vayamos “atornillando”, en un ejercicio de carpintería, como decía Gabriel García Márquez, a la lectura del libro. El análisis e interpretación de los poemas se logra con profundidad, se respaldan las ideas con los textos y con los datos estadísticos obtenidos para estos fines. Ideas que podemos seguir, fácilmente, por la manera acertada en que están estructuradas y por el hábil manejo del recurso lingüístico de la escritora, ideas que se desplazan coherentemente por las páginas para adentrarnos en su mirada interpretativa. Esta nos va inquietando con sus sospechas y cuestionamientos para, al final, alumbrarnos el camino y también lanzarnos a otras posibilidades de búsquedas. Finalmente, el riesgo que constituía para la escritora publicar lo que escribió hace varios años, ha tenido un saldo feliz, porque este libro, se convierte, por la calidad extraordinaria de su análisis riguroso, en una referencia obligatoria, para quienes deseen o queramos estudiar la obra artística de Julia de Burgos. 129 CP . Ramonita Mayté Reyes Rodríguez Nació en Juncos, Puerto Rico. Es investigadora y catedrática del Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico en Humacao. Obtuvo su bachillerato y maestría, en artes del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, y su doctorado en filosofía y letras, con la distinción de “summa cum laude”, del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, con una especialidad en literatura puertorriqueña y caribeña. Ha publicado algunos de sus trabajos en revistas arbitradas, como Cuadrivium, del Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico, en Humacao. Fernando Cabrera Sobre Mapa al corazón del hombre, de Carlos Roberto Beras Gómez P PC 130 ara aquellos apegados a objetividades, nuestra capacidad de accionar y reaccionar ante las circunstancias anida en el cerebro. Aun siendo esto un hecho científico irrefutable, lo cierto es que aún muchos preferimos preservar la hermosa metáfora del corazón como motor de las esencialidades que nos hacen especiales entre los seres vivientes. En realidad, la humanidad siempre ha estado a gusto con las bondades simbólicas insustituibles del corazón. Vale recordar que nuestros ancestros lejanos –y aún los últimos caníbales caribeños– ofrendaban o consumían los corazones de sus guerreros, para contagiarse de sus cualidades extraordinarias. Nos importan las cosas del corazón por el simple hecho de que si éste deja de latir indefectiblemente perece. El cerebro puede sufrir algunas atrofias terribles y seguir funcionando aunque queden inhabilitadas algunas de sus capacidades críticas, pero el corazón jamás puede abandonar, si no para morir, su única función orgánica de bombear sangre oxigenada hasta cada una de nuestras células. Con sobradas justificaciones, el cerebro puede considerarse centro (¡cuánta tentación de decir “ considerarse corazón”) del cuerpo que lo cobija. Mas, el alma, esa etérea entidad que los versículos de Dios y los versos del hombre nombran, dueña de nuestra aspiración de eternidad, pertenece exclusivamente al corazón. Y es que ese simple órgano, músculo débil ante las tentaciones y las virtudes, se transforma en indomable acero cuando el Ser que lo contiene lo requiere. Basta una amenaza a su integridad, un intento de acorralarlo, para que a fuerzas de acelerar su paso, inunde de adrenalina el torrente sanguíneo, desatando una furia insospechada y un desinteresado amor que todo lo puede. El mayor tesoro para nosotros es, pues, el corazón; tanto por lo que anatómicamente hace, como por lo que simbólicamente representa. A los tesoros –y esto lo saben Francis Drake y los demás piratas–, sin importar si son tangibles o inmateriales, hay que cuidarlos. De ahí que deban estar convenientemente camuflados. A más preciados los tesoros, como el corazón, mayores han de ser las salvaguardas contra todo tipo de codicia; más recónditas, herméticas e inextricables, las fortalezas y los códices que los guarden. Enterrarlos siempre será una buena opción, pero también confundirlos entre baratijas puede despistar a ojos intrusos. La estrategia adecuada (y para determinarla no hay necesidad de recurrir a Maquiavelo ni a Sun Tzu en sus artes del poder y las guerras) será la que mejor acomode a cada quien, según sea su personalidad discreta u osada, pasiva o agresiva. Carlos Roberto Gómez Beras, es de los últimos; desde su piel de león, apremiado por una salvaje –y a la vez ingenua– valentía, nos reta a llegar hasta su corazón que, en su poemario “Mapa al corazón del hombre” poesía 2008-2012, ha camuflado tras lo evidente. No sin malicia, en manos conocidas y extrañas, ha depositado las cifras hacia su esencialidad más cara. En bandeja nos ha brindado una guía completa, un cuaderno de bitácoras atiborrado de letras sobreimpresas, subrayadas, en itálicas y con fulguraciones palpitantes de neón. Obvio, trampas hay. No obstante la provocativa transparencia de sus versos breves, coloquiales, del prosaísmo ocasional en su aliento figurado, el autor obliga a un arduo peregrinaje de signos regados en las entrañas de las grandes islas caribeñas de su lengua, a ser superado sólo por los más aptos. Los que opten aventurarse por su sensibilidad deben evitar, cual me ocurrió inicialmente, la natural tentación de prestar atención únicamente a las manifestaciones de su habla, necesariamente boricua porque en esa tierra del edén su pasión poética tuvo origen. Como veremos adelante, otras raíces hay que cruzan los mares. En cuanto a lo primero, es claro que la pertenencia de este poeta a la tradición literaria puertorriqueña no sólo es inevitable, también imprescindible. Basado en una lectura comparada de este poemario con parte de la producción Letra viva: Antología, 1974-2000 publicada por la Colección Visor de poesía, del excelente poeta puertorriqueño –amigo por demás– José Luis Vegas, me atrevo a sugerir algunas características que Carlos Gómez puede haber heredado de su patria de domicilio: lírica breve, discreta celebración erótica, melodiosa picardía atenta –con posmoderno fervor– a las cotidianidades; numeraciones, definiciones (como eco de una academia vital) y acumulaciones emocionales a flor de piel; asimismo, la reivindicación ocasional de recursos clásicos como la rima; la valoración poética de objetos, lugares y atmósferas; y un fraseo coloquial (que, en el caso de Gómez, rehúye a la coma). El poeta adiciona un decir políglota (hay varios poemas escrito o traducidos al inglés en esta publicación) común a muchos poetas actuales, incentivado acaso por la dinámica sociopolítica de la isla. Veamos un poema que, 131 CP entiendo, manifiesta algunas de las características referidas: A mi patria de dulces costumbres urbanas A mis sótanos más húmedos a mis esquinas prohibidas ha llegado una mujer que no conozco. Su cuerpo es un largo territorio de donde no regresaron aedas, ilusionistas y chamanes. Sus ojos son dos pozos donde reposan confundidas otras almas. Tal vez ella es la pesadilla que de niño presagió la caída, el golpe y la cicatriz. Tal vez ella es el sueño que de adolescente anunció el goce, el licor y los buenos amigos. Nunca lo sabré (estas cosas están vedadas a los hombres que aman). Quizás lo sé y por eso, en vano, he mentido. PRÓLOGO Conocí a Yemayá en un autobús de La Habana. Ella iba a un encuentro con dios. Yo, a un diálogo con el infinito. 1 La casa de Yemayá tiene dos balcones opuestos. Desde uno ella observa el cuerpo y sus caídas, desde el otro, las migraciones del espíritu. 2 Yemayá tiene tres jardines. La niña que domestica los Hexámetros. El arcoíris que conduce las Leyes. La cicatriz que deja la Utopía. 3 Yemayá habla el idioma de los ausentes. Sus “emes” se estiran como gatos imposibles. Sus “erres” abren surcos en la tierra nocturna. Sus “eses” se deslizan como húmedas serpientes. ... (La extranjera, poema de la primera parte titulada “Las coordenadas del beso”) PC 132 Tampoco los ojos del lector, al buscar las claves de la poesía de Carlos Gómez, han de posarse exclusivamente en los trazos de las utopías ideológicas –adornadas incluso con nombres de revolucionarios sonoros– del antiguo sistema socialista aún arraigado en la exótica isla de Juana. No deben dejarse distraer por los atractivos sepias en las paredes de las estampas suspendidas en los años cincuenta; ni obnubilarse con la exuberancia de su barroco universo africano y judeo- cristiano, ni con las armonías de sus trovadores expertos en acomodar sus cuerdas vocales al rasgueo de acústicas guitarras romanceras; tampoco con la irresistible luz que juguetea sobre las broncíneas curvas de sus diosas blancas, negras y mulatas: 11 Yemayá y yo llegamos una tarde a la cima de La Cabaña. De un lado se escribía el poema de la ciudady del otro se cantaba el océano de la poesía. EPÍLOGO Conocí a Yemayá en un autobús de La Habana. Ella se bajó en el Malecón para subir a Ávila y yo continué de regreso al olvido. (Fragmentos de 14 Romances imperfectos contenidos en la tercera parte del poemario titulado “Pequeños cantos de Yemayá”) También es necesario –aún más, urgente– seguir la trayectoria del sol y los rastros de sal en las olas y en las arenas extremadamente blancas de las playas orientales de Quisqueya (media isla de identidad rumbera y dicharachera fatalmente agraviada por sátrapas y demagogos), en donde el poeta jugueteaba en sus años de infancia. El lector debe hacer esta tarea genealógica para comprender el origen del minucioso plan con el cual fueron concebidos estos poemas, deuda adquirida con la tradición de poetas dominicanos fanáticos de Homero, Whitman y Neruda (“Ay, nosotros, los de entonces, / ya no somos los mismos”, cita nerudiana del poema 2:25 A.M) que aún procuran por separado –a principio de la tercera edad del planeta– escribir la última epopeya; que atesoran horas eternas definiendo, en sus mismos versos, variopintas teorías poéticas, y se regodean en extensas elucubraciones, tanto líricas como épicas, en las que sueñan con organizar el caos material y espiritual del mundo posmoderno. En definitiva, herencia dominicana en Carlos Gómez es su intención de dotar de estructura y aliento sostenido su poemario, palpable incluso en conjuntos de poemas breves como los romances de Yemayá ya citados(vale destacar en estos romances las gratas resonancias de los textos de Yelidá, extraordinario poema extenso del santiaguero Tomás Hernández Franco). A continuación un fragmento de un poema escrito a partir de la nostalgia de su lar natal: Este poema pudo haber sido una piedra lanzada al río. Sus verso, espuma blanca en el agua verde. Sus silencios, hojas detenidas bajo una rama. En la corriente, nosotros y ellas, éramos peces sin sexo cubiertos de una sola escama tostada, desnuda, lúdica. El pueblo era un gesto que se abría sin tregua hacia una primavera infinita de caballos silvestres que a su paso olvidaban esmeraldas húmedas y tibias, de panes que nacían bajo la leña con un hilo umbilical como niños tiernos, de vinos domesticados en oscuras botellas por una mujer mansamente abuela, de bares donde Serrat era una voz anónima que unía hombres rústicos y mujeres en celo, y de dos ríos que se encontraban en un abrazo milenario mientras salpicaban sus nombres: Seibo… Soco… Seibo… Soco… hasta que la cópula de un embudo fresco y claro los hacía uno para siempre… (Fragmento del poema titulado El río es un poema que nos escribe por dentro… que inicia la parte VII, y última, que nombra al poemario) En fin, las claves poéticas de Carlos Gómez hay que buscarlas en Puerto Rico, Cuba y República Dominicana, las tres antillas hispánicas. Este poeta, reitero, ha tomado de la primera el lirismo de los diálogos urbanos y cotidianos; de la segunda, la pasión social, marxista a veces, y el sincretismo de creencias; de la última, pero no menos importante, su inclinación al arduo oficio y a los símbolos, al esfuerzo estructurado, a las composiciones de largo aliento. Conocer estas claves, sin embargo, no finiquita el peregrinaje del lector, la búsqueda del camino correcto a las interioridades del poeta. Aún debe viajar a otras emociones viscerales y recuerdos, visitar de sus manos, ciudades continentales, exóticos bares, habitaciones y atmósferas foráneas; también amar con él mujeres entrañables que signaron de placer y ternura su sensibilidad. El lector ha de descubrir, más allá de los referentes geográficos, la apropiación que hace el poeta de pensamientos de mayor universalidad, que abren ventanas interiores de raigambre filosófica (cual 133 CP Ramón Oviedo PC 134 atestiguan los textos de la parte nombrada Seis Postcards, enviadas desde ninguna parte y sin destinatario preciso) que invitan a reflexionar acerca de tópicos axiales como el amor, los ideales, el pasar del tiempo y la muerte. De ahí el aire vago, genérico, que los títulos de este acápite desprenden: “Desde lo que rectificamos”, “Desde lo que creemos perdido”, “Desde lo que no existe”, “Desde una frontera que es caricia”, “Desde el paréntesis de los labios”, “Desde lo que nos hace regresar”. Hablamos de poemas que contienen, como caleidoscopios, pedazos de memorias, ristras de una autobiografía emotiva sin fronteras de un poeta que confiesa estar de vuelta en todo. Es evidente que Carlos Gómez tiene alma de narrador, no por la prosa poética presente en algunos textos incluidos en la sexta parte de su libro, titulada “Glosa, prosa, verso, poesía”, sino por su vocación de ir contextualizando, mediante descripciones secuenciales de hechos y atmósferas, objetos y perfiles de caracteres. No escatima letras para llevar el lector, como en los cuentos, al clímax. También es notoria la condición de editor del poeta, palpable en la bien cuidada factura del volumen y en el acierto de elegir para la portada una excelente fotografía, autoría de Pascal Fallot, de unos fantasmales rieles de tranvía eléctrico que recogen la nostalgia de los poemas, tanto en sus tonalidades grises y azules de la primera piel, como en los ocres pasionales de la piel oculta. En definitiva, conquistando o no todas las claves puestas por el poeta, por muchos motivos, resulta un reto agradable abordar este Mapa al corazón del hombre, toda vez que se lee de un tirón, al ritmo que, en mañanas y atardeceres fríos, impone una humeante tasa de café o chocolate. . Fernando Cabrera Poeta, pintor, crítico y ensayista. Es presidente de Casa de Arte de Santiago. Fundó y dirige el Festival Internacional Arte Vivo. Es Premio de Poesía de Casa de Teatro por su libro El árbol (1992), Premio de Poesía de la Universidad Central del Este (UCE, 2001) por Destierro-Curriculum vitae, Premio de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU, 1996) por Ángel de seducción, Premio Nacional de Ensayo en 2008, por Utopía y posmodernidad. Poesía finisecular dominicana y en 2012, por Ser poético. Ensayos sobre poesía dominicana contemporánea. Es además autor de Planos de ocio (1990), Trébol de cuatro hojas. Poesía completa (2011), y editor de: Santiago de los Caballeros. Visiones y latidos de la ciudad corazón, en 2012, y de Poetas dominicanos. Voces con un merengue al fondo. Antología, Monográfico, Revista Blanco Móvil No. 110, México, 2009. 