TEOLOGIA MORAL FUNDAMENTAL PRESENTACIÓN DEL CURSO: El creyente indaga en la fe revelada una respuesta para su conducta moral. En esa búsqueda se sitúa la Teología Moral. No es que no sea válida la ética civil o filosófica, pero es insuficiente para un cristiano, que ante la necesidad de respuestas sobre el sentido y estilo de vida, desea algo más referencial para su vida cristiana. La Teología Moral es aquella parte de la teología que estudia el misterio cristiano a fin de aplicarlo a las cuestiones éticas. La Teología Moral que elaboremos partirá de las fuentes de Revelación: Sagrada Escritura y Tradición, y tendrá además la obligación de ir dirigida al ser humano y a sus necesidades. La tarea de la Teología Moral debe partir, como hemos indicado, de la lectura que hagamos de la Biblia; esta lectura tendremos que hacerla a la luz de la Revelación en su conjunto, con Cristo a la cabeza. Nuestro modelo y referente moral será Jesús. Esperamos que este manual, elaborado en base al desarrollo de los temas propuestos, ejercicios para la fijación de los contenidos y que ofrece además una bibliografía para profundizar en los más distintos temas, le sea una herramienta útil en su caminar cristiano y la consecución de su propia realización personal. UNIDAD I: ELEMENTOS GENERALES 1. ¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA MORAL?. Veamos primero qué es la Teología. Por etimología sabemos que es el estudio o tratado de Dios o las cosas divinas. Se trata del estudio sistemático y ordenado de los datos de la Revelación. La Revelación es la manifestación de Dios al hombre y se da de dos maneras fundamentales: La Revelación natural y la Revelación sobrenatural. Ambas están íntimamente ligadas. Podemos decir que una supone la otra y la requiere para su comprensión. La Revelación natural se encuentra en la naturaleza creada y se conoce por la razón natural. El ser humano puede llegar por medio de su razón al conocimiento cierto de Dios como realidad viva, personal y actuante en el mundo. La Revelación sobrenatural se encuentra en el Depósito de la fe constituido por la Sagrada Escritura y la Tradición. Ambos componentes del Depósito de la fe están íntimamente ligados de manera que como dice la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación: “brotan de la misma fuente, se funden en cierto modo y se dirigen al mismo fin” (D.V. 9). La Revelación sobrenatural es conocida por la razón auxiliada por la fe y nos brinda datos a los que con la sola razón era imposible llegar. La síntesis de la Revelación sobrenatural está expresada en el Credo. La teología como reflexión sobre el dato revelado está en profunda relación con la filosofía ya que en ella encuentra un medio para profundizar tanto en el conocimiento como en la especulación sobre el dato revelado (mediante la ontología, la lógica, la moral, la antropología, la epistemología, etc.). Surgen así, la teología positiva que hace un recuento de los datos revelados con ayuda de otras ciencias y la teología especulativa o sistemática que se dedica a la profundización sobre el dato revelado y sus consecuencias, tanto para la comprensión del mundo como para la vida práctica. Veamos lo que es la Moral. En filosofía se entiende que la moral es la ciencia que estudia los actos humanos. Los actos humanos son los actos del hombre realizados ejerciendo la libertad mediante el entendimiento y la voluntad. Otra palabra que se suele usar para hablar de moral es ética. Lo común es identificar ética y moral. Al respecto el diccionario de Moral Cristiana, dirá refiriéndose a moral: “La expresión moral” (del lat. mos: costumbre) se emplea en dos sentidos, a saber: a) para indicar conducta moral efectiva de un individuo o de un grupo, b) como abreviación de teología moral. La palabra moral se usaba para traducir la palabra ethos que es la raíz de ética y que a su vez tiene múltiples significados: casa, morada, costumbre, modo de ser, carácter. Ambas palabras aunque en distintas lenguas tienen una significación común. Moral deriva del latín (mos-moris... costumbre, modo de ser) y ética deriva del griego (ethos... costumbre, modo de ser). Algunos autores sin embargo