175 ANIVERSARIO DEL REAL CASINO DE TENERIFE

EL DÍA, domingo, 18 de octubre de 2015
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LA EMIGRACIÓN DE UN
isleño, Agustín Llanos, natural de
Icod, y ejemplo típico del retornado
de Venezuela en los sesenta. 6/7
del domingo
revista semanal de EL DÍA
175 ANIVERSARIO DEL REAL CASINO DE TENERIFE
UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL RETRATO DE
FAUSTINO MARTÍN ALBERTOS, OBRA DE JOSÉ AGUIAR
Texto: Antonio Salgado Pérez
(exsecretario del Real Casino de Tenerife)
F
austino Martín Albertos
presidió la Junta Directiva del Casino de Tenerife
desde el año 1928 hasta
1935. También ejerció tal
cometido en 1945. Durante su primer
mandato se erigió –tras una ingente
y excepcional labor de equipo, en la
que cabe destacar la figura del expresidente Arturo Ballester y MartínezOcampo– el edificio del que hoy se ufana
nuestra Sociedad, que este año, precisamente, cumple sus 175 Aniversario bajo la presidencia de José Alberto
Muiños y Gómez-Camacho, donde se
ha logrado, entre otras importantes
cotas, el título de Real y la Medalla de
Oro del Gobierno de Canarias, así como
de las que ya venía adornando a esta
Sociedad, la Medalla de Oro de la Isla
y la Medalla de Oro de la Ciudad, entre
otras distinciones.
Los hermanos Martín Fernández de
la Torre
Desde 1840 hasta 1850, el primer
emplazamiento que tuvo el Casino de
Tenerife –por aquel entonces denominado Gabinete de Cultura y Recreo–
fue la casa número 4, esquina a la calle
Candelaria. Tales fechas le convierten
en la institución cultural más veterana
de Canarias y una de las más longevas de España. Y había surgido del impulso de un grupo de personas interesadas en el diálogo y el intercambio
de ideas acerca de la literatura y sobre
la sociedad de su tierra.
Entre 1850 y 1860, el Casino se instala en la casa número 2, y en el período
1860-1930, en la Casa Villalba, de estilo
neoclásico y que ocupaba un tercio del
solar actual. La noche del 4 de mayo
de 1935 se inauguró el nuevo edificio
del hoy Real Casino de Tenerife,
obra del arquitecto grancanario Miguel
Martín Fernández de la Torre, cuyo hermano, Néstor, engalanaría con dos magníficos murales, “La tierra” y “El mar”,
el Salón Principal.
Otrora, y por diferentes motivos, venía
resultando difícil la tarea de buscar datos
personales y fidedignos, vivencias y
rasgos del citado Faustino Martín Albertos; personaje que, entre otras cosas,
y al frente del Casino de Tenerife había
mostrado un extraordinario espíritu
emprendedor y una entrega y cariño
sin límites para dotar a Santa Cruz de
unas modernas instalaciones, con
empaque y señorío, donde, primordialmente, iba a fomentarse el esparcimiento, la cultura, lo artístico y la
exaltación insular y regional, conceptos
que ya se transmitían desde aquella
lejana época de 1840.
Perfiles de un presidente
Tales datos los aportó, en su día, doña
Argelia Martín Santaella, viuda de don
Antonio Hardisson Baudet. “Desde
pequeña –manifestó– estuve muy
relacionada con ellos, con Faustino y
con su mujer, Adolfina Rojas de Vera,
que, por cierto, daba por aquel entonces clases de piano. Faustino, que siempre fue un tinerfeño de pro, nació en
Santa Cruz en 1896. Su madre procedía de La Orotava y su padre, del Puerto
de la Cruz. Faustino fue a estudiar Derecho a Sevilla o Cádiz, no recuerdo muy
bien. Pero lo que no se me olvida es
que desde los 22 años ejerció de abogado; primero, en un bufete instalado
en la calle Pi y Margall y, después, y
de forma definitiva, en su casa de Viera
y Clavijo”.
La señora Martín Santaella, que compartió su amistad durante muchos años
con el aludido matrimonio, confesó
que “Faustino era una persona muy
amable, de conversación amena y entretenida. Solía hablar, de forma muy descriptiva, de sus múltiples viajes y dejaba
como embelesados a sus amigos con
sus relatos. Siempre tuvo muchos amigos. Era muy alegre y una bellísima
persona. Y, por encima de todo, un excelente y competente abogado”.
Faustino Martín Albertos se casó con
Adolfina Rojas de Vera el 31 de mayo
de 1945. No tuvieron descendencia.
Aquella unión sólo duró seis años. Una
grave enfermedad acabó con la vida
del esposo; y la desconsolada viuda
sufrió, tras aquella pérdida, una profunda depresión que, en buena parte,
se la vino a aliviar la compañía de Argelia Martín
En el estío de 1953, y en estas mismas columnas de EL DÍA, Ramón González de Mesa y Suárez, que había ostentado en 1939 el cargo de vicepresidente
segundo del Casino de Tenerife, publicaba un sentido artículo con motivo
del aniversario del óbito del expresi-
Retrato de
Faustino Martín
Albertos, obra de
José Aguiar (foto
Manuel Díaz Febles),
y el presidente del
Casino en 1935
acompañado de –de
izquierda a derecha–
Gloria Príncipe, Miss
Gomera, Alicia
Navarro, Miss
Tenerife, y Úrsula
Padrón, Miss Hierro
(foto: Adalberto
Benítez).
dente del que, entre otros detalles, decía:
“En la vida social fue Faustino la corrección personificada, conversador ingenioso y animador dilecto; sus ocurrencias
y sus bromas jamás traspasaron los límites de la prudencia. En el orden político ocupó merecidamente puestos y cargos a los que dignificó, mostrando siem-
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domingo, 18 de octubre de 2015, EL DÍA
EN PORTADA
pre su elevado patriotismo y su entrañable amor a la tierra. Así fue el hombre, el amigo, el profesional y el caballero que supo morir con aquella serenidad y entereza que caracterizaron su
vida”.
De Miss Casino de Tenerife a Miss
Europa
“Faustino –también recordaba Argelia Martín– siempre estuvo muy orgulloso de la Junta Directiva que tenía
en el Casino de Tenerife; y cuando
emprendió la obra del nuevo edificio
recibió muchos apoyos y alientos. Después, cuando, según él, había cumplido su cometido, quiso marcharse
para descansar. Pero le rogaron que
siguiera de presidente. Como anécdota
añadiré que durante su mandato gozó de la inolvidable época de Alicia
Navarro, aquella guapísima Miss Europa, que, precisamente, empezó su
ascendente carrera en el Casino de Tenerife”.
[Alicia merece este pequeño paréntesis: el 6 de julio de 1935, en la localidad británica de Torquay, cuna de
Aghata Christie, y por primera vez en
la historia, era elegida Miss Europa una
española, honor que recayó en la tinerfeña Alicia Navarro Cambronero, que
había sido Miss Casino Tenerife, Miss
Tenerife, Miss Canarias, Miss España
y finalmente Miss Europa. También
hay que dejar constancia de que el periódico La Prensa, hoy EL DÍA– organizó
el certamen regional el 20 de abril de
1935 en el teatro Guimera, donde participaron las otras representantes
isleñas].
