4 - túnel

publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
mayo/junio 2015_edición_04 - issn 2393-5995
¿Qué cobrás?
Arbitraje en
Uruguay: se
sabe poco, se
critica mucho
Leonardo
Maidana
La triste historia
de un crack
que no llegó
Gregorio Pérez
El hambre de
gloria, nervio
motor del
fútbol uruguayo
nicolás lodeiro:
un 10 que se vuelve 14
rápido y virtuoso
1
Doping positivo
En las actuales circunstancias
y bajo estas condiciones
túnel MAY- JUN 2015
Tal vez suceda cuando uno se va poniendo
viejo. El exceso de energías típico de la
adolescencia comienza a canalizarse por vías
más saludables y el fanatismo se apaga. O
capaz que tiene que ver con cierta lucidez
triste, bien uruguaya, de comprobar que
todo es al fin y al cabo un negocio bastante
corrupto y que entonces no vale la pena
poner allí un gramo de emoción. También
puede vincularse al acceso inmediato e
ilimitado al fútbol y a estrellas de todas
partes del mundo, o al cada vez más
creciente estado de relax con que hoy día
se asumen, manipulan y reconstruyen las
identidades –políticas, sociales, musicales,
sexuales y, por qué no, deportivas–, sobre
todo en ciertos espacios de la clase media
ilustrada. Por alguna de esas razones, o por
una mezcla o suma de todas ellas, de un
tiempo a esta parte ha ganado notoriedad
un espécimen de hincha de fútbol difícil de
catalogar, que no es nuevo pero que ya no
se esconde y que sostiene sin complejos la
máxima de Ortega y Gasset de que “yo soy
yo y mi circunstancia”.
En el siglo XX uno podía ser hincha
de, cuando menos, tres o cuatro entidades
futbolísticas diferentes –con variados
grados de pasión, por supuesto–, y esto
podía ocurrir porque cada una de esas
entidades correspondía a una identidad
social y territorial distinta y porque esas
dimensiones casi nunca competían entre sí.
Entonces yo podía ser hincha del Piriápolis
Fútbol Club porque había nacido en
Piriápolis, de Peñarol porque era mi forma
de integrarme al esquema binario de la
identidad nacional, de Uruguay porque
era mí país y de Italia porque allí habían
nacido mis padres. Yendo una generación
más arriba, mi padre compartiría las
identidades de Peñarol, Uruguay e
Italia por las mismas razones que yo, y
reemplazaba parcialmente la del Piriápolis
–él no nació ahí, esa sería más bien algo
adquirido– por la del La Luz Fútbol
Club, el cuadro del barrio de su infancia.
Saquemos los amistosos y los partidos de
práctica y entonces la única oportunidad
de choque entre esas identidades sería
algún esporádico Uruguay-Italia por la
Copa del Mundo (pasó en 1970, 1990
y 2014) y un eventual Peñarol-La Luz
que pudo haberse producido a fines de la
década de los sesenta si no fuera porque,
según cuenta la leyenda familiar, los de
Aires Puros vendieron una final de la B,
creo que contra Huracán Buceo.
En fin, lo que importa de todo esto
es remarcar que el hincha del siglo XX
no era un ser unidimensional, sino que
poseía múltiples identidades, aunque
ellas raramente se superponían. Eran algo
así como engranajes complementarios
que permitían al sujeto integrarse en las
diferentes dimensiones de la identidad,
según las necesidades del momento: el
barrio, el pueblo, la nación y el relato
civilizatorio más amplio, la madre patria
Europa.
Y cada una de esas identidades
pequeñas valía por sí misma: uno no era
hincha de La Luz, de Peñarol, de Uruguay
o de Italia por esta o aquella razón
El hincha del siglo XX no
era un ser unidimensional,
sino que poseía múltiples
identidades, aunque
ellas raramente se
superponían.
circunstancial. No, uno era hincha per se,
a secas, hincha y punto. Difícilmente la
adhesión del público a la selección uruguaya
se explicara entonces apelando a razones
institucionales –por ejemplo el “estupendo
proceso de selecciones nacionales”, que
sirve hoy como fórmula para explicar su
renovada popularidad–. Ser hincha era
una categoría por defecto, algo que se
adquiría en los primeros años de la vida –la
conciencia aquí jugaba un rol escaso– y que
se mantenía después contra viento y marea.
Salir del clóset no era changa por aquel
entonces.
El primero que recuerdo en hacerlo
fue mi tío, allá por los últimos años de la
década del noventa. Hincha de Peñarol de
toda la vida, un día dijo “basta, a mí me
gusta Danubio, juega al fútbol de la forma
en que yo creo que debería jugarse y que
digan lo que quieran”. Tal vez fuera por el
efecto Julio Ribas, o por las consecuencias
del abusivo quinquenio –¿qué gracia tenía
ser hincha de un cuadro que ganaba todos
los años?– pero por entonces vi otros casos
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similares: mi hermano buscó su identidad
en el ave Fénix y otro amigo deambuló
por varias cuadros chicos hasta abandonar
por completo el interés en el campeonato
uruguayo.
Sigamos jugando a la simplificación
y al esquema y digamos que esto fue un
período de transición. ¿Qué surgió después?
Un nuevo hincha de fútbol.
Si las identidades a las que me referí
eran sólidas –las cosas son así porque
son así, de la misma forma que Kesman
es Kesman y que esto es Peñarol–,
usando la vieja definición de Zygmunt
Bauman podríamos decir que hoy crecen
entre nosotros las identidades líquidas,
que se amoldan a diferentes espacios y
circunstancias. Así, uno puede ser hincha
del Atlético de Madrid porque le gusta
su estilo aguerrido, su actitud ganadora y
porque allí juegan un par de uruguayos,
pero hace cuatro años cuando los hinchas
puteaban a Forlán –que les había dado
un título luego de mil años de no ganar
nada– podría parecerle el cuadro más
despreciable de España y querer que se fuera
al descenso. O puede olvidarse rápidamente
de qué color es la camiseta del Liverpool
inglés, luego de haber pasado un año
entero madrugando para ver a Suárez. El
compromiso puede ser más breve aún: este
hincha puede gritar el cabezazo de Thiago
Silva del Paris Saint Germain contra el
Chelsea por la Champions League porque
se consustancia con un equipo organizado,
lúcido, paciente y metedor, que con diez
jugadores le banca el partido de visitante
a uno de los mejores de Europa, como
puede verlo una semana antes o después
entrar a la cancha entregado contra un
rival similar y sentir por él un profundo
desprecio. Y este hincha puede, al mismo
tiempo, ser absolutamente indiferente al
hecho de si Urretaviscaya llega al domingo,
si Pereiro se queda a jugar las finales o si el
jugador Yumbo es un premio equitativo y
transparente.
Ni hablemos entonces de la selección
uruguaya, tal vez el más claro ejemplo de
esta condición de hincha que no es que
no sea incondicional –el hincha nunca
es incondicional, abandona, putea a sus
jugadores y hace todas esas cosas que
todos los que las hacen siempre ven en su
adversario–, sino que no se jacta de serlo.
“Sí, soy hincha de tal y cual por esto y
aquello, pero si mañana esas condiciones
o esas circunstancias no se repiten, dejaré
de serlo y las buscaré en otro lado, sin
que me pese ningún complejo de culpa”.
De ahí que de unos años a esta parte la
selección haya ganado hinchas que parecen
serlo, más que de una mística nacionalista
a la vieja usanza, de un proceso ordenado,
con prestigio internacional, que consigue
resultados, o de un equipo organizado,
trabajado, consciente de sus virtudes y
defectos y sin gestos de divismo.
Hay de todo bajo el sol y algunas
de las personas que creo que más saben
de fútbol comparten estos rasgos. Buscan
conscientemente los estilos de juego y las
actitudes de los jugadores dentro de la
cancha con las que se identifican. Siguen a
esos equipos y usualmente los valoran antes
de que consigan resultados y la gran máquina
mediática los presente como el futuro.
También lo comparten algunos de los
más oportunistas, aquellos que siguen las
modas como máscaras que los proveen de
identidades siempre acordes a los tiempos
que corren, y que volverían a meterse en el
clóset si el viento de la historia comenzara a
soplar para el otro lado.
¿Cómo viene el Liverpool este año?
_Mauricio Bruno
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Permiso del MEC en trámite
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Dirección responsable: Diego Graziosi Coordinación general: Pedro Cribari Edición: Marcel Lhermitte
Escriben: Ignacio Alcuri, Juan Aldecoa, Daniel Baldi, Mauricio Bruno, Marcelo Fernández Pavlovich, Agustín Lucas,
Luis Morales, Martín Otheguy, Patricia Pujol, Carla Rizzotto, Hamlet Tabárez, Federico Zugarramurdi
Fotografía: Andrés Cribari, Mauricio Khüne, Rodrigo López, Leonidas Martínez
Diseño: Andrés Cribari, Rodrigo López Corrección: Stella Forner Sitio web: Pablo Scartaccini
Producción comercial: Yamandú Graziosi, Roberto Zanolli
Agradecimiento: Damián Contreras (Prensa Boca Juniors)
Se utilizaron las tipografías Chau Trouville, de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín Sommaruga; y Adobe Garamond Pro
Foto de tapa: Leonidas Martínez
Impreso en Mastergraf
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Arbitraje en Uruguay: se sabe poco, se critica mucho
¿Qué cobrás?
Son los tipos menos queridos del planeta fútbol. Si les va bien los critican; si les va mal también. Su
mundo es diferente al de los demás. Son los cuervos, los enemigos, los culpables de todos los males.
En sus espaldas cargan historias propias: otro trabajo para sobrevivir, una familia que los acompaña,
su única hinchada. Se muestran y quieren hablar. Son esos personajes tan particulares que tiene el
deporte, más precisamente el fútbol: los árbitros.
“Nadie corre más que él. Él es el único que está obligado a correr todo el tiempo. Todo el tiempo galopa,
deslomándose como un caballo, este intruso que jadea sin descanso entre los veintidós jugadores; y en
recompensa de tanto sacrificio la multitud aúlla exigiendo su cabeza. Desde el principio hasta el fin de cada
partido, sudando a mares, el árbitro está obligado a perseguir la blanca pelota que va y viene entre los pies
ajenos. Es evidente que le encantaría jugar con ella, pero jamás esa gracia le ha sido otorgada. Cuando la pelota,
por accidente, le golpea el cuerpo, todo el público recuerda a su madre. Y, sin embargo, con tal de estar ahí, en
el sagrado espacio verde donde la pelota rueda y vuela, él aguanta insultos, abucheos, pedradas y maldiciones”.
túnel MAY- JUN 2015
El fútbol a sol y sombra, Eduardo Galeano, 1995.
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La Asociación Uruguaya de Árbitros de
Fútbol (Audaf ) es el gremio que reúne
a los jueces que actúan en los partidos
organizados por la Asociación Uruguaya de
Fútbol (AUF), a nivel profesional, amateur,
en divisiones formativas y en la rama del
fútbol femenino. La organización nació en
1951 como respuesta a la imposición de un
árbitro brasileño por parte de Palmeiras,
cuando llegó a Montevideo para enfrentar
a Nacional. Feliciano Cacheiro Sánchez
–cuenta la leyenda que mientras asistía a
Rodolfo Llanes en un Wanderers-Rampla
festejó un gol de José Sasía ante Palmeiras,
en la final de la Copa Libertadores de
1961–, sobre los “20 años de historia de la
agremiación decana del referato mundial”,
escribió en el sitio web de Audaf que la
gremial comenzó a forjarse bajo uno de los
palcos del estadio. La historia empezó ahí,
y con muchas dificultades sigue en pie, 64
años después, en la tribuna Colombes del
estadio Centenario.
Juan Cardellino, Ernesto Filippi y
Ramón Barreto, entre otros, presidieron la
asociación. Barreto, considerado el mejor
árbitro de la historia de Uruguay, falleció a
los 76 años el 4 de abril de este año y fue
recordado con honores en todas las canchas
del fútbol uruguayo. Se hizo presente en
tres mundiales: México 70, Alemania 74
y Argentina 78. Participó en dos finales
de la Copa del Mundo, en Alemania
74 y Argentina 78. En 1974, cuando
Alemania Federal se consagró como la
mejor selección del mundo, fue el segundo
asistente; en la segunda, cuando Argentina
logró el campeonato mundial en su país,
fue el primer asistente. Además, fue el
árbitro principal en la final entre Polonia y
Alemania del torneo masculino de fútbol de
los Juegos Olímpicos de Montreal, en 1976.
“Yo digo que arbitrar es pensar”, repetía el
nacido en Cerro Largo.
Unos años después de las actuaciones
de Barreto llegaría el turno de Edgardo
Codesal, médico nacido en Montevideo
que dirigió, como árbitro principal,
la final del Mundial de Italia 90 entre
Argentina y Alemania. Y luego aparecieron
las actuaciones de Jorge Larrionda, el
último representante de nuestro país
en una Copa del Mundo. Larrionda
participó como árbitro principal en
ocho encuentros mundialistas: cuatro
en Alemania 2006 y cuatro en Sudáfrica
2010. En el último Mundial de Brasil
2014 no hubo representación uruguaya,
pero la historia marca que el arbitraje de
nuestro país es respetado y valorado en
el plano internacional. Muchas son las
designaciones en torneos internacionales
de selecciones, clubes y amistosos.
Finales del mundo, de Libertadores e
Intercontinentales, de campeonatos
juveniles y de mayores. La valoración
existe, ¿ocurre lo mismo en el ámbito
local?
¿Cómo estamos hoy?
“Evidentemente estamos en un medio
supuestamente profesional, que para el
arbitraje es sumamente amateur. Lo que
significa la vida de cada árbitro, lo que
puede dedicarle a la profesión, es más
honorario que realmente rentado. Martes
y jueves se entrena, y lunes, miércoles y
viernes tenés que salir por las tuyas y en
el horario que se puede, porque todos
trabajamos. A veces vamos a los partidos
con diez o doce horas de trabajo arriba. A
alguna prueba también. Y eso no se cuenta.
Vos sos el momento. En el espectáculo sos
esos noventa minutos; después no existís.
Salvo para criticarte que te equivocaste
en esto o lo otro”, le cuenta Marcelo de
León a Túnel. De León es juez de línea –o
asistente– y hoy en día es el presidente de
la Audaf. Los fines de semana –y a veces
entre semana– recorre las canchas del fútbol
uruguayo y el alambrado de las tribunas
es su fiel testigo desde hace más de veinte
años. Marcelo, remisero de profesión,
árbitro de vocación, comenta: “Un
asistente, en promedio anual mensual, gana
seis mil pesos. Más una partida fija de tres
mi pesos que dan por los entrenamientos
y disponibilidad. Son nueve mil pesos,
decime quién vive y se puede dedicar a
entrenar, a nutrirse adecuadamente, a
tener una vida de deportista profesional.
El árbitro principal gana treinta por ciento
más”. Las dificultades para el arbitraje en
Uruguay están a la orden del día. Desde
las condiciones de entrenamiento, que han
mejorado pero siguen estando por debajo
del nivel necesario para competir a nivel
internacional y también en la interna. El
fútbol se ha transformada en un deporte
dinámico, ágil, en el que una distracción
puede cambiar el rumbo de un partido,
de un campeonato. Para De León hay una
buena disposición y receptividad desde el
“El objetivo es empezar a profesionalizar realmente nuestra tarea. En Europa los árbitros viven de esto. Ojalá lleguemos a vivir de esta profesión”. (Foto: Mauricio Kühne)
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Ejecutivo de la AUF ante los reclamos de
los trabajadores. “El objetivo es empezar
a profesionalizar realmente nuestra tarea.
En Europa los árbitros viven de esto.
Ganan muy bien, se pueden dedicar a esto.
Entrenan de mañana, de tarde, [cuidan]
la nutrición que para nosotros es muy
difícil de llevar. Ojalá lleguemos a vivir
de esta profesión. Nos vamos a seguir
equivocando pero creo que se va a achicar
mucho el margen de error. Con los pocos
medios que tenemos hemos tenido mucha
participación y muy buena en el plano
internacional. Van a seguir saliendo buenos
árbitros, y si se apuesta realmente a esto
el resultado será mejor”. Ya no basta con
cambiar las autoridades, es necesaria una
inversión económica, recursos que puedan
generar oportunidades para que los árbitros,
a futuro, puedan vivir de la profesión.
El trabajo que se realiza por parte de la
gremial es para los que vendrán: “Lo que
hay que esperar es que haya realmente una
concientización de todos los dirigentes,
que no es solamente criticar un árbitro
sino apoyarlo económicamente. No es que
nosotros estemos por la plata, lo hemos
demostrado. La idea es llegar a que en algún
momento, en el futuro –porque eso no lo
vamos a disfrutar nosotros– se dediquen
a esto y puedan brindar lo mejor de cada
uno”, afirma De León.
Convivir con la crítica
Gustavo Tejera tiene 27 años. Hace cinco
años que trabaja en un Corredor de Seguros,
en la Ciudad Vieja. Jugó en Rampla Juniors
hasta Tercera División pero dejó la práctica
del fútbol. En 2010 se recibió como árbitro
tras realizar el curso durante dos años.
Debutó como árbitro principal el sábado
7 de marzo de 2015, cuando Cerrito y
Miramar Misiones se enfrentaron en el
Parque Maracaná, por la 16ª fecha de la
Segunda División Profesional. En la Primera
División debutó el 12 de abril, por la 8ª
etapa del Torneo Clausura, cuando Defensor
derrotó a Racing de manera agónica en el
“Un asistente, en
promedio anual mensual,
gana seis mil pesos. Más
una partida fija de tres
mil pesos que dan por
los entrenamientos y
disponibilidad. Son nueve
mil pesos, decime quién
vive y se puede dedicar
a entrenar, a nutrirse
adecuadamente, a tener
una vida de deportista
profesional. El árbitro
principal gana treinta por
ciento más”.
estadio Luis Franzini. Esa tarde de domingo
Tejera, en su primer partido en el fútbol
“grande”, tuvo que lidiar con una jugada que
después, durante toda la semana, fue muy
comentada. Cuando Juan Pablo Rodríguez
se aprontaba para patear un tiro de esquina,
fue agredido por un hincha de Defensor.
Luego de esa incidencia el partido siguió.
Más adelante se determinó que Defensor
debía jugar un partido a puertas cerradas.
Gustavo Tejera tiene claro cómo empezar a
transitar el camino del arbitraje: “Hay que
saber convivir con las críticas. Siempre somos
los malos de la película y seguirá siendo
así. Cuando elegís esta profesión sabés que
tenés que convivir con eso. Si no te gusta
el arbitraje no lo podés hacer. La base es de
entrada: cuando pisás una cancha tenés que
tenerlo claro. Cuando hice mi primer partido
fue en Séptima división, que son niños de 14
años, y apenas entré empezaron: “Cuervo,
cobrá bien”. Ahí vas mamando, aprendiendo
túnel MAY- JUN 2015
La importancia de comunicar
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Rómulo Martínez Chenlo, editor de la sección Deportes de La Diaria y director del programa
de radio Deportivo Uruguay, opina que hay una deuda pendiente desde el periodismo, que
debería estar más atento al manejo del reglamento del fútbol. “Por estos lados, y creo que
en el mundo, el fútbol es uno de los pocos deportes colectivos con cierta complejidad en sus
reglas en el cual pueden interactuar protagonistas y aficionados sin conocer el reglamento.
