DOCUMENTOS DE TRABAJO ISSN 2174-4912 SOBRE DOS TRADUCCIONES AL CASTELLANO (EN 1811) DE LA POLITIQUE NATURELLE DEL BARÓN DE HOLBACH Claude MORANGE ∝ DT-AEHE Nº1515 www.aehe.net Noviembre 2015 ∝ This paper is protected by a a Creative Commons licence: AttributionNonCommercial- NonDerivativeWork. The details of the licence can be consulted here: http://creativecommons.org/licenses/by‐nc‐nd/3.0/deed.en DOCUMENTOS DE TRABAJO ISSN 2174-4912 . SOBRE DOS TRADUCCIONES AL CASTELLANO (EN 1811) DE LA POLITIQUE NATURELLE DEL BARÓN DE HOLBACH Claude MORANGE α DT-1515, November 2015 JEL: B1, B3I ABSTRACT In 1811, in Santiago de Compostela and Palma de Mallorca, two translations of Natural Politics by Baron d’Holbach were published almost concurrently without naming the author. The translators had actually worked from an abridged 1790 edition of the original book. An in-depth compared analysis of the two translations shows that not only do they differ significantly from one another, but also that the original text was censored in both cases. Notably, anti-clerical passages were expunged. Yet another example of the complex routes taken by Enlightenment ideas to penetrate Spain. Keywords: 1811, D’Holbach, La Politique naturelle, Santiago de Compostela, Palma de Mallorca, Enlightenment. RESUMEN En 1811, se publicaron, casi simultáneamente, en Santiago de Compostela y Palma de Mallorca, dos traducciones de La Politique Naturelle, del barón de Holbach, aunque sin mencionar el nombre del autor. En realidad, se trataba de la traducción de un compendio de la obra, editado en 1790. El examen detenido de las dos traducciones revela, no solo que son muy distintas, sino que los traductores censuraron el original, especialmente en todo lo que contenía de anticlericalismo. Nuevo ejemplo de la complejidad de las vías de penetración en España del pensamiento de la Ilustración. Palabras clave: 1811, Holbach, La Política natural , Santiago de Compostela, Palma de Mallorca, Ilustración. α Profesor honorario, Université de la Sorbonne Nouvelle (Paris 3), Francia. 2 SOBRE DOS TRADUCCIONES AL CASTELLANO (EN 1811) DE LA POLITIQUE NATURELLE DEL BARÓN DE HOLBACH « Se puede decir que los extremistas franceses [sic], Helvétius, Holbach y La Mettrie eran desconocidos al sur de los Pirineos »1 . Esta afirmación rotunda que asentaba, hace medio siglo, Richard Herr, al referirse al período de tránsito entre el siglo XVIII y el XIX, sin duda no merecería hoy la aprobación de los especialistas. Me temo, incluso, que la tendencia actual sea más bien a afirmar, en forma igual de tajante, lo contrario. Pero, a pesar de las numerosas investigaciones que desde entonces se han llevado a cabo, sigue siendo de difícil solución el problema de la difusión en España del pensamiento de la Ilustración europea (generalización que ya, en sí, constituye una simplificación engañosa). Son tantos los factores que hay que considerar para una exacta valoración de la circulación internacional de los libros y de las ideas en aquel momento, que la reconstrucción de esa historia intelectual sigue siendo muy incierta. Los datos que se han ido acumulando no permiten sacar conclusiones terminantes sobre quién leía (una persona alfabetizada no por eso es leyente) y qué libros (hasta la existencia de un libro en una biblioteca no prueba que su dueño lo haya leído). Hasta qué punto circularon los libros importados, muchas veces en situaciones de clandestinidad o semiclandestinidad, es algo que no puede deducirse de los datos, demasiado fragmentarios, de que disponemos. La doble censura (gubernativa e inquisitorial), por un lado proporciona información, y por otro la oculta. Obras hubo que no fueron condenadas por la Inquisición, sencillamente porque nadie las denunció y ésta no se enteró de su existencia. En cuanto a las denuncias, muchas veces solo contienen la afirmación sin prueba de que el denunciado posee o lee clandestinamente libros prohibidos. Pero, en no pocos casos pudo tratarse de una calumnia destinada a perder a un enemigo. Además la tremenda ignorancia de muchos inquisidores complica la tarea. En el magnífico estudio que ha dedicado al gran Ramón Salas, Ricardo Robledo recuerda que, en una de las sumarias que se formaron contra Marchena, se 1 R. Herr, España y la revolución del siglo XVIII, p. 61, Madrid, 1971 (el original inglés es de 1958). Muy distinta es la opinión de M. Defourneaux, para quien la Inquisición no impidió que las obras más significativas del siglo penetrasen en España (Inquisición y censura de libros en la España del siglo XVIII, Madrid, 1973, p. 210). 3 acusó al que se consideraba como discípulo del profesor salmantino de poseer « la obra intitulada Sistema de la naturaleza, su autor Mirabeau, o sea Diderot » 2 . La confusión procedía del seudónimo utilizado por Holbach para publicar la obra en Holanda : « Mr. de Mirabaud », secretario de la Academia francesa, que había fallecido diez años antes y que no tenía nada que ver ni con Mirabeau, ni con Diderot, ni con Holbach. De todas formas, el que se cite a un autor o una obra prohibida en unos cuantos expedientes inquisitoriales no nos dice nada del número de ejemplares que circularon efectivamente, ni de cuántos españoles (por supuesto de la estrechísima minoría que estaba en condiciones de leer, entender y aprovechar las obras de los philosophes) los leyeron 3 . Sin duda, muchas obras conseguían pasar el control oficial, porque los libreros iban a lo suyo, el negocio, y el despacho de obras prohibidas (y por ello mismo más buscadas) les proporcionaba pingües ganancias. Esas lecturas clandestinas pudieron hacerse en el idioma original, pero nunca sabremos en qué proporción. Los mecanismos de difusión no se limitaban a la adquisición de tal o cual libro : en algunos casos, circulaban copias manuscritas ; en otros, se llegaba a conocer a un autor indirectamente, a través de otros textos en que se le citaba o, incluso, se le utilizaba sin mencionar la fuente. Y, como suele ocurrir en tiempos de censura, las mismas condenas e impugnaciones de libros « heterodoxos » llamaban la atención sobre ellos. * * * En ese embrollo de problemas debe situarse el estudio de la difusión de las obras de los philosophes. Entre ellos, las de Paul Heinrich Dietrich Thiry, natural de Alemania, que se nacionalizó francés en 1749, heredando poco después de un tío suyo el título de barón de Holbach, por lo que Diderot, en sus cartas, lo llamaba siempre familiarmente « el barón ». Gracias a sus cuantiosas rentas, pudo llevar vida mundana, en el París de mediados de siglo, reuniendo en su casa dos veces a la semana a una pléyade de literatos, « espíritus fuertes » como él, que disputaban con gran independencia de los grandes problemas filosóficos que traían preocupados a los enciclopedistas, por lo que Galiani lo calificó donosamente de « premier maître d’hôtel de la 2 La Universidad española de Ramón Salas a la guerra civil - Ilustración, liberalismo y financiación (1770-1936), Junta de Castilla y León, 2014, p. 178. 3 Uno de los intransigentes guardianes de la ortodoxia, el padre Leonardo Herrero, en una arremetida contra el comportamiento de los estudiantes salmantinos, exclamaba: « Se sabe que manejan y leen libros y papeles impíos, sediciosos, obscenos y de difícil adquisición ; como que se asegura que hay en Salamanca más de 100 ejemplares del libro execrable del Sistema de la naturaleza ». Pero hablaba de oídas (« se sabe que », « se asegura que »), y reconocía que el libro de Holbach era « de difícil adquisición ». 4 philosophie »4. Estrechamente relacionado con Diderot, redactó para la Encyclopédie varios centenares de artículos, la mayor parte científicos, gracias a los conocimientos que había adquirido en la universidad de Leyden. Materialista convicto y confeso, ateo y anticlerical 5 , publicó en 1770, en forma anónima, en Amsterdam (con pie de imprenta de Londres), el Système de la nature, que pronto pasó a ser el libro de referencia de los materialistas del tiempo. La obra produjo un gran revuelo en Francia y fue inmediatamente condenada por el Parlamento a ser quemada. La combatieron con saña los defensores de la ortodoxia6 , lo que contribuyó a hacerla famosa. Se tradujo a varios idiomas y, del medio centenar de obras que se atribuyen a Holbach, fue sin duda la que más circuló por Europa. En todo caso, fue el tratado fundador, de cuya tesis central derivó luego Holbach otras obras, como el Système social, ou Principes naturels de la morale et de la politique, avec un examen de l’influence du gouvernement sur les mœurs, par l’auteur du Système de la nature, (Londres, 1773), La Morale universelle, ou les devoirs de l’homme fondés sur la nature (Amsterdam, 1776), y La Politique naturelle, obra en la que pretendía deducir de la ley natural (fuente y clave de la política, lo mismo que de la moral o del derecho) los principios generales del gobierno. A este último libro, menos conocido que el Système de la nature o, más exactamente a dos traducciones al castellano que salieron casi simultáneamente en 1811, va dedicado el presente estudio. Lamentablemente, la obra del « barón » no ha merecido gran atención de parte de los estudiosos. En el único estudio cuyo título parece anunciar un planteamiento global, León Esteban opina que la penetración en España de las obras de Holbach fue limitada y tardía, no habiéndose traducido ninguna de sus obras hasta 1812, fecha en que Manuel Díaz Moreno vertió al castellano La Morale universelle7 . Al final, considera que un estudio global de la 4 En carta de 7-IV-1770, reproducida en Correspondance littéraire, philosophique, critique […], adressée à un souverain d’Allemagne depuis 1770 jusqu’en 1782, par le baron de Grimm et par Diderot, 1812, t. I, p. 112. 5 En la conclusión de Le Christianisme dévoilé, escribe, por ejemplo : « La religion est l’art d’enivrer les hommes de l’enthousiasme, pour les empêcher de s’occuper des maux dont les accablent ceux qui les gouvernent ici-bas. A l’aide des puissances invisibles dont on les menace, on les force de souffrir en silence les misères dont ils sont affligés par les puissances visibles ». 6 Encabezados por el famoso abate Nicolas Bergier, en Examen du matérialisme, ou Réfutation du Système de la nature (Paris, 1771). 7 León Esteban Mateo, « D’Holbach en España », en Educación e Ilustración en España (III Coloquio de Historia de la educación), Barcelona, 1984, pp. 78-89. Agradezco a Ricardo Robledo el haberme facilitado copia de esta comunicación. Otros trabajos aportan datos sobre el tema: como, por ejemplo, el de Maximiliano Fartos Martinez, « La Ilustración francesa y su difusión en España - El caso concreto del Système del baron d’Holbach », (Investigaciones históricas - Época moderna y contemporánea, Universidad de Valladolid, n° 13, 1993, 155-172) 5 difusión de las obras del « barón » en España supondría toda una tesis doctoral. Han transcurrido treinta años, pero todavía nadie se ha atrevido a acometer semejante aventura. Creo que esto se debe a la dificultad de resolver los muchos problemas que plantea la obra de un pensador que publicó casi todas sus obras en el extranjero, con pie de imprenta falso, en forma anónima o, peor aun, atribuyéndolas a escritores ya fallecidos (Mirabaud, Boulanger, etc.). Baste recordar que la primera edición del Système de la nature, « con notas y correcciones de Diderot », en que se menciona el nombre del autor es la de París de 1820, reeditada al año siguiente con una carta de Grimm de 1789 que atribuía el libro a Holbach e incluía una lista de sus obras, tomada del Dictionnaire des ouvrages anonymes et pseudonymes de Barbier (cuya primera edición se publicó en 1806-1809). Por las mismas fechas, en España, todavía había quien atribuía al « barón » los Principios de legislación universal, obra anónima, cuyo verdadero autor era Schmidt d’Avenstein 8 . M. Fartos Martínez, con respecto al Système de la nature, pregunta « ¿Desde cuándo empezó a haber en España ejemplares franceses de la famosa obra », sin acertar a dar la respuesta. Pero una cosa es que no hubiese traducciones de las obras de Holbach (sobre todo, claro está, de las que estaban expresamente prohibidas), otra que no circulasen clandestinamente las ediciones en francés. Una prueba indirecta de esa circulación son las impugnaciones que se publicaron contra ellas, que no hubiesen tenido sentido, de haberse ignorado totalmente su existencia en la Península. El mismo Fartos Martínez, proporciona al respecto un dato interesante : en 1792, los traductores españoles de una obra del abate Ducreux 9, en un complemento que le añadieron, insertaron una impugnación del Système de la nature, al que se calificaba de « libro maestro del ateísmo », con extensas citas, por supuesto destinadas a demostrar la malignidad de la obra 10 . La traducción de la obra de Ducreux debió de alcanzar una amplia difusión, pues la lista de suscriptores que se encuentra al final del prólogo, consta de unos 700 nombres, cifra bastante excepcional en aquel momento. 8 Véase la carta de Antonio Alcalá Galiano (tío del célebre Antonio María) a los redactores del Censor, en la que se quejaba de la confusión en que incurrían muchos entre su ensayo Máximas y principios de legislación universal, y « la apreciabilísima obra titulada Principios de legislación universal, anónima, que se atribuye al barón de Holback, siendo del sabio Smith d’Arenstein [sic] » ( t. IV, p. 141, 16-XII-1820). 9 Les Siècles chrétiens, ou histoire du christianisme […], Paris, 9 vols. 1775-1777. 10 Continuación a la Historia eclesiástica […], complemento añadido por los traductores, tomo XII, artículo VI ( « Progresos de la incredulidad, materialismo o falsa filosofía »). El resumen de la obra de Holbach ocupa las pp. 381 a 396. Los traductores recordaban que el Système fue inmediatamente denunciado por el fiscal general Séguier, y prohibido por un decreto del Parlamento, que lo condenó a ser quemado, con otras obras « impías, blasfemas, sediciosas y encaminadas a destruir toda idea de divinidad, y a sublevar a los pueblos contra la religión y el gobierno » (p. 407). 6 Limitándome al tema del presente artículo, debo observar que ni una sola vez menciona León Esteban ni la edición francesa ni las traducciones al castellano de La Politique naturelle. Empecemos, pues, por dejar claro que la obra, que en 1773 se presentó como escrita « par un ancien magistrat », aunque en el momento de su salida algunos la atribuyeron a Helvétius 11 , era de Holbach. Figura ya, como de « Olback » en el Dictionnaire des athées anciens et modernes, de Sylvain Maréchal (1800), atribución repetida, poco después, por Barbier, en su Dictionnaire des ouvrages anonymes. Pero el testimonio menos discutible al respecto se encuentra en las memorias de Morellet, quien ofrece un detallado cuadro de la tertulia del « barón », por cierto muy elogioso para el anfitrión : Un mérite de cette société, non moindre que celui de cette parfaite tolérance, est la discrétion qui a voilé pendant vingt années un secret connu de dix personnes, et qu’il importait beaucoup à l’un de nous de tenir caché. Le baron d’Holbach, ainsi que le public l’a su depuis, était l’auteur du Système de la nature, de la Politique naturelle, et du Christianisme dévoilé, et l’éditeur des ouvrages de Boulanger et de la plupart des écrits imprimés chez Marc-Michel Rey, libraire d’Amsterdam. […] Un bon nombre d’entre nous savaient, à n’en pas douter, que ces ouvrages étaient du baron, dont nous retrouvions les principes et la conversation dans ce livre. Je puis dire, au moins, comme nous l’avons reconnu depuis, que nous en avions l’intime conviction, Marmontel, SaintLambert, Suard, le chevalier de Chastellux, Roux, Darcet, Raynal, Helvétius et moi. Nous vivions constamment ensemble ; et, avant la mort du baron, aucun de nous n’avait confié à l’autre ses connaissances sur ce point, quoique chacun de nous pensât bien que les autres en savaient autant que lui. L’idée du danger qu’eût couru notre ami par une indiscrétion imposait silence à l’amitié la plus confiante […]. 12 La involuntaria propaganda que produjeron las campañas de los defensores del Altar y el Trono se dio también con La Politique naturelle. En 1775, a los dos años de su publicación, el padre Richard publicó una refutación de dos obras de Holbach (sin mención del nombre del autor, porque sin duda no lo conocía) : el Système social y La Politique naturelle13 . La parte dedicada a la segunda obra solo ocupaba una pequeña parte del libro (páginas 247 a 331, de 11 Por ejemplo, Bachaumont apuntó en sus Mémoires secrets […], con fecha de 7-V-1773: « Tel est le titre d’un ouvrage, arrivé depuis peu d’Angleterre, et qu’on annonce comme étant de M. Helvétius ». En la reedición de 1830 (t. IV, p. 166), se rectificó el error. 12 Cap. VI, de la segunda edición (1821), p. 138. 13 La Défense de la religion, de la morale, de la vertu, de la politique et de la société, dans la réfutation des ouvrages qui ont pour titre, l’un Système social, ou principes naturels de la morale et de la politique », l’autre « La Politique naturelle, ou Discours sur les vrais principes du gouvernement (Paris-Liège, 1775). Sobre Richard, puede consultarse el artículo de Nadine Vanwelkenhuyzen, « La lutte antiphilosophique à Liège au XVIIIe siècle (Charles-Louis Richard ou la propagande involontaire) », Revue de l’histoire des religions, t. 212-1 (1995), pp. 51-83, que contiene interesantes reflexiones sobre la paradoja de la publicidad involuntaria que hacían a los « filósofos » sus impugnadores. 7 un total de 360). De todas formas, es poco probable que muchos lectores españoles llegasen a tener noticia de ese libro. Pero, algunos años después, un presbítero navarro, Tomás Chaves, deseoso de tomar cartas en la cruzada antifilosófica, tradujo al castellano la parte que apuntaba a La Politique naturelle14 . El título del opúsculo de Chaves podría dejar pensar que se trataba de una traducción de la obra francesa, cuando en realidad, tanto Richard como su traductor español solo citaban, e impugnaban más o menos extensamente, algunos párrafos de la obra (unos 30 extractos, sacados de 7 de los 9 « discursos » de que constaba la obra de Holbach), siendo de notar además que ambos parecían dar fe, todavía, a la atribución de la obra a « un magistrado »15 . No me interesa, en este trabajo, detenerme a comentar las reflexiones horrorizadas que inspiró a Richard La Politique naturelle. Pero no quiero dejar de señalar, para futuros investigadores, como notable espécimen de literatura antifilosófica, el « Prólogo, o Discurso abreviado sobre los daños que acarrea la lectura de libros impíos », que puso Chaves a su impugnación. En esas 19 páginas, despotrica contra « los daños que acarrea al corazón humano el crecido número de libros impíos, que a cada instante producen las regiones del Norte » y los estragos que está produciendo en España « la pasión a toda novedad », que induce a leer los escritos de « los pretendidos filósofos de estos tiempos », « manantial envenenado » de donde brota cuanto condena el Evangelio. Glosando el manido tópico de « España ya no es España », afirma que los afeminados españoles del siglo han perdido sus antiguas virtudes (de humildad, sumisión, fe, temor al divino juicio, piedad, religiosidad, ardiente caridad, etc.). Hasta las mujeres –lamenta– han llegado ya a ser « espíritus fuertes, sabias y filósofas ; disertan con tanta ligereza sobre el Sistema de la naturaleza, como sobre una novela o sobre un drama ; tratan las cuestiones más serias y más importantes de la misma manera que hablan de teatros, tragedias y peinados […] ». Sí, señores –exclama escandalizado–, las mujeres son quienes han acreditado y apoyado en el mundo esta secta que se llama de filósofos. - […] Por estas bocas siempre 14 La Política natural, o discurso sobre los verdaderos principios del gobierno, obra escrita por un magistrado inglés, y confutada en el idioma francés por el R. P. Fr. Carlos Richard, del orden de predicadores, catedrático de Teología en el Noviciado de Paris, traducida al castellano por el Dr. D. Tomás Chaves, presbítero, Pamplona, por Joseph Longás, 1787. Se anunció en el Memorial literario, de noviembre : « En este papel pone el traductor un prólogo, o discurso breve sobre los daños que acarrea la lectura de los libros impíos, en cuyo número asegura deberse contar la Política natural del magistrado inglés, impugnada sólidamente en el año de 1775, por el P. Richard en el presente escrito, en el cual no refuta toda la obra por el orden con que la escribió el Inglés, sino entresacando los capítulos señalados de los discursos originales, y a continuación de la letra, pone la impugnación valiéndose de las reglas de la crítica y de razones naturales, para convencer sus errores y contradicciones, y la maligna índole del autor inglés ». 