Una donación muy valiosa
En su momento, la señora Martín
Santaella donó al Casino de Tenerife
un retrato del expresidente aludido porque, según ella, estimo que ese hubiese
sido “el deseo de Faustino”.
El retrato en cuestión era un excepcional lienzo del pintor José Aguiar,
gran amigo personal de Faustino, que,
entre otros detalles, fue quien, durante
su etapa presidencial le encomendó
al artista el mural del hall del Casino,
“Friso isleño”, que constituye, con su
tema marinero y agrícola todo un orgullo pictórico para la Sociedad.
Resultaba enriquecedor, primero,
comprobar que existía una pintura del
expresidente del Casino y, segundo,
que dicho trabajo estuviese firmado
por un artista de la categoría internacional de José Aguiar, cuya característica a lo largo de su carrera, según
los técnicos, es “la profundidad de los
retratos, aproximándose éstos a la esencia de las personas, llegando más allá
del acercamiento fotográfico de éstas
u objetos representados, como se puede
apreciar en sus rostros colectivos, cargados de energía y sensibilidad”.
El cuadro, tras el generoso rasgo de
doña Argelia, fue, por iniciativa de la
Junta Directiva que por aquel entonces presidía Domingo Febles Padrón,
impecablemente restaurado por un
equipo de expertos formado por Raquel Trujillo Alonso, Francisco Javier
Marzoa Ruiz y Verónica González Pérez.
ante una pintura hasta ese momento
desconocida del pintor Aguiar, que,
gracias a esta recuperación y restauración, se pudo apreciar en su justa
dimensión y pasó a engrosar el legado
de este artista gomero, legado que por
otra parte se encuentra muy disperso
y falto de estudio en determinados
casos. De ahí la importancia de esta
intervención, que, además de posibilitar
la recuperación de la obra, permitió
conocer algunos detalles sobre su técnica y, por lo tanto, ayudó a una mejor
comprensión de la globalidad de su
obra.
Hall del Casino con
el mural “Friso isleño”
a la derecha” (foto:
Manuel Díaz Flores) y
directivos de la
sociedad en 1935. De
izquierda a derecha:
de pie, Carlos La
Roche, Pedro
Alemany, Juan Oliver,
Juan Melo y
Francisco García;
sentados: José Pérez,
Luis Durango, Félix
Claveríe, Faustino
Martín, Tomás
Zerolo, José
Calzadilla y Manuel
Vivanco (foto
Adalberto Benítez).
Observaciones del equipo de
restauradores
La pintura contempla que “el personaje retratado apoya el mentón, sobre
su puño derecho y mira relajadamente
hacia el espectador. Se encuentra vestido con un traje negro y sentado en
un sillón de color rojo. Como fondo,
separando la escena principal de un
paisaje, se ve una especie de alféizar
de una ventana color gris y algo indeterminado de color marrón, que pudiera ser un árbol o una cortina. El paisaje del fondo recuerda una zona del
santacrucero parque García Sanabria, con árboles, una fuente y un pasillo con esculturas a ambos lados. En
un banco de este pasillo se intuye un
hombre de negro, y una mujer de vestido rosa, abrazados”, observaciones
del equipo de restauradores ya citado.
La obra podría datarse entre finales de la década de los años 20 y los
30 del pasado siglo, encontrándonos
Galería pictórica de presidentes
El retrato de Faustino Martín Albertos, con dedicatoria de José Aguiar,
está ubicado en la actualidad en la
denominada “Sala Presidente” del Real
Casino de Tenerife, junto a los que,
de forma cronológica, se encuentran
los de Arturo Ballester y MartínezOcampo(1908), José Maldonado Dugour (1916), Fernando Marín Delgado (1941), Lorenzo Machado y Méndez Fernández de Lugo (1943), Fernando Beautell Meléndez (1948),
Gumersindo Robayna Galván (1954),
Leoncio Oramas Tolosa( 1966), Bernardo Cabrera Ramírez( 1969), Javier
de Loño Pérez (1973), Luis Claveríe
Rodríguez (1975), Francisco Montes
de Oca Vidosa (1977), Opelio Rodríguez Peña (1979), Joaquín Amigó Rodríguez (1990), Miguel Duque PérezCamacho (1994) y Domingo Febles
Padrón (1999), que, curiosamente, y
de todos los descritos, es el único que
ha sido pintado por una mujer, Ana
María González Garrido. Por diferentes
motivaciones, otros presidentes –al
principio se les denominaba directores–
no figuran en esta galería, vacío que
el Real Casino de Tenerife siempre ha
intentado solventar.
Creación y galardonados con el
Premio Faustino Martín Albertos
El Premio Faustino Martín Albertos
se creó con carácter anual y, según
consta en los Estatutos del Real Casino de Tenerife, “la normativa para
esta distinción será por resolución y
acuerdo tomado por la Junta Directiva,
que tendrá en cuenta que el premio
tiene por objeto estimular la labor creadora y reconocer la obra que haya realizado persona o entidad en una continuada y relevante actividad en parcelas de Cultura, Bellas Artes, Interpretación, Investigación e Innovación,
Industria, Empresa, Deporte, Acciones Altruistas y Solidarias, Comunicación, Literatura, Cultura popular, Patrimonio Histórico, etc. Es condición indispensable que esta persona o entidad
haya tenido, de algún modo, vinculación con el Real Casino de Tenerife.
El premiado figurará en el Libro de
Honor y Distinciones de esta Sociedad
y recibirá, en acto público, un Pergamino, obra de destacado pintor, acreditativo de su Premio”.
Los galardonados con los Premios
han sido, por orden cronológico, los
siguientes: Francisco Menéndez Rodríguez (2000), Carlos Pinto Grote (2001),
Marcos Guimerá Peraza (2002), Javier
de Loño Pérez (2003), Caja General de
Ahorros de Canarias (2004), Lázaro Sánchez Pinto (2005), Manuel Ravina Méndez (2006), Rubens Henríquez Hernández ( 2007), Pedro Doblado Claveríe
(2008), Javier Dorta Delgado (2009),
Cabildo Insular de Tenerife (2010),
Marisa Tejedor Salguero (2011), Martín García Garzón (2012), Esther Tellado
Afonso (2013) y Juan Arencibia de Torres
(2014).
