Psicología para ciencias de la salud: Estudio del comportamiento humano ante la enfermedad. J. Nieto Munuera, M. A. Abad Mateo, M. Esteban Albert y M. Tijerina Arreal. Capítulo 4: “La Dimensión Social” (Resumen). Elaboro.- Dra. Jaquelina Hortencia Martínez Figueroa México D. F., 25 de febrero de 2015 CAPÍTULO 4 LA DIMENSIÓN SOCIAL. El contexto de la salud y la enfermedad. La salud y la enfermedad no tienen una raíz exclusivamente orgánica. Los procesos por los que se adquieren se encuentran entrelazados con numerosos factores. Dada la condición social del ser humano y el funcionamiento intersistemico de nuestro organismo, cualquier factor que le afecte involucra a cada uno de los sistemas de los que forma parte. Esta estrecha dependencia de los sistemas, genera una especie de mecanismo de policausalidad, en el que cada uno tiene alguna responsabilidad en los fenómenos o procesos que se desencadenan. La condición humana se comprende mediante el análisis total de los elementos que la integran. En el proceso de la enfermedad desde en principio hasta el final, todas las respuestas del individuo que condicionan tanto el pronóstico, como las expectativas, el bienestar o malestar, la calidad de vida, el proceso de sanar, etcétera, están estrechamente ligadas y dependen del sistema general. La “conducta de enfermedad” es responsable de la evolución de los factores que están presentes en cada situación: Esta concepción se fundamenta en la teoría general de los sistemas de Berta Lanffy (1968) y ha sido adaptada por Getzels y Thelen (1972) a la condición del hombre como organismo y como persona. En un artículo clásico ilustraron como en un ambiente especifico o setting, operan todos y cada uno de los factores en la determinación de la conducta. Figura 4.1. Relaciones entre sistema social y conducta. Adaptado de Getzels y Thelen (1972) 1 Figura 4.2. Relaciones entre sistema social y conducta 2. Adaptado de Getzels y Thelen (1972) En el nivel psicológico hay tres modelos que pueden explicar parcialmente los mecanismos por los que el individuo incorpora las influencias exteriores a su propio sistema psicológico. 1. Por una parte, las teorías de aprendizaje clásico y operante consideran que las influencias operan mediante el aprendizaje condicionado por los factores estimulantes del medio y por la propia experiencia de nuestros comportamientos anteriores, todo ello “condiciona” nuestras respuestas comportamentales futuras. 2. Las teorías del aprendizaje social recalcan el papel de los modelos dispersos en los entornos significativos de las personas (familiares, amigos, profesores y otros modelos estereotipados a través de los medios de comunicación y en la propia cultura de cada uno). A esto se le denomina aprendizaje vicario. 3. El tercer elemento es el de la propia estructura cognitiva de la persona: sus creencias, opiniones, estereotipos, actitudes y representaciones. Este dinamismo cognitivo permanece activo a lo largo de la vida y es al que denominamos estructura o sistema cognitivo; y constituye el canal natural por el que se “deslizan” nuestras respuestas sociales, es decir involuntariamente sin que la persona esté consciente de los mecanismos activos. 2 La ambivalencia de este mecanismo radica en su potencial eficacia positiva o negativa. Es decir si las creencias que forman el sistema cognitivo de las personas son beneficiosos o perjudiciales por ejemplo; a la salud. El valor de la educación para la salud y su prevención han de fundamentar su actuación, en el análisis previo de la estructura cognitiva en cada momento, cada lugar y cada persona. A este respecto el profesor Rodríguez Marín (2001) citando a Craig K. Ewart (1991) refiere como el papel de la psicología ha sido limitado en la promoción de la salud y en la prevención de enfermedades, al no haberse prestado atención a las vías por las que el contexto social afecta a los procesos regulatorios biológicos y cognitivos del comportamiento social. La psicología social, de orientación cognitiva ha desarrollado diversos modelos explicativos de los