Ámbitos de la práctica moral. Las acciones que podemos valorar éticamente se dan en distintos ámbitos de relaciones: a) la relación con uno mismo. b) con la familia, los amigos y las personas más cercanas que comparten nuestros códigos de normas y costumbres. c) con la sociedad (con otros que no necesariamente comparten nuestros códigos morales) en la escuela, el trabajo, en las esferas de la acción política, económica y cultural. d) las relaciones con la nación o la patria (unidad política de individuos que comparten una cultura y una historia común). e) las relaciones en el ámbito internacional con el resto de la humanidad (culturas, pueblos, nacionalidades distintas). f) las relaciones con otros seres vivos y con la naturaleza. Estos ámbitos de acción conforman, como lo señalaba el escritor mexicano Alfonso Reyes en su Cartilla moral, una serie de "círculos concéntricos", pues todos tienen un mismo centro: el individuo y su relación consigo mismo. Los demás círculos rodean este centro haciéndose cada vez más amplios. La evolución ética del individuo ha consistido en el reconocimiento de que cada ámbito de relación posee valores y deberes propios. En general, en cada ámbito la persona ética reconoce derechos de los otros (amigos, familiares y extraños, compatriotas y extranjeros, seres humanos y otros seres vivos, hasta la naturaleza entera) y considera sus propios intereses vitales en igualdad con los de los demás. Esta actitud ética implica consideración, respeto y amor por los otros, y al mismo tiempo, dispone a la persona a defender su propia autonomía y a exigir que los demás respeten sus derechos y sus intereses vitales. Individual: el amor propio En su sentido radical, el amor no se reduce simplemente a un sentimiento agradable y complaciente que puede suscitarnos una persona o cualquier otro ser del universo, sino que es atracción, afán de vínculo, interés y cuidado; por ende, implica conocimiento de lo que se ama y esfuerzo para cuidarlo. El amor propio exige autoconocimiento y diálogo interior, y consiste en el cuidado permanente de nuestra propia persona y de su libertad responsable para poder experimentar el crecimiento de nuestra autonomía y personalidad ética. El amor propio, en tanto virtud ética, consiste en cultivar lo más preciado que tenemos: la libertad responsable. Se trata de amar o cuidar nuestro deseo de ser "mejores" siendo fieles a él y convertirnos en los conductores de nuestra propia vida. El amor propio conlleva la autocrítica: juzgar lo que hacemos a partir de valores, contrastarlo con lo que podría ser "mejor". Por eso, representa un esfuerzo continuo, pero la gratificación por éste consiste en experimentar el respeto y el amor a nuestra condición humana, así como la capacidad para vivir de un modo autónomo y libre. Familiar El fin ético de la familia consiste en procurar el bienestar y el desarrollo adecuado de cada uno de sus miembros como personas autónomas y responsables. El significado ético de la familia está determinado por los valores de igualdad y libertad, de respeto recíproco de unos por otros, y por la búsqueda de complementación y colaboración. Para la comprensión ética de nuestro tiempo no cabe una estructura familiar basada en el autoritarismo y la dominación ni del hombre sobre la mujer (o viceversa), ni de los padres sobre los hijos. Lo cual no significa que desaparezca la "autoridad" de los padres y que éstos no dicten reglas de comportamiento a los hijos En la familia éticamente estructurada debe persistir un principio de autoridad, pero sin llegar al autoritarismo o la dictadura. La autoridad debe conservarse debido a que los padres tienen la responsabilidad de formar a los niños y jóvenes pues poseen mayor experiencia vital. Pero debe ser una "autoridad racional", que pueda explicar las reglas y no las imponga sin más de forma arbitraria, con violencia y dominación. Desde el punto de vista ético, no cabe tampoco que los padres evadan su responsabilidad de adultos y pretendan comportarse como unos amigos más de los hijos. Los padres deben ser una guía y no tan solo interlocutores confiados y cariñosos. Social La escuela La escuela, por su parte, es el ámbito en que experimentamos desde la infancia las diferencias entre personas, nos encontramos con personas con otras costumbres y creencias, con otros estilos de vida y la aceptación de unos por otros no está garantizada. Tenemos que aprender a conocer y reconocer las diferencias, tenemos que construir el vínculo con los demás y conquistar su amistad. En la escuela deben privar todos los valores de los que hemos hablado y, en particular, el respeto recíproco y la tolerancia. También debe existir la autoridad racional, pues los maestros y directores, por el hecho de tener más conocimientos y experiencia, son responsables de guiar a niños y jóvenes, pero sin recurrir al uso arbitrario e irracional de la autoridad Uno de los valores más importantes que puede transmitir la escuela es el de la libertad de pensamiento, que es inseparable del ejercicio de la