EL ACTO DE LA VOLUNTAD un nuevo enfoque de psicología humanista Roberto Assagioli El enorme poder que el hombre contemporáneo tiene sobre la naturaleza, y las maravillas que ha creado a través del progreso de la técnica son hechos indudables. NO obstante, ese hombre capaz de conquistar el espacio y controlar las grandes energías eléctricas es incapaz de tomar conciencia de su verdadero yo y dominar sus propias emociones, impulsos y deseos. Uno de os males más graves que afligen a nuestra civilización es este gran abismo entre los poderes internos y externos del hombre. El acelerado ritmo de vida, la necesidad cada vez más apremiante de satisfacer necesidades impuestas por una sociedad de consumo y el complicado engranaje económico y social que aprisionan actualmente al hombre, demandan más su energía, sus funciones mentales y su voluntad. Para Roberto Assagioli, el remido a estos males radica en la simplificación de la vida exterior y el desarrollo de los poderes internos. En este volumen, el autor describe las cualidades de la voluntad y sus distintos aspectos, las fases del acto volitivo y su destino, con el propósito de guiar al hombre modernos en la experiencia existencial de querer de una manera totalmente consciente y clara. El ACTO DE LA VOLUNTAD- portadilla Traducción y revisión técnica Instituto Mexicano de Psicosíntesis- pagina izquierda Pagina derechaRoberto Assagioli EL ACTO DE LA VOLUNTAD Un nuevo enfoque de psicología humanista pagina izquierda Catalogación en la fuente Assagioli, Roberto El acto de voluntad: un nuevo enfoque de psicología humnaista- México: Trillas, 1989, Traducción de: The act of will Incluye bibliografía e indices PREFACIO Todos pueden tener, o han tenido, la experiencia existencial de “querer” - pero generalmente sin darse cuenta por completo o sin entenderla con claridad. Este libro se escribió como introducción y guía para tal experiencia, y como manual de “entrenamiento”. Trata de ser un instrumento para el estudio, el desarrollo y el uso de la voluntad. NO considera solamente como obra la voluntad habitualmente, sino también como puede obrar de la mejor manera. Describe las cualidades de la voluntad y sus distintos aspectos;las fases del acto volitivo y los fines hacia los cuales puede ser dirigido. Es, en gran parte, un estudio fenomenológico basado en mi experiencia y en las declaraciones y los retos de mis pacientes, estudiantes y colegas en el curso de muchos años. La suma de los datos empíricos reunidos de esta manera, da una base segura para describir los distintos métodos, técnicas y ejercicios para educar la voluntad y usarla en forma más apropiada para todos los niveles existenciales, desde el nivel personal al transpersonal, hasta entrar en la esfera donde la voluntad individual se funde con al voluntad universal. Este volumen es también una introducción al estudio del acto volitivo desde el punto de vista de los más recientes avances en psicología -se puede decir, la psicología existencial, humanista y transpersonal-, aunque tiene raíces en varias obras anteriores. Puesto que el tema es tan estimulante, lo he puesto en el estilo más simple posible. Pero a veces esta simplicidad es engañosa. Pienso que además de leer este libro como una obra que contiene información interesante, se puede obtener beneficio de él estudiándolo profundamente, ejercitándose en las distintas técnicas y aplicándolas a la vida diaria. Los capítulos sobre Amor y Voluntad, la Voluntad Transpersonal y la Voluntad Universal podrían ser objeto de especial atención, ya que el tema es nuevo para muchos lectores. Deseo demás, hacer notar que las repeticiones se hicieron a propósito y tienen el fin de llamar la atención, y que las notas en varias partes del texto pueden ayudar a captar tanto la multiforme naturaleza del tema como su unidad fundamental. En lo que respecta al lenguaje, el lector encontrará la palabra “voluntad” usada como sustantivo desde el principio hasta el fin. Esto se hizo para simplificar el texto. Sin embargo, conviene observar desde el principio que ninguna afirmación “metafísica” se hace a favor o en contra de la idea de que la “voluntad” existe. Mi acercamiento, tratando del “acto de la voluntad” y de “aquellos que quieren” es empírico y fenomenológico. Su base es la Psicosíntesis, ya sea personal o transpersonal: un proceso de crecimiento que se basa en la integración armónica de todos los aspectos de la personalidad alrededor del yo, centro de conciencia y de voluntad. Asi, este libro puede considerarse como una continuidad de mi libro Principios y métodos de la Psicosíntesis terapéutica*, en el cual el tema de la voluntad había sido introducido brevemente. Tengo fe y esperanza en que puede ser un compañero útil para todos aquellos que quieran desarrollar la voluntad y hacer un buen uso de ella. Todavía hay mucho por hacer y al final propongo, en el “proyecto de voluntad (tercera parte)”, un plan general para que tanto los individuos como los grupos continúen el trabajo de investigación. De esto hay mucha necesidad hoy en día, debido a la poca atención que desgraciadamente se da al estudio de la voluntad, y por el mal uso que se hace de ella, si se considera lo importante que es su uso correcto, para lograr despertar las potencialidades del yo y la autorrealización, y para resolver los grandes problemas humanos. Deseo ahora expresar mi gratitud a todos los que colaboraron en la realización de este libro. En primer lugar, a mis estudiantes, pacientes, y colaboradores que leyeron fragmentos del manuscrito repetidas veces, y ofrecieron sus consejos, sugerencias y ayuda. De este gran grupo quiero mencionar especialmente a Stuart Miller, editor de la seria Esalen-Viking, de quien aprecié profundamente los comentarios agudos, sugerencia y contribuciones;a James Vargiu, quien estudió profundamente el manuscrito y contribuyó con material y consejos valiosos; a Susan Vargiu, que reordenó el texto original. Otros a quienes con placer reconozco estar en deuda son el doctor Piero Ferrucci. También a Ida Palombi, vicepresidente del Instituto de Psicosíntesis de Florencia, y a mi amigo Kenneth Leslie Smith agradezco su valiosa colaboración. Con buena voluntad y fe en que el desarrollo de la voluntad pueda tener un papel definitivo en el nacimiento de un nuevo periodo de colaboración humana, dejo el próximo paso al lector. *Que de ahora en adelante citaré simplemente con el título de Psicosíntesis. INDICE DE CONTENIDO Prefacio................................................................................................................................5 Primera parte. La naturaleza de la voluntad cap. 1 Introducción....................................................................................................................11 La simplificación de la vida externa, 12. El Desarrollo de las facultades interiores del hombre, 13. cap. 2. La experiencia existencial de la voluntad......................................................................14 cap. 3. Las cualidades de la voluntad........................................................................................22 Energía-dinamismo-intensidad, 23. Dominio-control-disciplina, 24. Concentración convergencia - atención - focalización, 26. Determinación-decisión-resolución-presteza, 28. Perseverancia-resistencia-paciencia, 29. Iniciativa-valor (ánimo, entrega)- audacia, 30. Organización-integración-síntesis, 31. cap.4. La voluntad fuerte...........................................................................................................34 Ejercicios para reforzar la voluntad, 35. Práctica de la voluntad, 36 cap.5. La voluntad sabia: leyes psicológicas............................................................................42 Elementos psicológicos, 43. Fuerzas psicológicas, 44. cap.6.Aplicaciones prácticas de la voluntad sabia....................................................................56 Reconocer el valor de la voluntad, 56. Técnica de la sustitución, 57. Respiración y alimentación psicológica, 58. Técnica d ellas palabras evocadoras, 63. Técnicas del “actuar como si”, 65. cap.7. La voluntad buena..........................................................................................................69 cap8. Amor y voluntad..............................................................................................................74 Tipos de amor, 74. Relaciones entre el amor y la voluntad, 77. El principio y la técnica de la síntesis, 81. cap.9. La voluntad transpersonal.............................................................................................85 Trascendencia a través del amor transpersonal, 92. Trascendencia a través de la acción de transpersonal, 93. Trascendencia a través de la belleza, 93. Trascendencia a través de la autorealización, 94 cap.10. La voluntad universal..................................................................................................97 Segunda parte. Los estadios de la voluntad cap.11.De la intención a la realización................................................................................... 107 cap.12. Propósito, evaluación, motivación, intención............................................................ 111 cap.13.Deliberación, elección y decisión............................................................................... 118 Función inhibidora de la voluntad, 119. Deliberación, 120. Inspiración e intuición, 121. Consultar con otros, 123. Dar consejos, 124. Deliberación colectiva, 126. Diferencias individuales, 127. Elección, 128. cap.14. Afirmación................................................................................................................ 131 Las técnicas de la afirmación, 132. Palabras y frases de poder, 136. cap.15. Planificación y programación................................................................................... 137 Una nota sobre la Psicosíntesis social, 142 cap.16. La dirección dela ejecución........................................................................................ 145 Tercera parte. Epílogo cap.17. Voluntad gozosa..................................................................................................... 153 cap.18.Proyecto de la voluntad.......................................................................................... 156 Introducción al proyecto de la voluntad, 156. Proyecto de la voluntad, 157. Apéndice 1. Ejercicio de auto identificación....................................................................... 161 Ejercicio de identificación, 163. Apéndice 2. Pensamiento y meditación...........................................................................167 Meditación reflexiva, 167. Meditación receptiva, 171. Meditación creativa, 175. Apéndice 3. Cuestionario sobre la voluntad....................................................................178 Apéndice 4. Reconocimiento histórico............................................................................180 Apéndice 5. Psicología diferencial..................................................................................191 Psicología de las características o de los factores, 191. Tipología, 192. El individuo únicopsicología ideográfica, 199. Referencias....................................................................................................................203 Indice onomástico..........................................................................................................209 Indice analítico..............................................................................................................211 PRIMERA PARTE La naturaleza de la voluntad 1 Introducción Si un hombre de alguna civilización pasada – digamos un griego antiguo o un romano – apareciera de improviso entre la humanidad de hoy, probablemente sus primeras impresiones lo llevarían a considerarla como una raza de brujos y semidioses. Pero si ese hombre fuera un Platón o un Marco Aurelio, y se rehusara quedar deslumbrado por las maravillas creadas por el progreso técnico, si examinara las condiciones humanas más atentamente, sus primeras impresiones darían lugar a un gran desaliento. En poco tiempo él se daría cuenta de que si bien el hombre ha adquirido un enorme poder sobre la naturaleza, el conocimiento de su ser interior, y el control sobre sí mismo son bastante limitados. Comprendería que este moderno “ brujo”, capaz de bajar al fondo del océano y de lanzarse a la luna, es muy ignorante de lo que sucede en las profundidades de su inconsciente y es incapaz de llegar a los niveles luminosos del super-consciente y tomar conciencia de su verdadero Yo. Vería cómo este hombre, que parece un semidiós, que controla las grandes energías eléctricas con un movimiento del dedo, y que inunda el aire de sonidos y de imagen para el pasatiempo de millones de personas, es incapaz de manejar sus emociones, sus impulsos y sus deseos. Muchos escritores, entre ellos Toynbee,han hecho notar que este gran abismo entre los poderes internos y externos del hombre, es una de las causas más importantes y profundas de los males individuales y colectivos que afligen nuestra civilización, y amenazan gravemente su futuro. El hombre ha tenido que pagar un alto precio por sus conquistas materiales. Su vida se ha vuelto más rica, mas completa y mas estimulante, pero al mismo tiempo mas complicada y mas extenuante. Su ritmo cada vez se vuelve mas rápido, las oportunidades que tiene de satisfacer sus deseos, y el complicado engranaje económico y social en el que ese ha aprisionado, demandan cada vez mas su energía, sus funciones mentales, sus emociones y su voluntad. Como una prueba de esto basta observar la jornada del hombre de negocios promedio, del político, de la mujer profe sionista o del ama de casa. Muchas veces no tiene el hombre en ´si mismo la posibilidad de luchar contra las dificultades y las trampas de este estilo de vida. Su resistencia puede romperse frente a las presiones, la confusión y las vicisitudes que se le imponen. El malestar que deriva de esto lleva al desaliento, a frustraciones cada vez mayores, y a hasta a la desesperación. El remedio para estos males, que consiste en acortar la enorme distancia entre los poderes internos y externos del hombre, ha sido y debe ser buscado en dos direcciones: la simplificación de la vida exterior y el desarrollo de los poderes internos. Examinemos de qué modo y hasta qué punto estos dos procedimientos pueden proveer los remedios necesarios. LA SIMPLIFICACION DE LA VIDA EXTERNA Aún antes de que naciera y se desarrollara la tecnología moderna, ya había nacido como respuesta las crecientes complicaciones y artificialidad de la civilización, una tendencia hacia la simplicidad. Sus mayores representantes fueron Jean -Jacques Rousseau,con su invitación a regresar a la naturaleza, y Thoreau, quien renunció a los beneficios de la ;civilización; y se retiró a vivir una vida sencilla y solitaria, que describe tan bien el Walden. Recientemente, la desilusión por los “milagros” en las conquistas tecnológicas, ha explotado en violentas y cada vez mas amargas acusaciones contra toda la estructura de la civilización moderna, en un rechazo total del actual “modo de Vida”. Hasta cierto punto, simplificar la vida es posible y deseable. Todos somos capaces, en parte, de resistir a las lisonjas y al ritmo de la vida moderna: eliminar muchas complicaciones innecesarias, restablecer un contacto mas íntimo con la naturaleza, y ejercitar el arte de relajarse y descansar de vez en cuando. Pero pasado un cierto punto, encontramos grandes dificultades. Deberes de todo tipo, lazos familiares obligaciones profesionales, nos encadenan a la rueda de la vida moderna y nos obligan a a adaptarnos a su ritmo frenético. Pero aunque las circunstancias lo permitieran y se lograra simplificar notablemente la vida, el problema se habría resuelto sólo en parte. El hombre modernos, ciertamente, no podrías – ni sería justificado que lo hiciera- abdicar a las posiciones de primer plano y a la responsabilidad que se deriva de ésta, que ha adquirido en el planeta. El mal no está en el poder tecnológico en sí, sino en el uso que el hombre hace de éste, y en el hecho de haber permitido que lo domine y lo haga esclavo. Para resistir a las tendencias negativas prevalecientes en la vida moderna, se necesita gran resolución, firmeza y constancia: una clara visión y sabiduría. Pero son éstas, precisamente, las cualidades interiores y las facultades de las cuales el hombre modernos está tan gravemente desprovisto. Así que nos encontramos ante la necesidad de recurrir al segundo procedimiento. EL DESARROLLO DE LAS FACULTADES INTERIORES DEL HOMBRE Solamente desarrollando las facultades interiores, el hombre pude alejar los peligros que derivan de haber perdido el control de las grandiosas fuerzas naturales a su alcance, y de haberse vuelto víctima de sus mismas conquistas. La aguda conciencia de que desarrollar estas facultades es indispensable para el mantenimiento de la cordura y la sobrevivencia misma de la humanidad, y el darse cuenta de que sólo así el hombre puede realizar su verdadera naturaleza, debería incitarlo para afrontar esta tarea con una intensidad e deseo y una resolución iguales a los que hasta ahora ha dedicado a sus conquistas externas. Fundamental entre estos poderes interiores y aquello a lo cual se debería dar prioridad resulta la enorme y todavía no usada fuerza de voluntad humana. Entrenarla y usarla constituyen la base de todo esfuerzo. Hay dos razones para esto: la primera es la posición central que la voluntad ocupa en la personalidad del hombre, y su íntima relación con el centro de su mismo ser, su verdadero yo. La segunda razón es que la voluntad tiene la función de decidir lo que se debe hacer, y la de usar todos los medios necesarios para su realización, perseverando a pesar de todos los obstáculos y las dificultades. Pero cuando uno se propone realizar esta tarea se puede sentir confuso y desconcertado. Una panorámica histórica d ellos problemas relacionados con la voluntad, muestra que las tentativas de resolver este problema a nivel teórico e intelectual, no solamente no llevan a la solución sino que desemboca en una contradicción, o en un planteamiento confuso o desorientado (véase apéndice 4). Es por eso que creo que el procedimiento correcto es el de posponer todas las teorías y las discusiones intelectuales sobre el tema, y empezar a descubrir la realidad y la naturaleza de la voluntad a través de la experiencia existencial directa. 2 LA EXPERIENCIA EXISTENCIAL DE LA VOLUNTAD La experiencia de la voluntad constituye una sólida base y un fuerte incentivo para empezar la tarea – difícil pero gratificante – de su entrenamiento. Esto ocurre en tres fases: la primera es reconocer que la voluntad existe: la segunda se refiere a la conciencia de tener una voluntad. La tercera fase del descubrimiento, que lo vuelve completo y eficaz, es la de ser una voluntad /(que es distinto de “tener” una voluntad). El descubrimiento de la voluntad es difícil de describir: como en cualquier otra experiencia, no se puede comunicar completamente con palabras, sino que se pueden indicar los senderos que conducen a ella y las condiciones que la favorecen. Una analogía con el descubrimiento de la belleza con el despertar del sentido estético, puede hacernos comprender: se produce una revelación ,sin pestañear, que puede ocurrir cuando miramos el delicado matiz del cielo al atardecer, un grupo majestuoso de montañas con las cimas blanqueadas de nieve, o los ojos limpios de un niño. Puede producirse mientras contemplamos la sonrisa enigmática de la Gioconda de Leonardo. Puede producirse mientras escuchamos la música de Bach o de Barloventee, o mientras leemos los versos inspirados de los grandes poetas. Este despierto sentido de lo bello, aunque al principio sea muchas veces débil y confuso, se vuelve más claro y se desarrolla a través de repetidas experiencias de naturaleza estética, y se le puede cultivar y afinar con el estudio de la estética y la historia del arte. Pero la atención intelectual y el estudio no pueden, por sí solos, sustituir a la revelación inicial. Este despertar se puede favorecer y mucha veces producir creando circunstancias favorables para este fin:por ejemplo, contemplando repetidas veces escenarios naturales y obras de arte, o abriendo el alma a la fascinación de la música. Lo mismo es cierto de e la voluntad. En un momento determinado, tal vez durante una crisis, se tiene viva e inconfundible la experiencia externa de su realidad y de su naturaleza. Cuando el peligro amenaza paralizarnos, de improviso, desde las profundidades misteriosas de nuestro ser, sube una fuerza insospechada que nos permite pararnos resueltamente a la orilla del precipicio o enfrentar un agresor con calma y decisión. Frente a la actitud amenazante de un superior injusto o cara a cara con una multitud exaltada, mientras que las razones personales nos inducirían a ceder, la voluntad nos da la fuerza de decir resueltamente “No! Defenderé mis convicciones a cualquier coste: actuaré como creo que es justo”. Del mismo modo, cuando nos asalta una tentación, la voluntad nos hace sostenernos en pie, sacudiendo nuestra aquiescencia y liberándonos de la trampa. La experiencia interior de la voluntad puede producirse también de otras modos, más discretos y sutiles. Durante periodos de silencio y de meditación, en el atento análisis de nuestras motivaciones, en momentos de absorta deliberación y decisión, una “voz” pequeña pero clara, a veces se hará oír para empujarnos a actuar de un cierto modo, una sugerencia distinta de la que nuestras motivaciones e impulsos ordinarios. Sentimos que viene del centro interno de nuestro ser. O bien una iluminación interior nos hace conscientes de la realidad de la voluntad con una certeza trastornan te que se declara por sí sola, de manera irresistible. Sin embargo, el modo más sencillo y en el que más frecuentemente descubrimos nuestra voluntad, es a través de la luchas y de la acción determinada. Cuando hacemos un esfuerzo físico o mental, cuando luchamos activamente contra un obstáculo o combatimos fuerzas opuestas, sentimos un poder específico que surge en nosotros: y esta fuerza interior nos da la experiencia de la voluntad. Intentemos ahora darnos cuenta atentamente del pleno significado y del inmenso valor del descubrimiento de la voluntad. De cualquier modo en que ocurra, en forma espontánea, a través de una acción consciente, durante una crisis o en la calma del recogimiento interior, constituye un momento decisivo y de enorme importancia en nuestra vida. El descubrimiento de la voluntad dentro de nosotros, y más aún la conciencia de que el YO y la voluntad están íntimamente ligados, puede representar una verdadera revelación que quizá cambie, a veces radicalmente, nuestra auto conciencia y toda la actitud hacia nosotros mismos, los otros y el mundo. Advertimos que somos un “sujeto viviente” dotado del poder de elegir, de construir relaciones, de hacer cambios en nuestra personalidad, en los otros, en las circunstancias. Esta aguda conciencia, este despertar, y esta visión de nuevas e ilimitadas potencialidades de expansión interior y de acción externa, nos dan confianza, seguridad, alegría, “entereza”. Pero esta revelación inicial, esta luz interior, por más viva e inspiradora que sea en el momento en que se produce, puede atenuarse y apagarse o dar destellos intermitentes. La nueva conciencia del Yo y de la voluntad es fácilmente sometida por el flujo continuo de impulsos, deseos, emociones e ideas: es anulada por una constante invasión de impresiones del mundo externo. Entonces la necesidad de proteger, cultivar y reforzar la conquista inicial se hace evidente, para hacer de esto una riqueza permanente y para usar sus grandes posibilidades. Pero cuando se empieza con esta tarea se encuentran dificultades, se advierte cierta clase de asistencia. La concepción victoriana de la voluntad todavía está muy difundida, la concepción de algo severo que proviene, condena y reprime la mayor parte de los aspectos de la naturaleza humana. Pero una concepción tan errada se podría llamar la caricatura de la voluntad. La verdadera función de la voluntad no es la de actuar contra los impulsos de la personalidad para forzar la realización de nuestros fines. La voluntad tiene una función directiva y reguladoras: pone en equilibrio y usa constructiva mente todas las otras actividades y energías del ser humano, sin reprimir ninguna de ellas. La función de la voluntad es parecida a la del timonel de un barco: gracias a él la ruta del barco se mantiene con firmeza, a pesar de los impulsos causados por el viento y por la corriente. Por la energía que necesita para girar el timón es completamente distinta de la necesaria para impulsar el barco entre las olas, ya sea ésta generada por los motores, por el viento, por las velas, o por los esfuerzos de los remeros. Otra forma de resistencia deriva de la tendencia general de la inercia, a dejarse gobernar por el lado “cómodo” de la propias naturaleza, a permitir que los impulsos interiores o las influencias externas dominen la personalidad. Se puede resumir como la oposición a “ocuparse”, a pagar el precio requerido por un compromiso importante. Esto a menudo es cierto para el desarrollo de la voluntad, pero no es razonable esperar que le entrenamiento de la voluntad pueda cumplirse sin el esfuerzo y sin la constancia que se requieren para desarrollar cualquier otra cualidad, que sea física o mental. Y este esfuerzo será más que recompensado, porque el uso de la voluntad está en la base de toda actividad. Por esto, una voluntad bien desarrollada hace más eficaz todo esfuerzo futuro. Después de obtener la convicción, la certeza de que la voluntad existe, y de que nosotros tenemos una voluntad, viene la compresión de la íntima relación entre al voluntad y el Yo. Ésta culmina en la experiencia existencial de la pura auto conciencia, la percepción directa de sí mismo, el descubrimiento del Yo. En realidad esta experiencia está implícita en la conciencia humana. ES lo que la distingue de los animales, que son conscientes, por no son auto conscientes. Los animales son conscientes:lo demuestran claramente con sus reacciones emotivas a las situaciones y con sus relaciones afectivas con los seres humanos. Los seres humanos van mas allá de la simple percepción animal y saben que percibe. Pero generalmente esta auto conciencia es más implícita que explícita. SE vive de manera desorganizada y nebulosa por que normalmente se confunde con los contenidos de la conciencia (sensaciones, impulsos, emociones, pensamiento). Este continuo impacto vela la claridad de la conciencia y produce una falsa identificación del Yo con estos contenidos transitorios y mutables. Por eso, si queremos volver explícita, clara viva ,,la auto conciencia, debemos desidentificarnos de todos estos contenidos e identificarnos con el yo. Esto se puede obtener con algunos tipos de meditación, pero de manera especial con el ejercicio de autoidentificación descrito en mi libro Psicosíntesis y expuesto aquí en el Apéndice 1 para comodidad del lector. La auto conciencia o conciencia del Yo, tiene dos características: una introspectiva, la otra dinámica. Esto se puede expresar de varios modos: por ejemplo, “percibo ser y querer”, o bien “puesto que soy, puedo querer”. La íntima relación entre el Yo y ala voluntad, entre ser y querer, fuer enunciada claramente por el profesor Calò, en su artículo sobre la voluntad en la Enciclopedia italiana: La actividad volitiva está en estrecha relación con la conciencia del Yo como centro activo y unificado de todos loe elementos de la vida psíquica. El Yo, que al principio es un misterio, el punto de referencia de toda experiencia psíquica, gradualmente se afirma, a mediad que logra distinguiese como centro de actividad, de cada uno de sus elementos particulares (sentimientos, tendencias, instintos, ideas). La voluntad es precisamente esta actividad del Yo que es una unidad, que se eleva sobre la multiplicidad de sus contenidos, y que sustituye la precedente acción impulsiva, fragmentaria y centrífuga de estos contenidos. Yo y voluntad son términos correlativos, el Yo existe en cuanto tiene su propias, específica capacidad de acción que es la voluntad, y la voluta d existe sólo como una actividad distinta y autónoma del Yo. Conviene darse cuenta de la relación entre el Yo la voluntad, por un lado, y las distintas funciones psíquicas por el otro. Esta relación puede aclararse con el diagrama siguiente: 16. PRIMERA PARTE. LA NATURALEZA DE LA VOLUNTAD Esta aguda conciencia, este despertar, y esta visión de nuevas e ilimitadas potencialidades de expansión interior y de acción externa, nos dan confianza, seguridad, alegría, “entereza”. Pero esta revelación inicial, esta luz interior, por más viva e inspiradora que sea en el momento en que se produce, puede atenuarse y apagarse o dar destellos intermitentes. La nueva conciencia del Yo y de la voluntad es fácilmente sometida por el flujo continuo de impulsos, deseos, emociones e ideas; es anulada por una constante invasión de impresiones del mundo externo. Entonces la necesidad de proteger, cultivar y reforzar la conquista inicial se hace evidente, para hacer de esto una riqueza permanente y para usar sus grandes posibilidades. Pero cuando se empieza con esta tarea se encuentran dificultades, se advierte cierta clase de resistencia. La concepción victoriana de la voluntad todavía está muy difundida, la concepción de algo severo que prohibe, condena y reprime la mayor parte de los aspectos de la naturaleza humana. Pero una concepción tan errada se podría llamar la caricatura de la voluntad. La verdadera función de la voluntad no es la de actuar contra los impulsos de la personalidad para forzar la realización de nuestros fines. La voluntad tiene una función directiva y reguladora; pone en equilibrio y usa constructivamente todas las otras actividades y energías del ser humano, sin reprimir ninguna de ellas. La función de la voluntad es parecida a la del timonel de un barco; gracias a él la ruta del barco se mantiene con firmeza, a pesar de los impulsos causados por el viento y por la corriente. Pero la energía que necesita para girar el timón es completamente distinta de la necesaria para impulsar el barco entre las olas, ya sea ésta generada por los motores, por el viento, por las velas, o por los esfuerzos de los remeros. Otra forma de resistencia deriva de la tendencia general de la inercia, o dejarse gobernar por el lado “cómodo” de la propia naturaleza, a permitir que los impulsos interiores o las influencias externas dominen la personalidad. Se puede resumir como la oposición a “ocuparse”, a pagar el precio requerido por un compromiso importante. Esto a menudo es cierto para el desarrollo de la voluntad, pero no es razonable esperar que el entrenamiento de la voluntad pueda cumplirse sin el esfuerzo y sin la constancia que se requieren para desarrollar cualquier otra cualidad, ya sea física o mental. Y este esfuerzo será más que recompensado, porque el uso de la voluntad está en la base de toda actividad. Por esto, una voluntad bien desarrollada hace más eficaz todo esfuerzo futuro. Después de obtener la convicción, la certeza de que la voluntad existe, y de que nosotros tenemos una voluntad, viene la comprensión de una íntima relación entre la voluntad y el Yo. Esta culmina en la experiencia existencial de la pura autoconciencia , la percepción directa de sí mismo, el descubrimiento del Yo. En realidad esta experiencia está implícita en la conciencia humana. Es lo que la distingue de los animales, que son conscientes pero no son autoconcientes. Los animales son conscientes: lo demuestran claramente en sus relaciones emotivas a las situaciones y con sus relaciones afectivas con los seres humanos. Los seres humanos van más allá de la simple percepción animal y saben que perciben. Pero generalmente esta autoconciencia es más implícita que explícita. Se vive de manera desorganizada y nebulosa porque generalmente se confunde con los contenidos de la conciencia (sensaciones, impulsos, emociones, pensamientos). Este continuo impacto vela la calidad de la conciencia y produce una falsa identificación del Yo con estos contenidos transitorios y mutables. Por eso, si queremos volver explícita, clara, viva, la autoconciencia, debemos desidentificarnos de todos estos contenidos e identificarnos con el yo. Esto se puede obtener con algunos tipos de meditación, pero de manera especial con el ejercicio de autoidentificación descrito en mi libro Psicosíntesis y expuesto aquí en el Apéndice 1 para comodidad del lector. La autoconciencia o conciencia del Yo, tiene dos características: una la introspectiva, la otra dinámica. Esto se puede expresar de varios modos: por ejemplo, “percibo ser y querer”, o bien “puesto que soy, puedo querer”. La íntima relación entre el Yo y la voluntad, entre el ser y el querer, fue enunciada claramente por el profesor Calò, en su artículo sobre la voluntad en la Enciclopedia italiana: La actividad volitiva está en estrecha relación con la conciencia del Yo como centro activo y unificador de todos los elementos de la vida psíquica. El Yo, que al principio es un misterio, el punto de referencia de toda experiencia psíquica, gradualmente se afirma, a medida que logra distinguirse como centro de actividad, de cada uno de sus elementos particulares (sentimientos, tendencias, instintos, ideas). La voluntad es precisamente esta actividad del Yo que es una unidad, que se eleva sobre la multiplicidad de sus contenidos, y que sustituye la precedente acción impulsiva, fragmentaria, y centrífuga de estos contenidos. Yo y voluntad son términos correlativos, el Yo existe en cuanto tiene su propia, específica capacidad de acción que es la voluntad, y la voluntad existe sólo como actividad distinta y autónoma del Yo. (1) Conviene darse cuenta de la relación entre el Yo y la voluntad, por un lado y las distintas funciones psíquicas por el otro. Esta relación puede aclararse en el diagrama siguiente: 1. Sensación 2. Emoción-Sentimiento 3. Impulso- Deseo 4. Imaginación 5. Pensamiento 6. Intuición 7. Voluntad 8. Punto central: Yo o Si personal Figura 2.1 (1) Las referencias comienzan en la página 202 La voluntad ha sido puesta al centro del diagrama en el contacto con el Yo consciente o sí personal, para mostrar la estrecha relación entre ellos. A través de la voluntad, el Yo actúa sobre las otras funciones psicológicas, las regula y las dirige. Como todos los diagramas, el diagrama está simplificado al máximo, pero sirve para subrayar la posición central de la voluntad. Sin embargo, todavía falta dar un paso, otro descubrimiento se tiene que hacer: el de la relación entre el Yo y el Sí Transpersonal o superior, del cual el Yo es un reflejo o proyección. Esta relación está descrita en la figura 2.2, en el diagrama de la constitución psicológica del hombre. El Yo está indicado por el punto del centro del campo de la conciencia, mientras que el Sí Transpersonal está representado por una estrella sobre la cima del inconsciente superior. No me detendré más en esto, porque el tema está tratado en el capítulo que habla sobre la voluntad transpersonal, que es una función del Sí Transpersonal. Para empezar la discusión sobre el entrenamiento de la voluntad es necesario dar las bases Conceptuales. El tema es muy amplio y espero que el lector tenga paciencia para seguirme en la elaboración de las categorías que describen la voluntad. Estas categorías son necesarias para obtener un cuadro general de la voluntad completamente desarrollada y, todavía más importante, para dar un paso hacia delante en el entrenamiento de este atributo humano tan determinante. 1. Inconsciente inferior 2. Inconsciente medio 3. Inconsciente superior o Superinconsciente 4. 5. 6. 7. El campo de la conciencia El Sí consciente o Yo El Sí transpersonal Inconsciente colectivo Figura 2.2 Usaré tres categorías- o dimensiones- para describir la voluntad: aspectos, cualidades y estadios. La primera categoría, los aspectos, es la básica y representa las facetas que se reconocen en la voluntad completamente desarrollada. La segunda categoría, las cualidades, se refiere a la expresión de la voluntad: son las maneras de expresarse de la voluntad en acción. Finalmente, los estadios de la voluntad, se refieren específicamente al proceso de querer, el acto de la voluntad tal como se desarrolla del principio hasta el final. Se puede considerar completamente desarrollada la voluntad que posee algunos aspectos más importantes; éstos deben considerarse las principales premisas de nuestro argumento central, los elementos de mayor relieve en el perfil de la voluntad. Cada uno de estos aspectos puede ser entrenado de manera específica y apropiada. Ya que casi toda la primera parte de este libro trata de estos aspectos principales, convendrá definirlos inmediatamente. Los aspectos de la voluntad humana en su pleno desarrollo son la voluntad fuerte, la voluntad sabia, la voluntad buena y la voluntad transpersonal. Quisiera describir brevemente estos aspectos principales de la voluntad, de manera que el lector los pueda tener en mente mientras continuamos definiendo la fenomenología de la voluntad desde otros puntos de vista. 1. Voluntad fuerte. Como ya hemos dicho antes, para entrenar la voluntad debemos primero reconocer que la voluntad existe, después que tenemos una voluntad, y finalmente que somos una voluntad o, esencialmente, un “Yo que quiere”. Después de esto tenemos que desarrollar la voluntad y volverla bastante fuerte para que esté a la altura de los múltiples usos a los que está llamada a los múltiples campos de la vida. La mayor parte de las equivocaciones y de los errores que se refieren a la voluntad surgen de la convicción errada, muy difundida de que la voluntad fuerte constituye toda la voluntad. La fuerza es solo uno de los aspectos de la voluntad, y cuando no se asocia a los otros puede ser, y a menudo es, ineficaz o dañina para nosotros mismos y para los demás. 2.Voluntad sabia. El aspecto sabio de la voluntad consiste en la habilidad de obtener los resultados deseados con el menor gasto de energías. Para ir a algún lado, no se puede caminar en línea recta en pleno campo, o trepándose sobre los edificios. Más bien se estudia un mapa de carreteras existentes, que, aunque no en línea recta, puede conducirnos a nuestro destino con el mínimo esfuerzo. Y se aprovechan los medios de transporte ya existentes, esto significa que usamos los vehículos que van en la dirección que elegimos. De la misma manera, para usar sabiamente la voluntad, debemos comprender nuestra constitución anterior, familiarizarnos con nuestras distintas funciones, los impulsos, los deseos, los condicionamientos y las relaciones que hay entre ellos, de tal forma que podamos, en cualquier momento, activar y utilizar aquellos aspectos de nosotros mismos que ya tienen la tendencia a producir una acción especifica para realizar la condición que nos proponemos. 3. Voluntad buena . Aunque la voluntad es fuerte y sabia, no siempre es completa. También puede ser un arma extremadamente peligrosa, porque si la voluntad está dirigida hacia fines negativos, se convierte en un grave peligro para la sociedad. Un hombre con voluntad, fuerte y capaz, en condiciones de usar al máximo sus dotes naturales puede superar o corromper la voluntad de los otros, alguien que no tiene miedo a nada, que arriesga todo y que realiza diversas acciones sin ninguna consideración ética y sin ningún sentido de amor o compasión, puede tener una influencia desastrosa sobre una comunidad o todo un país. Hay dos grandes leyes que operan en el mundo físico y en el mundo psicológico: La ley de la acción y la reacción y la Ley de ritmo y equilibrio. A causa de estas leyes, quien hace el mal atrae el mal sobre sí mismo, quien es violento y despiadado, finalmente llama sobre sí mismo la violencia y la crueldad de los otros. La historia nos ofrece muchos ejemplos de este tipo, como Calígula, Rasputín o Hitler. Dada la manera en que operan estas leyes, la voluntad, para ser eficaz debe ser buena. Por tanto la voluntad buena es al mismo tiempo favorable e inevitable. Podemos, por eso, afirmar que aprender a elegir las metas correctas constituye un aspecto esencial del “entrenamiento” de la voluntad. Es necesario, para nuestro bien y el bien de todos, que nuestra voluntad sea buena además de fuerte y sabia. Todo esto conforma el campo de la Psicosíntesis interpersonal, la Psicosíntesis de grupo y la Psicosíntesis social. 4. Voluntad transpersonal. Los tres aspectos que hemos hablado parecen constituir la totalidad de las características de la voluntad. Esto puede ser verdadero para el ser humano “normal”, al cual bastan para realizarse u para llevar una vida rica y útil. Éste es el fin de la Psicosíntesis personal e interpersonal. Pero el hombre tiene también otra dimensión. Aunque muchos no la perciban y hasta puedan negarla, hay otro nivel de conciencia, cuya realidad en el curso de la historia ha sido atestiguada por la experiencia directa de cierto número de individuos. Este nivel de conciencia funciona en una dimensión que podríamos definir como “vertical”. En el pasado, ésta era considerada como la esfera de la experiencia religiosa o “espiritual”, pero hoy es reconocida, cada día más, como un campo válido para la investigación científica. Ésta es la esfera específica de la psicología transpersonal que se ocupa de lo que Maslow, un pionero en este campo, ha llamado “las necesidades superiores”. Para usar las palabras del “Statement of Purpose” del Journal oftranspersonal Psychology, ésta se ocupa de: “necesidades trascendentes, valores absolutos, conciencia unitaria, experiencias cumbre, éxtasis, experiencias místicas, valores del Ser, esencia, beatitud, veneración, estupor, realización de las potencialidades del Yo, espíritu, sacralización de la vida diaria, unidad, conciencia cósmica, juego cósmico, sinergia individual y colectiva, integración del individuo en la humanidad, fenómenos trascendentes, máxima percepción sensorial, receptividad y expresión; y los conceptos, las experiencias y las actividades relacionadas con esto”. Ésta es la esfera o dimensión de la Voluntad Transpersonal que es la Voluntad del Sí Transpersonal. Es también el campo en el cual, en cada individuo, la voluntad del Yo o Sí Personal se une con la voluntad del Sí Transpersonal. Esta unión lleva a la interacción, y finalmente a la fusión del Sí personal con el Sí Transpersonal y los une con la realidad absoluta: el Sí Universal que encierra y demuestra la Trascendente Voluntad Universal. LAS CUALIDADES DE LA VOLUNTAD Antes de emprender un estudio detallado de los cuatro principales aspectos de la voluntad Y de cómo pueden ser desarrollados por el entrenamiento, conviene revisar las cualidades de la voluntad. Si estudiamos la fenomenología de la voluntad en acción, esto es, las características de quienes ejercitan la voluntad, encontraremos un número de cualidades que se manifiestan de manera evidente en los grandes hombres de voluntad, y que existen también en alguna medida, aunque sea pequeña, en cada uno de nosotros y, si es necesario, pueden salir de su estado latente. Estas cualidades son probablemente más familiares a la mayoría de lectores que otros aspectos de la voluntad. Las cualidades de la voluntad son: 1. Energía- Dinamismo- Intensidad Dominio-Control-Disciplina 2. Concentración-Convergencia- Atención- Focalización 3. Determinación- Decisión- Resolución- Presteza 4. Perseverancia- Resistencia- Paciencia5. Iniciativa- Valor (ánimo, entrega)- Audacia 6. Organización- Integración- Síntesis Lo primero para entrenar la voluntad es tener una idea clara de las distintas cualidades, conocerlas y comprenderlas a fondo. Entonces pueden evocarse en la proporción y el modo adecuados que requiere la situación. Algunas cualidades están más íntimamente ligadas con algunos aspectos específicos y algunos estadios de la voluntad, (2) hablaremos de estas relaciones conformen avancemos. Se debe recordar también que algunas cualidades están estrechamente relacionadas entre sí y hasta cierto punto empalmadas, como en el caso de las cualidades de Dominio, Concentración, Decisión e Iniciativa. Otras cualidades por el contrario, tienen características opuestas. La voluntad plenamente desarrollada sabe como usar estas diferentes cualidades, a veces una, a veces otra, según se necesite, o lograr un equilibrio entre ellas, siguiendo un sabio término medio. Algunas veces, por ejemplo, para realizar mejor un acto de voluntad es necesario balancear, por un lado, la Decisión y la Audacia y, por otro, la Disciplina y la Perseverancia. ENERGÍA-DINAMISMO-INTENSIDAD Esta cualidad es por naturaleza la característica que resalta de la voluntad fuerte. Es la cualidad que generalmente se atribuye y por la cual a menudo se identifica. (2)Los estadios del acto volitivo de principio a fin son: finalidad, deliberación, división, afirmación, planificación y dirección de la acción. La información completa de estos estadios se encuentra en la segunda parte de este libro. Pero no es la única cualidad de la voluntad, y si no está asociada con las otras cualidades y equilibrada por la acción de las otras funciones psicológicas, difícilmente logrará su propósito. Esta cualidad, tomada por sí sola, puede tener efectos nocivos y desastrosos tanto en la persona que “quiere” como en sus objetivos. Tales efectos se producen cuando la voluntad es usada de un modo autoritario, represivo, prohibitivo; ha sido llamada la voluntad “victoriana” porque fue prolijamente usada en este periodo, particularmente en el campo de la educación. De esta cualidad se hizo tan mal uso que acarreó descrédito a la voluntad, produciendo una reacción violenta llevada hasta el otro extremo: la tendencia a rechazar toda clase de control y de disciplina en los instintos, los impulsos, los deseos y los caprichos: El culto a la espontaneidad sin freno. Así, para captar bien la voluntad se necesita tener una visión clara y equilibrada de su naturaleza dual: dos aspectos diferentes pero no contradictorios. Por un lado el “elemento energía” necesita ser reconocido, apreciado, si es necesario reforzado y después aplicado sabiamente. Pero, al mismo tiempo, debe reconocerse que hay actos volitivos que no demandan necesariamente un esfuerzo. Sobre las bases de la investigación experimental Avelino y otros han observado que un acto de voluntad que tenga como consecuencia una acción difícil, puede hacerse absolutamente sin esfuerzo. Se puede decir que particularmente las fases de la intensión, evaluación y elección pueden no requerir esfuerzo. Incluso, existe otra condición, una condición superior, en la cual la voluntad personal procede sin esfuerzo; esto ocurre cuando el que “quiere” está tan identificado con la Voluntad Transpersonal (o en un nivel todavía más elevado y más completo, con la Voluntad Universal) que todas sus actividades las realiza libremente; este es un estado en el que él se siente a sí mismo como si fuera el canal de la voluntad en el cual fluyen y operan las poderosas energías. Esto es el wu-wei, o el estado taoísta mencionado por Maslow en The Farther Reaches of Human Nature. Cuando se comprende la existencia de los dos aspectos de la voluntad, se puede afrontar sin resistencias y sin mal entendidos su elemento “energía”. Ésta es una experiencia directa que, como ha sido mencionado previamente, se realiza cuando hay un conflicto o un esfuerzo debido a condiciones o fuerzas opuestas que queremos superar. Podemos entonces percibir claramente la intesidad necesaria para superar estas fuerzas opuestas, así como un atleta siente el esfuerzo muscular que debe hacer para brincar un obstáculo especialmente alto. DOMINIO- CONTROL-DISCIPLINA Esta cualidad de la voluntad está especialmente ligada a la primera, ya sea porque amabas –dominio y control- requieren energía y esfuerzo o porque uno de los usos principales de la voluntad es controlar a las otras funciones psicológicas. El control y la disciplina son dos cualidades que, en el presente, despiertan a menudo desconfianza y antagonismo. Esto se debe a la extrema reacción en contra de las formas represivas ejercitadas en el pasado. El control no significa represión o supresión. La represión implica una censura inconsciente o un medio (o ambos) y el consiguiente esfuerzo para evitar que el material reprimido salga al consciente. La supresión es la eliminación consciente del material que la conciencia rechaza. Impidiendo así su expresión. El control correcto, sin embargo, consiste en la regulación de la expresión, con el fin de guiar y utilizar constructivamente la energía biológica y psicológica. Así, en la práctica, el control sabio es con frecuencia exactamente el opuesto al que realizan la represión o la supresión. Lo mismo puede decirse de la inhibición. Aquí de nuevo la hostilidad que suscita esta palabra, se debe a la incomprensión de su significado y de su función. La inhibición no es supresión, es el freno temporal de una reacción condicionada. Esto se puede ver claramente en el campo de la neurofisiología. Los centros nerviosos de la médula espinal tienen la función de producir una respuesta inmediata a un estímulo, mientras que una de las funciones principales del cerebro es la de inhibir temporalmente estas reacciones. Esto permite al estimulo propagarse en otras áreas del cerebro, donde se crean las asociaciones, frecuentemente complejas y multiformes, que a su vez hacen posible una respuesta de tipo superior- inteligente, bien adaptada y útil. Esto no se aplica solamente a las respuestas fisiológicas, sino también a las acciones psicológicas. Este punto de vista ha sido afirmado recientemente por Maslow. Un error que se comete fácilmente es pensar que la espontaneidad y la expresividad sean siempre positivas y que todo tipo de control sea negativo e indeseable. Esto no es así….. hay muchas formas de autocontrol o de inhibición y algunas son muy sanas y deseables, aún independientemente del hecho de que sean necesarias en el contacto con el mundo exterior. Control no significa necesariamente frustración o renuncia a la gratificación de las necesidades fundamentales. Aquellas que yo llamaría “los controles apolíneos” no cuestionan la gratificación de las necesidades; no la hacen menos placentera, sino al contrario más placentera, por ejemplo: el saber retardarse en el sexo, la armonía de los movimientos para la danza y la natación, el hacer atractivos desde el punto de vista estético un alimento o una bebida o estilizar un soneto: inventar un ceremonial añadiendo dignidad y sacralizando lo que se hace, en fin, hacerlo bien, en vez de nada más hacerlo. Aún más, lo que debe ser repetido una vez que el individuo saludable no es solamente expresivo. Debe de tener la capacidad de serlo cuando lo desee. Ser capaz de dejarse llevar, de abandonar inhibiciones y defensas cuando le parezca oportuno. Pero igualmente debe de tener habilidad para controlarse, para posponer su propio placer, para ser cortés y no hacer daño a los otros, para tener la boca cerrada y frenar sus propios impulsos. Debe saber ser dionisíaco o apolíneo, estoíco o epicúreo; debe saber revelarse u ocultarse, divertirse o renunciar a la diversión, debe ser capaz de pensar en el futuro tanto como en el presente. La persona sana o realizada es esencialmente versátil; pierde el menor número de capacidades humanas que el hombre promedio. Tiene un gran arsenal de reacciones y el límite hacia el que se mueve es la “humanización” completa; es decir, tiene todas las capacidades humanas. Control y disciplina son necesarias en todo tipo de entrenamiento, ya sea que se trate de aprender técnicas y adquirir habilidades, o bien de realizar el infinito potencial humano. Esto significa, primero, desarrollar a un nivel normal las funciones psicológicas más débiles y, luego llevar a un nivel superior de eficiencia las capacidades normales. El punto es obvio y más o menos aceptado conscientemente, está presente en todas las formas de deporte como también en le desarrollo se las habilidades técnicas necesarias para la expresión artística. La necesidad de la disciplina fue reconocida y aceptada por un gran violinista, Kubelik: “si dejo de practicar un día, yo siento la diferencia; sino me ejercito por dos días, mis amigos lo notan; si no me ejercito por tres días, el público lo comenta”. El uso del control y la disciplina es fundamental también en el entrenamiento de la misma voluntad, como o se aclara en los últimos capítulos. Con el control, la disciplina y el entrenamiento se alcanza el dominio, que nos da tanto el máximo grado de eficacia como el más intenso y duradero sentido de seguridad, satisfacción y alegría. CONCENTRACIÓN- CONVERGENCIAATENCIÓN- FOCALIZACIÓN Ésta es una cualidad esencial de la voluntad. Su carencia puede hacer vana incluso a una voluntad fuerte, mientras que su uso puede compensar eficazmente una debilidad relativa en la fuerza o “voltaje” de la voluntad. Esta acción es análoga a la de una lente que enfoca los rayos del sol para concentrar e intensificar su calor. La concentración se obtiene con la atención, cuya función en el acto de la voluntad ha sido bien enfatizado por William James. Tal atención puede ser “involuntaria” en el sentido de que puede ser el producto de una necesidad o un interés predominante. Pero cuando el objeto de la atracción no es atrayente o “interesante” en sí mismo, la atención requiere de una concentración adicional o de un esfuerzo persistente. Una anécdota interesante narrada por Ramacharaka en su libro Raja yoga puede servir para esclarecer este punto. Habla del famoso naturalista Agassiz y de su método para entrenar a sus discípulos: Sus discípulos llegaron a ser reconocidos por su atenta capacidad de observación y percepción, y su consiguiente habilidad para “pensar” acerca de las cosas que habían visto. Muchos de ellos alcanzaron posiciones de prestigio y reconocían que esto era debido en gran parte a su entrenamiento cuidadoso. Se narra que un nuevo estudiante se presentó un día a Agassiz pidiendo ser aceptado para trabajar. El naturalista tomó un pez de un vaso en el que había sido conservado, y poniéndolo ante el joven estudiante le ordenó observarlo atentamente y estar listo a reportar cualquier cosa que notara acerca del pez. El estudiante quedó a solas con el pez. No había nada particularmente interesante en aquel pez, era semejante a tantos otros peces que había visto antes. Observó que tenía aletas, escamas, una boca y dos ojos, si, y una cola. Después de media hora el estudiante tuvo la certeza de haber observado todo lo que había de observar en el pez. Pero el naturista no regresaba. El tiempo pasaba y el joven no tenía nada que hacer, empezaba a cansarse y aburrirse. Salió a buscar al maestro, pero no lo encontró y entonces tuvo que regresar y observar de nuevo a aquel famoso pez. Habían pasado muchas horas