15 Solo que, de un supuesto « ancien magistrat », se había pasado a un magistrado inglés, sin duda por el pie de imprenta ficticio de Londres. 8 favorablemente escuchadas, es por donde han esparcido los filósofos con mejor suceso sus atrevidas opiniones, haciendo que ellas publiquen su gloria y su mérito ; con tales apoyos han llegado a los empleos, aparentando desinterés ; se han introducido entre los grandes, afectando despreciarlos en sus obras, y se han enriquecido, gritando que nada más quieren, sino Pan y Libertad »16 . Los jóvenes –añade– también se entregan al vicio, leen malos libros, quieren opinar de todo sin saber nada, « y por fin recurren al suicidio para libertarse de la confusión interior que los despedaza, y del insoportable tormento de una vida que no pueden tolerar », observación que transmito a los especialistas del mal llamado prerromanticismo. Luego lamenta los desastrosos efectos del engranaje anonimato-novedad-curiosidad, que lleva a muchos a buscar con ansia toda obra que circule clandestinamente. ¡Irresistible encanto de lo prohibido ! En la clase de estos tan malvados escritores –continúa– se debe contar un Magistrado inglés, que sin otro distintivo que este, escribió en Inglaterra y se imprimió en Londres por los años 1773 un tratado harto difuso, con el título de Política natural, o Discursos sobre los verdaderos principios de gobierno ; obra extremamente [sic] errónea, impía, sacrílega ; contraria a todo lo que es religión, moral, política racional, buen gobierno ; destructiva de toda virtud, enemiga de la subordinación que se debe a los monarcas y superiores ; autora de la libertad e independencia, y promotora de la rebelión. No se diga más, sino que empapado el anónimo de cuanto malo se ha escrito hasta su tiempo contra el catolicismo, contra la sana política, contra la Iglesia romana, contra la autoridad de los soberanos, y contra el bien de las repúblicas, no vomita sino ponzoña y hediondez, envueltas en contradicciones sin término, como se verá en el cuerpo del folleto. ¡Dichosa España –concluye–, que ha podido hasta ahora, gracias al Santo Oficio y a los esfuerzos de un piadoso monarca, preservarse « del aire corrompido que se respira en las más de las provincias de Europa » ! Indirectamente, pues, algunos españoles (una estrecha minoría, por supuesto) pudieron saber algo de La Politique naturelle, antes de 1808 17 , aunque de todas las obras atribuidas a Holbach, no fue la que más eco encontró en España. Por ello, sin duda, solo figura tardíamente en los expedientes inquisitoriales. No aparece ni en el Índice de 1790, ni en el Suplemento de 1805. Por primera vez, en un edicto de julio de 1815 18 , se 16 Obsérvese que esto se escribía en 1787, y en España. La obra circuló también por América. Agustín Mackinlay afirma incluso que fue una de las fuentes más utilizadas por Mariano Moreno, uno de los padres fundadores de la nación argentina (« D’Holbach, La Politique naturelle », Contrapesos, 27-VI-2014. Puede consultarse por medio de Internet.) 18 Reproducido por Gómez Imaz, Los Periódicos durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), Madrid, 1910, p. 378. 17 9 menciona, entre los libros « mandados recoger », « La Política natural, dos tomos en 4° traducidos por un anciano [sic] y dados a luz por Pacheco, impresos en Santiago, en la imprenta de Montero ». Al año siguiente, se denunció la obra a la Inquisición de Barcelona19 . Y, por un decreto de 29 de mayo de 1819, el Santo Oficio, en su prosa florida, prohibió la obra, « por contener proposiciones respectivamente heréticas, erróneas, sapientes haeresim, piarum aurium ofensivas, temerarias, subversivas en sumo grado, injuriosas a la real soberanía, a sus ministros y magistrados, a la grandeza en común, a los jefes militares y que en todo conspiran a encender el fuego de la insurrección ». Pero, en ninguno de estos documentos, se hablaba de Holbach, ni se planteaba el problema de la autoría. Así y todo, el título completo de la traducción condenada en 1815 por el Santo Oficio proporciona un dato esencial : Política natural, o Discurso sobre los verdaderos principios del gobierno, por un magistrado anciano - Extracto hecho por los autores de la Biblioteca del Hombre público, traducido libremente con notas por D. Antonio Pacheco y Bermúdez, cirujano-médico del Real Cuerpo de Artillería 20 . Aunque no se menciona el nombre del autor, se nos informa que se trata de la traducción « libre » de un extracto de La Politique naturelle que habían publicado los editores de la Bibliothèque de l’homme public21 . Esta publicación mensual, fundada por Condorcet, con otros « hombres de letras » 22, se proponía poner al alcance del mayor número los conocimientos necesarios para dominar la ciencia del gobierno y de la administración, como explicaron los editores en el prólogo (t. I, p. VI). Y esto en un momento en que Francia era teatro de una intensa batalla de ideas, en la que, como es sabido, Condorcet iba a intervenir activamente (como diputado de la Asamblea legislativa, y luego de la Convención), en general desde posiciones moderadas, próximas a las de los Girondinos, hasta su desgraciada muerte en 1794, víctima de una revolución en la que había puesto tantas esperanzas. Más que de una intervención directa en la batalla política, se trataba de un ambicioso proyecto de vulgarización ideológica, que apuntaba a 19 AHN, Inquisición, 4468-1, núm. 10. Santiago, Imprenta de D. Juan Francisco Montero, año de 1811, 2 vols. Hay ejemplar en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Quiero hacer constar aquí mi más expresivo agradecimiento a Amparo Álvarez de Toledo y Almudena Blaya las encargadas de la sección de digitalización de la Biblioteca universitaria, que me han permitido acceder a una versión digitalizada de la obra, con una rapidez digna de los mayores elogios. 21 Bibliothèque de l’homme public, ou Analyse raisonnée des principaux ouvrages français et étrangers sur la politique en général, la législation, les finances, la police, l’agriculture et le commerce en particulier, et sur le droit naturel et public. La Politique naturelle se publicó en el tomo VI del primer año (1790), que salió en junio, pp. 62 a 219. 22 En la portada del primer número (enero de 1790), se anunció que los coeditores eran Condorcet, Peysonnel (que murió en mayo) y Le Chapelier. Luego solo figuró en la portada el nombre de Condorcet. 20 10 popularizar unos textos fundamentales para la historia de la ideas políticas (Aristóteles, Bodin, Maquiavelo, Hume, Locke, Platon, Tomás Moro, Montesquieu, el barón de Bielfeld, Burlamaqui, Smith, etc.). Aunque los editores habían anunciado, en el prólogo, que iban a ofrecer un « análisis razonado » de esas obras, lo que hicieron fue casi siempre presentar de ellas extractos (a veces muy largos) o compendios. Esto es lo que ocurrió con La Politique naturelle, de la que se ofreció una versión muy abreviada (véase infra). ¿Conocían los editores de la Bibliothèque de l’homme public el nombre del autor ? Puede ser que no, porque en el contexto de 1790, y además después de la muerte de Holbach (que falleció en enero de 1789), no se entendería por qué no lo mencionaron. Es algo enigmática al respecto la presentación del texto, en la que se habla de un « magistrado filósofo », sin identificarlo, pero tributándole sentidos elogios : Nous regrettons, en analysant cet excellent ouvrage, de ne pouvoir faire connaître son auteur, et rendre à son mérite le tribut de reconnaissance et d’admiration qui lui est si bien dû. Mais la hardiesse de ses principes, dans un temps où c’était un crime d’être philosophe, lui a fait craindre les fureurs des despotes, qui, comme les oiseaux nocturnes, s’irritent lorsqu’on leur présente la lumière. - L’ouvrage dont nous parlons est un de ceux que nous croyons le plus faits pour préparer les esprits à la révolution qui régénère la France. Le magistrat philosophe qui l’a composé, a vu d’un oeil observateur les abus du pouvoir ministériel, les déprédations de la cour, la situation malheureuse du peuple ; que dis-je !, il a vu le précipice où la France allait se plonger, et a cherché le moyen de remédier à tant de maux. 23 Sea lo que fuere del particular, resulta curioso observar que, en 1811, casi simultáneamente, y en dos ciudades tan distantes como Santiago de Compostela y Palma de Mallorca, se editaron dos traducciones castellanas de aquel compendio de La Politique naturelle. ¿Utilizaron los dos traductores el original de 1773, o solo los extractos publicados en 1790 por los editores de la Bibliothèque de l’homme public, periódico de que consta que circuló por la Península en aquella época24 ? ¿ Se limitaron a reproducir exactamente esos extractos ? ¿Tuvo noticia cada uno de los dos de la labor del otro ? ¿Son 23 En ese mismo contexto de 1790, y sin duda con la misma voluntad de vulgarización, se publicó también, en forma de catecismo, un compendio de La Morale universelle, bajo el título de Éléménts de la morale universelle, ou catéchisme de la nature, par feu M. le baron d’Holbach (Paris, Didot). Y, en este caso, el editor, no solo no silenciaba el nombre del autor, sino que declaraba que el manuscrito le había sido remitido por la familia del difunto. 24 Por ejemplo, en Portugal : João Bernardo da Rocha la cita en el Correio da Peninsula, núm. 7, 22-I1810, vol. II, p. 51 (G. Boisvert, Un pionnier de la propagande libérale au Portugal …, P., 1982, note p. 475). 11 idénticas las dos traducciones ? Antes de contestar a esas preguntas, digamos algo de los dos traductores. * * * Por lo que hace a la edición de Santiago, el traductor, Antonio Pacheco, no es un personaje del todo desconocido. Cirujano militar, redactó, con Vicente Villares y Juan Camiña, la Gazeta instructiva de la Junta superior de Galicia (junio de 1811 - mayo de 1812), órgano oficial de la Junta suprema de Galicia, que luego pasó a titularse Gaceta política y militar de La Coruña. María Rosa Saurín de la Iglesia, en la magnífica monografía que ha dedicado a Manuel Pardo de Andrade, califica a Pacheco de « insobornable liberal », y considera que, debido a la evolución cada vez más retrógrada de la Junta, ésta, después de trasladarse de La Coruña a Santiago (en mayo de 1812), esto es de una ciudad abierta a las nuevas ideas a otra mucho más tradicionalista, sustituyó a Pacheco por un fraile, todo bajo el control del nada progresista arzobispo Músquiz. Después del golpe absolutista de 1814, Pacheco fue uno de los liberales encausados en Galicia : se le reprochó haber publicado artículos depresivos de la autoridad del rey 25 . En 1820, seguía fiel a sus convicciones : con ocasión del homenaje a Porlier, que se celebró en La Coruña en mayo de 1820, publicó un folleto, que dedicó al conde de Toreno 26 . Al año siguiente, las Cortes le declararon « acreedor a la gratitud nacional », y le reconocieron como años de servicio los que había pasado en la cárcel (sesión de 6-V-1821). Esta trayectoria, tan nítidamente liberal, está pues acorde con la publicación de un texto de Holbach. Aun suponiendo que Pacheco no conociera la identidad del autor, el contenido del libro ofrecía un conjunto de ideas políticas avanzadas, muy adaptadas a la situación de 1811 y a los debates en que estaban enzarzados los liberales en Cádiz, en torno a la elaboración de una Constitución, cuyo eco llegaba, con más o menos retraso, a las provincias. Quedaría por explicar por qué publicó Pacheco su traducción en Santiago, y no en La Coruña. En cualquier caso, no fue por ninguna inclinación liberal del impresor, Juan Francisco Montero, porque éste parece no haber sido ni liberal ni conservador, sino ante todo hombre de negocios, dispuesto a editar a unos y otros, lo mismo La Política natural que el periódico El Sensato, en el que se 25 Manuel Pardo de Andrade y la crisis de la Ilustración (1760-1832), La Coruña, 1991, pp. 201, 206 y 282 (nota). Gómez Imaz, en son de crítica, califica a Pacheco de « exaltado constitucional » porque, en un Suplemento de 12-II-1814 a la Gazeta político-militar, escribió que Fernando VII había perdido los derechos a la corona de España. 26 Breve descripción de las solemnes honras fúnebres que se hicieron en La Coruña al general don Juan Diaz Porlier. 12 defendía a rajatabla el orden antiguo, Inquisición incluida, o a reeditar el Diccionario razonado manual para inteligencia de algunos escritores que por equivocación han nacido en España, que poco antes publicara en Cádiz un escritor « servil » 27 , suscitando una airada respuesta de Gallardo, en su célebre Diccionario crítico-burlesco. En el mismo año de 1811, salió en Palma de Mallorca otra traducción de La Politique naturelle o, más exactamente, de la versión abreviada de 1790 28 . Aunque en una reedición de 1820 se sitúa la primera edición en 1810 29 , la fecha casi segura es 1811, pues la « Dedicatoria » de García Malo a Quintana, que encabeza la obra, está fechada en « Palma en Mallorca, 10 de agosto de 1811 » y, además, en la « Advertencia » preliminar, se alude a la proclamación por las Cortes del principio de la soberanía nacional en la sesión de 24 de septiembre « del año pasado de 1810 » (p. 10). García Malo llegó a Palma a mediados de 1810, al ser nombrado contador sustituto del ejército y reino de Mallorca. Fuese suya o de Miguel Domingo la idea (véase infra), probablemente en ese mismo momento surgió el proyecto de traducir la Politique naturelle, como contribución al gran debate sobre la reforma institucional. La expresión del título « le da a luz don Ignacio García Malo » ha sido causa de que varios autores atribuyan la obra al amigo de Quintana 30 , a cuyo lado había trabajado durante varios meses en la secretaría de la Junta central. No puedo dejar de mencionar aquí, brevemente, una polémica que surgió, hace algunos años, sobre la autenticidad del liberalismo de García Malo. Gira en torno a la significación ideológica de su tragedia Doña María Pacheco, mujer de Padilla (1788). En el análisis de la obra que hizo René Andioc en 1970, destacaba su conformismo político, contrapuesto al carácter subversivo de la Raquel de García de la Huerta31 . Demostraba que se presentaba en ella una visión negativa de la rebelión de los comuneros, como quedaba claro en el prólogo, en el que se afirmaba que tales rebeliones eran « impropias de leales 27 Justo Pastor Pérez, según Germán Ramírez Aledón, « Sobre la autoría del Diccionario razonado (1811) », Trienio- Ilustración y liberalismo, n° 27 (mayo 1996), pp. 5-26. 28 La Política natural, o discurso sobre los verdaderos principios del gobierno. Le da a luz don Ignacio García Malo, en Mallorca, imprenta de Miguel Domingo, año 1811, 8°, IX + 228 p. (incluyendo las 19 de una « Advertencia del editor»). 29 La Política natural […], « impresa en Mallorca año 1810, y reimpresa en Manresa por Martín Trullás ». 30 Hasta Albert Dérozier, tan profundo conocedor del período y de todo lo que a Quintana se refiere, atribuye La Politique naturelle a García Malo, sin echar de ver que se trataba de una traducción : « García Malo compose La Política natural, la même année, dans l’espoir de convaincre raisonnablement le public. [ …] Rousseau est copié à chaque page […] ». (Manuel Josef Quintana et la naissance du libéralisme en Espagne, Paris-Besançon, 1968, pp. 581-582). 31 Sur la querelle du théâtre au temps de Leandro Fernández de Moratín, Tarbes, 1970, pp. 317 a 326. 13 vasallos, ofensivas a Dios, injuriosas a los soberanos y perniciosas a las repúblicas », y como confirmaba el desenlace, en que separándose de la realidad histórica, García Malo hacía morir a la heroína, « arrepentida de sus delitos ». Obviamente, en 1811, esta opinión difería radicalmente de la de la mayor parte de los liberales, para quienes con la derrota de las Comunidades habían perecido las libertades castellanas. Por lo que algunos comentaristas han extrañado que el mismo que, en 1788, afirmó querer « imprimir en los corazones de los espectadores el aborrecimiento a las rebeliones que debe tener todo vasallo », pudiese ahora dar a conocer una obra tan subversiva como La Política natural. Pero, aparte de que el contexto de 1811 era muy diferente del de 1788, y de que, además, las opiniones de García Malo pudieron variar entre las dos fechas, lo que complica la polémica es que, tanto Andioc (probablemente porque confió en la demasiado rápida afirmación de Dérozier) como varios de los que luego siguieron o, al contrario, desaprobaron su interpretación de la tragedia, no cuestionaron la atribución de La Política natural a García Malo 32 . En 1995, Felipe Rodríguez Morín impugnó la interpretación de Andioc, no sin simplificarla algo, porque le reprochaba haber presentado la tragedia de García Malo como una obra reaccionaria, cuando en realidad, Andioc concedía que no se presentaba en ella una imagen del todo negativa de la heroína, y consideraba que la crítica apuntaba ante todo al « inicuo aleve pueblo », es decir a las rebeliones populares 33. Como era de esperar, hubo réplica (por cierto bastante mordaz) del impugnado 34 , explicando que, en su opinión, la tragedia no era ni reaccionaria ni preliberal, sino que expresaba la condena de una rebelión capitaneada por unos nobles extraviados, y la reafirmación de los valores de orden y respeto a la jerarquía, defendidos por el poder monárquico, frente a la anarquía aristocrática heredada del feudalismo. Ante el peligro de un protagonismo popular incontrolable, no había profundas discrepancias entre conservadores y progresistas. De modo que, en opinión de Andioc, García Malo no hacía sino encarecer unos valores entonces normales y corrientes, en el marco del absolutismo ilustrado. Me permitiré añadir que, efectivamente, echar de menos en la tragedia de 1788 una exaltación de la intervención directa del pueblo en los asuntos políticos, hubiese sido un tanto anacrónico. La paradoja es que Andioc citó al respecto una frase de condena del protagonismo popular 32 Como, por ejemplo, E. Larraz, en Théâtre et politique pendant la Guerre d’Indépendance espagnole, 1808-1814, Aix-en-Provence, 1988, 508-513. 33 « Sobre el pretendido absolutismo de Doña María Pacheco de Ignacio García Malo », en Estudios dieciochistas en homenaje al profesor José Miguel Caso González, Oviedo, 1995, II, 277-283. 34 « Doña María Pacheco, ¿mensaje preliberal ? », en Ideas en sus personajes (Homenaje a Russell P. Sebold), Alicante, 1999, pp. 71-84 ; reproducido en Del siglo XVIII al XIX - Estudios histórico-literarios, Zaragoza, 2005, pp. 417-439. 14 sacada de La Política natural, sin saber que se trataba de un texto de Holbach de 1773. Cerremos el paréntesis. Lo indudable es que, en 1809, cuando colaboraba con Quintana en la secretaría de la Junta central, y más claramente aún a mediados de 1810, cuando llegó a Palma, así como cuando, poco después, editó su traducción de La Politique naturelle, las opiniones de García Malo eran claramente liberales y, probablemente, muy próximas a las de Antillón, que llegó a Mallorca por las mismas fechas, al ser nombrado magistrado de la Audiencia. Ambos se relacionaron estrechamente con el impresor valenciano Miguel Domingo, también refugiado en Mallorca a consecuencia de la Guerra. Sobre las circunstancias de esta emigración, varios autores citan la hipótesis de Miquel del Sants Oliver, de que Antillón vino a Palma en el marco de un plan elaborado en Cádiz para contribuir a difundir en la isla los ideales de la revolución liberal. Pero dicho autor reconocía claramente que no podía apoyar la hipótesis en ningún dato fidedigno 35 . En cuanto a las opiniones de García Malo en tiempos de la Junta central, disponemos de la larga memoria que redactó en 4 de diciembre de 1809, en Sevilla, para analizar las causas de la difícil situación en que se encontraba el campo patriótico. En ella habla de « la revolución más sublime y más justa que hasta ahora han conocido los siglos » ; describe la degradación de la situación, después del entusiasmo inicial ; critica a los que persuadieron al pueblo que todo estaba ya hecho, cuando en realidad todo estaba por hacer ; considera que políticos y militares no supieron sacar las lecciones de los sucesivos reveses ; enumera una serie de medidas que deberían tomarse para compensar la desigual relación de fuerzas en que se está luchando ; hace hincapié en la importancia de las medidas políticas, especialmente la convocación de las Cortes, la proclamación de la libertad de la imprenta, y la elaboración de « una constitución sabia » ; para evitar la amenaza del « federalismo » y la anarquía, aboga por la traslación del gobierno (esto es, de la Junta central) a la Isla de León ; discrepa de la opinión de aquellos que 35 « No tengo datos ciertos, ni aun indicios materiales en que apoyar la siguiente suposición, a saber : que Antillón no vino a Palma por casualidad, antes bien, parece escogido con estudio y cautelosamente a fin de operar en Mallorca una transformación política y preparar al país a favor del sistema constitucional que debían establecer las Cortes » (Mallorca durante la primera revolución, Palma, 1901, p. 490). Sobre García Malo, Miguel Domingo y el contexto de los años de 1810 a 1814 en Mallorca, ha publicado Felipe Rodríguez Morín una nutrida serie de artículos, especialmente: « La constitución española de 1812 en la perspectiva de un escritor ilustrado ; el ejemplo de Ignacio García Malo », Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, n° 18 (Cádiz, 2012) , pp. 195-210 ; « Miguel Domingo, un huracán liberal en la isla de Mallorca (1810-1814) », pp. 167-185, Memories de la Reial Acadèmia mallorquina d’Estudis Genealogics, Heraldics i Historics, n° 22 (Palma, 2012) ; « La ‘impía’ imprenta y librería mallorquina de Miguel Domingo (1810-1814) », Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, n° 19 (Cádiz, 2013) ; « Miguel Domingo, editor de la Aurora Patriótica Mallorquina (1812-1813) », El Argonauta español, 10 (Aix, 2013). 