Es increíble pero es así. Cuando uno es niño o es juvenil, y capaz que hasta llegando a Primera, nunca ha leído el reglamento y lo ha aprendido en el juego, pero también lo ha mal
aprendido. No deberá ser, pero es así, y esos son los que después juegan, después opinan,
después critican, después se suben a los alambrados para putear”, le dijo el periodista a
Túnel. Martínez Chenlo agrega: “Hay un pésimo tratamiento del periodismo deportivo. Los
individuos incendian praderas durante el juego partiendo de bases falsas o supuestos de
persecuciones y dolo cuando no es así. En otros casos son tan dogmáticos que cualquier
falta de atrás reclaman roja, o toda mano, tarjeta, y vociferan en sus micrófonos a la tarde
mientras de mañana en el fútbol inglés han visto dos mil tacles de atrás y faltas duras, y los
jueces aleteando siga siga y no pasa nada”.
que te van a insultar siempre y que te van a
putear. Nadie se pone a ver si cobraste bien
o no, hay poca paciencia y te van a insultar
igual. Me pasaba en Séptima, Tercera y en
Primera. Pasa a todo nivel”. Si bien no existe
la perfección, y en el deporte menos aun,
Tejera afirma que lo más parecido a un buen
arbitraje es “estar lo más cerca posible de la
jugada, estar cien por ciento concentrado”.
Además, agrega: “Ahora que llegué a Primera
me di cuenta de que te distraés un segundo,
te comés una infracción, un codazo, algo
que haya pasado y el partido te cambia
radicalmente. Te sube el volumen y no es
fácil poder traerlo de nuevo para manejarlo
vos. En todos los detalles. Eso es otra parte
difícil del arbitraje. En los jugadores en
algunos casos no es tan así: un defensa
puede quedarse parado, conversar con el
técnico. Yo tengo que estar constantemente
atento a todo, que no se me escape nada.
Pero errores vamos a tener siempre; cuanto
más concentrado estés, mejor ubicado te
encuentres, vas a fallar menos. El arbitraje
perfecto no existe, ni en el primer mundo
ni acá. Siempre hay cosas para corregir y
mejorar. Lo que hay que hacer es tratar de
equivocarse lo menos posible”.
La formación, las condiciones, el respeto
“Es increíble lo que te puede formar el
arbitraje. El arbitraje te cambia el estado de
ánimo por completo, te da una adrenalina,
te hace conocer cosas como el respeto,
las ganas de triunfar, de seguir adelante,
tropezones, desilusiones. Una cantidad
de cosas. Alegrías. Capaz que en esta
carrera tenés muchas más desilusiones que
alegrías pero las que tenés las disfrutás con
unas ganas enormes. Hice una cantidad
de amistades pero también perdí otras
tantas. Hoy en día me llevo muy bien
con muchos dirigentes y jugadores. En
un momento me decían que no estaba
bueno que nos acercáramos tanto”, le
dijo el Tano Fernando Cabrera a Túnel.
Cabrera, que fue basquetbolista profesional
antes de dedicarse al arbitraje, se retiró en
2013 y hoy sigue al frente de sus trabajos,
como lo hacía cuando dirigía a nivel
local e internacional. Dueño de Pantana
Alineaciones, se declara apasionado por los
fierros. Sus días se consumen entre los autos
y el mostrador, porque desde hace ocho
años está al frente de Mi Copa Bar, boliche
que se encuentra ubicado en Comercio y
Asamblea, en el corazón del barrio Buceo.
“El fusible es el técnico y somos nosotros.
Somos siempre enemigos. No tenemos
hinchadas. No hay un arbitraje perfecto,
jamás en la vida. Hay jugadores que erran
un gol en la puerta del arco y los defienden.
No es fácil, a veces opinan pero no
entienden lo que es entrar en una cancha.
Por más preparación que tengas siempre va
a haber una falla”, expresó.
Marcelo de León:
“Estamos en un
medio supuestamente
profesional, que para el
arbitraje es sumamente
amateur. Lo que significa
la vida de cada árbitro,
lo que puede dedicarle
a la profesión, es más
honorario que realmente
rentado”.
Darío Ubriaco, símbolo y referente del
arbitraje actual, charló con Túnel sobre su
carrera como futbolista (Central Español,
selección juvenil, Italia, Inglaterra, Escocia
y Sudáfrica), su presente, su visión de los
medios de comunicación y las condiciones
de trabajo del referato uruguayo. Si bien
es criticado –como todos–, es elogiado y
respetado en el ámbito local e internacional.
Darío, oriundo del barrio La Teja, cuenta
que las pruebas y el entrenamiento de los
jueces es noventa por ciento físico, y desde
Audaf se ha reclamado tener más trabajo
de campo. Hoy en día las prácticas son
en el Centro Gallego de Montevideo, dos
veces por semana. Para ser designado cada
árbitro tiene que haber ido por lo menos a
tres de los últimos cuatro entrenamientos.
Para Ubriaco el lugar donde entrenan ahora
tiene buenas condiciones de seguridad y de
higiene. Se sienten conformes, pero hay que
seguir trabajando. No es fácil: “Por más que
Un hecho social
“A mí me parece que con el arbitraje en
el fútbol pasan dos cosas: una es mirar el
partido en vivo con el volumen bajo y otra
con los comentarios de los periodistas”, le
dijo Leonardo Mendiondo a Túnel. Mendiondo es sociólogo e investigador de la
violencia en el deporte. Ha estudiado el
comportamiento de las barras bravas en
el fútbol uruguayo pero también comenta acerca de las reacciones del exterior
hacia los jueces. “Creo que el árbitro nos
pega en el forro de las pelotas porque
nos da en un punto neurálgico de los
uruguayos: somos anárquicos por naturaleza. El fútbol es un planeta muy complicado. Si bien el juez es la autoridad
más importante, es el actor más vulnerable”, dice. Y agrega: “El hincha quiere
ganar, no quiere saber de nada con el
error humano. Todo se le atribuye a una
condición ética del implicado”, expresó.
“Hay que saber convivir con las críticas. Siempre somos los malos de la película y seguirá siendo así”. (Foto: Mauricio Kühne)
uno esté cansado, tenga otro trabajo, tenés
que rendir. No debería pasar eso. Todos
saben que llegás a arbitrar a veces con diez
horas de laburo. ¿Quién debería analizar
eso? Para hacer las críticas que hacen los
periodistas o los dirigentes a los árbitros
tendrían que fijarse en las condiciones que
trabajamos. Y la verdad, nadie se fija. Lo
más fácil es fijarse en el error, a nadie le
importa más nada. Los periodistas venden
la polémica y los dirigentes lo agarran
como excusa. El periodista busca eso. Al
Colegio de Árbitros van a quejarse; pero
a conseguir soluciones para los árbitros, a
tratar de que los árbitros tengan mejores
condiciones, no va nadie. Gastamos más
hablando de los errores de los árbitros que
en lo que tenemos que hacer para mejorar.
Al hincha tampoco le importa. Deberían
saber que tenemos muchas dificultades,
pero te van a putear igual. No se van a
acordar de eso”. Y agrega: “Lo razonable
es que quien esté opinando de una cosa,
en particular de un deporte, por lo menos
sepa las reglas de ese deporte. Muchas
veces no se sabe. Pero más allá de eso, lo
más importante es entender otras cosas.
Entender el respeto. Eso sería lo primero.
Respetar”.
_Juan Aldecoa
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Leonardo Maidana: un crack que no llegó
Soñaba con jugar en Italia,
terminó cuidando coches
túnel MAY- JUN 2015
Jugó tres años en la primera de Miramar Misiones y pintaba para
crack; pero fracasó. Hasta paró en la barrabrava de Nacional para
seguir ligado al fútbol. Leonardo Maidana es uno de los tantos que
anhelaron la gloria en un deporte atestado de promesas.
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¿Qué hubiera pasado si…? Leonardo
Maidana carga esta pregunta casi como
un estigma. ¿… lo daban a préstamo a
Peñarol o al Tanque Sisley? ¿… no era
padre en pleno despegue de su carrera?
¿… en lugar de rendirse buscaba un nuevo
equipo? Si algo de eso sucedía, su destino
–seguro– hubiese sido otro. Pero el que
le tocó, o el que él mismo gestó, es el que
sella su presente. Y hoy, desde la portería
del edificio donde trabaja de 22 a 6 horas o
desde la cuadra en la que cuida autos de 10
a 15, recapitula su pasado futbolístico con
una sensación de fracaso que difícilmente lo
libere algún día.
Acaso la misma frustración que
experimenten tantas promesas del fútbol
que se quedaron a mitad del recorrido;
de ahí que el relato de Leo (así lo llaman)
sea tan trillado como único. Está lleno de
niños como él que aprenden a caminar
con la pelota en el pie; que muestran una
habilidad por encima de la media en el baby
fútbol, o que se destacan en las divisiones
inferiores. Lo cierto es que no todos llegan a
primera. Él sí.
Incluso había sido pretendido por el Tanque
Sisley y Peñarol cuando estaba en la quinta
de Miramar Misiones. “El Tanque había
subido a la A y tenía aquel recordado
cuadro donde jugaba Elbio Hernández.
Pero el club quería venderme, no darme
a préstamo, y no hubo arreglo. Lo mismo
pasó después con Peñarol”, recuerda. Sin
poder sentenciar su propio futuro, debió
quedarse en el equipo mirasol. “En un
punto el jugador es rehén porque vale más
la palabra de los dirigentes que la de uno.
No tenés mucho poder de decisión”.
Mientras terceros se ocupaban de marcarle
el terreno, él trató de dejar atrás lo que
no fue para enfocarse en su objetivo. La
promesa de llegar lejos en esta profesión que
les había hecho a su madre y a su hermano,
por lo que ellos sacrificaron en pos de su
éxito, era más poderosa que cualquier otra
cosa. Así fue que en el 92 dio un paso
firme: subió a la máxima categoría. A pesar
de que entrenaba con la primera pero seguía
jugando en cuarta, sin duda era el indicio
de algo prometedor.
¿Lo bueno dura poco? Eso dicen. Y Leo
asiente, porque en ese momento de auge
en su carrera, debió abandonarla. “Nació
mi primera hija, y en el club sólo me daban
los viáticos. No tenía un contrato firmado,
era imposible mantener a mi familia”,
recuerda quien entonces tenía veinte años
y su mujer dieciséis. Encontró trabajo en el
bar Alonso, y así se rebuscó para llegar a fin
de mes durante un tiempo. Se le caían las
lágrimas cuando veía fútbol en la televisión
del boliche. Le dolía el alma. “Yo analizaba
mis condiciones técnicas y las comparaba
con los que veía jugar y no podía creer que
estuviera atrás del mostrador de un bar”,
confiesa.
Cuando quiso volver, la falta de ejercicio y
el menú libre le pasaron factura. Empezó
a entrenar por su cuenta, y volvió. Con
contrato y todo; incluso se dio el lujo
de rechazar la primera oferta. “A pedido
de [Héctor] Chino Salvá me llamaron,
pero él después se fue para Nacional, con
tres jugadores nuestros, y se nos vino la
estantería abajo”, relata. Jugó 94 y 95
completos en primera, y al finalizar su
acuerdo con Miramar, lo desecharon. Dejar
el fútbol por un año para poder adueñarse
de su pase no era una opción. Se negaba
a repetir la experiencia anterior. Y se fue a
Salto.
“Un amigo me dijo que en el interior
no tenía que esperar ese tiempo porque
es OFI [Organización del Fútbol del
Interior], entonces agarré viaje. A
cientos de kilómetros de Montevideo vi
profesionalismo en el fútbol. Hice un
contrato muy bueno con Nacional de Salto,
y encima un dirigente me pagaba 200 pesos
de su bolsillo por cada gol que hacía. Vivía
en un departamento en pleno centro, sobre
calle Uruguay, trabajaba de mañana en el
cable y de noche practicaba”.
Cerraba por todos lados, salvo porque ya
había nacido su segunda hija, y ambas
vivían en la capital junto a su madre. A
pesar de que le pagaban el pasaje cada
tres meses para estar unos días con ellas,
la distancia lo aniquiló. Sin consultarlo
con nadie, decidió dejar el fútbol para
siempre. El sueño de vestir la camiseta de
un cuadro italiano, ese que alimentaba
desde niño todos los domingos frente al
televisor blanco y negro, se desvaneció en
un segundo. Ni ganas le quedaron de buscar
otro club. “Mi momento ya había pasado.
Con 25 años ya tenía que estar jugando en
Europa. Para mí era así”.
Además, un accidente que sufrió su madre
al poco tiempo lo hizo sentir doblemente
culpable. “Yo jugaba para que ella pudiera
dejar de laburar. Pero a través del fútbol
no lo logré. Le fallé, entonces no podía
dejarla tirada. Tuve que salir a laburar
para bancarla, como ella hizo conmigo”.
Pasó por un supermercado, un puesto de
frutas y verduras, y un lavadero de autos,
que cambió de dueño y lo dejó en la calle.
Ahí se le ocurrió cuidar autos en Pocitos,
donde para desde hace 17 años. El vínculo
de confianza que generó con los vecinos le
permitió conseguir el empleo en la portería,
pero él igual sigue firme en Martí y la
Rambla. Porque suma unos pesos, y tal vez
porque en el contacto con ciertos clientes
“Yo jugaba para que mi
madre pudiera dejar de
laburar. Pero a través
del fútbol no lo logré. Le
fallé”. Tuvo un accidente
y “no podía dejarla tirada.
Tuve que salir a laburar
para bancarla, como ella
hizo conmigo”.
rememora sus mejores años con la redonda.
Con Hugo de León, por ejemplo. “Le hice
un caño jugando un amistoso en el Parque
Central, después pateé al arco y me la sacó
[Galileo] Percovich. Al rato vino De León,
me agarró de la oreja y me dijo ‘pendejo,
a mí no me dejes pegado acá aunque sea
un amistoso porque te mato’. Yo estaba
desesperado para que me soltara y salir
corriendo. Cuando lo veo a Hugo siempre
recuerdo esa anécdota”.
Algunas las revive entre risas; otras con
cara de pícaro, como cuando se fumaba el
religioso cigarrillo en el vestuario después
de cada partido con su cómplice, el número
9. Pero están las que le dejan los ojos
vidriosos, esas que lo desconsuelan. “En mi
primer año en quinta vivía en un complejo
de 300 casas y en Semana de Turismo se
hacía un campeonato barrial. Lo jugué, me
hice un esguince de rodilla y tuvieron que
enyesarme desde la rodilla hasta la punta del
pie. Cuando me presenté así en Miramar,
el técnico me dijo que si me gustaba jugar
esos torneos, en su cuadro no tenía chance”.
El único que le dio para adelante fue el
médico del club, Ricardo Rondeau. “Estaba
muy bajoneado porque me habían hecho la
cruz, pero el doctor hizo todo para que me
recuperara. Me llamaba por teléfono a la
casa de una vecina para que al otro día fuera
a fisioterapia”.
Cuando volvió a las canchas, en la novena
fecha del campeonato, le hicieron dos
penales y su equipo ganó 2-0. “El próximo
partido era el clásico, contra Rampla, que
estaba a un punto nuestro. En el primer
tiempo nos hicieron un gol, a los cinco
minutos del segundo tiempo nos echaron
a un zaguero, a los quince entré yo y
nos hicieron un penal. Agarré la pelota
y lo pateé. Gol. Faltando cinco minutos
Foto: Andrés Cribari
nos echaron al otro zaguero, nos tenían
debajo de los palos, pero nos hicieron otro
penal. Lo volví a patear, al mismo palo.
Hice el gol y lo grité con el doctor. Fue
un abrazo eterno, con él y después con
mi hermano, que estaba atrás del tejido.
Verlo con los ojos llenos de lágrimas me
emocionó un montón. Y después, cuando
subimos a la bañadera para volver al club,
yo entré último, pasé frente al técnico y mis
compañeros empezaron a cantar ‘Leo goool,
Leo goool’. Ahí sí me puse a llorar. No me
podía crucificar por un error”.
¿Cometiste muchos errores?
Tenía la barra de amigos del barrio Nuevo
Amanecer. No era de consumir mucho
alcohol, pero había momentos en los que
tomaba. Nunca era antes de los partidos.
En sexta y séptima división se jugaba los
domingos, entonces sabía que el sábado no
podía, pero el viernes tomaba unos vinitos.
En cuarta y quinta, en la B, se jugaba el
sábado al mediodía, entonces de noche
podía porque el domingo no practicábamos.
¿Cómo influyen las amistades por fuera
del fútbol en pleno ascenso de la carrera?
Eran conocidos, no amistades. Los amigos
de verdad pasaban y me decían que yo no
debía estar en la plaza tomando. Pero uno
después se da cuenta. En ese momento les
9
contestaba: “Andá, estoy tomando una
cosa tranquilo”. Ojo, tampoco es que no
llegué donde quise por borracho. Mi padre
lo fue toda la vida, y él tenía las mismas
condiciones que yo para jugar. Entonces
mi madre me decía “ahí está el espejo de tu
padre, no termines como él”.
¿Tenías condiciones para seguir?
Tenía todas las condiciones. Hay ex
compañeros de Miramar que pasan por
la cuadra y me putean, porque dicen
que tenía millones en mis piernas. No sé
si fue el destino o cosa mía. En verdad
creo que fue un cincuenta por ciento por
“boludismo” propio y el otro cincuenta
por la mala suerte del cuadro que me tocó;
capaz que todo cambiaba si me hubieran
dado a préstamo al Tanque.
¿“Boludismo” en qué sentido?
En el sentido de dejar embarazada a quien
era mi mujer. Si me hubiese cuidado,
no hubiese dejado el fútbol para salir a
trabajar. Ahora, si me mandé esa macana,
debía responder por eso; más si era por una
criatura, que no tenía la culpa.
¿Dónde creés que hubieras llegado?
Sinceramente, y lo digo con toda
humildad, hubiese llegado lejos. Hubiera
jugado en el exterior seguro. Mi intención
era Italia, y después la selección. Esos eran
mis sueños. De gurí, me levantaba los
domingos de mañana para ver el programa
de Carlos Muñoz Deporte total, donde
pasaban fútbol italiano en directo. En
aquel momento jugaba Ruben Sosa en
el Inter, y el Pato Aguilera en el Génova.
Era la época de oro de Maradona en el
Nápoles.
Ahora que se esfumó ese sueño, ¿qué
sentís?
