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Revista digital de pesca con mosca
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Número extraordinario!
Alaska
La última frontera
De mosqueros, por mosqueros, para mosqueros
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Alaska, la sublimación del deseo, una quimera; una utopía que se enquista en lo más profundo de las entrañas desde el mismo momento en que empuñamos una caña.
Primero de agosto, falta poco para la partida, el pulso se acelera y la imaginación empieza a
volar; Alaska……el confín del mundo, allá lejos… la última frontera!
El solo nombre evoca desafío, aventura, y misterio. En poco tiempo llegaría el ansiado día,
después de mucha espera, partiríamos al extremo norte. Otra vez la Peña “Sin Rebaba” rumbo
a la Meca de la pesca con mosca, otra vez los muchachos soñando con monstruosos peces al
final de la línea, otra vez pensando en la adrenalina que deja una locomotora fuera de control.
Esta vez, ocho amigos iríamos en busca del sueño colectivo. Carlitos Aracena, desde Comodoro Rivadavia, Pepe Miguez desde Villa La Angostura, Manuel el “turquito” Jadra desde
Neuquén, Jorge “fideo” Sanjurjo, Juancito Stecconi, Nicolás “boya” Gibson, Oscar “chiquito”
Van Rafelgen y Patricio Scorza desde Buenos Aires serían los “ocho fantásticos” que participarían de la cuarta expedición a Alaska; como de costumbre con la organización y la logística de
Nicolás.
Oscar y Patricio iban por su segundo
viaje, Nico por el quinto, para el resto,
todo era novedad, ansias contenidas y
deseos acumulados.
Un largo Viaje
El jueves trece a media tarde con el equipaje pronto nos encontramos en el aeropuerto, algunos llegados desde el interior,
otros desde sus casas; todos felices y expectantes por el viaje; había terminado un
año de preparación y logística, comenzaba
el sueño.
Sabíamos por viajes anteriores que el trayecto sería arduo, varias escalas y muchas
horas de espera en los aeropuertos. La organización y elección del trayecto demanda
esfuerzos colosales para que el costo final
resulte accesible1. Es necesario que Nicolás
pase horas detrás de la computadora analizando combinaciones, trayectos, costos,
horarios y esperas.
En Ezeiza check-in y café antes de la partida
En este tipo de travesías, el valor de los pasajes representa
cerca de las dos terceras partes del presupuesto final. Las
reservas anticipadas y una obsesiva búsqueda de ofertas son
1
fundamentales para lograr un costo accesible.
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Finalmente, Buenos Aires – Dallas
– Los Ángeles – Anchorage, sería el
largo camino elegido por Nico hacia
el paraíso.
A las 18 Hs. estábamos todos en
Ezeiza, haciendo los “check in” listos y ansiosos para que “comience la
aventura”.
Aprovechamos unos minutos de
tiempo para tomar “el último café”
en Bs. As. antes de embarcar. A las
20,30 hs. todo el mundo a bordo con
el cinturón puesto. Once horas después estábamos en Dallas, nuestra
primera escala y puerta de entrada a
los Estados Unidos; aquí habría que
esperar otras tres para embarcar hacia
la segunda, Los Ángeles.
Esperando en Dallas
Una vez completados los trámites
migratorios2, recorrimos un poco el
área del aeropuerto antes de salir para
la segunta etapa.
Dallas-Fort Worth es un aeropuerto inmenso, el tercero del mundo en
movimiento; transporta alrededor de
65 millones de pasajeros al año. Es tan
grande que un tren elevado recorre las
plataformas y terminales por más de
media hora y 20 estaciones de recorrido. Autopistas también elevadas llevan
a los distintos puntos de partida, a lo
lejos pueden verse decenas de estacionamientos, son enormes y están repletos.
Entre los trámites y un breve reco-
Autopistas y trenes para las distintas terminales
Luego de los atentados a las torres gemelas, los
controles migratorios de ingreso y tránsito en los EE.
UU. son muy rigurosos, en todos los puestos se requiere, el paso por scaners del equipaje de mano, dejando
en bandejas el calzado, el cinturón, el contenido de los
bolsillos, celulares y cualquier otro objeto metálico.
Por lo mismo es conveniente viajar con la mínima
cantidad posible de objetos como encendedores, llaves,
relojes, etc.
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“Sale el bondi para LAX”
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rrido por las vitrinas con el equipaje encima (por alguna razón había que recoger y
despachar todo el equipaje en cada escala),
la espera se hizo corta, pronto estábamos
embarcando nuevamente.
Anchorage
LAS PRIMERAS COMPRAS
Tres horas después estábamos en Los Ángeles; aquí debíamos esperar 9 horas (que
luego se transformarían en 12) para hacer
el último tramo.
Nicolás (responsable absoluto de la organización y logística y mentor de todos los
viajes a Alaska), había reservado solo por
unas horas, una habitación cercana al aeropuerto para dejar el equipaje, refrescarnos,
descansar un par de horas y hacer algunas
compras rápidas.
Muy buena decisión; el cansancio empezaba a notarse, y habría que volar otras
cinco horas para cruzar Canadá y llegar a
Anchorage; además aprovecharíamos esas
horas de espera para comprar “algunas
cositas”.
Aeropuerto de Los Ángeles
Traslado gratuito
Nuevamente con el equipaje a cuestas y
luego de pasar otra vez por todos los controles y scaners, salimos del aeropuerto.
En LA, todas las grandes cadenas de
hoteles tienen edificios alrededor del aeropuerto dispuestos para el pasajero ya sea de
paso o de vacaciones. El servicio incluye
minibuses que lo trasladan gratuitamente
hacia el complejo que haya reservado.
Hotel por nueve horas
En menos de diez minutos el bus perteneciente a nuestro hotel apareció en la plataforma. Amablemente su conductor (impecablemente vestido) bajó del vehículo, cargó
todo el equipaje y salió sin más trámite.
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Con todos los “bártulos” en la habitación, a punto de salir
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Una breve ducha, algo de ropa cómoda y
a la calle. Había que utilizar al máximo esas
nueve horas de espera, amén de que ya eran
las 12 del mediodía y empezaba a picar el
“bagre”.
En sendos taxis fuímos a un shopping
cercano para comer algo y empezar a gastar
los primeros u$s.
En USA. intentar hacer un pedido en un
local de comida rápida japonesa, puede ser
más difícil que fumar un cigarrillo abajo
del agua; entre español, inglés chapurreado y dedos índices señalando los carteles,
ordenamos “teriyaki chicken”, unos trozos
de pollo y camarones salteados con salsa
teriyaki, arroz y otros indescifrables acompañamientos.
Buena y económica elección que comimos con apetito y abundante gaseosa antes
de invadir los locales comerciales.
ficas, celulares, recuerdos y regalos para
la familia entre otras cosas. Los billetes se
esfuman con asombrosa rapidéz y las tarjetas se estiran como si fueran de goma.
Concientes de que las compras ocuparían un lugar importante dentro de la expedición, muchos compañeros tuvieron la
precaución de venir con las valijas vacías
y escaso equipaje. El costo por exceso de
equipaje en las aerolíneas americanas es
importante (se permiten solo dos valijas
con un límite de 23 Kg. c/u. además del
equipaje de mano).
A medida que las billeteras adelgazan,
el equipaje engorda, pronto volvíamos a
nuestra habitación a guardar las compras,
acomodar todo e ir de nuevo al aeropuerto.
Algunos se tiraron en la cama mientras
otros se refrescaban y ordenaban sus nuevas posesiones.
En pocos minutos arrasamos los negocios;
compramos ropa, calzado, cámaras fotográ-
Al “chopin” por favor
El flaco “Sanjurjosan” come con palitos, que Samurai!
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Un pantaloncito aquí, unas zapatillas allá!
-Yo quiero un celu, -yo un Cadillac, yo un balero...
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Tip
A la hora de hacer compras
hay que estar alertas y tomar ciertas precauciones para no cometer errores.
Tomar en cuenta que la mejor opción es
comprar por Internet desde Bs. As.; es seguro, es más barato y al llegar encontrará
el producto marca y modelo deseado.
Nos pasó que al llegar a los locales, estos no tenían en stock el producto promocionado por Internet, por lo que debimos
comprar otros más caros en su lugar.
No siempre los precios en EE.UU son
más baratos que en la Argentina, hay que
llevar calculadora en mano y hacer las
cuentas teniendo presente las diferentes
cotizaciones del dólar; blue, tarjeta u
oficial pueden hacer la diferencia entre
comprar barato o comprar caro.
Al rato, nuevamente la combi de las
“Embassy Swites North” nos llevó de
regreso al aeropuerto, otra vez gratis.
Ahora era una gentil conductora la que
subía y bajaba el equipaje, trabajo que fue
retribuido con la correspondiente y bien
ganada propina.
Otra vez a despachar las valijas, y a pasar por los controles. Al llegar a la puerta
de embarque nos enteramos que nuestro
vuelo había sido “reprogramado” para
dos horas después, y más tarde otras dos
horas (parece que la reprogramación de
vuelos no es únicamente un mal vernáculo).
El vuelo saldría finalmente a la media
noche. Por fin, un avión blanco con un
enorme esquimal pintado en el timón de
cola nos indicaba que nuestro vuelo estaba llegando.
Infinitas caminatas por los pasillos de la
plataforma y unas cuantas “hamburguesas” en el local más concurrido hicieron
más llevadera la demora.
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Después de sucesivas cancelaciones
estábamos nuevamente en la puerta
de embarque listos para el último
tramo, otras cinco horas.
A pesar de llevar casi 30 horas de
viaje, el ánimo estaba alto y las risas
del grupo sobresalían en el ambiente; ya estábamos en vuelo rumbo a
Anchorage.
