Patrimonio - Parsival Castro Pita

Atractivos turísticos del
Patrimonio de Guayaquil
Parsival Castro
Abstrac
Escuela
Superior Politécnica del Litoral
El Centro Histórico de Guayaquil
Escribe Parsival Castro Pita
El Centro Histórico de la ciudad guarda la memoria colectiva de un pueblo. A través
del trazado urbanístico de sus calles y avenidas se puede imaginar, todavía, la historia
de una urbe que se esforzó en construir su destino. El primer Centro Histórico se dio al
pie del Cerrito Verde y estuvo conformado por la iglesia de Santo Domingo, la Plaza de
Armas, (que quedaba donde hoy está el Museo del Bombero), el Fuerte de la
Planchada, y el Barrio de La Marina -situado en los actuales terrenos de la ESPOL.
El primer Centro Histórico formaba parte de Ciudad Vieja, cuyo límite sur era el estero
de Juan Pérez de Villamar, actual calle Loja. Bordeando el cerro estaba la calle de Los
Pescadores, donde una bandada de garzas se apegaba a las canoas y balandras que
traían los peces del río y también los que se obtenían a la entrada del Golfo. Esta calle
estrecha, trazada para el paso de las carretas de aquel entonces, se convirtió después en
la actual calle Numa Pompilio Llona.
Con el andar del tiempo, y del traslado de la población a Ciudad Nueva, hacia 1690,
este centro Patrimonial se extendió siguiendo la calle de la Orilla: empezando al norte,
por la calle de Los Franciscanos -actual 9 de Octubre-, hasta más allá de la Casa del
Cabildo, llegando a los bordes del entonces Estero de Saraguro -hoy Avenida Olmedopor el sur; y por el oeste hasta la calle de Los Trapitos -actual Escobedo-. Estos barrios
fueron el escenario de la gesta de la independencia en 1820.
La adaptación al clima, con el recurso del trazado de anchas calles y una arquitectura
maderera de amplios portales, que daba abrigo de la lluvia y los soles invernales;
caracterizaron la imagen de una ciudad pintoresca del trópico. Si bien los 20 incendios
generales -que soportó con heroísmo, a través de su historia- destruyeron su grácil
arquitectura de puertas y balcones galantes, labrados por los diestros carpinteros de
ribera; la urbe logró mantener el antiguo trazado en damero con sus portales y veredas,
luego de su reconstrucción en hormigón.
El Centro Histórico de Guayaquil tiene una hermosa estatuaria, cuya autoría
corresponde a distinguidos maestros de Europa y América. A ello se unen las líneas
arquitectónicas de sus templos e iglesias, que en muchos casos, como la de San
Francisco y La Merced, mantuvieron las líneas de los antiguos edificios de madera.
Esta “Ciudad cosmopolita, hogar fecundo”, como cantara el poeta Pablo Hanníbal
Vela, fue siempre el Puerto de la Patria, hospitalaria y abierta al turismo y a las
diversas corrientes culturales y sociales que llegaron por su puerto abrigado de las
fuertes corrientes y oleajes. Esta “Ciudad del Río Grande y del Estero”, que fue la cuna
del libre pensamiento y de la libertad, abre su corazón a todos los ecuatorianos y a todos
los pueblos del mundo, para construir una humanidad de paz, progreso y libertad.
¡Bienvenidos a Guayaquil!
El cerro Santa Ana: un mirador espectacular de la
ciudad
Con sesenta metros de altura, la colina ofrece una vista espectacular de la confluencia
de los ríos Daule y Babahoyo, que forman el caudaloso Guayas. Constituido como uno
de los más interesantes miradores turísticos, se pueden realizar desde allí tomas
fotográficas con un recorrido visual, en un giro de 360 grados, para capturar las
imágenes de Guayaquil con sus diversos barrios.
La confluencia de los ríos Daule y Babahoyo. Vista desde el mirador del cerro Santa
Ana, con el puente de la Unidad Nacional. Al fondo el cerro de Las Cabras, en el
cantón Durán.
(Foto 2)Vista de la rivera del Guayas.
