Psicología para ciencias de la salud: Estudio del comportamiento

Psicología para ciencias de
la salud: Estudio del
comportamiento humano
ante la enfermedad.
J. Nieto Munuera, M. A. Abad Mateo, M. Esteban Albert y M. Tijerina
Arreal.
Capítulo 4: “La Dimensión Social”
(Resumen).
Elaboro.- Dra. Jaquelina Hortencia Martínez Figueroa
México D. F., 25 de febrero de 2015
CAPÍTULO 4
LA DIMENSIÓN SOCIAL.
El contexto de la salud y la enfermedad.
La salud y la enfermedad no tienen una raíz exclusivamente orgánica. Los
procesos por los que se adquieren se encuentran entrelazados con numerosos
factores. Dada la condición social del ser humano y el funcionamiento
intersistemico de nuestro organismo, cualquier factor que le afecte involucra a
cada uno de los sistemas de los que forma parte. Esta estrecha dependencia de
los sistemas, genera una especie de mecanismo de policausalidad, en el que
cada uno tiene alguna responsabilidad en los fenómenos o procesos que se
desencadenan. La condición humana se comprende mediante el análisis total de
los elementos que la integran.
En el proceso de la enfermedad desde en principio hasta el final, todas las
respuestas del individuo que condicionan tanto el pronóstico, como las
expectativas, el bienestar o malestar, la calidad de vida, el proceso de sanar,
etcétera, están estrechamente ligadas y dependen del sistema general. La
“conducta de enfermedad” es responsable de la evolución de los factores que
están presentes en cada situación:
Esta concepción se fundamenta en la teoría general de los sistemas de Berta
Lanffy (1968) y ha sido adaptada por Getzels y Thelen (1972) a la condición del
hombre como organismo y como persona. En un artículo clásico ilustraron como
en un ambiente especifico o setting, operan todos y cada uno de los factores en
la determinación de la conducta.
Figura 4.1. Relaciones entre sistema social y conducta. Adaptado de Getzels y Thelen (1972)
1
Figura 4.2. Relaciones entre sistema social y conducta 2. Adaptado de Getzels y Thelen (1972)
En el nivel psicológico hay tres modelos que pueden explicar parcialmente los
mecanismos por los que el individuo incorpora las influencias exteriores a su
propio sistema psicológico.
1. Por una parte, las teorías de aprendizaje clásico y operante consideran
que las influencias operan mediante el aprendizaje condicionado por los
factores estimulantes del medio y por la propia experiencia de nuestros
comportamientos anteriores, todo ello “condiciona” nuestras respuestas
comportamentales futuras.
2. Las teorías del aprendizaje social recalcan el papel de los modelos
dispersos en los entornos significativos de las personas (familiares,
amigos, profesores y otros modelos estereotipados a través de los medios
de comunicación y en la propia cultura de cada uno). A esto se le
denomina aprendizaje vicario.
3. El tercer elemento es el de la propia estructura cognitiva de la persona:
sus creencias, opiniones, estereotipos, actitudes y representaciones. Este
dinamismo cognitivo permanece activo a lo largo de la vida y es al que
denominamos estructura o sistema cognitivo; y constituye el canal natural
por el que se “deslizan” nuestras respuestas sociales, es decir
involuntariamente sin que la persona esté consciente de los mecanismos
activos.
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La ambivalencia de este mecanismo radica en su potencial eficacia positiva o
negativa. Es decir si las creencias que forman el sistema cognitivo de las
personas son beneficiosos o perjudiciales por ejemplo; a la salud.
El valor de la educación para la salud y su prevención han de fundamentar su
actuación, en el análisis previo de la estructura cognitiva en cada momento, cada
lugar y cada persona. A este respecto el profesor Rodríguez Marín (2001) citando
a Craig K. Ewart (1991) refiere como el papel de la psicología ha sido limitado
en la promoción de la salud y en la prevención de enfermedades, al no haberse
prestado atención a las vías por las que el contexto social afecta a los procesos
regulatorios biológicos y cognitivos del comportamiento social.