distinguen ambos términos, dándole a la palabra moral una referencia a los comportamientos concretos con una perspectiva teológica y por su parte la ética designaría explícitamente el estudio teórico y la perspectiva filosófica. La identificación se realiza desde una perspectiva teológica y filosófica. En la definición del término ética se dice: Es la parte de la filosofía que se ocupa de la moral. Podemos entender el término ética como sinónimo de la filosofía o filosofía de la moral”. Luego de hacer esta identificación de términos, se la define: “En filosofía, como en el lenguaje común actual, el término moral se utiliza como adjetivo para caracterizar acciones humanas intencionales como morales o inmorales. También se usa como sustantivo para designar la forma de comportamiento, los valores o las normas que guían la acción de un individuo o conjunto de individuos y que son susceptibles de calificación moral.” Desde una perspectiva teológica, la moral se identifica con la Teología Moral. Ricardo Sada y Alfonso Monroy, definen la Teología Moral como: “... aquella parte de la Teología que estudia los actos humanos, considerándolos en orden a su fin sobrenatural”. La Teología Moral es entonces: El estudio de los actos humanos a la luz del dato revelado. Concretamente se refiere a las menciones explícitamente morales que contienen tanto la Revelación Sobrenatural como la Revelación natural que también propone innumerables datos sobre el comportamiento. Un ejemplo de moral en la Revelación sobrenatural son los mandamientos que siendo una expresión concreta de lo que debe ser un obrar moral, tienen su fundamento en el misterio del encuentro con Jesucristo. Un ejemplo de Revelación natural son las instituciones naturales que permanecen en las comunidades humanas como matrimonio, paternidad, maternidad, etc., o también normas morales indiscutibles como, por ejemplo, la verdad de que "es malo matar al inocente" que tienen validez universal. Es importante ver la relación entre moral, costumbre, ley y religión. Todas están relacionadas pero no se las debe confundir. Costumbre: La moral de una sociedad o grupo humano, se expresa primeramente en las costumbres (mores). La forma como estas costumbres se internalizan en medio de la sociedad, lleva el nombre de ethos. Una costumbre es una práctica social arraigada. Generalmente se distingue entre buenas costumbres que son las que son moralmente lícitas, y las malas costumbres, que no lo son. A veces leyes han sido promulgadas para tratar de modificar la conducta. Ley: Podemos hablar de distintos tipos de leyes, como son: la ley divina que puede ser natural y moral, y la ley humana que puede ser positiva eclesiástica y positiva civil. Veamos en primer lugar la ley humana. Ésta es dictada por la legítima autoridad, para la consecución del Bien Común. Toda sociedad requiere ser conducida y organizada, es por ello que la legitima autoridad promulga leyes. Todo miembro de la sociedad debe obedecer las leyes justas. En caso que la ley sea injusta no obliga y, en algunos casos, puede ser moralmente correcto desobedecerla. Especialmente hay que tener en cuenta que la ley positiva humana no se oponga a ninguna ley divina. La ley divina es la que está inscrita en la naturaleza humana o transmitida por la Revelación Sobrenatural. Tanto una como la otra proporcionan criterios básicos de acción y costumbres. En el caso de que exista un conflicto entre la ley humana y la ley divina hay que escoger siempre la divina porque ésta es la norma definitiva. La moral tiene que ver con la ley, puesto que a su vez, ella refleja los valores que se puedan dar en la sociedad. La ley determina lo que es lícito y lo que no lo es. Dado que la moral tiene que ver con lo que es bueno o malo, necesariamente se encuentra ligada a lo legal, que a su vez distingue entre lo lícito e ilícito. Asimismo, la moral mantiene su criticidad frente al orden legal humano. Es claro, que por más que una ley humana haya sido promulgada con todos los requisitos formales, en algunos casos, puede ser inmoral. Basta pensar, por ejemplo, en las leyes que aprueban el aborto. Que una persona no sea imputable