Anchorage
En la ciudad más importante de
Alaska pasaríamos los siguientes dos
días acopiando provisiones, comprando equipos y elementos de pesca, y
retirando los motorhomes que servirían de alojamiento; luego ya no
sería posible, solo rutas, bosques, ríos
y………….peces!
La primera sorpresa que uno recibe
al llegar a Anchorage es el aeropuerto, por su ubicación estratégica ocupa
el tercer lugar en el planeta en transporte de carga luego de Memphis y
Hong Kong; el aeropuerto es brillante, grande, moderno.
Repleto de vitrinas deslumbrantes;
aquí y allá, osos polares, lobos, alces,
castores, cabras de montaña y otros
anfitriones reciben al visitante entre
obras de arte y escaparates iluminados (hasta se puede decir que nos
sonríen al llegar).
Bajando las escaleras mecánicas
un gigantesco halibut (una especie de
lenguado que puede alcanzar los los
300 Kg.) nos mira con sus dos ojos,
definitivamente estábamos en Alaska….!.
Recogimos el equipaje y fuímos
despacio hasta la salida, estábamos
fundidos, el viaje había sido largo,
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perdimos la cuenta de la cantidad
de veces que llenamos las bandejas
con los efectos personales luego de
pasar el equipaje por los scaners,
pero al fin habíamos llegado; mientras Carlos y Nico fueron a buscar
los autos3 para trasladarse dentro de
la ciudad (imprescindible), aprovechamos para sacar las últimas fotos
en el sorprendente aeropuerto.
Anchorage, contrario a lo que
puede suponerse es una ciudad
también asombrosa, con alrededor
de 400.000 habitantes concentra el
40% de toda la población del Estado.
Es amplia, abierta, prolija, con
edificios modernos y mucho espacio verde bien cuidado. Enseguida
llegamos a nuestra base (un hotel de
la cadena Marriott), acomodamos
el equipaje y después de una ducha
estábamos listos para ir a almorzar y hacer una “pasadita” por el
“Disney” de los pescadores,…….
“Sportsman” y “Cabelas”.
Comimos rápido en un “tenedor
libre” donde la pizza sorprendentemente resultó muy buena y el resto
de la comida bastante
aceptable.
Alquilar un par de autos para movilizarse por Anchorage es vital, las
distancias son largas, sin ellos resultaría imposible completar a tiempo
toda la logística necesaria antes de
salir para las zonas de pesca, (traslado hacia y desde el hotel, compras
de artículos de pesca y víveres en
diferentes sitios, almuerzos rápidos y
cena etc. etc. etc).
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Por 12 u$s llenamos las “busardas”, y nos
fuímos sin más a ver si en esos “bolichitos”
había alguna cosita de pesca para comprar.
Entrar en esos “bolichitos” es entrar en el
Edén, es sumergirse en un mundo inagotable
de productos “outdoor”, todo está allí, todo;
caza, pesca, camping, cuchillería, óptica y
mil rubros más. En cuanto a pesca es como
si todos los fly shop del universo se juntaran
allí. Tanto Sportsman como Cabelas son
gigantescos, tienen una manzana de superficie, son como enormes jarrones repletos de
flores; y allí fuímos corriendo todas las abejas (nosotros), no es posible resistirse.
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Compramos de todo, anzuelos, líneas,
monofilamentos, botas de vadeo, waders,
chalecos, gorros, camperas, remeras, camisas, pinzas leatherman, cañas, reeles,
zapatillas de treaking, binoculares, pantalones, nippers, fórceps y cuantas cosas más
pudimos cargar; parecíamos reyes magos en
navidad.
Con los bolsos llenos y los bolsillos vacíos,
regresamos al hotel. Comprar en estos negocios no es tarea sencilla, se necesitan buenos
cálculos y mucho tiempo disponible para no
cometer errores; de pronto muchos hombres
comprendimos la idiosincrasia femenina y
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su irrefrenable atracción por los “shopings”,
es necesario disposición y templanza.
Al día siguiente fuímos a buscar las “motorhomes”, nuestra morada en los siguientes
10 días. Toda una experiencia para quienes
no habían tenido la oportunidad de usarlas;
son espectaculares, cada una de ellas para
seis personas que serían ocupadas por cuatro.
Son muy cómodas, tienen - tal como se ven
en las películas de TV -, el dormitorio y el
living comedor expandibles, cama matrimonial, living comedor con una mesa y un sillón
que por las noches se convierte en otra cama
matrimonial, placares y alacenas por todos
lados, generador eléctrico, y un buche para
que duerman cómodamente otras dos personas.
Cocina a gas con horno, microondas, Tv.
Satelital, lavadero, baño con ducha, agua
caliente, recipiente para residuos, música
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funcional, generador eléctrico,etc. Etc. Etc.
Todo nuevo, todo funcionando, todo
magnífico. Realmente son como casas con
ruedas.
Completados los formulismos4, con Nicolás y Carlitos al volante ya estábamos listos
para ir al supermercado por las provisiones
y a pescar…..!
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Aquí es importante señalar la conveniencia de ampliar el
seguro básico obligatorio que llevan las casas rodantes para el
caso de accidentes o roturas. En viajes anteriores, una simple
rotura de un espejo retrovisor insumió u$s 500. Para este viaje
se convino en ampliar el mismo”, prorratearlo entre todos
y hacerlo “todo riesgo”, algo muy conveniente en vista de
haberse quemado el extractor de humo de la cocina de una de
las casas.
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No solo el tamaño y comodidad de las
casas es lo que asombra, si no también la
disponibilidad de servicios e infraestructura que a lo largo de las carreteras apoyan
su uso.
Cada pocos kilómetros existen zonas de
estacionamiento y descanso para apartarse
del camino o visitar algún punto de interés.
En los lugares de permanencia, hay sitios
especialmente destinados a eliminar los
residuos y líquidos sépticos, al llenado de
agua para el lavado de vajilla o duchas, o
potable para consumo.
Conjuntos de mesas y sillas, luz eléctrica
exterior y otros servicios también son frecuentes. A poco de andar paramos en uno
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de estos “apartados” para sacar las primeras fotografías; un trailer estacionado junto
a nosotros ofrecía una amplia variedad
de peces y carnes ahumadas y chuchillos
hechos a mano.
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A pescar...!
Ya estábamos en camino; el primer
lugar de pesca sería el “Russian River”,
en su confluencia con el Kenai River. Al
transitar la autopista Seward el viajero
nota enseguida la cantidad de “motorhomes” que circulan en ella. Mientras
bordeamos el fiordo de Turnagain, el ir
y venir de casas rodantes y tráilers con
grandes lanchas de pesca es impresionante.
La casa rodante es el transporte casi
“absoluto” para recorrer Alaska.
La belleza del entorno es abrumadora;
costeamos el fiordo y las vías del ferrocarril de Alaska entre cerros colmados de
pinos cayendo al mar. De tanto en tanto
enormes glaciares contrastan el verde y
bajan sin apuro a las aguas, parecen estar
al alcance de la mano.
Sin apuro también recorrimos los 160
Km. que separan Anchorage del Russian
River Campground, nuestro lugar de
acampe y pesca.
Antes de llegar, una breve parada en el
Bird Creeck nos permitiría observar las
condiciones de pesca locales;
desde las alturas este pequeño
arroyo desciende paralelo a
la ruta desagotando en una
cerrada bahía del fiordo.
Parados sobre el puente
carretero, se pueden ver docenas de pescadores, unos junto
a otros tirando sus líneas con
ahínco casi hombro con hom-
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bro. Todos sacan peces, algunos de buen
porte; buena señal para nuestras expectativas futuras.
Russian River Campground
Los Campground (campamentos) que
están sobre los ríos y lagos dentro de las
Reservas o Parques Nacionales son en
verdad extraordinarios.
Por una módica suma de ingreso (unos
12 u$s diarios por motorhome) se accede a una infinita cantidad y calidad de
servicios.
El campamento del Russian no es la
excepción. Se llega a cada locación por
una red de caminos asfaltados que discurren entre prolijos bosques de pinos
perfectamente señalizados.
En cada sector hay instalaciones sanitarias para damas y caballeros (es
notable la cantidad de familias y mujeres pescadoras que pueden verse en los
ríos), grifos con agua potable y agua para
cargar los tanques de las casas rodantes y
enormes contenedores metálicos a prueba de osos para dejar los residuos.
Todo limpio, todo ordenado todo “mantenido”. No es posible ver un solo papel
en el piso. En cada sitio asignado junto a
las casillas rodantes, hay mesas y bancos
firmes para las comidas, unos “asadores”
que pueden oficiar de parrillas y un depósito para dejar los alimentos también a
prueba de osos5.
La posibilidad de que los osos en busca de comida almacenada ingresen a los motorhomes y los destruyan, es
realmente cierta.
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Dejar residuos o alimentos frescos dentro de
las casa es risgoso. Allí estábamos, listos para
comenzar la aventura. Una lluvia de mediana
intensidad caía desde que salimos a la mañana; sería la única que veríamos durante todo el
viaje, al día siguiente el sol brilló con fuerza y
ya no dejó de iluminar. Nada más acomodar
los motorhomes uno al lado del otro y ordenados los primeros “petates”, los más entusiastas estaban ya vistiéndose para hacer los
primeros intentos.
El acceso al río también es típicamente americano, prolijas escaleras de madera con barandas de acero inoxidable llevan a una pasarela
paralela al río también de madera; un piso de
paneles cribados para no dañar la vegetación y
el ambiente de la foresta completan las instala-
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ciones.
Cada doscientos o trescientos metros escaleras con tres o cuatro peldaños bajan al agua.