mecanismos mencionados aplicados a la salud y enfermedad. Modelo sobre las creencias (HBM) Rosenstock (1974) aplica los principios de la psicología social cognitiva a la explicación de las conductas que han de producirse para la prevención de la salud y la adopción de las necesarias medidas protectoras. Para lo que se requiere: 1. Que el individuo perciba la conducta que se espera como un bien o una necesidad para él, o en su defecto que perciba que la omisión de esa conducta puede constituir una amenaza para el. 2. Que la percepción de la enfermedad como amenaza sea captada por el individuo a través de su susceptibilidad percibida a la enfermedad, o posibilidad subjetiva de que le pueda afectar, y de la gravedad percibida. 3. Que el sujeto pueda percibir y juzgar subjetivamente que él tiene posibilidades y condiciones para aplicar tal conducta, para llevarla a cabo, persistir en ella, superar las dificultades que surjan, afrontar sus costos, etcétera. Becker y Maiman (1975) adaptan a la situación el modelo de valor/expectativa (Rotter, 1966, 1982) añadiendo como condición para la producción de las conductas esperadas, la presencia de un acontecimiento clave. 3 Figura 4.3. Modelo sobre las creencias (HBM, de Becker y Maiman, 1975) Modelo basado en actitudes, de Ajzen y Fishbein (1980). Ajzen y Fishbein elaboraron y reformularon las teorías sobre las actitudes, su dimensión cognitiva, afectiva y orientada a la acción, tratando de explicar la manera en que estas inducen o retraen la conducta. - Cuando se trata de provocar una conducta deseada, es importante conocer los mecanismos que inducen a la acción. La dimensión cognitiva de las actitudes se basa en los elementos siguientes: creencias, percepciones, motivos personales o sociales, referentes o modelos. 4 - La puesta en práctica de los comportamientos esperados depende de la percepción de autoeficacia. ¿Seré capaz? Los contenidos cognitivos se vinculan con componentes afectivos, afecto positivo y afecto negativo. La aplicación del modelo a la promoción de la salud está orientada a promover favorables hacia los comportamientos saludables. Para ello, el mapa cognitivo de los mecanismos que operan ha de guiar las propuestas de intervención, sobre todo para modificar hábitos o comportamientos arraigados. Figura 4.4. Modelo basado en actitudes de Fishbein y Ajzen, en Rodríguez Marín (2001). Modelo de la Acción Social, de Ewart (1991) - - Este modelo se basa en la teoría del aprendizaje social cognitivo de Albert Bandura (1986). Centra su atención en el proceso autorregulador del sistema cognitivo, cuyas entradas proceden de los medios de comunicación, los modelos y la interdependencia social en sus diversas instancias. El mecanismo regulador surge de la evaluación del proceso en relación con los determinantes del sistema cognitivo, las expectativas sobre resultados de la acción, la autoeficacia percibida y el establecimiento de 5 - - - metas. La fuerza motivadora nace del ajuste entre estos contenidos cognitivos personales y los resultados esperados, así como los mecanismos que se van a aplicar. El proceso se retroalimenta y se repite o reanuda en función de los resultados de la acción en curso. La propuesta se Ewart adapta el modelo a las intervenciones para la promoción de la salud. Señala como elementos claves: los escenarios, las relaciones sociales y las estructuras organizativas. Los escenarios son los entornos físicos y sus características (actividad, hábitos, vida rutinaria, entornos sociales y tipos de relaciones). Actúan sobre el establecimiento de metas y expectativas y sobre los procedimientos que los sujetos dominan para cumplir/realizar el proceso. Las relaciones sociales se centran en expectativas, metas, ejemplos o modelos y estrategias para la salud. Las organizaciones ofrecen los recursos y cauces para hacer viables las expectativas y metas. El modelo incluye la variable “estados de ánimo” para controlar el filtro de las emociones en la evaluación del proceso, de donde emerge el principio de autorregulación de este. Modelo