legalmente por haber cometido un genocidio, no significa que el acto que ha realizado sea moral. Todo lo contrario, -en este caso- se estaría atentando contra el primer derecho humano, que es el derecho a la vida. Religión: Puede resultar que una persona creyente integre en su fuero interno ambas realidades (costumbre y ley). Sin embargo, formalmente son distintas. Todos los razonamientos sobre la moralidad de nuestros actos, no son sino una respuesta al anhelo de felicidad, que anida en el corazón de la persona humana. Decía San Agustín: “El hombre no tiene otra razón para filosofar más que su deseo de ser feliz”. Toda búsqueda del “corazón inquieto”, debe culminar en Dios. A su vez, la experiencia de encuentro con lo sobrenatural transforma el ser del “buscador”. La experiencia religiosa, lleva al creyente a manifestar en obras aquello que cree. Esto es lo que se llama moral desde la perspectiva religiosa. Aunque no es estrictamente religiosa en el sentido formal, la moral se enriquece con la revelación sobrenatural y encuentra en ella su sentido último. Esto no quiere decir que la moral esté reservada a los creyentes ya que el actuar humano encuentra también sus fundamentos en la ley natural. La moral es para todo ser humano, independientemente de su credo o religión, porque es como un código de la naturaleza de las personas. En las relaciones entre moral y religión, no debemos caer en ninguna de las antípodas Por un lado, una religión que se reduce tan sólo a prácticas piadosas –como era el caso de los fariseos– sin encarnarse en la realidad y prescindiendo del amor. Y por otro, circunscribir lo religioso, tan sólo a prácticas normativas convirtiendo la religión no en una experiencia de encuentro liberador sino en un moralismo desencarnado y rígido. Frente al anuncio evangélico del Señor Jesús, el mundo no podía permanecer igual. Es por ello que, ante la enseñanza del mandamiento del Amor, brota en la persona la exigencia de manifestarlo. La moral cristiana se basa en las enseñanzas del Señor Jesús. No se trata de cualquier moral, es Su propia Vida expresada en actos; por lo tanto, es profundamente exigente. Las enseñanzas del Señor ponen como paradigma de nuestra vida, “amar con el mismo amor que Él amó”, hasta “dar la vida por sus amigos” (Jn 15,13). En el libro “Praxis Cristiana”, se señala: “La moral del Evangelio lleva sus propias posiciones hasta las últimas consecuencias. Siendo el anuncio de la vida humana según Dios concretada en la relación de amor y de libertad ante toda realidad, el Evangelio entiende este mensaje ético como único, exclusivo y con una insobornable tendencia a la universalidad”. 2. EL ACTO HUMANO. 2.1. Definición: el acto humano es el acto del hombre realizado haciendo uso de su entendimiento y voluntad en ejercicio de su libertad. Se distingue del acto del hombre en que éste último abarca todo lo que el hombre hace sea consciente o no. Por ejemplo: respirar es un acto del hombre pero no es un acto humano, es decir, el acto de respirar no puede ser juzgado moralmente. 2.2. Dirección del acto humano: la dirección del acto humano está señalada por el entendimiento que ilumina la voluntad. El entendimiento ve la verdad y ésta permite conocer el bien objetivo. La voluntad se dirige al bien y si el entendimiento no está claro en el conocimiento del bien, la voluntad se dirigirá a un bien aparente, a un mal con apariencia de bien, por lo tanto al mal. 2.3. Elementos: Entendimiento: se trata de la capacidad de comprensión de la realidad. El entendimiento como elemento del acto humano no es sólo la comprensión de la realidad en sí en cuanto conciencia psicológica sino también del valor moral de los actos. Voluntad: se trata de la capacidad de querer y actuar. No se reduce sólo a la acción sino a las disposiciones interiores para actuar como las intenciones. Libertad: como ejercicio (que es lo que interesa en primera instancia al juicio moral) es la capacidad de elegir, adherirse y romper con las opciones dejadas en la elección. En cuanto a su naturaleza más profunda es la capacidad de auto posesión de la persona humana que se adhiere a la verdad y al bien. 2.4. Obstáculos: los obstáculos al acto humano pueden presentarse en cuanto al entendimiento y en cuanto a la voluntad. En cuanto al entendimiento o la conciencia, cuando esta capacidad se nubla por diversas razones. En cuanto a la voluntad cuando ésta se ve impedida de actuar. 