Salud mental y aborto terapéutico por riesgo vital de la mujer, inviabilidad fetal y violación Colegio de Psicólogos de Chile A.G Comisión de Género y Diversidad Sexual Coordinadora: Mg. Ps. Janet Noseda Mg. Ps. Patricia Casanova Dr. Ps. Ricardo Espinoza Dr © Ps. Víctor Figueroa Ps. Fidel Lajara E. Asesoras y Asesores: Ps. Vinka Jackson Dra © Ps. Leslie Nicholls Mg. Ps. Paula Sáez Ps. Macarena Silva Ps. Rodrigo Venegas Noviembre 2015 1 Índice Introducción………………………………………………………………………….. 2 Mujer, embarazo y maternidad: Aspectos políticos, sociales y culturales…………………………………………………………………...………… 3 a. b. c. d. e. Culturas precolombinas, religión y función reproductiva femenina………. Sistema sexo-género y el principio de inferioridad de la mujer……….... Embarazo no deseado y salud mental………………………………………. Embarazo no deseado, Estado y Derechos Humanos…………………….. Salud mental de hijos producto de embarazos no deseados………….….. 3 5 6 7 10 “Síndrome post aborto”: Investigaciones acerca de las reacciones psicológicas al aborto………………………………………………………………………………….. 10 a. b. c. d. e. Reporte del Grupo de Trabajo sobre Salud Mental y Aborto de la APA….. Revisión de Charles y cols sobre aborto y salud mental……..…………… Revisión del Centro Nacional de Colaboración para la Salud Mental. UK.. ¿Existe entonces el Síndrome Post Aborto?............................................... Experiencias de Aborto, Ilegalidad e Inequidad……………………………… 12 13 14 16 17 El embarazo producto de violación y el aborto ……………………………………… 19 a. b. c. d. e. f. g. h. Violación y abuso sexual en Chile……………………………………………. Violación y abuso sexual en menores de 18 años………………………….. Violación y abuso sexual en niñas y adolescentes mujeres……………….. Violación y embarazo en niñas y adolescentes mujeres…………………… Aspectos psicológicos de la violación y abuso sexual.…………………….. Consecuencias psicológicas de la violencia sexual en menores de edad... Consecuencias psicológicas del embarazo por violación.………………….. Violación, embarazo y aborto…………………………………………………. 19 19 19 20 21 22 24 26 ¿Acompañamiento psicológico como alternativa al aborto?................................. 27 Conclusiones…………………………………………………………………………… 28 Referencias…………………………………………………………………………….. 30 2 Introducción En Chile, existía derecho a terminar con un embarazo cuando había probabilidad de muerte materno fetal. A finales de la dictadura militar, en 1989, se criminalizó el aborto total, sea cual sea la causa, perdiéndose el derecho que tenían las mujeres de acceder a aborto terapéutico. Actualmente se lleva a cabo una discusión general en el país, donde una buena parte de la ciudadanía exige reponer el derecho a aborto terapéutico. De hecho según una encuesta nacional realizada el año 2014 un 80,3% de la población considera como importante despenalizar el aborto en caso de riesgo de vida de la madre; un 78.7% en caso de inviabilidad del feto y un 73.2% en caso de violación a la mujer (Instituto de Investigación en Ciencias Sociales, 2014). Sin embargo, la aprobación del aborto por parte de la ciudadanía parece no ser una razón suficiente para garantizar el acceso a un aborto legal. Existen sectores minoritarios que se oponen a su aprobación, y que han elaborado fundamentos, apoyándose en argumentos desde la psicología, con el fin de dar entender a la población de que el aborto tendría efectos negativos en la salud mental de las personas y que la solución sería una especie de acompañamiento psicológico para las mujeres a quienes se les priva del acceso al aborto. En este debate, algunos autores como Bunster (2008), Dughman y Paiva (2007), y Fuentes (2008), han señalado que al realizarse un aborto se vivencian diferentes reacciones psicológicas negativas, tales como un profundo dolor emocional, haciendo mención a un supuesto “Síndrome Post Aborto”. Otros, sin embargo, indican que tal reacción no existe (Charles, Polis, Sridhara y Blum, 2008) y que no se puede homologar las respuestas psicológicas ante el aborto en todas las mujeres. De hecho algunas mujeres puede presentar alivio luego de abortar (Petracci, Pecheny, Mattioli, y Capriati, 2012), por lo que establecer una causalidad entre aborto y problemas de salud mental parece algo difícil de sostener. En este documento intentamos dar respuesta a preguntas como ¿cuáles son las reacciones psicológicas de las mujeres que se practican un aborto por las tres causales descritas?, ¿Puede dañar la salud mental el practicarse un aborto en dichas circunstancias?. En la discusión en el Congreso, los sectores que no quieren despenalizar el aborto por causales terapéuticas, parecen no tener en consideración el profundo dolor emocional de las mujeres que llevan a cabo embarazos no viables, donde se encuentra en riesgo su vida o producto de una violación, y han redactado proyectos de ley donde se presenta un acompañamiento psicológico como alternativa al aborto. Como Colegio de Psicólogos de Chile A.G, creemos menester hacer saber a la población y a los y las 3 parlamentarias si un acompañamiento psicológico es efectivo o no cuando una mujer desea terminar con su embarazo y no tiene la opción de abortar. ¿Es efectivo un acompañamiento como alternativa al aborto?, ¿se logra disminuir el dolor emocional a través de un acompañamiento psicológico como única opción y no teniendo la posibilidad de elegir si continuar o no con el embarazo ? ¿qué tipo de apego podría desarrollar una madre con su hijo que fue producto de una violación de un familiar? El objetivo final de esta revisión consiste en realizar un aporte a la discusión parlamentaria y a la discusión que sostiene el país, haciendo hincapié en el acompañamiento como alternativa al aborto, “sindrome post aborto”, las reacciones psicológicas al aborto, el embarazo producto de violación, y la maternidad en menores de edad producto de violación. Así, la Comisión de Género y Diversidad Sexual del Colegio de Psicólogos de Chile A.G, durante los meses de junio, julio y agosto, revisó las investigaciones existentes acerca de las reacciones psicológicas al realizarse un aborto, las vivencias de la persona que cursa un embarazo producto de violación, y el contexto cultural y antropológico en que se sitúan los significados y comprensiones de la maternidad y su interrupción. La presente revisión bibliográfica contó con la asesoría de cinco profesionales de la salud mental con vasta experiencia en embarazo patológico y violación. 1. Mujer, embarazo y maternidad : Aspectos políticos, sociales y culturales a. Culturas precolombinas, religión y función reproductiva femenina La relación de las mujeres con la función reproductiva constituye una unión fundante del pensamiento universal. La posibilidad biológica del embarazo se une por tanto a la experiencia social de la maternidad, generando el binomio “mujer-madre” presente en distintas culturas y en la nuestra en particular (Badinter, 2003; Lavrín, 1991; Rich, 1983). Lo anterior, determina una relación causal en diversas cosmovisiones donde el rol y fin de las mujeres sea la reproducción (Montecino, 2005). De allí, el rechazo a que las mujeres puedan desechar de sus proyectos vitales la no maternidad y/o el impedir la maternidad sea una posibilidad difícil de comprender en nuestra cultura. Diversos relatos antropológicos precolombinos dan cuenta de sacrificios femeninos como requisitos para la reproducción social y biológica de las comunidades. En relación 4 con lo anterior, Kurnitzky (1978) identifica la inmolación de una mujer para lograr la reproducción de otras y dar continuidad a la vida social, como temas comunes, por ejemplo, en mitología de las culturas Sherenté y Chamacoco. Así, el cuerpo femenino germina la vida o contiene otras vidas, de allí que deba ser sacrificado para la posteridad y el bien de la comunidad. De modo que en el imaginario colectivo, entendido como el conjunto de representaciones que explicitan la cultura de nuestras sociedades, “La Madre” ocupa un lugar fundamental (Montecino, 2005). Cuando hablamos de La Madre o lo maternal estamos aludiendo a atributos presentes en la cultura y no a situaciones que reproducen lo real, dicho de otra manera, cuando decimos, por ejemplo, que nuestra cultura categoriza a toda mujer como madre, ello no implica que ser madre se configure en un espacio puramente biológico, sino que se ancla sobre todo en las conductas sociales y creencias compartidas por una cultura. El que se instale lo materno, como un símbolo del orden cultural, no significa que no existan otros elementos -como el Estado- que organicen y estructuren el orden social. Sin embargo, lo materno apela a un orden primario y la posibilidad de una identidad de origen. La hipótesis a sostener en este apartado consistirá, por tanto, que una cultura como la Chilena ha elaborado una construcción simbólica del género donde la categoría de lo femenino es sinónimo de madre y la de masculino de padre o hijo (Salazar, 2006). Por otro lado, la relación mujer-madre posee un fuerte y poderoso correlato en la religiosidad Católica presente en Chile y Latinoamérica, puesto que no es precisamente la figura de Cristo la que domina el culto y fervor popular, sino la imagen de su Madre, la Virgen María (Montecino, 1996; 2005). De esta manera, lo materno como principio de orden -en cuanto género, del orden de lo cotidiano y en cuanto deidad, del orden de lo sobrenatural- es un hecho cultural compartido. Este anclaje cultural ha promovido un conjunto de valores y prácticas como constitutivas de lo femenino. La mujer a escala del símbolo de la Virgen María va a ser comprendida como cuidadora, fiel, organizadora de la paz familiar, transformándose en un conjunto de principios y valores que organizará el comportamiento femenino (Silva, 2012) de la mujer chilena y latina. Es importante señalar en este punto, que la maternidad, si bien implica aspectos biológicos exclusivos de una mujer, no es un evento puramente natural, ni excepcional de la esfera sociocultural, que comprometa sólo a las mujeres. Más bien es una articulación