Las imágenes audiovisuales como discursos sociales. Laura Abratte Resumen El objetivo del presente trabajo es ahondar en la dinámica específica de las imágenes audiovisuales desde una mirada semiótica. Patrick Charaudeau sostiene que la televisión tiene una función social de reconocimiento y explicación del mundo y una función psíquica de autorreconocimiento a través del otro y de búsqueda del yo a través de la imagen semejante y diferente de un mundo hecho visible. (CHARAUDEAU, 2003, p.142). El semiolingüista Francés afirma que la televisión es quien hace posible la combinación particular entre imagen y palabra. Además, considerando los tres efectos de los cuales se puede nutrir por parte de las imágenes (efecto realidad, ficción y de verdad) plantea estas afirmaciones en tanto posibilidades del dispositivo en el nexo con la audiencia. Dado el poder de producir e imponer efectos de sentidos de las imágenes audiovisuales consideramos fundamental el abordaje analítico de la dinámica específica que proponen en tanto soportes1. Para nosotros no es el dispositivo –la televisión- el que tiene la función social sino las imágenes audiovisuales en tanto discursos sociales. Igualmente, dista de ser una relación lineal de explicación de mundo porque partimos del supuesto básico de que se construyen a partir de un recorte en la red de semiosis. Los efectos que se plantean como posibles y atribuidos a ellas, los entendemos -pensando en torno a la televisión- como estrategias que se articulan para generar determinadas representaciones sociales (efectos de sentido). Cada enunciado audiovisual particular propondrá un contrato de lectura específico que se hallará determinado por: su construcción enunciativa, las representaciones puestas en circulación y los géneros discursivos en términos de estructuras estables en el los cuales se organiza la materialidad significante. Las imágenes audiovisuales como discursos sociales. El objetivo del presente trabajo es ahondar en la dinámica específica de las imágenes audiovisuales desde una mirada semiótica. Patrick Charaudeau sostiene que la televisión tiene una función social de reconocimiento y explicación del mundo y una función psíquica de autorreconocimiento a través del otro y de búsqueda del yo a través de la imagen semejante y diferente de un mundo hecho visible. (CHARAUDEAU, 2003, p.142). El investigador Francés afirma que la televisión es quien hace posible la combinación particular entre imagen y palabra. Además, considerando los tres efectos de los cuales se puede nutrir por parte de las imágenes (efecto realidad, ficción y de verdad) plantea estas afirmaciones en tanto posibilidades del dispositivo en el nexo con la audiencia. Dado el poder de producir e imponer efectos de sentidos de las imágenes audiovisuales consideramos fundamental el abordaje analítico de la dinámica específica que proponen en tanto soportes2. Del soporte: Las imágenes audiovisuales Pensar el audiovisual en términos de soporte en el cual se invierte sentido, no niega su propia dimensión significante, por el contrario, la asume. Sin embargo, no hay una mirada unificada al respecto. El semiolingüista Patrick Charaudeau sostiene que la televisión es quien hace posible la combinación particular 1 2 Soporte entendido en los términos que plantea Eliseo Verón. Soporte entendido en los términos que plantea Eliseo Verón. 20 entre imagen y palabra. Según el investigador Francés, la imagen es susceptible de producir tres tipos de efectos: - Un efecto de realidad. En la imagen televisiva se utiliza la transmisión “en directo”. - Un efecto de ficción: representación analógica. Se reconstruye en función del grado de verosimilitud. - Un efecto de verdad: permite hacer visible a través de un sistema de representación codificada, lo que no puede verse a simple vista. Este conjunto de posibilidades (combinación y efectos), lo lleva a Charaudeau a afirmar que la televisión tiene una función social de reconocimiento y explicación del mundo y una función psíquica de autorreconocimiento a través del otro y de búsqueda del yo a través de la imagen semejante y diferente de un mundo hecho visible. (CHARAUDEAU, 2003, p.142). Desde nuestra perspectiva no es el dispositivo –la televisión- el que tiene la función social sino las imágenes audiovisuales en tanto discursos sociales. Esto dista de ser una relación lineal de explicación de mundo porque partimos del supuesto básico de que se construyen a partir de un recorte en la red de semiosis. Los efectos que se plantean