135 CP Alberto Martínez-Márquez LA ESTETICA OBJETUAL DE PEDRO ANTONIO VALDEZ EN NATURALEZA MUERTA Y OTROS LIBROS P PC 136 edro Antonio Valdez, nacido en La Vega en 1968, es uno de los escritores más prolíficos de la República Dominicana. De igual manera, es uno de los autores dominicanos que ha tenido una exitosa proyección a nivel internacional. Su vasta obra literaria recorre prácticamente todos los géneros: narrativa, ensayo, poesía y teatro. A través de su trayectoria literaria tiene varios premios a su haber, como el Premio Nacional de Novela por Bachata del Ángel Caído (1999), Carnaval de Sodoma (2002) y la Salamandra (2012); Premio Nacional de Cuento por Papeles de Astarot (1992); Premio Internacional Alberto Gutiérrez de la Solana por su obra teatral “Paradise” (1998); y el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Central del Este (UCE) en 2002 por su poemario Naturaleza muerta. La presente edición de Naturaleza muerta y otros poemarios, publicado por la Editorial Isla Negra, está dividida en tres libros. El primero, que lleva el título homónimo; el segundo, intitulado Versos asesinos; y, el último, Versos virtuales. La experiencia diaspórica, el mundo cibernético y el tema de la muerte se dan cita en esta poesía, a fin de trastocar nuestras señales de ruta, de desordenar la brújula de nuestros sentidos, y mostrarnos un mundo caosmósico del que sólo podemos redimirnos por medio de la palabra. La poesía objetual de Pedro Antonio Valdez toma como punto de partida el drama tragicómico de nuestra realidad cotidiana y lo convierte en imágenes poderosas que se tornan en instancias reflexivas. Derivo aquí el concepto de lo objetual del teórico de las artes español Simón Marchán Fiz, que establece lo siguiente: “Frente a la vida cotidiana y al trabajo alienado se propugna un juego lúdico con objetos y fragmentos de la realidad portadores de significados sometidos a un proceso de degradación semántica y social” (257). En el devenir de estas subjetividades cosificadas y espacios deshumanizadores (sean éstos geográficos, aparenciales o conceptuales), la palabra poética de Pedro Antonio Valdez serpentea más que sinuosa, rizomática, por el mundo de la vida, ese “mínimo común de los mortales” (59), como le ha llamado André Breton, a nuestro tránsito en el mundo. Los poemas que conforman la primera parte, Naturaleza muerta, deben concebirse como un viaje por la urbe neoyorquina, en el que la diáspora, como experiencia histórico-cultural, se muestra como el motivo situacional del que emergen los poemas. Aquí la ciudad enajena, margina y destruye. Es necesario destacar aquí que el término “Naturaleza muerta” se utiliza en las artes plásticas para designar a aquella composición pictórica (en especial en la pintura), que congrega objetos inanimados sobre una mesa: frutas, flores, vasijas, etc. De forma análoga, Valdez coloca y descoloca voces, cuerpos, lugares, objetos, acciones, plasmados sobre el acerbo lienzo de la urbe. El poema que inicia esta sección lleva por título “Poetas en Nueva York” (17). Hay aquí una evocación de Poeta en Nueva York, libro fundamental de Federico García Lorca, escrito en esa ciudad entre 1929 y 1929 y publicado póstumamente en 1940. Precisamente, hay un verso en el poema de Valdez que lo menciona: “Re- cordaréis a Lorca en Times Square y su estrella sin fugar/ aun dada la muerte: ese vino de paso.” El poema del dominicano me parece una reescritura del poema de Lorca, que deviene en lo que Harold Bloom denomina como Apofrades o el retorno de los muertos. El autor de La angustia de las influencias articula el concepto de esta manera: Es posible que la obra de un poeta fuerte sea la expiación de la obra de un precursor. Pero parece más probable que las visiones posteriores se purifiquen a costa de las anteriores. Sin embargo, los muertos fuertes regresan, tanto en los poemas como en nuestras vidas y no retornan sin oscurecer a los vivos. El poeta fuerte totalmente maduro es particularmente vulnerable a esta última fase de su relación revisionista con los muertos. Esta vulnerabilidad se ve más en los poemas que buscan una claridad final, que tratan de ser enunciados definitivos, testamentos de la parte única del don del poeta.. 164 Marinado en el intertexto lorquiano, los poemas de Pedro Antonio Valdez adquieren un tono exhortativo: “Dichosos los poetas que vienen de paso a Nueva York/ y a no quedarse” (17). Aquí se manifiesta el deseo por la transitoriedad como un estado óptimo o proyección utópica. Por ello, al “vino de paso,” el poeta implícito opone la distopía de “ese vino de quedarse,” que es el estado de la permanencia, el cual acarrea una esterilización la presencia “en letreros de fábrica y envases de bodega.” Esto no es otra cosa que la muerte de la subjetividad. Adviértase, pues, el tono prácticamente elegíaco que adquiere el poema, cuando enuncia: hay en este huerto una flor insepulta que se vuelve ceniza de soñarla entre las manos, ganas de no ser, maniquíes tan humanos que urgen decir i’m sorry como el fuego… 137 CP El poema también debe leerse simultáneamente como un ars poética homilética, reminiscente del Sermón de la Montaña que figura en Mateo 5, 3-12, conocido como “Las Bienaventuranzas,” es un intertexto incuestionable en el poema. Pero vista desde una perspectiva secular, la apofrades o el retorno de los muertos que exhibe este poema, insinúa los peligros de padecer la ciudad, que llevaría al acabamiento del poeta, y por ende, la cesación de la propia poesía: Dichosos los poetas que desconocen este huerto, porque Nueva York no sólo pudre hombres, sino también dioses diminutos. Humor, ironía y sarcasmo recorren como fantasmas la poetización del mundo virtual que tiene lugar en el segundo libro que compone este volumen, intitulado Versos virtuales. Distinto al libro anterior, tanto en estructura como en lenguaje, estos poemas surgen como un monochat torrencial, en el que discurre los pensamientos de un poeta implícito abrumado por una amante imaginaria, llamada Covergirl. Pedro Antonio Valdez se instala aquí en la órbita de lo postmoderno, accionado por la máquina (abstracta) del deseo, que afecta los niveles cognitivos, afectivos, sociales y materiales del individuo (35). A la luz de esto, véase el primer poema: PC 138 3 días es lejos, Covergirl. No te hallo disuelta en los chatrooms con tus dedos de rosa diminuta golpeando suavemente algún teclado que, en verdad, no sé si está en Bangkok o en la Cunchinchina o en el apartamento 4G que está aquí al lado. No arde en mi corazón tu lejanía, queman sin un encuentro estos 3 días, porque en el cibermundo que nos une, la distancia no se mide por espacio, sino por tiempo. (163) Imbuido en el mundo de la hiperrealidad, el poeta implícito intenta resarcir su propia angustia existencial al proyectarla sobre la idealidad del espacio cibernético. El mundo alucinante de la simulación disuelve la realidad en “el flujo discontinuo del presente perpetuo” (Storey, 171). De ahí que el poeta implícito pregunte: “¿Verdad que, online, la vida duele un poco menos?” (167). Cabe destacar que el cariz performativo de estos poemas nos da una fragmentación de la subjetividad. En el poema que sigue, hay un planteamiento de corte filosófico sobre lo que es la realidad virtual: ¿Realidad virtual? La mañana lo aparta del sueño & de la cama. Le limita el cuerpo entre el sombrero, las gafas & el viejo traje de ir a trabajar contra las puertas. La realidad empieza alrededor a adquirir formas: la calle que se concreta a cada paso, se desvanece & se vuelve a endurecer a la siguiente caída del zapato; los edificios que se estiran hacia arriba & parecen desplomarse empujados por las nubes; los autos que semejan desplazarse sin hombres que los empujen ni el acarreo de caballos dementes; puertas que no abren a golpe de nudillos, como si fueran paredes con serio conflicto de identidad; una mujer a la que el viento alza la falda, mas no se le ve nada, porque la mujer es de mentira; un plato de sopa que cae de la mesa & se separa de sí mismo fragmentado, urgentemente; las manecillas que han ido arrastrando el día, mudándole de color, obscureciéndolo. & la noche lo atrae de nuevo al sueño & a la cama. Lo libera del sombrero, de las gafas, del viejo traje, & le deja cerrar los ojos para llenarse de sombras & dudar de que aquella realidad haya existido. (170-171) Finalmente, el tema de la muerte cobra particular relevancia en el último libro, Poemas asesinos. El tono exhortativo de Naturaleza muerta regresa en el primer poema, intitulado “Shinobis”: “Andemos con cuidado/ todo se ha llenado/ de los amos de la muerte” (179). Una vez más, la estética objetual de Pedro Antonio Valdez nos obliga a mirar, literalmente, las escenas que acontecen en estos poemas. “Andar con cuidado” es mirar hacia todos lados. El motivo de la mirada está muy presente aquí. El poeta quiere que seamos precavidos, pero también nos invita a ser testigos de estos momentos y situaciones: Hubo una mujer en la noticia a la que el ex la amarró con alambres estrellados, tomó unos alicates y la fue mordiendo pulgada a pulgada delante de un hijo de seis años, al que mandó a la escuela, normalmente, con el encargo de que si hablaba al regresar le haría igual pero en menor tiempo por ser su cuerpo más pequeño. Y el de seis no aguantó el miedo y decidió contarlo como un chiste en el recreo. De la mujer solo sobrevivió el horror y lo poco que no le mordieron. Pedro Antonio Valdez nos presenta una realidad escalofriante, en la que la violencia va en escalada y la que nos contiene a nosotros como sujetos sociales dentro de un túnel sin salida. El lirismo crudo de estos poemas es la mímesis directa de la muerte descarnada que nos arropa a diario, y que nos hace tanto víctimas como victimarios. Véase el poema “Gramática criminal”: Yo asesino. Tú asesinas. Él asesina. Nosotros asesinamos. Vosotros asesináis. Ellos asesinan. Asesinar es un verbo gramaticalmente legítimo. Asesinar se conjuga como amar y, como en el amor, . se requiere que al menos haya dos. Se conjuga a diario a la luz y a la sombra, en el aposento y en la calle. Se desconoce qué es más horrible: si conjugarlo siendo uno el sujeto o el predicado. (190) Para concluir, Naturaleza muerta y otros libros de Pedro Antonio Valdez, apela a una poética objetual, que partiendo de realidades individuales y colectivas, nos adentra en los densos territorios y oscuros territorios de la experiencia humana. La compleja sencillez de su lenguaje poético, fuerza al lector hacia la búsqueda constante de significados, en los que se recrea el poema incesantemente. . Alberto Martínez-Márquez Poeta, ensayista, dramaturgo y editor. Cursó estudios en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, donde obtuvo su grado de Bachillerato en Artes en 1989, concentrándose en Estudios Hispánicos. En 1990 recibió la beca Burghardt W. Turner para proseguir estudios graduados en Literatura Comparada en la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook, de donde recibió el grado de Maestría en 2001. En esa universidad dictó cursos de Humanidades y Literatura. En 1995 regresó a Puerto Rico para laborar como profesor del Departamento de Estudios Hispánicos en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. Desde 1997 labora como profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla. 139 CP PC 140 Andrés Merejo Ángelus Novus y un huracán llamado progreso M i ensayo apunta a situar el discurso de Walter Benjamin, en torno a su visión crítica sobre la historia y el progreso, que se encuentran en su texto: Tesis de filosofía de la historia, Discursos interrumpidos I, Taurus, 1973. Dichas tesis fueron de los textos recogidos después que Benjamin se suicidara en el 1940, cuando el nazismo alemán comenzaba a ocupar a Francia. Él, huyendo de ese totalitarismo, intentó a través de la frontera española llegar a los Estados Unidos, lo cual fue imposible. Ese duro golpe de verse prisionero para ser devuelto de nuevo a Francia lo precipitó al fondo de su conciencia crítica contra unos vientos stalinistas y fascistas que lo iban asfixiando, hasta que optó por el suicidio. 141 CP Es imposible dar en pocas palabras ni siquiera una idea de la filosofía de Benjamin... Se desplegará en el tiempo, porque incluso su deseo más secreto es el deseo de todos Theodor W. Adorno, 1940. I PC 142 Muchos intelectuales marxistas y no marxistas no pudieron mirar más allá de la hegemonía filosófica que sostuvieron en la escuela de Frankfurt, los pensadores H.Marcuse, Theodor W. Adorno, Horkheimer, quienes fueron críticos de la sociedad moderna. A muchos intelectuales, en esa escuela, no les dieron importancia, tal fue el caso del filósofo Walter Benjamin, que intencional o no, nunca ha sido santo de devoción de los manuales y las corrientes filosóficas que predominan en universidades e instituciones de investigaciones. Sus diversos ensayos filosóficos, literarios y lingüísticos, no se han podido encasillar dentro de un esquema, porque se muestra resbaladizo, gelatinoso, cuando se les intenta enmarcar. Por eso lo han etiquetado de anarquista, antimarxista, romántico, nietzscheano, conservador, revolucionario, mítico, mas no como sujeto que pensó y criticó de acuerdo al dictamen de su razón, de su libertad. A Walter Benjamin lo podemos situar como pensador único, contradictorio e irrepetible, que tras sus experiencias y razonamientos escribió bajo una articulación ética del decir y el hacer. Es precisamente en esta tesitura de sujeto único, de pensador original y excepcional que pretendo valorar el discurso sobre el progreso y la historia escrito por Benjamin, en su póstuma Tesis de la filosofía de la historia1. Al igual que la tesis sobre Feuerbach de Marx que recorrieron el mundo intelectual y provocaron múltiples interpretaciones, 1 2 de esa misma manera, quizás no con tanta intensidad, pero sí en corto tiempo, la tesis de la historia de Walter Benjamin, ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Si en su prólogo de 1888 a Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Engels califica a las tesis de primer documento en que se contiene el germen de la nueva concepción del mundo2, yo calificaría la tesis de Benjamin como el primer documento que contiene el germen de la nueva concepción crítica de la historia y el huracán del progreso. Cuando el marxismo era la religión del siglo pasado, las tesis filosóficas sobre Feuerbach fueron polémicas y suscitaron debates en universidades, cafés, salones y por qué no, aún sigue en apartadas zonas marginales del tercer mundo. Pero en estos días que corren de aire libertarios y luego de la caída de esa religión y su sistema totalitario, las tesis de Benjamin recorren las universidades y nos replantean toda una visión crítica de la concepción de la historia y el progreso. Dichas tesis sobre la concepción de la historia y el progreso fueron escritas a principio de 1940, meses después de que Benjamin se suicidara, al ingerir una gran cantidad de morfina. Sus tesis son una crítica al estalinismo, al fascismo, a la sociedad democrática, en fin, a todos los sistemas políticos, tanto de derecha como de izquierda; de ahí que él se situé como un sujeto de la modernidad, compromisario con el lenguaje de la crítica a todo orden social y económico, construido en el transcurrir de la historia humana. La historia es abierta, plural y ningún suceso puede dejarse escapar, por más Sobre estas tesis de Water Benjamin, tratare de situar las que focalizan la concepción del progreso, por lo que algunas no será objeto de análisis. El texto que tengo es de la editora Taurus, 1973 y me fue entregado por la Doctora Belen Altuna , con el objetivo de que lo sometiera a una reflexión filosófica, como parte de los legados que hemos de dejar en el doctorado Filosofía en mundo global, realizado por la universidad del País, Vasco. Lowy Michael: La teoría de la Revolución en el Joven Marx. Siglo XXI. P.164. sexta edición. pequeño que parezca ser, por eso en la tesis III, Benjamin precisa que: El cronista que narra los acontecimientos sin distinción entre los grades y los pequeños, da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse perdido para la historia. Contrario a esos historiadores de retazos, mutiladores de sucesos supuestamente insignificantes y diminutos, que no han logrado comprender que esas supuestas pequeñeces son las que ayudan a situar la historia en su verdadera dimensión social, la tesis III guarda una relación con la V, en donde plantea: La verdadera imagen del pasado trascurre rápidamente. Al pasado sólo puede retenérsele en cuanto imagen que relampaguea, para nunca más ser vista, en el instante de su cognoscibilidad.(…) Estas valoraciones de Benjamin tienen estos días que trascurren una preponderancia, ya que en un mundo global, un determinado acontecimiento particular, supuestamente insignificante, puede dislocar todos los sucesos mundiales. Por eso dice Benjamin en la tesis VI, que: Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo tal como verdaderamente ha sido. Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos caso es uno y el mismo. Prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. (…) 3 Como podemos apreciar, en todas estas tesis, se evidencia una crítica al instrumentalismo de la historia por el poder político, tanto de derecha e izquierda, en donde la historia se percibe como fin y llegada, no como proceso abierto, múltiple, que no tiene finalismo. Por el contrario, la historia es vista por esos poderes como legitimidad de sus propios valores y negadora de cambios, ya que implica la transformación de esos poderes y valores. Benjamin supo situar y criticar el mito de la historia como progreso, como encarnación de la vaciedad de sentido, esfumación de la experiencia (3) II Ahora sabemos que el reino del progreso no es de este mundo: el paraíso que nos prometen está en el futuro, un futuro intocable, inalcanzable, perpetuo. El progreso ha poblado la historia de las maravillas y los monstruos de la técnica pero ha deshabitado la vida de los hombres. Nos ha dada más cosas, no más ser. Octavio Paz. Posdata La IX tesis redactada por Walter Benjamin, en su texto ya citado (1), nos deja pasmado cuando en su inicio nos encontramos con una cita de Gershom Scholem, que nos da una señal de cuál será en parte el discurso sobre la historia y el progreso que tiene Benjamin: Tengo las alas prontas para alzarme, con gusto vuelvo atrás, porque de seguir siendo tiempo vivo, tendría poca suerte. Después de esta entrada es que él empieza a desplegar su interpretación del cuadro de Paul Klee, que se encuentra en el Decía Benjamin que la cotización de la experiencia ha bajado y precisamente en una generación que de 1914 a 1918 ha tenido una de las experiencias más atroces de la historia universal. Lo cual no es quizás tan raro como parece. Entonces se pudo constatar que las gentes volvían mudas del campo de batalla. No enriquecidas, sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable. Ver su texto Experiencia y Pobreza (1933).Taurus, Madrid 1982. 143 CP PC 144 Museo de Jerusalén, y que data de 1920: Hay un cuadro, se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado.4 Es un ángel nuevo que encarna la tragedia, la ironía, con una máscara de inocencia, pero de un auténtico rostro de desprecio a la vida y un no mirar al pasado en toda su dimensión. Lo que le importa a ese ángel es alejarse, y en la medida que lo hace, deja entrever un simulacro en su mirada, que no puede ocultar al rostro todas ruinas y debacles humanas, que forman parte del llamado progreso: Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él (ángel. A.M) ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer los despedazos. En ese segundo párrafo de su discurso se nos va anunciando una sensación de impotencia, de parálisis, de crisis: “ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies”, de saberse desgarrado ante los avances sociales cimentados con millones y millones de seres humanos muertos por las guerras y a nombre de ideales. Tal comprensión no significa superación o seguir pensando el pasado como referencia a un porvenir hinchado de utopía. La caída es inevitable y nada se puede hacer: “Bien quisiera él detenerse”. Pero le es imposible. ¿Por qué? Por la sencilla razón de la condena, de una 4 5 determinación de lo irreversible. El determinismo histórico que una vez fue la salvación marxista de Benjamin, se revierte en un determinismo sin esperanza y en un valle de lágrimas e incertidumbres. Visión ésta que tiende ha reforzarse con su experiencia ante el pacto diabólico de no agresión en los inicios de la segunda guerra mundial Nazi-Soviético, de manera más precisa Stalin-Hitler, así como los millones de muertos, mutilados, prisioneros que cubrieron a Europa en la primera y la segunda guerra mundial. Es en ese contexto que se puede interpretar la siguiente idea: “Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas.” ¿Cuál es ese paraíso? Sencillamente la Edad de Oro que sostiene las creencias judeo- cristianas y que el marxismo lo define como el comunismo primitivo, en donde no existió la propiedad privada, como tampoco ningún sentido de dominación política. Coincidencia con el rousseaunianismo, en cuanto el buen salvaje, el hombre bondadoso por naturaleza5 y que sólo el huracán llamado progreso lo ha corrompido todo, desde lo social, político, económico, científico y tecnológico. Este huracán empuja al ángel” irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que lo montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo”. Muertos, mutilados, familias descuartizadas física y psicológicamente, hambrunas, enfermedades, todo justificado a nombre de: “Ese huracán que nosotros llamamos progreso”, mientras que otros lo definen, puntualiza Robert Nisbet en: Historia de Aparte del análisis sobre la interpretación que hizo Benjamin del cuadro de Klee, he realizado, a pesar de la mediación digital (Internet), algunas recreaciones, observando dicha pintura. De ahí surgió el rotulo del trabajo: Angelus Novus y huracán llamado progreso. Rousseau, en su Discurso sobre el origen de la desigualdad, critica al filosofo Hobbes por su concepción de que el hombre es malo por naturaleza, siendo todo lo contrario en su estado natural, ya que el primer sentimiento de éste fue el de su existencia, su primer cuidado el de su conservación. Por eso será el avance de las ciencias y las artes que corromperán nuestra alma, diría en su primer discurso sobre las ciencias y las artes. Op cita Editorial LIBSA, Madrid.2001 la Idea Progreso, como la “adoración frecuentemente insensata de lo nuevo por lo nuevo se basa- de forma consciente o inconsciente – en una filosofía del progreso que declara que lo nuevo o lo último es mejor porque está más adelantado en el proceso” 6 Contrario a Benjamin, que sitúa el” huracán llamado progreso” en la misma base de las catástrofes, de todas las desgracias y ruinas humanas que han ido sucediendo en el transcurrir de la historia, a nombre de una vida nueva, equilibrada, de justicia y de un conformismo perpetuo. Tal corriente de conformismo lo aborda en la tesis XI, cuando dice que ésta desde el principio ha estado en la socialdemocracia y que no se apega a su táctica política, sino además a sus concepciones económicas, corriente conformista que según Benjamin ha corrompido a los obreros alemanes como a la opinión de que están nadando con la corriente. De ahí que: El desarrollo técnico era para ellos la pendiente de la corriente a favor de la cual pensaron que nadaban. Ese conformismo pretende eternizar la vida, ya que borra todo pasado, desvaloriza la experiencia y hace énfasis en la vivencia instantánea 7. Por eso, a partir de la XI tesis, Benjamin critica al huracán progreso, pero apuntando a la critica del desarrollo técnico, del cual pensaron los obreros alemanes de esa época que era la pendiente del avance del mejoramiento de las condiciones de vida y de la transformación irreversible de la sociedad. No por capricho él introduce a F. Nietzsche en la tesis XII, para reflexionar 6 7 8 Nisbet Robert. Op.cit .P429, editorial Gedisa . Barcelona, España. 1980. En el 1936, Benjamin, escribió un texto: El narrador, en donde explica la desvalorización de la experiencia y se lamenta cómo esta que es una facultad nos pareciera inalienable, la más segura entre las seguras, nos está siendo retirada: la facultad de intercambiar experiencias. Una causa de este fenómeno es inmediatamente aparente: la cotización de la experiencia ha caído y parece seguir cayendo libremente al vació. Taurus Ed., Madrid 1991 Merejo Andrés: op cit .P.66. Editora Búho, Agosto 2005 sobre la ventaja e inconveniente de la historia: Necesitamos de la historia, pero de otra manera como la necesita el holgazán mimado en los jardines del saber.(….). Es decir, que necesitamos una historia compleja, no mutilada, en donde los excluidos, los cataclismos humanos, los vencidos, los de abajo, no sean desechos, porque son los cimientos sobre lo que descansa el llamado huracán progreso. Pero si estos son los cimientos. ¿No será el progreso un mito? De ahí que en la tesis XIV nos aborda la historia como “objeto de una construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío sino por un tiempo pleno, tiempo-ahora. (…), que es el verdadero tiempo que cuenta al momento de valorar todas la dimensiones posibles, sin dejar de incluir todo un pasado en ese tiempo de toda plenitud; tal como llegó a puntualizar el personaje Zeli en mi obra: Conversaciones en el Lago, cuando dice “que el sujeto ético no sacrifica su vida en aras de lo colectivo, desea y busca que su vida sea un arte de vivir bien. Comprende que a nombre del progreso y del futuro, millones y millones de personas han muerto y otros han mutilado sus vidas.”8 . Andrés Merejo Filósofo y escritor dedicado al estudio epistemológico de la tecno-ciencia y el mundo digital, con un Phd en Filosofía en un mundo global (sobresaliente Cum laude) por la universidad del País Vasco, España. Tiene maestría y varios postgrados en tornos virtuales para la educación. Catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en Filosofía, Ética y Metodología, y en cuarto nivel en tecnología computacional para la educación, de ética profesional y ciber-política en la misma institución. Ha publicado investigaciones en revistas especializadas a nivel nacional e internacional sobre la complejidad del ciberespacio y el mundo filosófico tecnocientífico. Tienes varias obras publicada: La vida Americana en el siglo XXI (1998), Cuento virtuales en NY (2002), Conversaciones en el Lago (2005,2008),El ciberespacio en la Internet en la Republica Dominicana (2007),Hackers y Filosofía de la ciberpolítica (2012). Actualmente es el Coordinador del Master conducente al doctorado Filosofía en un mundo global, de la Universidad del País Vasco. 145 CP PC 146 POETAS DOMINICANOS DEL NUEVO MILENIO Selección y nota León Félix Batista Coordinación proyecto Fredy Yezzed A la hora actual, luego de la aparición y afianzamiento en la República Dominicana de la última generación poética con verdadero carácter integral (la llamada “Del 80”), se podría argüir que la pluralidad, la multiplicidad de estéticas y la disidencia intestina, caracterizan la novísima lírica local, aspectos que redundan en la salud y fortaleza que exhibe como cuerpo lírico en desarrollo. Esta nueva andadura la iniciaría Homero Pumarol (1971), cuya voz diferenciadora con respecto a la camada poética anterior es la que establece una primera distancia, radical. Y quizás ese poder detonador, ese estallido que desintegra un status quo, se deba a que Pumarol provino –hijo pródigo–, devino, como una especie de coletazo (o culatazo) final de la G80, habiendo incluso llegado a recibir el premio de poesía de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, en 1997, con un libro (Orador de opio) escrito básicamente bajo la visible influencia de la retórica ochentista. Destaquemos que el hecho de que este libro permanezca inédito hasta hoy, da cuenta del instante precoz en que Pumarol reconoció necesitar motivos de disenso, lo que hizo en virtud de sus años de exilio en México y por vínculo con las poéticas latinoamericanas de aquel momento. Apenas tres años después (2000) publicaría su novedoso libro Cuartel Babilonia (cuya genealogía resulta rastreable en El Salmón, 1996, de Fabián Casas y en Punctum, 1996, de Martín Gambarotta), por medio del que irrumpen en la poesía nativa la creciente urbanidad de Santo Domingo, la demografía vertical, el insomnio de jornada laboral, los placebos de las adicciones y los personajes míticos locales. La poesía objetivista, en boga entonces en el cono sur, y lo que construían poetas ya mencionados como los argentinos Casas y Gambarotta, el chileno Germán Ramón Oviedo 147 CP PC 148 Carrasco, el costarricense Luis Chaves, la uruguaya Lalo Barrubia y el mexicano José Eugenio Sánchez, inocularon el decir de Pumarol, y éste acabó contaminando la lírica de otros que venían a la zaga. Se contaba también con el auge de la poesía de la experiencia española, la gran publicidad editorial del realismo sucio, lo testimonial y conversacional que estaban tomando por asalto la poesía. Finalmente, la estocada, el apuntalamiento de la experiencia barriobajera de Washington Cucurto y su repercusión cartonera terminaron por fijar la fragua que habría de tomar en molde la poesía dominicana última. Lo cierto es que con este desplazamiento se insertaba la poesía nativa –tal vez en mucho tiempo–, en un movimiento de carácter latinoamericano; como también es cierto que todo lo augural en terreno literario localizado (aunque fuera remedo de otros aires) genera epígonos, fue también su caso, y abundantemente: réplicas infelices, ramificaciones canceradas, amenazaron la salud del nuevo cuerpo poético. Otra razón de extrañamiento: todo el entramado del poema (los espacios, las referencias, los contenidos) resultaba citadino, hiper-urbano, clasemediero, bilingüe, trotamundos, céntrico. Pero ¿donde quedaban las otras atmósferas, los demás discursos? El país se encontraba, a inicios del milenio, en pleno avatar de expansión económica, del cambio abrupto es este aspecto hacia una economía de servicio y producción, con la mirada en los tratados internacionales de comercio, migrando desde la agricultura hasta el all included beach resort y las divisas de remesas; de pronto un punto del Caribe podía colocarse en el centro del mundo gracias a la web, y no había que mudarse a la ciudad para asistir a las universidades o a los talleres literarios. En un momento dado fue visible que no bastaba escribir la recensión de una realidad urbana X, pero sin crítica, sin cuestión, sólo dejando por sen- tado. Así las cosas, por algún lado tendría que estallar esa burbuja con más helio de la cuenta, de modo que ocurrió lo inesperado, lo que fue un evento inédito en nuestra tradición: ese cuerpo poético creó sus propios anticuerpos de discursos marginales, al descubrir cuán rápido el discurso marginal original se hacía rancio, dominante, estancado y peligrosamente segregativo de los otros. Adaptándose a los tiempos, a la moda común de la velocidad, ante el menor asomo de canon emergió la contradictio in adjectio: construir al demoler. Al coctel anterior (lo dialógico, lo conversacional, la antipoesía, la cultura popular, los multimedia, la tecnología, los argots locales, las canciones y los estupefacientes, la jerga publicitaria, el rap, el reaguetón) –coctel servido desde el año 2000–, se añadieron ingredientes, especias: la mirada social, de los barrios marginales, el paisaje provinciano, la sintaxis neobarroca, la liberalidad femenina, el desarraigo del exilio. En todo caso, el resultado es que el de esta generación es un decir esencialmente en contra (de la generación anterior, del discurso ceremonial, del ecumenismo vanguardista y postvanguardia y de su propio germen). Sin dudas los que tenemos aquí, los que componen esta muestra, son postpoetas, para decirlo con la jerga de Gutiérrez Mallo (aún siendo otro el paradigma). Su tentativa (o el atentado) que con postura desmitificadora llevan a cabo no es sólo contra la ideología, sino además contra la unicidad de una retórica, y nada más loable. Lo que une a estos poetas es justamente eso que los separa: los registros muy dispares, aunque tendentes en su mayoría a quebrantar la pretendida hegemonía de la poesía urbana, precisamente por la dislocación del eje capitalino (muchos viven y escriben en ciudades del interior) pero además por la rotura del lenguaje, en el desmonte y zapa de las tradiciones, y otros desde el propio discurso urbano pero sin el revestimiento clasemediero y junkie. Por ello aquí hallaremos desde la narratividad hasta el aire neobarroco, a más de una singularidad: la presencia femenina, siempre escasa en promociones anteriores, y muy masiva ahora. Algunos de estos poetas practican spokenword (Pumarol, Pérez); son o han sido miembros de bandas musicales (Neronessa); son performeros (Ramírez) o académicos formales (Rodríguez, Pablo Reyes). Otros