15 aconsejan que el gobierno pase a América, aunque solo sea porque los ingleses aprovecharían la situación para fomentar todavía más los movimientos de independencia de los territorios españoles de Ultramar ; aconseja tomar en forma urgente, unas medidas que demuestren a los americanos que están regidos por un gobierno liberal. Este dictamen, si contiene una crítica implícita de la política de la Junta central hasta la fecha, no conlleva ningún distanciamiento con la « revolución española ». Esta actitud la confirma el folleto que publicó, poco después de su llegada a Palma, en la imprenta de Miguel Domingo 36 . Se reunían en él dos textos, de García Malo y Antillón, lo que viene a confirmar lo que el primero llama, en la « Advertencia », « la coincidencia de los principios entre las personas que saben pensar y no se dejan arrastrar de la rutina y de las preocupaciones ». Escrito en vísperas de la reunión de las Cortes, el texto se presenta como una contribución al necesario debate sobre la reforma política, hasta entonces obstaculizado por la falta de libertad de imprenta, y sobre los grandes objetos de que va a tratarse en el Congreso, para enseñar al pueblo sus derechos y deberes. Todo debería empezar –opina– por la adopción de varias medidas esenciales : la publicidad de las sesiones, para acabar con el secreto con que solía el despotismo encubrir sus decisiones ; la proclamación de la libertad de imprenta ; y la inviolabilidad de los diputados durante todo el tiempo de su representación. Además, mientras no le sea posible pasar a Madrid, el Congreso debería trasladarse de la isla de León a Cádiz, donde hay más personas instruidas que puedan acudir a oír las deliberaciones, y por las relaciones que mantiene la ciudad con los demás puntos libres de la Península y con América, pues los diputados deben « rodearse, por decirlo así, de todo el cúmulo posible de opinión pública ». En sus debates –advierte–, el Congreso deberá apartar de sí toda discusión huera sobre tratamientos, distinciones, uniformes, cruces, etc., tan propios del « miserable quijotismo » español, pues, en adelante, no debe haber más distinción que la virtud, el mérito y los talentos. Los diputados deberán elaborar una Constitución, sin hacer caso a aquellos que pretenden que es delito de lesa majestad alterar en lo más mínimo las leyes tradicionales, y basándose únicamente en « los principios eternos y universales, anteriores a la formación de las sociedades civiles » y a toda legislación, empezando por proclamar que « en los pueblos reside 36 Reflexiones sobre los puntos más importantes en que deben ocuparse las Cortes, con un Apéndice sobre los fueros de Aragón acerca de la libertad de imprenta, Palma, impr. de M. Domingo, 1810. El folleto incluía, después de las Reflexiones de García Malo, la Carta de un representante de Aragón a sus comitentes de Antillón, acompañada de dos apéndices sobre « las leyes de Aragón sobre la libertad de imprimir », y el « Fuero de la prohibición de imprimir, de las Cortes de Tarazona de 1592 » ; así como la « Exposición de D. Lorenzo Calvo en la Junta central sobre la libertad de la imprenta », de 12-IX-1809. 16 originariamente la soberanía ». Finalmente, para neutralizar los gérmenes de independencia, que se han manifestado en Ultramar, las Cortes deberán tomar medidas que muestren a los americanos que el nuevo régimen quiere establecer vínculos de fraternidad entre la metrópoli y las colonias [sic]. Todos estos principios, rápidamente resumidos aquí, bastan para considerar a García Malo como liberal, aunque más bien moderado, como su « carísimo compañero y amigo » Quintana, al que dedica la traducción de La Politique naturelle, citando al principio cinco versos de la « Oda a España » de su amigo37 . Subraya esta proximidad de ideas, diciéndole : « Unos mismos principios nos guían ; unos mismos deseos nos animan », y afirmando su voluntad de « disipar las tinieblas del error ». Para lo cual se propone contribuir a « ilustrar al pueblo sobre sus derechos y deberes y a darle ideas de la verdadera política », por medio de La Política natural, cuya lectura puede contribuir a dar a conocer a los españoles los principios de una ciencia hasta ahora poco difundida entre ellos38 . Parece, pues, incuestionable el liberalismo de García Malo y el de Pacheco (aunque parece ser que más moderado el del primero), y muy coherente con él la traducción de una obra política de uno de los representantes más caracterizados de la Ilustración radical. Dicho esto, la publicación casi simultánea, en 1811 de dos traducciones de un compendio de una obra de Holbach (sin mención del nombre del autor) plantea varios problemas. * * * 1°. Descartando la improbable hipótesis de que se trate de un trabajo de pane lucrando, lo primero que se nos ofrece sobre las motivaciones de los dos traductores (o de los dos editores, porque no sabemos de quién fue la iniciativa), es la voluntad de contribuir a la campaña de propaganda de los liberales, poniendo a disposición de los lectores españoles un compendio de principios políticos fundamentales, o especie de manual de « verdadera política ». En este sentido, la coincidencia cronológica debe ponerse en relación, ante todo, con el contexto de 1810-1811. Después de la conquista de 37 Es interesante observar que, después del texto de Quintana, figura una sentencia del poeta latino Publilius Syrus (« Nulla est libertas servorum »), varias veces citada por Holbach : al final del § 22 del discurso IX de La politique naturelle ; en La morale universelle (cap. III), y en Le Système de la nature (primera parte, cap. IX, nota p. 123 de la edición de 1781). 38 En esta « Advertencia », exalta la « santa y justa libertad » que invocaba Quintana, cantando « al inmortal Padilla, en tiempos en que ni aun se podía gemir sobre los males de la patria ». Buen ejemplo de esa aparente contradicción, denunciada por Rodríguez Morín, entre el autor de la tragedia de 1788 y el traductor de Holbach en 1811. 17 la mayor parte de Andalucía por el ejército josefino y de la disolución de la Junta central, transcurren, en tiempos de la primera Regencia, varios meses de gran incertidumbre en el campo patriótico. Con la reunión de las Cortes, paralelamente a la organización de la resistencia militar, salta al primer plano el gran proyecto de elaboración de una constitución, que va a ocupar año y medio de acalorados debates. Los liberales refugiados en Cádiz intentan llevar de frente la triple tarea de organización de la resistencia militar, de reconquista política de la opinión y de construcción de un régimen político nuevo en España (por más que lo presenten como la restauración de una tradición perdida). Sin duda, la batalla ideológica en torno al cambio institucional ocupa un lugar central. En este sentido, más allá de las evidentes diferencias, hay cierta similitud entre la situación de la Francia de 1790, en que se publicó la Bibliothèque de Condorcet, y la España de 1811 : son dos momentos fundadores en que el conocimiento de los principios de gobierno cobra especial importancia. Existiese o no un plan secreto, formado en Cádiz, del que en realidad no sabemos nada, el contexto político podría bastar a explicar la casi simultaneidad de la publicación de esas dos traducciones en dos puntos de la Península tan distantes. 2°. Si no se editaron en Cádiz, sino en dos zonas no ocupadas por el invasor, fue probablemente porque allí parecería más necesaria la labor de propaganda. Una de las paradojas es que esto llevó a publicarlas en dos ciudades en que dominaban los partidarios del Antiguo Régimen ; otra, que se publicaron sin mencionar ni el nombre de Holbach, ni el de Condorcet, cuando podría pensarse que, en la España de 1811, y en una zona no ocupada, no plantearía problema anunciar la traducción de una obra que los liberales deberían considerar con simpatía, y encima hasta la fecha no condenada por la Inquisición39 . Pero conviene tener presente que el momento histórico, en España, no es de general liberación de la palabra y de las imprentas, como a veces se piensa. Por lo que hace al ambiente que reinaba en Palma, disponemos de la magnífica carta que envió Antillón a Quintana en marzo de 1811. Si evoca en ella « el sosiego y calma » que reina en la isla, es para explicar que la distancia permite ver, más claramente que en « la atmósfera cortesana » que reina en Cádiz, « los abusos de la autoridad y los vicios de las leyes ». 39 Vale la pena observar que la primera traducción al castellano de una obra de Holbach, no se editó en la España libre, sino en el Madrid ocupado. La Gaceta de Madrid josefina anunció, el 30-VI-1812, una traducción de La Morale universelle realizada por Manuel Díaz Moreno, e insertó, el 5-VIII, el principio de una reseña del primer tomo, que no pudo acabarse, porque cinco días después la corte josefina tuvo que trasladarse a Valencia. El autor de esa interesante reseña (¿ Narganes, Amarita o Caborreluz ?) atribuía claramente la obra a Holbach, aunque posiblemente –decía– en colaboración con otros filósofos de su tertulia. 18 Por acá –se indigna– vemos esos periódicos que suponen a los Españoles restituidos ya a su dignidad y libertados para siempre de la opresión dura y antigua a que por tantos siglos han sucumbido […]. - Pero ¡ah ! que todo esto son palabras. ¡Esperanzas vanas aunque plausibles ! ¡Sueños lisonjeros, que encrudecen más al despertar el dolor y la amargura de nuestras llagas ! No hay tal felicidad, amigo mío, no hay tal libertad. No estamos todavía bajo el honroso y solo legítimo imperio de las leyes ; el despotismo ni ha dejado de atropellar impunemente, ni halla todavía contrapeso que le detenga. A continuación pide, en forma urgente, leyes que garanticen la libertad civil y la seguridad personal (en particular contra los abusos de algunos jefes militares). Y exclama indignado : Las Cortes, amigo mío, han levantado a la razón y a la virtud un trofeo, sancionando la libertad de la imprenta. Pero será difícil que corra la pluma con franqueza, que la verdad se divulgue, que los errores y calumnias se combatan, que se censuren las operaciones políticas y militares, que se abogue por la inocencia ajada, o que se den a conocer al público las reputaciones mal adquiridas, si el escritor no queda bajo la salvaguardia de las leyes [..].40 En cuanto al ambiente que reinaba en Santiago, una simple ojeada a la muy activa prensa « servil » del momento basta para hacer patente que no era nada fácil la labor de los liberales. Por ejemplo, en diciembre de 1811, el Correo de la comisión provincial de Santiago vilipendiaba a « las plumas entintadas en la ignorancia, irreligión, impudencia, y sofistería de esta era depravada con el impío turbulento filosofismo » y, recurriendo a la manida táctica catastrofista, exageraba el peligro afirmando que los liberales se proponían « desnaturalizar » al católico pueblo español, con las armas de la filosofía, mientras el invasor trataba de someterlo con las de la guerra 41 . Algunos días más tarde, los redactores de El Sensato (incondicionales defensores del orden antiguo) remachaban el clavo, denunciando la falsa filosofía, que tanto propalan los franceses, y que va adquiriendo grandes progresos en la Península », y afirmando : « la libertad y licencia en escribir es espantosa e intolerable » (n° 20, de 2 de enero 1812). Seguía, pues, gravitando sobre escritores y editores el tremendo peso de largos años de intolerancia. A pesar 40 A. Dérozier, Manuel Josef Quintana et la naissance du libéralisme en Espagne […], t. II, pp. 642-648. La carta se publicó en un suplemento de la Gazeta de Aragón de 3-IV-1811, y se reimprimió en Palma, suscitando un folleto de impugnación del mariscal de campo Luis de Villaba, en defensa de la « profesión militar » (fechado en 7-V), al que contestó Antillón poco después (el 17-V) en un nuevo folleto. También hubo un folleto de respuesta a Villaba de un tal « M. de V. » [ tal vez Miguel de Victorica], Palma 4-VI. 41 N° 7, de 12-XII-1811. El autor de ese virulento editorial reproducía un extracto del acta de acusación del fiscal Séguier contra el Système de la nature (de agosto de 1789), texto de referencia, por lo visto, para los defensores del Altar y el Trono, pues ya lo habían citado, en 1792, los traductores de la Histoire ecclésiastique de Ducreux (cf. supra nota 11) ; y también Barruel, en Mémoires pour servir à l’histoire du jacobinisme (t. II, p. 191). 19 de que existía una no bien consolidada libertad de expresión, el Santo Oficio seguía existiendo formalmente y, los liberales, tanto en Santiago como en Palma, sabían que la relación de fuerzas no les era favorable. Por lo tanto, mencionar el nombre de Holbach podía exponer a una violenta reacción del sector « antifilósofico ». Y, si no arraigaba el régimen liberal, ¿quién le ponía a uno al abrigo de futuras persecuciones ? De hecho, como es sabido, las habría después de 1814, y la denuncia de la inundación de « folletos, periódicos, papeles volantes y escritos perversos »42 que se había producido en los cinco años anteriores, fue uno de los argumentos de los « serviles » para obtener el pronto restablecimiento del Santo Oficio. Sin la invasión militar, la desorbitada exageración del peligro de subversión ideológica probablemente no hubiese surtido tanto efecto. Como es sabido, uno de las métodos que utilizaron los absolutistas para descalificar a los liberales consistió en presentarles como ideológicamente contaminados por el enemigo 43 . Por lo tanto, editar textos de un autor tan sospechoso como Holbach podía considerarse como hacerle el juego al invasor. Ni García Malo, ni Pacheco citaron el nombre del autor del texto compendiado en la Bibliothèque de l’homme public. Pudo ser por una comprensible cautela (en el difícil contexto de Santiago y Palma) o, sencillamente, porque lo ignoraban, pues, como recordé en páginas anteriores, la atribución de la obra a Holbach fue bastante tardía. 3°. Ni siquiera sabemos si cada uno de los dos traductores conoció el trabajo del otro, ni cuál de las dos ediciones fue primera. ¿Trabajaron separadamente García Malo y Pacheco, sin saber nada del proyecto del otro ? ¿Fue la publicación de la edición de Palma la que sugirió a un editor compostelano la idea de publicar otra traducción ? ¿O al revés ? Todo es posible, incluso que se tratase de un trabajo realizado en años anteriores, sin que desembocase entonces en una publicación, por no haber libertad de imprenta. La mejor manera de empezar a solucionar el problema sería determinar la cronología de las dos ediciones. Pero solo he podido localizar en la prensa contemporánea una reseña, por cierto muy elogiosa, de la traducción de Pacheco, que publicó el Diario Mercantil de Cádiz 44, dato insuficiente para 42 Edicto inquistorial reproducido por Gómez Imaz, en Los Periódicos durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), Madrid, 1910, p. 373. 43 Los redactores del Semanario cristiano-político de Mallorca, por no citar más que un ejemplo, dicen de la Aurora Patriotica Mallorquina: « Esta madama, que con algunas apariencias de española, es en la realidad francesa » (n° 1, 30-VII-1812). 44 Núm. 112, de 21-IV-1812. El autor de la reseña escribe que la obra « fue llamada por los políticos modernos el código moral y político de las naciones » y, después de una enumeración de los principales capítulos de la obra, destaca que debe « atraer la atención de los españoles en la época que tratan de establecer un gobierno libre que haga la felicidad de las más remotas generaciones ». Alaba el método sencillo y claro de la exposición, pero no parece conocer la identidad del autor. 20 resolver el problema de la anterioridad. La fecha, relativamente tardía, podría significar que la traducción de Santiago se publicó en los últimos meses de 1811 y, probablemente, después de la de Palma (que debió de salir a mediados de año, pues, como hemos visto, la dedicatoria a Quintana está fechada a 13 de agosto). Un segundo indicio podría confirmar esta frágil hipótesis: el autor de la « Advertencia » de la edición palmesana, no parece saber que se trata de un compendio, mientras que el de la traducción compostelana sí señala claramente la fuente utilizada : la Bibliothèque de l’homme public. Si García Malo hubiese publicado su traducción en fecha posterior a la de Pacheco, probablemente hubiese tenido que mencionar también el origen del texto. 4°. Cabe preguntarse si los « serviles » de Mallorca supieron que el texto publicado en 1811 por García Malo era el compendio de una obra de Holbach. De haberlo sabido, sin duda habrían denunciado sin tardar la osadía que constituía la publicación en castellano de un texto del odiado autor del Système de la nature. El 12 de noviembre de 1812, en el muy reaccionario Semanario Cristiano-Político, se publicó un virulento artículo contra « el club de Holbach », que no hacía sino recoger algunas de las descabelladas acusaciones propaladas por Barruel 45 . ¿Debe entenderse esto como una velada alusión a la traducción de 1811 ? No lo sé. Más cerca de nosotros, pocos han sido los que han atribuido el original a Holbach y el compendio al grupo de Condorcet, y muchos los que han creído que el texto publicado en Palma fue obra de García Malo. M. de los S. Oliver ya se percató de que se trataba de una traducción, sin llegar a conocer al autor del original. El primero en identificar claramente a Holbach parece haber sido Jaime del Arenal Fenocchio, en una edición de 1978 de La Política natural 46 . Pero, el no haber visto ningún ejemplar de la edición de Santiago de Compostela le llevó a suponer que las dos traducciones de 1811 serían idénticas, afirmación que Guillermo Carnero puso en tela de juicio, sin poder zanjar el problema, pues él tampoco vio la edición compostelana 47 . De modo que quedaba pendiente la cuestión de una posible diferencia entre las dos traducciones. 45 « Descubrimiento y ocupaciones del club de Holbach ». La fuente utilizada era el libro de Barruel, Mémoires pour servir à l’histoire du jacobinisme, que el padre Strauch estaba traduciendo. El punto de partida, las confesiones de un tal Leroy, supuesto secretario arrepentido del « club » (t. I, pp. 361 a 364). 46 Méjico, UNAM, 1978. 47 « Sensibilidad y casuística moral en Ignacio Garcia Malo » en Estudios sobre narrativa y otros temas dieciochescos, Salamanca, 2009, pp. 187-284. Cita la noticia necrológica que publicó la Aurora Patriótica Mallorquina, el 1-VII-1812, a raíz de la muerte de García Malo, cuyo autor (¿Antillón o Miguel Domingo?) decía claramente que La Política natural no era obra original, sino traducción. 21 Para resolverla, he hecho un sistemático cotejo, no solo de las dos traducciones, sino de estas con la versión francesa abreviada que les sirvió de punto de partida, para determinar hasta qué punto cada uno de los dos traductores la siguió fielmente. A exponer los resultados de la encuesta dedicaré la segunda parte de este trabajo. * * * Pero me parece necesario contestar a una pregunta previa : la de saber hasta qué punto el compendio de 1790, aunque abreviadísimo 48 , proporcionaba, en cuanto al fondo, una imagen exacta de la obra de Holbach. El texto de 1790 no es ni un resumen, ni una serie de extractos inconexos, ni menos aun una antología, sino una versión aligerada, en la que se han suprimido frases, párrafos y hasta capítulos enteros, se han fusionado otros, aunque sin traicionar, en regla general, el espíritu de la obra de Holbach, y conservando el plan y el movimiento general del texto. Se trata, pues, propiamente hablando, de un compendio, destinado ante todo a facilitar a un amplio número de lectores el acceso a una obra, en la que pudiesen encontrar unos principios fundamentales de doctrina politica, tan necesarios en un momento como el constituyente de la Francia de 1790-1791. Tarea, pues, de vulgarización e instrucción política, para la que se necesitaba un texto sencillo, de más fácil lectura que un largo ensayo de teoría política 49 . Ese deseo de hacer más accesible el pensamiento de Holbach podría bastar a explicar muchas de las simplificaciones o reducciones practicadas en el original. Menos evidente resulta la supresión pura y sencilla de párrafos enteros, de que hay varios ejemplos 50 . E indudablemente, en algunos casos, esas supresiones cobran una significación ideológica, en el contexto de 1790. Citaré tres ejemplos. 