EL DÍA, domingo, 18 de octubre de 2015 p1 LA EMIGRACIÓN DE UN isleño, Agustín Llanos, natural de Icod, y ejemplo típico del retornado de Venezuela en los sesenta. 6/7 del domingo revista semanal de EL DÍA 175 ANIVERSARIO DEL REAL CASINO DE TENERIFE UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL RETRATO DE FAUSTINO MARTÍN ALBERTOS, OBRA DE JOSÉ AGUIAR Texto: Antonio Salgado Pérez (exsecretario del Real Casino de Tenerife) F austino Martín Albertos presidió la Junta Directiva del Casino de Tenerife desde el año 1928 hasta 1935. También ejerció tal cometido en 1945. Durante su primer mandato se erigió –tras una ingente y excepcional labor de equipo, en la que cabe destacar la figura del expresidente Arturo Ballester y MartínezOcampo– el edificio del que hoy se ufana nuestra Sociedad, que este año, precisamente, cumple sus 175 Aniversario bajo la presidencia de José Alberto Muiños y Gómez-Camacho, donde se ha logrado, entre otras importantes cotas, el título de Real y la Medalla de Oro del Gobierno de Canarias, así como de las que ya venía adornando a esta Sociedad, la Medalla de Oro de la Isla y la Medalla de Oro de la Ciudad, entre otras distinciones. Los hermanos Martín Fernández de la Torre Desde 1840 hasta 1850, el primer emplazamiento que tuvo el Casino de Tenerife –por aquel entonces denominado Gabinete de Cultura y Recreo– fue la casa número 4, esquina a la calle Candelaria. Tales fechas le convierten en la institución cultural más veterana de Canarias y una de las más longevas de España. Y había surgido del impulso de un grupo de personas interesadas en el diálogo y el intercambio de ideas acerca de la literatura y sobre la sociedad de su tierra. Entre 1850 y 1860, el Casino se instala en la casa número 2, y en el período 1860-1930, en la Casa Villalba, de estilo neoclásico y que ocupaba un tercio del solar actual. La noche del 4 de mayo de 1935 se inauguró el nuevo edificio del hoy Real Casino de Tenerife, obra del arquitecto grancanario Miguel Martín Fernández de la Torre, cuyo hermano, Néstor, engalanaría con dos magníficos murales, “La tierra” y “El mar”, el Salón Principal. Otrora, y por diferentes motivos, venía resultando difícil la tarea de buscar datos personales y fidedignos, vivencias y rasgos del citado Faustino Martín Albertos; personaje que, entre otras cosas, y al frente del Casino de Tenerife había mostrado un extraordinario espíritu emprendedor y una entrega y cariño sin límites para dotar a Santa Cruz de unas modernas instalaciones, con empaque y señorío, donde, primordialmente, iba a fomentarse el esparcimiento, la cultura, lo artístico y la exaltación insular y regional, conceptos que ya se transmitían desde aquella lejana época de 1840. Perfiles de un presidente Tales datos los aportó, en su día, doña Argelia Martín Santaella, viuda de don Antonio Hardisson Baudet. “Desde pequeña –manifestó– estuve muy relacionada con ellos, con Faustino y con su mujer, Adolfina Rojas de Vera, que, por cierto, daba por aquel entonces clases de piano. Faustino, que siempre fue un tinerfeño de pro, nació en Santa Cruz en 1896. Su madre procedía de La Orotava y su padre, del Puerto de la Cruz. Faustino fue a estudiar Derecho a Sevilla o Cádiz, no recuerdo muy bien. Pero lo que no se me olvida es que desde los 22 años ejerció de abogado; primero, en un bufete instalado en la calle Pi y Margall y, después, y de forma definitiva, en su casa de Viera y Clavijo”. La señora Martín Santaella, que compartió su amistad durante muchos años con el aludido matrimonio, confesó que “Faustino era una persona muy amable, de conversación amena y entretenida. Solía hablar, de forma muy descriptiva, de sus múltiples viajes y dejaba como embelesados a sus amigos con sus relatos. Siempre tuvo muchos amigos. Era muy alegre y una bellísima persona. Y, por encima de todo, un excelente y competente abogado”. Faustino Martín Albertos se casó con Adolfina Rojas de Vera el 31 de mayo de 1945. No tuvieron descendencia. Aquella unión sólo duró seis años. Una grave enfermedad acabó con la vida del esposo; y la desconsolada viuda sufrió, tras aquella pérdida, una profunda depresión que, en buena parte, se la vino a aliviar la compañía de Argelia Martín En el estío de 1953, y en estas mismas columnas de EL DÍA, Ramón González de Mesa y Suárez, que había ostentado en 1939 el cargo de vicepresidente segundo del Casino de Tenerife, publicaba un sentido artículo con motivo del aniversario del óbito del expresi- Retrato de Faustino Martín Albertos, obra de José Aguiar (foto Manuel Díaz Febles), y el presidente del Casino en 1935 acompañado de –de izquierda a derecha– Gloria Príncipe, Miss Gomera, Alicia Navarro, Miss Tenerife, y Úrsula Padrón, Miss Hierro (foto: Adalberto Benítez). dente del que, entre otros detalles, decía: “En la vida social fue Faustino la corrección personificada, conversador ingenioso y animador dilecto; sus ocurrencias y sus bromas jamás traspasaron los límites de la prudencia. En el orden político ocupó merecidamente puestos y cargos a los que dignificó, mostrando siem- p2 domingo, 18 de octubre de 2015, EL DÍA EN PORTADA pre su elevado patriotismo y su entrañable amor a la tierra. Así fue el hombre, el amigo, el profesional y el caballero que supo morir con aquella serenidad y entereza que caracterizaron su vida”. De Miss Casino de Tenerife a Miss Europa “Faustino –también recordaba Argelia Martín– siempre estuvo muy orgulloso de la Junta Directiva que tenía en el Casino de Tenerife; y cuando emprendió la obra del nuevo edificio recibió muchos apoyos y alientos. Después, cuando, según él, había cumplido su cometido, quiso marcharse para descansar. Pero le rogaron que siguiera de presidente. Como anécdota añadiré que durante su mandato gozó de la inolvidable época de Alicia Navarro, aquella guapísima Miss Europa, que, precisamente, empezó su ascendente carrera en el Casino de Tenerife”. [Alicia merece este pequeño paréntesis: el 6 de julio de 1935, en la localidad británica de Torquay, cuna de Aghata Christie, y por primera vez en la historia, era elegida Miss Europa una española, honor que recayó en la tinerfeña Alicia Navarro Cambronero, que había sido Miss Casino Tenerife, Miss Tenerife, Miss Canarias, Miss España y finalmente Miss Europa. También hay que dejar constancia de que el periódico La Prensa, hoy EL DÍA– organizó el certamen regional el 20 de abril de 1935 en el teatro Guimera, donde participaron las otras representantes isleñas]. Una donación muy valiosa En su momento, la señora Martín Santaella donó al Casino de