El pensamiento musical medieval

Unidad didáctica 2
El pensamiento musical en la Edad Media
l concepto —y la expresión— de «Edad Media» fue creado por los humanistas
E
europeos del Renacimiento para referirse al período que separaba la Antigüedad clásica de la Modernidad que ellos mismos representaban. Su admiración
extrema por el arte y el pensamiento de los antiguos griegos y romanos y su deseo de
recuperarlos en una edad moderna los llevaron al desprecio por toda la etapa intermedia
entre ambos mundos, ignorando o rechazando todos los desarrollos artísticos, científicos y filosóficos de esa época. Sería mucho más tarde, ya en el siglo xix, cuando los
artistas y pensadores de Europa rescatarían esa «Edad Media» y la convertirían en un
período mítico de ideales caballerescos, amorosos y religiosos, en un enfoque tan erróneo como el de sus predecesores.
En realidad, el período que seguimos denominando medieval es una continuación
directa de la época clásica, sin presentar una ruptura clara. Pero en los aproximadamente mil años que atribuimos a esa época se sucedieron numerosos planteamientos
nuevos en cuanto al arte o al pensamiento, y también en cuanto al pensamiento musical. Aunque el pensamiento musical medieval fue en gran parte una prolongación del
antiguo, cuyas ideas principales quedaron «fosilizadas» durante siglos, hubo también
enfoques novedosos de esas mismas ideas; y, lo que es más importante, planteamientos
absolutamente nuevos, en especial en lo que respecta a la música práctica, tanto en sus
aspectos técnicos y sistemáticos como en la pedagogía musical; y, de manera aún más
relevante, en la escritura musical.
La Edad Media: desarrollo histórico
Aunque se suele señalar el año 476, fecha de la deposición del último emperador de
Occidente, como el comienzo de la Edad Media, en realidad esto fue solo la constatación
«oficial» de algo que llevaba sucediendo desde casi dos siglos antes: la ruptura entre el
Oriente romano —que denominamos bizantino— y el Occidente germanizado, en el que
las estructuras del Imperio habían desaparecido casi en su totalidad.
El período fundamenteal en este proceso de cambio fue el siglo iv, en especial durante los mandatos de los emperadores Constantino, al comienzo del siglo, y Teodosio,
al final. Ambos tomaron decisiones que influirían decisivamente el futuro del Imperio:
en el año 313, Constantino decretó el Edicto de Milán, por el que se permitía la libertad
religiosa y terminaban las persecuciones; hasta entonces Roma había sido bastante tolerante en materia religiosa, pero el culto al emperador y a ciertos dioses era obligatorio,
lo cual afectaba principalmente a las religiones monoteístas. El edicto fue especialmente beneficioso para el cristianismo, que por entonces comenzaba a extenderse entre las
clases altas del Imperio; a partir de este edicto, las conversiones entre la aristocracia
imperial fueron numerosas, convirtiéndose de hecho en la religión del Imperio; esto fue
ratificado en el año 392 por Teodosio, que proclamó el cristianismo como religión oficial.
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2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA
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SAJONES
ANGLOSAJONES
ESLAVOS
REINO DE
LOS TURIGIOS
REINO DE LOS FRANCOS
REINO DE
LOS SUEVOS
REINO DE
LOS OSTROGODOS
REINO DE
LOS VISIGODOS
LOMBARDOS
REINO DE
LOS GEPIDOS
BULGAROS
Roma
IMPERIO
ROMANO
DE
ORIENTE
REINO DE LOS VANDALOS
Ilustración 3: División política del Mediterráneo en torno al año 500
Fuente: Banco de imágenes del intef
(http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/).
Por otra parte, Constantino mandó edificar una ciudad sobre el emplazamiento de
la antigua Bizancio, junto al Bósforo, para convertirla en capital del Imperio. Esto era
la prueba definitiva de la decadencia de la ciudad de Roma, que desde tiempo atrás
había dejado de ser sede imperial. El traslado de la capitalidad a la nueva Constantinopla suponía un refuerzo de la zona oriental —griega— del Imperio en perjuicio de
la occidental latina. El deterioro de esta última se agravó tras la decisión de Teodosio,
a su muerte, de dividir el control del Imperio entre sus dos hijos: el mayor, Arcadio,
gobernaría como emperador desde Constantinopla y el segundo, Honorio, sometido
a su hermano, gobernaría Occidente, primero desde Milán y después desde Ravena.