compleja de aspectos bio-psico-sociales, políticos, étnicos, de clase, entre otras implicaciones. En esta articulación se comprometen los significados que el 5 contexto ha construido para este evento, los aspectos de las emociones conscientes del sujeto, dinámicas individuales y colectivas, donde lo real, lo imaginario y los simbólico se amalgaman de manera fundamental con las creencias y costumbres (Árvelo, 2004; Silva, 2012). b. Sistema sexo-género y el principio de inferioridad de la mujer Un embarazo no deseado y su continuación forzada, tiene implicancias en la salud mental de las mujeres debido a la experiencia de subordinación a la que son sometidas quienes desean terminar con su embarazo y no tienen la opción legal de hacerlo. La psicoanalista e investigadora chilena, Pilar Errázuriz invita a pensar y analizar en torno a las relaciones de poder y la influencia de los contextos sociales en donde se desarrollan las vidas de las mujeres (Errázuriz, 2006). La subordinación de la mujer en nuestro contexto cultural tiene su base en las relaciones de poder, que para la escritora estadounidense Kate Millet se inscriben en el marco de lo psicológico, lo sociológico y lo político (1975, en Errázuriz, 2006). Dicho contexto, se produce en un espacio histórico, y por lo tanto cultural, que la antropóloga Gayle Rubin ha denominado como “sistema sexo-género” (1975, en Oyarzún, 2000) con el propósito de describir y analizar cómo una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana. Por lo tanto el género -ser femenino / ser masculino- se manifiesta como producción característica de cada cultura. Para la filósofa Kemy Oyarzún, dicho sistema sería un modo de “producción simbólico-material”, entendiendo que “todo sistema sexo-género implica una dimensión ontogenética (esto es, que produce efectos de sujeto individual) y una dimensión filogenética (esto es, que produce efectos de subjetividad colectiva en la historia de la especie)” (2000, p.271), lo cual facilita comprender cómo el psiquismo, así como la salud mental, de manera inevitable, se ven afectadas por las producciones y reproducciones de las violencias del contexto en donde se construyen los roles de género. Por otro lado, la psicoanalista argentina, Emilce Dio Bleichmar, sobre la sexualidad femenina, señala que “aquello que perturba la feminidad es la ‘feminidad’ misma, tal como está establecida, la sexualidad femenina misma con sus riesgos reales, la identidad femenina misma con sus desventajas en una cultura que mitifica y devalúa la feminidad” (1998, en Errázuriz, 2006, p. 13). Es decir, “la feminidad misma” opera en una posición de subordinación, respecto de los privilegios que históricamente han gozado los varones en occidente. Ante esta situación, el sociólogo Pierre Bourdieu señala lo siguiente: 6 “El principio de inferioridad y de exclusión de la mujer, que el sistema mítico-ritual ratifica y amplifica hasta convertirlo en el principio de división de todo el universo, no es más que la asimetría fundamental, la del sujeto y del objeto, del agente y del instrumento, que se establece entre el hombre y la mujer en el terreno de los intercambios simbólicos de las relaciones de producción y de reproducción del capital simbólico, cuyo dispositivo central es el mercado matrimonial, y que constituyen el fundamento de todo orden social” (2000, p. 59). Teniendo en cuenta la posición de asimetría que viven las mujeres en nuestra cultura, es posible comprender cómo la salud mental mental de la mujer emerge en medio de este contexto sociocultural caracterizado por las relaciones de poder entre los géneros. Tanto el sistema sexo-género descrito por Gayle Rubin como el sistema mítico-ritual al cual apunta el sociólogo Pierre Bourdieu, convergen en dilucidar la noción de subordinación de lo femenino a lo masculino. Lo cual facilita comprender cómo el deseo, la subjetividad, así como el no deseo, y el poder de tomar decisiones sobres sus propias vidas, son elementos que históricamente han situado a las mujeres en un campo cotidiano de conflicto con su propia cultura. Siguiendo esta línea de análisis, Pilar Errázuriz señala cómo “la construcción de la subjetividad de las mujeres está atravesada por múltiples registros contradictorios. Aquellos que son producto de la heterodesignación de la sociedad patriarcal moderna” (2006, p. 77) lo que produce una serie de mitos y conceptualizaciones románticas acerca de la feminidad y las mujeres. Señala la misma autora: “de categorías reduccionistas y patologizantes que están instaladas en el discurso médico y que han permeado el discurso cultural acerca de las mujeres” (Ibid.). Esto se puede vislumbrar y analizar, por ejemplo, en la concepción misógina del concepto moderno de histeria (Chauvelot, 2001), o en el actual mito del diagnóstico de “estrés post aborto” conceptualización que será analizada más adelante en este mismo documento- y por qué no, en la psicopatologización del malestar que una mujer podría experimentar en la forzosa situación de vivir un embarazo no deseado. c. Embarazo no deseado y salud mental En el documento, “Embarazo no deseado, continuación forzada del embarazo y afectación de la salud mental” del Grupo Médico por el Derecho a Decidir de Colombia” (2011), se pueden encontrar una serie de investigaciones estadísticas, que darían cuenta del malestar implicado en las mujeres que vivirían un embarazo en este tipo de condicionantes. Diversos estudios realizados durante un extenso período de 21 años, 7 entre 1980 y 2011, en torno a la vida de miles de mujeres, en distintas latitudes del planeta, fueron analizados. Es así que pone en tabla, una serie de resultados entre 5 países – Australia, Lituania, China, USA e Irán-, en los cuales se muestra una importante asociación entre el embarazo no deseado y su afectación a la salud mental. En Australia, el año 2011, Eastwood, Phung y Barnett en un estudio de Corte Transversal, en un grupo de 29.405 mujeres, expone como hallazgos: “mayor incidencia de síntomas depresivos en el postparto entre mujeres con embarazo no deseado”. Bunevicius y cols. en el año 2009, en un estudio de Cohorte, con un grupo de 230 mujeres en Lituania, señala que habría: “mayor riesgo de depresión durante cada trimestre del embarazo entre mujeres con embarazo no deseado”. Lau y Keung (2007) con un estudio de Corte Transversal en 2.178 mujeres en China, demuestra una correlación entre el “40% de mayor incidencia de altos niveles de estrés psicológico y tres veces más incidencia de altos niveles de síntomas depresivos, entre quienes tenían un embarazo no deseado”. Un estudio de Cohorte en USA, con una población de 1.662 mujeres, expone como hallazgo: “Doble riesgo de depresión postparto entre mujeres con embarazo no deseado en comparación con mujeres con embarazo deseado” (RichEdwards y cols., 2006). El estudio de Cohorte, con un grupo de 163 mujeres iraníes, expone los mismos resultados que el trabajo anterior (Iranfar, Shakeri, Ranjbar, Nazhad Jafar y Razaie, 2005). Najman, Morrison, Williams, Andersen, y Keeping (1991), con un estudio de Cohorte de 6.642 mujeres en Australia, expone que habría “riesgo cinco veces mayor durante el embarazo y tres veces mayor durante el postparto, de sufrir depresión entre las mujeres que no deseaban el embarazo y que, además, tuvieron una reacción negativa hacia él al principio del mismo”. En el año 1980, en USA, la investigación de Laukaran y Van den Ber, estudio de Cohorte, con una población de 8.000 mujeres, señala que habría una “incidencia 2,6 veces mayor de problemas psicosociales en mujeres con embarazo no deseado y una actitud negativa frente al mismo (en GDC Colombia: 10, 2011). Esta evidencia, claramente sugiere que la mujeres con embarazo no deseado tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar problemas de salud mental en comparación con aquellas mujeres que desean llegar con su embarazo a término. d. Embarazo no deseado, Estado y Derechos Humanos Si bien el embarazo no deseado puede afectar la salud mental de la mujer negativamente, es necesario tener en cuenta que la mujer se encuentra inserta en un contexto social y político que tiene un profundo impacto en su subjetividad. En particular, la salud mental y la subjetividad de las mujeres que desean abortar, deben ser analizadas en un contexto de incriminación y castigo por parte del Estado, donde la 8 feminidad se constituye en el marco de la dominación (Tajer, 2013) y se imprime en la vida psíquica, formando una conciencia moral que construye un Súper Yo predominantemente sádico (Gilligan, en Tajer, 2013). En Chile, desde que la dictadura militar criminalizó el aborto, impuso un castigo por parte del estado hacia la posibilidad de elegir de la mujer, un acto denegado a partir de la prohibición, sin embargo, “lo que la prohibición parece afectar son las reglas del juego, es decir, las condiciones más que la práctica en cuestión” (Chaneton y Vacarezza, 2011, en Grosso, Trpin y Zurbriggen: 102, 2013). Las reglas y condiciones no hicieron desaparecer la práctica, el deseo y el no deseo de las mujeres, por el contrario, precarizaron la vida y pusieron en riesgo la salud y la vida misma de miles de mujeres que han decidido interrumpir un embarazo no deseado en un contexto de “ilegalidad” y opresión por parte del Estado. Por lo tanto, es necesario hacer un esfuerzo por comprender el malestar en un embarazo no deseado, como una situación forzada, que va más allá de las hipótesis naturalistas asociadas a desbalances neuronales y hormonales. En la Revista Chilena de Neuro-Psiquiatría, uno de sus artículos plantea algo que debe tomarse en cuenta: “Un tercio de las mujeres chilenas presenta síntomas de depresión y/o ansiedad durante el embarazo, mientras que la prevalencia en el posparto supera el 40%. Si se utilizan criterios operacionales estrictos, se encuentra que una de cada diez embarazadas/puérperas está deprimida” (Jadresic, 2010). Sin embargo, la hipótesis que el autor señala es que la psicoterapia y la