provienen de zonas no-literarias (Carlos Reyes hizo estudios en el área de ciencias médicas), o son verdaderos militantes de la cultura (como Cordero). Aquí, en esta muestra, se van del eje capitalino en transporte colectivo (sin excluirlo, claro) y se expresan desde el sur, desde el norte, desde el este, desde el oeste y además desde la diáspora. En una isla el altavoz es para todos. Véanse como se vean, ya están del otro lado, y formaron una aldea. Ramón Oviedo HOMERO PUMAROL (Santo Domingo, 1971) Ha publicado Cuartel Babilonia (Santo Domingo: Edición de autor, 2000), Second Round (Santo Domingo: Cielo Naranja, 2003), Fin de carnaval (Buenos Aires: Vox, 2008), Todo el mundo tiene un primo en el Canal de la Mona (Córdoba: Textos de Cartón, 2009). Es parte de la banda de spokenword “El Hombrecito”, con la que ha grabado dos discos. JACK VENENO HA MUERTO Esta mañana en el carro rojo de Deseo dando vueltas al Parque Independencia mientras intentaba enrolar un tabaco en la portada del National Geographic lo pude leer con estos ojos JACK VENENO ha muerto. Deseo inmediatamente rompió aguas, así de feo, así de cero, así mismo, sí, ese es su deseo, y lloró y lloró y lloró porque además no encontramos una puta suficiente para los dos y porque no hay nada que hacer sino llorar 149 CP PC 150 y dar vueltas al Parque Independencia que es el parque más feo de la bolita del mundo. ...y llorar y dar vueltas al parque Independencia y al tabaco y terminar de enrolarlo a lágrima viva del mismo lado de la calle El Conde, entre los borrachos de a pie, los maniceros, las barrigas verdes de polyester de los policías, los carros públicos, las guaguas voladoras y siete locos que iban corriendo, llorando, gritando “degracimao, hijoetumalditamai, mamagüebo” a un pintor que corría y lloraba y gritaba más rápido que ellos y que les había robado todas las piedras que ahora ellos no tenían y que ya nunca nadie podría tirar. JACK VENENO ha muerto, el campeón de la bolita del mundo, el líder de la cuadra de los técnicos, que luchó en mi sueño a trío con Blue Demon y El Santo contra Frankenstein, El Hombre Lobo y La Mujer Maravilla; JACK con Forty malt, un brazo de poder en cada cucharada, con el salami especial de mallita, con SangYang ahí van, champú, rinse y acondicionador BPT, con Avispa al pelo y piojo al suelo, JACK saltando con la bota preparada desde la tercera cuerda hasta el infinito; el hijo de Doña Tatica, el hombre de pelo en pecho, que venció a Rick Flair con la polémica por la faja mundial, que acabó con El Vampiro Cao y con La Gallina Relámpago Hernández. Relámpago te jodieron, Relámpago te agarraron comprando crack en Catanga, Relámpago qué mierda es el congreso, en mi inodoro ha crecido una mata gigante, hay telarañas en los lavamanos, tengo seis días sin luz, la policía pone cada vez más cara la yerba, mezclan la coca con azúcar de leche y al final uno parece cada vez más una gallina picoteando polvo en el vacío. Relámpago vuelve a la cuadra de los rudos, te lo piden los muchachos de La Victoria, Relámpago vuelve por Deseo, por Vickiana, por Luis Días, por Aramis Camilo y su organización secreta. JACK VENENO HA MUERTO Nietzsche lo sospechó desde un principio, Deseo aún no para de llorar y no hay una sola puta suficiente en todo el Parque Independencia. Del libro Cuartel Babilonia NÉSTOR RODRÍGUEZ (La Romana, 1971). También ensayista y académico de la Universidad de Toronto. Ha publicado La isla y su envés (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2003), Animal pedestre (Puerto Rico: Terranova, 2004), Escrituras de desencuentro en la República Dominicana (México: Siglo XXI, 2005), Crítica para tiempos de poco fervor (Santo Domingo: Ediciones del Banco Central de la República Dominicana, 2009) y El desasido (México: El Billar de Lucrecia, 2009). JANO Es la cercanía de los espejismos lo que nos hace inmortales. Ariel Frieda Sobre la sombra única el debate de dos rostros: el uno agota los ardides del conocimiento puro, la soledad precaria, la vela y la vasta biblioteca. Las huellas de la mano le han revelado al otro el sentido previo a la idea del tiempo. No son para sus ojos carne y fuego verdades distintas, sino una sola. La misma de la noche repetida, los silencios y las voces. El uno cuestiona su imagen libresca de ampulosas redes adjetivas. Es uno su cuerpo, como uno el gesto que lo abriga. Vence la vigilia. Contra la pared, como atávico reflejo, el otro torna a soñar. Sabe del aire conocido por sus padres y de una extraña palabra gemela de muchas otras. El doble murmullo. 151 CP Es de cal el lienzo y la certeza de una sombra sola que el reflejo desdibuja. La voz geminada. Sea la cifra que se escinde junto a la opacidad del reflejo la indudable marca, una frágil seña perfecta. Ella se niega a referir ambos nombres. Queda por testigo el parco eco del silencio, esa continua carencia que no olvida, y un camino dividido que se expande, y una secreta promesa que vacila. El instante precisa un motivo irresoluto, Jano ensaya su contorno. Del libro Animal Pedestre Ramón Oviedo AUGUSTO BUENO (Montecristi, 1975). Egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en Filosofía y Letras. Tiene dos libros de poesía publicados: Otra forma para morir (2007) e Introspección del retorno (2009), ambos premiados a nivel nacional. LAS LUNAS Y VERÓNICA PC 152 Verónica se sienta a observar la derretida luz de oro que se escurre por sus senos: Las lunas ya no brillan como antes, quizá el Gran Hacedor las ha roto para que mi tormento sea más misterioso y para que los terribles líricos no les canten. Están exprimidas en mi boca y suben con alas cansadas de diosas, ninfas y jóvenes hermosas por el faro de una isla sin tiempo. Hoy Verónica se sentó a media noche en el balneario del río que parte en dos a la cuidad a esperar a sus lunas reaparecer. Vio a los peces que repentinos agonizaban en las breves olas y se preguntó si tenía sentido ver aquello mientras las lunas cantaran. Un viento sumiso peinaba su pelo y a las flores de almendra que adornaban sus senos. Es un desatino su bella realidad, en sus hombros tenebrosos están rotos los astros como barcos en los muelles que van representando cadáveres y la Luz famélica, de color amarillento, destroza su torso. Verónica dulce de sal, la fachada de tus inmundas Posesiones van tejiendo la tierra en esa pobre luz que un día canté en la estéril pasión escuchada jamás; y como la poeta griega te lanzas al abismo del río por no soportar tu desnudez ni la ofensa de esta vieja sinfonía. Del libro Introspección del retorno CARLOS REYES (Moca, 1976). Licenciado en Laboratorio por la UASD y estudiante de término de Filosofía y Letras. Ha publicado los poemarios: Saudade (2002), Juego de espantos (2008) y Mitologías (2009), además de la antología de poetas regionales Letras del sol (2009). VIGILIA TZARIANA Hética humareda alimentada con “revólver de cabellos blancos”. Vil, ágil, el ajedrez cuadrúpedo orina corbatas palúdicas del brazo de vía láctea percutido negramente. Sueño, estornudo vaginal devorante los salones de las cervezas de las calles consumados en su cruz millonésima. Pero Tzara oscuro levita en su fósforo maniatado, digiere su piano palatal su piano de pelos pentecostales. Tzara, en la epifanía del bombillo susurra a la mesa su esófago. Del libro Juego de espantos JESÚS CORDERO (San Cristóbal, 1977). Miembro prominente de la Fundación Literaria Aníbal Montaño, que desarrolla amplias actividades culturales en su pueblo natal. Ha publicado Rito Circular (San Cristóbal: FLAM, 2008), Versos en L (San Cristóbal: FLAM, 2009) y Debajo de este sol (Santo Domingo: Ediciones Ferilibro, 2011), con el que obtuvo el Premio de Poesía Joven de la Feria Internacional del Libro. IDIOMA DE LUNES Hay soledades de hombres, caminos rotos y rutinas que obligan a perder, mi habitación es la lógica de los números que se parten y suicidan deslizándose en un seno. Soy así porque los otros han sentido la necesidad de hacerse inútiles, porque detrás de mí se joden las estadísticas. Cuando se parte de uno para definir el mundo, no vale preocuparse por la exactitud de las ciencias que nos convocan. Lo que importa es el genio, el que nace al mundo desde este callejón, y muere en el mercado ahogado en lechugas y otras cosas grandes. Nunca es tarde si sabemos empezar a tiempo, si entre los caminos que se nos ofrecen estás tú y el otro y nosotros, ya no como objetos de discursos, sino como propagadores de nombres y apellidos ajenos. Hay maneras de pensar que nos elevan, maneras de amar que nos elevan, maneras de morir que nos elevan, al grito de una sala en parto, al sexto encuentro del yo con los enanos imaginarios que nacen cuando te vas, y rompo el cielo, y con mi barrio en las manos hago que Dios funcione, que el tiempo funcione dos veces a mi favor y veo que es tan fácil conjugar el verbo, y me surge el monstruo con idioma de lunes, que aborrece las tardes. Del libro Debajo de este sol 153 CP PABLO REYES (Constanza, 1978). Poeta y académico universitario. Ha publicado Vuelo letal (Santo Domingo: Edición de autor, 2000), Espuma de ángel (Santo Domingo: Ediciones Ferilibro, 2004), con el que obtuvo el Premio de Poesía Joven de la Feria Internacional del Libro, y Retazos del otro (Santo Domingo: Dragón Editorial, 2009). Empezaré la canción en despertar moribundo. Calle hedionda, se reaniman los pasos. Un cuello torcido de gallinas. Somos flamígeras especies. Dios enojado. Buenas noches y buenos días. El sueño pierde fuerza. Sólo la ojera. Sólo el desafío inútil. Soy el adoptivo del sepulcro. Del libro Retazos del otro ROSSALINNA BENJAMIN (Miches, 1979). Ha publicado Manual para asesinar narcisos (Santo Domingo: Ediciones Ferilibro, 2012) y Diario del desapego (Ediciones de Cultura, 2012), producto de la Beca de Creación del Sistema Nacional de Creadores (SINACREA). Y SERÁ ESA MISMA SED PC 154 Los relámpagos, ya opacos, de mi rabia, se remueven incómodos en la soledad de la calle. Porque los odiosos labios de la vida me han anclado un beso, justo allí donde no puedo evitarlo y evitarme y subir corriendo o arrastrándome de costado, por los últimos peldaños de mis uñas insomnes, hacia la profundidad del muro. Ay! Ojalá que mis sueños no me esperen ya, en el correcto dobladillo de mi desnudez de gata, diluyendo, cigarro a cigarro, la ansiedad que me roban cuando escapan de una rodilla hacia la otra, más exacta y remota y callada, bajo el oscurecido párpado. Y será de nuevo mi sed de tumba, tan líquida y pesada, la que llene la despensa de encanecidas sombras, arrugadas a la altura del cuello, para evitar que escape alguna queja... Y será esa misma sed la que me ha de encadenar a este espacio abierto de la jaula , que ya los insectos empiezan a nombrar con el olor inconfundible de mis huesos. Del libro Manual para asesinar narcisos LUIS REYNALDO PÉREZ (Santo Domingo, 1980). Poeta y editor. Ha publicado Temblor de lunas [Premio Único, I Concurso Nacional de Haikú, 2011] (Santo Domingo: Ediciones de Cultura, 2012); Toda la luz (Santo Domingo: Luna Insomne Editores, 2013); y Urbania [Premio Funglode de Poesía Pedro Mir 2012] (Santo Domingo: Editorial Funglode, 2013). EL RETUMBAR DE LOS TAMBORES camina por tu espinazo de piedra la noche metida en tu boca juguetea con la lengua de hojas que mueve el viento camaleón de cera que duermes entre las espumas verdes cómo dime cómo saco el vahído que has sembrado en mi poros cómo arranco dime el salitre que brincotea entre mis dientes cómo destatuar ciudad de mis ruinas las doce letras tibias de tu nombre que crecen como yerba en los rincones de la memoria. Del libro Urbania PATRICIA MINALLA (Santiago de los Caballeros, 1983). Escritora y Comunicadora. Autora del libro Medias Negras (Editora Nacional/ Ángeles de Fierro, 2008). 46 Matar el pájaro de la noche apretarlo en las manos fuerte hasta que nazca atroz la última palabra llevar la palabra a las sombras pasear el pájaro por la vereda de los sueños de Park Avenue cortar un pedazo de muerte comerlo en el tren regreso a casa. La muerte es el placer del pájaro, el libro la pérdida el muro donde sube el pájaro ya muerto. El pájaro se desangra por mis dedos su sangre pintó mi abrigo, mis rodillas, mi espalda la palabra cruza el puente, llega a casa queriendo hacer el amor a la Hollywood el pájaro es la luz estos dedos llenos de muerte la guía, el alivio. Del libro Medias Negras 155 CP LISSETTE RAMÍREZ (San Francisco de Macorís, 1983). Poeta, performer y actriz. Ha publicado Círculo diurno, Premio de Poesía Joven Miguel Alfonseca de la Feria Internacional del Libro en el 2005 y Sorbos de café (2013). Coordina el Círculo Literario Ricardo Rojas Espejo en su ciudad natal. RITUAL DE LOS RELOJES PC 156 El viejo reloj está a mi espalda Enciendo un cigarrillo que se gasta, me maltrato, me soplo: soy llama. El tiempo de la niña se extravía en el dolor una música lejana lo soporta. Es el viento, es el dorso de mis sueños, construyendo el pasatiempo de quemarme: estoy feliz. Puedo acusarme de no ser humana si son vinos las palabras, sangre limpia, y puedo olerme, como un manjar sin dueño que desea ser devorado. También puedo convertir las lenguas en navajas exorcizar los cuerpos que quebranten el asesino. Las calles están llenas de relojes y hay un poema en cada uno de ellos, y yo rasgo lo escrito como una fiera sin memoria. Miro hombres aplastados tapizando con heridas la mirada de la niña. Pero la piel está en otros horizontes y las lágrimas perforan este lápiz. Mi vieja espalda no alcanza las agujas. Estoy en otras tribus, otras palabras. Deténganme en la tumba poco antes del suicidio, de que caiga en otra orgía. Que me canten las niñas y me cuelguen del reloj pero de frente, con los brazos abiertos. Del libro Círculo diurno JOSÉ ÁNGEL M. BRATINI (Santo Domingo, 1987). Ha publicado El álbum K (Santo Domingo: Ediciones Ferilibro, 2013), con el que obtuvo el Premio Joven de la Feria Internacional del Libro. TECATO - K Como cualquier dominicano imbécil levanto las manos hacia el cielo que no escucha a los imbéciles y de paso me corro sobre la raya, busco en mis bolsillos y no hay nada porque siempre estoy pensando en la otra raya. Sufro a mi costa, por mí padezco la desesperación de los ahogados. Nunca sospeché la mala hora, ni desee jamás esta sensación de noches oxidadas. Crecí con panza al aire, pies descalzos y pavimento, no hice secundaria ni siquiera un curso técnico. Yo soy crápula y valgo lo mismo que puedo arrebatarte en una noche oscura. Recuerdo mi infancia llena de ruidos y obscenidades de ocho patas, los cuerpos que eran una sola cicatriz, a las madres de trece años, los callejones mal olientes a orina, las canciones de Rap que eran como himnos de batalla, recuerdo en especial a mi familia sin cabeza, sin manos y sin piernas. Hijo de malandra y de pirata me siento calavera, de agua muerta calavera, azarosa calavera. No sé de cortesías, tampoco sé hacer favores y desconfío cuando los recibo. Si puedes hacerlo mátame de lo contrario yo te robo, te violo y te mato. Acábame y no apeles a mi conciencia, en mi barrio el que no alza la voz se come la mierda y si no te corres en la raya no te sientes un gigante. Yo vivo donde los niños son ancianos y fuman cigarrillos, donde las mujeres son paredes sucias con firmas en la piel; yo conozco al que padece frío y hambre, al que se fuma la desesperación cristalizada y sale a buscarte para hacerte daño; yo conozco al que teme de su sombra, al que miente, al que no duerme por la noche y sale a husmear por los patios y ventanas; también conozco a ese que le robó la cartera a tu hermano y lo mató. Mi existencia es un síntoma del mundo, he venido a ser el malo, el bandido; yo que crecí capeando en Guachupita, mordiendo labios y dejando mesas sin comida. Contra todo lo correcto inflé el pecho y al final fui abatido, me arrojé a los colmillos de la ley –escupí sus caras–, me encerraron, me escapé y volvieron a encerrarme; me encerrarán hasta que muera... Del libro El álbum-K 157 CP NERONESSA (Santo Domingo, 1988). Estudió Filosofía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue miembro