Tenerife un retrato del expresidente aludido porque, según ella, estimo que ese hubiese sido “el deseo de Faustino”. El retrato en cuestión era un excepcional lienzo del pintor José Aguiar, gran amigo personal de Faustino, que, entre otros detalles, fue quien, durante su etapa presidencial le encomendó al artista el mural del hall del Casino, “Friso isleño”, que constituye, con su tema marinero y agrícola todo un orgullo pictórico para la Sociedad. Resultaba enriquecedor, primero, comprobar que existía una pintura del expresidente del Casino y, segundo, que dicho trabajo estuviese firmado por un artista de la categoría internacional de José Aguiar, cuya característica a lo largo de su carrera, según los técnicos, es “la profundidad de los retratos, aproximándose éstos a la esencia de las personas, llegando más allá del acercamiento fotográfico de éstas u objetos representados, como se puede apreciar en sus rostros colectivos, cargados de energía y sensibilidad”. El cuadro, tras el generoso rasgo de doña Argelia, fue, por iniciativa de la Junta Directiva que por aquel entonces presidía Domingo Febles Padrón, impecablemente restaurado por un equipo de expertos formado por Raquel Trujillo Alonso, Francisco Javier Marzoa Ruiz y Verónica González Pérez. ante una pintura hasta ese momento desconocida del pintor Aguiar, que, gracias a esta recuperación y restauración, se pudo apreciar en su justa dimensión y pasó a engrosar el legado de este artista gomero, legado que por otra parte se encuentra muy disperso y falto de estudio en determinados casos. De ahí la importancia de esta intervención, que, además de posibilitar la recuperación de la obra, permitió conocer algunos detalles sobre su técnica y, por lo tanto, ayudó a una mejor comprensión de la globalidad de su obra. Hall del Casino con el mural “Friso isleño” a la derecha” (foto: Manuel Díaz Flores) y directivos de la sociedad en 1935. De izquierda a derecha: de pie, Carlos La Roche, Pedro Alemany, Juan Oliver, Juan Melo y Francisco García; sentados: José Pérez, Luis Durango, Félix Claveríe, Faustino Martín, Tomás Zerolo, José Calzadilla y Manuel Vivanco (foto Adalberto Benítez). Observaciones del equipo de restauradores La pintura contempla que “el personaje retratado apoya el mentón, sobre su puño derecho y mira relajadamente hacia el espectador. Se encuentra vestido con un traje negro y sentado en un sillón de color rojo. Como fondo, separando la escena principal de un paisaje, se ve una especie de alféizar de una ventana color gris y algo indeterminado de color marrón, que pudiera ser un árbol o una cortina. El paisaje del fondo recuerda una zona del santacrucero parque García Sanabria, con árboles, una fuente y un pasillo con esculturas a ambos lados. En un banco de este pasillo se intuye un hombre de negro, y una mujer de vestido rosa, abrazados”, observaciones del equipo de restauradores ya citado. La obra podría datarse entre finales de la década de los años 20 y los 30 del pasado siglo, encontrándonos Galería pictórica de presidentes El retrato de Faustino Martín Albertos, con dedicatoria de José Aguiar, está ubicado en la actualidad en la denominada “Sala Presidente” del Real Casino de Tenerife, junto a los que, de forma cronológica, se encuentran los de Arturo Ballester y MartínezOcampo(1908), José Maldonado Dugour (1916), Fernando Marín Delgado (1941), Lorenzo Machado y Méndez Fernández de Lugo (1943), Fernando Beautell Meléndez (1948), Gumersindo Robayna Galván (1954), Leoncio Oramas Tolosa( 1966), Bernardo Cabrera Ramírez( 1969), Javier de Loño Pérez (1973), Luis Claveríe Rodríguez (1975), Francisco Montes de Oca Vidosa (1977), Opelio Rodríguez Peña (1979), Joaquín Amigó Rodríguez (1990), Miguel Duque PérezCamacho (1994) y Domingo Febles Padrón (1999), que, curiosamente, y de todos los descritos, es el único que ha sido pintado por una mujer, Ana María González Garrido. Por diferentes motivaciones, otros presidentes –al principio se les denominaba directores– no figuran en esta galería, vacío que el Real Casino de Tenerife siempre ha intentado solventar. Creación y galardonados con el Premio Faustino Martín Albertos El Premio Faustino Martín Albertos se creó con carácter anual y, según consta en los Estatutos del Real Casino de Tenerife, “la normativa para esta distinción será por resolución y acuerdo tomado por la Junta Directiva, que tendrá en cuenta que el premio tiene por objeto estimular la labor creadora y reconocer la obra que haya realizado persona o entidad en una continuada y relevante actividad en parcelas de Cultura, Bellas Artes, Interpretación, Investigación e Innovación, Industria, Empresa, Deporte, Acciones Altruistas y Solidarias, Comunicación, Literatura, Cultura popular, Patrimonio Histórico, etc. Es condición indispensable que esta persona o entidad haya tenido, de algún modo, vinculación con el Real Casino de Tenerife. El premiado figurará en el Libro de Honor y Distinciones de esta Sociedad y recibirá, en acto público, un Pergamino, obra de destacado pintor, acreditativo de su Premio”. Los galardonados con los Premios han sido, por orden cronológico, los siguientes: Francisco Menéndez Rodríguez (2000), Carlos Pinto Grote (2001), Marcos Guimerá Peraza (2002), Javier de Loño Pérez (2003), Caja General de Ahorros de Canarias (2004), Lázaro Sánchez Pinto (2005), Manuel Ravina Méndez (2006), Rubens Henríquez Hernández ( 2007), Pedro Doblado Claveríe (2008), Javier Dorta Delgado (2009), Cabildo Insular de Tenerife (2010), Marisa Tejedor Salguero (2011), Martín García Garzón (2012), Esther Tellado Afonso (2013) y Juan Arencibia de Torres (2014). p3 EL DÍA, domingo, 18 de octubre de 2015 PAISAJES Texto: Emiliano Guillén Rodríguez (periodista, cronista oficial, miembro del Instituto de Estudios Canarios) Fotos: Doña Julia A l lugar se accede sobrepasando el desvío que lleva a La Caldereta. Desde allí mismo, al igual que desde cualquier otro punto de la senda, un paisaje mágico y envolvente invita al caminante a la placentera contemplación. Una planicie infinita, sin horizonte previsible, se ofrece a los ojos del viajero. Las gavias, engarzadas una tras otra por sus aliviaderos, como perlas de un collar inagotable, brindan al cielo sus bondades terrenales; pero, para su infortunio, los cielos limpios ignoran sus lamentos. Muy de tarde en tarde, alguna nube peregrina atraviesa el espacio, casi siempre reservando su preciado tesoro para derramarlo luego sobre otras veras más proclives a las lluvias. Sobre el campo aún se puede leer con meridiana nitidez