autonomía. Esta libertad se alcanza mediante la búsqueda del conocimiento y la verdad. El saber hace libres a los seres humanos y los capacita para ejercer una reflexión más consciente y adecuada de su realidad. El trabajo y el ocio La dimensión ética del ámbito laboral reside en lo que los griegos llamaron el "bien hacer". Solamente hacemos algo de manera plena cuando se hace bien. El bien no es un mero añadido sino que es parte del hacer mismo. Hacer mal algo es, en realidad deshacerlo, no lograr lo propio de ese algo. El trabajo se diversifica en diferentes profesiones, y el profesional es aquel que sabe hacer su trabajo y que actúa conforme a los valores y responsabilidades de su profesión. Para ello es preciso estudiar y capacitarse en el dominio del campo al que nos dedicamos, ya sea teórico o práctico, y perfeccionar las habilidades y destrezas adecuadas. Es preciso realizar el trabajo con concentración, entrega, cuidado, inteligencia, cumplimiento y sacrificio (si es necesario). Además del profesionalismo, la dimensión ética del trabajo está en la responsabilidad con que lo asumimos. Se trata de ser responsables ante nosotros mismos, es decir, hacer las cosas de la mejor manera posible por cumplimiento y satisfacción propios, no por el calificativo que podemos recibir de los demás. En esta medida, el trabajo se humaniza se asume como una vía para el descubrimiento y el desarrollo de las propias potencias, en especial, de la posibilidad de "ser mejores" trascendiendo las limitaciones. El trabajo es una forma de humanización. También la responsabilidad es ante los otros, todo trabajo es social. Trabajamos con otros y para otros, de modo que la forma de hacer el trabajo conlleva una respuesta a lo que los demás esperan de nuestro compromiso social. Si el trabajo se realiza buscando el desarrollo de nuestras capacidades y con responsabilidad, entonces se convierte en fuente de satisfacción, incluso podemos encontrar las vías para escapar a lo rutinario de cierto tipo de obligaciones laborales y realizarlas con iniciativa, pues nos hemos descubierto a nosotros mismos en lo que hacemos. Pero si no ponemos esta intención humanizarte, entonces el trabajo se convierte en insatisfactorio y frustrante incluso puede llegar a enajenarnos, a convertirnos en seres mecánicos, incapaces de disfrutar de la vida Finalmente, el trabajo tiene que alternarse con el descanso y la diversión. La entrega a él no significa llegar al embotamiento o convertirnos en compulsivos, en adictos al trabajo como una forma de escapar a la convivencia con el entorno familiar o amistoso, como una forma de huir del vínculo interhumano y de abandono de la pluralidad de dimensiones que conforman el mundo humano. La productividad y creatividad de la vida no residen tan sólo en el ámbito laboral, ellas están presentes en la forma como nos relacionamos con nosotros mismos y con los otros, se dan en la forma de descansar, de contemplar la naturaleza, de dialogar con los amigos, de dar y recibir placer, de jugar y de disfrutar la vida. Estas actividades llamadas recreativas también tienen una dimensión ética Pueden vivirse como una evasión y llegar a mecanizarse si no se realizan en equilibrio con el trabajo y como una forma del auténtico gusto por vivir y descubrir la riqueza de lo humano Así como hay un trabajo enajenado, hay un descanso y un ocio enajenado, esclavizado y destructivo Interacción entre personas: amistades y relaciones amorosas. El cultivo de uno mismo se irradia o extiende, en primer término, a las amistades y las relaciones amorosas. Los seres humanos necesitamos el afecto y el reconocimiento de nuestros semejantes, pero también necesitamos cuidar y amar a otros para humanizarnos. Las relaciones interpersonales adquieren una cualidad ética cuando hay un interés y respeto mutuos por el despliegue de la libertad del otro. Estas relaciones interpersonales requieren reciprocidad, en el sentido de que no puede haber dominio de uno por otro o desigualdad en el interés por el bienestar del otro. La reciprocidad permite que ambos miembros de la relación descubran sus capacidades y puedan desarrollarlas sin cortapisas. Lo que tenemos que evitar es que el otro pretenda subordinarnos o negar nuestra libertad, que pretenda hacer de nosotros una posesión. La amistad y la relación amorosa exigen un esfuerzo constante por mantener nuestra dignidad de personas autónomas frente al otro; pero no podemos exigir desde el inicio el mismo interés por los asuntos que nos atañen, para ello hay que dar y saber recibir lo que el otro, desde su situación y su perspectiva puede darnos. Con el tiempo, la donación de un amor interesado en el crecimiento del amigo o la pareja genera amor en el otro. En el caso específico de la pareja amorosa interviene el vínculo sexual del placer mutuo. Platón, en el Banquete o Simposium, hace una distinción, que conviene tener presente entre "buen amor" y "mal amor". El primero es aquel en el que además de darse la relación sexual, hay un interés por la persona en su integridad