Esta situación se mantendría oficialmente hasta 476, aunque Occidente experimentaría
una progresiva germanización, con el asentamiento de varios pueblos (principalmente
visigodos, ostrogodos y francos) que acabaría con su fragmentación en diversos reinos,
teóricamente sometidos al emperador romano de Oriente (Ilustración 3).
Esta situación se complicará a partir del siglo vii con la expansión del Islam tras
la muerte de Mahoma: el espacio del antiguo Imperio Romano se dividirá así en tres
zonas diferenciadas en lo religioso, lo político y lo cultural: el Imperio, de cultura griega
y religión cristiana ortodoxa; el mundo árabe musulmán; y el Occidente germano-latino
y católico.
Los primeros siglos de la Edad Media —conocidos habitualmente como «Alta Edad
Media»— se caracterizan en Occidente, además de por esta fragmentación, por una
progresiva ruralización, con el abandono de las ciudades y la desaparición de sus instituciones. La nobleza, principalmente guerrera a la manera germánica, se instala en
2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA
(a) Boecio
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(b) Guido d’Arezzo (izq.)
Ilustración 4: Los dos grandes teóricos medievales
el medio rural, en castillos y fortalezas aisladas. La única institución del Imperio que
permanece en pie es la Iglesia, cada vez más ruralizada también, con los monasterios
como focos importantes. La actividad cultural será competencia casi exclusiva de estos
monasterios, con lo que el peso de lo religioso sobre la cultura será importante.
Esta situación se mantiene prácticamente hasta el siglo xii, con momentos relevantes
de «renacimiento» cultural, como la corte de Carlomagno en Aquisgrán entre los siglos
viii y ix o el florecimiento del movimiento trovadoresco en Aquitania en el siglo xii.
A partir del siglo xi, no obstante, comienza una nueva etapa, la «Baja Edad Media»,
con una reurbanización progresiva: las instituciones culturales principales ya no serán
solo los monasterios, sino las catedrales y, de modo muy especial, las universidades, a
partir de la fundación de la de Bolonia en 1088; los nobles, especialmente los monarcas,
también se instalarán en palacios urbanos. Esto provocará un importante desarrollo
cultural que conducirá en definitiva al Renacimiento.
El pensamiento musical en la Edad Media
Alta Edad Media
Durante la Alta Edad Media no hay una ruptura importante con el pensamiento
musical anterior, salvo en la progresiva «cristianización» de sus teorías. Se mantienen
así la teoría de la armonía de las esferas (con la única modificación —importante— de
la intervención divina) y la teoría del ethos, que se relacionará ahora con los distintos
modos de la música medieval, especialmente la religiosa. El principal «responsable» de
esta continuidad es el filósofo romano Severino Boecio (ilustración 4a), cuyo tratado De
institutione musica fue ampliamente citado —y prácticamente copiado— durante toda
la Edad Media y mucho después.
La primera cuestión estrictamente medieval, que aparece ya en el siglo iv, es el de-
2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA
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bate sobre la conveniencia o no del uso de la música en las ceremonias religiosas: en
principio la postura dominante es contraria, por la sensualidad que aparece en la música; en palabras del escritor cristiano Lactancio:
El placer de los oídos se origina en la suavidad de las voces y de los cantos; e inclina
al vicio tanto como el de los ojos, como hemos dicho.
Frente a esta postura, otros, como Ambrosio de Milán o Agustín de Hipona («¿A quién
elevar este canto sino a Dios?»), defienden el uso de la música.
Otro debate central durante toda la Edad Media, herencia también del mundo antiguo, es la oposición entre música teórica y música práctica, definida en la época medieval con los términos de músico y cantor. El «músico» es el teórico que conoce los
fundamentos de la ciencia musical, especialmente su base matemática; el «cantor», por
su parte, es quien lleva a la práctica la música, como un oficio. El prestigio de la ciencia
y el desprecio por el trabajo manual que caracteriza buena parte del pensamiento medieval, hacen que se sitúe también por encima el papel del músico frente al del cantor; la
música, por otra parte, será parte de los estudios superiores de ciencias, el quadrivium,
junto con la aritmética, la geometría y la astronomía.