la razón que aupó a esta isla a la consideración de granero propio; no sólo para sí, sino también para el resto de sus compañeras insulares. Esta tierra antaño fue la auténtica mitigadora de hambrunas y la garante de simientes para las subsiguientes aventuras agrarias. Muchas veces. No obstante, las insuficiencias sembraban desaliento continuado en los sufridos labradores de la tierra. Estos núcleos domésticos, ante la adversidad insalvable, con dolor profundo de sus almas, levantaban hato y enseres para tratar de mejorar sus vidas en otros predios alejados de sus cunas. El amanecer enjuga pronto los rocíos desvelados. La hosquedad regresa diligente a los raquíticos sembrados y a las malezas errantes. Por ambas orillas del sendero, las aulagas, con sus intrincadas marañas espinosas, y otras suculentas sobre el suelo achaparradas, rechonchas, cual reservorios de agua, matizan las servidumbres polvorientas que, sin sucesión de continuidad, unen en prolongada persistencia unas tierras con otras tierras idénticas en la imponente vastedad del altiplano. En esta isla los neptunos y los vulcanos, en acuerdo memorable, atenuaron sus forjas hace siglos; tal vez milenios. Sobre este paisaje bizarro, esculpido con la grandiosidad de las efemérides centenarias, ahora es Eolo quien impone sus caprichos al erial. Sus furias, sus desafueros y sus mansedumbres modelan un panorama cargado de noblezas e hidalguías, transmitidas con absoluta pureza al sentir de sus abnegados pobladores. En la inmensidad de la planicie, una palmera solitaria aguarda con paciencia a que las brisas le permitan concluir alguna reflexión en paz. Siguiendo el andar, sobre llanura indeterminada, sobresale de nuevo la silueta vanidosa de otra estirpe lisonjera, aislada, mesando su penacho generoso al libre albedrío de los mismos vientos. Superado un largo trecho, de lleno RELATOS CORRIENTES FUERTEVENTURA: DE PASEO POR LA OLIVA Se trata de un provechoso y estimulante periplo realizado por algunos de los lugares históricos más relevantes de este enclave, siempre alejado del bullicioso trajín que transpiran los asentamientos poblacionales modernos. A lo largo de todo su recorrido el viajero vive, palpa y siente la más pura esencia majorera tradicional, humana y paisajística. De esta andadura, el caminante sale altamente enriquecido por todas las vivencias sentidas y memorizadas. el caminante se tropieza con un pueblo diseminado sobre la maleza asilvestrada. Un caserío con nombre doméstico, visto al parecer inmediato; pero nada más equívoco: su nombre procede de una caldereta volcánica, cráter amplio, que se halla en su proximidad. Uno de los escasos vocablos técnicos que el pueblo canario ha exportado al saber científico de la geología. Sus casas pintorescas, bien cuidadas, algunas de ellas reformadas, manteniendo su personalidad propia y su tradicional estampa, dicen mucho acerca de la “comechosidad” de sus habitantes. Algunas de estas construcciones, alejadas del camino, se resguardan entre los mogotes de nopal. Rescoldo de cochinillas. Frugalidad de su provecho. El caserío tiene ermita reluciente, enlucida en traje de novia recién estrenado brillando al sol. Este lugar sagrado ofrece una estampa de claro estilo tradicional, con sacristía adosada, modesta espadaña y plaza principal. En la explanada se encuentra un calvario disimulado entre ramilletes de flores secas, cortadas de mucho tiempo, para conmemorar seguramente la festividad de la Santa Cruz, además de su histórico patronazgo. Los calvarios ya han perdido la utilidad para la que originariamente fuesen construidos. Estas poyatas, rematadas en cruz de madera resistente, se colocaban en el lugar en el que el sacerdote aguardaba la llegada del difunto para recibirle, confortarle y dirigirle por el camino que le habría de conducir a su descanso eterno en lugar sagrado. El modesto templo, envuelto en un torrente de claridad, no desea recordar las desavenencias que hubo de sufrir la abnegada feligresía lugareña para este logro. Prefiere pasar desapercibido, separado con prudencia del camino. Su deseo más codiciable sería continuar siendo sencillo, como lo es ahora. A su regazo, una era decorosa aguarda turno para desgranar sus chícharos. Siguiendo el andar, a esta hora el eremitorio y el pueblo, desde la distancia, parecen sestear sobre el rellano superado. En la lomada, un pollino solitario, de estatura baja, de los que llaman de la tierra; “rateado” por el cuello en el erial, en un conato de ternura, publicita su virilidad generosamente. Reclamo vano. Por todo el entorno, tanto, cuanto la vista pudiese alcanzar, no hay Templo en La Oliva flor que le reclame. Pronto un desvío hacia Vallebrón, una vaguada anónima para la mayoría de los transeúntes que, sin embargo, es y existe con personalidad propia desde muy antiguo. En él antaño se fundaron, por desavenencias devocionales y de otras índoles, dos ermitas casi simultáneas, los unos defensores de La Gracia, los otros del Bautista. El tiempo y los vecinos darían la razón al santo más popular entre el campesinado, por sus desvelos en favor de las buenas cosechas y en contra de todas sus adversidades. La ermita que se halla actualmente apostada en la Morra de la Majada, para despecho de nadie, acoge ambas divinidades. La Gracia había perdido refugio y aposento por ruina. A ojos del visitante, este lugar sagrado presenta, en su modestia, un estado muy grato y bien cuidado. Mantiene el estilo generalizado de la arquitectura rural canaria de ámbito religioso. La espadaña es simple. Las puertas están adinteladas por marcos de piedra con algún que otro rudimento artístico. Con placidez doliente, guarece su estampa a la sombra de la loma. De una loma y de una acacia lugareña que se empeña con dedicación en darle cobijo bajo su enramada. Ella nunca deseó mudarse a otras congregaciones más aireadas. Por oposición férrea de sus devotos, finalmente esta ermita no movió los cimientos del lugar. Quienes la quisieron debieron conformarse con labrar otra de nueva fábrica para su propio culto. La vega en sí es amplia, abierta al infinito. El suelo denota apariencia clara de fertilidad, como en casi todos los casos, pero siempre y cuando las lluvias le sean propicias y le visiten con la adecuada frecuencia y generosidad. Sus viviendas, por lo general terreras, se encuentran disimuladas en el entorno. Todas ofrecen un aspecto alegre y juvenil, con huerto y jardincillo, muy gratas para vivirlas. Alguna que otra, de alto y bajo, destaca entre las demás. Éstas, altas y sobradas, llevan balconadas