como posibles y atribuidos a ellas, los entendemos -pensando en torno a la televisión- como estrategias que se articulan para generar determinadas representaciones sociales (efectos de sentido). Cada enunciado audiovisual entonces propondrá un contrato de lectura específico que se hallará determinado por: su construcción enunciativa, las representaciones puestas en circulación y los géneros discursivos en términos de estructuras estables en el los cuales se organiza la materialidad significante. Los efectos que describe Charaudeau específicamente pensando en la televisión son aquellos que entendemos como estrategias discursivas que se construyen en los enunciados audiovisuales y reconocemos se articulan para generar determinadas representaciones sociales. a. La cultura visual, el mal posmoderno La cultura visual, sobre todo en lo que respecto a los enunciados audiovisuales televisados tienen un sesgo negativo sobre todo en lo que respecta a su lugar en las investigaciones académicas. Una mirada negativa y estigmatizante en torno a la cultura visual, se presenta a partir de los desarrollos de la noción de videopolítica. Este planteo se sustenta en posibilidad y existencia casi comprobada de una sociedad que puede ser teledirigida. Para Giovanni Sartori la televisión traslada la comunicación del contexto de la palabra al contexto de la imagen y con ello modifica su naturaleza. Lo que nosotros vemos o percibimos concretamente no produce «ideas», pero se insiere en ideas (o conceptos) que lo encuadran y lo «significan». Y éste es el proceso que se atrofia cuando el homo sapiens es suplantado por el homo videns. En este último, el lenguaje es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que es infinitamente más pobre: más pobre no sólo en cuanto a palabras (al número de palabras), sino sobre todo en cuanto a la riqueza de significado, es decir, de capacidad connotativa (SARTORI, 1998, 48). Reconociendo por un lado a la imagen como una fuerza arrolladora y asentado en la afirmación: lo que el ojo ve, lo cree; Sartori la acusa de habernos aprisionado en lo visible. Denostando la televisión de fines de los años noventa como un producto de personal intelectual y profesional bajo, sanciona que la reducción- comprensión es enorme porque la imagen es enemiga de la abstracción, mientras que explicar es desarrollar un discurso abstracto. (SARTORI, 1998, 84). Resulta particular su enfoque en el aspecto netamente indicial del signo, y aún más allá de esto, se plantea la idea de atrofia que acarrea para las mentes humanas una sociedad en la cual prevalezca la cultura visual. En este marco, inserta la noción de video-política, retomando una antítesis propia 21 del Clasicismo y contrapone pasión vs. racionalidad. Para el autor, las imágenes son vehículo de emociones, así la política emotivizada es propia de la cultura de la imagen pero para administrar una ciudad se requiere el logos. Desde una mirada general de la obra de Homo Videns pareciera achacarse a la televisión y en particular al poder de la imagen y sus efectos, todos los males posmodernos. El video-ver desactiva entonces nuestra capacidad para comprender, abstraer y afrontar los problemas racionalmente. La tesis de fondo que plantea Sartori es que …un hombre que pierde la capacidad de abstracción es eo ipso incapaz de racionalidad y es, por tanto, un animal simbólico que ya no tiene capacidad para sostener y menos aún para alimentar el mundo construido por el homo sapiens. (SARTORI, 1998, 146). Nos convertimos entonces en seres meramente pasionales e incapaces de hacer uso de nuestra razón, a causa de la primacía de la imagen en la cultura posmoderna. La verdad (…) es que el mundo construido en imágenes resulta desastroso para la paideia de un animal racional y que la televisión produce un efecto regresivo en la democracia, debilitando su soporte, y por tanto, la opinión pública. (SARTORI, 1998, 146). Si bien se entiende la preponderancia que se le otorga a la televisión en tanto protagonista del fenómeno del cual se ocupa, pensar una sociedad teledirigida reduce la dimensión social, política, económica y cultural de toda sociedad a un vínculo particular: individuo- televisión. Asimismo, caracteriza un sujeto absolutamente pasivo acrítico e influenciable. A nuestro entender, más bien lo que se cuestiona y a lo que responde este planteo, es a una representación mediática del espectador proyectada por los medios masivos, más que a sujetos sociales atravesados por una sociedad mediatizada. En