y sabía del pez un poco más de lo que sabía al principio. Se fue a comer, y cuando regresó no había otra cosa que hacer más que mirar al pez. Se sintió disgustado y desalentado, y hubiera deseado no haber ido nunca con Agassiz, quien por lo que parecía, después de todo no era más que un viejo estúpido, anticuado. Entonces, para pasar el tiempo empezó a contar escamas. Cuando hubo terminado, contó las espinas de las aletas. Después empezó a hacer un dibujo del pez. Mientras hacía el dibujo notó que el pez no tenía párpados. Así descubrió que, como su maestro decía a menudo, “un lápiz es el mejor ojo”. Poco después regresó el maestro y quiso saber qué había observado el joven, pero se fue desilusionando diciéndole que continuara observando y que tal vez pudiera ver algo. Entonces el muchacho se empeñó y empezó a trabajar con el lápiz, anotando pequeños detalles que antes había dejado escapar pero que ahora eran evidentes. Empezaba a adquirir el secreto del hábito de observar. Poco a poco descubrió nuevos puntos de interés en el pez. Pero esto no le bastó al maestro, quien le hizo mantener trabajando sobre el mismo pez por tres días enteros. Al final de estos tres días el estudiante sabía verdaderamente algo acerca del pez, pero sobre todo había adquirido el “arte” y el hábito de observar atentamente y percibir detalles. Se cuenta que después de algunos años el estudiante, que para entonces había llegado a ser un personaje importante, acostumbraba a decir: “ aquella fue la mejor lección de zoología que he tenido, una lección que ha influido en los detalles de todos los estudios que emprendí posteriormente; una herencia que el profesor me dejó, así como a los otros, de inestimable valor, que no habríamos podido comprar y de la cual no nos podemos separar”. La atención puede ser concentrada en tres campos o esferas de la realidad. Puede se dirigida hacia el exterior, como cuando se observa un objeto natural, por ejemplo un pez, cuando se estudia un tema o cuando se hace una acción. Aunque generalmente, en especial al principio, la concentración requiere un acto preciso de voluntad, después de un poco tiempo puede continuar por sí sola, sin ningún esfuerzo o tensión de la voluntad misma. Esto ocurre cuando se está absorto en la contemplación de la belleza de un objeto o un escenario natural, o en aquel estado llamado por los místicos “contemplación pasiva” u “oración de quietud”. Estar en posibilidad de concentrarse deliberadamente, con un acto que combine concentración y control, tiene un importante uso práctico: mantener claras y estables en el campo de la conciencia, las imágenes y las ideas de las acciones que queremos lograr. Esto implica el uso voluntario del elemento motor contenido de las imágenes y las ideas, según la ley psicológica que dice: “Las imágenes o figuras mentales tienden a producir las condiciones físicas y los actos exteriores correspondientes.” La manera como funciona esta ley y la forma en que se usa del mejor modo serán explicadas en el capítulo de la Voluntad Sabia. La concentración, como todas las otras cualidades y funciones, se puede desarrollar con los ejercicios adecuados y mantener su eficiencia con el uso constante. Se podrían nombrar muchos ejercicios para desarrollar la concentración, pero pienso que no es necesario ya que todos los ejercicios descritos en el capítulo sobre la Voluntad Fuerte requieren concentración y sirven para entrenar y desarrollar esta cualidad. DETERMINACIÓN- DECISIÓN -RESOLUCIÓN- PRESTEZA Esta cualidad se demuestra claramente en la fase de Deliberación. (3) La falta de decisión o de resolución es una de las debilidades de los sistemas democráticos, en los cuales el proceso de deliberación puede llegar a no tener fin. Sabemos lo difícil que es hacer llegar a una gran asamblea una decisión de la mayoría. Hay ejemplos históricos famosos sobre la ineficiencia de las asambleas; uno, referido al Senado Romano, dice: “Dum Romae consulitur, Seguntum expugnatur” (“Mientras los Senadores Romanos se entretenían en consultas, el enemigo conquistaba Seguntum”). Otro ejemplo divertido es el de los cardenales reunidos en Viterbo para la elección del Papa. Discutieron y litigaron durante meses hasta que el pueblo se impacientó y, encolerizado, destapó el techo de la sala en la que los cardenales estaban en asamblea. Después de este episodio, se tomó la decisión rápidamente. Pero se debe tener cuidado en no confundir la prontitud y la rapidez con la impulsividad. La impulsividad ni siquiera se detiene a deliberar; pasa por encima, por así decirlo de la fase de deliberación, a veces con consecuencias fatales. Por tanto es una fase importante, pero no conviene detenerse demasiado, también no decidir es una decisión, y podría ser la peor. Determinación decisión y resolución son muy necesarias también en la fase de Ejecución del acto volitivo. Se ha dicho que una de las razones del éxito de Napoleón era la rapidez en que tomaba las decisiones. El filósofo italiano Nioccolo Tommaseo dice que la resolución en un componente esencial en la fuerza de voluntad. La resolución está estrechamente ligada a otra cualidad de la voluntad que consideraremos más tarde: iniciativa, valor (ánimo, entrega), audacia. PERSEVERANCIA –RESISTENCIA-PACIENCIA Para algunas empresas que requieren mucho tiempo, la firmeza de intención y la constancia son aún más necesarias que la energía y pueden incluso sustituirla en las personas que tienen poca fuerza física. En estos casos puede ser utilizada con éxito la técnica de “poco y frecuente”. Es decir, se trata de efectuar el trabajo propio en pequeñas partes, con breves y frecuentes pausas de descanso tomadas cuando empieza a surgir el cansancio. De este modo Carlos Darwin terminó su obra monumental gin of SOripecies , compensando así el hecho de que su energía física era tan débil que generalmente no lograba trabajar más de una hora diaria. (3) La fase de deliberación en el acto de voluntad se tratará con mayor profundidad en el capítulo 13. Otro tipo de perseverancia es la que se ejercita a pesar de los fracasos repetidos. Este es el secreto de muchos inventores y científicos de éxito. Se dice que Edison probó cerca de dos mil sustancias antes de encontrar el filamento de de carbono para construir un bulbo eléctrico. Pensemos cuanto hemos de agradecerle a su extraordinaria constancia. Hubiera sido totalmente justificado que abandonara el experimento después de haberlo intentado mil o quinientas veces. Este tipo de perseverancia se puede llamar tenacidad. Otro ejemplo de tenacidad es el de los escritores que a pesar de los fracasos repetidos, continúan ofreciendo sus manuscritos a distintos editores. Un ejemplo notable y divertido es el de Julio Verne, el pionero de la ficción. Cuando tenía apenas veinticinco años y había terminado su primera novela, con el manuscrito bajo el brazo fue a tocar a la puerta de catorce editores, quienes se rieron de su cara. Finalmente el decimoquinto, Hetzel, tomó el manuscrito para leerlo, después de diez días, Hetzel no solo se empeñó a publicar la novela, sino que ofreció a Verne un contrato de veinte años para que hiciera un libro al año. La fortuna de Verne estaba hecha y también la de Hetzel. La constancia, la tenacidad y la repetición se pueden observar en el mundo de la naturaleza. Hay un dicho latino que dice: “la gota agujera la piedra no con su fuerza, sino con el continuo caer”. Esto es un principio que los consejeros y los dictadores conocen bien. Como muchas cualidades de la voluntad, también la constancia puede usarse positiva o negativamente. Se usa bien y con éxito en una técnica de la psicosíntesis: la repetición. Otra forma de constancia es la resistencia, de la que tenemos una excelente demostración en el deporte en general y de manera particular en el alpinismo; también, recientemente, la admiramos, en los astronautas. Es una cualidad preciosa cuando nos encontramos por largo tiempo en condiciones dolorosas e inevitables. Un maravilloso ejemplo lo dio Victor Frankl con su valor para sobrevivir en el campo de concentración nazi, que nos ha descrito tan vividamente en su libro From Death Camp to Exixtentialism. Estos ejemplos heroicos pueden ayudarnos a superar toda tendencia a lamentarnos y a rendirnos cuando nos encontramos frente a penalidades físicas bastante menores, o a condiciones adversas. Desde el punto de vista existencial, esta actitud de resistencia puede ser definida como “aceptación voluntaria del sufrimiento”. Se ha descubierto que el rechazo al sufrimiento, a menudo, puede crear condiciones neuróticas, mientras que la generosa aceptación del sufrimiento inevitable produce iluminación o crecimiento interior y realización. Otra forma de constancia es la paciencia. Esta cualidad generalmente no se asocia con la voluntad a causa de una visión limitada de sus implicaciones, pero la paciencia forma parte de una voluntad completamente desarrollada. Muchos autores han escrito y reescritopacientemente algunas partes de su trabajo hasta tener la certeza de que no lo habrían podido hacer mejor. Herman Keyserling (que escribía mucho y con facilidad, y generalmente corregía poco o no corregía nada) dijo que cuando trabajaba en lo que él consideraba su trabajo más importante, Meditations sud- américaines, reescribió algunos capítulos seis o siete veces cada uno. E. Hemingway, que escribía también de corrillo sin corregir, reescribió uno de sus cuentos algunas docenas de veces. INICIATIVA-VALOR (ÁNIMO, ENTREGA)-AUDACIA Esta cualidad tiene dos raíces: una es el reconocer que la seguridad completa y duradera es fundamentalmente una ilusión. No ninguna seguridad absoluta en la vida, ni física, ni económica, ni de otro tipo, por lo buscar la seguridad a toda costa resulta contraproducente. Esta es una actitud burguesa, contra la cual en la actualidad, hay una reacción saludable que proviene de la juventud. Hay además, otro incentivo al valor: el estímulo, la excitación que forman parte del riesgo, del peligro. Frecuentemente si nos sentimos intensamente vivos, vemos las cosas más claramente y a veces puede verificarse una verdadera expansión de conciencia y hasta un estado de éxtasis. Estas experiencias han sido descritas por alpinistas, paracaidistas, buzos y astronautas. Naturalmente, el riesgo no debe de pasar inadvertido; también aquí existe el peligro de hacer más de lo necesario, y de exponerse sin necesidad a riesgos que no tienen otro fin que la excitación emotiva que procuran. Afrontar valerosamente un riesgo está justificado y es oportuno cuando tiene un valor y un propósito bien considerado, no si el riesgo es un fin en sí mismo. ORGANIZACIÓN- INTEGRACIÓN- SÍNTESIS Esta cualidad de la voluntad es, en cierto sentido la más importante, aquella que pone en grado de asumir su función única y específica. Esta función y la manera como obra pueden ser ilustradas con la analogía de un cuerpo sano. En un cuerpo hay una coordinación maravillosa de las actividades de toda célula, órgano y grupo de órganos con la función y el fin de mantener el cuerpo activo y vivo. El cuerpo nos muestra la inteligente cooperación de cada elemento, desde las células hasta los grandes sistemas funcionales como el sistema circulatorio, digestivo, etc. Hay una interpretación completa y un equilibrio recíproco de la actividad de las glándulas endocrinas, reguladas por el sistema nervioso para crear una condición de equilibrio y mantenerlas lejos de los impactos negativos del medio externo. El cuerpo, por tanto, un organismo unificado, una unidad funcional de infinitas partes diversas, demostración perfecta de la unidad en la diversidad . ¿Cual es el principio unificador que hace posible todo esto? Su verdadera naturaleza se nos escapa; podemos solamente llamarlo vida; pero podemos decir algo sobre sus cualidades y sobre sus formas de operación. Han sido llamadas con varios nombres: coordinación, interacción o síntesis orgánica. Según el matemático Luigi Fantappiè, este principio es una de las manifestaciones de la ley general de sintropía, o entropía negativa, de la que nos dio una formula matemática precisa verificada por observaciones. La sintropía empieza a ser reconocida como un principio fundamental de la naturaleza, principio que tiene implicaciones universales y de gran alcance. Dice Buckminster Fuller : “Mi filosofía de la continuidad parte del principio de que para equilibrar el universo que se expande con desordenada casualidad entrópicamente creciente, debe haber un orden universal de orden sintrópico, convergente progresivo, y que el hombre es aquella función reordenadora antiempírica….”Teilhard de Charden nos amplia prueba de esta ley, que está en la base de toda evolución biológica, psicológica y espiritual y que produce lo que él llama “complejificación” y “convergencia”. Describe las distintas fases de este proceso de síntesis, que en el hombre se convierte en un proceso consciente que se mueve hacia e incluye un centro cósmico y superindividual(4) que él llama el punto omega. Si consideramos este proceso “desde el interior”, encontramos que podemos tener la experiencia existencial consciente de él. Podemos sentirla como una energía inteligente dirigida hacia un fin preciso y teniendo una meta. Éstas son también las características específicas de la voluntad entendida como expansión el Yo sintetizador. No hay necesidad de discutir cómo actúa la fuerza unificadora y sinergética en los niveles biológicos. Lo importante es darse cuenta de que podemos percibir sus manifestaciones superiores en el se humano consciente, y también en los niveles transpersonales. Esta cualidad de la voluntad actúa de distintos modos. Primero como sinergia interior, que coordina las distintas funciones psicológicas; es la fuerza unificadora que tiende hacia la psicosíntesis personal y nos pone en necesidad de realizarla. Es activa también a nivel transpersonal y actúa hacia la unificación del centro personal de la conciencia, El Yo o el ego con el Sí Transpersonal, que lleva a la correspondiente cooperación armónica de la voluntad personal con la Voluntad Transpersonal (psicosíntesis transpersonal o espiritual). La voluntad demuestra sinergia también en las actividades exteriores del individuo, en sus actos volitivos, ya sea en la coordinación como en la organización de las actividades que se llevan a cabo a través de la Planificación Y la Programación (el quinto estadio de la voluntad en acción) y en la actividad de dirigir y regular las fases sucesivas de su ejecución (sexto estadio). La forma en que actúan las leyes de la cooperación, organización y síntesis es evidente, no solamente en la esfera intrapersonal sino también en el vasto campo de las relaciones interpersonales, desde la pareja, los grupos sociales y toda la humanidad. Sus expresiones han sido llamadas de distintos modos empatía, identificación, amor, voluntad social. Tiende a trascender la oposición entre individuo y la sociedad, la polaridad egoísta-altruista. Maslow llamó a la trascendencia de esta dicotomía “la creación de una unidad super ordenada”. Finalmente, existe la sinergia planetaria y cósmica que – por analogía- podemos suponer que expresa la acción deliberada de la voluntad de principios o entidades superhumanas correspondientes, como afirma Teilhard de Chardin. Esto para él, es lógico, necesario de todo proceso evolutivo. Yo había llegado a la misma conclusión antes de conocer las obras de Teilhard de Chardin, y lo había expresado en mi escrito “Psychoanalysis and Psychosynthesis” publicado en 1934 en The Hibbert Journal, e incluido posteriormente en mi libro Psicosíntesis bajo el título de “Psicología Dinámica y Psicosíntesis” Desde un punto de vista aún más amplio y comprensible, la vida misma del universo nos aparece como una lucha entre la multiplicidad y la unidad trabajo y aspiración hacia la unidad. Nos parece intuir que- ya sea lo que imaginemos como ser divino o como energía cósmica- el espíritu actúa sobre toda la creación, al exterior y al interior de ella, la conduce al orden, a la armonía y a la belleza, uniendo uno con otro a todos los seres (algunos queriendo, pero la mayoría, ciega y rebelde) a través de los vínculos de amor, realizando lenta y silenciosa, pero fuerte irresistiblemente la síntesis suprema. (4) Aquí es necesaria una explicación semántica para evitar confusión y malos entendidos. Mientras que algunos psicólogos, entre ellos Jung, usan el término “individualidad” para describir los aspectos superiores del ser humano, aspectos que se pueden alcanzar a través de lo que ellos llaman un proceso de “individuación”, Teilhard de Chardin, que adopta la terminología generalmente usada por los escritores cristianos, usa la palabra “personalidad” y proceso de “personalización” para describir el fin superior que supera y trasciende lo “individual”. 4 LA VOLUNTAD FUERTE Como ya vimos, la voluntad fuerte es, en cierto sentido, el aspecto fundamental y más familiar de la voluntad. En la fuerza de la voluntad está su poder, su ímpetu, su energía. Desarrollando la fuerza de la voluntad nos aseguramos que un acto volitivo tenga bastante intensidad, bastante “fuego”, para realizar su propósito. Así como las otras funciones también la fuerza de la voluntad puede ser desarrollada y acrecentada por el entrenamiento y el ejercicio. Permítaseme, sin embargo, subrayar una vez más que aunque es un aspecto importante de la voluntad, la fuerza es solamente uno de sus aspectos, busquemos pues, mientras nos esforzamos en incrementar la fuerza de voluntad, desarrollar también todos los otros aspectos: la voluntad sabia, la voluntad buena, y la voluntad transpersonal. Ya que la mayoría de nosotros conoce la voluntad fuerte, no haré descripciones ulteriores y comenzaré a discutir algunos métodos prácticos y algunos ejercicios que se pueden utilizar para desarrollarla. Para desarrollar con éxito la voluntad en general, es necesaria una preparación correcta para poner en movimiento el impulso inicial y el estímulo; esta preparación debería producir un vivo, ferviente, intenso deseo de desarrollar la voluntad, que culminará a su vez, en la firme decisión de hacer todo lo que sea necesario para lograr aquel intento. Esto requiere, por sí, de una cierta dosis de voluntad; pero por suerte todos tenemos al menos un poco y, aunque exista solamente en estado embrionario, es suficiente para comenzar. Esta firme decisión puede resultar del impulso y el estímulo iniciales de un intenso deseo de desarrollar la voluntad. EJERCICIOS PARA DESARROLLAR LA VOLUNTAD Reconocimiento del valor de la voluntad Busque una postura cómoda, con los músculos relajados. Imagínese a usted mismo, con la mayor viveza posible, en el momento en que dejó pasar una oportunidad, el daño y sufrimiento que le ha ocasionado a otros y a usted mismo en el pasado, y en aquellos que podrían resultar perjudicados en el futuro, como resultado de su actual fuerza de voluntad. Examinemos las diversas ocasiones, una por una, formulándolas claramente; ahora haga una escrita lista de ellas. Permítase sentir intensamente los sentimientos que estos recuerdos reviven, y los pronósticos que despiertan en usted. Deje que surja un fuerte deseo de cambiar la situación. Imagine con la mejor viveza posible todas las ventajas que una efectiva voluntad puede traerle; todos los beneficios, todas las oportunidades, las satisfacciones que vendrán para usted y los otros. Examínelos atentamente uno por uno. Formúlelos con claridad y por escrito. Déjese transportar por las sensaciones que se producen. El gozo de las grandes posibilidades que se abren ante usted; el intenso deseo para realizarlas, el fuerte estímulo para comenzar inmediatamente. Imagínese como el ser que posee una voluntad fuerte; trate de verse caminar con paso firme y resuelto, actuando en cada circunstancia con propósitos bien definidos, decisión y constancia; Trate de verse resistiendo con éxito a toda tentativa de intimidación y seducción; visualice como será cuando haya obtenido el dominio interno y externo. (5) Evocación de sensaciones Este ejercicio consiste en utilizar el material anteriormente escrito para desarrollar las sensaciones y la resolución que surgieron del ejercicio anterior. El material que se elija debe ser estimulante, positivo, que aliente al diálogo, a la interacción, que suscite la seguridad en sí mismo y provoque una actividad. Para este fin son muy útiles las biografías de egregias personalidades que hayan tenido gran fuerza de voluntad; libros y artículos que sirvan para alentar necesidades de realización. Pero para sacar mayor beneficio de este tipo de lecturas, debe proceder de un modo particular. Lea lentamente, con mucha atención, subrayando los fragmentos que le impresionen y copiando aquellos de mayor efecto o que le parezcan particularmente adaptables a su caso. El siguiente fragmento extraído de “Self Reliance”, de Emerson, ha sido útil para muchos: Hay en la educación de todo hombre, un momento en que llega a la convicción de que la envidia es ignorancia, que la imitación e suicidio; que debe aceptarse en lo bueno y en lo malo, según la porción que le ha sido dada; que aunque el universo esté lleno de riquezas, no podrá tener ni siquiera un grano de nutriente maíz si no lo conquista trabajando en le pedazo de terreno que le ha sido dado para cultivar. El poder que reside en él es nuevo en naturaleza, y nadie fuera de él sabe lo que puede hacer, y él mismo no lo sabe hasta que no lo haya probado. Vale la pena releer este fragmento varias veces, hasta entender plenamente su significado. Estos ejercicios crean una actitud interior, producir el fervor necesario para decidir dedicar tiempo, energía y todo el medio útil para el desarrollo de la voluntad. Una palabra de amonestación: no hable de esto con nadie, ni siquiera con la loable intención de inducir a otros a seguir su ejemplo. La palabra tiende a disipar las energías necesarias para la acción. Y si su intención fue conocida, podría provocar comentarios escépticos o cínicos que le inyectarían duda y desaliento. Trabaje en silencio. (5) Esta es la técnica del “Modelo Ideal”.Todo el ejercicio está basado en la técnica de la visualización, que tiene mucho valor y eficacia en todo proceso creativo. La explicación del Modelo Ideal y de la Visualización está en mi libro Psicosíntesis. Esta preparación constituye la base de los ejercicios siguientes, que tienden a reforzar directamente la voluntad. PRÁCTICA DE LA VOLUNTAD Los ejercicios “inútiles” El principio en que se basa es simple. Todo órgano y toda función del cuerpo se puede desarrollar con el ejercicio. Los músculos, como el caso de un brazo debilitado, hay ejercicios ideados para activar solamente la parte del cuerpo que se ha debilitado. Del mismo modo, para reforzar la voluntad, es mejor ejercitarla independientemente de todas las otras funciones psicológicas. Esto se puede obtener cumpliendo acciones deliberada que no tengan otro fin que el de entrenar la voluntad. El uso de estos ejercicios aperentemente inútiles fue vivamente recomendado por Wiliam James en estos términos: Mantenga viva la facultad de cumplir esfuerzos haciendo pequeños ejercicios cotidianos inútiles , es decir, sea sistemáticamente heróico, cada día, en las pequeñas cosas superfluas; si un día hace algo por la simple razón de que es difícil y que preferiría no hacerlo, cuando suene la hora cruel del peligro, no se encontrará débil o impreparado. Este tipo de autodisciplina es similar al seguro que se paga por los bienes y por la casa. Pagar el precio no da placer y puede ser que nunca nos sirva, pero si la casa se incendiara, el haberlo pagado nos salvaría de la ruina. Del mismo modo, el hombre que día con día, con constancia se ha habituado a concentrar su atención, a usar deliberadamente su energía, por ejemplo, para no gastar dinero en cosas innecesarias, será recompensado con el esfuerzo hecho. Si se verifican desastres, permanecerá firme como una roca aunque esté rodeado por todas partes de la ruina, mientras que aquellos que se encuentran en la misma situación son desechados como los restos en el sedazo. Más tarde, Boyd Barred basó en este tipo de ejercicios un método para entrenar la voluntad, que consiste en cumplir en cierto número de tareas simples y fáciles, con precisión, regularidad y constancia. Estos ejercicios pueden ser hechos por cualquiera, ya que no requieren ninguna condición particular. Basta estar solos y tranquilos por cinco o diez minutos al día. Toda tarea y ejercicio se hacen durante algunos días, generalmente una semana, y luego se sustituyen por otro para evitar la monotonía y la formación de un hábito que resulte en un automatismo. He aquí un ejercicio de este tipo, citado del libro de Boyd Barred, Strennth of Wil and How top Develop it: Resolución. Cada día, durante los próximos siete días estaré de pié sobre la silla aquí en mi recamara, por diez minutos consecutivos, y trataré de hacerlo con ánimo alegre. Después de los diez minutos escriban las sensaciones y los estados mentales experimentados. Hágalo cada día durante siete días. Estos fragmentos se extrajeron del mismo libro: Primer día: Ejercicio un poco extraño, no natural. Debía yo sonreír o cruzar los brazos, o estar con las manos en los costados para sentirme contento. Naturalmente me distraía con varios pensamientos, por ejemplo: “¿A que llevará esta experiencia?” etc. Segundo día: El tiempo dedicado al ejercicio se pasó fácil y agradablemente. Probé un sentimiento de satisfacción, de orgullo y de virilidad. Me sentía tonificado mental y físicamente por el simple hecho de que ejercitaba la voluntad y de que mantenía la decisión tomada. Tercer día: Mientras hacía este ejercicio que me había autoimpuesto, advertí un sentimiento de poder. Gozo y energía acompañan a la experiencia de la voluntad. Este ejercicio me “tonifica” moralmente, y despierta en mi un sentimiento de nobleza y de virilidad. La mía no es una actitud de sumisión o de resignación, sino que siento querer activamente lo que hago yesto es lo que me da satisfacción. Boyd Barred sugiere muchos otros ejercicios del mismo tipo: 1. Repetir en silencio y en voz alta “yo puedo hacerlo”, marcando rítmicamente el tiempo durante cinco minutos, con un bastón o con una regla. 2. Caminar de un lado para otro en un cuarto durante cinco minutos, tocando, por turno un reloj sobre la chimenea o un cristal particular. 3. Escuchar el tic-tac de un reloj de mesa o de pulso, haciendo movimientos precisos a cada quinto tic-tac. 4. Levantarse y sentarse treinta veces de una silla. 5. Meter en una caja, lenta y deliberadamente cien cerillas o pedacitos de papel (un ejercicio particularmente adecuado para combatir la impulsividad). Técnicas similares se pueden inventar al infinito. Lo que cuesta no es hacer este o aquel ejercicio, sino como se hace. Se debería hacer con gusto, con interés, con precisión, con estilo. Trate siempre de mejorar la calidad del trabajo, la calidad de la introspección, la escritura de sus notas y sobre todo trate de desarrollar la percepción y la energía de la voluntad. Hace bien entrar en competencia consigo mismo (en otras palabras, asumir una “actitud deportiva” en el mejor sentido de la palabra). Ejercicios físicos para reforzar la voluntad Constituyen una técnica muy eficaz si se usan con l precisa intención y el fin de desarrollar la voluntad. Como ha dicho el escritor francés Gillet, “La gimnasia es la escuela elemental de la voluntad…. Y sirve de modelo para la de la mente”. En realidad, todo movimiento físico es un acto de voluntad, una orden impartida al cuerpo, y el repetir deliberadamente estos actos con intención, empeño y resistencia, ejercita y vigoriza la voluntad. De este modo se estimulan sensaciones orgánicas: producen todas un sentido de fuerza interior, de decisión, de dominio, que eleva el tono de la voluntad y desarrolla su energía. Sin embargo, para obtener de estos ejercicios el mayor beneficio se les debe hacer con un único fin, o, por lo menos, con el objetivo principal de entrenar la voluntad. Estos ejercicios se hacen con precisión calculada y con atención. No deberían ser ni demasiado vigorosos ni demasiado cansados; si no que cada simple movimiento o grupo de movimientos se debe efectuar con vivacidad y con decisión. Los ejercicios y los deportes más adecuados a este fin no son aquellos de naturaleza violenta y excitante, si no más bien aquellos que requieren resistencia, calma, destreza y valor, que permitan pausas y una cierta variedad de movimientos. Muchos deportes que se hacen al aire como el golf, el tenis, el patinaje, el alpinismo y caminar son particularmente adecuados para entrenar la voluntad; pero cuando éstos no son posibles, siempre se pueden hacer ejercicios en el retiro de la propia recámara. Hay muchos libros o manuales que describen las técnicas de los movimientos corporales. Ejercicios de voluntad en la vida cotidiana La vida cotidiana, con todas sus tareas y ocupaciones presenta infinitas ocasiones para desarrollar la voluntad. La mayor parte de nuestras actividades pueden ser de ayuda en este sentido, porque, si se realizan con intención y con actitud interior apropiada y de la manera correcta, pueden convertirse en ejercicios precisos de voluntad. Por ejemplo, el simple hecho de levantarse en la mañana en una hora precisa puede tener su valor, si con esa intención nos levantamos diez o quince minutos antes de lo acostumbrado. También vestirse en la mañana puede representar una oportunidad de este tipo, si hacemos los movimientos necesarios con atención y precisión, con prontitud pero sin prisa “una rapidez calmada” es una orden útil. Apresurarse lentamente no es fácil pero es posible; y el resultado es una mayor eficiencia, placer y creatividad sin tensión y sin cansancio. No es fácil porque requiere una actitud y una percepción duales: aquella de “el que actúa” y del que observa, simultáneamente. Durante el resto del día se pueden hacer varios ejercicios para desarrollar la voluntad que, al mismo tiempo, permiten manifestar otras cualidades útiles. Por ejemplo, mantener la serenidad haciendo el trabajo de todos los días, por más aburrido que sea o controlar eventualmente arrebatos de impaciencia cuando nos encontramos frente a pequeñas dificultades y pequeñas molestias, como cuando estamos guiando un automóvil en el intenso tráfico, o durante una espera forzada; cuando se notan los errores y los defectos de un dependiente, o cuando se es tratado injustamente por un superior. Es más, cuando regresamos a casa, tenemos ocasión de hacer simples y útiles ejercicios. Controlar el impulso de desahogar el mal humor causado por los distintos disgustos, molestias y preocupaciones de los negocios; Afrontar serenamente cualquier situación y tratar de arreglar problemas domésticos. En la mesa, un ejercicio tan útil para la salud como para la voluntad es el de controlar el deseo o el impulso de comer aprisa pensando en el trabajo o en otro problemas, entrenándose, por el contrario, en masticar bien y en gozar la comida con la mente tranquila y relajada. Durante la tarde tenemos otras ocasiones para entrenarnos, como cuando decidimos resistir a las atracciones de personas o de cosas que nos harían desperdiciar tiempo y energía. Ya sea que nos encontremos en la casa o fuera por negocios, podemos interrumpir resueltamente el trabajo cuando estemos cansados, controlando la impaciencia de acabar lo que estamos haciendo. Podemos ofrecernos a nosotros mismos una sabia pausa de descanso y distracción; un breve descanso tomado a tiempo, es de mayor beneficio que el descanso largo que se hace necesario cuando estamos exhaustos. En esos momentos de reposo, será suficiente hacer pocos ejercicios musculares o relajarse algunos minutos. Para el cansancio mental, los ejercicios físicos son generalmente los más ventajosos, y cada uno de nosotros puede descubrir con la práctica cual es más adecuado. Una de las ventajas de estas breves interrupciones es que así no se pierda el interés y el entusiasmo por el trabajo que se está haciendo y, al mismo tiempo, se superan el cansancio y la tensión nerviosa. Un ritmo ordenado en nuestras actividades genera armonía en nuestro ser, y la armonía es una ley universal de vida. Una de las mayores dificultades cuando se trata de desarrollar una voluntad débil consiste, precisamente, en que falta la voluntad para ponerse a trabajar. Conviene en esta situación servirse temporalmente de la cooperación de algunos impulsos personales como el orgullo o la ambición, que pueden dar un incentivo más fuerte que la voluntad pura. Uno de los mejores incentivos es el instinto de jugar; La actitud deportiva de una competencia con nosotros mismos Crea un impulso que, siendo interesante y divertido no suscita la resistencia o la rebelión que resultarían de una imposición forzada de la voluntad. Una palabra de advertencia: no es necesario y tampoco oportuno, hacer todos estos ejercicios de una vez. Es aconsejable empezar solamente con pocos, repartidos en la jornada, empezando por los más fáciles. Cuándo éstos se logren, se puede aumentar gradualmente su número, variándolos y alternándolos, cumpliéndolos alegremente con interés, anotado los éxitos y los fracasos, estableciendo nuevas marcas y tratando de romperlas con espiritu deportivo y competitivo. Se evita así el peligro de hacer de la vida algo demasiado mecánico y rígido, haciendo, por el contrario, interesantes y atractivas aquellas que, de otro modo, serian solamente obligaciones aburridas. Todos aquellos con quienes tenemos relaciones pueden (sin saberlo) convertirse en colaboradores nuestros. Por ejemplo, un superior autoritario o un socio exigente llegan a ser por decirlo así, las paralelas mentales sobre las cuales nuestra voluntad- la voluntad de las relaciones humanas justas- puede desarrollar su fuerza y su eficiencia. La tardanza con que se nos sirve una comida nos da la oportunidad de ejercitar la serenidad y la paciencia, y también la ocasión para leer un buen libro mientras esperamos. Amigos que pierden el tiempo hablando nos ofrecen la ocasión de controlarnos en el hablar; nos enseñan el arte de rechazar, cortés pero firmemente, discursos superfluos. Saber decir “no” es una disciplina difícil pero muy útil. En las palabras de un mencionado budista: “Un enemigo es tan útil como un Buda”. 5 LA VOLUNTAD SABIA: LEYES PSICOLÓGICAS La psicología moderna ha demostrado que, si la voluntad se opone a otras fuerzas psicológicas, por ejemplo, a la imaginación, a las emociones o a los impulsos, muchas veces será vencida. Sin embargo, la limitada concepción victoriana de la voluntad, entendida sólo como fuerza, nos induce a usarla de este modo directo y frecuentemente burdo y hasta brutal. O, por reacción, podemos irnos al extremo opuesto y no usar la voluntad en absoluto. En otras palabras como ya hemos dicho, son dos errores generales que resultan de estas actitudes extremistas entre la voluntad y su relación con las otras funciones psicológicas. Uno es el intento de obligar, con la simple fuerza o la imposición directa, a estas funciones para que actúen. El otro error, que prevalece hoy en día, es abdicar la voluntad: Se deja que sus impulsos, instintos y deseos sucedan sin ningún control o sin dirección constante. En esta circunstancia, la función que en ese momento es más fuerte capturará nuestra función e inhibirá o reprimirá a todas las funciones que son menos fuertes. Esto genera “ tensión” y conflicto interior, reduce la eficiencia a causa de la dispersión de energías, y produce reacciones potencialmente dañinas en nuestro interior y entre nosotros y los otros. Podemos evitar ambos errores, si nos damos cuente y si recordamos que la voluntad puede alcanzar su fin, con la condición de que no solamente sea fuerte sino también sabia. La función esencial de la voluntad sabia, la que debemos cultivar, es la habilidad de desarrollar la estrategia más eficaz y que requiere menos esfuerzo, más que la estrategia obvia y directa. Por ejemplo, si queremos poner en marcha un automóvil y lo empujamos por detrás con toda nuestra fuerza, usamos una voluntad que es solamente fuerte. Pero si nos sentamos al volante, encendemos el motor y guiamos el coche, usamos la voluntad sabia. En el primer caso tenemos una gran posibilidad de no lograrlo, y si lo logramos, habremos desperdiciado una cantidad considerable de energía. El esfuerzo desagradable nos puede dejar temporalmente fatigados y haremos cualquier cosa para evitar una experiencia similar en el futuro. En el segundo caso, el éxito está garantizado con el mínimo esfuerzo a condición de que antes hayamos entendido el funcionamiento del automóvil y hayamos aprendido a manejarlo. La voluntad desarrolla su papel más eficaz y satisfactoriamente, no como fuente de fuerza o de poder directos, sino como función que estando a nuestras órdenes puede estimular, regular y dirigir a todas las otras funciones y las otras fuerzas de nuestro ser, de modo que nos conduzcan a la meta establecida. Pero, así como con el automóvil, para hacer esto debemos entender las leyes del mundo psíquico dentro del cual, y sobre del cual la voluntad debe operar. Cuando las hemos comprendido, podemos escoger los medios y las estrategias más prácticas, más eficaces y menos cansadas para proceder por nuestro camino. Debemos conocer los elementos fundamentales de este mundo psíquico, las fuerzas activas y las leyes que regulan al acto de la voluntad. Este conocimiento lleva a dirigir sabiamente la actividad decidida de la voluntad, y nos permite aplicar de cien maneras distintas aquellas leyes psicológicas, bajo la dirección de la voluntad. En el resto del capítulo nos ocuparemos de estos elementos psicológicos, las fuerzas y las leyes. En el capítulo siguiente presentaremos un cierto número de técnicas específicas y sus supuestos lógicos, para el uso de la voluntad sabia. Estas técnicas, que pueden ser consideradas como ejemplos que ilustran los principios generales que hemos discutido, fueron escogidas por su eficacia en un gran número de situaciones de la vida diaria. Pro consiguiente, además de representar la utilización de los conceptos básicos y de los métodos de la voluntad sabia, ofrecerán al lector los medios prácticos para desarrollar y ejercitar su voluntad sabia y para aprecia el valor de ésta al experimentarla personalmente. Al mismo tiempo que se adquieren mayor eficiencia y familiaridad se pueden modificar estas técnicas según las exigencias individuales, y desarrollar otras nuevas. ELEMENTOS PSICOLÓGICOS La estructura psicológica general del ser humano, la relación entre el yo personal y el Si Transpersonal y la relación entre el área de conciencia y el inconsciente que la circunda, fueron indicados brevemente en el capítulo 2.*6 (véase la figura 5.1). Pero es necesario darse cuenta también de las distintas funciones psicológicas y de la relación entre ellas. Se han hecho muchas clasificaciones, pero considero la siguiente como la más *6 No me parece necesario repetir aquí toda la explicación de estos puntos, que se pueden encontrar en mi libro PSICOSÍNTESIS. completa: 1. Sensación; 2. Emoción-Sentimiento; 3. Impulso- Deseo; 4 Imaginación; 5. Pensamiento; 6. Intuición; 7. Voluntad. Están representadas una vez más en la figura 5.1, en la cual está indicada la posición específica y central de la voluntad. Figura 5.1 Las relaciones entre estas funciones son complejas, pero hay dos tipos de interacciones: Primero, las que tienen lugar espontáneamente, se podría decir mecánicamente; Segundo, las que pueden ser influidas, gobernadas y dirigidas por la voluntad. FUERZAS PSICOLÓGICAS Esto lleva a una consideración de la diferencia entre lo que podemos llamar el inconsciente “plástico” y el inconciente “estructurado” o “determinado”. En el psicoanálisis clásico el énfasis está sobre el segundo: detectar las presiones, los complejos, los conflictos y tratar de eliminarlos son los propósitos principales. Pero hay una gran parte del inconsciente que no está condicionada de este modo; es plástica y es susceptible de ser influenciada, es similar a una inagotable previsión de material fotográfico no expuesto. El inconsciente condicionado, por otra parte, puede ser comparado con una masa de película ya expuesta. En este sentido, somos como cámaras de cine que funcionan ininterrumpidamente, de manera que a cada momento una nueva parte de la película sensible recibe las impresiones de las imágenes que aparecen casualmente frente al objetivo. Pero las nuevas impresiones así recibidas no permanecen estáticas. Éstas actúan dentro de nosotros; son fuerzas vivientes que estimulan y que evocan a otras fuerzas, de acuerdo con las leyes psicológicas que serán enumeradas en la parte siguiente. Esto puede verse desde un ángulo distinto usando otra analogía: Así como nuestro cuerpo absorbe continuamente elementos vitales del mundo exterior, el aire, la luz, el agua y los distintos alimentos, y estos elementos según su naturaleza ejercen distintas influencias sobre el cuerpo –ya sean saludables o dañinas, ventajosas o nocivas –así, del mismo modo nuestro inconsciente absorbe de manera continua elementos del ambiente psicológico. Éste, por así decirlo, respira y asimila incesantemente sustancias psicológicas que según su naturaleza tendrán sobre nosotros efectos saludables o dañinos. Según los hindúes: Sarvam Annam, todo es alimento. No nos nutrimos solamente de alimentos vegetales o no vegetales, sino también de sonidos y vibraciones visuales, de todo tipo de impresiones: proporciones arquitectónicas, uniones de formas y colores; armonías, ritmos musicales y todas las ideas con las que estamos en contacto. Todo esto, absorbido mecánicamente y sin verdadera atención durante todo el día, ha formado nuestro ser y continúa formándolo. Pero nosotros también podemos aprender a usar estas influencias sabiamente, para construir en nosotros mismos lo que queremos tener. Porque su dinámica está regulada por leyes tan precisas como las que gobiernan las energías físicas. Las distintas funciones psicológicas pueden penetrarse mutuamente e interactuar, pero la voluntad está en posición de dirigir su interpenetración y su interacción. La posición central de la voluntad le permite asumir la supremacía por medio de su fuerza reguladora, pero esta fuerza, a su vez, está gobernada por las leyes psicológicas. Ignorar estas leyes significa desperdiciar, o correr el riesgo de usar de manera equivocada el poder interno que la voluntad posee gracias a su posición central. Por lo que es de fundamental importancia el conocimiento de estas leyes y el uso de las técnicas basadas en ellas. Haremos una lista aquí de las que tienen una relación práctica con el uso de la voluntad. Pienso que conocer estas leyes y algunas de sus aplicaciones prácticas, que discutiremos en el siguiente capítulo, dará una base sólida para todo aquel que quiera entrenar su voluntad ya actuar sabiamente. Tal vez el lector querrá las leyes y regresa después para consolidar su comprensión. Primera ley: Las imágenes estudiar enseguida o figuras mentales y las ideas tienden a producir las condiciones físicas y los actos externos correspondientes a éstas. Esta ley ha sido formulada también así: Cada imagen tiene en sí misma un elemento motor. Toda idea es una acción en estado latente. William James fue uno de los primeros en llamar la atención sobre la acción “ideo-motora”, en la cual una idea central acciona, pone en movimiento y activa el sistema muscular en espera. La existencia de esta ley o proceso fue aprobado abundantemente por los efectos de la influencia hipnótica y, en el estado de vigilia, de la sugestión y la autosugestión. A la objeción de que no nos damos cuenta de que las imágenes y las ideas se transforman en acciones, se puede responder que esto sucede porque, ordinariamente, numerosas imágenes mentales se agolpan en nosotros al mismo tiempo o en sucesión rápida, obstaculizándose enredándose recíprocamente. Esta ley está en la base de todos los efectos psicosomáticos, ya sea patológicos o terapéuticos, y es uno de los hechos que explican la sugestión de las masas, explotadas tan astutamente y con tanto éxito por los publicistas y por otros, incluyendo los políticos. La voluntad desde su posición central puede movilizar las energías de la imaginación en el interior del individuo para realizar su plan. La voluntad, por lo tanto, puede ser usada conscientemente e intencionalmente por el individuo para escoger, evocar y concentrarse en las imágenes y las ideas que lo ayudarán a producir las acciones que desea. Por ejemplo, imágenes o nobles intentos, usados sabiamente, tienden a evocar valor y a producir actos valientes. Segunda ley: Las actitudes, los movimientos y las acciones tienden a evocar las imágenes y las ideas correspondientes; éstas, a su vez (según la siguiente ley) evocan o hacen más intensas las emociones y los sentimientos. Esto está probado claramente con el siguiente experimento: sí cerramos el puño de un sujeto sensible hipnotizado, gradualmente cerrará el otro puño, alzará el brazo, apretará los labios, y arrugará la frente, hasta que todo su aspecto sugiera un estado creciente de ira interior. Sabemos que “hacer un papel” en la vida tiende a suscitar las ideas y las emociones correspondientes; así, hablar con voz áspera y comportarse como si se estuviera muy enojado tiende a despertar una verdadera rabia. Esto se ve a menudo en los niños que empiezan a pelearse de juego pero que poco a poco se envuelven tanto que terminan peleando en serio. En esta ley se basa el método usado por algunas personas para penetrar y entender las condiciones psicológicas de otros. Imitan artificialmente la posición del cuerpo y la expresión de la cara de alguien a quien estén observando y, al hacer esto, suscitan en sí mismo las condiciones psicológicas correspondientes. La voluntad por lo tanto, puede mover el cuerpo y de este modo mover las imágenes y las ideas correspondientes, haciendo más intensas las emociones y los sentimientos que la voluntad quiere reforzar. En otras palabras, con movimientos conscientes y con una finalidad determinada, se pueden evocar y reforzar estados interiores positivos y deseados. El uso de movimientos de danza apropiados y la técnica oriental de los “mudra” son aplicaciones típicas de esta ley. Usar sabiamente el cuerpo usando la segunda ley puede reforzar ulteriormente el elemento motor (primera ley) de las imágenes y las ideas. Por ejemplo, el individuo que trabaja consigo mismo para desarrollar y expresar el valor utilizando la imaginación y el pensamiento según la primera ley, puede usar intencionalmente el cuerpo, asumiendo la actitud correspondiente. Así, con la actitud corporal reforzará y hará más intensa su imaginación y sus pensamientos, y éstos, a su vez, evocarán y harán más intensa la experiencia, creando un flujo renovador de energía, un círculo de retroalimentación positiva por el que el individuo podrá realizar acciones valerosas. Esta ley y su aplicación se explicarán mejor cuando discutamos la técnica del “actuar como si” en el próximo capítulo. Tercera ley: Las ideas y las imágenes tienden a suscitar las emociones y los sentimientos correspondientes. Está en estrecha relación con la primera ley. Las ideas y las imágenes tienden a producir actos y emociones. Los actos y las emociones se suscitan antes que una idea específica o que una imagen, cuando dependen de la naturaleza de la idea o imagen misma, y del tipo psicológico- individual. Una vez más usando sabiamente esta ley, la voluntad desde su posición central puede movilizar la energía de las emociones y de los sentimientos por medio de idas e imágenes apropiadas. La técnica de las “palabras evocadoras”, descrita ampliamente en el próximo capítulo, es una aplicación sistemática de esta ley, pero se pueden encontrar numerosos ejemplos en la práctica clínica, en la historia y en muchos campos. Un joven era adicto a la morfina pero deseaba ardientemente acabar con esa esclavitud; se le aconsejó escribir veinte veces al día un verso de cierto salmo. Lo hizo con constancia hasta que, después de haberlo escrito cerca de siete mil veces, sintió que se había liberado y de hecho permaneció libre de aquel deseo. Siete mil parece ser un número muy grande, pero el joven tardón menos de un año en escribir esa cantidad de veces el mismo salmo. Otra historia famosa se refiere a la hija de un almirante inglés que leyó un escrito de Gandhi y se entusiasmó a tal grado con sus ideas que se fue a la India con gran disgusto del padre. Allá se convirtió en una gran colaboradora de Gandhi y por años fue su secretaria. Se puede decir que las ideas de Gandhi han suscitado emociones profundas, y éstas, a su vez han conducido a la acción. Cuarta ley: Las emociones y las impresiones tienden a suscitar y a intensificar las ideas y las imágenes correspondientes o asociadas. Las emociones evocadas a través de las ideas y de las imágenes pueden producir e intensificar ideas asociadas. También aquí nos encontramos con un proceso de retroalimentación que puede operar para bien o para mal. A menudo funciona negativamente; por ejemplo, el miedo a enfermarse produce una serie de imágenes de enfermedad que son dañinas porque son deprimentes y más aún porque las imágenes mentales así evocadas tienden a producir las condiciones físicas correspondientes, por ejemplo, disturbios psicosomáticos. Así quedamos atrapados en un círculo vicioso en donde una emoción crea una imagen, que a su vez influye en condiciones físicas, que producen más emociones. Podemos romper el círculo en distintos puntos según las leyes que estamos considerando. Si queremos empezar afrontando las emociones, la técnica más útil es la desidentificación o autoidentificación descrita en el primer apéndice. Quinta ley: Las necesidades, los instintos, los impulsos y los deseos tienden a producir imágenes, ideas y emociones asociadas. Imágenes e ideas que sugieren las acciones correspondientes. Uno de los ejemplos más comunes de esta ley es la que psicoanálisis se llama “racionalización”. Cuando hay un fuerte impulso o deseo, éste lleva a la mente a encontrar razones o incluso falsas razones para realizarlo. Dicho proceso tiende a evitar cualquier pensamiento desagradable, justificándole o explicándolo de tal forma que resulta menos angustiante o doloroso. Podemos estar alerta una vez que hemos reconocido este mecanismo, para especificar las posibles ilusiones mentales y emotivas producidas por la racionalización. Podemos aprender a conocer más nuestros impulsos, instintos y deseos y saber hacia donde nos quieren conducir. En vez de dejarnos trastornar o llevar por ellos hasta el punto de engañarnos creyendo que está justificado por razones válidas, podemos examinar estas falsas razones y decidir por nosotros mismos, desde la ventajosa posición central que ocupa nuestra voluntad, si queremos o no queremos seguirlos. Por ejemplo si cuando voy a dar una conferencia frente a un gran auditorio de improviso me viene a la mente una “muy buena razón” para bajarme del escenario e irme a casa, puedo ser consciente de este impulso interior que me trastorna y que está actuando sobre mí. Entonces podía escoger usar otra actitud, imaginándome a mí mismo dando una conferencia brillante, de manera desenvuelta; al hacer esto aplaco con mi agitación emotiva y me movilizo a mí mismo para llevar a cabo la acción establecida. Si la voluntad es usada sabiamente no hay necesidad de reprimir las emociones negativas o de pisarlas brutalmente. Estos procedimientos son ineficaces y exigen un precio demasiado alto. Sexta ley: La atención, el interés, la afirmación y la repetición refuerzan las ideas, las imágenes y las formaciones psicológicas sobre las que se concentran. La atención hace a las imágenes y a las ideas más claras y precisas, permite descubrir nuevos elementos y detalles. Se puede comparar con un lente a través del cual observamos un objeto. La imagen resulta mayor, más clara, más viva. Lo que está en el centro de la imagen está bien definido, mientras que lo que está alrededor permanece fuera de foco (esto último se puede llamar “conciencia marginal”; pertenece a una esfera semi-consciente, una zona intermedia entre el inconsciente y el consciente). El interés aumenta la importancia de las ideas y de las imágenes. Las hace ocupar un área más vasta en nuestro campo de conciencia y la hace permanecer durante más tiempo. Intensifica y refuerza a la atención. La atención, a su vez, tiende a aumentar el interés (también esto es un proceso de retroalimentación). La afirmación da a las imágenes y a las ideas mayor fuerza y eficacia. La repetición actúa como el golpe del martillo sobre el clavo, hace penetrar la idea o la imagen y la fija, hasta que se convierte en dominante y hasta obsesiva. Esta técnica es muy usada por los publicistas; las sumas enormes que gastan y que de las cuales obtienen ganancia por poner muchas veces la misma imagen frente a los ojos del público, son una prueba convincente de la eficacia de la repetición. La sexta ley puede ser utilizada también en sentido opuesto. Podemos retirar deliberadamente interés y atención de una imagen, idea o formación psicológica desagradable, reduciendo gradualmente su energía y su actividad. Dejará de ser un factor perturbante o una influencia nociva. Varias aplicaciones de este principio, en particular la técnica de la sustitución se encuentran en el próximo capítulo, en la parte “Respiración y alimentación Psicológica”. Séptima ley: la repetición de los actos intensifica la tendencia a cumplirlos y a hacer más fácil y mejor su ejecución, hasta que se realizan inconscientemente. De este modo se forman los hábitos; pueden se comparados con las calles y los caminos: es más fácil y más cómodo caminar a lo largo de un camino, que abrirse paso a fuerza entre la maleza de un terreno abrupto. Conforme las acciones habituales se delegan al inconsciente la parte consciente va quedando libre para dedicarse a acciones distintas y superiores. Este es un hecho establecido en el caso de las funciones biológicas. Gustave Le Bon, en su libro la psichologie de l’education, llega a decir que “la educación es el arte de hacer pasar el consciente al inconsciente”. Mientras que esto es verdad, para la erudición y para el aprendizaje, ciertamente no es el fin de toda la educación. La etimología de “educar” (e-ducere) expresa el fin y la función real “sacar” del inconsciente las posibilidades latentes, activando las energías adormecidas, particularmente en la esfera superior, el superconsciente. Los hábitos tienden a limitarnos y hacernos seguir solamente senderos ya trillados. Pero, como dijo William James: “La voluntad y el intelecto pueden formar hábitos de pensamiento y de voluntad. Nosotros somos responsables de nuestros hábitos y aún cuando actuamos según un hábito actuamos libremente”. Octava ley: Todas las distintas funciones y sus múltiples combinaciones en complejos y subpersonalidades, ponen en movimiento la realización de sus metas fuera de nuestra conciencia e incluso en contra de nuestra voluntad. Esta ley fue llamada por Baudoin la “Ley de las finalidades subconscientes” y describió ampliamente su funcionamiento; también explicó sus distintas aplicaciones en terapia y en el área educativa en su libro Sugestión y Autosugestión. Es una ley de importancia fundamental. Debemos darnos cuenta de que raras veces somos conscientes de los mecanismos psicológicos y psicofisiológicos que producen los cambios físicos y los actos externos. Aquí tenemos el verdadero misterio de la relación y de la interacción entre los hechos físicos, que, a pesar de todos los intentos todavía no han sido resueltos o explicados de manera satisfactoria. La prueba más simple y más clara es la que nos da cualquier movimiento muscular. Digamos que un hombre quiere o tiene la idea de mover un brazo. Lo hace fácilmente, aunque ignore por completo el complejo y admirablemente coordinado mecanismo que convierte la idea en acción. La idea o figura mental del movimiento del brazo, produce el estímulo de las células motoras en la corteza del hemisferio opuesto del cerebro. De estas células motoras sale un impulso, que parece ser de naturaleza eléctrica, y fluye a través de las fibras hasta alcanzar a los músculos implicados en el movimiento. Este estímulo produce la contracción de las fibras musculares que activan el movimiento. Un hombre con una musculatura fuerte puede realizar el movimiento con la misma facilidad y con mayor eficacia que un erudito anatomista o fisiólogo con un cuerpo débil. Esto mismo sucede no solamente en todas las reacciones fisiológicas, sino con todas las actividades que tienen lugar en la psique misma. Aún los procesos más complejos y más extensos siguen el mismo esquema: la imagen mental del propósito que se quiere alcanzar pone en movimiento, en el inconsciente, una actividad dirigida a realizar dicha meta. Pero nosotros no conocemos la forma en que opera. La creatividad, ya sea artística, científica o técnica es un ejemplo típico. Generalmente requiere de un período de elaboración o incubación, durante el cual es aconsejable dejar trabajar al inconsciente sin ulteriores interferencias de la voluntad consciente. Paradójicamente, poner atención consciente en el proceso creativo o preocuparse emotivamente lo distrae. La situación puede compararse con la de un director que ha encomendado a un empleado que haga un trabajo; cuando el empleado haya entendido lo que debe hacer, debe dejársele trabajar sin ninguna interferencia. Esto nos demuestra la naturaleza de la espontaneidad. Desde un cierto punto de vista, se puede decir que la actividad del inconsciente procede espontáneamente, es decir, espontáneamente desde nuestro punto de vista, y sin nuestra colaboración consciente. Muchos artistas e investigadores han tenido una experiencia práctica del funcionamiento de esta ley. Ellos dan el impulso inicial y dejan que la elaboración siga natural y espontáneamente. Pero esto es muy diferente al “culto a la espontaneidad” que se expresa en el abandonarse sin control a cualquier emoción, impulso o capricho. Novena ley: Los instintos, los impulsos, los deseos y las emociones tienden a manifestarse y demandan ser expresadas. Los impulsos y los deseos constituyen el aspecto activo, dinámico de nuestra vida psicológica. Son los resortes que están detrás de toda acción humana. Pero su origen y naturaleza, su valor y los efectos que producen son bastante diferentes; por lo tanto deben ser reconocidos y examinados con la misma objetividad con que se estudia un objeto natural. Para hacer esto es necesario estar desidentificado por lo menos temporalmente, y esto a su vez significa adquirir conciencia del sí personal, del yo consciente, distinguiéndolo de estos elementos y de estas fuerzas psicológicas, y observándolo desde una posición central. Aquí es necesario un acto de voluntad y la voluntad, como hemos visto, es la función más inmediata y más directa del yo. y La observación debe ser seguida de una evaluación. La ciencia, y de modo particular la psicología, no puede evitar una evaluación. A.H. Maslow explica este punto de manera exacta y convincente en sus libros The Psychology of Sciencie y Motovation and Personality. El problema práctico, la interrogación con la que nos topamos siempre es: cómo expresar de manera adecuada y constructiva, o por lo menos de manera inofensiva, todos los instintos, impulsos, etc. Es necesario expresarlos de alguna manera. Si no lo hacemos, por miedo, porque los condenamos y otros motivos nos inducen a negarlos o reprimirlos, producen tensión psíquica y nerviosa, y podrían causar también alteraciones psicosomáticas. Este hecho fue destacado por el psicoanálisis y sobre esto se basa la pretensión, tan difundida hoy, de eliminar todos los frenos y las inhibiciones que podrían obstaculizar el curso de las energías agrupadas bajo el término general de libido. Sin embargo, esta expresión generalmente incontrolada, es indeseable por las consecuencias nocivas que puede tener en nosotros mismos y en los demás, y en muchos casos ni siquiera es posible. Pero hay varios métodos para expresar sin causar daño o hasta constructivamente estos impulsos. Su valor, la multiplicidad y la diversidad de estos métodos exigen que se les conozca a fondo, se les escoja con cuidado y se les use de manera correcta, de acuerdo con las situaciones particulares que debemos afrontar continuamente en la vida. La siguiente ley trata de estos métodos. Décima Ley: Las energías psíquicas se pueden expresar: 1. Directamente(desahogocatarsis); 2. Indirectamente, a través de una acción simbólica; 3. Con el proceso de transmutación. 