farmacoterapia serían la solución, ya que las causas con mayor peso, serían los desbalances en los inhibidores de serotonina, coeficientes bajos de intelecto y la tendencia de comportamientos violentos (2010). Es decir, una mirada reduccionista de la salud mental de la mujer, aislada de su contexto social y político, y que replica el discurso misógino que promueve aproximaciones naturalistas acerca del sufrimiento y el malestar en el período del embarazo, discurso que además ignora las relaciones de poder entre los géneros. Pese a esto, que un tercio de las mujeres en Chile manifiestan sintomatología depresiva y/o ansiedad en el embarazo, es un dato muy importante, en un país que después de casi tres décadas ha decidido pensar en revocar una prohibición constitucionalmente antidemocrática. Dichas cifras, dejan entrever, que más de alguna correlación podría haber en el deterioro de la salud y la precarización de las condiciones de vida, como por ejemplo, la dificultades para el acceso a la salud como un derecho, y la negación de condiciones saludables para poder interrumpir un embarazo no deseado. Estudios de otros países en los cuales el aborto no es criminalizado de manera totalitaria como en Chile, demuestran la importancia del peso de la cultura y las 9 condiciones económicas sobre la salud mental de las personas, en este caso de las mujeres. Por ejemplo, Ana Langer, en su artículo sobre “El embarazo no deseado y el impacto sobre la salud y la sociedad en América Latina y El Caribe” (2012), expone cómo la situación de clase, es un factor significativo en relación a la frecuencia de mujeres que viven un embarazo no deseado. “Su frecuencia parece ser mayor entre las mujeres de escasos recursos y bajo nivel educativo” (Langer, 2012), es decir, hay una tendencia sociodemográfica importante. Por otro lado, el denegar a las mujeres la posibilidad de decidir la continuación de un embarazo constituye un violación de sus Derechos. En el artículo “La salud mental de la mujer como indicación para el aborto legal”, Cook, Ortega-Ortiz, Romans y Ross (2006) proponen un análisis, no sólo en términos asistenciales asociados a la salud, sino que exponen una discusión en un plano jurídico, de poder explícito: “El fundamento de la responsabilidad es el pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos y ésta se deduce ante el Comité de Derechos Humanos, organismo monitor de dicho tratado, como ocurrió recientemente en el caso de Perú. De acuerdo con la resolución del Comité, negar a una mujer acceso equitativo y digno a un aborto necesario para la preservación de su salud constituye una forma de trato cruel, inhumano y degradante y una denegación de los derechos de las mujeres a tratamiento oportuno y eficaz” (Llontoy, 2003 en Cook y cols., 2006). Sobre la noción de salud mental, los mismos autores señalan que, “una afectación a la salud mental no debe ser forzosamente conceptuada, de forma estigmatizante, como locura o demencia” (Cook y cols., 2006). Es decir, el malestar no siempre cabe en los criterios diagnósticos y las etiquetas psicopatológicas. Malestar es malestar, más allá de lo endógeno, y traspasa lo personal. Los autores señalan: “un trastorno mental puede caracterizarse como la angustia o los trastornos psicológicos asociados con la pérdida de la integridad personal y autoestima, causados por ejemplo, por un embarazo producto de una violación o de una relación incestuosa abusiva” (Cook y cols., 2006). Es así que concluyen que “la salud mental de una mujer se verá negativamente afectada si su embarazo es resultado de una violación; incluso, si ha recibido el diagnóstico de una enfermedad propia o fetal, o si enfrenta circunstancias sociales o económicas adversas, incluido el embarazo no deseado o temprano” (Cook y cols., 2006). 10 e. Salud mental de hijos producto de embarazos no deseados Estudios muestran que los hijos productos de embarazos no deseados donde el aborto fue requerido por la madre pero negado, sufren mayor depresión, ansiedad, abuso de sustancias, abandono, maltrato y otros problemas de salud mental, en comparación con los hijos de embarazos deseados. Esto ocurre en el entendido de que para el desarrollo saludable de los bebés, es necesario un apego seguro y una madre deseante de su embarazo. Los tipos de apegos desarrollados con los hijos productos de embarazos no deseados, pueden ser de tipo inseguros o desorganizado, donde la madre, que no desea al hijo o éste le provoca sufrimiento al recordar una violación, no es capaz de estar conectada con éste, sin poder así responder a sus necesidades correctamente. Por otro lado, en un estudio británico sobre embarazo no deseado, los datos identificados por La Rochebrochard y Joshi (2013) dan cuenta que a los tres años el desarrollo cognitivo era significativamente menor que los niños deseados. En cuanto a la salud mental de los cuidadores, Bahk, Yun, Kim, y Khang (2015) observaron un efecto global de un embarazo no deseado sobre la depresión materna, además de que el estrés de los padres fue significativamente mayor. Esto presupone una importante reflexión en sociedades como la chilena, en donde la interrupción del embarazo está prohibido en su totalidad, incluyendo los embarazos productos de una violación, en el contexto reduccionista de sólo preocuparse porque los embarazos lleguen a término. Se hace necesario reflexionar este mandato del deber ser madre, del deber llevar a término todo embarazo, sin importar si es deseado o es producto de una violación. Desde la Psicología, se debiera trabajar en estos aspectos socio culturales, haciendo un llamado a la reflexión y a la defensa de la saludable vida psíquica, donde las intervenciones psicológicas no debieran enfocarse a intentar hacer un poco menos doloroso el embarazo por violación mientras se llega al momento del parto, sino que también a acompañar a quienes deciden poner término a su embarazo, dando a la niña o mujer herramientas para volver a sentirse dueñas de su cuerpo y donde se devuelva la voluntad, especialmente con respecto al cuerpo, menoscabada y menospreciada durante la violación. 2. “Síndrome post aborto”: Investigaciones acerca de las reacciones psicológicas al aborto Muchas dudas surgen en torno a un presunto “síndrome post aborto”, el cual hace alusión a una respuesta homogénea de las mujeres luego de abortar, caracterizada por el sufrimiento, depresión, ansiedad y culpa (Speckhard y Rue, 1992). La premisa de que todas las mujeres que abortan vivencian por igual estas sintomatologías, se vuelve 11 dudosa, al ser todas las mujeres diferentes, con situaciones socioeconómicas y culturales propias y particulares. Debe tomarse en cuenta además, que las mujeres que solicitan abortar lo hacen por diversas razones, en diferentes periodos de gestación y a través de diferentes procedimientos médicos (APA, 2008). Los autores que defienden la existencia de este síndrome, al no existir en el Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales DSM - V, ni el Manual Internacional de las Enfermedades CIE-10, indican que para su diagnóstico, deben ocuparse los criterios del estrés post traumático de dichos manuales (APA, 2008). Sin embargo, resulta curioso y anti ético que se diagnostique un trastorno basándose en los criterios diagnósticos de otro, además de no entenderse para qué se describe la existencia de un síndrome post aborto en vez de quedarse con el diagnóstico de estrés post traumático. Nos parece de relevancia presentar entonces, los resultado de las más recientes investigaciones sobre las reacciones psicológicas después de abortar, con el fin de contribuir al debate de la existencia o no de dicho síndrome. Los especialistas que plantean la existencia de un síndrome post aborto, en muchas ocasiones basan sus argumentos en datos tomados a partir de mujeres que se presentaron en servicios de salud mental con la queja de tener secuelas psicológicas negativas tras un aborto. Sin embargo, no se consulta a mujeres que no presentaron esta queja y que incluso manifiestan un grado de bienestar y alivio tras los abortos (Aznar y Cerdá, 2014). Los autores que defienden la existencia de un síndrome post aborto, señalan como síntoma importante la culpa. En efecto, Fergusson, Horwood y Boden (2009) comentan que entre las mujeres que presentaban trastornos psicológicos tras el aborto, algunas mostraban un elevado sentimiento de culpabilidad. Sin embargo, la culpa podría ser también el resultado del mandato cultural que indica que las mujeres deben ser madres y que deben saber llevar a término sus embarazos, aún en los casos en que ellas no lo deseen. Así, el entramado histórico-cultural en base al binomio “mujer-madre” y su correlato religioso, bien podría ser la explicación de la culpabilidad en las mujeres que abortan, siendo estos mandatos los causantes de la culpa post aborto y no el aborto per se. A continuación se presentan los resultados de tres recientes revisiones de estudios, que tuvieron por objetivo evaluar si existía una relación entre aborto y problemas de salud mental. Los autores de estas revisiones seleccionaron los estudios que presentaban las mejores condiciones metodológicas. 