de una banda musical. En el 2005, a sus 16 años, publicó su primer libro, La estirpe de las Gárgolas con la Editora Nacional/Ángeles de Fierro. EPIDEMIA Traga la pústula que cae, o lame la flema del rancio cenit. Sus limones están hinchados/ sus hojas oxidadas bajo el lodo mucoso. Cualquier embarrada sanguijuela debe extirpar los hierros Niña en paños de espinas dorsales… Todos han emigrado a engordar el becerro. Solo queda su blindaje de coraje en un hechizo de jugos salinos Queda la fibra de los gusanos. Ella babosea un muñeco de tóxica saliva estancada sus cuerdas vocales son una pila corroída/ su imperio cerebral se anexa a una nueva potencia. Vomitará esperma ponzoñosa, platicando brebajes cobrizos de la cópula científica, en lo que fermenta el cuerpo virgen en su garganta. Se marchita como saliva en el viento gélido, en las clavijas del huracán tenebroso, se difumina en los ojos del rocío amarillento. Mientras pudre sus impurezas en las hidras y las lavas de un Snickers. Del libro La estirpe de las gárgolas . León Félix Batista PC 158 Santo Domingo, República Dominicana, 1964. Ha publicado El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997), Vicio (1999), Burdel Nirvana (2001, Premio Nacional de Poesía “Casa de Teatro”), Mosaico Fluido (2006, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud’Homme”), Pseudolibro (2008, Premio Nacional de Poesía “Universidad Central del Este”), Delirium semen (Aldus, México, 2010), Caducidad (Amargord, Madrid, 2011) y Música ósea (Cascahuesos, Perú, 2014). Existen varias ediciones de algunos de estos libros: Se borra si es leído, poesía 1989-99 (2000); Crónico –segunda edición de Vicio– (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2000); Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2006, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 2007); Inflamable (La Propia, Montevideo, 2009), Sin textos no hay paradiso (Gamar Editores, Colombia, 2012) y el libro electrónico Joda poética completa (antología personal, 2013). En 2003 se publicó en Brasil la antología españolportugués Prosa do que está na esfera (Olavobrás, Sao Paulo, traducción de Claudio Daniel) y en 2014 la versión al portugués de Mosaico Fluido (Lumme Editores, Sao Paulo, traducción de Adriana Zapparoli). Está incluido en más de una decena de antologías de poesía publicadas en diversos países, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Jardín de Camaleones (la poesía neobarroca en América Latina, Iluminuras, Brasil, 2005), Cuerpo Plural (antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010), Poesía esencial dominicana (Visor, Madrid, 2011), y País imaginario (Ruido Blanco, Ecuador, 2011). Ha sido parcialmente traducido al inglés, sueco, alemán, italiano e hindi. POETAS DEL NUEVO MILENIO es un proyecto que convoca a 20 países de lengua española y lenguas romance. Busca explorar en las tendencias y temáticas que trabajan los nuevos autores del siglo XXI. El principal criterio de estas antologías virtuales es reunir a autores nacidos a partir de 1970 en adelante que, por lo menos, hayan publicado un libro de poesía y aporten con la calidad de su trabajo al panorama de la poesía actual de sus países. Poetas del Nuevo Milenio es coordinado por el poeta Fredy Yezzed y nace como un proyecto de investigación liderado por estudiantes de la Universidad de Buenos Aires sobre la nueva poesía latinoamericana. FREDY YEZZED. Bogotá, Colombia, 1979. Como investigador literario escribió el estudio Párrafos de aire: Primera antología del poema en prosa colombiano (Editorial de la Universidad de Antioquia, Medellín, 2010). Tiene publicado los libros de poesía: La sal de la locura, (Premio Nacional de Poesía Macedonio Fernández, Buenos Aires, 2010) y El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein (Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2012). Actualmente está radicado en Buenos Aires, Argentina. Los contenidos y las ideas expresadas, lo mismo que su escritura, son de exclusiva responsabilidad del autor de la selección y no compromete a la Universidad de Buenos Aires, ni al coordinador del proyecto, ni a la orientación de la revista La Raíz Invertida. Ramón Oviedo Ramón Oviedo 159 CP RESEÑAS PC 160 La selección poética de esta antojología se inicia con unos cuantos poemas inéditos que andan a la caza de alguna identidad libresca. Siguen a continuación tres libros aún no publicados del autor: “Son palomas pensajeras”, “Libro de los oficios” e “Historias varias de fortunios e infortunios (con algunas arengas panfletarias)”. De los dos primeros han aparecido varios poemas incluidos en revistas, traducciones, páginas virtuales; del último, solo la segunda de las dos versiones de “Haití” fue publicada en MaComère (Volumen 12. 1 [2010]). De los tres, “Son palomas pensajeras” aparece aquí en su totalidad. Se presenta esta antojología cronológicamente, pero en un orden temporal inverso al que ha 160predominado muchas veces entre los antologadores, quienes normalmente trabajaban del pasado remoto al presente, excluyendo casi siempre los libros no publicados. Nuestro orden va del futuro al presente al pasado, pues creemos firmemente que al lector de hoy le debe interesar más saber lo que escribe el escritor de hoy sobre su hoy que lo que escribió ayer sobre su ayer... ¿A cuál corazón hacen referencia los textos que conforman La flama magna? Teniendo en cuenta la postura orteguiana de que las raíces de la cultura están contenidas en dicho órgano, el autor se acerca a los tres corazones detallados por James Hillman en El pensamiento del corazón: al corazón “león”, al corazón “bomba”, y al corazón “personal” de San Agustín. El primero es desde donde emanan las virtudes más nobles: la audacia, la lealtad y la compasión; este corazón de león representa nuestra determinación de vivir, la fuerza de nuestra más intensa pasión. El corazón “bomba”, por otra parte, es el “órgano del cuerpo”, el de los médicos; la máquina que gracias al genio de William Harvey la ciencia logró estudiar apenas en 1616, y que sin duda alguna es segura depositaria del secreto de nuestra muerte. El tercer corazón que intentan retratar las narraciones contenidas en este fajo es aquel que guarda nuestras más profundas intimidades: el corazón “personal” de San Agustín. El refugio de los sentimientos, el amor y la intimidad. La sede del alma, el deseo y la divinidad insondable… El arma secreta posee una asombrosa profundidad narrativa. Los nueve relatos del libro reivindican el arte y la maestría de narrar, a partir –más allá de la memoria– de una aguda observación de los desconciertos que la postmodernidad introduce en los países del tercer mundo, contaminándolos y vinculándolos –tras la destrucción de sueños y promesas– a la realidad de los fracasos. Así, Fernández Pequeño une y desune la noción de memoria, historia y desconcierto en los relatos que hacen de su libro una muestra de excelencia narrativa. 161 CP PC 162 Pretendía hacer una reseña de la obra, pero mientras releía el texto de la contraportada concluí que no puede haber mejor reseña que la que allí se bosqueja. Desde hace varios años la Mtra. Celsa viene realizando una encomiable labor intelectual dirigida a destacar el componente africano de nuestra identidad, tradicionalmente ignorado y/o ocultado por la historia oficial en base a prejuicios y estereotipos establecidos por la colonización española desconociendo la unicidad de la raza humana. Percibo este libro como un momento cumbre de ese esfuerzo porque recoge un estudio global del proceso histórico-cultural que dio lugar a la conformación del pueblo dominicano desde la interesante perspectiva de sus raíces étnicas. La obra aborda en un exquisito y didáctico estilo las ideas, el proceso, la herencia y la estrategia educativa para conocer con rigor la diversidad e identidad cultural de los dominicanos. Estamos ante un libro sencillo y ligero de lectura, que nos introduce a la visión científica de nuestra historia cultural, y específicamente, al ámbito de la diversidad étnica y cultural que conformó la identidad actual (individual y nacional) del dominicano, a través de un proceso continuo de hibridación [fusión biológica], mestizaje [cruzamiento y mezcla] y sincretismo [expresión en uno nuevo] de varios siglos, en el que la cultura indígena, la blanca del occidente europeo y la negra del África subsahariana[2] fueron sus matrices fundamentales, pero que también tiene elementos culturales de origen asiático (judíos, árabes, japoneses y chinos), siendo algunos de estos los más antiguos de todos, si tomamos en cuenta que nuestra población aborigen era, esencialmente, de origen asiático. La obra hace énfasis en el aporte de la cultura negra a ésa identidad. El alto contenido pedagógico de los capítulos III y IV del libro evidencia el éxito de los objetivos específicos de la autora. Al respecto destaco lo siguiente: los elementos de origen asiático se expresan de manera principalísima en nuestra producción agrícola y en nuestros hábitos de consumo: la caña de azúcar, el arroz, los plátanos, el coco, el mango, las naranjas son elementos consustanciales del ser dominicano. Tal vez por otros autores, para algunos de esos productos, ya nos habíamos enterado de sus orígenes. Pero la novedad es que la Mtra. Celsa nos remite a cómo la tradición de producir y consumir esos productos entre nosotros está asociada a nuestra historia pre-colonial o colonial o contemporánea y en particular al período de la esclavitud en la isla. La autora parte del principio de que la cultura es la fuente fundamental de la identidad de un pueblo y pone en claro en su estudio algo que todos los presentes debemos asimilar y destacar: que el proceso histórico que condujo al predominio del mulato en el país no fue tanto racial, como pretenden reducirlo los historiadores hispanistas y acostumbran explicarlo los autores poco advertidos, sino que fue un proceso global que abarcó la totalidad de las manifestaciones culturales. Que primero debemos hablar de diversidad étnico-cultural y solo luego de identidad. Como señala el Dr. Nfubea en su prólogo la cuestión de la identidad “ha sido siempre un problema para el dominicano ya que esta realidad problemática tiene sus raíces en la colonización” (p. 18). Al respecto, el libro hace hincapié en señalar los factores socioculturales (institucionales e individuales) que han generado de manera continua conflictos de identidad entre la población de nuestro territorio desde inicios del siglo XVIII. Es esta una parte nodal del estudio donde la autora se refiere a la “esclavitud psicológica o mentalidad social que produce el conflicto de no asumir la identidad real de ser y pertenecer” vigente en cierto modo aún, en la sociedad dominicana. Y es que la presencia sostenida del racismo en diversos ámbitos de la sociedad complejiza las dificultades objetivas con que los dominicanos nos enfrentamos a nuestra propia identidad. Y más cuando lo hacemos desde la óptica del uso inapropiado de la noción de otredad. “Aún hoy campean en la prensa dominicana, de la mano de voceros de un llamado “nacionalismo” que define a la “dominicanidad” como algo opuesto e irreconciliable respecto a Haití, aunque al hacerlo castran la riqueza cultural de la sociedad dominicana y nos transmiten una caricatura “blanca”, “hispánica” y “católica” de una de las sociedades más mestizas, desde todos los ángulos, que existen en el hemisferio”[3] En conclusión, con esta obra la autora logra de forma magistral dos objetivos de gran relevancia y actualidad: 1. Abordar la transformación histórica de la República Dominicana, la construcción de la cultura y la identidad a través del estudio de la diversidad, y 2. Presentar una propuesta pedagógica factible de ser aplicada al proceso de enseñanza-aprendizaje en el área de las ciencias sociales, incluso en la capacitación, actualización y formación de maestros y facilitadores. Hoy que celebramos el 50 Aniversario de labor educativa ininterrumpida de nuestra apreciada Mtra. Celsa, cuán orgulloso me siento de haber cursado mis años de educación básica bajo su orientación y cariño en el Colegio Nuestra Señora de La Altagracia, y por ello aclamo a viva voz ¡Celsa Albert es una auténtica Maestra, Maestra de verdad, larga vida para ella! PABLO ANTONIO GÓMEZ En El Poema de la hija reintegrada yo comienzo a dialogar con mi hija de pocos meses que está agonizando. Poco a poco me voy desmaterializando y desprendiéndome de la vida. Entro de lleno a tocar la raíz de todos los problemas, los que el hombre cree haber resuelto, los examino de nuevo, los que apenas han movido su percepción, los examino minuciosamente. Con palabras fustigo el lenguaje de las palabras, y voy a buscar en el crepúsculo de un mundo reencarnado como el lenguaje de los actos. Hago un viraje y voy situando mi poema al compás del camino… DOMINGO MORENO JIMENES 163 CP PC 164 Cada antología es un salto al vacío, una cartografía inexacta, una elección subjetiva y personalísima. Así han sido reunidos estos poetas en Material Inflamable. Poetas enlazados por rebeldías comunes, interrogantes, búsquedas análogas, poetas a los cuales une el azar cronológico de haber nacido entre mil novecientos setenta y mil novecientos noventa y el hecho de haber publicado por lo menos un poemario después del año dos mil. Las antologías deben servir para revelar, no para canonizar, y ésta en particular se ha tramado del modo más adecuado y digno dentro de la línea editorial propuesta para una recopilación con tales características. Ya vendrán otras antologías que sigan radiografiando la andadura de la más reciente poesía dominicana. Mientras tanto, la mesa está servida. Que tengan buena lectura. La obra poética de Adrián Javier siempre estuvo matizada por una impronta narrativa, lo que es visible ahora con este manojo de minificciones y microcuentos que editamos póstumamente, en ocasión del primer año de su partida del reino de las letras nacionales. En estas páginas Adrián se nos revela como el gran deudor del Cortázar de Historia de cronopios y de famas. Sin ovejas que contar es un conjunto de pequeños universos narrativos autónomos, en los que el juego y el humor, la memoria y el olvido, las historias y los retratos de sus ídolos y héroes literarios y del cine, constituyen el telón de fondo de su mundo fantástico y onírico. Aquí el lector encontrará un diálogo lúdico entre los discursos y los lenguajes del cine, la publicidad y la radio, fuentes que nutrieron el imaginario fantástico y la sensibilidad letrada de este gran escritor ido a destiempo. BASILIO BELLIARD Apuntes sobre el significado de moderno en el tiempo de Andrés López de Medrano. Luis O. Brea Franco En este año 2014, conmemoramos el Bicentenario de la impresión de la Lógica de Andrés López de Medrano, que se estima el primer libro impreso en Santo Domingo. El volumen es un libro con fines didácticos, tal como aparece en el subtítulo: Elementos de filosofía moderna destinado al uso de la juventud dominicana. Destaco que mi interes por esta obra nace con miras a descubrir el uso filosófico que se da al término moderno. Resalto este hecho: es la primera ocasión que se utiliza este concepto en un texto dominicano. A continuación señalo el contexto sociocultural en que se encuadra la obra, esbozo quién y cómo es el autor e intento despejar el significado del término moderno, su interpretación en la filosofía de las Luces y en López de Medrano. PC 165 1. El acontecimiento PC 166 La proveniencia del término moderno es clara, pasa de textos de pensadores ilustrados de Francia, específicamente, los del filósofo francés, Étienne Bonnot de Condillac (1714-1780), de quien nuestro autor se declara confeso deudor. No conozco estudio o análisis alguno sobre este concepto en el texto de López de Medrano y estimo que sería importante intentar definir, en ese contexto, su significación histórica. Enfatizo desde el comienzo, que el hecho de utilizar un término en un discurso, no conlleva necesariamente que quien lo maneja tenga plena consciencia de la escala de sus significaciones, perciba la