Aquí y allá gran cantidad de carteles y avisos
alertan sobre las presencia de osos, sobre
fauna y flora del lugar, sobre reglas y procedimientos, etc.; todo muy organizado.
El Russian es poco más que un arroyo de
montaña de escasa pendiente; serpenteante,
cae al Kenai River para terminar en las aguas
del Golfo de Alaska. De fondo pedregoso,
su profundidad general no supera los 50 cm.
Pudiendo llegar al metro cincuenta en pozones y correderas; en ambas orillas presenta
pequeñas franjas de playa también de piedra
que limitan con vegetación forestal y arbórea
abundante.
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Los peces del Russian
Al poco de observar, lo primero
que impresiona son los “manchones
rojos” que alfombran todo el río; son
cardúmenes de salmones Sockeye o
“red” (Oncorhynchus nerka); están
por todos lados en poblaciones de 10
a 20 individuos; son grandes, especialmente los machos con sus picos
desarrollados.
Algunos ya presentan manchas
blancas luego de haber desovado,
otros aún mantienen un color pardo
rojizo. Entre ellos algún que otro
salmón dobla el tamaño y se mimetiza entre el cardumen, se trata de
salmones “King” (Oncorhynchus
tshawytscha) o “Chinook” que están
desovando tardíamente; a diferencia
de los patagónicos, que tienen una
coloración cobriza. A esta altura de
la temporada los King son escasos
y tienen la misma tonalidad que los
red; son inmensos, nadan mansos entre sus parientes.
También hay salmones “coho”
o Silver (Oncorhynchus kisutch),
truchas Dolly Varden (Salvelinus
malma), Arco Iris y otras especies;
pero en menor medida y ubicadas en
capas más profundas del agua a la
espera de las ovas.
Los Coho o Silver son los salmones
más buscados por los pescadores, por
su fuerza y por su lucha, pero fundamentalmente para “filetear”; aquí,
Silver pescado es Silver sacrificado;
solo un puñado de locos llegados
desde la otra punta del continente
practicarían pesca y devolución en
los siguientes días.
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La segunda cosa que impresiona es la
cantidad de pescadores en el agua; son literalmente cientos!, en cada pozón y en cada
corredera los pescadores se “amuchan” por
docenas, uno al lado del otro; caucásicos y
de color, mosqueros y cuchareros, mayores
y jóvenes, mujeres y niños todos enfrascados
en sus líneas, todos tirando al mismo lugar,
separados apenas por centrímetros.
Por fin empezaba el baile, salvo Nico,
Patricio, y Oscar que iban por su segunda
fiesta, nadie tenía idea sobre como pescar en
Alaska, mucho menos sobre las costumbres,
maneras y reglas locales; no conocíamos los
requisitos ni el reglamento, tan solo teníamos los permisos que Nicolás había gestionado a 100 u$s cada uno. En la vorágine del
viaje, tampoco habíamos hablado sobre el
asunto.
Vestidos para el combate, bajo una lluvia pertinaz, Patricio, Jorge, Nicolás, Juan
y Manuel recorrieron la pasarela hasta la
confluencia (unos 1500 m. aprox.), acompañados por Oscar y Pepe como observador y
fotógrafo.
El lugar está repleto de pescadores. Posiblemente haya 50 pescadores metidos en el
agua, todos pescan; no pasan dos minutos
sin que alguien tome una pieza, la inmensa
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mayoría colorados, pero de vez en cuando
también algún “Plateado”.
Enseguida Nicolás y Patricio pinchan
los primeros, ellos estuvieron aquí hace dos
años y ya conocen la técnica, poco tiempo
después también prendieron Silvers.
Una familia con cañas de spining hace
sus lances hacia la correntada del Kenai; la
mujer prende un buen red del lomo y empieza a retroceder hacia la orilla para vararlo y sacarle el anzuelo, al mismo tiempo
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él toma un Silver, lo desengancha en
el aire y se lo pasa a su hijo, un niño
de unos 12 años que lo ensarta por la
boca en un aro de alambre atado a una
soga que a su vez lleva atada en la
cintura; del aro cuelgan otros tres salmones que de tanto en tanto mueven
la cola ya casi extintos.
Manuel sigue tirando hacia la corriente, tiene varios piques pero no
logra prender ninguno. Jorge Nico y
Pato consiguen varias piezas que devuelven al agua religiosamente.
No solo de pesca vive el hombre
Mientras tanto Oscar y Pepe vuelven al campamento, hay que preparar
la cena.
La primera sería unas hamburguesas completas (jamón, lechuga,
tomate y huevo) que según consenso
general estaban buenísimas.
Sobre el filo de la medianoche (hay
que tener en cuenta que en estas
latitudes recién oscurece cerca de las
22,30 hs.), entre comentarios y anécdotas sobre la pesca de la tarde, el
grupo se preparó para la noche inaugural en los móviles, por supuesto
previo lavado de vajilla.
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Los siguientes dos días serían de
“full pesca”, por una parte tratando
de adaptarse al sistema local y por
otra tratando de dominar la “técnica”.
El sistema local es simple, con 6
metros de línea y un plomo en el líder
hay que “garrotear” el agua sobre las
correderas y esperar que algún Silver
enojado muerda nuestra mosca.
Cinco de cada diez veces el resultado será un salmón red enganchado
del lomo, de la aleta caudal, de la
cola, de la panza, y de cualquier otro
lado, incluso de la boca.
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Dominar la técnica permite reducir la cantidad Reds y aumentar la de Silvers que están por
debajo, los colorados nadan agotados muy cerca de la superficie; por lo tanto el tiro ideal es
tratar de pasar con el latigazo por encima de las
manchas coloradas, dejar profundizar y recoger
muy lentamente para que la mosca no suba y
enganche los salmones rojos de la superficie.
Esa es la técnica que se usa para pescar en
ríos y arroyos como el Russian.
Luego de dos días de pescar entre 10 y 40
salmones, todos grandes, muchos tomados
de cualquier parte del cuerpo; resulta tedioso
el trabajo de salir caminando hacia atrás a la
costa para desenganchar el pez y devolverlo al
agua entre una multitud de pescadores y líneas;
es por eso que enseguida concentramos nuestra
atención tratando de sacar solo Silvers.
De vez en cuando un Chinnok tardío toma
nuestra mosca y sale río abajo como un tren, es
imposible sacarlo con los equipos que usamos,
todo termina en un corte butal.
La situación en la confluencia con el Kenai
si bien es similar en cuanto a modo y técnica,
tiene algunas diferencias.
Por lanzar hacia un cauce mucho más grande, es posible al menos “castear”, algo que
resulta imposible en cauces que en general no
superan los seis o siete metros de ancho; es aquí
donde se puede pescar en condiciones algo más
parecidas a las nuestras; siempre ha de tenerse mucho cuidado con los pescadores que por
docenas siguen alrededor nuestro pescando a la
usanza local.
Definitivamente la pesca en Alaska (por lo
menos en esta zona) es brutal; la elegancia y la
delicadeza no pueden verse aquí.
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Por las noches llega el único momento de reunión general, durante la cena
unos más despiertos y otros casi dormidos por el agotamiento, cuentan las
experiencias y vicisitudes del día.
Todos han pescado, muchos peces y
muy grandes, todos están felices, todos
exultantes; el tremendo viaje y todas las
esperas, daban sus frutos. Cada uno del
grupo en dos días y medio había sacado
al menos 50 peces. Al tercer día iríamos
a probar suerte al Anchor River, otro
río con características similares al Russian, pero que a diferencia de aquel no
tenía salmones red6, esperábamos poner
dedicación exclusiva en Silvers y Dolly
Varden.
Anchor River
Por la mañana salimos hacia la costa; en el trayecto gran parte del equipo
había contratado una salida al río Kenai
en busca de las grandes Arco Iris que
tiene ese río, mientras tanto Carlos y
Pepe aguardarían en Soldotna, un pueblo intermerdio antes de llegar a destino,
donde además de comprar alguna “cosita” en el Sportsman del lugar, aprovecharon para almorzar en “Pizza José”
un local de comida mexicana con aires
de tugurio al borde de la ruta.
Por la tarde, luego del reencuentro
con el grupo “Arco Iris” (algo decepcionados por los resultados de la salida)
salimos para el Anchor. Desde el Russian son 130 Km. atravesando pequeños
pueblos como Sterling, Cooper Landing7, Soldotna, Kasilof, Ninilchik, y
Anchor Point entre otros.
Nuestra base aquí es otro “campground” para “motorhomes”, esta vez
privado y más pequeño. Ubicado a 2
d
Por alguna razón, los salmones red no desovan en todos los ríos,
ni todos ni al mismo tiempo.
6
7En Cooper Landing, un pintoresco local de Orvis sobre la
misma carretera, ofrece productos y servicios de pesca a precios
incluso menores que los de las grandes tiendas; una breve visita
es imprescindible.
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20
Km. de la desembocadura ofrece servicios más completos que el anterior.
Baños y duchas con agua caliente que funcionan con
fichas (2,5 u$s = 5 fichas = 8 minutos de agua caliente),
luz eléctrica (en el Russian había que utilizar los generadores de la casas rodantes), Wifi (muy útil para comunicarse con el terruño luego de varios días), conexión
permanente de agua (para no usar los tanques) y tomas
de desagote para vaciar los baños; incluso cuenta con
un pequeño “kiosco” para comprar recuerdos del lugar.
Patricio, Jorge y Juan sin más espera salieron a probar
suerte, otros esperarían el día siguiente aprovechando
para bañarse, descansar y recorrer los alrededores.