simples, abiertas al reverso de las brisas, con antepechos elevados. Por el contrario, alguna que otra exhibe sus siluetas terrosas, desnudadas sin pudor por la desidia y el abandono. En su conjunto, la figura que ofrece el pueblo es muy digna. Propia de un asentamiento debidamente acomodado a su natural realidad. p4 domingo, 18 de octubre de 2015, EL DÍA PAISAJES Desandado el sendero. Vuelto de nuevo al principal, el viandante dirige sus pasos al núcleo histórico del término. Siguiendo el tramo que separa ambas entidades descubre, velado por el sentimiento, cómo una pareja de abnegados campesinos, de tez morena, tostada por el continuo sometimiento a la diafanidad, y constreñidos bajo las copas de sus sombreros, balancea sus siluetas con indolente cadencia a la grupa de un lustroso “majalulo”, bajo el sol abrasador del mediodía. Estampa sugerente de un ayer, ahora por fortuna superado. A recodo del sendero una robusta torre, más negra que atezada, se desvela imprecisa en la lejanía efervescente. Sus pronunciadas estridencias huyen hacia un cielo expedito, sin tropiezos. El campanario, con sus francos y alargados ventanales, se deja rematar por una cubierta de tejado rústico, que disimula su presencia. Inicuo para nidos de cigüeñas. Ni falta que les hace. Por estos contornos sólo muy de tarde en tarde se les alcanza a ver desorientadas, extrañadas de las rutas habituales. Su aletear no es común en estos campos, yermos por necesidad. Rayano al camino, un inmueble con aire castrense recuerda el poder, la pompa y la vanidad de unos pocos, frente a la acentuada miseria de otros muchos. Ni en la explanada principal, ni en los patios amplios, por fortuna, se escuchan ya los ruidos de los sables ni los gritos de los mandos que adiestran y corrigen a la tropa. Se trata de una fortaleza almenada, cómoda, construida para la defensa de sus estatus despóticos y señoriales, a la vez que para la vida placentera, para la suntuosidad, para el lujo y la petulancia. Las estancias nobles resaltan sus tesoros inequívocamente. Un holgado patio, ceñido de corredor, conforma su interior. Algunas palmeras vegetan privilegios a la sombra de las aguas frescas, las que le proporciona su situación doméstica. También de los aleros, aunque éstos, normalmente secos, enjugados por causa de sequías pertinaces. Bajo su amparo moraba un pueblo proletario, menesteroso, analfabeto por interés y sobreexplotado; siempre subyugado a los caprichos altaneros de sus mandatarios. Incluso no sería arriesgado aseverar que también dueños hasta de sus personas. Aun así, los parias siempre guardaron un hilo de alegría para sus cantos, para sus “fogales” y para sus propias celebraciones. A la espalda del viajero la montaña vieja, cansada de parapetar calinosas ventiscas, como fiel guardián, complementa aquel conjunto. La imponente silueta volcánica, de color bermejo, peinada a tirabuzones erosivos que, sin llegar a cárcava ni farallón, se descuelgan confusos desde su cima hasta lo más recóndito de sus faldas, remata un horizonte efímero. A la vera contigua, la casa de la cilla. La imagen perpetua del otro poder. Su incólume presencia recuerda a toda una legión de mercaderes que, en nombre de un dios hiriente, les hurtaba toda- Templo en La Caldereta (arriba) y Casa de los Coroneles. vía más el pan a los más débiles, sin conciencia de que fuesen buenas o malas sus cosechas. Luego, ante los ojos del improvisado bohemio, el pueblo se presenta como un escarabajo atado al suelo. Con real motivación extiende sus apéndices articulados hacia muchos horizontes; pero su ferviente vocación de ser urbano se desvanece diluida entre los amarillentos legajos, cédulas y netémeres (informes matrimoniales) de su añejada historia. Entre las modestas viviendas reposan los aljibes solitarios, atorados bajo sus propios empedrados, con los brocales raídos por el tiempo y la desidia. Los tomaderos tapiados de malezas, ya no cumplen con su misión mitigante de la sed. Ahora los robustos tizones endémicos, matizados de obsidiana, junto a las inquietas lagartijas, proliferan a sus anchas entre los huecos vacíos de sus panzas, honorables hasta ayer. Las aguas limpias no atemperan sus entrañas. Cuando la Casa Consistorial, de moderna estampa, concluye su diaria administración, el pueblo queda sumido en una soledad profunda. La población mora en otros derroteros. Entonces, la quietud más absoluta se apodera del conjunto. Nada se mueve ni da señales de actividad vital alguna. Un hálito hirviente y cálido se adueña del lugar. Apenas alguna que otra bocanada de aire fresco, cual Céfiro donado por el Olimpo, viene a mitigar aquel sofoco. Hasta las plantas exhaustas parecen sonreír en su agonía. Un templo grande, sólido y majestuoso, adosado a una torre oscura, ahora en primer plano, señala el corazón urbano del significado asentamiento, mientras adormecen sus delirios seculares. Sus villas y cabezas de distritos parroquiales históricos, diseminados como oasis sobre un paisaje siempre seductor, quedaron al margen de este nuevo desarrollo. La isla en este tiempo, por cuanto a su población y economía respecta, se asemeja mucho a una balanza. Su vitalidad se halla concentrada en los extremos de la barra, a la sombra de sus espectaculares playas. En el fiel, su puerto y capital. Cuando los respectivos dirigentes hayan mudado los consistorios hacia los lugares en donde se asientan los vecindarios respectivos, habrá finalizado el proceso. Los lugares históricos más emblemáticos de la isla quedarán desde entonces para la honra, para el estudio y para la contemplación. El tiempo en el entorno transcurre con perezosa lentitud. Hasta el sol parece contagiarse de tamaña soñarrera. Iniciado el retorno, con mucho regocijo en el morral, todo cae en un profundo sopor bajo la tórrida luz del mediodía. El recuerdo aflora de nuevo mezclado con evocaciones del pasado. Este enclave, cargado de honorabilidad, había nacido en detrimento de su primigenia capital. La coronelía asienta aquí su señorío. También fortificó la costa para defender con seguridad todas las atribuciones cortesanas que ostentaron. El pan y los granos medraban bien sobre los campos, sobre los vientres de las gavias, siempre que las lluvias, generosas y frecuentes, les anegaran con abundante suficiencia. A reclamo del poder, se fueron asentando a su entorno muchos medianeros, pastores, recolectores y braceros que consolidaron aquel flamante desarrollo. Por razones de calendario, los parroquianos se transformaron también en convecinos. Andado el tiempo, las