Integrador de Rodríguez Marín (1994) - - - - El Profesor Rodríguez Marín propone un modelo que trata de ofrecer las claves posibles para un análisis funcional de las conductas de prevención y promoción de la salud. El primer nivel de análisis es el de resultados o consecuencias del comportamiento “estatus de salud/calidad de vida” de la persona; es el criterio del que se parte, e identifica, además de los criterios externos medibles, el punto de vista conceptual del modelo. El modelo incluye procesos internos de “autocambio”, expectativas de autoeficacia, creencias, habilidades y estrategias de resolución de problemas, valores y metas. También abarca los “procesos motivacionales”, entre los que hay que incluir las actitudes y normas subjetivas. Entre ellas se encuentran las variables de “locus de control” del modelo de Rotter (1966) y de “eficacia percibida” de Bandura (1986). Además el modelo integra variables cognitivas en relación con creencias sobre la enfermedad y con la vulnerabilidad y amenaza percibidas, antecedentes a la conducta de la salud. Finalmente se incorporan las variables contextuales, bien sean del entorno o del organismo, entre las que se cuenta el constructo de apoyo social. 6 - Desde el punto de vista de su evaluación como base para desarrollar programas de intervención, este modelo no aporta experiencias a partir de las cuales pueda ser evaluado. Figura 4.5. Modelo integrador de Rodríguez Marín (1994). 7 Las Representaciones Sociales (Moscovici, 1983) En el ámbito de la psicología social se desarrolló, a finales de los años sesenta el constructo de “Representaciones Sociales” vinculado al de Durkheim (1898) para hacer referencia al conjunto de creencias que por estar ancladas en determinantes muy marcados de las condiciones sociales, demográficas y culturales: a) Tienen un carácter muy general y extendido, entre los individuos de un grupo de matriz común; b) Tienen un núcleo representacional y anclajes semejantes; c) Muestran procesos, así mismo parecidos, e implican tendencias similares en los ámbitos relacionados con el objeto de la representación. - - - Se considera fundada la idea de que las concepciones arraigadas llevan a estilos de comportamiento semejantes y de que existe una tendencia imitativa de los comportamientos próximos. El modelo se apoya en procedimientos de análisis cuantitativo y cualitativo de la imagen representacional de la fuente, actores y eficacia de los comportamientos relacionados (Herzlich, 1969; 1982). Es un método de análisis de matriz teórica psicosociológica. Los Grupos. Relaciones Interpersonales El Apoyo Social La sociedad y los grupos de pertenencia marcan pautas y determinan creencias y concepciones que se traducen en conductas favorables o desfavorables. La familia ejerce un papel en la interpretación de los síntomas de la enfermedad, y del propio concepto de salud, así como en la interpretación de la eficacia de la respuesta, de los comportamientos de los profesionales, de los enfermos y del propio tratamiento, con marcadas repercusiones, sobre el razonable pronóstico de una enfermedad por ello su influencia sobre los criterios para una política de promoción de la salud es determinante (Huici 1985). 8 Los grupos sociales en general y en un ámbito más reducido como la familia núcleo integrador, representan una fuerza de mediación en la reproducción de estudios de comportamiento ante por ejemplo: a) b) c) d) Los síntomas de la enfermedad y las subsiguientes demandas de atención. Las conductas preventivas de salud. Las relaciones con los profesionales de la salud. Hábitos de vida saludables. El cambio de conducta, en consecuencia es una compleja función que depende de diversas variables, entre ellas la plasticidad personal y las que se derivan de la interacción de la persona con el entorno y con el grupo de referencia (Spacapan 1987). Los estilos de vida son el resultado de un conjunto de variables que se representan de manera diferente en los grupos dependiendo de condiciones personales y sociales, y que determinan las respuestas de los