El cerro Santa Ana es la colina que vio nacer a la ciudad. En la década de 1540 a 1550,
el español Diego de Urbina procedía a reasentar la ciudad en las faldas del llamado
Cerrito Verde que, junto al cerro del Carmen, formaban una imagen de silla de montar;
por lo cual la ciudad fue denominada como: la “Ciudad de la silla gineta”.
Una ascensión por la historia..
Al escalar sus 444 escalones se puede visitar la réplica evocativa de lo que fue la
pequeña capilla o Ayuda de Parroquia, en tiempos coloniales: “en la cumbre está la
Iglesia Mayor, y al otro lado están los astilleros…”, según relata en su Compendio
Histórico, don Dyonisio de Alsedo y Herrera. Hacia 1602, los astilleros estaban
situados en las inmediaciones del actual colegio Domingo de Santistevan; y aún se
puede apreciar una pequeña entrante del río, que marca el sitio en que se carenaron y
construyeron embarcaciones en el siglo XVII. “En toda la Mar del Sur, no hubo
ningún astillero con mejor guachapelí, ni carpinteros más diestros”, relatará Abel
Romeo Castillo, en su “Elegía Marinera”, escrita en 1938.
Mirando hacia el sur se dibuja la hermosa bahía que forma el malecón, cuyas obras de
regeneración urbana se inauguraron en el año 2000. Al frente se distingue el perfil de la
isla Santay; y siguiendo la mirada por el río, se observan las aguas del Guayas, que
avanzan hasta su desembocadura.
Recogiendo su tradición de puerto, el Municipio de Guayaquil construyó el Faro, en
julio de 2001, como parte de un proyecto de regeneración urbana que comprendía las
escalinatas de la calle Diego Noboa, y que permitió la rehabilitación económica,
turística y social, de uno de los sectores más tradicionales de Guayaquil.
En el mirador del cerro hay binoculares especiales para uso de los turistas, que
permiten obtener una visión más en detalle del entorno.
Existen varios accesos al cerro, siendo los más utilizados: las escalinatas Diego Noboa
y las escaleras que parten desde la calle Numa Pompilio Llona, la cual ofrece vistas
espléndidas del río, así como glorietas y pequeñas plazas acogedoras.
Escaleras hacia el cerro, que parten desde la calle Numa Pompilio Llona. Los muros
están revestidos de piedra caliza, que caracteriza las formaciones geológicas de
Guayaquil y su región.
1- La capilla del cerro Santa Ana
Forma parte de un conjunto turístico compuesto por el Faro, el Mirador y el Museo
Naval. Su diseño evoca la antigua capilla que existió en tiempos coloniales. En su
pórtico se observan dos columnas salomónicas, y en su interior se encuentran hermosos
vitrales que ilustran las escenas de la Pasión de Cristo. En los vitrales orientales se
aprecia uno dedicado a Santa Cecilia, como protectora de la música; y otro con la
imagen de un velero, para rememorar los barcos que se construyeron en los astilleros
guayaquileños. En la parte posterior de la capilla se aprecia la espada de Santiago el
Mayor, Patrono de la ciudad.
Fachada de la capilla del cerro Santa Ana, con las columnas salomónicas.
Vitrales representativos de los episodios de la pasión de Cristo. Interior de la pared
norte en la capilla del Cerro.
La capilla está consagrada a la Virgen de la Merced. Esta Orden, fundada hacia 1200
para guardar los caminos de Tierra Santa, tenía un doble carácter: militar y sacerdotal.
La Orden Mercedaria llega a Guayaquil hacia el año de 1548.
La Orden Mercedaria llega hacia 1548
El 23 de septiembre del 2002, con motivo de la fiesta de la Virgen de la Merced, el
Cabildo Guayaquileño realizó la ceremonia de inauguración de la capilla, como parte
del proyecto de regeneración del cerro Santa Ana. En la ceremonia, el párroco de la
Merced, Agustín Alcázar, renovó los votos consagratorios de la capilla a la Virgen de la
Merced, como patrona del Litoral y de las Fuerzas Armadas y recibió la llave de la
Capilla, según lo reseña Diario El Universo, el 24 de septiembre del 2002.
Virgen de la Merced. En su pecho se puede observar el escudo de la Orden
Mercedaria, con la cruz templaria de brazos iguales.
Espada de Santiago el Mayor, también utilizada como cruz.