2.5. Fuentes de la moralidad del acto humano. La moralidad del acto humano está determinada por las fuentes de la moralidad que son el objeto, las circunstancias y la finalidad. Todo acto humano tiene peso moral. Incluso la neutralidad es un juicio moral que somete un acto determinado a la intención. Para considerar la moralidad de cualquier acción es preciso reflexionar siempre sobre estos tres aspectos. Objeto: el objeto constituye el dato fundamental: es la acción misma del sujeto, pero tomada bajo su consideración moral Nótese que el objeto no es el acto sin más, sino que es el acto de acuerdo con su calificativo moral. Un mismo acto físico puede tener objetos muy diversos, como se aprecia en los ejemplos siguientes: Acto Objetos diversos Matar asesinato, defensa propia, aborto o pena de muerte, etc. Hablar mentir, rezar, insultar, adular, bendecir, difamar, jurar, blasfemar, etc. La moralidad de un acto depende principalmente del objeto: si el objeto es malo, el acto será necesariamente malo; si el objeto es bueno, el acto será bueno si lo son las circunstancias y la finalidad. Por ejemplo: nunca es lícito blasfemar, perjurar o calumniar, por más que las circunstancias o la finalidad sean muy buenas. Si el acto en sí mismo no tiene moralidad alguna (por ejemplo: pasear), la recibe de la finalidad que se intente (por ejemplo: para descansar y conservar la salud o huir de un compromiso), o de las circunstancias que lo acompañan (por ejemplo: con una mala compañía). Circunstancias: son diversos factores o modificaciones que afectan al acto humano. Se pueden considerar en concreto las siguientes : 1) Quién realiza la acción: por ejemplo, peca más gravemente quien teniendo autoridad, da mal ejemplo; aumenta la gravedad de un pecado contra el sexto mandamiento el que lo comenta una persona casada, etc. 2) Qué cosa: designa la cualidad de un objeto (por ejemplo, el robo de una cosa sagrada) o su cantidad (por ejemplo, la suma de lo robado). 3) Dónde: el lugar en el que se realiza la acción (por ejemplo, un pecado cometido en público es más grave, por el escándalo que supone). 4) Con qué medios se realizó la acción (por ejemplo, si hubo fraude o engaño o si se utilizó la violencia). 5) El modo cómo se realizó el acto (por ejemplo, rezar con atención o distraídamente, castigar a los hijos con exceso de crueldad). 6) Cuándo se realizó la acción, ya que el tiempo influye en ocasiones en la moralidad (por ejemplo, comer carne en día de vigilia). Finalidad: es la intención que tiene el hombre al realizar un acto, y puede coincidir o no con el objeto de la acción . En relación a la moralidad, el fin del que actúa puede influir de modos diversos: a) Si el fin es bueno, agrega al acto bueno una nueva bondad (por ejemplo, oír Misa –objeto bueno– en reparación por los pecados –fin bueno–) b) Si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto (por ejemplo, ir a Misa sólo para contemplar con malos deseos a una mujer –fin malo–) c) Cuando el acto es de suyo indiferente, el fin lo convierte en bueno o en malo (por ejemplo, pasear frente a un banco –objeto indiferente para preparar el próximo robo –fin malo–); d) Si el fin es malo, agrega una nueva malicia a un acto de suyo malo (por ejemplo, robar – objeto malo– para después embriagarse –fin malo–); e) El fin bueno del que actúa, nunca puede convertir en buena una acción de suyo mala (por ejemplo, no se puede dar muerte a alguien –objeto malo– para librarlo de sus dolores –fin bueno– ; no se puede jurar en falso –objeto malo– para salvar a un inocente –fin bueno–). Podemos afirmar entonces según Ricardo Sada y Alfonso Monroy como Principio básico para juzgar la moralidad de un acto: “Para que una acción sea buena, es necesario que lo sean los tres elementos: objeto bueno, fin bueno y circunstancias buenas; para que el acto sea malo, basta que lo sea cualquiera de sus elementos: el bien nace de la rectitud total; el mal nace de un solo defecto.” 