1. A primera vista, los modos directos de expresión no necesitarían ningún comentario. Son simplemente el medio con el que se obtiene la gratificación sana y natural de las necesidades y tendencias fundamentales. Generalmente nacen los conflictos entre las necesidades y estas tendencias, conflictos que establecen prioridades y ponen límites a su gratificación, o la hacen francamente imposible. Por otra parte, estas tendencias no pueden satisfacerse todas al mismo tiempo; su expresión debe ser regulada sobre la base de criterios de posibilidad y oportunidad. Y esto, a su vez, necesita deliberación, elección y decisión; de hecho, actos de voluntad. Algunas restricciones se imponen inevitablemente a causa de las circunstancias físicas y psicológicas, obstáculos creados por nuestras relaciones con los otros, y por las condiciones sociales y ambientales en general. Pero estos problemas de control y de orden no son insolubles. En la medida en que la expresión directa debe ser retardada, modificada, o incluso prohibida del todo, hay al alcance de la mano formas y medios de expresión indirecta que pueden ofrecer suficiente gratificación. 2. Una acción simbólica generalmente tan gratificante y catártica como la expresión directa. Por ejemplo, si la ira nos empuja a atacar a alguien que nos parece que nos ha tratado mal, su expresión directa nos arrastraría hacia una agresión física o verbal. Por la misma hostilidad puede desahogarse golpeando un objeto que simbolice a nuestro adversario. Otro modo de descargar hostilidad es el escribir una carta de insultos desahogando plenamente la amargura y el resentimiento (y después no mandarla). La simple acción de expresar cólera e indignación en el papel, generalmente es suficiente para descargar la energía o voltaje psicológico que lleva consigo. 3. Transformación y sublimación. Estos procesos son muy importantes porque en su reconocimiento y utilización ofrecen la mejor y más duradera solución para muchos problemas humanos fundamentales. Esto justifica su estudio cuidadoso y su amplio uso. Lo extenso del tema no nos permite tratarlo adecuadamente en este contexto, pero presentaremos algunos puntos esenciales. La transformación de las energías es un proceso natural, de manera “horizontal” en el interior de cada nivel- físico, biológico y psicológico- y “verticalmente” en todos los niveles donde se puede ver como sublimación o como degradación, dependiendo de la energía que es llevada a un nivel superior o uno inferior. Generalmente estas trasformaciones suceden de manera espontánea pero pueden ser inducidas por actos deliberados de la voluntad. En el nivel físico, el calor puede ser transformado en movimiento (la locomotora de vapor) o en electricidad (el generador termoeléctrico). La electricidad a su vez puede ser transformada en calor (la estufa eléctrica) y en movimiento (el motor). El conocimiento y el uso de estas y otras transformaciones constituyen las bases de la tecnología. Las combinaciones químicas de las distintas sustancias producen otras sustancias que tienen propiedades diferentes de las que tienen sus componentes, y en algunos casos producen una descarga simultánea de calor y energía. En física hay un proceso, llamado sublimación, a través del cual una sustancia química pasa del estado sólido directamente al gaseoso, y después del enfriamiento a la cristalización final. Es interesante notar que la sublimación de los elementos químicos es particularmente apreciada como medio de purificación. En el nivel biológico ocurren continuamente infinitas transformaciones, todas reguladas por las leyes que hacen posible la vida también en el nivel psicológico las transformaciones suceden todo el tiempo. Muchos fenómenos, regidos por las leyes que describimos antes, se deben a la interacción y a la transformación de las energías psicológicas. Importantísimas- si bien su mecanismo es todavía un misterio para nosotros- son las transformaciones y las interacciones que tienen lugar verticalmente, es decir entre la energía de los distintos niveles. De manera inmediata podemos mencionar los cambios biológicos y físicos producidos por la acción de las energías mentales y psicológicas. El estudio y utilización de estas energías constituyen el amplio campo de la medicina psicosomática. Están luego los actos externos producidos por factores psicológicos. Una idea unida a un deseo o a un sentimiento produce el impulso de poner en movimiento las actividades físicas correspondientes. Por ejemplo, el deseo de riqueza junto con un plan para ser rico puede impulsar a hacer un viaje, embarcarse en una empresa, o construir un edificio. Se sabe cómo el amor por una mujer, unido a la valoración de las condiciones para casarse con ella puede transformarse en el impulso a realizar ciertos estudios o en la decisión de obtener un determinado trabajo. Todos los instintos y los impulsos fundamentales pasan a través de estas transformaciones, que son particularmente evidentes en el caso de: Autoafirmación y agresividad Sexualidad y amor La transformación de los impulsos combativos y agresivos tienen una importancia central, y constituye uno de los medios más eficaces, probablemente el más eficaz, para eliminar los conflictos interpersonales y prevenir las guerras. Por lo que respecta a la sexualidad y al amor, no hay necesidad de enfatizar el hecho de que el modo de tratar estos dos potentes instintos constituye un problema existencial que todo ser humano debe afrontar. El tema ha sido tratado en Psicosíntesis (capitulo 8) y en mi escrito Transformación y sublimación de las energías sexuales. Las maneras y los medios de transformación y sublimación psicológica se pueden resumir así: A. B. C. D. E. Elevación; Purificación; Interiorización; Ampliación; Expresión exterior. A. Por medio de la elevación el instinto sexual de naturaleza puramente física puede ser transformado en amor emotivo; el amor posesivo, en amor oblativo; el deseo vehemente de placeres sexuales, en aspiración a los gozos de naturaleza estética, intelectual y espiritual. B. La purificación se refiere principalmente a la naturaleza de los motivos y de las intenciones. C. La interiorización puede transformar vanidad y orgullo en un sentimiento de dignidad interior; la autoafirmación personal, en afirmación espiritual; los impulsos agresivos, en un instrumento para afrontar los “enemigos” interiores. Este uso está ampliamente descrito por Frances Wickers: “….. una de las grandes tareas de nuestros días es la de dirigir la guerra hacia uno mismo”. D. La ampliación transforma el amor egoísta en círculos sucesivos y cada vez más grandes en amor a la familia, por los colaboradores, por la patria, por la humanidad. El amor paterno y materno que no ha encontrado expresión por falta de hijos puede tener necesidad de amor y de ayuda. E. La expresión exterior corresponde a la “cristalización” de las sustancias químicas sublimadas. Así, la compasión se expresa en las acciones humanitaria; las tendencias agresivas pueden ser utilizadas para luchar contra los males sociales. Sin embargo, es importante darse cuenta de que existen las falsas sublimaciones que deben ser reconocidas y evitadas. Son un sustituto, una imitación de la verdadera sublimación; pueden ser una máscara que cubre impulsos y actividades que no están sublimados verdaderamente. Lo que cuenta en la sublimación es la sinceridad de la intención. La falsa sublimación está presente donde hay hipocresía, sea o no evidente. El proceso de creatividad artística requiere mención especial. Es considerado como una forma de sublimación; frecuentemente lo es, pero no siempre. En la actividad creativa el escritor, el pintor o el compositor a menudo expresa, junto con sus aspiraciones sus instintos, impulsos y deseos. La creatividad es, por lo tanto, para él, un instrumento de catarsis. De la naturaleza y del nivel de esta expresión, depende la calidad de la transformación de las energías involucradas. 6 APLICACIONES PRÁCTICAS DE LA VOLUNTAD SABIA El número de estas aplicaciones prácticamente no tiene fin. Una amplia serie de técnicas psicológicas específicas que se basan en las leyes dadas en el capítulo anterior, han si desarrolladas y probadas, y están disponibles para implantarse, (*7) mientras que otras nuevas se desarrollan continuamente. Puede decirse que abarcan el campo completo de la psicosíntesis aplicada. Ya que una exposición de ellas está fuera del enfoque de este libro, sólo describiré algunas en detalle, como ejemplos básicos. (*7) Se encuentran descritas en la segunda parte del libro Psincosíntesis RECONOCER EL VALOR DE LA VOLUNTAD Este ejercicio, tratado ya en páginas anteriores, está basado en el uso hábil de la voluntad. Llevándolo a cabo aplicamos la fuerza de nuestra voluntad, sin importar que tan pequeña sea, para que actúe en la imaginación y use su poder para darnos cuenta del enorme valor que posee una voluntad eficaz. Este contacto con el conocimiento provoca impulsos, deseos y emociones, todos alineados con nuestra intención inicial, esto es, con la dirección original de nuestra voluntad. Este procedimiento de imaginar vividamente las limitaciones y los inconvenientes de una condición que queremos cambiar, y las ventajas de cambiarla, es muy valioso para generar el ímpetu necesario para iniciar cualquier clase de actividad interna o externa. Psicológicamente es el equivalente de la dirección o del freno de un automóvil, o de otros muchos inventos que por una ventaja mecánica, permiten al hombre aumentar su fuerza física en la medida deseada. TÉCNICA DE LA SUSTITUCIÓN Muchos de nosotros hemos tenido la experiencia de que algún pensamiento, tonada, verso o frase, atrae nuestra atención y somos capaces de retenerlo por largo tiempo, y a veces por horas, pese a nuestros intentos de dejar de pensar en él. En formas extremas, esta situación puede volverse más importante y vivida en nuestra conciencia. En cambio si escogemos otro tema u otra imagen y dirigimos nuestra atención a ellos, nos damos cuenta de que el pensamiento indeseado poco a poco se vuelve más tenue y periférico hasta desaparecer completamente. Eso es una simple aplicación de la técnica de sustitución, y está basada en la sexta ley, la cual dice que la atención centrada en un objeto, le da fuerza, haciéndolo más importante en nuestro campo de conciencia. La atención continuada tiende a incrementar el interés, y éste, a su vez, refuerza la atención, creando así un círculo de retroalimentación positiva. Cuando el pensamiento o la imagen que nos molestan se imponen a nuestra conciencia, se vuelven como un imán que se apodera de nuestra atención y continúa quitándole cada vez más energía. Así, si los combatimos directamente contra la fuerza de nuestra voluntad, lo más probable es que fracasemos. Pero si usamos un acercamiento más sabio, menos directo y “agresivo” construyendo deliberadamente otro centro de atención, podemos fácilmente usarlo para liberar nuestra atención cautiva. Se podría decir que todo lo que hacemos es desplazar nuestra atención de una imagen a otra. Y así es, pero el caso es que la segunda imagen es la que escogemos y podemos seleccionar una que sea de mayor utilidad que la primera. Así, esta técnica tienen aplicación práctica en muchos casos de pensamientos e imágenes recurrentes, molestos, turbadores, negativos o de influencias negativas desagradables o nocivas. Desde luego, se requiere aquí de una advertencia: como cualquier técnica, la técnica de la sustitución no debe usarse mal, es decir, sin una clara percepción de la situación existencial de un individuo, o en el momento equivocado. El indicio de algunos pensamientos e imágenes recurrentes, negativos y molestos, son el síntoma de que puede existir un bloqueo emocional y, en estos casos, si la sustitución se utiliza antes de que la dificultad haya sido explorada, comprendida y tratada suficientemente, tenderá a suprimir el material que está tratando de salir a la conciencia. Por otro lado, aun cuando el problema haya salido a la superficie, se haya trabajado en él y esté resuelto en gran parte, esas imágenes a menudo se prolongan con un nivel de energía relativamente bajo, como una tonada vieja o un antiguo hábito. En estos casos la sustitución es especialmente apropiada y efectiva, porque ayudarnos a quitar los restos y a crear un espacio libre y limpio en la conciencia. Mucho del desorden interno que nos hace tan difícil vivir y trabajar se puede arreglar con esta técnica de sustitución. También puede ser útil para regular y equilibrar las tendencias excesivamente unilaterales dentro de nosotros mismos. Ésta es una aplicación más útil de la voluntad sabia. La técnica de la sustitución se utiliza también en el método más genérico de respiración y alimentación psicológica que será descrito a continuación. RESPIRACIÓN Y ALIMENTACIÓN PSICOLÓGICA Más que una técnica específica esto constituye una actitud general hacia nuestra vida diaria, que puede ser implantad en forma afectiva a través de la aplicación de la voluntad sabia. Desde muchos puntos de vista nuestras necesidades psicológicas se parecen a nuestras necesidades fisiológicas. Sabemos que nuestra salud física depende de un número de factores fundamentales, como una dieta balanceada, la ingestión y la asimilación regular del alimento, y la respiración de aire limpio y puro. Hemos hecho muchos progresos en lo que se refiere a los principios básicos de higiene personal, y en reconocer y evitar aquellas situaciones ambientales que pueden producir una infección, enfermedades contagiosas u otras causas de daño físico. Muchas de las más recientes actividades promisorias en el campo de la ecología pueden verse como una extensión de esta actitud, así como de un sentido de responsabilidad personal, que incluye a toda la humanidad y al planeta entero. Por otro lado en el campo psicológico nos hemos quedado muy atrasados. Aunque la mayoría de los problemas actuales, como son la guerra, la creciente y dañina actitud competitiva, las condiciones ampliamente prevalecientes de miedo y depresión, pertenecen a la esfera psicológica, o tienen causas psicológicas, todavía carecemos de un reconocimiento más general de la poderosa influencia psicológica de nuestro medio ambiente, al cual todos estamos expuestos. Sin embargo ha empezado un cambio en esta dirección y una pequeña pero creciente minoría está desarrollando lo que podemos llamar una conciencia psicológica. Una indicación interesante de esta situación es el uso de la palabra “ubicación” por muchos jóvenes. Los términos “buenas” o “malas vibraciones”, se están usando cada vez más para describir lo que es considerado como ambiente o condición psicológica favorable o desfavorable. Por tanto me parece conveniente indicar algunos de los factores negativos más comunes que contaminan nuestro medio ambiente psicológico, y sugerir métodos basados en el uso de la voluntad sabia con los cuales podemos combatirlos efectivamente. Los principales factores negativos son: agresividad y violencia; miedo; depresión y desaliento; codicia y todas las formas de deseos egoístas. Son verdaderos “venenos psicológicos” que impregnan la atmósfera psíquica, y en un examen psicológico de la situación actual podemos encontrarlos en la raíz de un gran número de problemas, tanto, de los individuos como de la sociedad. Para poder afrontarlos eficazmente, necesitamos recordar que estos venenos psicológicos existen no sólo en el ambiente exterior, sino también en mayor o menor grado dentro de nosotros mismos. Por lo tanto debemos también tratar de eliminarlos dentro de nosotros mismos a por lo menos reducirlos a un mínimo. Ésta es una de las tareas específicas de la psicosíntesis individual, y necesita diferentes técnicas de aquellas adecuadas para protegernos de los venenos externos. Para obtener el máximo resultado, las dos operaciones deberían llevarse a cabo simultáneamente, ya que es casi imposible lograr liberarse por completo de los venenos internos, de tal manera que podemos ser inmunes a la influencia de los que provienen del mundo externo. Por otro lado, los venenos externos tienden a alimentar y a intensificar los venenos que están dentro de nosotros. Se crea así un círculo vicioso: Los venenos que existen dentro de nosotros abren la puerta a la influencias de los externos, mientras que estos últimos hacen más fuertes a los primeros. El modo más eficaz de romper este círculo vicioso, es retirar deliberadamente la atención de estos venenos psicológicos. Esto liberará la energía de la atención y permitirá localizarla en otro punto, en una dirección donde sea más útil. El acto de retirar la atención de esta manera constituye un acto definido de la voluntad sabia y a su vez contribuye a su fortalecimiento. Agresión y violencia La agresión y violencia desenfrenada, ampliamente diseminadas en la humanidad, son demasiado evidentes para señalarlas. El primer paso para remediar sus efectos es dejar de intensificarlas no centrando la atención ni interesándonos en ellas innecesariamente. Por el contrario, periódicos, revistas, programas de televisión y películas rivalizan una con otra para presentar vívidos y dramáticos sucesos, escenas de agresión y violencia. Esto solo sirve para aumentar la agresión a través de lo que ha sido llamado “el poder nutritivo de la atención”. Como una medida mental de higiene psicológica y protección para nuestra salud mental, debemos evitar, o al menos limitar al máximo, prestar atención a los relatos sensacionalistas y a las ilustraciones de esta clase. Esto significa cerrar los ojos a las agresiones y a la violencia, ignorando su existencia. Una cosa es mantenerse objetivamente informados con un propósito útil y otra, completamente diferente, someterse de manera innecesaria e indiscriminada a un diluvio de descripciones e imágenes sensacionalistas. Miedo Éste es también un veneno ampliamente difundido. Además de miedos y ansiedades personales, olas de miedo y pánico colectivo invaden la atmósfera psíquica. Uno de estos aspectos es el peligro de una guerra mundial y la consecuente destrucción de la vida humana en gran escala. También algo muy difundido es la preocupación económica y el desempleo, las epidemias, la criminalidad, la violencia civil, etc. Aquí, otra vez, lo primero y más urgente que debe hacerse es evitar exacerbar y alimentar estos miedos con profecías catastróficas y dirigir nuestra atención, intencional y firmemente, hacia áreas positivas y constructivas. En cuando seamos libres de la inundación arrolladora de pánico colectivo acerca de todos estos asuntos vitales, seremos capaces de afrontarlos de manera en verdad constructiva. Así que, paradójicamente, una persona que está sincera y profundamente interesada en la lucha por mejorar las condiciones sociales, terminar con las guerras, o algo parecido, verá con mayor claridad los problemas si no se abre completamente, incluso por compasión, a todas las influencias, y será capaz de concentrarse en esos eventos específicos para que pueda analizar con calma lo que se puede hacer. Depresión y desaliento Son reacciones hacia lo negativo, “oscuro” e insatisfactorio de la vida humana colectiva. Estas condiciones han existido siempre, pero en la actualidad los medios de comunicación masiva están dándole una importancia exagerada y unilateral. Algunos responden a estos males con la agresión y el impulso a destruir el sistema con acciones violentas. La reacción de muchas personas, por otro lado, es de depresión y hasta de desesperación, ambas producidas por un sentimiento de frustración e inutilidad. Codicia Una cuarta clase de veneno psicológico puede entrar en el encabezado general de la codicia. La codicia es una expresión de aquel deseo egoísta que, de acuerdo con las enseñanzas de Buda, está en la raíz de todo sufrimiento e infidelidad. Este sufrimiento de deriva no solamente de que muchos deseos son irreales, y por eso nunca pueden ser satisfechos, sino también de la verdadera naturaleza de la codicia, para la cual ninguna satisfacción es suficiente; siempre pide algo más. Hay muchas clases de deseo. Uno, el instinto excesivo y desenfrenado de la autoafirmación, es una de las principales causas de agresión y de violencia. Otro es la sensualidad exagerada, en el sentido más amplio de la palabra, es decir, el deseo desmedido por los placeres físicos de toda clase. De éstos, la glotonería –para emplear un término anticuado pero expresivo- es una expresión típica. Beber y comer demasiado, más allá de las necesidades del organismo, o ingerir alimentos inapropiados para el cuerpo humano, son con frecuencia causantes de la mala salud, de la enfermedad y de la muerte prematura. La analogía entre el consumo de alimento y la actividad sexual fue señalada por Maslow con los siguientes términos: Esto se puede comparar con la actitud que las personas autorrealizadas tienen ante la comida. En el esquema general de su vida, el alimento es una fuente de placer y, sin embargo, tiene poca o relativa importancia. Cuando lo disfrutan, lo hacen de todo corazón y sin echarlo a perder con actitudes negativas o brutales. Ordinariamente, el placer de la comida ocupa un lugar de importancia en el cuadro total; sin embargo, estas personas no necesitan la sensualidad; simplemente la disfrutan cuando ocurre. Pongamos en claro que ni el comer ni la actividad sexual son “venenos” en si mismos. Son funciones naturales y necesarias en la preservación de la vida individual y de la humanidad misma. El placer derivado de su sana satisfacción es bueno, y puede ser disfrutado de todo corazón sin ningún sentimiento de culpa. Cuando hablo de veneno, estoy hablando del apego que lleva a excesos y sobre todo a la explotación que con propósitos comerciales, se promueve para validar dichos excesos. Continuamente y en todas direcciones, se nos bombardea con sugerencias sin tregua para hacernos comprar comida y bebida, usando la sexualidad, que es un principalísimo ingrediente de los libros modernos, como una especie de engaño en las ilustraciones, las películas, la televisión y el falso arte. Así, se crea exagerada y artificialmente Una estimulación del instinto sexual, algo que es completamente diferente al saludable y espontáneo instinto natural. Ésta es una distinción que debe ser claramente reconocida. Otro factor ligado con la sexualidad es la común disociación de ésta con el resto de la personalidad humana, particularmente con el aspecto afectivo. Esto manifiesta el generalizado error de no reconocer y no tomar en cuenta desde un punto de vista práctico, las relaciones vitales que enlazan los distintos aspectos y niveles del ser humano. De esta forma, las actividades físicas, emocionales y mentales una de otra y funcionan separadamente causando conflicto y desequilibrios internos. Es oportuno aclarar bien que ningún instinto, emoción o deseo, necesitan ser reprimidos o condenados por sí mismos; lo que es necesario es saber regular inteligentemente su uso y sus manifestaciones. Cualquier medicina puede volverse un veneno si se usa inapropiadamente y en dosis excesivas, mientras que algunos venenos poderosos, dados en dosis mínimas son curativos en los casos apropiados. Es precisamente la función reguladora de la voluntad sabia la que encuentra aquí uno de sus más útiles campos de acción. La higiene psicológica evita esos venenos lo más posible, a través del uso de la voluntad sabia y de una acción colectiva para eliminarlos. Una campaña contra las fuentes del “smog” y de contaminación psicológica, similar a la campaña ecológica actual, necesita iniciarse urgentemente. Puede objetarse que, mientras se vive en el mundo, uno no puede apartarse completamente y quedar fuera del alcance de tantas influencias; esto es verdad, pero es posible hacerlo dentro de ciertos límites. Además el riesgo de exponerse todos los días a estas influencias puede balancearse usando ciertas medidas que podríamos llamar “desinfectantes”. Los doctores y las enfermeras, que trabajan en departamentos de enfermedades infecciosas no tienen miedo a la infección, pero toman medidas de precaución (guantes, máscaras, uso de desinfectantes, etc.). De igual manera podemos tomar distintas precauciones contra los venenos psicológicos. ¿Qué métodos puede usar la voluntad sabia para lograr la higiene psicológica? Lo fundamental consiste en no prestarles atención e interés. Mucha gente logra hacer esto en una medida considerable, una vez que comprende sus ventajas. Puede ser de gran ayuda prever en términos claros las dañinas consecuencias de absorber tales venenos. Una forma aún más eficaz es el ya mencionado método de sustitución: Cultivar otros interese mejores, la sistemática focalización de la atención en cosas constructivas. Esto tiende a hacernos inmunes a influencias negativas, dañinas o venenosas. Un método bastante eficaz, explicado por Patanjali en su Yoga sutras, es la neutralización, que implica cultivar activamente las cualidades opuestas a las influencias dañinas: la inocuidad y la no violencia en lugar de la violencia; el valor en lugar del miedo; la alegría en los placeres sanos en lugar de la depresión y el desaliento, la moderación como un sustituto de la codicia. En cuanto al énfasis exagerado en la sexualidad, el más efectivo antídoto es el verdadero amor. Esto no es cuestión de no amar, sino de amar mejor. TÉCNICA DE LAS PALABRAS EVOCADORAS No cabe duda de que ciertas palabras como: serenidad, valor, alegría, compasión, tienen efecto en nuestro estado de ánimo e ideas. Todas las palabras son símbolos que no solamente indican o señalan objetos o hechos psicológicos, sino que poseen el poder de estimular o provocar la actividad asociada con ellas. Ellas “evocan” y vuelven operativos los significados las idées-forces que significan. Este proceso sigue principalmente tres de las leyes citadas en el último capítulo( leyes I, VI, y VIII), de acuerdo con estas leyes toda imagen tiende a producir el estado de ánimo correspondientes; la atención y la repetición refuerzan la eficacia de la idea o la imagen; los efectos de la idea o de la imagen, activan su significado, se producen sin que tengamos conciencia de ello. Usando la técnica de las palabras evocadoras podemos aplicar estas leyes bajo la dirección de la voluntad sabia. El primer paso para usar las palabras evocadoras es escoger la que exprese la cualidad que queremos evocar y desarrollar. Entonces podemos poner una tarjeta con esa palabra impresa en un lugar donde la podamos ver y leer fácilmente: al lado de la cama, sobre el escritorio, sobre una mesa o en la pared: aun cuando no le pongamos atención conscientemente, la imagen visual produce una impresión en nuestra mente y, más precisamente, sobre el inconsciente plástico y receptivo, y trabaja en él de manera gradual. Un efecto acumulativo más fuerte se puede obtener poniendo varias tarjetas con la misma palabra en diferentes lugares y cuartos. Esto podría llamarse “¡obsesión benéfica ¡” Prestar atención conscientemente a la palabra representa un método aún más efectivo. Esto se puede hacer de varias formas: 1. Relájese y observe la palabra atentamente durante uno o dos minutos. Si emergen del inconsciente ideas o imágenes asociadas con la palabra, déjelas aflorar y tome nota de ellas. 2. Reflexione sobre el significado de la palabra y anote los resultados. 3. Trate de “sentir” la cualidad psicológica que la palabra implica dejándose impregnar de ella, si es posible hasta el punto de identificarse con ella . 4. Mientras observa la palabra, dígala en voz alta o murmúrela. 5. Escriba la palabra muchas veces. Estos métodos combinan imágenes visuales, auditivas y motoras, con lo cual se aumenta la efectividad del ejercicio. La selección de la palabra puede hacerse de dos formas: escogiendo deliberadamente una palabra que corresponda a la cualidad que uno decide despertar y desarrollar, o escogiendo una palabra, al azar, de un grupo de palabras adecuadas y adoptándola como la “contraseña” para ese día o un periodo decidido de antemano, El ritmo que se adopte puede ser el uso continuo de la misma palabra por un cierto tiempo –una semana, un mes o más-seguido por una repetición después de un intervalo, o una rotación rápida de la serie usando una palabra diferente cada día. La preferencia por uno u otro de estos métodos, depende no solamente del objetivo que se ha fijado de antemano, sino también del tipo psicológico del individuo. Por eso es aconsejable experimentar con algunos y luego adaptar el más adecuado a la propia constitución o que parezca dar el mejor resultado. La siguiente lista incluye alguna de las palabras evocadoras más usadas: Pueden añadirse otras según las necesidades individuales: Admiración. Aprecio. Atención. Belleza. Beatitud. Fraternidad. Calma. Compasión. Compresión. Colaboración Decisión. Determinación Discernimiento. Valor. Creatividad. Audacia. Firmeza. Desapego. Disciplina. Energía. Entusiasmo. Bondad. Eternidad. Fe. Libertad. Amistad. Generosidad. Buena Voluntad. Gratitud. Armonía. Humor. Infinito. Iniciativa. Integración, Alegría. Liberación. Luz. Amor. Orden. Paz. Paciencia. Constancia. Fuerza. Presteza. Tranquilidad. Realidad. Renovación. Resolución. Serenidad. Servicio. Silencio. Sencillez. Síntesis. Tenacidad. Verdad. Comprensión. Universalidad. Vitalidad. Integridad. Voluntad. Sabiduría. Maravilla. Positivo. 8 Este uso de las palabras representa la aplicación más simple y elemental de un método general, por el cual las energías psicológicas son empleadas para modificar y dirigir los estados de ánimo y el comportamiento humano. Algunas de las técnicas que pueden ser usadas para este propósito son: exhibición de carteles de gran tamaño; frases sugestivas; fotografías “persuasivas” e impactantes; temas y fragmentos musicales asociados a palabras o frases afines; movimientos rítmicos, gestos y bailes que expresen simbólicamente un mensaje. Éste es el método de la sugestión, o “persuasión”, como es llamada ahora, tan amplia y efectivamente usado para fines comerciales, y por medio del cual estamos continuamente, y a menudo sin saberlo condicionados a actuar de forma provechosa para otros, aunque a nosotros nos pueda causar daño. Es un ejemplo eficaz del uso de la voluntad sabia, la cual no necesariamente está acompañada de la voluntad buena. Pero estas técnicas pueden ser usadas de forma efectiva y sistemática para propósitos más altos y más constructivos; pueden ser usadas por 8 Algunas frases evocadoras pueden encontrarse al final del capítulo sobre la Afirmación. cualquier individuo para su propio crecimiento interior, por un psicoterapeuta o por un maestro para ayudar a aquellos a quienes está guiando, y organizarlas y ejecutarlas de tal manera que generen una amplia e intensiva campaña de publicidad dirigida hacia el mejoramiento individual y colectivo, y a la elevación de la humanidad. Aquí es necesario un llamado de atención. Algunas veces las palabras pueden provocar reacciones negativas. Algunas personas se molestaran con la simple vista de una tarjeta que diga una palabra agradable como: Alegría, Confianza, Serenidad o Valor. Sienten como si las palabras las lastimaran al darse cuenta de la ausencia de estas cualidades en ellos, y esto los irrita. Algunas veces surgen ambas reacciones, positiva y negativa. (ambivalencia). Conscientemente puede haber una reacción negativa mientras que el inconsciente se impresiona de manera favorable, o viceversa, la palabra puede ser apreciada por el Yo consciente pero provocar resistencias o antagonismos por factores inconscientes. Es oportuno enterarse de tales relaciones ambivalentes para manejarlas de forma apropiada. TÉCNICAS DEL “ACTUAR COMO SI” Esta técnica consiste en actuar como sí uno realmente poseyera el estado interior deseado. Está basada en el hecho de que, limitadamente, la voluntad puede ejercer un control directo sobre las emociones y los sentimientos, y a menudo no puede controlarlos del todo, puede actuar mucho más directa y plenamente sobre las actitudes físicas y las acciones externas. Sí, por ejemplo, estamos tristes y deprimidos, es difícil, sino imposible, sentirse alegre o sereno por medio de un acto de voluntad directo. Pero está dentro de nuestras posibilidades relajar la frente, levantar la cabeza, sonreír, y decir palabras de armonía, de optimismo, de confianza y de alegría. Eso significa que somos capaces de comportarnos “como si” estuviéramos alegres y confiados. Hacer esto nos da, sobre todo, un sentimiento de libertad y confirma que no somos esclavos de nuestras emociones que cambian continuamente; de nuestras condiciones psicológicas y fisiológicas que reaccionan a tantas causas externas; por ejemplo, las circunstancias ambientales, la influencia de otras personas, las dificultades e incertidumbres de una situación dada. Podemos, por lo tanto, actuar, comportarnos y ser realmente en la práctica, como seríamos si poseyéramos las cualidades y disfrutáramos de los estados mentales positivos que queremos tener. Pero eso no es todo, más importante aún es que el uso de esta técnica cambiará efectivamente nuestro estado emocional. Poco a poco, y a veces rápidamente, el estado emocional seguirá y se hará semejante a la actitud y al comportamiento externo, se adaptará y acabará ensamblándose a ellos. Tommaso Campenella solía imitar las expresiones faciales y los gestos de una persona cuando quería saber lo que estaba sintiendo. Había descubierto que ésta era una forma para despertar los sentimientos correspondientes en el mismo. Aquí la ley que opera es la Segunda: Las actitudes, los movimientos y las acciones tienden a evocar las ideas y las imágenes correspondientes, éstas a su vez, (de acuerdo con la siguiente ley) evocan o intensifican las emociones y los sentimientos correspondientes. El mecanismo psicológico de este fenómeno se puede explicar de esta manera: todo acto externo requiere, primero, ser visualizado o imaginado, aún inconscientemente. Pro después, mientras se realiza el acto imaginado, la autoobservación que lo acompaña crea una imagen que , a su vez, produce un reforzamiento, un proceso de retroalimentación positiva. Se podría decir que la técnica de “como si” usa el mismo poder dinámico de las imágenes que usa la sugestión solamente que en sentido contrario. En la sugestión, las imágenes provocan las sensaciones, las emociones y luego las acciones correspondientes; en cambio, actuando “como si”, el efecto se produce a partir de un acto externo, el cual ha sido determinado por la acción directa de la voluntad, a la imagen del acto mismo, y de la imagen a los estados emocionales correspondientes. A menudo empleamos esta técnica espontáneamente. Es bien sabido que silbar ayuda a levantar el ánimo y a dar valor en un lugar solitario en la noche. Se sabe que cantar o hacer que otros canten, estimulan la acción. Maquiavelo y Bufón solían vestirse de gala cuando escribían, habiendo encontrado que sus estilos reflejaban la actitud y el estado mental creado por su vestimenta. Hay varios ejemplos de la aplicación de esta técnica, usada con un deliberado acto de voluntad, con resultados satisfactorios y a veces sorprendentes. El general francés Turenne, nos da un ejemplo histórico. Su costumbre de marchar resueltamente al frente de sus tropas yendo a la batalla, le dio una reputación de gran valor (así se hacía la guerra en esos días), Una vez , lo felicitó por su gran valor y Turenne replicó: “claro que me conduzco como un hombre valiente, pero todo el tiempo tengo miedo. Naturalmente, no me dejo vencer por el miedo, sino que digo a mi cuerpo: tiembla viejo esqueleto, pero camina y mi cuerpo camina”. El comportamiento de Turenne demuestra, que la más alta forma de valor no consiste en no tener miedo, sino en actuar “como si” no lo tuviera. Un ejemplo aún más impactante de la efectividad de esta técnica nos es dado por Goethe, y merece ser relatado en sus propias palabras: Me encontraba en un estado de salud que me permitía progresar bastante en todo lo que me proponía emprender; permanecía solamente una cierta irritabilidad, que no siempre me permitía estar equilibrado. Un sonido fuerte era desagradable para mi, objetos morbosos despertaban en mi repugnancia y horror. Pero estaba particularmente molesto por un vértigo que sentía cada vez que miraba hacia abajo desde cierta altura. Trataba de remediar estas flaquezas y, como deseaba no perder tiempo en esto, en verdad a veces lo hice de manera violenta. En la noche , cuando tocaban la retirada, me acercaba a la multitud de tambores, cuyo potente redoble que parecía que iba a del estallar los corazones en el pecho. Completamente solo, subí a la punta más alta de los campanarios del Minster y me senté en lo que se llama cuello, bajo el techo o corona, por un cuarto de hora antes de osar regresar al aire libre, desde donde, parados sobre la plataforma sin ningún punto de apoyo se ve la inmensa escena que se tiene enfrente, mientras que los objetos y adornos más cercanos ocultan a la vista la iglesia, y todo aquello sobre lo cual se está parado. Esto es exactamente como verse subido en un globo de aire. Tales sensaciones molestas y dolorosas las repetía hasta que no tuvieran en mi ya ningún efecto, y desde entonces he obtenido gran ventaja de este entrenamiento; en los viaje a la montaña y en los estudios geológicos y en los grandes edificios, en donde he competido con los carpinteros corriendo sobre las trabes descubiertas y las cornisas del edificio, y también en Roma, en donde uno debe correr este tipo de riesgos para ver de cerca una obra de arte. La anatomía, también fue de doble valor para mí al enseñarme a tolerar las escenas más repugnantes, mientras que satisfacía mi sed de conocimiento. Y por la misma razón concurría también a las lecciones de obstetricia del anciano Dtr. Ehrmann, así como a las conferencias de su hijo, con la doble mira de aprender y de liberarme de toda aprensión a las cosas repugnantes. Y de hecho he tenido tanto éxito que ya ninguna cosa de este tipo, me saca de mi autodominio. Pero he tratado de fortificarme no solamente contra estas impresiones de los sentidos, sino también contra las infecciones de la imaginación. He logrado volverme indiferente al estremecimiento de miedo en la oscuridad de los patios de una iglesia, en lugares solitarios, en una iglesia o una capilla en la noche y a todo lo que se relaciona con esto; Llegué tan lejos que el día y la noche o cualquier lugar eran completamente lo mismo para mi , al grado de que cuando, en edad más madura, venía el deseo de sentir en tales escenas el agradable estremecimiento de la juventud, ya no me fue posible experimentar, ni siquiera en pequeña parte a pesar de las imágenes pavorosas y terribles que trataba de evocar. (PRIMERA PARTE: LA NATURALEZA DE LA VOLUNTAD) …………………………….. Sin embargo, este método drástico de Goethe no está al alcance de todos, y que presupone la posesión o el desarrollo previo, de una voluntad fuerte y determinada. Pero la técnica de “como si” puede ser aplicada gradualmente y facilitada con la ayuda de otras técnicas. Este es un procedimiento vivamente recomendado y frecuentemente utilizado en psicosíntesis. Cuando una técnica particular no obtiene el resultado deseado, la combinación de varias técnicas puede tener éxito. De hecho, el arte de formar un “equipo” seleccionado de técnicas que puede usarse con un mismo fin, puede decirse que es un tarea específica de la voluntad sabía . Cuando es necesario o recomendable superar fuertes tendencias o emociones negativas, como el miedo, por ejemplo, frecuentemente ayuda anteponer a la técnica de actuar “como si” la del “modelo ideal”. Esto implica una visualización de nosotros mismos como quisiéramos llegar a ser, “vernos” en la imaginación mientras nos comportamos como nos gustaría actual realmente. Este método de auto entrenamiento es similar a los ensayos que un actor, solo o con otros, hace de la parte que va a interpretar ante el público. Pero cuando la ejecución de alguna acción en la realidad está impregnada de un miedo agudo, o reprimido por mucho tiempo, evocarlo con la imaginación a menudo puede tener el efecto de aumentar el temor hasta el punto de producir una severa crisis de ansiedad. En tales casos, el uso preliminar de otra técnica, la del “entrenamiento imaginativo” o “desensibilización”, ayudará a cambiar la situación. Otra técnica que se puede usar independientemente, o a continuación de la del “entrenamiento imaginativo”, es la del entrenamiento externo. Si nos acostumbramos gradualmente a hacer algo que en principio nos suscita aversión, la falta de voluntad disminuye poco a poco y finalmente desaparece. Este hecho tiene una aplicación importante y extensa en el campo de la educación. Los padres deberían evitar en lo posible, el forzar al niño a hacer algo que lo asusta. En vez de esto, pueden enseñarlo a deshacerse gradualmente de la aversión: por ejemplo, el meterse al mar, bañarse, o caminar. Es importante familiarizar gradualmente al niño con la causa del miedo, después de esto es posible que ejecute una acción determinada sin peligro de asustarse. Este método también es apropiado para los adultos que tienen una emoción intensa indeseable, cuando se cuenta con los medios y con el tiempo para ello. Pero en casos de necesidad cuando ocurren situaciones repentinas e imprevistas, y no hay tiempo para esto, se puede “ordenar” al cuerpo que “actúe como si” no sintiera la emoción . Llamémoslo el “Método Turenne”. 7 La voluntad buena En las reflexiones anteriores sobre el desarrollo del a voluntad habíamos considerado al individuo como una unidad aislada, y su voluntad un instrumento de realización personal. Pero en la realidad el hombre aislado no existe, está en constante interacción, con su familia, sus compañeros de trabajo y la sociedad en general. Sus relaciones son muchas y diversas. No importa qué tan fuerte y capaz pueda se, el individuo que no toma en cuenta estas relaciones, inevitablemente provoca reacciones y conflictos que muy a menudo derrotan sus propósitos. Esto parece obvio, sin embargo, la vida moderna presenta el espectáculo de un choque general de voluntades, por parte de aquellos que compiten para dominar en todos los campos. La clase está en conflicto con la clase, partido con partido, nación con nación; en la unidad familiar hay un a frecuente lucha entre marido y mujer, padres e hijos y entre parientes. Es incalculable el desperdicio de energías, de tiempo, dinero y energía volitiva, también es incalculable la suma de sufrimiento humano generado por estos conflictos. En verdad nuestra civilización ha adoptado formas de vida que no solo son antisociales, sino que van contra el verdadero bien de todos y de cada uno. Este es un problema que preocupa mucho a los humanistas y a todos aquello dotados de sentido “practico”, en el más profundo y amplio sentido de la palabra. Por este motivo se han hecho muchos esfuerzos para tratar de sustituir la competencia `por la colaboración; los conflictos por negociaciones ya cuerdos, basados en una comprensión de las relaciones justas entre grupos, clases y naciones. Todo esto es básicamente una cuestión de “voluntad”. El éxito de estos esfuerzos depende de establecer gradualmente la armonía en la voluntad de todos. Ciertamente lograr algo así es difícil, pero no imposible. Las diferentes aspiraciones individuales pueden caber en el ámbito de una solidaridad humana más amplia. Este acercamiento introduce un nuevo aspecto en el entrenamiento de la voluntad. Hemos visto cómo la voluntad individual tiene le poder de enderezarse a sí misma y dirigir hábilmente la actividad de otras funciones psicológicas. Ahora encara la voluntad individual otra tarea superior: la de disciplinarse y seleccionar las metas coherentes con el bienestar de otros y con el bien común de toda la humanidad. Existen dos métodos para lograr esta tarea: La eliminación de obstáculos El desarrollo activo y la expresión de una voluntad buena El egoísmo constituye el obstáculo fundamental. El egoísmo proviene de un deseo de poseer u dominar, lo cual es una expresión de las necesidades primarias de sobrevivencia y de autoafirmación. Inevitablemente choca con obstáculos que bloquean su satisfacción, provocando la agresividad, la violencia, y la voluntad para destruir cualquier cosa que interfiera con el logro de este fin. El egoísmo es inherente al hombre, y siempre ha existido; pero en la actualidad asume formas más acentuadas y peligrosas por que la vida moderna provee más estímulos, menos restricciones y más instrumentos poderosos de destrucción. Controlar el egoísmo es, por lo tanto, no sólo una exigencia ética: es una necesidad. Un uso sabio de la voluntad puede contribuir notablemente a moderar el egoísmo. Las técnicas abundan; algunas están descritas en el capítulo 8 de Psicosíntesis y pueden ser aplicadas a madurar y transformar los instintos agresivos. Eliminar el egoísmo presenta luna dificultad fundamental: el problema no es la falta de técnicas, hay muchas disponibles y pueden ser desarrolladas por las personas ya sensibilizadas en tos problemas; el problema consiste más bien en movilizar la voluntad hacia el bien, de modo que se dedique la energía necesaria a este importante propósito. Entrarse en un mismo (egocentrismo). Auque es menos obvio y menos crudo que el egoísmo, es también un gran impedimento, porque tiende a hacer el Yo personal el único punto de referencia, a considerar todas las cosas desde el ángulo de la propia personalidad, a concentrarse exclusivamente sobre las ideas propias y en las propias reacciones emocionales. Esta actitud se puede esconder muy bien, puesto que puede coexistir con la fidelidad y otros aspectos sinceros y con actos de sacrificio. El individuo egocéntrico, puede no ser egoísta y de hecho frecuentemente no lo es. Puede ser altruista y desear sinceramente hacer el bien, pero quiere hacerlo a su manera, por lo tanto, es muy factible que no respete los límites de otros. Él trata de convencer a todos de sus convicciones, de imponer sus métodos, y ve la salvación sólo en los remedios que él sugiere. Una actitud tal, es un error de perspectiva, un verdadero punto de vista “tolomeico”, no “copernicano”. Por eso, aun teniendo las mejores intenciones, puede hacer verdadero daño, como el que hizo el changuito gentil del cuento, que viendo un pez en el agua, corre a salvarlo de ahogarse, llevándolo a lo alto de las ramas de un árbol. Falta de comprensión hacia los otros. Nosotros estamos propensos a malentender a los que son de raza, nacionalidad o clase social diferentes a la nuestra; a aquellos que pertenecen a otra religión, partido político, etc. Pero frecuentemente carecemos de comprensión en nuestra actitud, hacia los que están más cerca, hacia nuestros amigos, a aquellos que amamos. Desafortunadamente, el amor personal no crea, por sí mismo, como muchos creen, una mutua comprensión. A menudo se puede observar el triste espectáculo de personas que se aman entrañablemente, pero que no advierten ni aprecian las necesidades vitales del otro, y se causan recíprocamente un gran sufrimiento. La eliminación del egocentrismo y la falta de comprensión, los cuales generalmente están asociados, necesitan de un acercamiento más complejo y hábil. Se requiere, primero, la voluntad de comprender. Ésta a su vez, requiere de la intención de comprender y renunciar al egocentrismo que impide la comprensión de otros. Los medios para alcanzar esta comprensión se desarrollan cada vez más, aunque todavía no adecuadamente, pro la psicología humanista. Ellos incluyen: 1. El conocimiento de la constitución general del ser humano (esto ha sido delineado en el capítulo 2). 2. Un conocimiento de psicología diferencial y el análisis de las diferencias psicológicas existentes entre individuos y entre grupos de individuos (se puede encontrar una discusión sobre este tema en el Apéndice V). 