Vista interior de la pared sur, con los vitrales representando escenas de la Pasión de
Cristo.
2- El Faro
Evocando las tradiciones marineras se construyó el faro de 18 metros de alto, desde
donde se obtiene una maravillosa vista de la ciudad, en un recorrido visual de 360
grados. Su diseño recoge las líneas del antiguo faro ubicado en el Fuerte de Punta de
Piedra. Fue inaugurado en el año 2002.
La construcción del mirador se inició en julio del año 2001, como parte del proyecto
ejecutado en la alcaldía del Ab Jaime Nebot, para la recuperación patrimonial de uno
de los sectores históricos de mayor tradición de la ciudad.
El proyecto contempla la ubicación, a los lados de las escalinatas, de centros de interés
turístico tales como restaurantes, cafés, galerías de arte, tiendas de artesanías,
cibercafés; con intervalos de varias plazoletas y áreas verdes, para la recreación y el
descanso, con una visión del río y su entorno.
Vista del Faro y los antiguos cañones, en el mirador del cerro Santa Ana. Al fondo el
río Guayas y el cerro de Las Cabras, en Durán.
3- El parque-Museo Naval
Situado en el cerro Santa Ana, conserva vestigios de la antigua fortificación de La
Polvorosa que servía como uno de los fuertes para la defensa de la ciudad, en la época
de los ataques piratas, en los siglos XVII y XVIII. Presenta piezas originales tales como
cañones y el ancla del Cañonero Calderón, para cuya colocación se utilizaron
helicópteros.
Uno de sus atractivos lo constituye la réplica de las naves que se construyeron en los
astilleros de Guayaquil.
Vista del reloj solar, que a través de un gnomon o barra horizontal, marca las horas
según la inclinación de la sombra.
Vista de los antiguos cañones del ejército ecuatoriano.
.
Réplica de la popa de La Capitana. Estas embarcaciones fueron construidas con las
maderas de Guayaquil. Se observa la figura de un marinero utilizando un catalejo.
Mascarón de la Pura y Limpia Concepción, construido en los astilleros
guayaquileños. Esta embarcación naufragó a la altura de Chanduy en 1654,
perdiendo el tesoro que llevaba a España.
Era usual evocar la imagen de la Virgen con el Niño como símbolo de protección
durante las largas travesías marineras. Muchos de los galeones y barcos construidos en
Guayaquil tuvieron larga duración, incluso algunos realizaron la travesía hasta Europa.
Recreación de los instrumentos de navegación durante los siglos XVI XVII y XVIII:
Cuadrante del siglo XVII, para ubicar la latitud de un buque en altamar. Ballestina
utilizada para calcular la altura de la estrella Polar y orientar el rumbo.
Cañón de 3480 libras, construido en 1865. Fue instalado al año siguiente en el fuerte
de Punta de Piedra.
Linterna de fabricación sueca. Se utilizaban como faros desde 1950 hasta 1970, a lo
largo de la costa y en las Islas Galápagos.
Ancla que perteneció al crucero de la Armada Cotopaxi, que después fue bautizado
como Cañonero Calderón. Estuvo al servicio de la Armada ecuatoriana desde 1886 y
se cubrió de gloria el 25 de julio de 1941, defendiendo el Golfo de Guayaquil.
Bustos de marinos destacados de la Armada Nacional. Constan de izquierda a
derecha: el almirante Juan Illingworth, fundador de la Escuela Naval; general de
División Thomas Charles Wright Montgomery; capitán de navío Rafael Andrade
Lalama y capitán de fragata Rafael Morán Valverde, héroe de la guerra de 1941.
4- Escalinatas de la calle Diego Noboa
Escalinata Diego Noboa.
Diego Noboa “Nació en la ciudad de Guayaquil, el 15 de abril de 1789. Fueron sus
padres el Teniente Coronel don Ramón Ignacio de Noboa y Unzueta y la señora Ana
de Arteta y Larrabeitia”, según se lee en la página 433, del Álbum Biográfico
Ecuatoriano, de Camilo Destruge, reeditado por el Banco Central, en 1984.