Al caer la tarde regresaron cansados de caminar y con
“las alforjas vacías”; no habían tenido suerte, los Silver
no estaban, o aún no habían llegado (luego se confirmaría esta teoría) o ya habían pasado. En esta zona del
Anchor River, por estar muy cerca de la desembocadura
(unos 2000 m. aprox.) las posibilidades de pesca están
muy determinadas por las mareas.
Los cardúmenes de salmones esperan la marea alta
para ingresar en el río, si en ese momento no estamos
allí, los intentos serán infructuosos. Seguramente fuimos durante las mareas equivocadas, pues al día siguiente el grupo en pleno pescando en diferentes sectores del río, volvió también con las manos vacías.
El Anchor es algo más caudaloso que el Russian, pero
igual que este de escasa profundidad, transcurre por una
extensa planicie inundable antes de llegar a la desembocadura.
Pepe y el turquito Manuel recorrieron palmo a palmo
el cauce desde el campamento base casi hasta la boca,
e igual que el resto del grupo no tuvieron ni siquiera
piques. Lo mismo para los numerosos pescadores anclados sobre las correderas y pozones a lo largo del río.
Era evidente que los “Silver” no estaban allí; de tanto
en tanto podían verse algunos salmones muy deteriorados dando sus últimos estertores, a todo lo largo del
río emanaba un nauseabundo olor a pescado podrido,
los King ya habían muerto y los Silver brillaban por su
ausencia.
“Vuelvo vencido a la casita de mis viejos……” reza el
tango (será que llegaba la nostalgia?); vencidos sí, pero
resignados nunca..!
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Deep Creek
Luego de un frugal almuerzo, se convino en visitar por la tarde un pequeño arroyo que habíamos
cruzado antes de llegar, el “Deep Creek”.
Desandamos el camino y paramos el “motorhome” sobre un costado del puente (viajamos todos
en uno solo), nos vestimos “de pesca” y bajamos
al agua. Los más conocedores fueron directamente
por la orilla unos 1000 metros río abajo mientras el
resto comenzaba a pescar desde el mismo punto de
bajada.
El Deep Creek cruza la autopista Seaward en su
camino al mar, comienza con 40 cm. de profundidad promedio alternando con pequeñas correderas
y algún pool también pequeño. Unos metros después, se abre en numerosos meandros con barrancos relativamente altos donde pega el agua formando correderas más profundas.
Allí es donde se agolpan los pescadores en busca
del Silver. Allí es donde probamos suerte, obteniendo algunos machos de salmón rosa o Pink (Oncorhynchus gorbuscha) de mediano porte con su
característica joroba (alrededor de1 kg.).
Casi en la boca, sobre el acantilado del cerro, en
una corredera muy profunda se produjeron algunos
piques impresionantes, pero ninguno de los muchachos pudieron saber de qué pez se trataba pues se
soltaron antes de asomar a la superficie, lo cierto es
que debieron ser enormes a juzgar por como tensaron la caña.
La nota del día la ofreció una jóven Águila Calva
que posó generosamente para las fotos. A pesar de
su productividad escasa en cuanto a capturas, el
Deep Creek resultó un arroyo muy interesante, por
sus características es posible pescarlo como en los
ríos de nuestro país; en futuros viajes ameritaría
una visita más extensa.
Casi al ocaso, regresamos al campamento para
la cena y el necesario reposo. Por la mañana, ante
la disyuntiva de no encontrar a los salmones en la
cantidad y calidad esperados en la zona del Anchor; en asamblea general, el grupo decidió dedicarle el día al “turismo”; que no solo de pesca vive
el hombre.
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Homer
A 50 Km. de nuestra posición, en la bahia de
Kachemak se ubica “Homer”, un pintoresco
pueblo de 5000 habitantes que muchos adjetivan
como “el final de la carretera”, la “aldea cósmica
del mar” o la “capital de la pesca del Halibut”.
Patricio y Oscar que ya la habían visitado dos
años atrás, habían dicho que Homer era una visita “obligada”. Y en verdad no se equivocaban,
es un pueblo insoslayable para cualquiera que
transite la península de Kenai.
Homer es conocido también por el “ Spit", una
lengua de tierra elevada, fina y extensa (7 Km.),
que se distingue a la lejanía antes de llegar y que
contiene un puerto pesquero y turístico muy
activo.
Es posible encontrar en sus escasas cinco
cuadras, las más finas artesanías8, los mejores
servicios de pesca de Halibut, excursiones en
hidroplano para avistaje y fotografía de osos,
numerosos restaurantes de pescados, mariscos,
y comida local. El movimiento turístico en estas
cuadras es intenso; por supuesto, como “gringo
en Recoleta”, recorrimos el paseo cámara en
mano, gastando unos u$s más en “suvenires”.
Otros puntos de interés son el puerto (se pueden ver apiladas las jaulas cangrejeras usadas
para pescar en el mar de Bering, popularizadas
en una serie televisiva), y el emblemático Salty
Dawg Saloon, el “bar de los billetes de un dólar”.
Este tal vez sea el lugar más visitado de Homer
y poseedor de una historia riquísima. Fue la primera construcción del lugar en 1897, allí funcionaba la oficina de correos, luego la estación de
ferrocarril, más tarde un almacén comestibles y
una oficina de minería del carbón.
En 1.909 se construyó un segundo edificio junto a él y fue utilizado como residencia particular,
albergando una familia de tres adultos y once
niños.
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En el año 1957 se abrió oficialmente
como Salty Dawg Saloon y desde entonces (60 años), el exterior del edificio
se ha mantenido sin cambios. Dicen los
parroquianos que la tradición de poner billetes de un dólar y otros objetos,
comenzó hace más de 30 años, cuando
un hombre clavó un dólar en la pared
el bar, diciendo que era para pagar la
bebida a un amigo que llegaría luego.
Sobre el mediodía, las panzas de la
muchachada avisaban que era hora de
comer. Al azar buscamos un “bolichito” con vista al mar para calmar a las
fieras; la mayoría pedimos “shirmps”
unos brochetes de langostinos rebozados y fritos realmente exquisitos, para
otros la clásica hamburguesa americana con gaseosa libre fue
mejor opción. Por la tarde, regreso para levantar el campamento. Habíamos decidido regresar al Russian para garantizar los últimos dos días de pesca
De nuevo en el Russian
Estábamos otra vez en el Russian, otra vez entre alfombras de salmones Red y alfombras de pescadores.
No sería el más agradable de los ambientes de pesca para
los que llegaban desde la otra punta del continente, pero sin
dudas era el que aseguraba pescar hasta el límite de las fuerzas de cada uno, después de todo a eso habíamos venido.
Tal como antes, unos a la confluencia y otros río arriba
a seguir pinchando enormes peces; igual que antes las capturas fueron muchas y grandes, todos estábamos felices y
exhaustos; con eso era suficiente, pero la frutilla del postre
aún estaba por llegar.
En la tarde, volviendo del río, un pescador con rasgos
orientales señalando el rellano de la escalera que baja al
agua, le soltó a Pepe: -“last night, a bear was eating here”
(anoche un oso comió aquí), el pobre Pepe que de inglés
sabe menos que de hacer satélites, solo alcanzó a comprender “un oso aquí”. Sin darle mayor importancia al asunto,
solo comentó el hecho al resto del equipo durante la cena.
Al día siguiente por la mañana, mientras Carlos y Pepe
iban hacia el río, una pareja subía las escaleras a los gri-
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tos….two bears, two bears, two bears! In the
river, in the river!. Inmediatamente volvieron a los motorhomes a buscar las cámaras.
Oscar que también había escuchado a la
pareja gritar, corrió a avisarle al grupo que
estaba pescando en la confluencia, por suerte
todos alcanzaron a llegar a tiempo para ver el
espectáculo.
Esto también es Alaska, la posibilidad de
encontrarse con osos salvajes en el mismo
sitio donde unos minutos antes estuvimos
pescando.
Luego del Incidente y después de haber
pescado salmones hasta el hartazgo, uno de
los móviles decidió dar por terminado el viaje
en cuanto a pesca se refiere; al día siguiente
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había que devolver las casas rodantes y embarcar de regreso, el sueño estaba llegando a
su fin.
Hubo consenso de visitar aquella misma
tarde otro pequeño pueblo costero, ubicado
al otro lado de la península, Seward. El otro
móvil que prefirió aprovechar la pesca hasta
el último momento y nos alcanzaría al día
siguiente.
Seward, (en honor al secretario de estado Americano que compró el territorio
de Alaska a Rusia en 1867 por 6 centavos
de dólar la hectárea) es un activo puerto pesquero, turístico y petrolero de 2500
habitantes levantado sobre una hermosa
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bahía rodeada de glaciares. Aquí terminan
el ferrocarril y la autopista que llegan desde
Anchorage, constituye el punto de partida
y base de todas las actividades “outdoor”;
kayak, senderismo, pesca, avistamiento de
ballenas y glaciares; es también puerto de
arribo y partida de grandes cruceros que realizan travesías por los fiordos para observar
los desprendimientos de glaciares y la fauna
marina.
Seward
En seward, las visitas de rigor para una
tarde de turismo son: el “Centro de vida
marina de Alaska”, el glaciar “Exit”, al que
se puede acceder por carretera, el puerto, y
el centro urbano con variados e interesantes locales (restaurantes de comida marina,
artesanías indígenas, pubs).
Sobre la costanera de acceso al puerto hay
un amplio estacionamiento para casas rodantes con todos los servicios, de modo que
allí nos instalamos.
Luego de una breve recorrida por el pueblo, fuimos a cenar al “Christo`s Palace”, un
elegante restaurant sobre la calle principal
donde para despedir el viaje a toda orquesta
pedimos “King Crab” (los famosos cangrejos de la serie del Discovery Chanel “Pesca
Mortal”), una delicia que comimos entre…….los cuatro! (20 u$s, la libra de cáscaras espinosas que apenas contienen carne y
que hay que romper con pinzas especiales).