trama de dónde opera e irradia sentido, y cuáles son sus relaciones constitutivas, las consecuencias necesarias, posibilidades y matices históricos que reconcentra. Para nosotros resulta de capital interés determinar su significación en general y el uso que se hace de este concepto, en razón de que el mismo se transforma en la raíz, en elemento sustancial, para definir el sentido de la interpretación vigente de la historia occidental. Desde el siglo XVII hasta nuestros días, este concepto ha servido de soporte a diversas y sutiles perspectivas sobre el alcance de términos que se derivan del mismo, tales como: moderno, modernismo, modernidad, modernización, posmodernidad, hipermodernidad, transmodernidad, etc. Al inicio del libro, en el apartado uno, el autor presenta un breve prólogo donde recalca el parentesco que tiene su “novedosa” concepción de la lógica, con algunos avanzados planteamientos sensualistas imperantes en la filosofía ilustrada, específicamente, en la lógica de Étienne Bonnot de Condillac.1 El autor trata en sentido general lo que es la lógica en su condición de ciencia filosófica e indica en qué consiste su valor y utilidad para la humanidad. En la portadilla del libro se consigna que fue estampado en la imprenta de la Capitanía General el año 1814, mientras que su redacción se realiza el año anterior. El autor se presenta como catedrático de medicina y, al mismo tiempo, actúa como ac philosophia moderatore in nobilissima sancti dominici civitate edocta, es decir, como “El regente de los estudios de filosofía, enseñada en la nobilísima ciudad de Santo Domingo, en el año de 1813”. Lo que indica que la asignatura comenzó a exponerse el año anterior al de la impresión de la obra. El entorno material e institucional en que se ofrece la materia es la planta baja de la casa arzobispal, cedida por el Arzobispo Pedro Valera y Jiménez, primer Arzobispo dominicano, quien funda en 1812, “en su PalacioArzobispal un Seminario Conciliar”.2 Pedro Henríquez Ureña relata la condición que se vive en Santo Domingo en la 1 2 3 época de la publicación del libro: “A la Universidad de Santo Tomás acudieron durante tres siglos estudiantes de todas las Antillas y de Tierra Firme. Todavía después de fundadas, en el siglo XVIII, las Universidades de La Habana y Caracas, concurrían a Santo Domingo alumnos cubanos y venezolanos: los tuvo hasta el momento de su extinción. (…) En el siglo XVIII renace la Universidad de Santiago de la Paz, al incorporarse el Colegio de Gorjón en el de los jesuitas, en 26 de mayo de 1747… (…) Desde 1754, por lo menos, –cuando se redactan nuevos estatutos–, no era ya exclusivamente universidad de los dominicos: parte de la enseñanza estaba en manos de seglares y los rectores podían serlo. Sabemos que hacía 1786 tenía cincuenta doctores y unos doscientos estudiantes. Hacia el año de1801 se cerró, bajo los franceses y en 1815, bajo el nuevo régimen español, se reabrió como universidad laica, al empuje de la ola liberal que venía de las Cortes de Cádiz, y sobrevivió hasta 1823, en que se extinguió definitivamente, al despoblarse sus aulas cuando los invasores haitianos obligaron a todos los jóvenes a enrolarse en el servicio militar.”3 En el primer apartado del texto, también el autor expresa su agradecimiento a Pedro Henríquez Ureña (PHU), La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, recogido en el libro Obra Dominicana, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 1988, cfr.: p. 272: “La imprenta, después de la Constitución de Cádiz, funcionaba libremente y hasta en exceso, según la voz de la época. Pero los ánimos no estaban para obras literarias (LOBF): el libro más importante que llegó a imprimirse allí fue probablemente el Tratado de Lógica (1814) de Andrés López de Medrano, natural de Santiago de los Caballeros.” Se puede consultar respecto al tema de la aparición de la imprenta en Santo Domingo, el libro de Emilio Rodríguez Demorizi: “La imprenta y los primeros periódicos de Santo Domingo”, Imprenta San Francisco, Ciudad Trujillo, 1944. Cfr. Andrés López de Medrano, Edición del Bicentenario de la Lógica de Andrés López de Medrano, edición al cuidado de Julio Minaya. Ministerio de Cultura, Ediciones de Cultura, Santo Domingo, 2014. Sobre todo en el comienzo del texto, párrafo 3.-, titulado: Primera parte de la Filosofía. Lógica o el arte del pensar, pp. 404-405. Cfr. Emilio Rodríguez Demorizi, Cronología de la real y pontificia Universidad de Santo Domingo 1538 – 1970. Publicaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Volumen CXLIV, Imprenta Universitaria, Segunda edición, 1987, p. 43. Esta obra no es una simple cronología sino una colección de datos y documentos relativos al tema de que trata. Finalmente, constituye una cantera de datos y una valiosa reflexión, la obra de Juan Francisco Sánchez, La Universidad de Santo Domingo, Vol. 15, Colección La Era de Trujillo, Ciudad Trujillo, Impresora Dominicana, 1955. Pedro Henrique Ureña, Obra dominicana, La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, III. Las universidades. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 1988, pp. 209-210. Cfr. Cronología de la real y pontificia Universidad de Santo Domingo 1538-1970. PC 167 su patrocinador: “Rendid, finalmente, vuestros más justos tributos de agradecimiento al magnánimo Mecenas, Ilmo. Arzobispo D. D. D. Pedro Valera, que vela siempre por vosotros y vuestros adelantos.”4 Con la finalidad de seleccionar un docente adecuadamente formado, que dispusiera de los instrumentos didácticos requeridos para la tarea educativa que se aspira instaurar, se constituye un jurado para celebrar el concurso en que se habría de seleccionar el maestro de la asignatura.5 La prueba se lleva a cabo el 27 de agosto de 1813, y el jurado emite su resolución el 02 de septiembre. En la memoria se declara que el Bachiller en Filosofía, Andrés López de Medrano, supera la prueba y se especifica que ha sido el único candidato que se presenta al certamen.”6 López de Medrano, en el referido exordio, además formula una exhortación a la juventud dominicana: “Ya habéis ingresado en el ámbito de la Facultad de Filosofía, donde no se halla la amargura sino la dulzura; no la tristeza, sino la alegría. Felices de vosotros si os apoyáis en ella virilmente. Dichosa la Patria si ve florecer tales hijos, y feliz, muy feliz yo, si distinguido con tanto honor, seguro de tanta gloria, puedo enseñar y asentar la moderna filosofía, apoyándola en solidísimos experimentos.”7 2. ¿Quién es Andrés López de Medrano? PC 168 Contamos, ahora, con una excelente obra que condensa casi toda la documentación 4 5 6 7 8 relativa al estudio, labor, obra, vida y destino histórico del autor de “nuestra” Lógica, fruto humilde, paciente, meticuloso y ahora, esencial, para conocer más al autor de tan brillante resultado, realizado con amor y cuidado por el Dr. Julio Genaro Campillo Pérez.8 Ahí encontramos textos que van desde la genealogía de nuestro autor, a su formación y estudios. Sobre su desarrollo espiritual hay estimables valoraciones de su obra, sus hechos y debilidades, así como una serie de semblanzas de diversa amplitud, con riqueza de datos, profundidad de juicio y penetración psicológica. Integra, además, otros escritos menores, que a mi modo de ver resultan de gran interés para comprender el ingenio, la catadura moral, el sentido del humor, la alta capacidad, la seguridad en el ser, la serenidad de ser en silencio, el modo amoroso con que afronta los múltiples, casi infinitos valores, todo tipo de flaquezas y miedos y fobias contra de sí, desde el otro, y nos permiten vislumbrar un retrato psicológico del hombre concreto al que le tocó vivir de sus estudios como intelectual en un tiempo de gran agitación e inseguridad vital, marcado por una oscura percepción del futuro, con la conciencia de que en ese momento se produce una quiebra histórica y social que marca de manera indeleble la vida de sus conciudadanos y la suya propia. López de Medrano pretende presentarse como portavoz de una nueva perspectiva filosófica que signa bajo el concepto de lo moderno. Pero, a mi juicio, no logra alcanzar este objetivo. Cfr. Edición del Bicentenario de la Lógica de Andrés López de Medrano, p. 402-403 Cfr. Dr. Julio Genaro Campillo Pérez: Dr. Andrés López de Medrano y su legado humanista, Editora Corripio, Santo Domingo, 1999, pp. 331 – 344. Documentos para la Historia de la Filosofía en Santo Domingo. Investigación, edición y notas de Vetilio Alfau Durán, Anales de la Universidad de Santo Domingo, Nos. 55-56, enero-diciembre 1950, pp. 243-259. Ibídem. Cfr.: Edición del Bicentenario, pp. 402-403. Esta obra la citaremos en lo adelante como: Edición del Bicentenario. Campillo Pérez, Julio Genaro, Dr. Andrés López de Medrano y su legado humanista. Santo Domingo, R. D., 1999. Academia de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial Dominicana, Serie A, Vol. II. Cfr. PP.261 a la 328. El panorama del mundo tal como se divisa desde nuestro país, no ofrece al intelectual dominicano de ese tiempo ningún tipo de seguridad, de una continuidad vital, social, institucional e histórica. Así podemos resumir a grandes rasgos las características negativas de la época: la ejecución del Tratado de Basilea (1795) que provoca la emigración de la élite dominicana; la Reconquista y la consecuente reincorporación de Santo Domingo a la corona Española (1808-1809); la declaración de independencia guiada por Núñez de Cáceres (1821); la invasión haitiana (1822), produce un desánimo general que provoca un proceso de desintegración religiosa, civil y doméstica”. Los dominicanos vuelven a emigrar, se disuelven instituciones y escuelas, y los jóvenes vienen arrebatados de sus estudios y proyectos personales. El reflejo de esta tragedia se trasluce en dos escritos menores, que si se interpretan a la luz de la vorágine en que se ha transformado la vida de estos seres afligidos por este vendaval histórico, revelan una actitud pragmática con la cual el autor trata de situarse en terreno firme para edificar la continuidad personal y cierto sentido de permanencia en el erial en que se ha transformado la existencia en la parte española de la isla: uno de ellos es El manifiesto sobre las elecciones parroquiales, de 1820, y el otro, La disertación en la Universidad de Santo Domingo con motivo de la apertura de clases, en 1822.9 Andrés López de Medrano, nace, en la ciudad de Santiago en el año de 1780 y fallece en Puerto Rico donde vivió “desde septiembre de 1822 (…) como vecino de Aguadilla, de Mayagüez y de Ponce, donde finalmente fallece el 6 de marzo de 1856”.10 La existencia de nuestro autor fue accidentada, reprimida y al cuanto difícil aún 9 10 11 Ibídem, pp. 147-163; ibídem, pp. 165-173. Ibídem, p. 14.re Ibidem, p. 2 para un hombre de su época, debido a los múltiples accidentes históricos que tuvo que afrontar y que marcaron sus días con sentimientos de cierta amargura y aire de tragedia. Entre estos incidentes, los más difíciles e inmanejables, fueron las invasiones haitianas de los años 1805 y 1822: “Por causa de éstas, al igual que otras familias de Santiago de los Caballeros, donde nació y se crió, en unión de sus parientes más cercanos, se exilió en Venezuela, huyendo de las exigencias económicas y de los crueles atropellos de las huestes de Dessalines y Cristóbal, que prácticamente destruyeron, física y poblacionalmente, a varios pueblos y ciudades de la región del Cibao, entre ellos Santiago de los Caballeros, en febrero de 1805”. 11 Desde su particular formación y estudios profesionales nuestro pensador sirvió a la sociedad de su tiempo fundamentalmente como médico y como educador. El Dr. Campillo Pérez, aduce, respecto de la obtención del título de Doctor en medicina, que pudo obtenerlo a su regreso al país en 1810. Otros, entre ellos, Machado, y Néstor Contín Aybar, arguyen que lo obtuvo, al igual que el título de Bachiller en Filosofía y Artes, en la Universidad de Santa Rosa de Caracas. Mientras que Juan Francisco Sánchez nos informa que durante su emigración a Caracas, Venezuela, para graduarse en Filosofía y Artes, presenta una tesis titulada, nada menos que: El alma considerada como creación divina. Lo que entrará en contradicción con su condición de moderno y seguidor de Condillac, tal como lo manifestará en el texto de su Lógica. López de Medrano inicia su carrera docente en la Universidad de Caracas. Después de cursar y aprobar el Bachillerato en Filosofía y Artes fue profesor PC 169 PC 170 sustituto de esta materia. Cuando se presenta para optar por la Cátedra de Lógica, en los documentos que presenta, señala: “que llevaba dos años y ocho meses impartiendo docencia para el Colegio Seminario de Santo Domingo en Latinidad y Retórica.” Su carrera académica avanza en 1820, cuando es elegido Vicerrector de la Universidad y, posteriormente, desde mayo de 1821, y por varios meses, ocupa la Rectoría de manera interina. Participó de la vida política al ocupar cargos como Síndico Procurador, y Regidor del cabildo. Además, ocupa transitoriamente la presidencia del Estado fundado en noviembre de 1821, por José Núñez de Cáceres, en ocasión de falta temporal de éste por enfermedad. Como Regidor del Ayuntamiento “tuvo la triste suerte de ser uno de los regidores que, cuando las huestes haitianas invaden el territorio nacional dando al traste con la independencia recién proclamada, comparecen a la Puerta del Conde a recibir a Boyer, el 9 de febrero de 1822.”12 En su calidad de Vicerrector de la Universidad, tuvo a su cargo pronunciar el discurso de apertura de clases de esa casa de estudios, el 1 de julio de 1822, ante las figuras prominentes de los invasores, el presidente Boyer y el gobernador Borgellá. En ese momento se deshace en loas hacia los opresores haitianos, lo que produce quejas y el repudio de sus conciudadanos. A pesar de ello, los invasores, un año después, el 12 de julio de 1823 clausuran la universidad al disponer que todos los jóvenes en edad apta para la milicia, la sirvieran. Emigra a Puerto Rico en septiembre de ese año. A su llegada es detenido bajo el cargo de traidor a España, por haber participado en el gobierno de Núñez de Cáceres, pero consigue la libertad al 12 13 someterse a la autoridad española de la isla y comprometerse a respetar su política. Se instala con su familia en Mayagüez y participa de actividades masónicas, es elegido Presidente del Soberano Consejo Príncipe Real Secreto en el 1837. Posteriormente, se establece en Ponce, en 1839, donde contrae matrimonio por segunda vez. Allí viene designado director de la Escuela Pública, que ejerce hasta mayo de 1852, cuando se retira a su hogar. Fallece el 6 de mayo 1856.13 Resalto que después de lograda la independencia de 1844, López de Medrano no quiso reavivar los lazos con su patria. En parte, quizás avergonzado por el deprimente elogio que hizo del invasor haitiano en su discurso en la universidad. Quizás influiría también en él, notar la debilidad con que nace la nueva república, que parece tener los días contados. Lo cierto es que se había relacionado intensamente con la vida de Ponce, donde habitaba. Su segundo matrimonio fue con una dama de esa ciudad e igualmente, sus hijos varones se casaron con descendientes de familias boricuas. Los avatares negativos de su tiempo, su emigración y su no regreso a la patria, jugarían un papel absurdo, al ocultar una obra valiosa y única. Por el abandono y el olvido que nos ha caracterizado, poco a poco, su nombre fue perdiendo visibilidad y presencia entre las más destacadas figuras de nuestro pasado cultural. 3. ¿Qué significa ser moderno? 