individuos ante los problemas de salud y ante la promoción y educación relacionadas con las conductas de enfermedad (Silverio Barriga y cols. 1990; Rodríguez Marín, 1991). Las respuestas comportamentales ante episodios de enfermedad o ante medidas de prevención están estrechamente condicionadas por los factores sociales tanto en factores externos como por la mediación cognitiva que ejercen. Por lo expuesto, para la programación de actividades de intervención en la promoción de la salud o en la prevención de enfermedades específicas, se requiere un análisis de los factores que condicionan las respuestas comportamentales desde la perspectiva de la psicología de la salud. El Apoyo Social Se denomina apoyo social al conjunto de vínculos interpersonales que tiene una persona ya sea individualmente o bien como miembro de un grupo, familiar, laboral, asociativo, etcétera. En la situación de enfermedad, el apoyo se manifiesta de diversas maneras (ayuda domiciliaria o económica, acompañamiento, asistencia domestica); también puede ser de naturaleza comunicativa o psicológica (estimulo, refuerzo ante las dificultades de la enfermedad, etcétera). Por lo general se admite que el apoyo social esta negativa e inversamente relacionado con la enfermedad. A mayor apoyo social, son menores las probabilidades de que una persona enferme. El apoyo social ejerce un papel moderador de los efectos del estrés, entre los que se incluye a la enfermedad. Una serie de estudios avalan esta hipótesis de la amortiguación del estrés (Barrón y Chacón, 1992). 9 Algunas situaciones donde se evidencia este efecto amortiguador son: - - - El apoyo social ante comportamientos de salud. Por ejemplo la búsqueda de asistencia médica, o de otras soluciones alternativas, el cumplimiento de las prescripciones terapéuticas, etcétera. Apoyo social y adaptación a la enfermedad. El apoyo social es un importante modulador en las enfermedades crónicas (Berkman, 1984). Se considera que el apoyo social está relacionado con la recuperación de la enfermedad, sin embargo aún no se establecen evidencias con carácter general. Los programas de intervención basados en el apoyo de grupos, terapia de apoyo y grupos de apoyo social han mostrado su eficacia al facilitar la recuperación (Wortman y Conway, 1985), o la adaptación a la enfermedad (Durá y Garcés, 1991). El efecto modulador del apoyo social se ejerce a través de la amortiguación de los acontecimientos estresantes o mediante la prevención de estos, lo que incide favorablemente en la prevención de enfermedades o en el efecto de retroalimentación informativa sobre las conductas de salud. También incide directamente en un ambiente que promueva conductas de salud (Rodríguez Marín 2001). Considerando estos resultados; en la organización de las respuestas sanitarias a la enfermedad, es indispensable integrar al modelo biomédico, las perspectivas de las disciplinas psicosociales. Calidad de Vida El termino calidad de vida, se incorporó a la clínica, para justificar la intervención terapéutica. En los últimos treinta años se ha incrementado el interés por los aspectos relacionados con la calidad de vida en el campo de la medicina. La Organización Mundial de la Salud (1991) basada en estudios transculturales, propuso la siguiente definición: Percepción personal de un individuo de su situación de vida, dentro del contexto cultural y de valores en que vive, y en relación con sus objetivos, expectativas, valores e intereses. Este es un concepto extenso e incorpora una serie de dimensiones como: la salud física, el estado psicológico, el nivel de independencia, las relaciones sociales y las creencias religiosas. El grupo de trabajo de la OMS (Organización Mundial de la Salud) a través de un estudio multicentrico, ha identificado los diez factores que más influyen en el nivel global de la calidad de vida de un individuo, y son: sentimientos positivos, actividades de la vida diaria, energía y fatiga, sentimientos negativos, capacidades de trabajo, autoestima, actividades de ocio, relaciones personales, dolor y disconfort, sueño y descanso. 