La psicología social, de orientación cognitiva ha desarrollado diversos modelos
explicativos de los mecanismos mencionados aplicados a la salud y enfermedad.
Modelo sobre las creencias (HBM)
Rosenstock (1974) aplica los principios de la psicología social cognitiva a la
explicación de las conductas que han de producirse para la prevención de la
salud y la adopción de las necesarias medidas protectoras. Para lo que se
requiere:
1. Que el individuo perciba la conducta que se espera como un bien o una
necesidad para él, o en su defecto que perciba que la omisión de esa
conducta puede constituir una amenaza para el.
2. Que la percepción de la enfermedad como amenaza sea captada por el
individuo a través de su susceptibilidad percibida a la enfermedad, o
posibilidad subjetiva de que le pueda afectar, y de la gravedad
percibida.
3. Que el sujeto pueda percibir y juzgar subjetivamente que él tiene
posibilidades y condiciones para aplicar tal conducta, para llevarla a
cabo, persistir en ella, superar las dificultades que surjan, afrontar sus
costos, etcétera.
Becker y Maiman (1975) adaptan a la situación el modelo de valor/expectativa
(Rotter, 1966, 1982) añadiendo como condición para la producción de las
conductas esperadas, la presencia de un acontecimiento clave.
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Figura 4.3. Modelo sobre las creencias (HBM, de Becker y Maiman, 1975)
Modelo basado en actitudes, de Ajzen y Fishbein (1980).
Ajzen y Fishbein elaboraron y reformularon las teorías sobre las actitudes, su
dimensión cognitiva, afectiva y orientada a la acción, tratando de explicar la
manera en que estas inducen o retraen la conducta.
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Cuando se trata de provocar una conducta deseada, es importante
conocer los mecanismos que inducen a la acción.
La dimensión cognitiva de las actitudes se basa en los elementos
siguientes: creencias, percepciones, motivos personales o sociales,
referentes o modelos.
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-
La puesta en práctica de los comportamientos esperados depende de la
percepción de autoeficacia. ¿Seré capaz?
Los contenidos cognitivos se vinculan con componentes afectivos, afecto
positivo y afecto negativo.
La aplicación del modelo a la promoción de la salud está orientada a
promover favorables hacia los comportamientos saludables.
Para ello, el mapa cognitivo de los mecanismos que operan ha de guiar
las propuestas de intervención, sobre todo para modificar hábitos o
comportamientos arraigados.
Figura 4.4. Modelo basado en actitudes de Fishbein y Ajzen, en Rodríguez Marín (2001).
Modelo de la Acción Social, de Ewart (1991)
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Este modelo se basa en la teoría del aprendizaje social cognitivo de Albert
Bandura (1986).
Centra su atención en el proceso autorregulador del sistema cognitivo,
cuyas entradas proceden de los medios de comunicación, los modelos y
la interdependencia social en sus diversas instancias.
El mecanismo regulador surge de la evaluación del proceso en relación
con los determinantes del sistema cognitivo, las expectativas sobre
resultados de la acción, la autoeficacia percibida y el establecimiento de
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-
-
metas. La fuerza motivadora nace del ajuste entre estos contenidos
cognitivos personales y los resultados esperados, así como los
mecanismos que se van a aplicar.
El proceso se retroalimenta y se repite o reanuda en función de los
resultados de la acción en curso.
La propuesta se Ewart adapta el modelo a las intervenciones para la
promoción de la salud. Señala como elementos claves: los escenarios, las
relaciones sociales y las estructuras organizativas.
Los escenarios son los entornos físicos y sus características (actividad,
hábitos, vida rutinaria, entornos sociales y tipos de relaciones). Actúan
sobre el establecimiento de metas y expectativas y sobre los
procedimientos que los sujetos dominan para cumplir/realizar el proceso.
Las relaciones sociales se centran en expectativas, metas, ejemplos o
modelos y estrategias para la salud.
Las organizaciones ofrecen los recursos y cauces para hacer viables las
expectativas y metas.