3. Empatía. Además de la comprensión intelectual, no es posible una comprensión existencial genuina sin la empatía, esto es, la proyección de la propia existencia hacia la de otro ser humano. Su desarrollo y su uso exigen una actitud impersonal y de olvido de sí mismo; esto puede alcanzarse despertando activamente ó permitiendo ser invadido por un vivo interés humano en la persona que se quiere comprender. Esto significa acercarse a él o a ella con simpatía, con respecto, hasta con maravilla como a un “tú” y establecer así una relación más profunda. Este acercamiento puede profundizarse hasta llegar a ser, primero, un contacto viviente y, después, una identificación momentánea o temporal. Podemos imaginarnos a nosotros mismos como si fuésemos – aquella persona. Podemos tratar de comprender sus pensamientos, sus sentimientos, vernos a nosotros mismos en diferentes condiciones y situaciones, y evocar las reacciones mentales y emocionales de la otra persona. Tal empatía se hace posible pro el hecho de la unidad esencial de la naturaleza humana, que existe por debajo de, y a pesar de, todas las adversidades individuales y grupales. Potencialmente existen en cada uno de nosotros, todos los elementos y cualidades del ser humano, los gérmenes de todas las virtudes, de todos os vicios. En cada uno de nosotros existe un criminal, un sano ó un héroe en potencia. Es una cuestión de desarrollo, valoración, selección, control y expresión distintos. El entrenamiento en la empatía no sólo ayuda a adquirí un verdadero conocimiento de otros, sino que también confiere un humanismo más amplio. Da una percepción de la maravilla y del misterio de la naturaleza humana, en la cual tantos y tan diversos elementos contrastantes se encuentran al lado uno de otro: hablamos de la bondad y de posibilidades de cambio que existen en el criminal, así como las flaquezas, imperfecciones e instintos primitivos que se encuentran en cada hombre. Nos damos cuenta de los conflictos que están sucediéndose dentro de estos dos extremos y del sufrimiento allí involucrado; a estos conflictos los reconocemos similares a los nuestros. Por lo tanto, dejamos a un lado la actitud de enjuiciar a otros. En vez de eso, prevalece en nosotros un sentimiento de amplia compasión, camaradería y solidaridad. Por lo que hemos dicho, es evidente que la comprensión más completa posible de los otros constituye un elemento invaluable en el ejercicio de la voluntad buena. Con la comprensión se abandona la tendencia a criticar, juzgar y condenar, y nace el reconocimiento d que un individuo “es como es”, y que tiene derecho a serlo. Pues cada ser humano es producto de un número enorme de elementos individuales y colectivos que tienen sus raíces en el pasado y el presente, y de diversas determinantes que no están bajo control. Por otra parte, el individuo no es estático, ni inmutable, sino que está en un estado continuo de cambio. Cada uno puede dirigir y regular su propio proceso de cambio; por lo tanto, entra en juego la responsabilidad de la influencia benéfica o dañina que cada uno tenga sobre otros. Esta influencia sobre los otros la ejercitamos continuamente, lo deseemos o no, seamos o no conscientes. Y mientras más nos damos cuenta de esto, debemos poner mayor atención para que nuestra influencia sea benéfica y constructiva. Todo depende de nuestra intención. La intencionalidad, como Rollo May ha enfatizado, es una característica de la voluntad. La voluntad buena, es una voluntad de hacer bien; una voluntad que selecciona y quiere el bien. Puede decirse que es una expresión de amor, y esto suscita el gran problema de la relación entre el amor y la voluntad. 8 Amor y voluntad Faltan páginas 74 y 75…………… gua. En el lenguaje común, y en la mayoría de la literatura que habla sobre el tema, la palabra erotismo se entiende en un sentido puramente sexual y algunas veces es usada como un sinónimo de pornografía. Por otra parte, algunos filósofos y psicólogos, volviendo al punto del mito del Eros y los significado atribuidos a esto por los griegos, consideran a Eros como la atracción de un sexo por el otro, generado por el deseo de unirse y fundirse con la otra persona en todos los niveles, particularmente en el nivel emocional. En realidad el amor entre hombre y mujer implica una mezcla de atracción física, emocional, mental y espiritual, en proporciones que sustancialmente difieren para cada relación y cambian también con el tiempo. Esto explica la gran dificultad que experimentan dos seres humanos para comprenderse uno a otro, y establecer una unión e integración armoniosa. De aquí los conflictos y sufrimientos que suceden. Los aspectos más familiares y generales de este amor son el amor apasionado, el amor sentimental y el amor idealista. No menos importante, aunque tradicionalmente se le da poca consideración en la selección de pareja, es el amor fundado en la comprensión intelectual, y aquel nacido de la comunión espiritual. Consideramos también otra clase de relaciones amorosas, además de las que existen entre un sexo y otro. Tenemos entre éstas el amor fraterno, el altruista y el humanitario. Aunque pueden ser despertados e intensificados por un sentimiento de compasión por el dolor humano, este amor se deriva, fundamentalmente, de un sentido de igualdad humana. En algunos casos, como el “amor franciscano”, se considera a todas las criaturas vivientes. Un tratado completo de estas relaciones amorosas se encuentra en el libro de P.A. Sorokin The ways and Power of Love (Las formas y el poder del amor) y en el de Martin Luther King, The Strenght to Love (La fortaleza de amar). Existe también un amor impersonal, un amor por las ideas o los ideales. En éste también están presentes varios componentes y aspectos. La fascinación por un ideal, o por la belleza de una idea, frecuentemente traen consigo el nacimiento de un espíritu de dedicación y sacrificio. Pero también puede conducir al fanatismo, a una sola idea fija. Un hombre puede obsesionarse con una idea o con un ideal hasta el punto de negar todo lo demás; puede ser incapaz de comprender y ejercer cierta crueldad con aquello que no comparten con sus ideas. Existe un amor tan distorsionado que podría considerarse como una caricatura del amor: es la idolatría; ésta es el resultado de una admiración fanática y ciega a los ídolos del día, a las estrellas de la pantalla y los escenarios, a los campeones en deportes, a los dictadores y otros líderes. Finalmente, existe el amor a Dios, o a cualquier nombre que se prefiera para representar al Ser o a la Esencia Universal; el Valor Supremo, la Mente Cósmica, la Realidad Suprema, tanto trascendente como inmanente. Un sentido de veneración, de estupor, de admiración, y de adoración acompañado de la necesidad de unirse con esa Realidad, es innato en el hombre. Estando presente en todas las épocas y en todos los pueblos, ha dado nacimiento a muchas religiones o creencias; ritos o formas de culto, dependiendo de las condiciones culturales y psicológicas. Este tipo de amor alcanza su máxima expresión en los místicos, que realizan la experiencia de fundirse con Dios a través del amor. RELACIONES ENTRE EL AMOR Y LA VOLUNTAD Todas estas clases de amor tienen relaciones específicas con la voluntad y sus diferentes aspectos. La solución de estas relaciones en circunstancias particulares se encuentra en cada individuo y es, obviamente, una de las tareas fundamentales de cada uno de nosotros. Falta mucho amor por descubrir general e individualmente. Sólo haré aquí algunas observaciones sobre la naturaleza general de las relaciones más importantes entre el amor y la voluntad. El amor y la voluntad están generalmente presentes en los individuos en proporciones inversas. Eso quiere decir que aquellos en quienes predomina el amor, tienden a poseer menos voluntad o poca inclinación para usarla, mientras que quienes están dotados de una fuerte voluntad carecen, muy a menudo, de amor o exhiben lo contrario. Pero este equilibrio personal entre el amor u la voluntad puede aventurarse más por las diferencias esenciales en la cualidad, naturaleza y dirección de los dos aspectos. El amor tiende a unir, a ligar la voluntad, por su naturaleza dinámica, tiende por sí misma a separar y a ser dominante; tiende a establecer una relación de dependencia. Claramente, estas diferencias constituyen una oposición real. Normalmente se considera el amor como algo espontáneo e independiente de la voluntad, algo que “sucede” contra nuestra propia voluntad. Aún cuando esto pueda ser cierto al comienzo de una relación afectiva. Cultivar un amor humano que sea satisfactorio, que perdure y que sea creativo, es verdaderamente un arte. El amor humano no es solamente una cuestión de sentimientos, una condición o disposición afectiva. Para amar bien se necesita lo mismo que para practicar cualquier arte; es más, cualquier actividad humana constituye una medida adecuada de disciplina, paciencia y constancia. Ya hemos visto que todas éstas son cualidades de la voluntad, que se reconocen comúnmente como indispensables para dominar cualquier arte, ya sea tocar un instrumento, cantar, pintar ó ejecutar cualquier otra actividad creativa; aquel que aspire a perfeccionarse así mismo en el campo que haya seleccionado, estará naturalmente dispuesto a dedicarse a la práctica requerida todo el tiempo, con las energías necesarias. Sin embrago, esta necesidad en la esfera del amor, es comúnmente ignorada, se niega, o se le reconoce solamente con renuencia. La incomprensión y los conflictos constantes entre aquellos que se adentran en relaciones afectivas, dan una amplia evidencia de que el “enamoramiento” y la atracción meramente sexual y emocional son insuficientes para saber verdaderamente amar. Establecer una relación de amor necesita de una cantidad adecuada de conocimiento físico, psicológico y espiritual paralelo y en gran medida igual a aquel que se requiere para la voluntad buena. Por lo tanto volunta buena y amor bueno están estrechamente ligados. De la misma forma que aparece en la voluntad buena, el conocimiento del amor bueno concierne a toda la estructura del ser humano, a sus diversas funciones y a las leyes que las gobiernan; es decir, una visión general de la psicología diferencial en todos sus aspectos ( véase el Apéndice 5). Con esta preparación se pueden emprender con éxito las tareas específicas destinadas a obtener la armonía y la unificación del amor y la voluntad. Con esta preparación se pueden emprender con éxito las tareas específicas destinadas a obtener la armonía y la unificación del amor y la voluntad. Existen tres métodos eficaces para este fin: • El primero consiste en desarrollar la parte más débil, haciendo igualmente disponibles el amor y la voluntad. • El Segundo tiene como fin despertar y luego manifestar los aspectos superiores de ambos. • El tercero, es hacerlos operar juntos, alternándolos de tal manera que cada uno despierte y refuerce e otro aspecto. 1. La primera tarea es la de equilibrar la combinación que existe entre amor y volunta, aumentando la proporción de la función débil con respecto a la más fuerte. El tipo emocional, en el que predomina el amor, deberá favorecer el desarrollo progresivo de la voluntad y usarla cada vez más activamente. De igual modo, en los actos volitivos, aquello para quienes el ejercicio de la voluntad es la línea de menor resistencia, deben poner particular atención en que la calidad del amor y balancee y temple su uso, haciéndolo importante y constructivo. En el caso de la voluntad, el fin del entrenamiento es el de desarrollar aspectos en los cuales pueda ser deficiente. Este desarrollo, requiere de la eliminación de la resistencia para comprometerse en el entrenamiento activo. Esta resistencia tiene su frente principal en una inercia básica, existente en todos nosotros, pero una actitud antagonista hacia la voluntad puede también ser causada pro la excesiva reacción contra la imposición áspera e inmoderada de la voluntad en el pasado. La eliminación de semejante antagonismo puede ser alcanzada, como ya lo remencionado, reconociendo y apreciando el valor y la necesidad de un uso apropiado de la voluntad. Lo mismo puede decirse del amor. Muchas personas temen al amor, temen abrirse a otras personas, grupos o ideales. Un sincero y honesto autoexamen y autoanálisis o bien un análisis hecho con la ayuda de otros, son los medios para descubrir, desenmascarar y después deshacerse de estas resistencias y temores. 2. El segundo método, el de despertar y manifestar los aspectos superiores tanto del amor como de la voluntad, conlleva a un punto importante de naturaleza general. Muchas de las limitaciones y de los errores de la moderna psicología deben su origen al no saber reconocer (podría decirse no querer reconocer) que tanto en el amor como en la voluntad, existen diferencias cualitativas de nivel, grado o valor. Sin embrago, la psicología científica, mientras declara haber eliminado las evaluaciones, con frecuencia (y casi inevitablemente) ha formulado evaluaciones sin estar conciente de ello. Como ha dicho Maslow, “La ciencia está basada en valores humanos y es ella misma un sistema de valores”. La existencia de diferentes niveles de seres, teniendo distintos valores, es una manifestación evidente e innegable de la gran ley de la evolución, pues progresa de estados simples y primitivos hacia otros más refinados y altamente organizados. Aplicando esto a la esfera del amor, y no haciendo caso a la cuestión de la relación entre sexualidad y amor, es evidente que un amor opresivo, posesivo, celoso y ciego, está a un nivel más bajo, comparado con aquel que es tierno, que se interesa por el ser amado como persona, que busca su bien y desea la unión de los mejores aspectos de ambas personalidades. Todavía en otro nivel encontramos el amor altruista, que tiene una amplia perspectiva humanitaria, animado pro la compasión y el impulso de mitigar los sufrimientos y los males que acosan a la humanidad – el amor llamado caritas ó ágape. ¿Cómo pueden entonces, ser ignoradas las diferencias de la evolución, del nivel, y del valor entre los diversos tipos de amor? Lo mismo es verdadero y evidente en lo que concierne a la voluntad, la cual cono ya hemos visto puede ser dura, egoísta, y cuando se dirige hacia el poder y la dominación, despiadada y cruel. Por otra parte, en su grado más alto, la voluntad puede ser dirigida hacia objetivos y propósitos exentos de egoísmo y satisfacción egocéntrica. Animado por esta clase de voluntad, el individuo tiende a establecer relaciones cercanas con otros, para fines constructivos. A medida las necesidades básicas humanas sean satisfechas, la voluntad gradualmente emerge y hace sentir su fuerza y nos atrae hacia distintas expansiones de la conciencia y realizaciones cada vez mayores, esto que Maslow ha definido como las necesidades superiores. Ello ocurre no sólo en las esferas del amor y de la voluntad, sino también en el caso de aquellas funciones tales como el deseo, la imaginación y la actividad mental. Nosotros podemos escoger estimular y favorecer este proceso natural de desarrollo y crecimiento, pro medio de la aplicación hábil de diversas técnicas usadas en psicosíntesis, como la visualización, la imaginación creativa, la meditación, el “modelo ideal”, la transformación y la sublimación. 3.- El tercer método tiene como fin una fusión gradual del amor y la voluntad y su resultante de sinergia. Forman parte esencial de la psicosíntesis, el proceso por el cual la multiplicidad de tendencias, los elementos autónomos y a menudo los conflictivos, entran en una interacción cada vez más armoniosa, culminando su fusión final en el ser humano integrado. Esto, dicho con toda intención en términos sencillos, parece elemental y obvio; sin embrago, cualquiera que se propone hacerlo se da cuenta de lo difícil que es. Por lo tanto, al tratar este tema, como otros en le curso de este estudio, el uso de expresiones que son simples y fácilmente comprensibles y poco técnicas en cuanto es posible, no deberá inducir al lector a pensar que considera estos temas como simples y fáciles de realizar. La fusión gradual entre amor y voluntad, se caracteriza frecuentemente pro períodos de duración variable, en los cuales las circunstancias externas o los impulsos interiores pueden, ocasionalmente, dar lugar a una predominancia temporal de la función normalmente más débil o menos desarrollada. Un simple ejemplo típico es aquel del hombre posesivo que se enamora; otro ejemplo es la forma en que una catástrofe, como una inundación o un terremoto, puede despertar sentimientos humanitarios y sentido de solidaridad humana en un individuo ordinariamente egocéntrico o insensible. En un estilo de amor, el impulso a realizar su amor, despierta su voluntad al grado que concentra temporalmente sus energías en cualquier medio que le permita alcanzar el objeto deseado. EL PRINCIPIO Y LA TÉCNICA DE LA SÍNTESIS. Si tomamos en cuenta las diversas fases, las cualidades y los niveles de la voluntad, sus correspondencias y las complejas interacciones entre todos estos elementos, como es ciertamente necesario, será evidente que para obtener una síntesis entre el amor y la voluntad, se requiere una gran habilidad. Se necesita un control continuo y una percepción constante de momento a momento. Diversas corrientes y movimientos espirituales de hoy lo destacan de manera correcta y han sido ampliamente practicados en Oriente. Pero este caer en la cuenta de la actitud de mantener una “presencia” interna consciente, no termina con la observación de lo que “sucede” dentro de uno mismo y en el mundo externo. Posibilita la intervención activa y el compromiso por parte de uno mismo, que no sólo es un observador sino un ser de voluntad, un agente director de la representación de las distintas funciones y energías. Esto puede hacerse utilizando el principio de la identificación de uno mismo (véase el ejercicio de identificación en el Apéndice 1). Desde el punto de vista del Yo, no se trata de lograr un compromiso entre el amor y la voluntad, sino una síntesis. Los dos elementos son absorbidos en una unidad más elevada, dotada con cualidades que trascienden aquellas de ambos elementos. La diferencia entre tal síntesis y un simple compromiso es fundamental. Está indicada para un número de situaciones diversas en los siguientes diagramas triangulares. FIGURA 8.1, pág.81 y 82 La síntesis entre los estados, las cualidades y los niveles del amor y la voluntad se llevan a cabo del modo indicado en los diagramas. Una investigación futura delineada en el Proyecto de la Voluntad (véase la parte 3) debería tener como fin saber, a través de experimentos, cuál es el mejor modo para realizar esta síntesis específica. Una tención activa y la dirección de ella demandan la aplicación de la sabiduría. Al igual que la voluntad, la sabiduría no está de moda hoy en día. La idea que tiene la mayoría de la gente respecto a un sabio es estática, retratando a alguien impasible y lejano de la así llamada realidad de la vida. Una de las tareas de la psicología debería ser la rehabilitación de la sabiduría, exponiendo una concepción más verdadera de su naturaleza vital, dinámica y creativa. Esta imagen de la sabiduría ha sido representada sugestivamente por Hermann Keyserling en el libro The Recovery of the Truth: Los Chinos, quienes saben más sobre la sabiduría que ninguna otra raza, designan al sabio una combinación de ideografías relativas al viento y al relámpago; el sabio, para ellos, no es el viejo sereno despojado de todas sus ilusiones, sino aquel que, como el viento, corre precipitada e irresistiblemente pro su camino y no se le puede detener ni impedir que continúe en ningún momento de su carrera; aquel que purifica el aire con un relámpago, y golpea cuando hay necesidad de ello. Por paradójico que parezca, el Yo debe usar la voluntad sabia para sintetizar los diversos estadios del amor y la voluntad. Este proceso puede llevarse a cabo porque un atributo esencial de la sabiduría es el poder de “jugar con los opuestos”, para regular la interacción de las fuerzas y sus funciones antagónicas, estableciendo, por lo tanto, un equilibrio y una síntesis dinámicos, sin recurrir al compromiso, sino más bien a través de una regulación desde un nivel superior. Este proceso general está descrito en mi artículo “El equilibrio y la Síntesis e los Opuestos”. Unos pocos ejemplos servirán aquí para demostrar cómo, en distintas situaciones, opera la voluntad sabia y nos ayuda a dirigirnos hacia la unión del amor y la voluntad. La polaridad entre “mente” y “corazón”, entre la razón y el sentimiento (Logos y Eros), es regulada por el reconocimiento de sus funciones respectivas y por el legítimo campo de acción perteneciente a cada una de las dos funciones, de modo que ninguna de ellas domine a la otra. Esto sucede cuando existe una recíproca y creciente cooperación e interpretación entre las dos funciones. Llegando finalmente a la síntesis tan bien expresada por Dante en las palabras “luz intelectual llena de amor”. También la polaridad entre sensibilidad y receptividad (Pathos) y dinamismo o afirmación ( Ethos) que, en un sentido más amplio, corresponde a la polaridad psicosexual – pues el primero tiene una modalidad “femenina”, y el segundo una “masculina”-, puede ser controlada, al principio, pro el equilibrio firme, para ser superado por una síntesis creativa. Asimismo, la polaridad fundamental entre la personalidad humana como un todo, y el Ser Transpersonal, puede ser resuelta en una unidad. Éste es el fin de un largo proceso de transmutación, que involucra una serie de conflictos prolongados, de aproximaciones y contactos, cada uno produciendo una fusión parcial ó más amplia: en resumen, un proceso de psicosíntesis transpersonal. Esto constituye el gran esfuerzo, el drama central del hombre, quien ya sea consciente o inconscientemente, aspira a esta meta, o se aleja de ella por su incapacidad para encontrar una satisfacción duradera o una paz verdadera, hasta que la obtiene. Las fases y los métodos de tal fusión y síntesis han sido descritas en una forma preliminar, en Psicosíntesis. Los diversos equilibrios, ajustes e integraciones pueden ser producidos de distintas formas. La mayoría de las veces son precedidos por crisis intensas y conflictos. En otras ocasiones, se llega a ellos en una forma más armoniosa y pro medio de una disminución gradual de los movimientos de un “péndulo” que oscila entre ambos extremos Una comprensión clara de este proceso de psicosíntesis permite a uno mismo, cooperar activamente con él y lograrlo más fácil y rápidamente. El requerimiento esencial, como ya hemos mencionado, es el de evitar controlar, transformar y dirigir la s energías desde un centro unificado, superior, de conciencia y de poder. 9 La voluntad transpersonal El reciente desarrollo de la psicología transpersonal fundamenta una buena base y un marco adecuado para tratar el tema de la Voluntad Transpersonal. En su libro Motivation and Personality (Motivación y personalidad) Maslow describe claramente la “jerarquía” de las necesidades psicológicas fundamentales, después de aquellas como el amor y la necesidad de integración, al estima y la autorrealización, y también de un tercer grupo: las necesidades transpersonales o trascendentes. Satisfacerlos primeros dos grupos de necesidades a menudo genera, paradójicamente, un sentimiento de aburrimiento, de tedio, de vacío y de falta de sentido. Lleva a buscar más o menos s ciegas “algo distinto”, algo más. Lo saben todos aquellos, y son muchos, que habiendo obtenido grandes satisfacciones y éxitos en la vida diaria, están cada vez más angustiados, rebeldes o deprimidos. Víctor Frankl ha tratado de manera difusa ese estado, que ha llamado apropiadamente “vacío existencial”: Un número cada vez más grande de pacientes se lamenta de lo que ellos llaman “un vacío interior” y ésta es la razón por la que he llamado a este estado “vacío existencial”. En contraposición a las experiencias cumbre, tan bien descritas por Maslow, se podría hablar de la aflicción del vacío existencial como de la “experiencia del abismo”. Pero esta condición no debe ser necesariamente considerada como patológica. Frankl llega a afirmar que: El vacío existencial no es una neurosis, o que si lo es, es una neurosis sociógena o incluso iatrogénica; se podría decir que es una neurosis causada pro el médico que `pretende curarla. Un ejemplo del intenso vacío existencial (coexistente con una salud física y mental perfecta) se encuentra en las Confesiones, de León Tolstoi. Vale la pena citarlo extensamente: Así viví; pero hace cinco años algo muy extraño empezó a ocurrirme. Al principio tuve momentos de perplejidad, como si la vida se detuviera, como si no supiera qué hacer o cómo vivir, y me sentía perdido y desesperado. Pero esto pasó, y continué viviendo como antes. Después, estos momentos de perplejidad empezaron a regresa cada vez con más frecuencia y siempre en la misma forma. Estaban siempre expresados por estas preguntas: “¿para qué sirve?, ¿a dónde lleva?” Al principio me parecía que eran preguntas irrelevantes y sin finalidad. Pensaba que todo se sabía ya y que si alguna vez hubiera querido encontrar la solución, no me hubiera costado mucho esfuerzo; era que por el momento no tenía tiempo, pero cuando lo quisiera podría encontrar la respuesta. Pero las preguntas empezaron a repetirse con más frecuencia, y a exigir respuestas, y como gotas de tinta que caen siempre en el mismo punto, llegaron a formar una mancha negra. Después ocurre lo que ocurre a cualquiera que sufre de una fatal enfermedad. Al principio aparecen síntomas insignificantes de enfermedad en los cuales el enfermo pone atención; después, estos síntomas se presentan cada vez más a menudo hasta que desembocan en un período de sufrimiento ininterrumpido. El sufrimiento aumenta y antes de que el enfermo pueda darse cuenta, aquello que él había tomado como una simple, indisposición ha llegado a ser para él, lo más importante del mundo: ¡es la muerte! A mí me sucede exactamente así. Me di cuenta de que no era una indisposición accidental, sino algo muy importante, y que si estas preguntas se repetían continuamente, era necesario darles respuesta. Las preguntas parecían tan estúpidas, simples preguntas de niño; pero apenas las analizaba y trataba de resolverlas, inmediatamente me convencía de que, en primer lugar, no eran estúpidas ni de niño, sino que eran las preguntas más importantes y profundas de la vida; en segundo lugar, por más que trataba, no lograba responderlas. Antes de ocuparme de mi posesión de Samara, de la educación de mi hijo o de escribir un libro, debía saber pro qué lo estaba haciendo. Hasta que no supiera el por qué, no podía hacer nada, y no podía vivir. Entre los pensamientos referentes a la administración de la posesión, que en aquel período me ocupaba mucho, de improviso surgía la pregunta: “bien, tendrás 6000 acres de tierra en el Gobierno de Samara y 300 caballos, ¿y ahora?... y me desconcertaba, no sabía qué pensar. Mientras hacía planes para la educación de mi hijo, me decía a mi mismo: “¿ con qué fin?” o mientras pensaba cómo podrían los campesinos llegar a ser ricos, me decía: “ ¿ pero a mí qué me importa?”, o cuando pensaba en la fama que mis obras podrían darme decía: “ muy bien, serás más famoso que Mogol o Pushkin o Shakespeare o Molière, o que todos los escritores del mundo, ¿ y después?, y no encontraba respuesta. Las preguntas no podrían esperar, debían tener una respuesta inmediata, y si no respondía era imposible de vivir. Por la respuesta no estaba. Sentía que las bases se habían derrumbado y que me faltaba el piso bajo los pies. Aquello sobre lo que había vivido ya no existía, y no quedaba ya nada. Mi vida había llegado a un punto muerto. Estaba en condición de respirar, comer, beber y dormir, y no podía hacer más que hacer estas cosas, pero no era vida, porque no había deseo cuya realización yo considerara razonable. Si deseaba algo, sabía con anticipación que, si satisfacía o no mi deseo, nada hubiera resultado. Si un hada hubiera venido y me ofreciera realizar mis deseos, no hubiera sabido qué cosa pedir. Si en momentos de embriaguez sentía algo que, aunque no fuera un deseo era una costumbre hacha con deseos anteriores, en los momentos de lucidez sabía que era un engaño y que en realidad no era nada deseable. Había llegado al punto en que yo, hombre sano, afortunado, sentía que ya no podía seguir viviendo: una fuerza irresistible me empujaba a deshacerme de la vida de un modo o de otro. No puedo decir que me quería matar. LA FUERZA QUE ME ARRASTRABA LEJOS DE LA VIDA ERA MÁS FUERTE, MÁS COMPLETA Y MÁS GRANDE QUE UN SIMPLE DESEO. Era una fuerza similar a aquella que antes me hacía luchar par vivir, sólo que en dirección contraria. Toda mi energía me alejaba de la vida. El pensamiento de la autodestrucción me llegaba ahora con la misma naturaleza con la que antes pensaba en cómo mejorar mi vida. Y todo esto es un momento en el cual estaba rodeado de la que se consideraba suerte. Todavía no tenía cincuenta años, tenía una buena esposa que me amaba y a quien yo amaba, hijos buenos y una vasta propiedad que crecía y prosperaba sin mucho esfuerzo de mi parte. Era más respetado pro mis parientes y amigos que antes. Era apreciado pro los otros y, sin engañarme demasiado, podía considerar famoso mi nombre. Y lejos de estar loco o mentalmente enfermo, gozaba, al contrario, de una fuerza física e intelectual como raramente he encontrado entre hombres de miraza; físicamente podía competir con los campesinos en la cosecha y mentalmente estaba en posibilidad de trabajar durante ocho o diez horas seguidas sin resentir el esfuerzo. La declaración de Tolstoi es significativa porque demuestra la importancia fundamental de la necesidad de comprender el significado de la vida. Frankl en su libro Man´s Search for meanning (El hombre en busca del sentido) nos da un gran testimonio. Prisionero en u campo de concentración nazi, Frankl observó que aquellos que veían un sentido en la vida o que le daban significado, demostraban una fuerza y una resistencia sorprendentes. Encontrar este significado tuvo una importancia decisiva para sobrevivir, sin embrago, muchos carecía de este incentivo, se daban pro vencido y morían. Existe también un tipo de crisis un poco diferente en el sentido de futilidad personal. En este caso, el individuo se siente inútil, siente que su vida no puede tener valor ni objetivo, y que no lo lleva a ninguna parte. Ésta, según mi opinión, es una imprevisión falsa, porque toda forma de existencia tiene su lugar en el todo. Una vieja historia explica la importancia de reconocerlo. Durante la construcción de una catedral medieval se preguntó, por turno, a tres cortadores de piedra la misma cosa: “¿Qué estás haciendo?” “Como ves, estoy cortando piedras”, respondió el primero con tono enojado. El segundo respondió: “Me gano la vida para mí y para mi familia”. Pero el tercero dijo con alegría: “Estoy construyendo una gran catedral”. Todos hacía lo mismo exactamente, pero el primero tenía un sentido de futilidad a causa de la naturaleza humilde y monótona de su trabajo, el segundo encontraba una pequeña finalidad personal y el tercero veía el verdadero sentido de cortar las piedras. Este último se daba cuenta de que sin cortar las piedras, la catedral no se había podido construir, y lo invadía el gozo de colaborar en aquello lleno de significado. Las necesidades fundamentales y las necesidades personales se refieren al nivel inferior y al nivel medio de la vida psicológica, ya sea consciente o inconsciente. Hay además un tercer nivel superior – el área del superconsciente- que culmina con el Sí Transpersonal. Ésta es la tragedia y también la gloria del hombre, el nivel superior, casi siempre latente, antes ó después exige ser satisfecho; exige ser tomado en consideración y ser vivido. A propósito de esto hay una extraordinaria declaración de Jung: Ser “normal” constituye un espléndido ideal para el fracasado, APRA todos aquellos que están aún desadaptados. Pero para quien tiene un talento superior al normal, para aquellos a los cuales nunca se les ha hecho difícil alcanzar el éxito y cumplir con su parte en el trabajo del mundo, para éstos, la restricción a la normalidad es un lecho de Procuste, un aburrimiento insoportable es esterilidad y desesperación infernales. Como consecuencia, hay muchas personas que se convierten en neuróticos porque son solamente normales, así como hay otras que son neuróticas porque no logran llegar a ser normales. Todas las necesidades accionan los impulsos correspondientes gracias a la gratificación. Los impulsos relativos a las necesidades primarias son más o menos ciegos, instintivos e inconscientes. Pero par las necesidades más personales, los impulsos llevan gradualmente a actos volitivos conscientes que tienden hacia su satisfacción. Por lo tanto, toda necesidad suscita, antes ó después, una voluntad correspondiente. Se podría decir que el ejemplo más alto y más completo de la voluntad de significado se encuentra en la vida de Gautama Buda. Él se había dado cuenta de cuánto sufrimiento hay en la vida humana y no estaba en paz: empezó a buscar intensamente las causas del sufrimiento y los remedios para eliminarlo. Durante muchos años probó métodos diferentes, incluso el más severo ascetismo, pero sin resultado. Finalmente, perseverando en la meditación, una noche, bajo el famoso árbol Bodhi tuvo una iluminación. En un relámpago de luz “vio” todos los mecanismos, la cadena de las causas que producen el sufrimiento y la esclavitud de la humanidad; lo que él llamó “la rueda de la causalidad”. Y después también vio cómo despedazar esta cadena y obtener la libertad. Con una iluminación encontró el significado y la solución de los problemas de la vida. Señaló una pista y mostró a los otros un camino a seguir. Pero esta iluminación fue el resultado y el premio de su esfuerzo de voluntad. En la descripción que hace de esto D.T. Suzuki dice: El hecho más importante que se esconde detrás de la experiencia de la Iluminación es, pro consiguiente, que el Buda buscó, con el más grande empeño, resolver el problema de la ignorancia, y toda su fuerza de voluntad la dirigió hacia una solución positiva. La Iluminación, por lo tanto, compromete tanto a la voluntad como al intelecto. Es un acto de intuición nacido de la voluntad. El Buda logró su intento, cuando al término de los razonamientos que estaban en un círculo vicioso que iba del decaimiento a la muerte, de improviso tuvo una intuición. Pero él tenía una voluntad indomable, quería, con toda la fuerza de su voluntad, llegar a la verdad; llamó y llamó hasta que las puertas de la ignorancia cedieron y se abrieron de par en par dejando ver algo que nunca se había presentado a su visión intelectual. La necesidad fundamental de significado fue enunciada concisa y eficazmente por Albert Einstein: “El hombre que considera que su vida carece de significado, no es solamente infeliz, sino indigno de vivir”. Como resultado de la insatisfacción provocada por la falta de significado, que se advierte en la manera actual de vivir, ya sea a un nivel personal o social, muchos sienten la necesidad de evadirse. Obedeciendo a este impulso, pueden tratar de superar los límites de la conciencia ordinaria y obtener estados de conciencia más intensos y más amplios. Desgraciadamente muchos, a menudo con las mejores intenciones, tratan de obtener estos estados con medios dañinos y hasta destructivos. Por lo tanto, es necesario darse cuenta claramente de que hay dos maneras distintas, y en cierto sentido opuesta, de afrontar el ansia existencial. Una es la tentativa de huir de esta ansia regresando a un estado primitivo de conciencia, de ser reabsorbido por la “madre”, en un estado prenatal, y perderse en la vida colectiva. Éste es el camino de la regresión. El otro es el camino trascendente que ya citamos, el “elevarse sobre” la conciencia ordinaria. Maslow llamó a estos dos estados el “nirvana inferior” y el “nirvana superior”. El primero, aunque pueda dar un sentido temporal de liberación y revelar estados de expansión de conciencia, no lleva a una satisfacción permanente y no constituye una solución real y duradera. No hace sino postergar la crisis que se presentará de nuevo antes ó después de manera más aguda. Por lo tanto, debemos tratar de examinar deliberada y valientemente los requisitos para trascender los límites de la conciencia personal sin perder el centro de la conciencia individual. Estoe s posible porque individualidad y universalidad no se excluyen recíprocamente; pueden ser reunidos en una feliz realización sintética. En este punto se podría objetar que ha habido muchos casos de iluminaciones espontáneas, imprevistas, inesperadas, que no fueron precedidas por ningún esfuerzo o tentativa conciente. En estos casos es el Sí transpersonal el que toma la iniciativa, hacia una “tracción” desde lo alto. Se puede entender cómo ocurre esto, considerando la constitución psicológica de los seres humanos. Hemos visto que la voluntad es la función más cercana al Yo, la más directa expresión del Yo. Esto es cierto ya sea para el sí personal como para el Sí Trasnspersonal. Así como hay una voluntad personal, aquella que hemos considerado hasta ahora- también hay una voluntad Transpersonal, que es una expresión del Sí Transpersonal y obra de los niveles superconscientes de la mente, su acción es lo que el sí personal o Yo siente como una “tracción” o una “llamada”. La existencia y la “presencia” de esta Realidad o Sí trascendente fue afirmada de manera interesante por Jung en la inscripción sobre la puerta de su casa en Kussnacht: Vocatus sive non vocatus, Deus aderit (Dios estará presente sea o no llamado). Y esta experiencia ah sido referida pro muchas personas, a menudo interpretada como la presencia de Dios o de algún ser superior. Aquí no discutiré la interpretación, sino que reconozco la realidad y la naturaleza de este proceso. Muchas experiencias de iluminación espontánea han sido referidas y gran parte de estas experiencias están detalladamente descritas en Cosmic Consciousness (Conciencia CDósnica), de R.M. Bucke, y en The Varieties of Religious Experience (Las variedades de la experiencia religiosa) de William James. Ambos libros, escritos por pioneros en este campo, contienen mucho material preciso, y la interpretación dad pro los dos autores es aún bastante válida. Una recopilación de relatos personales de iluminaciones espontáneas ocurridas en individuos “comunes” está contenida en Observed Illumiantes, de Winslow hall. Los relatos de experiencias religiosas hablan a menudo de una “llamada” de Dios, o de la “atracción” de algún Poder superior; ésta a veces, da principio a un “diálogo” entre el hombre y al “Fuente Superior”, en el cual, cada uno de los dos, alternativamente invoca y evoca al otro. En otros casos la tracción desde lo “alto” toma la forma de una demanda imperativa, que en momentos puede ser sentida francamente como una persecución. Esto fue expresado por Francis Thompson en la poesía “The hound of Heaven” (El espía del cielo). Estos son los versos iniciales: Le he huido, durante noches y días; Le he huido, en el curso de los años; Le he huido, pro los caminos tortuosos De mi propia mente, me escondí de Él En un velo de lágrimas, bajo la carcajada Me apresuraba hacia esperanzas entrevistas; Y me precipitaba hacia abajo, golpeado. Hacia abajo por Titánicas tinieblas de miedos abismales, De aquel Paso firme que seguía, seguía, Pero siguiéndome sin prisa, Y con ritmo imperturbable, Velocidad deliberada, constancia majestuosa, Aquel Paso acosaba- y una voz acosaba Más intensamente que el Paso – “Todo te traicionará, a ti que me traicionas”. Una buena descripción de la “llamada” de un Principio Superior nos fue dada, una vez más, por Jung: Lo que, en el último análisis, induce a un hombre a escoger su camino y emerger así de la identidad inconsciente con las masas como se emerge de un banco de neblina… Es aquella que se llama “vocación”. Quien tiene la vacación, siente la voz del hombre interior; es llamado… un caso histórico es el del “demonio” de Sócrates. Tener una vocación significa, en el sentido original, ser llamado por una voz. Los ejemplos más claros los tenemos en las Confesiones de los Profetas del Antiguo Testamento. Esto no es simplemente un viejo modo de hablar, como se demuestra en las confesiones de personajes históricos como Goethe y Napoleón que, para citar dos ejemplos conocidos, nunca hicieron un misterio de su vacación. Ahora bien, tener una vocación, o sentir una vocación, no es prerrogativa de las grandes personalidades, sino que pertenece también a las pequeñas… Sin embrago, se debe observar que, cuando la Voluntad Transpersonal, llega a ser activa, diferentes efectos pueden resultar de la interacción entre la Voluntad Transpersonal y al Voluntad del Sí personal que frecuentemente es rebelde. He discutido las distintas fases de las crisis que derivan de esto y las maneras de afrontarlas en el segundo capítulo de Psicosíntesis. Las aspiraciones y al voluntad del Sí personal y la atracción ejercida pro el Sí Transpersonal que trata de trascender los límites de la vida y de la conciencia “normal”, no se manifiestan solamente como búsqueda y voluntad de significado y de iluminación. Hay otros tipos de trascendencia correspondiente a otros tantos tipos de seres humanos. Algunos de los más importantes son: 1. Trascendencia a través del amor transpersonal. 2. Trascendencia a través de la acción transpersonal. 3. Trascendencia a través de la belleza. 4. Trascendencia a través de la autorrealización. Estos caminos de trascendencia pueden ser expresados también en términos de voluntad, la voluntad fundamental de trascender las limitaciones de la personalidad a través de la unión con alguien o con algo más grande y más alto. Más exactamente, en todos estos casos encontramos la unión de la voluntad con el amor. TRASCENDENCIA A TRAVÉS DEL AMOR TRANSPERSONAL En el amor humano completo hay un aspecto transpersonal. Se puede definir como la relación entre los niveles superconscientes de dos personas, una realización común de la Realidad transpersonal. Puede combinarse con el amor a todos los niveles; así, puede haber, a veces, una combinación de amor sexual, emotivo y transpersonal. El amor perfecto puede ser considerado como una unión a todos los niveles. La voluntad correspondiente se podría llamar voluntad de unión a través del amor. Richard Wagner nos ha dado una de las más completas descripciones de este amor en Tristán e Isolda. Las dos personalidades están integradas y trascendidas y hay una unificación con la Realidad trascendente a través de la unión de los dos. Un segundo tipo de trascendencia a través del amor es mediante el amor altruista. Aquí hay una diferencia entre la voluntad buena personal, de la que ya he hablado antes, y la Voluntad Transpersonal, de la cual el amor altruista es una expresión. Ha sido llamado caritas y ágape; su expresión más alta y más pura es la compasión. El amor altruista nos e limita a los miembros de la familia humana. Puede abrazar también a todas las criaturas vivientes del reino animal y del reino vegetal de la naturaleza. Esta inclusión está expresada en el amor Budista pro todas las criaturas vivientes, y pro San Francisco en su “Cántico de las Criaturas”. Se podría decir que un sentido cada vez más consciente de hermandad universal está en la base de la creciente tendencia a cultivar relaciones armoniosas con el ambiente. Éste es el aspecto más alto y más amplio de la ecología. Un tercer tipo de trascendencia a través del amor es la aspiración a unirse al Ser Supremo, generalmente llamado Dios o Realidad Universal. Es el camino del amor místico. Las expresiones de los grandes místicos pro lo general contienen referencias apasionadas a este deseo de unión con Dios. Además, los grandes místicos han demostrado una voluntad fuerte y bien desarrollada. TRASCENDENCIA A TRAVÉS DE LA ACCIÓN TRANSPERSONAL Las formas más altas de acción humanitaria y social tienen carácter transpersonal. Están motivadas por La Voluntad Transpersonal, que es independiente, y a veces está en contra, de la voluntad personal, del instinto de conservación y de la autoafirmación. Estas acciones pueden implicar valor, privaciones, sacrificios, riesgos. Pueden se estimuladas pro la devoción altruista y pro la consagración activa a una causa o a un ideal, y pueden alcanzar cumbres de verdadero heroísmo. TRASCENDENCIA A TRAVÉS DE LA BELLEZA La realización transpersonal a través de la belleza puede ser llamada camino estético. Para muchas personas, la belleza es una exigencia, y el correspondiente impulso hacia la belleza provoca pro lo tanto la voluntad de la belleza. Esta voluntad tiene dos aspectos: la contemplación de la belleza y la creación de cosas bellas. En la creación de la belleza, la voluntad es más evidente. Frecuentemente nos damos cuenta de que el artista es empujado pro la necesidad de crear, que su personalidad es forzada pro este instinto que a veces es fácil y gozoso, pero que con más frecuencia es difícil y hasta doloroso. Frecuentemente la personalidad se rebela y trata de huir de este instinto superior, Pero el artista es forzado a crear; no encuentra paz hasta que obedece al instinto de crear que ha sido preparado en la esfera superconsciente. Goethe parece hablar así de sí mismo y de su exigencia interior de crear cuando, en Tasso, escribe: “He luchado día y noche contra esta exigencia. Me he consumido en el intento de hacer callas a mi pecho. ¡En vano! Debo cantar o la vida no es vida”. Por lo tanto hay un nexo directo entre voluntad y belleza. Frecuentemente no nos damos cuenta pro qué en muchos casos en el nivel de la personalidad, los artistas pueden tener una voluntad poco desarrollada, y tiene, al contrario, más desarrollado el sentimiento, la emoción y la imaginación. A menudo es el Sí Transpersonal el que ejercita su Voluntad y fuerza a la personalidad a expresar la belleza. Pero ha habido y hay artistas que han demostrado claramente que poseen también una voluntad personal. Un extraordinario ejemplo de una fuerte voluntad consciente de crear, que existió también durante su vejez, es Miguel Ángel. LAS privaciones a las que se sobrepuso cuando pintaba la Capilla Sextina lo prueban abundantemente. Un ejemplo más reciente de una voluntad de crear verdaderamente heroica nos lo da el pinto francés Rendir. En los últimos años de su vida tenía la s manos deformadas pro la artritis. No obstante esto, con el pincel amarrado a la mano, con mucha dificultad y gran dolor, logró continuar pintando hasta el final de su vida. Su voluntad personal estaba en sintonía con su voluntad superior. Beethoven en los últimos años estaba sordo, y sin embrago siguió su impulso y continuó componiendo, escribiendo así algunas de sus mejores obras cuando no las podía oír, Hay muchos ejemplos de artistas que siendo inválidos lograron crear en virtud se su indomable voluntad. TRACENDENCIA A TARVÉS DE LA AUTOREALIZACIÓN Se puede decir que seguir este camino para la trascendencia es el resultado del instinto y de la voluntad deliberada de realizar a todas las potencialidades humanas, especialmente las trascendentes. Esto significa atribuir particular valor al surgimiento de las potencialidades que pertenecen a la esfera del superconsciente y se originan en el Sí Transpersonal. Por lo tanto, es necesario tener una idea clara de la diferencia entre la realización del Sí y la autorealización. Maslow indicó esta distinción en su escrito “Teoría Z”. Dice que, además de los individuos simplemente sanos y autorrealizados, hay también otros que se han realizado en sentido trascendente; éstos están más autorealizados que aquello que están autorrealizados normalmente porque están implicados en los valores del Ser, con la realización del Sí. Ésta no es la realización de las potencialidades trascendentes, transpersonales, que culminan en la percepción existencial directa del Sí Transpersonal. La personalidad completa, integrada, autorealizada, puede ser bastante egoísta o pro lo menos egocéntrica. La autorrealización no implica una motivación superior; puede ser motivado por el ansia de éxito y por el impulso de ostentar los propios poderes individuales. No solamente una persona autorrealizada puede estar satisfecha de sí misma, sino que puede encontrarse en posición contraria respecto a cualquier crecimiento ulterior. Este punto fue tratado con acierto pro Frank Haronian en su escrito “El rechazo de lo sublime”. Haronian pregunte: “¿Por qué nos sustraemos al reto del crecimiento personal? Tenemos miedo de crecer, porque significa abandonar lo conocido pro lo ignorado, lo que siempre trae riesgos”. Sobre el mismo punto Haronian cita primero a Angyal y después a Maslow. Maslow habla de “Complejo de Jonás”: En mis apuntes primero había llamado a esta defensa el “miedo a la propia grandeza” o el “sustraerse al propio destino” o “huir de las propias cualidades mejores”. Ciertamente es posible para la mayor parte de nosotros ser más grandes de lo que en realidad somos. Todos nosotros tenemos potencialidades no usadas o no del todo desarrolladas. Ciertamente es verdad que muchos de nosotros huimos de las vocaciones que nuestra constitución sugiere… Así frecuentemente huimos de las responsabilidades establecidas ( o más bien sugeridas) pro la naturaleza, pro el destino, a veces pro accidente, así como Jonás trató en vano de huir de su destino… Maslow ha presentado una interesante progresión de cinco estadios de desarrollo evolutivo. Los tipos pertenecientes a los primeros dos estadios representan la teoría X. Están determinados pro necesidades de deficiencia. El tercero y cuarto tipos representan la teoría Y. Están determinados primariamente por los instintos de autorrealización. El quinto tipo representa la teoría Z. Ésta es la persona que condiciona su propia vida según los valores trascendentes. Pero mientras que acentúa la importancia de alcanzar la realización del Sí Transpersonal, Maslow nos ha prevenido sabiamente para que no hagamos algo sobrenatural y separado de los otros niveles de realización: Trascendencia significa también llegar se divino o similar Dios, ir más allá de lo que es simplemente humano. Pero debemos poner atención en no construir algo extra humano natural. Sobra la base de esta afirmación. Estoy pensando en usar la palabra “metahumano” o “Beta-humano” para poner de relieve que ésta es una arte de la naturaleza humana aunque en la práctica no se vea frecuentemente. No obstante, es una potencialidad de la naturaleza humana. Debemos aclarar que “distinción” no significa “separación”. Todos estos niveles son distintos: sin embargo, mientras que hay individuos en los cuales el aspecto transpersonal está presente, es tan evidente que o se ve, en muchos otros los diferentes niveles de realización personal y transpersonal pueden estar activos en distintas situaciones, en diferente medida y en distintos momentos. Así, un individuo puede haber alcanzado un cierto grado de genuina autorrealización transpersonal sin siquiera haber completado la autorrealización. Esto está de acuerdo con todo o que ha afirmado Maslow. En el segundo párrafo de la “teoría Z”: “Me parece haber encontrado un cierto grado de trascendencia en muchas personas no realizadas”. En la terminología psicosintética, la autorrealización corresponde a la psicosíntesis personal. Esta incluye al desarrollo de la armonía de todas las funciones y potencialidades humanas, en todos lo niveles de la zona inferior y de la zona intermedia del diagrama de la constitución psicológica del hombre. LA realización del Sí, por el contrario, se refiere al tercer nivel superior, el del superconsciente y conciente a la psicosíntesis transpersonal o espiritual. La realización del Sí se divide en tres fases distintas. La primera, es la activación y la expresión de las potencialidades que residen en el superconsciente, e incluye los distintos tipos de trascendencia de los que ya hablamos. Leonardo da Vinci o Goethe serían buenos ejemplos. La segunda fase de la realización del Sí es la percepción directa del Sí, que culmina con la unificación de la conciencia del Sí Personal, o Yo, con la del Sí Transpersonal. Aquí se podría nombrar a aquellos que, con sacrificio personal, han trabajado para una causa benéfica en cualquier campo. Son buenos ejemplos los filántropos activos que han dedicado su vida a una causa: Gandhi, Florence Nightingale, Martin Luther King, Schweitzer. Schweitzer es un caso típico porque renunció hasta a algunos de sus intereses superiores –música y cultura - para dedicarse al trabajo humanitario. En términos de voluntad, es la unificación de la voluntad personal con la Voluntad Transpersonal. LA tercera fase de la realización del Sí es la comunión del Sí Transpersonal con el Sí Universal. En este punto encontramos a los más grandes místicos de todos los tiempos y de todos los países, en la unión de la voluntad personal con la universal. 