12 a. Reporte del Grupo de Trabajo sobre Salud Mental y Aborto de la APA El Grupo de Trabajo sobre Salud Mental y Aborto (Task Force on Mental Health and Abortion - TFMHA) de la Asociación Americana de Psicología, APA, redactó un informe de las investigaciones de salud mental y aborto en el año 2008, incluyendo estudios de las respuestas psicológicas posteriores al realizarse un aborto. En este informe se incluyeron todos los artículos escritos en lengua inglesa, desde el año 1990 hasta el año 2007, que evaluaron la salud mental de las mujeres posterior al realizarse un aborto. Se revisaron 50 estudios con grupo de comparación y 23 estudios sin grupo de comparación. La APA no encontró evidencia suficiente que pudiera respaldar la correlación entre aborto y problemas de salud mental. Al parecer, habría otros factores que podrían estar relacionados con la presencia de problemas de salud mental posteriores a un aborto. Según su revisión, el embarazo no deseado y el aborto se correlacionan con condiciones preexistentes, tales como pobreza, abuso sexual, uso de drogas y estilo de afrontamiento, que pueden tener profundos y duraderos efectos en la salud mental, siendo necesario aclarar que serían estas condiciones las causantes de problemas en la salud mental y no el aborto per se. Por lo tanto, las diferencias en la salud mental de las mujeres que han tenido un aborto pueden ser principalmente explicadas por estos factores preexistentes. La revisión de la APA identificó diversos factores predictivos de respuestas psicológicas negativas después un aborto, de primer trimestre, entre mujeres de Estados Unidos, como son: percepción de estigma, necesidad percibida del secreto, exposición a campañas de anti aborto, percepción o anticipation de bajo apoyo social sobre la decisión de aborto, historia previa de problemas de salud mental, baja autoestima, baja percepción de control sobre su vida y uso de estrategias de afrontamiento de evitación y negación, y baja capacidad percibida para afrontar el aborto antes de su ocurrencia. Se concluyó que la salud mental previa era el factor predictivo más influyente para desarrollar problemas de salud mental post aborto. La APA también revisó algunos estudios que examinaron las respuestas de las mujeres después de un aborto inducido debido a anomalía fetal. Los resultados de la revisión de estos estudios sugieren que el aborto inducido de un embarazo deseado debido a anomalía fetal parece estar asociado con menos reacciones psicológicas negativas que cuando las mujeres dan a luz un niño con anomalías potencialmente mortales, ya que en este caso las mujeres presentan mayores índices de depresión y ansiedad. Además, las reacciones psicológicas producto de un aborto inducido debido 13 a anomalía fetal son equivalentes a las experimentadas por las mujeres que presentan un aborto espontáneo de un embarazo deseado o que experimentan una muerte fetal o muerte de un recién nacido. Los hallazgos de la APA evidencian que tanto el aborto producto de anomalía fetal como las experiencias de pérdida de un embarazo deseado indudablemente están asociadas a problemas de salud mental, sin embargo, estas reacciones psicológicas negativas son clínicamente menos significativas cuando se comparan con los problemas de salud mental en madres que dan a luz hijos con anomalías potencialmente mortales. b. Revisión de Charles y cols. (2008) sobre aborto y salud mental La revisión de Charles y cols. llamada “Abortion and long-term mental health outcomes: a systematic review of the evidence”, fue publicada el año 2008 en la revista “Contraception”. Ésta se centra especialmente en los problemas de salud mental secundarios al aborto a más largo plazo, incluyendo solamente estudios en los que el seguimiento de las mujeres tras el aborto fue de 90 días o más. Además, para que los artículos fueran incluidos, tenían que haber sido publicados después de 1988 y haber tenido al menos 100 participantes. De los más de 700 artículos identificados en la búsqueda, se incluyeron 21 estudios con grupo de comparación. Los investigadores decidieron centrar la revisión principalmente en mujeres con un aborto, ya que las mujeres que tienen múltiples abortos pueden diferir en muchos aspectos de las mujeres que tienen sólo un aborto. La revisión tomó un enfoque analítico diferente a la revisión de la APA, ya que agrupó los estudios de acuerdo a su calidad metodológica. Cada uno de los 21 estudios fue calificado como “Excelente”, “Muy bueno”, “Razonable”, “Pobre”, o “Muy malo”. Los criterios para la evaluación de los estudios fueron los siguientes: a) el uso de un grupo de comparación apropiado; b) el uso de medidas de salud mental válidos; c) el control del estado de salud mental preexistente; d) control de los factores de confusión; e) si existía la exploración exhaustiva de la pregunta de investigación. Los cuatro estudios que fueron calificados como “Muy bueno” encontraron que el aborto no tenía ningún efecto sobre la salud mental de la mujer, en comparación con un grupo control sin aborto. De los ocho estudios de calidad “Razonable”, los autores informaron que tres mostraron hallazgos neutrales; mientras que de los 8 estudios de calidad “Pobre” identificados, uno mostró resultados neutros, cuatro presentaron resultados mixtos y tres tuvieron resultados negativos. El único estudio calificado como 14 “Muy malo” arrojó que el aborto había tenido un impacto negativo en la salud mental de la mujer. Los autores entonces concluyeron que cuanto mayor sea la calidad del estudio, mayor es la probabilidad de que el estudio no encuentre ninguna asociación entre el aborto y el riesgo de problema salud mental. Por lo tanto, lo autores señalaron que no se puede establecer de forma fehaciente la existencia de una relación entre aborto y problemas de salud mental tardíos en las mujeres que han abortado. c. Revisión del Centro Nacional de Colaboración para la Salud Mental (2011). UK El Centro Nacional de Colaboración para la Salud Mental (National Collaborating Centre for Mental Health-NCCMH) del Reino Unido, realizó una revisión a través la Academia de Colegios Reales Médicos (Academy of Medical Royal Colleges), la cual fue publicada en diciembre de 2011. En ella participaron más de 20 profesionales, centrando fundamentalmente su estudio en evaluar los trastornos de salud mental en mujeres que han realizado un aborto legal tras un embarazo no deseado. La revisión del NCCMH incluyó un análisis de las revisiones de la APA (2008), Charles y cols. (2008), y Coleman (2011). Los autores señalaron que muchos de los estudios incluidos en las revisiones anteriores no controlaron de manera específica otras variables, como por ejemplo los problemas de salud mental pre-aborto. Además, las revisiones anteriores incluyeron la comparación de las mujeres que habían tenido un aborto con los que habían llegado a parto, sin tener en cuenta si el embarazo era deseado. Los autores plantearon que la mejor evidencia disponible sería un grupo de comparación de mujeres que llevan un embarazo “no deseado” a término. Sin embargo, encontraron muy pocos estudios que hicieran esta comparación. Aunque algunos estudios identificaron a las mujeres que tuvieron un embarazo no planeado, sin embargo, hay una distinción importante entre “no planificado” y un embarazo “no deseado”. A diferencia de la revisión de Charles y cols. (2008), tanto la revisión de la APA (2008) como la de Coleman (2011) no restringieron el tiempo de seguimiento a más de 90 días. La revisión del NCCMH también incluyó estudios que evaluaron las consecuencias de la salud mental luego de 90 días. Por otra parte, dos de las revisiones anteriores (APA y Charles y cols.) no realizaron ningún análisis estadístico de los datos incluidos en la revisión realizando una análisis narrativo de la evidencia disponible. Coleman, por su parte, realizó un meta-análisis. Sin embargo, de acuerdo a 15 Kendall, Bird, Cantwell, y Taylor (2012), el meta-análisis de Coleman no puede considerarse como una revisión sistemática formal debido a que las estrategias de búsqueda y criterios de exclusión no se publicaron. Por lo tanto, no queda claro por qué ciertos artículos y resultados fueron excluidos de la revisión de Coleman. Por este motivo, la revisión de Coleman no fue incluida en este documento. La revisión del NCCMH consistió en un análisis narrativo y pequeño meta-análisis de algunos estudios. Los autores realizaron una búsqueda de estudios publicados en lengua inglesa entre los años 1990 y 2011. Además los estudios debían haberse realizados con mujeres que tuvieron un aborto legal inducido y las muestras utilizadas debían tener 100 o más participantes. Para el análisis preliminar seleccionaron 180 estudios potencialmente relevantes. De estos estudios sólo algunos fueron considerados para la revisión final mientras otros fueron excluidos por no cumplir con los criterios de elegibilidad para la revisión considerados por los investigadores. De los estudios incluidos para el análisis narrativo, 34 examinaron la prevalencia de problemas de salud mental después de un aborto; 27 consideraron factores asociados a los problemas de salud mental después de un aborto inducido; 15 compararon los resultados de salud mental para las mujeres que tienen un aborto con aquellas mujeres que llegaron al parto. En análisis cuantitativo se basó en 4 estudios que compararon los resultados de salud mental para las mujeres que tuvieron un aborto con mujeres que llegaron al parto luego de un embarazo no deseado o no planificado. Las principales conclusiones del NCCMH fueron: 1) Los problemas de salud mental de las mujeres de la población general después de un parto o después de un aborto son similares. 2) los embarazos no deseados que terminan en parto, se asocian con un aumento de riesgo de problemas de salud mental. 3) la incidencia de problemas de salud mental en las mujeres con un embarazo no deseado que llegan a parto, es del mismo orden que la de quienes han abortado. 4) el factor predictivo de mayor impacto sobre la posibilidad de que se den problemas de salud mental tras un aborto, es la existencia de una historia de trastorno mental previa. 5) los autores parecen constatar la existencia de factores externos a las mujeres que abortan, que pueden asociarse a la mayor incidencia de problemas de salud mental secundarios al aborto, como puede ser la presión de la pareja para que la mujer aborte, la actitud negativa de la sociedad en general hacia el aborto o experiencias personales negativas de la mujer en relación con el aborto, incluyendo el dolor/duelo o duda. 16 Cuando los estudios controlaron si se planificó o si se deseaba o no el embarazo, se encontró que: 1) no había pruebas suficientes de elevado riesgo de problemas de salud mental tales como depresión, ansiedad, y enfermedad no psicótica después de un aborto. 