“…Realizó sus estudios en la ciudad de Quito, en el Colegio San Luis Gonzaga,
donde obtuvo el título de Bachiller…”, según escribe Efrén Avilés Pino, en su
Diccionario Histórico Biográfico, editado en Guayaquil, en el año 2002, en la
Imprenta Cromos.
Durante esa época fue testigo del movimiento del 10 de Agosto de 1809 y los trágicos
sucesos del 2 de Agosto de 1810.
Participó activamente en los preparativos del 9 de Octubre de 1820. Fue comisionado
para difundir la noticia de la Independencia en Manabí, logrando la adhesión de muchas
poblaciones, a la causa de la libertad. Integró el Triunvirato de la Revolución del 6 de
Marzo de 1845, junto a José Joaquín de Olmedo y Vicente Ramón Roca, y fue
Presidente de la República, en 1851. Su nombre está inscrito en la Columna de los
Próceres de la Plaza del Centenario.
Busto del prócer Diego Noboa y Arteta, situado en las escalinatas del cerro Santa
Ana.
Placa colocada en el pedestal del busto del presidente Diego Noboa y Arteta.
El texto de la placa dice:
“Diego Noboa y Arteta
Guayaquil 15 de Abril de 1789
3 de Noviembre de 1870
Prócer de la Independencia. Administrador de Alcabalas 1823, Intendente del
Departamento de Guayaquil 1827. Presidente de Senado 1839 y 1848. Miembro
Provisorio de 6 de Marzo de 1845. Jefe Supremo de Guayaquil 2 de Marzo de
1850, Presidente Interino de la República 8 de Diciembre de 1850. Presidente
Constitucional de la República 26 de Febrero de 1851. Presidente de la Junta
Provincial del Guayas 1863. Se casó con Manuela Baquerizo y Coto,
posteriormente con María Tomasa Carbo y Noboa.”
Detalle del fuste de la Columna de los Próceres de 1820, erigida en la Plaza del
Centenario, en el que consta el nombre de Diego Noboa y Arteta.
5- La fuente del cerro
La obra fue realizada en el marco del proyecto de regeneración urbana del cerro Santa
Ana. Recoge en su diseño las formas tradicionales de las fuentes que se construyeron en
tiempos coloniales. En el primer nivel se observa el trazado de un círculo y un cuadrado
que aluden, tanto a la necesidad de espiritualizar la vida material (el círculo), como a
ofrecer una aplicación objetiva de lo espiritual en la existencia (el cuadrado). Esta
aspiración humana fue muchas veces simbolizada en el Renacimiento, en la forma de un
problema geométrico llamado la cuadratura del círculo. Desde el segundo nivel el agua
se derrama, como imagen de la vida que siempre busca manifestarse, no importa bajo
que aspecto o circunstancia.
Fuente en el cerro Santa Ana.
6- La espada de Santiago
El doble carácter de una sociedad que uniera, tanto el poder espiritual -representado por
la Cruz-, como el poder temporal o laico -simbolizado por la espada- permitió la
concepción de la espada de Santiago. La espada (como expresión del pensamiento)
enterrada en la piedra de la materia (símbolo de la vida superficial) fue ligada en la
Edad Media a la célebre leyenda Arturiana, en la que solo un Hombre Real, es decir de
vida verdadera, era capaz de liberar su pensamiento de la piedra o materia, para ser
elevado a la categoría de aquel que es capaz de comprender y gobernar su vida y su
destino.
La espada en la piedra.
Un cerro de leyendas encantadas y de historias…
Cuenta José Gabriel Pino Roca (1875 – 1931) en sus Leyendas y Tradiciones de
Guayaquil, publicadas en 1909, el episodio que viviera el teniente Nino de Lecumberry,
quien estando de guardia en el entonces llamado Cerrito Verde, allá por el año 1544
(cuando el pequeño villorrio se componía de 15 casitas y una humilde capilla), en
medio de las brumas de la noche, tuvo la visión de una hermosa mujer. El teniente
Lecumberry la siguió hasta las cuevas del cerro -que se habían formado por la
disolución de la piedra caliza, debido a la presencia de la humedad-. Estas pequeñas
cavernas fueron cerradas por el Cabildo, siglos después.