3.1 Primer concepto de moderno Si nos atenemos al significado de la palabra en latín, el adjetivo moderno, se refiere a lo nuevo, a lo de hoy. Deriva del Cfr. Campillo Pérez, obra citada, pp. 303-304. Semblanza de Nestor Contín Aybar. Cfr. Campillo Pérez, Julio Genaro, Dr. Andrés López de Medrano y su legado humanista. Santo Domingo, R. D., 1999. Academia de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial Dominicana, Serie A, Vol. II. Ver pp. Del 1 al 16. adverbio hodie, que indica a lo actual. La etimología de la locución deriva de la contracción de hoc die que equivale al uso adverbial de los términos: hic, éste y dies, día. La palabra moderno es de origen antiguo. Sin embargo, en Cicerón, cuando este se refiere a la historia actual, utiliza la expresión: “recientum rerum historia”. Respecto a los hombres de hoy, el escritor romano emplea: “homines qui nunc sunt (o vivunt)”. Esto nos indica que aún siendo de origen remoto, el vocablo aún no es válido en la época del gran retórico de Roma. Hay épocas que se dedican a elogiar como lo más valioso lo pasado, pero también encontramos en la rica y diversa historia de Occidente, otras que insisten en estimar el juicio del laudator tempi acti, es decir, de quien enaltecen los tiempos presentes, o lo que es, quizás, lo mismo, actúan como laudatores modernitatis. Este es el primer significado que tiene, históricamente, el adjetivo moderno: denota una referencia temporal al presente, a lo que acontece en el momento, “hic et nunc”, aquí y ahora. Como humanos, no podemos tratar de nada sin imponer el sello de nuestra subjetividad, sin asumir una visión perspectivista que nos permite aparecer de un horizonte valorativo: se hace visible una jerarquía de méritos, una escala de estimación, para edificar una hermenéutica ajustada a una semiótica. Así el termino moderno podría apuntar a una valoración afirmativa o a una resignada, según sea el contexto de nuestro discurso, de una intuición dominante, de específicos horizontes mentales, emocionales o nos encontremos en ciertos estados -muy escasos- de ataraxia. El filósofo italiano Umberto Eco, con la minuciosidad que destila en sus análisis, recoge incluso una situación que podríamos calificar de punto límite, porque el acto de estimar no se define netamente por un valor explícitamente “positivo” o por postular su contrario, sino que en ello también se podría hacer referencia a la “aurea mediocritas”, expresión que valora el término medio ideal entre los extremos discordantes. El primero en hablar del valor positivo del punto medio es Aristóteles en la Ética a Nicómaco. Con esto pretendo simplemente, poner un ejemplo de que en todo análisis hermenéutico hay posibilidad de hacer alusión a por lo menos tres valores que sirvan de parámetros fundamentales para materializar una dialéctica interpretativa. Esto lo destaco con el interés de presentar en clave metafórica la posibilidad de adoptar infinitos matices con los que podemos rotular el despliegue de un campo hermenéutico determinado. Antes de proseguir, correspondo con el método cartesiano, que recomienda que en toda indagación se debe recurrir en lo posible a la recapitulación. ¿Hasta dónde hemos llegado, aquí y ahora? En primer lugar, entendemos que el término moderno es antiguo: surge en el momento de la decadencia del Imperio romano. Resulta claro que en su significado primario la palabra habla del tiempo presente, se refiere a éste. 3.2 Segundo concepto de moderno Sin embargo, según lo que sabemos de lo humano nunca podemos actuar o ser o sentir sin fijar una posición ante el mundo, situarnos ante éste, y en consecuencia, al utilizar el concepto de moderno siempre adoptamos y mostramos estar en actitud estimativa ante el mismo. Siempre actuamos en el interior de una declinación valorativa, que nos pone a juzgar que ese tiempo podría ser peor o mejor respecto a otro diferente, que se encuentra circunstanciado desde la perspectiva de lo actual. PC 171 PC 172 Hace unos años, en un libro de ensayos míos, en que buscaba esbozar de manera muy breve las características esenciales del ser moderno y de los procesos de modernización, apuntaba que el auténtico campo de batalla para confrontar una época que pretendiera instaurar elementos diferentes y novedosos, que buscase elevarse como una nueva era de la historia del mundo, era regresar con la imaginación a Grecia antigua. Para ello debía abrir un debate intenso en el interior de sí misma en cuanto paradigma, que subsumiera las relaciones y antagonismos con un arquetipo de Grecia antigua, asumido como la medida con la cual debía enfrentarse, y lograr, con esta “querelle” –debate–, decidir si aquel modelo aparece aún como el espejo auténtico de ser histórico y decidir en qué sentido esto se cumpliría. Por ello titulaba el indicado texto: Grecia como campo de batalla,14 al subrayar el carácter que asume Grecia antigua como metro, patrón o criterio, que permite deslindar si en el tiempo que se presenta como nuevo, hay elementos auténticos y reales que desvelen una nueva constitución del ser, que supere en alguna acepción el prototipo que se considera desde el inicio de Occidente como lo originario. Para referirme adecuadamente a lo que deseaba resaltar, tomaba como ejemplo la posición adoptada por el compositor Richard Wagner, quien como es sabido ejerció gran influencia sobre Friedrich Nietzsche respecto a este “topos”, aunque no específicamente en su conclusión sobre el tema. Wagner estima que Grecia ha sido superada por lo nuevo que trae lo moderno, al agregar a aquél el elemento práctico, el 14 15 poderío que le otorga la técnica moderna, al superar la pura concepción teorética que determina la ciencia en la antigüedad. El compositor eleva a símbolo de lo moderno, la técnica moderna, la imagen de la máquina. Así mismo, en el siglo XVIII, se articuló la que se nombró como La querella de los antiguos y los modernos. Los adversarios en esta disputa son quienes creen que es evidente la superioridad de los grandes autores del pasado sobre los del presente. Mientras que el partido contrario está constituido por quienes defienden un nuevo paradigma de conocimiento basado en el empleo de las matemáticas, el experimento y la aplicación técnica del saber. En efecto, Galileo sostiene un axioma que regirá como principio epistemológico fundamental en todo el despliegue de la ciencia moderna: “La naturaleza está escrita en lenguaje matemático”.15 La fórmula es realmente revolucionaria, pues el concepto antiguo de naturaleza como organización de sustancias, formas y cualidades, viene sustituido por otro inédito: la naturaleza es un conjunto coordinado de fenómenos cuantitativos -es decir, va entendida como sistema-. Y con ello no sólo se modifica el concepto del ser de la naturaleza, sino también el de la investigación científica de la misma. A partir de la Ilustración, se dirá que son los segundos -los pensadores modernos- quienes han ganado sin duda la partida, hasta el punto de que la disputa retórica decae y se silencia en sus niveles más altos. El brillante helenista inglés, Gilbert Arthur Highet en su exquisito libro: La tradición clásica: influencias griegas y Cfr. Brea Franco, Luis O., La modernidad como problema, Editora Amigos del Hogar, Santo Domingo, 2007, pp. 102-104 Cfr. Il Saggiatore, Feltrinelli, Edizione Universale Economica, I Classici, 1963. En el tiempo que el poeta John Donne escribe que: “La nueva filosofía duda de todo”, Galileo se confía en las matemáticas como guía segura para salir del “oscuro laberinto” y comenzar a comprender el gran libro de la naturaleza. romanas en la literatura occidental, Volumen I, trata cómo la historia de gran parte de la poesía y de la prosa más excelentes que se han escrito en las naciones occidentales constituyen una corriente continua que se inicia desde Grecia y avanza hasta hoy. El filólogo explica el objeto de la Querelle al afirmar que: “La cuestión era ésta. ¿Deben admirar e imitar los escritores modernos a los grandes autores griegos y latinos de la Antigüedad? ¿O acaso no han sido ahora superados y dejados atrás los modelos clásicos de la buena literatura? ¿Debemos limitarnos a caminar sobre las pisadas de los antiguos, tratando de emularlos y esperando, cuando mucho, igualarlos? ¿O podemos abrigar confiadamente la ambición de superarlos? El problema puede plantearse en términos mucho más amplios. En la ciencia, en las bellas artes, en la civilización en general, ¿hemos avanzado más lejos que los griegos y romanos?” En este contexto me parece interesante referir el contraste de visiones que presenta Umberto Eco, entre el pensamiento medioeval y el moderno, en reciente libro suyo.16 Eco, indica: “La historia que nos preparamos para seguir es compleja, se realiza mediante permanencias y rupturas. En buena parte es una historia de permanencias, porque ciertamente el Medioevo ha sido una época de autores que se copian en cadena sin citarse, también porque en una época de cultura manuscrita –con los manuscritos difícilmente accesibles– el copiar era el único medio para poner en circulación las ideas. Nadie se imaginaba que copiar fuera incorrecto, de copia en copia a menudo nadie podía saber cuál era la paternidad de una fórmula, y en fin de cuentas se pensaba que si una idea 16 17 era verdadera pertenecía a todos. Pero esta historia tenía su momento álgido. A veces, hacia el final, había golpe que conmovían a la sala completa, como el Cogito cartesiano.” “Maritain ha señalado que fue solo con Descartes cuando un pensador se presenta como un debutant dans l’absolut –como un debutante en absoluto, o también, como una estrella del espectáculo de la alta filosofía–. Después de Cartesio cada pensador tratará de debutar en el escenario, con una escenografia original, nunca antes vista o presentada. Los pensadores medievales no eran de una índole tan teatral, pensaban que la originalidad era un pecado de orgullo (y por otro lado, en ese tiempo, al poner en discusión la tradición oficial, se corrijan riesgos extremos, y no tan solo peligros académicos). Pero también los medievales (y lo rebelamos solo a quien no lo supieren aún) eran capaces de soluciones ingeniosas y de golpes de genio.”17 Así el hombre moderno de finales del siglo XVII e inicios del XVIII, asume, a fin de aclarar la peculiaridad de la propia cultura, confrontarse con la cultura de los Antiguos, sin tomar en cuenta que esta toma de consciencia adolecía de claridad al utilizar parámetros heterogéneos y criterios demasiado rígidos para poder evaluar con justeza las semejanzas y las diferencias entre ambas culturas. Su punto de partida al colocarse ante los antiguos era sustancialmente polémico. Esto resulta evidente de inmediato si consideramos la fundación de la “Academia francesa”, en 1635. Se nota en seguida una contraposición con lo más celebrado de la Antigüedad: la Academia platónica. Sin embargo, la francesa no pretende erigirse en una copia de la primera, sino que surge para hacer justicia a la nueva cultura del presente –la Cfr. Eco, Umberto, Scritti sul pensiero medievale. Bompiani iBooks, 2012, pp. 28-29 Tradución libre del italiano de LOBF. PC 173 PC 174 moderna–, que a través de otra visión del sentido del proceso histórico viene a descodificarlo como dominado por una tendencia positiva que se proyecta en lo venidero. Se estima que la propensión predominante del tiempo moderno consiste en avanzar, en adelantarse hacia un florecimiento pleno del ser en esta vida, mediante la labor del científico que aprende a dominar y a producir causas a fin de crear determinados efectos en la naturaleza oportunos para el desarrollo de la vida humana. Este es otro nivel que alcanza el concepto de moderno en la Ilustración Es a este proceso al que se denomina: “progreso”. Significa que la historia se encamina en un despliegue ascendente y positivo mediante el nuevo método de conocer moderno. Aparecen, ahora, formas inéditas de relacionar los fenómenos según métodos, sistemas, series y procedimientos adecuados para enfrentar la realidad signados por el desarrollo del lenguaje matemático aplicado al conocimiento y a sus implicaciones prácticas, que poco a poco van transformando los modos de relacionarse del hombre con el mundo y las relaciones sociales en el sentido de crear mejorías palpables para suavizar los modos de vida.” En Newton aparece una sentencia que denota una valoración positiva de lo antiguo como algo actual y vivo en lo moderno: “Entre los gigantes del siglo XVII que dijeron modestamente de sí mismos que estaban encaramados a hombros de los gigantes del pasado, el más grande de todos fue, por supuesto, Newton. Y lo hizo personalizando un poco el viejo dicho, dejando abierta la cuestión de si no era más que un enano que había sido elevado hasta un lugar eminente desde el que podía 18 19 ver más lejos que otros, y dejando también como algo problemático el hecho de si había visto más lejos. Éstos son los sutiles cambios que se producen cuando se le da a una frase antigua la siguiente forma: «Si he llegado a ver más lejos, fue encaramándome a hombros de Gigantes.»”18 Por otro lado, existe un adagio de uno de los mayores representantes de la filosofía de las Luces, Voltaire, en que expresa de manera brillante y breve el lugar que ocupa el investigador científico moderno en el contexto de la nueva cultura. En esto nos atenemos a la caracterización del filósofo moderno, en tanto que debutante en absoluto, como creador de una nueva visión del cosmos, tal como lo califica Jacques Maritain en sus estudios sobre la escolástica. En efecto, Voltaire subraya que “Newton solo, vale cuanto toda la antigüedad”: “Newton: utilior tota antiquitate”.19 3. 3 Tercer concepto de moderno Avanzando un poco más en el tiempo, desde Goethe, entre los siglos XVII a XVIII, el arquetipo del hombre moderno lo constituye la figura de Faust. Pero en el mundo histórico europeo es posible resaltar figuras modernas concretas: Galileo, Diderot, Voltaire, Benjamin Franklin, Federico II de Prusia, Sir Francis Bacon, y quizás podríamos señalar como un precursor a Leonardo da Vinci. ¿Cuál es la característica descollante del hombre moderno? Podríamos resaltar, al seguir a Goethe, que lo esencial es su inquietud. El moderno es el ser humano universal por excelencia que está siempre abierto a dirigirse hacia nuevos horizontes. Posee un carácter proteico. Cfr. Merton, Robert K., A hombros de gigantes, ediciones península, historia/ciencia/sociedad 218, Barcelona, 1990, p. 19. Cfr. Ginzo Fernández, Arsenio, Los antiguos y los modernos. D. Diderot, publicado en la revista Polis, No. 8, 1996. P.55. El hombre moderno predominante, como personaje de la Ilustración, es el libertino, pero este emblema no ha de entenderse como lo pensamos hoy. Es decir, como la referencia a un humano que no sigue normas ni reglas morales. Viene más bien a representar al hombre que quiere ser libre de cuerpo y mente, alejado de los interdictos que su conducta pueda generar desde su concepción libre de la religión. Apela a una moral natural que el sujeto descubre en su interior y trata de discernir rectamente mediante las indicaciones de la razón. Es libertino porque es inquieto; no se conforma con lo que aparece de inmediato. La actitud que lo domina es ante todo, la de búsqueda de nuevas experiencias, de nuevos derroteros; por ello el filósofo ilustrado es aquel que rompe con todas las raíces que lo atan a algún lugar o a un tiempo determinado. El tiempo del hombre moderno es el futuro que es el tiempo del proyectar, donde lo concreto de hoy, mañana será mejor. Su espacio vital es el ámbito total de la cultura y su patria se localiza dónde hay debates sobre la esencia de la verdad, búsquedas continuas de novedades y ansias de perfeccionamiento. Encontramos un tercer matiz de moderno en la actitud calculadora que asume el mundo como un almacén de consumo sea de materias primas, de bienes terminados o de gente, y en lugar de humanos descubrimos un mercado de fuerza laboral heterogénea. En esta visión de lo moderno lo esencial estriba en consumir: la vida se experimenta como afán de novedades. Se pasa inmediatamente de una cosa a la otra. El tiempo natural es la prisa y el estado de ánimo dominante es el desasosiego, la ansiedad, el quererlo todo sin saber por qué o para qué. Se existe en un estado de agitación caracterizado por el sometimiento a un moto continuo. La inquietud que lo domina, con la que busca derrotar el presente, se origina en una nueva valoración del deseo, este produce inseguridad, falta de serenidad en razón de