circunstancias económicas giraron en la dirección opuesta a la deseada por estos clásicos emporios. Muchos de sus hijos marcharon a la capital, a otros asentamientos más prometedores, a las islas más desarrolladas, a la emigración, en busca de enmendar sus, casi siempre, maltrechas haciendas. La genealogía nos revela que en Tenerife, por ejemplo, especialmente en su banda sur, difícilmente pueda hallarse familia alguna que, a lo largo de sus distintas generaciones no tenga algún familiar majorero entre sus antepasados. En algún tallo, por muy recóndito que éste sea, de su árbol genealógico siempre aparecerá entroncada alguna descendencia, proveniente de este apreciado terruño insular. En la actualidad, los nuevos centros de riqueza se olvidaron de los burgos, aunque no así de sus nutrientes. Los enclaves históricos quedaron a salvo de estos ajetreos y desmanes. Llegada la hora indeseada de partir, entre remembranzas y erradumbres, el visitante andaba cuando, ante sus ojos, la silueta iridiscente de la pintoresca localidad, difuminada en el paisaje, bajo un sol inexorable, de nuevo reverbera hirviente, sobre un suelo siempre exento de verdura. p5 EL DÍA, domingo, 18 de octubre de 2015 INVESTIGACIÓN EN PORTADA TURISMO Julián Duque, la tradición familiar, el sabor de Segovia (Óleo sobre lienzo de 100 cmx100 cm) Procedente de una estirpe de maestros asadores fundada por Dionisio Duque en 1895, Julián, su nieto, sigue manteniendo los conocimientos y el buen hacer gastronómico. Nació el 4 de septiembre de 1957, en Segovia. Mientras, por las mañanas, trabajaba en el restaurante, por las tardes estudió la carrera de Derecho. También completó su formación en escuelas de Hostelería y Turismo. Está casado y tiene dos hijos. Julián Duque, desde su más temprana edad ha regentado junto a su padre, Dionisio, el local familiar con mucho esfuerzo, dedicación y espíritu emprendedor. Y el negocio ha ido creciendo y evolucionando, para culminar su andadura en su restaurante en la plaza Mayor, “Restaurante Julián Duque”, en el cual sigue plasmando la tradición que le ha sido legada de generación en generación, siendo él la cuarta de un saga dedicada a la cocina y a la atención perso- nal al cliente con la hospitalidad que en Castilla les honra. Su pasión es la hostelería en todos sus aspectos, desde la cocina, la comida, la bodega y los banquetes, hasta la gestión, siendo un gran defensor de la honestidad en la cocina y del producto de calidad y autóctono. Asimismo, Julián Duque considera los valores humanos de su personal como el mejor patrimonio de un restaurante. p6 domingo, 18 de octubre de 2015, EL DÍA Texto: Ángel Tomás Beltrán Hernández Dedicado a Vanessa Llanos, Sonia Méndez y Yanira Perera S irviendo de aporte a la Intrahistoria1 en el fenómeno migratorio de los canarios a América, este artículo pretende demostrar la pluralidad de la Historia, a través de las palabras de un isleño2 natural de Buen Paso, en el municipio de Icod de los Vinos, norte de Tenerife. En los últimos años, la historiografía ha estado en continua expansión, produciéndose la descentralización de la disciplina, es decir, los nuevos tiempos han propiciado enfoques diferentes, diversificando los campos de estudio e investigación. La Guerra Civil Española supuso para Canarias una crisis económica de graves consecuencias. Acabado el conflicto bélico, el 1 de abril de 1939, comenzó la etapa de posguerra. Desde 1939 hasta 1975, el sistema político español fue una dictadura que concentraba el poder en la persona de Francisco Franco, caracterizándose por la autarquía3. El estallido de la Segunda Guerra Mundial agravó la situación en las islas, viéndose limitadas las exportaciones a mercados extranjeros debido a la recesión económica de Europa. El flujo migratorio venía produciéndose desde hacía siglos, en diferentes ciclos y por diversos motivos4. No obstante, este escrito enfatiza en el recuerdo de Agustín Llanos González5, que el 1 de febrero de 1953 emprendió su marcha a Venezuela. “Estuve navegando 12 días, me parece que fueron en el Urania II6; era el último viaje que hacía. Eran todo literas dentro y tenía tornillos por todos sitios. Era un barco grande que daba miedo”, cuenta Agustín Llanos. En los años previos a su éxodo ejercía de agricultor, ganadero y en la extracción de aguas en la galería Las Ánimas, recorriendo más de 1.500 metros de galería, sin sueldo fijo y en deplorables condiciones laborales. “Estuve trabajando empujando carros pa´ fuera ¡ay mi madre! eso era trabajar”, destaca. Al embarcar en la capital tinerfeña, llevaba dos maletas de madera que él mismo fabricó. Muchos isleños cargaban en el equipaje productos de demanda, como azafrán u orégano, entre La emigración de un isleño (1953-1965) otros7. En la plaza de La Paz compró dólares de forma clandestina, costándole el pasaje 12.000 pesetas. El viaje fue vía directa y acompañado de un primo. El barco estaba en óptimas condiciones técnicas e higiénicas, por tanto, los 12 días navegando no son de desagradable recuerdo. Desembarcaron en La Guaira el 13 de febrero de 1953. En principio, se dedicaron a la venta ambulante, pero el margen de beneficio era corto. Poco después, Agustín trabajó en una panadería8, se encargaba del reparto desplazándose en bicicleta. En menos de un año, llegó a estropear nueve pantalones por las posaderas. No tuvo necesidad de idiomas, excepto en ciertas localidades que hablaban un dialecto que define como “más raro que el diablo”. Destaca recetas gastronómicas que desconocía, no siendo todas de su agrado. “Me acuerdo que íbamos a comer pasando de Barquisimeto pa´ lante, al restaurante La Chiva Negra; entré y pedí un plato de sopa y me trajeron sopa de tortuga”. Los precios NOTAS 1 Voz introducida por el escritor español Miguel de Unamuno para designar la vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible. RAE. 2 En América, inmigrante procedente de las Islas Canarias. Hernández, H. Norma lingüística y español en Canarias. Manual de consulta para periodistas. 2009. 3 Política económica que elimina las importaciones y exportaciones, pretendiendo demostrar la autosuficiencia. AA.VV. Conceptos fundamentales de Historia. 2001. 4 Hernández González, M. La emigración canaria a Venezuela. 2007. 5 Nació en 1933, vivió en Buen Paso su niñez y adolescencia. Se casó en Santa Cruz de Tenerife y tiene 4 hijos. En la actualidad reside en Buen Paso. Agustín Llanos González (izqda.) con el autor del reportaje. 