En la cueva encontró riquezas inimaginables, en piedras preciosas y metales nobles. En
el fondo de la caverna estaba el padre de la joven, quien lo puso en la alternativa de
elegir entre las riquezas, o el amor de su hija. Lecumberry se decidió por las joyas. En
ese momento, un gran temblor de tierra estremeció todo el cerro y el joven soldado
invocó a la virgen de Santa Ana. Al cabo de unos minutos el temblor cesó y pudo salir
de aquel encantamiento. Al contar su experiencia a los colonos, estos convinieron en
denominar al Cerrito Verde, con el nombre de Santa Ana.
7b- La iglesia de Santo Domingo
El primer templo que tuvo la ciudad estuvo regentado por los Padres Dominicos,
quienes llegaron a Guayaquil hacia el año de 1548, según se lee en la placa que está
situada en la fachada de la iglesia de Santo Domingo, al pie del entonces denominado
Cerrito Verde, hoy cerro Santa Ana.
La actual iglesia fue construida en 1938, en base al proyecto del arquitecto italiano
Paolo Russo (1885-1971). Fue la quinta edificación que se efectuó en el mismo terreno,
en virtud de que las anteriores tuvieron que ser reemplazadas por causa del deterioro de
los materiales y los incendios.
La iglesia presenta una nave central con una bóveda de cañón seguido y dos naves
laterales de menos altura. En su interior se encuentran dos capillas: la una, dedicada a la
veneración del Santísimo, con un retablo de mármol de estilo barroco, que en su parte
superior tiene la imagen de la Eucaristía, o Santo Graal; y en la parte inferior, un
pelícano alimentando a tres polluelos, que prefiguran a la Divinidad alimentando el
cuerpo, el alma y el espíritu. En la capilla que da hacia la derecha se encuentra un
retablo barroco, con una pila de mármol que se utiliza para la ceremonia de bautismos.
En la entrada del templo se observa un espacio que reproduce las cámaras de
climatización de las iglesias europeas en las cuales se abrían, sucesivamente, varias
puertas, para evitar que los fríos vientos de las madrugadas en las que se celebraban las
misas de Gallo, afectaran a quienes estaban en su interior. En épocas anteriores, estas
cámaras de climatización habían servido como espacios de reflexión donde los fieles
esperaban en silencio, hasta que los toques de campana del sacerdote invitaban a entrar
a la misa.
Iglesia de la Orden de Santo Domingo, conocida también como iglesia de San
Vicente Ferrer. Se observa el pórtico de la entrada y los medallones con las fechas de
1548 y 1938.
Altar de Santo Domingo.
El Cabildo cedió el terreno a la Orden Dominicana, en 1574. En el terreno se
encontraba ya construido, parcialmente, el muro de tapial elaborado con una mezcla de
tierra, piedra y capas de caliza apisonada. La Orden continuó la construcción del tapial
en 1575. Este muro sirvió como cimiento a la primera edificación de la iglesia, que aún
se conserva.
En el año 1624, los piratas de Jacobo L’Hermite Clerk atacaron la Ciudad Vieja y la
incendiaron, por lo que los frailes dominicos tuvieron que reconstruirlo.
En tiempos de Semana Santa salía la procesión desde Santo Domingo llevando la hostia
de la eucaristía, ante la cual las gentes se arrodillaban en las calles. La hora de la
resurrección era anunciada con salvas de cañón desde el cerro, según relata Adrián
Terry, en su libro Viajes por la región ecuatorial de la América del Sur, publicado en
1832.
Santo Domingo es la única iglesia que todavía conserva la cruz exterior,
característica de los templos en tiempos coloniales. Los tres escalones evocan las tres
virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.
7- El barrio Las Peñas
Su nombre se debe a las formaciones geológicas de rocas calcáreas que se internan por
las riberas del río.
El barrio -que se inicia en la parte baja con el fortín de La Planchada- es el escenario
donde se asentó la ciudad hacia la década de 1540. En tiempos coloniales era conocido
como el barrio de La Planchada, según anotan Melvin Hoyos y Efrén Avilés, en su libro
Historia de Las Peñas.