10 En el ámbito clínico la OMS en su clasificación de las enfermedades (CIE-10) propone un modelo multiaxial, incorporando la calidad de vida al eje II, correspondiente a la discapacidad. Esta propuesta aún está en revisión. Medida de la Calidad de Vida La medida de la calidad de vida no es fácil, en parte por lo ambiguo del término, pero también por su complejidad y carácter subjetivo. Además, el concepto de calidad de vida guarda una estrecha relación con otros como: estilos o niveles de vida, indicadores sociales, deseabilidad social, etcétera. Al estudiar la calidad de vida, las dimensiones que se consideran imprescindibles son la satisfacción, congruencia y felicidad. Es decir se evalúan no solo aspectos físicos o económicos, sino también aspectos psicológicos, sociales y personales. Otra de las distinciones posibles es la que se establece entre índices y técnicas de estudio de la calidad de vida. Los índices se refieren a la valoración que hace cada individuo de los aspectos relevantes de su vida en un momento determinado (Lawton, 1984). Las técnicas son escalas monofactoriales, orientadas especialmente a la dimensión física (Karnofsky, 1946 y Zubrob, 1960) o plurifactoriales y subjetivas, que miden varias dimensiones, como las de Flanagan (1982), Ware (1983) y Calman (1987). Cualquiera que sea el modelo de calidad de vida que se adopte, siempre hay que realizar un análisis de indicadores objetivos y subjetivos. Dada la gran diversidad de escalas para medir la calidad de vida, se han intentado clasificar en varios grupos. Pero en definitiva no existe una medida única de la calidad de vida de una comunidad o individuo en particular. En todo caso se puede emplear los diferentes niveles de bienestar físico, psíquico y social como puntos de referencia para agrupar las distintas escalas. A.- Factores Físicos Entre ellos destaca la salud, entendida como al experiencia de un individuo sobre la influencia de los sucesos mentales, físicos y sociales en su bienestar. Además cabe mencionar la capacidad funcional (actividades de movilidad, autocuidado y tareas domésticas) de salud. - Perfil de salud de Nottingham (NHP, Hunt y cols. 1986) Cuestionario de salud general (GHQ, Goldberg y Williams, 1988) Índice de calidad de vida de capacidad funcional (QL, Spitzer y cols. 1981) Cuestionario multidimensional OARS de evaluación funcional (Olden American’s Resources and Services Schedule, Fillenbaum, 1978) Índice de actividades de la vida diaria (AVQ, Katz y cols. 1973) 11 - Escala de conducta de Crichton Royal (CRBRS, Robinson, 1968) Procedimiento de evaluación de los ancianos de Clifton (CAPE, Pattie y Gilleard, 1979) B.- Factores psicológicos Permiten evaluar el estado de ánimo y no tanto los trastornos psíquicos. Estado de ánimo: - Índice A e índice B de satisfacción en la vida (LSIA y LSIB, Neugarten y cols. 1961) Índice de satisfacción Z (LSIZ, Wood y cols. 1969) Escala de equilibrio afectivo (ABS, Bradburn, 1969) Trastornos psíquicos: - Estado mental geriátrico (GMS, Copeland y cols. 1976) Examen de Cambridge para los trastornos mentales (CAMDEX, Roth y cols. 1986) Escala de síntomas de ansiedad y depresión (Bedford y cols. 1976) C.- Aspectos/Factores sociales. Tienen en cuenta las redes sociales, como una cadena de relaciones que rodea al individuo y el apoyo social, como un proceso interactivo por el que se obtiene ayuda emocional procedente de la red social a la que cada uno pertenece. - Escala para la interacción social (ISSI, Henderson y cols. 1980) Escala de la red social (SNS, Stokes, 1983) Lista de evaluación del apoyo interpersonal (ISEL, Cohen y cols. 1985) Los dos principales instrumentos genéricos que se utilizan para evaluar la calidad de vida son: - El WHOQOL – 100 (World Health Organization Quality Of Life) El SF.36 (Medical Outcomes Study Short – Form 36) El WHOQOL – 100 es un instrumento multidimensional propuesto y desarrollado por la OMS, que se utiliza en numerosos países, por lo que sus resultados permiten una comparación intercultural. El instrumento evalúa globalmente la calidad de vida a través de 100 preguntas, analiza 6 subdimensiones (dominios) y 24 facetas. Los sujetos contestan a las preguntas a través de una escala de cinco puntos, referidos a la intensidad o la frecuencia, la satisfacción o la capacidad. 