6 Construido en 1906 con el nombre de Castalia. En 1949, lo adquirió la Societá Anónima Cooperativa Garibaldi, rebautizado como Marengo. En 1950, Fratelli Grimaldi lo rebautizó como Urania II. Se desguazó en 1954 en La Spezia. Díaz Lorenzo, J.C. Los trasatlánticos de la emigración 1947-1974. 1992. 7 Eran productos que se vendían con mucha facilidad. Cuando Agustín emprendió su viaje, recuerda uno en particular que estuvo de moda aparte de los ya mencionados. Era el colorante para las comidas “de la marca Carmencita”. 8 Sus propietarios eran “Los Hermanos Borges”, dos tinerfeños de Guía de Isora. 9 El equipo de lucha del mismo nombre, aparece citado en el libro de Antequera Amor, F.J. La lucha canaria. Algo más que un deporte. 1996. eran razonables, pero el tipo de comidas no compensaba el bajo coste a juicio del isleño. El gofio se consumía en grandes cantidades en Cagua, Maracay y, especialmente, en Caracas, existiendo varios molinos, el isleño recuerda uno fundado por canarios. El negocio se llamaba Gofio la Lucha 9, porque sus regentes practicaban la lucha canaria, tradición vernácula del archipiélago que marcó un hito en tierras extranjeras. La luchada era un evento concurrido, participaban luchadores profesionales y aficionados llegando a inscribirse personas de diferentes países. Apodos como Pollo Ravelo y El Orejita han perdurado en su memoria 10. El símbolo del deporte canario, trascendió más allá de sus fronteras hasta convertirse en una práctica habitual de primerísima fila, igualando en popularidad a la lucha libre. De este último deporte, Bernardino la Marca, El Zorro Italiano y Dragón Chino fueron luchadores 11 muy pintorescos. 10 Ambos procedentes de Tenerife, fueron vecinos de Agustín en Venezuela y competían con el equipo de la ferretería Quinta Crespo, propiedad de otro isleño. 11 El primero, de nacionalidad italiana, trabajó en la construcción de Las Torres del Silencio hasta que un representante del Palacio de Deportes se fijó en que tenía cualidades de luchador. El segundo (también italiano) combatía enmascarado. Al tercero lo escoltaba el cuerpo de policía debido a sus reacciones impredecibles y su mal carácter. 12 Este militar y político venezolano, nació el 25 de abril de 1914 en Táchira (Venezuela), llegó a alcanzar el grado de general de la División del Ejército de Venezuela y fue designado presidente. Falleció el 20 de septiembre de 2001 en Alcobendas (España). Alarico Gómez, C. Marcos Pérez Jime- En fechas como Navidad, Carnaval o Semana Santa procuraba llenar el vacío de la familia. Por lo general, las festividades carecían de importancia al permanecer lejos de los suyos. Cuando llegó a Venezuela, lo hizo en Carnavales, momento de apogeo para la crítica y el humor. En comparación con Canarias, llamó su atención la magnitud de estas fiestas, que se disfrutaban con exagerada ironía y bromas. Recuerda a una señora disfrazada portando un escobillón que, al pasar por él, lo elevó sobre su cabeza como queriendo asestarle un golpe. Reaccionó de inmediato para defenderse de lo que parecía un intento de agresión. Por suerte, todo quedó en un pequeño malentendido. Por otra parte, la Semana Santa se vivía con devoción, numerosos fieles arropaban los actos religiosos con riguroso respeto, no consumían carne en Viernes Santo y guardaban luto. Con el tiempo, el isleño trabajó de camionero. Siempre mostró interés por la mecánica, aprendiendo el ofi- nez: el último dictador 1914-2001. 2007. 13 Puesto a flote el 20 de septiembre de 1952, en septiembre de 1953 comenzó a cubrir la línea entre Lisboa y Buenos Aires. El 10 de noviembre de 1958, cuando navegaba de Lisboa a Santa Cruz de Tenerife, participó en la búsqueda de un hidroavión. En 1961, fue secuestrado por un grupo armado de españoles y portugueses. Se desguazó en 1973. Díaz Lorenzo, J.C. Op. Cit. 14 Nació en Marsella (Francia) en 1794. Después de cursar estudios de Ciencias Naturales, durante su juventud se enroló en navíos de la marina francesa y en mercantes en rutas hacia las Antillas. Hacia 1820 llegó a Tenerife, donde residió durante unos diez años. Fue nombrado cónsul de Francia en Canarias en 1847 y vivió en Tenerife hasta su muerte en 1880. Sabino Berthelot. Primera Estancia en Tenerife (1820-1830). 2004. p7 EL DÍA, domingo, 18 de octubre de 2015 cio de manera autodidacta. En una ruta habitual, hizo un alto en la ciudad de Güigüe para recoger a un conocido que hacía autostop. Iban conversando en el trayecto, circulando a velocidad reducida hasta que en la curva conocida como “del Venado” avistó un furgón de mantecados a un extremo de la carretera. Cuando su camión quedó frente al feriante, de origen italiano, sintió un fuerte estruendo en el lateral de su vehículo. Desconcertado, frenó e inmovilizó el camión en medio de la vía. Al bajar vio a un niño malherido. El pequeño, después de comprar un helado, cruzó a toda prisa y sin mirar. Justo detrás, se detuvo una guagua de transporte de personal con destino a Acarigua, sus pasajeros eran peones de la construcción. También viajaba un sargento de la Guardia Nacional que ordenó al dueño del negocio ambulante el traslado del joven al hospital de Güigüe. Siendo testigo presencial de los hechos, el sargento, tranquilizó a Agustín explicándole que no era culpable de delito puesto que la imprudencia fue del menor. Le hizo un parte y lo acompañó a comisaría. En las dependencias policiales estuvo retenido a la espera de juicio. Como el accidente coincidió con la Semana Santa, le concedieron un permiso especial de salida. Por otro lado, el padre del pequeño, quiso aprovechar la situación visitando con regularidad al isleño para reclamarle dinero. Al muchacho lo trasladaron al Hospital Central de Valencia; presentaba fractura de clavícula y una pierna rota. El fuerte sentimiento de culpa, hizo que Agustín costeara la totalidad de los gastos. Dejó de hacerlo cuando comprobó que ese señor utilizaba el accidente para intentar enriquecerse. En la celebración del juicio, todos los pasajeros del vehículo de transporte de personal, incluido el sargento, de- E clararon en favor de Agustín. El progenitor llevó un testigo que cambió de bando al comprobar la inclinación de la balanza. Más tarde se supo que era un testigo comprado. Tras ser puesto en libertad, volvería a comisaría para retirar la documentación. Su proceso judicial coincidió con la caída del gobierno de Marcos Pérez Jiménez12, en 1958, cambiando la situación en todo el país. En consecuencia, recibió un trato inesperado por los representantes de la ley. Tras comprobar su caso, dos policías corruptos le exigieron una cantidad n un juicio celebrado