Me da mucha tristeza porque pienso en
mi madre. No llegué ni a la cuarta parte
de todo lo que ella me dio. Que me haya
permitido dejar los estudios para jugar al
fútbol y haber fracasado, para mí fue un
golpe durísimo. En ese momento estaba
feliz de que me dejara abandonar el liceo,
estaba en segundo año, pero ahora me
arrepiento mucho de eso.
ella. Frente a esa realidad madurás rápido.
Incluso salís con más ganas.
¿Intentaste retomar después?
No. Después de que me acostumbré a las
ocho horas, ya fue.
¿Llegan unos pocos nada más?
Hoy en día, al ser más profesional, está
mucho mejor. Antes no sabés lo que eran
las canchas o las pelotas. Creo que en baby
fútbol había mejores condiciones para jugar
que en divisiones menores. Los vestuarios
eran un desastre. Y sin embargo, a mí me
gustaba jugar más en la B que en la A.
La tribuna estaba cerca, te puteaban, te
escupían. Tenía esa cosa que me gustaba.
No era que no quisiera llegar a la A, pero
me había acostumbrado al tejido junto a la
línea y la hinchada atrás.
¿Cómo convivís con el fracaso?
Cuando veo fútbol, me considero más
fracasado todavía. Eso me acompañará
por el resto de mis días. Después de esa
frustración, hubo cosas que me salieron mal
en la vida y lo asocio con el fútbol también.
Luego de tanta mala suerte, cuando me
salió lo de la portería, veo las cosas desde
otro punto. En definitiva, fue la vida que
me tocó.
¿Le exige mucho el fútbol a un gurí
cuando tal vez no tiene suficiente
madurez?
No. Yo logré llevarlo con miles de
problemas que había en mi casa. Mi madre
trabajaba de noche en una textil y de día
limpiaba tres viviendas en Carrasco. A los
seis años tenía que limpiar mi casa, no
sólo hacerme la cama, limpiar en serio; y
dejarle algo de comer para cuando volviera
¿Tenés amigos que hayan fracasado?
Muchos amigos del fútbol terminaron
igual que yo, a una gran cantidad se le
truncó la carrera. El 9 con el que yo jugaba
en Miramar, con el que fumábamos en
el vestuario, también es portero. Nos
juntamos a tomar una Coca el otro día
y pasamos recordando anécdotas de
aquella época. Dentro de la frustración me
quedaron cosas lindas.
túnel MAY- JUN 2015
¿Te gusta rememorarlas?
Sí. Es lo que me queda.
10
Cero apoyo
Cuando un futbolista firma un contrato queda automáticamente agremiado a la mutual. Los
años en los que jugó, Leonardo Maidana no tuvo ningún respaldo. Pero lo cierto es que tampoco lo necesitó demasiado. Ahora, cuando dejó el fútbol, tal vez una ayuda le hubiera venido
bien. Pero nada, ni siquiera un llamado. “Eran años bastante complicados en la mutual porque se supo públicamente que metían mucha mano en la lata. No quiero dar nombres pero
después de que nos retiramos los dos terminé jugando con uno de sus dirigentes y me confirmó que era así”, sostiene. Pero salvando eso, “también podrían hacer un seguimiento de
los jugadores para saber quiénes quedaron libres y puedan ofrecerles un lugar para entrenar
hasta que consigan un nuevo cuadro”. O frente a determinada situación en un club, conocer
las herramientas legales que el futbolista tiene a la mano por cualquier cosa. Él no contó con
eso. De casualidad sabía que existía. “La conocí en una huelga de jugadores, pero no tenía ni
idea para qué estaban. Nunca se encargaron de hacérmelo saber”, señala.
¿Cómo vivís un partido desde la tribuna?
Antes iba más seguido, ahora no tanto. Paré
en la barra de Nacional durante doce años.
Incluso cuando jugaba iba a la hinchada.
Si Nacional tenía partido el sábado y yo el
domingo, iba a la cancha. Era el encargado
de conseguir el flete para llevar los bombos,
las banderas y el redoblante al estadio.
¿Era mal visto?
No, porque yo laburaba para la hinchada.
Éramos cuatro o cinco, el resto tomaba
vino.
¿Por qué te fuiste?
Por pelearme con personas que se creían
barras. Esos sí que estaban para la joda,
porque chupaban, se drogaban y no
alentaban nada. Una vez, al término de un
clásico, primero salió la gente de Peñarol
y a la media hora, Nacional. Cuando voy
a buscar el camión para cargar las cosas,
frente a la tribuna Olímpica había un
carro de chorizos con un padre, una nena
y un gurí más chico con galeras de Peñarol
comiendo panchos. Estos bobos vinieron
y por querer sacarle la galera, la nena dio
dos pasos para atrás, tropezó y se abrió
la cabeza. Estuvo a milímetros de darse
la nuca contra el cordón. Fue tanta la
impotencia, que me saqué. Y le pegué al de
Nacional; después vinieron a reprocharme
por qué había defendido a los de Peñarol.
Al siguiente partido me invitó a pelear
mano a mano. Nos dimos los dos de vuelta,
y cuando terminamos, le pregunté: “¿Te
sacaste las ganas? Buenísimo, ahora no
vengo más”. Lo hablé hasta con la directiva,
porque había uno que nos apoyaba, nos
daba las entradas. No fui más. Y mirá que
gracias a Nacional conocí toda América.
¿Cómo era el reparto de las entradas?
Nacional daba las entradas y los que las
recibían tenían que recaudar veinte pesos de
cada una. De ahí sacaban la plata para pagar
el flete y se quedaban con el resto. Eran dos,
y se la llevaban toda ellos. Después en la
tribuna los veías tomando cerveza y cocaína.
Cuando en realidad podía recaudarse esa
plata y comprar una bandera nueva, o hacer
una hamburgueseada antes del partido. Eso
no se veía; y encima eran ídolos porque en
los partidos repartían las entradas, todos los
fines de semana tenían “amigos” nuevos.
¿Los dirigentes bancan a las barras?
Lógico. Y hoy en día eso creció un montón.
Joda siempre hay. Si vamos a la realidad,
entradas no se podrían dar. Yo estuve
muchos años, lo vi de cerca. Y después
en la televisión salían diciendo que no lo
hacían. “Nosotros drogadictos y borrachos
no bancamos”, decían. Querían limpiar
su imagen cuando uno sabía que daban.
Lamentablemente, ahora se ha sumado
el básquetbol, que también llegó a ese
extremo. Uno es el caso de la muchacha
que terminó muerta después del partido
de Cordón y Welcome. Termina pagando
gente inocente. Esas personas entran con
entradas y con revólveres.
¿Te daba miedo?
No, y vi de todo. Si el clásico se jugaba un
domingo, el viernes de noche me decían
‘vení, acompañame que vamos a hacer algo
para el club’. Iban al Parque Batlle con palas
a cavar dos metros de pozo para guardar las
armas, porque sabían que el día del partido
se iba a armar. Los primeros que salían
Facsímil del Deportivo de Últimas Noticias de la época en la que Leonardo Maidana lucía en el club
de Villa Dolores su habilidosa zurda. Conserva el documento como una vívida prueba de lo que fue.
tenían que ir derecho para ahí, y abastecer
al resto.
¿Sabías en lo que te metías, verdad?
Lógico, sabés que tenés riesgo. No era
muy consciente igual, hasta que fui a ver
un partido contra Cerro en su cancha.
Ganamos 2-1 con goles del porteño
Islas. Cuando salimos del estadio estaban
los ómnibus de Cutcsa, que tenían que
arrancar antes de que salieran los de Cerro.
Pero eso no pasó, y rompieron los vidrios
de todos los ómnibus y el nuestro se
prendió fuego. Ayudamos a una persona
ciega a bajar y en vez de ir para el lado
de la ruta nos fuimos para el otro lado.
Éramos tres referentes de la hinchada de
Nacional, además del ciego. A los cuatro
nos “mataron”. Cuando estábamos en
el piso y nos pisaban la cabeza, levanté
un poco la vista y en la cuadra pasaban
los otros ómnibus con los de Nacional.
Ninguno se bajó a ayudar. Si no fuera por
los coraceros, marchábamos. No sé si hoy
te estaría contando estas cosas.
¿Tuviste miedo cuando te fuiste?
Sí, claro. Por suerte, gracias a Dios, la cosa
nunca llegó a estar como ahora. Tenía 32
años cuando me fui. A mi madre no le
contaba, aunque ella imaginaba, y me decía
“ahora que no jugás sos barrabrava”.
¿Había alguna relación entre las dos
cosas?
Tal vez en el sentimiento por el fútbol sí.
Después tienen otras cosas que no tienen
nada que ver una con otra. Pero en el
sentimiento, tenía mucho que ver. Me
aliviaba un poco más el fracaso. Estaba
trabajando cerca del fútbol, de alguna
manera.
Maidana ahora juega en un cuadro de
fútbol 5 que armó con sus hermanos,
sobrinos y algunos amigos de aquella barra
de la plaza. “La magia sigue intacta”, le
dicen. Y él sonríe, mientras en el fondo
piensa que al final no todo fue en vano.
_Carla Rizzotto
11
Yo por vos me peleo
“Goleador de los descuentos, lágrima de las pesadas, silbido por la bajada, que un curda regala al viento”.
túnel MAY- JUN 2015
Son las cinco y pico de un sábado cualquiera en el mundo. Pero
para nacer hay que romper un mundo, dijo Hesse, y el mundo se
rompe en el grito al borde del colapso, en la saliva colgada como un
puente entre el alma y la cancha.
En dos dedos el encendedor, en los restantes el óxido. El óxido
del olvido. La memoria del alambre. Entre los rombos, cada vez más
fuerte el aliento. Cerca, los nudos de los trapos, como los nudos de
los dedos, los humos ajenos, el eco de jugadas viejas. Villa Española
renace, rompe mundos, toma partido, protagoniza la novela de
la B, porque siempre estuvo en la historia. Estuvo sin estar, en los
recuerdos, en los banderines de las cantinas, en la foto del cuadro
–de izquierda a derecha, arriba y abajo–, en las charlas de
mostrador, en el cuero del barrio, en la falta del diario. Son las cinco
y pico de un sábado cualquiera del mundo, pero en este mundo
–roto el otro, no da ni asco– del Obdulio Varela, de la Cantina del
Colo en Irureta Goyena, de la sede, las guantillas y el estaño; en ese
mundo acariciado por el 79 en su vuelta más pintoresca, el horario
no se mide en horas sino en minutos. Son 45 y 45 y si no puede en
el primero hay que salir a matar en el segundo. No queda otra. No
existe eso de “hoy hay que ganar”. Siempre hay que ganar.
En su Lada superlógico, el goleador esperará al botija para ir a
entrenar. A revolcarse en sueños. A levantar el polvo viejo del folclore
nuestro. La tierra del fútbol. La mugre del sistema. El viciado aire del
mercado. La nube espesa de la tabla. A pensar en ese rato del mundo
dentro del mundo, en el que el tiempo no tiene horas, tiene minutos.
Noventa impredecibles minutos que se deslizan en la ansiedad de los
quince que van, o los treinta que quedan.
Pero Franco no llegará al Lada de la Bestia Pop. Y el Bigote
López se extrañará. Se preguntará. Llamará preocupado y el
teléfono chorreará preguntas entre los tonos vacíos.
Se quiebra el mundo. Los mundos. La vida es un accidente
precioso que a veces duele. El cuerpo es frágil. Vulnerable a la
velocidad. Permeable al peligro pero no a los gajes del peligro. Frágil
12
El entrenamiento de la
velocidad
Los factores relacionados con
la velocidad de ejecución que
determinan el rendimiento.
De Gilles Cometti, profesor
de la Facultad de Ciencias del
Deporte de la Universidad de
Bourgogne, Francia.
Manual ACSM para la
valoración y prescripción del
ejercicio
Un libro de referencia en la
medicina y ciencia del deporte, y en
el campo de la salud y la condición
física. Del Colegio Americano de
Medicina del Deporte.
ante el peligro. La vida es un accidente que duele.
Y Franco Núñez, ese puntero filoso del corte extraño en el
pelo, no llegará esa mañana al mundo Villa Española, al rocanrol
del Lada, a los mates como jugadas oníricas con el goleador
que educa, que transmite conocimientos, porque eso hacen los
hermanos grandes. Los viejos valores del vestuario. Los licenciados
en códigos de la calle donde el partido pinta, en códigos de la
cancha donde el partido se espera.
Pero Franco no llegará. El destino quiso que la moto fuera
demasiado rápido como para apretar el freno a tiempo, y no
darse con alma y vida contra la mala suerte. Más que suerte. Y las
páginas siguientes lo pondrán en un hospital, con la familia como
una barra más brava que cualquiera, bancando las horas como
enviones rivales, apretando los dedos en el alambrado del amor.
Y el Bigote ahí, con el alma prestada y el horario de visita como
religión. Tan religión como el rock. El rock de la espalda contra la
espalda, de visitante o de local, en las buenas y en estas. Del CTI a
sala es un golazo; de la quietud al movimiento, un centro al área.
De la angustia a la sonrisa un pase profundo, del silencio al habla
una pared con la esperanza. El partido se juega entre escaleras y
ascensores, suero y calmantes, alivio y espera, en la sala, donde
juegan más que once. Los puntos se pierden en la tabla pero se
sacan en la sutura. Entre las banderas se oyen voces. Se chifla
siempre al juez. Se acerca la entrada del equipo. Los colores de
siempre: el amarillo del barrio, el rojo de la pasión. Los jugadores
se suben las medias. Se secan el sudor. Escupen bronca. Se ajustan
los cordones. Que el empeine no se equivoque, que los botines
aguanten un driblin más. Franco se acomoda en la camilla. Renace.
Rompe un mundo. El Bigote se ajusta el elástico en el pelo y en el
brazo izquierdo; pisa fuerte. Franco toma aire. Ambos suspiran. El
juez que pita. El partido que empieza, una vez más, todos los días.
Gestión y Organización de un
Evento Deportivo
Este libro es una auténtica guía
metodológica para investigadores,
diseñadores de eventos y directores
de operaciones. De Michel
Desbordes y Julien Falgoux, con
prólogo de Michel Platini.
_Agustín Lucas
Medicina del Fútbol
La opinión de los mejores
especialistas a nivel mundial
sobre los problemas médicos
más importantes, habituales y
específicos del fútbol. De William
Garret, Donald Kirkendall y Robert
Contiguglia.
Marketing Deportivo
en 13 historias
Cómo idear o mejorar sus proyectos
en el ámbito deportivo un iendo la
experiencia de los autores con la
teoría y estudios sobre marketing
en los servicios deportivos.
Coordinador: Alberto Blázquez
Manzano.
Foto: Rodrigo López
Gregorio Pérez y la idiosincracia uruguaya
El fútbol de los objetivos impensados
Mientras espera, en el “seguro de paro obligatorio” al que cada
tanto condena su profesión, Gregorio Pérez le abrió las puertas
de su casa a Túnel para conversar sobre la identidad del fútbol
uruguayo, la evolución del fútbol mundial y el presente de la
selección nacional.
Aunque quiera no puede ocultar que el
fútbol es su pasión, lo que mantiene su
“llama viva” y hace que se sienta de 35
años a pesar de que su documento cuente
67. El DT, símbolo de la conquista del
segundo quinquenio aurinegro, empezó a
lograr gestas históricas cuando aún calzaba
los cortos en el mediocampo del Defensor
del 76. Hoy, con más de tres décadas al
costado de la línea de cal, Don Gregorio
confiesa que sufre la inactividad aunque
no se queda quieto: “Sigo mirando fútbol,
viajo. Me gusta ir a mirar fútbol a Paraguay,
a Argentina. A Chile también he ido y acá
miro todo lo que puedo, hasta la B”.
Estuvo en carpeta para dirigir a Bolivia y
un paso más cerca aún de vincularse con
la selección armenia, pero “de la noche a
la mañana no salió”. Desde que dejó de
estar al frente del plantel de Olimpia en
2013, Gregorio ocupa su rutina haciendo
ejercicio por las mañanas –como lo hizo
durante toda su vida– y se conecta desde
temprano al “vicio” de internet para seguir
activamente las novedades del mundo de
la pelota. En las tardes no sale más de su
casa y se queda mirando partidos de fútbol
“hasta las 12 de la noche igual”. Pero esta
tarde la televisión está apagada y el grabador
encendido para escuchar su opinión.
¿Existe una identidad del fútbol
uruguayo?
Opino que más allá de las tendencias y de
los cambios que hoy hay en el mundo –no
solamente en lo futbolístico– Uruguay
13
Foto: Rodrigo López
túnel MAY- JUN 2015
tiene como base una rica historia que está
relacionada con una identidad de su país.
Está relacionado con su idiosincrasia.
Hay una rica historia de un país pequeño,
de apenas 3.200.000 habitantes, que es
exportador cada seis meses de los mejores
jugadores que juegan en nuestro medio.
Esa identidad creo que no se ha cambiado.
Porque es la misma que lleva un proyecto
de nueve años de las selecciones uruguayas,
que ha tenido resultados que nos pusieron
nuevamente en el lugar de privilegio en que
muchas décadas atrás estuvimos.
14
¿Cuál es esa idiosincrasia que es
característica del fútbol uruguayo?
Lo que está relacionado con nuestra
historia: El hambre de gloria; el deseo
de progresar; de no sentirnos menos; la
ambición de superación. Lo que no quiere
decir que los brasileños y argentinos no
tengan hambre de gloria porque han
logrado cosas muy importantes y tienen una
rica historia; y algunos otros países también.
Pero hay una cantidad de elementos que
nos han llevado a sobreponernos a distintas
realidades.
¿Cómo hacemos para sacar tantos jugadores
de alto nivel siendo un país tan pequeño?
Es una pregunta que siempre está flotando
en el ambiente y para la que no tenemos
respuesta. Uno, que ha tenido la suerte de
viajar y de trabajar fuera del país, cuando
te hacen esa pregunta, la respuesta es que
no sabemos. Sí contamos que se trabaja
mucho y con mucho sacrificio. De ahí
el hambre de gloria, de sobreponerse a la
adversidad. Porque desde chicos, no sólo
en el fútbol sino también en otros aspectos,
nos sobreponemos a ciertas adversidades
y eso nos va mentalizando de forma que
no encontramos ningún obstáculo que
pueda ser insalvable. Lo tratamos de sortear
dentro de las reglas.
¿Cuántas cosas impensadas ha logrado
el fútbol uruguayo sobreponiéndose a
distintas adversidades? Cosas que no las
tienen los rivales, que no las tuvieron.
Acá hay un montón de directores técnicos
y preparadores físicos con muchísimas
condiciones que están en el anonimato
o en el pasado y de repente nadie se
acuerda de ellos. Son los que trabajan en
las divisiones menores con muchísimas
dificultades. Entonces cuando los jugadores
superan esas dificultades, ese amor propio
del que quiere realmente llegar los lleva a
que en distintos grupos y planteles, tanto
en clubes como en selecciones, logren
objetivos impensados para el mundo.