12 Cuadro 4.1. WHOQOL – 100 Facetas y Dominios. Dominio Físico Psicológico Nivel de independencia Relaciones sociales Entorno Facetas Dolor y disconfort Sentimientos positivos. Movilidad Actividades cotidianas Relaciones personales Seguridad física y protección Energía y fatiga. Sueño y descanso. Pensamiento, aprendizaje, memoria, concentración. Autoestima Imagen corporal Sentimientos negativos Dependencia de medicación Capacidad de trabajo Soporte social Actividad sexual Hogar Recursos económicos Cuidados de salud y sociales Oportunidades para adquirir información Participación y oportunidades para el ocio Entorno físico Transporte Espiritualidad creencias Calidad de vida global y salud El SF-36 es un instrumento de autoevaluación que consta de 36 apartados, agrupados en ocho escalas: salud general, vitalidad, función física, rol físico, dolor corporal, función social, rol emocional y salud mental. Ofrece además dos medidas globales, el componente físico y el componente mental. El componente físico es la suma de las escalas de funcionamiento físico, rol físico, dolor, salud general y vitalidad. El componente mental resulta de sumar las escalas de funcionamiento social, rol emocional, salud mental, salud general y vitalidad. Las puntuaciones obtenidas (directas) son transformadas en puntuaciones centiles, de modo que son fácilmente interpretables. La Utilidad de Medir la Calidad de Vida. Los avances experimentados en los últimos años en el área de la calidad de vida son indudables pero todavía falta mucho por hacer. Sartorios (1995) señala los principales retos que deben afrontarse son tres: 1. En el plano político – sanitario, es necesario introducir el criterio de calidad de vida a la hora de marcar logros en el tratamiento y ello para cualquier enfermedad. 2. En el plano metodológico es preciso desarrollar instrumentos de medida aplicables, repetibles y con versiones idiomáticas equivalentes y actualizadas. Existen además distintos grupos que requieren una mayor 13 atención, como niños, ancianos y enfermos de países en vías de desarrollo. 3. En el terreno de la educación el reto consiste en tratar la calidad de vida en los planes de estudio de los escolares y de los universitarios. Respecto a los logros a que se hacía referencia, se traducen en el terreno práctico en un volumen de información que constituye la base para poder actuar luego, de forma más eficiente. La obtención de perfiles de calidad de vida en determinadas poblaciones, nos informa del nivel de salud conseguido y de sus particularidades de modo que se pueden establecer comparaciones entre unas poblaciones y otras. Esta información repercute en forma importante en las políticas sanitarias, en la evaluación de los costos y en la incidencia de determinadas medidas sanitarias sobre la calidad de vida de las personas. Desde el punto de vista de la intervención terapéutica, la utilización de la medida de la calidad de vida constituye un indicador muy fiable de los logros conseguidos. Estilos de vida El Concepto de Estilo Psicológico El modelo propuesto por Triandis, que parte de la psicología transcultural (H. C. Triandis, 1994) es un buen marco teórico para ubicar el concepto de estilo psicológico y mediante la aplicación de este, los conceptos de estilos de vida y estilos de personalidad en relación con la conducta de enfermedad. Modelo de Triandis: Ecología => Cultura => Socialización => Personalidad => Conducta Este modelo plantea como la ecología influye en la cultura de sus habitantes. Los procesos normativos (implícitos y explícitos) que operan en una cultura van a influir en el proceso de socialización de las personas, que se refleja en estilos de personalidad que podemos observar, en conductas o comportamientos determinados. Ello nos lleva a apreciar como los factores físicos, sociales y psicológicos están implicados en la determinación y evolución del enfermar humano, así como en su prevención. Son estos mismos factores los que exponen al ser humano a una situación de riesgo de enfermar o los que le protegen. El concepto de estilo psicológico nos permite encontrar más fácilmente la regularidad dentro del cambio o dinámica, es decir, permite reconocer lo que “no varía” en una persona a través de diferentes conductas y contextos (Sánchez – López, 1997). 