2) hubo alguna evidencia limitada para sugerir un aumento en la tasa de autolesiones en forma posterior al aborto pero sólo cuando se comparó con el grupo de embarazo no planificado y no con el grupo no deseado. 3) hubo alguna evidencia de tasas bajas de enfermedad psicótica para las mujeres después del aborto. Cuando los estudios controlaron los problemas anteriores de salud mental, las tasas de prevalencia reportadas después de un aborto eran sustancialmente más bajas que en los estudios en los que los problemas de salud mental anteriores no se controlaron. De esta forma el NCCMH concluyó que sus hallazgos fueron consistentes con las revisiones anteriores de la APA (2008) y de Charles y cols. (2008), y el estudio de Munk-Olsen, Laursen, Pedersen, Lidegaard, y Mortensen (2011). De hecho el estudio prospectivo de base poblacional de Munk-Olsen y cols. encontró que en las mujeres que tuvieron un aborto, las tasas de consulta psiquiátrica después de que el aborto ocurrió no fueron mayores que antes del aborto. Se trata de una clara posibilidad de que los problemas de salud mental preceden a los embarazos no deseados y/o que un embarazo no deseado puede conducir a problemas de salud mental. A la luz de estos resultados, el NCCMH indicó que era importante tener en cuenta la necesidad de apoyo y cuidado para todas las mujeres que tienen un embarazo no deseado, porque el riesgo de problemas de salud mental aumenta sea cual sea el resultado del embarazo, siendo que el predictor de problemas en salud mental debiera estar puesto en el embarazo no deseado y no en el aborto. d. ¿Existe entonces el Síndrome Post Aborto? Los estudios anteriormente presentados muestran que no hay evidencia suficiente que demuestre que los problemas de la salud mental de algunas mujeres se desprendan de manera necesaria del acto de abortar. Por lo tanto, a la luz de la mejor evidencia científica disponible, se puede establecer que el “Síndrome Post Aborto” es inexistente. Incluso autores como Aznar y Cerdá (2014), que sostienen que el aborto tiene consecuencias en la salud mental, han señalado que no se puede afirmar de que el síndrome post aborto exista. Aznar y Cerdá realizaron una revisión narrativa de 17 algunos de los estudios mencionados en este documento y publicaron sus resultados en la revista chilena Acta de Bioethica. Sin embargo, los autores omitieron hallazgos significativos de las revisiones e ignoraron las limitaciones de los estudios que presentaron, por lo que es posible apreciar que sus conclusiones no se basaron en la evidencia científica disponible. e. Experiencias de Aborto, Ilegalidad e Inequidad Por último, para enriquecer estos resultados y ofrecer una mirada cualitativa de la experiencia del aborto, expondremos brevemente los resultados de la investigación “El aborto en las trayectorias de mujeres y varones de la ciudad de Buenos Aires” (Petracci y cols., 2012), en conjunto con las reflexiones que aporta el artículo “Aportes al debate sobre el aborto en Chile: Derechos, género y bioética” (Dides, 2006). Desde este último texto, podemos observar cómo la medicina y la bioética han abordado la temática del aborto durante los últimos años en Chile, con una voz que ha alcanzado una alta legitimidad social. De este modo la medicina se ha convertido en el nuevo depositario de la verdad, donde expertos supuestamente objetivos y moralmente neutrales emiten juicios absolutos, y a menudo definitivos. Es así como una temática que alguna vez perteneció al ámbito de lo privado, tal como decidir si abortar o no, ha pasado a ser sujeto de opinión pública, lo cual va a tener distintas repercusiones en las mujeres y parejas que deciden llevar a cabo un aborto. Desde estos discursos, es importante revisar el carácter de ilegalidad que rige al aborto en la actualidad en Chile y sus implicancias. Entre ellas se destaca la puesta en peligro de la vida de las mujeres al abortar de manera clandestina, con profesionales poco preparados y condiciones de higiene y seguridad inadecuados. Además el hecho de la imposibilidad de hablar sobre la experiencia del aborto dificulta su elaboración en términos psíquicos, lo que origina diversos síntomas y favorece la repetición de la experiencia. Un dato interesante de considerar, es que la mayoría de las abortantes procesadas por este delito en Chile son mujeres jóvenes, con hijos, con o sin relación de pareja estable, de baja escolaridad y de escasos recursos, lo cual ofrece un pequeño vistazo de quienes son las sancionadas por las características del abortar en Chile (Dides, 2006). La investigación realizada en Buenos Aires (Petracci y cols., 2012) ofrece una mirada desde la voz de las propias mujeres - y sus parejas- que han decidido recurrir al aborto en algún momento de sus vidas. Participaron 30 mujeres y 30 hombres de distintas edades y estratos socio-económicos, algunos de ellos a favor del derecho a abortar, y 18 otros que aún estando en contra se vieron en la necesidad de abortar. Los principales hallazgos comprenden que, en torno al carácter ilegal del aborto, no fue algo que las mujeres y las parejas tomaron en cuenta a la hora de decidir la interrupción del embarazo, es decir, su prohibición no tuvo un efecto disuasivo. Según los relatos, la ilegalidad no se incluyó entre los puntos considerandos al decidir abortar, sin embargo, tuvo un efecto en la desigualdad al momento de elegir el método para abortar. Por otro lado, se destaca la clase social en cuanto al momento de la vida en que se realiza el aborto: El estrato socioeconómico y educativo parece determinar patrones identificables: - En las mujeres pobres al primer embarazo sigue un hijo (o más hijos) y luego el aborto En las mujeres de clases medias y altas, al primer embarazo ocurre el aborto y, eventualmente luego, los hijos. Tal secuencia típica, que requiere seguir siendo investigada, esquematiza modos diferenciales –según la clase– de pautar la vida reproductiva para mujeres y para varones heterosexuales. En común tienen un elemento: no se trata para ningún sector social de un rechazo a priori a la maternidad o a la paternidad, sino de modos diferenciales de ejercer mejor la crianza de los hijos en el marco de las circunstancias personales y de la pareja. También es importante destacar que dentro de las experiencias relatadas por las mujeres que abortaron, en muchas de ellas se vislumbró un momento de mucha culpa, ligada a sus creencias sobre todo Católicas, pero luego, una vez realizado el aborto, sintieron alivio. La palabra alivio sintetiza e ilustra la sensación inmediata después del aborto: más allá de las culpas y tristezas, la sensación de alivio y la resolución práctica de una situación insostenible caracterizan a la mayor parte de las experiencias. A esto se añade que retrospectivamente, ninguna entrevistada manifestó recuerdos traumáticos: fue una decisión adecuada porque el momento no era el indicado (Petracci y cols., 2012). 19 3. El embarazo producto de violación y el aborto a. Violación y abuso sexual en Chile Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2014), Chile ocupa el tercer puesto a nivel mundial y el primero en latinoamérica en las tasas por denuncias de abuso sexual. Por su parte, el Servicio Nacional de la Mujer, realizó una encuesta nacional en el año 2013, que arrojó que un 22% de las mujeres ha sufrido abuso sexual en su vida y sólo un 11% denuncia, constatando que las cifras reales de violación podrían ser el doble (SERNAM, 2013). A su vez, Carabineros de Chile (2012) ha reportado que por cada caso que se denuncia, hay seis casos que no lo hacen. Estos datos evidencian que en Chile un porcentaje muy bajo de mujeres denuncia cuando ha sido víctima de violación o abuso sexual. Esto nos lleva a preguntarnos qué ocurre con el grupo de mujeres que no denuncian, sobre todo cuando se trata de menores de edad. Si además añadimos que la consecuencia de la violación puede ser un embarazo, el panorama resulta aún más incierto y desolador. b. Violación y abuso sexual en menores de 18 años Según la Fiscalía de Chile (2014), se reportaron aproximadamente 22.311 delitos sexuales durante el año 2014, donde también señalan que un 70% corresponden a menores de edad. Por su parte, el Centro de atención a Víctimas de Agresión Sexual (CAVAS, 2003) señala que la mayoría de los abusos ocurren entre los 7 y 11 años de edad, siendo que los agresores son en su mayoría familiares de las víctimas, configurándose el delito de incesto en la mayoría de los abusos a menores de 7 años de edad. A su vez, según el Servicio Médico Legal, el 78% de los casos de agresión sexual, son a menores de edad. Estos datos claramente reflejan que en Chile las principales víctimas de delitos sexuales son menores de edad, siendo el grupo etáreo entre los 7 y los 13 años es el más vulnerable (Fiscalía de Chile, 2011). c. Violación y abuso sexual en niñas y adolescentes mujeres. Por otro lado, dentro del grupo de menores de edad víctimas de delitos sexuales, las niñas y adolescentes mujeres son indudablemente el grupo más vulnerable. Según la Fiscalía de Chile (2011), se denuncian 17 violaciones diarias en el país, donde aproximadamente 10 corresponderá a niñas menores de 14 años de edad. Por su parte, el SENAME (2010) señala que durante el año 2010 de un total de 5.996 víctimas de abuso sexual atendidas por el SENAME un 75,28% eran niñas. A su vez, se 20 atendieron 1.015 casos de violación, 368 de explotación sexual y 38 de estupro, donde el mayor porcentaje también estuvo representado por niñas y adolescentes mujeres menores de 18 años (SENAME, 2010). Además, de un total de 9.263 niñas que ingresaron al SENAME por abuso sexual y maltrato, sólo en 667 casos pudieron confirmarse el abuso, siendo ello muy difícil de corroborar (SENAME, 2012). Según el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM, 2013), un 7% de las niñas ha sufrido abuso sexual en su vida, siendo el promedio de la agresión los doce años de edad. A su vez, el CAVAS (2003), atendió entre los años 1987 a 1998 a 5.439 víctimas de violación, de las cuales 80% eran mujeres menores de edad. El CAVAS (2003) concluye que la mayoría de los abusos sexuales a niñas entre los 7 y 11 años de edad, son ejecutados por un familiar o conocido. Un 30% de los abusos son a niñas menores de 7 años, ejecutados también por parte de un familiar, correspondiente generalmente a incesto. Según el SERNAM (2013) mientras que la violación ejecutada por familiares ocurre a víctimas menores de catorce años de edad, la violación ejecutada por desconocidos, ocurre a mayores de catorce años. La violación ocurrida en el seno familiar, suele develarse con el descubrimiento de enfermedades de transmisión sexual, en la consulta médica o cuando la víctima se embaraza. Todas estas cifras nos permiten concluir que la principal población afectada por abuso sexual y violación, corresponde a niñas y adolescentes mujeres menores de 18 años, quienes representan la población más vulnerable en términos de edad y género. Lo anterior debe tenerse en cuenta al analizar la causal de aborto terapéutico por violación, especialmente si se considera que la menarquia se ha adelantado a los ocho años promedio (Jackson, 2010). d. Violación y embarazo en niñas y adolescentes mujeres. En Chile, durante el año 2014, ingresaron a SENAME casi 700 niñas vulneradas y embarazadas, todas con un promedio de 11 años de edad (SENAME, 2014). Además según la misma institución, en el año 2012 ingresaron 693 niñas embarazadas y 40 con intentos de aborto. La mayoría de las niñas embarazadas tenían entre 15 a 28 semanas de gestación (SENAME, 2012). Por su parte, el Colegio de Matronas y Matrones de Chile, estima anualmente un número de 850 niñas menores de quince años dando a luz, en su mayoría, por incesto no denunciado. Dado que 1 de cada siete agresiones se denuncian, las cifras podrían aumentar significativamente. 21 e. Aspectos psicológicos de la violación y el abuso sexual. Según Echeburua, Corral y Sarasua (2008), la violación es una palabra derivada del latín “vis”, que significa fuerza. Se define como el acto de obligar a otra persona a tener relaciones sexuales, usando para ello la fuerza, manipulación, coerción e imponiendo guardar el secreto. En esa misma línea, pero profundizando en el tema, The Keeping Children and Families Safe Act (2003) plantea que la comprensión de abuso sexual en lo referente a niños y niñas implica mayor amplitud “.. es el empleo o uso de persuasión, inducción o coerción a cualquier niño o niña para participar o asistir a cualquier persona para participar en cualquier conducta sexual explícita o simulación de la misma con el propósito de generar una representación visual de dicha conducta abusiva o violación por parte del cuidador o de una persona de la familia o con lazos familiares…” Aspectos centrales de este fenómeno son la voluntad, la que es ignorada por completo y el cuerpo, utilizado como objeto para el placer y satisfacción del victimario. Las víctimas suelen vivenciar que se han traspasado los límites de su cuerpo o lo más básico de ellas mismas, lo que provoca un quiebre psicológico de importante envergadura. La vivencia de ser usada sexualmente, causa sentimientos de vergüenza, humillación, asco, culpa y miedo extremo que se viven desde la alarma permanente, los sobresaltos y las pesadillas de ser violada nuevamente (Jackson, 2010). El estrés post traumático es la principal respuesta en las víctimas de violación, el cual tiene como síntomas la disociación, temblores, retroceso a estadios anteriores del desarrollo, conductas desorganizadas, llanto y angustia permanente. Ahora bien, la respuesta psicológica de las víctimas variará según su personalidad previa y según las características de la violación, esto es, si fue un evento único o repetido en el tiempo, y si el agresor es un familiar o un desconocido de la víctima. Las habilidades de afrontamiento, el apoyo social con que se cuente, y el autoestima también jugarán un rol importante. Según Rape, Abuse & Incest National Network (2009), las víctimas de violación son, en comparación al resto de la población: tres veces más propensas a sufrir depresión, seis veces más propensas a sufrir estrés postraumático, trece veces más propensas al uso y abuso de alcohol, veintiséis veces más propensas al uso y abuso de drogas y cuatro veces más propensas a cometer suicidio. Cuarenta por ciento de las mujeres violadas refieren anorgasmia posterior, vaginismo, dispareunia y dolores pélvicos, mientras que muchas resultan asesinadas luego de ser asaltadas sexualmente. 22 f. Consecuencias psicológicas de la violencia sexual en menores de edad El impacto de la violencia sexual en niños y niñas presenta efectos que pueden ser persistentes para la vida del sujeto. Perry y Pollard (2008) apuntan a significativas alteraciones de las funciones neuropsicológicas y hasta estructurales del cerebro de niños y niñas víctimas de violencia sexual que conllevan alteraciones negativas en la percepción del medio ambiente, de sí mismos, de la capacidad de enfrentar estrés, alteraciones relacionales/ vinculares, de la regulación emocional y cognitiva, y de la adaptación general entre otros significativos daños. En muchos sentidos, el incesto puede ser potencialmente más perjudicial para un niño/a debido a la interrupción del sistema de apoyo principal del niño: la familia. En los casos típicos de abuso sexual fuera de la familia, la familia del niño/a es capaz de ofrecer apoyo. En el caso de incesto, el abusador es un miembro de la familia, por lo que es difícil encontrar recursos fuera de la familia. Esto dificulta el proceso de recuperación para el niño/a. Además, el incesto a menudo afecta a la capacidad del niño/a para confiar porque su abusador es alguien que era su cuidador, alguien en quien confiaba (Echeburua, Corral & Sarasua, 2008). Los adultos tienen poder, autoridad sobre niñas y niños; la asimetría está presente todo el tiempo. La “fuerza” es la imposición de autoridad y supremacía de un adulto sobre la niña, sin necesidad de golpes, amenazas, ni siquiera secretos: la conminación al silencio muchas veces no será necesaria, ya sea porque la niña será incapaz de verbalizar una experiencia que supera su capacidad de comprensión e inclusive de lenguaje, o bien, porque la tensión o tono presente en las interacciones con el adulto abusador, tácitamente establece que el silencio es la única respuesta posible desde el instinto de supervivencia y evitación de mayores riesgos para la integridad (Jackson, 2010). A toda edad, las niñas y mujeres cuyos abusos sexuales sean denunciados a la justicia, pasarán por varias instancias revictimizadoras: múltiples entrevistas para recoger su testimonio; acreditación de credibilidad; configuración de la “prueba” mediante pericias ginecológicas, proctológicas, y psicológicas. Las señales que podrían, sin lugar a dudas, establecer la fuerza y violencia ejercidas durante actos de violación, en un número considerable de casos no existirán. Si el mandato orgánico es sobrevivir, es decir, no resultar muerta, o a lo menos, no arriesgar mayores daños a la integridad física, las niñas no opondrán resistencia (Jackson, 2010). De hecho, la disociación es el mecanismo de respuesta más frecuentemente, donde las víctimas reportan cerrar los ojos y esforzarse por no sentir, por ausentarse de la violación y 23 reducir, de esta forma, lesiones físicas y distanciarse del dolor emocional y la vivencia de una situación límite. Aunque tanto en la violación por un familiar como por un desconocido se provoca un quiebre de la vida psíquica, el incesto produce una sintomatología más grave, donde los asaltos sexuales son además de carácter prolongado en el tiempo (Echeburua, Corral & Sarasua, 2008). Stupiggia y Liss (2007), entre otros expertos contemporáneos, son categóricos al señalar que la terapia es posible sólo hasta un cierto punto, y parte de los procesos terapéuticos implican también ayudar a las víctimas en la aceptación de esa frontera. No es posible, tampoco, definir formas estándar e inequívocas de “acompañamiento”, cuando para una mayoría de las pacientes, sólo hablar de lo vivido resulta enormemente doloroso y gatillador de evocaciones que infligen sufrimiento psíquico y también corporal. El trauma y el daño se producen tanto en la psiquis como en la significación del cuerpo y por lo tanto es en estos ámbitos donde debe tener cabida la reparación psicológica. Indica Lorca (2012), que el daño va a requerir y afectar a la víctima a tal nivel que es posible que casi no pueda encontrarse. El abuso sexual constituye una experiencia desgarradora de dolor y pérdida en diferentes sentidos, como el de la vida, como era conocida hasta ese momento, de la significación del cariño y de la protección. La persona, ocupada como un objeto, ve pisoteada su dignidad y su voz simplemente se ignora. Para la víctima, el trauma se experimenta, se registra y recurre –a lo largo de la vida, con intensidades variables, e indeleble su marca en la memoria- en sentimientos de terror, repulsión, culpa y vergüenza. El quiebre psicológico es de envergadura mayor. Cuadros depresivos, conductas de auto-lesión, ideaciones e intentos suicidas son síntomas frecuentes. Las áreas de la confianza en la propia valía y en los vínculos, la relación con el propio cuerpo, y la sexualidad, se ven seriamente dañadas y requieren de trayectorias dolorosas y prolongadas de reparación. A veces, en distintas etapas de la vida. La angustia –que bordea el miedo constantemente, el terror y el pánico- llega así a ocupar un lugar primario. Para las niñas, la violación es una experiencia que pulveriza – sean ellas conscientes o no de esta consecuencia- la certeza en el cuidado como imperativo de especie. El victimario, generalmente conocido, al dañar esa certeza, activa la alarma de peligro vital: un peligro cuya evitación no es posible y frente al cual la niña violada se reconoce impotente. El riesgo y peligro que el cuerpo informa, en palabras muy sencillas, acerca la posibilidad de la muerte. El daño es expansivo (Jackson, 2010). 