10 La voluntad universal El problema de la existencia de una voluntad Universal y de su relación con las voluntades individuales es fundamental, porque está estrechamente ligado con el problema más grande que hay entre el hombre y la Realidad Universal Absoluta. Es difícil tratar este tema porque hasta hace poco tiempo esta relación era concebida y expresada principalmente en términos religiosos. El día de hoy esta aproximación es, para muchos, poco atractiva y hasta negada. Se podría decir, en términos un poco irreverentes, que en este momento Dios tiene una mala imagen. Algunos han declarado en tono sensacionalista que “Dios ha muerto”; pero aparte de esto, para muchas personas Dios es solamente una abstracción, un concepto, un símbolo, una cuestión de fe en el sentido de creencia más o menos ciega, o si acaso una esperanza, pero no una realidad viviente. No influye en sus acciones ni en sus sentimientos. En la práctica, viven como si Dios no existiera. Esta actitud se puede entender sobre todo como una reacción a las imágenes antropomorfas de Dios o a las teologías que han tratado de formular una concepción teórica de una realidad que trasciende cualquier formulación de este tipo. El hombre ha creado un dios a su imagen, atribuyéndole sus mismas cualidades humanas y a menudo, más o menos explícitamente, sus mismas limitaciones e imperfecciones. Son estas imágenes y los diferentes modelos teológicos de Dios los que se rechazan, los que están “muriendo”. Pero hay otros enfoques al problema de la realidad absoluta, que son más satisfactorios y productivos. Uno de éstos es la aproximación intuitiva. La intuición ha sido reconocida pro muchos, en Oriente y en Occidente, como un instrumento verdadero y superior de conocimiento. Es considerada por Jung y por otros como una disfunción psicológica en sí, presente, real y legítima como todas las otras. Se puede decir que la diferencia consiste en la tentativa de “probar” la existencia de Dios con medios intelectuales y racionales – como algunas escuelas de teología han tratado de hacer- y la experiencia intuitiva directa de comunicarse con la realidad absoluta. Sin embrago, también hay otra distinción que sería bueno aclarar. La palabra “razón” ha sido usada de dos modos por los filósofos. Uno usa “razón” para indicar el concepto mental, analíticos, de razón. Ésta se podría llamar la Razón Aristotélica, y es la que adoptan, más o menos conscientemente, la ciencia moderna y los filósofos “racionalistas”. El otro concepto de razón corresponde al logos de Platón y a la Razón Trascendental de Kant y otros. Un segundo enfoque de la realidad es a través de la percepción de analogías (10). El enfoque pro analogía se basa en la unidad esencial de todos los aspectos de la realidad, desde el más chico hasta el más grande. Por lo tanto, hay una íntima correspondencia entre el microcosmos y el macrocosmos en general y, de manera específica, entre el hombre y el universo. Pero esta identidad fundamental de la naturaleza no significa que el hombre en su estado normal de conciencia pueda captar mentalmente, “comprender”, el inmenso alcance y el significado de la realidad absoluta. La siguiente analogía de la relación entre una gota de agua y todas las aguas existentes en nuestro planeta puede ayudar a aclarar este punto: si una gota tuviera inteligencia, podría firmar que tiene la misma naturaleza que todas las otras gotas del planeta; esto significa que posee la misma composición química, dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno unidos según un determinado esquema. Todas las aguas del planeta tienen la misma composición química. Pero entre ellas hay muchas diferencias: diferencia de lugar (océanos, lagos, ríos), de condiciones (líquidas, sólidas, gaseosas), de funciones (el agua puede ser parte de un vegetal, de un animal o de un organismo humano), y de relaciones con las otras sustancias (soluciones). Una pequeña gota, si tuviera inteligencia, no podría concebir y ni siquiera imaginar todas estas cosas. Pero se daría cuenta, por lo menos, de tener la misma composición química que las otras. Apliquemos esta analogía al hombre y al universo. El hombre puede darse cuenta intuitivamente de su identidad con la realidad suprema. En Oriente esta relación ha sido expresada con la identidad entre Atman y Brahman. En Occidente algunos místicos han proclamado audazmente la identidad entre hombre y Dios. Otros han acentuado el hecho de que la Vida es Una, que hay solamente Una Vida. Pero esto no significa que la mente del hombre pueda aprehender la maravilla y loa misterios de la manifestación cósmica. Solamente a través de una serie de expansiones de conciencia, y alcanzando estados de percepción cada vez más altos, el hombre puede tener gradualmente la experiencia de algunos de estos misterios fascinantes. De estas posibilidades transpersonales nos han dado testimonio los hombres y las mujeres más iluminados, expresándolas esencialmente de la misma manera, por encima de las diferencias y condicionamientos individuales y culturales. Para invertir la posición antropomórfica se puede decir que todas las cualidades y las funciones humanas son los “reflejos” parciales en sentido etimológico (como imágenes que se ven a través de un líquido a una luz a través de un prisma) de cualidades y aspectos de la realidad trascendente. Como hemos visto, la experiencia fundamental del hombre, cuando está desidentificado de los distintos elementos psicológicos, es la de ser un “Ser” consciente, un yo viviente. Es un aspecto del Sí o Ser Universal. LA experiencia de esta relación ocurre en grados sucesivos y se representan en la figura 10.1 En el primer diagrama, la radiación de la “estrella” que simboliza el Sí Transpersonal, está dirigida casi completamente al interior de la periferia o área de psique individual, e indica que la atención del Sí está dirigida prácticamente hacia el sí personal o “yo”, y su actividad trata de influir al hombre completo desde y a través del nivel superconsciente. En el segundo diagrama se ve que la atención y la actividad del Sí están distribuidas uniformemente entre la dirección descendente hacia la personalidad y la dirección ascendente hacia la realidad que trasciende. En esta condición, obtenida a través de muchos estadios de expansión de conciencia, el individuo percibe y participa de un estado universal del Ser, manteniendo al mismo tiempo un sentido vivo y más acentuado, de la identidad individual, de ser plenamente “él mismo”. La radiación de la estrella en el tercer diagrama indica los más altos estadios de trascendencia, en los cuales el sentido de la identidad individual está oscurecido y puede desaparecer temporalmente. A este estado se le ha dado varios nombres: samadhi, prajna, satori, éxtasis, conciencia cósmica, etc. AGREGAR ESQUEMAS FIGURA 10.1 PÁG. 100 Pero también en estos estados el sentido de individualidad no está completamente perdido. Esto ha sido formulado claramente pro el Lama Anagarika Govinda que se expresó así: La individualidad no es solamente el opuesto necesario y complementario de la universalidad, sino también el único punto focal a través del cual se puede tener la experiencia de la universalidad. Suprimir la individualidad, negar su base filosófica o religiosa, su valor o importancia, puede llevar solamente a un estado de completa indiferencia y de disolución, que puede representar una liberación del sufrimiento, pero una liberación puramente negativa, ya que nos priva de la más alta experiencia a la que parece llegar el proceso de individuación: la experiencia de la perfecta iluminación, al experiencia budista, en la cual la universalidad de nuestro ser se realiza verdaderamente. El simple “fundirse con el todo” como una “gota en el mar” sin haber realizado aquel todo, es solamente un modo poético de aceptar el aniquilamiento y de eludir el problema en que nos pone el hecho de nuestra individualidad. ¿Por qué debería el universo evolucionar desde las formas individualizadas de vida y de conciencia si esto no fuera coherente con el espíritu o naturaleza del universo, o intrínseco en él? Y por Radhakrishnan: El privilegio especial del ser humano es el de poderse unir conscientemente con el todo y obrar con el todo, e incorporar su diseño a su propia vida. Los dos elementos de le esencia: unicidad (individualidad) y universalidad (totalidad) crecen juntos hasta que finalmente lo más único llega a ser lo más universal. En el artículo “Various Meanings of Trascedence”, Maslow describe así esta experiencia: Sería útil también el uso que Brucke hace de la conciencia cósmica. Éste es un especial estado fenomenológico en el cual el individuo percibe de algún modo el cosmos entero, o pro lo menos la unidad y la integración del cosmos y de todo lo que contiene, incluyendo su Sí. Él siente entonces que tiene el derecho de pertenecer al cosmos. De huérfano que era, llega a ser uno de la familia. Entra en vez de permanecer afuera viendo. Se siente al mismo tiempo pequeño a causa de la grandeza del universo, pero también un ser importante porque el puesto que ocupa en el universo le pertenece pro derecho. Es parte del universo más que un extranjero o un intruso. La existencia de una mente universal, de la intrínseca racionalidad del Universo ha sido sostenida por muchos y de distintas maneras, ya sean filósofos o científicos. No podemos discutir aquí la validez de estas concepciones, iríamos demasiado lejos. Pero una analogía similar se puede hacer de manera genérica para todas las funciones humanas. Todo el amor humano, aún en su aspecto transpersonal más alto, puede ser considerado como una expresión parcial de un principio universal de amor. Los místicos de todos los tiempos y de todos los países han dado testimonio de haber tenido la experiencia de la realidad de este amor. La manifestación física del amor presenta una analogía evidente y puede ser considerada como un reflejo de la polaridad universal, la interacción de lo que se ha llamado de distintas maneras: espíritu-materia; Yang-Yin; Shiva-Shakti, etcétera. (11) La misma relación de analogía que existe entre la voluntad individual y al Voluntad Universal, se basa en la íntima relación que, como hemos visto, existe en todos los niveles entre el Yo y la voluntad. Aquellos que han tenido la experiencia han afirmado que esta relación es una realidad existencial. Aquí reconocemos una vez más que, si no hubiera una Voluntad Universal, el hombre tendría algo que no existe en el universo y, por lo tanto, el microcosmos sería superior al macrocosmos, ¡presunción verdaderamente ridícula! La armonización, la comunión, la unificación y la fusión de las dos voluntades ha sido y es la aspiración profunda, y se puede decir, la exigencia más alta aunque a menudo menos reconocida por la humanidad. Ha sido sentida y expresada de distintos modos, de acuerdo con los diferentes conceptos de realidad de los seres humanos. Esencialmente significa ponerse en sintonía con los ritmos de la Vida Universal y tomar parte en ellos voluntariamente, En la filosofía hindú esto se llama sattva, el guna del ritmo y de la respuesta armoniosa al impulso divino. Los chinos llaman esta actitud wuwei, o identificación con el Tao. Para los estoicos y para Spinoza es la aceptación voluntaria del propio “destino”. Para quien tiene una naturaleza devota o una concepción religiosa de la fe, es la relación y eventual unificación de la voluntad del hombre con la de Dios. Muchas descripciones y testimonios de esta relación, de las vicisitudes de su interacción, de los conflictos y de la culminación de las dos voluntades se pueden encontrar en los escritos de los más grandes místicos de Oriente y de Occidente. Aquí me limitaré a citar la expresión poética que de esto nos ha dado Dante en los versos finales de la Divina Comedia: Ma già volgeva il mio disio e ´l velle, Si come rota ch´igualmente è mossa, L´amor che move il sole e l´altre stele.* Mas, en movimiento como una rueda que nunca se detiene, Mi voluntad y anhelo estaban impelidos de amor, El amor que mueve al sol y todas las demás estrellas. La más explícita y la más alta afirmación de la voluntad de unificación fue hecha pro Cristo cuando dijo: “No se haga mi voluntad sino la tuya”, y su conclusión en esta sentencia triunfante: “El Padre y yo somos uno.” Segunda parte Los estadios de la voluntad 11 De la intención a la realización El nivel más alto de la voluntad, su fusión la Voluntad Universal misma, es la cumbre de nuestro viaje; hemos vislumbrado la culminación y la perfección de la Voluntad. Pero para empezar de la mejor manera el entrenamiento efectivo de la voluntad, para su ascenso progresivo a través de la adquisición de fuerza, sabiduría, bondad y universalidad, debemos examinar el acto de la voluntad o estadios que son: 1. El propósito o meta, que se basa en la evaluación, motivación e intención. 2. Deliberación. 3. Efecto y decisión. 4. Afirmación: la orden o “Fiat” de la Voluntad. 5. Planificación y programación. 6. Dirección de la ejecución. Estas seis etapas son como los eslabones de una cadena; pro lo tanto, la cadena misma – esto es, el acto de la voluntad- tiene la fuerza del eslabón más débil. Así, la ejecución de un acto de voluntad será más o menos eficaz, y dependiendo de la forma en que se lleve a cabo cada una de sus etapas. Sin embrago, permítaseme observar que aquí estamos tratando el acto de la voluntad en su estado ideal y completo, no como una reproducción perfecta de cada acto de voluntad, sino más bien como guía completa, intencional. Mientras que los actos de voluntad importantes aseguran la ejecución paso a paso, de cada estadio, en muchos casos prácticos una etapa será más importante que otra, y requerirá más tiempo y esfuerzo. Otras etapas podrían resultar completamente satisfactorias con un mínimo de esfuerzo y atención. Por ejemplo, el jefe de una fundación, al que se le ha signado una gran cantidad de dinero para obras benéficas, puede usar mucho tiempo y esfuerzo para aclarar su mente y saber cuáles son sus objetivos. Después, considerará atentamente las posibilidades, sopesando las ventajas y las desventajas de las proposiciones que se le hacen. Finalmente, elegirá una y, con un pequeño esfuerzo ulterior, decidirá subvencionarla. Después, como ha hecho muchas otras veces, programará lo que debe hacer y pedirá a su secretaria que avise al destinatario; posteriormente, ordenará que se haga el cheque. Aquí las dos primeras etapas son particularmente importantes; la decisión lo es menos; la afirmación puede ser difícil de percibir; sin embrago, la planeación consiste simplemente en confiar en los servicios de su secretaria y dar las órdenes necesarias. Al medio día, el mismo hombre, podrá cambiar su objetivo cuando se acerque lo hora de comer. Considerará brevemente distintas posibilidades, elegirá uno entre varios restaurantes cercanos y decidirá ir ahí. Quizá encuentre a un amigo en el camino y se detenga a platicar con él. Después de un tiempo, si el amigo se va, puede recordar que, antes de distraerse, había decidido ir al restaurante. Así, se afirma a sí mismo que, ahora irá a ese lugar sin permitirse otras interrupciones. Rápidamente programará la dirección exacta y empezará a recorrer el camino que lo conducirá al lugar que eligió para comer. Podría ser que esa noche hubiera invitado algunos amigos a cenar (digamos que es un buen cocinero) y que quiere cocinar algo para ellos. Brevemente piensa y decide qué comida preparar, se afirma a sí mismo que hará la mejor cena que es capaz de hacer. Después pasará un cierto período de tiempo planeando cómo prepararlo todo, cómo cocinar los diferentes platillos. Más tarde empezará a hacer lo que había pensado, recurriendo, en gran parte, a esquemas habituales y a recuerdos de sus experiencias pasadas, pero vigilando que su actividad, casi automática, siga atentamente los planes que había trazado con anterioridad, siguiendo con exactitud las recetas, etcétera. Así, aunque no todas las etapas de la voluntad pueden ser igualmente importantes en un acto volitivo, debemos cubrir adecuadamente todas, para poder actuar con eficacia en cualquier circunstancia. He observado – y se puede verificar plenamente-que la principal causa del fracaso en la culminación de un acto de voluntad es que, frecuentemente, existe una dificultad para realizar otra etapa específica; en otras palabras, un detalle particular permanece bloqueado. Por lo tanto, es muy importante entender las diversas etapas y funciones para descubrir el punto o los puntos débiles específicos, en los cuales se necesita ser más hábil, y descubrir las técnicas apropiadas para realizar este trabajo. Así, como en la psicosíntesis personal, la armonización de las funciones de la personalidad requiere del fortalecimiento de las que están menos desarrolladas, y para adquirir una voluntad verdaderamente efectiva, necesitamos conocer cómo querer completamente, cómo ejecutar el acto volitivo con éxito desde su inicio hasta su culminación, sin perder el camino en alguna parte. Para dar una visión general del tema, enseguida presentamos una breve descripción de cada una de las seis etapas funcionales de la voluntad en acción: 1. La característica principal del acto de la voluntad es la existencia de un propósito; la visión clara de una meta u objetivo. Pero aunque ésta es una característica indispensable, no es en sí mismo suficiente. De hecho, en tanto que esta visión de la meta permanece en el domino de la imaginación o de la contemplación, no es aún voluntad en acción. Primero, el objetivo debe ser evaluado y estimado; posteriormente, suscitará los motivos que genera el impulso y la intención de realizarlo. La palabra “motivo” en sí misma indica algo activo, dinámico. Los motivos son suscitados por los valores que nosotros atribuimos a los objetivos que buscamos alcanzar. 2. Sin embrago, existen muchos objetivos posibles, no podemos alcanzarlos todo individualmente y mucho menos al mismo tiempo. Por lo tanto se debe hacer una elección. Para hacer esta elección, debemos decidir cuál, de todos los objetivos es preferible. Decidirlo constituye la función de deliberación, en ella los diferentes objetivos (nuestras posibilidades de realizarlos, la conveniencia y las consecuencias de hacerlos, y todos los otros factores relevantes) deben tomarse en cuenta para ser analizados. 3. La deliberación debe ser seguida de una elección y de una decisión relativa. Esto significa elegir un objetivo dado y hacer a un lado o descartar los otros. 4. La elección y la decisión deber ser confirmadas con una afirmación. Ésta activa y favorece las energías dinámicas y creativas necesarias para logra el objetivo. 5. Después, es necesaria la cuidadosa elaboración de un plan o de un programa. Éstos se basan en la consideración y la selección de diversos medios y fases de la realización del plan a través del tiempo y de acuerdo con las circunstancias, condiciones y posibilidades existentes. 6. Finalmente, viene la dirección de la ejecución. Esta es la tarea específica de la voluntad, cuya verdadera función no es la de llevar a cabo directamente la ejecución, como comúnmente se supone. La voluntad puede y debe hacer hábil uso de las otras funciones y energías psicológicas y físicas existentes en la personalidad: pensamiento e imaginación, sensaciones e intuición, sentimiento e impulsos y diversas actividades orgánicas. Para emplear una analogía tomada del mundo del teatro, la voluntad es el director de toda la producción, pero normalmente, él mismo no es uno de los actores. Esta dirección debe también incluir la supervisión constante de la ejecución. Al principio la voluntad convoca o reúne a las funciones necesarias para el propósito, y da instrucciones precisas, órdenes. Pero la voluntad debe supervisar sus actividades, vigilar el desarrollo del programa, controlar que siga el curso debido. Esto, como veremos, implica la necesidad de subordinar firmemente los distintos recursos al propósito fundamental, y adaptarlos constantemente al cambio de condiciones y circunstancias. 12 Propósito, evaluación,motivación, intención En el encabezado de esta etapa, se han agrupado cuatro elementos porque están interrelacionados de tal manera que no deben tratarse como etapas diferentes. De hecho, u propósito es la voluntad de alcanzar un fin, un objetivo; pero un propósito no lo es, sino está considerado como valioso. Del mismo modo, un motivo no es un motivo, si no “mueve”, si no impulsa hacia un propósito. Y la dirección del motivo está dada por la intención. Además, estos aspectos no siempre se suceden en un orden riguroso. Algunas veces, por ejemplo, lo que se presenta primero en la conciencia es un motivo o una intención, un impulsos dirigido hacia algún ideal que no está todavía claro o definido. O bien, el individuo percibe un valor moral, social, estético, o religioso, que solamente más tarde se relacionará con una meta, con un propósito específico por alcanzar. Otras veces viene primero la visión, el relámpago intuitivo, la iluminación que revela una etapa o una tarea a la que después se atribuye un valor; esto suscita los motivos que impulsan la necesidad de realizarla. Por lo tanto, puede haber una gran variedad de relaciones dinámicas entre propósito, evaluación, motivo e intención. Otra manera de señalar estas relaciones es la siguiente: los motivos y la intenciones están basados en evaluaciones; las evaluaciones se basan en e significado atribuido a la vida. Pero este significado, a su vez, está dado pro el fin o propósito de la vida misma y pro su realización. De ahí que sea muy útil, para que al voluntad actúe, tener una concepción positiva del significado y del propósito de la vida; admitir, antes que anda, que la vida tiene un propósito, y que este propósito tiene un significado; y , segundo, que este propósito es positivo, constructivo y valioso, en una palabra, que es bueno. De esto nos podemos dar cuenta a través de la autobservación o introspección. Pero cuando llegamos a un estudio más profundo de la motivación, las cosas se vuelven mucho más complicadas. El psicoanálisis ha puesto gran énfasis en el hecho de que existen motivaciones inconscientes y que a menudo actuamos creyendo que lo hacemos por un motivo consciente, cuando en realidad estamos empujados por impulsos de los que no nos damos cuenta. Estos superan la censura del ego pro medio de la racionalización. Pero aún antes del psicoanálisis, se había observado la tendencia humana para encontrar justificaciones para nosotros mismos y para los demás. Esta tendencia se puede comparar con la perorata de un abogado interno que defiende la causa de los instintos más intensos y oscuros que operan en el inconsciente. En este hecho podemos ver una de esas reacciones u oscilaciones extremas, que aparecen frecuentemente en la vida. La psicología clásica había tomado nota solamente de las motivaciones conscientes. Posteriormente, el psicoanálisis se ocupa exclusivamente, o casi exclusivamente, de las emociones y de los instintos inconscientes, llegando prácticamente, a la negación de la voluntad. Se puede decir que la verdad, como en otros muchos casos, está en medio. Existen motivaciones conscientes y motivaciones inconscientes, y podemos decir más precisamente que hay casi siempre una combinación de ambas, en proporciones muy variables. Pro lo tanto, para usar la voluntad con pleno conocimiento es necesario un atento análisis, un autoanálisis, o un análisis conducido, de acuerdo con el caso, por un terapeuta o especialista. Por el momento no puedo extenderme en las técnicas de análisis. Solamente me limitaré a señalar un error en el que frecuentemente caemos. En el capítulo VI (“Aplicaciones prácticas de la Voluntad Sabia”) he recomendado es la técnica de “actuar como si”, esto es, actuar como si existiera en nosotros una actitud psicológica determinada. Algunas personas se “escandalizan” del uso de este método, porque lo consideran hipócrita; dicen, en efecto: “si yo estoy enojado, por alguna razón buena o mala, con alguien y lo trato con amabilidad y sonrisas, no soy auténtico ni honesto conmigo mismo”. Pero en realidad esto no es una cuestión de hipocresía. Esto se debe a la multiplicidad psicológica que existe en cada uno de nosotros. “Actuar como si sería hipocresía que lo hiciéramos con el propósito de engañar a otros con fines egoístas, o si nosotros mismo nos ilusionáramos creyendo que nuestra naturaleza es incapaz de albergar tales sentimientos. Pero cuando surge en nosotros un impulso o motivo de hostilidad, de resentimiento contra alguien, lo que tratamos de hacer es canalizar ese impulso de otra manera, ya que no lo aprobamos y rechazamos identificarnos con él, entonces nuestra voluntad real es escoger el mejor motivo y actuar benévolamente a pesar del impulso que experimentamos. Nosotros podemos escoger el motivo al cual darle libre curso. Generalmente, los motivos o impulsos opuestos dentro de nosotros tienden a neutralizarse uno al otro, y nuestra tarea consiste en intensificar “el potencial” de energías de voluntad buena y de comprensión para que no sólo neutralice los impulsos hostiles, sino que sea más fuerte que ellos. Aquí, sin embargo, debe hacerse una excepción, para no caer en la trampa victoriana de la represión, y sufrir las reacciones de las energías suprimidas o reprimidas. Si por ejemplo, las tendencias hostiles fueran muy intensas, “actuar como si” no es suficiente, y si se usa prematuramente puede provocar resultados indeseables. En estos casos, se deben usar primero los métodos del “desahogo” inocuo (catarsis) y de transmutación y sublimación. Al decir esto no estoy recomendando que nunca se sea agresivo o que nunca se pelee; lo que quiero decir es que tenemos la libertad de escoger hasta dónde dar la expresión directa al impulso o al motivo, aún en un caso de profunda indignación o disgusto. Además, al hacer esta elección, al tomar esta decisión, podemos hacer uso de los recursos de una clara comprensión, así como de la guía del Sí Transpersonal. El punto es que las elecciones y las decisiones son posibles. El acto de voluntad y de intención implica, pro lo tanto, una decisión de aceptar o no aceptar un impulso. La autenticidad no consiste en ceder a un motivo negativo simplemente porque existe. Considerándolo desde este ángulo, comportarse con benevolencia a pesar de un impulso de rabia, puede ser la forma más elevada de sinceridad, porque corresponde a lo que desearíamos ser completamente y que ya somos en parte. Pero ésta es a menudo l autenticidad del hombre de las cavernas. El método de “actuar como si” poseyéramos los sentimientos deseados, no es ni hipocresía ni engaño. Es una forma efectiva para lograr cada vez más lo que queremos ser continuamente. Nosotros somos, esencial y genuinamente, lo que queremos ser, aunque frecuentemente no logremos manifestarlo. Al considerar las motivaciones, por lo tanto, nos ayudará a distinguir entre dos categorías que podemos designar respectivamente como impulsos e instintos y razones. Los impulsos y los instintos pueden ser conscientes o inconscientes, y pueden ser considerados genéricamente como tendencias espontáneas que nos “mueven” o tienden a hacerlo. Las razones, por otro lado, para ser verdaderamente tales, deben ser conscientes y tener un aspecto mental, cognoscitivo. Presuponen una visión clara del objetivo, el reconocimiento de su valor, y la intención de alcanzarlo. Se puede tomar un impulso o instinto, verificar su racionalidad y transformarlo en una razón. Si miramos más de cerca la evaluación de las motivaciones, vemos con frecuencia que no pueden ser catalogadas simplemente como “buenas o malas”. Una observación honesta, primero de nosotros mismos y después de los otros, frecuentemente revelas que los motivos y las razones que determinan las acciones son múltiples y de diferentes clases: una mezcla de motivos egoístas y motivos altruistas es frecuente. Aquellos cuyo acercamiento es exclusivamente psicoanalítico, sostienen que los motivos “reales” son los instintivos e inferiores, y que los otros son simplemente una máscara o racionalización. En el extremo opuesto, los idealistas rígidos e intransigentes exigen, para ellos mismos y para los otros, una absoluta pureza de intención, y condenan todo motivo que no satisfaga este criterio. Pero la existencia de motivos inferiores (definámoslos así solamente pro simplificar el lenguaje) no excluye la coexistencia y autenticidad de motivos superiores. La multiplicidad fundamental del ser humano, de su ser consciente y por lo tanto de sus actos, sobre y desde diferentes niveles, garantiza una multiplicidad de motivos, todos igualmente “reales”, genuinos y auténticos. La naturaleza de los conflictos psicológicos puede ser explicada en estos términos; se puede decir que muchos de ellos son conflictos entre los distintos niveles de intenciones y de motivos. Pero hay otro hecho interesante: las razones y los motivos de diferentes niveles no siempre están en conflicto.- Frecuentemente no sólo coexisten pacíficamente, sino que también convergen hacia el mismo fin, participan y colaboran en la ejecución del miso acto volitivo. Una interpretación de la paradoja Talmúdica que dice: “Sirve a Dios ya sea con los malos impulsos como con los buenos”, se hace posible. En el lenguaje psicológico moderno, podemos decir que esto equivale a dirigir todas las tendencias biopsicológicas hacia propósitos más elevados y actividades creativas. Esto presenta un cierto número de ventajas. La primera es que así se evita la condenación y la represión en el inconsciente de los instintos “inferiores”, y se previene la formación de sentimientos de culpas y las consecuencias dañinas que derivan de éstos. Conocer la existencia de estos elementos “inferiores” en nosotros, no debe ni sorprendernos ni deprimirnos; ¡existen en todos los seres humanos! Cada uno de nosotros es un pequeño mundo, un microcosmos en el cual todos los reinos de la naturaleza están representados. Actualmente, nosotros representamos la suma de toda la evolución. Pero la evolución no se detiene con el así llamado Homo Sapiens. La evolución es continua, y nuestra tarea es llevarla hacia delante y favorecer este impulso, sin rechazar las etapas precedentes. Aceptar la multiplicidad de nuestras motivaciones no sólo nos ayuda a evitar la represión, sino que nos lleva también a la utilización, individual y socialmente, de energías potentes, que de otra manera podrían irrumpir en direcciones dañinas y destructivas. Es como canalizar aguas torrenciales para una central de energía. Cuando la corriente es excesiva, puede ser regulada, movilizándola hacia otra dirección, dependiendo de la situación, del momento y el objetivo a alcanzar; por ejemplo, la ambición y el deseo de posesiones contra la flojera, equilibrando una tendencia a la actividad excesiva, o con el deseo de una vida tranquila, Ésta es una de las artes más sutiles y más efectivas de la acción volitiva: no oponerse directamente a acometer una taque frontal, sino maniobrar con habilidad. Esto se realiza todo por medio del “poder nutritivo de la atención”, como fue discutido en los capítulos de la Voluntad Sabia. Otra ventaja consiste en dirigir todas las tendencias psicológicas hacia propósitos creativos, deriva de la manera en que estas tendencias, las energías mismas, se transforman y subliman, por le hecho de ser reorientadas hacia fines más elevados, Este proceso de transformación de las energías psicológicas tiene gran importancia y amplia aplicación. Merece ser mucho más conocido y practicado, porque constituye el método más efectivo para tratar dos grandes y potentes fuentes de energía: sexo y agresividad (véase el capítulo 6). En lo que se refiere a la combinación, o convergencia de motivos, para determinar las decisiones y las actividades que resultan de ellas, frecuentemente podemos observar que junto a razones humanitarias están presentes otros motivos como la ambición, la vanidad, el deseo de reconocimiento y la aprobación de otros, etcétera. Por eso no es justo emitir juicios de “bueno” o “malo”, “superior” o “inferior”, en un sentido absoluto. Todo es relativo al individuo, a su estadio evolutivo, a las circunstancias ambientales y a muchos otros factores. Esto es, lo que puede ser “bueno” en una persona es “malo” en otra. El gran filósofo del Renacimiento, Tomasso Campanella, observó: “En Dios veremos quien hizo y dijo la mejor cosa. Así, es sabio seguir el mandamiento de Cristo: No juzguéis”. Se podría objetar que cada acto volitivo implica una evaluación, una valoración; es decir, un “juicio de valor”. Esto es cierto, pero no debemos confundir dos significados de la palabra “juicio” y dos diferentes maneras de usarla. Hablando de juicio, usualmente entendemos juicio moral (elogio, aprobación o más a menudo censura y condenación). Al contrario, los juicios necesarios en la primera etapa del acto volitivo, y también en la segunda, la de la deliberación, son (como veremos) evaluaciones objetivas, racionales, a las que se llega basándose en muchos elementos diferentes. LA palabra más precisa, en este caso, es “discernimiento”. Al examinar los motivos deberemos reconocer que los “motivos inferiores” constituyen una imperfección ética, subjetiva. Pero no un obstáculo objetivo; de hecho pueden promover la realización de actividades más nobles. En el campo de las artes, por ejemplo, además e la inspiración de naturaleza superior y del impulso creativo espontáneo, la creatividad puede ser estimulada e intensificada por una necesidad práctica. Dos ejemplos sobresalientes de este hecho fueron Balzac y Dostoievski. Los dos fueron aguijoneados pro la necesidad económica: Dostoieveski debido a su pasión por el juego; Balzac, a causa de las deudas contraídas `por su lujoso estilo de vida, además de tener el hábito de reescribir sus novelas muchas veces, incluso cuando ya estaban listas para las pruebas de imprenta. Resulta que, empujados por estas necesidades, ambos produjeron un número de obras muy superior al que de otra manera hubieran hecho. Y sin embrago, la presión de la estrechez económica no pareced haber influido en la calidad del producto literario. Esto es evidente en el caso de Balzac, que realizaba fuertes gastos pro sus escrúpulos artísticos, ya que lo inducían a reescribir el mismo trabajo varias veces. El compositor Rossini nos da un ejemplo opuesto y constituye una confirmación de tipo negativo. Cuando llegó a ser rico y famoso, cortejado y adorado por “todo París”, le faltó el incentivo para superar su natural pereza y epicureísmo, y ya no escribió obras de calidad. Si hubiera sido más ambicioso o intentado ganar cada vez más dinero, probablemente nos habría dado otras obras maestras. Por lo tanto, los motivos menos elevados pueden no sólo utilizarse con provecho, sino que también pueden ser suscitados deliberadamente; por ejemplo, hacer promesas públicamente para evitar la vergüenza de no cumplirlas, o prometernos a nosotros mismos recompensas de diferentes clases (el “método de la zanahoria”). Recurrir a estos medios puede ser considerado un acto de humildad, ya que implica el reconocimiento de estos elementos inferiores en nosotros. Lo que importa es asegurarse de que los motivos inferiores están alienados con los motivos superiores, y que sean éstos los que tengan el control y determinen la acción. He especificado una mayoría bien definida, pero tal vez no podríamos contentar con una mayoría mínima. Cuando un grupo posee el 51% de las acciones de una compañía, determinan su política. Del mismo modo, en la acción volitiva, una ligera mayoría de motivos superiores es suficiente para garantizar que los inferiores, aunque sean fuertes, no tengan la última palabra en las decisiones y en las acciones, y que permanezcan sin hacer daño o hasta sean útiles, como la minoría de los accionistas que aportan el capital. Por otro lado, está bien darse cuenta de que todo esto puede estar acompañado pro obstáculos y peligros. La voluntad debe vigilar que los motivos inferiores no adquieran más fuerza que los otros. Además, todo esto implica conseguir objetivos externos. Cuando, pro el contrario, el objetivo principal es el desarrollo interior, la realización transpersonal, los impulsos y las energías inferiores (en sentido relativo) deben ser transformadas y sublimadas a través de la acción de los motivos superiores y de la atracción de metas superiores. Voy a hacer un resumen de este capítulo, aplicando estas observaciones a una persona que intente llevar a cabo la primera etapa del acto de voluntad, para iniciar su acto de voluntad con la mayor posibilidad de éxito. Ésta persona debe tener sus metas o propósitos claramente definidos. Después, debe evaluar los fines. En el proceso de evaluación deberá examinar sus motivos, tratando de tomar conciencia de los que son inconscientes. Es una verificación de la validez de lo que ha sido visto como meta. Pero o en este capítulo nos hemos ocupado, principalmente, de la naturaleza de los objetivos. Después de haber sido examinados, los motivos deben ser estimulados y usados. De otra manera, establecer metas y analizarlas permanece como un hecho puramente académico. Las energías psicológicas deben ponerse en movimiento para usarlas con una intención clara y poder servir a un bien superior; deben ser reunidas y combinadas para que la voluntad pueda proceder eficientemente hacia la acción que conducirá desde los objetivos, a la realización. De esta manera, una persona puede examinar deliberadamente las formas en que puede alcanzar un objetivo determinado. Si sus motivos no son dinámicos, por más claros que sean sus objetivos, por más nobles que puedan ser, le faltará el impulso para avanzar, permanecerá solamente como espectador y no podrá realizar una acto de voluntad. 13 Deliberación, Elección y decisión Usualmente hay un cierto número de objetivos que sentimos el impulso de alcanzar. Pero no es posible, ni práctico, seguirlos todos. Seguramente no todos al mismo tiempo. Por lo tanto, debemos elegir una de las muchas posibilidades que se presentan, la que sea de más valor, la que preferimos, y decidir seguirla, renunciando a las otras o posponiéndolas. Aquí es donde entra en juego la deliberación. El objetivo de toda deliberación, considerando una o más posibilidades, es conducir a la mejor decisión posible. Una decisión tomada sin deliberación, sin examinar y evaluar todos los aspectos del problema o de la elección que confrontamos, puede conducir a una acción impulsiva, desconsiderada, “mal pensada”. Frecuentemente esto puede involucrarnos en equivocaciones que pueden dañarnos a nosotros mismos y a otros. Vale la pena reflexionara sobre el significado de las frases “desconsiderado” y “malpensado”. La primera significa que algo no fue considerado; la segunda, implica una ausencia de reflexión. El inmenso número de acciones hechas impulsivamente por los seres humanos, sin considerar las consecuencias, es espantoso. Esto es porque, en realidad, pocos “realmente piensan”. Pensar es incómodo y cansado; requiere concentración y un uso constante de la voluntad. Además, el resultado de este pensamiento puede contrastar desagradablemente con nuestras inclinaciones y nuestros instintos. Por lo tanto, he aquí la importancia fundamental, la necesidad de aprender a pensar convenientemente, de reflexionara y meditar (véase Apéndice 2). Las técnicas para controlar y utilizar de la manera más eficaz la propia mente están entre las más valiosas de la psicosíntesis. Constituyen una preparación básica para la deliberación, para reflexionar y considerar cuál es la decisión válida. Para poder pensar, meditar y después decidir, debemos hacer a un lado los impulsos que nos empujan hacia la acción inmediata. Esto significa tomar tiempo, el tiempo necesario para examinar la situación desde todos los ángulos y reflexionar sobre ellos. Así, el pensamiento y deliberación constituyen un acto de control, de inhibición. FUNCIÓN INHIBIDORA DE LA VOLUNTAD El profesor Calò ha indicado precisamente un aspecto aparentemente paradójico de la voluntad: El acto volitivo es sustancialmente, desde cualquier punto de vista, importante, una inhibición. No es, sin embargo una inhibición automática, como aquella tendencia o la energía inherente a una idea, puede ejercer sobre otra tendencia o idea. Sino que primero es deseada en oposición a todas las tendencias e ideas, para que su deliberación sea posible; después, en la decisión, contra aquellos impulsos que están aún en competencia con el objetivo elegido. Este aspecto de la inhibición puede ser más o menos evidente. En algunos casos todo el esfuerzo de inhibir ciertas tendencias, y ser reducido a un no deseo; mientras, que en otros casos, la decisión se toma tan rápida y fácilmente, que parece que se hizo sin la intervención de la voluntad. Para los oídos modernos, la palabra “inhibición” suena desagradable; trae a la mente la represión y sus infelices consecuencias. Se puede decir, que hoy existe una verdadera fobia a todo lo que se refiere a la represión. Por lo tanto, vale la pena aclarar la gran diferencia que hay entre “represión” y control consciente. Reprimir un impulso significa condenarlo, tratar de borrarlo o encerrarlo en el inconsciente y fingir que no existe. Pero todo aquello que se reprime aparece más tarde y, la mayoría de las veces, disfrazado para reclamar todo lo que se le debe. Inhibir consiste en detener con firmeza un impulso, o una tendencia, el tiempo suficiente para deliberar y poder controlar la intensidad y los efectos de este impulso. Reprimir, en consecuencia, no es útil ni recomendable. Pero la inhibición, usadas correctamente, puede ser una decisión sabia. Podemos inhibir la expresión de un impulso tonto o dañino, sin “reprimirlo”, reconocemos el impulso, lo examinamos, lo analizamos, y después lo dirigimos o lo transformamos, incluso lo podemos convertir en acción en el momento más oportuno. Si reprimimos, nos convertimos en víctimas de lo que negamos, pero, si usamos la inhibición sabiamente adquirimos libertad y dominio. Con respecto a lo que dice el profesor Calò, sería necesario observar que la inhibición per se no es una etapa de la voluntad. Es una cualidad necesaria, no solamente para preparar un acto volitivo, sino también como condición indispensable en todas las etapas de la voluntad. DELIBERACIÓN Ya se dijo en el capítulo anterior que uno de los requisitos principales para un verdadero acto de voluntad, es traer a la luz y examinar los motivos inconscientes. Hecho esto, podemos hacer que nuestros motivos conscientes sean buenos y que impliquen actos constructivos, para nosotros mismos o para los demás. Pero esto no es suficiente. Conviene ser explícitos en este punto, porque muchos creen que las buenas intenciones son suficientes. El famoso dicho de: “el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones”, puede tener dos significados. El primero, y más obvio, se refiere a la inercia y debilidad de mucha gente buena. Sus buenas intenciones no son seguidas por decisiones, afirmaciones y actos, y finalmente no sirven para nada. El otro significado se refiere a las consecuencias destructivas de actos realizados con las mejores intenciones, pero con escasa sabiduría. Estos actos (en ocasiones) carecen de sentido común. Ejemplos de este tipo de acciones erróneas, son las decisiones que los padres imponen a sus hijos, creyendo sinceramente que están actuando “pro su bien”. Este tipo de padres pueden “seleccionar” una carrera bien remunerada para sus hijos: éstos últimos probablemente obtendrán prestigio y dinero, en el mejor de los casos, pero habrán sacrificado sus intereses. También puede ocurrir que esa actitud de los padres derive en conductas excesivamente protectoras, privando a los hijos de la libertad de experimentar pro cuenta propia. Así, los primeros pasos del proceso de deliberación consisten en ver claro, en plantear el problema sencillamente, en formular las alternativas que vemos, en considerar la trayectoria y el resultado que seguirá cada alternativa. Este método se aplica tanto a la deliberación diferentes objetivos, como en uno sólo. En este último caso, las posibilidades pueden referirse a las diversas probabilidades de realizar ese objetivo o simplemente de perseguirlo o no. Que las alternativas deban ser formuladas claramente parece obvio, pero no se hace muy a menudo. El paso siguiente es reconocer, desde un punto de vista realizable, la posibilidad de concretar el propio propósito o propósitos en el momento oportuno para actuar. En esta etapa se establece una secuencia natural para los diferentes pasos y para su cronología, pasando del proyecto inicial a la objetivación del propósito a través de la programación. Se ha dicho que “la política es el arte de lo posible”, pero se podría añadir que una gran parte de la sabiduría, o al menos de la sabiduría práctica, consiste en acertar qué es posible y cuándo. Es aquí donde muchos idealistas se equivocan, noblemente pero con resultados desastrosos. Tienen los ojos de tal manera fijos sobre la cima de la montaña que no ven en dónde ponen los pies y corren el riesgo de tropezar y caer. O intentan escalar las escarpadas pendientes de la montaña por una ruta directa pero impracticable, en lugar de seguir un camino tortuoso pero accesible. Es necesario considerar las consecuencias de las acciones que intentemos emprender. Esto es un ejercicio de previsión que requiere una atenta reflexión y selección psicológica, particularmente cuando están involucradas otras personas o se necesita su cooperación. Si no hacemos esto, nuestras palabras y nuestros actos pueden producir efectos muy diferentes a los que esperamos y deseamos. Un ejemplo de los más simples es cuando nuestra insistencia e impaciencia provocan en los otros reacciones negativas. En estos caso, la simple consideración mental no basta, es necesaria la empatía, es decir, la capacidad de meterse, por así decirlo, en los zapatos de los otros, y por medio de la imaginación intuitiva percibir los efectos que nuestras palabras y nuestros actos pueden producir. INSPIRACIÓN E INTUICIÓN Examinaremos ahora otro modo de tomar decisiones, especialmente las que están determinadas por motivos que se originan p que nos llegan del inconsciente superior (supercosnciente) en forma de iluminaciones, inspiraciones e impulsos hacia la acción. Hablando en general, los siguientes motivos pueden considerarse de carácter transpersonal: creatividad artística, impulsos altruistas y humanitarios, la búsqueda de la verdad, etc. Su origen, a menudo, no puede ser identificado con certeza; pueden se las actividades del superconsciente, pueden venir del Sí Superior o Transpersonal, o tener otras fuentes. Pero no es necesario averiguar de dónde se origina. Lo importante es reconocer estos incentivos, estas aspiraciones, abrirse a ellas y darles la bienvenida. Digo darles la bienvenida, porque no siempre estamos dispuestos a hacerlo. Algunas veces nos confunden y hasta nos provocan reacciones negativas ubicadas en la parte del yo consciente, o en diversos elementos del inconsciente inferior. De hecho, estas inspiraciones y estos impulsos, a menudo nos hacen sentir incómodos porque nos empujan a asumir compromisos y a emprender acciones que requieren un espíritu de autosacrificio, de entrega o de riesgo. Por otro lado, estas “inspiraciones” y estos impulsos interiores no deben ser aceptados, ni seguidos, sin ser sujetos a un atento examen. Antes que nada, es necesario establecer si son intuiciones o inspiraciones genuinas. En otras palabras, ¿estas sugerencias para actuar, vienen realmente del superconsciente? Debemos distinguirlas de aquellos impulsos que vienen de otros niveles del inconsciente o de influencias externas. A veces la diferencia es evidente, pero a menudo no lo es, y reconocerla puede ser muy difícil. Vivimos sumergidos en un océano psíquico, envueltos en una atmósfera psíquica; estamos continuamente sujetos a influencias de toda clase y origen. Por lo que es necesaria una actitud cauta de discriminación continua, particularmente en el caso de individuos con una gran sensibilidad psíquica. Por otra parte, cuando una inspiración proviene de una fuente verdaderamente elevada, y la intuición es genuina, todavía se pueden cometer serios errores en su interpretación y pro consiguiente, en su ejecución. Tales errores ocurren frecuentemente. Es necesario un desarrollo mental adecuado para comprender estas inspiraciones y estas sugerencias. También se necesita un firme autocontrol para evitar reacciones excesivas (que algunas veces degeneran en la exaltación) y/o un comportamiento impulsivo y fanático. Lo que se ha dicho a propósito de otros motivos se puede, por lo tanto, aplicar en este caso: no dejarse llevar por una acción inmediata, hay que ejercitar todo acto de voluntad, la inhibición dará el tiempo suficiente para examinar atentamente la inspiración y determinar si es genuina y si su adopción es recomendable. Sin embargo, aunque se deba hacer una reflexión cuidadosa, debemos fijarnos también en no desarrollar una actitud excesivamente crítica que podría sofocar la inspiración. Algunas personas tiene la tendencia a preguntar demasiado, produciendo dudas y confusión, aunque la experiencia haya demostrado que, en muchos casos, su destello intuitivo original, el primer incentivo, era correcto. Aquí, otra vez más, se necesita equilibrio, o en otras palabras, sabiduría. Estas dificultades no deben disuadirnos de usar el método para llegar a elecciones correctas, ni de seguir inspiraciones o intuiciones espontáneas. Al contrario, se pueden usar los métodos disponibles para activar el superconsciente y para ligarlo con la personalidad consciente. Los más confiables son los diferentes procedimientos de meditación receptiva y reflexiva. Estos métodos junto con otras técnicas se describen en el Apéndice 2. En todos los casos de deliberación, el objetivo es realizar ejercicios bien probados, involucrar los poderes mentales superiores en el proceso de deliberación y de elección. Éstos pueden fluctuar desde el pensamiento verdaderamente concentrado, hasta el abrirse a sí mismo hacia la inspiración, en un estado de silencio interior. El lector querrá experimentar éstas y otras técnicas de meditación como las mencionadas en Psicosíntesis, pero aunque encuentra aplicación directa en la fase de deliberación es la de “consultar el Sí Superior”. Naturalmente requiere cierta práctica, y puede ser perfeccionada de manera gradual, pero consiste esencialmente en preguntar ya sea en voz alta, en silencio, o por escrito, el consejo del Sí Superior sobre algo concreto. Es sorprendente constatar, cómo a menudo viene la respuesta as un problema difícil, y ésta surge de una fuente que está dentro de nosotros, de la parte más elevada de nosotros. CONSULTAR CON OTROS Éste es otro método para llegar a las decisiones; método que incidentalmente, es útil para comprobar la validez de las sugerencias interiores. Puede ser de gran ayuda, pero como cualquier otra técnica particular, a menudo origina desventajas y errores. Su éxito depende de la actitud adoptada y del método usado por el que solicita el consejo, así como de quienes lo dan. Sin embrago, en muchas situaciones pude ser muy útil, sobre todo cuando la decisión involucra a otras personas. Es particularmente aconsejable, por supuesto, cuando no estamos seguros de nuestra capacidad de juzgar correctamente, ya sea por falta de información o porque no seamos competentes en esa materia particular. Las múltiples ventajas de este método no siempre son reconocidas. En primer lugar, el proceso mismo de contar nuestro problema a otra persona, nos ayuda a formularlo claramente, a “objetivarlo” y, por lo tanto, a comprenderlo mejor. Algunas veces, el simple acto de expresar un problema en términos claros, ofrece la solución y nos muestra el camino a seguir, aún antes de que la otra persona responda. Aparte de esto, las preguntas de la persona que estamos consultando, su modo de considerar el asunto, a menudo nos hace tomar conciencia de otros posibles puntos de vista. Además, la expresión verbal puede servir para descargar las emociones provocadas pro la situación, y por lo tanto, reducir o eliminar esta gran fuente de errores y confusión. El acto de formular nos ayuda a moderar la excesiva y a menudo inquieta actividad mental, y nos obliga a pensar de manera ordenada. Finalmente, existe también el efecto sutil e indefinible, pero genuino, de la simple presencia de alguien comprensivo y dispuesto a escucharnos. Se puede decir que el efecto es “catalítico”, porque es análogo al papel que desempeña en una reacción química una sustancia que no forma parte del compuesto, pero su presencia hace posible o acelera la reacción. Seta reacción química no ha sido completamente explicada, pero es muy efectiva. Aquí, una vez más, así cima no es necesario que entendamos la verdadera naturaleza de la catálisis para poder usarla, podemos aprovechar el efecto real de un oyente que os ayude a tomar nuestras decisiones, aun si no estamos en posibilidad de definir claramente el proceso. Las dificultades en consultar a otros surgen cuando se pide consejo para evitar la propia responsabilidad, y para dejarse llevar por la necesidad de apoyarse en los otros., darles crédito indiscriminado, dejarse influenciar fuertemente por su prestigio o por su supuesta autoridad. La tendencia a huir de la libertad y la responsabilidad se debe en gran parte al reciente culto a terapeutas, jefes políticos, gurus y otros. Puede ser considerada como una manifestación de la tendencia general a confiar en autoridades externas, cosa que ha ocurrido ya tantas y tantas veces en contra de la voluntad de maestros genuinos y de sabios. Basta pensar en los últimos seguidores de Pitágoras, que usaban como respuesta final: “¡Ipse dixit! (Él lo dijo). Otro ejemplo es la autoridad dada a Aristóteles, que condicionó y estorbó el pensamiento durante la Edad Media y que suscitó después, en el Renacimiento, ásperas polémicas en contra de aquellos que osaran ponerla en discusión. Otra desventaja puede ocurrir cuando pedimos consejo a varias personas; sus opiniones, a menudo contrastantes, pueden aumentar nuestra incertidumbre. Además, la persona que pide consejo, se expone a otro riesgo: puede suceder que reciba un consejo claro y pertinente, pero esto lo priva de la oportunidad de llegar a una decisión pro sí mismo. La excesiva interferencia de personas cuyo consejo no ha sido solicitado puede explicar la reacción expresada en la respuesta bien conocida: “No me digas qué hacer, ¡sé equivocarme solo!”. DAR CONSEJOS A pesar de lo que hemos dicho, existe una técnica correcta para dar consejos que vale la pena aprender. Es importante una cuidadosa selección de los términos a usar, para determinar la actitud a tomar y la manera de proceder que debe ser adoptada pro ambas partes. En lugar de “pedir consejo” es mejor decir “consultar”. La persona a quien nos dirigimos, en lugar de comportarse como un “consejero”, asumirá el papel de un “consultor” que da información y su opinión. Existen varias maneras para que un consultor pueda ayudar: 1. Ayudando a formular claramente el problema sobre el que se va a reflexionar –la cuestión pro resolver- reuniendo y evaluando todos los datos y la información útil, y coordinándolos después para plantear el problema en los términos más claros posibles. 2. cuando el problema se refiere a relaciones con otras personas (por ejemplo entre los hijos, el cónyuge, los padres, los jefes en el trabajo o los subordinados). Es de gran ayuda considerar sus puntos de vista. Aún gente inteligente y sensible puede, en algunos casos, cegarse y actuar injustamente con los otros. Esta gente se sorprende de verdad cuando sus expectativas provocan reacciones hostiles e incluso violentas. 3. Dirigiendo la atención a las consecuencias inevitables de las diferentes elecciones posibles y explicando cómo ciertamente la ley de causa-efecto podrá responder a nuestras acciones. Un consultor puede presentar no solamente las consecuencias de una acción externa particular, sino también las consecuencias igualmente reales de una acción interna, psicológica. Fácilmente olvidamos que las decisiones psicológicas bien definidas tienen efectos psicológicos bien definidos. 