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EL DÍA, domingo, 18 de octubre de 2015
PAISAJES
Texto: Emiliano Guillén Rodríguez
(periodista, cronista oficial, miembro
del Instituto de Estudios Canarios)
Fotos: Doña Julia
A
l lugar se accede sobrepasando el desvío que
lleva a La Caldereta. Desde
allí mismo, al igual que
desde cualquier otro punto
de la senda, un paisaje mágico y
envolvente invita al caminante a la placentera contemplación. Una planicie
infinita, sin horizonte previsible, se ofrece
a los ojos del viajero. Las gavias, engarzadas una tras otra por sus aliviaderos, como perlas de un collar inagotable,
brindan al cielo sus bondades terrenales;
pero, para su infortunio, los cielos limpios ignoran sus lamentos. Muy de tarde
en tarde, alguna nube peregrina atraviesa el espacio, casi siempre reservando
su preciado tesoro para derramarlo luego
sobre otras veras más proclives a las
lluvias.
Sobre el campo aún se puede leer con
meridiana nitidez la razón que aupó
a esta isla a la consideración de granero propio; no sólo para sí, sino también para el resto de sus compañeras
insulares. Esta tierra antaño fue la auténtica mitigadora de hambrunas y la
garante de simientes para las subsiguientes aventuras agrarias. Muchas
veces. No obstante, las insuficiencias
sembraban desaliento continuado en
los sufridos labradores de la tierra. Estos
núcleos domésticos, ante la adversidad insalvable, con dolor profundo de
sus almas, levantaban hato y enseres
para tratar de mejorar sus vidas en otros
predios alejados de sus cunas.
El amanecer enjuga pronto los rocíos desvelados. La hosquedad regresa
diligente a los raquíticos sembrados y
a las malezas errantes. Por ambas orillas del sendero, las aulagas, con sus
intrincadas marañas espinosas, y
otras suculentas sobre el suelo achaparradas, rechonchas, cual reservorios
de agua, matizan las servidumbres polvorientas que, sin sucesión de continuidad, unen en prolongada persistencia
unas tierras con otras tierras idénticas
en la imponente vastedad del altiplano.
En esta isla los neptunos y los vulcanos, en acuerdo memorable, atenuaron sus forjas hace siglos; tal vez
milenios. Sobre este paisaje bizarro,
esculpido con la grandiosidad de las
efemérides centenarias, ahora es Eolo quien impone sus caprichos al
erial. Sus furias, sus desafueros y sus
mansedumbres modelan un panorama
cargado de noblezas e hidalguías,
transmitidas con absoluta pureza al sentir de sus abnegados pobladores. En
la inmensidad de la planicie, una palmera solitaria aguarda con paciencia
a que las brisas le permitan concluir
alguna reflexión en paz.
Siguiendo el andar, sobre llanura indeterminada, sobresale de nuevo la silueta vanidosa de otra estirpe lisonjera, aislada, mesando su penacho generoso al libre albedrío de los mismos vientos.
Superado un largo trecho, de lleno
RELATOS CORRIENTES
FUERTEVENTURA:
DE PASEO POR LA OLIVA
Se trata de un provechoso y estimulante periplo realizado por algunos de los lugares históricos más
relevantes de este enclave, siempre alejado del bullicioso trajín que transpiran los asentamientos
poblacionales modernos. A lo largo de todo su recorrido el viajero vive, palpa y siente la más pura esencia
majorera tradicional, humana y paisajística. De esta andadura, el caminante sale altamente enriquecido
por todas las vivencias sentidas y memorizadas.
el caminante se tropieza con un pueblo diseminado sobre la maleza asilvestrada. Un caserío con nombre doméstico, visto al parecer inmediato; pero
nada más equívoco: su nombre procede de una caldereta volcánica, cráter amplio, que se halla en su proximidad. Uno de los escasos vocablos técnicos que el pueblo canario ha exportado al saber científico de la geología.
Sus casas pintorescas, bien cuidadas,
algunas de ellas reformadas, manteniendo su personalidad propia y su tradicional estampa, dicen mucho acerca
de la “comechosidad” de sus habitantes.
Algunas de estas construcciones, alejadas del camino, se resguardan entre
los mogotes de nopal. Rescoldo de cochinillas. Frugalidad de su provecho.
El caserío tiene ermita reluciente, enlucida en traje de novia recién estrenado
brillando al sol.
Este lugar sagrado ofrece una
estampa de claro estilo tradicional, con
sacristía adosada, modesta espadaña
y plaza principal. En la explanada se
encuentra un calvario disimulado
entre ramilletes de flores secas, cortadas de mucho tiempo, para conmemorar seguramente la festividad de la
Santa Cruz, además de su histórico patronazgo. Los calvarios ya han perdido la
utilidad para la que originariamente
fuesen construidos. Estas poyatas, rematadas en cruz de madera resistente, se
colocaban en el lugar en el que el sacerdote aguardaba la llegada del difunto
para recibirle, confortarle y dirigirle por
el camino que le habría de conducir
a su descanso eterno en lugar sagrado.
El modesto templo, envuelto en un
torrente de claridad, no desea recordar las desavenencias que hubo de sufrir
la abnegada feligresía lugareña para este
logro. Prefiere pasar desapercibido, separado con prudencia del camino. Su deseo
más codiciable sería continuar siendo
sencillo, como lo es ahora. A su regazo,
una era decorosa aguarda turno para
desgranar sus chícharos.
Siguiendo el andar, a esta hora el eremitorio y el pueblo, desde la distancia, parecen sestear sobre el rellano superado. En la lomada, un pollino solitario, de estatura baja, de los que llaman
de la tierra; “rateado” por el cuello en
el erial, en un conato de ternura, publicita su virilidad generosamente.
Reclamo vano. Por todo el entorno, tanto,
cuanto la vista pudiese alcanzar, no hay
Templo en La
Oliva
flor que le reclame.
Pronto un desvío hacia Vallebrón,
una vaguada anónima para la mayoría de los transeúntes que, sin embargo,
es y existe con personalidad propia desde
muy antiguo. En él antaño se fundaron, por desavenencias devocionales
y de otras índoles, dos ermitas casi simultáneas, los unos defensores de La Gracia, los otros del Bautista. El tiempo
y los vecinos darían la razón al santo
más popular entre el campesinado, por
sus desvelos en favor de las buenas cosechas y en contra de todas sus adversidades. La ermita que se halla actualmente apostada en la Morra de la
Majada, para despecho de nadie,
acoge ambas divinidades. La Gracia
había perdido refugio y aposento por
ruina.
A ojos del visitante, este lugar sagrado
presenta, en su modestia, un estado
muy grato y bien cuidado. Mantiene
el estilo generalizado de la arquitectura
rural canaria de ámbito religioso. La
espadaña es simple. Las puertas están
adinteladas por marcos de piedra
con algún que otro rudimento artístico. Con placidez doliente, guarece su
estampa a la sombra de la loma. De una
loma y de una acacia lugareña que se
empeña con dedicación en darle
cobijo bajo su enramada. Ella nunca
deseó mudarse a otras congregaciones
más aireadas. Por oposición férrea de
sus devotos, finalmente esta ermita no
movió los cimientos del lugar. Quienes la quisieron debieron conformarse con labrar otra de nueva fábrica
para su propio culto.
La vega en sí es amplia, abierta al infinito. El suelo denota apariencia clara
de fertilidad, como en casi todos los
casos, pero siempre y cuando las lluvias le sean propicias y le visiten con
la adecuada frecuencia y generosidad.