en tierras conejeras, el fiscal pregunta al acusado: “¿No es más cierto que usted le tiró matar?”, a lo que el imputado contesta: “No, no es vedad, señor fiscal. Si tiro a matar no se me escapa”. Es que la pregunta del fiscal de alguna manera estaba poniendo en cuestión la puntería del tirador y hasta ahí podíamos llegar. En otra oportunidad y en un juicio oral que tenía lugar ante la sala de lo penal de Santa Cruz de Tenerife, terció el magistrado presidente para preguntar al acusado: “¿Nos podría decir a la sala qué hizo la noche del 24 de marzo de 1993?”, a lo que responde claro, firme y contundente el denunciado: “Estaba durmiendo”, a lo que replica el citado magistrado: “¿Lo puede demostrar?”, remachando el acusado: “Traigan una casa”. Desconjono general del público seguido de advertencia del presidente de que si se repetía mandaba desalojar y seguiría la vista a puerta cerrada. En el juzgado de Fuerteventura se celebraba un juicio por lesiones graves y el fiscal interrogando a la víctima le pregunta: “Vamos a ver ¿a usted, la puñalada se la dan dentro o fuera del “guachinche”?, a lo que la aludida, de formar resuelta responde: “Señoría, para ser más exacta, entre el guachinche y el ombligo”. En un juzgado de la isla de El Hierro, cuando en aquel entonces se desplazaba la sala de lo penal a las islas menores, era el turno del fiscal, quien preguntó al detenido: “¿No es más cierto que usted violó a la joven contra su voluntad?”, respondiéndole el acusado: “No, señor fis- Agustín mientras cargaba la cuba, en los años 60 (foto cedida por la familia Llanos). desorbitada de bolívares. Ante tal circunstancia, Agustín explicó que su detención le ocasionó gastos desmesurados y no podía abonar la elevada cuantía económica. Los agentes ni se inmutaron al escuchar su declaración, así que le indicaron la salida dejándole bien claro que se encontraba en otra Venezuela. No vio otra solución que solicitar la nueva documentación tras la caída de Jiménez. Con los años, su hermana emigró y crearon una empresa de transporte en 1961, una sociedad que comenzó con ocho camiones. Agustín se encar- Anécdotas de nuestro foro canario. Álvaro González de Paz HUMOR ANTICRISIS Juan Oliva-Tristán Fernández* cal, fue contra un saco de papas, que fue lo primero que vi”. Aquí el público se contuvo de reír pues estaba enterado de lo que había ocurrido unos meses antes en Santa Cruz de Tenerife. Para tres plazas de médicos forenses se habían presentado treinta y pico candidatos que estaban en el aula reunidos esperando a que el tribunal dictara la nota, cuando a uno de ellos le entra a modo de “sarantontón”, cayendo al suelo, con evidentes muestras de dolor, y fue entonces cuando el presidente se pone en pie y pregunta: “¿Hay algún médico forense entre los presentes?”, y la generalidad optó por coger sus cosas y hacer mutis por el foro, nunca mejor dicho, con el firme propósito de seguir empollando. Hay una anécdota muy buena que tuvo por protagonista a don Álvaro González de Paz, tabaquero y padre de Alvarito, que se dedicó al negocio de los puros con gran acierto gaba de la inspección técnica de los vehículos dada la destreza adquirida como mecánico. Participaron en obras de adecentamiento de carreteras y trabajaban dependiendo del lugar de residencia. En su caso, desde Extranjería hasta Hoyo la Puerta. En 1965, el tenaz isleño que partió con la meta de labrarse un futuro regresaba a Tenerife acompañado de su hermana y su cuñado a bordo del barco Santa María13. Meditó su retorno a Canarias, porque estaba adaptado en Venezuela. Sin embargo, se replanteó su opinión debido a la insistencia familiar. En el viaje de vuelta hicieron escala en Curazao, Puerto Rico y Miami. Sólo se trajo un reloj de pulso y un loro que tenía de mascota. La travesía duró más de lo esperado, porque el buque recibió el aviso de un petrolero para socorrer a un operario de nacionalidad inglesa. En Tenerife, regresaría a su localidad natal, ignorando que ya formaba parte de una constante histórica de las Islas Canarias. Decía Sabino Berthelot14 que el isleño es atrevido y temerario en el peligro. Durante la entrevista, el autor no sólo se percató de ello, sino de que aquellos años lo curtieron y, además, fueron definitorios para él y para los que se aventuraron a lo incierto, ya fuera por pobreza, caciquismo, etc. Este trabajo suponía un reto: rescatar un caso de la emigración canaria desde la perspectiva de la gente corriente. Un testimonio con el que nuestros paisanos se sentirán identificados, al evocar la gallardía de sus años de juventud. La siguiente cita de Abraham Lincoln es fiel reflejo del carácter y vivencias del protagonista, a la vez que concluye su laudable historia: “Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años”. y que llegó a abrir una tienda de las labores del tabaco nada menos que en la Quinta Avenida de Nueva York, y de su hermano Enrique, médico cardiólogo, íntimo de mi padre, pues era su doctor, su confesor y su confidente, ambos ya fallecidos. Habría que decir que don Álvaro padre tenía su casa en la carretera de Tejina, cerca del pago de Las Canteras, y su chalet estaba yendo hacia este citado pago, al lado o margen izquierdo. Bien, un día don Álvaro sale de La Laguna con dirección a su casa, y cuando ya se encuentra casi a la altura de ésta no pone el intermitente, y menos aún saca la mano, pegando un volantazo a la izquierda, quedando aparcado al lado de la verja de su casa. A todas éstas, el conductor que circulaba justo detrás de don Álvaro, cuando vio que éste daba tremendo volantazo, invadiendo en su totalidad el carril contrario y que se plantificaba al lado del muro de cerramiento de su chalet, pega un descomunal frenazo, increpándole, primero suavemente, diciéndole: “Pero hombre, usted no pone el intermitente y mucho menos saca la mano”, a lo que contesta el progenitor de Alvarito y Enrique: “Coño, ¿usted no sabe que yo vivo aquí?, a lo que el otro conductor, dando el caso por imposible, se suba a su coche, cagándose en la señora madre del infractor al menos en tres o cuatro generaciones. * Pensionista de larga duración. Risoterapeuta en activo p8 domingo, 18 de octubre de 2015, EL DÍA www.eldia.es/laprensa Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 1.002 E l deseo de ser excelente y alcanzar la pericia en el deporte no está prescrito de antemano en los genes de ningún deportista. No soy partícipe de la creencia de que una persona nazca predestinada para desear fervientemente ser un campeón; más bien pienso que este deseo está