4. Ayudando a la persona que pide consejo a interpretar con exactitud las impresiones y las indicaciones que ha recibido del inconsciente, y de manera especial los impulsos y las intuiciones superconscientes. El método usado para la consulta puede ser muy simple, en forma de diálogo. El método del diálogo no es nuevo; el ejemplo más famoso es el de Sócrates, como lo refiere Platón. De hecho, nos impresiona el procedimiento sabio y sagaz de Sócrates, y el arte sutil con que conduce al interlocutor al descubrimiento personal de la verdad y a adoptar una manera clara de pensar. Recientemente el método del diálogo ha sido nuevamente reconocido como válido, particularmente pro Martín Buber e Ira Progoff, y es aplicado cada vez con más frecuencia en psicoterapia. Diferentes formas de diálogo han sido consideradas seriamente por Paul Tournier y sus colaboradores en el movimiento llamado “Medicina de la Personalidad”. Este grupo se reunión en 1967 en Zurich para discutir los distintos aspectos del diálogo; el diálogo para el médico general; el diálogo conyugal; el diálogo y la parapsicología; el diálogo para el psiquiatra; el diálogo con Dios; el diálogo en la meditación. La meditación con otros es también de mucha ayuda, el individuo experto puede enseñar su técnica y conducir eficientemente un grupo. Además, quedarse en silencio juntos promueve una acción catalizadora y facilita el “descenso” de intuiciones e inspiraciones. DELIBERACIÓN COLECTIVA Este método de deliberación ha estado siempre en uso (para el bien o para el mal). El mundo moderno lo está empleando cada vez más, ayudado por la rapidez en la comunicación. Esto tiene ventajas específicas, pero no está exento de defectos. La ventaja más obvia es la oportunidad que ofrece de revelar y definir diferentes facetas de una situación problemática, permitiendo que sea considerada desde los distintos puntos de vista sugeridos pro cada miembro del grupo. Este procedimiento reúne y equilibra las cualidades de cada posibilidad, para tomar las decisiones correctas y oportunamente. Este es el método democrático en el mejor sentido de la palabra; pero para obtener un resultado positivo es necesario que todos los que toman parte en la deliberación adopten una actitud objetiva y tengan la intención sincera de llegar a la solución óptima. Sería ingenuo esperar que esto suceda siempre. En muchos casos, los prejuicios individuales y la obstinación provocan que algunos participantes traten de imponer sus opiniones personales, es escuchar las ideas de otros. Además, frecuentemente, los pros y los contras que emergen de la discusión no se equilibran recíprocamente y obstruyen una decisión clara. Esto genera incertidumbre y la decisión se pospone. Ejemplos de esta naturaleza abundan, y mientras más grande sea el número de consultores, es más probable que esto suceda. Como dijo el humorista P.Lafitte: “un administrador administra; tres administradores estudian el mejor modo de administrar; cinco administradores discuten programas contrastantes; y siete administradores charlan”. Sin embargo, a pesar de los serios defectos de este método de consulta, el sistema dictatorial o autoritario, que otorga el poder de decisión a una sola persona, es más peligroso y puede llevar a la ruina. Camillo Cavour, el Primer Ministro italiano del reino del Piamonte, solía decir: “Prefiero la peor Cámara de Diputados a la mejor antecámara Real”. Además, en muchos casos, la deliberación y la decisión colectivas son inevitables. Veamos entonces cómo se puede este método regular para limitar sus defectos y utilizar sus ventajas: la primera regla es reducir el mínimo el número de aquellos que deben participar en la decisión. Esto no excluye la participación de expertos que examinen el problema, pero los limita a un papel consultivo. Otra regla es poner límite de tiempo en la discusión, y que en la decisión asuman toda la responsabilidad de ésta, como grupo y como individuos. Además de estas reglas generales para el método de deliberación colectiva, existen otras. No las puedo tratar aquí, sin embrago debo decir que la decisión de cada uno de nosotros debe sustentarse sobre una base de igualdad. La actitud correcta se puede resumir en esta simple fórmula práctica: “no peleemos, busquemos juntos la mejor solución”. DIFERENCIAS INDIVIDUALES En este punto parece oportuno discutir el factor de las “diferencias de carácter”. Hasta ahora la deliberación y la decisión han sido tratadas en forma general. Pero también aquí, como en toda cuestión psicológica, hay a menudo notables diferencias personales que deben ser tomadas en consideración. Los métodos deben adecuarse a cada tipo psicológico. Aplicando este principio al tema que estamos examinando, debemos, en primer lugar, distinguir entre dos tipos humanos opuestos: “el impulsivo” y el “indeciso”. Lo que he dicho hasta ahora se aplica en particular a los impulsivos. Las personas impulsivas necesitan ejercitarse frecuentemente en todas las técnicas de deliberación, inhibición y meditación. Los indecisos, que representan una minoría, requieren un planteamiento diferente. Deben enfrentarse con la necesidad de tomar decisiones. Deben aprender a hacer esto tomando las oportunidades “al vuelo”, en el momento preciso. Hay una máxima oriental significativa para ambos tipos: “No se puede montar un camello que todavía no llega, ni en uno que ya se fue”. Podemos distinguir dos causas o grupos de causas diferentes de indecisión. Una, que puede ser considerada “constitucional”, ocurre en los tipos introvertidos que se complacen en un autoanálisis excesivo y estéril. A menudo tienen un intenso sentimiento de inferioridad. Aquí es necesario hacer una distinción importante entre una sensación de inferioridad o de superioridad y un complejo de superioridad o de inferioridad. La palabra “complejo” se usa de manera más bien elástica; debería ser reservada para los casos graves, incluso patológicos. Todos los que tiene un sentimiento de superioridad o de inferioridad, no necesariamente experimentan un “complejo”, esto es simplemente una actitud interna, que generalmente entra en los límites de la normalidad. Todos somos superiores en algunas cosas e inferiores en otras. Pero en el introvertido, la sensación general de inferioridad, no de su complejo de inferioridad, generalmente no es justificada, porque frecuentemente es inteligente y dotado de sensibilidad estética y moral. Otras causas de indecisión son los conflictos entre los motivos inconscientes y los motivos conscientes, el miedo a cometer errores y la renuencia para asumir responsabilidades (esto último a menudo se debe a los recuerdos de errores cometidos en el pasado). Una ayuda psicoterapéutica a una autopsicoterapia pueden ayudar a revelar estas causas y eliminarlas. Los indecisos deben reconocer claramente que decidir es inevitable. Como ya hemos mencionado, no decidir es en sí misma una decisión, ¡y bien podría ser la peor! Deben desarrollar el valor de cometer errores. Deben reconocer que los errores son raramente irremediables y que a menudo resultan productivos como fuente de experiencia. La ciencia y la tecnología continuamente emplean el método de “ensayo y error”. Los indecisos están, algunas veces, reducidos a in estado de tambaleante incertidumbre pro elecciones pequeñas y sin importancia. En estos casos conviene una decisión de “cara o cruz”. Se deben distinguir otros dos tipos psicológicos además de los que acabamos de mencionar. Son el obstinado y el voluble. Un indeciso, cuando ha llegado laboriosamente a una decisión, puede apegarse a ella tenazmente; mientras que un impulsivo, sin criterio sin autocontrol, pude ser influenciado fácilmente pro impulsos que se alternan para actuar. Por otro lado, la obstinación puede ser causada pro el orgullo o por una mente rígida que limita el campo de visión solamente a un aspecto de la realidad cambiante y multiforme. Estas personas pueden ser ayudadas a ver claramente la diferencia entre obstinación y voluntad, que a un nivel superficial de observación pueden ser confundidas. Muchos creen y sostienen que tienen una voluntad fuerte, cuando son simplemente obstinados. Por lo que se refiere a la volubilidad, ésta puede tener origen en una mente demasiado abierta y demasiado plástica, que ve una cierta validez en cada alternativa y reconoce el continuo renovarse de la vida en las formas que cambian continuamente. Las personas volubles necesitan darse cuenta de que hay leyes inmutables que gobiernan la evolución de la vida, y que nuestras decisiones pueden ser tomadas y mantenidas en armonía con estas leyes. Todos los tipos psicológicos pueden trata de equilibrar los excesos y las limitaciones de su carácter, haciendo entrar en juego a la voluntad de diferentes maneras; algunas veces opuestas pero siempre con visión clara, decisión y sabiduría. Los actos de decisión y deliberación requieren de rapidez mental, preparación adecuada, vigilancia y autocontrol; en suma, un resuelto y continuo de la voluntad. ELECCIÓN Un hecho fundamental que debemos ver claramente, es que “decidir”, muy a menudo, significa escoger; es decir, que se debe hacer una elección entre varias posibilidades. Pero escoger significa preferir; y preferir una cosa, una acción o un camino, necesariamente requiere que se descarten o eliminen las otras; pro lo tanto hay que renunciar a ellas. Esto es obvio, o debería serlo, y, por lo mismo, fácil de aceptar. Sin embrago en la práctica este hecho despierta una fuerte resistencia, a menudo una violenta rebelión. Las mismas palabras “renuncia” y “sacrificio” (12) suscitan una intensa aversión. Varias causas están en la raíz de estas reacciones: 1. El hedonismo, que significa deseo fundamental de placer y rechazo de sufrimiento, es innato en la naturaleza humana. 2. El énfasis exagerado en el deber y el sacrificio, y la excesiva insistencia en el valor del sufrimiento, a menudo pro razones equivocadas o inútiles, en el pasado. 3. Una concepción errada de la libertad, que ha sido interpretada como el derecho a seguir todo impulso y a satisfacer todo deseo, sin preocuparse por las consecuencias para nosotros mismo o para los otros, y con una completa falta de control o de sentido de la responsabilidad. Como se ha observado, cuando se debe hacer una elección, un criterio importante es el de prever, de la manera más clara posible, los efectos que la elección podrá tener, no solamente inmediatos, sino aquellos que están a largo plazo, ya que estos últimos pueden ser diferentes, incluso opuestos, a los primeros. Algo que en un primer momento nos satisface puede tener efectos negativos más tarde. La habilidad para elegir entre varias posibilidades y la sabiduría para elegir bien pueden desarrollarse por medio de una adiestramiento metódico, que contenga los ejercicios apropiados. El mejor modo de empezar este entrenamiento es el de efectuar decisiones en circunstancias que en sí mismas tengan poca o ninguna importancia. Eliminando momentáneamente todo elemento de interés personal o de gratificación egoísta, se puede aislar el acto interno promedio del cual se toma una decisión. Esto se puede hacer escogiendo caminar por una calle en vez de otra o, en un restaurante, eligiendo un platillo en lugar de otro. Cada persona puede inventar numerosos ejercicios de este tipo. Estos ejercicios pueden ser seguidos por otros que se consideren alternativas de mayor importancia, teniendo siempre en la mente que elegir es preferir y que, pro lo tanto, implica renuncia a otras posibilidades. Es importante estar conscientes de que si queremos lograr un objetivo al cual le atribuimos un valor, también debemos tener los medios para lograrlo, por desagradables y dolorosos que éstos sean. Un método simple y efectivo para lograrlo es traer frecuentemente a la mente la frase: “vale la pena”. De este modo, la elección y las renuncias asociadas pueden ser hechas de buena gana y aun con buen humor. Cuando se trata de elegir es esencial reconocer que hay pocas elecciones importantes. Una elección fundamental específica es la elección entre el pasado y el futuro. Vivimos en un período de cambios drásticos y de renovación rápida; muchas formas antiguas y ano funcionan. Las viejas maneras de vivir resultan cada vez más inadecuadas a las exigencias de hoy. Por lo tanto, es inútil manteneros unidos a ellas y engañarnos a nosotros mismos, pensando que podemos conservarlas intactas. Por otro lado, lo nuevo no debe ser elegido precipitadamente sin analizarlo. En el presente vemos sucesos violentos, excesivos y desconsiderados que tratan de cambiar todo rápidamente, la renovación puede y debe ser regulada pro elecciones apropiadas, decisiones sabias y una voluntad firme. No debemos abandonar los caminos establecidos sin haber encontrado, primero, unos nuevos y mejores. Pero apenas hemos encontrado los nuevos caminos, debemos tener el valor y la voluntad de arrojarnos ardua y gozosamente a la aventura que el futuro nos reserva. 14 Afirmación Por lo que se ha dicho hasta ahora, parece que el acto de la voluntad es un proceso complejo y que lleva mucho tiempo. Lo es, pero sólo si nos referimos al acto completo y autoconsciente. Ciertamente, cuando una persona quiere cambios importantes en su vida, debe esforzarse en pasar a través de las seis etapas. Pero tales ocasiones son raras y no es necesario realizar cada paso con detalles excesivos y de forma obsesiva para poder empezar el día. Sin embrago, es importante darse cuenta de que muchos de nosotros fallamos en numerosas acciones de mediana importancia pro dificultades en alguna etapa específica de la voluntad. Tal vez no examinamos los motivos, somos indecisos, o no hemos aprendido a deliberar a fondo. Del estudio y de la comprensión de los seis estadios podemos aprender cómo usar la voluntad, dónde fallamos generalmente, y cuáles ejercicios usar para superar nuestras deficiencias. Podemos entonces corregir las deficiencias en el esquema general y esto mejorara automáticamente cualquier acto de voluntad cotidiano, por pequeño que sea, y podremos vivir más libremente, más en armonía con la vida y con nuestras verdaderas intenciones. La afirmación es un estadio fundamental del acto de voluntad. Una vez que los estadios de deliberación, elección y decisión se ha llevado a cabo, viene la fase de la ejecución, de manera que lo que se desea, ocurra, suceda o se manifieste. El primer paso o acto de esta fase consiste en la afirmación. Sin ella, la decisión permanece latente. La afirmación es, por lo tanto, un “momento” o estado esencial de la voluntad. Éste es el significado de la observación de Spinoza: “La voluntad es el poder de afirmar o de negar”. La palabra “poder” debe estar bien entendida; significa dos cosas: poder en el sentido de capacidad, y poder como potencia o energía. Tratemos de darnos cuenta lo que implica y requiere la afirmación volitiva o voluntad afirmativa. Fundamentalmente es un sentido o estado de certeza. Esto tiene dos aspectos, o mejor dicho es la síntesis de dos actividades internas: fe y convicción. La verdadera fe es intuitiva pro naturaleza; percibe la realidad de lo que no es evidente, no está manifiesto y lo acepta. De acuerdo con la definición de San Pablo, “la fe es el esfuerzo de conseguir lo que esperamos; el convencimiento respecto d el que vemos” (Heb. 11:1). La fe que lleva a un sentido de certeza, requiere fe en nosotros mismos, es decir, en el sí real, en lo que esencialmente somos. Keysrling lo dice muy bien: Sólo esa afirmación interior, que es llamada fe, crea la decisión que hace real al Sí, en la existencia fenoménica… Este espíritu viviente, la esencia metafísica del ser del hombre, no es ni comprensión, ni razón, ni ninguna otra función particular: es sustancia. Es, en el verdadero sentido de la palabra, lo más substancial en el hombre. Por esto tiene cualidades, pero no es una cualidad en sí misma. La convicción es mental pro naturaleza; se llega a ella pro la razón o estando de acuerdo intelectualmente con una intuición reconocida, en armonía con la verdad. En la experiencia, la fe y la convicción coexisten y se mezclan en proporciones variables. Su combinación da como resultado la certeza. La afirmación debe ser rigurosa para ser eficaz, debe poseer un fuerte potencial dinámico o intensidad. Para emplear una analogía tomada de la electricidad, se podría llamar “alto voltaje” psicológico. La afirmación puede ser considerada una orden, un mandato dado con autoridad. La autoridad puede derivar de una posición de responsabilidad o de alguna función en el mundo externo, pero es, especial y esencialmente, una cualidad interior, una realidad interna, psicológica o espiritual. Cualquiera que la ejercita, siente, sabe que la posee, y aquellos hacia quienes está dirigida, al perciben de manera directa. Esta autoridad puede, y ciertamente debería, dirigirse en particular a las energías y funciones psicológicas dentro de nosotros, mismas que debemos usar para alcanzar nuestro propósito. LAS TÉCNICAS DE LA AFIRMACIÓN La afirmación se hace efectiva a través del uso de técnicas precisas: 1. El uso de “palabras de poder”. Una afirmación verbal para que sea eficaz, debe expresarse en forma clara, precisa. Algunas veces basta una sola palabra, pero, a menudo, se expresa mejor con una frase corta o con una fórmula. Las palabras o frases pueden decirse sólo interiormente, pero son más efectivas si se dicen en voz alta – esto es, con el poder del sonido- o si se escriben o imprimen, y si se observan con atención. Los hombre han reconocido colectivamente el poder de las palabras, que las recuerdan aun cuando el contexto que las produjo haya sido olvidado. Es precisamente este poder, aparentemente mágico, el que se puede movilizar usando esta técnica. Las palabras o frases que se utilicen naturalmente variarán y deben seleccionarse de acuerdo con el objetivo que tratamos de alcanzar, con lo que queremos evocar y desarrollar en nosotros mismos. Una lista de algunas frases de uso general se encuentra al final del capítulo. 2. El uso de imágenes. Las imágenes constituyen otro medio para reforzar las afirmaciones; su potencia dinámica es bien conocida. Se puede utilizar imaginación o visión de lo que se quiere, como si ya se hubiese logrado (el “modelo ideal” de la personalidad y la técnica de “actuar como si”, usados en psicosíntesis, son ejemplos de esto). O también se puede utilizar una imagen, que sea el símbolo de lo que queremos realizar. Para afirmar la decisión de hacer sabia la voluntad, pro ejemplo, se puede visualizar una orquesta y su director. En este caso, se debe tener en cuenta también el propósito original del cual la imagen es símbolo. Las imágenes pueden visualizarse mentalmente, también algunas imágenes externas, como un dibujo o un cuadro, pueden ser seleccionadas y observadas detenidamente. Poner estas imágenes cerca de donde trabajamos, por ejemplo, puede mantener aviva una afirmación durante todas nuestras horas de trabajo. 3. Asumir actitudes físicas. Hacer gestos, ejecutar actos que, directa o simbólicamente, expresen lo que se trata de realizar, El uso antiguo del mudra es un ejemplo de calor afirmativo del gesto. 4. Repetición. Ésta también es una técnica importante y a menudo necesaria. Lo que se quiere, puede necesitar se afirmado varias veces como un mandato. Lo mismo se aplica al uso de las imágenes y a los actos externos. El número de repeticiones depende de la importancia a de la meta, de la dificultad para alcanzarla y del tiempo necesario para el proceso de manifestación. Cuando esto se prolonga, las repeticiones deben constituir la expresión de una constante actitud interna afirmativa. La técnica de la repetición se puede usar en varias formas: a) repeticiones en momentos determinados de las mismas palabras o frases, y el uso repetido de las misma imágenes; por ejemplo, en ciertos momentos del día (al despertar o antes de acostarse, etcétera). b) Series de repeticiones a intervalos más o menos largos c) Repetición con variaciones de forma. Este método evita el inconveniente de que las repeticiones se conviertan en un hecho mecánico. Las variaciones avivan el interés y estimulan la imaginación. Diferentes criterios deben determinar, de acuerdo con la meta y la situación específica, la elección de estas diferentes manera pero, sobre todo, y haciendo experimentos, es como podemos comprobar cuál forma o combinación de formas es la más efectiva. Se puede aprender mucho sobre la repetición de tres Grupos de personas muy distintos: compositores, dictadores, y publicistas. Los compositores hacen uso repetido de un motivo musical o de sus variaciones en el curso de una sonata o de una sinfonía. Esto fue adoptado para crear una forma musical específica, de la que las treinta y dos variaciones sobre un tema de Beethoven constituyen un extraordinario ejemplo. Un caso de repetición insistente, invariable, del mismo tema es el “Bolero” de Ravel. Los dictadores emplean la repetición a un grado exasperante. Es el proceso de “martilleo” de una idea, que hoy llamamos lavado de cerebro. Lo hacen conscientemente; Hittler en Merim Kampf afirmó cándidamente haberlo hecho. Creo que fue él quien dijo que se puede hacer creer a la gente cualquier falsedad si se le repite con bastante frecuencia. Éste es el método que deliberadamente se usa en la propaganda sistemática. Probablemente los publicistas son los más hábiles en el uso de la repetición, y en general en influir a la gente por medio de la afirmación. Usan el mismo anuncio durante un lapso considerable, y luego lo modifican o lo cambian por completo. Hace poco, una gran compañía de petróleo preguntó al público si debía continuar usando un cierto slogan asociado con una imagen, o si debía cambiarlo. Habiendo despertado nuevo interés de esa manera, continuaron usándolo. Las fórmulas y las imágenes publicitarias se escogen, a menudo, bajo el consejo experto de psicólogos, para llegar hasta las motivaciones humanas básicas. El estudio de los métodos de publicidad puede sugerir modos más valiosos para empelarlos con propósitos distintos que la venta de una goma de mascar. El uso de las afirmaciones requiere un cuidado especial. En esta etapa, se debe estar seguro de haber verificado que le motivo predominante es justo, bueno e inofensivo. Otro punto en el que deberá tenerse cuidado al hacer afirmaciones, es el de evitar, en lo posible, provocar reacciones contrarias pro parte de los demás. Las afirmaciones pueden ser más eficaces si se hacen de manera clamada, tranquila, no agresiva. Para este propósito, sin embargo, se impone una reserva: la reacción de la mente consciente y la del inconsciente pueden ser frecuentemente diferentes y aun opuestas. Algunas veces reaccionamos de manera negativa a algunas peticiones recurrentes, pero esto ni impide que nuestro inconsciente se “impresiones” con ellas y nos conduzca a actuar de acuerdo con la sugestión o la afirmación. La publicidad de la televisión es un ejemplo de esto. A nivel consciente pueden provocar reacciones de aburrimiento y de antagonismo, pero, a menudo, nos encontramos comprando el producto anunciado con tanta insistencia. Sucede pro cansancio mental al comprar domo una reacción automática mientras pensamos en otra cosa. Esto confirma la coexistencia que hay en nosotros de diferentes tendencias e incluso de personalidades distintas y algunas veces opuestas. Al usar la técnica de la afirmación, se deben evitar la prisa y la impaciencia para ver los resultados. Las afirmaciones, no sólo no dan resultados evidentes e inmediatos, sino que, al principio, pueden producir efectos contrarios, sacando a la luz fuerzas opuestas escondidas. Ésta no es razón para desanimarse, en realidad también pueden tener una función útil. Conviene que esta oposición se revele porque esto nos hace tomar conciencia de su existencia y nos permite afrontarla abiertamente y dominarla. Como es sabido, la técnica principal del psicoanálisis consiste en sacar a la luz “resistencias” del paciente y eliminarlas. Un punto importante en el uso de las afirmaciones internas, esto es, de impartir órdenes a las diversas funciones psicológicas (pensamiento, imaginación, etc.), es el hacerlo desde una cierta ”distancia interior”, desde “lo alto”, por así decirlo, sin identificarse con ellas. En vez de esto, dada la estrecha relación entre el yo, el centro de autoconciencia y la voluntad (como se indica en el diagrama de las funciones psicológicas) nos podemos identificar bien con la voluntad. Antes de usar las distintas afirmaciones para los diferentes actos volitivos: además de esto, es particularmente efectivo usar la que se podría llamar afirmación fundamental, esencial: Yo soy una voluntad. Soy una voluntad consciente, potente y dinámica. También la estrecha relación entre la voluntad, el yo y el amor puede enfatizarse afirmando: Yo soy un yo viviente, que quiere, que ama. Debe quedar claro que gran parte de lo que se dice en este libro tiene dos intenciones: una es el uso de la voluntad para lograr una variedad de propósitos; la otra es el uso de la voluntad como medo para entrenar la voluntad misma, como una actividad constante. Afortunadamente tiende a haber una interacción continua: todo acto de voluntad entrena la voluntad, y cada fragmento de entrenamiento hace posible otros actos de voluntad. Si mantenemos este hecho en la mente, la voluntad estará presente e nuestra conciencia mientras actuamos. Ésta es, en sí misma, una buena técnica para desarrollar la voluntad. PALABRAS Y FRASSES DE PODER Existe una variedad limitada de palabras y frases, de las que cada lector puede escoger las que le parezcan más adecuadas a sus necesidades. En el capítulo 6 se encuentra una lista de “palabras evocadoras”, que pueden ser usadas con buenos resultados como “palabras de poder”. Aquí sugiero algunas frases, tomadas de las inscripciones de los escudos de armas de varias familias nobles: Ad sidera vultus (Vuelto hacia las estrellas). Bien faire et laissez dire (Actuar bien y dejar que hablen). Semperr vigilans (Siempre vigilante). In tutto armonia (Armonía en todo). 15 Planificación y programación Si observamos la vida contemporánea, se nos presenta una curiosa contradicción. Se habla mucho hoy en día sobre la planificación y la programación, y e planifican proyectos económicos, sociales y técnicos. Pero los individuos viven a menudo sin un plan personal bien definido, y sin tener un programa de vida claro y consciente. Sin embargo, una condición fundamental para cualquier tipo de planificación exitosa, es la planificación y programación de la vida personal – sobre todo en el sentido psicológico-, esto es, en el sentido de realizar la propia psicosíntesis personal y as diversas psicosíntesis interpersonales y sociales. Este proyecto personal se debe hacer de acuerdo con las reglas generales y las técnicas apropiadas para cualquier tipo de planeación. Por lo tanto, examinaremos brevemente estas reglas y técnicas. La regla más importante es la de formular clara y precisamente la meta que se quiere alcanzar, y tenerlo fijo en la mente a través de todas las etapas de la ejecución, que a menudo son largas y complejas: ¡esto no es tan fácil! Más bien se puede decir que presenta grandes dificultades, puesto que existe en e hombre una tendencia constante a prestar atención excesiva a los medios que tiene que empelar para lograr su meta, hasta el punto de hacerle perder de vista la meta misma. Los medios tienden a convertirse en fines de sí mismos, y cuando esto sucede, el hombre se convierte en un esclavo de los medios que él mismo ha elegido. Esto se puede ver de manera particularmente clara en el actual y discutido problema de la interacción entre el hombre y la máquina. En términos esenciales, este problema, o mejor dicho, esta relación puede formularse así: el hombre crea y construye máquinas para que aumenten su poder y su capacidad de efectuar acciones destinadas a realizar sus propósitos. Intencionalmente, por lo tanto, la función y el valor de la máquina son puramente instrumentales y relativos comparados con el propósito para el que fue construida; pero frecuentemente el hombre se deja fascinar pro sus máquinas, les concede un valor que no tienen y, en vez de poseerlas, terminan por someterse ante ellas. El automóvil nos lo prueba de modo impresionante; su función verdadera y adecuada es la de darnos un medio más rápido y cómodo para llegar a algún lugar. Sin embrago, poco a poco, sin darse cuenta, el hombre ha hecho del automóvil un objeto de prestigio, un símbolo de condición social, un instrumento de autoafirmación, un desahogo a sus tendencias reprimidas. Los resultados han llegado a lo grotesco. En vez de usar el poder de nuestra tecnología para aumentar la seguridad del automóvil y reducir la contaminación, inútilmente hemos aumentado su tamaño, su precio, su potencia y, pro lo tanto, el consumo del combustible. Esto no nos ha traído ningún beneficio, sino al contrario, ha contribuido a congestionar el tráfico, a crear problemas de estacionamiento, y hacer del automóvil una amenaza para el ambiente; su valor original, como medio de transporte rápido y cómodo, casi ha desaparecido. Claramente, la culpa no es de nuestra tecnología, como muchas personas tienden a pensar. La culpa es más bien, de los usos que hemos hecho de ella, cuando hemos perdido de vista la meta o la intención originales. El fenómeno es similar a lo que ocurre en relación con ese otro “instrumento”, el dinero, que fácilmente se ha convertido en un fin en sí mismo, a causa del apego que suscita. Y así encontramos la tendencia a amasar grandes fortunas sin emplearlas útilmente, como han hecho los avaros de todos los tiempos. Por lo tanto, repito, una voluntad vigilante y enérgica es indispensable para mantener los medios “en su lugar”, para dominarlos siempre, usando sólo aquellos que verdaderamente nos sirven para el fin original y en la medida en que lo sirvan. Ésta es una regla fundamental de todo programa. Otra condición esencial se refiere a la posibilidad de que un programa se realice; en otras palabras, su factibilidad. Un error frecuente es el de concebir planes y programas cuya magnitud exigiría capacidades, circunstancias y recursos que estamos muy lejos de tener a nuestra disposición. Hacer planes grandiosos es agradable, hasta fascinante, y esto, creo, todos los hemos experimentado. El mundo bulle de idealistas y soñadores que conciben planes maravillosos, pero poco prácticos. Si nos damos cuenta de que nuestro programa es demasiado ambicioso, debemos estar dispuestos a reconocerlo, aunque el programa ya había sido puesto en marcha. El no hacer esto, traería solamente frustración y otros efectos negativos. Nuestro organismo se rebela ante lo imposible, y muchas personas han sido víctimas de la coercitiva voluntad victoriana. Debemos estar preparados, después de considerar y verificar adecuadamente nuestras aspiraciones y nuestros programas, para adaptar nuestros planes o, incluso, transformarlos. Esto nos lleva a otra regla de la planificación: establecer siempre que sea posible, la colaboración con otras personas. Una razón frecuente del fracasote tantos planes, radica en el hecho de que muchas personas quieren realizar personalmente sus propios programas quieren estar ellos mismos al centro de la organización. Frecuentemente, hacen lo que otros ya hicieron o están haciendo, y algunas veces con mayores recursos y posibilidades. Lo que se necesita es sabiduría y humildad par reconocer la verdad y colaborar activamente con otras personas que probablemente tienen los mismos proyectos que nosotros. Con respecto a esto, puedo recordar u episodio que tiene varios aspectos psicológicos interesantes. En la segunda mitad del siglo diecinueve empezó en América la construcción de los vagones dormitorio de los ferrocarriles. Había dos empresas que eran rivales en este campo, Carnegie y Westinhouse. Carnegie se dio cuenta de que sería mucho más provechoso asociarse con su rival en vez de pelear con él. Al principio Westinhouse desconfió cuando Carnegie le sugirió reunirse y discutir el asunto; pero, poco a poco se entusiasmó con la idea de unir las dos compañías. De pronto, sin embrago, surgió una pregunta: “¿Pero cómo va a llamarse esta nueva compañía?” “Westinghouse, naturalmente”, a lo que Waestinghouse contestó: “¡Hecho!”. Me parece que nos e necesitan comentarios, Carnegie pasó sobre toda cuestión de amor propio, o de nombre, considerando la utilidad y el resultado de un bien común. La ambición del otro fue gratificada, y así se pudieron de acuerdo. Si la regla de la colaboración puede usarse con éxito pro los hombres de negocios para fines materiales, debemos estar dispuestos a usarla para otros fines, ¡especialmente para los superiores! La posibilidad de colaborar y los beneficios que derivan de ella. Lo ignoran frecuentemente los que tiene motivos superiores: los que están animados por el celo de servir al mundo, muya a menudo están poseídos por el deseo de verse a sí mismos sirviéndolo. Así se observa a menudo, una competencia inútil en asuntos de importancia secundaria entre las distintas escuelas de pensamientos, en el campo de la educación, de la psicología, y en muchos otros campos útiles. Una mayor disponibilidad hacia un servicio de colaboración y una síntesis práctica, concentrándose en las semejanzas y no en las diferencias, sería mucho más productiva. Otra regla de la planificación se refiere a reconocer, distinguir y establecer la secuencia adecuada para las diversas fases, estas son: formulación, programación, estructuración, plan, modelo y proyecto piloto. Una buena ilustración de estas etapas es el caso de un estudiante mío que quería desarrollar su capacidad de actuar por motivos distintos de los materiales (seguridad, garantía, celebridad, riqueza) que lo estaban empujando, de una manera forzada, ala depresión. Su meta era incluir en sus acciones valores superiores, pero tenía miedo de perder las comodidades materiales. Después de haber reflexionando, decidimos programar una estrategia para ponerlo en contacto con sus valores superiores y permitirle incluirlos gradualmente. Esta formulación genérica fue la primera fase de la planificación. La siguiente fase era la de programación. El programa requería empezar lentamente, de forma no amenazante, reduciendo gradualmente el tiempo dedicado a las cosas materiales. Esto se hizo por grados: primero, se pidió al estudiante que reconociera plenamente cómo estas tendencias materialistas le influenciaban. Posteriormente se le pidió que seleccionara cuáles quería reducir. Una programación eficaz requería este acercamiento gradual y una buena estructuración, imponía que después del reconocimiento ni siguiera una elección, en vez de poner la elección al principio del proceso. El proyecto requería, entre otras cosas, un creciente reconocimiento de las tendencias materialistas. Establecimos un proyecto piloto experimental que consistía en una revisión nocturna, que el estudiante haría antes de acostarse, del dominio que los pensamientos, sentimientos o acciones materialistas, habían ejercido sobre él durante el día. Una vez reconcomio el alcance de su influencia negativa, este conocimiento se convierte en un motivo más que suficiente para convenir con la intención de reducirlos. Así, gradualmente, estuvo en condición de crearse un espacio vital, y pudimos ocuparnos de la metra principal que siempre había tenido en mente: ponerse en contacto con la parte de él mismo que verdaderamente poseía valores superiores. El proyecto se amplió después para incluir formas idóneas de llevar estos valores cada vez más activamente a su vida. Fue en este punto cuando se dio cuenta de que actuar desde este nivel más elevado de él, de ninguna manera significaba tener que renunciar a todas las comodidades materiales. Por lo tanto, podemos ver que la formulación representa el estadio inicial en un sentido genérico, en cuanto el plan se concibe en líneas generales. La programación representa una precisión mayor y un desarrollo más completo del plan, particularmente en la fase inicial de la ejecución. Se puede decir que la diferencia corresponde a la que hay entre estrategia y táctica. Habiendo formulado un programa bien definido y estructurado, se puede pasar a elaborar un proyecto preciso con todos los datos prácticos que se relacionan con él. Un proyecto adecuadamente desarrollado puede continuar después de un proyecto piloto experimental. Su fin central es probar el proyecto y, en este sentido, puede ser muy instructivo porque la experiencia práctica a menudo da distintos resultados de los previstos. Pese a que estas fases implican un proceso gradual deben tenerse en mente juntas. El alpinismo es un buen ejemplo de esto. Primero se debe elegir el pico que se va a escalar. Después la mejor ruta para llegar a la cima, que puede ser difícil, sin embargo, una vez que se inicia el ascenso se escogerá los apoyos, que son lo que pueden determinar la diferencia entre seguridad y caída. Se puede decir que se necesita una “visión trifocal”; esto es, percibir y retener en la mente la meta y la intención, la visión general de las etapas intermedias que van desde el punto de partida hasta la llegada y el conocimiento del próximo paso. Esta visión integral y al mismo tiempo graduada, en sus diferentes etapas, puede aplicarse a cualquier tipo de tarea y puede ser considerada como una concepción “espacial”, en sentido simbólico o en sentido objetivo. Pero igualmente importante, es el factor “temporal”, esto es, la consideración del tiempo, es decir la duración de cada etapa. Como sabemos, tiempo y espacio están íntimamente ligados. Por lo tanto, se trata de completar cada estadio en el momento correcto y durante el período de tiempo necesario. Cada fase tiene su momento más favorable para la ejecución, probablemente el único posible; esto se puede expresar en la siguiente frase: “lo imposible de hoy es lo posible de mañana; lo posible de hoy, es lo imposible de mañana”. Otro requisito que debe ser considerado es la flexibilidad del plan, esto es, que sea susceptible de modificaciones en le caso de que ocurran nuevos desarrollos. La vida está llena de imprevistos y, pro más previsor que se pueda ser, muy frecuentemente algo inesperado ocurre. Por lo tanto, debemos estar preparados para modificar y adaptar los planes. La flexibilidad puede verse en su forma más sencilla y más accesible; el ajedrez, en el cual un jugador planea una serie de jugadas para dar jaque mate a su oponente, pero debe estar alerta para cambiar su plan en respuesta a la ofensiva del otro, quien tiene también un plan similar. Para alcanzar todo esto se necesita reflexión, sentido de las proporciones y juicio crítico, cosas que se resumirán en una sola palabra: sabiduría. Pero también se necesitan atención infatigable, vigilancia, paciencia y perseverancia, que son cualidades de la voluntad; lo que demuestra que la planificación juega un papel muy importante en el proceso de querer, en la volición efectiva. Todas estas reglas pueden y deben ser aplicadas en psicosíntesis. Se puede decir que la psicosíntesis individual consiste esencialmente en la realización del propio modelo ideal. El papel que juega la planificación también en el descubrimiento como en la realización del modelo ideal, se discute ampliamente en Psicosíntesis. La atenta y paciente ejecución de un plan de vida y los puntos que derivan de él, son necesarios si deseamos realizar nuestra existencia personal y convertirnos en todo lo que podemos ser. No es necesario añadir que la planeación también pertenece a la fase transpersonal o espiritual de la psicosíntesis. Desarrollando un programa psicosintético, debemos aplicar las reglas generales de la planeación, pero también debemos ser cuidadosos e incluir en este proceso las fases de elaboración de gestación, dándoles el tiempo necesario y sin interferencias. Además, el plan de vida individual debe ser coordinado, integrado y armonizado con los planes que incluyen a otras personas. La psicosíntesis individual no es y no puede ser un fin en sí mismo, puesto que cada uno de nosotros está íntimamente ligado en la vida con otras personas y grupos. Podemos empezar este proceso formulando y ejecutando planes y programas que nos permitan representar nuestros distintos papeles en las relaciones humanas, y cumplir las distintas funciones que demandan. Se podría planear y organizar conscientemente, por ejemplo, la vida de una familia, considerada como una entidad psicológica. Naturalmente, el efecto y la buena voluntad constituyen su base, pero no son suficientes. Además, están los papeles que se asocian con el trabajo y que frecuentemente implican relaciones con jefes, colegas y subordinados. Existen papeles que se representan en la comunidad y que surgen de un grupo social específico, de la participación en sus actividades políticas, económicas, culturales o humanitarias. Algunas de las técnicas de la psicosíntesis individual, se pueden aplicar para planear y efectuar la psicosíntesis interpersonal y grupal. Entre las de uso más general, puedo mencionar las técnicas par ala transformación de las energías, las técnicas del uso metódico de las imágenes y la del entrenamiento imaginativo. Del mismo modo, se pueden utilizar las relaciones interpersonales y grupales y las actividades externas, como ocasiones e instrumentos para el desarrollo interno y la realización. UNA NOTA SOBRE LA PSICOSÍNTESIS SOCIAL La psicosíntesis social conlleva el problema de las relaciones entre el individuo y la sociedad. La mayoría de los escritores que han tratado este tema lo han hecho contrastando al individuo y a la sociedad y considerándolos casi necesariamente en conflicto. Sin embargo, en este caso, como en otros, se trata más a menudo de una polaridad. Los principios expuestos en mi folleto El equilibrio y la síntesis de los opuestos (Nueva Cork, 1972) pueden encontrar aquí una aplicación útil. He usado un diagrama para mostrar la relación entre cada par de los opuestos y las formas de equilibrarlos. En lo referente al problema del individuo contra la sociedad, tenemos la siguiente relación triangular FIGURA 15.1 PÁG. 143 En los extremos de la base del triángulo se encuentran los dos polos opuestos, conformismo y rebelión; el punto medio de la base puede representar una posición de compromiso, que permite una cierta posibilidad de adaptación, pero limitada e insatisfactoria, como solución permanente. Sin embargo, existe un punto más arriba, equidistante de ambos polos y a un nivel superior, desde el cual se puede ser un miembro integrante y eficiente de la sociedad, mientras que se mantiene completamente la independencia propia. Esta posición significa acción en la sociedad y sobre la sociedad, con el fin de transformarla. La fórmula sintética para resolver este problema nos fue dad en la Biblia: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Una forma de expresarlo en términos psicológicos modernos podría ser: “Concede a la sociedad lo que es justo y necesario, y también actúa en la sociedad como una fuerza constructiva para mejorarla”. Esto puede hacerse conservando, primero, la propia integridad e independencia, “cultivando el jardín interior”. Esto no es, por lo tanto, cuestión de someterse pasivamente al condicionamiento social, sino protegerse a sí mismo de éste, sin recurrir a la rebelión violenta y sin retirarse, y después buscar activamente cómo modificar y mejorar la vida social en todas las formas posibles. No sólo es importante para el bien de la sociedad, sino también para la satisfacción del individuo que pueda experimentar esta independencia interna. La libertad a la que el individuo aspira realmente, de manera más o menos consciente, es una libertad psicológica y espiritual; pero alcanzarla depende en gran parte de él mismo. Los grupos y la sociedad pueden obstaculizarla de diferentes maneras con sus presiones, pero no pueden impedirla realmente. Podemos ser libres interiormente, incluso desempeñando nuestras funciones e interpretando nuestros papeles en la familia y en la sociedad, según la situación en la que nos encontremos. También aquí las técnicas de la psocisíntesis pueden ser muy útiles, especialmente las de “identificación” y “actuar como si”. Usando estas técnicas podemos disponer de un “espacio interior”, es decir, podemos hacer lugar en la conciencia, un espacio “temporal”, o un poco de tiempo libre, en el cual se puede vivir una vida individual independiente. Y esto no requiere grandes períodos de tiempo y condiciones especiales. Se trata de utilizar la “dimensión de la intensidad”: media hora vivida intensamente, a un nivel elevado, pude dar valor, significado y justificación a un día entero. Finalmente, hay un tipo más alto y más vasto de planificación, que en realidad es el más importante; es aquel que consiste en integrar el plan individual al Plan Universal. Si no es tamos en posibilidad de percibir todo el alcance de ese Plan en su gran misterio, podemos, por lo menos, conocer algo y entrever sus grandes líneas y especialmente su dirección evolutiva; reconocer así que es la dirección del máximo bien. ¡Y esto es lo que cuenta! Nuestro primer objetivo no es el de discernir el punto de llegada, sino ponernos en la corriente correcta, en el camino justo. También y sobre todo aquí, la sabiduría es necesaria para entretejer armoniosamente el plan individual con el Plan universal, y la voluntad es necesaria para controlar firmemente el timón y seguir en el curso correcto. 16 La dirección de la ejecución Un examen de este estadio revelará el error fundamental que se comete generalmente en el uso de la voluntad, un error basado en la concepción errónea de su naturaleza y de su modo de funcionar. Este error consiste en tratar de actuar imponiendo el poder de la voluntad a los órganos encargados de la acción. Por el contrario, la verdadera y natural función de la voluntad en este estadio es la de dirigir la ejecución, de poner en obrar los medios necesarios y apropiados para lograr el objetivo establecido. Lo hace tomando el mando y dirigiendo las distintas funciones psicofísicas. Esto resultará más claro si examinamos en detalle la analogía que existe entre la actividad de la voluntad y conducir un automóvil. El esfuerzo directo de la voluntad se parece a aquel hecho en el cual un conductor, que trata de poner en marcha su automóvil, lo empuja pro detrás con la fuerza de sus músculos. Un comportamiento similar es claramente absurdo; sin embargo, igualmente equivocado es el esfuerzo de usar la voluntad para una acción directa en vez de usarlo para actuar a través de otras funciones psicológicas. Examinemos lo que efectivamente hace le conductor de un automóvil. Empieza haciendo lo que corresponde a los estadios que ya hemos descrito. Primero escoge a dónde desea irse y cuándo hacerlo. Esto lo lleva a estudiar el recorrido y a planear el viaje. Ahora viene el estadio de la dirección de la ejecución. Se divide en dos partes. La primera es la revisión del automóvil, lo que significa llenarlo de gasolina y de agua, medir le aceite y la presión de las llantas, etcétera. Todo esto corresponde al trabajo de preparación de la psicosíntesis, el desarrollo y el cultivo de las distintas funciones psicológicas y de la función –voluntad del yo. Ahora el automóvil está listo para salir. El conductor se sienta cómodamente en su asiento, pone en marcha el motor y acciona lo necesario para llevar al automóvil en la dirección previamente escogida. Durante el viaje, el conductor maneja evitando los obstáculos, decide cuándo es posible y seguro rebasar otros autos y qué camino tomar. Cuando aprendía a manejar, estas operaciones requerían mucha atención consciente y mucho esfuerzo de su parte, pero apenas logró ser más diestro, estuvo en posibilidades de conducir sin atender tanto sus movimientos. Este control inconsciente generalmente es descrito como un proceso automático. Pero el término “automático” es engañoso si lo tomamos en el sentido de algo fijo, rígido y carente de sentido; pro el contrario, en este caso tenemos una acción inteligente que se modifica continuamente, dependiendo de la información que se recibe a través de la vista, el oído, y otros sentidos. Una acción plenamente consciente puede ser retomada en cualquier m omento, si es necesario. Lo que sucede en el caso anterior es el ejemplo claro de una actividad que estimula distintas funciones psicológicas y dirige su operación. En este punto se verifica un cambio gradual que transforma una atención completa y consciente en una actividad que se realiza casi “instintivamente”; esto quiere decir que se recurre al conocimiento asimilado y establecido en niveles muy profundos /(inconscientes) sin la intervención del “yo” consciente. Este proceso es evidente en el aprendizaje técnico, pro ejemplo cuando se aprende a tocar un instrumento musical. Al principio es necesario atender y dirigir conscientemente la ejecución. Después, poco a poco se forma lo que podemos llamar mecanismo de la acción, esto es, los nuevos modelos neuromusculares. El pianista, por ejemplo, llega al punto donde ya no tiene necesidad de poner atención consciente en la distribución de las teclas, esto significa que puede dirigir los dedos a los puntos deseados. Entonces puede dar toda su atención consciente a la calidad de la ejecución, es decir, expresar el contenido emotivo y estético de la música que está tocando. Examinemos brevemente el modo como la voluntad puede usar distintas facultades psicológicas para lograr los objetivos que hemos escogido. Los métodos para hacerlo varían mucho para cada función según sus características específicas. Las limitaciones de los órganos físicos y de los sentidos, permiten solamente la percepción de una pequeña parte de las impresiones y de las vibraciones provenientes del mundo externo; el uso que damos a los sentidos y a nuestros órganos habitualmente es muy imperfecto y parcial: si una percepción sensorial debe llegar a ser verdaderamente consciente, y por lo tanto “percibida”, debe permanecer en el campo de conciencia bastante tiempo para ser asimilada por el “Yo” consciente; pero este campo frecuentemente está obstruido por otros contenidos psicológicos (sensaciones de otro tipo, emociones, pensamientos, etc.). Además, las percepciones sensoriales inducen inmediatamente a reacciones emotivas, tanto positivas como negativas, que frecuentemente impiden una percepción exacta y a veces hasta disfrazan al objeto percibido. La psicología del testimonio nos da una amplia prueba de este hecho. Ocurre frecuentemente que las declaraciones de los testigos a propósito de un evento cualquiera, sean incompletas a erróneas o las dos cosas. Esto se verifica también cuando la declaración se hace de buena fe y sin ningún intento consciente de decir algo falso. Es una cuestión seria que puede tener consecuencias graves, como la condena de un inocente. Por lo tanto, cuando se necesita un examen cuidadoso y objetivo basado en una observación precisa, la voluntad de ¡be intervenir para dirigir, regular y usar las funciones sensoriales sacando de ellas la mayor ventaja posible. Para hacer esto es necesario concentrar la conciencia en la tarea de recibir, asimilar e integrar los mensajes recibidos a través de los sentidos. Además, debe rehusar, pro todo el tiempo que sea necesario, el reconocimiento de otras impresiones sensoriales, emociones y actividades mentales que tienden a interferir con la tarea que se escogió. Esto requiere el entrenamiento del poder de observación a través de diversos ejercicios como los descritos en Psicosíntesis. Como habíamos visto en la historia de Agassiz y el pez, los grandes científicos, especialmente los naturalistas, han desarrollado, esta capacidad de observación, estimulándola y sosteniéndola con la voluntad. Las maneras en que la voluntad puede utilizar las emociones y las sensaciones como instrumentos para realizar sus fines son más complejos. Antes que nada, la atención y la concentración, que son funciones específicas de la voluntad, deben ser ejercitadas y reforzadas. La naturaleza y la intensidad de las energías emotivas específicas sugieren los mejores métodos para utilizarlas. Fundamentalmente, se trata de unir y relacionar estas energías con el objetivo que se quiere alcanzar, de orientarlas y canalizar el flujo de emociones y sentimientos hacia el fin preestablecido. Frecuentemente esto requiere una transmutación o sublimación de estas energías, que al mismo tiempo, implica la capacidad que tiene la voluntad para comprometerlas y dirigirlas hacia actividades futuras, hacia fines constructivos y superiores. Ya he discutido el tema de la transformación y sublimación de las energías sexuales y agresivas. Aquí puedo añadir que este proceso se basa en la estrecha acción recíproca que existe entre las emociones y los sentimientos, por una parte, y entre los deseos y los impulsos, por otra. Toda emoción y sentimiento doloroso provoca el deseo y el impulso de eliminar la causa. Del mismo modo, emociones agradables y felices sugieren perpetuar lo que las produjo. La voluntad puede aprovechar este hecho para orientar, dirigir y transformar los deseos y los impulsos. Sin embargo, todo esto es válido solamente en los casos donde las emociones, los impulsos y los deseos no son intensos y responden más o menos, rápida y fácilmente, a la acción de la voluntad. Pero a veces su intensidad es tal que provocan una resistencia, o hasta un estado de violenta rebelión en contra de la dirección que la voluntad trata de darles. Aquí, la voluntad debe usar otros métodos, porque si se opone directamente a estas energías, generalmente falla. Y aún si logra controlarlas como un acto de fuerza, provoca conflictos que constituyen un desperdicio de energías y pueden tener consecuencias dañinas. En estos casos, la primera tarea de la voluntad es la de descargar las tensiones intensas y excesivas de las energías emotivas e impulsivas. Esto se puede hacer pro medio de distintas “técnicas de desahogo” (catarsis) y, si es el caso, de una cierta medida de gratificación efectiva. De este modo la voluntad puede lograr eliminar la oposición. O reducirla a un nivel inferior de intensidad, de modo que las energías puedan usarse de la manera que mencionamos antes. Naturalmente, no existe ningún instrumento, ningún “voltímetro psíquico”, para medir el potencial de las descargas emotivas e impulsivas, sino que la introspección y la observación de las manifestaciones espontáneas puedan dar una idea aproximada de su intensidad. También “la carga de energía” de la voluntad debe ser calculada. Una voluntad débil tiene dificultad para dirigir las emociones aún si son de baja o mediana intensidad, mientras que una voluntad fuerte sí lo puede lograr. La relación de energía entre la voluntad y la resistencia presentada por el material psicológico que la voluntad quiere controlar, dirigir y transformar debe ser considerad atentamente. En esto conviene hacer experimentos. La fuerza de la voluntad se puede comprobar con ejercicios precisos y experimentos, con el uso de las técnicas de dirección, transmutación y sublimación. Hay otra función psicológica que está estrechamente ligada con la que ya nombramos: es la imaginación. También aquí hay relación de acción y reacción recíproca. Las emociones y los deseos evocan las imágenes correspondientes. A su vez, las actividades de la imaginación suscitan emociones, deseos e impulsos. Es grande el poder de las imágenes, y se puede decir que constituyen un intermediario necesario entre la voluntad y otras funciones psicológicas. Las relaciones dinámicas entre todas estas funciones han sido formuladas en algunas leyes descritas en el capítulo sobre la voluntad sabia. La voluntad puede aprender a dirigir la imaginación en medida considerable; para lograr esto es muy útil entrenarse y hacer ejercicios sistemáticos. Primero los ejercicios de imaginación reproductiva, usándola visualización, la evocación de sonidos e impresiones sensoriales recibidas a través de los otros sentidos. Se pasa después a ejercicios autodirigidos de imaginación creativa, empezando como un símbolo o con una situación escogida apropiadamente. En estos ejercicios la voluntad del sujeto sustituye al terapeuta, que normalmente conduciría estos ejercicios a la manera del sueño dirigido de Desoille, y de la imaginación afectiva guiada de Leuner. Las técnicas del modelo ideal y del entrenamiento imaginativo, descritas en Psicosíntesis, son útiles no sólo por sus fines específicos, sino también porque ponen la imaginación a las órdenes de la voluntad y bajo su guía. Veamos ahora cómo la voluntad puede utilizar a la mente para dirigir la ejecución. En los estadios precedentes, la voluntad ya ha usado la mente como órgano de pensamiento, reflexión, previsión y programación apropiada. En este estadio, la dirección de la ejecución, puede y debe usar la mente también de otras maneras. Cuando hay un problema pro resolver y la voluntad ha decidido a hacerlo, enfoca la atención de la mente sobre aquel problema, lo examina, reflexiona sobre él y formula hipótesis sobre las posibles soluciones; estas hipótesis pueden ser verificadas inmediatamente o a través de experimentos. Esto puede ser llamado “pensamiento profundo” o “meditación reflexiva” (véase el Apéndice 2, “Pensamiento y meditación”). Otra facultad mental que puede y debe ser dirigida pro la voluntad es la intuición. Esto nos lleva a un examen de la relación entre la voluntad y la intuición. Parece evidente que la voluntad no posee ningún poder directo sobre la función intuitiva; ni puede siquiera impedir su funcionamiento. Pero también aquí la voluntad puede desarrollar una acción indirecta muy útil; puede crear y mantener libre el canal de comunicación a lo largo del cual descienden las impresiones intuitivas; lo hace imponiendo, temporalmente, un freno a las actividades que la distraen de las otras funcione psicológicas. La voluntad puede alentar (alentar, no reprimir, repito) la operación intuitiva formulando preguntas dirigidas a la esfera superconsciente, la sede de la intuición. A estas preguntas se les debe dar una forma clara y precisa. Las respuestas pueden venir rápido, pero más frecuentemente aparecen después de un determinado período y cuando menos se les espera (véase el Apéndice 2). NOTAS AL PIE DE PÁGINA: 10. La existencia de analogías a través de la naturaleza es bien conocida para la ciencia. Entre algunos desarrollo tecnológicos importantes se encuentra la computación analógica. 