notar la ausencia del objeto del deseo y por la continua renovación del vacío de lo mismo, en cuanto la estructura del deseo consiste en reavivarse inmediatamente después de saciarse. Por otro lado, en este proceso de someter a la crítica de la razón todo lo dado o lo aceptado tradicionalmente, se va a intentar sustituir toda liturgia religiosa con otra de origen racional, basada en el orden “natural” que descubre a través del nuevo método del conocimiento científico. En este orden, la concepción y la realización de la Encyclopédie es el símbolo de lo moderno, de su forma de pensar y de concebir el mundo. El nombre exacto de este nuevo instrumento del conocimiento es: L’Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, fue editada en Francia entre los años 1751 y 1772, bajo la dirección de Denis Diderot y Jean d’Alembert. Esta obra gigantesca se constituye como la carta de ruta del XVIII, y se avanza como la nueva Suma del saber de la nueva época, que con mucho, gracias a una variación del punto de vista metodológico respecto al saber medieval y antiguo la conciben como el nuevo instrumento adecuado para revelar la verdad del mundo, al superar todo lo que no resulte evidente y comprobable por medio de la razón natural. Nada, ninguna verdad divina ni creencia religiosa puede imperar sobre ella. El hombre de las Luces se siente vivo sólo ejerciendo como sumo sacerdote del universo de la filosofía y como tal cuenta con su breviario profano, que es el libro en que reúne todo el saber epocal, que se presenta como el mapa de la realidad del mundo, un saber que le viene revelado por PC 175 PC 176 la nueva trinidad de capacidades mediante las cuales se revela toda verdad y conocimiento: la memoria, la razón o luz natural y la imaginación. Todo esto viene a edificar una nueva sensibilidad que da origen a la razón instrumental, que es sensible al conocimiento en cuanto fuente de eficacia y poderío. En esta visión: “el útil y la utilidad lo circunscribe todo.” Es el momento en que Sir Francis Bacon declara y muestra el sentido de la nueva sensibilidad que marca los tiempos y elabora una nueva ecuación que va a servir como metro o criterio para mensurar la realidad del mundo cognoscible: “Saber es poder”. En el orden medieval rige lo establecido por Dios desde inicio del mundo, el creador es el Principio, que actúa como lo primario, como lo principal que se mueve en la Historia que consiste en edificar la Ciudad de Dios para luego alcanzar a través de esta vía la Jerusalén celeste, de dónde todo deriva y hacía dónde todo tiende. El elemento que da sentido al hombre, al mundo y a la historia es volver al principio, al Dios padre, creador del cielo y de la tierra. La autoridad nace y se deriva de una muy específica escatología universal, anteposhistórica. En esta visión ocupa la preferencia lo antiguo, el principio, el fundamento, Dios creador. La historia alcanza su validez desde el sentido que le otorga su relación con el origen del mundo, desde la causa suprema. El sentido de lo histórico se encuentra al principio y la tarea del hombre es aprender a imitar lo perfecto que es Dios creador e intentar purificarse para volver a Él. Desde la nueva visión que asoma en el pensamiento de Bacon, la tarea de los humanos es buscar y alcanzar el conocimiento al contar con lo que desde siempre sabemos como seres racionales. El auténtico conocimiento del mundo se alcanza mediante la razón, que dispone de los términos y la estructura lógica que nos permiten contrastar estos criterios únicos y válidos para todos, en todo tiempo y lugar, con la realidad empírica del mundo. La razón conoce mediante los principios a priori que la conforman y se estructura en una Mathesis universal. El conocimiento del hombre moderno se inicia recurriendo a la estructura lógicomatemática a priori de la razón, y es por ello que la ciencia moderna se constituye como matemática. Ahora el conocimiento es instancia de poder para poder moldear el mundo a través de una praxis que sigue los dictados de una razón que manipula los elementos que constituyen la realidad para transformar el mundo en el sentido que indique la voluntad del hombre racional. Este es el sentido que podemos deducir de uno de los primeros aforismos del libro del Bacon, Novum Órganon -que se plantea como un nuevo método o lógica que ha de tener vigencia de ese momento en adelante, y que claramente alude y se contrapone al Organón antiguo, que es el método o instrumento de conocimiento creado por la filosofía de Aristóteles, que había sido el eje metodológico de la Escolástica medioeval desde la magnífica y hermosa arquitectura del pensamiento de Santo Tomás. La máxima de Bacon reza: “La ciencia del hombre es la medida de su potencia, porque ignorar la causa es un no poder producir el efecto”. Para lograr el triunfo de la ciencia matematizada, el conocimiento debe de unir indisolublemente la práctica y el conocimiento de las causas, es decir, sintetizar teoría y praxis. Esta síntesis es la que logra realizar la Encyclopedie, que desde sus inicios se plantea situar de manera ordenada, las ciencias, las artes y los oficios. En una perspectiva tan abarcadora lo que se busca tener claro en todo momento es que “lo útil lo circunscribe todo”. Esta es la raíz que permitirá la aparición del burgués y de su afán de pesar, medir y valorar, de poner precio a todo cuanto. 4. Conclusión Concluyo con suma brevedad. Estimo que el uso que nuestro autor hace del término en cuestión se limita a su referencia primaria, es decir, que utiliza el vocablo para indicar hacia la actualidad, hacia lo actual. Relaciona sus elementos de lógica con el pensamiento que estima más actualizado y vigente, que entiende al sustentar su teoría lógica como una especie de nominalismo que suprime en este campo toda posibilidad a un desarrollo idealista. La posición que sustenta el autor frente a la existencia del alma y a sostener su derivación del poderío creador de Dios, lo catapulta en un terreno que va más allá de lo puramente sensible, de las sensaciones. Estas son los ladrillos con los que Étienne Bonnot de Condillac constituye la realidad con el entendimiento. En López de Medrano no aparece consciencia alguna del poderío que permite alcanzar la nueva forma de conocimiento tal como la presentan en sus aforismos Bacon, Galileo, Newton, Diderot y Voltaire. Tampoco puede explicar el porqué se hace necesario y cómo podría constituirse un campo de sentido que proporcionara, de algún modo, una justificación creíble y racional, del uso del lenguaje matemático en el conocimiento de la naturaleza. Para ello debería de concebir, de alguna manera, en sentido positivo, lo esencial del platonismo, dicho en lenguaje kantiano, la existencia de formas y estructuras racionales a priori que fungieran como fundamento y criterios de mensura de lo ideal con lo sensible. 20 Cierro al rememorar dos textos de dos maestros dominicanos, que desligan, celebran y explican lo que debe ser tomado en cuenta cuando se trata de desnudar la vida oculta de la cotidianidad, en el interior de la Lógica de López de Medrano. El primero es de Pedro Henríquez Ureña donde se ilumina, digamos, el espíritu ideológico reinante en la parte dominicana de la Española, en el tiempo de López de Medrano. “Primera entre todas las de América, por decreto de Carlos V surgió la Universidad Imperial y Pontificia; mientras tanto, el establecimiento de las comunidades (franciscanos, dominicos y mercedarios) implantaba la cultura religiosa. Santo Domingo de Guzmán, la ciudad capital, recibió entonces el pomposo título de Atenas del Nuevo Mundo. ¡Curiosa concepción del ideal ateniense! Aquel título, que luego fue pasando a otras ciudades de América (Lima, México, Caracas), implicaba una paradoja: una Atenas conventual y escolástica.” Cfr. Ibídem, p. 399: “La evolución intelectual de Santo Domingo ha seguido la misma marcha que la del resto de América: período de sometimiento a la tradición clásica y religiosa en la época colonial; período de indecisión, durante la independencia, en el cual se sigue, conscientemente o inconscientemente, el ejemplo de España; período de aparente estabilidad, en que se realiza un acuerdo entre la tradición y las influencias liberales y románticas; período de lucha por las ideas nuevas, que triunfan al fin.”20 El segundo testimonio se trata de un comentario que hace el brillante filósofo dominicano, Juan Francisco Sánchez, quien señala, respecto a nuestros modernos: “Como Sánchez Valverde, López de Medrano, pertenece al grupo de nuestros modernos, es decir, de aquellos Henríquez Ureña, Pedro: La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo: Vida intelectual de Santo Domingo, p. 393. En Obra Dominicana, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 1988. p. 393. PC 177 PC 178 espíritus inquietos (LOBF) que pugnaban por la renovación de las ideas tradicionales en filosofía introduciendo elementos empiristas, psicologistas y sensualistas provenientes de Newton, Locke, Galileo, Condillac, etc. Sin embargo, nuestros modernos no lo son sino con ciertas trabas y reservas (LOBF). Sobre ellos gravita el peso de la tradición colonial, y a cada paso se evidencia el cuidado que ponen en no chocar violentamente en punto a teoría con cuestiones que puedan rozar con la fe, como por ejemplo el problema del alma. Esto los hace cautos y tibios en las cuestiones decisivas, en cuyo caso se deciden por una fórmula ecléctica transaccional que les permita la protesta y hasta la burla, al mismo tiempo que dejan sentado bien claramente que son tan fieles tomistas como se puede ser (LOBF).21 Sánchez Valverde y López de Medrano pertenecen al grupo de nuestros modernos, es decir, de aquellos espíritus inquietos… Este juicio es potente y refleja el otro aspecto de su modernidad, como tales, tienen algo común con el primer arquetipo del hombre moderno, con Faust tal como lo representa Goethe. Y en cuanto espíritus inquietos son figuras, en especial López de Medrano, que se encuentran ya cerca del movimiento romántico. Estos fueron prototipos de seguidores de Faust y como tales, en su inquietud, se reflejan en aquellos versos exquisitos de Darío: “y muy siglo diez y ocho y muy antiguo / y muy moderno; audaz, cosmopolita; (…) / y una sed de ilusiones infinita. // Yo supe de dolor desde mi infancia. / mi juventud… ¿fue juventud la mía?22 21 22 5. Bibliografía fundamental 1. Alfau Durán, Vetilio, Documentos para la Historia de la Filosofía en Santo Domingo. Investigación, edición y notas de Vetilio Alfau Durán, Anales de la Universidad de Santo Domingo, Nos. 55-56, enero-diciembre 1950, pp. 243-259. 2. Berman, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Editorial Siglo XXI, Argentina, 1988. 3. Blom, Philipp, Encyclopédie, El triunfo de la razón en tiempos irracionales, Editorial Anagrama, Barcelona, 2007. 4. Blom, Philipp, Gente peligrosa, El radicalismo olvidado de la Ilustración europea, Editorial Anagrama, Barcelona, 2012. 5. Bosch, Juan, Composición social dominicana, Alpha & Omega, Santo Domingo, 2005. 6. Brea Franco, Luis O., La modernidad como problema, Editora Amigos del Hogar, Santo Domingo, 2007. 7. Campillo Pérez, Dr. Julio Genaro, Dr. Andrés López de Medrano y su legado humanista, Editora Corripio, Santo Domingo, 1999. 8. Darío, Rubén, Poemas, Ediciones Ayacucho No. 9, Edición Digital, Cantos de vida y esperanza, Sf. 9. De Utrera, Fr. Cipriano, Episcopologio Dominicopolitano, Tipografía Franciscana, Ciudad Trujillo, 1956. 10. Eco, Umberto, Scritti sul pensiero medievale. Bompiani iBooks, 2012. 11. Eco, Umberto, La querelle degli antichi e dei moderni. The day after. Texto original en inglés, traductor al italiano, Francesco Ghelli. Sin fecha. En: I vecchi e i giovani. Quaderni di Synapsis, No. I, a cargo de Marina Polacco, Editora: Le Monnier Universitá. Universitá Ca’ Foscari, Dipartamento di Studî Umanistici, Venezia. 12. Galilei, Galileo, Il Saggiatore, Feltrinelli, Edizione Universale Economica, I Classici, 1963. Sánchez, Juan Francisco, El pensamiento filosófico en Santo Domingo. La Lógica de Andrés López de Medrano, en Dr. Julio Genaro Campillo Pérez: Dr. Andrés López de Medrano y su legado humanista, Editora Corripio, Santo Domingo, 1999, pp. 111-134. Cfr. P. 112-113. Publicado en origen en: Anales de la Universidad de Santo Domingo, Vol. XXI, 1956, pp. 373-393. Darío, Rubén, Poemas, Ediciones Ayacucho No. 9, Cantos de vida y esperanza, p.322 13. Ginzo Fernández, Arsenio, Los antiguos y los modernos. D. Diderot, publicado en la revista Polis. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica, No. 8, 1996. 14. Hadot, Pierre, L´insegnamento degli antichi, l’insegmento dei moderni, Edizioni ETS, Sesto Fiorentino, Firenze, 2012. 15. Henríquez Ureña, Pedro, La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, [publicado en el anejo dos de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana del Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires en (referencia tomada de la edición de las Obras Completas, de Juan Jacobo de Lara, Tomo VII, p. 9, Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña-. También puede consultarse en la obra que sigue. 16. Henríquez Ureña, Pedro, Obra dominicana, La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, III. Las universidades. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 1988. 17. Highet, Gilbert Arthur, La tradición clásica: influencias griegas y romanas en la literatura occidental, Volumen I. Colección Lenguas y Estudios Literarios, Fondo de Cultura Económica, 1954. 18. López de Medrano, Andrés, Edición del Bicentenario de la Lógica de Andrés López de Medrano, edición al cuidado de Julio Minaya. Ministerio de Cultura, Ediciones de Cultura, Santo Domingo, 2014. 19. Maravall, José Antonio, Antiguos y Modernos, Visión de la historia e idea de progreso hasta el Renacimiento, Alianza Editorial, Madrid, 1986 (1998). 20. Merton, Robert K., A hombros de gigantes, ediciones península, historia/ciencia/sociedad 218, Barcelona, 1990. 21. Morla, Rafael, Modernidad e ilustración en Santo Domingo, Archivo General de la Nación, Volumen CXXXIV, Santo Domingo, 2011. 22. Onfray, Michel, Illuminismo estremo, Ponte alle Grazie, Milano, 2010. 23. Onfray, Michel, Politiche della felicità, Ponte alle Grazie, Milano, 2012. 24. Pérez de la Cruz, Rosa Elena: Historia de las ideas filosóficas en Santo Domingo durante el siglo XVIII, 25. 26. 27. 28. 29. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México, D. F., 2000. Robert James, Cyril Lionel, Los jacobinos negros, Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití. Ediciones RyR, Buenos Aires, 2013. Rodríguez Demorizi, Emilio, La imprenta y los primeros periódicos de Santo Domingo, Imprenta San Francisco, Ciudad Trujillo, 1944. También en el Volume 7 de la Colección Bibliófilos 2000, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 1986. Rodríguez Demorizi, Emilio, Cronología de la real y pontificia Universidad de Santo Domingo 1538 – 1970. Publicaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Volumen CXLIV, Imprenta Universitaria, Segunda edición, 1987, p. 43. Sánchez, Juan Francisco, La Universidad de Santo Domingo, Vol. 15, Colección La Era de Trujillo, Ciudad Trujillo, Impresora Dominicana, 1955. Sánchez, Juan Francisco, El pensamiento filosófico en Santo Domingo. La Lógica de Andrés López de Medrano, en Dr. Julio Genaro Campillo Pérez: Dr. Andrés López de Medrano y su legado humanista, Editora Corripio, Santo Domingo, 1999. . Luis O. Brea Franco Es doctor en Filosofía por la Universitá degli Studî di Firenze. Entre sus publicaciones destacan Antología del pensamiento helénico; Preludios a la posmodernidad. Ensayos filosóficos; Claves para una lectura de Nietzsche; El espejo de Babel; La modernidad como problema; La cultura como identidad y derecho fundamental; y El derecho a la Filosofía, esbozo de una estrategia para su implementación en el país. En la actualidad se desempeña como asesor general del ministro y del gabinete ministerial, Ministerio de Cultura de la República Dominicana. PC 179 PC 180
© Copyright 2024