48 De los 294 párrafos del original, solo quedaron 57 (sin numerar y con supresión de la estructuración en 9 « discursos »), es decir, aproximadamente, la quinta parte. Pero, como los editores de la Bibliothèque de l’homme public fusionaron muchos párrafos, cuyos títulos, lógicamente, desaparecieron, estas cifras no proporcionan una imagen del todo exacta del proceso de reducción del texto. Por ejemplo, bajo el título genérico de « De la sociabilité » (que en Holbach era el del § 1 del Discurso I) se reunió en 1790 el contenido de los § 2 a 5 de dicho discurso. Las 33 pp. de los 28 § del discurso II se hallan resumidas en un párrafo de 11 pp. Del mismo modo, se fusionaron los § 10, 11 y 12 del discurso V. En cuanto al § 21 del discurso V (« Sur les mœurs »), que no aparece en el índice, se encuentra muy resumido al final del § anterior (« Influence du despotisme sur le caractère des peuples »). Y, caso extremo, las 26 páginas de los § 23 a 35 del mismo discurso están resumidas (y en este caso sí que cabe hablar de resumen) en 5 páginas. 49 En 1811, el redactor de la « Advertencia del editor » de la traducción de Palma subrayaría esta voluntad de instruir a los ciudadanos por medio de una obra « escrita con toda claridad, sin exageraciones vagas y sin pretensiones de una perfección ideal » (p. 17). 50 Del « discurso » VII, por ejemplo, desaparecieron los § 11, 12 y 16 (« Objets de la législation » , « Les mauvaises lois rendent les hommes méchants », y « Équilibre de la politique »). Y, del « discurso » IX, el § final (« Le souverain est le vrai réformateur de l’État »). 22 Il est dans les monarchies mixtes –había escrito Holbach– des orateurs, des démagogues, des fourbes qui, par la faveur du peuple, s’élèvent jusqu’aux conseils des Rois, qu’ils tyrannisent au nom de la nation, et qui, revêtus de l’autorité de ce même monarque et distributeurs malgré lui de ses grâces, s’en servent pour abattre la nation, pour l’acheter, pour la diviser, pour établir leur propre pouvoir. - […] Presque toutes les assemblées nationales se passent en vains débats entre des hommes vains qui s’observent ou qui cherchent à se détruire ou se combattre sans profit pour leur pays 51. En el § « Des réformes et des révolutions », Holbach había condenado las violencias revolucionarias inútiles en los siguientes términos : Si des révolutions ont quelquefois procuré des biens momentanés, elles ont souvent causé des calamités durables. […] Songeons que, si l’on connaît le mal, on n’en connaît pas toujours les vrais remèdes ; craignons que des mains peu habiles ne travaillent à l’augmenter. […] Souvenons-nous surtout qu’il n’appartient qu’à la société de marquer ses mécontentements ; elle seule a droit de reprendre l’autorité dont elle s’est dessaisie, lorsqu’on l’emploie à sa destruction. […] Le citoyen raisonnable doit se soumettre avec patience aux inconvénients nécessaires du gouvernement sous lequel sa naissance l’a placé. Obligé de servir la société dont il est membre, il le fera par ses forces, par ses conseils, par ses talents ; mais il n’oubliera jamais qu’il lui est défendu de troubler l’ordre d’un tout dont il n’est qu’une faible partie. 52 Y, en el discurso VI (« De la liberté »), había estigmatizado a los demagogos, esa plaga de las democracias : Dans la démocratie, le peuple, souverain en apparence, n’est que trop souvent l’esclave des démagogues pervers qui le flattent et qui allument ses passions, et devient un tyran. L’intérêt et la passion changent quelquefois les républicains les plus jaloux de leur propre liberté en des oppresseurs très injustes de la liberté des autres. 53 Obviamente, esta clase de reflexiones solo podía suscitar incomprensión y hasta rechazo en la Francia de 1790. Por lo que se entiende que los editores de la Bibliothèque de l’homme public las quitaran. Lo mismo pasó, probablemente, con el § « Des corps intermédiaires » 54, en el que Holbach enfatizaba la importancia de las « dietas, estados o parlamentos », como mediadores entre los ciudadanos y los monarcas, y consejeros de estos últimos. Aunque, en la fase prerrevolucionaria, los 51 Disc. IX, § 5, « Causes de la dissolution des monarchies limitées », II, p. 236-237. En 1773, Holbach añadía : « A la faveur de ce conflit entre des champions imprudents, le despotisme survient pour les mettre d’accord […] ». ¡ Predicción que se realizaría, en Francia, un cuarto de siglo más tarde ! 52 Disc. II, § 26. Dicho sea de pasada, puede observarse que, al fin y al cabo, la opinión de García Malo (en 1788) sobre la rebelión de los comuneros no estaba tan distante de la de Holbach. 53 Disc. VI, § 6, t. II, p. 66. 54 Disc. III, § 30, t. I, pp. 134-135. 23 parlamentos habían desempeñado un papel activo en la denuncia del absolutismo monárquico, en 1790 hubiese sido una singular vuelta atrás presentarlos como representantes de la nación, cuando ya existía una asamblea realmente « nacional ». En ese contexto, la doctrina de los « cuerpos intermediarios », tomada de Montesquieu, parecía, pues, claramente contrarrevolucionaria. Lo señalaron más adelante los editores del compendio, en una nota al párrafo « Des représentants d’une nation » : Tout corps nombreux, lorsqu’il n’est pas contenu, ne s’occupe que de lui-même, ne stipule que ses propres intérêts, ne cherche à faire des souverains, que des fantômes et du peuple, que des esclaves. Tel a été le défunt corps des parlements. (p. 116) Así mismo, puede entenderse que quitaran el § 18 del segundo discurso de La Politique naturelle (« Du mobile des républiques »), que contenía una severa crítica de la « quimérica » aspiración a la igualdad, « ídolo » que, en opinión de Holbach, había producido muchos males, toda vez que llevó a infravalorar el legítimo premio al verdadero mérito y al talento, y a sacrificar a otro ídolo, el de la virtud, propio del gobierno republicano según Montesquieu. Sin duda, en la Francia de 1790, esa crítica de la aspiración a la igualdad podía parecer sospechosa. Más significativa aún resulta la supresión por los editores de 1790, de varios párrafos de tonalidad radicalmente anticlerical, uno de los aspectos sin duda más característicos del pensamiento de Holbach. Del párrafo « Des ministres de la religion » (§ 33 del Disc. IV), por ejemplo, solo se salvó una pequeñísima parte. Desaparecieron (y no es más que una limitada muestra de los cortes efectuados), frases como éstas : Il est encore parmi les sujets d’un État un ordre d’hommes qui par le rang qu’il occupe, par l’opinion des peuples, et par ses prétentions, mérite toute l’attention du gouvernement, c’est le Clergé. Cet ordre, qui fait descendre du ciel ses prérogatives et ses droits, a souvent commandé aux souverains mêmes et décidé du sort des nations. Dès qu’une nation croit un culte ou des opinions nécessaires à son bonheur, elle veut, sans doute, que les hommes chargés d’en remplir les fonctions et d’annoncer ses dogmes soient payés de leurs services ; le salaire et les récompenses se proportionnent aux besoins que l’on croit en avoir, ou à l’idée que l’on se forme des avantages que procurent les ministres de la religion, en un mot, à la vénération que les peuples ont pour eux. Plus les hommes sont grossiers, et plus ils sont superstitieux ; plus le Dieu est terrible, plus ses ministres sont honorés. Dans presque toutes les nations européennes, le sacerdoce forme, dans le sein de l’État, un corps séparé de l’État qui refuse d’en dépendre, qui suit des lois différentes de 24 celles qui commandent au reste des citoyens, qui préfère l’autorité d’un chef de son ordre à celle des souverains et des nations, enfin dont la législation et les maximes sont souvent en contradiction avec celles de la société. Des exemples sans nombre ont de tout temps prouvé les inconvénients résultants de l’esprit de ce corps insociable ; mais le préjugé victorieux ferme souvent les yeux des souverains et des peuples, sur leurs intérêts les plus vrais ; ils se croiraient impies et sacrilèges s’ils touchaient à la personne ou aux possessions d’un ordre d’hommes inutiles que l’oisiveté rend souvent vicieux, que l’opulence enorgueillit et que l’impunité rend téméraires. L’État doit être maître du clergé ; le clergé ne doit jamais être maître de l’État. Si el tema había sido muy candente en todo el siglo, lo era mucho más todavía en 1790, cuando se estaba terminando de discutir un proyecto de « Constitución civil del clero », que la Asamblea constituyente aprobó en julio 55 , y que pronto escindiría al clero francés en « assermentés » y « réfractaires ». Por lo que sin duda los editores de la Bibliothèque de l’homme public juzgaron inoportuno echar leña al fuego de una polémica, que era uno de los principales caballos de batalla de los adversarios de la Revolución 56 . Sin entrar en más detalles, quede claro, pues, que el compendio de 1790 era ya una versión, no solo aligerada, sino en parte expurgada, por decirlo así, del texto de Holbach. Además, del examen minucioso que he realizado, resulta que nada permite pensar que los traductores españoles de 1811 utilizaran el original para reintroducir elementos suprimidos en el compendio. Ni siquiera sabemos si lo conocían. La consecuencia es evidente : resultaría improcedente sacar conclusiones precipitadas de una comparación de esas traducciones con el texto de Holbach. Todo lo que podría parecer tomado del texto de 1773, procede en realidad de la versión abreviada de 1790 y, al revés, buena parte de lo que ha desaparecido (pero no todo, como más adelante se verá) ya lo habían quitado los editores de 1790. Pasemos ahora a la etapa siguiente, que puede dividirse en dos cuestiones : ¿Hay diferencias notables entre la traducción de García Malo y la de Pacheco ? Y, más allá de las diferencias formales, ¿siguieron los dos el compendio de 1790 ? 55 Recuerdo que el tomo VI de la Bibliothèque de l’homme public, en el que venía el compendio de La Politique naturelle, salió en junio. 56 También censuraron, por los mismos motivos, los discursos « Les prêtres amis du despotisme » (Disc. V, § 19), « Despotisme des opinions » (Disc. V, § 20) , « Influence de la religion sur la politique » (Disc. VII, § 46), « Remèdes du fanatisme » (Disc. VII, § 47) y « De la tolérance civile » (Disc. VII, § 48), párrafo este último que contenía una virulenta denuncia de la Inquisición. Véase en el « Apéndice » de este trabajo la considerable diferencia que había entre el original de 1773 y el compendio de 1790. 25 * * * Quede para los linguistas el análisis de las dos traducciones, de sus cualidades y defectos, de la concepción de la tarea de traductor que supone cada una de ellas. Solo sí quiero señalar que esas dos traducciones de un mismo texto francés, realizadas casi al mismo tiempo, y probablemente sin saber ninguno de los dos traductores de la existencia del otro, constituyen un corpus de extraordinario interés, para un estudio comparativo, tanto de los conceptos políticos, como del vocabulario, y hasta de la sintaxis y la gramática. El historiador de la lengua verá, por no citar más que algunos ejemplos, cómo García Malo escribe « en la conservación de un tal príncipe » (p. 173), [« un tel prince »] ; « la gran sociedad del mundo » (p. 171) ; « cimentan » (p. 178) ; « rechazar a un agresor injusto » (p. 175) ; « los deberes son los mismos para las naciones que para los individuos » (p. 171) ; « llámase policía la rama de la política que tiene por objeto […] » (p. 159) ; mientras que Pacheco prefiere « en su conservación » (t. II, p. 60) ; « la grande sociedad del mundo » (t. II, p. 57) ; « cimientan » (t. II, p. 64) ; « rechazar un agresor injusto » (t. II, p. 62)57 ; « los deberes son los mismos para las naciones como para los individuos » (t. II, p. 57) ; « la policía es el ramo de la política que tiene por objeto […] » (t. II, p. 47 ). Entre el sinnúmero de diferencias que hay entre las dos traducciones, en cuanto a vocabulario, algunas tienen indudablemente una significación ideológica. Los dos traductores vacilan muchas veces en la traducción de palabras del vocabulario político, lógicamente predominante en el ensayo de Holbach, como « les sujets », « les maîtres », « les citoyens ». García Malo traduce « un maître injuste » por « un amo injusto » (p. 91), y Pacheco por « un dueño injusto » (t. I, p. 92), evidente impropiedad 58 . El primero a veces traduce « les sujets » por « los súbditos », y otras veces por « ciudadanos » (p. 82), probablemente consciente de que la oposición monarca / súbditos, nada sorprendente en 1773, podría resultar chocante en la España de 1811, en que se hablaba de Constitución, representación y derechos de los ciudadanos. Pero también hay incoherencias : por ejemplo, sorprende ver a Pacheco traducir « les sujets sont des esclaves, […] », por « los vasallos son esclavos, […] » (t. I, p. 124). En otro momento, deja asomar la duda que le asalta, al traducir « Le premier de tous les devoirs du sujet […] » por « El primero de todos los deberes del ciudadano, o del súbdito […] » (t. I, p. 80), como si se negara a 57 Sin la preposición « a ». Pacheco suele ignorar el acusativo preposicional. En otras ocasiones, García Malo traduce « maîtres » por « jefes » (89-90) y Pacheco por « señores » (t. I, p. 89). 58 26 elegir entre las dos palabras, a pesar de la muy distinta connotación que conllevan. Pacheco no duda en hablar del « pueblo soberano », mientras que García Malo suele eludir la expresión (la sustituye por una perífrasis : « un pueblo que ejerce por sí la soberanía »), como para dejar claro que el pueblo solo puede ser depositario de la soberanía. Holbach había escrito : « Le despote ne regarde le sang de ses sujets, ou plutôt de ses esclaves, que comme une vile monnaie »59 , expresión que conserva literalmente el editor del compendio de 1790 y, tras él, García Malo. En cambio, Pacheco (t. I, p. 114) suprime « o, por mejor decir, de sus esclavos », tal vez por no captar la carga irónica de la frase, o por parecerle excesiva la equiparación. Incluso fuera del vocabulario político, vale la pena observar cómo, para traducir « Les uns ont fait l’histoire de la politique ; les autres en ont fait le roman », el literato García Malo utiliza « el romance » (p. 179), mientras que el militar Pacheco, curiosamente más al tanto de la realidad literaria contemporánea, prefiere « la novela » (t. II, p. 65). En cambio, extrañará tal vez ver que García Malo traduce « des vertus romanesques » por « virtudes romancescas » (p. 179), y Pacheco por « virtudes romanescas » (t. II, p. 66). A veces, no se sabe si la inexactitud de la traducción procede de un insuficiente conocimiento del francés, o sencillamente de una deficiente lectura del manuscrito por el impresor, como cuando Pacheco traduce « des goûts fantasques » por « gustos fanáticos » (t. II, p. 92)60 . Aun sabiendo que era muy relativa en aquella época la idea que se tenía de la fidelidad de una traducción, no dejan de sorprender las grandes diferencias que hay entre las de García Malo y Pacheco, entre sí y con respecto al original de 1790. Por lo que puede excluirse una simple copia (o una utilización dismulada) de la primera traducción por el segundo traductor (que, además, no sabemos cuál fue). En regla general, la traducción de García Malo es más literal y, por ello mismo, algo pesada y hasta incorrecta ; mientras que la de Pacheco es más libre y sintética, lo que le confiere, si no elegancia, al menos cierta soltura. Vayan algunos ejemplos de esa muy diferente concepción de la labor de traductor. Donde García Malo sigue, casi literalmente, el texto de 1790 : « [el despotismo] forma unos súbditos vanos, atolondrados y disipados, 59 Discurso V, § 10, t. II, p. 18. En este caso, García Malo conserva « fantásticos » (p. 202). Otras veces, la inexactitud de la traducción revela su insuficiente dominio del francés, como cuando para traducir « du plus spirituel » no encuentra mejor solución que « del más capaz » (p. 28). E incluso, tal vez por una lectura precipitada, comete algunos errores : por ejemplo, traduce « l’intérêt public se confondra avec celui des individus » por « el interés particular se confundirá con el de los individuos », lo cual produce un contrasentido, en el que no incurre Pacheco. 60 27 que solo procuran distraerse de ideas enojosas e importunas. […] Su modo de reinar no es más que una vejación horrorosa, guiada por la locura, que acaba por sacrificarlo todo a sus quimeras » (p. 116-117), Pacheco concentra la expresión y, al final de la frase, se lanza por los cerros de Úbeda, añadiendo algo de su propia cosecha : « […] los hace vanos, calaveras, disipados y distraídos. […] Su modo de reinar no es más que un continuo y espantoso latrocinio, guiado por la locura, y concluido con la más refinada malicia » (t. I, p. 122 ). He aquí otra muestra significativa de esa diferente manera de concebir la traducción, casi literal en García Malo : [La política] está obligada a extender sus miras a lo exterior, a tener fija la vista sobre los movimientos y los intereses de las naciones vecinas, a detener sus empresas, a precaver los efectos de sus pasiones, de su ambición y de su codicia, a impedir que no la priven de las ventajas que le proporcionan la naturaleza o la industria, en fin, a determinar a las sociedades independientes a favorecer sus proyectos » (p. 135) y en extremo libre en Pacheco : [La política] no contenta con velar sobre lo interior de la sociedad, dirige su atención a los intereses de las naciones vecinas, para detener sus empresas, prevenir los efectos de su ambición, y contraer alianzas, que sirvan para sostener los derechos del Estado (t. II, p. 18) Aunque pueda parecer contradictorio, García Malo sigue más de cerca el texto que está traduciendo y, al mismo tiempo, a veces se separa de él. Al revés, en muchos casos, la versión de Pacheco, aunque mucho más libre y concisa, restituye más exactamente el pensamiento de Holbach. Por ejemplo, al final del párrafo « De la guerra », García Malo añade esta puntualización, probablemente relacionada con los debates en curso en Cádiz sobre los derechos respectivos del monarca y de la nación : La historia de todos los pueblos es casi la historia de las guerras injustas, bárbaras y crueles a que jefes ambiciosos, imprudentes y turbulentos los han arrastrado. Abra, pues, tan dolorosa experiencia los ojos de las naciones, y para no ser funestos juguetes de las pasiones y del capricho de sus reyes, resérvense el derecho de votar por sí o por sus representantes libremente elegidos, la guerra, la paz, las alianzas y los tratados. (p. 177) Estas dos frases no están ni en Holbach, ni en el compendio de 1790, ni en la versión de Pacheco, quien, en este caso, sigue más de cerca el texto de la Bibliothèque de l’homme public. A veces, al contrario, es Pacheco el que añade una frase, en forma de comentario, al final de un párrafo. Por ejemplo, a la crítica del papel histórico de la nobleza, añade : « ¿Mirará [una nación] 28 como ilustres a aquellos que olvidaron las hazañas de sus abuelos, y se prosternaron a los pies de un monarca injusto y de un vil favorito que, a costa de rapiñas, se elevaba a la cumbre del poder ? » (t. I, p. 97), frase que no está ni en Holbach, ni en el compendio de 1790, ni en García Malo. Las diferencias de traducción se producen, como es lógico, sobre todo en los casos en que resulta difícil seguir literalmente al original. Lo que se observa, claramente, en García Malo, quien, demasiado esclavo del texto del compendio de 1790 (« La substance du citoyen est dévorée par des hommes faits pour le maintenir dans la puissance de ses biens ; elle est la proie d’un tas de sangsues avides […] »), no encuentra mejor equivalente que un poco feliz « hato de sanguijuelas voraces » (p. 139). En cambio, Pacheco, sortea la dificultad, traduciendo por otra imagen, la de « una multitud de lechuzas hambrientas » (t. II, p. 23). Conforme se va avanzando en el texto, da la impresión de que la traducción de Pacheco se hace menos literal y más libre (tal vez porque le apremiaba el impresor), con una tendencia, por un lado a reconcentrar la expresión, y por otro, a glosar más que a trasladar exactamente el original. Compárese, por ejemplo, esta frase de García Malo « Solo con costumbres corrompidas se puede agradar a hombres corrompidos, porque las buenas costumbres serían la sátira de los personajes más poderosos » 61 , con la correspondiente de Pacheco : « A los hombres corrompidos solo se puede agradar con costumbres corrompidas ; cuando esta clase de hombres tiene las riendas del Estado, el ciudadano útil y de probidad siempre está apartado de la administración pública » (t. I, p. 120). Mucho más que un simple problema de infidelidad de la traducción, se pregunta uno si no asoma aquí el sordo resentimiento de quien se siente postergado. * * * Más allá de las inexactitudes de traducción o de los problemas de estilo, muchas diferencias entre las dos versiones afectan al fondo del texto. En primer lugar, aunque no son las más numerosas, están las que parecen corresponder a una voluntad de no atacar de frente a los estamentos privilegiados. Por ejemplo, donde en el compendio de 1790 se decía « Quelles notions de justice doit-on avoir dans un pays où les nobles, c’est-à-dire, les citoyens les plus riches, sont exempts des impôts dont le pauvre est surchargé ? » (p. 105), tanto García Malo como Pacheco suprimen la referencia a los nobles, limitándose a hablar de « los más ricos » (p. 71 y I, 68, 61 En « Influencia del despotismo sobre las ciencias y sobre las costumbres », p. 115. 