11. Todo lo que hemos dicho se refiere solamente a la realidad manifiesta, o en proceso de manifestarse, en donde hay grados de trascendencia. De la realidad no manifiesta a trascendente en sentido absoluto no se puede decir nada. Se puede indicar o señalar sólo pro medio de negaciones: no esto, no aquello, no algo, el “vacío”. Este aspecto de la realidad ha sido puesta en evidencia pro algunas escuelas del Budismo del Norte, y en Occidente por Meister Eckhart. Una amplia discusión de este tema, visto desde distintos ángulos y autores se encuentra en el periódico Hermes, 6, “Le Vide”, editado pro J. Matsui, Minard, París, 1969. 12. Es interesante saber que la palabra “sacrificio” significa “volverse santo” (sacrum facere) “volverse sagrado”, y que la idea de ascetismo doloroso o autoimpuesto es equivocada 17 La voluntad gozosa La unión de voluntad y gozo puede sorprender porque generalmente la voluntad ha sido considerada algo severo y exigente, que prohibe y que niega, particularmente después del período victoriano. Sin embargo, el “acto de la voluntad” puede ser, y a menudo es, intrínsecamente gozoso. Para darse cuenta de esto, es necesario tener una concepción clara de la naturaleza y de los distintos aspectos y manifestaciones del gozo. Pero no hay todavía una psicología bien definida del gozo, porque una psicología científica de lo que Maslow llama correctamente “el punto más avanzado de la naturaleza humana”, de los valores de Ser y también de la verdadera salud, apenas empieza a abrirse camino. La “búsqueda de la felicidad” está considerada y es proclamada como un derecho en la Constitución de los Estados Unidos de América, pero raramente se da una definición clara del significado de “felicidad”. Individuos y grupos diferentes la entienden de maneras distintas y contrarias. Valdría la pena desarrollar una ciencia y una técnica de la “satisfacción”. Maslow lo sugirió cuando, hablando de los valores del Ser, dijo: ¿Por qué no una tecnología del gozo, de la felicidad?”. En otra parte, cita entre los valores del Ser la diversión, el gozo, la alegría y el humorismo. Aunque en esta ocasión no sea posible dar a la “psicología del gozo” cuanto se le debe, se puede hacer una clarificación preliminar para comprender mejor el “gozo de querer”. Se puede decir que “satisfacción” es lo que acompaña y al mismo tiempo resulta de la gratificación de una necesidad, de cualquier necesidad. Así, para cada uno de los niveles de necesidad descritos por Maslow, hay un tipo de satisfacción correspondiente. El resultado de la gratificación de las necesidades fundamentales puede llamarse placer. El estado subjetivo general de una persona cuyas necesidades y deseos “normales” sean – por lo menos temporalmente- satisfechos, se puede llamar felicidad. El resultado de la satisfacción de las necesidades superiores es el gozo. La voluntad buena es gozosa! Crea una atmósfera armoniosa, alegre y los actos de buena voluntad tienen resultados fértiles y a veces sorprendentes. Las actividades altruistas, humanitarias, dan, por lo tanto, satisfacción profunda y la sensación de haber realizado el verdadero fin de la vida. Como dijo un sabio oriental: “las tareas del mundo son como fuegos de gozo”. Finalmente, la completa autorrealización transpersonal y más aún, la comunión o identificación con la realidad universal trascendente ha sido llamada beatitud. En este punto es importante reconocer que no hay una incompatibilidad fundamental entre la satisfacción de todas las necesidades y la “satisfacción” que deriva de ella. La satisfacción de las necesidades superiores no excluye la satisfacción de todos los otros niveles. Puede haber y a menudo hay conflictos, crisis de ajuste y de crecimiento, pero son fases temporales del proceso de crecimiento, de autorrealización y de realización del Sí. A causa de la multiplicidad de la naturaleza humana, y de la existencia en nosotros de otras personalidades distintas y a menudo contrastantes, el gozo a un cierto nivel puede coexistir con el sufrimiento en otros niveles. Por ejemplo, puede existir el gozo de dominar una personalidad indisciplinada, aún cuando la personalidad misma viva ésto como una experiencia dolorosa. Se puede sentir gozo mientras se siente dolor gracias a la sensación anticipada de la satisfacción o realización futura. San Francisco decía: “tan grande es el bien que espero, que cada dolor me es fuente de gozo”. En un nivel menos exaltante esto es cierto para los atletas, y de manera particular para los alpinistas, ya que para ellos pensar en la meta “futura” representa un gozo y supera las dificultades físicas y el sufrimiento que implica. Ya que el resultado de un acto de voluntad que se ha culminado representa la satisfacción de nuestras necesidades, podemos ver que el acto de la voluntad es esencialmente gozoso. Y la realización del yo, o más exactamente de ser un yo (cuya función más intrínseca, como hemos visto, es la de querer) da un sentido profundamente gozoso de libertad, de poder, de dominio. Esto es cierto en el nivel del sí personal; pero la realización de la Voluntad Transpersonal, la expresión del Sí Transpersonal, es tan intensamente gozosa que se podría definir como beatífica. Aquí tenemos el gozo de la unión armoniosa entre la voluntad personal y la Voluntad Transpersonal, el gozo de la armonía entre la propia Voluntad Transpersonal, y la de los otros, y, el más alto, el primero de todos, la experiencia única de identificarse con la Voluntad Universal. Los místicos de todos los tiempos y de todos los países han realizado y expresado el gozo y la beatitud que existe en la unión de la voluntad individual con la Voluntad Universal. Underhill dice: Cada vez más intensa, habiendo cedido a los intereses de lo Transcendente, la voluntad recibe nuevos mundos por conquistar, nuevas fuerzas similares a su destino sublime. Pero también el corazón entra aquí en una nueva dimensión, empieza a vivir en altos niveles de gozo: esto es el mar de la delicia, la corriente de las influencias divinas. Esta sensación se ha expresado también en la siguiente sentencia: Sat-Chit-Ananda: “La beatífica percepción de la realidad”, y finalmente en la afirmación triunfante: Aham evam, param Brahman “En verdad yo soy el Brahama Supremo”. 18 Proyecto de la voluntad INTRODUCCION AL PROYECTO DE LA VOLUNTAD Como señalé en el prefacio, este volumen debe considerarse un principio y no como un final. Los recursos de la voluntad humana son inmensos y el propósito de este proyecto es ayudar a su actualización. Una aplicación muy importante y urgente en el uso de la voluntad es la que se refiere al problema de la guerra y la paz. Desde mi punto de vista, no bastan los acuerdos y tratados políticos, ni las manipulaciones externas, para la paz verdadera. Muchos tratados y acuerdos políticos han demostrado ser inútiles. Esto está ampliamente expuesto en el preámbulo a la Constitución de la UNESCO: “ya que la guerra se inicia en la mente de los hombres, es ahí donde la paz debe ser construida”. Un medio eficaz para cambiar la actitud interior de los hombres, tanto individual, como colectiva, es la aplicación constante de la Voluntad Buena. Esto tendría el efecto de una varita mágica. Adecuadamente expresada y aplicada, la Voluntad Buena excluye conflictos violentos y guerras. Para que esto pueda realizarse sería bueno hacer campañas de Voluntad Buena en escuelas y en todo lugar, como un interés fundamental. Por supuesto, invariablemente hay usos más elevados de la Voluntad. La Voluntad Transpersonal y su unificación con la Voluntad Universal puede añadir un incentivo aún mayor para alcanzar la verdadera paz. El siguiente programa intenta ser la introducción para realizar investigaciones más amplias acerca de la voluntad. Puede ser aplicado y modificado. Es la base para un trabajo futuro, el cual podría alcanzar enormes recompensas. Por ahora se está formando, gradualmente, un grupo internacional que tiene la función central de recolectar respuestas y experiencias de todos aquellos que deseen tomar parte activa en el proyecto de la voluntad. Esta información se vertirá en otro libro destinado a tratar las aplicaciones prácticas de la voluntad en varios campos diferentes de la actividad, especialmente en la psicología, la psicoterapia, y en la educación. Mientras se organiza este grupo, las respuestas al cuestionario (véase Apéndice 3), los informes de los trabajos y otras aportaciones, hechas por personas de habla inglesa pueden dirigirse a : Psychosynthesis Institute 150 Doherty Way, Redwood City Calif. 94062 U.S.A. Para las personas de habla italiana, francesa o alemana la correspondencia puede ser enviada a: Instituto di Psicosintesi Vía San Domenico, 16 50133, Firenze, Italia. Para las personas de lengua española, la correspondencia puede ser enviada a: Instituto Mexicano de Psicosíntesis Alfonso Reyes 147-4 México 06140 D.F. PROYECTO DE LA VOLUNTAD Programa de investigación sobre la voluntad y sus aplicaciones Esquema Historia de las teorías, creencias y doctrinas sobre la voluntad. La voluntad en la psicología moderna. Naturaleza y aspectos de la voluntad. I. II. III. 1. 2. 3. 4. 5. Voluntad Fuerte Voluntad Sabia Voluntad Buena Voluntad Transpersonal. (Opuestos – Modelo Ideal) Voluntad Individual identificada con la Voluntad Universal IV Cualidades de la Voluntad 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. V Energía. Poder dinámico. Intensidad Dominio. Control. Disciplina Concentración. Atención. Convergencia (nexos). Focalización Determinación. Decisión. Resolución. Prontitud. Perseverancia. Resistencia. Paciencia. Iniciativa. Firmeza. Audacia. Organización. Integración. Síntesis. Estadios del acto de la voluntad 1. 2. 3. 4. 5. 6. Propósito. Finalidad. Evaluación. Motivación. Intención. Deliberación. Elección. Decisión. Afirmación. Dominio. Planificación y Programación Dirección de la Ejecución. Relaciones de la voluntad con otras funciones psicológicas. VI. 1. 2. 3. 4. Sensaciones. Impulsos. Instintos. Deseos Emociones y Sentimientos. Imaginación, pensamiento. Intuición. VII. Métodos para el desarrollo y entrenamiento de la voluntad. 1. Actividades físicas: Labores manuales. Gimnasia. Movimientos rítmicos. Deporte. 2. Ejercicios “inútiles”. 3. Entrenamiento de la voluntad en la vida diaria. 4. 5. 6. 7. Uso de ayudas externas: palabras y frases, imágenes, música. Concentración. Meditación. Invocación. Afirmación. Dominio. Actividades creativas. VIII. a) b) c) d) Campos de aplicación de la voluntad individual. Psicoterapia Educación Autoactualización (Psicosíntesis personal) Realización del Sí o Psicosíntesis espiritual Relaciones interpersonales y sociales: a) b) c) d) e) f) g) Entre dos individuos Grupos familiares Comunidades y grupos sociales de varios tipos Grupos raciales Grupos religiosos Grupos nacionales Relaciones internacionales. Relaciones planetarias (ecología) entre los cuatro reinos de la naturaleza: mineral, vegetal, animal y humano. Relación entre la voluntad humana y la Voluntad Universal. IX. Experimentación Entre grupos e individuos. Reportes de resultados. X. Compilación de experiencias y sus resultados. 1. Figuras históricas 2. Individuales a) b) c) d) XI. Autoactualización Autorrealización Pacientes Estudiantes Bibliografía sobre la Voluntad En varios idiomas XII. Proyectos específicos 1. Con individuos 2. Con grupos Organización y ejecución del programa I. Fundaciones, Institutos. Centros. Grupos 1. Por todo el Programa 2. Por investigación especializada, experimentación y aplicación. Ubicación y campo de trabajo: Nacional. Dividido por lenguas. II. Comunicación y difusión A través de: lecturas, publicaciones (artículos, carteles, libros, revistas internacionales), conferencias, coloquios, asociaciones. III. Coordinación y usos. Apéndice 1 Ejercicio de Autoidentificación Desidentificación y autoidentificación Estamos dominados por todo aquello con lo que nuestro Yo se identifica. Podemos dominar, dirigir y utilizar todo aquello de lo cual nos desidentificamos. La experiencia central, fundamental de la autoconciencia, el descubrimiento de Yo, está implícita en nuestra conciencia humana. El término “autoconciencia” está usado aquí en el sentido puramente psicológico de percibirse a sí mismo como un individuo distinto, y no en el sentido de estar egocéntrica y hasta neuróticamente centrado en sí mismo. Esto es lo que distingue nuestra conciencia de la de los animales, que son conscientes mas no autoconscientes. Pero en general esta autoconciencia est´en realidad “implícita” más que explícita. Se percibe de manera nebulosa y distorsionada porque generalmente se confunde con los contenidos de la conciencia. Este continuo movimiento de influjos oculta la claridad de la conciencia y produce falsas identificaciones del Yo con su contenido, en lugar de hacerlo con la conciencia misma. Si queremos hacer a la conciencia clara, explícita y vital, primero debemos desidentificarnos de los contenidos de la conciencia. Más precisamente, es estado habitual para la mayoría de nosotros consiste en identificarnos con aquello que, en ese momento dado, nos hace sentir más vivos y nos parece más real o más intenso. Esta identificación con una parte de nosotros mismos está ligada, generalmente, a una función predominante o punto focal de nuestra conciencia, ala papel predominante que representamos en la vida. Puede asumir muchas formas. Algunas personas se identifican con su cuerpo. Se perciben y a menudo hablan de sí mismas principalmente en términos de sensaciones, en otras palabras funcionan como si fueran su cuerpo. Otras se identifican con sus sentimientos: perciben y describen su estado de ser en términos afectivos y consideran a sus sentimientos como la parte más central y más íntima de sí mismas, mientras que los pensamientos y las sensaciones se perciben muy fijamente, tal vez como algo separado. Los que se identifican con la mente acostumbran describirse con construcciones intelectuales, aún cuando se les pregunta cómo se siente. A menudo consideran tangencialmente a los sentimientos y a las sensaciones, o los desconocen en una gran parte. Muchos se identifican con una función, como por ejemplo “madre”, “esposo”, “esposa”, “hombre de negocios”, “maestro”, etcétera. Esta identificación con un sola parte de nuestra personalidad puede satisfacernos temporalmente, pero tiene inconvenientes graves. Nos impide realizar la experiencia del Yo, el sentido profundo de autoidentificación, de saber quiénes somos. Excluye, o disminuye, la capacidad de identificarnos con todas las otras partes de nuestra personalidad, de obtener placer de esto y de utilizarlas plenamente. Así, nuestro modo “normal” de expresarnos en el mundo está limitado, en todo momento, a una sola fracción de lo que puede ser. Saber conscientemente, o hasta inconscientemente, que de un modo o de otro no tenemos acceso a gran parte de lo que hay en nosotros, puede frustrarnos y darnos la dolorosa sensación de no estar completos, de ser unos fracasados. Finalmente, identificarse continuamente con una función o con un elemento predominante a menudo, y casi inevitablemente, lleva a una precaria situación de vida, que antes o después se traduce en un sentimiento de pérdida, hasta de desesperación, como en el caso del atleta que se hace viejo y pierde su fuerza física; de la actriz cuya belleza física se marchita; de la madre que se queda sola cuando los hijos crecen; o del estudiante que debe dejar la escuela y afrontar un nuevo tipo de responsabilidad. Estas situaciones pueden dar lugar a crisis graves y a veces muy dolorosas, que pueden considerarse como “muertes” psicológicas más o menos parciales. Aferrarse desesperadamente a la vieja “identidad” en declinación no sirve de nada. La verdadera solución solamente puede ser un renacimiento, es decir, entrar en una identificación nueva y más amplia. A veces, esto involucra a toda la personalidad y requiere un despertar o un “nacimiento” a un nuevo y superior estado de ser. El proceso de muerte y renacimiento ha sido expresado simbólicamente en distintos misterios, y h sido vivido y descrito en términos religiosos por muchos místicos. Actualmente se le está redescubriendo en términos de experiencias y realizaciones transpersonales. Frecuentemente, este proceso tiene lugar sin una clara comprensión de su significado y no raras veces contra el deseo y la voluntad del individuo involucrado. Una colaboración voluntaria, consciente y deliberada puede hacer mucho para facilitarlo, favorecerlo, y acelerarlo. El mejor modo de hacerlo es un ejercicio deliberado de desidentificación y autoidentificación . Por medio de este ejercicio obtenemos la libertad y el poder de elección para identificarnos con, o desidentificarnos de, todo aspecto de nuestra personalidad, según lo que nos parezca más oportuno en cada situación. De este modo podemos aprender a dominar, dirigir y utilizar todos los elementos y los aspectos de nuestra personalidad en una síntesis armónica e inclusiva. Así, este ejercicio es considerado fundamental en la Psicosíntesis. EJERCICIO DE IDENTIFICACION Este ejercicio está considerado como un instrumento para obtener la conciencia del Yo, y la capacidad de enfocar nuestra atención, sucesivamente, en cada uno de los aspectos y funciones principales de nuestra personalidad. Entonces podemos percibir claramente y examinar sus cualidades mientras mantenemos el punto de vista del observador, y reconocemos que el observador no es lo que él observa. En la fórmula que sigue, la primera fase del ejercicio –la desidentificación- consta de tres partes que tratan los aspectos físicos, emotivos y mentales de la conciencia. Esto lleva a la fase de autoidentificación. Una vez adquirida cierta experiencia, el ejercicio ha de ser ampliado y modificado, dependiendo de la necesidad, como se indica enseguida. Procedimiento Póngase en una posición cómoda y relajada, y respire profundamente algunas veces (pueden ser útiles algunos ejercicios preliminares de relajación). Después afirme lenta y deliberadamente: Yo tengo un cuerpo pero no soy mi cuerpo: Mi cuerpo se puede encontrar en distintas situaciones de salud o de enfermedad, puede estar descansando o cansado, pero no tiene nada que ver conmigo mismo, con mi verdadero Yo. Yo valoro mi cuerpo como a un preciado instrumento de acción y de experiencia en el mundo externo, pero es solamente un instrumento. Lo trato bien, trato de tenerlo en buena salud pero no es yo mismo. Yo tengo un cuerpo, pero no soy mi cuerpo. Ahora cierre los ojos, traiga brevemente a la conciencia la sustancia general de esta afirmación y concentre gradualmente la atención en el concepto central: yo tengo un cuerpo pero no soy mi cuerpo. Trate, en lo posible, de tomar conciencia de esto como de un hecho experimentado. Ahora abra los ojos y proceda del mismo modo con los dos estadios siguientes: Yo tengo emociones, pero no soy mis emociones. Mis emociones son diversas, cambiantes y a veces contradictorias. Pueden pasar del amor al odio, de la calma a la ira, de la alegría al dolor, y sin embargo mi esencia –mi verdadera naturaleza- no cambia, “yo” permanezco. Aunque una oleada de ira pueda sumergirme temporalmente, sé que con el tiempo pasará; por lo tanto, yo no soy esta ira. Ya que puedo observar y comprender mis emociones y después aprender gradualmente a dirigirlas, utilizarlas e integrarlas armónicamente, está claro que ellas no son yo mismo. Yo tengo emociones, pero no soy mis emociones. Yo tengo una mente pero no soy mi mente. Mi mente es un preciado instrumento de investigación y de expresión, pero no es la esencia de mi ser. Sus contenidos cambian continuamente mientras ella acoge nuevas ideas, conocimiento y experiencia. A veces rehúsa obedecerme. Por lo tanto no puede ser yo mismo. Es un medio de conocimiento ya sea para el mundo externo como para el mundo interno, pero no es yo mismo. Yo tengo una mente, pero no soy mi mente. La fase siguiente es la de identificación. Afirme lentamente y concentrándose en lo que dice: Después de haberme desidentificado a mí mismo, al yo, de los contenidos de la conciencia, de las sensaciones, las emociones, los pensamientos, reconozco y afirmo ser un centro de autoconciencia pura. Yo soy un centro de voluntad capaz de observar, dirigir y usar todos mis procesos psicológicos y mi cuerpo físico. Concentre su atención en la frase central: yo soy un centro de voluntad y de autoconciencia pura. Trate, en lo posible de tomar conciencia de esto como de un hecho experimentado. Ya que el fin del ejercicio es obtener un estado de conciencia específico; cuando se comprende este objetivo se pueden eliminar muchos detalles del procedimiento. Así, después de haber hecho el ejercicio durante un cierto tiempo –y algunos lo podrán hacer desde el principio- se le puede modificar pasando rápidamente a través de cada fase de la desidentificación, usando solamente la afirmación central y concentrándose en su realización como experiencia. Yo tengo un cuerpo, pero no soy mi cuerpo. Tengo emociones, pero no soy mis emociones. Tengo una mente, pero no soy mi mente. En este punto es importante considerar más profundamente la fase de autoidentificación de la manera siguiente: Entonces, ¿Qué soy yo? ¿Qué es lo que permanece cuando me desidentifico de mi cuerpo, de mis sensaciones, sentimientos, deseos, mente y acciones? La esencia de mí mismo: Un centro de autoconciencia pura. El factor permanente en el flujo cambiante de mi vida personal. Esto es lo que me da el sentido de ser, de permanencia, de equilibrio interior. Yo afirmo la identidad con este centro y reconozco su permanencia y su energía. (pausa) Yo reconozco y me afirmo a mí mismo como centro de autoconciencia pura y de energía creativa, dinámica. Reconozco que desde este centro de verdadera identidad puedo aprender a observar, dirigir y armonizar todos los procesos psicológicos y el cuerpo físico. Quiero alcanzar una conciencia permanente de este hecho, en lo que experimento de todos los días, y usarla para dar a mi vida un significado y un sentido de dirección cada vez mayores. A medida que la atención se aparta cada vez más del estado de conciencia, también la fase de la identificación se puede abreviar. La meta es llegar a realizar el ejercicio con mucha facilidad y poder pasar, en breve tiempo, a través de cada fase de la desidentificación y mantener después la conciencia del Yo durante todo el tiempo que se quiera. Entonces se puede –deliberadamente, y en cualquier momento- desidentificarse de toda emoción trastornante, pensamiento desagradable, función inadecuada y, desde l posición de ventaja del observador alejado, entender más claramente la situación, su significado, sus causas, y el mejor modo de afrontarlos. Este ejercicio ha resultado particularmente eficaz si se practica cotidianamente, de preferencia en las primeras horas del día. Siempre que sea posible, se debe realizar poco tiempo después de haber despertado y se debe considerar como un segundo despertar simbólico. También sirve mucho repetirlo de manera abreviada varias veces al día, regresando al estado de conciencia del yo desidentificado. El ejercicio puede ser modificado, dependiendo del propósito de cada quien y aumentando fases de desidentificación con el fin de incluir otras funciones además de las tres fundamentales (física, emocional, mental), así como las diversas personalidades, funciones, etc. Se puede empezar también con la desidentificación de las posesiones materiales. A continuación hay algunos ejemplos: Yo tengo deseos, pero no soy mis deseos. Los deseos son provocados por los impulsos, físicos y emotivos, y por otras influencias. A menudo son cambiantes y contradictorios, alternan entre la atracción y la repulsión; por lo tanto no son mi yo. Yo tengo deseos, pero no soy mis deseos (conviene colocar esta fase entre la emotiva y la mental). Yo me dedico a distintas actividades e interpreto varias funciones en la vida. Debo realizar estas funciones y lo hago con gusto, como mejor puedo, se trate de la función de hijo o padre, de esposo o de esposa, de maestro o de estudiante, de artista o de dirigente. Pero yo soy más que el hijo, que el padre, que el artista. Estas son funciones, específicas pero parciales, que yo, yo mismo estoy interpretando, acepto hacerlas, y puedo verme y observarme mientras las realizo. Por lo tanto, yo no soy ninguna de ellas. Me he autoidentificado y no soy el actor sino el director de la representación. Este ejercicio se puede hacer en grupo con resultados óptimos. El conductor del grupo dice en voz alta las afirmaciones, y los miembros escuchan con los ojos cerrados, dejando penetrar profundamente el significado de las palabras en su mente. Apéndice 2 Pensamiento y meditación Como en el caso de muchas otras palabras en psicología (por ejemplo, “mente”, “personalidad”, “alma”) a la palabra “meditación” se le atribuyen distintos significados. En su sentido más estricto, se puede considerar sinónimo de pensamiento disciplinado o de reflexión sobre una idea. Más generalmente, incluye otros tipos de acción interior, de los cuales el pensamiento disciplinado es un prerrequisito. En psicosíntesis, la meditación está considerada y se practica bajo la perspectiva de este significado más amplio. Por lo tanto, indicaremos con terminología adecuada, dependiendo del caso, los tipos de meditación que deseamos discutir. Los tres principales son: meditación reflexiva, meditación receptiva y meditación creativa. La meditación, para ser eficaz, requiere una preparación adecuada. Se trata de pasar de la vida normal con su orientación externa (en la que el interés y la atención están monopolizados por nuestras preocupaciones, planes y actividades) a la “acción interna” de la meditación. Esta preparación es triple: física, emotiva y mental. 1. Relajación física. Eliminación, lo más meticulosa posible de toda tensión muscular y nerviosa. 2. Sosiego emocional. El esfuerzo por lograr un estado de tranquilidad. 3. Reflexión mental. La dirección del interés de la mente y la atención interior. MEDITACIÓN REFLEXIVA Su definición más simple es pensar; una definición apropiada pero limitada, ya que no todos tienen las ideas claras a propósito de la función pensamiento. Se ha dicho que “la mente piensa en nosotros”, en vez de ser nosotros los que formulamos pensamientos. En efecto, nuestra mente normalmente funciona de manera espontánea baja la acción de estímulos e intereses de distinto tipo, y en forma más bien desordenada. La mente obra independientemente de la voluntad, y a menudo en oposición a ella. Esta falta de dominio sobre la mente fue descrita muy bien por Swami Vivekananda: Qué difícil es controlar la mente. Ha sido correctamente comparada con un mono enloquecido. Había un vez un mono, inquieto por naturaleza, como todos los monos. Como si esto no fuera bastante, alguien lo hizo beber mucho vino, de manera que se puso más inquieto. Después lo picó un escorpión. Cuando a un hombre lo pica un escorpión salta durante un día entero; y así el pobre mono estaba peor que nunca. Para completar su desgracia, un demonio se adueñó de él. ¿Qué idioma puede describir la incontrolable inquietud de ese mono? La mente humana es como ese mono; incesantemente activa por naturaleza; después se emborracha con el vino del deseo, aumentando así su turbulencia. Después de que el deseo ha tomado posesión de ella, llega, como un piquete del escorpión,, la envidia del éxito de los otros, y por último entra en la mente el dominio del orgullo, haciéndole creer que es muy importante. Qué difícil es controlar esa mente! Gran parte de nuestra actividad mental habitual, por lo tanto, no merece el término de “pensamiento”. Se “piensa” verdaderamente y podemos decir que se reflexiona, que se medita, solamente cuando un interés dominante, sostenido por la voluntad firme y decidida, puede mantener la mente concentrada en una idea y en una tarea. Así, hay quienes meditan sin llamarle meditación a su actividad mental, el científico que busca la solución a un problema, el hombre de negocios que elabora un programa para desempeñar su actividad. Esto es un uso regulado y organizado de las funciones mentales. A propósito de esto debemos reconocer una verdad un poco humillante: estas personas generalmente piensan y meditan bastante más eficientemente que aquellas que tratan de hacerlo con fines psicológicos o espirituales. Si queremos aprender a meditar, debemos darnos cuenta de que la mente es en realidad un “instrumento” una herramienta interior de la que nos debemos desidentificar para poder darle el uso que queremos. Mientras estemos completamente identificados con la mente, no podremos controlarla. Es necesario una cierta “distancia psicológica”, un cierto desapego de ella. Practicar la concentración es el primer paso; el paso siguiente es dirigir la actividad de la mente sobre la línea que hayamos establecido, de modo que efectúe al tarea que le hayamos asignado. En este sentido “pensar” significa reflexionar y explorar profundamente un tema, examinando todas sus implicaciones, sus ramificaciones y sus significados. Si tratamos de hacerlo descubriremos pronto qué superficial e inadecuado es nuestro modo normal de “pensar”. Estamos habituados a llegar a conclusiones apresuradas y a generalizaciones arbitrarias, a considerar solamente un aspecto del tema y a ver o a acentuar solamente lo que corresponde a nuestros prejuicios o a nuestras preferencias. El primer requisito para desarrollar el arte de pensar es el de observar atentamente el proceso mismo del pensamiento y, cuando empiece una desviación, darse cuenta inmediatamente. El segundo implica perseverancia, tenacidad al examinar el tema en profundidad. Aquí se verifica un fenómeno extraño: pocos minutos de reflexión parecen agotar las posibilidades del tema; ya no queda nada que decir a propósito de él. Pero perseverar en este punto, en la reflexión, llevará al descubrimiento de otros aspectos imprevistos, revelando una riqueza de desarrollo a la que no se pueden fijar límites. Un ejemplo servirá para aclarar esto. Tomemos como tema de la meditación la frase “trato de amar y no odiar”. A primera vista, esto parece simple y evidente, en realidad hasta banal, y nos hace pensar: “Naturalmente, siendo una buena persona, con buenas intenciones, trato de amar y no odiar, es tan obvio que no logro encontrar nada que añadir”. Pero la cuestión deja de ser simple si nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Qué significa realmente amar? -¿Qué es el amor? -¿Cuántos tipos de amor hay y cuáles son? - ¿De qué manera soy capaz de amar? -¿siempre he logrado amar como habría deseado? –Si no lo he logrado, ¿Por qué? -¿Cuáles han sido y son los obstáculos y cómo eliminarlos? -¿Qué parte de mi amor depende de la persona a la que está dirigido, y cuál de mi propia naturaleza? Podemos examinar después la palabra “odio”, y hacer preguntas de este tipo: ¿Detrás de qué disfraz se puede esconder? -¿Estoy libre de todo tipo de odio? -¿Experimento odio hacia quien me causa daño? -¿Hacia aquellos que me son hostiles? -¿Son correctos estos sentimientos? –Si no lo son ¿cómo se pueden corregir? -¿Qué actitud se debe adoptar hacia el mal en general? -¿Cuál es el significado del dicho “un enemigo es tan útil como un Buda”?13. Es obvio que no podemos examinar todos estos interrogantes en una sola meditación. Estas ofrecen posibilidades de reflexión para una serie prolongada de meditaciones. Así descubrimos cuánta riqueza hay en cada concepto, cuánto significado se esconde en una afirmación aparentemente tan simple. ¿Cuáles son las metas de la meditación? Debemos ser claros en este propósito, porque las metas determinan el tema a escoger y el procedimiento a adoptar. Uno de los objetivos de la meditación reflexiva es conceptual, es decir, el de tener una idea clara sobre un tema dado o un problema. La claridad de un concepto es más clara de lo que se supone, y también aquí el primer paso es darse cuenta de que nuestras ideas no son claras. Otro objetivo, aún más importante, es el de adquirir el conocimiento de nosotros mismos (de esto hablaremos después). Algunos temas para la meditación son: 1. Las distintas cualidades psicológicas y espirituales que deseamos despertar o reforzar en nosotros: valor, fe, serenidad, alegría, voluntad, etc.. 2. Símbolos (ver la extensa discusión de los símbolos y sus usos en Psicosíntesis). 3. Una frase que expresa un pensamiento, éste ha sido llamado un pensamiento-semilla, de los que hay dos categorías principales: a) Las que parecen simples y obvias, como la que hemos comentado (trato de amar…) b) Las que, al contrario, están formuladas de una forma tan paradójica que al principio suscitan perplejidad. Su forma está construida sobre contradicciones aparentes, que pueden ser conciliadas solamente encontrado una síntesis a un nivel más alto y más exclusivo. Los Koan del Budismo Zen son modelos extremos de estos pensamientos-semilla paradójicos. He aquí unos ejemplos de estas paradojas, que se podrían llamar acertijos psico-espirituales: “actuar con interés y desinterés”, “sufrir con alegría”, (lo que significa amar el sufrimiento), “apurarse lentamente”, “vivir en lo eterno y en el momento”, “ver la acción en la inactividad y la inactividad en la acción” (el tema de uno de los libros del Bhagavad Gita). 4. El tema de meditación más importante, en realidad indispensable, para efectuar la psicosíntesis personal es la meditación reflexiva sobre el propio yo. Con ésta se puede distinguir entre la autoconciencia pura o conciencia del Sí, y los elementos psicológicos o partes de la personalidad propia a los distintos niveles. De esta distinción ya hemos hablado, pero vuelvo a mencionarla porque es un requisito fundamental para adquirir la conciencia del Sí. 13 Es oportuno hacer una advertencia en lo que se refiere a la meditación sobre temas negativos. Un aspecto fundamental de la meditación consiste en focalizar nuestra atención en el tema escogido para la meditación. Esto le da energía y lo amplifica por el “poder nutritivo de la atención” (véase aplicaciones prácticas de la Voluntad Sabia; Respiración y Alimentación Psicológica). Por lo tanto, la meditación dirigida hacia un tema negativo debe ser decididamente evitada. Sin embargo, la meditación sobre un aspecto negativo puede estar exenta de peligro y ser útil siempre que sea hecha de manera positiva, es decir, con la intención de mejorar, de reducir o de neutralizar cuanto haya de negativo. La actitud hacia el odio, que describimos antes, es un ejemplo de este enfoque positivo. Pero una meditación de este tipo es una empresa relativamente avanzada. Es mejor intentarla después de haber desarrollado eficiencia y control notables, y sólo cundo surja una necesidad específica y absoluta. Esta toma de conciencia, esta posibilidad de observar la propia personalidad “desde lo alto” y “desde una distancia interior” no debe ser confundida con el egocentrismo y la preocupación de sí mismo. Estos en realidad reflejan precisamente lo contrario, siendo frutos de la identificación con los elementos de la personalidad y de un interés excesivo por los defectos personales, las opiniones y los juicios de otros que a menudo causan un agudo sentimiento de preocupación. Finalmente, la meditación reflexiva sobre nosotros mismos no debe ser considerada como un proceso pasivo de observación, no es solamente un inventario de hechos; pretende entender, interpretar y evaluar todo lo que descubramos en nosotros mismos.14 MEDITACIÓN RECEPTIVA Una clara comprensión de la diferencia entre meditación reflexiva y meditación receptiva se puede obtener fácilmente considerando la mente como un “ojo interior”. En la meditación reflexiva el ojo de la mente está dirigido, por así decirlo, horizontalmente. Observa el objeto, el tema de la meditación, el pensamiento-semilla, o los distintos aspectos de la personalidad. En la meditación receptiva, por el contrario, el ojo de la mente está dirigido hacia lo alto, y trata de descubrir qué puede ver en un nivel superior al de la conciencia ordinaria y al de la misma mente. El primer estadio es el silencio. Pero recibir del superconsciente una intuición, una inspiración, un mensaje o un estímulo para actuar, requiere de la eliminación de la fuerza que le impide descender dentro de la esfera de la conciencia. Por esto es necesario el silencio. A propósito de esto, una persona habituada a meditar refirió la siguiente experiencia: “Estaba sumergido en una meditación profunda y sabía que había llegado a un estado claro, radiante, cuando este pensamiento me atravesó la mente: “sé que estoy en este nivel y sin embargo estoy sordo y ciego y no logro ni ver ni oír nada. Pasó un momento y luego vino esta ingeniosa respuesta: “si también estuvieras callado, podrías ver y oír”. Estar en silencio y mantener el silencio interior implica un esfuerzo continuo; lamente no está acostumbrada a esta disciplina; patea contra los aguijonazos y trata de huir. Existen varios modos para obtener el dominio de la mente. El primero, indicado por Vivekananda, consiste en mantener durante un cierto periodo la actitud firme y paciente del observador hasta que la mente se cansa de su actividad inquieta. Se puede hacer cada día, pacientemente, por un periodo breve. Otro método consiste en repetir con constancia una palabra o una frase, pronunciando las palabras en voz alta. Un tercer modo es el de evocar un cuadro mental. Las palabras y las imágenes eficaces son las que inducen a un estado de calma, de paz y de silencio. Una frase adecuada es ésta, que fue tomada de un himno de los Misterios Griegos: “Cállense, oh cuerdas, para que una nueva melodía pueda fluir en mí”. Las imágenes eficaces incluyen un lago tranquilo que refleja el azul del cielo, la majestuosa cima de una montaña, y especialmente el cielo estrellado en el silencio de la noche. 14 Aquí es necesaria otra advertencia. Meditar sobre sí mismo a veces trae a la conciencia elementos de la personalidad que molestan, o la presencia creciente de emociones negativas. Si esto sucede es porque la meditación se hizo de manera errónea, es decir, desde un punto de vista que no era objetivo y desidentificado. Pero mantener en la conciencia tal punto de equilibrio es particularmente difícil cuando meditamos sobre nosotros mismo, y al principio puede ser francamente imposible, para algunos de nosotros, por ejemplo, a los tipos más introspectivos e imaginativos. En este caso es aconsejable aplazar la meditación sobre nosotros mismos, y por el momento escoger temas más impersonales y al mismo tiempo dar particular importancia al ejercicio de desidentificación. En otros casos surge una dificultad: se presenta una sensación de pesadez y de somnolencia. Se debe resistir a esto con firmeza porque puede llevar a un estado de pasividad en el que irrumpen elementos del inconsciente, particularmente del inconsciente colectivo y del inconsciente inferior, o de energías psíquicas extrañas. Apenas nos demos cuenta que esto está ocurriendo, debemos interrumpir y suspender la meditación, por lo menos un rato. En general, la meditación receptiva presenta mayores dificultades que la meditación reflexiva, y debe ser practicada con mucha atención si se quiere evitar sus efectos dañinos. ¿Cómo y de qué manera llegan los “mensajes”, es decir, el material que recibimos? La manera más común es el de la visión o iluminación. Como hemos dicho, la mente es simbólicamente un “ojo interno”, por que puede “ver”, en el sentido de comprender. Puede llegar a ser consciente del significado de hechos y eventos, “ver” la solución de un problema y tener una idea “luminosa!. La intuición es una forma superior de visión. Etimológicamente está ligada a la palabra visión, y significa “ver internamente” (in-tueri). En su forma más alta puede ser considerada una comprensión sobrerracional de la naturaleza de l realidad, de su esencia. Por lo tanto es distinta de lo que comúnmente se llama “intuición” (corazonadas, sensaciones instintivas, impresiones psíquicas, presentimientos que se refieren a hechos y personas). La acción interna de quien trata de percibir la realidad interior se llama “contemplación” o “estado contemplativo”, que puede ser definida como revelación de la divinidad intrínseca de todas las cosas, en la naturaleza y en los seres vivientes. Un segundo efecto de la meditación receptiva puede ser “el oído interno”; pero también aquí es necesario distinguir atentamente entre la percepción psíquica de voces y de sonidos, y el verdadero oído transpersonal. La información proveniente de los niveles superiores es, en su mayoría, de carácter impersonal; los mensajes son breves pero llenos de significado. A menudo tienen una calidad simbólica, aún cuando parece que tengan un significado concreto. Un ejemplo famoso es el mensaje recibido por San Francisco: “ve y restaura mi Iglesia”. Inicialmente lo interpretó como la orden de reconstruir una iglesia en ruinas. Después comprendió que se le había pedido algo distinto, restaurar la Iglesia misma, que estaba en decadencia en su época. Muchas impresiones artísticas, literarias y musicales pertenecen a esta categoría de oído interno. A veces ocurre un verdadero diálogo entre el Yo personal y el Sí. La mente, recogida en meditación, hace preguntas y recibe respuestas interiores, rápidas y claras. Cuando se trata de hacer tal diálogo, se debe usar mucha prudencia y discriminación. Frecuentemente se oyen “voces” y se reciben “mensajes” que vienen o son trasmitidos por el inconsciente personal o colectivo, cuyo contenido no coincide con la verdad. Estos pueden engañar y tienden a dominar y obsesionar. Una tercera forma de receptividad se puede llamar “contacto”, porque tiene cierta semejanza con el sentido del tacto o la “sensación a través del contacto”. Expresa un significado similar al contenido de las frases “establecer un contacto con alguien”. “Estar en rapport con alguien”. Es un contacto interior, un contacto con el Sí. Indica una relación, una unión o un alimento con el Sí que nos hace receptivos a su calidad, permitiéndonos identificarnos o unirnos conscientemente, aunque sea sólo por un momento, con esa realidad espiritual. Este acercamiento interior, este “tocar” el Sí, nos armoniza, nos vivifica y nos recarga de energía. El cuarto modo de recibir una impresión del Sí superior toma la forma de un estímulo para la acción; su percepción provoca en nosotros el impulso para hacer una cosa determinada, de comprometernos con una actividad particular, o de asumir ciertas tareas y deberes. La recepción está seguida por el estadio de registro, es decir, la fase en la que se alcanza y se mantiene una percepción clara de todo lo que se ha recibido. Las impresiones de origen superior frecuentemente son claras y vívidas en el momento, pero tienden a desaparecer rápidamente del campo de conciencia y si no se les aferra y se les registra inmediatamente, a menudo se pierden Además, el simple hecho de fijarlas por escrito contribuye a que se les entienda mejor; no solamente la impresión se desarrolla a veces mientras escribimos, sino que, en un cierto sentido, continuamos “recibiendo”. Otro tipo interesante de receptividad es la recepción retardada. Sucede a menudo que durante la meditación receptiva parece que no ocurre nada y permanecemos en un estado de “oscuridad”. Nada nuevo aparece sobre la superficie de la conciencia, excepto un sentimiento general de calma y de descanso. Pero esto no significa necesariamente que la meditación no haya tenido fruto. A menudo, durante el día o en los días siguientes, se presenta inesperadamente una impresión y una inspiración. Puede venir en cualquier momento, mientras que se está en una actividad completamente diferente, en los momentos de descanso o en la mañana al despertar. A veces se puede relacionar la meditación aparentemente no lograda y la inspiración siguiente. Deberemos, por lo tanto, al final de la meditación, mantener una actitud interior de espera vigilante, definible como “actitud meditativa” que, cuando ha sido desarrollada con el ejercicio, puede ser mantenida más o menos durante todo el día. Por lo tanto, podemos entrenarnos a mantener un estado de doble percepción; esto implica la capacidad de concentrarnos normalmente en nuestras actividades externas, y tener una parte de la atención dirigida hacia el mundo interno. Quisiera ofrecer, además, estas sugerencias técnicas sobre la meditación. Interrumpan la meditación cada vez que ocurra una estimulación excesiva o sus síntomas; tensión nerviosa, excitación emotiva, actividad febril. El tiempo que se debe dedicar a la meditación varía, pero para empezar no debería ser mayor de diez o quince minutos; con esto es suficiente. También varía el periodo en que se debe usar un tema, pero no debería ser menos de una semana, y cuando ya se ha hecho un poco de ejercicio, un mes generalmente parece demasiado corto. Algunos temas parecen ser virtualmente inagotables. Un buen método es el de meditar en una serie de temas de rotación, usando un tema a la semana hasta volver a empezar la serie. Finalmente, existe un modo de practicar la meditación receptiva que presenta muchas ventajas. La meditación en grupo favorece la concentración (salvo en algunos casos), confiere integración y protección recíprocas; además hace posible una verificación recíproca y el compartir los resultados con todos los miembros del grupo. MEDITACION CREATIVA La meditación puede ser creativa porque es una “acción interior”. A veces se consideran contrastantes la meditación y la acción, pero esto es erróneo. El dominio y la aplicación de las energías psicológicas y espirituales son acciones, porque requieren voluntad, entrenamiento, y el uso de técnicas apropiadas; y sobre todo porque tienen efectos que producen resultados. Existen varios objetivos para los que se puede usar la meditación creativa. El primero y el más importante es la autocreación. Por medio de la meditación podemos mofificar, transformar y regenerar nuestra personalidad. Un sistema eficaz es el ejercicio del “modelo ideal” (véase Psicosíntesis) que puede ser considerado un “modelo” de meditación creativa. Usamos el poder creativo del pensamiento y de todas las otras fuerzas psicológicas continuamente, espontáneamente, y hasta inevitablemente. Pero lo hacemos sin darnos cuenta, casualmente, por lo tanto, con escasos resultados constructivos, y en los peores casos, causando daño a nosotros mismos y a los demás. Para sacar beneficio de esto debemos, sobre todo, descubrir cuáles motivos nos animan, y dar paso sólo a los buenos, es decir, los que son expresión de la “voluntad buena”. Por lo tanto es necesario establecer con precisión nuestros objetivos. En el periodo actual de reconstrucción, en todos los campos se están construyendo nuevas formas, y podemos colaborar ayudando en l creación y la manifestación de las ideas que las forman, las animan y las modelan. Los distintos estadios de la meditación creativa son: 1. Concepción clara y formulación precisa de la idea. 2. Uso de la imaginación o “vestidura” de la idea con imágenes y símbolos “sugestivos2. 3. Vivificación de la idea con el calor del sentimiento y la fuerza propulsiva del deseo. Un amplio bosquejo para la meditación sobre la voluntad se presenta en seguida. El mismo esquema, con las modificaciones adecuadas, se puede usar para otros temas. También se le puede adaptar dependiendo de la meta específica o del tipo psicológico de quien hace la meditación. Esquema de meditación sobre la voluntad I. Preparación 1. Relajación física, tranquilidad emotiva, recogimiento mental 2. Concentración. Realización de autoconciencia pura. 3. Elevación Dirigir la aspiración del corazón y la atención de la mente hacia el Sí. 4. Identificación Identificación imaginativa y afirmativa con el Sí. II. Meditación reflexiva Temas sugeridos: 1. Uno de los estadios del acto de la voluntad Propósito. Meta. Finalidad. Evaluación. Motivación. Intención. Deliberación Elección. Decisión Afirmación. Dominio Planificación y Programación Dirección de la ejecución. 2. Una de las cualidades de voluntad Energía. Poder dinámico. Intensidad Dominio. Control. Disciplina Concentración. Atención. Convergencia. Focalización Determinación. Decisión. Resolución. Prontitud Perseverancia. Resistencia. Paciencia Iniciativa. Valor. Audacia Organización. Integración. Síntesis Uso de símbolos 1. Visualización Visualizar claramente y con constancia un símbolo de la voluntad. Imágenes sugeridas: III. a) Una antorcha llameante b) “El Moisés”, de Miguel Ángel c) Un auriga deteniendo las riendas de tres caballos (Krishna en el Bahavad Gita) d) Un hombre al timón de un barco. e) Un director de orquesta al dirigir. f) Fuego g) Una lanza h) Un cetro i) Una corona j) Una torre k) Cima de una montaña iluminada por el sol que nace 2. IV. V. VI. Símbolos auditivos Sonido sugerido: “El motivo de Sigfrido”, de Wagner Meditación receptiva 1. Invocación “Que la voluntad del Sí guíe y dirija mi vida” 2. Recepción Descenso silencioso del flujo de la energía de la Voluntad en la persona, a todos los niveles (mental, emocional, físico) Afirmación “Yo proclamo y celebro la Voluntad en el pensamiento, en la palabra, y en la acción” Expresión 1. Decir en voz alta: “La Voluntad Buen del Sí se expresa en mí como buena voluntad” 2. Seleccionar y formular algún uso específico de la Voluntad para ser demostrado en la vida diaria. Apéndice 3 Cuestionario sobre la voluntad Un cuestionario general para evaluarse y conocerse a sí mismo se encuentr en el capítulo “Inventario-exploración del inconsciente”, en Psicosíntesis. Aunque fue escrito con fines terapéuticos, con pequeñas modificaciones se le puede usar para la autorrealización y para la psicosíntesis educativa. El siguiente cuestionario sobre la Voluntad está considerado sobre todo como un autoexamen para hacerse después de la lectura de este libro, y puede ser muy útil también en psicoterapia y en el campo educativo. Tiene un valor específico y responde a una necesidad real: l de conocer las fuerzas, las debilidades y las complejidades de la función-voluntad. Puede servir como una base sólida para establecer un programa eficaz y bien equilibrado para entrenar la voluntad. Entrenar la voluntad es una tarea que dura toda la vida y que requiere perseverancia, paciencia, constancia en los intentos y las intenciones. De un programa desarrollado concienzudamente se obtienen resultados que hacen que valga la pena haber hecho el esfuerzo, y que vuelven cada vez más fácil el trabajo que queda por hacer. Las respuestas escritas al cuestionario se utilizan de varias formas, ya que se pueden repetir a intervalos establecidos para controlar los progresos logrados y estimulan la acción. Cuestionario sobre la voluntad I. Aspectos de la voluntad (Fuerte. Sabia. Buena. Transpersonal) ¿Cuáles están más desarrollados o más activos en usted? ¿Cuáles están menos desarrollados o poco desarrollados? II.Cualidades de la voluntad (Energía. Dinamismo. Intensidad. Dominio. Control. Disciplina. Concentración. Atención. Convergencia. Focalización. Determinación. Decisión. Resolución. Rapidez. Perseverancia. Resistencia. Paciencia. Iniciativa. Valor. Audacia. Organización. Integración. Síntesis). ¿Cuáles están desarrolladas y activas? 1.¿Poco? 2. ¿De manera bastante equilibrada? 3. ¿Relativamente demasiado (en comparación con las otras)? III. Estadios de la voluntad (Propósito. Meta. Finalidad. Evaluación. Motivación. Intención. Deliberación. Decisión. Elección. Afirmación. Mandato. Planificación. Programación. Dirección de le ejecución). 1. ¿Cuáles estadios de la voluntad están más desarrollados y funcionan mejor en usted? 2. ¿Cuáles están poco desarrollados? 3. ¿Cuáles se han, relativamente, desarrollado con mayor intensidad (comparados con los otros)? IV. V. VI. VII. Entrenamiento y desarrollo activo de la voluntad 1. ¿Ha hecho ejercicios para entrenar la voluntad? ¿Cuáles? ¿Con qué resultados? 