En verdad son una exquisitez de millonarios; pero como nosotros no lo éramos,
terminamos completando con una pizza
gigantesca muy sabrosa.
Solo restaba ir a dormir y salir de regreso
por la mañana hacia Anchorage, la odisea
estaba terminando, devolver los motorhomes, visitar el “hidropuerto” , armar el
equipaje y embarcar a Buenos Aires.
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A media tarde nos encontramos con el otro
móvil que regresaba de su visita a Seward,
junto a la “pista acuática” del hidropuerto nos
pusimos a ver en primera fila el aterrizaje y
despegue de los hidroaviones.
Si no fuera por el tipo de vehículos, el espectáculo es como estar en la Av. 9 de Julio a las
seis de la tarde, un hidroavión tras otro aterriza o despega en la delgada franja del canal.
En el aire o en el agua, hacen fila para subir
o bajar, el grupo azorado saca fotos.
Todos con la vista fija en el canal parecen
disfrutar la escena, sin embargo en la mente
de cada amigo se desarrolla otra película.
Falta poco para terminar la odisea, en minutos más estaríamos devolviendo los “motorhomes”, saliendo para el aeropuerto y regresando a Buenos Aires.
A velocidades supersónicas pasaban por
nosotros los recuerdos de los momentos
vividos; imágenes de capturas, comidas en la
casa rodante, desayunos apurados para salir a
pescar, encuentros con osos y águilas, visitas
a pueblos de ensueño anclados entre fiordos y
bahías, las compras desesperadas, los entredichos de la convivencia y las risas de la fraternidad; todas las emociones agolpadas en el
alma de cada uno.
Todo estaba a punto de culminar; en silencio bajamos el equipaje en el aeropuerto
mientras Nico y Carlos iban a devolver las
casas, “nuestros hogares” por 12 días. Una
extraña sensación de tristeza flotaba en el
ambiente.
El regreso también sería largo, mucho
más largo que antes; Anchorage - Los Angeles - Miami - Buenos Aires, todo el trayecto
de vuelta con el cansancio acumulado pero
además con la seguridad de estar cargandocon recuerdos de un viaje que llevaríamos en
nosotros por el resto de la vida.
Así terminaba un sueño, una quimera hecha
realidad; doce días de sensaciones y vivencias intensas, de amistades consolidadas, de
anécdotas que seguro contariamos a nuestros
nietos, así terminaba nuestro viaje a alaska...
la última frontera.
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Hasta aquí, el relato somero de un viaje extraordinario que los integrantes de la Peña Mosquera “Sin
Rebaba” y otros amigos hicieron a Alaska. Este
informe no pretende constituir una verdad revelada ni
un modelo a seguir por quienes pudieran emprender
viajes similares en el futuro; solo es una breve guía de
experiencias y acontecimientos generales vividos por el
grupo en su conjunto, experiencias que tal vez puedan
servir para despertar la imaginación y los sueños de
otros pescadores.
Puesto que las experiencias y relatos de pesca son
propios y personales de cada pescador, y que las
sensaciones y emociones devenidas de ellos, solo pueden ser expresadas por cada uno; hemos dejado esos
relatos para el final a modo de corolario.
Por lo mismo hemos incluido también relatos de
anteriores participantes, que desde sus recuerdos y
opiniones a la distancia influyeron y alentaron a muchos de los que fuimos en esta ocasión.
Peña Mosquera “Sin Rebaba”
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Alaska
2015
La última frontera..!
Gigantes
del Kenai
Texto y fotografía
Jorge Sanjurjo
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Arco Iris gigantes del Kenai
Alaska no es solo salmones, y las
averiguaciones que había hecho
Nicolás así lo demostraban.
Mientras preparábamos el viaje Nico planteó la posibilidad de
hacer una excursión embarcados en
busca de las “arco iris gigantes” del
río Kenai; él y Pato fueron categóricos, no se la perderían.
Con el paso de los días las
imágenes y videos de las capturas
que se encontraban en la web irían
y vendrían, “quemando” cabezas
y entusiasmando al resto, que nos
fuimos sumando de a poco para
finalmente completar dos embarcaciones con tres pescadores cada
una.
Se podría decir que en Alaska los
salmones King tienen su nombre bien ganado, en general son los que le marcan el paso y “sostienen” a
muchas otras especies, es el rey del río. Si los King remontan el río temprano en la temporada, el resto
de las especies de salmones también tendrán su run temprano y las especies satélites tendrán sus banquetes más temprano, si por el contrario los King retrasan su run, todo el ecosistema se atrasa.
En reglas generales, los King son los primeros en ingresar a los ríos desde el mar en su frenética y
final búsqueda reproductiva, a estos
los siguen los Red o Sockeye , los
Silver o Coho y mezclados entre
estos los Pink y Dogs, cada una de
estas especies, y por una cuestión de
competencia genética y de preponderancia sobre las demás especies y
de otros salmones de la suya propia ,
irán comiendo huevos de los salmones que hayan ingresado por delante
de ellos, pero las verdaderas especialistas en estos menesteres son las
Dolly Varden (Salvelinus malma) un
char típico de tributarios del Océano
Pacífico Norte, tanto en América
como en Asia, y por supuesto, nuestras protagonistas, las truchas arco
iris. Estas dos especies aprovechan
para alimentarse de los huevos de
todas las especies de salmones que
son arrastrados por la corriente, y en
algunos casos van acompañando por
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pequeños trechos las remontadas de los salmones mezclados entre estos.
En una zona de inviernos extremos y oportunidad de alimento limitada, la abundancia que ofrecen los huevos de salmones y luego su carne desgarrada derivando en la corriente, son un banquete
que las arco iris y dolly varden no desdeñan y del cual obtienen la base de su dieta, que en el caso
de las arco iris hace que desarrollen tamaños muy importantes; de allí su denominación informal de
“gigantes”.
Equipos
Lógicamente, como mosqueros buscamos imitar el alimento de lo que intentamos atrapar, pero
aunque sorprenda, semejantes truchas se pescan exclusivamente con “beads” o cuentas de plástico;
imitaciones de huevos de salmón de tan solo 8 a 10 mm de diámetro enhebradas en nuestro líder y
fijadas mediante un nudo corredizo a unos 4 cm de distancia de un anzuelo de pata muy corta y en
# 6 a 8, realmente pequeños en comparación con la imitación de huevo y con las truchas que buscamos, pero son muy resistentes, por ser tan pequeños es que necesitan separarse del bead , para así
asegurar la clavada y que la imitación no cubra la punta del anzuelo. La pesca se hará al estilo ninfa
y con un indicador de pique de unos 3 cm de diámetro fijado en la unión de la línea y el líder.
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Como es una pesca muy especial, y más
para nosotros, los equipos los proveyó el
guía, todos de primerísima marca, tanto
reeles como cañas que eran # 7 de 10 pies,
con conjunto líder tippet de 12 pies con el
mencionado bead y lastrado por dos plomos
medianos, lo que no facilita para nada el
casteo.
Profesionalismo
Un punto que no quisiera pasar por alto
es el profesionalismo con el que encaran su
trabajo los guías, al subir a la embarcación
saludamos y nos presentamos con Nigel
quien sería nuestro guía; acto seguido, sin
demasiada introducción lo primero que hizo
fue solicitarnos los permisos de pesca a los
tres que seríamos de la partida, los chequeó,
anotó nuestros datos en una libreta y agradeció; sinceramente es la primera vez que me
sucede y no estaría mal que nuestros guías
se acostumbraran a no solo preguntar si lo
tenemos y confiar en nuestra palabra, sino
efectivamente cotejar que así sea.
Nigel continuó cual azafata explicando no
solo la localización de todos los elementos
de seguridad, sino también una descripción
del funcionamiento y manejo del propulsor,
donde y como solicitar ayuda con su teléfono
y otros detalles más en caso de que él pudiera sufrir algún accidente o problema que nos
separara o lo afectara.
Vamos a pescar
Una vez realizada la presentación y demás
formalidades salimos raudos en busca de los
lugares de pesca, la embarcación rondaba
los 4 metros de eslora y casi 1.80 metro de
manga, toda en aluminio, impecable y muy
cómoda, con cuatro asientos basculantes y
plataforma delantera elevada.
El río Kenai, en esta zona baja con un
color lechoso típico de ríos de deshielo, es un
río caudaloso, ancho, que nos hizo acordar
al Delta de Tigre, toda la zona está repleta de
casas de veraneo a orillas del río y la fisonomía, salvando las distancias, se hace similar
al ojo argentino.
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El río no parece ser demasiado profundo, siempre pescamos con el líder de 12 pies y casi siempre la “mosca” va arrastrando por el fondo como lo hacen los huevos naturales.
Luego de unos 20 minutos de navegación, donde atravesamos unos rápidos con grandes piedras
fuera del agua y otras tantas debajo que con pericia Nigel dejó atrás, llegamos al primer punto
donde probaríamos suerte.
Oscar prefirió sentarse a observar como Pato y yo hacíamos los primeros intentos, Nigel nos
explicó la técnica y con Pato nos miramos, tal vez algo desilusionados, posiblemente en nuestro
inconsciente estaba la matriz de pesca embarcada para el dorado o truchas en Patagonia, casteando hacia las costas, pero aquí estábamos en las antípodas, y no solo geográficamente, parece que
también técnicamente, por lo tanto vamos a aprender…
Caña de 10 pies, líder de 12 pies con dos
plomos y un indicador de pique parecido a una
boya yo-yo aunque muy liviano, dejarla derivar aguas abajo y cuando quedara la línea bien
extendida por detrás de la popa de la embarcación, levantar y castear todo eso por encima de
nuestra cabeza hacia la proa pero a un ángulo
que alejara la línea de la embarcación.