Que Uruguay esté hace ya seis años entre
las mejores selecciones del mundo es algo
que a veces no nos detenemos a pensar.
No fue casualidad el cuarto puesto en
el Mundial ni la decimoquinta Copa
América que se ganó en Argentina, ni la
consideración que tenemos nuevamente en
el mundo después de tres décadas en que
ni a los mundiales íbamos, como pasó en el
78, el 82, el 94 y 98.
Usted ha dirigido equipos de Argentina,
Paraguay e Italia, ¿cómo ven al fútbol
uruguayo desde el exterior?
Tienen admiración. Porque son conscientes
de las dificultades en un país tan chico
como este. Pero lógicamente está basado
en una rica historia que ha sido el gran
respaldo para que intentemos superarnos
cada día tratando de mantener este
privilegio. En Argentina nos tienen un
gran respeto y un gran cariño. Hay una
particularidad con el jugador y el técnico
uruguayo, en el sentido de que hay un
respeto que no solamente viene del
momento sino de la historia. Porque antes
de comenzar el profesionalismo en el fútbol
argentino ya iban jugadores uruguayos para
allá. Hasta el día de hoy. Siempre existió
ese gran respeto por el profesionalismo, por
esa hambre de gloria, por sentirse ganador
o por transmitir esos deseos de ser los
mejores.
Fue ayudante técnico de la selección
uruguaya en el Mundial de Italia 90,
¿Cómo evalúa el fútbol a nivel mundial
desde 1990 a 2014?
Va cambiando. No tanto en la década
del noventa, pero sí a partir del 2000.
En estos últimos quince años prevalece
mucho más la preparación física. Antes un
mediocampista podía correr entre tres y
cuatro kilómetros por partido y hoy corren
entre nueve y once. También hay más
velocidad aunque quizás hay menos técnica
en velocidad que antes. Es un fútbol más
“Que Uruguay esté hace
ya seis años entre las
mejores selecciones
del mundo es algo
que a veces no nos
detenemos a pensar. No
fue casualidad el cuarto
puesto en el Mundial
ni la decimoquinta
Copa América que se
ganó en Argentina, ni
la consideración que
tenemos nuevamente en
el mundo”.
rápido, más dinámico. De transiciones
defensa –ataque y ataque– defensa rápidos.
Antes era más lento, había más espacios, se
corría menos. Hoy no, ha evolucionado.
¿Cómo analiza el nivel del fútbol
uruguayo en el mismo período?
Hay que separar: una cosa son los clubes
y otra la selección. La selección ha
evolucionado, está relacionada con el
primer mundo en todo sentido, no así
nuestro fútbol local. Hay una diferencia
muy grande.
El nivel que tiene la selección no arranca
de un día para otro: lleva nueve años de
un proceso que ha sido muy exitoso y que
ha dado la posibilidad de que casi el cien
por ciento de los futbolistas que integran
la selección estén compitiendo a primer
nivel. Y algunos que hoy no están, como
[Sebastián] Abreu, [Sebastián] Eguren,
[Diego] Lugano, [Andrés] Scotti, también
en su momento fueron muy valiosos.
Algunos todavía pueden estar, pero también
esos futbolistas que han dado tanto son
suplantados por otros que vienen creciendo
y compitiendo –incluso en Europa– con
buen suceso. Que son producto también de
que salieron de acá muy jóvenes y tuvieron
la oportunidad de ir a otras competencias
con mayor nivel, en el sentido profesional,
y de tener otras vías para progresar, porque
acá por distintas razones –podemos llamarle
económicas– no se tienen las herramientas
ni la infraestructura para brindar lo que
encuentran cuando dan el paso al fútbol
internacional.
Acá pretendemos mantener un nivel que
lamentablemente no podemos tener. Porque
las arcas de la tesorería de los distintos
equipos de nuestro país para mantenerse
tienen que transferir futbolistas y siempre
se van a transferir los mejores o los que
están pintando para ser los mejores. En este
último año creo que se fueron alrededor
de 68 futbolistas. Y no sólo para Europa;
se van para Argentina, Centroamérica,
Chile, Colombia. Es mucho. Y son los
mejorcitos. Entonces nuevamente tenés
que ir reponiendo jugadores, apresurando
los tiempos de los de divisiones inferiores
y esperar que venga algún futbolista con
experiencia, de largo recorrido, que está
pegando el regreso para afincarse en el país
y aportar lo suyo.
¿Esta fuga de jugadores es la causa de la
“sequía” de copas internacionales que
tenemos a nivel de clubes desde hace 27
años o se debe a otros motivos?
También eran otros tiempos. Por ejemplo,
el Peñarol campeón de la Copa Libertadores
del 87 empezó a conformar el plantel en el
año 85. En el 86 salió campeón con don
Roque Máspoli y ascendieron una cantidad
de chiquilines que hicieron un muy buen
paso por inferiores y subieron al plantel
principal. Manteniendo esa base del 85 y
86, y solamente contratando dos jugadores,
llegaron a la final y la ganaron.
El Nacional campeón de la Copa
Libertadores del 88 tuvo una base
de jugadores de categoría, jóvenes y
experimentados, que venía hace dos años
también. Eran equipos que se sabían de
memoria, como se decía. Hoy, ¿qué equipo
de memoria se sabe? Antes no se iban tanto,
eran casos muy particulares. Me sobran los
dedos de la mano para contar los jugadores
que estarían en Europa en ese momento.
Había algunos que se iban a Argentina, a
Colombia –donde en la década de 1980 se
pagaba muy bien a jugadores y técnicos– o
a México. Después de 1990 empezaron
a transferirse futbolistas todos los años a
Europa.
Ahora no podés completar un año con
un equipo que se recite de memoria
porque cada seis meses se te van. Eso
resta competitividad, lógicamente. Es una
realidad. No recuerdo un plantel que se
haya conformado y a los seis meses haya
salido campeón de la Libertadores o la
Sudamericana. Por ejemplo, en la década
del 2000, Carlos Bianchi en Boca Juniors
sacaba uno y traía a uno pero la base estaba
y arrasó con todo.
Los uruguayos “desde
chicos, no sólo en el
fútbol, sino también
en otros aspectos, nos
sobreponemos a ciertas
adversidades y eso nos va
mentalizando de forma
que no encontramos
ningún obstáculo que
insalvable”.
Es distinta la realidad de los equipos
brasileños porque económicamente son una
potencia. Cada seis meses contratan a los
mejores e incluso vuelven a traer a jugadores
que estaban jugando en Europa, pagándoles
mejor, para formar planteles para jugar la
Libertadores, y el Brasileirão –que es más
difícil que la Libertadores–. Por eso no es
casualidad que haya cinco equipos brasileños
entre los dieciséis mejores. Los salarios de
jugadores y técnicos son de otra realidad.
Con el salario de un jugador del Corinthians,
Danubio pagaba dos sueldos de todo el
plantel.
¿Esa diferencia económica no existía
antes?
No. Incluso acá hubo un momento en
que jugadores de elite del fútbol argentino
fueron contratados por Peñarol y Nacional.
Por ejemplo, cuando se fue Pedro Virgilio
Rocha para San Pablo, Peñarol trajo a
Ermindo Onega. Algo extraordinario. Y a
los equipos chicos también venían jugadores
argentinos de muy buen nivel. Eran otros
tiempos, otras épocas.
En la mayoría de los países, ya no sólo
en Europa, se juegan partidos cada tres
días, mientras que en Uruguay se juega la
mitad. Sin embargo, cuando hay equipos
que juegan copas internacionales hay
quejas de que no estamos preparados
para la doble competencia, ¿Qué opina al
respecto?
Para mí, se puede. Ahora, si termino un
partido el domingo en el Estadio y el lunes
de mañana tengo que salir a primera hora
para Colombia para jugar el miércoles, sin
vuelo chárter, y regreso recién el viernes
de noche, es muy distinto al viaje que va a
hacer el Barcelona para jugar en Múnich
que son dos horas de viaje y en otro nivel.
Es decir, también juega lo económico.
Está muy dividido. Muchos piensan que
no se puede competir y muchos que sí.
Yo creo que es acostumbrarse; tener la
mentalidad. Al futbolista le gusta más
jugar que entrenar. El problema no es el
desgaste de los partidos; el problema grande
que tenemos son los viajes. Es la única
dificultad que se tiene. Tampoco hay que
olvidarse de que en Europa no hay altura
mientras que acá todos los equipos –no
sólo Uruguay– que van a la altura sufren.
Les cuesta la recuperación para volver a la
normalidad por el desgaste del organismo al
enfrentar esas condiciones a las que no está
acostumbrado.
¿Afecta también la cantidad de partidos
que tenemos en la competencia interna?
Jugamos muy poco. Acá se podría hacer
un torneo como el argentino con treinta
equipos. Perfectamente. No le veo ningún
problema ni ningún desgaste. Lógicamente
que van a decir “no estamos preparados”,
pero bueno, algún día tenemos que
organizarnos. En otros países ya lo hacen.
En Colombia juegan todos los días, en
Brasil juegan los torneos estaduales y el
Brasileirão.
Se puede organizar un torneo como la Copa
Argentina o la de Colombia o los torneos
de Brasil. Hay que ingeniarse. En Paraguay
se juegan religiosamente 44 partidos por
año más las finales. Se juega a dos ruedas
el Apertura y a dos ruedas el Clausura.
Son 12 equipos; 22 partidos por semestre.
Y todas las inferiores, desde la Sub 14 a
la Sub 20, también juegan 44 partidos. Si
se llega a suspender una fecha por lluvia
con la misma programación se pasa para
el lunes y si no para el martes. La realidad
no es tan distinta a la de acá, al contrario,
capaz que encontrás alguna dificultad que
acá no tenés. Es cuestión de organización y
planificación.
_Federico Zugarramurdi
Andorra
15
NICOLÁS LODEIRO: UN 10 QUE SE VUELVE 14
túnel MAY- JUN 2015
Rápido y virtuoso
No es el típico enlace. Se destaca por su
juego sencillo, veloz, por ser zurdo y pegarle
con las dos piernas, por las ganas de ir a
todas las pelotas. Más que su lugar en la
cancha es relevante su rol en el juego. A los
trece años soñar con el fútbol de Nacional
lo hizo armar el bolso y partir desde Barrio
Jardín en Paysandú a La Blanqueada en
Montevideo, solo, dejando la familia
atrás. A veces sin agua caliente, a veces
con comida contada, soñaba con goles,
victorias y pases. Jugó en la primera de
Nacional; llegó a ser capitán de la selección
Sub 20 en el Mundial de Egipto en 2009;
emigró al Ajax de Holanda cuando estaba
Luis Suárez; lo llamó el maestro Tabárez
para jugar en la selección uruguaya y
estuvo en los Juegos Olímpicos de Londres
2012. Fue transferido al Botafogo, de
ahí al Corinthians, y en febrero de este
año se integró al plantel de Boca Juniors.
Tiene 26 años y se acaba de mudar a
Puerto Madero, en Buenos Aires, con
su pareja, Micaela. En julio nacerá su
primer hijo y lo llamará Leandro. “De
padre, ni idea”, dice. Vistiendo la celeste,
Nicolás Lodeiro es quien jugó fracturado
el partido (inolvidable) que Uruguay ganó
contra Ghana en el Mundial de Sudáfrica
2010 y suyo fue el pase a Cavani para que
metiera el centro y encontrara la cabeza
de Suárez que anotó el primer gol contra
Inglaterra en el Mundial de Brasil 2014.
Ahora, cebándose un mate y de charla,
reconoce que no será fácil jugar la Copa
América en Chile pero que Uruguay irá
con expectativas. La Celeste integrará el
grupo B y tendrá que vérselas con Jamaica,
Argentina y Paraguay. Él no evita decir que
es integrante de la selección que ganó la
copa número 15, la actual campeona. Y no
es un simple comentario.
***
Entra por la puerta de atrás. Nadie se lo
esperaba. Casa Amarilla en Buenos Aires,
donde entrena Boca Juniors, atrás de la
Bombonera, es un lugar rodeado por hinchas
y guardias de seguridad. Tiene una salita para
prensa, donde los periodistas y los deportistas
se encuentran y charlan. Estamos parados de
espaldas, releyendo un párrafo de un libro que
habla sobre el pensamiento futbolero de Juan
Román Riquelme. Entra el 10. El nuevo 10
que siempre fue 14. Y también fue 18. Nicolás
Lodeiro saluda con un gesto simpático. Habla
animado y se desarrolla, se quiere explicar a
sí mismo. Su tono bajo y su expresión hacen
que uno piense que está pensando en otra
cosa, y sin embargo, está ahí. Apoya el mate
recién preparado sobre la mesa. Su bombilla
habla de él y del fútbol. No podría ser de otra
manera.
¿Qué significa para vos esa inscripción
que tiene tu mate?
Son la bandera de Uruguay, mis iniciales
y el número 14. La bombilla me la regaló
el Cebolla [Cristian Rodríguez] y mandé
hacer el mate con el mismo muchacho
en Uruguay. Además, le tuve que traer
a los chiquilines de acá, a [Fernando]
Gago y al Cata [Daniel Alberto] Díaz.
Ellos le hicieron el escudo de Boca y la
bandera de Argentina. Medio que me
quemaron el mate porque hay varios que
tienen el mismo. [Pasa por detrás de él un
funcionario del club y al ver los dos mates
y termos sobre la mesa, dice: “En Argentina
se comparte el mate. Hay que compartir”. Y
Nicolás se ríe. El mate es siempre un tema].
Tu mate dice 14 y a pesar de eso, en Boca,
decidiste usar la camiseta 10. ¿Por qué?
Yo sé que ese número es súper importante
en Boca por todo lo que fue [Juan Román]
Riquelme, y también porque la usó [Diego
Armando] Maradona. Si hay alguien que
tiene que estar identificado con ese número
es Riquelme por todas las cosas que ganó
y porque hubo una década en Boca donde
ganaron todo. Vos decís el 10 de Boca y
decís Riquelme, y recién después decís
Maradona. Eso genera un poco más. Pero
cuando entrás a la cancha y tenés que correr
una pelota, tenés que trancar, tenés que
hacer una jugada, vos no estás pensando
en el número. Esa decisión la pensé. Yo me
identifico con la 14 pero me preguntaron
y tenía la posibilidad de jugar con la 10 y a
mí me gustaba Riquelme también. Tenía ese
sueño de jugar con ese número y significaba
un desafío; lo elegí. No fue fácil venir a
Boca, porque es uno de los cuadros más
grandes del mundo y si iba a dar ese paso,
me pregunté por qué no hacerla completa y
asumir esa responsabilidad.
¿Cuáles son esos esfuerzos que tuviste que
hacer para estar hoy en Boca?
A Corinthians llegué después del Mundial
y estuve muy poco tiempo, con un técnico
que faltando dos o tres meses sabíamos
que se iba. Sabía que el técnico que venía
me quería, Tite, una persona muy querida.
Es un ser humano excelente. Me dio para
quererlo mucho en poco tiempo. Jugué
todos los partidos de titular, me daba
confianza. Luego estaba el interés de Boca
en diciembre y me ilusioné pero sabía que
Corinthians no me iba a dejar ir y menos
si Boca quería traerme a préstamo. Los
dos iban a jugar la Copa Libertadores y no
iban a prestar un jugador que consideraran
importante a un cuadro que podría ser rival.
Le dije al Vasco [Rodolfo Arruabarrena]
que me gustaba que contara conmigo en
el plantel nuevo. Me dijo que le gustaba
cómo jugaba y mi perfil de persona. Me
reilusioné pero le dije que no dependía de
mí. Se enfrió la cosa porque hicieron una
propuesta pero el Corinthians no quiso
saber de nada. Boca volvió con otra oferta
y Corinthians dijo otra vez que no. Luego
Boca fue más adentro y presentó una
opción de compra. La única forma de que
saliera era con mi decisión. Lo bueno del
entrenador que tenía era que iba a respetar
mi sentimiento porque no iba a querer a
un jugador que no estuviera cómodo en
el club. Ya estaba todo arreglado y lo que
estaba trabado era lo deportivo porque el
técnico me quería. Tuve que ir a hablar mano
a mano con él y le dije que me quería ir a
Boca, que me hacía mucha ilusión, por lo
que genera ese club en mí. En Uruguay se
mira mucho más fútbol argentino que de
Brasil. Antes mirábamos Boca-River siempre,
y en esa época –cuando Boca ganó todo– yo
miraba los partidos. Aparte que un cuadro
grande tenga ese interés e insista por vos…
Lo económico estaba acordado. Iba a estar
cerca de mi familia y mis amigos.
Foto: Leonidas Martínez
con lo justo, dejando a Sosa tirado en el área
chica. La fuerza del remate con la derecha
y la exigencia de patear casi sin ángulo hace
que pierda estabilidad y termine en el pasto.
Se levanta y, en segundos, desaparece entre el
abrazo de sus compañeros. Lodeiro marcaba
su primer gol clásico.
Distendido, el día después del partido ante Huracán, Lodeiro recibió a Túnel para hablar de su trayectoria y desafíos.
¿Qué te pide el DT de Boca que hagas
dentro de la cancha?
[Se da vuelta, mira por la ventana. “¿Está
lleno de gente?”, pregunta y se contesta
con la pregunta. Baja la mirada como
lamentándose y dice: “No me citó para
el jueves”. Boca juega contra Palestino
por la Copa Libertadores. “¡Malísimo! Es
que ya que estás acá querés jugar. Lo que
genera la Bombonera es impresionante.
Quería aprovechar aunque fuera en el
banco”. Levanta la cabeza y retoma la
conversación]. El Vasco me pide que haga
mi juego, me suelte. Si bien a la hora
de atacar me pide que sea un poco el
conductor y que tenga más protagonismo,
también que a la hora de defender vuelva
y ocupe un lugar, una posición para no
dejar agujeros en la defensa. Lo que más
me dice es que esté tranquilo. Siento que
me da mucha confianza, y me hace sentir
la libertad de hacer lo que me gusta donde
me gusta.
túnel MAY- JUN 2015
Rodolfo Arruabarrena sostiene que no es
fácil jugar en Boca. ¿Vos qué crees?
Antes de llegar muchos me decían que
iba a tener el asedio de la prensa, que iba
a haber mucha gente expectante siempre,
que el mundo Boca genera muchas cosas.
Uno venía no con miedo pero sí alertado
y preparado. Era una sorpresa. Caí en un
grupo bárbaro, un cuerpo técnico excelente
y la gente que trabaja acá también. Entré
por un tubo, me fueron saliendo las cosas
18
bien. No me costó pero sí me impresionó,
ver la gente en cualquier puerta por donde
salgas, salís del estadio y no te podés ir. La
prensa siempre está presente. Como nos
está yendo bien, lo estoy disfrutando y lo
tomo como algo normal ya.
Tu primer partido en la Bombonera
fue contra Wanderers por la Copa
Libertadores. ¿Cómo lo viviste?