El modelo incluye la variable “estados de ánimo” para controlar el filtro de
las emociones en la evaluación del proceso, de donde emerge el principio
de autorregulación de este.
Modelo Integrador de Rodríguez Marín (1994)
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-
El Profesor Rodríguez Marín propone un modelo que trata de ofrecer las
claves posibles para un análisis funcional de las conductas de prevención
y promoción de la salud. El primer nivel de análisis es el de resultados o
consecuencias del comportamiento “estatus de salud/calidad de vida” de
la persona; es el criterio del que se parte, e identifica, además de los
criterios externos medibles, el punto de vista conceptual del modelo.
El modelo incluye procesos internos de “autocambio”, expectativas de
autoeficacia, creencias, habilidades y estrategias de resolución de
problemas, valores y metas.
También abarca los “procesos motivacionales”, entre los que hay que
incluir las actitudes y normas subjetivas.
Entre ellas se encuentran las variables de “locus de control” del modelo
de Rotter (1966) y de “eficacia percibida” de Bandura (1986).
Además el modelo integra variables cognitivas en relación con creencias
sobre la enfermedad y con la vulnerabilidad y amenaza percibidas,
antecedentes a la conducta de la salud.
Finalmente se incorporan las variables contextuales, bien sean del entorno
o del organismo, entre las que se cuenta el constructo de apoyo social.
6
-
Desde el punto de vista de su evaluación como base para desarrollar
programas de intervención, este modelo no aporta experiencias a partir
de las cuales pueda ser evaluado.
Figura 4.5. Modelo integrador de Rodríguez Marín (1994).
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Las Representaciones Sociales (Moscovici, 1983)
En el ámbito de la psicología social se desarrolló, a finales de los años sesenta
el constructo de “Representaciones Sociales” vinculado al de Durkheim (1898)
para hacer referencia al conjunto de creencias que por estar ancladas en
determinantes muy marcados de las condiciones sociales, demográficas y
culturales:
a) Tienen un carácter muy general y extendido, entre los individuos de un
grupo de matriz común;
b) Tienen un núcleo representacional y anclajes semejantes;
c) Muestran procesos, así mismo parecidos, e implican tendencias similares
en los ámbitos relacionados con el objeto de la representación.
-
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-
Se considera fundada la idea de que las concepciones arraigadas llevan a
estilos de comportamiento semejantes y de que existe una tendencia
imitativa de los comportamientos próximos.
El modelo se apoya en procedimientos de análisis cuantitativo y cualitativo
de la imagen representacional de la fuente, actores y eficacia de los
comportamientos relacionados (Herzlich, 1969; 1982).
Es un método de análisis de matriz teórica psicosociológica.
Los Grupos. Relaciones Interpersonales
El Apoyo Social
La sociedad y los grupos de pertenencia marcan pautas y determinan
creencias y concepciones
que se traducen en conductas favorables o
desfavorables.
La familia ejerce un papel en la interpretación de los síntomas de la
enfermedad, y del propio concepto de salud, así como en la interpretación de la
eficacia de la respuesta, de los comportamientos de los profesionales, de los
enfermos y del propio tratamiento, con marcadas repercusiones, sobre el
razonable pronóstico de una enfermedad por ello su influencia sobre los criterios
para una política de promoción de la salud es determinante (Huici 1985).
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Los grupos sociales en general y en un ámbito más reducido como la familia
núcleo integrador, representan una fuerza de mediación en la reproducción de
estudios de comportamiento ante por ejemplo:
a)
b)
c)
d)
Los síntomas de la enfermedad y las subsiguientes demandas de atención.
Las conductas preventivas de salud.
Las relaciones con los profesionales de la salud.
Hábitos de vida saludables.
El cambio de conducta, en consecuencia es una compleja función que depende
de diversas variables, entre ellas la plasticidad personal y las que se derivan de
la interacción de la persona con el entorno y con el grupo de referencia
(Spacapan 1987).
Los estilos de vida son el resultado de un conjunto de variables que se
representan de manera diferente en los grupos dependiendo de condiciones
personales y sociales, y que determinan las respuestas de los individuos ante
los problemas de salud y ante la promoción y educación relacionadas con las
conductas de enfermedad (Silverio Barriga y cols. 1990; Rodríguez Marín, 1991).