29 respectivamente). Esta tendencia se manifiesta más en la versión de Pacheco que en la de García Malo. Por ejemplo, el segundo sigue literalmente el compendio de 1790, traduciendo « los príncipes, los ricos y los grandes, miembros las más veces inútiles o perjudiciales a la sociedad » (p. 41) ; Pacheco, en cambio, quita las palabras « príncipes » y « grandes », no dejando más que « los ricos y los miembros poderosos » de la sociedad (t. I, p. 26). Más claro todavía, suprime todo un párrafo de sátira del comportamiento de la nobleza cortesana, que García Malo, al contrario, conserva : Vedlos, pues, en la corte de un déspota : allí el interés más vil los tiene en una continua dependencia ; allí se disputan el honor de ocuparse en funciones mezquinas y réptiles, que en sus casas están encargadas a sus más ínfimos criados ; y allí, en fin, nada encuentran abyecto como conduzca al favor y a la privanza. ¿Qué almas pueden animar a esos cortesanos que devoran sin cesar afrentas, desaires e injusticias ? ¿Qué elevación pueden tener en sus corazones unos aduladores que, a fuerza de bajezas, creen adquirir el derecho de despreciar a sus conciudadanos ? (pp. 95-96) Otras diferencias entre el compendio de 1790 y las dos traducciones de 1811 pueden entenderse como producto de la circunstancia histórica. Claramente relacionadas con el cansancio de las continuas guerras europeas del siglo anterior, los utópicos proyectos de paz universal y, sobre todo, el imperialismo napoleónico, son estas frases que añade García Malo al párrafo « De la balanza de la Europa » (mientras Pacheco se atiene al texto de 1790) : La pretendida balanza no podía producir otros efectos cuando no la sostenía el deseo sincero de conservar el reposo y la paz ; y, al fin, de tantas desavenencias y guerras imprudentes, no podía resultar sino que el más ambicioso, más fuerte o más astuto adquiriese una preponderancia que rompiese enteramente el equilibrio y sujetase a los demás a su tiranía. ¿Y podrá esperarse que las naciones y sus reyes, aprovechándose en la primera ocasión de la experiencia de lo pasado, lleguen algún día a formar una verdadera balanza que las preserve de las calamidades sin cuento que han sufrido y sufren ? No es posible esperarlo. Las pasiones de los hombres serán siempre las mismas, y su divergencia los sumergirá siempre en guerras, ruinas y desolación. (p. 186) Otras veces, no se trata ni de inexactitud, ni de censura, sino de un esbozo de comentario, aunque no del todo explícito. En el párrafo « Causes de l’esclavage » (esto es, del despotismo), Holbach había explicado que no lo producía el clima (pues, aunque bajo formas distintas, había existido en muy variados países), sino la ignorancia y la superstición. Aunque no mencionaba el nombre de Montesquieu, no era difícil reconocer en la afirmación una crítica de una de las tesis de L’Esprit des lois. Las dos páginas dedicadas al tema las habían reducido los editores del compendio de 1790 a diez escuetas líneas (p. 134), que Pacheco se limitó a traducir, aunque como siempre algo 30 libremente (t. I, p. 110). En cambio parece ser que a García Malo no le pareció bien esta transparente crítica del pensamiento de Montesquieu. Por lo que, sin limitarse a traducir (o a suprimir el pasaje, como a veces hacía), añadió un párrafo, que tiene más de comentario que de traducción : No son los hombres esclavos sino porque son tímidos, ignorantes e irracionales, y no porque viven en tal o cual clima, aunque, influyendo este no poco en su pereza e indolencia, los dispone más fácilmente a la servidumbre. Si hay países en donde reina la libertad, son aquellos en que la razón tiene más imperio. El despotismo no se introduce por el clima, sino por la fuerza, la astucia, la impostura, y sobre todo por la superstición. El clima, como nos muestra la experiencia, contribuye también a mantenerle en todo su vigor ; y asi mientras vemos a ciertas naciones agobiadas de temores y llenas de preocupaciones arrastrar con paciencia sus cadenas, vemos también otras que ilustradas al fin por la razón contienen a sus jefes en límites menos despóticos, o que han roto con desprecio un yugo tan absurdo como inhumano. (p. 106) De las dos causas principales del despotismo, la ignorancia y la superstición, Holbach había insistido, incansablemente, en la segunda. Como hemos visto, los editores del compendio de 1790 ya habían procurado quitar hierro a ese anticlericalismo. A los dos traductores españoles de 1811 no les pareció suficiente esa censura. García Malo, sobre todo, atenuó, e incluso suprimió, en forma sistemática, buena parte de lo que aún quedaba de la denuncia de la superstición, a todas luces porque temía (y no sin razón) que envolviese a la religión y al clero en general. Esta es una de las grandes diferencias entre los dos traductores. No se trata de un simple problema de traducción, sino claramente, de una orientación ideológica. Los ejemplos son numerosísimos ; me limitaré a citar algunos. En el párrafo « Origine du despotisme », que precede al anteriormente citado « Origine de l’esclavage » y, en realidad, forma un todo con él, Holbach había denunciado la responsabilidad histórica de la superstición religiosa en el surgimiento de los regímenes despóticos. L’idolâtrie fit tomber le statuaire aux pieds de l’image que ses mains avaient formée. La superstition fit tomber les nations aux pieds des chefs qu’elles avaient créées. [ …] La superstition fondée sur la crainte que les peuples ont des puissances invisibles qui gouvernent la nature, se joignit à la force, elle engourdit l’entendement des hommes, elles les accoutuma au joug que leur raison rejettait ; l’opinion consolida l’ouvrage de la violence. Ainsi la superstition produisit ce miracle : des terreurs surnaturelles redoublèrent la timidité naturelle que faisait naître la force ; les nations accoutumées à trembler sous des chefs barbares, tremblèrent encore plus sous des dieux qui approuvaient la barbarie. (Disc. V, § 5, t. II, pp. 9-10) 31 Los editores de 1790, y Pacheco tras ellos, siguen en lo esencial el texto de Holbach. En cambio, García Malo, para exonerar de la crítica a la religión católica, añade esta puntualización, destinada a distinguir la religión verdadera de las falsas, lo que, por supuesto, traicionaba el pensamiento de Holbach : Extendiendo el impostor Mahoma la superstición y la estupidez por todo el Asia y el África, vemos todavía estas tristes regiones gemir bajo el más cruel despotismo, sin que sus miserables habitantes conozcan su dignidad de hombres, ni piensen siquiera en romper las duras cadenas que los oprimen. (p. 106) Los editores del compendio de 1790 habían ofrecido del párrafo « Des ministres de la religion », una versión muy atenuada62 . Pero, por lo visto, a Pacheco y a García Malo no les pareció suficiente el expurgo : suprimieron del todo el párrafo, que contenía una implacable denuncia del papel histórico negativo del clero. Por las mismas razones, sin duda, quitaron el párrafo « Les prêtres amis du despotisme », del que solo habían quedado diez líneas en el compendio de 1790 63 . No obstante, se observa una notable diferencia entre García Malo y Pacheco en esta solapada labor de censura. El primero suprimió también el párrafo « Effets de la superstition »64, radical condena del supuesto origen divino del poder monárquico, mientras que Pacheco dejó subsistir este extracto : Fue necesario que un delirio consagrado por el Cielo hiciese creer a los hombres, celosos de su libertad y su felicidad, que los depositarios de la autoridad pública habían recibido del Cielo el derecho de hacer esclavas y desgraciadas las naciones. Los Reyes se abrogaron el derecho de ser injustos impunemente. Las naciones intimidadas no se atrevieron a contradecir los mandatos del Cielo, apoyados con la fuerza de la sociedad. […] Oprimido con temores, y lleno de preocupaciones, el hombre, suportó [sic] con paciencia sus cadenas, hasta que al fin, ilustrado por la razón, ha roto con desprecio un yugo tan absurdo como inhumano. (t. I, p. 111-112) Algo parecido pasó con el párrafo « De la théocratie »65 , en el que Holbach denunciaba la estrecha relación que existía entre la superstición, « el gobierno sacerdotal » y el despotismo. Los editores del compendio de 1790, aunque quitando varias frases, habían dejado subsistir lo esencial de la denuncia 66 . Pacheco siguió, aunque en forma más resumida, esta versión 67 . En cambio, 62 La Politique naturelle, Disc. IV, § 33, pp. 225 a 232. Y pp. 128 a 131 de la Bibliothèque de l’homme public. 63 La Politique naturelle, Disc. V, § 19, t. II, pp. 28-29, y Bibliothèque de l’homme public, pp. 139-140. 64 La Politique naturelle, Disc. V, § 7, t. II, p. 11 y ss. Y pp. 134-135 de la Bibliothèque de l’homme public. 65 Párrafo 12 del discurso III, que, en el compendio de 1790, se halla refundido con los demás párrafos del mismo discurso, bajo el título general « Des souverains ». 66 Bibliothèque de l’homme public, pp. 99-100. 67 T. I, p. 58. 32 García Malo lo redujo todo a un breve párrafo, con el evidente propósito de atenuar la crítica del « gobierno sacerdotal » 68 . Cuanto más se cotejan las dos traducciones con el original de 1773 y el compendio de 1790, más evidente parece entre ellas la diferencia de tratamiento de cuanto guarda relación con la religión y el clero. En García Malo acaba por volverse tan obsesiva la voluntad de borrar toda crítica, abierta o velada, del estamento clerical, que quita toda alusión al tema (a veces, solamente una palabra). Por ejemplo, donde Pacheco traduce (aunque en forma resumida) esta frase del compendio de 1790, « Ainsi, soit que le consentement des peuples, soit que la conquête, soit que la divinité aient établi le pouvoir d’un souverain, il reste toujours dans le corps de la nation, une volonté suprême, […], un droit antérieur à tous les autres droits » (p. 101), por « Así, sea que el consentimiento de los pueblos, la conquista, o la divinidad hubiesen establecido el poder del Soberano […] » (t. I, p. 61), García Malo pasa por alto « de la divinité » (p. 66), implícita crítica del supuesto origen divino del poder de los monarcas. Por idénticas razones, cuando en el texto de Holbach se hablaba de « la sagesse et la raison, […] accablées sous le poids de la tyrannie et de la superstition », expresión conservada en el compendio de 1790 y en la traducción de Pacheco, García Malo suprime ni más ni menos « la superstición »69 . Análoga supresión hace en el párrafo « De los representantes de una nación ». Compárese el texto del compendio de 1790 con la traducción de García Malo: Tout corps nombreux, lorsqu’il n’est pas contenu, ne s’occupe que de lui-même, ne stipule que ses propres intérêts, ne cherche à faire des souverains que des fantômes, et du peuple, que des esclaves. Quand le clergé prend un pouvoir illimité, nous le voyons de même subjuguer les monarques et les peuples, disposer des couronnes, décider en souverain, influer sur les lois. (p. 116) Todo cuerpo numeroso, cuando no está contenido, no se ocupa sino en sí mismo, no estipula sino sus propios intereses, ni procura hacer de los monarcas sino fantasmas, y del pueblo sino esclavos. Cuando un cuerpo de esta clase adquiere un poder ilimitado, le vemos sojuzgar a los reyes y a los pueblos, disponer de las coronas, influir sobre las leyes y usurpar el derecho de hablar solo por los demás. (p. 87) 70 La generalización permite eludir lo que, en Holbach, era una crítica abierta de la influencia del clero en los gobiernos y hasta en los monarcas. 68 P. 65. « Influence du despotisme sur les sciences et sur les mœurs », Holbach, Disc. V, § 21 y 22, t. II, pp. 3031 ; Compendio de 1790, pp. 140-141 ; Pacheco, t. I, p. 119 ; García Malo, p. 115. 70 Los subrayados son míos. 69 33 Podría pensarse que no planteaba problema conservar la crítica de la superstición, distinguiéndola de la religión verdadera. Pero a García Malo no se le escapa que, para Holbach, religión y superstición son inseparables. Lo que explica que, casi siempre, suprima toda referencia a la segunda, porque podría conllevar una encubierta crítica a la primera. Por ello, donde Pacheco traduce, casi literalmente el compendio (« La política es insensata cuando […] subordinada a la superstición, sufre que esta destruya sus miras saludables »), García Malo recurre a una oscura perífrasis, que no tiene más objeto que hacer desaparecer la palabra superstición : « La política es insensata cuando […] subordinada a algún interés particular y no al general de la sociedad sufre que aquel destruya sus más saludables miras » 71 . Entienda el lector, si puede, que ese interés, particular y no general, es el del clero. Holbach había proclamado el gran principio de la libertad de conciencia, afirmando que era tiranía obligar una persona a otra a adoptar « sus propias opiniones, su culto, o sus preocupaciones » 72 . Pero, en España, era asunto candente el de la libertad religiosa, como se vería poco después cuando las Cortes de Cádiz adoptaron el famoso artículo 12 de la Constitución, que no era ni más ni menos que la negación de la tolerancia. Para sortear la dificultad, García Malo suprime la frase, siendo de notar que, en este caso, Pacheco la conserva, pero quitando la palabra « culto »73 , lo que demuestra cuán peliagudo le parecía el tema. Por el mismo motivo, sin duda, García Malo suprimió los párrafos en que Holbach encarecía la libertad de expresión, incluyendo en ella la de las ideas religiosas, y proclamando sin rodeos : « Une saine politique ordonne de tolérer dans un État toutes les religions et toutes les sectes adoptées par les citoyens, de tenir une juste balance entre elles, de ne jamais souffrir qu’aucune opprime les autres, ou trouble leur tranquillité » 74 . En cuanto a Pacheco, se le nota incómodo a la hora de traducir el párrafo. Procura conservar el sentido general, pero sin aplicación a la esfera religiosa, lo que le lleva a suprimir el adjetivo « religiosas », después de « opiniones » : Las opiniones de los hombres en ciertas materias [ ¡ !] no son, ni pueden ser, uniformes, porque el espíritu humano permanecerá siempre en una ignorancia invencible. Todo lo que está fundado en ciertas tradiciones, usos y revoluciones, no puede presentarse de un mismo modo, y cada uno se persuade que su modo de pensar es el mejor, es decir, el más útil a su felicidad. Si es una tiranía despojar a un ciudadano de 71 En el compendio de 1790, p. 183; en Pacheco, t. II, p. 56 ; y en García Malo, p. 170. Los subrayados son míos. 72 « Signes de la tyrannie », Disc. V, § 3, t. II, p. 6. 73 Pacheco, t. I, p. 105; y García Malo, p. 105 74 En el compendio de 1790, p. 151-152. Y p. 105 en García Malo. 34 sus bienes, es mayor el atacarle sus opiniones, cuando no influyen en el bienestar de la sociedad. Una sana política ordena tolerar aquellas ideas que no turban el orden público. (t. II, p. 9-10) Lo enrevesado de la expresión bastaría a hacer palpable la presión del entorno político e ideológico, concretamente en este caso, el considerable peso del clero conservador en una ciudad como Santiago, y en el contexto de la lucha contra un invasor, al que se presentaba como el brazo armado de la impiedad, de la incredulidad, de la falsa filosofía y de los enemigos de la religión católica. Más allá de esos ejemplos de supresiones o censuras, se da también el caso de una verdadera refundición del texto francés. Veamos, por ejemplo, en que quedó en García Malo esta larga arremetida de Holbach contra la responsabilidad de la « religión romana » en la despoblación : La superstition, plus forte que la nature, que la politique, que les rois, doit être encore mise au rang des causes de la dépopulation d’un grand nombre d’États. [La religion romaine, plus ennemie du bien public, plus contraire à la saine politique, semble surtout avoir formé le projet de dépeupler l’univers]. Elle attache on ne sait quelle perfection au célibat, [elle fait un mérite à l’homme de se refuser le plaisir de reproduire son semblable, et souvent encouragée par la dévotion des Princes, elle remplit les nations d’hommes oisifs et inutiles qui, contents de dévorer l’État où ils vécurent en pélerins, se firent un mérite de mourir sans postérité. Nous ne parlerons point ici des guerres de religion, les plus cruelles de toutes, dans lesquelles les sujets d’un même État furent excités par leurs souverains et leurs prêtres à s’égorger les uns les autres pour des opinions impertinentes], et le monde voit, depuis un grand nombre de siècles, des millions de victimes immolées à la superstition des princes et à l’orgueil du clergé. 75 Ni siquiera después de la considerable reducción que hicieron los editores del compendio de 1790, le pareció a García Malo tolerable esa filípica. En su lugar, puso un párrafo del todo distinto, en el que ya no se hablaba para nada de religión o de superstición, sino de moral : No han contribuido poco también a la despoblación las malas costumbres y el lujo excesivo que reina en todas partes y arruina las familias. Estragados los jóvenes por los vicios y las preocupaciones de las sociedades, se entregan al celibato temerosos de contraer empeños que no puedan sostener con lo que se llama decoro, que no es sino un lujo escandaloso, o deseosos de substraerse de obligaciones que les impedirían seguir en su conducta libre y relajada, o en una vida ociosa y holgazana, que está en contradicción 75 Disc. VII, § 18, t. II, pp. 133-134. Las palabras entre corchetes son las que suprimieron los editores del compendio de 1790. 35 con el asiduo trabajo que exigiría su multiplicación. (p. 146) 76 ¿Cautela impuesta por el entorno ideológico, o convicción profunda de un hombre que había empezado su formación intelectual con el cardenal Sentmenat ? No lo puedo decidir. Un caso extremo de ese proceso de reescritura se encuentra en la traslación (más exacto sería decir la no traslación) de los párrafos « Influence de la religion sur la politique », « Remèdes du fanatisme » y « De la tolérance civile » 77 , en los que, como ya señalé (supra nota 56), Holbach se había despachado a gusto contra la intromisión del clero en los negocios políticos. Los editores del compendio de 1790 ya habían reducido a dos las siete páginas del original. Pero a García Malo no le pareció suficiente la censura. Empezó por añadir al principio del párrafo una frase de apología del papel histórico de la religión, que no estaba ni en Holbach, ni en el compendio de 1790 : « Su voz divina, que promete inefables recompensas a la virtud ; su voz terrible, que amenaza con castigos eternos al vicio, debería hacer impresiones más eficaces y durables en el corazón de los mortales ». Y, sobre todo, insertó un largo párrafo, no solo muy distinto del original, sino radicalmente opuesto al pensamiento de Holbach, transformando el texto en un magnífico sermón, en el que enzalzaba líricamente los bienes que podía aportar al hombre la religión, de la que trazaba un cuadro totalmente idealizado. Esto no era ya simple infidelidad de traducción, sino radical traición del original. Ignoro cuántos lectores tuvo la traducción de García Malo, ni si sabían que estaban leyendo la traducción del compendio de un texto de Holbach. Pero una página como ésta les ofrecía del pensamiento del « barón » una imagen totalmente falsificada. Algo distinto fue, en este punto, el procedimiento de Pacheco. Redujo todo el párrafo a media página, no solamente muy resumida, sino con una referencia a las naciones del Asia y a la invasión de los Árabes, como ejemplos arquetípicos de la superstición, aliada del despotismo. Obviamente, esto permitía no centrar el debate en la historia del catolicismo. Pero, si la traducción era muy inexacta, al menos no traicionaba tan frontalmente el fondo del pensamiento de Holbach 78 . Sea lo que fuere, la observación más importante que sugiere el cotejo de los textos, en estos últimos ejemplos, es que el radicalismo de Holbach, en cuanto 76 En cuanto a Pacheco, aunque no borró la palabra « superstición », redujo el párrafo a esta tímida afirmación : « La superstición, más fuerte que la naturaleza, la política y los reyes debe colocarse en el orden de las causas de la despoblación de muchos Estados ». (t. II, pp. 30-31) 77 Discurso VII, § 46, 47 y 48 (t. II, pp. 176-182), que en el compendio de 1790 se reunieron en uno solo, brevísimo. 