Sus viviendas, por lo general terreras,
se encuentran disimuladas en el entorno. Todas ofrecen un aspecto alegre y juvenil, con huerto y jardincillo,
muy gratas para vivirlas. Alguna que
otra, de alto y bajo, destaca entre las
demás. Éstas, altas y sobradas, llevan
balconadas simples, abiertas al reverso
de las brisas, con antepechos elevados.
Por el contrario, alguna que otra
exhibe sus siluetas terrosas, desnudadas
sin pudor por la desidia y el abandono.
En su conjunto, la figura que ofrece el
pueblo es muy digna. Propia de un asentamiento debidamente acomodado a
su natural realidad.
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domingo, 18 de octubre de 2015, EL DÍA
PAISAJES
Desandado el sendero. Vuelto de nuevo al principal, el viandante dirige sus
pasos al núcleo histórico del término.
Siguiendo el tramo que separa ambas
entidades descubre, velado por el sentimiento, cómo una pareja de abnegados
campesinos, de tez morena, tostada
por el continuo sometimiento a la diafanidad, y constreñidos bajo las copas
de sus sombreros, balancea sus siluetas con indolente cadencia a la grupa
de un lustroso “majalulo”, bajo el sol
abrasador del mediodía. Estampa
sugerente de un ayer, ahora por fortuna superado.
A recodo del sendero una robusta
torre, más negra que atezada, se desvela imprecisa en la lejanía efervescente.
Sus pronunciadas estridencias huyen
hacia un cielo expedito, sin tropiezos.
El campanario, con sus francos y
alargados ventanales, se deja rematar
por una cubierta de tejado rústico, que
disimula su presencia. Inicuo para nidos
de cigüeñas. Ni falta que les hace. Por
estos contornos sólo muy de tarde en
tarde se les alcanza a ver desorientadas, extrañadas de las rutas habituales. Su aletear no es común en estos
campos, yermos por necesidad.
Rayano al camino, un inmueble con
aire castrense recuerda el poder, la
pompa y la vanidad de unos pocos,
frente a la acentuada miseria de otros
muchos. Ni en la explanada principal,
ni en los patios amplios, por fortuna,
se escuchan ya los ruidos de los
sables ni los gritos de los mandos que
adiestran y corrigen a la tropa. Se trata
de una fortaleza almenada, cómoda,
construida para la defensa de sus estatus despóticos y señoriales, a la vez que
para la vida placentera, para la suntuosidad, para el lujo y la petulancia.
Las estancias nobles resaltan sus
tesoros inequívocamente. Un holgado patio, ceñido de corredor, conforma su interior. Algunas palmeras
vegetan privilegios a la sombra de las
aguas frescas, las que le proporciona
su situación doméstica. También de
los aleros, aunque éstos, normalmente secos, enjugados por causa de
sequías pertinaces.
Bajo su amparo moraba un pueblo
proletario, menesteroso, analfabeto por
interés y sobreexplotado; siempre
subyugado a los caprichos altaneros
de sus mandatarios. Incluso no sería
arriesgado aseverar que también dueños hasta de sus personas. Aun así, los
parias siempre guardaron un hilo de
alegría para sus cantos, para sus
“fogales” y para sus propias celebraciones. A la espalda del viajero la montaña vieja, cansada de parapetar calinosas ventiscas, como fiel guardián,
complementa aquel conjunto. La
imponente silueta volcánica, de color
bermejo, peinada a tirabuzones erosivos que, sin llegar a cárcava ni farallón, se descuelgan confusos desde su
cima hasta lo más recóndito de sus faldas, remata un horizonte efímero. A
la vera contigua, la casa de la cilla. La
imagen perpetua del otro poder. Su incólume presencia recuerda a toda una
legión de mercaderes que, en nombre
de un dios hiriente, les hurtaba toda-
Templo en La
Caldereta (arriba) y
Casa de los
Coroneles.
vía más el pan a los más débiles, sin
conciencia de que fuesen buenas o malas
sus cosechas.
Luego, ante los ojos del improvisado
bohemio, el pueblo se presenta como
un escarabajo atado al suelo. Con real
motivación extiende sus apéndices articulados hacia muchos horizontes;
pero su ferviente vocación de ser urbano
se desvanece diluida entre los amarillentos legajos, cédulas y netémeres
(informes matrimoniales) de su añejada historia. Entre las modestas viviendas reposan los aljibes solitarios, atorados bajo sus propios empedrados, con los brocales raídos por el
tiempo y la desidia. Los tomaderos tapiados de malezas, ya no cumplen con su
misión mitigante de la sed. Ahora los
robustos tizones endémicos, matizados de obsidiana, junto a las inquietas lagartijas, proliferan a sus anchas
entre los huecos vacíos de sus panzas,
honorables hasta ayer. Las aguas limpias no atemperan sus entrañas.
Cuando la Casa Consistorial, de
moderna estampa, concluye su diaria
administración, el pueblo queda sumido en una soledad profunda. La población mora en otros derroteros. Entonces, la quietud más absoluta se apodera del conjunto. Nada se mueve ni
da señales de actividad vital alguna.
Un hálito hirviente y cálido se adueña
del lugar. Apenas alguna que otra bocanada de aire fresco, cual Céfiro donado
por el Olimpo, viene a mitigar aquel
sofoco. Hasta las plantas exhaustas parecen sonreír en su agonía.
Un templo grande, sólido y majestuoso, adosado a una torre oscura, ahora
en primer plano, señala el corazón
urbano del significado asentamiento,
mientras adormecen sus delirios seculares. Sus villas y cabezas de distritos
parroquiales históricos, diseminados
como oasis sobre un paisaje siempre
seductor, quedaron al margen de este
nuevo desarrollo.
La isla en este tiempo, por cuanto
a su población y economía respecta,
se asemeja mucho a una balanza. Su
vitalidad se halla concentrada en los
extremos de la barra, a la sombra de
sus espectaculares playas. En el fiel,
su puerto y capital. Cuando los respectivos dirigentes hayan mudado los
consistorios hacia los lugares en donde se asientan los vecindarios respectivos, habrá finalizado el proceso.
Los lugares históricos más emblemáticos de la isla quedarán desde entonces para la honra, para el estudio y para
la contemplación.
El tiempo en el entorno transcurre
con perezosa lentitud. Hasta el sol parece
contagiarse de tamaña soñarrera.
Iniciado el retorno, con mucho regocijo en el morral, todo cae en un profundo sopor bajo la tórrida luz del mediodía. El recuerdo aflora de nuevo mezclado con evocaciones del pasado. Este
enclave, cargado de honorabilidad, había nacido en detrimento de su primigenia capital. La coronelía asienta
aquí su señorío. También fortificó la
costa para defender con seguridad todas
las atribuciones cortesanas que ostentaron. El pan y los granos medraban
bien sobre los campos, sobre los vientres de las gavias, siempre que las lluvias, generosas y frecuentes, les anegaran con abundante suficiencia. A
reclamo del poder, se fueron asentando
a su entorno muchos medianeros, pastores, recolectores y braceros que
consolidaron aquel flamante desarrollo.