En ese partido estuve más nervioso de
lo normal [se sonríe, como si sintiera
vergüenza de decirlo]. Debutaba en la
Bombonera. Después que arrancó el partido
me fui soltando con confianza y por suerte
hicimos un partido muy lindo.
***
Principio tienen las cosas y antes de todo
esto de ahora, estuvo Nacional. De aquel
comienzo, de las inferiores del Bolso, conserva
tres amigos: Álvaro Apolito, Adrián Compañ
y Rodrigo Odriozola. Debutó en primera el
19 de agosto de 2007 contra Fénix. Al 6 de
diciembre de 2009 no lo olvida más. Nacional
jugó por el Apertura contra Peñarol en el
Estadio Centenario. El Bolso ganaba 1-0. A
los 28 minutos, Ángel Matute Morales le da
un pase hacia atrás, en el sector derecho de la
cancha, y Lodeiro adelanta la pelota y logra
meterse entre la línea defensiva de Peñarol,
ganando el área. El arquero intenta cortarlo
y Lodeiro, que no paró de correr, toca apenas
la pelota hacia la derecha y patea incómodo,
Simple, sencillo
El DT de Boca lo mandó buscar a Brasil. Se lo llevó a Buenos Aires y hoy conviven todos
los días entrenando en Casa Amarilla. Rodolfo Vasco Arruabarrena habla de Lodeiro en
tono afable, dispuesto a contar qué vio en Nico y compartir su mirada. “Tiene movilidad,
resuelve situaciones en forma simple, en otras le gusta conducir, depende de los sectores
de la cancha. Cuando se lo denomina enganche, yo creo que no es un enganche. No es un
jugador que puede sacarse a uno o dos rivales de encima y él mismo lo dice. Pero sí es
muy simple y en el fútbol actual no es fácil eso. […] Me gustaba como jugador y sabía de
su personalidad. Es algo que necesitábamos y por suerte por ahora me ha demostrado
que no me he equivocado. Creo que tenemos que crecer como equipo y él adaptarse al
fútbol argentino. Es difícil. Ha sorprendido porque se adaptó rápido. Venir de otro fútbol
al argentino no es tan fácil”.
Cuando hablás de tus comienzos en el
fútbol siempre mencionás a tu papá…
Destaco el apoyo de mi padre porque
siempre fue el que me encaminó y nunca
me hizo notar presión; nunca me dijo
“tenés que llegar”. Siempre me llevó por
un camino en el que me sentía cómodo y
lo iba haciendo natural. Creo que si tengo
que destacar a alguien en mi camino como
futbolista es a mi papá.
¿Cómo recordás los tiempos de tu llegada
desde Paysandú a vivir al Parque Central,
con sólo trece años?
Mi madre quiso que terminara el liceo y el
año en el baby fútbol, por eso estuve de los
doce a los trece viajando desde Paysandú
a Montevideo. A los trece ya me instalé
en el Parque Central y arranqué el liceo
en Montevideo. No terminé, me quedan
algunas materias de sexto año todavía. Si
bien las condiciones que había en el Parque
no eran las mejores porque no había agua
caliente, faltaba comida, no había remedios
a veces, yo estaba feliz de estar ahí y vivir
solo. Cuando me veo hoy acá y recuerdo
lo que hice, digo que vale la pena. Nunca
antes había viajado a Montevideo y dejar
a mi familia siendo niño puede ser visto
como duro, pero no cambiaría nada. Me
acuerdo de que en ese momento me llevaba
muy bien con [Bruno] el Tuna Fornaroli,
Cristian Paz, y de mi generación, pero
que no vivía en el Parque, era [Alexis]
Rolín [ahora son compañeros en Boca].
Era muy amigo de Diego Rodríguez, el
Oreja, que iba a comer al Parque, igual que
Luis Suárez, y ahí vivían Sebastián Viera y
Gonzalo Chori Castro. Yo era el más chico
de todos ellos.
***
Irse a Europa, pegar el salto. Soñar, desearlo,
y un día, despertar y que suceda. Llegó a
Holanda en enero de 2010. Dos meses más
tarde, el 26 de marzo, jugó el partido por
la liga holandesa entre Eagles y Ajax. En el
minuto 80, falta a Luis Suárez y tiro libre
para Ajax que ya iba ganando 5-0. Nicolás
acomodó la pelota cerca de la media luna del
área. Le va a pegar de zurda. Suárez pasó
corriendo delante de la pelota. Era esperable
que rematara él. Apenas dos pasos de carrera
y Nico le dio con la cara interna del pie. La
pelota se elevó, hizo una comba y pasó por la
derecha, rozando la barrera de siete jugadores
que ni se movieron. Picó unos metros antes
de llegar al arco y se metió a media altura. El
golero se estiró hacia su derecha y no llegó.
Lodeiro anotó su primer gol en su experiencia
europea. Y a partir de entonces hubo más, de
sueño y de lo otro.
En 2010 te salió el pase a Europa, al
Ajax. ¿Cómo fue tu llegada a ese equipo?
Me fui justo, porque era mi mejor
momento de carrera en Nacional.
Habíamos hecho un buen torneo, ganado
los clásicos y estaba jugando bien. El
objetivo y sueño de todos es andar bien e
irte. Me fui tranquilo de que se había dado
la posibilidad. Tenía que elegir entre el AZ
[Alkmaar Zaanstreek] y el Ajax, y como
Suárez estaba ahí, me fui. Caí en Holanda,
en uno de los mejores clubes de Europa
y donde Luis y su señora me ayudaron
mucho. Viví en un hotel hasta que me
mudé al edificio, cinco pisos arriba, donde
vivía Luis y su familia. Me llevaban para
todos lados y me ayudaban mucho. Me
complicó un poco el idioma al principio.
El holandés es difícil, era cualquier cosa.
Intenté estudiarlo pero era bravo: una
mezcla de alemán y francés. Sabía inglés
pero con la base del liceo no me alcanzaba
para comunicarme. Después perfeccioné el
inglés y agarré al toque.
¿Qué aprendiste futbolísticamente en el
Ajax?
La escuela del Ajax, sobre todo la escuela
holandesa, perfecciona la técnica.
Hacíamos trabajos con pelota para el
pase, saber cómo girar, el control, cómo
ubicarte en la cancha. Me ayudó mucho
en eso. Yo era un desordenado bárbaro, y
a veces soy, me gusta ir detrás de la pelota,
sigo jugando al baby fútbol a veces [se ríe,
ahora con cierta picardía]. Si bien tenía
técnica cuando llegué, recuerdo que en
las primeras prácticas ellos se daban pases
fuertes y la dejaban bien controladita. Y a
mí me daban ese pase y me rebotaba cinco
metros, cagaba toda la práctica. Las perdía
todas. Esas cosas las mejoré. Tuve la suerte
de estar con Luis, también. Ya lo conocía
cuando lo veía jugar en el Parque. Cuando
estuve en la selección mayor me tocó
jugar con él e hicimos tremenda amistad.
Y después cuando llegué a Holanda ya
éramos muy amigos. Eso me ayudó en
todo.
En Brasil, en el Botafogo, te encontraste
con Clarence Seedorf ¿Cómo fue esa
experiencia?
Fue un poco extraño encontrarme con él
que jugó como quince años en Europa
y ganó la Champions varias veces. Traté
de aprender cosas porque tiene mucha
experiencia y jugó en muchos lados. Es una
estrella a nivel mundial. Como me gustaba
la idea de aprender de él me le pegaba,
observaba cómo entrenaba, le pedí algunos
consejos. Fue una etapa linda. Además no
Foto: Leonidas Martínez
había problemas para comunicarse con él
porque habla español, inglés, portugués,
holandés, italiano. Tiene una cultura
bárbara.
¿Qué diferencias encontraste entre el
fútbol de Holanda y el de Brasil?
En los dos países aprendí mucho. Si bien
en Holanda se juega rápido, porque hoy el
fútbol se juega a mucha velocidad, en Brasil
tuve que ponerme muy bien físicamente
porque había jugadores muy grandes,
muy fuertes, y el fútbol se da con mucho
contacto. Salían jugadores con mucha
habilidad, hay que aprender a marcar, y me
sentía más como en Uruguay, porque no
eran tan aplicados tácticamente sino que te
daban más libertad de hacer. En Holanda
o Alemania son más estructurados. A veces
te corrés de posición y al técnico no le
gusta. En Brasil es más libre el juego pero
había que estar bien físicamente para poder
volver a la posición. A veces los partidos se
hacían de ida y vuelta, ataque y defensa,
de contragolpe. De los dos países aprendí
mucho y logré una mezcla.
¿Cómo describís tu forma de jugar tras
estas experiencias?
Trato de mejorar siempre, jugar rápido y
sencillo. En el fútbol de ahora, los rivales
marcan más entonces hay menos tiempo y
el fútbol es más dinámico. No hay tiempo
para estar inventando muchas cosas, a no
ser cuando estás más cerca del área que
tenés más libertad. O si estás jugando en el
medio y te ponés a hacer cosas, ¡Prá! vienen,
te marcan, te la sacan y sale un contragolpe.
Hay que jugar rápido y sencillo, haciendo
cosas que sirvan. A veces sale y a veces no.
Pero trato de hacer eso y es lo que me gusta.
Cuando vos te describís decís: “No soy un
típico enlace”. ¿Por qué?
Hoy en día en el fútbol ya no existe esa
forma. En Nacional no jugué de enlace. En
el Ajax tampoco. Cuando subí con [Daniel]
Carreño me puso de enganche mismo. Los
técnicos me tiran para la izquierda o para la
derecha; el enlace se va perdiendo un poco.
Si bien a veces juego más suelto ahora tengo
que ocupar un lugar en la cancha para
defender, también me gusta marcar mucho.
Un gorrión salpicador
“Un chiquito cabezón anda volando”, le dijeron a Alejandro Garay –actual DT de la selección uruguaya Sub 15 y Sub 18– cuando trabajaba en Nacional y marchó a Paysandú a
conocerlo. Ese era Nicolás. “Lo fui a ver cuando tenía doce años. Andaba muy bien en todos
los deportes. Su papá [Alfonso] tenía un bar, era futbolero y había jugado en la selección
de Paysandú, había salido campeón del interior. Nicolás jugaba muy bien al vóleibol y al
básquetbol. Siempre fue muy precoz; de chiquito hacía cosas de grande. Era como un
gorrión, permanentemente pensando y muy habilidoso. Hacía la diferencia en los pases,
distribuir la pelota, y era muy alegre, se divertía mucho. Era muy responsable también. La
familia siempre pedía que estudiara y nosotros le conseguíamos libros en los momentos
en que vivía en el Parque Central en condiciones muy malas. Los más grandes, como Bruno
Fornaroli, lo protegían porque a Nicolás, ni bien empezó a jugar en séptima, lo llamaban
de otras categorías mayores para invitarlo. Wilmar Cabrera, dirigiendo cuarta, lo llevó de
suplente cuando él jugaba en séptima. Tenía una visión de juego muy clara y futbolísticamente era maduro. […] Ahora lo vi en Boca y me dio mucha alegría porque era como verlo
salpicando por todas partes. El Ajax le quitó cierta movilidad aunque le dio herramientas
para manejar la ansiedad de qué hacer con la pelota porque son buenos en tenencia. Creo
que tiene que jugar cerca de la pelota y estar permanentemente saliéndose de libreto
porque hay que darle posibilidades a ese gorrión que salta de un lado a otro y busca los
espacios libres para dar un pase o meterse él”.
19
En el amistoso ante Irlanda del Norte, 10 en Boca 14 en la celeste. (Foto: Leonidas Martínez)
¿Te prendés a la discusión de la existencia
o no del enganche?
Hay momentos en que hay enganche.
No desapareció. Hay momentos en que
un cuadro necesita de alguien que arme
la jugada o sea un conductor. Algunos
cuadros lo tienen más atrás como un cinco,
otros lo tienen más adelante como un diez.
Depende del partido; hay partidos en que
vos tenés que defender más y no contás con
enganche, y te ponés más defensivo para
aguantar un resultado. Hay momentos que
precisás atacar más pero necesitás a alguien
que asista a esos jugadores y ahí ponés a
un enganche. Yo creo que no desapareció
y hay técnicos a los que les gusta jugar
con enganche. El Vasco, por ejemplo, y el
Maestro también, hay veces que juegan con
enganche y otras no. Hay partidos en que
las circunstancias te llevan a usarlo.
***
Con la camiseta celeste vivió un montón de
cosas: Mundial Sub 20 en Egipto en 2009,
Juegos Olímpicos 2012 en Londres, Mundial
de Sudáfrica en 2010 y en Brasil en 2014,
Copa América de 2011 en Argentina. Jugar
en la selección tiene un plus: integrar un
equipo selecto, compartir con el cuerpo técnico,
lograr el reconocimiento de los hinchas en
todo el país. Y el fútbol guarda yapas para
la vida. 62.575 espectadores llenaron el
Estadio Arena de San Pablo el 19 de junio de
2014. Uruguay juega contra Inglaterra. Es
su segundo partido en el Mundial de Brasil.
túnel MAY- JUN 2015
Parientes
20
Diego Tomasi, autor del libro El caño más bello del mundo. Pensamiento futbolero de Juan
Román Riquelme, es de Morón, hincha de Boca y ahora está sentado en un bar de la Avenida
de Mayo en Buenos Aires, hablando sobre el uruguayo, nuevo 10 de Boca. “Como dijo alguna
vez Riquelme y yo comparto: ‘La 10 de Boca será siempre de Riquelme’. Lodeiro la está usando con mucha desfachatez y eso es algo muy bueno. Me parece un jugador interesantísimo
pero diferente a Riquelme. Tiene dinámica en sus desplazamientos. Es extraño verlo porque
a simple vista no parece tener ninguna característica que lo defina: no es el mejor pasador
del mundo, no es veloz como otros jugadores. Sin embargo hace todo bien: pasa bien la pelota, le pega bien, se desmarca bien, se ubica en el lugar de la cancha donde no hay marca, y
cuando tiene marca pide la pelota porque sabe que puede generar el espacio para desmarcarse con la pelota. Es un jugador distinto de Riquelme en el rol que cumple. Tal vez Lodeiro
necesita a otro jugador para que también con él arme el juego. En algo sí se emparentan
Lodeiro con Riquelme: los dos pueden pasar bien la pelota con las dos piernas”.
Lodeiro es titular. A los 39, Uruguay hace el
primer gol. Nicolás recupera la pelota en la
mitad de la cancha y la adelanta. Cayéndose,
le convida un pase a Edinson Cavani que se
encuentra, por izquierda, en el borde del área.
Suárez ya está entrando por derecha al área
chica y salta para cabecear el centro perfecto.
Gol de la Celeste y casi no cabe más alegría. El
segundo tiempo se hace trabado. En el minuto
66, Lodeiro, que corrió muchísimo durante
todo el partido, se tira una palomita rozando
el piso en la mitad de la cancha para cortar
la trayectoria de una bola que jugó la defensa
inglesa. La cabeza de Lodeiro –que piensa,
en ese momento y siempre, que “hay que ir
a todas”– ahora tranca la pelota. Del otro
lado, el zapato fosforescente de Wayne Rooney.
Uruguay ganará ese partido 2-1 y parecerá un
sueño bien soñado.
¿Cómo recordás tu experiencia en los
mundiales vistiendo la celeste?
En el Mundial de 2010 ligué mal. Arranqué
mal porque me echaron y cuando me tocó
jugar, me quebré. Me había costado pila
llegar. Habíamos llegado a semifinales y
por ahí tenía la posibilidad de jugar de
titular. Había entrado contra Ghana en el
entretiempo, justo lo ganamos y tal vez me
tocaba. Y otra cosa es que no hay muchas
posibilidades de jugar mundiales porque
son cada cuatro años y es difícil mantener
el nivel esos años siguientes como para
volver. Entonces sentí que se me fue la
oportunidad de mi vida. Pero tuve la suerte
de seguir jugando y repetir.
¿Cómo te ves para encarar el desafío de la
Copa América que se viene?
Tengo mucha expectativa. Sobre todo
he tenido la suerte de jugar de titular,
porque si mantengo el nivel y las ganas,
las posibilidades son mayores. La Copa
América es un campeonato lindo, somos los
que más copas tenemos, somos los últimos
campeones. Primero, jugar con Uruguay
siempre me genera muchas cosas. Voy feliz
y lo disfruto, lo que más me gusta hacer es
defender a mi país. Y tener la posibilidad
de defender un campeonato con lo difícil
que es, está increíble. Para Uruguay siempre
me dan ganas de entrenar para llegar de la
mejor manera.
En la Copa América no estará Luis
Suárez, ¿cómo te imaginás que
repercutirá eso?
Va a ser rarísima. Primero porque Luis
es importante, no sólo en lo futbolístico
sino por lo que aporta al grupo. Siempre
está bromeando, es un loco que transmite
mucha alegría, une y es querido por todos.
Dentro de la cancha es fundamental. En
el partido contra Colombia lo sufrimos.
Aunque hay jugadores de nosotros que
pueden hacer las cosas bien en su ausencia,
los rivales también lo sienten. Hay rivales
que al no tener a Luis te atacan mucho más.
Para nosotros va a ser difícil aunque hay
jugadores que pueden hacer lo mismo pero
no como él.
¿Qué aprendés del maestro Tabárez?
Ojalá que el maestro me siga teniendo
en cuenta. Es muy atento con todos los
jugadores. Siempre busca mejorar al
jugador. Como persona él no se mete pero
trata de enseñarte y de buscar cosas que
tengas que mejorar. Busca las cosas que
pueden aportar al grupo y da libertad para
que expresemos si alguien tiene una opinión
diferente. Él es muy abierto en ese sentido.
Soy un agradecido porque siempre me llevó,
contó conmigo y en momentos en los que
yo no estaba jugando tan bien me bancó
siempre y me dio mucha confianza. Todo
lo que puedo decir es bueno. En mi vida
personal también me ha aportado.
Las generaciones de jugadores se van
haciendo grandes y se empiezan a retirar
algunos de tus compañeros. El caso
reciente es el de Diego Forlán. ¿Cómo se
vive eso dentro del grupo?
Soy un agradecido al fútbol por haber
jugado con el Diego. Fue de lo mejor que
me tocó ver y compartir porque es súper
profesional, excelente persona, tremendo
jugador, mejor jugador del Mundial. A
mí me enseñó mucho. Cuando tengo
cerca jugadores de nivel, como ahora
es el caso de Fernando [Gago] en Boca,
Luis [Suárez], Seedorf en Botafogo, trato
de exprimirlos y sacar lo mejor. Y Diego
en ese sentido me ayudó mucho. Haber
compartido vestuario y equipo con él es
tremendo. Debe estar Nasazzi y el Diego,
que están ahí [levanta el brazo y marca
una línea con la mano por encima de su
cabeza] y capaz que está más arriba porque
lo vimos jugar y es más reciente. Hoy
no se valora tanto pero fue el goleador
máximo de la selección, el único jugador
uruguayo que salió Balón de Oro. Primero
me dejó triste porque no voy a poder
jugar otra vez con él en la selección, por
ahí en otro cuadro [da lugar al chiste: ¿en
Peñarol? Nicolás se ríe. “Imposible. Que
venga a Boca”) y ojalá me toque porque
lo disfrutaría. Pero después me deja
contento que fuera una decisión de él, que
fue redifícil y lo debe ser para cualquier
jugador decirle que no a la selección. Lo
pensó y lo dijo súper tranquilo. Está en un
momento en que sigue jugando, así que no
fue que la selección lo dejó a él. Lo entendí
por ese lado y me pareció bien. El Diego
como profesional es único.