78 Para que el lector pueda darse cuenta de la considerable diferencia que hay entre las sucesivas versiones, las reproduzco en apéndice. 36 al papel político de la religión, suscitó en ambos traductores (mucho más en García Malo que en Pacheco) un evidente malestar, que les llevó a censurar, modificar y hasta refundir el texto de 1790, a pesar de que presentaba una versión ya muy aligerada e inexacta del original de 1773. * * * También se observan algunas diferencias entre las dos traducciones en el aparato crítico. No es que las notas de pie de página sean muy numerosas, pero algunas no carecen de significación. En primer lugar, están unas referencias a varios autores, suprimidas, modificadas o añadidas. Holbach y los editores del compendio habían citado al autor de L’Esprit des lois. Por motivos que no veo muy claros, García Malo y Pacheco, en dos ocasiones, eluden, no solo el nombre de Montesquieu, sino hasta el título de su obra magna 79 . ¿Les parecía subversivo el nombre del autor francés ? Probablemente no, al menos por lo que hace a Pacheco, pues, en otro lugar, al contrario, añadió esta nota : « Montesquieu define la ley : la razón humana aplicada a la sociedad » 80 . También en relación con Montesquieu, Pacheco añade una nota, que no está ni en el compendio de 1790, ni en García Malo : « Maquiavelo dice, en sus Comentarios de Tito Livio, que pocos hombres se corrompen con poco »81 . Muy probablemente tomó la frase de L’Esprit des lois (cap. 5 del libro VI), donde Montesquieu cita esta sentencia : « Peu sont corrompus par peu », sacada del Discours sur la première Décade de Tite-Live (libro I, cap. VII). En Holbach, había dos referencias a Hobbes (a quien calificaba de « filósofo atrabiliario »), la primera con la célébre sentencia « homo homini lupus » 82, y la segunda con alusión a su tesis general de que el hombre había nacido en un estado de guerra con sus semejantes 83 . Los editores del compendio solo conservaron la segunda 84 . Pacheco (t. II, p. 61) y García Malo (pp. 174-175) tradujeron casi literalmente el texto francés, pero con una diferencia importante : el primero conservó la referencia explícita a Hobbes, mientras que el segundo la suprimió, de modo que difícilmente podían los lectores reconocer una alusión a la doctrina del filósofo inglés 85 . 79 El primero habla de « un profundo político » (pp. 111 y 122), y el segundo de « un economista » (t. I, p. 115) y de « un autor célebre » (t. II, p. 1). 80 T. II, p. 24. La frase procede del cap. 3 del libro I de L’Esprit des lois. 81 T. II, p. 79. 82 Disc. I, § 5 (t. I, p. 12). 83 Disc. VIII, § 5 (t. II, p. 192). 84 Bibliothèque de l’homme public, p. 186. 85 Hay, además, en García Malo, un error (¿ de lectura o de traducción?) : « Considerando la imprudente [« impudente » en el texto de 1790 ; « indiscreta » en la traducción de Pacheco] facilidad con que los 37 En el primer capítulo (« De la sociabilidad »), se afirmaba que los hombres no son malos sino porque ignoran sus verdaderos intereses y « los encantos de la virtud ». Pacheco añadió esta breve nota de pie de página : « Franklin decía que si los malvados conociesen las ventajas de la práctica de la virtud, serían virtuosos por malicia » (t. I, p. 8) , aforismo sacado del Poor Richard’s Almanack, que Franklin publicó bajo el seudónimo de Richard Saunders. La nota no figura ni en Holbach, ni en el compendio de 1790 ni en García Malo. Un segundo bloque de notas está en relación con el contexto histórico. Son, por ejemplo, las que tienen en cuenta la diferencia de situación entre la Francia de 1790 y la España de 1811. Los editores del compendio habían puesto dos notas a « monarchie absolue » y « monarchie mixte, limitée ou tempérée », para subrayar el camino recorrido en los primeros meses de la revolución francesa : respectivamente, « Tel était l’ancien état de la France », y « Tel est l’état présent de la France » (p. 103). Pacheco las suprime. En cambio, García Malo sustituye, en los dos casos, a Francia por España, como si la situación de la segunda en 1811, fuese análoga a la de la primera en 1790 (p. 69). En otro lugar, como Holbach había hablado del « despotisme mitigé » que imperaba en varios países europeos, los editores del compendio puntualizaron : « « Tel qu’il était en France avant qu’il y eût une assemblée nationale » (p. 143). Pacheco no conserva la nota ; pero García Malo la aplica a la situación de la España de 1811 : « Tal como era en España antes de la reunión de las Cortes » (p. 118). Además, ambos traductores suprimieron una nota, en la que Condorcet y sus amigos ensalzaban el mérito de los ciudadanos verdaderos, contrapuesto a la inutilidad y bajeza de la nobleza cortesana : Ainsi les Barnave, les Lameth, et tous ceux qui ressemblent à ces vertueux citoyens, sont les véritables nobles que la France respectera. Quant aux valeurs de la cour, nous n’aurons pour leurs parchemins, leur insolence, leur inutilité, leurs bassesses, qu’un mépris éternel. (p. 124) Condorcet y Le Chapelier, cofundadores de la Bibliothèque de l’homme public, estaban afiliados a la Société des amis de la Constitution (futuro Club de los jacobinos), en la que alternaban con Barnave, Lameth, Lanjuinais, Sieyès y otros prohombres de la revolución. Tal vez en opinión de García Malo y Pacheco fuese poco oportuna esta referencia a un grupo de hombres monarcas derraman la sangre de sus súbditos bajo los más frívolos pretextos, o por intereses comúnente tan pueriles, parece que los hombres no han sido colocados en este mundo sino para degollarse unos a otros » (p. 174). 38 que, aunque moderados, iban vinculados a unos acontecimientos, que los liberales españoles de 1811 no se cansaban de presentar como un contramodelo. Para ilustrar la idea de que el despotismo prepara su propia destrucción, Holbach había tomado el ejemplo de Inglaterra, en que Carlos I y su hijo, por su propia culpa, perdieron, el primero la vida, y el segundo el trono 86 . Pacheco y García Malo conservan la afirmación, pero el segundo añade en nota una aplicación a la historia nacional : « ¡Y qué ejemplo más patente de esta verdad, ni más funesto y horroroso, que el que presentan Carlos IV y María Luisa ! » (p. 120). En otro lugar, es Pacheco el que pone una nota del mismo tenor. A la frase « Así, poco a poco, y sin saberlo el Monarca, los males de una nación echan raíces tan profundas, que no conoce sus desdichas sino cuando le precipitan del Trono », añade esta seca nota : « Así sucedió a Carlos IV » (t. II, p. 82). A veces se trata de una supresión ; otras de una adición ; otras de una adaptación ; otras, en fin, de todo un comentario. Por ejemplo, a la pregunta que había hecho Holbach de si podían tener alguna validez « los títulos primitivos basados en la conquista, la rapiña o la fuerza » de que hacían alarde los nobles para justificar sus privilegios, los editores del compendio de 1790 habían puesto esta escueta nota : « La question ne reste plus à examiner » (p. 121), para significar que de 1773 a 1790, en Francia, se había recorrido mucho camino. García Malo explicita la idea, integrando al texto un párrafo sobre la cuestión más general de las fuentes de la soberanía, con clara referencia al contexto de la España de 18081811, en que se estaba discutiendo el problema de una radical reforma de las instituciones : La cuestión no es difícil de resolver. La fuerza y la violencia no dan derecho ; y aunque las naciones se viesen obligadas a consentir en el gobierno que se estableció por medios tan injustos, nunca perdieron aquel derecho inalienable que tiene toda sociedad de ser gobernada según su voluntad. Si por ser antiguos los privilegios deben tener fuerza, más la deben tener las leyes naturales con que los hombres formaron sus asociaciones, que son anteriores ; y, por lo mismo, siempre que convenga a una nación, puede mudar o reformar sus instituciones sociales, y mucho más cuando estas no tienen más origen que la violencia, único derecho que en rigor puede alegar una nobleza que no tuvo otro. (p. 94) De índole un poco distinta es la nota que pone García Malo al pasaje en que Holbach planteaba el problema del papel del ejército en sus relaciones con el 86 Disc. V, § 30, (t. II, p. 45) en Holbach ; y p. 145 en el compendio de 1790. 39 poder político, censurando su utilización por los déspotas. En 1790 ya, los editores del compendio sintieron la necesidad de adaptar el texto al nuevo contexto, añadiendo esta breve nota : « Quand il n’y a pas quatre millions de milices nationales », para significar que con la creación de esas milicias iba a cambiar radicalmente la percepción del papel de la fuerza militar en sus relaciones con la nación. Ni Pacheco 87 , ni García Malo reprodujeron la nota. Pero el segundo esbozó todo un comentario : Esto debe al fin suceder en un Estado grande, precisado a mantener para su defensa una fuerza armada numerosa y permanente sometida a las órdenes de un príncipe absoluto ; pero si la nación se reserva el poder legislativo y la facultad de acordar anualmente como en Inglaterra, las sumas necesarias para los gastos públicos, no tendrá este peligro o, a lo menos, será mas remoto ; y el medio más seguro de conservar su libertad será añadir a esta prudente precaución el establecimiento de milicias nacionales, en número de seis u ocho veces mayor que la fuerza armada permanente, que estén prontas a defender la libertad en cualquiera acontecimiento contra las injustas tentativas de la tiranía. (pp. 113-114) Puede pensarse que a Pacheco no le agradaba la idea de una coexistencia de la fuerza militar permanente con unas milicias seis veces más numerosas, mientras que García Malo vería en ello una garantía para los ciudadanos. Finalmente, algunas de esas notas se refieren a puntos doctrinales de fondo. Por ejemplo, a uno de los grandes debates del siglo, el del lujo. García Malo sigue a Holbach en su condena sin matices del lujo (« el comercio introducirá el lujo, que, si no se precaven sus efectos, conduce los imperios más florecientes a una pérdida cierta » 88 ). Pero Pacheco añade una nota discrepante que, en su laconismo, significa que convendría distinguir el lujo bueno del malo : « Cuando el lujo es efecto de la riqueza de todos los ciudadanos, más bien es la causa de la grandeza de los imperios » (t. II, p. 42). En algunos casos, la discrepancia ya se había expresado en el compendio de 1790. El editor había puesto esta nota crítica a la afirmación de Holbach de que el gobierno debía lisonjear las pasiones de los ciudadanos útiles al Estado, distribuyendo generosamente títulos y recompensas : « J’oserai observer à l’auteur qu’il se trompe ici dans ses vues. Toute distinction qui flatte les passions est dangereuse, même celle du mérite ; elle fait des hypocrites, dit J. 87 Además, conviene observar que Pacheco se niega a traducir literalmente « une soldatesque étourdie » ( « una soldadesca atolondrada », en traducción de García Malo, p. 113). Atenúa la expresión traduciendo muy libremente : « [el soldado] siempre une su suerte a la de su jefe ; no obedece más órdenes que las suyas » (p. 118), sin duda para presentar una imagen menos negativa de su profesión. 88 « Peligros del comercio ilimitado », p. 155. 40 J. » 89 . Curiosamente, en este caso, el muy comedido García Malo se atreve a expresar un punto de vista distinto : Aunque según la observación de un profundo político 90 , toda distinción, aun la del mérito, que lisonjea las pasiones es peligrosa y hace hipócritas, no hay en las sociedades modernas otros resortes para mover a los que las componen ; y deseando una perfección que es casi imposible esperar, daríamos en otro escollo quizá más peligroso todavía, porque son pocos los hombres que no obran por su propio interés, y que se contentan con solo la satisfacción interior de cumplir con los deberes que les impone la asociación. Basta que el gobierno sepa dirigir las pasiones de los hombres hacia la verdadera utilidad de la sociedad, proporcionando las recompensas a los que mejor la sirvan, y no prodigándolas al favor, a la intriga o a la hipocresía. (pp. 83-84) En cambio, Pacheco se limita a resumir el párrafo, sin poner ninguna nota. Otro punto del mayor interés en cuanto a doctrina, suscitó en los editores del compendio de 1790 una nueva mención del nombre de Rousseau. En el párrafo dedicado a los representantes de la nación, Holbach se había declarado claramente por una representación basada en la propiedad de la tierra, por el socorrido argumento de que los propietarios son los que mejor conocen las necesidades del Estado y los resortes de la felicidad pública 91 . Condorcet y sus amigos se separaron claramente de ese dictamen, observando ingeniosamente que semejante norma hubiera excluido al mismo Rousseau : Dans un État bien constitué, où règne entre toutes les classes et les individus l’harmonie nécessaire, il n’est personne qui ne soit grandement intéressé à la félicité publique. Ainsi ce choix des propriétaires des terres n’est peut-être pas judicieux. J. J. Rousseau, d’après ces principes, n’aurait pu être un des représentants de la nation (p. 115) Pacheco reproduce la nota, pero quitando el nombre de Rousseau : En un Estado bien constituido, y donde reina la armonía necesaria entre todas sus 89 P. 114 en el compendio. La autoridad citada es, probablemente, la de Jean-Jacques Rousseau, en el prefacio de Narcisse, ou l’amant de lui-même. 90 En la Francia de 1790, la simple mención de « J. J. » (Jean-Jacques) bastaba para evocar a Rousseau. Pero García Malo, una vez más, elude toda referencia explícita a uno de los « filósofos » más sospechosos de heterodoxia. 91 En el artículo « Représentants » de la gran Encyclopédie, Holbach había vinculado claramente el derecho de representación a la propiedad. Después de subrayar, en términos generales, que era esencial que existiesen asambleas representativas de los ciudadanos, puntualizaba : « Ces assemblées, pour être utiles et justes, devraient être composées de ceux que leurs possessions rendent citoyens, et que leur état et leurs lumières mettent à portée de connaître les intérêts de la nation et les besoins des peuples; en un mot c'est la propriété qui fait le citoyen, tout homme qui possède dans l'état, est intéressé au bien de l'état, et quel que soit le rang que des conventions particulières lui assignent, c'est toujours comme propriétaire, c'est en raison de ses possessions qu'il doit parler, ou qu'il acquiert le droit de se faire représenter. » 41 clases, no hay ciudadano que no esté interesado en la felicidad pública. Así esta elección de los propietarios de las tierras no es muy política. Según estos principios, los sabios que ilustran el género humano no pueden ser representantes de una nación. (nota destinada a la página 85, pero colocada erróneamente en la 91) En García Malo no hay semejante nota. Pero trata de soslayar la dificultad, introduciendo un comentario, que incluye una proposición dirigida a preservar el papel predominante de los propietarios en la representación, sin perjudicar demasiado a las demás clases, especialmente (¿ por la cuenta que le traía ?), a la clase culta : Sin embargo, como no están vinculadas a la propiedad las luces, la instrucción y los talentos, y en un Estado bien constituido, en donde reina entre todas las clases y los individuos la armonía necesaria, no hay ningún ciudadano que no esté grandemente interesado en la felicidad pública, podría exigirse indispensablemente la circunstancia de aquella propiedad en los electores, dejándolos en libertad de elegir aun a los que no la tengan por representantes. Por este medio se conciliaría que no quedasen excluidos de la representación los que, sin poseer tierras, poseyesen virtudes y talentos conocidos ; no siendo de presumir que los eligiesen sino cuando estuviesen persuadidos de la utilidad que les resultaría de esta elección. Al mismo tiempo, se conseguiría con este estimulo que los no propietarios de tierras, que por la misma razón tienen más necesidad de instruirse para proporcionar su subsistencia, cultivasen más sus talentos y procurasen hacerse dignos por su ilustración y conducta de la confianza de sus conciudadanos. (pp. 86-87) También, en relación con el sistema representativo, los editores del compendio habían puntualizado que de ninguna manera podían considerarse los antiguos parlamentos como representantes efectivos y legítimos de toda la nación. Obviamente, en la España en revolución de 1811, hubiese sido más anacrónico aún seguir el modelo de unos organismos de Antiguo Régimen muy poco representativos. Pacheco lo comprendió perfectamente, por lo que puso esta nota de pie de página : Este Congreso debe ser elegido por todos los ciudadanos, renovado en épocas determinadas por la ley ; y no un congreso hereditario, o vitalicio, como los Parlamentos de Francia, o una corporación de magistrados, como el Consejo de Castilla, cuyos miembros son elegidos y depuestos por el rey » (t. I, p. 71). Claro eco de las discusiones en curso sobre la forma que iba a tomar el sistema representativo, en la Constitución que se estaba discutiendo en Cádiz. Obsérvese que Pacheco contempla claramente un sistema de sufragio universal (aunque limitado a los ciudadanos masculinos), aun si no concreta la 42 proposición. Como es sabido los constituyentes de Cádiz anunciaron un sistema censitario, cuyas modalidades se fijarían más tarde. * * * Al margen de las traducciones propiamente dichas, aparecen también algunas interesantes reflexiones en las « Advertencias » (« del editor » en García Malo 92 ; y « del traductor » en Pacheco 93 ), así como en una « Nota » que puso García Malo al final de la traducción, y en una proclama « A los americanos » que Pacheco insertó al principio del tomo II de la suya. Despuès de la dedicatoria inicial a Quintana, figura en la edición palmesana una « Advertencia del editor », que Rodríguez Morín atribuye a Miguel Domingo, con argumentos que no me parecen del todo concluyentes 94 , lo cual no quita fuerza a las consideraciones que hace sobre el papel relevante del editor valenciano en la difusión de las ideas liberales en Palma, al lado de Antillón y García Malo 95 . Los tres hombres actuaron en estrecha unión en la dura batalla que les opuso al sector reaccionario, que contaba con fuerzas superiores, lo que ha llevado a Antonio Moliner a escribir que « de fet, Malorca, i sobre tot, Palma, es convertí en el nucli difusor d’ideologia absolutista i reaccionaria més important de tot Espanya davant la liberal Cadis »96 . Como es sabido, capitaneaba al sector « servil » fray Raimundo 92 P. 1 a 19. « Introducción del traductor » ( designada como « Advertencia del traductor » en el índice), 17 pp. sin numerar. 94 « Miguel Domingo, un huracán liberal en la isla de Mallorca (1810-1814) », Memories de la Reial Acadèmia mallorquina d’Estudis Genealogics, Heraldics i Historics, n° 22 (Palma, 2012) pp. 167-185. Es cierto que la ambigüedad de la palabra « editor » permite aplicarla lo mismo a García Malo que a M. Domingo ; así y todo, es más probable que designe al traductor-editor, que no al impresor-editor. Cuando, en su n° 5 (de 27-VIII-1812), el Semanario cristiano-político de Mallorca, al tratar de un juicio contra la Aurora patriótica mallorquina, escribe de M. Domingo que es « su impresor o editor », no significa en absoluto que lo designe como redactor. En cambio, creo que es justa la observación de que el autor de la « Nota » final es el mismo que el de la « Advertencia del editor », sin que esto permita zanjar el problema, porque, al fin y al cabo, está la fórmula de la portada « Le da a luz don Ignacio García Malo », que es como una explicitación de la palabra « editor », y que difícilmente permite reducir el papel de García Malo al de traductor. 