Por razones de calendario, los parroquianos se transformaron también en
convecinos.
Andado el tiempo, las circunstancias
económicas giraron en la dirección
opuesta a la deseada por estos clásicos emporios. Muchos de sus hijos marcharon a la capital, a otros asentamientos
más prometedores, a las islas más desarrolladas, a la emigración, en busca de
enmendar sus, casi siempre, maltrechas haciendas. La genealogía nos revela
que en Tenerife, por ejemplo, especialmente en su banda sur, difícilmente
pueda hallarse familia alguna que, a
lo largo de sus distintas generaciones
no tenga algún familiar majorero entre sus antepasados. En algún tallo, por
muy recóndito que éste sea, de su árbol
genealógico siempre aparecerá entroncada alguna descendencia, proveniente de este apreciado terruño insular.
En la actualidad, los nuevos centros
de riqueza se olvidaron de los burgos,
aunque no así de sus nutrientes. Los
enclaves históricos quedaron a salvo
de estos ajetreos y desmanes.
Llegada la hora indeseada de partir,
entre remembranzas y erradumbres,
el visitante andaba cuando, ante sus
ojos, la silueta iridiscente de la pintoresca
localidad, difuminada en el paisaje, bajo
un sol inexorable, de nuevo reverbera
hirviente, sobre un suelo siempre
exento de verdura.
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EL DÍA, domingo, 18 de octubre de 2015
INVESTIGACIÓN
EN PORTADA
TURISMO
Julián Duque, la tradición familiar, el sabor de Segovia
(Óleo sobre lienzo de 100 cmx100 cm)
Procedente de una estirpe de maestros asadores fundada por Dionisio Duque en 1895, Julián, su
nieto, sigue manteniendo los conocimientos y el buen
hacer gastronómico.
Nació el 4 de septiembre de 1957, en Segovia. Mientras, por las mañanas, trabajaba en el restaurante,
por las tardes estudió la carrera de Derecho. También completó su formación en escuelas de Hostelería y Turismo. Está casado y tiene dos hijos.
Julián Duque, desde su más temprana edad ha regentado junto a su padre, Dionisio, el local familiar con
mucho esfuerzo, dedicación y espíritu emprendedor. Y el negocio ha ido creciendo y evolucionando,
para culminar su andadura en su restaurante en la
plaza Mayor, “Restaurante Julián Duque”, en el cual
sigue plasmando la tradición que le ha sido legada
de generación en generación, siendo él la cuarta de
un saga dedicada a la cocina y a la atención perso-
nal al cliente con la hospitalidad que en Castilla les
honra.
Su pasión es la hostelería en todos sus aspectos,
desde la cocina, la comida, la bodega y los banquetes,
hasta la gestión, siendo un gran defensor de la honestidad en la cocina y del producto de calidad y autóctono. Asimismo, Julián Duque considera los valores humanos de su personal como el mejor patrimonio de un restaurante.
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domingo, 18 de octubre de 2015, EL DÍA
Texto: Ángel Tomás Beltrán
Hernández
Dedicado a Vanessa Llanos, Sonia
Méndez y Yanira Perera
S
irviendo de aporte a la
Intrahistoria1 en el fenómeno
migratorio de los canarios
a América, este artículo
pretende demostrar la pluralidad de la Historia, a través de las
palabras de un isleño2 natural de Buen
Paso, en el municipio de Icod de los
Vinos, norte de Tenerife.
En los últimos años, la historiografía
ha estado en continua expansión, produciéndose la descentralización de la
disciplina, es decir, los nuevos tiempos han propiciado enfoques diferentes,
diversificando los campos de estudio
e investigación. La Guerra Civil Española supuso para Canarias una crisis
económica de graves consecuencias. Acabado el conflicto bélico, el
1 de abril de 1939, comenzó la etapa
de posguerra. Desde 1939 hasta 1975,
el sistema político español fue una dictadura que concentraba el poder en
la persona de Francisco Franco,
caracterizándose por la autarquía3. El
estallido de la Segunda Guerra Mundial agravó la situación en las islas,
viéndose limitadas las exportaciones
a mercados extranjeros debido a la recesión económica de Europa. El flujo
migratorio venía produciéndose
desde hacía siglos, en diferentes
ciclos y por diversos motivos4. No obstante, este escrito enfatiza en el recuerdo de Agustín Llanos González5,
que el 1 de febrero de 1953 emprendió su marcha a Venezuela.
“Estuve navegando 12 días, me
parece que fueron en el Urania II6; era
el último viaje que hacía. Eran todo
literas dentro y tenía tornillos por todos
sitios. Era un barco grande que daba
miedo”, cuenta Agustín Llanos. En los
años previos a su éxodo ejercía de agricultor, ganadero y en la extracción de
aguas en la galería Las Ánimas, recorriendo más de 1.500 metros de galería, sin sueldo fijo y en deplorables condiciones laborales. “Estuve trabajando empujando carros pa´ fuera ¡ay mi
madre! eso era trabajar”, destaca.
Al embarcar en la capital tinerfeña,
llevaba dos maletas de madera que
él mismo fabricó. Muchos isleños cargaban en el equipaje productos de demanda, como azafrán u orégano, entre
La emigración de un isleño
(1953-1965)
otros7. En la plaza de La Paz compró
dólares de forma clandestina, costándole el pasaje 12.000 pesetas. El
viaje fue vía directa y acompañado de
un primo. El barco estaba en óptimas
condiciones técnicas e higiénicas, por
tanto, los 12 días navegando no son
de desagradable recuerdo. Desembarcaron en La Guaira el 13 de febrero
de 1953. En principio, se dedicaron a
la venta ambulante, pero el margen
de beneficio era corto. Poco después,
Agustín trabajó en una panadería8, se
encargaba del reparto desplazándose en bicicleta. En menos de un año,
llegó a estropear nueve pantalones por
las posaderas. No tuvo necesidad de
idiomas, excepto en ciertas localidades
que hablaban un dialecto que define
como “más raro que el diablo”. Destaca recetas gastronómicas que desconocía, no siendo todas de su
agrado. “Me acuerdo que íbamos a
comer pasando de Barquisimeto pa´
lante, al restaurante La Chiva Negra;
entré y pedí un plato de sopa y me trajeron sopa de tortuga”. Los precios
NOTAS
1 Voz introducida por el escritor español
Miguel de Unamuno para designar la vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible. RAE.
2 En América, inmigrante procedente de las Islas
Canarias. Hernández, H. Norma lingüística y español en Canarias. Manual de consulta para periodistas. 2009.
3 Política económica que elimina las importaciones y exportaciones, pretendiendo
demostrar la autosuficiencia. AA.VV. Conceptos
fundamentales de Historia. 2001.
4 Hernández González, M. La emigración
canaria a Venezuela. 2007.