términos semióticos, a la construcción discursiva que a través de los medios televisivos se ha impuesto de manera preponderante. Sin negar el gran impacto que ha tenido tanto para la cultura de masas como para los sistemas tradicionales de información la irrupción del dispositivo, separar los enunciados audiovisuales producidos de los procesos sociales de los cuales forman parte, ausenta el contexto, no lo traslada y también la dimensión significante en la cual se integran. La posibilidad de asociar las condiciones productivas en las cuales emergen y los efectos de sentidos que se tejen en la red de semiosis queda entonces anulada. Proveniente del campo de la ciencia política, el autor no refiere los hacedores de los procesos por los cuales podría plantearse una “democracia debilitada” como la llama en su diagnóstico. En todo caso, lo que observamos más bien es que en su planteo se superponen sin lograr diferenciarse: una lógica que responde a los sistemas de medios masivos-lógica dominante que se impone cual producto en cualquier mercado-, la necesidad visibilidad mediática asociada a los candidatos políticos en general y el poder de la imagen en tanto capacidad de imponer sentidos. Este último aspecto es el que centra nuestro interés y consideramos que parte de la idea de “atrofia” asociada a las imágenes audiovisuales deviene de los prejuicios en torno al dispositivo: el televisor mentado y reconocido como “la caja boba”. El semiólogo argentino Oscar Steimberg también hace alusión a este sesgo negativo con el cual (en su caso desde el estudio semiótico de los géneros) se han negado los avances teóricos en torno a las producciones televisivas por considerarse “arte menor”. (STEIMBERG, 2013). b. La Imagen y el mundo María Teresa Dalmasso, en uno de los primeros estudios semióticos realizados en Córdoba sobre la imagen, 22 señala que: … la significación de la imagen no radica ni tiene relación con la semejanza, sino que encuentra su espacio en la operación de resignificación, de institución de una diferencia que precede a la imagen y que da cuenta de la manera en que el hombre conoce el mundo en determinada sociedad. Por otra parte, lo que distingue semióticamente una imagen del objeto representado en esa intencionalidad global que invita a tratar las diferencias que allí se perciben como axiomáticas y jamás como aleatorias. Podemos retomar a guisa de conclusión, las propias palabras de Angenot: (p121) “Mis proposiciones (…) tratan a las imágenes como soportes de significación de la que sólo la totalidad móvil de las representaciones sociales da razón”. (DALMASSO, 1994, p.68) La necesidad de indagar sobre estos corpus queda entonces expuesta: De este modo, la reconstrucción del discurso social de un estado de sociedad, deberá permitirnos determinar cómo se objetiva una sociedad a través de los textos y de los simulacros, de los enunciados y de las visibilidades. (DALMASSO, 1994, p.76). Estos estados de sociedad, entendidos como los cortes en sincronía dinámica de los procesos de objetivación social, dan cuenta de aquello que en un determinado periodo se presenta como lo aceptable, creíble y verosímil en determinada comunidad. No es menor, si esto lo relacionamos con la dimensión política ya que las decisiones que se operan no generan necesariamente efectos en ese estado sino que tienen un fuerte impacto en el devenir histórico. c. Imágenes en escena Las imágenes han atravesado nuestra cultura desde tiempos remotos. En la actualidad, los dispositivos tecnológicos no sólo han acortado las distancias sino también han logrado aprovechar la posibilidad de difusión local, nacional y global de los enunciados en diversos soportes. En un recorrido histórico, George Balandier contrapone las necesidades políticas que la imagen viene a solucionar: El tiempo de los grandes oradores, de los retóricos capaces de movilizar las pasiones populares, ha pasado. Las palabras no bastan, necesitan el soporte de las imágenes y de la carga de dinamismo que aporta el acontecimiento. (BALANDIER, 1994, 154). Con respecto a los medios, se plantean como los grandes escenarios de la vida colectiva, una equivalencia caso inmediata en comparación a las sociedades preindustriales. Aquel lugar, concebido como una suerte de panóptico en el que todo tiende a ser visto y todos nos convertimos en mirones. ¿Cuál es la fuerza que nos lleva a querer mirar y a querer ser observados? El sociólogo y antropólogo francés, sostiene que la imagen es una intermediaria, es decir, una médium, entre el