_Patricia Pujol
Actividades deportivas en toda la ciudad
Inauguración del complejo SACUDE
En el barrio Casavalle se construyó el complejo SACUDE, promoviendo el acceso democrático a la cultura, el deporte y la salud en esa zona.
Además, se realizan actividades deportivas en todos los barrios de la ciudad para mejorar la calidad de vida de los montevideanos y
montevideanas a través del deporte, la educación y la recreación.
Montevideo llena de vida.
21
Con Raquel Diana y Santiago Sanguinetti
Fútbol sobre tablas
túnel MAY- JUN 2015
Raquel Diana y Santiago Sanguinetti no están vinculados directamente al fútbol. Pero el fútbol está
en la vida, en la nuestra y en la de ellos. Queriéndolo o no, respiramos por lo menos sus coletazos, su
color y hasta la angustia que puede provenir de allí. Son dramaturgos, actores, y en este momento –o
hasta hace muy poco– Una mujer larga y Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución
en el Caribe, obras de Raquel y Santiago respectivamente, están/estaban en cartel. Son humanos y
escriben de lo humano. De eso conversamos con cada uno de ellos, en una charla por separado que
terminó eludiendo las líneas paralelas, fundiéndose en una conversación lejana y cercana a la vez.
Raquel Diana: El fútbol, un espacio de interacción
Santiago Sanguinetti: Fútbol en el escenario
El fútbol está siempre presente, no hay mucha forma de zafar de
él. Lo he pensado, pero no es fácil de pensar, porque se supone que
hay unas actitudes correctas: no está bien estar en contra del fútbol.
Si uno dice “¡basta!” o “no me interesa”, inmediatamente cae en
la categoría de ser inservible, despreciable… ¿no? No es fácil en
ese punto tomar una resolución, porque uno quiere ser parte de la
sociedad, ser querido. Además, la parte buena del asunto no sólo es
buena sino interesante. Me parece que es de los pocos lugares que
van quedando, y para algunas personas seguramente el único, de
espacio de interacción con los prójimos. Allí hay un lugar y es una
cosa valiosísima en este momento… Incluso la confrontación en
estos temas está permitida, que en otros temas no tanto, sea moda
o política. Vos discrepás y se transforma en una cosa fundamental
y horrible. Sin embargo, en el fútbol está admitido. Valoro
muchísimo eso, que exista ese lugar, que es un lugar de encuentro
también de los cuerpos, que es otro problema: la gente va a estar,
con sus cuerpos, en la tribuna y en algún sentido con los de los
jugadores, aunque estén a una distancia. Voy muy poco el estadio y
soy muy mala espectadora porque el espectáculo de la gente es tan
formidable que me distraigo del juego. Pero veo los partidos que
uno debe ver. Disfruto mucho de esa cosa que tiene que ver con
que en este momento estemos viendo lo mismo, y después vamos
a poder comentarlo, tener una opinión. Es realmente emocionante
eso. Y además, no hay otra cosa. Estamos todos segmentados, en
nuestros gustos, intereses. Casi no tenemos un colectivo que nos
entusiasme. Ninguno genera un entusiasmo mayor. O, por lo
menos en mí, cada vez menos…
En términos de teatro, me interesa generar espacios que sean
profundamente dramáticos. Ubicar una obra, por ejemplo, en
un espacio que está a punto de explotar. En el caso de los cascos
azules (se refiere a Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a
la revolución en el Caribe) se trata de cuatro soldados que están
sitiados en una base en Puerto Príncipe resistiendo un asedio de
haitianos que iniciaron una revolución. Con el tratamiento del
fútbol, la idea que se me empieza a ocurrir, mezclando fútbol,
ideología, crisis, es la siguiente: ¿qué pasa si de repente tenemos
a determinados jugadores de fútbol que en el entretiempo se
niegan a salir a jugar la segunda mitad? Un partido que podría
ser la final de la Libertadores o el partido de ascenso de la cuarta
división. Afuera un estadio, mucha gente esperando que pase
algo y empiezan a pasar los minutos y no salen. En el medio,
problemas: ¿qué es lo que hace que algunos tipos no quieran
salir? Empecé a pensar en la idea de un futbolista que descubre la
ideología, por lo cual descubre manejos de poder. Y allí apareció
la figura inolvidable de Sócrates (futbolista brasileño, médico).
Es un tipo que dice cosas muy interesantes, como que si vos
ponés un diario en una concentración, todo el mundo va a las
páginas deportivas, a nadie le interesa el mundo, el mundo como
problema. Tendría que ser obligatoria la enseñanza de filosofía o
de “mundo contemporáneo” para los deportistas, sobre todo para
los futbolistas, porque son referentes del mundo. Entonces empecé
a mezclar esos dos mundos, que aparentemente serían no del todo
coincidentes en el mundo contemporáneo, por más que haya
casos singulares: la defensa de la ideología y del deporte. Frente a
todo ese mundo aparece un mundo distinto, que es el de las ideas.
Entonces, en un momento la dinámica pasaría a ser similar a la de
los cascos azules, que en un momento se ponen a leer a Hegel para
tratar de entender lo que está pasando afuera.
Diana: “Hay una suerte de territorio que
construye el fútbol, que también identifico
como territorio nacional. Es un territorio
festivo, que tiene también esa cuestión de la
competencia con los otros, en nuestro caso
del pequeño que puede llegar a derribar al
más grande, eso es extraordinario”.
22
¿A qué altura de la obra estamos?
Recién escribí la primera escena, estoy recopilando mucho
material, en el medio trabajando la idea de la crisis de
representación política y teatral, y empezar a mezclar algunos
elementos personales reales. Allí aparece la historia de mi abuelo.
Se llamaba Nicolás Riccardi, era jugador de fútbol, jugó en las
décadas de 1920 y 1930, en Peñarol, en Defensor, en Central…
Pero lo más interesante es que fue uno de los primeros jugadores
en ser vendidos al exterior. Y jugó en Italia, en el Napoli y en
el Palermo. Nieto o bisnieto de italianos, tenía la ciudadanía
italiana. El problema es que jugó en la década de 1930, llegó
Raquel Diana y Santiago Sanguinetti. Dos miradas desde el teatro sobre el fútbol. (Fotos: Rodrigo López)
Tengo la sensación de que el uruguayo no es muy nacionalista
respecto a nada, salvo con la selección.
Es parte de esa cosa tan difícil de definir que es la patria. Patria es
eso, un territorio que se palpa en cierta circunstancia. Yo estaba
en un aeropuerto del Caribe, fui a comprar unas artesanías y le
dije a la señora que atendía: “Soy de Uruguay, ¿conoce Uruguay?”,
“¡cómo no voy a conocer! Yo soy de Ghana, yo vi llorar a cuatro
generaciones de mujeres”. Y fue una conversación extraordinaria,
en realidad no hablábamos de fútbol, hablábamos de una cosa que
nos atravesaba y nos sentimos cerca las dos, al compartir un asunto,
¿no? Una vez que estuve en Stuttgart, en el centro de Alemania,
“Uruguay, ¿Uruguay?”. Nadie sabía nada de Uruguay hasta que
un señor dice “Francescoli”. Entonces, hay una suerte de territorio
que construye el fútbol, que yo también identifico como territorio
nacional. Me parece bien, porque es un territorio festivo, que tiene
también esa cuestión de la competencia con los otros, en nuestro
caso del pequeño que puede llegar a derribar al más grande, eso es
extraordinario.
Creo que también los hinchas de los cuadros perciben como
patrias, algunos por lo menos, en el sentido del lugar al que uno
pertenece, con el que se identifica y por lo tanto a su vez identifica al
extranjero, el extraño, el invasor. Capaz que uno como ser humano
necesita eso: ser de ninguna parte es un horror, es angustiante. El
ser humano siempre ha buscado alterar su conciencia un poquito: el
alcohol, las drogas y también el deporte, la religión. Esa cosa de Marx
La pasión según el barrabrava
RD: Carl Sagan dice en un artículo que el deporte tiene que ver con
el instinto de caza, con el hombre primitivo. Con esa necesidad de
rituales iniciáticos para los más jóvenes. Y todo eso en una sociedad civilizada en algún momento se reproduce en este escenario.
También hace un análisis de cómo distintos equipos en el mundo
incorporan animales en sus escudos. Esa cosa de que el 99 por
ciento de la vida del ser humano ha transcurrido en una horda.
Estos recuerdos antiguos contienen miedos, reacciones de pelea
y es como si, sobre todo los hombres, necesitaran ese tipo de ritual. Se establece una relación de confrontación y hay, además,
un enorme placer en esa pelea y al mismo tiempo aparecen esos
gritos desproporcionados, epítetos monstruosos que se lanzan
sobre el pobre jugador, juez o director técnico, que me parecen
no solamente injustos sino abominables. Tengo amigos entrañables, profesionales con una cultura vastísima que van al estadio
y –sea por asumir o dejar un personaje de lado– surge aquella cosa
primitiva y dicen cosas realmente espantosas: contenido racista,
contenido sexual machista inexplicable…
Sanguinetti: “Hay algo que tiene que ver con la
política y el estado de la selección uruguaya actual.
No hay que subestimar a la gente que asocia el
bienestar económico, el ascenso de la izquierda al
poder y los éxitos de la selección, porque hubo una
coincidencia por lo menos en el tiempo. La gente ve
como un aura de ‘lo correcto’”.
hasta el 39. Arrancó la guerra y lo llamaron a combate, era
un italiano más. En ese momento agarró el penúltimo barco
que venía para América y se volvió. Allí conoció a mi abuela y
tuvo dos opciones: seguir como jugador de fútbol o aceptar un
empleo público que le habían ofrecido.
A los padres de mi abuela no les gustaba que fuese
futbolista: en 1930 una cosa era ser futbolista y otra ser empleado
público, que era algo así como sacarse la lotería. Entonces aceptó
SS: El problema fundamental del hincha pasional es que el tipo es
en función de eso. Es Nacional, no es hincha de… Vive esos noventa
minutos, por lo tanto ese tiempo es su vida y si es su vida hay que
matar o morir, porque si el otro queda vivo es la muerte de uno. Y es
difícil asumir la propia muerte cuando el fútbol es tu vida. Eso habla
de un lugar del sujeto y del sujeto en la sociedad que ha perdido absolutamente cualquier tipo de asidero de identidad, su vida se reduce a eso, el sentido está vacío. Hay una crisis de representación,
ya no es lo que representa, sino lo que es. Él se ve representado
en esos colores. Da para una discusión enorme también esa representación que siempre suele ser hegemónica, machista, masculina,
blanca porque hasta el “negro” se transforma en insulto… Al grafiti
que está por todas partes y dice “Manya /Bolso mujer mía”, una
compañera lo interpretaba con mucha ironía, diciendo que debería
significar “te respeto, te reconozco como igual, comparto contigo
la vida”. Pero no, parecería ser que el significado tiene que ver con
la identificación de “mujer” con el insulto.
23
Diana: “Suele hacerse
referencia a ‘los inadaptados
de siempre’, como diciendo
que es todo maravilloso pero
hay un grupito que debería
ser extirpado. No es así, me
parece que es un sistema
mucho más general y del cual
estamos participando todos,
entre otras cosas no diciendo
lo que tenemos que decir”.
El fútbol “es de los pocos lugares que van quedando de espacio de interacción con los prójimos”. (Fotos: Rodrigo López).
de la religión como el opio de los pueblos, pero opio en el sentido
de algo que alivie, algo que te dé un poco de diversión, de consuelo,
de distracción en la vida, que es tan dura... Creo que el fútbol está
en esa categoría. También es un permiso para tener pensamientos y
conductas que no se llevan bien con la racionalidad.
Esa puede ser la cara no tan buena del asunto, una especie de
“deber ser” en ciertos hinchas.
Por un lado me parece que hay algo que tiene que ver con la moda,
sobre todo en los jóvenes, aunque está en todas las edades y también
en las mujeres: “Hay que ser así”. He visto a una chica ponerse una
ropa amarilla y negra, ponerse un gorro y decir “Peñarooooolll”
(lo dice en tono grave, casi barrabrava). Inmediatamente, primero
apareció un destello de felicidad y luego transformarse, asumir
esa conducta, que también es aprendida hasta en los gestos, y se
conforma una especie de tribu, un grupo más o menos igual el
mismo grito gutural, la misma ropa, las mismas letras que hay que
Raíces
túnel MAY- JUN 2015
“Hace muchos años, era partidaria más bien del desasidero, de la
libertad, capaz por venir empujada por la gente de atrás, del 68
y todo eso. Habiendo pasado por la dictadura además, una cosa
de no aferrarse a nada, de ser libre, ser lúcido, ser racional, ser
crítico, tener conductas sumamente reflexivas. Sin embargo, con
el paso del tiempo y viendo las cosas que pasan, me doy cuenta
de que todos necesitamos algunas cosas: algunas raíces, algunos
lugares de pertenencia, porque si no, el páramo es enorme”.
24
el empleo público, dejó el fútbol, se casó con mi abuela y siguió
la historia. Hoy tal vez la historia sería otra. Hay una anécdota de
un compañero (Alfonso Tort) que fue jugador de fútbol. Si no me
equivoco, jugaba en Huracán. Se lesionó una rodilla, no sabía muy
bien para dónde arrancar y terminó en la EMAD. Contaba una
anécdota muy linda de un día que estaban mirando un partido
de baby fútbol y había un padre sumamente enardecido que le
gritaba al hijo “¡Jonathan, corré! ¡Jonathan, corré! ¿O qué querés?,
¿estudiar?” [risas].
Hay algo que tiene que ver también con la política y el estado
de la selección uruguaya actual. No hay que subestimar a la gente
que asocia el bienestar económico, el ascenso de la izquierda al
poder y los éxitos de la selección, porque hubo una coincidencia
por lo menos en el tiempo. La gente ve como un aura de “lo
correcto”. Lo que pasa es que, además, la identidad uruguaya se
construye mucho a partir de la heroicidad futbolera. No tenemos
heroicidad medieval, histórica… Recuerdo una profe de literatura
planteando qué es un héroe: aquel que reúne las cualidades a las
que aspira un pueblo. Y nuestro héroe es un derrotado, Artigas
se va derrotado a Paraguay para no volver, ¿cuánto habla eso de
nuestra identidad? Y, por el otro lado, tenemos a Obdulio, ¡ese
es el acto heroico! Que nuestro acto heroico sea futbolístico dice
mucho…
¿Cómo se sitúa desde el lado del hincha?
En realidad me gusta el fútbol, pero mirarlo nomás y jugar
algún partido de fútbol 5 por semana, tranqui, muy tranqui.
Sanguinetti: “Nuestro
héroe es un derrotado,
Artigas se va derrotado a
Paraguay para no volver,
¿cuánto habla eso de
nuestra identidad? Y, por
el otro lado, tenemos a
Obdulio, ¡ese es el acto
heroico! Que nuestro acto
heroico sea futbolístico
dice mucho”.
“La identidad uruguaya se construye mucho a partir de la heroicidad futbolera”.
comerse, un vocabulario. En ese sentido, es ser parte de una banda
de moda, no me parece del todo mal. Pero hay otro nivel, algunas
personas que generan esto porque les gusta la violencia o encontrar
un lugar que es peligroso para el ser humano. Eso se alienta y se
retroalimenta, se transforma en un modo de vida. La delincuencia
se practica a todo nivel social y está pasando algo: uno roba una
cartera, otro roba otra cosa y no es mal visto del todo. Nos hemos
acostumbrado, eso quiere decir que lo tenemos más o menos
incorporado. Lo mismo con el maltrato, más que nada a las mujeres
pero también en relación a todos. Porque no hay una percepción
del otro amorosa ni desde el respeto.
Estoy en contra de todo eso, aunque surja el ser antiguo, que se
desata desde una irracionalidad, en la civilización estamos precisamente
para decir “esta irracionalidad no va” o por lo menos decir “está mal” y
debería ser condenado e inadmisible. Me duele, me hiere, es también
una de las cosas por las cuales uno no quiere ir al estadio, para no
tener que escuchar eso. Uno piensa en un racismo que ya no está y
de repente surge algo, tan ligado además al centro de la persona…
Dicen que Freud no miraba a sus pacientes porque en la voz está la
verdad. Y cuando sucede esto, es una voz verdadera, una voz grave,
que viene como del centro del cuerpo, vinculada a una respiración
especial. Uno podría decir que está bien que surja esta parte nuestra
de vez en cuando, en un ambiente controlado, que haya una descarga.
Pero estos monstruos que surgen causan un daño moral, un daño
psicológico y a veces también un daño físico. Suele hacerse referencia a
“los inadaptados de siempre”, como diciendo que es todo maravilloso
pero hay un grupito que debería ser extirpado. No es así, me parece
que es un sistema mucho más general y del cual estamos participando
todos, entre otras cosas no diciendo lo que tenemos que decir. Creo que
tenemos que hablar de estos temas, y hablar en serio.
Hace pila que no voy al Estadio, tanto que ni me acuerdo
cuándo fue la última vez. Creo que fue con mi otro abuelo,
hincha de Wanderers, sufrido… De las últimas veces que
fui a menudo fue justamente siguiéndolo aquel año que
lo agarró Carreño después de haber descendido a la B, lo
subió y lo clasificó a la Libertadores. Yo soy de Nacional, veo
algún partido, pero diría que el que más pasión me genera
ahora, fundamentalmente por la búsqueda de la hazaña, es
Wanderers. Gana Nacional, es lo esperable, gana Peñarol, es
lo esperable, pero que gane Wanderers, que pase a la segunda
fase de la Libertadores es de esas cosas que no deberían pasar y
de repente pasan, allí está lo lindo.