5 Nació en 1933, vivió en Buen Paso su niñez y
adolescencia. Se casó en Santa Cruz de Tenerife
y tiene 4 hijos. En la actualidad reside en Buen Paso.
Agustín Llanos
González (izqda.) con
el autor del reportaje.
6 Construido en 1906 con el nombre de Castalia. En 1949, lo adquirió la Societá Anónima Cooperativa Garibaldi, rebautizado como Marengo.
En 1950, Fratelli Grimaldi lo rebautizó como Urania II. Se desguazó en 1954 en La Spezia. Díaz
Lorenzo, J.C. Los trasatlánticos de la emigración
1947-1974. 1992.
7 Eran productos que se vendían con mucha
facilidad. Cuando Agustín emprendió su viaje,
recuerda uno en particular que estuvo de moda
aparte de los ya mencionados. Era el colorante
para las comidas “de la marca Carmencita”.
8 Sus propietarios eran “Los Hermanos Borges”, dos tinerfeños de Guía de Isora.
9 El equipo de lucha del mismo nombre, aparece citado en el libro de Antequera Amor, F.J.
La lucha canaria. Algo más que un deporte. 1996.
eran razonables, pero el tipo de
comidas no compensaba el bajo
coste a juicio del isleño.
El gofio se consumía en grandes cantidades en Cagua, Maracay y, especialmente, en Caracas, existiendo varios molinos, el isleño recuerda uno
fundado por canarios. El negocio se
llamaba Gofio la Lucha 9, porque sus
regentes practicaban la lucha canaria, tradición vernácula del archipiélago
que marcó un hito en tierras extranjeras. La luchada era un evento concurrido, participaban luchadores profesionales y aficionados llegando a inscribirse personas de diferentes países. Apodos como Pollo Ravelo y El
Orejita han perdurado en su memoria 10. El símbolo del deporte canario, trascendió más allá de sus fronteras hasta convertirse en una práctica habitual de primerísima fila,
igualando en popularidad a la lucha
libre. De este último deporte, Bernardino la Marca, El Zorro Italiano y
Dragón Chino fueron luchadores 11 muy
pintorescos.
10 Ambos procedentes de Tenerife, fueron vecinos de Agustín en Venezuela y competían con el
equipo de la ferretería Quinta Crespo, propiedad
de otro isleño.
11 El primero, de nacionalidad italiana, trabajó
en la construcción de Las Torres del Silencio hasta
que un representante del Palacio de Deportes se
fijó en que tenía cualidades de luchador. El segundo
(también italiano) combatía enmascarado. Al tercero lo escoltaba el cuerpo de policía debido a
sus reacciones impredecibles y su mal carácter.
12 Este militar y político venezolano, nació el
25 de abril de 1914 en Táchira (Venezuela), llegó
a alcanzar el grado de general de la División del
Ejército de Venezuela y fue designado presidente.
Falleció el 20 de septiembre de 2001 en Alcobendas
(España). Alarico Gómez, C. Marcos Pérez Jime-
En fechas como Navidad, Carnaval
o Semana Santa procuraba llenar el
vacío de la familia. Por lo general, las
festividades carecían de importancia
al permanecer lejos de los suyos.
Cuando llegó a Venezuela, lo hizo en
Carnavales, momento de apogeo
para la crítica y el humor. En comparación con Canarias, llamó su
atención la magnitud de estas fiestas,
que se disfrutaban con exagerada ironía y bromas. Recuerda a una señora
disfrazada portando un escobillón que,
al pasar por él, lo elevó sobre su cabeza
como queriendo asestarle un golpe.
Reaccionó de inmediato para defenderse de lo que parecía un intento de
agresión. Por suerte, todo quedó en
un pequeño malentendido. Por otra
parte, la Semana Santa se vivía con
devoción, numerosos fieles arropaban los actos religiosos con riguroso
respeto, no consumían carne en
Viernes Santo y guardaban luto.
Con el tiempo, el isleño trabajó de
camionero. Siempre mostró interés
por la mecánica, aprendiendo el ofi-
nez: el último dictador 1914-2001. 2007.
13 Puesto a flote el 20 de septiembre de 1952,
en septiembre de 1953 comenzó a cubrir la línea
entre Lisboa y Buenos Aires. El 10 de noviembre
de 1958, cuando navegaba de Lisboa a Santa Cruz
de Tenerife, participó en la búsqueda de un hidroavión. En 1961, fue secuestrado por un grupo armado
de españoles y portugueses. Se desguazó en 1973.
Díaz Lorenzo, J.C. Op. Cit.
14 Nació en Marsella (Francia) en 1794. Después
de cursar estudios de Ciencias Naturales, durante
su juventud se enroló en navíos de la marina francesa y en mercantes en rutas hacia las Antillas.
Hacia 1820 llegó a Tenerife, donde residió
durante unos diez años. Fue nombrado cónsul
de Francia en Canarias en 1847 y vivió en Tenerife hasta su muerte en 1880. Sabino Berthelot.
Primera Estancia en Tenerife (1820-1830). 2004.
p7
EL DÍA, domingo, 18 de octubre de 2015
cio de manera autodidacta. En una ruta
habitual, hizo un alto en la ciudad de
Güigüe para recoger a un conocido que
hacía autostop. Iban conversando en
el trayecto, circulando a velocidad reducida hasta que en la curva conocida
como “del Venado” avistó un furgón
de mantecados a un extremo de la
carretera. Cuando su camión quedó
frente al feriante, de origen italiano,
sintió un fuerte estruendo en el lateral de su vehículo. Desconcertado, frenó
e inmovilizó el camión en medio de
la vía. Al bajar vio a un niño malherido. El pequeño, después de comprar
un helado, cruzó a toda prisa y sin
mirar. Justo detrás, se detuvo una guagua de transporte de personal con destino a Acarigua, sus pasajeros eran peones de la construcción. También
viajaba un sargento de la Guardia Nacional que ordenó al dueño del negocio
ambulante el traslado del joven al hospital de Güigüe. Siendo testigo presencial de los hechos, el sargento, tranquilizó a Agustín explicándole que no
era culpable de delito puesto que la
imprudencia fue del menor. Le hizo
un parte y lo acompañó a comisaría.
En las dependencias policiales estuvo
retenido a la espera de juicio. Como
el accidente coincidió con la Semana
Santa, le concedieron un permiso especial de salida. Por otro lado, el padre
del pequeño, quiso aprovechar la situación visitando con regularidad al isleño
para reclamarle dinero. Al muchacho
lo trasladaron al Hospital Central de
Valencia; presentaba fractura de clavícula y una pierna rota.
El fuerte sentimiento de culpa, hizo
que Agustín costeara la totalidad de
los gastos. Dejó de hacerlo cuando comprobó que ese señor utilizaba el
accidente para intentar enriquecerse.
En la celebración del juicio, todos los
pasajeros del vehículo de transporte
de personal, incluido el sargento, de-
E
clararon en favor de Agustín. El progenitor llevó un testigo que cambió
de bando al comprobar la inclinación
de la balanza. Más tarde se supo que
era un testigo comprado.