Por último, hay que tener en cuenta que el sistema de escritura musical que se había
utilizado desde el siglo iv ac deja paulatinamente de usarse a partir del siglo ii dc, lo
que lleva a desarrollar en la Alta Edad Media la idea de que la música reside solo en la
memoria y es por tanto un ejemplo de la fugacidad. En palabras de Isidoro de Sevilla,
Si los sonidos no se retienen en la memoria humana, perecen, ya que no pueden
escribirse.
Baja Edad Media
Las teorías indicadas se siguen manteniendo sin apenas modificación durante toda
la Edad Media, casi siempre repitiendo literalmente las palabras de Boecio. Sin embargo, a partir del siglo ix comienza una nueva línea en los planteamientos musicales que
tendrá un peso decisivo en los últimos siglos medievales: se trata de la importancia dada a la música práctica, tanto en sus aspectos más técnicos (sistema musical) como en
los didácticos, entre los que se incluiría el interés cada vez mayor por desarrollar una
notación musical adecuada.
En el primer aspecto hay que partir de los tratados anónimos Musica enchiriadis y
Scolica enchiriadis, ambos del siglo ix, que junto con los libros de Hucbaldo inauguran
toda una serie de tratados musicales que llegará hasta el mismo Renacimiento. En todos
estos tratados se incluyen habitualmente las teorías antiguas sobre la música, pero su
planteamiento central es siempre la sistematización de la música de su época, clasificada en modos a los que se suele atribuir un ethos determinado. Tratan también aspectos
referentes a la interpretación musical, como el uso de la ornamentación y de la polifonía
improvisada.
En la misma línea, y con unas características pedagógicas importantes, hay que situar la obra del Guido d’Arezzo (siglo xi, ver ilustración 4b), que desarrolló un sistema
didáctico basado en hexacordos en que cada nota estaba asociada a una sílaba mnemotécnica (la base del actual solfeo), así como un sistema organizado de notación musical
que se impuso rápidamente y que evolucionó después hasta el sistema actual.
Por último, el debate sobre la conveniencia de la música que se originó en el siglo
iv, continuará en la Baja Edad Media asociado ahora al desarrollo de la polifonía y sus
diferentes estilos, considerados en ocasiones como inadecuados para su uso litúrgico.
Textos
Los textos seleccionados se pueden dividir cronológicamente en dos grupos: los cuatro primeros corresponden a la Alta Edad Media y son obra de tres
de los grandes escritores sobre música del período; en ellos aparecen todas las
teorías antiguas y medievales sobre la música.
Los otros cuatro textos pertenecen a la Baja Edad Media; tres de ellos (los
números 5, 6 y 7) abordan aspectos de la práctica musical; el último es un compendio, de nuevo, de todas las teorías antiguas y medievales, pero presenta
ya ideas renacentistas, que pueden descubrirse más o menos escondidas en el
texto.
Texto 2.1
Agustín de Hipona (354-430), Comentarios a los salmos
Agustín de Hipona es uno de los denominados «Padres de la Iglesia», es
decir, los primeros pensadores que desarrollaron en sus escritos la filosofía del
cristianismo. Nació en Tagaste (actualmente Souk Ahras, Argelia) y estudió en
Cartago. Inicialmente pagano, se convirtió al cristianismo durante su estancia
en Milán, donde conoció al obispo Ambrosio; él mismo llegó a ser obispo de
Hipona (actualmente Annaba, Argelia). Su vida fue larga; a su final, mientras
Agustín agonizaba, los vándalos sitiaban la ciudad de Hipona, que pronto caería en su poder. Fue canonizado por la iglesia católica.
En sus numerosos escritos hay constantes referencias a la música; incluso
escribió un tratado completo, De musica, del que solo se conserva una parte.
En el texto que sigue, Agustín defiende y aconseja el uso de la música en
los cantos religiosos, frente a la opinión general de los obispos de su época.
He aquí que Él casi te da el tono de la melodía a cantar: no vayas en busca del texto,
como si pudieses traducir en sonidos articulados un canto en el que Dios se recree.