_Marcelo Fernández Pavlovich
Democracia futbolística
“A medida que uno se va poniendo más viejo hay como cierto
goce en que suceda lo inesperado. Incluso, en términos políticos, me empieza a gustar más la idea de que los cuadros
chicos empiecen a ganar y se comience a generar una mayor
democracia futbolística. Me gusta mucho cuando los cuadros
chicos empiezan a llevar a los grandes a sus canchas, son
como pequeños gestos. Que, de repente, en el futuro cambie
un poco la dinámica de esos dos grandes poderosos y el resto
viendo un poco de afuera”.
n o v e d a d e s
e d i t o r i a l e s
25
Discriminación naturalizada
El espejo y la cancha
Sostiene un dicho que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. El problema de
la discriminación en el ámbito del fútbol parece darle la razón a la sabiduría popular. Las políticas
de Estado respecto al tema, acatadas y promovidas por los dirigentes de los clubes y reconocidas
como justas por muchos simpatizantes de ellos, parecen no ser muy efectivas. Quizá, en la conducta
concreta de los hinchas, más o menos inadvertidamente, se haya naturalizado una tendencia negativa
de la idiosincrasia uruguaya, que atraviesa la sociedad, más allá de la “corrección política” de los
discursos. Basta con darse una vuelta por los escenarios deportivos para comprobarlo.
túnel MAY- JUN 2015
Les tenemos que ganar
26
Desde las bocinas de los altoparlantes
del Franzini, las mismas palabras que,
partido a partido, el locutor lee con acento
impregnado de solemnidad acaban de caer
sobre los oídos de los espectadores. A pesar
de su contenido “políticamente correcto”
(se trata de un mensaje institucional,
según el cual el club locatario apuesta a
la diversidad e insta a los concurrentes al
evento deportivo a no insultar ni entonar
cánticos discriminatorios vinculados con
la orientación sexual, la condición social,
la ideología política, la raza o la religión,
entre otros aspectos), suena como una
propaganda más, igual a las que, por el
mismo canal, promocionan caños de escape,
tornillos, mangueras o pizzas.
En las tribunas, las dos hinchadas, sin
reparar en ellas, esperan el comienzo del
partido. Algunos concurrentes conversan,
otros toman un refresco o un café. Los de
más allá encienden un cigarrillo para aplacar
los nervios. El periodista, que tiene por
costumbre asistir a esta cancha, echa una
mirada a su alrededor. Al golpe de vista,
quienes por allí están parecen muy normales.
En su inmensa mayoría van bien vestidos; a
algunos los conoce del barrio o de verlos por
la televisión, porque son personajes públicos;
se comportan con amabilidad, incluso con
los desconocidos; no pocos han venido con
sus hijos y se ve que los tratan como padres
amantes que son.
Al cabo de unos minutos, el árbitro
pita y la pelota rueda sobre la gramilla.
No pasa demasiado tiempo hasta que,
desde alguna parte de la gradería donde
se encuentra el escriba, un grupo empieza
a corear el versito ofensivo. Desde la
tribuna de enfrente, le responden con un
cántico de idéntica naturaleza. Entonces,
la hinchada local parece contagiarse de
una furia inexplicable por la prontitud con
que se desata y, de pronto, medio estadio
está gritando: “¡A estos putos les tenemos
que ganar! ¡A estos putos les tenemos que
ganar!”.
El hombre de prensa, experimentando
un sentimiento muy parecido a la vergüenza
ajena, se pregunta para sus adentros:
“¿Serán conscientes todas estas personas
del significado último de lo que cantan?”.
Pero, antes que censurarlas, se le ocurre
pensar cuán curiosa es la naturaleza del
uruguayo futbolero con respecto al tema de
la discriminación. Porque, con seguridad,
ninguno de los que ahora se desgañita
coreando ese ridículo himno de desprecio
al diferente, en otro contexto, jamás de los
jamases proferiría conceptos como los que
ahora vocifera sin pudor.
Una idea trae la otra. Como le gusta
hacer cuando alguna actitud humana le
resulta absurda, trata de imaginarse la
situación contraria: un partido de fútbol gay
(modalidad que gana terreno en el mundo)
en el que los fanáticos se gritasen: “¡A estos
heteros les tenemos que ganar!” (si es que
este colectivo se refiere a los heterosexuales
como a seres inferiores).
Ya desconectado del juego que vino a
ver, le vienen a la mente situaciones similares
que le ha tocado vivir en esas y otras
tribunas.
Un “galo” enojado
El periodista tiene un amigo antropólogo
con el que, desde que eran adolescentes,
suele juntarse para ver a Defensor. Cuando
iban al liceo, por su parecido físico con el
famoso personaje de la historieta Astérix,
algunos allegados lo llamaban Obélix.
Ahora que es un hombre maduro, sigue tan
corpulento como antaño.
Un domingo de partido, se encontraron
en el estadio del Parque Rodó. Se sentaron
juntos y, como cada vez que esto ocurre,
aprovecharon para ponerse al día: trabajo,
familia, lecturas...
Al comenzar el juego, la charla se
cortó y, salvo algún que otro comentario,
permanecieron callados. En la cancha,
los jugadores violetas hacían lo mejor
que podían por llevarse la victoria. Los
contrarios, por su parte, ponían todo de
sí en pos del mismo objetivo. Como es
habitual, desde las tribunas rivales, una
cierta casta de fanáticos percibía que el
árbitro perjudicaba a su equipo. En tanto,
el réferi –un hombre grueso que, sin
embargo, seguía de cerca y con agilidad
las alternativas del juego– pitaba lo que
a su leal saber y entender debía en cada
incidencia. Empero, los disconformes le
hacían sentir sus discrepancias con gritos,
improperios y silbidos.
En determinado momento, desde
detrás del lugar en que se encontraban
el periodista y su amigo, uno de los
susodichos exaltados lo increpó:
–¡Gordo hijo de una tal por cual,
cobrá bien!
A partir de entonces, pareció
encarnizarse. “¡Gordo esto!”, “¡Gordo lo
otro!”, “¡Gordo lo de más allá!”, como
cuentas de un collar, engarzaba los
insultos.
De pronto, el periodista, que,
concentrado en las acciones, no había
registrado el cambio de humor de su
amigo, lo oyó decir:
–¿Te das cuenta de la idiotez de la
gente? Porque se podrá cuestionar al juez
por un fallo que no te gusta, un error u
otra cosa relacionada con el partido, ¡pero
hay que ser un estúpido para criticarlo por
gordo!
Al mirarlo para contestarle, vio que el
otro le había hablado a él, pero girando el
rostro de manera exagerada, de modo tal
que resultaba evidente que el destinatario
real de su mensaje era el hincha ubicado a
sus espaldas.
Desde ese instante, el del asiento de
atrás se llamó a un silencio sepulcral.
Civilización y barbarie
Al amigo del periodista su profesión lo llevó
a vivir muchos años entre los indios wichi,
en la provincia argentina de Formosa, en la
frontera con Paraguay.
Un tiempo atrás, al equipo violeta
le tocó jugar una eliminatoria de Copa
Libertadores de América contra Olimpia.
Como muchos de los cuadros paraguayos,
aquel se defendía bien. Había venido a buscar
un resultado y, mediante una marca a presión
en todo el terreno y mucha pierna fuerte,
estaba logrando su propósito. En especial, un
marcador de punta –retacón, de renegrido
pelo chuzo y tez morena– cortaba todos y
cada uno de los avances que los delanteros de
la Viola intentaban por su sector.
El antropólogo, desde la tribuna,
observaba con preocupación el desarrollo
de las acciones, en espera de que una
modificación táctica ordenada por el técnico
o alguna genialidad del Nico Olivera o de
Risso cambiara las cosas. Hombre de talante
introvertido, sin embargo, no manifestaba
a grito pelado lo que sentía, como varios de
los espectadores que estaban a su lado.
Uno, en particular, descargaba su
frustración sobre el “cancerbero” guaraní.
Cada vez que este se acercaba al borde
de la cancha para hacer un saque de
banda, le gritaba, con un marcado tono
de menosprecio: “¡Indio!”, aderezando la
palabra con algún epíteto peyorativo.
La primera vez que escuchó aquello,
al antropólogo le cayó mal. Pero, con el
transcurso de los minutos, las injurias
del hincha enfadado se le volvieron
insoportables. Así las cosas, a la tercera o
cuarta vez que se repitió la situación, no
aguantó más, encaró al vilipendiador y lo
interpeló:
–Disculpame, ¿vos alguna vez tuviste
contacto con un indio paraguayo? Porque te
voy a decir una cosa: yo he conocido muchos,
y te puedo asegurar que cualquiera de ellos, si
te agarra, te rompe el alma (dijo esto último
con otras palabras, mucho más hirientes y
propias de un contexto futbolero, claro).
El otro (que con seguridad no había
dimensionado con exactitud lo que
implicaban sus dichos) de inmediato cambió
la actitud. Cortado y componiendo su mejor
cara de circunstancias, en tono compungido,
se excusó:
–¡Pah, loco!, perdoná, en serio, yo no
quería ofender…
Por robo
Era el último partido de la temporada. Ni
Cerro ni Defensor se jugaban otra cosa que
algunos puntos para la estadística. El calor
y el sol de la tarde estival le aconsejaron al
periodista que se sentara en la tribuna de
la cabecera oeste del estadio, a la sombra
del tablero electrónico. Unos metros más
allá se concentraba la raleada “barra brava”
violeta (un grupito de muchachos y chicas,
casi ninguno de los cuales superaba la
veintena de años). En la tribuna contigua
saltaban y cantaban los de Cerro (ni
superiores en número, ni de mayor edad
que sus rivales).
Producto de alguna incidencia del
juego, que despertó la gritería de un lado,
de pronto estalló un intercambio de befas
entre ambas barras. El hecho en sí no era
novedoso. Lo que le llamó la atención
fue el contenido de la comunicación.
Empezó con los insultos al uso, pero al
cabo de unos instantes, los hinchas del
club de la Villa comenzaron a saltar y a
corear: “¡Los vamos a robar, los vamos
a robar!” (¡y no se referían al resultado
cerrense, le tocaría vivir una situación
idéntica. Aunque en este segundo caso,
quienes les gritaban a los blanquicelestes
(usando idénticas expresiones que la chica
del Franzini) eran hinchas picapiedras.
Que lo miran por tevé…
En los instantes previos a que el juez dé por
terminado el partido, desde los parlantes
llega el anuncio: antes de retirarse, los
hinchas del locatario deberán permanecer
veinte minutos en la cancha. Rezongando,
la multitud comienza a peregrinar a paso
de procesión hacia la puerta que da al
Parque Rodó. El cronista, al que no le
gustan las aglomeraciones, se queda en
la tribuna Punta Carretas. Entonces,
seguramente porque su cabeza sigue
elucubrando sobre el tema, repara en
que, entre los muchos que abandonan sus
lugares, no hay ni un solo discapacitado
motriz. ¡Y con seguridad no es porque no
existan entre las personas que andan en
sillas de ruedas hinchas de Defensor u otro
equipo, o algunos a los que, simplemente,
les gustaría asistir a un partido! Desde
su sitio, hace un relevamiento a vuelo
de pájaro, para comprobar, no sin cierta
desazón, que las graderías de este estadio (y
su experiencia le dice que otro tanto ocurre
en la inmensa mayoría de los campos
donde se juega el fútbol profesional en
Uruguay) no permiten acceder en silla de
ruedas. Entonces, se pregunta si resulta tan
difícil colocar algunas rampas en ciertos
puntos estratégicos y disponer una suerte
de “estacionamiento” para este tipo de
espectadores. La respuesta se le hace obvia.
¿El culpable?
del partido!). Cariacontecido, se volvió
hacia un señor –cincuentón como él– que
estaba a su lado. Buscaba compartir con
alguien su perplejidad. El otro meneó la
cabeza significativamente. En ese preciso
instante, una chica se paró en medio de la
tribuna y, roja la cara por el esfuerzo de las
cuerdas vocales, imprecó: “¡Mugrientos,
cantegrileros, sucios, báñense!” y acto
seguido agregó: “¡Váyanse al cantegril,
manga de rateros!”. Los otros, como
acicateados por los gritos de la chica,
multiplicaron los suyos propios. “Más que
dos tribunas, estas parecen dos trincheras”,
se dijo para sus adentros el periodista.
Aunque podría pensarse que lo que
impelía a unos y otros eran las diferencias
de clase social, estas no lo explican todo.
Poco tiempo más tarde, una tarde de clásico
en el Olímpico, luego de una victoria
Mientras camina de regreso a su casa por la
rambla, empieza a pensar en cómo escribirá
la nota en la que intentará contar sus
recientes impresiones. Pero su voz interior
le advierte: “Alguien podría molestarse con
tu forma de focalizar el asunto”. Entonces,
la otra cara de sí mismo le recuerda algo
que leyó hace mucho en El rojo y el negro,
la enorme obra de Stendhal, y que si bien
fue escrito para otro tipo de texto, bien
podría aplicarse al que va a producir en
breve: “Una novela es un espejo que se
pasea por un largo camino. Ora refleja ante
nuestros ojos el azul de los cielos, ora el
fango de los charcos del camino. ¿Por qué
acusar de inmoral al hombre que lleva el
espejo en la mochila? ¡Su espejo muestra
el fango, y acusáis al espejo! Acusad más
bien al largo camino donde se encuentra
el charco, o mejor aún al inspector de
caminos que deja que se encharque el agua
y se forme el fango”.
_Luis Morales
27
Sí, la verdad que sí
Los domingos en familia
Los domingos para Otilio son sagrados.
Desde temprano su señora empieza a
hacer la masa para los ravioles, mientras
él recorre la feria buscando ingredientes
baratos para elaborar el relleno. A las
doce del mediodía, puntualmente, llega el
mayor de sus hijos con las bebidas y con
anécdotas de su interminable separación.
El otro suele tardar un poco más, ya que a
los dos nietos de Otilio no hay quién los
haga madrugar. Su nuera se pregunta qué
hará el próximo año, cuando el más grande
tenga que ir al liceo de mañana.
Todos se apuran a poner la mesa y es
la señora de Otilio la que les recuerda que
utilicen los cubiertos buenos que están en el
segundo cajón. Son pocas las ocasiones en
que la familia entera se reúne alrededor de
la misma mesa.
Otilio mueve la pierna derecha sin
parar hasta que la fuente de ravioles es
depositada en el centro de mesa y le sirven
una porción generosa. Allí comienza un
espectáculo bastante vergonzoso en el que
engulle la comida casi sin masticarla y la baja
con sorbos de vino que con el apuro suelen
terminar salpicando el blanco mantel. Muy
pocas veces se queda para el postre.
Es que los domingos son sagrados. Por
la tarde juega su cuadro de fútbol y él quiere
ser uno de los primeros en sacar la entrada y
acomodar su almohadoncito en la tribuna,
ya que los años no le permiten sentarse
directamente en el duro hormigón. Ni la
lluvia torrencial ni la noticia de un nieto en
camino lo hacen quedarse un solo minuto
más en su casa. De estas últimas ya tuvo
tres y siempre se las arregló para llegar con
tiempo al partido.
Del resultado del encuentro dependerá
su humor para el resto de la semana. Su
nieto más chico lo tiene muy claro: si el
equipo pierde, no hay que pedirle al abuelo
para jugar al ludo ni para bajar un ratito a la
rambla. Ya llegará la abuela con el vaso de
vino servido hasta el borde y se lo llevará al
sillón de su dormitorio, donde lo tomará
mientras el resto de la familia conversa en
el patio. Si el equipo gana, el abuelo vuelve
con una sonrisa en el rostro y hay partidos
de ludo e incluso algún paseo al Parque
Rodó si el resultado fue abultado.
La reunión familiar suele prolongarse
hasta la noche, cuando se pide comida
para que la abuela no tenga que cocinar y
se juntan alrededor del televisor, hablando
bajito para que Otilio no se pierda el
programa que pasa los goles y tiene a
unos señores que comentan los partidos.
Él dice que la opinión de esos señores no
cuenta, que están comprados, que qué
partido vieron, pero todos y cada uno de
los domingos sagrados está atento a lo que
dicen.
_Ignacio Alcuri
FÚTBOL Y TENDENCIAS
túnel MAY- JUN 2015
El psicólogo del hincha (II)
28
Psicólogo: Estimado hincha promedio,
¿qué relación tiene con su padre?
Hincha: Muy buena.
P: ¿Su padre no lo maltrataba cuando
era chico o usted se sentía humillado
simplemente por el hecho de que él era su
padre?
H: Jamás.
P: ¿Y usted cree que sus hijos son inferiores
sólo por ser sus hijos, o que cuando usted
les recuerda que es su padre ellos sufren?
H: No, mis hijos son lo más grande que me
pasó en la vida junto con el fútbol.
P: ¿En serio no siente que es humillante el
solo hecho de ser hijo, no cree que significa
perder?
H: ¡No! Mi padre quería lo mejor para mí
y yo para mis hijos, que son mejores que yo
en todo; estoy orgulloso de ellos.
P: Pero sin embargo da la impresión de que
usted cree que el vínculo de padres e hijos
está teñido inevitablemente de humillación,
no de afecto. Usted adhiere a la idea de que
es mejor no tener un padre y que ser hijo es
una derrota.
H: ¿Pero vos sos imbécil?
P: No, es usted el que todos los fines de
semana se vanagloria de que sus hijos sean
amargos, cobardes o –lo cito textualmente–
“bobos”, que disfruta venciéndolos o que
cree que recordar a un hijo quién es su
padre ya equivale a un insulto.
H: Pero yo sólo canto.
P: Y por algún motivo lo hace. Sin
embargo, hay una cosa positiva. Usted
parece aceptar la posibilidad de que su hijo
sea gay y no tiene problemas en contarlo
a los gritos a miles de personas juntas. Al
menos es un avance en la terapia.
H: ¿Eh? Antes me mato.
P: Pero si es usted el que extrañamente
reconoce como cualidades ser huérfano (“no
tiene padre”), no haber recibido ningún
tipo de cuidado paternal (“tampoco tiene
tutor”) y tener un hijo homosexual al que
identifica claramente (“pero tiene un hijo
puto que se llama…”). Esto último al
menos demuestra una apertura que puede
ayudarlo a superar muchos traumas.
H: Yo no disfruto del dolor de mis hijos.
P: No es lo que parece en la cancha. ¿Por
qué no prueba algo distinto? Si los hijos
superan a los padres, como usted mismo
sugirió, ¿no sería más adecuado tomar el rol
del hijo en las canciones y cantar algo del
estilo: “Yo soy tu hijo, vos mi papá, yo estoy
arriba en la escala social”?
H: Si canto eso me violan.
P: De eso también quiero hablar. Me
preocupan las alusiones al abuso incestuoso.
¿Se da cuenta de que en una de las
canciones que usted suele corear anuncia
orgulloso que en el Día de la Madre abusó
sexualmente de su hijo, o que, en otra aún
más retorcida, dice que lo hizo en el “día del
pendejo”? ¿O peor, que a veces le pide sexo
oral a aquel al que identifica como su hijo?
Es entendible que se sienta perturbado.
H: …
P: No conteste. Esperemos a la próxima
sesión, en la que me gustaría hablar un poco
de sus traumas con la vejez y la juventud.
¿Se da cuenta de que en ningún otro lugar
la gente se pelea por tener más años que los
demás?
_Martín Otheguy
Más que un
prólogo celeste
Este día me puse a pensar en escribir algo referido a la selección
uruguaya. Y cuando digo “selección”, hago referencia a la mayor
y todas las juveniles. Quería abordar una columna contándoles la
emoción que se siente al ser citado, lo difícil que se torna seguir
estudiando, puesto que los entrenamientos, concentraciones y viajes
coinciden con los días y horarios de clases.