3. LA CONCIENCIA. 3.1. Definición: “es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (GS 16). Es la capacidad de juicio moral, de distinción entre lo bueno y lo malo. Los seres humanos somos seres eminentemente valorativos. Nos movemos por los valores que internalizamos. En este proceso la conciencia es la que nos permite juzgar y construir escalas de valores acordes con la realidad. 3.2. La formación de la conciencia: se trata del proceso por el cual se logra una conciencia abierta al juicio moral según la recta razón y la verdad. Es un deber de la persona educar su conciencia según la objetividad de la verdad y no según sus pasiones. Un gran enemigo de la conciencia es la ignorancia que puede ser culpable o inculpable. Es culpable cuando por diversas razones estoy en la obligación de conocer una norma o realidad indispensable para mi acción y no la conozco. Por ejemplo, manejar y desconocer las reglas de tránsito es una ignorancia culpable ya que la circulación por las calles tiene una normatividad que es indispensable que yo conozca para poder circular. Es inculpable cuando no puede ser superada por el sujeto que la padece, ya sea porque de ninguna manera la advierte (por ejemplo, el aborigen que no advierte la ilicitud de la venganza), o bien porque ha intentado en vano salir de ella (preguntando o estudiando). La conciencia es fundamental para la vida moral ya que por intermedio de ella las normas externas son interiorizadas por la persona. El término "conciencia" etimológicamente proviene del latín y significa "saber con". La palabra conciencia también es usada por la psicología, que la define, como la percepción que la persona tiene de sí misma y de sus actos, que la relacionan con su entorno. Esta perspectiva, incide en la autopercepción personal, más que en el comportamiento. Por lo tanto, casi por su misma naturaleza, la psicología evita el juicio moral y más bien se dirige a la descripción de hechos psicológicos y a la acción sobre ellos. Desde una perspectiva moral, se trata del juicio que la persona realiza sobre la moralidad de sus acciones, usando su inteligencia y teniendo como referencia la ley. Por intermedio de la conciencia descubrimos los valores éticos, que nos llevan a desplegarnos en la búsqueda del bien, y así conseguir nuestra realización personal (llegar a la felicidad y lograr la santidad). Lógicamente, la conciencia denuncia las cosas que son malas (Rom 1,32) y nos aleja de ellas. El Concilio Vaticano II, en el documento Gaudium et Spes, refiriéndose a la conciencia, enseña, lo siguiente: "En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal... El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón... La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está sólo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella". La conciencia por lo tanto, será regla interior y práctica de moralidad. En consecuencia, se actúa moral o inmoralmente según se obre conforme o no con los dictados de la propia conciencia. Por ejemplo, si alguien como consecuencia de una educación deficiente piensa que tomar bebidas alcohólicas es ilícito, si en una fiesta le ofrecen una copa y piensa que es un mal, si la bebe comete un acto inmoral (pecado), una vez que actuó en contra de su conciencia (el acto será materialmente bueno, formalmente malo). También puede suceder lo contrario: por mala formación inculpable, uno podría pensar que tiene la obligación de mentir para ayudar a una persona. En ese caso, estaría obligado a mentir y obraría inmoralmente si no lo hace, aunque ese acto sea moralmente malo (materialmente malo; formalmente bueno, si la ignorancia era invencible). Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: "La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que se sabe que es justo y recto...". A la conciencia es a la que le toca juzgar, si una acción es buena, mala o indiferente. Por otro lado, este juicio es norma próxima e inmediata –y también subjetiva– de nuestro obrar. La Ley por su parte, tiene como característica, en cuanto a la moralidad del acto, de ser remota y externa. Ella es obligatoria en abstracto y de forma general. La conciencia por lo tanto, será, el acto del entendimiento que aplique la ley a un hecho concreto. 