95 De « figura de gran relieve », calificó ya M. de los S. Oliver a M. Domingo, en Mallorca durante la primera revolución, Palma, 1901, p. 506. 96 La guerra del francés a Mallorca (1808-1814), Palma de Mallorca, 2000, p. 27, estudio en el que se subraya (p. 34) que el corto número de suscritores a la Aurora patriótica Mallorquina (192) da una idea del carácter muy minoritario del grupo liberal en la isla. Sobre la situación en la isla durante el conflicto, pueden consultarse, además del antiguo estudio de Miquel dels Sants Oliver: el capítulo que dedicó Javier Herrero al sector reaccionario mallorquino (« La difusión del mito en Mallorca », cap. II de la segunda parte, de Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid, 1971) ; la comunicación de A. Moliner, « La prensa en los inicios de la revolución liberal en Mallorca : la Aurora Patriótica Mallorquina », en La prensa en la revolución liberal , Madrid, 1983, pp. 113-123 ; los estudios de Lluis Roura, « La relació entre il.lustrats i liberals a Mallorca » (en Homenaje a Noël Salomon - Ilustración española e independencia de América, 93 43 Strauch, futuro editor del Semanario Cristiano-Político y traductor de Barruel. El grupo liberal publicó, a partir del 15 de junio de 1812, en la imprenta de Miguel Domingo, un periódico, la Aurora Patriótica Mallorquina. No sé si García Malo intervino muy activamente en la elaboración del proyecto, pero no pudo desempeñar un papel importante en la redacción, pues murió a los diez días de salir el primer número. De cualquier modo, la cuestión de la autoría de la « Advertencia del editor » me parece secundaria, porque se observa una gran similitud de ideas entre las Reflexiones de García Malo (que analicé brevemente en páginas anteriores), y la « Advertencia ». El autor de la segunda ofrece un interesante análisis de los acontecimientos desde el principio de la « gloriosa insurección ». Afirma que, en ningún momento, los españoles pusieron en tela de juicio la forma monárquica de gobierno ; solo desearon profundas reformas para acabar con los abusos del régimen anterior, empezando por una remodelación del Estado gracias a una nueva constitución. La divergencia de opiniones que se produjo en 1808 fue efecto de la ignorancia de los verdaderos principios del gobierno, consecuencia de los obstáculos que había puesto el despotismo a la « propagación de las luces ». Para demostrarlo, bosqueja un cuadro muy crítico de las juntas provinciales, nuevas autoridades que adolecieron de los mismos vicios que las antiguas, de modo que hubo « tantos reyes como provincias ». Contentas con mandar en nombre de Fernando VII, declarándose soberanas, y haciendo una mezcla ininteligible de la soberanía que suponían residir originariamente en el rey, y de la facultad del pueblo para establecer los nuevos gobiernos provinciales, les bastó creerse autorizadas para disponer despóticamente de todo, a imitación de lo que pensaban podía hacer el rey, según habían visto por espacio de tanto tiempo. Esta crítica de las juntas provinciales, nada infrecuente entre los partidarios de la Junta central, no puede sorprender en quien había trabajado con Quintana en la secretaría de la Junta. Considera que, residiendo la soberanía « originariamente » en la nación, las juntas solo podían ser interinas, y lamenta la incoherencia política de los papeles que se publicaron en el corto tiempo en que Madrid quedó libre, en 1808. Estaban tan poco rectificadas las ideas sobre las cosas y sobre los hombres, que en unos se invocaban nuestras antiguas leyes, o nuestras antiguas cortes, como diques suficientes para contener el torrente del mal, y en otros se designaban como sujetos de principios liberales para nuestra regeneración política a algunos de los que estaban más Barcelona, 1979, pp. 103-111), y La crisi de l’Antic Régim a les Balears (1780-1814), Palma, 1999; así como también la ya mencionada serie de artículos de Felipe Rodríguez Morín sobre el tema. 44 avezados al despotismo, y que al poco tiempo, lo demostraron bien claramente, siendo los principales instrumentos de coartar la libertad de la prensa. En su opinión, solo se salvan de esta crítica tres periódicos : el Semanario patriótico ; El Espectador sevillano de Lista97 ; y, posteriormente, el Memorial literario del ejército de la izquierda 98 . Felizmente –concluye– todo ha cambiado desde que se han reunido las Cortes. A pesar de que todavía reina cierta confusión en las ideas, ya se han proclamado dos principios fundamentales : la soberanía nacional y la libertad de imprenta. Queda por definir más exactamente el papel respectivo de los distintos poderes ; pero esto se va a hacer en la Constitución que será, sin duda, « la obra más sublime del entendimiento humano », y que sentará las bases del sistema de gobierno menos imperfecto que han inventado los hombres, el de la monarquía templada o limitada. La publicación de La Política natural, « obra escrita con toda claridad, sin exageraciones vagas, y sin pretensiones de una perfección ideal », es una contribución al necesario debate. En la « Nota » final se ratifica en los mismos principios, confiado en la esperanza de que el Congreso sabrá « establecer una constitución sólida fundada en la justicia y en la libertad », y se muestra convencido de la validez universal de los principios proclamados en el libro de Holbach (al que no nombra). Es de notar que esta relación que establece entre la publicación de una traducción de un compendio de La Politique naturelle y los debates de un congreso constituyente, recuerda un poco la que habían hecho los editores de la Bibliothèque de l’homme public, en 1790, al explicar (en una breve nota final, pp. 225-226) que la reedición de algunos textos políticos fundamentales debía considerarse como una contribución al debate público. Tal vez pensaran los dos traductores españoles de 1811 en la similitud de situaciones, entre la Francia de 1790 y la España de 1811, al fin y al cabo, dos momentos constituyentes. 97 Es importante este testimonio, porque la evolución posterior de Lista ha sido causa de que, generalmente, se infravalore el carácter progresista del Espectador sevillano. Me permito remitir al pequeño estudio que dediqué al tema: « El Espectador sevillano de Alberto Lista (1809), ¿Un discurso revolucionario? », Pasado y memoria - Revista de Historia contemporánea, n° 10, Alicante, 2012, pp. 195 218. 98 Supongo se trata del Memorial militar y patriótico del Ejército de la Izquierda, que se publicó en Badajoz. Los redactores criticaron las juntas provinciales, y reprodujeron el artículo que Blanco había publicado en El Español, « Reflexiones generales sobre la revolución española », también muy crítico para con las juntas. Pero, también publicó el Memorial artículos en que se encarecían los derechos fundamentales de libertad, igualdad, seguridad y propiedad, tomados casi literalmente, en opinión de Gil Novales, de la Constitución francesa de 1793 (Prensa, guerra y revolución - Los periódicos españoles durante la Guerra de la Independencia, Madrid, 2009, pp. 153-154). 45 La « Advertencia » que puso Pacheco a su edición es bastante distinta de la de García Malo. Más solemne, y hasta lírico al final, más denso también, el texto arroja alguna luz sobre la manera de pensar de su autor en aquel momento. Procura situar la revolución española en el contexto político general, « el trastorno » que ha producido en Europa el imperialismo napoleónico. Pero, al mismo tiempo, en relación, con el texto de Holbach, se eleva a consideraciones ideológicas más ambiciosas, afirmando que los horrores que está viviendo el género humano se deben al olvido de « los principios que deben cimentar el edificio social ». Esto no le lleva a una visión pesimista del porvenir de la humanidad. Al contrario, está convencido de que « no está muy distante la época de cimentar la felicidad de las naciones », gracias a la difusión de los principios de la filosofía. Los hombres se irán dando cuenta de que la guerra, que pudo ser una necesidad para los pueblos antiguos, arruina a las naciones modernas, que solo pueden existir y desarrollarse gracias al fomento de las artes y del comercio. ¡Cuántas guerras se hubieran evitado –exclama–, si la Inglaterra y demás naciones comerciantes hubieran adoptado las máximas liberales del célebre Smith ; si la Francia, que ha tomado por modelo los principios de Rousseau, hubiese respetado la 99 independencia y libertad de las naciones, que hizo célebre el Contrato social ! . A partir de esta condena del militarismo, denuncia el enorme coste económico y humano que suponen los ejércitos permanentes. Tal vez fuesen necesarios, al principio, para dar a los reyes « el poder suficiente para destruir la tiranía feudal » ; pero, en la actualidad, son un obstáculo para el establecimiento de la libertad política y civil. Sin embargo, y aquí habla sin duda el militar, los Estados todavía no los pueden suprimir, porque esto significaría confiar la defensa de las naciones a fuerzas no profesionales, y cuando se arma al pueblo, « el Estado cae en una peligrosa anarquía, y la suerte de los ciudadanos es más funesta que bajo el dominio de un déspota », como se vio en Francia, en tiempos de la « anarquía sanculocrática ». Los ejércitos permanentes son, pues, un mal necesario, pero « mientras que, por un convencimiento general de todas las naciones, no se deshacen […], es necesario instruir a los militares en los principios del orden social, y hacerles 99 La doble referencia a la autoridad de Smith (en lo económico) y Rousseau (en lo político) supone una clara profesión de fe liberal. Vale la pena observar que, mientras en las notas que puso a su traducción, evitaba el nombre del filósofo ginebrino, en este caso, lo nombra. Sin embargo, como se ve a continuación, esto no significa ningún democratismo, pues denuncia (igual que Holbach) el peligro de una intervención directa del pueblo en política. 46 conocer que el primer deber, por el que han de sacrificar su vida, es la conservación de las leyes y libertad de su patria ». Al mismo tiempo, considera urgente una reforma completa de la educación. « El pueblo ya no puede ser un ente pasivo, que reciba de otro pueblo conquistador sus leyes, sus costumbres y su religión, y que después de estar sometido por la fuerza, permanezca como los esclavos en la ignorancia de sus intereses ». Es imposible ya que tenga el mismo respeto hacia una nobleza degradada, y la misma veneración por un clero poco ejemplar. En España, la resistencia a la invasión ha generado profundos cambios. « [El pueblo] desde que se ha armado sin ayuda de nadie para combatir los tiranos, y los que intentaron seducirle para que recibiese pacíficamente las cadenas de la esclavitud, conoció su dignidad, su importancia y, sobre todo, que podía destruir todas las instituciones y todos los gobiernos ». Situación sumamente peligrosa, porque, una vez vencidas las huestes napoleónicas, podría « la hidra popular » levantar « sus formidables cabezas ». Para convencer al lector del peligro, acompaña un cuadro estremecedor de los acontecimientos de Francia. Pero no se limita a la habitual estigmatización de la violencia, del « Terror », de los excesos populares, etc. Explica claramente que fue la resistencia de las clases privilegiadas la que produjo la revolución, y que la reforma del gobierno que se intentó (que solo apuntaba a la reforma de los abusos), « se hizo en circunstancias que obligaron a armar el pueblo para aniquilar los numerosos partidarios del antiguo régimen, y los ejércitos de los príncipes de la primera coalición ». La doble circunstancia de la resistencia de los privilegiados a las reformas, y de la intervención armada de las monarquías absolutistas, creó las condiciones para que triunfara « la facción jacobínica » y con ella su séquito de crímenes. Con todo, teme que no se hayan sacado todas las consecuencias del drama. « No está concluida – vaticina– la serie de las revoluciones que han de afligir a la desgraciada humanidad ; están preparadas otras más horrorosas que las que hemos presenciado ». Ya antes de 1789, los « filósofos » habían advertido del peligro. En prueba de ello, recuerda la predicción de « un autor célebre » : Os fiais en el orden actual de la sociedad, sin pensar que este orden está sujeto a revoluciones inevitables ; el grande se vuelve pequeño, el rico, pobre y el monarca, vasallo. Nos acercamos al estado de crisis, y al siglo de las revoluciones. ¿Quién os responderá de vuestra suerte futura ? Todo lo que han hecho los hombres, los hombres pueden destruirlo. […] Creo imposible que duren largo tiempo las grandes monarquías de Europa. 100 100 Famosa advertencia lanzada por Rousseau (cuyo nombre, en este caso, no cita Pacheco) en el libro III del Émile. 47 Al final, exhorta a los representantes de la Nación, reunidos en Cádiz, a no repetir los errores de la Revolución francesa ; a no olvidar los males que en todos los siglos han producido el fanatismo, la superstición y la ignorancia ; a fomentar la instrucción de la juventud, para establecer el imperio de la razón y de la libertad ; a no confiar en la ejemplar moderación que muestra el pueblo español en la lucha conra el invasor ; a hacerle amar a la patria, antes que aparezca algún demagogo que se eleve sobre sus ruinas ; y a destruir los abusos del antiguo gobierno, antes que él mismo se valga de la fuerza para aniquilarlos. Pacheco incluye también un párrafo dirigido a los « pueblos de América », curiosamente centrado en el consejo de desconfiar de aquellos que quisieran establecer en aquellos países un ejército permanente, con el pretexto de librarles de las invasiones de los Europeos, y de los posibles atentados de sus vecinos. Peligros imaginarios, al abrigo de los cuales les coloca su situación geográfica, la inmensidad de sus territorios, y … la fiebre amarilla. Por lo que, en vez de « comprar la paz a costa de sacrificios y humillaciones », deben mejorar sus instituciones, aumentar la población, y fomentar la agricultura y el comercio. Más larga, y de tonalidad algo distinta, es la proclama « A los americanos », que inserta al principio del segundo tomo de su traducción (pp. IX a XV), y que es una de las grandes diferencias entre las dos traducciones, pues no hay nada parecido en García Malo. Lo menos que puede decirse es que no manifiesta Pacheco mucha comprensión por la lucha que están desarrollando los americanos por independizarse de la metrópoli. La analiza como una guerra civil, llena de peligros, como demuestra la historia de la Antigüedad : destrucción de todos los vínculos sociales, encumbramiento de un tirano « sobre las ruinas de la patria », o invasión de una nación vecina, que aprovechará « la confusión inseparable de la anarquía », para establecer su dominio. Y todo para nada, pues, al final, en una guerra « entre individuos que tienen las mismas costumbres y la misma civilización », siempre acaban derrotados « los facciosos », y los ciudadanos se arrepienten de lo pasado, y prefieren sacrificar sus derechos políticos, para gozar tranquilos de la seguridad, la vida y la prosperidad. Y, para disuadir a los americanos de obstinarse en una lucha desesperada, dibuja un cuadro apocalíptico de lo que les espera : Americanos ; estáis circundados de numerosas tribus salvajes ; tenéis dentro de vuestras moradas los feroces africanos, y los males de vuestra guerra civil no tendrán fin. Los mismos que armáis para destruir a los que quieren conservar la unión con la madre Patria, os envolverán en la misma destrucción que habéis promovido. Vuestro 48 país, lleno de bosques, ríos y lagos, produce lo necesario para mantener a los salvajes en su primitiva independencia : habituados a los incendios, robos y asesinatos de la guerra civil, vengarán los agravios de tantos siglos, aniquilando los blancos y la civilización que han llevado a esos países. […] Y esa región venturosa, destinada para ser el asilo de la humanidad perseguida y la patria de las virtudes morales, se convertirá en morada de hombres feroces y bárbaros, que no respirarán sino la destrucción de la clase europea.. Luego trata de convencerles de que « aún no ha llegado el tiempo de la independencia ». Tanto más cuanto que « la madre patria » está empeñada en una lucha heroica que tiene admirado al Universo. A la invocación de « los lazos de parentesco », une la afirmación de que los Españoles de la metrópoli han sufrido de la opresión y la tiranía tanto como los de Ultramar. Pero – afirma– todo ha cambiado ya, pues los americanos tienen representantes en el Congreso nacional, y éste ya ha destruido « los obstáculos que podían amortiguar los vínculos de nuestra unión ». Todo esto nos sitúa a gran distancia del pensamiento de Holbach, quien había dedicado una reflexión general, muy crítica, a las colonizaciones europeas 101 . El lector que se limite a cotejar las dos traducciones españolas con el original de Holbach podría pensar que fueron García Malo y Pacheco los que suprimieron en 1811 párrafos como los siguientes : L’Espagne déjà dépeuplée par des guerres, par la superstition, par l’intolérance, par les vices de son gouvernement, s’est vue réduite à la faiblesse, à l’inertie la plus honteuse, à l’indigence même, pour aller faire des conquêtes et des établissements dans un nouveau monde dont elle détruisit d’abord les naturels, pour se priver ensuite ellemême de ses anciens habitants. (p. 138) Par la conduite qu’ont tenu presque toujours les Européens avec les peuples dont ils ont fait la découverte, on dirait que les premiers, plus insensés et plus inhumains que les sauvages les moins policés, ont regardé les hommes que la Nature avait placés loin d’eux comme des bêtes que l’on pouvait tromper, dépouiller, égorger sans scrupule […]. (pp. 147-148) Pero, todo esto ya había desaparecido en el extracto de 1790, cuyos editores, no solo amputaron gran parte del texto de Holbach, sino que suprimieron, lisa y llanamente, el párrafo « Des colonies », conservando de él solo una página, al final del párrafo « De la politique en général » , lo que puede explicarse por la línea de defensa de los intereses de los colonos de las Antillas que siguieron en la Société des amis des noirs, Condorcet y, sobre todo Barnave. Como casi siempre, García Malo se limitó a traducir casi literalmente esa página, en la que se criticaban, en términos generales, las colonizaciones de los europeos, explicando que solo debía establecer colonias una nación que tenía un exceso 101 La Politique naturelle, « Des colonies », Discurso VII, § 21. 