Canta en el júbilo. Cantar con arte a Dios consiste en eso: cantar en el júbilo. ¿Qué
significa cantar en el júbilo? Comprender y no saber explicar en palabras lo que se canta
con el corazón. Aquellos que cantan durante la siega, o durante la vendimia, o durante
cualquier otro trabajo, primero advierten el placer que suscita el texto de los cantos, pero
más tarde, cuando la emoción crece, sienten que no pueden expresarla en palabras y
entonces se desahogan en una sola modulación de notas. Este canto lo denominamos
júbilo.
El júbilo es esa melodía con la que el corazón expresa todo lo que no puede expresar
con palabras. ¿Y a quién elevar este canto sino a Dios? En efecto, Él es lo que tú no
puedes expresar. Y si no lo puedes expresar y tampoco callarlo, ¿qué otra cosa puedes
hacer más que jubilar? Entonces el corazón se abrirá a la alegría, sin utilizar palabras, y
la grandeza extraordinaria de la alegría no conocerá los límites de las sílabas. Cantadle
con arte en el júbilo.
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Texto 2.2
Agustín de Hipona, Sobre la música
En este segundo texto, que pertenece a su tratado de música, Agustín explica una definición de música que sería repetida durante siglos por los tratadistas
occidentales. Al final se plantea también el conflicto entre músico y cantor.
—Pero ya está bien de preocuparnos del nombre en absoluto. Investiguemos ahora,
si te parece, con la mayor exactitud que podamos, la esencia y naturaleza de esta ciencia,
como quiera sea.
—Investiguemos, sí. Pues cualquiera cosa que ello sea, mucho deseo conocerlo del
todo.
—Define, pues, la Música.
—No me atrevo.
—¿Puedes al menos juzgar mi definición?
—Intentaré, si la dices.
—Música es la ciencia de modular bien. ¿No te parece?
—Me parecería, quizá, si me fuese evidente qué es la modulación en sí. [...]
—La Música es el arte del movimiento ordenado. Y se puede decir que tiene movimiento ordenado todo aquello que se mueve armoniosamente, guardadas las proporciones de tiempos e intervalos (ya, en efecto, deleita, y por esta razón se puede denominar ya modulación sin inconveniente alguno); pero puede ocurrir, por otra parte,
que esa armonía y proporción cause deleite cuando no es necesario. Por ejemplo, si alguien que canta con voz dulcísima y danza con gracia quiere con ello causar diversión,
cuando la situación reclama seriedad, no emplea bien, por cierto, la modulación armoniosa; es decir, puede afirmarse que tal artista emplea mal, o sea, inconvenientemente,
ese movimiento, que es ya bueno por el hecho de que es armonioso. De ahí que una
cosa es modular; otra, modular bien. Pues es preciso considerar que la modulación es
propia de todo cantor, con tal que no se equivoque en las medidas de las palabras y
de los sonidos; pero la buena modulación pertenece a esta disciplina liberal, es decir, a
la Música. Y si no te parece bueno aquel movimiento, porque está fuera de propósito,
aunque reconozcas que es armonioso según las normas del arte, mantengamos nuestro
principio que en todas partes hay que observar, para que no nos atormente el debate
por una palabra, cuando la cosa está bastante clara; y nada nos preocupe si la música
se define como el arte de modular o el arte de modular bien.
—Prefiero, por cierto, dejar a un lado y tener en poco las disputas sobre palabras;
sin embargo, no me desagrada esa distinción.
—Falta que investiguemos por qué ocurre en la definición el vocablo ciencia.
—Hagámoslo, pues tengo en mente que lo exige el orden.
—Responde, pues. ¿Te parece que el ruiseñor modula bien su voz en la estación
primaveral del año? Pues aquel canto suyo es armonioso y dulcísimo, y si no me engaño,
conviene a ese tiempo.
—Me parece, de todo en todo.
—Pero ¿conoce el ruiseñor esta arte liberal?
—No.
—Ves, en consecuencia, que la noción de ciencia es muy necesaria a la definición.
—Lo veo, enteramente.
—Dime, por tanto, te lo ruego: ¿no te parecen semejantes al ruiseñor aquel cuantos,
guiados por cierto instinto, cantan bien, es decir, lo hacen armoniosa y suavemente,
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aunque no pueden dar respuesta alguna a quien les pregunta sobre los ritmos en sí o
sobre los intervalos de los sonidos agudos y graves?