Los primeros casts dejaron al guía un tanto
alarmado, temió que alguno terminara con un
piercing en la oreja, por lo que nos explicó un
poco más y de a poco nuestros movimientos
fueron colmando sus expectativas, tanto es así
que terminamos el día casteando dos pescadores de la misma banda hacia la costa, más a
nuestro estilo, con Nigel muy conforme y tranquilo y comentando lo buen caster que era Pato.
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Así transcurrió la primera hora
con solo un par de truchas pequeñas,
ajustando movimientos y conociendo
todo lo nuevo que el Kenai tenía para
ofrecernos.
Luego de algunos cambios de lugar
sin éxito nos cruzamos con la otra
embarcación en la que Juan, el Turco
y Nicolás corrían la misma suerte,
hasta que llegamos; dado que Nico
tenía una linda arco iris de unos dos
kilos cerca del copo, foto y al agua.
Lógicamente nos dejó calentitos,
Nigel sacaba su caja repleta de beads
en diversos colores, tamaños diseños
y veteados y se quedaba mirándolas
como esperando una respuesta, cambiaba una y dejaba otra, hasta que
parece que en un momento la elección fue la correcta y comenzamos a
pescar con mejor ritmo, aunque aún
no eran las truchas que habíamos
venido a buscar.
Si bien los tamaños eran buenos
para cualquier río standard, para
el parámetro Kenai eran pequeñas,
tanto es así que nuestro guía liberaba truchas de arriba de un kilo sin
levantarlas del agua y sin siquiera
consultarnos, y a veces hasta sin
poder verlas; fuimos comprendiendo
que no era mala onda, sino su afán
por liberar el anzuelo para que siguiera pescando en busca de lo realmente
bueno, lo que cualquier pescador
busca en el Kenai, o sea, una arco iris
gigante.
Párrafo aparte para el cuidado que
le dispensan los guías a los peces,
ningún pez abandona el agua por
muchos segundos, para casos de
truchas “chicas” la liberación es en
el agua, directamente sin copearla y
con el uso de un saca anzuelos muy
simple y curioso, consistente en un
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mango de madera cual palito de escoba con un alambre de unos 15 cm que presentaba
una curvatura similar a un signo de pregunta; este adminículo se deslizaba por el líder
hasta el anzuelo y con un movimiento firme desenganchaba a la trucha que volvía a
nadar instantáneamente. En casos de truchas mayores, se copea y el copo no abandona
el agua, y la trucha se levanta en cortos intervalos para la foto o filmación y se libera
rápidamente.
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Fuimos calentando el brazo a fuerza de chiquitas hasta que Pato tuvo un pique distinto,
linda pelea, el color del agua estira la intriga
hasta el final, cuando vemos aflorar una muy
linda arco iris que empezó a dibujar sonrisas
en nuestros rostros. Ahora sí, copo, fotos, festejos y liberación.
El ánimo había subido pero el ritmo de
piques no mejoraba, incluso uno de los pozos
preferidos de Nigel pasó sin pena ni gloria, lo
que lo preocupó, aunque en comunicación con
el guía de la otra embarcación constató que el
bajón era general, por lo que aprovechamos
para almorzar a bordo y cambiar beads.
Pato se sentó en la proa a descansar mientras Oscar tomaba la posta y con un 100 % de
efectividad clavaba una arco iris mediana en
su primer tiro, aplauso, medalla y beso para
Oscar y a seguir pescando.
Nigel quería que pescáramos más y mejor,
por lo que nos movimos bastante buscando
el pique, que a la tarde comenzó a hacerse
presente con mejor intensidad y tamaño, pero
aun así no nos conformaba, ni a nosotros ni a
nuestro guía, por lo que comenzó a garetear
en la parte del río que más se parecía al Delta,
pasando a metros de las casas y sus muelles
donde se hamacaban amarradas embarcaciones de todo tipo, aunque la mayoría eran
lanchas y botes de aluminio.
Sinceramente no esperábamos mucho de
esta zona, pero… siempre hay un pero; mi
indicador de pique sintió la presión de cuatro
ojos que lo observaban ansiosamente como
DT que le reclama a sus jugadores un mejor
desempeño, yo desde la popa caña en mano
y Pato que lo seguía atento desde la proa a
unos pocos metros suyo, cuando de repente el
indicador se hundió violentamente e instintivamente clavé con mi caña hacia arriba como
nos había insistido Nigel.
La caña paró su recorrido antes de lo esperado, casi al mismo tiempo se rompe el agua en
mil pedazos y un misil plateado vuela enloquecido intentando escapar de ese huevo maldito
que lo pinchó, en su vuelo no puede evitar el
inminente impacto contra el bote de aluminio
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que está amarrado en el muelle de la casa que acabábamos de pasar, el ruido de sus kilos contra la
chapa nos deja a todos congelados por unos segundos, asombrados, anonadados, alguien vuelve a
tocar la tecla del PLAY y la acción continúa, el guía salta, se agarra la cabeza y grita incrédulo “ ¡
viste eso, viste lo que hizo !”.
Pato putea porque mientras observaba el indicador de pique pensó en empezar a filmarlo y no
tuvo tiempo, Oscar… Oscar… no sé, ¿donde está Oscar?.
Yo estoy enloquecido, recuperando línea con la caña arriba feliz de la vida y con temor de perderla, tratando de pasar lo que Nigel me grita en NTSC a PAL-N para entenderlo y hacerlo; y encima
hacerlo bien, porque si no viene la reprimenda, la trucha, lejos de desmayarse, desvanecerse o facilitarse, se pone más loca por el golpe y corre por todo el río llevándome como chico para el colegio,
dando vueltas por toda la cubierta para evitar que parta la caña en las corridas para debajo de la
lancha, que enganche el motor con la línea, o cortarle con la misma línea el cogote a alguno a bordo… ah, acá está Oscar, que ya levantó su línea del agua y está con su filmadora, al igual que Pato
tratando de captar todo lo que se pueda, y los cuatro girando como en la calesita arriba de la lancha
al ritmo que marca la trucha.
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¿Cuánto duró la pelea? ¿ Quién sabe ?
Mi percepción dista tanto de la duración de las filmaciones que a veces pienso que cuando uno
pesca, el pique nos transporta a una dimensión paralela donde todo corre más lento, muy lento, tal
vez tantas ganas retenidas de disfrutar algo hacen que cuando la concreción de ese disfrute llega, los
minutos sean más largos, no lo sé, pero no me voy a quejar, quiero más y lo tengo, porque la trucha
no para; cuando parece que está rendida y que ya se termina la lucha, arranca de nuevo sacando
línea como en la primera corrida
Nigel intentó, y erró, tres o cuatro veces copearla, algunas veces a riesgo de cortar el tippet o desenganchar la trucha, otra vez nos miramos con Pato y Oscar y sin hablar nos entendimos, estábamos los
tres con los ojos como el dos de oro, si se llegaba a escapar ahora Nigel iba al agua y volveríamos con
las indicaciones que gentilmente nos había dado por si le pasaba algo…
Finalmente, ya cansada (¿ de tantos copazos ?) cedió y Nigel acertó el intento, todo fueron gritos y
festejos, felicitaciones y alegría, no era la gigante que vinimos a buscar, pero si gorda, bien ancha y
hermosa, al menos una pichona de gigante con un gran futuro.
Hicimos fotos varias, incluso el guía pidió sacarse fotos con su teléfono, y luego de unos momentos
de contemplarla y acariciarla en el copo dentro del agua la liberé agradeciendo para mis adentros lo
vivido en esos kilómetros que gareteamos sin darnos cuenta mientras luchábamos, se fue tranquila
en las aguas lechosas del Kenai a reponerse de semejante pelea y sobre todo de semejante golpazo,
seguramente la próxima vez se apostará un poco más lejos de la costa.
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El resto de la tarde discurrió entre un hidroavión aterrizando a 40 metros de nuestra embarcación y más truchas, unas veinte, algunas muy lindas y tres o cuatro piques muy fuertes que perdimos, pero que nos hicieron añorar la adrenalina que habíamos liberado tan solo un par de horas
antes… o vaya uno a saber cuánto tiempo había pasado.
Jorge Sanjurjo
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Alaska
2015
La última frontera..!
Salmones estilo
Texto y fotografía
Patricio Scorza
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Ninfa
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Agosto de 2015, nuevamente la cita obligada era el Russian river en su confluencia
con el caudaloso Kenai, un verdadero santuario de la pesca, al sur de Alaska.
El escenario se prodigaba a través de la
presencia de miles de salmones sockeye
remontando el río, en distintos estadíos de
metamorfosis, próximos a su reproducción.
Y entre ellos, mezclados, vigorosos salmones silver recién entrados desde el mar.
En el 2013 había realizado una muy
buena pesca empleando streamers de materiales sintéticos, en colores flúo, (destacándose el verde chartreause y el fucsia)
mediante tirones muy lentos, desplazando
la mosca entre los salmones sockeye, a la
espera de poder ver aunque mas no fuera
fugazmente, la silueta de un silver, y acelerar en ese momento la velocidad del streamer, esperando la tomada.
Recuerdo a dos americanos que pescaban
con muy buena técnica, empleando exitosamente moscas Alaskabou, también de
colores vibrantes, a quienes había imitado
con buenos resultados.
Obviamente para este año, había atado
unas cuantas Alaskabou, en sus variantes,
popsicle, show girl, infierno, y otras, en el
afán de repetir las jornadas pasadas.