3.3. Distinciones de la conciencia. En cuanto al tiempo de la manifestación de la conciencia, podemos distinguirla como antecedente y consiguiente. a. La conciencia antecedente, muestra lo bueno o malo de la acción o la omisión. Si se trata de algo bueno, anima e incentiva su realización. Si por el contrario es mala, previene para evitarla. b. La conciencia consiguiente: a ésta le cabe el papel de juez, aprobando lo bueno, o desaprobando lo malo de la acción. Si la acción ha sido buena, habrá satisfacción. Decía San Agustín: "la alegría de la buena conciencia es como un anticipado paraíso" . Si la acción es mala, surgirán los remordimientos, inquietudes y desasosiegos. Esto será consecuencia de la valoración negativa del acto realizado. Cuando una persona realiza algo incorrecto y va en contra de su conciencia, surge el sentimiento de culpabilidad. En cuanto a la relación de la conciencia con el conocimiento: a. Conciencia recta: es la conciencia que conoce con claridad la moralidad del acto y actúa en consecuencia. Es siempre norma de acción. Lo ideal es que la persona actúe siempre en recta conciencia. b. Conciencia errónea inculpable: es la ignorancia de la moralidad de un acto que exime de culpabilidad al que lo comete. Esta ignorancia no limita las consecuencias del acto, solamente atenúa la responsabilidad del que actúa. c. Conciencia errónea culpable: es la ignorancia de la moralidad propia de un acto que debería ser conocida por el que actúa. Por ejemplo, difícilmente alguien puede decir que no sabía que matar a un inocente es malo. Otro ejemplo es el conocimiento propio de una profesión o actividad. Es algo que se debe saber y el que no lo sabe es considerado culpable de su ignorancia. d. Conciencia perpleja: es la condición de duda sobre la moralidad que usualmente paraliza la acción concreta . e. Conciencia farisaica: es la conciencia doble. Por un lado se reconoce la malicia del acto pero se anteponen de manera solapada los valores más inmediatos o inferiores. Es como decir tácitamente: "yo sé que está mal pero en este momento está bien". 3.4. Reglas fundamentales de la conciencia a. Nunca es lícito actuar en contra de la propia conciencia, ya que es eco de la voz de Dios b. Actuar con duda es pecado (siempre que se trate de un objeto que podría ser malo); c. Hay obligación de formar la conciencia, ya que si la conciencia se equivoca al juzgar los actos por descuidos voluntarios y culpables, el agente es responsable de ese error. Es oportuno insistir en que la conciencia no crea la norma moral, sólo la aplica. Por ejemplo, caería en error –llamado subjetivismo moral– el que dijera: “para mí no es malo dejar de ir a Misa los domingos”; como sería igualmente equivocada la postura de quien pensara que por opiniones personales se puede cambiar la naturaleza de un metal. Tan sólo se trata de aplicar, al caso concreto, normas objetivas. 4. VOLUNTAD Y PASIONES. El acto humano no se limita a la conciencia sino que requiere de la afirmación de la voluntad y se perfecciona cuando las pasiones son integradas en él. Esto nos lleva a considerar las pasiones como los movimientos afectivos y emocionales que enriquecen la acción. Así el Catecismo de la Iglesia Católica enseña: "El término «pasiones» pertenece al patrimonio del pensamiento cristiano. Los sentimientos o pasiones designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o a no obrar en razón de lo que es sentido o imaginado como bueno o como malo. Las pasiones son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el lugar de paso y aseguran el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu. Nuestro Señor señala al corazón del hombre como la fuente de donde brota el movimiento de las pasiones." Estos movimientos pasionales tienen en el amor su expresión última. Nótese que al hablar de amor aquí estamos refiriéndonos al movimiento interior hacia el valor reconocido como tal y no necesariamente a la objetividad del valor percibido como bueno o malo. "Las pasiones son numerosas. La más fundamental es el amor que