49 de población, y solo para « formar un nuevo pueblo de aliados y ciudadanos ». Lejos de esto –se afirmaba a continuación–, no parece sino que las naciones europeas « han creído que la maternidad daba el derecho de oprimir », sin percatarse de que « una metrópoli que se conduce como madrastra, debe esperar que hallará hijos rebeldes en sus colonos » (p. 148). En cuanto a Pacheco, conservó la idea general, pero traduciendo muy libremente el texto del compendio : Las naciones europeas no tienen ideas exactas sobre la naturaleza y los derechos de sus colonias, y juzgan que la maternidad confiere el derecho de oprimir a sus hijos. Cuando los padres son tiranos, los hijos buscan los medios de substraerse a su autoridad. Una metrópoli que tiene la conducta de una madrasta, debe esperar que sus hijos no le presten obediencia. (t. II, p. 33) No obstante, añadió en una nota final esta observación : « Las Cortes han declarado que las Américas eran parte integrante del imperio español. Desde ahora nos gloriamos de no tratar a los colonos con la dureza de una madrastra », declaración no solo ambigua y muy insuficiente para responder a la aspiracíón de los americanos a la independencia, sino hasta radicalmente opuesta a ella, pues implicaba que se seguía considerando a los territorios de Ultramar como colonias. * * * Al final de este recorrido, solo puedo contestar a algunas de las preguntas que plantea la sorprendente publicación simultánea, en la España de 1811, de dos traducciones de La Politique naturelle. Si nos limitáramos al título, podríamos pensar que estamos en presencia del ensayo que publicó Holbach en 1773, en forma anónima. Pero en la edición compostelana, se nos informa claramente que lo que tradujeron García Malo y Pacheco en 1811 fue un compendio, elaborado por los editores de la Bibliothèque de l’homme public en 1790. Lo confirma el detenido examen de las dos traducciones, que, además, patentiza que distaban mucho García Malo y Pacheco de hacerse la misma idea de la labor del traductor, hasta el punto de que, a veces, al cotejar las dos versiones, se pregunta uno si se trata de la traducción del mismo texto. Al menos Pacheco había tenido la honradez de señalar desde la portada que lo que ofrecía era una traducción « libre ». Desgraciadamente, queda pendiente el problema de la fecha exacta de publicación de las dos ediciones, dato importante para saber si uno de los traductores pudo tener noticia de la labor del otro. 50 Una traducción también es un producto histórico. Por ello, algunas de las diferencias de traducción que afectan al vocabulario tienen una clara significación ideológica. Pero las hay más fundamentales : en varios casos, puede hablarse de una refundición, y hasta de un expurgo, como podrá apreciarse en el ejemplo que reproduzco en apéndice, que demuestra el evidente malestar que generó en los dos traductores (y, curiosamente, anteriormente en Condorcet) el anticlericalismo de Holbach. Más generalmente, en algunos aspectos (por ejemplo, en las referencias que hace a Smith y Rousseau, en la « Advertencia »), Pacheco parece haber sido algo más progresista que García Malo, aunque muy antijacobino, como la mayor parte de los liberales españoles, que procuraban distinguir cuidadosamente la fase inicial de la Revolución de su ulterior radicalización. Ni en 1790, ni en 1811, se mencionó en ningún momento el nombre del Holbach. De modo que subsiste, al respecto, la duda de si los editores conocían la identidad del autor de La Politique naturelle, o si optaron por disimularla, lo que constituiría una forma de semi-clandestinidad. Algo pudo tener que ver en ello el que uno de los textos más notables de la Ilustración radical no se publicara en Cádiz, sino en dos ciudades libres, pero dominadas por los « serviles ». Situación paradójica, explicable por la voluntad de utilizar el pensamiento de Holbach como un arma en la batalla de ideas. ¡Tortuosas vías las de la penetración en España de la Ilustración europea ! Los lectores españoles de 1811 (aquellos que no dominaban el francés) solo pudieron conocer de La Politique naturelle, una versión, no solo simplificada, sino mutilada en aspectos importantes. Esto nos recuerda, por si fuera necesario, cuán aventurado puede ser sacar conclusiones precipitadas de la simple existencia de una traducción. En cada caso, habría que averiguar si la versión que se ofrecía de algún texto no había sufrido adulteraciones. Y, además, en la medida de lo posible, qué difusión efectiva tuvo. Así y todo, con todas las amputaciones, y hasta censuras, que le hicieron sufrir, primero Condorcet y sus amigos, y luego los dos traductores de 1811, el texto de Holbach ofrecía a una España « en revolución » un utilísimo manual o breviario de ideas políticas fundamentales, en cuanto a origen de las sociedades, leyes naturales, bases de la soberanía, formas de gobierno, fines de la asociación, principios liberales, y un largo etcétera. La intención de los editores, al ponerlas en circulación en la España de 1811, resulta bien clara. Pero ¿cuántos lectores pudieron percatarse exactamente de la diferencia entre el original y esas traducciones ? ¿Cuántos habían tenido conocimiento del original francés ? ¿ Qué difusión tuvieron las dos traducciones ? No hay datos que permitan contestar. Me inclino a pensar que la difusión de las dos traducciones fue más bien limitada, pues no he 51 encontrado de ellas sino muy contadas menciones, en 1811 y años siguientes. Aunque hubo al menos dos reediciones de la traducción de García Malo (en Manresa y Barcelona), en cuanto lo permitió el contexto político, durante el Trienio constitucional, parece ser que luego la obra de Holbach cayó en el más profundo olvido. APÉNDICE Avatares de un texto, o cuando la reducción pasa a ser refundición y, finalmente, adulteración. Reproduzco a continuación tres de los capítulos del tratado de Holbach, en que más se manifestaba el anticlericalismo : « Influence de la religion sur la politique », « Remèdes du fanatisme » y « De la tolérance civile », para que se vea la reducción drástica a que fue sometido el texto, en el compendio de 1790 y en la traducción de Pacheco, y su total refundición en la de García Malo. Holbach, Disc. VII, § 46 « Influence de la religion sur la politique » (t. II, pp., 176-178). « La religion fut de tous temps regardée comme un des plus puissants ressorts de la politique, comme la barrière la plus forte que l’on pût opposer aux passions des hommes et aux excès des rois. Mais l’expérience nous montre que des idées surnaturelles, des récompenses et des craintes éloignées sont de bien faibles armes contre les vices des princes et des peuples, que souvent leur exemple invite au mal. Les souverains les plus injustes furent souvent très zélés pour la religion. Des peuples très dévôts furent très vicieux et très méchants. Des tyrans avérés se sont fréquemment ligués avec les ministres des autels pour attaquer la liberté de leurs sujets. Presqu’en tout temps, le ciel servit de prétexte pour porter le trouble, la discorde et le crime sur la terre. A l’instigation des prêtres du Très-haut, tantôt les princes devinrent des persécuteurs et des bourreaux pour une partie des citoyens ; tantôt ces mêmes prêtres excitèrent les citoyens à la révolte et au régicide. Lorsque les tyrans furent dévoués aux passions du clergé, les peuples furent écrasés sous le poids des deux puissances réunies. Quand les princes furent moins dociles aux volontés de leurs prêtres, ils furent souvent détrônés ou assassinés. Cependant les tyrans jugèrent communément que leur intérêt 52 exigeait qu’ils fissent cause commune avec le sacerdoce, qui, pour son intérêt particulier, arma leurs bras vengeurs contre ceux qui refusaient de plier sous son autorité. Cette politique insensée produisit mille fois les plus affreux ravages dans la société ; des sujets utiles furent immolés à la vengeance sacerdotale, à la passion de dominer, à la superstition des rois. C’est à ce zèle aveugle que plusieurs nations sont redevables de leur dépopulation, de leur décadence, de l’agrandissement de leurs ennemis. - La saine politique ne se croit point en droit de fouiller dans la conscience de ses sujets ; elle leur permet de penser comme ils veulent, pourvu qu’ils se conduisent en citoyens. Elle empêche les interprètes des dieux de prendre sur les peuples un ascendant qui souvent traverserait ses vues les plus honnêtes. L’ambition, la faiblesse ou la lâcheté des souverains finissent par les asservir eux-mêmes, ainsi que leurs sujets, à des hommes révérés, trop souvent tentés d’oublier qu’ils sont des membres de l’État. De bonnes lois, une éducation fondée sur la raison, les lumières d’une morale sociable, des récompenses, des châtiments équitables, voilà les vrais moyens de faire de bons citoyens. - On demandera peut-être à quels signes l’on peut reconnaître si une superstition est nuisible à la société et doit être contenue. Je réponds qu’elle ne peut être que funeste, lorsqu’elle mettra des obstacles à la population, lorsque son culte suspendra trop fréquemment les travaux de la société, lorsqu’elle fera un mérite de l’inutilité, lorsqu’elle excitera des animosités et des querelles ; lorsqu’elle donnera au nom de dieu, le signal de la révolte ; lorsqu’elle dépouillera l’homme laborieux pour enrichir le fainéant dangereux ; lorsque ses ministres voudront se soustraire aux lois et refuseront d’obéir à l’autorité des hommes sous prétexte d’obéir à l’autorité divine. C’est alors que la politique, au lieu de de la soutenir, doit affaiblir la superstition et diminuer son influence sur les esprits. Quelles que soient les opinions des souverains, si la raison les éclaire et si l’humanité les touche, ils sentiront que la volonté divine ne peut jamais ordonner ce qui est évidemment contraire au bien de la société. Si ces princes sont vraiment religieux, c’est-à-dire, soumis à un dieu souverainement équitable et bon, à un dieu qui s’intéresse au bonheur des mortels, on ne leur persuadera jamais que ce dieu puisse approuver des tyrannies, des violences, des persécutions, des rigueurs, des cruautés et des crimes, qui devraient bien plutôt allumer sa colère que les opinions flottantes des habitants de ce monde. Tout souverain conséquent regardera les maximes intolérantes et sanguinaires des prêtres et leurs conseils pernicieux, comme des blasphèmes contre la divinité, comme des ouvrages de l’imposture, comme des conspirations contre la société ; s’ils ne les punit pas sévèrement, il les méprisera, et il contiendra des hommes qui se font un jeu de troubler la concorde et l’harmonie, desquelles dépend le bonheur des hommes en société. » 53 Holbach, Disc. VII, § 47 « Remèdes du fanatisme » (t. II, 179-180). « Quoique la vraie politique n’ait point à se louer des avantages que lui ont jusqu’ici procurés les opinions religieuses, elle doit les tolérer et les empêcher de nuire. Combattre de front les erreurs dont les peuples sont imbus serait un projet aussi insensé que téméraire. Un souverain éclairé ne peut se proposer de guérir tout d’un coup ses sujets de leurs folies. Les hommes chérissent leurs préjugés, surtout lorsqu’ils y croient leur bonheur attaché. Ce serait une entreprise vaine que de vouloir de vive force déraciner la superstition. C’est une maladie dont l’homme ignorant et craintif apporte les germes en naissant. En vain la politique voudrait-elle l’anéantir tout d’un coup. - C’est à force de bienfaits sensibles, de vertus réelles, d’instructions raisonnables, que l’on peut détacher les peuples de leurs préjugés dangereux ; c’est par des soins paternels que le souverain peut s’attirer la confiance que ses sujets en enfance accordent à des guides qui les égarent et qui les empêchent de s’éclairer. Un bon prince, dont la conduite prouvera qu’il ne veut que le bien de son peuple, sera bientôt plus écouté que les prêtres. - Les récompenses présentes et sensibles d’un souverain de ce monde seront toujours plus efficaces que celles de l’autre monde ; les châtiments inévitables des lois en imposeront bien plus que les supplices de l’autre vie, que des pratiques dévotes peuvent faire éviter. - D’un autre côté, la superstition et son fanatisme ne sont vraiment à craindre que lorsque l’autorité en est elle-même enivrée. Ce sont les persécuteurs fanatiques qui font des sectaires opiniâtres et rebelles. Un gouvernement sensé permet à tous ses sujets de penser ou d’errer à leur manière. Si des enthousiastes divisés se décrient réciproquement, jamais le souverain ne prendra part à leurs querelles frivoles, qui ne deviennent importantes et dangereuses que lorsqu’il veut s’en mêler. Enfin, la saine politique permettra que la raison les combatte avec les armes du bon sens ; elle affaiblira par là le délire de ses sujets. » Holbach, Disc. VII, § 48 « De la tolérance civile » (t. II, pp. 180-182) « La tolérance civile est l’effet d’une sage politique ; occupée à veiller sur la conduite de citoyens, elle ne s’arroge pas le droit de régler leurs pensées. Ramener tous les hommes aux mêmes idées religieuses, est un projet aussi extravagant que tyrannique. Que des théologiens oisifs s’occupent de leurs hypothèses merveilleuses ; que des docteurs discutent en liberté sur des questions subtiles qu’ils n’entendent point eux-mêmes ; ces querelles puériles et profondes ne sont pas faites pour intéresser le repos des nations, ni pour détourner les regards d’un gouvernement des objets importants dont il doit s’occuper. Tout souverain qui veut se mêler de disputes théologiques, se 54 dégrade et se rend méprisable ; dès qu’il persécute, il se rend le complice et l’esclave de quelques enthousiastes ridicules, ou de quelques fripons ambitieux. Quel rôle indigne pour un roi, que de se faire le champion, le chevalier errant de quelques insensés, ou l’instrument des vengeances de quelques charlatans ! Ce fut bien plus pour agir que pour penser que l’homme social fut destiné ; dès qu’il se rend utile à sa patrie, il doit lui être cher ; la politique doit préférer tout citoyen qui la sert, à celui qui est inutilement orthodoxe. - Rien n’égale donc l’aveuglement et la folie de ces prétendus politiques qui, dupes eux-mêmes de la superstition, permettent au sacerdoce de tyranniser chez eux ; la juridiction qu’il exerce au nom du ciel fut toujours nuisible à la terre ; fondée sur un intérêt sordide, elle fut atroce. Le sort des citoyens est-il fait pour dépendre de quelques rêveurs fanatiques ou fourbes, toujours également sourds aux cris de l’humanité ? Juge dans sa propre cause, ombrageux, inquiet, le prêtre est toujours cruel. Si l’affreuse Inquisition a maintenu dans quelques pays l’uniformité de la doctrine, elle en fit disparaître la saine morale, la science et la vertu. Partout où cet odieux tribunal subsiste, les hommes n’ont que des mœurs utiles aux prêtres, et nuisibles à la société. Les Portugais et les Espagnols ont été les peuples de l’Europe les plus méchants, les plus cruels et les plus soumis au clergé. Leur morale se borne à des pratiques qu’ils croient suffire pour expier les crimes les plus grands. Leur obéissance pour le monarque est toujours prête à disparaître, dès que le prêtre l’ordonnera. Dans une nation ignorante et crédule, il n’est aucun pouvoir qui puisse balancer celui des organes du ciel ; chez un peuple superstitieux, le sacerdoce est le vrai maître de l’État ; il dispose à son gré du souverain et des sujets. - Les effets de la religion ne se bornent pas toujours à l’intérieur des sociétés ; la diversité des opinions religieuses fait naître quelquefois entre des peuples indépendants les uns des autres, un mépris, une haine et des inimitiés très durables ; tandis que la conformité d’opinions devient souvent l’unique lien qui en réunit d’autres. La politique est alors ridiculement subordonnée à la théologie, dont les vues ne peuvent avoir rien de commun avec les siennes. Les princes trop dévoués au sacerdoce ne travaillent jamais que pour lui ; en croyant servir Dieu, ils ne servent réellement que les passions de ses ministres. » En el Compendio de 1790, se redujeron a dos páginas (181 y 182) las siete del original, fusionando además en un solo párrafo los tres de la obra de Holbach. « La religion fut de tous temps regardée comme un des plus puissants ressorts de la politique, comme la barrière la plus forte que l’on pût opposer aux passions des hommes et aux excès des rois. Mais l’expérience nous 55 montre que des idées surnaturelles sont de bien faibles armes contre les vices des princes et des peuples. Les souverains les plus injustes furent souvent très zélés pour la religion. Des peuples très dévôts furent très vicieux et très méchants. Des tyrans avérés se sont fréquemment ligués avec les ministres des autels pour attaquer la liberté de leurs sujets. Cette politique insensée produisit mille fois les plus affreux ravages dans la société ; des sujets utiles furent immolés à la vengeance sacerdotale, à la passion de dominer, à la superstition des rois. - La saine politique ne se croit point en droit de fouiller dans la conscience de ses sujets ; elle leur permet de penser comme ils veulent, pourvu qu’ils se conduisent en citoyens. - Quoique la vraie politique n’ait point à se louer des avantages que lui ont jusqu’ici procuré les opinions religieuses, elle doit les tolérer et les empêcher de nuire. Combattre de front les erreurs dont les peuples sont imbus serait un projet aussi insensé que téméraire. Les hommes chérissent leurs préjugés, surtout lorsqu’ils y croient leur bonheur attaché. Ce serait une entreprise vaine que de vouloir de vive force déraciner la superstition. C’est à force de bienfaits, de vertus réelles, d’instructions raisonnables, que l’on peut y réussir. Un bon prince, dont la conduite prouvera qu’il ne veut que le bien de son peuple, sera bientôt plus écouté que les prêtres. » Versión de Pacheco (t. II, pp. 53-54) « La religion fue mirada en todos tiempos como la barrera más fuerte que se podía oponer a las pasiones de los hombres y a los sucesos 102 de los reyes. Pero la experiencia nos muestra que estas ideas sublimes no son suficientes para contener los vicios de los príncipes y de los pueblos. Los soberanos más injustos fueron muy celosos de la religión, y muchos pueblos devotos fueron muy viciosos y muy malvados. En las vastas regiones del Asia, los tiranos se han ligado con los sacerdotes, para destruir a las naciones, y establecer el despotismo. Esta política produjo las espantosas devastaciones que sufrió el género humano, con la inundación de los Árabes y otros frenéticos, que dominaron el mundo, y lo sumergieron en la superstición. La verdadera política exige que se eviten los males que produce la superstición ; pero cuando esta está arraigada en el corazón de los ciudadanos, nada puede la fuerza. Un buen príncipe, que emplee los beneficios y la instrucción, conseguirá la destrucción del fanatismo, y será más bien recibido de sus súbditos que los impostores que los han extraviado de su obediencia. » Versión de García Malo (pp. 165-169) 102 Probable errata por « excesos ». 56 « La religión fue en todos tiempos considerada como la barrera más fuerte que podría oponerse a las pasiones de los hombres y a los excesos de los reyes. Su voz divina, que promete inefables recompensas a la virtud ; su voz terrible, que amenaza con castigos eternos al vicio, debería hacer impresiones más eficaces y durables en el corazón de los mortales. Pero la experiencia nos muestra que es tal la perversidad humana que las más veces prefiere unos bienes perecederos por saciar sus torpes apetitos y pasiones, al goce de una perenne felicidad siguiendo el camino de la virtud. La moral divina del Evangelio, superior a toda la moral humana, que nos enseña que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos (de cuyo sublime precepto derivan todas las virtudes que pueden hacer verdaderamente felices a los pueblos y a las naciones) está en contradicción con la ambición, la avaricia, el orgullo y la vanidad del hombre. De aquí el trastorno de las sociedades ; de aquí los males que continuamente las afligen ; de aquí apartarse de la naturaleza, que es lo mismo que de la religión, en las instituciones que deben gobernarlas. Sin embargo de estas tristes verdades, origen funesto de todas las calamidades humanas, la religión conserva su soberano imperio sobre muchas almas honestas y virtuosas, y puede todavía extenderle a las que parece que más la tienen olvidada, rectificar y reformar las costumbres públicas, y contribuir a los fines rectos que se propone la verdadera política. Sus celosos ministros, cuya influencia puede ser tan ventajosa a la sociedad, considerándose como miembros de ella y verdaderos ciudadanos, interesados en su prosperidad, deben solo distinguirse en inspirar la virtud con su ejemplo ; en desterrar de sus conciudadanos la superstición y la ignorancia ; en enseñarles las verdaderas máximas de una religión que fundada en la caridad no conoce acepción de personas, considera a todos los hombres como hermanos, reputa solo al más virtuoso por el más digno, condena la injusticia, el vicio y el crimen, detesta la opresión y la tiranía, y recuerda a cada momento al más grande, al más poderoso que nada se diferencia a sus ojos del más pequeño, del más miserable ; y en fin estrechar los lazos de la sociedad, consolidando entre todos sus miembros la paz y la armonía, excitándolos al amor de la patria y convenciéndolos de que en vano buscarán la felicidad, si enemigos unos de otros por sus intereses privados, no cumplen con los deberes recíprocos que les impone el estado social. Entonces la religión, favoreciendo con todo su poder los justos fines de la sana politica, hará que los hombres se consideren iguales en derechos y obligaciones, y de este común acuerdo resultará el bien posible que pueden esperar en la tierra ; las instituciones civiles que establezcan serán conformes al derecho natural que Dios imprimió en el corazón del hombre, dando a cada uno las mismas facultades y necesidades ; no se considerará la desigualdad física de la naturaleza como 57 una diferencia quimérica de condición, inventada por el orgullo y la vanidad ; las leyes imparciales protegerán al débil contra el fuerte, al pobre contra el rico, al humilde contra el poderoso ; los que manden a las naciones no tendrán la extravagancia de considerarse como seres de otra especie ; las costumbres públicas se purificarán ; el vicio y el crimen serán reprimidos y castigados ; la virtud y la inocencia ensalzadas y protegidas ; el amor al trabajo y al orden producirá la industria, la abundancia y la tranquilidad ; la libertad se establecerá sobre justos límites ; y la sociedad, en fin gobernada por los principios eternos de la religión, y por los que la experiencia de tantos siglos enseña a la verdadera política, presentará el cuadro sublime y majestuoso de un pueblo ocupado en la prosperidad común, en donde reinarán la virtud, la paz, la libertad, la justicia y la moderación, que únicamente pueden producir sin remordimientos su prosperidad y su gloria. » 58
© Copyright 2024