Pero la pesca con mosca nos da sorpresas, sobre todo cuando pensamos que
“la tenemos clara”, siendo quizás eso en
definitiva lo que la hace tan atractiva como
provocadora.
Tomé posición en el medio de la lenta corriente del Russian river, un curso de aguas
algo turbias pues arrastra bastantes elementos en suspensión, y dirigí mis “casteos”
en dirección transversal hacia las lechosas
aguas glaciarias del Kenai river, sobre las
siluetas rojizas de los salmones sockeye.
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Las Alaskabou tuvieron respuesta, aunque pobre, no era lo que yo esperaba. Si bien los
salmones eran numerosos, la migración estaba retrasada, y no había la cantidad del 2013.
Cambié varias veces de moscas, empleando streamers de fibras sintéticas, bucktails, matukas, woolly bugger, y rabbits articuladas, pero los resultados no cambiaron.
Plan dos, pensé. Ver qué pasa a mi alrededor, y reevaluar.
A mi izquierda pescaban cuatro italianos. Por cada tomada que yo tenía, ellos tenían diez.
Ví que no pescaban con streamers, pero no podía alcanzar a ver de qué patrón se trataba,
evidentemente eran moscas de pequeño tamaño. Al lado mío Jorge Sanjurjo, “el flaco”, un
gran compañero de pesca, sufría las mismas penurías.
Pude ver que los equipos eran semejantes, líneas floating, líderes 0 X de 9 pies, y lastre a
unos 30 cm de la mosca.
A través de un roll cast, de unos 12 metros, ubicaban la mosca siempre transversalmente a
la columna de salmones. Jorge y yo, lo mismo. Ellos diez, nosotros 1, seguían “bañándonos
en escamas” …
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Había una gran diferencia evidente, y es
que ellos no realizaban tirones.
Finalmente, los italianos generosamente
compartieron sus conocimientos con nosotros. Este era su décimo viaje a Alaska, y
dueños de una gran experiencia, sumada a
una técnica depurada, hacían la diferencia.
Lección 1:
Cambiamos nuestras moscas por otras de
menor tamaño, consistentes en imitaciones
de huevos de salmón, atadas en pequeños anzuelos “garra de águila”, con chenille, y un
pequeño hackle de saddle.
Lección 2:
Huevos verde chartreause con luz escasa,
y fucsia o naranja con luz intensa. Obedecimos.
Lección 3:
Roll Cast, transversal a la masa de salmones. En esto veníamos bien, continuamos.
Lección 4:
Caña en posición paralela a la superficie
del agua, o con la puntera apenas mas levantada. Deriva controlada, dejando llevar el
huevo con el líder lastrado, arrastrado por la
corriente, rebotando sobre el fondo. Obviamente acompañando la deriva con la caña.
Lección 5:
Tomada, generalmente suave, y en la segunda mitad de la deriva.
Lección 6:
Clavar con la caña de costado, pero con
la puntera levantada, y en dirección a la
corriente, evitando recoger de inmediato, y
manteniendo el contacto con el salmón.
Lección 7:
Si el salmón es sockeye tenderá a quedarse
quieto, (recién comienza la lucha cuando lo
“prepeamos”), si es silver, saldrá disparado
hacia la corriente rápida del Kenai, generando una lucha que no olvidaremos.
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La pesca cambió radicalmente para nosotros, logrando tomadas en forma sostenida, y pudiendo tomar el control de la situación.
Fue un placer pescar aprendiendo junto a estos cuatro pescadores de lujo, que a medida
que progresábamos en nuestros ensayos, asentían con la cabeza y sonreían, como un maestro
aprueba a su alumno.-
Patricio Scorza
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Alaska
2015
La última frontera..!
Pepe Miguez
Osos
&
Ardillas
Entre
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Un lodge sobre ruedas
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Cuando uno empieza a soñar Alaska, imagina un territorio extremo, un paisaje indómito que obliga al visitante a sacrificios indecibles. Pensar en un viaje de pesca entre
bosques y glaciares, es imaginarse descubriendo una naturaleza agreste y salvaje solo
apta para exploradores y pioneros.
Nada más alejado de la realidad. Cuando uno llega a Alaska, descubre un ambiente dócil, organizado, y moderno. Un ambiente donde todo está preparado para que el
visitante (en este caso pescadores llegados desde el otro extremo del continente) pueda
desatar su pasión sin más incomodidad que la de ponerse el wader y las botas de vadeo.
Para este viaje, ocho amigos recorreríamos la península de Kenai en sendas casas rodantes durante diez días, pescando salmones y truchas de todas las especies y todos los
tamaños. La península se extiende al Sur-Oeste de Alaska, en lo que podríamos llamar
la parte más “hospitalaria y civilizada” del Estdo.
El punto de partida es Anchorage, una ciudad moderna y pujante donde pasaríamos
dos días aprovisionándonos de alimentos, materiales de pesca, y todo lo necesario para
la siguiente etapa. Aquí compramos el 80 % de las provisiones necesarias, dejando el
resto para compras complementarias que haríamos en pequeños poblados durante los
desplazamientos de un lugar a otro.
Los “motorhomes” son el medio casi exclusivo para recorrer Alaska; el utilizado por
la inmensa mayoría de los visitantes. Ya sean alquiladas o propias, la cantidad circulando en las rutas o permaneciendo en los lugares habilitados impresiona.
Toda la infraestructura está dispuesta para casas rodantes, campers y motorhomes;
hay lugares para apartarse de la ruta, sitios para estacionar en medio del bosque, bases
de aprovisionamiento de agua y descarga de efluentes, mesas bancos y fogones para las
estadías, etc. etc. etc., todo funcionando y bien mantenido.
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Diez días a bordo de una de estas casas, puede ser una experiencia muy atractiva pero a la vez
un desafío de convivencia importante.
Tienen todas las comodidades que uno pueda soñar; el comedor diario y el dormitorio principal se expanden con solo accionar una tecla, convirtiéndose en amplios espacios de uso diario y
nocturno respectivamente. Cocina totalmente equipada, baño con ducha, música funcional, TV
color, microondas, heladera y amplio amoblamiento para almacenar todo lo necesario completan el equipamiento.
Todo nuevo, en perfecto estado de conservación y mantenimiento. Cuatro pescadores pueden
vivir en estas unidades con la misma comodidad que en sus propias casas, con la ventaja adicional de contar con movilidad para llegar al borde mismo de los ríos o visitar una multiplicidad
de lugares.
Para un pescador que llega a Alaska en busca del sueño mosquero, vivir en estos motorhomes
es como estar en un “Lodge con ruedas”. Sobre los lugares de pesca, existen instalaciones y
servicios especiales para las casas rodantes. Uno de ellos, el Russian Campground dentro de la
Reserva Nacional del mismo nombre, cuenta con todas las comodidades. Dos cosas llaman la
atención de inmediato, una es la “prolijidad”del bosque en cuanto a que no es “denso ni abierto”; tiene la cantidad de árboles justos para sombra y cobijo.
No se observan ramas caídas, ni vegetación achaparrada que impida el transito entre ellos. Dá
la impresión que el bosque de coníferas ha sido o es intervenido en forma contínua desmalezando y parquizando el mismo. El otro aspecto son las escaleras y pasarelas que conducen al río.
Las escaleras de madera que bajan la barranca hasta el agua, son amplias y cómodas y todas
con pasamanos de acero inoxidable. Las pasarelas que corren paralelas al río, y por la que circulan los pescadores; tienen barandas altas y planchas en el piso para impedir el daño peatonal
a la foresta.
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También llama la atención la cantidad
de pescadores que se agolpan en los
pozones y correderas.
Hay muchos y la Mayoría pesca......
para el sartén!. En los ríos de pequeño
cauce, es difícil ver a alguien “casteando”. Sea con mosca o con cuchara, más
que lanzar los pescadores “azotan” el
agua con líderes y tanzas fuertemente
lastrados, dejan derivar solo unos pocos
metros y vuelven a pegar el latigazo
una y otra vez en el mismo sitio hasta
que “enganchan” (no se le puede llamar
de otra forma) algún pez.
En ríos de cauces más grandes, es posible observar algún lance o cast hacia
la corriente, pero básicamente la técnica
sigue siendo la misma; lanzar la cuchara o la línea lastrada, dejar derivar y
profundizar durante un corto trayecto,
recoger, y volver a lanzar en el mismo
lugar nuevamente.
No se “camina” el río. Uno puede
estar parado en el agua en la misma
posición durante horas, y aún así tomar
muchas piezas.
Para quienes el acto de la pesca
consiste en sacar la mayor cantidad
y tamaño de peces posible, este es el
paraíso terrenal. Para quienes formados
en el concepto de captura y devolución
con el menor daño posible, piensan que
la pesca con mosca es un arte “algo
más complejo” que la simple extracción
de peces; la modalidad resulta “algo
chocante”.
Definitivamente las formas y los propósitos de pesca locales son distintos.
No se pretende calificar estas formas,
ni tampoco si pueden resultar o no
atractivas para el pescador; de hecho,
mientras se cumplan las reglamentaciones vigentes, las formas y técnicas de
pesca son todas igualmente válidas.
Solo se trata de alertar sobre una
manera de pescar, (por lo menos en las
áreas que hemos visitado) a la cual sin
dudas no estará acostumbrado aquel
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pescador habituado a pescar con mosca en
la Patagonia Argentina.
Como sea, lo que resulta claro es que
la cantidad de peces y el tamaño de los
mismos, dificilmente puedan encontrarse
en algúna otra parte del planeta que no sea
en Alaska.