Las respuestas comportamentales ante episodios de enfermedad o ante
medidas de prevención están estrechamente condicionadas por los factores
sociales tanto en factores externos como por la mediación cognitiva que ejercen.
Por lo expuesto, para la programación de actividades de intervención en la
promoción de la salud o en la prevención de enfermedades específicas, se
requiere un análisis de los factores que condicionan las respuestas
comportamentales desde la perspectiva de la psicología de la salud.
El Apoyo Social
Se denomina apoyo social al conjunto de vínculos interpersonales que tiene
una persona ya sea individualmente o bien como miembro de un grupo, familiar,
laboral, asociativo, etcétera. En la situación de enfermedad, el apoyo se
manifiesta de diversas maneras (ayuda domiciliaria o económica,
acompañamiento, asistencia domestica); también puede ser de naturaleza
comunicativa o psicológica (estimulo, refuerzo ante las dificultades de la
enfermedad, etcétera).
Por lo general se admite que el apoyo social esta negativa e inversamente
relacionado con la enfermedad. A mayor apoyo social, son menores las
probabilidades de que una persona enferme.
El apoyo social ejerce un papel moderador de los efectos del estrés, entre los
que se incluye a la enfermedad. Una serie de estudios avalan esta hipótesis de
la amortiguación del estrés (Barrón y Chacón, 1992).
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Algunas situaciones donde se evidencia este efecto amortiguador son:
-
-
-
El apoyo social ante comportamientos de salud. Por ejemplo la búsqueda
de asistencia médica, o de otras soluciones alternativas, el cumplimiento
de las prescripciones terapéuticas, etcétera.
Apoyo social y adaptación a la enfermedad. El apoyo social es un
importante modulador en las enfermedades crónicas (Berkman, 1984).
Se considera que el apoyo social está relacionado con la recuperación de
la enfermedad, sin embargo aún no se establecen evidencias con carácter
general. Los programas de intervención basados en el apoyo de grupos,
terapia de apoyo y grupos de apoyo social han mostrado su eficacia al
facilitar la recuperación (Wortman y Conway, 1985), o la adaptación a la
enfermedad (Durá y Garcés, 1991).
El efecto modulador del apoyo social se ejerce a través de la
amortiguación de los acontecimientos estresantes o mediante la
prevención de estos, lo que incide favorablemente en la prevención de
enfermedades o en el efecto de retroalimentación informativa sobre las
conductas de salud. También incide directamente en un ambiente que
promueva conductas de salud (Rodríguez Marín 2001).
Considerando estos resultados; en la organización de las respuestas sanitarias
a la enfermedad, es indispensable integrar al modelo biomédico, las perspectivas
de las disciplinas psicosociales.
Calidad de Vida
El termino calidad de vida, se incorporó a la clínica, para justificar la
intervención terapéutica. En los últimos treinta años se ha incrementado el
interés por los aspectos relacionados con la calidad de vida en el campo de la
medicina. La Organización Mundial de la Salud (1991) basada en estudios
transculturales, propuso la siguiente definición: Percepción personal de un
individuo de su situación de vida, dentro del contexto cultural y de valores en
que vive, y en relación con sus objetivos, expectativas, valores e intereses.
Este es un concepto extenso e incorpora una serie de dimensiones como: la
salud física, el estado psicológico, el nivel de independencia, las relaciones
sociales y las creencias religiosas. El grupo de trabajo de la OMS (Organización
Mundial de la Salud) a través de un estudio multicentrico, ha identificado los diez
factores que más influyen en el nivel global de la calidad de vida de un individuo,
y son: sentimientos positivos, actividades de la vida diaria, energía y fatiga,
sentimientos negativos, capacidades de trabajo, autoestima, actividades de
ocio, relaciones personales, dolor y disconfort, sueño y descanso.