—Pienso que se parecen muchísimo.
—¿Qué diremos de aquellos que, sin tener esta ciencia, los escuchan gustosamente? Cuando vemos que los elefantes, los osos y algunas otras especies de animales se
mueven al ritmo del canto, y que hasta las aves mismas se deleitan en sus propias voces
(pues si en ellos no hubiese, además, algún provecho, no harían esto tan intensamente
sin placer alguno), ¿no habrá que compararlos a estos animales?
—Así lo estimo.
Texto 2.3
Boecio (470-524), Tratado de música.
Severino Boecio, el más relevante teórico musical en el tránsito de la Antigüedad a la Edad Media, fue un alto funcionario de la corte ostrogoda, que
terminó condenado a muerte por su rey, Teodorico. En la cárcel escribió su obra
más famosa, El consuelo de la filosofía.
Boecio proyectó realizar un gran compendio de las ciencias de su época,
llamadas entonces artes liberales. Aunque el proyecto no se concluyó, sí redactó
algunos tratados, entre ellos el referido a la música. Este tratado se convirtió
en libro de cabecera de todos los teóricos musicales durante la Edad media y
el Renacimiento, y sus contenidos fueron repetidos casi literalmente durante
siglos.
En el comienzo del tratado, Boecio realiza una clasificación de las partes de
la música que se haría tópica posteriormente. Este es el texto que sigue.
Aquel que escribe de música debe saber exponer en primer lugar las partes en que
los estudiosos han subdividido la materia. Estas son tres: la primera está formada por
la música del universo (mundana); la segunda por la música humana, y la tercera por
la música instrumental, como la de la cítara, de las flautas y de los demás instrumentos
con los que se puede obtener una melodía.
La música del universo, que hay que estudiar sobre todo en los cielos, es resultado de
la unión de los elementos o de la variación de las estaciones. ¿Cómo podría moverse en
carrera muda y silenciosa el mecanismo del cielo tan veloz? A pesar de que tal sonido
no llegue a nuestro oído —y ello sucede necesariamente por múltiples razones— el
movimiento rapidísimo de cuerpos tan enormes no puede darse sin sonido alguno,
especialmente porque los movimientos orbitales de los astros están vinculados en una
relación tan perfecta que no se puede imaginar nada más compacto y proporcionado.
En efecto, algunos se mueven más arriba y otros más abajo, girando todos ellos con
un impulso tan bien combinado que sus diferentes velocidades dan lugar a un orden
racional en los movimientos. Por ello no puede ser ajeno a este movimiento rotatorio de
los cielos el orden racional en la modulación de los sonidos. [...]
Todos pueden comprender lo que significa la música humana examinándose a sí
mismos. En efecto, ¿qué une al cuerpo la incorpórea vitalidad de la mente sino una
relación ordenada, como si se tratase de una justa combinación de sonidos graves y
agudos para producir una única consonancia? Además, ¿qué podría asociar entre sí las
partes del alma, la cual —según la doctrina de Aristóteles— es resultado de la fusión de
lo irracional con lo racional? Y también: ¿qué podría mezclar los elementos del cuerpo
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y combinar sus partes con una relación ordenada? Pero de esto también trataremos más
adelante.
La tercera parte de la música es la que se considera propia de algunos instrumentos.
Es producida por la tensión, como en la cuerda; por el aire, como en las flautas, o en
otros instrumentos activados por el agua; por la percusión, como en los instrumentos
cuya concavidad es golpeada con una maza de bronce, dando lugar a sonidos diversos.
Texto 2.4
Isidoro de Sevilla (559-636), Etimologías
Isidoro pertenecía a una rica familia hispanorromana de Cartagena, con
lazos familiares también con la familia real visigoda. Sucedió a su hermano
Leandro en el arzobispado de Sevilla, ciudad en la que se había asentado la familia tras la conquista bizantina de Cartagena. Al igual que su hermano, ejerció
una gran influencia en los asuntos políticos y religiosos de su época, y presidió
varios concilios, entre ellos el concilio toledano en que se unificó el ritual —y
por tanto el canto— que conocemos como visigótico o mozárabe.