pensamiento y el acto; genera efectos reales; convierte la idea en una fuerza que actúa sobre el mundo material y sobre las relaciones sociales, y sobre más allá de los universos explorados, explotados, construidos –o informados- por el hombre. (BALANDIER, 1994, p. 158). Por ello afirma que: La imagen se ha convertido en el principal artífice de las construcciones de lo real y, a pesar de ello, es capaz, mediante sus modalidades más elaboradas -las imágenes llamadas de síntesis o calculadas-, de infinitas metamorfosis, trabajando mediante la simulación, dando acceso a mundos virtuales. Las fronteras que separan éstos de nuestros universos habituales van quedando paulatinamente abatidas. Lo real que produce el flujo continuamente alimentado de imágenes se hace comparable a un palimpsesto escrito, borrado, vuelto a escribir, y así hasta el infinito. (BALANDIER, 1994, p. 158) Particularmente, en relación con las imágenes audiovisuales el autor señala: Las imágenes en movimiento y, en especial, aquellas que las técnicas de alta capacidad de la imaginería moderna producen y multiplican, son, por supuesto, las más activas, y las más imperativas también. Imponen una nueva forma de inteligibilidad, otro tipo de relación con el mundo y con el acontecimiento en que lo efímero y el olvido se imponen sobre la duración y la memoria, en que el afecto puede tener valor de juicio de evaluación. (BALANDIER, 1994 p.159). Contrapuesto a lo señalado por Giovanni Sartori, aquí la imagen propone un nuevo tipo de inteligibilidad. Nuevas formas, efectos, construcciones que han logrado instalarse de manera predominante en la cultura 23 posmoderna. Con su fuerza y presencia, los límites entre pensamiento, imagen, acto, como señala Balandier, ya no están tan claros. La temporalidad no es ajena a este fenómeno, el carácter durativo que tiene el lenguaje en tanto cadena hablada, el acto de escuchar, en la escritura, en la lectura, etcétera; impone necesariamente una linealidad a la que estamos habituados desde la adquisición de la competencia lingüística. Habrá que observar las generaciones futuras en las cuales las pantallas han sido parte de sus vidas desde muy pequeños y han sido incorporadas en la educación escolar, para revisar cómo perciben la relación imagen – mundo, ellos que se han criado en una cultura predominantemente visual. Por último, sostenemos que es necesario y fundamental indagar en las imágenes en tanto soportes como también los efectos que se producen a partir de los enunciados que habilitan, es decir, indagar estos discursos sociales, su dimensión significante tanto en sus modos de funcionamiento específicos como en los efectos que producen. Referencias bibliográficas BALANDIER, George. (1994) El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación. Paidós Studio. Barcelona. BARTHES, Roland 1986. “Retórica de la imagen” en Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos, voces. Paidós. Barcelona. (p. 29-47). DALMASSO, María Teresa. (1994) ¿Qué imagen, de qué mundo? El hombre y las lecturas de la imagen: ícono, símbolo, índice, cosa o mero simulacro. Editorial UNC. Córdoba, Argentina. SARTORI, Giovanni. (1998) Homo videns. La sociedad teledirigida. Taurus. España. STEIMBERG, Oscar; TRAVERSA, Oscar; SOTO, Marita (Ed.) (2008) El volver de las imágenes. Mirar, guardar, perder. La crujía. Buenos Aires. Argentina. STEIMBERG, Oscar. (2013) Semióticas. Las semióticas de los géneros, de los estilos, de la transposición Editora Eterna Cadencia. VERÓN, Eliseo. (2004) Fragmentos de un tejido. Gedisa. Buenos Aires. VERÓN, Eliseo. (1998).La semiosis social. Fragmento de una teoría de la discursividad. Buenos Aires. VERÓN, Eliseo. (1987). “La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política”, en AA. VV., El discurso político. Lenguajes y acontecimientos. Buenos Aires. Hachette. Artículos de Libros RUIZ, Santiago. (2012) “El poder de la imagen: De la verdad a la obligación, de la ostensión a la generación de relatos” en Fuera de Cuadro. TRIQUELL, Ximena-RUIZ, Santiago, compiladores. Editorial Eduvim. Córdoba, Argentina. Páginas 17-26. RUIZ, Santiago, TRIQUELL, Ximena. (2012) “Cuando la forma es política. Dispositivos narrativos en Historias Mínimas (Sorín, 2002) e Historias extraordinarias (Llinás, 2008)” en Cómo nos contamos. Narraciones audiovisuales en la Argentina del Bicentenario. Editoras: SAVOINI, Sandra y DE OLMOS, Candelaria. Ferreryra Editor. Córdoba, Argentina. Páginas 139-157. 24
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