14 El concepto de estilo psicológico se propone para evitar confusiones con respecto a distintos tipos de estilo que aparecen en la bibliografía como: los estilos de aprendizaje, de vida, de consumo, etcétera, que en realidad serian aplicaciones del concepto globalizador de estilo psicológico. Cuando hablamos del estilo psicológico, partimos del supuesto que es una categoría supraordinal en la organización de la personalidad, que se define como un conjunto de modalidades de funcionamiento psicológico observables que: a) b) c) d) e) Están en la cúspide del sistema jerárquico que constituye la personalidad. Organizan e integran a los demás niveles. Traspasan los sistemas cognitivo y afectivo – motivacional. Hacen alusión a diferencias más cualitativas que cuantitativas. Se expresan mediante dimensiones más que mediante categorías discontinuas. f) Proporcionan unidad y coherencia al comportamiento de un sujeto o a un grupo de sujetos (Sánchez Cánovas y Sánchez López, 1999) Los estilos psicológicos además de haber sido propuestos para estudiar el patrón de cambio, también han recibido otras aplicaciones, entre otras para integrar las variables cognitivas y afectivo – motivacionales y además es reconocida su función integradora y organizadora de la personalidad (Royce y Powell, 1983, Sánchez López, 1997). Por otra parte, por su carácter versátil y globalizador, el concepto de estilo también se usa en diversos campos de la psicología, por ejemplo: - - Los estilos cognitivos, como son: los de amplitud de categorización, complejidad cognitiva, toma de riesgo frente a cautela, adaptador – innovador, reflexividad – impulsividad. Los estilos de vida: Son los más observables de los estilos y están muy relacionados con variables sociodemográficas como la edad, el sexo y la clase social. Max Weber introdujo el término “estilo de vida” en las ciencias sociales, aludiendo al modo social de vivir, con un significado cultural claro y útil, para explicar que es típico de una determinada población o sociedad. Los estudios sobre estilos de vida se centran en el análisis de grupos humanos específicos, tales como diferentes grupos étnicos dentro de una misma cultura, diferentes culturas, adolescentes, desempleados, etcétera. Los estilos de enfermar (o estilos de vida y salud). En un principio los estilos de vida aparecen como equivalentes a los “hábitos de vida” en relación con la enfermedad. Desde aquí, se explica la predisposición a determinados tipos de enfermedades, la idea de investigar si ciertas variables de personalidad conllevan hábitos de vida que impliquen mayor riesgo de contraer enfermedades o que puedan prevenirlas o disminuir el periodo de enfermedad. En esta área, 15 se centran los trabajos sobre introversión y la sensibilidad al dolor (Wilson, 1978), y sobre personalidad tipo “A” y su relación con las enfermedades cardiovasculares (Contrada, Wright y Glass, 1985) así como las investigaciones de Eysenck (1991) y las de la personalidad tipo “C” (Cardenal, 2001) en relación con la enfermedad. El Concepto de Estilo de Vida. El estilo de vida se considera una aplicación del estilo psicológico y puede definirse como el conjunto de soluciones estratégicas que adopta el individuo para poder cumplir sus planes y objetivos globales (Sánchez - López, 1997). El estilo de vida se ha relacionado empíricamente con variables sociodemográficas (edad, sexo, clase social, etcétera), psicológicas como la satisfacción y el bienestar psicológico (Strack, Argyle y Schwarz, 1991) y con las variables de personalidad, como la