La obra principal de Isidoro fueron las Etimologías, especie de enciclopedia
en que pretendía reunir todo el saber de su época, tal como se podía abarcar en
el occidente del antiguo imperio. En este libro hay, naturalmente, una sección
dedicada a la música, a la que pertenecen los siguientes párrafos.
Por este afán de reunir el saber de su época, en 2001 fue declarado patrono
de Internet por el papa Juan Pablo II.
La música es la pericia en la modulación, y consiste en sonido y canto; se le llama
música por derivación de las musas; su sonido, al percibirse por los sentidos, fluye en
el pasado y se graba en la memoria, por lo cual los poetas afirmaron que las musas eran
hijas de Júpiter y Memoria. Pues si los sonidos no se retienen en la memoria humana,
perecen, ya que no pueden escribirse.
Moisés dice que el inventor del arte musical fue Júbal, de la estirpe de Caín, anterior al diluvio. Los griegos, por su parte, dicen que Pitágoras la descubrió primero, a
partir del sonido de los martillos y de la percusión de cuerdas. Otros hacen brillar los
primeros en el arte musical a Lino de Tebas, Zeto y Anfión. Tras ellos, esta disciplina se
desarrolló poco a poco y de modos diversos; desconocer la música era tan de ignorantes
como desconocer las letras. Aparecía no solo en ceremonias religiosas, sino en todas las
celebraciones, tanto alegres como tristes. Pues al igual que se cantaban himnos en las
celebraciones divinas, también se cantaban himeneos en las bodas, y en los funerales
trenos y lamentos con flautas. Por su parte, en los banquetes circulaba la lira o la cítara,
y a cada comensal le correspondía un tipo convivial de canto.
[...] Las partes de la música son tres: armónica, rítmica y métrica. La Armónica es la
que diferencia los sonidos agudos y graves. La Rítmica es la que investiga la sucesión
de las palabras, y si se unen con sonido bueno o malo. La Métrica es la que trata de la
medida de los diversos metros con cálculo aceptable, como por ejemplo el heroico, el
yámbico, el elegíaco, etcétera.
Todo sonido que es materia de las cantilenas es por su naturaleza de tres especies:
en primer lugar la armónica, que consiste en los cantos de las voces; en segundo, la
orgánica, que consiste en el soplo; en tercero, rítmica, que recibe la medida de la pulsación de los dedos. Pues el sonido se produce por medio de la voz, como en la boca;
o del soplo, como en la trompeta o la flauta; o de la pulsación, como en la cítara; o de
cualquier otra cosa que suene al ser golpeada.
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Texto 2.5
Guido d’Arezzo (995-1050), Epístola sobre el canto desconocido
Guido d’Arezzo fue un monje benedictino dedicado especialmente a la
música como cantor, teórico y pedagogo musical. Escribió numerosas obras que
abarcaban la teoría y la práctica musicales de su época, tanto en monodia como
en polifonía. Desarrolló un sistema de escritura musical que está en la base de
la notación actual, y diversas prácticas didácticas que son el origen del solfeo
posterior. En la epístola De ignoto cantu muestra cómo se puede interpretar un
canto que no se ha oído ni memorizado previamente.
Así pues, si quieres guardar en la memoria un sonido o neuma, de modo que, en
cualquier lugar y con cualquier canto, conocido o desconocido (como podría ocurrir)
puedas entonarlo al instante y sin dudar, debes anotar dicho sonido o neuma al comienzo de alguna melodía muy conocida; de este modo, reteniendo en la memoria cada uno
de los sonidos, dispondrías inmediatamente de la melodía que comienza con aquel sonido. Podría ser esta melodía, que yo utilizo con mis alumnos, tanto los que comienzan
como los más avanzados:
C
D
F
DE D
D
D
C
D
E E
Ut queant laxis
Resonare fibris
EF
F
GE DE C
D
G
a
G
FD D
Mira gestorum
Famuli tuorum
GaG FE
a
F
G
D
Solve polluti
GF
ED C
E
G a F
Ga a
Labii reatum
D
Sancte Iohannes
¿No ves que en esta melodía cada una de sus seis partes comienza con un sonido
diferente? Si se aprende con este método el comienzo de cada una de las partes, de
modo que en cualquier momento se pueda comenzar cualquiera de ellas sin dudar,
podría entonarse fácilmente cualquiera de los seis sonidos adecuadamente en cuanto
se viera.