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En el ámbito clínico la OMS en su clasificación de las enfermedades (CIE-10)
propone un modelo multiaxial, incorporando la calidad de vida al eje II,
correspondiente a la discapacidad. Esta propuesta aún está en revisión.
Medida de la Calidad de Vida
La medida de la calidad de vida no es fácil, en parte por lo ambiguo del
término, pero también por su complejidad y carácter subjetivo. Además, el
concepto de calidad de vida guarda una estrecha relación con otros como: estilos
o niveles de vida, indicadores sociales, deseabilidad social, etcétera.
Al estudiar la calidad de vida, las dimensiones que se consideran
imprescindibles son la satisfacción, congruencia y felicidad. Es decir se evalúan
no solo aspectos físicos o económicos, sino también aspectos psicológicos,
sociales y personales. Otra de las distinciones posibles es la que se establece
entre índices y técnicas de estudio de la calidad de vida. Los índices se refieren
a la valoración que hace cada individuo de los aspectos relevantes de su vida en
un momento determinado (Lawton, 1984). Las técnicas son escalas
monofactoriales, orientadas especialmente a la dimensión física (Karnofsky,
1946 y Zubrob, 1960) o plurifactoriales y subjetivas, que miden varias
dimensiones, como las de Flanagan (1982), Ware (1983) y Calman (1987).
Cualquiera que sea el modelo de calidad de vida que se adopte, siempre hay
que realizar un análisis de indicadores objetivos y subjetivos.
Dada la gran diversidad de escalas para medir la calidad de vida, se han
intentado clasificar en varios grupos. Pero en definitiva no existe una medida
única de la calidad de vida de una comunidad o individuo en particular. En todo
caso se puede emplear los diferentes niveles de bienestar físico, psíquico y social
como puntos de referencia para agrupar las distintas escalas.
A.- Factores Físicos
Entre ellos destaca la salud, entendida como al experiencia de un individuo
sobre la influencia de los sucesos mentales, físicos y sociales en su bienestar.
Además cabe mencionar la capacidad funcional (actividades de movilidad,
autocuidado y tareas domésticas) de salud.
-
Perfil de salud de Nottingham (NHP, Hunt y cols. 1986)
Cuestionario de salud general (GHQ, Goldberg y Williams, 1988)
Índice de calidad de vida de capacidad funcional (QL, Spitzer y cols. 1981)
Cuestionario multidimensional OARS de evaluación funcional (Olden
American’s Resources and Services Schedule, Fillenbaum, 1978)
Índice de actividades de la vida diaria (AVQ, Katz y cols. 1973)
11
-
Escala de conducta de Crichton Royal (CRBRS, Robinson, 1968)
Procedimiento de evaluación de los ancianos de Clifton (CAPE, Pattie y
Gilleard, 1979)
B.- Factores psicológicos
Permiten evaluar el estado de ánimo y no tanto los trastornos psíquicos.
Estado de ánimo:
-
Índice A e índice B de satisfacción en la vida (LSIA y LSIB, Neugarten y
cols. 1961)
Índice de satisfacción Z (LSIZ, Wood y cols. 1969)
Escala de equilibrio afectivo (ABS, Bradburn, 1969)
Trastornos psíquicos:
-
Estado mental geriátrico (GMS, Copeland y cols. 1976)
Examen de Cambridge para los trastornos mentales (CAMDEX, Roth y
cols. 1986)
Escala de síntomas de ansiedad y depresión (Bedford y cols. 1976)
C.- Aspectos/Factores sociales.
Tienen en cuenta las redes sociales, como una cadena de relaciones que rodea
al individuo y el apoyo social, como un proceso interactivo por el que se obtiene
ayuda emocional procedente de la red social a la que cada uno pertenece.