2. ¿Cuáles ejercicios está haciendo actualmente? ¿Cuáles intenta hacer en el futuro? ¿Cuáles influencias (externas e internas) le han ayudado a desarrollar y a usar la voluntad? ¿Cuáles influencias (externas e internas) le han estorbado en el desarrollo y en el uso de la voluntad? ¿Tiene sugerencias, hechos u observaciones que quiera comunicar a propósito de la voluntad? ¿Puede citar ejemplos de experiencias (históricas o privadas) del uso y del desarrollo de la voluntad? ¿Tiene otros comentarios o preguntas sobre la voluntad? Apéndice 4 Reconocimiento histórico Cuando examinamos el tema de la voluntad, nos encontramos frente a una situación extraña y hasta paradójica. Encontramos que, en el pasado y aproximadamente hasta principios de este siglo, la voluntad ha sido objeto de un extendido interés entre los filósofos, teólogos, educadores, y algunos psicólogos de mentalidad filosófica. Un reconocimiento histórico y el examen crítico de los numerosos y a menudo contrastantes conceptos de la voluntad rebasan los objetivos de este libro. Estos conceptos constituyen uno de los propósitos de la investigación propuesta en el Proyecto de la Voluntad. Parece oportuno, sin embargo, con el fin de dar una perspectiva y una estructura, indicar brevemente algunas de las opiniones más significativas de aquellos que han tratado el tema de la voluntad. En la India, el método Raja Yoga de desarrollo psicológico y espiritual destaca la necesidad de usar la voluntad. En los Yoga Sutras de Patanjali leemos: El control de estas modificaciones de la mente debe obtenerse mediante el esfuerzo incansable y el no apego. Cuando el objetivo por alcanzar es suficientemente apreciado y los esfuerzos para conseguirlo son persistentes e incesantes, entonces la estabilidad de la mente está asegurada. El logro de este estado (conciencia espiritual) es rápido para aquellos cuya voluntad es intensa y viva. Aun aquellos que usan la voluntad difieren entre ellos, porque el uso de ésta puede ser intenso, moderado o suave. Según Patanjali >”uno de los siddhi, o poderes psíquicos que el Yogi debe desarrollar, es una voluntad irresistible (prakamya)”. La gran importancia que el Budismo Zen atribuye a la voluntad está expresada en las siguientes afirmaciones del D.T. Suzuki: El hecho más importante que se oculta detrás de la experiencia de la Iluminación, es, por lo tanto, que Buda buscó con el mayor afán resolver el problema de la ignorancia y toda su fuerza de voluntad estuvo dirigida hacia una solución positiva. La Iluminación, por lo tanto, debe involucrar tanto a la voluntad como al intelecto…La voluntad es el mismo hombre y el Zen recurre a ella. Europa ha tenido varias escuelas de voluntarismo, que han asignado a la voluntad un posición central en el hombre. San Agustín decía que Dios y el hombre no son otra cosa que voluntad (nihil aliud quam voluntates sunt). Duns sotus, el gran representante de la escuela voluntarista teológica, declaró que “la naturaleza del alma es voluntad”. Leibniz puede ser considerado entre aquellos que han sostenido una concepción dinámica de la vida psicológica. Puso énfasis en la intención como característica básica de la voluntad, y afirmó que la intención y la actividad son fundamentales en la vida humana (Quod non agit non existit). Más tarde, otras concepciones fueron sostenidas y expuestas por filósofos como Fichte, Schelling, Von Hartmann y Nietzsche. Pero sus amplias concepciones de la “voluntad” reconocían dentro del acto volitivo todo tipo de intentos, incluso una “voluntad inconsciente”, y por lo tanto no admitían la característica específica de la voluntad humana, es decir, la elección consciente. En Francia, varios filósofos han tratado la voluntad. Digno de particular mención fue Maine de Biran, según él l voluntad se manifiesta como un effort (esfuerzo) para superar las resistencias creadas del Yo (moi). Otros que han reconocido la importancia de la voluntad fueron Sécretant, Ravaisson, y particularmente, Blondel, quien puso de relieve el aspecto dinámico (action). Dos filósofos polacos han sostenido firmemente la concepción voluntarista. Uno, Cieskowski, opuso al “pienso, por lo tanto existo” de Descartes, su “quiero, por lo tanto pienso y existo”. El otro, W. Lutoslwski, fue el autor de un libro en alemán, Seelenmacht, y de uno en inglés, The World of Souls. El ruso, Ouspensky en su libro El cuarto camino, subraya la importancia de la voluntad y da instrucciones para su entrenamiento. Otra contribución importante fue hecha por Soren Kierkegaard. En la misma línea existencial está el concepto de la voluntad de Heidegger, concepto que J. Macquarrie describió hábilmente en su artículo “Concepts of Willing” (Voluntad y existencia). En agudo contraste con estas concepciones voluntaristas, la moderna psicología científica en general, no sólo se ha abstenido de tratar la voluntad sino que muchos psicólogos han negado su existencia! Este hecho sorprendente puede ser atribuido a varias causas. Una es que prevalece la concepción reducida del método científico, que ha sido identificado con técnicas cuantitativas objetivas (medida, estadísticas, etc.) como son usadas en las ciencias naturales; con el resultado de que la voluntad no es un fenómeno que se pueda someter a un investigación científica. Esta posición ha contribuido a difundir, y a hacer aceptable, el punto de vista estrechamente determinista del comportamiento y del psicoanálisis freudiano. Hay, además, otro motivo por el cual la existencia de la voluntad ha sido negada: es la reacción a las concepciones puramente teóricas y generalmente metafísicas de filósofos y teólogos, y a las correspondientes discusiones inalcanzables sobre el “libre albedrío”. Otra es la reacción a la concepción equivocada de la voluntad que difundieron los moralistas y educadores del siglo XVIII, ellos veían a la voluntad como una función represiva y coercitiva, sistemáticamente opuesta y hostil a los instintos humanos naturales. Y existe además el hecho de la estrecha relación existente entre la voluntad y el Sí personal o ego. Hasta hace poco tiempo, l psicología científica ha dedicado al estudio del Sí personal solamente una atención limitada y lvoluntad ha sido descuidada de forma semejante. El hecho de que los psicólogos “académicos” hayan encontrado el tema de la voluntad interesante y embarazoso durante algún tiempo, ha sido expresado con humorismo inconsciente en la siguiente afirmación, extraída del Dictionary of Psychological and psychoanalytic terms, de H.B. y A.C. English, una obra recopilada con loable precisión y objetividad. …La psicología popular tiene una doctrina bastante completa de l voluntad y de la actividad voluntaria. La psicología científica apenas ha llegado al punto en el cual es posible definir cómo se usan los distintos términos. Es probable que un cierto número de hechos bastante distintos entre ellos haya sido reunido en una única palabra. Sin embargo, no parece posible excluir el concepto de comportamientos, definibles como voluntarios, que difieren de otros comportamientos en muchos aspectos difícilmente definibles. Por lo tanto, no siento fácil decir en qué consiste la diferencia, el movimiento voluntario parece ser empíricamente distinto del movimiento involuntario. S. Hiltner ha observado en una afirmación más drástica que: Aunque tanto la psicología como la teología se han ocupado por distintas razones de cuestiones que hacían superfluo o que atacaban directamente el concepto de voluntad… ha llegado el momento de considerar si, como se cuenta que Mark Twain dijo a propósito de la noticia de la propia muerte, la “definición de la voluntad fue exagerada”. La confusión existente y l diversidad de opiniones sobre la voluntad pueden ser atribuidas a distintos factores. Muchos le han conferido un significado demasiado amplio y genérico, incluyendo también una “voluntad inconsciente”, aunque un claro conocimiento y la elección deliberad de un fin, o la intención de alcanzarlo, sea un característica esencial de la voluntad humana. Y más aún, muchos escritores han tratado el tema de manera vaga y en forma popular, resaltando solamente el “poder” de la voluntad, y exagerando al proclamar sus maravillas. Además, otros escritores han usado la palabra “voluntad” cuando de hecho se referían a otras funciones psicológicas. Dos ejemplos ilustrarán lo que he dicho: P.E. Levy, en su libre Léducation rationelle de la volonté, se limita casi exclusivamente a hablar de la técnica de la sugestión. Duchâtel y Warcollier, en Les miracles de la volonté, solamente subrayan el poder de la imaginación. Psychology and the Promethean Will, del Dr. W.H. Sheldon, habla en la mayor parte de su hábil exposición, de la naturaleza y del significado del conflicto, pero a la voluntad hace alusión sólo incidental y superficialmente. Por otra parte, algunos escritores han tratado a la voluntad sin usar esta palabra –un ejemplo típico es el excelente Self-Know- ledge and Self-Discipline de Mathurin. Si bien no se puede decir que la voluntad haya sido del todo ignorada por los psicólogos académicos modernos, se debe observar que casi todos los que se han ocupado de ella le han dado solamente una consideración parcial, y les ha faltado reconocer la importancia y la posición central que tiene en le vida psíquica del hombre. Por ejemplo, Wundt es considerado como una “voluntarista”, pero su concepto de la voluntad es unilateral y limitado; la reduce a una serie de procesos emotivos. La razón principal es omitida como si no fuera esencial. En distintos periodos de su actividad científica, William James dio una contribución válida a la psicología de la voluntad, reconociendo plenamente la realidad y la importancia de la función volitiva. Su Principles of Psychology contiene un análisis de los distintos modos por los cuales se llega a tomar una decisión, análisis que subraya la importancia del elemento motor o impulso, de las representaciones o imágenes mentales. Hizo referencia también al “poder de la atención voluntaria” e indicó la importancia del estadio de afirmación, el “fiat”, pero no formuló un concepto coherente e inclusivo de la voluntad. La libertad de la voluntad, concluye, es un misterio, pero el “punto de vista determinista no podrá jamás ser probado objetivamente” y, afirma, “yo mismo soy partidario de los que sostienen el libre albedrío”. También declaró: “yo iré un paso más allá con mi voluntad, no sólo actuaré con la voluntad, sino que también creeré; creeré en mi realidad individual y en mi poder creativo”. El psicólogo suizo Edouard Claprède reconoció que un acto, para ser voluntario, debe ser intencional e implica un elección y una preparación para el futuro. Pero afirmó que “todo acto voluntario es la expresión de un conflicto y de una lucha… y la función de la voluntad es precisamente la de resolver el conflicto”. Esta última afirmación, sin embargo, no es coherente con el hecho de que algunos actos voluntarios no implican esfuerzo, como por ejemplo, aquellos en los que el Yo voluntariamente acepta un impulso o un instinto que considera justificado o bueno. Además, la dirección de la ejecución que es el último estadio del acto volitivo, generalmente no requiere conflicto, ya que representa, de manera fundamental, la supervisión de las actividades hechas por las otras funciones psicológicas. También otro psicólogo suizo, Jean Piaget, ha sostenido que querer presupone siempre un conflicto de tendencias, pero su análisis del proceso de querer no incluye un reconocimiento de su naturaleza específica, que él reduce a una interacción entre “percepción y estímulo emotivo. Las diferentes personas que sostienen la psicología de lo profundo tienen opiniones distintas y divergentes entre las funciones de la voluntad. Freud y los psicoanalistas “ortodoxos” ignoran, o hasta niegan, la existencia de la voluntad sobre la base de la filosofía. Determinista (determinismo debe ser considerado una filosofía porque carece de pruebas científicas, como ha afirmado William James y como se demuestra cada vez más con el desarrollo de la ciencia moderna). Jung, al final de sus Tipos psicológicos escribe: Considero voluntad a la suma de la energía psíquica a disposición de la conciencia. Bajo este concepto, el proceso de la voluntad sería un proceso energético activado por una motivación consciente. Un proceso psíquico, por lo tanto, que está condicionado por una motivación inconsciente, yo no lo incluiría en el concepto de la voluntad. Sin embargo, aún reconociendo y hasta subrayando la realidad y la función dinámica de fines, metas y objetivos, no investigó los distintos aspectos y las diferentes fases de la voluntad, ni tampoco el uso de la voluntad en sus procedimientos terapéuticos. Alfred Adler ha considerado a la voluntad principalmente como una lucha inconsciente para superar las inferioridades físicas y psicológicas, como teniendo una “función compensativa”. Un psicólogo francés, Edgar Forti, seguidor independiente de la “psicología individual” de Adler, ha hecho un estudio particularizado de la relación entre la doctrina y la práctica de Adler y la “psicología de la voluntad”, así como entre las opiniones de Adler y la “caracterología” concebida como la investigación y la clasificación de tendencias y comportamientos diferentes. Charles Baudoin, que fundó y dirigió durante muchos años el Institut Internacional de Psychagogie et Psychothérapie de Ginebra, ha hecho un penetrante análisis de la función volitiva, dando particular importancia al estadio de decisión. Esta implica, dice, un sacrificio y una renuncia, y hace la observación de que la palabra “decisión” deriva del verbo latino caedere, que significa “cortar”. Baudoin, sin embargo, no fue más allá, no extendió sus sutiles y penetrantes investigaciones sobre el funcionamiento de la energía psicológica hacia el desarrollo del concepto de la voluntad; ni hizo uso de las técnicas de la voluntad en su trabajo psicoterapéutico. Entre los psicólogos de lo profundo, Otto Rank atribuye especial importancia a l funciónvoluntad y ha elaborado un sistema teórico basado en ella. La complicada naturaleza de su teoría nos impide dar aquí una breve descripción y además, mientras la elaboraba, Rank cambió de opinión al punto de adoptar puntos de vista contrarios en distintos momentos. Como dice Ira Progoff en su hábil exposición sobre las ideas de Rank: “A él le interesaba sobre todo poner de relieve el grado de libertad que el individuo posee, en contraste con el determinismo biológico que está implícito en la teoría freudiana de los instintos”. “El ser humano –dice Rank- tiene experiencia de su propia individualidad en términos de voluntad, y esto significa que su existencia personal se identifica con su capacidad de expresar su voluntad en el mundo”. Pero Rank, que había sido influenciado fuertemente por Nietzsche, no distingue entre instinto, deseo y voluntad, o entre la voluntad autoafirmativa, egoísta, del yo, y la voluntad “como instrumento primario de experiencia creativa y religiosa”, la “voluntad de inmortalidad”. Además, hace una gran diferencia entre sus teorías sobre la voluntad y el uso de la voluntad consciente como agente terapéutico, sosteniendo que las dos cosas deben mantenerse separadas. Contemporáneamente a este desarrollo, y por lo general en fechas anteriores, varios investigadores han hecho estudios experimentales sobre los modos en que opera la función-voluntad. Narcis Ach y Albert Micote pueden ser considerados como pioneros en este campo, seguidos por Aveling, Bartlett, y algunos otros. Estos son mencionados por Aveling en Personality and Hill, en donde resume y examina hábilmente sus métodos y sus resultados. El acercamiento era experimental, basado en la medición del tiempo de reacción de un cierto número de parámetros eléctricos del organismo, y de otras variables psicológicas. Fueron observados muchos resultados interesantes, entre ellos la importancia de la atención (que confirmaba así la intuición de William James) y la distinción entre voluntad, conato (intento) y esfuerzo. “Entre el verdadero querer y el esfuerzo, o actuación de la acción querida, había un diferencia en el tipo de los procesos mentales… Una volición que desemboque aún en una acción difícil puede estar absolutamente privada de esfuerzo. La voluntad no es de por sí esfuerzo, aunque pueda ser el punto de partida para un esfuerzo de naturaleza excepcional”. Junto a estos experimentos, tanto Ach como Avelino ha hecho sutiles análisis introspectivos de las distintas fases del acto volitivo. Sus descripciones son demasiado largas para ser reportadas aquí; mencionaré solamente que una de las fases más importantes descritas es la experiencia de un elemento “real” o “vivido”, que se expresa como “yo verdaderamente quiero”. Según Ach, “esta experiencia es esencial para toda decisión voluntaria… cuando no es experimentado… el proceso consciente no es voluntario”. Otras investigaciones experimentales hechas por Webb y Landes demuestran l gran diferencia entre perseverancia, persistencia y voluntad. Pero esta prometedora línea de investigaciones experimentales iniciales no ha sido seguido activamente.15 Solamente en los últimos años el tema de la voluntad ha atraído la atención de algunos psicólogos, psicoanalistas y de otros escritores que lo han examinado. L. H. Farber publicó un libro discutido y estimulante: The Ways of the Will. En él postula “dos campos de la voluntad”: el primero no es sujeto de experiencia y es por lo tanto inconsciente; el Segundo es percibido como presente y conscientemente dirigido hacia el fin. Mientras que considerar como “voluntad” al “impulso inconsciente hacia una cierta dirección” (primer campo) no parece justificado, la concepción clara y explícita de Farber de la “voluntad como elemento motor responsable” es apreciable. Sin esta concepción, observa, “tendemos a contrabandear la voluntad, bajo otros nombres, en nuestros sistemas psicológicos”. Una importante contribución a la posición central de la voluntad en la constitución humana y en psicoterapia fue hecha por Wolfgang Kretschmer. Siguiendo la línea del psiquiatra Ernest Kretschmer, que en sus investigaciones de las distintas constituciones biológicas del hombre y de la fisiología del cerebro, ha aconsejado la terapia ocupacional para los enfermos mentales, afirma que la voluntad es la base, el “terreno” 15 Recientemente ha sido conducida una serie importante de investigaciones que tratan de demostrar, experimentalmente, la acción de la voluntad para producir en el cerebro ondas eléctricas específicas, y efectos fisiológicos y psicológicos. Estas investigaciones han sido realizadas principalmente en Japón y en Estados Unidos. Digno de mención es el trabajo de Elmer E. Green; director del Laboratorio Psicofisiológico de la Fundación Menninger, y de su esposa Alyce M. Green; ambos han reunido sus descubrimientos en un artículo “Control voluntario de los Estadios Internos Psicológicos y Fisiológicos”, en el Journal of Transpersonal Psychology, 1970, núm. 1. del conocimiento, porque, como todas las demás cosas en el hombre, presupone y requiere energía (dynamis) y movimiento. Considera los “arquetipos” formas básicas de la voluntad en obra, y llama la atención hacia la relación entre conocimiento y voluntad; opina que la tarea central de la psicoterapia es la de restablecer su unión, creando así la síntesis de la personalidad. En los últimos años, dos factores han abierto el camino para tratar de manera más productiva y más comprensiva el tema de la voluntad, Uno es el rápido crecimiento de las psicologías existenciales, humanistas y transpersonales. Otro es el surgimiento de una concepción más amplia y al mismo tiempo más refinada del método científico. En este contexto, recordamos y apreciamos el concepto y la práctica de la logoterapia de Frankl. El subrayó “la voluntad de significado” como impulso y exigencia fundamental. Recientemente apareció un libro valioso e importante sobre l voluntad, Amor y voluntad de Rollo May. El autor analiza y habla sobre la actual incapacidad de querer de la humanidad, así como de la urgente necesidad de redescubrir y usar la voluntad. Dice: La base heredada de nuestra capacidad de querer y de decidir ha sido irrevocablemente destruida. E irónica si no es que trágicamente, es justo en esta época portentosa en la cual el poder ha crecido tan tremendamente y en donde las decisiones son tan necesarias y fatales, cuando nos encontramos desprovistos de una nueva base para la voluntad. En este análisis de la función volitiva, May indica hábilmente las relaciones existentes entre deseo y voluntad. Pero según él, la base, la raíz de la voluntad es la que él llama y describe como “intencionalidad”. “En la experiencia humana, la intencionalidad está en la base de la voluntad y de la decisión. No solamente precede a la voluntad y a la decisión sino que las hace posibles”. El mismo reconocimiento se formuló en el capítulo 12 de este libro. La intencionalidad es una parte esencial del primer estadio de la acción volitiva. Debe preceder y hacer posibles todos los estadios siguiente. Es intrínseca al fin, al objetivo y a la motivación, e implica valoración y significado, que, como hemos visto, son todos aspectos del primer estadio de la voluntad. Un importante reconocimiento que hace Rollo May es la estrecha relación que existe entre intencionalidad e identidad. “Es en la intencionalidad y en la voluntad que el ser humano experimenta su identidad. Yo es el Yo de “Yo puedo”…Lo que se verifica en la experiencia es “Yo concibo –yo puedo- yo deseo – y soy”. El “yo puedo” y “yo quiero” constituyen la experiencia esencial de la identidad. Esto concuerda plenamente con ls afirmaciones, mencionadas antes, de Cieskowsky y Avelino. Otra contribución válida de Rollo May es el capítulo sobre “La Relación entre amor y voluntad”. “La tarea del hombre –dice- es la de unir el amor y la voluntad. No están unidos por medio de un crecimiento biológico sino que deben formar parte de nuestro desarrollo consciente… Unir el amor y la voluntad… indica madurez, integración, entereza”. Por otro lado, él asoció la voluntad con obligación y responsabilidad. Pero sobre este punto es necesario hacer una consideración a causa de la existencia de un “voluntad egoísta”. Esta podría ser considerada como el contrario de “responsabilidad” y de “comunión de conciencia”, las cuales, según May, caracterizan a la voluntad superior. Otro punto del libro de May que es necesario considerar es el gran énfasis sobre lo “demoniaco” que él hace sin distinguir claramente entre sus distintas formas. El daimon de Sócrates, por ejemplo, es más afín al Si Transpersonal que a las fuerzas “demoniacas”, oscuras, instintivas. Mientras que la psicología transpersonal no ha tratdo todavía de manera específica el tema de la voluntad, Maslow ha hecho una breve pero clara referencia al uso deliberado de la voluntad en dirección transpersonal: ver voluntariamente en términos de eternidad, ver lo sagrado y lo simbólico en y a través de la instancia individual del aquí y el ahora”. La psicosíntesis, en la cual se combinan las concepciones y los métodos empíricos, existenciales, humanistas y transpersonales, atribuye a la voluntad una posición preeminente y la considera elemento central, y expresión directa del yo o Sí personal. Conforme a su acercamiento empírico, la psicosíntesis no dirige principalmente la atención sobre el “concepto” de la voluntad, sino sobre el análisis de la “acción volitiva” en sus distintos estadios, sobre los aspectos específicos y las cualidades de la voluntad, y sobre las técnicas para el desarrollo y el uso óptimo de l función-voluntad. La considerable suma de investigaciones y de discusiones sobre la voluntad, que esta panorámica ha examinado brevemente, no contradice lo que dijimos antes a propósito del desinterés o, incluso de l negación de la voluntad de parte de los psicólogos. Las investigaciones citadas han sido generalmente ignoradas por la corriente principal de la psicología académica moderna, y de cualquier modo no han ejercido en ella ninguna influencia. Se puede decir que han formado un riachuelo más o menos independiente y que han permanecido separado de la corriente principal. Dos libros de reciente publicación dan un cuadro vivo de la confusión, de las concepciones erradas y del contraste de opiniones que aún circundan el tema de la voluntad. En uno de ellos, The Concept of Willing, un cierto número de psicólogos y de teólogos han tratado en una seria y loable tentativa, de definir este concepto. Mientras que la mayor parte de los artículos presentan informaciones y puntos de vista interesantes, el editor del libro, el doctor James N. Lapsley, en un sumario agudo y objetivo, con el revelador título: “El concepto de la voluntad ¿aún está vivo?, admite honestamente que “como no nos hemos puesto de acuerdo en la forma como se llega al fenómeno de la función de querer, de igual manera, tampoco hemos considerado lo que se encuentra cuando se llega”. Pruyser termina su hábil panorámica histórica en esta recopilación indicando los errores en las concepciones pasadas y presentes de la voluntad, y llega a la conclusión de que “el problema de voluntad permanece para los psicólogos, los teólogos, los moralistas y todos los que se interesan en la voluntad como un difícil reto. El otro libro, Qu’est-ce que c’est vouloir (¿Qué es querer?) comprende los escritos de un grupo de médicos y de teólogos presentados en una conferencia que hubo en Bonneval, Francia, en la clínica psiquiátrica del doctor Henry Ey. Presenta una variedad de opiniones contrastantes y hasta contradictorias que van desde el concepto tradicional de la voluntad de Santo Tomás de Aquino hasta la posición extrema de un psicoanalista, el doctor S. Leclair, que confiesa cándidamente su perplejidad sobre lo que hay que hacer con el concepto de la voluntad, dado que constituye un problema “que no ha sido formulado en el campo analítico”. Llega a negar la realidad de la libido freudiana” como energía, relegándola al estado de una expresión metafórica: no hay que maravillarse si en el sumario introductoria de los distintos artículos, el padre L. Beirnaert admite que crean más problemas de los que resuelven. Además de los nueve escritos teóricos, el libro contiene dos valiosos ensayos sobre el método de entrenamiento de la voluntad. Este tema fue tratado por varios educadores (Payot, Eymieu, Dwelshauveurs, etcétera). La conclusión más importante que podemos sacar de esta perspectiva histórica es que las tentativas de resolver el problema de la voluntad sobre bases teóricas, intelectuales, no solamente no han llevado a una solución sino que han generado más bien contradicción y planteamientos confusos. Estando así las cosas, el camino de escape de este callejón sin salida debe buscarse en otra dirección que pueda producir resultados útiles y prácticos. Este camino existe; su punto de partida es la experiencia existencial directa de querer, no obstaculizada por prejuicios; y continúa con la descripción de los datos recogidos y con la institución de experimentos sobre los distintos estadios, características y usos de la acción volitiva. Este libro fue escrito con el fin específico de dar orientaciones en esta dirección y de presentar un programa completo de investigación y desarrollo en el campo de esta realidad tan descuidada, pero tan importante y esencial, de la vida humana. Apéndice 5 Psicología diferencial Según el Dictionary of Psychological and Psychoanalytical Terms, la psicología diferencial “es la rama de la psicología que estudia los tipos, las cantidades, las causas y los efectos de las diferencias individuales y de grupo en las características psicológicas”. Aunque la psicología diferencial pueda ser considerada desde distintos ángulos, según los diferentes puntos de vista y marcos de referencia, se pueden distinguir tres ramas principales: • • • Psicología de las características o de los factores. Tipología La psicología del individuo o “psicología ideográfica” PSICOLOGIA DE LAS CARACTERISTICAS O DE LOS FACTORES Consisten en el examen analítico de los rasgos o elementos característicos que sirven para describir la constitución de la persona. Este acercamiento descriptivo, objeto de muchas investigaciones, en la práctica se ha revelado como un procedimiento inadecuado para comprender al ser humano. En primer lugar, el mismo número de estos rasgos generan confusión. Gordon Allport afirma que el idioma inglés tiene cerca de dieciocho mil designaciones para distintas formas de comportamiento personal, y que esta cifra es superada abundantemente cuando éstas aparecen en combinación. Además, frecuentemente, características contradictorias se encuentran en la misma persona. Allport cita el caso siguiente que ilustra claramente este punto: Tomemos el caso del señor D., siempre ordenado en su persona y en lo que respecta a su escritura, meticuloso en los apuntes de las conferencias, los esquemas y los boletines; sus objetos personales están no sólo en orden sino que guardados escrupulosamente bajo llave. D. dirige también la biblioteca del departamento. En esta tarea es descuidado; no cierra con llave la puerta de la biblioteca, y los libros se pierden; no le molesta que el polvo se acumule. Esta contradicción en el comportamiento ¿significa que el señor D. no tiene tendencias personales? En absoluto. Tiene dos tendencias estilísticas opuestas, un de orden y una de desorden. Situaciones diferentes hacen emerger inclinaciones diferentes: Profundizando en el caso, el dualismo está explicado por el hecho de que D. tiene una disposición (motivante) fundamental de la cual derivan estos dos comportamientos contrastantes. Lo que emerge en su personalidad es el hacho de que es un egoísta centrado en sí mismo, que no actúa jamás por los intereses de los otros sino siempre en su propio interés. Este egocentrismo fundamental (del que tenemos amplia prueba) requiere orden para sí mismo, pero no para los otros. TIPOLOGIA Desde la antigüedad hasta ahora, distintos sistemas para clasificar a los tipos humanos se han desarrollado. Su descripción y explicación requerirían un libro entero y, para ser de utilidad práctica, deberían estar seguidas de un examen de los métodos psicosintéticos específicos para cada tipo. Aquí me limitaré a nombrar rápidamente los tipos principales. Su multiplicidad y diversidad se reflejan en las distintas clasificaciones bajo las cuales se agrupan, desde las binarias y ternarias hasta los grupos más grandes, que llegan a doce. En las clasificaciones binarias l dicotomía principal y fundmental es aquella entre los tipos “masculino” y “femenino”. Estos corresponden a los dos aspectos fundamentales de la realidad, de la vida, que son llamados Yang y yin por los chinos, y Purusha y Prakrti por los hindúes. En este contexto, me refiero solamente a los dos tipos psicológicos, masculinos y femenino, y a sus características y cualidades. Algunas otras clasificaciones binarias son: 1. Nominalista. Realista. 2. Clásico. Romántico. 3. Filisteo. Bohemio. 4. Apolíneo, Dionisiaco (Nietzsche) 5. Sentimental. Realista (James) 6. Empírico. Racionalista. 7. Función primaria. Función secundaria. 8. Activo. Reflexivo (Gross) 9. Esquizoide. Ciclotímico (Kretschmer) 10. Dirigido desde el interior. Dirigido desde el exterior. 11. Extrovertido. Introvertido. Una antigua clasificación ternaria es aquella hindú de Tamas (Inercia), Rajas (Actividad), Sattva (Armonía-ritmo). Una clasificación ternaria moderna, que ha sido adoptada prolijamente, distingue a los tipos visuales, a los auditivos y a los cinestésicos (o motores). Está también aquella propuesta por Sheldon: Viscerotómica, cerebrotómica y somatotómica (endomórfica, ectomórfica y mesomórfica, respectivamente). Los agrupamientos cuaternarios incluyen la vieja agrupación basada en los cuatro temperamentos: sanguíneo, flemático, colérico, y melancólico; y la clasificación de Jung, según lo que él consideraba las cuatro funciones psíquicas: sensaciones, sentimientos, pensamiento e intuición. Hermans y Wiersman desarrollaron una clasificación óctuple elaborada por René Le Senne, en la cual la emotividad, la actividad y las funciones primarias y secundarias son combinadas de diversas formas. Jung las agrupó en cuatro funciones combinadas con los dos tipos psicológicos, extrovertido e introvertido, también puede ser considerada como una clasificación óctuple. Hay también una clasificación de siete: el tipo estético/creativo, el tipo voluntad/poder, el tipo amor/iluminativo, el tipo devoto/idealista, el tipo científico/racional, el tipo organizador/ ritualista y el tipo activo/práctico. Finalmente, hay una clasificación de doce tipos, del educador suizo Adolphe Ferrière, quien junto con John Dewey y María Montessori, fue uno de los principales pioneros en el campo de la “nueva educación”. El refiere sus tipos a los doce signos zodiacales descritos por los astrólogos, pero completamente independiente de la validez de la astrología en sí misma. También Jung y Keyserling usaron símbolos astrológicos de este modo. Ferrière indica sus tipos de la siguiente manera bastante particular: 1. original espontáneo; 2. Primitivo; 3. Imaginativo; 4. Convencional; 5. Individual; 6. Lógico; 7. Social; 8. Inquieto; 9. Intuitivo; 10. Ascético; 11. Místico; 12. Completo (realizado). Esta difundida tendencia a clasificar los tipos humanos es similar en muchos aspectos a las primeras tentativas de clasificar las sustancias químicas. Hubo muchos errores, mucha confusión, y muchas clasificaciones incompatibles y arbitrarias de valor dudoso: nuestro conocimiento de los elementos químicos no era bastante profundo y no habíamos aún aprendido a distinguir entre diferencias superficiales y fundamentales. Pero con el tiempo esta tentativa llevó al descubrimiento de la tabla periódica y a la clasificación de los elementos básicos en cerca de cien tipos de átomos. Esto ordenó tanta confusión en nuestra concepción de la materia, y dio un potente impulso a la química moderna. Una clasificación es de la máxima utilidad si ayuda a reconocer y a comprender las diferencias de tipo que ya existen dentro del esquema de la naturaleza. Por lo tanto, es importante considerar cuándo una clasificación es apropiada y útil y cuándo no lo es. Una clasificación basada en categorías existentes en la naturaleza no niega de ningún modo la unidad fundamental y los aspectos comunes entre los distintos tipos. Hoy sabemos que muchos tipos de átomos son diferentes, y sin embargo, están formados por las mismas partículas elementales, según las mismas leyes universales. Hielo, agua y vapor representan tipos diferentes de agua. No obstante, sabemos que son diferentes tipos de apariencia, estados diferentes de la misma sustancia. Del mismo modo, reconocemos muchos colores distintos –aunque pueda haber matices intermedios que llenen el vacío entre dos colores y por lo tanto no haya una separación de principio. La misma luz cambia de color de manera continua, gradual, según va cambiando su velocidad de vibración. Es interesante notar que los científicos describen el color en términos de un número correspondiente a su longitud de onda, reconociendo así que no hay separación. El artista, por el contrario, piensa en los colores principalmente como entidades específicas y distintas. Pero es libre para mezclarlos en cualquier proporción, por lo que esta clasificación no obstaculiza de ningún modo su expresión artística. En el campo psicológico, se ha demostrado que las numerosas clasificaciones existentes varían mucho en cuanto a su utilidad práctica. Por una parte han puesto en evidencia que en la naturaleza existen grupos de cualidades que caracterizan a los individuos y que pueden ser reconocidos y clasificados según el tipo, logrando así una mejor comprensión de los seres humanos. Por otra parte, estas clasificaciones han mostrado claramente lo distinto que son los puntos de vista y los criterios asociados a ellas, y cómo han sido hasta ahora, más o menos unilaterales e incompletas, todas las clasificaciones tipológicas basadas en ellas. Por lo tanto, se debe resistir la tendencia –o más bien la tentación- de atribuir una importancia excesiva a la clasificación tipológica, y aún más a la tendencia de etiquetar a los individuos. Aquel que es atraído por este “catalogar” generalmente es condicionado dañinamente y limitado, mientras que otros se rebelan a esto con justa razón. Las insuficiencias y las limitaciones que resultan de una clasificación tipológica rígida y estática han sido claramente indicadas y criticadas por Allport y Maslow. Con estas reservas, las descripciones tipológicas basadas en las diferencias más fundamentales, y por lo tanto con posibilidad de tomar plenamente en cuenta la complejidad y fluidez de la vida psicológica de los individuos, pueden, si son usadas sabiamente, proporcionar un ayuda sustancial para una comprensión más profunda y más precisa. Pero requieren ser perfeccionadas más tarde y tomar una cuenta con precisión muchas dimensiones psicológicas. Sobre todo, deben ser sutiles y flexibles, abiertas a los matices y a las coloraciones individuales, a las superposiciones y a las interpretaciones. No deben ser simplistas, ni pretender ser definitivas, sino tomar en cuenta el cambio continuo y el potencial ilimitado de crecimiento de cada individuo. Un ejemplo de un desarrollo constructivo similar es la división tipológica fundamental entre extrovertidos e introvertidos. Que existan personas predominantemente extrovertidas o introvertidas es evidente. Esta distinción puede ayudar a adquirir un primer conocimiento de un individuo, pero en sí es insuficiente. Cuando se habla de un introvertido o de un extrovertido, en realidad se refiere a una tendencia o dirección de su interés vital, que, como acertadamente dice Allport es una disposición del individuo. Cuando esta disposición, esta orientación del interés vital prevalece la persona puede ser llamada extrovertida o introvertida. Como ejemplo de introversión citaré a Emmanuel Kant, el filósofo de Königsberg. Concentrando todo su interés en el estudio de l mente, de la conciencia intelectual y sus leyes, llegó al punto de no querer salir jamás de su ciudad natal. Un tipo aún más introvertido fue el novelista francés Marcel Proust, cuya introversión puede ser considerada patológica. Odiando la luz del sol y las actividades humanas normales, pasó gran parte de su vida en un cuarto tapizado de corcho, ocupado en describir con gran sutileza los procesos mentales conscientes e inconscientes de los personajes de sus novelas. Tipos extremadamente extrovertidos son representados por los grandes hombres de acción, todos orientados hacia la conquista del mundo externo. Podemos citar a Julio César y a napoleón y, en el campo técnico, a grandes inventores como Edison y Marconi. Pero una consideración más atenta revela que las cosas no son tan simples. Para empezar encontramos una importante diferencia entre el carácter activo y el pasivo, ya sea en la extroversión como en la introversión. Los hombres con capacidades extraordinarias que hemos citado eran introvertidos o extrovertidos activos. Pero hay también extrovertidos pasivos, más precisamente, reactivos-extrovertidos que presentan un cuadro muy distinto. Sensibles e impresionables, su atención es atraída, diría, monopolizada, por influencias externas hacia las cuales son hipersensibles. La susceptibilidad acentuada del extrovertido pasivo crea en él la tendencia a aceptar los puntos de vista de los otros, y a responder a sus influencias psíquicas. El sujeto hipnotizado representa un caso extremo de extroversión pasiva. Todos somos, temporalmente, extrovertidos pasivos cuando leemos un periódico o un libro, y cuando vemos la televisión o una película. Un interés excesivo por el propio estado físico o psicológico es un signo de introversión. Puede llevar a una preocupación excesiva por la propia condición física, al miedo a las enfermedades, a la hipocondría. El esquizofrénico puede describirse como un introvertido extremo. La fase depresiva de las psicosis maniaco-depresivas está caracterizada por una introversión pasiva morbosa, en contraste con la fase maniaca, que presenta una excesiva y morbosa extroversión. Dejando de lado los casos extremos y volviendo nuestra atención a la gran mayoría de la gente, encontramos que la tendencia o disposición a la introversión o a la extroversión generalmente no es muy marcada, y dichos estados hasta se alternan en la misma persona como respuesta a condiciones diferentes. Está en primer lugar la cuestión de la edad. En el caso del niño en los primeros años de vida, se puede hablar de una condición de introversión, en el sentido de que el recién nacido está completamente absorto en las sensaciones de su propio cuerpo. Después, poco a poco, vuelve su atención y su interés hacia el mundo externo y los otros seres, pasando así a una fase de extroversión creciente. Esta culmina en la infancia y en la prepubertad, en donde se manifiestan activismo, autoafirmación y una actitud de rebelión hacia los otros. Los años que siguen y la vejez, por otra parte, son un regreso a la introversión. El interés por el mundo externo y sus éxitos, se desvanece gradualmente y cede el lugar, según el caso, a un retiro en el egocentrismo y a la preocupación por la salud física, o a una visión del mundo serena, desapegada, y a un interés por la realidad y por los valores espirituales. Se debe, por lo tanto, tener en cuanta otras diferencias. La tendencia a la extroversión o a la introversión se combina con otras variantes individuales: una de las más importantes es la predominancia de una u otra de las principales funciones psicológicas. Como ya dije, Jung clasificó estos tipos según lo que él consideraba como las cuatro funciones fundamentales del hombre, distinguiendo así el tipo sensorial, el tipo sentimental, el tipo mental y el tipo intuitivo. Cuando predomina la función sensorial, el interés puede ser dirigido hacia las sensaciones corporales o hacia las impresiones sensoriales que nos llegan del mundo externo. Esta tendencia está muy bien caracterizada por el artista que dijo: “Yo soy alguien para quien el mundo externo existe”. Cuando prevalece la función del sentimiento, la persona puede ser descrita como viviendo en un mundo de emociones y de sentimientos, de relaciones personales, de atracciones o afectos y aversiones. El tipo mental, intelectual, se reconoce fácilmente y no requiere comentarios particulares. Los casos en los cuales predomina la intuición son menos comunes, pero cosa interesante, están aumentando. Es importante darse cuenta de cuánto difieren uno de otro los individuos que pertenecen a tipos distintos; se puede decir que viven virtualmente en mundos tan diferentes que casi no se tocan. Un simple ejemplo bastará para aclarar esta afirmación. Imaginemos que cuatro individuos, cada uno perteneciente a un tipo distinto, están viendo un paisaje. El interés del hombre práctico-sensorial se encontrará en los campos que están frente a él, su productividad y el valor del terreno. El tipo sentimental puede darse cuenta de que la escena de paz evoca en él, sobre todo, un sentimiento de serenidad, armonía, calma y dulzura. Si es un artista, podrá tener toda su atención en las líneas y en los colores, en las luces y en las sombras, notando los distintos tonos de verde, el contraste entre las manchas oscuras de los bosquecillos y los tintes delicados de los prados. Los valores estéticos de la escena constituirán para él el interés y el placer principal. El tercer miembro del cuarteto estará pensando en las características del paisaje, como el clima, el tipo de vegetación, la interesante naturaleza geológica del terreno, y los problemas científicos que pueden surgir de estas características. El cuarto observador verá en la escena que tiene ante sus ojos un aspecto de la gloria radiante, de la expresión divina. Verá la creación manifestada en la naturaleza y se abandonará a un gozo estático. Si cada uno de estos “observadores” tuviera que poner por escrito sus impresiones, es probable que las cuatro versiones tendrían pocas palabras en común. Cualquiera que las leyera tendría dificultad en creer que todas son descripciones del mismo “objeto”. El hecho de que seres humos que viven aparentemente lado a lado habiten en realidad mundo distintos, tiene mucho valor psicológico y educativo; revela la verdadera causa de la falta fundamental de comprensión, del criterio amargo, y del antagonismo que complican la vida y dan origen a tanto sufrimiento inútil. Otra distinción importante es evidente, ya sea en la extroversión y la introversión como en las distintas funciones psicológicas. Hay muchas personas que no se puede decir que posean una sola tendencia predominante. Una persona puede tener dos tendencias, manifestando extroversión en un nivel e introversión en otro. Por ejemplo, puede ser extrovertida a nivel emotivo-sentimental e introvertida a nivel mental, y viceversa. Esto es obvio también en el caso de los grupos humanos. Así se podría decir que en general los ingleses son extrovertidos en el nivel físico (actividad práctica) e introvertidos en el nivel emotivo-sentimental. Casos de estas tendencias y disposiciones contrastotes en los individuos se pueden encontrar entre ciertos personajes religiosos. Santa Teresa, Santa Catalina de Siena y Santo Domingo, por ejemplo, combinaban una pronunciada introversión mística con una extroversión práctica que los hacía “activistas” y los llevó a fundar organizaciones y, en el caso de Santa Catalina, a influenciar la historia de su época. Santa Catalina puede ser, por lo tanto, clasificada como introvertida a nivel emotivo e intuitivo y como extrovertida a nivel físico. Además, hay otras dos tendencias opuestas hacia donde se dirige el interés vital que deben ser reconocidas y consideradas correctamente. Una es “hacia abajo” y se puede llamar subversión, la otra es “hacia arriba” o sobreversión. En l subversión el fin es sondear el inconsciente en sus aspectos inferiores. Este es el interés principal del psicoanálisis, y ha sido llamado “el descenso al infierno”. Se puede comprar con una inmersión subacuática. En la sobreversión, por el contrario, el interés vital y la investigación psicológica están dirigidos hacia aspectos superiores de la mente, es decir, hacia el superconsciente y el Sí. La sobreversión se puede comparar al alpinismo. Todo lo que se ha dicho no debe ser interpretado como una desvaloración de la subversión y sobrevaloración de la sobreversión. También aquí se verifican manifestaciones de distinto valor. Hay una subversión de alta calidad, l investigación científica y la exploración del inconsciente inferior, que podría ser llamada geología y arqueología psicológica. Y una sobreversión excesiva puede ser usada para huir de los problemas de la vida. El fin psicosintético es el de adquirir la capacidad de dirigir las energías a voluntad –es decir, por medio de la función directiva de l voluntad- en toda dirección y de manera continua, según los fines, las intenciones, las necesidades y los requerimientos específicos. Esta puede ser llamada poliversión. Finalmente, hay diferencia, o mejor dicho, un contraste fundamental entre dos direcciones en el tiempo del interés vital: entre la persona orientada hacia el futuro o antevertida y aquella orientada hacia el pasado o retrovertida. Este contraste entre progresión y regresión se da continuamente en todos los individuos, y la regresión fue correctamente indicada como l causa de muchos disturbios psicológicos y síntomas neuróticos. A nivel colectivo, el conflicto entre los dos tipos opuestos –el innovador y el revolucionario por una parte, y el conservador, apegado al pasado, por otra- ha llegado a un nivel de aguda y crucial lucha, que hoy invade la escena mundial. EL INDIVIDUO ÚNICO-PSICOLOGÍA IDEOGRÁFICA Por más que la tipología pueda ser útil para comprender y tratar a los diferentes tipos humanos, no logra darnos una valoración completa, la relación global de un individuo. Cada individuo constituye una combinación única de infinitos factores discordantes. Si hasta las combinaciones de elementos tan simples como las líneas de la piel de los dedos son tan distintas que bastan las huellas digitales para identificar a un individuo, es claro que las combinaciones del gran número de características biológicas y psicológicas existentes en cada uno de los seres humanos hacen de cada uno de nosotros un individuo en extremo complejo, distinto y genuinamente único. Pero hay más; todos estos innumerables factores y sus combinaciones no son fijas y estáticas como las huellas digitales. Cambian continuamente, a causa del desarrollo y del crecimiento interior del individuo así como del continuo impacto y entrada de influencias del mundo externo y de los otros seres humanos. Pero por importante que sea este reconocimiento, no debe inducirnos a creer que no se pueda establecer una “psicología científica del individuo”. Tal psicología es posible, y está empezando a desarrollarse. Así, tomando con la debida consideración las distintas contribuciones que hemos mencionado hasta aquí, y que se podrían agrupar bajo el nombre de “psicología descriptiva”, su método principal es el de la psicología de la comprensión (en alemán, verstehende). Los medios para llegar a una comprensión de este tipo, una comprensión que venga, por así decirlo, del interior, han sido indicados de distintos modos, y hay todavía una confusión en la terminología. Allport hizo un sofisticado examen crítico de los métodos indicados con los términos de empatía, simpatía, identificación, intuición, conocimiento, participación, etc. No puedo discutirlos todos ahora, pero trataré de aclarar algunos puntos fundamentales. El contraste entre “comprensión de” y “conocimiento sobre” fue indicado, con su acostumbrada habilidad, por William James, en la siguiente anécdota citada por Allport. Dos pescadores del Maine estaban platicando; discutían acerca de un profesor de universidad que pasaba ahí el verano. Uno le dijo al otro: “el profesor sabe todo” y el otro respondió arrastrando las palabras: “Sí, pero no conoce nada”. El segundo pescador quería decir que el profesor tenía un vasto conocimiento del mundo, pero que no lo había digerido. “William James –dice Allport- como el pescador, subraya la distinción entre los dos tipos de cognición: conocimiento y compresión.” Alguien puede saber muchas cosas sobre pedro, y sin embargo no “conocer” su plan de vida. Conocer verdaderamente a una persona significa estar en grado de asumir su punto de vista, de pensar dentro de su marco de referencia, de razonar partiendo de sus premisas. Conocer a una persona nos hace darnos cuenta de que, desde su punto de vista, su vida tiene una coherencia propia, por más que pueda parecer inconexa desde nuestro punto de vista. Un análisis de la simpatía en sus distintos aspectos fue hecha por Sheler en su libro The Nature of Sympathy y resumido por W.A. Sadler en Existente and Love. Sadler cita también a Binswanger y concluye que esta comprensión requiere la unión de la cabeza y el corazón, unión que Binswanger llama “pensamiento amoroso”. Una ciencia holística, sintética del ser humano debe tener en cuenta, en l medida correcta, los elementos comunes existentes en todos los individuos y las diferencias que hacen de cada uno de nosotros un ser único. Esto fue expresado también por Maslow que lo citaré completamente: Se puede también trascender las diferencias individuales en un sentido puramente específico. La actitud superior hacia las diferencias individuales es aquella que las reconoce y acepta, pero también goza de ellas y hasta estar profundamente agradecido con ellas, como un magnífico ejemplo de la genialidad del cosmos –reconociendo su valor, maravillándose ante las diferencias individuales. Pero también y muy distinta de esta gratitud absoluta por las diferencias individuales es la otra actitud, la de elevarse por encima de estas diferencias reconociendo la semejanza esencial, la pertenencia recíproca y l identificación con todos los tipos en la suprema humanidad o identidad de especie, en el sentido de que todos son o nuestro hermano o nuestra hermana. Entonces, las diferencias individuales y hasta las diferencias de sexo son trascendidas de una manera muy particular. Esto es, que en distintos momentos podemos ser muy conscientes de las diferencias entre los individuos, pero en otros momentos podemos dejar de lado las diferencias individuales y concederles una relativa importancia, en contraste con las características humanas universales y las semejanzas entre los seres humanos. Gran parte de lo que se ha dicho hasta ahora pertenece al campo de la llamada psicología “normal” o de las zonas “media” e “inferior” (ya sea conscientes o inconscientes) de la personalidad humana. Pero está también el nivel o zona del superconsciente y del Sí Transpersonal. También aquí, y en sentido más esencial, encontramos la unión paradójica o integración y coexistencia de lo individual con lo universal (esto fue discutido en el capítulo 10). El Sí Transpersonal de cada uno está en íntima unión con el Sí Transpersonal de todos los individuos, por más inconscientes que estén de esto. Todos los Sí transpersonales pueden ser considerados como “puntos” en el interior del Sí universal. Una confirmación interesante de esto nos la da el psicólogo francés Gastón Berger: Lo que debe subrayar es que todos nuestros análisis precedentes siempre nos han “enviado de nuevo” a un tema trascendente. Todas mis deducciones, que he tratado de mantener en un esquema mental concreto, implican un fin que no está en sí mismo incluido en la serie de eventos naturales. Por ejemplo, he hablado de las emociones. Pero esta palabra tiene un significado porque no sólo evoca modificaciones objetivas, sino que indica una conciencia que experimenta ciertos sentimientos. También las relaciones existentes entre los seres humanos, de los cuales hablamos con respecto a algunas sensaciones, indican subjetividades trascendentes. El descubrimiento del sujeto trascendente es el momento que concluye la reflexión psicológica. Se puede descubrir la realidad trascendente a través de caminos muy distintos. Descartes llega a ella, y usa su “pienso” (“cogito”), en un esfuerzo enérgico de formular una proposición de la que le sería imposible dudar. Husserl llega a ella a través de lo que él llama una “reducción fenomenológica”. “La verdad es una, pero cada filósofo se encamina a ella por su propio sendero”. Para concluir quiero citar este profundo pensamiento de Berger: ¿Estoy en posibilidad de responder a la pregunta que me había hecho al principio de mi investigación? ¿Puedo decir quién soy? Nada podría ser menos cierto. He aprendido a reconocer en la personalidad niveles más o menos profundos. He atribuido las propiedades a sus mismos principios. Pero los niveles cubren un centro, y las propiedades tienen un propietario. He llegado lo más lejos posible en mi investigación sin haber sido nunca capaz de llegar a algo más de lo que me es inherente. Reconocer que es mío, significa diferenciarme de ella. Ciertamente que no soy mi cuerpo a través del cual me llegan las sensaciones, y que uso para la acción, ni estas tendencias, buenas o malas, que se manifiestan a través de él. A la luz de la experiencia puedo hasta ver que no puedo ser un cuerpo o un agregado de cuerpos o una característica derivada de una particular forma de cuerpos. Aquellas hipótesis que estoy refutando no eran propuestas falsas, sino afirmaciones sin significado. Aún si no puedo de algún modo aferrar mi yo mismo, de todos modos yo sé que soy, y que no puedo dudar de ser… Si quisiera hablar en términos más precisos, entonces debería decir que yo soy yo, expresando de este modo insólito el hecho de que el yo es siempre el sujeto. Si prefiero usar un término que pertenece tanto al uso común como al lenguaje del filósofo, no diré, como a veces se dice, que tengo un alma (lo que para ser preciso, es contradictorio) sino que yo soy un alma. Referencias Capítulo 2 17. Profesor Calò, Enciclopedia italiana di scienze, lettere el arti, vol. 35, pág. 559, 1929-1939 Roma, Capítulo 3 23. Para un descripción más detallada de fácil volición y cita, véase apéndice 4, Historical Survey, pág. 235, y Avelino, F., Personality and Will, pág. 83, Londres, 1931. 24. Maslow, A.H., The Farther Reachers of human Nature, pág. 68, Nueva York, 1971. 25. Maslow, A.H., Motivation and personality, págs. 136-37, Nueva York, 1970. 26. Ramacharaka, Raja Yoga, págs. 125-27, Bombay, 1966. 31. Fantappiè, L., Principi di uma teoria unitaria del mondo físico e biológico, Roma, 1944. 31. Buckminster Fuller, R., No More Second hand God & Other Writings, pág. V., Carbondale, Illinois, 1963. 33. Maslow, The Farther Reachers of human nature, pág. 210. 33. Assagioli, R., Psychosynthesis, pág. 31, Nueva York, 1971. Capítulo 4 36. James, W., Talks to Teachers, págs. 75-76, Nueva York, 1912. 37-38. Boyd Barret, Strength of will and how to Develop It, Nueva York, 1931. Capítulo 5
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