Texto 2.6
Hildegard de Bingen (1098-1179), Epístola a los prelados de Maguncia
Hildegard de Bingen es uno de los personajes más fascinantes de la Edad
media. Fue abadesa del convento de Rupertsberg, que ella misma había fundado. Sus dedicaciones fueron muy diversas: era experta en botánica, medicina y
otras ciencias; escribió numerosos libros de visiones proféticas que le valieron
el sobrenombre de Sibila del Rin; fue consejera de papas, obispos, emperadores
y reyes; compuso numerosas piezas musicales y obras teatrales con música. En
su amplio epistolario, dirigido a numerosas personalidades de su época, trata
muy diversos temas.
La epístola a los prelados de Maguncia surge de una situación concreta: este
obispado, al que pertenecía el convento de Rupertsberg, había prohibido a la
comunidad cantar el oficio, tras un conflicto por el entierro en sagrado de un
excomulgado. La abadesa responde haciendo una contundente defensa de la
música.
2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA
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Y vi algo más —pues en obediencia vuestra hemos dejado de cantar el Divino Oficio,
celebrándolo solo con la lectura en silencio— y oí una voz que venía de la luz viva,
hablando de las diversas formas de alabanza de las que habla David en los Salmos:
«Alabadlo con el sonido de la trompeta, alabadlo con el salterio y la cítara, alabadlo
con el tímpano y el coro, alabadlo con las cuerdas y el órgano, alabadlo con los sonoros
címbalos, alabadlo con los címbalos del júbilo. Que todo espíritu alabe al Señor». [...]
Cuando nos esforzamos seriamente en alabarlo, rememoramos cómo buscó el hombre
la voz del Espíritu vivo, que Adán perdió por su desobediencia [...] Pues Adán perdió
esa semejanza con la voz angélica que tuvo en el Paraíso, y así se durmió esa ciencia
musical de que estaba dotado antes de su pecado. Pero Dios, que repone las almas
de los elegidos en su estado original de felicidad por la luz de la verdad, forjó en su
sabiduría esto: que cuando el Espíritu, con una infusión profética, renovara el corazón
de muchos, recobraran estos por esta iluminación interior todo lo perdido de lo que
poseía Adán antes del castigo.
Y para que la humanidad, más que rememorar el destierro de Adán, fuera despertada también a estas cosas —la divina dulzura y la alabanza que había disfrutado Adán
antes de su caída—, los mismos profetas, enseñados por el Espíritu que habían recibido,
no solo compusieron salmos y cánticos, que se cantarían para encender la devoción de
quienes los oyeran, sino que también inventaron diversos instrumentos del arte musical, que serían tocados con gran variedad de sonidos. Lo hicieron para que los oyentes,
tanto por el sonido de estos instrumentos como por el sentido de las palabras cantadas
con su acompañamiento, fuesen educados en asuntos del interior, impulsados y espoleados por objetos exteriores. Hombres sabios y aplicados imitaron a estos santos profetas e inventaron numerosos tipos de instrumentos humanos, de modo que pudieran
hacer música para el deleite de sus almas y adaptar lo que cantaban con las pulsaciones
de sus dedos, como rememorando que Adán fue formado por el dedo de Dios (que es
el Espíritu Santo); ese Adán en cuya voz, antes de su caída, residía el sonido de toda
armonía y la dulzura de todo el arte musical; y si hubiera permanecido en el estado en
que fue creado, la fragilidad de los hombres mortales no podrían soportar la potencia
y sonoridad de su voz. [...]
Por tanto, quienes sin una razón segura y de peso imponen silencio en la iglesia en
materia de cantos de alabanza a Dios, y privan así injustamente a Dios de su alabanza en
la tierra, serán asimismo privados de la participación en las alabanzas angélicas que se
oyen en el Cielo, salvo que hagan reparación por arrepentimiento sincero y penitencia
humilde.