24 La experiencia es de dolor y pérdida en diferentes sentidos –de la vida como era conocida hasta ese momento, del cariño y la protección de alguien que se convierte en agresor, de la inocencia, de la alegría, de la esperanza–. Todo aquello debilita la fuerza vital y también la relación con los propios sentimientos. La persona, ocupada como un objeto, pierde su dignidad y el respeto que merece todo ser humano por el solo hecho de serlo. La violación vivida en el seno familiar, supone asaltos frecuentes a niñas pequeñas, que se extienden incluso por años. Estas niñas, reportan mecanismos de defensa similares a los utilizados por las víctimas de tortura física para soportar el dolor, siendo el principal, la disociación del lugar y de los afectos, mediante la fijación de la atención en un punto en particular del lugar, repetir canciones mentalmente o las tablas de multiplicar o imaginarse estando en otro lugar (Jackson, 2010). g. Consecuencias psicológicas del embarazo por violación Con respecto a las vivencias del embarazo producto de la violación, indica Carneiro (2006) que uno de los mayores miedos de las víctimas de violación (junto al de volver a ser violada), es el de estar embarazada producto del asalto sexual. El embarazo, es significado como fruto del acontecimiento traumático, que lleva siempre a repetir la agresión y a recordar al victimario, con todas las emociones que se vivieron: asco, culpa, humillación e invasión del cuerpo. Londoño (2004), indica que el embarazo es una réplica de la violación y que la preñez, es la imposición de la violencia en las entrañas de la víctima y por lo tanto, un nuevo impacto sobrepuesto a la fragilidad emocional en que se encuentran quienes han sufrido estos hechos. Es muy probable que las niñas que viven violación en sus familias, resulten embarazadas, debido a la repetición de las violaciones a lo largo del tiempo. La experiencia de embarazo puede ser compleja inclusive para mujeres adultas sobrevivientes de abusos sexuales infantiles prolongados, que aspiran a ser madres. Stupiggia y Liss (2007) describen, con dolorosa precisión, como puede experimentarse la idea o certeza de un embarazo con angustia y rechazo: como una imposición sobre un cuerpo que siente y lee en clave de “violencia” su “ocupación”, así se trate de un embarazo deseado, junto a una pareja amada y elegida. Tal como se ha explicado anteriormente, para comprender la violación, hay que tener en cuenta que el cuerpo tiene una participación central. Por lo tanto, el embarazo con su transformación corporal, su sentir en el cuerpo junto con la sensación de llevar en las entrañas al fruto de la violación, provoca un sufrimiento extremo, con mayor repudio 25 hacia el cuerpo, mayor enajenación, donde el tiempo de duración del embarazo expone a un recordar continuo y un revivir la violación. Se acentúan las pesadillas, los intentos de suicidio, el hacerse daño cortando el cuerpo o golpeándose, con mayor angustia, llanto frecuente y conductas disociadas (Jackson, 2010). Las niñas embarazadas no están preparadas psicológicamente para ser madres (Jackson, 2010). Primero, se interrumpe la infancia para vivir una sexualidad que no debería tener lugar hasta la adolescencia, donde el cuerpo y la psiquis están preparados para ello, y luego, se vuelve a interrumpir otra vez la infancia, donde el embarazo se presenta en una etapa del desarrollo psicológico impropio, que debiera presentarse en la adultez. Las niñas deberían estar cumpliendo las tareas psicológicas propias de la niñez, como jugar y aprender a sociabilizar en las primeras experiencias con pares a través del juego. El asalto sexual rompe la confianza hacia los otros y priva a las niñas de su propia infancia. Así, la cuestión de la voluntad, es algo principal en la reparación de las víctimas de violación. Por lo tanto, consultar a las víctimas que han resultado embarazadas y permitirles que sean ellas quienes decidan si continuar o no con el embarazo, es sanador y reparador. Los casos en los que se les criminalice si deciden abortar, resultaría en un nuevo asalto y en una repetición de la utilización de sus cuerpos. Con respecto al embarazo producto de violación, deberían evaluarse teniendo en cuenta que corresponde en su gran parte a menores de catorce años de edad, por lo que estaríamos frente a un doble dilema: la violación y la infancia transgredida. Esto no implica que no habrían víctimas de violación que desearían continuar con sus embarazos pero sí devela a un gran número de mujeres vivirá la obligación de continuar con el embarazo como una violación más a su cuerpo, convirtiéndose muchas veces en madres del hijo de su propio padre, abuelo, tío, etc. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo en Estados Unidos con una muestra nacional probabilística de mujeres entre 12 y 45 años, encontró que un 50% de las mujeres que se embarazaron producto de una violación se sometió a aborto; mientras que un 32,2% optó por mantener al bebé, un 5,9% colocó al bebé en adopción, y un adicional de 11,8% tuvieron aborto espontáneo. Llama la atención que un total de 32,4% de estas víctimas no descubrió que estaban embarazadas hasta que ya habían entrado en el segundo trimestre (Holmes, Resnick, Kilpatrick, y Best, 1996). Para comprender la violación, hay que tener en cuenta que el cuerpo tiene una participación central, donde fue usado, golpeado y utilizado para la satisfacción de alguien más sin tomar en consideración la voluntad de la víctima. El cuerpo resulta 26 significado como ajeno o muchas veces, como forma de intentar manejar el dolor emocional, ya sea a través auto-flagelación o trastornos alimentarios. Por lo tanto, el embarazo con su transformación corporal, su sentir en el cuerpo, junto con la sensación de llevar en las entrañas al fruto de la violación, provoca doblar el sufrimiento, con mayor repudio hacia el cuerpo, mayor enajenación, asco y humillación durante todo el tiempo de duración del embarazo, que se convierte en un recordar continuo y un revivir la violación (Jackson, 2010). h. Violación, embarazo y aborto. En un estudio realizado en México se revisaron 1,651 expedientes de mujeres que habían sido víctimas de violación y que fueron atendidas en un hospital general entre los años 1991 y 2001. Los investigadores encontraron que la frecuencia de embarazo producto de la violación fue de 13.9% (n=231). El promedio de edad de las mujeres embarazadas producto de violación fue de 19 años, de las cuales más de la mitad tenían entre 10 y 19 años (66%). El desglose por edad reveló que 7% de las adolescentes embarazadas tenían entre 10 y 12 años, 28% entre 13 y 15 años, y 31% entre 16 y 19 años. Un 52% de las mujeres tenían un embarazo mayor a las 12 semanas de gestación cuando acudieron a su primera cita al hospital. En la mayor parte de los casos, el tiempo transcurrido entre la agresión sexual y el primer contacto con el servicio de salud superó los tres meses, con una media de 102 días. Se detectó que los grupos de mujeres de 20 a 29 años y de 30 a 50 años llegaron con mayor frecuencia al hospital con embarazos menores a las 12 semanas que el grupo de 10 a 19 años (Lara, García, Strickler, Martínez, Villanueva, 2003). El estudio Mexicano además reveló que de las 231 mujeres embarazadas producto de violación 44 accedieron a un aborto legal, mientras que 141 continuaron con el embarazo. La duración media del embarazo al momento de practicarse el aborto legal fue de 8.3 semanas y en ningún caso superó las 12 semanas de gestación. De esta manera los datos del estudio muestran claramente que la población más vulnerable al embarazo producto de violación son las niñas y adolescentes mujeres. Por otro lado, los resultados sugieren la consulta por embarazo por violación en los servicios de salud no es inmediata y que las mujeres tardan al menos tres meses en realizar su primera consulta (Lara y cols., 2003). 27 4. ¿Acompañamiento psicológico como alternativa al aborto? El acompañamiento psicológico que se plantea como alternativa al aborto es una instrumentalización de la Psicología y rompe la premisa de que la terapia psicológica es voluntaria y nunca debe ser impuesta. Así, los Psicólogos y Psicólogas no debieran participar en un acompañamiento impuesto a las mujeres como única opción, ya que en las tres causales terapéuticas, y especialmente en mujeres embarazadas producto de una violación, estaremos frente a personas profundamente dañadas y violentadas, que debieran tener el derecho de poder decidir si continuar o no con esos embarazos. La Psicología debe acompañar a las personas en su libertad de decidir. Quienes proponen acompañamiento psicológico como una alternativa al aborto terapéutico, lo están presentando como una actividad realizada con el fin de llevar el embarazo a término y para ello, utilizan a la Psicología, en donde el fin justifica los medios. Ello nos parece éticamente repudiable, siendo que además, se estaría usando a la Psicología para continuar con el dolor emocional de las mujeres. Creemos importante reflexionar profundamente frente a esto ¿Es ético que la Psicología participe en prácticas que ayuden a soportar el dolor emocional a lo máximo aceptable?, ¿Qué se encuentra a la base de la premisa de que el hijo nazca “sea como sea”?. Creemos que esto es fruto un fuerte mandato cultural con un importante correlato religioso. El acompañamiento psicológico como alternativa al aborto es ineficaz, puesto que puede ser imposible disminuir los niveles de sufrimiento extremo, por ejemplo en casos de embarazo por incesto, en donde la mujer se encuentra en situaciones de extremo sufrimiento, que son alargadas en el tiempo durante su embarazo. En los casos de violación, la voluntad de las víctimas debe ser escuchada y considerada, siendo este aspecto el más dañado. Es necesario que estas víctimas puedan decidir llevar a cabo o no sus embarazos. La pregunta “¿quieres continuar con este embarazo?”, es de por sí, terapéutica. El acompañamiento debería aplicarse a todas las mujeres, en conjunto con el derecho a interrumpir sus embarazos. En ese escenario, el acompañamiento sí es efectivo, puesto que las mujeres toman una decisión y su voz que es escuchada. El acompañamiento psicológico, debería realizarse tanto en mujeres que deciden poner término a sus embarazos como en aquellas que deciden continuar. El acompañamiento psicológico, debe realizarse respetando las decisiones de las mujeres, en actitud desprejuiciada. El acompañamiento forzoso, en cambio, que se propone desde los grupos conservadores, es muy distinto, pues se plantea como alternativa al aborto terapéutico, siendo que no debería ser condicionado. Es necesario que la ciudadanía 28 sepa que en situaciones extremas, en donde además se coarta la decisión y voluntad de la mujer, el acompañamiento psicológico es inefectivo ¿Qué técnica habría de servir para convencer a una víctima de incesto dar a luz? El acompañamiento en casos de violación, no asegura ni necesariamente cambiará los estilos de apego inseguros o ambivalentes que se puedan desarrollar con el hijo ya nacido. No se puede obligar a la mujer a amar o desear ese hijo, para que pueda ser responsiva y satisfacer sus necesidades. Así, tal como se mencionó anteriormente, los hijos de embarazos no deseados cuya madre solicitó aborto pero le fue negado, presentan serios problemas de salud mental. El acompañamiento psicológico forzoso, no necesariamente ayuda a que esto sea diferente. El acompañamiento psicológico, como se ha propuesto en las nuevas indicaciones, no sólo es ineficaz, sino que además, se presenta como instrumento que al parecer, pretende realizarse con el objetivo de el hijo nazca. Así, el acompañamiento incorpora mayor consideración de los mandatos de ser madre y otros, que aumentan la culpa y malestar psicológico en la mujer, utilizando la coerción y mandatos culposos. La Psicología no debe ser cómplice de situaciones de vulneración de derechos humanos. Conclusiones A partir de la literatura revisada, se destaca en torno a la experiencia de las mujeres que abortan que cuando una mujer se enfrenta – por el motivo que sea - a un embarazo no deseado, dispone de dos posibles caminos a seguir, a partir de los cuales está obligada a tomar una decisión. El primer camino es realizarse un aborto clandestino, dada la condición de ilegalidad del aborto en Chile. Esta opción representa un grave peligro para la mujer. El segundo camino, es el de continuar con el embarazo no deseado. Según los artículos revisados, las respuestas negativas después del aborto, se pueden presentar debido a características de personalidad previa y factores culturales. Las reacciones psicológicas negativas se presentan por estos aspectos y no por el aborto per se. Es decir, el aborto por sí sólo no tiene consecuencias en la salud mental, sino que tanto el embarazo no deseado como la salud mental previa parecen tener un rol significativo en la presencia de problemas de salud mental posterior a la ocurrencia del aborto. 29 La sanción social es crucialmente importante, pues genera un fuerte impacto en la experiencia de abortar de muchas mujeres, siendo la culpa un indicador de malestar psicológico. Esta culpa, viene a evidenciar el complejo proceso que vive la mujer cuando se trata de aborto. Esto, ya que se pone en juego su multideterminación como sujeto social: la convivencia del discurso patriarcal y la exigencia de su rol de género en la sociedad, su biografía, su ser contextual y la construcción subjetiva que deriva de esas determinaciones. En los casos de inviabilidad fetal, se obliga a la madre a convertirse en la portadora de un hijo que no vivirá, lo cual puede generar lesiones psicológicas duraderas. En los casos de violación, el obligar a una mujer a proseguir con su embarazo cumple la función de re-victimizar a la mujer constantemente, negándole la autonomía de decidir sobre su cuerpo, que ya ha sido violentado y usado. Por lo tanto, el punto de quiebre se genera en el carácter obligatorio que se le impone a las mujeres sobre la maternidad. ¿Pueden existir mujeres que deseen tener un hijo inviable, no planeado, o producto de una violación? Sí, pero no es necesariamente el deseo de todas las mujeres. El no considerar la decisión de las mujeres al respecto, contribuye a su invisibilización como sujetos, negándoles autonomía y capacidad de discernimiento sobre una situación que afecta su salud psíquica y su proyecto vital. Este aspecto es esencial de comprender. La despenalización del aborto supone un reconocimiento de las diferentes decisiones y vivencias de las mujeres ante un embarazo que presupone muerte materna, inviabilidad fetal o cuando es producto de una violación. Habrán mujeres que querrán continuar con el embarazo y otras que no, siendo que las que desean interrumpir sus embarazos, no están siendo consideradas en el país. Es menester generar espacios de reflexión en conversaciones en torno a la maternidad obligatoria y la narrativa cultural de la culpa sobre las mujeres. El debate, no debe enfocarse en la vida de la mujer versus vida del feto, como únicas posturas y fines. Esta posición no ayuda a develar factores más profundos de dolor en el embarazo patológico o producto de una violación. Es necesario dar un paso al costado de esas posturas irreflexivas y preguntarse por qué el llevar a término un embarazo debería ser un fin en sí mismo, ignorando a las mujeres y sus voluntades, los factores médicos, psicológicos y narrativas culturales que envuelven a todo el proceso. El fin último siempre son los seres humanos, siendo entonces que como Psicólogos y Psicólogas, estamos llamados a disminuir su dolor. Creemos infructuoso discutir en torno sólo al poder de la mujer de decidir o sólo a llevar a término el embarazo. Estas discusiones 30 son circulares e imposibles de llevar a un buen fin. Creemos que dividir las posturas en torno a las llamadas pro vida y pro aborto, es dividir a la ciudadanía entre quienes quieren rescatar la decisión de las mujeres y quienes quieren enfocarse en el feto. Hay muchos aspectos que van más allá de la mujer misma y del feto que deben de analizarse y tomarse en cuenta. Es necesario que primero, se cuente con el derecho a dar término a los embarazos no deseados por causales médicas y violación y luego, desde esta base, poder brindar acompañamiento psicológico tanto a las mujeres que deciden continuar sus embarazos como las que deciden interrumpirlo. El acompañamiento no debe presentarse como alternativa a la interrupción del embarazo, sino como una intervención psicológica tanto para quienes decidan abortar como para quienes decidan en condiciones de embarazo límite, llevarlos a cabo, sin jamás persuadir a la mujer para una u otra postura. El acompañamiento debe contener, abordar las creencias, fantasías y mandatos sociales, ayudar a tomar la decisión que la mujer desee tomar y ayudar a que se generen buenas y eficaces redes de apoyo. Ahora bien, junto con un acompañamiento psicológico a mujeres que deciden continuar o no con sus embarazos, es imprescindible que desde el Estado se generen las condiciones necesarias para llevar a efecto este acompañamiento. En las maternidades, urgencias hospitalarias y centros de salud, debiese trabajar un equipo multidisciplinario que tenga un Psicólogo o Psicóloga que acompañe a las mujeres en estas circunstancias, siendo dicho equipo respetuoso de la decisión que tome la mujer. En el caso de los embarazos por violación, consideramos necesario que cuando el agresor no es parte de la familia, se trabaje con la mujer y toda la familia, pesquisando sus significados del embarazo, fantasías, mandatos culturales, etc. El acompañamiento no debe ser persuasivo, sino ayudante clarificador de la decisión que se desea tomar. Se debe entregar toda la información científica que existe y sea cual sea la decisión, el acompañamiento debe continuar para el grupo familiar completo. Es necesario que el Estado de Chile tome en consideración las cifras alarmante de violación a niñas y adolescentes mujeres e implemente programas de reparación de víctimas que logre cubrir a toda la población afectada. Así mismo, consideramos menester implementar un programa de atención a víctimas de agresión sexual en donde puedan ser atendidas en un solo lugar del establecimiento de salud, en donde se le tomen los exámenes necesarios y se brinde la ayuda psicológica. Consideramos que se debe terminar de una vez con el peregrinaje que hacen las víctimas de agresión sexual por los distintos lugares y especialidades de los establecimientos de salud, 31 donde se da lugar entonces a la revictimización al hablar una y otra vez de lo sucedido. Se debieran tomar todos los exámenes en un solo lugar y la víctima debiera hablar sólo una vez con la persona que tome el caso. Nos parece también que los establecimientos reparatorios, tales como el CAVAS, no dan a vasto. Se hacen necesario más lugares, especializados, de atención donde se trabaje desde una actitud empática y respetuosa, resguardando a las víctimas de sus agresores. Debieran existir también lugares especializados de atención a embarazos producto de una violación. Hacemos un llamado a los profesionales de salud mental a separar ciencia de religión. Existen profesionales que implementan en las víctimas de violación o mujeres con embarazos con probabilidad de muerte materno fetal la culpa desde la religiosidad, en caso de decidir poner término al embarazo. Los Psicólogos y Psicólogas deben reflexionar si sus conductas tienen que ver con la narrativa religiosa o creencias personales y realizar sus intervenciones libres de prejuicios, teniendo siempre en cuenta y promoviendo la autonomía de las personas, sus derechos humanos y su bienestar emocional. Referencias Árvelo, L. (2004.) Maternidad, Paternidad y Género. Revista Otras Miradas. 4 (2), 92-97. 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