-
Escala para la interacción social (ISSI, Henderson y cols. 1980)
Escala de la red social (SNS, Stokes, 1983)
Lista de evaluación del apoyo interpersonal (ISEL, Cohen y cols. 1985)
Los dos principales instrumentos genéricos que se utilizan para evaluar la
calidad de vida son:
-
El WHOQOL – 100 (World Health Organization Quality Of Life)
El SF.36 (Medical Outcomes Study Short – Form 36)
El WHOQOL – 100 es un instrumento multidimensional propuesto y desarrollado
por la OMS, que se utiliza en numerosos países, por lo que sus resultados
permiten una comparación intercultural. El instrumento evalúa globalmente la
calidad de vida a través de 100 preguntas, analiza 6 subdimensiones (dominios)
y 24 facetas. Los sujetos contestan a las preguntas a través de una escala de
cinco puntos, referidos a la intensidad o la frecuencia, la satisfacción o la
capacidad.
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Cuadro 4.1. WHOQOL – 100 Facetas y Dominios.
Dominio
Físico
Psicológico
Nivel de
independencia
Relaciones
sociales
Entorno
Facetas
Dolor y
disconfort
Sentimientos
positivos.
Movilidad
Actividades
cotidianas
Relaciones
personales
Seguridad física
y protección
Energía y
fatiga.
Sueño y
descanso.
Pensamiento,
aprendizaje,
memoria,
concentración.
Autoestima
Imagen
corporal
Sentimientos
negativos
Dependencia
de medicación
Capacidad de
trabajo
Soporte
social
Actividad
sexual
Hogar
Recursos
económicos
Cuidados de
salud y sociales
Oportunidades
para adquirir
información
Participación y
oportunidades
para el ocio
Entorno físico
Transporte
Espiritualidad
creencias
Calidad
de vida
global y
salud
El SF-36 es un instrumento de autoevaluación que consta de 36 apartados,
agrupados en ocho escalas: salud general, vitalidad, función física, rol físico,
dolor corporal, función social, rol emocional y salud mental. Ofrece además dos
medidas globales, el componente físico y el componente mental. El componente
físico es la suma de las escalas de funcionamiento físico, rol físico, dolor, salud
general y vitalidad. El componente mental resulta de sumar las escalas de
funcionamiento social, rol emocional, salud mental, salud general y vitalidad.
Las puntuaciones obtenidas (directas) son transformadas en puntuaciones
centiles, de modo que son fácilmente interpretables.
La Utilidad de Medir la Calidad de Vida.
Los avances experimentados en los últimos años en el área de la calidad de
vida son indudables pero todavía falta mucho por hacer. Sartorios (1995) señala
los principales retos que deben afrontarse son tres:
1. En el plano político – sanitario, es necesario introducir el criterio de
calidad de vida a la hora de marcar logros en el tratamiento y ello para
cualquier enfermedad.
2. En el plano metodológico es preciso desarrollar instrumentos de medida
aplicables, repetibles y con versiones idiomáticas equivalentes y
actualizadas. Existen además distintos grupos que requieren una mayor
13
atención, como niños, ancianos y enfermos de países en vías de
desarrollo.
3. En el terreno de la educación el reto consiste en tratar la calidad de
vida en los planes de estudio de los escolares y de los universitarios.
Respecto a los logros a que se hacía referencia, se traducen en el terreno
práctico en un volumen de información que constituye la base para poder actuar
luego, de forma más eficiente. La obtención de perfiles de calidad de vida en
determinadas poblaciones, nos informa del nivel de salud conseguido y de sus
particularidades de modo que se pueden establecer comparaciones entre unas
poblaciones y otras. Esta información repercute en forma importante en las
políticas sanitarias, en la evaluación de los costos y en la incidencia de
determinadas medidas sanitarias sobre la calidad de vida de las personas. Desde
el punto de vista de la intervención terapéutica, la utilización de la medida de la
calidad de vida constituye un indicador muy fiable de los logros conseguidos.
Estilos de vida
El Concepto de Estilo Psicológico
El modelo propuesto por Triandis, que parte de la psicología transcultural (H.
C. Triandis, 1994) es un buen marco teórico para ubicar el concepto de estilo
psicológico y mediante la aplicación de este, los conceptos de estilos de vida y
estilos de personalidad en relación con la conducta de enfermedad.
Modelo de Triandis:
Ecología => Cultura => Socialización => Personalidad => Conducta
Este modelo plantea como la ecología influye en la cultura de sus habitantes.