Tras ser puesto en libertad, volvería a comisaría para retirar la documentación. Su proceso judicial coincidió con la caída del gobierno de Marcos Pérez Jiménez12, en 1958, cambiando la situación en todo el país. En
consecuencia, recibió un trato inesperado por los representantes de la ley.
Tras comprobar su caso, dos policías
corruptos le exigieron una cantidad
n un juicio celebrado en tierras conejeras, el fiscal
pregunta al acusado: “¿No es más cierto que usted
le tiró matar?”, a lo que el imputado contesta: “No,
no es vedad, señor fiscal. Si tiro a matar no se me escapa”.
Es que la pregunta del fiscal de alguna manera estaba poniendo
en cuestión la puntería del tirador y hasta ahí podíamos
llegar.
En otra oportunidad y en un juicio oral que tenía lugar
ante la sala de lo penal de Santa Cruz de Tenerife, terció
el magistrado presidente para preguntar al acusado:
“¿Nos podría decir a la sala qué hizo la noche del 24 de marzo
de 1993?”, a lo que responde claro, firme y contundente
el denunciado: “Estaba durmiendo”, a lo que replica el citado
magistrado: “¿Lo puede demostrar?”, remachando el
acusado: “Traigan una casa”. Desconjono general del público
seguido de advertencia del presidente de que si se repetía mandaba desalojar y seguiría la vista a puerta cerrada.
En el juzgado de Fuerteventura se celebraba un juicio
por lesiones graves y el fiscal interrogando a la víctima
le pregunta: “Vamos a ver ¿a usted, la puñalada se la dan
dentro o fuera del “guachinche”?, a lo que la aludida, de
formar resuelta responde: “Señoría, para ser más exacta,
entre el guachinche y el ombligo”.
En un juzgado de la isla de El Hierro, cuando en aquel
entonces se desplazaba la sala de lo penal a las islas menores, era el turno del fiscal, quien preguntó al detenido:
“¿No es más cierto que usted violó a la joven contra su
voluntad?”, respondiéndole el acusado: “No, señor fis-
Agustín mientras
cargaba la cuba, en
los años 60 (foto
cedida por la familia
Llanos).
desorbitada de bolívares. Ante tal circunstancia, Agustín explicó que su
detención le ocasionó gastos desmesurados y no podía abonar la elevada
cuantía económica. Los agentes ni se
inmutaron al escuchar su declaración,
así que le indicaron la salida dejándole
bien claro que se encontraba en otra
Venezuela. No vio otra solución que
solicitar la nueva documentación
tras la caída de Jiménez.
Con los años, su hermana emigró
y crearon una empresa de transporte
en 1961, una sociedad que comenzó
con ocho camiones. Agustín se encar-
Anécdotas de nuestro foro
canario. Álvaro González de Paz
HUMOR ANTICRISIS
Juan Oliva-Tristán Fernández*
cal, fue contra un saco de papas, que fue lo primero que
vi”. Aquí el público se contuvo de reír pues estaba enterado de lo que había ocurrido unos meses antes en Santa
Cruz de Tenerife.
Para tres plazas de médicos forenses se habían presentado
treinta y pico candidatos que estaban en el aula reunidos
esperando a que el tribunal dictara la nota, cuando a uno
de ellos le entra a modo de “sarantontón”, cayendo al suelo,
con evidentes muestras de dolor, y fue entonces cuando
el presidente se pone en pie y pregunta: “¿Hay algún médico forense entre los presentes?”, y la generalidad optó
por coger sus cosas y hacer mutis por el foro, nunca mejor
dicho, con el firme propósito de seguir empollando.
Hay una anécdota muy buena que tuvo por protagonista
a don Álvaro González de Paz, tabaquero y padre de Alvarito, que se dedicó al negocio de los puros con gran acierto
gaba de la inspección técnica de los
vehículos dada la destreza adquirida
como mecánico. Participaron en
obras de adecentamiento de carreteras
y trabajaban dependiendo del lugar
de residencia. En su caso, desde Extranjería hasta Hoyo la Puerta.
En 1965, el tenaz isleño que partió
con la meta de labrarse un futuro regresaba a Tenerife acompañado de su hermana y su cuñado a bordo del barco
Santa María13. Meditó su retorno a
Canarias, porque estaba adaptado en
Venezuela. Sin embargo, se replanteó
su opinión debido a la insistencia familiar.
En el viaje de vuelta hicieron
escala en Curazao, Puerto Rico y Miami.
Sólo se trajo un reloj de pulso y un
loro que tenía de mascota. La travesía duró más de lo esperado, porque
el buque recibió el aviso de un petrolero para socorrer a un operario de
nacionalidad inglesa. En Tenerife, regresaría a su localidad natal, ignorando
que ya formaba parte de una constante
histórica de las Islas Canarias.
Decía Sabino Berthelot14 que el isleño
es atrevido y temerario en el peligro.
Durante la entrevista, el autor no sólo
se percató de ello, sino de que aquellos años lo curtieron y, además, fueron definitorios para él y para los que
se aventuraron a lo incierto, ya fuera
por pobreza, caciquismo, etc.
Este trabajo suponía un reto: rescatar un caso de la emigración canaria desde la perspectiva de la gente
corriente. Un testimonio con el que
nuestros paisanos se sentirán identificados, al evocar la gallardía de sus
años de juventud. La siguiente cita de
Abraham Lincoln es fiel reflejo del
carácter y vivencias del protagonista, a la vez que concluye su laudable historia: “Al final, lo que
importa no son los años de vida, sino
la vida de los años”.
y que llegó a abrir una tienda de las labores del tabaco nada
menos que en la Quinta Avenida de Nueva York, y de su
hermano Enrique, médico cardiólogo, íntimo de mi
padre, pues era su doctor, su confesor y su confidente, ambos
ya fallecidos.
Habría que decir que don Álvaro padre tenía su casa en
la carretera de Tejina, cerca del pago de Las Canteras, y
su chalet estaba yendo hacia este citado pago, al lado o
margen izquierdo. Bien, un día don Álvaro sale de La Laguna
con dirección a su casa, y cuando ya se encuentra casi a
la altura de ésta no pone el intermitente, y menos aún saca
la mano, pegando un volantazo a la izquierda, quedando
aparcado al lado de la verja de su casa. A todas éstas, el
conductor que circulaba justo detrás de don Álvaro, cuando
vio que éste daba tremendo volantazo, invadiendo en su
totalidad el carril contrario y que se plantificaba al lado
del muro de cerramiento de su chalet, pega un descomunal
frenazo, increpándole, primero suavemente, diciéndole:
“Pero hombre, usted no pone el intermitente y mucho menos
saca la mano”, a lo que contesta el progenitor de Alvarito
y Enrique: “Coño, ¿usted no sabe que yo vivo aquí?, a lo
que el otro conductor, dando el caso por imposible, se suba
a su coche, cagándose en la señora madre del infractor
al menos en tres o cuatro generaciones.