generado a través de complicadas interacciones entre factores intrínsecos, relativos a la disposición del deportista, y factores de carácter extrínseco relacionados con el contexto en el cual se desarrolla y realiza el propio deporte. De forma que, a lo largo de la carrera del deportista, la interacción de estos factores va configurando motivaciones, intereses y actitudes hasta llegar a un momento en que el proceso de optimización del rendimiento coincide con un gran deseo de poder materializar al máximo al potencial que se posee. Goleman (1996) resalta el papel de la motivación positiva relacionada con sentimientos de entusiasmo, perseverancia y confianza, cuando nos referimos al rendimiento. Ericsson (1994), en sus estudios con personas que han alcanzado rendimientos sobresalientes, como es el caso de los deportistas olímpicos, destaca que los deportistas de élite se caracterizan por una elevada motivación y la capacidad para seguir un programa muy exigente de entrenamiento desde edades muy tempranas. En consecuencia, podemos afirmar que lo diferencia a los deportistas que están en la cresta de la ola del rendimiento deportivo de aquellos que, con similares competencias, no alcanzan unos rendimientos tan buenos son dos cosas: muchísimas horas de entrenamiento a lo largo de los años y una actitud mental positiva. Por consiguiente, el deportista que quiera alcanzar su máximo rendimiento debe poseer una ética del esfuerzo y el trabajo que se debe traducir en una mayor motivación y perseverancia en la consecución de los objetivos previstos. Es ese sentimiento de confianza y autoeficacia el que permite que los deportistas de nivel soporten y toleren las diferentes vicisitudes de su deporte. Esta fortaleza interior, esta resistencia psicológica y un aprendizaje optimista son indicadores para predecir el éxito en el deporte. Como nos muestra Seligman (1991), cuando el deportista ha aprendido a ser optimista, se genera en él una fuerte expectativa de que las cosas irán bien, a pesar de los contratiempos y de las frustraciones que puedan surgir. Contrariedades que, por otra parte, son elementos naturales del proceso para llegar a ser excelente en el deporte. Es necesario ser conscientes de que la diferencia entre el triunfo y el fracaso puede radicar en la capacidad de la persona para afrontar la situación competitiva y que el deportista se encuentra ante la necesidad de dar todo lo que tiene de sí para alcanzar la meta propuesta con la esperanza de lograrla. Es esa búsqueda del triunfo, al mismo tiempo que una aceptación posi- La excelencia deportiva Texto: Daniel Rodríguez Rodríguez (psicólogo, miembro de la Vocalía de la Actividad Física y del Deporte del COP de Santa Cruz de Tenerife; director de formación de Grupo Shinè. www.gruposhine.com) tiva de los fracasos, lo que se configura como los elementos motivadores fundamentales para futuros éxitos. En consecuencia, dicha búsqueda debe ser promovida entre los deportistas. Pero, ¿qué es la excelencia? Sin duda parece una pregunta de fácil respuesta: sobresalir por encima de los demás. Tal vez sea ésta la definición más obvia, pero errónea. En nuestro contexto, el deportivo, la excelencia podríamos definirla como la capacidad para alcanzar las metas estable- cidas mediante el empleo de unos recursos específicos. Metas propias, personales. Por tanto, la excelencia es la mejora y la superación personal en cada entrenamiento, en cada competición. No debería estar en nuestra definición de excelencia el vencer a los otros, porque son factores que no controlamos. Tener muy claro nuestros objetivos y nuestras posibilidades de mejora, y tratar por todos los medios de lograrlos. Esa es la verdadera excelencia. No se es excelente por ganar a los demás, sino por superarte en cada momento a ti mismo. En este sentido, todos podemos llegar a ser excelentes en relación a unas expectativas personales bien planteadas. Si quieres desarrollar todo tu potencial, que está muy dentro de ti, debes crearte la convicción de que puedes hacerlo. Si sueñas con tu gran objetivo y te concentras en tus metas de cada día, alimentarás tu compromiso, tu confianza y tu fe en tus capacidades. El grado personal de compromiso es algo que tú mismo debes desarrollar. Nadie puede decirte lo importantes que son las cosas para ti, es una decisión tuya. Sin embargo, está claro que las personas que desean sobresalir son gente extremadamente comprometida. No hay forma de conseguir un alto nivel de excelencia sin un alto nivel de compromiso. Es difícil optimizar el aprendizaje de un deporte si el deportista no posee la energía psicológica necesaria, si no está convencido de que es posible alcanzar el objetivo marcado; si no manifiesta junto a la inteligencia motriz la inteligencia emocional, aquella que le permite soportar las horas de entrenamiento, que le dota de un robusto autoconcepto, que le permite comprender que la fuerza está en verse cada vez mejor, y que el fracaso surge cuando “superar a los demás” es la única meta en el deporte. En definitiva, ¿cuáles son las estrategias mentales utilizadas en deportistas exitosos?: • Para ganar confianza, los deportistas exitosos practican planes específicos para lidiar con la adversidad durante la competencia. • Practican rutinas para lidiar con circunstancias inusuales y distracciones, antes de la competencia y durante ésta. • Se concentran enteramente en el desempeño próximo; para ello bloquean eventos y pensamientos sin relevancia. • Realizan distintos ensayos mentales antes de la competencia. • No se preocupan por los otros competidores antes de la competencia, se concentran en lo que pueden controlar. • Desarrollan planes de competición detallados. • Aprenden a regular la excitación y la ansiedad. Y la siguiente pregunta que debemos hacernos es: ¿pueden entrenarse estos atributos psicológicos? Por supuesto, pero con la planificación y supervisión adecuada. De todo esto trataremos en el curso Evaluación e Intervención Psicológica en Rendimiento Deportivo, que desarrollaremos en la Vocalía de la Actividad Física y del Deporte del Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife los días 6 y 7 de noviembre, donde contaremos con el psicólogo del Atlético de Madrid, Alejo García Naveira. Este experto nos expondrá las claves para realizar una adecuada planificación del entrenamiento psicológico del deportista, con el objetivo de que, gracias a las habilidades psicológicas, estemos más cerca de alcanzar la excelencia deportiva.
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