Los procesos normativos (implícitos y explícitos) que operan en una cultura van
a influir en el proceso de socialización de las personas, que se refleja en estilos
de personalidad que podemos observar, en conductas o comportamientos
determinados.
Ello nos lleva a apreciar como los factores físicos, sociales y psicológicos están
implicados en la determinación y evolución del enfermar humano, así como en
su prevención. Son estos mismos factores los que exponen al ser humano a una
situación de riesgo de enfermar o los que le protegen.
El concepto de estilo psicológico nos permite encontrar más fácilmente la
regularidad dentro del cambio o dinámica, es decir, permite reconocer lo que
“no varía” en una persona a través de diferentes conductas y contextos (Sánchez
– López, 1997).
14
El concepto de estilo psicológico se propone para evitar confusiones con
respecto a distintos tipos de estilo que aparecen en la bibliografía como: los
estilos de aprendizaje, de vida, de consumo, etcétera, que en realidad serian
aplicaciones del concepto globalizador de estilo psicológico.
Cuando hablamos del estilo psicológico, partimos del supuesto que es una
categoría supraordinal en la organización de la personalidad, que se define como
un conjunto de modalidades de funcionamiento psicológico observables que:
a)
b)
c)
d)
e)
Están en la cúspide del sistema jerárquico que constituye la personalidad.
Organizan e integran a los demás niveles.
Traspasan los sistemas cognitivo y afectivo – motivacional.
Hacen alusión a diferencias más cualitativas que cuantitativas.
Se expresan mediante dimensiones más que mediante categorías
discontinuas.
f) Proporcionan unidad y coherencia al comportamiento de un sujeto o a un
grupo de sujetos (Sánchez Cánovas y Sánchez López, 1999)
Los estilos psicológicos además de haber sido propuestos para estudiar el
patrón de cambio, también han recibido otras aplicaciones, entre otras para
integrar las variables cognitivas y afectivo – motivacionales y además es
reconocida su función integradora y organizadora de la personalidad (Royce y
Powell, 1983, Sánchez López, 1997).
Por otra parte, por su carácter versátil y globalizador, el concepto de estilo
también se usa en diversos campos de la psicología, por ejemplo:
-
-
Los estilos cognitivos, como son: los de amplitud de categorización,
complejidad cognitiva, toma de riesgo frente a cautela, adaptador –
innovador, reflexividad – impulsividad.
Los estilos de vida: Son los más observables de los estilos y están muy
relacionados con variables sociodemográficas como la edad, el sexo y la
clase social. Max Weber introdujo el término “estilo de vida” en las ciencias
sociales, aludiendo al modo social de vivir, con un significado cultural claro
y útil, para explicar que es típico de una determinada población o
sociedad. Los estudios sobre estilos de vida se centran en el análisis de
grupos humanos específicos, tales como diferentes grupos étnicos dentro
de una misma cultura, diferentes culturas, adolescentes, desempleados,
etcétera.
Los estilos de enfermar (o estilos de vida y salud). En un principio los estilos
de vida aparecen como equivalentes a los “hábitos de vida” en relación con la
enfermedad. Desde aquí, se explica la predisposición a determinados tipos de
enfermedades, la idea de investigar si ciertas variables de personalidad
conllevan hábitos de vida que impliquen mayor riesgo de contraer enfermedades
o que puedan prevenirlas o disminuir el periodo de enfermedad. En esta área,
15
se centran los trabajos sobre introversión y la sensibilidad al dolor (Wilson,
1978), y sobre personalidad tipo “A” y su relación con las enfermedades
cardiovasculares (Contrada, Wright y Glass, 1985) así como las investigaciones
de Eysenck (1991) y las de la personalidad tipo “C” (Cardenal, 2001) en relación
con la enfermedad.
El Concepto de Estilo de Vida.