La estrecha calle Numa Pompilio Llona -cuyo ancho fue concebido para el paso de las
carretas tiradas por caballos- se llamó así en honor al poeta guayaquileño de este
nombre. Antiguamente fue conocida con el nombre de Calle de los Pescadores -según
lo reseña Modesto Chávez Franco, en sus Crónicas de Guayaquil Antiguo-, por ser un
sitio en que se asentaron, inicialmente, pescadores y artesanos. En la época colonial era
el camino que unía la Plaza de Armas, situada al frente de la Iglesia de Santo Domingo,
con los primeros astilleros de 1602, en La Atarazana –según relata Dionisio de Alcedo.
Aún durante el siglo XIX las casas de Las Peñas tenían algunas reminiscencias
coloniales, por lo menos en su trazado, aunque fueran construidas en tiempos
republicanos. Entre estas características se cuenta el patio interior y las galerías con
hamacas, protegidas del sol a través de toldas.
UN BARRIO CON HISTORIA
En sus casas de madera vivieron por largo, o poco tiempo, personajes como los ex
presidentes Eloy Alfaro Delgado, Alfredo Baquerizo Moreno, José Luis Tamayo y
Carlos Alberto Arroyo del Río; así como el compositor del Himno Nacional, Antonio
Neumane; los artistas Manuel Rendón Seminario y Alba Calderón de Gil; el escritor
Enrique Gil Gilbert; el líder político argentino Ernesto Che Guevara y la educadora Rita
Lecumberri. En la casa del escritor Enrique Gil se realizaban reuniones de encuentro de
la intelectualidad guayaquileña, a una de las cuales asistió el poeta Pablo Neruda, a su
paso por la ciudad.
En la actualidad, cada 25 de julio se convierte en una galería urbana, para las
exposiciones pictóricas que convocan gran afluencia de público.
8- El Fortín de La Planchada
El Fortín de La Planchada se construyó en el año 1647, para la defensa de la ciudad. Se
edificó en piedra, en el sitio más estratégico, para vigilar la entrada de las
embarcaciones al primer asentamiento urbano de la ciudad, al pie del cerro.
El fuerte militar de La Planchada fue tomado, la madrugada del 9 de Octubre de 1820,
por el sargento Hilario Álvarez y su tropa. Al amanecer, los habitantes de Las Peñas se
volcaron jubilosos para adherirse a la causa de la Libertad.
Ubicado a la orilla del río, fue uno de los baluartes coloniales que permitió resistir,
varias veces, los ataques piratas. Edificado en piedra y argamasa, fue revestido con
enlucido de cemento, por el Instituto de Patrimonio Cultural. El Fortín formó parte de
un conjunto de obras efectuadas a finales del siglo XVII, para celebrar la fiesta del
Corpus Christi, para lo cual se niveló una pequeña extensión de tierra ubicada en el
barrio de La Marina, al inicio de Ciudad Vieja, muy próximo a los actuales terrenos de
la Escuela Superior Politécnica del Litoral. Este sector fue denominado “La
Planchada”.
Vista del fortín de La Planchada, cuyos muros de piedra fueron enlucidos con
mortero por el INPC. El Fortín fue uno de los escenarios de la Independencia, en
1820.
Vista interior del antiguo fortín de La Planchada, con cañones de la época
republicana. El piso original era de adoquines de piedra.
La calle Numa Pompilio Llona fue el primer malecón que tuvo la ciudad. Su trazado fue
consignado en los diarios del pirata Guillermo Dampier.
Detalles de las fachadas de madera con las persianas y los balcones con balaustres.
Los adoquines de piedra en la calle Numa Pompilio Llona, en el barrio Las Peñas, y
las casas de maderas construidas en la época Republicana, a fínales del siglo XIX y
siglo XX. Se observan los faroles de comienzos de 1900.
Placa en la calle Numa Pompilio Llona.
Detalles de molduras en madera en las fachadas y cornisas.
Detalle de las persianas abiertas y los balaustres de hierro.
Los museos de Puerto Santa Ana
El museo Julio Jaramillo
Dedicado a la memoria del cantante Julio Jaramillo, presenta una valiosa exposición de
antiguos fonógrafos y de instrumentos musicales, entre los que se encuentra una guitarra
que utilizó el artista y pianos de la época. En esta muestra se incluyen exhibiciones de
afiches y una interesante colección de fotografías que permiten al visitante evocar, de
manera viva, un segmento de la historia musical de nuestra ciudad.