Al rato me acordé del prólogo que su ex capitán, el señor Diego
Lugano, escribiera para uno de mis libros por el año 2010, justo
antes de irse a jugar el Mundial de Sudáfrica. Creo que sus palabras
resumen todo lo que quiero contar.
“[…] no todo el mundo tiene la misma suerte que nosotros
(Daniel y yo), y en este punto es donde apoyo al escritor en lo que
hace y me uno a él en un solo grito convencido.
Hoy día, yo, Diego Lugano, puedo decir que tengo un buen
pasar, soy reconocido mundialmente y defiendo a mi país como
capitán de la selección. Mi vida pasa por el fútbol, y soy y seré un
eterno agradecido a este deporte; pero también debo reconocer que
en mi carrera como futbolista no todo ha sido color de rosa.
Como cualquier jugador de fútbol, tuve innumerables
momentos difíciles, momentos en lo que fui suplente o en los que ni
siquiera estuve convocado al partido del fin de semana. Trabajé con
técnicos que no me quisieron, equipos que me dejaron libre y hasta
períodos en los que estuve a punto de dedicarme a otra cosa.
Hubo instancias decisivas a lo largo de mi carrera. Por ejemplo,
hoy soy el capitán de la selección, y estoy escribiendo una especie
de introducción para una novela cuyo autor estuvo convocado a
una selección, en el 2002, de la que yo quedé fuera. Recuerdo que
a mí me iban a citar, al igual que a él, para ir a jugar un amistoso a
Venezuela, pero finalmente lo citaron sólo a él. Cuando me enteré,
lo felicité y dije:
–Mucha suerte, Dani, estás nada más y nada menos que en la
selección.
Él me lo agradeció y se fue.
No hace mucho, Dani me llamó para decirme:
–Felicitaciones, Diego, estás nada más y nada menos que en un
Mundial.
Estas son las cosas del fútbol, muy semejantes a las de la vida
misma. Pero aparte de todo esto, a lo largo de mi carrera deportiva,
sobre todo en las inferiores, tuve un sinfín de compañeros mucho
más dotados que yo par el fútbol; sin embargo, nunca llegaron a
primera.
Foto: Rodrigo López
Almas rotas, sueños frustrados, promesas incumplidas. Cuando
me entero de que alguno de estos fenómenos está trabajando doce
horas al día para llevar el pan y la leche al hogar, pienso: ‘Qué
horror, qué talento desperdiciado’.
Pero el fútbol es así; muchas veces cruel, injusto, ¡infinidad de
veces no se llega! Y eso es lo preocupante, y ahí es que nos unimos
con Daniel por la misma causa: ¡Hay que estudiar!
Pensando en lo que intento expresar a los lectores, espero haber
sido claro en el mensaje. Si no lo fui, recalco lo dicho: estudien.
El fútbol muchas veces es ingrato, muchas veces nos deja por el
camino, y si no estamos preparados, la vida nos absorbe como una
ola. Y es esa ola la que hay que saber barrenar. Estudien, prepárense.
Ojalá sean futbolistas, y si llegan, van a sentir que el estudio también
los hizo mejores deportistas.
‘Hagan deporte y estudien’. Es el lema y es la causa que junto
con Daniel estamos tratando de inculcar en toda la sociedad.
Los quiero mucho. Volvemos a hablar después del mundial.
Con afecto,
Diego Lugano, marzo 2010”.
_Daniel Baldi
29
Mariana Sequeira: peripecias y vicisitudes en el fútbol femenino
túnel MAY- JUN 2015
Por amor a la camiseta
30
Tiene que pagar para jugar, entrena en
canchas de tierra y debe hacer frente a
todo tipo de prejuicios. Pero las ganas se
anteponen a cualquier obstáculo, y ella elige
este deporte pese a las malas condiciones.
Como cada martes, le espera un día movido.
Saldrá de casa a las 8.30 horas para volver
minutos antes de la medianoche. Desde su
trabajo periodístico en una radio, se irá a la
clínica del ejercicio del Círculo Católico para
cumplir su rol de profesora de educación
física. Entrada la tarde, comerá algo rápido,
armará el bolso y esperará el ómnibus que la
llevará a entrenar al Cerro. Apenas termine,
correrá a la parada para llegar lo antes posible
a la otra práctica en Punta Carretas.
Sus días son así desde que eligió jugar en
tres equipos: en fútbol once con la camiseta
albiceleste, en sala para Udelar y en futsal de
la liga universitaria defendiendo a Paysandú.
Eso, además de sus dos trabajos. Aunque
quisiera, no podría vivir de este deporte. Es
que al igual que sus compañeras, no gana
un centésimo en ninguno de los cuadros; de
hecho, tiene que pagar para jugar. La realidad
es esa, y la toma tal cual se presenta. Pero eso
no significa que aplauda las condiciones.
No proviene de una familia futbolera. Su
padre la llevaba cada tanto a la Bombonera
de Malvín Norte a ver algún que otro
partido, pero fanáticos nunca fueron.
Tampoco hubo nadie que lo practicara. Pero
a ella siempre le gustó el deporte –de ahí
su profesión–. Y si bien de chica se enfocó
en la gimnasia artística, entre clase y clase
solía mezclarse en los picaditos mixtos
que se armaban en el club. Finalmente,
la invitación de una compañera del ISEF
a integrar un equipo en formación fue su
pasaje de ida al fútbol. De esto hace diez
años, ella tenía dieciocho.
En su primer entrenamiento aprendió cosas
que los técnicos varones suelen dar por
obvias: cabecear, bajar la pelota, pararla de
pecho. No por malicia, sino porque las tienen
naturalizadas. Pero las nenas no nacen con
un balón en el pie, entonces hay destrezas
que de antemano no se les ocurren, si es
que empezaron de grandes, como Mariana.
Si tuviera la fórmula para volver atrás y
recuperar el tiempo perdido, sin duda sería
una de esas niñas que ahora juegan en baby
fútbol.
“En los años de la niñez están en las fases
sensibles para aprender. El conocimiento que
incorpores te queda automatizado para toda
la vida. En ningún deporte llegás al máximo
nivel si no empezás de chico. Las experiencias
motrices diversas –con la cabeza, el pie, la
rodilla–; el contacto con la pelota; ver fútbol;
jugarlo. Esos años perdidos no se recuperan”.
¿Serías mejor jugadora entonces?
Seguro. Hablo por mí y todas mis
compañeras que están en la misma situación.
Avanzamos muchísimo porque le ponemos
todas las ganas. Tenemos esa fisura de los
años que no practicamos, entonces queremos
jugar, jugar y jugar. Pero si hubiéramos
empezado de chicas sería mucho más simple,
y el nivel quizás podría ser el mismo que
el de los varones si el inicio fuera parejo.
Después están las diferencias que puede
haber entre el juego de la mujer y el varón,
pero eso es otra cosa.
¿Cuáles son las diferencias?
El hombre tiene un poco más de fuerza, pero
en mi opinión el juego de la mujer es más
vistoso, técnico y prolijo.
¿Qué dijo tu familia cuando comunicaste
tu fichaje a AUF?
Me apoyaron enseguida. En educación
física es común que juegues a todo, varones
y mujeres tenemos las mismas asignaturas.
Dentro de ese ámbito el fútbol está más
naturalizado que en otros. Pero tengo
compañeras que a las familias no les gustaba
que jugaran, no las dejaban, hasta que
después lograron convencerlas.
¿Cómo se crean los cuadros?
Hay cuadros más organizados desde el
club, como Nacional, Colón y Cerro.
Pero en muchos otros juntás un grupo de
jugadoras con ganas de entrenar, conseguís
a alguien que tenga ganas de dirigir, si
tenés un preparador físico, genial, y si no,
una lástima. Pedís un nombre. Y te pagás
todo: hacés bailes, vendés rifas, tratás de
conseguir sponsors, aunque es muy difícil.
En algún momento hemos tenido el apoyo
de empresas, pero como no tiene difusión y
nadie lo ve, no les sirve.
¿Tenés que pagar para jugar? ¿Cuánto
invertís por mes?
En Cerro es distinto porque no pago cuota.
Pero en general, en todos lados tenés que
pagar para jugar. Hay que cubrir los gastos.
La mayoría de las personas que trabajan
en fútbol femenino lo hacen ad honorem.
Nadie cobra sueldo, ni siquiera el técnico.
Yo tengo un gasto por mes terrible. Sólo
en cuotas pago 1.200 pesos, unos 700 de
fútbol sala para alquilar las canchas y pagar
los gastos de los campeonatos, y después
viajes, boletos, camisetas. Siempre se intenta
cubrir con la venta de rifas, pero llega un
momento en que tus compañeros de trabajo
o tus familiares te piden por favor que no les
vendas más rifas ni los invites a más bailes.
A veces me compro los números yo misma
porque no me da la cara. Por momentos no
podés con todos los gastos, pero a la vez no
querés dejar de jugar.
Hay que ponerle muchas ganas…
Muchas. Un ex novio me decía: “No puedo
creer que juegues en estas condiciones, te tiene
que gustar mucho”. A él le gustaba también,
pero ni loco entrenaba en una cancha de tierra
con pozos con forma cuadrada. “No hay ni
pasto, no puedo creer que vayas”. Sí, son
muchas ganas, de las jugadoras, de quienes
están a su alrededor, de los técnicos. Eso es
porque no hay plata.
Algunos futbolistas hombres también
entrenan en canchas estropeadas.
Sí, pero menos. Los deportes que mueven
plata porque hay empresarios de por medio
son el fútbol y el básquetbol masculinos.
Después hay infinitos deportistas: atletas,
gimnastas, remadores, que no tienen un
peso. En ese grupo entramos las jugadoras de
fútbol femenino, que estudiamos, trabajamos,
entrenamos cuando podemos y vamos a
representar a Uruguay en un torneo y nadie se
entera.
¿Cuánto entrenás?
En Cerro, tres veces por semana, por una hora
y media o dos. Dos días en una cancha de
forma rara en la que hacemos físico y algunas
cosas de pelota, y los viernes en una de once
donde hacemos fútbol y algunas jugadas.
Que una jugadora de fútbol once entrene en
una cancha de fútbol once casi no existe en
fútbol femenino, salvo en Nacional. Allí las
condiciones son otras, tampoco es que sean
excelentes, pero son mejores que en el resto.
En futsal entrenamos en un liceo que queda
en 21 de Setiembre y Ellauri. Entre los dos
cuadros son cuatro veces por semana de sala,
pero a veces combinás porque ya saben que
jugás en varios equipos.
¿La mayoría juega en más de un equipo?
Sí, en fútbol once y sala. Es totalmente
diferente. Futsal es mucho más técnico,
prolijo y dinámico. Cuando te acostumbrás
a jugar en sala te parece que en once tenés
todo el espacio y todo el tiempo del mundo
para pegarle. En sala tenés un segundo, y si
lo pensaste dos veces ya te sacaron la pelota.
Además podés hacer jugadas más vistosas y
mayor cantidad de goles.
¿Cómo es el nivel del campeonato local?
Es desparejo. Por eso el año pasado cambió
la modalidad del campeonato: al principio se
juega una primera ronda todas contra todas y
¿Por qué siempre se lo asocia a la
condición sexual?
Se asocia porque se da, se acepta y se
muestra. Hay muchas parejas dentro de
los mismos cuadros o entre los distintos
equipos. Capaz que en otros ámbitos no
tanto, pero en este está más naturalizado
que te pueden gustar las mujeres o los
varones. Quizás si en otros ámbitos se
aceptara más, se mostraría más. Lo hemos
hablado mil veces con amigas, compañeras,
y analizado de diferentes ángulos. Llegué a
la conclusión de que al estar aceptado tenés
la libertad de ser como tengas ganas. Capaz
que en otros lugares no es tan así.
¿Cómo es el trato con los árbitros?
Lo de los árbitros es horrible. No tanto en
AUF porque están más acostumbrados,
pero en la liga universitaria cobran diferente
porque somos mujeres. El deporte es el
mismo, tiene un reglamento único para
todos, sin embargo son más benévolos con
las mujeres. Hay reglas que no las cobran,
por ejemplo, como las manos. Te dejan hacer
más cosas, no son tan estrictos. “Bueno,
son mujeres”, piensan, como restándole
importancia.
¿Pasa lo mismo con los entrenadores?
No. He tenido muy buenas experiencias
con los entrenadores hombres. Les cuesta
adaptarse al grupo porque los equipos de
mujeres son más conflictivos, al menos eso
parece [se ríe]. En realidad depende del
equipo, es muy variado. Si se meten en el
fútbol femenino, al no haber una motivación
de dinero, es porque tienen ganas de sacar el
equipo adelante.
Una pausa en su frenética jornada de amor al fútbol. (Foto: Rodrigo López)
luego se separa en dos copas: de oro y de plata.
En la de oro juegan los mejores equipos, y el
resto en la de plata. Eso está bueno, porque
si no es muy aburrido el campeonato para los
que juegan bien. Y para las que no lo hacen
tan bien es un embole que te ganen 12-0, que
me ha pasado muchas veces, y es horrible.
en cuenta la preparación y las condiciones
que tuvieron. Estuvieron a punto de pasar a
cuartos de final. Pero siempre están peleando
de atrás, en rendimiento, preparación,
organización.
¿Cuáles son los mejores equipos?
Nacional, Colón y Cerro. Colón es el último
campeón, es bicampeón. Este año juega
la Libertadores, ya que hay un cupo para
Uruguay. A Nacional le ha ido bien en años
anteriores, e históricamente fue Rampla, que
después se desarmó.
Muchas de estas preguntas resultarían obvias
si el entrevistado fuera un futbolista hombre.
La reacción de la familia jamás entraría
en el cuestionario y la elección sexual no
tendría cabida en la charla. Pero cuando se
trata de una mujer, la realidad es otra. Y los
preconceptos están a la orden del día.
¿Cuánta diferencia hay con los equipos de
afuera?
Tengo amigas que juegan en las selecciones
de sala y once, y les pregunto todo: las
condiciones, las diferencias de nivel. Y da
vergüenza. Sin comparar con Europa y otros
países, las chicas de Colón que fueron a la
Libertadores eran el único cuadro que no
era profesional. Fueron con una preparación
malísima, les fue horrible. El balance de la
selección de once fue excelente si se toma
¿Sigue habiendo prejuicios?
Hemos avanzado bastante, pero sigue
habiendo.
Los prejuicios
¿En qué sentido?
Cuando cuento que juego al fútbol escucho
toda clase de chistes bobos: “es de varones”,
“son todas lesbianas”. Son comentarios con
respecto a la sexualidad y al nivel técnico que
pueda tener, “se pegan”, “es malo”. De todo
un poco. Sin embargo, se ha mejorado pila.
¿Qué cosas positivas se rescatan?
Hay avances en muchos niveles. Desde
que me acerqué al futbol hasta ahora
es mucho más normal que las mujeres
jueguen, que alquilen canchas de fútbol 5,
que en los campeonatos empresariales se
agregue la rama femenina. Cada vez hay
más niñas que juegan baby fútbol, en el
interior hay torneos sub 16. Hay muchas
escuelitas femeninas y mixtas. Se creó la
UFA, Unión de Futbolistas Amateur, que
es como la mutual pero de mujeres. Sirvió
en muchos casos en los que entrenadores
querían retener a una jugadora en el club
y eso estaba aceptado pero no era legal,
porque no percibe un sueldo ni tiene
contrato. Entonces el técnico se ensañaba
con la chiquilina y se quedaba sin jugar un
campeonato como reprimenda. La creación
de la UFA logró que se revieran cosas del
reglamento, que se hicieran reuniones
con la AUF por los campeonatos. Se
han conseguido muchas cosas. Antes las
canchas de fútbol 5 tenían vestuario sólo
de hombres. El otro día fui a unas canchas
nuevas y quedé emocionada porque había
para mujeres. Parece una pavada pero es
importante. Hay pila de avances…
_Carla Rizzotto
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Se nos fue un crack
Un “culto” que entendió el “laburo”
del futbolista
Foto: Andrés Cribari
Hace algunos días falleció en Montevideo Eduardo Galeano, nuestro
escritor (de Latinoamérica), quien nació queriendo ser jugador de fútbol,
“los uruguayos cuando nacemos lo primero que hacemos es gritar gol,
gol”, decía él, no queriendo ser escritor. Pese a su poco talento con los
pies, fue enorme el de sus manos, suerte que fue de “los cracks que no
llegaron”, lo perdimos pero salimos ganando.
Pensando en él, da vergüenza escribir, “da vergüenza el confort, el
asma da vergüenza” (Mario Benedetti al Che Guevara en su poema
“Consternados, rabiosos”), uno de los grandes uruguayos, guía
esclarecedora de por dónde es el camino hacia esa utopía que, siempre
dijo, era necesario perseguir sin desmayar.
Es emocionante y enorgullece ver cómo lo quieren y recuerdan, prueba
de que seguirá vivo, fluyendo por las venas abiertas de América Latina.
A nosotros, los futbolistas, nos queda un vacío enorme, porque Eduardo
Galeano era uno de “los cultos” que más entendió nuestro “laburo”, sus
virtudes y sus carencias, sus alegrías y sus tristezas, sus grandezas y sus
miserias. Sus soles y sus sombras.
Los goles del número 8
“Yo quise ser jugador de fútbol como todos los niños uruguayos,
jugaba de ocho y me fue muy mal, porque siempre fui un patadura
terrible, la pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de
amor incomprendido”.
“La historia del futbol es el triste viaje del placer al deber”.
“Ojalá que Messi nunca se crea Messi, porque eso le permite jugar con la
alegría de un pibe de barrio, como si fuera un chiquilín, un botija en los
campitos o en los potreros, vos le ves ese disfrute en el juego”.
“El deber de ganar es implacable, atrofia todo… en primer lugar la
fantasía, la libertad, la espontaneidad, tenés que ganar o ganar”.
túnel MAY- JUN 2015
“El fútbol se parece a Dios en la devoción que le tienen muchos creyentes
y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales […] el fútbol es la
única religión que no tiene ateos”.
32
“A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la
belleza que nace de la alegría de jugar porque sí”.
“Yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos
después del amor y al fin del partido”.
“Eso sí, mi mujer Helena y yo, estamos muy atareados. Desde que
estamos juntos en la vida, hace 34 años, el primer día de cada Mundial
colgamos en la puerta de entrada un cartel hecho por nosotros mismos
que dice ‘cerrado por fútbol’ y no lo quitamos hasta que haya un
campeón”.
_Hamlet Tabárez
Caracas, Venezuela
Futbolista de Racing, Defensor, Colón de Santa Fe, Deportivo Galicia de Venezuela,
selecciones nacionales de Uruguay en juveniles y mayores. Desde hace cuarenta años está
radicado en Venezuela, donde ejerce como entrenador.