El estilo de vida se considera una aplicación del estilo psicológico y puede
definirse como el conjunto de soluciones estratégicas que adopta el individuo
para poder cumplir sus planes y objetivos globales (Sánchez - López, 1997). El
estilo de vida se ha relacionado empíricamente con variables sociodemográficas
(edad, sexo, clase social, etcétera), psicológicas como la satisfacción y el
bienestar psicológico (Strack, Argyle y Schwarz, 1991) y con las variables de
personalidad, como la autoestima, el neuroticismo o las expectativas
generalizadas (Costa y McRae, 1996), por otra parte, la satisfacción se define
como el componente cognitivo del bienestar subjetivo (Veenhoven, 1995). El
bienestar subjetivo se considera a su vez una actitud (Argyle, 1987). De manera
que para tener una visión completa de la satisfacción global de un individuo, es
necesario explorar tanto las variables externas como las internas.
En esta línea, los trabajos de Sánchez – López y Quiroga (1995, 1998) que a
través de una medida de autosatisfacción percibida evalúan las principales
causas de insatisfacción familiar y laboral y su relación con variables
sociodemográficas (sexo, tener o no tener hijos, edad), nos ofrecen un mayor
conocimiento de los patrones que operan en esos ámbitos.
Entre las causas de insatisfacción familiar, el 80% de la muestra señalo
factores como el excesivo tiempo dedicado al trabajo y la sobrecarga en la
realización de tareas domésticas, seguido (20% de la muestra) de dificultad para
distribuir tareas y responsabilidades entre los miembros del hogar.
Como principales causas de insatisfacción laboral, el 80% de la muestra
señalo que se debían a un salario inadecuado y a la sobrecarga de trabajo y un
20% a inapropiadas condiciones del lugar de trabajo, incertidumbre en el futuro,
escasa probabilidad de promoción o ascenso, etcétera. En ambos casos las
causas de insatisfacción reflejan la invasión de un mundo (laboral) en otro
(familiar), y viceversa. De las conclusiones del estudio se tiene que en los
hombres se da más la invasión del mundo laboral en el familiar.
En las mujeres predomina la congruencia entre ambos mundos (hay
satisfacción o insatisfacción en lo laboral y familiar), mientras que en los
hombres predomina la incongruencia (hay satisfacción en un ámbito y no en el
otro). En las parejas con hijos predomina la incongruencia, mientras que en las
16
parejas sin hijos predomina la congruencia entre ambos contextos. Respecto a
la edad, en los menores de 37 años predomina la congruencia y en los mayores
de 38, la incongruencia.
En cuanto a las variables internas y la satisfacción, los estudios de esta línea,
específicamente en relación con variables de personalidad (Costa y McRae,
1996) y de metas, objetivos personales o proyectos de vida (Cantor y Norem,
1991) o de valores en relación con las variables externas; aportan un
conocimiento más matizado acerca de su relación con un estilo de vida que
promueve o dificulta el bienestar y que en definitiva promueve los estados de
salud o enfermedad.
Como ejemplo tenemos las investigaciones sobre el papel de los
acontecimientos de vida estresantes (desempleo, divorcio, emigración, perdida
de un ser querido, etcétera) que pudiéramos considerar como variables
externas, y su relación con una disminución de la respuesta inmunológica (Cohen
y cols. 1991; Kiecolt – Glaser y Glaser, 1991). Pero también sabemos que la
valoración del estrés guarda estrecha relación con características de la
personalidad. Es decir, pueden hacer que los individuos juzguen muchas
situaciones como amenazantes y, por tanto, puedan vivir situaciones de estrés
más frecuentes.
Por ejemplo una persona poco disciplinada o negligente en su trabajo
posiblemente sea más propensa a experimentar estrés y desempleo.
Por otra parte, también podemos analizar como otras variables de
personalidad tienden a minimizar el estrés. Así algunas personas, ante una
situación de estrés objetivo, aun después de juzgarla como estresante pueden
estar más motivadas para repararla o modificarla. Ello nos lleva a considerar la
relación de los estilos de personalidad con el establecimiento o no de un estilo
de vida saludable.
Bibliografía
Ajzen, I; Fishbein, M. (1980): Understanding attitudes and predicting social
behavior, Englewood Cliffs, N. J., Prentice – Hall.
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