Más allá de las técnicas y maneras de
pescar, el ambiente donde se desarrolla
también llama la atención. Las orillas
están llenas de restos de peces; la mayoría
salmones que han sido “fileteados”, dejando la cabeza, espinazo, y cola a disposición de los carroñeros.
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Un enjambre de gaviotas cocineras, esperan
sobre las piedras o revoloteando por encima
de los pescadores para terminar la faena.
También se pueden ver peces enteros, unos
muertos y otros dando sus últimos estertores
luego del desove.
En algunos ríos como en el Anchor, donde
el ciclo reproductivo prácticamente ha terminado, el olor nauseabundo de los peces en
descomposición es fuerte.
Pero las gaviotas, aves de rapiña y otros carroñeros, no son los únicos beneficiarios del
ciclo de vida de los salmones y de los restos
dejados por los pescadores.
Un mamífero de gran tamaño aparece
eventualmente a dar cuenta del último alimento disponible;.....el OSO!
En los ríos de Alaska, la presencia de osos
siguiendo la migración de peces no es extra-
Esta advertencia no es irrelevante, los osos
comparten el mismo espacio que el pescador, igual que ellos transitan las pasarelas,
comen y descansan en ellas y también en las
escaleras de acceso al río; son frecuentes las
huellas de sus garras en las barandas o en los
arboles circundantes.
Una tarde, al finalizar el día de pesca alguien advertía sobre una pareja de osos que
habían estado comiendo y descansando en
las mismas escaleras de acceso.
Al día siguiente irrumpieron en medio del
río entre la sorpresa, el temor y la admira-
ña, por lo contrario; es frecuente. Por todos
lados hay cartelería alertando sobre protocolos a seguir ante su aparición repentina.
Uno de ellos reza algo así: “Si Ud. tiene
un pez atrapado y aparece un oso, corte
inmediatamente la línea y aléjese en forma
lenta”; en palabras simples y sencillas: Ud y
el oso estan compartiendo el mismo alimento, tenga en cuenta que él es mucho más
grande, feroz y salvaje que Ud.
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ción de los numerosos pescadores
presentes que con máxima cautela
dejaron las cañas y sacaron sus
cámaras fotográficas.
Esto es Alaska, esta es su esencia;
la posibilidad de atrapar cuarenta
o cincuenta enormes peces por día,
en ámbitos preparados absolutamente para facilitar la tarea del pescador, con toda la infraestructura
y comodidades necesarias, dentro
de un magnífico entorno natural, y
como si fuera poco, la ocasión de
compartir con habitantes salvajes
una jornada de pesca.
Por eso Alaska es una tierra de
contrastes; por que en un mismo
lugar y en el mismo momento un
pescador y un oso pueden compartir la misma presa.
Pero no solo osos, gaviotas y
águilas calvas acompañan al pescador. Un pequeño y curioso animalito hace las delicias del visitante, la
ardilla del bosque.
Todos los pinos de la reserva
están poblados de estos simpáticos
roedores. Con increíble velocidad
suben y bajan por el tronco de los
árboles, recorren las ramas, se detienen de pronto, miran al acampante,
bajan de nuevo y se acercan a las
mesas, toman pequeños trozos de
comida y se sientan con sus manitos a guardarlos en sus carrillos.
Al rato tienen los “cachetes”
inflados de migas y salen corriendo
a los “saltitos” árbol arriba a dejar
el botín.
Eso es Alaska, y es lo que sorprende al recién llegado, la ferocidad del oso, la majestuosidad del
águila y la ternura de la ardilla,
todo en el mismo sitio.
Tierra de volcanes y glaciares que
parecen caer sobre el camino, Alaska no deja de asombrar; lo salvaje
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salvaje y lo civilizado, lo natural
y lo urbanizado, la sencillez y lo
sofisticado, todo a disposición del
que se anime a llegar.
La pesca?, lo que ya hemos
dicho; aún con las diferencias en
cuanto a formas y maneras con
respecto anuestros ámbitos, el que
sueñe con jornadas memorables de
pesca y enormes peces en la punta
de la caña, no regresará defraudado.
A medida que pasen los días
comenzará de nuevo a pensar en
esa tierra lejana; ... en la última
frontera.
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Alaska
Dos años después
Texto y fotografía
Ricardo Murtagh
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El mdm está preparando un número especial sobre Alaska. Como hace dos años estuve allí,
me han pedido una colaboración. Tengo que agradecer especialmente este pedido ya que me
obligó a abrir un directorio que tenía cerrado desde hace tiempo. Tuve que repasar fotos, renovar y lustrar recuerdos (¿vieron que los buenos recuerdos, como el buen vino, lucen y brillan
más con el tiempo?) y evocar alegremente momentos de mucha riqueza muy intensamente
vividos”. Otros amigos han estado y seguramente escribirán. Ellos saben mucho más que yo
de pesca con mosca, por ello quizás sea mejor que de pesca diga poco y que le dé espacio a
otros temas y vivencias.
Creo que puedo decir algunas cosas, dos años después de lo que fueron dos inolvidables
semanas allá.
El principal recuerdo es que para mí fue una excelente oportunidad de ir con quienes ya
conocían, de compartir con amigos y de poder dedicarme a pescar todo, todo el día.
Mi lógica era muy simple, ya que me costó, lo aprovecho al máximo. ¡Y vaya si lo hice!.
Me lo había “regalado” por mis 70 años y por una gratificación académica que había podido
alcanzar. ¡Y vaya si lo hice!”.
Pesqué bastante, saqué los bichos más grandes de mi no muy larga historia de angler y afiancé lindos lazos con compañeros muy queridos.
Lo primero para destacar es que se trata de una pesca diferente, distinta. Sobre todo para
quienes estamos acostumbrados a los salmónidos patagónicos o a los dorados del norte. Por
cantidad y por tamaño. Por aglomeración de pescadores y por variedad de estilos y técnicas.
Veamos. Hay lugares como el Russian river en los que en vez de tener que ir a buscar a los
peces son ellos los que te encuentran a ti, el pescador. Nunca pensé que llegara a decir frente a
un pique, o un enganche del lomo o la panza (bastante frecuentes aquí) “¡Uf, otro Red no!”.
Y eso sucede con frecuencia, sobre todo si se está buscando un Silver entrado recientemente.
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En cuanto al tamaño, hay bichos grandes; grandes y muy peleadores. Pero eso no significa
que también se puedan sacar Dolly Varden lindas y peleadoras, pese a su tamaño más reducido.
Una recopilación sintética de las impresiones o los recuerdos más vívidos:
• En la desembocadura de ríos al mar, me asombró como en menos de 15 minutos una
ribera podía poblarse de pescadores, uno cada 3 o 4 metros y menos de una hora después,
ya pasada la creciente que traía los salmones del mar, la ribera quedaba despoblada. Todos
habían estaban esperando que fuera la hora de la creciente para apostarse; luego partían.
• En esas explosiones de pescadores llaman la atención la heterogeneidad de las técnicas y
los equipos usados. Todo tipo de equipos y una altísima proporción de pescadores con vestimenta de camuflaje, que les fascina. Eso y la portación de armas de muy grueso calibre a la
vista, en prevención de los osos, le da un carácter peculiar al entorno.
• Una mañana temprano nuestro amigo PPV sacó un Silver y lo estaba por devolver cuando
vino un pescador y se lo pidió. Cuando se lo dio, el tipo guardó su equipo y se fue. No eran
todavía las 11 de la mañana. Había venido a sacar libras de carne, no a pescar. Es frecuente
ver pescadores con conservadoras portátiles de buen tamaño que van llenando a medida que
pescan. En varias partes hay mesas de acero instaladas sobre la misma orilla para que allí se
limpien y fileteen los peces. Eso sí, un cartel indica que los restos deben ser arrojados a la
corriente principal para que el agua se los lleve y no queden al alcance de los osos.
• Impresionan las instalaciones y el equipamiento disponible para el turismo, además del
cuidado y respeto de los bienes públicos. En algunos parques el diseño está tan bien pensado
que sólo se ven una o dos campers o motor homes alrededor, cuando en realidad hay decenas de ellas entre los caminos internos rodeados de árboles, sobre todo coníferas, espectaculares.
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• En el Russian y el parque aledaño no hay senderos para recorrer
el río, sólo pasarelas de metal
enrejado para no estropear el
sotobosque. Y por supuesto, no
está permitido salirse de ellas.
Ello permite ver muy de cerca la
fauna, variada y entretenida en lo
suyo. Ardillas, armiños, y hasta
osos (que no tuvimos la suerte de
ver ese año).
• Al principio decía que yo en
Alaska tenía pocas horas de
vuelo. Por el contrario, la falta
de caminos y la configuración
geográfica hacen que los lugareños utilicen muchísimo avionetas
como medio de transporte. La
mayoría de ellas están equipadas
con flotadores para poder acuatizar en cualquier espejo de agua.
Muy cerca del hotel donde pasamos la primera noche en Anchorage había un lago que era como
un aeropuerto múltiple de hidro
avionetas y no pasaban cinco
minutos sin que saliera o acuatizara alguna. Todo el contorno
del lago eran parcelas donde cada
propietario tenía amarrado su
avión. Muchas de ellas tenían,
además de un muelle pequeñito,
un galponcito metálico donde
guardaban herramientas y repuestos. Era como la cochera de la
avioneta.
Ya se sabe, todo viaje de pesca,
sobre todo si es extenso y además en sitios lejanos, purga las
relaciones personales, refuerza
vínculos, afianza y encadena
amistades. Y eso me pasó hace
dos años.
Nunca me arrepentiré de haber
ido y quizás haya sido por eso
mismo que tampoco quise volver
este último año.
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Juan Steconi “Red salmon en el Río Kenai”
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