Exhibición de los discos long play y los antiguos fonógrafos de bocina para
reproducir música.
El museo del Astillero
Dedicado a resaltar la historia de dos equipos de fútbol que nacieron en la década de
1940, en el barrio del Astillero. El sector en que surgieron los equipos de Barcelona y
Emelec conservaba la denominación de Astillero debido a la actividad de construcción y
reparación de navíos de madera, que producía una gran cantidad de astillas por los
trabajos del labrado de las cuadernas de los barcos.
Museo del Astillero. Sector dedicado a la historia del Barcelona Sporting Club.
Pabellón del Club Sport Emelec.
El Museo de la Cerveza
El 27 de julio del 2007 se inauguró el Museo de la Cerveza, situado en puerto Santa
Ana, en el mismo sitio donde funcionaba la Cervecería Nacional desde 1887, en que se
comercializó, por vez primera, una cerveza fabricada en nuestra ciudad. El museo
ofrece una muestra de la historia de la cerveza en el mundo.
En el año 1886 funcionó en estos terrenos una fábrica de hielo.
Muestra de diversos envases de cervezas del mundo.
9- Monumento a Francisco de Orellana
Está situado en lo que, hacia 1600, fue la Plaza de Armas, al pie del cerro donde se
alzaba la Ciudad Vieja. Su autoría corresponde a la escultora Rosario Villagómez -como
consta en el grabado de los bajorrelieves del pedestal- quien fue una de las primeras
mujeres cuya obra se exhibió públicamente, en el conjunto estatuario de la ciudad.
Orellana es uno de los fundadores de Guayaquil.
Monumento a Francisco de Orellana, uno de los fundadores de Guayaquil.
En la cara oriental del monumento se observan dos placas: la primera -situada en la
parte superior- tiene una leyenda que dice: “FRANCISCO DE ORELLANA
FUNDADOR DE GUAYAQUIL EN MDXXXVII”. Entre las dos placas está
grabado el escudo de la ciudad en tiempos coloniales. En la placa ubicada en la parte
inferior se lee: “DE GUAYAQUIL, HACE 450 AÑOS, SALIÓ EL CAPITÁN
FRANCISCO DE ORELLANA, GOBERNADOR DE LA CIUDAD, PARA
UNIRSE A LA EXPEDICIÓN QUE DESDE QUITO DEBÍA EXPLORAR EL
PAÍS DE LA CANELA; DESCUBRIRÍA LUEGO, EL 12 DE FEBRERO, EL RÍO
AMAZONAS, LLAMADO MAS TARDE DE SAN FRANCISCO DE QUITO.
COMISIÓN NACIONAL PERMANENTE DE CONMEMORACIONES
CÍVICAS. GUAYAQUIL 1992”.
En el trayecto hacia el Amazonas la expedición de Orellana encontró a un grupo de
fieras mujeres que ejercían el matriarcado, lo cual le hizo evocar a las míticas amazonas
de la cultura Helénica, por lo que llamó Río de las Amazonas, al gran río que
descubriera.
.
Detalle de los bajorrelieves del pedestal. Se observa a la Fama coronando a Orellana,
luego de su gran descubrimiento.
Detalles del bajorrelieve del pedestal narrando la expedición al Amazonas. En la
base se lee el nombre de la artista Rosario Villagómez.
10- El Cerro de San Lázaro
Ya en el año de 1541, Dionisio de Alcedo y Herrera señalaba en su plano-croquis, la
existencia de tres cerros al norte de la ciudad, con los nombres de Santa Ana, San
Cristóbal y San Lázaro. En este último cerro se desarrolló el Cementerio General,
evocando el pasaje bíblico de la resurrección de Lázaro. En la cumbre se colocó la
imagen del Cristo, obra del escultor español Juan de Ávalos.
Escalinatas hacia el mirador del Cerro de San Lázaro.
La séptimo estación, en el camino del Cristo al Calvario. Obra en resina.
Con la idea de evocar el camino hacia la crucifixión, en la ascensión del Cristo al
Gólgota, se colocaron a los costados de las escalinatas que conducen hasta el
monumento, bajorrelieves alusivos a la Pasión de Cristo.
Novena estación, bajorrelieve en resina.