Texto 2.7
Juan XXII (Jacques Duèze, 1249-1334), bula Docta Sanctorum Patrum, 1325
Hacia 1320 comienza el período que conocemos como Ars Nova, denominación derivada de varios tratados musicales de la época, principalmente el de
Philippe de Vitry. El carácter innovador de la música del momento, especialmente en la música religiosa, molestó a algunas autoridades eclesiásticas. Fruto
de este malestar es la bula papal a la que pertenecen estos fragmentos.
Algunos discípulos de la nueva escuela, demasiado ocupados en dividir la medida
del tiempo, tratan de descubrir nuevas notas, prefiriendo trazar sus propios caminos
antes que continuar cantando a la antigua usanza. Así, los Oficios Divinos se cantan
ahora en semibreves y mínimas, sazonados con notas pequeñas. Además, cortan las
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melodías con hoquetus, las aliñan con discanto, e incluso cantan tripla y moteti en lengua
vulgar.
La multitud de sus notas borra los sencillos y equilibrados razonamientos mediante
los cuales en el canto llano se distingue una nota de otra. Se apresuran y no descansan
jamás, embriagan los oídos y no se preocupan de las almas; imitan con gestos aquello
que tocan, de modo que se olvida la devoción que se buscaba y se muestra esa relajación
que debía ser evitada.
[...] Ordenamos estrictamente que de ahora en adelante nadie intente seguir estos
métodos o cualesquiera similares en los dichos Oficios.
Texto 2.8
Marchetto de Padua (1274-1326), Lucidarium
Marchetto, cantor y compositor, es también el principal teórico del Trecento, que corresponde en Italia al Ars Nova de Francia. Entre sus muchos tratados destacan el Lucidarium, sobre canto llano, y el Pomerium, sobre polifonía.
En sus escritos aparecen los tópicos medievales sobre la música, pero empieza a intuirse una nueva orientación que dará paso más tarde al Renacimiento
musical.
En este primer texto, Marchetto plantea la antigua cuestión de la diferencia
entre músico y cantor.
Se define músico, según Boecio, a aquel que posee la facultad de juzgar acerca de
los modos, de los ritmos y de los géneros de las cantilenas según la reflexión y la racionalidad de la ciencia musical. En efecto, todo arte o disciplina tiene naturalmente
en mayor cuenta la razón que no la actividad ejercida con las manos y con el obrar del
artista. Por tanto, el músico conoce las posibilidades y la racionalidad de las proporciones musicales, y mediante esto (no únicamente mediante el sonido) juzga. El cantor es,
en cambio, como un instrumento del músico, instrumento en el cual opera el artista, o
sea, el músico, realizando prácticamente lo que ya había conocido con la razón. Por eso,
el músico es, con respecto al cantor, como el juez con respecto al pregonero: en efecto,
el juez emite una ordenanza y dispone que se publique por medio del pregonero. Así
ocurre con el músico y con el cantor: el músico conoce, siente, discierne, selecciona,
ordena y compone todo lo que concierne a la ciencia, y dispone que sea realizado en
forma práctica por el cantor como mensajero suyo.
En este otro fragmento del mismo libro, Marchetto resume los principales
temas del pensamiento musical medieval, utilizando el argumento de autoridad tan habitual en los escritos de la Edad Media.
La música es la más bella de las artes, por lo que Remigio escribió que la grandeza
de la música alcanza a todo ser, vivo o no; los coros de ángeles, arcángeles y todos los
santos cantan ante la mirada de Dios diciendo sin fin «Santo, Santo».
Boecio escribió en su prólogo que nada es tan propio de la humanidad como relajarse con los modos dulces y alterarse con los contrarios; y esto no solo sucede en una
edad o un estado, sino que se extiende a todas las edades y todos los estados, y tanto los
niños como los jóvenes y los viejos coinciden en un mismo afecto espontáneo hacia los
modos musicales, de manera que no hay ninguna edad que rechace el deleite de una
dulce melodía.
2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA
22
Entre todos los árboles, el de la música es el más admirable: sus ramas están hermosamente proporcionadas por números, sus flores son las especies de consonancias, sus
frutos las dulces armonías efecto de esas mismas consonancias.
De ella dice Bernardo que la música es lo único en el universo cuya grandeza, por
designio divino, sujeta, mueve y contiene todo lo que se mueve en el cielo y lo que hay
en la tierra y el mar, y en la voz de hombres y animales y lo que aumenta en años, días
y épocas.
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