la atracción del bien despierta. El amor causa el deseo del bien ausente y la esperanza de obtenerlo. Este movimiento culmina en el placer y el gozo del bien poseído. La aprehensión del mal causa el odio, la aversión y el temor ante el mal que puede sobrevenir. Este movimiento culmina en la tristeza a causa del mal presente o en la ira que se opone a él. «Amar es desear el bien a alguien». Los demás afectos tienen su fuerza en este movimiento original del corazón del hombre hacia el bien. Sólo el bien es amado. «Las pasiones son malas si el amor es malo, buenas si es bueno»." Las pasiones son en sí mismas neutras, su valor moral reside en su relación con la verdad y el bien objetivos. De allí que es importantísima la clásica distinción entre sentir y consentir para comprender la propia vida moral y espiritual: La finalidad de las pasiones es la integración de la persona en la coherencia entre la verdad que conoce, el bien que quiere y la acción concreta. De esto se trata la perfección moral o santidad. Cuando ocurre, entonces lo difícil se hace fácil y lógico en la vida de la persona: "La perfección moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su apetito sensible según estas palabras del salmo: «Mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo» (Sal 84, 3)." 5. TENDENCIA E INSTINTO. Para terminar esta parte es importante una pequeña consideración sobre los elementos pasionales más cercanos a la biología humana. En muchos tratados se los llama instintos. Esto se entiende con claridad dentro de su contexto. Sin embargo, es muy importante que el instinto en el caso de las personas, aún teniendo en común muchas manifestaciones externas con los movimientos "pasionales" de los animales, no comparte para nada su naturaleza. La diferencia es clara: mientras que en el animal, el instinto es un movimiento automático e irrefrenable dictado por su naturaleza cerrada a la trascendencia y vinculado a la conservación de la especie, en la persona humana, los movimientos pasionales inferiores están abiertos a la consciencia moral, a la voluntad y por lo tanto a la libertad y la trascendencia. En este sentido es mucho mejor hablar de tendencias y no de instintos en los seres humanos. Toda tendencia orientada a la conservación de la "especie humana", está sometida en gran parte a la consciencia y a la libertad. Obviamente hay movimientos involuntarios en el organismo como los digestivos, respiratorios o cardiacos. También los hay de reacción inmediata, como evitar un peligro, defenderse algunas partes del cuerpo, etc. Otros movimientos pasionales están vinculados a la satisfacción de necesidades como el hambre, la sed y el deseo sexual. Sin embargo, muchos de ellos están también sometidos a la voluntad. Ejemplos se pueden dar varios: una persona podría morir de hambre por razones ajenas a la especie, otra podría dejar de tener relaciones sexuales por diversos motivos, etc. En cuanto a la sexualidad, esta noción de tendencia es especialmente relevante porque la sexualidad aparece como un elemento central en la relación personal. Abunda muchas veces una noción de que lo sexual es un instinto o una compulsión inmanejable que debe ser a lo más, sublimada. Muchas de las nefastas manifestaciones en educación sexual tienen este signo. Desde tal perspectiva, cualquier intento de control o autodominio es visto como represión o imposición antinatural. En el fondo es una mirada que pretende reducir a la persona a un mero animal de reacciones. Este malentendido sobre lo que es la naturaleza humana olvida que para la persona nada hay más natural que el crecimiento interior y la búsqueda de la felicidad en cuanto integración de todas las potencias en los niveles superiores de la vida moral y espiritual. Así la persona humana es un ser abierto a la verdad y al encuentro. Cuando se deja llevar por sus tendencias sin recurrir a su conciencia el hombre se corrompe. Ni siquiera es correcto decir que se animaliza porque no es propiamente eso lo que ocurre. Mientras que el animal es inocente, el hombre corrupto es un ser deforme capaz de las más graves atrocidades.
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