* Pensionista de larga duración.
Risoterapeuta en activo
p8
domingo, 18 de octubre de 2015, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 1.002
E
l deseo de ser excelente y
alcanzar la pericia en el deporte no está prescrito de
antemano en los genes de
ningún deportista. No soy
partícipe de la creencia de que una persona nazca predestinada para desear
fervientemente ser un campeón; más
bien pienso que este deseo está generado a través de complicadas interacciones entre factores intrínsecos,
relativos a la disposición del deportista,
y factores de carácter extrínseco relacionados con el contexto en el cual se
desarrolla y realiza el propio deporte.
De forma que, a lo largo de la carrera
del deportista, la interacción de estos
factores va configurando motivaciones, intereses y actitudes hasta llegar
a un momento en que el proceso de
optimización del rendimiento coincide
con un gran deseo de poder materializar al máximo al potencial que se posee.
Goleman (1996) resalta el papel de
la motivación positiva relacionada con
sentimientos de entusiasmo, perseverancia y confianza, cuando nos referimos al rendimiento. Ericsson (1994),
en sus estudios con personas que han
alcanzado rendimientos sobresalientes, como es el caso de los deportistas olímpicos, destaca que los deportistas de élite se caracterizan por una
elevada motivación y la capacidad para
seguir un programa muy exigente de
entrenamiento desde edades muy
tempranas. En consecuencia, podemos
afirmar que lo diferencia a los deportistas que están en la cresta de la ola
del rendimiento deportivo de aquellos
que, con similares competencias, no
alcanzan unos rendimientos tan buenos son dos cosas: muchísimas horas
de entrenamiento a lo largo de los años
y una actitud mental positiva.
Por consiguiente, el deportista que
quiera alcanzar su máximo rendimiento
debe poseer una ética del esfuerzo y
el trabajo que se debe traducir en una
mayor motivación y perseverancia en
la consecución de los objetivos previstos.
Es ese sentimiento de confianza y autoeficacia el que permite que los deportistas de nivel soporten y toleren las
diferentes vicisitudes de su deporte.
Esta fortaleza interior, esta resistencia
psicológica y un aprendizaje optimista
son indicadores para predecir el éxito
en el deporte. Como nos muestra Seligman (1991), cuando el deportista ha
aprendido a ser optimista, se genera
en él una fuerte expectativa de que las
cosas irán bien, a pesar de los contratiempos y de las frustraciones que puedan surgir. Contrariedades que, por otra
parte, son elementos naturales del proceso para llegar a ser excelente en el
deporte.
Es necesario ser conscientes de
que la diferencia entre el triunfo y el
fracaso puede radicar en la capacidad
de la persona para afrontar la situación
competitiva y que el deportista se encuentra ante la necesidad de dar todo lo que tiene de sí para alcanzar la
meta propuesta con la esperanza de
lograrla.
Es esa búsqueda del triunfo, al
mismo tiempo que una aceptación posi-
La excelencia
deportiva
Texto: Daniel Rodríguez Rodríguez
(psicólogo, miembro de la Vocalía de la Actividad Física y del
Deporte del COP de Santa Cruz de Tenerife; director de
formación de Grupo Shinè. www.gruposhine.com)
tiva de los fracasos, lo que se configura como los elementos motivadores fundamentales para futuros éxitos. En consecuencia, dicha búsqueda debe ser promovida entre los
deportistas.
Pero, ¿qué es la excelencia? Sin duda
parece una pregunta de fácil respuesta: sobresalir por encima de los
demás. Tal vez sea ésta la definición
más obvia, pero errónea. En nuestro
contexto, el deportivo, la excelencia
podríamos definirla como la capacidad para alcanzar las metas estable-
cidas mediante el empleo de unos recursos específicos. Metas propias, personales. Por tanto, la excelencia es la
mejora y la superación personal en cada
entrenamiento, en cada competición.
No debería estar en nuestra definición
de excelencia el vencer a los otros, porque son factores que no controlamos.
Tener muy claro nuestros objetivos y
nuestras posibilidades de mejora, y tratar por todos los medios de lograrlos.
Esa es la verdadera excelencia. No se
es excelente por ganar a los demás, sino
por superarte en cada momento a ti
mismo. En este sentido, todos podemos llegar a ser excelentes en relación
a unas expectativas personales bien
planteadas.
Si quieres desarrollar todo tu potencial, que está muy dentro de ti, debes
crearte la convicción de que puedes
hacerlo. Si sueñas con tu gran objetivo
y te concentras en tus metas de cada
día, alimentarás tu compromiso, tu confianza y tu fe en tus capacidades.
El grado personal de compromiso es
algo que tú mismo debes desarrollar.
Nadie puede decirte lo importantes que
son las cosas para ti, es una decisión
tuya. Sin embargo, está claro que las
personas que desean sobresalir son gente
extremadamente comprometida. No
hay forma de conseguir un alto nivel
de excelencia sin un alto nivel de compromiso.
Es difícil optimizar el aprendizaje de
un deporte si el deportista no posee
la energía psicológica necesaria, si no
está convencido de que es posible alcanzar el objetivo marcado; si no manifiesta junto a la inteligencia motriz la
inteligencia emocional, aquella que le
permite soportar las horas de entrenamiento, que le dota de un robusto
autoconcepto, que le permite comprender que la fuerza está en verse cada
vez mejor, y que el fracaso surge cuando
“superar a los demás” es la única meta
en el deporte.
En definitiva, ¿cuáles son las estrategias mentales utilizadas en deportistas exitosos?:
• Para ganar confianza, los deportistas
exitosos practican planes específicos
para lidiar con la adversidad durante
la competencia.
• Practican rutinas para lidiar con circunstancias inusuales y distracciones,
antes de la competencia y durante ésta.
• Se concentran enteramente en el
desempeño próximo; para ello bloquean
eventos y pensamientos sin relevancia.
• Realizan distintos ensayos mentales
antes de la competencia.
• No se preocupan por los otros competidores antes de la competencia, se
concentran en lo que pueden controlar.
• Desarrollan planes de competición
detallados.
• Aprenden a regular la excitación
y la ansiedad.
Y la siguiente pregunta que debemos
hacernos es: ¿pueden entrenarse estos
atributos psicológicos? Por supuesto,
pero con la planificación y supervisión
adecuada. De todo esto trataremos en
el curso Evaluación e Intervención Psicológica en Rendimiento Deportivo,
que desarrollaremos en la Vocalía de
la Actividad Física y del Deporte del
Colegio Oficial de Psicología de Santa
Cruz de Tenerife los días 6 y 7 de noviembre, donde contaremos con el psicólogo del Atlético de Madrid, Alejo
García Naveira. Este experto nos expondrá las claves para realizar una adecuada planificación del entrenamiento
psicológico del deportista, con el
objetivo de que, gracias a las habilidades psicológicas, estemos más cerca de alcanzar la excelencia deportiva.