y se busca formar entre los dos una unidad mayor, más fuerte y completa: dar nacimiento a nuevos intereses y capacidades (los "hijos del alma") o a otros seres humanos (los "hijos del cuerpo"). Este amor exige respeto de uno por el otro e implica una mutua ayuda en el despliegue de la libertad y la autonomía. El "mal amor" es el que sólo se interesa por lo sexual, desconoce la integridad del otro e incluso pretende poseerlo y limitar su autonomía. En este tipo de relación no hay, desde luego, confianza mutua, respeto ni aspiración a la reciprocidad. En síntesis, hay amistad y pareja ética cuando existe un vínculo de libertad a libertad entre iguales; por el contrario hay una mala relación cuando se dan la posesión y el sometimiento, cuando no se cultiva la igualdad interhumana. Comunidades, naciones, ser humano y naturaleza Lo que llamamos patria o nación es esa región del mundo, esa "tierra", ese paisaje y esa historia política y ética de la que formamos parte como individuos y como pueblo. La patria es física, terrenal y al mismo tiempo, es un símbolo de los valores que hemos heredado de nuestros antepasados. Tenemos un compromiso ineludible con el ámbito nacional, somos producto de su devenir y con nuestra actividad contribuimos, aun sin quererlo, a su destino futuro. La patria nos pertenece en tanto que hemos nacido v crecido en ella pero a la vez, nosotros le pertenecemos. Pareciera que es solo en tiempos de guerra cuando la patria nos llama pero en realidad es sobre todo en tiempos de paz cuando advertimos que todo lo que hacemos repercute en mayor o menor medida, para bien o para mal, en el contexto nacional. Con el concepto de nación comprendemos también el de "bien común", superior al bien individual lo cual implica que hemos de estar dispuestos a subordinar nuestro beneficio personal al de la patria. La nación protege a los individuos medianote las leyes y las instituciones políticas, como la Carta Magna o Constitución y los tres poderes de la Unión pero también señala obligaciones del individuo para que se preserve la unidad de todos los miembros de la nación. Debemos hacer por la patria todo lo que podamos, de ello depende el futuro de la comunidad a la que pertenecemos y pertenecerán nuestros hijos. Pero este deber tiene que cumplirse por amor y no solo porque lo señalen las leyes. El amor a la patria es un constitutivo de la vida ética. Tener presente el "bien común" implica reconocer nuestra liga indestructible con los otros y reconocer en éstos la igualdad de derechos. Por ello, tal reconocimiento nos humaniza. Ninguna nación sobrevive aislada, todas establecen vínculos con el exterior. En la época actual, debido a la globalización socioeconómica y al hecho de que todos los habitantes de la tierra nos enfrentamos a problemas comunes ocasionados por la sobreexplotación de los recursos naturales, las naciones están cada vez más interconectadas. No sólo existen intereses económicos entre ellas, también existen responsabilidades y preocupaciones comunes que han dado lugar a leyes y tratados internacionales para regular las relaciones internacionales La relación del individuo con su patria adquiere una dimensión ética en tanto se da una liga consciente, asimismo se requiere un vínculo amoroso con la humanidad en general para ocuparse de los problemas internacionales y asumir los deberes que impone la unión entre las naciones. De hecho, la persona ética hace del mundo entero su patria y reconoce la igualdad de derechos y de intereses vitales en todos los seres humanos, sin restricción alguna. La manera como somos y vivimos en esta época es en gran parte el resultado de lo que fueron nuestros padres y antepasados de este país y del mundo entero. En la actualidad, un imperativo ético en el ámbito internacional consiste en defender los derechos humanos y en preservar la concordia y la paz entre las naciones. Por esto, Emmanuel Kant formula su "imperativo categórico" o ley ética suprema de la siguiente manera "Obra de tal manera que la máxima de tu acción pueda convertirse en ley universal". Si al extender el motivo y el interés con el que pensamos actuar a todas las personas, nos percatamos de que ellos siguen siendo aceptables, entonces, lo que queremos hacer es un bien, pero si no, sería algo que tendríamos que rechazar. La responsabilidad de mantener el respeto humano va más allá de las naciones. Este es el motivo que llevo a la formulación de los derechos humanos universales, los cuales son precisamente normas y valores éticos internacionales, aceptadas por la mayoría de los países. Por último en relación con las generaciones futuras tenemos una doble responsabilidad. Por un lado, hemos de hacer valer el respeto a las personas en la actualidad practicando los valores y virtudes éticas de las que hemos hablado, para crear con ello un precedente que otros habrán de continuar. Y por el otro, tenemos la responsabilidad ética de heredar a los hombres y mujeres del futuro un planeta habitable
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