autoestima, el neuroticismo o las expectativas generalizadas (Costa y McRae, 1996), por otra parte, la satisfacción se define como el componente cognitivo del bienestar subjetivo (Veenhoven, 1995). El bienestar subjetivo se considera a su vez una actitud (Argyle, 1987). De manera que para tener una visión completa de la satisfacción global de un individuo, es necesario explorar tanto las variables externas como las internas. En esta línea, los trabajos de Sánchez – López y Quiroga (1995, 1998) que a través de una medida de autosatisfacción percibida evalúan las principales causas de insatisfacción familiar y laboral y su relación con variables sociodemográficas (sexo, tener o no tener hijos, edad), nos ofrecen un mayor conocimiento de los patrones que operan en esos ámbitos. Entre las causas de insatisfacción familiar, el 80% de la muestra señalo factores como el excesivo tiempo dedicado al trabajo y la sobrecarga en la realización de tareas domésticas, seguido (20% de la muestra) de dificultad para distribuir tareas y responsabilidades entre los miembros del hogar. Como principales causas de insatisfacción laboral, el 80% de la muestra señalo que se debían a un salario inadecuado y a la sobrecarga de trabajo y un 20% a inapropiadas condiciones del lugar de trabajo, incertidumbre en el futuro, escasa probabilidad de promoción o ascenso, etcétera. En ambos casos las causas de insatisfacción reflejan la invasión de un mundo (laboral) en otro (familiar), y viceversa. De las conclusiones del estudio se tiene que en los hombres se da más la invasión del mundo laboral en el familiar. En las mujeres predomina la congruencia entre ambos mundos (hay satisfacción o insatisfacción en lo laboral y familiar), mientras que en los hombres predomina la incongruencia (hay satisfacción en un ámbito y no en el otro). En las parejas con hijos predomina la incongruencia, mientras que en las 16 parejas sin hijos predomina la congruencia entre ambos contextos. Respecto a la edad, en los menores de 37 años predomina la congruencia y en los mayores de 38, la incongruencia. En cuanto a las variables internas y la satisfacción, los estudios de esta línea, específicamente en relación con variables de personalidad (Costa y McRae, 1996) y de metas, objetivos personales o proyectos de vida (Cantor y Norem, 1991) o de valores en relación con las variables externas; aportan un conocimiento más matizado acerca de su relación con un estilo de vida que promueve o dificulta el bienestar y que en definitiva promueve los estados de salud o enfermedad. Como ejemplo tenemos las investigaciones sobre el papel de los acontecimientos de vida estresantes (desempleo, divorcio, emigración, perdida de un ser querido, etcétera) que pudiéramos considerar como variables externas, y su relación con una disminución de la respuesta inmunológica (Cohen y cols. 1991; Kiecolt – Glaser y Glaser, 1991). Pero también sabemos que la valoración del estrés guarda estrecha relación con características de la personalidad. Es decir, pueden hacer que los individuos juzguen muchas situaciones como amenazantes y, por tanto, puedan vivir situaciones de estrés más frecuentes. Por ejemplo una persona poco disciplinada o negligente en su trabajo posiblemente sea más propensa a experimentar estrés y desempleo. Por otra parte, también podemos analizar como otras variables de personalidad tienden a minimizar el estrés. Así algunas personas, ante una situación de estrés objetivo, aun después de juzgarla como estresante pueden estar más motivadas para repararla o modificarla. Ello nos lleva a considerar la relación de los estilos de personalidad con el establecimiento o no de un estilo de vida saludable. Bibliografía Ajzen, I; Fishbein, M. (1980): Understanding attitudes and predicting social behavior, Englewood Cliffs, N. J., Prentice – Hall. Argyle, M. (1987): The psicology of hapiness, Londres, Methuen and Co. Bandura, A. (1986): Social foundations of thought and action, Englewood Cliffs, N. J., Prentice – Hall. 17
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